HARVARD UNIVERSITY
LIBRARY
OF THE
MUSEUM OF COMPARATIVE ZOOLOGY
ti.\Lty^
OLW.
íí)X^á,l1''-5'-»l'-f-5,l'^''^-
OCT 3 1905
REX'ISTA
DE LA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID
REVISTA
DE LA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
DB
MADRID
0701^/10 III
MADRID
IMPRENTA DE LA "GACETA DE MADRID"
CALLE DE PONTEJOS , NÚM. 8.
1905.
ART. lli HE LOS ESTATUTOS PE LA ACADEMIA
€ La Academia no adopta ni rehusa
las opiniones de sus in.divJduos; oada
au-tor es respon.sat>le de lo que oon-
tengan. sus escritos.»
REVISTA
DE LA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
DE
MADRID
TOIVtO XTX.-JSTTJls^. 1.
(Julio de 190e.)
'''MADRID
IMPRENTA DE LA "GACETA DE MArRID"
CALT/K DE PONTEJOS, NÚM. 8.
1905
ADVERTENCIA
Los originales para la Revista de la Academia
se han de entregar completos, en la Secretarla de
la Corporación, antes del dia 20 de cada mes,
pues de otro modo quedará su publicación para
el mes siguiente.
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES DE MADRID
ACADÉMICOS DE NUMERO
Excmo. Sr. D. José Echegaray, Presidente.
Zurbano , 44..
Excmo. Sr. D. José Morer.
Genova , 5.
Excmo. Sr. D. Eduardo Saavedra, Vicepresidente.
Fuencarral , 74.
Sr. D. Joaquín González Hidalgo.
Alcalá, 3Ó.
limo. Sr. D. Joaquín M. Barraquer y Rovira.
Campomanes , 12.
limo. Sr. D. Gabriel de la Puerta y Rodenas.
V'alverde, 30 y 32.
Excmo. Sr. D. Daniel de Cortázar.
Velázquez , 10.
limo. Sr. D. José Rodríguez Carracido, Bibliotecario.
Orellana , 10.
Excmo. Sr. D. Francisco de P. Arrillaga, Secretario .
Valverde , 20.
Excmo. Sr. D. Julián Calleja y Sánchez, Tesorero.
Argensola, ó.
Sr. D. Eduardo Torroja }' Caballé, Contador.
Requena , o.
Excmo. Sr. D. Amos Salvador y Rodrigáñez.
Carrera de San Jerónimo , 53.
Sr. D. Francisco de Paula Rojas.
Lealtad, 13.
Excmo. Sr. D. Juan Navarro-Reverter.
Barquillo , 15.
Excmo. Sr. D. Lucas Mallada.
Santa Teresa ,7.
Excmo. Sr. D, Santiago Ramón y Cajal.
— 6 —
Excmo. Sr, D. Diego Ollero y Carmona.
« Ferrar , 54.
Sr. D. Pedro Palacios.
Don Nicoiás Maria Rivero , 8.
Sr. D. Blas Lázaro é Ibiza.
Palafox, 10.
limo. Sr. D. José Muñoz del Castillo.
Quintana, 38.
Sr. D. Leonardo de Torres y Quevedo.
Válgame Dios, 3.
Sr. D. José María de Madariaga, Vicesecretario.
Zurbano, 18.
limo. Sr. D. José Rodríguez Mourelo.
Piamonte, 14.
Sr. D. Victorino García de la Cruz.
Gobernador, 25.
Sr. D. José Marvá y Mayer.
Campomanes, 8.
Sr. D. Rafael Sánchez Lozano.
Genova, i 7.
Sr. D. José Gómez Ocaña.
Atocha, 127.
ACADÉMICOS ELECTOS
limo. Sr. D. Miguel Martínez de Campos.
Goya, 25.
Sr. D. Vicente Ventosa y Martínez de Velasco.
Amnistía, 10.
Sr. D. Eduardo Mier y Miura.
Infantas, 32.
limo. Sr. D. Ignacio Bolívar.
Jorge Juan, 17.
limo. Sr. D. Bernardo Mateo Sagasta.
San Mateo, 22.
Sr. D. Pedro de Avila y Zumarán.
Travesía de la Ballesta, 8.
Sr. D. Ignacio González Martí.
Hernán Cortés, 7.
Exorno. Sr. D. Manuel Benítez y Parodi.
Plaza de la Lealtad, 4.
Sr. D. Miguel Vegas y Puebla-Collado.
Pez, I y 3-
La Academia está constituida en tres Secciones:
i.^ Ciencias exactas.— Sres. Saavedra, Presidente;
Torres, Secretario; Morer, Barraquer, Arrillaga, Torroja,
Navarro-Reverter y Ollero.
2.^ Ciencias físicas. — Sres. Puerta, Presidente; Mou-
relo, Secretario; Echegaray, Carracido, Salvador, Rojas,
Muñoz del Castillo, Madariaga, García de la Cruz y
Marvá.
3."* Ciencias naturales. — Sres. Hidalgo, Presidente;
Gómez Ocaña, Secretario; Cortázar, Calleja, Mallada,
Cajal, Palacios, Lázaro y Sánchez Lozano.
ACADÉMICOS CORRESPONSALES NACIONALES
Sr. D. Andrés Poey. París.
Excmo. Sr. D. Eduardo Benot. Madrid.
Excmo. Sr. D. Silvino Thos y Codina. Barcelona.
Sr. D. Eduardo Boscá y Casanoves. Valencia.
Sr. D. Luis Mariano Vidal. Gerona.
Excmo. Sr. D. Leopoldo Martínez Reguera. Madrid.
Excmo. Sr. D. Rogrelio de Inchaurrandieta. Madrid.
Sr. D. Ramón de Manjarrés y de Bofarull. Sevilla.
Sr. D. Modesto Domínguez Hervella. Alcalá de Henares.
Sr. D. Salvador Calderón y Arana. Madrid.
limo. Sr. D. Ricardo Vázquez-Illá y Martínez. Valladolid.
Sr. D. Zoel García de Galdeano. Zaragoza.
Sr. D. Eduardo J. Navarro. Málaga.
R. P. Fr. Celestino Fernández del Villar. Manila (?).
Sr. D. José María Escribano y Pérez. Murcia.
Sr. D. José Florencio Quadras. Manila.
Sr. D. Lauro Clariana y Ricart. Barcelona.
Sr. D. Rafael Breñosa y Tejada. Segovia.
Sr. D. José María de Castellarnau y Lleopart. Segovia.
Sr. D. Juan Bautista Viniegra y Mendoza. San Fernando,
— 8 —
Sr. D. Rafael Pardo de Figueroa. Puerto Real.
Sr. D. Juan Vilaró Díaz. Habana.
Excmo. Sr, D. Pablo Alzóla y Minondo. Bilbao.
Sr. D. Joaquín de Vargas y Aguirre. Salamanca.
Sr. D. José J. Landerer. Valencia.
Sr. D. José Eugenio Ribera. Madrid.
ACADÉMICOS CORRESPONSALES EXTRANJEROS
Barboza de Bocage (J. V.). Lisboa.
Anguiano (A.). Méjico.
Gaudry (A.). París.
Lemoine (V.). Reims (?).
Coliignon (E.). París.
Barrois (Ch.). Lille.
Hoonholtz, Barón de Teffé (A. L. de). Rio Janeiro (?).
Gomes Teixeira (F.). Porto.
Lapparent (A.). París.
Príncipe de Monaco (S. A. el). Monaco.
Choffat (P.). Lisboa.
Vendrell (A.). Guatemala.
Arata (P. N.). Buenos Aires.
Carvallo (M.). Parts.
Laisant (C. A.). París.
Enestrom (G,), Estocolmo.
Ferreira da Silva (A, J.). Porto.
Nery Delgado (P. F.). Lisboa.
Pina Vidal (A. A. de). Lisboa.
Brocard (H.). Bar-le-Duc.
Laussedat (A.). París.
Ocagne (M. d'). París.
Romiti (G.). Pisa.
Wettstein Ritter von Werstersheim (R.). Viena.
Engler (A.). Berlín.
Guedes de Queiróz, Conde de Foz (G.). Lisboa.
Academia Mejicana de Ciencias Exactas, Físicas y Natu-
rales. Méjico.
— 9 —
I.— Catálogo de los moluscos testáceos de las islas
Filipinas, Joló y 3íariaiias (1).
Por Joaquín González Hidalgo.
LUCIN1D.E
Género Corbis Cuvier.
Cfelata A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1853, pági-
na 69. Gafrarium ccelatumj. Sorsogón (Cuming), Manila
(FAera), en la isla de Luxón.
elegaiis Deshayes (Reeve, Coneh. icón., fig. 2. Corbis
Soiverhiji; Deshayes, Traite Conch.,\ám. 15, figs, 7 á 9).
Isla de Negros (Cuming). El nombre de Deshayes es an-
terior.
fiíiibriata Linné (Reeve, ConcJi. icón. Corbis, fig. 1). Isla
de Cebú. — Zamboaoga, Surigao y Tagana-an, en la isla
de Mindanao. — Isla Marongas, en el Archipiélago de
Joló. — Aspurguan, en la isla de Guam, Mmianas.
Género Lucina Bruguiere.
bicoriiis Reeve (Reeve, Conch. icón. Lucina^ fig. 8). Isla
de Ticao (Cuming).
borealis Linné (Reeve, L?^cma, fig. 14). '^la.nWa, (Cuming),
en la isla de Luxón. Esta especie no ha sido encontrada
en Filipinas por otros naturalistas.
COiTiigata Deshayes (Deshayes, Magasinde Zool. Mollus-
ques, 1843, lám. 82; Reeve, fig.l8. Lucina Philippina-
rum de Hanley; Martens, Molí. Indischen Ai'chipels, lá-
(1) Véanse los tomos I y II de esta Revista,
— 10 —
lücina
mina 11, figs. 3 y 4. Lucina Philippinarum). Tondo ea
Manila (Cuming, etc.), La Unión, en la isla de Luxón. —
Isla de Marindiique. — Isla de Negros (Elera). — Puerto
Princesa, en la isla de la Paragua. Descrita primero por
Deshayes, aunque con localidad equivocada.
* exaspérala Reeve (Reeve, Lucina, fig. 4). Nasugbú, pro-
vincia de Batangas (Sánchez), Morón, prov. de Batáan,
La Unión, en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la
isla de Marinduque. — Isla de Cehú. — Arguelles, en la isla
de Negros. — Tigao en Tandag, Davao y Zamboanga, en la
isla de Mindanao. — Isla Balabac. — Archipiélago de Joló.
fábula Reeve (Reeve, Lucina, fig. 69). Batangas (Cuming),
Batáan (Elera), en la isla de Luxón.
* fíbula Reeve (Reeve, Lucina, figs. 37 y 38, non 33). Islas
de Burias y de Ticao (Cumi'ng). — Punta Balabac, en la
it«la Balabac. — Aspurguan, en la isla de Guam, Marianas.
La figura 33, de Reeve, es algo diferente y parece corres-
ponder á la Lucina divergens de Philippi (Ahhild. Lucina,
lamina 2, fig. 4. Oc. Pacífico).
gemma Reeve ( Reeve, Luciría , fig. 64). Loay (Cuming)^
en la isla de Bohol.
* inteiTupta Lamarck (Reeve, Lucina, ñg. 5). La Unión, en
la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marin-
duque.— Archipiélago de Joló.
mahim Reeve (Reeve, Lucina, fig. 26). Isla de Ticao
(Reeve).
* ovuui Reeve (Reeve, Lucina, fig. 21). La Unión, en la
isla de Luxón. — Isla de Burias (Cu7ning).
* Pllilippiana Reeve (Reeve, Ludna, fig. 23; Martens,
Molí. Indischen Archipels, lam. 11, figs. 1 y 2. Lucina
edentula, non Linné). Puerto de la Candelaria, en la isla
de LuxÓ7i. — Islas de Samar y de Cehú. — Dumaguete, en
la isla de Negros. — Isla Balabac. — Archipiélago de Joló.
* pisum Reeve (Reeve, Lucina, fig. 66) Filipinas.
* punctata Linné (Reeve, Lucina, fig. 2). Isla de Cebú. —
Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. — Isla Balabac. —
Aspurguan, en la isla de Guam, Mariatias.
— 11 —
Lanna
sericata Adams y Reeve (Voy . Samarang, Mollusca, lá-
mina 24, fig. 6). Filipinas (BeJcher) . Paetel la incluye
en el género Felania.
* venusta Philippi (Reeve, Lucina,ñg. 15) 'Manila íCumÍ7ig)^
en la isla de Luxón. — Gigaquit, en la isla de Mindanao.
Otras especies citadas:
Lucijia globosa For?kál. Filipinas (Paetel). Especie del
Mar Rojo.
— Philippinarum Hanley = Luciua coiTiigata.
Género Cryptodon Turton.
Luzoniciis Smith (Voy. Challenger, Lamellibr. lámina
14, fig. 5). Isla de Luxón. ( Smith j. A 1.050 brazas de
profundidad.
UNGULIXID.E
Género Diplodonta Bkonn.
subgramilosa Smith ( Voy Challenger, Lamellibr. lámina
14, fig. 7). Filipinas (Smith).
Otras especies citadas:
Diplodonta conspicua Smith.) ^.,. . r. , -r-. . i
, ^ ci • I (liilipinas (Paetel). Jiispecies de
— corpulenta omith. > . ,
1 , , o • 1 í Australia.
— subglobosa omith. )
Género Cycladicama Yalenciennes.
* Lliciniformis Valenciennes (Hombron et Jacquinot, Voy.
Pole Sud, Mollusques, lám. 26, fig. 3). Manila (Qua-
dras), en la isla de Luxón.
— 12 -
GALEOMMIDxE
Género Scintilla Desrayes.
Adamsi Deshayes (Reeve, Conch. icón. Scintilla^ fig. 25;
Sowerby, Thes. Conch. Scintilla, fig. 9). Isla de Bohol
(Deshayes).
aiioniclla Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 37; Sowerby,
Scintilla, figs. 25 y 26). Isla de Luxón (Jagor). — Isla
de Samar (Deshayes) .
candida Deshayes (Reeve, Scintilla, ñg.ñ; Sowerby, A^cm-
tilla, fig. 33). Islas de Bufias y de Bohol (Deshayes). —
Isla Rita, en la isla de la Paragua.
crocea Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 49; Sowerby, Scin-
tilla, fig. 63). Isla de Linón (Jagor). — Isla de Negros
(Deshayes).
crystalliiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 51; Sowerby,
Scintilla, fig. 53). Cacagsu, en la isla de Mindanao (Des-
hayes).
Cuvieri Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 15; Sowerby,
Scintilla, figs. 59 y 60). Baclayón, en la isla de Bohol
(Deshayes) .
fla^ida Deshayes (Reeve, Scintilla^ fig. 24; Sowerby,
Scintilla, fig. 64). Basay, en la isla de Samar (Deshayes).
Hailleyi Deshayes (Deshayes, Proc. Zool. Soc. London,
1855, pág. 180). Isla de Cehit (Deshayes).
hydatiiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 38; Sowerby,
Scintilla, figs. 56 y 57). Baclayón, en la isla de Bohol
(Deshayes).
hydrophaiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 48; Sowerby,
Scintilla, fig. 62). Zambales, en la isla de Luxón (Des-
hayes).
opalina Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 41; Sowerby,
Scintilla, fig. 41). Isla de Luxón (Deshayes).
ovnlina Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 44; Sowerby,
Scintilla, fig. 47). Basay, en la isla de Samar (Deshayes),
- 13 -
Snntiila
Oweiii Deshayes (Reeve, Sciniilla, fig. 16; Sowerby, Scin-
tüla, fig. 18). Manila (Elera), en la isla de Luxón.— 1&\B.
de Cebú (Deshayes).
I)allidiila Deshayes (Reeve, SciniíUa, fig. 10; Sowerby,
Scintilla, fig. 6). Isla de Cebú (Deshayes).
l)ellicula Deshayes (Reeve, Scintüla, fig. 52; Sowerby,
Sdntilla, figs. 66 y 67). Isla de Cebú (Eleva).— lúa. de
Bohol (Deshayes).
Philippiíieiisis Dfshayes (Reeve Scintilla, fig. 5; Sower-
by, Scintilla, figs. 31 y 32). Manila, en la isla de Luxón.
— Isla de Cebú (Deshayes). Quadras.
porulosa Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 33; Sowerby,
Scintilla, fig. 21). Isla de Bohol ( Deshayes J.
púdica Deshayes (Reeve Scintilla. fig. 17; Sowerby Scin-
tilla, fig. 12). Jsla de Cebii (DeshayesJ.
ReeA'Ci Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 4; Sowerby, Sciti-
tilla, figs. 29 y 30). Bais, en la isla de Negros (Deshayes).
rosea Deshayes (Reeve, Scintilla, ñg. 11; Sowerby, Sci?i-
tillüi fig. 11). Zambales, en la isla de Luxón (Deshayes).
sciiltillaiis Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 43; Sowerby,
Scititilla, fig. 44). Isla de Bohol (DeshayesJ.
solidula Deshayes (Reeve , Scintilla , fig. 45, Sowerby,
Scintilla, figs. 48 y 49). Tamar, en la isla de Bohol (Des-
hayes).
spleiidida Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 26; Sowerby,
Scintilla, figs. 14 y 15). Isla de Burias (Deshayes).
squama Sowerby (Reeve, Scintilla, ñg. 50), Isla de Ti-
cao (Sowerby).
striatiiia Deshayes (Reeve, Scintilla, fig, 40; Sowerby,
Scintilla, fig. 40), Isla de Bohol (Deshayes).
SUCcinea Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 1; Sowerby,
Scintilla, fig. 58 ). Isla de Luxón {Sowerby). — Baclayón,
en la isla de Bohol (Deshayes).
* tennis Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 7; Sowerby, Scin-
tilla, fig. 34). Basay, en la isla de Sarnar (Deshayes). — ■
Isla de Cebii .
túrgida Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 42; Sowerby,
- 14 -
Scintilla
Scintilla, figs. 51 y 52). Basaj, en la isla de Samar
(Deshaijes).
vitrea Deshaces (Reeve, Scintilla, fig. 53; Sowerby, Scin-
tilla, fig. 68). Idla de Barias (Deshayes).
Otras especies citadas:
Scintilla Jttkesi Deshayes. Bohol (Paetel). Especie de Aus-
tralia.
— polita Sowerby = Galeoinma polita.
Género Galeomma Turtóx.
ainbig'lia Deshayes (Deshayes, P7-oc. Zool. Soc. Lo?ido7i,
1855, pág. 168). Isla de Ticao (Cuming).
* aiig'iista Deshayes (Reeve, Conch. icón. Galeomma, figu-
ra 3; Sowerby, Thes . Conch. Galeomma, fig. 10). Pala-
nóc, en la isla de Mashate. — Isla de Bohol (Deshayes). —
Placer, en la isla de Mindanao . — Isla Rita, en la isla de
la Paragua.
argéntea Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 7; Sowerby,
Galeomma ., figs. 13 y 14). Isla de Bohol (Deshayes).
chloroleuca Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 5; Sower-
by, Galeomma. fig. 12), Isla de Samar (Deshayes).
indecora Deshayes (Reeve, Galeotnma ^ ñg . 8 ; Sowerby,
Galeomma , fig. 15) . Isla de Masbate (Deshayes).
* inflata Deshayes (Reeve, Galeomma , fig. 6). Manila, en la
isla de Luxón . — Isla de Mashate (Deshayes).
niacrochisma Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 9; Sower-
by, Galeomma, figs. 7 y 8). Isla de Mashate (Deshayes).
paucistriata Deshayes (Reeve, Galeomma, fig. 2; Sower-
by, Galeomma , fig. 9). Isla de Samar (Deshayes).
polita Deshayes (Reeve, Scintilla, fig. 32; Sowerby, /Scm-
tilla, fig. 19). Isla de Samar (Deshayes ).
Otras especies citadas:
Galeomma aurantia Lamarck. Filipinas (Paetel) Especie de
Mauricio.
— splendida Deshayes = Scintilla splendida.
— 15 -
ERYCINID^
Género Erycina Lamarck.
buUiila Deshajes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pági-
na 182). Filipinas (Deshayes).
grata Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pág. 183).
Isla de Samar (Deshayes).
glittula Deshayes (Proc. Zool. Soc. Loridon, 1855, pági-
oa 182). Isla de Burias (Deshayes).
incerta Recluz (Journ. Conch., París, 1851, lám. 10, fig. 5).
Manila (Cailliaiid) , en la isla de Luxón.
iiiacrodoiita Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855,
pág. 182). Manila (E/era), en la isla de fjuxón. — Basay
(Deshayes) en la isla de Samar.
parva Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pág. 182).
Manila (Elera), en la isla de Liixón. — Basay (Deshayes),
en la isla de Samar.
Zeblieiisis Deshayes (Proc. Zool. Soc. London, 1855, pá-
gina 182). Sibonga (Deshayes), en la isla de Cehú.
Nota. Estas siete especies están incluidas en el género
Kellya, en el Catálogo de Paetel, pero la primera y la quinta
con los nombres equivocados de hullaius y marodonta. Colo-
ca además la iticerta en el género Lasca.
Gémero Kellya Turton.
Telliiioides Hanley (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pá-
gina 340). Baclayón (Hanley), en la isla de Bohol.
Género Fythiua Hinds.
arcuata A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pá-
gina 47). Isla de Cebú (Guming).
- 16 -
Pjtliina
Cuuiiiigi A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, pá-
gina 47). Guindulman (Cuming), en la isla de Bohol. —
Jimamailán (Cuming), en la isla de Negros.
* Desliayesiaiía Hinds (Voy. Sidplmr, Mollusca, lámina
19, figs. 8 y 9; Clienu, Ma7i. Conck., II, fig. 63; H. y
A. Adams, Gen., MoIL, lám. 114, fig. 9). Manila, en la isla
de Luxóti. — Magallanes, en la isla de Sihiiyán. — Lugar
Bacjauan en Badajoz, en la isla de Tablas. — Isla de
RomblÓ7i. — Isla Balauan, Isla Cayauan, Placer, Porto-
lín en Cagayán de Misamis, en la isla de MÍ7idanao.
triaiígularis A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856,
pág. 47). Manila (Cuming), en la isla de Luxó?i.
CRASSATELLID.5:
Géneeo Crassatella Lamarck.
COiTiigata Adams y Reeve (Voy. Samarang, Mollusca, lá-
mina 23, fig. 7). Archipiélago de Joló (Belcher).
lapídea Reeve (Reeve, Conch. icón. Crassatella, fig. 7).
Isla de Mindoro. — Isla de Negros (Cuming).
l)icta Adams y Reeve (Voy. Samarang, Mollusca, lám. 23,
fig. 6). Filipinas (Belcher).
zic'zac Reeve (Reeve, Crassatella, fig. 13). Isla del Corre-
gidor (Cuming), en la isla de Luzón.
CAIIDITID.E
GÉNERO Venericardia Lamarck.
antiquata Linné (Reeve, Conch. icón. Cardita, fig. 29).
Mariveles, en la isla de Luxón.
Belcheri Deshayes (Proc. Zool. Soc. Loñdoyi, 1852, pági-
na 101). Filipinas {Cubras, fide Deshayes).
-- 17 —
Ttnericardia
* canaliciilata Reeve (Reeve, Cardita, fig. 40). Sorsogón,
prov. de Albay, Ensenada de Cayogno en Ternate, prov.
de Cavite y Ensenada de Panimán, en la isla de Luxón.
— Catbalogán, en la isla de Samar. — Zamboanga, en la
isla de Mindanao (Smith). — Islas Marianas.
Cardioides Reeve (Reeve, Cardiia, fig. 49). Isla del Co-
rregidor íCuming) j en la isla de Luxón. — Isla Balabac
(Elera).
ferruginosa Adams y Reeve (Voy. Samarang , MoUusca,
lám. 21,fig. 21). Filipinas íBehher). Sólo difiere de la
Venericardia ovalis en ser comprimida y el menor nume-
ro de costillas.
* ovalis Reeve (Reeve, Cardita, fig. 27, c). Isla del Corre-
gidor (Cuming), en la isla de Luxón. — Isla de Cebú
(Elera). — Surigao, en la isla de Mindanao.
liitida Reeve (Reeve, Cardita, figs. 27, a. b). Misamis (Cu-
ming), en la isla de Miyidanao.
Nota. Las anteriores especies figuran en diversas obras
con el nombre genérico de Cardita ó Actinoholus .
Géneeo Cardita Lamarck.
Crassicostata Lamarck (Reeve, Conch. icón. Cardita, figu-
ra 7). Puteao (CutnÍ7ig), en la isla de Luxón.
Pliilippiuaruiii Clessin (Chemnitz, Conch. Cab., 2.^ edic.,
Cardita, lám. 10, figs. 10 y 11). Filipinas (Paetel).
pica Reeve (Reeve, Cardita, ^g. 8). Ensenada de Cayogno
en Ternate, prov. de Cavite, en la isla de Luxón. — Isla
de Ouimaras (Cuming).
seniiorlíiculata Linné (Reeve, Cardita, fig. 10). Islas de
Mindoro y de Ticao (Cuming). — Surigao (Elera), isla
Saguisí, en la isla de Mindanao.
yariegata Bruguiere (Reeve, Cardita, fig. 3). Daet, prov.
Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón. — Isla Sa-
guisí y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Archipié-
lago de Joló.
Eev. Acad. Ciencias.— m.— Julio, 1905. 2
- 18 -
Otra especie citada:
Cardita phrenetica Born = Cardita seiiiiorbiculata.
Nota. Las especies antes citadas figuran en algunos libros
con el nombre genérico de Mytüicardia 6 de Lazaría.
MYTILID.E
Género Mytilus Linné.
* curvatiis Dunker (Reeve, Conch. icón. Mytilus, fig. 53).
Manila (Ele?'a), en la isla de Luzón (Cuming). — Mana-
pla, en la isla de Negros. — Isla Tinago, Placer, Dapitan
y Tandag, en la isla de Mindanao.
Grayaims Dunker (Reeve, fig. 17. Mytilus I)iinJ¿eri). Fi-
lipinas (Reeve).
illflatlis Clessin (Clessin en Chemn., 2.^ edic, Mytilidce, lá-
mina 8, fig. 2). Isla de Mindanao (Clessin).
latissimiis Clessin (Clessin en Chemn., 2.^ edic, lám. 10,
figs. 1 y 2). Filipinas (Paetel). Probablemente variedad
del Mytilus Orayanus.
sinuatiis Dunker (Reeve, Mytilus, fig. 16). Filipinas
(Dunker). — Isla de Cebú (Elera).
Otras especies citadas:
Mytilus Dunl^eri Reeve = Mytilus Grrayaniis.
— tortus Dunker = Stavelia subdistorta.
Género Septifer Recluz.
* bilociilaris Linné (Reeve, Cotich. icón., fig. 42. Mytilus
Nicoharicus). Tondoen Manila (Lischke), Nasugbú, prov.
de Batangas (Sánchez), isla del Corregidor, Ensenada de
Panimán y Ternate en la prov. de Cavite, Isla Bagatao,
en la isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Jfa-
- 19 —
SeptiFer
rinduque. — Isla Lubán. — Isla de Samar (Jagor). — Isla
Saguisí, Davao y Tandag, en la isla de Mindanao. — Bin-
tuan en la Bahía de Ulugán y Puerto Princesa, en la isla
déla. Par agua. —Isla, Balabac. — Archipiélago de Joló.
— Agat, en la isla de Guam, Marianas.
virgatlis Wiegmann (Clessin, en Chemn., 2." edic, Myii-
lidce, pág. 27). Manila (Besser), en la isla de Luxón.
Género Stavelia Gray.
* SUbdistoi'ta Recluz (Journ. Conch., París, 1852, III, lám.8,
figs. 6 y 7; Proc. Zool. Soc. London, 1858, lám. 41,
fig. 1. Stavelia torta Dunker). Zamboanga en la isla de
Mindanao (Ciiming). El nombre de Recluz es anterior.
Género Crenella Brown.
bulla Dunker (Reeve, Modiola , fig. 85). Isla de Luxón
(Ciiming).
Otra especie citada:
«
Cretiella concinna Paetel = 3Iodiola coiiciiiiia.
Género Modiola Lamarck.
albicosta Lamarck (Reeve, Conch. icón. Modiola , fig. 7).
Isla de Luxón (Jagor).
* arata Dunker (Reeve, Modiola, ^g. 12). Nauján, en la
isla de Mindoro. — Isla Balanacan, Boac y Mampao, en
la isla de MarÍ7iduque.
* arciiatiila Hanley (Reeve, Modiola , figs. 27 y 45). Mala-
bón en Manila, en la isla de Luxón. — Isla de Mindoro
(Elera). — Mampao (Elera), en la isla de Marinduqiie.
concinna Dunker (Proc. Zool. Soc. London, 1856, página
366. Lanistina concinna). Isla de Cebú {Cuming).
- 20 —
■Modiolii
* eloiigata Swainson (Reeve, Modiola, fig. 4). Isla de Cebú,
— Dapitan, en la isla de Mindanao.
flavida Dunker (Reeve, Modiola, fig. 77). Manila (Cu-
ming) en la isla de Luxón.
* Japónica Dunker (Reeve, Modiola, fig. 26). Surigao,en
la isla de Mindanao.
* Metcalfei Hanley (Reeve, Modiola^ fig. 16). Malabón en
Manila, en la isla de Liixón. — Mampao, en la isla de
Marinduque.
* Pllilipiíiiiarum Hanley (Reeve, MoíZz'o/a, fig. 1). Manila
(Lisch~ke), Calatagán, prov. de Batangas; Morón, prov. de
Batáan, en la isla de Luxón. — Nauján, en la isla de Min-
doro. — Mampao, en la isla de Mai'indnque. — Looc, en la
isla de Tablas. — Isla de Samar. — Taclobán, en la isla de
Leyte. — Isla de Cebú (Hanlej/).
* setigera Dunker (Ciessin en Chemnitz, 2.^ edic, Modiola^
lámina 26^ fig. 2). Malabón en Manila, en la isla de Luxón.
* striatula Hanley (Reeve, Modiola, fig. 72; Ciessin en
Chemn., 2.^ edic. Modiola strigata, non Hanley) Batangas
(Hanley), en la isla de Luxón. — Looc, en la isla de labias.
— Isla de Guam, Marianas.
strigata Hanley (Reeve, Modiola, figs. 33 y 83; Ciessin
en Chemn., 2.^ edic. Modiola arcuaiula non Hanley, lá-
mina 31, fig. 6). Sibonga (Ha?iley), en la isla de Cebú. —
lela de Mindanao (Elera).
* sub ramosa Hanley (Reeve, Modiola, fig. 43). Nauján, en la
isla de Mindoro. — Cajidiocán, en la isla Sibuiján. — Ría
Catarman (Jagor), en la isla de Samar. — Cagayán de Mi-
sarais (Cumingj y Davao, en la isla de Mindanao.
'^- subsiilcata Dunker (Ciessin en Chemn,, 2.'"^ edic. Modiola,
lámina 28, figs. 7 y 8). Manila (Dunker) y La Unión, en
la isla áQ Luxón. — Surigao (Elerajt en la isla de Minda-
nao.— Isla Balabac (Elera).
*"■ Vag'ina Lamarck (Reeve, il/ocí/oZa, fig. 3). Zamboanga,en
la isla de ]\rindanao.
AVatsoiii Smith (Voy. Challenger, Lamellibr., lám. 16,
%. 5). Isla de Luxón (Smith).
- 21 -^
Otras especies citadas:
Modiola hulla Dunker = Creiiella bulla.
— castanea Gray = 3Ioíliola Vagina.
— cinna^nomina Elera = Litliodomus ciimamomi-
ims. ♦
— cuneiformis Hanley. Filipinas (Hanley)=: Mytilus cu-
neiformis^ especie de Chile.
— emarginata Clessia non Benson. Filipinas (Clessin).
Especie de China?
— ?nultístriata Dunker. Samar (Jagor). No conozco esta
especie.
— PcBteliana Clessin. Filipinas (Clessin) = Modiola sul-
cata Lamarck, especie de las Antillas.
— Reevei Angas = 3Io(lÍ()la stl'igata.
— subsulcata Reeve, non Dunker = Modiola setigera.
Género Lithodomus Cuvier.
"* caiialií'erus Hanley (Reeve ConcTi. icón., Lithodomus,
fig. 25). Bagac, prov. de Batáan. Nasugbú, prov. de Ba-
t2iVíg'3i% ( Sánchex) , La Unión, en la isla de Luxón. — Isla
de Cebú (Cuming). — Puerto Princesa, en la isla de la
Paragua.
caveriiosiis Dunker (Dunker en Chemn., 2.^ edic. Litho-
phaga, lám. 2, figs. 5 y 6). Filijñnas (Dunker).
* ciimaiuoiniíuis Chemnitz (Reeve, Lithodomus, fig. 5).
Santa Cruz y Bolinao, prov. de Zambales, en la isla de
Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. —
Isla de Cebú (Elera). — Isla Saguisí, en la isla de MJn-
danao.
* Ciimingiaims Dunker (Reeve, Lithodomus, fig. 8). Isla de
Romblón. — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao.
Lobbeckeaims Dunker (Dunker en Chemn., 2.^ edic. Li-
thophaga, lám. 2, figs. 3 y 4). Filipinas (Dunker).
* nasiltus Philippi (Dunker, Lithophaga, lám. 1, figs. 5 y 6;
Reeve, Lithodomus, fig. 10). Isla Saguisí é isla Tinago,
— 22 -
Lithodomns
en la isla de Míndanao. — Puerto Princesa, en la isla de
la Paragua.
* obesus Philippi (Reeve, Lithodomus, fig. 6). Isla Saguisí,
en la isla de Mindanao.
* teres Philippi (Philippi, Ahhild. Modiola, lám. 1, fig. 3).
Bagac, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. — Isla de
Cebú. — Cagayán (Cuming fide Carpenter), Isla Saguisí
é isla Tinago, en la isla de Mindanao. — Puerto Princesa^
en la isla de la Paragua.
Otras especies citadas:
Lithodomus fuscus Gmelin = Lithodomus einiiamo-
iiiiims.
— plumilla Hanley. Citado de Panamá por este autor en
una de sus obras y de Filipinas en otra. No sé que
se haya encontrado en estas islas.
AVICÜLIDiE
Género Avicula Klein.
Anomioides Reeve (Reeve, Conch. icón. Avicula, fig. 26)»
Filipinas (Paetel).
brevialata Dunker (Dunker, Molí. Japan, lám. 10, figu-
ras 3 á 5). Filipinas (Dunker).
castaiiea Reeve (Reeve, Avicula, fig. 49). Isla de Min-
doro (Cuming).
* Crocea Lamarck (Reeve, Avicula, fig. 57). Isla de Mindo-
ro (Cuming). — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao.
fibrosa Reeve (Reeve, Avicula, fig. 50). Catanauan (Cu-
ming), Cavite (Fiera), en la isla de Luxón.
flaniniata Reeve (Reeve, Avicula, fig, 37). Bacjauan en
Badajoz, en la isla de Tablas. (Quadras.)
imbricata Reeve (Reeve, Avicula, ñg. 11). Filipinas (Cu-
ming).
" 23 -
A?icala
Largillierti Philippi (Zeüschr. fur MalaJc., 1848, pág. 133).
Isla de Bastían (Philippi).
* lentigiiiosa Reeve (Reeve, Aviciila, fig. 13). Manila, en
la isla de Luzón. La Avicula prcetexta Reeve es proba-
blemente joven de esta especie.
Lotoriuiu Lamarck (Reeve, Avicula, fig. 2). Filipinas {Jay).
* macroptera Lamarck (Reeve, Avicula, fig. 1). Zamboanga,
en la isla de Mindafiao.
* margaritifera Linné (Reeve, Avicula, fig. 21; Danker en
Chemn., 2,^ edic. Avicula, lám. 1, fig, 2). Nasugbü, provin-
cia de Batangas (Sánchez), Daet, Paracale y Mambulao,
prov. Camarines Norte (Jagor), Caramoan , prov. Camari-
nes Sur, Bolinao, prov. de Zambales y Témate, provincia
de Cavite^ en la isla de Luzón. — Tac!obáa_, en la isla de
Leyte. — Salangán cerca de Guiñan (JagorJ^ en la isla de
Samar. — Isla de Bohol (Elera). — Batan en Capiz, en la
isla de Panay. — Isla Santa Fe de Bantayán. — Badián,
Tabogón y Daan-Bantayán, en la isla de Cebú. — Su-
rigao y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — Isla Pilas y
Maticán, en la isla de Basilán. — Puerto Princesa, en la
isla de la Paragua.
miirieata Reeve (Reeve, Avicula, fig. 12). Isla de Samar
(Elera). — Tagana-an, en la isla de Mindanao. (Qliadras.)
* nebulosa Conrad (Reeve, Avicula, figs. 33 y 34). Madlaog,
en la isla de Marinduque.
pra'texta Reeve (Reeve, Avicula, fig. 15). Isla del Corregi-
dor (Cuming), en la isla de Luzón.
pulchella Reeve (Reeve, Avicula, fig. 22) Filipinas (Cu-
ming) .
rutila Reeve (Reeve Avicula, fig. 19). Isla Lubán. (Qua-
dras.)
* Savignyi Deshayes (Reeve, Avicula, fig. 71). Ternate, en
la isla de Luzón. — Gasán, en la isla de Marinduque.
Spectrum Reeve (Reeve, Avicula, fig. 59). lúo, áe Mindo-
ro (Cuming).
Trochilus Reeve (Reeve, Avicula, fig. 51). Filipinas (Cu-
ming).
— 24 —
* Zebra Reeve (Reeve, Avicula^ fig. 36). Tondo en Manila,
en la isla de Luxón,
Otra especie citada:
Avicula heteroptera Reeve, non Lamarck. Filipinas (Jay),
Mindoro (Elera). Especie de Australia.
GÉNERO Malleus Lamarck.
* albiis Lamarck (Reeve, Conch. icón. Malleus, fig. 1). Isla
de Cebú. — Zamboanga, en la isla áeMindanao. — Isla de la
Paragua (Elera).
* doeniouiacus Reeve (Reeve, Malleiis, fig. 6). Isla de Samar
(Jagor) .
Legiimen Reeve (Reeve, Malleiis, fig. 2). Filipinas (Cu-
ming).
Reg'iila Forskal (Reeve, Malleus, fig. 4). Filipinas (Reeve).
— Isla de Cebú (Elera).
* Vlilgaris Lamarck (Reeve, Malleus , fig. 5). Islas de Cebú
y Negros.
Otra especie citada:
Malleus vulsellaius Lamarck = Malleus Regula.
Género Vulsella Lamarck.
hiaus Lamarck (Reeve, Conch. icón. Vulsella, fig. 16). Fi-
lipinas (CumÍ7ig).
* lingulata Lamarck (Reeve, Vulsella, fig. 6). Filipinas
(Jay). Dunker la menciona del Japón y del Mar Rojo.
Otra especie citada:
Vulsella spongiarum Lamarck. Filipinas (Jay). Especie del
Mar Rojo.
*
•^ 25
Género Ferua Erügüiere.
Aiiomioides Reeve (Reeve, Conch. icón. Perna, fig. 11).
Isla Saguisí, en la isla de Mmda7iao.— Barrio de Tumúa
en la isla de Guam, Marianas.
Ephippiíim Linné (Reeve, Perna, fig. 8). Pasacao, pro-
vincia Camarines Sur y Paracale, prov. Camarines Norte
(Jagor), en la isla de Lnxón. — Isla de Samar (Jagor).
Isog'iioiimm Linné (Reeve, Perna, fig. 24). Paracale y
Mambulao, prov. Camarines Norte (Jagor), isla Bagatao,
en la isla de Lnxón. — Isla de Samar (Jagor). — Isla de
Bohol (Elera). — Isla de Cebii. — Tagana-an y Placer, en
la isla de Mindanao. — Isla de la Paragua.
leiitigiiiosa Reeve (Reeve, Perna, fig. 27). Filipinas (Cu-
ming).
Marsiipium Lamarck (Reeve, Perna, fig. 15). Filipinas
(Reeve).
Nucleus Lamarck (Reeve, Perna ^ fig. 4). Mambulao, pro-
vincia Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón.
Samoensis Baird (Smith, Lamell. Voy. Challenger, pá-
gina 285; Baird, Cruise of the Curacoa, lám, 42, fig. 8,
fide Smith). Bagac, prov. de Batáan, en la isla de Luxón.
— Zamboanga (Smith), en la isla de Mindanao. — Bin-
túan, en la isla de la Paragua. — Isla Balabac.
serratilla Reeve (Reeve, Perna, fig. 14). Filipinas (Cu-
7ning).
spatlmlata Reeve (Reeve, Perna, fig. 28). Malabón en
Manila, Morón, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. —
Manapla, en la isla de Negros (Cuming J. — Isla Saguisí,
en la isla de MÍ7idanao.
Vespertilio Reeve (Reeve, Perna, fig. 26). Manila ( Cu-
ming J, en la isla de Luxón.
Otras especies citadas:
Perna femoralis Lamarck = Perna Isog'iiomum. var.
— flavida Paetel = 3Io(Iiola flavida.
- 26 -
Perna Isogonum Clessin = Perna Isognomiim.
— subsulcata Paetel = Modiola siibsiilcata.
— Vulsella Lamarck. Filipinas (Jaj). Especie de S/ Tho-
mas.
Género Pinna Linné.
adusta Chemnitz (Chemnitz, Conch. Cab., edic. 1.* lámina
91, fig. 782). Manila (Hanley)^ en la isla de Luxón.
* bullata Gmelin (Reeve, Conch. icón. Pinna, fig. 16). Filipi-
7ias (Jay).
Chemiiitzi Hanley (Reeve, Pinna, figs. 1 y 55). Filipinas
(Cuming).
deltodes Menke (Reeve, Pinna, fig. 40). Zamboanga, en la
isla de Mindanao.
* electi'ina Reeve (Reeve_, Pinna, fig. 25). Gasán, en la
isla de Marinduque. — Taclobán, en la isla de Leyte.
flabellum Lamarck (Reeve, Pinna, fig. 18). Filipinas
(Jay).
fumata Hanley (Reeve, Pinna, figs. 27 y 28). San Nicolás
(Cuming), en la isla de Cebú .
Hanley i Reeve (Reeve, Pinna, fig. 15). Témate, provincia
de Cavile, en la isla de Luxón. — Isla de Mindoro.
inflatta Chemnitz (Reeve, Pimía, fig. 5). Filipinas (Cuming).
* liirida Reeve (Reeve, Pinna., fig. 24). Manila, en la isla de
Luxón.--1Ú2L de Samar.
mutica Reeve (Reeve, Pinna, fig. 33). Isla óe Negros (Cu-
ming).
* nigra Chemnitz (Reeve, Pinna, fig. 4). Isla de Luxón
(Jagor). — Isla de Samar (Jagor). — Surigao, en la isla de
Mindanao.
* peniia Reeve (Reeve, Pinna, fig. 39). Filipinas (Cuming).
Philippinensis Hanley (Reeve, Pinna, fig. 20). Filipinas
(Cuming).
* saccata Linné (Reeve, Pinna, fig. 6). Filipinas (Cu-
ming).— llocos (Fiera), en la isla de Luxón. — Isla de
Cebú (Fiera).
— 27 —
Pinna
* semicostata Reeve (Reeve, Pinna, fig. 30). Filipinas
(Cuming). — Cortés en Tandag, en la isla de Mindanao,
* vexilliim Born (Reeve, Pinna, fig. 36). Mambulao, prov.
Camarines Norte (Jagor), Taal, prov. de Batangas y Bo-
linao^ prov. de Zambales, en la isla de Luxón. — Isla de
Mindoro. — Cauit, en la isla de Marinduque. — Daan-Ban-
tayán, en la isla de Cebú. — Zamboanga, en la isla de
Mindanao. — La Isabela, en la isla de Basilán.
virgata Menke (Reeve, Pinna, fig. 45). Isla de Negros
(Cuming).
Zebuensis Reeve (Reeve, Pinna, fig. 26). Isla de Cebú
(Cuming).
Otras especies citadas:
Pinna margínala Lamarck = Pinna biiUata.
— nigrina Lamarck = Pinna nigra.
— Philippensis Martens. ) „. tu m* •
^, .,. . ^ ,}= Pinna Pliilippinensis.
— Philip pinar um raetel. j
ARCID.E
Género Arca Linné.
angicostata Reeve (Reeve, Conch. icón. Arca, fig 57). Isla
de Mindanao (Smith).
antiqnata Linné (Hanley, Ipsa Lin. Conch., lám. 4, fig. 3;
Reeve, fig. 24, Arca maculosa). Morón, prov. deBatáan,
en la isla de Luxón. — Nauján, en la isla de Mindoro. —
Islas de Romblón y de Cebú.
bicarinata Sowerby (^Proc. Malac. Soc. Londo7i, TV, lá-
mina 22, fig. 14). Isla de Cebú (Koch).
Chalcantnni Reeve (Reeve, Arca, fig. 43). Parañaque en
Manila, en la isla de Luxón. — San Nicolás (Cuming), en
la isla de Cebú.
cometa Reeve (Reeve, Arca, fig. 111). Sorsogón (Cu^
._ 28 --^
Arca
mmg), Nasugbú, prov. de Batangas (Sánchez) , en la
isla de Luxón.
COiígeiiita Smith (Voy. Challenger, Lamellih'., lám. 17,
fig. 6). Isla de Mindanao (Smith).
* cornea Reeve (Reeve, Arca, fig. 16; Philippi, Ahhild.
Arca Cecillei, lám. 5, figs. 2 y 3). Tondo en Manila,
Bagae, prov. de Batáan, Bulacán; Calumbit (Jagor), en
la isla de Luzón. — Laylay en Boac, en la isla de Marín-
duque. — Nauján, en la isla de Mindoro. — Basey (Cu-
ming), en la isla de Samar (Jagor). — Dapitan y Giga-
quit, en la isla de Mindanao. El nombre de Reeve es
anterior.
* crebricostata Reeve (Reeve, Arca, fi¿. 61). Tondo en
Manila, en la isla de Luxón.
* deciirvata Lischke (Reeve, fig. 80. Arca obliquata, non
Gray). Nauján, en la isla de alindara. — Calbayóg (Cn-
ming), en la isla de Samar. — Puerto Princesa, Ulugán,
en la isla de la Paragua.
* decussata Sowerby (Reeve, Arca, fig. 81). Daet y Mam-
bulao, prov. Camarines Norte, Pasacao, prov. Camarines
Sur (Jagor), Bagac, prov. de Batáan, en la isla de
Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. —
Nauján en la isla de Alindero. — Isla de Romblón. — Isla
de Samar (Jagor). — Isla Saguisí, Dapitan y Zamboanga,
en la isla de Mindanao. — Bintúan y Puerto Princesa, en
la isla de la Paragua. — Isla Balabac.
* divaricata Sowerby (Reeve, Arca, flgs. 108 y 112). La
Unión, en la isla de Luxón. — Isla de Saguisí é isla Ca-
lumangán, en la isla de Mindanao. — Isla Rita y Ulugán,
en la isla de la Paragua. — Isla Balabac.
* feíTiíginea Reeve (Reeve, Arca, fig. 39; Jiivenis, fig. 48.
Arca clathrata, non Defrance). Tondo y Malabón en
Manila, en la isla de Luxón. — Islas de Barias y de
Ticao (Cuming). De la misma localidad son los ejempla-
res que corresponden á las dos figuras que cito.
* fusca Bruguiere (Reeve, ^rm, fig. 82). Bagac, prov. de
Batáan, Nasugbú, prov. de Batangas ( Sánchez) , en la
— 29 ^-
Arca '.
isla de Liixón (Jagor). — Gasán, en la isla de Marindu-
que. — Isla de Mindoro (Cuming). — Islas de Lubán y de
Cebú. — Zamboanga (Martens, etc.^, Tandag, en la isla
de Mmdanao. — Ulugán, en la isla de la Paragua. — Ar-
chipiélago de Joló.
g'lobosa Reeve (Reeve, ^/-m, fig. 52). Catbalogán (Cu-
yning) , en la isla de Samar.
* granosa Linné (Reeve, Arca, fig. 15). Costa de Tayabas,
en la isla de Luxón. — Isla de Marinduque. — Nauján, en
la isla de Mindoro. — Isla de Bohol (Elera). — Capíz,en
la isla de Pa/m;/.— Tandag, en la isla de Mmdanao.
* Giiberiiaciilum Reeve (Reeve, Arca^ fig. 14). Basey (Cu-
ming), en la isla de Samar. — Dapitan, en la isla de Min-
danao.
* Helblingi Bruguiere (Reeve, Arca, fig. 90). Isla del Co-
rregidor (Cuming)^ Nasugbú, prov. de Batangas (Sán-
chex), Tonáo en Manila, en la isla de Luxón. — Laylay
en Boac, en la isla de Marinduque. — Islas de Lubán y
de Masbate. — Isla Saguisí, en la isla de Mindanao.
* holoserica Reeve (Reeve, Arca, fig. 11). Isla de Samar
(Cuming). De acuerdo con Smith no doy á esta especie
el nombre de Arca uropygmelana Bory, como hacen al-
gunos autores.
* iil?eqilivalvi,s Bruguiere (Kobelt en Chemn. Conch. Cab.,
2.^ edic, Arca, lám. 3, fig. 1). Tondo y Malabón en Ma-
nila^ en la isla de Luxón. — Dapitan, en la isla de MÍ7i-
danao.
* iiiflata Reeve (Reeve, Arca, fig. 30). Ilo-Ilo (Cuming), en
la isla de Panay.
* lacerata Linné (Reeve, Arca^ fig. 93). Isla de Mindoro
(Cuming).
latevalis Reeve (Reeve, ylrm, fig. 115). Filipinas (Cu-
ming).— Manila (Nyst), en la isla de Luxón.
* Lima Reeve (Reeve, Arca, fig. 101). Isla del Corregidor
(Cuming), en la isla de Luxón. — Gasán, en la isla de
Marinduque. — Isla de Burias (Cuming). — Puerto Prin-
cesa, en la isla de la Paragua.
— 30 —
Arta
* Luzoilica Reeve (Reeve, Arca, fig. 44). Manila (Elera), en
la isla de Luxón (Cuming). — Dapitan, en la isla de Min-
danao.
miniíiia Nyst (Reeve, Arca minuta, non auct., fig. 112).
Filipinas (Cuming).
* Martinii Recluz (DunTcer, Novit., Conch. lám. 45, figu-
ras 1 á 4). Témate, prov. de Cavite, en la isla de Liizón.
— Isla Saguisí, en la isla de Mindanao. Especie citada
del Brasil, pero como es tan característica, no me cabe
duda de que pertenecen á ella los ejemplares recogidos
en Filipinas.
liavicella Reeve (Reeve, A7'ca, fig. 114). Calapán (Cu-
ming), en la isla de Mindoro.
obloilg'a Dunker (Duuker, Novit. Conch., lám. 37, figs. 4
á 7). Filipinas (DunJcer).
olivácea Reeve (Reeve, Arca^ fig. 113). San Nicolás (Cu-
ming), en la isla de Cebú.
* pilllla Reeve (Reeve, Arca, fig. 8). Mari veles, en la isla de
Luxón. — Isla de Barias (Cuming). — Isla de Samar (Ja-
gor). — Dapitan y Gigaquit, en la isla de Mindanao.
* SCaplia Linné (Hanley. Ipsa Lin. Conch., lám. 1, fig. 4;
Reeve, Arca, fig. 25). Manila (Cuming), La Unión, en la
isla de Luxón. — Laylay en Boac, en la isla de Marindu-
que. — Isla de Samar (Jagor, etc.). — Isla de Cebú. — Pla-
cer (Elera), en la isla de Mindanao. — Puerto Princesa,
en la isla de la Paragua.
SCiilptilis Reeve (Reeve, Arca, fig. 118). Baclayón (Cu-
ming), en la isla de Bohol.
* seiiiitorta Lamarck (Reeve, Arca, fig. 89). Taclobán, en la
isla de Leyte. — San Nicolás (Cuming), en la isla de Cebú'
subrilbra Dunker (Dunker, Novit. Conch., lám. 28, figs. 1
á 5. Anomalocardia subrubra). Filipinas (Cuming).
* S3' 111 métrica Reeve (Reeve, Ar'ca, fig. 117). Manila (Cu-
ming., etc.), en la isla de Luxón.
* teiiebrica Reeve (Reeve, Arca, fig. 105). Malabón en Ma-
nila, en la isla de Luxón. — Basey (Cuming), en la isla
de Samar.
- 31 —
Arca
* tenella Reeve (Reeve, Área, fig. 91). Isla de Burlas (Cu-
ming).
* tortuosa Linné (Reeve, Arca, fig. 86). Filipinas (Jay). —
Baeolod, en la isla de Negros.
trapeziua Lamarck (Reeve, Arca, fig. 103). Batangas (Cu-
ming), en la isla de Luxón. — Islas de Samar y Cebú
(Elera).
* ventricosa Lamarck (Reeve, fig. 69. Arca zebra, non
Swainson). Isla del Corregidor y Manila (Caming), en la
isla de Luxón. — Gasán, en la isla de Marinduque. — Nau-
ján, en la isla de Mindoro. — Isla Saguisí y Zamboanga,
en la isla de Mindanao. — Isla Balabac.
vii'esceiis Reeve (Reeve, Arca, fig. 97). Catbalogán (Cu-
ming), en la isla de Samar.
* vollicris Reeve (Reeve, Arca, fig. 109). Cayogno en Ter-
nate, prov. de Cavite y Bagac, prov. de Batáan, en la
isla de Luxón. — Isla de Burias (Cuming). — Pinamona-
jan, en la isla de Cebú. — Isla Saguisí é isla Calumangán,
en la isla de Mindanao. — Isla Rita, en la isla de la Pa-
ragua. — Isla Balabac. — Aspurguan, en la isla de Guam,
Marianas.
Zebueiisis Reeve (Reeve, Arca, fig. 120). Isla de Cebú
(Cuming) .
Otras especies citadas:
Arca anómala Reeve. Filipinas (Elera). El autor no da lo-
calidad.
— Cecillei Philippi = Arca cornea, var.
— clathrata Reeve, non Def ranee ^ Arca femig'inea,
juvenis.
— craticulata Nyst = Arca ferruginea, juvenis.
— foliata Forskal. Legaspi en Albay (Jagor) fide Martens
= Arca lacerata?
- láctea Linné. Filipinas (Cooke). Especie de Europa y
África.
— maculosa Reeve = Arca antiquata.
— minuta Reeve = Arca miiiima.
- 32 -
Arca ohliquata Reeve, non Gray = Arca deciirvata.
— Reeveana Nyst, non Philippi = Arca iiiflata.
— torta Stimpson fide Morch = Arca tortuosa.
— uropygmelana Bory = Arca holoserica.
— Zehra Reeve, non Swainson = Arca ventricosa.
Género CucuUsea Lamarck.
COlicamerata Martini (Reeve, Cotich. icón. Cucullcea, fi-
gura 1). Filipinas (Tryon).
Género Pectunculus Lamarck.
ailg'ulatus Lamarck (Reeve, Conch. icón. Pectunculus,
fig. 30). Sorsogón, en la isla de Luzón. — Isla de Marindu-
que. — Catbalogán (Cuming), en la isla de Samar. —
Isla de Cehii. — Surigao, en la isla de Mindanao.
aspersiis Adams y Reeve (Voy. Samarang , Mollusca, lá-
mina 22, fig. 8). Archipiélago de Joló (Belcher),
aurifliuis Reeve (Reeve, Pectunculus, fig. 17). Isla de
Capul (Cmning).
pectiniforiiiis Lamarck (Reeve, Pectunculus, ñg. 11). Mo-
rón, prov. de Batáan, en la isla de Luzón. — Islas de Mas-
bate y de Ticao (Cuming, etc.). — Isla de Cebú. — Zam-
boanga (Martens, etc.), Tagana-an y Dapitan, en la isla
de Mindaiiao. — Archipiélago de Joló.
pertiisus Reeve (Reeve^ Pectunculus ,^g. 37) Islas de iw-
%ón y de Mindanao (Cuming).
striatiilaris Reeve (Reeve, Pectunculus , fig. 27). Sur de
de la isla de Mindanao (Smith) .
— 33 -
NUCULID^
Géneeo Nncnla Lamarck.
Ciimingi Hinds (Reeve, Conch. icón., Nucula , fig. 5), Bo-
linao, prov. de Zambales, Sual, prov. de Pangasinán
(Cuming), en la isla de Luxón. — Basey (Cuming), en la
isla de Samar. — San Nicolás (Cuming), en la isla de
Cebú.
nana Hinds (Reeve, Nucula, fig. 33), Cagayán (Cuming)^
en la isla de Mindanao.
Otra especie citada:
Nucula retusa Hinds = Yoldia retusa.
Género Leda Schumacher.
lepida A. Adams (Proc. Zool. Soc. London, 1856, página
49). Filipinas (Adams).
Metcalfei Hanley (Reeve, Leda, fig. 18). Filipinas (Cu-
ming).
reticulata Hinds (Reeve, Leda, fig. 48). Loay (Cuming) y
en la isla de Bohol. — Cagayán de Misamis (Cuming), en
la isla de Mindanao.
serótina Hinds (Sowerby, Thes. Conch. Nuculidce, figuras
19 á 21). Filipinas ( Sowerhy).
Género Yoldia Mollee.
Myalis Couthouy (Reeve, Conch. icon.^ Yoldia, fig. 9),
Filipinas (Sowerhy).
retusa Hinds (Reeve, Yoldia, fig. 21). San Nicolás (Cu^
ming), en la isla de Cebú,
Eev. Acad. Ciencias.— m.— Julio, 1905. 3
— 34 -
PECTINID^
Género Pectén Lamarck.
*¿pyxidatus Born (Reeve, Conch. icon.^ Peden, fig. 6; Kus-
ter en Chemn, Conch. Cab., 2.^ edic.; Peden, lám. 35,
figuras 1 y 2). Capiz, en la isla de Panay. — San Nicolás
(CumÍ7ig), en la isla de Cebú. — Bacolod, en la isla de
Negros. — Isla de Mindanao.
* Ziczac Linné (Reeve, Peden, fig. 29). Filipinas (Reeve).
Otras especies citadas:
Pedeti aurantius Sowerby. Filipinas (Jay) = Chlamys
unicolor Lamarck, especie del Mediterráneo.
— distans Sowerby, non Lamarck = Chlamys Janus.
— hybridus Lamarck = Clilaiiiys squamosiis.
— Layardi Reeve = Chlamys floreiis.
— Leopardus Smith, var. solaris = Chlamys solaris.
— sdnguineus Sowerby, non Gmelin. Filipinas (Sower-
by) = Chlamys crueniatus Reeve, especie de Aus-
tralia.
— sanguinolentus Reeve, non Gmelin = Chlamys sa-
iiiosus.
— serratus Reeve, non Sowerby = Chlamys sqiiamo-
sus. var.
— veniricosus Sowerby. Calapán en Mindoro (Cuming).
Especie de Santa Elena, en la América del Sur.
Género Chlamys Bolten.
albolineatus Sowerby (Sowerby, Thes. Conch. Peden, lá-
mina 14, figs. 69 y 70). Daet, prov. Camarines Norte (Ja-
gor), Morón, prov. de Batáan, en la isla de Luxón. —
Laylay en Boac y Gasán , en la isla de Marinduque. —
- 35 —
Ohlamys
Isla de Guimaras (Cuming). — Isla de Cebú. — Bahía dé
Ulugán, en la isla de la Paragua.
cloacatus Reeve (Reeve, Conch. ico?i., Peden, fig. 166).
Filipinas (Reeve).
florens Lamarck (Reeve, fig. 80, Pectén Layardi). Isla de
Samar (Jagor).
flilvicostatus Adams y Reeve (Reeve, Peden, fig. 123).
Archipiélago de Joló (Belcher).
* in?eqiiivalvis Sowerby (Sowerby, Peden, figs. 193 á 195).
Laylay en Boac, en la isla de Marinduque. — Isla de
Cebú.
* Jaiius Montrouzier (Reeve, fig. 49. Peden distans, non La-
marck). Calapán (Cuming), en la isla de Mindoro. — Boac,
en la isla de Marinduque. — Ayala, en la isla de alinda-
nao, — Archipiélago de Joló.
larvatus Reeve (Reeve, Peden, figs. 158 y 165). Filipi-
nas (Reeve).
lemiiiscatus Reeve (Reeve, fig. 170. Peden lentiginosus) .
Zamboanga (Smitk), en la isla de Mindanao.
* leiitig'iiiosus Reeve (Reeve, Peden, fig. 76). Manila
(Lisdike), en la isla de Luxón. — Isla Lugbón. — Isla
Ticao (Cuming). — Islas de Cebú y de Panay. — Isla Sa-
guisí, Ayala y Zamboanga, en la isla de Mindanao.
* Palliuiu Linné (Reeve, Pede^i, fig. 63). Calapán, en la
isla de Mindoro. — Isla de Cebú. — Zamboanga, en la isla
de Mindanao. — Archipiélago de Joló. — Barrio de Sumay
en Agat, isla de Guam, Marianas.
pictiis Sowerby (Reeve, Peden, fig. 116). Bais (Cuming),
en la isla de Negros.
* pseudolima Sowerby (Reeve, Pede7i, fig. 57). Manila, en
la isla de Luxón. — Nauján, en la isla de Mindoro. — Jacna
(Cuming), en la isla de Bohol. — Surigao, en la isla de
Mindanao.
* Radiila Linné (Reeve, Peden, fig. 83), Puerto Galera,
en la isla de Mindoro. — Isla de Burias. — Isla de Samar
(Jagor). — Antique , en la isla de Panay. — Jsla de Cebú. —
Arguelles, en la isla de Negros. — Zamboanga (Mariens,
— 36 —
Chlamys
etc.) é isla Saguisí, en la isla de Mindanao. — Punta Ba-
labac, en la isla Balahac.
* Rastelliim Lamarck (Sowerby, Thes. Peden, fig. 30; Deles-
sert, Recueil des coquill., lám. 16, fig. 3 a, b). Filipinas
(Baranda). El Peden mirificus de Reeve (Condi. icón.
Peden, fig. 104), es sólo una variedad de esta especie.
* riigosus Sowerby (Reeve, Pedeti, fig. 144; Sowerby, Pec-
ten, fig. 226). Morón, prov. de Batáan, en la isla de Lu-
xón. — Isla de Burias (Qiiming).
* saiiiosiis Reeve (Reeve, fig. 159. Peden sanguinolentus).
Ayala y Zamboanga, en la isla de Mindanao.
seiiatorius Gmelin (Reeve, Peden, fig. 81). Isla de Buzón
(Smith).
* serratiis Sowerby (Sowerby, Thes. Peden, fig. 56). Mobo,
en la isla de Masbate. — Isla de Cehú (Cuming).
solai'is Sowerby (Reeve, Peden, fig. 92). Isla de Luxón
(Smiih).
* speciosiis Reeve (Reeve, Peden, fig. 112). Filipinas
(Reeve).
* spectabilis Reeve (Reeve, Peden, fig. 128). Isla de Cehú.
* squaiiiatus Gmelin (Reeve, Peden, fig. 82). San Nicolás
(Cuming), en la isla de Cehú.
* squamosus Gmelin (Reeve, Peden, fig. 65; Yar. fig. 46,
Peden serrahis, non Sowerby). Cavite y Manila (Elera),
en la isla de Buzón. — Isla de Cehú. — Isla Calumangán,
Surigao y Zamboanga, en la isla de Mindanao. — La Isa-
bela, en la isla de Bastían.
* siil>plicatus Sowerby (Reeve, Peden, fig. 17). Isla del
Corregidor (Cumi?ig), en la isla de Buzón. — Ayala, en
la isla de Mindanao.
* Tigris Lamarck (Reeve, Peden, fig. 77). Isla de Mashate
(Cuming). — Zamboanga, en la isla de Mindanao. — La
Isabela^ en la isla de Basilán.
vitreiis Chemnitz (Kuster en Chemn., 2.^ edic. Peden
lám. 18, fig. 10), Sorsogóü, prov. de Albay (Cuming),
en la isla de Buzón. — Isla de Panay {Smiih).
- 37 —
Géseeo Amussium Klein.
caduciim Smith (Voy. Challenger, Lamellibr., lám. 23,
fig. 1). Isla de Liixón (Smith).
Jeffreysi Smith (Voy. Challenger^ Lamellibr., lám. 23,
fig. 2 ). Filipinas (Smith).
Pleuronectes Linné (Reeve, Peden, fig. 48). Punta Res-
tinga, prov. de Cavite, en la isla de Luxón. — Isla de 3Ia-
rinduque. — Capiz, en la isla de Panay. — Isla de Cehit
(Jay). — Surigao y Zamboaoga, en la isla de Mindanao.
Género Hemipecten Adams y Reeve.
Forbesiamis Adams y Reeve (Reeve, Conch. icón. Hemi-
fecten, lám. 1, figs. 1 y 2). Archipiélago de Jo/ó (Belcher).
LIMID.E
GÉNERO Lima Brüguiere,
Basilanica Adams y Reeve (Voy. Samarang, Mollusca,
lám. 21, fig. 6). Isla de Basilán (Belcher).
bullata Born (Reeve, Conch. icón., Lima, fig. 3). Sorsogón,
prov. de Albay (Cuming)^ en la isla de Luxón.
Cumiiigi Sowerby (Sowerby, Thes. Lima, fig. 24 y 25).
Bolinao (Cnming), en la isla áe Luxón.
* fragilis Chemnitz (Reeve, Lima, fig. 18 b; Sowerby, Lima,
figs. 34 á 37). Balaring, en la isla de Marinduque. — Ba-
dajoz, en la isla de Tablas. — Isla Liigbón. — Isla de
Cebú. — Isla Saguisí, isla Balagnan, isla Tinago é isla Ji-
nitúan, en la isla de Mindanao. — Isla Rita, en la Bahía
de Ulugán, en la isla de la Paragua.
lata Smith (Voy. Challenger, Lamellibr., lám. 24, fig. 3). Isla
de Mindanao (Smith).
— 38 -
lima
orientalis Adams y Eeeve (Voy. Samarang, Mollusca,
lám. 21, fig. 7). Filipinas (Belcher). Sowerby la conside-
ra como variedad de su Lima angulata.
squamosa Lamarck (Reeve, Lima, fig. 10; Sowerby, Lima^
figs. 1 y 18). Manila (Lischke), en la isla de Luxón. —
Isla Saguisí y Zamboanga, en la isla áeMindanao (Smith).
— Isla Balahac.
teñera Chemnitz (Reeve, Lima, fig. 7). Batangas (Soiverhy)
y Pasacao, prov. Camarines Sur (Jagor), en la isla de Lu-
xón.— Isla de Mindoro (Sowerby). — Isla de Cebú. — Isla
Saguisí y Dapitan, en la isla de Mindanao.
Otras especies citadas:
Lima Í7iflata Chemnitz. Filipinas (British Museum). Espe-
cie del Mediterráneo.
— scabra Born. var. glacialis Gmelin = Lima teñera.
SPONDYLID^
Género Spondylus Linné.
* affinis Reeve (Reeve, Conch. icón. Spondylus, fig. 62).
Filipinas (Reeve).
albibarbatus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 32). Filipinas
(Cuming).
* albus Chemnitz (Chenu, Illusir. Conch. Spondylus , lámi-
na 28, fig. 5). Isla Basilán. Tal vez variedad del Spon-
dylus Nicobaricus.
asperrimus Sowerby (Reeve, Spondylus, fig. 45). Filipi-
nas (Cuming).
* aurantius Lamarck (Reeve, Spondylus, fig. 10). Filipi-
nas (Cuming).
* Var. alba (Sowerby, Thes. Conch. Spondylus, lámi-
na 89, fig. 55).
* Var. purpurea (Chenu, Illusir. Spondylus, lám. 23,
fig. 4). Lugbutún, en la isla de Basilán.
- 39 -
Spondylns
* Var. lingua felis (Reeve, Spondylns, fig. 27). Isla
Basilán. Mi ejemplar es intermedio entre esta figura y el
tipo de la especie.
barbatiis Reeve (Reeve, Spondylns, fig. 16). Filipinas
f Cmw2¿/2^^. Probablemente este Spondylus y el Spondylns
affinis son variedades de una misma especie , á pesar de
las distinciones que hace Reeve entre ambos.
Butleri Reeve (Reeve, Spo?idylus,ñg. li). Filipinas (Cu-
ming). Parece tan sólo la variedad purpúrea del Spon-
dylns anraniius, con menos series de espinas y éstas
más anchas.
camiirus Reeve (Reeve, Spondylus, ñg. 36). Filipinas»
(Cuming). El Sporidylns foliaceus de Reeve (Conch,
icon.^ fig. 57) es tal vez un individuo más adulto del Spon-
dylns camurus.
castlis Reeve (Reeve, Spondylns^ fig. 47). Filipinas (Cu-
ming).— Manila (Kuster), en la isla de Luxón.
* ducalis Chemnitz (Reeve, Spondylns, fig. 26). Nasugbó,
prov. de Batangas (Sánchex), Mari veles y Morón, provin-
cia de Batáan en la isla de Luxón. — Isla de Marinduque.
— Isla Lubán. — Isla de Cebú. — Isla de Bohol (Elera). —
Isla Cayauán, en la isla de Mindanao. — Isla Basilán. —
Isla Balabac.
* foliaceus Chemnitz (Reeve, Spondylus, fig. 25; Sowerby,
Thes. Conch. Spondylus Petroselinnm , lám. 84, figs. 6
á 10; Chenu, Illnst. Conch., lám. 22. Spondylus costatus
de Lamarck), Isla de Ticao (Cuming). — Zamboanga, en
la isla de Mindanao.
* Fragiim Reeve (Reeve, Spondylns., fig. 61). Isla de Ma-
rinduque.
Hystrix Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 42). Isla de Basilán.
* imbutiis Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 55). Filipinas.
Lamarcki Chenu (Reeve, Spondylus, fig. 30). Diiet, pro-
vincia Camarines Norte (Jagor), en la isla de Luxón.
multimuricatus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 15). Fili-
pinas (Cuming).
niultisetosiis Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 11). Ma-
- 40 -
Spondylns
nila (Kuster), en la isla de Luzón, — Isla de Samar
(Jagor).
Mus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 12). Filipinas (Cu-
ming).
* Nicobaricus Chemnitz (Reeve, Spotidglus , ñg. 50; Chenu,
Illustr. Conch., lám. 28, figs. 2 á 4. Spondylus radians
de Lamarck; Reeve, figs. 44 a. b. Spondylus coccineus,
non Lamarck). Isla Lubáti. — Isla de Barias (Sowerby). —
Isla de Cebú.
iiudus Chemnitz (Reeve, Spondylus, fig. 2). Filipinas
(Cuming).
* ocellatus Reeve (Reeve, Spondylus^ fig. 43). Filipinas
(Cuming).
occidens Sowerby (Journ. Malacology., vol. X, lám. 5,
fig. 9). Filipinas (Sowerby).
* Pacificus Reeve (Reeve^ Spondylus , fig. 1). Manila (Lis-
clike), en la isla de Luzón.
* pliirispinosus Reeve (Reeve, Spondylus , fig. 18). Isla de
Basilán.
\reg'ms Linné (Reeve, Spondylus, fig. 20; Chenu, Illustr.
Conch. Spondylus, \ám. 7, figs. 1 y 2). Archipiélago de
Joló (Cuming).
* rubicuiidus Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 60). Filipinas
(Reeve).
* setiger Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 53). Filipinas
(Reeve).
Spectruiu Reeve (Reeve, Spondylus, fig. 49). Filipinas
(Cuming).
teiielliis Reeve (Reeve^ Spondylus, fig. 67). Filipinas
(Fiera).
* temiiíspiíiosii.s Sowerby (Reeve, Spondylus , ^g. 23). Isla
de Cebú (Cuming).
vii'giiieiis Reeve (Reeve ^ Spondylus, fig. 31). Filipinas
(Cuming).
* zoiíalis Chenu (Reeve, Spondylus , fig. 29). Islas de Min-
doro y de Ticao (Cuming).
- 41 —
Otras especies citadas:
Spo?idylus coccineus Reeve, non Lamarck ^ Spondylus
Nicobaricus.
— fragüis Sowerby. Filipinas (Jay). El autor no da loca-
lidad.
— herinaceus Chenu = Spondylus zoiíalis.
— Petroselinum Sowerby = Si)Oiidyliis foliáceas.
Géneeo Plicatula Lamarck.
australis Lamarck (Sowerby, Thes. Conch. Plicatula, fi-
guras 20 á 22). Cayogno en Témate, prov. de Cavite, en
la isla de Luxón. — Isla Jinituan, en la isla de Mindanao.
(Quadras.)
dubia Hanley (Sowerby, Plicatula, fig. 19). Isla de Sa-
mar (Cuming).
imbricata Menke (Sowerby, Plicatula, figs. 6 y 15 á 18).
Isla del Corregidor (Cuming)^ Manila, Cayogno, prov.
de Ternate, en la isla de Luxón.
Pllilippinarum Hanley (Sowerby, P/¿"ca^i¿/a, figs. 9 á 14).
Filipinas (Cuming). — Isla de Cebú (Elera).
Otra especie citada:
Plicatula cristata Lamarck. Filipinas (Jay). Especie de
América.
ANOMIID^
Género Anomia Linné.
* senigmatica Chemnitz (Reeve, Conch. icón. Anomia, fi-
gura 40). Malabón en Manila (Jofias) , en la isla de
Luxón. — Victoria, en la isla de Negros (Jay).
Amaboeus Gray (Reeve, Anomia ^ fig. 7). Isla de Burias
(Cuming) .
— 42 -
Otras especies citadas:
Anomia corrugata Koch. Filipinas (Paetel).
— naviformis Joñas = Anomia penigmatica.
— reiicularis Koch. Filipinas (Paetel).
— rosea Gray = Anomia {enigmática.
Género Placunanomia Broderip.
macrochisma Deshayes (Reeve, Conch. icón. Placunano-
mia ^ fig. 7). Cagayán (G. B. Sowerby), en la isla de
Luzón.
GÉNERO Flacnna Bruguiere.
papyracea Lamarck (Reeve, Placuna, fig. 2). Isla de Sa-
mar (Jagor).
* Placenta Linné (Reeve, Placuna^ fig. 3). Bulacán, en la
Bahía de Manila, Caramoan, prov. Camarines Sur, en la
isla de Liizón. — Isla de Samar (Jagor). — Capiz, en la
isla de Panay.
* Sella Gmelin (Reeve, Placuna, fig. 1). Zambales, en la isla
de Luxón. — Surigao, en la isla de Mindanao.
Otra especie citada:
Placuna orbicularis Retz = Placuna Placenta.
OSTREID^
Género Ostrea Linné.
* affinis Sowerby (Reeve, Conch. icón. Ostrea, fig. 75). Isla
de Cebú.
* Cristagalli Linné (Reeve, Ostrea, fig. 22). Filipinas
(Jay), etc.
- 43 -
Ostr«a
CliCllUata Born (Reeve, Osirea, fig. 34). Malabon en Ma-
nila (Elera), en la isla de Luxón. — Isla de Samar (Jagor).
— Isla de Cehú (Elera).
* Ciimiiig'iana Bunker (Reeve, fig. 48. Ostrea ladea). Fili-
pinas.
deiiticiilata Born (Reeve, Ostrea, fig. 14). Isla de Samar
(Jagor).
echinata Quoy (Voy. Ástrolabe, Moll.,\ám 76, figs. 13 y 14).
Filipinas (Hanley).
* hyotis Linné (Reeve, Osirea^ fig. 7). Diiet, prov. Camarines
Norte (Jagor), en la isla de Luxón. — Zamboanga, en la
isla de Mindanao. — Lugbután, en la isla de Basilán.
* imbricata Lamarck (Reeve, Ostrea, fig. 36). Isla de Cebú.
* lugubris Sowerby (Reeve, Ostrea, fig. 63). Filipinas.
* Mytiloides Lamarck (Reeve, Ostrea, fig. 3). Isla de Cebú
(Hanley). — Zamboanga, (Martens, etc.), en la isla de
MÍ7idanao.
orieiitalis Jay (Chemnitz, Conch. Cab., 1.* edic, lám. 71,
fig. 660). Filipinas (Jay).
* Paiilucciíe Crosse (Jonrn. Conch. París, 1870, lám. 2,
fig. 5; Reeve, fig. 56. Ostrea palmipes). Filipinas (So-
iverby).
* Pes tigris Hanley (Reeve, Ostrea, fig. 78). Isla de Luxón
(Cuming).
* plicata Chemnitz (Reeve, Ostrea, fig. 68). Filipinas
(Jay, etc.).
* pyxidata Adams y Reeve (Reeve, Ostrea, fig. 16). Filipi-
nas (Belcher).
rosacea Deshayes (Reeve, Ostrea, fig. 46). Isla de Samar
(Jagor).
Otras especies citadas:
Ostrea cornucopice Chemnitz = Ostrea CUCllllata. var.
— fusca Lamarck. var. Sinensis. Filipinas (Jay) = Ostrea
Sinensis Gmelin, especie de China.
— palmipes Sowerby = Ostrea Paulucciíe.
— 44 —
RESUMEN
Las islas Filipinas se hallan situadas en el Océano Pacífico,
desde el 5° al 20° de latitud Norte, entre la China, por el Nor-
oeste, la Cochinchina, por el Oeste, Borneo, por el Sudoeste,
las Célebes, por el Sur, y las Molucas, por el Sudeste. Están
separadas de la China y de la Cochinchina por el mar de la
China; de Borneo, por el mar de JoIó <5 de Mindoro, y de las
Célebes, por el mar de este nombre, quedando en su costa
oriental completamente abiertas á las corrientes del Océano
Pacífico, pues sólo á una distancia de 20°, y casi á la misma
latitud, existen las pequeñísimas islas que han recibido el nom-
bre de Marianas. Las islas que constituyen el archipiélago de
Joló son también pequeñas y forman como una barrera entre
el mar de Joló y el mar de las Célebes, desde el extremo in-
ferior y occidental de las Filipinas hasta la punta más oriental
de Borneo.
El estar colocadas las Filipinas en la zona intertropical, el
ser muy numerosas y de diversa magnitud las islas que forman
dicho grupo, el presentar muchas sinuosidades en sus costas,
aguas tranquilas en distintos sitios y poco hondas, pues la pro-
fundidad es menor de 100 brazas, son circunstancias en extre-
mo favorables para la vida de los moluscos marinos, y así no
es extraño que su fauna sea tan numerosa y tan notable, y eso
que falta mucho por explorar en una región tan privilegiada
bajo el punto de vista de sus producciones naturales.
Mucho hicieron por el conocimiento de la fauna malacológi-
ca de dicha región los dos célebres colectores de los moluscos
de Filipinas: el inglés Cuming, poco antes del año 1840, y el
español Quadras, desde 1884 (durante un período de diez y
seis años); contribuyendo también á ello las excursiones de
Kierulf, Hombron, Belcher, Jagor, Semper, Baranda, Fungai-
riño, Teixidó, Martens, Mangas, Pardo, Besser, MoUendorff,
Sánchez y otros varios, como puede ver el lector en los datos
reunidos en el presente Catálogo, de cuyo examen resulta que la
- 45 —
fauna filipina es una de las más ricas y variadas del globo. Pero
con ser tanto el número de especies allí recogidas, se puede
decir de antemano que han de ser muchas todavía las que se
encontrarán en aquellos mares, cuando se recorran detenida-
mente por mayor número de naturalistas y con los poderosos
medios que hoy tiene la ciencia para esa clase de investiga-
ciones.
Si la fauna de Filipinas consta ya de 4.300 á 4.500 espe-
cies de moluscos terrestres, fluviales y marinos, con las explo-
raciones de unas cuantas personas que sólo han trazado en sus
viajes algunas líneas por aquellas numerosas y accidentadas
islas, calcúlese lo que aumentará dicho número cuando se pue-
dan examinar despacio grandes extensiones de terreno, visitar
minuciopamente todos los senos y repliegues de las costas y
dragar en distintos sitios y á diferentes profundidades.
En las páginas anteriores está ya reunido y estudiado todo
lo relativo á los moluscos marinos (sin perjuicio de continuar
publicándolo de una manera extensa en mis Obras malacológi-
cas), y dentro de poco aparecerá la segunda parte de este Ca-
tálogo, que contiene la enumeración de los moluscos terres-
tres y fluviales. Mas al terminar esta primera parte he creído
útil dar un resumen de las localidades más ó menos conoci-
das de las islas Filipinas , Joló y Marianas, indicando á la vez
el número de especies halladas en cada una y el nombre del
colector que las encontró. Creo que esta lista servirá para las
investigaciones posteriores , porque podrá verse en seguida qué
localidades han sido visitadas y cuáles las que restan por ex-
plorar.
Sin contar muchos moluscos que han sido citados de Fili-
pinas y que no admito aún en dicha fauna, pues no me inspi-
ran confianza esos datos por diversas razones (1), las especies
(1) Van señalados al final de cada género; es probable que lle-
gue á confirmarse la existencia en Filipinas de algunos, pero pue-
de afirmarse desde ahora que no se hallarán otros muchos, por-
que si bien las Filipinas pertenecen á la misma provincia geográ-
fica que China, el Sur del Japón, Borneo, Ceilán, Madagascar,
Norte de Autralia, etc., es bien sabido que parte de las especies
— 46 —
que constituyen hoy la fauna malaeológica marina de dichas
islas son en número de 3.121, incluyendo en ellas 485, á las
cuales sólo se indica por localidad Filipinas. En el índice al-
fabético colocado al principio de este Catálogo se ha hecho la
distribución de las especies que corresponden á cada género,
y en el que luego sigue se indica el número de especies encon-
tradas en cada sitio.
Las localidades de las islas van dispuestas por orden alfabé-
tico; pero enumero las islas por grupos, atendiendo á su mayor
conexión entre sí por la menor profundidad que hay en las
aguas que las separan. Las mayores profundidades existen en
el mar de Joló y de las Célebes donde llegan á 2.550 y 2.750
brazas respectivamente; en el estrecho de Mindoro, entre la
isla de este nombre y la de Busuanga, alcanza la de 936 bra-
zas; es de 500 en el estrecho de Sibutú, entre la isla Tawi-
Tawi y Borneo; de 375 entre Bohol y Mindanao; desciende ya
á 110 alrededor de las islas que forman el grupo de Mindoro,
entre ellas y Luzón, Marinduque, Masbate y Panay, y es, por
último, de menos de 100 brazas á todo lo largo de las Filipi-
nas y Joló, desde Luzón hasta el estrecho de Sibutú, entre
Luzón, Polillo, Catanduanes , Marinduque, Ticao, Masbate,
Samar, Leyte, Panay, Guimarás, Negros, Cebú, Siquijor,
Bohol, Panaon, Dinagat, Siargao, Mindanao, Sarangani, Sa-
col, Basilán, Malanipa y todo el archipiélago de Joló. La
parte occidental de las Filipinas, ó sea Busuanga, Cuyo, Ca-
lamian, Paragua, Balabac y Cagayán de Joló, se halla sepa-
rada de la parte oriental por la gran profundidad del estrecho
de Mindoro, é igualmente del archipiélago de Joló, por la del
estrecho de Sibutú, y está en conexión más íntima con Banguey
y Borneo por una profundidad menor de 100 brazas, como su-
cede entre las islas de la parte oriental de las Filipinas.
de una provincia geográfica se encuentran en todas las regiones
de dicha provincia, y otra parte se hallan localizadas en cada una
de las regiones de la misma. Hecho ignorado por Elera al incluir
en la fauna de Filipinas muchas especies que hallaba citadas de
los países antes indicados , y las cuales no señala como existentes
en su colección del Archipiélago! (Véase su obra).
~ 47 —
— 48 -
Grupo Luzón.
Islas Batan, Camiguín, Luzón, Polillo, Alabat, Catandua-
nes, Raporapo, Marinduque y Corregidor.
Especies.
Isla Batan, entre Formosa y las Babuyanes (Elera). 2
Isla Camigum , en las islas Babuyanes (Cuming) . . 9
Isla de Luzón (Cuming, Besser, Meyen, Jagor,
Baranda, Martens, Semper , Goiild, Liautaud,
Eydoux, Gruner, Largüliert^ Quadras, Teixidó,
Fohl, Deppe, Móllendorff, etc.) 1.131
Abulug, provincia de Cagayán (Cummg) 2
Agoo, provincia de la Unión (Cuming) 7
Albay, provincia de (Cuming, Jagor , Quadras) 11
Aparri, provincia de Cagayán (Quadras) 4
Bacarra, provincia de llocos Norte (Cuming) 2
Bacón, provincia de Sorsogón (Quadras) 10
Bagac, provincia de Batáan (Quadras) 126
Bagatao (Isla), provincia de Sorsogón (Quadras) 33
Bauang ó Baoang, provincia de la Unión (Cuming) . . . 3
Bangui ó Banguey, provincia de llocos Norte (Cu-
ming) 7
Banquíruhán(Río), provincia de Albay (Quadras). ... 3
Batáan, provincia de (Jagor) 11
Batangas, provincias de (Cuming ^ Quadras) 31
Bolinao (Cabo), provincia de Zambales (Cuming,
Quadras) 59
Bulacán, provincia de (Quadras) 6
Bulusán, provincia de Sorsogón (Cuming) 1
Caba (Río), provincia de la Unión (Quadras) 2
Cagayán, provincia de (Cuming) 10
Caloocán, en Manila.
Calumpit, provincia de Bulacán (Jagor) 1
— 49 -
Especies,
Cand<5n, provincia de llocos Sur (Quadras) 1
Calatagán, provincia de Batangas (Qimdras) 8
Camarines, provincia de (Quadras) 1
Candelaria (Puerto de la) prov. Zambales (Quadras). 8
Caramoan , provincia de Camarines Sur (Quadras) . . 7
Casigurán (Playa de), provincia de Sorsogón (Qua-
dras) 2
Catalangán (Río), provincia La Isabela (Quadras) . . 2
Catanauan, provincia de Tajabas (Cuming) 37
Cavite, provincia de Cavite (Cuming , Martens).. . . 56
Cayogno en Ternate.
Currimao (Puerto), provincia llocos N. (Cuming,
Quadras) 14
Daet, provincia Camarines Norte (Jagor) 11
Daraga ó Cagsaua (Río), provincia de Albay (Jagor). 2
DigoUorín, provincia La Isabela (Quadras) 3
Gubat, provincia de Sorsogón (Quadras) 4
Hermita en Manila.
Iba, provincia de Zambales (Cuming) 3
llocos Norte y Sur, provincia de (Cuyning, Quadras). 15
La Unión, provincia de la Unión (Quadras) , ...... 35
Legaspi, provincia de Albay (Jagor) 8
Lucena , provincia de Tayabas (Quadras) 5
Malabón en Manila.
Malate en Manila.
Mambulao, provincia Camarines Norte (Jagor) 36
Manhan ? (C. Semper) 1
Manila (Besser, Meyen, Cuming, Baranda, Martens,
Quadras, Gould, Liautaud, Fohl, Eydoux , Dep-
pe, Gruner, Largilliert, Müllejidorff , Teixidó,
etcétera, etc 409
Mariveles, provincia de Batáan (Jagor, Quadras,
Mollendorff) 78
Matnog, provincia de Sorsogón (Cuming) 19
Morón ó Morong, provincia de Batáan (Quadras) . . . 101
Naic, provincia de Cavite (Elera) 9
Narvacán, provincia llocos Sur (Quadras) 13
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. á
— 50 -
Especies.
Nasugbú, provincia de Batangas (Sánchez) 67
Orion, provincia de Batáan (Cuming) 4
Paguindin, provincia La Isabela (Quadras) 3
Palanan, provincia La Isabela (Quadras) 9
Pangasinán, provincia de (Quadras). 3
Panimán (Ensenada de) Quadras 4
Paracale, provincia de Camarines Norte (Jagor). ... 16
Parañaque en Manila.
Pasacao, provincia Camarines Sur (Cuming, Jagor). 25
Pasig (Río) en Manila.
Pasiguing, provincia llocos Norte (Cuming) 4
Patrocinio, provincia de Albay (Jagor) 4
Punta Restinga, Provincia de Cavite (Quadras). ... 4
Puteao, provincia de Albay (Cuming) 13
San Bernardino (Estrecho de) Quadras 1
San Esteban, provincia de llocos Sur (Cuming, Qua-
dras) , 6
San Fernando, provincia La L^nión (Quadras) 2
San Juan, provincia de llocos (Quadras).. . 1
San Juan de Bocboc , provincia de Batangas (Qua-
dras) 4
San Miguel, provincia de Albay (Cuming, Jagor).. . 6
Santa Cruz, provincia de Manila (Cuming, Quadras). 22
Santa Lucía en Manila.
Sargassinan (Es Pangasinán?) Cuming 1
Sedeira en Manila.
Sinait, provincia llocos Norte (Cuming) 3
Sinay, provincia de Vigán? (Quadras) 5
(Estas dos localidades deben ser una misma)
Sorsogón, provincia de Albay (Cuming, Baranda,
Quadras) 54
Sual, provincia de Pangasinán (Cuming) 12
Subic 6 Subig, provincia de Zambales (Jagor, Qua-
dras) 15
Taal, provincia de Batangas (Quadras) 12
Tabaco, provincia de Albay (Quadras) 4
Tayabas, provincia de (Quadras) 36
- 51 —
, Especies.
Ternate, prov de Cavite (Qiiadras) 103
Tiabasan (Río) en Bosoboso (Quadras) 2
Ticnoan (Río) provincia la Isabela (Quadras) 2
Tiui, provincia de Albay (Quadras) 1
Tondo en Manila.
Vigán, provincia llocos Sur (Quadras) 1
Zambales, provincia de (Quadras) 9
Yagua^ provincia de Albay (Jagor) 1
Isla Polillo (Porte).. 4 Isla Cat and lian es
Isla Alabat (Quadras) 46 (Quadras) 50
Isla Rapompo ó Ba- ^°^*^° (Quadras). 1
pnrapn (Quadras.). 1 ^^''^ '^""^ Corregidor
(Cutning) 69
Isla de 3Iarinduqne (Quadras). 362.
Banalacan (Isla) (Qua- Laylay en Boac.
dras) 77 Madlaog (Quadras) ... 1
Balaring (Quadras) ... 10 Malibago (Quadras).. . 4
Balugo (Quadras). ... 5 Mampao (Quadras) ... 9
Boac (Quadras) 151 Masiga (Quadras) ... 1
Buliasnin (^^Maí//-a.sj. . . 1 looc (Pimta) (Quadras) 10
Biinganay (Quadras). . 3 Sabán (Quadras) 7
Cauit (Quadras) 8 Santa Cruz (Quadras). 1
Gasán (Quadras) 9 Tabigui en Boac.
Ijatob (Quadras). .... 4 Torrijos (Quüdras). ... 7
Grupo Mindoro.
Islas Lubán, Mindoro, Ilín, Panagatan, Tablas, Romblón,
Lugbón, Sibuyán y Burias.
Isla Lnbán (Quadras) 70 Isla Ilín (Quadras) . . 1
Isla de 3Iindoro (Cuming, Quadras). 332.
Bacó (Quadras) 1 Buogao (Quadras) 1
Bongabon (Quadras). . 1 Calapán (Cuming) 36
- 52 -
Mansalay (Quadras) . . 1 Puerto Galera (Cuming
Nauján (Quadras) .... 88 y Quadras) 38
Isla Paiiagataii (Cu- Isla Lugbóii (Qua-
ming) 1 dras) 54
Isla de Tablas (Quadras). 95.
Agcalatao en Badajoz. Looc (Quadras) 16
Bacjauan en Badajoz. Lanitnón en Odiongán..
Badajoz (Quadras). ... 55 Odiongán (Quadras) . . 10
Calatrava (Quadras) . . 9 Salado (El) en Odiongán.
Hambulón en Looc.
isla de Romblón Isla de Burlas (Cu-
(Quadras) 68 ming) 103
Isla de Sibuyán (Quadras). 47.
Cajidiocán (Quadras).. 10 Magallanes (Quadras) . 36
Grupo Negros.
Islas Ticao, Masbate, Panay, Guimarás, Negros, Bantayán,
Cebú, Siquijor, Panglao, Bohol, Ley te, Limansaua, Panaon,
Samar y Capul.
Isla Ticao (Cuming). 257 S. Jacinto (Chierchia)., 2
Isla de Masbate (Cuming, Jagor, Quadras). 194.
Magdalena (^Q?/aí/raí;^. . 4 '^ aro (Quadras) 25
Mobo (Quadras) 13 Palanóc (Quadras). ... 25
Isla de Paiiay (Cummg, Quadras). 97.
Antique (Quadras).... 20 l\o-l\o (Cu7?iing, Qua-
Capiz Quadras) 33 dras) 21
Dingle (Río) Cuming.. 2 Pilar (Quadras) 5
Isla Guimarás (Cuming). 33.
Nagaba (Cuming) .... 6
- 53 -
Isla de Negros (Cuming, Meyer, Mariensy Quadras). 203.
Arguelles (Quadras) . .
14
Ginijerán (Cuming). . .
2
Bacolod (Quadras) . . .
4
Guihulgna (Quadras). .
8
Bais (Cuming)
18
Himalalud (Quadras). .
21
Binalbagán (Quadras) .
1
Jimamailán (Cuming)..
10
Cabancalán (Quadras).
2
Mambucal en Murcia
Cádiz Nuevo (Quadras)
1
(Quadras)
1
Calatrava (Quadras) . .
1
Manapla (Quadras). . .
10
Dumaguete (Cuming) .
22
Tanhay (Cuming)
3
Escalante (Quadras) . .
10
Victoria (Quadras) . . .
1
Isla Santa Fé de Bantayán (Cuming, Quadras). 14.
Isla de Cebú (Cuming^ Tripe, Quadras^ KocJi, Schneider,
Müllendorff, Fortihe, P. P. Paides).
Badián (Quadras) . . . ,
Barili (Quadras)
Barrio (Fortihe)
Boljoon (Cuming).. . . .
Daan- Bantayán (Qua-
dras)
Dalaguete (Cuming). .
Giloctoc (Quadras) . . .
906.
1 MedieVán (Quadras) .. . 2
3 Naga (Quadras) 2
7 Pinamalayán C'Q¿/ac?msy 1
4 'P\n2imonQ.y3.\\( Quadras) 13
San Joaquín (Quadras) 1
1 San Nicolás (Cuming). 63
11 Sibonga (Cuming). ... 16
12 Tabogón (Quadras). . . 1
Isla de Siquijor (Cuming, Quadras, Molletidorff). 47
Lacy (Quadras). .
María (Quadras) .
1
7
San Juan (Quadras), . .
Isla de Boliol (Cuming, Quadras, Koch). 228.
Antequera (Quadras). . 1
Baclayón (Cuming).. . 25
Dauis (Moralde) 21
Guindulman (Cuming). 14
Ipil (Quadras) 1
Jacna (Cuming) 6
Loon (Cuming, KocTc).
Sierra Bullones (Qua-
dras)
Tagbilarán (Quadras). .
Talibón (Quadras).. . .
Tamar (Quadras)
Loay (Cuming) 15 Ubay (Quadras),
6
1
1
6
1
1
— 54 —
Isla de Leyte (Quadras). 66.
Cabal i án (Quadras) ... 1
Hinayangan (Quadras). 8
Inopacan (Quadras) . . 4
Maasin (Quadras) . ... 1
MaVúhog (Quadras).. . 10
Matalón (Quadras). . . 2
Paiompón (Qaad7-as).. 12
Saob en Cabalian.
Taclobán (Quadras) . . . 32
Tagbag (Quadras) .... 3
Tanauang (Quadras). . 1
Isla (le Samar (Cuming, Jagor, Quadras, Elera). 263,
Basay ó Basey (Cu-
ming) 18
Borongan (Jagor) 15
Calbayóg (Cuming). . . 3
Catarman (Río) Jagor. 1
Isla Paiiglao (Qua-
dras) 2
IslaLimansaiia (Qua-
dras) 7
Catbalogán (Cuming). 48
Lauang (Quadras) . . . . 1
Loquilocon (Río) Jagor. 1
Taho (Elera) 1
Salangán (Jagor) 1
Isla Panaoii (Qua-
dras) 7
Isla Capul (Cuming). 88
Grupo Mindanao.
Islas Camiguing, Cagayancico, Mindanao^ Sacól, Saranga-
ní, Malanipa, Basilán, San Rafael.
Isla CamigiiíiigYCw- Isla Cagayancico
ming) 3 ( Quadras) 5
Isla de Mindanao (Cuming, Belcher, Fungairiño^ Mariens.,
Quadras, Smith, Watson, C. Semper, Teixidó, P. San-
chex, P. Diego). 911.
Ayala (Quadras) .... 12 Balingasag (Quadras). 21
Balagnan (Isla) Qua- Batanan (Isla) Quadras. 1
dras 36 Bislig (C. Semper). ... 1
Balauan (Isla) Quadras,. 68 Butuan(Río) en Surigao.
- 55 -
Cacagsu (Cuming). ... 1 Misamis (Ciiming). . . 7
Cagayáa (Cuming) ... 84 Placer (Quadras) .... 63
Cagbabatán en Placer. Pollok (Fangairiño) . . 1
Calumangáo (Isla) Qua- Portolin (Quadras) ... 7
dras 38 Quinuguitan (Quadras) 17
Candac (Quadras) .... 1 Saguisí (lú^)( Quadras) 95
Caraga (Quadras) .... 3 Salay [Quadras) 83
Casan en Misamis. Santa María {Fungai-
Cayauan (Isla) Quadras 21 virio). 8
Cimasana (C. Semper) . 1 Surigao (Cuming, -Qua-
Cortés en Tandag. dras) 184
Dapitan (Quadras) . . . 211 Tagana-an (Quadras) , 14
Davao (P. Diego) .... 16 Tagoloan (Quadras).. . 1
Gig&qmt (Quadras ).. . 17 Talavera en Tagana-an.
Jin'úuSíQ ( Quadras). . . 30 TaWsayán (Quadras). . 8
Lenguinao en Tandag. Tandag (P. Sánchez). . 24
Mainit (Quadras) .... 1 Tayaga en Gigaquit.
Masingloc ( Quadras) . 1 Tigao en Tandag.
Miiúagás (QuadrasJ . . 1 Tinago (Isla) ^?¿rtf/ms. 34
Zamboanga (Cuming, Martens, Fungairiño , Teixidó, Qua-
dras, Watson, C. Semper). 304.
Isla Sacól (Q ¿ladras). 1 Isla Saraiigaiií (Qua-
dras) 13
Isla Basiláu (Belcher^ Mangas) . 44.
Calabaza (Mangas) . . .
Cumalarang (Mangas) .
La Isabela (Mangas). .
9 Lugbután (Mangas). ... 8
5 '^laúci.n (Mangas) 1
5 Panigayán (Mangas) ... 3
Isla Malaiiii)a ( Watson, Smith, Mangas). 20.
Isla de San Rafael (Pardo). 24.
56 -
Grupo Paragua.
Islas Cuyos, Busuanga, Calamianes, Paragua 6 Palawan ,
Balabac, y Cagayáu de Jold.
Isla Busuanga (Quadras). 22.
V^mix\2iXi ( Qiiadras). . . . 5 Muidlo (Quadras). ., . 9
Dumuyog {Quadras). . . 2
Isla Cuyo (Quadras) . . 37 Isla Cagayán de Joló
(Belcher) 1
Islas Calamianes (Quadras). 45.
Bisucay (Isla) Quadras. 24 Sangat (Isla) Quadras. 1
Culión (Isla) Quadras. 9
Isla de la Paragua 6 Palawan (Quadras). 233.
Bacauan (Isla) en Ulugán Iguahit ó Puerto Princesa
Bintuan (Quadras). . . 15 (Quadras) 103
Canigarán en Puerto Rita (LsIsl) Quadras .. . 40
Princesa. Ulugán (Bahía de) Qua-
dras 36
Isla Balabac (Quadras). 252.
Balabac (Punta) Qua- Dalawan (Quadras).. . 5
dras 62 Melville (Cabo) Qua-
Clarendon (Quadras).. 1 dras 1
Grupo Joló
Islas Joló, Mangsi, Marongas, Menusa, Pilas, Siasi y
Tawi-Tawi.
Isla Joló (Belcher, Quadras, Fardo, Farges). 171.
Mangsi (Isla) (tOZí/c?. . . 1 Menusa (Isla) Q^'^acíros. 13
Marongas (Isla) Qua- Pilas (Isla) Fardo 3
dras 9 Siasi (Isla) Pardo 10
Tawi-Tawi (Isla) Fardo 3
- 57 —
Grupo Marianas.
Isla de Giiam, Guaham 6 Giiajan [Quoy, Quadras,
FreycenetJ. 234.
Agaña (Quadras), Frey-
cenet . . . .
Agat (Quoy, Quadras).
A naga (Quadras) . , . .
Asan (Quadras)
Aspurguan (Quadras).
Daño (Quadras)
Ilic (Quadras). ......
Inarajan (Quadras). . .
Retillán (Quadras)..
12 Sumay (Quadras) . .
32 Tarafofo (Quadras).
1 Taraga (Quadras) . .
4 Toceha (Quadras). .
50 Torgoyay (Quadras)
2 Umata (según Quoy)
2 Omata (según Qua
3 dras.
24
18
1
1
1
7
14
Todas las noticias reunidas en las páginas de este Catsílogo
sobre los moluscos marinos de Filipinas, no hacen más que
confirmar un hecho ya establecido, y es que dichas islas cons-
tituyen una región de la gran provincia geográfica Indo-Pací-
fica. Los límites de ésta son: por Occidente, la costa oriental
de África y el Mar Rojo, y por Oriente, las últimas islas de
Oceanía, es decir, un espacio de lOO"' de longitud por 45° de
latitud, correspondientes éstos á la zona intertropical del Pací-
fico. En ese espacio, y bañadas por las aguas de dicho mar, es-
tán comprendidas las costas orientales de África, menos el ex-
tremo Sur de este continente, las islas de Madagascar , Mauri-
cio, Borbón y las Seychelles, el Mar Rojo, el golfo Pérsico,
las costas de la India, las islas Maldivas y Ceilán, la penínsu-
la de Malaca, las islas de Sumatra, Java, Flores, Timor, Bor-
neo, Filipinas, Joló, Célebes, Molucas, Nueva Guinea y Nue-
va Caledonia, el Norte de Australia, las costas de China y Co-
chinchina, las islas Formosa y Loo Choo, la costa occidental
de Corea, el Sur del Japón, las iblas Marianas, Carolinas, Tai-
tí, Sandwich y todas las restantes de la zona intertropical de
Oceanía.
En esta gran provinciia geográfica es muy variada y numero-
- 58 —
sa la fauna de moluscos marinos, y si bien hay especies más ó
menos localizadas en las diferentes regiones que la constituyen,
otras muchas tienen una distribución muy extensa, pues se ha-
llan á la vez en los puntos extremos y en los intermedios, como
en la isla Mauricio, el Mar Rojo, las Filipinas, el Sur del Ja-
pón, el Norte de Australia y las islas más remotas del Pacífico.
Fischer da en la pág. 158 de su Manuel de Conchyliologie una
lista de 21 especies que presentan esa ubicuidad, lista que pue-
de aumentarse hoy día con otros ejemplos semejantes y en lo
sucesivo con mayor número aún, á medida que se vayan estu-
diando las faunas de todas las regiones. Las especies localiza-
das, ó viven en una sola región, ó se extienden únicamente á
las regiones más próximas. Como varían algo las condiciones
de los países comprendidos en la provincia Indo-Pacífica, por
su situación, la naturaleza del terreno, la profundidad de las
aguas, la existencia de arrecifes de coral, las corrientes mari-
nas, la temperatura, la orientación, etc., diversas resultan tam-
bién las condiciones de existencia de los moluscos, y de ello
proviene que unas faunas sean más abundantes en especies que
otras, aun cuando se hayan explorado de una manera se-
mejante. En la provincia Indo- Pacífica la región que tiene y
tendrá siempre la supremacía por sus especiales condiciones,
es la de las islas Filipinas, cuya fauna malacológica marina
llega en el momento presente á más de 3.000 especies (1),
(Hidalgo), número que irá aumentando según se vayan reco-
rriendo los infinitos sitios en que aun no han penetrado los na-
turalistas europeos. Sigue en importancia la del Japón, con más
de 2.000 especies (Pilsbry); la Nueva Caledonia, con 2.500, se-
gún Fischer (todas marinas?); las islas del Sur de África, con
1.200 (Martens); el Golfo Pérsico, con 900 (Melvill), sin contar
los pelecipodos; el Mar Rojo, con más de 800 (Mac Andrew);
el estrecho de Torres, en Australia, con 500 (Melvill y Stan-
den); la Indo-China, con otras 500 (Fischer); las Maldivas,
con 380 (Smith); las Marianas, con 234 (Hidalgo), y con me-
(1) Descontadas algunas fluviales que no se han separado en
la familia de los Nerítidos.
— 59 —
nos aún, por falta de investigaciones ó de reunión de datos
dispersos, los otros países que antes se han enumerado.
Comparando la fauna de Filipinas con la de los demás paí-
ses, se observa que existen en el Archipiélago filipino la mitad
de las especies que viven en las islas del Sur de África, en
el Mar Rojo y en la Indo China, las dos quintas partes de los
moluscos del Estrecho de Torres, la cuarta parte de los del
Golfo Pérsico y sólo la octava de los hallados en el Japón. La
situación de esta gran isla, muy ascendente en latitud de una
manera oblicua, y ya fuera de la zona intertropical, imprime á
su fauna un carácter diferente y sólo en su parte Sur es donde
se presentan varias especies de las que viven en Filipinas. La
mayor parte de los moluscos de Loo Choo se encuentran en el
Archipiélago filipino, según la lista de la colección Stearns,
dada por Pilsbry; lo mismo sucede con la fauna de las Molu-
cas, juzgando por las láminas de la antigua obra de Rumph;
con las islas Maldivas, según el catálogo de Smith, y con las
islas de Joló y Marianas. Es indudable que en Borneo , Java,
Sumatra, Timor, Ceilán y Nueva Guinea, además de las espe-
cies locales, existirán muchas de las de la fauna filipina; pero
no conozco aún publicaciones sobre dichas islas tan completas
como las que ya existen respecto á los demás países antes men-
cionados (1).
Para terminar mi trabajo, recordaré aquí que en la fauna de
(1) Los que deseen enterarse más especialmente de la distriba
ción geográfica de los moluscos marinos de la provincia Indo-Pa-
cífica , pueden consultar los libros citados en la pág. 157 del Ma-
nuel de Conchyliologie deFischer, y además los siguientes:
Cooke, Test. moUusca obtained by R. Mac Andrew in the Gulf of
Suez. London, 1855-1850.
Daidzenberg , Faune malac. des íles Sechelles. París, 1893.
— Liste de molí, marins des iles Glorieuses. Nantes , 1895.
Bunker , Index mollusc. maris Japonici. Kassel, 1882.
Fischer, Cat. et disLrib. geograph. des molí, de l'Indo-Chine. Au-
tun,1891.
Frauenfeld , Beitrage zur faune der Nicobaren. Wien., 1869.
Hidalgo, Noticia sobre las faunas malac. de Joló y Marianas. Ma-
drid, 1905.
— 60 -
Filipinas unos géneros presentan gran desarrollo en cuanto al
número de especies que viven en dichas islas, y otros, por el
contrario, apenas ofrecen representantes de los mismos.
Entre los primeros encontramos el género Vertagiis , con 14
especies; Scintüla, con 29; Spondijlus , con 32; Ricinula, con
36; Tritón, con 49; Terebra, con 52; Natica, con 57;
Cyprosa, con 73; Tellina, con 93; Nassa, con 120; Conus,
con 162, y por último, las Mitra, con 211 especies!
De los segundos presentan un número insignificante de es-
pecies las Voluta (4), Turritella (2), Siphonalia (1), Pate-
lia (9), MargÍ7ieUa (6), Fissurella (1), Fusus (9), etc., etc.
Hay, sin embargo, otros géneros, poco numerosos en espe-
cies, pero que están representados casi en totalidad en las Fi-
lipinas, como, por ejemplo, los géneros Argonauta, Pterooera,
Tridacna, Narica y Stomatella.
Por último, se han citado de Filipinas algunas especies de
faunas muy distintas, entre ellas el Murex rufus, la Cassis
Wyvillei = Cassis Coronadoi, la Cgprcea qtíadripunctata, la
Martesia striata, la Callista squalida, la Lucina borealis , la
Arca láctea^ etc. En algunas ha sido posible la introducción
casual, y tal vez la aclimatación; en otras hubo, indudablemen-
te, cambio de las etiquetas de localidad.
Algunos datos olvidados involuntariamente, y otros adquiri-
dos después de la impresión de los géneros respectivos consti-
Issel, Malacologia del Mar Rosso. Pisa, 1869.
Ltschke, Japanische Meeres-Conchylien. Cassel, 1869-1874.
Man, Mollusques de Madagascar. Leyde, 1877.
Martens , Die Mollusken der Maskarenen. Berlín, 1880.
Melvill, The marine mollusca of Bombay. Manchester, 1893.
Mélvill y Standen, Mollusca of Torres Straits. London, 1899.
Melvill y Standen, Molí, of the Persian Gulf. London, 1901.
Pilshry, Cat. of the marine mollusks of Japan. Detroit, 1895.
Rumph, Amboinischen raritaten-Kammer von schnecken und
muscheln. Wien. 1765.
Smith , Marine mollusca Maldive and Lacadive (sin fecha).
Sturany, Lamellibranchiaten und Gastropoden des Rothen Mee-
res. Wien. 1899 y 1903.
- 61 -
tuirán un pequeño apéndice al final de la segunda y última par-
te de este Catálogo.
Obras consultadas.
Unas 1.700 cuyos títulos se enumeran en las páginas 273
á 1.025 de la parte 2.* de mis Obras malacológicas , y otras ad-
quiridas con posterioridad; pero más especialmente aquellas en
que hay datos sobre la fauna filipina, como las consignadas
en las páginas 1 á 3 de este Catálogo.
Obras citadas.
•
En cada una de las especies se indica, al menos, una buena
figura ó descripción que dé idea completa de sus caracteres, y
los libros que han servido mejor para este objeto, son los si-
guientes:
AdaillS y Reeve, The Zoology of Voyage of Samarang, 1 vo-
lumen con láminas. London, 1848.
Adíims, H. y A. The genera of recent mollusca^ 2 vol. con lá-
minas. London, 1853 á 1858.
American Journal of Concliology, por Tryon, 7 volúme-
nes con láminas. Philadelphia^ 1865 á 1872,
Annals of Natural History, por Jardine..., 86 vol. con lá-
minas. London, 1838 á 1880.
Berg'll, Bullacea en Semper, Reisen in Archipel der Philip-
pinen, 1 vol. con atlas. Wiesbaden, 1901.
Bertin, Revisión des Tellinidae du Museum d'Histoire natu-
relle, 1 vol. con atlas. París, 1878.
Bertin, Revisión des Garidées du Museum d'Histoire natu-
relle, 1 vol. con atlas. París, 1880,
Bianconi, Specimina zoológica Mosambicana^ con láminas
(En las Mem. della Acad. delle science dellTstituto di
Bologna) , 1850 á 1864.
Blainville, Disposition methodique des especes recentes et
fossiles des genres Pourpre, Ricinule , etc. . 1 vol. con at-
las. París ^ 1832.
- 62 —
BlllTOW, Elements of Conchology, 1 vol. con atlas. Loa-
don, 1844.
Cheimiitz, Neues systematisches Conchylien-Cabinet, 12 vo-
lúmenes con atlas. Nürnberg, 1768 á 1829.
Chemilitz, 2.^ edición, 500 entregas con láminas. Nürnberg,
1841 á 1905.
Chenu, Manuel de Conchyliologie, 2 vol. con figuras. París,
1859 y 1862.
Chenu, lUustrations Conchyliologiques, 85 entregas con lá-
minas. París, 1842-1858.
Delessert, Recueil des coquilles decrites parLamarck, 1 vo-
lumen con láminas. París, 1841.
Desliayes, Catalogue des mollusques de File de la Reunión,
1 vol. con láminas. París, 1863.
Duelos, Genre Olive et genre Colombelle, 1 vol. de atlas.
París, 1835.
Ducros Saint Germain, Revue critique du genre Oliva,
1 vol. con láminas. Clermont, 1857.
Dunker, Novitates Conchologicae. Mollusques marins, 1 vo-
lumen con láminas. Cassel, 1858 á 1870.
Dunker, Index molluscorum maris Japonici, 1 vol. con lámi-
nas. Kassel, 1882.
Encyclopedie metliodique , Mollusques, por Bruguiere, La-
marck y Deshayes, 8 vol. con láminas. París 1789 á 1832.
Grateloup, Memoire sur plusieurs espéces de coquilles nou-
velles, 1 vol. con láminas. Bordeaux, 1841.
Hanley, Ipsa Linnaei Conchyiia, 1 vol. con láminas. Loa-
don, 1855.
Hanley, An illustrated and descriptive catalogue of recent
bivalve shells, 1 vol. con láminas. London , 1842-1856.
Hidalgo, Obras malacológicas. Parte I, tomo II. Madrid 1903.
Hinds, The Zoology of the Voyage of Sulphur, MoUusca, 3
partes con láminas. London, 1844 á 1845.
Hombron et Jaequinot, Voyage au Pole Sud. Mollus-
ques por Rousseau. 1 vol. con láminas. París, 1854.
Jaln'büelier der deutschen 3Ialakoz. Gessellsehaft. 14
tomos con atlas. Frankfurt am Main, 1874-1888.
- 63 —
Journal de Coiicliyliologie, por Bernardí, Fisclier,
Crosse, etc. 52 vol. con atlas. París, 1854 á 1904.
Kieiier V Fisclier, Species general et iconographie des
coquilles vivantes. 165 entregas con láminas. París (sin
fecha) .
Liscllke, Japanische meeres-conchylien, 3 vol. con láminas.
Cassel, 1869 á 1874.
Magasiii de Zoologie, Mollusques. 4 vol. con laminas.
París, 1830 á 1845.
3Iarrat, On some proposed new forms in the genus Xassa. 1
folleto con lamina. Liverpool, 1877.
Marrat, On the varieties of the shells belonging to the genus
Nassa. 1 folleto. Liverpool, 1880.
3Iartens, Süss-und Brackwasser Mollusken des Indischen
Archipels. 1 vol. con láminas, 1897.
MarteiiS, Conchologischen Miscellen. 3 partes con láminas.
Berlín, 1897 á 1899.
3IelviU. Notes on the subgenus Cylinder of Conus. 1 folleto
con lámina. London, 1886.
Naclisritelitsblatt der deiistcbeii Malakozoologischen
Gessellschaft. 36 vol. Frankfurt a. M. 1869-1904.
Proeeedings of the Zoological Society of London,
London. Años 1830 á 1904.
Proeeeding's of the Malaeological Society of London.
6 vol. con láminas. London, 1893 á 1905.
Philippi, Abbildiingen und Beschreibunge neuer Conchylien.
3 vol. con láminas. Cassel, 1842 á 1850.
Quoy et Gaimard, Voyage de TAstrolabe, Mollusques. 2 ve-
lámenes con láminas^ 1832 á 1835.
Reeve y Sowerby, Conchología icónica. 20 vol. con lámi-
nas. London, 1843 á 1878.
Roenier, Monographie der molluskengattung Venus. 2 volú-
menes con láminas. Cassel, 1864 á 1872.
Schwartz , Uber die familie der Rissoiden. 2 partes con lá-
minas. Wien, 1860 y 1864.
Sniith, Diagnoses of new species of Pleurotomidse. 4 partes.
London. 1877 á 1888.
~ 64 —
Smith, Voyage of Challenger, Lamellibranchiata. 1 vol. con
láminas. London, 1885.
Souleyet, Voyage autour du monde sur la Bonite. Zoologie.
1 vol. con láminas. París, 1852.
Sowerby , Genera of recent and fossil shells. 2 vol. con lámi-
nas. London, 1824.
SoAverby, Conchological Manual. 1 vol. con láminas. Lon-
don ,"^1842.
Sowerby, Thesaurus conchyliorum. 5 vol. con láminas. Lon-
don, 1842 á 1877.
Sowerby, The Conchological illustrations. 2 vol. con láminas.
London, 1832 á 1841.
The Coiieliologist, por Collinge, 2 vol. con láminas. Lon-
don, 1891 á 1893.
The .Journal of Malaeology, por Cullinge, 8 vol. con lámi-
nas. Birmingham, 1894 á 1904.
The .Touriial of Conchology, por Taylor, 10 vol. con lámi-
nas. London, 1879 á 1905.
Tryon y Pilsbry, Manual of Conchology. 34 vol. con lámi-
nas. Philadelphia, 1879 á 1905.
Watson, Voyage of Challenger, Scaphoda and Gasteropoda.
1 vol. con láminas. London^ 1886.
Wootl, Index testaceologicus. 1 vol, con láminas. Edición
Hanley. London , 1856.
Zeitsclirift fiir Malakozoologie, por Menke y Pfeiffer. 10
volúmenes. Cassel, 1844-1853.
Y otros cuatro ó cinco de menos importancia, que no he
visto, y cuyas citas se han hecho bajo la fe de reputados
autores.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
— 65 -
II.— Análisis de las aguas potables.
Por D. Gabriel de la Puerta.
El análisis completo de las aguas potables comprende mu-
chas operaciones que pueden resumirse en las siguientes:
1.* Toma del agua.
2.^ Caracteres físicos y organolépticos.
3.^ Oases disueltos, expresando la cantidad de cada uno
en litro de agua.
4.** Residuo seco á 110° y Residuo al rojo oscuro.
5.^ Orados hidrotimétricos totales y después de la ebu-
llición del agua.
6.^ Sales y pri?icipios fy'os, expresando la cantidad en li-
tro de agua, de cloro, anhídrido sulfúrico, anhídrido carbóni-
co, cal, magnesia, sosa, sílice^ etc.
7.* Materias orgánicas.
8.* j^itritos (nitrógeno nitroso) y nitratos (nitrógeno ní-
trico).
9.^ Amoníaco libre 6 salino (nitrógeno amoniacal).
10. Ainoníaco albuminoide (nitrógeno albuminoide).
11. Examen microscópico del fondo del agua, después del
reposo.
12. Análisis bacteriológico^ indicando el número de colo-
nias, en centímetro cúbico de agua, formadas por el cultivo, y
especificando si hay bacterias patógenas ó sospechosas.
Además puede agregarse para un estudio más completo:
Coeficiente de alterabilidad del agua.
Acción fisiológica.
Estudio geológico del terreno donde brotan las aguas.
Captado y canalización.
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905.
- 66
Toma del agua.
Deben adoptarse las mayores precauciones para que el agua
no adquiera materia alguna extraña á su estado natural.
Las botellas 6 frascos deben ser nuevos y perfectamente
limpios, lavándolos antes de recoger el agua con la misma de
la muestra. Los corchos deben ser también nuevos y bien la-
vados antes con la misma agua, siendo preferible emplear fras-
cos con tapón esmerilado, especialmente para el agua destina-
da á la determinación de la materia orgánica, al examen mi-
croscópico y análisis bacteriológico, debiendo además estar es-
terilizados para este objeto, como se dirá en el capítulo corres-
pondiente.
El agua debe recogerse no en la superficie, sino en la parte
media, en los depósitos, pozos y ríos, y si se extrae con bom-
ba, ó sale por caño, esperar unos diez minutos ó más á que
salga primero alguna cantidad de agua.
Las botellas ó frascos deben llenarse completamente de
agua, sin dejar espacio con aire. En el laboratorio deben co-
locarse en sitio fresco, al abrigo de la luz y no demorar el aná-
lisis, sobre todo de las materias orgánicas y bacterias, por las
alteraciones que experimentan.
La cantidad de agua para un análisis detenido lia de ser de
«nos 15 litros, y para el análisis rápido bastan 2 litros.
Caracteres físicos y organolépticos.
El agua potable debe ser incolora, transparente, limpia, sin
olor ninguno, ni sabor especial desagradable. También ha de
ser fresca, de 10*^ á 15° de temperatura, y sin variaciones
notables.
Hay aguas potables con viso azulado, llegando á acentuarse
tanto el color en algunas, que reciben el nombre de aguas azu-
les ó cárdenas, como pueden verse en las montañas de Guada-
rrama, de las que es notable una fuente que examiné en 1894
en una finca de D. Germán Gamazo , cei^a de la estación de
— G7 —
Torrelodones. Estas aguas son, en general, buen"is, y su color
azulado es debido á la existencia en ellas de diatomeas y otras
algas microscópicas (1), siendo también algo opalescentes, lo
cual se debe á la sílice ó silicato de alúmina, que en corta can-
tidad contienen, en estado coloide.
Nuestro colega Sr. Muñoz del Castillo, que tan notables tra-
bajos está haciendo acerca de la radio-actividad de varios mi-
nerales y aguas de España, ha observado que el agua cárdena
del pueblo de Torrelodones posee la propiedad de ser radio-
activa.
Las aguas que tienen color amarillo, rojizo 6 verde, son
malas.
Densidad. — No suele indicarse la densidad de las aguas po-
tables; pero la que he encontrado en varias que he analizado
(de León, Perales de Tajuña, San Sebastián, Casa de Campo)
ha sido de 1,0003 á 1,0004, determinada por el picnómetro 6
frasco de densidades, y también con la balanza de Westphal.
Debe advertirse la temperatura á que se determina la densidad,
porque puede ocurrir en un agua con pocas sales, que parezca
menor que la del agua destilada. El agua de Lozoya tiene de
densidad 0,9997 á la temperatura del laboratorio, 12°, lo cual
dio lugar hace tiempo á discusiones y dudas, que yo me expli-
qué, teniendo en cuenta la temperatura á que se hicieron las
determinaciones. En efecto, el agua destilada á dichos 12° tie-
ne de densidad 0,9995, siendo 1 á -f- 4.°; y reduciendo la del
agua de Lozoya á -\- 4.°, resulta 1,0002.
Acción fisiológica.
Los efectos observados en las aguas empleadas en la ali-
mentación es un dato importante, que el químico analizador
(1) Conforme con esta opinión mía, el Sr. Morales Chofré ha
observado en un agua cárdena de la fuente pública del pueblo de
Torrelodones, que en los posos de la misma aparecen numerosas
algas y diatomeas. (Anales de la Sociedad de Física y Química j
Mayo 1905, pág. 189.)
- 6S —
debe utilizar, siempre que pueda proporcionarse antecedentes
sobre este particular.
Antes de conocerse el análisis químico de las aguas y el mo-
derno bacteriológico, era éste el medio de conocer la potabili-
dad , unido á los caracteres físicos y organolépticos y á la propie-
dad de las aguas potables de cocer bien las legumbres y no cor-
tar el jabón en el lavado de las ropas; y aun ahora son los ca-
racteres á que se atiende en los pueblos y localidades donde na
se analizan las aguas.
Gases disueltos en el agua.
El agua potable debe contener aire en disolución en la pro-
porción de 24 á 30 centímetros cúbicos por litro, siendo con-
veniente contenga algunos centímetros cúbicos de anhidrido
carbónico (2 á 10), sin exceder mucho de esta cantidad, por-
que entonces se convierte en agua carbónica medicinal. En in-
vierno contienen las aguas más gases que en verano.
El agua que carece de aire en disolución tiene mal gusto y
aun se había creído era indigesta, citándose el caso del poza
artesiano de Grenelle en París, cuya agua en un principio na
gustaba porque apenas contenía aire, habiendo sido necesaria
airearla por medio de cascadas, con lo cual adquirió gusto agra-
dable y mejores condiciones de potabilidad.
Las aguas potables no han de contener otros gases que los
del aire, debiendo desecharse aquellas que por tener materias"
orgánicas en putrefacción desprendan hidrógeno sulfurado,
protocarburo de hidrógeno, etc.
La deterininación de los gases puede hacerse por el proce-
dimiento de hervir el agua y analizar después los gases reco-
gidos. Para esto se llena del agua un matraz de medio á un litro
de capacidad, colocando un tapón de caucho, provisto de un
tubo de conducción, lleno también de agua y de modo que no
quede nada de aire, comunicando con la cuba hidrargiro-neu-
mática, en cuyo puente se coloca una campana estrecha gra-
duada para recoger los gases que se desprendan. Se calienta el
matraz hasta la ebullición, prolongando ésta quince minutos ó-
— 69 —
más hasta que cese el desprendimiento de burbujas de gases.
Se deja enfriar y se mide el volumen del gas, haciendo la co-
rrección de presión, temperatura y humedad. £1 anhídrido
carbónico se determina por la absorción con potasa, el oxí-
geno, introduciendo una solución de ácido pirogálico para que
se forme pirogalato potásico y absorba dicho gas, y el resto es
el nitrógeno. (Véase para estas determinaciones mi Tratado de
Química inorgánica , t. I, pág. 253.)
En la determinación del anhídrido carbónico ha de tenerse
en cuenta si el agua contiene bicarbonatos, especialmente el de
cal, porque por la ebullición se desprende parte del que está
combinado juntamente con el anhídrido carbónico libre.
Las aguas que tienen bicarbonato de cal se enturbian por la
ebullición , depositándose después de frías el carbonato neutro.
Con más exactitud se determinan los gases extrayéndolos
-del agua por medio de la trompa de mercurio de Alvergníat,
analizándolos después.
El agua de Lozoya, que analicé en 188 i, contiene en un
litro los gases siguientes, á la temperatura de 15°:
Oxígeno 7,6 cent. cúb.
Nitrógeno 18,0 — —
Anhídrido carbónico 2,4 — —
Total 28,0 — —
El agua potable de León, analizada por mí en 1896, díó el
resultado siguiente, á la temperatura de 15*^:
Oxígeno 6,2 cent. cáb.
Nitrógeno 16,0 — —
Anhidrido carbónico 2,4 — —
Total 24,6 — —
Teniendo en cuenta los nuevos gases del aire, se encuentran
lambíén en las aguas al lado del nitrógeno, y confundidos con
éste, pequeñas cantidades de argón, helio, neón, kriptón y
xenón.
- 70 -
La presencia del oxígeno en las aguas potables es muy im-
portante, y su falta demuestra, por lo general, la existencia de
materias orgánicas putrescibles que han sido oxidadas. Las
buenas aguas potables contienen de 6 á 8 centímetros cúbicos
de oxígeno por litro. Pueden ser aguas de origen profundo, las
cuales contienen poco oxígeno, y son, sin embargo, buenas
sin contener apenas materia orgánica.
El nitrógeno libre procede del aire en disolución, y no debe
confundirse con el nitrógeno en combinación, de que después
trataremos, por la importancia que tiene en la pureza de las
aguas.
Para convertir en peso los volúmenes de gases obtenidos, se
multiplica el número de centímetros cúbicos por el peso de
cada uno de los gases, teniendo presente que
1 c, c. de oxígeno pesa 0,00143 gramos.
— nitrógeno 0,001256 —
— anhídrido carbónico.. . . 0,001977 —
Coeficiente de alterabilidad del agua.
Se da este nombre á la relación que existe entre la pérdida
de oxígeno que experimenta una agua expuesta en frascos en-
teramente llenos á la temperatura de 33°, y al abrigo de la luz,
y la cantidad de oxígeno hallada en la misma agua inmediata-
mente después de recogida.
Hay aguas que en las condicionefe dichas pierden casi todo
su oxígeno disuelto, á causa de contener bastante materia or-
gánica ó muchas bacterias, siendo, por tanto, éste un dato de
importancia en el análisis. Si, por ejemplo, un agua ha dado
7 cent. cúb. de oxígeno por litro inmediatamente después de
recogida, y luego que se ha expuesto, como se ha dicho antes
á la temperatura de 33^*, durante cuarenta y ocho horas, da 2 de
oxígeno, resulta que el coeficiente de alterabilidad es
-1=^ = 0,714.
- 71 -
En cambio, hay aguas que, después de algún tiempo de re-
cogidas y expuestas á la luz, aumentan en la cantidad de oxí-
geno, debido á que contienen algas con clorofila que, en pre-
sencia de la luz, dan lugar á la producción de oxígeno.
Todos estos datos deben tenerse en cuenta en un análisis
completo de aguas.
Residuo seco á 1 1 0 grados.
Las materias fijas ó sales minerales no deben exceder de
0,5 gramos ñor litro de agua. Si la sal es bicarbonato de cal
no importa aunque exceda algo de los 0,5 gramos; pero si son
sulfatos de cal y de magnesia, no debe pasar de 0,3 gramos el
total de sales.
En el cuadro que después se expondrá se indica el límite del
residuo salino á 110°, según el Comité consultivo de Higiene
de París.
Para determinar las partes fijas se evapora medio á un litro
de agua en una cápsula de porcelana, á calor suave, sin her-
vir, y cuando se haya reducido á poco volumen , se traslada á
una cápsula de platino tarada, y se continúa la evaporación en
estufa de aire, á la temperatura de llO'', ó en baño de maría
de nivel constante, durante cuatro horas, hasta obtener dos pe-
sadas consecutivas iguales. El aumento del peso obtenido, del
peso de la cápsula, es la cantidad de materias fijas.
Para mayor exactitud es necesario dejar enfriar la cápsula
en un desecador, en presencia del ácido sulfúrico, pesándola
después.
Pérdida de peso del residuo salino al rojo obscuro.
Antes se consideraba como materia orgánica contenida en
las aguas la diferencia del peso obtenido al rojo obscuro del
peso del residuo salino; pero, realmente, esta pérdida lo que
representa es el peso de la materia orgánica más el de las ma-
terias volátiles resultantes de la descomposición de algunas sa-
- 72 -
les, como el cloruro de magnesio y carbonatos de cal y de
magnesia y también del agua de constitución de algunas sales.
Se opera del modo siguiente. El residuo salino obtenido en
la cápsula de platino á 110", se calienta hasta 180° en baño de
aire y se pesa nuevamente. Se le añade 4 á 5 cent. c^b. de una
solución saturada de carbonato amónico y se calienta la cápsula
con ¡^ecaución primero, para evitar proyección de la masa, y
después con la llama del mechero de Bunsen, hasta el rojo obscu-
ro. Si hay materia orgánica se observa un color gris ó negro en
la masa^ principalmente en las paredes de la cápsula. En poco
tiempo, continuando el calor, se quema la materia orgánica y
aparece el residuo salino blanco. Después de fría la cápsula se
pesa, y la diferencia del peso, del obtenido á 180^, nos da el de
la materia orgánica , más el de las materias volátiles.
Este procedimiento, que he empleado en otro tiempo en el
análisis de algunas aguas, me ha dado próximamente el mismo
resultado, para la materia orgánica, que el del permanganato,
evaluada en ácido oxáUco, y algo más, si las aguas contenían
sales descomponibles al rojo.
Grados hidrotiniétricos.
Además de los grados hidrotimétricos totales, que represen-
tan la cal y la magnesia con el ácido carbónico , es convenien-
te determinar también los grados hidrotimétricos después de
la ebullición del agua, que indican las sales solubles de cal y
de magnesia, y los grados hidrotimétricos del agua adiciona-
da de oxalato amónico y filtrada, que indican aproximadamen-
te las sales solubles de magnesia.
Liquido hidrotimétrico. — Se prepara del modo siguiente:
Jabón sódico de aceite de olivas (1). 100 gramos.
Alcohol de 90° 1.000 —
Agua destilada 1.000 —
(1) En el día es difícil encontrar jabón fabricado con aceite de
olivas y sosa, porque añaden grasas de origen animal y le adulte-
ran con silicato de sosa y resinas , por cuya razón hay que prepa-
- 73 -
Se disuelve el jabón dividido en pedacitos en el alcohol, ca-
lentando hasta la ebullición en un matraz, se filtra después de
frío y se agrega el agua.
22 grados hidrotimétricos deben producir espuma persistente
con 40 cent. cúb. de una solución en agua destilada de cloruro
de calcio puro fundido, que contenga 0,25 gramos de esta sal
por litro de agua destilada. Si se necesitan menos de los 22
grados, que es lo general, para formar espuma persistente, agi-
tando, se añade á la solución de jabón la cantidad de agua
destilaba necesaria, teniendo en cuenta que, para disminuir un
grado, hay que añadir 1/03 de su peso de agua.
Grados totales. — Aunque es tan conocido el procedimiento,
le expondremos sumariamente:
En un frasco de cristal, alto y estrecho, con tapón esmeri-
lado (1) y con divisiones señaladas de 10, 20, 30 y 40 c. c, se
rar el jabón en el laboratorio, si se quiere un buen líquido hidro-
timétrico.
Yo me preparo el jabón del modo siguiente :
Sosa cáustica 18 gramos
Agua 100 —
Aceite de olivas 100 —
Se disuelve la sosa en el agua y se mezcla con el aceite en una
cápsula, calentando moderadamente sin dejar de agitar con una
varilla de cristal durante dos boras ó más, reemplazando el agua
que se evapora, hasta que se verifique la saponificación. Después
se añaden 300 gramos dé agua, calentando y agitando basta que
se disuelva el jabón. Entonces se agrega una solución de 30 gra-
mos de cloruro de sodio, exento de sales de cal y magnesia, en 100
de agua, y se calienta hasta que se separe el jabón de la gliceri-
na. Se deja enfriar basta el día siguiente y se recoge el jabón que
aparece en la parte superior, colocándole, dividido en pedazos, en
un embudo de cristal para que escurra, y se lava con un cborrito
de agua fría. Después se deseca entre papeles absorbentes.
Con el jabón del comercio, al disolverle en caliente en agua y
alcohol , resulta un líquido que se cuaja por enfriamiento.
(1) En los estuches de Hidrotimetria se hallan estos frascos
con el bidrotímetro y otros utensilios, acompañados de la Memo-
ria explicativa de Boutrón y Boudet.
- 74 —
pone el agua que se va á ensayar en cantidad de 40 c. c, se
añade, poco á poco, la solución de jabón contenida en el hi-
drotímetro, agitando con frecuencia el frasco tapado, hasta
que se forme espuma persistente, durante unos cinco minutos,
y ocupe un espesor de medio centímetro. Las divisiones del
hidrotímetro gastadas, son los grados que tiene el agua. Deben
hacerse dos ó más operaciones para fijar bien la exactitud de
los grados hidrotimétricos.
Si el agua está muy cargada de sales, se ponen en el frasco
20 6 10 c. c, completando los 40 con agua destilada; y en este
caso, los grados hidrotimétricos hallados se multiplican por 2
<5 por 4.
Las buenas aguas potables tienen 3^ á 20°; cuando llegan
á 30° son medianas, y cuando pasan de .82" son malas, si es sul-
fato de cal la sal que contienen; si es bicarbonato de cal se to-
lera algo más.
Cada grado hidrotimétrico corresponde próximamente á 0,01
gramo de sales de cal y de magnesia, por litro de agua.
A continuación ponemos los grados hidrotimétricos de va-
rias aguas de Madrid, halladas per mis alumnos en las prácti-
cas de laboratorio.
Agua destilada 0°
— de Lozoya 3", 5
— de lluvia 4°
— del río Manzanares 7'*
— de Meaques ( Casa de Campo ) 9*^
— de Amaniel (travesía de la Cruz Verde). 13°
— de la Reina 18**
— de la fuente de Luchana 19°
— del Soldado 20°
— de San Antonio 24°
— de San Isidro 24»
— déla Salud (Retiro) 25"
— de la Castellana 25"
• — de Pontejos 26
— de Cibeles 28°
— del Berro 29
— de la Florida 29»
— de San Antón 29^
— de un pozo ; 'O
- 75 -
Como puede observarse, la mayor parte de las aguas de los
antiguos viajes tienen bastantes grados hidrotimétricos; pero
como no predomina el sulfato de cal, son buenas, aunque las
que tienen 28° y 29°, son algo gordas. En cambio son frescas en
verano y no contienen tanta materia orgánica, ni tantas bacte-
rias como la de Lozoya. Las de 28° y 29°, mezcladas con esta
última, resultarían de mejores condiciones, sin tantos grados
hidrotimétricos. Para evitar infiltraciones y causas de contami-
nación , convendría recorrer las cañerías y sustituir las de barro
por tubería de hierro.
Orados hidrotimétricos después de la ehuUición. — Se hierve
el agua durante media hora, reemplazando la que se evapore
por igual volumen de agua destilada. Después de fría se de-
terminan los grados hidrotimétricos, como se ha dicho antes,
los cuales representan las sales solubles de cal y de magne-
sia. Los bicarbonatos de estas bases se precipitan por la ebu- '
Ilición al estado de carbonates neutros. Las buenas aguas po-
tables tienen menos de 12°, siendo medianas hasta 20", y ma-
las las que pasan de 20°.
Orados del agua después de precipitar la cal. — 50 cent. cúb.
del agua se tratan con 2 á 3 cent. cüb. de la solución de oxalato
amónico, se filtra y se determinan los grados, los cuales repre-
sentan aproximadamente las sales solubles de magnesia.
Sales y principios fijos.
Las sales y partes fijas que contienen las aguas potables, son,
por lo general, cloruros, sulfates y carbonates de sodio, calcio
y magnesio, sílice, y, á veces, pequeñas cantidades de hierro.
Este no debe pasar de 2 á 3 miligramos por litro.
Las aguas de pozo contienen con frecuencia nitratos, y las
de lluvia, nitritos y nitratos en corta cantidad.
La determinación cualitativa y cuantitativa de las sales con-
tenidas en las aguas, se hace por los procedimientos generales
de análisis, de los cuales no nos ocupamos en este trabajo,
tratando únicamente de los procedimientos especiales para la
investigación y determinación cuantitativa de los cuerpos que
— 76 ^-
figuran en el cuadro del límite de los mismos, que se admite
en las aguas potables, y que después expondremos.
En el día, conforme con la teoría de Arrhenius, se tiende á
expresar en los análisis los iones negativos (aniones) y los
positivos (cationes), sin prejuzgar la combinación de los mis-
mos, ó sea la existencia de las sales que, al disolverse en gran
cantidad de agua, experimentan la disociación electrolítica.
Las buenas aguas potables deben ser neutras, en contacto
de los reactivos coloreados, como la tintura de flor de malva,
papel de tornasol azul y rojo y la fenol-taleina. Pero algunas
pueden contener bicarbonato sódico en corta cantidad, y tam-
bién bicarbonato de cal y de magnesia, que experimentan hi-
drólisis y producen reacción alcalina, especialmente después
de la ebullición. Si tienen exceso de ácido carbónico disuelto,
enrojecen el papel azul de tornasol, pero expuesto éste al aire,
recobra el color azul.
Las sales de ácidos fuertes y bases débiles, que por la hi-
drólisis producen reacción acida, no se encuentran en las
aguas potables.
Cloruros. — Determinación del cloro. — La cantidad del cloro
contenida en un agua tiene gran importancia en relación con
otros cuerpos. Las aguas impurificadas por deyecciones y ma-
terias animales, especialmente orina, tienen exceso de clo-
ruros, al lado de los nitritos, nitratos, amoníaco libre y albu-
minoide. Cuando existen estos cuerpos, el exceso de cloruros
indica polución de origen animal muy nociva, y por eso se ha
fijado el límite de cloro, en las aguas potables, en 0,04 gra-
mos en litro.
Si la materia orgánica es vegetal y no existen los citados
cuerpos, no importa que exceda el cloro de 0,04, porque en-
tonces proceden los cloruros del terreno.
La determinación del cloro se hace por los procedimientos
generales de análisis: 200 cent. cúb. de agua ó más, acidulada
con ácido nítrico, sin poner un exceso; se trata con nitrato de
plata, y el cloruro argéntico formado se recoge sobre un filtro,
se lava bien y se deseca; se separa el cloruro de plata y se
calienta en un crisólito de porcelana juntamente con el filtro
— 77 —
4
incinerado en la espiral de platino, hasta fundirle. Si hay
reducción de plata se impregna el producto con algunas gotas
de agua regia y se calienta nuevamente hasta fundir el clo-
ruro. Del peso obtenido, descontadas las cenizas del filtro, se
deduce la cantidad de cloro, multiplicando dicho peso por el
factor 0,2472.
Cuando hay que practicar muchos análisis es más breve
el procedimiento volumétrico siguiente: se prepara una so-
lución de 2,907 gramos de nitrato de plata puro en cantidad
suficiente de agua destilada para un litro; y otra solución de
10 gramos de cromato neutro de potasa, en cantidad suficiente
de agua destilada para 100 cent. cúb.
El agua debe ser neutra á los reactivos coloreados para esta
determinación. Se toman 250 cent. cúb. del agua; se colocan
en un vaso de precipitados; se añaden cuatro gotas de la solu-
ción de cromato, y por medio de una bureta se hace caer gota
á gota la solución de nitrato de plata hasta obtener una colora-
ción amarillo-anaranjada. Multiplicando el número de centí-
metros cúbicos gastados de la solución de nitrato de plata
por 0,0006065 y después por 4, se tendrá la cantidad de cloro
en litro de agua. Si se quiere expresar el cloro en cloruro de
sodio se multiplica el número de centímetros cúbicos por 0,001
y después por 4.
Las aguas potables deben contener en litro menos de 0,04
gramos de cloro, las sospechosas tienen de 0,05 á 0,1 y las
malas más de 0,1. Si los cloruros son de origen geológico se ad-
mite mayor cantidad.
Sulfatas. — Determinación del anhídrido sulfúrico SO'^. —
Se encuentra generalmente en estado de sulfato de cal proce-
dente del terreno, cuya sal comunica malas propiedades á las
aguas, haciéndolas salobres é indigestas, como ocurre con las
aguas de pozo.
La determinación se hace del modo siguiente. Se toman 50O
centímetros cúbicos del agua y se evapora, sin hervir, hasta
reducir su volumen próximamente á 50 cent, cúb.; se añade,
estando caliente, uno á dos centímetros cúbicos de ácido clorhí-
drico y en seguida solución de cloruro de bario, con cuidado^,
— 78 —
hasta que las últimas gotas no formen precipitado, y procuran-
do no poner mucho exceso del reactivo. Se agita con una vari-
lla de cristal y se deja hasta el día siguiente en la estufa á
unos 60°. El precipitado se recoge sobre un filtro de análisis y
se lava bien con agua destilada hasta que el agua de loción no
precipite con ácido sulfúrico diluido. El filtro, con el precipi-
tado, se deseca en la estufa á 100'^; después, separando el sul-
fato de barita, se incinera el filtro en la espiral de platino, y
juntas las cenizas y el sulfato de barita, se calientan fuerte-
mente en un crisólito de platino; el peso obtenido, después de
descontar el de las cenizas del filtro, multiplicado por 0,343,
da la cantidad de anhidrido sulfúrico, y como se pusieron 500
centímetros cúbicos de agua se multiplica por 2 para tener la
cantidad en litro.
Las aguas potables dan menos de 0,03 gramos de SO-^ en li-
tro, las sospechosas más de 0,03 y las aguas malas más de 0,05.
Fosfatos. — Las aguas potables no deben tener fosfatos pro-
cedentes de restos orgánicos. Generalmente no se hace deter-
minación cuantitativa, bastando hacer el análisis cualitativo.
Para esto se evaporan 200 á 300 cent. cúb. de agua hasta redu-
cirlos á la décima parte de su volumen, y se ensayan con la
disolución nítrica de molibdato amónico calentando, que pro-
ducirá coloración amarilla y precipitado si existen fosfatos.
Metales tóxicos. Plomo , cobre, zinc, etc. — Estos metales no
se encuentran en las aguas potables naturales, pero pueden
existir procedentes de cañerías, de vertederos de fábricas, et-
cétera. Fácilmente se descubren dichos metales evaporando un
litro ó más de agua, basta reducirle á la décima parte de su
volumen, aplicando el hidrógeno sulfurando ó el sulf hidrato
amónico y los reactivos correspondientes á cada metal.
El agua de lluvia y las aguas de débil grado hidrotimétrico
atacan al plomo después de largo contacto. Fundado en esto,
el agua de Lozoya que surte en gran parte á Madrid, y que se
distribuye en las casas por tubería de plomo, pudiera creerse
que contiene algo de este metal; pero en varias ocasiones he
pasado por el agua de Lozoya corriente continuada de hidró-
geno sulfurado sin notar existencia de plomo. Sin embargo de
- 79 -
esto, deben proscribirse los depósitos de plomo ó de zinc para
el agua, y evitar en lo posible que el agua esté mucho tiempo
detenida en los tubos de plomo, sobre todo la que contiene
pocas sales.
Materias en suspensión. — A veces se encuentran en las
aguas potables materias insolubles en suspensión, como ocurre
en el agua de Lozoja, después de grandes lluvias y arroyadas,
y en general en las aguas de ríos. Por lo común, son materias
arcillosas, que difícilmente se depositan, conteniendo el agua
en estos casos extraordinario número de bacterias, que la hacen
impropia para la alimentación.
Se aconseja para aclarar estas aguas turbias añadirlas alum-
bre, un centigramo por litro, y si bien es cierto que se aclaran
muy pronto , se introduce en el agua una sal que puede produ-
cir graves perturbaciones, si se emplea en bebida. Lo que yo he
hecho con el agua de Lozoya para aclararla, cuando viene tur-
bia, es añadirla carbonato magnésico en polvo, agitando bien,
y dejarla después en reposo, para que al depositarse el carbo-
nato magnésico arrastre las materias arcillosas, aclarándose el
agua. Como el carbonato de magnesia es insoluble é inocente,
el agua así clarificada se puede beber sin inconveniente.
