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Full text of "Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid"

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HARVARD    UNIVERSITY 


LIBRARY 


OF  THE 


MUSEUM   OF  COMPARATIVE  ZOOLOGY 


ti.\Lty^ 


OLW. 


íí)X^á,l1''-5'-»l'-f-5,l'^''^- 


OCT     3      1905 


REX'ISTA 


DE   LA 


REAL    ACADEMIA    DE   CIENCIAS 

EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES  DE  MADRID 


REVISTA 


DE    LA 


REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


DB 


MADRID 


0701^/10     III 


MADRID 

IMPRENTA    DE    LA    "GACETA    DE    MADRID" 

CALLE    DE    PONTEJOS  ,    NÚM.    8. 

1905. 


ART.  lli  HE  LOS  ESTATUTOS  PE  LA  ACADEMIA 

€  La  Academia  no  adopta  ni  rehusa 
las  opiniones  de  sus  in.divJduos;  oada 
au-tor  es  respon.sat>le  de  lo  que  oon- 
tengan.  sus  escritos.» 


REVISTA 


DE     LA 


REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


DE 


MADRID 


TOIVtO    XTX.-JSTTJls^.   1. 
(Julio   de   190e.) 


'''MADRID 

IMPRENTA  DE  LA  "GACETA  DE  MArRID" 

CALT/K    DE    PONTEJOS,    NÚM.     8. 

1905 


ADVERTENCIA 


Los  originales  para  la  Revista  de  la  Academia 
se  han  de  entregar  completos,  en  la  Secretarla  de 
la  Corporación,  antes  del  dia  20  de  cada  mes, 
pues  de  otro  modo  quedará  su  publicación  para 
el  mes  siguiente. 


REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 

EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES  DE  MADRID 


ACADÉMICOS  DE  NUMERO 
Excmo.  Sr.  D.  José  Echegaray,  Presidente. 

Zurbano  ,  44.. 

Excmo.  Sr.  D.  José  Morer. 

Genova ,  5. 

Excmo.  Sr.  D.  Eduardo  Saavedra,  Vicepresidente. 

Fuencarral ,  74. 

Sr.  D.  Joaquín  González  Hidalgo. 

Alcalá,  3Ó. 

limo.  Sr.  D.  Joaquín  M.  Barraquer  y  Rovira. 

Campomanes ,  12. 

limo.  Sr.  D.  Gabriel  de  la  Puerta  y  Rodenas. 

V'alverde,  30  y  32. 

Excmo.  Sr.  D.  Daniel  de  Cortázar. 

Velázquez ,  10. 

limo.  Sr.  D.  José  Rodríguez  Carracido,  Bibliotecario. 

Orellana ,  10. 

Excmo.  Sr.  D.  Francisco  de  P.  Arrillaga,  Secretario . 

Valverde ,  20. 

Excmo.  Sr.  D.  Julián  Calleja  y  Sánchez,  Tesorero. 

Argensola,  ó. 

Sr.  D.  Eduardo  Torroja  }'  Caballé,  Contador. 

Requena ,  o. 

Excmo.  Sr.  D.  Amos  Salvador  y  Rodrigáñez. 

Carrera  de  San  Jerónimo  ,  53. 

Sr.  D.  Francisco  de  Paula  Rojas. 

Lealtad,  13. 

Excmo.  Sr.  D.  Juan  Navarro-Reverter. 

Barquillo ,  15. 

Excmo.  Sr.  D.  Lucas  Mallada. 

Santa  Teresa  ,7. 

Excmo.  Sr.  D,  Santiago  Ramón  y  Cajal. 


—  6  — 
Excmo.  Sr,  D.  Diego  Ollero  y  Carmona. 

«  Ferrar ,  54. 

Sr.  D.  Pedro  Palacios. 

Don  Nicoiás  Maria  Rivero  ,  8. 

Sr.  D.  Blas  Lázaro  é  Ibiza. 

Palafox,  10. 

limo.  Sr.  D.  José  Muñoz  del  Castillo. 

Quintana,  38. 

Sr.  D.  Leonardo  de  Torres  y  Quevedo. 

Válgame  Dios,  3. 

Sr.  D.  José  María  de  Madariaga,  Vicesecretario. 

Zurbano,  18. 

limo.  Sr.  D.  José  Rodríguez  Mourelo. 

Piamonte,  14. 

Sr.  D.  Victorino  García  de  la  Cruz. 

Gobernador,  25. 

Sr.  D.  José  Marvá  y  Mayer. 

Campomanes,  8. 

Sr.  D.  Rafael  Sánchez  Lozano. 

Genova,  i  7. 

Sr.  D.  José  Gómez  Ocaña. 

Atocha,  127. 

ACADÉMICOS  ELECTOS 
limo.  Sr.  D.  Miguel  Martínez  de  Campos. 

Goya,  25. 

Sr.  D.  Vicente  Ventosa  y  Martínez  de  Velasco. 

Amnistía,  10. 

Sr.  D.  Eduardo  Mier  y  Miura. 

Infantas,  32. 

limo.  Sr.  D.  Ignacio  Bolívar. 

Jorge  Juan,  17. 

limo.  Sr.  D.  Bernardo  Mateo  Sagasta. 

San  Mateo,  22. 

Sr.  D.  Pedro  de  Avila  y  Zumarán. 

Travesía  de  la  Ballesta,  8. 

Sr.  D.  Ignacio  González  Martí. 

Hernán  Cortés,  7. 

Exorno.  Sr.  D.  Manuel  Benítez  y  Parodi. 

Plaza  de  la  Lealtad,  4. 


Sr.  D.  Miguel  Vegas  y  Puebla-Collado. 

Pez,  I  y  3- 

La  Academia  está  constituida  en  tres  Secciones: 

i.^  Ciencias  exactas.— Sres.  Saavedra,  Presidente; 
Torres,  Secretario;  Morer,  Barraquer,  Arrillaga,  Torroja, 
Navarro-Reverter  y  Ollero. 

2.^  Ciencias  físicas. — Sres.  Puerta,  Presidente;  Mou- 
relo,  Secretario;  Echegaray,  Carracido,  Salvador,  Rojas, 
Muñoz  del  Castillo,  Madariaga,  García  de  la  Cruz  y 
Marvá. 

3."*  Ciencias  naturales.  —  Sres.  Hidalgo,  Presidente; 
Gómez  Ocaña,  Secretario;  Cortázar,  Calleja,  Mallada, 
Cajal,  Palacios,  Lázaro  y  Sánchez  Lozano. 

ACADÉMICOS  CORRESPONSALES  NACIONALES 

Sr.  D.  Andrés  Poey.  París. 

Excmo.  Sr.  D.  Eduardo  Benot.  Madrid. 

Excmo.  Sr.  D.  Silvino  Thos  y  Codina.  Barcelona. 

Sr.  D.  Eduardo  Boscá  y  Casanoves.  Valencia. 

Sr.  D.  Luis  Mariano  Vidal.  Gerona. 

Excmo.  Sr.  D.  Leopoldo  Martínez  Reguera.  Madrid. 

Excmo.  Sr.  D.  Rogrelio  de  Inchaurrandieta.  Madrid. 

Sr.  D.  Ramón  de  Manjarrés  y  de  Bofarull.  Sevilla. 

Sr.  D.  Modesto  Domínguez  Hervella.  Alcalá  de  Henares. 

Sr.  D.  Salvador  Calderón  y  Arana.  Madrid. 

limo.  Sr.  D.  Ricardo  Vázquez-Illá  y  Martínez.  Valladolid. 

Sr.  D.  Zoel  García  de  Galdeano.  Zaragoza. 

Sr.  D.  Eduardo  J.  Navarro.  Málaga. 

R.  P.  Fr.  Celestino  Fernández  del  Villar.  Manila  (?). 

Sr.  D.  José  María  Escribano  y  Pérez.  Murcia. 

Sr.  D.  José  Florencio  Quadras.  Manila. 

Sr.  D.  Lauro  Clariana  y  Ricart.  Barcelona. 

Sr.  D.  Rafael  Breñosa  y  Tejada.  Segovia. 

Sr.  D.  José  María  de  Castellarnau  y  Lleopart.  Segovia. 

Sr.  D.  Juan  Bautista  Viniegra  y  Mendoza.  San  Fernando, 


—  8  — 

Sr.  D.  Rafael  Pardo  de  Figueroa.  Puerto  Real. 

Sr.  D.  Juan  Vilaró  Díaz.  Habana. 

Excmo.  Sr,  D.  Pablo  Alzóla  y  Minondo.  Bilbao. 

Sr.  D.  Joaquín  de  Vargas  y  Aguirre.  Salamanca. 

Sr.  D.  José  J.  Landerer.  Valencia. 

Sr.  D.  José  Eugenio  Ribera.  Madrid. 

ACADÉMICOS  CORRESPONSALES  EXTRANJEROS 

Barboza  de  Bocage  (J.  V.).  Lisboa. 
Anguiano  (A.).  Méjico. 
Gaudry  (A.).  París. 
Lemoine  (V.).  Reims  (?). 
Coliignon  (E.).  París. 
Barrois  (Ch.).  Lille. 

Hoonholtz,  Barón  de  Teffé  (A.  L.  de).  Rio  Janeiro  (?). 
Gomes  Teixeira  (F.).  Porto. 
Lapparent  (A.).  París. 
Príncipe  de  Monaco  (S.  A.  el).  Monaco. 
Choffat  (P.).  Lisboa. 
Vendrell  (A.).  Guatemala. 
Arata  (P.  N.).  Buenos  Aires. 
Carvallo  (M.).  Parts. 
Laisant  (C.  A.).  París. 
Enestrom  (G,),  Estocolmo. 
Ferreira  da  Silva  (A,  J.).  Porto. 
Nery  Delgado  (P.  F.).  Lisboa. 
Pina  Vidal  (A.  A.  de).  Lisboa. 
Brocard  (H.).  Bar-le-Duc. 
Laussedat  (A.).  París. 
Ocagne  (M.  d').  París. 
Romiti  (G.).  Pisa. 

Wettstein  Ritter  von  Werstersheim  (R.).  Viena. 
Engler  (A.).  Berlín. 

Guedes  de  Queiróz,  Conde  de  Foz  (G.).  Lisboa. 
Academia  Mejicana  de  Ciencias  Exactas,  Físicas  y  Natu- 
rales. Méjico. 


—  9  — 


I.— Catálogo  de  los  moluscos  testáceos  de  las  islas 
Filipinas,  Joló  y  3íariaiias  (1). 

Por  Joaquín  González  Hidalgo. 


LUCIN1D.E 

Género  Corbis  Cuvier. 

Cfelata  A.  Adams  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1853,  pági- 
na 69.  Gafrarium  ccelatumj.  Sorsogón  (Cuming),  Manila 
(FAera),  en  la  isla  de  Luxón. 

elegaiis  Deshayes  (Reeve,  Coneh.  icón.,  fig.  2.  Corbis 
Soiverhiji;  Deshayes,  Traite  Conch.,\ám.  15,  figs,  7  á  9). 
Isla  de  Negros  (Cuming).  El  nombre  de  Deshayes  es  an- 
terior. 

fiíiibriata  Linné  (Reeve,  ConcJi.  icón.  Corbis,  fig.  1).  Isla 
de  Cebú. —  Zamboaoga,  Surigao  y  Tagana-an,  en  la  isla 
de  Mindanao. —  Isla  Marongas,  en  el  Archipiélago  de 
Joló. —  Aspurguan,  en  la  isla  de  Guam,  Mmianas. 


Género  Lucina  Bruguiere. 

bicoriiis  Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Lucina^  fig.  8).  Isla 

de  Ticao  (Cuming). 
borealis  Linné  (Reeve,  L?^cma,  fig.  14).  '^la.nWa,  (Cuming), 

en  la  isla  de  Luxón.  Esta  especie  no  ha  sido  encontrada 

en  Filipinas  por  otros  naturalistas. 
COiTiigata  Deshayes  (Deshayes,  Magasinde  Zool.  Mollus- 

ques,  1843,  lám.  82;  Reeve,  fig.l8.  Lucina  Philippina- 

rum  de  Hanley;  Martens,  Molí.  Indischen  Ai'chipels,  lá- 


(1)     Véanse  los  tomos  I  y  II  de  esta  Revista, 


—  10  — 

lücina 

mina  11,  figs.  3  y  4.  Lucina  Philippinarum).  Tondo  ea 
Manila  (Cuming,  etc.),  La  Unión,  en  la  isla  de  Luxón. — 
Isla  de  Marindiique. —  Isla  de  Negros  (Elera). —  Puerto 
Princesa,  en  la  isla  de  la  Paragua.  Descrita  primero  por 
Deshayes,  aunque  con  localidad  equivocada. 

*  exaspérala  Reeve  (Reeve,  Lucina,  fig.  4).  Nasugbú,  pro- 

vincia de  Batangas  (Sánchez),  Morón,  prov.  de  Batáan, 
La  Unión,  en  la  isla  de  Luxón.  —  Laylay  en  Boac,  en  la 
isla  de  Marinduque. — Isla  de  Cehú. — Arguelles,  en  la  isla 
de  Negros. — Tigao  en  Tandag,  Davao  y  Zamboanga,  en  la 
isla  de  Mindanao. — Isla  Balabac. — Archipiélago  de  Joló. 
fábula  Reeve  (Reeve,  Lucina,  fig.  69).  Batangas  (Cuming), 
Batáan  (Elera),  en  la  isla  de  Luxón. 

*  fíbula  Reeve  (Reeve,  Lucina,  figs.  37  y  38,  non  33).  Islas 

de  Burias  y  de  Ticao  (Cumi'ng). —  Punta  Balabac,  en  la 
it«la  Balabac. — Aspurguan,  en  la  isla  de  Guam,  Marianas. 
La  figura  33,  de  Reeve,  es  algo  diferente  y  parece  corres- 
ponder á  la  Lucina  divergens  de  Philippi  (Ahhild.  Lucina, 
lamina  2,  fig.  4.  Oc.  Pacífico). 
gemma  Reeve  (  Reeve,  Luciría ,  fig.  64).  Loay  (Cuming)^ 
en  la  isla  de  Bohol. 

*  inteiTupta  Lamarck  (Reeve,  Lucina, ñg.  5). La  Unión,  en 

la  isla  de  Luxón. — Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Marin- 
duque.— Archipiélago  de  Joló. 
mahim   Reeve  (Reeve,  Lucina,  fig.  26).   Isla  de   Ticao 
(Reeve). 

*  ovuui   Reeve   (Reeve,  Lucina,   fig.  21).  La  Unión,  en  la 

isla  de  Luxón. — Isla  de  Burias  (Cu7ning). 

*  Pllilippiana   Reeve   (Reeve,    Ludna,  fig.    23;  Martens, 

Molí.  Indischen  Archipels,  lam.  11,  figs.  1  y  2.  Lucina 
edentula,  non  Linné).  Puerto  de  la  Candelaria,  en  la  isla 
de  LuxÓ7i. — Islas  de  Samar  y  de  Cehú. — Dumaguete,  en 
la  isla  de  Negros. — Isla  Balabac. — Archipiélago  de  Joló. 

*  pisum  Reeve  (Reeve,  Lucina,  fig.  66)  Filipinas. 

*  punctata  Linné  (Reeve,  Lucina,  fig.  2).  Isla  de  Cebú. — 

Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao. —  Isla  Balabac. — 
Aspurguan,  en  la  isla  de  Guam,  Mariatias. 


—  11  — 

Lanna 

sericata  Adams  y  Reeve  (Voy .  Samarang,  Mollusca,  lá- 
mina 24,  fig.  6).  Filipinas  (BeJcher) .  Paetel  la  incluye 
en  el  género  Felania. 

*  venusta  Philippi  (Reeve,  Lucina,ñg.  15)  'Manila  íCumÍ7ig)^ 
en  la  isla  de  Luxón. — Gigaquit,  en  la  isla  de  Mindanao. 

Otras  especies  citadas: 

Lucijia  globosa  For?kál.   Filipinas  (Paetel).    Especie  del 
Mar  Rojo. 
—  Philippinarum  Hanley  =  Luciua  coiTiigata. 


Género  Cryptodon  Turton. 

Luzoniciis  Smith  (Voy.  Challenger,  Lamellibr.  lámina 
14,  fig.  5).  Isla  de  Luxón.  ( Smith j.  A  1.050  brazas  de 
profundidad. 


UNGULIXID.E 

Género  Diplodonta  Bkonn. 

subgramilosa  Smith  (  Voy  Challenger,  Lamellibr.  lámina 
14,  fig.  7).  Filipinas  (Smith). 

Otras  especies  citadas: 

Diplodonta  conspicua  Smith.)  ^.,.  .        r.       ,    -r-.        .      i 
,     ^    ci    •  I  (liilipinas  (Paetel).  Jiispecies  de 

—  corpulenta  omith.  >       .  , 

1  ,  ,        o    •  1  í      Australia. 

—  subglobosa  omith.  ) 

Género  Cycladicama  Yalenciennes. 

*  Lliciniformis  Valenciennes  (Hombron  et  Jacquinot,  Voy. 
Pole  Sud,  Mollusques,  lám.  26,  fig.  3).  Manila  (Qua- 
dras),  en  la  isla  de  Luxón. 


—  12  - 

GALEOMMIDxE 

Género  Scintilla  Desrayes. 

Adamsi  Deshayes  (Reeve,  Conch.  icón.  Scintilla^  fig.  25; 

Sowerby,  Thes.  Conch.  Scintilla,  fig.  9).  Isla  de  Bohol 

(Deshayes). 
aiioniclla    Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  37;  Sowerby, 

Scintilla,  figs.  25  y  26).  Isla  de  Luxón  (Jagor). —  Isla 

de  Samar  (Deshayes) . 
candida  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  ñg.ñ;  Sowerby,  A^cm- 

tilla,  fig.  33).  Islas  de  Bufias  y  de  Bohol  (Deshayes). — 

Isla  Rita,  en  la  isla  de  la  Paragua. 
crocea  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  49;  Sowerby,  Scin- 
tilla, fig.  63).  Isla  de  Linón  (Jagor). —  Isla   de  Negros 

(Deshayes). 
crystalliiia  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  51;  Sowerby, 

Scintilla,  fig.  53).  Cacagsu,  en  la  isla  de  Mindanao  (Des- 
hayes). 
Cuvieri  Deshayes  (Reeve,    Scintilla,  fig.    15;   Sowerby, 

Scintilla,  figs.  59  y  60).  Baclayón,  en  la  isla  de  Bohol 

(Deshayes) . 
fla^ida    Deshayes    (Reeve,    Scintilla^    fig.    24;    Sowerby, 

Scintilla,  fig.  64).  Basay,  en  la  isla  de  Samar  (Deshayes). 
Hailleyi  Deshayes  (Deshayes,  Proc.  Zool.  Soc.  London, 

1855,  pág.  180).  Isla  de  Cehit  (Deshayes). 
hydatiiia  Deshayes  (Reeve,   Scintilla,  fig.  38;  Sowerby, 

Scintilla,  figs.  56  y  57).  Baclayón,  en  la  isla  de  Bohol 

(Deshayes). 
hydrophaiia  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  48;  Sowerby, 

Scintilla,  fig.  62).  Zambales,  en  la  isla  de  Luxón  (Des- 
hayes). 
opalina   Deshayes    (Reeve,    Scintilla,   fig.   41;  Sowerby, 

Scintilla,  fig.  41).  Isla  de  Luxón  (Deshayes). 
ovnlina    Deshayes  (Reeve,   Scintilla,  fig.   44;    Sowerby, 

Scintilla,  fig.  47).  Basay,  en  la  isla  de  Samar  (Deshayes), 


-  13  - 

Snntiila 

Oweiii  Deshayes  (Reeve,  Sciniilla,  fig.  16;  Sowerby,  Scin- 
tüla,  fig.  18).  Manila  (Elera),  en  la  isla  de  Luxón.—  1&\B. 
de  Cebú  (Deshayes). 

I)allidiila  Deshayes  (Reeve,  SciniíUa,  fig.  10;  Sowerby, 
Scintilla,  fig.  6).  Isla  de  Cebú  (Deshayes). 

l)ellicula  Deshayes  (Reeve,  Scintüla,  fig.  52;  Sowerby, 
Sdntilla,  figs.  66  y  67).  Isla  de  Cebú  (Eleva).— lúa.  de 
Bohol  (Deshayes). 

Philippiíieiisis  Dfshayes  (Reeve  Scintilla,  fig.  5;  Sower- 
by, Scintilla,  figs.  31  y  32).  Manila,  en  la  isla  de  Luxón. 
— Isla  de  Cebú  (Deshayes).  Quadras. 

porulosa  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  33;  Sowerby, 
Scintilla,  fig.  21).  Isla  de  Bohol  ( Deshayes J. 

púdica  Deshayes  (Reeve  Scintilla.  fig.  17; Sowerby  Scin- 
tilla, fig.  12).  Jsla  de  Cebii  (DeshayesJ. 

ReeA'Ci  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  4;  Sowerby,  Sciti- 
tilla,  figs.  29  y  30).  Bais,  en  la  isla  de  Negros  (Deshayes). 

rosea  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  ñg.  11;  Sowerby,  Sci?i- 
tillüi  fig.  11).  Zambales,  en  la  isla  de  Luxón  (Deshayes). 

sciiltillaiis  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  43;  Sowerby, 
Scititilla,  fig.  44).  Isla  de  Bohol  (DeshayesJ. 

solidula  Deshayes  (Reeve ,  Scintilla ,  fig.  45,  Sowerby, 
Scintilla,  figs.  48  y  49).  Tamar,  en  la  isla  de  Bohol  (Des- 
hayes). 

spleiidida  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  26;  Sowerby, 
Scintilla,  figs.  14  y  15).  Isla  de  Burias  (Deshayes). 

squama  Sowerby  (Reeve,  Scintilla,  ñg.  50),  Isla  de  Ti- 
cao  (Sowerby). 

striatiiia  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig,  40;  Sowerby, 
Scintilla,  fig.  40),  Isla  de  Bohol  (Deshayes). 

SUCcinea  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  1;  Sowerby, 
Scintilla,  fig.  58  ).  Isla  de  Luxón  {Sowerby). — Baclayón, 
en  la  isla  de  Bohol  (Deshayes). 
*  tennis  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  7;  Sowerby,  Scin- 
tilla,  fig.  34).  Basay,  en  la  isla  de  Sarnar  (Deshayes). — ■ 
Isla  de  Cebii . 

túrgida  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,   fig.  42;  Sowerby, 


-  14  - 

Scintilla 

Scintilla,  figs.   51  y  52).  Basaj,  en  la  isla  de  Samar 
(Deshaijes). 
vitrea  Deshaces  (Reeve,  Scintilla,  fig.  53;  Sowerby,  Scin- 
tilla, fig.  68).  Idla  de  Barias  (Deshayes). 

Otras  especies  citadas: 

Scintilla  Jttkesi Deshayes.  Bohol  (Paetel).  Especie  de  Aus- 
tralia. 

—  polita  Sowerby  =  Galeoinma  polita. 

Género  Galeomma  Turtóx. 

ainbig'lia  Deshayes  (Deshayes,  P7-oc.  Zool.  Soc.  Lo?ido7i, 
1855,  pág.  168).  Isla  de  Ticao  (Cuming). 

*  aiig'iista  Deshayes  (Reeve,  Conch.  icón.  Galeomma,  figu- 

ra 3;  Sowerby,  Thes .  Conch.  Galeomma,  fig.  10).  Pala- 
nóc,  en  la  isla  de  Mashate. — Isla  de  Bohol  (Deshayes). — 
Placer,  en  la  isla  de  Mindanao . — Isla  Rita,  en  la  isla  de 
la  Paragua. 

argéntea  Deshayes  (Reeve,  Galeomma,  fig.  7;  Sowerby, 
Galeomma .,  figs.  13  y  14).  Isla  de  Bohol  (Deshayes). 

chloroleuca  Deshayes  (Reeve,  Galeomma,  fig.  5;  Sower- 
by, Galeomma.  fig.  12),  Isla  de  Samar  (Deshayes). 

indecora  Deshayes  (Reeve,  Galeotnma ^  ñg .  8 ;  Sowerby, 
Galeomma ,  fig.  15) .  Isla  de  Masbate  (Deshayes). 

*  inflata  Deshayes  (Reeve,  Galeomma ,  fig.  6).  Manila,  en  la 

isla  de  Luxón .  —  Isla  de  Mashate  (Deshayes). 

niacrochisma  Deshayes  (Reeve,  Galeomma,  fig.  9;  Sower- 
by, Galeomma,  figs.  7  y  8).  Isla  de  Mashate  (Deshayes). 

paucistriata  Deshayes  (Reeve,  Galeomma,  fig.  2;  Sower- 
by, Galeomma ,  fig.  9).  Isla  de  Samar  (Deshayes). 

polita  Deshayes  (Reeve,  Scintilla,  fig.  32;  Sowerby, /Scm- 
tilla,  fig.  19).  Isla  de  Samar  (Deshayes ). 

Otras  especies  citadas: 

Galeomma  aurantia  Lamarck.  Filipinas  (Paetel)  Especie  de 
Mauricio. 

—  splendida  Deshayes  =  Scintilla  splendida. 


—  15  - 


ERYCINID^ 


Género  Erycina  Lamarck. 

buUiila  Deshajes  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1855,  pági- 
na 182).  Filipinas  (Deshayes). 

grata  Deshayes  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1855,  pág.  183). 
Isla  de  Samar  (Deshayes). 

glittula  Deshayes  (Proc.  Zool.  Soc.  Loridon,  1855,  pági- 
oa  182).  Isla  de  Burias  (Deshayes). 

incerta  Recluz  (Journ.  Conch.,  París,  1851,  lám.  10,  fig.  5). 
Manila  (Cailliaiid) ,  en  la  isla  de  Luxón. 

iiiacrodoiita  Deshayes  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1855, 
pág.  182).  Manila  (E/era),  en  la  isla  de  fjuxón. — Basay 
(Deshayes)  en  la  isla  de  Samar. 

parva  Deshayes  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1855,  pág.  182). 
Manila  (Elera),  en  la  isla  de  Liixón. — Basay  (Deshayes), 
en  la  isla  de  Samar. 

Zeblieiisis  Deshayes  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1855,  pá- 
gina 182).  Sibonga  (Deshayes),  en  la  isla  de  Cehú. 

Nota.  Estas  siete  especies  están  incluidas  en  el  género 
Kellya,  en  el  Catálogo  de  Paetel,  pero  la  primera  y  la  quinta 
con  los  nombres  equivocados  de  hullaius  y  marodonta.  Colo- 
ca además  la  iticerta  en  el  género  Lasca. 


Gémero  Kellya  Turton. 

Telliiioides  Hanley  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1856,  pá- 
gina 340).  Baclayón  (Hanley),  en  la  isla  de  Bohol. 


Género  Fythiua  Hinds. 

arcuata  A.  Adams  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1856,  pá- 
gina 47).  Isla  de  Cebú  (Guming). 


-  16  - 

Pjtliina 

Cuuiiiigi  A.  Adams  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1856,  pá- 
gina 47).  Guindulman  (Cuming),  en  la  isla  de  Bohol. — 
Jimamailán  (Cuming),  en  la  isla  de  Negros. 
*  Desliayesiaiía  Hinds  (Voy.  Sidplmr,  Mollusca,  lámina 
19,  figs.  8  y  9;  Clienu,  Ma7i.  Conck.,  II,  fig.  63;  H.  y 
A.  Adams,  Gen.,  MoIL,  lám.  114,  fig.  9).  Manila,  en  la  isla 
de  Luxóti. —  Magallanes,  en  la  isla  de  Sihiiyán. — Lugar 
Bacjauan  en  Badajoz,  en  la  isla  de  Tablas. — Isla  de 
RomblÓ7i. — Isla  Balauan,  Isla  Cayauan,  Placer,  Porto- 
lín  en  Cagayán  de  Misamis,  en  la  isla  de  MÍ7idanao. 
triaiígularis  A.  Adams  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1856, 
pág.  47).  Manila  (Cuming),  en  la  isla  de  Luxó?i. 


CRASSATELLID.5: 

Géneeo  Crassatella  Lamarck. 

COiTiigata  Adams  y  Reeve  (Voy.  Samarang,  Mollusca,  lá- 
mina 23,  fig.  7).  Archipiélago  de  Joló  (Belcher). 

lapídea  Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Crassatella,  fig.  7). 
Isla  de  Mindoro. — Isla  de  Negros  (Cuming). 

l)icta  Adams  y  Reeve  (Voy.  Samarang,  Mollusca,  lám.  23, 
fig.  6).  Filipinas  (Belcher). 

zic'zac  Reeve  (Reeve,  Crassatella,  fig.  13).  Isla  del  Corre- 
gidor (Cuming),  en  la  isla  de  Luzón. 


CAIIDITID.E 

GÉNERO  Venericardia  Lamarck. 

antiquata  Linné  (Reeve,  Conch.  icón.  Cardita,  fig.  29). 
Mariveles,  en  la  isla  de  Luxón. 

Belcheri  Deshayes  (Proc.  Zool.  Soc.  Loñdoyi,  1852,  pági- 
na 101).  Filipinas  {Cubras,  fide  Deshayes). 


--  17  — 
Ttnericardia 

*  canaliciilata  Reeve  (Reeve,  Cardita,  fig.  40).  Sorsogón, 

prov.  de  Albay,  Ensenada  de  Cayogno  en  Ternate,  prov. 
de  Cavite  y  Ensenada  de  Panimán,  en  la  isla  de  Luxón. 
— Catbalogán,  en  la  isla  de  Samar. — Zamboanga,  en  la 
isla  de  Mindanao  (Smith). — Islas  Marianas. 

Cardioides  Reeve  (Reeve,  Cardiia,  fig.  49).  Isla  del  Co- 
rregidor íCuming)  j  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  Balabac 
(Elera). 

ferruginosa  Adams  y  Reeve  (Voy.  Samarang ,  MoUusca, 
lám.  21,fig.  21).  Filipinas  íBehher).  Sólo  difiere  de  la 
Venericardia  ovalis  en  ser  comprimida  y  el  menor  nume- 
ro de  costillas. 

*  ovalis  Reeve  (Reeve,  Cardita,  fig.  27,  c).  Isla  del  Corre- 

gidor  (Cuming),   en  la  isla  de   Luxón. — Isla   de    Cebú 
(Elera). — Surigao,  en  la  isla  de  Mindanao. 
liitida  Reeve  (Reeve,  Cardita,  figs.  27,  a.  b).  Misamis  (Cu- 
ming), en  la  isla  de  Miyidanao. 

Nota.     Las  anteriores  especies  figuran   en  diversas   obras 
con  el  nombre  genérico  de  Cardita  ó  Actinoholus . 


Géneeo  Cardita  Lamarck. 

Crassicostata  Lamarck  (Reeve,  Conch.  icón.  Cardita,  figu- 
ra 7).  Puteao  (CutnÍ7ig),  en  la  isla  de  Luxón. 

Pliilippiuaruiii  Clessin  (Chemnitz,  Conch.  Cab.,  2.^  edic., 
Cardita,  lám.  10,  figs.  10  y  11).  Filipinas  (Paetel). 

pica  Reeve  (Reeve,  Cardita,  ^g.  8).  Ensenada  de  Cayogno 
en  Ternate,  prov.  de  Cavite,  en  la  isla  de  Luxón. — Isla 
de  Ouimaras  (Cuming). 

seniiorlíiculata  Linné  (Reeve,  Cardita,  fig.  10).  Islas  de 
Mindoro  y  de  Ticao  (Cuming). — Surigao  (Elera),  isla 
Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao. 

yariegata  Bruguiere  (Reeve,  Cardita,  fig.  3).  Daet,  prov. 
Camarines  Norte  (Jagor),  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  Sa- 
guisí y  Zamboanga,  en  la  isla  de  Mindanao. — Archipié- 
lago de  Joló. 

Eev.  Acad.  Ciencias.— m.— Julio,  1905.  2 


-  18  - 

Otra  especie  citada: 
Cardita  phrenetica  Born  =  Cardita  seiiiiorbiculata. 

Nota.     Las  especies  antes  citadas  figuran  en  algunos  libros 
con  el  nombre  genérico  de  Mytüicardia  6  de  Lazaría. 

MYTILID.E 

Género  Mytilus  Linné. 

*  curvatiis  Dunker  (Reeve,  Conch.  icón.  Mytilus,  fig.  53). 

Manila  (Ele?'a),  en  la  isla  de  Luzón  (Cuming). — Mana- 
pla,  en  la  isla  de  Negros. — Isla  Tinago,  Placer,  Dapitan 
y  Tandag,  en  la  isla  de  Mindanao. 

Grayaims  Dunker  (Reeve,  fig.  17.  Mytilus  I)iinJ¿eri).  Fi- 
lipinas (Reeve). 

illflatlis  Clessin  (Clessin  en  Chemn.,  2.^  edic,  Mytilidce,  lá- 
mina 8,  fig.  2).  Isla  de  Mindanao  (Clessin). 

latissimiis  Clessin  (Clessin  en  Chemn.,  2.^  edic,  lám.  10, 
figs.  1  y  2).  Filipinas  (Paetel).  Probablemente  variedad 
del  Mytilus  Orayanus. 

sinuatiis  Dunker  (Reeve,  Mytilus,  fig.  16).  Filipinas 
(Dunker). — Isla  de  Cebú  (Elera). 

Otras  especies  citadas: 

Mytilus  Dunl^eri  Reeve  =  Mytilus  Grrayaniis. 
—  tortus  Dunker  =  Stavelia  subdistorta. 

Género  Septifer  Recluz. 

*  bilociilaris  Linné  (Reeve,  Cotich.  icón.,  fig.  42.  Mytilus 

Nicoharicus).  Tondoen  Manila  (Lischke),  Nasugbú,  prov. 
de  Batangas  (Sánchez),  isla  del  Corregidor,  Ensenada  de 
Panimán  y  Ternate  en  la  prov.  de  Cavite,  Isla  Bagatao, 
en  la  isla  de  Luxón. — Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Jfa- 


-  19  — 

SeptiFer 

rinduque. — Isla  Lubán. — Isla  de  Samar  (Jagor). — Isla 
Saguisí,  Davao  y  Tandag,  en  la  isla  de  Mindanao. — Bin- 
tuan  en  la  Bahía  de  Ulugán  y  Puerto  Princesa,  en  la  isla 
déla.  Par  agua. —Isla,  Balabac. — Archipiélago  de  Joló. 
—  Agat,  en  la  isla  de  Guam,  Marianas. 
virgatlis  Wiegmann  (Clessin,  en  Chemn.,  2."  edic,  Myii- 
lidce,  pág.  27).  Manila  (Besser),  en  la  isla  de  Luxón. 


Género  Stavelia  Gray. 

*  SUbdistoi'ta  Recluz  (Journ.  Conch.,  París,  1852,  III,  lám.8, 
figs.  6  y  7;  Proc.  Zool.  Soc.  London,  1858,  lám.  41, 
fig.  1.  Stavelia  torta  Dunker).  Zamboanga  en  la  isla  de 
Mindanao  (Ciiming).  El  nombre  de  Recluz  es  anterior. 


Género  Crenella  Brown. 

bulla  Dunker  (Reeve,  Modiola ,  fig.  85).  Isla  de  Luxón 
(Ciiming). 

Otra  especie  citada: 

« 

Cretiella  concinna  Paetel  =  3Iodiola  coiiciiiiia. 

Género  Modiola  Lamarck. 

albicosta  Lamarck   (Reeve,  Conch.  icón.  Modiola ,  fig.  7). 
Isla  de  Luxón  (Jagor). 

*  arata  Dunker  (Reeve,  Modiola,  ^g.   12).   Nauján,   en  la 

isla  de  Mindoro.  —  Isla  Balanacan,  Boac  y  Mampao,  en 
la  isla  de  MarÍ7iduque. 

*  arciiatiila  Hanley  (Reeve,  Modiola ,  figs.  27  y  45).  Mala- 

bón  en  Manila,  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de   Mindoro 
(Elera). — Mampao  (Elera),  en  la  isla  de  Marinduqiie. 
concinna  Dunker  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1856,  página 
366.  Lanistina  concinna).  Isla  de  Cebú  {Cuming). 


-  20  — 
■Modiolii 

*  eloiigata  Swainson  (Reeve,  Modiola,  fig.  4).  Isla  de  Cebú, 

— Dapitan,  en  la  isla  de  Mindanao. 
flavida  Dunker  (Reeve,  Modiola,  fig.  77).   Manila  (Cu- 
ming)  en  la  isla  de  Luxón. 

*  Japónica  Dunker  (Reeve,  Modiola,  fig.  26).  Surigao,en 

la  isla  de  Mindanao. 

*  Metcalfei  Hanley  (Reeve,  Modiola^  fig.  16).   Malabón  en 

Manila,  en  la  isla  de  Liixón.  —  Mampao,  en  la  isla  de 
Marinduque. 

*  Pllilipiíiiiarum  Hanley  (Reeve,  MoíZz'o/a,  fig.  1).    Manila 

(Lisch~ke),  Calatagán,  prov.  de  Batangas;  Morón,  prov.  de 
Batáan,  en  la  isla  de  Luxón. — Nauján,  en  la  isla  de  Min- 
doro. — Mampao,  en  la  isla  de  Mai'indnque.  —  Looc,  en  la 
isla  de  Tablas. — Isla  de  Samar. — Taclobán,  en  la  isla  de 
Leyte. — Isla  de  Cebú  (Hanlej/). 

*  setigera  Dunker  (Ciessin  en  Chemnitz,  2.^  edic,  Modiola^ 

lámina  26^  fig.  2).  Malabón  en  Manila,  en  la  isla  de  Luxón. 

*  striatula    Hanley   (Reeve,    Modiola,  fig.    72;   Ciessin    en 

Chemn.,  2.^  edic.  Modiola  strigata,  non  Hanley)  Batangas 
(Hanley),  en  la  isla  de  Luxón. — Looc,  en  la  isla  de  labias. 
— Isla  de  Guam,  Marianas. 
strigata  Hanley  (Reeve,  Modiola,  figs.  33  y  83;  Ciessin 
en  Chemn.,  2.^  edic.  Modiola  arcuaiula  non  Hanley,  lá- 
mina 31,  fig.  6).  Sibonga  (Ha?iley),  en  la  isla  de  Cebú. — 
lela  de  Mindanao  (Elera). 

*  sub ramosa  Hanley  (Reeve,  Modiola,  fig.  43).  Nauján,  en  la 

isla  de  Mindoro. — Cajidiocán,  en  la  isla  Sibuiján. — Ría 
Catarman  (Jagor),  en  la  isla  de  Samar. — Cagayán  de  Mi- 
sarais (Cumingj  y  Davao,  en  la  isla  de  Mindanao. 

'^-  subsiilcata  Dunker  (Ciessin  en  Chemn,,  2.'"^  edic.  Modiola, 
lámina  28,  figs.  7  y  8).  Manila  (Dunker)  y  La  Unión,  en 
la  isla  áQ  Luxón. —  Surigao  (Elerajt  en  la  isla  de  Minda- 
nao.— Isla  Balabac  (Elera). 

*"■  Vag'ina  Lamarck  (Reeve,  il/ocí/oZa,  fig.  3).  Zamboanga,en 
la  isla  de  ]\rindanao. 
AVatsoiii  Smith  (Voy.    Challenger,  Lamellibr.,   lám.   16, 
%.  5).  Isla  de  Luxón  (Smith). 


-  21  -^ 

Otras  especies  citadas: 

Modiola  hulla  Dunker  =  Creiiella  bulla. 

—  castanea  Gray  =  3Ioíliola  Vagina. 

—  cinna^nomina    Elera  =  Litliodomus    ciimamomi- 

ims.  ♦ 

—  cuneiformis  Hanley.  Filipinas  (Hanley)=:  Mytilus  cu- 

neiformis^  especie  de  Chile. 

—  emarginata  Clessia  non  Benson.   Filipinas  (Clessin). 

Especie  de  China? 

—  ?nultístriata  Dunker.  Samar  (Jagor).  No  conozco  esta 

especie. 

—  PcBteliana  Clessin.  Filipinas  (Clessin)  =  Modiola  sul- 

cata  Lamarck,  especie  de  las  Antillas. 

—  Reevei  Angas  =  3Io(lÍ()la  stl'igata. 

—  subsulcata  Reeve,  non  Dunker  =  Modiola  setigera. 


Género  Lithodomus  Cuvier. 

"*  caiialií'erus  Hanley  (Reeve  ConcTi.  icón.,  Lithodomus, 
fig.  25).  Bagac,  prov.  de  Batáan.  Nasugbú,  prov.  de  Ba- 
t2iVíg'3i%  ( Sánchex) ,  La  Unión,  en  la  isla  de  Luxón. — Isla 
de  Cebú  (Cuming). —  Puerto  Princesa,  en  la  isla  de  la 
Paragua. 
caveriiosiis  Dunker  (Dunker  en  Chemn.,  2.^  edic.  Litho- 
phaga,  lám.  2,  figs.  5  y  6).  Filijñnas  (Dunker). 

*  ciimaiuoiniíuis  Chemnitz   (Reeve,  Lithodomus,  fig.   5). 

Santa  Cruz  y  Bolinao,  prov.  de  Zambales,  en  la  isla  de 
Luxón.  —  Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Marinduque. — 
Isla  de  Cebú  (Elera).  —  Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  MJn- 
danao. 

*  Ciimingiaims  Dunker  (Reeve,  Lithodomus,  fig.  8).  Isla  de 

Romblón.  —  Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao. 
Lobbeckeaims  Dunker  (Dunker  en  Chemn.,  2.^  edic.  Li- 
thophaga,  lám.  2,  figs.  3  y  4).  Filipinas  (Dunker). 

*  nasiltus  Philippi  (Dunker,  Lithophaga,  lám.  1,  figs.  5  y  6; 

Reeve,  Lithodomus,  fig.  10).  Isla  Saguisí  é  isla  Tinago, 


—  22  - 

Lithodomns 

en  la  isla  de  Míndanao. — Puerto  Princesa,  en  la  isla  de 
la  Paragua. 

*  obesus  Philippi  (Reeve,  Lithodomus,  fig.  6).  Isla  Saguisí, 

en  la  isla  de  Mindanao. 

*  teres  Philippi  (Philippi,  Ahhild.  Modiola,  lám.  1,  fig.  3). 

Bagac,  prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de  Luxón. —  Isla  de 
Cebú. —  Cagayán  (Cuming  fide  Carpenter),  Isla  Saguisí 
é  isla  Tinago,  en  la  isla  de  Mindanao. —  Puerto  Princesa^ 
en  la  isla  de  la  Paragua. 

Otras  especies  citadas: 

Lithodomus    fuscus    Gmelin  =  Lithodomus    einiiamo- 
iiiiims. 

—  plumilla  Hanley.  Citado  de  Panamá  por  este  autor  en 
una  de  sus  obras  y  de  Filipinas  en  otra.  No  sé  que 
se  haya  encontrado  en  estas  islas. 


AVICÜLIDiE 

Género  Avicula  Klein. 

Anomioides  Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Avicula,  fig.  26)» 
Filipinas  (Paetel). 

brevialata  Dunker  (Dunker,  Molí.  Japan,  lám.  10,  figu- 
ras 3  á  5).  Filipinas  (Dunker). 

castaiiea  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  49).  Isla  de  Min- 
doro  (Cuming). 
*  Crocea  Lamarck  (Reeve,  Avicula,  fig.  57).  Isla  de  Mindo- 
ro  (Cuming). —  Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao. 

fibrosa  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  50).  Catanauan  (Cu- 
ming),  Cavite  (Fiera),  en  la  isla  de  Luxón. 

flaniniata  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig,  37).  Bacjauan  en 
Badajoz,  en  la  isla  de  Tablas.  (Quadras.) 

imbricata  Reeve  (Reeve,  Avicula,  ñg.  11).  Filipinas  (Cu- 
ming). 


"  23  - 
A?icala 

Largillierti  Philippi  (Zeüschr.  fur  MalaJc.,  1848,  pág.  133). 
Isla  de  Bastían  (Philippi). 

*  lentigiiiosa  Reeve  (Reeve,  Aviciila,  fig.  13).  Manila,  en 

la  isla  de  Luzón.  La  Avicula  prcetexta  Reeve  es  proba- 
blemente joven  de  esta  especie. 
Lotoriuiu  Lamarck  (Reeve,  Avicula,  fig.  2).  Filipinas  {Jay). 

*  macroptera  Lamarck  (Reeve,  Avicula,  fig.  1).  Zamboanga, 

en  la  isla  de  Mindafiao. 

*  margaritifera  Linné  (Reeve,  Avicula,  fig.  21;  Danker  en 

Chemn.,  2,^  edic.  Avicula,  lám.  1,  fig,  2).  Nasugbü,  provin- 
cia de  Batangas  (Sánchez),  Daet,  Paracale  y  Mambulao, 
prov.  Camarines  Norte  (Jagor),  Caramoan ,  prov.  Camari- 
nes Sur,  Bolinao,  prov.  de  Zambales  y  Témate,  provincia 
de  Cavite^  en  la  isla  de  Luzón. — Tac!obáa_,  en  la  isla  de 
Leyte. — Salangán  cerca  de  Guiñan  (JagorJ^  en  la  isla  de 
Samar. — Isla  de  Bohol  (Elera). — Batan  en  Capiz,  en  la 
isla  de  Panay. — Isla  Santa  Fe  de  Bantayán. — Badián, 
Tabogón  y  Daan-Bantayán,  en  la  isla  de  Cebú.  —  Su- 
rigao  y  Zamboanga,  en  la  isla  de  Mindanao. — Isla  Pilas  y 
Maticán,  en  la  isla  de  Basilán. — Puerto  Princesa,  en  la 
isla  de  la  Paragua. 
miirieata  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  12).  Isla  de  Samar 
(Elera). — Tagana-an,  en  la  isla  de  Mindanao.  (Qliadras.) 

*  nebulosa  Conrad  (Reeve,  Avicula,  figs.  33  y  34).  Madlaog, 

en  la  isla  de  Marinduque. 

pra'texta  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  15).  Isla  del  Corregi- 
dor (Cuming),  en  la  isla  de  Luzón. 

pulchella  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  22)  Filipinas  (Cu- 
ming) . 

rutila  Reeve  (Reeve  Avicula,  fig.  19).  Isla  Lubán.  (Qua- 
dras.) 

*  Savignyi  Deshayes  (Reeve,  Avicula,  fig.  71).  Ternate,  en 

la  isla  de  Luzón. — Gasán,  en  la  isla  de  Marinduque. 

Spectrum  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  59).  lúo,  áe  Mindo- 
ro  (Cuming). 

Trochilus  Reeve  (Reeve,  Avicula,  fig.  51).  Filipinas  (Cu- 
ming). 


—  24  — 

*  Zebra  Reeve  (Reeve,  Avicula^  fig.  36).   Tondo  en  Manila, 
en  la  isla  de  Luxón, 

Otra  especie  citada: 

Avicula  heteroptera  Reeve,  non  Lamarck.  Filipinas  (Jay), 
Mindoro  (Elera).  Especie  de  Australia. 


GÉNERO  Malleus  Lamarck. 

*  albiis  Lamarck  (Reeve,  Conch.  icón.  Malleus,  fig.  1).  Isla 

de  Cebú. — Zamboanga,  en  la  isla  áeMindanao. — Isla  de  la 
Paragua  (Elera). 

*  doeniouiacus  Reeve  (Reeve,  Malleiis,  fig.  6).  Isla  de  Samar 

(Jagor) . 
Legiimen  Reeve  (Reeve,  Malleiis,  fig.  2).  Filipinas  (Cu- 

ming). 
Reg'iila  Forskal  (Reeve,  Malleus,  fig.  4).  Filipinas  (Reeve). 

—  Isla  de  Cebú  (Elera). 

*  Vlilgaris  Lamarck  (Reeve,  Malleus ,  fig.  5).  Islas  de  Cebú 

y  Negros. 

Otra  especie  citada: 
Malleus  vulsellaius  Lamarck  =  Malleus  Regula. 


Género  Vulsella  Lamarck. 

hiaus  Lamarck  (Reeve,  Conch.  icón.  Vulsella,  fig.  16).  Fi- 
lipinas (CumÍ7ig). 
*  lingulata  Lamarck   (Reeve,  Vulsella,   fig.   6).  Filipinas 
(Jay).  Dunker  la  menciona  del  Japón  y  del  Mar  Rojo. 

Otra  especie  citada: 

Vulsella  spongiarum  Lamarck.  Filipinas  (Jay).  Especie  del 
Mar  Rojo. 


* 


•^  25 


Género  Ferua  Erügüiere. 


Aiiomioides  Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Perna,  fig.  11). 
Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mmda7iao.— Barrio  de  Tumúa 
en  la  isla  de  Guam,  Marianas. 

Ephippiíim  Linné  (Reeve,  Perna,  fig.  8).  Pasacao,  pro- 
vincia Camarines  Sur  y  Paracale,  prov.  Camarines  Norte 
(Jagor),  en  la  isla  de  Lnxón.  —  Isla  de  Samar  (Jagor). 

Isog'iioiimm  Linné  (Reeve,  Perna,  fig.  24).  Paracale  y 
Mambulao,  prov.  Camarines  Norte  (Jagor),  isla  Bagatao, 
en  la  isla  de  Lnxón.  —  Isla  de  Samar  (Jagor). —  Isla  de 
Bohol  (Elera). — Isla  de  Cebii. — Tagana-an  y  Placer,  en 
la  isla  de  Mindanao. —  Isla  de  la  Paragua. 

leiitigiiiosa  Reeve  (Reeve,  Perna,  fig.  27).  Filipinas  (Cu- 
ming). 

Marsiipium  Lamarck  (Reeve,  Perna,  fig.  15).  Filipinas 
(Reeve). 

Nucleus  Lamarck  (Reeve,  Perna ^  fig.  4).  Mambulao,  pro- 
vincia Camarines  Norte  (Jagor),  en  la  isla  de  Luxón. 

Samoensis  Baird  (Smith,  Lamell.  Voy.  Challenger,  pá- 
gina 285;  Baird,  Cruise  of  the  Curacoa,  lám,  42,  fig.  8, 
fide  Smith).  Bagac,  prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de  Luxón. 
—  Zamboanga  (Smith),  en  la  isla  de  Mindanao. —  Bin- 
túan,  en  la  isla  de  la  Paragua. —  Isla  Balabac. 

serratilla  Reeve  (Reeve,  Perna,  fig.  14).  Filipinas  (Cu- 
7ning). 

spatlmlata  Reeve  (Reeve,  Perna,  fig.  28).  Malabón  en 
Manila,  Morón,  prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de  Luxón. — 
Manapla,  en  la  isla  de  Negros  (Cuming J. —  Isla  Saguisí, 
en  la  isla  de  MÍ7idanao. 

Vespertilio  Reeve  (Reeve,  Perna,  fig.  26).  Manila  ( Cu- 
ming J,  en  la  isla  de  Luxón. 

Otras  especies  citadas: 

Perna  femoralis  Lamarck  =  Perna  Isog'iiomum.  var. 
—  flavida  Paetel  =  3Io(Iiola  flavida. 


-  26  - 

Perna  Isogonum  Clessin  =  Perna  Isognomiim. 

—  subsulcata  Paetel  =  Modiola  siibsiilcata. 

—  Vulsella  Lamarck.  Filipinas  (Jaj).  Especie  de  S/  Tho- 

mas. 

Género  Pinna  Linné. 

adusta   Chemnitz  (Chemnitz,  Conch.  Cab.,  edic.  1.*  lámina 
91,  fig.  782).  Manila  (Hanley)^  en  la  isla  de  Luxón. 

*  bullata  Gmelin  (Reeve,  Conch.  icón.  Pinna,  fig.  16).  Filipi- 

7ias  (Jay). 
Chemiiitzi  Hanley  (Reeve,  Pinna,  figs.  1  y  55).  Filipinas 

(Cuming). 
deltodes  Menke  (Reeve,  Pinna,  fig.  40).  Zamboanga,  en  la 

isla  de  Mindanao. 

*  electi'ina    Reeve  (Reeve_,  Pinna,  fig.  25).  Gasán,    en    la 

isla  de  Marinduque. — Taclobán,  en  la  isla  de  Leyte. 
flabellum   Lamarck  (Reeve,    Pinna,    fig.    18).  Filipinas 

(Jay). 
fumata  Hanley  (Reeve,  Pinna,  figs.  27  y  28).  San  Nicolás 

(Cuming),  en  la  isla  de  Cebú . 
Hanley  i  Reeve  (Reeve,  Pinna,  fig.  15).  Témate,  provincia 

de  Cavile,  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de  Mindoro. 
inflatta  Chemnitz  (Reeve,  Pimía,  fig.  5).  Filipinas  (Cuming). 

*  liirida  Reeve  (Reeve,  Pinna.,  fig.  24).  Manila,  en  la  isla  de 

Luxón.--1Ú2L  de  Samar. 
mutica  Reeve  (Reeve,  Pinna,  fig.  33).  Isla  óe  Negros  (Cu- 
ming). 

*  nigra  Chemnitz  (Reeve,  Pinna,    fig.  4).  Isla  de  Luxón 

(Jagor). — Isla  de  Samar  (Jagor). —  Surigao,  en  la  isla  de 
Mindanao. 

*  peniia  Reeve  (Reeve,  Pinna,  fig.  39).  Filipinas  (Cuming). 
Philippinensis  Hanley  (Reeve,  Pinna,  fig.  20).  Filipinas 

(Cuming). 

*  saccata    Linné  (Reeve,  Pinna,   fig.    6).  Filipinas  (Cu- 

ming).— llocos  (Fiera),  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de 
Cebú  (Fiera). 


—  27  — 
Pinna 

*  semicostata  Reeve   (Reeve,  Pinna,   fig.  30).  Filipinas 

(Cuming). —  Cortés  en  Tandag,  en  la  isla  de  Mindanao, 

*  vexilliim  Born  (Reeve,  Pinna,  fig.  36).  Mambulao,  prov. 

Camarines  Norte  (Jagor),  Taal,  prov.  de  Batangas  y  Bo- 
linao^  prov.  de  Zambales,  en  la  isla  de  Luxón. —  Isla  de 
Mindoro. —  Cauit,  en  la  isla  de  Marinduque. —  Daan-Ban- 
tayán,  en  la  isla  de  Cebú. —  Zamboanga,  en  la  isla  de 
Mindanao. —  La  Isabela,  en  la  isla  de  Basilán. 

virgata  Menke  (Reeve,  Pinna,  fig.  45).  Isla  de  Negros 
(Cuming). 

Zebuensis  Reeve  (Reeve,  Pinna,  fig.  26).  Isla  de  Cebú 
(Cuming). 

Otras  especies  citadas: 

Pinna  margínala  Lamarck  =  Pinna  biiUata. 

—  nigrina  Lamarck  =  Pinna  nigra. 

—  Philippensis  Martens.  )        „.  tu  m*      • 

^,  .,.     .  ^      ,}=  Pinna  Pliilippinensis. 

—  Philip  pinar  um  raetel.  j 


ARCID.E 


Género  Arca  Linné. 


angicostata  Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Arca,  fig  57).  Isla 
de  Mindanao  (Smith). 

antiqnata  Linné  (Hanley,  Ipsa  Lin.  Conch.,  lám.  4,  fig.  3; 
Reeve,  fig.  24,  Arca  maculosa).  Morón,  prov.  deBatáan, 
en  la  isla  de  Luxón. — Nauján,  en  la  isla  de  Mindoro. — 
Islas  de  Romblón  y  de  Cebú. 

bicarinata  Sowerby  (^Proc.  Malac.  Soc.  Londo7i,  TV,  lá- 
mina 22,  fig.  14).  Isla  de  Cebú  (Koch). 

Chalcantnni  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  43).  Parañaque  en 
Manila,  en  la  isla  de  Luxón. — San  Nicolás  (Cuming),  en 
la  isla  de  Cebú. 

cometa  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  111).  Sorsogón   (Cu^ 


._  28  --^ 
Arca 

mmg),  Nasugbú,  prov.  de  Batangas  (Sánchez) ,  en  la 

isla  de  Luxón. 

COiígeiiita  Smith  (Voy.  Challenger,  Lamellih'.,  lám.  17, 

fig.  6).  Isla  de  Mindanao  (Smith). 

*  cornea   Reeve   (Reeve,  Arca,  fig.   16;  Philippi,   Ahhild. 

Arca  Cecillei,  lám.  5,  figs.  2  y  3).  Tondo  en  Manila, 
Bagae,  prov.  de  Batáan,  Bulacán;  Calumbit  (Jagor),  en 
la  isla  de  Luzón. — Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Marín- 
duque. — Nauján,  en  la  isla  de  Mindoro. — Basey  (Cu- 
ming),  en  la  isla  de  Samar  (Jagor).  —  Dapitan  y  Giga- 
quit,  en  la  isla  de  Mindanao.  El  nombre  de  Reeve  es 
anterior. 

*  crebricostata  Reeve  (Reeve,   Arca,  fi¿.   61).  Tondo  en 

Manila,  en  la  isla  de  Luxón. 

*  deciirvata  Lischke  (Reeve,   fig.   80.  Arca  obliquata,  non 

Gray).  Nauján,  en  la  isla  de  alindara. — Calbayóg  (Cn- 
ming),  en  la  isla  de  Samar. — Puerto  Princesa,  Ulugán, 
en  la  isla  de  la  Paragua. 

*  decussata  Sowerby  (Reeve,  Arca,  fig.  81).  Daet  y  Mam- 

bulao,  prov.  Camarines  Norte,  Pasacao,  prov.  Camarines 
Sur  (Jagor),  Bagac,  prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de 
Luxón. — Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Marinduque. — 
Nauján  en  la  isla  de  Alindero. — Isla  de  Romblón. — Isla 
de  Samar  (Jagor). — Isla  Saguisí,  Dapitan  y  Zamboanga, 
en  la  isla  de  Mindanao. — Bintúan  y  Puerto  Princesa,  en 
la  isla  de  la  Paragua. — Isla  Balabac. 

*  divaricata  Sowerby   (Reeve,   Arca,  flgs.  108  y  112).  La 

Unión,  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de  Saguisí  é  isla  Ca- 
lumangán,  en  la  isla  de  Mindanao. — Isla  Rita  y  Ulugán, 
en  la  isla  de  la  Paragua. — Isla  Balabac. 

*  feíTiíginea  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  39;  Jiivenis,  fig.  48. 

Arca  clathrata,  non  Defrance).  Tondo  y  Malabón  en 
Manila,  en  la  isla  de  Luxón. —  Islas  de  Barias  y  de 
Ticao  (Cuming).  De  la  misma  localidad  son  los  ejempla- 
res que  corresponden  á  las  dos  figuras  que  cito. 

*  fusca  Bruguiere  (Reeve,  ^rm,  fig.  82).  Bagac,   prov.  de 

Batáan,  Nasugbú,  prov.   de  Batangas  ( Sánchez) ,  en  la 


—  29  ^- 

Arca  '. 

isla  de  Liixón  (Jagor). — Gasán,  en  la  isla  de  Marindu- 
que. — Isla  de  Mindoro  (Cuming). — Islas  de  Lubán  y  de 
Cebú. — Zamboanga  (Martens,  etc.^,  Tandag,  en  la  isla 
de  Mmdanao. — Ulugán,  en  la  isla  de  la  Paragua. — Ar- 
chipiélago de  Joló. 
g'lobosa  Reeve  (Reeve,  ^/-m,  fig.  52).  Catbalogán  (Cu- 
yning) ,  en  la  isla  de  Samar. 

*  granosa  Linné  (Reeve,  Arca,  fig.  15).  Costa  de  Tayabas, 

en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de  Marinduque. — Nauján,  en 
la  isla  de  Mindoro. — Isla  de  Bohol  (Elera). — Capíz,en 
la  isla  de  Pa/m;/.— Tandag,  en  la  isla  de  Mmdanao. 

*  Giiberiiaciilum  Reeve  (Reeve,  Arca^  fig.  14).  Basey  (Cu- 

ming), en  la  isla  de  Samar. — Dapitan,  en  la  isla  de  Min- 
danao. 

*  Helblingi  Bruguiere  (Reeve,  Arca,  fig.  90).  Isla  del  Co- 

rregidor (Cuming)^  Nasugbú,  prov.  de  Batangas  (Sán- 
chex),  Tonáo  en  Manila,  en  la  isla  de  Luxón. — Laylay 
en  Boac,  en  la  isla  de  Marinduque. — Islas  de  Lubán  y 
de  Masbate. — Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao. 

*  holoserica  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  11).  Isla  de  Samar 

(Cuming).  De  acuerdo  con  Smith  no  doy  á  esta  especie 
el  nombre  de  Arca  uropygmelana  Bory,  como  hacen  al- 
gunos autores. 

*  iil?eqilivalvi,s  Bruguiere  (Kobelt  en  Chemn.  Conch.   Cab., 

2.^  edic,  Arca,  lám.  3,  fig.  1).  Tondo  y  Malabón  en  Ma- 
nila^ en  la  isla  de  Luxón. — Dapitan,  en  la  isla  de  MÍ7i- 
danao. 

*  iiiflata  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  30).  Ilo-Ilo  (Cuming),  en 

la  isla  de  Panay. 

*  lacerata  Linné  (Reeve,  Arca^  fig.  93).  Isla  de  Mindoro 

(Cuming). 
latevalis  Reeve  (Reeve,  ylrm,  fig.  115).  Filipinas  (Cu- 
ming).— Manila  (Nyst),  en  la  isla  de  Luxón. 

*  Lima  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  101).  Isla  del  Corregidor 

(Cuming),  en  la  isla  de  Luxón. — Gasán,  en  la  isla  de 
Marinduque. — Isla  de  Burias  (Cuming). — Puerto  Prin- 
cesa, en  la  isla  de  la  Paragua. 


—  30  — 
Arta 

*  Luzoilica  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  44).  Manila  (Elera),  en 

la  isla  de  Luxón  (Cuming). — Dapitan,  en  la  isla  de  Min- 
danao. 
miniíiia  Nyst  (Reeve,  Arca  minuta,  non  auct.,  fig.  112). 
Filipinas  (Cuming). 

*  Martinii  Recluz  (DunTcer,  Novit.,  Conch.  lám.   45,  figu- 

ras 1  á  4).  Témate,  prov.  de  Cavite,  en  la  isla  de  Liizón. 
— Isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao.  Especie  citada 
del  Brasil,  pero  como  es  tan  característica,  no  me  cabe 
duda  de  que  pertenecen  á  ella  los  ejemplares  recogidos 
en  Filipinas. 

liavicella  Reeve  (Reeve,  A7'ca,  fig.  114).  Calapán  (Cu- 
ming), en  la  isla  de  Mindoro. 

obloilg'a  Dunker  (Duuker,  Novit.  Conch.,  lám.  37,  figs.  4 
á  7).  Filipinas  (DunJcer). 

olivácea  Reeve  (Reeve,  Arca^  fig.  113).  San  Nicolás  (Cu- 
ming), en  la  isla  de  Cebú. 

*  pilllla  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  8).  Mari  veles,  en  la  isla  de 

Luxón. — Isla  de  Barias  (Cuming). — Isla  de  Samar  (Ja- 
gor). —  Dapitan  y  Gigaquit,  en  la  isla  de  Mindanao. 

*  SCaplia  Linné  (Hanley.  Ipsa   Lin.    Conch.,  lám.  1,  fig.  4; 

Reeve,  Arca,  fig.  25).  Manila  (Cuming),  La  Unión,  en  la 
isla  de  Luxón.  —  Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Marindu- 
que. — Isla  de  Samar  (Jagor,  etc.).  —  Isla  de  Cebú. —  Pla- 
cer (Elera),  en  la  isla  de  Mindanao. —  Puerto  Princesa, 
en  la  isla  de  la  Paragua. 
SCiilptilis  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  118).  Baclayón  (Cu- 
ming), en  la  isla  de  Bohol. 

*  seiiiitorta  Lamarck  (Reeve,  Arca,  fig.  89).  Taclobán,  en  la 

isla  de  Leyte. — San  Nicolás  (Cuming),  en  la  isla  de  Cebú' 
subrilbra  Dunker  (Dunker,  Novit.  Conch.,  lám.  28,  figs.  1 
á  5.  Anomalocardia  subrubra).  Filipinas  (Cuming). 

*  S3' 111  métrica  Reeve  (Reeve,  Ar'ca,  fig.  117).  Manila  (Cu- 

ming., etc.),  en  la  isla  de  Luxón. 

*  teiiebrica  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  105).  Malabón  en  Ma- 

nila, en  la  isla  de  Luxón. —  Basey  (Cuming),  en  la  isla 
de  Samar. 


-  31  — 

Arca 

*  tenella  Reeve  (Reeve,  Área,  fig.  91).  Isla  de  Burlas  (Cu- 

ming). 

*  tortuosa  Linné  (Reeve,  Arca,  fig.  86).  Filipinas  (Jay). — 

Baeolod,  en  la  isla  de  Negros. 
trapeziua  Lamarck  (Reeve,  Arca,  fig.  103).  Batangas  (Cu- 
ming),  en  la  isla  de  Luxón. —  Islas   de  Samar  y  Cebú 
(Elera). 

*  ventricosa  Lamarck   (Reeve,  fig.  69.  Arca  zebra,  non 

Swainson).  Isla  del  Corregidor  y  Manila  (Caming),  en  la 
isla  de  Luxón. — Gasán,  en  la  isla  de  Marinduque. — Nau- 
ján,  en  la  isla  de  Mindoro. —  Isla  Saguisí  y  Zamboanga, 
en  la  isla  de  Mindanao. — Isla  Balabac. 
vii'esceiis  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  97).  Catbalogán  (Cu- 
ming),  en  la  isla  de  Samar. 

*  vollicris  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  109).  Cayogno  en  Ter- 

nate,  prov.  de  Cavite  y  Bagac,  prov.  de  Batáan,  en  la 
isla  de  Luxón.  —  Isla  de  Burias  (Cuming).  —  Pinamona- 
jan,  en  la  isla  de  Cebú. —  Isla  Saguisí  é  isla  Calumangán, 
en  la  isla  de  Mindanao. —  Isla  Rita,  en  la  isla  de  la  Pa- 
ragua. — Isla  Balabac. — Aspurguan,  en  la  isla  de  Guam, 
Marianas. 
Zebueiisis  Reeve  (Reeve,  Arca,  fig.  120).  Isla  de  Cebú 
(Cuming) . 

Otras  especies  citadas: 

Arca  anómala  Reeve.  Filipinas  (Elera).  El  autor  no  da  lo- 
calidad. 

—  Cecillei  Philippi  =  Arca  cornea,  var. 

—  clathrata  Reeve,  non  Def ranee  ^  Arca  femig'inea, 

juvenis. 

—  craticulata  Nyst  =  Arca  ferruginea,  juvenis. 

—  foliata  Forskal.  Legaspi  en  Albay  (Jagor)  fide  Martens 

=  Arca  lacerata? 
-  láctea  Linné.  Filipinas  (Cooke).  Especie  de  Europa  y 

África. 
—  maculosa  Reeve  =  Arca  antiquata. 

—  minuta  Reeve  =  Arca  miiiima. 


-  32  - 

Arca  ohliquata  Reeve,  non  Gray  =  Arca  deciirvata. 