Mejor es filtrar el agua por bujías de porcelana, porque además
de privarla de las materias en suspensión, se la priva en gran
parte del extraordinario número de bacterias que, por lo gene-
ral, contienen las aguas turbias.
Respecto del agua de Lozoya, lo mejor es el gran depósito,
que ya se está construyendo, para dar tiempo á que se aclare
el agua por sedimentación, y establecer además grandes filtros
de arena y carbón, antes de salir el agua para su distribución en
las fuentes públicas y en las casas.
La determinación de las materias en suspensión puede ha-
cerse recogiendo los sedimentos de dos ó tres frascos ó bote-
llas con el agua, y colocarlos en un tubo de cristal cónico en
su extremo inferior y estirado en punta cerrada. Después del
reposo, se rompe la punta con unas tijeras, se recoge el poso y
se evapora á 110'', pesando el producto, y, por fin, se analiza
por los reactivos correspondientes.
80 —
Materias orgánicas
Las materias orgánicas contenidas en las aguas naturales son
unas sin vida y otras seres vivientes ó materia organizada, como
las bacterias y algas microscópicas, de las que nos ocupare-
mos en los capitulos Examen microscópico y Análisis bacte-
riológico.
De la materia orgánica sin vida, suele haberla en las aguas
que no ofrece peligro, como la procedente de las materias hú-
micas del terreno; pero esta materia, de origen vegetal, aunque
no es peligrosa, contribuye á consumir el oxígeno disuelto en
las aguas, y á veces comunica á éstas color y mal gusto, si la
cantidad es excesiva.
Las materias orgánicas procedentes de deyecciones, del la-
vado de ropas y de materias animales en descomposición son
nocivas, y con frecuencia ge hallan acompañadas de bacterias
patógenas, que producen y propagan enfermedades infecciosas
y epidémicas.
En las aguas de los ríos son frecuentes estas materias, que
impurifican el agua, especialmente cerca de las poblaciones, á
causa de que vierten en ellas materias excrementicias y resi-
duos de fábricas, lavan las ropas y se bañan; pero, á cierta
distancia, por la corriente del río, disminuyen extraordinaria-
mente dichas materias, á causa del movimiento del agua y la
acción de la luz y del oxígeno del aire, que producen su des-
composición. Esto nos explica que el agua del río de Lozoya,
á pesar de hallarse expuesta á dichas causas de impurificación,
llega, sin embargo, á Madrid en condiciones de potabilidad.
Y todavía es más notable lo que ocurre con el río Manzanares,
que se convierte en una alcantarilla abierta al pasar por Ma-
drid, y, sin embargo, á larga distancia de la Corte, el agua se
purifica en parte, y después de verterse en el Tajo, que tam-
bién lleva bastantes inmundicias , la beben en Toledo, sobre
todo si la purifican con filtros de arena y carbón, como hacen
ahora.
No hay un procedimiento exacto para la determinación cuan-
— 81 —
titativa de las materias orgánicas de las aguas, variando los re-
sultados según el procedimiento que se siga, por lo cual es
de necesidad expresar éste en los análisis, ton objeto de evitar
confusiones.
Ya hemos dicho (pág. 71) que antes se determinaba la can-
tidad de materias orgánicas por la pérdida de peso que experi-
menta el residuo salino, calentado al rojo; pero esto lo que re-
presenta es la materia orgánica, más las materias volátiles.
A continuación expondremos los procedimientos que se si-
guen hoy.
Por el permaiiganato , evaluada la materia orgánica en ád-^
do oxálico. — Este es el procedimiento más sencillo y el que yo
he seguido en los análisis de varias aguas potables; pero el re-
sultado es próximamente tres veces mayor que por el perman-
ganato, expresada la materia orgánica en oxígeno, como se
hace en el laboratorio de Montsouris.
El procedimiento es como sigue. La solución del permanga-
nato potásico se prepara con 0^32 gramos (1) de esta sal en un
litro de agua destilada, que corresponden á 0,63 gramos de
ácido oxálico , de modo que cada centímetro cúbico de la solu-
ción corresponde á 0,00063 de ácido oxálico y á 0,00008 de
oxígeno.
Para determinar la cantidad de materia orgánica, se coloca
en una cápsula de porcelana medio á un litro del agua, aña-
diendo algunas gotas de ácido sulfúrico, se calienta á unos 90°,
y se añade con una bureta la solución de permanganato, agi-
tando con una varilla de cristal hasta que no se descolore la
solución y adquiera el líquido un tinte rosado, permanente du-
rante diez minutos.
Ejemplo. Un litro de agua ha necesitado 20 cent. cúb. de la
solución de permanganato, ¿cuánta materia orgánica contiene?
20 X 0,00063 = 0,0126 gramos en litro. Esta cantidad, divi-
dida por 3, da 0,0042, la cual corresponde próximamente á la
(1) La cantidad exacta es 0,316; pero se pone un poco más por
lo que se gasta en dar color rosa al líquido.
Rev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. 6
— 82 —
materia orgánica expresada en oxígeno, según el procedimien-
to de Montsouris.
En el agua de Lozoya he encontrado de 15 á 18 miligra-
mos, cuyos números, divididos por 3, dan 5 á 6 miligramos.
Téngase presente que los nitritos y las sales ferrosas descom-
ponen el permanganato.
Procedimiento de Montsouris. — Materia orgánica en oxí-
geno (Levy).^ — Es conveniente hacer la determinación en me-
dio ácido y en medio alcalino, pues aunque la diferencia es
poca generalmente, puede suceder que sea bastante mayor en
solución alcalina que en solución acida, en cuyo caso eá" sospe-
chosa la materia orgánica contenida en el agua.
Reactivos necesarios. — 1.*^ Solución de permanganato potá-
sico 0^'^, 50 en un litro de agua destilada. Un centímetro cu-
bico de esta solución corresponde á 0'"^'', 125 de oxígeno, y
debe descolorarse por un cent. cúb. de una solución de O""", 997
de ácido oxálico cristalizado en un litro de agua.
2." Solución de sulfato ferroso amónico (1) 10 gramos,
ácido sulfúrico puro 10 gramos y agua destilada para comple-
tar 1 litro.
3.^ Acido sulfúrico diluido, 1 en 5 de agua.
4.° Solución saturada de bicarbonato sódico puro en agua
destilada.
Determinación en medio ácido. — Se ponen en un matraz, de
unos 200 cent. cúb. de capacidad, 100 cent. cúb. del agua fil-
trada, y se añaden 10 cent. cúb. de ácido aV^/- y 10 cent. cúb.
de solución de permanganato. Se hierve moderadamente du-
rante diez minutos y se deja enfriar hasta unos 50°. En-
tonces se agregan 10 cent. cúb. de la solución de sulfato ferro-
so-amoniacal, y después de la descoloración del líquido, se hace
(1) El sulfato ferroso amónico SO* Fe, SO» (NH*)« -f 6 H^ O, se
prepara disolviendo en 200 partes de agua destilada hirviendo, aci-
dulada con 5 de ácido sulfúrico diluido , 100 partes de sulfato fe-
rroso y 48 de sulfato amónico, se filtra y se hace cristalizar por
enfriamiento. Los cristales se disuelven en 4 de agua, se añaden
dos volúmenes de alcohol y el polvo cristalino verJoso se deseca
entre papel de filtro á calor suave.
- 83 -
caer sobre éste por medio de una bureta gota á gota la solu-
ción de permanganato , hasta obtener color de rosa persisten-
te, agitando el líquido. El número de centímetros cúbicos gas-
tados se anotan.
Se repite la misma oporación (1) con 200 cent. cúb. de agua,
empleando 20 cent. cúb. de ácido sulfúrico diluido y otros 20
de la solución de permanganato. Se hierve lo mismo durante
diez minutos, y después de frío el líquido se añaden 20 centí-
metros cúbicos de la solución ferroso-amoniacal ; por fin se
hace caer con la bureta la solución de permanganato hasta ob-
tener color de rosa persistente. Del número de centímetros cú-
bicos así obtenido se resta el número obtenido en la operación
anterior, y la diferencia nos da el oxígeno consumido por 100
centímetros cúbicos de agua, teniendo presente que cada cen-
tímetro cúbico de permanganato corresponde á O'"^'"^, 125 de
oxígeno.
Ejemplo.— Un agua nos ha dado en la primera operación 2
centímetros cúbicos y en la segunda 4,2; la diferencia 2,2 re-
presenta la cantidad de permanganato necesaria para oxidar la
materia orgánica contenida en 100 cent. cúb. de agua. Para
obtenerla cantidad de materia orgánica expresada en oxígeno,
haremos el siguiente cálculo: 2,2 X O'"""", 125 = 0,275; y ea
un litro de agua 10 veces más, estoes, 2™^''', 75.
Determinación en medio alcalino. — Se toman 100 cent, cúb»
de agua filtrada, se añaden de la solución saturada de bicarbo-
nato de sosa 10 cent, cúb., y después 10 cent. cúb. de la solu-
ción de permanganato. Se hierve durante diez minutos, se deja
enfriar; se añaden con cuidado 10 cent. cúb. de ácido sulfúrico
diluido y en seguida 10 cent. cúb. de la solución de sulfato fe-
rroso-amoniacal. En el líquido descolorado se hace caer gota
agota, con la bureta, la solución de permanganato potásico,
anotando el número de centímetros cúbicos gastados para ob-
tener una coloración rosa.
(1) Puede hacerse con solo la primera operación; pero se reco-
mienda hacer otra segunda, y por esta razón la exponemos con-
forme se practica en el laboratorio de Montsouris.
- 84 —
Se repite la misma operación con 200 cent. cüb. de agua en
un matraz de doble capacidad, añadiendo las mismas substan-
cias en cantidad doble, como se ha dicho anteriormente. En
fin, del numero de centímetros cúbicos gastados de la solución
de permanganato se resta el número de los mismos obtenido
en la operación anterior, y se tendrá la cantidad de oxígeno
empleada para oxidar en medio alcalino la materia orgá-
nica contenida en 100 cent. cúb. de agua; multiplicando por
Q mpr^ 125 y después por 10 se tendrá la cantidad de materia
orgánica en litro de agua, expresada en oxígeno, en medio alca-
lino, como se dijo antes en medio ácido.
Los autores franceses, de acuerdo con el Comité consultivo
de Higiene de París, admiten los límites siguientes de materia
orgánica expresada en oxígeno:
Medio ácido. Medio alcalino.
Agua muy pura-. . Menos de 1 miligramo Menos de 1 miligramo
en litro. en litro.
Agua potable De 1 á 3. De 1 á 2.
Agua sospechosa. . De 4 á 5. De 3 á 4.
Aguamala Más"de 5. Más de 4.
Estas cifras no pueden admitirse de una manera absoluta,
porque hay aguas que contienen más de 2 y 3 miligramos de
materia orgánica por litro, y, sin embargo, son buenas, como
ocurre con el agua de Lozoya, que contiene 5 á G miligramos.
Para apreciar el valor de la materia orgánica es necesario
averiguar, por la presencia en el agua de nitritos, nitratos y
amoníaco, especialmente albuminoide, y exceso de cloruros, si
dicha materia es de origen animal 6 nociva, en cuyo caso está
bien el límite de 2 miligramos y menos; pero si es materia or-
gánica inocente de origen vegetal, puede admitirse en el agua
mayor cantidad, sin inconveniente.
Por no tener presente esto, y atenerse exclusivamente á la
cantidad de materia orgánica y número de bacterias, han cali-
ficado el agua de Lozoya algunos analizadores de sospechosa y
mala, lo cual no es exacto, puesto que no contiene en su esta-
do ordinario los principios que determinan la nocividad de la
85 —
materia orgánica. En caso de turbias y en algunas ocasiones
por falta de cuidado y de vigilancia, se halla dicha agua en
malas condiciones; pero en su estado normal, no.
Nitrógeno en combinación.
Distinguen los higienistas con los nombres ázoe 6 nitrógeno
nitroso y nítrico el que se halla en estado de nitrito y nitrato
en las aguas; nitrógeno amoniacal el que está en forma de
amoníaco libre ó salino, y nitrógeno alhiiminoide el de las ma-
terias orgánicas albuminoides.
El nitrógeno nitroso y nítrico procede de materias amonia-
cales y amidas que se han transformado en ácido nitroso y ní-
trico por el oxígeno del aire y mediante la influencia de los fer-
mentos nítricos del terreno, por donde pasan las aguas. La exis-
tencia de este nitrógeno en las aguas acusa, por tanto, la pre-
sencia de materias de origen animal, perjudiciales á la salud,
que pueden hallarse en mayor ó menor cantidad, segün el gra-
do de oxidación que hayan experimentado. Puede haber tam-
bién nitritos y nitratos de origen meteórico, como en las aguas
de lluvia y de nieves, y en este caso no se consideran perjudi-
ciales. Las aguas de lluvia contienen de 0,5 á 1 miligramo de
nitrógeno nítrico y de 1 á 5 miligramos de nitrógeno amo-
niacal.
El nitrógeno amoniacal^ 6 sea el amoníaco, no siendo me-
teórico, indica la impureza producida por las materias orgáni-
cas en descomposición, principalmente de la urea; y el nitro-
geno alhuminoide es el de amidas complejas, tirostna y subs-
tancias proteicas no transformadas. Las aguas que contengan
amoníaco y materias albuminoides son malsanas y perjudicia-
les á la salud.
Nitritos. — Las aguas que contienen nitritos deben desechar-
se, porque indican contaminación reciente, pues á causa de su
fácil absorción por el terreno, no puede suponerse procedan de
la atmósfera, como ocurre en las aguas recientes del deshielo
de nieves ó de lluvias.
- 86 —
La determinacidn cuantitativa de los nitritos es innecesaria,
una vez que se considera como sospechosa el agua que conten-
ga indicios, y mala la que tenga cantidad apreciable, no siendo
de origen meteórico.
Se investigan los nitritos poniendo en medio litro de agua
un gramo de ioduro potásico y engrudo claro de almidón y se
añade ácido sulfúrico diluido, que producirá en seguida colo-
ración azul, si existen nitritos en el agua.
También se descubren con el reactivo de Trommsdorf , el
cual se prepara del modo siguiente: cloruro de zinc, 10 gra-
mos; agua destilada, 50 cent, cúb.; almidón, 5 gramos; se
mezcla y se hierve el líquido durante unas tres horas, reem-
plazando el agua que se evapora. Después de frío se añade
ioduro de zinc seco^ 1 gramo, y agua destilada, cantidad sufi-
ciente para completar 500 cent. cúb. Se filtra y se guarda en
un frasco de vidrio amarillo.
Para hacer el ensayo se colocan en una campana de pie 100
centímetros cúbicos del agua, se añaden 2 cent. cúb. de ácido
sulfúrico diluido (1 en 5 de agua) y después 5 cent, cúb, del
reactivo de Trommsdorf. Si existen nitritos en el agua aparece
un color azul al cabo de dos minutos. Si aparece el color des-
pués de este tiempo , no tiene valor ninguno.
Nitratos (nitrógeno nítrico). — Los nitratos en las aguas se
investigan tratando el residuo salino de la evaporación con al-
gunas gotas de ácido sulfúrico puro (exento de vapores nitro-
sos) y corta cantidad de brucina, la cual toma color rojo, si los
hay. También se descubren con dicho ácido sulfúrico y sulfa-
to ferroso, que toma color pardo café si hay nitratos.
Para determinar la cantidad de nitratos, puede emplearse el
procedimiento colorimétrico de Grandval y Lajoux, que está
fundado en la transformación del ácido fénico incoloro en ácido
pícrico de color amarillo, por la acción del ácido nítrico de los
nitratos, cuando se tratan éstos con ácido sulfúrico. Después,
por adición de amoníaco, se forma picrato amónico, cuyo color
amarillo se aprecia comparándole con una solución de nitrato
potásico en cantidad conocida.
Más exacto, aunque no tan fácil, es la determinación de los
— 87 —
nitratos por el procedimiento de Schulze y Tiemann, que se
describe en el tomo II, pág. 543, de mi Química inorgánica,
al tratar del análisis de las aguas de la Montaña del Príncipe
Pío (Madrid).
Amoniaco libre ó en estado de sal (nitrógeno amoyiiacal). —
Para el reconocimiento del amoníaco libre ó salino en las aguas
se emplea generalmente el reactivo de Nessler (1). Se toman
250 á 300 cent. cúb. del agua y se colocan en una cápsula de
porcelana de unos 500 cent. cüb. de capacidad: se añaden dos 6
tres gotas de ácido sulfúrico, y se hierve hasta obtener cerca de
50 cent. cúb. de su volumen; se deja enfriar; se precipitan los
óxidos térreos por un ligero exceso de carbonato sódico; se
echa el líquido por decantación en una campanita, y se añaden
2 cent. cúb. del reactivo de Nessler, el cual produce una colo-
ración amarilla ó rojiza si hay amoníaco. Es conveniente hacer
la misma operación con agua destilada, por comparación en can-
tidad y condiciones iguales.
Manget y Marión han propuesto, para descubrir el amonía-
co en las aguas, el empleo de diácidofenol (amidol), que toma
color amarillo con la menor cantidad de dicho cuerpo, pudien-
do hacer una determinación cuantitativa por un procedimiento
colorimétrico , sirviéndose de un líquido compuesto de agua
destilada con cantidades conocidas de amoníaco.
Para determinar la cantidad de amoníaco con el reactivo de
Nessler, se destilan 500 cent. cúb. del agua con 5 gramos de
magnesia pura recién calcinada, recogiendo 100 cent, cúb, ó
poco más de líquido, hasta que no pase agua sensible al reacti-
vo de Nessler.
(1) El reactivo de Nessler se prepara de este modo. En 20 cen-
tímetros cúbicos de agua destílala se disuelven 17,5 gramos d&
ioduro potásico, y se añade, gota á gota, solución saturada de
cloruro mercúrico en cantidad suficiente para que se produzca un
ligero precipitado rojizo persistente; luego se agregan 80 gramos
de potasa cáustica pura, y, después de disuelta, 2 cent. cúb. de la
solución saturada de cloruro mercúrico. Por fin, se añade agua
destilada basta completar 500 cent. cúb. Se deja reposar durante
cuarenta y ocho horas y se decanta el líquido , conservándole en
frascos de color amarillo, fuera del contacto de la luz.
— 88 —
El líquido destilado se coloca en una campana de pie gra-
duada, y se añaden 2 cent. cúb. del reactivo de Nessler, ó más
si es necesario, sirviéndose de una pipeta graduada, y se agita.
A su lado se coloca otra campana graduada igual, con el mis-
mo volumen de agua destilada pura y de reactivo de Nessler;
sobre este líquido se hace caer con una bureta dividida en dé-
cimas una solución de cloruro amónico puro y seco (3,15 gra-
mos en un litro de agua destilada pura), hasta que, agitando el
líquido, tome el mismo color que el agua objeto del ensajo,
siendo igual el volumen en las dos campanas, para lo cual se
añade el agua destilada que sea necesaria. Cada cent. cúb. de
la solución de cloruro amónico corresponde á O, gr. 001 de
amoníaco (NH-^); de modo que por la cantidad gastada hasta
obtener igualdad de color, sabemos el amoníaco (NH-^) conte-
nido en los 500 cent. cúb. del agua que se analiza, y el doble
«era la correspondiente á un litro.
Como se gasta poco de la solución de cloruro amónico, es
conveniente en la práctica diluirla en diez veces de agua des-
tilada, es decir 100 cent. cúb. en 1.000 de agua, y entonces
nn cent, cüb.de esta solución corresponde á O, gr. 0001 de NH'^
Otro medio cuantitativo. — En un aparato destilatorio con
serpentín ascendente, como el de Schloesing ó el de Aubín y
Alia, se practica la operación siguiente: en el matraz del apa-
rato, cuya capacidad es de cerca de litro y medio, se coloca
un litro del agua que se analiza, añadiendo 10 gramos de mag-
nesia recién calcinada, y se calienta, subiendo el vapor al ser-
pentín ascendente, y el líquido condensado se recoge en un ma-
traz ó recipiente. En este matraz se han colocado previamen-
te 50 cent. cúb. de ácido sulfúrico (1), ó más si el agua estu-
viera muy contaminada, con algunas gotas de solución alcohó-
lica de fenol-taleina. La ebullición se mantiene durante una
hora, y se recogen unos 200 cent. cúb. de líquido destilado.
Después de frío, se determina la cantidad de ácido sulfúrico
no neutralizado por el amoníaco del agua, sirviéndose de una
(1) Dilución de 10 cent. cúb. de la solución normal de ácido
sulfúrico en 100 cent. cúb. de agua destilada.
— 89 —
solución centinormal de sosa (1), hasta que aparezca el color
rosa persistente que los álcalis comunican á la fenol-taleina.
Entonces tenemos por diferencia el número de centímetros cú-
bicos que fueron saturados por el amoníaco de un litro de agua,
y teniendo en cuenta que cada centímetro cúbico de agua co-
0,gr. 017
rresponde á — '■ — = O, gr. 00017 deNH^ podemos calcu-
100
lar la cantidad de amoníaco en litro dft agua.
El agua potable pura sólo tiene indicios de amoníaco, pero
se tolera hasta menos de un miligramo, considerando como sos-
pechosa el agua que contiene más de 1 á 2 miligramos. En el
agua de Lozoja se encuentra generalmente O, gr. 0001 de amo-
níaco por litro de agua.
Amoníaco ó nitrógeno alhuminoides. — Es de mucha impor-
tancia la investigación del amoníaco albuminoide, no tolerán-
dose en el agua potable más de O, gr. 00005 á O, gr. 0001.
Para determinar la cantidad puede servir el líquido del ma-
traz que ha servido en la operación anterior, añadiendo, des-
pués de frío, un gramo de permanganato de potasa y 10 centí-
metros cúbicos de solución de sosa cáustica pura. Se calienta
lentamente hasta llegar á la ebullición en el mismo aparato,
previamente lavado y limpio, recogiendo el líquido destilado
en el matraz que contenga 20 cent. cúb. de la solución centi-
normal de ácido sulfúrico. Después se determina, lo mismo que
antes, por diferencia, la cantidad de amoníaco del agua que
fué saturada, sirviéndose de la solución centinormal de sosa.
También se puede determinar la cantidad de amoníaco albu-
minoide por el color; con el reactivo de Nessler, como se ha di-
(ho en la determinación del amoníaco libre ó su carbonato.
(1) Dilución de 10 cent. cúb. de la solución normal de sosa
en 1.000 de agua.
-- 90 —
o
>
m
n
o
o
a
o
o
«
o
u
o
n
n
w
vi
4>
H
53 a,
n "~
a
^ 0)
o
A
e
«H
Pl
n
O
1-4
d>
•d
n
a>
•d
tS
'O
O
n
cS
O
•0
a
i4
sé
• <-^
Ü
p2
8
,-1 c
-t
o c
0 C. (M ^
ce
s
es
S
- IC
o* c
•
0,03i
ad a
0 0
U ( — '
O
~
o"-
7-
d
0 0"
óí
<D a:
(E
<S) <I
03
03
03 rrj
03 03
■<
rd re
t:
rtí t:
n¿
"71
^ . w
r¿ ns
03 cr
0-
en V
xn
03
03 r»
03 03 03
-cS s:í
-«
Ná -^
-<A
-o3
^ ü
rr -cs -ta
s ^
^
^ ^1^
%
-^^^
•Ti
.
.
o
o_
\
1—1
i
O
cT
^)
OÍ 0
O
r-*
'cS
r—
0 :
i á 0,00
01 á 0,0
o
o.
m
O
o"
OáO,
0,070,
30 . . ,
co
o"
xr.
C8
3
bo
o a
§1
na
C
0,00
0,00
<5
^< 'K
»o3
ffi C
-eí
03 ^
<D 03
bS ^r
O ^
^
fi O ^
05
Q.S
Q P
,
,
• ^H
.
•
•
• 0
>
•
•
• 0
^
*
• 0
aj
o^
8
o
<D
o o
o ^
0 ^
2
oí
-4.3
O
O.
to C
og
'^ o
• 10
e0,0
05 á
CS
^ <=
n:i
ns Ti
• cT
nos d
0.000
bí
m
O
rn 03 C
O O CT
5
1
C
< 0
(D C
a
O) <v
-a
5 03
03 03
^C
^
^.^"^
3
ir
3 Q c
) ^ fi
:
:
." 16
o g
2
o lo
. 0
:8
C
'"L <^-
o.
s's
a
M bfl
' t4
bjD
>>
c
O O
: 0
3
s
Tí
n3 tS
• 03
03 rrt
CS
bi>
-si
c
c
O O ^
ií:
idicio
enos
<D U
a
Oj Qj -R
»c;
^é
^
^^ u:
c;
0 c
£^
c3
o3
o
03
lA
TS
^
vflj
• pH
di
ce
®
o
•73
-4J
ü
c
al rojo
o total
03
0)
0
0
n:3
03
1— < «I— «
c
<D
QJ
o
, 0
ce 0
T
a
o
• r.4
a
T— (
-ce
o
■ 1-4
U
a
'O
• 1— 1
Ibre ó s
Ibumia
'C3
o
.9
>H Vp
t—K
!3
03
ce ^
— ci
03 0
c
C
O
c«
O -^
tí p
03
O
ni
o
c
dida del
ido hi'dfo
E
'73
0
cS
0:
- c
c:
u
oníaco li
oníaco a
^ ^
oS
<B ;^
'fl
rH ^ QQ
-Tí ^
4J -4J
.4-4 .fH
a a
ü <
^
^
Ph e
0
^ :z;
<j <i
— 91 —
Examen microscópico.
El agua destinada á este análisis debe estar recogida con las
precauciones dichas en el capítulo primero, Toma del agua
en frascos nuevos bien limpios y esterilizados.
Después del reposo durante unas cuatro horas, se decanta
gran parte del agua, y del resto, nuevamente reposada, con un
tubo 6 pipeta esterilizados (calentando ligeramente en la llama
de alcohol), se sacan gotas de los depósitos, si los hay, ó del
lítjuido del fondo y se examinan con el microscopio (aumento
de 300 diámetros ó más).
Suelen aparecer cristalitos de sales minerales, arcilla, síli-
ce, osciladas, diatomeas, mucedíneas, infusorios en las aguas
estancadas, y siempre bacterias, de que trataremos en el capí-
tulo Análisis bacteriológico. CuauúoapBvecen iofusorios y gér-
menes ó se ven fibras musculares y restos animales, el agua es
mala y debe desecharse.
Para estudiar los microorganismos, A. Certes aconseja aña-
dir al agua algunas gotas de una solución de ácido ósmico, que
los precipita al fondo; después del reposo se sacan gotas por
medio de una pipeta y se examinan con el microscopio. Con el
mismo objeto puede servir una solución de cloruro mercúrico,
una parte en 200 de agua destilada.
Algunas aguas pueden contener, procedentes de deyeccio-
nes humanas, huevecillos ó gérmenes de íe?iia^ ascaris , oxyu-
ris, afikilostoma , distomum, etc., que producen enfermeda-
des parasitarias introducidos en el organismo, por lo cual es
de interés grande el estudio microscópico de las aguas donde
se observen dichas enfermedades.
Análisis bacteriológico.
El análisis becteriológico de las aguas potables tiene gran
importancia, siendo imprescindible en época de epidemias ó
cuando se sospeche que el agua está contaminada, porque pue-
de suceder que un agua parezca buena por sus caracteres
— 92 —
físicos y organolépticos, y aun por los reactivos, y, sin embargo,
contener bacterias patógenas, como el bacilo de la fiebre tifoi-
dea, del cólera, etc., convirtiéndose entonces el agua en el me-
jor medio de propagación de la epidemia.
Para el análisis bacteriológico hay que recoger el agua con
muchas precauciones en frascos de unos 200 cent, cúb., con
tapones esmerilados y esterilizados, llevándolos inmediatamen-
te al laboratorio y colocándolos en sitio fresco ó rodeados de
hielo, sin demorar el análisis, porque con el tiempo y el calor
proliferan las bacterias y desaparecen otras.
Los frascos deben ser nuevos, lavándolos con una solución
de permanganato potásico, acidulada con ácido sulfúrico, en-
juagándolos bien d<;spués con ajiua destilada, y por fin, este-
rilizándolos por el calor en la estufa ó en el horno de Pasteur,
á la temperatura de unos 180°.
El agua se debe recoger á algunos centímetros de la super-
ficie, introduciendo el frasco en la misma y destapándole den-
tro, volviendo á taparle cuando esté lleno de agua, sin que in-
tervenga el aire. Para recoger el agua de los pozos se hace
descender el frasco, que tiene un peso debajo, y cuando está
dentro del agua se destapa, tirando de una cuerda que se halla
atada al tapón, y mejor, para este objeto, es emplear el aparato
de Miquel.
Las bacterias proceden del aire ó del terreno por donde
pasan las aguas y son, por lo general, inofensivas (saprofitas)
hallándose comúnmente micrococciis , diplococcus , streptococ-
cus, sarcina, hacülus (viridis, cilreus fluorescens, subtilis),
spirillum, leptothrixj cladothrix, bacterium, etc.
En las aguas contaminadas por deyecciones animales, lavado
de ropas, cementerios, etc., se encuentran bacterias patógenas
que pioducen determinadas enfermedades y propagan las epi-
demias, tales son, entre otras, el micrococcus pyogenes aiireus,
hacülus antracis (del carbunco), b. coli co?nmunis, h.pi/oeya-
neus, b. typhosus (bacilo de la fiebre tifoidea ó b. de Ebert),
pi'oteus vulgaris y mirabilis, spirillum colerce, bacillus septí-
cus, b. tuberculosis, b. diphterice^ etc.
No nos ocupamos de la descripción de las especies, remi-
— Ba-
tiendo á nuestros lectores á las obras especiales, como la de
G. Koux, Analyse microbiologique des eaux , la de Macé,
Traite 'practique de Bacterioloyie, etc., ni tampoco exponemos
los medios de su investigación. Para esto es necesario gran
práctica y disponer de material adecuado, sin lo cual es inútil
ocuparse de estos asuntos, dejando este trabajo á los verdade-
ros especialistas.
Únicamente nos ocuparemos del análisis bacteriológico en
los casos ordinarios, para determinar el número de bacterias
contenidas en un agua, tal como lo hacemos en nuestra prácti-
ca. Las siembras y cultivos se hacen en gelatina nutritiva (1)
y en agar peptonixado ó gelosa nutritiva (2), sin ocuparnos de
otros medios de cultivo que pueden verse en los tratados espe-
ciales de Bacteriología.
Los tubos en que se hallan colocados los medios nutritiv'os,
(1) La gelatina nutritiva se prepara añadiendo al caldo pepto-
nizado, que se describe en la nota siguiente, gelatina blanca ó gre-
netina 110 á 120 gramos , según las estaciones, y cloruro de so-
dio 5 gramos.
La gelatina- gelosa , que es muy conveniente para verano ó para
países cálidos, se prepara añadiendo á la anterior 1,5 por 100 de
agar ó gelosa.
El agar es un alga de la China y del Japón , llamada Gracila-
ria liquenoides , y se encuentra blanca y seca en las droguerías.
(2) El que me ha dado mejor resultado para el cultivo de las
bacterias del agua y del aire es el siguiente, preparado por el doc-
tor Castro, profesor de Microbiología, según las instrucciones del
Dr. A. Besson : o gramos de agar se maceran en agua durante
unas cinco horas; transcurrido este tiempo se coloca en un embu-
do y se deja escurrir. Se lava con agua y se escurre de nuevo; des-
pués se disuelve á fuego lento en 300 gramos de caldo peptonizado ^
Se comprueba la reacción del líquido, procurando sea débilmente
alcalina.
Se adiciona una clara de huevo batida en agua, y se lleva á la
autoclava á 120** durante treinta minutos. Se filtra en caliente y
se reparte en tubos ó frascos, y se estiriliza de nuevo á 115° du-
rante veinte minutos.
Si el agar fuese muy rico en sales calcicas, el producto obteni-
do es ligeramente turbio, aun fundido, y esto se evita en el pri-
mer tiempo de la operación, lavando el agar con agua acidulada
- 94 -
en cantidad de 10 á 15 cent, cúb., tapados con algodón y este-
rilizados en la autoclava á 115°, se calientan en baño de maría
j)ara licuar la gelatina. Después de fríos se echa en cada tubo,
con una pipeta graduada (esterilizada), un centímetro cúbico 6
un décimo del agua que se analiza, ó una gota (1) si es muy
impura, y se mezcla bien, vertiendo el líquido en placas de
cristal (cajas de Petry), previamente esterilizadas, y se cubren
con su tapadera, para que no tenga acceso el aire. Después de
bien extendida la gelatina y solidificada, se coloca en la estufa
á la temperatura de 18 á 22°, durante algunos días, observan-
con ácido clorliídrico y neutralizando después por loción con agua
ligeramente amoniacal.
El caldo peptonizado se prepara de este modo. Se toman 500 gra-
mos de carne de buey magra, se la pica menudamente y se pone
en maceración durante algunas horas en un litro de agua Después
se cuece á fuego lento en una cacerola esmaltada, agitando con
una espátula y prolongando la ebullición durante diez minutos.
La masa se echa en únatela espesa tupida, esprimiendo fuerte-
mente el residuo; el líqiiido que cuela se filtra caliente por papel
fuerte sin cola, mojado previamente con agua para retener la
grasa.
El líquido filtrado se pone en una cacerola esmaltada y se aña-
de: peptona seca de Chapoteaut, 10 gramos; cloruro de sodio, 5, y
fosfato de sosa, 1 gramo. Se hierve, para que se disuelva la pep-
tona, y después se neutraliza su acidez con una solución de sosa,
echando gotas con una pipeta y agitando hasta que tenga el líqui-
do reacción débil alcalina con el papel rojo de tornasol. Para obte-
ner una alcalinidad conveniente se necesita, generalmente, según
Park, unos 7 cent. cúb. de solución normal de sosa (40 gramos de
NaOH en un litro de agua destilada).
El caldo alcalinizado puesto en un matraz , se tiene en la auto-
clava á 115°-117° durante cinco minutos; el líquido se enturbia y
forma grumos de fosfatos térreos, siendo necesario filtrarle calien-
te por el filtro Chardin, mojado. El líquido claro se le da el volu-
men de un litro añadiéndole agua destilada, repartiéndole en tu-
bos de ensayo (10 á 15 cent, cúb.), ó matraces de Pasteur (25 cen-
tímetros cúbicos), tapándolos con algodón y esterilizándolos, por
último, en la autoclava á 115°.
(1) Las pipetas que se emplean para sacar el agua de los fras-
cos llevan impreso el número de gotas por centímetro cúbico. La
de Alvergniat da 50 gotas , y otras hay que dan 25 á 40 gotas.
— 95 -
do cada día las colonias que aparecen, y no dando por termi-
nado el cultivo hasta que dejen de aparecer colonias , las cua-
les se presentan en forma de manchas opacas, en número co-
rrespondiente al de bacterias que existían en el agua.
Algunas colonias liquidan la gelatina y se llaman liqui-
dantes, para distinguirlas de las otras que no la liquidan. La
presencia de bacterias intestinales como el bacillus colli, de-
muestra que el agua está contaminada por deyecciones de ani-
males, siendo muy importante la diferenciación del bacillus
colli del b, typhosus Qfi. los casos en que el agua contenga este
tíltimo, como causa de la fiebre tifoidea.
Para contar el número de colonias se coloca la placa ó caja
de Petri debajo de una lámina de cristal cuadriculada, 6 sea
con divisiones por medio de rayas en centímetros cuadrados.
Para este objeto me sirvo del aparato contador de Wolfthügel,
mirando con una lente las manchas ó colonias y contando su
número en un centímetro cuadrado, en medio ó en una cuarta
parte, y calculando el correspondiente á toda la extensión de
la gelatina, por los centímetros cuadrados que ocupa ésta.
A falta de aparato especial contador^ puede hacerse la nu-
meración colocando la caja de Petri sobre un papel cuadricula-
do en centímetros, de los cuales uno se pinta de negro (con
tinta) en su totalidad, otro la mitad y otro la cuarta parte, ó
bien un sector de círculo.
El número de colonias hallado es el correspondiente al vo-
lumen de agua que se puso en cultivo, y después se calcula el
que corresponde á un centímetro cúbico del agua. Deben ha-
cerse cultivos de la misma agua en dos ó tres cajas, tomando el
término medio del resultado.
M. Miquel establece la escala siguiente entre el número de
bacterias y la pureza del agua:
Bacterias
en centímetro cúbico.
Agua muy pura 10 á 100
— pura 100 á 1.000
— mediana 1 .000 á 10 000
— impura 10.000 á 100.000
— muy impura 100.000 en adelante
— 96 —
En las buenas aguas de manantil he encontrado 300 á 400
bacterias por centímetro cúbico. El agua del río Lozoya que
Biirte á Madrid contiene número variable de bacterias, según
las fuentes de donde se tome, del canal ó del depósito y según
las estaciones; pero generalmente tiene 800 á 1.000 bacterias
por centímetro cúbico y con frecuencia pasa de este número,
llegando á veces á 10.000. En este caso se encuentra compren-
dida entre las aguas medianas, conforme con la escala de M.
Miquel, y cuando viene turbia pasan de 10.000, hallándose
entonces en el grupo de las aguas impuras. Por esta razón es
conveniente filtrar el agua de Lozoya, para privarla <5 disminuir
el número de bacterias, convirtiéndola en agua pura.
El análisis cualitativo, 6 sea la determinación de las espe-
cies, si son patógenas, tiene más importancia que el cuantita-
tivo. Pero también importa determinar el número de bacterias,
aunque sean inofensivas, porque un número extraordinario co-
munica malas propiedades al agua y es indicio de que existan
algunas sospechosas ó patógenas, como ocurre en las aguas im-
puras y contaminadas. Además debe tenerse en cuenta que la
asociación de ciertas bacterias, aunque sean saprofitas, produ-
ce virulencia en determinados casos.
Por fin diremos que para confirmar que las bacterias de un
agua son patógenas, es necesario hacer inoculaciones en ani-
males pequeños con cultivos del agua, y observar los efectos
que producen.
Condiciones de potabilidad de las aguas.
Como resumen de lo anteriormente expuesto, pueden esta-
blecerse, á mi juicio, las condiciones siguientes:
I.** El agua ha de ser clara, transparente, incolora (1)^ sin
olor ninguno y de gusto agradable. La temperatura mejor es
de 10° á 15^, sin variaciones notables.
2.^ No ha de contener más gases disueltos que los corres-
(1) Véase pág. 66 lo que se dice de las aguas cárdenas.
— 97 —
pendientes al aire atmosférico, oxígeno, nitrógeno y anhidrido
carbónico, este último en la proporción de 2 á 10 centímetros
cúbicos por litro de agua.
3.^ Las materias fijas ó sales no deben exceder de 0,5 gra-
mos por litro de agua, y ser las que generalmente se encuen-
tran en las aguas potables (véase pág. 75), sin contener me-
tales ú otros cuerpos extraños.
La cantidad de anhidrido sulfúrico (en estado de sulfato) no
ha de pasar de 0,03 gramos, y la de cloro (en estado de cloru-
ro) de 0,04 gramos (véase pág 76).
4.* Los grados hidrotimétricos no deben pasar de 30*^, sien-
do las mejores aguas las de 3° á 15'\
5.^ La materia orgánica, expresada en oxígeno, no ha de
pasar de 0,002 gramos en litro; pero si no es nociva puede ser
algo mayor (véase pág. 84).
6,^ No ha de contener nitritos ni nitratos, si bien de estos
últimos se tolera hasta 0,0 L5 gramos.
7.^ No ha de tener amoníaco libreó salino, ni albuminoide,
si bien se tolera del primero 0,001 gramo y del segundo 0,0001.
8.^ No debe contener infusorios, gérmenes de ninguna cla-
se, ni bacterias sospechosas ó patógenas.
9.^ Las bacterias han de ser completamente inocentes y no
exceder mucho de 1.000 por centímetro cúbico de agua (véase
pág. 95).
Análisis rápido (le las aguas.
Como el análisis completo de las aguas potables es tan largo
y difícil, por las muchas y delicadas operaciones que hay que
practicar, se ha pensado en reducirle á lo más preciso é indis-
pensable para conocer la potabilidad del agua, prescindiendo,
del análisis bacteriológico, una vez que la presencia ó ausen-
cia, en un agua, de nitritos, nitratos y amoníaco albuminoi-
des, con la cantidad de cloruros, nos dicen si el agua está ó no
contaminada.
Para hacer las investigaciones con facilidad, los Sres. Pi-
gnet y Hue preparan reactivos dosificados, en forma de pasti-
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. 7
- 98 —
lias comprimidas, que colocan, con los aparatos necesarios, en
una caja de fácil transporte y de gran comodidad para hacer
los análisis en el campo, y para personas que no dispongan de
material de laboratorio.
También la casa de Burroughs y Wellcome, de Londres, pre-
para, para el análisis del agua en el manantial y para los ejérci-
tos en marcha, estuches con los reactivos siguientes: cápsulas
con la solución de Nessler, comprimidos de nitrato argéntico,
ioduro potásico con almidón, permanganato potásico, cromato
potásico, ferrocianuro potásico, bisulfato sódico, jabón, polvo
de zinc, etc.
Los comprimidos de Pignet y Hue los designan sus autores
de este modo: 1.°, ácidos; 2.°, alcalinos; 3.^, de ioduro; 4.°, de
zinc; 5.°, de cromo; 6.^, de nitrato de plata; 7.°, de jabón; 8.°,
de permanganato, y 9.** de ferrocianuro. Además hay un fras-
co de reactivo de Nessler y otro con solución alcalina concen-
trada de permanganato. La manera de operar es como sigue:
Grado hidrotimétrico . — En un frasco hidrotimétrico se po-
nen 40 cent. cúb. de agua y se disuelve un comprimido de ja-
bón; si no resulta espuma persistente agitando, se añade otro
comprimido ó pastilla, y sucesivamente otro, hasta obtener la
espuma. Cada comprimido de jabón corresponde á 4° hidroti-
métricos. Debe restarse un grado por el jabón que se gasta en
formar la espuma.
Nitritos y nitratos. — Se toman 100 cent. cúb. del agua y se
disuelve en ella un comprimido de ioduro y almidón. En segui-
da se añade un comprimido ácido, y después de disuelto se ob-
serva si el agua toma color azul en el espacio de cinco minu-
tos. Si no toma color azul, no hay nitritos ¡ pero si aparece co-
lor azul en cinco minutos, existen iiitritos , tanto más, cuanto
el color azul se desarrolle más pronto y sea más intenso, en
cuyo caso el agua es mala.
La coloración azul que puede aparecer después de media
hora, no tiene importancia.
Para los nitratos se utiliza el líquido anterior, en caso de no
haber nitritos, añadiendo un comprimido de zinc. Si el agua
continúa incolora después de cinco minutos, no contiene ni-
— 99 —
tratos; pero si adquiere color azul, sí los tiene. Para 100 mili-
gramos de nitratos por litro, el color azul aparece al miuuto;
para 50, á los dos minutos, y para 15 miligramos, límite de
potabilidad del agua, tarda en aparecer el color azul marcado
cuatro á cinco minutos.
Debe tenerse cuidado en no confundir el color gris algo azu-
lado que el comprimido de zinc da á las aguas, con el color
azul marcado que producen los nitratos.
Cloruros. — Se toman 100 cent cüb. del agua y se disuelve
por agitación un comprimido de cromato potásico; en seguida
se añade un comprimido de nitrato de plata, agitando para que
se disuelva. Si el color amarillo del cromato no pasa al rojo, se
añade otro comprimido de nitrato de plata, y sucesivamente
otro hasta obtener el color rojoclaro. Cada comprimido de ni-
trato de plata corresponde á 10 miligramos de cloro para un
litro de agua. Si el color rojo es muy intenso en el último com-
primido, hay que rebajar 5 miligramos.
La cantidad de cloruros no tiene gran importancia conside-
rada aisladamente, pero sí la tiene en relación de otros prin-
cipios, que demuestran la existencia de materias orgánicas no-
civas (véase pág. 76).
Materia orgánica. — Se ponen 100 cent. cúb. del agua en un
matraz y se añade un comprimido ácido (bisulfato potásico).
Se hierve el líquido y se echa al empezar á hervir un compri-
mido de permanganato potásico, continuando la ebullición du-
rante quince minutos. Si la coloración rosa que produjo el per-
manganato desaparece^ se añade en seguida otro comprimido
de permanganato y otro hasta que permanezca el color rosa.
Cada comprimido corresponde á 1,5 miligramos de materia
orgánica por litro (véase pág. 84).
Amofiíaco libre ó salino y amoníaco albuminoide. — En un
matraz provisto de un tapón de caucho, al través del cual pasa
un tubo dos veces doblado en ángulo recto, se ponen 50 cen-
tímetros cúbicos del agua y se añade un comprimido alcalino
calentando con una lámpara de alcohol.
Se destilan primero 10 cent. cúb. del agua recogiendo el lí-
quido en un tubo de ensayo (núm. 1), no pasando la tempera-
- 100 -
•
tura de 50°, á la cual no se desprende el amoníaco que conten-
ga el líquido destilado.
Después se destapa el matraz, se hierve el agua unos cinco
minutos para desalojar las últimas porciones de amoníaco que
pudieran existir, y se evalúa en la cuarta parte del recogido en
el tubo núm. 1 , sumándole al final. Se deja enfriar el matraz y
se añade medio centímetro cúbico de la solución alcalina de per-
manganato, y adaptándole el tapón con el tubo, se vuelve á
destilar el líquido, recogiendo 10 ceut. cúb. en dos tubos de
ensayo (números 2 y 3). En estos 20 cent. cúb. de líquido des-
tilado se encuentra el amoníaco albuminoide.
En los tubos números 1 , 2 y 3 se echa medio centímetro
cúbico de reactivo de Nessler, y dará color amarillo rojizo en
el primero, si había amoniaco Ubre ó salino, y en los tubos 2
y 3 dará el mismo color para el amoníaco albuminoide.
El color resultante se compara con una gama de colores que
los autores del procedimiento acompañan, y se deduce por com-
paración la cantidad de amoníaco.
Metales. — Si el agua contiene plomo (procedente de las ca-
ñerías), se descubre por el precipitado amarillo que se forma
al determinar los cloruros con el comprimido de cromato. Para
el hierro, cobre y zinc se toman 100 cent. cúb. del agua y se
disuelve un comprimido ácido, y en seguida un comprimido de
ferrocianuro que producirá en cuatro á cinco minutos colora-
ción azul, si hay hierro, coloración roja, si es cobre ^ y ligero
precipitado, si hay xinc.
Esto dicen los Sres. Pignet y Hue; pero si están mezclados
dichos metales, es necesario investigarlos por separado con sus
reactivos correspondientes, por ejemplo el cobre, por la colo-
ración azul que produce con un exceso de amoníaco, etc.
Hemos hecho algunos análisis de aguas con los comprimi-
dos, siguiendo las instrucciones de dichos autores, y el resul-
tado ha sido próximamente igual que con los reactivos ordina-
rios ; pero disponiendo de laboratorio y no teniendo que hacer
el análisis en el campo , es preferible emplear los reactivos pre-
parados por el mismo químico analizador, porque sólo así pue-
de responder de la exactitud de los resultados.
- 101 -^
A las operaciones anteriores creo debe agregarse, si se tra-
baja en el laboratorio, la determinación del residuo salino (pá-
gina 71) y la investigación cualitativa de las sales (pág. 7o),
con lo cual se tendrá conocimiento más completo de la compo-
sición del agua, sin alargar mucho el tiempo.
Conforme con lo expuesto, pueden establecerse las siguien-
tes condiciones indispensables de potabilidad, para un análisis
rápido.
1.° El agua potable ha de ser clara, transparente, incolo-
ra, sin olor y de buen gusto.
2° Los grados hidrotimétricos no han de pasar de 30°,
siendo las mejores aguas las que tienen S° á 15°.
3.° No ha de tener nitritos ni nitratos, si bien de estos úl-
timos se tolera hasta 0,015 gramos en litro.
4.° El amoníaco libre ó salino, si le hay, no ha de pasar
de 0,001 gramo.
5,° No ha de contener amoníaco albuminoide, tolerándose,
á lo más, 0,0001 gramo.
6.° No ha de contener más de 0,04 gramos de cloro en
litro. (Véase pág. 76.)
7.° Materia orgánica expresada en oxígeno. No ha de te-
ner más de 0,002 gramos en litro, pero si no es nociva puede
ser algo mayor. (Véase pág. 84.)
8." El residuo salino no ha de pasar de 0,5 gramos en
litro, y las sales han de ser las que se encuentran en las aguas
potables.
Como ejemplo, pondremos el Análisis del agua de Loxoya,
cuando está clara.
Caracteres físicos y organolépticos; buenos.
Grados hidrotimétricos; 3^,5.
Nitritos; inapreciable.
Nitratos; nada.
Amoníaco libre ó salino; 0,0001 gramo.
Amoníaco albuminoide; nada.
Cloro; 0,005 gramos.
Materia orgánica; 0,005 gramos.
Metales; nada.
- 102 —
Residuo salino; 0,058 gramos, compuesto de cloruros y sul-
fatos de sodio, calcio y magnesio, en cantidad tan pequeña
que sólo producen opalinidad con los reactivos correspondien-
tes, y además contiene cantidad mínima de sílice coloide (1).
Resulta que es agua potable buena, aunque la materia or-
gánica exceda de 2 miligramos , teniendo en cuenta que en su
estado normal no contiene nitritos, nitratos, ni amoníaco albu-
minoide, y la cantidad de cloro es la que existe en las aguas
más puras.
Para terminar diremos que en esta forma debía hacerse aná-
lisis de todas las aguas empleadas en la alimentación, no sólo
en las grandes poblaciones donde hay laboratorios municipa-
les, sino también en las pequeñas, teniendo en cuenta que el
estado del agua potable influye tanto en la salubridad pública
y en la propagación de las enfermedades infecciosas; y como
consecuencia de estos trabajos analíticos, poner los remedios
donde sea necesario, á fin de que todos los pueblos tengan
agua potable en buenas condiciones.
(1) Puede expresarse esto, según la teoría de los iones, dicien-
do: contiene los aniones Cl, SO^, y los cationes Na, Ca, Mg. Ade-
mas el anión SiO^, el CO^ disuelto con O y ^ del aire. (Véase pá-
gina 76.)
- 103 -
III.— División de un segmento en media y extrema
razón.
Por Luis Cátala y Gimeno.
Si á una circunferencia R (o) se le traza una tangente AB
por un punto A exterior de su plano, tendremos, llamando Am^
Am' las normales correspondientes al punto A (fig. 1),
AB'^ = Am . Am.
m ^
^-.0
,
, ¡ ^»-
/ ' ^ "^ ' \ "^ ^
/ ^'''' ! \^^^^^
m
'
/ -< > '
^ *Y-. +v<-r' y
""-, mí
m; v^ m, vpj m,,' m,
A -,^- -
K
,r''
\ ' 1
\ '
*'
V 1
^■^
\ 1
^^
\ 1
^^
\ ,
*'
\
•
\ '
\ 1
\ 1
^^
\ 1
^^
\
\ '
^*
\ 1
,'
\
^
\ ' ^
^ 1
\ 1 ^^
\l ,''
Figura 1.
Suponiendo que el radio de la circunferencia es igual á la mi-
tad de la tangente, resulta
Ani^Am-\-AB Am = Am' — AB
Am = {Am-\- AB) Am = Am^ -\- AB . Am
AB^ = {Am' — AB) Atn = Am^ — AB.Am',
- 104 —
de donde
Am^ = AB^ — AB . Am = AB {AB — Am) = AB.mB
Am'^ = AB^ + AB . Am' = AB {AB = Am'} = AB . 7?2'B;
luego los segmentos Am, Am' son, respectivamente, los seg-
mentos áureos aditivo y sustfactivo del AB.
Trazando por los puntos m, m' de R [o) las tangentes mm^
y ?n'77i\, de la igualdad de los triángulos omm^ oBm^ y o?>^'m^',
om^^ B se deduce que las rectas om^ y om¿ son las bisectri-
ces del \BOA, y, por consiguiente, que el triángulo mom-¿
es rectángulo en 0.
De la semejanza de los triángulos Am' m-^', m^mA y oBA,
resulta
Am, = 2mm^^2Bm^ .. Am' = 2Bm'',
luego los segmentos m^B Bm^' son los segmentos áureos
aditivo y sustractivo del segmento oB = — AB.
Si en los puntos m^ m^' levantamos las _l_ á las rectas om^^
om^', prolongándolas hasta su encuentro con la recta oB en los
puntos n^ n^', tendremos
Bm^^ = oB.Bn^ y Bm^^ = oB .Bn^',
luego los segmentos Bn^, Bn^ son los segmentos menores del
segmento oB al dividirlo en media y extrema razón.
De lo dicho resulta que, para dividir un segmento dado oB
en media y extrema raxóyi: Describiremos una circunferencia
con un radio igual al segmento dado; tomaremos en la tan-
gente trazada á la circunferencia por un punto B a?'bitrario
el segmento BA igual al diámetro y las normales del punto A;
por los extremos de estas normales trazaremos dos tangentes
á la circunferencia, las que al cortar la tangente AB en los
putitos m^ m^ determinan dos segmentos, Bm^ Bm^, que son
los segmentos áureos del segmento dado oB.
— 105 -
Para hallar los segmentos menores correspondientes traxa^
remos en los puntos m^ m-^ las perpendiculares á las rectas
om^ om-¿y las que al cortar al radio oB prolongado en los
puntos n^ n^ determinan los segmentos Bn^ Bn^ jjedidos.
Sel. También pueden hallarse los puntos mi m^ trazando
las bisectrices del ángulo A [o) B.
De la semejanza de los triángulos m^ om^, om^ n^ y om^ w,,
se deduce:
1.° El segmento dado es media propo?'CÍonal entre sus dos
segmentos áureos.
2.° El segmento dado es igual al segmento áureo aditivo
de su segmento áureo susti'activo dividido en media y extre-
ma razón.
3.*^ El segmento dado y su segmento áureo aditivo son
dos medias proporcionales entre el segmento áureo sustractivo
y el segmento menor aditivo del dado.
4,° El segmento menor aditivo de un segmento dado es
igual al segmento áureo aditivo del segmento áureo aditivo del
segmento dado.
Trazando por el punto n^' la recta n^ m^ J_ m^ n^ hasta
que corte la tangente AB prolongada en m^ , de la semejanza
de los triángulos m^ n^ m^ y om^ m^ deducimos:
5.° El segmento áureo sustractivo del segmento dado es
igual al segmento áureo aditivo del segmento menor sustrac-
tivo del segmento dado, dividido en media y extrema razón.
Teorema. Un segmento es inconmensurable con sus seg~
fnentos áureos.
En efecto: hallando los segmentos áureos del segmento dado,
y de cada uno de los que resultan, vemos que el punto B
extremo del segmento dado oB es punto asintótico de los
m^ n^ .. m^ n^ .. m^ Wg... que sucesivamente se encuentran, y
por lo tanto no existe común medida del segmento dado y su
segmento áureo aditivo, y por consiguiente son incomensurables;
1 • 1 ^ *• í m.B\ ( oB \
lo mismo ocurre con el sustractivo, pues ( — - — |= 1.
\ oB I \BmJ
Problema, a). Trazando el haz o {M'BM), reproducción
del o {m^Bm^) de la figura 2, podemos dividir un segmento
— 106 —
dado cualquiera en media y extrema raxón sin nuevas cons-
trucciones.
Sea 8 un segmento dado, tomando en el haz oB' = 8 y tra-
zando por el punto B' la J_ á oB' los semi-rayos oM' OM; in-
terceptan en esta perpendicular los segmentos B' m , B' m' ,
que son los segmentos áureos aditivo y sustractivo del dado 8.
Figura 2.
Las perpendiculares trazadas á las rectas oM, oM' por los
puntos m, m' , determinan en oB los segmentos B' n^, ^^i'j
que son los segmentos menores aditivo y sustractivo del dado 8.
P) Hallar un segmento, conociendo su segmento áureo.
1. Conociendo el segmento
áureo aditivo.
Trazaremos por el vértice
del haz la _]_ al semi-rayo oB,
tomando en ella oK igual al
segmento áureo dado. La || á
oB ^ trazada por el punto K,
corta al semi-rayo oB en m.
Trazando por m la perpen-
dicular á oB,y prolongándola
á su intersección mf con oB,
tendremos determinado un seg-
segmento o5',que es el pedido.
1. Conociendo el segmento
áureo sustractivo.
En este caso hallaremos el
segmento pedido haciendo
análogas construcciones á las
detalladas en (1) izquierda so-
bre el semi-rayo oM' .
Pero bastaría dividir el seg-
mento áureo dado en media y
extrema razón (a), y el seg-
mento áureo aditivo de esta
división será el segmento pe-
dido.
— 107 —
Corolario. Dado el lado del decágono regular, es fácil
construirlo, pues el problema anterior nos permite hallar el
radio de su circunferencia circunscrita.
Análogamente se podría construir un pentágono regular,
conocido su lado.
y) Hallar un segmento conociendo su segmento menor.
1. Co7iociendo el segmento
menor aditivo.
Hallaremos, como se ha di-
cho, el segmento cuyo segmen-
to áureo aditivo es el que se
nos ha dado, que será el seg-
mento áureo aditivo del pedi-
do, que determinaremos por la
construcción (a, 1) izquierda.
1. Conociendo el segmento
menor sustractivo.
Hallaremos el segmento cu-
yo segmento áureo sustractivo
es el segmento que se nos da,
y será el segmento áureo sus-
tractivo del pedido, que se de-
termina por la construcción
(a, 1) derecha.
Aplicación. Construyendo una escuadra semejante al tri-
ángulo momj', y marcando la altura
correspondiente ó la hipotenusa con
una división milimétrica, así como los
catetos (fig, 3."), tendremos un instru-
mento que nos permite hallar muy fá-
cilmente, y con la exactitud deseable
en las construcciones, la solución de
los problemas que se resuelven por
medio del hax que pudiera llamarse de
división; lo que constituye una modi-
ficación útil de la escuadra actualmen-
te en uso.
ScL. GRAL. Todas las propiedades
estudiadas anteriormente pueden deducirse analíticamente por
medio de la relación que define la división de un segmento en
media y extrema razón.
Figura 3.
- 108 -
IV. — Contribución á la teoría de polígonos regulares.
Por Luis Cátala.
Siendo {e^ e^ e^... e,J {E^ E.2 E^... E^) las especies de los po-
lígonos regulares de géneros g, 2g y g un número impar, pue-
de establecerse una correspondencia unívoca entre los núme-
ros de ambos grupos mediante la relación
(1) 2e-\-E = g.
Porque el arco subtendido por el lado de un polígono regular
de género g será — , cuyo suplemento es = — ;
9 ^ ^ 2 9 2g
y como el número g — 2e es primo con 2g, determina la es-
pecie de un polígono regular de género 2^^ y llamándola E
resulta g = 2e -\- E.
Los polígonos regulares que satisfacen estas condiciones se
llaman suplementarios.
Si el número g es par, el grupo (e^ e, Cg... e,J de los números
que designan las especies de los polígonos regulares de géne-
ro ^ se puede descomponer en dos, que se corresponden uní-
vocamente mediante la relación
(2) e-{-E = ^g.
Porque el arco subtendido por el lado de un polígono regular
g
de especie e y género g será — , y su suplemento
2 9~ 9
- 109 -
y como el número entero -^ — e = E bb primo con g, será la
especie de otro polígono regular del mismo género, y, por lo
tanto, E -{- e = — g.
Los polígonos regulares que satisfacen estas condiciones se
llaman conjugados.
Los lados de dos polígonos regulares suplementarios 6 co7i-
jugados son dos cuerdas suplementarias de su circunferencia
circunscrita.
El lado y apotema de un polígono regular se designan con
las letras L y a afectadas de un doble subíndice que indican
respectivamente el género y la especie del polígono.
Sean ^ y C los extremos de un diámetro de R (0); AB, CB
dos cuerdas suplementarias; ow, 0 7?i sus distancias al centro;
HB la cuerda trazada por B \\ AC , y D el punto simétrico de
B con relación al diámetro AC. Del triángulo rectángulo ABC
y del cuadrilátero cíclico ABHC sale
(3) AB'-\-BCr-==4.m (4) AB'—BC'=:j^2R.EB ^AB^BC
(5) AB.BC=R.BD (6) CB = 2 .on „ AB = 2 .om.
Polígonos regulares suplementarios.
LADOS Y APOTEMAS DE LOS POLÍGONOS REGULARES
SUPLEMENTARIOS DE GÉNEROS g Y 2g.
Sean
AB = L2g. E • BC = Lg . e /
luego
(Lg.E (L2g(2E-g)
BD=l 2E$g BH=\ 2E%g.
(Lg(g-E) (L2g(g-2E)
Eliminando BC de las relaciones (8) {4:) y AB de las (3) (5),
resulta
AB2±BH— 2 = 0, BC^ — 4:BC'-\-DB' = 0',
— lio -
sustituyendo en estas relaciones y en las (5) (6) cada segmento
por su valor, tomando por módulo el radio, tendremos los sis-
temas de ecuaciones
(a) Lhg.E-{-L2g(g-2E}—2=0„L-2g.E — L2g(2E-g) — 2=0j
(P) L\e-4^L'^g.e-\-L%.E=0„L%.e-áLg.e-{'Lg,g.E,=0,9^2El
¿e-\- Mt=gm
(y) Lg.e.L2g.E=Lg.E=Lg(g-E} j
(5) Lg.e=2á2g.E „L2g.E=2ci'g.e
Sumando y restando las relaciones (3) (4), sale
{[t) L2g(g~2Eí='L-g,e—2^L2gfg-2E,=2 — l-g,e
g%2E 2e-\-E=g,
(p) ■^g.e=\2-^L2g[g-2E)„Lg,e=\2~h
■¿g{g-2E)
Los sistemas de ecuaciones (a) (^) y las relaciones (o) dan
respectivamente los valores de los lados de los polígonos regu-
lares suplementarios de géneros g y 2g y sus apotemas.
Si restablecemos el radio en la relación (y), se deduce que
éste es cuarta proporcional á los lados de dos polígonos regu-
lares suplementarios y del polígono regular cuyos género y
especie son el menor y la mayor de ambos polígonos.
Si multiplicamos las relaciones que se deducen de (y) cuan-
do se reemplazan e, E por sus valores correspondientes, de-
ducimos
siendo n el número de polígonos regulares que existen de gé-
nero 2g.
Las fórmulas (p.) nos dan los lados de los polígonos regula-
res de género 2g en función racional de los suplementarios de
género mitad, y las (p) los de género g en función de los de
sus suplementarios de género doble.
- 111 —
Aplicaciones. Siendo suplementarios los polígonos de gé-
neros (3, 6) (5, 10), de lo dicho resulta fácilmente
L%.i = R „ «6.1 = — B.\^
«10.
,i=i-EVlO + 2V^
iio.3 = -i- i2 (Vs + l)
«10.3
= i.i?\/lO_2V¡
Lg.i = i? y 3 „ «3.1 = — li
L5.1 = — \/lO-2V/5
«5.i=-i2(V^ + l)
4
Í5.2 = A\/io + 2V/5
a5,2 = i i2 (\/ 5 — 1) .
4
Como la resultante del sistema (7.) en el caso í/ = 5 es
a2 — A— 1 = 0,
y la ecuación de los cuadrados de sus raíces es
y2_3y + l = 0,
resulta :
a) La diferencia de los lados de los decágonos regulares
de 5.* y 1.^ especie inscritos en una circunferencia es igual al
radio, siendo éste media projoorcional entre ellos.
b) La suma de los cuadrados de los lados de los decágonos
regulares inscritos en una circunferencia es igual al triplo
del cuadrado del radio, y su producto la cuarta potencia de
este radio.
Siendo la resultante del sistema (,3) en el caso g = ó
X2 — 5a+5 = 0,
resulta que;
- 112 —
La suyna de los cuadrados de los lados de los dos pentágo-
nos regulares inscritos en una misma circunferencia es igual
al quíntuplo del cuadrado del radio, y su producto al quín-
tuplo de la cuarta potencia del radio.
ScL. La aplicación de las fórmulas (p) (a) nos permite ha-
llar los valores en función del radio de Lio.i -Z^io.a cuando se
dan los de Loa L0.2, y al contrario.
Polígonos regulares conjugados.
LADOS Y APOTEMAS DE LOS POLÍGONOS REGULARES
CONJUGADOS DE GENERO 2g.
Sean AB= L^g.e BC = Log.E^ de la simetría de las rela-
ciones (3) (5) con relación á AB, BC, se deduce que L%g.e L--2g.E
son las raíces de la ecuación
(m') X2 — 4X + L2^.e^0;
por consiguiente,
U\Jv Usjv'
L-2g.e={ _ y L2g.E={ _ e-\-E = g;
de dichas relaciones sale
L^g.e = ^ [\J4.-^r'¿Lg.e±:\J4.-2Lg.^
L2g.E == \ [\/4 + 2i~ qi \¡4.-2Lg.X
cuyos signos superiores é inferiores se corresponden, y son el
resultado de desdoblar los radicales V ^ n V^ '•
113 -
De las relaciones (5) resulta
(y') L2¡j.eL2g.E= RLg,E ri ^ ^ E = g.
a) Luego el radio de una circunferencia es cuarta propor-
cional á los lados de dos polígonos regulares conjugados ins-
critos y al del polígono regular inscrito de género mitad y de
la especie del menor de ellos.
h) Sustituyendo en {-/) e, E por sus valores, y multipli-
cando los resultados, encontramos que
T,Líg_Q — TZL/og.e —
e-^E=g,
según que 2g sea una potencia de 2 ó una potencia de 2 mul-
tiplicada por un número impar, siendo 7i el número de polígo-
nos de género 2g.
ScL. Conocidos los valores de los lados de los polígonos
de género 2g, las relaciones (6) nos darían las apotemas.
Aplicaciones. Siendo conjugados los polígonos regulares
inscritos de géneros 8 y 12, sustituyendo en (m') Lg,e respec-
tivamente por y 2 = L^ 1 = L^, resulta
).2_4>. + 2 = 0,
de las cuales sale
as
, = R\j2-\J'
¿1
Í8.3=i?\/2+ \¡2
«8
,=|V¡37^
)>2 — 4). 4- 1 = 0,
ii2.i = ESJ 2 — \J \
«12.1
-E'12.5
4v/2 + V:
= n\f2-\-\J^
«12.5 =
^V^2-\/3.
2
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905.
^ 114 —
De las ecuaciones anteriores deducimos:
a) La suma de los cuadrados de los lados de los octógonos
regulares inscritos en una misma circunferencia es igual al
cuadrado del diámetro, y su producto al duplo del cuadrado
del radio.
b) La suma de los cuadrados de los lados de los dodecágo-
nos regulares inscrita en una misma circunferencia es igual
al cuadrado del diámetro, y el radio es media proporcional
entre ellos.
ScL. De un modo análogo se hallarían los lados de los po-
lígonos regulares inscritos en una circunferencia de géneros
2" y 2^g' , siendo g' un número entero impar y conociendo los
lados de los polígonos regulares de género g' .
Determinación particular de los lados y apotemas
de algunos polígonos regulares.
Triángulo equilátero y exágono regular (*;. — El
circuncentro y ortocentro de un triángulo equilátero coinciden
y éste es simétrico respecto á uno de los lados con el punto
de intersección del circuncírculo y la altura correspondiente á
dicho lado.
Sea ABC un triángulo equilátero inscrito en -ZÍ(O); D el
punto de intersección de la altura Am, correspondiente al lado
BC con R {0), y tendremos cm = Bm, mJ) = mo = — E; y
como CA^ = 3R\ resulta CA = Ls.i = RS/s.
Siendo CD la cuerda suplementaria de CA, es el lado del
exágono regular; y como la figura OCDB es un rombo, Xe.i^-R*
Pentágonos y decágonos regulares. — Las diagonales
(*; Al mismo resultado llegamos, fundados en que la mayor de
las cuerdas que unen un punto arbitrario del circuncírculo de un
triángulo equilátero á sus vértices es igual á la suma de las otras
dos.
- 115 -
<3e un pentágono regular se dividen mutuamente en media y
extrema razón.
Siendo AB = Z5.1 = x, AC = L^.2 =^ y en la. circunferen-
cia R (0) y AM el diámetro que pasa por A, tendremos
\/5 — 1
x = y ;
pero del triángulo AC3I resulta y y 4 — y- = x, y, por lo
tanto,
x = —\/lQ — 2\Jb „^=: Av^l0 + 2\/5.
Siendo B^í , CM las cuerdas suplementarias de las AB, CD,
representan los lados de los decágonos de 3.* y 1." especie, y,
por consiguiente,
¿10.3 = |- (V 5 + 1) „ L,,i = -|(\/5-l),
que son los segmentos áureos sustractivo y aditivo del radio (*),
ScL. El semilado aparente del pentágono de 2.* especie
€8 el segmento menor del radio, dividido en media y extrema
razón.
(*) Sabemos que la diferencia entre los lados de los decágonos
regulares es igual al radio de su circunferencia circunscrita; y
como su producto es igual al cuadrado del radio (Muir), tendremos
).io.3 + (— >io.i) = R /10.3 (— /lo.i) = — R-; luego ).io.3 y — >io.i
son las raíces de la ecuación X- — Rl — R- = 0^ y, por lo tanto,
iio.i = R/2 {\5- 1) Lio. 3 = R/2 {\'b-{- 1).
— 116
Determinación gráfica de los lados de los pentágonos
y decágonos regulares.
Sabemos que
Z5i=— \/lO — 2\/5 =
2
£5.2=— V^10 + 2V'3 =
£10.1 = 4 (\/ 5-1)=
2 2
2 2
Luego si en el extremo H de un diámetro .4 5 de Ji (0) traza-
mos la J_ 5(7= i?, la recta AC corta al diámetro _l_ ^5 en el
punto -p; la intersección de AF (p) con la prolongación de oP
dará los puntos M y N^ y tendremos
AP=—\/l> oP=^ ^MN=R\J b;
2 2
y, por consiguiente ,
AM^Lo,2 oM=Lio,3 AN=Ló,i oN^L]o,i,
Lados y apotemas de los polígonos regulares cuyo gé»
ñero es igual al producto de dos números primos
entre sí.
Si un número entero g es igual al producto de otros dos,
OL y p, primos entre sí, llamando a, ¿las especies de dos poli-
— 117 —
gonos regulares de los géneros a, ¡3, sus lados serán las cuer-
das de los arcos — , — de su circunferencia circunscrita, y
a ' p ■ ^
SU suma — '-^ — - será el arco subtendido por el lado de un
a(i
polígono regular de género g y especie a^ -\- &y., pues este
número es primo con g por ser a y ¡3 primos entre sí. Por con-
siguiente, las soluciones enteras de la ecuación a3 + &a = c,
6 sea 1 = , siendo c un número primo con g inferior
á — g, serán las especies de los polígonos de géneros a, ¡j co-
rrespondientes á la de los polígonos de género g. Luego si po-
demos inscribir en una circunferencia dada los polígonos regu-
lares de los géneros a, ¡3 con la regla y el compás, y conoce-
mos los valores en función del radio de sus lados, será fácil
inscribir los de género a|j y calcular sus lados y apotemas.
Trazando por el centro A de un diámetro arbitrario AB de
ñ (0) las cuerdas ha. a L^,h á un mismo lado áe AB ú a, h
tienen signo contrario ó á distinto lado si lo tienen igual, la
cuerda que une sus extremos y la perpendicular trazada por el
centro hasta su intersección con el lado, serán el lado y apote-
ma de un polígono regular de género g.
Para hallar su valor numérico, si llamamos ii, p los pies de
las apotemas de los polígonos cuyos lados son La. a L^,j), de
los cuadriláteros cíclicos {o upe) y el determinado por los pun-
tos A, B y los extremos de las cuerdas La.a> L^,h dan, por
el teorema de Tholomeo,
Lg.e= — [La. a L2^{^-2^) 'ihL^.h L-2a{a-2a)\- • • (^);
debiendo tomar el signo (-{-) cuando el centro está entre los
lados La.a^ i,i.6> 7 ^ ( — ) Gu el caso contrario.
°'gr.e == — {L? .b — tta.w Lgx) >
-L'a.a
- lis —
debiendo tomar el signo (-]-) cuando el centro no está com-
prendido entre los lados La. a y L^,b, y el ( — ) en el caso con-
trario.
ScL. En general, la apotema de un polígono regular de
género g y especie e es
dg.e — •— L2g(g-2e)'
APLICACIONES
Polígonos de géneros 12 y 24. Siendo 12 = 3.4, 24=3.8
D (2, 4) = 1, Z> (8, 8) = 1. Aplicando las fórmulas genera-
les resulta:
-£'12.1=— L^ (Z/g 1)
¿I
Ll2.h = — L^ (Xg -f 1)
«12.1 = ~ -^12.5
¿i
ai2.5 = — •í'12.1.
2
-Z^24.1 = — (-^8.3 — -í>3 -í'S.l)
-Z^24.o = — (-^3 ^8.3 — -í'S.l)
¿1
¿I
Lii.n = — [Lq Ls.3 + Ls.í)'
«24.1 = — -£24.11
u
«24.5 ^~ i'24.7
«24.7 = — ■ £^24.5
u
«24.11 = — -£24.1»
dodecágonos es igual al lado
del cuadrado.
— 119 -
De las relaciones anteriores se deduce fácilmente:
a) La diferencia de los [ a) La suma de los lados
de los polígotios de género 24
y especies (1 . 7), es igual al
lado del octógono de especie 3.^;
y la diferencia de los lados de
los polígonos de géneros 24 y
especies (11 . 5), es igual al
lado del octógono de especie 1.^
b) El diámetro es cuarta
proporcional á los lados de los
polígonos de géneros (1 , 7) ,
y el lado del decágono de es-
jyecie 1.^ y de los de género
(5 . 11) y el lado del decágono
de especie 5.*
c) La suma de los cua-
drados de los lados de los po-
lígonos de género 24, es igual
al cuadrado del diámetro.
b) El radio es media pro-
porcional de los lados de los
dodecágonos.
c) La suma de los cua-
drados de los lados de los do-
decágonos es igual al cuadra-
do del diámetro.
Polígonos de géneros 15 y 30. Siendo 15 = 3.5, 30 = 5.6
D{^,b) = \, D (5, 6) = 1. Aplicando las fórmulas genera-
les resulta:
-í'15.1 = — [LoO.Lq\— L\Q).\ Lg.i)
9
LizA= — {Lo.2 Lq,t\-L\oa Ls.i)
2
Li5j = — ÍLío.bL3,i-{-Lo.iLq,í)
«15.1^ — (-í'5.2-í'3.1 + -í'10.lÍ6.l)
4
-^30.1 = — (í'5 • -í's — ■£'10.3 L%,\)
di
-£'30.11= — (í'5.1- -£'34-^10.3 -í'G.l)
¿30.7 = — {Lo.oL^
LwaLq.i)
•£'30.13 = — {Ló.oLs^í-\-Lio.í Lq,i)
«30.1 = — -£'10.3 -¿3.1 +¿5.1 ¿6.1)
4
— 120 -
4
4
«15.7 = —- (■í'5.1^^3— -^10.3 í'6.l)'
ff 30.11= — (-£'10.3 L,3.i—Lo.i Le.í)
4
flí30.7 = — (-í'5.2¿6.l4--í'10.lÍ3.l)
4
«30.13 = — (£'5.2Í'6.1— -^10.1 -ZvB.i).
4
De las relaciones anteriores se deduce fácilmente:
a) La suma de los lados
de los pentadecdgonos de 1.^
y 4.^ especie es igual al lado
del petitágono de 2.^ especie;
y la diferencia de los lados
de los pentadecágonos de es-
pecies (7 .2), es igual al lado
del pentágono de 1.^ especie.
b) El radio es cuarta pro-
porcional al lado del decágo-
no de 1^ especie y los lados
de los pentadecágonos espe-
cies (1 .4) y también al lado
del decágono de 3.^ especie y
los lados de los pentadecágo-
nos de especies (7 . 2).
c) La suma de los cua-
drados de los lados de los pen-
tadecágonos es igual al séptu-
jplo del cuadrado del radio.
a) La diferencia de los la-
dos de los polígonos de género
30 y especies (11 . 1), es igual
al lado del decágono de 5.* es-
pecie; y la diferencia de los
lados de los polígonos de gé-
nero 30 y especies (13.7) es
igual al lado del decágono de
1.^ especie.
b) El lado del decágono
de 1.^ especie es media pro-
porcional entre los lados de
los polígonos de género 30 y
especies (1 .11); y el lado del
decágono de 3.^ especie es me-
dia proporcional entre los la-
dos de los polígonos de género
30 y especies (7.13).
c) La suma de los cua-
drados de los lados de los po-
lígonos de género 30, es igual
al cuadrado del triplo del
radio.
De igual manera procederíamos en los demás casos que
pueden ocurrir; así, por ejemplo, hallaríamos para los polígo-
nos de género 120 que
DETERMINACIÓN GRÁFICA
de los lados de los polígonos regulares de género 120,
inscritos en una circunferencia de radio o A= R
REVISTA DE LA REAL ACADEMIA DE CIENCIAS EXACTAS,
FÍSICAS y NATURALES. — Tomo III. _ Julio de 1905.
— 121 —
/ = ~ (^24.5 Lio.3 ^ L2Í.7 L5.1)
120.49)
/y^" ■"'
-í'120.23) 1
/ = ~ (-£^24.7 Lo.2^ -£'24.5 ■£' 10.1)
'120.47 )
in" — ^
-í'120.7 ) 1
/ == ,^ (-C'24.11 -C'lO.l -{-Loi.l L0.2)
-^120.17)
-Z^120.43) 1
/ = "77 (-^24.11 Lóo^ -^24.1 ¿lO.l)
^120.53;
-£^120.11 ) 1
/ = ~ (-£'24.7' -£'10.3 +-£'24.5 -£'5.l)
■'120.59 )
r S 2
■£'120.13) 1
/ = "T (-£24.5 L5.2 H^ -¿^24.7 -Z^lO.l)
-¿^120.37/
■£^120.19) 1
' = ~ (-£'24.11 -^5.1 ^^ -£'24.1 -£'10.3)
1.29)
-£'120.31 ) 1
(-£'24.11 -£'30.3 + ¿24.1 -£'5.l)
■'120.41/'
•£'120.29
T \ 2
-£-'120 ■ "
Ir ^ T
fl5l20.1 = — -LilW.bQ ) 0^120.49 = — -¿^120.11
2 2
Entre otras relaciones, los lados de estos polígonos satisfa-
cen la propiedad de que la suma de sus cuadrados es igual á
ocho treces el cuadrado del diámetro.
Lados de los polígonos regulares circunscritos;
perímetro y área aparente de un polígono regular.
a) Lado del polígono regular circunscrito. — Si en los pun-
tos medios de los arcos subtendidos por los lados de un poli-
— 122 —
gODO regular inscrito en R (0), se trazan tangentes á la cir-
cunferencia , resulta otro polígono regular circunscrito seme-
jatite, cuyo lado es fácil calcular.
Sean Lg,e el lado del polígono inscrito y "^^g.e el del cir-
cunscrito semejante; tendremos
\.e
R
2R
2RLge
Lg.e
1 r
2 ■^2g{g-
L¿g(g — 2e)
-2e)
Lg{g-2e)
Lg.e Lígig — 2e)
! donde
1 '2L y,e
L
g.-2e
Llamando p al radio de la circunferencia circunscrita ó
este polígono, se tiene
P ^g.e 2 Lg,e
■ti -t-^g-e -t-^g-s
de donde
2RIjg_e
.L
g.2e
b) Perímetro aparente de un polígono regular. — Sea el
arco ^i? la gésima parte de la circunferencia 7? (0), AD
= BC = Lge, M, el punto de intersección de AD y BC,
Pg_e el perímetro aparente del polígono; los triángulos seme-
jantes CMD, AMB dan
CD _ AB _ AB+CD
CM~ MB ~ CB
de donde
123 -
MB= ^_^-^^_,
y, por lo tanto,
AB-i-CD
'-'q . -L'ql -L'q.e
Ijg.l-^ -Lg(2e-1i)
Ahora bien, si á partir de un punto arbitrario A de la cir-
cunferencia se trazan las cuerdas AB = Lg,\^ AD = Lg{2e-i)
Y unimos el punto medio C del arco DB con los puntos A,
jB, Z), resultará CA=Lg,e, CB=CD=Lg{e—i)yBD=Lg.2(e-i)
y del cuadrilátero cíclico ABCD sale, por el teorema de Tho-
lomeo, (*)
7- ir Lg.eLg,2(e-í) f,s
■Lig.\ -T-L, g (2e _ i) — \i-)
y sustituyendo en la expresión de pg,e, resulta
_ ^gr.^g.l Lg(e-l) , X
Pg.e — • W
Ijg.2(e-Í)
Llamando P^.e al perímetro aparente del polígono circuns-
crito, como
* gr.e ^g.e ^ J-^g.e
Pg.e Lg,e LgOe
(*) Es fácil deducir que
Lg.^+Lg.n = ^-^^•^"+" ^^-^"-"^ para n>m
T y Log (g — {n-\- m) Lg(n — m)
•^ ^ " L2g{g-{n-m)
— 124 —
resulta
■L a.p.
^g.2eLg2{,e-l)
g.e
-L/a.2e -L/ú
(U)
ScL. Si e = 1 , tendremos
Pg.i = gLg.i y Pg.i = 2g —^ ,
pues
Lg.l -f- Lg(2e — 1) = 2Z/^.i.
c) Área aparenta de un ¡polígono regular. — Sean Lg.e,
Ag,e, \.e> '^g.e los lados y áreas aparentes de dos polígonos
semejantes, uno inscrito y el otro circunscrito á la -R (0), ten-
dremos
A __JL_ T —^n W^Lgie-l)L2g.(g-2e) .
^g.e — — . lJ2g{g-2e) — "^ 9 ' 7 '
r^g.e ^ Lig2(e-í)
pero
luego
Lg,e L2g(g-2e) — Lg,2e >
-'- „ Lg_\Lg,2e'Lg(e — \)
y como
A — — « -^g.í^g:^e-^g(e-í} . , ,.
ó l^g,e-L/g.2{e—í)
y 2
■Lig.2e -L/g2{e-l)
ScL. Si ¿r = 1, se tendrá
^gA=— gLg,2,
4
- 125 —
pues
LgX + Lg,(2e-Í) = ^Lg.í J ^g,t = g . .
-L'g.2
a) Si en la fórmula (c') hacemos sucesivamente
9 = 9r7^=-^-^— :, 9=^9:,e=g — 2,
resulta
. __ 9 Lg,l L^g.l . _ L2g.lLg,l
^„£zl — — • y ^2g.{9-2) = 9' ' >
^2 ^ -'-'ig.S ■l^2g.i
por consiguiente,
A.2g(g-2)=2AglzL.
Es decir, que el área de un polígono regular de género im-
par y de la especie mayor, es la mitad del área del polígono
regular de género doble y de la especie máxima.
b) Si en la misma fórmula (o-') hacemos sucesivamente
^9 = 9,,e=g—l „ 4:g=g„e = 2g — l,
tendremos
A2g(g-í) = g.—^¡-~ y Aig^2g-i) = 2g ,
-^g.l ■Li2gA
y, por lo tanto ,
Aig(2g-i) I Aogíg-i) = 2Lg,í I — ^^ I .
\ -í^2g.l }
c) Si en la fórmula (u') hacemos, sucesivamente,
resulta
1
-^sr.l _ v^ , _ . L2g.l
2 =2g ^^ y 2 =4:g
g — 1 L2g.l Log.i 9=''¿9Í9-2) Lgx i>2g.3
— 12G —
y, por tanto,
s / s =^ ( ^^- y.
í'- ^í
4^ Si en la misma fórmula (u') hacemos sucesivamente
g=2g^e=g—l y g = 4:g „ e = 2g — 1,
resulta
4f/ _ ^ 89
S = "-^ y V
2^(3-1) LgA 4flr(2^-l) ¿2^1
y, por lo tanto,
45f(2sr-l) 2g(g-í) Log.í
ScL. Las fórmulas (t) (o-') (u) (u'), siendo de forma mono-
mia nos permiten aplicar el cálculo logarítmico á la determi-
nación de los perímetros y áreas de los polígonos regulares de
cualquier género y especie.
(*) Los resultados anteriores tienen una signiflcación trigono-
métrica fácil de hallar, teniendo en cuenta que
-r ^ 2tC ^ "¡^ t r^ T^
Lg.\ == 2 sen := 2 eos — — , L^g.i = 2 sen -r:
g 2g ' -'•' "^" 2g
L2g.í = 2sen-^ — y sen 2 a = 2 sena cosa,
pues, resulta
Aig (2g -1)1 Aog (flf - 1) = eos -^ I eos- -^,
S / S í— r- S / S =4cos ""
^•^- • ""^^ 2^
Estos resultados expresan la i^elación que tienen las áreas apa-
rentes de los polígonos de géneros g ?/ 2g, de especie máxima, ins-
critos y circunscritos á una circunferencia de radio E..
)'^1
5.
g
-^
S'
a'
i-< 1
QD
g
1
8
t>- 1
u
S
OÍ
t-
OÍ
CN
■^
o
X
cn
1— i
lO
00
CD
c»
OÍ
o
CD
<
^^
♦ 4
CN
(?.*
rH
aj
oi
1-1
CÑ
oi
Clí
T-\
N
s?
ei
S.
S;
03
C3
B3
el
w
I '-'=
1 '-'=
P3
4-
+
1
O
\7^
1
1
o
OÍ
1
03
CO
1
CO l"^
•f-H
o
m |9)
OÍ
""^-^
I-i
s
OÍ
^^
::>
1
^
^ ^
CD
^\x>
IC ]■*
OJ
lO 1"*
lO|(M
^
_
_
_
_
o; 1
i> 1
>-H 1
X 1
Ci
Sg
i5i
o
;o
j*
t-
in
i
1
d
o
00
o
o
di
m
d
i
d
d
CO
•
o
lO
OÍ
d
^
w
Bí
ft?
03
C3
03
1 «o
03
1^'
03
03
B
Oí
^'— V
/— ^
C3
loi
L^
l_ •
>>
\^
Ico'
'O
íS*
T^
tH
^s»
^
<M
tM
^
^;;^
0
'I
1
1¿
+
(N
1
'M
+.
1
O
+
OÍ
t
i-H |:m
^
-'" ^ ^ ^
>^
^ ^
<l
H-^
^1^
tH |(M
-1^
tH |-^(
TH [rS
^|o,
i-<]oi
1
í-í
_
02 1
05 1
3
o
05
M
ro
ce
[- 1
CO
0!
'J
s
s
t-
05
s
OT
T-<
■r-<
CO
^^
ce
00
04
o
rH
lO
tH
CD
(M
•*
fi
Q?
l¿
ló
i¿
1-^
•^
CD
'-O
CO
t-
C¿
OJ
b
1¿
B3
C3
03
1 •
03
03
03
03
I
A
05
c?
(M
1
1 oj
1 OÍ
tH
Q
1 CO
1 05
H
I^^'
loi
1
^
1
+
OÍ
1
^í>-
1
I
á:
^;*
^*
o
1
ÍO .
1
OÍ
|lO
!
OÍ
<N
OQ
■<#
^
00
00
o
OÍ
ft
lOJíM
o
tH
T-í
OÍ
s.
-
ca
■-D 1
T-<
o
r* 1
CD 1
o
s
CO
01 í
-S
■>*
O
(M
o
t-
00
b-
T— t
CO
t-
8
-^<
r-l
T-(
tH
CO
'
t-
'St
r-l
"^
t-
00
es
CO
1Í5
o
0
4^
■rH
tH
tH
■^
^— »
d
tH
d
T-t
d
T-(
e?
C3
fl
1¿
luO
C3
03
03
03
03
03
<l
5^
1.
%
1
+
B3
1^
1^
■rH
, 1
+
[«
¿
v\
•^
ai
•-S
O
o
1
+
|u=
|I
1
+
1
T— 1
0'^
OÍ
i-H |3J
(M
^Ijí
^1^1
1
i
Especie...
T-C
I-I
T-l
CM
T-i
7-*
era
T-(
m
■7-^
lO
Género.. .
CO
'í
o
'■=>
00
^H
OÍ
r-i
1^
■...f
^H
r-
■.H
ro
t-
011
■^
1
£",
CD
^
o:
m
«!«
Oí
O
CD
la
^
Os
05
8
ra
lO
co
tH
tH
-*
tH
CD
c-
CO
CO
(M
-•
Cü
O
I
1
o
■*
cq
iH
os
en
.,_^
Cf5
CD
Ol
•^
tH
■rH
ÍM
<¡
w
S;
s
S;
^
s¡
'^
(6
s?
l^
^
fí
¡y
I"=
1^
^
C1
■<l
Si
1
1
Ice'
1
TI
1
o
r-i
1
1 m
1
?3
!
ce
(7)
5
■*
00
'¿5
Cft
OÍ
s3
OÍ
0?
gs
o
^
■«
^
S'
s
S
g
05
iH
:M
C5
05
CQ
eo
o
C*4
lO
C3
^
CD
-X
05
■*
o
0
1 v^
o
00
lO
en
«O
CD
ÍM
IX)
(M
•^
00
' £;■
T-i
iM
U'*
iH
-S
Píl
!
b
N
H
Oí
Oí
lo
05
Oí
Oí
Oí
1
a?
Oí
Oí
~i*
o
p
Oí
P^
1 .^
^
00
1
1
li
1
01
■T— <
1
1
1
22
co
o
1-1
o
■*
00
ÍH
12 la
oí OÍ
■
is;
t-
r»
--t^
-*
33
001
Gil
-
-*
05
'>4
lO
OÍ
co
s
>C
lO
-*
c
o
tH
00
00
CO
t»
in
t-
r<
CI5
(N
T-l
o
tH
o
■*
o
tM
o
co
0
fi
Cí
e?
Oí
Oí
Cí
05
Oí
•
1 ,
1Í5
(M
+
Oí
1
(M
+
1— <
1
lO
OJ
o
1
(N
5
+
79
(M
'^
i¿:
^
^
oq
(M
OÍ [o
(Mío
Especie. .
tH
T— í
-
(M
T— (
tH
re
-
CO
tH
lO
Género.. .
ce
■*
O
CO
CO
s
(M
tX
- 129 -
V. — Distribución de la corriente eléctrica en una red
de conductores.
Por Evaristo Serrano Rosales,
Consideraciones basadas en la ley de Ohm y en las propie-
dades de los valores
deducidos de las ecuaciones de Kirchhoff -ir = —e y —i = O,
nos han conducido al método que proponemos para solucionar
el problema.
Este método, que no exige la resolución de ecuaciones y se
practica con el empleo de los más elementales conocimientos
matemáticos, no viene á ser otra cosa sino un desarrollo de las
determinantes de los valores de las incógnitas ^\, «*,••• apo-
yándonos en las propiedades físico-matemáticas de la cuestión.
El denominador es común á todas las intensidades, y vamos
á calcularlo anteponiendo los siguientes principios:
1.® El orden de los polinomios homogéneos, tanto del nu-
merador como del denominador, es igual á h — p -\-l, lla-
mando h al número de hilos de la red y ^ al de nudos. Llama-
mos nudos á puntos de donde parten tres hilos por lo menos,
é hilos á los segmentos de conductor comprendidos entre dos
nudos cosecutivos.
2.° No pueden existir términos con dos hilos que forzosa-
mente no hayan de atribuirse á uno mismo de los h — p + 1
circuitos cerrados que se consideren. Estos h — p-{-l circuitos
deben ser elegidos de modo que entre todos contengan los h hi-
los de la red, dando preferencia, por razón de mayor sencillez
en el cálculo, á los circuitos de dos hilos, en su defecto, á los
triangulares, cuadrangulares, etc.
Rkv. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 19(». 9
— 130 —
El primer principio es consecuencia de la naturaleza de las
determinantes, porque son suficientes h ecuaciones, de las cua-
les h — p-\-l es de la forma Y.ir=^e y p — 1 de la forma I!¿^0.
El segundo principio es consecuencia del primero, porque
cada término ha de contener hilos de los h — p + 1 circuitos.
Por otra parte (prescindiendo ahora de la forma de los térmi-
nos del numerador, y representando por r^, r^... las resisten-
cias de los hilos 1, 2... por los que circulan corrientes de inten-
sidades i^, i 2..., y cuyas fuerzas electro -motrices son e^, eg...),
supongamos que así no fuera, y que hubiese en el denominador
un término tal como r^ r^ Tq, correspondiente al cálculo de la
ÍIJ
C
Í3J
Fig. í.
red fig. 1 , la forma del valor de la intensidad de corriente que
pasa por r,, por ejemplo, será
^2 =
e(...)
... +»•4^5^6 +
(a)
siendo e la suma algébrica de las fuerzas electro -motrices in-
tercaladas en el circuito (2). Si reducimos á cero las demás re-
sistencias Tj, r., y ^3, no cabe hacer más que dos hipótesis
acerca de los valores que pueden tomar f, , aun desconociendo
la constitución del numerador, pues que los términos com-
prendidos en el paréntesis de (a) han de ser productos de las
rasistencias de los hilos de la red.
131
El valor de ic, será finito si en el numerador hay términos
que no se anulan, cuando se anulan r^, r.2 y r.¿; y será cero i.^ si
este numerador se anula; ambos valores absurdos, en discon-
formidad con la ley de Ohm; el primero, porque ^2 vendría
dado, no en función de las resistencias del circuito conside-
rado, como exige dicha ley, sino en función de resistencias
agenas á éste; y el segundo, porque 7= oo, cuando R = 0 y E
tiene valor finito.
De lo expuesto se deduce que :
a) No habrá términos en el desarrollo del denominador con
los 11 hilos de un nudo de orden ii.
b) No habrá términos sin un hilo (*) por lo menos que con-
cretamente pueda atribuirse á uno de los circuitos conside-
rados.
Aclaremos esto. En la red (fig. 2) , consideramos los cuatro
9
Ci)
3
C
7
rsj
^^;
j?
FJg. Z.
circuitos marcados (1), (2), (3) y (4). Los hilos 9, 2, 8 y 5
pertenecen concretamente, sin que quepa hacer otra suposi-
ción, á los circuitos anteriores. Pero el hilo 1, puede atribuirse
á los circuitos (1) ó (2), el 3 al (2) ó al (3), y así los demás.
Ahora bien, decimos que no pueden entrar en el desarrollo del
denominador términos como r^ r, r^ r^ con los tres hilos del
(*) Para simplificar el lenguaje usamos como sinónimas las
palabras hilos y resistencias que los caracterizan.
— 132 -
nudo A, porque haciendo la distribución de éstos, se verá que
en el término existen dos hilos del circuito (1) 6 del (2); ni
debe haber términos comprendidos en la consecuencia b),
como el t\ r^ r^ r^ , porque no hay una condición por la que al
atribuirse el r^ al circuito (1), no pueda el r.^ atribuirse al pro-
pio tiempo al mismo circuito.
Aparte de estos dos casos, existen términos que deben des-
echarse por caer dentro del segundo principio que abarca todas
las exclusiones; por ejemplo, no debe entrar el término
^'í ^5 ^6 ^lo porque r^ y r, son de los circuitos (1) y (4), y esto
implica la condición de atribuir r^ y r^ al (3), Sólo, pues, de-
ben constituir el denominador términos análogos á 9\ r^ r-j r^,
en el cual^ partiendo de r,, que pertenece el circuito (1), r^
debe atribuirse al (2), r,- al (4) y Vq al (3).
Lo expuesto es aplicable á redes planas y del espacio. Pronto
vamos á ver un ejemplo:
Nos detenemos en estos pormenores, con el fin de aclarar
conceptos que, por falta de expresión, pudieran quedar con-
fusos ó ininteligibles.
Pasemos á ocuparnos del numerador de una intensidad
cualquiera i,^.
Llamamos Z)„ á la suma de los cocientes de dividir los tér-
minos del donominador D , que contienen r„, por este factor.
De la forma A,- del numerador de ?*„, y de razonamientos
igualmente sencillos y análogos á los que liemos consignado
para el denominador, fundados en la ley de Ohm, deducimos
esta consecuencia:
Cada f. e. m. intercalada, multiplica á los términos de D,^
que no contienen hilos del circuito á que se atribuya en cada
caso el hilo que conduce dicha fuerza electro-motriz. La suma
algébrica de estos productos forma el numerador. Más ade-
lante veremos el signo que á cada término corresponde.
Se comprende que el valor de i^^ en función de e^^, f. e. m.
única que existe en la red é iutercalada en el hilo n, será
- 153 —
Con el fin de abarcar con un solo golpe de vista el método
que proponemos, condensamos lo que antecede en la siguiente:
Regla para determinar la intensidad de corriente en un
hilo n de una red, en función de las fuerzas elect?'o-motrices
Í7iter caladas.
Cálculo del denominador común: 1.° Formación de las com-
binaciones de orden h — p -f- 1 con las resistencias de los h
hilos de la red. 2.° Supresión de los términos ó grupos que
estén constitnídos por las resistencias de dos hilos que deban
atribuirse á un mismo circuito de los h — P + 1 9^^ ^^ con-
sideren. Estos circuitos han de contener los h hilos. La suma
de los términos que subsisten constituye el denominador.
Para mayor facilidad, la supresión debe hacerse por este
orden: A) Términos formados por los n hilos de un mido de
orden n. B) Términos que no contienen algún hilo que arras-
tre la condición de poder atribuir cada uno de los restantes á
un circuito determinado . C) Términos que en la distribución
de los hilos aparezcan con dos que forzosamente caigan en un
mismo circuito.
La distribución de los hilos debe hacerse empezando por
aquellos que no pertenecen más que á uno de los circuitos
considerados , y las exclusiones se deducen de la inspección de
la figura.
Cálculo del numerador de i^^: 1.° Se forman en el denomi-
nador los términos que tienen la resistencia r„ del hilo en
cuestión, y se suprime ésta. 2.^ Se multiplica cada i. e. m.
por los términos asi modificados que no contieneti hilos que
en su distribución deban atribuirse al mismo circuito sobre
el que se encuentra la f. e. m. factor. El signo de cada térmi-
no se obtendrá recorriendo en el sentido de la flecha de r^ el
circuito cerrado y formado por este hilo, el que conduce la
f . e. m. factor y todos ó parte de los que no entran en el tér-
mino. Si la dirección de la corriente en el segundo hilo es la
misma que en r^, el signo correspondiente es positivo, y nega-
tivo si es contraria esta dirección.
Aplicaremos el método á algunos ejemplos.
Sea la red presentada en la fig. 1; las flechas indican la di-
- 134 —
rección de la corriente en los hilos, mareada de antemano y
de un modo arbitrario. Supongamos el caso más complicado
que pueda presentarse, y es que en cada hilo se encuentre una
f. e. m.; representaremos por e-^, 62» 63 ••• l^s intercaladas so-
bre las resistencias r-^, r,¿, r^ ...^ y por ¿\, ?2 . . las respectivas
intensidades de corriente.
Calculemos el valor de ¿3. La red tiene 6 hilos y 4 nudos,
luego h — p -|- 1 = 3. Se forman las 20 combinaciones ter-
narias con las 6 resistencias, y se consideran 3 circuitos trian-
gulares cualesquiera, que contengan los 6 hilos; sean estos cir-
cuitos las tres mallas (1), (2) y (3). Se suprimen los produc-
tos r^ r^ r^., r^ r^ r^, r^ r^ r. y r^ r^^ r^ formados por los hilos
que concurren á cada nudo, segün la letra Aj de la regla. Se
ve inmediatamente que no existen en esta red términos de los
aludidos en la letra B), ni con la condición exigida en la le-
tra C). Forma, pues, el denominador común á todas las inten-
sidades, la suma de los 16 productos ternarios restantes, que
representamos por D^^q.
El numerador de i^ se calcula así: Se escriben aparte los
términos del denominador que tienen rg y se suprime esta re-
sistencia en todos ellos, resultando así las ocho combinacio-
nes binarias siguientes:
A^/V" '>*>• '>•'»• '>'•'>* 'y y -y-j* >•'>• >*'>*
'1 '2' '^l '5' 'l'6' '2'4' '2'6' '4 'ó' '4 '6» ' ñ ' 6'
Se multiplica e^ por estas ocho combinaciones, afectando
cada producto del signo -\- , según indica la regla. En efecto,
el hilo r.2 de la primera combinación pertenece al circuito 6
malla (2), y el r^ se atribuye entonces al circuito (1); como el
hilo rg que conduce e^ debe atribuirse según esta distribución
al (3), no aparece ningún hilo de la primera combinación per-
teneciente al mismo circuito del hilo que conduce la f. e. m.
por quien se multiplica. En la segunda, r- pertenece á (3), r^
á (2) y /*! á (1). Del mismo modo se verá que deben tomarse
las demás. El signo, como decimos, debe ser positivo, pues
que la dirección de la corriente en r^ es la que se toma por
unidad.
- 135 —
La f. e. m. e^ se multiplica por rg r^, r^ r^, r^ r^, r^ r^. Los
grupos r^ rg, r^ r^ y r^ 7'q se excluyen por tener r^, que es el
mismo hilo que conduce e^; el grupo r^r^, porque, pertene-
ciendo rg y r^ á las mallas (2) y (1) respectivamente, no pue-
de atribuirse r^ más que á uno de esos dos circuitos. El signo
de esos cuatro productos es negativo, pues se ve inmediata-
mente que la dirección de la corriente en el hilo 1 se opone á
la del hilo 3.
La f. e. m. Cq se multiplica sólo por los productos binarios
^1 ''5 7 ^2 ^4* Recorriendo el circuito formado por los hilos 3,
4, 6, 2 en la dirección de la flecha del primero, esta dirección
es la 'misma que la de la corriente en 6; luego el signo del
producto e^r-^r^ es positivo; y recorriendo el formado por 3,
1, 6, 5, se ve que el signo del producto e^r^r^ es negativo.
En fin; haciendo siempre iguales razonamientos se llega á
obtener que el numerador de /g, cuando hay una f. e. m. inter-
calada en cada hilo, es el polinomio siguiente:
^3 (^i ^2 + ^1 ^5 + ^1 ^6 + ^2 n + ^2 *'6 + ^4 ^5 + ^5 ^e)
— 61(^2^4 + ^4^5 + ^'4 ^6 + ^5 ^•6) + «2(^l ^5 + ^4 *5 + ^"4 ^6 + ^5^6)
+ «4(^l»*2 + ^^5+^l ^6 + ^2^6)— «5(^1 ^2 + ^1 ^6 + ^2^4 + ^2^6)
+ ^6 (^1 ^5 — ^2 ^)-
En el caso de que no existiera más f. e. m. que e^, el valor
se reduciría á
,• _ ^6 (^1^5— ^2 O
*3 —
^^6
caso del «puente de Wheatstonne».
No insistimos más sobre esta red y pasaremos á determinar
el valor de una intensidad en otra de mayor complicación.
Sea la representada en la fig. 3, formada por los 9 hilos que
concurren á los 5 puntos de bifurcación ó nudos en el espacio
A, B, C, D, E, y marquemos las direcciones de la corriente
— 13G —
cou las flechas. Supongamos que queremos calcular el valor
de ¿j en función de e^, única f. e. m. intercalada en la red,
haciendo el mismo convenio que anteriormente, es decir, que
las resistencias, intensida-
des y fuerzas electromotri-
ces, pertenecen á los hilos
cuyos números tienen por
subíndices.
Cálculo del denominador:
número de hilos = 9; nú-
mero de nudos = 5; h —
p-f-l = 9 — 5+1=5;
es preciso considerar 5 cir-
cuitos triangulares que con-
tengan todos los hilos, y
sean: BAC, CAD, DAE,
EAB, CAE. Se forman
los 126 productos quinarios
con las resistencias de los
9 hilos y se suprimen, con
la figura á la vista, los 45
que contienen todos los hilos de cada uno de los nudos, le-
,tra A) de la regla. Tanto los excluidos por el conceptj B)
como por el C), y cuyo número es siempre muy reducido, se
descubren simultáneamente haciendo el estudio de los térmi-
nos que subsisten después de la primera supresión. Así se de-
duce que deben excluirse
(v* fv* /y* ry* ty /y /y* ^ /y* /y» /y /y /y /y* /}* ^ ly /y /y /y
'l'^'^^'l "^S^ ' 1 ^^2 '^S ' 7 ' 9 ' '^x'^l'^a'^s'QJ ^^2 ' 3 ' 4 'h ^6 '
/y /y /y ^ /y /y /y ry /y /y
'2'3'6'8'9' '3'4'5'7'9*
La distribución de los hilos debe hacerse así: en el primero
de estos términos, r- pertenece al circuito CAD, r^ al DAE,
pero ninguno arrastra la condición de que r-^^Vc, y r^ se atri-
buya á un circuito determinado de loa que forman parte; en
igual caso está el cuarto término. Los demás entran de lleno
en la exclusión de la letra C).
— 137 —
En resumen, en el caso de la red, fig. 3, de las 126 combi-
naciones de quinto orden se suprimen 51, formando las 75
restantes el denominador, D^^~.
Cálculo del numerador de i^ en función de e^: se toman en
el denominador los 40 grupos que tiene r^ y se suprime esta
resistencia en ellos. El producto por e^ de la suma de estos 40
términos así modificados y tomados todos con signo positivo,
es el numerador.
Si se desea el valor de í^, en función e^, se toma el mismo
denominador D'^r^^, pero el numerador será:
— ^3 ^i ^6 **7 — ^'3 ^'4 ""6 ^H " ^4 ^6 ^7 ^"s) '
La razón es la siguiente: de los 40 términos anteriores, sólo
en estos 8 pueden atribuirse sus resistencias de modo que no
corresponda ninguna al mismo circuito á que se atribuya Tq
(en este caso no puede ser más que al CAE).
Para el primer término se deduce el signo recorriendo en el
sentido de la flecha del hilo 1, el circuito (1, 6, 9, 4); para el
cuarto, el circuito (1, 5, 9, 7, 3), y así sucesivamente páralos
demás.
*
* *
Si se quieren obtener las intensidades, no en función de las
fuerzas electromotrices, sino de una intensidad /de corriente
sobre un hilo de la red, el método es igualmente aplicable, si
bien en condiciones mucho más simples.
En efecto, en el caso de la figura 4, por ejemplo, las inten-
sidades de ¿j é 2^ en función de e^ (única f. e. m. intercalada
en la red), son
_?¿Jj_ (^). i^ e {r, + r,) ^j^.
rir-i + r^r^ + r^r^ r¡r., + rir^ + r¡¿r¡
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Julio, 1905. 10
— 138 —
sustituyendo eo (y) el valor de e^ deducido de (8), y reempla-
zando ^3 por el símbolo /que ahora adoptamos, se tiene
h =
Ir,
r^ + r.
€s decir, que en las condiciones en que nos hemos colocado y
generalizando la demostración, lo que no ofrece dificultad al-
guna, el denominador es también común á todas las intensi-
dades, puesto que es el factor D„ de la fórmula (6), y el nu-
merador es el producto por /del mismo factor que multiplica
á la f. e. m. única cuando se hallan las intensidades en función
de ésta.
De aquí la siguiente
Begla para determinar la intensidad de corrie?ite en un
hilo n de una red en función de la intensidad I.
Denominador: Se forman sólo las combinaciones de orden
li — P -f- 1 (lue co7itienen R (resistencia del hilo donde se halla
la intensidad I) , haciendo después las exclusiones de la regla
anterior, y se suprime en los grupos que quedan esta resis-
tencia. La suma de los términos así modificados forma el de-
nominador común.
Numerador de «*„.• Se forman igualmente, menos las excep-
tuadas, sólo las combinaciones de orden h — p + 1 que con-
tienen r„, la cual se suprime, asi como los términos que con-
tienen R ó un hilo que deba atribuirse al circuito de ésta. La
suma algébrica de los productos por I de los términos que
subsisten, constituye el numerador. Para obtener el signo de
cada término se tendrá en cuenta lo expuesto en la regla an-
terior.
Aplicando esta regla á la red (fig. 1), el valor de ¿g en fun-
ción de ¿c,, á quien llamaremos /, y R á rg, será
h =
1 {r^r^ — r^r^)
^1^3+ ^1^4+ ^^5+ ^2^3 +^2^4+ ^"2 ^5 + ^3 ^4 + '"s ''s
— 139 -
Por último, el denominador de orden h — p -{- 1 nos per-
mite deducir la resistencia de la red entre los extremos del
hilo R. Así, la resistencia de la red (fig. 4) entre los extremos
A y B del hilo r^ = R es
ri +n
y, en general, se obtendrá dicha resistencia dividiendo la suma
de los términos del denominador de orden h — P -|- 1 Qu^ no
contienen B., por la suma de los grupos que resultan de su-
primir en los demás esta resistencia.
Enumeración por orden alfabético de los géneros
mencionados en el Catálogo de los moluscos de Fi-
lipinas, publicado en el presente tomo.
Por Joaquín González Hidalgo
La primera columna de números indica las especies de cada
género que pertenecen á la fauna de dichas islas; la segunda,
otras especies citadas^ pero todavía dudosas; la tercera, las
páginas en que se enumeran los diversos géneros.
140 —
Géneros y autores.
Amussium Klein
Anomia Linné
Arca Linné
Avicula Klein
Cardita Lamarck
Chlamys Bollen
Corbis Cuvier
Crassatella Lamarck
Crenella Broten
Cryptodon Turton
Cuculkea Lamarck
Cycladicama Valenciennes.. .
Diplodonta Bronn
Erycina Lamarck ,
Galeomma Turton
Hemipecten Adams y Reeve. ,
Kellya Turton
Leda Schumacher
Lima Bruguiere
Lithodomus Bruguiere
Lucina Bruguiere
Malleus Lamarck
Modiola Lamarck
Mytilus Linné
Nucula Lamarck
Ostrea Linné
Pectén Lamarck
Pectunculus TMmarck
Perna Bruguiere
Pinna Linné
Placuna Bruguiere
Placunanomia Broderip
Plicatula Lamarck
Py thina Hinds
Scintilla Deshayes
Septifer Recluz
Spondylus Linné
Stavelia Gray
Venericardia Lamarck
Vulsella Lamarck
Yoldia Moller
admitidas.
citadas.
Páginas.
3
37
2
+ 2
41
44
+ 2
27
21
-4- 1
22
5
17
26
34
3
9
4
16
19
11
32
11
-f- 3
11
15
+ 1
14
37
15
4
33
8
+ 1
37
8
+ 1
21
15
+ 1
9-
5
24
16
+ 4
19
5
18
2
33
16
+ 1
42
2
+ 3
34
6
32
10
+ 1
25
19
26
3
42
1
42
4
4- 1
41
4
15
29
+ 1
12
2
18
32
+ 1
38
1
19
7
16
2
+ 1
24
2
33
INDICK
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO
pXgs.
Constitución de la Academia en 1.° de Julio de 1905 5
I. — Catálogo de los moluscos testáceos de las islas Fili-
pinas , Joló y Marianas , por Joaquín González Hi-
dalgo 9
II.— Análisis de las aguas potables, por Gabriel de la
Puerta 65
III. — División de un segmento en media y extrema razón,
por Luis Cátala Jimeno 103
IV. — Contribución á la teoría de los polígonos regulares,
por Luis Cátala 108
V. — Distribución de la corriente eléctrica en una red de
conductores , por Evaristo Serrano Rosales 129
Enumeración por orden alfabético de los géneros menciona-
dos en el Catálogo de los moluscos de Filipinas, publica-
do en el presente número 139
La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos,
d,e 500 á 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos
en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val-
verde, núm. 26, Madrid.
Precio de este cuaderno, 2,25 pesetas.
REVISTA
DE LA
KEAL ACADEIIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
DE
MADRID
xo:m:o xtx.—tsttjis/l. 2.
(Agosto de 1S05.)
MADRID
IJIFREIITA ZE LA "GACETA DE MADRID
CALLE DK PONTEJOS , XÚM. 8.
1905
ADVERTENCIA
Los originales para la Revista de la Academia
se han de entregar completos, en la Secretarla de
la Corporación, antes del día 20 de cada mes,
pues de otro modo quedará su publicación para
el mes siguiente.
141
VI.— Acción de la quinina y de la pilocarpina sobre
las oxidasas.
Por José R, Carracido.
En las lecciones de Lauder Brunton sobre la acción de los
medicamentos, leí que la quinina obra como inhibidora de las
oxidasas, fundando el aserto en el experimento siguiente (1):
Bañando durante algunas horas dos rodajas de patata (ma-
terial rico en oxidasa), la una en agua destilada y la otra en
disolución de sulfato de quinina, la primera se colora en azul
por la disolución alcohólica de la resina de guayaco y el éter
ozonizado, mientras que la segunda no toma color azul por
los indicados reactivos.
Partiendo de este hecho, cuya exactitud comprobé repi-
tiendo el experimento, se extiende Lauder Brunton hasta su-
poner que la acción antipirética de la quinina puede expli-
carse por su poder inhibidor de las oxidasas.
Recordando que las sales de quinina actúan, de igual ma-
nera que la privación de oxígeno sobre los leucocitos y las
amibas, suspendiendo la emisión de sendópodos y reducién-
dolos á la forma globular, y que las sales de pilocarpina ac-
túan á la inversa , excitando los movimientos amiboideos , su-
puse que éstas debían obrar sobre las oxidasas en sentido
contrario al de aquéllas.
Para comprobar mi suposición bañé una rodaja de patata
en disolución de clorhidrato de pilocarpina, y para hacer el
cotejo en igualdad de condiciones con la sal de quinina bañé
otra rodaja, no en la disolución del sulfato, como en el expe-
rimento anterior, sino en la del clorhidrato, y después de
veinticuatro horas de inmersión en los respectivos líquidos,
(1) Action des médicaments. — Le9ons traduites de Tangíais
par. E. Bouqué et J. F. Heymans.— París, 1901, pág. 82.
Rey. Acad. Ciencias.— III.— Agosto, 1903. 11
- 142 -
vi, en conformidad con lo supuesto, que la rodaja bañada en
la sal de pilocarpina se teñía, por el reactivo de las oxidasas,
de azul muy intenso; pero también vi con gran sorpresa que
se teñía igualmente la bañada en el clorhidrato de quinina.
Esta diferencia en el modo de obrar las dos sales de qui-
nina sólo puede atribuirse á las condiciones comunicadas por
los respectivos ácidos, puesto que la base es factor común
de ambas. La disolución en agua destilada del clorhidrato es
casi neutra, mientras que la del sulfato siempre es fuerte-
mente acida, aun en el caso de haber precipitado parte del
alcaloide por un álcali.
Para confirmar que la acidez del líquido, y no la quinina,
era la inhibidora de la oxidasa de la patata , bañé una rodaja
del tubérculo en agua á la cual unas gotas de ácido sulfúrico le
habían comunicado sensiblemente el mismo grado de acidez
que tiene la disolución del sulfato de quinina, y vi, en efecto,
que la rodaja no era teñida por la resina de guayaco con el
éter ozonizado.
Pero todavía busqué más comprobantes de los hechos ante-
riormente observados.
El agua destilada no toma color azul por el reactivo de las
oxidasas, pero añadiéndole una gota de zumo de patata inme-
diatamente aparece el color, el cual desaparece por la adición
de una sola gota de ácido sulfúrico ó clorhídrico diluidos. Las
disoluciones de clorhidrato de quinina y de pilocarpina se co-
loran como las oxidasas , y se decoloran como éstas por los
ácidos diluidos.
Los datos antecedentes creo que patentizan, en contra de lo
afirmado por Lauder Brunton, que la quinina no sólo no es in-
hibidora de las oxidasas, sino que, al contrario, actúa como
una de ellas, y que la acidez del líquido es la que anula su
papel en el proceso de la oxidación, actuando sobre el alca-
loide lo mismo que sobre el fermento oxidante de producción
celular.
No satisfecho con los resultados obtenidos, busqué nuevas
pruebas de la acción coadyuvante de la quinina y la pilocar-
pina en el proceso de la oxidación , y para conseguirlas utilicé
— 143 —
el papel de catalasas , que también desempeñan las oxidasas
cuando descomponen el bióxido de hidrógeno con desprendi-
miento de oxígeno.
Para este fin tomé 150 centímetros cúbicos de agua oxige-
nada, y después de neutralizar por la potasa^ con la mayor
exactitud posible, el líquido comercial, cuya reacción siempre
es acida, dividí aquel volumen en tres partes iguales, colo-
cando cada una de ellas en tubo graduado y en baño de mer-
curio, dispuesto todo en condiciones de poder medir los volú-
menes del oxígeno desprendido.
En un tubo (A) puse 50 centímetros cúbicos de agua oxi-
genada y 5 centímetros cúbicos de zumo de patata.
En otro tubo (B) puse el mismo contenido del anterior, y,
además, O gr. 5 de clorhidrato de quinina.
En el tercer tubo (C), también puse el contenido del
tubo A, y, además, O gr. 5 de clorhidrato de pilocarpina.
Los resultados obtenidos fueron los siguientes :
Volumen del oxigeno
desprendido.
Tubo A 3 centras, cúbicos
Tubo B , 4 » »
Tubo C 6 » »
Debo manifestar, hablando con la debida sinceridad, que
concedo poca importancia á estos resultados numéricos, no só-
lo por la pequenez de sus diferencias, sino también por la'
aparición de fenómenos secundarios capaces de perturbar el
proceso de la catálisis, como el de formarse precipitado al
mezclar el zumo y el agua oxigenada en el caso de no ser al-
calina, y en el caso contrario el influjo de la alcalinidad del
medio, debiendo también añadir á una y á otra circunstancia
el desprendimiento de oxígeno sólo por agitación; pero, sea'
cualquiera su valor, se muestran en correspondencia con la ob-
servación siguiente:
Colocando en sendos tubos de ensayo agua destilada, diso-
lución de clorhidrato de quinina y de clorhidrato de pilocar-
pina, y sumergiendo un fragmento de patata en cada uno de
— 144 ^.
los tres líquidos dichos , se ve que los tres fragmentos toman
color azul, pero más intenso el sumergido en la disolución de
quinina que el sumergido en el agua destilada, y todavía más
intenso que aquél el sumergido en la disolución de pilocarpina.
Otro fragmento del tubérculo sumergido en disolución de sul-
fato de quinina no toma color azul.
Todos estos hechos los conceptúo argumentos incontesta-
bles de la semejanza del papel de la quinina y de la pilocarpi-
na al de las oxidasas, y del error en que incurrió Lauder Brun-
ton al atribuir acción inhibidora al primero de los dos mencio-
nados alcaloides, cuando es la acidez del medio la que la ejer-
ce. Y si la virtud antipirética de la quinina ha de explicarse
por su acción sobre las oxidasas del organismo, resulta de lo
expuesto que en la fiebre, á la inversa de lo que parece á pri-
mera vista, el poder de dichos fermentos está quebrantado, y
el alcaloide febrífugo obra como sobre la oxidasa de la patata
acrecentando su actividad y supliendo, por consiguiente, la in-
suficiencia de los catalizadores de la oxidación en el organismo
febril.
No contradice esta explicación el caso en que la quinina sea
administrada en forma de sulfato, porque los efectos de la aci-
dez anteriormente señalados desaparecen en el curso de la sal
al través de los medios del organismo y sólo quedan los pecu-
liares al alcaloide, influyendo de igual manera que se mues-
tran en los experimentos precedentes realizados con el clorhi-
drato.
* *
Después de haber llegado ala conclusión precedente, surge
un más allá, y es el escudriñamiento del mecanismo químico
que motiva el papel de oxidasas desempeñado por la quinina,
y con mayor energía por la pilocarpina.
Numerosa serie de experimentos fué poniendo de manifiesto
que el poder del oxígeno se acrecienta en presencia de las ac-
ciones reductoras. Oxidándose la hidroquinona en disolución
alcalina por el oxígeno atmosférico, puede ser simultáneamente
- 145 -
transformado el amoníaco en ácido nitroso. El benceno pasa á
fenol al mismo tiempo que se sobreoxidan los óxidos ferroso y
caproso. La oxidación del hidrógeno proveniente del hidruro
de paladio determina la conversión del índigo en isatina, y el
sodio, oxidándose en contacto del aire, transforma los hidro-
carburos de los éteres de petróleo en ácidos grasos.
Resulta de estos hechos, y de otros muchos que no procede
puntualizar ahora, que los fenómenos de oxidación son corre-
lativos y solidarios de los de reducción, y que en esta correla-
ción y solidaridad debe escudriñarse el mecanismo de las oxi-
dasas. Por hoy nos vemos compelidos á renunciar á la explica-
ción del mecanismo de las oxidasas elaboradas por las células
por ser desconocida su constitución química; pero el caso de
los alcaloides incita á pesquisar en las fórmulas que represen-
tan su estructura la causa de su carácter oxidásico.
La fórmula de constitución de la quinina no es completa-
mente conocida, pero trazándola sobre la de la cinconina, de
la cual sólo se diferencia por el aumento del grupo CH-0,
puede suponerse que sea la siguiente :
CH =CH — CIPO
I
/ CH — CH' \
CH ■(— CW- — CH^ —^ N
\cH — C{OH) . — CR- — C H^ N.
Quinoleina
La de la pilocarpina está comprobada por la formación arti-
ficial del alcaloide, y es la siguiente:
/CO — 0 /CH^
c--mN—c(- n(—ch^
Piridina
CE^ \ CH'
Sabido es que las cadenas cíclicas son muy resistentes á la
acción del oxígeno en contraste con las acíclicas que se oxidau
— 146 —
con menor dificultad, sobre todo cuando contienen grupos oxi-
genados, y en los esquemas correspondientes á uno y á otro al-
caloide coexisten , articulados á los núcleos cíclicos de la qui-
noleina y de la piridina, grupos admirablemente constituidos
para ser atacados por el oxígeno. Basta la sola inspección de
las dos fórmulas para comprender que la pilocarpina ha de ser
más fácilmente oxidable que la quinina, y esta diferencia re-
salta con toda claridad mediante el reactivo de las oxidasas,
que en igualdad de condiciones siempre produce color azul
más intenso el primer alcaloide que el segundo.
*
* *
Evidenciada la igualdad cualitativa de la acción de la quinina
y de la pilocarpina en el curso de las oxidaciones, queda en pie el
problema de explicar los efectos contrarios que una y otra pro-
ducen sobre los leucocitos. En estos, según Max Verworn (1),
los movimientos amiboideos son producidos por diferencias de
tensión superficial en determinados puntos de su masa, motiva-
das por agentes químicos, principalmente el oxígeno, que en
los puntos en que ejercen su acción atenúan la energía de su-
perficie, siendo consecuencia de este desequilibrio la aparición
de los sendópodos, como en las gotas microscópicas de aceite
rancio bañadas por la disolución de un carbonato alcalino sur-
gen prolongaciones. Reemplazando el oxígeno por un gas sin
acción química sobre el leucocito, el hidrógeno ó el nitrógeno,
por ejemplo, los seudópodos se recogen y toma la forma globu-
lar, como la gota de aceite en el seno de los líquidos que no la
disuelven ni ejercen sobre ella acción química alguna.
Obrando análogamente á las oxidasas la quinina y la pilocar-
pina ¿por qué la primera suspende los movimientos amiboideos
de los leucocitos y la segunda los exalta?
He visto que tratando el zumo de patata, convenientemente
diluido para poder observar sus cambios de transparencia, por
(1) Allgemeine Physiologie.— 4.e Aufl. Jena, 1903, pág. 611.
- 147 —
disolución de clorhidrato de quinina se produce abundante pre-
cipitado, á la inversa de lo que acontece con el clorhidrato de
pilocarpina que no produce precipitado alguno. El agente pre-
cipitante no es tanino, porque el zumo de patata precipita en
blanco por el cloruro férrico.
Repitiendo el ensayo sobre una disolución filtrada de clara
de huevo he observado la misma diferencia; la sal de quinina
la precipita y con la de pilocarpina persiste transparente.
El zumo de patata es un líquido de reacción acida muy li-
gera al papel de tornasol y más franca á la fenoltaleina. Preci-
pita con los ácidos minerales^ y con el reactivo Millón forma
abundantemente el precipitado característico de las materias
albuminoideas. En vista de los datos que anteceden parece in-
dudable que la substancia proteica contenida en el zumo del
tubérculo debe ser la precipitante de la quinina.
Pero en el conjunto de dicha substancia proteica hay que es-
tablecer una distinción.
Tratando el zumo por ácido acético se forma coágulo, y el ,
líquido filtrado, si previamente se tiene cuidado de no emnlear
el ácido en exceso, todavía precipita, aunque muy tenuemente,
por el clorhidrato de quinina.
Hirviendo el zumo, también se forma coágulo más abundante
que en el caso anterior, sin perder la propiedad de precipitar
con la sal de quinina, y en mayor abundancia que cuando el
coágulo separado es el producido mediante el ácido acético.
Resulta de esta distinción que el albuminoide que el ácido
acético coagula es el que posee en mayor grado el poder preci-
pitante de la quinina, y por el carácter de no coagularse en el
xumo mediante el calor y depositarse mediante el ácido acéti-
co debe ser clasificado como nucleoproteina, resultando, por
consiguiente, congénere de muchas zimasas.
Creo que con el concurso de los datos precedentes pueden
explicarse satisfactoriamente los efectos contrarios que la qui-
nina y la pilocarpina producen sobre los leucocitos , no obstante
8u coincidencia en el carácter oxidásico.
Una y otra, por su capacidad para contribuir á la producción
del oxígeno activo, debían actuar reforzando la acción química
— 148 -
determinante de los movimientos amiboideos de los leucocitos,
y por consiguiente, acrecentándolos; pero la particularidad de
la quinina de insolubilizar las materias albuminoideas, y espe-
cialmente las nucleoproteinas, de las cuales son muy ricos los
leucocitos, rodea á estos de una película protectora de la acción
del oxígeno circundante, y evitado así el ataque químico cesa
la emisión de sendópodos, de igual manera que del mármol
apenas se desprende gas carbónico mediante el ácido sulfúrico,
porque el sulfato calcico formado en el primer momento del
ataque impide el contacto de los dos cuerpos reaccionantes.
CONCLUSIONES
1.^ En contra de lo afirmado por Lauder Brunton, la quini-
na no es inhibidora de la acción de las oxidasas.
2.^ La quinina, y en mayor grado que ésta la pilocarpina,
producen color azul en líquidos neutros mediante la resina de
guayaco y el éter ozonizado, lo mismo que las oxidasas.
3.^ Pequeñas proporciones de ácido sulfúrico ó clorhídrico
impiden la aparición del color azul, obrando de igual manera
sobre los dos mencionados alcaloides que sobre la oxidasa de la
patata.
4.^ La fórmula de estructura de la quinina, y en mayor
grado la de la pilocarpina, revelan que los dos alcaloides han
de ser muy oxidables , y de esto es consecuencia su influjo co-
mo productores de oxígeno activo.
5.* No obstante su carácter oxidásico, la quinina produce
efectos contrarios á los de la pilocarpina, respecto á los movi-
mientos amiboideos de los leucocitos, porque la primera inso-
lubiliza las materias albuminoideas, á la inversa de la segunda,
que no produce precipitado alguno en sus disoluciones.
— 149 —
VII.— La coagulación de la sangre.
Por José R. Carracido.
SupoDgo á los lectores enterados de lo que comúnmente se
dice en los tratados de Fisiología y de Química biológica acer-
ca del fenómeno enunciado en el epígrafe, y conceptúo super-
fino reproducir aquí lo que es por todos conocido.
En el último decenio, y cada año con mayor interés, han
sido asunto preferente de las investigaciones físico-químicas
los cuerpos coloides, como lo patentiza la abundancia de su re-
ciente literatura; y siendo el plasma sanguíneo un líquido en el
que coexisten materias coloides y cristaloides, como era de es-
perar, los resultados de dichas investigaciones habían de ilus-
trar el obscuro problema de la coagulación de la sangre, el cual,
sin perder todavía en absoluto su carácter biológico, va en-
trando cada vez en mayor proporción en los dominios de la
Físico-química.
Desde el doble punto de vista físico-químico y fisiológico
expondremos nuestras ideas relativas al fenómeno en cuestión.
* *
Existen en el plasma sanguíneo tres proteínas: la seroálhú-
mina, la seroylohuUna y el fibrinógeno.
El calor coagula la primera ( ó la mezcla de las varias sero-
albúminas, según Halliburton), desde 73' á 84°; la segunda,
desde 60° á 75°, y el tercero, á 56°.
El cloruro sódico no coagula, ni á saturación, la seroalbú-
mina; pero al 30 por 100 coagula la seroglobulina , y al 15
por 100 el fibrinógeno.
— 150 —
Todos los coloides, según calificativo de Ostwald, son me-
taestables (1) en el seno de los líquidos que los contienen; pero
de los tres contenidos en el plasma, el fibrinógeno, que es el
que transformado en fibrina constituye el coágulo, es el menos
estable en su asociación con el líquido, y, por consiguiente, el
que menos resiste á los agentes de la coagulación.
Pero la del fibrinógeno de la sangre, ni á las acciones di-
chas de la temperatura ni de la concentración salina puede
atribuirse, no sólo porque una y otra en el líquido sanguíneo
distan de los puntos en que el fenómeno se produce, sino, prin-
cipalmente, por no producirse en el interior del aparato cir-
culatorio.
* *
Es unánimemente aceptado que la coagulación del fibrinó-
geno la determina una zimasa exudada por las plaquetas (y se-
gún algunos también por los leucocitos), cuando las hieren ru-
gosidades ó asperezas de superficies que destruyen su delicadí-
sima organización. Es, además, indispensable la existencia del
calcio en la sangre para que su coagulación se produzca, por-
que sabido es que los oxalatos y fluoruros alcalinos precipitan-
tes de dicho radical metálico convierten á la sangre en líquido
incoagulable.
Arthus y Pagés dedujeron de este hecho que la presencia
del calcio era imprescindible para la coagulación ; pero se les
objetó que la causa de no producirse el fenómeno quizá no
fuese la separación del calcio, sino la acción anticoagulante de
las mencionadas sales alcalinas. Bordet y Gengou (2) patentiza-
ron con nuevos experimentos que los oxalatos y fluoruros impi-
den la coagulación por el único motivo de precipitar el calcio,
confirmando la conclusión sustentada por los dos investigado-
res anteriormente citados.
(1) Eev. Scientif., 1902, t. XVII, p. 641.
(2) Ann. Inst. Past. , 1903, p. 832, y 1904, p. 26.
- 151 —
Las plaquetas heridas no parecen ser las únicas capaces de
producir zimasa coagulante, porque los trabajos de Delezenne
y más recientemente los de Conradi (1) han mostrado que por
traumatismo de los tejidos y por expresión de los órganos re-
sultan productos coagulantes cuya acción es acelerada por el
cloruro calcico. Según observaciones de E. Duclaux (2), las
cantidades de zimasa coagulante que contienen los tejidos y la
contenida en los leucocitos, están en razón inversa.
Supuso Arthus que la zimasa tomaba calcio del plasma para
cedérselo al fibrinógeno y convertirlo en fibrina, siendo ésta una
combinación calcica de aquél; pero Hammarsten patentizó que
en las cenizas del fibrinógeno y de la fibrina está contenida la
misma proporción de calcio.
Ante este hecho, Arthus hubo de aceptar la idea de Pekel-
haring, según la cual la substancia exudada de las plaquetas
no es la zimasa activa, sino un zimógeno que necesita absor-
ber calcio para convertirse en aquélla y ejercer su acción sobre
el fibrinógeno, de igual manera que la pepsina inactiva en me-
dio neutro se convierte en agente peptonizante por la adición
de ácido clorhídrico.
El zimógeno es una nucleoalbúmina que, según Pekelharing,
puede aislarse por enfriamiento á 0° del plasma oxalatado ó del
peptonado, del cual se separa en forma granular. Por la adición
de sales calcicas adquiere la propiedad coagulante.
La zimasa calcica es la verdaderamente activa^ la que deter-
mina la transformación del fibrinógeno del plasma en la fibrina
del coágulo.
¿Cómo actúa la zimasa coagulante? Su acción es la de todos
los catalizadores que obran provocando ó acelerando el curso
de las reacciones, y de la cual nada sabemos respecto á su me-
(1) Beitragezur Chem. physiolog. u. patli. Bd., I, p. 136-182.
(2) Traite de Microhiologie , t. 11, p. 678, 1899.
— 152 —
canismo íntimo, sólo conocemos sus efectos. El intento de ex-
plicar el proceso de la acción de dicha zimasa sería aquí in-
oportuno, porque este prqblema especial ha de plantearse jun-
tamente con el de la acción de todas las zimasas, y resolverlo
respecto á una será poner en claro el hoy obscuro papel de los
catalizadores en el curso de los procesos bioquímicos. Revelar
los mecanismos de las acciones zimásicas será descifrar la clave
de las condiciones, al parecer extraordinarias, en que se efec-
túan las mutaciones materiales en los organismos.
Remitimos el problema particular de la zimasa coagulante al
general de las acciones zimásicas, cuya resolución despejará la
gran incógnita de la Biología, y me limitaré á consignar que no
debe sorprender que la zimasa en cuestión sólo coagule á una
de las tres proteinas eoexistentes en el plasma, no sólo por ser
la más coagulable, según queda dicho, sino también por ser
específica la acción de todas las zimasas, como consecuencia de
la asimetría de sus moléculas, por la cual ha dicho E. Fis-
cher (1) que deben ser imaginadas en sus relaciones con las
materias fermentables como la llave respecto á la cerradura.
Por la acción específica de la zimasa coagulante sobre el fibri-
nógeno es por lo que se la ha denominado fibr inofer mentó .
*
* *
Para explicar la transformación del fibrinógeno en fibrina,
volvamos la vista á los estudios efectuados por los químicos
sobre la coagulación de las disoluciones (ó mejor dicho de las
seudodisoluciones) coloides, y prescindiendo, por conceptuar-
las poco aplicables al caso presente, de las teorías basadas en
la carga electroestática de los iones procedentes de la disocia-
ción de los electrolitos, estimándolas á lo sumo como explica-
tivas de las acciones determinantes, pero no de las eficientes,
nos fijaremos en las teorías químicas, y especialmente en la for-
mulada por Jacques Duclaux.
(1) Zeitsch. f. physiolg. Chem., Bd. XXVI, p. 60.
— 153 —
En el estudio de las condiciones de formación del ferrocia-
nuro cúprico añadiendo muy paulatinamente disolución dilui-
dísima de sulfato de cobre á otra de ferrocianuro potásico, ob-
servó que en el primer momento se inicia la formación de ua
ferrocianuro potásico-cúprico que queda disuelto, constituyen-
do disolución coloide, en el cual es mínima la proporción de
cobre (1), pero á medida que ésta va aumentando por la adi-
ción de cantidades sucesivas de sulfato, llega un punto en que
se rompe el metaestabilismo de la disolución coloide y aparece
el precipitado, el cual sigue todavía transformándose en el seno
del líquido en el sentido de ir perdiendo potasio y ganando
cobre hasta el límite de la total conversión del ferrocianuro
potásico (Fe Cy''' K^) en ferrocianuro cúprico (Fe C(/''' Cii^).
Esta gradual transformación entre los dos indicados extre-
mos se efectúa siempre de manera que en las formas interme-
dias Fe Cy''' K'^ Cu"^ las proporciones de potasio y cobre han
de sumar las cuatro valencias correspondientes á la saturación
del radical ferrocianógeno (Fe Cy ''"").
De este hecho y de otros análogos concluye J. Duclaux que
«la composición química de un coloide es variable entre lími-
tes distantes, debiendo ser considerada como una función C07i-
tinua de la del líquido intergranular, al cual nada se puede aña-
dir sin que el coloide se apodere de algo» (2).
El proceso relativo á la coagulación lo subordina J. Duclaux
á las dos leyes siguientes (3):
1.* La coagulación de un coloide va siempre acompañada
de un cambio de composición química.
2,^ Este cambio consiste en la sustitución, en proporciones
equivalentes, de ciertos radicales del coloide por los de la subs-
tancia coagulante.
Tal importancia concede el investigador de las precedentes
leyes á dicha sustitución, que llega hasta indicar que podrá ser
utilÍ2;ada para el conocimiento de la estructura química de subs-
(1) Co??ipí. rene?. 4c. á'c.,t. CXXXVIll, p. 144.
(2) Becherches sur les substances colloidálles , París , 1904, p. 101.
(3) Ibid., p. 93.
— 154 -
tancias complejas, efectuando la sustitución de radicales orgá-
nicos por radicales metálicos (1).
*
* *
Veamos ahora la transcendencia de las ideas precedentes
al conocimiento del mecanismo de la coagulación de la sangre.
Es verdad que Hammarsten patentizó que el fibrinógeno y
la fibrina contienen igual proporción de calcio, pero al mismo
tiempo puso de manifiesto que la segunda contiene mayor pro-
porción de materia mineral que el primero (2), aportando con
este dato, aunque sin hacerlo notar, un nuevo testimonio á lo
observado por Freund respecto á los fosfatos contenidos en la
fibrina.
En el análisis del fibrinógeno y de la fibrina de la misma
procedencia encontró Hammarsten las siguientes proporciones
de cenizas:
Cenizas p. 100. Cenizas p. 100.
Fibrinógeno (a). . . 0,347 Fibrina (a) 0,432
Fibrinógeno (b). . . 0,310 Fibrina (b) 0,579
No se ha fijado la atención en estos datos todo lo que en
mi sentir debía fijarse.
Siempre forma parte de la materia organizada una cierta
proporción de materia mineral, pequeña en los tejidos blandos
y grande en los tejidos duros.
Como término medio, los músculos contienen 1,2 por 100
de sales minerales, el tejido cartilagíneo de 3 á 6 por 100 y
el óseo 22 por 100.
Es digno de ser notado que á medida que aumenta la pro-
porción de materia mineral se ve más simplificada la constitu-
ción química de la materia orgánica. La del tejido muscular
(1) Compt. rend. Ac. Se, CXXXVIII, p. 571.
(2) Zeitschr. fur phisyolog. Chem. Bd., XXII, p. 333.
— 155 —
tiene toda la complejidad de las proteínas, la del cartilagíneo
es menos compleja que la de aquél, pero mucho más que la
del óseo; la oseina es una fracción del condromucoide.
Reconociendo que en la materia organizada no existe el su-
puesto dualismo de la orgánica y la mineral, sino que todos
sus componentes forman armónico conjunto, á semejanza de
los diferentes radicales que integran las moléculas complejas,
cabe suponer, aplicando al génesis de la materia de los tejidos
las precedentes ideas de J. Duclaux, que en este génesis,
como en el proceso de coagnlación de los coloides disueltos,
hay sustitución parcial de radicales, reemplazando en propor-
ciones equivalentes los de la materia mineral á los de la mate-
ria orgánica.
Aceptada esta suposición que concuerda perfectamente con
los hechos conocidos, y recordando que la proporción de ma-
teria mineral de la fibrina es mayor que la del fibrinógeno^
nada violento resulta imaginar la coagulación de la sangre
como un principio de formación de materia organizada á
expensas del más fácilmente coagulable de los albuminoides
circulantes, motivando el tránsito de la disolución al coágulo
un comienzo de sustitución de radicales de la molécula del
fibiinógeno por radicales metálicos.
La causa determinante de esta coagulación debe ser la cata-
lizadora del fibrinofermento actuando á la manera de los fer-
mentos intracelulares que colaboran en los procesos bioquími-
cos de la célula, y que según Hofmeister (1) realizan en el
curso de su producción sucesiva el epigénesis de las formas
organizadas.
Siendo el ñbrinógeno una globulina, y el fibrinofermento un
nucleoproteido, puede considerarse la coagulación de la san-
gre, según dice Bottazzi (2) como un primer vago indicio de
la propiedad plasmadora de las globulinas y de los nucleopro-
teidos. y hasta la birefringencia de los filamentos de fibrina
observada por Hermann, revela la producción de la materia
(1) Rev. gen. Scienc, 1902, p. 725. — La Chimie de la cellule.
(2) Chimica fisiológica , vol. II, p. 119.
— 156 —
anisótropa formadora de todos los elementos contráctiles, des-
de las fibras mioides de los infusorios hasta las del tejido mus-
cular estriado.
Cuando las acciones de las zimasas que determinan la pro-
ducción de materia organizada tienen el freno de la autorregu-
lación del proceso fisiológico, sólo se ejercen en la medida de
la nutrición y desarrollo de las células, pero ejercidas extem-
poráneamente y en las condiciones violentas de la sangre extra-
vasada, originan coágulos informes de materia que química-
mente se asemeja á la organizada, pero sin la forma con que
se moldea en el seno de los elementos celulares.
Y como un argumento más en favor de esta conclusión,
aunque la materia formada es anhista , también puede tomarse
en cuenta la intervención del agua. Los coloides llamados es-
tables (que son principalmente las materias proteicas) absor-
ben al coagularse mayor cantidad de agua que los llamados
inestables (que son los minerales), y el agua retenida en el
coágulo que antes se atribuía á la imbibición se refiere hoy al
género de combinaciones denominado compuestos de adsorción.
Uno de estos hidratos es el que debe formarse en el coágulo
sanguíneo^ á semejanza de los formados en la intimidad de los
tejidos, y en los cuales es forzoso suponer que los albuminoi-
des y el agua están unidos químicamente para explicar la cons-
tancia de sus proporciones respectivas en el curso de los cam-
bios materiales del organismo.
*
* *
De ser cierta la supuesta sustitución de algunos radicales
de la molécula del fibrinógeno por radicales metálicos, deben
quedar en el líquido en que se deposita el coágulo de la fibrina
los radicales sustituidos, y la demostración de su presencia
sería testimonio incontestable de la tesis sustentada.
Si bien no es posible presentar la prueba directa que en
este caso se pide, pueden citarse algunos hechos que parecen
- 157 -
confirmar por modo indirecto la indicada transformación quí-
mica.
Observaron Fredericq y Hammarsten , y lo ha confirmado
Arthus (1), que en las disoluciones de fibrinógeno, cuidado-
samente purificadas de seroglobulina, al ser coaguladas me-
diante el fibrinofermento, no todo el fibrindgeno se convierte,
en fibrina, sino que una parte, en la proporción del 30 al 40
por 100, queda disuelta y convertida en una nueva materia
albuminoidea, denominada fibringlohulina coagulable, á 64°
(temperatura distante de la de 56° á que se coagula su gene-
rador), y con una composición elemental que, según análisis
de Hammarsten, aunque difiere poco, no es completamente
igual á la del fibrinógeno ni á la de la fibrina.
Por otra parte, la composición elemental de estas dos ma-
terias albuminoideas tampoco es idéntica , según los siguientes
datos de Hammarsten, referidos á 100 partes:
C H N S O
Fibrinógeno 52,93 6,90 16,66 1,25 22,26
Fibrina 52,68 6,83 16,91 1,10 22,48
Relacionando estas diferencias con la anteriormente indi-
cada de la proporción de cenizas , y también con las vistas por
J. Duclaux en el proceso de la coagulación de los coloides di-
sueltos, ¿no resulta lógico admitir una sustitución de radicales
orgánicos por radicales metálicos en el tránsito del fibrinógeno
á la fibrina ? Y si esta sustitución es la que produce la materia
constitutiva de los elementos organizados, resulta que la san-
gre se coagula á consecuencia de la transformación química
correlativa á un verdadero proceso fisiológico; pero desarro-
llado en este caso en condiciones anormales, de igual manera
que el aumento de la destrucción intraorgánica de los eritro-
citos produce el infarto del hígado, por desempeñar esta glán-
dula en estado normal el papel de catabolizar la hemoglobina.
*
* *
(1) Archiv. de PJiysiolog., 1895, pág. 552.
Kev. Acad. Ciencias.— III.— Agosto, 1905. 12
— 158 —
Podría tratarse aquí de la acción anticoagulante de las al-
bumosas, del suero sanguíneo de la anguila, de los extractos
de tejidos y del extracto de sanguijuela; pero las acciones de
todas estas substancias, cuyos efectos, en general, son mucho
más notables Í7i vivo que iti vitro , se refieren hoy al descono-
cido proceso de la formación de los anticuerpos que neutrali-
zan el poder coagulante del fibrinofermento, y la explicación
de estos fenómenos negativos queda reducida á suponer la
anulación del poder catalizador de la zimasa, que determina la
producción del coágulo de fibrina á expensas del fibrinógeno
con el concurso de sales minerales.
CONCLUSIONES
1.^ La coagulación de la sangre es un fenómeno físico-
químico como el de la coagulación de los coloides disueltos.
2.^ El zimógeno exudado por las plaquetas es el que, unido
á la cal, forma el catalizador que determina la producción de
la fibrina á expensas del fibrinógeno y de las sales disueltas
en el plasma.
3.* La coagulación de un coloide disuelto es consecuencia
de un cambio de composición, en el que son sustituidos algu-
nos de sus radicales.
4/ La producción de la fibrina es consecuencia de un in-
greso de radicales metálicos en el fibrinógeno, en igual forma
que se produce la materia organizada.
5.^ La coagulación de la sangre puede conceptuarse mo-
mento inicial de un proceso bioquímico, cuyos momentos ulte-
riores se van sucediendo desde el de la formación de la mate-
ria de los tejidos blandos, hasta la formación del cartilagíneo,
del óseo y, finalmente, del dentario.
— 159 —
VIH. — Cefalópodos de las costas mediterráneas espa-
ñolas, particularmente de las de Cataluña y Ba-
leares.
Por Luis Lozano y Rey.