—  Reeveana  Nyst,  non  Philippi  =  Arca  iiiflata. 

—  torta  Stimpson  fide  Morch  =  Arca  tortuosa. 

—  uropygmelana  Bory  =  Arca  holoserica. 

—  Zehra  Reeve,  non  Swainson  =  Arca  ventricosa. 


Género  CucuUsea  Lamarck. 

COlicamerata  Martini  (Reeve,  Cotich.  icón.  Cucullcea,  fi- 
gura 1).  Filipinas  (Tryon). 

Género  Pectunculus  Lamarck. 

ailg'ulatus  Lamarck  (Reeve,  Conch.  icón.  Pectunculus, 
fig.  30).  Sorsogón,  en  la  isla  de  Luzón. — Isla  de  Marindu- 
que. — Catbalogán  (Cuming),  en  la  isla  de  Samar. — 
Isla  de  Cehii. — Surigao,  en  la  isla  de  Mindanao. 

aspersiis  Adams  y  Reeve  (Voy.  Samarang ,  Mollusca,  lá- 
mina 22,  fig.  8).  Archipiélago  de  Joló  (Belcher), 

aurifliuis  Reeve  (Reeve,  Pectunculus,  fig.  17).  Isla  de 
Capul  (Cmning). 

pectiniforiiiis  Lamarck  (Reeve,  Pectunculus,  ñg.  11).  Mo- 
rón, prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de  Luzón. — Islas  de  Mas- 
bate  y  de  Ticao  (Cuming,  etc.). —  Isla  de  Cebú.  —  Zam- 
boanga  (Martens,  etc.),  Tagana-an  y  Dapitan,  en  la  isla 
de  Mindaiiao. — Archipiélago  de  Joló. 

pertiisus  Reeve  (Reeve^  Pectunculus ,^g.  37)  Islas  de  iw- 
%ón  y  de  Mindanao  (Cuming). 

striatiilaris  Reeve  (Reeve,  Pectunculus ,  fig.  27).  Sur  de 
de  la  isla  de  Mindanao  (Smith) . 


—  33  - 


NUCULID^ 

Géneeo  Nncnla  Lamarck. 

Ciimingi  Hinds  (Reeve,  Conch.  icón.,  Nucula ,  fig.  5),  Bo- 
linao,  prov.  de  Zambales,  Sual,  prov.  de  Pangasinán 
(Cuming),  en  la  isla  de  Luxón. — Basey  (Cuming),  en  la 
isla  de  Samar. — San  Nicolás  (Cuming),  en  la  isla  de 
Cebú. 

nana  Hinds  (Reeve,  Nucula,  fig.  33),  Cagayán  (Cuming)^ 
en  la  isla  de  Mindanao. 

Otra  especie  citada: 

Nucula  retusa  Hinds  =  Yoldia  retusa. 

Género  Leda  Schumacher. 

lepida  A.  Adams  (Proc.  Zool.  Soc.  London,  1856,  página 

49).  Filipinas  (Adams). 
Metcalfei  Hanley  (Reeve,  Leda,  fig.  18).  Filipinas  (Cu- 

ming). 
reticulata  Hinds  (Reeve,  Leda,  fig.  48).  Loay  (Cuming) y 

en  la  isla  de  Bohol. — Cagayán  de  Misamis  (Cuming),  en 

la  isla    de  Mindanao. 
serótina  Hinds  (Sowerby,  Thes.  Conch.  Nuculidce,  figuras 

19  á  21).  Filipinas  ( Sowerhy). 

Género  Yoldia  Mollee. 

Myalis  Couthouy  (Reeve,  Conch.  icon.^   Yoldia,  fig.  9), 

Filipinas  (Sowerhy). 
retusa  Hinds  (Reeve,  Yoldia,  fig.  21).  San  Nicolás   (Cu^ 

ming),  en  la  isla  de  Cebú, 

Eev.  Acad.  Ciencias.— m.— Julio,  1905.  3 


—  34  - 


PECTINID^ 


Género  Pectén  Lamarck. 


*¿pyxidatus  Born  (Reeve,  Conch.  icon.^  Peden,  fig.  6;  Kus- 
ter  en  Chemn,  Conch.  Cab.,  2.^  edic.;  Peden,  lám.  35, 
figuras  1  y  2).  Capiz,  en  la  isla  de  Panay. — San  Nicolás 
(CumÍ7ig),  en  la  isla  de  Cebú. — Bacolod,  en  la  isla  de 
Negros. — Isla  de  Mindanao. 

*  Ziczac  Linné  (Reeve,  Peden,  fig.  29).  Filipinas  (Reeve). 

Otras  especies  citadas: 

Pedeti   aurantius   Sowerby.    Filipinas    (Jay)  =  Chlamys 
unicolor  Lamarck,  especie  del  Mediterráneo. 

—  distans  Sowerby,  non  Lamarck  =  Chlamys  Janus. 

—  hybridus  Lamarck  =  Clilaiiiys  squamosiis. 

—  Layardi  Reeve  =  Chlamys  floreiis. 

—  Leopardus  Smith,  var.  solaris  =  Chlamys  solaris. 

—  sdnguineus  Sowerby,  non  Gmelin.   Filipinas   (Sower- 

by) =  Chlamys  crueniatus  Reeve,  especie  de  Aus- 
tralia. 

—  sanguinolentus  Reeve,  non  Gmelin  =  Chlamys  sa- 

iiiosus. 

—  serratus  Reeve,  non  Sowerby  =  Chlamys  sqiiamo- 

sus.  var. 

—  veniricosus   Sowerby.  Calapán  en  Mindoro  (Cuming). 

Especie  de  Santa  Elena,  en  la  América  del  Sur. 


Género  Chlamys  Bolten. 

albolineatus  Sowerby  (Sowerby,  Thes.  Conch.  Peden,  lá- 
mina 14,  figs.  69  y  70).  Daet,  prov.  Camarines  Norte  (Ja- 
gor),  Morón,  prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de  Luxón. — 
Laylay  en  Boac  y  Gasán ,  en  la  isla  de  Marinduque. — 


-  35  — 

Ohlamys 

Isla  de  Guimaras  (Cuming).  —  Isla  de  Cebú. — Bahía  dé 

Ulugán,  en  la  isla  de  la  Paragua. 
cloacatus  Reeve  (Reeve,  Conch.  ico?i.,  Peden,  fig.  166). 

Filipinas  (Reeve). 
florens  Lamarck  (Reeve,  fig.  80,  Pectén  Layardi).  Isla  de 

Samar  (Jagor). 
flilvicostatus  Adams  y  Reeve  (Reeve,  Peden,  fig.  123). 

Archipiélago  de  Joló  (Belcher). 

*  in?eqiiivalvis  Sowerby  (Sowerby,  Peden,  figs.  193  á  195). 

Laylay  en  Boac,  en  la  isla  de  Marinduque. — Isla  de 
Cebú. 

*  Jaiius  Montrouzier  (Reeve,  fig.  49.  Peden  distans,  non  La- 

marck). Calapán  (Cuming),  en  la  isla  de  Mindoro. — Boac, 
en  la  isla  de  Marinduque.  —  Ayala,  en  la  isla  de  alinda- 
nao, — Archipiélago  de  Joló. 

larvatus  Reeve  (Reeve,  Peden,  figs.  158  y  165).  Filipi- 
nas (Reeve). 

lemiiiscatus  Reeve  (Reeve,  fig.  170.  Peden  lentiginosus) . 
Zamboanga  (Smitk),  en  la  isla  de  Mindanao. 

*  leiitig'iiiosus  Reeve   (Reeve,    Peden,    fig.    76).    Manila 

(Lisdike),  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  Lugbón. — Isla 
Ticao  (Cuming). — Islas  de  Cebú  y  de  Panay. — Isla  Sa- 
guisí,  Ayala  y  Zamboanga,  en  la  isla  de  Mindanao. 

*  Palliuiu  Linné  (Reeve,  Pede^i,  fig.  63).  Calapán,  en  la 

isla  de  Mindoro. — Isla  de  Cebú. — Zamboanga,  en  la  isla 
de  Mindanao. — Archipiélago  de  Joló. — Barrio  de  Sumay 
en  Agat,  isla  de  Guam,  Marianas. 
pictiis  Sowerby  (Reeve,  Peden,  fig.  116).  Bais  (Cuming), 
en  la  isla  de  Negros. 

*  pseudolima  Sowerby  (Reeve,  Pede7i,  fig.  57).  Manila,  en 

la  isla  de  Luxón. — Nauján,  en  la  isla  de  Mindoro. — Jacna 
(Cuming),  en  la  isla  de  Bohol. — Surigao,  en  la  isla  de 
Mindanao. 

*  Radiila  Linné  (Reeve,  Peden,  fig.   83),  Puerto  Galera, 

en  la  isla  de  Mindoro. — Isla  de  Burias. —  Isla  de  Samar 
(Jagor).  —  Antique ,  en  la  isla  de  Panay. — Jsla  de  Cebú. — 
Arguelles,  en  la  isla  de  Negros.  —  Zamboanga  (Mariens, 


—  36  — 
Chlamys 

etc.)  é  isla  Saguisí,  en  la  isla  de  Mindanao. —  Punta  Ba- 

labac,  en  la  isla  Balahac. 

*  Rastelliim  Lamarck  (Sowerby,  Thes.  Peden,  fig.  30;  Deles- 

sert,  Recueil  des  coquill.,  lám.  16,  fig.  3  a,  b).  Filipinas 
(Baranda).  El  Peden  mirificus  de  Reeve  (Condi.  icón. 
Peden,  fig.  104),  es  sólo  una  variedad  de  esta  especie. 

*  riigosus  Sowerby  (Reeve,  Pedeti,  fig.  144;  Sowerby,  Pec- 

ten,  fig.  226).  Morón,  prov.  de  Batáan,  en  la  isla  de  Lu- 
xón. —  Isla  de  Burias  (Qiiming). 

*  saiiiosiis  Reeve  (Reeve,  fig.  159.  Peden  sanguinolentus). 

Ayala  y  Zamboanga,  en  la  isla  de  Mindanao. 
seiiatorius  Gmelin  (Reeve,  Peden,  fig.  81).  Isla  de  Buzón 
(Smith). 

*  serratiis  Sowerby  (Sowerby,  Thes.  Peden,  fig.  56).  Mobo, 

en  la  isla  de  Masbate. — Isla  de  Cehú  (Cuming). 
solai'is  Sowerby  (Reeve,  Peden,  fig.   92).  Isla  de  Luxón 
(Smiih). 

*  speciosiis  Reeve  (Reeve,   Peden,    fig.    112).    Filipinas 

(Reeve). 

*  spectabilis  Reeve  (Reeve,  Peden,  fig.  128).  Isla  de  Cehú. 

*  squaiiiatus  Gmelin  (Reeve,  Peden,  fig.  82).  San  Nicolás 

(Cuming),  en  la  isla  de  Cehú. 

*  squamosus  Gmelin  (Reeve,  Peden,  fig.  65;  Yar.  fig.  46, 

Peden  serrahis,  non  Sowerby).  Cavite  y  Manila  (Elera), 
en  la  isla  de  Buzón. — Isla  de  Cehú. —  Isla  Calumangán, 
Surigao  y  Zamboanga,  en  la  isla  de  Mindanao. —  La  Isa- 
bela, en  la  isla  de  Bastían. 

*  siil>plicatus  Sowerby  (Reeve,  Peden,  fig.  17).  Isla  del 

Corregidor  (Cumi?ig),  en  la  isla  de  Buzón. — Ayala,  en 
la  isla  de  Mindanao. 

*  Tigris  Lamarck  (Reeve,  Peden,  fig.  77).  Isla  de  Mashate 

(Cuming). —  Zamboanga,  en  la  isla  de  Mindanao. — La 
Isabela^  en  la  isla  de  Basilán. 
vitreiis  Chemnitz  (Kuster  en   Chemn.,  2.^  edic.  Peden 
lám.  18,  fig.  10),  Sorsogóü,  prov.    de   Albay  (Cuming), 
en  la  isla  de  Buzón. — Isla  de  Panay  {Smiih). 


-  37  — 


Géseeo  Amussium  Klein. 


caduciim  Smith  (Voy.  Challenger,  Lamellibr.,  lám.  23, 
fig.  1).  Isla  de  Liixón  (Smith). 

Jeffreysi  Smith  (Voy.  Challenger^  Lamellibr.,  lám.  23, 
fig.  2 ).  Filipinas  (Smith). 

Pleuronectes  Linné  (Reeve,  Peden,  fig.  48).  Punta  Res- 
tinga, prov.  de  Cavite,  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de  3Ia- 
rinduque. — Capiz,  en  la  isla  de  Panay. —  Isla  de  Cehit 
(Jay). —  Surigao  y  Zamboaoga,  en  la  isla  de  Mindanao. 


Género  Hemipecten  Adams  y  Reeve. 

Forbesiamis  Adams  y  Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Hemi- 
fecten,  lám.  1,  figs.  1  y  2).  Archipiélago  de  Jo/ó  (Belcher). 


LIMID.E 

GÉNERO  Lima  Brüguiere, 

Basilanica  Adams  y  Reeve  (Voy.  Samarang,  Mollusca, 
lám.  21,  fig.  6).  Isla  de  Basilán  (Belcher). 

bullata  Born  (Reeve,  Conch.  icón.,  Lima,  fig.  3).  Sorsogón, 
prov.  de  Albay  (Cuming)^  en  la  isla  de  Luxón. 

Cumiiigi  Sowerby  (Sowerby,  Thes.  Lima,  fig.  24  y  25). 
Bolinao  (Cnming),  en  la  isla  áe  Luxón. 
*  fragilis  Chemnitz  (Reeve,  Lima,  fig.  18  b;  Sowerby,  Lima, 
figs.  34  á  37).  Balaring,  en  la  isla  de  Marinduque. —  Ba- 
dajoz, en  la  isla  de  Tablas. — Isla  Liigbón. — Isla  de 
Cebú. —  Isla  Saguisí,  isla  Balagnan,  isla  Tinago  é  isla  Ji- 
nitúan,  en  la  isla  de  Mindanao.  —  Isla  Rita,  en  la  Bahía 
de  Ulugán,  en  la  isla  de  la  Paragua. 

lata  Smith  (Voy.  Challenger,  Lamellibr.,  lám.  24,  fig.  3).  Isla 
de  Mindanao  (Smith). 


—  38  - 
lima 

orientalis  Adams  y  Eeeve  (Voy.  Samarang,  Mollusca, 
lám.  21,  fig.  7).  Filipinas  (Belcher).  Sowerby  la  conside- 
ra como  variedad  de  su  Lima  angulata. 

squamosa  Lamarck  (Reeve,  Lima,  fig.  10;  Sowerby,  Lima^ 
figs.  1  y  18).  Manila  (Lischke),  en  la  isla  de  Luxón. — 
Isla  Saguisí  y  Zamboanga,  en  la  isla  áeMindanao  (Smith). 
— Isla  Balahac. 

teñera  Chemnitz  (Reeve,  Lima,  fig.  7).  Batangas  (Soiverhy) 
y  Pasacao,  prov.  Camarines  Sur  (Jagor),  en  la  isla  de  Lu- 
xón.— Isla  de  Mindoro  (Sowerby). — Isla  de  Cebú. — Isla 
Saguisí  y  Dapitan,  en  la  isla  de  Mindanao. 

Otras  especies  citadas: 

Lima  Í7iflata  Chemnitz.  Filipinas  (British  Museum).  Espe- 
cie del  Mediterráneo. 
—  scabra  Born.  var.  glacialis  Gmelin  =  Lima  teñera. 


SPONDYLID^ 

Género  Spondylus  Linné. 

*  affinis    Reeve  (Reeve,  Conch.  icón.  Spondylus,  fig.  62). 

Filipinas  (Reeve). 
albibarbatus  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  32).  Filipinas 
(Cuming). 

*  albus  Chemnitz  (Chenu,  Illusir.  Conch.  Spondylus ,  lámi- 

na 28,  fig.  5).  Isla  Basilán.  Tal  vez  variedad  del  Spon- 
dylus Nicobaricus. 
asperrimus  Sowerby  (Reeve,  Spondylus,  fig.  45).  Filipi- 
nas (Cuming). 

*  aurantius  Lamarck  (Reeve,  Spondylus,  fig.  10).  Filipi- 

nas (Cuming). 

*  Var.  alba  (Sowerby,  Thes.   Conch.  Spondylus,  lámi- 
na 89,  fig.  55). 

*  Var.  purpurea  (Chenu,  Illusir.  Spondylus,  lám.  23, 
fig.  4).  Lugbutún,  en  la  isla  de  Basilán. 


-  39  - 

Spondylns 

*  Var.  lingua  felis  (Reeve,  Spondylns,  fig.  27).  Isla 
Basilán.  Mi  ejemplar  es  intermedio  entre  esta  figura  y  el 
tipo  de  la  especie. 

barbatiis  Reeve  (Reeve,  Spondylns,  fig.  16).  Filipinas 
f  Cmw2¿/2^^.  Probablemente  este  Spondylus  y  el  Spondylns 
affinis  son  variedades  de  una  misma  especie ,  á  pesar  de 
las  distinciones  que  hace  Reeve  entre  ambos. 

Butleri  Reeve  (Reeve,  Spo?idylus,ñg.  li).  Filipinas  (Cu- 
ming).  Parece  tan  sólo  la  variedad  purpúrea  del  Spon- 
dylns anraniius,  con  menos  series  de  espinas  y  éstas 
más  anchas. 

camiirus  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  ñg.  36).  Filipinas» 
(Cuming).  El  Sporidylns  foliaceus  de  Reeve  (Conch, 
icon.^  fig.  57)  es  tal  vez  un  individuo  más  adulto  del  Spon- 
dylns camurus. 

castlis  Reeve  (Reeve,  Spondylns^  fig.  47).  Filipinas  (Cu- 
ming).— Manila  (Kuster),  en  la  isla  de  Luxón. 

*  ducalis   Chemnitz  (Reeve,  Spondylns,  fig.  26).  Nasugbó, 

prov.  de  Batangas  (Sánchex),  Mari  veles  y  Morón,  provin- 
cia de  Batáan  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de  Marinduque. 
— Isla  Lubán. — Isla  de  Cebú. — Isla  de  Bohol  (Elera). — 
Isla  Cayauán,  en  la  isla  de  Mindanao. — Isla  Basilán. — 
Isla  Balabac. 

*  foliaceus  Chemnitz  (Reeve,  Spondylus,  fig.  25;  Sowerby, 

Thes.  Conch.  Spondylus  Petroselinnm ,  lám.  84,  figs.  6 
á  10;  Chenu,  Illnst.  Conch.,  lám.  22.  Spondylus  costatus 
de  Lamarck),  Isla  de  Ticao  (Cuming). — Zamboanga,  en 
la  isla  de  Mindanao. 

*  Fragiim  Reeve  (Reeve,  Spondylns.,  fig.  61).  Isla  de  Ma- 

rinduque. 
Hystrix  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  42).  Isla  de  Basilán. 

*  imbutiis  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  55).  Filipinas. 
Lamarcki  Chenu  (Reeve,  Spondylus,  fig.  30).  Diiet,  pro- 
vincia Camarines  Norte  (Jagor),  en  la  isla  de  Luxón. 

multimuricatus  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  15).  Fili- 
pinas (Cuming). 
niultisetosiis   Reeve   (Reeve,  Spondylus,  fig.  11).  Ma- 


-  40  - 

Spondylns 

nila  (Kuster),  en  la  isla  de  Luzón, —  Isla   de  Samar 
(Jagor). 
Mus  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  12).  Filipinas  (Cu- 
ming). 

*  Nicobaricus  Chemnitz  (Reeve,  Spotidglus ,  ñg.  50;  Chenu, 

Illustr.  Conch.,  lám.  28,  figs.  2  á  4.  Spondylus  radians 
de  Lamarck;  Reeve,  figs.  44  a.  b.  Spondylus  coccineus, 
non  Lamarck).  Isla  Lubáti.  —  Isla  de  Barias  (Sowerby). — 
Isla  de  Cebú. 
iiudus  Chemnitz  (Reeve,  Spondylus,  fig.  2).  Filipinas 
(Cuming). 

*  ocellatus  Reeve  (Reeve,  Spondylus^  fig.  43).  Filipinas 

(Cuming). 
occidens  Sowerby  (Journ.  Malacology.,  vol.  X,  lám.  5, 
fig.  9).  Filipinas  (Sowerby). 

*  Pacificus  Reeve  (Reeve^  Spondylus ,  fig.  1).  Manila  (Lis- 

clike),  en  la  isla  de  Luzón. 

*  pliirispinosus  Reeve  (Reeve,  Spondylus ,  fig.  18).  Isla  de 

Basilán. 
\reg'ms  Linné  (Reeve,  Spondylus,  fig.  20;  Chenu,  Illustr. 
Conch.  Spondylus,  \ám.  7,  figs.  1  y  2).  Archipiélago  de 
Joló  (Cuming). 

*  rubicuiidus  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  60).  Filipinas 

(Reeve). 

*  setiger  Reeve  (Reeve,    Spondylus,    fig.    53).    Filipinas 

(Reeve). 
Spectruiu  Reeve  (Reeve,  Spondylus,  fig.  49).  Filipinas 

(Cuming). 
teiielliis  Reeve  (Reeve^   Spondylus,  fig.   67).   Filipinas 

(Fiera). 

*  temiiíspiíiosii.s  Sowerby  (Reeve,  Spondylus ,  ^g.  23).  Isla 

de  Cebú  (Cuming). 
vii'giiieiis  Reeve  (Reeve ^  Spondylus,  fig.  31).  Filipinas 
(Cuming). 

*  zoiíalis  Chenu  (Reeve,  Spondylus ,  fig.  29).  Islas  de  Min- 

doro  y  de  Ticao  (Cuming). 


-  41  — 

Otras  especies  citadas: 

Spo?idylus  coccineus  Reeve,  non  Lamarck  ^  Spondylus 
Nicobaricus. 

—  fragüis  Sowerby.  Filipinas  (Jay).  El  autor  no  da  loca- 

lidad. 

—  herinaceus  Chenu  =  Spondylus  zoiíalis. 

—  Petroselinum  Sowerby  =  Si)Oiidyliis  foliáceas. 

Géneeo  Plicatula  Lamarck. 

australis  Lamarck  (Sowerby,  Thes.  Conch.  Plicatula,  fi- 
guras 20  á  22).  Cayogno  en  Témate, prov.  de  Cavite,  en 
la  isla  de  Luxón. — Isla  Jinituan,  en  la  isla  de  Mindanao. 
(Quadras.) 

dubia  Hanley  (Sowerby,  Plicatula,  fig.  19).  Isla  de  Sa- 
mar (Cuming). 

imbricata  Menke  (Sowerby,  Plicatula,  figs.  6  y  15  á  18). 
Isla  del  Corregidor  (Cuming)^  Manila,  Cayogno,  prov. 
de  Ternate,  en  la  isla  de  Luxón. 

Pllilippinarum  Hanley  (Sowerby,  P/¿"ca^i¿/a,  figs.  9  á  14). 
Filipinas  (Cuming). — Isla  de  Cebú  (Elera). 

Otra  especie  citada: 

Plicatula  cristata  Lamarck.  Filipinas  (Jay).  Especie   de 
América. 


ANOMIID^ 

Género  Anomia  Linné. 

*  senigmatica  Chemnitz  (Reeve,  Conch.  icón.  Anomia,  fi- 
gura 40).  Malabón  en  Manila  (Jofias) ,  en   la    isla  de 
Luxón. — Victoria,  en  la  isla  de  Negros  (Jay). 
Amaboeus  Gray  (Reeve,  Anomia ^  fig.  7).  Isla  de  Burias 
(Cuming) . 


—  42  - 

Otras  especies  citadas: 

Anomia  corrugata  Koch.  Filipinas  (Paetel). 

—  naviformis  Joñas  =  Anomia  penigmatica. 

—  reiicularis  Koch.  Filipinas  (Paetel). 

—  rosea  Gray  =  Anomia  {enigmática. 


Género  Placunanomia  Broderip. 

macrochisma  Deshayes  (Reeve,  Conch.  icón.  Placunano- 
mia ^  fig.  7).  Cagayán  (G.  B.  Sowerby),  en  la  isla  de 
Luzón. 


GÉNERO  Flacnna  Bruguiere. 

papyracea  Lamarck  (Reeve,  Placuna,  fig.  2).  Isla  de  Sa- 
mar (Jagor). 

*  Placenta  Linné  (Reeve,  Placuna^  fig.  3).  Bulacán,  en  la 

Bahía  de  Manila,  Caramoan,  prov.  Camarines  Sur,  en  la 
isla  de  Liizón. — Isla  de  Samar  (Jagor). —  Capiz,  en  la 
isla  de  Panay. 

*  Sella  Gmelin  (Reeve,  Placuna,  fig.  1).  Zambales,  en  la  isla 

de  Luxón. — Surigao,  en  la  isla  de  Mindanao. 

Otra  especie  citada: 
Placuna  orbicularis  Retz  =  Placuna  Placenta. 


OSTREID^ 

Género  Ostrea  Linné. 

*  affinis  Sowerby  (Reeve,  Conch.  icón.  Ostrea,  fig.  75).  Isla 

de  Cebú. 

*  Cristagalli  Linné    (Reeve,  Ostrea,    fig.    22).    Filipinas 

(Jay),  etc. 


-  43  - 

Ostr«a 

CliCllUata  Born  (Reeve,  Osirea,  fig.  34).  Malabon  en  Ma- 
nila (Elera),  en  la  isla  de  Luxón. — Isla  de  Samar  (Jagor). 
— Isla  de  Cehú  (Elera). 

*  Ciimiiig'iana  Bunker  (Reeve,  fig.  48.  Ostrea  ladea).  Fili- 

pinas. 
deiiticiilata  Born  (Reeve,  Ostrea,  fig.  14).  Isla  de  Samar 

(Jagor). 
echinata  Quoy  (Voy.  Ástrolabe,  Moll.,\ám  76,  figs.  13  y  14). 

Filipinas  (Hanley). 

*  hyotis  Linné  (Reeve,  Osirea^  fig.  7).  Diiet,  prov.  Camarines 

Norte  (Jagor),  en  la  isla  de  Luxón. —  Zamboanga,  en  la 
isla  de  Mindanao. — Lugbután,  en  la  isla  de  Basilán. 

*  imbricata  Lamarck  (Reeve,  Ostrea,  fig.  36).  Isla  de  Cebú. 

*  lugubris  Sowerby  (Reeve,  Ostrea,  fig.  63).  Filipinas. 

*  Mytiloides  Lamarck  (Reeve,  Ostrea,  fig.  3).  Isla  de  Cebú 

(Hanley). — Zamboanga,  (Martens,  etc.),  en   la   isla  de 
MÍ7idanao. 
orieiitalis  Jay  (Chemnitz,  Conch.  Cab.,  1.*  edic,  lám.  71, 
fig.  660).  Filipinas  (Jay). 

*  Paiilucciíe  Crosse  (Jonrn.  Conch.  París,  1870,  lám.  2, 

fig.  5;  Reeve,  fig.  56.  Ostrea  palmipes).  Filipinas  (So- 
iverby). 

*  Pes  tigris  Hanley  (Reeve,  Ostrea,  fig.  78).  Isla  de  Luxón 

(Cuming). 

*  plicata    Chemnitz    (Reeve,    Ostrea,    fig.    68).    Filipinas 

(Jay,  etc.). 

*  pyxidata  Adams  y  Reeve  (Reeve,  Ostrea,  fig.  16).  Filipi- 

nas (Belcher). 
rosacea  Deshayes  (Reeve,  Ostrea,  fig.  46).  Isla  de  Samar 
(Jagor). 

Otras  especies  citadas: 

Ostrea  cornucopice  Chemnitz  =  Ostrea  CUCllllata.  var. 

—  fusca  Lamarck.  var.  Sinensis.  Filipinas  (Jay)  =  Ostrea 

Sinensis  Gmelin,  especie  de  China. 

—  palmipes  Sowerby  =  Ostrea  Paulucciíe. 


—  44  — 


RESUMEN 

Las  islas  Filipinas  se  hallan  situadas  en  el  Océano  Pacífico, 
desde  el  5°  al  20°  de  latitud  Norte,  entre  la  China,  por  el  Nor- 
oeste, la  Cochinchina,  por  el  Oeste,  Borneo,  por  el  Sudoeste, 
las  Célebes,  por  el  Sur,  y  las  Molucas,  por  el  Sudeste.  Están 
separadas  de  la  China  y  de  la  Cochinchina  por  el  mar  de  la 
China;  de  Borneo,  por  el  mar  de  JoIó  <5  de  Mindoro,  y  de  las 
Célebes,  por  el  mar  de  este  nombre,  quedando  en  su  costa 
oriental  completamente  abiertas  á  las  corrientes  del  Océano 
Pacífico,  pues  sólo  á  una  distancia  de  20°,  y  casi  á  la  misma 
latitud,  existen  las  pequeñísimas  islas  que  han  recibido  el  nom- 
bre de  Marianas.  Las  islas  que  constituyen  el  archipiélago  de 
Joló  son  también  pequeñas  y  forman  como  una  barrera  entre 
el  mar  de  Joló  y  el  mar  de  las  Célebes,  desde  el  extremo  in- 
ferior y  occidental  de  las  Filipinas  hasta  la  punta  más  oriental 
de  Borneo. 

El  estar  colocadas  las  Filipinas  en  la  zona  intertropical,  el 
ser  muy  numerosas  y  de  diversa  magnitud  las  islas  que  forman 
dicho  grupo,  el  presentar  muchas  sinuosidades  en  sus  costas, 
aguas  tranquilas  en  distintos  sitios  y  poco  hondas,  pues  la  pro- 
fundidad es  menor  de  100  brazas,  son  circunstancias  en  extre- 
mo favorables  para  la  vida  de  los  moluscos  marinos,  y  así  no 
es  extraño  que  su  fauna  sea  tan  numerosa  y  tan  notable,  y  eso 
que  falta  mucho  por  explorar  en  una  región  tan  privilegiada 
bajo  el  punto  de  vista  de  sus  producciones  naturales. 

Mucho  hicieron  por  el  conocimiento  de  la  fauna  malacológi- 
ca  de  dicha  región  los  dos  célebres  colectores  de  los  moluscos 
de  Filipinas:  el  inglés  Cuming,  poco  antes  del  año  1840,  y  el 
español  Quadras,  desde  1884  (durante  un  período  de  diez  y 
seis  años);  contribuyendo  también  á  ello  las  excursiones  de 
Kierulf,  Hombron,  Belcher,  Jagor,  Semper,  Baranda,  Fungai- 
riño,  Teixidó,  Martens,  Mangas,  Pardo,  Besser,  MoUendorff, 
Sánchez  y  otros  varios,  como  puede  ver  el  lector  en  los  datos 
reunidos  en  el  presente  Catálogo,  de  cuyo  examen  resulta  que  la 


-  45  — 

fauna  filipina  es  una  de  las  más  ricas  y  variadas  del  globo.  Pero 
con  ser  tanto  el  número  de  especies  allí  recogidas,  se  puede 
decir  de  antemano  que  han  de  ser  muchas  todavía  las  que  se 
encontrarán  en  aquellos  mares,  cuando  se  recorran  detenida- 
mente por  mayor  número  de  naturalistas  y  con  los  poderosos 
medios  que  hoy  tiene  la  ciencia  para  esa  clase  de  investiga- 
ciones. 

Si  la  fauna  de  Filipinas  consta  ya  de  4.300  á  4.500  espe- 
cies de  moluscos  terrestres,  fluviales  y  marinos,  con  las  explo- 
raciones de  unas  cuantas  personas  que  sólo  han  trazado  en  sus 
viajes  algunas  líneas  por  aquellas  numerosas  y  accidentadas 
islas,  calcúlese  lo  que  aumentará  dicho  número  cuando  se  pue- 
dan examinar  despacio  grandes  extensiones  de  terreno,  visitar 
minuciopamente  todos  los  senos  y  repliegues  de  las  costas  y 
dragar  en  distintos  sitios  y  á  diferentes  profundidades. 

En  las  páginas  anteriores  está  ya  reunido  y  estudiado  todo 
lo  relativo  á  los  moluscos  marinos  (sin  perjuicio  de  continuar 
publicándolo  de  una  manera  extensa  en  mis  Obras  malacológi- 
cas),  y  dentro  de  poco  aparecerá  la  segunda  parte  de  este  Ca- 
tálogo, que  contiene  la  enumeración  de  los  moluscos  terres- 
tres y  fluviales.  Mas  al  terminar  esta  primera  parte  he  creído 
útil  dar  un  resumen  de  las  localidades  más  ó  menos  conoci- 
das de  las  islas  Filipinas ,  Joló  y  Marianas,  indicando  á  la  vez 
el  número  de  especies  halladas  en  cada  una  y  el  nombre  del 
colector  que  las  encontró.  Creo  que  esta  lista  servirá  para  las 
investigaciones  posteriores  ,  porque  podrá  verse  en  seguida  qué 
localidades  han  sido  visitadas  y  cuáles  las  que  restan  por  ex- 
plorar. 

Sin  contar  muchos  moluscos  que  han  sido  citados  de  Fili- 
pinas y  que  no  admito  aún  en  dicha  fauna,  pues  no  me  inspi- 
ran confianza  esos  datos  por  diversas  razones  (1),  las  especies 


(1)  Van  señalados  al  final  de  cada  género;  es  probable  que  lle- 
gue á  confirmarse  la  existencia  en  Filipinas  de  algunos,  pero  pue- 
de afirmarse  desde  ahora  que  no  se  hallarán  otros  muchos,  por- 
que si  bien  las  Filipinas  pertenecen  á  la  misma  provincia  geográ- 
fica que  China,  el  Sur  del  Japón,  Borneo,  Ceilán,  Madagascar, 
Norte  de  Autralia,  etc.,  es  bien  sabido  que  parte  de  las  especies 


—  46  — 

que  constituyen  hoy  la  fauna  malaeológica  marina  de  dichas 
islas  son  en  número  de  3.121,  incluyendo  en  ellas  485,  á  las 
cuales  sólo  se  indica  por  localidad  Filipinas.  En  el  índice  al- 
fabético colocado  al  principio  de  este  Catálogo  se  ha  hecho  la 
distribución  de  las  especies  que  corresponden  á  cada  género, 
y  en  el  que  luego  sigue  se  indica  el  número  de  especies  encon- 
tradas en  cada  sitio. 

Las  localidades  de  las  islas  van  dispuestas  por  orden  alfabé- 
tico; pero  enumero  las  islas  por  grupos,  atendiendo  á  su  mayor 
conexión  entre  sí  por  la  menor  profundidad  que  hay  en  las 
aguas  que  las  separan.  Las  mayores  profundidades  existen  en 
el  mar  de  Joló  y  de  las  Célebes  donde  llegan  á  2.550  y  2.750 
brazas  respectivamente;  en  el  estrecho  de  Mindoro,  entre  la 
isla  de  este  nombre  y  la  de  Busuanga,  alcanza  la  de  936  bra- 
zas; es  de  500  en  el  estrecho  de  Sibutú,  entre  la  isla  Tawi- 
Tawi  y  Borneo;  de  375  entre  Bohol  y  Mindanao;  desciende  ya 
á  110  alrededor  de  las  islas  que  forman  el  grupo  de  Mindoro, 
entre  ellas  y  Luzón,  Marinduque,  Masbate  y  Panay,  y  es,  por 
último,  de  menos  de  100  brazas  á  todo  lo  largo  de  las  Filipi- 
nas y  Joló,  desde  Luzón  hasta  el  estrecho  de  Sibutú,  entre 
Luzón,  Polillo,  Catanduanes ,  Marinduque,  Ticao,  Masbate, 
Samar,  Leyte,  Panay,  Guimarás,  Negros,  Cebú,  Siquijor, 
Bohol,  Panaon,  Dinagat,  Siargao,  Mindanao,  Sarangani,  Sa- 
col,  Basilán,  Malanipa  y  todo  el  archipiélago  de  Joló.  La 
parte  occidental  de  las  Filipinas,  ó  sea  Busuanga,  Cuyo,  Ca- 
lamian,  Paragua,  Balabac  y  Cagayán  de  Joló,  se  halla  sepa- 
rada de  la  parte  oriental  por  la  gran  profundidad  del  estrecho 
de  Mindoro,  é  igualmente  del  archipiélago  de  Joló,  por  la  del 
estrecho  de  Sibutú,  y  está  en  conexión  más  íntima  con  Banguey 
y  Borneo  por  una  profundidad  menor  de  100  brazas,  como  su- 
cede entre  las  islas  de  la  parte  oriental  de  las  Filipinas. 


de  una  provincia  geográfica  se  encuentran  en  todas  las  regiones 
de  dicha  provincia,  y  otra  parte  se  hallan  localizadas  en  cada  una 
de  las  regiones  de  la  misma.  Hecho  ignorado  por  Elera  al  incluir 
en  la  fauna  de  Filipinas  muchas  especies  que  hallaba  citadas  de 
los  países  antes  indicados ,  y  las  cuales  no  señala  como  existentes 
en  su  colección  del  Archipiélago!  (Véase  su  obra). 


~  47  — 


—  48  - 


Grupo  Luzón. 

Islas  Batan,  Camiguín,  Luzón,  Polillo,  Alabat,  Catandua- 
nes,  Raporapo,  Marinduque  y  Corregidor. 

Especies. 


Isla  Batan,  entre  Formosa  y  las  Babuyanes  (Elera).  2 

Isla  Camigum ,  en  las  islas  Babuyanes  (Cuming) .  .  9 
Isla  de  Luzón  (Cuming,  Besser,   Meyen,  Jagor, 
Baranda,  Martens,  Semper ,    Goiild,   Liautaud, 
Eydoux,  Gruner,  Largüliert^  Quadras,  Teixidó, 

Fohl,  Deppe,  Móllendorff,  etc.) 1.131 

Abulug,  provincia  de  Cagayán  (Cummg) 2 

Agoo,  provincia  de  la  Unión  (Cuming) 7 

Albay,  provincia  de  (Cuming,  Jagor ,  Quadras) 11 

Aparri,  provincia  de  Cagayán  (Quadras) 4 

Bacarra,  provincia  de  llocos  Norte  (Cuming) 2 

Bacón,  provincia  de  Sorsogón  (Quadras) 10 

Bagac,  provincia  de  Batáan  (Quadras) 126 

Bagatao  (Isla),  provincia  de  Sorsogón  (Quadras) 33 

Bauang  ó  Baoang,  provincia  de  la  Unión  (Cuming) . .  .  3 
Bangui  ó  Banguey,  provincia  de  llocos  Norte  (Cu- 
ming)    7 

Banquíruhán(Río),  provincia  de  Albay  (Quadras).  ...  3 

Batáan,  provincia  de  (Jagor) 11 

Batangas,  provincias  de  (Cuming  ^  Quadras) 31 

Bolinao   (Cabo),  provincia    de    Zambales    (Cuming, 

Quadras) 59 

Bulacán,  provincia  de  (Quadras) 6 

Bulusán,  provincia  de  Sorsogón  (Cuming) 1 

Caba  (Río),  provincia  de  la  Unión  (Quadras) 2 

Cagayán,  provincia  de  (Cuming) 10 

Caloocán,  en  Manila. 

Calumpit,  provincia  de  Bulacán  (Jagor) 1 


—  49  - 

Especies, 

Cand<5n,  provincia  de  llocos  Sur  (Quadras) 1 

Calatagán,  provincia  de  Batangas  (Qimdras) 8 

Camarines,  provincia  de  (Quadras) 1 

Candelaria  (Puerto  de  la)  prov.  Zambales  (Quadras).  8 
Caramoan  ,  provincia  de  Camarines  Sur  (Quadras) .  .  7 
Casigurán  (Playa  de),  provincia  de  Sorsogón  (Qua- 
dras)     2 

Catalangán  (Río),  provincia  La  Isabela  (Quadras) .  .  2 

Catanauan,  provincia  de  Tajabas  (Cuming) 37 

Cavite,  provincia  de  Cavite  (Cuming ,  Martens)..  . .  56 

Cayogno  en  Ternate. 

Currimao   (Puerto),   provincia  llocos    N.   (Cuming, 

Quadras) 14 

Daet,  provincia  Camarines  Norte  (Jagor) 11 

Daraga  ó  Cagsaua  (Río),  provincia  de  Albay  (Jagor).  2 

DigoUorín,  provincia  La  Isabela  (Quadras) 3 

Gubat,  provincia  de  Sorsogón  (Quadras) 4 

Hermita  en  Manila. 

Iba,  provincia  de  Zambales  (Cuming) 3 

llocos  Norte  y  Sur,  provincia  de  (Cuyning,  Quadras).  15 

La  Unión,  provincia  de  la  Unión  (Quadras) ,  ......  35 

Legaspi,  provincia  de  Albay  (Jagor) 8 

Lucena ,  provincia  de  Tayabas  (Quadras) 5 

Malabón  en  Manila. 
Malate  en  Manila. 

Mambulao,  provincia  Camarines  Norte  (Jagor) 36 

Manhan       ?              (C.  Semper) 1 

Manila  (Besser,  Meyen,  Cuming,  Baranda,  Martens, 
Quadras,  Gould,  Liautaud,  Fohl,  Eydoux ,  Dep- 
pe,    Gruner,   Largilliert,   Müllejidorff ,    Teixidó, 

etcétera,  etc 409 

Mariveles,   provincia  de  Batáan  (Jagor,   Quadras, 

Mollendorff) 78 

Matnog,  provincia  de  Sorsogón  (Cuming) 19 

Morón  ó  Morong,  provincia  de  Batáan  (Quadras) .  . .  101 

Naic,  provincia  de  Cavite  (Elera) 9 

Narvacán,  provincia  llocos  Sur  (Quadras) 13 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  1905.  á 


—  50  - 

Especies. 


Nasugbú,  provincia  de  Batangas  (Sánchez) 67 

Orion,  provincia  de  Batáan  (Cuming) 4 

Paguindin,  provincia  La  Isabela  (Quadras) 3 

Palanan,  provincia  La  Isabela  (Quadras) 9 

Pangasinán,  provincia  de  (Quadras). 3 

Panimán  (Ensenada  de)  Quadras 4 

Paracale,  provincia  de  Camarines  Norte  (Jagor).  ...  16 
Parañaque  en  Manila. 

Pasacao,  provincia  Camarines  Sur  (Cuming,  Jagor).  25 
Pasig  (Río)  en  Manila. 

Pasiguing,  provincia  llocos  Norte  (Cuming) 4 

Patrocinio,  provincia  de  Albay  (Jagor) 4 

Punta  Restinga,  Provincia  de  Cavite  (Quadras).  ...  4 

Puteao,  provincia  de  Albay  (Cuming) 13 

San  Bernardino  (Estrecho  de)  Quadras 1 

San  Esteban,  provincia  de  llocos  Sur  (Cuming,  Qua- 
dras)  , 6 

San  Fernando,  provincia  La  L^nión  (Quadras) 2 

San  Juan,  provincia  de  llocos  (Quadras).. . 1 

San  Juan  de  Bocboc ,  provincia  de  Batangas  (Qua- 
dras)   4 

San  Miguel,  provincia  de  Albay  (Cuming,  Jagor)..  .  6 

Santa  Cruz,  provincia  de  Manila  (Cuming,  Quadras).  22 
Santa  Lucía  en  Manila. 

Sargassinan  (Es  Pangasinán?)  Cuming 1 

Sedeira  en  Manila. 

Sinait,  provincia  llocos  Norte  (Cuming) 3 

Sinay,  provincia  de  Vigán?  (Quadras) 5 

(Estas  dos  localidades  deben  ser  una  misma) 
Sorsogón,  provincia  de  Albay  (Cuming,  Baranda, 

Quadras) 54 

Sual,  provincia  de  Pangasinán  (Cuming) 12 

Subic  6  Subig,  provincia  de  Zambales  (Jagor,    Qua- 
dras)   15 

Taal,  provincia  de  Batangas  (Quadras) 12 

Tabaco,  provincia  de  Albay  (Quadras) 4 

Tayabas,  provincia  de  (Quadras) 36 


-  51  — 

,  Especies. 

Ternate,  prov  de  Cavite  (Qiiadras) 103 

Tiabasan  (Río)  en  Bosoboso  (Quadras) 2 

Ticnoan  (Río)  provincia  la  Isabela  (Quadras) 2 

Tiui,  provincia  de  Albay  (Quadras) 1 

Tondo  en  Manila. 

Vigán,  provincia  llocos  Sur  (Quadras) 1 

Zambales,  provincia  de  (Quadras) 9 

Yagua^  provincia  de  Albay  (Jagor) 1 

Isla  Polillo  (Porte)..        4     Isla  Cat  and  lian  es 

Isla  Alabat  (Quadras)       46  (Quadras) 50 

Isla  Rapompo  ó  Ba-  ^°^*^°  (Quadras).         1 

pnrapn  (Quadras.).        1     ^^''^  '^""^  Corregidor 

(Cutning) 69 

Isla  de  3Iarinduqne  (Quadras).     362. 

Banalacan  (Isla)  (Qua-  Laylay  en  Boac. 

dras) 77  Madlaog  (Quadras) ...  1 

Balaring  (Quadras) ...  10  Malibago  (Quadras)..  .  4 

Balugo  (Quadras). ...  5  Mampao  (Quadras)  ...  9 

Boac  (Quadras) 151  Masiga  (Quadras) ...  1 

Buliasnin  (^^Maí//-a.sj. .  .  1  looc  (Pimta)  (Quadras)  10 

Biinganay  (Quadras).  .  3  Sabán  (Quadras) 7 

Cauit  (Quadras) 8  Santa  Cruz  (Quadras).  1 

Gasán  (Quadras) 9  Tabigui  en  Boac. 

Ijatob  (Quadras).  ....  4  Torrijos  (Quüdras). ...  7 

Grupo  Mindoro. 

Islas  Lubán,  Mindoro,  Ilín,  Panagatan,  Tablas,  Romblón, 
Lugbón,  Sibuyán  y  Burias. 


Isla  Lnbán  (Quadras)      70     Isla  Ilín  (Quadras)  . .  1 

Isla  de  3Iindoro  (Cuming,  Quadras).     332. 

Bacó  (Quadras) 1      Buogao  (Quadras) 1 

Bongabon  (Quadras). .          1      Calapán  (Cuming) 36 


-  52  - 

Mansalay  (Quadras)  . .          1      Puerto  Galera  (Cuming 
Nauján  (Quadras)  ....       88  y  Quadras) 38 

Isla  Paiiagataii  (Cu-              Isla  Lugbóii  (Qua- 
ming) 1  dras) 54 

Isla  de  Tablas  (Quadras).     95. 

Agcalatao  en  Badajoz.  Looc  (Quadras) 16 

Bacjauan  en  Badajoz.  Lanitnón  en  Odiongán.. 

Badajoz  (Quadras). ...  55      Odiongán  (Quadras)  .  .       10 

Calatrava  (Quadras)  . .  9      Salado  (El)  en  Odiongán. 
Hambulón  en  Looc. 

isla  de   Romblón              Isla  de  Burlas  (Cu- 
(Quadras) 68  ming) 103 

Isla  de  Sibuyán  (Quadras).    47. 
Cajidiocán  (Quadras)..       10      Magallanes  (Quadras) .       36 

Grupo  Negros. 

Islas  Ticao,  Masbate,  Panay,  Guimarás,  Negros,  Bantayán, 
Cebú,  Siquijor,  Panglao,  Bohol,  Ley  te,  Limansaua,  Panaon, 
Samar  y  Capul. 

Isla  Ticao  (Cuming).     257      S.  Jacinto  (Chierchia).,         2 

Isla  de  Masbate  (Cuming,  Jagor,  Quadras).     194. 

Magdalena  (^Q?/aí/raí;^. .  4      '^ aro  (Quadras) 25 

Mobo  (Quadras) 13      Palanóc  (Quadras). ...        25 

Isla  de  Paiiay  (Cummg,  Quadras).     97. 

Antique  (Quadras)....       20      l\o-l\o  (Cu7?iing,  Qua- 

Capiz  Quadras) 33  dras) 21 

Dingle  (Río)  Cuming..         2      Pilar  (Quadras) 5 

Isla  Guimarás  (Cuming).    33. 
Nagaba  (Cuming) ....         6 


-  53  - 


Isla  de  Negros  (Cuming,  Meyer,  Mariensy  Quadras).  203. 


Arguelles  (Quadras)  . . 

14 

Ginijerán  (Cuming). . . 

2 

Bacolod  (Quadras)  .  .  . 

4 

Guihulgna  (Quadras). . 

8 

Bais  (Cuming) 

18 

Himalalud  (Quadras). . 

21 

Binalbagán  (Quadras) . 

1 

Jimamailán  (Cuming).. 

10 

Cabancalán  (Quadras). 

2 

Mambucal    en    Murcia 

Cádiz  Nuevo  (Quadras) 

1 

(Quadras) 

1 

Calatrava  (Quadras)  .  . 

1 

Manapla  (Quadras).  .  . 

10 

Dumaguete  (Cuming)  . 

22 

Tanhay  (Cuming) 

3 

Escalante  (Quadras) .  . 

10 

Victoria  (Quadras) .  . . 

1 

Isla  Santa  Fé  de  Bantayán  (Cuming,  Quadras).     14. 

Isla  de  Cebú  (Cuming^  Tripe,  Quadras^  KocJi,  Schneider, 
Müllendorff,  Fortihe,  P.  P.  Paides). 


Badián  (Quadras)  . . . , 

Barili  (Quadras) 

Barrio  (Fortihe) 

Boljoon  (Cuming)..  .  .  . 
Daan- Bantayán    (Qua- 
dras)  

Dalaguete  (Cuming).  . 
Giloctoc  (Quadras) . .  . 


906. 

1      MedieVán  (Quadras) ..  .  2 

3  Naga  (Quadras) 2 

7      Pinamalayán  C'Q¿/ac?msy  1 

4  'P\n2imonQ.y3.\\( Quadras)  13 
San  Joaquín  (Quadras)  1 

1      San  Nicolás  (Cuming).  63 

11  Sibonga  (Cuming).  ...  16 

12  Tabogón  (Quadras).  .  .  1 


Isla  de  Siquijor  (Cuming,  Quadras,  Molletidorff).     47 


Lacy  (Quadras).  . 
María  (Quadras) . 


1 

7 


San  Juan  (Quadras), .  . 


Isla  de  Boliol  (Cuming,  Quadras,  Koch).     228. 


Antequera  (Quadras). .  1 

Baclayón  (Cuming)..  .  25 

Dauis  (Moralde) 21 

Guindulman  (Cuming).  14 

Ipil  (Quadras) 1 

Jacna  (Cuming) 6 


Loon  (Cuming,  KocTc). 
Sierra  Bullones  (Qua- 
dras)  

Tagbilarán  (Quadras). . 
Talibón  (Quadras)..  .  . 
Tamar  (Quadras) 


Loay  (Cuming) 15      Ubay  (Quadras), 


6 

1 
1 
6 
1 

1 


—  54  — 


Isla  de  Leyte  (Quadras).     66. 


Cabal  i  án  (Quadras) ...  1 

Hinayangan  (Quadras).  8 

Inopacan  (Quadras)  .  .  4 

Maasin  (Quadras) .  ...  1 

MaVúhog  (Quadras)..  .  10 

Matalón  (Quadras). . .  2 


Paiompón  (Qaad7-as)..  12 
Saob  en  Cabalian. 

Taclobán  (Quadras) . .  .  32 

Tagbag  (Quadras) ....  3 

Tanauang  (Quadras).  .  1 


Isla  (le  Samar  (Cuming,  Jagor,  Quadras,  Elera).     263, 


Basay    ó   Basey   (Cu- 
ming)   18 

Borongan  (Jagor) 15 

Calbayóg  (Cuming). . .  3 

Catarman  (Río)  Jagor.  1 

Isla   Paiiglao   (Qua- 
dras)   2 

IslaLimansaiia  (Qua- 
dras)   7 


Catbalogán  (Cuming).  48 

Lauang  (Quadras) . .  .  .  1 

Loquilocon  (Río)  Jagor.  1 

Taho  (Elera) 1 

Salangán  (Jagor) 1 

Isla    Panaoii    (Qua- 
dras)   7 

Isla  Capul  (Cuming).  88 


Grupo  Mindanao. 

Islas  Camiguing,  Cagayancico,  Mindanao^  Sacól,  Saranga- 
ní,  Malanipa,  Basilán,  San  Rafael. 


Isla  CamigiiíiigYCw-  Isla   Cagayancico 

ming) 3  (  Quadras) 5 

Isla  de  Mindanao  (Cuming,  Belcher,  Fungairiño^  Mariens., 

Quadras,  Smith,  Watson,  C.  Semper,  Teixidó,  P.  San- 
chex,  P.  Diego).  911. 

Ayala  (Quadras)    ....        12  Balingasag  (Quadras).        21 

Balagnan    (Isla)    Qua-  Batanan  (Isla)  Quadras.         1 

dras 36  Bislig  (C.  Semper). ...          1 

Balauan  (Isla)  Quadras,.       68  Butuan(Río)  en  Surigao. 


-  55  - 

Cacagsu  (Cuming).  ...          1      Misamis  (Ciiming). .  .  7 

Cagayáa  (Cuming)  ...        84      Placer  (Quadras)  ....  63 

Cagbabatán    en  Placer.                Pollok  (Fangairiño) . .  1 

Calumangáo  (Isla)  Qua-                Portolin  (Quadras)  ...  7 

dras 38      Quinuguitan  (Quadras)  17 

Candac  (Quadras) ....          1      Saguisí  (lú^)( Quadras)  95 

Caraga  (Quadras)  ....          3      Salay  [Quadras) 83 

Casan  en  Misamis.  Santa    María  {Fungai- 

Cayauan  (Isla)  Quadras       21          virio). 8 

Cimasana  (C.  Semper) .  1      Surigao  (Cuming,  -Qua- 

Cortés  en  Tandag.                             dras) 184 

Dapitan  (Quadras)  .  .  .      211      Tagana-an  (Quadras)  ,  14 

Davao  (P.  Diego)  ....        16      Tagoloan  (Quadras)..  .  1 
Gig&qmt  (Quadras )..  .        17      Talavera  en  Tagana-an. 

Jin'úuSíQ  ( Quadras).  .  .        30      TaWsayán  (Quadras).  .  8 

Lenguinao  en  Tandag.                  Tandag  (P.  Sánchez). .  24 
Mainit  (Quadras)  ....          1      Tayaga  en  Gigaquit. 
Masingloc  ( Quadras)  .          1      Tigao  en  Tandag. 

Miiúagás  (QuadrasJ .  .          1      Tinago  (Isla)  ^?¿rtf/ms.  34 
Zamboanga  (Cuming,  Martens,  Fungairiño ,  Teixidó,   Qua- 
dras, Watson,  C.  Semper).     304. 

Isla  Sacól  (Q ¿ladras).       1      Isla  Saraiigaiií  (Qua- 
dras)    13 


Isla  Basiláu  (Belcher^  Mangas) .     44. 


Calabaza  (Mangas) .  . . 
Cumalarang  (Mangas) . 
La  Isabela  (Mangas).  . 


9      Lugbután  (Mangas). ...        8 

5      '^laúci.n  (Mangas) 1 

5      Panigayán  (Mangas) ...        3 


Isla  Malaiiii)a  (  Watson,  Smith,  Mangas).     20. 
Isla  de  San  Rafael  (Pardo).    24. 


56  - 


Grupo  Paragua. 

Islas  Cuyos,  Busuanga,    Calamianes,  Paragua  6  Palawan , 
Balabac,  y  Cagayáu  de  Jold. 

Isla  Busuanga  (Quadras).     22. 

V^mix\2iXi  ( Qiiadras). . . .        5      Muidlo  (Quadras).  .,  .       9 
Dumuyog  {Quadras).  . .       2 

Isla  Cuyo  (Quadras) . .     37     Isla  Cagayán  de  Joló 

(Belcher) 1 

Islas  Calamianes  (Quadras).    45. 

Bisucay  (Isla)  Quadras.       24      Sangat  (Isla)  Quadras.  1 

Culión  (Isla)  Quadras.  9 

Isla  de  la  Paragua  6  Palawan  (Quadras).    233. 
Bacauan  (Isla)  en  Ulugán  Iguahit  ó  Puerto  Princesa 

Bintuan  (Quadras).  .  .        15  (Quadras) 103 

Canigarán  en   Puerto                 Rita  (LsIsl)  Quadras ..  .        40 
Princesa.                                    Ulugán  (Bahía  de)  Qua- 
dras        36 

Isla  Balabac  (Quadras).     252. 

Balabac   (Punta)    Qua-  Dalawan  (Quadras)..  .  5 

dras 62      Melville    (Cabo)    Qua- 

Clarendon  (Quadras)..  1  dras 1 

Grupo  Joló 

Islas    Joló,    Mangsi,   Marongas,   Menusa,    Pilas,    Siasi   y 
Tawi-Tawi. 

Isla  Joló  (Belcher,  Quadras,  Fardo,  Farges).     171. 

Mangsi  (Isla)  (tOZí/c?.  .  .  1      Menusa  (Isla)  Q^'^acíros.  13 

Marongas   (Isla)    Qua-                Pilas  (Isla)  Fardo 3 

dras 9      Siasi  (Isla)  Pardo 10 

Tawi-Tawi  (Isla)  Fardo 3 


-  57  — 


Grupo  Marianas. 

Isla  de  Giiam,  Guaham  6  Giiajan  [Quoy,  Quadras, 

FreycenetJ.     234. 


Agaña  (Quadras),  Frey- 

cenet .  .  . . 

Agat  (Quoy,  Quadras). 
A  naga  (Quadras)  .  ,  .  . 

Asan  (Quadras) 

Aspurguan  (Quadras). 

Daño  (Quadras) 

Ilic  (Quadras). ...... 

Inarajan  (Quadras).  . . 


Retillán  (Quadras).. 

12  Sumay  (Quadras) .  . 

32  Tarafofo  (Quadras). 

1  Taraga  (Quadras) .  . 
4  Toceha  (Quadras). . 

50  Torgoyay  (Quadras) 

2  Umata  (según  Quoy) 

2  Omata    (según    Qua 

3  dras. 


24 
18 
1 
1 
1 
7 

14 


Todas  las  noticias  reunidas  en  las  páginas  de  este  Catsílogo 
sobre  los  moluscos  marinos  de  Filipinas,  no  hacen  más  que 
confirmar  un  hecho  ya  establecido,  y  es  que  dichas  islas  cons- 
tituyen una  región  de  la  gran  provincia  geográfica  Indo-Pací- 
fica. Los  límites  de  ésta  son:  por  Occidente,  la  costa  oriental 
de  África  y  el  Mar  Rojo,  y  por  Oriente,  las  últimas  islas  de 
Oceanía,  es  decir,  un  espacio  de  lOO"'  de  longitud  por  45°  de 
latitud,  correspondientes  éstos  á  la  zona  intertropical  del  Pací- 
fico. En  ese  espacio,  y  bañadas  por  las  aguas  de  dicho  mar,  es- 
tán comprendidas  las  costas  orientales  de  África,  menos  el  ex- 
tremo Sur  de  este  continente,  las  islas  de  Madagascar  ,  Mauri- 
cio, Borbón  y  las  Seychelles,  el  Mar  Rojo,  el  golfo  Pérsico, 
las  costas  de  la  India,  las  islas  Maldivas  y  Ceilán,  la  penínsu- 
la de  Malaca,  las  islas  de  Sumatra,  Java,  Flores,  Timor,  Bor- 
neo, Filipinas,  Joló,  Célebes,  Molucas,  Nueva  Guinea  y  Nue- 
va Caledonia,  el  Norte  de  Australia,  las  costas  de  China  y  Co- 
chinchina,  las  islas  Formosa  y  Loo  Choo,  la  costa  occidental 
de  Corea,  el  Sur  del  Japón,  las  iblas  Marianas,  Carolinas,  Tai- 
tí,  Sandwich  y  todas  las  restantes  de  la  zona  intertropical  de 
Oceanía. 

En  esta  gran  provinciia  geográfica  es  muy  variada  y  numero- 


-  58  — 

sa  la  fauna  de  moluscos  marinos,  y  si  bien  hay  especies  más  ó 
menos  localizadas  en  las  diferentes  regiones  que  la  constituyen, 
otras  muchas  tienen  una  distribución  muy  extensa,  pues  se  ha- 
llan á  la  vez  en  los  puntos  extremos  y  en  los  intermedios,  como 
en  la  isla  Mauricio,  el  Mar  Rojo,  las  Filipinas,  el  Sur  del  Ja- 
pón, el  Norte  de  Australia  y  las  islas  más  remotas  del  Pacífico. 
Fischer  da  en  la  pág.  158  de  su  Manuel  de  Conchyliologie  una 
lista  de  21  especies  que  presentan  esa  ubicuidad,  lista  que  pue- 
de aumentarse  hoy  día  con  otros  ejemplos  semejantes  y  en  lo 
sucesivo  con  mayor  número  aún,  á  medida  que  se  vayan  estu- 
diando las  faunas  de  todas  las  regiones.  Las  especies  localiza- 
das, ó  viven  en  una  sola  región,  ó  se  extienden  únicamente  á 
las  regiones  más  próximas.  Como  varían  algo  las  condiciones 
de  los  países  comprendidos  en  la  provincia  Indo-Pacífica,  por 
su  situación,  la  naturaleza  del  terreno,  la  profundidad  de  las 
aguas,  la  existencia  de  arrecifes  de  coral,  las  corrientes  mari- 
nas, la  temperatura,  la  orientación,  etc.,  diversas  resultan  tam- 
bién las  condiciones  de  existencia  de  los  moluscos,  y  de  ello 
proviene  que  unas  faunas  sean  más  abundantes  en  especies  que 
otras,  aun  cuando  se  hayan  explorado  de  una  manera  se- 
mejante. En  la  provincia  Indo- Pacífica  la  región  que  tiene  y 
tendrá  siempre  la  supremacía  por  sus  especiales  condiciones, 
es  la  de  las  islas  Filipinas,  cuya  fauna  malacológica  marina 
llega  en  el  momento  presente  á  más  de  3.000  especies  (1), 
(Hidalgo),  número  que  irá  aumentando  según  se  vayan  reco- 
rriendo los  infinitos  sitios  en  que  aun  no  han  penetrado  los  na- 
turalistas europeos.  Sigue  en  importancia  la  del  Japón,  con  más 
de  2.000  especies  (Pilsbry);  la  Nueva  Caledonia,  con  2.500,  se- 
gún Fischer  (todas  marinas?);  las  islas  del  Sur  de  África,  con 
1.200  (Martens);  el  Golfo  Pérsico,  con  900  (Melvill),  sin  contar 
los  pelecipodos;  el  Mar  Rojo,  con  más  de  800  (Mac  Andrew); 
el  estrecho  de  Torres,  en  Australia,  con  500  (Melvill  y  Stan- 
den);  la  Indo-China,  con  otras  500  (Fischer);  las  Maldivas, 
con  380  (Smith);  las  Marianas,  con  234  (Hidalgo),  y  con  me- 


(1)    Descontadas  algunas  fluviales  que  no  se  han  separado  en 
la  familia  de  los  Nerítidos. 


—  59   — 

nos  aún,  por  falta  de  investigaciones  ó  de  reunión  de  datos 
dispersos,  los  otros  países  que  antes  se  han  enumerado. 

Comparando  la  fauna  de  Filipinas  con  la  de  los  demás  paí- 
ses, se  observa  que  existen  en  el  Archipiélago  filipino  la  mitad 
de  las  especies  que  viven  en  las  islas  del  Sur  de  África,  en 
el  Mar  Rojo  y  en  la  Indo  China,  las  dos  quintas  partes  de  los 
moluscos  del  Estrecho  de  Torres,  la  cuarta  parte  de  los  del 
Golfo  Pérsico  y  sólo  la  octava  de  los  hallados  en  el  Japón.  La 
situación  de  esta  gran  isla,  muy  ascendente  en  latitud  de  una 
manera  oblicua,  y  ya  fuera  de  la  zona  intertropical,  imprime  á 
su  fauna  un  carácter  diferente  y  sólo  en  su  parte  Sur  es  donde 
se  presentan  varias  especies  de  las  que  viven  en  Filipinas.  La 
mayor  parte  de  los  moluscos  de  Loo  Choo  se  encuentran  en  el 
Archipiélago  filipino,  según  la  lista  de  la  colección  Stearns, 
dada  por  Pilsbry;  lo  mismo  sucede  con  la  fauna  de  las  Molu- 
cas,  juzgando  por  las  láminas  de  la  antigua  obra  de  Rumph; 
con  las  islas  Maldivas,  según  el  catálogo  de  Smith,  y  con  las 
islas  de  Joló  y  Marianas.  Es  indudable  que  en  Borneo ,  Java, 
Sumatra,  Timor,  Ceilán  y  Nueva  Guinea,  además  de  las  espe- 
cies locales,  existirán  muchas  de  las  de  la  fauna  filipina;  pero 
no  conozco  aún  publicaciones  sobre  dichas  islas  tan  completas 
como  las  que  ya  existen  respecto  á  los  demás  países  antes  men- 
cionados (1). 

Para  terminar  mi  trabajo,  recordaré  aquí  que  en  la  fauna  de 


(1)     Los  que  deseen  enterarse  más  especialmente  de  la  distriba 
ción  geográfica  de  los  moluscos  marinos  de  la  provincia  Indo-Pa- 
cífica ,  pueden  consultar  los  libros  citados  en  la  pág.  157  del  Ma- 
nuel de  Conchyliologie  deFischer,  y  además  los  siguientes: 
Cooke,  Test.  moUusca  obtained  by  R.  Mac  Andrew  in  the  Gulf  of 

Suez.  London,  1855-1850. 
Daidzenberg ,   Faune  malac.  des  íles  Sechelles.  París,  1893. 
—    Liste  de  molí,  marins  des  iles  Glorieuses.  Nantes ,  1895. 
Bunker ,  Index  mollusc.  maris  Japonici.  Kassel,  1882. 
Fischer,  Cat.  et  disLrib.  geograph.  des  molí,  de  l'Indo-Chine.  Au- 

tun,1891. 
Frauenfeld ,  Beitrage  zur  faune  der  Nicobaren.  Wien.,  1869. 
Hidalgo,  Noticia  sobre  las  faunas  malac.  de  Joló  y  Marianas.  Ma- 
drid, 1905. 


—  60  - 

Filipinas  unos  géneros  presentan  gran  desarrollo  en  cuanto  al 
número  de  especies  que  viven  en  dichas  islas,  y  otros,  por  el 
contrario,  apenas  ofrecen  representantes  de  los  mismos. 

Entre  los  primeros  encontramos  el  género  Vertagiis ,  con  14 
especies;  Scintüla,  con  29;  Spondijlus ,  con  32;  Ricinula,  con 
36;  Tritón,  con  49;  Terebra,  con  52;  Natica,  con  57; 
Cyprosa,  con  73;  Tellina,  con  93;  Nassa,  con  120;  Conus, 
con  162,  y  por  último,  las  Mitra,  con  211  especies! 

De  los  segundos  presentan  un  número  insignificante  de  es- 
pecies las  Voluta  (4),  Turritella  (2),  Siphonalia  (1),  Pate- 
lia  (9),  MargÍ7ieUa  (6),  Fissurella  (1),  Fusus  (9),  etc.,  etc. 