Como introducción á mi trabajo me ha parecido racional
comenzar por hacer la enumeración de las especies de Cefaló-
podos dibranquiales que hasta hoy se han citado como exis-
tentes en el Mediterráneo español.
Este primer paso en mi labor lo ha facilitado en absoluto la
extensísima y minuciosa bibliografía (1) hecha por mi sabio
Profesor Sr. Hidalgo, en la que están recopilados todos cuan-
tos trabajos se han hecho sobre moluscos de España , Portugal
y Baleares, y en la que encontrará imprescindibles y sólidos
cimientos en que sustentar sus trabajos todo aquel que desee
continuar la obra de la Malacología española que tan intere-
sante es, dada la excepcional posición geográfica de nuestro
país.
Copio de dicha bibliografía todo lo que se refiere á los Cefa-
lópodos de las costas mediterráneas de nuestro país.
Las especies citadas hasta ahora son:
1. Argonauta Argo L.
2. Tremoctopus violaceus Delle Chiaje.
3. Octopus vulgaris Lamk.
4. » macropus Risso.
5. Eledone moschata Lamk.
6. » cirrhosa Lamk.
7. Sepia officinalis L.
8. » elegans D'Orb.
(1) Esta bibliografía forma parte de las Obras malacológicas
del Profesor Hidalgo publicadas por la Real Academia de Cien-
cias Exactas, Físicas y Naturales, en los capítulos XIV y XV de
la parte II , desde la pág. 273 hasta la 1.025.
— 160 -
9. Lóligo vulgaris Lamk.
10. Teuthis media L.
11. Loligo sagitta.
12. Spirula Peronii Lamlc.
Ahora bien, teniendo en cuenta que las especies de Cefaló-
podos que pueblan el Mediterráneo pasan de cincuenta, que
en este mar las condiciones de vida no varían mucho, que se
trata de animales cuya existencia no necesita un fondo marino
muy especial, por lo que se encuentran umversalmente re-
partidos, y que buena parte de ellos son pelágicos, con lo que
se facilita su dispersión , se puede afirmar que doce especies
de Cefalópodos mediterráneos constituyen un número que por
lo reducido dista mucho de ser el verdadero.
En este concepto, me decidí á emprender estos estudios,
que ha coronado el éxito, pues he duplicado el número de las
especies conocidas hasta aquí, habiendo procurado al hacer
mi trabajo poner en todas las ocasiones que me ha sido posi-
ble el producto de la experiencia ante el objeto, ya que no
pueda ofrecer la experiencia en el tiempo , que difícilmente se
puede conciliar tratándose del desarrollo de esta Memoria
hecha para cumplir un deber académico.
Los medios y materiales de que he dispuesto para hacer mi
trabajo son: colección de Cefalópodos de la Universidad de
Barcelona, recogidos en diferentes excursiones en Cataluña y
Baleares; colección del Museo de Historia Natural de Madrid;
colección del Laboratorio de Biología Marítima de Banyuls-
sur-Mer (Francia); datos recogidos por De Buen en sus ex-
cursiones particulares y á bordo del Roland ( barco del Labo-
ratorio de Banyuls-sur-Mer) en el Mediterráneo español; y,
finalmente, datos tomados por mí durante la estancia en las
playas catalanas y mallorquínas, y muy especialmente en los
estudios que he hecho durante mi permanencia en el admira-
ble Laboratorio francés antes citado, que cuenta con inestima-
ble riqueza de ejemplares y de libros, todos los cuales han sido
puestos á mi disposición por su ilustre Director Mr. Pruvot,
quien me ha dispensado opulenta hospitalidad científica por
mí tan agradecida como jamás olvidada.
- 161 -
El estudio de los Cefalópodos ofrece grandes dificultades
para aquellas personas que viven alejadas del mar (1). Se trata
de animales bastante delicados para su conservación, y que
por otra parte á las poblaciones del interior de nuestro país
sólo llegan los que se venden en el mercado como pesca, y
éstos ya se sabe que son poquísimos. Para quien vive en la
costa, las dificultades disminuyen, pero no del todo, pues si
bien los mercados se ven más surtidos en especies, éstas, de
todos modos, son las corrientes, las vulgares; en cuanto á las
otras, las más raras, precisamente las que más interesan al na-
turalista, son separadas del peix bo (2) y arrojadas de nuevo
al mar, ó cuando más retenidas para cebo porque constituyen
la parte del peix dolent (3).
Si apercibidos los pescadores, por amistad ó interés, guar-
dan estas especies más raras, sólo en conladísimas ocasiones
se recogerá algo notable, porque siempre el pescador de oficio
sale á recoger determinados animales por un procedimiento
especial apropiado al género de vida de los mismos para ob-
tener un máximo producto, y claro es que sólo accidentalmen-
te caerá en sus anzuelos ó redes lo que no ha ido á buscar.
En caso favorable, casi siempre se tratará de especies seden-
tarias y poquísimas veces de especies grandes nadadoras y de
otras que viven en grandes profundidades, llamadas unas y
otras comúnmente especies raras, y que en realidad en la ma-
yoría de los casos no lo son en el mar, sino en las colecciones
malacológicas.
En corroboración de este aserto haré observar que muchas
de las especies escasísimas en las colecciones son, sin embar-
go, tan abundantes en el mar que constituyen casi el exclusivo
alimento de determinados grandes animales marinos, como los
(1) Por esta circunstancia, mi Profesor el Sr. Hidalgo no ha
tratado esa parte de la fauna española, y me anima también á qae
me ocupe después de los Opistobranquios , ayudándome con sus
consejos y facilitándome la consulta de su magnífica biblioteca.
(2) Pez bueno que tiene valor en el mercado.
(3) Pescado malo.
— 162 —
cachalotes y delfines, que á veces se convierten en verdaderos
museos ambulantes de curiosidades teutológicas , como el del-
fín, dentro del cual Joubin encontró una verdadera colección
de Cefalópodos á cual más interesantes, alguno de ellos nuevo
como el Ctenopteryx cyprinoides Joubin. Añadiré también que
si pocas veces se da el caso de que alguna de estas especies
caiga en los artes de pesca que el hombre utiliza para otros
fines, es porque se trata de animales que rehuyen las redes
ayudados por su poderosísima vista y su enorme rapidez de
movimientos, que les permiten surcar las aguas con velocidad
de flechas. Por eso los ejemplares obtenidos de esas especies
raras son generalmente de animales enfermos ó muertos que
flotan en la superficie del' mar ó son depositados en las playas
por las corrientes y los vientos; de suerte que en tales condi-
ciones rara vez llegan enteros, y no hay que decir que estos
ejemplares se presentan más incompletos cuando se recogen
dentro del tubo digestivo de otros animales, como por ejemplo
de los delfines.
A pesar de todas estas dificultades, á fuerza de perseveran-
cia he conseguido reconocer y anotar las siguientes especies:
1. Stenoteuthis Bartrammi Les.
2. Todarodes sagittatus Lamk.
3. Illex Coindetii Ver.
4. Todaropsis Veranyi Girará.
5. Ancistroteuthis Lichtensteinii Fer.
6. Chiroteuthis Veranyi D'Orb.
7. Histioteuthis Ruppelli Ver.
8. Sepiola Rondeleti Leach.
9. Rossia macrosoma Delle Chiaje.
10. Sepia officinalis L.
11. Sepia elegans D'Orb.
12. Sepia Orbignyana Fer.
13. Spirula Peronii Lamk.
14. Lóligo vulgaris Lamk.
15. » media L.
16. » Marmorse Ver.
17. Argonauta Argo L.
- 163 ^
18. Ocythoe tuberculata Rafin.
19. Tremoctopus violaceus D. Ch.
20. Octopus vulgaris Lamh,
21. Octopus macropus Risso.
22. » De Filippii Ver.
23. Eledone moschata Lamk.
24. » Aldrovandi Rafi?i.
25. » cirrhosa Lamk.
A éstas se podría añadir una especie de Sepiola de la que
guardo numerosos ejemplares, casi todos machos hectocotiliza-
dos y que no he podido determinar, porque desde que vinieron
á mi poder no he dispuesto de libros apropiados. Pudiera ser
que se tratase de una variedad de la S. Roiideleti Leach; pero
á mi ver, difiere de ella por varios caracteres, entre ellos el im-
portante de la hectocotilización. Tengo además referencias de
que existen en las costas catalanas dos Sccergus, el itnicirrhus
y el tetracirrhus; pero esto no lo puedo afirmar porque no ten-
go ningún dato decisivo.
A este resultado he llegado relativamente en poco tiempo, y
disponiendo de un material que hubiera podido ser más nume-
roso y variado si se hubiera recogido con la intención precon-
cebida de verificar su estudio, pues en lo que se refiere, por
ejemplo, á la colección de Cefalópodos del Gabinete de His-
toria Natural de la Universidad de Barcelona, dicha colección
está exclusivamente formada por ejemplares recogidos por De
Buen durante su permanencia en playas catalanas y de las Ba-
leares ó en las pescas que se verifican en las excursiones para
instrucción de los alumnos de Zoología de aquella Uuiversidad.
Yo opino que el estudio de los Cefalópodos de las costas
españolas mediterráneas ha de dar no pocas sorpresas, aun
dentro de los estrechos límites á que puede alcanzar la inicia-
tiva particular. Los resultados se multiplicarían disponiendo
de estaciones biológicas, hoy realmente imprescindibles, donde
se coronaría la obra haciendo estudios del género de vida y de
reproducción tan interesantes en estos notabilísimos animales.
En realidad^ sólo el calamar es objeto de una pesca espe-
cial. Los restantes Cefalópodos se pescan por los procedimien-
— 164 -
tos generales, en unión de otros animales marinos pertenecien-
tes á diferentes grupos. Por ejemplo con el artet, red que se
arrastra desde la tierra, se recogen Cefalópodos de la región li-
toral^ que tiene una extensión algo mayor á la comprendida
entre los límites de las mareas alta y baja. Los de la región
costera, que sigue á la litoral y alcanza hasta la profundidad
de trescientos metros, que es donde normalmente termina la
vegetación submarina (Rodríguez Femenias, el notable espe-
cialista en algas, ha encontrado algunas á más profundidad),
y los de las regiones profundas se pescan con el palangre y el
bou: los Cefalópodos pelágicos pueden obtenerse con las redes
flotantes como las de la sardina y anchoa.
Para facilitar la comprensión de las descripciones y la clave,
antepongo los principales caracteres de clarificación en párra-
fos, cada uno de los cuales lleva la cita de una figura situada
en el atlas final.
Siguen las descripciones de las especies, en todas las cuales
he procurado comprobar la exactitud de los caracteres que se
les asignan en los principales tratados. En algunas de dichas
descripciones he modificado y aun aumentado todo lo que me
ha parecido racional; pero siempre he tenido cuidado de no
indicar sino aquellos caracteres más salientes.
Al tener entre mis manos los ejemplares pudiendo cotejarlos
con las descripciones que de ellos dan los autores , ha sido tan
intensa mi satisfacción como profunda mi contrariedad, cuan-
do me he visto privado de ejemplares sobre los cuales poder
hacer un estudio positivo, como me ha ocurrido con el O. de
Filippii.
A las descripciones sigue una clave que he hecho general á
todos los Cefalópodos del Mediterráneo, más que nada, para
dar una idea de la posición y relaciones de los peculiares á
las costas de Cataluña y Baleares con los restantes. En esta
clave se citan cerca de setenta especies de Cefalópcfdos, pero
hay que tener en cuenta que algunas de ellas son sinóaimas.
Al final va el atlas con las fotografías y con los dibujos, en
su mayoría esquemáticos.
No he podido sacar las fotografías con la corrección que
— 165 —
hubiera deseado^ por carecer de local y aparatos fotográficos
apropiados. Por las condiciones especiales de los que he usado,
las fotografías de los animales mayores he tenido que hacerlas
en placas más pequeñas que las de los menores. En cuanto á
las figuras, he tomado del natural todas las que he podido y
he copiado de los tratados de Jatta, D^Orbigny y Ferussac y
de Verany todas aquellas de las que no he tenido modelo 6
que interpretaban mejor que yo pudiera hacerlo lo que me pro-
ponía representar.
CARACTERES DESCRIPTIVOS
Orientación y partes principales de un Cefalópodo: p.a.
parte anterior; p.p. parte posterior; c. d. cara dorsal; c. v. cara
ventral; h. brazos; e. embudo; m. manto; c. cabeza. (Fig. 1.)
Cabeza separada del manto (realmente la cabeza está unida
al manto, pero la unión no se ve desde fuera.) (Fig. 2.)
Cabeza unida al manto por una brida cervical. (Fig. 3, b. c.)
El cuello suele ser corto, pero puede adquirir gran desarro-
llo. (Fig. 4, c.)
Ojos sin abertura ocular, por estar cubiertos con el tegu-
mento de la cabeza, que sobre ellos se hace transparente.
(Fig. 5) (1).
Ojos con abertura ocular, que están en contacto directo con
el medio ambiente porque el tegumento de la cabeza se inte-
rrumpe sobre ellos. (Fig. 6, a. o.)
Seno lacrimal que existe en el borde de la abertura de los
ojos de algunos Cefalópodos. (Fig. 6, s. 1.)
Crestas cefálicas ó relieves de diversa forma que pueden
existir sobre el dorso y los lados de la parte posterior de la
cabeza. (Fig. 6, c. c.)
Fóvea ó depresión bien delineada de la cara ventral de la
(1) En la figura 5.^ no hay que tomar la línea cerrada i por
una abertura ocular, pues no es sino el iris que se ve á través del
tegumento cefálico.
— 166 -
cabeza y ea la que se aloja el embudo por su parte libre.
(Fig. 7, f)
Foveola ó parte anterior modificada de la fóvea y en la que
se ven pliegues, (Fig. 8, f. 1.)
Posición de la boca. (Fig. 9.)
Membranas bucal [m. h.) y labial externa (m. 1. e.) é interna
{m.l.i.) que rodean al bulbo bucal. (Fig. 10.)
Bridas con que la membrana bucal se une á la base de los
brazos. (Fig. 10, h.)
Pico formado por dos mandíbulas córneas {m. s. y m. i.) que
recuerdan las piezas del pico de un loro, y bulbo bucal (&. h.)
que es la masa musculosa constitutiva de la boca. (Fig. 11.)
La rádula es un órgano' masticador, de consistencia córnea,
constituido por una lámina provista de dientes dispuestos en
series, una central (c), dos laterales {1.) y dos marginales
(m.). En este caso tenemos cinco series de dientes de tres
formas; pero á veces existen dos series más, una á cada lado,
que por estar constituidas por dientes iguales en forma á los
de las series laterales ó á los de las marginales, las duplican.
En la figura se representan los tres tipos principales de rádula
y sus fórmulas correspondientes; en ella se ve también cómo
se destacan por su forma los dientes marginales de los centra-
les y laterales, que son más semejantes entre sí.
A veces, sobre cada uno de los dos bordes laterales de la
rádula, hay una serie de disquitos redondos [d), á modo de
piedrecitas, que no se representan en la fórmula de la rádula.
(Fig. 12.)
En algunas especies de Cefalópodos, sobre todo en las na-
dadoras, existen cavidades llenas de agua que constituyen lo
que se llama el aparato acuífero y que comunican con el exte-
rior por medio de agujeritos. Estas aberturas acuíferas difieren
por su posición. La figura 13 representa las aberturas acuífe-
ras cefálicas dorsales {a. d.) propias de los Filonéxidos, en nú-
mero de dos , y que dan paso á dos anchas cavidades que co-
munican entre sí por un agujerito.
Aberturas acuíferas cefálicas ventrales (a. v.) 6 anales, pro-
pias de los Oníquidos, Ommastrefinos y Filonéxidos; las caví-
— 167 -
dades á que dan paso estas aberturas son pequeñas en los Om-
mastrefinos y grandes en los otros. (Fig. 14.)
Aberturas acuíferas oculares {a. o.), propias de los Miópsidos.
Son agujeritos apenas visibles que comunican con la cavidad
orbitaria. (Fig. 15.)
Aberturas acuíferas braquiales {a. &.), exclusivas de los De-
cápodos. Son dos, situadas entre el 3.° y 4.° par de brazos; dan
paso á dos cavidades que se comunican por un agujerito y en
las que á veces pueden alojarse los brazos tentaculares. (Figu-
ra 16). En los Lolígidos, Sepiáridos, Oníquidos, gen. Histioteu-
this y Ommastréfinos hay unas aberturas acuíferas bucales en
comunicación con una ó varias cavidades que rodean la boca.
Brazos sentados {b. s.) son las ocho prolongaciones alarga-
das de la cabeza de los Octópodos, y las ocho más cortas y se-
mejantes entre sí de las diez que existen en los Decápodos.
Tienen la cara ventral provista de ventosas ó de ganchos.
Tanto en los Octópodos como en los Decápodos, estos brazos
se distribuyen por pares, como se indica en la figura, desig-
nándolos por números, teniendo en cuenta que el orden de su-
cesión en que están colocados estos números expresa el de mag-
nitud, de mayor á menor, de los brazos que representan. (Fi-
gura 9) (1).
Regiones que se consideran en un brazo sentado. (Fig. 17.)
Los brazos sentados presentan algunas veces una cresta na-
tatoria dorsal (c. ?i. d.) más ó menos desarrollada. En ocasiones
el área ventral del brazo, sobre la que están insertas las ven-
tosas, se extiende por cada lado en una expansión membra-
nosa que las protege (e. m.). Estas membranas pueden estar re-
forzadas por cordones musculares (c. m.) que parten de la base
de las ventosas , y adquirir enorme desarrollo como el repre-
sentado en la figura 18.
Los brazos tentaculares (h. t.) son exclusivos de los Decápo-
dos; se implantan entre los brazos del H." y 4.° par. Se dife-
(1) Así, por ejemplo, la fórmula 3.2.4.1. indica que el 3.^^ par de
brazos es mayor que el 2.°, el 2.^* mayor que el 4.'' y el 4.° mayor
que el 1.°
-^ 168 -
rencian, principalmente, de los sentados en que son dos, más
largos, con ventosas <5 ganchos sólo en la extremidad^ que
suele estar ensanchada formando una especie de maza (tn.), y
en que algunos de ellos pueden retraerse, hasta desaparecer,
dentro de una cavidad situada en su base. La parte del brazo
tentacular comprendida entre la base del mismo y el principio
de la maza se llama funículo (/".). Existen también membranas
protectoras de las ventosas y una cresta natatoria más ó menos
extensa. Las ventosas ó los ganchos están sólo en la cara in-
terna de la maza, cuya cara mira al eje del animal cuando los
brazos están completamente extendidos en sentido longitudinal
y sin haber sufrido la menor torsión. (Fig. 9.)
Las ventosas son órganos de adhesión situados en la cara
ventral de los brazos sentados y en la de las mazas de los bra-
zos tentaculares. Son unas especies de capsulitas que pueden
adherirse á los objetos por absorción, para lo cual aplican so-
bre ellos su borde libre, y luego producen un vacío imperfecto
dilatando su cavidad interna. Las ventosas de los Octópodos
son carnosas, sentadas y más ó menos cilindricas ó discoida-
les. (Fig. 19.)
Las ventosas de los Decápodos son hemisféricas, globosas^
etcétera, etc.; están sostenidas por un pedicelo (p.), más órne-
nos largo, que se implanta en un tubérculo ó en un cordón
elevado (c. e.) del brazo y tienen en la parte interna de su
abertura un círculo córneo, que puede presentar su borde li-
bre, dentado en toda su extensión ó en parte (d.) de ella, y tam-
bién puede ser liso. La abertura de estas ventosas puede ser
circular ó tener otras formas; puede ser paralela ú oblicua, con
respecto á la cara del brazo en que se sustentan, y el borde de
ella está provisto de un círculo carnoso (c. c.) que proteje al
córneo y facilita, además, la adherencia. (Fig. 20, 48 y 51 B.)
Los ganchos que presentan algunos Cefalópodos, y que sus-
tituyen á las ventosas, no son más que transformaciones de
ellas; el círculo córneo se transforma en una uña (u.) protegida
por la parte carnosa (y. ^í.) que forma lo que se llama la vaina
de la uña. (Fig. 21.)
Se llama aparato de conexión (aparatus conexivius, Steens-
— 169 —
trup) á un conjunto de ventosas {v.) y botones (6.) que forman
una serie en la base de la maza de los brazos tentaculares de
algunos Cefalópodos, de tal modo dispuestos, botones y vento-
sas, que al aplicarse las mazas por su cara interna pueden
adherirse fuertemente porque cada botón encuentra una ven-
tosa en que ajustarse. (Fig. 22.)
Disco de adhesión [d. a.) es un aparato que se diferencia del
anterior en que las ventosas y botones de cada brazo, que se
corresponden con botones y ventosas del otro, no están en una
serie, sino apelotonadas sobre una superficie discoidal. (Fig. 23.)
El embudo ó tubo locomotor es un órgano más ó menos có-
nico situado en la cara ventral de la cabeza, que asoma por la
abertura del manto y que está destinado á dar salida al agua
de la cavidad branquial. El animal puede trasladarse de un
punto á otro mediante la rápida expulsión de este agua. (Fi-
gura 9, e.).
Se consideran en el embudo la parte libre (p. L), la basal
(p. b.), la abertura superior {a. s.) y el borde libre (b. 1.) de la
abertura posterior. (Fig. 24 y 25.)
El embudo se continúa lateralmente con el músculo coilar
(m. c). Este tiene su borde anterior adherido á la cabeza y el
posterior libre; en su parte media dorsal se ve el cartílago nu-
cal (c. 71.), que varía de forma en las diferentes especies. (Fi-
gura 2.)
Los Cefalópodos pueden cerrar á voluntad la cavidad bran-
quial del manto adhiriendo la cara externa de la parte basal
del embudo á la interna del manto, fortificándose esta adhe-
rencia á favor y mediante dos prominencias en forma de bo-
tones (&.) que encajan en otras dos cavidades ó cicatrices (c.) á
manera de ojales. En unos Cefalópodos los botones están si-
tuados uno á cada lado de la parte basal del embudo, y los
ojales enfrente, sobre el manto; en otros, los botones están so-
bre el manto y los ojales sobre el embudo. Ojales y botones
constituyen lo que se llama el aparato de resistencia, que pue-
de ser variable en forma, dividiéndose en sencillo (fig. 24) y
complicado (Fig. 25).
La lengüeta ó válvula del embudo es una membranita más
_ 170 —
ó menos triangular 6 redondeada inserta en la cara interna
dorsal del embudo, cerca de la abertura superior de éste, y á
veces visible desde fuera. (Fig. 27, /.)
La superficie interna del embudo está lubrificada por un lí-
quido segregado por unas glándulas que forman lo que Jatta
llama el órgano del embudo, denominándose también órgano
de Verrill (Hoyle) y órgano de MuUer (Brock). Jatta indica
cinco disposiciones principales del órgano del embudo, repre-
sentadas por los siguientes cinco esquemas en los que se su-
pone el embudo abierto por la línea media ventral y extendido
sobre el plano del dibujo:
1.^ Dos piezas dorsales {d.) y dos ventrales (y.), que pa-
recen laterales por estar el embudo abierto y extendido. (Fi-
gura 26.)
2.^ Una pieza dorsal {d.) (formada de dos dorsales solda-
das) y dos ventrales. (Fig. 27.)
3.° Dos piezas dorso- ventrales [d. v.), producidas por la
soldadura de cada pieza dorsal con la ventral contigua. (Fi-
gura 28.)
4.° Una sola pieza {v. d) constituida por la soldadura de
las dorsales entre sí y de éstas con las ventrales. (Fig. 31.)
5.° Numerosas piezas longitudinales. (Fig. 29.)
El órgano del embudo constituye un buen carácter de cla-
sificación, aplicable tan sólo á aquellos ejemplares que puedan
disecarse.
El manto es una especie de bolsa que encierra todos los ór-
ganos excepto la cabeza y los brazos; sobre él se insertan las
aletas, cuando existen. Su forma puede variar como se ve en
las figuras 2m., 4m., 9 mí., 30 m y 49 m.
La abertura del manto puede no ser sinuosa ó presentar un
seno inf undibular (fig. s. i.) bajo el embudo y dos oculares
(s. o.), uno al lado de cada ojo. (Fig. 5.)
Sobre el manto de los Decápodos se insertan membranas
natatorias ó aletas de diferente forma y extensión, como pue-
de verse en las figuras 3a., 4a., 9a. y 49a.
Algunos Cefalópodos (Decápodos) tienen una concha inter-
na situada inmediatamente debajo del tegumento del dorso
- 171 -
del manto. Estas conchas son unas calizas y otras córneas. La
concha de Sepia officinalis L. se toma como tipo de concha
interna caliza y se llama sepión. Este es plurilocular, formado
por la superposición de capas cada vez más extensas, la últi-
ma de las cuales constituye el área lisa {a. L), que se diferencia
del área estriada (a. e.) que forman los bordes escalonados de
las restantes capas. El área lisa y la estriada sólo son visibles
por la cara ventral del sepión, pues la dorsal está cubierta de
una capa que se extiende sobre las áreas citadas formándoles
una orla ó margen quitinoso [m. q,), generalmente estrecho en
la parte anterior, en cuyo extremo forma una especie de cazo-
leta que suele prolongarse por la cara dorsal en un saliente
llamado rostro (r). La figura adjunta indica la orientación y
partes del sepión visto por su cara ventral. (Fig. 42.)
El tipo de las conchas córneas internas llamadas plumas es
el de las conchas del Lóligo vulgaris Lamk. (Calamar). Consta
esta pluma de un raquis un tanto fuerte , con dos costillas
laterales (c. ¿.)> un surco central (s. c.) y dos expansiones
laterales (e. 1.) más extensas y delicadas que el raquis y reco-
rridas por nerviacioues. (Fig. 34.)
En el extremo posterior de la pluma de algunos Cefalópo-
dos, soldándose por delante las expansiones laterales, forman
una especie de cazoleta llamada cono terminal. (Fig. 36, c. t.)
Ciertos Cefalópodos (Sepiola, Rossia) poseen plumas rudi-
mentarias que no llegan á la extremidad posterior del manto
por ser más cortas que él^ mientras las plumas propiamente
dichas y los sepiones son siempre tan largos como el manto.
Estas plumas cortas pueden llamarse plumillas. (Fig, 85.)
El Argonauta Argo hembra posee una concha externa
como la representada en la figura. (Fig. 67.)
Las figuras 80 e. y 62 representan un brazo transformado
de un órgano sexual copulador que se llama hectocotile y que
constituye un buen carácter de clasificación, pues varía mucho
en las diferentes especies de Cefalópodos.
- 172 —
DESCRIPCIÓN DE LAS ESPECIES
Stenotenthis Bartrammi (Lesueur, 1821) Verrill, 1880,
(Figuras 18, 22, 32 y 68.)
La cabeza es casi cilindrica , está separada del cuello por
un margen saliente que se extiende por el dorso y los lados
hasta encontrar los dos extremos del borde de la fóvea. A
cada lado de la cabeza hay tres crestas cefálicas que parten
del margen saliente y se unen por detrás. La foveola está sur-
cada por pliegues que en el centro son paralelos al eje del
animal, haciéndose divergentes hacia los lados. Mirando con
una lente la foveola del ejemplar de la figura 68 se ven algu-
nos de estos pliegues, y además una membrana transversa con
la apariencia de una arruga que limita la longitud de los plie-
gues centrales, los cuales siempre son por esta causa más
cortos que los laterales. La abertura ocular es ancha.
El primer par de brazos es el más corto, el tercero el más
largo y el segundo y cuarto casi iguales; pero, respecto á la
longitud, las diferencias no son muy grandes. En cambio, en
cuanto á la forma, se destacan el segundo y tercer par por el
enorme desarrollo que adquiere en ellos la membrana interna
protectora de las ventosas que, sobre todo en el tercer par,
(figura 18) es más ancha que el brazo y presenta cordones
(c. un.) que, partiendo de la base de las ventosas, la refuerzan
atravesándola en el sentido de su anchura. Un trozo desgarra-
do de esta membrana se ve en el extremo del brazo derecho
del tercer par (fig. 68). En la misma figura se ven las nadade-
ras de los brazos del tercer par que están muy desarrolladas,
son triangulares y están implantadas en el primer tercio de los
brazos. Las ventosas de estos brazos están en dos filas, son
pedunculadas y tienen anillo córneo, en cuya parte más ensan-
chada los dientes son más largos.
Los brazos tentaculares son cortos y su última mitad está
ocupada por la maza, que es muy parecida á la del Illex Coin-
— 173 —
detii, sólo que las ventosas apicales están en cuatro filas algo
irregulares, y además existe en la base de la maza un aparato
de conexión constituido por botoncitos y ventosas, dispuestos
sobre una línea y de tal modo, que al aplicarse un brazo tenta-
cular sobre el otro á cada ventosa corresponde un botón (figu-
ra 22).
Los anillos córneos de las ventosas de estos brazos tienen
dientes que varían en forma, tamaño y disposición.
La membrana bucal está unida á los brazos por medio de
siete bridas, de las cuales una se inserta entre los del primer
par, y las otras, dos á dos, á la base de los otros pares. Estas
bridas producen en el margen libre de la membrana bucal sie-
te lóbulos. El bulbo bucal está protegido por una membrana
labial interna y otra externa más delicada.
El embudo se adapta en la fóvea, y si en la figura 68 apa-
rece separado hacia la parte ventral, es por efecto de la con-
tracción producida por el formol. Es robusto, cónico y coa
una lengüeta bien desarrollada.
El aparato de resistencia es como el del Illex.
En la figura 6(S se ve bien la forma cilindro-cónica del man-
to y la posición en el último tercio y forma romboidal de las
aletas; sólo hay que advertir que por estar aplastado el animal
aparece el manto más grueso de lo que es en realidad, y que
estando arrugadas las aletas no se hace tan patente que su
diámetro transverso es bastante mayor que el longitudinal.
La pluma (fig. 32) tiene dos costillas marginales bien sa-
lientes y coloreadas de pardo ^ que se aproximan una á la otra
hacia atrás hasta soldarse con la costilla media, que es delica-
da. Termina por delante en un ángulo obtuso redondeado, y
por detrás en un cono.
El ejemplar de la figura 68 fué recogido al pie del mismo
Laboratorio Aragó flotando sobre las aguas y muerto; conser-
va en el dorso una coloración vinosa azulada, y su longitud,
sin contar los brazos tentaculares, es de 80 centímetros.
Es pelágico.
Eev. Acad. Ciencias.— IIL— Agosto, 1905. 13
— 174 -
Todarodes sag^ittatus (Lamk.) Steenstrup, 1880.
(Figuras 6, 8, 37, 40, 44 y 49.)
La cabeza es deprimida y presenta en correspondencia con
el borde del manto una línea saliente que une los bordes de la
fóvea, y que, además de formar en la parte dorsal un ángulo
obtuso de vértice posterior, presenta otros tres á cada lado^
de cada uno de los cuales arranca una cresta cefálica (c). Las
tres crestas de cada lado están unidas en su extremo posterior
por otra transversal menos acentuada (fig. 6j.
La longitud relativa de los brazos es 3. 2. 1. 4. siendo casi
iguales los del segundo y tercer par.
En este último la membrana natatoria se desarrolla en la
parte media del brazo formando una expansión triangular. Las
ventosas de estos brazos presentan nueve dientes en el margen
superior del círculo córneo, de los cuales el central es más lar-
go; tienen la abertura oblicua y un pedúnculo corto.
Los brazos tentaculares no llegan á tener el doble de la lon-
gitud de los sentados mayores; están provistos de una aleta
que se inicia en la base y crece hasta la extremidad. La maza
tentacular ocupa los tres últimos cuartos del mismo brazo,
y tiene numerosas ventosas que difieren en forma, tamaño y
disposición: primero se encuentran pequeñas ventosas de aber-
tura oblicua y con siete dientes en su círculo córneo; siguen
cuatro series de ventosas; las dos series centrales constan de
ventosas grandes de abertura casi horizontal y con un círculo
córneo como el representado en la figura 40. Las ventosas de
las dos series marginales son mucho más pequeñas, en forma
de pie de caballo y con dientes en todo el margen alternativa-
mente largos y cortos (fig. 44); finalmente, en el extremo de la
maza se encuentran otra vez ventosas pequeñas.
La fóvea tiene foveola (fig. 8) que es elíptica, con el eje
mayor en la dirección del eje del cuerpo, y está surcada en el
mismo sentido por pliegues longitudinales paralelos que se des-
vanecen antes de alcanzar la membrana de forma de media
lona que limita la foveola por detrás.
— 175 -r-
Manto cilindro-cónico, dominando la región cónica, trunca-
do anteriormente y terminado por detrás en punta. Las aletas,
que ocupan casi la mitad de la longitud del manto, son en con-
junto de forma romboidal, más anchas que largas, emargina-
das anteriormente y formando un ángulo agudo hacia el extre-
mo del manto (fig. 49).
La pluma es parecida á la del S. Bartrammi, el cono está
más desarrollado y el extremo anterior termina en ángulo agu-
do, como si hubiera sufrido dos cortes de tijera (fig. 37) que
interrumpieran bruscamente las costillas laterales.
El aparato de resistencia, las membranas bucal y labia-
les, etc., etc., son análogas á las del S. Bartiammi y el
/. Comdetii.
Este Cefalópodo forma parte de la fauna de Banyuls y en
la colección del Laboratorio lo encontré representado por una
pluma.
En Mallorca lo cita el Archiduque Salvador, y ha sido vis-
to y clasificado en diferentes ocasiones por De Buen. Allí les
llaman Ludas ó Aludas, nombre que también aplican á todos
los Cefalópodos análogos que adquieren gran tamaño.
Pelágico, se le captura en la región costera en fango ó en
arena.
lUex Coindetii ( Verany, 1837) Steensteup, 1880.
(Figuras 7, 10, 17, 20, 25, 33, 38, 47, 48, 51, 55 y 69.)
La cabeza es deprimida, algo redondeada por encima, las
aberturas oculares transversas y con un seno lacrimal tan pro-
fundo que las da forma triangular. Hay un cordón saliente que
separa la cabeza del cuello por el dorso y los lados , bien pa-
tente en la figura. 69 B., en la que se ve cómo dicho cordón for.
ma un ángulo obtuso de vértice posterior bien pronunciado y
cómo nacen de él las crestas cefálicas, en número de tres á
cada lado (fig. 38). La fóvea no tiene pliegues (fig. 7) y es
redondeada.
La longitud relativa délos brazos es 3. 2. 4, 1. Los del ter-
- 17o —
cer par tienen una mediana membrana natatoria dorsal situada
sobre la parte media del brazo; pero que no alcanza ni á la base
ni al ápice del mismo. Sobre todos los brazos, las ventosas es-
tán en dos filas, tienen la abertura oblicua y sus pedúnculos
nacen sobre unos relieves en forma de cordón corto que termi-
nan en los bordes de la membrana protectora de las ventosas,
como se ve en las figuras 20, 47, 48 y 51.
En los ejemplares vistos por mí , de los cuales dos están re-
presentados en la figura 69, he podido notar que las ventosas,
que en los brazos del primer par decrecen de tamaño gradual-
mente, á partir del primer cuarto de la longitud de los mismos,
tienen en los otros tres pares de brazos una disposición espe-
cial , poco visible en el cuarto par, bastante en el tercero y mu-
cho en el segundo, y este carácter consiste en que las ventosas
de los dos tercios básales son bastante mayores que las del úl-
timo tercio apical , produciéndose este cambio de magnitud tan
bruscamente que, haciendo abstracción de dos ventosas inter-
medias, las inmediatas á ellas, de los dos tercios básales, son
de doble diámetro que las contiguas del tercio apical (fig. 51).
Las ventosas de los dos tercios básales de estos brazos son,
como digo, más grandes, están cortamente pedunculadas, tie-
nen la abertura redonda y el círculo córneo con dientes anchos
redondeados, más visibles 6 más desarrollados los de la parte
superior, cuyo diente del medio es agudo y saliente (figuras 20,
47 y 51 A), Las ventosas del tercio apical son más pequeñas»
pero están más largamente pedunculadas, son, además, más
altas, su abertura ya no es redondeada y sobre la parte supe-
rior de su círculo córneo se ven dientes largos , agudos y sa-
lientes, frecuentemente en número de seis (figuras 48 y 51 B).
Las ventosas más grandes de los brazos sentados son mayo-
res que las más grandes de la maza tentacular.
Los brazos tentaculares son más cortos que el cuerpo, y el
último tercio de ellos está ocupado por la maza. Esta tiene al
principio ventosas pequeñas, siguen después siete pares de ven-
tosas grandes, de abertura redonda, dispuestas en dos filas
centrales y á cada lado de éstas otra fila de ventositas peque-
ñas largamente pedunculadas y con forma de pie de caballo;
— 177 -
el final de la maza está ocupado por numerosas y pequeñísimas
ventosas en ocho filas irregulares. Las ventosas grandes tienen
sus pedúnculos insertos en los senos producidos por un relieve
en zig-zag que se extiende en sentido longitudinal entre dichas
ventosas. En el esquema de la figura 55 éste relieve está repre-
tentado por una línea (a) que en los ángulos salientes se pro-
longa en otros relieves representados por líneas (6) que se bi-
furcan en el extremo, perdiéndose en el margen de la membra-
na protectora de las ventosas; en dicha bifurcación se implan-
tan los pedúnculos (p) de las ventosas, que tienen forma de
pie de caballo. De los siete pares de ventosas grandes, las más
próximas á la base de la maza tienen el círculo córneo provisto
de anchos y redondos dientes, que en las siguientes ventosas se
hacen más pequeños hasta desaparecer en absoluto.
Al final de la maza hay una nadadera.
El aparato de resistencia consta de dos .relieves en forma
de T invertida, colocados en la cara interna del manto, que en-
cajan en dos ojales de la misma forma situados enfrente, sobre
la base del embudo, y cuyos bordes son salientes (fig. 25).
Manto alargado, cilindro-cónico, bruscamente estrechado
por detrás, truncado anteriormente, con la abertura más estre-
cha que la cabeza. Las aletas ocupan el último tercio y en con-
junto son romboidales, con el diámetro transverso mayor que
el longitudinal (fig. 67).
La pluma (fig. 33) es parecida á la del S. Bartrammi; pero
tanto las dos costillas marginales como la central son fuertes y
están coloreadas de amarillo castaño intenso. El cono terminal
es puntiagudo y alargado.
El brazo derecho ó el izquierdo del tercer par se hectocoti-
lizan sufriendo las siguientes transformaciones: las ventosas
aparecen más distanciadas entre sí, se hacen más pequeñas; en
cambio, los cordones sobre que se insertan se desarrollan ad-
quiriendo algunos de ellos la forma de una bráctea; en el últi-
mo quinto del brazo las ventosas se transforman en botoncitos
que se hacen pequeñísimos al final y que están sostenidos por
delicados pedúnculos. Los brazos del primer par se hacen algo
más anchos que en la hembra; sobre ellos las ventosas se sepa-
— 178 -
ran entre sí y los cordones sobre que se implantan se desarro-
llan más.
Se pesca sobre fondos fangosos de la región costera, en las
costas catalanas durante la Cuaresma. En la provincia de Ge-
rona les llaman Cañadas y en San Carlos de la Rápita (delta
del Ebro) Cananas.
Los representados en la figura 69 pertenecen á la colección
de la Estación biológica de Banyuls-sur-Mer. Hay ejemplares
de esta especie en el Gabinete de Historia Natural de la Uni-
versidad de Barcelona y en el Museo de Historia Natural de
Madrid.
Todaropsis Verauyi Girard.
(Figuras 36 , 39 , 52 , 53 y 70.)
La cabeza es parecida á la del I. Coindetii, La fóvea no tie-
ne pliegues; pero anteriormente es aguda (figuras 39 y 70).
Los brazos guardan la misma proporción relativa de longi-
tud que en la anterior especie; pero con relación al resto del
animal son bastante más grandes. Las ventosas de estos brazos
disminuyen en todos ellos gradualmente de tamaño hacia la
base y hacia la extremidad. Todas las ventosas tienen anillo
córneo con dientes en el borde superior, agudos todos, menos
dos, que son anchos y romos, situados uno á cada lado, donde
principia el borde inferior que es liso (fig. 53).
Los brazos tentaculares son tan largos ó más que el cuerpo,
sobre el último cuarto de la longitud está la maza que es pare-
cida á la del lllex Coindetii; pero las ventosas que en las dos
series medianas se destacan por su grosor son cinco pares; tie-
nen un círculo córneo con dientes cónicos en todo el borde y
son mayores que los más grandes de los brazos sentados (figu-
ras 52 y 70).
El manto es bastante más corto que en el /. Coindetii, forma
también un estrechamiento posterior, pero menos largo. Las
aletas ocupan casi toda la mitad posterior del dorso del manto,
tienen en conjunto la misma forma que en la anterior especie;
- 179 —
pero su diámetro transverso es doble que el longitudinal (figu-
ra 70).
La pluma es como la del Illex Coindetii, pero el cono termi-
nal mucho más ancho y obtuso (fig. 36).
El ejemplar representado en la figura 70 tiene los brazos
del cuarto par transformados por hectocotilización. El del lado
derecho presenta el primer quinto basal de su longitud sin
ventosas; desde aquí hasta la mitad del brazo, las eminencias
en que se insertan las ventosas se transforman en brácteas di-
rigidas hacia el extremo apical del brazo. Lis brácteas básales
son muy grandes, anchas y con el borde provisto de dos ó tres
lóbulos á manera de dientes; á medida que se van acercando al
extremo apical del brazo estas brácteas se van reduciendo de
tamaño, vaa perdiendo ios dientes, se estrechan más y más y
se apoyan las unas sobre las otras de manera que sobre la últi-
ma mitad del brazo toman el aspecto de los granos de trigo en
la espiga. Sólo se ven ventosas, pero muy pequeñas, en algunas
de las brácteas del centro del brazo. El brazo izquierdo hasta
la mitad de su longitud está transformado de la misma manera
que su compañero; pero en el resto parece estar conformado
como los otros brazos.
Estos caracteres de la hectocotilización están tomados sobre
un solo individuo.
El ejemplar fotografiado en la figura 70 pertenece á la colec-
ción del Gabinete de Historia Natural de la Universidad de
Barcelona.
Ancistroteuthis Lichtensteini (Ferussao, 1835) Gray, 1849.
(Figuras 23 y 67.)
La cabeza es algo cilindrica, con una depresión ventral que
se acentúa frente al embudo, formándose una especie de fóvea
en la que éste se aloja. La abertura ocular, á causa de la pro-
fundidad de su seno anterior, adopta una forma acorazonada.
Las crestas cefálicas son numerosas; las tres primeras inme-
diatas al embudo son las más grandes y oblicuas entre sí y
- 180 -
con respecto á las restantes, que son perfectamente paralelas
y equidistantes, decreciendo en tamaño hacia el dorso hasta
quedar reducido á un punto. El número de estas últimas debe
variar con la edad del animal, pues el clasificado por mí, sólo
tenía seis al lado derecho y cinco al izquierdo.
Los brazos del primer par son los más cortos y los otros tres
pares casi iguales; están provistos de pequeñas ventosas con
círculo córneo liso.
Los brazos tentaculares son bastante más largos que el cuer-
po, no retráctiles, cilindricos, terminados en una maza no en-
sanchada, separada del funículo por un ligero angostamiento. En
cada maza hay dos órganos adhesivos constituidos por ventosas
y botones agrupados y dispuestos de modo que, puestas en con-
tacto las mazas, á cada ventosa corresponde un botón. Uno de
estos órganos es basal y el otro apical. El basal tiene forma de
disco y entre ventosas y botones reúne veintiuno. En el espacio
comprendido entre los dos órganos adhesivos de cada maza hay
dos filas de ganchos en número de once pares. Los ganchos de
la fila interna son pequeños y difieren poco en tamaño unos de
otros; los de la fila externa son mucho mayores, creciendo
rápidamente de los extremos al centro, de modo que el sép-
timo gancho es bastante más grande que todos los demás. (Fi-
gura 23.)
El manto es cónico alargado, truncado anteriormente y pro-
longado por detrás en una punta estrecha. La abertura del
manto se prolonga hacia adelante en tres ligeros ángulos, uno
dorsal y dos á los lados del embudo. Las aletas son de conjunto
romboidal, con el ángulo posterior bastante agudo y un poco
más anchas que largas, ocupando más de la mitad del manto.
(Fig. 67.)
La pluma, alargada y estrecha, está terminada anteriormente
en punta redondeada y posteriormente en un cono alargado que
se encorva hacia el dorso; en los dos últimos tercios se obser-
van las expansiones laterales.
El aparato de resistencia consta de dos cicatrices alargadas»
de bordes cartilaginosos salientes situados en la base del embu-
do y de dos cordones mucho más largos, que nacen en los án-
— 181 —
gulos laterales de la abertura del manto y se internan en la ca-
vidad paleal.
El ejemplar que me ha servido de modelo para hacer la figu-
ra 67 pertenece á la colección del Laboratorio Aragó y fué pes-
cado con la red de la anchoa. Sus dimensiones son:
Longitud con los brazos tentaculares . 52 ceutíms.
ae la caoeza
de los brazos del 1.^'' par
z Va
7
»
!>
T> » 2.° J>
8'/,
»
S
3." « ....
8 Vo
»
I>
t. » 4.° »
8 73
»
S
del brazo tentacular derecho. .
30
»
»
» » izquierdo.
34'/.
»
»
del manto
15 "s
9 7,
s
>
de las aletas
»
En el Museo de Historia Natural de Madrid hay un ejem-
plar recogido por el Sr. Antón en Algeciras, y que según indi-
ca el rótulo que le acompaña es el O. Lichtensteini (1), pero
por tratarse de un animal joven y mal conservado no puedo
afirmar con absoluta certeza que sea tal especie, aunque real-
mente lo parece.
Chiroteuthis Veranyi D'Orb.
(Figura 60.)
El manto es cónico alargado, prolongado por su parte dorsal
y sobre la cabeza en un corto y poco pronunciado ángulo; la
mitad anterior es bastante más ancha que la posterior, sobre
cuyo dorso están insertas dos nadaderas unidas en la línea me-
dia, de conjunto circular algo cordiforme.
La cabeza es grande, más ancha que la abertura del manto,
con dos ojos muy v^oluminosos.
(1) El Onichoteuthis Lichtensteini es el Ancistroteuthis Lich-
tensteini.
— 182 —
Es notable el gran desarrollo que adquieren los brazos del
cuarto par, con relación á los otros, los cuales decrecen en lon-
gitud y grosor hacia los del primer par, que son los más delga-
dos, y cuya longitud es, sobre poco más ó menos, un tercio de
la de los del cuarto par. Estos dos brazos se extienden en una
membrana, formándose una especie de canal ancho interno. Los
otros brazos tienen numerosas ventosas en dos filas, globulares,
con abertura redonda algo lateral y sostenidas por un corto y
delgado pedicelo que se implanta en un tuberculito que le sirve
de base.
Los brazos tentaculares son extremadamente largos y delga-
dos, cilindricos, con ventosas sentadas de trecho en trecho;
terminan en una maza lanceolada ancha, y festoneada con cua-
tro series de ventosas de abertura estrecha y provistas de un
delgado pedúnculo inserto en la extremidad ensanchada de otro
que es más grueso y largo, y que es el que directamente se
apoya en la maza. Estos caracteres que se refieren á la maza
no los he podido comprobar, pues los brazos tentaculares faltan
casi por completo en el ejemplar por mí estudiado.
La lámina dorsal es de consistencia córnea, aquillada, larga
y terminada en una espátula lanceolada anterior y otra poste-
rior, siendo estrecha en la región media. Yo no la he visto.
Hay un ejemplar de esta especie en la colección del Labora-
torio Aragó. Fué recogido muerto, por lo que no es extraño
que esté deformado é incompleto, presentando tan sólo restos
de los brazos tentaculares y faltando en absoluto el primer par
de brazos , el derecho del segundo par y el ojo izquierdo. Sus
bellas coloraciones las ha perdido en el formol.
Es traslúcido.
Histioteuthis Ruppelli (Yerany, 1851).
(Figura 59.)
La cabeza, tan grande como el manto, está provista de dos
ojos muy gruesos y poco salientes. La abertura ocular es muy
— 183 —
grande, redonda y sin seno lacrimal. Hay un cordón saliente
posterior y dos crestas cefálicas pequeñitas á cada lado.
Los brazos sentados son robustos, más del doble de largos
que el manto. Los tres primeros pares de brazos están enlaza-
dos por una extensísima membrana umbelar: los dos inferiores
quedan libres, formando grupo aparte y están unidos en su base
por una membrana corta que se suelda en sentido lineal á la
membrana que une los brazos del tercer par.
El manto es cónico, bursiforme, terminado por detrás en
punta redondeada: sobre su mitad posterior están las aletas, que
son redondeadas en conjunto, y que se extienden un poco más
allá del extremo posterior del manto.
El ejemplar que he estudiado y que forma parte de la colec-
ción del Laboratorio Aragó, fué recogido flotando sobre las
aguas. Está conservado en formol y le faltan los brazos tenta-
culares, los sentados ventrales y casi toda la región ventral,
partes que sin duda fueron devoradas. La coloración es vino-
sa, sucia, distribuida en manchas de diversa intensidad desde
la clara hasta la muy obscura. Este ejemplar tendrá, aproxima-
damente, de longitud total unos cincuenta centímetros, contando
desde el ápice de los brazos sentados más largos hasta el extre-
mo posterior del manto.
Sepiola Rondeleti Leach.
( Figuras 101, 3, 46 , 66 y 71 AB.)
La cabeza es deprimida y un poco más estrecha que la
abertura del manto. Los ojos están cubiertos por el tegu-
mento de la cabeza que sobre ellos se hace transparente en
una zona ovalada, y forma, replegándose hacia adentro, una
especie de párpado inferior.
Los brazos sentados del primer par son los más cortos , si-
guen en longitud los del cuarto, y después los del segundo y
tercero, que son casi iguales. Todos tienen dos filas de vento-
sas globulares de abertura redonda, oblicua, más bien pe-
queña; pero carecen de membranas protectoras de las vento-
- 184 —
sas y de aleta dorsal, excepto los del tercer par, que la tie-
nen, aunque muy poco aparente.
Los brazos tentaculares son algo más largos que el cuerpo,
y terminan en una maza lanzeolada, no muy aparente, ar-
queada hacia el lado interno, con una aleta dorsal algo más
larga que ella, pero muy estrecha y con numerosísimas y di-
minutas ventosas, casi iguales en tamaño y dispuestas sobre
la cara ventral.
La membrana braquial está poco desarrollada, es mayor en-
tre los brazos del tercero y cuarto par, y casi nula entre los del
cuarto; pero según he podido ver existe entre todos los brazos.
La membrana bucal no está muy desarrollada, tiene siete
bridas que la unen á la base de los brazos; pero se bifurca la
que corresponde á los brazos del primer par. La membrana
labial externa es lisa y delicada; la interna presenta una co-
rona de tubérculos.
El embudo es cilindro-cónico alargado en su parte libre,
y ensanchado en su parte basal; presenta el margen posterior
formando un ancho seno, á cuyos dos lados están las cicatri-
ces {ci.) del aparato de resistencia, que son alargadas, de
bordes salientes y que se corresponden con dos crestas {cr).
lineales, situadas sobre el manto; pero aún más largas que las
cicatrices, pues empiezan casi en el borde anterior del manto
y se prolongan hasta la mitad de la longitud del mismo (figu-
ra 46).
El órgano del embudo consta de una pieza dorsal triangu-
lar, profundamente emarginada por detrás, y de dos ventrales
piriformes alargadas con la parte ancha hacia atrás.
El manto está soldado á la cabeza por una brida dorsal (6. c),
más bien estrecha que ancha; es bursiforme, redondeado por
detrás, truncado por delante y con un ligero seno delante del
embudo. En el segundo tercio de la longitud del manto están
insertas las aletas, que son dorso-laterales, redondeadas y
emarginadas profundamente en la inserción anterior (fig. 3).
La plumilla ocupa el primer tercio de la longitud del manto y
es lineal, terminada en punta de lanza.
Los machos sufren grandes transformaciones en los brazos
- 185 -
por la hectocotilización. El brazo izquierdo, desde cerca de la
base hasta la mitad de su longitud, se ensancha mucho y se
ahueca por la cara ventral, quedando un ancho campo entre
las dos filas de ventosas que se retiran á los bordes, creciendo
irregularmente de tamaño, sobre todo las del borde interno,
que son mayores. En la base de la zona modificada se forma
una especie de bolsa por la existencia de una gruesa forma-
ción membranosa de bordes muy irregulares y sinuosos. El
resto del brazo no se modifica, ni tampoco su compañero de
la derecha. Las ventosas de los brazos del segundo par son
más gruesas que en la hembra; pero, sobre todo, se hacen enor-
mes dos ó tres de las situadas en el margen contiguo á los
brazos del tercer par. Estos brazos, en su primera mitad, en-
gruesan considerablemente y se encorvan hacia la boca, per-
diendo las ventosas que subsisten, pero algo engrosadas en la
otra mitad. Las ventosas de los brazos del cuarto par engrue-
san algo (figuras 66 y 71 A).
La cópula se verifica en condiciones tales que se dificulta
la respiración de la hembra, que por esta causa trata de esca-
par, siendo necesario para que no lo consiga que el macho po-
sea las robustas ventosas que se ven en sus brazos no hecto-
cotilizados.
El color lo producen unos cromatóforos de color de castaña,
haciéndose más obscuro sobre una faja central del dorso y
sobre los ojos; estos cromatóforos son menos numerosos en la
cara ventral del manto de la cabeza y en la dorsal de las ale-
tas y brazos. La cara ventral de éstos y de las aletas , el em-
budo y el borde anterior del manto son blancos.
En la colección del Gabinete de Historia Natural de la
Universidad de Barcelona hay ejemplares de esta especie, re-
cogidos en Blanes (provincia de Gerona), en Palma de Ma-
llorca, Mahón, isla de Cabrera y San Carlos de la Rápita.
Recibe los nombres vulgares siguientes: Morralet (provin-
cia de Gerona); Frenética (Mahón); Fotesa (San Carlos de la
Rápita).
Se encuentra en la arena de la región litoral , y algunas ve-
ces en la arena costera.
- 186 -
En el Museo de Historia Natural de Madrid hay un ejem-
plar de esta especie, recogido por el Dr. Antón, en Algeciras.
Rossia macrosoma (Delle Chiaje, 1828) D'Oebignt, 1835.
( Figuras 2, 35, 54, 56 y 72. )
La cabeza es aplanada y voluminosa, más ancha que la
abertura del manto; mirada por arriba, su contorno es redon-
deado. Los ojos están cubiertos por una delgada membrana y
protegidos inferiormente por un repliegue {p. i.) de la piel que
forma un verdadero párpado (fig. 56).
Los brazos sentados son cortitos y gruesos, no tienen nada-
deras ni membrana protectora de las ventosas, las cuales en la
base de los brazos son escasas; se disponen luego en dos filas
y finalmente en cuatro. La abertura de estas ventosas es obli-
cua y está provista de un anillo córneo liso. La longitud rela-
tiva de los brazos es 3. 4. 2. 1.
Los brazos tentaculares son retráctiles, tienen algo prismá-
tico el funículo y terminan en una maza alargada que presenta
una aleta dorsal y membranas protectoras de las ventosas, las
cuales difieren poco entre sí, siendo pequeñas y numerosas.
La membrana bucal está plegada y se une á la base de los
brazos por seis bridas (fig. 54).
El músculo collar {m. c.) presenta en su margen libre y
detrás del cartílago bucal un seno profundo. El cartílago (c. n.)
nucal tiene la forma de una hebilla con dos bordes salientes
y con un relieve longitudinal en el sentido del diámetro ma-
yor (fig. 2).
El embudo es cónico por su parte libre, muy ensanchado y
de paredes casi paralelas en la base. Su abertura es redonda
y su borde posterior presenta un seno entre las dos cicatrices,
que son alargadas, de bordes salientes, y en cada una de las
cuales se encaja un botón, situado en el manto, que empieza
cerca del borde de éste, siendo prominente y empequeñe-
ciendo hacia el interior hasta desaparecer.
El manto es bursiforme, redondeado por detrás y con el
— 187 -
borde anterior completamente separado de la cabeza en toda
BU extensión, formando un ligero ángulo saliente dorsal y un
seno ventral bajo el embudo. Sobre dos líneas látero-dorsales,
que ocupan aproximadamente el segundo y parte del tercer
tercio de la longitud del manto, están implantadas las aletas,
que son semicirculares y que presentan una escotadura ante-
rior (fig. 72),
La pluma es pequeña, ocupa sólo parte de la longitud del
manto y es lanceolada, redondeada por delante y aguzada por
detrás. Tiene dos costillas laterales, que se aproximan gra-
dualmente hasta reunirse en una, posteriormente, y entre las
cuales queda un surco. En la ultima mitad se ven dos expan-
siones laterales estrechas (fig. 35).
Se hectocotilizan los dos brazos del primer par. Estos pre-
sentan en su borde externo una membrana protectora de las
ventosas, que se inicia en el punto en que las ventosas básales,
que forman dos series, empiezan á formar cuatro más ó menos
irregulares; adquiere máximo desarrollo en la parte media del
brazo y se anula en el tercio final del mismo. Las ventosas
son más pequeñas que las del mismo par de brazos de la hem-
bra, carácter que se acentúa más en las que forman las dos
series inmediatas á la membrana protectora. Las ventosas de
estas dos series tienen sus pedúnculos insertos sobre relieves
que se prolongan por la cara interna de la membrana protec-
tora. En los otros tres pares de brazos, para cumplir el mismo
fin indicado en la Sepiola Royideleti, se desarrollan mucho las
ventosas de las dos series marginales.
Procedentes del Mediterráneo español se conservan ejem-
plares de esta especie en el Museo de Ciencias Naturales de
Madrid, en la Estación biológica de Banyuls y en el Gabi-
nete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona.
Es bastante sedentaria; se encuentra en las arenas de la re-
gión costera bastante profunda. Se pesca al pie de las rocas
más abruptas de la provincia de Gerona, habiéndola recogido
Racovitza, abundante, al Norte del Cabo de Creus.
- 188 —
Sepia officinalis (Linné, 1761).
(Figs. 1, 5, 11, 22, 27, 42, 57, 73 y U A.)
La cabeza es deprimida, gruesa, poco más ancha que la
abertura del manto y dilatada á la altura de los ojos. Estos
están cubiertos por el tegumento de la cabeza que sobre ellos
se hace transparente en un área de contorno arriñonado, tie-
nen una especie de párpado inferior (p. i.) y el iris con dos
lóbulos, uno inferior sencillo y otro superior más ancho y con
un seno en el medio (fig. 5).
Los brazos son robustos, de sección triangular; su longitud
relativa es 4. 3. 2. 1. Los del tercer par con indicios de nada-
dera, y los del cuarto con ella muy desarrollada. Todos los
brazos tienen membrana protectora de las ventosas, las cuales
están en cuatro filas. Las ventosas adquieren máximo desarro-
llo en el primer tercio de la longitud de los brazos y desde
aquí decrecen hacia el ápice hasta hacerse microscópicas; son
hemisféricas con abertura más bien grande. La membrana
umbelar es muy pequeña, falta entre los brazos del cuarto
par y es muy visible entre los del tercero y cuarto.
Los brazos tentaculares son retráctiles y más largos que el
cuerpo, terminan en una maza alargada, torcida como una
hoz, con una nadadera dorso-lateral interna bien desarrollada
y dos membranas protectoras de las ventosas, de las cuales la
externa presenta una estriación transversal que se extiende
por el dorso de la maza hasta una línea cercana y paralela á
la inserción de la nadadera. Las ventosas están dispuestas en
cuatro series más ó menos perceptibles, adquiriendo menor
tamaño hacia los extremos ; en una de las series internas hay
cinco ventosas que se destacan por ser más grandes que todas
las demás, y de ellas la mayor es la de en medio y las meno-
res las de los extremos (fig. 57).
La membrana bucal está unida á los brazos por siete bridas
que se insertan, una en la base de los brazos del primer par,
dos entre los del primero y segundo, dos entre los del segundo
y tercero y otras dos en la base de los del cuarto. El borde libre
- 189 —
es muy irregular y presenta^ en correspondencia con las bridas,
unas prolongaci nes de las cuales son notables por su mayor
tamaño las que corresponden á las bridas que se insertan en la
base de los brazos del tercer par.
La membrana labial externa es casi lisa y deja ver el borde
tuberculoso de la interna que proteje directamente el pico.
El embudo es cónico, con tendencia á ser cilindrico, tiene
el margen posterior (&. 1.) profundamente escotado, y á cada
lado de esta escotadura las cicatrices (c.) del aparato de resis-
tencia, que son dos, reniformes, de márgenes salientes y que
se corresponden con dos botones (6.) de la misma forma, si-
tuados en la cara interna del manto (fig. 24). La lengüeta es
pequeñita y redondeada (fig. 27 1).
El órgano del embudo consta de una pieza dorsal {d.) en
forma de V invertida que llega casi hasta la lengüeta, y de
dos piezas ventrales (v.) alargadas, de extremos redondeados,
pero estrechas por delante y anchas por detrás (fig. 27).
El manto es deprimido. Visto por su cara ventral tiene la
forma de huevo algo puntiagudo, truncado por delante en for-
ma de un ancho seno, detrás del cual se ve el embudo; late-
ralmente se nota bien la línea de inserción de las aletas. Vis-
to por el dorso aparece mucho más ancho porque se continúa
insensible con las aletas y presenta anteriormente un lóbu-
lo (1.) de punta redondeada que avanza hasta alcanzar el nivel
de la línea media de los ojos. A cada lado de este lóbulo y li-
mitado por los dos extremos del seno ventral (s. i.), hay otros
dos senos oculares (s. o.) más pronunciados que el ventral (fi-
gura 5) .
Las aletas tienen la forma de dos cintas algo anchas, cada
una de las cuales nace cerca del borde anterior del manto, se
continúa lateralmente hasta unirse con su compañera, no en el
extremo posterior del manto, sino muy poco antes de llegar á
él y sobre el dorso del mismo. Los extremos anteriores de las
aletas avanzan hasta pasar el nivel del borde anterior del man-
to formándose un seno entre ellas y éste. Entre los extremos-
posteriores de las aletas se forma también otro seno.
La hectocotilización tiene lugar en el cuarto brazo izquierdo,
Eev. Acad. Ciencias.— III. —Agosto, 1905. li
- 190 -
Las seis ú ocho primeras ventosas de dicho brazo se hacen
algo mayores; las siguientes, hasta llegar á la mitad del brazo,
son pequeñísimas y se disponen en tres filas muy distanciadas;
el campo comprendido entre estas dos filas está surcado trans-
versalmente, produciéndose estos surcos por eminencias sobre
las que se implantan las ventosas.
El sepión, en conjunto, tiene el contorno de una plantilla
ensanchada y termina posteriormente en un rostro puntiagudo
que no sobresale del manto (figuras 42 y 74 A.) Las propor-
ciones entre la extensión del área lisa y la estriada parece que
pueden variar, y esto ha sido causa de que Lafont haya hecho
de esta especie tres, á saber:
S. Officinalis Lin. — El área estriada ocupa el último tercio
de la concha.
S. Filliouxi Laf. — El área estriada ocupa los dos últimos
tercios de la concha.
S. Fischeri Laf. — El área estriada es más extensa que en la
anterior especie, avanzando casi hasta el borde anterior de la
concha.
Jatta opina que no se deben admitir estas especies, pues no
son sino diversos grados de edad de la 8. officinalis.
La tenida por S. officinalis vive en la región litoral, en las
praderas de Posidonias y en la arena; la tenida por S. Filliouxi
se encuentra en las praderas más profundas de Posidonias y
en la arena de la región costera.
En el Gabinete de Historia Natural de la Universidad de
Barcelona hay ejemplares de S. officinalis procedentes de Bla-
nes (provincia de Gerona), San Carlos de la Rápita, Cabo
Salinas (Mallorca) y de la isla Cabrera. De esta última locali-
dad he visto algunos ejemplares con caracteres de la /§. Hie-
rredda.
Sepia eleg:ans D'Orbigny 1835.
(Figuras 41, 68, 7á C. y 75.)
La cabeza sobresale algo más del manto que en la S. offici-
nalis y es también más deprimida. Los brazos algo más delga-
— 191 —
dos y largos, las ventosas están en dos series sobre los del pri-
mer par y en la base de los restantes. La membrana umbelar
como en la anterior especie.
La maza de los brazos tentaculares es pequeña y la super-
ficie sobre que están las ventosas tiene forma arriñonada con
el seno hacia la parte interna; hay una nadadera dorso-lateral
y dos membranas protectoras de las ventosas. Estas son la ma-
yoría pequeñas y casi iguales; sólo se destacan por su conside-
rable tamaño tres, puestas en serie. Entre éstas y el margen
interno de la maza se pueden ver ventositas de mediano tama-
ño y en una fila (fig. 58).
La membrana bucal es muy pequeña. De las siete bridas con
que dicha membrana se une á la base de los brazos en la
S. offtcinalis , faltan en la S. elegans las dos correspondien-
tes al cuarto par; además, aquí los dos salientes del margen
de la membrana bucal que corresponden á las bridas que van
á la base del tercer par son bastante menos visibles que en la
S. officinalis.
El margen posterior del embudo tiene un seno menos pro-
fundo que en la S. officinalis.
El manto suele ser más largo que en la S. officinalis y las
aletas más estrechas, naciendo más lejos del borde del manto,
sin prolongarse en lóbulo anterior (fig. 75).
El sepión es más alargado y estrecho que en la especie an-
terior; tiene contorno fusiforme con la anchura máxima al
principio del segundo tercio de su longitud y desde aquí se es-
trecha hacia atrás y se encorva hacia la parte ventral en el úl-
timo cuarto; el margen quitinoso forma al extremo dos espe-
cies de aletas; en lugar de rostro hay una quillita dorsal que
se bifurca anteriormente por el dorso en dos relieves menos
pronunciados que ella y que forman ángulo agudo. El área lisa
es siempre menor que la estriada, y ambas presentan un surco
medio longitudinal; las estrías tienen la contextura de líneas
que forman cada una de ellas un ancho seno ondulado cuyos
extremos se dirigen hacia atrás, y al llegar cerca de los bordes
laterales del área estriada, estas líneas cambian bruscamente
de dirección marchando hacia la parte anterior de la concha.
— 192 -
La cara dorsal presenta líneas onduladas que, á partir del ex-
tremo posterior de la concha, se sobreponen las unas á las
otras, teniendo la forma de senos tanto más agudos y profun-
dos cuanto más se aproximan al extremo posterior de la mis-
ma; hay, además, dos surcos longitudinales que forman dos lí-
neas cercanas la una á la otra y á la línea media de la concha,
que cortan á toías las estrías y se aproximan hacia atrás. El
color sobre esta cara es amarillento con tintas rosadas (figu-
ras 41 y 74 C). $
El color del animal por el dorso es rojo castaña, y por la
cara ventral, blanco con numerosos y pequeños cromatóforoa
rojos que, agrupándose mucho más cerca de la inserción de
las nadaderas , producen dos fajas longitudinales coloreadas.
El brazo izquierdo del tercer par, que es el que se hectoco-
tiliza, se hace algo más largo que su compañero, se comprime,
y en sus dos tercios básales las ventosas se reducen á pequeños
tubérculos que se colocan en dos filas, una sobre cada borde
del brazo, dejando un campo intermedio surcado por replie-
gues transversales. En la base del brazo hay unas cuantas ven-
tositas que no se modifican.
Es mucho más pequeña que la S. offidnalis y sus dimen-
siones medias están representadas en la figura 75.
Se pesca en la región costera en fango ó en arena.
En la provincia de Gerona la llaman Castaño. Existe eñ
Banyuls, en la colección del Laboratorio Aragó, y en la Univer-
sidad de Barcelona las hay procedentes de la isla de Cabrera,
del cabo Salinas (Mallorca) y de Blanes (provincia de Gerona).
Sepia Orbig^nyana Ferussac.
(Figuras 9, 1»5, 43, 74 B y 76.)
La cabeza es más grande con relación al cuerpo que en la
S. officinalis, muy deprimida, pues á veces el diámetro supe-
ro inferior es menor que la mitad del transverso. Vista por
arriba presenta un contorno exagonal y sobresale del manto
tanto ó más que la de la S. elegans.
— 193 —
Los brazos sentados tienen su cara ventral más estrecha que
en la S. officinalis y están provistos de ventosas casi esféri-
cas, de abertura redonda y pequeñita, dispuestas en dos filas
en la base de los brazos del primero, segundo y tercer par; en
el resto de los mismos y en toda la extensión de los del cuarto
par, las ventosas están en cuatro filas.
La membrana umbelar existe entre todos los brazos; pero
entre los del cuarto par es muy pequeña (fig. 16).
Los brazos tentaculares terminan en maza más grande rela-
tivamente que las de la S. elegans, pero muy parecidas, dife-
renciándose de ellas, principalmente , porque las ventosas gran-
des son cuatro, de las cuales la primera basal es sensiblemente
más pequeña que las otras tres.
La membrana bucal tiene siete bridas dispuestas como en
la S. officinalis, y en su bor^e libre los lóbulos que corres-
ponden á las bridas son casi iguales en tamaño y poco pronun-
ciados (fig. 16).
El manto es más corto que en la S. officinalis ; se prolonga
por el dorso en un lóbulo más agudo; pero en cambiólos senos
oculares están muy poco pronunciados y lo mismo el ventral;
por detrás se prolonga en una punta aguda cónica que es el
extremo del sepión (fig. 76).
Las aletas nacen como en la S. elegans separadas del borde
anterior del manto ; son un poco más anchas por detrás (fig. 76).
La concha en conjunto es oval, prolongada en una espina
posterior y más ancha que la de la S. elegans. El área lisa
ocupa el tercio anterior de la concha; la estriada presenta dos
surcos laterales y las estrías son casi transversas entre los dos
surcos y oblicuas hacia atrás entre cada surco, y la línea de se-
paración del área estriada y el margen quitinoso. Este es muy
estrecho á los lados del área lisa, pero á los costados de la es-
triada se ensancha formando en el extremo posterior de la con-
cha unas aletas que se sueldan por delante. La concha por el
dorso es mucho más plana que la de S. elegans y tiene un surco
longitudinal sobre la línea media; en el extremo posterior nace
el rostro que es cónico, alargado, agudo y dirigido algo hacia
el dorso (figuras 43 y 74 B.).
- 194 —
Las que yo he visto frescas tenían un tinte amarillo verdoso
moteado por finos y numerosos cromatóforos que se aglomeran
en mayor cantidad formando zonas más teñidas; en la parte
media dorsal , alrededor de los ojos y en la cara ventral for-
mando dos estrechas fajas inmediatas á las inserciones de las
dos aletas.
Se encuentra en la región costera, en fango ó en arena.
Algunos pescadores catalanes la llaman Sipia de puncha;
pero no sé hasta qué punto se pueda admitir esta denomina-
ción como nombre vulgar generalizado.
Se conservan ejemplares en Banyuls y en la Universidad de
Barcelona.
Lólig^o vulg^aris (Lamarck, 1799).
(rigurasl5,3i, 64y 77.)
Cabeza achatada, tan ancha como la abertura del manto. Los
ojos son laterales y poco salientes, recubiertos por el tegumento
de la cabeza que sobre ellos se hace transparente en una super-
ficie redonda, en cuya parte anterior hay un agujerito ocular
{a. o.)', el iris forma en su parte superior un lóbulo redondeado
(Z. r.)f siendo circular el resto de su margen. Detrás délos ojos
hay unas crestas (c), de las cuales la inmediata á cada ojo es
la mayor (fig. 15).
Los brazos del tercer par son los más largos y gruesos , y se
caracterizan por estar muy comprimidos y por tener una nada-
dera muy ancha hacia la parte media del brazo, desaparecien-
do hacia el ápice; los brazos del cuarto par son casi igual de
largos que los del tercero, los del segundo más cortos y mucho
más los del primero; todos tienen ventosas, en dos series, glo-
bosas, con pedículo corto, abertura oblicua y anillo córneo, an-
cho y dentado en la parte superior y estrecho y liso en la infe-
rior.
Los brazos tentaculares están unidos por una brida á la base
de los brazos del cuarto par; son largos, terminan en una maza
provista de una aleta dorso-lateral que empieza ya desde la base
— 195 -
del funículo bajo la forma de una cresta; las ventosas difieren
por su forma y tamaño y están dispuestas de una manera pare-
cida á la descrita en el Illex Coindetii, pero las ventosas gran-
des de las dos filas centrales, las que á primera vista se desta-
can por su mayor tamaño, son cuatro pares.
La membrana bucal es amplia, está plegada interiormente)
tiene en su borde siete lóbulos oon ventosas pequeñitas en la
cara interna y en correspondencia de estos lóbulos siete bridas
que van á las bases de los brazos contiguos; la brida que va á
insertarse entre las bases de los brazos del primer par se bifur-
ca mandando una rama á cada brazo. La membrana labial ex-
terna es muy corta, la interna está bien desarrollada y coronada
de tubérculos.
El embudo tiene una abertura ancha que permite ver desde
fuera la válvula, que es bastante grande y que avanza hasta el
borde de la abertura. El embudo en su base tiene los costados
paralelos y sobre ellos están implantadas las cicatrices del apa-
rato de resistencia que son dos, en forma de surcos alargados
y de bordes salientes que se corresponden con dos crestas que
hay en la cara interna del manto. El órgano del embudo se
compone de una pieza dorsal en forma de V invertida y dos
ventrales alargadas y de extremos redondeados.
Manto (fig. 77) cónico, alargado, posteriormente romo, con
el borde anterior prolongado en un lóbulo dorsal y dos al lado
del embudo que producen dos senos oculares y otro ventral
más pronunciado, y por el cual asoma el embudo. Aletas ova-
les lanceoladas que ocupan los dos últimos tercios de la longi-
tud del manto, uniéndose la una á la otra bajo el mismo (figu-
ra 64).
La pluma es córnea y tiene la forma de la punta de una lan-
za, empieza á expansionarse á partir del principio del segundo
cuarto anterior, adquiriendo la mayor anchura hacia la mitad
de la longitud de la pluma; el raquis forma un canal de con-
vexidad dorsal y las expansiones laterales repiten la curvatura
del cuerpo y tienen nerviaciones como las de una hoja curvi-
nervia (fig. 34).
Se hectocotiliza el brazo izquierdo del cuarto par, siendo sus-
— 196 —
tituídas las ventosas del último cuarto por dos series de tuber-
culitos cilindricos terminados en un botón casi esférico.
Se encuentra en la región costera en fango y en arena.
Lóligo Marmorse (Verany 1837).
(Figutas 46 y 78.)
Esta especie es parecida á la anterior y aquí anotaremos al-
gunas diferencias.
Detrás de cada ojo hay una sola cresta muy poco aparente.
Las ventosas son mayores en los brazos del segundo y tercer
par, y más pequeñas en el cuarto; tienen el círculo córneo liso*
Las ventosas grandes de la maza tentacular son seis pares.
Membrana bucal sin ventositas. La membrana labial externa
y la interna son cortas.
El manto termina en punta aguda. Las aletas ocupan algo
más de la mitad posterior de la longitud del manto; son redon-
deadas lateralmente, se atenúan hacia atrás y tienen en conjun-
to forma acorazonada alargada (fig, 78).
La pluma es más estrecha y aguda que la del L. vulgaris
(figura 46).
Es propio de la región costera sobre fango y arena.
Ejemplares de esta especie los hay en las colecciones de la
Estación biológica de Banyuls-sur-Mer, de la Universidad de
Barcelona (recogidos en San Carlos de la Rápita por De Buen)
y del Museo de Historia Natural de Madrid (recogidos en Al-
geciras por el Dr. Antón).
Lólig^o media Linné, 1767.
(Figuras 45 y 65.)
Difiere esta especie del L. vulgaris, principalmente por los
siguientes caracteres :
Los brazos tentaculares son poco más largos que los sentados
del tercer par, la maza se extiende sobre todo el último tercio
— 197 -
de la longitud, y en ella las ventosas que se destacan por su
gran tamaño son cinco pares, y tienen el anillo córneo liso y
desarrollado por igual en toda su extensión. Membrana bucal
sin ventosas.
El manto es muy largo, prolongado en una especie de cola
y ensanchado al nivel de la cabeza, á la que recubre en par-
te. Las aletas ocupan los dos últimos tercios de la longitud del
manto; tienen forma acorazonado-alargada, ancha en la primera
mitad y después muy estrechas hasta unirse por detrás del man-
to (fig. 65).
La pluma es estrecha, tan larga como el manto; el raquis es
cónico, se atenúa gradualmente hasta el último quinto, donde
bruscamente se hace lineal; las expansiones laterales comien-
zan en el primer quinto, alcanzan su máxima anchura hacia la
mitad de la longitud de la pluma y forman en el último quinto
un cono por soldarse la de un lado con la del otro (fig. 45).
Forma parte de la fauna de Banyuls. De Buen lo ha recogido
en las costas catalanas y baleares.
Se pesca en la región costera sobre fango y arena.
Argonauta Argo, Linxé 1758.
(Figuras 61 y 79.)
La cabeza está unida al manto por una brida cervical ancha,
los ojos tienen la abertura circular (fig. 61).
El orden de longitud de los brazos de mayor á menor es
4. 2. 3. 1. Los del primer par son los más robustos y tienen
una enorme membrana dorsal redondeada que es la que se-
grega la concha, y que se ve bien en la figura 142 y algo en
la 143, aunque muy arrugada. Los brazos del cuarto par tienen
sobre los dos primeros tercios dorsales una membrana natato-
ria. Todos tienen ventosas cilindricas, altas, ensanchadas y
dispuestas en dos filas. Hay membranas protectoras de las ven-
tosas poco desarrolladas y sólo sobre uno de los lados de cada
brazo, y también existe una membrana umbelar corta.
- 198 -
La membrana labial externa es corta y delicada, la interna
musculosa y coronada de tubérculos.
El embudo (fig. 61 e.) es muy grande, se prolonga á modo
de una nariz 6 trompa hasta pasar el nivel anterior de la cabe-
za; el borde posterior del embudo no es sinuoso, presenta á
los lados dos cicatrices que, con dos botones situados en la
cara interna del manto, forman un sencillo aparato de resis-
tencia.
El manto es corto, cónico, terminado en punta redondeada,
está replegado hacia atrás, tendiendo á formar una especie de
gorro frigio; el borde anterior es más ancho que la cabeza, so-
bresale por delante algo á modo de labio, y presenta dos senos
bajo los ojos y otro bajo el embudo (fig. 61).
La concha es externa, no adherida al animal y sólo propia
de la hembra. Es univalva, tiene simetría bilateral, se arrolla
sobre sí misma formando poco más de una vuelta de espiral»
y está aplanada lateralmente. Hay en la concha una especie
de lomo constituido por dos series paralelas muy aproximadas
de tubérculos, que se prolongan en arrugas, que recorren la
superficie en líneas onduladas. La concha es blanca, traslucida
y frágil como una oblea (fig. 79).
El macho tiene la cabeza más grande, los brazos del primer
par carecen de las expansiones membranosas, y, por lo tanto,
no hay concha; no existen crestas natatorias en los brazos ni
membranas protectoras de las ventosas, que son hemisféricas
y grandes. El manto no tiene forma de gorro frigio y el embu-
do es más corto; pero, sobre todo, le diferencia la hectocoti-
lización, que es como sigue:
Se hectocotiliza el brazo izquierdo del tercer par, sufriendo
la transformación encorvándose sobre sí mismo y encerrándo-
se dentro de una bolsa, que presenta en su superficie externa
un cordón saliente semicircular, y hacia la parte anterior un
tubérculo córneo. El brazo ya transformado se hace mucho más
largo que el del otro lado y se repliega algo hacia el dorso. En
la base no cambia, pero más adelante pierde las ventosas y
forma un peciolito corto y redondo á partir del cual el brazo
se aplana y ensancha presentando en esta parte las ventosas
- 199 —
ensanchadas en sentido transversal y en dos filas. En el extre-
mo del brazo hay una cápsula ovoidal que encierra un flagelo
casi tan largo como el brazo.
El ejemplar estudiado por mí forma parte de la colección
de la Estación biológica de Banyuls.
Es pelágico y propio de la región litoral.
Ocythoe tnbercnlata (Eafinesque 1814) ; Steenstrup 1880.
(Figura 80.)
La cabeza está unida al manto por una ancha brida cervi-
cal; presenta en la base de los brazos del cuarto par, á los la-
dos del embudo, dos poros acuíferos ovales.
Los brazos son vez y media más largos que el resto del ani-
mal; el orden de su longitud relativa es 1. 4. 2, 3. En los
del primer par hay una cresta natatoria bien desarrollada; en
los otros es poco visible. La membrana umbelar es rudimen-
taria, y, en cambio, están bien desarrolladas las membranas
protectoras de las ventosas. Estas son cilindricas y altas.
Embudo largo, profundamente excavado en su margen pos-
terior, á los lados del cual están los botones del aparato de
resistencia que se corresponden con dos profundas cavidades
situadas en la cara interna del manto.
El manto es bursiforme, con el margen anterior sin senos y
con una reticulación en la cara ventral formada por tubérculos
unidos por cordones salientes.
El macho es mucho más pequeño y difiere de la hembra.
Los brazos no tienen crestas natatorias y la cara ventral del
manto no está reticulada, existiendo tan sólo los tubérculos.
Se hectocotiliza el tercer brazo derecho sufriendo la trans-
formación dentro de una bolsa algo alargada. En la figura 80 C.
se ve el hectocotile destacado del animal que está á la izquier-
da, y que presenta en e el muñón ó parte basal del brazo que
ha perdido ventosas. El hectocotile se retuerce hacia el dorso
en su parte basal y se aplana y ensancha en toda su longitud,
terminando en una cápsula de la que sale el flagelo que, ex-
- 200 —
tendido, es más largo que el brazo. Las ventosas son compri-
midas.
La figura 80 representa los dos ejemplares existentes en el
Laboratorio Aragó de Banyuls.
Región litoral entre las rocas ó en la arena de la región
costera.
Tremoctopus violaceus , Delle Chiaje 1829.
(Figuras 13, 14 y 29.)
La cabeza es grande y más ancha que la abertura del man-
to; tiene al dorso, en la base de los brazos del primer par, dos
poros acuíferos ovales longitudinales {a. d.) y otros dos, de la
misma forma y oblicuos, en la cara ventral de la cabeza {a. v.),
á los lados del embudo (figuras 13 y 14). Los ojos son poco
salientes y de abertura circular (figuras 13 y 14).
El orden progresivo de longitud de los brazos es 2. 1. 4. 3.
Los dos pares superiores son bastante más largos que los otros
inferiores. La membrana umbelar se desarrolla muchísimo en-
tre los brazos del primer par, presentando en medio un profun-
do y estrecho seno; también es enorme la membrana entre estos
brazos y los del par siguiente, pues á partir de los extremos
del primer par, se dirige hacia los brazos del segundo en línea
ascendente hasta llegar cerca de ellos y acompañarlos hasta la
extremidad. Las membranas que unen los otros brazos entre sí
son medianas, no llamando la atención por su desarrollo (figu-
ras 13 y 14).
Las ventosas están en dos series; faltan en la extremidad de
los brazos superiores , siendo en el resto de ellas pequeñas y
cortas, mientras que en los brazos inferiores son largas, cilin-
dricas y más grandes.
La membrana labial externa es más larga que la interna.
El embudo es cónico, pequeño y con el borde posterior muy
escotado. A cada lado de esta escotadura hay un relieve sen-
cillo, y en la cara interna del manto dos f osetas lineales que
forman con los relieves el aparato de resistencia. El órgano
- 201 -
del embudo (fig. 29) está formado por varios relieves longi-
tudinales.
El manto es bursiforme, alargado y redondeado por detrás.
La abertura paleal se extiende algo hacia atrás y tiene el bor-
de recto.
El macho es mucho más pequeño, tiene la brida cefálica
más estrecha, la membrana interbraquial une á los brazos del
primer par sólo hasta la mitad, y á los del 1 y 2 hasta el pri-
mer tercio.
Se hectocotiliza el tercer brazo derecho.
Los dos Tr. violaceiis estudiados por mí pertenecen á la co-
lección de la Estación biológica de Banyuls. Se le encuentra
en la región costera en fango ó en arena.
Octopus vulg:aris, Lamarck 1799.
(Figuras 30 y 81.)
La cabeza es mediana; está abultada por los ojos que son
látero-dorsales , de abertura redonda y con el iris transverso y
lineal. El tegumento de la cabeza forma una especie de párpa-
do á cada ojo. Inmediatos á estos párpados, sobre una línea
paralela á los mismos y hacia la parte dorsal, hay tres cirros de
los cuales el del medio es el mayor; todos ellos muy aparentes
durante la irritación del animal; pero que pueden pasar des-
apercibidos en los animales puestos en líquidos conservadores.
Los brazos, gruesos en la base y regularmente largos, son
prismáticos y están unidos entre sí en su base por una mem-
brana umbelar que se extiende sobre casi todo el primer ter.
cío de los brazos , prolongándose luego en el dorso de cada uno
de ellos bajo la forma de una crestecita que está más desarro-
llada en los brazos del tercer par; la membrana es más exten-
sa entre los brazos laterales. Los brazos, en su cara ventral, tie-
nen ventosas dispuestas en dos filas algo separadas entre sí
por inclinarse las ventosas que las constituyen hacia los cos-
tados del brazo. La longitud relativa de los brazos es 3. 2. 4. 1^
Las ventosas son sentadas, tienen la abertura redonda y
— 202 -
la superficie interna atravesada por surcos , que irradian del
fondo en donde está la verdadera abertura, que es pequeña; el
margen es estrecho, también surcado radialmente y dividido
en dos concéntricos por un surco circular poco profundo. Las
tres ventosas primeras básales están en una sola fila. En los
machos adultos he podido observar que las ventosas de los
brazos del segundo y tercer par son mayores, y, sobre todo, se
destaca por su enorme tamaño una ventosa sobre cada uno de
dichos brazos, como se ve en la figura 81.
El embudo es cónico , tiene la abertura pequeña y el mar-
gen posterior con un seno profundo, á los lados del cual están
los sencillos y poco pronunciados relieves del aparato de re-
sistencia, que se corresponden con f osetas excavadas en la
cara interna del manto.
El órgano del embudo tiene la forma de una W.
El manto es bursiforme, algo alargado, unido por el dorso
á la cabeza por una ancha brida cervical, estando separado de
ella por la parte ventral, formándose una abertura paleal más
estrecha que la cabeza, y que constituye, en correspondencia
con el embudo, un seno mediano.
La hectocotilización tiene lugar en el tercer brazo derecho,
que se hace más corto que su compañero del otro lado. El
surco de la membrana umbelar parte de la base del brazo,
siendo más profundo cuanto más se acerca al ápice del mismo,
y presenta la superficie interna con estrías paralelas transver-
sales. La cuchara apical tiene pocos milímetros de largo, es
cónica, abultada por la parte dorsal y excavada en la ventral,
donde hay ligeras estrías, que no existen en el dorso. El ani-
mal de la figura 81 está hectocotilizado.
El color es pardo obscuro en el dorso y blanco sucio en la
región ventral. El cuerpo, en su parte dorsal, está cubierto de
granulaciones y rugosidades que se erizan más ó menos, se-
gún el estado de irritación del animal; entre estos accidentes
del tegumento se destacan cirros granulosos más ó menos re-
gularmente dispuestos.
El ejemplar de la figura 81 fué recogido vivo por mí en las
inmediaciones de la Estación biológica de Banyuls, y conser-
- 203 -
vado durante varios días en uno de los acuariiim hasta que
murió. Pesaba 11 kilos. Los de la colección de la Universi-
dad de Barcelona proceden de Blanes y de los Alfaques.
Vive en la región litoral entre las rocas, y por eso le llaman
los catalanes Pop roque.
Octopus macropus, Eisso 1826.
(Figura 62.)
La cabeza es reducida, los ojos tienen la abertura pequeña
y oval; hay una especie de párpado y un solo cirro sobre cada
ojo, pero no siempre visible.
Los brazos son en proporción mucho más largos que en
el O. vidgaris, siendo su longitud y grosor relativo 1. 2. 3. 4.;
están unidos por una membrana umbelar mucho más pequeña
que en el O. vulgaris. Los brazos del primero y segundo par
son sensiblemente más grandes que los del tercero y cuarto,
teniendo, además, las ventosas más grandes (fig. 62).
El embudo es grande, tiene la abertura mediana y trans-
versa y llega á alcanzar en su extremidad anterior la base de
los brazos del primer par.
El manto es bursif orme y alargado , la abertura paleal más
ancha que la cabeza, formando bajo el embudo un seno ancho.
Está unido á la cabeza por una brida cefálica algo más estre-
cha que la del O. vulgaris.
La hectocotilización se verifica en el tercer brazo derecho,
y es análoga á la del O. vulgaris ; pero la cuchara es lisa en
sus dos caras dorsal y ventral, las ventosas que la preceden
están algo comprimidas y el surco de la membrana umbelar
es liso en su cara interna.
En el laboratorio Aragó hay un ejemplar de esta especie,
que ha sido recogida por De Buen en Baleares en diferentes
ocasiones.
Vive en la región litoral, principalmente, en rocas cubiertas
de algas.
- 204 -
Octopns De Filippli, Vbrahy 1851.
La cabeza es subtriangular, separada del manto por un es-
trecho cuello y dilatada á la altura de los ojos que son muy
grandes, salientes y con la abertura redonda, al lado de la
cual hay un solo cirro.
Los brazos son muy largos, su longitud relativa es 4. 3. 2. 1.,
inversa de la del O. macropus, siendo los más delgados los
del cuarto par y los más robustos los del tercero, que en la
base están considerablemente engrosados. Con frecuencia fal-
tan brazos en los ejemplares, porque son muy frágiles. La
membrana que une estos brazos adquiere un desarrollo inter-
medio entre la del O. vulgaris y la del O. macropus y forma
crestas á lo largo de los brazos , sobre todo muy desarrolladas
las de los del tercer par. Las ventosas están en dos filas al-
ternas.
El embudo tiene una abertura redonda y muy grande. El
manto es bursiforme, está unido á la cabeza por una brida
cefálica más corta que en los otros dos géneros anteriores.
Se hectocotiliza el tercer brazo derecho, haciéndose más
corto que el izquierdo; la cuchara apical está estriada en su
cara ventral, y lo mismo la superficie interna del surco de la
membrana umbelar. Esta comienza en el primer cuarto basal
de la longitud del brazo, formándose en este punto un lóbulo
triangular de la membrana, estriado por su cara interna; desde
aquí se continua el surco hasta el extremo apical del brazo,
acentuándose cada vez más.
Es amarillento y con manchas irregulares pardas más abun-
dantes sobre los brazos. El cuerpo es' liso.
Este animal, que no alcanza grandes dimensiones, ha sido
recogido por De Buen en Mallorca, y forma también parte de
la fauna marina de Banyuls. En Mallorca le llaman Pop jueu.
Se encuentra eu la región costera en fondo de arena.
— 205 —
Eledone moschata, Lamarck 1799.
(Figuras 19, 63 y 82.)
La cabeza es mediana y algo deprimida, los ojos tienen la
abertura oval, son poco salientes, y al lado de ellos, hacia el
dorso, hay dos cirros cónicos, uno sobre cada ojo.
Los brazos son casi iguales; el orden de su longitud
es 2. 1. 3. 4.; tienen las ventosas en una sola serie, y están
unidos entre sí por una amplia membrana umbelar. Son
comprimidos, de longitud regular y progresivamente adelga-
zados hacia la extremidad (fig. 82).
Las ventosas son sentadas y muy cortas; tienen un borde
que se extiende lateralmente á manera de orla, y que visto
por arriba se presenta fruncido y dividido en dos anillos con-
céntricos por un surco mediano circular. La abertura es gran-
de; presenta la superficie interna con surcos irradiantes del
centro en donde hay otra abertura mucho más pequeña. La
ventosa octava basal suele ser la mayor, y á partir de ella, las
restantes disminuyen gradualmente de tamaño hacia la base y
el ápice (figuras 19 y 82).
El embudo es mediano, cónico y con un seno poco pronun-
ciado en el margen posterior.
El órgano del embudo está constituido por una cinta conti-
nua en forma de W.
El manto es oval, algo alargado, más ancho que alto, unido
á la cabeza por una brida cefálica dorsal, tan ancha como el .
manto por la parte anterior; la abertura paleal no forma seno
por delante del embudo. La región dorsal está separada de la
ventral por una línea poco aparente.
El aparato de resistencia es muy sencillo y consta de dos
repliegues situados á los lados de la base del embudo y dos
fosetas excavadas en el manto.
Se hectocotiliza el tercer brazo derecho acortándose, for-
mando, con la parte de la membrana umbelar que le acom-
paña hasta el extremo por su lado externo, un surco de super-
ficie interna lisa, que se hace más profundo á medida que se
Eev. Acad. Ciencias. -III.— Agosto, 1905, 15
— 206 -
acerca á la extremidad del brazo, en la cual se forma la cu-
chara apical que es corta y globulosa, con la superficie con-
vexa rugosa, y la cóncava lisa. En el extremó de los restantes
brazos, las ventosas son reemplazadas por dos series de lami-
nitas transversales, de borde libre redondeado y difícilmente
visibles sin la ayuda de una lente.
El color varía con el estado de irritación del animal. En los
ejemplares estudiados por mí, conservados los unos en alcohol,
los otros en formol y colocados en dichos líquidos conservado-
res, algunos de ellos después de muertos y otros vivos aún, pre-
sentan, sin embargo, gran uniformidad de aspecto en lo que se
refiere al color, accidentes de la superficie y repartición de
manchas. El color en conjunto es en ellos pardo en toda la re-
gión dorsal; sobre ella se ven manchas negras más ó menos
ovaladas y más abundantes sobre la membrana umbelar; entre
todas estas manchas se destacan, por su tamaño, dos situadas
en el dorso del manto y señaladas en el esquema de la figura 63
con las letras A; en el mismo esquema se representan otras man-
chas señaladas con las letras B y C , que con las A forman los
vértices de un espacio triangular comprendido entre ellas, y
también se destacan cinco manchas D, situadas en la parte an-
terior de la cabeza entre las bases de los seis brazos superiores.
El manto por la cara ventral es blanco rosado y está finísima-
mente moteado de pequeñitos cromatóforos que, apelotonándo-
se hacia el borde anterior del manto, forman dos manchitas
muy laterales y algo difusas.
Existe en el Laboratorio Aragó , donde lo he visto vivo en los
acuarium. Los ejemplares de la colección del Gabinete de His-
toria Natural de la Universidad de Barcelona proceden de Bla-
nes (Gerona) y de San Carlos de la Rápita. Ha sido recogido
por De Buen en el Cabo Salinas (Isla de Mallorca), y encontra-
do también durante las excursiones del Boland, alrededor de
la isla de Mallorca.
Vulgarmente le llaman los pescadores catalanes Pop pudent,
porque en estado fresco huele á almizcle.
Habita la región costera en fondos de arena y fango.
207 —
Eledone Aldrovandi, Rafinesque 1814.
(Figura 83.)
La cabeza es más grande que en el E. moschata, aplanada,
con los ojos algo más salientes, y al lado de cada uno un cirro.
Los brazos son casi iguales, comprimidos, más delgados y
largos con relación al cuerpo que en el E. moschata (fig. 83).
La sexta ventosa basal es la mayor.
El embudo es más grande que en la anterior especie, avan-
za más, llegando hasta la base de los brazos del cuarto par;
tiene, además, el seno del borde posterior mucho más pro-
nunciado.
El manto es parecido al del E. moschata; pero el borde de
la abertura paleal forma un seno bien aparente bajo el embu-
do. La cresta que separa la región ventral de la dorsal está
mucho más pronunciada.
El aparato constrictor está más acentuado que en el E. mos-
chata.
Se hectocotiliza el tercer brazo derecho de modo análogo al
del E. moschata, pero las superficies cóncava y convexa de la
cuchara apical son lisas ambas. Los extremos de los brazos no
hectocotilizados presentan las ventosas algo comprimidas trans-
versalmente. Este último carácter no sé si será general, pues
si bien lo afirman Posselet, Carus y Hoyle, en cambio, Jatta
dice que no lo ha podido apreciar á pesar de haber empleado
poderosas lentes.
El color es, en general, más claro en esta especie que en la
anterior, y, por lo menos, en los ejemplares que he visto no
existían las manchas citadas en la descripción de la especie
que antecede, advirtiendo que las observaciones las he hecho
en ejemplares frescos unos y conservados otros en alcohol ó en
formol.
Lo he visto vivo en el Laboratorio Aragó.
Los ejemplares de la colección de la Universidad de Bar-
celona proceden de Blanes , San Carlos de la Rápita y de las
Baleares.
- 208 -
Le llaman los pescadores Pop blanc, aludiendo, sin duda, á
BU coloración ordinaria, más clara que en los otros, y también
le llaman Pop mañuflá.
Es propio de los fondos arenosos y fangosos de la región
costera,
Eledone cirrhosa Lamarck.
Entre los ejemplares de la colección local del Gabinete de
Historia Natural de la Universidad de Barcelona he visto un
Eledone macho, en el cual los extremos de los brazos no hec-
tocotilizados presentan dos series de cirros que, observados con
más atención y con el auxilio de una lente, muestran ser los
extremos alargados de las ventosas apicales que se han com-
primido mucho transversalmente y cuyas aberturas se han he-
cho pequeñísimas. Por lo demás, e&te ejemplar presentaba el
aspecto del E. Aldrovandi; pero la absoluta carencia de libros
que á la sazón sufría me impidió determinar la especie de una
manera categórica.
Teutólogos como Fischer, Hoyle y Girard identifican los
E. cirrhosa y Aldrovandi.
CLAVE DE DETERÍIIMCIÓN DE LOS CEFALÓPODOS DEL MEDITERRÁJÍEO
CVéase pág. 220].
SCon ocho brazos sentados y dos ten-
taculares Decápodos (2).
Con ocho brazos sentados Octópodos (15).
/ Ojos con abertura ocular en contac-
l to inmediato con el agua JEgÓpsidos (3).
2 .' Ojos cubiertos por el tegumento de
(la cabeza, que sobre ellos se hace
transparente Miópsidos (9).
3
(Abertura ocular transversa, con se-
no lacrimal profundo; pluma alar-
gada sin expansiones laterales y
terminada en un cono; brazos sen-
I
— 209 -
tados y mazas tentaculares coa
ventosas, pero sin uñas Ommastrefidos(4)»
Abertura ocular muy ancha y no
transversa, con seno lacrimal pro-
fundo; pluma con grandes expan-
siones laterales y cuya extremi-
dad, que á veces termina en un
1 cono, puede encorvarse hacia
adentro; uñas y ventosas en bra-
zos sentados y mazas tentaculares. Olliquidos (6).
Abertura ocular redonda, sin seno
lacrimal; pluma tenue, corta y fo-
liácea 6 larguísima y lineal Taoiiotéutidos (8),
Cuerpo cilindro-cónico, no termina-
do en punta; aletas triangulares
redondeadas en los ángulos, inser-
tas sobre casi toda la longitud del
manto, por lo que el cuerpo apa-
rece con forma romboidal; cabe-
za pequeña; pluma en forma de
4 (' flecha, redondeada en el extremo
y fuertemente escotada en la base
del raquis TlSANOTÉüTlXOS.
I Cuerpo cilindro-cónico, terminado en
punta; aleta sagital que ocupa só-
lo la mitad posterior del manto ó
menos; cabeza grande; pluma es-
trecha sin expansiones laterales.. Ommastrefinos (5).
/ Fóvea con foveola plegada, los plie-
gues son recurrentes; maza ten-
tacular con aparato de conexión:
membranas protectoras de las
ventosas desarrolladísimas en los
brazos sentados laterales: últimas
ventosas de la maza en cuatro se-
ries, abertura ocular ancha Stenoteuthis.
- 210 -
Fdvea con foveola plegada, los plie-
I gues son paralelos: maza tenta-
¡ cular sin aparato de conexión:
I anillo córneo de las ventosas gran-
i des de la maza tentacular con
dientes largos agudos que alter-
nan con otros anchos y cortos:
últimas ventosas de la maza en
cuatro series: abertura ocular
mediana Todarodes.
Fóvea sin foveola: maza tentacular
sin aparato de conexión: anillo
córneo de las ventosas grandes
de la maza tentacular sin dientes
ó con dientes anchos y truncados;
en las pequeñas ocho dientes bien
distintos: últimas ventositas de
la maza tentacular en ocho series
más ó menos aparentes: abertura
ocular estrecha Illex.
Fóvea sin pliegues: anillo córneo de
las ventosas grandes de la maza
tentacular con dientes cónicos
numerosos, iguales, cortos y agu-
dos: últimas ventosas de la maza
tentacular en cuatro series; aber-
tura ocular pequeña lodaropsis.
Brazos sentados ó tentaculares con
ganchos: ventosas y ganchos
siempre en dos series: rádula con
siete series de dientes Onicoteütinos {!).
Brazos con cuatro series de gan-
chos y ventosas, dos marginales
de ventosas y dos medias de gan-
chos , rádula con cinco series de
dientes Gonatinos.
- 211 -
Enoploieiiihis.
Cuerpo alargado terminado en pun-
ta, con la cara inferior provista
de tubérculos dispuestos en se-
ries. Cabeza grande. Aletas fre-
cuentemente no termínales^ de
conjunto romboideo sagitado, que
ocupan algo más de la tercera
parte de la longitud del manto.
Brazos sentados con dos series al-
ternas de ganchos: brazos tenta-
culares provistos de ganchos y
ventosas, no terminados en maza
ensanchada. Membrana bucal con
ocho bridas. Pluma con grandes
expansiones laterales, sin cono. .
Animales parecidos á los Enoplo-
teuthis. Cuerpo liso por encima,
inferiormente con tubérculos es-
parcidos y granuloso. Cabeza gra-
nulada. Brazos con dos series al-
ternas de uñas y en el extremo
de los mismos ventosas
Cuerpo redondeado posteriormente.
Aleta extendida sobre casi toda
la longitud del manto. Brazos
sentados con dos series de gan-
chos. Brazos tentaculares rudi-
mentarios, caducos, con pocas
ventosas en la maza, pero muy
variadas en forma y tamaño. Plu-
ma lineal terminada en punta, sin
cono Veranya
Cuerpo terminado en punta 6 redon-
deado por detrás. Aletas que ocu-
pan casi la mitad posterior de la
longitud del manto ó la tercera
parte. Brazos sentados con dos
Abralia.
- 212 -
series de ventosas. Brazos tenta-
culares con ganchos y ventosas.
Pluma alargada, algo ensanchada
en el medio y terminada en un
cono
Cuerpo terminado en punta. Aleta
rombo-triangular, que ocupa po-
co más del tercio posterior de la
longitud del manto. Brazos sen-
tados con dos series de ventosas:
los tentaculares con dos series de
ganchos. En el ápice de la maza
hay un aparato de conexión y
otro en la base, más potente y
en forma de disco. Pluma alarga-
da, lineal, terminada á veces en
\ un cono encorvado hacia el dorso.
El cuerpo es gelatinoso, cónico,
alargado y acuminado. Aletas
acorazonado - redondeadas , que
ocupan la última mitad del man-
to, sin superar el extremo poste-
rior del mismo. Brazos sentados,
largos, muy desiguales, los del
cuarto par los más grandes. Bra-
zos tentaculares larguísimos y
8 ( delgados con ventosas de trecho
en trecho en todo el funículo y
ensanchados en una maza provis-
ta de cuatro series de ventosas
largamente pedunculadas y arma-
das de dientes. Pluma estrecha y
larga, con los dos extremos lan-
ceolados. Embudo sin válvula.. .
El cuerpo y las aletas se parecen á
las del Chiroteuthis Veranyi, pero
leUoteuthis.
Andstroteuthis.
Chiroteuthis.
— 213 -
el primero se prolonga por detrás
de las segundas en una larga
cola. Cuello extraordinariamente
alargado. Brazos del cuarto par
mucho más grandes que los otros.
Pluma lineal tan larga como el
manto y la cola. Embudo con
válvula Doraiopsis.
Cuerpo alargado, cónico, con la ale-
ta terminal, pequeña y triangular.
Cuello más corto y delgado que
el del Doratopsis vermicularis.
Brazos del primer par mucho más
cortos que los otros, que son des-
iguales entre sí, pero no mucho-
8 ^ Pluma alargada terminada en pun-
tas agudas Entomopsis.
jCuerpo corto, oval. Aletas no uni-
das por detrás, membranosas, re-
corridas por cordones. Brazos
casi iguales. Pluma espatulada. CalUteuthis,
Cuerpo más corto, poco mayor que
la cabeza, rico en cromatóforos.
Aletas terminales unidas por de-
trás del manto, escotadas ante-
rior y posteriormente. Brazos ca-
si iguales, los del par ventral li-
bres y los restantes unidos por
una gran membrana. Pluma cor-
ta, ensanchada, foliácea y de con-
torno redondeado Histioteuthis.
Cuerpo corto redondeado, bursifor-
me, con aletas dorso-laterales cir-
culares. Cabeza mediana sin cres-
tas cefálicas. Pluma pequeña, más
corta que el manto, tenue, ante-
214 -
9
10
riormente algo más ancha que ea
la parte posterior donde termina
en punta
Cuerpo ordinariamente oval, con
aletas laterales en forma de cin-
ta más ó menos ancha y no uni-
das por la parte posterior del
cuerpo. Cabeza grande sin cres-
tas cefálicas. Sepión
Cuerpo alargado cilindro-cónico ter-
minado en punta redondeada 6
aguda, á veces prolongado en una
cola. Cabeza grande con crestas
cefálicas. Pluma típica con expan-
siones laterales y sin cono termi-
nal
Cuerpo redondeado posteriormente,
bursiforme. Cabeza mediana uni-
da al manto por una brida cervi-
cal. Ojos pequeños con repliegue
palpebral inferior. Pluma peque-
ña en forma de lámina que ocu-
pa la mitad anterior del manto. .
Cuerpo redondeado posteriormente,
bursiforme. Cabeza grande no
unida al manto. Ojos grandes glo-
bulosos con repliegue palpebral
inferior (fig. 56 r. ). Pluma me-
diana terminada en punta y que
ocupa la primera mitad dorsal
del manto
Cuerpo comprimido, hinchado en
la parte ventral y terminado en
punta redondeada. Cabeza pe-
queña separada diel manto. Ojos
pequeños sin repliegue palpebral.
Pluma pequeña lanceolada
Sepiólidos (10).
Sepiáridos (11).
Loligínidos (14)
Sepiola.
Rossia.
Heteroteuthis.
13
- 215 —
Manto oval, deprimido, estrechado
posteriormente. Aleta estrecha,
pero larga, que ocupa casi toda
la longitud de los costados del
manto. Sepión EüSEPiNOS (12).
iManto bursiforme. Aletas estrechas,
^ ^ j que ocupan sólo tres quintos de
la longitud del manto en la parte
media de los lados del mismo.
Sin sepión Sepiadarinos.
Manto cilindrico. Aletas estrechas,
muy cortas, semilunares ó reni-
formes, insertas en la parle pos-
\ terior del manto Idiosepinos.
/Sepión típico. Aparato de resisten-
cia simple, formado por un botón
semilunar elevado sobre el manto
y una foseta correspondiente so-
bre el embudo Sepia (13).
Sepión tenue, sin rostro ni quilla.
Aparato de resistencia complica-
^ do: botón del manto con un tu- '
bérculo ó punta levantada y una
foseta sobre el embudo Sepiella.
Sepión de consistencia córnea con
pequeñísima cantidad de incrus-
taciones calcáreas. Aparato de re-
\ sistencia simple Hemisepius.
Brazos con cuatro series de vento-
sas. En la maza, que es lanceola-
da, se destacan por su tamaño
cinco ventosas en una serie. Las
aletas nacen casi en el mismo
borde del manto, y, adelantándo-
se, pasan al nivel anterior de éste.
Sepión típico S. officinalis L.
p
— 216 -
Brazos del primer par con dos se-
ries de ventosas, como en la base
de los restantes brazos. Maza pe-
queña, arriñonada, en la que se
destacan tres ventosas en una
fila más grandes que todas las
demás. El sepión, en lugar de
rostro, tiene una quilla, y sus ex-
pansionas laterales son estrechas,
formando en el extremo posterior
dos orejuelas. Las aletas son es-
13 •^ trechas y no alcanzan el borde
anterior del manto, pues nacen
más atrás que en la S. officinalis. S. elegans D'Orb.
Brazos del primero, segundo y ter-
cer par, con dos series de vento-
sas en la base: en el resto de es-
tos brazos y en toda la extensión
de los del cuarto par las vento-
sas están en cuatro series. Por la
parte posterior del manto emerge
bruscamente una aguda punta,
que es el rostro del sepión S.Orbignyanai^er
Manto terminado en punta redon-
deada. En las dos series centra-
les de ventosas de la maza tenta-
cular hay cuatro pares de ellas,
que son mucho mayores que las
de las series marginales. Aletas
ovales lanceoladas sobre los dos
últimos tercios del manto L. vulgaris Lamk.
Manto terminado en punta aguda.
Las ventosas grandes de la maza
tentacular son seis pares. Las ale-
tas ocupan algo más de la última
mitad del manto y son acorazo-
nado-lanceoladas L. Marmorse Ver,
14
\
- 217 —
Manto muy largo prolongado en
una especie de cola. Las aletas
son acorazonado - lanceoladas y
ocupan los dos últimos tercios
) de la longitud del manto, estre-
chándose mucho á los lados de
la cola. Cinco pares de ventosas
\ grandes en la maza tentacular. . . L. media L.
Cabeza pequeña unida al manto por
una ancha brida. Ojos volumino-
sos algún tanto salientes, con aber-
tura redonda. Manto alargado un
poco estrecho por detras. Abertu-
turas acuíferas anales Argoiiailtidos (16).
[Cabeza grande unida al manto por
ancha brida. Ojos apenas salien-
j tes. Manto alargado, cilindrico y
\ redondeado posteriormente. Dos
aberturas acuíferas cefálicas y dos
anales Filoiiéxidos.
[Cabeza grande unida al manto en la
región dorsal por una brida me-
diana. Ojos pequeños con replie-
gue palpebral. Manto típicamente
bursiforme. Sin aberturas acuífe-
ras cefálicas ni anales ^ Octópidos (17).
Brazos del primer par de la hembra
ensanchado en una membrana que
segrega y cubre la concha. Hec-
tocotilización en el tercer brazo
izquierdo. Macho pequeñísimo:
hembra con concha unilocular. . . Argonauta.
|Brazos del primer par déla hembra
normales. Hectocotilización en el
tercer brazo derecho. Hembra sin
concha, macho pequeño Ocythoe.
16
— 218
17
18
Brazos con dos series de ventosas.
Hectocotilización en el tercer bra-
zo derecho. Cornetes cartilagíneos
del manto cilindricos y plegados
en ángulo obtuso Octopus (18).
jBrazos con dos series de ventosas.
Hectocotilización en el tercer bra-
zo izquierdo. Cornetes cartilagí-
neos comprimidos y plegados en
ángulo obtuso Sccergus.
Brazos con una sola serie de ven-
tosas Eledone (19).
; Brazos robustos en la base, regular-
mente largos, cuya longitud rela-
tiva es 3. 2. 4. 1. (parece que pue-
de variar con la edad). Las tres
primeras ventosas de la base de
cada brazo en una fila. Membrana
umbelar casi hasta el primer ter-
cio de cada brazo, prolongándose
en estrecha cresta sobre ellos.
Tres cirros sobre cada ojo O. vulgaris Lamk.
Brazos muy largos, cuya longitud
relativa es 1. 2. 3. 4. ; los del pri-
mero y segundo par sensiblemen-
te más desarrollados que los otros
dos y con las ventosas bastante
mayores. Membrana umbelar pe-
queña con relación á la longitud
considerable de los brazos. Un
solo cirro sobre cada ojo O. macropus Ris.
Cabeza pequeña, de aspecto carac-
terístico triangular, por estar pos-
teriormente estrechada en un cue-
llo. Brazos delgados muy largos
y tan frágiles que con frecuencia
están incompletos: la longitud re-
\
18
19
- 219 —
lativa de ellos es 4. 3. 2. 1. Las
ventosas de los brazos del primero
y segundo par no son despropor-
cionadas con respecto de las del
tercero y cuarto; las cinco prime-
ras básales de cada brazo en una
fila. Manto alargado terminado en
punta redonda, pero estrecha. Un
cirro sobre cada ojo. Pequeñas di-
V mensiones O. de Filippii Ve?\
j Ventosas apicales de los brazos no
hectocotilizados sustituidas por
dos series de expansiones foliá-
ceas y discoidales. Octavas ven-
tosas básales de los brazos, mayo-
res que todas las demás. Región
dorsal del manto separada de la
ventral por dos líneas laterales
apenas visibles. Membrana um-
belar extendida sobre casi toda
la primera mitad basal de los bra-
zos y reducida en el resto á una
estrechísima cresta E. moschata LamJc.
Ventosas apicales de los brazos no
hectocotilizados un tanto compri-
midas. Las sextas ventosas basa-
lessonlas más grandes. Región dor-
sal del manto separada de la ven-
tral por dos crestas laterales bien
patentes. Membrana umbelar ex-
tendida sobre el primer quinto de
la longitud de los brazos y reduci-
da en el resto á una estrecha cresta. E. Aldrovandi Rafm.
Ventosas apicales de los brazos no
, hectocotilizados sustituidas por
I dos series de cirros E. cirrhosa Lamk.
— 220 —
Con esta clave pueden determinarse las subfamilias de todos los
Cefalópodos del mar Mediterráneo , todos los géneros que tienen
especies descritas en esta Memoria y, finalmente, las especies de
estos géneros cuando en las páginas anteriores se describe más de
una.
Los géneros y especies que no se determinan con esta clave son
los siguientes :
TiSANOTEUxiNOS. — Tliy saiioteutliis rhombus Troschel. — T. ele-
gans Tr.
Ommastrefinos. — Stenoteuthis Bartrammi Les. — S. pteropas
Ststp.—S. Caroli Furtado.— Todarodes sagittatus Lamk. *—
Illex Coindetii Ver. * — Todaropsis Veranyi Girard. *
Onicoteutinos. — Enojyloteuthis Margaritifera Rupp .— Ahralia
Veranyi Hoyle.—A. Owenii Hoyle. — A. polyonix Hoyle.— Vera-
íiia sicula Krohn.— Teleoteuthis caribbsea Ver'rill.— T. Krohni
Verrill. T. Menegliinii Hoyle. — Ancistroteuthis Lichtensteini
Fer .*
GoNATiNOS. — CronaÍMS Fabricii Ststp.
Taonoteútidos.— C7i¿ro¿ewí^¿s Veranyi D'Orh. ^— Doratopsis yev-
micularis Rochebrune . — Eidoviopsis Velaini Rochehrune.— Ca-
lUteuthis neuroptera Jaita. — C. reversa Verrill. — Histioteuthis
Bonelliana D^Orb. — H. Ruppelli Ver.
Sepiólidos.— ^Sep^oía Rondeleti Leach.—S. Petersi Ststp.—S. Owe-
niana D'Orb.—S. atlántica D'Orb.—S. aurantiaca Jatta.—Bos-
sia macrosoma D. Ch.—R. palpebrosa Oioen. — Heteroteuthis
dispar Gray.
EuSEPiNos. —/Sepia Filliouxi Lafont.—S. Fiscberi Z/a/bn¿. — S. hie-
rredda Rang.—S. rupellaria D'Orb. — S. enoplon Hoyle.
iBWSKPitíiOS. —Spirida Peroni Lamk .*
Loligínidos. —LoZígro Forbesi Ststp.
Argonaútidos. — Argonauta Argo L *. — Ocythoe tuberculata Ra-
fin. *
Filonéxidos. — Tremoctopus violaceus D. Ch.— Tr. ocellatus Broch,
Tr. microstomus Tryon.
Octópidos. — Octopus Troscbeli Targ. — Toz. — O. Salutii Ver.— O.
tuberculatus Blv. — O. Alderi Ver. — O venustus 'Rang.— Sccer-
gus unicirrhus Tib. — S. tetracirrhus Tíb.—Sc. titanotus Tros-
chel.
* Es la única especie de este género que se conoce en el Mediterráneo.
ooca
^^
INDICK
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO
pXG8.
VI. — Acción de la, quinina y de la pilocarpina sobre las
oxidasas , por José E. Carracido 141
VII.— La coagulación de la sangre, por José B. Carra-
cido 149
VIII.— Cefalópodos délas costas mediterráneas españolas,
particularmente de las de Cataluña y Baleares,
por Luis Lozano Rey 159
La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos,
de 600 ¿ 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos
en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val-
verde, núm. 26, Madrid.
Precio de este cuaderno, 1,26 pesetas.
REVISTA
DE LA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
DE
MADRID
TOlí^O iri.-KTXJIVE. 3.
(Septiembre de 1905.)
^''madrid
IMPRENTA DE LA "GACETA DE MADRID
CALLE DE POKTKJOS, KÚM. 8.
1905
ADVERTENCIA
Los originales para la Revista de la Academia
se han de entregar completos, en la Secretarla de
la Corporación, antes del dia 20 de cada mes,
pues de otro modo quedará su publicación para
el mes siguiente.
— 221
IX. — Tipos de fosforescencia en los sulfuros de bario,
estroncio y calcio.
POR José Rodríguez Mourelo
Antes de ahora he señalado por la característica más cons-
tante y permanente de la fosforescencia de los monosulfu-
ros BaS — SrS — CaS, que he obtenido aplicando diversos
procedimientos y en las variadas condiciones experimentales
ya conocidas y estudiadas, el color de la luz emitida. Y esta
permanencia singular, observada de continuo en mis investiga-
ciones, aun cuando variase mucho la intensidad de la lumines-
cencia, fué motivo de nuevos trabajos, encaminados á indagar
los tipos de sulfuros fosforescentes . en cuanto al color, deter-
minando lo mejor posible sus piopiedades particulares y de-
finiéndolos conforme á ellas: los resultados de la labor experi-
mental, con tal intento llevada á término, están contenidos ea
la presente Memoria y constituyen su principal objeto.
Merece el asunto detenido estudio por varias razones. Es la
primera, la relación que parece existir entre el color é intensi-
dad de la fosforescencia y los métodos empleados para obte-
ner los sulfuros que la presentan; refiérese la segunda á la tem-
peratura de formación de las disoluciones sólidas que los cons-
tituyen; la tercera es relativa á la diversa naturaleza y propor-
ciones de las materias activas disueltas; la cuarta atañe á los
fundentes y á su calidad y cantidad, lo mismo que á lo pecu-
liar de sus funciones, y la quinta comprende el conjunto de los
fenómenos anexos á la producción de las substancias lumines-
centes. Teniendo en cuenta todo esto y comparando muchas de
ellas, délas procedencias señaladas en anteriores trabajos, es
como he llegado á fijar la constante del color, que determina
el tipo do la fosferescencia en cada uno de los sulfuros de ba-
rio, estroncio y calcio, por lo menos dentro de los límites de
Eev, ACAd. Ciencias.— III.— Septiembre, 19(6. 16
— 222 —
la temperatura de 1.200°, próximamente^ que es la mayor em-
pleada en mis experimentos, aunque no siempre ha resultado
la más eficaz para producir la disolución sólida saturada.
Bueno será advertir que, á lo que entiendo, hay error mani-
fiesto en pensar que leves variantes en los métodos operatorios
ó la adición de tales ó cuales impurezas, siempre en cortísi-
mas proporciones , permiten obtener sulf uros cuya fosforescen-
cia pueda ser de color elegido á voluntad y de antemano pre-
visto. Por mi parte puedo asegurar que nunca he logrado tal
cosa. Con semejante intento hice numerosos ensayos, sobre
todo dirigidos á conseguir el sulfuro de estroncio dotado de
fosforescencia rojiza ó siquiera rosácea, empleando á guisa de
impureza el sulfuro de antimonio, siguiendo indicaciones, ya
de fecha remota, de otros investigadores, y los resultados fue-
ron negativos ; dudosos los obtuve queriendo lograr sulfuro de
bario con luminescencia violeta ó sulfuro de calcio que la tu-
viese amarilla, y vanos fueron también mis propósitos cuantas
veces pretendía que el t'ilfuro de estroncio la poseyera asi-
mismo violada, y todavía cuaado,en contadas ocasiones, ofre-
cía su fosforescencia tonos amarillentos, tenían á la continua
matices verdosos muy bien señalados; si es amarilla, por ejem-
plo, en los productos del método de Vanino y Gans, influyen
en ello las mismas condiciones operatorias, la temperatura muy
elevada, el fundente, que es á la vez disolvente del sulfuro y
de la substancia activa, y la primera ñaatern, estroncianita na-
tural. Vese muy manifiesta esta última circunstancia en el sul-
furo de zinc, cuyo color de luminescencia, verde ó amarillo,
parece estar determinado por la ausencia ó prcí^encia del arsé-
nico en el metal originario; no obstante, la blenda de Sidot,
considerada tipo de los sulf uros de zinc artificiales, presenta
siempre intensa fosforescencia de color verde.
No se me oculta que acaso experimentando de manera dife-
rente de como yo lo hice, y en otras condiciones, puedan ser
distintos los resultados, tocante al color de la fosforescencia
de los sulfuros metálicos susceptibles de presentarla; por eso
sólo trato de experimentos propios, de investigaciones perso-
nales y de opiniones individuales, estrictamente ajustadas á
- 223 -
hechos observados. Así, de su repetición en todas las ocasio-
nes, depende al cabo la generalidad de las conclusiones relati-
vas á considerar el color de la luz emitida como constante de
la luminescencia.
Conforme á semejante criterio, considero tipos de fosfores-
cencia á aquellos sulfures dotados de extremada sensibilidad
para la luz, que presentan el fenómeno con la intensidad y du-
ración máximas y color amarillo anaranjado, tratándose del de
bario; verde claro en el caso del de estroncio, y violeta si es
el de calcio; y ya se advierte cómo las cualidades asignadas á
los dichos tipos corresponden al límite superior, en el que há-
llanse las características del fenómeno sobremanera exaltadas.
Interesa en grado sumo el estudio de sus crecimientos, preci-
sando los términos principales observados en el desarrollo de
las coloraciones, desde el momento de iniciarse la luminescen-
cia y con ella ya el tono del color, dependiente, en particular,
de la naturaleza del metal sulfurado que constituye el disol-
vente sólido.
Obtenido el sulfuro de bario reduciendo por el carbón H ba-
ritina SO^, Ba totalmente exenta de hierro, y empleando el ne-
gro de humo, sábese que es menester operar á la temperatura
del blanco, sosteniéndola algún tiempo para lograr la reduc-
ción completa y un producto que aun en tal caso no es fosfo-
rescente, si no ha experimentado incipiente oxidación median-
te las acciones del aire, regenerándose, siquiera sea en propor-
ciones mínimas, el sulfato originario. No es este cuerpo muy
soluble en el sulfuro producido en sus transformaciones; antes
bien, el disolvente está muy luego saturado y es de suerte que
prolongando, y no mucho tiempo, las influencias del oxígeno
atmosférico, se alcanza en seguida el límite de la solubilidad,
resultando productos absolutamente inertes respecto de la luz.
A la temperatura ordinaria se efectúa la oxidación con bastan-
te lentitud; al rojo es más rápida, pudiendo conseguirse diso-
- 224 -
luciones sólidas sobresaturadas de sulfato de bario , no fosfo-
rescentes; pues no cuenta la excepción de presentar algunas
débilísima luminescencia de color indefinido, después de ha-
ber experimentado por 15' las directas influencias de la luz: en
mis investigaciones las cantidades de sulfato de bario disuelto
en el sulfuro eran de continuo inferiores al 2 por 100, y los
productos resultaban sensibles á la luz y excitables en grado
variable, conforme lo tengo demostrado.
Diré ahora que esta disolución, la menos fosforescente y la
menos excitable de cuantas he obtenido , es la formada á tem-
peratura más elevada y por más tiempo sostenida, y aunque la
presencia de álcalis y de compuestos mánganosos determinan
leves aumentos en la intensidad de la fosforescencia, bien pron-
to se alcanza el límite superior del fenómeno, sin ser aquélla
considerable. Es preciso tener en cuenta las condiciones de
formación de la disolución sólida fosforescente en este caso
particular de ser disolveote de sulfuro de bario, originado en
las modificaciones del sulfato. No crece la solubilidad de la ma-
teria activa conforme aumenta la temperatura, antes bien es
cosa probada que el exceso de calor y la prolongación de sus
acciones llegan hasta destruir el equilibrio del sistema forma-
do, ya sea volatilizando la materia activa, no siendo de extra-
ordinaria fijeza, ya sea disociando la propia solución en térmi-
nos que no puede volver á constituirse; tiene, por consiguien-
te, el fenómeno un límite definido para cada caso ó método de
obtención del sulfuro de bario fosforescente, y este límite pue-
de explicar las influencias de la temperatura y de la duración
de sus acciones en la reducción del sulfato de bario, llevada á
cabo en las condiciones de mis experimentos.
Puede así admitirse que si el calor provoca la formación de
la materia activa, favoreciendo las acciones oxidantes del aire,
sobre el sulfuro ya constituido, y, en último término, la difu-
sión de aquélla en la masa del disolvente sólido, la temperatu-
ra excesivamente elevada ó mucho tiempo sostenida al blanco,
ó cercana de tal extremo, es causa suficiente para formar ex-
ceso de sulfato, que no se disolverá, y capaz también de escin-
dir y descomponer la solución, resultando, en ambos casos,
— 225 -
productos sulfurados inertes para las acciones de la luz y en
absoluto desprovistos de luminescencia. Tengo observado que
en las cercanías de los límites indicados es cuando se produ-
cen los sulfuros de bario, originados mediante redacción incom-
pleta del sulfato, dotados de mayor fosforescencia de color ama-
rillo claro, constante y nunca tan intensa y tan bien determi-
nada como la de los productos de otras procedencias.
Este hecho, de fácil observación, constituye el punto de par-
tida para las investigaciones del tipo de fosforescencia en el
sulfuro de bario, porque en el procedente de reducir el sulfato^
siguiendo las anteriores indicaciones, es en el que comienza á
iniciarse la propiedad objeto de mis estudios, y aunque la inten-
sidad del fenómeno se halle en el grado mínimo, ya aparece?
bastante determinada, la constante de color con sus caracterís-
ticos tonos amarillentos. Y no es función exclusiva de la tem-
peratura, por más que sea innegable la influencia del calor en
la luminiscencia; en cuanto al blanco, y operando fuera del con-
tacto del aire, logré la reducción del sulfato de bario y un sul-
furo de extremada pureza, en absoluto inerte para la luz.
Quizá puedan ser consideradas las soluciones sólidas lumi-
nescentes como representantes de sistemas activos, cuyo equi-
librio es alterado fácilmente por la luz, produciéndose entonces
transformaciones internas de carácter químico, reversibles, cu-
yos efectos están relacionados con la homogeneidad de la difu-
sión de la materia activa en la masa del disolvente sulfurado:
hay, pues, en ellas cambios singulares de los que es señal la
misma fosforescencia, y á lo que parece, en los tres sulfuros de
bario, estroncio y calcio tienen el mismo carácter, y á no ser en
las excepciones que se rbarcarán, reconócese su origen en las
relaciones de orden químico que pueda haber entre las substan-
cias activas y sus disolventes sólidos apropiados. Si tenemos en
cuenta la manera de estar constituidos los sulfuros alcalino te-
rrosos fosforescentes, habremos de admitir que son disolucio-
nes saturadas , formadas á temperatura elevada; pero si nota-
mos la escasa solubilidad de la materia activa y las mínimas
proporciones de ella, que son eficaces respecto de la totalidad
de la masa, acaso pudiéramos hallar analogías entre el sistema
— 226 —
formado y el que constituyen las disoluciones diluidas ordina-
rias, y sólo faltaría saber si obedecen á las mismas leyes y si
en ellos prodúcense fenómenos análogos. Por de pronto, los
de disociaciones químicas, no permanentes y siempre suscepti-
bles de reversibilidad, á lo menos entre límites bastante apar-
tados, parecen demostrados necesarios á causa de las relacio-
nes simultáneas de la materia activa y el disolvente en cuya
masa se halla con uniformidad difundida.
Fué menester practicar varias series de experimentos, enca-
minados todos ellos á fijar y determinar la constancia del color
de la fosforescencia del sulfuro de bario, estableciendo así las
condiciones típicas, especiales del fenómeno, en el cual influ-
yen de manera directa muchas circunstancias, siendo las prin-
cipales, el método de obtención, la naturaleza de las materias
activas disueltas y de los fundentes añadidos, y el tiempo ó du-
ración de las acciones del calor; partiendo^ para el sulfuro de
bario, de la temperatura correspondiente al rojo vivo. Claro
está que la determinación del color propio de la fosforescencia
de tal cuerpo ha de ser función de las acciones de la luz, al-
canzando el máximo cuando también llega á semejante término
la intensidad de la fosforescencia, de suerte que esta propie-
dad y el color^ tenido por la cualidad más constante, se enla-
zan en virtud de su mutua dependencia.
Repárese que, en general, el tipo de la luminescencia corres-
ponde á disoluciones sólidas complicadas, y las que he obtenido
de continuo para mis investigaciones contenían, aparte del
disolvente sulfurado y de la materia activa, leves proporciones
de una substancia alcalina, á la continua carbonato de sodio
anhidro que podía servir de fundente, y menores cantidades
todavía de cloruro de sodio, volátil á la temperatura de forma-
ción de las disoluciones y cuyas beneficiosas influencias he de-
mostrado en anteriores trabajos, y ahora diré cómo son mani-
fiestas en la homogeneidad de la difusión del cuerpo activo y
en que saturada la disolución á temperatura elevada, no se se-
para aquél del disolvente durante el lento enfriamiento de la
masa. Exceptúase, aunque sólo en parte, de la regla el sulfuro
de bario, cuya capacidad como disolvente, á lo menos del sub-
— 227 -
nitrato de bismuto y del óxido de uranio, es bastante menor que
la de sus congéneres, los sulfures de estroncio y de calcio em-
pleados en las mismas condiciones; por las circunstancias
dichas, cuando el producto, de suyo menos complejo, es some-
tido á las directas influencias de la luz, si bien no es tan pronto
impresionado, en cuanto se excita tarda poquísimo en adquirir
la intensidad máxima con el color amarillo característico de su
luminescencia.
Guardan relación sus matices con las circunstancias antes
indicadas, y sobre todo con la estructura de las disoluciones
sólidas. En algunas he observado que hay dos tonos del color
amarillo: á veces sobre un fondo claro aparecen núcleos más
obscuros y en ocasiones preséntase el fenómeno inverso, ad vir-
tiéndose los núcleos claros destacándose sobre un fondo dora-
do. Tampoco es raro, experimentando con masas de cierta con-
sideración y fragmentos grandes, extraídos de los crisoles don-
de se formaron y sometidos en seguida á las influencias de la
luz directa por 3' á 5', que la fosforescencia se presente en
zonas de distinto matiz amarillo, irregulares y sin gradación
metódica, viéndose entre ellas espacios obscuros y porciones
absolutamente inertes para las acciones luminosas, sin que
haya medios de despertar su sensibilidad. Nótase el hecho
en las disoluciones heterogéneas, llamando así á aquellas cuya
materia activa hállase difundida de manera irregular y no uni-
forme en la masa del sulfuro disolvente, de la cual unas por-
ciones están saturadas y otras distan bastante de estarlo, ha-
biéndolas por completo exentas de aquélla, y también partes,
de ordinario amarillentas y aun pardas , en las que he demos-
trado la presencia de sulfuro del metal activo, en particular
siendo el bismuto. Y el hecho se enlaza con la temperatura
de formación de las disoluciones que lo presentan y, aun mejor
diría, con la manera irregular de actuar el calor, según aparece
probado en repetidos experimentos de mis investigaciones re-
ferentes á la fosforescencia del sulfuro de bario.
Sirve de principio general en las relativas á los tipos de fos-
forescencia la permanencia de su color en cada uno de los sul-
fures estudiados, cuyos matices no están sujetos tampoco á
— 228 —
variantes de cuantía, que más se relacionan con la intensidad,
reconociendo por causa inmediata la duración de las acciones
luminosas excitadoras; lo cual se prueba en la posibilidad de
lograr la característica del tipo, sometiendo algunos sulfuros
de bario, nunca los procedentes de la reducción del sulfato en
la forma acostumbrada, á la luz directa, prolongando sus in-
fluencias. Entonces el color amarillo se acentúa y llega á adqui-
rir, con la máxima intensidad posible, dado el método de ob-
tención del sulfuro, el matiz amarillo dorado, típico y peculiar
de su luminescencia.
Hay que notar cómo se desarrolla la fosforescencia me-
diante las acciones de la luz, partiendo del sulfuro de bario
generado por reducción del sulfato ; y con semejante intento
reproduje, introduciendo ligeras variantes, una serie de prue-
bas utilizadas en la determinación de la intensidad de la lumi-
nescencia. Abierto el crisol que contenía el sulfuro en la obs-
curidad, y colocados sus fragmentos en tubos de ensayo, fue-
ron esmeradamente tapados y conservados, envueltos en papel
negro mate, y permaneciendo en la cámara obscura por diez
días, con el fin de reducirlos al estado de pura inercia, y pa-
sado aquel término, fueron expuestos á la luz: el 1.°, 30";
el 2.°, 1'; el 3.^ 1' 30"; el 4.°, 2"; el 5.°, 2' 30"; el 6.°, 3';
el 7.°, 3' 30", y el S.°, 4'; reuniéndolos todos para observar
el efecto. Desde luego, adviértese la dificultad de señalar el
punto preciso de la aparición de la fosforescencia; mas ya se
ve como un resplandor que, aun siendo poco determinado,
presenta desde el comienzo la característica tonalidad ama-
rillenta, cuyo color se acentúa hasta adquirir el tono típico,
si no en este caso en otros que se dirán. No son numerosos los
incrementos de las coloraciones; mas poniendo en orden los
tubos, unos al lado de otros, percíbense claramente, y de ellos
puede juzgarse hasta alcanzar en los dos últimos la constancia
del matiz amarillo, distintivo de la fosforescencia de los pro-
ductos de la reducción del sulfato de bario, y conviene recor-
dar lo que tiene de individual la propiedad estudiada, puesto
que en ella es parte principalísima el origen y modo de haber
conseguido las disoluciones sólidas fosforescentes.
- 229 —
Todavía cabe repetir el experimento á la inversa, comen-
zando por las excitaciones máximas, disminuyéndolas gradual-
mente hasta anular por entero la acción de la luz, y entonces
se consigue la escala inversa, cuyos términos llegan á corres-
ponderse con los de la primera, y es un buen medio de reco-
nocer la constancia del color de la luminescencia, que será
menester atribuir á la naturaleza particular del disolvente sul-
furado, aunque en ello influyan, sobre todo, el método de ob-
tención y la temperatura. Es este el caso más sencillo, porque
la disolución sólida experimentada sólo contiene levísimas pro-
porciones de sulfato de bario por materia activa, producto de
incipientes oxidaciones del sulfuro.
Iniciada la fosforescencia en la forma dicha, su desenvolvi-
miento, en cuanto á la coloración, lo mismo que á la intensi-
dad, depende de la duración de las acciones de la luz, y es
función del tiempo hasta el límite marcado por el tono ó ma-
tiz típico. Representando por üq el estado inicial ó de inercia
en el que el sulfuro no está todavía impresionado, y no ha
dado la menor muestra de su sensibilidad para la luz directa,
tendremos que desde el primer momento en que aparece la
fosforescencia incipiente hasta el límite determinado por la
coloración típica habrá un número n variable de incrementos
«1— «2 — «3 — «t— «5 «,t,
representando cada uno su acentuación del color amarillo en
el caso presente, y como dependen de las excitaciones lumi-
nosas, á cada cual correspondería determinado tiempo t^ á
partir de ¿q, y tendríamos:
h h ^3 ^1 — h ^
n )
y partiendo de a.^ y de t¡^ en escala descendente, conforme se
dijo, se llegaría al estado primitivo de insensibilidad, siendo
entonces a = oyí = c>,yasí podían ser comprobados los lí-
mites del fenómeno, en cuanto el color de la fosforescencia,
— 230 ^.
la intensidad y la excitación luminosa son términos correspon-
dientes.
Una vez establecidas las relaciones de los términos para
cada sulfuro, se comprende que determinado el valor de t, en
cualquiera momento aparecerían conocidos los valores de a y
de h (llamando h á la intensidad de la fosforescencia) y de-
terminado el desarrollo del fenómeno; pero esto sólo podría
acontecer en una disolución invariable y de absoluta fijeza, es
decir, con un sulfuro perfecto é ideal que no existe, ni es posi-
ble lograrlo todavía. Cierto que en la práctica resulta por lo
general bastante aproximada la relación de proporcionalidad
entre los factores variables de que se trata; pero hay asimismo
numerosas excepciones, dependientes la mayoría de las veces
de otras propiedades de los sulfuros, precisamente de las que
marcan sus características individuales y permiten distinguir-
los; por lo general dependen de los métodos de obtención y
de la temperatura á la que fueron constituidas las disoluciones
sólidas.
Juzgo que de tales propiedades es la más interesante la sen-
sibilidad específica de cada uno, es decir, su natural capaci-
dad para recibir las impresiones luminosas directas, que no es
constante, sino muy variable y sujeta á cambios, por lo cual
es siempre incierta su medida. Recuérdese como hay sulfuros
cuya impresionabilidad aumenta con las reiteradas excitacio-
nes de la luz, por virtud de acumularse, para los efectos de la
fosforescencia, los residuos de carga; en algunos causa igua-
les efectos la oxidación parcial ó incipiente, y en otros la tem-
peratura puede dotarlos de capacidades que no tenían, con
sólo mantenerlos al rojo durante cierto tiempo, el mismo mu-
chas veces suficiente para tornarlos inertes; y todo ello, aun-
que otra cosa pudiera parecer, no se relaciona con los modos
de generar las disoluciones sólidas sulfuradas. Tocante al ca-
lor, ya ¿abemos que en el caso del sulfuro de bario tiende á
aumentar la sensibilidad, no parece ejercer acción en la co-
rrespondiente al de estroncio, y aminora grandemente, hasta
destruirla, la peculiar del sulfuro de calcio; lo que en ningún
caso cambia es el color de la fosforescencia, ya perceptible en
— 231 —
los comienzos de la luminosidad, es decir, en el mínimo 6 lí-
mite inferior de las excitaciones. Cuando el tiempo de éstas,
aumenta 6, sólo reiterándolas, se determina mejoría coloración
amarilla, verde ó violeta, conforme se trate del sulfuro de ba-
rio, del de estroncio ó del de calcio, adquiriendo el tono y la
intensidad correspondientes á los tres tipos de fosforescencia
objeto de mis investigaciones. No es posible, por lo tanto, es-
tablecer reglas generales y medios ciertos de llegar á ellos,
dada la variabilidad de las mismas condiciones individuales
de cada sulfuro, y, sin embargo, es el color de la fosforescen-
cia su carácter más constante y permanente.
Valga citar el caso de un sulfuro de bario, muy blanco, pro-
cedente de las acciones del azufre sobre la barita cáustica. En
un experimento logré excitarlo sometiéndolo repetidas veces, á
la temperatura del rojo muy vivo, dos horas cada vez, en tér-
minos de bastar un momento de impresión para que presen-
tara en seguida hermosa fosforescencia de color amarillo
claro; y en otro experimento bastó prolongar las acciones de
la temperatura por tres horas, sin pasar del rojo vivo, para
reducir el mismo sulfuro al estado de inercia, cuando en el ini-
cial era ya de suyo bastante impresionable.
Lejos de presentar uniformidad los incrementos de la inten-
sidad de la fosforescencia y los referentes á las tonalidades y
matices de la coloración que son consiguientes, ofrecen irre-
gularidades y fenómenos dignos de ser tenidos en cuenta , por
derivar de la sensibilidad y de los procedimientos de obten-
ción de los sulfuros fosforescentes, acerca de cuyo punto ten-
go hechas las observaciones cuyos resultados aquí se ponen.
En las disoluciones más perfectas y saturadas, obtenidas á la
temperatura conveniente y enfriadas muy despacio, el des-
arrollo de la luminescencia, con su color característico, es ins-
tantáneo y no han menester recibir sino un momento las im-
presiones de la luz directa; no obstante, algunos sulfuros de
bario, procedentes de las acciones del azufre sobre la barita ó
el carbonato en presencia del carbonato de sodio y el cloruro
de sodio con O gr.,001 de subnitrato de bismuto por materia
activa, sólo á la segunda excitación, ó prolongando hasta 30"
— 232 —
la primera, presentan el tono amarillo dorado típico, comen-
zando por un tono más claro; y en este caso la intensidad de
.la fosforescencia parece llegar ya en el principio al límite su-
perior.
Y no es privativo de tales productos el recorrer con tanta
velocidad las fases del desarrollo del fenómeno, si es que en
semejante caso las tiene; pues los hay de igual origen que no
participan de semejante excelencia, y dentro de los límites
de 30" y 4' para la duración de las impresiones, ofrecen mu-
chas y bien definidas fases hasta fijarse el color de la lumines-
cencia, cuando es llegado el término superior de su intensidad.
Sin embargo, es lo general que á la mayor impresionabilidad,
particularmente en los sulfuros de color blanco, correspondan
más fases ó incrementos en el tono é intensidad del color, aun-
que sean rápidos los crecimientos y no puedan delimitarse con
la precisión que se hace ensayando, por ejemplo, los produc-
tos de la descomposición por el calor del sulfito y del hipo-
sulfito de bario. También he notado que estos sulfuros tan ex-
citables y dotados de hermosa fosforescencia del color amari-
llo del oro bruñido, son los que más tardan en perderla; y con-
servándolos en la obscuridad no es raro que tarden horas en
recobrar su estado inicial, adquiriendo ciertos aumentos de
actividad y tornándose más impresionables para nuevas exci-
taciones de la luz; y esto no acontece de la propia manera con
las disoluciones de sulfato de bario en el sulfuro de bario pro-
cedente de su reducción.
Llégase á disminuir el número de las fases que presenta el
desarrollo de la coloración de la fosforescencia en aquellos
sulfuros no constituidos de esta forma, es decir, en los que no
son mezclas de sulfuro y sulfato (originados reduciendo éste ó
descomponiendo el hiposulfito y el sulfito de bario), sino pro-
ducidos actuando el vapor de azufre sobre el carbonato de ba-
rio, adicionado de carbonato y cloruro de sodio; el gas sulf-
hídrico seco con la barita en presencia de materias alcalinas;
el azufre con el carbonato impuro, ó apelando al método de
Verneuil conforme yo lo he modificado. Para conseguirlo bas-
ta reiterar las impresiones de la luz, y al cabo de experimentar
_ 233 -
varias veces con un mismo sulfuro, en particular si contiene,
procedente de las primeras materias, ó se le ha agregado sílice
en exiguas proporciones (O gr.,001 á O gr.,003 por 100), nó-
tase muy á las claras considerable aumento en su impresiona-
bilidad, al punto de que en ocasiones es suficiente el calor
obscuro para provocar la fosforescencia, apareciendo desde
luego el color amarillo dorado con su intensidad máxima; y en-
tonces la vuelta al estado inicial es lenta, y mientras dura, en
los decrecimientos del color pueden observarse cambios deter-
minando fases y reconociéndolas en que el tono dorado se
aclara, pasa por muchos matices de amarillo, á cada punto
más claro, y se emblanquece; pero cuando ya cerca de extin-
guirse, sólo aparece como un resplandor débilísimo, todavía
conserva ligera tonalidad amarillenta, que es la constante de
la fosforescencia del sulfuro de bario.
Aquí se nota clara la influencia del método de obtención y
se ve la que tienen las materias activas de naturaleza metálica
distinta de la peculiar del disolvente sólido, pudiendo estable-
cerse entre ambos términos aquellas relaciones de orden quí-
mico, cuya importancia he tratado de esclarecer en otro lu-
gar. También es singular que estas masas fosforescentes cam-
bien poquísimo sus aptitudes y sensibilidad, calentándolas al
abrigo de las acciones del aire; resisten sin alteraciones la
temperatura del rojo, y acaso por ello el color de su lumines-
cencia permanece invariable, á condición de no alcanzar aquel
límite en el cual la disolución se destruye y sulfurándose el
metal de la materia activa, sirve de pigmento al cuerpo fosfo-
rescente tiñéndolo de obscuro y haciéndolo en absoluto inerte
para las acciones de la luz blanca directa.
Marcan algunos de los resultados expuestos una nota singu-
lar de la fosforescencia, y es el no ser fenómeno completa y
absolutamente reversible, en cuanto, después de las modifica-
ciones causadas por la luz, no se reintegra la disolución sólida
al estado inicial , que algo de la impresión recibida queda en
ella con cierto carácter de permanencia y se acumula hasta
cierto límite, produciendo aumentos de sensibilidad y haciendo
más rápido el desarrollo de la luminescencia. Por esta propie-
— 234 —
1-
dad de los residuos de carga sumados unos á otros, se expl
ca que el tono del color de la fosforescencia , sobre todo en el
sulfuro de bario, sea más acentuado y recorra menor número
de fases para llegar al tipo de la coloración, con la máxima in-
tensidad, operando con un sulfuro que haya sido varias veces
impresionado, cuando el mismo cuerpo recién preparado y la
primera vez que es sometido al experimento, pone mayor tiem-
po en llegar al límite máximo; pero tales aumentos no son in-
definidos y se detienen en un punto, resultando formado un
equilibrio estable y constituido un estado normal de las diso-
luciones sólidas, en las que si no es enteramente reversible el
fenómeno de la fosforescencia, como tal puede ser considerado
en la práctica.