Hay,  sin  embargo,  otros  géneros,  poco  numerosos  en  espe- 
cies, pero  que  están  representados  casi  en  totalidad  en  las  Fi- 
lipinas, como,  por  ejemplo,  los  géneros  Argonauta,  Pterooera, 
Tridacna,  Narica  y  Stomatella. 

Por  último,  se  han  citado  de  Filipinas  algunas  especies  de 
faunas  muy  distintas,  entre  ellas  el  Murex  rufus,  la  Cassis 
Wyvillei  =  Cassis  Coronadoi,  la  Cgprcea  qtíadripunctata,  la 
Martesia  striata,  la  Callista  squalida,  la  Lucina  borealis ,  la 
Arca  láctea^  etc.  En  algunas  ha  sido  posible  la  introducción 
casual,  y  tal  vez  la  aclimatación;  en  otras  hubo,  indudablemen- 
te, cambio  de  las  etiquetas  de  localidad. 


Algunos  datos  olvidados  involuntariamente,  y  otros  adquiri- 
dos después  de  la  impresión  de  los  géneros  respectivos  consti- 


Issel,  Malacologia  del  Mar  Rosso.  Pisa,  1869. 
Ltschke,  Japanische  Meeres-Conchylien.  Cassel,  1869-1874. 
Man,  Mollusques  de  Madagascar.  Leyde,  1877. 
Martens ,  Die  Mollusken  der  Maskarenen.  Berlín,  1880. 
Melvill,  The  marine  mollusca  of  Bombay.  Manchester,  1893. 
Mélvill  y  Standen,  Mollusca  of  Torres  Straits.  London,  1899. 
Melvill  y  Standen,  Molí,  of  the  Persian  Gulf.  London,  1901. 
Pilshry,  Cat.  of  the  marine  mollusks  of  Japan.  Detroit,  1895. 
Rumph,  Amboinischen   raritaten-Kammer  von   schnecken    und 

muscheln.  Wien.  1765. 
Smith ,  Marine  mollusca  Maldive  and  Lacadive  (sin  fecha). 
Sturany,  Lamellibranchiaten  und  Gastropoden  des  Rothen  Mee- 

res.  Wien.  1899  y  1903. 


-  61    - 

tuirán  un  pequeño  apéndice  al  final  de  la  segunda  y  última  par- 
te de  este  Catálogo. 

Obras  consultadas. 

Unas  1.700  cuyos  títulos  se  enumeran  en  las  páginas  273 
á  1.025  de  la  parte  2.*  de  mis  Obras  malacológicas ,  y  otras  ad- 
quiridas con  posterioridad;  pero  más  especialmente  aquellas  en 
que  hay  datos  sobre  la  fauna  filipina,  como  las  consignadas 
en  las  páginas  1  á  3  de  este  Catálogo. 

Obras  citadas. 

• 

En  cada  una  de  las  especies  se  indica,  al  menos,  una  buena 
figura  ó  descripción  que  dé  idea  completa  de  sus  caracteres,  y 
los  libros  que  han  servido  mejor  para  este  objeto,  son  los  si- 
guientes: 

AdaillS  y  Reeve,  The  Zoology  of  Voyage  of  Samarang,  1  vo- 
lumen con  láminas.  London,  1848. 
Adíims,  H.  y  A.  The  genera  of  recent  mollusca^  2  vol.  con  lá- 
minas. London,  1853  á  1858. 
American  Journal  of  Concliology,  por  Tryon,  7  volúme- 
nes con  láminas.  Philadelphia^  1865  á  1872, 
Annals  of  Natural  History,  por  Jardine...,  86  vol.  con  lá- 
minas. London,  1838  á  1880. 
Berg'll,  Bullacea  en  Semper,  Reisen  in  Archipel  der  Philip- 

pinen,  1  vol.  con  atlas.  Wiesbaden,  1901. 
Bertin,  Revisión  des  Tellinidae  du  Museum  d'Histoire  natu- 

relle,  1  vol.  con  atlas.  París,  1878. 
Bertin,  Revisión  des  Garidées  du  Museum  d'Histoire  natu- 

relle,  1  vol.  con  atlas.  París,  1880, 
Bianconi,  Specimina  zoológica  Mosambicana^  con  láminas 
(En  las  Mem.  della  Acad.  delle  science  dellTstituto  di 
Bologna) ,  1850  á  1864. 
Blainville,  Disposition  methodique  des  especes  recentes  et 
fossiles  des  genres  Pourpre,  Ricinule ,  etc. .  1  vol.  con  at- 
las. París  ^  1832. 


-  62  — 

BlllTOW,  Elements  of  Conchology,   1  vol.  con  atlas.  Loa- 
don,  1844. 

Cheimiitz,  Neues  systematisches  Conchylien-Cabinet,  12  vo- 
lúmenes con  atlas.  Nürnberg,  1768  á  1829. 

Chemilitz,  2.^  edición,  500  entregas  con  láminas.  Nürnberg, 
1841  á  1905. 

Chenu,  Manuel  de  Conchyliologie,  2  vol.  con  figuras.  París, 
1859  y  1862. 

Chenu,  lUustrations  Conchyliologiques,   85  entregas  con  lá- 
minas. París,  1842-1858. 

Delessert,  Recueil  des  coquilles  decrites  parLamarck,  1  vo- 
lumen con  láminas.  París,  1841. 

Desliayes,  Catalogue  des  mollusques  de  File  de  la  Reunión, 
1  vol.  con  láminas.  París,  1863. 

Duelos,  Genre  Olive  et  genre  Colombelle,  1  vol.  de  atlas. 
París,  1835. 

Ducros  Saint  Germain,  Revue  critique  du  genre  Oliva, 
1  vol.  con  láminas.  Clermont,  1857. 

Dunker,  Novitates  Conchologicae.  Mollusques  marins,  1  vo- 
lumen con  láminas.  Cassel,  1858  á  1870. 

Dunker,  Index  molluscorum  maris  Japonici,  1  vol.  con  lámi- 
nas. Kassel,  1882. 

Encyclopedie  metliodique ,  Mollusques, por  Bruguiere,  La- 
marck  y  Deshayes,  8  vol.  con  láminas.  París  1789  á  1832. 

Grateloup,  Memoire  sur  plusieurs  espéces  de  coquilles  nou- 
velles,  1  vol.  con  láminas.  Bordeaux,  1841. 

Hanley,  Ipsa  Linnaei  Conchyiia,  1  vol.  con  láminas.  Loa- 
don,  1855. 

Hanley,  An  illustrated  and  descriptive  catalogue  of  recent 
bivalve  shells,  1  vol.  con  láminas.  London  ,  1842-1856. 

Hidalgo,  Obras  malacológicas.  Parte  I,  tomo  II.  Madrid  1903. 

Hinds,  The  Zoology  of  the  Voyage  of  Sulphur,  MoUusca,  3 
partes  con  láminas.  London,  1844  á  1845. 

Hombron   et   Jaequinot,   Voyage  au  Pole  Sud.   Mollus- 
ques por  Rousseau.  1  vol.  con  láminas.  París,  1854. 

Jaln'büelier  der  deutschen  3Ialakoz.  Gessellsehaft.  14 
tomos  con  atlas.  Frankfurt  am  Main,  1874-1888. 


-  63  — 

Journal  de  Coiicliyliologie,  por  Bernardí,  Fisclier, 
Crosse,  etc.  52  vol.  con  atlas.  París,  1854  á  1904. 

Kieiier  V  Fisclier,  Species  general  et  iconographie  des 
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6  vol.  con  láminas.  London,  1893  á  1905. 

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~  64  — 

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Sowerby,  Thesaurus  conchyliorum.  5  vol.  con  láminas.  Lon- 
don, 1842  á  1877. 

Sowerby,  The  Conchological  illustrations.  2  vol.  con  láminas. 
London,  1832  á  1841. 

The  Coiieliologist,  por  Collinge,  2  vol.  con  láminas.  Lon- 
don, 1891  á  1893. 

The  .Journal  of  Malaeology,  por  Cullinge,  8  vol.  con  lámi- 
nas. Birmingham,  1894  á  1904. 

The  .Touriial  of  Conchology,  por  Taylor,  10  vol.  con  lámi- 
nas. London,  1879  á  1905. 

Tryon  y  Pilsbry,  Manual  of  Conchology.  34  vol.  con  lámi- 
nas. Philadelphia,  1879  á  1905. 

Watson,  Voyage  of  Challenger,  Scaphoda  and  Gasteropoda. 
1  vol.  con  láminas.  London^  1886. 

Wootl,  Index  testaceologicus.  1  vol,    con  láminas.  Edición 
Hanley.  London ,  1856. 

Zeitsclirift  fiir  Malakozoologie,  por  Menke  y  Pfeiffer.  10 
volúmenes.  Cassel,  1844-1853. 
Y  otros  cuatro  ó  cinco  de  menos  importancia,  que  no  he 

visto,   y   cuyas  citas   se  han  hecho  bajo  la  fe  de  reputados 

autores. 

FIN   DE   LA    PRIMERA   PARTE 


—  65  - 


II.— Análisis  de   las  aguas   potables. 

Por  D.  Gabriel  de  la  Puerta. 


El  análisis  completo  de  las  aguas  potables  comprende  mu- 
chas operaciones  que  pueden  resumirse  en  las  siguientes: 

1.*     Toma  del  agua. 

2.^     Caracteres  físicos  y  organolépticos. 

3.^  Oases  disueltos,  expresando  la  cantidad  de  cada  uno 
en  litro  de  agua. 

4.**     Residuo  seco  á  110°  y  Residuo  al  rojo  oscuro. 

5.^  Orados  hidrotimétricos  totales  y  después  de  la  ebu- 
llición del  agua. 

6.^  Sales  y  pri?icipios  fy'os,  expresando  la  cantidad  en  li- 
tro de  agua,  de  cloro,  anhídrido  sulfúrico,  anhídrido  carbóni- 
co, cal,  magnesia,  sosa,  sílice^  etc. 

7.*     Materias  orgánicas. 

8.*  j^itritos  (nitrógeno  nitroso)  y  nitratos  (nitrógeno  ní- 
trico). 

9.^     Amoníaco  libre  6  salino  (nitrógeno  amoniacal). 

10.  Ainoníaco  albuminoide  (nitrógeno  albuminoide). 

11.  Examen  microscópico  del  fondo  del  agua,  después  del 
reposo. 

12.  Análisis  bacteriológico^  indicando  el  número  de  colo- 
nias, en  centímetro  cúbico  de  agua,  formadas  por  el  cultivo,  y 
especificando  si  hay  bacterias  patógenas  ó  sospechosas. 

Además  puede  agregarse  para  un  estudio  más  completo: 

Coeficiente  de  alterabilidad  del  agua. 

Acción  fisiológica. 

Estudio  geológico  del  terreno  donde  brotan  las  aguas. 

Captado  y  canalización. 


Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  1905. 


-  66 


Toma  del  agua. 

Deben  adoptarse  las  mayores  precauciones  para  que  el  agua 
no  adquiera  materia  alguna  extraña  á  su  estado  natural. 

Las  botellas  6  frascos  deben  ser  nuevos  y  perfectamente 
limpios,  lavándolos  antes  de  recoger  el  agua  con  la  misma  de 
la  muestra.  Los  corchos  deben  ser  también  nuevos  y  bien  la- 
vados antes  con  la  misma  agua,  siendo  preferible  emplear  fras- 
cos con  tapón  esmerilado,  especialmente  para  el  agua  destina- 
da á  la  determinación  de  la  materia  orgánica,  al  examen  mi- 
croscópico y  análisis  bacteriológico,  debiendo  además  estar  es- 
terilizados para  este  objeto,  como  se  dirá  en  el  capítulo  corres- 
pondiente. 

El  agua  debe  recogerse  no  en  la  superficie,  sino  en  la  parte 
media,  en  los  depósitos,  pozos  y  ríos,  y  si  se  extrae  con  bom- 
ba, ó  sale  por  caño,  esperar  unos  diez  minutos  ó  más  á  que 
salga  primero  alguna  cantidad  de  agua. 

Las  botellas  ó  frascos  deben  llenarse  completamente  de 
agua,  sin  dejar  espacio  con  aire.  En  el  laboratorio  deben  co- 
locarse en  sitio  fresco,  al  abrigo  de  la  luz  y  no  demorar  el  aná- 
lisis, sobre  todo  de  las  materias  orgánicas  y  bacterias,  por  las 
alteraciones  que  experimentan. 

La  cantidad  de  agua  para  un  análisis  detenido  lia  de  ser  de 
«nos  15  litros,  y  para  el  análisis  rápido  bastan  2  litros. 

Caracteres  físicos  y  organolépticos. 

El  agua  potable  debe  ser  incolora,  transparente,  limpia,  sin 
olor  ninguno,  ni  sabor  especial  desagradable.  También  ha  de 
ser  fresca,  de  10*^  á  15°  de  temperatura,  y  sin  variaciones 
notables. 

Hay  aguas  potables  con  viso  azulado,  llegando  á  acentuarse 
tanto  el  color  en  algunas,  que  reciben  el  nombre  de  aguas  azu- 
les ó  cárdenas,  como  pueden  verse  en  las  montañas  de  Guada- 
rrama, de  las  que  es  notable  una  fuente  que  examiné  en  1894 
en  una  finca  de  D.  Germán  Gamazo ,  cei^a  de  la  estación  de 


—  G7  — 

Torrelodones.  Estas  aguas  son,  en  general,  buen"is,  y  su  color 
azulado  es  debido  á  la  existencia  en  ellas  de  diatomeas  y  otras 
algas  microscópicas  (1),  siendo  también  algo  opalescentes,  lo 
cual  se  debe  á  la  sílice  ó  silicato  de  alúmina,  que  en  corta  can- 
tidad contienen,  en  estado  coloide. 

Nuestro  colega  Sr.  Muñoz  del  Castillo,  que  tan  notables  tra- 
bajos está  haciendo  acerca  de  la  radio-actividad  de  varios  mi- 
nerales y  aguas  de  España,  ha  observado  que  el  agua  cárdena 
del  pueblo  de  Torrelodones  posee  la  propiedad  de  ser  radio- 
activa. 

Las  aguas  que  tienen  color  amarillo,  rojizo  6  verde,  son 
malas. 

Densidad. — No  suele  indicarse  la  densidad  de  las  aguas  po- 
tables; pero  la  que  he  encontrado  en  varias  que  he  analizado 
(de  León,  Perales  de  Tajuña,  San  Sebastián,  Casa  de  Campo) 
ha  sido  de  1,0003  á  1,0004,  determinada  por  el  picnómetro  6 
frasco  de  densidades,  y  también  con  la  balanza  de  Westphal. 
Debe  advertirse  la  temperatura  á  que  se  determina  la  densidad, 
porque  puede  ocurrir  en  un  agua  con  pocas  sales,  que  parezca 
menor  que  la  del  agua  destilada.  El  agua  de  Lozoya  tiene  de 
densidad  0,9997  á  la  temperatura  del  laboratorio,  12°,  lo  cual 
dio  lugar  hace  tiempo  á  discusiones  y  dudas,  que  yo  me  expli- 
qué, teniendo  en  cuenta  la  temperatura  á  que  se  hicieron  las 
determinaciones.  En  efecto,  el  agua  destilada  á  dichos  12°  tie- 
ne de  densidad  0,9995,  siendo  1  á  -f-  4.°;  y  reduciendo  la  del 
agua  de  Lozoya  á  -\-  4.°,  resulta  1,0002. 

Acción  fisiológica. 

Los  efectos  observados  en  las  aguas  empleadas  en  la  ali- 
mentación es  un  dato  importante,  que  el  químico  analizador 


(1)  Conforme  con  esta  opinión  mía,  el  Sr.  Morales  Chofré  ha 
observado  en  un  agua  cárdena  de  la  fuente  pública  del  pueblo  de 
Torrelodones,  que  en  los  posos  de  la  misma  aparecen  numerosas 
algas  y  diatomeas.  (Anales  de  la  Sociedad  de  Física  y  Química  j 
Mayo  1905,  pág.  189.) 


-  6S  — 

debe  utilizar,  siempre  que  pueda  proporcionarse  antecedentes 
sobre  este  particular. 

Antes  de  conocerse  el  análisis  químico  de  las  aguas  y  el  mo- 
derno bacteriológico,  era  éste  el  medio  de  conocer  la  potabili- 
dad ,  unido  á  los  caracteres  físicos  y  organolépticos  y  á  la  propie- 
dad de  las  aguas  potables  de  cocer  bien  las  legumbres  y  no  cor- 
tar el  jabón  en  el  lavado  de  las  ropas;  y  aun  ahora  son  los  ca- 
racteres á  que  se  atiende  en  los  pueblos  y  localidades  donde  na 
se  analizan  las  aguas. 

Gases  disueltos  en  el  agua. 

El  agua  potable  debe  contener  aire  en  disolución  en  la  pro- 
porción de  24  á  30  centímetros  cúbicos  por  litro,  siendo  con- 
veniente contenga  algunos  centímetros  cúbicos  de  anhidrido 
carbónico  (2  á  10),  sin  exceder  mucho  de  esta  cantidad,  por- 
que entonces  se  convierte  en  agua  carbónica  medicinal.  En  in- 
vierno contienen  las  aguas  más  gases  que  en  verano. 

El  agua  que  carece  de  aire  en  disolución  tiene  mal  gusto  y 
aun  se  había  creído  era  indigesta,  citándose  el  caso  del  poza 
artesiano  de  Grenelle  en  París,  cuya  agua  en  un  principio  na 
gustaba  porque  apenas  contenía  aire,  habiendo  sido  necesaria 
airearla  por  medio  de  cascadas,  con  lo  cual  adquirió  gusto  agra- 
dable y  mejores  condiciones  de  potabilidad. 

Las  aguas  potables  no  han  de  contener  otros  gases  que  los 
del  aire,  debiendo  desecharse  aquellas  que  por  tener  materias" 
orgánicas   en    putrefacción   desprendan   hidrógeno   sulfurado, 
protocarburo  de  hidrógeno,  etc. 

La  deterininación  de  los  gases  puede  hacerse  por  el  proce- 
dimiento de  hervir  el  agua  y  analizar  después  los  gases  reco- 
gidos. Para  esto  se  llena  del  agua  un  matraz  de  medio  á  un  litro 
de  capacidad,  colocando  un  tapón  de  caucho,  provisto  de  un 
tubo  de  conducción,  lleno  también  de  agua  y  de  modo  que  no 
quede  nada  de  aire,  comunicando  con  la  cuba  hidrargiro-neu- 
mática, en  cuyo  puente  se  coloca  una  campana  estrecha  gra- 
duada para  recoger  los  gases  que  se  desprendan.  Se  calienta  el 
matraz  hasta  la  ebullición,  prolongando  ésta  quince  minutos  ó- 


—  69  — 

más  hasta  que  cese  el  desprendimiento  de  burbujas  de  gases. 
Se  deja  enfriar  y  se  mide  el  volumen  del  gas,  haciendo  la  co- 
rrección de  presión,  temperatura  y  humedad.  £1  anhídrido 
carbónico  se  determina  por  la  absorción  con  potasa,  el  oxí- 
geno, introduciendo  una  solución  de  ácido  pirogálico  para  que 
se  forme  pirogalato  potásico  y  absorba  dicho  gas,  y  el  resto  es 
el  nitrógeno.  (Véase  para  estas  determinaciones  mi  Tratado  de 
Química  inorgánica ,  t.  I,  pág.  253.) 

En  la  determinación  del  anhídrido  carbónico  ha  de  tenerse 
en  cuenta  si  el  agua  contiene  bicarbonatos,  especialmente  el  de 
cal,  porque  por  la  ebullición  se  desprende  parte  del  que  está 
combinado  juntamente  con  el  anhídrido  carbónico  libre. 

Las  aguas  que  tienen  bicarbonato  de  cal  se  enturbian  por  la 
ebullición  ,  depositándose  después  de  frías  el  carbonato  neutro. 

Con  más  exactitud  se  determinan  los  gases  extrayéndolos 
-del  agua  por  medio  de  la  trompa  de  mercurio  de  Alvergníat, 
analizándolos  después. 

El  agua  de  Lozoya,  que  analicé  en  188 i,  contiene  en  un 
litro  los  gases  siguientes,  á  la  temperatura  de  15°: 

Oxígeno 7,6  cent.  cúb. 

Nitrógeno 18,0     —       — 

Anhídrido  carbónico 2,4     —      — 

Total 28,0    —      — 

El  agua  potable  de  León,  analizada  por  mí  en  1896,  díó  el 
resultado  siguiente,  á  la  temperatura  de  15*^: 

Oxígeno 6,2  cent.  cáb. 

Nitrógeno 16,0    —      — 

Anhidrido  carbónico 2,4     —       — 

Total 24,6     —      — 

Teniendo  en  cuenta  los  nuevos  gases  del  aire,  se  encuentran 
lambíén  en  las  aguas  al  lado  del  nitrógeno,  y  confundidos  con 
éste,  pequeñas  cantidades  de  argón,  helio,  neón,  kriptón  y 
xenón. 


-  70  - 

La  presencia  del  oxígeno  en  las  aguas  potables  es  muy  im- 
portante, y  su  falta  demuestra,  por  lo  general,  la  existencia  de 
materias  orgánicas  putrescibles  que  han  sido  oxidadas.  Las 
buenas  aguas  potables  contienen  de  6  á  8  centímetros  cúbicos 
de  oxígeno  por  litro.  Pueden  ser  aguas  de  origen  profundo,  las 
cuales  contienen  poco  oxígeno,  y  son,  sin  embargo,  buenas 
sin  contener  apenas  materia  orgánica. 

El  nitrógeno  libre  procede  del  aire  en  disolución,  y  no  debe 
confundirse  con  el  nitrógeno  en  combinación,  de  que  después 
trataremos,  por  la  importancia  que  tiene  en  la  pureza  de  las 
aguas. 

Para  convertir  en  peso  los  volúmenes  de  gases  obtenidos,  se 
multiplica  el  número  de  centímetros  cúbicos  por  el  peso  de 
cada  uno  de  los  gases,  teniendo  presente  que 

1  c,  c.  de  oxígeno  pesa 0,00143    gramos. 

—  nitrógeno 0,001256         — 

—  anhídrido  carbónico.. . .      0,001977         — 


Coeficiente  de  alterabilidad  del  agua. 

Se  da  este  nombre  á  la  relación  que  existe  entre  la  pérdida 
de  oxígeno  que  experimenta  una  agua  expuesta  en  frascos  en- 
teramente llenos  á  la  temperatura  de  33°,  y  al  abrigo  de  la  luz, 
y  la  cantidad  de  oxígeno  hallada  en  la  misma  agua  inmediata- 
mente después  de  recogida. 

Hay  aguas  que  en  las  condicionefe  dichas  pierden  casi  todo 
su  oxígeno  disuelto,  á  causa  de  contener  bastante  materia  or- 
gánica ó  muchas  bacterias,  siendo,  por  tanto,  éste  un  dato  de 
importancia  en  el  análisis.  Si,  por  ejemplo,  un  agua  ha  dado 
7  cent.  cúb.  de  oxígeno  por  litro  inmediatamente  después  de 
recogida,  y  luego  que  se  ha  expuesto,  como  se  ha  dicho  antes 
á  la  temperatura  de  33^*,  durante  cuarenta  y  ocho  horas,  da  2  de 
oxígeno,  resulta  que  el  coeficiente  de  alterabilidad  es 

-1=^  =  0,714. 


-  71  - 

En  cambio,  hay  aguas  que,  después  de  algún  tiempo  de  re- 
cogidas y  expuestas  á  la  luz,  aumentan  en  la  cantidad  de  oxí- 
geno, debido  á  que  contienen  algas  con  clorofila  que,  en  pre- 
sencia de  la  luz,  dan  lugar  á  la  producción  de  oxígeno. 

Todos  estos  datos  deben  tenerse  en  cuenta  en  un  análisis 
completo  de  aguas. 

Residuo  seco  á  1 1 0  grados. 

Las  materias  fijas  ó  sales  minerales  no  deben  exceder  de 
0,5  gramos  ñor  litro  de  agua.  Si  la  sal  es  bicarbonato  de  cal 
no  importa  aunque  exceda  algo  de  los  0,5  gramos;  pero  si  son 
sulfatos  de  cal  y  de  magnesia,  no  debe  pasar  de  0,3  gramos  el 
total  de  sales. 

En  el  cuadro  que  después  se  expondrá  se  indica  el  límite  del 
residuo  salino  á  110°,  según  el  Comité  consultivo  de  Higiene 
de  París. 

Para  determinar  las  partes  fijas  se  evapora  medio  á  un  litro 
de  agua  en  una  cápsula  de  porcelana,  á  calor  suave,  sin  her- 
vir, y  cuando  se  haya  reducido  á  poco  volumen ,  se  traslada  á 
una  cápsula  de  platino  tarada,  y  se  continúa  la  evaporación  en 
estufa  de  aire,  á  la  temperatura  de  llO'',  ó  en  baño  de  maría 
de  nivel  constante,  durante  cuatro  horas,  hasta  obtener  dos  pe- 
sadas consecutivas  iguales.  El  aumento  del  peso  obtenido,  del 
peso  de  la  cápsula,  es  la  cantidad  de  materias  fijas. 

Para  mayor  exactitud  es  necesario  dejar  enfriar  la  cápsula 
en  un  desecador,  en  presencia  del  ácido  sulfúrico,  pesándola 
después. 

Pérdida  de  peso  del  residuo  salino  al  rojo  obscuro. 

Antes  se  consideraba  como  materia  orgánica  contenida  en 
las  aguas  la  diferencia  del  peso  obtenido  al  rojo  obscuro  del 
peso  del  residuo  salino;  pero,  realmente,  esta  pérdida  lo  que 
representa  es  el  peso  de  la  materia  orgánica  más  el  de  las  ma- 
terias volátiles  resultantes  de  la  descomposición  de  algunas  sa- 


-  72  - 

les,  como  el  cloruro  de  magnesio  y  carbonatos  de  cal  y  de 
magnesia  y  también  del  agua  de  constitución  de  algunas  sales. 

Se  opera  del  modo  siguiente.  El  residuo  salino  obtenido  en 
la  cápsula  de  platino  á  110",  se  calienta  hasta  180°  en  baño  de 
aire  y  se  pesa  nuevamente.  Se  le  añade  4  á  5  cent.  c^b.  de  una 
solución  saturada  de  carbonato  amónico  y  se  calienta  la  cápsula 
con  ¡^ecaución  primero,  para  evitar  proyección  de  la  masa,  y 
después  con  la  llama  del  mechero  de  Bunsen, hasta  el  rojo  obscu- 
ro. Si  hay  materia  orgánica  se  observa  un  color  gris  ó  negro  en 
la  masa^  principalmente  en  las  paredes  de  la  cápsula.  En  poco 
tiempo,  continuando  el  calor,  se  quema  la  materia  orgánica  y 
aparece  el  residuo  salino  blanco.  Después  de  fría  la  cápsula  se 
pesa,  y  la  diferencia  del  peso,  del  obtenido  á  180^,  nos  da  el  de 
la  materia  orgánica ,  más  el  de  las  materias  volátiles. 

Este  procedimiento,  que  he  empleado  en  otro  tiempo  en  el 
análisis  de  algunas  aguas,  me  ha  dado  próximamente  el  mismo 
resultado,  para  la  materia  orgánica,  que  el  del  permanganato, 
evaluada  en  ácido  oxáUco,  y  algo  más,  si  las  aguas  contenían 
sales  descomponibles  al  rojo. 


Grados  hidrotiniétricos. 

Además  de  los  grados  hidrotimétricos  totales,  que  represen- 
tan la  cal  y  la  magnesia  con  el  ácido  carbónico ,  es  convenien- 
te determinar  también  los  grados  hidrotimétricos  después  de 
la  ebullición  del  agua,  que  indican  las  sales  solubles  de  cal  y 
de  magnesia,  y  los  grados  hidrotimétricos  del  agua  adiciona- 
da de  oxalato  amónico  y  filtrada,  que  indican  aproximadamen- 
te las  sales  solubles  de  magnesia. 

Liquido  hidrotimétrico. — Se  prepara  del  modo  siguiente: 

Jabón  sódico  de  aceite  de  olivas  (1).         100  gramos. 

Alcohol  de  90° 1.000       — 

Agua  destilada 1.000        — 


(1)  En  el  día  es  difícil  encontrar  jabón  fabricado  con  aceite  de 
olivas  y  sosa,  porque  añaden  grasas  de  origen  animal  y  le  adulte- 
ran con  silicato  de  sosa  y  resinas ,  por  cuya  razón  hay  que  prepa- 


-  73  - 

Se  disuelve  el  jabón  dividido  en  pedacitos  en  el  alcohol,  ca- 
lentando hasta  la  ebullición  en  un  matraz,  se  filtra  después  de 
frío  y  se  agrega  el  agua. 

22  grados  hidrotimétricos  deben  producir  espuma  persistente 
con  40  cent.  cúb.  de  una  solución  en  agua  destilada  de  cloruro 
de  calcio  puro  fundido,  que  contenga  0,25  gramos  de  esta  sal 
por  litro  de  agua  destilada.  Si  se  necesitan  menos  de  los  22 
grados,  que  es  lo  general,  para  formar  espuma  persistente,  agi- 
tando, se  añade  á  la  solución  de  jabón  la  cantidad  de  agua 
destilaba  necesaria,  teniendo  en  cuenta  que,  para  disminuir  un 
grado,  hay  que  añadir  1/03  de  su  peso  de  agua. 

Grados  totales. — Aunque  es  tan  conocido  el  procedimiento, 
le  expondremos  sumariamente: 

En  un  frasco  de  cristal,  alto  y  estrecho,  con  tapón  esmeri- 
lado (1)  y  con  divisiones  señaladas  de  10,  20,  30  y  40  c.  c,  se 


rar  el  jabón  en  el  laboratorio,  si  se  quiere  un  buen  líquido  hidro- 
timétrico. 

Yo  me  preparo  el  jabón  del  modo  siguiente : 

Sosa  cáustica 18  gramos 

Agua 100       — 

Aceite  de  olivas 100      — 

Se  disuelve  la  sosa  en  el  agua  y  se  mezcla  con  el  aceite  en  una 
cápsula,  calentando  moderadamente  sin  dejar  de  agitar  con  una 
varilla  de  cristal  durante  dos  boras  ó  más,  reemplazando  el  agua 
que  se  evapora,  hasta  que  se  verifique  la  saponificación.  Después 
se  añaden  300  gramos  dé  agua,  calentando  y  agitando  basta  que 
se  disuelva  el  jabón.  Entonces  se  agrega  una  solución  de  30  gra- 
mos de  cloruro  de  sodio,  exento  de  sales  de  cal  y  magnesia,  en  100 
de  agua,  y  se  calienta  hasta  que  se  separe  el  jabón  de  la  gliceri- 
na.  Se  deja  enfriar  basta  el  día  siguiente  y  se  recoge  el  jabón  que 
aparece  en  la  parte  superior,  colocándole,  dividido  en  pedazos,  en 
un  embudo  de  cristal  para  que  escurra,  y  se  lava  con  un  cborrito 
de  agua  fría.  Después  se  deseca  entre  papeles  absorbentes. 

Con  el  jabón  del  comercio,  al  disolverle  en  caliente  en  agua  y 
alcohol ,  resulta  un  líquido  que  se  cuaja  por  enfriamiento. 

(1)  En  los  estuches  de  Hidrotimetria  se  hallan  estos  frascos 
con  el  bidrotímetro  y  otros  utensilios,  acompañados  de  la  Memo- 
ria explicativa  de  Boutrón  y  Boudet. 


-  74  — 

pone  el  agua  que  se  va  á  ensayar  en  cantidad  de  40  c.  c,  se 
añade,  poco  á  poco,  la  solución  de  jabón  contenida  en  el  hi- 
drotímetro,  agitando  con  frecuencia  el  frasco  tapado,  hasta 
que  se  forme  espuma  persistente,  durante  unos  cinco  minutos, 
y  ocupe  un  espesor  de  medio  centímetro.  Las  divisiones  del 
hidrotímetro  gastadas,  son  los  grados  que  tiene  el  agua.  Deben 
hacerse  dos  ó  más  operaciones  para  fijar  bien  la  exactitud  de 
los  grados  hidrotimétricos. 

Si  el  agua  está  muy  cargada  de  sales,  se  ponen  en  el  frasco 
20  6  10  c.  c,  completando  los  40  con  agua  destilada;  y  en  este 
caso,  los  grados  hidrotimétricos  hallados  se  multiplican  por  2 
<5  por  4. 

Las  buenas  aguas  potables  tienen  3^  á  20°;  cuando  llegan 
á  30°  son  medianas,  y  cuando  pasan  de  .82"  son  malas,  si  es  sul- 
fato de  cal  la  sal  que  contienen;  si  es  bicarbonato  de  cal  se  to- 
lera algo  más. 

Cada  grado  hidrotimétrico  corresponde  próximamente  á  0,01 
gramo  de  sales  de  cal  y  de  magnesia,  por  litro  de  agua. 

A  continuación  ponemos  los  grados  hidrotimétricos  de  va- 
rias aguas  de  Madrid,  halladas  per  mis  alumnos  en  las  prácti- 
cas de  laboratorio. 

Agua  destilada 0° 

—  de  Lozoya 3",  5 

—  de  lluvia 4° 

—  del  río  Manzanares 7'* 

—  de  Meaques  ( Casa  de  Campo ) 9*^ 

—  de  Amaniel  (travesía  de  la  Cruz  Verde).  13° 

—  de  la  Reina 18** 

—  de  la  fuente  de  Luchana 19° 

—  del  Soldado 20° 

—  de  San  Antonio 24° 

—  de  San  Isidro 24» 

—  déla  Salud  (Retiro) 25" 

—  de  la  Castellana 25" 

• —  de  Pontejos 26 

—  de  Cibeles 28° 

—  del  Berro 29 

—  de  la  Florida 29» 

—  de  San  Antón 29^ 

—  de  un  pozo ; 'O 


-  75  - 

Como  puede  observarse,  la  mayor  parte  de  las  aguas  de  los 
antiguos  viajes  tienen  bastantes  grados  hidrotimétricos;  pero 
como  no  predomina  el  sulfato  de  cal,  son  buenas,  aunque  las 
que  tienen  28°  y  29°,  son  algo  gordas.  En  cambio  son  frescas  en 
verano  y  no  contienen  tanta  materia  orgánica,  ni  tantas  bacte- 
rias como  la  de  Lozoya.  Las  de  28°  y  29°,  mezcladas  con  esta 
última,  resultarían  de  mejores  condiciones,  sin  tantos  grados 
hidrotimétricos.  Para  evitar  infiltraciones  y  causas  de  contami- 
nación ,  convendría  recorrer  las  cañerías  y  sustituir  las  de  barro 
por  tubería  de  hierro. 

Orados  hidrotimétricos  después  de  la  ehuUición. — Se  hierve 
el  agua  durante  media  hora,  reemplazando  la  que  se  evapore 
por  igual  volumen  de  agua  destilada.  Después  de  fría  se  de- 
terminan los  grados  hidrotimétricos,  como  se  ha  dicho  antes, 
los  cuales  representan  las  sales  solubles  de  cal  y  de  magne- 
sia. Los  bicarbonatos  de  estas  bases  se  precipitan  por  la  ebu- ' 
Ilición  al  estado  de  carbonates  neutros.  Las  buenas  aguas  po- 
tables tienen  menos  de  12°,  siendo  medianas  hasta  20",  y  ma- 
las las  que  pasan  de  20°. 

Orados  del  agua  después  de  precipitar  la  cal. — 50  cent.  cúb. 
del  agua  se  tratan  con  2  á  3  cent.  cüb.  de  la  solución  de  oxalato 
amónico,  se  filtra  y  se  determinan  los  grados,  los  cuales  repre- 
sentan aproximadamente  las  sales  solubles  de  magnesia. 

Sales  y  principios  fijos. 

Las  sales  y  partes  fijas  que  contienen  las  aguas  potables,  son, 
por  lo  general,  cloruros,  sulfates  y  carbonates  de  sodio,  calcio 
y  magnesio,  sílice,  y,  á  veces,  pequeñas  cantidades  de  hierro. 
Este  no  debe  pasar  de  2  á  3  miligramos  por  litro. 

Las  aguas  de  pozo  contienen  con  frecuencia  nitratos,  y  las 
de  lluvia,  nitritos  y  nitratos  en  corta  cantidad. 

La  determinación  cualitativa  y  cuantitativa  de  las  sales  con- 
tenidas en  las  aguas,  se  hace  por  los  procedimientos  generales 
de  análisis,  de  los  cuales  no  nos  ocupamos  en  este  trabajo, 
tratando  únicamente  de  los  procedimientos  especiales  para  la 
investigación  y  determinación  cuantitativa  de  los  cuerpos  que 


—  76  ^- 

figuran  en  el  cuadro  del  límite  de  los  mismos,  que  se  admite 
en  las  aguas  potables,  y  que  después  expondremos. 

En  el  día,  conforme  con  la  teoría  de  Arrhenius,  se  tiende  á 
expresar  en  los  análisis  los  iones  negativos  (aniones)  y  los 
positivos  (cationes),  sin  prejuzgar  la  combinación  de  los  mis- 
mos, ó  sea  la  existencia  de  las  sales  que,  al  disolverse  en  gran 
cantidad  de  agua,  experimentan  la  disociación  electrolítica. 

Las  buenas  aguas  potables  deben  ser  neutras,  en  contacto 
de  los  reactivos  coloreados,  como  la  tintura  de  flor  de  malva, 
papel  de  tornasol  azul  y  rojo  y  la  fenol-taleina.  Pero  algunas 
pueden  contener  bicarbonato  sódico  en  corta  cantidad,  y  tam- 
bién bicarbonato  de  cal  y  de  magnesia,  que  experimentan  hi- 
drólisis y  producen  reacción  alcalina,  especialmente  después 
de  la  ebullición.  Si  tienen  exceso  de  ácido  carbónico  disuelto, 
enrojecen  el  papel  azul  de  tornasol,  pero  expuesto  éste  al  aire, 
recobra  el  color  azul. 

Las  sales  de  ácidos  fuertes  y  bases  débiles,  que  por  la  hi- 
drólisis producen  reacción  acida,  no  se  encuentran  en  las 
aguas  potables. 

Cloruros. — Determinación  del  cloro. — La  cantidad  del  cloro 
contenida  en  un  agua  tiene  gran  importancia  en  relación  con 
otros  cuerpos.  Las  aguas  impurificadas  por  deyecciones  y  ma- 
terias animales,  especialmente  orina,  tienen  exceso  de  clo- 
ruros, al  lado  de  los  nitritos,  nitratos,  amoníaco  libre  y  albu- 
minoide.  Cuando  existen  estos  cuerpos,  el  exceso  de  cloruros 
indica  polución  de  origen  animal  muy  nociva,  y  por  eso  se  ha 
fijado  el  límite  de  cloro,  en  las  aguas  potables,  en  0,04  gra- 
mos en  litro. 

Si  la  materia  orgánica  es  vegetal  y  no  existen  los  citados 
cuerpos,  no  importa  que  exceda  el  cloro  de  0,04,  porque  en- 
tonces proceden  los  cloruros  del  terreno. 

La  determinación  del  cloro  se  hace  por  los  procedimientos 
generales  de  análisis:  200  cent.  cúb.  de  agua  ó  más,  acidulada 
con  ácido  nítrico,  sin  poner  un  exceso;  se  trata  con  nitrato  de 
plata,  y  el  cloruro  argéntico  formado  se  recoge  sobre  un  filtro, 
se  lava  bien  y  se  deseca;  se  separa  el  cloruro  de  plata  y  se 
calienta  en  un  crisólito  de  porcelana  juntamente  con  el  filtro 


—  77  — 

4 
incinerado  en   la   espiral  de  platino,  hasta  fundirle.  Si  hay 

reducción  de  plata  se  impregna  el  producto  con  algunas  gotas 
de  agua  regia  y  se  calienta  nuevamente  hasta  fundir  el  clo- 
ruro. Del  peso  obtenido,  descontadas  las  cenizas  del  filtro,  se 
deduce  la  cantidad  de  cloro,  multiplicando  dicho  peso  por  el 
factor  0,2472. 

Cuando  hay  que  practicar  muchos  análisis  es  más  breve 
el  procedimiento  volumétrico  siguiente:  se  prepara  una  so- 
lución de  2,907  gramos  de  nitrato  de  plata  puro  en  cantidad 
suficiente  de  agua  destilada  para  un  litro;  y  otra  solución  de 
10  gramos  de  cromato  neutro  de  potasa,  en  cantidad  suficiente 
de  agua  destilada  para  100  cent.  cúb. 

El  agua  debe  ser  neutra  á  los  reactivos  coloreados  para  esta 
determinación.  Se  toman  250  cent.  cúb.  del  agua;  se  colocan 
en  un  vaso  de  precipitados;  se  añaden  cuatro  gotas  de  la  solu- 
ción de  cromato,  y  por  medio  de  una  bureta  se  hace  caer  gota 
á  gota  la  solución  de  nitrato  de  plata  hasta  obtener  una  colora- 
ción amarillo-anaranjada.  Multiplicando  el  número  de  centí- 
metros cúbicos  gastados  de  la  solución  de  nitrato  de  plata 
por  0,0006065  y  después  por  4,  se  tendrá  la  cantidad  de  cloro 
en  litro  de  agua.  Si  se  quiere  expresar  el  cloro  en  cloruro  de 
sodio  se  multiplica  el  número  de  centímetros  cúbicos  por  0,001 
y  después  por  4. 

Las  aguas  potables  deben  contener  en  litro  menos  de  0,04 
gramos  de  cloro,  las  sospechosas  tienen  de  0,05  á  0,1  y  las 
malas  más  de  0,1.  Si  los  cloruros  son  de  origen  geológico  se  ad- 
mite mayor  cantidad. 

Sulfatas.  — Determinación  del  anhídrido  sulfúrico  SO'^. — 
Se  encuentra  generalmente  en  estado  de  sulfato  de  cal  proce- 
dente del  terreno,  cuya  sal  comunica  malas  propiedades  á  las 
aguas,  haciéndolas  salobres  é  indigestas,  como  ocurre  con  las 
aguas  de  pozo. 

La  determinación  se  hace  del  modo  siguiente.  Se  toman  50O 
centímetros  cúbicos  del  agua  y  se  evapora,  sin  hervir,  hasta 
reducir  su  volumen  próximamente  á  50  cent,  cúb.;  se  añade, 
estando  caliente,  uno  á  dos  centímetros  cúbicos  de  ácido  clorhí- 
drico y  en  seguida  solución  de  cloruro  de  bario,  con  cuidado^, 


—  78  — 

hasta  que  las  últimas  gotas  no  formen  precipitado,  y  procuran- 
do no  poner  mucho  exceso  del  reactivo.  Se  agita  con  una  vari- 
lla de  cristal  y  se  deja  hasta  el  día  siguiente  en  la  estufa  á 
unos  60°.  El  precipitado  se  recoge  sobre  un  filtro  de  análisis  y 
se  lava  bien  con  agua  destilada  hasta  que  el  agua  de  loción  no 
precipite  con  ácido  sulfúrico  diluido.  El  filtro,  con  el  precipi- 
tado, se  deseca  en  la  estufa  á  100'^;  después,  separando  el  sul- 
fato de  barita,  se  incinera  el  filtro  en  la  espiral  de  platino,  y 
juntas  las  cenizas  y  el  sulfato  de  barita,  se  calientan  fuerte- 
mente en  un  crisólito  de  platino;  el  peso  obtenido,  después  de 
descontar  el  de  las  cenizas  del  filtro,  multiplicado  por  0,343, 
da  la  cantidad  de  anhidrido  sulfúrico,  y  como  se  pusieron  500 
centímetros  cúbicos  de  agua  se  multiplica  por  2  para  tener  la 
cantidad  en  litro. 

Las  aguas  potables  dan  menos  de  0,03  gramos  de  SO-^  en  li- 
tro, las  sospechosas  más  de  0,03  y  las  aguas  malas  más  de  0,05. 

Fosfatos. — Las  aguas  potables  no  deben  tener  fosfatos  pro- 
cedentes de  restos  orgánicos.  Generalmente  no  se  hace  deter- 
minación cuantitativa,  bastando  hacer  el  análisis  cualitativo. 
Para  esto  se  evaporan  200  á  300  cent.  cúb.  de  agua  hasta  redu- 
cirlos á  la  décima  parte  de  su  volumen,  y  se  ensayan  con  la 
disolución  nítrica  de  molibdato  amónico  calentando,  que  pro- 
ducirá coloración  amarilla  y  precipitado  si  existen  fosfatos. 

Metales  tóxicos.  Plomo ,  cobre,  zinc,  etc. — Estos  metales  no 
se  encuentran  en  las  aguas  potables  naturales,  pero  pueden 
existir  procedentes  de  cañerías,  de  vertederos  de  fábricas,  et- 
cétera. Fácilmente  se  descubren  dichos  metales  evaporando  un 
litro  ó  más  de  agua,  basta  reducirle  á  la  décima  parte  de  su 
volumen,  aplicando  el  hidrógeno  sulfurando  ó  el  sulf hidrato 
amónico  y  los  reactivos  correspondientes  á  cada  metal. 

El  agua  de  lluvia  y  las  aguas  de  débil  grado  hidrotimétrico 
atacan  al  plomo  después  de  largo  contacto.  Fundado  en  esto, 
el  agua  de  Lozoya  que  surte  en  gran  parte  á  Madrid,  y  que  se 
distribuye  en  las  casas  por  tubería  de  plomo,  pudiera  creerse 
que  contiene  algo  de  este  metal;  pero  en  varias  ocasiones  he 
pasado  por  el  agua  de  Lozoya  corriente  continuada  de  hidró- 
geno sulfurado  sin  notar  existencia  de  plomo.  Sin  embargo  de 


-  79  - 

esto,  deben  proscribirse  los  depósitos  de  plomo  ó  de  zinc  para 
el  agua,  y  evitar  en  lo  posible  que  el  agua  esté  mucho  tiempo 
detenida  en  los  tubos  de  plomo,  sobre  todo  la  que  contiene 
pocas  sales. 

Materias  en  suspensión.  —  A  veces  se  encuentran  en  las 
aguas  potables  materias  insolubles  en  suspensión,  como  ocurre 
en  el  agua  de  Lozoja,  después  de  grandes  lluvias  y  arroyadas, 
y  en  general  en  las  aguas  de  ríos.  Por  lo  común,  son  materias 
arcillosas,  que  difícilmente  se  depositan,  conteniendo  el  agua 
en  estos  casos  extraordinario  número  de  bacterias,  que  la  hacen 
impropia  para  la  alimentación. 

Se  aconseja  para  aclarar  estas  aguas  turbias  añadirlas  alum- 
bre, un  centigramo  por  litro,  y  si  bien  es  cierto  que  se  aclaran 
muy  pronto ,  se  introduce  en  el  agua  una  sal  que  puede  produ- 
cir graves  perturbaciones,  si  se  emplea  en  bebida.  Lo  que  yo  he 
hecho  con  el  agua  de  Lozoya  para  aclararla,  cuando  viene  tur- 
bia, es  añadirla  carbonato  magnésico  en  polvo,  agitando  bien, 
y  dejarla  después  en  reposo,  para  que  al  depositarse  el  carbo- 
nato magnésico  arrastre  las  materias  arcillosas,  aclarándose  el 
agua.  Como  el  carbonato  de  magnesia  es  insoluble  é  inocente, 
el  agua  así  clarificada  se  puede  beber  sin  inconveniente. 
Mejor  es  filtrar  el  agua  por  bujías  de  porcelana,  porque  además 
de  privarla  de  las  materias  en  suspensión,  se  la  priva  en  gran 
parte  del  extraordinario  número  de  bacterias  que,  por  lo  gene- 
ral, contienen  las  aguas  turbias. 

Respecto  del  agua  de  Lozoya,  lo  mejor  es  el  gran  depósito, 
que  ya  se  está  construyendo,  para  dar  tiempo  á  que  se  aclare 
el  agua  por  sedimentación,  y  establecer  además  grandes  filtros 
de  arena  y  carbón,  antes  de  salir  el  agua  para  su  distribución  en 
las  fuentes  públicas  y  en  las  casas. 

La  determinación  de  las  materias  en  suspensión  puede  ha- 
cerse recogiendo  los  sedimentos  de  dos  ó  tres  frascos  ó  bote- 
llas con  el  agua,  y  colocarlos  en  un  tubo  de  cristal  cónico  en 
su  extremo  inferior  y  estirado  en  punta  cerrada.  Después  del 
reposo,  se  rompe  la  punta  con  unas  tijeras,  se  recoge  el  poso  y 
se  evapora  á  110'',  pesando  el  producto,  y,  por  fin,  se  analiza 
por  los  reactivos  correspondientes. 


80  — 


Materias  orgánicas 


Las  materias  orgánicas  contenidas  en  las  aguas  naturales  son 
unas  sin  vida  y  otras  seres  vivientes  ó  materia  organizada,  como 
las  bacterias  y  algas  microscópicas,  de  las  que  nos  ocupare- 
mos en  los  capitulos  Examen  microscópico  y  Análisis  bacte- 
riológico. 

De  la  materia  orgánica  sin  vida,  suele  haberla  en  las  aguas 
que  no  ofrece  peligro,  como  la  procedente  de  las  materias  hú- 
micas del  terreno;  pero  esta  materia,  de  origen  vegetal,  aunque 
no  es  peligrosa,  contribuye  á  consumir  el  oxígeno  disuelto  en 
las  aguas,  y  á  veces  comunica  á  éstas  color  y  mal  gusto,  si  la 
cantidad  es  excesiva. 

Las  materias  orgánicas  procedentes  de  deyecciones,  del  la- 
vado de  ropas  y  de  materias  animales  en  descomposición  son 
nocivas,  y  con  frecuencia  ge  hallan  acompañadas  de  bacterias 
patógenas,  que  producen  y  propagan  enfermedades  infecciosas 
y  epidémicas. 

En  las  aguas  de  los  ríos  son  frecuentes  estas  materias,  que 
impurifican  el  agua,  especialmente  cerca  de  las  poblaciones,  á 
causa  de  que  vierten  en  ellas  materias  excrementicias  y  resi- 
duos de  fábricas,  lavan  las  ropas  y  se  bañan;  pero,  á  cierta 
distancia,  por  la  corriente  del  río,  disminuyen  extraordinaria- 
mente dichas  materias,  á  causa  del  movimiento  del  agua  y  la 
acción  de  la  luz  y  del  oxígeno  del  aire,  que  producen  su  des- 
composición. Esto  nos  explica  que  el  agua  del  río  de  Lozoya, 
á  pesar  de  hallarse  expuesta  á  dichas  causas  de  impurificación, 
llega,  sin  embargo,  á  Madrid  en  condiciones  de  potabilidad. 
Y  todavía  es  más  notable  lo  que  ocurre  con  el  río  Manzanares, 
que  se  convierte  en  una  alcantarilla  abierta  al  pasar  por  Ma- 
drid, y,  sin  embargo,  á  larga  distancia  de  la  Corte,  el  agua  se 
purifica  en  parte,  y  después  de  verterse  en  el  Tajo,  que  tam- 
bién lleva  bastantes  inmundicias ,  la  beben  en  Toledo,  sobre 
todo  si  la  purifican  con  filtros  de  arena  y  carbón,  como  hacen 
ahora. 

No  hay  un  procedimiento  exacto  para  la  determinación  cuan- 


—  81  — 

titativa  de  las  materias  orgánicas  de  las  aguas,  variando  los  re- 
sultados según  el  procedimiento  que  se  siga,  por  lo  cual  es 
de  necesidad  expresar  éste  en  los  análisis,  ton  objeto  de  evitar 
confusiones. 

Ya  hemos  dicho  (pág.  71)  que  antes  se  determinaba  la  can- 
tidad de  materias  orgánicas  por  la  pérdida  de  peso  que  experi- 
menta el  residuo  salino,  calentado  al  rojo;  pero  esto  lo  que  re- 
presenta es  la  materia  orgánica,  más  las  materias  volátiles. 

A  continuación  expondremos  los  procedimientos  que  se  si- 
guen hoy. 

Por  el  permaiiganato ,  evaluada  la  materia  orgánica  en  ád-^ 
do  oxálico. — Este  es  el  procedimiento  más  sencillo  y  el  que  yo 
he  seguido  en  los  análisis  de  varias  aguas  potables;  pero  el  re- 
sultado es  próximamente  tres  veces  mayor  que  por  el  perman- 
ganato,  expresada  la  materia  orgánica  en  oxígeno,  como  se 
hace  en  el  laboratorio  de  Montsouris. 

El  procedimiento  es  como  sigue.  La  solución  del  permanga- 
nato  potásico  se  prepara  con  0^32  gramos  (1)  de  esta  sal  en  un 
litro  de  agua  destilada,  que  corresponden  á  0,63  gramos  de 
ácido  oxálico ,  de  modo  que  cada  centímetro  cúbico  de  la  solu- 
ción corresponde  á  0,00063  de  ácido  oxálico  y  á  0,00008  de 
oxígeno. 

Para  determinar  la  cantidad  de  materia  orgánica,  se  coloca 
en  una  cápsula  de  porcelana  medio  á  un  litro  del  agua,  aña- 
diendo algunas  gotas  de  ácido  sulfúrico,  se  calienta  á  unos  90°, 
y  se  añade  con  una  bureta  la  solución  de  permanganato,  agi- 
tando con  una  varilla  de  cristal  hasta  que  no  se  descolore  la 
solución  y  adquiera  el  líquido  un  tinte  rosado,  permanente  du- 
rante diez  minutos. 

Ejemplo.  Un  litro  de  agua  ha  necesitado  20  cent.  cúb.  de  la 
solución  de  permanganato,  ¿cuánta  materia  orgánica  contiene? 
20  X  0,00063  =  0,0126  gramos  en  litro.  Esta  cantidad,  divi- 
dida por  3,  da  0,0042,  la  cual  corresponde  próximamente  á  la 


(1)     La  cantidad  exacta  es  0,316;  pero  se  pone  un  poco  más  por 
lo  que  se  gasta  en  dar  color  rosa  al  líquido. 

Rev.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  1905.  6 


—  82  — 

materia  orgánica  expresada  en  oxígeno,  según  el  procedimien- 
to de  Montsouris. 

En  el  agua  de  Lozoya  he  encontrado  de  15  á  18  miligra- 
mos, cuyos  números,  divididos  por  3,  dan  5  á  6  miligramos. 

Téngase  presente  que  los  nitritos  y  las  sales  ferrosas  descom- 
ponen el  permanganato. 

Procedimiento  de  Montsouris.  —  Materia  orgánica  en  oxí- 
geno (Levy).^ — Es  conveniente  hacer  la  determinación  en  me- 
dio ácido  y  en  medio  alcalino,  pues  aunque  la  diferencia  es 
poca  generalmente,  puede  suceder  que  sea  bastante  mayor  en 
solución  alcalina  que  en  solución  acida,  en  cuyo  caso  eá"  sospe- 
chosa la  materia  orgánica  contenida  en  el  agua. 

Reactivos  necesarios. — 1.*^  Solución  de  permanganato  potá- 
sico 0^'^,  50  en  un  litro  de  agua  destilada.  Un  centímetro  cu- 
bico de  esta  solución  corresponde  á  0'"^'',  125  de  oxígeno,  y 
debe  descolorarse  por  un  cent.  cúb.  de  una  solución  de  O""",  997 
de  ácido  oxálico  cristalizado  en  un  litro  de  agua. 

2."  Solución  de  sulfato  ferroso  amónico  (1)  10  gramos, 
ácido  sulfúrico  puro  10  gramos  y  agua  destilada  para  comple- 
tar 1  litro. 

3.^     Acido  sulfúrico  diluido,  1  en  5  de  agua. 

4.°  Solución  saturada  de  bicarbonato  sódico  puro  en  agua 
destilada. 

Determinación  en  medio  ácido. — Se  ponen  en  un  matraz,  de 
unos  200  cent.  cúb.  de  capacidad,  100  cent.  cúb.  del  agua  fil- 
trada, y  se  añaden  10  cent.  cúb.  de  ácido  aV^/-  y  10  cent.  cúb. 
de  solución  de  permanganato.  Se  hierve  moderadamente  du- 
rante diez  minutos  y  se  deja  enfriar  hasta  unos  50°.  En- 
tonces se  agregan  10  cent.  cúb.  de  la  solución  de  sulfato  ferro- 
so-amoniacal,  y  después  de  la  descoloración  del  líquido,  se  hace 


(1)  El  sulfato  ferroso  amónico  SO*  Fe,  SO»  (NH*)«  -f  6  H^  O,  se 
prepara  disolviendo  en 200  partes  de  agua  destilada  hirviendo,  aci- 
dulada con  5  de  ácido  sulfúrico  diluido  ,  100  partes  de  sulfato  fe- 
rroso y  48  de  sulfato  amónico,  se  filtra  y  se  hace  cristalizar  por 
enfriamiento.  Los  cristales  se  disuelven  en  4  de  agua,  se  añaden 
dos  volúmenes  de  alcohol  y  el  polvo  cristalino  verJoso  se  deseca 
entre  papel  de  filtro  á  calor  suave. 


-  83   - 

caer  sobre  éste  por  medio  de  una  bureta  gota  á  gota  la  solu- 
ción de  permanganato ,  hasta  obtener  color  de  rosa  persisten- 
te, agitando  el  líquido.  El  número  de  centímetros  cúbicos  gas- 
tados se  anotan. 

Se  repite  la  misma  oporación  (1)  con  200  cent.  cúb.  de  agua, 
empleando  20  cent.  cúb.  de  ácido  sulfúrico  diluido  y  otros  20 
de  la  solución  de  permanganato.  Se  hierve  lo  mismo  durante 
diez  minutos,  y  después  de  frío  el  líquido  se  añaden  20  centí- 
metros cúbicos  de  la  solución  ferroso-amoniacal ;  por  fin  se 
hace  caer  con  la  bureta  la  solución  de  permanganato  hasta  ob- 
tener color  de  rosa  persistente.  Del  número  de  centímetros  cú- 
bicos así  obtenido  se  resta  el  número  obtenido  en  la  operación 
anterior,  y  la  diferencia  nos  da  el  oxígeno  consumido  por  100 
centímetros  cúbicos  de  agua,  teniendo  presente  que  cada  cen- 
tímetro cúbico  de  permanganato  corresponde  á  O'"^'"^,  125  de 
oxígeno. 

Ejemplo.— Un  agua  nos  ha  dado  en  la  primera  operación  2 
centímetros  cúbicos  y  en  la  segunda  4,2;  la  diferencia  2,2  re- 
presenta la  cantidad  de  permanganato  necesaria  para  oxidar  la 
materia  orgánica  contenida  en  100  cent.  cúb.  de  agua.  Para 
obtenerla  cantidad  de  materia  orgánica  expresada  en  oxígeno, 
haremos  el  siguiente  cálculo:  2,2  X  O'"""",  125  =  0,275;  y  ea 
un  litro  de  agua  10  veces  más,  estoes,  2™^''',  75. 

Determinación  en  medio  alcalino. — Se  toman  100  cent,  cúb» 
de  agua  filtrada,  se  añaden  de  la  solución  saturada  de  bicarbo- 
nato de  sosa  10  cent,  cúb.,  y  después  10  cent.  cúb.  de  la  solu- 
ción de  permanganato.  Se  hierve  durante  diez  minutos,  se  deja 
enfriar;  se  añaden  con  cuidado  10  cent.  cúb.  de  ácido  sulfúrico 
diluido  y  en  seguida  10  cent.  cúb.  de  la  solución  de  sulfato  fe- 
rroso-amoniacal. En  el  líquido  descolorado  se  hace  caer  gota 
agota,  con  la  bureta,  la  solución  de  permanganato  potásico, 
anotando  el  número  de  centímetros  cúbicos  gastados  para  ob- 
tener una  coloración  rosa. 


(1)  Puede  hacerse  con  solo  la  primera  operación;  pero  se  reco- 
mienda hacer  otra  segunda,  y  por  esta  razón  la  exponemos  con- 
forme se  practica  en  el  laboratorio  de  Montsouris. 


-  84  — 

Se  repite  la  misma  operación  con  200  cent.  cüb.  de  agua  en 
un  matraz  de  doble  capacidad,  añadiendo  las  mismas  substan- 
cias en  cantidad  doble,  como  se  ha  dicho  anteriormente.  En 
fin,  del  numero  de  centímetros  cúbicos  gastados  de  la  solución 
de  permanganato  se  resta  el  número  de  los  mismos  obtenido 
en  la  operación  anterior,  y  se  tendrá  la  cantidad  de  oxígeno 
empleada  para  oxidar  en  medio  alcalino  la  materia  orgá- 
nica contenida  en  100  cent.  cúb.  de  agua;  multiplicando  por 
Q  mpr^  125  y  después  por  10  se  tendrá  la  cantidad  de  materia 
orgánica  en  litro  de  agua,  expresada  en  oxígeno,  en  medio  alca- 
lino, como  se  dijo  antes  en  medio  ácido. 

Los  autores  franceses,  de  acuerdo  con  el  Comité  consultivo 
de  Higiene  de  París,  admiten  los  límites  siguientes  de  materia 
orgánica  expresada  en  oxígeno: 

Medio  ácido.  Medio  alcalino. 


Agua  muy  pura-. .    Menos  de  1  miligramo  Menos  de  1  miligramo 

en  litro.  en  litro. 

Agua  potable De  1  á  3.  De  1  á  2. 

Agua  sospechosa. .    De  4  á  5.  De  3  á  4. 

Aguamala Más"de  5.  Más  de  4. 

Estas  cifras  no  pueden  admitirse  de  una  manera  absoluta, 
porque  hay  aguas  que  contienen  más  de  2  y  3  miligramos  de 
materia  orgánica  por  litro,  y,  sin  embargo,  son  buenas,  como 
ocurre  con  el  agua  de  Lozoya,  que  contiene  5  á  G  miligramos. 

Para  apreciar  el  valor  de  la  materia  orgánica  es  necesario 
averiguar,  por  la  presencia  en  el  agua  de  nitritos,  nitratos  y 
amoníaco,  especialmente  albuminoide,  y  exceso  de  cloruros,  si 
dicha  materia  es  de  origen  animal  6  nociva,  en  cuyo  caso  está 
bien  el  límite  de  2  miligramos  y  menos;  pero  si  es  materia  or- 
gánica inocente  de  origen  vegetal,  puede  admitirse  en  el  agua 
mayor  cantidad,  sin  inconveniente. 

Por  no  tener  presente  esto,  y  atenerse  exclusivamente  á  la 
cantidad  de  materia  orgánica  y  número  de  bacterias,  han  cali- 
ficado el  agua  de  Lozoya  algunos  analizadores  de  sospechosa  y 
mala,  lo  cual  no  es  exacto,  puesto  que  no  contiene  en  su  esta- 
do ordinario  los  principios  que  determinan  la  nocividad  de  la 


85  — 


materia  orgánica.  En  caso  de  turbias  y  en  algunas  ocasiones 
por  falta  de  cuidado  y  de  vigilancia,  se  halla  dicha  agua  en 
malas  condiciones;  pero  en  su  estado  normal,  no. 


Nitrógeno  en  combinación. 

Distinguen  los  higienistas  con  los  nombres  ázoe  6  nitrógeno 
nitroso  y  nítrico  el  que  se  halla  en  estado  de  nitrito  y  nitrato 
en  las  aguas;  nitrógeno  amoniacal  el  que  está  en  forma  de 
amoníaco  libre  ó  salino,  y  nitrógeno  alhiiminoide  el  de  las  ma- 
terias orgánicas  albuminoides. 

El  nitrógeno  nitroso  y  nítrico  procede  de  materias  amonia- 
cales y  amidas  que  se  han  transformado  en  ácido  nitroso  y  ní- 
trico por  el  oxígeno  del  aire  y  mediante  la  influencia  de  los  fer- 
mentos nítricos  del  terreno,  por  donde  pasan  las  aguas.  La  exis- 
tencia de  este  nitrógeno  en  las  aguas  acusa,  por  tanto,  la  pre- 
sencia de  materias  de  origen  animal,  perjudiciales  á  la  salud, 
que  pueden  hallarse  en  mayor  ó  menor  cantidad,  segün  el  gra- 
do de  oxidación  que  hayan  experimentado.  Puede  haber  tam- 
bién nitritos  y  nitratos  de  origen  meteórico,  como  en  las  aguas 
de  lluvia  y  de  nieves,  y  en  este  caso  no  se  consideran  perjudi- 
ciales. Las  aguas  de  lluvia  contienen  de  0,5  á  1  miligramo  de 
nitrógeno  nítrico  y  de  1  á  5  miligramos  de  nitrógeno  amo- 
niacal. 

El  nitrógeno  amoniacal^  6  sea  el  amoníaco,  no  siendo  me- 
teórico, indica  la  impureza  producida  por  las  materias  orgáni- 
cas en  descomposición,  principalmente  de  la  urea;  y  el  nitro- 
geno  alhuminoide  es  el  de  amidas  complejas,  tirostna  y  subs- 
tancias proteicas  no  transformadas.  Las  aguas  que  contengan 
amoníaco  y  materias  albuminoides  son  malsanas  y  perjudicia- 
les á  la  salud. 

Nitritos. — Las  aguas  que  contienen  nitritos  deben  desechar- 
se, porque  indican  contaminación  reciente,  pues  á  causa  de  su 
fácil  absorción  por  el  terreno,  no  puede  suponerse  procedan  de 
la  atmósfera,  como  ocurre  en  las  aguas  recientes  del  deshielo 
de  nieves  ó  de  lluvias. 


-  86  — 

La  determinacidn  cuantitativa  de  los  nitritos  es  innecesaria, 
una  vez  que  se  considera  como  sospechosa  el  agua  que  conten- 
ga indicios,  y  mala  la  que  tenga  cantidad  apreciable, no  siendo 
de  origen  meteórico. 

Se  investigan  los  nitritos  poniendo  en  medio  litro  de  agua 
un  gramo  de  ioduro  potásico  y  engrudo  claro  de  almidón  y  se 
añade  ácido  sulfúrico  diluido,  que  producirá  en  seguida  colo- 
ración azul,  si  existen  nitritos  en  el  agua. 

También  se  descubren  con  el  reactivo  de  Trommsdorf ,  el 
cual  se  prepara  del  modo  siguiente:  cloruro  de  zinc,  10  gra- 
mos; agua  destilada,  50  cent,  cúb.;  almidón,  5  gramos;  se 
mezcla  y  se  hierve  el  líquido  durante  unas  tres  horas,  reem- 
plazando el  agua  que  se  evapora.  Después  de  frío  se  añade 
ioduro  de  zinc  seco^  1  gramo,  y  agua  destilada,  cantidad  sufi- 
ciente para  completar  500  cent.  cúb.  Se  filtra  y  se  guarda  en 
un  frasco  de  vidrio  amarillo. 

Para  hacer  el  ensayo  se  colocan  en  una  campana  de  pie  100 
centímetros  cúbicos  del  agua,  se  añaden  2  cent.  cúb.  de  ácido 
sulfúrico  diluido  (1  en  5  de  agua)  y  después  5  cent,  cúb,  del 
reactivo  de  Trommsdorf.  Si  existen  nitritos  en  el  agua  aparece 
un  color  azul  al  cabo  de  dos  minutos.  Si  aparece  el  color  des- 
pués de  este  tiempo ,  no  tiene  valor  ninguno. 