II
Bueno será indicar, porque es hecho general, cómo el color
de la luz excitadora, si puede influir en la fosforescencia por
impresionar de distinta manera á los cuerpos que de adquirir-
la son capaces, no tiene la menor acción sobre el color de la
luminescencia. Se demuestra con la mayor sencillez emplean-
do luz monocromática, roja, amarilla, verde, azul y violeta, y
viendo que, aunque la impresión sea desigual en cuanto á la in-
tensidad, en nada se modifica el color específico, peculiar del
fenómeno estudiado, en los sulfuros de bario, estroncio y cal-
cio. Del propio modo he ensayado la luz fría, privando á la
natural ó á la de un sólo color de los rayos térmicos, filtrándo-
la por disoluciones acuosas de alumbre ordinario, y los resul-
tados fueron no advertir en ningún caso, y el experimento fué
repetido varias veces en diferentes condiciones, la menor va-
riante en las coloraciones, sin que se modificaran sus fases; de
suerte que se puede afirmar con un nuevo dato la constancia
de la propiedad estudiada, cuyas relaciones con la intensidad
de la fosforescencia aparecen siempre manifiestas; pues al cabo
está unida al desarrollo de las coloraciones.
Necesité para mi objeto operar con muchos sulfuros, única
— 235 —
manera de poder comparar la fosforescencia que adquirían, y
es bien sabido cuánto tiene de individual semejante cualidad
y las causas, en apariencia levísimas, capaces, no obstante, de
modificarla hondamente. Por de pronto, y aparte de las aptitu-
des peculiares de las disoluciones sólidas, hay la luminescen-
cia que nombraré inicial, y es la adquirida cuando reciben por
primera vez las impresiones de la luz; viene luego la fosfores-
cencia progresiva, en la que al efecto de éstas únese la in-
fluencia de los residuos de carga acumulados, y, en último tér-
mino, la fosforescencia límite, que marca como el término de
la acción de los dos efectos anteriores. En cada sulfuro pre-
senta el fenómeno estos tres períodos, aunque su desarrollo no
sea siempre el mismo, ni se puedan señalar iguales puntos sin-
gulares, y también es de advertir que no en intensidad, pero
sí en tono, ya en el primer período se puede llegar al tipo
constante de la coloración, que de tal manera vemos relaciona-
da con las condiciones químicas de la disolución sólida, pues
en ellas, tanto como en su propia naturaleza y en la tempera-
tura á que ha sido generada, ha de buscarse la causa de su
impresionabilidad respecto de la luz y los modos de sus varian-
tes y desarrollos hasta alcanzar la máxima. Indicado tenía, por
lo tanto, el método de los experimentos. Clasificados los sul-
furos conforme á los procedimientos de obtención, fué menes-
ter, en cada grupo , examinar los tres períodos antedichos , y
cuando en cada uno hube señalado el individuo que presenta-
ba mejor definida la fosforescencia tocante al color, reuní
aquellos verdaderos productos de selección, los experimenté
en iguales condiciones y diputé por tipo al que ofrecía más
constante y exaltado el color propio y peculiar de su respecti-
va fosforescencia.
Claro está que en las nuevas investigaciones distinguía pri-
meramente la naturaleza particular del sulfuro, habida cuenta
de que por la misma á cada metal, bario, estroncio y calcio, co-
rresponde un color específico de su fosforescencia, á lo menos
empleando para obtenerlos los métodos de que hice uso y las
temperaturas que al describirlos por menudo dejo especifica-
das. Mi intento fué siempre relacionar propiedades, con el ob-
- 236 -
jeto de generalizar luego lo más posible las condiciones espe-
ciales del fenómeno estudiado.
Ocurre en el acto de la excitación, aparte de los fenómenos
debidos á la acumulación de los residuos de carga, un hecho,
á mi ver dependiente de la estructura interna de las disolu-
ciones, y es que su impresionabilidad, respecto de la luz, no
resulta siempre la misma, lo cual acusa, á mi ver, cierta falta de
homogeneidad de la materia fosforescente. Acaso el hecho tie-
ne cierta semejanza con el que ofrecen las soluciones sólidas
de cuerpos isomorfos, entre ellos algunas dolomitas cuádru-
ples, en las que los carbonatos de calcio y magnesio hacen ofi-
cios de disolventes de ligeras proporciones de hierro y man-
ganeso; según están repartidos estos cuerpos, así aparecen
las modificaciones del romboedro primitivo, conforme se obser-
va comparando muchos cristales de tan curiosas substancias.
De la propia manera no ha de considerarse tipo de fosfores-
cencia aquel sulfuro en el que aparece más pronto el fenóme-
no, siendo entonces el tiempo t^ del primer incremento a^ su-
mamente pequeño; pues se ha de tener presente que el carác-
ter del tipo depende del valor máximo de a^ límite, correspon-
diente á la mayor intensidad h,^^, sean cualesquiera las fases 6
puntos intermedios para llegar del estado inicial de pura iner-
cia al estado final ó superior de la luminescencia, cuando es
más intensa y de más acentuado color. Por eso es menester
que alcance la plenitud del desarrollo y se manifieste en diso-
luciones homogéneas, en las que puedan ser posibles y necesa-
rias ciertas reacciones químicas, cuya característica va ya
notada.
Dijérase, teniendo en cuenta lo apuntado, que si se mira al
modo de presentarse el hecho , la fosforescencia podría ser un
medio, bastante aproximado, para inferir el estado molecular
de las soluciones sólidas. Acerca de ello, en mis investigacio-
nes tocante al sulfuro de bario, que tan bien presentan las des-
igualdades, dejo consignados los experimentos en diversas con-
diciones practicados: respecto del sulfuro de calcio, la desigual
repartición de la materia activa me consintió obtener productos,
cuya masa no fosforece toda de la propia manera, presentando
- 237 —
al lado de fragmentos susceptibles de hermosa é intensa lumi-
nescencia de tono violeta puro, otros que sólo la dan ligera-
mente violácea, y en cuanto al sulfuro de estroncio fuéme
dado lograr variadísimos efectos en el reparto de coloracio-
nes, intensidades é impresionabilidad, siempre dentro del tono
verde, peculiar suyo, cambiando la difusión de la materia
activa en el disolvente sulfurado.
Puede resultar un sulfuro muy impresionable, no necesitando
sino breves instantes ser sometido á las influencias luminosas
directas para desarrollar su fosforescencia, y, sin embargo, no
constituir el verdadero tipo del fenómeno, por no llegar al ple-
no desenvolvimiento de la coloración peculiar de la naturaleza
del disolvente; entonces los intervalos entre t^ y í„ son peque-
ñísimos y no se corresponden con los incrementos de a, ó, por
mejor decir, el valor de a.^ será menor que en otros casos, y lo
mismo sucederá con el de h^^ representante de la intensidad
del fenómeno. En cambio sucede que el intervalo to...tn es
mayor, y que de a^ hasta a.^ hay más fases de evolución, y en-
tonces se alcanza el valor máximo para h^^, es decir, la mayor
intensidad de luminescencia con la coloración más acentuada,
ó sea las condiciones correspondientes al tipo, según mi defi-
nición. Cabalmente este es el caso del sulfuro de calcio: con 30"
de exposición á la luz directa ya se excita y su fosforescencia
blanquecina tiene ligero tono violeta; reiterando las impresio-
nes ó prolongándolas durante V , 6 algo más, la intensidad del
fenómeno crece hasta alcanzar el límite, apareciendo con ella
el hermoso color violeta intenso, que considero peculiar y pro-
pio de semejante cuerpo.
Es, sin duda, lo más interesante, cuando se trata de fijar los
tipos de fosforescencia, lo que corresponde á la naturaleza de
los disolventes sólidos y el color de la luz emitida de ella de-
pende y no varía aun cambiando la substancia activa, cuyas
influencias, en cuanto á la excitabilidad de los cuerpos y á la
intensidad de la luminescencia , aparece bien demostrada. Hice
experimentos empleando substancias que pudieran tener relacio-
j nes químicas con los disolventes, y en tal sentido fueron ensaya-
dos los sulfatos de bario, estroncio y calcio, el subnitrato de
Rev. Acad. Ciencias.— III.— Septiembre, 1905, 17
- 238 -
bismuto^ el óxido de uranio, el oxicloruro de antimonio, el an-
hídrido arsenioso, el carbonato manganoso, el permanganato
de potasio y los cloruros de estroncio y de torio; otras veces
he trabajado empleando materias cuya inercia química respec-
to del disolvente es notoria, como la sílice^ pura, y en ambos
casos el sulfuro de bario resultó dotado de fosforescencia ama-
rilla, el sulfuro de calcio con fosforescencia violeta y el sulfu-
ro de estroncio con fosforescencia verde, quedando así demos-
trada la cualidad de constante del fenómeno, que he atribuido
al color, y su dependencia directa de la naturaleza del cuerpo
disolvente. '
Quizá los mismos experimentos relativos á la estructura de
las disoluciones sólidas fosforescentes esclarecen el punto de
las coloraciones típicas , dando razón de su constancia y per-
manencia desde el momento de iniciarse el fenómeno. Sólo es
uniforme el color de luminescencia en el caso de las mezclas
homogéneas^ cuando las materias activas hállanse en las pro-
porciones convenientes ya indicadas para cada una de ellas en
anteriores trabajos y en el mayor grado de difusión en la masa
del sulfuro disolvente, repartidas de suerte que la estructura del
cuerpo sea lo más homogénea posible. De otra manera he con-
seguido ciertamente productos fosforescentes; pero no lo era
toda su masa del mismo modo, y ya sabemos cómo los fenó-
menos de las aureolas en el sulfuro de bario , los distintos ma-
tices del color violeta en el sulfuro de calcio y la fosforescen-
cia sólo en los bordes de los fragmentos del sulfuro de estron-
cio, corresponden á estructuras heterogéneas y acusan irregu-
lar difusión de las substancias activas que han sido experi-
mentadas.
Llegados á este punto, vese cuánto importa inquirir los es-
tados de agregación física de las disoluciones sólidas estudia-
das, y que son, á la postre, agregados moleculares de sulfuros
alcalino terrosos, cuerpos activos de naturaleza metálica^ leví-
simas proporciones de materias alcalinas y las exiguas de clo-
ruro de sodio que en los productos pudo haber quedado y son
á modo de residuo del fundente volátil. Cuando de intento ^
procuraba que los cuerpos activos se repartieran con desigual-
- 239 -
dad, pero sin formar sulfures metálicos coloridos que sirvieran
de pigmento , llegaba á descubrir al microscopio, con aumento
de 1.000 diámetros, granulos de distinta naturaleza, y aun
conseguí separarlos unos de otros , poniendo aparte los fosfo-
rescentes, más redondeados y de superficie como fundida, es-
cogiéndolos entre la masa que ofrece tantas desigualdades de
impresionabilidad , que acusan notables diferencias de estruc-
tura. En cambio, observando de la propia manera los sulfures
calificados de perfectos, cuya masa se impresiona toda ella lo
mismo, presentando fosforescencia uniforme, característica
del tipo á que pertenecen, no me fué dado establecer diferen-
cias: son aglomerados de granulos pequeñísimos^ uniformes,
idénticos, que se aparecen unidos y enlazados por el fundente
protector contra las oxidaciones.
Fuera, sin embargo, muy aventurado afirmarla homogenei-
dad completa de tales disoluciones sólidas que califico de más
perfectas, porque en ellas está mejor difundida la materia ac-
tiva. Téngase en cuenta el carácter de fenómeno químico casi
reversible asignado á la fosforescencia , y que la luz al provo-
carla rompe un equilibrio, perturbando las relaciones del di-
solvente con la materia disuelta, y al nuevo cambio iniciado
siguiese al punto, y ya en la obscuridad, la regresión paulatina
al estado primitivo, no sin quedar, á modo de señal del fenó-
meno, aquel residuo acumulable que tanto hemos considerado
en el hecho general de la fosforescencia. De consiguiente , la
homogeneidad de las soluciones sólidas que la presentan, es
sólo relativa y tiende á ser alterada conforme la luz cambia
sus condiciones químicas, que no llegan á restablecerse nunca
enteramente.
Relaciónase con el color peculiar de los tres tipos de fosfo-
rescencia señalados en mis trabajos, la composición de las di-
soluciones sólidas correspondientes, y tengo visto, en el curso
de los mismos, que las más impresionables, aquéllas en las
cuales es más intensa y duradera la fosforescencia , son tam-
bién las más complicadas, y recuérdese cómo la menor colora-
ción corresponde á las simples disoluciones de sulfato en sul-
furo, ó sea á las mezclas resultantes de descomponer los sulfi-
- 240 —
tos é hiposulfitos, 6 reducir, empleando negro de humo, los
sulfates de bario, estroncio y calcio; en suma, productos de
oxidaciones parciales é incipientes, que siendo muy pro-
langadas anulan el fenómeno. Aun en estos casos, es me-
nester tener en cuenta la resistencia de los sulfures á la oxi-
dación, á la cual contribuyen no poco el fundente alcalino y
el cloruro de sodio; sin embargo, he logrado destruir la fosfo-
rescencia de un sulfuro de calcio, cuyos fragmentos la presen-
taban espléndida y de hermoso color violeta, con sólo pulveri-
zarlo; y en cambio , tengo en mi colección otras muestras,
también de sulfuro de calcio en polvo fino, que son verdaderos
tipos de luminescencia, y en polvo están asimismo los de bario
y estroncio que la tienen magnífica. De este último poseo una
muestra que me ha remitido Mr. Gustave Le Bon, de París, y
es de procedencia alemana, la cual lleva algunos años expues-
ta á las acciones del aire, sin haber perdido nada de su impre-
sionabilidad, ni experimentado cambios la fosforescencia de co-
lor verde característico, muy intensa y bastante duradera, con
excitaciones de un minuto y aun de menos tiempo.
Guardan mayores relaciones con el color de la fosforescen-
cia, las proporciones de la materia activa empleada. Es sabido
que ^tienen un límite bastante pronto alcanzado, por cuanto se
usan de continuo en cantidades exiguas; pero varían conforme
á la naturaleza del sulfuro disolvente, poseyendo cada cual, en
tal concepto, cierta capacidad específica, que es uno de los
caracteres peculiares de su individualidad; y esto lo tengo bien
demostrado, porque experimentando con el subnitrato de bis-
muto, se ve que la misma proporción de mayor eficacia, tra-
tándose del sulfuro de estroncio, es excesiva para el de bario,
que no resulta fosforescente y á veces insuficiente para lograr
una solución fosforescente con el de calcio.
Son de la propia suerte inciertas y variables las influencias
de la temperatura, ligadas con la propia capacidad disolvente
de los sulfuros , que es muy distinta, y hay que tener en cuenta,
tocante al particular, la misma temperatura de formación de
los cuerpos. Muchas veces he procurado constituirlos em-
pleando hasta el calor blanco muy sostenido; otras lo apliqué
- 241 -
á disoluciones ya hechas y dotadas de la fosforescencia límite,
y los efectos han sido diversos y muy variables, dependientes
de la naturaleza de los dichos sulfures y en parte también de
los procedimientos adoptados para obtenerlos. Presenta, en este
respecto _, el sulfuro de bario, fenómenos curiosos: su capaci-
dad disolvente tocante al del subnitrato de bismuto es pequeña;
la solución fosforescente se constituye, saturada, á cerca de
1.000 grados, pero al momento se disocia; el bismuto de la
materia activa llega á sulfurarse, tiñe la masa de obscuro y
Lácele perder su impresionabilidad para la luz; es singular que,
procediendo á calentar una solución fosforescente en que sea
disolvente el sulfuro de bario, resiste sin disociarse el rojo vivo
durante bastante tiempo y conserva sus propiedades. Es en ex-
tremo resistente la disolución sólida, empleando el sulfuro de
estroncio; formada á menor temperatura, y conteniendo bas-
tante más subnitrato de bismuto que su congénere, la de bario,
puede ser calentada al rojo vivo, sin que se altere, y aun el
calor es un medio de aumentar^ en ciertas ocasiones, la misma
intensidad de la luminescencia, acentuando la peculiar colora-
ción verde de tonos claros. Y si el disolvente es el sulfuro de
calcio, la disolución se constituye á más baja temperatura;
pero también se disocia, convirtiéndose en masa inerte, ca-
lentándola al rojo durante una hora solamente, y pierde entonces
la cualidad luminescente.
Hay, entre los efectos de la temperatura, relativos al des-
arrollo del color de la fosforescencia, algunos generales y co-
munes á los sulfuros de bario, calcio y estroncio, sean cuales-
quiera sus procedencias y la naturaleza de los cuerpos usados
por materias activas, que indican por lo menos ciertas relacio-
nes entre sus aptitudes. Estos efectos parecen independientes
de las formas délas disoluciones sólidas, en cuanto no apare-
cen ligados á la manera de constituirlas, ni menos todavía á los
fenómenos inherentes á su disociación total ó parcial.
Tuve especial cuidado de disponer 36 tubos de ensayo bien
secos; sepárelos en tres series de á 12 cada una, y después de
llenarlos con nitrógeno puro y muy desecado, coloqué en ellos
igual número de sulfuros de bario, calcio y estroncio, respecti-
- 242 —
vamente, cerrándolos enseguida á la lámpara y conservándolos
luego, envueltos por separado en fundas de papel negro mate,
permaneciendo un mes, así dispuestos, en la cámara obscura,
para reducirlos al estado inerte. Pasado este término, y sin qui-
tarlos de sus estuches, fueron sometidos sólo una hora, en baño
de aire caliente, á la temperatura de 150°. Separadamente se
prepararon otras tres series de á 12 muestras idénticas y en las
mismas condiciones, menos la de calentar los tubos en la forma
dicha: los tubos se correspondían conteniendo los del mismo
numero iguales productos, y así era fácil comparar los efectos
de las impresiones de la luz blanca. Sólo duraban las excita-
ciones, según los casos, 30" 1' y 1' 30", tiempo suficiente para
que el fenómeno de la luminescencia comience siquiera á ma-
nifestarse aun en los más perezosos; ala continua he observado
notables aumentos de sensibilidad en los productos sometidos
á la temperatura apuntada , y sobre todo singulares incremen-
tos en el desarrollo de las coloraciones que, sin cambiar de
tono, aparecen bastante más intensas, brillantes y determina-
das; de suerte que los períodos de la luminescencia inicial y
de la progresiva son brevísimos, y se alcanza al momento el de
la marcada como límite superior, lo cual significa que el tér-
mino constante del color se define y determina más pronto,
habiendo experimentado los sulfures las acciones térmicas á
que fueron sometidos. Constituye, en realidad, el experimento
un medio de aumentar, hasta cierto límite, la intensidad del
color de la fosforescencia en las disoluciones sólidas que la
presentan.
Inútiles fueron todos los intentos encaminados á conseguir
cambios de color debidos á la temperatura , y los numerosos
experimentos practicados sólo dieron el resultado apuntado,
consiguiendo, desde el calor rojo, destruir, ó á lo menos mo-
dificar grandemente, las condiciones de la disolución sólida, á
la continua en perjuicio de sus cualidades luminescentes. Casi
lo mismo pudiera decir de las acciones oxidantes del aire : las
prolongadas destruyen por alteraciones químicas el disolvente
sulfurado, y siendo incipientes, favorecen no poco la lumines-
cencia, en cuanto mediante ellas, cuando no son profundas,
— 243 -
se forma, ó siquiera se aumenta, la proporción de materia ac-
tiva, y aun se crean las verdaderas disoluciones sólidas á ex-
pensas de modificaciones del sulfuro primitivo; y que así acon-
tece téngolo por cierto y demostrado. Es el caso más favora-
ble el de los productos de reducción de cualquiera de los sul-
fates de bario, estroncio ó calcio por el negro de humo, lleva-
da á término á temperatura bastante elevada, que llega al blan-
co empleando el primero, y es de notar que las disoluciones
en tal forma obtenidas son las menos impresionables, las que
ofrecen menos definidas las coloraciones características, que
nunca pueden servir de tipo normal, y basta comparar el ama-
rillo , el verde ó el violeta que les corresponden y los mismos
colores que con mucha menor excitación presentan mis disolu-
ciones sólidas típicas, de composición y estructura bastante
complicadas, para verlo demostrado. Y es que sin fundentes
ni acompañamiento de sustancias alcalinas, no 'se logra satu-
rar el sulfuro disolvente, ó en caso de lograrlo á temperatura
elevada, al sobrevenir el enfriamiento, aunque sea lento, sepá-
rase parte considerable de la materia activa disuelta.
III
Uniendo y concordando resultados experimentales es como
he llegado á determinar la constante del color y las condicio-
nes de los que he nombrado tipos de fosforescencia , restando
el describirlos, indicando los caminos de llegar á ellos. Resi-
de su principal condición en la invariabilidad y permanencia
de sus propiedades, con solo los naturales aumentos de sensi-
bilidad, debidos á la acumulación de los residuos de carga;
aparte de ello, y siquiera sean rápidos, nótanse los tres perío-
dos que dejo indicados para el completo desarrollo del color
de la fosforescencia hasta alcanzar su intensidad máxima.
Juntando, pues, los resultados de muchas observaciones, y
examinando las condiciones individuales de los cuerpos some-
tidos á los ensayos, es como pude establecer los tipos de fos-
— 244 —
forescencia, eligiendo por tales los sulfuros dotados de mayor
impresionabilidad, y que son, al propio tiempo, los que ofre-
cen los colores de fosforescencia más puros, intensos y per-
manentes, y operando en las mismas condiciones, presentan,
de continuo, notable y singular exaltación de sus cualidades-
Queda dicho antes cómo primero se ensayaron muchas diso-
luciones sólidas, que contenían diversas materias activas, eli-
giendo aquellas más fosforescentes; en seguida, los productos
de esta suerte de selección fueron reducidos al estado inerte,
no sin antes haber notado cómo en cada uno de ellos aparecen
determinados los períodos ó fases que en el desarrollo de las
coloraciones he señalado antes; después de haber permanecido
un mes en la obscuridad, y envueltos los tubos que los contenían
en papel negro , eran sometidos de nuevo los sulfuros á las ac-
ciones de la luz, sólo 30", y llevados al momento á la cámara
obscura; observando allí los efectos de la impresión y el tiempo
que duraba la fosforescencia, la cual extinguida, se reiteraban
las excitaciones luminosas, aumentando progresivamente el
tiempo, sin pasar del límite de l',30", bastante para alcanzar
el completo desarrollo de las coloraciones, por supuesto con la
intensidad máxima: los sulfuros estaban colocados en tubos ce-
rrados á la lámpara y cuya atmósfera interior era de nitrógeno
muy puro y desecado.
Venía de molde, al establecerlas primeras series, el mismo
procedimiento empleado en las investigaciones acerca de la
fosforescencia del sulfuro de bario; y así, en cada uno, se es-
tablecieron ocho, correspondientes á otros tantos métodos de
obtención, á saber: sulfuros procedentes de la reducción de
los sulfates de bario, estroncio ó calcio^ conteniendo hasta el 2
por 100 de éstos y O gr. 002 de carbonato manganeso; sulfuros
procedentes de las acciones del vapor de azufre al rojo sobre
los carbonates de bario, estroncio ó calcio (viterita, estroncia-
nita y calcita); sulfuros procedentes de las acciones del gas
sulfhidrico seco sobre la barita, la estronciana ó la cal cáusti-
cas, al rojo; sulfuros procedentes de la descomposición por el
calor de los sulfitos; sulfuros procedentes de los hiposulfitos;
• sulfuros procedentes de la acción de azufre sobre los carbona-
- 245 —
tos; sulfures del método de Verneuil, y sulfuros procedentes
de mis propios métodos.
Limitados los experimentos al sulfuro de bario, resultaron
separadas como más fosforescentes y de coloración amarilla
mejor marcada y permanente, once muestras^ todas ellas de
un color agrisado claro, estructura granujienta, formada por
la unión íntima de granillos, constituyendo en varias fragmen-
tos irregulares de aspecto escoriforme. He aquí algunos por-
menores acerca de los cuerpos de que se trata, referentes á
sus propiedades individuales.
a) Procede de la reducción del SO^Ba por el negro
de humo, llevada á cabo á la temperatura del blanco,
sostenida por cinco horas , siguiendo lento enfriamien-
to y exposición al aire durante una hora. Es una masa
dura , con aspecto de escoria y marcada estructura gra-
nular; contiene 1,53 por 100 de sulfato de bario, que
hace de materia activa; es impresionable en seguida por
la luz y al cabo de 1' adquiere la fosforescencia máxi-
ma uniforme y de hermoso color amarillo dorado, que
dura cosa de una hora.
h ) Obtenido , siguiendo el método de Verneuil,
sin más variante que emplear como materia activa
O, gr. 003 de óxido de bismuto para 100 gramos de car-
bonato de bario. Tiene color blanco agrisado , sus granos
poseen cierta dureza, es sensible en grado superior y
en menos de 1' llega á adquirir la mayor luminescencia,
asimismo amarilla y bastante persistente.
c) Cuerpo pulverulento, blanco, resultante de la
aplicación de mi procedimiento, siendo materia activa el
sulfato de bario, 2 gramos por 100 de carbonato, soste-
niendo cuatro horas el rojo vivo. Basta que experimen-
te 30" las directas acciones de la luz y al punto pre-
senta intensa fosforescencia de caracterísco color ama-
rillo, el cual no es posible hacer cambiar.
d) Es otro producto del mismo método^ sin más
variante que el haber elegido por substancia activa el
"— 246 —
cloruro manganoso, O, gr. 012 por 100. Resulta el cuer-
po en polvo formado de granitos duros ^ de color agri-
sado claro, impresiónale la luz en seguida, y en cosa de
50" vésele ya dotado de viva fosforescencia y adquiere
con ella la coloración amarilla peculiar.
e) Formado por igual medio, con la única particu-
laridad de haber cambiado la materia activa por
O, gr. 005 de carbonato manganoso por 100 gramos de
carbonato de bario; preséntase constituyendo granos de
ciertas dimensiones, menos duros que los de otras pro-
cedencias. Posee mucha sensibilidad, adquiriendo en
1' la máxima intensidad del color amarillo de la lumi-
nescencia del sulfuro de bario.
f) Nuevo producto del mismo sistema, en el cual
sirvió de substancia activa el anhídrido arsenioso,
O, gr. 025 por 100; masa en forma de escoria dura, en
la que se advierte la estructura granular caracterís-
tica: su sensibilidad es considerable; al cabo de 30">
límite inferior de las acciones de la luz, ya es fosfo-
rescente, determinándose el color amarillo, que con
la intensidad va en aumento, alcanzando el máximo
de ambas cualidades al cabo de 1' de recibir las di-
rectas impresiones de la luz.
g) Corresponde á los experimentos efectuados , sien-
do materia activa el óxido de bismuto, y es el único
ejemplar que^ conteniendo 0,gr. 012 por 100 de tal
cuerpo, goza la propiedad de ser muy excitable, adqui-
riendo en 1' 30" la mayor intensidad, con color amari-
llo dorado bastante vivo.
h) Generado, según mi método, con O, gr. 008 de
óxido de bismuto de materia activa, presentase en polvo
agrisado claro, constituido de granulos pequeñísimos
bastante duros. Con recibir 30" las directas influencias
de la luz, ya manifiesta la fosforescencia característica,
bastando poco más de 1' para que llegue al límite su-
perior la intensidad del color amarillo dorado.
i) Disminuyendo hasta O, gr, 005 por 100 la canli-
— 247 -
dad de óxido de bismuto, materia activa, he obtenido
un cuerpo, en forma de escoria, duro y agrisado, con
mayor sensibilidad para la luz directa, y cuya fosfores-
cencia llega al grado máximo de intensidad y de color
amarillo en 1'.
j) Aminorando todavía la proporción de óxido de
bismuto, hasta O, gr. 001 por 100, resulta un sulfuro
de igual aspecto que el anterior y bastante más sensi-
ble, en cuanto se consiguen iguales efectos de colora-
ción en menos tiempo todavía.
1) Proviene, como los anteriores, de la aplicación
de mi procedimiento, usando esta vez, por materia ac-
tiva, O, gr. 001 de subnitrato de bismuto para 100
gramos de carbonato de bario. Resulta una masa casi
blanca, de estructura granuda, algo blanda y homogé-
nea: su impresionabilidad es singular y se excita en el
momento d^ experimentar la acción directa de la luz;
al cabo de 1' llega al máximo la intensidad del fenó-
meno con la más espléndida fosforescencia del caracte-
rístico color amarillo de oro, que persiste, á lo menos,
hora y media.
Ya sólo restaba comparar, unos con otros, estos verdaderos
productos de selección, para lo cual era menester ponerlos en
las mismas condiciones experimentales. Con tal objeto fueron
colocados los once tubos, dispuestos de la manera dicha, sobre
una tabla negra, separados y mediando entre ellos dos centí-
metros; cubiertos con papel negro permanecieron durante un
mes en la cámara obscura, para hacerles perder la menor traza
de fosforescencia, extinguiéndose también los efectos acumu-
lados de los residuos de carga procedentes de anteriores exci-
taciones, conforme se dijo. Entonces fué llegado el momento
de someter el sistema á las influencias de la luz, empezando
por una excitación de 10": los sulfures señalados con las le-
tras &,j, /, fueron los únicos que manifestaron leves indicios
de luminescencia, á los 20" se notaban en los productos
d^ e, /", i, y á los 30" era en todos manifiesta, aunque no coa
- 248 —
igual intensidad, ni con el mismo tono de color; para llegar al
máximo he necesitado, según los casos, de 1' á 1' 30". Bus-
cando diferencias, que no son grandes, entre los sulfures
i,j y I, advertí, después de muchos ensayos, que en el últi-
mo eran mayores la sensibilidad para la luz, la intensidad y la
duración del fenómeno, más viva la coloración, desarrollándo-
se al momento y alcanzando en seguida su punto culminante, y
así lo diputo por el tipo de los sulfuros de bario fosforescen-
tes. Sin llevarlo á la obscuridad, brilla ya en la sombra con
hermosa luminescencia dorada, y es de suerte que el mismo vi-
drio del tubo que lo contiene parece luminoso; son particula-
res los efectos, y tan intensos, que excitan al cabo de cierto
tiempo la fosforescencia de otros sulfuros, sobre todo, si á cau-
sa de recientes impresiones, conservan todavía algún indicio
de carga residual.
Antes de ahora tengo advertido cómo es el sulfuro de es-
trocio el que en la dilatada serie de mis trabajos ha dado me-
jores resultados respecto del fenómeno estudiado; al propio
tiempo es el más permanente y estable, el único que resiste,
sin experimentar grandes alteraciones , la acción del calor re-
lativamente enérgica y prolongada; el que disuelve en mayores
proporciones las materias activas, constituyendo soluciones ho-
mogéneas saturadas, impresionables y que no se destruyen 6
aniquilan fácilmente. Compréndese, sin esfuerzo, dadas las
condiciones apuntadas, que hayan de ser más numerosos los
productos de la primera selección, cuyo objeto es, en definiti-
va, señalar aquellos cuerpos susceptibles de mayor lumines-
cencia, procediendo conforme se hizo tratando del sulfuro de
bario. De consiguiente alcanza hasta ser 16 los sulfuros de es-
troncio escogidos y apartados para nuevos experimentos, y aquí
se ponen la procedencia y caracteres esenciales de cada uno
de ellos.
a) Es originado por la reducción del sulfato de es-
troncio natural ó celestina, conteniendo sulfato de cal-
cio, el agente reductor fué el negro de humo y la ma-
teria activa el propio sulfato de estroncio con una traza
— 249 —
de yeso. Su aspecto es el de polvo grueso , granudo y
no blando, de color ligeramente agrisado: lo impresio-
na la luz en 30" y va adquiriendo la fosforescencia más
intensidad y color prolongando las acciones de la luz
hasta 1' 30", en cuyo momento se alcanza el límite y
es la luminescencia de vivo y característico color verde-
fe'^ Prodúcese en la descomposición por el calor
del hiposulfito de estroncio, y como resulta una mez-
cla de sulfuro y sulfato, éste hace de materia activa.
Masa granular de color gris claro, dura y resistente,
es excitable á los 40", crece la luminescencia, de color
verde claro, alcanzando su desarrollo la intensidad
máxima á los 2'.
c') Siguiendo mi procedimiento, y empleando por
substancia activa hasta la cantidad de O, gr. 015 de
anhídrido arsenioso por 100 gramos de carbonato de
estroncio natural, esironcianita impura, es fácil lograr
un cuerpo no duro, escoriforme^ de color blanco, muy
fosforescente; antes de los 30" de recibir la luz direc-
ta ya se excita; al minuto alcanza el fenómeno su ma-
yor intensidad y la coloración es verde bien pura , que
poco á poco se aclara hasta extinguirse al cabo de una
hora.
d' ) Resultado de la aplicación del mismo método^
operando al rojo y usando O, gr. 005 de anhidrido ar-
senioso como materia activa por 100 gramos de carbo-
nato de estroncio artificial, es cuerpo blanco, granu-
jiento , blando , que se impresiona recibiendo la luz di-
recta 30" y al cabo de V fosforece con la intensidad
máxima y coloración verde, que desaparece con lenti-
tud y se extingue en hora y media.
e') También es obtenido por igual procedimiento,
cambiando sólo el cuerpo activo, que fué, en este caso,
el ácido silícico, resultante de haber desecado la sílice
gelatinosa precipitada. Aparece formando suerte de
escoria no dura; es de tonos agrisados claros; se im-
presiona en 45", adquiriendo la fosforescencia el máxi-
- 250 -
mo desarrollo, con hermoso color verde, en 1' 30" y per-
sistiendo, cosa de una hora. Este sulfuro, formado al
rojo vivo, sostenido por seis horas, contiene siempre
silicato de estroncio y la cantidad eficaz de ácido silí-
cico llega á O, gr. 025 por 100 gramos de carbonato.
f ) Corresponde á una serie, en la cual, sin cam-
biar el método, fueron materias activas diversos com-
puestos de manganeso. Si en la solución sólida hay
O, gr. 015 de cloruro manganeso, la luminescencia se
manifiesta antes de los 30" de recibir el cuerpo las ac-
ciones de la luz directa, y se desarrolla en 1' con mu-
cha intensidad y color verde de tonos claros: es pulve-
rulento y de matices agrisados.
g') Hube de cambiar el cloruro por el carbonato
manganeso, empleando O, gr. 008, y resultó un sulfuro
dotado de condiciones análogas al anterior, quizá ua
poco más sensible á las acciones directas de la luz
blanca.
W) Variada la materia activa, y prefiriendo el sulfa-
to manganeso á la dosis de O, gr. 005, resulta un aglo-
merado grisáceo, poco duro, que fosforece de la misma
manera y con iguales condiciones que los dos ante-
riores.
i') Fué cuerpo activo el permanganato de potasio,
en la cantidad de O, gr. 005, resultando menos eficaz
que los otros compuestos de manganeso: el cuerpo no
es duro, tiene color blanco más agrisado, que se altera
y obscurece al cabo de tiempo. Requiere casi 1' para
manifestar la luminescencia, la cual adquiere su inten-
sidad máxima 30" después, con color verde claro ca-
racterístico.
j'} Ya en otro orden de ensayos , siempre adoptan-
do mi procedimiento, fueron elegidos, en calidad de
cuerpos activos, diferentes compuestos de uranio. Con
O, gr. 015 de cloruro por 100 gramos de carbonato de
estroncio, resulta una masa en forma de escoria dura,
de tonos grises; es excitable por la luz en 30", y al
- 251 -
cabo de 1' llega al límite superior de la fosforescencia
de color verde claro con matiz amarillento.
V) Un efecto semejante he logrado con el sulfato
de uranio, empleando sólo O, gr. 001; la masa resultan-
te es dura, conociéndose muy bien en ella la estructu-
ra granuda, y las cualidades de luminescencia parecen
algo exaltadas respecto del cuerpo anterior.
m) Análogos resultados produjo, como substancia
activa, el óxido amarillo de uranio en la proporción
de O, gr. 005. Es el cuerpo resultante, granudo, blan-
do, gris, bastante sensible respecto déla luz directa, y
su fosforescencia, siempre verde, con cierto tono ama-
rillento, se desarrolla llegando al máximo en 1' 30".
7i) Disminuyendo la cantidad de óxido amarillo de
uranio hasta O, gr. 001, resulta un sulfuro escoriforme,
blando, de color agrisado, en extremo impresionable, y
cuya luminescencia se determina en lin momento, y
llega al máximo antes de 1' con color verde del matiz
de las demás soluciones que contienen uranio.
o) No son enteramente iguales los efectos conse-
guidos , si se emplea como materia activa el cloruro de
torio en la proporción de O, gr. 015. Resulta, operando
el rojo vivo, un cuerpo escoriforme duro, constituido
por menudísimos granos, y es de color blanco algo
agrisado. Exponiéndolo 30" á las directas acciones de
la luz blanca, se impresiona y fosforece; reiterándolas
excitaciones y haciándolas durar 1', se alcanza la má-
xima intensidad de la luminescencia, que es de color
verde con ligerísima tonalidad amarillenta.
p) Límites más dilatados tiene la fosforescencia
del sulfuro de estroncio cuando es materia activa de
ella un compuesto de bismuto. Con O, gr. 02 de óxido
de este metal, he obtenido una masa granuda, dura,
blanquecina, excitable por la luz ya á los 20", y que
antes de 1' llegaba al máximo de intensidad luminosa
con hermoso color verde y la luminescencia permene-
cía largo tiempo.
— 252 -
q) Generalmente, el cuerpo tenido por más eficaz
ha sido, á io menos en mis experimentos, el subnitrato
de bismuto, que puede ser empleado hasta en propor-
ciones de O, gr. 14 por 100 y produce excelentes
materias fosforescentes. Con la dosis ínfima de sólo
O, gr. 001 ya se consiguen productos en sumo grado
impresionables, y con la primera apuntada preparé una
disolución, excitable por la luz de una lámpara de diez
bujías, dando luminosidad verdosa; con la luz blanca
y directa del día, la impresión es casi instantánea, bas-
tando hacerla durar 30" para que adquiera la máxima
fosforescencia de hermoso color verde , que sólo al cabo
de horas se extingue permaneciendo el cuerpo en la
obscuridad.
Mejor acaso que los sulfuros de bario, podían compararse
los de estroncio que van enumerados, empleando el mismo
sistema de experimentos adoptado para aquéllos. Reducidos,
pues, los 16 sulfuros de estroncio al estado de inercia, como
punto de partida, y dispuestos de la manera que es ya di-
cha, fueron sometidos por 10" á las excitaciones de la luz;
bastantes ya se impresionaron , en particular los señalados con
las letras p y q,' de los otros fueron de notar los que contienen
manganeso, ó sea los marcados f, g' , h' é i' , si bien los efectos
son menores y la incipiente luminescencia indeterminada. Pro-
longando hasta 20" la acción luminosa, comienzan á lucir los
que contienen arsénico c' y d' y los de uranio j', I', ni j n y
el de torio o, y á los 30" todos los del grupo son fosforescen-
tes. Iniciado el fenómeno, su progresivo desarrollo por incre-
mentos variables, siempre rápidos, hasta alcanzar la intensi-
dad considerada límite máximo, suele llevarse á cabo en 1' 30"
á lo sumo ; pero hay un caso, que es el del sulfuro q, en el cual,
á una impresión instantánea, se sigue la totalidad del desen-
volvimiento de la luminescencia, en tan corto tiempo, que es
bastante menor del necesario para excitar solamente á muchos
de los otros comprendidos en la serie. Es suficiente la luz di-
fusa de una habitación, la de una lámpara eléctrica basta para
— 253 -
impresionar este sulfuro; con la del día, en un instante absorbe
la suficiente para lucir ya en la sombra y producir ea la obs-
curidad la más espléndida fosforescencia de hermoso color
verde, sólo extinguida, y eso con gran lentitud, al cabo de ho-
ras. Por esto diputo al cuerpo de que se trata como el tipo de
los sulfuros de estroncio luminescentes.
Bien será poner término á esta Memoria tratando lo que re-
ferente á su objeto se hizo á propósito del sulfuro de calcio,
en cuyas propiedades influyen sobremanera el origen y la cali-
dad de las primeras materias, sirviendo sus componentes y uti-
lizándolos en dar á las disoluciones sólidas cierta complicación
conveniente para que el fenómeno se produzca ; pero uniéndose
disolvente y materia activa á temperatura bastante menor de
la necesaria en la formación de'otros sulfuros alcalino-terrosos
fosforescentes. Fueron separados^ como en los casos anterio-
res, mediante seleción, hasta 11 sulfuros de calcio, que tienea
las características siguientes:
a") Trátase de un producto obtenido aplicando el
método de Verneuil, pero sin añadir subnitrato de bis-
muto, ni cuerpo alguno de naturaleza metálica que pu-
diera hacer de materia activa, cuyos oficios cumplen
las substancias contenidas en las cascaras de huevo, de
las cuales procedía la cal empleada. Resulta un cuerpo
blanco, granular, duro, que se impresiona por la luz di-
recta en unos 50", adquiriendo la máxima intensidad
con color violeta claro en 1' 30".
h") Es el resultado de emplear igual procedimiento,
conforme lo he modificado, también sin materia activa
especial, llenando sus funciones los cuerpos existentes
en las conchas marinas, de cuya calcinación era pro-
ducto la cal usada en este caso. He conseguido un
cuerpo blanco, granudo, tenaz, dotado de bastante sen-
sibilidad para la luz, que lo impresiona yá á los 30", y
reiterando las impresiones ó prolongándolas siquiera
durante 1' 30", se alcanza el límite superior de la fos-
forescencia, que es de color violeta característico.
Eev. Acad, Ciencias. -III.— Septiembre, 1905, 18
— 254 —
c") Procede de la reducción del sulfato de calcio
por el negro de humo, al calor rojo vivo, y es su mate-
ria activa el propio sulfato de calcio, del que contiene
1,50 por 100. Menos excitable que los anteriores, ha
menester recibir durante 1' la impresión de la luz blanca
y hasta 2 ' son necesarios para alcanzar la mayor inten-
sidad de la fosforescencia, al igual de los casos ante-
riores, de color violeta.
d") Actuando el vapor de azufre sobre cal viva
que contenga 1 por 100 de sulfato de bario, resulta una
masa blanca, granular, impresionable por la luz en 30"
y que en 1' 30" alcanza la máxima intensidad, y su fos-
forescencia es siempre violada.
e") Siguiendo mi ptocedimiento, sin otras varian-
tes que el mezclar á la creta primera materia 5 por 100
de carbonato de estroncio y usar como substancia activa
O, gr. 015 de sulfata de estroncio, se consigue una
masa blanca y granuda, que la luz directa excita en un
minuto, pero hasta pasados 2' 15" no alcanía la fosfo-
rescencia más intensa, ni llega al límite en el punto de
la coloración violeta.
f") Fué materia activa, en otro experimento, tam-
bién por mi método, el anhídrido arsenioso en la pro-
porción mínima de O, gr. 005 que marca el límite de su
eficacia, resultando el cuerpo pulverulento y de color
agrisado muy claro: es en extremo apto para la fosfo-
rescencia, en el caso presente de tonos más claros,
dentro de la coloración violeta, propia de los sulfuros
de calcio; se impresiona en el momento de sentir las ac-
ciones directas de la luz; pero necesitan durar 1' para
que el fenómeno alcance su mayor intensidad y enton-
ces dura bastante tiempo.
g") De los cuerpos que mejor se disuelven en el
sulfuro de calcio es, sin duda, el carbonato mangano-
so. Adoptando mi procedimiento, con el polvo de con-
chas por origen de la cal y O, gr. 015 de dicho carbo-
nato á guisa de materia activa, se logra una masa gra-
— 255 —
nuda^ ligeramente agrisada, impresionable por la luz
en 30", adquiriendo al cabo de 1' 30" gran intensidad
y muy puro color violeta.
h"j Hay bastante diferencia cuando se experimen-
ta empleando el óxido de bismuto por substancia activa,
tan eficaz respecto del sulfuro de estroncio. Con la cre-
ta de primera materia y O, gr. 025 de dicho óxido, se
logra un cuerpo formado de menudos granos duros, de
color gris claro. Impresiónalo la luz 45" y entonces
la fosforescencia comienza á desarrollarse, siendo lige-
ramente violada; reiterando la impresión ó haciéndola
de 1' 30", la intensidad alcanza el límite superior y el
color tórnase de hermoso tono violeta.
i") Variando las condiciones experimentales, em-
pleando ahora cal viva en masa y sólo O, gr. 005 de
óxido de bismuto, y permaneciendo constantes las can-
tidades de carbonato de sodio y de cloruro de sodio, el
cuerpo resultante es más excitable, á los 30" da seña-
les de fosforescencia violeta, que sólo necesita 1' para
su completo desarrollo.
j") Mejores y más rápidos efectos he conseguido en
nuevas aplicaciones del procedimiento Verneuil, siendo
origen de la cal el mármol blanco y materia activa el
ácido silícico procedente de desecar la sílice gelatinosa
empleándolo en la proporción de O, gr. 015 y no pasan-
do la temperatura del rojo. Resulta un sulfuro formado
de granitos duros y blancos, que sólo recibiendo un ins-
tante la impresión de la luz ya presenta luminescencia
blanquecina; á los 30" tiene color violeta, que se acen-
túa en seguida, y en 1' alcanza la intensidad máxima,
decreciendo luego con lentitud.
I") Quise medir la eficacia de la sílice en calidad
de materia activa para la fosforescencia del sulfuro de
calcio y adoptando mi método, con mármol blanco por
generador de la cal, disminuyendo las proporciones de
substancia disuelta hasta reducirlas á O, gr. 002. En-
tonces conseguí un cuerpo blanco, constituido por finos,
— 256 -
sueltos y duros granillos; su excitabilidad es extrema-
da, y en el mismo instante de sentir la impresión de la
luz, tórnase fosforescente, y el ejemplar que guarda
hace siete años es el más luminescente de toda la co-
lección; á la misma luz del día brilla y su espléndida
luminescencia, del más hermoso color violeta, no es
igualada por ninguno de los cuerpos obtenidos en los
nueve años que han durado mis trabajos. Advertiré que
en el mármol empleado he reconocido la presencia del
manganeso.
No cabía duda respecto de la determinación del tipo de fos-
forescencia del sulfuro de calcio en vista de este último que
ofrece la exaltación máxima de las cualidades asignadas, y si
llegan tan pronto á su límite superior, nunca alcanzado en los
demás casos, la reversibilidad del fenómeno, dentro de los lindes
marcados por los residuos de carga que se acumulan para su
efecto al de nuevas excitaciones, conforme queda marcado, es
lenta y dura horas; pues conservando en la cámara obscura el
sulfuro, luego de bien excitado, vesele por bastante tiempo fos-
forescer. Poco á poco va degradando el color violeta y al cabo
la solución sólida torna al estado primitivo de relativa inercia,
adquiriendo, no obstante, mayores aptitudes , que se manifies-
tan bien claras cuando es de nuevo excitado por la luz.
( Laboratorio de f|uíin¡ca de la Escuela Superior de Artes é Industrias de Madrid.)
- 257 —
X. — Las terminaciones nerviosas en las ventosas de
algunos Cefalópodos.
Por J. Madrid Moreno.
Ya en un trabajo que publiqué en el Boletín de la Real So-
ciedad española de Historia Natural (1), el cual, á su vez, con
algunas ampliaciones fué presentado posteriormente, con pre-
paraciones microscópicas demostrativas, al Congreso de Ra-
dioactividad celebrado en Septiembre último en Lieja, indi-
qué que, si al emplear en la impregnación de las neurofibrillas
de diversas especies de vertebrados el método fotográfico* de
las sales de plata, de Simarro, con las variantes introducidas
después por Cajal, colocamos un tubo de bromuro de radio,
obtendremos preparaciones confeccionadas en mucho menos
tiempo, quizás, por la acción reductora que ejerce aquél sobre
los compuestos de plata, que el indicado por dichos autores
en su técnica y cuyas preparaciones ofrecen además la singu-
laridad de presentar gran riqueza de neurofibrillas. La premu-
ra del tiempo hizo que no pudiera reseñar detenidamente to-
dos los particulares referentes á la intervención del radio en
esta clase de preparaciones, por necesitar más largo estudio
con objeto de circunscribir la técnica. Pero como quiera que
los resultados obtenidos después han sido favorables en ex-
tremo , no he querido dar á conocer únicamente un procedi-
miento más, entre los innumerables que registra la bibliografía
neurológica, por entender el poco valor que tiene toda innova-
ción que se haga en el campo de la técnica, si no va acompa-
ñada de su inmediata aplicación en algún tejido del organismo
animal.
(1) La radioactividad, como método histológico del sistema ner-
- 258 —
Mis primeros ensayos se circunscribieron al sistema nerviosa
central y periférico de vertebrados, empleando aquellos ani-
males que corrientemente se usan en las prácticas de los labo-
ratorios, procediendo por fijar las piezas histológicas en al-
cohol de 70 grados, cambiándolo sucesivamente por mayores
graduaciones, hasta llegar al absoluto para que quedaran per-
fectamente deshidratadas. Al trasladarlas á este último líqui-
do, se agregan unas gotas de amoníaco, según aconseja Cajal^
para que se verifique la nitración en mejores condiciones. Pero
^a hemos de ver más adelante, que, á pesar de que el amo-
níaco está recomendado por los químicos como un sensibiliza-
dor en las emulsiones para hacer placas fotográficas, conside-
rándolo indispensable (1), puede obtenerse la impregnación de
las neurofibrillas y hacer excelentes preparacionas si las piezas
histológicas son puestas primeramente en alcohol absoluto con
unas gotas de solución de eosina 6 de eritrosina, sometiéndo-
las después á la acción del nitrato de plata, y donde, por con-
siguiente, para nada ha entrado el amoníaco.
Deteniéndonos primeramente en aquellas preparaciones que
son fijadas en alcohol absoluto amoniacal, se las lava ligera-
mente en agua destilada, y se trasladan después á un tubo que
contenga nitrato de plata á l^/^ por 100. Para ello me he ser-
vido de tubos de unos 6 centímetros de largo por 2 de ancho,
con tapón de corcho, siendo indiferente el que tuvieran otra
forma ó medida. El tapón se agujerea en su centro, y allí se
sujeta ó se sostiene el tubo de bro?nuro de radio; pero como la
longitud y diámetro de éstos es variable según sus actividades,
todo depende de que tengamos varios tapones de corcho que
sostengan, según el diámetro de su agujero, el tubito de aquella
sal. La cantidad de solución de nitrato que se coloca en el
tubo, es relativamente pequeña: de 5 á 10 centímetros cúbicos,
cuidando que el espesor de las piezas histológicas tenga pocos
vioso. — Boletín de la Real Sociedad española de Historia Natural.
Julio 1905.
(1) Mathet. Traite de chimie photographique., 2^ edit. Tom. I.
París, 1901.
— 259 —
milímetros. Se procura que colocado y sujeto el tubo de radio
verticalmente, llegue á tocar el ceutro del fondo, y que toda la
sal quede siempre cubierta por la solución impregnadora, con
el fin de que las radiaciones ó emanaciones se repartan por
igual_, y ejerzan su acción sobre las piezas histológicas, coloca-
das alrededor del tubo de radio. Dispuestos así los tubos , y en
posición vertical , se trasladan á una cámara obscura ó á una
caja herméticamente cerrada, á la temperatura del ambiente,
durante veinticuatro horas generalmente, pues aquí lo que se
trata es de obtener los mismos efectos, que los que da la perma-
nencia en estufa á 37 grados durante cinco ó más días, en mu-
cho menos tiempo del que se tarda en hacer una preparación,
siguiendo la técnica del método fotográfico de las sales de plata.
Lo primero que tuve que hacer, era conocer el tiempo de
acción de las distintas actividades de los tubos de radio, una
vez que positivamente sabía, según había comprobado experi-
mentalmente, que las emanaciones de dicha substancia redu-
cían la solución de plata é impregnaban las neurofibrillas; y
como quiera que los tubos puestos á la venta (1) son de 40,
240, 1.000, 3.000, 10.000 y 100.000 actividades, con todos
ellos hice mis experimentos, valiéndome de los que había ad-
quirido en el Laboratorio municipal y los que generosamente
puso á mi disposición el Profesor Muñoz del Castillo en el La-
boratorio de Mecánica química de nuestra Universidad. Unas
veces me he servido contemporáneamente, además de los tu-
bos de radio, de-la estufa á 37 grados, y otras de la distinta
temperatura de la habitación de trabajo; y tanto de una mane-
ra como de otra, el resultado ha sido satisfactorio, atribuyen-
do la brevedad del tiempo de impregnación á las emanaciones
radioactivas , aun cuando algún influjo pudiera tener la acción
de la temperatura. De mis comprobaciones resulta, hasta aho-
ra, que se obtiene riqueza de neurofibrillas con el nitrato de
plata, á la dosis indicada, en cuarenta y ocho horas con tubo
de radio de 3.000 actividades, y en veinticuatro horas con tubo
de 10.000, y en menos tiempo con el de 100.000. Lavadas las
(1) Société de produits cMmiques. — París.
— 260 —
piezas ligeramente en agua destilada, se trasladan durante
veinticuatro horas al líquido revelador, habiéndome servido
del ácido pirogálico, según la formula de Cajal. Igual resulta-
do se obtiene con la formula de hidroquinona que emplean
los fotógrafos, sin más que echar, en 10 centímetros cúbicos
de agua destilada , de 3 á 5 gotas de aquél preparado. Otro
tanto puede decirso del adurol, usándolo del mismo modo, lo
que viene á probar la afirmación de Simarro al tratar de su
procedimiento , á saber, que cualquir revelador de los usados
en fotografía es susceptible de empleo en la revelación de las
piezas histológicas sometidas á la acción del nitrato de plata.
He de consignar también otro hecho, y es el de que si colo-
camos centros nerviosos y algunos órganos, ricos en neurofi-
brillas, procedentes de un vertebrado, en alcohol absoluto con
unas gotas de solución alcohólica á 1 por 100 de eosina ó de
eriirosina, para su fijación y coloración; y tras de un rápido
lavado en agua destilada y después en nitrato de plata á 1 y
V2 P^^ ^^^ ^"^ estufa á 37 grados, de tres á cuatro días, se ob-
tienen preparaciones muy interesantes é instructivas. No sólo
aparecen grandes plexos neurofibrilares que se destacan en
negro sobre un fondo café rosado, sino que se tiñen otros
elementos, de rosa, como lo glóbulos sanguíneos y leucoci-
tos, lo que da una diferenciación mayor.
Pero estas preparaciones tienen que sufrir varios lavados
después en alcohol, hasta despojarlas del exceso de materia
colorante, y es mejor fijar las piezas histológicas en alcohol
fuerte, al que se añaden dos ó tres gotas de la solución de eosi-
na 6 de eriirosina, lo suficiente para dar al alcohol un tono
rosado; pues de este modo las operaciones se abrevian mucho
y la impregnación resulta mejor. Estos colorantes substituyen
al amoníaco y son elementos también sensibilizadores en las
emulsiones gelatinosas de las placas fotográficas, que van,
como es consiguiente, acompañadas del nitrato de plata.
Los primeros histólogos que hicieron uso del nitrato de pla-
ta fueron His y Recklinghausen (1), cuyas soluciones dibujan
(1) Recklinghausen (Arch. F. path. annt. XIX).— Duval: La
- 261 -
en negro el cemento que une las células endoteliales. Pero di-
chos autores no están de acuerdo en cuanto á la manera de
obrar la impregnación , creyendo que el metal se fija por el
cemento intercelular, mientras que otros piensan que actuando
el nitrato sobre la misma célula se destaca en la periferia la
línea negra, por su contigüidad á las otras células. Lo cierto
es que dicho procedimiento ha llegado á ser clásico y es el
único que pone de manifiesto dicho cemento de unión en los
epitelios. Recklinghausen aconsejaba en su procedimiento, la-
var los preparados en solución de cloruro de sodio, antes de
exponerlos á la luz.
Alferow (1) hizo uso de las sales de plata solubles en un
ácido orgánico como el picrato, lactato , acetato y curato, en
soluciones á 1 por 800, haciendo notar que aquellas que con-
tienen un ligero exceso de ácido, dan impregnaciones mucho
más puras, y á las cuales añade de 10 á 15 gotas de ácido. La
sal de plata, actuando sobre los albuminatos, considerándose
como fluido y coagulado por las sales de plata, el cemento de
las células, y sobre otras substancias que se hallan en los te-
jidos, cloruros, carbonatos, etc., lo hace también sobre otras
granulaciones que, sin orden, se ven esparcidas por la prepara-
ción; por la presencia del ácido libre, muchas de estas combi-
naciones se descomponen y reconstituyen la sal de plata, de tal
manera, que de todas las precipitaciones no persiste más que
el albuminato y el cloruro de plata, que son combinaciones más
resistentes.
Müller (2) sumerge las piezas histológicas en nitrato y á la
obscuridad durante dos ó tres minutos, añadiendo á la solución
otra de 1 por 100 de yoduro de plata disuelto con ayuda del
yoduro potásico. Después que hace el lavado, expone á la luz
en solución de nitrato á 0,1 por 100.
technique microscopique et histologique. — Bibliothéque Scientifi-
que contemporaine. — París.
(1) Arch. de Physiol. , 1874.— Lab. d'hist. du Collége de Tran-
ce , 1874.
(2) Arch. de Physiol., 1873.
— 262 -
Rouget (1) hace la reducción de las preparaciones someti-
das al nitrato de plata con ayuda de la glicerina.
Sattler (2) verifica la exposición á la luz durante unos mi-
nutos en agua acidulada con fórmico ó acético.
Krause, después de lavar las preparaciones, las somete á la
acción del permanganato potásico, cuya reducción es rápida y
68 hace en poco tie-npo (3).
Oppitz (4), después del nitrato de plata, lavados ó tres mi-
nutos en solución dé 0,25 ó 0,5 por 100 de cloruro de estaño.
Jakimovitch (5) extiende la impregnación á los centros ner-
viosos, y una vez que salen de la plata, los coloca en una mez-
cla de una parte de ácido fórmico, una parte de alcohol amí-
lico y 100 partes de agua, y cuya exposición á la luz debe du-
rar de dos á tres días.
Legros (6) somete las preparaciones á la acción reductora
del hiposulfito de sosa, aconsejando Duval que después del la-
vado en agua destilada, debe emplearse como reductor el baño
de hiposulfito en la proporción de 2 centésimas.
Gerota (7) recomienda reducir en solución de hidroquinona
y fijar por el hiposulfito lo mismo que se hace en la fotografía.
Resulta, por tanto, que el procedimiento de las sales de pla-
ta, y especialmente el nitrato, no ha sido empleado más que en
la impregnación de los epitelios, y que fuera del método de
Golgi y el ya indicado por Simarro y Cajal, en que tan princi-
pal papel juega dicha sal en los centros nerviosos, especial-
mente en los vertebrados, no sabemos que hubiera sido utili-
zado el lactato de plata en la impregnación de las neurofibri-
Uas de los centros y órganos.
Contemporáneamente á los experimentos con el radio, veri-
(1) Arch. f. mik. Anat. , XXI.
(2) Bolles Lee et Henneguy. — Tratíé des méthodes techniques
deV anatoTnie microscopique. — París, 1902.
(3) Bolles Lee et Henneguy, loe. cit.
(4) Zeit f. wiss. Mik. , 1884.
(5) Journ. de Vanat. , XXIII, 1888.
{6j Joíir de Vanat., 186S.
(7) Arch. Anat. Phys. Abth., ISdl.-Zeit. Wiss. Mik., 1899.
— 263 —
fique otros en los cuales sustituí el nitrato de plata por el lac-
tato (Actol Credé) para ver qué efecto podía -producir en los te-
jidos, y si se impregnaban las neurofibrillas, obteniendo exce-
lentes resultados en los vertebrados. Pero no sólo me limité á
este grupo, sino que me extendí á los invertebrados, especial-
mente á las especies marinas, sabiendo que todos ó casi todos
los procedimientos técnicos de preparaciones del sistema ner-
vioso habían fracasado en animales de agua salada. Las espe-
cies que tuve más á la mano, fueron fragmentos, conservados
en alcohol ordinario, de tentáculos de pulpo, Octopus vulgaris,
y de un gusano Nereis, y con ellos hice mis preparaciones.
Ignoro, por otra parte, si con el procedimiento técnico que voy
á describir, se obtendrán iguales resultados en otras especies
del mismo elemento y de distintos grupos; pero todo hace
creer que, salvando pequeñas diferencias de detalle, pueda ge-
neralizarse en las pesquisas del sistema nervioso central y pe-
riférico, y cuyas investigaciones he de continuar en otras es-
pecies de muy distintos grupos de la escala zoológica. Así,
pues, resumiré la técnica que, tras continuadas pruebas, he se-
guido durante varios meses, y, coa la cual he obtenido los me-
jores resultados.
Las piezas histológicas se ponen directamente en alcohol
de 70 grados, cambiándolas á menudo por otros alcoholes de
80, 90, 95, y absoluto, hasta su completo endurecimiento y des-
hidatración. En el transcurso de estas operaciones se reducen
dichas piezas, por medio de la navaja histológica, á trozos que
tengan un grueso de menos de 5 mm., y al pasar al alcohol ab-
soluto, se le añade á éste dos ó tres gotas de amoníaco ó de
solución de eritrosina en alcohol absoluto. La permanencia
prolongada en este líquido no perjudica en nada al éxito de las
operaciones sucesivas. Sacadas las preparaciones del alcohol
absoluto, se lavan rápidamente en agua destilada y se trasla-
dan á un tubo que contenga solución acuosa de lactato de plata
(agua destilada^ 100 : lactato 2 gramos). Contemporánea-
mente se coloca en el centro del tapón un tubo de bromuro de
radio, de 3.000 actividades, del modo ya indicado, trasladándo-
lo á la cámara obscura á la temperatura de la habitación, ó á la
— 264 —
estufa á 37 grados, durante cuarenta y ocho horas, también al
abrigo de la luz. Se obtiene asimismo, pues de uno ó de otro
modo da resultado, buenas impregnaciones, disminuyendo la
dosis de lactato, haciendo la solución con l^'o gramos. Las
preparaciones después se lavan en agua destilada ligeramente
y se trasladan á la solución reveladora, ácido pirogálico (fór-
mula de Cajal), hidroquinona, adurol, pues todas ellas han
servido bien.
Estos dos últimos reveladores tienen la ventaja de que no
hay necesidad de prepararlos, sobre todo el último, que es ex-
celente y expenden los comerciantes de objetos de fotografía.
A veces, según la consistencia de los tejidos, y si á la solución
reveladora no se le agregan unas gotas de formol, nos expone-
mos á que se maceren un poco, hecho que hay que tener en
cuenta. Nuevo lavado en agua para descartar el exceso del re-
velador y fijador, son trasladados los trozos de tejido al alco-
hol de 90°, 95 y absoluto, para su inclusión en celoidina ó pa-
rafina, empleándose en este último caso como líquido interme-
dio el aceite de cedro, y como aclarador en la primera, la creo-
sota. Aparte de la impregnación de las neurofibrillas tienen
otras ventajas estas preparaciones, dando numerosos detalles
además, no sólo citológicos, sino selectivos en los tejidos, y en
las cuales no es necesario emplear una segunda coloración para
poner de manifiesto mayores detalles. Generalmente, y aun sa-
liendo bien las preparaciones, se observan en diferentes re-
giones de las mismas, precipitaciones constituidas por granula-
ciones mucho más gruesas que las que forma en casos análo-
gos el nitrato. Macroscópicamente puede conocerse si una pie-
za histológica ha sido bien impregnada y ha respondido al mé-
todo, pues si al hacer los primeros cortes, se observa que pre-
senta una coloración grisácea en la periferia, más clara hacia
el centro, es señal de que no hemos obtenido buena impreg-
nación; mientras que si el color es de chocolate, con un tono
rojizo central, es seguro que se han obtenido buenas prepara-
ciones de sistema nervioso. Cuestión será ésta de más detenido
estudio, pues hechos semejantes suceden cuando se emplea el
nitrato, pero las granulaciones y precipitaciones de una ó de
— 265 —
otra sal no llegan nunca á formar grandes grumos como con el
método de Golgi , cuyos precipitados periféricos impiden ver
detalles de interés.
Conocida es la morfología de las ventosas de los Cefalópo-
dos descripta en los libros generales de Zoología, y cuya dispo-
sición estructural constituye uno de los caracteres para la di-
ferenciación de las especies. Situadas, en gran número, en los
brazos ó tentáculos, ocupando la cara bucal, les sirven á
aquellos animales, no sólo para sujetarse con fuerza á los obje-
tos que tratan de apoderarse, si que, probablemente también,
como órganos del tacto, dada la riqueza de neurofibrillas y de
células sensitivas que poseen. Estas ventosas pueden ser pedua-
culadas, provistas de un cabo ó sostén, como sucede en la
sepia, 6 sentadas, como en nuestro ejemplo del ^niJpo común.
En unas puede su parte libre ó borde estar rodeado por un
anillo de naturaleza córnea, en otras especies estar provistas
de finos dentículos ó asperezas, fáciles de reconocer á nuestro
tacto y que les sirven para su mejor adherencia á los cuerpos".
Si practicamos un corte medio pasando por el eje de la vento-
sa, cortando á través el tentáculo, notaremos que está consti-
tuida por dos partes, una cámara superior ó infundibulum
y una inferior ó acetahular que hace el oficio de émbolo, se-
parados por un orificio ó esfínter. Tanto una como otra están
formadas por numerosas y robustas fibras musculares, coloca-
das unas longitudinalmente y otras trasversalmente y que como
anillos la rodean, dando al conjunto mayor solidez, haces
longitudinales y trasversales también, de tejido conjuntivo. In-
teriormente, la copa de la ventosa está revestida de células epi-
teliales, caliciformes en su mayor parte, y separando las masas
ó regiones musculares, fibras conjuntivas, notándose también
sus correspondientes vasos. En la parte central del tentáculo
hay un ganglio, el cual envía un paquete de nervios que sir-
ven de eje nervioso á la ventosa. A partir de este sitio, pues,
es donde nuestras observaciones han comenzado para ver qué
- 266 -
curso ó distribución llevaban las neurofibrillas entre las dos
cámaras que forman aquéllas.
Este nervio lo constituye un haz de fibrillas (fig, 1.^), que
corre en dirección rectilínea por entre dos columnas de tejido
fibrilar que están representadas en dicha figura. El espacio
comprendido entre éstas, está ocupado por fibras musculares
también, que aparecen en las preparaciones cortadas transver-
salmente. Pero dicho haz, una vez que ha salido del territorio
muscular ya indicado, después de hacer varias revueltas 6 en-
roscamientos por entre el tejido conjuntivo, comienzan sus fibri-
llas á separarse , unas veces longitudinalmente y siendo para-
lelas á las fibras musculares (fig. 2.''), ascendiendo por otras é
intercalándose también trasversalmente entre los músculos, y
de cuya disposición darán mejor idea las figuras 3.^, 4."" y 5.^^
donde se ve que, aparte de las direcciones que hemos determi-
nado, se renuen además, formando grandes y ricos plexos. Es
además muy curiosa la arquitectura muscular de la ventosa,
pues dada su función , necesariamente el juego que ejecutan
sus haces, tienen que estar regidos por una fuerza nerviosa
que establezca toda clase de contactes y relaciones entre los
elementos histológicos, notándose en las preparaciones nume-
rosos paquetes de fibrillas, formadas por muy diverso número,
que se separan, vuélvense á reunir, tras un determinado tra-
yecto, y á unirse á otras procedentes de otros haces. Estas dis-
posiciones se observan constantemente en la cámara posterior
de la ventosa, no habiendo hallado, en mis investigaciones,
ninguna terminación nerviosa ni cosa semejante que á ellas se
pareciese, en dicha región.
Fijándonos en la región del infundibulum , veremos que
continúa presentándose la misma disposición de los plexos ner-
viosos, solamente que con más finura y delicadeza, y es nece-
sario recurrir para su observación á objetivos de mucho ma-
yor aumento, como el apocromático 1,30, de inmersión homo-
génea, de Zeiss, del cual me he servido para la confección de
las figuras 6.^ á 10. Notamos aquí otra particularidad digna de
mención, y es la de que, siguiendo el curso de las neurofibri-
llas, sean aisladas, pareadas ó en paquetes y haces, penetran
— 267 —
de tal modo entre las fibras musculares, que llegan á abrazarlas
<5 rodearlas, volviendo á salir en distintas direcciones y nue-
vamente enroscándose á otra ú otras fibras musculares, co-
mo tegiéndolas; por último, la fibra nerviosa va á tocar uno
de los uúcleos de la fibra muscular, terminándose, por tanto,
en un pequeño ensanchamiento en forma de botón ó de pera,
correspondiendo el tipo de esta terminación á las denomi-
nadas mayichas motrices. En esta región de la ventosa se
notan disposiciones muy variadas, pero que todas ellas respon-
den al mismo tipo, viéndose núcleos rodeados ó envueltos por
fibrillas, las cuales llegan á tocarlos por medio de su ensancha-
miento , impregnado en negro claramente por medio del reac-
tivo reductor. Distintas variedades de este modo de terminar ob-
servamos en las preparaciones , de las cuales darán mejor idea
las figuras. 6.^, 7.^ y 8.^ Otras veces , los paquetes que corren
entre las junturas de las fibras musculares, se disocian ó sepa-
ran, conservando cierto paralelismo, entrecruzándose después
por entre aquéllas, volviendo de nuevo á reunirse unas veces,
otras, y es lo general, á separarse, cuyo conjunto constituye
una red que mantiene en íntima relación los elementos mus-
culares. No es tampoco raro sorprender en las preparaciones,
células de naturaleza nerviosa, unas veces aisladas y otras pa-
readas, como en la fig. Q.^ A, con sus correspondientes expan-
siones. Otras veces, los haces nerviosos, cuando van á terminar,
se abren ó esparcen en forma de abanico, yendo sus termina-
ciones á tocar á los núcleos, en los cuales hallamos, por otro
lado, que presentan clara é indistintamente dos nucléolos , que
ponen bien en evidencia el lactato de plata reducido.
EXPLICACIÓN DE LAS LÁMINAS
Fig. 1.^. — A. Nervio principal, cuyas fibrillas se reparten por la
ventosa.
B. Travéculas de tejido conjuntivo.
Fig. 2."'^. — A. Tejido conjuntivo.
B. Fibras musculares cortadas á través.
C. Distribución de neurofibrillas.
Fig. 3.^. — Plexo de neurofibrillas entre el tejido conjuntivo y el
muscular.
Fig. 4.'"^. — ídem id. id.
Fig. 5.^.— ^Grandes redes nerviosas, formadas por haces de fibrillas.
Fig. 6.*. — A. Dos células nerviosas con sus expansiones.
B. Fibras nerviosas abrazando haces mvisculares.
Fig. 7.^.— Distintas maneras de presentarse las fibrillas, antes de
su terminación.
Fig. 8.^.— Haces de fibrillas rodeando núcleos muscvilares y ter-
minando en algunos de ellos.
Fig. 9.''^.— Redes nerviosas y sus terminaciones entre las fibras
musculares.
Fig. 10. — A y C. Terminaciones nerviosas.
B. Un niicleo envuelto por fibrillas.
Rev. Acad. Ciencias.
Rev. Acad. Ciencias.
B
r^/0
Rev. Acad. Ciencias.
/■
INDICK
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO
píos.
IX.— Tipos de fosforescencia en los sulfures de bario, es-
troncio y calcio, por José Rodríguez Mourelo 221
X.— Las terminaciones nerviosas en las ventosas de algu-
nos Cefalópodos, por J. Madrid Moreno 257
La subscripción á esta Revista se bace por tomos completos,
de 500 á 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos
en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val-
verde, núm. 26, Madrid.
Precio de este cuaderno, 0,75 pesetas.
REVISTA
DE LfA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
DE
' MADRID
TOIvIO XTX.—JsTTJls/L. 4.
(Octubre de 1905.)
MADRID
IHPREHTA DE LA "GACETA DE MADRID,,
CALLE DE PONTEJOS, NÚM. 8.
10O5
ADVERTENCIA
Los originales para la Revista de la Academia
se han de entregar completos, en la Secretarla de
la Corporación, antes del día 20 de cada mes,
pues de otro modo quedará su publicación para
el mes siguiente.
- 2G9 -
XI.— Quermes mineral (1). Nuevos estudios
POR D, Gabriel de la Puerta.
La numeración de las figuras intercaladas en el texto v la
de las comprendidas en las cinco láminas que acompañan
la Memoria del Dr. Pittaluga, han sufrido varias equivocacio-
nes que el buen sentido del lector subsanará conveniente-
T^T!^ ^""^ \7"^^^i°^ detallada de las láminas se publicará
ai nnal de la Memoria.
en 1829 sostuvo que era un oxisulfuro de autimonio, es uecir,
combinación del óxido con el sulfuro, de cuya opinión parti-
cipó Liebig; pero en 1839 Henry Rose demostró con el mi-
croscopio que el quermes oficinal se halla formado de dos ma-
terias distintas, copos rojizos amorfos que son sulfuro de an-
timonio hidratado y unos cristalitos incoloros trasparentes que
creyó eran de óxido de antimonio, cuyas dos materias se pre-
cipitan simultáneamente al enfriarse el líquido de su prepara-
ción. Conforme Berzelius con esta opinión, añadió, que el sul-
furo de antimonio precipitado, retiene una corta cantidad de
sulfuro alcalino, y el óxido ó anhídrido antimoaioso otra corta
cantidad de álcali, que no se separan por las lociones, razón
por la cual, no puede unirse el sulfuro con el óxido para for-
mar oxisulfuro, como creyeron Gay-Lussac y Liebig.
(1) Se escribe también kermes, palabra tomada de grana-ker-
mes, por parecerse en el color á este insecto hemíptero.
Eey. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1905, 19
- 269 -
XI.— Quermes mineral (1). Nuevos estudios
POR D, Gabriel de la Puerta.
No hay cuerpo que haya dado más que hacer á los químicos
que el quermes, aun á los más eminentes, como Berzelius,
Robiquet, Gay-Lussac, Liebig, Mitscherlich, Henry Rose,
Soubeiran y otros, habiendo llegado al siglo xx sin haber
opinión unánime acerca de la composición y teoría de su for-
mación.
En un principio, se consideró el quermes como sulfhidrato
ó hidrosulfato de antimonio. Robiquet en 1812 creyó se ha-
llaba compuesto de sulfuro de antimonio hidratado y óxido de
antimonio, que él separaba por medio de una solución de áci-
do tártrico; pero Berzelius en 1826 dijo que era sulfuro de
antimonio precipitado por enfriamiento de un líquido alcalino,
reteniendo corta cantidad de sulfuro alcalino. Gay-Lussac
en 1829 sostuvo que era un oxisulfuro de antimonio, es decir,
combinación del óxido con el sulfuro, de cuya opinión parti-
cipó Liebig; pero en 1839 Henry Rose demostró con el mi-
croscopio que el quermes oficinal se halla formado de dos ma-
terias distintas, copos rojizos amorfos que son sulfuro de an-
timonio hidratado y unos cristalitos incoloros trasparentes que
creyó eran de óxido de antimonio, cuyas dos materias se pre-
cipitan simultáneamente al enfriarse el líquido de su prepara-
ción. Conforme Berzelius con esta opinión, añadió, que el sul-
furo de antimonio precipitado, retiene una corta cantidad de
sulfuro alcalino, y el óxido ó anhídrido antimonioso otra corta
cantidad de álcali, que no se separan por las lociones, razón
por la cual, no puede unirse el sulfuro con el óxido para for-
mar oxisulfuro, como creyeron Gay-Lussac y Liebig.
(1) Se escribe también kermes, palabra tomada de grana-ker-
mes, por parecerse en el color á este insecto hemíptero.
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1903, 19
— 270 -
Inspirándose en la opinión de Berzelius y en la teoría de
Soubeiran, el Dr. Camps (1851) decía, que el quermes ofici-
nal es una mezcla de sulfoantimonito y antimonito sódicos
muy ácidos, y esta ha sido la opinión más admitida en Es-
paña (1).
Los autores franceses en estos últimos años, siguiendo á
Terreil (1866), admitían que el quermes esta compuesto de
sulfuro de antimonio hidratado mezclado con los cristalitos
que dicho autor consideraba como dos antimonitos sódicos,
uno neutro y otro ácido.
Los autores alemanes y de otros países admiten general-
mente,- como creía H. Rose, que el quermes está formado por
sulfuro de antimonio hidratado y los cristalitos de óxido ó an-
hídrido antimonioso, cuyas dos partes se distinguen con el
microscopio.
M. Feist (2) en 1902, ha demostrado que los cristales del
quermes no son de óxido de antimonio ni de antimonito sódi-
co como se había creído, sino de piroantimoniato sódico, lo
cual ha sido confirmado por M. Bougault en 1903 (3), debien-
do añadir, como dice este último autor, que Mitscherlich
en 1840 ya anunció que el quermes contiene muy frecuente-
mente cristales de antimoniato de sosa, formados por oxida-
ción del aire en una disolución de sulfuro de antimonio en
carbonato de sosa.
Confieso que he dudado en un principio de que dichos cris-
tales del quermes sean piroantimoniato de sosa, pero me he
convencido ante las razones que da M. Bougault en su notable
Memoria, y después de los trabajos prácticos que he hecho
para desvanecer mis primeras dudas.
(1) Algunos autores (Gautier, CJiimie minérále , 1895) em-
plean los nombres de polisulfoantimonito y poliantimonito sódi-
cos , que quieren decir lo mismo , pero ya veremos que estas sales
no existen en el quermes.
(2) Archiv. des Pharmazie, t. CCXL, p. 241.
(3) Véase Journal de Pharmacie et de Chimie, 15 Novémbre
y 1 Decémbre 1903.
— 271 -
Empecé por preparar piroantimoniato de sosa (1) para ob-
servar sus cristales con el microscopio, y he visto que son
iguales á los que aparecen en el quermes de Cluzel, esto es,
prismas rectos de base cuadrada.
También he preparado óxido de antimonio Sb'O'^ sin inter-
vención de sosa, precipitándole del cloruro de antimonio con
amoníaco diluido, hirviendo el líquido, y después de bien la-
vado el óxido precipitado con agua hirviendo, no presenta
cristales visto con el microscopio, y sólo se ven copos blancos
amorfos. El óxido de antimonio obtenido por precipitación con
carbonato sódico del cloruro de antimonio en líquido hirviendo,
presenta, además de los copos blancos amorfos, algunos cris-
tales prismáticos, como los del quermes, pero creo son de piro-
antimoniato sódico, formados también por oxidación del aire.
Además he determinado la cantidad de sodio que existe en
el quermes de Cluzel (2), y he hallado 2 á 3 por 100, según
las muestras, debiendo advertir que éstas procedían del labo-
rotorio de mi cátedra de Química Inorgánica, preparadas en
años diferentes, y otras del de Farmacia práctica. La cantidad
de sodio hallada es insuficiente para formar sulfoantimonito,
dada la cantidad de Sb'^S^' que hay en el quermes (67 por 100).
Calculando la cantidad de piroantimoniato sódico Sb-O'Na^
iJ2, Q H'^ O que pueden formar 2 de sodio, resulta 22,1 por 100
y 3 forman 33 por 100; pero la cantidad de piroantimoniato
que existe en el quermes, es inferior á dichos números, como
luego se dirá; de donde se infiere que parte del sodio, aunque
pequeña, puede hallarse en estado de sulfuro ó de carbonato
(1) Con solución de piroantimoniato potásico y corta cantidad
de carbonato sódico, calentando y dejando enfriar el líquido para
obtener cristales.
(2) Disiielto el quermes de Cluzel en ácido cborbídrico en ca-
liente , be precipitado el óxido de antimonio con amoníaco en ex-
ceso y filtrado el líquido, lavando bien el precipitado, le be evapo-
rado, calentando fuertemente el residuo para eliminar todo el clo-
ruro amónico; quedando sólo cloruro de sodio, de cuyo peso he
deducido el del sodio, resultando cantidad variable de 2 á 3
por 100, según las muestras.
— 272 —
de sodio que arrastra el producto al precipitarse, dependiendo
la cantidad de que las lociones sean más ó menos prolongadas.
Por último, he preparado quermes con sosa cáustica, coa
el objeto de ver si se forman los cristales , á pesar de que to-
dos los autores dicen, que el quermes preparado con los álca-
lis cáusticos carece de los cristales, porque suponiendo son de
óxido de antimonio ó de antimonito sódico, dicen, se disuelven
en el exceso de álcali; lo cual no es exacto respecto de la sosa,
naciendo el error de que con la potasa efectivamente no resul-
tan los cristales, habiéndolo generalizado á la sosa, sin haber
examinado el producto con el microscopio; pues de haberlo
hecho, hubieran visto como yo, que el quermes obtenido con
sosa cáustica, contiene los cristalitos, lo mismo que el prepa-
rado con carbonato sódico. Esto es una prueba más de que di-
chos cristales son de piroantimoniato sódico, sal casi insoln-
ble en agua fría , que se forma cuando se hierve en contacto
del aire el sulfuro de antimonio en polvo fino con una solución
de carbonato de sosa ó de sosa cáustica, precipitándose por
enfriamiento del liquido.
Con el carbonato de potasa, ó con la potasa cáustica, no se
forman los cristales; no porque se disuelvan en el exceso álca-
li, como dicen los autores al tratar del procedimiento de Pide-
rit, sino porque el piroantimoniato potásico que pueda formar-
se es soluble en el agua caliente y en la fría, y por esta razón
no se precipita al enfriarse el líquido, como lo hace el piroan-
timoniato sódico.
No me queda duda, ante los hechos observados^ que los
cristalitos del quermes son de piroantimoniato sódico áci-
do SbWNa'-H% 6EW, 6 en fórmula dualística, SbW\
Na- O, H'^0, QH-0; pero debo añadir, que á pesar de lo que
dice M. Bougault, creo que en el quermes se precipita también
óxido de antimonio, como lo demostraré después al tratar del
análisis de dicho cuerpo.
En cuanto á la otra parte constitutiva del quermes que se
encuentra en mayor proporción, todos los autores (con rara
excepción) están conformes en que es sulfuro de antimonio
hidratado de color rojo-pardo, y no sulfoantimonito sódico
-- 273 -
ácido, ó polisulfoantimoníto, como le llaman algunos. No fijan
los autores el grado de hidratación de dicho sulfuro de antimo-
nio, pero creo, por las razones que después expondré al tratar
del análisis del quermes, que debe ser trihidratado; esto es,
Sb'^S^, 3H'-0, aunque no tengo completa seguridad.
En resumen^ creo que el quermes oficinal es una mezcla de
sulfuro de antimonio hidratado Sb'-S^,SH- O, óxido de anti-
monio Sb'^0^ y cristalitos de piroantimoniato sódico áci-
do Sb-W'Na'-H\ QHW.
£1 quermes obtenido por vía seca con carbonato sódico tie-
ne composición análoga, aunque difiere en las cantidades de
los componentes.
Nueva teoría de la formación del quermes.
Estando constituido el quermes en su mayor parte por sul-
furo de antimonio hidratado, se explica la formación de este
cuerpo, teniendo en cuenta que el sulfuro de antimonio (1)
que se emplea finamente pulverizado, se disuelve en una solu-
ción de carbonato de sosa hirviendo (procedimiento de Cluzel),
y después se precipita por enfriamiento en estado de sulfuro
hidratado de color pardo- rojizo (2).
(1) Cuando decimos sulfuro de antimonio, nos referimos al
compuesto Sb-S^, que unos autores llaman sulfuro antimonioso,
otros sulfuro antimónico y Berzelius súlfido antimonioso si es
sulfo-ácido.
Igualmente, al decir óxido de antimonio, nos referimos al Sh^O^,
que unos llaman óxido antimonioso y otros óxido antimónico.
Estando anhidro, es el anhídrido antimonioso, y si está hidratado,
ácido antimonioso.
(2) Esta idea, emitida modernamente por M. Bougault, se halla
expresada en libros antiguos como Le Canu, traducción española,
1848, tomo II, pág. 232.
La teoría de la formación del quermes que da M. Bougault, es
como sigue: «Cuando se prepara el quermes, según las indicacio-
nes del Codex, se nota desde luego que todo el sulfuro de antimo-
nio se disuelve si está bien porfirizado y puro , y no queda ningún
residuo de oxisulfuro negro de que hablan ciertos farmacologistas.
- 274 -
Pero como en el quermes oficinal existe además piroantimo-
niato de sosa en cristalitos microscópicos, y según yo creo,
óxido de antimonio amorfo, en cantidad ambos cuerpos de
unos 20 por 100, es necesario para completar la teoría expli-
car la formación de estos dos cuerpos. Cierta cantidad de car-
bonato de sosa se disocia por hidrólisis, separándose corta
porción de sosa que reacciona con parte del sulfuro de anti-
monio disuelto, dando por oxidación del aire piroantimoniato
de sosa que se precipita en cristalitos por enfriamiento del
líquido filtrado, y además se precipita óxido de antimonio
como se dirá después.
En la formación del piroantimoniato sódico interviene el
oxígeno del aire, siendo mayor cuanto más actúe éste, y el en-
friamiento sea mayor, y también cuanto meros diluido esté el
líquido para que se precipite más por enfriamiento. La reacción
me la explico del modo siguiente , actuando la sosa separada
por hidrólisis del carbonato sobre el sulfuro de antimonio;
/S'¿2^3 _|_ 8 2^aOH + 3 H^O + 0^ = 3 iW>S +
También puede explicarse, por oxidación del antimonito só-
dico^ como se dirá al tratar del quermes por vía seca.
Examinado el quermes con el microscopio, me ha llamado
la atención que la cantidad que aparece de cristales no pasa
Si el aire no interviene, todo el antimonio que se deposita por en
friamiento, se halla en estado de sulfuro hidratado. Xo queda
nada ó casi nada en las aguas madres, fuera del carbonato sódico,
y no contienen Na- >S porque no desprenden , ó solamente despren-
den indicios de H' S por los ácidos ; esto es vina nueva prueba de
que la doble descomposición indicada por Terreil no se produce.»
«Si el aire interviene durante la ebullición , hay oxidación, y se
deposita piroantimoniato de sodio al mismo tiempo que las aguas
madres se cargan de sulfuro de antimonio disuelto á favor del sul-
furo de sodio formado al mismo tiempo que el piroantimoniato de
sodio». (Journal de Pharmacie et CJiimie, d.^ serie, tome XVIII,
pág. 551.)
— 275 —
á lo más de 6 á 8 por 100 en relación de los copos rojizos de
sulfuro de antimonio hidratado, y además, al hacer el análisis
del quermes como luego se dirá, separando el sulfuro de anti-
monio de los cristales, resultan al lado de éstos (visto con el
microscopio), copos blanquecinos amorfos, que no son otra
cosa que el óxido de antimonio que se precipita también al de-
positarse el quermes por enfriamiento, á causa de no haberse
oxidado lo bastante para convertirse en piroantimoniato , pa-
sando al través del filtro disuelto en el líquido alcalino caliente.
Su formación se explica por la ecuación siguiente:
^¿2 53 _|_ 6 Na 0R=Sb^0^-\-SIP0 + 3 Na^S.
También puede explicarse la formación del óxido de antimo-
nio Sh^O^ y del sulfuro de sodio Na^ S por disociación de par-
te del sulfuro de antimonio disuelto en el líquido caliente, del
modo siguiente:
El hidrógeno sulfurado se combina con la sosa resultante de
la disociación del carbonato por hidrólisis, y forma el sulfuro
de sodio
H^S-\-2NaOH=Na^S-]-2n^O.
El óxido Sb^O^ permanece disuelto en el agua caliente á
favor de la sosa, precipitándose después por enfriamiento del
líquido filtrado; y el sulfuro de sodio continúa en el líquido
filtrado y frío disolviendo cierta cantidad de sulfuro de anti-
monio en estado de sulfoantimonito.
Según lo que se acaba de decir, en las aguas madres del
quermes de Cluzel, se encuentra, además de la gran cantidad
de carbonato de sosa que se puso, corta cantidad de sulfuro
alcalino Xa^ S que retiene poco sulfuro de antimonio en esta-
do de sulfoantimonito. Por ésta razón, al añadir un ácido se
desprende gran cantidad de anhídrido carbónico, y poco hidró-
geno sulfurado, precipitándose escasa porción de azufre dorado
—-276 —
de antimonio. Además, dichas aguas deben contener poco dxido
de antimonio disuelto en la sosa y muy poco piroantimoniato
sódico, que sólo se disuelve en frío una parte en 350 de agua.
En la obtención del quermes j)or vía seca, fundiendo en un
crisol la mezcla de sulfuro de antimonio en polvo y carbonato
sódico anhidro, se verifica según Berzelius, la reacción si-
guiente:
25&2 53+2 CO^ Na^ = 2 (702 _^ 3 5¿ ¿^2 ^^ _|_ SbO^Na
Sulfuro de Carbonato Anhídrido Sulfo-antimonito Antimonito
antimonio. sódico. carbónico sódico (meta). sódico (meta)
Ó en fórmulas dualísticas^ para apreciar mejor la composición
de estos cuerpos: \
4:Sb'-S^ + áCO^Na^O=4tCO--^3Sh^-S\Na^S-\-
Sb^O%Ka^O.
La masa resultante de la fusión contiene sulfoantimonito y
antimonito sódicos, sulfuro de antimonio que no ha hecho más
que fundirse y carbonato de sosa que no ha reaccionado (1).
Al hervir esta masa en polvo con el agua, se disuelve el sulfu-
ro de antimonio en el líquido alcalino, depositándose después
por enfriamiento en estado hidratado, como en el procedimien-
to de Cluzel (2), y además se precipita sulfuro de antimonio.
(1) Además dice Berzelius (t. III, pag. 336, traducción espa-
ñola), que si la temperatura es muy elevada se separa antimonio
metálico, porque se forma antimoniato sódico y quizá también
sulfoantimoniato, aunque en cantidad insignificante.
(2) El Doctor Camps, siguiendo á Berzelius y Soubeiran, ex-
plicaba en la cátedra la formación del quermes , por medio de fór-
mvilas químicas que representaban los dos fraccionamientos ó di-
sociaciones del sulfoantimonito y antimonito sódicos que se supo-
nían, primero en el líquido hirviendo y después por enfriamiento
■de dicho líquido filtrado.
En el procedimiento de Cluzel se suponía también que reaccio-
nando el sulfuro de antimonio con el carbonato sódico, se forma
sulfoantimonito y antimonito sódicos básicos , solubles en el
— 277 —
por fraccionamiento 6 disociación del sulfoantimonito , óxido de
antimonio del antimonito, y piroantimoniato sódico en crista-
les, producido por oxidación del aire.
Puede explicarse la formación del piroantimoniato por oxi-
dación del antimonito en esta forma:
2 SbO^Na -}- 1 IP O -i- 0^ = Sb^ O' Na^E%6HW
6 en fórmulas dualísticas:
SbHP,Xa^O -i- 7 H^0-{- 0^ = Sb^O'^, Na^O, H^O, QH^O
Al añadir un ácido á las aguas madres del quermes por vía
seca, se desprende mucho hidrógeno sulfurado, porque contie-
nen bastante sulfuro de sodio y se precipita mayor cantidad
de azufre dorado de antimonio^ que en las aguas del quermes
Cluzel, porque contienen más sulfuro de antimonio en estado
de sulfoantimonito básico soluble; además hay cierta cantidad
de sulfoantimoniato y muy poco piroantimoniato sódico que
queda disuelto en el agua fría.
Por qué no se convierte todo el sulfuro de antimonio
en quermes.
En los numerosos experimentos que he hecho, hirviendo el
sulfuro de antimonio porfirizado con agua y carbonato de sosa
ó sosa cáustica, he obtenido un producto próximamente igual
á la mitad del sulfuro empleado, y á veces más, quedando
siempre un residuo de dicho sulfuro, representado por la ter-
cera parte ó algo más. Se ha atribuido este sobrante á no estar
perfectamente porfirizado y á las impurezas que pueda conte-
agua hirviendo , y por tanto que no había más que un fracciona-
miento de estas sales al enfriarse el líquido filtrado y depositarse
el quermes. (Véase mi Tratado de Química Inorgánica ^ 1897,
tomo II, pág. 149.
- 278 —
ner como sulfuro <íe plomo; pero aunque esto puede ser causa
de mayor residuo sobrante, debo decir que he operado con sul-
furo de antimonio artificial puro y bien porfirizado, y siempre
ha quedado residuo de sulfuro, á pesar del exceso de carbona-
to de sosa que se emplea en el procedimiento de Cluzel y las
dos horas de ebullición.
Tratando de averiguar la razón de ésto, he hervido el resi-
duo sobrante con nueva cantidad de agua y carbonato de sosa,
y resulta nueva cantidad de quermes, quedando también resi-
duo de sulfuro no transformado en quermes, y repitiendo la
operación con el segundo y tercer residuo he obtenido más can-
tidad de quermes, quedando siempre un residuo de sulfuro de
antimonio en cantidad próxima á un tercio del empleado.
La explicación que doy de este hecho, que no he visto en
ningún autor, aunque sí lo citan, es que en la transformación
del sulfuro de antimonio en quermes hay un equilibrio quími-
co, y por tanto la reacción es limitada, no pudiendo transfor-
marse todo el sulfuro de antimonio empleado en el sulfuro hi-
dratado que constituye la mayor parte del quermes; y prueba
de ello es que hirviendo quermes con agua y carbonato de sosa
se disuelve completamente al principio, y continuando la ebu-
llición aparece un polvo insoluble de sulfuro de antimonio de
color cada vez más obscuro.
Esto nos dice que los residuos de sulfuro de antimonio pue-
den aprovecharse para obtener nueva cantidad de quermes.
6oIor del quermes.
Berzelius y Soubeiran atribuían el color pardo- violáceo ó
purpúreo del quermes á la corta cantidad de sulfuro alcalino
que contiene; pero tratando el quermes con ácido clorhídrico
diluido, que seguramente debe descomponer dicho sulfuro al-
calino, no cambia de color. Además de este hecho, he observa-
do los siguientes: puesto el azufre dorado de antimonio de co-
lor amarillo anaranjado en contacto de agua con corta cantidad
de sulfuro de sodio, adquiere color más obscuro, pero no igual
- 279 —
al del quermes; y por fin las aguas madres de preparación
del quermes con sosa cáustica, dan por adición de ácido clor-
hídrico un precipitado de color del quermes, á pesar de que en
el sulfuro de antimonio precipitado no puede suponerse con-
tengan sulfuro de sodio, que seguramente es descompuesto por
dicho ácido clorhídrico puesto en exceso.
Opino, por tanto _, que el color propio del quermes no es de-
bido á la corta cantidad de sulfuro de sodio que pueda acom-
pañarle. Creo más bien que la diferencia del color del sulfuro
de antimonio del quermes y el color amarillo-anaranjado del
sulfuro obtenido por precipitación con hidrógeno sulfurado de
la disolución clorhídrica del cloruro de antimonio, así como
el color del azufre dorado de antimonio, es debido á estados
distintos de hidratación del sulfuro de antimonio. Berzelius
dijo también que esta diferencia de color podría explicarse por
modificaciones isoméricas del sulfuro de antimonio.
El sulfuro que se halla simplemente disuelto en una solu-
ción de carbonato de sosa ó de sosa en caliente y se precipita
por enfriamiento del líquido, tiene el color pardo -rojizo del
quermes, y el que se precipita del sulfoantimonito alcalino por
adición de un ácido tiene color amarillo-anaranjado. Y si se di-
suelve quermes en un sulfuro alcalino y después se añade un
ácido, el sulfuro que se precipita es de color amarillo-anaran-
jado.
Preparando quermes con sosa cáustica observé que al empe-
zar á formarse el precipitado por enfriamiento del líquido hir-
viendo filtrado, tenía un color amarillo claro distinto del quer-
mes y del azufre dorado de antimonio; pero después, enfrián-
dose el líquido, se cambia el color en el pardo- rojizo, propio
del quermes. Esta diferencia de colores la atribuyo á estados
diferentes de hidratación del sulfuro de antimonio.
análisis y composición del quermes.
M. Bougault, en su notable Memoria antes citada, dice que
la composición completa de un quermes preparado según las
- 280 -
indicaciones del Codex y desecado á la temperatura ordinaria,
es como sigue:
Sulfuro de antimonio 70,20
Piroantimoniato de sodio 17,62
Agua 11,50
99,32
También dice que en dos quermes tomados del comercio ha
encontrado en uno, 27,30 por 100 de piroantimoniato, y en
otro, 35 por 100.
Yo he analizado quermes de Cluzel preparado en mi labo-
ratorio de Química Inorgánica y he encontrado óxido de anti-
monio, además del sulfuro y piroantimoniato, obteniendo el
resultado siguiente:
Sulfuro de antimonio ^ft^/S^ 67,0
Oxido de antimonio Sb'O^ 11,5
Piroantimoniato de sosa SbWNa'^H', 6H'^0.. . 8,7
Agua 12,3
99,5
El análisis le he practicado en la forma siguiente:
Un gramo de quermes Cluzel le traté con sulfuro amóni-
co (1) el cual disuelve al sulfuro de antimonio, dejando sin di-
solver un residuo de color rojizo al principio, tomando des-
pués de algún tiempo color blanquecino ó grisáceo. Recogido so-
bre un filtro pequeño dicho residuo insoluble, después de bien
lavado y seco pesó 0,202 gramos y visto con el microscopio se
observaron los cristalitos prismáticos de piroantimoniato sódi-
co y copos blanquecinos amorfos de óxido de antimonio en
proporción mayor. Tratada la mezcla con agua hirviendo en
cantidad bastante para disolver el piroantimoniato y filtrado
caliente, lavando la parte insoluble con agua hirviendo sobre
el filtro, pesó dicha parte insoluble después de seca, 0,115 gra-
(1) El sulfuro empleado ('iVJf*^- >S' tenía un ligero exceso de
amoníaco y nada de sulf hidrato.
- 281 —
mos, de modo que esta cantidad es de óxido de antimonio (1)
y la restante 0,087 gramos de piroantimoniato sódico.
El líquido resultante de tratar un gramo de quermes con
sulfuro amónico, se trató con ácido clorhídrico y el precipi-
tado de sulfuro de antimonio de color amarillo-anaranjado
pesó 0,849 gramos. Teniendo en cuenta que la parte insoluble
en el sulfuro amónico es 0,202 gramos, el peso del sulfuro de-
bía ser á lo más 0,798, pero el exceso es debido al azufre pre-
cipitado del sulfuro amónico algo polisulfurado. Repetido el
análisis en otras muestras de quermes, algunas dieron mayor
cantidad de sulfuro de antimonio, y menos de óxido y de piro-
antimoniato, especialmente de este último que sólo llegó á 4 ó 5
por 100.
La cantidad de agua la he determinado en un quermes Clu-
zel obtenido hace dos años, que seguramente estaba bien dese-
cado; le calenté gradualmente en una capsulita de porcelana
hasta convertir el sulfuro de antimonio hidratado en sulfuro
anhidro negro; perdió de su peso 12,3 por 100, cuya cantidad
representa el agua , siendo un poco mayor que la necesaria
para convertirse 67 de sulfuro anhidro Sb'^S^ en trihidrata-
áoSb-S^ SIPO.
(1) El óxido de antimonio toma color rojizo con el sulfuro
amónico, pero no se disvielve en frío, resultando al día siguiente
de contacto, de un color blanquecino. Esta alteración que expe-
rimenta el óxido, puede ser causa de que su determinación cuan-
titativa no sea exacta, tal como la liemos heclio , pero la admitimos
aproximadamente, porque habiendo determinado en otro análisis
el antimonio total existente en el quermes y el azufre, calcu-
lando por éste la cantidad de Sb- S^^ resulta un número próximo
á 67 por 100. El resto, deduciendo el agua, es próximo á 20 que
representa la mezcla de óxido y de piroantimoniato. Calculando
en el microscopio la cantidad de cristales, resultan unos 8 por 100,
cuyo número restado de 20 da para el óxido de antimonio una can-
tidad próxima á la hallada en el análisis practicado.
Los cristalitos de piroantimoniato sódico no se alteran por el
sulfuro amónico.
Agitado el quermes con agtxa caliente y filtrado el líquido, re-
stilta una solución coloidal de color amarillento y opalescente.
— 282 —
Mirado el producto negro con el microscopio, siguen los
cristales de piroantimoniato de sosa sin alteración ninguna, in-
coloros y trasparentes; pero vuelto á calentar hasta oxidar el
sulfuro y adquirir color gris, se ven ya con el microscopio los
cristales alterados y perdida por completo su transparencia, de
donde deduzco que los cristales de piroantimoniato de sosa re-
sisten sin alteración una temperatura bastante elevada, hasta
cerca de 300".
En los análisis antiguos del quermes,, por ejemplo, el de
Liebig, se dice 22 por 100 de óxido de antimonio, pero en esta
cantidad creo están incluidos el óxido de antimonio y el piro-
antimoniato sódico. Terreil tomaba como antimonitos de sosa
la mezcla de óxido de antimonio y piroantimoniato, lo cual
advierte Bougault, pero este último autor en su Memoria acer-
ca del quermes, dice haber encontrado 17,62 por 100 de piro-
antimoniato de sosa y me parece que ha considerado como tal
la mezcla de óxido y piroantimoniato, que yo he separado, ha-
llando 11,5 de óxido de antimonio y 8,7 de piroantimoniato
sódico por 100. Basta para convencerse de que la cantidad de
cristales de piroantimoniato no pasa de 6 á 8 por 100 en los
quermes que tienen más, observarle con el microscopio, sien-
do necesario á veces variar el campo del microscopio para en-
contrar los cristales.
A continuación exponemos los análisis antiguos y modernos,
que conocemos, del quermes oficinal.
Liebig.
0. Henry.
Bougault.
70,20
Puerta.
Sulfuro de antimonio.
70
62,5
67,0
Oxido de antimonio. .
22
27,4
»
11,5
Piro-antimoniato de
sosa
5
10,0
17,G2
11,50
8,7
Agua
12,3
Sosa
3
indicios.
»
>
Método para la obtención del quermes.
El quermes de Cluzel es el aceptado como oficinal por casi
todos los países, atendiendo á su mejor aspecto y ala existen-
— 283 —
cia en él de los cristalitos de piroantimoniato sódico y del
óxido de antimonio, á cuyos cuerpos se atribuye principal-
mente su acción terapéutica.
Teniendo esto en cuenta, he pensado modificar el procedi-
miento de Cluzel, de tal modo, que obteniendo un producto de
las mismas condiciones, no tenga los inconvenientes de aquél,
y puedan aprovecharse las aguas madres para obtener azufre
dorado de antimonio.
La cantidad de carbonato de sosa en el procedimiento de
Cluzel es extraordinaria, 225 gramos para 10 de sulfuro de
antimonio^ así como la del agua 2.500 gramos, hirviendo el
líquido y reemplazando el agua que se evapora, según pres-
cribe Cluzel, durante dos horas, con lo cual se consigue la
mayor disociación del carbonato sódico.
En el procedimiento que propongo basta poco más de la
quinta parte de carbonato de sosa, y para que se verifique más
pronto la reacción entre parte del sulfuro de antimonio con la
sosa, añado una corta cantidad de este cuerpo, que contribuye
además, en unión del carbonato de sosa, á disolver el sulfuro
de antimonio que después se precipita por enfriamiento.
El procedimiento es como sigue:
Sulfuro de antimonio porfirizado. . 10 gramos.
Carbonato sódico cristalizado 50 —
Sosa cáustica • 1 —
Agua destilada ( 1 ) , 2 litros.
Se echa el agua en una cápsula de hierro bien limpia, se di-
suelve el carbonato de sosa y sosa cáustica, y se añade el sul-
furo de antimonio en polvo muy fino y se calienta, sin dejar
de agitar con espátula de hierro ó de madera, hirviendo el lí-
quido durante media hora, hasta que se reduzca á la mitad de
su volumen próximamente (2). El líquido hirviendo se filtra
(1) Puede servir el agua potable, siempre que no tenga más de
12° hidrotimétricos. En Madrid se emplea agua del Lozoya que
sólo tiene 3°, 5.
(2) Se aconseja para obtener el quermes de más bello aspecto.
- 284 —
por papel en embudo de cristal, y si se trata de mucha canti-
dad, por un lienzo con papel de filtro encima, colocados sobre
una crucera, recibiendo el líquido filtrado en una vasija de
loza, en donde se deja que se precipite el quermes por enfria-
miento durante veinticuatro horas. Al cabo de este tiempo, se
recoge el quermes depositado sobre un filtro de papel, laván-
dole bien con agua fría, hasta que las aguas de loción no den
reacción alcalina con el papel rojo de tornasol. Después se de-
seca, envuelto entre papeles de filtro á la temperatura de 25"
á 30", reduciéndole á polvo fino y pasándole por el tamiz de
seda núm. 100.
El producto tiene muy buen aspecto, como el de Cluzel,
con lustre aterciopelado, y visto con el microscopio se perci-
ben bien los cristalitos de piroantimoniato de sosa en prismas
rectos de base cuadrada. Resulta de composición análoga que
el de Cluzel.
En este procedimiento he obtenido de 10 gramos de sulfuro
de antimonio 5 gramos próximamente de quermes , dependien-
do la cantidad de producto de que el sulfuro se halle bien por-
firizado en polvo finísimo y puro (1), para que se disuelva lo
más posible y después se precipite por enfriamiento en estado
de sulfuro de antimonio hidratado. Como se ha dicho en la pá-
gina 277, queda siempre cierta cantidad de sulfuro sin reaccio-
nar, aunque esté bien porfirizado.
Las aguas madres sirven para obtener azufre dorado de an-
reemplazar el agua que se evapora y recibir el liquido hirviendo
filtrado en agua caliente colocada en el recipiente, para que el en-
friamiento sea más lento, pero con esto el líquido resulta muy di-
luido y se precipitan menos cristalitos.
(1) Si se emplea el sulfuro de antimonio natural ó antimonio
crudo, debe estar purificado por tratamientos con amoníaco diluido
para privarle del arsénico ; y el polvo es necesario esté porfiriza-
do ó levigado , pues de no estarlo , es inútil tratar de obtener quer-
mes , porque no resulta. El sulfuro de antimonio artificial , obte-
nido fundiendo una mezcla de 100 partes de antimonio en polvo
y 41 de azufre, me ha servido con sólo pulverizarle en mortero de
hierro y pasar el polvo por el tamiz núm. 100; pero si se le porfi-
riza , da mejor resultado.
- 285 -
timonio por adición de un ácido, habiendo obtenido con las
cantidades dichas, 2 gramos próximamente.
También he preparado quermes con sosa cáustica, emplean-
do 3 gramos para 10 de sulfuro de antimonio y 2 litros de
agua; pero al precipitarse el quermes por enfriamiento del lí-
quido caliente filtrado aparece de color amarillo, que después
se vuelve pardo-rojizo, y no de tan buen aspecto como el ob-
tenido por el procedimiento propuesto; y además las aguas
madres tratadas con un ácido dan un producto del mismo color
que el quermes y no amarillo-anaranjado. La causa de esto es
que estando muy alcalino el líquido con la sosa cáustica, que-
da disuelto en frío cierta cantidad de sulfuro de antimonio que
se precipita por la adición del ácido, del mismo color que el
quermes.
Examen microscópico del quermes.
Mirado el quermes con el microscopio se ven, como lo ob-
servó por vez primera H. Rose en 1839, copos amorfos de co-
lor rojizo, en su mayor parte, y los cristalitos que él creyó eran
de óxido de antimonio y que son de piroantimoniato de sosa,
no percibiéndose el óxido de antimonio que también existe en
estado amorfo, como he demostrado, porque confundido con el
sulfuro de antimonio hidratado, no aparece con su color blan-
quecino, pero que puede observarse separándole del sulfuro.
Ningún autor define bien los cristales del quermes, diciendo
solamente cristales prismáticos, y alguno añade octaédricos;
pero como hay prismas y octaedros correspondientes á varios
sistemas cristalinos, he tratado de fijar bien la forma propia de
dichos cristales. En el quermes de Cluzel preparado con mu-
cho esmero, siguiendo todos los preceptos de su autor, se ven
los prismas bien marcados, rectos de base cuadrada, corres-
pondientes al segundo sistema, y lo mismo se ven en el quer-
mes preparado según el procedimiento propuesto (pág. 283),
siendo iguales á los del piroantimoniato sódico , que también
he preparado para comparar dichos cristales.
Debo advertir que los cristales se ven mejor antes de pulve-
Kkv. Acad, Ciencias.— III.— Octubre, 1905. 20
— 286 —
rizar y tamizar el quermes , porque se rompen y deforman por
la trituración, siendo necesario mayor aumento en el microsco-
pio para percibirlos, no viéndose con la forma tan marcada
como antes de la pulverización. También debo advertir que el
número de cristales ó cantidad de los mismos varía según el
sitio de donde se tome el quermes para la observación, por no
hallarse igualmente repartidos en toda la masa.
En algunas muestras de quermes he visto, además de los
citados prismas cuadrados, algunos que me han parecido de
base cuadrangular correspondientes al tercer sistema, y tam-
bién cristalitos muy finos aciculares. Como estas muestras pro-
cedían unas del comercio y otras de laboratorio distinto del mío^
no puedo responder de las condiciones de su preparación.
El quermes preparado con sosa cáustica, como he dicho en
la pág. 272, presenta bastantes cristales también prismáticos
rectos de base cuadrada^ viéndose otros apuntados formando
octaedros largos correspondientes al segundo sistema y deri-
vados de prismas rectos cuadrados.
En los quermes preparados con potasa cáustica (Piderit) ó
con carbonato potásico (Ligeri) no se ven cristales, porque
aunque se forme piroantimoniato potásico, esta sal es mucho
más soluble en agua que la de sosa y no se precipita por en-
friamiento de los líquidos.
En el quermes preparado por vía seca por el procedimiento
de Berzelius con carbonato sódico, y en el de Thierry, se ven
también con el microscopio los cristales de piroantimoniato de
sosa, pero no presenta la masa idéntico aspecto que el quer-
mes de Cluzel, en el cual los cristalitos se hallan mejor forma-
dos y en mayor número, y además los copos rojizos amorfos
son mayores en el quermes Berzelius, de tal modo, que por me-
dio del microscopio se pueden distinguir dichos quermes, com-
parándolos con muestras tipos.
Para terminar diré, que como se han hecho tantas operacio-
nes y pesadas, me han auxiliado en los trabajos prácticos Don
Lucas Torres Canal y D. Bartolomé Leal en el laboratorio de
Química Inorgánica, y D. Manuel Martínez, D. José Cordero
y Ladislao López en el laboratorio del Ministerio de Hacienda.
— 287 -
Xn. — Sobre la representación simbólica, por comple-
jas imaginarias, de las magnitudes sinusoidales.
Por José M. de Madariaga.
La feliz aplicación del método de Wallis, hecha la primera
vez, por el célebre electricista C. P. Steinmetz, para representar
las magnitudes eléctricas sinusoidales, reduce á sencillas ope-
raciones de adición algebraica de cantidades complejas ima-
ginarias, las de composición de fuerzas electromotrices é
intensidades, cuando son funciones armónicas sencillas del
tiempo.
Así, por ejemplo, la expresión
[I] = i^ -\-ji2 = /(coso -\- sen(]> y — ^)i
en la que^ = y — 1, representa la intensidad de una corrien-
te alterna sinusoidal, determinada por el módulo /y el argu-
mento J/, supuesto conocido, además^ el valor a=2Tzf de la
pulsación, ó lo que es lo mismo, el de la velocidad de giro del
vector [I] (1).
La fuerza electromotriz efectiva, en fase con la corriente,
lo estará por la fórmula
en la que r es la resistencia óhmica del circuito.
La fuerza electromotriz de auto -inducción, retrasada de
(1) Se supone el sentido sinistrórsum para el giro de los vec-
tores.
— 288 -
aquélla un cuarto de período, viene dada, en esta represen-
tación, por
— jx[I], si x = aL,
y L designa el coeficiente de auto-induccidn; y la fuerza elec-
tromotriz total que haya de vencer las dos acabadas de citar
para producir la corriente /, por
[E] = r [J] -{-jx [I] = r^■^ -{-jri^ -\-jxi^ — XÍ2 =
= (r¿i — XÍ2) +Í i'^h + ^h)'
La resistencia aparente, 6 compuesta, tiene por símbolo
Z'=r -}-jx, 6 Z=r — jx^
cuando x= , en el segundo caso, y c representa la capa-
cidad de un condensador intercalado en el circuito; y, en con-
secuencia, la fuerza electromotriz eficaz, será
[Kf] = [/] . z,
fórmula análoga á la que expresa la ley de Ohm en las co-
rrientes continuas.
Mas cuando se pasa de las operaciones de composición de
estas magnitudes, á la determinación de la potencia eléctrica,
que depende de su producto, los resultados no son tan senci-
llos, y hay que interpretarlos debidamente para no ser induci-
do á error.
Sean:
[E'j = -E'(cos<|;+ sen^l^y — l) = e^ -{-je^
la fuerza electromotriz , é
[ J] = 7 ( eos J>M-_sen f y"=T) = ^ + Jh
^ 289 ^
la intensidad de la comente , cuya potencia se desea calcular.
Al primero de estos vectores corresponde el argumento (|¿ para
el tiempo t = o, y la frecuencia de ambos es f= — , con lo
cual quedan determinados.
Para su producto se tiene
T
[E] . [I] = El { (costj; . cos(I/' — sen^j/ . sen¿') -[-
-f (cos¿ . sen-y + cos^^'sentj^) y — 1 } =
= El { cosCtj. + f ) + sen(<l- + f ) V^^} =
En esta expresión del producto de las dos complejas imagi-
narias hay que introducir una primera corrección. La potencia
es, como se sabe (véase la figura), una función de doble fre-
cuencia que la fuerza electromotriz y la corriente, lo cual
quiere decir que el vector que pudiera representarla daría dos
vueltas en el tiempo que los de sus factores dan una. Como
en este modo de representación, las multiplicaciones por
liz V — 1 determinan dos vectores de la misma frecuencia
que el que se multiplica^ adelantado el primero, y retrasado
- 290 —
el segundo, 90" con relación á aquél, para fijar la posición de
un vector de frecuencia doble , será necesario cambiar el signo
á todos los términos que aparezcan multiplicados por los di-
chos factores, porque esta multiplicación por dz y — ^ de los
vectores de frecuencia /", equivale á haberla efectuado por
( — 1 ) en el vector producto , de frecuencia 2 f. Según esto,
el verdadero producto será^ en el caso que se considera,
[E].[I] = EI {(cos^í^.cosf + senA.senf ) +
-f-(cosi}>'. sen(|> — cos»^. sent];') y — l} =
= El {cos(¿ — f ) + sen(<|^ — f ) y — l} =
que representa una sinusoide de argumento (¿ — ti') y de mó-
dulo El. Se sabe, no obstante, que la potencia es una curva
periódica representada en la figura adjunta por la línea P,que
no es una sinusoide.
Esta dificultad, que no he visto aclarada en ningún libro, se
explica fácilmente. En la representación simbólica se supone
conocida, y no aparece expresa, la velocidad de giro de los
vectores. La curva de la potencia es , en general , de doble fre-
cuencia que sus factores; pero ni esta circunstancia puede apa-
recer expresada en la representación del producto, ni tampoco
que sea diferente la duración de las dos fracciones de tiempo
que constituyen un período. De esto depende la dificultad con
que se tropieza. Mas si en vez de considerar el vector produc-
to, se toman por separado sus componentes, y se determina el
valor medio que cada una tenga durante un período, se debe
llegar á resultados conformes con los de los métodos analítico
ordinario, y gráfico.
La componente real del producto E /eos (<]> — ^'), siempre
positiva, y cuyo valor medio es cos((p — ^')^ correspon-
— 291 -
de á la comente energética^ sinfásica con la fuerza electromo-
triz, y tiene por valor actual, si hacemos ^j/ -^ ¿'. = o,
T? , T , El El '
Mi senaí X í cos'í . señar = coses coso x cosat,
2 ' 2 '
cuyo valor medio, en un período, es
El
C0SC5,
2
que es la expresión de la potencia media buscada.
La componente imaginaria El sen ((]/ — 'I'') V — 1 > cuyo
valor medio durante una vuelta completa del vector producto, ó,
lo que es igual, durante la oscilación de esta componente des-
de -j- El a/ — 1 á — El y — 1 , es cero, corresponde á la
corriente anenergética ó magnetizante, en cuadratura con la
fuerza electromotriz, y vale en el instante í,
iPT , , El 2at
El seno . señar, cosa? = sen 9 .sen ,
cuyo valor medio es, también, cero.
Se ve, pues, que no exigiendo del método simbólico lo que
no puede dar, que es el valor actual de la potencia, y fijándo-
se sólo en lo que más importa conocer, que es el valor medio
de ésta, en cuya apreciación no hay para qué tener en cuenta,
ni la ley de variación con el tiempo del vector que podría re-
presentarla, ni la diferente duración de las dos fracciones de
su período correspondiente, la conformidad es completa entre
este modo de representación y los métodos analítico y gráfico,
generalmente seguidos al estudiar las corrientes sinusoidales.
Las consideraciones que acabo de apuntar, fácilmente apli-
cables á la representación simbólica del par, en un motor de
corriente alterna, magoitud de frecuencia también doble que
sus factores, se ven claramente consignadas en la representa-
ción geométrica de la figura adjunta, que no exige explicación^
- 292 -
XIII. — Estudios acerca de los Dípteros y délos pará-
sitos que transmiten al hombre y á los animales
domésticos.
Por el Dr. Gustavo Pittaluga
Quelqnes difficnltós qu'il y ait &
decouvrir des vórités nouvellea en
étudiant la Nature, il s'en trouve de
plns grandes encoré á les faire re-
connaitre.
Lamaeck, Philoaophie zoologique.
PROLOGO
Esta Memoria representa, al mismo tiempo, el resumen de
mis personales investigaciones, llevadas á cabo en Italia y en
España durante los últimos tres años, y el esquema de más
amplio trabajo, destinado á reunir en conjunto de doctrina
cuanto se conoce, por los resultados de la ajena y de la propia
observación, acerca del papel de los Dípteros y de los parásitos
€n general, en la transmisión de los agentes patógenos.
Resumen y esquema, por tanto: nada más que eso.
Determinados argumentos han sido tratados con más am-
plitud y expuestos con mayores detalles; otros se hallan apenas
tocados.
Bien manifiesto aparece por el examen (aunque superficial)
de las cuestiones tratadas y que quedan por tratar en la pre-
sente Memoria, que los conocimientos de Historia natural y de
Ciencias biológicas sirven de gran provecho y constituyen el
necesario fundamento para el estudio de ciertos capítulos de
la Higiene y de las Ciencias médicas en general.
Las estrictas relaciones que existen entre la Medicina y las
Ciencias naturales , conserváronse como base y lema de toda
una escuela de sabios durante el siglo xviii; pero se perdieron
- 293 —
en la segunda mitad del siglo xix, con la especialización ex-
tremada, que llegó hasta el olvido de las armonías fundamen-
tales del edificio científico.
En la misma Alemania, sólo muchos años después de la
muerte del gran Leuckart, que tanto había insistido en estos
conceptos, se ha creado — como parte integrante del Instituto
imperial de Sanidad (Kaiserlichen Gesundheitsamte) — un im-
portantísimo Instituto Zoológico, dirigido en la actualidad por
Fritz Schaudinn.
He utilizado — cuando el texto lo exigía — algunas figuras
ya publicadas en las Monografías de Grassi, Theobald, Man-
son, Blanchard, Looss, Noé; todas ellas van acompañadas por
la indicación exacta de su procedencia.
Las demás figuras y láminas contenidas en la presente Me-
moria, han sido dibujadas por mí, sobre preparaciones mías,
que documentan y comprueban lo que se halla expuesto y afir-
mado en el texto.
CAPÍTULO I
Caracteres generales y clasificación de los Dípteros.
DÍPTEROS hematófagos Y DEMÁS FORMAS EN RELACIÓN CON
LA PATOLOGÍA HUMANA Y DE LOS ANIMALES DOMÉSTICOS
1. Los Dípteros {Díptera) son Insectos {Insecta, Exapo-
da) con alas posteriores sustituidas por balancines, esto es
transformadas en pequeños apéndices claviformes; piezas buca-
les dispuestas para picar y para chupar, constituyendo un
aparato especial (trompa) con varia disposición y modificacio-
nes morfológicas bastante acentuadas en las distintas formas;
antenas articuladas; ojos compuestos, grandes, de facetas por
lo general exagonales, raras veces pentágonas ó cuadradas,
redondas en la familia Culicidae; tórax soldado; metamorfo-
sis completa , con larvas ápodas.
Estos caracteres, tan someramente expuestos, son desde
luego insuficientes para deslindar en sus exactos límites el or-
den de los Dípteros, y hacerse cargo de sus relaciones y afini-
dades, y de la situación sistemática que ocupan dentro de la
- 294 -
clase de los Insectos. Por otra parte, la subdivisióo del grupo
y el estudio de sus familias, géneros y especies, resultaría más
difícil si no apartáramos de antemano las dudas, estableciendo
y fijando nuestro criterio taxonómico, en particular acerca de
los Afanípteros ó Sifonápteros (Pulgas y especies afines), que
la mayoría de los autores, sobre todo los menos recientes, co-
locan entre los Dípteros.
Por esto nos conviene emplazar debidamente este orden
(Díptera) en la clasificación general de los Insectos.
2. Los Insectos {Insecta, .Exapoda) constituyen, tal como
hoy día se les considera, un grupo zoológico bastante homogé-
neo. Debemos á Swammerdam (1637-1680), á Malpighi
(1628-1694), y sobre todos á Réaumur (1683-1757) los pri-
meros pasos en el estudio concreto, científico, de las formas
que deben comprenderse en esta clase. Los seis tomos de las
Memorias sobre los Insectos, de Rene Antoine Ferchauld de
Réaumur (Mémoires jjoiir servir á Vkistoire des Insecles) , re-
presentan, en efecto, el resultado de un asombroso esfuerzo
personal, de una observación incansable. Y, sin embargo, has-
ta los primeros años del siglo xix, ó los últimos del xviii, con
Cuvier (1769-1832), con Lelorgne de Savigny (Mémoires sur
les animaux sans vertebres y 1816), con los trabajos de Leach
sobre los Miriápodos (1817), con Latreille (1762-1833), no
quedó la clase bien diferenciada, ni pudo librarse del hacina-
miento en que venían, desde los tiempos de Aristóteles, mez-
clados y confundidos todos los Artrópodos , y á más de estos
muchos Annélidos , que el naturalista y filósofo griego había
reunido bajo el nombre de «Entoma» (svTOjjia).
Desde los principios del siglo xix, una labor incesante, de
naturalistas y biólogos, ha logrado determinar gran número de
caracteres anatómicos, histológicos, embriológicos y fisiológi-
cos, propios de las varias familias; las diferencias morfológi-
cas que ostentan sus innumerables especies; y, por fin, los con-
ceptos fundamentales para una clasificación natural.
Podemos definir los Insectos (clase VIII del tipo Ártropoda),
como Invertebrados con metamería heterónoma (segmentos del
cuerpo, de distinta significación morfológica, estructura y fun-
— 295 —
cidn); — cabeza con un par de antenas, tres pares de apéndices
bucales, un par de ojos compuestos, acompañados muchas ve-
ces por tres ojos sencillos ó estemas; — tórax de tres metáme-
ros 6 segmentos (protórax, mesotórax y metatórax), cada uno
de los cuales lleva un par de apéndices ventrales, locomotorias
(patas), y los dos últimos [mesotórax y metatórax], un par de
apéndices dorsales (alas) cada uno [exceptáanse los dípteros y
las formas ápteras]; — abdomen constituido por once segmen-
tos ó metámeros (como máximum), sin apéndices; — respira-
ción por tráqueas.
La forma, disposición y venatura de las alas, — la disposi-
ción de las piezas bucales, y sus varias adaptaciones,— y, so-
bre todo, la naturaleza de las transformaciones evolutivas desde
el huevo hasta el insecto perfecto (ausencia, presencia y mo-
dalidades de las metamorfosis), son los caracteres que sirven
de base para la división sistemática de la clase. Los insectos
que no tienen alas (Áptera en general), agréganse, teniendo en
cuenta los datos de la interna organización, los de la evolución
biológica (clase y forma de la metamorfosis) y la probable filo-
genia, á los grupos alados afines. Desde luego hay que separar
aquellas formas — (Colémbolos y Tisanuros) — que carecen de
todo vestigio de alas , y que deben considerarse como primiti-
vas. Brauer (1885) constituyó para ellas el grupo délos Apte-
rygota, que mejor llamaríamos Adelóptera (1). Todos los de-
más órdenes, sub-órdenes, familias, sub-familias, géneros y
especies, comprendidas las formas ápteras correspondientes,
hállanse incluidos en el grupo único de los Pterygota (Insecta
genuina de Brauer).
Ahora bien, en la subdivisión de este grupo — que reúne la
inmensa mayoría de las especies de insectos, enfrente del pe-
queño y primordial grupo de los Adelópteros — nos encontra-
(1) Adopto esta palabra, de las griegas aoT.).oí (no manifiesto)
y TiTEpó/ (ala), en conformidad con las razones adelantadas por el
P. LoNGiNOS Navas , aunque sin considerar al grupo como una
subdivisión de los Neurópteros. (Véase la indicación bibliográfica
correspondiente, al final del capítulo).
— 296 —
mos con los tipos fundamentales de los Ortópteros, de los Neu-
rópteros, de los Coleópteros, de los Lepidópteros, de los He-
mípteros, de los Dípteros y de los Hymenópteros , para los
cuales hallamos, relativamente, fácil colocación, de tal suerte,
que en todos los sistemas entomológicos clásicos, de Claus
(1888), de Lang (1889), de Ed. Perrier (1894), de Sharp
(1895-99) etc., comprenden casi siempre las mismas formas.
Mas quedan algunas familias cuya distribución en el sistema
es sumamente difícil, dudosas sus afinidades, y muy debatida
su significación filogénica. Entre ellas debemos contar, precisa-
mente, las pulgas ( Afanípteros), cuya importancia no es para
encarecer, en el estudio de las relaciones que los insectos pue-
dan tener con el hombre y con los animales domésticos.
3. Roesel (1749) fué el primero que tuvo la idea de acer-
car las pulgas (Afanípteros) á las moscas y á los mosquitos
(Dípteros), Este concepto, aceptado en parte por Lamarck
(Histoire ?iat. des animauxsans vertebres (1815-1822), sufrió,
sin embargo, una modificación importante por parte del gran
naturalista, pues éste creó para dichas formas un orden aparte
(Áptera), comprendiendo en él el solo género Pulex. A pesar
de esto, la mayoría de los autores que le siguieron, sobre todo
los alemanes , volvieron á colocarlas en el orden de los Dípte-
ros, ya por el ejemplo de Oken (1815), y de Strauss-Durkheim
(1828), ya porque las más recientes observaciones de New-
mann (On ihe affinities of the Pulicites, 1851), de Walker
(1851-56) y otros, parecieran confirmar el concepto de Roesel.
Así es, que aun recientemente Wagner (1889-1903, en nume-
rosas publicaciones) y Dahl (1897 , 1899) insisten en esta opi-
nión, y con ellos Otto Schmeil (de Magdeburg) en su Tratado.
Los estudios de Taschemberg (1880), de Kraepelin (1884)
y de Heymons (1899) han resuelto desde hace tiempo — en mi
entender — esta cuestión. En realidad, las pulgas, que ya com-
prenden hoy día tres familias (Pulicidae [Taschemberg, 1880]^
Sarcopsyllidae [Taschemberg, 1880 J y Vermipsillidae [Wag-
ner, 1889J), aunque tengan en común, con los Dípteros, ciertos
caracteres, como las larvas ápodas, y la metamorfosis com-
pleta, difieren, sin embargo, de todos ellos por la disposición
— 297 —
de las piezas bucales, característica del grupo; por las condi-
ciones en que se desarrolla la ninfa; por las antenas de once
artejos, y por varios hechos anatómicos, que no pueden consi-
derarse como transformaciones ó adaptaciones involutivas, se-
gún pasa en otras formas ápteras. INIuchos de estos caracteres
parecen más bien acercar el orden de los Afanípteros (pulgas)
á los Coleópteros. Pero desde luego constituyen, en el estado
actual de nuestros conocimientos, un orden aparte (Aphanip-
tera; v. Siphonaptera; v. Suctoria).
En efecto , en las recientes clasificaciones de Claus y Grob-
ben (última edición, postuma, del Tratado de Zoología de
Claus, 1905 ), encontramos bien sentado este concepto (páginas
554-560):
INSECTA
Ord. XII. — Díptera (Antliata) (r=ZAveiflüger).
Ord. 'Klll. — Aphaniptera (Siphonaptera) ( = Flohe).
Lo mismo ocurre — aunque sea distinta la distribución de
los órdenes de la clase — en el reciente Tratado de Hertwig
(en p. 438):
INSECTA
Ord. VIH. — Dipteren (Zweiflüger).
Ord. YK.— Aphanipteren (Flohe).
Así, Lang (1890), que además coloca los Afanípteros muy
cerca de los Coleópteros , separándolos definitivamente de los
Dípteros:
INSECTA
Ord. XIV. — Siphonaptera.
Ord. XV. — Coleóptera.
Ord. XVI. — Lepidoptera.
Ord. XVI. — Hymenoptera.-
Ord. X.\ll.—DÍ2ytera.
Así, Sharp, Emery, Goette (1902), que sigue en la distri-
bución de los órdenes el sistema de Lang.
298 -
Nosotros, de acuerdo, en parte, con Emery (1904)^ adop'
taremos la siguiente clasificación de los insectos:
Classis: Insecta.
Ord. I. — Adelopf era {Apterigota,), (Ametábolos [sin metamor-
fosis]; sin alas), Tisanuros. Colémbolos.
Ord. II — Arclñptera. (Hemimetabolos ; alas anteriores y poste-
riores membranosas); ej. Termes, etc.
Ova. m. — Ortóptera. (Paurometábolos; alas anteriores trans-
form. en elitras); ej. Periplaneta, etc.
Ord. IV. — Neuroptera ó Lioptera. (Holometábolos [metamorfo-
sis completa]; alas enteramente membranosas); ej. Myrme-
leon, etc.
Ord. V. — Coleopitera. (Metamorfosis compl.; alas anteriores
transformadas; boca con mandíbulas desarrolladas en las lar-
vas y en el insecto perfecto); ej. Carabus, Tenebrio, etc.
Ord. yi. — ApJianiptera (Pulex).
Ord. VII. — Hymenoptera (mandíbulas desarrolladas en las lar-
vas, metamorfosis compl.) (Vespa, Apis (A. mellifica), etc.).
Ord. VIII. — Lejñdoptera (mandíbulas desarrolladas en las lar-
vas; boca de la imag. para chupar y lamer; metamorfosis
completa), mariposas.
Ord. IX. — Díptera (véasela clasificación de los Dípteros más
abajo).
Ord. X. — Rincliota (s, Hemiptera) (metamorfosis incompleta)
(ej. Philloxera).
Ord. XI. — Fisa2)oda (s. Tysanoptera).
Excluidas las formas que constituyen el orden de los Afa-
nípteros (Pulgas), veamos ahora cuáles y cuántos grupos de
géneros y especies comprende el orden que directamente nos
interesa en este estudio, el orden de los Dípteros.
4. Los antiguos autores sólo dividían los Dípteros en gé-
neros: el gen. Culex era uno de ellos (Culex nocturna cala-
mitas). Desde el principio del siglo xix, y durante los prime-
ros setenta años , tres nombres descuellan en la Historia de la
Dipterología: los de Latreille, con su Histoire naturelle des
Crusfacées et des Insectes; de Meigen,con los siete tomos, ver-
daderamente admirables, acompañados por excelentes láminas^
Systematische Beschreihung der hekannten europaíschen Zwei-
— 299 -
flugeligen Insekten (Halle, 1851), acabados luego por H. Loew
(Halle, 1873); y de Macquart (1823-1845). Observaciones
personales de grandísimo interés añadieron Zetterstedt, Wal-
ker, Rondani, Schiner, á quien debemos el primer intento de
clasificación natural de los Dípteros (1864). Las obras dipte-
rológicas de Brauer (1863-1888) y de Osten-Sacken (1890-95)
nos han traído por fin mayor copia de datos, y un criterio más
fijo para la clasificación.
Latreille fué el primero que separó las familias de los Díp-
teros, y creó el nombre Nemocera (que comprendía dos tribus:
Culicidae y Tipulariae). Macquart estableció las diferencias
fundamentales entre Nemocei'a y Brachocei'a [^Bra^hijcera de
Zetterstedt): «
Nemocera: antenas largas, de 6 artejos como mínimum;
palpos de 4 ó 5 artejos (definición de Latreille;
«Antennae filiformes vel setaceae, saepissime capi-
tis truncique longitudine — articulis sex et ultra
(saepe 14-16) discretis; — palpi communiter elonga-
ti, subsetaceis, articulis quinqué vel cuatuor distinc-
tis» (1805)).
Brachycera: antenas cortas, de tres artejos; palpos de
uno ó dos artejos.
En conjunto, esta división del orden en los dos subórdenes
Nemocera y Brachycera persiste y es admitida por la mayoría
de los autores.
Sin duda, el sistema de Schiner, de Brauer y de Osten-
Sacken, que se funda en los caracteres embriológicos de las
distintas formas, y en caracteres morfológicos de gran valor,
debe considerarse como científicamente superior á los demás.
Un criterio más natural , nacido con las excelentes observa-
ciones y largos estudios de estos sabios dipterólogos, ha pre-
sidido á su formación. Según este criterio, divídense, ante
todo, los Dípteros en dos grupos: Orthorrapha y Cyclorrapha,
esto es: Dípteros cuyas crisálidas (ninfas) ábrense, para dar
paso á la salida del insecto perfecto (ímago), con hendiduras
lineares longitudinales (= Orthorrapha); y Dípteros cuyas cri-
- 300 —
salidas (ninfas) ábrense, transversalmente, constituyendo la
abertura un foro redondo, casi siempre en la parte anterior, de
donde sale el insecto perfecto {= Cyclorrapha).
Ficalbi adopta, en este sentido, la clasificación de Brauer.
Nosotros, aunque por razones exclusivamente prácticas, por
ser fundada sobre caracteres más sencillos y más fácilmen-
te accesibles, aceptamos la división del orden directamente
en Nemocera, Brachycera y Pupípara (siguiendo en esto á
Lang y Emery), comunicaremos aquí la clasificación de Sharp
(1895-99), que en sus puntos fundamentales está de acuerdo
con la de Brauer:
Ord. Yll.— Díptera.
Sub-Ord. I.—Orthorrapha.
Tribus 1.— Nemocera.
Familias: 1. Cecidomyidae.— 2. Culicidae.— 3. Chiro-
nomidae. — 4. Tipulidae. — 5. Bibionidae.— 6. Simu-
liidae.
Tribus 2. — Brachicera.
Familias: 1, Stratiomyiidae. — 2. Leptidae.— 3. Taba-
nidae. — 4, Nemestrinidae. — 5. Bombyliidae. — 6.
Asilidae.— 7. Empidae.— 8. Dolicbopidae.
Sub-Ord. II. — Cyclorrapha.
Tribus 1. — Aschiza.
Familias: 1. Platypezidae. — 2. Conopidae. — 3. Syr-
phidae.
Tribus 2.— Schizophora.
Familias: 1. Muscidae. — 2. Anthomyiidae. — 3. Ta-
chinidae. — á. Sarcophagidae. — 5. Oestridae.
Sub-Ord. IJI.—Pupipara.
Familias: 1. Hyppoboscidae. — 2. Braalidae.— 3. Nyc-
teribiidae.
5. En la clasificación que sigue, y que nosotros aceptamos
tan sólo por el fin práctico ya indicado, resultará algo difícil
encontrar la correspondencia exacta de los grupos que consti-
tuyen sus familias, con los establecidos por algunos de los
autores antes indicados. Pero debo decir, en mi disculpa, que
el estado actual de nuestros conocimientos, las continuas des-
cripciones de nuevas especies, la incertidumbre de los criterios
diferenciales, así específicos como genéricos, no permiten en
— 301 -
absoluto un acuerdo definitivo sobre el particular. Así es, por
ejemplo, que la división de las familias de Sharp, antes re-
ferida, está muy lejos de ir de acuerdo con la adoptada por
Brauer, modificada radicalmente por Osten-Sacken, criticada
por Eysell, y destinada sin duda á nuevas transformaciones
Orden: DÍPTERA.
Suborden I.— Nemocera sive Xeiiiatocera.
Familias: 1. Cecidomyiidae. — (Alas aterciopeladas,
con escasísima venatura; antenas lar-
gas, moniliformes; patas muy largas y
delgadas; larvas fitófilas, productoras
de agallas.) Géneros: Cecidomyia, Hor-
momyia, Compylomyza, etc.
2. Mycetophüidae. — (Alas con venatura al-
go más complicada que en la precente
familia; antenas cortas, filiformes; pa-
tas largas, con tibias espinosas; larvas
que se desarrollan sobre los hongos.)
Gen.: Mycetophila, Lestremia, etc.
[¿Hematófagas?]
3. Bihionidae. — (Alas con venatura bastan-
te desarrollada; larvas terrícolas, muy
dañinas para la agricultura.) Gen.: Bi-
bio, Dilophus, etc.
4. Simtdüdae. — (Formas relativamente pe-
queñas; alas muy anchas, con venatura
poco evidente; antenas de 11 artejos,
cilindricas; patas cortas, fuertes, gor-
das; tórax grande, abdomen pequeño;
las larvas viven en el agua: se fijan por
la extremidad posterior. Insectos per-
fectos hematófagos; asaltan á los gana-
dos y al hombre.) Gen.: Simulium,
[Probables transmisores de parásitos.]
5. TipuUdae. — (Formas de dimensiones re-
gulares, algunas relativamente* gran-
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1903. 21
- 302 -
des; antenas de 13 artejos; trompa
corta, carnosa; alas muy largas, de ve-
natura complicada; patas muy delga-
das y largas.) Gen.: Tipula, Limnobia,
Erioptera, Spyloptera, etc. (No hay es-
pecies hematófagas.)
6. Rhyphidae. — Gen. Rhyphus. [No hay for-
mas hematófagas].
7. CuUcidae (Mosquitos en general.) [Lar-
vas acuáticas.]
1.^ sub-familia: Corethrinae (géo. Core-
thra, Mochlonyx.) [No hay formas he-
matófagas.]
2.^ ídem: Culicinae (gen. Culex, etc.) [For-
mas hematófagas.]
3.* ídem: Anophelinae (gen. Anopheles,
etcétera.) [Formas hematófagas.]
[Transmisores de parásitos.]
8. Bixidae. — Gen. Dixa.
9. Chironomidae. — (Formas pequeñas; alas
delgadas, con venatura muy parecida á
la de los Culícidos, pero más sencilla
por lo general; larvas acuáticas; espe-
cies hematófagas.) Gen. Ceratopogon,
Chironomus, Tanypus, Mycterotypus^
Oecacta.
[Probables transmisores de parásitos.]
10. Phlebotomidae (ó Psychodidae). (Formas
muy pequeñas; antenas muy largas; alas
aterciopeladas y anchas; venatura lon-
gitudinal abundante.) Gen. Phleboto-
mus (hematófago), Pericoma, Psychoda.
[Probables transmisores de parásitos.]
Suborden II. — Brachvcera.
Familias: 1. Tabanidae. — (Formas de dimensiones
considerables; antenas de 3 artejos;
- 303 -
trompa aguda; [hembras hematófagas];
alas constantemente entreabiertas.) Gé-
nero Tabanas, Chrysops, Haematopota,
Atylotus, etc. (el solo género Pangonia
no es hematófago).
[Probables transmisores de parásitos.]
2. Leptidae. — ( Venatura en la porción api-
cal de las alas, complicada como for-
mando red.) Gen. Leptis, Chrjsophila,
Atherix, Lampromyia, etc. [Formas
floréales: ninguna hematófaga.]
3. Nemestrinidae. — Gen. Rhynchocepha-
lus, Hirmoneura, etc.
4. Strattomyidae.— {Tromi^a. muy corta, en
extremo reducida; antenas relativamen-
te largas; tercera vena longitudinal de
las alas, siempre bifurcada, y vena mar-
ginal de iguales dimensiones alrededor
de toda el ala; vuelan entre las flores.)
Gen. Stratiomyia.
5. Bombijlüdae.— {Cé\u\a anal del ala, en-
sanchada hasta el borde.) Gen. Bomby-
lus, Ploas, etc.
6. Asilidae. — (Trompa relativamente corta,
robusta; cabeza deprimida; ojos muy
grandes; dimensiones considerables; alas
grandes, entreabiertas; especies insectí-
voras; hacen guerra á las moscas, bom-
bus, tipulas, etc.) Gen. Laphria, Asi-
lus, etc.
7. Therevidae.— Gen. Exapata, Xestomy-
za, etc.
8. Empidae. — (Esta familia comprende pro-
bablemente formas distintas, artificial-
mente reunidas; especies muy numero-
sas, por lo general pequeñas; viven ca-
— 304 -
zando insectos [Tipulidae]; pero los
machos son fitófagos; célula anal del
ala, nunca ensanchada hasta el borde;
célula basil. ant. alargada.) Gen. Em-
pis, Pachymeria, Gloma, etc., consti-
tuyendo cinco sub-familias, según
Schiner.
9. Dolichopidae. — Gen. Dolichonus, Me-
deterus, etc.
10. Platypezidae. — Gen. Callomyia, Platy-
peza, Opetia, etc.
11. Conopidae.— Gen. Conops, Physocepha-
la, Ocemyia, etc.
[Las formas comprendidas en estas
familias no presentan interés alguno
desde el punto de vista de nuestro es-
tudio: trátase de especies fitófagas,
anthófilas ó insectívoras, no hemató-
fagas].
12. Syrphidae.— CDí^^teros primitivos
[Lías], formas en extremo interesan-
tes y útilísimas para la agricultura. En-
tre 3.^ y 4.^ vena long. de las alas
existe una vénula supranumeraria
(V. spui-ia), que corta la transversal.)
Gen. Syrphus, Lasiophticus , Erista-
lomyia, Helophilus, Merodon, etc.
13. Musddae. — (Trompa carnosa ó mem-
branácea en su extremidad; antenas de
tres artejos; alas casi siempre entre-
abiertas; célula bas. super., separada de
la discoidal por una vena transversal.)
[Musddae calyptratae de Brauer.]
(Comprenden, desde luego, muchas
subfamilias.)
Gen. Musca — gen. Lucilia — géneio
Calliphora — gen. Curtonevra —
- 305 -
gen. Sarcophaga — gen. Cynomyia
gen. Stomoxys — gen. Haemato-
bia — gen. Glossina, etcétera, etc.
[Transmisores de parásitos.]
14. Ánthomyidae. — (Considerada por mu-
chos autores como sub-familia de la fa-
milia Muscidae calyptratae ; compren-
de numerosas especies , con larvas ra-
dicícolas y fitófagas, armadas de gan-
chos; insectos perfectos, por lo general
fitófagos : algunas hembras hematófa-
gas.) Gen. Anthomyia, Hydrotaea,
Chortophila, Aricia, Hylemyia, etc.
15. Acahjptratae (en oposición con Musci-
dae calyptratae, Brauer). (Formas por
lo general pequeñas; comprenden mu-
chas subfamilias; algunas especies muy
dañinas para la agricultura y horticul-
tura.) Gen. Pyophila, etc.
16. lachinidae. — (Trompa muy corta y gor-
da; antenas por lo general largas; alas
armadas á veces de una espina en su
margen exterior y siempre entreabier-
tas; larvas endoparásitas de coleópteros
y de crisálidas de Lepidópteros.) Gen
Tachina, género Echinomyia^ etc.
17. PJwridae. — Gen. Phora (Phora incra-
ssata.)
18. Oestridae. — (Trompa rudimental, atrófi-
ca; antenas cortas; alas parecidas á las
de los Muscidae; larvas parásitas de
mamíferos.) Gen. Oestrus, Hypoderma,
Gastrophilus.
[Producen directas lesiones en los huéspedes.]
Suborden III. Pupipara, — (Rudimentos ó vestigios de alas
en los adultos ; el embrión se desarrolla en una especial
- 306 —
dilatación de la vagina durante todo el período larval;
cuerpo aplastado, ancho; antenas muy cortas.)
Familias: 1. Braulidae. — (Sin ojos.) Gen. Braula
{B. caecá).
2. Hi/ppoboscidae. — Gen. Hippobosca, gé-
nero Melophagus , gen. Ornithomyia,
Myiophthiria , etc.
3. Nyderihidae. — Gen. Nycteribia.
[Probables transmisores de parásitos.]
Ya por las breves anotaciones que hemos hecho al encon-
trarnos con algún grupo que comprendiera formas interesantes
por sus relaciones l)iológicas con el hombre y con los animales
domésticos, nos apercibimos de que á los tres subórdenes per-
tenecen especies hematófagas, y entre ellas importantísimas
las de las familias Culicidae , entre los Nemóceros, Miiscidae,
entre los Braquíceros.