Nitratos  (nitrógeno  nítrico). — Los  nitratos  en  las  aguas  se 
investigan  tratando  el  residuo  salino  de  la  evaporación  con  al- 
gunas gotas  de  ácido  sulfúrico  puro  (exento  de  vapores  nitro- 
sos) y  corta  cantidad  de  brucina,  la  cual  toma  color  rojo,  si  los 
hay.  También  se  descubren  con  dicho  ácido  sulfúrico  y  sulfa- 
to ferroso,  que  toma  color  pardo  café  si  hay  nitratos. 

Para  determinar  la  cantidad  de  nitratos,  puede  emplearse  el 
procedimiento  colorimétrico  de  Grandval  y  Lajoux,  que  está 
fundado  en  la  transformación  del  ácido  fénico  incoloro  en  ácido 
pícrico  de  color  amarillo,  por  la  acción  del  ácido  nítrico  de  los 
nitratos,  cuando  se  tratan  éstos  con  ácido  sulfúrico.  Después, 
por  adición  de  amoníaco,  se  forma  picrato  amónico,  cuyo  color 
amarillo  se  aprecia  comparándole  con  una  solución  de  nitrato 
potásico  en  cantidad  conocida. 

Más  exacto,  aunque  no  tan  fácil,  es  la  determinación  de  los 


—  87  — 

nitratos  por  el  procedimiento  de  Schulze  y  Tiemann,  que  se 
describe  en  el  tomo  II,  pág.  543,  de  mi  Química  inorgánica, 
al  tratar  del  análisis  de  las  aguas  de  la  Montaña  del  Príncipe 
Pío  (Madrid). 

Amoniaco  libre  ó  en  estado  de  sal  (nitrógeno  amoyiiacal). — 
Para  el  reconocimiento  del  amoníaco  libre  ó  salino  en  las  aguas 
se  emplea  generalmente  el  reactivo  de  Nessler  (1).  Se  toman 
250  á  300  cent.  cúb.  del  agua  y  se  colocan  en  una  cápsula  de 
porcelana  de  unos  500  cent.  cüb.  de  capacidad:  se  añaden  dos  6 
tres  gotas  de  ácido  sulfúrico,  y  se  hierve  hasta  obtener  cerca  de 
50  cent.  cúb.  de  su  volumen;  se  deja  enfriar;  se  precipitan  los 
óxidos  térreos  por  un  ligero  exceso  de  carbonato  sódico;  se 
echa  el  líquido  por  decantación  en  una  campanita,  y  se  añaden 
2  cent.  cúb.  del  reactivo  de  Nessler,  el  cual  produce  una  colo- 
ración amarilla  ó  rojiza  si  hay  amoníaco.  Es  conveniente  hacer 
la  misma  operación  con  agua  destilada,  por  comparación  en  can- 
tidad y  condiciones  iguales. 

Manget  y  Marión  han  propuesto,  para  descubrir  el  amonía- 
co en  las  aguas,  el  empleo  de  diácidofenol  (amidol),  que  toma 
color  amarillo  con  la  menor  cantidad  de  dicho  cuerpo,  pudien- 
do  hacer  una  determinación  cuantitativa  por  un  procedimiento 
colorimétrico ,  sirviéndose  de  un  líquido  compuesto  de  agua 
destilada  con  cantidades  conocidas  de  amoníaco. 

Para  determinar  la  cantidad  de  amoníaco  con  el  reactivo  de 
Nessler,  se  destilan  500  cent.  cúb.  del  agua  con  5  gramos  de 
magnesia  pura  recién  calcinada,  recogiendo  100  cent,  cúb,  ó 
poco  más  de  líquido,  hasta  que  no  pase  agua  sensible  al  reacti- 
vo de  Nessler. 


(1)  El  reactivo  de  Nessler  se  prepara  de  este  modo.  En  20  cen- 
tímetros cúbicos  de  agua  destílala  se  disuelven  17,5  gramos  d& 
ioduro  potásico,  y  se  añade,  gota  á  gota,  solución  saturada  de 
cloruro  mercúrico  en  cantidad  suficiente  para  que  se  produzca  un 
ligero  precipitado  rojizo  persistente;  luego  se  agregan  80  gramos 
de  potasa  cáustica  pura,  y,  después  de  disuelta,  2  cent.  cúb.  de  la 
solución  saturada  de  cloruro  mercúrico.  Por  fin,  se  añade  agua 
destilada  basta  completar  500  cent.  cúb.  Se  deja  reposar  durante 
cuarenta  y  ocho  horas  y  se  decanta  el  líquido ,  conservándole  en 
frascos  de  color  amarillo,  fuera  del  contacto  de  la  luz. 


—  88  — 

El  líquido  destilado  se  coloca  en  una  campana  de  pie  gra- 
duada, y  se  añaden  2  cent.  cúb.  del  reactivo  de  Nessler,  ó  más 
si  es  necesario,  sirviéndose  de  una  pipeta  graduada,  y  se  agita. 
A  su  lado  se  coloca  otra  campana  graduada  igual,  con  el  mis- 
mo volumen  de  agua  destilada  pura  y  de  reactivo  de  Nessler; 
sobre  este  líquido  se  hace  caer  con  una  bureta  dividida  en  dé- 
cimas una  solución  de  cloruro  amónico  puro  y  seco  (3,15  gra- 
mos en  un  litro  de  agua  destilada  pura),  hasta  que,  agitando  el 
líquido,  tome  el  mismo  color  que  el  agua  objeto  del  ensajo, 
siendo  igual  el  volumen  en  las  dos  campanas,  para  lo  cual  se 
añade  el  agua  destilada  que  sea  necesaria.  Cada  cent.  cúb.  de 
la  solución  de  cloruro  amónico  corresponde  á  O,  gr.  001  de 
amoníaco  (NH-^);  de  modo  que  por  la  cantidad  gastada  hasta 
obtener  igualdad  de  color,  sabemos  el  amoníaco  (NH-^)  conte- 
nido en  los  500  cent.  cúb.  del  agua  que  se  analiza,  y  el  doble 
«era  la  correspondiente  á  un  litro. 

Como  se  gasta  poco  de  la  solución  de  cloruro  amónico,  es 
conveniente  en  la  práctica  diluirla  en  diez  veces  de  agua  des- 
tilada, es  decir  100  cent.  cúb.  en  1.000  de  agua,  y  entonces 
nn  cent,  cüb.de  esta  solución  corresponde  á  O,  gr.  0001  de  NH'^ 

Otro  medio  cuantitativo. — En  un  aparato  destilatorio  con 
serpentín  ascendente,  como  el  de  Schloesing  ó  el  de  Aubín  y 
Alia,  se  practica  la  operación  siguiente:  en  el  matraz  del  apa- 
rato, cuya  capacidad  es  de  cerca  de  litro  y  medio,  se  coloca 
un  litro  del  agua  que  se  analiza,  añadiendo  10  gramos  de  mag- 
nesia recién  calcinada,  y  se  calienta,  subiendo  el  vapor  al  ser- 
pentín ascendente,  y  el  líquido  condensado  se  recoge  en  un  ma- 
traz ó  recipiente.  En  este  matraz  se  han  colocado  previamen- 
te 50  cent.  cúb.  de  ácido  sulfúrico  (1),  ó  más  si  el  agua  estu- 
viera muy  contaminada,  con  algunas  gotas  de  solución  alcohó- 
lica de  fenol-taleina.  La  ebullición  se  mantiene  durante  una 
hora,  y  se  recogen  unos  200  cent.  cúb.  de  líquido  destilado. 
Después  de  frío,  se  determina  la  cantidad  de  ácido  sulfúrico 
no  neutralizado  por  el  amoníaco  del  agua,  sirviéndose  de  una 


(1)     Dilución  de  10  cent.  cúb.  de  la  solución  normal  de  ácido 
sulfúrico  en  100  cent.  cúb.  de  agua  destilada. 


—  89  — 

solución  centinormal  de  sosa  (1),  hasta  que  aparezca  el  color 
rosa  persistente  que  los  álcalis  comunican  á  la  fenol-taleina. 
Entonces  tenemos  por  diferencia  el  número  de  centímetros  cú- 
bicos que  fueron  saturados  por  el  amoníaco  de  un  litro  de  agua, 
y  teniendo  en  cuenta  que  cada  centímetro  cúbico  de  agua  co- 

0,gr.  017 
rresponde  á  — '■ — =  O,  gr.  00017  deNH^  podemos  calcu- 

100 
lar  la  cantidad  de  amoníaco  en  litro  dft  agua. 

El  agua  potable  pura  sólo  tiene  indicios  de  amoníaco,  pero 
se  tolera  hasta  menos  de  un  miligramo,  considerando  como  sos- 
pechosa el  agua  que  contiene  más  de  1  á  2  miligramos.  En  el 
agua  de  Lozoja  se  encuentra  generalmente  O,  gr.  0001  de  amo- 
níaco por  litro  de  agua. 

Amoníaco  ó  nitrógeno  alhuminoides. — Es  de  mucha  impor- 
tancia la  investigación  del  amoníaco  albuminoide,  no  tolerán- 
dose en  el  agua  potable  más  de  O,  gr.  00005  á  O,  gr.  0001. 

Para  determinar  la  cantidad  puede  servir  el  líquido  del  ma- 
traz que  ha  servido  en  la  operación  anterior,  añadiendo,  des- 
pués de  frío,  un  gramo  de  permanganato  de  potasa  y  10  centí- 
metros cúbicos  de  solución  de  sosa  cáustica  pura.  Se  calienta 
lentamente  hasta  llegar  á  la  ebullición  en  el  mismo  aparato, 
previamente  lavado  y  limpio,  recogiendo  el  líquido  destilado 
en  el  matraz  que  contenga  20  cent.  cúb.  de  la  solución  centi- 
normal de  ácido  sulfúrico.  Después  se  determina,  lo  mismo  que 
antes,  por  diferencia,  la  cantidad  de  amoníaco  del  agua  que 
fué  saturada,  sirviéndose  de  la  solución  centinormal  de  sosa. 

También  se  puede  determinar  la  cantidad  de  amoníaco  albu- 
minoide por  el  color;  con  el  reactivo  de  Nessler,  como  se  ha  di- 
(ho  en  la  determinación  del  amoníaco  libre  ó  su  carbonato. 


(1)     Dilución  de  10  cent.   cúb.  de  la  solución  normal  de  sosa 
en  1.000  de  agua. 


--  90  — 


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—  91  — 


Examen  microscópico. 


El  agua  destinada  á  este  análisis  debe  estar  recogida  con  las 
precauciones  dichas  en  el  capítulo  primero,  Toma  del  agua 
en  frascos  nuevos  bien  limpios  y  esterilizados. 

Después  del  reposo  durante  unas  cuatro  horas,  se  decanta 
gran  parte  del  agua,  y  del  resto,  nuevamente  reposada,  con  un 
tubo  6  pipeta  esterilizados  (calentando  ligeramente  en  la  llama 
de  alcohol),  se  sacan  gotas  de  los  depósitos,  si  los  hay,  ó  del 
lítjuido  del  fondo  y  se  examinan  con  el  microscopio  (aumento 
de  300  diámetros  ó  más). 

Suelen  aparecer  cristalitos  de  sales  minerales,  arcilla,  síli- 
ce, osciladas,  diatomeas,  mucedíneas,  infusorios  en  las  aguas 
estancadas,  y  siempre  bacterias,  de  que  trataremos  en  el  capí- 
tulo Análisis  bacteriológico.  CuauúoapBvecen  iofusorios  y  gér- 
menes ó  se  ven  fibras  musculares  y  restos  animales,  el  agua  es 
mala  y  debe  desecharse. 

Para  estudiar  los  microorganismos,  A.  Certes  aconseja  aña- 
dir al  agua  algunas  gotas  de  una  solución  de  ácido  ósmico, que 
los  precipita  al  fondo;  después  del  reposo  se  sacan  gotas  por 
medio  de  una  pipeta  y  se  examinan  con  el  microscopio.  Con  el 
mismo  objeto  puede  servir  una  solución  de  cloruro  mercúrico, 
una  parte  en  200  de  agua  destilada. 

Algunas  aguas  pueden  contener,  procedentes  de  deyeccio- 
nes humanas,  huevecillos  ó  gérmenes  de  íe?iia^  ascaris ,  oxyu- 
ris,  afikilostoma ,  distomum,  etc.,  que  producen  enfermeda- 
des parasitarias  introducidos  en  el  organismo,  por  lo  cual  es 
de  interés  grande  el  estudio  microscópico  de  las  aguas  donde 
se  observen  dichas  enfermedades. 


Análisis  bacteriológico. 

El  análisis  becteriológico  de  las  aguas  potables  tiene  gran 
importancia,  siendo  imprescindible  en  época  de  epidemias  ó 
cuando  se  sospeche  que  el  agua  está  contaminada,  porque  pue- 
de suceder  que  un   agua  parezca   buena  por  sus  caracteres 


—  92  — 

físicos  y  organolépticos,  y  aun  por  los  reactivos,  y,  sin  embargo, 
contener  bacterias  patógenas,  como  el  bacilo  de  la  fiebre  tifoi- 
dea, del  cólera,  etc.,  convirtiéndose  entonces  el  agua  en  el  me- 
jor medio  de  propagación  de  la  epidemia. 

Para  el  análisis  bacteriológico  hay  que  recoger  el  agua  con 
muchas  precauciones  en  frascos  de  unos  200  cent,  cúb.,  con 
tapones  esmerilados  y  esterilizados,  llevándolos  inmediatamen- 
te al  laboratorio  y  colocándolos  en  sitio  fresco  ó  rodeados  de 
hielo,  sin  demorar  el  análisis,  porque  con  el  tiempo  y  el  calor 
proliferan  las  bacterias  y  desaparecen  otras. 

Los  frascos  deben  ser  nuevos,  lavándolos  con  una  solución 
de  permanganato  potásico,  acidulada  con  ácido  sulfúrico,  en- 
juagándolos bien  d<;spués  con  ajiua  destilada,  y  por  fin,  este- 
rilizándolos por  el  calor  en  la  estufa  ó  en  el  horno  de  Pasteur, 
á  la  temperatura  de  unos  180°. 

El  agua  se  debe  recoger  á  algunos  centímetros  de  la  super- 
ficie, introduciendo  el  frasco  en  la  misma  y  destapándole  den- 
tro, volviendo  á  taparle  cuando  esté  lleno  de  agua,  sin  que  in- 
tervenga el  aire.  Para  recoger  el  agua  de  los  pozos  se  hace 
descender  el  frasco,  que  tiene  un  peso  debajo,  y  cuando  está 
dentro  del  agua  se  destapa,  tirando  de  una  cuerda  que  se  halla 
atada  al  tapón,  y  mejor,  para  este  objeto,  es  emplear  el  aparato 
de  Miquel. 

Las   bacterias   proceden  del  aire  ó  del  terreno  por   donde 
pasan  las  aguas  y  son,  por  lo  general,  inofensivas  (saprofitas) 
hallándose  comúnmente  micrococciis ,  diplococcus ,  streptococ- 
cus,  sarcina,  hacülus  (viridis,  cilreus  fluorescens,  subtilis), 
spirillum,  leptothrixj  cladothrix,  bacterium,  etc. 

En  las  aguas  contaminadas  por  deyecciones  animales,  lavado 
de  ropas,  cementerios,  etc.,  se  encuentran  bacterias  patógenas 
que  pioducen  determinadas  enfermedades  y  propagan  las  epi- 
demias, tales  son,  entre  otras,  el  micrococcus  pyogenes  aiireus, 
hacülus  antracis  (del  carbunco),  b.  coli  co?nmunis,  h.pi/oeya- 
neus,  b.  typhosus  (bacilo  de  la  fiebre  tifoidea  ó  b.  de  Ebert), 
pi'oteus  vulgaris  y  mirabilis,  spirillum  colerce,  bacillus  septí- 
cus,  b.  tuberculosis,  b.  diphterice^  etc. 

No  nos  ocupamos  de  la  descripción  de  las  especies,  remi- 


—  Ba- 
tiendo á  nuestros  lectores  á  las  obras  especiales,  como  la  de 
G.  Koux,  Analyse  microbiologique  des  eaux ,  la  de  Macé, 
Traite  'practique  de  Bacterioloyie,  etc.,  ni  tampoco  exponemos 
los  medios  de  su  investigación.  Para  esto  es  necesario  gran 
práctica  y  disponer  de  material  adecuado,  sin  lo  cual  es  inútil 
ocuparse  de  estos  asuntos,  dejando  este  trabajo  á  los  verdade- 
ros especialistas. 

Únicamente  nos  ocuparemos  del  análisis  bacteriológico  en 
los  casos  ordinarios,  para  determinar  el  número  de  bacterias 
contenidas  en  un  agua,  tal  como  lo  hacemos  en  nuestra  prácti- 
ca. Las  siembras  y  cultivos  se  hacen  en  gelatina  nutritiva  (1) 
y  en  agar  peptonixado  ó  gelosa  nutritiva  (2),  sin  ocuparnos  de 
otros  medios  de  cultivo  que  pueden  verse  en  los  tratados  espe- 
ciales de  Bacteriología. 

Los  tubos  en  que  se  hallan  colocados  los  medios  nutritiv'os, 


(1)  La  gelatina  nutritiva  se  prepara  añadiendo  al  caldo  pepto- 
nizado,  que  se  describe  en  la  nota  siguiente,  gelatina  blanca  ó  gre- 
netina  110  á  120  gramos ,  según  las  estaciones,  y  cloruro  de  so- 
dio 5  gramos. 

La  gelatina- gelosa ,  que  es  muy  conveniente  para  verano  ó  para 
países  cálidos,  se  prepara  añadiendo  á  la  anterior  1,5  por  100  de 
agar  ó  gelosa. 

El  agar  es  un  alga  de  la  China  y  del  Japón ,  llamada  Gracila- 
ria  liquenoides ,  y  se  encuentra  blanca  y  seca  en  las  droguerías. 

(2)  El  que  me  ha  dado  mejor  resultado  para  el  cultivo  de  las 
bacterias  del  agua  y  del  aire  es  el  siguiente,  preparado  por  el  doc- 
tor Castro,  profesor  de  Microbiología,  según  las  instrucciones  del 
Dr.  A.  Besson :  o  gramos  de  agar  se  maceran  en  agua  durante 
unas  cinco  horas;  transcurrido  este  tiempo  se  coloca  en  un  embu- 
do y  se  deja  escurrir.  Se  lava  con  agua  y  se  escurre  de  nuevo;  des- 
pués se  disuelve  á  fuego  lento  en  300  gramos  de  caldo  peptonizado ^ 
Se  comprueba  la  reacción  del  líquido,  procurando  sea  débilmente 
alcalina. 

Se  adiciona  una  clara  de  huevo  batida  en  agua,  y  se  lleva  á  la 
autoclava  á  120**  durante  treinta  minutos.  Se  filtra  en  caliente  y 
se  reparte  en  tubos  ó  frascos,  y  se  estiriliza  de  nuevo  á  115°  du- 
rante veinte  minutos. 

Si  el  agar  fuese  muy  rico  en  sales  calcicas,  el  producto  obteni- 
do es  ligeramente  turbio,  aun  fundido,  y  esto  se  evita  en  el  pri- 
mer tiempo  de  la  operación,  lavando  el  agar  con  agua  acidulada 


-  94  - 


en  cantidad  de  10  á  15  cent,  cúb.,  tapados  con  algodón  y  este- 
rilizados en  la  autoclava  á  115°,  se  calientan  en  baño  de  maría 
j)ara  licuar  la  gelatina.  Después  de  fríos  se  echa  en  cada  tubo, 
con  una  pipeta  graduada  (esterilizada),  un  centímetro  cúbico  6 
un  décimo  del  agua  que  se  analiza,  ó  una  gota  (1)  si  es  muy 
impura,  y  se  mezcla  bien,  vertiendo  el  líquido  en  placas  de 
cristal  (cajas  de  Petry),  previamente  esterilizadas,  y  se  cubren 
con  su  tapadera,  para  que  no  tenga  acceso  el  aire.  Después  de 
bien  extendida  la  gelatina  y  solidificada,  se  coloca  en  la  estufa 
á  la  temperatura  de  18  á  22°,  durante  algunos  días,  observan- 


con  ácido  clorliídrico  y  neutralizando  después  por  loción  con  agua 
ligeramente  amoniacal. 

El  caldo  peptonizado  se  prepara  de  este  modo.  Se  toman  500  gra- 
mos de  carne  de  buey  magra,  se  la  pica  menudamente  y  se  pone 
en  maceración  durante  algunas  horas  en  un  litro  de  agua  Después 
se  cuece  á  fuego  lento  en  una  cacerola  esmaltada,  agitando  con 
una  espátula  y  prolongando  la  ebullición  durante  diez  minutos. 
La  masa  se  echa  en  únatela  espesa  tupida,  esprimiendo  fuerte- 
mente el  residuo;  el  líqiiido  que  cuela  se  filtra  caliente  por  papel 
fuerte  sin  cola,  mojado  previamente  con  agua  para  retener  la 
grasa. 

El  líquido  filtrado  se  pone  en  una  cacerola  esmaltada  y  se  aña- 
de: peptona  seca  de  Chapoteaut,  10  gramos;  cloruro  de  sodio,  5,  y 
fosfato  de  sosa,  1  gramo.  Se  hierve,  para  que  se  disuelva  la  pep- 
tona, y  después  se  neutraliza  su  acidez  con  una  solución  de  sosa, 
echando  gotas  con  una  pipeta  y  agitando  hasta  que  tenga  el  líqui- 
do reacción  débil  alcalina  con  el  papel  rojo  de  tornasol.  Para  obte- 
ner una  alcalinidad  conveniente  se  necesita,  generalmente,  según 
Park,  unos  7  cent.  cúb.  de  solución  normal  de  sosa  (40  gramos  de 
NaOH  en  un  litro  de  agua  destilada). 

El  caldo  alcalinizado  puesto  en  un  matraz ,  se  tiene  en  la  auto- 
clava  á  115°-117°  durante  cinco  minutos;  el  líquido  se  enturbia  y 
forma  grumos  de  fosfatos  térreos,  siendo  necesario  filtrarle  calien- 
te por  el  filtro  Chardin,  mojado.  El  líquido  claro  se  le  da  el  volu- 
men de  un  litro  añadiéndole  agua  destilada,  repartiéndole  en  tu- 
bos de  ensayo  (10  á  15  cent,  cúb.),  ó  matraces  de  Pasteur  (25  cen- 
tímetros cúbicos),  tapándolos  con  algodón  y  esterilizándolos,  por 
último,  en  la  autoclava  á  115°. 

(1)  Las  pipetas  que  se  emplean  para  sacar  el  agua  de  los  fras- 
cos llevan  impreso  el  número  de  gotas  por  centímetro  cúbico.  La 
de  Alvergniat  da  50  gotas ,  y  otras  hay  que  dan  25  á  40  gotas. 


—  95  - 

do  cada  día  las  colonias  que  aparecen,  y  no  dando  por  termi- 
nado el  cultivo  hasta  que  dejen  de  aparecer  colonias ,  las  cua- 
les se  presentan  en  forma  de  manchas  opacas,  en  número  co- 
rrespondiente al  de  bacterias  que  existían  en  el  agua. 

Algunas  colonias  liquidan  la  gelatina  y  se  llaman  liqui- 
dantes, para  distinguirlas  de  las  otras  que  no  la  liquidan.  La 
presencia  de  bacterias  intestinales  como  el  bacillus  colli,  de- 
muestra que  el  agua  está  contaminada  por  deyecciones  de  ani- 
males, siendo  muy  importante  la  diferenciación  del  bacillus 
colli  del  b,  typhosus  Qfi.  los  casos  en  que  el  agua  contenga  este 
tíltimo,  como  causa  de  la  fiebre  tifoidea. 

Para  contar  el  número  de  colonias  se  coloca  la  placa  ó  caja 
de  Petri  debajo  de  una  lámina  de  cristal  cuadriculada,  6  sea 
con  divisiones  por  medio  de  rayas  en  centímetros  cuadrados. 
Para  este  objeto  me  sirvo  del  aparato  contador  de  Wolfthügel, 
mirando  con  una  lente  las  manchas  ó  colonias  y  contando  su 
número  en  un  centímetro  cuadrado,  en  medio  ó  en  una  cuarta 
parte,  y  calculando  el  correspondiente  á  toda  la  extensión  de 
la  gelatina,  por  los  centímetros  cuadrados  que  ocupa  ésta. 

A  falta  de  aparato  especial  contador^  puede  hacerse  la  nu- 
meración colocando  la  caja  de  Petri  sobre  un  papel  cuadricula- 
do en  centímetros,  de  los  cuales  uno  se  pinta  de  negro  (con 
tinta)  en  su  totalidad,  otro  la  mitad  y  otro  la  cuarta  parte,  ó 
bien  un  sector  de  círculo. 

El  número  de  colonias  hallado  es  el  correspondiente  al  vo- 
lumen de  agua  que  se  puso  en  cultivo,  y  después  se  calcula  el 
que  corresponde  á  un  centímetro  cúbico  del  agua.  Deben  ha- 
cerse cultivos  de  la  misma  agua  en  dos  ó  tres  cajas,  tomando  el 
término  medio  del  resultado. 

M.  Miquel  establece  la  escala  siguiente  entre  el  número  de 
bacterias  y  la  pureza  del  agua: 

Bacterias 
en  centímetro  cúbico. 

Agua  muy  pura 10  á  100 

—  pura 100  á  1.000 

—  mediana 1 .000  á  10  000 

—  impura 10.000  á  100.000 

—  muy  impura 100.000  en  adelante 


—  96  — 

En  las  buenas  aguas  de  manantil  he  encontrado  300  á  400 
bacterias  por  centímetro  cúbico.  El  agua  del  río  Lozoya  que 
Biirte  á  Madrid  contiene  número  variable  de  bacterias,  según 
las  fuentes  de  donde  se  tome,  del  canal  ó  del  depósito  y  según 
las  estaciones;  pero  generalmente  tiene  800  á  1.000  bacterias 
por  centímetro  cúbico  y  con  frecuencia  pasa  de  este  número, 
llegando  á  veces  á  10.000.  En  este  caso  se  encuentra  compren- 
dida entre  las  aguas  medianas,  conforme  con  la  escala  de  M. 
Miquel,  y  cuando  viene  turbia  pasan  de  10.000,  hallándose 
entonces  en  el  grupo  de  las  aguas  impuras.  Por  esta  razón  es 
conveniente  filtrar  el  agua  de  Lozoya,  para  privarla  <5  disminuir 
el  número  de  bacterias,  convirtiéndola  en  agua  pura. 

El  análisis  cualitativo,  6  sea  la  determinación  de  las  espe- 
cies, si  son  patógenas,  tiene  más  importancia  que  el  cuantita- 
tivo. Pero  también  importa  determinar  el  número  de  bacterias, 
aunque  sean  inofensivas,  porque  un  número  extraordinario  co- 
munica malas  propiedades  al  agua  y  es  indicio  de  que  existan 
algunas  sospechosas  ó  patógenas,  como  ocurre  en  las  aguas  im- 
puras y  contaminadas.  Además  debe  tenerse  en  cuenta  que  la 
asociación  de  ciertas  bacterias,  aunque  sean  saprofitas,  produ- 
ce virulencia  en  determinados  casos. 

Por  fin  diremos  que  para  confirmar  que  las  bacterias  de  un 
agua  son  patógenas,  es  necesario  hacer  inoculaciones  en  ani- 
males pequeños  con  cultivos  del  agua,  y  observar  los  efectos 
que  producen. 


Condiciones  de  potabilidad  de  las  aguas. 

Como  resumen  de  lo  anteriormente  expuesto,  pueden  esta- 
blecerse, á  mi  juicio,  las  condiciones  siguientes: 

I.**  El  agua  ha  de  ser  clara,  transparente,  incolora  (1)^  sin 
olor  ninguno  y  de  gusto  agradable.  La  temperatura  mejor  es 
de  10°  á  15^,  sin  variaciones  notables. 

2.^     No  ha  de  contener  más  gases  disueltos  que  los  corres- 


(1)     Véase  pág.  66  lo  que  se  dice  de  las  aguas  cárdenas. 


—  97  — 

pendientes  al  aire  atmosférico,  oxígeno,  nitrógeno  y  anhidrido 
carbónico,  este  último  en  la  proporción  de  2  á  10  centímetros 
cúbicos  por  litro  de  agua. 

3.^  Las  materias  fijas  ó  sales  no  deben  exceder  de  0,5  gra- 
mos por  litro  de  agua,  y  ser  las  que  generalmente  se  encuen- 
tran en  las  aguas  potables  (véase  pág.  75),  sin  contener  me- 
tales ú  otros  cuerpos  extraños. 

La  cantidad  de  anhidrido  sulfúrico  (en  estado  de  sulfato)  no 
ha  de  pasar  de  0,03  gramos,  y  la  de  cloro  (en  estado  de  cloru- 
ro) de  0,04  gramos  (véase  pág  76). 

4.*  Los  grados  hidrotimétricos  no  deben  pasar  de  30*^,  sien- 
do las  mejores  aguas  las  de  3°  á  15'\ 

5.^  La  materia  orgánica,  expresada  en  oxígeno,  no  ha  de 
pasar  de  0,002  gramos  en  litro;  pero  si  no  es  nociva  puede  ser 
algo  mayor  (véase  pág.  84). 

6,^  No  ha  de  contener  nitritos  ni  nitratos,  si  bien  de  estos 
últimos  se  tolera  hasta  0,0  L5  gramos. 

7.^  No  ha  de  tener  amoníaco  libreó  salino,  ni  albuminoide, 
si  bien  se  tolera  del  primero  0,001  gramo  y  del  segundo  0,0001. 

8.^  No  debe  contener  infusorios,  gérmenes  de  ninguna  cla- 
se, ni  bacterias  sospechosas  ó  patógenas. 

9.^  Las  bacterias  han  de  ser  completamente  inocentes  y  no 
exceder  mucho  de  1.000  por  centímetro  cúbico  de  agua  (véase 
pág.  95). 

Análisis  rápido  (le  las  aguas. 

Como  el  análisis  completo  de  las  aguas  potables  es  tan  largo 
y  difícil,  por  las  muchas  y  delicadas  operaciones  que  hay  que 
practicar,  se  ha  pensado  en  reducirle  á  lo  más  preciso  é  indis- 
pensable para  conocer  la  potabilidad  del  agua,  prescindiendo, 
del  análisis  bacteriológico,  una  vez  que  la  presencia  ó  ausen- 
cia, en  un  agua,  de  nitritos,  nitratos  y  amoníaco  albuminoi- 
des,  con  la  cantidad  de  cloruros,  nos  dicen  si  el  agua  está  ó  no 
contaminada. 

Para  hacer  las  investigaciones  con  facilidad,  los  Sres.  Pi- 
gnet  y  Hue  preparan  reactivos  dosificados,  en  forma  de  pasti- 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  1905.  7 


-  98  — 

lias  comprimidas,  que  colocan,  con  los  aparatos  necesarios,  en 
una  caja  de  fácil  transporte  y  de  gran  comodidad  para  hacer 
los  análisis  en  el  campo,  y  para  personas  que  no  dispongan  de 
material  de  laboratorio. 

También  la  casa  de  Burroughs  y  Wellcome,  de  Londres,  pre- 
para, para  el  análisis  del  agua  en  el  manantial  y  para  los  ejérci- 
tos en  marcha,  estuches  con  los  reactivos  siguientes:  cápsulas 
con  la  solución  de  Nessler,  comprimidos  de  nitrato  argéntico, 
ioduro  potásico  con  almidón,  permanganato  potásico,  cromato 
potásico,  ferrocianuro  potásico,  bisulfato  sódico,  jabón,  polvo 
de  zinc,  etc. 

Los  comprimidos  de  Pignet  y  Hue  los  designan  sus  autores 
de  este  modo:  1.°,  ácidos;  2.°,  alcalinos;  3.^,  de  ioduro;  4.°,  de 
zinc;  5.°,  de  cromo;  6.^,  de  nitrato  de  plata;  7.°,  de  jabón;  8.°, 
de  permanganato,  y  9.**  de  ferrocianuro.  Además  hay  un  fras- 
co de  reactivo  de  Nessler  y  otro  con  solución  alcalina  concen- 
trada de  permanganato.  La  manera  de  operar  es  como  sigue: 
Grado  hidrotimétrico . — En  un  frasco  hidrotimétrico  se  po- 
nen 40  cent.  cúb.  de  agua  y  se  disuelve  un  comprimido  de  ja- 
bón; si  no  resulta  espuma  persistente  agitando,  se  añade  otro 
comprimido  ó  pastilla,  y  sucesivamente  otro,  hasta  obtener  la 
espuma.  Cada  comprimido  de  jabón  corresponde  á  4°  hidroti- 
métricos.  Debe  restarse  un  grado  por  el  jabón  que  se  gasta  en 
formar  la  espuma. 

Nitritos  y  nitratos. — Se  toman  100  cent.  cúb.  del  agua  y  se 
disuelve  en  ella  un  comprimido  de  ioduro  y  almidón.  En  segui- 
da se  añade  un  comprimido  ácido,  y  después  de  disuelto  se  ob- 
serva si  el  agua  toma  color  azul  en  el  espacio  de  cinco  minu- 
tos. Si  no  toma  color  azul,  no  hay  nitritos ¡  pero  si  aparece  co- 
lor azul  en  cinco  minutos,  existen  iiitritos ,  tanto  más,  cuanto 
el  color  azul  se  desarrolle  más  pronto  y  sea  más  intenso,  en 
cuyo  caso  el  agua  es  mala. 

La  coloración  azul  que  puede  aparecer  después  de  media 
hora,  no  tiene  importancia. 

Para  los  nitratos  se  utiliza  el  líquido  anterior,  en  caso  de  no 
haber  nitritos,  añadiendo  un  comprimido  de  zinc.  Si  el  agua 
continúa  incolora  después  de  cinco  minutos,  no  contiene  ni- 


—  99  — 

tratos;  pero  si  adquiere  color  azul,  sí  los  tiene.  Para  100  mili- 
gramos de  nitratos  por  litro,  el  color  azul  aparece  al  miuuto; 
para  50,  á  los  dos  minutos,  y  para  15  miligramos,  límite  de 
potabilidad  del  agua,  tarda  en  aparecer  el  color  azul  marcado 
cuatro  á  cinco  minutos. 

Debe  tenerse  cuidado  en  no  confundir  el  color  gris  algo  azu- 
lado que  el  comprimido  de  zinc  da  á  las  aguas,  con  el  color 
azul  marcado  que  producen  los  nitratos. 

Cloruros. — Se  toman  100  cent  cüb.  del  agua  y  se  disuelve 
por  agitación  un  comprimido  de  cromato  potásico;  en  seguida 
se  añade  un  comprimido  de  nitrato  de  plata,  agitando  para  que 
se  disuelva.  Si  el  color  amarillo  del  cromato  no  pasa  al  rojo,  se 
añade  otro  comprimido  de  nitrato  de  plata,  y  sucesivamente 
otro  hasta  obtener  el  color  rojoclaro.  Cada  comprimido  de  ni- 
trato de  plata  corresponde  á  10  miligramos  de  cloro  para  un 
litro  de  agua.  Si  el  color  rojo  es  muy  intenso  en  el  último  com- 
primido, hay  que  rebajar  5  miligramos. 

La  cantidad  de  cloruros  no  tiene  gran  importancia  conside- 
rada aisladamente,  pero  sí  la  tiene  en  relación  de  otros  prin- 
cipios, que  demuestran  la  existencia  de  materias  orgánicas  no- 
civas (véase  pág.  76). 

Materia  orgánica. — Se  ponen  100  cent.  cúb.  del  agua  en  un 
matraz  y  se  añade  un  comprimido  ácido  (bisulfato  potásico). 
Se  hierve  el  líquido  y  se  echa  al  empezar  á  hervir  un  compri- 
mido de  permanganato  potásico,  continuando  la  ebullición  du- 
rante quince  minutos.  Si  la  coloración  rosa  que  produjo  el  per- 
manganato  desaparece^  se  añade  en  seguida  otro  comprimido 
de  permanganato  y  otro  hasta  que  permanezca  el  color  rosa. 

Cada  comprimido  corresponde  á  1,5  miligramos  de  materia 
orgánica  por  litro  (véase  pág.  84). 

Amofiíaco  libre  ó  salino  y  amoníaco  albuminoide. — En  un 
matraz  provisto  de  un  tapón  de  caucho,  al  través  del  cual  pasa 
un  tubo  dos  veces  doblado  en  ángulo  recto,  se  ponen  50  cen- 
tímetros cúbicos  del  agua  y  se  añade  un  comprimido  alcalino 
calentando  con  una  lámpara  de  alcohol. 

Se  destilan  primero  10  cent.  cúb.  del  agua  recogiendo  el  lí- 
quido en  un  tubo  de  ensayo  (núm.  1),  no  pasando  la  tempera- 


-  100  - 

• 

tura  de  50°,  á  la  cual  no  se  desprende  el  amoníaco  que  conten- 
ga el  líquido  destilado. 

Después  se  destapa  el  matraz,  se  hierve  el  agua  unos  cinco 
minutos  para  desalojar  las  últimas  porciones  de  amoníaco  que 
pudieran  existir,  y  se  evalúa  en  la  cuarta  parte  del  recogido  en 
el  tubo  núm.  1 ,  sumándole  al  final.  Se  deja  enfriar  el  matraz  y 
se  añade  medio  centímetro  cúbico  de  la  solución  alcalina  de  per- 
manganato,  y  adaptándole  el  tapón  con  el  tubo,  se  vuelve  á 
destilar  el  líquido,  recogiendo  10  ceut.  cúb.  en  dos  tubos  de 
ensayo  (números  2  y  3).  En  estos  20  cent.  cúb.  de  líquido  des- 
tilado se  encuentra  el  amoníaco  albuminoide. 

En  los  tubos  números  1 ,  2  y  3  se  echa  medio  centímetro 
cúbico  de  reactivo  de  Nessler,  y  dará  color  amarillo  rojizo  en 
el  primero,  si  había  amoniaco  Ubre  ó  salino,  y  en  los  tubos  2 
y  3  dará  el  mismo  color  para  el  amoníaco  albuminoide. 

El  color  resultante  se  compara  con  una  gama  de  colores  que 
los  autores  del  procedimiento  acompañan,  y  se  deduce  por  com- 
paración la  cantidad  de  amoníaco. 

Metales. — Si  el  agua  contiene  plomo  (procedente  de  las  ca- 
ñerías), se  descubre  por  el  precipitado  amarillo  que  se  forma 
al  determinar  los  cloruros  con  el  comprimido  de  cromato.  Para 
el  hierro,  cobre  y  zinc  se  toman  100  cent.  cúb.  del  agua  y  se 
disuelve  un  comprimido  ácido,  y  en  seguida  un  comprimido  de 
ferrocianuro  que  producirá  en  cuatro  á  cinco  minutos  colora- 
ción azul,  si  hay  hierro,  coloración  roja,  si  es  cobre ^  y  ligero 
precipitado,  si  hay  xinc. 

Esto  dicen  los  Sres.  Pignet  y  Hue;  pero  si  están  mezclados 
dichos  metales,  es  necesario  investigarlos  por  separado  con  sus 
reactivos  correspondientes,  por  ejemplo  el  cobre,  por  la  colo- 
ración azul  que  produce  con  un  exceso  de  amoníaco,  etc. 

Hemos  hecho  algunos  análisis  de  aguas  con  los  comprimi- 
dos, siguiendo  las  instrucciones  de  dichos  autores,  y  el  resul- 
tado ha  sido  próximamente  igual  que  con  los  reactivos  ordina- 
rios ;  pero  disponiendo  de  laboratorio  y  no  teniendo  que  hacer 
el  análisis  en  el  campo ,  es  preferible  emplear  los  reactivos  pre- 
parados por  el  mismo  químico  analizador,  porque  sólo  así  pue- 
de responder  de  la  exactitud  de  los  resultados. 


-  101  -^ 

A  las  operaciones  anteriores  creo  debe  agregarse,  si  se  tra- 
baja en  el  laboratorio,  la  determinación  del  residuo  salino  (pá- 
gina 71)  y  la  investigación  cualitativa  de  las  sales  (pág.  7o), 
con  lo  cual  se  tendrá  conocimiento  más  completo  de  la  compo- 
sición del  agua,  sin  alargar  mucho  el  tiempo. 

Conforme  con  lo  expuesto,  pueden  establecerse  las  siguien- 
tes condiciones  indispensables  de  potabilidad,  para  un  análisis 
rápido. 

1.°  El  agua  potable  ha  de  ser  clara,  transparente,  incolo- 
ra, sin  olor  y  de  buen  gusto. 

2°  Los  grados  hidrotimétricos  no  han  de  pasar  de  30°, 
siendo  las  mejores  aguas  las  que  tienen  S°  á  15°. 

3.°  No  ha  de  tener  nitritos  ni  nitratos,  si  bien  de  estos  úl- 
timos se  tolera  hasta  0,015  gramos  en  litro. 

4.°  El  amoníaco  libre  ó  salino,  si  le  hay,  no  ha  de  pasar 
de  0,001  gramo. 

5,°  No  ha  de  contener  amoníaco  albuminoide,  tolerándose, 
á  lo  más,  0,0001  gramo. 

6.°  No  ha  de  contener  más  de  0,04  gramos  de  cloro  en 
litro.  (Véase  pág.  76.) 

7.°  Materia  orgánica  expresada  en  oxígeno.  No  ha  de  te- 
ner más  de  0,002  gramos  en  litro,  pero  si  no  es  nociva  puede 
ser  algo  mayor.  (Véase  pág.  84.) 

8."  El  residuo  salino  no  ha  de  pasar  de  0,5  gramos  en 
litro,  y  las  sales  han  de  ser  las  que  se  encuentran  en  las  aguas 
potables. 

Como  ejemplo,  pondremos  el  Análisis  del  agua  de  Loxoya, 
cuando  está  clara. 

Caracteres  físicos  y  organolépticos;  buenos. 

Grados  hidrotimétricos;  3^,5. 

Nitritos;  inapreciable. 

Nitratos;  nada. 

Amoníaco  libre  ó  salino;  0,0001  gramo. 

Amoníaco  albuminoide;  nada. 

Cloro;  0,005  gramos. 

Materia  orgánica;  0,005  gramos. 

Metales;  nada. 


-  102  — 

Residuo  salino;  0,058  gramos,  compuesto  de  cloruros  y  sul- 
fatos  de  sodio,  calcio  y  magnesio,  en  cantidad  tan  pequeña 
que  sólo  producen  opalinidad  con  los  reactivos  correspondien- 
tes, y  además  contiene  cantidad  mínima  de  sílice  coloide  (1). 

Resulta  que  es  agua  potable  buena,  aunque  la  materia  or- 
gánica exceda  de  2  miligramos ,  teniendo  en  cuenta  que  en  su 
estado  normal  no  contiene  nitritos,  nitratos,  ni  amoníaco  albu- 
minoide,  y  la  cantidad  de  cloro  es  la  que  existe  en  las  aguas 
más  puras. 

Para  terminar  diremos  que  en  esta  forma  debía  hacerse  aná- 
lisis de  todas  las  aguas  empleadas  en  la  alimentación,  no  sólo 
en  las  grandes  poblaciones  donde  hay  laboratorios  municipa- 
les, sino  también  en  las  pequeñas,  teniendo  en  cuenta  que  el 
estado  del  agua  potable  influye  tanto  en  la  salubridad  pública 
y  en  la  propagación  de  las  enfermedades  infecciosas;  y  como 
consecuencia  de  estos  trabajos  analíticos,  poner  los  remedios 
donde  sea  necesario,  á  fin  de  que  todos  los  pueblos  tengan 
agua  potable  en  buenas  condiciones. 


(1)  Puede  expresarse  esto,  según  la  teoría  de  los  iones,  dicien- 
do: contiene  los  aniones  Cl,  SO^,  y  los  cationes  Na,  Ca,  Mg.  Ade- 
mas el  anión  SiO^,  el  CO^  disuelto  con  O  y  ^  del  aire.  (Véase  pá- 
gina 76.) 


-  103  - 


III.— División  de  un  segmento  en  media  y  extrema 
razón. 

Por  Luis  Cátala  y  Gimeno. 

Si  á  una  circunferencia  R  (o)  se  le  traza  una  tangente  AB 
por  un  punto  A  exterior  de  su  plano,  tendremos,  llamando  Am^ 
Am'  las  normales  correspondientes  al  punto  A  (fig.  1), 

AB'^  =  Am  .  Am. 


m  ^ 


^-.0 

, 

,  ¡                ^»- 

/       '                      ^  "^     '  \  "^  ^ 

/  ^''''   !  \^^^^^ 

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m;  v^                     m,  vpj  m,,'  m, 

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^       1 

\     1             ^^ 

\l     ,'' 

Figura  1. 


Suponiendo  que  el  radio  de  la  circunferencia  es  igual  á  la  mi- 
tad de  la  tangente,  resulta 

Ani^Am-\-AB    Am  =  Am'  —  AB 

Am  =  {Am-\-  AB)  Am  =  Am^  -\-  AB .  Am 

AB^  =  {Am'  —  AB)  Atn  =  Am^  —  AB.Am', 


-  104  — 

de  donde 

Am^  =  AB^  —  AB .  Am  =  AB  {AB  —  Am)  =  AB.mB 
Am'^  =  AB^  +  AB  .  Am'  =  AB  {AB  =  Am'}  =  AB  .  7?2'B; 

luego  los  segmentos  Am,  Am'  son,  respectivamente,  los  seg- 
mentos  áureos  aditivo  y  sustfactivo  del  AB. 

Trazando  por  los  puntos  m,  m'  de  R  [o)  las  tangentes  mm^ 
y  ?n'77i\,  de  la  igualdad  de  los  triángulos  omm^  oBm^  y  o?>^'m^', 
om^^  B  se  deduce  que  las  rectas  om^  y  om¿  son  las  bisectri- 
ces del  \BOA,  y,  por  consiguiente,  que  el  triángulo  mom-¿ 
es  rectángulo  en  0. 

De  la  semejanza  de  los  triángulos  Am'  m-^',  m^mA  y  oBA, 
resulta 

Am,  =  2mm^^2Bm^  ..  Am'  =  2Bm'', 

luego  los  segmentos  m^B  Bm^'  son  los  segmentos  áureos 
aditivo  y  sustractivo  del  segmento  oB  =  —  AB. 

Si  en  los  puntos  m^  m^'  levantamos  las  _l_  á  las  rectas  om^^ 
om^',  prolongándolas  hasta  su  encuentro  con  la  recta  oB  en  los 
puntos  n^  n^',  tendremos 

Bm^^  =  oB.Bn^     y     Bm^^  =  oB  .Bn^', 

luego  los  segmentos  Bn^,  Bn^  son  los  segmentos  menores  del 
segmento  oB  al  dividirlo  en  media  y  extrema  razón. 

De  lo  dicho  resulta  que,  para  dividir  un  segmento  dado  oB 
en  media  y  extrema  raxóyi:  Describiremos  una  circunferencia 
con  un  radio  igual  al  segmento  dado;  tomaremos  en  la  tan- 
gente trazada  á  la  circunferencia  por  un  punto  B  a?'bitrario 
el  segmento  BA  igual  al  diámetro  y  las  normales  del  punto  A; 
por  los  extremos  de  estas  normales  trazaremos  dos  tangentes 
á  la  circunferencia,  las  que  al  cortar  la  tangente  AB  en  los 
putitos  m^  m^  determinan  dos  segmentos,  Bm^  Bm^,  que  son 
los  segmentos  áureos  del  segmento  dado  oB. 


—  105  - 

Para  hallar  los  segmentos  menores  correspondientes  traxa^ 
remos  en  los  puntos  m^  m-^  las  perpendiculares  á  las  rectas 
om^  om-¿y  las  que  al  cortar  al  radio  oB  prolongado  en  los 
puntos  n^  n^  determinan  los  segmentos  Bn^  Bn^  jjedidos. 

Sel.  También  pueden  hallarse  los  puntos  mi  m^  trazando 
las  bisectrices  del  ángulo  A  [o)  B. 

De  la  semejanza  de  los  triángulos  m^  om^,  om^  n^  y  om^  w,, 
se  deduce: 

1.°  El  segmento  dado  es  media  propo?'CÍonal  entre  sus  dos 
segmentos  áureos. 

2.°  El  segmento  dado  es  igual  al  segmento  áureo  aditivo 
de  su  segmento  áureo  susti'activo  dividido  en  media  y  extre- 
ma razón. 

3.*^  El  segmento  dado  y  su  segmento  áureo  aditivo  son 
dos  medias  proporcionales  entre  el  segmento  áureo  sustractivo 
y  el  segmento  menor  aditivo  del  dado. 

4,°  El  segmento  menor  aditivo  de  un  segmento  dado  es 
igual  al  segmento  áureo  aditivo  del  segmento  áureo  aditivo  del 
segmento  dado. 

Trazando  por  el  punto  n^'  la  recta  n^  m^  J_  m^  n^  hasta 
que  corte  la  tangente  AB  prolongada  en  m^ ,  de  la  semejanza 
de  los  triángulos  m^  n^  m^  y  om^  m^  deducimos: 

5.°  El  segmento  áureo  sustractivo  del  segmento  dado  es 
igual  al  segmento  áureo  aditivo  del  segmento  menor  sustrac- 
tivo del  segmento  dado,  dividido  en  media  y  extrema  razón. 

Teorema.  Un  segmento  es  inconmensurable  con  sus  seg~ 
fnentos  áureos. 

En  efecto:  hallando  los  segmentos  áureos  del  segmento  dado, 
y  de  cada  uno  de  los  que  resultan,  vemos  que  el  punto  B 
extremo  del  segmento  dado  oB  es  punto  asintótico  de  los 
m^  n^  ..  m^  n^  ..  m^  Wg...  que  sucesivamente  se  encuentran,  y 
por  lo  tanto  no  existe  común  medida  del  segmento  dado  y  su 
segmento  áureo  aditivo,  y  por  consiguiente  son  incomensurables; 

1        •                               1        ^      *•                 í  m.B\      (   oB  \ 
lo  mismo  ocurre  con  el  sustractivo,  pues  (  — - —  |=    1. 

\   oB   I      \BmJ 
Problema,     a).  Trazando  el  haz  o  {M'BM),  reproducción 
del  o  {m^Bm^)  de  la  figura  2,  podemos  dividir  un  segmento 


—  106  — 

dado  cualquiera  en  media  y  extrema  raxón  sin  nuevas  cons- 
trucciones. 

Sea  8  un  segmento  dado,  tomando  en  el  haz  oB'  =  8  y  tra- 
zando por  el  punto  B'  la  J_  á  oB'  los  semi-rayos  oM'  OM;  in- 
terceptan en  esta  perpendicular  los  segmentos  B'  m ,  B'  m' , 
que  son  los  segmentos  áureos  aditivo  y  sustractivo  del  dado  8. 


Figura  2. 


Las  perpendiculares  trazadas  á  las  rectas  oM,  oM'  por  los 
puntos  m,  m' ,  determinan  en  oB  los  segmentos  B' n^,  ^^i'j 
que  son  los  segmentos  menores  aditivo  y  sustractivo  del  dado  8. 

P)     Hallar  un  segmento,  conociendo  su  segmento  áureo. 


1.  Conociendo  el  segmento 
áureo  aditivo. 

Trazaremos  por  el  vértice 
del  haz  la  _]_  al  semi-rayo  oB, 
tomando  en  ella  oK  igual  al 
segmento  áureo  dado.  La  ||  á 
oB  ^  trazada  por  el  punto  K, 
corta  al  semi-rayo  oB  en  m. 

Trazando  por  m  la  perpen- 
dicular á  oB,y  prolongándola 
á  su  intersección  mf  con  oB, 
tendremos  determinado  un  seg- 
segmento  o5',que  es  el  pedido. 


1.  Conociendo  el  segmento 
áureo  sustractivo. 

En  este  caso  hallaremos  el 
segmento  pedido  haciendo 
análogas  construcciones  á  las 
detalladas  en  (1)  izquierda  so- 
bre el  semi-rayo  oM' . 

Pero  bastaría  dividir  el  seg- 
mento áureo  dado  en  media  y 
extrema  razón  (a),  y  el  seg- 
mento áureo  aditivo  de  esta 
división  será  el  segmento  pe- 
dido. 


—  107  — 


Corolario.  Dado  el  lado  del  decágono  regular,  es  fácil 
construirlo,  pues  el  problema  anterior  nos  permite  hallar  el 
radio  de  su  circunferencia  circunscrita. 

Análogamente  se  podría  construir  un  pentágono  regular, 
conocido  su  lado. 

y)     Hallar  un  segmento  conociendo  su  segmento  menor. 


1.  Co7iociendo  el  segmento 
menor  aditivo. 

Hallaremos,  como  se  ha  di- 
cho, el  segmento  cuyo  segmen- 
to áureo  aditivo  es  el  que  se 
nos  ha  dado,  que  será  el  seg- 
mento áureo  aditivo  del  pedi- 
do, que  determinaremos  por  la 
construcción  (a,  1)  izquierda. 


1.  Conociendo  el  segmento 
menor  sustractivo. 

Hallaremos  el  segmento  cu- 
yo segmento  áureo  sustractivo 
es  el  segmento  que  se  nos  da, 
y  será  el  segmento  áureo  sus- 
tractivo del  pedido,  que  se  de- 
termina por  la  construcción 
(a,  1)  derecha. 


Aplicación.  Construyendo  una  escuadra  semejante  al  tri- 
ángulo momj',  y  marcando  la  altura 
correspondiente  ó  la  hipotenusa  con 
una  división  milimétrica,  así  como  los 
catetos  (fig,  3."),  tendremos  un  instru- 
mento que  nos  permite  hallar  muy  fá- 
cilmente, y  con  la  exactitud  deseable 
en  las  construcciones,  la  solución  de 
los  problemas  que  se  resuelven  por 
medio  del  hax  que  pudiera  llamarse  de 
división;  lo  que  constituye  una  modi- 
ficación  útil  de  la  escuadra  actualmen- 
te en  uso. 

ScL.  GRAL.  Todas  las  propiedades 
estudiadas  anteriormente  pueden  deducirse  analíticamente  por 
medio  de  la  relación  que  define  la  división  de  un  segmento  en 
media  y  extrema  razón. 


Figura  3. 


-  108  - 


IV. — Contribución  á  la  teoría  de  polígonos  regulares. 

Por  Luis  Cátala. 

Siendo  {e^  e^  e^...  e,J  {E^  E.2  E^...  E^)  las  especies  de  los  po- 
lígonos regulares  de  géneros  g,  2g  y  g  un  número  impar,  pue- 
de establecerse  una  correspondencia  unívoca  entre  los  núme- 
ros de  ambos  grupos  mediante  la  relación 

(1)  2e-\-E  =  g. 

Porque  el  arco  subtendido  por  el  lado  de  un  polígono  regular 

de  género  g  será  — ,  cuyo  suplemento  es =  — ; 

9        ^        ^  2         9  2g 

y  como  el  número  g  —  2e  es  primo  con  2g,  determina  la  es- 
pecie de  un  polígono  regular  de  género  2^^  y  llamándola  E 
resulta  g  =  2e  -\-  E. 

Los  polígonos  regulares  que  satisfacen  estas  condiciones  se 
llaman  suplementarios. 

Si  el  número  g  es  par,  el  grupo  (e^  e,  Cg...  e,J  de  los  números 
que  designan  las  especies  de  los  polígonos  regulares  de  géne- 
ro ^  se  puede  descomponer  en  dos,  que  se  corresponden  uní- 
vocamente mediante  la  relación 

(2)  e-{-E  =  ^g. 


Porque  el  arco  subtendido  por  el  lado  de  un  polígono  regular 

g 
de  especie  e  y  género  g  será  — ,  y  su  suplemento 


2        9~       9 


-  109  - 

y  como  el  número  entero  -^  —  e  =  E  bb  primo  con  g,  será  la 
especie  de  otro  polígono  regular  del  mismo  género,  y,  por  lo 
tanto,  E  -{-  e  =  —  g. 

Los  polígonos  regulares  que  satisfacen  estas  condiciones  se 
llaman  conjugados. 

Los  lados  de  dos  polígonos  regulares  suplementarios  6  co7i- 
jugados  son  dos  cuerdas  suplementarias  de  su  circunferencia 
circunscrita. 

El  lado  y  apotema  de  un  polígono  regular  se  designan  con 
las  letras  L  y  a  afectadas  de  un  doble  subíndice  que  indican 
respectivamente  el  género  y  la  especie  del  polígono. 

Sean  ^  y  C  los  extremos  de  un  diámetro  de  R  (0);  AB,  CB 
dos  cuerdas  suplementarias;  ow,  0  7?i  sus  distancias  al  centro; 
HB  la  cuerda  trazada  por  B  \\  AC ,  y  D  el  punto  simétrico  de 
B  con  relación  al  diámetro  AC.  Del  triángulo  rectángulo  ABC 
y  del  cuadrilátero  cíclico  ABHC  sale 

(3)  AB'-\-BCr-==4.m   (4)  AB'—BC'=:j^2R.EB ^AB^BC 
(5)     AB.BC=R.BD        (6)     CB  =  2  .on  „  AB  =  2  .om. 


Polígonos  regulares  suplementarios. 

LADOS  Y  APOTEMAS  DE  LOS  POLÍGONOS  REGULARES 
SUPLEMENTARIOS  DE  GÉNEROS  g   Y  2g. 

Sean 

AB  =  L2g.  E  •  BC  =  Lg .  e  / 
luego 

(Lg.E  (L2g(2E-g) 

BD=l  2E$g     BH=\  2E%g. 

(Lg(g-E)  (L2g(g-2E) 

Eliminando  BC  de  las  relaciones  (8)  {4:)  y  AB  de  las  (3)  (5), 
resulta 

AB2±BH— 2  =  0,    BC^  —  4:BC'-\-DB'  =  0', 


—  lio  - 

sustituyendo  en  estas  relaciones  y  en  las  (5)  (6)  cada  segmento 
por  su  valor,  tomando  por  módulo  el  radio,  tendremos  los  sis- 
temas de  ecuaciones 

(a)       Lhg.E-{-L2g(g-2E}—2=0„L-2g.E — L2g(2E-g) — 2=0j 

(P)       L\e-4^L'^g.e-\-L%.E=0„L%.e-áLg.e-{'Lg,g.E,=0,9^2El 

¿e-\-  Mt=gm 

(y)         Lg.e.L2g.E=Lg.E=Lg(g-E}  j 

(5)       Lg.e=2á2g.E  „L2g.E=2ci'g.e 

Sumando  y  restando  las  relaciones  (3)  (4),  sale 

{[t)        L2g(g~2Eí='L-g,e—2^L2gfg-2E,=2  —  l-g,e 

g%2E  2e-\-E=g, 


(p)       ■^g.e=\2-^L2g[g-2E)„Lg,e=\2~h 


■¿g{g-2E) 


Los  sistemas  de  ecuaciones  (a)  (^)  y  las  relaciones  (o)  dan 
respectivamente  los  valores  de  los  lados  de  los  polígonos  regu- 
lares suplementarios  de  géneros  g  y  2g  y  sus  apotemas. 

Si  restablecemos  el  radio  en  la  relación  (y),  se  deduce  que 
éste  es  cuarta  proporcional  á  los  lados  de  dos  polígonos  regu- 
lares suplementarios  y  del  polígono  regular  cuyos  género  y 
especie  son  el  menor  y  la  mayor  de  ambos  polígonos. 

Si  multiplicamos  las  relaciones  que  se  deducen  de  (y)  cuan- 
do se  reemplazan  e,  E  por  sus  valores  correspondientes,  de- 
ducimos 

siendo  n  el  número  de  polígonos  regulares  que  existen  de  gé- 
nero 2g. 

Las  fórmulas  (p.)  nos  dan  los  lados  de  los  polígonos  regula- 
res de  género  2g  en  función  racional  de  los  suplementarios  de 
género  mitad,  y  las  (p)  los  de  género  g  en  función  de  los  de 
sus  suplementarios  de  género  doble. 


-  111  — 


Aplicaciones.     Siendo  suplementarios  los  polígonos  de  gé- 
neros (3,  6)  (5,  10),  de  lo  dicho  resulta  fácilmente 


L%.i  =  R  „  «6.1  =  —  B.\^ 


«10. 


,i=i-EVlO  +  2V^ 


iio.3  =  -i-  i2  (Vs  +  l) 


«10.3 


=  i.i?\/lO_2V¡ 


Lg.i  =  i?  y  3  „  «3.1  =  —   li 


L5.1  =  —  \/lO-2V/5 


«5.i=-i2(V^  +  l) 
4 


Í5.2  =  A\/io  +  2V/5 


a5,2  =  i  i2  (\/  5  —  1)  . 
4 


Como  la  resultante  del  sistema  (7.)  en  el  caso  í/  =  5  es 


a2  — A—  1  =  0, 


y  la  ecuación  de  los  cuadrados  de  sus  raíces  es 


y2_3y  +  l  =  0, 

resulta : 

a)  La  diferencia  de  los  lados  de  los  decágonos  regulares 
de  5.*  y  1.^  especie  inscritos  en  una  circunferencia  es  igual  al 
radio,  siendo  éste  media  projoorcional  entre  ellos. 

b)  La  suma  de  los  cuadrados  de  los  lados  de  los  decágonos 
regulares  inscritos  en  una  circunferencia  es  igual  al  triplo 
del  cuadrado  del  radio,  y  su  producto  la  cuarta  potencia  de 
este  radio. 

Siendo  la  resultante  del  sistema  (,3)  en  el  caso  g  =  ó 


X2  — 5a+5  =  0, 


resulta  que; 


-  112  — 

La  suyna  de  los  cuadrados  de  los  lados  de  los  dos  pentágo- 
nos regulares  inscritos  en  una  misma  circunferencia  es  igual 
al  quíntuplo  del  cuadrado  del  radio,  y  su  producto  al  quín- 
tuplo de  la  cuarta  potencia  del  radio. 

ScL.  La  aplicación  de  las  fórmulas  (p)  (a)  nos  permite  ha- 
llar los  valores  en  función  del  radio  de  Lio.i  -Z^io.a  cuando  se 
dan  los  de  Loa  L0.2,  y  al  contrario. 


Polígonos  regulares  conjugados. 

LADOS    Y   APOTEMAS   DE   LOS    POLÍGONOS    REGULARES 
CONJUGADOS   DE   GENERO    2g. 

Sean  AB=  L^g.e  BC  =  Log.E^  de  la  simetría  de  las  rela- 
ciones (3)  (5)  con  relación  á  AB,  BC,  se  deduce  que  L%g.e  L--2g.E 
son  las  raíces  de  la  ecuación 

(m')  X2  — 4X  +  L2^.e^0; 

por  consiguiente, 

U\Jv  Usjv' 

L-2g.e={         _      y     L2g.E={         _      e-\-E  =  g; 

de  dichas  relaciones  sale 

L^g.e  =  ^  [\J4.-^r'¿Lg.e±:\J4.-2Lg.^ 
L2g.E  ==  \  [\/4  +  2i~  qi  \¡4.-2Lg.X 

cuyos  signos  superiores  é  inferiores  se  corresponden,  y  son  el 
resultado  de  desdoblar  los  radicales  V  ^  n  V^  '• 


113  - 


De  las  relaciones  (5)  resulta 

(y')  L2¡j.eL2g.E=  RLg,E    ri     ^  ^  E  =  g. 

a)  Luego  el  radio  de  una  circunferencia  es  cuarta  propor- 
cional á  los  lados  de  dos  polígonos  regulares  conjugados  ins- 
critos y  al  del  polígono  regular  inscrito  de  género  mitad  y  de 
la  especie  del  menor  de  ellos. 

h)  Sustituyendo  en  {-/)  e,  E  por  sus  valores,  y  multipli- 
cando los  resultados,  encontramos  que 


T,Líg_Q  —  TZL/og.e  — 


e-^E=g, 


según  que  2g  sea  una  potencia  de  2  ó  una  potencia  de  2  mul- 
tiplicada por  un  número  impar,  siendo  7i  el  número  de  polígo- 
nos de  género  2g. 

ScL.  Conocidos  los  valores  de  los  lados  de  los  polígonos 
de  género  2g,  las  relaciones  (6)  nos  darían  las  apotemas. 

Aplicaciones.  Siendo  conjugados  los  polígonos  regulares 
inscritos  de  géneros  8  y  12,  sustituyendo  en  (m')  Lg,e  respec- 
tivamente por  y 2  =  L^  1  =  L^,  resulta 


).2_4>. +  2  =  0, 


de  las  cuales  sale 


as 


,  =  R\j2-\J' 


¿1 


Í8.3=i?\/2+  \¡2 


«8 


,=|V¡37^ 


)>2  — 4).  4-  1  =  0, 


ii2.i  =  ESJ  2  —  \J  \ 


«12.1 


-E'12.5 


4v/2  +  V: 


=  n\f2-\-\J^ 


«12.5  = 


^V^2-\/3. 
2 


Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  1905. 


^  114  — 

De  las  ecuaciones  anteriores  deducimos: 

a)  La  suma  de  los  cuadrados  de  los  lados  de  los  octógonos 
regulares  inscritos  en  una  misma  circunferencia  es  igual  al 
cuadrado  del  diámetro,  y  su  producto  al  duplo  del  cuadrado 
del  radio. 

b)  La  suma  de  los  cuadrados  de  los  lados  de  los  dodecágo- 
nos regulares  inscrita  en  una  misma  circunferencia  es  igual 
al  cuadrado  del  diámetro,  y  el  radio  es  media  proporcional 
entre  ellos. 

ScL.  De  un  modo  análogo  se  hallarían  los  lados  de  los  po- 
lígonos regulares  inscritos  en  una  circunferencia  de  géneros 
2"  y  2^g' ,  siendo  g'  un  número  entero  impar  y  conociendo  los 
lados  de  los  polígonos  regulares  de  género  g' . 


Determinación  particular  de  los  lados  y  apotemas 
de  algunos  polígonos  regulares. 

Triángulo  equilátero  y  exágono  regular  (*;.  —  El 
circuncentro  y  ortocentro  de  un  triángulo  equilátero  coinciden 
y  éste  es  simétrico  respecto  á  uno  de  los  lados  con  el  punto 
de  intersección  del  circuncírculo  y  la  altura  correspondiente  á 
dicho  lado. 

Sea  ABC  un  triángulo  equilátero  inscrito  en  -ZÍ(O);  D  el 
punto  de  intersección  de  la  altura  Am,  correspondiente  al  lado 

BC  con  R  {0),  y  tendremos  cm  =  Bm,  mJ)  =  mo  =  —  E;  y 

como  CA^  =  3R\  resulta  CA  =  Ls.i  =  RS/s. 

Siendo  CD  la  cuerda  suplementaria  de  CA,  es  el  lado  del 
exágono  regular;  y  como  la  figura  OCDB  es  un  rombo,  Xe.i^-R* 

Pentágonos  y  decágonos  regulares. — Las  diagonales 


(*;  Al  mismo  resultado  llegamos,  fundados  en  que  la  mayor  de 
las  cuerdas  que  unen  un  punto  arbitrario  del  circuncírculo  de  un 
triángulo  equilátero  á  sus  vértices  es  igual  á  la  suma  de  las  otras 
dos. 