En efecto; la primera (Culicidae) comprende aquellos Díp-
teros (Culicinae, Anophelinae, etc.) que transmiten al hombre
los microorganismos patógenos productores de las fiebres in-
termitentes (Paludismo) y — al parecer — de la fiebre amari-
lla, así como algunas de las Filarlas (al hombre y á los perros);
la segunda (Muscidae) comprende el gen. Glossina, que tan
grave papel desempeña en la transmisión de enfermedades epi-
zoóticas entre los ganados del continente negro; y el género
Stomoxys, común en Europa, huésped intermedio de la Filaría
labiato-papillosa del buey.
Mas con ser estas formas las que más llaman nuestra aten-
ción, no son las solas que merezcan nuestra detenida observa-
ción y nuestro estudio. Muchas hay, como las comprendidas
en las familias Simuliidae^Chironotnidae y Phlebotomidae, en-
tre los Nemóceros; Tabanidae, Anthomyiidae, Acalyptratae y
Oestridae, entre los Brachycera, y por fin, las que pertenecen
al orden Pupipara , que por sus relaciones con el hombre y
con los animales domésticos, pueden ser vehículos indirectos, ó
bien directas productoras, de estados patológicos peculiares.
En los sucesivos capítulos, al examinar el papel que desem-
— 307 —
peñan los distintos grupos en la Patología humana y de los
animales domésticos, nos veremos obligados á detenernos algo
más sobre los caracteres propios de aquellos grupos y hasta de
las familias, de las subfamilias, de los géneros y especies que
los componen.
Pero desde luego es preciso que, con el auxilio de una di-
recta y personal investigación, adquiramos ahora exactos, aun-
que someros, conocimientos sóbrela interna organización, la
Morfología y la Biología de los Dípteros.
BIBLIOGRAFÍA
Adolph (G. E.). — Die Dipterenflügel , ihr Schema und ihre
Ableitung. (Nova Acta Leopold. Carol. Acad. d. Naturf.,
bd. XLYII, 1884.)
Agassiz (Luis). — The classification of Insects from embryologi-
cal data. (Smithsonian Contr., II, "Washington, 1851.)
Arribalzaga (F. L.). — Diptevología argentina. (Revista del Mu-
seo de la Plata, I, p. 345-377; II, p. 131-174, con cuatro lá-
minas.)
Blanchabd (Emile). — Histoire naturelle des Insectes. París,
1843; t. II, Dípteros.
Bertb (F.). — Contribuzione all'Anatomia ed alia Fisiología
delle Antenne degli Afanitteri. i Atti della Reale Accad.
dei Lincei, Roma, serie III, v. I e II, 1878.)
Brauer (T. ). — Systematisch-Zoologische Studien. (Sitzunsber.
Kaiserl. Akad. der Wissenschaft. Wien., bd. XCI, 1885.)
Die Zweiflüger des Kaiserlisch. Museums za Wien.
III Systematische Studien auf Grundlage der Dipteren-
larven nebst einer Zusammenstellung , etc.
(Math. — Natur-Wissensoh. Cl. Kaiser]. Akadem. Wiss.
Wien, bd. XLVII, 1883.)
Claus (C). — Lehrbuch der Zoologie, neubearbeitet von Doc-
tor K. Grobben. prof. d. Zoologie and. Univ. Wien.
(Marburg in Hessen, 1805) (con U6Q fig.-l t.).
(Véase pág. 554-560 : Clasificación de los Insectos.)
COMSTOCK ( J. H. and A.). — A manual for study of Insects (con 6
láminas y 797 fig .)
New York, 1895.
Dahl. — Puliciphora kiciphora. (Zoolog. Anzeig., 1897-1899.)
DüFOUR (L.).— Recherches anatomiques et physiologiques star les
Diptéres. (Mémoires de la Soc. des Sav. étr., Paris, 1851.)
— 308 —
Eysell (Adof). — Sind die «Culiciden» eine Familie?
(Archiv für Schiffs-und Tropen-hygieiie [Director Doc-
tor Mense], Leipzig, band IX, 1905, p. 49).
Emeery (Cario), prof. di Zoologia nella R. Univ. di Bologna.
Compendio di Zoologia.
(2.'*^ edic, con 793 fig. en el texto.— Bologna, 1904.)
(Véase pág. 324 la clasificación de los Insectos; pág. 338
á 343, Dípteros.)
FiCALBi (Eugenio). — Revisione sistemática della Famiglia delle
«Culicidae? europee.
Firenze, tip. Ricci, 1S96, 1 t. de 300 pág.
(Véase p. III. Sistemática.)
Gervais (Paul) et Van Beneden (P. I.). — Zoologia médicale.
(Exposé méthodique du Régne animal, basé sur 1 Anatomie,
l'Embryogénie et la Paléontologie) (comprenant la déscrip-
tion des espéces employées en Médecine , de celles qui sont
venimeuses et de celles qiii sont parasites de l'homme et
des animaux).
París, B.-Bailliére et fils , 1859.
(Véase t. I, p. 384 á 416.— Diptéres.)
GoETTE(Dr. Alexander) (Prof. ord. Univ. Strassburg i. E.).
Lehrbucli der Zoologie.
Leipzig, W. Engelmann ed., 1902 (con 512 fig.).
(Véase pág. 253 (Sipbonaptera) y 262-265 (Díptera).
Graber (V.). — Zur Embryologie der Insekten (Zoolog. Anzeig.,
bd. XIV, 1891).
Die Insekten (2t.), München, R. Oldenbiirg , ed., 1877 á 1879.
GiRARD.— Les Insectes (traite élém. d'Entomologie) 3 t., París,
1874-85.
Heymons. — Die Systemat. Stellung der Puliciden. (Zoolog.
Anz., 1899.)
Hertwig (R.) (Prof. d. Zool. u. vergl. Anat. in d.Univ. München).
Lehrbucb der Zoologie.»
Ed. Fischer, Jena , 1905.
(Véase p. 438, clasificación de los Dípteros).
Jaworowski (A.). — Ueber die scblanchformigen AnTiánge bei
den Nematocerenlarven. (Kosmos, 10 Jahr., 1885.)
JuEiNE (L.). — Nouvelle méthode de classer les Hyménoptéres
et les Diptéres (in 4.°, Ginebra, 1807.)
Kraepelin (K.).— Ueber die Systematische Stellung der Puli-
ciden. (Festschrift z. 50 Jahr. Jubil. d. Realgymn., Ham-
burg, 1884, separatabdr.)
Kunckeld'Hbrculais. — Sur le développement post-embryonn.
des Diptéres. (C. R. Acad. d. Se, 1881.)
- 309 —
LiOT Paolo. — Ditteri italiani (con 227 fig.).
Milano, Hoepli ed., 1895.
Lacordaire (Th.). — Introduction á l'Entomologie {'i t. y lámi-
nas, París, 1834-1833).
Lang Arnold. — Lehrbuch der vergleich.. Anatomie.
(It., Jena, 1888-1894).
Latreillb (P. a.).— Cours d'Entomologie. París, 1831.
Leydig Fraxz. — Zur Anatomie der Insekten. (MüUer's Arcti. f.
Anat. und Phys, 1859) (y otras Memorias sucesivas.)
LoNGiNOS Navas. — Catálogo descript. de los insectos neurópteros
de los alrededores de Madrid. ( Rev. de la R. Academia pe
Ciencias, Madrid, 1905.)
Marno (E..) — Die Typen der Dipteren-Larven ais Stützen des
neuen Dipteren-Systems. (Verh. d. Zool. Bot. Gesell. Wien,
XIX, 1889) (cfr. Zool. Anz., 1889-90.)
Macquart f J.). — Histoire naturelle des insectes diptéres (suite-
á Buffon). (2 tomos, París, 1834-35.)
MiALL AND Shblford.— The Structure and Life-History of the
Harlequin Fly (Chironomus) 1 t., Oxford, 1900.
OsTEN Sacken (C. R. von).— Preliminary notice of a subdivisión
of the suborder Ortborrapha Brachycera (Díptera) on chae-
totactic principies. (Berliner Entomol. Zeitschr., 1896.)
On the characters of the three divisions of Díptera: Nemocera
vera, Xemocera anómala and Eremochaeta. (Berliner En-
tomol. Zeitschr., 1892.)
(Esta publicación dio lugar á discusión entre Brauer y
Osten Sacken: es importante por el estudio de los caracte-
res propios de los grupos en el orden Díptera.)
Explanatory notice of my views on the Suborders of Díptera.
(The Entomologic. Monthly Magazine, ser. 2, t. IV, 1893,
London.)
Packard (A. S.). — Text-book of Entomology (1 t., Londres,
1898) (con nuroerosas figuras).
Perrier (Edm. ). — Traite de Zoologie. (III, Arthropodes. ) Pa-
rís, 1897.
Pandellé. — Synopsis des Tabanides de France. (Revue Entomol.
de Caen, 18S3.)
Rondani. — Dipterologiae italicae prodromus (VI tomos, Parma,
185(5 1877), y otras sucesivas publicaciones.
ScHMEiL Otto (Magdeburg). — Lehrbuch der Zoologie.
Stuttgart u. Leipzig, 1899.
(Véase p. 317 y 323.)
ScHiNER (.J. R.).— Eine neues System der Dipteren. (Verhaudl.
d. Kaiser!. Zool. Bot. Gesellsch. Wien, 1864, bd. XIV.)
- 310 —
Sharp (D.). — Insects. (Cambridge Natural History, t. V y VI,
Cambridge, 1897-99.)
Taschemberg. — Die Flohe , etc. — Halle , 1880.
TiRABOSCHi (Cario). — Les Rats, les souris et leur parasites cú-
tanos, dans leurs rapports arce la propagation de la peste
bubonique.
(Archives de Parasitologie , 15 Avril 1904) (con 72 fig.)-
Monografía sobre las especies del orden Afanitera.
Vaney (C). — Contribution á rétude des phénoménes de méta-
morpbose chez les Diptéres. ( C. R. Acad. des Sciences, 1900.)
Contribution á l'étude des larves et des métamorplioses des Dip-
téres. (Thése de Lyón.)
(Annales de l'TJniv. de Lyón, nouv. serie I, 1902).
Westwood. — An introduction to tbe modern classification of
Insect (en 2 tomos, Londres, 1839-40).
Walker. — Insecta britan nica.— Diptera. — TLondres, 1851-56.)
Wagner. — Aphanipterologiscbes Studien. (Horae Societatis en-
tomol. Eussiae, 1889, 1893-95, 1898, 19021903.)
CAPITULO II
CARACTERES MORFOLÓGICOS Y BIOLÓGICOS
DE LOS DÍPTEROS
1. No tenemos, por la breve definición que encabeza el
precedente capítulo, más que un concepto general acerca de
los caracteres propios de los Dípteros; y, sin embargo, al con-
siderar el método que nos ha guiado para la subdivisión del
orden en sus 31 familias, nos apercibimos de que la forma y
estructura de las alas, y la disposición de su venulación (ó
venatura), constituyen circunstancias de gran interés. Su cono-
cimiento puede servir de base, no sólo paraestablecer las fami-
lias, sino también para la distinción de los géneros, á veces de
las mismas especies, dentro de cada familia. Su estudio se hace,
por tanto, imprescindible.
Partiendo de distinto concepto, examinaremos luego los ca-
racteres propios del aparato bucal de los Dípteros.
En efecto, es por medio de este poderoso y complicado
aparato, constituido de varias piezas, que los Dípteros hcma-
- 311 -
tófagos, las hembras en particular, perforan la piel de los ma-
míferos y del hombre, de los vertebrados eu general, dejan
que penetren, á veces, por la imperceptible herida gérmenes
patógenos de extraordinaria virulencia, parásitos de distintas
clases; vierten de todos modos acre veneno, que por sí solo
produce, en determinados casos, vivísima irritación; chupan
por fin y absorben la sangre, perpetuando de esta suerte el
perenne círculo de ciertas enfermedades del tipo endémico ó
enzoótico.
La estancia de algunas formas de los parásitos que engen-
dran estas enfermedades, en el organismo de los üípteros he-
matófagos, no es una estancia pasiva, no queda reducida al
paso á través del tubo digestivo; bien al contrario, aquellas
formas sufren hondas modificaciones: procesos biológicos evo-
lutivos de extraordinario interés se cumplen en la intimidad de
los tejidos del huésped (Díptero). Es menester, por tanto, que
antes de emprender el examen de estos hechos, que en reali-
dad más directamente nos interesan, nos hagamos una idea
suficientemente clara del lugar donde suceden, del ambiente
vital donde se desarrollan.
En conjunto, y sin dejarnos llevar por el aspecto estric-
tamente zoológico, que no es propio ni pertinente á nuestro
objeto, debemos ocuparnos, en virtud de las razones antes
expuestas:
a. De las caracteres externos, y muy en particular de las
alas de los Dípteros.
6. Del aparato bucal.
c. Del sistema digestivo y de la interna organización en
general (de los tubos de Malpighi, de los órganos
sexuales, sobre todo en la hembra, etc.)
d. De sus metamorfosis y de sus costumbres en general
(Larvas, Ninfas é Insectos perfectos).
2. Las dimensiones de las numerosísimas especies com-
prendidas en el orden Díptera son en extreno variables: desde
las pequeñísimas formas que constituyen las familias Chirono-
— 312 -
midae y Phlébotomidae , que no llegan en algunos casos á
2 milímetros de largo (como en Mycterotypus , etc.), hasta los
grandes insectos de las familias Muscidae, Anthomyidae y Asi-
lidae (15-20 milímetros).
La proporción entre cabeza, tórax y abdomen varía también
de uno á otro grupo. Sin embargo, si se exceptúan algunas for-
mas del sub-orden Pupipara, en que aparece la cabeza en ex-
tremo reducida y casi indistinta, en las demás familias presenta
dimensiones considerables con relación al tórax y al abdomen.
Los ojos compuestos, situados lateralmente, suelen ser gran-
des, á veces grandísimos; los sencillos (Ocelli, estemas) exis-
ten en algunas formas, en número de tres; otras veces faltan
por completo.
De los tres segmentos que constituyen el tórax de los Díp-
teros (y de los insectos en general) el más desarrollado es el
mesotorax, de tal suerte que representa en realidad, en la ma-
yoría de las formas, todo el armazón del tórax, ocultándose el
metmiohan (III «segmento, metatorax) posterior é inferior-
mente debajo del mesonoto, en el punto de conjunción con el
abdomen.
El tórax lleva tres pares de apéndices locomotorias ventrales
(patas), y un par de apéndices dorsales, propias del segmento
mediano (alas).
El abdomen comprende de cinco á nueve segmentos (ó me-
támeros), no siempre evidentes, sobre todo los últimos ó pos-
teriores.
3. Alas de los Dípteros. — Las alas de los Dípteros, como
las de todos los insectos, resultan de dos láminas delgadas de
quitina, aplicadas y extendidas la una sobre la otra, y recorri-
das por algunas líneas en relieve (venas y vénulas). La dispo-
sición de estos relieves lineares, que constituye la venatura ó
venulación de las alas, varía dentro de ciertos límites, pero en
su conjunto responde á un tipo fundamental, á un plan de es-
tructura, que en sus términos medios averiguase en la Familia
de las Moscas (Muscidae). La figura 1 reproduce este tipo me-
dio, en el cual es oportuno estudiar la distribución de la vena-
tura por un lado, de las celdillas ó células (que así sejlaman
313
los espacios comprendidos entre las venas que se entrecruzan y
el borde de las alas) por otro lado.
Figura 1.— Ala de Musca doméstica (original).
Venulación : 1 , vena costalis ; 2 , v. mediastinalis ; 3 , v. sub-cosíalis (ó i .^ lon-
gitudinal); 4, V. radialis (ó 2.^ longitudinal); 5, v. cubítalis (ó 3.^ longitudinal) ;
6, V. posticalis (ó 4.^ longitudinal); 7j v. analis (ó última longitudinal); 8-8, vena
transversa posticalis ; 9, v. transversa analis ; lO, v. discoidalis; 11, v. transversa
discoidalis ; 12 (corresponde á la v. posticalis = 6)-
Células: a = costalis i.*; 6=costalis 2.^; c = mediastinalis (ó costalis 3.*);'
d= marginalis (ó subcostalis) ; e = cubitalis (ó submarginalis) ; /= posticalis i.^;
yi = posticalis 2.^; g- = anaiis ó axillaris; A = radicalis superior (ó basalis); /i' =
radicalis media; /i- = radicalis inferior; t«= discoidalis.
Todas las variaciones que se encuentran en las alas de los
Figura 2.— Ala de Calliphora vomitoria. Figura 3.— Ala de Cecidomyia.
demás grupos de Dípteros, respecto de este tipo medio de ve-
Figura 4.— Ala de Hormomyia
(H. producía).
Figura 5. — Ala de una especie de la familia
Acalyptratae (Ulidia). »
natura, pueden considerarse como efecto de aumento ó dismi-
— 314
nución, esto es de complicación 6 simplificación estructural.
Si comparamos el ala de una Cecidomyia (fig. 3) ó de una
Figura 6. — Ala de Tabanus bovinas (familia Tabanidae).
Hormomyia (fig. 4) con el ala de Mosca (M. doméstica) (fig. 1)
6 de Calliphora (fig. 2) que representan el tipo medio, nos
Figura 7.— Ala de Haemaiopota pluvialis
(familia Tabanidae).
apercibimos de que las venas costalis, siibcostalis y posticalis
permanecen, pero han desaparecido, ó mejor dicho, no existen
Figura 8.— Ala de Eristalomyia tenax
(familia Syrphidae).
en el ala de los Cecidomyidae las venas mediasiinalis y radia-
lis, ciñéndonos al examen de las principalísimas y fundamen-
tales. Las alas de la mayoría de las especies comprendidas en
— 315 —
la familia Acalyptratae presentan igualmente cierta simplifica-
ción de la venatura (fig. 5). Al contrario, en el ala de los Em-
pidae, Platypezidae, etc., 6 de los Tabanidae (figs. 6 y 7), la
complicación es evidente. Lo mismo ocurre en todas las for-
mas de la familia Syrphidae, como en el gen. St/rphiis (S, Ri-
hesii) , gen. Helophilus (H. pendulus), gen. Eristalomyia, gé-
nero JMerodon, gen. Cheilosia (fig. 8). Desde luego hay que ad-
vertir que no es el hecho de la complicación mayor ó menor
que constituye el carácter taxonómico, sino el modo cómo las
venas principales se subdividen y circunscriben las células^ y
su relación con el borde del ala.
Mas no es éste el solo carácter que nos interese en el estu-
dio de las alas do los Dípteros. Debemos también tener en
cuenta: 1.° La forma ó corte del ala, sobre todo en su base,
donde toma inserción entre tergites y epímero del segmento
medio del Tórax (Mesothorax); — 2° La forma y disposición
de las pequeñas escamas que en determinados grupos, como
en la familia Culicidae (Mosquitos), recubren las venas y el
borde de las alas. Escamas semejantes revisten también, en
estos Dípteros, las demás partes del cuerpo, con varia distri-
bución y en distinta medida. Fúndase esencialmente sobre es-
tos caracteres la clasificación de la familia Culicidae de Theo-
bald (1903); — 3.° Por fin, la disposición de las alas respecto
del eje longitudinal del cuerpo cuando el insecto descansa.
Por lo que se refiere á la forma de la base del ala y su in-
serción, hay que observar que la presencia de ahila, antíté-
gula y tégida, ni es constante ni corresponde con una compli-
cación más ó menos acentuada de la venatura. En los Culici-
dae, por ejemplo, que representan un tipo bastante complicado
de venulación, álula y tégula se encuentran apenas indicadas,
así como es muy poco acentuada la incisión (<5 incisura) axilar
(ó anal), que constituye el límite entre el borde del ala (borde
posterior) y el álula. légula y antitégula llámanse en conjunto
sqiiamidae 6 mejor calypirae: al cerrarse las alas, en aquellos
Dípteros que poseen caliptras, repliéganse la una (antitégula)
sobre la otra (tégula); pues en realidad sólo la primera hace
parte del ala y con ella se mueve: la segunda (tégula) está
— 316 — •
fijada á la pared torácica. Ambas recubren — cuando existen —
los balancines, y por este carácter distínguense los dos gru-
pos de Muscidae: Muscidae Calyptratae (con balancines cu-
biertos por caluptra) , que comprenden tantas especies para
nosotros interesantes, como las del género Olossina, las del
gen. Stomoxys, etc., y Muscidae Acalyptratae (que carecen de
calyptra, y tienen por tanto balancines descubiertos).
4. La importancia de la forma y distribución de las esca-
mas, no sólo á lo largo de las venas y bordes de las alas, sino
también sobre las distintas partes del cuerpo^ se hace evidente
en el estudio sistemático de los mosquitos propiamente dichos
(Culicidae). Son esas escamas pequeñas, finísimas, que re-
uniéndose en gran número en ciertos puntos, á la confluencia
de dos venas, por ejemplo, en aquellas especies típicas descri-
tas hasta ahora como pertenecientes al género Anopheles (y
separadas por Theobald, Giles, Blanchard, en los géneros Py-
rethophorus, Mizomyia, Myxorhynchus, Anopheles, etc.),
determinan con sus tonos parduzcos las apariencias de man-
chas características, propias de cada forma en particular. El
aspecto de estas escamas, determinado por Theobald en un nú-
mero considerable de ejemplares, puede reducirse, en mi en-
tender, á seis tipos fundamentales á los cuales pueden añadir-
se algunas combinaciones entre formas diferentes, que se en-
cuentran en las alas. En efecto, la observación detenida de
cierta cantidad de ejemplares de la misma especie, ó por lo
menos del mismo género, me ha permitido convencerme de
que existen formas de transición, formas intermedias, las cua-
les no tienen nada de específico, ni pueden considerarse, por
tanto, como caracteres suficientes para establecer distinciones
de especies aceptables en buena regla taxonómica.
Theobald ha definido las formas de escamas con términos
ingleses , inadmisibles en absoluto para entenderse y llegar á
un rápido acuerdo internacional sobre un carácter que él mis-
mo juzga y cree tan importante, quizás con excesiva benevo-
lencia. Blanchard ha intentando traducir al francés, ó mejor
dicho, indicar con términos franceses más sencillos las formas
típicas de las escamas que cubren el cuerpo (ó ciertas partes
- 317 —
del cuerpo) de los mosquitos y las venas de las alas. Yo re-
produzco (en la fig. 9) las seis formas típicas que en mi en-
VI
m
jv
Figura 9. — Formas fundamentales de las escamas que cubren determinadas partes del
cuerpo de los mosquitos (Culicidae) , y su disposición sobre las venas de las alas.
I. Squamula rectangulata. I. Squamulae elongatae.
n. — rhomboidalis. H. — cyclicae et minimae.
TTT- — arciformis. UI. — longirectangulatae.
rV. — ovoidea. IV. — longire ctangulatae et
V. — aculeata. elongatae.
VI. — contorta. (Class. DE G. Pittalüga).
tender pueden admitirse como características en los varios
géneros de la familia Culicidae, y además cuatro de las com-
binaciones de escamas alares; pero las acompaño con la corres-
Eev, Acad, Ciencias. -III.— Octubre, 1905 22
— 318 - ■
pendiente indicación latina, que desde luego debe sustituirse
á las de Theobald y de Blanchard.
Balancines. — Ya hemos dicho que las alas posteriores (se-
gundo par, ó alas del metathorax de los demás insectos) están
reducidas, en los Dípteros, á dos pequeños apéndices clavifor-
mes, los balancines. La función de los balancines se ha in-
terpretado como una función de equilibrio durante el vuelo.
Semejante interpretación no tiene serio fundamento. Encuén-
transe en los balancines de los Dípteros en general, una ó mu-
chas series ó grupos y aglomeraciones de órganos escolopófo-
ros del Graber, muy parecidos á los que constituyen los órga-
nos cordotonales (metaméricos y de fácil observación en las
larvas de los Dípteros en general, pero existentes en todos los
insectos).
Patas. — Como todos los insectos, los Dípteros tienen tres
pares de apéndices locomotorios torácicos (ventrales), esto es,
seis patas; y la conformación de estas patas corresponde en su
conjunto también al tipo general de los insectos. La pata de
un Díptero, pertenezca á cualquiera de las familias de este or-
den, se compone délas partes siguientes: anca (coxa) , trocán-
ter, fémur, tibia y tarso. Los tarsos son de 5 artejos, común-
mente 5 tarsos: trátase, por tanto, de insectos pentámeros.
Desde luego, los tarsos, así como las otras partes que consti-
tuyen las patas, son más ó menos largas, más ó menos delga-
das en las varias familias.
El último artículo del tarso lleva especiales órganos de ad-
hesión, esto es, uñas (en número de dos, por lo general, con
dientes) y empodio, 6 lóbulo con aspecto de ventosa, varia-
mente dispuesto en los diferentes grupos, destinado, sin em-
bargo , siempre á sujetar convenientemente el insecto sobre el
plano 6 superficie en que descanse.
Importancia grandísima para la clasificación , secundaria
para nuestro objeto, tiene el estudio de las Antenas y de los
Palpos de los Dípteros. Órganos completamente distintos, las
primeras hállanse implantadas en la cabeza, en su parte supe-
rior ó dorsal: son constituidas por muchos artejos en los Ne-
moceros, pocos en los Braquiceros: representan órganos tac ti-
— 319 —
les ó en general de sentido, muy probablemente auditivos: por
fin, son casi siempre más desarrolladas en los machos y ador-
nadas de pelos, de que carecen en las hembras, lo cual consti-
tuye un dato muy importante, pues en la mayor parte de los
casos, las hembras solas siendo hematófagas y peligrosas, nos
conviene distinguirlas con relativa facilidad. Los Palpos están
en íntima relación anatómica con las piezas bucales: son órga-
nos ventrales: á veces se unen íntimamente con las piezas an-
tedichas y participan con ellas — en la apariencia exterior — á
constituir el aparato bucal. Como las antenas, presentan dimor-
fismo sexual evidente^ sobre todo en algunas familias (Culici-
dae): largos y plumosos en el macho, son reducidos y desnu-
dos en las hembras del mismo género.
5. Aparato bucal de los Dípteros. — El aparato bucal de los
Dípteros, en extremo interesante, constituye lo que se llama
comúnmente la trompa (probaseis) , destinada á perforar (excep-
tuadas pocas familias, y casi siempre los machos) y á chupar.
A veces muy prominente, quédase en otras especies reducida
á un pequeño relieve cónico, terminal, en la parte inferior de
la cabeza. La disposición y el número de las piezas que cons-
tituyen la trompa varían notablemente; y, sin embargo, en to-
dos los casos podemos reconstituir, con un examen detenido, el
tipo fundamental.
Diremos, desde luego, que los Estridos (familia Oestridae)
al estado adulto presentan piezas bucales atróficas.
En las demás familias, el tipo está representado por una
vaina (constituida por el labium, más ó menos largo), que con-
tiene las piezas perforantes. Estas son en número de seis como
máximum: dos mandíbulas, dos maxilas, el hipofaringe y el
labrum, soldado casi siempre, en estos casos, con el epifarin-
ge. Labium, labrum^ dos maxilas y dos mandíbulas correspon-
den á órganos que se encuentran en todos los Insectos, adap-
tados en modo especial y distinto en los varios grupos: al con-
trario, hipofaringe y epifaringe representan dos piezas impa-
res, quitinosas, exclusivamente desarrolladas en los Dípteros.
Nunca hipofaringe y epifaringe faltan; pero sí pueden en-
contrarse atróficas, ya aislada ó ya contemporáneamente, las
— 320 —
maxUas y las mandíbulas. Cuando la vaina constituida por el
labium (v. fig. 10) no contiene más que dos piezas, constituidas
por el labrum (soldado con el epifaringe) y por la hipofaringe,
como ocurre en las mos-
,J.<:^^^^ ^ I^^Arc-nJe ^^^ ^^ general (familia
Muscidae) , entonces la
trompa llámase dicheta
(antlia dicheta). Cuando
se hallan en la trompa
cuatro piezas perforan-
tes, llámase tetracheta:
éste es el caso de la fa-
milia Syrpkidae (figu-
ras 11-12). Cuando to-
das las piezas se hallan
desarrolladas en la vaina del labium, entonces la trompa dícese
Jlipo/arinée
Jjd^ii
um
Figura 10. — Esquema que representa una sección
transversal de la trompa dicheta , característica
de la familia Muscidae.
Max.
J/a.¿i
itun
Figura ll,— Cabeza de Eristalis hor-
tensis (familia Syrphidae) [semi-es-
quemáticoj.
T/ipo/ar.
FiflUPa 12. — Sección transversal de la trompa
ttetrachaetaj de Eristalis hortensis (esquemá-
tico.
exacheta, pues contiene seis piezas: este es el caso de los Cu-
licidae (mosquitos) y de los Tabanidae (v. fig. 13 y 14).
Reducida á estos términos sencillos, la constitución de la
trompa de los Dípteros en general, y de los Culícidos en parti-
Fíq. 14
Labrun-epipharinx
rra^uc<is
Mufiuiahuxi.
Cínc/uc/v MUüar
Mandibulae
- Hypopharinx
Maxillae
^^ Labium
O.J'Ma&l^
Rev. Acad. Ciencias.
321
cular, será comprendida con relativa facilidad. Modificaciones
especiales del labium, que en los Muscidae se ensancha en su
porción terminal como una ventosa, y constituye un órgano
poderoso para chupar; variaciones considerables en la dimen-
sión de toda la trompa, muy larga y resistente, aunque delga-
da, en los mosquitos; adaptaciones de varia clase, explícanse
todas sin apartarse de la interpretación de los detalles anató-
FiflUra 13.— Cabeza de Tabanus au-
tumnalis Q
a. Antena.
p. Palpo.
t. Trompa.
J^.
Figura 14.— Detalles de la trompa de Tabanús
antumnalis (seg. Delafond) 9
p. Palpo.
Lep. Labrum -[- Epifaringe.
mm. Mandíbulas y Maxilas.
Hip. Hipofaringe.
Lab. Labium.
micos ya indicados, y mejor aún demostrados por las adjuntas
figuras, y por la primera de la lám. I.
Las piezas bucales que constituyen la trompa de los machos
en general — puesto que en las especies hematófagas que-
da reservado á las hembras este papel — están reducidas para
formar un órgano de succión , un órgano eminentemente chu-
pador.
6. Tubo digestivo y órganos con él relacionados. — En el
tubo digestivo de los Dípteros podemos distinguir tres porcio-
nes: I, la primera ó anterior, casi siempre y en su totalidad
comprendida en los límites de la cabeza y del tórax y repre-
— 322 —
sentada por la faringe^ inmediatamente en continnación de la
abertura bucal á la base del aparato ya descrito , y por el esó-
fago, en cuya parte anterior ábrense el reservorio (jabot de
los franceses, saco ventral ó estómago chupador, con expre-
siones impropias) y á veces dos sacos accesorios, laterales 6
sacos aéreos (v. la fig. 2 de la lám. I). En correspondencia de
esta porción del intestino encuéntranse también las glándulas
salivares, cuyos conductos excretores desembocan — reunidos
Figura 15.— Intestino medio y posterior de un Díptero de la familia Culicidae
{Anopheles claviger) 9-
V. Válvula cardíaca (límite anterior del intestino medio).
/. m. Tubos de ]Malpighi.
a. r. Ampolla rectal.
OV. Ovarios.
en un túbulo único por lo general — casi siempre en el límite
anterior de la faringe. Las glándulas salivares, muy desarro-
lladas en casi todos los Dípteros, segregan un líquido dotado
de peculiares propiedades irritantes, venenosas. — II, sigue el
estómago 6 intestino medio , intestino quiUfero , separado del
esófago por una válvula evidente , repliegue de la mucosa con
participación de la muscular (válvula cardiaca), detalladamen-
te estudiada por Schaudinn en los Culícidos (v. fig. 15); á su
vez el intestino medio comprende una parte anterior estrecha^
— 323 —
j una parte ancha, verdadero estómago. — III, viene por fin el
intestino posterior, constituido por una primera parte delgada
(Ileum) y por una porción terminal ensanchada (Rectiim, am-
pulla redalis).
En el punto donde termina el intestino medio (estómago),
desembocan los tubos malpigianos ó tubos de Malpighi, órga-
nos de gran interés morfológico y fisiológico, que se encuen-
tran en número muy variable en todos los Insectos (exceptua-
dos los Colembolos y algunos Tisanuros) y en los Dípteros en
número de cuatro ó cinco (cinco en los Culícidos, constante-
mente).
La disposición y estructura de los tubos de Malpighi es típi-
ca: abiertos por un lado en la cavidad intestinal, en corres-
pondencia del límite entre intestino medio é íleo, están cons-
tituidos por una serie de células epiteliales^ acompañadas por
una membrana basilar y una delgada capa quitinosa; las ante-
dichas células epiteliales, características, gordas, con grandes
núcleos y especiales disposiciones citoplásmicas, encierran, de-
terminan y rodean un lumen ó canalículo central, que contiene
un líquido de secreción.
Cerrados en la extremidad opuesta, hállanse los tubos de
Malpighi libres en la cavidad del lacunoma (celoma), y deben
considerarse — sobre todo á consecuencia de las investigacio-
nes de Platean y de Schindler — como órganos renales y uri-
níferos.
La estructura de la pared del tubo digestivo puede reducir-
se á las tres túnicas: túnica mucosa, túnica muscular y túnica
conectival ó conjuntiva (ó peritoneal ócelómica). Esta última,
externa ó periférica, está directamente en relación con el la-
cunoma (celoma) ó cavidad general del cuerpo donde circula
la sangre. Los caracteres de la túnica mucosa, que reviste in-
-teriormente todo el tubo digestivo, difieren en sus distintas
porciones, pero casi siempre hállase acompañada la capa ó ca-
pas celulares por una membrana basilar ó anista, y recubierta
por una delgadísima capa ó cutícula quitinosa.
7. Grupos celulares especiales, más ó menos extensos, re-
unidos en el lacunoma (cavidad general del cuerpo), alrededor
- 324 —
de los órganos, debajo de la pared cutánea, y constituidos por
elementos de muy distinta significación morfológica y fisiológi-
ca (células grasicntas ó adiposas, células esplénicas, enoci-
tos, etc.) representan los llamados órganos adiposos de los In-
sectos en general , y que se encuentran particularmente des-
arrollados en ciertos Dípteros.
Todo el cuerpo está recorrido por tráqueas , tubos respira-
torios, constituidos por hilos quitinosos en espiral cerrada, re-
cubiertos por una membrana delgada.
El sistema muscular se encuentra bastante desarrollado en
todos los Dípteros y corresponde con la metamería (segmentos)
del cuerpo. Disposiciones en extremo interesantes presenta el
sistema nervioso.
Órganos genitales . — No nos detendremos en la descripción
de los genitales externos. Los órganos genitales propiamente di-
chos (glándulas sexuales), hállanse constantemente encerrados
en la cavidad abdominal. Todos los Dípteros son insectos con
sexos separados, y con dimorfismo sexual bastante acentuado
y evidente, aunque no en la medida en que se manifiesta en
otros grupos, por ejemplo, en los Lepidópteros (1). Los órganos
genitales de la hembra — que mayormente nos interesan por
las consideraciones que tendremos ocasión de hacer durante
nuestro estudio, acerca de la posibilidad de transmisión de
ciertas formas de parásitos desde el organismo materno á los
huevos, y por ende á las larvas, ninfas é insectos perfectos de
(1) Como en casi todos los grupos, existen también entre los
Dípteros formas hermafroditas, aunque rarísimas. Tal es el caso,
sumamente interesante, del Termitoxenia (Termitoxenia mirabi-
lis) estudiado por Wassmann.
Es también importante recordar los casos de partenogénesis que
se observan en algunas especies de Dípteros, como en los Chirono-
onus (reproducción, durante ciertas épocas del año, por huevos
sin fecundar ) ; y los de paidogenia ó pedogénesis (reproducción de
nuevas formas larvales, endógenas, partenogenéticas , en el cuer-
po de las larvas de una generación sexuada) , propios de ciertas
Cecidomias ( Cecidomyia Myastor) , estudiados por Meinert, Leuc-
kart, Metscbnikoff y otros.
- 325 -
la nueva generación — resultan esencialmente de tubos 6 vai-
nas ováricas, bilaterales (pares, en número igual por cada lado
del cuerpo) y que se continúan, 6 mejor, desembocan en un
conducto — oviducto — que se une con el de lado opuesto para
formar la vagina. El número de los tubos 6 vainas ováricas,
que constituyen en su conjunto los ovarios, en extremo va-
riable en la serie de los insectos, es muy reducido en los Díp-
teros pupí paros (Hyppobosca, Melophagus, etc.) y no es muy
grande en ningún grupo de Dípteros en general. En el género
Chirononms , en las familias Cecidomyidae y Culicidae la dis-
posición de los óvulos en la bolsa ó vaina ovárica es distinta
de la que se observa en los demás grupos. Las células viteló-
genas, en los ovarios de los Dípteros, rodean al huevo, de tal
suerte, que éste se encuentra en la vaina ovárica encerrado en-
tre dichas células, constituyendo un nodulo esférico ú ovoideo,
único, visible. En los Culícidos y en otros Dípteros existe una
glándula especial que segrega una substancia mucilaginosa, la
cual se elimina con los huevos, durante la puesta. Existe siem-
pre Spermatheca.
8. Metamorfosis en los Dípteros y costumbres de las Lar-
vas, Ninfas é Insectos perfectos. — Los Dípteros son insectos
con metamorfosis completa (Insectos metábolos ú holometá-
bolos). Los huevos, fecundados en el momento de salir del
cuerpo materno por el esperma contenido en la Spermatheca,
dan lugar á larvas, las cuales, al cabo de cierto tiempo, trans-
fórmanse en ninfas 6 pupas , y de éstas desarróllanse y salen
los insectos perfectos, esto es, las formas adultas. El tipo de
ninfa ó pupa propio y característico de los Dípteros es el de
pupa coártala; es decir, que la forma de ninfa desarrollase
dentro del involucro de la larva, sin salir de él. A pesar de
esto, las ninfas ó pupas de la familia Culicidae y de otros gru-
pos de Dípteros, son dotadas de movilidad, que manifiestan
á veces con movimientos vivísimos. Algunas especies de Díp-
teros (gen. Musca, Glossina, Anthomyia, Sarcophaga, Ta-
china , Dexia) son en realidad vivíparas. Sólo en las familias
del orden Pupiparae (gen. Hyppobosca , Melophagus , Nycte-
ribia, etc.), las larvas se desarrollan en el cuerpo de la madre
- 32G —
hasta el punto de su inminente transformación en ninfa ó pupa.
Entonces la madre las depone , y en seguida pasan á esta forma.
En las demás familias, la puesta de los huevos averiguase
en condiciones muy distintas. Las hembras de muchos Dípte-
ros ponen sus huevos en las aguas, 6 mejor sobre pequeños
trozos de substancias sólidas, ó sobre vegetales que se encuen-
tren en las aguas: las larvas y las ninfas de estos Dípteros son
acuáticas. Tal es el caso de las familias SimuUdae (en parte
Tipulidae), Chironomidae y Culicidae. Casi todas las formas
con larvas hidrófilas ó acuáticas, pertenecen al suborden Ne-
mocera, Pero en este mismo suborden la familia Cecidomi/idae
pone los huevos sobre las flores, sobre las hojas, sobre los
pequeños ramos de las plantas, como la Lestremia juniperina
del JiDiiperus (Enebro), la Cecidomyia del Lotus cornicula-
ius, la Ctcidomyia del pino, etc. Sus larvas determinan la for-
mación de agallas. Algunas viven á expensas de otros insectos
(Afidios), como las de Cecidomyia aphidiophora. La familia
Bibionidae engendra larvas terrícolas: otras especies, que
constituyen, según los recientes autores, una familia aparte
(Mycetophilae), ponen los huevos sobre ciertos hongos de de-
terminadas clases. Por fin, las larvas de los Phlebotomidae
(Phlebotomus papatasii y otras formas ) viven en la tierra
húmeda, entre los restos orgánicos, etc.
Entre los Brachycera (II suborden) hay familias con larvas
terrícolas ó acuáticas, otras cuyas larvas se desarrollan y viven
entre substancias orgánicas en descomposición, y por fin mu-
chas especies cuyas larvas se hospedan directamente en los
tejidos ó en cavidades del cuerpo de varios animales. Sobre
estos caracteres podría fundarse (y así lo han intentado algu-
nos autores), una clasificación del suborden de los Braquíceros,
comprendiendo en éste. Dípteros con larvas:
I. Geomyzae, esto es, vivientes en la tierra (ó en el
agua).
11. Abiomyzae, esto es, vivientes entre substancias orgá-
nicas, descompuestas, sin vida.
III. Biomyzae , que se desarrollan y viven sobre los tejidos
6 en los órganos de varios animales.
- 327 -
• Pertenecerían al I grupo las familias: lahanidae (cuyas lar-
vas, armadas de dos grandes y móviles apéndices ganchiformes,
se desarrollan en el terreno húmedo); Siratiomyidae con lar-
vas en parte lignícolas, esto es vivientes en la madera, algunas
sobre las plantas, etc. (en parte larvas hidrófilas, vivientes en el
agua); Bomhiliidae y Asilidae, Empidae (en éstos ^ larvas
acuáticas algunas veces), Leptidae y Therevidae.
Sirfldae y Muscidae (estas últimas muy importantes para
nosotros), viven en estado de larvas entre las materias orgáni-
cas en descomposición. El insecto perfecto es muchas veces
hematófago (Glossina , Stomozys, Haematobia , etc.). Las
Anthomyidae se desarrollan en las substancias vegetales des-
compuestas, algunas sobre los hongos ó en la tierra húmeda,
entre los micelios y las raíces. Lo mismo sucede con las larvas
délos Acalyptratae.
Las larvas de la familia Tachinidae viven y se desarrollan
como endoparásitos de varias especies de Coleópteros , de Le-
pidópteros (crisálidas), de Forfículas y otros insectos: singu-
larísimo caso de adaptación parasitaria. Las larvas de los Oes-
iridae, por fin, se desarrollan como parásitos de varios mamí-
feros domésticos ,en el estómago é intestino del caballo, en las
fosas nasales y senos frontales de las ovejas, algunas en la in-
timidad de los tejidos.
El « habitat » de las larvas y de las ninfas es un dato de suma
importancia en el estudio de las relaciones que pasan entre es-
tos insectos y el hombre ó los animales domésticos. Aun de-
jando aparte el grupo de los Oestridae, en los cuales la adap-
tación parasitaria del período larval representa ya por sí una
causa directa de alteraciones patológicas, de estados morbosos,
á veces de graves lesiones en el organismo del huésped, el
conocimiento exacto y posiblemente completo de las costum-
bres larvales, del «habitat» de larvas y ninfas, y hasta del
tiempo ó estación y localidades preferidas para la ovificación,
la fecundación y la puesta de los huevos, puede indicarnos
el camino para aplicar ciertas medidas profilácticas, cuando se
trate de proteger al hombre y á los animales domésticos contra
ciertas especies, que en el estado de insecto perfecto ejercen el
— 328 -
papel de transmisores de graves enfermedades. En efecto, la des-
trucción de las larvas y de las ninfas, aunque muy difícil de lle-
var á cabo, puede, sin embargo, tomarse en consideración como
una de las medidas profilácticas aplicables en semejantes casos.
De interés adn mayor son las costumbres de estos Dípteros
en su estado terminal de insectos alados. Mas sobre el particu-
lar entraremos en mayores detalles al ocuparnos de las distin-
tas especies que, como vehículo de gérmenes patógenos, repre-
sentan un peligro constante , en ciertas condiciones de am-
biente, para el hombre y para los animales domésticos.
bibliografía
Brauer (Fr.) und Bergenstamm (J. v.)- — Die Zweiflüger des
Kais, Museum zu Wien. IV. Vorarbeiten zu einer Monogra-
phie dei" Muscaria schizometopa fexcl. Antomyidae) I. c, p.
69-180. Wien, 1889.
Beciier (E.). — Zur Kenntniss d. Mundtheile der Dipteren.
(Denksclir. d. Akad. d. Wissenschaft zu Wien, XLV, pági'
ñas 123-162, 1882.)
Bellesme ( Jousset de). — Réclierches experimentales sur les fonc-
tions du balancier chez les insectes Diptéres. (París, 1878);
un folleto de 96 págs. con fig.
CoQuiLLET (D. "W.). — Revisión of the Tachinidae of America.
(Nort of México). A Family parassitic two-Avinged Insects.
(Washington, 1897).
DuFOUR (L.).— Anatomie genérale des Diptéres. París, 1844.
DiMMOCK (G). — Thej Anatomy of the mouth-parts and of the
sucking-apparatus of some Díptera.
(Boston, 1882, con 4 láminas.)
Henneguy (F.). — Les Insectes (1 t., París, Masson , 1904; con 662
figuras y 4 láminas).
HowARD (L. O.) and Maelatt (C. E.).— The principal household
Insects of the United States. (U. S. Department of Agricul.
ture, División of^Entomology, Bullet. núm. 4, 1896; con figu-
ra y lam.)
KoLLiKER. — Zur feineren Anatomie der Insekten (Weber die
Harn. Organe unsw). (Verhandl. d. Physikal. Medie. Gesells-
chaft in Würzburg, VIII, 1858, p. 225-235.)
KoLBE (H. I.). — Einführung in die Kenntniss d. Insekten (con
324 fig.) Berlín , 1893, 1 tomo.
— 329 —
Kraepelin (K.). — Zur Anatomie und Physiologie des Rüssels
von Musca. (Zeitschr. für Wissenscliaf t. Zoologie, 1883, pá-
ginas 683-719, con 2 láminas.)
LowNE Thompson (B.). — The Anatomy, Pbysiology, Morphology
and Development of the Blow-Fly (Calliphora erythroce-
phala).
(Memoria en 2 tomos.)
Londres, 1893-95.
Mbinert (F.). — Die mundtheile der Dipteren (Zoologiscli. An-
zeiger, 1882, pág, 570-574 y 599-603).
Macloskie (Gr). — The proboscis of the House-Fly,
(The American Naturalist, XIV, p. 153-161, con 3 figu-
ras, 1880).
Macloskie (G.). — Kraepelin's proboscis of Musca.
(The American Naturalist, XVIII, p. 1234-44, con 12 figu-
ras, 1884.)
(Se refiere al estudio de Kraepelin [v. antes] sobre Musca
[Calliphora] vomitoria.)
MiALL (L. C). — The natural history of the aquatic Insects.
(Londres , in 8°, 1. t. con lám. , 1895.)
Osten-Sacken (C. R.). — Studies on Tipulidae. I. Review, etc.
(Berlin. Entomol. Zeitschr., p. 167, 1886, Berlín.)
Redtenbacher (I.).— Vergleichende Studien über das Flügelgae-
der d. lusekten (Annalen d. k.k. Natur. Museum zu Wien,
1886, I,p. 153-231).
Rees (I. van). — Beitrage zur Kenntniss d. inneren Metamor-
phose von Musca vomitoria.
(Zoolog. lahrb. Abth. f. Anat. u. Ontogen. , bd. III., 1888.)
SCHINDLER (E.j. — Beitrage zur Kenntniss d. Malpighischen Ge-
fasse d. Insekten (con 3 láminas y 1 flg. en el texto.)
(Zeitschr. f. Wissensch. Zoologie, Bd. XXX, 1878, pági-
na 587-660).
ScHiNER (I. R. ). — Díptera.
(Reise. d. Oesterr. Fragate Nevara; Zoolog. Theil. Zw. Bd.,
"Wien, 1868) y otras numerosas publicaciones.
Smidt (J. B.). — Notes on the Structure and History of Haema-
tobia serrata [ =Lyperosia (Haematobia ) irritans L.].
(Psyche, V. p. 343-47, fig. 1-6).
(Detalles de la anatomía de la trompa y demás órganos.)
Theobald (T. V. ).— a monograph of the Culicidae or Mosqui-
tos, Londres, 1901-1903 (III tomos con 1 atlas y numerosí-
simas figuras).
- 330 —
CAPITULO III
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LAS ENFERMEDADES
TRANSMITIDAS POR LOS DÍPTEROS
1. El papel de los Dípteros en la transmisión de ciertos
parásitos, en la propagación de enfermedades epidémicas ó
epizoóticas, ha sido descubierto y determinado muy reciente-
mente, y, lejos de ser conocido en toda su extensión, requiere
aún multitud de datos, exige largas y pacientes investigaciones.
Si se tiene en cuenta que los Dípteros, representados por las
típicas y comunísimas formas de las familias Muscidae (Musca
domestica, etc.) y Culicidae (Culex pijjiens , 6 mosquito común,
etc), han sido constantes compañeros del hombre, en sus vi-
viendas, en los parajes de sus faenas agrícolas, desde los tiem-
pos más remotos, nos extrañamos de tan larga demora, de re-
traso tan perjudicial en el conocimiento de los maleficios y da-
ños que pueden ocasionar semejantes insectos.
Y, sin embargo, bien considerada la cosa, nos convencemos
muy pronto de que sólo la aplicación de los modernos métodos
y adelantos científicos á los estudios mierobiológicos, podía
traernos la prueba y demostración de lo que, en forma de vaga
hipótesis ó desatendida tradición popular, venía afirmándose por
algunos y sospechándose por otros.
Dormese, citado por Comenge, á propósito de la gravísima
epidemia de « calenturas malignas » y « fiebres infecciosas » que
acometió y diezmó las tropas francesas durante el asedio de
Gerona (Cataluña) en 1283, y de la cual extensamente habla
Pauly en su libro «Climats et endémies;^, refiere que los habi-
tantes de aquella comarca y los soldados atribuían el contagio
á «unas moscas que mataban con su picadura ».
Lancisi, en los primeros años del siglo xviii (De noxiis pa-
ludum effluviis eorumque remediis, Roma, 1717), escribía que
muy probablemente los mosquitos (Cidices) tenían alguna par-
te, ejercían algún papel en la producción de las fiebres palúdi-
cas, no ya por la sola irritación consecutiva á su picadura, sino
— 3H1 -
por inoculación de alguna substancia tóxica (non vulnere , sed
infuso per vulnus venéfico liquido).
A pesar de estas y otras vagas indicaciones, que paréceme
del todo innecesario reproducir, llegamos hasta los últimos
años del siglo xix sin que ninguna observación directa, nin-
guna investigación científica, ninguna prueba experimental se
hubiese llevado á cabo sobre tan importante argumento.
Sentada la doctrina microbiana, y demostrado ya el origen
bactérico de un grupo muy considerable de enfermedades, antes
aún que se comprobara el origen parasitario y protozoárico de
otras, muchos pensaron en la posible transmisión de gérmenes
patógenos por medio de las moscas en general, y, en efecto,
desde el año 1875 al 1885 publicáronse numerosas Memorias,
notas y observaciones acerca del papel de las moscas en la
difusión de varias enfermedades epidémicas (Grassi, Hoffmann,
Lioy, Mégnin, Sawtschenko, Spillmann y Hausalter, etcétera).
En todas ellas admitíase el transporte puramente mecánico de
los gérmenes. Sólo cuando surgió el problema de la determi-
nación de un medio adaptado para el desarrollo de ciertas for-
mas de parásitos animales, como las Filarlas (cuyos embriones
circulan en la sangre), las investigaciones tomaron nuevo y más
científico derrotero.
Bancroft, Cobbold y Manson deben considerarse, sin discu-
sión, como los iniciadores de este período, Bancroft, que
en 1876 había descubierto los Nematodes adultos, que engen-
dran los embriones circulantes en la sangre, en los casos de
Filaria sanguinis hominis (antigua denominación de Lewis,
sinon. pro part. Filaria Bancrofti Cobbold), pensó en la posi-
bilidad de que los mosquitos, al chupar la sangre de los enfer-
mos, absorbieran también los embriones, y luego, quizás, los
depositaran en el agua. Así lo escribía el mismo Bancroft, en
una carta, fechada en 20 de Abril de 1876, dirigida á Cobbold.
La hipótesis de Bancroft fué comprobada en parte por Man-
son: comprobada sólo en parte, pues el modo como los embrio-
nes de Filaria abandonan el organismo del mosquito, para
pasar otra vez en el huésped vertebrado, no responde en la
realidad á la teórica explicación de Bancroft, temporalmente
- 332 —
aceptada por MaDSon, esto es ala hipótesis de la transmisión
por el agua. Sin embargo, las excelentes observaciones de Pa-
trick Manson, pusieron en claro que los embriones antedichos
cumplen en el cuerpo del Díptero una especial evolución mor-
fológica, modifícanse profundamente y adquieren caracteres
nuevos y propios de una fase de desarrollo vital, que los acerca
á las formas adultas.
Este hecho fundamental , fué el punto de partida de una se-
rie de investigaciones, que muy pronto, por analogía, hicieron
pensar en la existencia de parecidas metamorfosis, de pareci-
dos ciclos evolutivos en los parásitos (protozoarios) que Lave-
ran, primero, en 1882 había encontrado y descrito en la sangre
de los palúdicos, y luego, por los estudios del mismo Laveran,
de Golgi, de Marchiafava y Celli, de Grassi y Feletti, habían
sido universalmente reconocidos como microorganismos pató-
genos específicos de las fiebres intermitentes.
Este, someramente expuesto, fué el camino que recorrió en
sus principios la doctrina de la transmisión de ciertas enferme-
dades parasitarias, en particular Filariasis y Malaria, por los
mosquitos (Dípteros de la familia Culicidae).
Desde entonces, con la participación de los médicos colonia-
les, sobre todo de los ingleses, que encontraron en las Indias
campo de observaciones inesauribles sobre enfermedades tropi-
cales de varia clase; con la cooperación de zoólogos de gran
mérito, nuestros conocimientos acerca del papel que ejercen
los Dípteros en general , los Mosquitos en particular, en la pro-
pagación de varios parásitos patógenos para el hombre ó los
animales domésticos, han aumentado notablemente.
Nosotros expondremos aquí, en lo que toca, sobre todo, á la
Filariasis (humana y de los perros), á la Malaria (Paludismo)
y á ciertos puntos especiales de la epidemiología de la fiebre
amarilla, así como á determinadas especies de Dípteros (Phle-
hotomus , Mycterotypus f etc.), los resultados de nuestras per-
sonales investigaciones.
2. Para el estudio de las enfermedades transmitidas ó pro-
ducidas por los Dípteros, adoptaremos el plan y el orden que
á continuación se exponen:
- 333 -
I. Enfermedades determinadas por parásitos que cumplen
su círculo vital (ó ciclo evolutivo) con una fase de
desarrollo en el organismo de ciertos Dípteros:
1 . Enfermedades debidas á parásitos animales
(Metazoos):
a) Filarinsis. — Las Filarlas del hombre.
bj Las Filarias de los animales domésticos.
c) Probable papel de los Dípteros en la
transmisión de otros Nematodes, de
Trematodes y Cestodes.
2. Enfermedades debidas á Protozoarios pará-
sitos:
a) Paludismo (Malaria).
bJ Enfermedades debidas á Hematozoarios
cercanos al de la Malaria humana, en
los animales.
c) Tj-ipanosomiasis.
1. — En el hombre.
2. — En los animales.
3. Enfermedades debidas á Ifomicetos, Blasto-
micetos y Esquizomicetos.
4. Enfermedades debidas á parásitos de natura-
leza aun desconocida ó indeterminada:
Fiebre amarilla.
II. Enfermedades producidas por parásitos que probable-
mente c^xm^^Xen su ciclo evolutivo en ciertos Dípteros
y pueden, por tanto, ser transmitidas por estos in-
sectos.
III. Enfermedades de etiología desconocida, y cuya difu-
sión se atribuye á ciertos Dípteros.
IV. Enfermedades producidas por gérmenes 6 parásitos
que pueden mecáyiicamejite ser transportados por los
Dípteros,
V. Enfermedades directamente producidas por los Dípte-
ros ó sus larvas.
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 19C6. 23
— 334 -
3. El estudio de la epidemiología y el examen de la distri-
bución geográfica de estas enfermedades (grupo I), permiten
apercibirse en seguida de que su difusión queda circunscrita casi
siempre dentro de ciertos límites, caracterizados por peculiares
condiciones climáticas. Trátase esencialmente de enfermeda-
des de las zonas tropicale? y subtropicales, adquiriendo en los
países de clima templado caracteres de menor intensidad. Des-
de luego podemos afirmar que el hecho ahora indicado está en
estrecha relación con las condiciones vitales de los parásitos,
más bien que con la distribución geográfica de los Dípteros
transmisores. A pesar de la dificultad extrema que se encuentra
para apreciar la sensibilidad y los límites de adaptación de los
parásitos animales (comprendidos los Protozoarios) á las con-
diciones del ambiente cósmico reflejadas en el huésped , pode-
mos, sin embargo, afirmar que esa sensibilidad es finísima, y
que estos límites nos permiten sentar conclusiones prácticas
de grandísimo valor para la profilaxis personal, individual, y
hasta para el saneamiento de regiones enteras.
El desarrollo de las empresas coloniales por parte de los eu-
ropeos, que ha adquirido durante los últimos veinticinco años
extraordinarias proporciones, sobre todo en el continente afri-
cano; la necesidad de establecer acuerdos internacionales fun-
dados en datos científicos y conocimientos exactos sobre la
etiología y medios de difusión de enfermedades epidémicas tan
graves como la fiebre amarilla, son suficientes razones para ex-
plicarnos el vivísimo interés y la febril actividad con que los
centros oficiales de investigaciones científicas han dirigido to-
dos sus esfuerzos al esclarecimiento y al estudio de la Patolo-
gía tropical.
Mas en España existen razones especialísimas que deben
impulsarnos á cooperar activamente en esta labor. Sus largas,
seculares é íntimas relaciones con las Américas, y muy en par-
ticular con el Sud de América, con las regiones que constitu-
yen las Repúblicas del Centro, y con las islas del grupo de las
Antillas; y, por otra parte, con el archipiélago filipino, han
puesto á España en condiciones favorables en extremo para la
importación de enfermedades parasitarias y epidémicas, pro-
- 335 —
pias de aquellas antiguas colonias. Si se considera que el clima
de España es, dentro de los términos de Europa, el que más se
acerca al tipo de los subtropicales (climas calientes), por lo
menos en sus provincias del Sur y en parte de las Mediterrá-
neas , y se añade la proximidad de la costa africana y las fre-
cuentes relaciones que existen con ella, se comprenderá que
todas estas causas juntas pueden haber contribuido á estable-
cer en España focos latentes, pero peligrosos, de gérmenes pa-
tógenos y parásitos, como las Filarías, por ejemplo, que me-
recen toda nuestra atención y el más detenido estudio.
Por otra parte, abundan en la Península, segán queda de-
mostrado por mis investigaciones personales, ya publicadas en
parte, y por las de otros observadores, los Dípteros de la fa-
milia Culicidse, transmisores de las principales y más impor-
tantes enfermedades endémicas en los trópicos.
Estas consideraciones deben representar un estímulo pode-
roso para continuar en el camino indicado. Ellas sirven al mis-
mo tiempo de justificación — si es menester justificar con algún
fin práctico el trabajo de investigación científica — para todo
lo que en esta Memoria se estudia y se describe.
BIBLIOGRAFÍA
AUDATX (L.). — Pathologie iatertropicale: doctrine et clinique.
(Port au Prince, 1904, in 8.°)
(Estudio especial de las enfermedades propias de las An-
tillas. El A. ha estado largos años en Haiti. La parte doctri-
nal contiene ideas muy personales, en parte erróneas).
ApolIsOíjio (Dr. M.).— Patología dell'América del Sud. (Rivista
italo-americana , Eoma , 1,2, 15 Julio 1902.)
Albert (Dr. a. H.). — Transmisión de las enfermedades por los
insectos. (The New York medie. Journal, 4 Febrero 1905.)
(Reseña de los estudios recientes sobre transmisión de
las enfermedades por los insectos en general).
Blanchard (R.). — Les moustiques. Histoire naturelle et mé*
dicale. (París, 1905, F. R. Rudeval, edit.) 1 t. con fig. ylám.
Daubler (Dr, Karl). — Die Grundzüge der Tropenhygiene (con
8 fig. y 8 láminas con reprodcc. fotog.).
Berlín, 1900; edit. Otto Enslin, pág. 384.
Lamber. — Higiene de l'Egypte. (París, 1873, 1 t.)
— 336 -
!]LoMBARD. — Traite de Clíraatologie.
Atlas de la Distribution géographique des maladies dans
leuvs rapports avec les climats.
(25 láminas.)
París, Bailliére, ed., 1880.
Manson (Sm Patrick). — Tropical diseases. (A Manual of the
Diseases of "Warm Climats.)
1903, 3.^ ed., Cassell a. C. Londres.
Mense (Dr. Karl). — Handbuch der Tropenkrankheiten (erster
Band). Leipzig, 1905.
Muzío (Dr. Garlo). — Le malattie dei paesi caldi. Loro profiíassi
ed igiene. (1S04, ed. Hoepli , Milano.)
Martin (F.). — Die Krankheiten in Südlichen Chile.
Berlín, 1885, 1 t.
NuTTALi, (G. H. F.)— On the role of Insects , Aracbnides, etc.
as Carritírs of bacter. and parasitic diseases of Man and
animáis.
(John Hopkins Hospit. Reports , VIII, p. 1-154.)
(Resumen de la misma Memoria en British med. journal,
II, p. 642,1899.)
(Ampliación de la Memoria precedente, en alemán, en
Hygienische Rundschau , IX, p. 209-220, 275-289, 393 á 408,
503-520 , 606-680 ; 1900.)
(Traducción francesa, Bordeaux, Dr. Levrier).
Perroncito (E.).-— I parassiti deH'Uomo e degli animali utili.
(Vallardi ed., 190Í, con 276 figuras y 25 láminas,)
SiMPSON (W. J.). — The maintenance of health in tho Tropics.
London , Ball a. Danielson , ed. 1898 con ilustr. (publicado
bajo la dirección de la Escuela de Med. tropic. de Londres).
Smiih. — On the diseases of Perú.
(Edimb. Med. a. surg. Joiirnal, LVI, p. 152, 1887.)
Thomas (Dr. L.). — Géographie méiicale de l'Amerique du Sud.
(Grande Encyclopéd., t. II, 714.)
Ward (Prof. B.). — The relations of animáis to diseases.
(Sciences, New York, 18 Agosto 1905, núm. 555).
— 337 —
CAPITULO IV
FILARIASIS
I). — FiLARiASis EN GENERAL. — II). Ftlaria immitis, Leidv.
1. Llamo Filariasis en general, al conjunto de las altera-
ciones y lesiones producidas en el hombre y en los animales
domésticos por las Filarlas de la sangre, ó Filarlas cuyos em-
briones circulan en el plasma sanguíneo.
El tipo de estos parásitos está representado por la Filaría
Bancrofti (F. nocturna) del hombre, que determina á veces
las características formas j)atológicas de la Elefantiasis ara-
biim,' y por la Filaría immitis de los perros; ambas transmi-
tidas al huésped vertebrado por Dípteros de la familia Cidíci-
dae (mosquitos).
Todavía no conocemos exactamente el ciclo evolutivo y modo
de transmisión de las demás Filarlas del hombre.
La Filaría lahiato-papillosa del buey, se transmite por me-
dio de los Dípteros de la familia Aluscidae, pertenecientes al
género Stomoxys (Stomoxys calcitrans) .
Las Filarlas equinas se transmiten, según toda probabilidad,
por medio de los Dípteros del gen. SimuUiim.
2. Son las Filarlas {Í2Lxm\\2i Filaridae) gusanos Nematodes,
de sexos separados, parásitos los adultos de animales verte-
brados (mamíferos) y del hombre; las hembras, vivíparas, pro-
ducen gran número de embriones, destinados á pasar una fase
de desarrollo larval en el organismo de un huésped intermedio
(invertebrado) (1).
(1) No hablase aquí en lo más mínimo de la Filaría medinéri'-
sis del hombre, cuyos caracteres morfológicos, modo de transmi-
sión, etc., nos obligan á considerarla como género distinto, por
lo cual es oportuno aceptar definitivamente la nomenclatura de
Cobbold, Ktimpfer, Looss, y llamarla Dracunculus (Dracunculus
medinensis).
— 338 —
Tomaremos como ejemplo típico para el estudio del ciclo
evolutivo y modo de transmisión de las Filarias de la sangre,
el de la Filaría immitis de los perros, por ser de fácil obser-
vación en España, por parecerse en extremo al de la Filaría
Bancrofli, por haber constituido, en fin, el objeto de persona-
les investigaciones, por mi parte, durante los últimos años.
3. Los individuos adultos de la Filaría immitis (Leidy,
1850) ó Filaría papíllosa haematíca canis domestici (Delafond
y Gruby, 1852), se encuentran, por lo general, en número re-
lativamente reducido, en grupos de dos á diez ó poco más, lo-
calizados en estos casos en el ventrículo derecho del corazón y
en las arterias pulmouales del perro; sin embargo, y á pesar de
que la mayoría de los
observadores insiste so-
bre dicha localización,
se encuentran también
aislados, á veces en nú-
mero bastante crecido,
en el tejido conjuntivo
subcutáneo, sobre todo
en los perros viejos, que
viven desde mucho tiem-
po en sitios donde abun-
dan los mosquitos y
duermen en el campo,
al abierto.
Son gusanos filifor-
mes, de dimensiones
variables, más largas las
hembras que los machos.
Las hembras pueden, en efecto, alcanzar la medida de 300
milímetros; y yo poseo un ejemplar que llega á los 370 (figu
ra 16, AJ. El diámetro transversal varía entre 1 y IV2 ™í^í~
metros. El cuerpo es cilindrico, blanco opaco; el del macho,
que no llega casi nunca á los 200 milímetros de largo, termi-
na, en su extremidad caudal, con una espiral fina y puntiagu-
da (v. fig. 16, B). La abertura bucal, pequeña, redonda, está
Figura i6.— Filaría inmitis, adultos Ó y Q
— 339 —
rodeada de seis papilas, y seguida inmediatamente por ua bre-
ve esófago que se continúa en una porción del intestino, intes-
tino muscular, de 2 á 2 \ o milímetros de largo. Lateralmente,
muy cerca de la extremidad cefálica, ábrese la vulva en las
hembras. Los órganos sexuales están representados, en estas
últimas, por los tubos ováricos que corren á lo largo del cuer-
po, y se continúan en dos úteros que convergen al fin en la
vagina única, monolateral.
Sacados del medio ambiente en que viven estos parásitos
(sangre, tejidos conjuntivos bien vascularizados), quedan como
entorpecidos y mueren poco tiempo después. En solución fisio-
lógica {de Na Cl), á la temperatura de 37° ó 38°, pueden
conservar su vitalidad durante veinticuatro horas ó más.
Cuando en el sistema circulatorio ó en el tejido conjuntivo
del perro (1) hállause machos y hembras adultas, entonces las
hembras, fecundadas, pueden dar lugar á grandísima cantidad
de embriones, que, libres y dotados de activísimos movimien-
tos, se presentan en la sangre periférica.
4. La morfología de estos embriones, su fina estructura y
organización, constituían un problema en extremo interesante,
puesto que debía suponerse que en ellos se encontraran los
distintos elementos, origen de los órganos que se desarrollarán
luego en los períodos sucesivos de la vida larval, en el huésped
invertebrado (mosquito).
Durante el verano de 1903, dirigí mis investigaciones en
este sentido, y logré aclarar en gran parte la fina anatomía de
estos embriones, hasta entonces casi completamente descono-
cida. En efecto, el mismo Dr. Noé, en su importante trabajo
Sul ciclo evolutivo della F. Bancrofti e della F. immitis
(1901), limítase á describir los embriones de la F. del perro
durante su vida en la sangre del huésped vertebrado, coa las
palabras que siguen: «Estos embriones, observados con mucha
(1) Me interesa hacer observar que las Filarías que se encuen-
tran en el tejido conjuntivo son siempre más pequeñas , de dimen-
siones menores que las de la sangre del corazón (sin que se trate
en estos casos déla F. Recóndita, especie distinta).
- 340 — •
atencidn, presentan una organización más complicada de lo
que parece. Ya puede uno ver, á lo largo de la parte anterior
del cuerpo, si bien apenas indicado por una línea sutil, el lu-
men intestinal, que á veces puede extenderse posteriormente
en un trayecto muy notable. Muchas veces dicha línea parece
como interrumpida por varias manchas pequeñas ó puntos res-
plandecientes, los cuales representan pequeñas dilataciones lle-
nas de líquido transparente.
» Acerca del límite de la tercera parte anterior del cuerpo
embrional se ve muy bien una mancha ovoidal, también res-
plandeciente, situada sobre el lado ventral del embrión. Re-
presenta esta mancha el inicio de una glándula que se encuen-
tra luego muy bien desarrollada en las larvas durante su evo-
lución sucesiva en los tubos malpigianos del mosquito, y que
ha sido descripta por Grassi y Calandruccio en las larvas de
F. Recóndita, bajo el nombre áe gl adula anterior.
»A1 límite de la tercera parte media del cuerpo se puede
poner de relieve, con alguna dificultad, una gruesa célula
ovoidal que parece ser el indicio de los órganos genitales.»
Como se ve, esta descripción, á pesar de su exactitud, no
puede considerarse como suficiente bajo el aspecto morfo-
lógico.
Por otro lado, las preparaciones de sangre en seco^ someti-
das, después de haberlas fijado, á los varios métodos de colo-
ración, no dan resultados mejores, en cuanto no llegan á reve-
larnos en la forma debida, conservando las disposiciones nor-
males, la estructura celular de los embriones. Así es que, por
ejemplo, los preparados teñidos con tionina fenicada de Nico-
lle, ó con azul de metileno en solución alcalina, ó con emato-
xilina, á {)esar de lo que digan los autores, no son á propósito
para el estudio morfológico, puesto que en ellos se tiñen los
embriones irregularmente in tota, diferenciándose muy mal las
distintas células.
En una nota de Lang y Noc , Les filaires en Nouvelle Calé-
donie^ dicen estos autores: «...La meilleur procede de colora-
tion du sang consiste dans Femploi de la Thionine phéniquée
de Nicolle. Ce colorant met bien en évidence la constitution
— 341
intime^ des embryons, qui apparaissent colores en violet, etc..»
Ahora bien, cuantas preparaciones he hecho con este método
y los otros parecidos, siempre me han dado coloración unifor-
me ó casi uniforme de los cuerpos embrionales, y sólo la falta
de comparación con los re^ultados que se obtienen con el mé-
todo de la coloración in vivo puede hacer creer que los méto-
dos en seco permitan poner de relieve la constitución íntima
de los embriones.
Y no quiero detenerme más en examinar las varias opinio-
nes emitidas acerca del asunto. Sólo diré que, en una nota de
Low, en el Journal of tropical medicine (16 Febrero de
1903), sobre «Method of mounting specimens of Bilharzia
eggs, Filarial embrios, and Small Worms, etc», se lee tam-
bién que «...para los embriones de Filaria puede pasarse en
agua el cubre- objetos con la gota de sangre, y luego añadir
pocas gotas de una substancia colorante cualquiera, como fuc-
sina, ematoxilina, etc...» Lo que he dicho antes vale también,
y con más razón, por lo que se refiere á los resultados de este
método (tratándose de embriones de F. immitis).
En el tratado de Perroncito <í1 paras siti delV uomo e degli
animali utili», pág. 406 de su ultima edición (1902), hállase
una figura que reproduce la forma de los embriones de F. im-
mitis. Pero los cuerpos allí representados, uniformemente gra-
nulosos, limitados por la cutícula periférica, en nada revelan
la interna organización.
El método por mí indicado (coloración in vivo de los em-
briones) y los resultados obtenidos, ya publicados en prece-
dentes Notas (1903-1904), han sido comprobados por Grassi,
Noé y otros observadores , no sólo en lo que toca á los embrio-
nes de Filaria immitis^ sino también — con ciertas diferen-
cias — á los de F. hancrofti. Sin detenerme en referir los de-
talles de la técnica empleada, que se hallarán en mis anteriores
publicaciones, me limitaré, en este punto, á comentar y expli-
car las figuras que aquí reproduzco, añadiendo algunas nuevas
y originales (v. lám. II y III).
Los perros filariosos son muy frecuentes en Extremadura, y
en particular, nosotros encontramos muchos en la provincia de
- 342 — -
Cáceres, distrito de Navalmoral de la Mata, comarca grave-
mente palúdica, donde abundan en grandísimo número los
mosquitos del género AnopTieles, Pyretóphorus , Mixomyia.
Los embriones de Filaría immitis, examinados directamente,
en una gota de sangre extraída por puntura de una oreja del
perro, se presentan con aspecto de pequeños gusanos, de 330
á 360 \i. de largo, 6-7 jx de ancho, dotados de vivísimos mo-
vimientos. En una capa de sangre de algún espesor, entre porta
y cubre-objeto, en determinadas condiciones de observación,
pueden verse aún vivos al cabo de algunas horas, á pesar de la
evidente alteración de los hematíes. Si se persigue su examen
al microscopio — es muy suficiente para ello una lente en
seco, —se ven durante un primer período de tiempo hacer mo-
vimientos serpentinos, deslizarse en' forma de anguilas, trasla-
dándose con relativa facilidad de un punto á otro en el plasma,
Luego, en un segundo período, siguiendo con esa forma de mo-
vimientos muchos de ellos, se ven otros embriones, y poco á
poco, la mayoría, que se envuelve y repliega en espiral, con
movimientos rápidos, desenvolviéndose también rápidamente.
Y más tarde, por fin, los movimientos disminuyen de intensi-
dad y se ven los embriones, ya fijos, sólo hacer movimientos
de balanza, agitando débilmente su extremidad cefálica y mo-
viéndola de un lado á otro, con pequeñas oscilaciones de todo
el cuerpo.
5. Adoptando mi método de impregnación in vivo (Véase
Fase, 1.°, t. III, Marzo, 1904, «.Trabajos del Labor, de In-
vest. biológicas de la Univ. de Madrid») con una solución al-
calinizada de Azul de Metileno (de Hocht); esto es, mezclan-
do directamente con el plasma de la sangre en que se mueven
los embriones, una gota de la solución siguiente:
Azul de Metileno crist. puris. L. Meis-
ter , etc. , Hocht 0,20 gramos.
Carbonato sódico 0,30 ídem.
Agua destil 100 ídem.
se nos revela poco á poco la íntima estructura celular de los em-
briones, según la representan las figuras de las láminas II y III
— 343 -
Sin embargo, haré observar, que la reproducción de la ima-
gen completa de un embrión llegado al término de su impreg-
nación con el método antes indicado, no nos proporciona to-
dos los detalles que salen á luz cuando, con Ja vista al ocular
del microscopio, seguimos el proceso en sus fases sucesivas»
mientras se desarrolle y determine (1).
Enfocando convenientemente con el tornillo micrométrico
se ven por primeras, á la extremidad cefálica del embrión, tres
6 -cuatro células con gruesas prolongaciones anteriores, que
llegan al límite del cuerpo embrional, tocando la cutícula del-
gada. Toman estas células aspectos diferentes en sus relacio-
nes con la pared anterior y lateral del cuerpo, según represen-
tan con suficiente claridad y con toda exactitud las figuras de
la lám. lí. Si se tiene en cuenta que el ectoderma embrionario
de los Nematodes en gen2ral (y véanse acerca de esto los es-
tudios de Jammes), se presenta en condiciones de diferencia-
ción tan atrasada, que no nos permite distinguir los elementos
epiteliales sencillos y los elementos ya próximos á los caracte-
res del tejido nervioso, y si, por -otra parte, ponemos en com-
paración la disposición embrionaria representada por ese agru-
pamiento de células cefálicas, con la disposición del anillo de
(1) Recogida sobre el cubre-objetos una gota de sangre de una
pequeña herida (pincbazo), en la región mejor vascularizada déla
oreja del perro, se pone rápidamente sobre el porta-objetos, ejer-
ciendo ligera presión. El porta-objetos ba sido previamente pre-
parado, habiéndosele dejado caer encima una gota de la solución
colorante indicada.
De esta forma, el plasma, en el cual se mueven los embriones de
la gota de sangre del cubre-objeto, se mezcla íntimamente con la
solución colorante. Los embriones se tiñen poco á poco, progresi-
vamente.
Estas preparaciones pueden conservarse por más tiempo en bue-
nas condiciones, si se ponen á la estufa á 35 ó 38*^. También puede
encerrarse el cubre- objetos pegado al porta, con bordes de parafi-
na ó de cualquier substancia impermeable; no se evita con esto la
alteración de los hematíes, pero sí puede lograrse que los embrio-
nes se conserven coloreados en buenas condiciones por algún
tiempo.
— 344 —
pequeñas células nerviosas, ya claramente visible en los suce-
sivos períodos de desarrollo de los embriones en el huésped in-
vertebrado (período larval), nos parecerá muy lógica la inter-
pretación ya comunicada en mis precedentes notas, esto es,
que el agrupamiento antedicho que se encuentra en los em-
briones, esté constituido por los elementos neuro- epiteliales
que darán origen á las células nerviosas del anillo peri-eso-
fágeo.
Inmediatamente detrás de este grupo de células anteriores,
se perciben (en un período bastante adelantado de la impreg-
nación), las pequeñas células entodérmicas (fig. 17, E.), á las
que hállanse sobrepuestos los núcleos ectodérmicos esparci-
dos debajo de la capa cuticular estriada, que reviste todo el
cuerpo embrional (lám. II y III).
Antes de llegar al límite, entre el tercio anterior y el tercio
medio del cuerpo del embrión, á 100 [x. ó menos de distancia
desde la extremidad cefálica, encuéntrase la vesícula refrin-
gente, clara, situada en contacto de la pared del cuerpo, ya
descrita por Grassi y Noé con. el nombre de glándula anterior.
El contenido de esta pequeña ampolla glandular posee propia-,
dades acidófilas, según queda demostrado por mis observacio-
nes, y desde luego puede afirmarse que comunica con el am-
biente exterior. En efecto , con el mismo método de la colora-
ción in vivo de los embriones en la sangre, y sustituyendo á
Ja gota de sencilla solución de azul de metileno una gota de
la mezcla de azul de metileno y eosina (solución 1 por 100 de
eosina B cristal Meister L. & B.), hemos observado que el
contenido de la glándula anterior preséntase siempre con el
aspecto de pequeños coágulos de color terroso ó rojizo, indu-
dablemente debidos á la precipitación de substancias acidófi-
las (v. lám. III, fig. 2).
Una célula grande, con citoplasma intensamente teñido (por
el método antes indicado), núcleo claro y nucléolo central, está
en relación con la vesícula abierta al exterior (fig. 17).
La significación embriogénica y la función de este esbozo de
órgano, representado por la vesícula ó glándula anterior, es muy
dudosa.
— 345 -
En mis precedentes Notas, y tomando en consideracidn las
disposiciones anatómicas del gusano adulto y las sucesivas mo-
dificaciones de la glándula anterior en las fases larvales, den-
tro de los tubos malpigianos del AnopheJes , según han sido de-
mostradas por Noé, yo me permití adelantar algunos conceptos
acerca de la posibilidad que dicha glándula representara el es-
bozo de las vías genitales externas en las hembras de Filaría
immiiis. Reconozco las dificultades de carácter cmbriogénico y
morfológico que se oponen en parte á esta interpretación, y so-
bre todo la falta de datos exactos y terminantes en este pro-
pósito. Mayores probabilidades presenta la hipótesis de que se
trate de un rudimento de sistema excretor que Looss, por ejem-
plo, ha creído observar y ha descrito en otras especies de Fila-
ridae (F. loa). Lo cierto es que la glándula a ?í/er/o;' puede se-
guirse en su desarrollo desde las formas embrionarias en la
sangre del vertebrado, basta los últimos períodos larvales de
la F. immitis en el huésped invertebrado, encontrándonos al
llegar á este punto con una interrupción, que sólo nuevas in-
vestigaciones podrán satisfactoriamente llenar.
Prosiguiendo hacia la extremidad posterior del cuerpo em-
brional^ nos encontramos con una porción bastante larga en
que se observan tan sólo las pequeñas y numerosas células re-
dondas ó poligonales , con borde protoplasmático delgado y
nucléolo central fuertemente teñido, sobre las cuales, y deba-
jo de la capa cuticular, se notan algunos núcleos ectodérmi-
cos; llégase, por fin, al límite entre la tercera parte media y
la tercera parte posterior del embrión, en correspondencia de
una célula gorda, de considerables dimensiones, provista de un
núcleo muy grande, claro, y que encierra un nucléolo central.
Esta célula, según los conocimientos actuales, debidos en su
mayor parte á los estudios de Leuckart acerca de semejantes
disposiciones embrionales en los Xematodes, debe representar
el esbozo de la gónade, de las células sexuales. En los perío-
dos posteriores de la evolución larval, dentro del huésped in-
vertebrado, estas células agrupadas se ven trasladarse sucesi-
vamente hacia la porción anterior del cuerpo , sin alejarse mu-
cho de su punto de origen (fig. 17, d.).
.-- 346 —
Viene luego un agrupamiento de cinco á seis células ento-
dérmicas, de dimensiones bastante mayores que las descritas
Fiaura 17.- Embrión de P. immitis (aum. 1
\ lf)00 /
a, agrupamiento de células cefálicas.
E, pequeñas células entodérmicas.
6, vesícula ó glándula anterior.
c, célula grande central.
d, gónade (?).
e, vesícula posterior.
en las porciones anterior y media. Estas células constituyen
los elementos del intestino quilífero, que se desarrollará msís
claramente desde los primeros momentos de la vida larval en
el huésped invertebrado. Este agrupamiento celular llega has-
ta un punto donde se encuentra una segunda vesícula cla-
ra, refringente, con reflejos amarillentos, dispuesta como la
II
.^
'g.<L.
X^V
vp.
Fig. 20.C
H
Cü
i
Fig. 21. A
%
Fia 21.a \é
\r7.' "tnt
•f^r-
F,g. 21.
Fig. 2U
i
I
tí
^1
ü PULtüí^a. JU:
/¡M' Aaui.íundtis.
- 347 —
primera, 6 glándula anterior, hacia la pared ventral del em-
brión. Esta vesícula posterior debe considerarse como el esbo-
zo del intestino posterior, sin que aun se hayan establecido sus
relaciones con el intestino quilífero. Su presencia en los em-
briones es de gran importada, pues parece demostrarnos que
el intestino posterior tiene origen esquizocélico y no se forma
por introflexión y consiguientes fenómenos de rotura y solda-
dura. Ya Patrick Manson, en su «Tratado de enfermedades
tropicales», al describir los embriones de la F. Brancofti (del
hombre), hablaba también de una tail spot (ó mancha cau-
dal), adelantando la hipótesis de que pudiera tratarse de un
rudimento of the anus , or cloaca, and posterior part of tke
alimentary canal (1. cit., pag. 550, 3.* ed.).
La última parte del cuerpo embrional, poco después de la
vesícula posterior, empieza á hacerse más delgada, hasta que
termina en un filamento constituido, al parecer, exclusivamente
por la cutícula estriada.
6. Un hecho muy interesante, que importa poner de relie-
ve, es que los embriones de Filaría immitis del perro, hállan-
se desnudos en la sangre, al contrario de lo que sucede con
los embriones de F. Bancrofti (F. nocturna) y de F. Diurna
del hombre, que se observan encerrados en una membrana
(Esuvies). Esta membrana no es otra cosa que el chorion del
huevo. Los embriones de F. immitis rompen el involucro del
chorion antes de salir del útero de la hembra adulta; al con-
trario, en las especies antedichas, la membrana del huevo, sin
ceder á la presión de los movimientos de extensión que ejerce
el embrión en su interior, despliégase delicadamente y acom-
paíía á este último durante el primer período de su vida, en el
plasma sanguíneo.
Los embriones así descritos viven durante un tiempo in-
determinado en la sangre del perro filarioso, sin posibilidad
ninguna de desarrollarse ulteriormente mientras permanezcan
en ti huésped vertebrado, donde se encuentran los gusanos
adultos que los han producido.
¿En qué forma efectúase su migración? ¿De qué manera
y por cuál camino pueden llegar á penetrar en otro huésped ó
- 348 —
conservarse vivos en ambiente distinto, y por fin infectar otros
perros?
Galeb y Pourquier aseguraron haber observado en un caso
la transmisión de los embriones de la sangre de la madre á
los perros recién nacidos. Aun admitiendo la posibilidad de
este modo de transmisión, nada nos explicaría, ni sería sufi-
ciente para darnos razón de la manera cómo algunos de estos
embriones tan numerosos llegan al estado y forma de nemato-
des adultos. De todos modos, yo no creo en la posibilidad de
esta transmisión á través de la placenta; y fundo esta opinión
en argumentos de analogía con lo que pasa con el hematozoa-
rio de La verán; en razones fisiológicas y morfológicas, al con-
siderar el modo de formación de los distritos vasculares del
feto en correspondencia con los vasos de la placenta materna,
y, sobre todo, en la observación personal de una perra fila-
riosa, que dio á luz en Diciembre de 1903, y cuyos cachorros
(examinados en el Instituto de Alfonso XIII en Madrid) es-
taban por completo exentos de embriones circulantes en la
sangre (1).
En 1879, Bancroft comunicó haber observado embriones,
probablemente de Filaría immitis, en el cuerpo de ciertos pio-
jos, Tricbodectes lahis, ya considerados como huéspedes inter-
medios de la Taenia cocitmerina del perro. Sin embargo, debió
tratarse de un error en la indicación de esta especie de ecto-
parásito, pues, como es fácil observar directamente — y queda
en la actualidad fuera de duda — \ob Trichodectes [Ax(\\\\^-
teros ápteros y parásitos malófagos), no chupan nunca la san-
gre ni penetran, en modo alguno ;, á través de la piel del perro,
sobre el que tienen su asiento: sólo se limitan á carcomer y
roer la superficie cutánea y los pelos.
Sonsino, en 1888, rectificó el error y aseguró que debía tra-
tarse, en el caso de Bancroft, de un Haematojmius (H. pili'
fer) , habiendo observado el mismo, por su parte, embriones
(1) La perra era filariosa desde siete meses por lo menos. La
autopsia (en Febrero 1904) demostró la presencia de 7 gusanos
adultos en el corazón derecho (3 machos y 4 hembras).
— 849 —
de Filaría immitis en estos insectos, así como en las pulgas
de los perros (Piilex serraticeps).
Mas las investigaciones posteriores de Grassi, del mismo
Sonsino y otros, demostraron que los embriones encontrados
en los insectos de los géneros Pulex y Haematopinus (en és-
tos muy escasos y quizás accidentales), pertenecen á una es-
pecie de Filaria del perro, distinta por completo de la F. im-
mitis, y que Grassi llamó F. recóndita.
El mecanismo de transmisión de los embriones de F. itn-
mitis ha sido determinado por Grassi y Noé en 1900. Du-
rante el año de 1903, aprovechando la circunstancia favora-
ble de encontrarme en una comarca de España donde abun-
dan los perros fílanosos, al mismo tiempo que llevé á cabo
las investigaciones antes referidas sobre la morfología de los
embriones, repetí las experiencias de Noé; y de los resultados
obtenidos, doy cuenta al describir en su conjunto el proceso
evolutivo de la Filaria immitis y el modo de difusión de este
parásito, desde los perros que ya le hospedan á los perros
sanos.
Si se examina la distribución de las zonas ó regiones en que
se hallan perros con embriones en la sangre (embriones — que-
da entendido — de F. immitis) ^ se observa en seguida que és-
tas corresponden casi siempre con sitios de paludismo endémi-
co; cuando menos trátase de lugares donde abundan ciertas es-
pecies de Dípteros de la familia Culicidse. Al hacer el examen
de gran cantidad de estos Dípteros encontráronse los prime-
ros investigadores con que algunos entre ellos — pocos, relati-
vamente,— pertenecientes á la sub-familia Aiiophelinae ^ hos-
pedaban en los tubos malpigianos gran número de embriones
de nematodes, los cuales, con un estudio más detenido, se re-
conocieron por formas de desarrollo (formas larvales) de una
Filaria de la sangre. De aquí á la prueba experirnental y de-
mostración biológica de la transmisión de la Filaria immitis
del perro por medio de los mosquitos, el paso fué breve.
Existía el precedente de las observaciones de Bancroft, y,
sobre todo, de Patrick Manson, acerca del paso de la Fila-
ría Bancrofti, en su período larval, por el organismo del
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Octubre, 1905. 24
- 350
Culex ciliaris (C. pipiens, en general). Sin embargo, es opor-
tuno poner de relieve que la hipótesis sostenida por Manson
y sus discípulos sobre el fundamento de estos hechos (es de-
cir, de la existencia de un período de desarrollo larval en el
organismo del mosquito), consistía en admitir que las larvas,
llegadas á cierto límite de su evolución, pudieran ser deposi-
tadas en las aguas por los mismos mosquitos, ó, mejor dicho,
caer en el agua al morir las hembras de estos Dípteros, según
suele ocurrir durante la puesta de los huevos; y luego pasar al
organismo del hombre por medio del agua que las contuviera.
Tratábase, por tanto, de una hipótesis fundada en la analogía
con los hechos observados por Fedtschenko, bajo la dirección é
inspiración de Leuckart, y que tanta luz han traído sobre la
transmisión de la Filaría medinensis ( Dracunculiis medi-
nensis.
La determinación exacta del mecanismo de transmisión de
la Filaría immiiis en los perros, ha servido luego para modi-
ficar también los conceptos de P. Manson y de sus discípulos
sobre el modo de penetración de la F. Bancrofii en el orga-
nismo del hombre.
7, Ya hemos dicho que al examinar directamente (según
los métodos y la técnica que más adelante se indicarán) un
número bastante crecido de mosquitos de la sub-familia Ano-
phelinae, y más especialmente de la especie Ánopheles claviger
(sinónimo maciiUpennis ) , allí donde se encuentren perros fíla-
nosos pueden hallarse en algunos ejemplares los embriones de
Filaría ímmítis en su período de desarrollo larval.
La proporción de mosquitos infectados (1) no supera casi
nunca (en verano), el 4 por 100 de los examinados. Si el pe-
ríodo de desarrollo en que se encuentran las larvas de Pilaría
en el mosquito es aun muy atrasado, no podremos llevar á
(1) Esta palabra no es apropiada ni admisible, pues debe re-
servarse para indicar los organismos atacados por gérmenes bac-
téricos en general. En este caso mejor diríase parasitados , adop-
tando un vocablo ya corriente entre los franceses; no me atrevo,
sin embargo, á introducirlo en la lengua castellana.
— 351 —
cabo un experimento de inoculación, que nos dé la prueba de
su evolución definitiva en el organismo del perro (huésped
vertebrado). Mas si encontramos casualmente las larvas ya
por completo desarrolladas, esparcidas en la cavidad general
del cuerpo y en el lahium mismo del mosquito, entonces po-
dremos — dilacerado ya el díptero — trasladarlas, vivas y mó-
viles, durante breves momentos, en pocos centímetros cúbicos
de solución fisiológica de Na Cl, y luego, lo más pronto posi-
ble, inocularlas por una puntura cutánea, por una herida su-
perficial, que apenas haga sangre, en el tejido conjuntivo de
un perro sano, previamente examinado.
Esta experiencia, de difícil actuación en las circunstancias
y con el método antes indicado, puede llevarse á cabo en
modo más completo y más demostrativo, haciendo picar un
perro filarioso, que presente abundantes embriones en la san-
gre periférica, por cierto numero de mosquitos del gen. Ano-
pheles. Algunos de ellos, se utilizarán como testigos, exami-
nándolos sucesivamente en distintas fechas^ para observar el
desarrollo de las larvas de Filarla: los demás, alimentados con
frutos y agua, en la forma que se indicará, se destinarán á que
piquen, en el momento oportuno — determinado por la obser-
vación metódica de los testigos — otro perro, sano, en el cual
podremos investigar la suerte tocada á las larvas salidas del
mosquito, ya esperando que aparezcan en la sangre los embrio-
nes producidos por los gusanos adultos (si es que macho y
hembra llegan á fecundarse), ya con la autopsia, buscando di-
rectamente en los tejidos y órganos las Filarlas en su nueva y
terminal fase de evolución biológica.
Cuando un mosquito de la sub-familia Anophelinae, habien-
do picarlo al perro filarioso, introduce en su tubo digestivo,
mezclados con la sangre chupada, los embriones de Filaría
immitis^ éstos, penetrados á través de faringe y esófago en el
estómago ó intestino medio del mosquito, se dirigen hacia las
desembocaduras de los cinco tubos de Malpíghi (véase figu-
ra 15), que constituyen el sitio de elección para su desarrollo
en el huésped invertebrado.
La migración de los embriones desde el Mamífero (perro) al
^ 352. ~
Díptero, debe considerarse, por tanto, como migración pasivas
sólo en su primera parte, en su primer período, mientras la
faringe del mosquito, provista de musculatura, dilatándose y
contrayéndose sucesivamente, empuja la sangre, y con ésta los
embriones chupados, hacía el reservorio y el estómago. Mas
desde ahora, y en este punto, empiezan los movimientos acti-
vos de los embriones, para introducirse en los tubos de Mal-
pighi, que ábrense, como es sabido, en el límite entre el ins-
testino medio y el posterior.
Las razones ó causas de esta adaptación parasitaria, especí-
fica, para los tubos de Malpighi, son muy obscuras y comple-
jas. En realidad hay que advertir que un gran número de em-
briones se pierde y muere pasando al intestino posterior, arras-
trado con la corriente del líquido ingerido á veces en exceso;
y siendo eliminado así por la abertura anal; otros mueren en la
misma cavidad del estómago, cuando la mezcla de la sangre se
ha alterado química y físicamente. Los embriones que llegan á
penetrar en los tubos de Malpighi, en núoaero siempre muy
considerable, dotados aun de movimientos vivísimos, destro-
zan las paredes celulares, destruyen la membrana, producen
lesiones muy notables en el mismo citoplasma de todas las cé-
lulas, hasta que ya van deteniéndose en sus movimientos y ce-
san éstos por fin, á las veinte, veinticuatro y treinta horas.
Entonces se encuentran los embriones, fijos, encerrados dentro
de los cuerpos celulares que revisten las paredes de los tubos
de Malpighi, revueltos muchos de ellos, todos casi por com-
pleto inmóviles.
Los tubos malpigianos de los Culícidos en general , hállanse
constituidos por una capa cilindrica de grandes células (evi-
dentemente células glandulares) que rodean, ó, mejor dicho,
determinan ellas mismas, un canalículo ó conducto central,
cerrado en la extremidad periférica ó libre (extremidad del
tubo que flota en el lacunoma ó cavidad general del cuerpo,
como en el esquema fig. 2, lám. I), y abierto al otro extremo,
desembocando en el intestino. Una delgada capa cuticular es-
triada sirve de límite entre los elementos celulares y el cana-
lículo central.
III
ñg. 22.
><^'
W
^
ñg. 22.a
F,g. 22. b
t-.
c.^efv.
y Ifml. post'.
Fig 24. bis.
tí. /'iU.i/tií/a J¿1-
Jil.3lasíji
" -'^^/ MiZd/'CC^''.
Jíec.-íauf cundíi.'\
— '353
Esta disposición ó estructura normal sufre profundas modi-
ficaciones y daños irreparables bajo la acción de los parásitos.
No sólo desaparece, dilacerada y rota, la capa cuticular ante-
n
VI
IV*
Figura 18. — Esquema que representa las distintas y sucesivas fases de
desarrollo de los embriones de Filaría immitis durante el período lar-
val en los tubos de Malpighi.
Primer periodo. — I-III.
Segundo periodo. — IV.
Tercer periodo. — V.
Cuarto periodo. — VT.
Demuestra las relativas proporciones en los momentos
I
sucesivos : aum.
dicha, sino que los embriones de Filaría immitis reducen en
pocas horas casi todas las células de los tubos de Malpighi á
porciones mínimas de citoplasma que rodean un núcleo ape-
nas visible cerca de la membrana basal que constituye la pa-
.— 354 —
red externa del órgano. Si el organismo no resiste, y no se
produce, con los restos de los cuerpos celulares, una rápida
regeneración de estos órganos, el díptero muere al cabo de
pocos días, el huésped cae víctima del parásito. En efecto, la
mortalidad de los Anopheles que se infectan con la sangre de
perros fílanosos es grandísima: llega al 40-50 por 100. Es ésta»
muy probablemente, una de las causas por que se encuentran
con tanta dificultad mosquitos que hospeden larvas muy des-
arrolladas, en los .tubos de Malpighi, ó ya salidas de estos tu-
bos y libres en el lacunoma.
8. Los embriones sufren modificaciones morfológicas de
mucho relieve durante su estancia en los tubos malpigianos. Po-
demos dividir en cuatro períodos, con Noe, el desarrollo lar-
val de estos parásitos (fig. 18).
En el primer período, los embriones se acortan considera-
blemente: desde 320-360 [j. ó más (dimensión de los embrio-
nes circulantes en la sangre), se reducen á 135-140 a (al ter-
cer día, en los tubos malpigianos). Al propio tiempo, aumenta
el diámetro transversal. Averiguase un característico aumento
en las dimensiones de la vesícula posterior^ que se ve sobre-
salir del borde cuticular, en extroflexión, quedando semejante
disposición durante todas las sucesivas fases de desarrollo.
Al tercero ó cuarto día, esto es, al principiar el segundo
período de desarrollo, empiezan las larvas á crecer otra vez en
longitud. Sus movimientos son aún reducidos y escasos. Acór-
tase y repliégase la extremidad caudal, casi formando un gan-
cho, siendo aprovechada, muy probablemente, para fijar el
cuerpo á las células de los tubos malpigianos. Los esbozos de
los varios órganos van tomando sus propios caracteres. De-
bajo de la cutícula embrionaria viene constituyéndose, entre
tanto, una segunda capa cuticular, que representa más tarde,
en los últimos períodos, la verdadera cutícula larval. La glán-
dula anterior aparece muy clara, con su abertura exterior; las
distintas porciones del intestino anterior y medio van estable-
ciéndose con sus propios caracteres; pero la comunicación entre
el intestino medio y el posterior, no existe aún en este período.
El esbozo de los órganos sexuales (gónade), ya constituido
IV
Laauíoma.
' Filar ia
ü PiJiaiUfft' JU:
íleo. Míxul:Ctm<u(i'-
^'h
^
— 355 —
por un pequeño agrupamiento de células, se encuentra en co-
rrespondencia del límite entre el intestino anterior y el intesti-
no medio, es decir, bastante más hacia adelante que en la dis-
posición morfológica embrionaria. Puede verse en este perío-
do el anillo nervioso periesofágico ya constituido. Al séptimo
día (tercer período de desarrollo larval) se nota un rápido
alargarse del cuerpo, que llega así á los 450-500 [x, quedando
el diámetro transversal en un máximo de 20 á 22 [x. Desde el
noveno ó décimo día, ya las larvas pueden considerarse como
maduras (cuarto período); los órganos, exceptuados los sexua-
les, que sólo se desarrollan definitivamente en el huésped ver-
tebrado, se encuentran perfectamente definidos en el pequeño
cuerpo larval. La cutícula embrionaria ha sido sustituida por
un revestimiento nuevo ; se ha abierto la comunicación entre el
intestino medio y el posterior, y con la rotura de la vesícula
posterior, se ha establecido la de todo el tubo intestinal con el
exterior (abertura anal). Sin embargo, sólo al 12.° día, los
movimientos aumentan de intensidad y vivacidad, de tal suerte
que las larvas logran, con sus golpes repetidos, romper la
continuidad de la membrana que cierra los tubos malpigianos
en su extremidad periférica. Penetran así, ya libres, en el
lacunoma (cavidad general del cuerpo).
La cavidad del lacunoma extiéndese á lo largo de todo el
cuerpo del mosquito, de modo tal que sus prolongaciones há-
llanse también en los órganos del aparato bucal. Trátase de un
sistema cerrado, como es natural (celoma), que no tiene puer-
ta de salida de ninguna clase. En estas condiciones, el meca-
nismo de migración de las larvas maduras desde el lacunoma
del mosquito al huésped vertebrado, averiguase con un singu-
lar artificio. Penetradas en el lacunoma, según queda dicho,
por rotura de la pared de los tubos de Malpighi (v. lám. IV),
dirígense en breve tiempo, la mayoría de ellas, hacia las pro-
longaciones de la cavidad general en el lahium del mosquito.
El espacio que en correspondencia del labiutn pueden ocupar
las larvas es relativamente pequeño, estrecho; y puesto que,
por otra parte, las dimensiones de las larvas ya maduras son
considerables (pueden llegar á 900 jjl ó 1 milímetro' en algu-
- 356 —
nos casos), encuéntranse apretadas, encerradas entre las pa-
redes del lahium , que aparece, cuando el número de las lar-
vas es crecido, como abultado, ensanchado en sus diámetros
transversales. A veces hállanse allí reunidas seis, ocho, diez
<5 más larvas, y otras ocupan los espacios que representan la
continuación del lacunoma en los palpos: muchas deben que-
dar esparcidas por el cuerpo del Díptero.
Las condiciones antedichas en que se encuentran las larvas
dentro del lahium, explican cómo durante el acto de picar el
mosquito, aumentada en modo excepcional, por la excesiva
distensión de las paredes, la fragilidad del lahium, éste, que
repliégase sobre sí mismo en la forma indicada por la figura 57,
se rompa y deje pasar las larvas.
En efecto, cuando el mosquito introduce sus piezas perfo-
rantes en el cutis del mamífero (perro), constantemente el la-
hium repliégase debajo de los estilos, disponiéndose con una
curva de convexidad muy acentuada, á veces constituyendo
un ángulo muy agudo (fig. 19); y más anteriormente, donde la
; ^s-¿.
Figura 19. — Esquema que representa la disposición del Labium (Lab.)
respecto de las piezas perforadoras (Est.) del mosquito en el momento
de picar.
punta del labium en contacto con las piezas perforantes replié-
gase otra vez, según demuestra la figura 19, encuentran fácil
salida las larvas, á través de las paredes dilaceradas, y fácil-
mente penetran por la herida cutánea en la sangre ó en el tejido
conjuntivo subcutáneo del huésped vertebrado.
Fig.28
ñg. 28 bis
—-iní.
ü. J'Uía/u^u ,IU:
Nti- .-lr,i{¿. aWuúr.<
^ 357 ^
Este mecanismo de transmisión, desde luego muy singular,
ha sido puesto en duda por algunos investigadores, especial-
mente por Low y por la Escuela de Medicina tropical de Li-
verpool, si se exceptúa el Dr. Dutton, muerto recientemente
en África, y cuyas acertadas observaciones en éste como en
otros puntos de la Biología y Patología tropical, le hacían
acreedor á la más alta consideración en el campo científico.
La opinión de Sambon (Liverpool) sobre el modo con que las
larvas maduras de Filaría Bancrofti (del hombre), que se
desarrollan en el gen. Qúlex, penetran desde los músculos to-
rácicos á través de la pared faríngea del mosquito, en la por-
ción anterior y terminal del tubo digestivo, para llegar así di-
rectamente, con el líquido de las glándulas salivales, en la
sangre ó en el tejido subcutáneo del hombre, no podría de nin-
guna manera hacerse extensiva á la transmisión de las larvas
de F. immitis, que no se encuentran localizadas en la misma
forma de aquéllas, en los tejidos del huésped invertebrado
(mosquito). Por mi parte, la juzgo errónea también por lo que
toca á la Filaría Bancrofti ^ y por las observaciones y los ex-
perimentos llevados á cabo en estos últimos años, creo que
el mecanismo de transmisión de las larvas, tanto de F. immi'
lis como de F. Bancrofti, desde el mosquito al huésped de-
finitivo, se reduce al que hemos descrito en sus momentos
principales, en los párrafos anteriores (1).
Ya penetradas en el huésped definitivo (que en el caso de
la Filaría immitis es el perro), por la picadura del mosquito,
las larvas maduras, cuya morfología corresponde por completo
á la de los gusanos adultos (si se exceptúan los órganos sexua-
les), empiezan á crecer lentamente en sus dimensiones, hasta
que alcanzan, al cabo de algunos meses, las propias y caracte-
rísticas de estos nematodes en su última fase de desarrollo. '
9. Puede ocurrir que la picadura de un mosquito infectado
introduzca, en el tejido subcutáneo ó en la sangre del perro,
(1) Discutiremos más adelante también una reciente interpre-
tación del Dr. Mario Lebredo (Cuba) sobre el mecanismo de mi-
gración de las larvas maduras de F. Bancrofti.
- 358 -
larvas del solo sexo masculino ó femenino (mejor dicho , larvas
que darán lugar á individuos adultos de sexo masculino 6 fe-
menino). En estos casos — que de todos modos deben ser rarí-
simos, aunque no faltan observaciones ya publicadas sobre el
particular — se encuentran sólo á la autopsia los gusanos adul-
tos, y éstos en escaso número por lo general: nunca se presen-
tan los embriones en la sangre, porque no ha podido efectuar-
se la fecundación (caso de Silva Araujo, Brasil, 1878).
El número de los embriones que suelen encontrarse en los
perros filariosos es á veces grandísimo. Delafond y Gruby cal-
cularon que llegasen á 224.000 en un caso de su observación;
mas no cabe duda de que superan esta cifra muy á menudo,
sobre todo cuando se trata de perros viejos, que hayan vivido
mucho tiempo en el mismo sitio , en condiciones abonadas para
la reinfección. Así es que un perro enfermo, hematúrico, ede-
matoso y parésico de las extremidades posteriores, que yo tuve
ocasión de observar en Navalmoral de la Mata (Cáceres), y
pertenecía al Jefe de estación en dicho pueblo, contenía en
su sangre, por lo menos, 300.000 embriones de Filaría im-
mitis. (Examen comparativo con el cuenta-glóbulos de Thoma
Zeiss).
Fundándose en el extraordinario número de perros infecta-
dos que se encuentran en India y en China, P. Manson consi-
dera como inofensivo este parásito. Desde luego, esta opinión
es errónea. Los perros jóvenes soportan relativamente bien la
presencia de los gusanos adultos en los grandes vasos, y casi
sin molestia ninguna cuando se hallan localizados en el tejido
conjuntivo subcutáneo. Pero si el número de los gusanos adul-
tos aumenta por nuevas y repetidas inoculaciones, lo cual su-
cede casi constantemente en comarcas donde abundan los
Anopheles y cuando los perros duermen en el campo, al descu-
bierto, en chozas ó corrales, y, por consiguiente, también el
número de embriones que se vierten en la sangre es muy con-
siderable, nunca se sustraen los huéspedes á las manifestacio-
nes de lesiones más ó menos graves, de los aparatos circulato-
rio, urinario y nervioso. A veces, como en el caso ya indicado
de Navalmoral, hállanse reunidos síntomas distintos: edemas.
-- 359 —
hematuria, paresis y parálisis parciales, paraplegias. La muer-
te puede ser repentina.
En Italia y en España, la cantidad de los gusanos adultos
que se encuentran á la autopsia de perros filariosos (con em-
briones en la sangre) no suele ser muy considerable. Raras ve-
ces pasa de 10 ó 15, excepcionalmente de 20 6 25 gusanos en
los grandes vasos 6 en el corazón. Mas en los trópicos, suelen
hallarse en número muchísimo mayor. Baste, para hacerse cargo
de ello, tomar en cuenta la estadística de Lang y Noc, acerca
de la Filaría immitis en Nueva Caledonia:
Sobre 12 casos:
En el 1.°— 96 gusanos (40 (f y 56 $)
» 2.°— 52 » (24 (f y 28 9)
» 3.°— 49 » (22 cf y 27 $)
» 4.**— 153 » (53 cf 7 100 $)
» 5.°— 123 » (46 (f y 77 $)
» 6.°— 156 » (62 cf y 94 9)
» IP— 23 » (10 cf y 13 9)
» 8.°— 16 » ( ? ? )
» 9.° — Cantidad indeterminada, muy conside-
rable.
» 10.— 36 gusanos (18 cf y 18 9)
» 11.— 64 » (29 (^ y 35 9)
» 12.— 20 » ( ? ? )
La fórmula hemoleucocitaria sufre modificaciones variables,
que no me ha sido posible reducir á un tipo fijo y constante, á
pesar de numerosas investigaciones. Lang y Noc sostienen que
existe siempre hiperleucocitosis (desde 8.000 (p. m.'') leuc. nor-
males, hasta 30.000 (p. m.') en los perros infectados, con mu-
chos embriones en la sangre periférica), y que dicho aumento
del número de glóbulos blancos está representado esencial-
mente por leucocitos polinucleares, con manifiesta eosinofilía.
Pero en realidad , la hiperleucocitosis de los perros filariosos es
transitoria^ accesional, nada permanente y menos caracterís-
tica de lo que podría suponerse al tomar en consideración los
datos de los dos citados autores.
— 360 —
- 10. Aunque a priori pudiera juzgarse imposible la vida, y
sobre todo el desarrollo de los embriones de F. iminitis en
otro ambiente que no fuera la sangre del huésped vertebrado y
el organismo del huésped intermediario (mosquito), sin em-
bargo, parecióme sumamente interesante una tentativa de ex-
perimentación, para mantener en vida y estudiar las posibles
transformaciones de estas formas en el agua, en el tubo diges-
tivo de otros insectos, etc.
Por una incisión en la vena marginal de la oreja de un perro
filarioso, recogíanse algunas gotas de sangre directamente ó
por medio de una pipeta previamente calentada, en dos centí-
metros cúbicos de solución fisiológica de Na Cl (sol. 0,75 ^/oq)^
á 38°. Seguros de que debía encontrarse cierto número de em-
briones en el liquido, procedíamos á su examen cada cuarto de
hora ó cada media hora, manteniéndole en estufa á la tempe-
ratura de 38°.
En estas condiciones — completamente artificiales y desde
luego difíciles en extremo de averiguarse casualmente — los
embriones quedaban vivos durante algunas horas (lo más cua-
tro horas y media): al cabo de doce horas había empezado con
toda claridad el proceso histolítico; los cuerpos embrionales
hallábanse depositados en el fondo del líquido.
Empleando el agua pura, la muerte de los embriones deter-
minábase rápidamente.
Nunca he podido observar más que alteraciones regresivas
en la estructura del cuerpo embrional.
Repetidas veces recogí sobre perros infectados de F. immi-
tis , con abundantes embriones en la sangre, ejemplares de
Pulex serraticeps llenas de sangre, y que por tanto debían
contener embriones. En efecto, algunos de éstos hallábanse
mezclados con la masa sanguínea, al parecer inertes, sin que
me haya sido posible encontrar formas de desarrollo en los ór-
ganos ó tejidos de los insectos. Tampoco me ha sido posible
observar las formas larvales de la Filaría recóndita, cuyos em-
briones presentaban, sin embargo, algunos perros en su sangre.
11. Es oportuno completar la exposición de estos hechos
con algunas observaciones interesantes.
— 361 —
Las filarías que se encuentran en el tejido conjuntivo de los
perros (cuando no pertenecen á la especie F. recóndita), pa-
recen desarrollarse más lentamente y alcanzan por lo general
menores dimensiones con relación á las que — habiendo pene-
trado muy probablemente en el instante mismo de la picadura
del mosquito, en un vaso capilar — hállanse en los grandes
vasos 6 en el corazón. Sin embargo, los adultos son sexualmente
maduros y las hembras pueden, por tanto, producir embriones
mucho antes de llegar á las dimensiones que se consideran
como medias de la especie de estos Nematodes. En efecto,
pueden observarse hembras, llenas de huevos fecundados y
de embriones, y que no superan los 10 centímetros de largo.
El estudio de la fina anatomía de los Nematodes en general^
y muy en particular de estos parásitos, permite cerciorarse de
una condición estructural muy interesante, esto es, que el or-
ganismo de estos seres resulta de un número relativamente es-
caso de grandes células, algunas de dimensiones verdadera-
mente considerables. Muy probablemente, no hay ulterior
multiplicación celular, no hay proceso histogénico, después del
que se averigua y cumple durante el desarrollo larval en el
huésped intermedio, en el mosquito; si se exceptúa, como ya
se ha dicho repetidas veces, el que corresponde á la formación
definitiva y constitución del aparato sexual.
En los tubos malpigianos del mosquito, algunas larvas van
sujetas á un proceso degenerativo, representado por una infil-
tración de pequeños cuerpecitos (¿depósitos cristalinos?) ama-
rillos y pardos á lo largo de todo el cuerpo larval, hasta que
éste queda como encerrado, incapsulado en esta capa, deter-
minada muy probablemente por el huésped (quizás por el lí-
quido propio de los tubos de Malpighi). Según parece, la
muerte de las larvas precede constantemente al fenómeno de
la degeneración pardo-amarilla antes indicado.
Las condiciones de ambiente (temperatura) en que se en-
cuentre el huésped (mosquito) , así como ciertas circunstancias
biológicas (ovificación, método de alimentación, etc.), influyen
considerablemente sobre el desarrollo de las larvas en el orga-
nismo del díptero.
— 362 '
Mas acerca de estos extremos volveremos con más detalles,
al ocuparnos de la técnica para el estudio de los mosquitos.
En efecto, es oportuno, antes de hablar de la Filariasis hu-
mana, fijar bien nuestros conceptos y adquirir claros, aunque
elementales, conocimientos sobre los Dípteros de la familia
Culicidae, que tanto nos interesan como transmisores de estos
parásitos.
BIBLIOGRAFÍA
Bancroft (Th. L.).— Preliminary note on the intermediaryhost
of the Filaría immitis Leidy (Journal and Proceeding of
the E. Soc. N. S. Wales, XXXV, 1901, reproducida en
The Journal of Trop. med., 15 de Octubre de 1901, p. 347).
Blanchard (R.)- — I^^s migrations des filaires du sang.
(Bull. Acad, Méd., París, 1900, núm. 21).
ErcOlani (G. B.).— Osservazioni elmintológiche sulla dimorfo
biosi , sulla F. immitis, etc.
(Bolonia, 1885, 1 t.)
JliANZiLLOTTi BuoNSANTi ( A. ). — Sulle alterazioni che producono
gli embrioni di F. immitis e su una cisti con F. immitis
nel connettivo intermusculare del cañe.
(La clínica veterinaria, Milano, 1881).
NoÉ (G. ). — Sul ciclo evolutivo della Filaría Bañero f ti (Cobbold)
e della F. immitis Leidy.
(Roma, 1901, con tres láminas).
(Rendic. Accad. d. Lincei, 1901-1902, passim).
PiTTALUGA (Dr. G.).— Sugli embrioni delle filarie del cañe. (Ar-
chivos latinos de Medicina y Biología, Madrid, 1903, 20 Oc-
tiibre, con una lámina).
Observaciones morfológicas sobre los embriones de las Fila-
rías del perro. (Filaría immitis Leidy).
(Madrid, Trabajos del Laborat. de Invest. biol. de la Un.
de Madrid , III , Marzo 1904),
(Revista de Medicina tropical, Habana, Octubre-Noviem-
bre 1904).
EivOLTA (S.). — Relazíoni fra gli embrioni di F. immitis del
sangue del cañe ed alcune lesíoní patológiche. (Giornale
d'Anatomía Fisiol. e Patol. degli Animali, Pisa, 1877).
Silva Arau.jo.— Filaría immitis et F. sanguinolenta, (ed. fran-
cés, Lyon, 1878.
SoNSiNO (P.).— Richerche sugli ematozoi del cañe (A. della Soc.
toscana d. Scíeuze nat., V. X, 1868).
índice
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO
PÁGS.
XI.— Quermes mineral. Nuevos estudios, por D. Gabriel
de la Puerta 2G9
XII.— Sobre la representación simbólica, por complejas
imaginarias, de las magnitudes sinusoidales, por
José M. de Madariaga 287
XIII. — Estudios acerca de los Dípteros y de los parásitos
que transmiten al hombre y á los animales do-
mésticos, por el Dr. Gustavo Pittaluga 292
La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos,
de 500 á 600 páginas, al precio de 6 pesetas en España y 6 francos
en el extranjero, en la Secretaria de la Academia, calle de Val-
verde, núm. 26, Madrid.
Precio de este cuaderno , 2 pesetas.
REVISTA
DE LA
REAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
. DE
MADRID
(Noviembre de 1905.)
MADRID
IIÍPBEIÍTA DE LA "GACETA DE MADRID,,
CALLE DE PONTEJOS, KÚM. 8.
1905
ADVERTENCIA
Los originales para la Revista de la Academia
se han de entregar completos, en la Secretaria de
la Corporación, antes del dia 20 de cada mes,
pues de otro modo quedará su publicación para
el mes siguiente.
— 3G3 -
XIV. — Don José Ramón Luanco.
Por José Rodríguez Moürelo
A 5 de Abril de este año de 1905, falleció en su retiro de la
asturiana villa de Castropol, donde naciera en 1825, el señor
D. José Ramón Fernández Luanco, que desde 1886 era miem-
bro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales, Pasó Ja vida enseñando, y al cabo de
cincuenta años de magisterio, tornóse á descansar en aquellos
placenteros lugares donde viera la luz primera, después de
haber pertenecido á las Escuelas y Universidades de Sevilla,
Oviedo, Santiago, Madrid, Zaragoza y Barcelona; que la suer-
te llevóle de una en otra á los comienzos de su carrera. Trabajó
mucho en cuestiones de Química práctica, en la que fué habi-
lísimo; practicó cuidadosos análisis, á los que debió los princi-
pios de la justa fama de que gozaba ; escribió acerca de diversas
materias con elegancia suma; notabilísimo erudito en achaques
de Alquimia, buena parte de la dilatada y copiosa labor de su
vida, tuvo por objeto la patriótica empresa, casi siempre logra-
da, de allegar materiales para la historia científica de España.
Tocóle asistir á la renovación de las ideas en materias cien-
tíficas y correspóndele parte principal en las transformaciones
de la enseñanza de la Qaímica; que nadie igualó su diligencia
en propagar y enseñar los fundamentos de la doctrina atómica,
de la que siempre fué partidario. Luanco, al igual de sus com-
pañeros y camaradas, que llegaron á ser Catedráticos notables y
excelentes químicos , tuvo mucho de reformador, y no es de sus
menores méritos el haber contribuido á crear una suerte de
medio científico, tan reducido y limitado como se quiera, pero
que ha tenido marcado influjo en el desarrollo de nuestra cul-
tura. Aficionar á los alumnos al laboratorio y á los experimen-
tos, enamorarlos, si así vale decir, de las maravillas de la Quí-
mica, es abrir el camino que conduce á las investigaciones y
descubrimientos originales.
Eev. Acad. Ciencias.— III,— Noviembre, 19(S. 25
— 3C4 —
Desgraciadamente aquellos esfuerzos meritísimos y aquellos
afanes de los maestros de ciencias experimentales, no tuvieron
eficacia de momento ó acaso la lograron ya tardía y á destiem-
po; quizá también vinieron retrasados, y siendo reflejo de otra
cultura extranjera, muy superior á la nuestra, pudo faltarles la
nota personal y de originalidad, y en tan laudable obra había
mucho del espíritu, de las ideas y hasta de la letra.de los Pro-
fesores de nuestros Profesores. Es menester tener en cuenta
cómo al medio científico, hecho á otras disciplinas intelectua-
les en su mejor parte, y por lo general indisciplinado tocante á
las de las ciencias experimentales, hasta le repugnaban sus
doctrinas y hacía todo lo posible por no aprenderlas. Habíase
creado un estado de violencia y desequilibrio social, tristísima
herencia de horribles guerras, que no consentía hacer nada á
derechas en materias de cultura; el continuo y nunca acabado
mudar de régimen político; los cambios absurdos de procedi-
miento; la transición de un sistema á otro, que demanda larga
labor educativa de los pueblos; el aislamiento tradicional en
que hemos vivido y aun queremos vivir, sin participar en la
soberana obra científica de los tiempos presentes , todo ello
junto y mezclado con los defectos, que nadie pretendía corre-
gir, del carácter nacional , eran parte bastante para descorazo-
nar al más animoso, y suficiente para dar al traste con los ma-
dores esfuerzos y las mejores voluntades.
Mal se acomodan con la inquietud en el vivir y con la nece-
sidad de tener puesta y distribuida la atención á la vez en mu-
chas cosas heterogéneas, el trabajar é investigar en materias
de ciencia experimental, que la reclaman toda entera y piden
su dominio absoluto. Obra de transformación social, de per-
feccionamiento continuo en todos los órdenes, es, sin duda, la
labor científica; mas sus principios y fundamentos, aunque sig-
nifiquen tremendos combates, prolongadas luchas en las que es
seguro el vencimiento de la idea nueva, y profundas mudanzas
en el modo de constituirse pueblos y sociedades, han de ser
descubiertos y formulados en la santa paz y en la dulce quietud
de los laboratorios.
Fué Luanco de los contados maestros que se penetraron de
- 365 -
ello; y apóstol convencido, predicó coa el ejemplo, ejerciendo,
con sin igual celo, las funciones docentes, consagrándose lue-
go de haberlas cumplido á los trabajos de laboratorio, que de
tan buena manera sabía compartir con los de erudición y. aun
servíanle para restaurar, en lo posible, la castiza nomenclatu-
ra científica, en tan mala hí>ra olvidada. Con muy escasa com-
pañía al principio de su carrera, tenaz y firme en su propósito,
tocóle asistir y tomar parte en la tarea de preparar el camino,
de crear aficiones y despertar entusiasmos por la Química, que
tuvo siempre sus preferencias; disponiendo de limitadísimos
elementos y no los más adecuados para cierto linaje de expe-
rimentos, su ingenio supo resolver problemas analíticos de tan-
ta dificultad como el reconocimiento de los meteoritos, y ejer-
citarse en otros de carácter industrial, á semejanza de la ex-
tracción del iodo; aprovechando con arte singular los medios
de trabajo que había á mano y supliendo con rara habilidad los
más perfectos, hizo notables análisis de las aguas potables de
Oviedo y redactó importantes Memorias acerca de la fabrica-
ción de la sidra por fermentación del zumo de la manzana y de
los modos de producir el gas de la hulla y utilizarlo en el alum-
brado público. Y, enseñando siempre, aplicándose á la labor
experimental, entretenía su juventud, contribuyendo al des-
arrollo de la cultura patria, tratando de formar el medio más
apropiado para el desarrollo de las ciencias , muy distante to-
davía de sus mayores esplendores.
Por suerte, á la educación científica de Luanco precedió el
estudio que se llamaba de humanidades y nunca abandonó las
aficiones clásicas, y así cuidó mucho la forma de sus escritos y
puso empeño en que el lenguaje fuese castizo y elegante, sin
perjuicio de la exactitud y claridad de las doctrinas que expo-
nía ó de los propios trabajos que pretendía dar á conocer. De
ello es la mejor prueba el Compendio de las lecciones de Quí-
mica general, excelente Tratado dispuesto con arreglo á las
teorías modernas, que durante bastantes años sirvió de texto
en la mayor parte de las cátedras de España.
Consecuencia de semejante cultura clásica fué, sin duda, la
obra de erudición que ocupó buena parte de la vida de Luanco,'
- 366 —
No se limitaron sus cuidados ni se concretó su solicitud en este
orden á la rebusca de noticias y al acopio y clasificación de da-
tos y pormenores; pudo entretenerle esta labor preliminar bas-
tante-tiempo , en cuanto es indispensable para acometer mayo-
res empresas de verdadera investigación crítica que era su ob-
jeto, mas nunca túvola por principal. Así, el trabajo relativo á
la Alquimia en España, es sólo conjunto de materiales, aco-
piados y elegidos conforme eran encontrados, con objeto de
hacerlos punto de partida y base de estudios críticos é indica-
ciones precisas , tocante á los antecedentes históricos de las
ciencias experimentales *n nuestra patria. En cambio, el dis-
curso acerca de Ramón Líiil, considerando como alquimisin,
que leyó en la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Bar-
celona, y que puede considerarse como un estudio definitivo
de la representación del doctor iluminado respecto de las cien-
cias experimentales, y la carta relativa á la patria del famoso
Arnaldo de Vilanova, deben ser consideradas obras sintéticas,
de mucha y buena doctrina, en las que Luanco aprovechó á
maravilla la copiosa erudición que durante varios años había
acumulado.
Tal variedad de trabajo, que entretuvo la nunca cansada ac-
tividad del reputado químico, supo hacerla compatible con sus
deberes de Catedrático, cuyo celo y entusiasmos por la ense-
ñanza no decayeron un punto y antes parecían exaltados con
el tiempo, y llegó á enlazar y unir, sin soluciones de continui-
dad, la experimentación y la erudición, la cotidiana labor en
la cátedra y en el laboratorio y el minucioso y pesado estudio
de manuscritos y libros, indagando en aquellos papeles viejos
las noticias y datos que había menester para allegar los mate-
riales de nuestra historia científica. Por eso fueron de tanta
cuantía y de tales méritos los trabajos de Luanco en este sen-
tido, que bien puede considerársele iniciador de semejante li-
naje de investigaciones , cuya importancia y utilidad no preci-
san encarecimientos.
En la misma diversidad de las aptitudes y trabajos está in-
dicado cómo ha de ser tratada y considerada la personalidad
científica de Luanco. Intentaré presentarla brevemente, fijan-
— 3G7 —
dome en lo más saliente de su labor y en los rasgos peculiares
del carácter del ilustre maestro, cuya vida se ha consagrado
entera á la tarea de la enseñanza en la cátedra, en el laborato-
rio y en el libro, con los mayores afanes, nunca desmayada so-
licitud y desinteresados propósitos.
No será menester repetir que D. José Ramón Luanco, cuya
familia era de la villa de donde deriva su apellido, pació en la
de Castropol en el año de 1825. Siguiendo la costumbre de en-
tonces, comenzó su instrucción por las disciplinas clásicas y de
humanidades, que debieron ser muy de su gusto, pues no dejó
de cultivarlas y fué extremado en conocerlas, y tan versado en
ellas, que la influencia de aquellos estudios es patente en cuan-
tos llevó á término durante su vida, y en verdad no fueron es-
casos. Desde 1838 contól-í la Universidad de Oviedo entre los
alumnos de Filosofía, habiendo recibido en aquella famosa Es-
cuela el primer grado académico de Bachiller; impulsado por
su vocación, estudió luego las Matemáticas y se consagró de ca-
mino á la Literatura, aprovechando juntamente las enseñanzas
universitarias y los sólidos conocimientos de humanidades, que
eran singulares y fundamentales en Luanco. Que no bastaron
para satisfacer sus ansias de saber los metódicos y regulados
cursos de las aulas ovetenses, demuéstralo el que acudiese á
cátedras particulares y buscase en estudios privados y en su
propia é individual aplicación , aquella suma de conocimientos
que anhelaba y aquella sólida base de cultura que tan á maravi-
lla supo utilizar en los mayores empeños científicos de su vida,
y desde los comienzos acertó á escoger lo provechoso de los
elementos tradicionales, empleándolo para llegar mejor al co-
nocimiento de lo nuevo y es, en tal sentido, excelente ejemplo
de cuánto valen ciertos fundamentos de cultura clásica, cuando
de ellos se sabe sacar partido, aun tratándose de cosas que en
._ 368 —
apariencia están muy alejadas de los estudios llamados de hu-
manidades.
Llegó el año de 1846_, que señala para Luanco el comienzo
de la carrera profesional, que empezó siendo alumno pensiona-
do de la Escuela Normal de Ciencias, fundada á semejanza de
la francesa, de gloriosísima historia. Allí es donde se deter-
minan sus inclinaciones por la Química, que cultivó con pro-
vecho toda la vida, sin dejar de la mano tampoco las aficiones
literarias y eruditas; pero la Química, que en aquellos años
acrecía grandemente su caudal de invenciones y descubrimien-
tos, le atrajo y cautivó, entreteniendo toda la actividad del jo-
ven aprendiz de Catedrático, que para serlo había ganado su
plaza en la Escuela Normal. Mas quiso la mala ventura del
continuo mudar, característico de nuestras leyes, que tal cen-
tro de Enseñanza fuese suprimido, antes de advertir sus pro-
vechos 6 de remediar sus inconvenientes, y á Luanco quedóle,
como gran merced, una pensión de lo más reducido é insigni-
ficante que puede imaginarse y el esperar otros tiempos y otras
reformas que le consintiesen aplicar y utilizar los conocimien-
tos adquiridos y acabar de formarse, practicando con tranqui-
lidad en un laboratorio de Química.
Hasta 1850 tuvo que aguardar para ser nombrado Ayudan-
te de las Cátedras de Física experimental y Química general
en la Universidad de Oviedo, y en semejante puesto, prepa-
rando las cotidianas lecciones, experimentando é investigando
de continuo y supliendo Cátedras, á veces durante dos años
consecutivos, tuvo su actividad campo en que ejercitarse, las
dotes nativas de su ingenio pudieron desarrollarse y las aficio-
nes del novel químico hallar satisfacción cumplida. Un año des-
pués aparecían con frecuencia en El Ovetense, periódico muy
curioso, primorosos artículos científicos y literarios que firma-
ba un Dalmiro , cuyos escritos y otros que se les parecían mu"
cho, de cierto Carlos, podían leerse también en El I omento
de Asturias. Dalmiro y Carlos eran Luanco con sus puntas y
ribetes románticos, que sabía atender con no igualada diligen-
cia al cuidado del laboratorio y á las obligaciones de la cáte-
dra, y quedábale tiempo para estos trabajos de imaginación,
- 3G9 —
tan útiles, provechosos y educativos en los años de aprendiza-
je científico, cuando no es llegada la reflexión y madurez que
demandan las investigaciones originales.
Un trabajo de Luanco señalaré ahora por ser quizá el pri-
mero que le tocó llevar á cabo fuera de la esfera oficial y aca-
démica: por los años de 1852 ocurrióle á cierto industrial de
Oviedo iluminar con gas el café que explotaba y trató de mon-
tar una fábrica, sólo para tal objeto, inmediata de aquel esta-
blecimiento. Como era caso nunca visto, se solicitó parecer de
personas competentes, y entre ellas, de los químicos de la
Universidad, correspondiéndole á Luanco ser el Secretario de
la Comisión formada, y no tuvo el proyecto partidario más en-
tusiasta ni defensor más ardoroso; estudió á fondo el asunto,
hizo pruebas, buscó datos y antecedentes, se esforzó en pre-
sentar las ventajas del nuevo sistema, y tanto acertó en su In-
forme, que andando el tiemj)0 sirvió de base y fundamento
para establecer el alumbrado por el gas de la hulla en la capital
de Asturias.
Son de la misma época otros estudios de importancia, y de
ellos el más citado el que lleva este título: Consideraciones
acerca de las circunstancias en que debe fermentar el zumo
de la manzana en la preparación de la sidra, impreso en
Oviedo el año de 1853 y es obra de mucha utilidad, conte-
niendo para su tiempo grandes novedades ; porque no debe ol-
vidarse que fué compuesta cuando se sabía, á lo sumo, res-
pecto de la manera de obrar los fermentos, si acaso los prime-
ros esbozos de aquella teoría del contacto á la que dio forma
definitiva el gran genio de Liebig. Poca era entonces la expe-
riencia de Luanco en achaques de investigaciones químicas;
sus mismos estudios mejor iban encaminados hacia la ciencia
pura y no se detenían en cierto linaje de aplicaciones; no obs-
tante, como el caso de la sidra referíase á una industria que
en Asturias tiene grandísima importancia, prestóle toda su
atención consagrándole muy detenido estudio, con el fin de
desterrar malas prácticas inveteradas, aconsejando otras de
eficaces y seguros resultados. Acaso pretendió el químico de-
mostrar así la necesidad de lo que el vulgo ignorante llama con
— 370 —
desdén ciencia teórica , para llegar á la práctica racional de las
industrias, que sin aquella guía degeneran hasta convertirse en
indigesto fárrago de empíricas recetas, remora de todo ade-
lanto y tradicional obstáculo de todo progreso.
Iniciase en 1855 la peregrinación de Luanco por las Uni-
versidades españolas, que no cesó hasta que dio en la de Bar-
celona en 1868; en el primero de los años citados ganó por
oposición la cátedra de Química aplicada á las Artes en la Es-
cuela industrial de Sevilla, y sin tiempo á posesionarse de ella
nuevas oposiciones diéronle el puesto de Catedrático de Quí-
mica general en la Universidad de Oviedo, que era el colmo
de sus ambiciones. Vivo está todavía el recuerdo del maestro
y no se ha extinguido la memoria de aquel Profesor cuya sen-
cilla y correctísima palabra persuadía siempre, de aquel dies-
tro experimentador, dotado de habilidad suma, que acertaba
sin vacilar con las mejores demostraciones, llevando con ellas
el convencimiento al ánimo de los oyentes y discípulos. Pasa-
do el largo y trabajoso aprendizaje, cuando Luanco ocupóla
cátedra, era ya afamado Profesor y notoria su pericia en
la Química práctica; así, desde el comienzo de sus lecciones
había de demostrar, junto con las dotes nativas , aquel caudal
de ciencia y aquella habilidad manual en la ejecución de los
experimentos, que fueron los caracteres distintivos de su en-
señanza. Fué un maestro apasionado de la ciencia que profe-
saba; en la clásica sobriedad de la palabra, en la sencillez
hermosa de la frase había los mismos entusiasmos que an-
dando el tiempo tuvo para él el hallazgo de un manuscrito in-
teresante, entusiasmos nunca decaídos, de los cuales vile las
más sinceras y espontáneas manifestaciones ante el resultado
de un experimento, y eso que á la sazón su edad tocaba en
los lindes de la vejez y abundantes hilos de plata adornaban ya
6U cabeza.
Que no era suficiente la cátedra para entretener toda la ac-
tividad de Luanco, no hay para qué decirlo; cumplía como pri-
mera función la de la enseñanza y no hubo nadie más solícito
y cuidadoso de ella, ni quien le aventajase en interés por sus
discípulos. Mas solicitábale también el trabajo del laboratorio
— 371 -
en el que fué incansable y extremado, no dándose reposo en la
práctica analítica y en aquellas investigaciones en las que su
ingenio muy despierto podía suplir de algún modo la escasez
y pobreza de los medios que tenía á mano para todos los me-
nesteres de un curso experimental con su complemento de in-
vestigaciones originales.
Grandísima esperanza había de tener puesta en la eficacia
de la ciencia y mucha fe en sus propios ideales quien traba-
jaba hace cincuenta años en aquellos menguados lugares que
se llamaban laboratorios de Química, tristes, destartalados,
por lo general obscuros, húmedos y lúgubres, como si fuera
necesario operar á escondidas, muy lejos de la gente, en apar-
tados rincones; cual si se cometiera horrendo delito preparan-
do oxígeno 6 averiguando la riqueza metál'ca de los minerales.
Sirva esta observación para entender el mérito del que en 1857
y en compaííía del benemérito Profesor de Física de aquella
Universidad D. León Salmean , emnrende y lleva á cabo la ta-
rea del análisis químico ( ompleto de las aguas potables de
Oviedo, que nuestra Academia publicó en el tomo VII de la
Revista de los progresos de las Ciencias exactas, físicas y na-
turales. Para el tiempo y con los medios empleados , resultaba
esta obra, ahora de práctica corriente, de extremada dificultad
y el hacerla bien debe considerarse mérito de gran aprecio;
pues eran contados los verdaderos analistas que en Espaiía ha-
bía y aun de ellos pocos se consagraban á la minuciosa y pesa-
da labor del examen de las aguas y sábese cómo las potables no
son de fácil análisis, si han de apreciarse la naturaleza y can-
tidad de los gases y separar los componentes del residuo fijo,
operando de continuo con muy poca cantidad de materia sóli-
da, después de haber evaporado mucha agua.
Vióse libre Luanco de las influencias que sintieron muchos
químicos españoles de su tiempo. Aquella mísera lobreguez en
que se veían obligados á trabajar, la tristeza que engendraba
la soledad en que practicaban sus experimentos, el forzoso ais-
lamiento en que vivían, la misma pobreza délos medios cuan-
do su pensamiento se elevaba á grandes fines, eran parte á vol-
verlos huraños, agrios y malhumorados; por contraste el Pro-
— 372 -
fesor de Oviedo era alegre, comunicativo, decidor; su amení-
sima y variada conversación estaba cuajada de agudezas y do-
naires, y siempre con oportunidad y gracia refería sucedidos,
cuentos é historietas. Gustó de la sociedad y trato de gentes, y
su laboratorio fué el lugar de reunión de todos los compañe-
ros, á quienes entretenía con sus interesantes relatos, y el ha-
blar no le impedía atender solícito á las más delicadas opera-
ciones de la Química analítica.
Jamás llegamos en España á un equilibrio estable en mate-
rias de organización de la enseñanza y por uno de tantos y tan
repetidos cambios bruscos, que son de lo más inconveniente y
perjudicial que puede imaginarse, fué suprimida la Facultad
de Ciencias en la Universidad de Oviedo el año de 1860. Dis-
tribuido con poco acierto el personal docente, capole en suerte
al Profesor de Química ocupar la cátedra de Algebra superior
y Geometría analítica en la Universidad de Santiago, y para
desempeñarla con aquel laudable celo que puso siempre en la
enseñanza^ volvió Luanco á sus estudios de Matemáticas, y
por fortuna eran vastos y fundamentales los que hiciera años
atrás á los comienzos de su carrera profesional.
Ya había llegado su fama á las aulas compostelanas, donde
los antiguos esplendores aún perduraban, y la suerte le deparó
el encuentro con otrf) Profesor, admirable maestro de Química,
cuyas lecciones fuer')i verdadero y acabado modelo de clari-
dad y de ciencia y cuantos tuvimos la dicha de oirks, jamás
olvidaremos á aquel perfecto Catedrático; rae refiero á D. An-
tonio Casares, y no he de dejar pasar la ocasión sin tributar á
su querida memoria el homenaje de mi gratitud, que no es me-
nos sentida por ser la del menor de sus discípulos. A la sazón
era grande y merecido el renombre de Casares: había analiza-
do muchas aguas m^-dicinales de Galicia y no pocos minerales
metálicos; descubriera con Martínez Alcibar la xaratita y la
morenósita en el cabo de Ortegal y determinara su formación
mediante alteraciones de sulfuro natural de níquel; en su labo-
ratorio consiguiera vitriolizarlo, conforme se vitriolizan los sul-
furos de cobre y de hierro; del sulfato formado pasaba al hi-
drato, que reducido daba el metal, y teuía un método origi-
- 373 -
nal para obtener el níquel. Era un experimentador de primer
orden, en su entendimiento no había nieblas y aquella claridad
de la inteligencia era la misma de su palabra en la cátedra y
con admirable precisión, sin vacilar ni un instante, como si
respondieran á las evocaciones de su voz, las más instructivas
demostraciones prácticas acompañaban á las explicaciones del
maestro : así era el compañero que tuvo Luanco en Com-
postela.
Beneficioso sobremanera hubiera sido para nuestra cultura
científica el trabajo unido de aquellos dos hombres impulsados
por la misma idea y animados de idénticos propósitos; pero
Luanco, aunque muy versado en las Matemáticas, no estaba á
gusto en la cátedra de Algebra superior y Geometría analí-
tica; su vocación era la Química, y químico habíase hecho en
el laboratorio; sacarlo de allí, privarle de explicar esta ciencia
que llenaba su vida, valía tanto como echar por tierra toda su
labor y todos sus ideales. Perdía al amigo y se alejaba del
maestro; pero con júbilo abandonó la Universidad de Santiago
y vino á Madrid en 1862 para desempeñar interinamente la
cátedra de Química inorgánica en la Facultad de Ciencias, tor-
nándose á sus queridísimas aficiones, inaugurando un período
de gran actividad, en el que no se dio punto de reposo, des-
plegando sus talentos y energías en multitud de ensayos y ex-
perimentos importantes, sin arredrarle lo iexiguo de los medios,
ni la estrechez y ruindad del laboratorio, que tanto debiera re-
cordarle, andando el tiempo, los de aquellos alquimistas cuyos
trabajos recopiló su diligencia; á fuerza de ingenio suplía la
penuria de elementos de experimentación y realizaba intere-
santísimos estudios.
Otra vez volvió á Santiago y á la enseñanza de las Matemá-
ticas en 1865; de nuevo cambió, á la fuerza, la dirección de
sus estudios el ambulante Catedrático, que los mal aconsejados
directores de la enseñanza pública no paraban mientes en un
traslado más ó menos, ni les importaba gran cosa que hubiera
ó no Profesores competentes y aficionados á la ciencia que les
correspondía enseñar. Este ir y venir de una en otra Universi-
dad daba al traste con los mejores propósitos de Luanco; no
- 374 -
lo dejaban sosegado y tranquilo, y á pesar de ello, hallaba
modo de hacer trabajos de tanta cuantía y delicadeza como los
referentes á los aerolitos caídos en Oviedo y en Cangas de
Onís, que se distinguen por la minuciosa precisión de las de-
terminaciones analíticas, y encontraba momento para consa-
grarse á aquellas sus aficiones eruditas y literarias , y con pa-
ciencia de bibliófilo entendido iba formando magnífica colec-
ción de documentos y de libros raros y curiosos.
Lejos de hallar la deseada quietud cuando retornó á la Uni-
versidad compostelana, á los dos años justos, en 1867, fué su-
primida la Facultad de Ciencias que en ella había y trasladado
Luanco á la cátedra de Química de Zaragoza. Un año después
ocupaba la de Química general en la Universidad de Barce-
lona, encontrando por fin la anhelada estabilidad; pudo en-
tonces trabajar tranquilo y cumplir sus deberes de maestro con
aquel afán y puntualidad que fueron sus características; ni el
ser Decano, ni las ocupaciones inherentes al cargo de Rector,
que desempeñó en momentos difíciles, fueron parte á hacerle
abandonar sus discípulos, su laboratorio y sus papeles viejos:
en esto hallaba todas sus complacencias y satisfacciones. De-
cretada la jubilación de los Catedráticos que hubiesen cumpli-
do setenta años, el 22 de Octubre de 1900 dejó el rectorado
D. José Ramón Luanco, y aquel mismo día, el que había en-
trado joven en la Universidad de Barcelona, explicó viejo la
última lección de Química en la cátedra de sus triunfos y llo-
rando se despidió de sus discípulos. Mas tarde volvió los ojos
al antiguo hogar y allí se fué en busca de descanso, tras labo-
riosa vida, y allí murió rendido á la pesadumbre de los años y
á la nostalgia de la cátedra y del laboratorio, dejando el re-
cuerdo de la ciencia, que poseía como pocos, y de sus bonda-
des, que eran inagotables.
Relatado lo principal de la vida de Luanco, falta hablar de
su variada y dilatada obra. De lo mejor de ella sólo queda el
- 375 —
recuerdo; consistió en las lecciones que explicaba á diario y en
la conversación científica y erudita, á la que era muy dado; su
labor fué principalmente docente y educativa, y contados serán
los que en ella le hayan aventajado. Su cualidad superior es la
de maestro y expositor de ciencia, á la que va unida, á guisa
de complemento, la de experimentador ingeniosísimo, y así la
originalidad de Luanco era menester verla y apreciarla en la
cátedra y de preferencia en las lecciones más sencillas que
componía y aderezaba con arte exquisito, dándoles novedad y
comunicándoles extraordinario atractivo, valiéndose de las más
adecuadas demostraciones prácticas al alcance de todo el
mundo.
A la obra didáctica de Luanco pertenecen algunos escritos
suyos, que son lo permanente que de sus enseñanzas, como
Catedrático, ha dejado; de ellos citaré sólo el Compendio y las
Lecciones de Química general. Bastantes años antes de publi-
car los libros así titulados, hiciéraae notar como partidario y
propagandista de las doctrinas atómicas, y acaso fué el primero
que las enseñó en España , poniéndolas al alcance de los que
comienzan el estudio de la Química y ejercitándolos con mu-
cho arte en el uso y práctica de las notaciones modernas; con
el mismo objeto tradujo y puso en excelente castellano la re-
nombrada obrita de Biélaz, que ha sido muy consultada. To-
cante á las de Luanco, escritas con ánimo é intento de que fue-
ran guía de principiantes, de suerte que, luego de estudiarlas,
pudieran trabajar por sí mismos y aprovechar la lectura de los
grandes y fundamentales Tratados modernos, aparte de la ex-
celencia de la doctrina, tienen como características lo acerta-
do de su disposición y método, la claridad de los conceptos
la sencillez y tersura del lenguaje y aquel estilo clásico, espa-
ñol neto, tan apropiado á nuestra prosa científica y que avalo-
ra considerablemente la de Luanco, contribuyendo á la mejor
comprensión de la doctrina.
Merece ser notada otra circunstancia en sus libros de texto.
Si cuidadoso anduvo respecto del lenguaje, no le fué en zaga
la solicitud puesta en españolizar las voces nuevas y en res-
taurar, todo lo posible, la nomenclatura nacional, tan olvidada
- 376 —
por desgracia. A primera vista choca leer poso, y no precipita-
do, quemante , en lugar de comburente, y otras varias denomi-
naciones, sin parar mientes en que son las propias de nuestro
idioma y las que debemos usar; que pudiendo hacerlo, nada se
pierde con aprender la Química en puro español , y es de ad-
vertir como así se enseñó en nuestras Escuelas. Con haber
sido las primeras que adoptaron la nomenclatura que todavía
rige en la ciencia, los maestros pusieron todo su cuidado en
buscar y determinar las equivalencias de los nuevos nombres
en español, y semejante tendencia siguióla Luanco en los ex-
celentes Tratados elementales que compuso.
Bueno será advertir cómo al lado del meritísimo trabajo di-
dáctico de la cátedra y del libro, deben ponerse las investiga-
ciones originales y aquellas observaciones propias relativas á
la práctica de algunos procedimientos, como las modificacio-
nes de la obtención del oxígeno por el hipoclorito de calcio, ó
las referentes á la industria del iodo encaminadas á abreviarla,
suprimiendo la enojosa y pesada incineración de las algas. No
han de omitirse en el presente relato los repetidos experimen-
tos realizados para determinar el límite de la sensibilidad de
los reactivos del ácido cianhídrico, ni los ensayos^ que nunca
he visto publicados, acerca de nuevos métodos para obtener
los cloruros de fósforo, en cuya labor le ayudé el año de 1873
en el laboratorio de la Facultad de Ciencias de Madrid.
Nuevos. lauros conquistó Luanco con el estudio de los me-
teoritos. Primero le entretuvo el aerolito caído en Oviedo á 5
de Agosto de 1856, y sus investigaciones publicólas nuestra
Academia en el tomo XVII de la Revista de los progresos de
las Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que corresponde
al año de 1867. Empezó determinando la densidad, llegando
al núm. 3,59685, y separando luego la parte atacable de la
inatacable, hizo su análisis completo, que no es empresa fácil
separar unos de otros y pesarlos , hasta trece cuerpos distintos.
Fué base el análisis referido para clasificar el aerolito de
Oviedo en el grupo de la luceita de Meunier, que pertenece al
tipo de los esporadosidéreos , clase de los oligosidércos. Después
ocupóle el aerolito caído en Cangas de Onís á 6 de Diciembre'
-^ 377 —
de 1866, y la Memoria en que se consignan los resultados del
estudio de Luanco está publicada en el totio III de los Anales
de la Sociedad Española de Historia Natural, que es el del
año de 1874. Para peso específico de la piedra halló 3^7044, y
en el análisis separó y determinó cuantitativamente hasta ca-
torce componentes, sirviendo todo ello para incluir el meteo-
rito en el grupo de la mesminita ^ del mismo tipo y clase que
el anterior^ pareciendo resultar de la mezcla de la luceita y la
limeriquita. Así, el análisis químico practicado con aquel es-
mero y aquella pulcritud que eran tan singulares de los traba-
jos de Luanco , ayudó sobremanera para determinar y clasificar
las rocas meteóricas caídas en Oviedo y en Cangas de Onís.
Con la labor científica docente y experimental iba siempre
aparejada la labor erudita de ciencia, historia y literatura. Hay
en la vida de Luanco un hecho decisivo para tal linaje de in-
dagaciones, en las que fué peritísimo, y es su conocimiento y
amistad con D. Marcelino Ménéndez y Pelayo, que es, princi-
palmente, nuestro mayor artista; muy mozo era cuando cono-
ció á Luanco; mas éste, al tratarlo, debió sentir, con el asom-
bro que siempre produce su saber, la sugestión que sobre
todos nosotros ejerce aquel tan fino y superior entendimiento,
que, sin quererlo el mismo, es soberano maestro de todo tra-
bajo intelectual, del pensar recto para realizarlo, del bien de-
cir para expresarlo. Al punto debieron entenderse: Luanco ya
en la plenitud de la edad, práctico en la enseñanza, y Menén-
dez y Pelayo, joven, todavía estudiante; de ello son testimonios
la parte que el Catedrático de Química escribió en el libro del
homenaje al Catedrático de Literatura y la dedicatoria de la
obra en dos tomos, titulada La Alquimia en España.
Ocupóse en ella Luanco con particular afición, y aparte de
esta obra, que incompleta y todo es única y de mucha impor-
tancia, cuéntanse con^o principales trabajos suyos, pertenecien-
tes á la materia, el discurso acerca de Ramón Lull, la carta
referente á la patria de Arnaldo de Vilanova y los estudios de
metalurgistas españoles. En torno de la gran figura del doctor
iluminado formóse u- a verdadera leyenda; el gran polígrafo
del Blanquerna debía haberlo hecho y descubierto todo; aún
- 378 -
ahora muchos libros repiten aquello de que aisló el ácido ní-
trico, y por esta atribución y por varios escritos que aparecie-
ron con nombre suyo, fué considerado como alquimista y de
los de mayor cuantía, al punto que se habla en la Alquimia de
escuela luliana. Fué costumbre antigua de muchos embaucado-
res, falsitícadores y alquimistas teóricos y prácticos, trocar sus
nombres por los de grandes sabios y filósofos y hay en plena
Edad Media un Moisés y un Aristóteles, muy entretenidos en
buscar la piedra filosofal y el elixir de larga vida, y á lo que
infiero de mis lecturas, el nombre glorioso de Raimundo Lulio
parecíale de molde para encubrir el suyo á cierto Raimundo de
Tárrega, judío acaso, á quien no convenía mucho usar de con-
tinuo el propio.
De sus personales investigaciones, de los antecedentes ya
conocidos, entre los cuales se han de contar los de Ernesto
Renán, valióse Luanco para componer su mejor y más bella
obra, el discurso sobre Ramón Lull, demostrando que nunca
fué ni pudo ser alquimista, y anduvo tan acertado en las prue-
bas, las presentó tales y tan bien documentadas, se esforzó
tanto en los razonamientos, puso en ellos tal fuerza de lógica,
uniéndola al valor positivo de los datos acopiados, que el tra-
bajo resultó magnífico, definitivo y sin réplica posible. Tiene
su pareja en el que compuso tratando de Arnaldo de Vilano-
va, médico y alquimista en esta tierra española donde se cuen-
tan los adeptos de la doctrina trasmutatoria, y aun de estos
pocos, los más fueron habilísimos falsificadores de moneda.
Donde había ricos placeres de oro, excelentes minas de pla-
ta, cobre^ plomo, cinc, estaño, hierro y azufre y el mejor y
más abundante criadero de azogue, florecieron en todos los
tiempos la minería y la metalurgia y no podían aclimatarse y
prosperar las prácticas de la Alquimia, reducidas al cabo á
unas pocas recetas, casi nada modificadas desde tiempos muy
remotos. Es lástima que quien en el discurso de Ramón Lull y
en la carta acerca de Arnaldo de Vilanova expusiera la buena
doctrina, dejara incompleta la labor; en La Crónica Cie?iiífica
publicó Luanco noticias y fragmentos de escritos alquimistas,
que sin comentarios ni orden cronológico reunió en los dos vo-
— 379 -
lámenes de La Alquimia en España; son matCTíales para ma-
yores empresas, algunos tan singulares como el famosísimo y
leberíntico Libro del candado, que publicó completo quizá por
vez primera, y de todas suertes constituyen elementos de in-
dudable valía para la historia científica de Eápaña.
También en Za Crónica Científica se publicaron los estudios
que llevan por título «Los metalúrgicos españoles en el Nuevo
Mundo» ; datan de 1888 y se refieren á D. Juan de Alcalá Amu-
rrio y á D. Juan del Cerro y Segarra. Son á manera de mono-
grafías, poco extensas, riquísimas de datos y pormenores su-
mamente útiles y provechosos para el conocimiento de la parte
más interesante de la historia científica de España , por re-
ferirse á labor original y á trabajos prácticos considerables
proseguidos durante siglos y que constituyen la gloriosa conti-
nuación y los esplendores de aquel Arte de los Metales, cuyas
tradiciones nacionales se remontan á tiempos antiquísimos.
Claro está que el trabajo de Luanco no había de limitarse á lo
publicado, que con ser excelente prometía mucho más; de-
jólo incompleto, conforme quedó La Alcjuimia en España, y
aunque sería laudable y conveniente el continuar ambas obras,
juzgólo empresa dificultosa en sumo grado.
Pudieran resultar bastante mejor trazados el carácter, la per-
sonalidad y la significación de Luanco tratando del pormenor
de su trabajo, labor digna de ingenios mayores que el mío. Es-
tas notas biográficas han de tenerse como un homenaje al maes-
tro y un recuerdo al amigo y al compañero que reposa en su
pintoresca villa de Castropol donde vio la luz primera , y así la
misma tierra en que nació, á la que tanto amaba y de la que
fué historiador, recogió sus despojos cuando le rindieron la
pesadumbre de los años y la nostalgia de la cátedra y del la-
boratorio.
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 26
— 380 —
XV.— Ensayo de Óptica geométrica.
Por Vicente Floren Acero.
Preliminares.
Relación anaimónica de cuatro puntos A, B, C, D, situa-
dos en línea recta, es el cociente de las relaciones de las dis-
tancias de dos de ellos á los otros dos; por ejemplo (fig. 1.*),
AC BC
AD BD
Dados tres puntos sobre una recta y el sentido positivo de
ésta, podemos determinar la posición de otro punto de modo
^.f J'.
J9
que la relación anarmónica de los cuatro tenga en magnitud y
signo un valor dado; es decir, que si nos dan A . D j C, po--
• T,j ^ . ^C BC
demos determinar B de modo que se tenga : = x,
^ AD BD
Para que el punto B sea distinto de los otros, el valor de x
tiene que ser distinto de O -|- 1 é co.
Si el valor de x es igual á — 1, entonces : = — 1
^ AD BD
recibe el nombre de proporción armónica, y se dice que Ay B
son conjugados armónicos con relación á C y D.
Un haz de cuatro rectas determina sobre una transversal
- Íi81 —
cualquiera cuatro puntos que darán una relación anarmónica;
y si el valor de ésta es — 1, el haz se llama armónico.
En el estudio elemental de la Óptica geométrica se suponen
siempre los rayos que caen sobre una superficie curva infinita-
mente cercanos al eje principal; en este supuesto, y con las
definiciones anteriores, se simplifica el estudio elemental de
esta parte de la Óptica, basando la reflexión en la proporción
armónica y la refracción en la relación anarmónica.
Reflexión.
Espejos esféricos. — Sea (fig. 2.^) E un espejo esférico, P/el
rayo incidente, CI la normal, IF el rayo reflejado y TI la
J'JO- . '<-
á n<i
C r -E T
tangente en el punto de incidencia; estas cuatro rectas forman
un haz armónico que determina sobre una transversal Pl (eje
principal) cuatro puntos P, C, F y T, conjugados armónicos.
Si el espejo es de gran radio y poca abertura, el punto 1
puede considerarse como confundido con E. Consideraremos,
por tanto, los puntos P (punto luminoso) y i^(foco) como va-
riables; C (centro de curvatura) y E (polo del espejo) como
fijos; la flecha indica el sentido positivo.
La proporción armónica
PC FC
PE FE
= — 1 nos permite
— 382 -
hallar la posición del foco F si se nos da la del punto lumi-
noso P.
Discusión. — 1.° Si P está en el infinito, la relación de los
PC
segmentos vale la unidad, y entonces FE= — FC; sien-
P E
do estos segmentos iguales y de signos contrarios, el foco F
tiene que estar en el punto medio del radio CE; esa posición
es el foco principal.
2.° Si el punto P se halla entre ce y C, tendremos que
los segmentos PC y PE de la primera relación son del mismo
c signo; luego los FC y FE de la segunda tendrán que tener
signos contrarios; por tanto, el foco F estará entre C y E;
pero PC < PE, luego FC < FE; por tanto, F estará en-
tre C y el punto medio de CE.
3.° Si P está en C, el segmento PC=0 y el PE=r, y
para que se verifique la proporción armónica será FC = O y
FE=r; luego el punto luminoso P y su foco F se confun-
den en C.
4.*^ Si continuando su marcha, P pasa de C, PC se hace
negativo y PE conserva su signo, luego FC y FE serán po-
sitivos; por tanto, el foco F se aleja hacia la izquierda de C.
5.° Si P coincide con M, punto medio del radio, será
— PC=PE, luego FC=FE; por tanto, el foco F esta-
rá en Go.
6.° Si P pasa de M, será PC> PE, luego FC> FE; y
como los dos primeros segmentos tienen signo contrario, los
dos últimos lo tendrán igual, luego F estará á la derecha de E;
es decir, tenemos foco virtual.
7.° Si FE = O, será FE = O; luego P y P coinciden en
el polo del espejo.
8.° Si /-* pasa á la derecha de E, los segmentos PC y PE
tienen el mismo signo, y además PC^ PE , luego FC y FE
son de signo contrario y FC^ FE; por tanto, P estará entre
E y el punto medio M del radio.
9.° Si P está en ce, los ^segmentos PC y PE son iguales
y del mismo signo, luego los otros dos son iguales y de signo
contrario; por tanto, F estará en M, punto medio del radio.
383 -
Vemos, pues, que P y F se mueven siempre en sentido
contrario y se confunden en dos puntos, que son Cy E; los
ryo^-^'
F.
F
números 1.° á 7.° inclusive corresponden á las posiciones del
punto luminoso y de su foco en los espejos cóncavos ^ y los 8.°
y 9.° á los espejos convexos.
Pongamos la proporción armónica bajo la forma
PC PE
FC FE
-1.
Si Cesta en oo, vemos que PE = — FE, lo que nos dice
(fig. 3) que el punto luminoso y el foco están*á distinto lado
^^U "
-* 1— -I —
J^
c r J^i
del espejo y á igual distancia; este es el caso de los espejos
planos.
Fórmulas ordinarias de los espejos. — Si queremos obtener-
-ása-
las basta hacer PE==p, FE = p' y r = 2f, y sustituir va-
lores en la proporción armónica, teniendo en cuenta el signo
de los segmentos en cada caso particular; ejemplo, en el caso
de la figura 4.^
PC=p-2f; FC^-{2f—p')=p' — 2f\
■ PE^p; FE = p' ]
y, sustituyendo en la proporción armónica, será
p — 2f p—2f 1 1 1
p p t V P
Ejes secundarios. — Son todas las transversales que pasan
por el centro C; como este punto y el extremo del radio con-
servan su distancia, la proporción armónica subsistirá.
Imágenes en los espejos esféricos. — Sea la figura 5.^; sabe-
mos que los puntos situados entre ce y C tienen sus conjuga-
/'jcr^ S .
I'
c r
dos entre C y M é inversamente, y que los comprendidos en-
tre M y E los tienen entre oo y E.
Supongamos un punto P, cuyo conjugado es E ; si hacemos
girar el eje principal alrededor de C, los puntos conjugados
armónicos guardarán las mismas posiciones en el eje; en cada
momento las posiciones de E son focos de los de P, luego el
(*j Para obtener la fórmula de Newton , P — «f'-f', basta hacer
PJlf=:o y FM=^'^' y sustituir valores en la proporción armó-
nica.
— 385 —
arco descrito por F será la imagen del que describe P ; ade-
más, vemos que por estar F y P á distinto lado respecto á C,
la imagen resulta invertida y más pequeña que el objeto.
Si invertimos las posiciones de P y de i^, vemos que á un
arco pequeño (objeto) corresponde un arco grande é invertido
(imagen). En ambos casos las imágenes son reales.
Si el punto luminoso P está entre M y E (fig. 6.^), al girar
el eje, los arcos descritos por P y por su conjugado F son del
I —
---->^_j,£;
mismo sentido, pero el segundo arco es mayor que el primero;
luego en este caso la imagen es virtual derecha y mayor que
el objeto.
Si invertimos las posiciones de P y P tendríamos el caso
de los espejos convexos.
Tres casos importantes tenemos que considerar:
1.° Si el punto luminoso está en el infinito, el giro del eje
determina en el foco princi|)al una pequeña superficie esférica
que pedemos considerar como planaj,.ha recibido el nombre de
plano focal principal.
2. Cuando el punto luminoso está en C, también está su
foco; un objeto y su imagen serán iguales, pero invertidos; el
plano que pasa por este punto y perpendicular al eje, se llama
antiprincipal.
3.° Si el punto luminoso está en F, también está el P, y el
giro del eje nos dice que objeto é imagen son iguales en mag-
nitud y posición; el plano que contiene á los dos se llama pla-
no principal.
Haciendo pasar una recta por el foco principal y que limite
en el plano principal una magnitud igual á la del objeto, ten-
— 386 —
dremos la cai'acterística de Oariel, que facilita mucho la cons-
trucción de la imagen de un objeto.
Relación de magnitud entre la imagen y el objeto. — En las
figuras 5.^ y 6.'' vemos que los arcos ó sus tangentes son pro-
/ FC
porcionales á los radios; por tanto, — = , y sustituyen-
do sera — = — ^— para la imagen real y — ^
O p — 2f O 2f — p
para la virtual.
Aberración de esfericidad. — Hemos supuesto al principio
que el espejo era de poca abertura y gran radio, en cuyo caso
el pie de la tangente se confunde con el polo del espejo; pero
si éste no cumple con estas condiciones, entonces el pie de la
tangente se aleja tanto más del polo cuanto más marginales
son los rayos incidentes, y por tanto, el conjugado armónico
del infinito, que siempre está en el punto medio del segmento
CT, se acercará al polo del espejo; la distancia MM' (fig. 7.^)
se llama observación longitudinal; todos los rayos paralelos que
inciden sobre el espejo se entrecruzan después de reflejados y
determinan la superficie llamada cáustica.
1 11112
Si en la fórmula 1 ^ = — ó 1 = — sustituí-
p p' f P P ^
r
mos, en vez del segmento r, el verdadero CT = , será
cosa
1 , 1 2cosa tA ^ < ,
1 = , formula más exacta.
p p' r
- 387 —
Lentes. — Estudio elemental.
El plano principal de una lente infinitamente delgada pasa
por su centro óptico; los planos antiprincipales se hallan al
doble de la distancia focal, j como las propiedades de estos
planos y de los focos son análogas á los elementos de igual
nombre de los espejos, podemos reducir el caso de las lentes al
de los espejos.
En la figura 8.^, E representa un espejo j G, su centro de cur-
•^>-
c
t
vatura; F^ el foco principal; la propiedad del plano antiprinci-
pal la representaremos por las dos flechas iguales y contrarias;
la del plano principal, por otra más gruesa. Si los rayos vie-
nen en la dirección de la flecha, la figura representa un espejo
esférico convergente, y haciéndola girar alrededor del plano E,
tendremos la representación de una lente convergente. Si la
luz viene en opuesto sentido, la misma figura representa un es-
pejo esférico divergente, y después del giro, una lente diver-
gente.
Lentes convergentes . — Sea O (fig. 9.^) el centro óptico de
m-
->-
J^j^ ". s
f" o
j^
C'
una lente convergente, F y F' sus focos principales; para co-
nocer las posiciones de los focos conjugados buscaremos el
— 388 -
conjugado armónico del punto luminoso en el espejo cóncavo
de radio 0C= 20 F\ y el simétrico del punto hallado con re-
lación á O, será el foco que se busca.
Discusión. — 1.° Si P está en oo , su foco estará en F' (caso
del espejo) y en su simétrico F (caso de la lente).
2.° Si P se acerca á C, su conjugado se acerca al mismo
punto hasta que coinciden (espejo); su simétrico se acerca á
C" hasta coincidir (lente).
3.° Si P va de C á F', su conjugado (espejo) va de 6
á 00 , y su simétrico (lente) irá de C' á ce .
Todos estos son focos reales.
4.° Si P va de F' á O, su conjugado (espejo) va á la de-
recha de O desde oo á O; su simétrico se moverá á la izquier-
da de O. En ambos casos los focos son virtuales.
Le?iies divergentes. — La misma figura sirve para hallar los
focos en este caso, considerando solamente que los rayos vie-
nen ahora en sentido contrario á la flecha.
Estas consideraciones nos permiten hallar las fórmulas sen-
cillas de las lentes infinitamente delgadas por la misma pro-
porción armónica que sirvió para los espejos, teniendo en
PC
cuenta que la primera relación es la misma y que los seg-
mentos de la segunda son sustituidos por otros del mismo va-
lor absoluto y también de signos contrarios; portante, el valor
de la proporción (que deja de ser armónica) se conserva el
mismo.
Sea (fig. 10) O el centro óptico de una lente convergente y
->-
J^ O J^' C
polo del espejo cóncavo, 6 el centro de este espejo y doble
distancia focal de la lente; sea P el punto luminoso, su conju-
- 389 -
gado armónico en el espejo será F y el simétrico de éste, F',
será el foco en la lente. La proporción armónica en el espejo
será
PC FC_ _ _
PO FO
y la de igual valor en la lente será
PC F'C
PO F'O
y sustituyendo los valores PC = p — 2f, PO = p, F'C =
= 2/"— p' y F'O = —p será
p-2f 2f-p'
de donde
f P P'
Lo mismo haríamos en cualquier otro caso.
Imágenes en las lentes. — Repetimos lo dicho acerca de los
J'j^fJJ.
/
/
I
r'
espejos (fig. 11): si hacemos girar el eje principal alrededor
del centro óptico O, al arco descrito por el punto luminoso P
corresponderá otro descrito por F' , que es el simétrico del
conjugado armónico de P. La magnitud de los arcos (objeto é
— 390 —
imagen) estará en relación con la de los radios, 6 sea con sus
distancias al centro óptico; el sentido del movimiento en cada
arco indicará la posición relativa del objeto é imagen.
Construcción de la imagen. — Construyendo la imagen en el
espejo correspondiente á la lente y doblando la figura alrede-
dor del plano principal, tendremos la imagen correspondiente
á la lente; pero es más rápido trazar la característica simétrica
de la del espejo, trazar un eje secundario por el extremo del
objeto hasta que encuentre la característica, y bajando una
perpendicular de este punto al eje principal, esa será la ima-
gen; por ejemplo (fig. 12):
Refracción.
En el estudio que precede de las lentes no hemos tenido en
cuenta el índice de refracción ; vamos á tratar ahora la refrac-
ción de un modo más completo, tomando como fundamento la
relación anarmónica, cuyo valor hacemos igual al índice de re-
fracción.
Con los segmentos, determinados por cuatro puntos en línea
recta, pueden formarse seis relaciones anarmónicas de valores
distintos; pero dos de ellas tienen valores negativos, y como el
índice de refracción es siempre positivo, prescindiremos de
ellas; además, si como hemos hecho en los espejos, tomamos
como invariables los dos puntos que determinan el radio, las
— 391 -
cuatro relaciones quedan reducidas á dos de valores inversos,
por tanto, éstos podrán ser n y — .
n
Dióptricos simples. — Los puntos invariables son: el centro
C de curvatura del didptrico y L polo del mismo (límite de las
posiciones del pie de la tangente al punto de incidencia del
rayo, cuando éste cae muy cerca del eje principal); si nos dan
la posición del punto luminoso P, determinaremos la de su
-pn JTC 1
foco i^ haciendo la proporción : igual d n 6 á — ,
PL FL n
según que la luz pase del medio menos al más refringente, 6 al
contrario.
Dióptricos convergentes. — Supongamos (fig. 13) que la luz
/-JCrfJd.
~^fi» >-
jp J.%_ C J^
pasa del medio menos al más refringente , la relación anarmd-
nica será: : = n; los segmentos de la primera rela-
PL FL
ción son positivos, luego los de la segunda podrá i ser ambos
positivos ó negativos; por tanto, el punto F podrá estar á la
izquierda de L (foco virtual), ó á la derecha de C (foco real).
DiscusiÓ7i. — 1.^ Si P está en oo , será FL = n FG (1), y
como n'> 1, será FL > FC; luego F estará á la derecha de
C y los segmentos FC y FL serán negativos.
Llamando f á la. distancia de P á Z; y sustituyendo valores
71 r
en (1), tendremos f= n (f — r) 6 f = ; valor de la
fi — 1
distancia focal cuando los rayos llegan paralelos al eje.
392 —
2.° Si P se acerca á i^, la primera relación aumenta hasta
PC
valer (2) = 7i, en cuyo caso FC ^= FL, y como tie-
PIj
nen igual signo, i^ estará en x . Llamando /' á la distancia PL
y sustituyendo valores en (2) será: f -\- r = nf, 6 f =
r
n — 1
valor de la distancia focal de los rayos incidentes, que después
de la refracción salen paralelos al eje principal.
PC
De modo que, cuando el punto luminoso va de oo á = n,
su foco va de = n hasta oo ; todos estos focos son reales.
FC
nv Y
De las fórmulas f= y /' = se deduce que
71 — 1 n — 1
f
-L = n y f — /' = r, esta última nos dice que los puntos fo-
cales principales distan igualmente del centro y del polo del
dióptrico.
PC
3.° Si P se acerca más al dióptrico, será "> n, y por
FC
tanto, >• 1, luego FC'> FL; entonces F pasa á la iz-
FL
quierda de L y los dos últimos segmentos son positivos; los
focos son virtuales.
4.° Si P coincide con L, también lo hace F.
5." Si el punto P pasa de L, entonces la luz camina de un
medio más á otro menos refringente; por tanto, la relacjón
anarmónica será
PC FC _ l_^
PL FL n
los dos primeros segmentos son de signo contrario, luego
los dos segundos también lo serán; por tanto, el F estará en-
tre L y C.
Continuando la discusión encontraríamos los mismos focos
que anteriormente.
— 393 —
Fórmulas. — Sustituyendo en la relación anarmónica los
valores PC=^ p -\- r, PL =p, FC = ;/ — r, FL ^=p' será
p-\-r p' — r . n — 1 1 , n
— : = n 6 = 1
p p r p p'
para los focos reales ; del mismo modo tendríamos
p-\- r p' -\- r n — 1 1 n
p p' r p p'
para los focos virtuales.
Dióptricos divergeiites. — Sea el dióptrico esférico L (fig. 14),
la relación anarmónica que le corresponde será:
PC FC
= 71.
PL FL
Discusión. — 1.° Si P está en oo , tendremos FL = nFC,
»>^ ^-
J" J^ C
luego FL > FC\ por tanto, 7^ estará á la izquierda de C, ó
sea en foco virtual, y ambos segmentos son positivos.
Llamando /"á la distancia focal FL y sustituyendo valores,
Berá:/"=w(/' — r) ó f= .
n — 1
— 394 —
2.° Si P se acerca á C , también lo hace F.
3.° Si P pasa oc C, PC cambia de signo, lo mismo que
i^C; luego ambos estarán entre C y L.
4.° Si P coincide con L, también lo hace F.
Por consiguiente, este dióptrico no da más que focos virtua-
les, cuando el punto luminoso va de co á L, su foco F va del
foco principal á L.
5.° Si P pasa de L, la relación anarmónica será:
PC FC 1
PL FL n
y discutiéndola veríamos que, pasando P de i á co , su foco F
va de _L á la distancia focal principal, que en este caso vale
f = ; los focos son virtuales.
n — 1
Fórmula. — Sustituyendo valores en la relación anarmóni-
ca, tendremos :
;; — r j/ — r
~ —n,
V
P
de donde
n 1
n
1
■■ —
.
r
V'
V
Imágenes. — Dióptricos convergentes. — Sean /"y /' (fig. 15)
los focos principales del dióptrico Z>^ y C su centro de cur-
vatura.
Para un punto en co , el giro del eje alrededor del centro
determina en f el primer plano focal principal.
Si se acerca P , este punto y su foco F engendrarán arcos
que pueden considerarse como el objeto y su imagen, y vemos
en la figura que aquélla es real invertida y más pequeña que el
objeto.
— 395 —
Si Pliega á la distancia 2f'L, la relación anarmónica nos
dice que la imagen está á la distancia 2fL, y por el giro del eje
vemos que objeto é imagen son iguales, pero en posición in-
versa; los planos normales al eje que pasan por ellos son los
planos anii'principales.
Cuando P se acerca á f\ la imagen es mayor que el objeto,
y continúa invertida.
En f el giro del eje describe el segundo plano focal y su
foco da una imagen en oo .
De modo que entre oo y /"' obtenemos imágenes reales é in-
vertidas, situadas entre /"é co , y que crecen constantemente.
Cuando P pasa de f, sabemos que su foco es virtual á la
la izquierda de /', y el giro del eje nos hace ver que la imagen
es mayor que el objeto y derecha.
En L, objeto é imagen son iguales y de igual posición; este
es el plano principal.
Luego estando el objeto entre f y L, las imágenes estarán
entre oo y i, son virtuales, derechas y disminuyen constante-
mente.
Dióptricos divergenies. — Por las mismas consideraciones
veremos que en este caso se forman imágenes virtuales derechas
que crecen de O á la magnitud del objeto y situadas entre el
foco principal y el dióptrico.
Trazado de las imágenes. — Se hace como en los espejos por
medio de la característica y un eje secundario.
Cáusticas. — Al considerar los puntos del sistema anarmóni-
co hemos tomado como punto fijo el polo del dióptrico, en lu-
Hev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 27
— 396 —
gar del pie de la tangente en el punto de incidencia, el cual es
variable; por tanto, el foco es distinto para los diversos rayos
paralelos al eje, los cuales, después de la refracción, se entre-
cruzan, dando lugar á las cáusticas.
Sistemas centrados. — No consideraremos más que el caso
J-j^-^Jó.
'Síí^
J^
C \^ </ >
más sencillo de dos didptricos de la misma sustancia y de es-
pesor despreciable. Sean (fig. 16) C y C los centros de los
dióptricos, L el polo y P un punto luminoso; la posición de su
foco en el primer dióptrico será dada por
PC FC
H
PL FL
y sustituyendo valores tendremos la fórmula
^^^=^=-+- (1).
r p Pí
Pero el rayo, antes de llegar á F, atraviesa el otro dióptrico
pasando de un medio más á otro menos refringente; luego con-
siderando á F como punto luminoso, hallamos su foco /'por la
FC fO' 1
relación '- : = — , y sustituyendo valores dará:
FL fL n
n — 11 n
—7-= — (2).
r p py
— 397 -
Sumando (1) y (2) tendremos
(n-i;
r r } y p
que es la fórmula general de las lentes.
Dióptrico plano. — Es el dióptrieo esférico, cuyo centro está
en 00 ; aplicaremos, por tanto, la relación anarmónica.
Sea (fig. 17) L la separación de dos medios de distinta den-
y^y^'yr.
m^
J^
sidad y P el punto luminoso; por estar C en oo , la relación
FL
anarmónica se reduce á = n 6 FL = nPL.
PL
1° Si P está en oo (incidencia normal), PL será oo , y por
tanto, también lo será FL; luego no hay refracción.
2.° Si PL es finito, también lo será FL, pero siendo ?i >> 1,
será FL >■ PL, luego F estará á la izquierda de P; por tanto,
un observador, colocado en O, verá el punto luminoso más le-
jos de la superficie de lo que realmente está (refracción atmos-
férica ).
3.° Si Pestá á la derecha de L (fig. 18), como la luz pasa
de un medio más á otro menos refringente, la relación anarmó-
nica correspondiente queda reducido á
FL
PL n
— 6PL=nFL,
luego PL >> FL: por tanto, F estará entre L y P. Un obser-
dor, colocado en O, ve el punto luminoso más cerca de la su-
perficie (fondo de un estanque).
- 398 ~
Ángulo limite y reflexión total. — En las construcciones que
anteceden puede observarse que tomamos n =
tag¿
tagr
, y esto
sólo puede admitirse para los rayos muy cercanos á la normal;
sin embargo, discutiéndola se explica claramente la reflexión
total.
Siendo n positivo^ lo serán también las dos tangentes.
Si Ti >- 1, será tag¿ >> tagr; á medida que crece r aumenta
su tangente, aumentan, por consiguiente, tag¿; para un cierto
valor de tagr, será tag^' = co , en cuyo caso i = 90'^; es decir,
que el rayo refractado es paralelo á la superficie de separación
de los dos medios; el valor que corresponde en este caso á r
se llama ángulo límite.
Si continúa aumentando r, tagi cambia de signo, siendo,
por tanto, los términos de la relación de signos contrarios , no
hay refracción: estamos en el caso de la reflexión.
Medios de caras paralelas.
Sean (fig. 19) L y L' las caras de un medio de índice n: el
foco de P sobre la primera cara sería i^,- como la luz, al atra-
vesar la segunda cara, pasa de un medio más á otro menos re-
fringente, el punto F, considerado como punto luminoso, dará-
un iocoJ^'; por tanto, un rayo incidente PI da uno II' en el
— 399 —
medio y otro emergente /'/"; tenemos que demostrar que el
incidente y el emergente son paralelos.
FjcrfJO.
La relación para la primera refracción es
la segunda
PL
= n,y para
FV
F'U
n.
de donde
FL
PL F'L'
FL' , FL
o
_ 1^^ .
FU F'L'
pero los triángulos semejantes FLIy FU I' dan
FL LI
FU ur
de donde
PL
LI
F'U ur '
luego los triángulos PLI y F'U I' son semejantes ; por tanto,
PI y FI" son paralelos.
- 400 -
Refracción en el prisma.
Determinación del foco. — Sea (fig. 20) un prisma A de ín-
dice ny P \xn punto luminoso: la relación que nos dará el foco
F T
sobre la normal á la primera cara será = n {!), luego
estará en F, éste actúa como punto luminoso para la cara de
F^i-r
emergencia, su foco estará en la normal á dicha cara (ó su pro-
longación), y como pasa de mayor á menor refringencia, será
F'U
FU
De (l)y(2) se deduce
FL
l_
n
(2)
PL
FL'
F'L'
por tanto, uniendo L con L' y trazando por P una paralela, el
punto en que corta á FU será el foco F' que se busca.
— 401 —
Marcha del rayo luminoso. — Si PI es un rayo incidente,
uniendo i^ con I y prolongando la recta, II' será el rayo re-
fractado; uniendo F' con /' y prolongando la recta, I'E será
el rayo emergente.
Los ángulos i, e, r y r es fácil ver que son respectivamente
iguales á los de incidencia en la primera cara; de emergencia,
de refracción en la primera cara, y de incidencia en la segun-
da; el ángulo d es el de desviación del prisma; el ángulo en F
es igual al A, por tener sus lados respectivamente perpendicu-
lares; por tanto, A = r -\-r' y ú cuadrilátero FF'OP nos dice
claramente que d = e -{- i — A.
Haciendo variar el ángulo i^úF ^= A ó la relación
FL
= 71,
PL
estudiaremos la variación del ángulo d.
— 402 —
XVI. — Estudios acerca de los Dípteros y de los pa-
rásitos que transmiten al hombre y á los animales
domésticos.
Por el De. Gustavo Pittaluga.
(Continuación).
CAPITULO V
Observaciones sobre morfología y biología de los cu-
lícidos, EN particular DE LAS SUBFAMILIAS Anophelinae
Y Culicinae.
1. Los inosquitos propiamente dichos (¡tal.: xanzare;
franc. : cousins , moustiques, marengouins ; inglés: gnats;
alem.: stechmücken) (aunque vulgarmente se designan con este
nombre muchos Dípteros de distintas familias, entre ellos Ti-
pulidae, Simuliidae, etc.), constituyen en realidad la familia
Culicidae en el suborden Nematocera (Latreille).
Trátase, por lo general, de pequeños Dípteros^ molestos en
extremo durante la noche y las últimas horas de la tarde, en los
días de verano y otoño, por el monótono zumbido que produ-
cen al volar, y por la insistencia con que pican, perforando la
piel con las agudas piezas de su aparato bucal, en todas las
partes descubiertas del cuerpo.
La familia Culicidae comprende á su vez — en nuestro en-
tender— 5 subfamilias:
1. Corethrinae (tipo = gen. Corethra);
2. Culicinae ( » = » Culex);
3. Anophelinae ( » = » Anopheles);
4. Megarhininae;
5. Aedinae.
Recientemente ha propuesto Eysell (Die Stellung der Core-
- 403 —
thriden, Caliciden und Anopkelideu im zoologischen Syst.)
(1905) elevar á categoría de familias lo menos 3 de estas cin-
co, Corethridae (Bitschebnücke), Culicidae ( StechmücTie)>
Anophelidae ( Gabelmüclcej. En este caso, la palabra Culici"
dae — nótese bien y téngase en cuenta — no consérvala misma
significación, sino que indica tan sólo aquellas formas que —
dentro de la clasificación por nosotros adoptada — se compren-
den en la subfamilia Cu licinae.
2. La familia Culicidae^ en su conjunto, está representada
por Dípteros que reúnen los siguientes caracteres: Antenas lar-
gas, delgadas, casi desnudas ó recubiertas de escasos pelos en
las hembras, con abundantes mechones en los machos; palpos
largos, más largos y plumosos en los machos, menos en las
hembras; trompa exachaeta (con seis piezas en el canal del la-
hiiim) larga y resistente; patas muy largas y delgadas; alas muy
finas, irisadas, con seis ó más venas longitudinales, recubiertas
de escamas.
Las hembras ponen sus huevos en las aguas estancadas; las
larvas son acuáticas, ápodas, eucétalas (es decir, con cabeza
distinta), y poseen en su extremidad posterior un apéndice es-
pecial, destinado á la respiración, con abertura de los tubos
traqueales que corren á lo largo del cuerpo. La larva respira
por la superficie del agua en que vive, disponiéndose en modo
que la antedicha abertura de su apéndice respiratorio posterior
llegue al nivel del líquido, en contacto con el aire atmosférico.
Las ninfas_, que se desarrollan en el agua, son características,
móviles.
La subfamilia Corethrinae, que comprende actualmente los
géneros Corethra (Meigen, Corethra plumicornis) , y Mochlo'
nyx (Loew, Mochlonix culici for mis , vebdinus , effaetiis), no
nos interesa para el objeto de nuestro estudio, pues ninguna
de las especies que la constituyen es hematófaga, ni vive en
relación con el hombre ó los animales domésticos.
Muy distinto es el caso de las dos subfamilias Culicinae y
Anophelinae. Ambas comprenden, en efecto, numerosísimas
formas hematófagas, y que ejercen un papel muy importante
en la transmisión de las Filarlas {F. immitis del perro, F. Ban'
- 404 —
crofti del hombre), del Paludismo y de la Fiebre amarilla. For-
mas hematófagas comprenden también Megarhininae y Ae-
dinae.
Durante los últimos siete años (desde 1898) y muy especial-
mente en los primeros cinco de este siglo (1900-1905), se ha
llevado á cabo en todas partes, con la cooperación de un gran
número de investigadores, naturalistas, entomólogos, anató-
micos y biólogos, una labor considerable para la definición de
los caracteres, determinación de las especies, estudio de la es-
tructura y de las costumbres de los mosquitos pertenecientes á
las subfamilias Culicinae y Anophelinae. Sin embargo, á pesar
de la obra fundamental de F. V. Theobald, del British Museum
en Londres, precedida y seguida por las contribuciones parcia-
les y Monografías de Ficalbi, de Grassi, de Donitz, de James,
de Giles y otros; de Coquillet, Dyar, Smith (América del Nor-
te), y de la reciente publicación del Tratado de Blanchard,
estamos muy lejos de haber llegado á un acuerdo completo
acerca de los caracteres fundamentales para la distinción de los
géneros y de las agrupaciones naturales de géneros y especies.
Theobald y los que — sin examen crítico suficiente y con
un concepto superficial del valor científico y práctico de su mé-
todo — han adoptado el sistema del dipterólogo de Londres?
han considerado muchas veces como caracteres distintivos al-
gunas modalidades morfológicas que muy difícilmente podrían
y deberían aceptarse por tales. Hemos llegado por este camino
á un número tan excesivo de géneros y especies en la familia,
y muy en particular en las subfamilias Culicinae y Anopheli-
nae , que todos los resultados experimentales obtenidos con
ciertas formas en Europa, á propósito de la transmisión de
enfermedades parasitarias, no son ya admisibles sin nuevas
comprobaciones.
Estos graves inconvenientes se ponen de relieve porque difi-
cultan el estudio práctico, al alcance de los médicos, de las
enfermedades transmitidas por los mosquitos. Mas, por esta
misma razón, los entomólogos en general no los toman en cuen-
ta, y persisten en su tarea de subdivisión listinción de las for-
mas, creación de nuevas especies, nuevos géneros y nuevas
— 405 —
agrupaciones, sobre el fundamento de caracteres externos, pu-
ramente morfológicos, y cuyo valor taxonómico depende mu-
chas veces de un criterio de apreciación personal.
Desde luego yo reconozco que no se puede de ninguna ma-
nera tener en cuenta la utilidad práctica, las ventajas de la
sencillez y facilidad de la clasificación, ni siquiera fundarse en
un concepto puramente parasitológico y biológico, para esta-
blecer los caracteres sistemáticos de la familia y su división en
géneros y especies. Sería absurdo pretenderlo.
Pero creo estar en la verdad cuando afirmo, que aun to-
mando como base de un sistema taxonómico conceptos estric-
tamente científicos, y que responden á los clásicos métodos de
la zoología sistemática, se puede llevar á cabo una definitiva
revisión de las subfamilias Oulicinae y Anophelinae, que re-
duzca notablemente el número de géneros y especies estableci-
das por Tlieobald en su largo y considerabilísimo trabajo ana-
lítico.
Yo expongo, por ejemplo, un concepto, que si bien — lleva-
do á sus últimas consecuencias — pueda parecer absurdo y has-
ta chocar con la realidad, sin embargo merece fijar nuestra
atención, ser analizado en su importancia biológica y estudia-
do tomando como ejemplo de comparación los casos parecidos
que se encuentran en gran número en la zoología; esto es,
que las especies que hospedan determinados parásitos, adap-
tados en su evolución á pasar un período de desarrollo en
estos huéspedes, difícilmente podrán separarse en géneros
distintos. Con otras palabras, los huéspedes de una misma for-
ma de parásito, característica y fija, pertenecen casi siempre al
mismo género, aunque puedan distinguirse en varias especies.
Yo creo firmemente que en la incertidumbre y vaguedad de
que adolecen nuestros conceptos de género [genus , Oattung^
y de especie natural, hora es ya de aprovechar los datos que
nos proporciona el estudio de las adaptaciones biológicas recí-
procas ^ y muy especialmente de los fenómenos de parasitismo,
puesto que deben estar en íntima relación con las condiciones
fisiológicas propias del organismo del huésped (sobre todo con-
diciones y caracteres fisioquímicos, que se escapan á nuestra
406
investigación y para los cuales el parásito nos sirve como de
preciosísimo reactivo vital).
V^olveré á ocuparme de este asunto cuando llegue el momen-
HAlM
W^J^
e/mj
Figura 29. — Aparato terminal del tarso de Cultx
pipiens 9-
5.0 T = ;.° artejo del tarso.
to de hacer algunas consideraciones sobre la adaptación de los
parásitos del paludismo á su ciclo vital en el huésped in-
>?
W
Figura 30.— Forma de las uñas en los 3 pares de patas de Culex penicillaris.
vertebrado ( Anoplieles). Expuestas someramente estas ideas,
veamos ahora cuáles y cuántas especies, reunidas en cuántos
— 407 —
géneros, débense agrupar en la familia Culieidae, y más par-
ticularmente en las subfamilias Culicinae y Anophelinae.
3. Al hablar de los métodos de clasificación de los Dípte-
ros en general, algo ya se ha dicho acerca de los caracteres más
importantes que sirven de base para la subdivisión de la fami-
lia Culieidae.
Primero el dipterólogo argentino Linch Arribálzaga, y lue-
go, con mayores detalles, Ficalbi, utilizaron el carácter muy
interesante de la forma de las uñas con que termina el último
artejo del tarso en los Culícidos. En efecto, las uñas pueden
ser sencillas, sin dientes, ó bien con 1, 2 ó 3 pequeños dien-
tes que sobresalen de la concavidad del borde ungueal. Según
las combinaciones que resulten de la forma de las uñas en
las 6 patas, constituyese la Fórmula ungueal de Ficalbi, que
se representa con 6 cifras así dispuestas:
Primer par de patas. Segundo par. Tercer par.
1.* uña 2." uña I." uña 2.*^ uña I.'' uña 2." uña
O O o o 0 0
y se escribe, en este caso, O. O — O. O — O. O; indicán-
dose con ello que todas las uñas de los tres pares de patas son
sencillas, sin dientes (como en la hembra de Culex pipiens).
Si, por ejemplo, tuviéramos delante un ejemplar con las uñas
de la forma siguiente: primera uña del primer par de patas
(es decir, en ambas patas), con dos dientes; segunda uña, con
un diente; primera uña del segundo par de patas, con dos dien-
tes; segunda uña, con un diente; por fin, las dos uñas del ter-
cer par de patas, con un solo diente, escribiríamos: 2.1 —
2.1 — 1.1. (Tal es el caso de Culex pe?iicillarís (j^ , común
en España) (v. fig. 30).
Lutz (Río Janeiro) funda una nueva división de los Culiei-
dae (ya separados en Euculicidae y Culicimorphae, éstos co-
rrespondientes á la fam. Corethrinae), en los tres caracteres
principales : 1.°, de la morfología de las larvas; 2°, de la exis-
— 408 -
tencia, disposición y forma de los pelos sobre el metathorax;
3,**, de la forma y dimensiones de los palpos.
Bianchard, en su reciente tratado «Les moustiques. Histoi-
re naturelle et medícale», acepta en casi todos sus detalles el
sistema de F. V. Theobald ( 1 ).
4. Dejando aparte la subfamilia Corethrinae (que Theo-
bald eleva á categoría de familia, Corethridae), comprende este
autor en los Culicidae, propiamente dichos^ las subfamilias si-
guientes:
1.
Aiioplieliii.ae.
2.
Megarhiiiiiiae.
3.
Culicinae.
4.
Heptaphlebomyinae.
5.
Aedoiiiyiiiae.
6.
Sabettiiiae.
7.
Yoblotiiiae.
La subfamilia Heptaflebomyinae comprende un solo gé-
nero con una especie: Heptaflebomyia simplex, y se conoce
sólo la hembra. (Alas con 7 venas longitudinales en lugar de 6,
la 7.^ constituida por una línea de escamas del tipo minimae-
longiredangidatae [ v. fig. 9]; uñas O. O — O. O — O. O;
África central,)
Como se ve, trátase de una subfamilia creada con datos in-
suficientes y de muy escasa importancia.
La subfamilia Sabettinae de Theobald, fundada sobre los ca-
racteres principales del género Sabethes de Robineau-Desvoi-
dy (1827) (emend. Scudder, 1882 Sabettus), comprende los
géneros:
Sabettus (con 3 especies).
(1) R. Bianchard modifica muy á menudo, en su libro, la ter-
minología taxonómica, viéndose á ello obligado — según advier-
te — por la sucesiva publicación de varias Notas y Memorias de
Theobald, durante la composición del tratado. Al hablar de la
obra de Theobald yo me refiero siempre directamente á sus tres
tomos (con atlante): A Monograph of Culicidae , etc.
- 409 -
Dendromyia (con 6 esp,),
Sahettoides (con 1 esp.).
Wyeiomyia (con 4 esp.).
Phoniomyia (con 2 esp.).
Binoiia (con 3 esp.). {Sin6n.=Ru?tckomyia).
Sabettinus (con 1 esp.).
Son dípteros americanos (América Central, Antillas y Amé-
rica del Sur: una sola especie de la península de Malacca).
El carácter de los palpos, igualmente cortos en los dos sexos,
los acerca á las formas de la subfamilia Aédinae (Aédomyinae,
Theobald), de la cual pienso que puedan formar parte.
La subfamilia Yoblotinae participa del mismo carácter. Theo-
bald la separa de las subfamilias Aédomyinae y Sabettinae por
la forma y disposición de las escamas que cubren la cabeza, el
metatórax y el abdomen; comprende en ella los géneros:
Yohloiia (s'món. =Jrichoprosopon) (con 3 especies).
Limatus {sin6n.= Simondella) (con 1 esp.).
Goeldia (con 1 esp.).
Hyloconops (con 1 esp.).
Carollia (con 1 esp.).
También todos ellos se encuentran en la América del Sur.
Entran, con Sabettinae, á constituir la subfamilia Aédinae.
De tal suerte, quedan en realidad reducidas á cuatro las siete
de Theobald:
Aiioplieliiiae.
Ciilicinae.
Megarhiniíiae.
Aédinae.
5. La subfamilia Aédinae, tal como la conceptuamos,
resulta constituida de las especies descritas en las artificiales
agrupaciones Sabettinae é Yoblotinae, más los géneros:
Aédes (Meigen, 1818) (con 3 especies).
- 410 —
Aédeomyia (Theob., 1901) (con 3 esp.).
Aédimorphns (con 1 esp.).
Uranotkaenia (con 15 6 más esp.).
Haemagogus (con 4 esp.).
Deinocerites [6 Brachíosoma] (con 2 esp.).
Finlaya (con 2 esp.).
Hoivardma (con 2 esp.).
Skusea (con 3 esp.).
Verrallina (con 3 esp.).
Ficalbia (con 2 esp.).
Mimomyia (con 4 esp.).
Oiialteria (con 2 esp.).
Áédinus (con 2 esp.).
Todas estas formas estaban representadas, hasta el año 1903>
por las escasas especies del único género Aédes dcí'Critas por
Meigen (1818) (Aédes cinereiis), Osten Sacken (1877) (A. fus-
cus), Skuse y Arribálzaga. Quedaba dudoso el género Haema-
gogus. Todas las demás son debidas á Theobald, Neveu Lemai-
re, Coquillett y Lutz.
Caracteres comunes y generales: Palpos igualmente cortos
en los dos sexos. — Metatórax desnudo, sin escamas ni pelos.
(La forma y disposición de las escamas sobre el Scutelluní, el
tórax y el abdomen, sirve de carácter distintivo entre género
y género.)
Casi todas son formas americanas, indias, africanas. En Eu-
ropa sólo Aédes cinereus (y raro).
Las hembras de estos dípteros son hematófagas; pero no
molestan al hombre ni pican más que en determinadas condi-
ciones, muy probablemente cuando necesitan de la sangre para
la maturación de los huevos.
6. La subfamilia 3Iegarllinmae está representada por los
más elegantes entre todos los mosquitos, de brillantes vivísi-
mos colores. Comprende actualmente tres géneros:
MegarJmius (Rob. Desvoidy, 1827).
(Con 19 especies; todas ellas tropicales: viven en los
— 411 -
grandes bosques de América, de Australia, de las In-
dias y del África central [MashonalandJ. Se encuen-
tran en México y muy probablemente en Filipinas.
Aunque son raras sus relaciones con el hombre y con
los animales domésticos, sin embargo pican y produ-
cen pomfos dolorosos [Goeldi, Lutz, etc.]. No existe
ningún dato que pueda hacernos sospechar un papel
pat(5geno por parte de estos dípteros.
Toxorhynchiles (Theobald, 1901).
(Coa 3 especies, asiáticas y africanas).
Ancylorhynchus (Lutz, 1904).
(Con 1 especie, muy próxima al gen. Megarhinus).
Los caracteres generales de la subfamilia son los siguientes:
Trompa larga, encorvada;
palpos bastante largos, en
el macho más que en la
hembra; tórax cubierto de
pequeñas escamas fusifor-
mes, cortas, del tipo ovoi-
dea; scutellum (1) con es-
camas del tipo rhoinboida-
lis, grandes. Alas cubiertas
en su venulación de esca-
mas grandes, irisadas, con
reflejos metálicos.
7. Quedan así aislados
ios dos grupos que con-ti-
tuyen las subfamilias Ano-
phelinae y Culicinae. Los
caracteres fundamentales de las dos pueden resumirse en esta
forma:
jLi.f
m/x
jñjL.fM'íoui/ni.
JU
e-mjt/n_^
Fifllira 31. — Esquema que representa la disposi-
ción de distintas partes del Tórax de los Culíci-
dos (visto por el dorso).
(1) Llámase Scutellum una parte de la pared torácica dorsal,
trilobada, situada entre el Mesothorax y Metathorax ó Metano-
tum, en los mosquitos. Constituye un relieve quitinoso, á veces
cubierto de escamas y pelos (v. fig. 31.)
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 28
— 412 —
A) Anophelinae.
Trompa larga y derecha.
Palpos de 6 artejos, casi igualmente largos en los dos
sexos; pero desnudos en las hembras, con mecho-
nes de pocos pelos en los machos.
Antenas de 14 artejos en las hembras, con pequeños
mechones de pocos pelos; de 15 artejos en los ma-
chos, con mechones de abundantes y largos pelos.
Tórax cubierto de escamas relativamente escasas.
Abdomen, por lo general, desnudo (sin escamas).
Alas raramente sin manchas; por lo general, adorna-
das de manchas determinadas por agrupamiento de
escamas (escamas de los tipos longirectangulatae^
elongatae et miniraae) .
Machos fitófagos.
Hembras solas hematófagas.
Larvas acuáticas; apéndice respiratorio corto, y por
tanto, larvas horizontales cuando suben al nivel
del agua.
B ) Culicinae
Trompa larga j derecha.
Palpos de 3 artejos en los machos, y largos tanto
como la trompa ó más; de 3 ó 4 artejos en las hem-
bras, y siempre más coitos que la trompa.
Antenas filiformes , con escasos pelos en las hembras,
con mechones de muchos y largos pelos en los ma-
chos.
Tórax y Scutellum cubiertos, por lo general, de esca-
mas; pero Metanotum ó Metatórax desnudo.
Alas casi siempre inmaculadas.
Larvas con sifón respiratorio, y por tanto, dispues-
tas, en el acto de respirar al nivel del agua, obli-
cuamente ó casi perpendicularmente, con la cabeza,
hacia abajo.
La subfamilia Anophelinae comprende los mosquitos que
transmiten el parásito de la Malaria humana, y al mismo tiem-
po pueden ser huéspedes de la Filaría hnmitis de los perros.
La subfamilia Culicinae comprende aquella especie que con
el fundamento de importantísimos datos experimentales y epi-
demiológicos se considera como transmisora de la Fiebre
413 —
amarilla, y comprende además todas aquellas que pueden ino-
cular al hombre las larvas de la Filaría Bancrofti.
La subfamilia Anophelinae, constituida hasta el año 1900
por pocas especies del gen. Anopheles, cuenta hoy día^ en vir-
í-K-j
Figura 32. — Aspecto y morfología general externa de un
Díptero de la familia CuLICIDAE, gen. Anopheles Q.
tud de la clasificación de Theobald, con 10 géneros y más de
60 especies.
Sin detenernos en describir los caracteres diferenciales de
cada uno de ellos, daremos cuenta sólo de los resultados taxo-
nómicos, es decir, del estado actual del sistema de Theobald;
— 414 —
siendo de todos modos imprescindible establecer la sinonimia
6 la correspondencia con las formas verdaderamente funda-
mentales á que nos referimos en el estudio sucesivo.
8. Géneros de la subfam. Anophelinae , según Theobald:
1. G-en. AnopJieles. (¡Con SO especies, según Theobald!)
Tipo Anopheles claviger. (Fabricius, 1805; sin. A. ma-
culipennis, Meigen, 1818).
Anojyheles hifurcatus, Linneo.
[Puede afirmarse en modo terminante que mu-
chas especies nuevas del gen. Anopheles crea-
das por Theobald son sencillamente variedades
de especies existentes: así es de A. nigi^ipes,
A. aJgeriensis, etc., etc.]
2. Gen. Myzomyia (sinónimo Grassia). (Con 18 especies.)
Tipo Myzomyia superpicta, Grassi, 1899.
Corresponde í\l Anopheles superpidus de Grassi.
3. Gen. Stethomyia (dudoso, una sola especie).
4. Gen. Pyretóphorus (con 10 especies).
Tipo P. costalis. (Característica especie tropical. Re-
presenta al gen. Anopheles en los ti-ópicos.)
5. Gen. Cydoleppteron (ó Cydolepidop)teron) (dos especies de
valor dudoso).
6. Gen. Myzorynchus (con 15 especies).
Tipo Myzoryndius pidus , que corresponde á la es-
pecie Anoptheles pseudojjidus , Grassi, 1899.
M. sinenns ó vigerrimus Wiedemann (especie
asiática. China, Sumatra, etc.).
7. Gen. Nyssorhynchvs (con 17 especies).
8. Gen. Arrihalzagia (con 2 ó 3 esp.).
9. Gen. Cellia (con 14 esp.).
10. Gen. AldricMa (una esp.).
Y se añaden Chrystia (1904) (con una esp.).
Lo2)homyia (1904) (con una esp.).
9. Por otra parte, la subdivisión de la subfamilia Culicinae
de Theobald resulta aun más complicada y extensa.
Géneros de la subfamilia Culicinae (Theobald):
1. Gen. Janfliinosoma (Arribálzaga, 1891). (Sinónimo Conchilias-
íes- Theobald.) (Hembras hematófngas.) (Com-
prende 7 especies, todas ellas americanas.)
— 415 —
2. Gen. Psorophora (patas cubiertas de escamas).
Tipo Psorophora ciliata, correspondiente al antiguo
Culex ciliatus ■+- C. molentus. (Comprende
4 especies, todas ameiicanas.) (Hembras he-
matófagas, ignórase si participan en la trans-
misióij de J^iíaria, etc.)
3. Gen. Mucidus (las larvas de la esp. Mucidus alternaiis , co-
rrespondiente al antiguo Culex cdternans de
AVestwood , pueden desarrollarse en el agtia
de mar, de densidad 1025). (Comprende 5 es-
pecies, esparcidas en África, Asia, Australia.)
Hembras hematófagas.
4. Gen. Desvoidea (ó Desvoidya^ sinón. Armígeres Theob.). (Com-
prende 3 especies, del Extremo Oriente asiá-
tico.)
5. Gen. Eretmapodites (con una sola especie, África). Género du-
doí-o, con caracteres comunes de Sabeitus y
Ctdex.
6. Gen. Stegomyia (con 30 especies).
ft Tipo Stegomijia fascirda (ó St. calopus), muy común
en las regiones tropicales y subtropicales, y
hasta en algunos puntos de las zonas templa-
das de los cinco continentes.
(Reúne este género varias especies del an-
tiguo género Culex; entre ellas las más
importantes son: Culex elegans , C. vitta-
tus, C. alhopictus.)
7. Gen. Culex.
(Culex ab acúleo, quem in ore habet acutissimum, nomen
accipit. — Alberto Magno, De natura animalium, 1. xv,
t. VI , 1.270.)
(Comprende más de í8í? especies, esparcidas
en todo el mundo.)
Las larvas de algunas de estas especies
pueden desarrollarse en el agua salada,
como las de Culex Mariae (Algeria),
Culex marinus, etc.
(Hembras hematófagas, en general.)
(Especies más importantes:
Culex pipiens (sinón. C. ciliaris),
Culex fatigans (¿variedad?),
Culex pemcillaris ,
Culex spathipalpis,
Culex mimeticus).
— 416 —
8. Gen. Mansonia ( sinón. Panoplites ). (Con 8 especies , ninguna
europea. ) ( Hembras hematófagas. )
9. Gen. Tneniorhinchus (con 20 especies). (Hembras hemató-
fagas.) Taeniorhinchus Richiardii. Sinónimo
del antiguo CuJex Richiardii.
10. Gen. Theobaldia ó Theohaldinclla.
(Este género, recientemente creado por Ne-
veu-Lemaire, comprende formas del género
Culex, entre ellas, las principales:
Culex nemorosus (Theobaldin. n.).
Culex spathipalpis, ya indicado, etc.
11. Gen. Lutzia (comprende sólo el Culex Bigotii, elevado á ca-
tegoría de género).
12. Gen. Gilesia (ídem id. Gilesia aculeata, única esp.).
13. Gen. Lasioconops (ídem id. Lasioconops poecilipes , única es-
pecie).
14. Gen. Mélanoconion (con 8 esp.).
15. Gen. Grabhamia (con 10 ó 12 especies, entre ellas algunas
comprendidas por el mismo Theobald en su
primera parte de la « Monografía sde los Cu-
lícidos», en el género Culex. como Culex pul-
chritarsis (Grabhamia pulchritarsis) .
16. Gen. Acarto'niyia (con una sola especie).
10. Las especies típicas de los Ánophelinae en Europa
quedan reducidas á las del antiguo género Anopheles:
Anopheles claviger (maeiiUpenriis) (v. fig. 33).
Anopheles hifurcatiis (v. 6g. 34).
Anopheles superpictus ( Pyretophorus sup. de Theob.).
Anopheles pseiidopictus (Myxorynchns sup. de Theob.).
Todas las demás, así como los géneros creados con los ca-
racteres diferenciales de la forma y disposición de las escamas,
son especies exóticas (Asia, África, América, Australia), si
se exceptúan Anopheles nigripes que Theobald considera como
hona species , Anopheles algeriensis , Myxomyia hispaniola y
otras pocas formas, que en realidad no representan más que
variedades (á veces tan sólo variaciones individuales) de las
cuatro antes indicadas.
— 417 —
El carácter artificial de la clasificación de Theobald aparece
muy claramente cuando se considere que la especie A. bifur-
catiis, la única quizás en toda la sub- familia Anophelinae que
no tenga manchas sobre las alas, y que por lo tanto merezca
con buen fundamento ser colocada en un género aparte, queda,
sin embargo, en el sistema del dipterólogo ing'és como espe-
cie del género Anopheles, junto con Anopheles claviger (ó ma-
Figura 33.— Ala de Anopheles claviger.
ctilipennis) cuyas alas llevan características manchas dispues-
tas constantemente en la misma forma. Otras especies, al con-
trario, que se apartan por otros caracteres, como A. superpic-
tus y A. pseudopictus , constituyen en el sistema de Theobald
'>iMiiiiiiiiiiMiiiiiiiiiiiiHiiii'i|<ri
Figura 34.— Ala de Anopheles bifurcatus.
géneros distintos, en virtud de la excesiva importancia que
atribuye este autor á la forma de las escamas.
Las cuatro especies indicadas, Anopheles claviger, A. bi-
furcatus, A. (6 Pyretóphorus) superpictus, A. (6 Myzorhin-
chus) pseudopictus, existen en la península ibérica.
Ejemplares numerosísimos de A. claviger he enQontra.áo, du-
rante los tres últimos años, en las provincias de Barcelona
(Prat de Llobregat, Sampedor, etc.); Tarragona, Valencia
— 418 -
(toda la huerta y sobre todo los arrozales entre Catarroja, Sue-
ca y Cullera), Murcia (Cartagena), Madrid (San Fernando,
Vallecas, y alrededores de la corte); Gupdalajara, Salamanca
(frontera de Portugal, Fregeneda y Baica de Alva, en general
todo el valle del Duero); Cáceres (Navalmoral de la Mata y
sus alrededores), Baleares. El Dr. Macdonald, médico de las
minas de Río Tinto (Huelva), ha encontrado también esta es-
pecie, en la provincia de Huelva.
Menos frecuentes son en el centro de España las tres espe-
cies Á. biftircatus , cuya investigaci(5n es á veces muy difícil,
A. superpictus y pseudopietus. Sin embargo, estas últimas se
encuentran relativamente abundantes en las provincias occi-
dentales del reino (Huelva, Badajoz, Cáceres, Salamanca);
A. bifiircatus se encuentra, al contrario, más fácilmente en las
provincias orientales, mediterráneas (Valencia, Barcelona) é
insulares (Baleares).
En la isla de Mallorca, á lo largo del camino de Felanitx, y
sobre todo en la Albufera de Alcudia, al Norte de la isla, hallé
unos cuantos ejemplares de Anopheles hifiircatiis, en extremo
parecidos, por sus caracteres, á la variedad que Et. y Ed. Ser-
gent describen como hona species con el nombre de Anopheles
algeriensis. Bien es verdad que los mismos autores (E. y E. Ser-
gent) admiten que los caracteres distintivos entre A. algerien-
sis y A. hifurcatus son escasos y de poca imj)ortancia especí-
fica, de tal suerte que ellos consideran A, algeriensis como «la
forme vicariante de A. hifurcatus en Algerie» (1).
En realidad, aunque las formas de bifurcaius que yo hallé
en Mallorca correspondan perfectamente con las descritas por
Et. y Ed. Sergent en Argelia, no creo suficientes sus caracte-
res diferenciales con el tipo para constituir una especie nue-
va. Sobre este punto he insistido en otras publicaciones.
Lo que nos interesa es saber si todas estas formas, varieda-
des, especies 6 géneros, que las numerosas investigaciones en
íl) Observations sur les moustiques des etivirons d'Alger, par
MM. Edmond Sergent et Etiünne Sergent.
(Ann. Instit. Pasteur, Enero 1903, pág. GO.)
- 419 -
todas las regiones de la tierra y los nuevos conceptos taxonó-
micos han hecho admitir en la subfamilia Anophelinae, trans-
miten 6 no transmiten aquellas enfermedades parasitarias que
en Europa transmite, sin ninguna duda, el género Anopheles;
y sobre todo si son aptos á hospedar, en su fase de desarrollo
esporogónico , los parásitos de la Malaria humana. Desgracia-
damente, la determinación de una especie nueva, sobre esca-
sos y superficiales caracteres morfológicos , dentro de la sub-
familia Anophelinae, resulta tarea mucho más fácil que la ob-
servación detenida de condiciones epidemiológicas, ó el ensayo
experimental, largo, molesto, y que necesita, desde luego, co-
nocidiientos y técnica especiales, y medios oportunos. Por este
lado, carecemos, por tanto, de datos.
Sin embargo, parece que las formas agrupadas en el género
Nyssorhynchus (erróneamente Laverania de Theobald), pro-
pias de Australia, India y América, no son aptas para hospe-
dar las formas del ciclo esporogónico de Plasmodium y Lave-
rania (malaiiae).
Todas las demás especies de la sub-familia pueden — proba-
blemente— transmitir el parásito de la Malaria humana, y al-
gunas quizás también las larvas maduras de F. Bancrofti. So-
bre el particular parece oportuno esperar datos más seguros-
tanto parasitológicos, como sistemáticos.
El género Atioplieles en general, y muy en particular la es-
pecie Anopheles claviger (en Italia y en España) transmite á
los perros la Filaría immitis.
Bien es verdad que las larvas de Filaría immitis pueden —
en condiciones excepcionales — desarrollarse también en el gé-
nero Culex [Culex pipiens); menos difícilmente en las esp. Cu-
lex 'penicillaris y Culex malariae (ó C. rexatis) , C. SJciisü se-
glán las observaciones de Bancroft (1); pero debe tratarse de
un medio anormal, muy probablemente limitado á los casos ex-
perimentales.
(1) C. Skusü , muy parecido á C. cüiaris , dehe considerarse
como una variedad de Culex pipiens , comunísimo en toda España.
— 420 -
En conjunto puede afirmarse que la adaptación de las larvas
de Filaría immitis (quizá de los Füaridae en general) al hués-
ped intermedio, no es específica, no ha llegado á la necesidad de
una selección esquisita, como es la que se encuentra, sin duda,
en otros parásitos, entre ellos en los protozoarios de los géne-
ros Plasmodium^ Loverania, Haemoproteus [Proteosoma), etc.
11. Dos palabras más, acerca de la distribución de géne-
ros y especies en la sub-familia Culicinae, como acabo de ha-
cerlo con respecto á la sub-familia Anophelinae.
La sub-familia Culicinae comprende aquellas especies que
con más frecuencia transmiten al hombre la Filaría Bancrofti;
las que parecen ser vehículo del germen — todavía desconoci-
do— de la Fiebre amarilla; y por fin otras muchas que nos in-
Figura 35.— Ala de Culex pipiens.
teresan bajo el aspecto parasitológico, por ser huéspedes de
hematozoarios de las aves , parecidos á los que producen la Ma-
laria humana.
Del antiguo género Culex y Theobald y los recientes autores
han separado un crecido nfimero de formas, y con éstas han
creado géneros nuevos: lo mismo han hecho con la antigua es-
pecie Culex pipiens , subdividida en especies distintas.
Muchas de estas innovaciones tienen fundamento natural y
lógico, en el conocimiento cada día más extenso de formas exó-
ticas, antes desconocidas, y de caracteres estructurales y mor-
fológicos que no podían apreciarse sin los modernos medios de
investigación por un lado, y por otros sin la comparación de
un número grande de formas diferentes.
Y sin embargo, en la sub-familia Culicinae como en la
Anophelinae, Theobald ha exagerado — en mi entender — el
— 421 —
valor científico, sistemático (no hablo de valor práctico), de los
caracteres que le sirven para la diferenciación específica y ge-
nérica.
Si se examina con algún detenimiento la constitución actual
del género tal como lo Culex, ha dejado Theobald y adoptado
Blanchard, nos apercibimos, por ejemplo, de que la especie
3
Figura 36.— Ninfa (ó Pupa) de Culex pipiens,
A, aumento de 20 diam.
B, tamaño natural de la misma.
C, detalle de uno de los apéndices dorsales
(bilaterales).
Culex fatigans no merece por ningún carácter importante ser
separada de la forma común Culex pipiens.
Culex fatigans (Wiedemann), sinónimo de C. anxifer,
C.aestiians, C. pungens, C. pallipes (Meigen 1838), elevado
á categoría de género por Arribálzaga (1896) (Heteronycha do-
losa), representa en realidad al Culex pipiens en casi todas las
- 422 -
regiones de la zona sub-tropical (climas calientes). Encuén-
transe ejemplares de esta forma en América, en África, en
Asia, en Australia; y en Europa, precisamente en España
(descrita por Birt, según Theobald, op. cit., II, p. 154, y III>
p. 225), tn Gibraltar; encontrada por mí en Málaga (Junio de
1904); en Portugal; probablemente en Grecia; y en Italia,
següu demuestran las observaciones de Bordi, comunicadas
en 1902 á la Real Academia de los Linceos. Mas lo singular
del caso es, que el mismo Theobald confiesa que le ha sido
preciso superar gravísimas dificultades para combinar algunos
caracteres fijos, sobre los cuales fundarse para diferenciar la
especie C. fatigans de la C pipieus.
En efecto, trátase de variaciones individuales (quizás de
variedades ya constantes, pero sin importancia específica) , y
que se encuentran á cada paso cuando se examinan detallada-
mente, en cierto número, mosquitos del gen. Culex, esp. Culex
pipiens. Dichas variaciones se observan preferentemente en
los caracteres de las alas (escamas), del Scutellum y del pri-
mer segmento abdominal, y hacen imposible de todo punto la
creación de una especie definida. Así es que Theobald se ve
obligado á adoptar los caracteres de la fórmula ungueal, de la
estructura de los genitales masculinos, y de la forma de los
palpos, para crear la especie (C. fatiyans), pero subdividién-
dola en seguida en cinco subespecies (C. fatigans propiamente
dicho [strictiori senbu]^ C. f. luíeoanmdaius, C. f. Macleayh
C. f. Skasii [muy probablemente sinónimo de C cüiaris],
C. f. /;77¿/¿ea/Ms^, admitiendo además 15 variedades.
Theobald publica en la pág. 158 del II tomo de su «Mono-
grafía» diez figuras que reproducen 10 variedades de venula-
ción (mejor diríamos variaciones en la veiiulación) délas alas
de la especie Culex fatiyans. Pero en realidad se encuentran
todas las formas de pasaje , las disposiciones transitorias entre
una y otras de esas variaciones.
Esto, que fácilmente se ha observado en Italia, estudiando
(Bordi) gran número de ejemplares del comunísimo Culex pi-
piens ^ también se averigua con relativa facilidad al examinar
los caracteres de esta especie en España.
- 423 -
Theobald afirma que las subespecies y variedades del C. fa-
tigans de que se ha hablado, tienen una distribución geográfica
característica, 6 por lo menos se encuentran en ciertas regio-
nes, reunidas, formas que corresponden á determinadas subes-
pecies y variedades, con exclusión de las otras. Tampoco esto
es cierto, pudiendo tan sólo admitirse que en los países tropi-
cales ó subtropicales (en Europa podríamos decir en los países
meridionales), acentCianse y multiplícanse las variaciones de
algunos caracteres morfológicos de interés secundario.
Todo esto, dejando aparte su importancia zoológica, nos in-
teresa por tratarse de un mosquito que desempeña papel pre-
dominante en la difusión de la Füaria Bancrofti. La mayoría
de los recientes investigadores, Bancroft, Lutz, Danie's, etc.,
aseguran, en efecto, que Culex fatigans constituye en casi to-
das las regiones tropicales el medio de transmisión típico,
constante, de la Filaría Bancrofti, y que su presencia y dis-
tribución están estrictamente ligadas con la presencia y distri-
bución de la Elefantiasis (esto es, de la más importante mani-
festación de la Filariasis humana).
Claro está, que si realmente C. fatigans constituye una es-
pecie aparte, separada de C. j^ipiens, no bastará encontrarlas
formas comunes de esta especie para entrar en la sospecha de
que la Filaría Bancrofti pueda endémicamente establecerse
ni aun esporádicamente transmitirse en aquella región ó co-
marca. En efecto, hasta ahora no tenemos pruebas seguras de
que Culex pipiens [strictiori sensu , esto es en el sentido de
Theobald] pueda ser huésped natural de las larvas del Nema-
todes. Si nos queremos dar la pena de examinar detallada-
mente la Bibliografía contemporánea y más reciente, veremos
que C. pipiens no viene señalado fuera de Europa, y de algu-
nas regiones de clima templado del Norte de América, en nin-
guna parte; y sin embargo siguen los tratados, incluso el de
Blanchard , asegurando que se trata de una especie cosmopo-
lita, comunísima y difusísima. Entre tanto la mayoría de los
casos de Filaría Bancrofti se atribuyen á la picadura de Cu-
lex fatigans y de Stegomyia calopus (St. fasciata).
La verdad es que ni los caracteres sobre que se funda
— 424 -
Theobald , ni las pequeñas variaciones de la morfología de las
larvas, estudiadas por Howard, pueden convencernos, en con-
tra de los resultados de nuestras personales observaciones, de
que las formas reunidas por el primero bajo el antiguo nombre
de Wiedemann, Culex fatigans, constituyan una bona species,
distinta del Culex pipiens.
Por consiguiente, yo pienso que, de averiguarse todas las
Figura 37. — Larva, probablemente de Culex mimeticus NoÉ,
encontrada en Canarias {Tenerife) Quliii igosV Habitat foveal
(pequeña fuente en un jardín).
condiciones necesai'ias para ello (existencia ¡de enfermos con
embriones en la sangre periférica, temperatura suficiente, etc.),
en los 'países donde se encuentre cualquier forma ó variedad
del Culex pipiens puede establecerse endémicamente ó esporá-
dicamente transmitirse la Filaria Bancrofti.
Veremos dentro de poco el alcance y la importancia prác-
tica de esta conclusión.
Debo decir aún que las costumbres — tanto larvales [habitat
de las larvas]^ como de los insectos adultos — son perfecta-
mente iguales en todas las formas comprendidas en la antigua
y clásica especie Culex pipiens, esto es en el pipiens de
- 425 —
Theobald y en Cidex fatigans , que en conjunto la representa
y sustituye (según los recientes investigadores) en las regiones
tropicales y subtropicales de todos los continentes.
Trátase de mosquitos esencialmente nocturnos: apenas se
logra encontrarlos de día. Las hembras ^ hematófagas , en ex-
tremo molestas, viven en el interior de las casas (House-mos-
quito ^ Bancroft, que identifica C. ciUaris = C. Skusii =
-Ó^
A
Figura 38. — Extremidad posterior y apéndice respi-
ratorio de la larva de Ctilex mimeticus (según NoÉ).
C. fatigans = C. pipiens). Pueden ser transportados con los
grandes barcos ( — lo propio sucede con el gen. Stegomyia) —
sobre los cuales frecuentemente se han encontrado numerosos
ejemplares de (7. fatigans (C. pipieyís).
Sus larvas viven en ambientes bastante variados: sin em-
bargo pueden considerarse como características de las peque-
ñas balsas, de los charcos, de los pozos superficiales, de las
- 426 -
pilas de agua: se encuentran con facilidad hasta en barriles de-
jados al abierto y que contengan pequeñas cantidades de agua
de lluvia.
En Canarias (Tenerife) yo he visto desarrollarse junto en
la misma pila, en un jardín, larvas de C. pipiens y de Sie-
gomijia (1). Low asegura también que esta comunidad de vida
entre los dos géneros durante su estado larval, es frecuente en
las regiones donde se encuentra el género Stegoinyia.
Las especies Culex phytophagus (Ficalbi, 1889), que Mac-
donald (1902) describe como una de las formas encontradas
en el Siid de España (provincia de Huelva, Ríotinto); Culex
agilis (Bigot), Culex dot72esiicus, tampoco pueden separarse
de Culex pipiens y deben considerarse, por tanto, como sinó-
nimos de esta especie.
Theobald publica en la pág. 133, t. 11^ cinco ejemplares de
ala de (7. pipiens (entendiendo con este nombre la especie re-
ducida de su sistema). Entre ellas, dos, por lo menos, presen-
tan una venulación bien distinta. Y el mismo escribe (pág. 135):
« Culex pipietis (strictiori sensu) is subject to great variation in
size and also in regard to certain features of its venation» (C. pi-
piens presenta grandes variaciones en sus dimensiones y tam-
bién en cierto modo de disposición de las venulaciones).
Sin embargo, Theobald admite luego una nueva especie-
Culex quasipipiens , fundándose únicamente en la venulación
de las alas y en la forma de las escamas que cubren la cabeza
y el tórax: «very like C. pipiens, but differs in wing venation
and in the form of the head scales, wich are smaller in this
species, and in the larger thoracic scales» (muy semejante á
C. pipiens, pero difiere de éste por ia venulación de las alas, y
por la forma de las escamas de la cabeza, que son más peque-
ñas en esta especie, y por las escamas torácicas mayo-
res) (pág. 137). Pues bien, el carácter de la dimensión (erró-
neamente dice Theobald forma) de las escamas es absoluta-
(1) Séame permitido dar las gracias á mi distinguido amigo el
Dr. D. Tomás Zerolo (Orotava) por el auxilio qiie me prestó du-
rante mi breve estancia en la isla.
— 427 —
mente variable y sumamente inconstante; y las diferencias en
la disposición de algunas vénulas de las alas, no son de más
relieve que las descritas por el mismo Theobald en su especie
Culex pipiens (fig. 39).
Al contrario, constituye desde luego una especie aparte — y
quizás merezca ser considerado como género — el Culex
nemorosus , que Blanchard llama Theohaldinella 7iemorosa
(emend. Theohaldia [Neveu Lemaire]). En efecto, la fórmula
ungueal de las hembras, que en todas las especies antes indica-
B
Figura 39.— Disposición de las venas costalis y sub-costalis en las es«
pecios (Theobald): Culex pipiens y C. quasipipiens.
A, Culex quasipiens. — a, tipo de las escamas torácicas en la misma
especie.
B, Culex pipiens. — b, tipo de las escamas torácicas en la misma
especie.
das (C. pipiens en general, C. fatigaiis, C. quasipipiens y
C. agilis , etc. )'es la misma (O. O — O. O — O. O), varía en
esta especie (1. 1 — 1.1 — 1.1), así como varían otros ca-
racteres morfológicos, y son por completo distintas sus costum-
bres , sus relaciones con el hombre y el habitat de larvas y nin-
fas. Trátase de una especie que vive, por lo general, en los
bosques, en los jardines, en los parques; raras veces encuén-
trase en las habitaciones (Blanchard la vio en Sevilla). Es
Eev. Acad. Ciencias.— Ill.-Xovieinbre, 1905.
29
428 -
diurna j y la hembra, hematófaga, pica al hombre y á los ani-
males domésticos durante el día. Las larvas desarróllanse en
Figura 40.— Aspecto de Stegomyia fasciata en actitud de picar (aum X lo)-
lagos, pantanos, grandes charcos ^á veces en aguas corrientes
¿^^^^3^^
^
9
cf
Figura 41.— Aparato ungueal de Síígowj'ja /ascia/» d* y 5, en los ejemplares proce-
dentes de las islas Canarias (sí. ja%c. var. canariensis).
cuyo movimiento sea dulce y lento; á veces también en aguas
saladas (salinas de Cagliari, Cerdeña, seg. Ficalbi).
Su distribución geográfica abarca á toda Europa: Culex
- 429 -
sylvaticus, C. provocans, C. salinus (Ficalbi), C. reptans^
C. stricticus deben considerarse como sinónimos de Culex
nemorosus (ó Theobaldinella nemorosa) .
Por lo demás, hay que advertir que también C. nemorosus
presenta variaciones muy considerables en los caracteres exter-
nos, de tal suerte que se admiten 3 variedades: C- n. salinus^
C. n. luieovittatiis^ C. n. detritus.
12. El género Stegomyia corresponde al antiguo Culex ele-
gans Ficalbi, al C. calopus Meigen, al C. anniiUtarsis y otras
formas que comprenden hoy día más de 25 ó 30 especies. Es-
parcido en casi todas las regiones de clima caliente y tropical,
llega á establecerse — transportado quizás por los buques — en
países relativamente fríos (Inglaterra, encontrada por Ste-
phens). Encuéntrase este género, representado por la especie
St. calopus ( St. fascíata), en las costas meridionales de Espa-
ña (Alicante, Málaga, Cádiz, Huelva) y Portugal, y en gran
abundancia en las islas Canarias (Tenerife, Las Palmas) donde
he podido observar sus costumbres, en un reciente viaje al Ar-
chipiélago (Julio 1905). Trátase de un mosquito doméstico,
que vive en las casas, que hállase con gran frecuencia en las
habitaciones, tanto de día como de noche: sin embargo, no pica
durante el día con tanta frecuencia como durante la noche.
Pone los huevos en todas partes donde haya pequeñas cantida-
des de agua, y, según las observaciones de Lazear (que no he
tenido ocasión de comprobar), pueden esos huevos soportar
bastantes días de sequía.
Los caracteres de esta especie, tal como se observan en los
ejemplares capturados en la costa Sud de España, pueden re-
ducirse á los siguientes:
STEGOMYIA FASCÍATA. — Theobald. ]
Aspecto. — A simple vista el insecto aparece blanco y negro;
el blanco puro de la ornamentación contrastando fuertemente
con el pardo obscuro del fondo.
Tamaño. — Longitud: de 3 ^/^ á 5 milímetros (sin trompa).
Cabexa. — Densamente cubierta de escamas del tipo redan-
— 430 —
gulaiae (v. fig. 9, I), negras y grises á cada lado, formando
una mancha blanca en medio^ una mancha blanca en cada lado,
una franja blanca delgada rodeando los ojos; escamas del tipo
aculeatae (v. fig. 9, V.) en la nuca; las antenas negruzcas con
bandas pálidas, estrechas y verticilos moreno obscuro; palpos
con escamas negras; el último artejo con escamas de color
blanco puro plateado cerca de la punta; trompa negra sin ban-
das blancas.
Tórax. — Pardo obscuro con escamas curvas de color mo-
reno rojizo^ dorado pálido y crema, adornado como sigue: una
banda curva y ancha de blanco puro, de cada lado, incurvada
hacia adentro ; hacia la mitad del mesonoto y continuando
hacia atrás, más delgada y pálida hasta el scutellum\ dos ban-
das escamosas delgadas y paralelas, pálidas, extendiéndose has-
ta la parte media á través del mesonoto y más ó menos hacia el
scutellum; una línea blanca corta entre estas dos; una mancha
blanca en cada lado del tórax hacia adelante cerca del cuello;
scutellum con una fila de escamas planas, anchas y de color
blanco, y tres mechones de pelos; metanoto y pleuras moreno
obscuro con varias manchas de escamas plateadas.
Abdomen. — Pardo obscuro, cubierto en algunos sitios de
escamas blancas, negras y grises; con bandas básales de esca-
mas blancas, primer segmento de escamas cremas; lados con
manchas de escamas blancas de aspecto más 6 menos trian-
gular.
Alas. — Venas tapizadas con escamas parduscas de los ti-
pos longireciangulatae et elojigaiae (v. fig. 9), estrecha? y lar-
gas, algunas cortas, del tipo rectangulatae , y más obscuras;
primer.i celda submarginal más larga y ligeramente más estre-
cha que la segunda celda posterior, la base de la primera algo
más cerca de la base de las alas de la segunda. Disposición de
las venas parecida á la del gen. Culex, pero las celdas ahorqui-
lladas cortas.
Patas. — Negras con bandas blancas argénteas básales; cu-
biertas uniformemente de escamas blancas; tibia negra; meta-
tarsos con bandas blancas básales; tarsos anteriores con el pri-
mer artículo blanco á la base y el resto negro; tarsos medianos
- 431 —
lo mismo; tarsos posteriores todos basalmente blancos, excepto
«1 último artículo, que es blanco puro; penúltimo artículo en su
mayor parte blanco con el ápice negro.
Uñas. — Hembra: anterior — ambas iguales y uniserradas;
media — ambas iguales y uniserradas; posterior — ambas igua-
les y no dentadas (1.1. — 1,1 — O. O.). Macho: ante-
rior — desigual la mayor con un diente corto romo, y la menor
con uno no dentado; media — desigual y no dentada; poste-
rior — igual no dentada (1.1. — O. O. — O. O).
Habitat de huevos, larvas y ninfas. — Ya se ha dicho que
las hembras de esta especie prefieren poner en aguas tranqui-
las, de tal suerte que se encuentran huevos, larvas y ninfas en
los barriles de agua de lluvia, pequeños estanques, jarras, en
una palabra, en cualquier receptáculo que contenga agua.
Huevos. — Negros, de forma cilindrica y extremidades cóni-
cas. Los depositan en la superficie del agua, con disposición
parecida á la de los huevos de Anopheles , solos ó en grupos de
tres ó más, dispuestos en filas paralelas ó arracimados. Parecen
muy resistentes á las influencias exteriores. Cada hembra de-
pone de 30 á 115 huevos, siendo de 50 el promedio; los
huevos maduran y se abren entre tres y doce días ó más tiem-
po, según la temperatura del agua y otras condiciones.
Larvas. — Son parecidas á las de G. pipiens , si bien difie-
ren de ellas por algunas particularidades anatómicas estudia-
das y descritas por Howard. La posición en que permanecen
cuando respiran en la superficie del agua tampoco es idéntica
á la que es propia y característica de las larvas de Culex, pues
las de Stegomyia se disponen en dirección casi vertical, con
la cabeza hacia abajo. Son relativamente más largas y menos
anchas , y el tubo respiratorio es más corto. La duración del
período larvario varía, siendo el mínimum de seis días.
Ninfas. — Parecidas á las del C. pipiens , pero más delga-
das y elegantes. La duración del período de ninfa varía, siendo
el mínimum de dos días.
Observaciones. — Los caracteres principales que distinguen
el gen. Stegomyia, y muy en particular la especie St. fascia-
ta, son las escamas de la cabeza y del scutellum; las líneas
— 432 -
blancas á los lados del tórax, y las patas con bandas blancas.
La forma encontrada por mí en las islas Canarias presenta
algunos caracteres que — siguiendo el criterio adoptado por
Theobald y aceptado por Blanchard — pueden hacerla distin-
guir de la especie típica Stegomyia calopus. Tales son: la dip-
posición de las vénulas transversa mediana y transversa su-
pernumeraria en las alas; el tipo de las escamas , que respon-
de á la combinación de rectangnJatae longirectangulatae á lo
largo de las venas, y al de elongatae sobre el borde de las alas;
que permiten crear una variedad St. cal. varietas canariensis.
Figura 42.— Ala de stegomyia fasciata, variedad canariensis.
13. Los géneros lanthínosoma y Psoróphora son exclusi-
vamente americanos: poco sabemos de sus costumbres, nada
acerca de la posibilidad de que ejerzan algún papel patógeno.
El gen. Mucidus es asiático, australiano y en parte africano
(quizás las formas africanas deban comprenderse en otro géne-
ro). Tampoco tiene importancia para nosotros el género Eret-
mapodites.
El géníTO Mansonia (Panoplites de Theobald , Mansonia de
Blanchard, correspondiente en parte al antiguo Culex titillans
de Walker, 1848), es uno de los huéspedes intermedios de
Filaría Bancrofti. Los caracteres de la forma de las escamas
sobre las alas (escamas típicas rhomboidales grandes) (v. figu-
ra 9, II) , y de la dimensión relativa de la trompa y de los pal-
pos distinguen este género de los afines Culex y Aédeomyia-
No se ha encontrado todavía este género en Europa, En los
demás continentes hállase esparcido en las regiones subtropica-
les de ambos hemisferios. Penetran estos mosquitos á veces en
- 438 —
las casas: las hembras ponea los huevos en las aguas, aunque
dotadas de algún movimiento (pequeñas corrientes de agua^
ríos de escaso cauce, lagos, etc.); su picadura es en extremo
irritante, por especiales propiedades químicas del líquido de
las glándulas salivales, ó quizás por la frecuencia con que con-
tiene (y por tanto inocula en la herida) blastomicetos abundan-
tes y formas vulgares de esquizomicetos ( 1 ).
El gen. Taeiiiorhy nchiis (representado anteriormente por el
Culex Richiardii) se encuentra en Italia, Asia Menor, Ingla-
terra, Xorte de América y en todo el continente asiático. Muy
probablemente, existe en España, aunque yo no lo he encon-
trado ni ha sido visto por otros.
SegCín reconoce el mismo Theobald en la introducción al
tercer tomo de su Monografía (1903-1904), todos los caracte-
res de las formas adultas, sobre que se funda la distinción de
géneros y especies, deberían ser confirmados por un estudio
detenido, acabado, de su desarrollo larval, y de la estructura
de larvas y ninfas.
Desgraciadamente carecemos de datos exactos sobre el par-
ticular, en la grandísima mayoría de las especies de Anophe-
Unae y de Culicinae^ si se exceptíían las europeas y alguna que
otra india ó africana (pocas de la América del Norte, estudia-
das porHoward, Coquillet, Dyar, etc.).
Por mi parte estoy convencido — aunque no me atrevo á
exponer por ahora esta idea más que en forma de hipótesis —
,que muchas formas adultas descritas como especies y géneros,
no representan otra cosa que variaciones muy probablemente
debidas á la estación y á fenómenos de polimorfismo sexual:
si conociéramos en estos casos la morfología de las larvas y
.ninfas, si pudiéramos siempre determinar, bajo nuestra vista,
en nuestros laboratorios, la reproducción de aquellas formas,
veríamos desarrollarse larvas por completo idénticas á las atri-
buidas á otra especie, y de estas larvas y de las ninfas que de
(1) Theobald fpág. 174, t. II) escribe: «The bite of Panoplites
(Mansonia) is very irritating and the saliva in some species is dis
tinctly acid (Lutz)».
- 434 —
ellas procedieran, veríamos salir formas adultas con ciertos ca-
racteres distintos de los que encontrábamos en las primera-
mente examinadas, esto es, en la forma paterna y materna.
Este concepto responde de tal suerte á la verdad , á los he-
chos que se observan en la naturaleza, que el mismo Theobald,
en la indicada Introducción del tercer tomo (ultimo publicado)
de su Monografía, escribe: «In many respects the Culicidae
are extremely variable: this variation is chiefly in wing-mar-
kings, and to some extent in the leg banding in certain species.
The variation in wing-markings is said to be seasonal. »
Admite, por tanto, Theobald la existencia de una variación
en ciertos caracteres morfológicos externos, en dependencia
del ciclo estacional del año. Pero al mismo tiempo no se aper-
cibe de que aquellos caracteres externos, por ejemplo, las man-
chas de las alas, y otros, como los colores y aspecto del tórax
y del abdomen, dependen de la forma, dimensión y distribu-
ción de las escamas , sobre las cuales establece el Dipterólogo
del British Museum las fundamentales distinciones de géneros
y especies. Así es que un carácter variable en los individuos
constituye en la clasificación actualmente adoptada, el carácter
fundamental para la subdivisión de las subfamilias.
Y baste con esto de crítica.
Sólo añadiré que con mayor razón aún , del mismo modo
como admito variaciones estacionales y sexuales eu los indivi-
duos de una misma especie y del mismo género , así pienso que
existen variaciones geográficas, y que la misma especie pre-
senta en los distintos puntos de la superficie terrestre modifica-
ciones más ó menos evidentes en su aspecto general y en sus
caracteres.
14. Con relación á los estudios epidemiológicos, es de
gran interés conocer el habitat y las costumbres de las larvas
y las ninfas de las dos familias Anophelinae y Culicinae. En
efecto, por una determinación exacta del medio que nece-
sita cada especie para poner los huevos y para que éstos se
desarrollen convenientemente al estado de larva y de ninfa
hasta llegar á insecto perfecto, podríamos alcanzar un conoci-
miento seguro acerca del territorio en que vivimos, región, co-
- 435 —
marca, pueblo, finca, en cuanto ofrece condiciones favorables
ó desfavorables para la reproducción y vida larval de estos
Dípteros.
Desde luego estamos muy lejos de haber llegado á esa de-
terminación.
Sin embargo, tentativas en este sentido se han hecho, sin
que hayan proporcionado los resultados apetecidos.
La distinción de especies en:
1. Palustres. — (Larvas en estanques, grandes pantanos,
pequeños lagos, etc.)
2. Sub-palustres. — (Larvas en charcos, balsas, etc.)
3. Foveales. — (Larvas en pequeñas cantidades de agua,
en recipientes de poca capacidad),
establecida por Ficalbi (1899-98) y Grassi (1898-99) en Ita-
lia, adoptada en parte por Nuttall (1899-1900) en Inglaterra,
no puede ya mantenerse en todo su rigor; pero de todos modos
yo creo que merece ser conservada y admitida en sus líneas
fundamentales.
Considerábanse en un principio, según las indicaciones de
Ficalbi, como especies típicas del tercer grupo (es decir, que
ponen sus huevos en pequeños charcos, en las pilas de agua
de los jardines, fuentes, pozos, y hasta jofainas con escasa can-
tidad de agua), las siguientes:
Culex 'pipiens (comprendiendo la especie Cidex fatigans
Theob.).
Culex spathipalpis (actualmente Theohaldinella spathi-
palpis).
Culex elegans (actualmente Stegomyia fasciata, S. ca-
lopus).
Culex annidatus (y algunas más).
Las investigaciones posteriores han confirmado en conjunto
el hecho puesto de relieve por Ficalbi. Desde luego no puede
haber en esto una ley absoluta, porque no existe una meuida
— 436 —
absoluta, un límite máximo y mínimo, que nos ponga al abrigo
de las variaciones subjetivas en la interpretación de la clase á
que pertenece el ambiente acuático en que se desarrollan las
larvas. Así es que no siempre encontramos de acuerdo los va-
rios observadores. Pero lo cierto es que, si bien á veces pue_
den hallarse los huevos ó las larvas de las especies antedichas
en ambientes que no encajan en el tipo foveal (esto es de pe-
queña capacidad, de escasa cantidad de agua), sin embargo
queda indudable que el ambiente preferido es ese, y, por tanto,
son estas especies eminentemente domésticas, conviven en
todas partes con el hombre.
Lo cual no deja de tener grandísima importancia. Acuérdese
que Stegomyia fasciata (antiguo Culex elegans de Ficalbi)
relativamente raro en Italia, ya más frecuente en las costas
meridionales de España^ abundantísimo en Canarias, consti-
tuía en Cuba, en particular en la Habana, la especie caracte-
rística de las casas, puesto que desarrollábase en extraordina-
rio número en los depósitos de agua que cada edificio poseía
para el uso de los inquilinos. Desde que con medida general se
han cubierto dichos depósitos , las Stegomi/ia han disminuido
considerablemente; y otras disposiciones higiénicas de distinto
carácter casi han logrado destruir esta especie, ó por lo menos
hacer que desapareciera de la Habana y de sus arrabales.
Por otro lado, ya Ficalbi notaba que distintas especies de
Anophelinae, como Anopheles daviger (maculipennis), y A. bi-
furcatus, se desarrollan especialmente en ciertas aguas, en
condiciones diferentes la una especie de la otra. Anopheles
daviger (maculipemiis) es el tipo de los Anofelinos ^m/tís/res,
esto es que sus huevos, larvas y ninfas desarróllanse de prefe-
rencia en aguas estancadas de grandes extensiones, en charcas
de considerable capacidad (hasta de algunos metros de profun-
didad, según pudimos comprobar en lo sucesivo), en pantanos
y en ciertos lagos también : en los arrozales con predilección
y en gran abundancia (así, por ejemplo, en los arrozales de
Valencia). Anopheles bifiircatus, al contrario, desarróllase
más bien en pantanos de menor extensión y de poca profundi-
dad, en las acequias de lenta y escasa corriente, en los char-
— 437 -
eos y balsas que se forman en el campo, aunque accidental-
mente; y sobre todo en las aguas que quedan en cierta canti-
dad reunidas en los espesos y densos bosques, en las zanjas
rodeadas de arbustos y hierbas. En este caso llamaba Ficalbi
suh-palustre el habitat de las larvas y ninfas.
Sin embargo, Ficalbi tuvo que modjficar muy pronto sus
afirmaciones, y Grassi, Nuttall, Noé, yo mismo, pudimos esta-
blecer definitiv^amente la adaptabilidad extrema de los huevos
de Anopheles en general, para desarrollarse en aguas de toda
clase, en ambiente palustre, snb-palustre y hasta foveal (en
hoyos, zanjas, pozos, etc.). Coggi y Ceccherelli han observado,
por ejemplo, que Anopheles hifurcatus y el mismo Anopheles
claviger se desarrollan en pequeños fosos llenos de agua que
hay para riego de ciertos árboles en los alrededores de Siena
(Italia), donde no se encuentran ninguna clase de pantanos ni
condiciones palúdicas del terreno.
Ocurre lo propio en España. Anopheles claviger se encuen-
tra con relativa frecuencia en lugares que carecen de los ca-
racteres palustres, como en los alrededores de Madrid.
Al mismo tiempo se observa que la difusión de esta especie
y de las que componen la sub-familia Anophelinae, alcanza á
veces una altitud que los primeros investigadores no sospecha-
ban. A 1.000 metros sobre el nivel del mar pueden hallarse
estos mosquitos, y á veces á mayor altura, constituyendo el
hecho ahora indicado gravísima razón de dudas acerca de los
límites orográficos de la endemia palúdica.
15. Los huevos de los Anopheles, largos de ^/^ de milíme-
tro'á 1 milím., de color blanco recientemente depositados y
volviéndose después de color plomizo, son en forma de barqui-
lla, corriendo á lo largo de cada lado una membranilla estria-
da, que en su parte mediana constituye una pequeña cámara de
aire, destinada sin duda á sostener al huevo flotando en el agua.
Anopheles claviger y A. psendopictus (ó Myzorynchus pie-
tus Th.) ponen sus huevos constituyendo cintas paralelas
de 3, 4, 10, hasta de 20 huevos. Anopheles hifurcatus , al
contrario, casi siempre pone sus huevos en el agua en forma
de estrellas, pues se hallan unidos por sus extremidades.
- 438 —
Paede calcularse que cada Anopheles hembra pone de 100
á 150 huevos (1).
Las larvas varían poco de forma con la edad^ reduciéndose
al menor crecimiento de la cabeza con relación al tórax que
hace aparecer la primera tan ancha como el segundo en un
principio y más estrecha, por el contrario, al fin de su desarro-
llo. Los caracteres dados de ellas por los autores, como Mei-
nert, que las ha descrito con gran detalle, se refieren á la for-
ma ya bien desarrollada. La cabeza es cónica, próximamente,
y un poco deprimida. Las antenas llevan dos gruesas sedas es-
piniformes en su extremidad, y otras dos plumiformes, una de
ellas en el extremo y la otra á un lado antes del punto medio
de la antena. De cada lado de la cabeza salen dos sedas que
tienen importancia para la determinación de las especies y se
llaman sedas angulares, y en la parte anterior salen otras muy
largas, también importantes, llamadas sedas medianas. Los
ojos están bien desarrollados. De la parte inferior de la cabeza
salen dos pinceles de pelos muy apretados, que reciben el nom-
bre de órganos rotatorios y que contribuyen á producir un mo-
vimiento especial que verifican á veces, principalmente du-
rante el día, estando las larvas flotando sobre la superficie
del agua con el vientre hacia abajo, pero con la cabeza vuelta
hacia arriba, esto es, girada 180'' desde la posición normal,
lo cual hacen con gran facilidad. La boca está provista de
fuertes mandíbulas. En la mitad anterior y en la terminación
del cuerpo están esparcidas sedas muy largas, más 6 menos
ramificadas, visibles á simple vista, que sirven para hacer más
(I) Estas observaciones, comprobadas personalmente por mí
en las mismas especies de Anophelitiae en España, confirman los
datos ya proporcionados por Grassi, sobre todos, en su importan-
tísima obra Studí d'uno zoólogo sulla Malaria (Reale Accademia
dei Lincei, Roma, 1901, pág. 100 y sig.).
La descripción de larvas y ninfas, conforme también con la de
Grassi, está reproducida de la primer noticia científica que se dio
en España de los estudios de mi maestro, el ilustre catedrático de
Roma, por el Dr. Rioja y Martín, en su discurso inaugaral del
curso de 1902-1903 en la Universidad de Oviedo (pág. 17 y sig.).
— 439 —
estable el equilibrio de la larva. El penúltimo anillo del cuerpo
se prolonga dorsalmente sobre el siguiente (que es muy mó-
vil), formando una especie de escudo, en la base del cual se
hallan los estigmas y al lado externo de cada uno una papila
con pelos, probablemente sensitiva, y un órgano en forma de
peine que debe servir, en unión de otras papilas anales, para
aferrarse ó adherirse á los objetos. En la extremidad posterior
del cuerpo existen, á los lados del dorso, dos pinceles de pelos
que ayudan al sostenimiento de la larva, y en la parte media
ventral una especie de abanico de sedas que contribuye al mo-
vimiento, sirviendo algo de órgano de dirección del mismo.
-rwvtt' cLtt
T
i<4/
B
Figura 43. — Actitud délas larvas: /4, de Culex. — B, de Slegomyia. — C, áe Anopheles{
cuando se disponen para respirar á la superficie del agua.
Como hemos dicho, las larvas de Anopheles se mantienen
sensiblemente horizontales en la superficie, sacando fuera sobre
todo la parte dorsal de la extremidad posterior del cuerpo y
con la cabeza un poco debajo del agua; en ciertos casos, sobre
todo si se le asusta al animal, se deja caer al fondo, donde per-
manece poco tiempo con el vientre hacia arriba; sube verifican-
do un movimiento, más bien lento, de impulsión, producido por
la extremidad posterior, que se mueve como un látigo, ó de lado;
en la superficie se mantiene ordinariamente quieta, pero de
tiempo en tiempo produce un movimiento rápido de lado que
la hace retroceder oblicuamente.
Todos estos caracteres tienen interés para el que, deseando
experimentar con estos insectos, necesite procurarse sus larvas
- 410 -
pues hay otras pertenecientes á distintos géneros y familias de
Dípteros que pueden parecérsele á primera vista, y con el exa-
men de estas particularidades pueden reconocerse las de Ano-
pheles y distinguirse de las correspondientes á otros géneros.
Así, por ejemplo, las del género Dixa son muy parecidas, pero
carecen de las sedas largas esparcidas por el cuerpo, y además
tienen movimientos y actitudes un poco diferentes de las del
género Anopheles , siendo más lentos aquéllos y muy habitual
en dichas larvas la posición del cuerpo formando un arco con
la concavidad que mira hacia arriba (1).
Después de un tiempo mayor 6 menor, según la temperatu-
ra, pero que puede ajarse en 20 á 22 días en verano, pasan al
período de ninfa. En este estado tienen en conjunto la forma
de una coma, pues presentan una porción gruesa y comprimi-
da anterior y otra delgada posterior, en forma de cola, que es
el abdomen. Durante este período el animal se mueve, pero no
se nutre, como acontece también con los Culex. Se distinguen,
sin embargo, las ninfas de Anopheles por tener el margen su-
perior del abdomen formando una curva sencilla, mientras que
las de Culex presentan tantas curvas parciales cuantos son los
anillos de dicha región. Merced á unas especies de cornetillas
que tiene á los lados del cuerpo dirigidas hacia arriba, que al
sumergirse arrastran un poco de aire; y con el auxilio de cier-
tos sacos aéreos que obran en conjunto como un aparato hidros-
tático, pueden elevarse pasivamente estas ninfas, cuando por
una causa cualquiera se han sumergido huyendo de algún peli-
gro. Válense para este movimiento de inmersión, de repetidos
coletazos producidos con la extremidad del abdomen, que está
provista de dos aletas terminales. Por esta razón les es imposi-
ble mantenerse en el seno del agua, á menos que no se agarren
á plantas ú objetos sumergidos por medio de las láminas cau-
dales y de unos filamentos que nacen en el margen de éstas.
Ordinariamente se encuentran en la superficie, en la que cami
nan hacia adelante dando coletazos, en cada uno de los cuales
(1) V. RiojA Y Martín: loe. cit. , pág. 18 (Oviedo, imprenta
«La Comercial», 1902).
- 441 —
la ninfa es impulsada hacia abajo, volviendo á recobrar pasi-
vamente su posición y el contacto con el aire al nivel del agua.
Al cabo de dos ó tres días la ninfa se fija en la superficie
del agua, y alzando el abdomen queda más ó menos extendida,
hasta que poco tiempo después la cutícula se hiende por el
dorso longitudinalmente y sale á pequeños empujones el insec-
to alado, ó adulto, llamado también insecto perfecto, el cual
permanece algunos minutos sobre el agua, merced á una dispo-
sición especial de las uñas, hasta que pierde la transparencia
que tiene al salir de las cubiertas de la ninfa y llega á hacerse
opaco, y coloreado según su peculiar manera específica, en
cuyo momento, batiendo con fuerza las alas, se lanza al vuelo.
El insecto alado, cuyas diferencias con el Culex hemos an-
tes indicado, presenta los siguientes caracteres que, en parte,
son comunes: Las antenas, compuestas de 14 anillos en la
hembra y 15 en el macho, están provistas en cada uno de di-
chos artejos de sedas, que siendo mucho más largas en el ma-
cho se hacen perceptibles á simple vista y le dan el aspecto
de una pluma, carácter que sirve para reconocer este sexo, así
como el de tener los palpos terminados en maza, mientras en
las hembras terminan adelgazándose al extremo. El aparato
chupador ó probóscide está constituido, como en todos los cu-
lícidos, por el labio inferior que forma como un canal ó estu-
che que proteje á seis estiletes; dos de éstos, impares, que son
los representantes del labio superior y de la hipofaringe, al
aplicarse el uno al otro forman, por su configuración especial,
un tubo por el que hace el animal la supción de la sangre; los
otros cuatro, que son las dos mandíbulas y las dos maxilas, sir-
ven, en unión del tubo, para verificar la punción, en cuyo mo-
mento el labio inferior se separa, desde el primer tercio, á con-
tar desde la base, de los estiletes, doblándose en ángulo cada
vez más cerrado á medida que aquéllos profundizan en el espe-
sor de la piel.
La nuca está cubierta de sedas muy apretadas y rodeada de
escamillas en forma de espatulitas. En el punto de unión de la
cabeza con el tórax, éste es estrecho y forma como un cuello.
Toda la superficie dorsal de dicho tórax está revestida de apre-
- 442 -
tadas sedas, á las que deben sus especiales coloraciones, y lleva
dos escudos, uno anterior y otro posterior. Las alas están reco-
rridas en toda su longitud por diez nerviaciones procedentes
de siete primarias, tres de las que se bifurcan después del ori-
gen, habiendo también alguna otra transversal. Sobre las ner-
viaciones existen escamitas, las cuales, acumulándose en cier-
tos sitios, originan las manchas características, y en el borde
y ápice forman una franja. Siguen los balancines, representan-
tes de las alas del segundo par. El último artejo del tarso de las
patas del primer par termina por una una tridentada en los
machos, y por dos sin dentelladuras, en la hembra. Los otros
dos pares de patas terminan, en el macho y en la hembra, por
dos uñas sin dientes. El abdomen^ compuesto de ocho anillos
y peloso, acaba por el aparato sexual externo más desarrollado
en el macho, que consta de dos gruesos lóbulos con sedas que
hacen aparecer bifurcado el extremo del abdomen y de otras
piezas cuya diversa y característica configuración pueden ser-
vir, sobre todo en los machos, para la determinación específica-
16. El Doctor Mario Lebredo distingue en la trompa del
mosquito los siguientes órganos:
1° Órganos de perforación, succión y eliminación salivar
(Labrum-epifaringe é hipofaringe).
2° Órganos de sección ó dilaceración (mandíbulas y ma-
xilas).
3.** Órgano de protección y abarcamiento (labium).
Añade (p. 78, Rev. Med. trop., Mayo 1904) las siguientes
observaciones, que son del todo exactas:
«La hembra tiene necesidad de chupar sangre, sin cuyo ali-
mento no verifica, según hemos podido comprobar, la función
de la ovulación. Por lo tanto, necesita para perforar la piel,
no ya sólo del hombre, sino el cuero de muchos animales, ade-
más de la potencia perforante del labrum, los órganos de sec-
ción (mandíbulas y maxilas) ya descritas.
El macho sólo se alimenta de los jugos vegetales, y por lo
tanto, le basta con la potencia punzante del labrum. De aquí
— 443 -
el que su proboscis conste de labrum-epifaringe, hipofaringe y
labium.
El labrum-epifaringe y el labium, así como todo el resto del
conducto digestivo, son iguales en el macho y en la hembra.
Muchos autores han negado la existencia de la hipofaringe
en el macho. Pero además de ser necesaria su presencia, por-
^^^T*r '■'^'
Irift/x
yvi(i/.víl4
. £|vfi>^-
Figura 44. — Aspecto de las piezas que constituyen el aparato
bucal de los culícidos (9), artificialmente disociadasjas unas
de ¡as otras, y separadas de su vaina del Labium.
que sin ella no se explica el mecanismo de la succión, la en-
contramos siempre en las disecciones cuidadosas, sobre todo
verificando la disección en aceite.
Respecto á la anatomía de los Anopheles importa, para el
caso, considerar sólo el tubo digestivo. Empieza éste detrás
del aparato bucal externo ya descrito, con la faringe, á la que
sigue un esófago. Comunican con éste tres sacos chupadores,
uno ventral principal y dos laterales accesorios. Continúase al
nivel del primer par de patas el intestino anterior, que es el
Kev. Acad. Ciencias,— III.— NoYiembre, 1905.
30
- 444 —
formado por la faringe y el esófago , con el intestino medio 6
estómago quilífero formado á su vez por una parte anterior es-
trecha 6 cuello al que abocan numerosos tubos ciegos, y otra
posterior ensanchada ó verdadero estómago, hallándose una
válvula (válvula cardíaca) en el punto de unión del intestino
anterior con el medio. Al nivel de la unión del quinto con el
sexto anillo abdominal se continúa el intestino medio con el
posterior, en el que se distingue un íleon, un Colon y un Recto.
La pared de este tubo digestivo está constituida por un epi-
telio de células más ó menos aplastadas, revestidas al interior
de una cutícula que es más ó menos fina y provista de crestas
ó sin ellas, según las diversas regiones de aquél, y por una
capa externa elástico-muscular, formada por fibras musculares
(circulares al interior y longitudinales al exterior, en el intes-
tino medio al menos).
Esófago. — Está en relación lateral y superiormente con los
dos sacos aéreos y con las glándulas salivares; superiormente
con la porción muy anterior de los músculos antero-posteriores
del tórax y con el tejido conjuntivo del cuello, é inferiormente,
además de estarlo con el tejido conjuntivo del cuello, hacia su
parte anterior, lo está posteriormente con la primera porción
del saco suplementario. Muchas veces en su parte anterior el
esófago, casi al nivel de su unión con la bomba quitinosa (an-
terior), se relaciona inferiormente con los dos tubos que co-
rresponden á cada glándula salivar y que en este punto vienen
á formar uno solo, que corre hacia adelante, hasta el recep-
táculo.
Esiómago-Intestino medio. — El estómago (también llamado
intestino medio) es un tubo largo que, partiendo desde la ter-
cera parte anterior del tórax, se continúa con la misma estructu-
ra, hasta un límite posterior que no puede precisarse por no
ser fijo, pues varía según el grado de dilatación que tenga.
En la mitad anterior en que es estrecho, la mucosa está cons-
tituida por células casi cilindricas, siendo su estructura aquí
gruesa, y resistente y de apariencia estriada; y en su mitad pos-
terior que ocupa el abdomen y que después se continúa con el
intestino posterior, aunque conserva el mismo aspecto de es-
- 445 —
tructura celular que en su primera parte, son algo más redon-
das las células y es menos resistente y por lo tanto más dila-
table.
El punto de unión del estómago y el esófago es muy espe-
cial. El estómago en su primera parte, cuando hacemos una
disección, tiene la apariencia exterior nudosa ó mejor de una
protuberancia, lo que se explica, pues allí está invaginado ha-
cia adentro, de manera que forman sus paredes reflejadas una
verdadera válvula interna (válvula cardíaca). En esta porción
interna invaginada es donde viene á terminar la porción poste-
Figura 43. — Aspecto y disposición de los órganos en la cabeza de Ánophelet.
C. s., conducto de las glándulas salivales (demuestra el punto de desemboca-
dura en la base de la hipofaringe); n., nervio; m., músculos; es., esófago;
g. c, ganglio nervioso.
rior del embudo exofágico, adhiriéndose á ella como ya lo he-
mos descrito (fig. 13, 1).
En su parte terminal ó pilórica el estómago, al continuarse
con el intestino posterior , lo hace por medio de un verdadero
esfínter. De este punto, por fuera del esfínter, es de donde par-
ten las cinco digitaciones que llevan el nombre de tubos de
Malpighi y que están á su alrededor colocadas simétricamente,
como cinco tentáculos colgados de un cinto, cuyo cinto es la
faja de separación del intestino medio (ó estómago) y del in-
testino verdadero.
En el estómago tiene lugar la primera función digestiva y
de absorción de los jugos nutritivos, y allí es donde se verifica
la primera parte del ciclo extra-humano del parásito de la ma-
laria, cuyo último paso es en el aparato fealivar.
- 446 -
Anejas al tubo digestivo deben considerarse las glándulas sa-
livales y los cinco tubos de Malpigio. Las glándulas salivales
terminan en un tubo que se abre en la línea media y ventral,
en la base de la hipofaringe, por un surco de la cual corre
el líquido segregado que sale por dicho tubo y se inocula en
el individuo picado al hacer la punción. Retrocediendo se ve
este tubo dividirse en dos laterales, y cada uno de éstos pro-
ceder á su vez de tres lóbulos , uno dorsal , uno ventral y otro
intermedio, de diferente forma y estructura éste que los otros
dos, siendo á su vez diferente esta última en las distintas re-
giones de cada uno, aunque en principio tengan todos una capa
Figura 46.— Glándula salival (de un lado), constituida de tres lóbulos, con su
conducto excretor.
interior de cutícula con un hilo de refuerzo arrollado en espi-
ral como las tráqueas, y otra externa glandulosa, constituida
por series de células secretoras (células glandulares), de igual
tipo en cada lóbulo.
17. Sobre los métodos prácticos para el examen de los
mosquitos, indicaciones bastante completas hállanse en las re-
cientes obras de Grassi (1902), de Ruge, de Giles, de Howard,
de Blanchard y de otros. Yo me limitaré á comunicar en bre-
ves palabras lo que me parezca realmente útil ó esté en deS'-
acuerdo con lo que dicen los ya citados autores.
Supongamos de haber capturado 100 á 200 ejemplares de
Culex (C. pipieíis, comunísimo en los alrededores de Madrid).
Separados en distintos vasos de cristal (de boca muy ancha,
cubiertos de gasa, con una abertura central que pueda tenerse
bien tapada por una torunda de algodón en rama), dejaremos
— 447 —
libres un cierto número, entre ellos las hembras con huevos
maduros, en una jaula expresamente preparada, igualmente cu-
bierta de gasa, y que contenga en el fondo una cápsula de Pe-
tri (descubierta) con 1 V/,-2 centímetros de agua. Con agua
Bola (en particular con agua ligeramente azucarada, que los
mosquitos en general distinguen bien del agua pura, lo cual
prueba que deben poseer órganos finísimos de sentido, olfato-
rios y gustativos)^ pueden mantenerse en vida durante varios
días: mas si se quiere asegurar el éxito, bastará colocar, junto
con el agua, pequeña cantidad de frutas, especialmente de ta-
jadas de sandía [después de haberles quitado la parte central^
roja y jugosa]. Con un pájaro común (Passer), completaremos
todo lo necesario para la alimentación de nuestros mosquitos.
En efecto^ se hace preciso, á veces, hacerles chupar la san-
gre de algún vertebrado. Esta especial alimentación (con san-
gre) es propia y casi siempre exclusiva de las hembras, tanto
de la subfamilia Gulicinae, como de la sub-familia Anopheli-
nae. Por esto decimos que las hembras son hematófagas ^ los
machos fitófagos. Pocas y dudosas excepciones no merecen ser
aquí recordadas.
La necesidad de las hembras, de chupar sangre de vertebra-
dos (según se ha dicho anteriormente), obedece á cierta indis-
cutible influencia — desconocida aún en su esencia bio-quími-
ca — que la alimentación sanguínea ejerce sobre la maturación
de los huevos. Para llevar á cabo la maturación de los huevos,
las hembras necesitan alimentarse con sangre.
Los huevos maduros serán fecundados al momento de la
puesta por el esperma que la hembra conserva en la esperma-
teca, pequeño saco ó vesícula que desemboca en la porción
terminal de la vagina.
Las hembras de los Culícidos ponen sus huevos en las aguas
con ciertas disposiciones características, reunidos en agrupa-
mientos especiales, de que ya hemos hablado. Muchas veces,
estas disposiciones de la serie de huevos en el agua no pueden
observarse, se escapan á nuestra investigación, porque los mo-
vimientos, algún obstáculo natural, etc. _, rompen fácilmente su
frágil conexión y dispersan los huevecillos. En condiciones ar-
- 448 —
tificiales, por otra parte, si se exceptúa el género Culex, re-
sulta bastante difícil sorprender á las hembras en estos actos
biológicos. Con mucha paciencia, esperando la ocasión oportu-
na, experimentando con gran número de ejemplares, atendien-
do escrupulosamente á todas las condiciones de temperatura,
de alimentación, etc., lograremos, sin embargo, también en
algunas especies del género Anopheles, llevar á cabo la obser-
vación metódica del desarrollo de toda una nueva generación.
Por lo general , en condiciones artificiales, las larvas salen
de los huevos mucho más tarde que en condiciones naturales.
Los huevos de Culex se disponen en forma de pequeñas
l)arquitas, regulares, compactas, que comprenden gran número
de huevos reunidos por una substancia mucilaginosa que la
hembra segrega al ponerlos^ junto con ellos; los huevos de
los Anophelinos, al contrario, se encuentran casi siempre se-
parados^ si no esparcidos, aunque en los primeros momen-
tos presenten una disposición geométrica (formando cintas
ó polígonos contiguos, etc.). Larvas y ninfas pueden reco-
leccionarse directamente , y con relativa facilidad , en aguas
naturales.
En las comarcas palúdicas, donde se hallan casi siempre en
gran cantidad los mosquitos del género Ajiopheles , suelen en-
contrarse también algunos perros filariosos. Sin embargo, la
existencia del parásito no es necesariamente concomitante con
la existencia de sus dos huéspedes, vertebrado (perro) é inver-
tebrado (Anopheles): causas climatológicas, entre ellas suma-
mente importante la temperatura, influyen sobre la distribu-
ción geográfica de esta adaptación parasitaria.
Extraordinaria paciencia se necesita, la mayor parte de las
veces, para lograr que un mosquito se acerque á la piel del
vertebrado y pique para chupar sangre. Desde luego concedo
que es verdad lo que dice la mayoría de los investigadores:
sobre 10 ejemplares (hembras) alimentados durante algunos
días con jugos vegetales, de 2 á 4 pican y chupan ávida-
mente la sangre del vertebrado. Pero una observación repeti-
da me permite afirmar que los mosquitos alimentados con ju-
gos vegetales (sandía) durante largo tiempo, pierden casi por
- 449 -
completo el instinto hematófago. Hay en esto una adaptación
rápida, especial, que debemos tener en gran cuenta.
De todos modos, es aconsejable — siempre que se pueda —
adoptar el método de dejar libremente al mosquito (ó á los
mosquitos) en contacto ó en comunicación con el animal de que
se quiere que chupe la sangre. Resulta pesadísimo, á veces
imposible, hacer picar á mosquitos puestos en contacto con la
piel del animal, dentro de un tubo de ensayo. Al contrario,
poniendo durante toda la noche, á obscuras, el vertebrado
en una jaula con los mosquitos, ó en comunicación con la que
ap
0/
Figura 47. — Método de extracción del intestino medio (estómago) de un mosquito para
su examen.
encierra los mosquitos, encontraremos por la mañana algu-
nas hembras, lo menos, llenas de sangre. Este método puede
adoptarse con relativa facilidad cuando se trata de hacer pi-
car á un pájaro; sin duda presenta mayores dificultades cuan-
do se trate del perro. En este caso podremos emplear jaulas
especiales, que contengan otras con el perro. Si se quiere estu-
diar la evolución de los parásitos del paludismo humano en el
gen. Anopheles, es preciso hacer que el enfermo (en el cual el
examen hematológico nos haya probado existir las formas
sexuales, gametos, de los parásitos), introduzca un brazo en la
jaula que contiene los mosquitos. No siempre se logra, la pri-
mera vez, que los mosquitos piquen. Hay que insistir.
El examen directo, en fresco, de los mosquitos infectados,
ya sea para observar las larvas de Filaría en los tubos malpi-
- 450 -
gianos, ya los quistes de los liemosporidios en la pared del in-
testino, se lleva á cabo con un método indicado por varios au-
tores; esto es con la extracción del tubo intestinal, en una so-
lución fisiológica de NaCi (que puede rápidamente sustituirse
por una solución sat. de sublimado , ó por otra que se prefiera
para la fijación, si es que se juzga conveniente conservar el
preparado) (v. fig. 47).
Lo mismo dígase por lo que se refiere á las glándulas sali-
vales.
Estas preparaciones se hacen sobre porta-objetos y luego se
cubren con cubre-objetos que se tienen separados, levantados
sobre el plano del porta-objetos por medio de pequeños bordes
de vaselina ó parafioa ó cera (que es suficiente poner en los
cuatro ángulos). Debajo del mismo cubre-objetos puede luego
sustituirse la solución de NaCl por la de sublimado, y des-
pués de la fijación, y de haber nuevamente sustituido alcohol
iodado al sublimado, se introduce definitivamente glicerina
neutra, y se cierran los bordes con parafina y luego con solu-
ción de lacre en alcohol. Semejantes preparaciones nunca per-
duran largo tiempo.
La fijación en solución sat. de sublimado, inclusión en para-
fina y coloración sucesiva de los cortes con Hematoxilina fé-
rrica de Delafield, con Hemalun (Hemateina aluminosa de
Mayer) y con Hematoxilina-Eosina, nos han dado buenos re-
sultados para el estudio de la estructura de los parásitos, y
sus relaciones con los órganos y tejidos del huésped inverte-
brado (mosquito).
BIBLIOGRAFÍA
Arribalzaga (F. L.). — Descripción de tres nuevos Culicidae de
Buenos Aires. (Naturalista argentino , I, p. 149, 1878.)
AusTEN (E. E.). — Moííquitoes and malaria. The manner in which
Mosquitoes intended for determination should be collected
and preserved (Nature, LIX, núm. 1.538, p. 582, 1899.)
AusTEN (E. E.).— The genus Ánojyheles.
(Practitioner, LX7I, p. 334, 1901.)
Bassett-Smith (C. W.). — Observations of Mosquitoes (Journal
oftrojñcal medie, III, p. 53, 1900).
- 451 —
Blanchard (E.). — Les Moustiques: histoire naturelle et medí-
cale. Rudeval ed., 1905, París.
BoRDi (Alfredo). — Contríbuzione alia sistemática deí Culícidi,
con specíale ríguardo alia diffusione della Malaria umana.
(Roma, B. d. E. Accademia dei Lincei, 1902.)
BouRROUL (C.).— Mosquitoes do Brasil.
(Bahía, in8.«,p. 78, 1904.)
Camboulín. — Contribution á l'étude des Anopheles de l'istlime de
Suez. (C. R. Acad. des Sciencies , CXXXV, p, 704, 1902.)
Campbell (R. N.) and Brahmachari (U. N.).— A preliminary re-
port of observations of the habits of Anopheles .
(Indianmed. Gazette, XXXVII, p. 12-15, 1902.)
Christophkrs (S. R.). — The anatomy and histology of the adulte
female Mosquito. (Royal Society . Reports of the Alai. Com.,
IV, 1901; con seis láminas.) — Londres.
CooK (N.). —The distribution of the Anopheles larvae (Brit. med.
journ., I, p. 1.503, 1900).
CoGGi (A.) y Ceccherelli (G,). — Note biologiche su alcune zan-
zare del senese. (Bullett. della Soc. cntomol. ital., Florencia,
año XXXIII, Agosto 1904, números 1-2.)
COQUILLET (D. W.). [Numerosas Memorias sobre Culícidos nor-
teamericanos, en Canadian Entomologist, 1896-1904; y En-
tomological Neus, XV, 1904].
De la Cour (J. L.).— The mosquito. (Americ. mont. mici'osc.jour.,
1884, V, p.b2).
Danikls (C. W.). — Some observations on the common Anopheles
oí British Centr. África, etc. (Royal Soc, Reports to the
Mal. Com., Y, p. 28, 1901.)
DoNiTZ ( W.). — Beitrage zur Kenntniss diev Anopheles. (Zeitschrift
f. Hygiene, etc., Berlín, 1903, XLI, páginas 15-88, y XLIII,
páginas 215-238.)
Dyar (H. G. ). — Illustrations of the larvae of North- American
Culicidae (Journal Nexo-York entomol. Soc, IX, páginas
179-182, y IX, páginas 194-201 , con lámina).
(y otras Memorias sobre Culícidos norteamericanos, en
Proceed. entomol. Soc. Washington).
Dtar (H. G.) and Fr. Knab . — Diverse mosquito larvae that pro-
duce similar adults (Proceed. entomol. Soc. Wáshingt., VI,
páginas 143-144, 1904).
Eysell (A.). — (En Arch. f. Schiffs-und Tropen-Hygiene , VI, pá-
gina 217, 1902, y VI, p. 296, 1902).
FiCALBi (E.)— Revisione sistemática della famiglia delle Culicidae
europee (Firenze, con cuatro láminas , p. 300, 1896).
FiCALBi. — Venti specie di Zanzare (Culicidae) italiano, classate
— 452 -
descritte e indícate secondo la loro distribuzione corografica.
(Bull. Soc. entomol. ¿tal., 1899-1900, XXXI, páginas 46
y23i).
Fjnlay (Dr. Carlos). — Piezas constitutivas de la trompa del Cu-
lex mosquito (st. fasciata).
(Eev. de Med. tropic, Enero 1902, p. 3).
Felt (E. P.). — Mosquitos or Culicidae of New York state (Nexo
York state Mus. Bull., 79, Entomol., 22. Albany, 1904, pá-
ginas 241-400, con 57 láminas). (Resumen en Zoologisch.
Centralbl. v. Bütschli , 13 Junio 1905, núm. 910, p. 293).
[ En esta Memoria se da importancia especial al estudio
de las formas masculinas, que en realidad había sido olvi-
dado ó tratado con datos insuficientes por los demás inves-
tigadores. El estudio de las larvas también adquiere nuevos
aspectos, y merece fijar nuestra atención. En apéniice, pre-
senta el A. una revi.^ión completa de los géneros y especies
de Culícidos, creando los nuevos géneros Culicelsa, Culi-
cada, Ecculex , CuUcella, Culiseta, Protoculex].
Giles (G. M.). — A. Handbook of the Gnats or Mosquitoes , giving
the anatomy and life-history of the Culicidae. — (Londres,
1 t. de 530 p., 2.* ed. , 1902.)
Giles (G. M.). — A revisión of the Anophelinae, etc. — (Londres,
47p.,1904j
[y otras publicaciones en Journ. of tropic. medie.
1902-1904).
Grassi (B.). — Studi d'uao zoólogo sullaMalaria. — Roma, R. Accad.
dei Lincei, 1901. (1 t. con 6 lám.)
GOELDi (D. Emilio). — Os mosquitos no Para. 1 t. con láminas
y fig., Para (Brazil, 1904j.
HowARi) (L. o.). -Notes on the Mosquitoes of the United Sta-
tes, etc.
New York, Depart. of Agrie. , Entomol. 1900.
HuRST (C. H.). — The pupal Stage of Culex (Inaug. Dissertat., Man-
chester, 1890; en folleto de 2G pág).
James (S. P. ).— Collection and differentiation of Mosquitoes and
their larvae (British Med. journ. , I, p. 329, 1900).
Laveran (A.). — [Numerosas publicaciones sobre formas exóticas
y clasificación de Culícidos; en C. R. Soc. de Biol. , París,
y C. R. de VAcad. des Sciences, 1899 á 1905].
Listón (W. G.).— Classification of Anopheles of India (Journal of
tropical med., V, p. 14G, 1902).
Lebredo (D. M.).— Algunas observaciones sobre la Anatomía del
Mosquito (con dibujos origin. ) (Rev. de Medie, tropic. Ha-
bana, Abríl-Mayo-Junio 1904).
— 453 —
LüHE (M.) . — (Konigsberge.)— Zur Frage der Parthenogenese bei
Culiciden (Allgem. Zeitschr. f. Entomologie, 1903, números
18 19, p. 372).
Macdonald (D, i.). — La propagation du paludisme par les mous-
tiques (avec une note sur leur role á Rio-Tinto, (Sud d'Es-
pagne).
(París, A. Alaloine, ed. , 1901).
Neveu-Lemaire (M.).— Descript. de quelques Moustiques de la Gu-
yane. — (Arch . de Parasitol. , VI , p. 5-25 , 1902) [ y otras Me-
morias y comunicaciones sobre clasificación de mosquitos en
C. B. Soc. BioJog., 1903-1905].
KoÉ GiovANNi. — lina nuova specie di zanzara (Culex mimeticus)
(Bullett Soc. entomolog. ¿tal., XXXII, II, 1900).
NoÉ Giov. — Contribuzione alio studio dei Culicidi.— (^í<Z. id., 1899).
NuTTALL , and Shipley. — Stadies in relation to malaria (Journ. of
Hygiene, I, 1901, II, 1902).
OsTEN Sackex (C. R.).— Notice on the synonymy of Anopheles nía-
culipennis (Entom. month. Magaz. , XI, 1900. p. 287.)
Pazos (D. I.) — Del exterior é interior del mosquito (Apuntes so-
bre la Anatomía y Morfología j. — ("iíeu. de Medie, tropic,
Nov. 1903, p. 209; con numer. grabados).
Perroxe (E.) — Sui costami delle larve delle zanzare del gen, Ano-
pheles in relazione con le bouifiche idrauliche. (Annali
d'Igiene speriment., XI, p. 1-24; XII, p. 161 194, 1901-1902).
PiTTALUGA (G.) — Sulla presenza e distribuzione del genere -á/io-
pheles in alcune regioni della penisola ibérica, e suoi rappor-
ti col parassita della malaria umana. — (Roma, R. Accade-
mia dei Lince i , Rendiconti, 1903, XII, f. 12;.
PoLAiLLON (H.) — Contribution a l'histoire naturelle et medícale
des Moustiques. (Thése de París , 1901, 128 pág.)
Sarmentó t FBAxgA.— Sur quelques Culicides portugais (C. R. Soc.
Biolog., LIV, p. 152, 1902).
Sergent (E. et E.) — Moustiques et maladies infectieuses (Guide
practique pour Tétude des Moustiques). — París , 1 t. de
176 pág.)
Smith (I. B.) — Report of the New-Tersey state Agricult. Exper.
Station upon the Mosquitoes occurring, etc., 1904. — (Popul
Science Monthly , etc. En 1905).
SoULiÉ (H.) — Recherches sur les Culicides de l'Algérie (C. R. Acad.
Sciences, CXXXV, p. 112, 1902).
Theobald (F. V.) — A monograph of the Cidicidae or Mosqui-
toes, etc.
Londres, III t. con atlas, 1903.
Taylor (J. R. ) — Observaciones sobre los mosquitos de la Haba-
na, Cuba. (Rev. de Medie, tropic. , Junio, 1903.)
- 454 —
CAPITULO VI
FÍLARÍASIS
(Sigue).
IIT. — Filaría Bañero fti.\ — Elefantiasis arabum, etc.
Anopheles claviger (macuUpennisJ, y en general todas las
especies del género Anopheles (y de los nuevos gen. Pyreto-
jjhorus , Myxomyia, etc.); accidentalmente algunas del gene-
ro Gulex, transmiten al perro las larvas maduras de Filaría
immitis, desarrolladas en los tubos malpigianos de esos hués-
pedes intermediarios.
Diferentes formas del gen. Ciilex transmiten al hombre , en
determinadas condiciones y por un mecanismo parecido, las
larvas de la Filaría Baticroftí.
1. Filaría Bañero f ti (Cobbold, 1876),
(Sinónimos: Filaría nocturna, Manson, 1891. — F. cystíca
[Trichina cística], Salisbury, 1868. — F. sanguinís hominis,
Lewis, 1872. — F. Wuchererí, Da Silva Lima, 1877. [Todos
estos nombres se referían exclusivamente á los embriones cir-
culantes en la sangre del hombre.] — F. Bancrofti es el nom-
bre de la especie, comprensivo de las formas adultas y de los
embriones).
Los individuos adultos de esta especie viven como parási-
tos del hombre, en los vasos linfáticos periféricos 6 centrales,
encerrados á veces en pequeñas dilataciones quísticas termina-
les, á veces libres en los grandes vasos y en el mismo conduc-
to torácico (Manson). Son gusanos de sexos separados. Su
cuerpo capilar, cilindrico, uniforme, no supera las dimensio-
nes de 9 — 12 centímetros de largo, 0,28 á 0,35 milímetros
de ancho (diámetro transversal), en las hembras: los machos,
que se encuentran con frecuencia junto con ellas, son más pe-
queños: no alcanzan 7 — 8 centímetros de largo.
Las hembras son vivíparas. En la porción terminal de sus
conductos genitales se encuentran embriones ya libres, esto es,
— 455 —
dotados de activos movimientos, aunque recubiertos de la
membrana que los acompaña durante su vida en la sangre.
Estos embriones, en efecto, salidos del cuerpo materno,
viértense en gran número en los pequeños linfáticos; y en los
hombres que hospedan Filarlas adultas, suelen encontrarse con
abundancia en la sangre. En estas condiciones, el examen he-
matológico puede revelarnos la presencia de los parásitos. Las
formas adultas, al contrario, difícilmente podrán descubrirse
durante la vida de los enfermos: esto sucede cuando dichos
gusanos localízanse en los linfáticos periféricos, en órganos
abundantemente vascularizados; pues entonces determinan por
lo general tumefacciones, á veces de gran volumen, y la inter-
vención quirúrgica pondrá en descubierto cierto número de
gusanos adultos. Mas e&to no sucede en la mayoría de los ca-
sos. Aun cuando se manifiesten tumefacciones considerables
en varias partes del cuerpo, que contribuyen á formar el cua-
dro clínico de \a. Elefantíasis (Elefantiasis arahnm) ; sin em-
bargo, esas alteraciones resultan de la oclusión de los linfáti-
cos y sus consecuencias (edemas, etc.), encontrándose los gu-
sanos adultos en los distritos centrales.
Los embriones que en estos casos caen bajo nuestra obser-
vación por el examen liematológico, difieren de los que hemos
estudiado en los p(irros, es decir de los embriones de Filaria
immiiis. Los embriones de Filaria Baticrofti, algo más pe-
queños (200-280 p. de largo, 7-8 \f. de ancho), están ence-
rrados en una membrana (esuries), que representa la mem-
brana del huevo, y que sólo se rompe, por los movimientos
activísimos del cuerpo embrional, cuando modifícanse profun-
damente las condiciones bio-quíroicas del medio; esto es cuan-
do el plasma sanguíneo se altera, por salir la sangre de los
vasos; cuando se determina rápida y activa hemolisis, ya na-
turalmente (pasando la sangre en el estómago de un mosquito
hematófago), ya artificialmente, para el estudio experimental.
En efecto, si procuramos ponernos en oportunas condiciones
de observación, hecha una preparación de sangre directa, eu
fresco, y colocada en cámara húmeda, al cabo de unas horas la
calentamos ligeramente en estufa á 37° y añadimos por capila-
- 456
ridad una gota de solución fisiológica de NaCl, podremos ob-
servar la salida de los embriones de sus involucros (ecdisis) ,
de la misma manera como esto se averigua al pasar en el estó-
mago del mosquito que debe servir de huésped intermediario
Figura 48. — Aspecto y detalles de la estructura celular de un
embrión hemático de Filaría bancrofti (F. nocturna). — Aumen-
to de 2.00 diám.
en.?, célula nerviosa?; Va, vesícula ó glándula anterior;
Ent., células entodérmicas; Cutic, cutícula embrionaria pro-
piamente dicha; G. , Gonade ; V.p., vesícula posterior.
para el completo desarrollo de los embriones y su transmisión.
La íntima estructura celular de los embriones de Furnia Ban-
crofti difiere también algo de la característica de la Filaría im-
mitis. Las observaciones de Manson, de Penel, del mismo
Looss, que en el reciente tratado del Mense (Tropenkrankhei-
ten) comunica los resultados de nuevas investigaciones morfo-
- 457 -
lógicas (v. I, pág. 157 y suc), no han sido suficientes para acla-
rar este punto. Con el método de la coloración in vivo ya adop-
tado á propósito de los embriones de F. iinmüis, lógrase, aun-
que con mayores dificultades, por tratarse en este caso (F.Ban-
crofti) de embriones cubiertos de la membranilia antes indica-
da, evidenciar la disposición de las células y los esbozos délos
órganos que deberán desarrollarse durante los períodos larva-
les. Semejantes observaciones pude llevarlas á cabo — si bien
durante poquísimos días — en un enfermo de Cartage-
na, D. R. Q,., de que hablaremos más adelante con mayor ex-
tensión, y que me envió el Doctor D. Manuel Ruiz, Director del
Laboratorio de Bacteriología del Hospital de Marina en Car-
tagena. La comparación de las figuras que representan la es-
tructura embrional según la describen Manson y Penel por un
lado, Looss por otro, con nuestra fig. 48, que representa el
resultado de mis observaciones, demuestra que se ha dado un
nuevo, aunque modestísimo, paso en nuestros conocimientos
acerca de la morfología de los embriones de Filaría Bancrofti.
Debo advertir en este punto, que las afirmaciones de Looss, so-
bre todo la que se refiere á la significación embriológica de la
« V-spot» de Manson, ó «glándula anterior» (vesícula anterior)
en todo correspondiente á la de los embriones de F. immitis,
son prematuras y carecen de fundamento. Looss llama desde
luego la V-spot de Manson ó glándula anterior (v. fig. 48) con
el nombre de «Fxcretionsporus», y deja entender que debe
tratarse no ya sólo de una disposición transitoria, propia del
organismo embrional, sino del esbozo de órganos de excreción
en los Nematodes adultos. Esta hipótesis, que yo expuse y
sometí desde luego á la crítica, en 1903, á propósito de la
misma disposición en los embriones de F. immitis^ choca, sin
embargo, con el hecho fundamental de que en los Nematodes
en general, y muy en especial en los Filaridae , eaTecemos de
todo conocimiento acerca de la existencia de un sistema excre-
tor. En los adultos de Filaría immitis nada se encuentra que
pueda hacer pensar en ello: en los de F. Bancrofti, que yo
sepa, tampoco; ni la descripción de los adultos áe Filaria loa
recientemente publicada, con una buena lámina^ por el mismo
— 458 —
Looss, puede darnos el convencimiento de que en ellos existe
dicho sistema, ni de la correspondencia entre la vesícula ante-
rior de los embriones de Filaría immitis y F. Bancrofti, y el
punto de la superficie cuticular de los adultos de F. loa, donde
desemboca, al decir de Looss, el aparato excretor.
2. Los embriones de F. Bancrofti (F. nocturna de Man-
son) aparecen en la sangre periférica de los enfermos con cier-
ta periodicidad; sin que ésta pueda considerarse absoluta, es,
sin embargo, característica. En efecto, dichos embriones se
encuentran con gran dificultad en la sangre periférica durante
las horas del día: aparecen, al contrario, con abudancia durante
las horas da la noche. Y sin embargo, ocurre que un examen de
la sangre, hecho durante las horas de la noche, pero mientras el
enfermo esté despierto, levantado, ocupándose en sus quehace-
res, andando, etc., puede dar resultado negativo^ y dar resul-
tado positivo un examen hecho durante el día , mas habiendo
dejado dormir ó descansar en la cama al enfermo. Es evidente
que la periodicidad de la aparición de los embriones en la san-
gre periférica, obedece á algo distinto de la circunstancia que
sea noche ó día. Con lo cual no queremos decir que no sea ver-
dad el hecho fundamental , puesto de relieve por los primeros
investigadores y por Manson sobre todos, pues no cabe duda de
ninguna clase que la frecuencia y abundancia de los embriones
en la sangre periférica, es siempre mucho mayor durante la
noche que durante las horas del día.
La explicación teleológica de este fenómeno consiste en una
adaptación especialísima de los embriones, que se vierten en
los vasos periféricos, en los capilares sub-cutáneos cuando son
más propicias las circunstancias para que pueda ponerse en
contacto con el huésped actual (hombre), el nuevo huésped, el
huésped intermediario que, chupándola sangre, introducirá en
su organismo los embriones, les permitirá desarrollarse en lar-
vas y así las transmitirá, al cabo de cierto tiempo, á otro hués-
ped definitivo, á otro hombre.
Esta admirable adaptación parasitaria debe estar en relación
desde luego, con alguna circunstancia funcional, fisiológica,
característica del huésped durante el sueño ó durante el desr
— 459 -
canso de la noche; así, por ejemplo, con especiales condicio-
nes de equilibrio hidráulico de la masa sanguínea entre los ór-
ganos internos y la periferia, ó de vaso-dilatación y vaso cons
tricción en distritos diferentes del sistema circulatorio.
Debo decir también que algo semejante, aunque sin la regu-
laridad con que aparece en la Filaría Ba?icrofti, se averigua
con los embriones de F ilaria immitis . En efecto, las condicio-
nes de transmisión son casi iguales. Al contrario, otras Filarías
del hombre, principalmente Filaría loa, que en mi entender
debe considerarse como la forma adulta de los embriones que
Manson llamó Filaría diurna, ñe encuentran indiferentemente
en la sangre periférica durante la noche ó durante el día, qui-
zás más durante las horas de la mañana y de la tarde. Y te-
niendo en cuenta semejante circunstancia, junto con otras mu-
chas que se refieren á la epidemiología de este parásito, debe-
mos pensar que se transmita por medio de un huésped inter-
mediario, de costumbres muy distintas de las que son propias
de los mosquitos; y cuyas relaciones con el hombre deben ser
constantes, íntimas, continuas: muy probablemente trátase de
pulgas ó de insectos parecidos.
La investigación de los embriones de í ilaria Bancrofti en la
sangre periférica^ se hace directamente con sangre fresca, pre-
parada con el método por todos conocido, extendida entre cu-
bre y porta-objeto. En esta forma se perciben claramente, aun
con objetivos de poco aumento, los embriones vivos. Para el
estudio de la estructura de estos embriones, adoptamos siem-
pre el mismo método, modificado por la coloración vital: esto
es, que el examen se hace de igual modo en preparados de
sangre fresca, con los embriones vivos; mas colocando, así
como se ha indicado á propósito de la Filaría ímmítis, una gota
de solución colorante (Azul de Metileno carbonat.) sobre el
portaobjeto, en el punto donde irá á apoyarse el cubre-objeto
con la gota de sangre.
Insisto en afirmar (jue las preparaciones en seco, permanen-
tes, de embriones en la sangre, servirán sólo como documen-
tación ó como subsidiarias de las investigaciones hechas con el
método antes indicado; pues ninguno de los métodos que puc-
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Noviembre, 1905. 31
- 460 -
den emplearse para la coloración ó teñido de dichos prepara-
dos en seco, después de fijados, dan resultado conveniente y
claro. A pesar de lo que digan varios autores, y aconseje el
mismo Manson (1), Lang y Noc, Low y Looss, siempre los em-
briones demuestran en estos preparados un teñido uniforme,
escasos é insuficientes indicios de la íntima estructura celular.
Por lo demás, puede adoptarse la técnica de Ziemann (esto es:
de una solución constituida de 1 Az. Metileno, 4 Bórax,
100 agua, una parte; de una solución 0,1 °/q Eosina [Hocht]
cuatro partes; coloración durante 5 minutos), ó de Coles (en
Eosina 1 minuto; en Hematoxilina 1 á 7 horas), ó la de Nico-
lle (Tionina fenicada) indiferentemente. La fijación previa
conviene hacerla rápidamente, con ligero calor (llama de al-
cohol) é inmersión durante 10-20 min. en la mezcla de Niki-
foroff.
En los enfermos de Filariasis, los embriones suelen presen-
tarse con cierta frecuencia en la orina, existiendo por lo gene-
ral quiluria, raras veces hematurias. En estos casos, se ven
con facilidad al examen microscópico del sedimento ó del lí-
quido.
Las preparaciones directas, de sangre fresca, hechas en
ciertas condiciones y con cierto cuidado, de modo que resulte
espesa la capa de sangre entre cubre y porta-objeto , y rodea-
do el primero por un borde de substancia impermeable; con-
servadas además en cámara húmeda y á temperatura de 37°,
mantienen vivos los embriones durante muchos días. Y vivos
también se encuentran los embriones, al cabo de ocho días ó
más, conservando las preparaciones — en la forma antedicha —
á la temperatura del ambiente (18° centígr., — 6.° cent.; dife-
rencia [máxima y míi'ima] entre el día y la noche durante el
tiempo de experimentación). Semejantes resultados, que coin-
ciden, en parte, con los obtenidos por S. Solieri en 1903, prue-
(Ij Pag. 549, Tropic. Diseases , 3.^ ed. ingl. : «Double staining
witli eosine and longwootl shows very well the ^ Strueture of
miisculo-cutaneous layer of the worm, in addition to other anato-
mical details».