-  115  - 

<3e  un  pentágono  regular  se  dividen  mutuamente  en  media  y 
extrema  razón. 

Siendo  AB  =  Z5.1  =  x,  AC  =  L^.2  =^  y  en  la.  circunferen- 
cia R  (0)  y  AM  el  diámetro  que  pasa  por  A,  tendremos 

\/5  — 1 
x  =  y ; 


pero  del  triángulo  AC3I  resulta  y  y 4  —  y-  =  x,  y,  por  lo 
tanto, 


x  =  —\/lQ  —  2\Jb  „^=:  Av^l0  +  2\/5. 


Siendo  B^í ,  CM  las  cuerdas  suplementarias  de  las  AB,  CD, 
representan  los  lados  de  los  decágonos  de  3.*  y  1."  especie,  y, 
por  consiguiente, 

¿10.3  =  |- (V  5  +  1)    „    L,,i  =  -|(\/5-l), 

que  son  los  segmentos  áureos  sustractivo  y  aditivo  del  radio  (*), 
ScL.     El  semilado  aparente  del  pentágono  de  2.*  especie 
€8  el  segmento  menor  del  radio,  dividido  en  media  y  extrema 
razón. 


(*)  Sabemos  que  la  diferencia  entre  los  lados  de  los  decágonos 
regulares  es  igual  al  radio  de  su  circunferencia  circunscrita;  y 
como  su  producto  es  igual  al  cuadrado  del  radio  (Muir),  tendremos 
).io.3  +  (—  >io.i)  =  R  /10.3  (—  /lo.i)  =  —  R-;  luego  ).io.3  y  —  >io.i 
son  las  raíces  de  la  ecuación  X-  —  Rl  —  R-  =  0^  y,  por  lo  tanto, 

iio.i  =  R/2  {\5-  1)    Lio. 3  =  R/2  {\'b-{- 1). 


—  116 


Determinación  gráfica  de  los  lados  de  los  pentágonos 
y  decágonos  regulares. 


Sabemos  que 


Z5i=— \/lO  — 2\/5  = 
2 

£5.2=— V^10  +  2V'3  = 


£10.1 = 4  (\/ 5-1)= 

2  2 


2  2 


Luego  si  en  el  extremo  H  de  un  diámetro  .4  5  de  Ji  (0)  traza- 
mos la  J_  5(7=  i?,  la  recta  AC  corta  al  diámetro  _l_  ^5  en  el 
punto  -p;  la  intersección  de  AF  (p)  con  la  prolongación  de  oP 
dará  los  puntos  M  y  N^  y  tendremos 

AP=—\/l>      oP=^  ^MN=R\J  b; 
2  2 

y,  por  consiguiente , 

AM^Lo,2     oM=Lio,3    AN=Ló,i     oN^L]o,i, 


Lados  y  apotemas  de  los  polígonos  regulares  cuyo  gé» 
ñero  es  igual  al  producto  de  dos  números  primos 
entre  sí. 


Si  un  número  entero  g  es  igual  al  producto  de  otros  dos, 
OL  y  p,  primos  entre  sí,  llamando  a,  ¿las  especies  de  dos  poli- 


—  117  — 

gonos  regulares  de  los  géneros  a,  ¡3,  sus  lados  serán  las  cuer- 
das de  los  arcos  — ,  —  de  su  circunferencia  circunscrita,  y 

a  '    p  ■         ^ 

SU  suma  — '-^ — -  será  el  arco  subtendido  por  el  lado  de  un 
a(i 

polígono  regular  de  género  g  y  especie  a^  -\-  &y.,  pues  este 
número  es  primo  con  g  por  ser  a  y  ¡3  primos  entre  sí.  Por  con- 
siguiente, las  soluciones  enteras  de  la  ecuación  a3  +  &a  =  c, 

6  sea 1 = ,  siendo  c  un  número  primo  con  g  inferior 

á  —  g,  serán  las  especies  de  los  polígonos  de  géneros  a,  ¡j  co- 

rrespondientes  á  la  de  los  polígonos  de  género  g.  Luego  si  po- 
demos inscribir  en  una  circunferencia  dada  los  polígonos  regu- 
lares de  los  géneros  a,  ¡3  con  la  regla  y  el  compás,  y  conoce- 
mos los  valores  en  función  del  radio  de  sus  lados,  será  fácil 
inscribir  los  de  género  a|j  y  calcular  sus  lados  y  apotemas. 

Trazando  por  el  centro  A  de  un  diámetro  arbitrario  AB  de 
ñ  (0)  las  cuerdas  ha. a  L^,h  á  un  mismo  lado  áe  AB  ú  a,  h 
tienen  signo  contrario  ó  á  distinto  lado  si  lo  tienen  igual,  la 
cuerda  que  une  sus  extremos  y  la  perpendicular  trazada  por  el 
centro  hasta  su  intersección  con  el  lado,  serán  el  lado  y  apote- 
ma de  un  polígono  regular  de  género  g. 

Para  hallar  su  valor  numérico,  si  llamamos  ii,  p  los  pies  de 
las  apotemas  de  los  polígonos  cuyos  lados  son  La. a  L^,j),  de 
los  cuadriláteros  cíclicos  {o upe)  y  el  determinado  por  los  pun- 
tos A,  B  y  los  extremos  de  las  cuerdas  La.a>  L^,h  dan,  por 
el  teorema  de  Tholomeo, 

Lg.e=  —  [La. a  L2^{^-2^)  'ihL^.h  L-2a{a-2a)\- •  •    (^); 

debiendo  tomar  el  signo  (-{-)  cuando  el  centro  está  entre  los 
lados  La.a^  i,i.6>  7  ^  ( — )  Gu  el  caso  contrario. 

°'gr.e  ==  — {L? .b  —  tta.w  Lgx) > 

-L'a.a 


-  lis  — 

debiendo  tomar  el  signo  (-]-)  cuando  el  centro  no  está  com- 
prendido entre  los  lados  La. a  y  L^,b,  y  el  ( — )  en  el  caso  con- 
trario. 

ScL.     En  general,  la  apotema  de  un  polígono  regular  de 
género  g  y  especie  e  es 


dg.e  —  •—  L2g(g-2e)' 


APLICACIONES 


Polígonos  de  géneros  12  y  24.  Siendo  12  =  3.4,  24=3.8 
D  (2,  4)  =  1,  Z>  (8,  8)  =  1.  Aplicando  las  fórmulas  genera- 
les resulta: 


-£'12.1=—    L^    (Z/g    1) 

¿I 


Ll2.h  =  —    L^    (Xg    -f   1) 


«12.1  =  ~  -^12.5 

¿i 


ai2.5  =  —  •í'12.1. 

2 


-Z^24.1  =  —  (-^8.3  —  -í>3  -í'S.l) 


-Z^24.o  =  —  (-^3  ^8.3  —  -í'S.l) 
¿1 


¿I 


Lii.n  =  —  [Lq  Ls.3  +  Ls.í)' 

«24.1  =  —  -£24.11 
u 


«24.5  ^~  i'24.7 


«24.7  =  — ■  £^24.5 
u 


«24.11  =  —  -£24.1» 


dodecágonos  es  igual  al  lado 
del  cuadrado. 


—  119  - 

De  las  relaciones  anteriores  se  deduce  fácilmente: 

a)     La    diferencia    de   los  [       a)     La  suma  de  los  lados 

de  los  polígotios  de  género  24 
y  especies  (1  .  7),  es  igual  al 
lado  del  octógono  de  especie  3.^; 
y  la  diferencia  de  los  lados  de 
los  polígonos  de  géneros  24  y 
especies  (11 .  5),  es  igual  al 
lado  del  octógono  de  especie  1.^ 

b)  El  diámetro  es  cuarta 
proporcional  á  los  lados  de  los 
polígonos  de  géneros  (1  ,  7) , 
y  el  lado  del  decágono  de  es- 
jyecie  1.^  y  de  los  de  género 
(5  .  11)  y  el  lado  del  decágono 
de  especie  5.* 

c)  La  suma  de  los  cua- 
drados de  los  lados  de  los  po- 
lígonos de  género  24,  es  igual 
al  cuadrado  del  diámetro. 


b)  El  radio  es  media  pro- 
porcional de  los  lados  de  los 
dodecágonos. 


c)  La  suma  de  los  cua- 
drados de  los  lados  de  los  do- 
decágonos es  igual  al  cuadra- 
do del  diámetro. 


Polígonos  de  géneros  15  y  30.  Siendo  15  =  3.5,  30  =  5.6 
D{^,b)  =  \,  D  (5,  6)  =  1.  Aplicando  las  fórmulas  genera- 
les resulta: 


-í'15.1  =  —  [LoO.Lq\— L\Q).\  Lg.i) 
9 


LizA= —  {Lo.2  Lq,t\-L\oa  Ls.i) 
2 


Li5j  =  —  ÍLío.bL3,i-{-Lo.iLq,í) 


«15.1^ —  (-í'5.2-í'3.1  +  -í'10.lÍ6.l) 

4 


-^30.1  =  —  (í'5  •  -í's  —  ■£'10.3  L%,\) 

di 


-£'30.11=  —  (í'5.1- -£'34-^10.3 -í'G.l) 


¿30.7  =  —  {Lo.oL^ 


LwaLq.i) 


•£'30.13  =  —  {Ló.oLs^í-\-Lio.í  Lq,i) 


«30.1  =  —  -£'10.3  -¿3.1  +¿5.1  ¿6.1) 

4 


—  120  - 


4 
4 


«15.7  =  —-  (■í'5.1^^3—  -^10.3  í'6.l)' 


ff  30.11=  —  (-£'10.3  L,3.i—Lo.i  Le.í) 
4 


flí30.7  =  —  (-í'5.2¿6.l4--í'10.lÍ3.l) 

4 


«30.13  =  —  (£'5.2Í'6.1— -^10.1  -ZvB.i). 
4 


De  las  relaciones  anteriores  se  deduce  fácilmente: 


a)  La  suma  de  los  lados 
de  los  pentadecdgonos  de  1.^ 
y  4.^  especie  es  igual  al  lado 
del  petitágono  de  2.^  especie; 
y  la  diferencia  de  los  lados 
de  los  pentadecágonos  de  es- 
pecies (7  .2),  es  igual  al  lado 
del  pentágono  de  1.^  especie. 

b)  El  radio  es  cuarta  pro- 
porcional al  lado  del  decágo- 
no  de  1^  especie  y  los  lados 
de  los  pentadecágonos  espe- 
cies (1  .4)  y  también  al  lado 
del  decágono  de  3.^  especie  y 
los  lados  de  los  pentadecágo- 
nos de  especies  (7  .  2). 

c)  La  suma  de  los  cua- 
drados de  los  lados  de  los  pen- 
tadecágonos es  igual  al  séptu- 
jplo  del  cuadrado  del  radio. 


a)  La  diferencia  de  los  la- 
dos de  los  polígonos  de  género 
30  y  especies  (11  .  1),  es  igual 
al  lado  del  decágono  de  5.*  es- 
pecie; y  la  diferencia  de  los 
lados  de  los  polígonos  de  gé- 
nero 30  y  especies  (13.7)  es 
igual  al  lado  del  decágono  de 
1.^  especie. 

b)  El  lado  del  decágono 
de  1.^  especie  es  media  pro- 
porcional entre  los  lados  de 
los  polígonos  de  género  30  y 
especies  (1  .11);  y  el  lado  del 
decágono  de  3.^  especie  es  me- 
dia proporcional  entre  los  la- 
dos de  los  polígonos  de  género 
30  y  especies  (7.13). 

c)  La  suma  de  los  cua- 
drados de  los  lados  de  los  po- 
lígonos de  género  30,  es  igual 
al  cuadrado  del  triplo  del 
radio. 


De  igual  manera  procederíamos  en  los  demás  casos  que 
pueden  ocurrir;  así,  por  ejemplo,  hallaríamos  para  los  polígo- 
nos de  género  120  que 


DETERMINACIÓN  GRÁFICA 

de  los  lados  de  los  polígonos  regulares  de  género  120, 

inscritos  en  una  circunferencia  de  radio  o  A=  R 


REVISTA  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS  EXACTAS, 
FÍSICAS  y   NATURALES.  —  Tomo  III.  _  Julio  de  1905. 


—  121  — 

/  =  ~  (^24.5  Lio.3  ^  L2Í.7  L5.1) 
120.49) 


/y^"  ■"' 


-í'120.23)  1 

/  =  ~  (-£^24.7  Lo.2^  -£'24.5 ■£' 10.1) 
'120.47  ) 


in"  — ^ 


-í'120.7  )  1 


/  ==    ,^    (-C'24.11  -C'lO.l  -{-Loi.l  L0.2) 
-^120.17) 


-Z^120.43)  1 

/  =  "77  (-^24.11  Lóo^  -^24.1  ¿lO.l) 
^120.53; 


-£^120.11 )  1 

/  =  ~  (-£'24.7' -£'10.3  +-£'24.5  -£'5.l) 
■'120.59  ) 


r       S      2 


■£'120.13)  1 

/  =  "T  (-£24.5  L5.2  H^  -¿^24.7  -Z^lO.l) 
-¿^120.37/ 

■£^120.19)  1 

'  =  ~  (-£'24.11  -^5.1  ^^  -£'24.1  -£'10.3) 

1.29) 

-£'120.31 )  1 

(-£'24.11  -£'30.3  +  ¿24.1  -£'5.l) 
■'120.41/' 


•£'120.29 


T        \        2 

-£-'120  ■ " 


Ir  ^   T 

fl5l20.1  =  —  -LilW.bQ )     0^120.49  =  —  -¿^120.11 

2  2 

Entre  otras  relaciones,  los  lados  de  estos  polígonos  satisfa- 
cen la  propiedad  de  que  la  suma  de  sus  cuadrados  es  igual  á 
ocho  treces  el  cuadrado  del  diámetro. 


Lados    de    los    polígonos    regulares    circunscritos; 
perímetro  y  área  aparente  de  un  polígono  regular. 

a)     Lado  del  polígono  regular  circunscrito. — Si  en  los  pun- 
tos medios  de  los  arcos  subtendidos  por  los  lados  de  un  poli- 


—  122  — 

gODO  regular  inscrito  en  R  (0),  se  trazan  tangentes  á  la  cir- 
cunferencia ,  resulta  otro  polígono  regular  circunscrito  seme- 
jatite,  cuyo  lado  es  fácil  calcular. 

Sean  Lg,e  el  lado  del  polígono  inscrito  y  "^^g.e  el  del  cir- 
cunscrito semejante;  tendremos 


\.e 

R 

2R 

2RLge 

Lg.e 

1  r 

2    ■^2g{g- 

L¿g(g  —  2e) 
-2e) 

Lg{g-2e) 

Lg.e  Lígig  —  2e) 

!  donde 

1                   '2L  y,e 

L 


g.-2e 


Llamando   p  al  radio  de  la  circunferencia  circunscrita  ó 
este  polígono,  se  tiene 


P    ^g.e    2  Lg,e 

■ti  -t-^g-e  -t-^g-s 


de  donde 


2RIjg_e 


.L 


g.2e 


b)  Perímetro  aparente  de  un  polígono  regular. —  Sea  el 
arco  ^i?  la  gésima  parte  de  la  circunferencia  7?  (0),  AD 
=  BC  =  Lge,  M,  el  punto  de  intersección  de  AD  y  BC, 
Pg_e  el  perímetro  aparente  del  polígono;  los  triángulos  seme- 
jantes CMD,  AMB  dan 

CD  _   AB   _  AB+CD 
CM~  MB  ~         CB 


de  donde 


123  - 


MB=    ^_^-^^_, 


y,  por  lo  tanto, 


AB-i-CD 


'-'q .  -L'ql  -L'q.e 
Ijg.l-^  -Lg(2e-1i) 


Ahora  bien,  si  á  partir  de  un  punto  arbitrario  A  de  la  cir- 
cunferencia se  trazan  las  cuerdas  AB  =  Lg,\^  AD  =  Lg{2e-i) 
Y  unimos  el  punto  medio  C  del  arco  DB  con  los  puntos  A, 
jB,  Z),  resultará  CA=Lg,e,  CB=CD=Lg{e—i)yBD=Lg.2(e-i) 
y  del  cuadrilátero  cíclico  ABCD  sale,  por  el  teorema  de  Tho- 
lomeo,  (*) 

7-  ir  Lg.eLg,2(e-í)  f,s 

■Lig.\  -T-L,  g  (2e  _  i)  — \i-) 

y  sustituyendo  en  la  expresión  de  pg,e,  resulta 


_     ^gr.^g.l  Lg(e-l)  ,   X 

Pg.e  — •  W 

Ijg.2(e-Í) 


Llamando  P^.e  al  perímetro  aparente  del  polígono  circuns- 
crito, como 

*  gr.e    ^g.e    ^  J-^g.e 


Pg.e  Lg,e  LgOe 


(*)     Es  fácil  deducir  que 

Lg.^+Lg.n  =  ^-^^•^"+"  ^^-^"-"^  para  n>m 

T  y         Log  (g  —  {n-\-  m)  Lg(n  —  m) 

•^      ^  "  L2g{g-{n-m) 


—  124  — 
resulta 


■L   a.p.  

^g.2eLg2{,e-l) 


g.e 

-L/a.2e  -L/ú 


(U) 


ScL.     Si  e  =  1 ,  tendremos 

Pg.i  =  gLg.i    y     Pg.i  =  2g  —^ , 
pues 

Lg.l  -f-  Lg(2e  —  1)  =  2Z/^.i. 

c)  Área  aparenta  de  un  ¡polígono  regular.  —  Sean  Lg.e, 
Ag,e,  \.e>  '^g.e  los  lados  y  áreas  aparentes  de  dos  polígonos 
semejantes,  uno  inscrito  y  el  otro  circunscrito  á  la  -R  (0),  ten- 
dremos 

A       __JL_     T  —^n       W^Lgie-l)L2g.(g-2e)   . 

^g.e  —  — .  lJ2g{g-2e)  —  "^  9  '  7  ' 

r^g.e  ^  Lig2(e-í) 


pero 

luego 


Lg,e  L2g(g-2e)  —  Lg,2e  > 


-'-    „    Lg_\Lg,2e'Lg(e  —  \) 


y  como 


A       —  —  «    -^g.í^g:^e-^g(e-í}    .  ,    ,. 

ó  l^g,e-L/g.2{e—í) 


y  2 

■Lig.2e  -L/g2{e-l) 


ScL.     Si  ¿r  =  1,  se  tendrá 


^gA=—  gLg,2, 
4 


-  125  — 
pues 

LgX   +  Lg,(2e-Í)  =   ^Lg.í         J         ^g,t  =  g  .  . 

-L'g.2 

a)     Si  en  la  fórmula  (c')  hacemos  sucesivamente 

9  =  9r7^=-^-^—  :,  9=^9:,e=g  —  2, 
resulta 

.  __    9         Lg,l  L^g.l  .  _  L2g.lLg,l 

^„£zl  — —  • y       ^2g.{9-2)  =  9'  ' > 

^2  ^  -'-'ig.S  ■l^2g.i 


por  consiguiente, 


A.2g(g-2)=2AglzL. 


Es  decir,  que  el  área  de  un  polígono  regular  de  género  im- 
par y  de  la  especie  mayor,  es  la  mitad  del  área  del  polígono 
regular  de  género  doble  y  de  la  especie  máxima. 

b)  Si   en  la  misma  fórmula  (o-')  hacemos   sucesivamente 

^9  =  9,,e=g—l  „  4:g=g„e  =  2g  —  l, 
tendremos 

A2g(g-í)  =  g.—^¡-~     y    Aig^2g-i)  =  2g  , 

-^g.l  ■Li2gA 

y,  por  lo  tanto , 

Aig(2g-i)  I  Aogíg-i)  =  2Lg,í  I  — ^^  I  . 

\  -í^2g.l  } 

c)  Si  en  la  fórmula  (u')  hacemos,  sucesivamente, 


resulta 


1 


-^sr.l  _  v^  ,  _  .       L2g.l 


2      =2g ^^ y  2       =4:g 

g  — 1  L2g.l  Log.i  9=''¿9Í9-2)  Lgx  i>2g.3 


—  12G  — 
y,  por  tanto, 


s  /  s  =^ ( ^^- y. 


í'-       ^í 


4^     Si  en  la  misma  fórmula  (u')   hacemos  sucesivamente 
g=2g^e=g—l     y    g  =  4:g  „  e  =  2g —  1, 
resulta 


4f/       _         ^  89 


S       =     "-^  y  V 


2^(3-1)  LgA  4flr(2^-l)  ¿2^1 

y,  por  lo  tanto, 

45f(2sr-l)     2g(g-í)  Log.í 

ScL.  Las  fórmulas  (t)  (o-')  (u)  (u'),  siendo  de  forma  mono- 
mia  nos  permiten  aplicar  el  cálculo  logarítmico  á  la  determi- 
nación de  los  perímetros  y  áreas  de  los  polígonos  regulares  de 
cualquier  género  y  especie. 


(*)     Los  resultados  anteriores  tienen  una  signiflcación  trigono- 
métrica fácil  de  hallar,  teniendo  en  cuenta  que 

-r  ^  2tC  ^  "¡^  t  r^  T^ 

Lg.\  ==  2  sen :=  2  eos  — — ,     L^g.i  =  2  sen  -r: 


g  2g  '        -'•'         "^"  2g 

L2g.í  =  2sen-^ —    y     sen 2 a  =  2  sena  cosa, 


pues,  resulta 


Aig  (2g  -1)1  Aog  (flf  - 1)  =  eos  -^  I  eos-  -^, 
S      /      S í— r-        S       /      S      =4cos    "" 


^•^-       •     ""^^    2^ 

Estos  resultados  expresan  la  i^elación  que  tienen  las  áreas  apa- 
rentes de  los  polígonos  de  géneros  g  ?/  2g,  de  especie  máxima,  ins- 
critos y  circunscritos  á  una  circunferencia  de  radio  E.. 


)'^1 


5. 

g 

-^ 

S' 

a' 

i-<  1 

QD 

g 

1 

8 

t>-  1 

u 

S 

OÍ 

t- 

OÍ 

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1  '-'= 

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TH  [rS 

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i-<]oi 

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05   1 

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-  129  - 


V. — Distribución  de  la  corriente  eléctrica  en  una  red 
de  conductores. 

Por  Evaristo  Serrano  Rosales, 

Consideraciones  basadas  en  la  ley  de  Ohm  y  en  las  propie- 
dades de  los  valores 

deducidos  de  las  ecuaciones  de  Kirchhoff  -ir  =  —e  y  —i  =  O, 
nos  han  conducido  al  método  que  proponemos  para  solucionar 
el  problema. 

Este  método,  que  no  exige  la  resolución  de  ecuaciones  y  se 
practica  con  el  empleo  de  los  más  elementales  conocimientos 
matemáticos,  no  viene  á  ser  otra  cosa  sino  un  desarrollo  de  las 
determinantes  de  los  valores  de  las  incógnitas  ^\,  «*,•••  apo- 
yándonos en  las  propiedades  físico-matemáticas  de  la  cuestión. 

El  denominador  es  común  á  todas  las  intensidades,  y  vamos 
á  calcularlo  anteponiendo  los  siguientes  principios: 

1.®  El  orden  de  los  polinomios  homogéneos,  tanto  del  nu- 
merador como  del  denominador,  es  igual  á  h — p  -\-l,  lla- 
mando h  al  número  de  hilos  de  la  red  y  ^  al  de  nudos.  Llama- 
mos nudos  á  puntos  de  donde  parten  tres  hilos  por  lo  menos, 
é  hilos  á  los  segmentos  de  conductor  comprendidos  entre  dos 
nudos  cosecutivos. 

2.°  No  pueden  existir  términos  con  dos  hilos  que  forzosa- 
mente no  hayan  de  atribuirse  á  uno  mismo  de  los  h  —  p  +  1 
circuitos  cerrados  que  se  consideren.  Estos  h — p-{-l  circuitos 
deben  ser  elegidos  de  modo  que  entre  todos  contengan  los  h  hi- 
los de  la  red,  dando  preferencia,  por  razón  de  mayor  sencillez 
en  el  cálculo,  á  los  circuitos  de  dos  hilos,  en  su  defecto,  á  los 
triangulares,  cuadrangulares,  etc. 

Rkv.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  19(».  9 


—  130  — 

El  primer  principio  es  consecuencia  de  la  naturaleza  de  las 
determinantes,  porque  son  suficientes  h  ecuaciones,  de  las  cua- 
les h — p-\-l  es  de  la  forma  Y.ir=^e  y  p — 1  de  la  forma  I!¿^0. 

El  segundo  principio  es  consecuencia  del  primero,  porque 
cada  término  ha  de  contener  hilos  de  los  h  —  p  +  1  circuitos. 
Por  otra  parte  (prescindiendo  ahora  de  la  forma  de  los  térmi- 
nos del  numerador,  y  representando  por  r^,  r^...  las  resisten- 
cias de  los  hilos  1,  2...  por  los  que  circulan  corrientes  de  inten- 
sidades i^,  i  2...,  y  cuyas  fuerzas  electro -motrices  son  e^,  eg...), 
supongamos  que  así  no  fuera,  y  que  hubiese  en  el  denominador 
un  término  tal  como  r^  r^  Tq,  correspondiente  al  cálculo  de  la 


ÍIJ 


C 


Í3J 


Fig.  í. 

red  fig.  1 ,  la  forma  del  valor  de  la  intensidad  de  corriente  que 
pasa  por  r,,  por  ejemplo,  será 


^2  = 


e(...) 


... +»•4^5^6  + 


(a) 


siendo  e  la  suma  algébrica  de  las  fuerzas  electro -motrices  in- 
tercaladas en  el  circuito  (2).  Si  reducimos  á  cero  las  demás  re- 
sistencias Tj,  r.,  y  ^3,  no  cabe  hacer  más  que  dos  hipótesis 
acerca  de  los  valores  que  pueden  tomar  f, ,  aun  desconociendo 
la  constitución  del  numerador,  pues  que  los  términos  com- 
prendidos en  el  paréntesis  de  (a)  han  de  ser  productos  de  las 
rasistencias  de  los  hilos  de  la  red. 


131 


El  valor  de  ic,  será  finito  si  en  el  numerador  hay  términos 
que  no  se  anulan,  cuando  se  anulan  r^,  r.2  y  r.¿;  y  será  cero  i.^  si 
este  numerador  se  anula;  ambos  valores  absurdos,  en  discon- 
formidad con  la  ley  de  Ohm;  el  primero,  porque  ^2  vendría 
dado,  no  en  función  de  las  resistencias  del  circuito  conside- 
rado, como  exige  dicha  ley,  sino  en  función  de  resistencias 
agenas  á  éste;  y  el  segundo,  porque  7=  oo,  cuando  R  =  0  y  E 
tiene  valor  finito. 

De  lo  expuesto  se  deduce  que : 

a)  No  habrá  términos  en  el  desarrollo  del  denominador  con 
los  11  hilos  de  un  nudo  de  orden  ii. 

b)  No  habrá  términos  sin  un  hilo  (*)  por  lo  menos  que  con- 
cretamente pueda  atribuirse  á  uno  de  los  circuitos  conside- 
rados. 

Aclaremos  esto.  En  la  red  (fig.  2) ,  consideramos  los  cuatro 

9 


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FJg.  Z. 


circuitos  marcados  (1),  (2),  (3)  y  (4).  Los  hilos  9,  2,  8  y  5 
pertenecen  concretamente,  sin  que  quepa  hacer  otra  suposi- 
ción, á  los  circuitos  anteriores.  Pero  el  hilo  1,  puede  atribuirse 
á  los  circuitos  (1)  ó  (2),  el  3  al  (2)  ó  al  (3),  y  así  los  demás. 
Ahora  bien,  decimos  que  no  pueden  entrar  en  el  desarrollo  del 
denominador  términos   como  r^  r,  r^  r^  con  los  tres  hilos  del 


(*)     Para  simplificar  el  lenguaje  usamos  como  sinónimas  las 
palabras  hilos  y  resistencias  que  los  caracterizan. 


—  132  - 

nudo  A,  porque  haciendo  la  distribución  de  éstos,  se  verá  que 
en  el  término  existen  dos  hilos  del  circuito  (1)  6  del  (2);  ni 
debe  haber  términos  comprendidos  en  la  consecuencia  b), 
como  el  t\  r^  r^  r^ ,  porque  no  hay  una  condición  por  la  que  al 
atribuirse  el  r^  al  circuito  (1),  no  pueda  el  r.^  atribuirse  al  pro- 
pio tiempo  al  mismo  circuito. 

Aparte  de  estos  dos  casos,  existen  términos  que  deben  des- 
echarse por  caer  dentro  del  segundo  principio  que  abarca  todas 
las  exclusiones;  por  ejemplo,  no  debe  entrar  el  término 
^'í  ^5  ^6  ^lo  porque  r^  y  r,  son  de  los  circuitos  (1)  y  (4),  y  esto 
implica  la  condición  de  atribuir  r^  y  r^  al  (3),  Sólo,  pues,  de- 
ben constituir  el  denominador  términos  análogos  á  9\  r^  r-j  r^, 
en  el  cual^  partiendo  de  r,,  que  pertenece  el  circuito  (1),  r^ 
debe  atribuirse  al  (2),  r,-  al  (4)  y  Vq  al  (3). 

Lo  expuesto  es  aplicable  á  redes  planas  y  del  espacio.  Pronto 
vamos  á  ver  un  ejemplo: 

Nos  detenemos  en  estos  pormenores,  con  el  fin  de  aclarar 
conceptos  que,  por  falta  de  expresión,  pudieran  quedar  con- 
fusos ó  ininteligibles. 

Pasemos  á  ocuparnos  del  numerador  de  una  intensidad 
cualquiera  i,^. 

Llamamos  Z)„  á  la  suma  de  los  cocientes  de  dividir  los  tér- 
minos del  donominador  D ,  que  contienen  r„,  por  este  factor. 
De  la  forma  A,-  del  numerador  de  ?*„,  y  de  razonamientos 
igualmente  sencillos  y  análogos  á  los  que  liemos  consignado 
para  el  denominador,  fundados  en  la  ley  de  Ohm,  deducimos 
esta  consecuencia: 

Cada  f.  e.  m.  intercalada,  multiplica  á  los  términos  de  D,^ 
que  no  contienen  hilos  del  circuito  á  que  se  atribuya  en  cada 
caso  el  hilo  que  conduce  dicha  fuerza  electro-motriz.  La  suma 
algébrica  de  estos  productos  forma  el  numerador.  Más  ade- 
lante veremos  el  signo  que  á  cada  término  corresponde. 

Se  comprende  que  el  valor  de  i^^  en  función  de  e^^,  f.  e.  m. 
única  que  existe  en  la  red  é  iutercalada  en  el  hilo  n,  será 


-  153  — 

Con  el  fin  de  abarcar  con  un  solo  golpe  de  vista  el  método 
que  proponemos,  condensamos  lo  que  antecede  en  la  siguiente: 

Regla  para  determinar  la  intensidad  de  corriente  en  un 
hilo  n  de  una  red,  en  función  de  las  fuerzas  elect?'o-motrices 
Í7iter  caladas. 

Cálculo  del  denominador  común:  1.°  Formación  de  las  com- 
binaciones de  orden  h  —  p  -f-  1  con  las  resistencias  de  los  h 
hilos  de  la  red.  2.°  Supresión  de  los  términos  ó  grupos  que 
estén  constitnídos  por  las  resistencias  de  dos  hilos  que  deban 
atribuirse  á  un  mismo  circuito  de  los  h  —  P  +  1  9^^  ^^  con- 
sideren. Estos  circuitos  han  de  contener  los  h  hilos.  La  suma 
de  los  términos  que  subsisten  constituye  el  denominador. 

Para  mayor  facilidad,  la  supresión  debe  hacerse  por  este 
orden:  A)  Términos  formados  por  los  n  hilos  de  un  mido  de 
orden  n.  B)  Términos  que  no  contienen  algún  hilo  que  arras- 
tre la  condición  de  poder  atribuir  cada  uno  de  los  restantes  á 
un  circuito  determinado .  C)  Términos  que  en  la  distribución 
de  los  hilos  aparezcan  con  dos  que  forzosamente  caigan  en  un 
mismo  circuito. 

La  distribución  de  los  hilos  debe  hacerse  empezando  por 
aquellos  que  no  pertenecen  más  que  á  uno  de  los  circuitos 
considerados ,  y  las  exclusiones  se  deducen  de  la  inspección  de 
la  figura. 

Cálculo  del  numerador  de  i^^:  1.°  Se  forman  en  el  denomi- 
nador los  términos  que  tienen  la  resistencia  r„  del  hilo  en 
cuestión,  y  se  suprime  ésta.  2.^  Se  multiplica  cada  i.  e.  m. 
por  los  términos  asi  modificados  que  no  contieneti  hilos  que 
en  su  distribución  deban  atribuirse  al  mismo  circuito  sobre 
el  que  se  encuentra  la  f.  e.  m.  factor.  El  signo  de  cada  térmi- 
no se  obtendrá  recorriendo  en  el  sentido  de  la  flecha  de  r^  el 
circuito  cerrado  y  formado  por  este  hilo,  el  que  conduce  la 
f .  e.  m.  factor  y  todos  ó  parte  de  los  que  no  entran  en  el  tér- 
mino. Si  la  dirección  de  la  corriente  en  el  segundo  hilo  es  la 
misma  que  en  r^,  el  signo  correspondiente  es  positivo,  y  nega- 
tivo si  es  contraria  esta  dirección. 

Aplicaremos  el  método  á  algunos  ejemplos. 

Sea  la  red  presentada  en  la  fig.  1;  las  flechas  indican  la  di- 


-  134  — 

rección  de  la  corriente  en  los  hilos,  mareada  de  antemano  y 
de  un  modo  arbitrario.  Supongamos  el  caso  más  complicado 
que  pueda  presentarse,  y  es  que  en  cada  hilo  se  encuentre  una 
f.  e.  m.;  representaremos  por  e-^,  62»  63  •••  l^s  intercaladas  so- 
bre las  resistencias  r-^,  r,¿,  r^  ...^  y  por  ¿\,  ?2  .  .  las  respectivas 
intensidades  de  corriente. 

Calculemos  el  valor  de  ¿3.  La  red  tiene  6  hilos  y  4  nudos, 
luego  h  —  p  -|-  1  =  3.  Se  forman  las  20  combinaciones  ter- 
narias con  las  6  resistencias,  y  se  consideran  3  circuitos  trian- 
gulares cualesquiera,  que  contengan  los  6  hilos;  sean  estos  cir- 
cuitos las  tres  mallas  (1),  (2)  y  (3).  Se  suprimen  los  produc- 
tos r^  r^  r^.,  r^  r^  r^,  r^  r^  r.  y  r^  r^^  r^  formados  por  los  hilos 
que  concurren  á  cada  nudo,  segün  la  letra  Aj  de  la  regla.  Se 
ve  inmediatamente  que  no  existen  en  esta  red  términos  de  los 
aludidos  en  la  letra  B),  ni  con  la  condición  exigida  en  la  le- 
tra C).  Forma,  pues,  el  denominador  común  á  todas  las  inten- 
sidades, la  suma  de  los  16  productos  ternarios  restantes,  que 
representamos  por  D^^q. 

El  numerador  de  i^  se  calcula  así:  Se  escriben  aparte  los 
términos  del  denominador  que  tienen  rg  y  se  suprime  esta  re- 
sistencia en  todos  ellos,  resultando  así  las  ocho  combinacio- 
nes binarias  siguientes: 

A^/V"  '>*>•  '>•'»•  '>'•'>*  'y     y  -y-j*  >•'>•  >*'>* 

'1  '2'      '^l  '5'      'l'6'      '2'4'      '2'6'      '4  'ó'      '4  '6»      '  ñ  '  6' 

Se  multiplica  e^  por  estas  ocho  combinaciones,  afectando 
cada  producto  del  signo  -\- ,  según  indica  la  regla.  En  efecto, 
el  hilo  r.2  de  la  primera  combinación  pertenece  al  circuito  6 
malla  (2),  y  el  r^  se  atribuye  entonces  al  circuito  (1);  como  el 
hilo  rg  que  conduce  e^  debe  atribuirse  según  esta  distribución 
al  (3),  no  aparece  ningún  hilo  de  la  primera  combinación  per- 
teneciente al  mismo  circuito  del  hilo  que  conduce  la  f.  e.  m. 
por  quien  se  multiplica.  En  la  segunda,  r-  pertenece  á  (3),  r^ 
á  (2)  y  /*!  á  (1).  Del  mismo  modo  se  verá  que  deben  tomarse 
las  demás.  El  signo,  como  decimos,  debe  ser  positivo,  pues 
que  la  dirección  de  la  corriente  en  r^  es  la  que  se  toma  por 
unidad. 


-  135  — 

La  f.  e.  m.  e^  se  multiplica  por  rg  r^,  r^  r^,  r^  r^,  r^  r^.  Los 
grupos  r^  rg,  r^  r^  y  r^  7'q  se  excluyen  por  tener  r^,  que  es  el 
mismo  hilo  que  conduce  e^;  el  grupo  r^r^,  porque,  pertene- 
ciendo rg  y  r^  á  las  mallas  (2)  y  (1)  respectivamente,  no  pue- 
de atribuirse  r^  más  que  á  uno  de  esos  dos  circuitos.  El  signo 
de  esos  cuatro  productos  es  negativo,  pues  se  ve  inmediata- 
mente que  la  dirección  de  la  corriente  en  el  hilo  1  se  opone  á 
la  del  hilo  3. 

La  f.  e.  m.  Cq  se  multiplica  sólo  por  los  productos  binarios 
^1  ''5  7  ^2  ^4*  Recorriendo  el  circuito  formado  por  los  hilos  3, 
4,  6,  2  en  la  dirección  de  la  flecha  del  primero,  esta  dirección 
es  la 'misma  que  la  de  la  corriente  en  6;  luego  el  signo  del 
producto  e^r-^r^  es  positivo;  y  recorriendo  el  formado  por  3, 
1,  6,  5,  se  ve  que  el  signo  del  producto  e^r^r^  es  negativo. 

En  fin;  haciendo  siempre  iguales  razonamientos  se  llega  á 
obtener  que  el  numerador  de  /g,  cuando  hay  una  f.  e.  m.  inter- 
calada en  cada  hilo,  es  el  polinomio  siguiente: 

^3  (^i  ^2  +  ^1  ^5  +  ^1  ^6  +  ^2  n  +  ^2  *'6  +  ^4  ^5  +  ^5  ^e) 

—  61(^2^4  +  ^4^5  + ^'4  ^6  +  ^5  ^•6)  +  «2(^l  ^5  +  ^4  *5  +  ^"4  ^6  +  ^5^6) 
+  «4(^l»*2  +  ^^5+^l  ^6  +  ^2^6)— «5(^1  ^2  +  ^1  ^6  +  ^2^4  + ^2^6) 

+  ^6  (^1  ^5  —  ^2  ^)- 

En  el  caso  de  que  no  existiera  más  f.  e.  m.  que  e^,  el  valor 
se  reduciría  á 

,•    _    ^6  (^1^5— ^2  O 
*3  — 


^^6 


caso  del  «puente  de  Wheatstonne». 

No  insistimos  más  sobre  esta  red  y  pasaremos  á  determinar 
el  valor  de  una  intensidad  en  otra  de  mayor  complicación. 

Sea  la  representada  en  la  fig.  3,  formada  por  los  9  hilos  que 
concurren  á  los  5  puntos  de  bifurcación  ó  nudos  en  el  espacio 
A,  B,  C,  D,  E,  y  marquemos  las  direcciones  de  la  corriente 


—  13G  — 


cou  las  flechas.  Supongamos  que  queremos  calcular  el  valor 
de  ¿j  en  función  de  e^,  única  f.  e.  m.  intercalada  en  la  red, 
haciendo  el  mismo  convenio  que  anteriormente,  es  decir,  que 

las  resistencias,  intensida- 
des y  fuerzas  electromotri- 
ces, pertenecen  á  los  hilos 
cuyos  números  tienen  por 
subíndices. 

Cálculo  del  denominador: 
número  de  hilos  =  9;  nú- 
mero de  nudos  =  5;  h  — 
p-f-l  =  9  —  5+1=5; 
es  preciso  considerar  5  cir- 
cuitos triangulares  que  con- 
tengan todos  los  hilos,  y 
sean:  BAC,  CAD,  DAE, 
EAB,  CAE.  Se  forman 
los  126  productos  quinarios 
con  las  resistencias  de  los 
9  hilos  y  se  suprimen,  con 
la  figura  á  la  vista,  los  45 
que  contienen  todos  los  hilos  de  cada  uno  de  los  nudos,  le- 
,tra  A)  de  la  regla.  Tanto  los  excluidos  por  el  conceptj  B) 
como  por  el  C),  y  cuyo  número  es  siempre  muy  reducido,  se 
descubren  simultáneamente  haciendo  el  estudio  de  los  térmi- 
nos que  subsisten  después  de  la  primera  supresión.  Así  se  de- 
duce que  deben  excluirse 


(v*      fv*      /y*      ry*      ty  /y      /y*       ^      /y*      /y»  /y      /y      /y      /y*      /}*  ^      ly      /y      /y      /y 

'l'^'^^'l  "^S^       '  1  ^^2  '^S  '  7  '  9 '    '^x'^l'^a'^s'QJ        ^^2  '  3  '  4  'h  ^6  ' 

/y      /y      /y      ^      /y  /y      /y      ry      /y      /y 

'2'3'6'8'9'       '3'4'5'7'9* 

La  distribución  de  los  hilos  debe  hacerse  así:  en  el  primero 
de  estos  términos,  r-  pertenece  al  circuito  CAD,  r^  al  DAE, 
pero  ninguno  arrastra  la  condición  de  que  r-^^Vc,  y  r^  se  atri- 
buya á  un  circuito  determinado  de  loa  que  forman  parte;  en 
igual  caso  está  el  cuarto  término.  Los  demás  entran  de  lleno 
en  la  exclusión  de  la  letra  C). 


—  137  — 

En  resumen,  en  el  caso  de  la  red,  fig.  3,  de  las  126  combi- 
naciones de  quinto  orden  se  suprimen  51,  formando  las  75 
restantes  el  denominador,  D^^~. 

Cálculo  del  numerador  de  i^  en  función  de  e^:  se  toman  en 
el  denominador  los  40  grupos  que  tiene  r^  y  se  suprime  esta 
resistencia  en  ellos.  El  producto  por  e^  de  la  suma  de  estos  40 
términos  así  modificados  y  tomados  todos  con  signo  positivo, 
es  el  numerador. 

Si  se  desea  el  valor  de  í^,  en  función  e^,  se  toma  el  mismo 
denominador  D'^r^^,  pero  el  numerador  será: 

—  ^3  ^i  ^6  **7  —  ^'3  ^'4  ""6  ^H  "  ^4  ^6  ^7  ^"s)  ' 

La  razón  es  la  siguiente:  de  los  40  términos  anteriores,  sólo 
en  estos  8  pueden  atribuirse  sus  resistencias  de  modo  que  no 
corresponda  ninguna  al  mismo  circuito  á  que  se  atribuya  Tq 
(en  este  caso  no  puede  ser  más  que  al  CAE). 

Para  el  primer  término  se  deduce  el  signo  recorriendo  en  el 
sentido  de  la  flecha  del  hilo  1,  el  circuito  (1,  6,  9,  4);  para  el 
cuarto,  el  circuito  (1,  5,  9,  7,  3),  y  así  sucesivamente  páralos 
demás. 

* 

*  * 

Si  se  quieren  obtener  las  intensidades,  no  en  función  de  las 
fuerzas  electromotrices,  sino  de  una  intensidad  /de  corriente 
sobre  un  hilo  de  la  red,  el  método  es  igualmente  aplicable,  si 
bien  en  condiciones  mucho  más  simples. 

En  efecto,  en  el  caso  de  la  figura  4,  por  ejemplo,  las  inten- 
sidades de  ¿j  é  2^  en  función  de  e^  (única  f.  e.  m.  intercalada 
en  la  red),  son 

_?¿Jj_ (^).     i^ e   {r,  +  r,) ^j^. 

rir-i  +  r^r^  +  r^r^  r¡r.,  + rir^  +  r¡¿r¡ 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Julio,  1905.  10 


—  138  — 


sustituyendo  eo  (y)  el  valor  de  e^  deducido  de  (8),  y  reempla- 
zando ^3  por  el  símbolo  /que  ahora  adoptamos,  se  tiene 


h  = 


Ir, 


r^  +  r. 


€s  decir,  que  en  las  condiciones  en  que  nos  hemos  colocado  y 
generalizando  la  demostración,  lo  que  no  ofrece  dificultad  al- 
guna, el  denominador  es  también  común  á  todas  las  intensi- 
dades, puesto  que  es  el  factor  D„  de  la  fórmula  (6),  y  el  nu- 
merador es  el  producto  por  /del  mismo  factor  que  multiplica 
á  la  f.  e.  m.  única  cuando  se  hallan  las  intensidades  en  función 
de  ésta. 

De  aquí  la  siguiente 

Begla  para  determinar  la  intensidad  de  corrie?ite  en  un 
hilo  n  de  una  red  en  función  de  la  intensidad  I. 

Denominador:  Se  forman  sólo  las  combinaciones  de  orden 
li  —  P  -f-  1  (lue  co7itienen  R  (resistencia  del  hilo  donde  se  halla 
la  intensidad  I) ,  haciendo  después  las  exclusiones  de  la  regla 
anterior,  y  se  suprime  en  los  grupos  que  quedan  esta  resis- 
tencia. La  suma  de  los  términos  así  modificados  forma  el  de- 
nominador común. 

Numerador  de  «*„.•  Se  forman  igualmente,  menos  las  excep- 
tuadas, sólo  las  combinaciones  de  orden  h  —  p  +  1  que  con- 
tienen r„,  la  cual  se  suprime,  asi  como  los  términos  que  con- 
tienen R  ó  un  hilo  que  deba  atribuirse  al  circuito  de  ésta.  La 
suma  algébrica  de  los  productos  por  I  de  los  términos  que 
subsisten,  constituye  el  numerador.  Para  obtener  el  signo  de 
cada  término  se  tendrá  en  cuenta  lo  expuesto  en  la  regla  an- 
terior. 

Aplicando  esta  regla  á  la  red  (fig.  1),  el  valor  de  ¿g  en  fun- 
ción de  ¿c,,  á  quien  llamaremos  /,  y  R  á  rg,  será 


h  = 


1  {r^r^  —  r^r^) 


^1^3+  ^1^4+  ^^5+  ^2^3 +^2^4+  ^"2  ^5  +  ^3  ^4  +  '"s ''s 


—  139  - 

Por  último,  el  denominador  de  orden  h  — p  -{-  1  nos  per- 
mite deducir  la  resistencia  de  la  red  entre  los  extremos  del 


hilo  R.  Así,  la  resistencia  de  la  red  (fig.  4)  entre  los  extremos 
A  y  B  del  hilo  r^  =  R  es 


ri  +n 


y,  en  general,  se  obtendrá  dicha  resistencia  dividiendo  la  suma 
de  los  términos  del  denominador  de  orden  h  —  P  -|-  1  Qu^  no 
contienen  B.,  por  la  suma  de  los  grupos  que  resultan  de  su- 
primir en  los  demás  esta  resistencia. 


Enumeración  por  orden  alfabético  de  los  géneros 
mencionados  en  el  Catálogo  de  los  moluscos  de  Fi- 
lipinas, publicado  en  el  presente  tomo. 

Por  Joaquín  González  Hidalgo 

La  primera  columna  de  números  indica  las  especies  de  cada 
género  que  pertenecen  á  la  fauna  de  dichas  islas;  la  segunda, 
otras  especies  citadas^  pero  todavía  dudosas;  la  tercera,  las 
páginas  en  que  se  enumeran  los  diversos  géneros. 


140  — 


Géneros  y  autores. 


Amussium  Klein 

Anomia  Linné 

Arca  Linné 

Avicula  Klein 

Cardita  Lamarck 

Chlamys  Bollen 

Corbis  Cuvier 

Crassatella  Lamarck 

Crenella  Broten 

Cryptodon  Turton 

Cuculkea  Lamarck 

Cycladicama  Valenciennes.. . 

Diplodonta  Bronn 

Erycina  Lamarck , 

Galeomma  Turton 

Hemipecten  Adams  y  Reeve. , 

Kellya  Turton 

Leda  Schumacher 

Lima  Bruguiere 

Lithodomus  Bruguiere 

Lucina  Bruguiere 

Malleus  Lamarck 

Modiola  Lamarck 

Mytilus  Linné 

Nucula  Lamarck 

Ostrea  Linné 

Pectén  Lamarck 

Pectunculus  TMmarck 

Perna  Bruguiere 

Pinna  Linné 

Placuna  Bruguiere 

Placunanomia  Broderip 

Plicatula  Lamarck 

Py thina  Hinds 

Scintilla  Deshayes 

Septifer  Recluz 

Spondylus  Linné 

Stavelia  Gray 

Venericardia  Lamarck 

Vulsella  Lamarck 

Yoldia  Moller 


admitidas. 

citadas. 

Páginas. 

3 

37 

2 

+  2 

41 

44 

+  2 

27 

21 

-4-  1 

22 

5 

17 

26 

34 

3 

9 

4 

16 

19 

11 

32 

11 

-f-  3 

11 

15 

+  1 

14 

37 

15 

4 

33 

8 

+  1 

37 

8 

+  1 

21 

15 

+  1 

9- 

5 

24 

16 

+  4 

19 

5 

18 

2 

33 

16 

+  1 

42 

2 

+  3 

34 

6 

32 

10 

+  1 

25 

19 

26 

3 

42 

1 

42 

4 

4-  1 

41 

4 

15 

29 

+  1 

12 

2 

18 

32 

+  1 

38 

1 

19 

7 

16 

2 

+  1 

24 

2 

33 

INDICK 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  NÚMERO 


pXgs. 

Constitución  de  la  Academia  en  1.°  de  Julio  de  1905 5 

I. — Catálogo  de  los  moluscos  testáceos  de  las  islas  Fili- 
pinas ,  Joló  y  Marianas ,  por  Joaquín  González  Hi- 
dalgo   9 

II.— Análisis  de  las   aguas  potables,   por  Gabriel  de  la 

Puerta 65 

III.  — División  de  un  segmento  en  media  y  extrema  razón, 

por  Luis  Cátala  Jimeno 103 

IV. — Contribución  á  la  teoría  de  los  polígonos  regulares, 

por  Luis  Cátala 108 

V. — Distribución  de  la  corriente  eléctrica  en  una  red  de 

conductores ,  por  Evaristo  Serrano  Rosales 129 

Enumeración  por  orden  alfabético  de  los  géneros  menciona- 
dos en  el  Catálogo  de  los  moluscos  de  Filipinas,  publica- 
do en  el  presente  número 139 


La  subscripción  á  esta  Revista  se  hace  por  tomos  completos, 
d,e  500  á  600  páginas ,  al  precio  de  6  pesetas  en  España  y  6  francos 
en  el  extranjero,  en  la  Secretaría  de  la  Academia,  calle  de  Val- 
verde,  núm.  26,  Madrid. 

Precio  de  este  cuaderno,  2,25  pesetas. 


REVISTA 


DE     LA 


KEAL  ACADEIIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


DE 


MADRID 


xo:m:o  xtx.—tsttjis/l.  2. 

(Agosto   de   1S05.) 


MADRID 

IJIFREIITA    ZE    LA    "GACETA    DE    MADRID 

CALLE    DK    PONTEJOS  ,    XÚM.     8. 

1905 


ADVERTENCIA 


Los  originales  para  la  Revista  de  la  Academia 
se  han  de  entregar  completos,  en  la  Secretarla  de 
la  Corporación,  antes  del  día  20  de  cada  mes, 
pues  de  otro  modo  quedará  su  publicación  para 
el  mes  siguiente. 


141 


VI.— Acción  de  la  quinina  y  de  la  pilocarpina  sobre 
las  oxidasas. 

Por  José  R,  Carracido. 

En  las  lecciones  de  Lauder  Brunton  sobre  la  acción  de  los 
medicamentos,  leí  que  la  quinina  obra  como  inhibidora  de  las 
oxidasas,  fundando  el  aserto  en  el  experimento  siguiente  (1): 

Bañando  durante  algunas  horas  dos  rodajas  de  patata  (ma- 
terial rico  en  oxidasa),  la  una  en  agua  destilada  y  la  otra  en 
disolución  de  sulfato  de  quinina,  la  primera  se  colora  en  azul 
por  la  disolución  alcohólica  de  la  resina  de  guayaco  y  el  éter 
ozonizado,  mientras  que  la  segunda  no  toma  color  azul  por 
los  indicados  reactivos. 

Partiendo  de  este  hecho,  cuya  exactitud  comprobé  repi- 
tiendo el  experimento,  se  extiende  Lauder  Brunton  hasta  su- 
poner que  la  acción  antipirética  de  la  quinina  puede  expli- 
carse por  su  poder  inhibidor  de  las  oxidasas. 

Recordando  que  las  sales  de  quinina  actúan,  de  igual  ma- 
nera que  la  privación  de  oxígeno  sobre  los  leucocitos  y  las 
amibas,  suspendiendo  la  emisión  de  sendópodos  y  reducién- 
dolos á  la  forma  globular,  y  que  las  sales  de  pilocarpina  ac- 
túan á  la  inversa ,  excitando  los  movimientos  amiboideos ,  su- 
puse que  éstas  debían  obrar  sobre  las  oxidasas  en  sentido 
contrario  al  de  aquéllas. 

Para  comprobar  mi  suposición  bañé  una  rodaja  de  patata 
en  disolución  de  clorhidrato  de  pilocarpina,  y  para  hacer  el 
cotejo  en  igualdad  de  condiciones  con  la  sal  de  quinina  bañé 
otra  rodaja,  no  en  la  disolución  del  sulfato,  como  en  el  expe- 
rimento anterior,  sino  en  la  del  clorhidrato,  y  después  de 
veinticuatro  horas  de  inmersión  en  los  respectivos  líquidos, 


(1)     Action  des  médicaments. — Le9ons  traduites  de  Tangíais 
par.  E.  Bouqué  et  J.  F.  Heymans.— París,  1901,  pág.  82. 

Rey.  Acad.  Ciencias.— III.— Agosto,  1903.  11 


-  142  - 

vi,  en  conformidad  con  lo  supuesto,  que  la  rodaja  bañada  en 
la  sal  de  pilocarpina  se  teñía,  por  el  reactivo  de  las  oxidasas, 
de  azul  muy  intenso;  pero  también  vi  con  gran  sorpresa  que 
se  teñía  igualmente  la  bañada  en  el  clorhidrato  de  quinina. 

Esta  diferencia  en  el  modo  de  obrar  las  dos  sales  de  qui- 
nina sólo  puede  atribuirse  á  las  condiciones  comunicadas  por 
los  respectivos  ácidos,  puesto  que  la  base  es  factor  común 
de  ambas.  La  disolución  en  agua  destilada  del  clorhidrato  es 
casi  neutra,  mientras  que  la  del  sulfato  siempre  es  fuerte- 
mente acida,  aun  en  el  caso  de  haber  precipitado  parte  del 
alcaloide  por  un  álcali. 

Para  confirmar  que  la  acidez  del  líquido,  y  no  la  quinina, 
era  la  inhibidora  de  la  oxidasa  de  la  patata ,  bañé  una  rodaja 
del  tubérculo  en  agua  á  la  cual  unas  gotas  de  ácido  sulfúrico  le 
habían  comunicado  sensiblemente  el  mismo  grado  de  acidez 
que  tiene  la  disolución  del  sulfato  de  quinina,  y  vi,  en  efecto, 
que  la  rodaja  no  era  teñida  por  la  resina  de  guayaco  con  el 
éter  ozonizado. 

Pero  todavía  busqué  más  comprobantes  de  los  hechos  ante- 
riormente observados. 

El  agua  destilada  no  toma  color  azul  por  el  reactivo  de  las 
oxidasas,  pero  añadiéndole  una  gota  de  zumo  de  patata  inme- 
diatamente aparece  el  color,  el  cual  desaparece  por  la  adición 
de  una  sola  gota  de  ácido  sulfúrico  ó  clorhídrico  diluidos.  Las 
disoluciones  de  clorhidrato  de  quinina  y  de  pilocarpina  se  co- 
loran como  las  oxidasas ,  y  se  decoloran  como  éstas  por  los 
ácidos  diluidos. 

Los  datos  antecedentes  creo  que  patentizan,  en  contra  de  lo 
afirmado  por  Lauder  Brunton,  que  la  quinina  no  sólo  no  es  in- 
hibidora de  las  oxidasas,  sino  que,  al  contrario,  actúa  como 
una  de  ellas,  y  que  la  acidez  del  líquido  es  la  que  anula  su 
papel  en  el  proceso  de  la  oxidación,  actuando  sobre  el  alca- 
loide lo  mismo  que  sobre  el  fermento  oxidante  de  producción 
celular. 

No  satisfecho  con  los  resultados  obtenidos,  busqué  nuevas 
pruebas  de  la  acción  coadyuvante  de  la  quinina  y  la  pilocar- 
pina en  el  proceso  de  la  oxidación ,  y  para  conseguirlas  utilicé 


—  143  — 

el  papel  de  catalasas ,  que  también  desempeñan  las  oxidasas 
cuando  descomponen  el  bióxido  de  hidrógeno  con  desprendi- 
miento de  oxígeno. 

Para  este  fin  tomé  150  centímetros  cúbicos  de  agua  oxige- 
nada, y  después  de  neutralizar  por  la  potasa^  con  la  mayor 
exactitud  posible,  el  líquido  comercial,  cuya  reacción  siempre 
es  acida,  dividí  aquel  volumen  en  tres  partes  iguales,  colo- 
cando cada  una  de  ellas  en  tubo  graduado  y  en  baño  de  mer- 
curio, dispuesto  todo  en  condiciones  de  poder  medir  los  volú- 
menes del  oxígeno  desprendido. 

En  un  tubo  (A)  puse  50  centímetros  cúbicos  de  agua  oxi- 
genada y  5  centímetros  cúbicos  de  zumo  de  patata. 

En  otro  tubo  (B)  puse  el  mismo  contenido  del  anterior,  y, 
además,  O  gr.  5  de  clorhidrato  de  quinina. 

En  el  tercer  tubo  (C),  también  puse  el  contenido  del 
tubo  A,  y,  además,  O  gr.  5  de  clorhidrato  de  pilocarpina. 

Los  resultados  obtenidos  fueron  los  siguientes : 

Volumen  del  oxigeno 
desprendido. 


Tubo  A 3  centras,  cúbicos 

Tubo  B , 4         »  » 

Tubo  C 6        »  » 

Debo  manifestar,  hablando  con  la  debida  sinceridad,  que 
concedo  poca  importancia  á  estos  resultados  numéricos,  no  só- 
lo por  la  pequenez  de  sus  diferencias,  sino  también  por  la' 
aparición  de  fenómenos  secundarios  capaces  de  perturbar  el 
proceso  de  la  catálisis,  como  el  de  formarse  precipitado  al 
mezclar  el  zumo  y  el  agua  oxigenada  en  el  caso  de  no  ser  al- 
calina, y  en  el  caso  contrario  el  influjo  de  la  alcalinidad  del 
medio,  debiendo  también  añadir  á  una  y  á  otra  circunstancia 
el  desprendimiento  de  oxígeno  sólo  por  agitación;  pero,  sea' 
cualquiera  su  valor,  se  muestran  en  correspondencia  con  la  ob- 
servación siguiente: 

Colocando  en  sendos  tubos  de  ensayo  agua  destilada,  diso- 
lución de  clorhidrato  de  quinina  y  de  clorhidrato  de  pilocar- 
pina, y  sumergiendo  un  fragmento  de  patata  en  cada  uno  de 


—  144  ^. 

los  tres  líquidos  dichos ,  se  ve  que  los  tres  fragmentos  toman 
color  azul,  pero  más  intenso  el  sumergido  en  la  disolución  de 
quinina  que  el  sumergido  en  el  agua  destilada,  y  todavía  más 
intenso  que  aquél  el  sumergido  en  la  disolución  de  pilocarpina. 
Otro  fragmento  del  tubérculo  sumergido  en  disolución  de  sul- 
fato de  quinina  no  toma  color  azul. 

Todos  estos  hechos  los  conceptúo  argumentos  incontesta- 
bles de  la  semejanza  del  papel  de  la  quinina  y  de  la  pilocarpi- 
na al  de  las  oxidasas,  y  del  error  en  que  incurrió  Lauder  Brun- 
ton  al  atribuir  acción  inhibidora  al  primero  de  los  dos  mencio- 
nados alcaloides,  cuando  es  la  acidez  del  medio  la  que  la  ejer- 
ce. Y  si  la  virtud  antipirética  de  la  quinina  ha  de  explicarse 
por  su  acción  sobre  las  oxidasas  del  organismo,  resulta  de  lo 
expuesto  que  en  la  fiebre,  á  la  inversa  de  lo  que  parece  á  pri- 
mera vista,  el  poder  de  dichos  fermentos  está  quebrantado,  y 
el  alcaloide  febrífugo  obra  como  sobre  la  oxidasa  de  la  patata 
acrecentando  su  actividad  y  supliendo,  por  consiguiente,  la  in- 
suficiencia de  los  catalizadores  de  la  oxidación  en  el  organismo 
febril. 

No  contradice  esta  explicación  el  caso  en  que  la  quinina  sea 
administrada  en  forma  de  sulfato,  porque  los  efectos  de  la  aci- 
dez anteriormente  señalados  desaparecen  en  el  curso  de  la  sal 
al  través  de  los  medios  del  organismo  y  sólo  quedan  los  pecu- 
liares al  alcaloide,  influyendo  de  igual  manera  que  se  mues- 
tran en  los  experimentos  precedentes  realizados  con  el  clorhi- 
drato. 

*  * 

Después  de  haber  llegado  ala  conclusión  precedente,  surge 
un  más  allá,  y  es  el  escudriñamiento  del  mecanismo  químico 
que  motiva  el  papel  de  oxidasas  desempeñado  por  la  quinina, 
y  con  mayor  energía  por  la  pilocarpina. 

Numerosa  serie  de  experimentos  fué  poniendo  de  manifiesto 
que  el  poder  del  oxígeno  se  acrecienta  en  presencia  de  las  ac- 
ciones reductoras.  Oxidándose  la  hidroquinona  en  disolución 
alcalina  por  el  oxígeno  atmosférico,  puede  ser  simultáneamente 


-  145  - 

transformado  el  amoníaco  en  ácido  nitroso.  El  benceno  pasa  á 
fenol  al  mismo  tiempo  que  se  sobreoxidan  los  óxidos  ferroso  y 
caproso.  La  oxidación  del  hidrógeno  proveniente  del  hidruro 
de  paladio  determina  la  conversión  del  índigo  en  isatina,  y  el 
sodio,  oxidándose  en  contacto  del  aire,  transforma  los  hidro- 
carburos de  los  éteres  de  petróleo  en  ácidos  grasos. 

Resulta  de  estos  hechos,  y  de  otros  muchos  que  no  procede 
puntualizar  ahora,  que  los  fenómenos  de  oxidación  son  corre- 
lativos y  solidarios  de  los  de  reducción,  y  que  en  esta  correla- 
ción y  solidaridad  debe  escudriñarse  el  mecanismo  de  las  oxi- 
dasas.  Por  hoy  nos  vemos  compelidos  á  renunciar  á  la  explica- 
ción del  mecanismo  de  las  oxidasas  elaboradas  por  las  células 
por  ser  desconocida  su  constitución  química;  pero  el  caso  de 
los  alcaloides  incita  á  pesquisar  en  las  fórmulas  que  represen- 
tan su  estructura  la  causa  de  su  carácter  oxidásico. 

La  fórmula  de  constitución  de  la  quinina  no  es  completa- 
mente conocida,  pero  trazándola  sobre  la  de  la  cinconina,  de 
la  cual  sólo  se  diferencia  por  el  aumento  del  grupo  CH-0, 
puede  suponerse  que  sea  la  siguiente  : 

CH  =CH  —  CIPO 
I 
/  CH  —  CH'      \ 

CH  ■(—  CW-  —  CH^      —^  N 

\cH  —  C{OH) .      —  CR-  —  C  H^  N. 

Quinoleina 

La  de  la  pilocarpina  está  comprobada  por  la  formación  arti- 
ficial del  alcaloide,  y  es  la  siguiente: 

/CO  —  0     /CH^ 

c--mN—c(- n(—ch^ 


Piridina 


CE^  \  CH' 


Sabido  es  que  las  cadenas  cíclicas  son  muy  resistentes  á  la 
acción  del  oxígeno  en  contraste  con  las  acíclicas  que  se  oxidau 


—  146  — 

con  menor  dificultad,  sobre  todo  cuando  contienen  grupos  oxi- 
genados, y  en  los  esquemas  correspondientes  á  uno  y  á  otro  al- 
caloide coexisten ,  articulados  á  los  núcleos  cíclicos  de  la  qui- 
noleina  y  de  la  piridina,  grupos  admirablemente  constituidos 
para  ser  atacados  por  el  oxígeno.  Basta  la  sola  inspección  de 
las  dos  fórmulas  para  comprender  que  la  pilocarpina  ha  de  ser 
más  fácilmente  oxidable  que  la  quinina,  y  esta  diferencia  re- 
salta con  toda  claridad  mediante  el  reactivo  de  las  oxidasas, 
que  en  igualdad  de  condiciones  siempre  produce  color  azul 
más  intenso  el  primer  alcaloide  que  el  segundo. 


* 
*  * 


Evidenciada  la  igualdad  cualitativa  de  la  acción  de  la  quinina 
y  de  la  pilocarpina  en  el  curso  de  las  oxidaciones,  queda  en  pie  el 
problema  de  explicar  los  efectos  contrarios  que  una  y  otra  pro- 
ducen sobre  los  leucocitos.  En  estos,  según  Max  Verworn  (1), 
los  movimientos  amiboideos  son  producidos  por  diferencias  de 
tensión  superficial  en  determinados  puntos  de  su  masa,  motiva- 
das por  agentes  químicos,  principalmente  el  oxígeno,  que  en 
los  puntos  en  que  ejercen  su  acción  atenúan  la  energía  de  su- 
perficie, siendo  consecuencia  de  este  desequilibrio  la  aparición 
de  los  sendópodos,  como  en  las  gotas  microscópicas  de  aceite 
rancio  bañadas  por  la  disolución  de  un  carbonato  alcalino  sur- 
gen prolongaciones.  Reemplazando  el  oxígeno  por  un  gas  sin 
acción  química  sobre  el  leucocito,  el  hidrógeno  ó  el  nitrógeno, 
por  ejemplo,  los  seudópodos  se  recogen  y  toma  la  forma  globu- 
lar, como  la  gota  de  aceite  en  el  seno  de  los  líquidos  que  no  la 
disuelven  ni  ejercen  sobre  ella  acción  química  alguna. 

Obrando  análogamente  á  las  oxidasas  la  quinina  y  la  pilocar- 
pina ¿por  qué  la  primera  suspende  los  movimientos  amiboideos 
de  los  leucocitos  y  la  segunda  los  exalta? 

He  visto  que  tratando  el  zumo  de  patata,  convenientemente 
diluido  para  poder  observar  sus  cambios  de  transparencia,  por 


(1)    Allgemeine  Physiologie.— 4.e  Aufl.  Jena,  1903,  pág.  611. 


-  147  — 

disolución  de  clorhidrato  de  quinina  se  produce  abundante  pre- 
cipitado, á  la  inversa  de  lo  que  acontece  con  el  clorhidrato  de 
pilocarpina  que  no  produce  precipitado  alguno.  El  agente  pre- 
cipitante no  es  tanino,  porque  el  zumo  de  patata  precipita  en 
blanco  por  el  cloruro  férrico. 

Repitiendo  el  ensayo  sobre  una  disolución  filtrada  de  clara 
de  huevo  he  observado  la  misma  diferencia;  la  sal  de  quinina 
la  precipita  y  con  la  de  pilocarpina  persiste  transparente. 

El  zumo  de  patata  es  un  líquido  de  reacción  acida  muy  li- 
gera al  papel  de  tornasol  y  más  franca  á  la  fenoltaleina.  Preci- 
pita con  los  ácidos  minerales^  y  con  el  reactivo  Millón  forma 
abundantemente  el  precipitado  característico  de  las  materias 
albuminoideas.  En  vista  de  los  datos  que  anteceden  parece  in- 
dudable que  la  substancia  proteica  contenida  en  el  zumo  del 
tubérculo  debe  ser  la  precipitante  de  la  quinina. 

Pero  en  el  conjunto  de  dicha  substancia  proteica  hay  que  es- 
tablecer una  distinción. 

Tratando  el  zumo  por  ácido  acético  se  forma  coágulo,  y  el  , 
líquido  filtrado,  si  previamente  se  tiene  cuidado  de  no  emnlear 
el  ácido  en  exceso,  todavía  precipita,  aunque  muy  tenuemente, 
por  el  clorhidrato  de  quinina. 

Hirviendo  el  zumo,  también  se  forma  coágulo  más  abundante 
que  en  el  caso  anterior,  sin  perder  la  propiedad  de  precipitar 
con  la  sal  de  quinina,  y  en  mayor  abundancia  que  cuando  el 
coágulo  separado  es  el  producido  mediante  el  ácido  acético. 

Resulta  de  esta  distinción  que  el  albuminoide  que  el  ácido 
acético  coagula  es  el  que  posee  en  mayor  grado  el  poder  preci- 
pitante de  la  quinina,  y  por  el  carácter  de  no  coagularse  en  el 
xumo  mediante  el  calor  y  depositarse  mediante  el  ácido  acéti- 
co debe  ser  clasificado  como  nucleoproteina,  resultando,  por 
consiguiente,  congénere  de  muchas  zimasas. 

Creo  que  con  el  concurso  de  los  datos  precedentes  pueden 
explicarse  satisfactoriamente  los  efectos  contrarios  que  la  qui- 
nina y  la  pilocarpina  producen  sobre  los  leucocitos ,  no  obstante 
8u  coincidencia  en  el  carácter  oxidásico. 

Una  y  otra,  por  su  capacidad  para  contribuir  á  la  producción 
del  oxígeno  activo,  debían  actuar  reforzando  la  acción  química 


—  148  - 

determinante  de  los  movimientos  amiboideos  de  los  leucocitos, 
y  por  consiguiente,  acrecentándolos;  pero  la  particularidad  de 
la  quinina  de  insolubilizar  las  materias  albuminoideas,  y  espe- 
cialmente las  nucleoproteinas,  de  las  cuales  son  muy  ricos  los 
leucocitos,  rodea  á  estos  de  una  película  protectora  de  la  acción 
del  oxígeno  circundante,  y  evitado  así  el  ataque  químico  cesa 
la  emisión  de  sendópodos,  de  igual  manera  que  del  mármol 
apenas  se  desprende  gas  carbónico  mediante  el  ácido  sulfúrico, 
porque  el  sulfato  calcico  formado  en  el  primer  momento  del 
ataque  impide  el  contacto  de  los  dos  cuerpos  reaccionantes. 

CONCLUSIONES 

1.^  En  contra  de  lo  afirmado  por  Lauder  Brunton,  la  quini- 
na no  es  inhibidora  de  la  acción  de  las  oxidasas. 

2.^  La  quinina,  y  en  mayor  grado  que  ésta  la  pilocarpina, 
producen  color  azul  en  líquidos  neutros  mediante  la  resina  de 
guayaco  y  el  éter  ozonizado,  lo  mismo  que  las  oxidasas. 

3.^  Pequeñas  proporciones  de  ácido  sulfúrico  ó  clorhídrico 
impiden  la  aparición  del  color  azul,  obrando  de  igual  manera 
sobre  los  dos  mencionados  alcaloides  que  sobre  la  oxidasa  de  la 
patata. 

4.^  La  fórmula  de  estructura  de  la  quinina,  y  en  mayor 
grado  la  de  la  pilocarpina,  revelan  que  los  dos  alcaloides  han 
de  ser  muy  oxidables ,  y  de  esto  es  consecuencia  su  influjo  co- 
mo productores  de  oxígeno  activo. 

5.*  No  obstante  su  carácter  oxidásico,  la  quinina  produce 
efectos  contrarios  á  los  de  la  pilocarpina,  respecto  á  los  movi- 
mientos amiboideos  de  los  leucocitos,  porque  la  primera  inso- 
lubiliza  las  materias  albuminoideas,  á  la  inversa  de  la  segunda, 
que  no  produce  precipitado  alguno  en  sus  disoluciones. 


—  149  — 


VII.— La  coagulación  de  la  sangre. 

Por  José  R.  Carracido. 


SupoDgo  á  los  lectores  enterados  de  lo  que  comúnmente  se 
dice  en  los  tratados  de  Fisiología  y  de  Química  biológica  acer- 
ca del  fenómeno  enunciado  en  el  epígrafe,  y  conceptúo  super- 
fino reproducir  aquí  lo  que  es  por  todos  conocido. 

En  el  último  decenio,  y  cada  año  con  mayor  interés,  han 
sido  asunto  preferente  de  las  investigaciones  físico-químicas 
los  cuerpos  coloides,  como  lo  patentiza  la  abundancia  de  su  re- 
ciente literatura;  y  siendo  el  plasma  sanguíneo  un  líquido  en  el 
que  coexisten  materias  coloides  y  cristaloides,  como  era  de  es- 
perar, los  resultados  de  dichas  investigaciones  habían  de  ilus- 
trar el  obscuro  problema  de  la  coagulación  de  la  sangre,  el  cual, 
sin  perder  todavía  en  absoluto  su  carácter  biológico,  va  en- 
trando cada  vez  en  mayor  proporción  en  los  dominios  de  la 
Físico-química. 

Desde  el  doble  punto  de  vista  físico-químico  y  fisiológico 
expondremos  nuestras  ideas  relativas  al  fenómeno  en  cuestión. 


*  * 


Existen  en  el  plasma  sanguíneo  tres  proteínas:  la  seroálhú- 
mina,  la  seroylohuUna  y  el  fibrinógeno. 

El  calor  coagula  la  primera  ( ó  la  mezcla  de  las  varias  sero- 
albúminas,  según  Halliburton),  desde  73'  á  84°;  la  segunda, 
desde  60°  á  75°,  y  el  tercero,  á  56°. 

El  cloruro  sódico  no  coagula,  ni  á  saturación,  la  seroalbú- 
mina;  pero  al  30  por  100  coagula  la  seroglobulina ,  y  al  15 
por  100  el  fibrinógeno. 


—  150  — 

Todos  los  coloides,  según  calificativo  de  Ostwald,  son  me- 
taestables  (1)  en  el  seno  de  los  líquidos  que  los  contienen;  pero 
de  los  tres  contenidos  en  el  plasma,  el  fibrinógeno,  que  es  el 
que  transformado  en  fibrina  constituye  el  coágulo,  es  el  menos 
estable  en  su  asociación  con  el  líquido,  y,  por  consiguiente,  el 
que  menos  resiste  á  los  agentes  de  la  coagulación. 

Pero  la  del  fibrinógeno  de  la  sangre,  ni  á  las  acciones  di- 
chas de  la  temperatura  ni  de  la  concentración  salina  puede 
atribuirse,  no  sólo  porque  una  y  otra  en  el  líquido  sanguíneo 
distan  de  los  puntos  en  que  el  fenómeno  se  produce,  sino,  prin- 
cipalmente, por  no  producirse  en  el  interior  del  aparato  cir- 
culatorio. 

*  * 


Es  unánimemente  aceptado  que  la  coagulación  del  fibrinó- 
geno la  determina  una  zimasa  exudada  por  las  plaquetas  (y  se- 
gún algunos  también  por  los  leucocitos),  cuando  las  hieren  ru- 
gosidades ó  asperezas  de  superficies  que  destruyen  su  delicadí- 
sima organización.  Es,  además,  indispensable  la  existencia  del 
calcio  en  la  sangre  para  que  su  coagulación  se  produzca,  por- 
que sabido  es  que  los  oxalatos  y  fluoruros  alcalinos  precipitan- 
tes de  dicho  radical  metálico  convierten  á  la  sangre  en  líquido 
incoagulable. 

Arthus  y  Pagés  dedujeron  de  este  hecho  que  la  presencia 
del  calcio  era  imprescindible  para  la  coagulación ;  pero  se  les 
objetó  que  la  causa  de  no  producirse  el  fenómeno  quizá  no 
fuese  la  separación  del  calcio,  sino  la  acción  anticoagulante  de 
las  mencionadas  sales  alcalinas.  Bordet  y  Gengou  (2)  patentiza- 
ron con  nuevos  experimentos  que  los  oxalatos  y  fluoruros  impi- 
den la  coagulación  por  el  único  motivo  de  precipitar  el  calcio, 
confirmando  la  conclusión  sustentada  por  los  dos  investigado- 
res anteriormente  citados. 


(1)  Eev.  Scientif.,  1902,  t.  XVII,  p.  641. 

(2)  Ann.  Inst.  Past. ,  1903,  p.  832,  y  1904,  p.  26. 


-  151  — 

Las  plaquetas  heridas  no  parecen  ser  las  únicas  capaces  de 
producir  zimasa  coagulante,  porque  los  trabajos  de  Delezenne 
y  más  recientemente  los  de  Conradi  (1)  han  mostrado  que  por 
traumatismo  de  los  tejidos  y  por  expresión  de  los  órganos  re- 
sultan productos  coagulantes  cuya  acción  es  acelerada  por  el 
cloruro  calcico.  Según  observaciones  de  E.  Duclaux  (2),  las 
cantidades  de  zimasa  coagulante  que  contienen  los  tejidos  y  la 
contenida  en  los  leucocitos,  están  en  razón  inversa. 

Supuso  Arthus  que  la  zimasa  tomaba  calcio  del  plasma  para 
cedérselo  al  fibrinógeno  y  convertirlo  en  fibrina,  siendo  ésta  una 
combinación  calcica  de  aquél;  pero  Hammarsten  patentizó  que 
en  las  cenizas  del  fibrinógeno  y  de  la  fibrina  está  contenida  la 
misma  proporción  de  calcio. 

Ante  este  hecho,  Arthus  hubo  de  aceptar  la  idea  de  Pekel- 
haring,  según  la  cual  la  substancia  exudada  de  las  plaquetas 
no  es  la  zimasa  activa,  sino  un  zimógeno  que  necesita  absor- 
ber calcio  para  convertirse  en  aquélla  y  ejercer  su  acción  sobre 
el  fibrinógeno,  de  igual  manera  que  la  pepsina  inactiva  en  me- 
dio neutro  se  convierte  en  agente  peptonizante  por  la  adición 
de  ácido  clorhídrico. 

El  zimógeno  es  una  nucleoalbúmina  que,  según  Pekelharing, 
puede  aislarse  por  enfriamiento  á  0°  del  plasma  oxalatado  ó  del 
peptonado,  del  cual  se  separa  en  forma  granular.  Por  la  adición 
de  sales  calcicas  adquiere  la  propiedad  coagulante. 

La  zimasa  calcica  es  la  verdaderamente  activa^  la  que  deter- 
mina la  transformación  del  fibrinógeno  del  plasma  en  la  fibrina 
del  coágulo. 

¿Cómo  actúa  la  zimasa  coagulante?  Su  acción  es  la  de  todos 
los  catalizadores  que  obran  provocando  ó  acelerando  el  curso 
de  las  reacciones,  y  de  la  cual  nada  sabemos  respecto  á  su  me- 


(1)  Beitragezur  Chem.  physiolog.  u.  patli.  Bd.,  I,  p.  136-182. 

(2)  Traite  de  Microhiologie ,  t.  11,  p.  678,  1899. 


—  152  — 

canismo  íntimo,  sólo  conocemos  sus  efectos.  El  intento  de  ex- 
plicar el  proceso  de  la  acción  de  dicha  zimasa  sería  aquí  in- 
oportuno, porque  este  prqblema  especial  ha  de  plantearse  jun- 
tamente con  el  de  la  acción  de  todas  las  zimasas,  y  resolverlo 
respecto  á  una  será  poner  en  claro  el  hoy  obscuro  papel  de  los 
catalizadores  en  el  curso  de  los  procesos  bioquímicos.  Revelar 
los  mecanismos  de  las  acciones  zimásicas  será  descifrar  la  clave 
de  las  condiciones,  al  parecer  extraordinarias,  en  que  se  efec- 
túan las  mutaciones  materiales  en  los  organismos. 

Remitimos  el  problema  particular  de  la  zimasa  coagulante  al 
general  de  las  acciones  zimásicas,  cuya  resolución  despejará  la 
gran  incógnita  de  la  Biología,  y  me  limitaré  á  consignar  que  no 
debe  sorprender  que  la  zimasa  en  cuestión  sólo  coagule  á  una 
de  las  tres  proteinas  eoexistentes  en  el  plasma,  no  sólo  por  ser 
la  más  coagulable,  según  queda  dicho,  sino  también  por  ser 
específica  la  acción  de  todas  las  zimasas,  como  consecuencia  de 
la  asimetría  de  sus  moléculas,  por  la  cual  ha  dicho  E.  Fis- 
cher  (1)  que  deben  ser  imaginadas  en  sus  relaciones  con  las 
materias  fermentables  como  la  llave  respecto  á  la  cerradura. 

Por  la  acción  específica  de  la  zimasa  coagulante  sobre  el  fibri- 
nógeno  es  por  lo  que  se  la  ha  denominado  fibr inofer mentó . 


* 
*  * 


Para  explicar  la  transformación  del  fibrinógeno  en  fibrina, 
volvamos  la  vista  á  los  estudios  efectuados  por  los  químicos 
sobre  la  coagulación  de  las  disoluciones  (ó  mejor  dicho  de  las 
seudodisoluciones)  coloides,  y  prescindiendo,  por  conceptuar- 
las poco  aplicables  al  caso  presente,  de  las  teorías  basadas  en 
la  carga  electroestática  de  los  iones  procedentes  de  la  disocia- 
ción de  los  electrolitos,  estimándolas  á  lo  sumo  como  explica- 
tivas de  las  acciones  determinantes,  pero  no  de  las  eficientes, 
nos  fijaremos  en  las  teorías  químicas,  y  especialmente  en  la  for- 
mulada por  Jacques  Duclaux. 


(1)    Zeitsch.  f.  physiolg.  Chem.,  Bd.  XXVI,  p.  60. 


—  153  — 

En  el  estudio  de  las  condiciones  de  formación  del  ferrocia- 
nuro  cúprico  añadiendo  muy  paulatinamente  disolución  dilui- 
dísima  de  sulfato  de  cobre  á  otra  de  ferrocianuro  potásico,  ob- 
servó que  en  el  primer  momento  se  inicia  la  formación  de  ua 
ferrocianuro  potásico-cúprico  que  queda  disuelto,  constituyen- 
do disolución  coloide,  en  el  cual  es  mínima  la  proporción  de 
cobre  (1),  pero  á  medida  que  ésta  va  aumentando  por  la  adi- 
ción de  cantidades  sucesivas  de  sulfato,  llega  un  punto  en  que 
se  rompe  el  metaestabilismo  de  la  disolución  coloide  y  aparece 
el  precipitado,  el  cual  sigue  todavía  transformándose  en  el  seno 
del  líquido  en  el  sentido  de  ir  perdiendo  potasio  y  ganando 
cobre  hasta  el  límite  de  la  total  conversión  del  ferrocianuro 
potásico  (Fe  Cy'''  K^)  en  ferrocianuro  cúprico  (Fe  C(/'''  Cii^). 

Esta  gradual  transformación  entre  los  dos  indicados  extre- 
mos se  efectúa  siempre  de  manera  que  en  las  formas  interme- 
dias Fe  Cy'''  K'^  Cu"^  las  proporciones  de  potasio  y  cobre  han 
de  sumar  las  cuatro  valencias  correspondientes  á  la  saturación 
del  radical  ferrocianógeno  (Fe  Cy ''""). 

De  este  hecho  y  de  otros  análogos  concluye  J.  Duclaux  que 
«la  composición  química  de  un  coloide  es  variable  entre  lími- 
tes distantes,  debiendo  ser  considerada  como  una  función  C07i- 
tinua  de  la  del  líquido  intergranular,  al  cual  nada  se  puede  aña- 
dir sin  que  el  coloide  se  apodere  de  algo»  (2). 

El  proceso  relativo  á  la  coagulación  lo  subordina  J.  Duclaux 
á  las  dos  leyes  siguientes  (3): 

1.*  La  coagulación  de  un  coloide  va  siempre  acompañada 
de  un  cambio  de  composición  química. 

2,^  Este  cambio  consiste  en  la  sustitución,  en  proporciones 
equivalentes,  de  ciertos  radicales  del  coloide  por  los  de  la  subs- 
tancia coagulante. 

Tal  importancia  concede  el  investigador  de  las  precedentes 
leyes  á  dicha  sustitución,  que  llega  hasta  indicar  que  podrá  ser 
utilÍ2;ada  para  el  conocimiento  de  la  estructura  química  de  subs- 


(1)  Co??ipí.  rene?.  4c.  á'c.,t.  CXXXVIll,  p.  144. 

(2)  Becherches  sur  les  substances  colloidálles ,  París ,  1904,  p.  101. 

(3)  Ibid.,  p.  93. 


—  154  - 


tancias  complejas,  efectuando  la  sustitución  de  radicales  orgá- 
nicos por  radicales  metálicos  (1). 


* 
*  * 


Veamos  ahora  la  transcendencia  de  las  ideas  precedentes 
al  conocimiento  del  mecanismo  de  la  coagulación  de  la  sangre. 

Es  verdad  que  Hammarsten  patentizó  que  el  fibrinógeno  y 
la  fibrina  contienen  igual  proporción  de  calcio,  pero  al  mismo 
tiempo  puso  de  manifiesto  que  la  segunda  contiene  mayor  pro- 
porción de  materia  mineral  que  el  primero  (2),  aportando  con 
este  dato,  aunque  sin  hacerlo  notar,  un  nuevo  testimonio  á  lo 
observado  por  Freund  respecto  á  los  fosfatos  contenidos  en  la 
fibrina. 

En  el  análisis  del  fibrinógeno  y  de  la  fibrina  de  la  misma 
procedencia  encontró  Hammarsten  las  siguientes  proporciones 
de  cenizas: 

Cenizas  p.  100.  Cenizas  p.  100. 

Fibrinógeno  (a). . .  0,347  Fibrina  (a) 0,432 

Fibrinógeno  (b). . .  0,310  Fibrina  (b) 0,579 

No  se  ha  fijado  la  atención  en  estos  datos  todo  lo  que  en 
mi  sentir  debía  fijarse. 

Siempre  forma  parte  de  la  materia  organizada  una  cierta 
proporción  de  materia  mineral,  pequeña  en  los  tejidos  blandos 
y  grande  en  los  tejidos  duros. 

Como  término  medio,  los  músculos  contienen  1,2  por  100 
de  sales  minerales,  el  tejido  cartilagíneo  de  3  á  6  por  100  y 
el  óseo  22  por  100. 

Es  digno  de  ser  notado  que  á  medida  que  aumenta  la  pro- 
porción de  materia  mineral  se  ve  más  simplificada  la  constitu- 
ción química  de  la  materia  orgánica.  La  del  tejido  muscular 


(1)  Compt.  rend.  Ac.  Se,  CXXXVIII,  p.  571. 

(2)  Zeitschr.  fur phisyolog.  Chem.  Bd.,  XXII,  p.  333. 


—  155  — 

tiene  toda  la  complejidad  de  las  proteínas,  la  del  cartilagíneo 
es  menos  compleja  que  la  de  aquél,  pero  mucho  más  que  la 
del  óseo;  la  oseina  es  una  fracción  del  condromucoide. 

Reconociendo  que  en  la  materia  organizada  no  existe  el  su- 
puesto dualismo  de  la  orgánica  y  la  mineral,  sino  que  todos 
sus  componentes  forman  armónico  conjunto,  á  semejanza  de 
los  diferentes  radicales  que  integran  las  moléculas  complejas, 
cabe  suponer,  aplicando  al  génesis  de  la  materia  de  los  tejidos 
las  precedentes  ideas  de  J.  Duclaux,  que  en  este  génesis, 
como  en  el  proceso  de  coagnlación  de  los  coloides  disueltos, 
hay  sustitución  parcial  de  radicales,  reemplazando  en  propor- 
ciones equivalentes  los  de  la  materia  mineral  á  los  de  la  mate- 
ria orgánica. 

Aceptada  esta  suposición  que  concuerda  perfectamente  con 
los  hechos  conocidos,  y  recordando  que  la  proporción  de  ma- 
teria mineral  de  la  fibrina  es  mayor  que  la  del  fibrinógeno^ 
nada  violento  resulta  imaginar  la  coagulación  de  la  sangre 
como  un  principio  de  formación  de  materia  organizada  á 
expensas  del  más  fácilmente  coagulable  de  los  albuminoides 
circulantes,  motivando  el  tránsito  de  la  disolución  al  coágulo 
un  comienzo  de  sustitución  de  radicales  de  la  molécula  del 
fibiinógeno  por  radicales  metálicos. 

La  causa  determinante  de  esta  coagulación  debe  ser  la  cata- 
lizadora  del  fibrinofermento  actuando  á  la  manera  de  los  fer- 
mentos intracelulares  que  colaboran  en  los  procesos  bioquími- 
cos de  la  célula,  y  que  según  Hofmeister  (1)  realizan  en  el 
curso  de  su  producción  sucesiva  el  epigénesis  de  las  formas 
organizadas. 

Siendo  el  ñbrinógeno  una  globulina,  y  el  fibrinofermento  un 
nucleoproteido,  puede  considerarse  la  coagulación  de  la  san- 
gre, según  dice  Bottazzi  (2)  como  un  primer  vago  indicio  de 
la  propiedad  plasmadora  de  las  globulinas  y  de  los  nucleopro- 
teidos.  y  hasta  la  birefringencia  de  los  filamentos  de  fibrina 
observada  por  Hermann,  revela  la  producción  de  la  materia 


(1)  Rev.  gen.  Scienc,  1902,  p.  725. — La  Chimie  de  la  cellule. 

(2)  Chimica  fisiológica ,  vol.  II,  p.  119. 


—  156  — 

anisótropa  formadora  de  todos  los  elementos  contráctiles,  des- 
de las  fibras  mioides  de  los  infusorios  hasta  las  del  tejido  mus- 
cular estriado. 

Cuando  las  acciones  de  las  zimasas  que  determinan  la  pro- 
ducción de  materia  organizada  tienen  el  freno  de  la  autorregu- 
lación del  proceso  fisiológico,  sólo  se  ejercen  en  la  medida  de 
la  nutrición  y  desarrollo  de  las  células,  pero  ejercidas  extem- 
poráneamente y  en  las  condiciones  violentas  de  la  sangre  extra- 
vasada, originan  coágulos  informes  de  materia  que  química- 
mente se  asemeja  á  la  organizada,  pero  sin  la  forma  con  que 
se  moldea  en  el  seno  de  los  elementos  celulares. 

Y  como  un  argumento  más  en  favor  de  esta  conclusión, 
aunque  la  materia  formada  es  anhista ,  también  puede  tomarse 
en  cuenta  la  intervención  del  agua.  Los  coloides  llamados  es- 
tables (que  son  principalmente  las  materias  proteicas)  absor- 
ben al  coagularse  mayor  cantidad  de  agua  que  los  llamados 
inestables  (que  son  los  minerales),  y  el  agua  retenida  en  el 
coágulo  que  antes  se  atribuía  á  la  imbibición  se  refiere  hoy  al 
género  de  combinaciones  denominado  compuestos  de  adsorción. 
Uno  de  estos  hidratos  es  el  que  debe  formarse  en  el  coágulo 
sanguíneo^  á  semejanza  de  los  formados  en  la  intimidad  de  los 
tejidos,  y  en  los  cuales  es  forzoso  suponer  que  los  albuminoi- 
des  y  el  agua  están  unidos  químicamente  para  explicar  la  cons- 
tancia de  sus  proporciones  respectivas  en  el  curso  de  los  cam- 
bios materiales  del  organismo. 


* 

*  * 


De  ser  cierta  la  supuesta  sustitución  de  algunos  radicales 
de  la  molécula  del  fibrinógeno  por  radicales  metálicos,  deben 
quedar  en  el  líquido  en  que  se  deposita  el  coágulo  de  la  fibrina 
los  radicales  sustituidos,  y  la  demostración  de  su  presencia 
sería  testimonio  incontestable  de  la  tesis  sustentada. 

Si  bien  no  es  posible  presentar  la  prueba  directa  que  en 
este  caso  se  pide,  pueden  citarse  algunos  hechos  que  parecen 


-  157  - 

confirmar  por  modo  indirecto  la  indicada  transformación  quí- 
mica. 

Observaron  Fredericq  y  Hammarsten ,  y  lo  ha  confirmado 
Arthus  (1),  que  en  las  disoluciones  de  fibrinógeno,  cuidado- 
samente purificadas  de  seroglobulina,  al  ser  coaguladas  me- 
diante el  fibrinofermento,  no  todo  el  fibrindgeno  se  convierte, 
en  fibrina,  sino  que  una  parte,  en  la  proporción  del  30  al  40 
por  100,  queda  disuelta  y  convertida  en  una  nueva  materia 
albuminoidea,  denominada  fibringlohulina  coagulable,  á  64° 
(temperatura  distante  de  la  de  56°  á  que  se  coagula  su  gene- 
rador), y  con  una  composición  elemental  que,  según  análisis 
de  Hammarsten,  aunque  difiere  poco,  no  es  completamente 
igual  á  la  del  fibrinógeno  ni  á  la  de  la  fibrina. 

Por  otra  parte,  la  composición  elemental  de  estas  dos  ma- 
terias albuminoideas  tampoco  es  idéntica ,  según  los  siguientes 
datos  de  Hammarsten,  referidos  á  100  partes: 

C  H  N  S  O 


Fibrinógeno 52,93        6,90        16,66        1,25        22,26 

Fibrina 52,68        6,83        16,91        1,10        22,48 

Relacionando  estas  diferencias  con  la  anteriormente  indi- 
cada de  la  proporción  de  cenizas ,  y  también  con  las  vistas  por 
J.  Duclaux  en  el  proceso  de  la  coagulación  de  los  coloides  di- 
sueltos, ¿no  resulta  lógico  admitir  una  sustitución  de  radicales 
orgánicos  por  radicales  metálicos  en  el  tránsito  del  fibrinógeno 
á  la  fibrina  ?  Y  si  esta  sustitución  es  la  que  produce  la  materia 
constitutiva  de  los  elementos  organizados,  resulta  que  la  san- 
gre se  coagula  á  consecuencia  de  la  transformación  química 
correlativa  á  un  verdadero  proceso  fisiológico;  pero  desarro- 
llado en  este  caso  en  condiciones  anormales,  de  igual  manera 
que  el  aumento  de  la  destrucción  intraorgánica  de  los  eritro- 
citos produce  el  infarto  del  hígado,  por  desempeñar  esta  glán- 
dula en  estado  normal  el  papel  de  catabolizar  la  hemoglobina. 

* 
*  * 


(1)     Archiv.  de  PJiysiolog.,  1895,  pág.  552. 

Kev.  Acad.  Ciencias.— III.— Agosto,  1905.  12 


—  158  — 

Podría  tratarse  aquí  de  la  acción  anticoagulante  de  las  al- 
bumosas,  del  suero  sanguíneo  de  la  anguila,  de  los  extractos 
de  tejidos  y  del  extracto  de  sanguijuela;  pero  las  acciones  de 
todas  estas  substancias,  cuyos  efectos,  en  general,  son  mucho 
más  notables  Í7i  vivo  que  iti  vitro ,  se  refieren  hoy  al  descono- 
cido proceso  de  la  formación  de  los  anticuerpos  que  neutrali- 
zan el  poder  coagulante  del  fibrinofermento,  y  la  explicación 
de  estos  fenómenos  negativos  queda  reducida  á  suponer  la 
anulación  del  poder  catalizador  de  la  zimasa,  que  determina  la 
producción  del  coágulo  de  fibrina  á  expensas  del  fibrinógeno 
con  el  concurso  de  sales  minerales. 


CONCLUSIONES 

1.^  La  coagulación  de  la  sangre  es  un  fenómeno  físico- 
químico  como  el  de  la  coagulación  de  los  coloides  disueltos. 

2.^  El  zimógeno  exudado  por  las  plaquetas  es  el  que,  unido 
á  la  cal,  forma  el  catalizador  que  determina  la  producción  de 
la  fibrina  á  expensas  del  fibrinógeno  y  de  las  sales  disueltas 
en  el  plasma. 

3.*  La  coagulación  de  un  coloide  disuelto  es  consecuencia 
de  un  cambio  de  composición,  en  el  que  son  sustituidos  algu- 
nos de  sus  radicales. 

4/  La  producción  de  la  fibrina  es  consecuencia  de  un  in- 
greso de  radicales  metálicos  en  el  fibrinógeno,  en  igual  forma 
que  se  produce  la  materia  organizada. 

5.^  La  coagulación  de  la  sangre  puede  conceptuarse  mo- 
mento inicial  de  un  proceso  bioquímico,  cuyos  momentos  ulte- 
riores se  van  sucediendo  desde  el  de  la  formación  de  la  mate- 
ria de  los  tejidos  blandos,  hasta  la  formación  del  cartilagíneo, 
del  óseo  y,  finalmente,  del  dentario. 


—  159  — 


VIH. — Cefalópodos  de  las  costas  mediterráneas  espa- 
ñolas, particularmente  de  las  de  Cataluña  y  Ba- 
leares. 

Por  Luis  Lozano  y  Rey. 

Como  introducción  á  mi  trabajo  me  ha  parecido  racional 
comenzar  por  hacer  la  enumeración  de  las  especies  de  Cefaló- 
podos dibranquiales  que  hasta  hoy  se  han  citado  como  exis- 
tentes en  el  Mediterráneo  español. 

Este  primer  paso  en  mi  labor  lo  ha  facilitado  en  absoluto  la 
extensísima  y  minuciosa  bibliografía  (1)  hecha  por  mi  sabio 
Profesor  Sr.  Hidalgo,  en  la  que  están  recopilados  todos  cuan- 
tos trabajos  se  han  hecho  sobre  moluscos  de  España ,  Portugal 
y  Baleares,  y  en  la  que  encontrará  imprescindibles  y  sólidos 
cimientos  en  que  sustentar  sus  trabajos  todo  aquel  que  desee 
continuar  la  obra  de  la  Malacología  española  que  tan  intere- 
sante es,  dada  la  excepcional  posición  geográfica  de  nuestro 
país. 

Copio  de  dicha  bibliografía  todo  lo  que  se  refiere  á  los  Cefa- 
lópodos de  las  costas  mediterráneas  de  nuestro  país. 

Las  especies  citadas  hasta  ahora  son: 

1.  Argonauta  Argo  L. 

2.  Tremoctopus  violaceus  Delle  Chiaje. 

3.  Octopus  vulgaris  Lamk. 

4.  »        macropus  Risso. 

5.  Eledone  moschata  Lamk. 

6.  »        cirrhosa  Lamk. 

7.  Sepia  officinalis  L. 

8.  »     elegans  D'Orb. 


(1)  Esta  bibliografía  forma  parte  de  las  Obras  malacológicas 
del  Profesor  Hidalgo  publicadas  por  la  Real  Academia  de  Cien- 
cias Exactas,  Físicas  y  Naturales,  en  los  capítulos  XIV  y  XV  de 
la  parte  II ,  desde  la  pág.  273  hasta  la  1.025. 


—  160  - 

9.  Lóligo  vulgaris  Lamk. 

10.  Teuthis  media  L. 

11.  Loligo  sagitta. 

12.  Spirula  Peronii  Lamlc. 

Ahora  bien,  teniendo  en  cuenta  que  las  especies  de  Cefaló- 
podos que  pueblan  el  Mediterráneo  pasan  de  cincuenta,  que 
en  este  mar  las  condiciones  de  vida  no  varían  mucho,  que  se 
trata  de  animales  cuya  existencia  no  necesita  un  fondo  marino 
muy  especial,  por  lo  que  se  encuentran  umversalmente  re- 
partidos, y  que  buena  parte  de  ellos  son  pelágicos,  con  lo  que 
se  facilita  su  dispersión ,  se  puede  afirmar  que  doce  especies 
de  Cefalópodos  mediterráneos  constituyen  un  número  que  por 
lo  reducido  dista  mucho  de  ser  el  verdadero. 

En  este  concepto,  me  decidí  á  emprender  estos  estudios, 
que  ha  coronado  el  éxito,  pues  he  duplicado  el  número  de  las 
especies  conocidas  hasta  aquí,  habiendo  procurado  al  hacer 
mi  trabajo  poner  en  todas  las  ocasiones  que  me  ha  sido  posi- 
ble el  producto  de  la  experiencia  ante  el  objeto,  ya  que  no 
pueda  ofrecer  la  experiencia  en  el  tiempo ,  que  difícilmente  se 
puede  conciliar  tratándose  del  desarrollo  de  esta  Memoria 
hecha  para  cumplir  un  deber  académico. 

Los  medios  y  materiales  de  que  he  dispuesto  para  hacer  mi 
trabajo  son:  colección  de  Cefalópodos  de  la  Universidad  de 
Barcelona,  recogidos  en  diferentes  excursiones  en  Cataluña  y 
Baleares;  colección  del  Museo  de  Historia  Natural  de  Madrid; 
colección  del  Laboratorio  de  Biología  Marítima  de  Banyuls- 
sur-Mer  (Francia);  datos  recogidos  por  De  Buen  en  sus  ex- 
cursiones particulares  y  á  bordo  del  Roland  ( barco  del  Labo- 
ratorio de  Banyuls-sur-Mer)  en  el  Mediterráneo  español;  y, 
finalmente,  datos  tomados  por  mí  durante  la  estancia  en  las 
playas  catalanas  y  mallorquínas,  y  muy  especialmente  en  los 
estudios  que  he  hecho  durante  mi  permanencia  en  el  admira- 
ble Laboratorio  francés  antes  citado,  que  cuenta  con  inestima- 
ble riqueza  de  ejemplares  y  de  libros,  todos  los  cuales  han  sido 
puestos  á  mi  disposición  por  su  ilustre  Director  Mr.  Pruvot, 
quien  me  ha  dispensado  opulenta  hospitalidad  científica  por 
mí  tan  agradecida  como  jamás  olvidada. 


-  161  - 

El  estudio  de  los  Cefalópodos  ofrece  grandes  dificultades 
para  aquellas  personas  que  viven  alejadas  del  mar  (1).  Se  trata 
de  animales  bastante  delicados  para  su  conservación,  y  que 
por  otra  parte  á  las  poblaciones  del  interior  de  nuestro  país 
sólo  llegan  los  que  se  venden  en  el  mercado  como  pesca,  y 
éstos  ya  se  sabe  que  son  poquísimos.  Para  quien  vive  en  la 
costa,  las  dificultades  disminuyen,  pero  no  del  todo,  pues  si 
bien  los  mercados  se  ven  más  surtidos  en  especies,  éstas,  de 
todos  modos,  son  las  corrientes,  las  vulgares;  en  cuanto  á  las 
otras,  las  más  raras,  precisamente  las  que  más  interesan  al  na- 
turalista, son  separadas  del  peix  bo  (2)  y  arrojadas  de  nuevo 
al  mar,  ó  cuando  más  retenidas  para  cebo  porque  constituyen 
la  parte  del  peix  dolent  (3). 

Si  apercibidos  los  pescadores,  por  amistad  ó  interés,  guar- 
dan estas  especies  más  raras,  sólo  en  conladísimas  ocasiones 
se  recogerá  algo  notable,  porque  siempre  el  pescador  de  oficio 
sale  á  recoger  determinados  animales  por  un  procedimiento 
especial  apropiado  al  género  de  vida  de  los  mismos  para  ob- 
tener un  máximo  producto,  y  claro  es  que  sólo  accidentalmen- 
te caerá  en  sus  anzuelos  ó  redes  lo  que  no  ha  ido  á  buscar. 
En  caso  favorable,  casi  siempre  se  tratará  de  especies  seden- 
tarias y  poquísimas  veces  de  especies  grandes  nadadoras  y  de 
otras  que  viven  en  grandes  profundidades,  llamadas  unas  y 
otras  comúnmente  especies  raras,  y  que  en  realidad  en  la  ma- 
yoría de  los  casos  no  lo  son  en  el  mar,  sino  en  las  colecciones 
malacológicas. 

En  corroboración  de  este  aserto  haré  observar  que  muchas 
de  las  especies  escasísimas  en  las  colecciones  son,  sin  embar- 
go, tan  abundantes  en  el  mar  que  constituyen  casi  el  exclusivo 
alimento  de  determinados  grandes  animales  marinos,  como  los 


(1)  Por  esta  circunstancia,  mi  Profesor  el  Sr.  Hidalgo  no  ha 
tratado  esa  parte  de  la  fauna  española,  y  me  anima  también  á  qae 
me  ocupe  después  de  los  Opistobranquios ,  ayudándome  con  sus 
consejos  y  facilitándome  la  consulta  de  su  magnífica  biblioteca. 

(2)  Pez  bueno  que  tiene  valor  en  el  mercado. 

(3)  Pescado  malo. 


—  162  — 

cachalotes  y  delfines,  que  á  veces  se  convierten  en  verdaderos 
museos  ambulantes  de  curiosidades  teutológicas ,  como  el  del- 
fín, dentro  del  cual  Joubin  encontró  una  verdadera  colección 
de  Cefalópodos  á  cual  más  interesantes,  alguno  de  ellos  nuevo 
como  el  Ctenopteryx  cyprinoides  Joubin.  Añadiré  también  que 
si  pocas  veces  se  da  el  caso  de  que  alguna  de  estas  especies 
caiga  en  los  artes  de  pesca  que  el  hombre  utiliza  para  otros 
fines,  es  porque  se  trata  de  animales  que  rehuyen  las  redes 
ayudados  por  su  poderosísima  vista  y  su  enorme  rapidez  de 
movimientos,  que  les  permiten  surcar  las  aguas  con  velocidad 
de  flechas.  Por  eso  los  ejemplares  obtenidos  de  esas  especies 
raras  son  generalmente  de  animales  enfermos  ó  muertos  que 
flotan  en  la  superficie  del'  mar  ó  son  depositados  en  las  playas 
por  las  corrientes  y  los  vientos;  de  suerte  que  en  tales  condi- 
ciones rara  vez  llegan  enteros,  y  no  hay  que  decir  que  estos 
ejemplares  se  presentan  más  incompletos  cuando  se  recogen 
dentro  del  tubo  digestivo  de  otros  animales,  como  por  ejemplo 
de  los  delfines. 

A  pesar  de  todas  estas  dificultades,  á  fuerza  de  perseveran- 
cia he  conseguido  reconocer  y  anotar  las  siguientes  especies: 

1.  Stenoteuthis  Bartrammi  Les. 

2.  Todarodes  sagittatus  Lamk. 

3.  Illex  Coindetii  Ver. 

4.  Todaropsis  Veranyi  Girará. 

5.  Ancistroteuthis  Lichtensteinii  Fer. 

6.  Chiroteuthis  Veranyi  D'Orb. 

7.  Histioteuthis  Ruppelli  Ver. 

8.  Sepiola  Rondeleti  Leach. 

9.  Rossia  macrosoma  Delle  Chiaje. 

10.  Sepia  officinalis  L. 

11.  Sepia  elegans  D'Orb. 

12.  Sepia  Orbignyana  Fer. 

13.  Spirula  Peronii  Lamk. 

14.  Lóligo  vulgaris  Lamk. 

15.  »     media  L. 

16.  »     Marmorse  Ver. 

17.  Argonauta  Argo  L. 


-  163  ^ 

18.  Ocythoe  tuberculata  Rafin. 

19.  Tremoctopus  violaceus  D.  Ch. 

20.  Octopus  vulgaris  Lamh, 

21.  Octopus  macropus  Risso. 

22.  »       De  Filippii  Ver. 

23.  Eledone  moschata  Lamk. 

24.  »       Aldrovandi  Rafi?i. 

25.  »       cirrhosa  Lamk. 

A  éstas  se  podría  añadir  una  especie  de  Sepiola  de  la  que 
guardo  numerosos  ejemplares,  casi  todos  machos  hectocotiliza- 
dos  y  que  no  he  podido  determinar,  porque  desde  que  vinieron 
á  mi  poder  no  he  dispuesto  de  libros  apropiados.  Pudiera  ser 
que  se  tratase  de  una  variedad  de  la  S.  Roiideleti  Leach;  pero 
á  mi  ver,  difiere  de  ella  por  varios  caracteres,  entre  ellos  el  im- 
portante de  la  hectocotilización.  Tengo  además  referencias  de 
que  existen  en  las  costas  catalanas  dos  Sccergus,  el  itnicirrhus 
y  el  tetracirrhus;  pero  esto  no  lo  puedo  afirmar  porque  no  ten- 
go ningún  dato  decisivo. 

A  este  resultado  he  llegado  relativamente  en  poco  tiempo,  y 
disponiendo  de  un  material  que  hubiera  podido  ser  más  nume- 
roso y  variado  si  se  hubiera  recogido  con  la  intención  precon- 
cebida de  verificar  su  estudio,  pues  en  lo  que  se  refiere,  por 
ejemplo,  á  la  colección  de  Cefalópodos  del  Gabinete  de  His- 
toria Natural  de  la  Universidad  de  Barcelona,  dicha  colección 
está  exclusivamente  formada  por  ejemplares  recogidos  por  De 
Buen  durante  su  permanencia  en  playas  catalanas  y  de  las  Ba- 
leares ó  en  las  pescas  que  se  verifican  en  las  excursiones  para 
instrucción  de  los  alumnos  de  Zoología  de  aquella  Uuiversidad. 

Yo  opino  que  el  estudio  de  los  Cefalópodos  de  las  costas 
españolas  mediterráneas  ha  de  dar  no  pocas  sorpresas,  aun 
dentro  de  los  estrechos  límites  á  que  puede  alcanzar  la  inicia- 
tiva particular.  Los  resultados  se  multiplicarían  disponiendo 
de  estaciones  biológicas,  hoy  realmente  imprescindibles,  donde 
se  coronaría  la  obra  haciendo  estudios  del  género  de  vida  y  de 
reproducción  tan  interesantes  en  estos  notabilísimos  animales. 

En  realidad^  sólo  el  calamar  es  objeto  de  una  pesca  espe- 
cial. Los  restantes  Cefalópodos  se  pescan  por  los  procedimien- 


—  164  - 

tos  generales,  en  unión  de  otros  animales  marinos  pertenecien- 
tes á  diferentes  grupos.  Por  ejemplo  con  el  artet,  red  que  se 
arrastra  desde  la  tierra,  se  recogen  Cefalópodos  de  la  región  li- 
toral^ que  tiene  una  extensión  algo  mayor  á  la  comprendida 
entre  los  límites  de  las  mareas  alta  y  baja.  Los  de  la  región 
costera,  que  sigue  á  la  litoral  y  alcanza  hasta  la  profundidad 
de  trescientos  metros,  que  es  donde  normalmente  termina  la 
vegetación  submarina  (Rodríguez  Femenias,  el  notable  espe- 
cialista en  algas,  ha  encontrado  algunas  á  más  profundidad), 
y  los  de  las  regiones  profundas  se  pescan  con  el  palangre  y  el 
bou:  los  Cefalópodos  pelágicos  pueden  obtenerse  con  las  redes 
flotantes  como  las  de  la  sardina  y  anchoa. 

Para  facilitar  la  comprensión  de  las  descripciones  y  la  clave, 
antepongo  los  principales  caracteres  de  clarificación  en  párra- 
fos, cada  uno  de  los  cuales  lleva  la  cita  de  una  figura  situada 
en  el  atlas  final. 

Siguen  las  descripciones  de  las  especies,  en  todas  las  cuales 
he  procurado  comprobar  la  exactitud  de  los  caracteres  que  se 
les  asignan  en  los  principales  tratados.  En  algunas  de  dichas 
descripciones  he  modificado  y  aun  aumentado  todo  lo  que  me 
ha  parecido  racional;  pero  siempre  he  tenido  cuidado  de  no 
indicar  sino  aquellos  caracteres  más  salientes. 

Al  tener  entre  mis  manos  los  ejemplares  pudiendo  cotejarlos 
con  las  descripciones  que  de  ellos  dan  los  autores ,  ha  sido  tan 
intensa  mi  satisfacción  como  profunda  mi  contrariedad,  cuan- 
do me  he  visto  privado  de  ejemplares  sobre  los  cuales  poder 
hacer  un  estudio  positivo,  como  me  ha  ocurrido  con  el  O.  de 
Filippii. 

A  las  descripciones  sigue  una  clave  que  he  hecho  general  á 
todos  los  Cefalópodos  del  Mediterráneo,  más  que  nada,  para 
dar  una  idea  de  la  posición  y  relaciones  de  los  peculiares  á 
las  costas  de  Cataluña  y  Baleares  con  los  restantes.  En  esta 
clave  se  citan  cerca  de  setenta  especies  de  Cefalópcfdos,  pero 
hay  que  tener  en  cuenta  que  algunas  de  ellas  son  sinóaimas. 

Al  final  va  el  atlas  con  las  fotografías  y  con  los  dibujos,  en 
su  mayoría  esquemáticos. 

No  he  podido  sacar  las  fotografías  con   la  corrección  que 


—  165  — 

hubiera  deseado^  por  carecer  de  local  y  aparatos  fotográficos 
apropiados.  Por  las  condiciones  especiales  de  los  que  he  usado, 
las  fotografías  de  los  animales  mayores  he  tenido  que  hacerlas 
en  placas  más  pequeñas  que  las  de  los  menores.  En  cuanto  á 
las  figuras,  he  tomado  del  natural  todas  las  que  he  podido  y 
he  copiado  de  los  tratados  de  Jatta,  D^Orbigny  y  Ferussac  y 
de  Verany  todas  aquellas  de  las  que  no  he  tenido  modelo  6 
que  interpretaban  mejor  que  yo  pudiera  hacerlo  lo  que  me  pro- 
ponía representar. 


CARACTERES   DESCRIPTIVOS 

Orientación  y  partes  principales  de  un  Cefalópodo:  p.a. 
parte  anterior;  p.p.  parte  posterior;  c.  d.  cara  dorsal;  c.  v.  cara 
ventral;  h.  brazos;  e.  embudo;  m.  manto;  c.  cabeza.  (Fig.  1.) 

Cabeza  separada  del  manto  (realmente  la  cabeza  está  unida 
al  manto,  pero  la  unión  no  se  ve  desde  fuera.)  (Fig.  2.) 

Cabeza  unida  al  manto  por  una  brida  cervical.  (Fig.  3,  b.  c.) 

El  cuello  suele  ser  corto,  pero  puede  adquirir  gran  desarro- 
llo. (Fig.  4,  c.) 

Ojos  sin  abertura  ocular,  por  estar  cubiertos  con  el  tegu- 
mento de  la  cabeza,  que  sobre  ellos  se  hace  transparente. 
(Fig.  5)  (1). 

Ojos  con  abertura  ocular,  que  están  en  contacto  directo  con 
el  medio  ambiente  porque  el  tegumento  de  la  cabeza  se  inte- 
rrumpe sobre  ellos.  (Fig.  6,  a.  o.) 

Seno  lacrimal  que  existe  en  el  borde  de  la  abertura  de  los 
ojos  de  algunos  Cefalópodos.  (Fig.  6,  s.  1.) 

Crestas  cefálicas  ó  relieves  de  diversa  forma  que  pueden 
existir  sobre  el  dorso  y  los  lados  de  la  parte  posterior  de  la 
cabeza.  (Fig.  6,  c.  c.) 

Fóvea  ó  depresión  bien  delineada  de  la  cara  ventral  de  la 


(1)  En  la  figura  5.^  no  hay  que  tomar  la  línea  cerrada  i  por 
una  abertura  ocular,  pues  no  es  sino  el  iris  que  se  ve  á  través  del 
tegumento  cefálico. 


—  166  - 

cabeza  y  ea  la  que  se  aloja  el  embudo  por  su  parte  libre. 
(Fig.  7,  f) 

Foveola  ó  parte  anterior  modificada  de  la  fóvea  y  en  la  que 
se  ven  pliegues,  (Fig.  8,  f.  1.) 

Posición  de  la  boca.  (Fig.  9.) 

Membranas  bucal  [m.  h.)  y  labial  externa  (m.  1.  e.)  é  interna 
{m.l.i.)  que  rodean  al  bulbo  bucal.  (Fig.  10.) 

Bridas  con  que  la  membrana  bucal  se  une  á  la  base  de  los 
brazos.  (Fig.  10,  h.) 

Pico  formado  por  dos  mandíbulas  córneas  {m.  s.  y  m.  i.)  que 
recuerdan  las  piezas  del  pico  de  un  loro,  y  bulbo  bucal  (&.  h.) 
que  es  la  masa  musculosa  constitutiva  de  la  boca.  (Fig.  11.) 

La  rádula  es  un  órgano'  masticador,  de  consistencia  córnea, 
constituido  por  una  lámina  provista  de  dientes  dispuestos  en 
series,  una  central  (c),  dos  laterales  {1.)  y  dos  marginales 
(m.).  En  este  caso  tenemos  cinco  series  de  dientes  de  tres 
formas;  pero  á  veces  existen  dos  series  más,  una  á  cada  lado, 
que  por  estar  constituidas  por  dientes  iguales  en  forma  á  los 
de  las  series  laterales  ó  á  los  de  las  marginales,  las  duplican. 
En  la  figura  se  representan  los  tres  tipos  principales  de  rádula 
y  sus  fórmulas  correspondientes;  en  ella  se  ve  también  cómo 
se  destacan  por  su  forma  los  dientes  marginales  de  los  centra- 
les y  laterales,  que  son  más  semejantes  entre  sí. 

A  veces,  sobre  cada  uno  de  los  dos  bordes  laterales  de  la 
rádula,  hay  una  serie  de  disquitos  redondos  [d),  á  modo  de 
piedrecitas,  que  no  se  representan  en  la  fórmula  de  la  rádula. 
(Fig.  12.) 

En  algunas  especies  de  Cefalópodos,  sobre  todo  en  las  na- 
dadoras, existen  cavidades  llenas  de  agua  que  constituyen  lo 
que  se  llama  el  aparato  acuífero  y  que  comunican  con  el  exte- 
rior por  medio  de  agujeritos.  Estas  aberturas  acuíferas  difieren 
por  su  posición.  La  figura  13  representa  las  aberturas  acuífe- 
ras cefálicas  dorsales  {a.  d.)  propias  de  los  Filonéxidos,  en  nú- 
mero de  dos ,  y  que  dan  paso  á  dos  anchas  cavidades  que  co- 
munican entre  sí  por  un  agujerito. 

Aberturas  acuíferas  cefálicas  ventrales  (a.  v.)  6  anales,  pro- 
pias de  los  Oníquidos,  Ommastrefinos  y  Filonéxidos;  las  caví- 


—  167  - 

dades  á  que  dan  paso  estas  aberturas  son  pequeñas  en  los  Om- 
mastrefinos  y  grandes  en  los  otros.  (Fig.  14.) 

Aberturas  acuíferas  oculares  {a.  o.),  propias  de  los  Miópsidos. 
Son  agujeritos  apenas  visibles  que  comunican  con  la  cavidad 
orbitaria.  (Fig.  15.) 

Aberturas  acuíferas  braquiales  {a.  &.),  exclusivas  de  los  De- 
cápodos. Son  dos,  situadas  entre  el  3.°  y  4.°  par  de  brazos;  dan 
paso  á  dos  cavidades  que  se  comunican  por  un  agujerito  y  en 
las  que  á  veces  pueden  alojarse  los  brazos  tentaculares.  (Figu- 
ra 16).  En  los  Lolígidos,  Sepiáridos,  Oníquidos,  gen.  Histioteu- 
this  y  Ommastréfinos  hay  unas  aberturas  acuíferas  bucales  en 
comunicación  con  una  ó  varias  cavidades  que  rodean  la  boca. 

Brazos  sentados  {b.  s.)  son  las  ocho  prolongaciones  alarga- 
das de  la  cabeza  de  los  Octópodos,  y  las  ocho  más  cortas  y  se- 
mejantes entre  sí  de  las  diez  que  existen  en  los  Decápodos. 
Tienen  la  cara  ventral  provista  de  ventosas  ó  de  ganchos. 
Tanto  en  los  Octópodos  como  en  los  Decápodos,  estos  brazos 
se  distribuyen  por  pares,  como  se  indica  en  la  figura,  desig- 
nándolos por  números,  teniendo  en  cuenta  que  el  orden  de  su- 
cesión en  que  están  colocados  estos  números  expresa  el  de  mag- 
nitud, de  mayor  á  menor,  de  los  brazos  que  representan.  (Fi- 
gura 9)  (1). 

Regiones  que  se  consideran  en  un  brazo  sentado.  (Fig.  17.) 

Los  brazos  sentados  presentan  algunas  veces  una  cresta  na- 
tatoria dorsal  (c.  ?i.  d.)  más  ó  menos  desarrollada.  En  ocasiones 
el  área  ventral  del  brazo,  sobre  la  que  están  insertas  las  ven- 
tosas, se  extiende  por  cada  lado  en  una  expansión  membra- 
nosa que  las  protege  (e.  m.).  Estas  membranas  pueden  estar  re- 
forzadas por  cordones  musculares  (c.  m.)  que  parten  de  la  base 
de  las  ventosas ,  y  adquirir  enorme  desarrollo  como  el  repre- 
sentado en  la  figura  18. 

Los  brazos  tentaculares  (h.  t.)  son  exclusivos  de  los  Decápo- 
dos; se  implantan  entre  los  brazos  del  H."  y  4.°  par.  Se  dife- 


(1)  Así,  por  ejemplo,  la  fórmula  3.2.4.1.  indica  que  el  3.^^  par  de 
brazos  es  mayor  que  el  2.°,  el  2.^*  mayor  que  el  4.''  y  el  4.°  mayor 
que  el  1.° 


-^  168  - 

rencian,  principalmente,  de  los  sentados  en  que  son  dos,  más 
largos,  con  ventosas  <5  ganchos  sólo  en  la  extremidad^  que 
suele  estar  ensanchada  formando  una  especie  de  maza  (tn.),  y 
en  que  algunos  de  ellos  pueden  retraerse,  hasta  desaparecer, 
dentro  de  una  cavidad  situada  en  su  base.  La  parte  del  brazo 
tentacular  comprendida  entre  la  base  del  mismo  y  el  principio 
de  la  maza  se  llama  funículo  (/".).  Existen  también  membranas 
protectoras  de  las  ventosas  y  una  cresta  natatoria  más  ó  menos 
extensa.  Las  ventosas  ó  los  ganchos  están  sólo  en  la  cara  in- 
terna de  la  maza,  cuya  cara  mira  al  eje  del  animal  cuando  los 
brazos  están  completamente  extendidos  en  sentido  longitudinal 
y  sin  haber  sufrido  la  menor  torsión.  (Fig.  9.) 

Las  ventosas  son  órganos  de  adhesión  situados  en  la  cara 
ventral  de  los  brazos  sentados  y  en  la  de  las  mazas  de  los  bra- 
zos tentaculares.  Son  unas  especies  de  capsulitas  que  pueden 
adherirse  á  los  objetos  por  absorción,  para  lo  cual  aplican  so- 
bre ellos  su  borde  libre,  y  luego  producen  un  vacío  imperfecto 
dilatando  su  cavidad  interna.  Las  ventosas  de  los  Octópodos 
son  carnosas,  sentadas  y  más  ó  menos  cilindricas  ó  discoida- 
les. (Fig.  19.) 

Las  ventosas  de  los  Decápodos  son  hemisféricas,  globosas^ 
etcétera,  etc.;  están  sostenidas  por  un  pedicelo  (p.),  más  órne- 
nos largo,  que  se  implanta  en  un  tubérculo  ó  en  un  cordón 
elevado  (c.  e.)  del  brazo  y  tienen  en  la  parte  interna  de  su 
abertura  un  círculo  córneo,  que  puede  presentar  su  borde  li- 
bre, dentado  en  toda  su  extensión  ó  en  parte  (d.)  de  ella,  y  tam- 
bién puede  ser  liso.  La  abertura  de  estas  ventosas  puede  ser 
circular  ó  tener  otras  formas;  puede  ser  paralela  ú  oblicua,  con 
respecto  á  la  cara  del  brazo  en  que  se  sustentan,  y  el  borde  de 
ella  está  provisto  de  un  círculo  carnoso  (c.  c.)  que  proteje  al 
córneo  y  facilita,  además,  la  adherencia.  (Fig.  20,  48  y  51  B.) 

Los  ganchos  que  presentan  algunos  Cefalópodos,  y  que  sus- 
tituyen á  las  ventosas,  no  son  más  que  transformaciones  de 
ellas;  el  círculo  córneo  se  transforma  en  una  uña  (u.)  protegida 
por  la  parte  carnosa  (y.  ^í.)  que  forma  lo  que  se  llama  la  vaina 
de  la  uña.  (Fig.  21.) 

Se  llama  aparato  de  conexión  (aparatus  conexivius,  Steens- 


—  169  — 

trup)  á  un  conjunto  de  ventosas  {v.)  y  botones  (6.)  que  forman 
una  serie  en  la  base  de  la  maza  de  los  brazos  tentaculares  de 
algunos  Cefalópodos,  de  tal  modo  dispuestos,  botones  y  vento- 
sas, que  al  aplicarse  las  mazas  por  su  cara  interna  pueden 
adherirse  fuertemente  porque  cada  botón  encuentra  una  ven- 
tosa en  que  ajustarse.  (Fig.  22.) 

Disco  de  adhesión  [d.  a.)  es  un  aparato  que  se  diferencia  del 
anterior  en  que  las  ventosas  y  botones  de  cada  brazo,  que  se 
corresponden  con  botones  y  ventosas  del  otro,  no  están  en  una 
serie,  sino  apelotonadas  sobre  una  superficie  discoidal.  (Fig.  23.) 

El  embudo  ó  tubo  locomotor  es  un  órgano  más  ó  menos  có- 
nico situado  en  la  cara  ventral  de  la  cabeza,  que  asoma  por  la 
abertura  del  manto  y  que  está  destinado  á  dar  salida  al  agua 
de  la  cavidad  branquial.  El  animal  puede  trasladarse  de  un 
punto  á  otro  mediante  la  rápida  expulsión  de  este  agua.  (Fi- 
gura 9,  e.). 

Se  consideran  en  el  embudo  la  parte  libre  (p.  L),  la  basal 
(p.  b.),  la  abertura  superior  {a.  s.)  y  el  borde  libre  (b.  1.)  de  la 
abertura  posterior.  (Fig.  24  y  25.) 

El  embudo  se  continúa  lateralmente  con  el  músculo  coilar 
(m.  c).  Este  tiene  su  borde  anterior  adherido  á  la  cabeza  y  el 
posterior  libre;  en  su  parte  media  dorsal  se  ve  el  cartílago  nu- 
cal  (c.  71.),  que  varía  de  forma  en  las  diferentes  especies.  (Fi- 
gura 2.) 

Los  Cefalópodos  pueden  cerrar  á  voluntad  la  cavidad  bran- 
quial del  manto  adhiriendo  la  cara  externa  de  la  parte  basal 
del  embudo  á  la  interna  del  manto,  fortificándose  esta  adhe- 
rencia á  favor  y  mediante  dos  prominencias  en  forma  de  bo- 
tones (&.)  que  encajan  en  otras  dos  cavidades  ó  cicatrices  (c.)  á 
manera  de  ojales.  En  unos  Cefalópodos  los  botones  están  si- 
tuados uno  á  cada  lado  de  la  parte  basal  del  embudo,  y  los 
ojales  enfrente,  sobre  el  manto;  en  otros,  los  botones  están  so- 
bre el  manto  y  los  ojales  sobre  el  embudo.  Ojales  y  botones 
constituyen  lo  que  se  llama  el  aparato  de  resistencia,  que  pue- 
de ser  variable  en  forma,  dividiéndose  en  sencillo  (fig.  24)  y 
complicado  (Fig.  25). 

La  lengüeta  ó  válvula  del  embudo  es  una  membranita  más 


_  170  — 

ó  menos  triangular  6  redondeada  inserta  en  la  cara  interna 
dorsal  del  embudo,  cerca  de  la  abertura  superior  de  éste,  y  á 
veces  visible  desde  fuera.  (Fig.  27,  /.) 

La  superficie  interna  del  embudo  está  lubrificada  por  un  lí- 
quido segregado  por  unas  glándulas  que  forman  lo  que  Jatta 
llama  el  órgano  del  embudo,  denominándose  también  órgano 
de  Verrill  (Hoyle)  y  órgano  de  MuUer  (Brock).  Jatta  indica 
cinco  disposiciones  principales  del  órgano  del  embudo,  repre- 
sentadas por  los  siguientes  cinco  esquemas  en  los  que  se  su- 
pone el  embudo  abierto  por  la  línea  media  ventral  y  extendido 
sobre  el  plano  del  dibujo: 

1.^  Dos  piezas  dorsales  {d.)  y  dos  ventrales  (y.),  que  pa- 
recen laterales  por  estar  el  embudo  abierto  y  extendido.  (Fi- 
gura 26.) 

2.^  Una  pieza  dorsal  {d.)  (formada  de  dos  dorsales  solda- 
das) y  dos  ventrales.  (Fig.  27.) 

3.°  Dos  piezas  dorso- ventrales  [d.  v.),  producidas  por  la 
soldadura  de  cada  pieza  dorsal  con  la  ventral  contigua.  (Fi- 
gura 28.) 

4.°  Una  sola  pieza  {v.  d)  constituida  por  la  soldadura  de 
las  dorsales  entre  sí  y  de  éstas  con  las  ventrales.  (Fig.  31.) 

5.°     Numerosas  piezas  longitudinales.  (Fig.  29.) 

El  órgano  del  embudo  constituye  un  buen  carácter  de  cla- 
sificación, aplicable  tan  sólo  á  aquellos  ejemplares  que  puedan 
disecarse. 

El  manto  es  una  especie  de  bolsa  que  encierra  todos  los  ór- 
ganos excepto  la  cabeza  y  los  brazos;  sobre  él  se  insertan  las 
aletas,  cuando  existen.  Su  forma  puede  variar  como  se  ve  en 
las  figuras  2m.,  4m.,  9  mí.,  30  m  y  49  m. 

La  abertura  del  manto  puede  no  ser  sinuosa  ó  presentar  un 
seno  inf  undibular  (fig.  s.  i.)  bajo  el  embudo  y  dos  oculares 
(s.  o.),  uno  al  lado  de  cada  ojo.  (Fig.  5.) 

Sobre  el  manto  de  los  Decápodos  se  insertan  membranas 
natatorias  ó  aletas  de  diferente  forma  y  extensión,  como  pue- 
de verse  en  las  figuras  3a.,  4a.,  9a.  y  49a. 

Algunos  Cefalópodos  (Decápodos)  tienen  una  concha  inter- 
na situada  inmediatamente  debajo  del  tegumento  del  dorso 


-  171  - 

del  manto.  Estas  conchas  son  unas  calizas  y  otras  córneas.  La 
concha  de  Sepia  officinalis  L.  se  toma  como  tipo  de  concha 
interna  caliza  y  se  llama  sepión.  Este  es  plurilocular,  formado 
por  la  superposición  de  capas  cada  vez  más  extensas,  la  últi- 
ma de  las  cuales  constituye  el  área  lisa  {a.  L),  que  se  diferencia 
del  área  estriada  (a.  e.)  que  forman  los  bordes  escalonados  de 
las  restantes  capas.  El  área  lisa  y  la  estriada  sólo  son  visibles 
por  la  cara  ventral  del  sepión,  pues  la  dorsal  está  cubierta  de 
una  capa  que  se  extiende  sobre  las  áreas  citadas  formándoles 
una  orla  ó  margen  quitinoso  [m.  q,),  generalmente  estrecho  en 
la  parte  anterior,  en  cuyo  extremo  forma  una  especie  de  cazo- 
leta que  suele  prolongarse  por  la  cara  dorsal  en  un  saliente 
llamado  rostro  (r).  La  figura  adjunta  indica  la  orientación  y 
partes  del  sepión  visto  por  su  cara  ventral.  (Fig.  42.) 

El  tipo  de  las  conchas  córneas  internas  llamadas  plumas  es 
el  de  las  conchas  del  Lóligo  vulgaris  Lamk.  (Calamar).  Consta 
esta  pluma  de  un  raquis  un  tanto  fuerte ,  con  dos  costillas 
laterales  (c.  ¿.)>  un  surco  central  (s.  c.)  y  dos  expansiones 
laterales  (e.  1.)  más  extensas  y  delicadas  que  el  raquis  y  reco- 
rridas por  nerviacioues.  (Fig.  34.) 

En  el  extremo  posterior  de  la  pluma  de  algunos  Cefalópo- 
dos, soldándose  por  delante  las  expansiones  laterales,  forman 
una  especie  de  cazoleta  llamada   cono  terminal.  (Fig.  36,  c.  t.) 

Ciertos  Cefalópodos  (Sepiola,  Rossia)  poseen  plumas  rudi- 
mentarias que  no  llegan  á  la  extremidad  posterior  del  manto 
por  ser  más  cortas  que  él^  mientras  las  plumas  propiamente 
dichas  y  los  sepiones  son  siempre  tan  largos  como  el  manto. 
Estas  plumas  cortas  pueden  llamarse  plumillas.  (Fig,  85.) 

El  Argonauta  Argo  hembra  posee  una  concha  externa 
como  la  representada  en  la  figura.  (Fig.  67.) 

Las  figuras  80 e.  y  62  representan  un  brazo  transformado 
de  un  órgano  sexual  copulador  que  se  llama  hectocotile  y  que 
constituye  un  buen  carácter  de  clasificación,  pues  varía  mucho 
en  las  diferentes  especies  de  Cefalópodos. 


-  172  — 


DESCRIPCIÓN  DE  LAS  ESPECIES 


Stenotenthis  Bartrammi  (Lesueur,  1821)  Verrill,  1880, 

(Figuras  18,  22,  32  y  68.) 