— 461 —
ban que los embrioaes de _F. Bancrofti poseen una resistencia
notable para las bajas temperaturas ó más generalmente para
los cambios de temperatura, dentro de ciertos límites. Mas el
cambio de temperatura — y esto es importante — no influye en
lo más mínimo sobre la morfología de los embriones. Después
de haber soportado éstos, en la medida indicada, la acción fí-
sica representada por el cambio de temperatura, pero dentro
siempre del medio ambiente que le es propio (sangre), no se
hallan los embriones modificados en su estructura, forma y di-
mensiones. Sólo se averigua un hecho que no deja de tener in-
terés grande: y es que algunos de ellos abandonan la mem-
brana que los reviste y que se observa vacía y rota en la pre-
paración; quedando ellos libres y' cubiertos tan sólo por la cu-
tícula estriada.
3. El camino natural de su evolución morfológica sólo lo
encuentran los embriones de Filaría Bancrofti en los dípteros
que representan el huésped intermediario, entre hombre infec-
tado y hombre sano: en los mosquitos del género Culex, prefe-
rentemente de la especie Ctilex fatigans (Culex ciliaris, Culex
pipiens).
Sin embargo, la localización de las larvas de F. Bancrofti
en el organismo del huésped intermedio es bien distinta de la
propia y característica de las larvas de F. immitis (tubos mal
pigianos).
Pocas horas después que un mosquito del gen. Culex haya
picado á un individuo filarioso y chupado con la sangre cierta
jcantidad de embriones de F. Bancrofti, éstos, en el plasma ya
profundamente alterado por activa hemolisis, dentro del estó-
mago del mosquito, encuéntranse en el momento característico,
descrito la primera vez por P. Manson, en que abandonan la
membrana ó esuvies. Con movimientos activos y rápidos, rom-
pen los embriones el involucro (residuo de la membrana del
huevo, según hemos indicado varias veces), y se hallan libres,
desnudos, en la cavidad del intestino medio.
Si se hace el examen de un Culex en este período, esto es,
á las seis, ocho horas después de haber chupado la sangre con
los embriones, hállanse en el contenido del estómago muchas
- 4G2 —
membranas embrionarias vacías (esuvies). El acto de librarse
los embriones y escaparse de la esuvies, llaman los ingleses
ecdisis. Hemos visto anteriormente que puede efectuarse este
fenómeno (y, por tanto, observarse), en condiciones artificiales.
Los embriones, libres de la membrana, atraviesan la pared
del intestino medio (estómago) del mosquito, con movimientos
activos, y al parecer con el auxilio de un breve apéndice pun-
tiagudo, que poseen en la extremidad anterior. Penetran de
esta suerte en la cavidad del lacunoma y en las masas muscu-
iJo
(X/XCL.
Figura 49. — Esquema que representa las larvas de Filaría Bancrofti entre las fibra»
musculares de los músculos torácicos de un Ciilex (ciliarts) 9 durante su desarrollo.
lares, por lo general en las masas musculares torácicas, (figu-
ra 49), muy raras veces en los músculos del abdomen. Desde
el segundo día esta migración puede considerarse como efec-
tuada.
El paso de los embriones desde la cavidad del intestino me-
dio, á través de sus paredes, en los músculos del tórax, es en
extrem'o difícil de sorprender: y, sin embargo, con examen
directo, en solución salina fisiológica (NaCl 0,75, por 100
de H~OJ, desde la hora doce hasta la veinticuatro ó la treinta
y seis después de la picadura, podemos observar larvas aun
encerradas en el estómago, y otras, contemporáneamente, ya
llegadas á su destino, dotadas de escasos y lentos movimientos
entre las fibras musculares donde cumplirán su transformación
biológica.
463 —
En efecto, durante seis días como mínimum, veinte días
como máximum (estas diferencias están en relación con las va-
riaciones de las condiciones atmosféricas, esencialmente de la
temperatura , y muy probablemente con la especie del mosquito
N
Figura 50. — Estructu;.: -^ .j. larva madura de Filaría bancrof-
ti I en los músculos del tórax de Culex ciliaris, según las ob-
servaciones de LoQSs) (aum. X 22S diám.).
N, ¿anillo de céltílas nerviosas?; Ex., Excretion poriis (aber-
tura de excreción); Int., intestino; G, gonade (células sexua-
les); Int quil., intestino quilifero; Rect., recto; An., ano.
huésped), las larvas, en numero de cinco, ocho, á veces bas-
tante más, hasta de veinticinco (Bancroft, Cobbold), permane-
cen entre las fibras musculares del tórax. La figura 49 demues-
tra muy claramente la situación de los parásitos en este perío-
do. Y durante este período averíguanse cambios importantes
en las dimensiones y en la estructura de las larvas; aumentan
sus dimensiones hasta llegar á 1 milímetro ó 1 milímetro y me-
dio de largo, por 30 á 35 u. de ancho; desarróllanse con eviden-
te diferenciación el tubo digestivo, ya distinto en intestino an-
— 464 -
terior, intestino medio y quilífero; la abertura anal, la extre-
midad caudal con cierta disposición característica, trilobada,
según demostraron Bancroft y Manson. Por fin, se hacen bien
manifiestos los activos movimientos de las larvas ya maduras
(figura 50).
Entonces éstas abandonan, más 6 menos pronto, los múscu-
los del tórax y van acumulándose en los de la cabeza^ en la
cavidad del lacunoma, por fin en los espacios que representan
la prolongación de esta cavidad en el lahium 6 en los palpos,
en los órganos del aparato bucal. La figura 51 reproduce con
claridad el aspecto de una sección transversal de los órganos
bucales de Culex con cinco larvas maduras de Filada en el la-
bium y una en el palpo de izquierda.
La determinación exacta y aefinitiva de este período de
desarrollo de las larvas de Filaría Bancrofti en los músculos
torácicos del huésped intermediario es obra de Bancroft y de
Manson sobre todos. Manson insistió por algún tiempo en su
primera hipótesis de la transmisión hídrica de las Filarias; ad-
mitía y sostenía entonces que éstas, llegadas al estado de lar-
vas maduras en el huésped intermediario (mosquito), pudieran
por distintas vías caer en el agua; y bebiendo de esta agua,
pudiera el hombre introducir el parásito en su organismo.
Observaciones y experimentos posteriores, confirmados y
apoyados por los casos muy parecidos de la transmisión de la
Malaria humana y de la Filaría immitís de los perros, sobre
todo, han llevado á Manson también á' la absoluta persuasión
de que las larvas maduras de Filaría Bancrofti se transmiten
directamente por la picadura de los mosquitos que las hospedan
y que constituyen por tanto el vehículo de este parásito, desde
el hombre enfermo al hombre sano.
4. El mecanismo con que se efectúa el acto de la transmi-
sión de las larvas adultas por parte del mosquito, con su pica-
dura, lo hemos indicado al hablar de la Filaría immitís. Las
larvas reunidas en el lahium rompen la pared, frágil y excesi-
vamente extendida, de este órgano, y penetran así por la heri-
da que las piezas perforadoras (Labrum-Epifaringe, Maxilas y
Mandíbulas, Hipofaringe) del aparato bucal del mosquito, han
— 466 —
hecho en la piel del huésped definitivo (el hombre). La red
linfática recibe preferentemente y casi exclusivamente las larvas
inoculadas. En los linfáticos del derma desarróllanse por lo
general hasta alcanzar la definitiva forma, dimensión y estruc-
tura de Nematodes adultos. Estos, si hay machos y hembras,
producen la nueva generación de embriones, que se encontra-
rán más tarde en la sangre periférica.
El Doctor Mario Lebredo, de la Habana, en una nota preli-
minar comunica el resultado de sus observaciones acerca de la
migración de las larvas maduras, asegurando que «... las Fi-
larías salen del mosquito por la extrema punta del labium.
Después de varios ataques vigorosos rompen el tegumento en
la punta del labium. Sabemos que las Filarlas se encuentran
en el espesor del tejido conjuntivo especial que recubre inte- ..
riormente la pared externa de la vair a ó labium. Por la punta
en el borde en que se encuentran adheridas esa capa interna y
la externa, es por donde salen las Filarlas». (Rev. de Méd. tro-
pie, Nov. 1904.) En la determinación del acto migratorio
tendría también gran importancia — al decir de Low — la-
temperatura.
El mecanismo descrito por Lebredo podría admitirse tan
sólo entendiendo por punta del labium el repliegue constituido
por las paredes de la vaina, donde se continúan con la oliva
terminal, en su parte interna.
Entonces la interpretación de Lebredo coincidiría exacta-
mente con la de Dutton , ya descrita al hablar del mecanismo
de transmisión de Filaria immitis.
En efecto: durante el acto de picar el mosquito, dos puntos
minoris resistentiae ofrece el labium al replegarse en la for-
ma indicada en la fig. 19 (pág. 856 de esta Rev.), y en la figu-
ra 28, lám. V: el uno, superior, corresponde á la curva de con-
vexidad posterior; el otro, inferior, corresponde precisamente á
la curva más estrecha, de convexidad anterior, que forma el
labium en su extremo, en la línea de unión de las olivas. Si
los movimientos activos de las larvas maduras reunidas en la
cavidad del labium y en el tejido conjuntivo ejercieran gran
influencia sobre la rotura de la pared , esta rotura debería ve-
46o —
rificarse casi siempre en correspondencia de la primera curva
(de convexidad posterior), y en lugar de encontrar salida las
larvas por la extremidad 6 por la abertura del borde interno
en correspondencia de las olivas, la encontrarían antes por el
punto de rotura superior, perdiéndose la mayoría de ellas para
los fines de la migración
del huésped invertebrado
al vertebrado.
* Mas no ocurren así las
cosas. Los movimientos ac-
tivos de las larvas son muy
escasos en estos momentos
(y durante todo el período
en que se hallan encerra-
das en el labium); no lle-
gan nunca á ejercer « vigo-
rosos ataques » , según la
expresión de Lebredo. Ya
sea por un fenómeno de
atracción bio-química es-
pecial, ó ya — más proba-
blemente— por un sencillo
fenómeno físico, por la
presión que va determi-
Figura 51. — Sección transversal de las piezas
del aparato bucal (trompa) y de los palpos naudo CU Cl bulbo laríngCO
( P ) de Culex, que demuestra la presencia de j i
seis larvas de Filaría Brancofti: cinco en la y en la baSC dC la trOmpa
cavidad del labium y una en un palpo { P). .
la sangre que corre hacia
arriba (en el canal chupador constituido por hipofaringe y La-
brum-epifaringe), las larvas se encuentran empujadas hacia aba-
jo, hacia la extremidad libre; aumenta entonces la tensión de
las paredes de la vaina (labium) en correspondencia de la
segunda mitad anterior, y más aún en el punto minoris resis-
tentiae, representado por la curva estrecha del borde supe-
rior de las olivas; ábrese en ese punto la pared, y por allí se
escapan las larvas, penetrando en la inmediata herida cutánea
y por ende en los linfáticos del derma ó en el círculo sanguí-
neo (fig. 28, lámina Y).
— 467 -
Las primeras investigaciones acerca de la transmisión de
Filaría Baiicrofti por los mosquitos, fueron hechas con una
especie que se llamó Cidex cüiaris^ añadiendo tratarse del
«house mosquito» (ó mosquito casariego, doméstico) de casi
toda Australia. En realidad C. ciliaris podía y puede conside-
rarse como idéntico á C. pipiens. Theobald identifica á C. ci-
liaris y C. skusii (en que James observó también el desarrollo
de F. Bancrofti) con la especie C. fatigans.
Bancrc f t intentó observar el desarrollo de los embriones de
F. Bancrofti en diferentes especies de Culex; pero obtuvo re-
sultado negativo. ¿Trátase verdaderamente de condiciones es-
peciales de inmunidad, ó mejor dicho, no son apto" esos Culi*
cidos para hospedar las larvas; ó bien trátase de resultados oca-
sionales, que merezcan la confirmación de nuevas investigacio-
nes? Si se considera que James asegura haber observado el
desarrollo de las larvas de F. Bancrofti en Anopheles Rossii
(Indias), habrá que dudar mucho de que otras especies del
mismo género Culex no puedan hospedarlas ni ofrecerles igual-
mente favorables condiciones para su desarrollo; ó bien habrá
que modificar hondamente todos nuestros actuales conceptos y
métodos para establecer las diferencias genéricas y específicas
entre las distintas formas de estos huéspedes.
De todos modos — y dejando por ahora esta cuestión — vea-
mos en cuáles y cuántas especies de Culícidos se han observa-
do hasta la fecha los sucesivos períodos de desarrollo de la Fi-
laría Bancrofti ó sencillamente su transmisión al hombre; cuál
es la distribución geográfica de estos huéspedes, y cuáles sus
relaciones con la epidemiología de la Filariasis humana, y muy
en particular de la Elefantiasis.
El ciclo evolutivo de las larvas de Filaría Bancrofti ha sido
observado en las especies siguientes:
Culex pipiens (en China, Amoy) por Manson.
ídem (en Egipto) por Sonsino.
[Culex ciliaris] (en Australia) por Bancroft.
(Brisbane, Queensland).
— 468 —
[Culex Skusei] (en Australia).
(Sinónimos de Culex pipiens).
Cnlex faiigans (en Trinidad, Antillas) por Vincent.
ídem (en Santa Lucía, Antillas) por Low.
[Culex anxifer] (en Mauridus) por Grandpré.
( Sinónimo de C. fatigans, probablemente C. pipiens).
Mansonia (Panoplites) africana (en el África central)
por Daniels.
¿Stegomyia calopus? (en Barbados)
¿ídem? (en Niger) por Sambon.
¿Anopheles Rossii? (en Travankor, India) por James.
¿ Anopheles cosialis f (costa de África, Niger) por An-
nett y Dutton.
Resultados positivos, pero incompletos, esto es, sin que se
haya logrado hacer llegar las larvas á su período terminal de
desarrollo, se han obtenido, al parecer, con las especies:
¿Culex taeniatus? (en Trinidad, Antillas) por Low.
Culex microannulatus.Uen Travankor, India) por Ja-
Culex albopictus ) mes.
Anopheles musivus (A. albimanus) á la Trinidad, por
Vincent.
Mas aquí es preciso poner de relieve un hecho singular, y es,
que en realidad Culex taeniatus (Meigen) es uno de los sinó-
nimos de Stegomyia calopus: las formas que en Santa Lucía,
Trinidad y otros puntos de las Antillas han sido descritas bajo
el nombre de Culex taeniatus, deben comprenderse en el gé-
nero Stegomyia (St. calopus, S. fasdata). Pues bien; en 1901
(Junio) el Dr. Low comunicaba al British medical Journal los
resultados de sus investigaciones, diciendo entre otras cosas:
«Contrasta de un modo notable el rápido desarrollo que pre-
sentan los embriones en los mfisculos torácicos de Culex fati-
gans, comparado con lo que pasa en el Culex taeniatus. Este
— 469 —
último, muy voraz, se alimenta de día y de noche picando al
hombre, mientras que el primero sólo lo hace de noche. Ambas
especies fueron alimentadas con sangre de un filarioso, rica en
embriones, para comprobar hasta qué punto puedan servir de
huésped para propagar la enfermedad. — Experimentos con el
Culex taeniatiis: Disecando los insectos de esta especie, á las
doce 6 veinticuatro horas de haberse alimentado con sangre^
ya se encontraron muchos embriones de Filaria dotados de mo-
vimientos activos en los músculos del tórax: no hay trazas de
la vaina (membrana) que los encierra cuando circulan en la
sangre humana. A los cuatro días y medio después de la infec-
ción, los embriones revelan algún desarrollo: son más largos y
anchos, y con un fuerte aumento puede advertirse cierta dife-
renciación y multiplicación celular en su organismo. Una cutí-
cula fina, que termina en punta afilada en su extremidad cau-
dal, los encierra. A los siete días toman la forma de morcillas;
la boca es visible y comienza á constituirse claramente el tubo
digestivo: se ve en muchos el prolapso hemiario del ano y to-
dos tienen adn su cutícula. A los ocho días y medio algunos
han modificado su aspecto y se han alargado aún más. Sin em-
bargo, de los nueve días en adelante, se paraliza por completo
el crecimiento de los embriones y raras veces se encuentran
algunos con su tubo digestivo evidente; en lugar de aumentar
y desarrollarse ulteriormente como en el huésped api opiado,
comienxan á degenerar; las células se hacen granulosas; el tubo
digestivo se borra. A los catorce días casi todos han desapare-
cido, y sólo quedan algunas imperfectamente desarrolladas,
muchas larvas ya fijas , inmóviles. A los diez y siete días en un
solo insecto sobre 10, puede encontrarse trazas de las larvas:
éstas se ha'lan muertas ó degeneradas. A los veinte días no se
encuentran huellas de Filarias en muchos mosquitos disecados.
Podemos deducir, con respecto al Culex taeniatus, que este
insecto 710 es huésped apropiado para el desarrollo de F. Ban-
crofti: hecho ya señalado por el Dr. Rees en la última reunión
del British Medie. Assoc. Aunque los embriones emigran al
tórax y manifiestan alguna modificación morfológica, sin em-
bargo, ninguno adquiere madurez, y por lo tanto no pasan en
- 470 —
la trompa del mosquito; circunstancia muy afortunada para
Santa Lucía y otros lugares de las Antillas donde esta especie
abunda extraordinariamente».
No se comprende, por consiguiente, cómo y por qué afirman
muchos autores que Stegomyia fasciata (8t. calopus) consti-
tuye uno de los huéspedes más apropiados para el desarrollo y
la transmisión de la Filaría Bancrofti. Muy probablemente
esta afirmación está fundada tan sólo en consideraciones epi-
demiológicas y de distribución geográfica (pues en realidad
Stegomyia fasciata se encuentra casi siempre en común con
Culex fatigans 6 Culex pipiensj, 6 bien en observaciones su-
perficiales é incompletas.
En conjunto queda muy dudoso que otros géneros distin-
tos del género Culex contribuyan en medida considerable y en
condiciones naturales, ordinarias, á la transmisión de Filaría
Baiicrofti.
Por lo que se refiere á la variabilidad del tiempo necesario
para que las larvas lleguen á su completo desarrollo en el hués-
ped invertebrado, podemos aceptar en todo las conclusiones de
Low. En efecto, Manson experimentó en Amoy (China), Ban-
croft en Queensland (Australia), James en Travankor (India),
en condiciones de estación, clima, etc., muy distintas la una de
la otra. Sobre todo la temperatura del ambiente, á la que se
adapta por completo la del huésped intermediario, animal he.
terotermo, influye sobre la evolución morfológica de las larvas
de tal suerte que, con temperatura elevada (verano, regiones
tropicales), pueden alcanzar su forma madura y penetrar en el
labium al décimo día después de la picadura, y quizás actes
(Manson); en clima templado necesitan, al contrario, un tiempo
bastante mayor (hasta 25 días, Bancroft etc.).
Fenómeno parecido averiguase, según se advirtió, con los
embriones de íilaria immitis en los tubos de Malpighi del
Anopheles.
5. El huésped intermediario de la Filaría Bancrofti [mo^-
quito del género Culex: Culex fatigans) , encuéntrase en re-
giones de clima tropical, sub-tropical (caliente) y hasta tem-
plado, de todos los cinco continentes: Europa, Asia, África,
— 471 -
América y Australia. La razón fundamental por que el [)arásito
no se halla en forma endémica, ni siquiera esporádicamente
aparece en muchas partes donde existen — por lo menos durante
cierto período del año (verano, otoñri) — condiciones oportunas
para su desarrollo en los dos huéspedes alternos, se escapa en
el estado actual de nuestros conocimientos á cualquier investi-
gación y juicio. Es posible que un concepto claro y. terminante
de estas causas ó razones biológicas que dan lugar á intensa y
abrumadora manifestación de ciertas adaptaciones parasitarias
en determinadas partes de la tierra, nos lo proporcionen los
datos cada día más numerosos y exactos, las observaciones de
los naturalistas, las investigaciones de los zoóloojos y de los
médicos, los experimentos de los biólogos, acerca de las cos-
tumbres, distribución geográfica primitiva, evolución, origen,
fisiología y recíprocas relaciones de los mismos parásitos y de
sus huéspedes: problema cuya complejidad asombra á la par
que excita y estimula para alcanzar su solución.
Mientras no se logre reunir en única y sólida doctrina los es-
casos conocimientos que están hoy día en nuestro poder y que
ni si(juiera se estudian y comprueban con el directo fin de
esclarecer esos problemas de Parasitología comparada, inten-
taremos indtilmente los médicos, los higienistas, los legislado-
res,'los que necesitan una explicación práctica de los fenóme-
nos naturales, para oponerse á ellos con la aplicación de prác-
ticas medidas cuando sea conveniente, darnos razón de su ori-
gen, de t'U desarrollo, de sus distintas manifestaciones.
Bien es verdad que dichos conocimientos, y muchos más de
que aun carecemos, abarcan puntos muy lejanos, argumentos
en extremo distintos, de las ciencias en su conjunto: pues se
refieren á la vez á la Mesografía en su más amplio sentido; á la
Climatología, á la Zoología, á la Anatomía comparada, á lá
Fisiología general, á la Sistemática zoográfica, á la Parasitolo-
gía, á la Patología humana en sus aspectos más extraños y
complicados.
Por esto hay que confesar que estamos muy lejos de haber
entendido y comprendido el alcance de las infinitas relaciones
quo existen entre los hechos biológicos y los hechos ó las le-
- 472 —
yes físico-químicas que los dominan, 6 que en ellos influyen di-
recta é indirectamente.
Nuestra tarea debe limitarse por ahora á la observación y
al estudio del modo como actualmente se presentan y desen-
vuelven los hechos biológicos que nos interesan, y del modo y
condiciones con que ejercen su acción sobre la especie hu-
mana.
En la Península Ibérica, particularmente en ciertas regiones
de España, encuéntranse en gran abundancia los mosquitos
del género Gulex que pueden servir cofno huéspedes interme-
diarios de la Filaría Bancrofti. No sólo la variable especie
Culex pipienft , que hállase esparcida desde las costas y los
valles de Asturias hasta el Sud, y abunda en todas partes en
España^ sino también la variedad que Theobald considera como
hona species Culex fatigans , encuéntrase en las provincias de
Huelva, de Cádiz, de Granada, de Murcia y Valencia, en las
dos primeras sobre todo, con relativa frecuencia.
Sin embargo, no hay historia de Filariasis humana en estas
regiones, ni esporádica ni tanto menos endémica.
Nosotros no hemos de buscar las razones , desde luego muy
complejas, de este hecho. Pero sí hemos de apuntar dos consi-
deraciones: la primera se refiere á la necesidad de extender y
profundizar el estudio de la patología especial de las provin-
cias meridionales en España, sobre todo de las marítimas de
Oriente y del Sur, antes de negar en modo absoluto la existen-
cia de Filaría Bancrofti como parásito esporádico del hombre.
Se refiere la segunda consideración al peligro que puede repre-
sentar el huésped intermediario cuya existencia en España está
fuera de tola duda.
Las íntimas y largas relaciones que España ha tenido en los
siglos pasados, y hasta todo el siglo xix, con regiones donde
reinaba y reina endémica la Elefantiasis, la Filariasis hu-
mana, como las Antillas, México y América central y me-
ridional, Filipinas, dan fundamento á la sospecha de la impor-
tación del parásito, y por ende al peligro de que haya podido
establecerse una infección, si bien reducida, localizada y cir-
cunscripta, del huésped intermediario.
- 473 —
6. Durante los últimos años se han comunicadc por algunos
observadores tres ó cuatro casos de Filariasis humana en Es-
paña. Uno 6 dos de ellos no dejan lugar á duda acerca de la
importación del parásito desde las Colonias, lo cual — si se
tienen en cuenta las consideraciones anteriormente expuestas —
es ya muy importante y grave. Mas en los que quedan — dos
por lo menos, que yo conozco — es muy posible que se tratara
de inoculación del parásito en España, por parte de mosquitos
precedentemente infectados, pues ninguno de estos enfermos,
al parecer, había salido de la Península.
El primer caso fué publicado en 1894 por el Dr. Font y
Torné («De la Filariasis: exposición del primer caso esporá-
dico observado en Europa». — Revista de Ciencias médicas de
Bai'celona , páginas 73 y 97, 1894). Tratábase de un hombre
de Canet de Mar, pueblo situado á 40 kilómetros al Norte de
Barcelona, sobre la costa mediterránea. Este individuo no ha-
bía dejado nunca la Península, según afirma el Dr. Font, pues
había prestado en San Sebastián su servicio militar y luego ha-
bía vuelto á su pueblo. Desde 17 años presentaba hemato-qui-
luria y tumefacción del escroto. El examen de la sangre de-
mostró la presencia de numerosos embriones de F. Bancrofti.
El Dr. Font añade que habíanse observado en el pueblo, coa
antecedencia, dos casos más de hemato-quiluria con síntomas
parecidos, sin que se llevara á cabo el examen de la sangre.
Es posible que se tratara de la misma enfermedad parasitaria.
Hace constar, además, el Dr. Font, que Canet de Mar es un
sitio donde convienen muchos españoles de vuelta de América
ó de Filipinas, así como hay otros, entre ellos Sitges, en la
naisma costa meditarránea, al Sur de Barcelona.
En toda esa región^ como en Barcelona y sus alrededores,
abunda el Culex pipiens.
Un segundo caso fué publicado hace dos años por el Dr. So-
lieri, de Siena. Tratábase de un joven clérigo español, proce-
dente de Gibraltar, donde había pasado toda su vida. Trasla-
dado, al parecer, á un convento de Italia, presentóse en la clí-
nica del Dr. Biondi, catedrático de Cirugía en la Facultad de
Medicina de Siena, con tumefacción del escroto, quiluriaj
— 474 -
trastornos de varia clase. El examen de la orina demostró la
presencia de cantid id muy notable de grasa, hematíes, leuco-
citog, fibrina; algunos embriones de Filaría. El examen de la
sangre comprobó que se trataba de Filaría Bancrofti. El en-
fermo había llegado á Italia desde once meses: á los cuatro ó
cinco meses ya se había apercibido de la alteración evidente
de sus orines, en la misma forma en que se presentaba al mo-
mento de la visita. Si se tiene en cuenta el tiempo que necesi-
tan las larvas recién inoculadas para transformarse en gusanos
adultos, y éstos para producir éxtasis de los linfáticos y sínto-
mas tan acentuados, además del gran número de embriones en
la sangre, no cabe duda de que los parásitos habían penetrado en
el organismo de este enfermo antes de su salida de Gibraltar-
El Dr. Correa de Portugal Aragao (de Gibraltar) insiste en
declarar que desconoce por completo la presencia de Filariasis
humana en la comarca donde había vivido el enfermo. Recien-
temente afirma también que éste, de vuelta á su país, se ha
curado satisfactoriamente de su enfermedad. Sin embargo no
dice de haber repetido el examen de la sangre. Me parece su-
mamente difícil modificar la interpretación ya indicada sobre el
origen de este caso de Filariasis humana.
Un tercer caso^ — cuyos pormenores desconozco — fué comu-
nicado durante el año pasado en la Academia Médico-quirúr-
gica de Madrid, por el Dr. C. Sala.
Finalmente, en el mes de Junio próximo pasado, el señor
Dr. D. Manuel Ruiz, Director del Laboratorio de Bacteriolo-
gía del Hospital de Marina en Cartagena, me envió un caso de
sumo interés. Trátase de un Capitán de Fragata, D. R. G,
de Q. y B., domiciliado en Cartagena. Regresó de Cuba y
Puerto Rico hace siete ú ocho años; pero sólo desde año y me-
dio ó dos se siente enfermo, quejándose de vértigos, debilidad
general muy acentuada, parestesias. Hombre de 55 años, alto,
de buena constitución, aunque con evidentes signos de tempe-
ramento linfático. No hay quiluria ni hematuria. Tumefaccio-
nes ligeras en las ingles. El examen de la sangre demuestra la
presencia de embriones (relativamente escasos) de Filaría
Bancrofti.
— 475 -
El Dr. Rniz nos escribía, con fecha 26 de Junio de 1905, á
propósito de las investigaciones que por mi consejo ha lleva-
do á cabo en el distrito de Cartagena y muy en particular
sobre los militares: « Posteriormente [al caso del Sr. R. G.
de Q. y B.] , he reconocido tres nuevos casos en militares; uno
ingresó en el hospital con hemato-quiluria: no ha estado nunca
en países tropicales» (1).
Como se ve, queda planteado el problema en forma grave y
de mucha importancia para España. Es más; queda ya fuera
de duda que existen en España casos de Filariasis humana por
Filaría Ba)icrofí¿, muy probablemente importada desde las
Colonias. Hay que averiguar ahora si otros casos pueden im-
putarse á la transmisión local del parásito por medio de los
mosquitos del género Cnlex (Cidex pipietís , Cidex fatigaiis),
que abundan en las costas de España, y en qué medida puede
haberse efectuado la infección de estos huéspedes intermedia-
rios, constituyendo nuevo peligro para determinados distritos
de las provincias meridionales y orientales del Reino.
7. La Filariasis humana produce síntomas tan variables,
complejos y á veces obscuros, que resulta muy difícil encerrar-
los en un cuadro clínico correspondiente con la realidad.
Semejante incertidumbre nosográfica ha contribuido en gran
parte á retrasar la interpretación etiológica de esta enfermedad.
Desde luego podríamos aceptar como la definición más sen-
cilla, práctica y científica al mismo tiempo, la siguiente: «Fi-
lariasis es la enfermedad producida por la presencia de nema-
(1) Posteriormente, habiéndose dejado extraviar el Sr. Ruiz
por algunas observaciones inexactas y por hechos mal interpreta-
dos, modificó las conclusiones de su estudio, y sostuvo — en una
Memoria presentada á la Real Academia de Medicina de Madrid —
haber descubierto un nuevo parásito (que llama Amplexus hema.
tohium) y una nueva enfermedad por él producida. Me es forzoso
señalar este grave error, puesto que el caso de Filariasis humana
ya referido (D. R. G. de Q. y B., de Cartagena) va confundido en
el trabajo del Sr. Ruiz con otros varios de dudosísima interpreta-
ción, todos ellos considerados como casos de una llamada «Disto-
miosis hemato-intestinal», fjroducida por el hipotético Amplexus,
Eev. Acad. Ciencias. -III. -Noviembre, 1935. 32
— 476 —
todes del género Filai'ia en el organismo humano, y de sus
embriones en la sangre».
Sin embargo, esta definición puramente etioldgica, deja mu-
cho que desear desde el punto de vista clínico. Pueden existir
ciertos síntomas elefantiásicos, tumefacciones y edemas locali-
zados, debidos á la obstrucción de vasos linfáticos por parte de
los gusanos adultos, sin que se encuentren embriones en la
sangre circulante (los adultos son en estos casos de un solo
sexo); más frecuentemente, en casos de elefantiasis declara-
da, desde muchos años, con linfangitis, varices, lesiones de
carácter inflamatorio asociadas ó secundarias, etc., los distri-
tos del derma ó del tejido sub-cutáneo donde se hallan locali-
zados los gusanos adultos, se encuentran separados por completo
del torrente circulatorio, aislados y encerrados los mismos gu-
sanos en una espesa adventicia de tejido conjuntivo, de tal
suerte, que los embriones no pueden penetrar en la sangre; á
veces los gusanos adultos, en estas condiciones, mueren, pero
queda la lesión elefantiásica con todas sus consecuencias próxi-
mas y lejanas sobre la hidráulica del sistema linfático. Es pro-
bable, también, que los embriones vertidos en el círculo san-
guíneo puedan ser eliminados lentamente y al cabo de cierto
tiempo; y si por alguna de las razones antes expuestas no se
renuevan con otra generación, pueda hallarse la sangre libre
de los mismos, y quedar incierto y dudoso el diagnóstico.
Por otra parte, embriones de otras Filarías^ muy distintas
de Filaría Bancrofti, pueden encontrarse en la sangre del
hombre. Tales son los embriones que Manson llamó Filaría
diurna, y corresponden á la Filaría loa adulta; tales los de
Filaría perstans y otros.
Si estos casos se consideran dentro del cuadro general de la
Filanasis humana, aumenta la incertidumbre nosográfica y
multiplícanse las dudas clínicas. En efecto, estas especies de
Filarias ni se localizan en los mismos tejidos y órganos, ni de-
terminan síntomas elefantiásicos característicos, ni por fin se
transmiten de hombre á hombre por el mismo camino, por el
huésped intermediario propio de la Filaría Bañero f ti.
A pesar de todos estos inconvenientes, debemos acatar por
- 477 —
ahora el concepto general de la Filariasis humana, porque no
nos proporciona elementos claros para una definición nosológi-
ca el estudio del síndrome clínico producido por la Filaría
Bancrofti.
En efecto, la palabra Elefantiasis (Elefantiasis de los ára-
bes, bien distinta de la Elefantiasis griega, 6 Lepra), no en-
cierra para todos , no implica en modo absoluto el concepto
etiológico de «lesión producida por la Filaría Ba?icrofH>->.
Y no puede desconocerse, en realidad, que el proceso ana-
tomo-patológico propio de la lesión elefantiásica no está deter-
minado exclusiva ni directamente por los gusanos localizados
en el tejido subcutáneo. Obedece, sí, en los casos de Filaria-
sis elefantiásica, al estímulo anormal, producido por estos gu-
sanos: pero indirectamente, quizás por los materiales tóxicos
del metabolismo de los mismos parásitos, quizás por la com-
presión debida á la éxtasis de los linfáticos y edemas conse-
cutivos; quizás también por la acción concomitante ó secunda-
ria de bacterias, que determinan una especie de crónica infla-
mación erisipelatosa (Manson).
Así las cosas, se comprende sin dificultad el que muchos
observadores, y médicos prácticos que han ejercido largo tiem-
po en regiones tropicales, afirmen que Elefantíasis no es siem-
pre sinónimo obligado de Filariasis humana.
Sin embargo, la Elefantiasis es la lesión dominante y ca-
racterística que la Filaría Bancrofti produce en el organismo
del hombre , sobre todo en los países tropicales.
La Elefantiasis [Dal fil de los árabes , ó Dau-ool FU) Hy-
persarcosis ; Pachydermía; Phleg masía malabaríca; Elefan-
tenfuss; Knollbein; Barhadoshein; Mal de Cayenne; Helmín-
thosarcoma-, Helininthoma de Bancroft] es endémica en mu-
chas regiones de la zona tropical y sub-tropical, en algunas
con carácter de tal gravedad que alcanzan las estadísticas de
los enfermos, según afirma Manson, el 5 y el 10 por 100 de
toda la población: así es en Cochinchina, en Samoa, en ciertos
distritos de la Australia y en Amazonia (Norte del Brasil): es
, también comunísima en el centro de África.
La mayoría de los casos (quizás el 85 por 100) presentan
- 478 -
las lesiones elefantiásicas localizadas en las piernas y en los ge-
nitales externos. Lo cual se comprende por tratarse ante todo
de éxtasis en ciertos distritos linfáticos, sujeta á la ley de gra-
vedad. La lesión de los genitales externos — más rara en la
mujer, frecuentísima en el hombre — difiere substancialmente
de la lesión elefantiásica propiamente dicha, que está repre-
sentada, á parte la intervención primaria del sistema linfático,
por verdadera hiperplasia del tejido conjuntivo sub cutáneo.
Ea efecto, trátase en esos casos, casi siempre de escroto ele*
fantiásico que encierra un líquido quiloso, mezclado con larvas
de Filaría por lo general ; á veces se encuentran encerrados
en él uno ó más gusanos adultos ( Lymphscrotum).
Las lesiones ele^^antiásicas, en particular las localizadas en el
pecho (mamas), en los genitales externos y en las piernas,
pueden alcanzar dimensiones extraordinarias. Los casos publi-
cados, ya desde la primera mitad del siglo pasado, cuando aun
desconocíase por completo la etiología de la Elefantiasis, por
Behrend, Delpech, Clot-bey , Gitanni, Prunner, Riegler y
luego por Hecker, Von Hebra, Geber, Turner, Davies, Da-
niels, Manson, Looss, son característicos y dan clara idea
del extremo límite á que pueden llegar las lesiones elefantiási-
cas.
Estas pueden manifestarse también en la cara, aunque ra-
ramente (Von Hebra); los casos de Br)'k, de Alibert, de Gui-
bot, Ollier y Schuster (nariz); de Graefe, Carrón du Villard,
Fano, Tilláis, y Beck (párpados), y algunos más deben con-
siderarse como auténticos; otros representan desde luego erro-
res de diagnóstico. De conformidad con lo que advierte Von
Hebra, conviene tener presente que el Fibroma moUuscum pro-
duce tumefacciones muy parecidas á la de la elefantiasis de los
árabes cuando localízase en la cara. Igualmente lo que Wilson
W2.m2í spargosis de la nariz (Spargosis del griego «o-Trapyáio»
ensanchar, inflar), y considera erróneamente como manifesta-
ción elefantiásica, no puede incluirse en el cuadro clínico de la
elefantiasis propiamente dicha.
Los genitales externos de la mujer pueden también partici-
par del proceso elefantiásico. Kugelmann, Rokitan&ky, Krie-
- 479 —
ger^ Talrich, Walter Macdonald, Manson, han publicado ob-
servaciones interesantes acerca de esta localización.
Cuando la tumefacción elefantiásica alcanza proporciones y
tamaño considerables, como en los casos, verdaderamente ex-
traordinarios, de todos los autores antes recordados, la jiiel
presenta constantemente alteraciones secundarias; eczema^ in-
filtraciones inflamatorias de varias clases, zonas erisipelatosas,
costras, ulceraciones. Linfangitis más 6 menos graves las acom-
pañan. De todos modos, la piel elefantiásica, la piel que recu-
bre una tumefacción característica de elefantiasis filariósica
(por Filaría Bancrofti), ya desde los primeros meses después
de la aparición del tumor, preséntase en condiciones anorma-
les, participa de un proceso reactivo para cuya realización no
son estímulo suficiente la comprensión del derma, las éxtasis
linfáticas y venosas, los edemas debidos á la presencia del pa-
rásito en ciertos distritos vasculares.
Hay casos bastante numerosos de lüaríasis humana en que
faltan las manifestaciones déla típica, aunque reducida y loca-
lizada lesión elefantiásica. Los enfermos presentan entonces,
por lo general, quiluria, hemato-quiluria, hematuria, síntomas
á cargo del sistema linfático glandular, tumefacciones de los
ganglios de la ingle, de los axilares, etc. (principalmente de los
inguinales), varices linfáticas; á veces trastornos nerviosos, en
particular vértigo y demás síntomas relacionados con estados
anormales del sistema circulatorio. Manifiéstase en muchos ca-
sos una fiebre elefantiásica, muy probablemente en relación
con procesos inflamatorios superficiales, sobre todo con Linfan-
gitis, frecuentes y graves en esta enfermedad.
La presencia de los embriones de Filaría Bancrofti en la
sangre no suele determinar alteraciones muy considerables d©
la constitución química y morfológica de la sangre misma. El
resultado medio de repetidos exámenes hematológicos en el caso
publicado recientemente por el Dr. Solieri, fué el siguiente:
Hemoglobina, 95 por 100.
Hematíes, p. mm.\ 4.340.000.
Leucocitos, 9.099.
- 480 -
Relación L. : H. = 1 : 474.
Sin embargo, en enfermos que desde más tiempo hospedan
al parásito, puede observarse cierto grado de anemia (oligohe-
mia, con hiperleucocitosis).
8. ¿Existe una inmunidad de raza para la Filaría Ban-
crofti? En la distribución geográfica de la elefantiasis ó, mejor
dicho, de laFilariasis humana, en las variaciones de intensidad
y frecuencia con que manifiéstase en distintas partes, ¿pueden
ejercer algún papel los caracteres de las diferentes razas hu-
manas?
Ya los observadores del siglo pasado dieron contestación ne-
gativa á semejante pregunta. El desarrollo de las colonias y los
datos prácticos que éstas proporcionaron, además de los estu-
dios científicos que se promovieron con este objeto, han com-
probado una vez más que los europeos van sujetos á la inva-
sión del parásito (Iñlaria Bañero fti) de igual modo como los
indígenas de raza negra ó amarilla ó como los mestizos, en las
regiones tropicales donde se halla endémica la enfermedad. Las
condiciones en que vive por lo general la población indígena,
abandonada, desnuda, durmiendo en chozas abiertas, literal-
mente llenas de mosquitos durante la noche, favorecen en modo
extremo la difusión del parásito entre ellas, y constituyen al
propio tiempo diferencias tan notables con el modo de vivir
de los blancos en las mismas regiones — puesto que trátase casi
siempre de funcionarios, empleados, empresarios, colonos, gen-
te que cuida de su salud — que pueden inducir en un error de
interpretación, y hacer creer que se trate, por parte de éstos,
de una inmunidad relativa.
Ha sido comprobada la existencia de la Filariasis humana —
con carácter endémico — en las siguientes regiones:
América. — Antillas (por Levacher, Thomas, Vincent, Low).
Taiti (Lesson). — Nueva Granada (Dalton). — Ve-
nezuela.— Guiana francesa, holandesa é inglesa
(Blair, Dalton, Hasselaar, TerBeck). — Barbados
(Low). — Martinica, Fort-de-France (Clarac). —
- 481 -
Trinidad, San Vicente (Hendy, Leuren, Rufzo,
Savaresy, Clarac, Town). — Panamá y costas de
las Repúblicas de América central (Dundas, Tschii-
di, etc.). — Brasil, Amazonia, Para, México (Dun-
das, Saint- Hilaire, Lallemand, Plagge, Pieasants,
Regó, Smith, Tschudi, Apollonio). — Argentina
(casos esporádicos).
África. — Egipto (Sonsino, Looss). — Abisinia y Somaliland.
(Prosper Alpinus, Larrey, Pruner, Riegler, etc.). —
Argelia (Bertherand, Gayón, Sergent, Laveran,
etcétera). — Senegambia, Sierra Leone^ Costa de
Oro, Liberia (Berville, Clarke, Oldfield, Dutton,
Annett, Todd, Brumpt, Blanchard , etc.). — Costa
occidental de África en general, Congo, Nigeria
(Brumpt, Sambon). — Colonia del Cabo, Trans-
vaal, Mashonaland (Berncastle, Koch,Theiler). —
Isla de Santa Elena (Me Ritchie). — Fernando
Poo. — Cameroon (Plehn, Ziemann) (probablemente
Colonia del Mani). — Madagascar (Acema, Cha-
potin). — Zanzibar.
Asia. — Arabia (Courbon, Niebuhr), — Persia (Von Hebra,
Geber). — India (Manson, James). — Ceylán
(¡Marshall, Castellani). — China (Manson). — Japón
(Ishiwama).
Australia y Polinesia. — Nueva Caledonia (Benet^ Lang y
Noc). — Costa oriental del continente australiano
(Benet, Heffinger, Lesson, Thomson, Turner,
Vinson, Bancroft).
Bl BL lOGRAFIA
AiiGUiER. — Un cas de chylurie endémiqae puré, d'emblée, sans
hématiirie (Filariose) observé á Tabiti. (Ann. d'Hyg. et de
Méd. col. de París, IV, n. 2, p. 316-319, 1903.)
Annet, Duttox y Elliott. — Report of the Malaria Expedition
to Nigeria. — II, Filariasis , Liverpool, 1901.
AUDAiN L. — Des formes cliniques de la Filariose génitale chez
— 482 —
l'homme, etc. — Port-au-Prince, 1894 (y otras publicacio-
nes del mismo autoi- entre 1894 y 1902).
AüDiAU. — Operation d'une éléphantiasis du scrotum. (Annales
d'Hygiéne et de Méd. colon., París, V, n. 3, Julio-Sept. 1902,
pág. 494.)
Blanchard R. —Les migrations de la Filaire da sang. (Bull.
Acad. de Medicine, París, p. 566, 1900.)
Ídem. — Transmisión de la Filariose par les moustiques. (Archi-
ves de Parasitologie, III, p. 280, 1900.)
Ídem. — Les moustiques. Histoire Nat. et Medícale, París, 1 tomo
Rudeval ed.,1904.
Baxcroft Th. — On the metamorphosis of the young form of
Filaría Bancrofti Cobbold ( Füaria sangninis hominis:
Lewis; Filaría nocturna, Manson) in the body of Culex ci-
liaris L. the house-mosquito of Australia.
( Journ. of Tropic. Méd., I, 1899, Nov., pag. 91-94, y II
1900, pág. 149.)
Brault i. — L'éléphantiasis dans les pays chauds. (Gazette des
Hópitaux, París, LXXIV, n. 53, 7 de Mayo y 9 de Mayo
de 1901.)
Brümpt E. — Les Filarioses humaines en Afrique.
(C. R. Soc. Biol., París, 13 Mayo 1904.)
Calvert W. J. — Eosinophilia in Filariasis.
(John Hopkins Hospit. Bullet., III, n. 135, Junio de 1902,
pág. 133-136.)
Ídem. — The blood in Filariasis. (Journal of American Méd. Assoc,
Dic. 13, 1902) (relac. en Centralbl. f. Bakt. , etc., 1903,
p. 414).
Cobbold T. S. — On the discovery of the Intermediary host of the
Filaría sanguinis hominis.
(The Lancet, 12 Enero 1898.)
Ídem. — Mosquitoes and Filariae. (British Medie. Journal, 16
Marzo 1878.)
Ídem. — Parásitos. — A treatrise on the Bntozoa of Man and Ani-
máis, Londres, 1879.
Crawpord T. J. — Two cases of Filarial disease.
(Lancet, Junio 11 de 1898, pág. 1.618.)
Dabuty de Grandpré a. y D'Emmerez de Charmoy D. — Les
Moustiques. — Anat. et Biologie. — Contribution á l'étude
des Culicides et principalment des genres Culex et AnophC'
les, de leur role dans la propagation de la Malaria et de la
Filariose et des moyens de s'en preservar.
Port-Louis, 1900, p. iY-69, con 5 lám.
Daniels C. W.— Éléphantiasis and Filariasis.
— 183 —
(British Guiana Méd. Ann., VIH, p. 42, 1896.)
Daniels C. W. — Filariasis in British centr. África.
(Journal of Tropic. Méi., 15 de Junio de 1901, pág. 193.)
DiESiNG. — Ein Fall yon Filaría sanguinis hominis in New-Guinea.
( Arch. f. Schiffs, und Tropenhyg., III, 1899, p. 20.)
DuTTON I. E. — Some points connected with human Filariasis.
(Brit. Med. Journ., 1901, núm. 2.122, y Journal of Trop.
Méd., 1901, 15 Agosto y 16 Dic. 1901.)
EvE F., Me Carthy I. y Barnakd H. L. — Two cases of Filaria-
sis, one exhibiting the so called varicosa groin glands. and
the other chylous hydrocele and lymphatic varix of the
spermatic cord.
(Lancet, 20 Mayo 1899, pág. 1.302.)
FlNüCANE M. J.— Filariosis and its consequences en Fiji.
(The Lancet, 5 Enero 1901, pág. 23.)
FiRKET Ch. — De la Fiiariose chez les Négres du Congo.
(Bulletin de la R. Ac. de Belgique, 1895.)
FoNT M. — De la Filariosis: exposición del primer caso esporádico
en Europa.
(Rev. de Ciencias Méd. de Barcelona, 1894, pág. 73
y 97).
Grassi und Noé. — TTebertrag. d. Blut Filariae ganz anfschlt
durch den Stich von Stechmücken.
(Centralbl. f. Bakt., etc., XXVIII, 1900, n. 19.)
Ídem. — (Id. R. Accad. Lincei, passim, 1900 1901.)
Grassi B. — Uber tierische Parasiten, insbesond über die Mos-
quitos ais Úbertrager der Malaria, Filarla und d. gelb.
Fiebers.
(Die Umschau, V. n. 48, p. 941, 1901.)
Green C. R. M. — Note on the prevalence of Filariasis in tbe
Calcutta pólice forcé.
(Ind. Gaz. Med., Marzo, 1902.)
GuLLAND G. L. — The condition of blood in Filariasis.
(Brit. Med. Journ., 5 Abril 1902, p. 831.)
Hebra (H. von). — Elefantiasi degli Arabi.
(Trad. ital., 1890, Milano — de 52 pág., con fig. y lám.)
Henry F. — Report of a case of indigenous parasitic chyluria with
Filaría nocturna in the blood.
(Medie. News, 2 Mayo 1896, relac. en Centralbl. f. Bakt.
etcétera, 1896, XX, pág. 619.)
HouLLiER G. — Contribution á l'étude de la Fiiariose et en par-
ticulier de Thématocbylurie endémique des pays chauds,
une de ses principales manifestations.
(Thése de Montpellier, 1893.)
— 484 —
HowARD L. O. — Mosquitoes : hoAv they carry diseases; how they
are classified; how they may be destroyed.
(NeAv-York, 1 tomo de 241 pág. con fig.)
James S. P. — An examination of 400 slides of night blood for Fi-
larial embryos.
(Ind. Med. Gaz., XXXV, n. 3, Marzo 1900.)
Ídem. — On the metamorpliosis of the Filaría sanguinis hominis
in mosquitoes, esiiecially witli reference to its metaraorpbo-
sis in the Anopheles Rosíi and other mosquitoes of Anophe-
les genus.
(British Med. Journ., 1 Sept. 1900, p. 533.)
Kennard C. P. — Filaria and Mosquitos.
(Brit. Med. Journ., 15 Sept. 1900, pág. 754.)
Lang et Noc. — Les Filaires en Nouvelle-Calédonie.
(Arch. de Parasitolog., VII, 1903, pág. 377.)
La VERÁN A. — Sur un cas de Filariose.
(Soc. Méd. Hóp. de París, 1893, p. 738.)
Ídem.— Sur les embryons de la Filaire du sang de l'homme. (C. R.
Soc. Biol. de París, V, p. 892, 1895.)
Lebredo D. M. — (Hospital Las Animas, Habana.) — Filariasis. —
Nota preliminar deducida de experiencias prácticas que de-
muestran el sitio por donde la Filaría nocturna abandona
el Culex pipíens infectado.
(Rev. de Medicina tropical. Habana, Noviembre 1904.)
Low C. Georgb. — El desarrollo de la Filaria nocturna en dife-
rentes especies de mosquitos.
(Rev. de Medie, tropical, Habana, 1901, pág. 118, II.)
Ídem. — (Id. British Méd. Journ., I.*' Junio 1901.)
Ídem. — Malarial and Filarial diseases in Barbados. (Journal of
Tropical Med., IV, pág. 257, 283, 357, 1901.)
Legrain E. — Filariose. — Elephantiasis du scrotu, etc. (Ann. des
Maladies des organes génito-ur. , París, XII, pág. 362-66,
1894.)
Ídem. — Sur quelques affections parasitaires observées en Algérie
(Filariose, Elephantiasis). (Arch. de Parasitologie, París,
1898, pág. 151 )
LiNSTOW o. — Ueber die Arten der Blutfilarien des Menschen.
(Zoolog. Anseig., XXIII, 1900, p. 76.)
LoTHROP H. A. and Pratt I. H. — A report of Uvo cases of Fila-
riasis. — Operation for lymphatic varices and chylous hy-
drocele with removal of adult worms.
(Americ. Journ. of Med. Sciencies, CXX, Nov. 1900,
p.625.)
Lucas I. A. M. — Des Manifestations pathologiques dues á la pré-
— 485 -
sence de la Filarla sanguinis hominis dans l'horganisme.
(Thése de Bordeaux, 1893; relac. enCentralbl. f.Bakt., etc.,
1894, XV, p. 826. )
Manson (Patrick). — The Development of the Filaría sanguinis
hominis.
(Medical Times and Gazette, Londres, 1878, vol. II,
pág. 731.)
Ídem. — Filariasis in Samoa. (Brit. MéJ. Journal, 7 Nov. de 1896.)
Ídem. — On Filarial jjeriodicity. (Brit. Méd. Journal., 9 Sept.
de 1899.)
Ídem. — The Filariae sanguinis and Filariasis. («Tropical disea-
ses». A Manual of the diseases of warm climates. — Lon-
dres, 3.^ edición, pág. 54.5.)
Maitland i. — On some of the less common manifestation y Fila-
riasis (Filaría Bancrofti).
(Indian Medie. Gazette, XXXIII, Sept. 1898.)
Ídem. — Note on the Etiology of Filariasis. (Brit. Méd. Journ.,
1." Sept. 19W).
Mexse [Looss]. — Handbuch der Tropenkrankheiten. I, Leipzig,
1905, pág. 147 y sig.
MuRRAY R. D. — Elephantiasis of the scrotum. and penis. (Ind.
Méd. Gaz., XXXVII, Dio. 1902.)
NoÉ GiovAxxi. — Sul ciclo evolutivo della Filarla Bancrofti e
della Filaría ímmitis.
Roma, 1901, con 3 lám.
Penel D. R.— Les Filaires du sang de Thomme.
(1 t. de pág. 163, con 20 fig. en el texto; 2.^ ed., 1904.—
Thése de París.)
Plasencia D. Leonel. — Contribución al estudio de la Filariosis
en Cuba. (Revista de Medicina tropical. Habana, 1903.)
Primrose A. — The cure of Filariasis by removal of the adult
worms.
(Brit. Méd. .Journ., 20 Febr. 1904.)
Prout VT. T. — Filariasis in Sierra Leone.
(Brit. Méd. Journ., 20 Sep. 1902.)
Perroncito, prof. E. — I parassiti deH'uomo e degli animali utili.
Torino, F. Vallardi, edic, 1 tomo con 276 fig. y 25 lám.
pág. 384.
Rasch C. — Ein Fall von monstroser Elephantiasis ans den Tropen,
(Berlín Klin. Worhenschr., n. 49, pág. 1.089, 1896.)
Rbmlinger. — L"éosinophiIie dans la Filariose.
(Gazette Méd. d'Orient, XLVII, n. 17, 1902.)
Ídem. — Deux cas de chylurie filarienne.
(Gaz. Méd. d'Orient, XCVII, n. 18, 1902.)
— 486 -
Remlinger.— (Arch. de Parasitologie, VI, n. 4, 1903.)
ROBERT. — Un cas d'éléphantiasis de sciotum.
(Arcli de Méd. navale, LXIX, p. 139, 1898.)
Sambon L. W.— Remarks on the life history of Filaría Bancrofti
and Filaría immitis.
(Lancet, 16 Agosto 1902).
SoLiERi D. Sante. — Chiluria da Filaría Brancofii in Europa.
(Archivos latinos de Medicina y Biología, Madrid, 1903,
n. 2, Nov.)
Smith H. — Filariasis : late Chyluria.
(Brit. Méd. Journ., 2 Agosto 1902.)
SoNSiNO P.— La Filaria nel sangue, nelle uriñe e nelle feci di un
Umbro?
(Clínica Moderna, anno II, Firenze, 1896.)
Ídem. — Sugli ultimi risultati sperimentali concernenti il ciclo
vítale della Filaria Bancrofti. (Giornale della R. Accade-
mia Med., Torino, V, 12, 1899.)
Sergent, Et. et Ed.— Moustiques et Maladies infectieuses.
París, 1904, 1 t. de 176 pág., con fig.)
Thornill H. — Elefantiasis in Ceylon.
(Ind. Med. Gaz., XXXII, Oct. 1897.)
Tribondeau. — Note sur l'éléfantiasis du membre supérieure.
(Arch. de Méd. navale, LXXIV, p. 107, 1900.)
Ídem. — Objetions á la théorie filarienne de TÉléfantiasis, etc.
(C. R. Soc. Biol., París, 1902, n. 34, pág. 1.419.)
ÍDEM. — Hématologie de l'Éléfantiasis. (C. R. Soc. Biol., París,
1903, n. 25, p. 997.)
Théobald F. V. — a monograpb of the Culicidae or Mosquitoes.
Londres, 1901-1902, t. I, pág. 88-89.
VlNCENT G. A. ~ Observations on human Filariosis in Trinidad.
(Brit. Méd. Journ., 25 de Enero 1902.)
Verdón E. S. — A case of Filariasis at Fez, Marocco.
(Journ. of Trop. Med., VII, n. 13, 1904.)
Vaquez et Clero. — Eosinophilie dans la Filariose humaine.
(C. R, Soc. Biol., París, LIV, n. 35, pág. 1.425, 1902.)
YoUNG C. W. — Filariasis, lymphscrotum , and varicoso groin
glands. (Brit. Méd. Journ., 24 Abril 1897.)
- 487 -
CAPITULO VII
FILARIASIS
(Sigue).
1¡ Descartando las especies dudosas : i^iVaWa labtalis, Fi-
laría conjimtivae , Filaría hominis oris, Filaría resiíformis,
Filaría lentís, etc., quedan las siguientes, que con caracteres
de difusión epidémica ó endémica á veces, esporádica en otras
partes, se han encontrado y descrito como parásitos del hombre:
Filaría loa (Guyot, 1778).
[Filaría diurna (Manson 1895)].
Filaría perstans (Manson, 1895).
[ Filaría Oxxardi ( Manson , 1897)].
Filaría Demarqtiayi (Manson 1895)..
Filaría MagaUíaesi (Bianchard 1895).
Filaría gigas (Prout, 1902).
Filaría Powelli (Penel, 1904).
Filaría volvulus (Leuckart, 1893).
Filaría kilímarae (Kolb, 1898).
Filaría loa. — Este pará&ito es común en muchas regiones
de África, sobre todo en la costa occidental (Gambia, Sierra
Leone, Guinea, Niger^ Congo) (muy probablemente en la co-
lonia española del Muni-Benito, y en la isla de Fernando Poo.
En mi viaje á Canarias (Julio 1905) no he tenido noticia de
observación ninguna de casos locales ó importados). Los ma-
chos adultos miden de 25 á 30 milímetros: las hembras de 30
á 40 de largo: no pasan de medio milímetro de diámetro trans-
versal los primeros, y de un milímetro las segundas (v. fig. 52).
Una buena descripción de los individuos adultos ha dado
Looss (1904): reproduzco en parte los detalles de organiza-
ción de esta especie (v. figs. 52-54).
Viven los adultos en el tejido conjuntivo, en general super-
ficialmente: con gran frecuencia aparecen en el borde de la
488 -
conjuntiva ocular, y allí pueden permanecer mucho tiempo
(años).
Se conocen con el nombre de Tumores de calabar (Cala-
barswellings ^ Calabarbeulen
Kameroon-geschwülste de
Plehn), ciertas lesiones, tu-
mefacciones cutáneas múlti-
ples y localizadas, que Man-
son atribuye á la presencia de
F. loa en el conjuntivo.
Los embriones de F. loa
viértanse en los linfáticos y
en la sangre: corresponden á
los que Manson había llama-
do, desde 1891, Filaría
diurna (fig. 54); como los
de F. Bancrofti, hállanse en
el torrente circulatorio envuel-
tos, encerrados en la membra-
na (esuvies) que les impide
con toda evidencia desarro-
llarse en vida libre, sin la in-
tervención de un huésped in-
termediario.
Sin embargo, desconoce-
mos hasta la fecha cuál sea
este huésped.
Carácter típico de los em-
briones que Manson llamó Fi-
laria diurna es el de apare-
cer en la sangre periférica del
hombre á todas horas durante
el día; lo cual los distingue de los embriones de Filaría Ba-
ncrofti (que Manson llamó F. nocturna) más aún que los ca-
racteres morfológicos.
Esto hace pensar que el huésped intermediario de la Filaría
loa debe llegar en contacto del hombre y chupar su sangre du-
Figura ñ^. — Filaría loa.
A, macho adulto; B, hembra adulta (di-
mensiones naturales); C, extremidad an-
terior (cefálica) del macho (según Looss)
(aum. 2o diám.); an. nerv., anillo nervio-
so periesofágico; int., intestino; test., tes-
tículo.
- 489
rante el día, á diferencia de lo que pasa en el caso de la Fila-
ría Bancrofti.
Blanchard afirma (pág. 539 de su reciente Tratado) que en
la región del Calabar, donde es endémico el parasitismo hu-
úm ntji.
Figura 53. — Extremidad anterior (cefálica^ áa Filaría lo Q
(según Looss) (aum. 20 diámetros).
an. «erv., anillo nervioso periesofágico," Es., esófago, £;fc.,aber-
tiirade excreción (Excretionsporus): i«í., intestino; Ovar., ova-
rio; t/ag'., vagina; vulv., vulva (abertura genital.
(La depresión de la cutícula, que Looss indica como desembo-
cadura de un aparato excretor (Excretionsporus, Exc), está en in-
tima conexión con fibras procedentes del anillo nervioso perie-
sofágico : trátase probablemente de un órgano de sentido).
mano de Filaría loa (ya hemos indicado que debe estar rela-
cionado con ciertas lesiones características de esas comarcas
africanas), el hombre está expuesto á la continua molestia y á
las picaduras de ciertos dípteros, que los colonos ingleses lla-
man en conjunto Mangrove flies y los indígenas ukpom y uijo.
- 490
Estos corresponden á ciertas especies de Tahanidae y de Mus-
cidae, muy en particular al Chrysops dimidialus (van deWulp),
y Glossina palpalis y longipalpis (Brumpt).
Sin embargo, carecemos de datos seguros, de exactas ob-
servaciones y de resultados experimentales sobre este extremol
Sólo podemos añadir que Annette, Dutton y Eliott intenta-
ron la infección artificial de Myxomyia
(Anopheles) Bossii con los embriones de
F. diurna (F. loa) y con resultado nega-
tivo.
2. Filaría perstans. — Este parásito
se encuentra con mucha frecuencia en el
África occidental y central (Congo, Nige-
ria, Lagos, Nyassa, etc.), así como en los
negros de la América central (Guiana in-
glesa). La forma adulta, descubierta por
Daniels en individuos de Demerara, es
cilindrica, de 70 á 80 milímetros de lar-
go, con apéndice caudal terminada en
dos puntas triangulares. Vive en el tejido
conjuntivo y en los vasos. Los embriones
corresponden en parte, sin duda ninguna^
á los que Manson describió con el nom-
Figura 34. - Aspecto de bre de Filaría Oxxardi. Sin embargo.
los embriones hemáticos
de Filaría loa {Filaría puedc admitirse quc la forma embriona-
diurna) {en \a sangre pe- . . ,. , r> •» r
riférica del hombre) (au- Tía indicada por P. Mauson con este nom-
mento de i.ooo diám.). .
bre (Filaría Oxxardi), no es única, no
constituye una sola especie; muy probablemente pertenece,
en parte, á los adultos de la especie F. perstans, en parte á los
de F. Demarquayi. Looss, mantiene, en su reciente monogra-
fía (pág. 169 del Mense, V. !.)> la incierta especie F. Oxxardi.
Blanchard, al contrario, considera esta especie como artificial,
comprendiéndola en las dos antes indicadas: F. perstans, por
un lado, F. Demarquayi , por otro.
Los embriones de F. perstans se encuentran desnudos, sin
membrana, en la sangre. Sun pequeños, no llegan á la mitad de
los de F. BaJicrofti y F. diurna (F. loa).
— 491 —
lia hipótesis de P. Manson, fundada en observaciones epi-
demiológicas y de distribución geográfica correspondiente, que
admitía una relación estrecha entre el parasitismo de F. pers-
tans y la enfermedad del sueño (negro-lethargy , sleeping-sik-
ness), no puede tomarse en consideración hoy día, después de
los descubrimientos recientes acerca del papel patógeno de los
Tripanosomas.
Por lo que se refiere á la transmisión de F. perstans y su
evolución en algún huésped intermediario, nada concreto y de-
finitivo puede afirmarse. Hodges, en Uganda, y Low, en
Guiana, han observado, al parecer, un principio de desarrollo
de los embriones en Panoplites africanus (Mansonia africa-
na) el primero, en Tae?iiory?ichi¿s fnscopennatus el segundo.
En cambio, el mismo Hodges experimentó, con resultado
completamente negativo, con Myxomyia (Anoplieles) fu-
nesta, Anopheles costalis ( Pyretophorus cj, Stegomyia ca-
lopus (fasciata), etc., y Low con las mismas especies y ade-
más ccn Culex, Stethomyia, Yanthinosoma , Melanoconioriy
etcétera.
Más recientemente Christy ha publicado una serie de obser-
vaciones que tienden á demostrar que la transmisión de F. pers-
tans efectúase por medio de los ácaros (especie de garrapa-
tas), del género Ornithodorus (O. moiihata).
Por otra parte. Bastían sostiene que F. perstans no debe
considerarse más que como una forma del gen. Tylenchiis , pa-
rásito común de trigos y demás gramináceas y plantas cultiva-
das en los trópicos. Lo que haya de verdad en esta afirmación
y cómo pueda averiguarse el paso de los embriones maduros al
hombre, queda por aclarar, y merece, desde luego, las más
detenidas investigaciones.
3. Filaria Demarquayi. — Manson encontrólos embriones
que llamó con este nombre, en la sangre de algunos enfermos
de San Vicente (Indias occidentales), siendo luego confirma-
dos los caracteres específicos de estas microfilarias por las
observaciones de Galgey, Low, George Gray, etc., en Santa
Lucía, Dominica y Trinidad (Antillas). Trátase de embriones
muy parecidos á los de F. perstans, y por tanto, mucho más
Eev. Acad. Ciencias.— Iir.— Noviembre, 1905. 33
- 492 — .
pequeños que los de F. Bancroftl y F. loa (diurna) , y des-
nudos (sin esuvies).
Galgey encontró luego la forma adulta (hembra) de la F. de-
tnarqíiayi en un enfermo de Santa Lucía.
Nada cierto sabemos respecto de la transmisión de este pa-
rásito. Vincent y Low, en la Trinidad, han experimentado con
los mosquitos del gen. Stegomyia: los resultados fueron dudo-
sos : las larvas llegaron á penetrar en los músculos torácicos,
pero no se desarrollaron ulteriormente y al cabo de unos cuan-
tos días empezaron á manifestar fenómenos de degenera-
ción.
Filaría MagalJ/aesi. — En 1887, el Dr. Magalhaes, de Río
de Janeiro, describió las formas adultas de una especie de Fi-
larla encontrada en el ventrículo izquierdo del corazón de un
niño en dicha ciudad, muerto por enfermedad desconocida, ó
cuyo diagnóstico no se había hecho durante la vida. Tampoco
ee había hecho el examen de la sangre. Observaciones poste-
riores confirmaron, al parecer^ las diferencias específicas en-
tre F. Bañero f ti y F. Magalhdesi , siendo ésta de dimensiones
más reducidas (155 milím. la hembra, 82-83 el macho), y con
cuatro pares de papilas pre-anales, y cuatro post- anales en el
macho. Los embriones, poco conocidos, miden de 350 á
400 ¡Ji. por 8 ]}..
Dice Manson (p. 604, Trop. dis.): «Nothing ist known of
its life-history, ñor of the associated pathology». Nada cono-
cemos acerca de la evolución de este parásito, ni de las lesio-
nes que determina en el organismo humano.
Filaria gigas. — Trátase de una forma de embriones de Fi-
laría, encontrada por el Dr. Prout en la sangre de un enfermo
de Sierra Leone. Desconocida la forma adulta, y dudosos los
caracteres específicos, estamos muy lejos de conocer el origen,
difusión y evolución de esta forma de Filaria. Los embriones
descritos por Prout son desnudos, sin membrana.
Filaria Powelli. — En este cííSO, como en el precedente, des-
conócense los adultos. El nombre específico ha sido dado por
Penel á una forma de embriones, pequeños (130 jx. X 5 [)..),
cilindricos, uniformes (sin cola puntiaguda), con vaina ó mem-
- 493 -
brana (esuvies), encontrada por Powell en Bombay, en la
sangre de un indio.
Filaría volvulus. — Leuckart, primero (1893 ), luego Laba-
die-Lagrave, Deguy, Prout, describieron ejemplares de Fila-
rías adultas encontradas en ciertos tumores cutáneos en negros
de la Costa de Oro, de Sierra Leone y del Dahomey (África
occidental). Embriones de 250 ¡x. X 5-6 [jl., sin membrana.
Evolución y transmisión desconocidas.
Filaria kilimarae. — Las noticias que Kolb proporciona acer-
ca de esta especie^ que dice haber encontrado como parásito
en los negros de la costa occidental de África (British-ost-
Afrika), son insuficientes. Nada conocemos acerca de su trans-
misión y difusión.
Resulta de cuanto se ha dicho en los párrafos anteriores,
que nuestros conocimientos concretos, seguros, sobre el ciclo
evolutivo de las Filarías del hombre limítanse á los que hemos
estudiado en el capítulo precedente: esto es, á la transmisión
de Filaria Bancrófti. Es probable que en el caso de los em-
briones de Filaria loa, deba intervenir para su desarrollo y
transmisión un huésped intermediario del orden de los Dípte-
ros, aunque pueda dudarse de ello. Nada cierto sabemos sobre
la evolución de las demás formas de I ilaridae que hallan en el
organismo humano el huésped definitivo.
4. Filarías liemáticas de los animales domésticos.
Entre las Filarlas de los animales domésticos, la especie más
interesante por su difusión, sus caracteres morfológicos y bio-
lógicos, lo parecido de su transmisión con la de Filaria Barí'
crofti del hombre es la Filaria immilis del perro (v. cap. III).
En el perro encuéntranse á veces embriones que difieren de
los característicos de la Filaria immitis, aunque las diferen-
cias son mínimas. Trátase de los embriones de Filaria recón-
dita (Grassi); los adultos de esta especie hállanse en el tejido
adiposo que rodea á los órganos parenquimatosos, ó bien en el
tejido conjuntivo. La Filaria reco7idita se desarrolla en las
Pulgas {Ptilex serraiiceps de los perros).
— 494 —
En los animales domésticos se han observado y descrito las
especies siguientes, que puedan interesarnos:
Filaría irritans (Rivolta, 1884, Raillet, 1885), en as-
nos y caballos _, en ciertas llagas y ulceraciones que
manifiéstanse durante el verano (Bouley, 1850, Lau-
lanié, Perroncito).
Filaría eransi (Lewis, 1882, observada recientemente
por E. y E. Sergent en Algeria), en los camellos;
embriones en gran número en la sangre, adultos en
los grandes vasos, corazón y pulmón.
Filaría polpebralis' {Wilson 1844; probablemente sinóni-
mo de Filaría lacrymalis, Gurlt, 1831; F. bovis, Rai-
llet, 1858), en la conjuntiva, debajo de los párpados
y en los conductos lacrimales de bueyes y caballos,
los gusanos adultos (determinan oftalmía vermino-
sa). ¿Embriones libres?
Filaría inermis (Grassi, 1887, F. conjuctivae), especie
dudosa; asnos y caballos [¿hombre?].
Filaría Jiemorrágica (Raillet, 1885; ó F. multipapiUosa,
Condamine y Drouilly 1878) (Filarla de los botones
hemorrágicos de los caballos húngaros, Drouilly,
Trasbort, etc.).
Filaría equina (Blanchard, 1892; ó Filaría papillosa
Rudolphi; F. equi, Gmelin; Gordíus equinus,A.h\\ág.)
Caballos.
Filaría labíato papillosa (Alessandrini, 1838; Sin. J^¿-
laría cervina^ Dujard., 1845; F. terebra^ 1851).
Bueyes.
[Filaría Mansoni, Filaría cypseli de las aves no pueden
interesarnos en este momento].
Es posible, según parecen indicar las observaciones de los
hermanos Sergent en Argelia, que la Filaría evansi de los ca-
mellos se desarrolle en un huésped intermediario del género
Tabaniis. Sin embargo, no tenemos pruebas, hasta la fecha,
para afirmar este nuevo papel de los Dípteros.
- 495 -
Por lo demás, sin detenernos aquí en discutir el valor espe-
cífico de los caracteres que se han adoptado por algunos zoólo-
gos y parasitólogos (Raillet, Perroncito) para fundar las espe-
cies Filaría irritans, Filaría hemorráglca y otras, diremos
tan sólo que su localización en el organismo del huésped ver-
tebrado, las lesiones que producen, su distribución geográfica
y difusión prevalente en ciertas regiones, la época del año en
que de preferencia se observan, llevan al ánimo la persuasión
de que especiales insectos, y precisamente los Dípteros Ne-
matóceros del géa. Simulium, ejercen el papel de huéspedes
intermediarios y transmisores de las larvas maduras.
En efecto, la Filaría haemorragica de Raillet, Filaría mul-
tipapillosa de Condamine y Drouilly , fué descrita por este úl-
timo en lesiones cutáneas, nodulos ó «botones», edematosos y
á veces hemorrágicos y ulcerados, desarrollados en caballos de
la guarnición de París; todos parecían contener un gusano
adulto. Ulteriores investigaciones comprobaron que esta Fila-
ría hállase con bastante frecuencia en parecidas lesiones de
caballos y asnos (Raillet, Moussu, Perroncito). Ni los gusa-
nos adultos ni los embriones, pueden vivir fuera del organismo
del huésped en condiciones artificiales. Las observaciones de
Raillet, demuestran, en este sentido, la necesidad absoluta de
admitir la existencia de un huésped intermediario en el des-
arrollo y transmisión de esta Filaria. Yo añadiré que en mi con-
cepto debe acercarse á esta especie la descrita por el mismo
Raillet y antes por Rivolta con el nombre de Filaría irrítans,
propia de la dermitis granulosa , y de ciertas ulceraciones de
verano en los asnos y caballos.
El género Simuiium merece ser estudiado con todo deteni-
miento bajo el aspecto parasitológico , pues la molestia que
ocasiona en ciertas regiones y temporadas al ganado caballar
y bovino y los daños de que ya lia sido inculpado, dejan lugar
á graves dudas acerca de su papel patógeno.
En 1863^ Tisseran indicaba especialmente los pequeños
Nematóceros del gen. Simulium como causa de una epizootia
dominante en el distrito de Condrieux, y que ya había produ-
cido en los meses de verano y otoño graves daños en los ca-
— 49G —
ballos, bueyes y asnos. En 1892, Boyadjief insistía en decla-
rar que varias especies hematófagas, entre ellas principalmen-
te las del gen. Simulium ( Simulium columhatxense Schiner),
debían considerarse como peligrosísimas, en determinadas cir-
cunstancias, por sus picaduras, para el ganado; y juzgaba que
en el distrito de Viddino (Bulgaria), se habían perdido á con-
secuencia de ellas 534 bueyes y 52 caballos, en breve tiempo.
En toda Europa.fientral son frecuentísimos los dípteros del
gen. Simulium. Coquillett ha descrito recientemente ocho es-
pecies propias de la América del Norte: entre ellos importan-
tes por su frecuencia, difusión y efectos de la picadura, no
sólo en los animales, sino en el hombre: Simulium venustum
y S. invenustum.
Abundan en ciertas regiones de España las especies Simu-
lium ornatum Mg. (en Algeciras, según Strobl); Sim. reptans
L., Schiner, etc. (Elche, Medinaceli, Molina de Aragón, etc.);
Sim. fiiscipes Fbr.^ Zetterst. (Madrid.)
Por lo que se refiere á las Filarias palpebralis y lacryma-
lis (probablemente trátase de la misma especie) puede pen-
sarse también en su transmisión por la típica Chrysops caecu-
iiens, comunísima en toda Europa, muy frecuente en España,
y que pica con infinita molestia y no indiferente daño al ga-
nado caballar y bovino en correspondencia de los ojos, llegan-
do á producir la ceguera.
Mas la única especie de que hasta hoy conocemos en modo
seguro el ciclo evolutivo y el mecanismo de transmisión, es la
Filaria labiato papillosa del buey.
5. La Filaria labiato -papilosa del buey vive, en estado
adulto, en el tejido conjuntivo de distintas partes del organis-
mo del buey. La hembra, vivípara, produce gran número de
embriones que son ejemplo típico del modo como las formas
embrionarias encerradas en la membrana ó esuvies, considerada
por algunos como un quiste protector secundario, vienen des-
arrollándose y desenvolviéndose en el interior del chorion del
huevo, que los acompaña en su vida hemática. En efecto, los
embriones de F. labiato-papilosa son cubiertos de membrana
como los de F. Bañero fii. En el útero de las hembras se ven
- 497 —
formas de desarrollo sucesivo, y dilacerando 6 disecando una
de ellas (las hembras son gusanos de 10-12 centímetros), sa-
len los embriones, todos ellos envueltos en la membrana del
huevo, algunos aun en su disposición arrollada, encerrados y
comprimidos en el involucro del chorion; otros, ya más adelan-
tados , y que ocupan la porción anterior ó terminal del útero y
Figura 55. — Evolución del embrión de Filaría labiato-papillosa en
el cliorion ("embriones intrauterinas).
A, huevo maduro; B -C, distensión progresiva de la membrana por
parte del embrión; D, embrión, tal como aparece en el útero ma-
terno y en la vagina, en el momento de ser vertido en la sangre
del vertebrado.
desembocan en la vagina, extendidos y dotados de movimien-
tos, pero siempre con la vaina que los reviste. (La figura 55 re-
produce las fases sucesivas de este proceso, observado direc-
tamente).
En la sangre de los bueyes que hospedan la Filaría labiato-
papillosa se encuentran los embriones circulantes (miden de
180 á 220 [i.. ), pero nunca en número tan extraordinario como
sucede, por ejemplo, con los de la Filaría inimitis en la san-
gre del perro. Muchas veces se hace preciso un examen déte-
— 498 -
nido y repetido para lograr encontrar embriones de Filaría
labiato - papulosa .
Sin embargo, éstos son suficientes para asegurar, con la in-
tervención del huésped intermediario, la continuidad de la
especie.
El huésped intermediario está representado por la especie
Stomoxys calcitrans (en la campiña de Roma), muy probable-
mente por varias especies del género Stomoxys, en distintas
regiones.
El género Stomoxys pertenece á la familia Muscidae calyp-
ierae, en el sub- orden Brachycera de los Dípteros. En extre-
mo parecidos á las moscas comunes (Musca domestica, etc.),
Figura 36. — Ala de Stomoxys calcitrans.
poseen, sin embargo, los Stomoxys una trompa penetrante,
aguda y sólida. Frecuentísimos en toda Europa, se encuentran
con abundancia también en España [St. calcitrans, en Alge-
ciras y Andalucía (Strobl), Cáceres (Pittaluga)]; persiguen los
ganados bovino y caballar, pero con el carácter de no alejarse
demasiado de los establos, de las cuadras, y, en general, de los
sitios donde estén encerradas las reses; raras veces se encuen-
tran en el campo abierto. Distingüese en sus costumbres de la
Haematobia, porque ésta acompaña constantemente al buey, de
Cuya sangre se alimenta; llega á ser inseparable de su víctima.
Si ésta se mueve con cierta vivacidad, las Haematohias se ale-
jan por momento, levántanse en rápido vuelo á poca distancia y
siguen así al buey ó al caballo, al rebaño entero ó yeguada, si
juntas se encuentran muchas cabezas de ganado. En los largos
viajes de rebaños, se observan muy á menudo en cantidad
enorme, formando espeso enjambre, perseguir así al ganado de
un sitio á otro, para fijarse en seguida, en cuanto se pare, sobre
— 499 -
él, alimentarse y esperar, allí mismo, la hora del nuevo pasto.
Al contrario , la Stomoxys abandona á su víctima después de
haber chupado la sangre y busca en las paredes, en los arbus-
tos, en los objetos alrededor, un sitio conveniente para llevar
á cabo la digestión.
Estos datos pueden ser de utilidad para quien quiera hacer
investigaciones sobre la transmisión de la Filaría lahiato-pa-
pillosa por las Stomoxys en España.
Los embriones de la Filaría labiato-papíllosa, que Stomo-
xys calcítrans chupa y absorbe con la sangre al picar al buey
infectado, líbranse de la membrana que los encierra (ecdisis),
penetran á través de la pared del intestino y cumplen su des-
arrollo larval entre los músculos de la cabeza del insecto. Las
«larvas maduras», después de varios días (necesitan lo menos
ocho á doce días, probablemente más, en condiciones menos
favorables de temperatura, etc.), salen de las fibras muscula-
res y se introducen en la cavidad general y en el lahium; con
un mecanismo muy parecido al que se averigua en el caso de
las Filarlas ímmítís y Bancroftí en los mosquitos, efectúase
en el momento oportuno, al picar el huésped intermediario á
otro buey, la migración definitiva de dichas larvas maduras.
Estas , que ya en su fase terminal, en su último período de des-
arrollo morfológico en el huésped intermediario, se encuentran
bastante diferenciadas en su estructura, y presentan caracteres
bastante claros, de la especie en su forma adulta, llevarán á
cabo su definitiva transformación en el nuevo huésped verte-
brado, el buey.
Conviene advertir que, de conformidad y en corresponden-
cia con lo que se ha dicho acerca de la escasez de embriones
en la sangre periférica de los bueyes que hospedan la Filaría
labiato-papillosa , las Stomoxys que se infectan no encierran
nunca en su organismo un número muy considerable de larvas:
al contrario de lo que sucede, según se ha visto, en los casos
de Filaría ímmítís y Filaría Bancroftí. Y la misma propor-
ción de Stomoxis infectadas quédase por lo general muy baja.
En un establo donde haya un buey filarioso, no se encuen-
tra más que el 3 ó el 4, muy difícilmente el 5 por 100 de las
— 500 —
Stomoxys que se examinan, con alguna larva en desarrollo.
En efecto, la difusión de la Filaria lahiato - papulosa , aun-
que con carácter endémico se haya establecido en alguna co-
marca, no suele ser muy acentuada, ni muy considerable. Las
reinfecciones son relativamente escasas.
Una Filaria Stomoxeos, descrita por Linstow en 1875 (com-
pendium der Helmintologie y TrocheVs Archiv ^ 1875), debe
considerarse hoy día como correspondiente á las larvas de Fi-
laria labiato-papillosa , que se desarrollan en Stomoxys calci-
irans (según las investigaciones de Noé ).
6. Posibilidad de la transmisión de otros Nematodes , de Cesto -
des y Trematodes por los < Dípteros » .
No se conocen otros casos, fuera de los expuestos en estos
capítulos, de intervención de los Dípteros en la transmisión de
gusanos parásitos del hombre ó de los animales domésticos.
Sin embargo, de algunos Cestodes, y de muchos Trematodes
y Nematodes, parásitos del hombre ó de los animales domésti-
cos, nada sabemos acerca del modo como penetran en el orga-
nismo del huésped vertebrado.
¿Pueden ejercer los Dípteros algún papel en su transmisión?
Por lo que se refiere á los Cestodes, la hipótesis es poco
probable, quizás desde luego inadmisible; cuanto se conoce de
la evolución de estos seres y por otra parte del habitat, cos-
tumbres y relaciones de los Dípteros con el hombre y los ani-
males domésticos, excluye a priori esta transmisión.
En lo tocante á los Trematodes nada cierto puede afirmarse-
En los casos del Paragonymus ivestermatii ( ó Distoma pul-
monale), que ocasiona una forma de hemoptisis endémica en
Japón, esporádica en Filipinas; del Opisthorchis sinensis, del
Opisthorchis conjunctum (Distoma conjunctum, etc.), de la
misma Bilharxia (Schistosomum hematobium), de los géneros
Fasciolopsis , Heterophyes ( Mesogónimus) y Amyhistomum (ó
Gasirodiscus) , etc., poco ó nada sabemos acerca de la suerte
del Miracidium , desde que éste sale del huevo en el organismo
del huésped vertebrado (hombre ó animales domésticos), for-
- 501 -
mación de redias y cercarías, y transmisión definitiva. Sin
embargo, la determinación del ciclo evolutivo de la Fasciola
hepática (Leuckart) hace pensar que algo semejante ocurra
en estas especies y géneros afines. La intervención de los Díp-
teros hematófagos parece descartada en semejantes casos.
A pesar de eso, no podemos olvidar que un Trematode en-
quistado encuéotrase con alguna frecuencia en el organismo
del Anopheles claviger y muy probablemente de otros Culíci-
dos. Trátase de una forma de Distoma, aplastado, ovoideo,
con una ventosa anterior grande, y ventosa posterior en co-
rrespondencia de la mitad del cuerpo, en su cara ventral. Há-
llase á veces libre (¿forma adulta?) en la cavidad general, en
el abdomen; más generalmente se encuentra enquistado, sien-
do los quistes de las dimensiones medias de 150 \). á 250 ^i
y en número de 4 á 10 por cada huésped (Anopheles). Duran-
te la primavera, es muy raro encontrar mosquitos que hospe-
den á semejante parásito (observaciones del Dr. Martirano);
durante el verano y el otoño llega á encontrarse en el 40 por
100 de los mosquitos que se examinan.
Es de toda evidencia, que el insecto perfecto (Anopheles)
debe llevar ya las cercarías enquistadas en su organismo, des-
de que sale del involucro de ninfa. Muy probablemente, las
larvas son invadidas por una cercarla acuática libre ó bien por
un miracidio que cumple en ellas toda su evolución.
De todos modos, este ejemplo debe ponernos en sospecha y
hacernos pensar que es posible el desarrollo de Trematodes en
un huésped invertebrado del orden de los Dípteros (Culícidos).
Por fin, entre los Nematodes, aparte el caso ampliamente
tratado, de los Filar idae, se ha encontrado en la cavidad ge-
neral de larvas y ninfas de los Culícidos una forma joven (¿es-
tado larval, forma de desarrollo?) del género Mermis, gusano
que se halla libre en su período adulto; aunque no esté deter-
minada como especie la forma parasitaria encontrada en lar-
vas y ninfas de Culícidos, debe ser próxima al Mermis ni-
grescens. Larvas y ninfas que hospedan este parásito, mueren
casi todas (probablemente todas en absoluto, dejando libre al
nematode ya llegado á su madurez). Cabe, sin embargo, la pre-
— 502 —
guata de si en otros casos parecidos, las formas larvales de al-
gún Nematode puedan penetrar en larvas y ninfas de Dípte-
ros hematófagos (larvas y ninfas acuáticas 6 terrícolas), y per-
manecer en el insecto perfecto, para llegar así al huésped de-
finitivo (vertebrado) , por medio de la picadura.
Nada sabemos acerca del modo de transmisión de Scleros-
toma equinum (Sclerostoma armatum^ 6 Strongylus eqai-
ñus) frecuente en asnos y caballos. Los estudios de BoUin-
ger sobre el desarrollo de las formas larvales de este parási-
to en los vasos (arterias) donde determinan lesiones importan-
tes (aneurismas) , no pueden considerarse como definitivos,
porque falta la prueba absoluta de que los rhabditos nacidos
de los huevos, y libres en el agua ó en la tierra húmeda, pe-
netren directamente en el tubo digestivo y luego atraviesen los
tejidos para llegar á los vasos. Cabe pensar que dichas formas
de desarrollo (rhabditos) puedan penetrar en el organismo
larval de Dípteros hematófagos y luego, llegados éstos al es-
tado de insectos perfectos, ser transmitidos por la picadura en
los tejidos y en el sistema circulatorio del huésped vertebrado
(caballos, asnos).
El ejemplo de este caso sirve igualmente para muchos otros,
pues de varias especies de Nematodes parásitos desconocemos
por completo la vía de penetración en el organismo humano y
de los animales domésticos.
bibliografía
Bastían (H. C). — Note on the probable mode of infection in the
so-called Filaría perstans , and on the probability that this
organism really belongs to the genus Tylenchus.
(Lancet, 30 Enero 1904, pág. 286.)
Ídem.— The anatomical characters of the so-called Filaría pers-
tans and on the mode of infection thereby. (Lancet, 5 Mar-
zo 1904.)
Bachelor (H. M.).— Filaría loa and Pulex penetrans. (BuUet.
New York patholog. Soc, 1887, págs. l'JSlll; y Medical
Record, New York, 1881, p. 470-71.)
Braun (M.). — Zur kenntniss der Trematoden der Saugetiere.
(Zoolog. Jahrb. Syst. XIV, 1901, p. 314.)
- 503 —
Brumpt (E.). — La Filaría loa, Guyot, est la forme adulte de la
microfilaire désignée sous le nom de Filaría diurna Man-
son. (C. R. Soc. Biol. París, 22 Abril 1904.)
Blanchard (R.). — Maladies parasitaires (non microbiennes), etc
(Traite de Pathol génér de Boucbard. París , 1895. V. Fila
ria Magalhaesi.)
CoxDORELLi (^Dott. Mavio). — Filaría apapiUocephala (mihi)
(Bollett. d. Soc. Romana per gli Studi zoologici , v. I. 1892
n. 3, pág. 168-179). (Sinón. = i^¿Zar¿a inermis.)
Deupser Conrad. — Experimentelle Untersuchuogen ttber die Le
bensgesch. d. Filaría papillosa. (Ein Beitrag zum vorkom-
men d. Nematoiden Hamatozoea bei unseren Hausthieren.)
Inaugur. Dissert. Breslaii, D. R. Galle, edit. 12 Mayo 1894.
(pág. 4G.)
Daniels (C. W.).— The Filaría Ozzardi and their adult forms.
(Brit. Guiana Medie. Annual, 1898, X, pág. 1-5.)
TiíEM. — Filariae and Filarial diseases in British Guiana. (Brit.
med. journ., 24 Sept. 1898.)
Fenton (F.). — a specimen of Filaría loa presented at tbe meeting
of the Pathol. Soc. of Toronto. (Brit. med. journ., 14 No-
viembre 1903.)
Fellmann.— Über Filaría persiana iva. Bezirk-Bukoba. (Arch.für.
schif. u. Tropenhygiene , t. VIII , 1904, p. 285; y t. IX, 1905,
p. 62; con una lámina.)
Grassi (G. B. y Calandruccio). — Sul ciclo evolutivo della Fila-
ría recóndita nelle Pulci del cañe.
(An. d. R. Accad. Gioenia, Catania, 1892.)
Grassi (B.). — Filaría inermis, ein Parasit d. Menschen d. Pier-
des und d. tsels. (Centralbl. f. Bakt., etc., I, 1887, pági-
na 617).
Galgey (O.).— Filaría Demarquayi in Sta. Lucía, West-Indies.
(Brit. med. journ., 21 Enero 1899.)
Kerb (T, S.). — Calabar swelling and its relationship to Fílaríaloa
ani diurna. (Journ. of. Tropic. med. VII, n. 13, 1904.)
KoLB (G.). — Die Filaría kilimarae in British. Ost. África. (Arch.
f. Schiff. u. Trop. Hyg. , II, p. 28, 1898.)
Habershou (J. H.). — Calabar swellings on the upper Congo.
(Journ. of Tropic. Medie, VII, n. 1, 1904.)
Leuckart (R.)? — En Davidson's «Hygiene and disease of warm
climats». Londres, 1893.
Labadie-Lagrave et Deguy. — Un cas de Filaría volvulus {Ar oh.
de Parasit. , II , p. 451 , 1899.)
Looss (A.).— Zur kenntniss d. Baues d. Filaría loa Guyot. (Zoolog.
Jahrb. syst. XX, pág. 549 á 574. 1904; con una lámina.)
— 504 —
LUDWIG (H.) y Th. Saemisch, — Ueber Filaría loa Guyot im
Auge d. Mensch.
(Zeitschr. f. Wissenschaft. Zoologie , 1895, v. 60, fase. 4.)
V. LiNSTOW (O.). — Über die Arten der Blütfilarien des Menschen.
(Zoolog. Anz., XXIII, n. 607, 5 Febr. 1900).
Low (G. C.). — Notes on Filaría Demarquayi.
(Brit. med. journ. , 15 Enero 1902.)
Ídem. — Filaria perstans, etc. (Brit. med. journ., 28 Marzo 1903;
Lancet, 13 Febrero 1904; id., 12 Marzo 1904, etc.)
Magalhaes (P. S. de).— Notes d'helmintologie brasilienne. (BulL
Soc. Zoolog. de France, XX, 1895, p. 241.)
Ídem. — Descrip9ao de una especie de Filaria encontrada no co-
rapao humano, etc. (Revista curs. pract. e tbeor. Facultad
med. Río de Janeiro, III, 1887, p. 126.)
Manson (Sir P.). — Tropical diseases, etc., 1903, III ed.
Megnin. — Réceuil de Méd. vétérinaire, 1878 y passim.
NoE (G.).— Studi sul ciclo evolutivo della Filaria labiato-papillosa,
Alessandrini.
(Rend. Accad. Lincei, Roma, 1903, 8 Nov.)
OzzARD (A. T.). — A supposed new species of Filaria sanguinish.o-
minis , etc. (Brit. Guiana med. Annal. 1895-1897.)
Proüt (W. T.). — A Filaria found in Sierra Leone. ¿Filaria Vol-
vulus? (Brit. med. iourn. , 26 Enero 1901, p. 209.)
Plehn (Fr.). — Die Kamerunküste. Studien zur Klimatologie, Phy-
siologie und Pathologie in den Tropen. Berlin, 1898. (1. t.
con lam. y fig.; v. pág. 286.)
Penel. — Les filaires du sang de l'homme, loe. cit., París, 1904.
PowBLL (A.). — A species of blood Filaria, etc.
(Brit. med. journ, 16 Mayo 1903.)
Perroncito. — I parassiti dell uomo e degli animali utili, etc. To-
rino , Vallardi , 1900.
Sambon. — Remarks on the individuality of Filaria diurna. (Journ
of Trop. med., 1902, 15 Die; y 1903, 15 Enero.)
Sergent (E. et E.). — Sur des embryons de Filaire dans le sang
du Dromadaire, (C. R. Soc. Biol., París, 8 Abril 1905.)
Thompson (S. W.) — Calabar SAvellings. (Journ of Tropic. med.,
Nov. 1894, p. 89.)
WuRTZ (D. R.). — Présentation d'une Filaria loa. (Revue de Me-
decine et d'Hygiéne tropicale. Mayo, 1904, Paris.)
ZiEMANN (H.). — líber das Vor kommen von Filaria perstans und
von Trypanosomen beim Chimpanzé. (Arch. f. Scbiffs und
Tropen Hygi^ne , VI, n. 10, p. 352, 1902.)
INDICK
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO
pXgs.
XIV.— D. José E,amón Luarco, por José Eodríguez Moit-
relo B63
XV.— Ensayo de óptica geométrica, por Vicente Floren
Acero 3S0
XVI. — Estudios acerca de los Dípteros y de los parásitos
que transraiten al hombre y á los animales do-
mésticos (continuación), por Gustavo Pittaluga. . 402
La subscripción á esta Revista se hace per tomos completos,
de 500 á 600 páginas, al precio de 6 pesetas en España y 6 francos
en el extranjero, en la Secretaría de la Academia, calle de Val-
verde, núm. 26, Madrid,
Precio de este cuaderno, 2,25 pesetas.
REVISTA
DE LA
KEAL ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES
DB
MADRID
(Diciembre de 1Q05.)
"^MADRID
IMPRENTA DE LA "GACETA LE MADRID,.
CAIOiK DB P0NTBJ08, KÓM. 8.
1©06
**.
ADVERTENCIA
Los originales para la Revista de la Academia
se han de entregar completos, en la Secretaría de
la Corporación, antes del día 20 de cada mes,
pues de otro modo quedará su publicación para
el mes siguiente.
JÜL 11 130«
- 505 -
X Vil— Estudios íicerea de los Dípteros y de los pa-
rásitos que transmiten al hombre y á los animales
domésticos.
Por el Dr. Gustavo Pittaluga.-
(Continuación).
CAPÍTULO VIII
Observaciones sobre los esporozoos transmitidos por
los dípteros, muy en particular sobre los parásitos
del paludismo humano.
Tres especies — hasta hoy conocidas — de esporozoos pa-
rásitos de la sangre, determinan en el hombre las diferentes
formas de fiebres intermitentes y las distintas manifestaciones
clínicas del Paludismo (Malaria; SezOes, Sezonismo, en Por-
tugal; Agüe en Inglaterra).
Las tres especies se transmiten, al parecer, exclusivamente
por medio de mosquitos (Culícidos) en cuyo organismo tiene
lugar la fase esporogónica (reproducción sexuada) de su des-
arrollo.
Protozoarios muy parecidos, cuya situación y distribución
sistemática dentro de la clase «Sporozoa» no está aún fijada
de una manera definitiva ni aceptada con unánime acuerdo, se
encuentran como parásitos de otros mamíferos y vertebrados,
y muy en particular de las aves. Su estudio facilita en gran
parte la interpretación del ciclo evolutivo de los parásitos pro-
ductores de las fiebres palúdicas en el hombre.
1. Tres períodos podemos distinguir en la historia de las
investigaciones sobre parasitología de la infección palúdica,
desde el descubrimiento ó hallazgo de La verán (1880) hasta
nuestros días.
El primero y segundo período abarcan en conjunto los diez
y ocho años que van desde 1881 á 1899. Un estudio crítico
acabado de lo que durante este tiempo vino conociéndose y
averiguándose respecto de la morfología, taxinomia y biología
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre, 1905. 34
— 506 —
del parásito, así como también una exposición completa de
los datos experimentales y epidemiológicos acerca del conta-
gio y transmisión del paludismo, encuéntranse en las dos co-
municaciones del Dr. Rodríguez Méndez al Congreso de Hi-
giene de Madrid (1898): «Las enfermedades protozoarias
desde el punto de vista higiénico» y «Sobre el contagio del
paludismo» (publicadas en la Oac. méd, caial., 1898-99) (1).
El primer período (18811891) fué de incertidumbres, du-
das y pesquisas mal seguras sobre los caracteres zoológicos y
biológicos de los parásitos hallados por Laveran, y sobre las
relaciones existentes entre las formas endoglobulares y hemá-
ticas en general, y las manifestaciones clínicas del paludismo.
Los nombres de Oscülaria malariae (Laveran, 1883), Plas-
modium (Laveran, 1885; Marchiafava y Celli, 1885), Hae-
matophijUum (Metschnikoff , 1887), Haematomonas (Os-
lar, 1887), en el sentido en que entonces los aplicaron estos
autores, quedan como recueidos históricos, así como los de
Cytoxoon , Polymitus , Laveratiia (Danilewsky, 1891) y
Haemamaeba (Grassi y Feletti, 1890).
Durante el segundo período (1891-1899), estableciéronse
las relaciones que interceden entre las formas hemáticas y las
manifestaciones (períodos, accesos é intermitencias) de las
fiebres palúdicas, quedando al mismo tiempo aclarados los ca-
racteres zoológicos y biológicos distintivos de las formas fun-
damentales de parásitos, y los del grupo á que pertenecen en
la escala zoológica y en el sistema taxonómico. Golgi debe
(1) El Dr. Rodríguez Méndez ha publicado durante estos úl-
timos años en la Gaceta méd. cat. el resumen de los trabajos más
importantes que han venido á luz en Italia, Alemania é Inglate-
rra. Muy particularmente debe elogiarse la publicación in exten-
so de la Memoria de Lühe (Catedrático en Konigsberg) : «Ergeb-
nisse der neuren Sporozoenforschung » (Zusammenfassende Dars-
tellung mit besonderer Berücksichtigung d. Malariaparasiten
und ihrer nachsten venvandten) — con 35 fig. en el texto (ver-
sión castellana) ; — Memoria excelente, y digna, por todos los
aspectos, de ser tenida en gran cuenta en el estudio parasitoló-
gico del paludismo.
— 507 -
considerarse como el representante de este período de intensa
y eficaz investigación. De sus trabajos, y de los de Marchia-
fava y Celli, Canalis, Antolisei, Bignami y Bastianelli, Grassi
y Feletti, confirmados y ampliados por Mannaberg, Kocb,
Thayer, Hewetson, etc., ha surgido la doctrina de la plurali-
dad de las especies parasitarias , en contradicción á la doctri-
na unitaria, que Laveran ha persistido en sostener hasta hace
muy poco tiempo.
Hoy día, si puede haber discusión entre los zoólogos en lo
que toca al modo de clasificar las especies de parásitos, no
puede caber duda de ninguna clase sobre la diferencia de los
tipos febriles y su correspondencia con distinta forma de agen-
te patógeno. Esta afirmación, que mis personales observacio-
nes, durante los últimos tres años, en España, me hacen acep-
tar y sostener con la completa seguridad de que está fundada
en los hechos , arranca desde los estudios de Golgi ; fué com-
probada por los resultados experimentales obtenidos con la
inoculación de sangre infectada en hombres sanos, llevada á
cabo por Baccelli, Antolisei, Mattei, Grassi y Calandruccio,
Mannaberg, Bastianelli y Bignami, etc. (véase el adjunto es-
tado, págs. 508 y 509), y es para nosotros fundamento im-
portantísimo de toda investigación acerca del ciclo evolutivo
de los parásitos en el huésped invertebrado.
Mannaberg , á quien debemos uno de los mejores trabajos
sobre el paludismo, merece ser aquí recordado por haber sos-
tenido, con el mayor acierto, la exactitud de los conceptos
expuestos por los hematólogos italianos , y haber comprobado
con detenidas investigaciones clínicas y epidemiológicas la
pluralidad de las especies.
Mannaberg, es verdad, no interpretó debidamente la signi-
ficación de las formas semilunares, que llamó syncita (sinci-
cios), esto es «elementos celulares reunidos ó conjuntos», cre-
yendo haber visto ciertas formas plurinucleadas, que realmen-
te se encuentran en la sangre de los palúdicos con antigua in-
fección estío-otoñal ó tropical. Semejante interpretación le lle-
vó á la distinción de excesivo número de formas parasitarias
específicas.
EXPERIMENTOS DE INOCULACIÓN DE SANGRE DE PALÜli
CORRESPONDIENTES Á DETERMINAdI
Nímiero.
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
IG
17
18
19
20
21
22
23
24
25
NOMBRE DEL AUTOR
Gerhardt (Berlín)
Giialdi y Antolisei (Roma)
Gualdi y Antolisei
Baccelli (Roma;
D. Mattei (Catania)
Grassi y Calandruccio . . . .
D. Mattei
Antolisei y Angelini
Antolisei y Angelini
Bein y Sakharoff
Bein y Sakharoff
Bein y Sakharoff
Bein y Sakharoff
Baccelli
Mannaberg
Bastianelli y Bignami . . . .
Bastianelli 3' Bignami . . . .
Bastianelli y Bignami . . . .
Bastianelli y Bignami . . . .
Bignami
Bignami
D. Mattei
Agrámente
Caccini (Roma)
Caccini (Roma)
[lia.
1888
1889
1889
1890
1891
1891
1892
1894
1894
1892
1892
1892
1892
1892
1892
1895
1895
1895
1895
1895
1895
1895
1901
19(2
1902
TIPO DE FIEBRE Y ESPECIE DE PARASITOfl
QUE contenía la SANGRE INYECTADA
(
Terciana (Falta examen de la sangre) .
Cuartana (Formas esquizogón.)
Cuartana (id. id.)
Cuartana (id. id.) J
Cuartana (Formas endoglobul.)
Cuartana (id.) ,'
Cuartana (id.) ,|
Terciana (Parásitos endoglobul. jój
venes)
ídem id. id
Terciana (Parásitos endoglob.).
ídem id. id.
ídem id. id.
ídem id. id.
Terciana (Formas de reproducción esquL
zogón.) 1"
Terciana (Sedimenc. glob. Centrifug.-
Inyec. subcut.)
Parásitos de la fiebre tropical
ídem id. id
ídem id. id
ídem id. id
ídem id. id ,
ídem id. id
ídem id. id
ídem id. id
ídem id . id
ídem id. id
■i)
I
eos PARA LA REPRODUCCIÓN DE LOS TIPOS FEBRILES
FORMA DE PARÁSITOS DE LA SANGRE
CANTIDAD DE SANGRE INYECTADA
MÉTODO y OTRAS OBSERVACIONES
Vj cm. cúb. (subcut.?) . . .
2'cm. cúb. — I Parásitos
abuud.) (invecc. endo-
venosa)
ídem.— (endovenosa). . . .
4 cm. cúb. (endovenosa).
/o cm. cúb. (subcutánea)
1 cm. cúb. (subcután.) . .
2 cm. cúb. (subcut.)
Inyección endovenosa:
cantidad indetermi
nada
Vs cm. cúb. endovenosa .
2cm. cúb. (sangre extraí-
da por sanguijuelas) . .
2 cm. cúb. (id. id.).
ídem id. (id. id),
ídem id. (id. id.),
3 cm, cúb. endovenosa.
0,2 cm. cúb
2 cm. cúb subcut.
5 cm. cúb
V. cent. cúb. subcut.
una gota (subcut.)
ídem id. id
ídem id. id.
2cm. cúb..
ídem. id. . .
1 cm. cúb..
2 cm. cúb. .
Días
Je
infubatiOii
15
12
12
18
18
11
11
11
12
12
9
9
21
2
2
5
4
6
10
14
11
?
TIPO DE FIEBRE fllE SE PRODUJO
y espooic o forma de parásitos
que se encontraren en la sangre.
Terciana
CBSERVACIONES
Cuartana. — V&xk?,itos ti-
pióos cuartán [Plasmodiummalariae]
ídem id. id ídem.
ídem id. id ídem.
ídem id. id ídem.
ídem id. id ¡ídem.
ídem id. id Ildem.
Terciana doble. — Pará-
sitos
Fiebre irregular, luego
Terciana típica
Fiebre ligera, breve. Pa-
rásitos en la sangre. . .
Terciana doble (Pará-
sitos)
Ídem (id)
Terciana, luego Terciana
doble
Terciana
ídem
Fiebre irregular (Parási-
tos tropic.)
ídem id. id. id
Terciana estío otoñal
(Tropical)
Fiebre irregular
Terciana tropical (perni-
ciosa)
ídem id. id
ídem id. id
Cuotidiana
ídem
ídem
[Pl.vivax] abundantes
[Pl. vivax.\
[Pl. vivax.]
ídem,
ídem.
ídem.
ídem.
ídem.
Laverania malariae.
ídem.
ídem,
ídem.
ídem,
ídem,
ídem,
ídem,
ídem,
ídem.
- 510 -
Teniendo en cuenta los resultados concretos de todo este pe-
ríodo, puede decirse de todos modos que ya quedaba estable-
cida la distinción entre:
1. Una forma de parásito productor de las fiebres cuarta-
nas (cuya multiplicación asexuada, directa, esquizogó-
nica averiguase en la sangre [sangre de los órganos in-
ternos] cada 72 horas):
Aniaeha febris quartanae 6 Plasmodiiim malariae
quartanum (Golgi, 1890-91) ó Haemamaeha
jnalariae varietas quartanae (Labbé^ 1894).
2. Una forma de parásito productor de las fiebres tercia-
nas sencillas (tercianas primaverales de los autores
italianos) (cuya multiplicación esquizogónica cüoiple-
se en 48 horas) :
Amaeha febris tertianae
(Plasmodium malariae ieriianum) {Go\g\, 1891),
ó Haemamaeba ?nalariae varietas tertianae (Lab-
bé, 1894).
3. Una forma, con aspectos variables al examen sistemáti-
co hematológico^ al parecer muy complicada, de in-
terpretación difícil, y que parecía producir las fiebres
graves, malignas (tercianas estío-otoñales de los au-
tores italianos), perniciosas y tropicales, las biduas
de G. Baccelíi (tropen-fiebers de Koch).
Entretanto adelantaban también los estudios citológicos, las
investigacianes sobre la íntima estructura celular del parásito
Vióse que éste poseía constantemente un núcleo y un nucléolo
que luego resultó constituido de granulaciones cromáticas
puestas de relieve en todas las distintas fases morfológicas
por Mannaberg primero, por los modernos métodos de Roma
nowsky, de Ziemann, de Ruge, de Koch, de Zettnow, de Nocht
de Giemsa, en estos últimos años.
El último período empieza con el año 1899. En 1899 apa
— 511 —
recio la monografía de Labbé « Sporozoa» en el Tierreich di-
rigido por Bütschli; y precisamente apareció cuando ya habían
sido publicadas las primeras noticias de los resultados experi-
mentales obtenidos por Ross, Grassi, Bignami y Bastianelli,
con la transmisión de los parásitos del paludismo por los mos-
quitos del género Aiiopheles y coa el estudio de su desarrollo
en el organismo del huésped invertebrado. Labbé no pudo apro-
vechar estos datos, y su clasificación careció de interés y cayó
en el olvido al poco tiempo de haberse publicado: constituyó
una tentativa de revisión de la clase « Sporozoa » , que mere-
ce, de todas suertes, ser considerada como la que representa
exactamente y con gran copia de datos el estado de los cono-
cimientos zoológicos acerca de semejantes protozoarios pará-
sitos, en el último ó en los últimos años del siglo xix (1).
Desde aquella fecha , al propio tiempo que se aclaraban los
caracteres biológicos de los Esporozoos de la sangre (Hae-
mosporidia), complicábase siempre más la nomenclatura, y
sobre todo resultaba cada día menos fácil y sencilla la clasifi-
cación de géneros y especies, tanto de los Hematozoarios hu-
manos, como de los que viven en las aves y en otros animales
vertebrados.
2. En la actualidad podemos aceptar la siguiente división
de la clase «Sporozoa»:
Classis: SPOROZOA.
I Tribus: Telesporidia (Schaudinn).
(Sinón. Cytosporidia Labbé.)
I Orden: Gregarinas.
(G?'egan?i¿da.)
(Formas parasitarias en intestino ó cavidad gene-
ral (celoma) de muchísimos Invertebrados, sobre
(1) Una nota de Labbé en el Tierreich advierte que el Manus-
crito de su Monografía estaba acabado y había sido entregado ya
en el año 1897 , Noviembre.
- 512 -
todo de Artrópodos , raramente de Moluscos: al pa-
recer, nunca de Vertebrados.)
(Las gregarinas tienen desarrollo endocelular du-
rante un primer período de su vida: penetran con as-
pecto de esporoxoito dentro de una célula del tejido
del huésped, alcanzan allí su forma y estructura de
gregarina adulta [con el cuerpo en parte fuera de la
célula huésped], y luego viven libres en el intestino
ó en la cavidad general.)
a) Polijcijstina (<5 Cephalina).
h) Monocystina (ó Acephalina).
II Orden: Coccidiida.
(Parásitos endocelulares en parte, sobre todo de
los tejidos de animales Vertebrados: raramente de
Invertebrados [ — hay que hacer muchas reservas so-
bre este extremo — |. Las células epiteliales consti-
tuyen el habitat más frecuente de los Coccidios^ á
pesar de que se encuentran á veces quistes mesodér-
micas, derivadas secundariamente de un desarrollo
endoepitelial (intestino, hígado y glándulas del tubo
digestivo en general; riñon; órganos genitales.)
a) Polyplastina.
h) Olygoplastina.
III Orden: Haemosporidiida.
(Sinón. Haemosporidia Danilewskyi, Haemocyto-
zoa, Haemamaehida , etc.). (Comprende los Qym-
nosporidia de Labbé, aunque separados en una fa-
milia aparte.)
1.'"^ Familia: Cytosporidiidae.
(Sinón. Haemosporidiidae strictiori sensu, Labbé,
1898. — Haemoyregarinidae, Kruse, 1890. — Hae-
mosporea v. Vasilewskyi, aceptado por Blanchard,
1904-1905.)
- 513 —
(Parásitos endoglobulares en la sangre de Verte-
brados de sangre fría (Batracios, Reptiles; algunos
en los Peces); — con período de vida libre en el plas-
ma— y con un período esporogónico ó de reproduc-
ción sexuada en invertebrados (huéspedes interme-
diarios según la definición de Koch ; huéspedes defi-
nitivos según el concepto biológico.)
La clasificación de estas formas resulta sumamente
difícil en este momento. Es muy posible, según he-
mos advertido en una publicación precedente (1 ),
que muchas de ellas pasen por una fase de Tripano-
soma, y deban, por tanto, considerarse como una
sola especie ciertas formas endoglobulares hasta
ahora incluidas en esta familia de Haemosporidios,
y las formas tripanosómicas correspondientes, que
como flagelados separábanse y sepáranse por com-
pleto de aquéllas en la actual clasificación.
Nos limitaremos á consignar aquí que en la fami-
lia Cytosporidiidae se comprenden hoy día 3 gé-
neros:
1 gen. Lankesterella (Drepanidiiim) (en Ranas).
2 géi. Caryolysus (en Reptiles),
3 gen. Haemogregarina (Peces y Batracios).
Este género comprende, desde luego, formas dis-
tintas, que habrá que separar, teniendo en cuenta
sus relaciones con las formas de Tripanosomas que
se encuentran en los mismos huéspedes vertebrados,
y de su evolución esporogónica.
[Cytamaeha, Dactylosoma, Haemapium, no pue-
den aceptarse como géneros bien determinados.]
2.* Familia: Acystosporidae.
(Sinón. Gymnospof'idiae Labhé, 1894:; Acystospo-
(1) G. PiTTALUGA. — Sobre los caracteres morfológicos y la cía.
sificación de los Tripanosomas.— ('i^ey. de la B. Acad. de Ciencias-
Madrid, Abril de 1905).
— 514 -
ridia, von Vasilewsk^'i, 1896, Acystosporea Blan-
chard, 1904.)
(Formas endoglobulares en Vertebrados de sangre
caliente; formas sexuadas en la sangre del huésped
vertebrado, pero estériles mientras permanezcan en
este medio ambiente; período de reproducción espo-
rogdnica en el organismo de huéspedes invertebrados
(Artrópodos).
I.'* gen.: Plasmodium (con 2 especies:
Pl. malariae.
Pl. vivax).
2.° gen.: Laverania (esp.: Lav. ynalai'iae,
y probablemente 2 variedades:
Laverania malariae varietas mitis
Laverania malariae » immits)
[Estas tres especies, separadas por nosotros, de
conformidad con los estudios de Grassi, Bignami,
Bastianelli y Marchiafava, en dos géneros, son pa-
rásitas del hombre, y constituyen los agentes patóge-
nos de las fiebres palúdicas.]
S^^ gen. Haemopj^oteits = Halte7'idium: in part. Try-
panosoma , Schaudinn).
(Pará^it.) de las aves: se ha encontrado en la san-
gre de Passer domesticus , P. monianus , Athe?ie
noctua, Alauda arvensis , Columba liria, Corvus
corax, Falco, Sturnus^ Fringilla, Buteo, Melospixa,
Emperixa, Agelaeus (A. phoeniceiis) , etc.).
4.° gen. Proteosoma (sin. Plasmodium Danilewskyi).
(Id. en las aves; menos frecuente que Haemopro-
ieus; en gen. Alauda, Fringilla, Passer, etc.).
5.° gen. Spirockaete (Schaudinn) (¿bonum genus?).
(Id. en Alheñe noctua.)
6.0 gen. Polychromophilus ^ y
7.° gen. Achromaticus (Dionisi, 1898),
— 51o -
(los dos en los murciélagos: Vespertilio niiu'inus,
Miniopterus Schreibersi, Vesperugo noctula etc.)
8.° gen. Haemomjtoxooyi (H. sciuri).
(En ardillas del gen. Sciurus griseimamis, Vas-
sal, 1905)
II Tribu: Neosporidia (comprende: Mixosporidia, Sar-
cosporidia, Microsporidia, etc.).
La complicada sinonimia de estas formas específicas, que
considero innecesario reproducir en este lugar, se encuentra
expuesta con todos los detalles en las Monografías de Labbé,
antes citada, de Neveu-Lemaire, de Schaudinn, y en la re-
ciente obra de R. Blanchard. Sólo diré que el gen. Haemopro-
tens corresponde en parte al nov. gen. Trypanosoma Schau-
dinn (especie Trypatiosoma noctiiae), sin que pueda aceptar-
se por definitiva semejante denominación, mientras no se ave-
rigüen y establezcan las relaciones existentes entre estos pará-
sitos y las formas que con igual nombre (Trypanosoma) van
comprendidas en los Flagelados. Desde luego podemos afirmar
que el género Haemoproteus comprende formas distintas, que
pertenecen quizás á diferentes géneros y sin duda ninguna á
más de una especie.
3. Según queda dicho, yo mantengo la distinción de los
géneros Plasmodiiim y Laveraiiia. La mayor parte de los re-
cientes autores, Blanchard, Manson, el mismo Schaudinn,
comprende en el solo género Plasmodium las tres especies:
Flasmodium vivax.
Plasmodium malarias.
Plasmodium praecox (s. inmaculatum) ,
que producen, respectivamente, en el hombre, las fiebres de
tipo tercianario, cuartanario y tropical (estío-otoñales, biduas,
cuotidianas, tercianas malignas ó perniciosas irregulares). Sin
embargo, el carácter de las formas sexuadas, su diferente as-
pecto morfológico, el distinto período de reproducción mono-
gónica ó esquizogónica, son datos suficientes para la distinción
de géneros. Los parásitos que determinan las fiebres de tipo
— 516 -
tercianario y cuartanario (Plasmodmm vivax el primero, Plas-
moclium malariae el segundo) diferentes por determinados
caracteres, entre ellos importantísimo el de la intermitencia
entre los períodos de reproducción monogónica en la san-
gre, se apartan, sin embargo, mucho más de la otra espe-
cie: puesto que las formas sexuadas que se presentan en la
sangre (gametos), son de aspecto redondo en las dos primeras;
son constantemente ó adquieren siempre en determinado pe-
ríodo, aspecto ovoideo, alargado y de media Urna (semiluna-
res) en la tercera, es decir, en aquella especie que se en-
cuentra como propia y característica de las fiebres graves^
malignas ó perniciosas , y de las manifestaciones clínicas más
rebeldes, largas y crónicas de infección palúdica. Erróneamen-
te— en mi entender — sostiene Blanchard en su reciente Tra-
tado, que el carácter morfológico de los gametes (formas se-
xuadas) es secundario, y no constituye argumento suficiente
para la separación de los géneros. Es que dicho carácter mor-
fológico de los gametes (semilunares en el género Laveranid)
va junto con otros caracteres^ no tan sólo morfológicos, sino
esencialmente biológicos, que diferencian en modo absoluto
esta forma del parásito de las dos especies productoras de las
intermitentes tercianas y cuartanas.
Sobre este punto, las conclusiones de los investigadores ale-
manes (Koch, Plehn, Ruge, Ziemann, Nocht, etc.) coinciden
exactamente con los resultados de las observaciones largas y
numerosísimas, que desde tantos años vienen reuniendo los ita-
lianos (Marchiafava, Bignami,Grassi e Feletti, Bastianelli, etc.).
y nosotros no insistimos en ello tan sólo para diferenciar la
especie parasitaria desde el punto de vista zoológico, lo cual
entraña en última análisis muy escasa importancia y un inte-
rés muy reducido para los estudios prácticos de las manifes-
taciones epidemiológicas y clínicas: muy al contrario, es que
semejante distinción sirve de fundamento para separar, den-
tro del cuadro de la infección palúdica, aquellas formas que
realmente se apartan por uno ú otro síntoma, por el tipo clí-
nico, por la evolución de la enfermedad, por sus consecuen-
cias, por su acción sobre el organismo, por sus agudas y per-
— 517 —
niciosísimas manifestaciones á veces, de las comunes tercianas
y cuartanas, endémicas y frecuentes en todas las comarcas pa-
lúdicas de España de Italia, de Francia, y aun de Inglaterra
y Alemania.
En conjunto, en éste como en tantos otros casos, la parasi-
tología y el examen hematológico, fundado en los conocimien-
tos que aquélla nos proporciona, vienen á confirmar un dato
clínico y epidemiológico desde mucho tiempo conocido por los
observadores, desde Torti en Italia, desde el mismo Mercado
en España. Las infecciones producidas por los parásitos del
género Laverania ( Plasmodiiim praecox 6 Plasmodium falci-
pariim) son infecciones graves todas ellas, aunque de distinto
tipo: agudas á veces, con rápida, fulmínea evolución; otras
veces, de curso crónico, mas con manifestaciones de intensa
destrucción orgánica, de caquexia irreparable. En el primer
caso, el síntoma «fiebre»^ el más importante para el médico,
suele conservar intermitencia típica, período accesional cons-
tante, en los primeros días (tercianario ó cuotidiano); pero pronto
este cjirácter se pierde, y los accesos se hacen subintrantes, se
sobreimponen, se suceden con excesivo desorden, de tal suerte,
que la curva térmica difícilmente se reconoce. Si la enferme Jad
perdura, se establece un tipo de fiebre irregular, con intermi-
tencias y recaídas, que adquieren á veces excepcional gravedad
y que las sales de quinina no logran dominar por completo. Por
lo general, sin una intervención rápida y pronta, que exige casi
siempre suministración inmediata de quinina por vía hipodér-
mica, y en gran Íes dosis, el enfermo sucumbe en los primeros
días con síntomas intestinales ó nerviosos de forma aguda y de
extraordinaria intensidad {ñebres perniciosas de los autores ita-
lianos, fiebres malignas de los españoles). Puede haber perni-
ciosas comatosas, delirantes, apoplexiformes, ictéricas, tifoi-
deas, etc. La anatomía patológica demuestra, en modo termi-
nante, que la multiplicación de infinito número de parásitos
endoglübulares (multiplicación esquizogónica, ó monogónica, ó
asexuada), y su localización en los órganos internos, cuyos ca-
pilares hállanse verdaderamente atestados de glóbulos rojos
infectados por dichas formas, son causas de las alteraciones
— 518 —
funcionales y de las graves lesiones anatómicas que llevan á
estos enfermos á la muerte. En las autopsias de perniciosos,
esto es de individuos muertos á consecuencia de la infección
por parásitos del género Lavemnia , dos caracteres saltan casi
siempre á la vista, y son: el aspecto de la superficie de sec-
ción del cerebro y el estado del bazo (hablo de aspectos ma-
croscópicos). Al corte longitudinal mediano, la superficie de
sección del cerebro aparece de un color pardusco, y más exac-
tamente, de un color de pizarra, que es característico de la
localización abundante de los parásitos melanígenos en los va-
sos cerebrales: numerosas hemorragias puntiformes se obser-
van al mismo tiempo. £1 bazo, abultado, obscuro, de un color
morado y á veces casi negro, al abrir la cápsula deja saür, for-
mando hernia, la pulpa reducida en masa pultácea, blanda,
sin consistencia de tejido. Este aspecto es típico, y jamás se
olvida cuando se ha visto una vez.
Semejantes formas de infección palúdica, son propias de re-
giones de clima caliente (tropical y subtropical, mediterráneo
sólo en parte). Suelen aparecer — por lo menos en Italia y en
España — durante los meses de verano y sobre todo de otoño.
Se presentan con carácter endémico, en Europa, tan sólo en la
Rusia meridional, en la península balcánica y muy en particu-
lar en el Sud de Italia , en Sicilia , sin que falten en la campiña
de Roma y en las Paludes Pontinas: por lo que á España se re-
fiere, en las provincias de Huelva, de Badajoz y Cáceres, en
las de toda Andalucía y en parte de la costa mediterránea
oriental, si bien en medida muy reducida. Con extraordinaria
frecuencia é intensidad se presentan en las regiones tropicales^
y constituyen una de las más graves manifestaciones de la pa-
tología africana, americana y asiática.
Pero la infección por parásitos del género Laverania (con
gametes semilunares), no siempre toma el carácter ni se des-
arrolla con la intensidad y en la forma ahora descrita. A veces,
sin fenómenos agudos impresionantes, después de un breve
período febril de tipo indeterminado (fiebre irregular), empie-
za un largo período de sufrimientos, de decaimiento orgánico,
de anemia irreparable, de caquexia, que — muy probablemente
- 519 —
por distintas condiciones de resistencia individual, de reacción
de los órganos heraopoiéticos y otras — pueden durar mucho
tiempo^ pueden á veces combatirse victoriosamente con opor-
tuna é insistente suministración de quinina y de arsenicales, ó
bien llevan al enfermo, tras largos y multiformes padecimien-
tos , á la muerte.
Una distinción clara, una separación absoluta de estas for-
mas de curso lento (crónico) por un lado, y de las antes des-
critas, agudas, rápidas, perniciosas, por otro lado, no es fácil
clínica ni epidemiológicamente. Sin embargo, puede afirmarse
que en España el tipo de infección últimamente indicado se
encuentra con bastante frecuencia en las provincias de Sala-
manca, en parte en las de Extremadura y, sobre todo, en las
de la vieja Castilla y de Cataluña (cosía mediterránea desde
Gerona hasta Tarragona), como también en las de Castellón y
Valencia.
4. En su conjunto, las manifestaciones clínicas de la infec-
ción por Laverania maJariae (ó parásito de las fiebres tropica-
les), constituyen la verdadera Malaria grave. Estas son las fie-
bres que los italianos llaman estío- otoñales y Koch Tropenfie-
bers. Ya hemos dicho que el período de intermitencia ó período
accesional de estas formas de infección palúdica suele aparecer
irregular, discontinuo, complicado, de interpretación clínica á
veces difícil ó mal segura.
No faltan numerosas investigaciones dirigidas á averiguar si
en los distintos tipos de intermitencia febril que se observan
dentro del cuadro clínico de la infección palúdica grave, se en-
cuentren especiales parásitos, que puedan darnos razón del po-
limorfismo sintomático y sobre todo de esas diferencias en los
caracteres de la curva térmica. Así es que la cuotidiana trópi-
ca ó cuotidiana « estivo- autiimnalis», ha sido atribuida por
Mannaberg con criterio clínico, por Caccini (Roma), reciente-
mente, con fundamentos experimentales, pero no parasitoló-
gicos, á una forma específica de Plasmodium febris quoti-
dianae.
Por lo que yo he observado en mi estancia en las Paludes
Pontinas (Terracina, Italia), en la misma campiña de Roma
— 520 -
(Ostia, 1901), en la provincia de Cáceres, en España, la cuo-
tidiana pura, quotidiana vei'a , es rarísima, excepcional, y al
examen de la sangre no se descubren formas diferentes de las
propias y características del parásito de las estío-otoñales (La-
verania , formas endoglobulares pequeñas, con escaso pigmen-
to); en la mayoría de los casos, la cuotidiana representa un pe-
ríodo de transicción de la terciana estío-otoñal, en cuyo perío-
do dos generaciones esquizogónicas (ó bien una esquizogónica
y una partenogenética) de los parásitos, vienen alternando la
invasión globular, y por tanto producen en días alternos los
síntomas característicos del acceso febril. Por demás, cabe de-
cir que el parásito de las infecciones estío-otoñales ó tropica-
les ( Laverania) , no posee absoluta y constante fijeza de pe-
ríodo monogónico , como los de la terciana sencilla ó primave-
ral {Plasmodium vivax) y de la cuartana (Plasmodium ma-
lai'iae) . Con extrema facilidad, aun en las primeras generacio-
nes, el parásito de las fiebres tropicales (Laverania) adelanta
6 atrasa, por lo general adelanta progresivamente, el momento
de la reproducción esquizogónica (lo que erróneamente lláma-
se esporidación).
5. Una de las más graves manifestaciones de la Malaria
tropical es la hemoglobinurio, (Fiebre hemoglobinúrica, Black-
Water Feb r). Algunos observadores (Kanellis, Montoro, etc.)
pretenden igualmente que un parásito especial determine esta
forma clínica. Los estudios de Tomaselli y Mnrri (1895-1900),
de Plehn en Camarones (Colonia alemana del Kameroon), de
Koch y otros, demuestran que la Fiebre hemoglobinúrica debe
considerarse como producida por una acciun hemolítica de
ciertas combinaciones quinínicas en estados de grave infec-
ción in aciu por parásitos del género Laverania. Es muy posi-
ble que en ciertos organismos, la sola invasión globular por
parte denlas formas esquizogónicas en número considerable,
pueda determinar este fenómeno patológico: en la mayoría de
los casos trátase desde luego de la acción combinada de la
quinina.
Hasta hoy, las tres especies ya indicadas: Plasmodium vi-
vax (terciana), Plasmodium malariae (cuartana), Laverania
- 521 —
malariae (Fiebre tropical 6 estío-otoñal, etc.), deben conside-
rarse— por lo menos en Europa — como las responsables de
tod^is las varias manifestaciones clínicas ilel paludismo.
Sólo yo me permito insistir en la distinción de dos varieda-
des de Laverania: una Laverania malariae, varietas immi-
iis , {)roductora de las fiebres trópicas agudas, de las pernicio-
sas estío- otoñales antes descritas; y una Laverania malariae,
varietas milis , productora de aquellas otras formas de grave
infección malárica caracterizadas por un curso lento, por una
acción crónica sobre el organismo. Las diferencias morfológi-
cas entre estas dos variedades son en extremo difíciles de es-
tablecer: por demás, no me entretengo en ulteriores discusio-
nes acerca de este punto, por haber sido objeto de estudios ya
publicados en precedentes trabajos (1).
0. Tanto para el estudio clínico — que no constituye nues-
tro objeto — como para el estudio epidemiológico, que sí nos
interesa, importa conocer con toda exactitud el modo con que
se determinan, la frecuencia y la duración de las Recidivas en
los varios tipos de fiebre palúdica.
Un tipo de infección palúdica, en que las Recidivas pueden
observarse y estudiarse con relativa facilidad, es el de la Fie-
bre cuartana. El Plasmodiiim malariae (parásito de la cuar-
tana), cede, en su fase monogónica, á la acción de la quinina;
pero cede por brevísimo tiempo; y las nuevas generaciones de
merozoitos (esporozoitos monogónicos) vuelven muy pronto á
invadir los glóbulos y aparecen en la sangre periférica. Esto
no deja de suceder también con el Plasmodiiim vivax: y sin
emfcargo, las tercianas suelen cesar definitivamante, sin que ya
reaparezcan (salvo el caso de nueva infección primitiva), so-
metiendo al enfermo á un tratamiento metódico con sales de
quinina.
(1) V. Investigaciones y Estudios sobre el Paludismo en Es-
paña (pviblicados bajo la dirección del Dr. G. Pittaluga, en oca-
sión del XIV Congreso internacional de Medicina, Madrid).— Un
tomo de 260 pág. con 35 figs. y 6 lám., Barcelona, tip. la Acade-
mia, Abril 1903. (v. pág. ^5 y sig., 113, 224-225.)
Kev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre 1905. 35
- 522 -
Eq las cuartanas esto no ocurre tan fácilmente. Es observa-
ción antigua y vulgar el que las cuartanas persisten rebeldes á
todo tratamiento durante larguísimo tiempo, años y años, Es
más: con interrupción de un período muy largo, también de
muchos años, puede reaparecer de improviso una antigua y la-
tente infección cuartanaria.
Lo mismo puede ocurrir, y en efecto ocurre, con las infec-
ciones por Laverania malariae [varietas mitis] .
En tesis general (pues no deja de ser frecuente el caso en
las tercianas), debe admitirse que «una antigua infección palú-
dica puede reaparecer — con fiebre de igual tipo, ó con fiebre
atípica — y manifestarse de improviso^ bajo un estímulo anor-
mal cualquiera^ después de mucho tiempo — [años] — desde la
primitiva invasión».
La interpretación de estos hechos es en extremo difícil, y
puede decirse que sólo un atento, detenido, escrupuloso estu-
dio hematológico (parasitológico) y clínico, nos da razón de
semejante fenómeno, que entraña uno de los más graves pro-
blemas de la epidemiología del Paludismo.
Mas sin el conocimiento previo de las formas que presentan
en la sangre del huésped vertebrado (hombre) los parásitos
productores délas fiebres palúdicas, no será posible interpre-
tar convenientemente el papel que ejercen en las distintas fa-
ses de su evolución.
7. Los parásitos productores de las fiebres palúdicas (Plas-
modium y Laverania) , presentan un ciclo evolutivo, probable-
mente cerrado y exclusivo, entre el huésped vertebrado (hom-
bre) y el invertebrado (mosquitos de la familia Culicidae
sub-familia Anophelinae) . Si, fundándonos en un concepto
biológico, entendemos por huésped definitivo el en que los
parásitos llevan á cabo la reproducción sexuada, la que cons-
tituye el momento más importante para la conservación de la
especie, debemos considerar como huésped definitivo en este
caso, al invertebrado, pues en él efectúase el desarrollo de las
formas anfigónicas.
El ciclo evolutivo de los parásitos del paludismo ha sido de-
terminado en 1898-99 por las investigaciones de Grassi y sus
- 523 —
discípulos, precedidas por las de Ross (1897-98) sobre los
Hetnosporidios (Proteosoma) de las aves , y por las de Manson
sobre el desarrollo de las Filarias de la sangre en los mosquitos,
según se ha dicho en los capítulos anteriores.
La reproducción sexuada (es decir, caracterizada por el fe-
nómeno de la fecundación), tiene lugar después de un cierto
número (indeterminado) de generaciones asexuadas, generacio-
nes que se producen por multiplicación directa, y que llámanse
exactamente «esquizogónicas» ó « monogónicas». La genera-
ción sexuada llámase «amfigonia» ó «esporogonia».
La multiplicación directa, ó monogónica, tiene lugar (coa
carácter de periodicidad) en la sangre (muy en particular en
la sangre de los órganos internos) del huésped vertebrado
(hombre). Los parásitos endoglobulares (monontes ó esquizon-
tes), desarróllanse á cargo de la hemoglobina contenida en el
estroma globular, y producen, como efecto de su especial me-
tabolismo, granulos de pigmento (melanina, pigmento melá-
nico) <iue se hallan esparcidos ó agrupados con distinto aspecto
en el cuerpo del mismo parásito.
8. Los métodos de investigación que se han adoptado por
los varios autores con el fin de estudiar las formas hemáticas
de los parásitos del paludismo humano, suelen tener siempre
cierto carácter personal, en virtud del cual pierden todo valor
de reglas precisas y generales. Esto me dispensa de hacer un
examen crítico de tales métodos hematológicos.
El examen directo de la sangre fresca constituye una prác-
tica indispensable, siempre que se quieran escoger y sorpren-
der momentos determinados de la evolución de las formas pa-
rasitarias, ya sean éstas endoglobulares (ó monogónicas), ó ya
se hallen libres en el plasma (en apariencia), correspondien-
do en este caso á la fase hemática del ciclo esporogónico ó
sexuado.
Por lo que se refiere al diagnóstico hematológico, es aconse-
jable el método de Koch, sencillo, rápido y mucho más se-
guro que el examen directo de la sangre fresca.
Para recoger la sangre sobre los cubreobjetos destinados á
preparaciones teñidas y de algún interés para el estudio de las
— 524 —
formas hemáticas, he de consignar que el método aconsejado
por Patrik Manson (pág. 47 de su III ed. ingl.: Jropic. diseases)
no me ha dado jamás resultados correspondientes á mi deseo.
Para obtener una capa de sangre fina, delgada, constituida de
una sola serie de hematíes sobre el plano del cubreobjeto, con-
sidero, por mi personal experiencia, muy preferible el método
aquí representado en la figura 57, y que consiste en recoger
la gota de sangre (de un pinchazo) en el borde de otro cubre-
objeto, y con éste, deslizándole, arrastrándole en ángulo agu-
do, dejar apenas trazada, apenas visible, la capa de sangre
que queremos, sobre el cubreobjeto que debe utilizarse.
Figura 57. — Representación gráfica del método aconsejado en el texto para recoger la
sangre sobre cubreobjetos destinados á preparaciones teñidas para la investigación he-
matológica.
Aunque parezcan insignificantes estos pormenores y otros
en que he tenido ocasión de fijarme, resultan, sin embargo,
muy importantes en la práctica.
Los métodos de coloración de los preparados de protozoa-
rios en general, han sido objeto, durante estos últimos años,
de numerosas publicaciones, todas ellas, en conjunto, encami-
nadas á dar la interpretación y la mejor solución del problema
de teñir en modo fijo y claro la cromatina nuclear, fundándose
en las propiedades de una mezcla de Bleu de Metileno y Eosi-
na, ya reconocidas y utilizadas por Romanowsky (Método de
Romano wsky).
Séame permitido, sin embargo, asegurar que el olvidado
método de Mannaberg, aunque algo comiilicado en su técnica
- 525 —
original, y fácilmente reducible á mayor sencillez, y más aún
los métodos de Grassi y Feletti, no dejan de dar á veces bue-
nos resultados. Consiste el primero en:
1.° Fijar (después de secados los preparados) en ácido acé-
tico 1 gota-}- agua 20 c. c.
2° Luego, en
Ac. pícrico, soluc. concentr. ac p. 30.
Agua dest p. 30.
Acido acét p. 1 .
S."" Alcohol abs
4.° Teñir en la solución siguiente (vieja):
Hematoxilina JO) ,
Alcohol ab.ol 100 i '°^'^' ^ P^'*'^'
Alumbre ammoniac. soluc. '/¿ por 100, t. part. 2.
(12 á 24 horas).
5.° Diferenciar con alcohol nítr. -f- alcoh. ammon., etc.
Como método de investigación clínica, aconsejaré siempre
el método de Koch, fundado sobre el empleo de una solu-
ción de:
Carbonato sódico centigramos 30
Azul de Metileno » 20
en
Agua destilada gramos 100
Esta fórmula es susceptible de alguna modificación según
la temperatura y la clase de color. Se aplica sumergiendo du-
rante un segundo el cubreobjetos, que contiene la capa de
sangre, sostenido con unas pinzas, en la solución; se le lava
después abundantemente con agua, se seca la preparación y
se monta en bálsamo del Canadá.
Como se ve, este método requiere poco tiempo y da, por
otra parte, buenos resultados; los hematíes quedan coloreados
con un verde pálido ó con un tinte azul ligero, que, sin em-
bargo, se modifica ó desaparece con el tiempo; el núcleo de
los leucocitos se tiñe en azul obscuro, casi morado, y las formas
endoglobulares del parásito se colorean también de azul en su
protoplasma y en su nucléolo (cromatina) , con lo cual se dis-
- 526 -
tÍDgueu claramente del estroma* del glóbulo rojo. Las formas
de la evolución sexual de los parásitos (gametos) se colorean
en azul algo claro. Los granulos de melanina aparecen clara-
mente en el citoplasma.
Volviendo á los métodos del tipo Romanowsky, innecesario
paréceme afirmar que las incertidumbres, las variaciones en
los resultados y las numerosas modificaciones propuestas suce-
sivamente por Ziemann, Zettnow, Korek, Ruge, etc., debidas,
en parte, á la distinta procedencia de los productos ó substan-
cias colorantes empleadas , tenían su razón fundamental en el
desconocimiento absoluto de la acción recíproca de los cuer-
pos (Bleu de Metileno y Eosina) que producían la coloración
específica ó electiva. En realidad, el Bleu de Metileno, pro-
cedente de ciertas fábricas (Lucius Meister & Br., Hoechst),
determinaba, junto con la Eosina, la formación de un precipi-
tado al que se atribuía la facultad de fijarse en la cromatina
nuclear ó en los cromidics en general. Este pensamiento había
sido expuesto ya por el mismo Romanowsky. Pero las condi-
ciones en que este precipitado se formaba convenientemente,
quedaban — y han quedado hasta ahora — en tal incertidum-
bre, que cada investigador estaba, en realidad, obligado á bus-
car cada vez, tanteando con algunas preparaciones destinadas
á perderse, la técnica mejor, las proporciones en extremo va-
riables, de las dos substancias, el tiempo que debía dejarse
accionar la solución ó el precipitado, etc.
Fué, en realidad, Nocht (Centralbl. f. Bakt. XXIV, p. 839)
quien primero demostró que para obtener una buena y cons-
tante coloración de la cromatina, se necesita un agente espe-
cial, procedente de la descomposición del Bleu de Metileno,
y que él llamaba por entonces: «Rojo procedente de la des-
composición del Bleu de Metileno».
Entretanto Michaelis, cuyos estudios de química biológica
son umversalmente conocidos, y luego Giemsa, demostraron
que dicha substancia corresponde á una especie de Azul de
Metileno, ya por primera vez preparado y aislado en 1885 por
Bernsthen (Liebig's Ann. d, Chemisch., CCXXX, pág. 73).
Este Azul de Metileno (Methilen Axur) es, por tanto, algo
— 527 -
bien distinto del Bleu de Metileno que veníase empleando
hasta ahora. El Bleu de Metileno contiene cantidades varia-
bles de Azul: lo cual explica las diferencias de formación del
precipitado (Romanowsky), en unión con la solución de Eosi-
na, y de los resultados de la coloración. El Bleu de Metileno
de Merck (medie.) 6 de Grubler nunca me han dado resulta-
dos satisfactorios, que sólo se alcanzaban con el Bleu de Me-
tileno de Lucius Meister en Hüechst.
Todas las modificaciones del método de Romanowsky, que se
fundan sobre el empleo del azul policroma, como las de Korek
(Azul de Metil. y colargol), de Jenner, de Golhorn, y sobre
todo la de Unna, utilizan la propiedad del Bleu de Metileno,
de dejar accionar al Azul que contiene, en mayor ó menor
cantidad, variable con el tiempo; por ejemplo, según la fecha
en que se ha preparado una solución satur. acuosa de ese pro-
ducto.
Los métodos de Wright y de Leishmann, representan modi-
ficaciones prácticas, también fundadas sobre el empleo del Azul
contenido en el Bleu de Metileno, con la particularidad de que
la sustancia colorante prepárase ya disuelta en el fijador (al-
cohol metílico). Este mismo método fué adoptado por Marino
que prepara una mezcla de Bleu de Metileno, Azul de Metile-
no, carbonato de sosa y Eosina en alcohol metílico.
Sin embargo, este método no puede aplicarse al estudio ci-
tológico de los parásitos en sus formas hemáticas: el alcohol
metílico ejerce especial acción sobre el preparado y determina
un precipitado casi constante, que impide la visión clara déla
capa de sangre.
Grubler prepara y pone en comercio, ya hecha, la solución
de Giemsa, que sin duda responde á las necesidades de la in-
vestigación. Yo pienso, sin embargo, por lo que he visto en
los resultados obtenidos, que es muy conveniente prepararse
personal y directamente las soluciones, según las fórmulas de
Giemsa, susceptibles por de más de variaciones que la prácti-
ca sugiere á cada instante.
La solución colorante de Giemsa se prepara del siguiente
modo :
— 528 -
Azul de Metileno (Metil-azur) I , . ,
^, ■,,,,., >partes iguales.
Bleu de Metileno |^ ^
(Constituyese así el Azur II) :
Azur II y Eosina, partes iguales — tómese, gr. 3
Azur II gr. 0,8
Glicerina neutra Merck gr. 250
Methylalcohol . gr. 250
(En una gota de esta solución, mezclada con una gota
de agua destilada, déjese la preparación [cubreobjeto]
durante un tiempo variable de 15 á 30 minutos, según
Giemsa; puede dejarse hasta una hora y más.)
El método de La verán (con azul deBorrel) puede emplear-
se con la seguridad de obtener buenos resultados: sin embar-
go, es algo pesado y lento; y en la diferenciación de las masas
cromáticas, sobre todo cuando se trate de pequeñísimos ele-
mentos cromidiales esparcidos,, como se observan en las formas
sexuadas (gametos) y en el mismo glóbulo rojo parasitífero
(granulaciones de Schüffner en casos de Pl. vivax), no alcan-
za el grado de fina y clara coloración que se obtiene con el mé-
todo de Giemsa y con el mismo método de Romanowsky,
cuando se aplique con criterio personal y con las modificacio-
nes sugeridas por las condiciones de la investigación.
9. Las formas de parásitos que se encuentran en el orga-
nismo del hombre, al hacer un estudio hematológico metódico
en enfermos de paludismo, pertenecen en su mayoría al perío-
do monogónico ó esquizogónico (esto es, de multiplicación ase-
xuada, directa). Todas ellas proceden de los merozoiios (ó
esporoxoitos esquizogónico s) producidos por división del cuer-
po celular de otros parásitos endoglobulares que ya se hallaban
en la sangre, y á su vez representaban el producto de igual
proceso de multiplicación agámica en precedentes generacio-
nes. Estos merozoitos (ó esporozoitos esquizogónicos) penetran
cada uno en un glóbulo rojo, y allí se desarrollan adquiriendo
aspecto distinto, conservando en los diferentes casos las ca-
racterísticas de la especie y ejerciendo acción especialísima
— 529 -
sobre el contenido y el estroma del hematíe, sobre su compo-
sición y sobre su forma.
La figura 58 reproduce los diferentes aspectos de los mo-
nontes endoglobulares de PlasmocUum vivax (parásito de la
Terciana), así como se presentan al examen hematoldgico, en
un sólo preparado de sangre, teñido con el met. de Roma-
nowsky. La obsers'ación microscópica de este preparado (con
uu adecuado aumento) nos revela la coexistencia "de formas
endoglobulares distintas, pertenecientes á diferentes períodos
6 momentos de desarrollo del parásito dentro del glóbulo rojo.
El glóbulo rojo parasitífero (ó que contiene el parásito) pre-
séntase ensanchado, hinchado y deforme, lo cua constituye un
carácter especialísimo de las infecciones por Plasmodium vi-
vax; esto es, de las fiebres tercianas.
El aspecto y las dimensiones de los glóbulos rojos invadi-
dos por el parásito en las infecciones por Plasmodium mala-
riae (Cuartanas) y por Laverania malariae (fiebres estío-
otoñales, tropicales), son completamente distintas. Este ca-
rácter propio de los hematíes invadidos por el Plasmodium
vivax aparece bien claro en la figura 58^ sobre todo en B, C,
D, E, L, O, R, S, comparando precisamente el glóbulo pa-
rasitífero con los hematíes que le rodean y que no contienen
parásito. En A y sobre todo en J se ven formas jóvenes, con
escasos granulos de melanina y en activo movimiento de ex-
pansión protoplásmica. T reproduce el aspecto de un glóbulo
doblemente parasitífero, pues comprende una forma joven
en anillo, con la cromatina nuclear excéntricamente reunida
en único punto cromático, bien claramente visible; y al mismo
tiempo una segunda forma con expansiones protoplásmicas
que aparecen distintamente en el estroma globular. Las demás
son formas de desarrollo, algunas ya muy adelantadas (como
en C, D, E, y sobre todo en I, K, L, N), pero todas ellas en
estado de monontes endoglobulares, sin división cromática que
indique una próxima multiplicación. Solamente en G y N, re-
tiradas ya las expansiones protoplásmicas, empieza á manifes-
tarse en la cromatina nuclear un proceso de división que pre-
cede á la formación de nuevos merozoitos (^esporulación).
— 530 -
y^asr^y
í :>&
■■C^
\4^
'■-.■■I
B
/:. -^
/"t?"
E
H
\
/
f-.:.
K
m
r
M
N
r
V
y
^
Figura 58. — Diferentes aspectos de parásitos endoglobulares (monontes) de la especie Plasmodium vivax.
(Proceden de un solo preparado de sangre, de un caso de Terciana, teñido con el met. de Romanowsky).
Aumento
. Ob. inmers. homog. Koristka — — ; ocul. compens. i5
2600 15
— 531 —
10. Sin embargo, además de estas formas agámicas (per-
tenecientes al período de evolución asexuada del parásito), há-
llanse también en la sangre formas correspondientes á la fase
anfigdnica ó esporogónica. En efecto, dejando aparte la distin-
ción de la especie y género del parásito {^Plasmodium vivax
de la terciana sencilla, Plasmodium malariae de la cuartana,
Laverania malariae de las fiebres graves, tercianas malignas,
irregulares, biduas, cuotidianas y trópicas), después de una
serie — indeterminada — de generaciones monogónicas, produ-
cidas por «esporulación» (término erróneo) ó multiplicación
directa (conitomía pseudomitósica) de las formas endoglobu-
lares (en el glóbulo rojo), todos estos parásitos — y del mismo
modo los de las aves, por lo menos el gen. Proteosonia — pro-
pucen ciertas formas especiales, características, que ya hemos
indicado con el nombre de gametos, conocidas desde hace tiem-
po como formas estériles en la sangre humana. (V. fig. 59).
i^, '^^ í^^
!'«.'
A B C
Figura 59. — Formación y aspecto del Macrogameto de Flasmodium vivax (Tercianas)
I
2600
A. Macrogameto en un período ya bastante adelantado de su desarrollo endoglobular.
Aparece muy clara la disposición de la corona de granulaciones cromáticas. Los
limites del cuerpo protoplásmico del gameto aparecen igualmente bien dentro del
hematie.
B. El mismo macrogameto en período más adelantado. Pigmento melánico esparcido
en la periferia del citoplasma del gameto, ai limite del mismo con el hematie que
le contiene.
C. Macrogameto libre. El glóbulo rojo en que se ha formado ha sido destruido.
Esta formas estériles representan los elementos sexuados
(gametos). Son estériles mientras permanecen en la sangre
humana; pero al pasar en ambiente distinto, al modificarse
las condiciones físicas del medio ó más bien sus caracteres bio-
químicos, entonces manifiestan su actividad, apareciendo bien
claramente la función á que son destinadas, el papel que re-
- 532 -
presentan y la excepcional importancia que tienen en la evo-
lución biológica de la especie de parásito á que pertenecen.
En efecto, comprenden estas formas (gametos) elementos
femeninos y masculinos, destinados á fecundarse. A conse-
cuencia de la fecundación, de la fusión del elemento masculi-
no con el femenino, desarróllase una nueva generación famfi'
gonia ó esporogonia) en las condiciones que más adelante exa-
minaremos.
Llámanse macrogametos los gametos femeninos, microga'
metocitos los gametos productores de elementos masculinos;
estos últimos microgametos (también ooides, macrosporas , los
primeros; anteridios los microgametocitos, espermoides 6 fla-
gelos (Laveran) los microgametos.)
La emisión de flagelos ó formación de los microgametos por
el microgametocito puede observarse siguiendo con detenida
atención las formas antedichas en preparaciones de sangre
fresca conservadas en cámara húmeda y en determinadas con-
diciones de temperatura. Mac Callum, primero, observó la fe-
cundación del maerogameto. El estudio sucesivo de estos fe-
nómenos ha sido completado por Grassi y por Schaudinn.
Mis investigaciones se han dirigido á averiguar lo que ocurre
con las formas sexuadas — estériles en la sangre del hombre —
cuando permanecen durante largo tiempo en el organismo hu-
mano. Problema en extremo interesante, planteado ya muchas
veces y desde mucho tiempo antes que se conociera el destino
de estas formas y su verdadera significación en el ciclo evolu-
tivo (anfigonia) de semejantes parásitos.
Razones clínicas y epidemiológicas de gran importancia ha-
cían pensar que las formas estériles, consideradas por muchos
observadores (Ziemann) como degenerativas; por otros (Big-
nami, Bastianelli, Marchiafava, etc.) de todos modos como in-
capaces de reproducción en el organismo humano [estériles],
participaran de alguna manera á la producción de nuevos pa-
rásitos endoglobulares, de la fase piretógena, y muy especial-
mente de las recidivas febriles.
Ya se ha dicho antes que las recidivas , frecuentes en la ter-
ciana primaveral, frecuentísimas y persistentes en las cuarta-
— 533 -
ñas, constituyen la manifestación constante y duradera de las
infecciones tercianarias, cuotidianas 6 irregulares debidas á
Laverania malariae, varietas mitis.
Casi al mismo tiempo que Schaudinn demostraba la división
de las formas sexuada femeninas (macrogametos) de Plas-
modium vivax (tercianas) y la producción de nuevos merozoi-
tos partenogenétieos por efecto de esa división, casi al mismo
tiempo yo comunicaba (Archives de Parasitologie , París, vii,
1903, pág. 389) los primeros resultados de mis observaciones
sobre la división partenogenética (ó Partenogenesis) de los
macrogametos de Laverania (.L. malariae, var. mitis).
Quedaba así en parte explicado el fenómeno de la reapari-
ción de la fiebre después de largos períodos de interrupción.
(Recidivas tardías). Si la interpretación del origen de las re-
caídas febriles (á breve distancia de la infección primitiva)
puede fundarse en la posibilidad de que escaso número de mo-
nontes (formas endoglobulares) supérstites, después del trata-
miento 6, en general, después de la curación de un período ac-
cesional de fiebres palúdicas, vuelva á multiplicarse activa-
mente en los órganos internos (medula de los huesos, bazo) y
en la sangre periférica, y vuelva, por lo tanto, á producir el
acceso febril, la interpretación de las Recidivas tardías, según
queda dicho, constituía un problema cuya solución no se hu-
biera alcanzado sin el descubrimiento de la Partenogenesis de
los macrogametos.
11. La división nuclear de las formas semilunares (for-
mas en medias lunas, formes en croissants de los franceses),
esto es, de los gametos de la Laverania^ ya observada repe-
tidamente por Mannaberg, Canalis y otros, en la misma sangre
periférica (correspondiente á la forma representada en la figu-
ra 61, D), había sido explicada de distinta manera y variamen-
te interpretada. Semejante división de las masas cromáticas es
exclusiva de los macrogametos (gametos femeninos, formas
que no se flagelan, que no emiten flagelos). Averiguase en
los microgametocitos semilunares un fraccionamiento de la cro-
matina, es verdad; pero esto sucede cuando la célula produc-
tora de microgametos prepárase á realizar este acto, á emitir
- 534 -
las formas masculinas: entonces. la cromatina se subdivide y
se dispone en la periferia de la célula^ que redúcese á forma
esférica^ y con rápidos movimientos presenta expansiones pro-
toplásmicas filiformes, llenas de granulos cromáticos. Ellas
representan los microgametos propiamente dichos.
El fraccionamiento de las masas cromáticas ahora descrito y
propio de las formas semilunares masculinas (microgametoci-
-m^-
B
DE F
Figura 60. — Aspectos de los gametos semilunares de Laverania malariae (en un prepa-
rado de sanare de un enfermo de fiebres tropicales; aum. I.
2000 /
A. B, C, D, £.— Dejan ver claramente los residuos del glóbulo rojo en que se ha des-
arrollado la forma sexuada; en F aparece esta última como libre y adherida á un he-
matíe.
tos) es bien distinto de la división cromática que manifiéstase
en ciertas formas de macrogametos semilunares, y que pre-
ludia á la multiplicación paitenogénica. Hay que advertir que
las formas de multiplicación partenogenética de los macroga-
metos semilunares (Laverania) , á diferencia de las formas
correspondientes de los gametes de Plasmodium vivax descri-
tas por Schaudina, difícilmente obsérvanse en la sangre peri-
férica; sólo con repetidas investigaciones en el líquido he-
jnático extraído por punción del tumor esplénico — investiga-
ciones por demás muy difíciles de llevar á cabo — y con adoptar
ciertos artificios de método en la observación hematológica,
se logra encontrar las semilunas (macrogametos semilunares)
- 535 —
en fase sucesiva de división cromática, de división citoplásmi-
ca y de producción de numerosas yemecitas (merozoitos 6 es-
■porozoitos ó esquizontes partenogenéticos) destinadas, sin duda,
á la invasión de los hematíes.
Las figuras 60 y 61 reproducen exactamente el aspecto de
los macrogametos semilunares, desde las formas hemáticas evi-
dentemente endoglobulares (fig. 60, A, E)^ hasta las que se en-
cuentran en el barro esplénico (figura 61, E, F)^ y muy pro-
bablemente en la medula de los huesos, y constituyen la fase
de división y multiplicación partenogenética.
La figura 59 representa las formas de desarrollo endoglobu-
lares (A, B) y la llamada forma libre del macrogameto de
Plasmodium vivax. En su comparación con los macrogame-
tos semilunares de Lavej'ania salta á la vista la diferencia mor-
fológica entre las dos especies.
Sin embargo, el proceso biológico de multiplicación parte-
nogenética es parecido en las dos especies. Solamente el me-
mento en que se determina, las condiciones de tiempo y de
lugar, las circunstancias del ambiente bioquímico en que se
produce este fenómeno, es decir, la división cromosómica y ci-
toplásmica del macrogameto para la formación de los nuevos
elementos destinados á la invasión de los hematíes, son esen-
cialmente distintas.
Schaudinn (1) ha descrito magistralmente el proceso de di-
visión de los macrogametos de Plastnodium vivax para la re-
produción partenogenética en la sangre de enfermos de Ter-
cianas , antes de la reaparición de una fiebre recidiva á los
tres meses después de la infección primitiva.
La observación y descripción de las fases sucesivas de di-
visión celular de los macrogametos semilunares (Laverania) en
el momento de la partenogénesis resulta, como se ha dicho,
relativamente más difícil. La división protoplásmica va prece-
dida por una división de la cromatina nuclear, fenómeno ya
(1) Studien über krankheistserregende Protozoen. — II. Plas-
modium vivax (en Arhciten aus dem Kaiserlicheti Gesundheit-
samte, Berlín, 1902, p. 169, con 3 laminaos).
— 536 -
observado y descrito por muchos autores (Golgi, Canalis,
Mannaberg, Grasí^i y Feletti) y variamente interpretado. En
ese estado aparece el cuerpo semilunar como en la figura 61 D,
separado en dos mitades, cada una de las cuales contiene
una corona de cromosomas; y en el puente citoplásmico in-
termedio se hallan casi siempre reunidos los granulos de pig-
mento melánico. Sucesivamente la cromatina nuclear reunida
en una de las dos mitades del macrogameto fracciónase en un
cierto número de corpúsculos cromáticos con un proceso muy
parecido al que se observa en los monontes endoglobulares
adultos cuando se disponen para la segmentación y la forma-
ción de los merozoitos agámicos (esporozoitos esquizogónicos)
(ñg. 61, E). Cada uno de estos corpúsculos cromáticos consti-
tuye el centro de una porción citoplásmica que se separa del
cuerpo del macrogameto (fig. 61, F), representando un verda-
dero merozoito partenogenético^ destinado á la invasión de un
hematíe. A consecuencia de esíe proceso queda libre una por-
ción del protoplasma del macrogameto, que comprende la ma-
yor parte de los granulos de pigmento melánico y además una
parte reducida de la cromatina nuclear, dispuesta en forma de
corona, y que permite dudar de si esta porción residual del
macrogameto después de la Partenogénesis está destinada
realmente á desaparecer, como un detritus orgánico incapaz de
ulterior vitalidad y de toda función biológica.
12. He dicho antes que para encontrar en la sangre algu-
nas— ya que nunca se encontrarán todas en un mismo suje-
to— de las formas evolutivas del ciclo monogónico y las prime-
ras del amfigónico, sobre todo las formas semilunares de La-
verania, es menester observar un método escrupuloso y una
atención exquisita en escoger el momento para llevar á cabo el
examen de la sangre y hacer las preparaciones fijas destinadas
á la coloración. Cuando no se observan estas reglas se pierde
muchísimo tiempo en balde y se arriesga á abandonar la inves-
tigación por cansancio ó por creerla inútil , ineficaz ó negativa.
Lo cual no pocas veces ha hecho afirmar conclusiones inexac-
tas y sentar como verdades las que no debían considerarse más
que consecuencias de un método erróneo de estudio.
— 537 ^
Es más: no sólo para buscar las formas antedichas, que des-
de luego se escapan con extraordinaria facilidad á nuestra ob-
servación hematológica, sino también para un examen de la
sangre destinado á darnos cuenta del aspecto, naturaleza, es-
pecie y condiciones de las formas endoglobulares corrientes
del parásito, es oportuno, es preciso á veces tener presente
que sus diferentes fases de desarrollo monogónico (multiplica-
ción asexuada) se reflejan en los síntomas clínicos, en los pe-
B
--©ís
(•f-
í^)
Figura 61.— Aspecto de los Macrogametos de Laverania en distintos momentos y en las
fases sucesivas de la reproducción partenogenética. lAum. |.
ríodos accesionales de la fiebre, en las variaciones aunque mí-
nimas de la curva térmica (gráfica), y por fin en cada uno de
los elementos que constituyen el síndrome característico de la
infección palúdica en sus tres tipos fundamentales.
Debemos, por tanto, aprovechar de los datos clínicos, impor-
tantísimos en este caso para el estudio parasitológico.
Para mayor abundamiento en la indicación de los métodos
que hay que seguir para el estudio hematológico, diré que
cuando se trata de una infección semilunar (infección por La-
verania, infección estío-otoñal), comprobada la existencia de
las formas endoglobulares, suelen aparecer los cuerpos semi-
Eev. Acad. Ciencias.— III.— Diciemlare, 1905. 36
— 538 —
lunares á los ocho 6 diez días, á veces más tarde, después de
la suministración de dos ó tres dosis de un gramo 6 gramo y
medio de sulfato de quinina. (Si se deja al enfermo sin medi-
camento— ajmrte de que esto es sumamente peligroso en las
infecciones por Laverania — los cuerpos semilunares aparecen
mucho más tarde en la sangre.) Mas entre los escasos cuerpos
semilunares que suelen aparecer en estas condiciones en la san-
gre periférica, constituidos de macrogametos y microgameto-
citos, no se observa jamás fenómeno alguno de división cro-
mática y mucho menos de multiplicación partenogenética. Sólo
si se someten preparaciones de sangre fresca á la observación
metódica (en cámara húmeda, temp. 25°, ó también con intro-
ducción de una gota de líquido isotónico [sol. fis. Na Cl^),
puede observarse — muy raras veces — á la par que la emisión
de flagelos (microgametos) por parte de los microgametocitos,
la emisión de uno ó dos cuerpecitos, muy probablemente homó-
logos, de los 'í- corpúsculos polares >-> — (Reduklions Korpers),
por parte de los macrogametos. Este fenómeno se averigua
constantemente en los períodos que preceden ala fecundación,
cuando ya macrogametos y microgametos, en el plasma san-
guíneo introducido en el estómago del mosquito (huésped in-
vertebrado), se acercan para efectuar la cópula. En los game-
tos de Plasmodium vivax, según queda demostrado en modo
terminante por las investigaciones de Schaudinn, puede obser-
varse con mayor facilidad (y en ambiente natural) el desarro-
llo de semejantes fenómenos. Por demás, la producción de cor-
púsculos polares es un hecho general en los Coccidios y pro-
bablemente en los Hemosporidios. Creo firmemente que los
corpúsculos que emiten algunos macrogametos en la sangre
(en las condiciones antes indicadas) puedan considerarse como
homólogos de los corpúsculos polares. La división cromática en
estos casos es insignificante; no hay fenómenos pseudo-mitósi-
cos parecidos á los que se averiguan en la división cromática
precedente á la multiplicación esquizogónica, ó bien á la sepa-
ración partenogenética de nuevos merozoitos.
Mas si seguimos en la observación del enfermo, después de
un tratamiento suficientemente enérgico para dominar los acce-
- 539 -
sos febriles, veremos en el período siguiente — que puede du-
rar meses y meses — desaparecer poco apoco los cuerpos se-
milunares de la sangre. Durante este tiempo, hasta la manifes-
tación improvisa de una recidiva franca, con fiebre típica (in-
termitente) ó atípica, el enfermo estará casi siempre apirético:
sin embargo, un atento examen de la curva termométrica re-
vela oscilaciones bastante acentuadas entre los 36° y los 37*^ 5
6 38° centígrados. La tumefacción del bazo — dentro de ciertos
límites — no disminuye. Al cabo d^ dos meses, tres meses ó
un tiempo variable, la recidiva franca aparece.
Pues bien: las oscilaciones antedichas de la curva termomé-
trica son de grandísimo interés y deben servirnos de guía para
llevar á cabo en esos momentos el examen hematológico. En-
tonces, en esos períodos que podríamos llamar preparatorios de
las manifestaciones clínicas de la recidiva propiamente dicha,
encontraremos, quizás en la misma sangre periférica, formas de
transición de la fase semilunar, y más exactamente macroga-
metos en estado de división de la cromatina nuclear y hasta de
fraccionamiento [conitomia] citoplásmico. Y es que, durante
estos períodos, las formas semilunares, en activa multiplicación
partenogenética, reaparecen en la sangre desde los órganos in-
ternos (medula de los huesos, bazo) y pueden sorprenderse en
esa fase.
La gráfica de la curva térmica la conceptúo indispensable en
el estudio detenido de semejantes casos, cuando realmente se
quiere llevar á cabo una investigación completa acerca de las
formas hemáticas del ciclo amfigónico, y muy en particular
acerca de la partenogenesis de los macrogametos.
Igualmente útil puede ser el estudio esfigmográfico, pues nos
proporciona otro dato clínico aprovechable para la investiga-
ción parasitológica durante las intermitencias y los períodos
de incubación y prodrómico de las recidivas estío-otoñales (se-
milunares). En efecto, la gráfica del pulso revela una modifi-
cación de tiempo y de forma, no sólo en los momentos acce-
sionales y post-accesionales, sino también en los momentos
.que preceden los accesos de fiebre y que corresponden con
oscilaciones prodrómicas de la temperatura.
— 540 -
Consignaré á este propósito que el tipo del pulso, durante 6
después del acceso, corresponde ai que Mannaberg había ob-
servado, y de que habla en su Monografía (p%. 116: «Allge-
meine Symptomatologie»; pág. 137: « Pulsecurve»).
El modo como se presentan las semilunas en la sangre du-
rante los períodos de incubación de las recidivas en estos ca-
sos, así como también la precocidad de su formación después
de las invasiones presumiblemente primitivas, me han confir-
mado desde hace tiempo en la opinión de que deben existir
dos variedades de parásito con gametos semilunares (Lavera-
nia). Sobre este extremo baste con lo que se ha dicho antes;
en precedentes publicaciones liállanse expuestos mis conceptos
acerca de los caracteres biológicos de la variedad Laverania
malariae milis.
13. La extraordinaria importancia que tiene la participa-
ción de los macrogametos en la producción de formas piretó-
genas de nuevos monontes endoglobulares, no es para en-
carecer. La partenogénesis de los macrogametos es un tercer
modo, una tercera forma de reproducción de la especie, inter-
puesto entre el ciclo monogónico (asexuado) y el ciclo anfigó-
nico (sexuado). El ciclo monogónico debe tener algún límite,
aunque nosotros desconozcamos por completo las condiciones
porque se alcanza este límite; las formas sexuadas (gametos) no
muy abundantes relativamente al número de parásitos endoglo-
bulares y en una determinada cantidad de sangre, serían ex-
puestas con gran facilidad á no llegar á su destino, esto es á
la fecundación y al desarrollo anfigónico (en el huésped inver-
tebrado) ^ si no tuviesen la potencialidad de reproducir nuevos
parásitos endoglobulares por partenogénesis. Queda así aclara-
do también un problema epidemiológico muy grave, y es el que
se refiere á la persistencia del parásito, durante la estación de
invierno, en aquellas regiones de clima templado en que el
invierno llega á ser verdaderamente frío, y se interrumpen,
por consiguiente, las generaciones de los mosquitos, se inte-
rrumpe la ovificación en estos Dípteros, quedando escaso nú-
mero de ejemplares en las casas, en los establos, en espera de
la nueva temporada.
— 541 -
Las primeras generaciones de mosquitos, que nacen en Abril
6 Mayo, más frecuentemente sólo en Junio (Norte de Italia,
Francia, Norte de E-^paña y Castilla), no podrían de ninguna
manera determinar la difusión epidémica de los parásitos, si
esos Dípteros no hallasen en la sangre de los enfermos formas
sexuadas (gametos) en abundancia, en cantidad suficiente para
asegurar el desarrollo anfióntico y la sucesiva transmisión de
los esporozoitos. Y desde luego las formas sexuadas en la san-
gre periférica serían relativamente muy escasas si no hubiese
nueva producción por los ciclos partenogenéticos, que toman
origen en la división de los macrogametos, y que se suceden
durante el invierno, y sobre todo se desarrollan en la primave-
ra (Recidivas).
¿De qué modo debe interpretarse el origen de los gametos
en los glóbulos rojos?
Los gametos de las tres especies de parásitos (Plasmodium
t'ivax, Pl. malariae y Laverania) se desarrollan de elementos
endoglobulares. Las objeciones y dudas de Lo Monaco, Pani-
chi, Capogrossi, etc., acerca de este extremo, y que entraña-
ban una interpretación del todo distinta de la corriente sobre
las relaciones entre parásitos monogónicos y hematíes, no son
aceptables. El desarrollo endoglobular, así de los mononles
(esporozoitos monogónicos), como de los gametos es evidente»
aparece bien claro hasta en aquellas formas sexuadas ya adul-
tas (gametos tercianarios y gametos semilunares), en los cuales
el involucro constituido por el hematíe queda reducido á del-
gadísima y casi imperceptible membrana, por destrucción de
todo el contenido hemoglóbico y del mismo estroma globular.
Mas aquellas formas que están destinadas á desarrollarse en
los glóbulos rojos, no ya como monontes esquizogónicos (ase-
xuados), sino como gametos (macro y micro-gametocitos), ¿de-
ben considerarse específicamente y sexualmente diferenciadas
desde un principio, ó bien ciertas condiciones del ambiente bio-
químico, en el huésped, influyen sobre la determinación de los
caracteres de los parásitos endoglobulares de tal suerte que
éstos puedan desarrollarse á veces en forma de gametos, á ve-
ces en la dirección de sencillos monontes asexuados?
- 542 -
Esta segunda interpretación debe descartarse, teniendo en
cuenta que en los mismos órganos (medula de los huesos, bazo)
en que efectúase la mayor producción de gametos endoglobu-
lares, desarróllanse contemporáneamente, maduran y se multi-
plican las formas asexuadas endoglobulares de la generación
monogónica.
Es muy probable que la formación de los gametos, conside-
rados éátos desde luego como diferenciados ab iriitio , desde un
principio de las formas esquizogónicas endoglobulares comu-
nes, esté en relación con especiales condiciones déla constitu-
ción bio-química del plasma sanguíneo, á consecuencia de la
misma acción de los parásitos, en organismos en que la infec-
ción perdura desde cierto tiempo. Con otras palabras^ después
de un cierto número de generaciones monogónicas en el orga-
nismo humano, puede admitirse que esista un estado especial
del ambiente hemático, por el cual el desarrollo de nuevas
formas agámicas ó asexuadas en los glóbulos rojos encuentre
serias dificultades; en estas condiciones se producirían los ga-
metos.
Sin embargo, esta causa no puede conceptuarse como funda-
mental, como la verdadera causa determinante y razón íntima
del fenómeno biológico. Podemos admitir que bajo la influen-
cia de dicha causa y por su acción se desarrollen los elementos
sexuados (gametos) en número mayor ó menor, y en época 6
momento diferente, más ó menos precoz; pero conviene aceptar
por demás el concepto de que trátase de un fenómeno heredi-
tario, propio del género y correspondiente á la producción de
las células germinativas en los metazoos.
CAPITULO IX
Obseevaciones sobre el desarrollo de los parásitos
del paludismo en el huésped invertebrado
La reproducción anfigónica ó sexuada (ó esporogónica, se-
gún Schaudinn), de los parásitos del paludismo, tiene lugar en
el organismo de un huésped invertebrado.
543
Ejercen este papel , según quedó comprobado en 1898-99
por las inv'estigaciones de Grassi, Bignami y Bastianelli y sus
discípulos, los Dípteros liemat()fagos de la Familia Cidicidae
y precisamente las especies que componen la sub-familia Ano-
phelinae. Precedentes observaciones de Ross en India (Calcu-
Fígura 62. — Aspecto del Microgametocito de Plasmodium vivax (Terciana) en el mo-
mento de emitir los flagelos (Microgametos). H, un hematíe; mg, microgameto libre
destacado del cuerpo del Microgametocito ; A/g, Macrogameto (ó Gameto femenino) en
el acto de la fusión con un Microgameto (fecundación ó cópula). Se ve claramente la
dispoiición de la masa nuclear del Macrogameto en el momento de la unión con las
masas cromáticas del elemento masculino. Rodean al Macrogameto otros microgametos
libres.
ta, 1897), habían demostrado que ciertas formas de parásitos
de las aves (ProteosomaJ se desarrollan con generación espo-
rogónica (sexuada) en el organismo de los mosquitos pertene-
cientes á la actual sub-familia Culicinae.
1. Los dípteros hematófagos de la sub-familia Ánophelinae,
al chupar la sangre de un hombre infectado de paludismo en
— 544 —
cualquiera de sus formas, pueden introducir en su tubo diges-
tivo exclusivamente parásitos de la fase monogónica , parási-
tos endoglobulares asexuados, por faltar en la sangre las for-
mas sexuadas (gametos). En semejantes casos, ninguna trans-
formación de carácter evolutivo sufren los parásitos en el
organismo del huésped invertebrado: desaparecen con la san-
gre lentamente digerida por el huésped mismo.
Al contrario, cuando se encuentran en la sangre macroga-
metos y microgametocitos , al llegar éstos en el estómago _, rá-
pidamente destácanse los microgametos de los microgametoci-
tos, y efectúase la cópula, la fecundación del macrogameto.
Este momento es en extremo difícil de sorprender, y sobre
todo difícil de fijar en preparaciones duraderas^ como bien se
comprende: sin embargo, pueden observarse los sucesivos fe-
nómenos de formación del vermículo, que con movimientos ac-
tivos penetra en la pared entre las células del epitelio intestinal
(intestino medio) y se establece y fija en la sub-mueosa, en la
túnica elástico-muscular del mismo intestino. Mientras el an-
fionte conserva el carácter de movilidad que es propio de un
primer período después de la fusión de las masas cromáticas
del macrogameto y del microgameto, la llamaremos ooquineto
(Schaudinn): conservaremos el nombre de quiste amfióntico
(ooquiste de Schaudinn) para la forma que se desarrolla ya
fijada en la túnica elástico-muscular ó sub-mucosa del intes-
tino.
El ooquineto penetra con movimientos activos entre las cé-
lulas del epitelio intestinal á las 24 ó 40 horas después de chu-
pada la sangre por el mosquito, y cuando ya se ha verificado
en gran parte la digestión. Casi siempre los vermículos van á
fijarse en la porción posterior del intestino medio ( estómago):
es raro, excepcional, ver un quiste anfióntico en la pared de la
mitad anterior del estómago: las figuras esquemáticas dibuja-
das por algunos autores y que representan el estómago entera-
mente cubierto, en su pared externa, por los quistes anfión-
ticos, son desde luego erróneas. Semejante circunstancia se
averigua también con los anfiontes del Proteosoma de los pá-
jaros (gorriones), de cuya situación da ciara y exacta idea la
,3í^?5*^<$!^'3r
V^
:>
^
^
^ m
€
^
^
t
- 545 -
fig, 64 en la lámina VI, que reproduzco de una de mis prepa-
raciones.
2. La expresión de «quiste anñóntico» debe ser interpreta-
da en el sentido de que los tejidos del huésped constituyen una
especie de quiste adventicio alrededor del parásito: no ya que
el anfionte produzca por su cuenta un quiste protector. Es opor-
tuno fijar bien estos conceptos, pues demasiado fácil es caer
pn errores, que dejando aparte su importancia biológica, en-
trañan deducciones falsas acerca de la acción que el parásito
pueda ejercer sobre el huésped y otras que no ha menester re-
cordar en este momento.
Mtvn truLUÜy
ja/tL
7'
ñuíU ta.
U.n.att
■^^^riia.' 'ud'l
Figura 63. — Esquema que representa una sección longitudinal del cuerpo de AnopheUs,
con la disposición de los órganos. En la pared del Estómago se fijan y desarrollan los
Anfiontes de los parásitos del paludismo.
El anfionte, en su primer período de desarrollo, cuando
apenas ha llegado á fijarse en la sub-mucosa, rodeado de una
capa delgadísima, de una sutil membrana (cápsula), presén-
tase con aspecto esférico ú ovoideo, y mide apenas 6-8-10 p.
de diámetro.
Sin embargo, el crecimiento del anfionte es rápido é inme-
diato, y con el crecimiento, la multiplicación nuclear. En efec-
to, la reproducción esporogónica en el quiste anfióntico efec-
túase ya desde los primeros momentos, empieza cuando el
anfionte es aún extremadamente pequeño. Por división (bipar-
- 546 —
tición) de la cromatina nuclear, se engendra un considerable
número de Esporoblastos espurios, no pudiéndose considerar
como verdaderos Esporoblastos las porciones citoplásmicas en
que se subdivide la masa protoplasmática del anfioute, por
quedar todas ellas anastocnizadas entre sí, de tal suerte, que
en realidad constituyen un todo único, con centros cromáticos
(ó núcleos) separados. Sucesivamente, los núcleos céntricos
(ó centros cromáticos antedichos), por un proceso de subdivi-
sión múltiple, se disponen á la periferia de la masa citoplásmi-
ca y constituyen de esta suerte el punto de partida de un ele-
mento celular — esporozoitoblasto — cuya forma terminal^ libre
por fin en el quiste anfidntico maduro será el <.< esporoxoito>>
(véase la fig. 67, lám. VII, que representa dos quistes anfión-
ticos en período bastante adelantado de su desarrollo, debajo
del epitelio de la mucosa del estómago de Anopheles claviger,'
y también la fig. 70, lám. VIII) (1).
Queda una «masa residual», amorfa (ayihista) , punto de
apoyo de los esporozoitos hasta su extrema fase de desarrollo,
y que progresivamente disminuye de volumen por cuanto au-
menta el número y las dimensiones de aquéllos.
Durante este proceso de multiplicación nuclear, el quiste
amfióntico aumenta considerablemente en sus dimensiones, has-
ta alcanzar 70-80 p. de diámetro, y puede contener millares
de esporozoitos.
Los quistes anfiónticos pueden reconocerse fácilmente en
la pared del intestino, también con un examen directo, en
fresco, extrayendo el intestino con el método ya indicado en
otro lugar. Desde luego se reconocen cuando están colocados
á los bordes del tubo iutestinal extendido sobre el portaobjeto
y cuando han alcanzado un cierto tamaño; mas también en los
primeros momentos de su fijación en la pared del intestino,
(1) Para cuanto se refiere al desarrollo de la generación anfi-
gónica de los parásitos del Paludismo en el huésped invertebrado,
debe considerarse como definitiva la Monografía, verdaderamente
admirable, del profesor B. Grassi : Studi dhino zoólogo sulla Ma-
laria, publicada por la R. Acad. del Lincei, Roma, 1902, segunda
edición.
vil
F,^. 67
^%>
Fig.Sd
\ I
#
'#
■»
4(^ **^
Li
N
(7. PíUalaya.- düi.
Rto.Aca4. Gautas
VIII
\^
_.fr*=«— /
J
'■:\
Fig 63
Fig. 70
i%
^»
*x
\
3
O
'^4o%(f^
íuaiu^a- dil/
— 547 -
cuando aun son pequeñísimos, se ponen de relieve por los gra-
nulos de pigmento melánico que conserva el Macrogameto, y
que, después de la fecundación, el ooquineto arrastra consigo
(por lo menos en parte), durante su fase móvil (aunque en
parte se eliminan). Estos granulos de pigmento quedan espar-
cidos en el quiste anfióntico durante los primeros períodos;
luego, encerrados en las masas residuales, desaparecen casi
todos; en los quistes maduros difícilmente se encuentran.
Los quistes anfiónticos maduros alcanzan, he dicho, hasta
70 y 80 ^ de diámetro. Debo decir que semejante medida es
excepcional: por lo general no superan los 50 a. Los esporo-
zoitos miden 13-14 [x de largo por 1 tji. de ancho.
Los quistes anfiónticos, al crecer y madurar, vense obliga-
dos á hacerse sitio entre los tejidos y órganos que rodean al
intestino, cuya pared se encuentra á veces verdaderamente
atestada de parásitos (v. fig. 68, lámina VII). Así es que há-
llanse los quistes anfiónticos rodeados casi siempre por el ór-
gano adiposo, en la inmediata continuidad con el celoma (lacu-
noma)^ ó bien en contacto con los ovarios (v. fig. 68, lám. VII).
3. Cabe aquí la pregunta: ¿pueden los anfiontes, en su pri-
mer período, desprenderse de la pared del intestino, ó bien
desde luego los ooqtiinetos enquistarse en órganos distintos, y
precisamente infectar los ovarios, de tal suerte que, desarrollán-
dose los huevos, y siendo depositados más tarde junto con for-
mas especiales — (esporos resistentes) — del parásito, queden
infectadas las larvas y las ninfas, esto es, la nueva generación
de mosquitos?
Ninguna observación positiva puede producirse en favor de
esta hipótesis. La infección de las nuevas generaciones de
Anophelinae jamás se ha averiguado, ni siquiera artificialmente,
haciendo desarrollar estos Dípteros de los huevos depositados
por hembras infectadas^ examinadas en seguida después de la
puesta, y realmente llenas de quistes parasitarios en la pared
intestinal ó de esporozoitos libres en la cavidad general del
cuerpo ó encerrados en las glándulas salivales.
Sin embargo, dúdase aún de la significación de ciertos cuer-
pos pardo-amarillos, que se encuentran con alguna frecuencia
- 548 —
en quistes anfióaticos de Anopheles , por lo general , de ^mo-
pheles infectados desde mucho tiempo. Semejantes cuerpos
pardo-amarillos (de que reproduzco en la fig. 70 de la lámi-
na VJII un ejemplar), llamados por Ross «black-spores » (es-
poros negros) se han interpretado como formas resistentes
quizás destinadas á persistir en ambiente libre, y, por tanto,
como posible fuente y origen de infecciones [anofélicas ó hu-
manas, directas 6 indirectas] por vía distinta de la represen-
tada por la picadura de los mosquitos.
No puede negarse que la relativa frecuencia con que se ob-
servan los cuerpos amarillos-pardos 6 esporos negros de Ross
en quistes anfidnticos del intestino de Anopheles , debía des-
pertar sospechas y dudas, tanto más justificadas, por cuanto se
escapa á nuestra investigación la causa productora de altera-
ción semejante, si se consideran como formas degenerativas.
Yo he dedicado particular atención á estos cuerpos: añadiré
que he buscado llevar á cabo un estudio comparativo de estas
formas desarrolladas en quistes anfiónticos de parásitos del
paludismo humano ( Plasmodium vivax) con las que de igual
manera se observan en quistes de Proteosoma en el intestino
de Culex pipiens ; el estudio de estas últimas desde el punto
de vista experimental es más fácil; y, por otra parte, el hallaz-
go de algún hecho ó de algún indicio que hubiese permitido
una interpretación segura y definitiva acerca de estos cuerpos
en las formas de Proteosoma, hubiera constituido desde luego
argumento de analogía para llevar á cabo directas y compro-
bantes observaciones con el parásito humano.
La investigación histológica (citológica) nada nos dice, nada
nos revela más de lo que ya conocemos sobre la estructura,
forma y disposición de estos cuerpos. Los quistes anfiónticos
en que se hallan encerrados son por lo general vacíos, priva-
dos de esporozoitos, sin que por esto deje de encontrarse al-
gunos con escasos esporozoitos maduros ó en proceso de des-
arrollo; la pared de estos quistes anfiónticos parece más es-
pesa (fig. 70, lám. VIII); sin duda esto depende de la retrac-
ción de la misma pared extendida de antemano. En efecto, los
cuerpos amarillo-parduscos ó pardo- amarillos (esporos negros
- 549 —
de Ross y de Nuttall), desarróllanse, al parecer, dentro de an-
fiontes ya adelantados en su proceso de multiplicación esporo-
g<5nica, y casi siempre con esporozoitos ya formados.
Sin embargo, á pesar de que yo he hecho gran número de
cortes m toio del organismo y particularmente del abdomen
de mosquitos artificialmente infectados (la fig. 69 de la lámi-
na VIII representa una sección transversal del abdomen de
un Culex pipiens; á la pared del intestino se adhieren algu-
nos (7) quistes anfiónticos de Proteosoma , entre ellos uno que
contiene cuerpos pardo-amarillos, representados con mayor
aumento en la fig. 70), no he logrado nunca encontrar los cuer-
pos amarillo-parduscos libres en el lacunoma ó bien localizados
en otros órganos y tejidos. Cuando se considere que casi todos
los quistes anfiónticos que contienen los cuerpos amarillo-par-
duscos son quistes viejos y abiertos, de donde ya han salido
los esporozoitos, aparece muy extraño — dada la hipótesis que
dichos cuerpos estén destinados á representar un papel en vida
libre ó sean formas resistentes del parásito, — aparece muy
extraño, repito, que no se hallen en los ovarios, por ejemplo,
ó de todos modos fuera del sitio de producción, donde nada
representan. Nunca he observado semejante localización.
Bien es verdad que, por otra parte, los cuerpos amarillo-
parduscos resisten bastante tiempo en el agua, por ejemplo, y
en general en ambiente por completo desfavorable á la vida
del parásito en todas sus formas. Pero el aspecto que tienen,
examinados algún tiempo después de esta prueba, demuestra
en mi entender que no se trata de elementos vitales, sino de
depósitos de substancias especiales, debidas á transformacio-
nes bioquímicas, muy probablemente degenerativas, de las
masas residuales y de todo el protoplasma del anfionte. Pro-
cesos regresivos parecidos averíguanse en otros parásitos de
los mismos insectos: y es muy probable que la degeneración
pardo-amarilla de las larvas de Filaría immiiis en los tubos
de Malpighi de Ayiopheles ^ obedezca á semejante proceso.
En conjunto — si bien no es posible afirmar en modo abso-
luto lo que representen los cuerpos amarillo-parduscos, — todo
parece confirmar que se trata de formas involutivas, y no de
— 550 -
formas resistentes destinadas á nuevo ciclo vital del parásito.
4. Cuando el quiste anfióntico ha llegado á maturación, la
cápsula que lo reviste se abre, se rompe (por tensión y compre-
sión), y deja salir los esporozoitos libres en el lacunoma del
huésped. Los esporozoitos son dotados de movimientos activos:
sin embargo, hay que admitir que la corriente de la sangre
(líquido contenido en la cavidad del lacunoma del mosquito)
los arrastra pasivamente en gran cantidad, de tal suerte, que
llegan á las glándulas salivales y })enetran en sus células, no
sabemos si del mismo modo como pueden penetrar en todos
los demás órganos en relación con el lacunoma, ó bien por una
electiva atracción, por acciones quimio- tácticas ó por otra ra-
zón desconocida. Sin duda se encuentran esporozoitos espar-
cidos en el órgano adiposo: mas en número reducido y de nin-
guna manera comparable con el de los esporozoitos que invaden
las glándulas salivales.
Las glándulas salivales constan de tres lóbulos glandulares
por cada lado, dos más alargados y el mediano más pequeño.
Todos tienen una capa cuticular, interna, más ó menos delga-
da, reforzada en los túbulos excretores por un hilo arrollado
en espiral (hilo de quitina) muy parecido al de las tráqueas.
Los tres túbulos de los lóbulos glandulares de cada lado se
reúnen en dos principales troncos, que, á su vez, se encuen-
tran y reúnen en un solo conducto que desemboca en la línea
media y ventral del tubo digestivo, en la base de la hipofarin-
ge (véase la figura 63 y las precedentes en el cap. V.)
La secreción de los seis lóbulos glandulares no es idéntica.
La del lóbulo mediano (pequeño) es indudablemente distinta
de las demás, con carácter ácido manifiesto. Los esporozoitos
abundan casi siempre en las células de los lóbulos laterales; es-
casean en las del mediano.
Los esporozoitos son inoculados con el líquido segregado
por las glándulas salivales en el momento en que el Díptero
hematófago pica al hombre y á los animales. En los animales,
los esporozoitos de los parásitos del paludismo no se desarro-
llan: la especie se pierde. En el hombre, al penetrar los espo-
rozoitos en la sangre, multiplícanse muy probablemente en
- 551 —
forma algo distinta de la que averiguare en la esqnizogonia de
monontes de las generaciones sucesivas, pero de todos modos
invaden los hematíes y aumentan de número hasta que deter-
minan las primeras manifestaciones clínicas de la infección y
la fiebre. El período antedicho (período de incuhnción) es en
extremo variable, como demuestran los casos ex[)erimentales
de infección palúdica, reunidos en las páginas" 50S y 509.
Muy probablemente el período de incubación (reproducción
de los esporozoitos anfigónicos y primeras generaciones mo-
nogónicas) es de menor duración en los casos de parásitos
semilunares (Laverania).
5. En las glándulas salivales pueden encontrarse esporo-
zoitos en gran número aun después que el mosquito ha inocula-
do una y más veces el parásito al hombre. Con otras palabras,
y más claramente: si — producida artificialmente la infección
de un mosquito — al cabo de ocho, diez ó más días, cuando el
examen de los testigos puestos en iguales condiciones nos haya
demostrado que los esporozoitos se hallan en las glándulas sa-
livales, procuramos que pique á un vertebrado de sangre ca-
liente (perro, por ejemplo), y así sucesivamente dos y tres
veces, y por fin llevamos á cabo el examen de las glándulas
salivales del mismo mosquito, hallamos casi constantemente
cierta cantidad de esporozoitos en ellas, aun cuando haya pa-
sado mucho tiempo desde la infección del Díptero, desde el
desarrollo de los quistes anfiónticos productores de dichos es-
porozoitos.
Tres explicaciones se presentan para semejante hecho: 1.*,
podemos pensar que — eliminados los esporozoitos que ya se
encontraban en las glándulas salivales en el momento de la
última picadura — hayan penetrado luego en las células glan-
dulares nuevos esporozoitos, procedentes de quistes amfiónti-
cos maturados más tarde; 2.*, podemos admitir que con la pi-
cadura no se eliminen más que un número reducido de esporo-
zoitos, quedando para las sucesivas picaduras la mayoría de
los que se encuentran encerrados en las glándulas salivales;
3.*, por fin, podemos pensar que los esporozoitos se multipli-
quen, con nueva fase reproductiva, en las glándulas salivales.
- 552 —
Por cuanto pueda parecer extraño este hecho, sin embargo
debo insistir en ello, por muchas consideraciones. Ante todo^
la interpretación primera debe descartarse porque el fenómeno
se observa haciendo picar al mosquito en un período tan ade-
lantado desde su infección, que no admite duda sobre la per-
sistencia de quistes anfiónticos aun por madurar. La segunda
interpretación no es suficiente ni nos satisface, sobre todo
cuando se observa que los esporozoitos permanecen en las cé-
lulas de las glándulas salivales en número tan grande después
de repetidas picaduras, que no parece posible sin admitir su
multiplicación.
En efecto^ con detenidas observaciones lógrase sorprender
en los esporozoitos un fenómeno de bipartición, de división
cariosómiea seguida por la separación de dos mitades longitu-
dinales. Muy probablemente, los esporozoitos se dividen por
tanto longitudinalmente, del mismo modo y en la misma forma
que Schaudinn ha indicado como propia de los productos de
la generación esporogónica en los parásitos del género Haemo-
proteus y del género Haemamaeha (Spirochaete), que consti-
tuyen por sucesivas biparticiones pequeñísimos elementos con
aspecto de Irypanosoma y de Spirochaete.
No quiero con esto acercar la evolución de los parásitos del
paludismo á la que Fritz Schaudinn ha descrito como propia
de ciertas especies de Hoemoproteus (Trypanosoma 7ioctiiae),
y de Haemamaeha (Spirochaete Ziemanni) ; pero sí cabe afir-
mar que el parentesco indudable con estas formas halla com-
probación nueva en la existencia de semejante fase de multi-
plicación de los esporozoitos (amfigónicos).
6. Estoy en absoluto convencido de que los parásitos de la
Malaria humana no presentan otro ciclo de evolución que el
descrito, ni se desarrollan en otro ambiente que en la sangre
del hombre (fase monogónica ó asexuada) y en el organismo
del huésped invertebrado (fase anfigónica ó sexuada).
Claro está que la inoculación directa de sangre de palúdico
que contenga parásitos endoglobulares de la serie monogónica
puede reproducir la infección y el tipo febril, como demuestran
las observaciones reunidas en el estado de las páginas 508 y 509.
— 553 -
Sin embargo, trátase de un medio artificial de transmisión. Los
insectos hematófagos (hembras) son incapaces de transportar en
forma pasiva, puramente mecánica, el parásito de la sangre hu-
mana (fase monogónica) desde el hombre enfermo al hombre
sano, porque: 1,°, con su picadura no devuelven ni la menor
cantidad de alimento (sangre) precedentemente chupado, en
que pudiera contenerse aún intacto el parásito en los hematíes;
2.°, sus picaduras se averiguan siempre á cierta distancia la una
de la otra, es decir, con la interrupción de cierto período de
tiempo; período siempre suficiente para que la sangre introduci-
da en la primera se encuentre ya alterada, en plena hemolisis,
y por tanto los parásitos endoglobulares que pudiera contener
ya inertes é inactivos, en el momento de picar la segunda vez;
3.°, las mínimas cantidades de sangre que puedan quedar so-
bre la trompa y las piezas del aparato bucal en general, alté-
ranse a fortiori inmediatamente al contacto del aire, sécanse
y pierden en todo caso su vitalidad los parásitos endoglobula-
res que pudieran contener. No olvidemos que no se trata de
esquizomicetos: se trata de parásitos animales, que necesitan
condiciones de ambiente determinado, y cuya estructura celu-
lar sufre rápidas y mortales modificaciones bajo la influencia
de condiciones desfavorables.
Tan sólo el hallazgo de formas enqiiistadas (en el verdade-
ro sentido de esta palabra^ no ya de formas envueltas en mem-
brana adventicia, como es el caso de los anfiontes en el intes-
tino medio del mosquito), de formas resistentes, encerradas en
involucro quístico propio (como se encuentran en ciertos Ri-
zópodo?, y en otros grupos de los mismos Esporozoos), podría
hacernos sospechar la existencia de otro ciclo, de otra vía de
transmisión (por ejemplo la vía hídrica) del parásito de hom-
bre á hombre.
Por eso presentaron tan vivo interés los esporos negros, 6
cuerpos amarillo-parduscos. Desgraciadamente, todas las ob-
servaciones y experiencias llevadas á cabo en el sentido de
comprobar la significación biológica de semejantes formas, han
coincidido, en sus resultados negativos y en la demostración
de su carácter de involución degenerativa.
Hev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre, 1905. 37
- 554 -
En el estado actual de nuestros conocimientos , tenemos que
admitir que los parásitos del paludismo (Plasmodium vivax de
la fiebre terciana sencilla, Plasmodium malariae de la cuar-
tana, Laverania de las formas graves y tropicales) se transmi-
ten exclusivamente por la picadura de los mosquitos de la fa-
milia Anophelinae , en cuyo organismo tiene lugar un proceso
de generación sexuada, destinado á producir extraordinaria
cantidad de formas jóvenes (esporozoitos), para empezar — en
la sangre humana — una serie de generaciones monogónicas 6
asexuadas , que determinan los fenómenos patológicos caracte-
rísticos de la enfermedad, entre ellos el acceso febril (con es-
calofrío inicial), debido, según toda probabilidad, á los resi-
duos hemoglóbicos (pigmento melánico, etc.), y á los pro-
ductos del metabolismo del parásito, que se vierten en la san-
gre en el momento de la multiplicación esquizogónica (esporu-
lación).
CAPITULO X
Observaciones sobre epidemiología del paludismo en
RELACIÓN CON LOS MOSQUITOS DE LA SUB-FAMILIA Auoplie-
linae.
1. La distribución geográfica de la Malaria humana está
completamente de acuerdo con la distribución de los Dípteros
de la sub-familia Anophelinae. Todas las objeciones que en este
sentido se hayan hecho á la doctrina — establecida sobre fun-
damentos tan firmes — de la transmisión de los parásitos por
los mosquitos de la sub-familia Anophelinae , deben conside-
rarse como el fruto de observaciones deficientes, mal dirigidas
y erróneas. Así lo demuestran las investigaciones de Laveran,
que desde cinco ó seis años á esta parte viene reuniendo datos
de todas las colonias; las de Blanchard, que van de acuerdo
por completo con las precedentes; las de Theobald, James, Gi-
les, Goeldi, Luzt, Low, etc., estas últimas en América; las de
Grassi, Celli y sus discípulos, en Italia; las de Koch , Donitz y
otros, en las colonias alemanas; las mías personales, en España.
- 555 —
De estas últimas he dado cuenta en numerosas publicacio-
nes (1); Y los datos que allí se consignan están de acuerdo
con los resultados de los importantes estudios del Dr. Huer-
tas (2) y otros sobre el paludismo en Extremadura; confirman
las observaciones de Macdonald (3), y sucesivamente han sido
comprobados por cuantos se han ocupado seriamente de este
problema (4).
Claro está que la presencia de varias especies de la sub-fa-
milia Anophelmae no implica necesariamente la difusión de
la enfermedad ni mucho menos su carácter endémico en la
región.
Es en realidad absurdo creer de levantar una seria objeción
con afirmar que existen en muchos lugares mosquitos de la
sub-familia Anophelinae , sin que existan casos de paludismo
(i) Investigaciones y estudios sobre el paludismo en España
(publicados bajo la dirección del De. G-. Pittaluga, en ocasión
del XIV Congreso Internacional de Medicina). — Madrid Barcelo-
na , 1 tomo de 260 págs. con 6 láminas y 35 figs. , 1903.
El paludismo en Cataluña (Investigaciones sobre las formas pa-
rasitarias del paludismo endémico en la provincia de Barcelona),
por los Dres. D. Andrés Martínez Vargas y D. Gustavo Pitta-
luga. (Memoria laureada con el premio del Ayuntamiento de Bar-
celona en el IV Concurso de la Academia del Cuerpo Médico mu-
nicipal, 1903).
Sulla presenza e distrihuzione del genere Anopheles in alcune
regioni della penisola ibérica e suoi rapporti col parassita della
malaria umana. Nota del Dr. G. Pittaluga. (Rendiconti della
B. Accad. dei Lincei, Roma, 1903, 21 Giugno) y otras.
(2) El paludismo y su profilaxis en la provincia de Cáceres, por
los Dres. D. Fraxclsco Huertas y D. A. Mendoza (en el tomo
antes indicado: Investigaciones y estudios sobre el paludismo en
España, etc).
(3) La propagation du paludisme par les moustiques (avec une
note sur leur role á Ríotinto, sud d'Espagne^ par le Dr. Jean
Macdonald. (París, A. Maloine, ed. 1901).
(4) Véase tabién : Manual de Anatomía patológica y Bacteriolo-
gía por el Dr. S. Ramón y Cajal. (4.^ edición, notablemente co-
rregida y aumentada; Madiúd, M. Moya, ed. , IftOój, págs. 385, 337
y 388, donde se citan mis trabajos y se pone en justo relieve el
valor de mis investigaciones.
— 556 —
endémico. Las condiciones en que el mosquito debe encon-
trarse para que se desarrolle en su organismo la fase esporo-
gónica del parásito son tales, además, que ni siquiera la pre-
sencia transitoria de algunos casos de paludismo esporádico
importado puede considerarse como suficiente para determi-
nar la infección de los huéspedes invertebrados. Así es, pues,
que se explican con suficiente claridad aquellos casos en que —
existiendo mosquitos de la sub-famiiia Anophelinae, y habién-
dose im{)ortado los parásitos por personas enfermas de fiebres
palúdicas procedentes de otro lugar — no haya llegado, sin em-
bargo, á establecerse con carácter endémico ni transitoria-
mente epidémico la infección, por haber faltado el desarrollo
esporogóuico en el organismo de los huéspedes invertebrados.
Pero el caso inverso es bien frecuente.
Yo no he de detenerme en el examen de los datos epide-
miológicos comunicados durante estos últimos años por multi-
tud de observadores en distintas partes de los continentes eu-
ropeo, asiático, africano y americano. Sólo daré cuenta, en el
modo más breve que me sea posible, de lo que personalmente
he visto, y muy en particular de lo que á España se refiere.
2. Desde que el género Afiopheles fué repartido, por obra
de Theobald sobre todos, en varios géneros distintos ^ según
hemos indicado en precedente capítulo, la demostración expe-
rimental de las especies de la sub-familia Anophelinae, que pue-
den transmitir los parásitos del paludismo, se ha hecho más di-
fícil, lenta y complicada.
Muy probablemente, todas las especies de la sub-familia son
aptas para hospedar á dichos parásitos en su fase esporogóni-
ca, y por tanto transmiten la infección: en efecto, la sub-fa-
milia Anoyhelinae corresponde en su conjunto al antiguo gé-
nero Anop heles.
Sin embargo, hasta ahora ha sido demostrada experimen-
talmente ó por investigaciones morfológicas la transmisión de
los parásitos del paludismo en las especies que siguen:
Anopheles claviyer (sinón. macuUpennis).
Anopheles hifurcatus (Europa).
— 557 -
Myzomyia superpicta (sinón. Aiioph. superpidus).
Myxorhijnchus paludis (África).
Myxorhynchiis pseiidopictus (sin. Ati. pseiicL).
Myxomyia funesta (A. fiinesttis, A. Kamarsi).
Myxomyia Christophersi
Tir • 1' -r ■ Klndias).
Myxomyia ciUicifacies i
Nyssorhynchus Lutxii (Brasil).
Pyretóphorus costalis {A. costalis) África,
y en algunas más, aunque acerca de ellas no tengamos cono-
cimientos ni certidumbre suficiente^ como
Anopheles japonicus 6 jesoensis (Japón),
Anopheles Viticenti (Tonkín),
Myxorhynchus Constani (Madagascar).
3. Grassi ha demostrado en modo terminante que los mos-
quitos pertenecientes al antiguo género Culex , actualmente á
la sub-familia Culicinae ,r\o ejercen el papel de huéspedes del
parásito de la Malaria humana y no transmiten por tanto la in-
fección. El mismo Ross, que en sus primeras observaciones
había podido creer que las especies de Cidex (que hospedan
en su fase anfigónica al Proieosoma de los gorriones) hospe-
darían quizás indiferentemente también á los parásitos del pa-
ludismo humano, experimentó sucesivamente con la especie
C. fatigans (¿C. pipiens?) Wied., y vio que el ciclo anfigó-
nico del parásito de la terciana (Plasmodiiim vivax) no se
desarrollaba. Grassi experimentó con las especies Culex peni-
cillaris (común en España), Cidex pipiens (ídem), Culex ne-
morosus (ídem, Norte de España), Culex alhopunctatiis ,
C. pulchritarsis , C . Richiardii y C. annulatus (especies que
en parte han caído bajo distintos nombres genéricos por la
clasificación de Theobald), y obtuvo constantemente resulta-
dos negativos. Excluyó del mismo modo, y con experimentos
de comprobación, las especies Culex liortensis , Culex spathi-
palpis , Culex fasciatus (elegans) (este último correspondiente
á Stegomyia fasciata), y los géneros hematófagos Aedes , Si~
mulium, Ceratopogon, Phlebotomus.
— 558 -
4. ¿Existe alguna relación entre la distribución geográfica
de las distintas especies de la sub-familia Anophelinae y las
formas diferentes de parásitos que determinan la fiebre tercia-
na sencilla (Plasmodium vivax), la cuartana (Pl. malariae)
y la infección estío-otoñal ó maligna (Laverania malariae)?
Acerca de esta importante cuestión biológica y epidemioló-
gica no tenemos más datos que los siguientes:
I.*' Que Grassi y sus discípulos experimentaron con las
especies Anopheles claviger (sin. maculipennis) y Anopheles
hifurcatus , y vieron desarrollarse en las dos, indiferentemente,
los quistes anfiónticos, tanto del Plasmodium vivax (tercia-
na) como de Laverania (parásito semilunar). Los quistes an-
fiónticos de estas dos especies no presentan diferencias morfo-
lógicas de relieve: mas los parásitos de que procedían (de la
serie monogónica) eran indudablemente distintos.
2.° Que sin embargo, la distribución geográfica prepon-
derante del Anopheles claviger en las regiones donde domi-
nan los tipos de fiebre sencilla (tercianas benignas, cuarta-
nas), al mismo tiempo que las demás especies europeas Ayio-
píleles hifurcatus, Mi/zomyia superpicta y Myxorhynchus
pseudopictus, se encuentran más bien localizadas en comarcas
donde predominan las infecciones semilunares, sugiere el pen-
samiento que exista cierta correspondencia entre el huésped
invertebrado y la especie del parásito. En España también
semejante correspondencia se observa grosso modo. Pero si de-
tenidamente se analizan las circunstancias en que se efectúa
por lo general la transmisión del parásito entre los dos hués-
pedes alternantes, desde el hombre al mosquito y desde el
mosquito al hombre, se ve que en Europa, en España como en
Italia_, la infección humana procede casi siempre — en cual-
quier región y cualquiera que sea el tipo de fiebre — de la es-
pecie Anopheles claviger , que es la que en modo caracterís-
tico y constante acompaña al hombre y vive en los lugares per
él habitados.
En el estado actual de nuestros conocimientos^ y por lo que
he visto, yo creo que realmente debe haber cierta afinidad en-
tre determinada especie de huésped (dentro de la familia Ano-
- 559 —
phelinae) y determinada especie de parásito, sin que esto im-
pida que las diferentes formas parasitarias puedan desarrollar-
se en su fase esporogónica en las demás especies de la misma
familia de Culícidos.
Daniels admite que la especie del huésped pueda determi-
nar alguna variación en los caracteres biológicos y quizás, por
tanto, en la virulencia de los parásitos, productos de la gene-
ración esporogónica (sexuada), y destinados á la inoculación en
el hombre. Esto es sumamente dudoso.
No puede negarse importancia al hecho que Anopheles eos-
talis (Pyretóphorus) y Anopheles funestus ( Myxomyia),
abundantísimos en las costas de África y en toda la zona tro-
pical, son los transmisores de aquellos parásitos que producen
las gravísimas formas de infecciones perniciosas, de malaria
tropical , cuyo estudio clínico y epidemiológico ha sido lleva-
do á cabo por Koch, Plehn, Ziemann, Ross, Dutton, Todd,
James, etc., y que, al mismo tiempo que esas especies de
Anophelinae uo se encuentran en Europa, esté tan caracteri-
zada la epidemiología local del paludismo en los trópicos por
las formas parasitarias correspondientes á las manifestaciones
clínicas antedichas.
Y, sin embargo , debe considerarse el hecho más bien como
el efecto de una adaptación de la especie parasitaria á las con-
diciones del clima (temperatura) que á las propias del hués-
ped invertebrado. Las formas de Laverania exigen, al pare-
cer, temperaturas más elevadas para su desarrollo anfigónico;
y el huésped invertebrado — Díptero, y por tanto heteroter-
mo — sufre el influjo directo de la temperatura del ambiente.
5. Los parásitos del paludismo humano, en todas sus espe-
cies , necesitan de cierta temperatura para que en el organismo
del huésped invertebrado pueda tener lugar el primer acto del
desarrollo anfigónico: la cópula (fecundación). El límite míni-
mo de esta temperatura puede fijarse en los 17°-18° centígra-
dos (Terciana: Plasmodium vivax). Desde el momento en que
el ooquineto ha penetrado en la mucosa intestinal y se ha fija-
do en la túnica elástico-muscular, para dar principio á su des
arrollo esporogónico (quiste anfióntico), semejantes condicio-
— 560 -
nes de temperatura — al parecer — no son ya necesarias. Lo
cual se comprende en parte, teniendo en cuenta la adaptación
definitiva de la forma sexuada, su localización y el hecho de
quedar encerrada en una membrana adventicia. Pero mientras
el ooquineto , esto es , la célula que representa el producto de
la fecundación del macrogameto por el microgameto, conser-
ve su carácter de movilidad y no haya logrado fijarse en su si-
tio de elección, la temperatura indicada (mínima) es necesa-
ria. Sin ella, el quiste anfióntico no se desarrolla.
Lo dicho vale, en general, para todas las especies: Plasmo-
dium vivax, Plasmodíum malariae y Laverania.
En los períodos sucesivos, las bajas de la temperatura influ-
yen en modo notable sobre el tiempo de desarrollo del quiste
anfióntico y la producción de los esporozoitos.
Pero, sin embargo, cuando se trate de amfiontes proceden-
tes de Plasmodíum, las bajas, también las de muchos gra-
dos,— hasta 9° centígr. — (observadas durante dos noches)
no impiden el desarrollo ulterior; los quistes anfiónticos retra-
san extraordinariamente la época de su maturación: sin duda
en condiciones naturales — con mosquitos libres — correrían
el riesgo de perderse por la muerte del huésped; pero, el
hecho es cierto: cuando ya el quiste anfióntico está desarrollán-
dose en la submucosa, resiste bajas muy considerables de la
temperatura.
A pesar de esto, sólo con la temperatura de 22°-25° centí-
grados, el desarrollo puede llamarse regular: y con 30° ó más
centígrados, el desarrollo llega á su término (formación de es-
porozoitos libres) en siete días.
Indudablemente, los anfiontes de Laverania malariae nece-
sitan una media térmica mayor de la que es suficiente para el
desarrollo de los de Plasmoditim.'^ Lo cual explica en gran
parte la predominante difusión de los parásitos semilunares
(Laverania) en las regiones tropicales. Mas á este propósito
añadiré que en mi entender, la temperatura ambiente influye
considerablemente también por otro camino sobre el desarrollo
de la fase esporogónica de Laverania y su difusión. En efecto»
en climas templados ó fríos, la vida media de los mosquitos
— 561 —
(hembras) es de menor duración. A consecuencia de esto, si
los quistes anfiónticos no llegan pronto á maturación y no de-
jan libres los esporozoitos, van irremisiblemente perdidos, pues
con la muerte del huésped perecen ellos también. Entretanto
sucede que precisamente en esas regiones de clima templado
el anfionte necesita un tiempo mucho mayor para llegar al tér-
mino de su desarrollo. Aquí tenemos, por tanto, explicada una
de las razones por la cual en países fríos (nórdicos) son escasas
las fiebres intermitentes y sobre todo las infecciones ^ov Lave-
rafiia.
Y lo que se ha dicho acerca de la temperatura y de su in-
fluencia sobre el desarrollo de la fase esporogónica de los pa-
rásitos, explica también — en parte — las relaciones que existen
entre las estaciones del año y la epidemiología del paludismo.
Por lo demás , la doctrina etiológica que admite la transmi-
sión de los parásitos del Paludismo por los mosquitos, está en
completo acuerdo con todos los hechos, condiciones y circuns-
tancias que los estudios epidemiológicos habían puesto de re-
lieve desde largo tiempo, y que constituyen lo que se llama el
ambiente palustre.
Teniendo en cuenta los momentos más importantes del ciclo
evolutivo del parásito de la malaria humana y las condiciones
en que se efectúa su desarrollo; considerando por otra parte
las condiciones en que viven, se reproducen y acompañan al
hombre las hembras hematófagas de la subfamilia Anophelinae,
huéspedes de la fase anfigónica del parásito; se imponen al
criterio práctico del higienista ciertas medidas profilácticas,
que si pudieran aplicarse con absoluta exactitud, deberían pro-
porcionar inmejorables resultados.
Desgraciadamente, los ejemplos dados por Grassi en Alba-
nella y Ostia (1901), por Celli en La Cervelletta (Roma), por
Pressat en Ismailia, por Koch en Brioni, quedarán completa-
mente estériles mientras las públicas Administraciones y los
Gobiernos no se interesen seriamente de semejantes cuestiones
y no tomen por fundamento imprescindible de sus disposicio-
nes las enseñanzas que se desprenden de los estudios cientí-
ficos.
- 562
bibliografía
Una lista completa de las publicaciones que han visto la luz du-
rante estos últimos años acerca de los parásitos del Paludismo
humano y de su transmisión es tarea imposible y quizás inútil.
Las siguientes Monografías , fundamentales para el estudio de
esta cuestión, comprenden cada una además una Bibliografía ex-
tensa, donde se encuentran todas las indicaciones necesarias.
Blanchard Rafael. -Les moustiques, histoire naturelle et me-
dícale. París, Rudeval, 1904-1905.
EwiNa. — Contribution to the pathol. anath. of Malarial fever.
(Con 2 lám.)
The Journal of Experiment. Medie — Febrero 1902, etc.
Geassi B. — Studí di uno zoólogo sulla Malaria. (R. Accad. dei
Lincei, Roma , 1 tomo con 6 lám. , 1901, 2.^ ed.)
Laveran.— Traite des fiévres palustres. O. Doin, 1890.
Marchiafava e Bignami. — Lainfezione malárica. Roma, Vallar-
di , 1902.
Manson P. — Tropical diseases 'loe. cit.), 1903.
Mannaberg.— Die Malariakrankheiten. Wien. in 8.°, de 453 pág.
con 4 lám.
De. Press at. — Le paludismo et les moustiques (Masson et C, edit.,
París, 1905), con 8 figs. y 11 láms.
RoiiANOWSKY. — Zur Frage d. Parasit. u. Therap. d. Malaria, Pe-
tersb. Medie. Woch. 1891.
RugeReixhold,— Einführungin das Studium der Malariakrank-
heiten mit besonderer Berúcksichtigung der Techuik.
(Con 2 lám. microfotogr. y 1 litogr.). Jena. Fischer, 1901.
SCHAUDiXN. — Studien über krankheitserregende Protozoen, II.
Plasmodium vivax. (Arb. d. k. Gesundheitsamte, 1903,
XIX, p. 169).
Théobald V. F. — Monograph of Culicidae. Londres, British Mu-
seum, 3 tomos, 1901, 1904, con 1 atlas.
CAPITULO XI
TRIPANOSOMAS Y MOSCAS TSÉ-TSÉ
^ ^ A
1. Ya en los primeros años de la segunda mitad del si-
glo XIX, los exploradores del centro de África, y sobre todos
— 563 -
Livingstone (1857), habían observado las estrechas relaciones
existentes entre las moscas llamadas Tsé-tsé y las graves en-
¿Cc/rrua.tic
litryuíc-
TsrPÁA''OSOMA dd RcUtrrcfílAviill
TarPA.VOJOHA ./< ¿a- '^icti¿[3rwí¿\
Fig. 71. — Aspectos de Trypancsoma lewisi y de Tripanosoma brucei (de la Nagana). — For-
mas sucesivas de bipartición en este último (según E. Martini'í. | Aum. )•
\ iSoo /
fermedades epidémicas del ganado, que diezmábanlas reses y
las caballerías de la expedición.
— 564 -
Sin embargo, pertenece á Bruce (1895) el mérito de h-aber
determinado — aunque no de una manera definitiva — el papel
de estos Dípteros en la transmisión de la Nagana.
La Nagana es una enfermedad endémica, propia del caba-
llo, asno, buey, muía [y al parecer de otros animales domésti-
cos, si bien es muy dudoso que se trate del mismo agente pa-
tógeno]^ producida por un protozoario parásito de la sangre,
del género Trypanosoma.
Son igualmente debidas á Tripanosomas la « Surra » , la « Du-
rina » , la « Galziekte » , el « Mal de caderas » , en los mamífe-
ros domésticos; y en el hombre una enfermedad especial, pe-
culiar de los trópicos, caracterizada por una primera fase agu-
da, febril (Fiebre del Gambia) y un segundo período designa-
do con el nombre de « Enfermedad del sueño » .
En una Memoria recientemente publicada (Abril, 1905) en
la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales, yo he intentado resumir los actuales co-
nocimientos sobre las especies de Tripanosomas descritas hasta
ahora, sus caracteres morfológicos y su significación biológi-
ca. Esto me dispensa de volver en la presente ocasión á ocu-
parme del asunto.
Los Tripanosomas fueron encontrados y descritos la primera
vez, como parásitos de mamíferos, por Lewis, en 1878 (Cal-
cuta), en la sangre de Mus deeumanus (ratas) y Mus rufes-
cens (29 por 100 infect.) (Trypanosoma Lewisi.)
En 1880, Evans, Inspector veterinario del ejército inglés en
las Indias , publicó una extensa Memoria sobre una enferme-
dad de los caballos, llamada Surra, caracterizada por la pre-
sencia de parásitos flagelados en la sangre periférica y en los
órganos. Steel en 1885 comunicó detalles sobre estas formas pa-
rasitarias, que llamó Spirocknete Evansi , nombre más tarde
cambiado por el de Trypanosoma Evansi.
En 1895 Bruce reconoció los Tripanosomas en la sangre de
los mamíferos domésticos enfermos de Nagana (África). Los
estudios posteriores de Plimmer y Bradford determinaron los
caracteres específicos de los Tripanosomas de la Nagana^ cons-
tituyéndose la nueva especie: Trypanosoma Brucei , que el
— 565 —
mismo Bruce demostró ser transmitido por las moscas Tsé-tsé
(véase la adjunta fig. 71),
Irypanosoma equiperdum , agente patógeno de la «Duri-
na», y Trypanosoma eqidnum 6 Tr. elmassiani, del «Mal de
Caderas», fueron descubiertos lespectivamente en 1896 por
Rouget y Chauvrat, el primero (pero determinado sólo por
Schneider y Buffard en 1899), y en 1901 por Elmassian
(Ascensión). "^
La «Surra» (Evans, 1880), la «Nagana» (Bruce, 1895),
la «Durina» y el «Mal de Caderas» deben considerarse, por
tanto, como cuatro enfermedades distintas, causadas por es-
pecies de Tripanosomas igualmente distintas.
La «Nagana» y quizás también la «Surra» parecen trans-
mitirse por inoculación del parásito por medio de dípteros he-
matófagos, que — en lo tocante á la enfermedad africana [Na-
gana] — son representados por las moscas del género Glossina
( moscas Tsé- tsé) .
Una epizootia característica de los bueyes del Transwaal,
descrita por Thayler, con el nombre de «Galziekte», produci-
da por un parásito parecido (Trypanosoma Theüej'i) , parece
transmitirse por los dípteros hematófagos de la familia Hippo-
boscidae ( Hippobosca rufipes; H. macúlala).
2. En 1901, el Dr. Forde observó el primer caso de Tri-
panosomiasis del hombre: caso cuyo diagnóstico parasitológico
débese á Everett Dutton.
Tratábase de un inglés de cuarenta y dos años de edad, sin
precedentes anamnésticos importantes, empleado desde seis
años como conductor de un buque sobre el río Gambia (Áfri-
ca occidental), que cayó enfermo con fiebre en los primeros
días de Mayo de 1901. Durante los primeros tiempos de la
enfermedad, ésta fué tratada como infección palúdica, con
quinina. El Dr. Forde hizo, después de algunas semanas, el
examen de la sangre, y no encontró los parásitos del paludis-
mo en ninguna de sus formas, sino ciertos cuerpécitos fusifor-
mes, flagelados, que en preparaciones directas, frescas, pare-
cían dotados de movimientos activísimos en el plasma. Obser-
vaciones sucesivas confirmaron este resultado. Algunos meses
- 566 -
más tarde, E. Dutton vio al enfermo en el Hospital de Bat-
hurst (Gambia), reconoció y describió los parásitos como Tri-
panosomas y les dio el nombre específico de Jrypanosoma
gamhiense.
Patrick Manson comprobó las precedentes observaciones,
estudió personalmente, junto con el Dr. Daniels (Londres) un
nuevo caso de Tripanosomiasis humana, caracterizada clíni-
camente por los mismos síntomas agudos (fiebre, exantemas,
epistaxis, edemas, debilidad general; tumefacción esplénica);
y proporcionó nuevos detalles acerca de la estructura del pa-
rásito.
Mas en el año 1903, Castellani (actualmente Catedrático de
Bacteriología y Parasitología en la Escuela de Colombo, Cey-
lán) descubrió también en la sangre y en el líquido céfalo-ra-
quídeo de individuos atacados por la llamada « enfermedad del
sueño», un Tripanosoma, que consideró como agente produc-
tor de dicha enfermedad y cuyos caracteres biológicos, pare-
cían, por tanto, distintos, así como también algunos caracte-
res morfológicos, de los propios del Trypanosoma gambieti&e
(Dutton).
Ejemplares de la nueva especie fueron presentados por sir
Patrick Manson en la YII Sección (Medicina colonial) del
Congreso internacional de Higiene en Bruxelles (Septiem-
bre, 1903), con las propias preparaciones del Dr. Castellani; y
allí tuve personalmente ocasión de observarlos.
Castellani había llamado Trypanosoma ugandense á la nue-
va especie (mejor dicho, á las formas halladas en enfermos de
«enfermedad del sueño» en Uganda, y que creía de especie
distinta). Kruse propuso el nombre de Trypanosoma Caste-
llani.
Poco después, Brumpt, auxiliar del Dr. Blanchard, encar-
gado de una misión científica en el Congo, comunicaba nuevos
é importantísimos datos sobre la estructura de estos parásitos,
su difusión y probable transmisión por dípteros hematófagos
del género Glossina.
3. Entonces tuvo origen la duda de si la enfermedad febril,
aguda, observada por Forde, Dutton, Manson, etc., y el Try-
- 567 -
pmiosoyyia gamhiense , que se consideraba como su causa, de-
bieran conceptuarse distintos, respectivamente, déla enferme-
dad del sueño y del Trypanosoma Castellani; 6 bien si aqué-
lla no representaría más que un primer período inicial, un es-
tado agudo transitorio, al cabo del cual, y en determinadas
circunstancias, llegarían los enfermos á manifestar el cuadro
clínico de la enfermedad del sueño.
En efecto; ulteriores observaciones (de Manson, Dutton^
M. Adams, Sambon , Brumpt, Caunac, Günter y Weber, \Y.
Renner, Krueger, Bianchard) comprobaron que los dos síndro-
mes constituyen en realidad una sola enfermedad; y que Try-
panosoma iigandense [6 Ir. Castellatii) áehe identificarse con
la especie descrita por Dutton con el nombre de Trypanoso-
ma gambiense.
En sus publicaciones sobre etiología y patogenia de la en-
fermedad del sueño, estudiada en los negros de Uganda, el
Dr. Castellani nos ha proporcionado detalles de estructura de
ciertas formas de desarrollo encontradas en la sangre y en el
líquido céfalo-raquídeo. Todas ellas son formas de división di-
recta, por bipartición ó pluripartición, según el tipo de la mul-
tiplicación monogónica característico de los Trypanosomas en
general, y que puede estudiarse en el Trypanosoma Lewisi,
parásito de la sangre de las ratas comunes (Mus decumanus).
(Una breve Monografía, pero de gran interés, ha sido publi-
cada— con excelentes láminas de Zettnow — en «Festschrift
zum sechzigsten Geburtstage von R. Koch» en 1903, por el
Dr. Erich Martini. La obra reciente (1904) de Laveran y
Mesnil proporciona igualmente multitud de datos de investi-
gación morfológica y experimental.)
Trypanosoma gambiense difiere muy poco — en las formas
actualmente conocidas — de las demás especies de Tripanoso-
mas de los mamíferos — si se exceptúan Trypanosoma Theileri
por un lado, Trypanosoma equiperdum por otro, que consti-
tuyen dos tipos aparte.
En los detalles de estructura — posición del blefaroplasto,
distancia del blefaroplasto de la extremidad anterior, situación
del núcleo respecto del blefaroplasto y de la membrana ondú-
- 568 -
Jante, dimensiones relativas del flagelo y otros — encuéntranse,
desde luego, car.icteres específicos, sobre los cuales no insisto
[naás importante parece ser el carácter de la vacuola, que in-
mediatamente sigue al blefaroplasto, y que se observa con fre-
cuencia en las formas adultas circulantes en la sangre, como
en las formas esquizogónicas (de bipartición)].
Castellani ha descrito además en el líquido céfalo-raquídeo
(extraído por punción lumbar) pequeñas formas amiboideas,
con aspecto de Herpetomonas, es decir, en la fase de flagelo
anterior, preblefaroplástico, que no han sido encontradas por
los demás investigadores.
Lo cierto.es, que de éste, como de los demás Tripanosomas
patógenos, desconocemos en absoluto cuanto se refiere á una
fase anfigónica, á una reproducción sexuada.
4. La transmisión de los Tripanosomas patógenos de la
«Nagana» por los Dípteros hematófagos del género Olossina,
establecida por las investigaciones de Bruce y confirmada y
comprobada por las sucesivas, debe ocurrir sin ningún género
de duda á consecuencia de un proceso de reproducción espo-
rogónica, de una serie de transformaciones sucesivas á la fe-
cundación de elementos femeninos por elementos masculinos;
y la misma transmisión del Tripanosoma de la Nagana debía
hacer pensar en la probabilidad de un círculo evolutivo en
huéspedes invertebrados, muy semejantes, por lo que toca al
Trypanosoma gamMense (sin. T. ugandense).
Sin embargo, hasta ahora fáltanos todo conocimiento exacto,
debido á investigaciones morfológicas consecutivas á la infec-
ción experimental, y que nos proporcione la prueba definitiva
acerca del papel que ejercen los dípteros del género Glossina
en la transmisión de Trypanosoma Brucei y de Trypanosoma
gambiense.
Las experiencias de Bruce ^ Nabarro y Greig^ publicadas
en Agosto y Noviembre 1903, demuestran, desde luego, que
los Tripanosomas de la enfermedad del sueño pueden trans-
mitirse por medio de la picadura de Glossina jjalpalis del
hombre enfermo á hombres y á monos cercopitecos: esto sig-
nifica que los Tripanosomas antedichos, introducidos en el or-
— 569 —
ganismo del díptero hematófago por la picadura, son expul-
sados por nuevas picaduras; y son expulsados, sin duda, en
forma nueva, después de haberse transformado en el huésped
invertebrado por un proceso semejante al de los parásitos en-
doglobulares del hombre y de los vertebrados , transmitidos
por los Culícidos.
Igualmente, las experiencias de Bruce habían demostrado
con anterioridad, que Trypanosoma Briicei se transmite por
la picadura de Glossina morsitans principalmente, sin que se
pudiera excluir la intervención de las demás especies del gé-
nero Olossina; y la inoculación del parásito, después de haber
sido chupado por los dípteros en la sangre de un mamífero en-
fermo, reproduce la enfermedad en el mamífero sano.
Las epizootias de Nagana en África (quizás también las de
Surra en India y otras regiones) explícanse muy bien por la
difusión que los dípteros hematófagos del género Glossina (en
el caso de la Surra debe admitirse que se trate de un género
distinto, pues el género Glossina parece exclusivo del conti-
nente africano) hacen del agente patógeno. La distribución
geográfica del género Glossina coincide, por lo que sabemos,
con la de la Nagana y en parte (Glossina palpaUs) con la de
la Tripanosomiasis humana.
Y sin embargo, mientras no se conozcan las fases sucesivas
de desarrollo del parásito (Trypajiosoma) en'el organismo del
huésped invertebrado; el tiempo preciso para que se lleve á
cabo la generación amfigónica — que sin duda debe existir y
ocurrir en ese ambiente — ; las condiciones en que se produce
y desenvuelve, no alcanzaremos la interpretación exacta de to-
dos los fenómenos epidemiológicos, por lo general muy com-
plicados^ que se refieren á la infección por Trypanosoma
gambiense en el hombre, por Trypanosoma Brucei en el ga-
nado.
5. Los dípteros del género Glossina pertenecen á la ía.m\-
\\2i Muscidae [Calyptratae]: son por tanto muy cercanos á las
moscas comunes , y en la misma agrupación se comprenden
los géneros Stomoxys (de que hemos hablado á propósito del
ciclo evolutivo y transmisión de Filaría labiatopapillosa) y
Ebv. Acad. Ciencias. -III.— Diciembre, 1905. 3S
— 570 -
Haematohia ( Haematohia stimulans, H. serrata) , Lyperosia
(L. minuta, Bezzi: L. irritans) y Beccarimyia.
Sin embargo, como advierte Austen, tomando en cuenta
ciertos detalles de estructura, en particular la forma de los
genitales del ¡J" y otros, el género Glossina debería constituir
-B
A.
Flg. 72. — A , Ninfa ó Pupa de la mosca Tsé-tsé ( Glossina morsiians ) , vista por la parte
dorsal (superior); a, extremidad anterior; aum. ■ — . — B . Aspecto y conformación de
la extremidad anterior ( a en A ) . por donde sale el insecto perfecto después de forma-
do (X S) (según Austen).
una agrupación aparte. Además, Bruce ha puesto de manifiesto
un dato muy importante, que aproxima en modo especial estos
dípteros á los del sub-orden Papipara (Hippoboscidae, etc.);
en efecto, las hembras de Glossina son vivíparas; ponen di-
rectamente larvas que se transforman en ninfas al cabo de po-
cas horas (fig. 72).
El nombre de Tsé-tsé no es el único que las poblaciones in-
dígenas africanas dan á las moscas del género Glossina. Tsé-tsé
es la voz propia del pueblo Bantu: mas Stanley refiere que el
pueblo de Unyambezi (centro de África) las Wama jJanga; así,
en Mashonaland, las designan con el nombre de impugan ; en
Togo, de adjüe; en "Wagalla, de huñgo; en Gondekoro, de mau.
¿Corresponden real y exclusivamente estas palabras, en su
significación vulgar, á las especies del género Glossina? Es
muy dudoso, y desde luego habrá que desconfiar de toda de-
— 571 -
ducción de carácter epidemiológico que quiera hacerse sobre
la base de indicaciones tan vagas é inciertas.
,73, — Cabeza de Glossina morsitans r^ I aum. — J-
Fíg
6. El gen. Glossina está constituido por moscas de dimen-
siones entre 8-12 milímetros, de color obscuro, con trompa muy
larga, palpos igualmente largos; la base de la trompa constitu-
ye una expansión (bulbo) característica.
Comprende las siguientes especies:
Glossina palpalis (lám. IX).
(con una variedad: varietas tachinoides Vi" estwooá).
(Sinónimo Glossina longipalpis).
[Color pardo-amarillo; tórax gris-pardo, con manchas mo-
radas sobre el fondo gris; reflejos azules. Abdomen
con líneas medianas longitudinales, pálidas y peque-
ñas manchas laterales triangulares; patas fulvo-ama-
rillentas].
Esta especie se encuentra con gran abundancia en la parte
occidental de África. Igualmente encuéntrase en Zambesi (re-
presentada por la variedad tachidoides ) . Sin embargo, 01. pal-
palis no se encuentra sola en el occidente de África: hállanse —
con menos frecuencia — en las mismas regiones, la Glossina
— 572 —
pallicera, la fusca, la longipalpis y la morsitans. Austen ob-
servó la 01. imlpalis como Díptero comunísimo en Sierra Leo-
na durante Agosto y Septiembre (1899). Parece que sigúelos
ríos, y de todos modos se encuentra con gran frecuencia en
proximidad de las aguas, estancadas ó corrientes. Eminente-
u
s
%-i
FIfl. 74. — Antena (izq.) de Glossina pallidipes {rf)f vista por el lado interior
I aum. — — I. S, abertura de un órgano de sentido (¿olfatorio?).
mente hematófaga, pica al hombre con gran insistencia (pro-
bablemente son hematófagos los dos sexos).
Un ejemplar ((j^) de esta especie, exactamente representado
en la fig. 75 de la lám. IX, recogido en Sierra Leona (costa occi-
dental de África), me fué entregado con extrema amabilidad —
que agradezco — por un comerciante alemán (D. Wilhelm Ma-
IX
— 573 -
yer) que volvía á su país, y con el cual me encontré en las
islas Canarias (Julio 1906) (1).
Glossina pallicera (de 8 á 8 ^'o milímetros; alas de 8 mi-
límetros; color obscuro; tórax gris, con líneas confluen-
tes azuladas; antenas ful vas naranjadas; abdomen in-
maculado: solamente presenta una pequeña mancha
triangular, mediana, estrecha, pálida, amarillenta so-
bre el 2.° segmento, y pequeñas manchas laterales,
triangulares, cerúleas-amarillentas, del 3.° al 6.° seg-
ÍÍSÍBSSCS»
^--f'-ffe--^
'S.^^f^^
t^-\^:
^^r.
-.^(j^--*te^^
'i--.
B
Flg. 76. — Aspecto de la mosca Tsé-tsé (Glossina morsitans 9).
A. Antes de haber chupado sangre del vertebrado (mamífero).
B. Con el abdomen abultado, lleno de sangre (según Austen).
mentó; patas fulvas, amarillo-rojizas; tarsos con extre-
midades obscuras).
(No se conoce su exacta distribución geográfica.)
(1) La misma especie se halla representada en una lám. de la
monografía de Austen.
— 574 -
Olossina morsitans (de 7 ^/s á 9 ^/g milímetros; alas de
7 á 9 milímetros; tórax gris, más pálido anteriormente,
con manchas longitudinales obscuras; abdomen entre
gris y amarillo-ocráceo; segmentos 3.*' -6.° con líneas
pardo- obscuras, interrumpidas en su mitad, llegando
tan sólo á cubrir los ^/^ de cada segmento).
(Capetown, Transwaal, Rhodesia, África oriental y
central, etc.) •
Glossina pallidipes (8-10 milímetros; alas de 8^4-974
milímetros; parecida á Gl. morsitans; solamente se
distingue por tener los tarsos med, enteramente ama-
rillos, líneas abdominales, por lo general, más obscuras,
acercadas al margen posterior de cada segmento).
(Mashonaland, Uganda, África central.)
Glossina longipalpis (9-10 milímetros; alas de 8-9^/^
milímetros; tórax gris aceitunado, con reflejos violá-
ceos, morados; con manchas pardo -obscuras, dispues-
tas longitudinalmente; abdomen fulvo, amarillo -ocrá-
ceo, con líneas obscuras en los segmentos).
(Guinea- Zambesi . )
Glossina fusca (11-12 milímetros; alas de 13 milímetros;
tórax gris obscuro, con líneas estrechas más obscuras,
dispuesta longitudinalmente á los lados; abdomen obs-
curo; el primer segmento más claro; margen posterior
de cada segmento más pálido; trompa con bulbo ama-
rillento; tibias poster. á veces con anillo obscuro evi-
dente; alas amarillas ó pardo -amarillas.
(Nigeria, Costa de Oro, etc.)
Glossina longipennis (10 ^/2-ll V2 milímetros; tórax
amarillento sucio, con líneas estrechas longitudinales á
los dos lados de la línea mediana dorsal; cuatro man-
chas ovoideas pardo-obscuras, unidas formando la figu-
ra de un paralelogramo; abdomen fulvo, amarillo-ocrá-
ceo; pelos amarillos-dorados á la base del 2.° segmento
abdominal; estemas pardo-obscuras; bulbo de la trompa
amarillo-cromo, con una extremidad pardo-rojiza.
(Norte y parte oriental de Africa-Somalia-Uganda.)
- 575 -
La transmisión de Tnjpanosoma Theileri por los Dípteros
del gen. Hippobosca merece con6rmacidn.
Ziemann sostiene, en reciente comunicación, que existe en
Cameroon (Camarones) una enfermedad de los mamíferos cuyo
agente productor es un parásito de la sangre distinto, aunque
algo parecido, del Trypanosoma Briicei, y que llama Trypa-
nosoyna viiax. Esta enfermedad, diferente de la Nagana, afec-
ta al Bos hrachy ceros , al Cephalophus melanorhenus y otras
especies.
Ziemann piensa que la transmisión de este parásito debe
efectuarse por medio de los Dípteros del gen. «Chrysops» y
precisamente del Chrysops dimidiatus.
bibliografía
AuSTEN (Ernest Edwards). — A monograplí of the Tsé-tsé-flies
(genus Glossina WestAvood) , based on the collection in the
British Museum.
Londres, 1903 (1 tomo de 320 págs., con 9 láminas y IB
figs. en el texto).
(Esta Monografía, sin que pueda considerarse como defi-
nitiva ni completa, constituye sin embargo el estudio más
acabado que haya visto la luz hasta la fecha, acerca de los
dípteros del gen. Glossina. Comprende los siguientes capí-
tulos: I. The Bionomies of Tsé-tsé-flies (Descripción, Bio-
logía. Costumbres y distribución geográfica del gen. Glos-
sina).— II. Historical Survey (Consideraciones históricas),
desde págs, 31 á 53.— III. Systematic position of the Genus
(Posición sistemática del género), págs. 53 á 60. — IV. Syste-
matic description of the genus Glossina and its species,
with Notes on their Distribution and habits., p. 60 á 105. —
V. The Mouth parts of Glossina and Stomoxys (By. Dr. H.
J. Hansen). (Las partes bucales de los gen. Glossina y Sto-
moxys), por el Dr. H. J. Hansen, de p. 105 á 121.— VI. Bi-
bliografía (de p. 121 á 253). — VIL Apéndices (comprenden:
1. Un extracto del primer informe del Cor. Bruce sobre la
enfermedad de la mosca Tsé-tsé. 2. Una nota sobre la mos-
ca Tsé-tsé en el Protectorado inglés del África Central, por
el cap. Richard Craushay. 3. Cartas de varias personas,
viajeros, exploradores, etc., sobre la supuesta relación en-
tre la mosca Tsé-tsé y el Bubalus caffer Sparmann en Afri-
- 576 —
ca. 4. Relaciones de métodos adoptados desde largo tiempo
por las tribus indígenas para la protección de los animales
domésticos contra los ataques de la mosca Tsé-tsé. Se refie-
ren también los nombres locales de la mosca Tsé-tsé (v. an-
tes). 5. Distribución geográfica de la Nagana , etc., etc.
Andersson C. J. — Lf»ke Ngami, or Exploration and Discoverys,
etcétera, (Relación de un viaje en el África meridional).
Londres, 185G, Hurst &. Blackett edit.
' (Cap. XXXVII, págs. 488-491, babla el A. de la mosca
Tsé-tsé (especie Glossina morsitans Westir), y describe
sus costumbres, etc., 1854-55).
African (The) Insect Scourge. — The Tsé-tsé-flies.
(The Journal of applied Sciencie, vol. X, Mayo 1879,
págs. 74-75).
Balfour a.— Nagana and Tsé-tsé (Brit. med. journ, 26 Nov. 1904).
Bruce, Nabarro y Greig. — (Informe sobre la enfermedad del
sueño) , Brit. med. journ, 30 Abr. 1904.
Bruce Y Nabarro. — Sobre la enfermedad del sueño en üganda.
( Proceedings of the Royal Soc. Nov. 1903).
Brumpt. — (Comunicaciones hechas por Blanchard, en Bull. Acad,
e Méd. 3.» serie, 29 Oct. 1901 y C. R. S. Biol.'23 Abril 1904.
Broden. — ('SmZZ. Soc. études coloniales, Febrero 1903 y Febrero
1904).
Bracy Clark.— The Tse-tse of África identified with «Oestrus bo-
vis» (The Zoologist, vol. XV, p. 5.720-21, 1857).
(Trátase de una breve Nota en la que se sostiene el erró-
neo concepto de la identidad específica y genérica de la Tsé-
tsé con el Oestrus (Hyjyoderma) bovis europeo).
Baines Thomas. — The gold Regions of South Eeastern África,
Londres, Edw. Stanford, ed., 1877.
(Contiene interesantes datos acerca de la mosca Tsé-tsé en
el África oriental, y describe (pág. 151-154), los síntomas de
la enfermedad producida por sus picaduras en los caballos
y asnos).
Bartle Frere (G. C. B. , G. C. S. I. , etc.). — On températe south-
Africa.
{Proceedings of the Royal Geographical Soc. and Monthly
Record of Geography, v. III , 1881).
(Relación de algunas observaciones personales y propues-
tas para disminuir y precaver los daños que producía la
mosca Tsé-tsé en el ganado , constituyendo un gran peligro
para la colonización del Este de África. Discusión en la So-
ciedad geográfica de Londres, 1880).
Bradshaw (Dr. B. F.).— The Tsé-tsé-Fly.
— 577 -
(The Transactions ofthe South African Philosophicál So-
ciety, V. II, parte 1.^, p. 51-55, 1881).
BiGOT (I. M. J}. — Genre Glossina.
(Annales de la Société entomologique de France, 6.^ se-
rie, V. V, p. 121-124, 1885).
Descripción de seis especies del género Glossina, y de la
n. sp. Glossina ventricosa, erróneamente considerada como
distinta de Nemorhina (Glossina) palpalis de Robineau-
Desvoidy, 1830.
Ídem. — (Annales de la Société entomologique de France, v. LX,
p. 377-378, 1891.)
(Descripción original de la n. sp. Glossina pallicera y de
la forma por él llamada Gl. grossa, correspondiente á Sto-
moxys fuscus de Walker, 1849, y por esto conservada con el
nombre de Glossina fusca Walk. , emend, Austen).
Braüer (Fr.). — Die Zweiflüger des Kaiserl. Museum zu AVien.
(Los Dípteros del Museo imperial de Viena). I. 2. Systema-
tische TJebersicht.
(Denkschr. der k. Akad. d. Wissenschaft. Math. Natur.
Classe, Wien, Bd. 42, 1880).
(En esta obra, y en las demás de Brauer, se encuentran
los datos fundamentales para una clasificación racional de
los Dípteros. La posición sistemática del gen. Glossina está
determinada por éste A., y es la que Austen acepta en. su
Monogr.)
Bryden (H. a.) — Animáis of África.
(Londres, Sands & C. edit. , 1900).
Bruce (Dr. David), Surgeon-Major, A. M. S., etc.— Further Re-
port on the Tsé-tsé-Fly disease or Nagana in Zululand.
(Ubombo, Zululand, 29 Mayo 1896. Londres, edit. Harri-
son & S., 1897. 69 páginas con 6 láminas).
Blandford (W. J. H.).— The Tsé-tsé-Fly disease.
(Nafure, n.o 1.381 , IG Abril 1896, p. 566). Trátase de una
breve Nota, que reproduce en parte las observaciones de
Bruce (con 2 figuras).
Campenhout (Van) y Dryepondt.— Rapport sur les tVavaux du
Laboratoire de Léopoldville (Congo).
Bruxelles, 1901.
COTTON OswELL (W.) — Sur une Mouche venimeuse de l'Afrique
méridionale. (Comptes Eendus hebd. des séances de VAcadé-
mie de Sciences , París, XXXV, p. 560, 1852.)
(Nota sobre la mosca Tsé-tsé).
(La misma encuéntrase comunicada en Annáls and Ma-
gazine of Natural History, v. X, p. 463, 1852, junto con al-
— 578 -
gunas observaciones de M. Arnaud; y también en Pro-
ceedings of the Entornólo g icol Society of London, 1852
p. 96-97).
Castelnaü (L. de).— Sur la Tsé tsé de l'Afrique australe (C R.
hebd. de l'Académie des Sciences, XIjVI, p. 984-986, 1858).
(Noticias, en parte erróneas, sobre la Biología de la
mosca Tsé-tsé).
Capbllo H. y R. Iveks.— De angola á Contra-Costa (vol. II, Lis-
boa, imp. Nacional).
(Cap. XVII: A Tzé-tzé. p. 21-39) (en portugués).
CORTí E. — (Annali del Museo civico di Storia naturale di Genova,
serie 2.% v. XV, p. 138, 1895.)
(Descripción original de Glossina longipennis , n. sp. [So-
maliland]).
CuRRT. — Report on parasitic diseases in horses , mules and cari-
bao in the Philippine Islands.
(The Veterinary Journal, LVI, 1902, p. 292.)
Castellaxi Aldo. — (Journal of Tropical Medicine, 1." Junio 1903.)
J)rtsdale i. J., M. D.— On the germ Theories of Infections Disea-
ses. (Proceedings of the Literary and Philosophical Society
of Liverpool, XXXIII, p. 13, 1879.)
En esta Nota, el A. expone la idea que la mosca Tsé-tsé
transmita á los animales un parásito especial. Fúndase en
parte la hipótesis (puesto que no merece otro nombre la
afirmación de Drysdale, 1879) sobre los recientes estudios
de P. Manson sobre la trasmisión de la Filarla de la sangre
por los mosquitos.
Daubler (Dr. Karl). — Die Gründzüge der Tropenhygiene.
Berlín , verlag von Otto Enslin edit., 1900 (un tomo de 384
pág. con 8 fig. en el texto y 8 láminas con reproducciones
micrográficas).
DoNiTZ W. — TJeber die Tsetsfliege.
(Berliner Entomologische Zeitschrift, 41 bd., p. 17, 1896.)
(Nota sobre la mosca Tsé-tsé, y resumen de recientes estu-
dios acerca del gen. Glossina).
De La Roquette.— Mouche venimeuse de l'Afrique méridionale
(Llnstitut, t. XX, p. 342, 1852).
(Reproducción sencilla de la Nota de Cotton Oswell antes
citada).
DuTTON, ToDD, Christy. — Trypanosomiasis humana en el Congo
(Brit. Med. Journal, 23 Enero 1904).
ECKERSLEY "VV. A. — Notes in Eastern Mashonaland.
(The Geographical journal. V, Londres 1895.)
(Observaciones acerca de los daños que produce la mos-
— 579 -
ca Tsé-tsé en Chimoio, África oriental portuguesa, y. en
todo elv^Iashonaland).
Eliot Sie C. N. E., K. C. M. G.— Report by His Majesty's Com-
missioner on the East Afrika Protectorate.
(Londres, Agosto 1901).
(El A. pone de relieve que la zebra parece quedar indem-
ne y gozar de evidente inmunidad por la enfermedad de la
mosca Tsé-tsé [Tripanosomiasis], por lo cual sugiere se
adopten medidas con el fin de utilizar este animal para los
servicios de transporte y trabajos agrícolas en general).
Falkexstein Dr. J. — Die Loango Expedition.
(Leipzig, Paul Trohberg, 1879.)
(Encontró abundante Glossina longipalpis TVestw, en
Chinchoxo, Loango, África).
FiTZGERALD W. W. A.— Travels of the Coastlands of British East
África and tbe Islands of Zanzíbar and Pemba.
(Londres, Cbapmarm &. C. edit. 1898.)
(Uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de la
agricultura en esa parte de África, es, según el autor, la
existencia y extensión de la mosca Tsé-tsé) (v. pág. 355, etc.;.
Grube Dr. — üeber die Testsefliege.
( Ein-und-f ünfzing. .Tahresbericht d. Scblesis. Gesellschaft
f. vaterland. Cultur, Breslau, 1874.)
(Resumen de las observaciones de Livingstone.)
KiEK Dr. Sir Johx.— On «Tsé-tsé» fly of Tropical África (Glossi-
na morsitans) (The Journal of the Linnean Society, VIH,
p. 149, 1865).
(Interesante estudio anatómico de gen. Glossina, especie
morsitans , con descripción del aparato bucal etc. , ftrompa.)
Karsch F.— (Zeitschrift f. d. gesammt. Natur-wissenschaft. LII,
b. 381, 1879.)
(Descripción de GL. longipalpis, traída de su viaje en
África por el Dr. Falkenstein).
Livingstone David & Charles.— Narrativo on expedition to the
Zambesi and its Tributarles. (London, Jon Muray (p. 206-207,
232-233, 424; observaciones sobre las Moscas Tsé-tsé), año
1865.
Laboulbéxe a. — Sur une mouche Tsé-tsé de l'Afrique australe
(Bull. d. l'Académie de Médec, París, 1888, XIX, p. 721-724).
(Nota sin importancia: resumen de estudios ajenos.)
Ídem.— ( Annales de la Soc. entomolog, de France, VIH, 1888.)
Laveran et F. Mesnil. — Recherches morphologiques et experi-
mentales sur le Trypanosome du Nagana ou Maladie de la
mouche Tsé-tsé.
— 580 -
(Ann. d. Tlnstit. Pastear, 1902, Enero, p. 1-55).
(Hay 3 fig. de Glossina [especie incierta] ).
Ídem Ideíí. — Trypanosotnes et Tripcmosomiases. París, 1904, 1 t.
con 1 lám.
Macquart i. — Histoire naturelle des Insects-Diptéres (tomo II,
p. 244, lam. 16, fig. 8) (1835).
(Describe el gen. Glossina) (inexacto).
Marno E. — TJeber den Einflüss der Fliegen (Tuban) und insbe-
sondere der Surreta auf die Hausthiere Sennaar's,
(Mittheil. aus I. Perthés Geogr. Aust., etc., 1873.)
(El autor de esta nota confunde evidentemente distintas
formas, pertenecientes á géneros distintos, con las del gé-
nero Glossina. Describe — muy probablemente — Stomoxys
y Haematopota, bajo el nombre de Surreta, junto con Glos-
sina.)
Marshall W.— Ueber die Tsetsefliege.
(Biologisches Centralbl., V, p. 188, 1885.)
(Breve nota acerca del estudio de Van d. Wulp, 1884-85.)
Maxwell-Adams. — Trypanosoma y enfermedad del sueño.
(Brit. Med. Journ., 16 Abril 1904.)
Ídem íd. — Tripanosomiasis and its causes.
(Brit. Med. Journcd, 28 Marzo 1903.)
Manson P. — Tropical diseases, loe. cit.
MoRBL. — Existence de la nagana et de la tsé-tsé au Chari.
(Annales d'Hyg. et Med. Coloniales, VI, 2, 1908, p. 264.)
Newmann E. — The Tsé-tsé (The Entomologist, V, Mayo 1871,
p. 289-290).
(Nota polémica en contra de las observaciones comunica-
das por E. C. Buxton [v. antes]).
Nuttall G. H. F. — Neuere TJntersuchungen ilber Malaria, Te-
xasfieber und Tsetsefliegen-Krankheit.)
(Hygienische Rundschau, Berlin , 15 Nov. 1898, VIII,
p. 1.084-1.108.)
Ídem. — On the role of Insekts , Arachnids and Myriapods as ca-
rriers of Bakterial and jíarasitic diseases of man and ani-
máis. (A critical and historical study.)
(Bohn Hopleins Hospital Reports, v. VIII, 1899, p. 1-155,
con 3 láminas.)
NocARD ET Leclenche. — Maladies microbiennes des animaux.
(Dos tomos. — Masson & C, Paris, 1902.)'
NovY, Mac Neal, Haré. —The cultivation of Surra Trypanosome
of Philippines. (Bull. Inst. Past., 1904, Die.)
NicOLLE et CoMTE. — (C. R. Soc. Biol., 11 Febr. 1905.)
- 581 -
PiTTALUGA. G. — Sobre los caracteres morfológicos y la clasifica-
ción de los Trypanosomas.
(Rev. d. la R. Acad. de Ciencias, 3 Abril 1905.)
ScHOCH (G.).— Die Tsetse Fliege Áfricas.
(Mittbeil. d. Schweizerisch, entomologisch. Gesellsch.,
VI, 10 Octubre 18S3, p. 685-686).
(Nota sin importancia).
ScHMiDT (Dr. C. W.). — (Berliner Entomologiscb. Zeitschrift,
XXXI, p. 368, 1887.)
(Breve nota que se refiere á la distribución geográfica de
la mosca T¿étsó en el África alemana orientalj.
Sharp (D). — Insects. (The Cambridge Xatural History, Londres,
Macmillan & C. Itd.), p. 512-513, 1899.
(Hay una Nota sobre Gl. morsitans.)
Stanley (H. M.^. — How I found Livingstone. (Cómo encontré á
Livingstone.) Londres, Sampson Lo-sv, 1872, ed. (y otras su-
cesivas publicaciones).
(Encierran los libros del gran viajero y explorador obser-
vaciones importantísimas sobre la Historia natural de las
regiones por él visitadas. Sobre la mosca Tsé-tsó, v. 1. cit.,
págs. 87, 213, 330, 354; y Austen, Monogr. cit. pág. 151),
¡SCHILLING (Dr.). — Bericht über die Surra-Krankheit der Pierde.
(Centralbl. f. Bakt. Parasit etc., XXX, 15, Origin., Jena,
30 Octubre 1901, pág. 545-551.)
(Ocúpase el A, de la enfermedad producida por las moscas
Tsé-tsé en Kleinpopo, Togo, África occidental, y describe
en parte (p. 551) las costumbres de estos dípteros).
Ídem. — On Xagana and other Trypanosomes.
(The Journal of Tropical Medicine, n. 3, v. VI, 2 de Fe-
brero de 1903, p. 45-47).
Stuhlmann (Dr. Franz). — Vorkommen von Glossina tábanifor-
mis, etc. , etc.
(Bericht über Land. und Fortwirtschaft in Deutsch-
Ostafrika. Heidelber, Junio 1902).
(Con 1 fig ). (Las conclusiones del A. son contrarias á la
opinión de los recientes investigadores, esto es, á la trans-
misión de la Surra por la Glos. tabaniformis.J
Ídem. — Notizen über die Tsetsefliege. (Glossina morsitans), und
die durch sie überttragend Surrakrankheit in Deutsch-
Ostafrika. (Bericht über Land. und Forstwirtsch in Deutsch.
África. Heidelberg, June 1902). (Con 2 lám.)
(Esta Memoria es muy importante, así por las noticias
que comunica acerca de la Surra y de la mosca Tsé-tsé,
- 582 -
como por el estudio de la enfermedad y del parásito (Trypa-
nosoma) que la produce).
SCHARPE Alfred.— The geography and resources of British cen-
tral África (The Geographical Journal , VII , Londres , 1896).
SzEWEZYK. — Note sur une Trjpanosomose observée dans l'extre-
me sud-oranaÍ3. (Bal). Soc. centr. med,, veter., 30 Abril
de 1903j.
SCHILLING (Journal of Trop. med. 193, pág. 47).
SivORi Y Leclerc— Le sierra americain ou Mal de caderas. (Bue-
nos Aires, 1902, Octubre).
Sambon L. AV.— Sleeping Seekness in the ligbt of recent know
ledge (Jounal of Trop. med., VI, 1.° Julio 1903),
y otras publicaciones.
Van der Wulp, F. M.— lets over de Tsetse Vlieg (Glossina). (Tijds-
chrift voor Entomología, 1883-84 , p. 143-150).
Ídem. — Tijdschrift, vocr Entomologie, 1885, p. 103-104).
Walker F.— Central african blood-sucking Flies (The Entomolo-
gist, VI, p. 327, 328, año 1873).
(Consideraciones acerca de las observaciones hechas por
H. M. Stanley en sus viajes, acerca de las moscas llamadas
«chufwa» ( = ¿G1. longipalpiá?). Walker sostiene además
en esta Nota la identidad de las dos especies Gl, fusca y
Gl. longipalpis.
"Walker F. — List of the Specimens of Dipterous Insects in the
CoUection of the British Museum.
Londres, 1849.
(Parte III, p. 682; describe Stomoxys fuscus ( = Glossina
fusca), y St. longipalpis ( = Gl. palpalis).).
Westwood i. o. — Observations on destructivo Species of Dipte-
rous Insects known in África under the ñames of the Tsetse,
Zimb, and Tsaltsalya, and on their supposed connexion with
the fourth plague of Egypt.
(Proceedings of the Zoological Society of London, p. 258,
fig. 1-2 3, 1850).
Descripción de Gl. tachinoides, Gl. morsitans y Gl. taba-
niformis ( = fusca Walk.)
Ídem. — (La misma Memoria también fué publicada en Anuales
and Magazine of Natural History, v. X, p. 138] 50, 1852.)
Ídem. — (Transactions of the Entomolog. Society of London, v. IV,
p. 89-90, 1858.)
(Westwood presenta ejemplares de Glossina, y combate la
errónea opinión de Bracj Clark, esto es, que la Tse-tse no sea
otra cosa que el Oestrus bovis.)
— 583 -
WiEDEMANN C. R. W. — Aussereuropeische zweiflügelige Insek-
ten. — 1830.
(P. 253, lám. IX, fig. ln; describe Gl. longipalpis).
ZlEMANN. — Tsetse Krankheit in Togo.
(Berlín, Klin, Woch., n. 4U, 1902.)
EXPLICACIÓN DE LAS LÁMINAS
Lámina I (pág. 320).
Figura 14. — Esquema que representa un corte ó sección trans-
versal de la trompado un Díptero de la familia Culicidae (trompa
exachaeta). — El Lábium constituye una vaina ó ducha que con-
tiene las demás piezas bucales en la disposición indicada. — LÁ-
BRUM y Epipharinx, soldados, constituyen un órgano solo.
Figura 17. — Esquema, que representa una sección longitudinal
lateral del cuerpo de un Díptero (Culicidae).
F. := Bulbo faríngeo.
Gl. sal. = Glándulas salivales.
(El conducto de las glándulas salivales — que aparece cortado
en la figura — desemboca en la base de la Hipofaringe.)
Vdiv. = Válvula que separa el intestino anterior del intestino
medio.
El espacio indicado con tinta amarilla corresponde al lacunoma
(cavidad general del cuerpo), y se extiende, como aparece bien
claro en la figura, hasta en el Lábium.
Lámina II (pág. 346).
Figura 20. — Aspecto de un embrión hemático de Filaría im-
77iitis, tal como se presenta al examen micx'oscópico en un prepa-
rado de sangre de perro tratado con el método de coloración vital
indicado en el texto (pág. 342). La cutícula embrionaria envuelve
el cuerpo del embrión, en que aparecen claramente las distintas
células que le constituyen.
g. a. = Glándula anterior ó Vesícula anterior.
G. =^ Gónade (esbozo unicelular de las glándulas sexuales).
V. p. = Vesíaula posterior (esbozo de la cloaca ó parte terminal
del intestino posterior).
— 684 —
1 . . 1
(Aum. ; objet. semiapocrom. Koristka. ; ocul. com-
pens, 8,)
Figuras 21, 21a, 21b, 21c. — Diferentes aspectos de la extre-
midad cefálica ó anterior de los embriones de F. inmitis (trata-
dos con el mismo método) en distintos momentos de impregnación
cekilar. — Se ven claramente las células anteriores que constitu-
yen el agrupamiento cefálico (a, en la fig. 21 j, y detrás de ellas
las células entodérmicas (ent., en la fig. 21 a).
1 1
(Aum. ; obj. — — ium. homog.; ocul. compens. 12.)
l.oüO 15
Lámina III (pág. 352).
Figuras 22 y 22 a. — Aspecto de la porción del cuerpo embrional
(embriones de F. inmitis) correspondiente á la vesícula ó glándu-
la anterior (g).
(Figura 22, aum. ; fig. 22 a, aum. . |
^ "^ 1.800 ' ^ ' 2.600 J
Figura 22 b. — Aspecto de la porción del cuerpo embrional (em-
briones de F. inmitis) correspondiente á la Gónade (ó esbozo de
las células sexuales G). (Método indicado.)
Aparece claramente la cutícula transversalmente estriada que
envuelve al cuerpo embrional.
Figura 24. — Aspecto , forma y estructura de un estado larval
(segundo período) de los embriones de Filaría inmitis en los tubos
malpigianos de Anopheles.
nerv. = Anillo de células nerviosas.
gh. ant. = Glándula anterior.
genit. = Células sexuales.
c. nerv.f = Células nerviosas?
int. post. = Intestino posterior (haciendo hernia al exterior).
1
Aum. (oc. 1; ob. 8 Kor.). (Noé.)
¿yo
Figura 24 b. — Esta figura representa el período precedente del
desarrollo larval de los embriones de i^. inmitis en los tubos mal-
pigianos de Anopheles. El intestino posterior está representado
aún por un esbozo independiente; la célula sexual (c, gen.) es to-
davía única.
(Aum. utsupra).
¿¡do
- 5S5 -
Lámina IV (pág. 354).
Figura 25. — Tubo malpigiano de Anopheles (A. olaviger), lleno
de larvas de Filaría inmitis y profundamente alterado por la pre-
sencia de los parásitos.
Se aprecian claramente las lesiones celulares de la pared del tiibo.
(Auna. — — ; ob. 3; oc. ó.)
220
Figura 26. —Figura semiesquemática que representa la extre-
midad libre de un tubo malpigiano (ja profundamente alterado
por haber hospedado las larvas de F. inmitis en todos sus perío
dos de desarrollo) en el momento de la rotura de su pared. Las lar-
vas maduras (indicadas en azul) se escapan por la abertura en la
cavidad general del cuerpo (lacunoma).
Lámina V (pág. 356).
Figura 28. — Figura esquemática que representa el momento
y el modo en que las larvas maduras de Filaría inmitis (y muy
probablemente también de Filaría Bancrofti) salen de la cavidad
del Ldbium del mosquito y penetran por la herida cutánea deba-
jo de la piel del huésped vertebrado. Las larvas son representa-
das en rojo (Fil.)\ las piezas perforadoras del mosquito (que
constituyen el estilo (Est.) en pardo obscuro; el Lábium en azul.
Figura 28 bis. — Corte transversal del cuerpo de una Filaría
inmitis adulta (en el tejido conjuntivo subcutáneo del perro).
ut. =iiteros (llenos de embriones, en parte ya desarrollados, en
el chorion del huevo.)
int. =: intestino.
cut, = cutícula estriada.
■ (Prep. col. Hematox. ferr. — Eos.; — aum. ; ob. sec. 5, oc.
3, Koristka.)
Lámina VI (pag. 545).
Sección longitudinal del intestino medio (estómago) de CuUx
pipíens con quistes anflónticos de Proteosoma.
Figrura 64. — Sección del intestino medio ín toto (aum. —-zn—',
"= lío
color, con Hematoxilina férrica).
En la cavidad del estómago se ve la sangre que aún contenía en
el momento de su extracción y fijación. En la mitad posterior del
intestino medio, y en la parte externa de su pared, se ven nume-
rosos quistes. Inferiormente (ó posteriormente) aparecen seccio-
nados los cinco tubos de Malpighi.
Rev. Acad. Ciencias.— III.— Diciembre, 1905. 39
— 586 —
Figuras 65 y 66. — Porciones de la pared del intestino medio,
con cuatro quistes anfiónticos de Proteosoona de los gorriones
(Passer itdlicus) ; pertenecen á la misma sección representada en
la precedente figura 64. — (Aumento 1.800 diám ; ob. — inmers.
15
hom. Koristka; oc. comp. 12.)
Lámina Vil (pág. 546).
Figura 67. — Porción de la mucosa intestinal (pared del intes-
tino medio) de Anopheles claviger, con dos quistes amfiónticos ya
adelantados en su desarrollo (séptimo día, temp. 29''), de Lave-
rnnia malariae (parásito de la fiebre tropical).
1
(Aum. 1.800 diám.; — Object. inmers. homog. Koristka; oc.
15
compens. 12. — Fijación: sublimado; — color. Hematox. férrica
Delafield.)
Figura 68. — Figura semiesquemática, que reproduce el aspecto
de una sección transversal de intestino medio de Culex (C. pi-
iñens), artificialmente infectado, y que lleva extraordinario nú-
mero de quistes del parásito { Proieosoma). [Se cuentan treinta y
cuatro quistes en la sola sección (del espesor de 5 |j.) aquí repre-
sentada]. (Aum. 600 diám.).
Lámina VIII (pág. 546).
Figura 69. — Sección transversal del abdomen (in toio) de Culex
jnpiens; en el medio, el intestino con varios quistes anfiónticos
(de Proteosioma) fijados en la pared externa de la mucosa.
(Aum. 175 diám.; — Hematox. alum.; cortes de 10 ¡j.)
Figura 70. — Una porción de la pared intestinal, de la sección
representada en la figura anterior (fig. 69), vista con aumento de
1.2C0 diám. (ob. inm. liomog., oc. comp. 8).
15
La parte cóncava es la pared externa déla mucosa, la parte
convexa representa la cara interna del epitelio intestinal.
En esta figura se ven claramente tres quistes anfiónticos, dos
con esporozoitos maduros ; el tercero contiene , al contrario , los
cuerpos amar iUo ■ pardos ó esporos negros (blackspores) de Ross.
Lámina IX (pág. 573).
Figura 75. — Gios.wia paÍ2?aí¿.s- cJ (Procedente de Sierra Leo-
na, 1905).
587 —
XVIII. — Catálogo iiiteriiacioiial de Literatura
científica.
Solicitada la Real Academia de Ciencias de Madrid para
contribuir á la formación del Catálogo Internacional de Lite-
ratura Científica, creyó cumplir una misión patriótica respon-
diendo afirmativamente á la solicitud: y animada por el deseo
de que la labor científica de España sea conocida en todos los
países civilizados, contrajo el compromiso de instalar la Ofici-
na Nacional para la redacción de las papeletas bibliográficas
que han de ser enviadas á la Oficina Central, que se halla
establecida en Londres,
Deseando que en la obra de nuestra Oficina haya el menor
número posible de omisiones, se pide la colaboración de todas
las colectividades científicas, y la de todas las personas intere-
sadas en el buen éxito de nuestra contribución al mencionado
Catálogo.
Para facilitar á los colaboradores la redacción de las pape-
letas que tengan á bien enviar á la Academia ( Valverde, 26,
Madrid) se dan las siguientes reglas, tomadas de las Instruc-
ciones que trasmite la Oficina Central á las Nacionales:
REGLAS
1.^ En el Catálogo no sólo se da noticia de los libros, sino
también de los folletos y de los artículos de revista y de perió-
dico; pero todas estas publicaciones, para ser catalogadas, han
de contener algo personal, ya como trabajo de investigación ó
de crítica.
2.^ Sólo se dará noticia en el Catálogo de las publicaciones
posteriores al 1.° de Enero de 1901.
3.^ Las materias objeto del Catálogo son las correspon-
dientes á las ciencias matemáticas, físicas, químicas y natura-
les , conforme más adelante se detalla.
- 588 —
4.* Las noticias bibliográficas serán redactadas en una de
las cinco lenguas siguientes: francés, inglés, alemán, italiano
6 latín.
5.^ Para cada asunto catalogado se harán dos papeletas, una
correspondiente al título 6 materia, y otra al nombre del autor.
G.'* El Catálogo comprende las ciencias cuya lista va á con-
tinuación. Las letras del alfabeto colocadas á la izquierda se
llaman letras registradoras y sirven para expresar abreviada-
mente las ciencias á que se refieren.
A. Matemáticas.
B. Mecánica.
C. Física.
I). Química.
E. Astronomía.
F. Meteorología (incluyendo en este grupo el Magnetismo
terrestre).
G. Mineralogía (con inclusión de la Petrografía y la Cris-
talografia).
H. Geología.
J. Geografía matemática y física.
K. Paleontología.
L. Biología general.
M. Botánica.
N. Zoología.
O. Anatomía humana (con inclusión de la Histología ge-
neral y la Embriología).
P. Antropología física.
Q. Fisiología (inclusas la Psicología experimental, la Far-
macología y la Patología experimental).
E. Bacteriología.
I.— Catálogo por autores.
7.^ Cada papeleta (*) llevará escrita con claridad en el án-
gulo superior de la izquierda la letra registradora, que indica
( =^- j Las papeletas en borrador pueden ser de cualquier tamaño,
— 589 -
la ciencia á que corresponde el asunto á que la papeleta se re-
fiere. Ejemplo: A, para Matemáticas; B, para Mecánica, etc.
8/'' Cuando se desee que el título de una memoria figure
en dos ó más grupos del Catálogo por autores, se harán pape-
letas separadas para cada una de las ciencias; cuyas papeletas,
por lo tanto, sólo se diferenciarán unas de otras en la letra re-
gistradora.
9.^ En este caso deberá indicarse el orden de importancia
de los artículos, 6 el deseo de que sean incluidos en determina-
do grupo del Catálogo, por números colocados entre parénte-
sis, inmediatamente después, y en el mismo renglón, que la
letra registradora. La Oficina Central entenderá, en este caso,
que el signo (1) indica la clasificación que se cree más impor-
tante, el signo (2) una clasificación menos importante, y así
sucesivamente; y publicará la papeleta señalada con el núme-
ro (1), y además, las que le consienta el lugar de que dis-
ponga.
10. El segundo dato que debe contener toda papeleta por
autores es el nombre del autor.
Debe escribirse primero el apellido, seguido del nombre (<5
de otras indicaciones; como iniciales, etc.). Si el nombre no
está expreso en el título original de la publicación de que se
trate, ó se encuentra indicado tan sólo por iniciales ó abrevia-
turas, se escribirá, sin embargo, cuando sea conocido con toda
exactitud; mas en este caso, lo que se añada á la abreviatura,
6 á las iniciales, se pondrá entre corchetes: paréntesis en esta
forma [ ].
Si no se conocen exactamente esos datos, las iniciales ó
puesto que han de ser copiadas en la Academia para su remisión
á la Oficina Central; pero el tamaño oficial, adoptado para el Ca-
tálogo, es de 16 X 8 cm. y se escriben en el sentido de su mayor
dimensión.
La Academia, cumpliendo el encargo recibido, cuidará de tra-
zar una raya vertical con lápiz azul, próxima al borde de la iz-
quierda, en las papeletas destinadas al índice de autores.
También cuidará de que todas vayan escritas á máquina y por
una sola cara, conforme á las instrucciones de la Oficina Central.
— 59U —
abreviaturas se copiarán exactamente, tal como figuren en la
portada del libro,
Nunca se escribirán más nombres que los habitualmente em-
pleados por el autor, y en ningún caso se escribirán nombres
que no sean conocidos con toda exactitud.
La razón de que sea preferible escribir el nombre á poner
simplemente la inicial, es el que así se consigue que vayan
juntos en el Catálogo todos los trabajos correspondientes á cada
autor. Se comprende, por tanto, la importancia que tiene es-
cribir los nombres con toda exactitud.
11. Los apellidos deben escribirse subrayándolos con una
línea ondulada, 6 en caracteres un poco más gruesos que el res-
to de la papeleta.
Ejemplo: Echegaray, José.
12. Si el autor es desconocido, el título de la obra no figu-
rará más que en el Catálogo por materias; á no ser que la obra
haya sido publicada por una Sociedad , 6 en honor de un sa-
bio, en cuyo caso el nombre de la Sociedad, ó del sabio en
cuestión, ocupará en la papeleta el lugar del nombre del autor.
13. Si el autor del trabajo es conocido con exactitud, aun
cuando su nombre no figure en la portada del libro, ó en el
epígrafe del artículo de revista de que se trate, debe escribir-
se entre corchetes.
14. Si el autor escribe bajo un pseudónimo, en la papele-
ta se pondrá su nombre real, si se conoce con exactitud. Este
nombre se colocará entre corchetes, y se hará una papeleta de
referencia con el pseudónimo, seguido de la palabra «Véase»
y del nombre verdadero del autor.
15. Si son varios los autores, la papeleta se redactará es-
cribiendo el primero de los nombres que figuren en el título
del trabajo; pero se hará una papeleta de referencia por cada
uno de los demás autores, en las que se escribirá el nombre de
cada autor seguido de la palabra « Véase » y del nombre del
autor que en el libro aparezca primeramente mencionado.
Ejemplo: López, José. Véase Fernández, Pedro.
- 591 —
En estas papeletas nada más debe escribirse, á no ser la le-
tra registradora, que indica la ciencia á que la obra ó trabajo
corresponde.
16. En las colecciones de memorias escritas por varios au-
tores, en colaboración, se hará una papeleta separada para
cada autor, y en cada papeleta se escribirá el título de la co-
lección y, además, el título de la memoria de que se trate.
17. El tercer elemento que entra en la redacción de toda
papeleta es el título.
Los títulos se deben copiar en la lengua original, en ca-
racteres perfectamente legibles; mas cuando esta lengua no es
ninguna de las cinco admitidas por la Conferencia internacio-
nal, inglés, francés^ alemán, italiano ó latín, el título se tra-
ducirá á una de esas cinco lenguas. En este caso, el título,
en su lengua original , irá seguido de su traducción á uno de
aquellos cinco idiomas, encerrada entre corchetes.
18. En cuanto á las papeletas destinadas al índice de au-
tores, hay que distinguir entre libros, propiamente dichos, y
notas, memorias ó artículos publicados en revistas ó periódicos.
Las papeletas deberán contener lo siguiente:
A. Cuando se trate de libros, folletos ú opúsculos, publi-
cados separadamente:
a) La letra registradora (véanse reglas 6.", 7.% S.*"*
y 9.^).
b) El nombre del autor (véanse reglas 10.^, 11.% 12.%
Vó.% 14.% 15.^ y 16.*).
c) El título (véase regla 17.'').
d) La edición , si no es la primera. La palabra « edi-
ción» se escribirá con la abreviatura usual. Ejemplo: 2.* ed.
e) El número de volúmenes, si hay más de uno, men-
cionados en la forma habitual. Ejemplo: (Vol. 1-12,
part. 1-3) .
Si la obra no está completa, se indicará el número de
volúmenes ó de partes de volumen de que conste.
f) El lugar de la publicación , copiado tal como figu-
re en la portada.
— 592 -
g) El año de la publicación, segÚQ esté en la porta-
da. Si no está expreso en la portada, pero se sabe cuál es,
t>ie pondrá entre corchetes. Ejemplo: [1903]. Si no se
conoce más que aproximadamente, siempre que la duda
no pase de un año, se escribirá entre corchetes, seguido
de un interrogante. Ejemplo: [1903?].
h) El número de páginas, el cual se indicará con las
últimas cifras de cada serie de paginación^ separadas
por el signo -j-, y el todo, entre paréntesis. Ejemplo-.
(XII -)- 144), para una obra en que la introducción ten-
ga XII páginas y el resto 144.
Las láminas, mapas, etc., se indicarán en esta forma,
«con lám.». Ejemplo: (XII -|- 144, con lám.). El núme-
ro de láminas no debe ponerse sino cuando se halle expre-
samente indicado en la portada de la obra. Ejemplo:
(XII 4- 144, con 5 lám.).
i) El tamaño del libro, poniendo su longitud en cen-
tímetros. Ejemplo: (25 cm.). Cuando sea más ancho que
largo, es decir, apaisado, la anchura se expresará tam-
bién, separándola del número que indica el largo, con
un signo de multiplicar. Ejemplo: (25 X 30) cm.
k) El número ó los números registradores (*).
B. Cuando se trate de notas, artículos ó memorias, conte-
nidas en revistas ó periódicos:
^)> ^) y c) Lo mismo que para los libros.
d) El título del periódico ó revista en que el trabajo
se haya publicado (**).
(*) Los números registradores se pondrán en la Academia, en
vista de las clasificaciones adoptadas por la Oficina Central de
Londres; para lo cual se ruega á los Sres. Académicos y á las per-
sonas que redacten ó envíen papeletas con destino al Catálogo,
que si el epígrafe, ó título del libro ó trabajo de que se trate, no
da idea bien clara de la naturaleza de su contenido , escriban al
dorso de la misma papeleta cuantas aclaraciones ó ampliaciones
consideren necesarias para su más acertada colocación en el grupo
que corresponda.
(**) El título de la revista ó periódico debe copiarse íntegro.
— 593 —
e) El número de la serie de la publicación, precedido
de la abreviatura (Ser), entre paréntesis.
f) El número del volumen, ó tomo del periódico ó re-
vista, subrayado con una línea ondulada. Ejemplo: 3,
ó 1900; pero sin poner la palabra volumen, tomo, etc.
g) El año de la publicación, tal como figure en la cu-
bierta ó título del periódico. (Véase lo dicho para los
libros).
Si los volúmenes del periódico ó revista están numera-
dos por años, es decir, si cada tomo corresponde á un
año, no es preciso poner el año de la publicación; pero sí
cuando la numeración por años sea distinta de la de los
tomos.
h) La primera y la última página del artículo ó tra-
bajo, unidas por un guión y encerradas entre paréntesis.
Si hay láminas, se indicará como queda dicho.
i) El número ó números registradores, entre corche-
tes (*).
II, — Catálogo por materias.
19. Sobre la papeleta destinada al Catálogo de materias, la
letra registradora, escrita en el ángulo superior izquierdo, irá
seguida de la cifra registradora (**), ó del símbolo, según las
clasificaciones. Esta cifra indica la subdivisión de la ciencia en
que la obra de que se trate debe ser colocada en el Catá-
logo (***).
20. Cuando se desee que los títulos de un libro ó de una
memoria sean, á la vez, comprendidos en varios grupos del
Catálogo por materias, se hará una papeleta separada para
cada grupo. (Véanse las reglas 8.*^ y 9.^ que preceden.)
La Academia cuidará de abreviarlo, en la forma convenida con la
Oficina Central.
(*) Se pondrán en la Academia.
(**) Se pondrá en la Academia, según queda dicho.
(***j De aquí la importancia de expresar con toda claridad la
índole del contenido del libro ó trabajo de que se trate, á fin de que
la Academia pueda cumplir lo dispuesto en esa regla y la siguiente.
— 594 —
21. Todas las papeletas que se refieran al mismo libro <5 á
la misma memoria deben remitirse juntas á la Academia, para
que ésta lo haga, también á la vez, á la Oficina Central.
22. Las papeletas para el Catálogo por materias deben
contener los siguientes datos:
a) La letra registradora. Véase regla 7.*
b) El número registrador ó símbolo. Véase regla 18,
letra 7c) {*).
c) El nombre del autor. Véase regla 18, letra h).
d) El título. En su lengua de origen, si es una de las
convenidas (inglés, francés, alemán, italiano ó latín). En
los demás casos, se pondrá solamente la traducción á
una de estas cinco lenguas, seguido del nombre de la len-
gua original, entre paréntesis. Ejemplo: (español).
En estos casos, por consiguiente, el título primitivo,
en su lengua de origen, solamente constará en el índice
de autores.
e) Cuando en una memoria se describan nuevos com-
puestos químicos importantes, ó especies nuevas en His-
toria Natural, etc., no mencionadas en el epígrafe ó título
del trabajo, deben mencionarse en la papeleta, entre cor-
chetes (véase la regla 23); ó bien dar á la Academia in-
dicaciones que la permitan enviar á la Oficina Central de
Londres la lista de especies nuevas.
f) I. Cuando se trate de libros:
La edición.
El número de volúmenes.
El lugar y el año de la publicación.
El número de páginas, con la indicación «con
láminas » , si es necesario.
El tamaño.
En cuanto al modo de redactar estos datos,
véase regla 18, A. letras {d) á (^).
II. Cuando se trate de artículos publicados en re-
vistas ó periódicos:
(*) Se pone en la Academia, según queda dicho.
- 595 —
El título del periódico.
El número de la serie.
El número del volumen.
El año del volumen.
La primera y la última página de la memoria
ó de la parte de memoria que se mencione
en el título modificado, y añadiendo: «con
lám. » si las tiene.
En cuanto á la forma en que deben consig-
narse estos datos, véase regla ISy B. letras
{d) á (h).
23. Cuando la Academia, en algún caso , estime convenien-
te, en las papeletas destinadas al Catálago por materias, sin me-
noscabo de la claridad, abreviar algún epígrafe, lo hará ajustán-
dose á las siguientes reglas, adoptadas por la Oficina Central:
a) Si la modificación consiste en la omisión de una
parte del título original, la parte que se omita se susti-
tuirá con unos cuantos puntos suspensivos.
b) Si la modificación consiste en añadir palabras que
no figuren en el título primitivo, las palabras añadidas se
colocarán entre corchetes.
c) Si el epígrafe para el Catálogo es distinto del ori-
ginal, se colocará todo él entre corchetes.
d) Si al mismo tiempo se suprimen y añaden pala-
bras, se emplearán ambas cosas combinadas: los puntos
suspensivos y los corchetes.
24. Cuando en una sola papeleta no quepa todo lo que se
quiera escribir, se añadirá otra, pegándola ó atándola á la
primera por su borde inferior (*).
Todos estos pormenores se perciben mejor exhibiendo mo-
delos.
(*) Las papeletas que la Academia enviará á Londres, por ser
las adoptadas por la Oficina Central , son de cartulina delgada y
llevan un taladro circular de 6 mm. de diámetro, cuyo punto más
bajo está á 6 mm. de distancia del boi-de inferior de la papeleta,
en su punto medio; lo cual permite unir unas á otras, cuando es
preciso, atándolas con un hilo ó cinta, que pasa por dicho taladro.
— 596 —
A continuación se presentan cuatro, en que, por el nombre
del autor y por la materia de que trata, se da noticia de un
libro y de un artículo de revista.
Modelo de papeleta de un libro, para el índice de autores (*).
c
García
de los Reyes, Mate
30. Teoría
graphique d
gráfica de
es Commu-
las Conmutatrices.
[Théorie
tatrices]
Madrid
1902
[6060]
O
(252) (22
cm.)
Modelo de papeleta del mismo libro, para el índice por materias.
C 6060
García de los Reyes, Mateo. Théorie graphicjue
des Commutatrices. (Español) Madrid 1902
(252) (22 cm.)
O
(*) Los tamaños y demás detalles de estos modelos son los que
en las notas precedentes quedan indicados. Para las papeletas en
borrador, aunque el tamaño es indiferente, puede adoptarse el de
media carilla de papel corriente de cartas.
597 -
Modelo de papeleta de un artículo de Revista, para el índice por
autores.
0
Ramón y Cajal, S.
El aparato tubialifcrme
del
epitelio intestinal de
les mamíferos [L'appareil
t\i-
buliforme de l'epitelium intestinal des mammif eres]
Madrid, Re^^ R. Ac.
Ce. I 19C4. (17-21.)
[07601
O
Modelo de papeleta del mismo artículo de Revista, para el índice
por materias.
0 0760
Ramón y
Cajal, S.
des
'appareil tubuliforme de
mammiíeres. (Español)
l'epitelium
intestinal
Madrid, Rev. R. Ac. C
s.
I 1904.
(17-21.)
1
O
Observaciones particulares, referentes á varios grupos
de clasificación.
B (Mecánica)
En Estática, Dinámica de fluidos, Elasticidad y Sonido, los
trabajos de carácter más exacto ó matemático se señalarán con
el signo (i.); las obras en que la observación y la experiencia
sean los puntos de vista principales, se marcarán con este otro
signo (ii.); todo á continuación del número registrador.
- 598 -
7) (Química), H (Geología)
Para fijar los números registradores y los símbolos en estas -
dos ciencias, tarea que se reserva la Academia, véanse los cua-
dros y clasificaciones remitidos por la Oficina Central.
J (Geografía física y matemática)
En Geografía se emplea una clasificación especial, con di-
visiones y subdivisiones, indicadas por letras del abecedario:
clasificación que se combina con las de la Geografía, la Geo-
logía, la Botánica, la Zoología, etc., etc.
K (Paleontología)
El símbolo numérico en Paleontología se compondrá de dos
guarismos: uno de dos cifras (número estratigráfico), y otro de
cuatro cifras , que representará la subdivisión del reino animal
6 vejetal á que pertenezca la forma fósil que se describa. Así,
por ejemplo, una Memoria sobre Cefalópodos triásicos llevará
por índice: K55, 6700.
Los números registradores para indicar, en Paleontología,
subdivisiones zoológicas son los mismos que se emplean en la
clasificación zoológica; y los números indicadores de subdivi-
siones botánicas, son idénticos á los empleados en la clasifica-
ción de esta ciencia.
Pueden añadirse, además, en ésta como en otras ciencias, si
es necesario, los símbolos alfabéticos de la clasificación topo-
gráfica. Ejemplo: una Memoria sobre los peces cretáceos de
Turquía asiática llevará el siguiente símbolo :K 75, 5431 Jei.
N (Zoología)
En Zoología se harán tres clases de papeletas, á saber: 1.°,
papeletas de título; 2.^, papeletas por materia; 3.°, papeletas
sistemáticas; redactadas conforme á las siguientes reglas:
1.^ Papeletas de título: Se redactarán conforme á las ins-
trucciones que preceden, dadas para el índice de autores, aña-
diendo al final, antes del número registrador, en una ó más pa-
- 599 -
labras, la posición taxonómica del animal ó de los animales á
cuyo estudio se refiera el trabajo de que se trate y la materia
ó punto de vista desde el cual ese estudio se haya hecho.
Nunca se pondrán dos títulos en una sola papeleta, aun
cuando se trate de dos Memorias de un mismo autor que se
hayan publicado en la misma Revista. En estos casos se hará
una papeleta para cada uua de las Memorias.
Siempre que una papeleta se refiera á formas fósiles, se pon-
drá la siguiente indicación: -j-. Si el estudio se refiere á la vez
á formas fósiles y á formas actuales, se indicarán así: *•{-.
2.* Papeletas por materia: Estas papeletas deberán llevar
á la cabeza el índice referente á la materia en cuestión, seguido
de la subdivisión que corresponda, indicada en el mismo idio-
ma en que esté redactada dicha papeleta. Si ésta se refiere á
alguna subdivisión nueva, que no se halle mencionada en la
clasificación adoptada por la Oficina Central , se clasificará
como si lo estuviese; y en estos casos, el Director del Catá-
logo decidirá lo que debe hacerse. Materias distintas^ con ín-
dices diferentes, no se escribirán nunca sobre una misma pa-
peleta.
En las papeletas por materia, bajo el punto de vista geográ-
fico, se añadirá, además, al símbolo la indicación correspon-
diente de la clasificación establecida en Geografía topográfica;
ejemplo: 0627 J dg. significará «distribución geográfica de
los Poríferos en España y Portugal».
3.^ Papeletas taxonómicas ó sistemáticas: Mientras que en
las papeletas de título, la literatura zoológica se clasifica según
los nombres de los autores, y en las papeletas por materias
conforme á las categorías biológicas, en estas otras la base de
clasificación son los animales á que el estudio se refiere.
La papeleta sistemática es, por lo tanto, distinta de la pape-
leta por materia.
Las papeletas sistemáticas comenzarán, pues, por la indica-
ción de la « rama » y de la « materia » , seguida del « nombre -^
del animal á que la papeleta se refiera. En seguida, en una ó dos
palabras, se pondrá el punto de vista bajo el cual se estudia
el animal en cuestión («Anatomía», «descripción», «n. sp. »,
— 600 —
etc.), después el nombre del autor, y por último la referencia.
La base de la clasifiración sistemática es el género. Dos gé-
neros distintos no se pondrán nunca en la misma papeleta.
Si se tratare de grupos más extensos que el género, la indi-
cación de la rama y de la categoría irá seguida del nombre del
grupo, en lugar del nombre del género, como se ha dicho
antes .
Para cada nuevo género se hará una papeleta distinta, en la
que el nombre del nuevo género irá seguido de la indica-
ción « n. gen.», después de una breve referencia al género ó gé-
neros con los cuales se relacione, y de algunas indicaciones
referentes á las especies que contiene, A estos datos se añadi-
rá el nombre del autor y la referencia.
Las mismas reglas se observarán para los nuevos subgéne-
ros, añadiendo la indicación «n. subgén.», á la que seguirá el
nombre del género al cual el subgénero pertenezca.
Las papeletas referentes á formas fósiles se marcarán, ade-
más, con el signo f, y las que se refieran á formas fósiles y
recientes con el signo *-¡-. Rara vez ocurrirá esto último.
El sistema que se seguirá para la clasificación de las pape-
letas sistemáticas será el mismo que se emplea en la sección
sistemática de la conocida obra «Zoological Record» ó en los
« Berichte » publicados en « Wiegmann's Archiv f ur Naturges-
chichte » .
Para facilitar el trabajo del director del Catálogo en esta
sección, la persona que redacte papeletas deberá cuidar de po-
ner al pie de cada papeleta sistemática, el nombre del grupo
(le animales á que dicha papeleta corresponda; tarea que podrá
desempeñar con poco trabajo si el nombre de los grupos se en-
cuentra, como casi siempre se encontrará, indicado en la obra
que tendrá á la vista y á que corresponde la papeleta. Si en la
obra no hay ninguna indicación de grupo (familia, subfamilia
ó tribu), ó cuando el redactor no pueda, por propios conoci-
mientos, suplir esta falta de datos, deberá hacerlo constar afeí
escribiendo al final de la papeleta: «posición (colocación zoo-
lógica) no indicada». Los nombres de la mayor parte de los
grupos se encuentran en las Instrucciones de la Oficina Central;
— 601 -
pero facilitarán mucho la tarea del director del Catálogo las
informaciones detalladas que se le den sobre la posición siste-
mática del animal estudiado.
La Academia cuidará de trazar una línea roja cerca del bor-
de de la izquierda en las papeletas de título , y una línea ver-
de en las de materia, dejando en blanco las sistemáticas ó
taxonómicas.
A continuación se ponen modelos de estas tres clases de pa-
peletas zoológicas:
o
u
(B
Q)
C
(O
O
C
4
N.
Hidalgo, J. G. — Distincicn de dos nuevas espe-
cies de moluscos gastrópodoe [Ricinula L.ischkei
Hidalgo. — Latiaxis Kieneri Hidalgo.] [Distinctión
de deux nouvelles especes de moUusques gastropo-
des] Madrid, Rev. R. Ac. Cs. 1904 (73-75)
[Mollusca, Gastropoda] [2207, 2231.]
o
3
ti
V
(C
o
O
cs
u
(1)
t»
ó de moUusgues gastropodes. (Español) [Ricinula <ü
•O
© Jaiscnüei J:iiaaigo. — jLi.aua.xid jt^aeneri üiaajgu.j ^,
> o
N. 2207.
Distinctión
[Structure] de deux nouvelles especes
de moUusques
gastropodes.
(Español) [Ricinula
Lischkel Hida]
Lgo . — Latiaxis
Kieneri
Hidalgo . ]
Hidalgo,
Madrid, Rev
. R. Ac. Cs.
O
1904
(73-75.)
a
o,
(3
Ekv. Acad. Cibncias.— III.— Diciembre, 1905. 40
— 602
o
Mi
ai "
o
u
tí
g
C
Q
a
(O
[1.
o
h
IQ
a
c
m
N. 2231.
[Ricinula
L.i3Cliksi
Hidalgo.
....]
(N sp.)
Hidalgo,
Madrid, Rev.
R. Ac.
Cs.
1904
(73-
75
•)
[Gastropoda.]
O
N. 2231.
[ Latiaxis Kieneri Hidalgo] (N sp.)
Hidalgo,
Madrid, Rev. R. Ac-. Cs, 1904 (73-75.)
[Gastropoda.j
o
«j
a
d)
a
Para más detalles referentes á estas y á las demás ciencias que
el catálogo comprende, véanse las instrucciones de la Oficina
Central, á disposición de los Sres. Académicos y sus colaboradores
en la Secretaría de la Academia.
J. R. Carracido.
±isrr>iaE
DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE TOMO
Págs.
Constitución de la Academia en 1.° de Julio de 1905 5
Catálogo de los moluscos testáceos de las islas Filipinas,
Joló y Marianas , por Joaquín González Hidalgo 9
Análisis de las aguas potables, por D. Gabriel de la Puerta. 65
División de un segmento en media y extrema razón , por
Luis Cátala 103
Contribución á la teoría de los polígonos regulares, por
Luis Cátala 108
Distribución de la corriente eléctrica en una red de conduc-
tores , por Evaristo Serrano Rosales 129
Enumeración , por orden alfabético, de los géneros mencio-
nados en el Catálogo de los moluscos de Filipinas , publi-
cado en el presente tomo 139
Acción de la quinina y de la pilocarpina sobre las oxidasas,
por José R. Carracido 141
La coagulación de la sangre , por José R. Carracido 149
Cefalópodos de las costas mediterráneas españolas, particu-
larmente de las de Cataluña y Baleares, por Luis Lozano
y Rey 159
Tipos de fosforescencia en los sulfuros de bario, estroncio y
calcio, por José Rodríguez Mourelo 221
Las terminaciones nerviosas en las ventosas de algunos Ce-
falópodos , por J. Madrid Moreno 257
Qtiermes mineral. Nuevos estudios, por D. Gabriel de la
Puerta 269
Sobre la representación simbólica , por complejas imagina-
rias , de las magnitudes sinusoidales , por José M. de Ma-
dariaga 287
Estudios acerca de los Dípteros, y de los parásitos que trans-
miten al hombre y á los animales domésticos, por el Doc-
tor Gustavo Pittaluga 292 , 402 y 505
D. José Ramón Luanco, por José Rodríguez Mourelo 363
Ensayo de óptica geométrica, por Vicente Floren Acero.. . . 380
Catálogo internacional de Literatura científica, por J. R.
Carracido 587
Cí
o^
índice:
DE LAS MATERUS CONTENIDAS EN ESTE NÚMERO
■pXee,
XVIT. — Estudios acerca de los Dípteros, y de los parásitos
que transmiten al hombre y á los animales do-
mésticos (continuación), por Gustavo Pittáluga. . 505
XVIII. — Catálogo internacional de Literatura científica,
por J. B. Carracido 587
La subscripción á esta Revista se hace por tomos completos,
de 500 á 600 páginas , al precio de 6 pesetas en España y 6 francos
en el extranjero , en la Secretaría de la Academia , calle de Val-
verde, núm. 26, Madrid.
Precio de este cuaderno , 1,50 pesetas.
3 2044 093 293 538