La  cabeza  es  casi  cilindrica ,  está  separada  del  cuello  por 
un  margen  saliente  que  se  extiende  por  el  dorso  y  los  lados 
hasta  encontrar  los  dos  extremos  del  borde  de  la  fóvea.  A 
cada  lado  de  la  cabeza  hay  tres  crestas  cefálicas  que  parten 
del  margen  saliente  y  se  unen  por  detrás.  La  foveola  está  sur- 
cada por  pliegues  que  en  el  centro  son  paralelos  al  eje  del 
animal,  haciéndose  divergentes  hacia  los  lados.  Mirando  con 
una  lente  la  foveola  del  ejemplar  de  la  figura  68  se  ven  algu- 
nos de  estos  pliegues,  y  además  una  membrana  transversa  con 
la  apariencia  de  una  arruga  que  limita  la  longitud  de  los  plie- 
gues centrales,  los  cuales  siempre  son  por  esta  causa  más 
cortos  que  los  laterales.  La  abertura  ocular  es  ancha. 

El  primer  par  de  brazos  es  el  más  corto,  el  tercero  el  más 
largo  y  el  segundo  y  cuarto  casi  iguales;  pero,  respecto  á  la 
longitud,  las  diferencias  no  son  muy  grandes.  En  cambio,  en 
cuanto  á  la  forma,  se  destacan  el  segundo  y  tercer  par  por  el 
enorme  desarrollo  que  adquiere  en  ellos  la  membrana  interna 
protectora  de  las  ventosas  que,  sobre  todo  en  el  tercer  par, 
(figura  18)  es  más  ancha  que  el  brazo  y  presenta  cordones 
(c.  un.)  que,  partiendo  de  la  base  de  las  ventosas,  la  refuerzan 
atravesándola  en  el  sentido  de  su  anchura.  Un  trozo  desgarra- 
do de  esta  membrana  se  ve  en  el  extremo  del  brazo  derecho 
del  tercer  par  (fig.  68).  En  la  misma  figura  se  ven  las  nadade- 
ras de  los  brazos  del  tercer  par  que  están  muy  desarrolladas, 
son  triangulares  y  están  implantadas  en  el  primer  tercio  de  los 
brazos.  Las  ventosas  de  estos  brazos  están  en  dos  filas,  son 
pedunculadas  y  tienen  anillo  córneo,  en  cuya  parte  más  ensan- 
chada los  dientes  son  más  largos. 

Los  brazos  tentaculares  son  cortos  y  su  última  mitad  está 
ocupada  por  la  maza,  que  es  muy  parecida  á  la  del  Illex  Coin- 


—  173  — 

detii,  sólo  que  las  ventosas  apicales  están  en  cuatro  filas  algo 
irregulares,  y  además  existe  en  la  base  de  la  maza  un  aparato 
de  conexión  constituido  por  botoncitos  y  ventosas,  dispuestos 
sobre  una  línea  y  de  tal  modo,  que  al  aplicarse  un  brazo  tenta- 
cular  sobre  el  otro  á  cada  ventosa  corresponde  un  botón  (figu- 
ra 22). 

Los  anillos  córneos  de  las  ventosas  de  estos  brazos  tienen 
dientes  que  varían  en  forma,  tamaño  y  disposición. 

La  membrana  bucal  está  unida  á  los  brazos  por  medio  de 
siete  bridas,  de  las  cuales  una  se  inserta  entre  los  del  primer 
par,  y  las  otras,  dos  á  dos,  á  la  base  de  los  otros  pares.  Estas 
bridas  producen  en  el  margen  libre  de  la  membrana  bucal  sie- 
te lóbulos.  El  bulbo  bucal  está  protegido  por  una  membrana 
labial  interna  y  otra  externa  más  delicada. 

El  embudo  se  adapta  en  la  fóvea,  y  si  en  la  figura  68  apa- 
rece separado  hacia  la  parte  ventral,  es  por  efecto  de  la  con- 
tracción producida  por  el  formol.  Es  robusto,  cónico  y  coa 
una  lengüeta  bien  desarrollada. 

El  aparato  de  resistencia  es  como  el  del  Illex. 

En  la  figura  6(S  se  ve  bien  la  forma  cilindro-cónica  del  man- 
to y  la  posición  en  el  último  tercio  y  forma  romboidal  de  las 
aletas;  sólo  hay  que  advertir  que  por  estar  aplastado  el  animal 
aparece  el  manto  más  grueso  de  lo  que  es  en  realidad,  y  que 
estando  arrugadas  las  aletas  no  se  hace  tan  patente  que  su 
diámetro  transverso  es  bastante  mayor  que  el  longitudinal. 

La  pluma  (fig.  32)  tiene  dos  costillas  marginales  bien  sa- 
lientes y  coloreadas  de  pardo ^  que  se  aproximan  una  á  la  otra 
hacia  atrás  hasta  soldarse  con  la  costilla  media,  que  es  delica- 
da. Termina  por  delante  en  un  ángulo  obtuso  redondeado,  y 
por  detrás  en  un  cono. 

El  ejemplar  de  la  figura  68  fué  recogido  al  pie  del  mismo 
Laboratorio  Aragó  flotando  sobre  las  aguas  y  muerto;  conser- 
va en  el  dorso  una  coloración  vinosa  azulada,  y  su  longitud, 
sin  contar  los  brazos  tentaculares,  es  de  80  centímetros. 

Es  pelágico. 


Eev.  Acad.  Ciencias.— IIL— Agosto,  1905.  13 


—  174  - 
Todarodes  sag^ittatus  (Lamk.)  Steenstrup,  1880. 

(Figuras  6,  8,  37,  40,  44  y  49.) 

La  cabeza  es  deprimida  y  presenta  en  correspondencia  con 
el  borde  del  manto  una  línea  saliente  que  une  los  bordes  de  la 
fóvea,  y  que,  además  de  formar  en  la  parte  dorsal  un  ángulo 
obtuso  de  vértice  posterior,  presenta  otros  tres  á  cada  lado^ 
de  cada  uno  de  los  cuales  arranca  una  cresta  cefálica  (c).  Las 
tres  crestas  de  cada  lado  están  unidas  en  su  extremo  posterior 
por  otra  transversal  menos  acentuada  (fig.  6j. 

La  longitud  relativa  de  los  brazos  es  3.  2.  1.  4.  siendo  casi 
iguales  los  del  segundo  y  tercer  par. 

En  este  último  la  membrana  natatoria  se  desarrolla  en  la 
parte  media  del  brazo  formando  una  expansión  triangular.  Las 
ventosas  de  estos  brazos  presentan  nueve  dientes  en  el  margen 
superior  del  círculo  córneo,  de  los  cuales  el  central  es  más  lar- 
go; tienen  la  abertura  oblicua  y  un  pedúnculo  corto. 

Los  brazos  tentaculares  no  llegan  á  tener  el  doble  de  la  lon- 
gitud de  los  sentados  mayores;  están  provistos  de  una  aleta 
que  se  inicia  en  la  base  y  crece  hasta  la  extremidad.  La  maza 
tentacular  ocupa  los  tres  últimos  cuartos  del  mismo  brazo, 
y  tiene  numerosas  ventosas  que  difieren  en  forma,  tamaño  y 
disposición:  primero  se  encuentran  pequeñas  ventosas  de  aber- 
tura oblicua  y  con  siete  dientes  en  su  círculo  córneo;  siguen 
cuatro  series  de  ventosas;  las  dos  series  centrales  constan  de 
ventosas  grandes  de  abertura  casi  horizontal  y  con  un  círculo 
córneo  como  el  representado  en  la  figura  40.  Las  ventosas  de 
las  dos  series  marginales  son  mucho  más  pequeñas,  en  forma 
de  pie  de  caballo  y  con  dientes  en  todo  el  margen  alternativa- 
mente largos  y  cortos  (fig.  44);  finalmente,  en  el  extremo  de  la 
maza  se  encuentran  otra  vez  ventosas  pequeñas. 

La  fóvea  tiene  foveola  (fig.  8)  que  es  elíptica,  con  el  eje 
mayor  en  la  dirección  del  eje  del  cuerpo,  y  está  surcada  en  el 
mismo  sentido  por  pliegues  longitudinales  paralelos  que  se  des- 
vanecen antes  de  alcanzar  la  membrana  de  forma  de  media 
lona  que  limita  la  foveola  por  detrás. 


—     175    -r- 

Manto  cilindro-cónico,  dominando  la  región  cónica,  trunca- 
do anteriormente  y  terminado  por  detrás  en  punta.  Las  aletas, 
que  ocupan  casi  la  mitad  de  la  longitud  del  manto,  son  en  con- 
junto de  forma  romboidal,  más  anchas  que  largas,  emargina- 
das  anteriormente  y  formando  un  ángulo  agudo  hacia  el  extre- 
mo del  manto  (fig.  49). 

La  pluma  es  parecida  á  la  del  S.  Bartrammi,  el  cono  está 
más  desarrollado  y  el  extremo  anterior  termina  en  ángulo  agu- 
do, como  si  hubiera  sufrido  dos  cortes  de  tijera  (fig.  37)  que 
interrumpieran  bruscamente  las  costillas  laterales. 

El  aparato  de  resistencia,  las  membranas  bucal  y  labia- 
les, etc.,  etc.,  son  análogas  á  las  del  S.  Bartiammi  y  el 
/.  Comdetii. 

Este  Cefalópodo  forma  parte  de  la  fauna  de  Banyuls  y  en 
la  colección  del  Laboratorio  lo  encontré  representado  por  una 
pluma. 

En  Mallorca  lo  cita  el  Archiduque  Salvador,  y  ha  sido  vis- 
to y  clasificado  en  diferentes  ocasiones  por  De  Buen.  Allí  les 
llaman  Ludas  ó  Aludas,  nombre  que  también  aplican  á  todos 
los  Cefalópodos  análogos  que  adquieren  gran  tamaño. 

Pelágico,  se  le  captura  en  la  región  costera  en  fango  ó  en 
arena. 


lUex  Coindetii  (  Verany,  1837)  Steensteup,  1880. 

(Figuras  7, 10,  17,  20,  25,  33,  38,  47,  48,  51,  55  y  69.) 

La  cabeza  es  deprimida,  algo  redondeada  por  encima,  las 
aberturas  oculares  transversas  y  con  un  seno  lacrimal  tan  pro- 
fundo que  las  da  forma  triangular.  Hay  un  cordón  saliente  que 
separa  la  cabeza  del  cuello  por  el  dorso  y  los  lados ,  bien  pa- 
tente en  la  figura. 69  B.,  en  la  que  se  ve  cómo  dicho  cordón  for. 
ma  un  ángulo  obtuso  de  vértice  posterior  bien  pronunciado  y 
cómo  nacen  de  él  las  crestas  cefálicas,  en  número  de  tres  á 
cada  lado  (fig.  38).  La  fóvea  no  tiene  pliegues  (fig.  7)  y  es 
redondeada. 

La  longitud  relativa  délos  brazos  es  3.  2.  4,  1.  Los  del  ter- 


-  17o  — 

cer  par  tienen  una  mediana  membrana  natatoria  dorsal  situada 
sobre  la  parte  media  del  brazo;  pero  que  no  alcanza  ni  á  la  base 
ni  al  ápice  del  mismo.  Sobre  todos  los  brazos,  las  ventosas  es- 
tán en  dos  filas,  tienen  la  abertura  oblicua  y  sus  pedúnculos 
nacen  sobre  unos  relieves  en  forma  de  cordón  corto  que  termi- 
nan en  los  bordes  de  la  membrana  protectora  de  las  ventosas, 
como  se  ve  en  las  figuras  20,  47,  48  y  51. 

En  los  ejemplares  vistos  por  mí ,  de  los  cuales  dos  están  re- 
presentados en  la  figura  69,  he  podido  notar  que  las  ventosas, 
que  en  los  brazos  del  primer  par  decrecen  de  tamaño  gradual- 
mente, á  partir  del  primer  cuarto  de  la  longitud  de  los  mismos, 
tienen  en  los  otros  tres  pares  de  brazos  una  disposición  espe- 
cial ,  poco  visible  en  el  cuarto  par,  bastante  en  el  tercero  y  mu- 
cho en  el  segundo,  y  este  carácter  consiste  en  que  las  ventosas 
de  los  dos  tercios  básales  son  bastante  mayores  que  las  del  úl- 
timo tercio  apical ,  produciéndose  este  cambio  de  magnitud  tan 
bruscamente  que,  haciendo  abstracción  de  dos  ventosas  inter- 
medias, las  inmediatas  á  ellas,  de  los  dos  tercios  básales,  son 
de  doble  diámetro  que  las  contiguas  del  tercio  apical  (fig.  51). 
Las  ventosas  de  los  dos  tercios  básales  de  estos  brazos  son, 
como  digo,  más  grandes,  están  cortamente  pedunculadas,  tie- 
nen la  abertura  redonda  y  el  círculo  córneo  con  dientes  anchos 
redondeados,  más  visibles  6  más  desarrollados  los  de  la  parte 
superior,  cuyo  diente  del  medio  es  agudo  y  saliente  (figuras  20, 
47  y  51  A),  Las  ventosas  del  tercio  apical  son  más  pequeñas» 
pero  están  más  largamente  pedunculadas,  son,  además,  más 
altas,  su  abertura  ya  no  es  redondeada  y  sobre  la  parte  supe- 
rior de  su  círculo  córneo  se  ven  dientes  largos ,  agudos  y  sa- 
lientes, frecuentemente  en  número  de  seis  (figuras  48  y  51  B). 
Las  ventosas  más  grandes  de  los  brazos  sentados  son  mayo- 
res que  las  más  grandes  de  la  maza  tentacular. 

Los  brazos  tentaculares  son  más  cortos  que  el  cuerpo,  y  el 
último  tercio  de  ellos  está  ocupado  por  la  maza.  Esta  tiene  al 
principio  ventosas  pequeñas,  siguen  después  siete  pares  de  ven- 
tosas grandes,  de  abertura  redonda,  dispuestas  en  dos  filas 
centrales  y  á  cada  lado  de  éstas  otra  fila  de  ventositas  peque- 
ñas largamente  pedunculadas  y  con  forma  de  pie  de  caballo; 


—  177  - 

el  final  de  la  maza  está  ocupado  por  numerosas  y  pequeñísimas 
ventosas  en  ocho  filas  irregulares.  Las  ventosas  grandes  tienen 
sus  pedúnculos  insertos  en  los  senos  producidos  por  un  relieve 
en  zig-zag  que  se  extiende  en  sentido  longitudinal  entre  dichas 
ventosas.  En  el  esquema  de  la  figura  55  éste  relieve  está  repre- 
tentado  por  una  línea  (a)  que  en  los  ángulos  salientes  se  pro- 
longa en  otros  relieves  representados  por  líneas  (6)  que  se  bi- 
furcan en  el  extremo,  perdiéndose  en  el  margen  de  la  membra- 
na protectora  de  las  ventosas;  en  dicha  bifurcación  se  implan- 
tan los  pedúnculos  (p)  de  las  ventosas,  que  tienen  forma  de 
pie  de  caballo.  De  los  siete  pares  de  ventosas  grandes,  las  más 
próximas  á  la  base  de  la  maza  tienen  el  círculo  córneo  provisto 
de  anchos  y  redondos  dientes,  que  en  las  siguientes  ventosas  se 
hacen  más  pequeños  hasta  desaparecer  en  absoluto. 

Al  final  de  la  maza  hay  una  nadadera. 

El  aparato  de  resistencia  consta  de  dos  .relieves  en  forma 
de  T  invertida,  colocados  en  la  cara  interna  del  manto,  que  en- 
cajan en  dos  ojales  de  la  misma  forma  situados  enfrente,  sobre 
la  base  del  embudo,  y  cuyos  bordes  son  salientes  (fig.  25). 

Manto  alargado,  cilindro-cónico,  bruscamente  estrechado 
por  detrás,  truncado  anteriormente,  con  la  abertura  más  estre- 
cha que  la  cabeza.  Las  aletas  ocupan  el  último  tercio  y  en  con- 
junto son  romboidales,  con  el  diámetro  transverso  mayor  que 
el  longitudinal  (fig.  67). 

La  pluma  (fig.  33)  es  parecida  á  la  del  S.  Bartrammi;  pero 
tanto  las  dos  costillas  marginales  como  la  central  son  fuertes  y 
están  coloreadas  de  amarillo  castaño  intenso.  El  cono  terminal 
es  puntiagudo  y  alargado. 

El  brazo  derecho  ó  el  izquierdo  del  tercer  par  se  hectocoti- 
lizan  sufriendo  las  siguientes  transformaciones:  las  ventosas 
aparecen  más  distanciadas  entre  sí,  se  hacen  más  pequeñas;  en 
cambio,  los  cordones  sobre  que  se  insertan  se  desarrollan  ad- 
quiriendo algunos  de  ellos  la  forma  de  una  bráctea;  en  el  últi- 
mo quinto  del  brazo  las  ventosas  se  transforman  en  botoncitos 
que  se  hacen  pequeñísimos  al  final  y  que  están  sostenidos  por 
delicados  pedúnculos.  Los  brazos  del  primer  par  se  hacen  algo 
más  anchos  que  en  la  hembra;  sobre  ellos  las  ventosas  se  sepa- 


—  178   - 

ran  entre  sí  y  los  cordones  sobre  que  se  implantan  se  desarro- 
llan más. 

Se  pesca  sobre  fondos  fangosos  de  la  región  costera,  en  las 
costas  catalanas  durante  la  Cuaresma.  En  la  provincia  de  Ge- 
rona les  llaman  Cañadas  y  en  San  Carlos  de  la  Rápita  (delta 
del  Ebro)  Cananas. 

Los  representados  en  la  figura  69  pertenecen  á  la  colección 
de  la  Estación  biológica  de  Banyuls-sur-Mer.  Hay  ejemplares 
de  esta  especie  en  el  Gabinete  de  Historia  Natural  de  la  Uni- 
versidad de  Barcelona  y  en  el  Museo  de  Historia  Natural  de 
Madrid. 

Todaropsis  Verauyi  Girard. 

(Figuras  36 ,  39 ,  52 ,  53  y  70.) 

La  cabeza  es  parecida  á  la  del  I.  Coindetii,  La  fóvea  no  tie- 
ne pliegues;  pero  anteriormente  es  aguda  (figuras  39  y  70). 

Los  brazos  guardan  la  misma  proporción  relativa  de  longi- 
tud que  en  la  anterior  especie;  pero  con  relación  al  resto  del 
animal  son  bastante  más  grandes.  Las  ventosas  de  estos  brazos 
disminuyen  en  todos  ellos  gradualmente  de  tamaño  hacia  la 
base  y  hacia  la  extremidad.  Todas  las  ventosas  tienen  anillo 
córneo  con  dientes  en  el  borde  superior,  agudos  todos,  menos 
dos,  que  son  anchos  y  romos,  situados  uno  á  cada  lado,  donde 
principia  el  borde  inferior  que  es  liso  (fig.  53). 

Los  brazos  tentaculares  son  tan  largos  ó  más  que  el  cuerpo, 
sobre  el  último  cuarto  de  la  longitud  está  la  maza  que  es  pare- 
cida á  la  del  lllex  Coindetii;  pero  las  ventosas  que  en  las  dos 
series  medianas  se  destacan  por  su  grosor  son  cinco  pares;  tie- 
nen un  círculo  córneo  con  dientes  cónicos  en  todo  el  borde  y 
son  mayores  que  los  más  grandes  de  los  brazos  sentados  (figu- 
ras 52  y  70). 

El  manto  es  bastante  más  corto  que  en  el  /.  Coindetii,  forma 
también  un  estrechamiento  posterior,  pero  menos  largo.  Las 
aletas  ocupan  casi  toda  la  mitad  posterior  del  dorso  del  manto, 
tienen  en  conjunto  la  misma  forma  que  en  la  anterior  especie; 


-  179  — 

pero  su  diámetro  transverso  es  doble  que  el  longitudinal  (figu- 
ra 70). 

La  pluma  es  como  la  del  Illex  Coindetii,  pero  el  cono  termi- 
nal mucho  más  ancho  y  obtuso  (fig.  36). 

El  ejemplar  representado  en  la  figura  70  tiene  los  brazos 
del  cuarto  par  transformados  por  hectocotilización.  El  del  lado 
derecho  presenta  el  primer  quinto  basal  de  su  longitud  sin 
ventosas;  desde  aquí  hasta  la  mitad  del  brazo,  las  eminencias 
en  que  se  insertan  las  ventosas  se  transforman  en  brácteas  di- 
rigidas hacia  el  extremo  apical  del  brazo.  Lis  brácteas  básales 
son  muy  grandes,  anchas  y  con  el  borde  provisto  de  dos  ó  tres 
lóbulos  á  manera  de  dientes;  á  medida  que  se  van  acercando  al 
extremo  apical  del  brazo  estas  brácteas  se  van  reduciendo  de 
tamaño,  vaa  perdiendo  ios  dientes,  se  estrechan  más  y  más  y 
se  apoyan  las  unas  sobre  las  otras  de  manera  que  sobre  la  últi- 
ma mitad  del  brazo  toman  el  aspecto  de  los  granos  de  trigo  en 
la  espiga.  Sólo  se  ven  ventosas,  pero  muy  pequeñas,  en  algunas 
de  las  brácteas  del  centro  del  brazo.  El  brazo  izquierdo  hasta 
la  mitad  de  su  longitud  está  transformado  de  la  misma  manera 
que  su  compañero;  pero  en  el  resto  parece  estar  conformado 
como  los  otros  brazos. 

Estos  caracteres  de  la  hectocotilización  están  tomados  sobre 
un  solo  individuo. 

El  ejemplar  fotografiado  en  la  figura  70  pertenece  á  la  colec- 
ción del  Gabinete  de  Historia  Natural  de  la  Universidad  de 
Barcelona. 


Ancistroteuthis  Lichtensteini  (Ferussao,  1835)  Gray,  1849. 

(Figuras  23  y  67.) 

La  cabeza  es  algo  cilindrica,  con  una  depresión  ventral  que 
se  acentúa  frente  al  embudo,  formándose  una  especie  de  fóvea 
en  la  que  éste  se  aloja.  La  abertura  ocular,  á  causa  de  la  pro- 
fundidad de  su  seno  anterior,  adopta  una  forma  acorazonada. 
Las  crestas  cefálicas  son  numerosas;  las  tres  primeras  inme- 
diatas al  embudo  son  las  más  grandes  y  oblicuas  entre  sí  y 


-   180  - 

con  respecto  á  las  restantes,  que  son  perfectamente  paralelas 
y  equidistantes,  decreciendo  en  tamaño  hacia  el  dorso  hasta 
quedar  reducido  á  un  punto.  El  número  de  estas  últimas  debe 
variar  con  la  edad  del  animal,  pues  el  clasificado  por  mí,  sólo 
tenía  seis  al  lado  derecho  y  cinco  al  izquierdo. 

Los  brazos  del  primer  par  son  los  más  cortos  y  los  otros  tres 
pares  casi  iguales;  están  provistos  de  pequeñas  ventosas  con 
círculo  córneo  liso. 

Los  brazos  tentaculares  son  bastante  más  largos  que  el  cuer- 
po, no  retráctiles,  cilindricos,  terminados  en  una  maza  no  en- 
sanchada, separada  del  funículo  por  un  ligero  angostamiento.  En 
cada  maza  hay  dos  órganos  adhesivos  constituidos  por  ventosas 
y  botones  agrupados  y  dispuestos  de  modo  que,  puestas  en  con- 
tacto las  mazas,  á  cada  ventosa  corresponde  un  botón.  Uno  de 
estos  órganos  es  basal  y  el  otro  apical.  El  basal  tiene  forma  de 
disco  y  entre  ventosas  y  botones  reúne  veintiuno.  En  el  espacio 
comprendido  entre  los  dos  órganos  adhesivos  de  cada  maza  hay 
dos  filas  de  ganchos  en  número  de  once  pares.  Los  ganchos  de 
la  fila  interna  son  pequeños  y  difieren  poco  en  tamaño  unos  de 
otros;  los  de  la  fila  externa  son  mucho  mayores,  creciendo 
rápidamente  de  los  extremos  al  centro,  de  modo  que  el  sép- 
timo gancho  es  bastante  más  grande  que  todos  los  demás.  (Fi- 
gura 23.) 

El  manto  es  cónico  alargado,  truncado  anteriormente  y  pro- 
longado por  detrás  en  una  punta  estrecha.  La  abertura  del 
manto  se  prolonga  hacia  adelante  en  tres  ligeros  ángulos,  uno 
dorsal  y  dos  á  los  lados  del  embudo.  Las  aletas  son  de  conjunto 
romboidal,  con  el  ángulo  posterior  bastante  agudo  y  un  poco 
más  anchas  que  largas,  ocupando  más  de  la  mitad  del  manto. 
(Fig.  67.) 

La  pluma,  alargada  y  estrecha,  está  terminada  anteriormente 
en  punta  redondeada  y  posteriormente  en  un  cono  alargado  que 
se  encorva  hacia  el  dorso;  en  los  dos  últimos  tercios  se  obser- 
van las  expansiones  laterales. 

El  aparato  de  resistencia  consta  de  dos  cicatrices  alargadas» 
de  bordes  cartilaginosos  salientes  situados  en  la  base  del  embu- 
do y  de  dos  cordones  mucho  más  largos,  que  nacen  en  los  án- 


—  181  — 

gulos  laterales  de  la  abertura  del  manto  y  se  internan  en  la  ca- 
vidad paleal. 

El  ejemplar  que  me  ha  servido  de  modelo  para  hacer  la  figu- 
ra 67  pertenece  á  la  colección  del  Laboratorio  Aragó  y  fué  pes- 
cado con  la  red  de  la  anchoa.  Sus  dimensiones  son: 


Longitud  con  los  brazos  tentaculares  .     52     ceutíms. 


ae  la  caoeza 

de  los  brazos  del  1.^''  par 

z  Va 
7 

» 

!> 

T>                        »             2.°         J>     

8'/, 

» 

S 

3."      «   .... 

8  Vo 

» 

I> 

t.                »         4.°      »    

8  73 

» 

S 

del  brazo  tentacular  derecho. . 

30 

» 

» 

»                »            izquierdo. 

34'/. 

» 

» 

del  manto 

15  "s 
9  7, 

s 

> 

de  las  aletas 

» 

En  el  Museo  de  Historia  Natural  de  Madrid  hay  un  ejem- 
plar recogido  por  el  Sr.  Antón  en  Algeciras,  y  que  según  indi- 
ca el  rótulo  que  le  acompaña  es  el  O.  Lichtensteini  (1),  pero 
por  tratarse  de  un  animal  joven  y  mal  conservado  no  puedo 
afirmar  con  absoluta  certeza  que  sea  tal  especie,  aunque  real- 
mente lo  parece. 


Chiroteuthis  Veranyi  D'Orb. 

(Figura  60.) 

El  manto  es  cónico  alargado,  prolongado  por  su  parte  dorsal 
y  sobre  la  cabeza  en  un  corto  y  poco  pronunciado  ángulo;  la 
mitad  anterior  es  bastante  más  ancha  que  la  posterior,  sobre 
cuyo  dorso  están  insertas  dos  nadaderas  unidas  en  la  línea  me- 
dia, de  conjunto  circular  algo  cordiforme. 

La  cabeza  es  grande,  más  ancha  que  la  abertura  del  manto, 
con  dos  ojos  muy  v^oluminosos. 


(1)     El  Onichoteuthis  Lichtensteini  es  el  Ancistroteuthis  Lich- 
tensteini. 


—  182  — 

Es  notable  el  gran  desarrollo  que  adquieren  los  brazos  del 
cuarto  par,  con  relación  á  los  otros,  los  cuales  decrecen  en  lon- 
gitud y  grosor  hacia  los  del  primer  par,  que  son  los  más  delga- 
dos, y  cuya  longitud  es,  sobre  poco  más  ó  menos,  un  tercio  de 
la  de  los  del  cuarto  par.  Estos  dos  brazos  se  extienden  en  una 
membrana,  formándose  una  especie  de  canal  ancho  interno.  Los 
otros  brazos  tienen  numerosas  ventosas  en  dos  filas,  globulares, 
con  abertura  redonda  algo  lateral  y  sostenidas  por  un  corto  y 
delgado  pedicelo  que  se  implanta  en  un  tuberculito  que  le  sirve 
de  base. 

Los  brazos  tentaculares  son  extremadamente  largos  y  delga- 
dos, cilindricos,  con  ventosas  sentadas  de  trecho  en  trecho; 
terminan  en  una  maza  lanceolada  ancha,  y  festoneada  con  cua- 
tro series  de  ventosas  de  abertura  estrecha  y  provistas  de  un 
delgado  pedúnculo  inserto  en  la  extremidad  ensanchada  de  otro 
que  es  más  grueso  y  largo,  y  que  es  el  que  directamente  se 
apoya  en  la  maza.  Estos  caracteres  que  se  refieren  á  la  maza 
no  los  he  podido  comprobar,  pues  los  brazos  tentaculares  faltan 
casi  por  completo  en  el  ejemplar  por  mí  estudiado. 

La  lámina  dorsal  es  de  consistencia  córnea,  aquillada,  larga 
y  terminada  en  una  espátula  lanceolada  anterior  y  otra  poste- 
rior, siendo  estrecha  en  la  región  media.  Yo  no  la  he  visto. 

Hay  un  ejemplar  de  esta  especie  en  la  colección  del  Labora- 
torio Aragó.  Fué  recogido  muerto,  por  lo  que  no  es  extraño 
que  esté  deformado  é  incompleto,  presentando  tan  sólo  restos 
de  los  brazos  tentaculares  y  faltando  en  absoluto  el  primer  par 
de  brazos ,  el  derecho  del  segundo  par  y  el  ojo  izquierdo.  Sus 
bellas  coloraciones  las  ha  perdido  en  el  formol. 

Es  traslúcido. 


Histioteuthis  Ruppelli  (Yerany,  1851). 

(Figura  59.) 

La  cabeza,  tan  grande  como  el  manto,  está  provista  de  dos 
ojos  muy  gruesos  y  poco  salientes.  La  abertura  ocular  es  muy 


—  183  — 

grande,  redonda  y  sin  seno  lacrimal.  Hay  un  cordón  saliente 
posterior  y  dos  crestas  cefálicas  pequeñitas  á  cada  lado. 

Los  brazos  sentados  son  robustos,  más  del  doble  de  largos 
que  el  manto.  Los  tres  primeros  pares  de  brazos  están  enlaza- 
dos por  una  extensísima  membrana  umbelar:  los  dos  inferiores 
quedan  libres,  formando  grupo  aparte  y  están  unidos  en  su  base 
por  una  membrana  corta  que  se  suelda  en  sentido  lineal  á  la 
membrana  que  une  los  brazos  del  tercer  par. 

El  manto  es  cónico,  bursiforme,  terminado  por  detrás  en 
punta  redondeada:  sobre  su  mitad  posterior  están  las  aletas,  que 
son  redondeadas  en  conjunto,  y  que  se  extienden  un  poco  más 
allá  del  extremo  posterior  del  manto. 

El  ejemplar  que  he  estudiado  y  que  forma  parte  de  la  colec- 
ción del  Laboratorio  Aragó,  fué  recogido  flotando  sobre  las 
aguas.  Está  conservado  en  formol  y  le  faltan  los  brazos  tenta- 
culares,  los  sentados  ventrales  y  casi  toda  la  región  ventral, 
partes  que  sin  duda  fueron  devoradas.  La  coloración  es  vino- 
sa, sucia,  distribuida  en  manchas  de  diversa  intensidad  desde 
la  clara  hasta  la  muy  obscura.  Este  ejemplar  tendrá,  aproxima- 
damente, de  longitud  total  unos  cincuenta  centímetros,  contando 
desde  el  ápice  de  los  brazos  sentados  más  largos  hasta  el  extre- 
mo posterior  del  manto. 


Sepiola  Rondeleti  Leach. 

(  Figuras  101,  3,  46 ,  66  y  71  AB.) 

La  cabeza  es  deprimida  y  un  poco  más  estrecha  que  la 
abertura  del  manto.  Los  ojos  están  cubiertos  por  el  tegu- 
mento de  la  cabeza  que  sobre  ellos  se  hace  transparente  en 
una  zona  ovalada,  y  forma,  replegándose  hacia  adentro,  una 
especie  de  párpado  inferior. 

Los  brazos  sentados  del  primer  par  son  los  más  cortos ,  si- 
guen en  longitud  los  del  cuarto,  y  después  los  del  segundo  y 
tercero,  que  son  casi  iguales.  Todos  tienen  dos  filas  de  vento- 
sas globulares  de  abertura  redonda,  oblicua,  más  bien  pe- 
queña; pero  carecen  de  membranas  protectoras  de  las  vento- 


-   184  — 

sas  y  de  aleta  dorsal,  excepto  los  del  tercer  par,  que  la  tie- 
nen, aunque  muy  poco  aparente. 

Los  brazos  tentaculares  son  algo  más  largos  que  el  cuerpo, 
y  terminan  en  una  maza  lanzeolada,  no  muy  aparente,  ar- 
queada hacia  el  lado  interno,  con  una  aleta  dorsal  algo  más 
larga  que  ella,  pero  muy  estrecha  y  con  numerosísimas  y  di- 
minutas ventosas,  casi  iguales  en  tamaño  y  dispuestas  sobre 
la  cara  ventral. 

La  membrana  braquial  está  poco  desarrollada,  es  mayor  en- 
tre los  brazos  del  tercero  y  cuarto  par,  y  casi  nula  entre  los  del 
cuarto;  pero  según  he  podido  ver  existe  entre  todos  los  brazos. 

La  membrana  bucal  no  está  muy  desarrollada,  tiene  siete 
bridas  que  la  unen  á  la  base  de  los  brazos;  pero  se  bifurca  la 
que  corresponde  á  los  brazos  del  primer  par.  La  membrana 
labial  externa  es  lisa  y  delicada;  la  interna  presenta  una  co- 
rona de  tubérculos. 

El  embudo  es  cilindro-cónico  alargado  en  su  parte  libre, 
y  ensanchado  en  su  parte  basal;  presenta  el  margen  posterior 
formando  un  ancho  seno,  á  cuyos  dos  lados  están  las  cicatri- 
ces {ci.)  del  aparato  de  resistencia,  que  son  alargadas,  de 
bordes  salientes  y  que  se  corresponden  con  dos  crestas  {cr). 
lineales,  situadas  sobre  el  manto;  pero  aún  más  largas  que  las 
cicatrices,  pues  empiezan  casi  en  el  borde  anterior  del  manto 
y  se  prolongan  hasta  la  mitad  de  la  longitud  del  mismo  (figu- 
ra 46). 

El  órgano  del  embudo  consta  de  una  pieza  dorsal  triangu- 
lar, profundamente  emarginada  por  detrás,  y  de  dos  ventrales 
piriformes  alargadas  con  la  parte  ancha  hacia  atrás. 

El  manto  está  soldado  á  la  cabeza  por  una  brida  dorsal  (6.  c), 
más  bien  estrecha  que  ancha;  es  bursiforme,  redondeado  por 
detrás,  truncado  por  delante  y  con  un  ligero  seno  delante  del 
embudo.  En  el  segundo  tercio  de  la  longitud  del  manto  están 
insertas  las  aletas,  que  son  dorso-laterales,  redondeadas  y 
emarginadas  profundamente  en  la  inserción  anterior  (fig.  3). 
La  plumilla  ocupa  el  primer  tercio  de  la  longitud  del  manto  y 
es  lineal,  terminada  en  punta  de  lanza. 

Los  machos  sufren  grandes  transformaciones  en  los  brazos 


-  185  - 

por  la  hectocotilización.  El  brazo  izquierdo,  desde  cerca  de  la 
base  hasta  la  mitad  de  su  longitud,  se  ensancha  mucho  y  se 
ahueca  por  la  cara  ventral,  quedando  un  ancho  campo  entre 
las  dos  filas  de  ventosas  que  se  retiran  á  los  bordes,  creciendo 
irregularmente  de  tamaño,  sobre  todo  las  del  borde  interno, 
que  son  mayores.  En  la  base  de  la  zona  modificada  se  forma 
una  especie  de  bolsa  por  la  existencia  de  una  gruesa  forma- 
ción membranosa  de  bordes  muy  irregulares  y  sinuosos.  El 
resto  del  brazo  no  se  modifica,  ni  tampoco  su  compañero  de 
la  derecha.  Las  ventosas  de  los  brazos  del  segundo  par  son 
más  gruesas  que  en  la  hembra;  pero,  sobre  todo,  se  hacen  enor- 
mes dos  ó  tres  de  las  situadas  en  el  margen  contiguo  á  los 
brazos  del  tercer  par.  Estos  brazos,  en  su  primera  mitad,  en- 
gruesan considerablemente  y  se  encorvan  hacia  la  boca,  per- 
diendo las  ventosas  que  subsisten,  pero  algo  engrosadas  en  la 
otra  mitad.  Las  ventosas  de  los  brazos  del  cuarto  par  engrue- 
san algo  (figuras  66  y  71  A). 

La  cópula  se  verifica  en  condiciones  tales  que  se  dificulta 
la  respiración  de  la  hembra,  que  por  esta  causa  trata  de  esca- 
par, siendo  necesario  para  que  no  lo  consiga  que  el  macho  po- 
sea las  robustas  ventosas  que  se  ven  en  sus  brazos  no  hecto- 
cotilizados. 

El  color  lo  producen  unos  cromatóforos  de  color  de  castaña, 
haciéndose  más  obscuro  sobre  una  faja  central  del  dorso  y 
sobre  los  ojos;  estos  cromatóforos  son  menos  numerosos  en  la 
cara  ventral  del  manto  de  la  cabeza  y  en  la  dorsal  de  las  ale- 
tas y  brazos.  La  cara  ventral  de  éstos  y  de  las  aletas ,  el  em- 
budo y  el  borde  anterior  del  manto  son  blancos. 

En  la  colección  del  Gabinete  de  Historia  Natural  de  la 
Universidad  de  Barcelona  hay  ejemplares  de  esta  especie,  re- 
cogidos en  Blanes  (provincia  de  Gerona),  en  Palma  de  Ma- 
llorca, Mahón,  isla  de  Cabrera  y  San  Carlos  de  la  Rápita. 

Recibe  los  nombres  vulgares  siguientes:  Morralet  (provin- 
cia de  Gerona);  Frenética  (Mahón);  Fotesa  (San  Carlos  de  la 
Rápita). 

Se  encuentra  en  la  arena  de  la  región  litoral ,  y  algunas  ve- 
ces en  la  arena  costera. 


-  186  - 


En  el  Museo  de  Historia  Natural  de  Madrid  hay  un  ejem- 
plar de  esta  especie,  recogido  por  el  Dr.  Antón,  en  Algeciras. 


Rossia  macrosoma  (Delle  Chiaje,  1828)  D'Oebignt,  1835. 

( Figuras  2,  35,  54,  56  y  72. ) 

La  cabeza  es  aplanada  y  voluminosa,  más  ancha  que  la 
abertura  del  manto;  mirada  por  arriba,  su  contorno  es  redon- 
deado. Los  ojos  están  cubiertos  por  una  delgada  membrana  y 
protegidos  inferiormente  por  un  repliegue  {p.  i.)  de  la  piel  que 
forma  un  verdadero  párpado  (fig.  56). 

Los  brazos  sentados  son  cortitos  y  gruesos,  no  tienen  nada- 
deras ni  membrana  protectora  de  las  ventosas,  las  cuales  en  la 
base  de  los  brazos  son  escasas;  se  disponen  luego  en  dos  filas 
y  finalmente  en  cuatro.  La  abertura  de  estas  ventosas  es  obli- 
cua y  está  provista  de  un  anillo  córneo  liso.  La  longitud  rela- 
tiva de  los  brazos  es  3.  4.  2.  1. 

Los  brazos  tentaculares  son  retráctiles,  tienen  algo  prismá- 
tico el  funículo  y  terminan  en  una  maza  alargada  que  presenta 
una  aleta  dorsal  y  membranas  protectoras  de  las  ventosas,  las 
cuales  difieren  poco  entre  sí,  siendo  pequeñas  y  numerosas. 

La  membrana  bucal  está  plegada  y  se  une  á  la  base  de  los 
brazos  por  seis  bridas  (fig.  54). 

El  músculo  collar  {m.  c.)  presenta  en  su  margen  libre  y 
detrás  del  cartílago  bucal  un  seno  profundo.  El  cartílago  (c.  n.) 
nucal  tiene  la  forma  de  una  hebilla  con  dos  bordes  salientes 
y  con  un  relieve  longitudinal  en  el  sentido  del  diámetro  ma- 
yor (fig.  2). 

El  embudo  es  cónico  por  su  parte  libre,  muy  ensanchado  y 
de  paredes  casi  paralelas  en  la  base.  Su  abertura  es  redonda 
y  su  borde  posterior  presenta  un  seno  entre  las  dos  cicatrices, 
que  son  alargadas,  de  bordes  salientes,  y  en  cada  una  de  las 
cuales  se  encaja  un  botón,  situado  en  el  manto,  que  empieza 
cerca  del  borde  de  éste,  siendo  prominente  y  empequeñe- 
ciendo hacia  el  interior  hasta  desaparecer. 

El  manto  es  bursiforme,  redondeado  por  detrás  y  con  el 


—  187  - 

borde  anterior  completamente  separado  de  la  cabeza  en  toda 
BU  extensión,  formando  un  ligero  ángulo  saliente  dorsal  y  un 
seno  ventral  bajo  el  embudo.  Sobre  dos  líneas  látero-dorsales, 
que  ocupan  aproximadamente  el  segundo  y  parte  del  tercer 
tercio  de  la  longitud  del  manto,  están  implantadas  las  aletas, 
que  son  semicirculares  y  que  presentan  una  escotadura  ante- 
rior (fig.  72), 

La  pluma  es  pequeña,  ocupa  sólo  parte  de  la  longitud  del 
manto  y  es  lanceolada,  redondeada  por  delante  y  aguzada  por 
detrás.  Tiene  dos  costillas  laterales,  que  se  aproximan  gra- 
dualmente hasta  reunirse  en  una,  posteriormente,  y  entre  las 
cuales  queda  un  surco.  En  la  ultima  mitad  se  ven  dos  expan- 
siones laterales  estrechas  (fig.  35). 

Se  hectocotilizan  los  dos  brazos  del  primer  par.  Estos  pre- 
sentan en  su  borde  externo  una  membrana  protectora  de  las 
ventosas,  que  se  inicia  en  el  punto  en  que  las  ventosas  básales, 
que  forman  dos  series,  empiezan  á  formar  cuatro  más  ó  menos 
irregulares;  adquiere  máximo  desarrollo  en  la  parte  media  del 
brazo  y  se  anula  en  el  tercio  final  del  mismo.  Las  ventosas 
son  más  pequeñas  que  las  del  mismo  par  de  brazos  de  la  hem- 
bra, carácter  que  se  acentúa  más  en  las  que  forman  las  dos 
series  inmediatas  á  la  membrana  protectora.  Las  ventosas  de 
estas  dos  series  tienen  sus  pedúnculos  insertos  sobre  relieves 
que  se  prolongan  por  la  cara  interna  de  la  membrana  protec- 
tora. En  los  otros  tres  pares  de  brazos,  para  cumplir  el  mismo 
fin  indicado  en  la  Sepiola  Royideleti,  se  desarrollan  mucho  las 
ventosas  de  las  dos  series  marginales. 

Procedentes  del  Mediterráneo  español  se  conservan  ejem- 
plares de  esta  especie  en  el  Museo  de  Ciencias  Naturales  de 
Madrid,  en  la  Estación  biológica  de  Banyuls  y  en  el  Gabi- 
nete de  Historia  Natural  de  la  Universidad  de  Barcelona. 

Es  bastante  sedentaria;  se  encuentra  en  las  arenas  de  la  re- 
gión costera  bastante  profunda.  Se  pesca  al  pie  de  las  rocas 
más  abruptas  de  la  provincia  de  Gerona,  habiéndola  recogido 
Racovitza,  abundante,  al  Norte  del  Cabo  de  Creus. 


-  188  — 


Sepia  officinalis  (Linné,  1761). 

(Figs.  1,  5,  11,  22,  27,  42, 57,  73  y  U  A.) 


La  cabeza  es  deprimida,  gruesa,  poco  más  ancha  que  la 
abertura  del  manto  y  dilatada  á  la  altura  de  los  ojos.  Estos 
están  cubiertos  por  el  tegumento  de  la  cabeza  que  sobre  ellos 
se  hace  transparente  en  un  área  de  contorno  arriñonado,  tie- 
nen una  especie  de  párpado  inferior  (p.  i.)  y  el  iris  con  dos 
lóbulos,  uno  inferior  sencillo  y  otro  superior  más  ancho  y  con 
un  seno  en  el  medio  (fig.  5). 

Los  brazos  son  robustos,  de  sección  triangular;  su  longitud 
relativa  es  4.  3.  2.  1.  Los  del  tercer  par  con  indicios  de  nada- 
dera, y  los  del  cuarto  con  ella  muy  desarrollada.  Todos  los 
brazos  tienen  membrana  protectora  de  las  ventosas,  las  cuales 
están  en  cuatro  filas.  Las  ventosas  adquieren  máximo  desarro- 
llo en  el  primer  tercio  de  la  longitud  de  los  brazos  y  desde 
aquí  decrecen  hacia  el  ápice  hasta  hacerse  microscópicas;  son 
hemisféricas  con  abertura  más  bien  grande.  La  membrana 
umbelar  es  muy  pequeña,  falta  entre  los  brazos  del  cuarto 
par  y  es  muy  visible  entre  los  del  tercero  y  cuarto. 

Los  brazos  tentaculares  son  retráctiles  y  más  largos  que  el 
cuerpo,  terminan  en  una  maza  alargada,  torcida  como  una 
hoz,  con  una  nadadera  dorso-lateral  interna  bien  desarrollada 
y  dos  membranas  protectoras  de  las  ventosas,  de  las  cuales  la 
externa  presenta  una  estriación  transversal  que  se  extiende 
por  el  dorso  de  la  maza  hasta  una  línea  cercana  y  paralela  á 
la  inserción  de  la  nadadera.  Las  ventosas  están  dispuestas  en 
cuatro  series  más  ó  menos  perceptibles,  adquiriendo  menor 
tamaño  hacia  los  extremos ;  en  una  de  las  series  internas  hay 
cinco  ventosas  que  se  destacan  por  ser  más  grandes  que  todas 
las  demás,  y  de  ellas  la  mayor  es  la  de  en  medio  y  las  meno- 
res las  de  los  extremos  (fig.  57). 

La  membrana  bucal  está  unida  á  los  brazos  por  siete  bridas 
que  se  insertan,  una  en  la  base  de  los  brazos  del  primer  par, 
dos  entre  los  del  primero  y  segundo,  dos  entre  los  del  segundo 
y  tercero  y  otras  dos  en  la  base  de  los  del  cuarto.  El  borde  libre 


-  189  — 

es  muy  irregular  y  presenta^  en  correspondencia  con  las  bridas, 
unas  prolongaci  nes  de  las  cuales  son  notables  por  su  mayor 
tamaño  las  que  corresponden  á  las  bridas  que  se  insertan  en  la 
base  de  los  brazos  del  tercer  par. 

La  membrana  labial  externa  es  casi  lisa  y  deja  ver  el  borde 
tuberculoso  de  la  interna  que  proteje  directamente  el  pico. 

El  embudo  es  cónico,  con  tendencia  á  ser  cilindrico,  tiene 
el  margen  posterior  (&.  1.)  profundamente  escotado,  y  á  cada 
lado  de  esta  escotadura  las  cicatrices  (c.)  del  aparato  de  resis- 
tencia, que  son  dos,  reniformes,  de  márgenes  salientes  y  que 
se  corresponden  con  dos  botones  (6.)  de  la  misma  forma,  si- 
tuados en  la  cara  interna  del  manto  (fig.  24).  La  lengüeta  es 
pequeñita  y  redondeada  (fig.  27  1). 

El  órgano  del  embudo  consta  de  una  pieza  dorsal  {d.)  en 
forma  de  V  invertida  que  llega  casi  hasta  la  lengüeta,  y  de 
dos  piezas  ventrales  (v.)  alargadas,  de  extremos  redondeados, 
pero  estrechas  por  delante  y  anchas  por  detrás  (fig.  27). 

El  manto  es  deprimido.  Visto  por  su  cara  ventral  tiene  la 
forma  de  huevo  algo  puntiagudo,  truncado  por  delante  en  for- 
ma de  un  ancho  seno,  detrás  del  cual  se  ve  el  embudo;  late- 
ralmente se  nota  bien  la  línea  de  inserción  de  las  aletas.  Vis- 
to por  el  dorso  aparece  mucho  más  ancho  porque  se  continúa 
insensible  con  las  aletas  y  presenta  anteriormente  un  lóbu- 
lo (1.)  de  punta  redondeada  que  avanza  hasta  alcanzar  el  nivel 
de  la  línea  media  de  los  ojos.  A  cada  lado  de  este  lóbulo  y  li- 
mitado por  los  dos  extremos  del  seno  ventral  (s.  i.),  hay  otros 
dos  senos  oculares  (s.  o.)  más  pronunciados  que  el  ventral  (fi- 
gura 5) . 

Las  aletas  tienen  la  forma  de  dos  cintas  algo  anchas,  cada 
una  de  las  cuales  nace  cerca  del  borde  anterior  del  manto,  se 
continúa  lateralmente  hasta  unirse  con  su  compañera,  no  en  el 
extremo  posterior  del  manto,  sino  muy  poco  antes  de  llegar  á 
él  y  sobre  el  dorso  del  mismo.  Los  extremos  anteriores  de  las 
aletas  avanzan  hasta  pasar  el  nivel  del  borde  anterior  del  man- 
to formándose  un  seno  entre  ellas  y  éste.  Entre  los  extremos- 
posteriores  de  las  aletas  se  forma  también  otro  seno. 

La  hectocotilización  tiene  lugar  en  el  cuarto  brazo  izquierdo, 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III. —Agosto,  1905.  li 


-  190  - 

Las  seis  ú  ocho  primeras  ventosas  de  dicho  brazo  se  hacen 
algo  mayores;  las  siguientes,  hasta  llegar  á  la  mitad  del  brazo, 
son  pequeñísimas  y  se  disponen  en  tres  filas  muy  distanciadas; 
el  campo  comprendido  entre  estas  dos  filas  está  surcado  trans- 
versalmente,  produciéndose  estos  surcos  por  eminencias  sobre 
las  que  se  implantan  las  ventosas. 

El  sepión,  en  conjunto,  tiene  el  contorno  de  una  plantilla 
ensanchada  y  termina  posteriormente  en  un  rostro  puntiagudo 
que  no  sobresale  del  manto  (figuras  42  y  74  A.)  Las  propor- 
ciones entre  la  extensión  del  área  lisa  y  la  estriada  parece  que 
pueden  variar,  y  esto  ha  sido  causa  de  que  Lafont  haya  hecho 
de  esta  especie  tres,  á  saber: 

S.  Officinalis  Lin. — El  área  estriada  ocupa  el  último  tercio 
de  la  concha. 

S.  Filliouxi  Laf. — El  área  estriada  ocupa  los  dos  últimos 
tercios  de  la  concha. 

S.  Fischeri  Laf. — El  área  estriada  es  más  extensa  que  en  la 
anterior  especie,  avanzando  casi  hasta  el  borde  anterior  de  la 
concha. 

Jatta  opina  que  no  se  deben  admitir  estas  especies,  pues  no 
son  sino  diversos  grados  de  edad  de  la  8.  officinalis. 

La  tenida  por  S.  officinalis  vive  en  la  región  litoral,  en  las 
praderas  de  Posidonias  y  en  la  arena;  la  tenida  por  S.  Filliouxi 
se  encuentra  en  las  praderas  más  profundas  de  Posidonias  y 
en  la  arena  de  la  región  costera. 

En  el  Gabinete  de  Historia  Natural  de  la  Universidad  de 
Barcelona  hay  ejemplares  de  S.  officinalis  procedentes  de  Bla- 
nes  (provincia  de  Gerona),  San  Carlos  de  la  Rápita,  Cabo 
Salinas  (Mallorca)  y  de  la  isla  Cabrera.  De  esta  última  locali- 
dad he  visto  algunos  ejemplares  con  caracteres  de  la  /§.  Hie- 
rredda. 

Sepia  eleg:ans  D'Orbigny  1835. 

(Figuras  41,  68,  7á  C.  y  75.) 

La  cabeza  sobresale  algo  más  del  manto  que  en  la  S.  offici- 
nalis y  es  también  más  deprimida.  Los  brazos  algo  más  delga- 


—  191  — 

dos  y  largos,  las  ventosas  están  en  dos  series  sobre  los  del  pri- 
mer par  y  en  la  base  de  los  restantes.  La  membrana  umbelar 
como  en  la  anterior  especie. 

La  maza  de  los  brazos  tentaculares  es  pequeña  y  la  super- 
ficie sobre  que  están  las  ventosas  tiene  forma  arriñonada  con 
el  seno  hacia  la  parte  interna;  hay  una  nadadera  dorso-lateral 
y  dos  membranas  protectoras  de  las  ventosas.  Estas  son  la  ma- 
yoría pequeñas  y  casi  iguales;  sólo  se  destacan  por  su  conside- 
rable tamaño  tres,  puestas  en  serie.  Entre  éstas  y  el  margen 
interno  de  la  maza  se  pueden  ver  ventositas  de  mediano  tama- 
ño y  en  una  fila  (fig.  58). 

La  membrana  bucal  es  muy  pequeña.  De  las  siete  bridas  con 
que  dicha  membrana  se  une  á  la  base  de  los  brazos  en  la 
S.  offtcinalis ,  faltan  en  la  S.  elegans  las  dos  correspondien- 
tes al  cuarto  par;  además,  aquí  los  dos  salientes  del  margen 
de  la  membrana  bucal  que  corresponden  á  las  bridas  que  van 
á  la  base  del  tercer  par  son  bastante  menos  visibles  que  en  la 
S.  officinalis. 

El  margen  posterior  del  embudo  tiene  un  seno  menos  pro- 
fundo que  en  la  S.  officinalis. 

El  manto  suele  ser  más  largo  que  en  la  S.  officinalis  y  las 
aletas  más  estrechas,  naciendo  más  lejos  del  borde  del  manto, 
sin  prolongarse  en  lóbulo  anterior  (fig.  75). 

El  sepión  es  más  alargado  y  estrecho  que  en  la  especie  an- 
terior; tiene  contorno  fusiforme  con  la  anchura  máxima  al 
principio  del  segundo  tercio  de  su  longitud  y  desde  aquí  se  es- 
trecha hacia  atrás  y  se  encorva  hacia  la  parte  ventral  en  el  úl- 
timo cuarto;  el  margen  quitinoso  forma  al  extremo  dos  espe- 
cies de  aletas;  en  lugar  de  rostro  hay  una  quillita  dorsal  que 
se  bifurca  anteriormente  por  el  dorso  en  dos  relieves  menos 
pronunciados  que  ella  y  que  forman  ángulo  agudo.  El  área  lisa 
es  siempre  menor  que  la  estriada,  y  ambas  presentan  un  surco 
medio  longitudinal;  las  estrías  tienen  la  contextura  de  líneas 
que  forman  cada  una  de  ellas  un  ancho  seno  ondulado  cuyos 
extremos  se  dirigen  hacia  atrás,  y  al  llegar  cerca  de  los  bordes 
laterales  del  área  estriada,  estas  líneas  cambian  bruscamente 
de  dirección  marchando  hacia  la  parte  anterior  de  la  concha. 


—  192  - 

La  cara  dorsal  presenta  líneas  onduladas  que,  á  partir  del  ex- 
tremo posterior  de  la  concha,  se  sobreponen  las  unas  á  las 
otras,  teniendo  la  forma  de  senos  tanto  más  agudos  y  profun- 
dos cuanto  más  se  aproximan  al  extremo  posterior  de  la  mis- 
ma; hay,  además,  dos  surcos  longitudinales  que  forman  dos  lí- 
neas cercanas  la  una  á  la  otra  y  á  la  línea  media  de  la  concha, 
que  cortan  á  toías  las  estrías  y  se  aproximan  hacia  atrás.  El 
color  sobre  esta  cara  es  amarillento  con  tintas  rosadas  (figu- 
ras 41  y  74  C).  $ 

El  color  del  animal  por  el  dorso  es  rojo  castaña,  y  por  la 
cara  ventral,  blanco  con  numerosos  y  pequeños  cromatóforoa 
rojos  que,  agrupándose  mucho  más  cerca  de  la  inserción  de 
las  nadaderas ,  producen  dos  fajas  longitudinales  coloreadas. 

El  brazo  izquierdo  del  tercer  par,  que  es  el  que  se  hectoco- 
tiliza,  se  hace  algo  más  largo  que  su  compañero,  se  comprime, 
y  en  sus  dos  tercios  básales  las  ventosas  se  reducen  á  pequeños 
tubérculos  que  se  colocan  en  dos  filas,  una  sobre  cada  borde 
del  brazo,  dejando  un  campo  intermedio  surcado  por  replie- 
gues transversales.  En  la  base  del  brazo  hay  unas  cuantas  ven- 
tositas  que  no  se  modifican. 

Es  mucho  más  pequeña  que  la  S.  offidnalis  y  sus  dimen- 
siones medias  están  representadas  en  la  figura  75. 

Se  pesca  en  la  región  costera  en  fango  ó  en  arena. 

En  la  provincia  de  Gerona  la  llaman  Castaño.  Existe  eñ 
Banyuls,  en  la  colección  del  Laboratorio  Aragó,  y  en  la  Univer- 
sidad de  Barcelona  las  hay  procedentes  de  la  isla  de  Cabrera, 
del  cabo  Salinas  (Mallorca)  y  de  Blanes  (provincia de  Gerona). 


Sepia  Orbig^nyana  Ferussac. 

(Figuras  9,  1»5,  43,  74  B  y  76.) 

La  cabeza  es  más  grande  con  relación  al  cuerpo  que  en  la 
S.  officinalis,  muy  deprimida,  pues  á  veces  el  diámetro  supe- 
ro inferior  es  menor  que  la  mitad  del  transverso.  Vista  por 
arriba  presenta  un  contorno  exagonal  y  sobresale  del  manto 
tanto  ó  más  que  la  de  la  S.  elegans. 


—  193  — 

Los  brazos  sentados  tienen  su  cara  ventral  más  estrecha  que 
en  la  S.  officinalis  y  están  provistos  de  ventosas  casi  esféri- 
cas, de  abertura  redonda  y  pequeñita,  dispuestas  en  dos  filas 
en  la  base  de  los  brazos  del  primero,  segundo  y  tercer  par;  en 
el  resto  de  los  mismos  y  en  toda  la  extensión  de  los  del  cuarto 
par,  las  ventosas  están  en  cuatro  filas. 

La  membrana  umbelar  existe  entre  todos  los  brazos;  pero 
entre  los  del  cuarto  par  es  muy  pequeña  (fig.  16). 

Los  brazos  tentaculares  terminan  en  maza  más  grande  rela- 
tivamente que  las  de  la  S.  elegans,  pero  muy  parecidas,  dife- 
renciándose de  ellas,  principalmente  ,  porque  las  ventosas  gran- 
des son  cuatro,  de  las  cuales  la  primera  basal  es  sensiblemente 
más  pequeña  que  las  otras  tres. 

La  membrana  bucal  tiene  siete  bridas  dispuestas  como  en 
la  S.  officinalis,  y  en  su  bor^e  libre  los  lóbulos  que  corres- 
ponden á  las  bridas  son  casi  iguales  en  tamaño  y  poco  pronun- 
ciados (fig.  16). 

El  manto  es  más  corto  que  en  la  S.  officinalis ;  se  prolonga 
por  el  dorso  en  un  lóbulo  más  agudo;  pero  en  cambiólos  senos 
oculares  están  muy  poco  pronunciados  y  lo  mismo  el  ventral; 
por  detrás  se  prolonga  en  una  punta  aguda  cónica  que  es  el 
extremo  del  sepión  (fig.  76). 

Las  aletas  nacen  como  en  la  S.  elegans  separadas  del  borde 
anterior  del  manto ;  son  un  poco  más  anchas  por  detrás  (fig.  76). 

La  concha  en  conjunto  es  oval,  prolongada  en  una  espina 
posterior  y  más  ancha  que  la  de  la  S.  elegans.  El  área  lisa 
ocupa  el  tercio  anterior  de  la  concha;  la  estriada  presenta  dos 
surcos  laterales  y  las  estrías  son  casi  transversas  entre  los  dos 
surcos  y  oblicuas  hacia  atrás  entre  cada  surco,  y  la  línea  de  se- 
paración del  área  estriada  y  el  margen  quitinoso.  Este  es  muy 
estrecho  á  los  lados  del  área  lisa,  pero  á  los  costados  de  la  es- 
triada se  ensancha  formando  en  el  extremo  posterior  de  la  con- 
cha unas  aletas  que  se  sueldan  por  delante.  La  concha  por  el 
dorso  es  mucho  más  plana  que  la  de  S.  elegans  y  tiene  un  surco 
longitudinal  sobre  la  línea  media;  en  el  extremo  posterior  nace 
el  rostro  que  es  cónico,  alargado,  agudo  y  dirigido  algo  hacia 
el  dorso  (figuras  43  y  74  B.). 


-  194  — 

Las  que  yo  he  visto  frescas  tenían  un  tinte  amarillo  verdoso 
moteado  por  finos  y  numerosos  cromatóforos  que  se  aglomeran 
en  mayor  cantidad  formando  zonas  más  teñidas;  en  la  parte 
media  dorsal ,  alrededor  de  los  ojos  y  en  la  cara  ventral  for- 
mando dos  estrechas  fajas  inmediatas  á  las  inserciones  de  las 
dos  aletas. 

Se  encuentra  en  la  región  costera,  en  fango  ó  en  arena. 

Algunos  pescadores  catalanes  la  llaman  Sipia  de  puncha; 
pero  no  sé  hasta  qué  punto  se  pueda  admitir  esta  denomina- 
ción como  nombre  vulgar  generalizado. 

Se  conservan  ejemplares  en  Banyuls  y  en  la  Universidad  de 
Barcelona. 


Lólig^o  vulg^aris  (Lamarck,  1799). 

(rigurasl5,3i,  64y  77.) 

Cabeza  achatada,  tan  ancha  como  la  abertura  del  manto.  Los 
ojos  son  laterales  y  poco  salientes,  recubiertos  por  el  tegumento 
de  la  cabeza  que  sobre  ellos  se  hace  transparente  en  una  super- 
ficie redonda,  en  cuya  parte  anterior  hay  un  agujerito  ocular 
{a.  o.)',  el  iris  forma  en  su  parte  superior  un  lóbulo  redondeado 
(Z.  r.)f  siendo  circular  el  resto  de  su  margen.  Detrás  délos  ojos 
hay  unas  crestas  (c),  de  las  cuales  la  inmediata  á  cada  ojo  es 
la  mayor  (fig.  15). 

Los  brazos  del  tercer  par  son  los  más  largos  y  gruesos ,  y  se 
caracterizan  por  estar  muy  comprimidos  y  por  tener  una  nada- 
dera muy  ancha  hacia  la  parte  media  del  brazo,  desaparecien- 
do hacia  el  ápice;  los  brazos  del  cuarto  par  son  casi  igual  de 
largos  que  los  del  tercero,  los  del  segundo  más  cortos  y  mucho 
más  los  del  primero;  todos  tienen  ventosas,  en  dos  series,  glo- 
bosas, con  pedículo  corto,  abertura  oblicua  y  anillo  córneo,  an- 
cho y  dentado  en  la  parte  superior  y  estrecho  y  liso  en  la  infe- 
rior. 

Los  brazos  tentaculares  están  unidos  por  una  brida  á  la  base 
de  los  brazos  del  cuarto  par;  son  largos,  terminan  en  una  maza 
provista  de  una  aleta  dorso-lateral  que  empieza  ya  desde  la  base 


—  195  - 

del  funículo  bajo  la  forma  de  una  cresta;  las  ventosas  difieren 
por  su  forma  y  tamaño  y  están  dispuestas  de  una  manera  pare- 
cida á  la  descrita  en  el  Illex  Coindetii,  pero  las  ventosas  gran- 
des de  las  dos  filas  centrales,  las  que  á  primera  vista  se  desta- 
can por  su  mayor  tamaño,  son  cuatro  pares. 

La  membrana  bucal  es  amplia,  está  plegada  interiormente) 
tiene  en  su  borde  siete  lóbulos  oon  ventosas  pequeñitas  en  la 
cara  interna  y  en  correspondencia  de  estos  lóbulos  siete  bridas 
que  van  á  las  bases  de  los  brazos  contiguos;  la  brida  que  va  á 
insertarse  entre  las  bases  de  los  brazos  del  primer  par  se  bifur- 
ca mandando  una  rama  á  cada  brazo.  La  membrana  labial  ex- 
terna es  muy  corta,  la  interna  está  bien  desarrollada  y  coronada 
de  tubérculos. 

El  embudo  tiene  una  abertura  ancha  que  permite  ver  desde 
fuera  la  válvula,  que  es  bastante  grande  y  que  avanza  hasta  el 
borde  de  la  abertura.  El  embudo  en  su  base  tiene  los  costados 
paralelos  y  sobre  ellos  están  implantadas  las  cicatrices  del  apa- 
rato de  resistencia  que  son  dos,  en  forma  de  surcos  alargados 
y  de  bordes  salientes  que  se  corresponden  con  dos  crestas  que 
hay  en  la  cara  interna  del  manto.  El  órgano  del  embudo  se 
compone  de  una  pieza  dorsal  en  forma  de  V  invertida  y  dos 
ventrales  alargadas  y  de  extremos  redondeados. 

Manto  (fig.  77)  cónico,  alargado,  posteriormente  romo,  con 
el  borde  anterior  prolongado  en  un  lóbulo  dorsal  y  dos  al  lado 
del  embudo  que  producen  dos  senos  oculares  y  otro  ventral 
más  pronunciado,  y  por  el  cual  asoma  el  embudo.  Aletas  ova- 
les lanceoladas  que  ocupan  los  dos  últimos  tercios  de  la  longi- 
tud del  manto,  uniéndose  la  una  á  la  otra  bajo  el  mismo  (figu- 
ra 64). 

La  pluma  es  córnea  y  tiene  la  forma  de  la  punta  de  una  lan- 
za, empieza  á  expansionarse  á  partir  del  principio  del  segundo 
cuarto  anterior,  adquiriendo  la  mayor  anchura  hacia  la  mitad 
de  la  longitud  de  la  pluma;  el  raquis  forma  un  canal  de  con- 
vexidad dorsal  y  las  expansiones  laterales  repiten  la  curvatura 
del  cuerpo  y  tienen  nerviaciones  como  las  de  una  hoja  curvi- 
nervia  (fig.  34). 

Se  hectocotiliza  el  brazo  izquierdo  del  cuarto  par,  siendo  sus- 


—  196  — 

tituídas  las  ventosas  del  último  cuarto  por  dos  series  de  tuber- 
culitos  cilindricos  terminados  en  un  botón  casi  esférico. 
Se  encuentra  en  la  región  costera  en  fango  y  en  arena. 


Lóligo  Marmorse  (Verany  1837). 

(Figutas  46  y  78.) 

Esta  especie  es  parecida  á  la  anterior  y  aquí  anotaremos  al- 
gunas diferencias. 

Detrás  de  cada  ojo  hay  una  sola  cresta  muy  poco  aparente. 

Las  ventosas  son  mayores  en  los  brazos  del  segundo  y  tercer 
par,  y  más  pequeñas  en  el  cuarto;  tienen  el  círculo  córneo  liso* 

Las  ventosas  grandes  de  la  maza  tentacular  son  seis  pares. 

Membrana  bucal  sin  ventositas.  La  membrana  labial  externa 
y  la  interna  son  cortas. 

El  manto  termina  en  punta  aguda.  Las  aletas  ocupan  algo 
más  de  la  mitad  posterior  de  la  longitud  del  manto;  son  redon- 
deadas lateralmente,  se  atenúan  hacia  atrás  y  tienen  en  conjun- 
to forma  acorazonada  alargada  (fig,  78). 

La  pluma  es  más  estrecha  y  aguda  que  la  del  L.  vulgaris 
(figura  46). 

Es  propio  de  la  región  costera  sobre  fango  y  arena. 

Ejemplares  de  esta  especie  los  hay  en  las  colecciones  de  la 
Estación  biológica  de  Banyuls-sur-Mer,  de  la  Universidad  de 
Barcelona  (recogidos  en  San  Carlos  de  la  Rápita  por  De  Buen) 
y  del  Museo  de  Historia  Natural  de  Madrid  (recogidos  en  Al- 
geciras  por  el  Dr.  Antón). 


Lólig^o  media  Linné,  1767. 

(Figuras  45  y  65.) 

Difiere  esta  especie  del  L.  vulgaris,  principalmente  por  los 
siguientes  caracteres : 

Los  brazos  tentaculares  son  poco  más  largos  que  los  sentados 
del  tercer  par,  la  maza  se  extiende  sobre  todo  el  último  tercio 


—  197  - 

de  la  longitud,  y  en  ella  las  ventosas  que  se  destacan  por  su 
gran  tamaño  son  cinco  pares,  y  tienen  el  anillo  córneo  liso  y 
desarrollado  por  igual  en  toda  su  extensión.  Membrana  bucal 
sin  ventosas. 

El  manto  es  muy  largo,  prolongado  en  una  especie  de  cola 
y  ensanchado  al  nivel  de  la  cabeza,  á  la  que  recubre  en  par- 
te. Las  aletas  ocupan  los  dos  últimos  tercios  de  la  longitud  del 
manto;  tienen  forma  acorazonado-alargada,  ancha  en  la  primera 
mitad  y  después  muy  estrechas  hasta  unirse  por  detrás  del  man- 
to (fig.  65). 

La  pluma  es  estrecha,  tan  larga  como  el  manto;  el  raquis  es 
cónico,  se  atenúa  gradualmente  hasta  el  último  quinto,  donde 
bruscamente  se  hace  lineal;  las  expansiones  laterales  comien- 
zan en  el  primer  quinto,  alcanzan  su  máxima  anchura  hacia  la 
mitad  de  la  longitud  de  la  pluma  y  forman  en  el  último  quinto 
un  cono  por  soldarse  la  de  un  lado  con  la  del  otro  (fig.  45). 

Forma  parte  de  la  fauna  de  Banyuls.  De  Buen  lo  ha  recogido 
en  las  costas  catalanas  y  baleares. 

Se  pesca  en  la  región  costera  sobre  fango  y  arena. 


Argonauta  Argo,  Linxé  1758. 

(Figuras  61  y  79.) 

La  cabeza  está  unida  al  manto  por  una  brida  cervical  ancha, 
los  ojos  tienen  la  abertura  circular  (fig.  61). 

El  orden  de  longitud  de  los  brazos  de  mayor  á  menor  es 
4.  2.  3.  1.  Los  del  primer  par  son  los  más  robustos  y  tienen 
una  enorme  membrana  dorsal  redondeada  que  es  la  que  se- 
grega la  concha,  y  que  se  ve  bien  en  la  figura  142  y  algo  en 
la  143,  aunque  muy  arrugada.  Los  brazos  del  cuarto  par  tienen 
sobre  los  dos  primeros  tercios  dorsales  una  membrana  natato- 
ria. Todos  tienen  ventosas  cilindricas,  altas,  ensanchadas  y 
dispuestas  en  dos  filas.  Hay  membranas  protectoras  de  las  ven- 
tosas poco  desarrolladas  y  sólo  sobre  uno  de  los  lados  de  cada 
brazo,  y  también  existe  una  membrana  umbelar  corta. 


-  198  - 

La  membrana  labial  externa  es  corta  y  delicada,  la  interna 
musculosa  y  coronada  de  tubérculos. 

El  embudo  (fig.  61  e.)  es  muy  grande,  se  prolonga  á  modo 
de  una  nariz  6  trompa  hasta  pasar  el  nivel  anterior  de  la  cabe- 
za; el  borde  posterior  del  embudo  no  es  sinuoso,  presenta  á 
los  lados  dos  cicatrices  que,  con  dos  botones  situados  en  la 
cara  interna  del  manto,  forman  un  sencillo  aparato  de  resis- 
tencia. 

El  manto  es  corto,  cónico,  terminado  en  punta  redondeada, 
está  replegado  hacia  atrás,  tendiendo  á  formar  una  especie  de 
gorro  frigio;  el  borde  anterior  es  más  ancho  que  la  cabeza,  so- 
bresale por  delante  algo  á  modo  de  labio,  y  presenta  dos  senos 
bajo  los  ojos  y  otro  bajo  el  embudo  (fig.  61). 

La  concha  es  externa,  no  adherida  al  animal  y  sólo  propia 
de  la  hembra.  Es  univalva,  tiene  simetría  bilateral,  se  arrolla 
sobre  sí  misma  formando  poco  más  de  una  vuelta  de  espiral» 
y  está  aplanada  lateralmente.  Hay  en  la  concha  una  especie 
de  lomo  constituido  por  dos  series  paralelas  muy  aproximadas 
de  tubérculos,  que  se  prolongan  en  arrugas,  que  recorren  la 
superficie  en  líneas  onduladas.  La  concha  es  blanca,  traslucida 
y  frágil  como  una  oblea  (fig.  79). 

El  macho  tiene  la  cabeza  más  grande,  los  brazos  del  primer 
par  carecen  de  las  expansiones  membranosas,  y,  por  lo  tanto, 
no  hay  concha;  no  existen  crestas  natatorias  en  los  brazos  ni 
membranas  protectoras  de  las  ventosas,  que  son  hemisféricas 
y  grandes.  El  manto  no  tiene  forma  de  gorro  frigio  y  el  embu- 
do es  más  corto;  pero,  sobre  todo,  le  diferencia  la  hectocoti- 
lización,  que  es  como  sigue: 

Se  hectocotiliza  el  brazo  izquierdo  del  tercer  par,  sufriendo 
la  transformación  encorvándose  sobre  sí  mismo  y  encerrándo- 
se dentro  de  una  bolsa,  que  presenta  en  su  superficie  externa 
un  cordón  saliente  semicircular,  y  hacia  la  parte  anterior  un 
tubérculo  córneo.  El  brazo  ya  transformado  se  hace  mucho  más 
largo  que  el  del  otro  lado  y  se  repliega  algo  hacia  el  dorso.  En 
la  base  no  cambia,  pero  más  adelante  pierde  las  ventosas  y 
forma  un  peciolito  corto  y  redondo  á  partir  del  cual  el  brazo 
se  aplana  y  ensancha  presentando  en  esta  parte  las  ventosas 


-  199  — 


ensanchadas  en  sentido  transversal  y  en  dos  filas.  En  el  extre- 
mo del  brazo  hay  una  cápsula  ovoidal  que  encierra  un  flagelo 
casi  tan  largo  como  el  brazo. 

El  ejemplar  estudiado  por  mí  forma  parte  de  la  colección 
de  la  Estación  biológica  de  Banyuls. 

Es  pelágico  y  propio  de  la  región  litoral. 


Ocythoe  tnbercnlata  (Eafinesque  1814) ;  Steenstrup  1880. 

(Figura  80.) 

La  cabeza  está  unida  al  manto  por  una  ancha  brida  cervi- 
cal; presenta  en  la  base  de  los  brazos  del  cuarto  par,  á  los  la- 
dos del  embudo,  dos  poros  acuíferos  ovales. 

Los  brazos  son  vez  y  media  más  largos  que  el  resto  del  ani- 
mal; el  orden  de  su  longitud  relativa  es  1.  4.  2,  3.  En  los 
del  primer  par  hay  una  cresta  natatoria  bien  desarrollada;  en 
los  otros  es  poco  visible.  La  membrana  umbelar  es  rudimen- 
taria, y,  en  cambio,  están  bien  desarrolladas  las  membranas 
protectoras  de  las  ventosas.  Estas  son  cilindricas  y  altas. 

Embudo  largo,  profundamente  excavado  en  su  margen  pos- 
terior, á  los  lados  del  cual  están  los  botones  del  aparato  de 
resistencia  que  se  corresponden  con  dos  profundas  cavidades 
situadas  en  la  cara  interna  del  manto. 

El  manto  es  bursiforme,  con  el  margen  anterior  sin  senos  y 
con  una  reticulación  en  la  cara  ventral  formada  por  tubérculos 
unidos  por  cordones  salientes. 

El  macho  es  mucho  más  pequeño  y  difiere  de  la  hembra. 
Los  brazos  no  tienen  crestas  natatorias  y  la  cara  ventral  del 
manto  no  está  reticulada,  existiendo  tan  sólo  los  tubérculos. 

Se  hectocotiliza  el  tercer  brazo  derecho  sufriendo  la  trans- 
formación dentro  de  una  bolsa  algo  alargada.  En  la  figura  80  C. 
se  ve  el  hectocotile  destacado  del  animal  que  está  á  la  izquier- 
da, y  que  presenta  en  e  el  muñón  ó  parte  basal  del  brazo  que 
ha  perdido  ventosas.  El  hectocotile  se  retuerce  hacia  el  dorso 
en  su  parte  basal  y  se  aplana  y  ensancha  en  toda  su  longitud, 
terminando  en  una  cápsula  de  la  que  sale  el  flagelo  que,  ex- 


-  200  — 

tendido,  es  más  largo  que  el  brazo.  Las  ventosas  son  compri- 
midas. 

La  figura  80  representa  los  dos  ejemplares  existentes  en  el 
Laboratorio  Aragó  de  Banyuls. 

Región  litoral  entre  las  rocas  ó  en  la  arena  de  la  región 
costera. 


Tremoctopus  violaceus ,  Delle  Chiaje  1829. 

(Figuras  13,  14  y  29.) 

La  cabeza  es  grande  y  más  ancha  que  la  abertura  del  man- 
to; tiene  al  dorso,  en  la  base  de  los  brazos  del  primer  par,  dos 
poros  acuíferos  ovales  longitudinales  {a.  d.)  y  otros  dos,  de  la 
misma  forma  y  oblicuos,  en  la  cara  ventral  de  la  cabeza  {a.  v.), 
á  los  lados  del  embudo  (figuras  13  y  14).  Los  ojos  son  poco 
salientes  y  de  abertura  circular  (figuras  13  y  14). 

El  orden  progresivo  de  longitud  de  los  brazos  es  2.  1.  4.  3. 
Los  dos  pares  superiores  son  bastante  más  largos  que  los  otros 
inferiores.  La  membrana  umbelar  se  desarrolla  muchísimo  en- 
tre los  brazos  del  primer  par,  presentando  en  medio  un  profun- 
do y  estrecho  seno;  también  es  enorme  la  membrana  entre  estos 
brazos  y  los  del  par  siguiente,  pues  á  partir  de  los  extremos 
del  primer  par,  se  dirige  hacia  los  brazos  del  segundo  en  línea 
ascendente  hasta  llegar  cerca  de  ellos  y  acompañarlos  hasta  la 
extremidad.  Las  membranas  que  unen  los  otros  brazos  entre  sí 
son  medianas,  no  llamando  la  atención  por  su  desarrollo  (figu- 
ras 13  y  14). 

Las  ventosas  están  en  dos  series;  faltan  en  la  extremidad  de 
los  brazos  superiores ,  siendo  en  el  resto  de  ellas  pequeñas  y 
cortas,  mientras  que  en  los  brazos  inferiores  son  largas,  cilin- 
dricas y  más  grandes. 

La  membrana  labial  externa  es  más  larga  que  la  interna. 

El  embudo  es  cónico,  pequeño  y  con  el  borde  posterior  muy 
escotado.  A  cada  lado  de  esta  escotadura  hay  un  relieve  sen- 
cillo, y  en  la  cara  interna  del  manto  dos  f osetas  lineales  que 
forman  con  los  relieves  el  aparato  de  resistencia.  El  órgano 


-  201  - 

del  embudo  (fig.  29)  está  formado  por  varios  relieves  longi- 
tudinales. 

El  manto  es  bursiforme,  alargado  y  redondeado  por  detrás. 
La  abertura  paleal  se  extiende  algo  hacia  atrás  y  tiene  el  bor- 
de recto. 

El  macho  es  mucho  más  pequeño,  tiene  la  brida  cefálica 
más  estrecha,  la  membrana  interbraquial  une  á  los  brazos  del 
primer  par  sólo  hasta  la  mitad,  y  á  los  del  1  y  2  hasta  el  pri- 
mer tercio. 

Se  hectocotiliza  el  tercer  brazo  derecho. 

Los  dos  Tr.  violaceiis  estudiados  por  mí  pertenecen  á  la  co- 
lección de  la  Estación  biológica  de  Banyuls.  Se  le  encuentra 
en  la  región  costera  en  fango  ó  en  arena. 


Octopus  vulg:aris,  Lamarck  1799. 

(Figuras  30  y  81.) 

La  cabeza  es  mediana;  está  abultada  por  los  ojos  que  son 
látero-dorsales ,  de  abertura  redonda  y  con  el  iris  transverso  y 
lineal.  El  tegumento  de  la  cabeza  forma  una  especie  de  párpa- 
do á  cada  ojo.  Inmediatos  á  estos  párpados,  sobre  una  línea 
paralela  á  los  mismos  y  hacia  la  parte  dorsal,  hay  tres  cirros  de 
los  cuales  el  del  medio  es  el  mayor;  todos  ellos  muy  aparentes 
durante  la  irritación  del  animal;  pero  que  pueden  pasar  des- 
apercibidos en  los  animales  puestos  en  líquidos  conservadores. 

Los  brazos,  gruesos  en  la  base  y  regularmente  largos,  son 
prismáticos  y  están  unidos  entre  sí  en  su  base  por  una  mem- 
brana umbelar  que  se  extiende  sobre  casi  todo  el  primer  ter. 
cío  de  los  brazos ,  prolongándose  luego  en  el  dorso  de  cada  uno 
de  ellos  bajo  la  forma  de  una  crestecita  que  está  más  desarro- 
llada en  los  brazos  del  tercer  par;  la  membrana  es  más  exten- 
sa entre  los  brazos  laterales.  Los  brazos,  en  su  cara  ventral,  tie- 
nen ventosas  dispuestas  en  dos  filas  algo  separadas  entre  sí 
por  inclinarse  las  ventosas  que  las  constituyen  hacia  los  cos- 
tados del  brazo.  La  longitud  relativa  de  los  brazos  es  3.  2.  4.  1^ 

Las  ventosas  son  sentadas,  tienen  la  abertura  redonda  y 


—  202  - 

la  superficie  interna  atravesada  por  surcos ,  que  irradian  del 
fondo  en  donde  está  la  verdadera  abertura,  que  es  pequeña;  el 
margen  es  estrecho,  también  surcado  radialmente  y  dividido 
en  dos  concéntricos  por  un  surco  circular  poco  profundo.  Las 
tres  ventosas  primeras  básales  están  en  una  sola  fila.  En  los 
machos  adultos  he  podido  observar  que  las  ventosas  de  los 
brazos  del  segundo  y  tercer  par  son  mayores,  y,  sobre  todo,  se 
destaca  por  su  enorme  tamaño  una  ventosa  sobre  cada  uno  de 
dichos  brazos,  como  se  ve  en  la  figura  81. 

El  embudo  es  cónico ,  tiene  la  abertura  pequeña  y  el  mar- 
gen posterior  con  un  seno  profundo,  á  los  lados  del  cual  están 
los  sencillos  y  poco  pronunciados  relieves  del  aparato  de  re- 
sistencia, que  se  corresponden  con  f osetas  excavadas  en  la 
cara  interna  del  manto. 

El  órgano  del  embudo  tiene  la  forma  de  una  W. 
El  manto  es  bursiforme,  algo  alargado,  unido  por  el  dorso 
á  la  cabeza  por  una  ancha  brida  cervical,  estando  separado  de 
ella  por  la  parte  ventral,  formándose  una  abertura  paleal  más 
estrecha  que  la  cabeza,  y  que  constituye,  en  correspondencia 
con  el  embudo,  un  seno  mediano. 

La  hectocotilización  tiene  lugar  en  el  tercer  brazo  derecho, 
que  se  hace  más  corto  que  su  compañero  del  otro  lado.  El 
surco  de  la  membrana  umbelar  parte  de  la  base  del  brazo, 
siendo  más  profundo  cuanto  más  se  acerca  al  ápice  del  mismo, 
y  presenta  la  superficie  interna  con  estrías  paralelas  transver- 
sales. La  cuchara  apical  tiene  pocos  milímetros  de  largo,  es 
cónica,  abultada  por  la  parte  dorsal  y  excavada  en  la  ventral, 
donde  hay  ligeras  estrías,  que  no  existen  en  el  dorso.  El  ani- 
mal de  la  figura  81  está  hectocotilizado. 

El  color  es  pardo  obscuro  en  el  dorso  y  blanco  sucio  en  la 
región  ventral.  El  cuerpo,  en  su  parte  dorsal,  está  cubierto  de 
granulaciones  y  rugosidades  que  se  erizan  más  ó  menos,  se- 
gún el  estado  de  irritación  del  animal;  entre  estos  accidentes 
del  tegumento  se  destacan  cirros  granulosos  más  ó  menos  re- 
gularmente dispuestos. 

El  ejemplar  de  la  figura  81  fué  recogido  vivo  por  mí  en  las 
inmediaciones  de  la  Estación  biológica  de  Banyuls,  y  conser- 


-  203  - 

vado  durante  varios  días  en  uno  de  los  acuariiim  hasta  que 
murió.  Pesaba  11  kilos.  Los  de  la  colección  de  la  Universi- 
dad de  Barcelona  proceden  de  Blanes  y  de  los  Alfaques. 

Vive  en  la  región  litoral  entre  las  rocas,  y  por  eso  le  llaman 
los  catalanes  Pop  roque. 


Octopus  macropus,  Eisso  1826. 

(Figura  62.) 

La  cabeza  es  reducida,  los  ojos  tienen  la  abertura  pequeña 
y  oval;  hay  una  especie  de  párpado  y  un  solo  cirro  sobre  cada 
ojo,  pero  no  siempre  visible. 

Los  brazos  son  en  proporción  mucho  más  largos  que  en 
el  O.  vidgaris,  siendo  su  longitud  y  grosor  relativo  1.  2.  3.  4.; 
están  unidos  por  una  membrana  umbelar  mucho  más  pequeña 
que  en  el  O.  vulgaris.  Los  brazos  del  primero  y  segundo  par 
son  sensiblemente  más  grandes  que  los  del  tercero  y  cuarto, 
teniendo,  además,  las  ventosas  más  grandes  (fig.  62). 

El  embudo  es  grande,  tiene  la  abertura  mediana  y  trans- 
versa y  llega  á  alcanzar  en  su  extremidad  anterior  la  base  de 
los  brazos  del  primer  par. 

El  manto  es  bursif orme  y  alargado ,  la  abertura  paleal  más 
ancha  que  la  cabeza,  formando  bajo  el  embudo  un  seno  ancho. 
Está  unido  á  la  cabeza  por  una  brida  cefálica  algo  más  estre- 
cha que  la  del  O.  vulgaris. 

La  hectocotilización  se  verifica  en  el  tercer  brazo  derecho, 
y  es  análoga  á  la  del  O.  vulgaris ;  pero  la  cuchara  es  lisa  en 
sus  dos  caras  dorsal  y  ventral,  las  ventosas  que  la  preceden 
están  algo  comprimidas  y  el  surco  de  la  membrana  umbelar 
es  liso  en  su  cara  interna. 

En  el  laboratorio  Aragó  hay  un  ejemplar  de  esta  especie, 
que  ha  sido  recogida  por  De  Buen  en  Baleares  en  diferentes 
ocasiones. 

Vive  en  la  región  litoral,  principalmente,  en  rocas  cubiertas 
de  algas. 


-  204  - 


Octopns  De  Filippli,  Vbrahy  1851. 

La  cabeza  es  subtriangular,  separada  del  manto  por  un  es- 
trecho cuello  y  dilatada  á  la  altura  de  los  ojos  que  son  muy 
grandes,  salientes  y  con  la  abertura  redonda,  al  lado  de  la 
cual  hay  un  solo  cirro. 

Los  brazos  son  muy  largos,  su  longitud  relativa  es  4.  3.  2. 1., 
inversa  de  la  del  O.  macropus,  siendo  los  más  delgados  los 
del  cuarto  par  y  los  más  robustos  los  del  tercero,  que  en  la 
base  están  considerablemente  engrosados.  Con  frecuencia  fal- 
tan brazos  en  los  ejemplares,  porque  son  muy  frágiles.  La 
membrana  que  une  estos  brazos  adquiere  un  desarrollo  inter- 
medio entre  la  del  O.  vulgaris  y  la  del  O.  macropus  y  forma 
crestas  á  lo  largo  de  los  brazos ,  sobre  todo  muy  desarrolladas 
las  de  los  del  tercer  par.  Las  ventosas  están  en  dos  filas  al- 
ternas. 

El  embudo  tiene  una  abertura  redonda  y  muy  grande.  El 
manto  es  bursiforme,  está  unido  á  la  cabeza  por  una  brida 
cefálica  más  corta  que  en  los  otros  dos  géneros  anteriores. 

Se  hectocotiliza  el  tercer  brazo  derecho,  haciéndose  más 
corto  que  el  izquierdo;  la  cuchara  apical  está  estriada  en  su 
cara  ventral,  y  lo  mismo  la  superficie  interna  del  surco  de  la 
membrana  umbelar.  Esta  comienza  en  el  primer  cuarto  basal 
de  la  longitud  del  brazo,  formándose  en  este  punto  un  lóbulo 
triangular  de  la  membrana,  estriado  por  su  cara  interna;  desde 
aquí  se  continua  el  surco  hasta  el  extremo  apical  del  brazo, 
acentuándose  cada  vez  más. 

Es  amarillento  y  con  manchas  irregulares  pardas  más  abun- 
dantes sobre  los  brazos.  El  cuerpo  es' liso. 

Este  animal,  que  no  alcanza  grandes  dimensiones,  ha  sido 
recogido  por  De  Buen  en  Mallorca,  y  forma  también  parte  de 
la  fauna  marina  de  Banyuls.  En  Mallorca  le  llaman  Pop  jueu. 

Se  encuentra  eu  la  región  costera  en  fondo  de  arena. 


—  205  — 
Eledone  moschata,  Lamarck  1799. 

(Figuras  19,  63  y  82.) 

La  cabeza  es  mediana  y  algo  deprimida,  los  ojos  tienen  la 
abertura  oval,  son  poco  salientes,  y  al  lado  de  ellos,  hacia  el 
dorso,  hay  dos  cirros  cónicos,  uno  sobre  cada  ojo. 

Los  brazos  son  casi  iguales;  el  orden  de  su  longitud 
es  2.  1.  3.  4.;  tienen  las  ventosas  en  una  sola  serie,  y  están 
unidos  entre  sí  por  una  amplia  membrana  umbelar.  Son 
comprimidos,  de  longitud  regular  y  progresivamente  adelga- 
zados hacia  la  extremidad  (fig.  82). 

Las  ventosas  son  sentadas  y  muy  cortas;  tienen  un  borde 
que  se  extiende  lateralmente  á  manera  de  orla,  y  que  visto 
por  arriba  se  presenta  fruncido  y  dividido  en  dos  anillos  con- 
céntricos por  un  surco  mediano  circular.  La  abertura  es  gran- 
de; presenta  la  superficie  interna  con  surcos  irradiantes  del 
centro  en  donde  hay  otra  abertura  mucho  más  pequeña.  La 
ventosa  octava  basal  suele  ser  la  mayor,  y  á  partir  de  ella,  las 
restantes  disminuyen  gradualmente  de  tamaño  hacia  la  base  y 
el  ápice  (figuras  19  y  82). 

El  embudo  es  mediano,  cónico  y  con  un  seno  poco  pronun- 
ciado en  el  margen  posterior. 

El  órgano  del  embudo  está  constituido  por  una  cinta  conti- 
nua en  forma  de  W. 

El  manto  es  oval,  algo  alargado,  más  ancho  que  alto,  unido 
á  la  cabeza  por  una  brida  cefálica  dorsal,  tan  ancha  como  el  . 
manto  por  la  parte  anterior;  la  abertura  paleal  no  forma  seno 
por  delante  del  embudo.  La  región  dorsal  está  separada  de  la 
ventral  por  una  línea  poco  aparente. 

El  aparato  de  resistencia  es  muy  sencillo  y  consta  de  dos 
repliegues  situados  á  los  lados  de  la  base  del  embudo  y  dos 
fosetas  excavadas  en  el  manto. 

Se  hectocotiliza  el  tercer  brazo  derecho  acortándose,  for- 
mando, con  la  parte  de  la  membrana  umbelar  que  le  acom- 
paña hasta  el  extremo  por  su  lado  externo,  un  surco  de  super- 
ficie interna  lisa,  que  se  hace  más  profundo  á  medida  que  se 

Eev.  Acad.  Ciencias.  -III.— Agosto,  1905,  15 


—  206  - 

acerca  á  la  extremidad  del  brazo,  en  la  cual  se  forma  la  cu- 
chara apical  que  es  corta  y  globulosa,  con  la  superficie  con- 
vexa rugosa,  y  la  cóncava  lisa.  En  el  extremó  de  los  restantes 
brazos,  las  ventosas  son  reemplazadas  por  dos  series  de  lami- 
nitas  transversales,  de  borde  libre  redondeado  y  difícilmente 
visibles  sin  la  ayuda  de  una  lente. 

El  color  varía  con  el  estado  de  irritación  del  animal.  En  los 
ejemplares  estudiados  por  mí,  conservados  los  unos  en  alcohol, 
los  otros  en  formol  y  colocados  en  dichos  líquidos  conservado- 
res, algunos  de  ellos  después  de  muertos  y  otros  vivos  aún,  pre- 
sentan, sin  embargo,  gran  uniformidad  de  aspecto  en  lo  que  se 
refiere  al  color,  accidentes  de  la  superficie  y  repartición  de 
manchas.  El  color  en  conjunto  es  en  ellos  pardo  en  toda  la  re- 
gión dorsal;  sobre  ella  se  ven  manchas  negras  más  ó  menos 
ovaladas  y  más  abundantes  sobre  la  membrana  umbelar;  entre 
todas  estas  manchas  se  destacan,  por  su  tamaño,  dos  situadas 
en  el  dorso  del  manto  y  señaladas  en  el  esquema  de  la  figura  63 
con  las  letras  A;  en  el  mismo  esquema  se  representan  otras  man- 
chas señaladas  con  las  letras  B  y  C ,  que  con  las  A  forman  los 
vértices  de  un  espacio  triangular  comprendido  entre  ellas,  y 
también  se  destacan  cinco  manchas  D,  situadas  en  la  parte  an- 
terior de  la  cabeza  entre  las  bases  de  los  seis  brazos  superiores. 
El  manto  por  la  cara  ventral  es  blanco  rosado  y  está  finísima- 
mente  moteado  de  pequeñitos  cromatóforos  que,  apelotonándo- 
se hacia  el  borde  anterior  del  manto,  forman  dos  manchitas 
muy  laterales  y  algo  difusas. 

Existe  en  el  Laboratorio  Aragó ,  donde  lo  he  visto  vivo  en  los 
acuarium.  Los  ejemplares  de  la  colección  del  Gabinete  de  His- 
toria Natural  de  la  Universidad  de  Barcelona  proceden  de  Bla- 
nes  (Gerona)  y  de  San  Carlos  de  la  Rápita.  Ha  sido  recogido 
por  De  Buen  en  el  Cabo  Salinas  (Isla  de  Mallorca),  y  encontra- 
do también  durante  las  excursiones  del  Boland,  alrededor  de 
la  isla  de  Mallorca. 

Vulgarmente  le  llaman  los  pescadores  catalanes  Pop  pudent, 
porque  en  estado  fresco  huele  á  almizcle. 

Habita  la  región  costera  en  fondos  de  arena  y  fango. 


207  — 


Eledone  Aldrovandi,  Rafinesque  1814. 

(Figura  83.) 

La  cabeza  es  más  grande  que  en  el  E.  moschata,  aplanada, 

con  los  ojos  algo  más  salientes,  y  al  lado  de  cada  uno  un  cirro. 

Los  brazos  son  casi  iguales,  comprimidos,  más  delgados  y 

largos  con  relación  al  cuerpo  que  en  el  E.  moschata  (fig.  83). 

La  sexta  ventosa  basal  es  la  mayor. 

El  embudo  es  más  grande  que  en  la  anterior  especie,  avan- 
za más,  llegando  hasta  la  base  de  los  brazos  del  cuarto  par; 
tiene,  además,  el  seno  del  borde  posterior  mucho  más  pro- 
nunciado. 

El  manto  es  parecido  al  del  E.  moschata;  pero  el  borde  de 
la  abertura  paleal  forma  un  seno  bien  aparente  bajo  el  embu- 
do. La  cresta  que  separa  la  región  ventral  de  la  dorsal  está 
mucho  más  pronunciada. 

El  aparato  constrictor  está  más  acentuado  que  en  el  E.  mos- 
chata. 

Se  hectocotiliza  el  tercer  brazo  derecho  de  modo  análogo  al 
del  E.  moschata,  pero  las  superficies  cóncava  y  convexa  de  la 
cuchara  apical  son  lisas  ambas.  Los  extremos  de  los  brazos  no 
hectocotilizados  presentan  las  ventosas  algo  comprimidas  trans- 
versalmente.  Este  último  carácter  no  sé  si  será  general,  pues 
si  bien  lo  afirman  Posselet,  Carus  y  Hoyle,  en  cambio,  Jatta 
dice  que  no  lo  ha  podido  apreciar  á  pesar  de  haber  empleado 
poderosas  lentes. 

El  color  es,  en  general,  más  claro  en  esta  especie  que  en  la 
anterior,  y,  por  lo  menos,  en  los  ejemplares  que  he  visto  no 
existían  las  manchas  citadas  en  la  descripción  de  la  especie 
que  antecede,  advirtiendo  que  las  observaciones  las  he  hecho 
en  ejemplares  frescos  unos  y  conservados  otros  en  alcohol  ó  en 
formol. 

Lo  he  visto  vivo  en  el  Laboratorio  Aragó. 
Los  ejemplares  de  la  colección  de  la  Universidad  de  Bar- 
celona proceden  de  Blanes ,  San  Carlos  de  la  Rápita  y  de  las 
Baleares. 


-  208  - 

Le  llaman  los  pescadores  Pop  blanc,  aludiendo,  sin  duda,  á 
BU  coloración  ordinaria,  más  clara  que  en  los  otros,  y  también 
le  llaman  Pop  mañuflá. 

Es  propio  de  los  fondos  arenosos  y  fangosos  de  la  región 
costera, 

Eledone  cirrhosa  Lamarck. 

Entre  los  ejemplares  de  la  colección  local  del  Gabinete  de 
Historia  Natural  de  la  Universidad  de  Barcelona  he  visto  un 
Eledone  macho,  en  el  cual  los  extremos  de  los  brazos  no  hec- 
tocotilizados  presentan  dos  series  de  cirros  que,  observados  con 
más  atención  y  con  el  auxilio  de  una  lente,  muestran  ser  los 
extremos  alargados  de  las  ventosas  apicales  que  se  han  com- 
primido mucho  transversalmente  y  cuyas  aberturas  se  han  he- 
cho pequeñísimas.  Por  lo  demás,  e&te  ejemplar  presentaba  el 
aspecto  del  E.  Aldrovandi;  pero  la  absoluta  carencia  de  libros 
que  á  la  sazón  sufría  me  impidió  determinar  la  especie  de  una 
manera  categórica. 

Teutólogos  como  Fischer,  Hoyle  y  Girard  identifican  los 
E.  cirrhosa  y  Aldrovandi. 

CLAVE  DE  DETERÍIIMCIÓN  DE  LOS  CEFALÓPODOS  DEL  MEDITERRÁJÍEO 

CVéase  pág.  220]. 

SCon  ocho  brazos  sentados  y  dos  ten- 
taculares Decápodos  (2). 
Con  ocho  brazos  sentados Octópodos  (15). 

/  Ojos  con  abertura  ocular  en  contac- 

l      to  inmediato  con  el  agua JEgÓpsidos  (3). 

2  .'  Ojos  cubiertos  por  el  tegumento  de 

(la  cabeza,  que  sobre  ellos  se  hace 
transparente Miópsidos  (9). 


3 


(Abertura  ocular  transversa,  con  se- 
no lacrimal  profundo;  pluma  alar- 
gada sin  expansiones  laterales  y 
terminada  en  un  cono;  brazos  sen- 


I 


—  209  - 

tados   y  mazas  tentaculares  coa 

ventosas,  pero  sin  uñas Ommastrefidos(4)» 

Abertura  ocular  muy  ancha  y  no 
transversa,  con  seno  lacrimal  pro- 
fundo; pluma  con  grandes  expan- 
siones laterales  y  cuya  extremi- 
dad, que  á  veces  termina  en  un 

1  cono,  puede  encorvarse  hacia 
adentro;  uñas  y  ventosas  en  bra- 
zos sentados  y  mazas  tentaculares.      Olliquidos  (6). 

Abertura  ocular  redonda,  sin  seno 
lacrimal;  pluma  tenue,  corta  y  fo- 
liácea 6  larguísima  y  lineal Taoiiotéutidos  (8), 

Cuerpo  cilindro-cónico,  no  termina- 
do en  punta;  aletas  triangulares 
redondeadas  en  los  ángulos,  inser- 
tas sobre  casi  toda  la  longitud  del 
manto,  por  lo  que  el  cuerpo  apa- 
rece con  forma  romboidal;  cabe- 
za pequeña;  pluma  en  forma  de 
4  ('  flecha,  redondeada  en  el  extremo 
y  fuertemente  escotada  en  la  base 

del  raquis TlSANOTÉüTlXOS. 

I  Cuerpo  cilindro-cónico,  terminado  en 
punta;  aleta  sagital  que  ocupa  só- 
lo la  mitad  posterior  del  manto  ó 
menos;  cabeza  grande;  pluma  es- 
trecha sin  expansiones  laterales..       Ommastrefinos  (5). 

/  Fóvea  con  foveola  plegada,  los  plie- 
gues son  recurrentes;  maza  ten- 
tacular  con  aparato  de  conexión: 
membranas  protectoras  de  las 
ventosas  desarrolladísimas  en  los 
brazos  sentados  laterales:  últimas 
ventosas  de  la  maza  en  cuatro  se- 
ries, abertura  ocular  ancha Stenoteuthis. 


-  210  - 

Fdvea  con  foveola  plegada,  los  plie- 

I       gues  son   paralelos:  maza  tenta- 

¡        cular  sin    aparato    de   conexión: 

I        anillo  córneo  de  las  ventosas  gran- 

i  des  de  la  maza  tentacular  con 
dientes  largos  agudos  que  alter- 
nan con  otros  anchos  y  cortos: 
últimas  ventosas  de  la  maza  en 
cuatro  series:  abertura  ocular 

mediana Todarodes. 

Fóvea  sin  foveola:  maza  tentacular 
sin  aparato  de  conexión:  anillo 
córneo  de  las  ventosas  grandes 
de  la  maza  tentacular  sin  dientes 
ó  con  dientes  anchos  y  truncados; 
en  las  pequeñas  ocho  dientes  bien 
distintos:  últimas  ventositas  de 
la  maza  tentacular  en  ocho  series 
más  ó  menos  aparentes:  abertura 

ocular  estrecha Illex. 

Fóvea  sin  pliegues:  anillo  córneo  de 
las  ventosas  grandes  de  la  maza 
tentacular  con  dientes  cónicos 
numerosos,  iguales,  cortos  y  agu- 
dos: últimas  ventosas  de  la  maza 
tentacular  en  cuatro  series;  aber- 
tura ocular  pequeña lodaropsis. 

Brazos  sentados  ó  tentaculares  con 
ganchos:  ventosas  y  ganchos 
siempre  en  dos  series:  rádula  con 
siete  series  de  dientes Onicoteütinos  {!). 

Brazos  con  cuatro  series  de  gan- 
chos y  ventosas,  dos  marginales 
de  ventosas  y  dos  medias  de  gan- 
chos ,  rádula  con  cinco  series  de 
dientes Gonatinos. 


-  211  - 


Enoploieiiihis. 


Cuerpo  alargado  terminado  en  pun- 
ta, con  la  cara  inferior  provista 
de  tubérculos  dispuestos  en  se- 
ries. Cabeza  grande.  Aletas  fre- 
cuentemente no  termínales^  de 
conjunto  romboideo  sagitado,  que 
ocupan  algo  más  de  la  tercera 
parte  de  la  longitud  del  manto. 
Brazos  sentados  con  dos  series  al- 
ternas de  ganchos:  brazos  tenta- 
culares  provistos  de  ganchos  y 
ventosas,  no  terminados  en  maza 
ensanchada.  Membrana  bucal  con 
ocho  bridas.  Pluma  con  grandes 
expansiones  laterales,  sin  cono.  . 

Animales  parecidos  á  los  Enoplo- 
teuthis.  Cuerpo  liso  por  encima, 
inferiormente  con  tubérculos  es- 
parcidos y  granuloso.  Cabeza  gra- 
nulada. Brazos  con  dos  series  al- 
ternas de  uñas  y  en  el  extremo 
de  los  mismos  ventosas 

Cuerpo  redondeado  posteriormente. 
Aleta  extendida  sobre  casi  toda 
la  longitud  del  manto.  Brazos 
sentados  con  dos  series  de  gan- 
chos. Brazos  tentaculares  rudi- 
mentarios, caducos,  con  pocas 
ventosas  en  la  maza,  pero  muy 
variadas  en  forma  y  tamaño.  Plu- 
ma lineal  terminada  en  punta,  sin 
cono Veranya 

Cuerpo  terminado  en  punta  6  redon- 
deado por  detrás.  Aletas  que  ocu- 
pan casi  la  mitad  posterior  de  la 
longitud  del  manto  ó  la  tercera 
parte.  Brazos  sentados   con  dos 


Abralia. 


-  212  - 


series  de  ventosas.  Brazos  tenta- 
culares  con  ganchos  y  ventosas. 
Pluma  alargada,  algo  ensanchada 
en  el  medio  y   terminada  en  un 

cono 

Cuerpo  terminado  en  punta.  Aleta 
rombo-triangular,  que  ocupa  po- 
co más  del  tercio  posterior  de  la 
longitud  del  manto.  Brazos  sen- 
tados con  dos  series  de  ventosas: 
los  tentaculares  con  dos  series  de 
ganchos.  En  el  ápice  de  la  maza 
hay  un  aparato  de  conexión  y 
otro  en  la  base,  más  potente  y 
en  forma  de  disco.  Pluma  alarga- 
da,  lineal,  terminada  á  veces  en 
\      un  cono  encorvado  hacia  el  dorso. 

El  cuerpo  es  gelatinoso,  cónico, 
alargado  y  acuminado.  Aletas 
acorazonado  -  redondeadas  ,  que 
ocupan  la  última  mitad  del  man- 
to, sin  superar  el  extremo  poste- 
rior del  mismo.  Brazos  sentados, 
largos,  muy  desiguales,  los  del 
cuarto  par  los  más  grandes.  Bra- 
zos tentaculares  larguísimos  y 
8  (  delgados  con  ventosas  de  trecho 
en  trecho  en  todo  el  funículo  y 
ensanchados  en  una  maza  provis- 
ta de  cuatro  series  de  ventosas 
largamente  pedunculadas  y  arma- 
das de  dientes.  Pluma  estrecha  y 
larga,  con  los  dos  extremos  lan- 
ceolados. Embudo  sin  válvula.. . 
El  cuerpo  y  las  aletas  se  parecen  á 
las  del  Chiroteuthis  Veranyi,  pero 


leUoteuthis. 


Andstroteuthis. 


Chiroteuthis. 


—  213  - 

el  primero  se  prolonga  por  detrás 
de  las  segundas  en  una  larga 
cola.  Cuello  extraordinariamente 
alargado.  Brazos  del  cuarto  par 
mucho  más  grandes  que  los  otros. 
Pluma  lineal  tan  larga  como  el 
manto  y  la  cola.  Embudo  con 
válvula Doraiopsis. 

Cuerpo  alargado,  cónico,  con  la  ale- 
ta terminal,  pequeña  y  triangular. 
Cuello  más  corto  y  delgado  que 
el  del  Doratopsis  vermicularis. 
Brazos  del  primer  par  mucho  más 
cortos  que  los  otros,  que  son  des- 
iguales entre  sí,  pero  no  mucho- 
8  ^  Pluma  alargada  terminada  en  pun- 
tas agudas Entomopsis. 

jCuerpo  corto,  oval.  Aletas  no  uni- 
das por  detrás,  membranosas,  re- 
corridas por  cordones.  Brazos 
casi    iguales.    Pluma    espatulada.      CalUteuthis, 

Cuerpo  más  corto,  poco  mayor  que 
la  cabeza,  rico  en  cromatóforos. 
Aletas  terminales  unidas  por  de- 
trás del  manto,  escotadas  ante- 
rior y  posteriormente.  Brazos  ca- 
si iguales,  los  del  par  ventral  li- 
bres y  los  restantes  unidos  por 
una  gran  membrana.  Pluma  cor- 
ta, ensanchada, foliácea  y  de  con- 
torno redondeado Histioteuthis. 

Cuerpo  corto  redondeado,  bursifor- 
me,  con  aletas  dorso-laterales  cir- 
culares. Cabeza  mediana  sin  cres- 
tas cefálicas.  Pluma  pequeña,  más 
corta  que  el  manto,  tenue,  ante- 


214  - 


9 


10 


riormente  algo  más  ancha  que  ea 
la  parte  posterior  donde  termina 
en  punta 

Cuerpo  ordinariamente  oval,  con 
aletas  laterales  en  forma  de  cin- 
ta más  ó  menos  ancha  y  no  uni- 
das por  la  parte  posterior  del 
cuerpo.  Cabeza  grande  sin  cres- 
tas cefálicas.  Sepión 

Cuerpo  alargado  cilindro-cónico  ter- 
minado en  punta  redondeada  6 
aguda,  á  veces  prolongado  en  una 
cola.  Cabeza  grande  con  crestas 
cefálicas.  Pluma  típica  con  expan- 
siones laterales  y  sin  cono  termi- 
nal      

Cuerpo  redondeado  posteriormente, 
bursiforme.  Cabeza  mediana  uni- 
da al  manto  por  una  brida  cervi- 
cal. Ojos  pequeños  con  repliegue 
palpebral  inferior.  Pluma  peque- 
ña en  forma  de  lámina  que  ocu- 
pa la  mitad  anterior  del  manto.  . 

Cuerpo  redondeado  posteriormente, 
bursiforme.  Cabeza  grande  no 
unida  al  manto.  Ojos  grandes  glo- 
bulosos con  repliegue  palpebral 
inferior  (fig.  56  r. ).  Pluma  me- 
diana terminada  en  punta  y  que 
ocupa  la  primera  mitad  dorsal 
del  manto 

Cuerpo  comprimido,  hinchado  en 
la  parte  ventral  y  terminado  en 
punta  redondeada.  Cabeza  pe- 
queña separada  diel  manto.  Ojos 
pequeños  sin  repliegue  palpebral. 
Pluma  pequeña  lanceolada 


Sepiólidos  (10). 


Sepiáridos  (11). 


Loligínidos  (14) 


Sepiola. 


Rossia. 


Heteroteuthis. 


13 


-  215  — 

Manto  oval,  deprimido,  estrechado 
posteriormente.  Aleta  estrecha, 
pero  larga,  que  ocupa  casi  toda 
la  longitud  de   los  costados   del 

manto.  Sepión EüSEPiNOS  (12). 

iManto  bursiforme.  Aletas  estrechas, 
^  ^     j     que  ocupan  sólo  tres  quintos  de 
la  longitud  del  manto  en  la  parte 
media  de  los  lados   del    mismo. 

Sin  sepión Sepiadarinos. 

Manto  cilindrico.  Aletas  estrechas, 
muy  cortas,  semilunares  ó  reni- 
formes, insertas  en  la  parle  pos- 
\      terior  del  manto Idiosepinos. 

/Sepión  típico.  Aparato  de  resisten- 
cia simple,  formado  por  un  botón 
semilunar  elevado  sobre  el  manto 
y  una  foseta  correspondiente  so- 
bre el  embudo Sepia  (13). 

Sepión   tenue,  sin  rostro   ni  quilla. 
Aparato  de  resistencia  complica- 
^     do:  botón  del  manto  con  un  tu-  ' 
bérculo  ó  punta  levantada  y  una 

foseta  sobre  el  embudo Sepiella. 

Sepión  de  consistencia  córnea  con 
pequeñísima  cantidad  de  incrus- 
taciones calcáreas.  Aparato  de  re- 
\     sistencia  simple Hemisepius. 

Brazos  con  cuatro  series  de  vento- 
sas. En  la  maza,  que  es  lanceola- 
da, se  destacan  por  su  tamaño 
cinco  ventosas  en  una  serie.  Las 
aletas  nacen  casi  en  el  mismo 
borde  del  manto,  y,  adelantándo- 
se, pasan  al  nivel  anterior  de  éste. 
Sepión  típico S.  officinalis  L. 


p 


—  216   - 

Brazos  del  primer  par  con  dos  se- 
ries de  ventosas,  como  en  la  base 
de  los  restantes  brazos.  Maza  pe- 
queña, arriñonada,  en  la  que  se 
destacan  tres  ventosas  en  una 
fila  más  grandes  que  todas  las 
demás.  El  sepión,  en  lugar  de 
rostro,  tiene  una  quilla,  y  sus  ex- 
pansionas laterales  son  estrechas, 
formando  en  el  extremo  posterior 
dos  orejuelas.  Las  aletas  son  es- 
13  •^  trechas  y  no  alcanzan  el  borde 
anterior  del  manto,  pues  nacen 
más  atrás  que  en  la  S.  officinalis.      S.  elegans  D'Orb. 

Brazos  del  primero,  segundo  y  ter- 
cer par,  con  dos  series  de  vento- 
sas en  la  base:  en  el  resto  de  es- 
tos brazos  y  en  toda  la  extensión 
de  los  del  cuarto  par  las  vento- 
sas están  en  cuatro  series.  Por  la 
parte  posterior  del  manto  emerge 
bruscamente  una  aguda  punta, 
que  es  el  rostro  del  sepión S.Orbignyanai^er 

Manto  terminado  en  punta  redon- 
deada. En  las  dos  series  centra- 
les de  ventosas  de  la  maza  tenta- 
cular  hay  cuatro  pares  de  ellas, 
que  son  mucho  mayores  que  las 
de  las  series  marginales.  Aletas 
ovales  lanceoladas  sobre  los  dos 
últimos  tercios  del  manto L.  vulgaris  Lamk. 

Manto  terminado  en  punta  aguda. 
Las  ventosas  grandes  de  la  maza 
tentacular  son  seis  pares.  Las  ale- 
tas ocupan  algo  más  de  la  última 
mitad  del  manto  y  son  acorazo- 
nado-lanceoladas  L.  Marmorse  Ver, 


14 


\ 


-  217  — 

Manto  muy  largo  prolongado  en 
una  especie  de  cola.  Las  aletas 
son  acorazonado  -  lanceoladas  y 
ocupan  los  dos    últimos    tercios 

)  de  la  longitud  del  manto,  estre- 
chándose mucho  á  los  lados  de 
la  cola.  Cinco  pares  de  ventosas 

\      grandes  en  la  maza  tentacular. .  .      L.  media  L. 

Cabeza  pequeña  unida  al  manto  por 
una  ancha  brida.  Ojos  volumino- 
sos algún  tanto  salientes,  con  aber- 
tura redonda.  Manto  alargado  un 
poco  estrecho  por  detras.  Abertu- 
turas  acuíferas  anales Argoiiailtidos  (16). 

[Cabeza  grande  unida  al  manto  por 

ancha  brida.  Ojos  apenas  salien- 

j      tes.  Manto  alargado,  cilindrico  y 

\      redondeado  posteriormente.  Dos 

aberturas  acuíferas  cefálicas  y  dos 

anales Filoiiéxidos. 

[Cabeza  grande  unida  al  manto  en  la 
región  dorsal  por  una  brida  me- 
diana. Ojos  pequeños  con  replie- 
gue palpebral.  Manto  típicamente 
bursiforme.  Sin  aberturas  acuífe- 
ras cefálicas  ni  anales ^      Octópidos  (17). 

Brazos  del  primer  par  de  la  hembra 

ensanchado  en  una  membrana  que 

segrega  y  cubre  la  concha.  Hec- 

tocotilización  en  el  tercer  brazo 

izquierdo.  Macho  pequeñísimo: 

hembra  con  concha  unilocular.  .  .      Argonauta. 
|Brazos  del  primer  par  déla  hembra 

normales.  Hectocotilización  en  el 

tercer  brazo  derecho.  Hembra  sin 

concha,  macho  pequeño Ocythoe. 


16 


—  218 


17 


18 


Brazos  con  dos  series  de  ventosas. 
Hectocotilización  en  el  tercer  bra- 
zo derecho.  Cornetes  cartilagíneos 
del  manto  cilindricos  y  plegados 
en  ángulo  obtuso Octopus  (18). 

jBrazos  con  dos  series  de  ventosas. 
Hectocotilización  en  el  tercer  bra- 
zo izquierdo.  Cornetes  cartilagí- 
neos comprimidos  y  plegados  en 
ángulo  obtuso Sccergus. 

Brazos  con  una  sola  serie  de  ven- 
tosas        Eledone  (19). 

; Brazos  robustos  en  la  base,  regular- 
mente largos,  cuya  longitud  rela- 
tiva es  3.  2.  4. 1.  (parece  que  pue- 
de variar  con  la  edad).  Las  tres 
primeras  ventosas  de  la  base  de 
cada  brazo  en  una  fila.  Membrana 
umbelar  casi  hasta  el  primer  ter- 
cio de  cada  brazo,  prolongándose 
en  estrecha  cresta  sobre  ellos. 

Tres  cirros  sobre  cada  ojo O.  vulgaris  Lamk. 

Brazos  muy  largos,  cuya  longitud 
relativa  es  1.  2.  3.  4. ;  los  del  pri- 
mero y  segundo  par  sensiblemen- 
te más  desarrollados  que  los  otros 
dos  y  con  las  ventosas  bastante 
mayores.  Membrana  umbelar  pe- 
queña con  relación  á  la  longitud 
considerable  de  los  brazos.   Un 

solo  cirro  sobre  cada  ojo O.  macropus  Ris. 

Cabeza  pequeña,  de  aspecto  carac- 
terístico triangular,  por  estar  pos- 
teriormente estrechada  en  un  cue- 
llo. Brazos  delgados  muy  largos 
y  tan  frágiles  que  con  frecuencia 
están  incompletos:  la  longitud  re- 


\ 


18 


19 


-  219  — 

lativa  de  ellos  es  4.  3.  2.  1.  Las 
ventosas  de  los  brazos  del  primero 
y  segundo  par  no  son  despropor- 
cionadas con  respecto  de  las  del 
tercero  y  cuarto;  las  cinco  prime- 
ras básales  de  cada  brazo  en  una 
fila.  Manto  alargado  terminado  en 
punta  redonda,  pero  estrecha.  Un 
cirro  sobre  cada  ojo.  Pequeñas  di- 
V      mensiones O.  de  Filippii  Ve?\ 

j  Ventosas  apicales  de  los  brazos  no 
hectocotilizados  sustituidas  por 
dos  series  de  expansiones  foliá- 
ceas y  discoidales.  Octavas  ven- 
tosas básales  de  los  brazos,  mayo- 
res que  todas  las  demás.  Región 
dorsal  del  manto  separada  de  la 
ventral  por  dos  líneas  laterales 
apenas  visibles.  Membrana  um- 
belar  extendida  sobre  casi  toda 
la  primera  mitad  basal  de  los  bra- 
zos y  reducida  en  el  resto  á  una 

estrechísima  cresta E.  moschata  LamJc. 

Ventosas  apicales  de  los  brazos  no 
hectocotilizados  un  tanto  compri- 
midas. Las  sextas  ventosas  basa- 
lessonlas  más  grandes.  Región  dor- 
sal del  manto  separada  de  la  ven- 
tral por  dos  crestas  laterales  bien 
patentes.  Membrana  umbelar  ex- 
tendida sobre  el  primer  quinto  de 
la  longitud  de  los  brazos  y  reduci- 
da en  el  resto  á  una  estrecha  cresta.  E.  Aldrovandi  Rafm. 
Ventosas  apicales  de  los  brazos  no 

,      hectocotilizados   sustituidas    por 

I      dos  series  de  cirros E.  cirrhosa  Lamk. 


—  220  — 

Con  esta  clave  pueden  determinarse  las  subfamilias  de  todos  los 
Cefalópodos  del  mar  Mediterráneo ,  todos  los  géneros  que  tienen 
especies  descritas  en  esta  Memoria  y,  finalmente,  las  especies  de 
estos  géneros  cuando  en  las  páginas  anteriores  se  describe  más  de 
una. 

Los  géneros  y  especies  que  no  se  determinan  con  esta  clave  son 
los  siguientes : 

TiSANOTEUxiNOS.  —  Tliy saiioteutliis  rhombus  Troschel. —  T.  ele- 
gans  Tr. 

Ommastrefinos.  —  Stenoteuthis  Bartrammi  Les.  —  S.  pteropas 
Ststp.—S.  Caroli  Furtado.—  Todarodes  sagittatus  Lamk.  *— 
Illex  Coindetii  Ver.  * — Todaropsis  Veranyi  Girard.  * 

Onicoteutinos. — Enojyloteuthis  Margaritifera  Rupp .— Ahralia 
Veranyi  Hoyle.—A.  Owenii  Hoyle. — A.  polyonix  Hoyle.—  Vera- 
íiia  sicula  Krohn.—  Teleoteuthis  caribbsea  Ver'rill.—  T.  Krohni 
Verrill.  T.  Menegliinii  Hoyle.  —  Ancistroteuthis  Lichtensteini 
Fer  .* 

GoNATiNOS.  — CronaÍMS  Fabricii  Ststp. 

Taonoteútidos.— C7i¿ro¿ewí^¿s  Veranyi  D'Orh.  ^—  Doratopsis  yev- 
micularis  Rochebrune .  —  Eidoviopsis  Velaini  Rochehrune.—  Ca- 
lUteuthis  neuroptera  Jaita.  — C.  reversa  Verrill. — Histioteuthis 
Bonelliana  D^Orb. — H.  Ruppelli  Ver. 

Sepiólidos.— ^Sep^oía  Rondeleti  Leach.—S.  Petersi  Ststp.—S.  Owe- 
niana  D'Orb.—S.  atlántica  D'Orb.—S.  aurantiaca  Jatta.—Bos- 
sia  macrosoma  D.  Ch.—R.  palpebrosa  Oioen. —  Heteroteuthis 
dispar  Gray. 

EuSEPiNos. —/Sepia  Filliouxi  Lafont.—S.  Fiscberi  Z/a/bn¿. — S.  hie- 
rredda  Rang.—S.  rupellaria  D'Orb. — S.  enoplon  Hoyle. 

iBWSKPitíiOS. —Spirida  Peroni  Lamk  .* 

Loligínidos. —LoZígro  Forbesi  Ststp. 

Argonaútidos. — Argonauta  Argo  L  *. — Ocythoe  tuberculata  Ra- 
fin.  * 

Filonéxidos. — Tremoctopus  violaceus  D.  Ch.—  Tr.  ocellatus  Broch, 
Tr.  microstomus  Tryon. 

Octópidos. — Octopus  Troscbeli  Targ.  — Toz.  — O.  Salutii  Ver.— O. 
tuberculatus  Blv.  —  O.  Alderi  Ver.  — O  venustus  'Rang.—  Sccer- 
gus  unicirrhus  Tib.  —  S.  tetracirrhus  Tíb.—Sc.  titanotus  Tros- 
chel. 


*    Es  la  única  especie  de  este  género  que  se  conoce  en  el  Mediterráneo. 


ooca 


^^ 


INDICK 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  NÚMERO 


pXG8. 

VI.  — Acción  de  la,  quinina  y  de  la  pilocarpina  sobre  las 

oxidasas ,  por  José  E.  Carracido 141 

VII.— La  coagulación  de  la  sangre,  por  José  B.  Carra- 
cido         149 

VIII.— Cefalópodos  délas  costas  mediterráneas  españolas, 
particularmente  de  las  de  Cataluña  y  Baleares, 
por  Luis  Lozano  Rey 159 


La  subscripción  á  esta  Revista  se  hace  por  tomos  completos, 
de  600  ¿  600  páginas ,  al  precio  de  6  pesetas  en  España  y  6  francos 
en  el  extranjero,  en  la  Secretaría  de  la  Academia,  calle  de  Val- 
verde,  núm.  26,  Madrid. 

Precio  de  este  cuaderno,  1,26  pesetas. 


REVISTA 


DE     LA 


REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


DE 


MADRID 


TOlí^O    iri.-KTXJIVE.   3. 
(Septiembre  de  1905.) 


^''madrid 

IMPRENTA  DE  LA  "GACETA  DE  MADRID 

CALLE    DE    POKTKJOS,    KÚM.     8. 

1905 


ADVERTENCIA 


Los  originales  para  la  Revista  de  la  Academia 
se  han  de  entregar  completos,  en  la  Secretarla  de 
la  Corporación,  antes  del  dia  20  de  cada  mes, 
pues  de  otro  modo  quedará  su  publicación  para 
el  mes  siguiente. 


—  221 


IX. — Tipos  de  fosforescencia  en  los  sulfuros  de  bario, 

estroncio  y  calcio. 

POR  José  Rodríguez  Mourelo 

Antes  de  ahora  he  señalado  por  la  característica  más  cons- 
tante y  permanente  de  la  fosforescencia  de  los  monosulfu- 
ros  BaS —  SrS —  CaS,  que  he  obtenido  aplicando  diversos 
procedimientos  y  en  las  variadas  condiciones  experimentales 
ya  conocidas  y  estudiadas,  el  color  de  la  luz  emitida.  Y  esta 
permanencia  singular,  observada  de  continuo  en  mis  investiga- 
ciones, aun  cuando  variase  mucho  la  intensidad  de  la  lumines- 
cencia,  fué  motivo  de  nuevos  trabajos,  encaminados  á  indagar 
los  tipos  de  sulfuros  fosforescentes .  en  cuanto  al  color,  deter- 
minando lo  mejor  posible  sus  piopiedades  particulares  y  de- 
finiéndolos conforme  á  ellas:  los  resultados  de  la  labor  experi- 
mental, con  tal  intento  llevada  á  término,  están  contenidos  ea 
la  presente  Memoria  y  constituyen  su  principal  objeto. 

Merece  el  asunto  detenido  estudio  por  varias  razones.  Es  la 
primera,  la  relación  que  parece  existir  entre  el  color  é  intensi- 
dad de  la  fosforescencia  y  los  métodos  empleados  para  obte- 
ner los  sulfuros  que  la  presentan;  refiérese  la  segunda  á  la  tem- 
peratura de  formación  de  las  disoluciones  sólidas  que  los  cons- 
tituyen; la  tercera  es  relativa  á  la  diversa  naturaleza  y  propor- 
ciones de  las  materias  activas  disueltas;  la  cuarta  atañe  á  los 
fundentes  y  á  su  calidad  y  cantidad,  lo  mismo  que  á  lo  pecu- 
liar de  sus  funciones,  y  la  quinta  comprende  el  conjunto  de  los 
fenómenos  anexos  á  la  producción  de  las  substancias  lumines- 
centes.  Teniendo  en  cuenta  todo  esto  y  comparando  muchas  de 
ellas,  délas  procedencias  señaladas  en  anteriores  trabajos,  es 
como  he  llegado  á  fijar  la  constante  del  color,  que  determina 
el  tipo  do  la  fosferescencia  en  cada  uno  de  los  sulfuros  de  ba- 
rio, estroncio  y  calcio,  por  lo  menos  dentro  de  los  límites  de 

Eev,  ACAd.  Ciencias.— III.— Septiembre,  19(6.  16 


—  222  — 

la  temperatura  de  1.200°,  próximamente^  que  es  la  mayor  em- 
pleada en  mis  experimentos,  aunque  no  siempre  ha  resultado 
la  más  eficaz  para  producir  la  disolución  sólida  saturada. 

Bueno  será  advertir  que,  á  lo  que  entiendo,  hay  error  mani- 
fiesto en  pensar  que  leves  variantes  en  los  métodos  operatorios 
ó  la  adición  de  tales  ó  cuales  impurezas,  siempre  en  cortísi- 
mas proporciones ,  permiten  obtener  sulf uros  cuya  fosforescen- 
cia pueda  ser  de  color  elegido  á  voluntad  y  de  antemano  pre- 
visto. Por  mi  parte  puedo  asegurar  que  nunca  he  logrado  tal 
cosa.  Con  semejante  intento  hice  numerosos   ensayos,  sobre 
todo  dirigidos  á  conseguir  el  sulfuro  de  estroncio  dotado  de 
fosforescencia  rojiza  ó  siquiera  rosácea,  empleando  á  guisa  de 
impureza  el  sulfuro  de  antimonio,  siguiendo  indicaciones,  ya 
de  fecha  remota,  de  otros  investigadores,  y  los  resultados  fue- 
ron negativos ;  dudosos  los  obtuve  queriendo  lograr  sulfuro  de 
bario  con  luminescencia  violeta  ó  sulfuro  de  calcio  que  la  tu- 
viese amarilla,  y  vanos  fueron  también  mis  propósitos  cuantas 
veces  pretendía  que  el  t'ilfuro  de  estroncio  la  poseyera  asi- 
mismo violada,  y  todavía  cuaado,en  contadas  ocasiones,  ofre- 
cía su  fosforescencia  tonos  amarillentos,  tenían  á  la  continua 
matices  verdosos  muy  bien  señalados;  si  es  amarilla,  por  ejem- 
plo, en  los  productos  del  método  de  Vanino  y  Gans,  influyen 
en  ello  las  mismas  condiciones  operatorias,  la  temperatura  muy 
elevada,  el  fundente,  que  es  á  la  vez  disolvente  del  sulfuro  y 
de  la  substancia  activa,  y  la  primera  ñaatern,  estroncianita  na- 
tural. Vese  muy  manifiesta  esta  última  circunstancia  en  el  sul- 
furo de  zinc,  cuyo  color  de  luminescencia,  verde  ó  amarillo, 
parece  estar  determinado  por  la  ausencia  ó  prcí^encia  del  arsé- 
nico en  el  metal  originario;  no  obstante,  la  blenda  de  Sidot, 
considerada  tipo  de  los  sulf  uros  de  zinc  artificiales,  presenta 
siempre  intensa  fosforescencia  de  color  verde. 

No  se  me  oculta  que  acaso  experimentando  de  manera  dife- 
rente de  como  yo  lo  hice,  y  en  otras  condiciones,  puedan  ser 
distintos  los  resultados,  tocante  al  color  de  la  fosforescencia 
de  los  sulfuros  metálicos  susceptibles  de  presentarla;  por  eso 
sólo  trato  de  experimentos  propios,  de  investigaciones  perso- 
nales y  de  opiniones  individuales,  estrictamente  ajustadas  á 


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hechos  observados.  Así,  de  su  repetición  en  todas  las  ocasio- 
nes, depende  al  cabo  la  generalidad  de  las  conclusiones  relati- 
vas á  considerar  el  color  de  la  luz  emitida  como  constante  de 
la  luminescencia. 

Conforme  á  semejante  criterio,  considero  tipos  de  fosfores- 
cencia á  aquellos  sulfures  dotados  de  extremada  sensibilidad 
para  la  luz,  que  presentan  el  fenómeno  con  la  intensidad  y  du- 
ración máximas  y  color  amarillo  anaranjado,  tratándose  del  de 
bario;  verde  claro  en  el  caso  del  de  estroncio,  y  violeta  si  es 
el  de  calcio;  y  ya  se  advierte  cómo  las  cualidades  asignadas  á 
los  dichos  tipos  corresponden  al  límite  superior,  en  el  que  há- 
llanse  las  características  del  fenómeno  sobremanera  exaltadas. 
Interesa  en  grado  sumo  el  estudio  de  sus  crecimientos,  preci- 
sando los  términos  principales  observados  en  el  desarrollo  de 
las  coloraciones,  desde  el  momento  de  iniciarse  la  luminescen- 
cia y  con  ella  ya  el  tono  del  color,  dependiente,  en  particular, 
de  la  naturaleza  del  metal  sulfurado  que  constituye  el  disol- 
vente sólido. 


Obtenido  el  sulfuro  de  bario  reduciendo  por  el  carbón  H  ba- 
ritina SO^,  Ba  totalmente  exenta  de  hierro,  y  empleando  el  ne- 
gro de  humo,  sábese  que  es  menester  operar  á  la  temperatura 
del  blanco,  sosteniéndola  algún  tiempo  para  lograr  la  reduc- 
ción completa  y  un  producto  que  aun  en  tal  caso  no  es  fosfo- 
rescente, si  no  ha  experimentado  incipiente  oxidación  median- 
te las  acciones  del  aire,  regenerándose,  siquiera  sea  en  propor- 
ciones mínimas,  el  sulfato  originario.  No  es  este  cuerpo  muy 
soluble  en  el  sulfuro  producido  en  sus  transformaciones;  antes 
bien,  el  disolvente  está  muy  luego  saturado  y  es  de  suerte  que 
prolongando,  y  no  mucho  tiempo,  las  influencias  del  oxígeno 
atmosférico,  se  alcanza  en  seguida  el  límite  de  la  solubilidad, 
resultando  productos  absolutamente  inertes  respecto  de  la  luz. 
A  la  temperatura  ordinaria  se  efectúa  la  oxidación  con  bastan- 
te lentitud;  al  rojo  es  más  rápida,  pudiendo  conseguirse  diso- 


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luciones  sólidas  sobresaturadas  de  sulfato  de  bario ,  no  fosfo- 
rescentes; pues  no  cuenta  la  excepción  de  presentar  algunas 
débilísima  luminescencia  de  color  indefinido,  después  de  ha- 
ber experimentado  por  15'  las  directas  influencias  de  la  luz:  en 
mis  investigaciones  las  cantidades  de  sulfato  de  bario  disuelto 
en  el  sulfuro  eran  de  continuo  inferiores  al  2  por  100,  y  los 
productos  resultaban  sensibles  á  la  luz  y  excitables  en  grado 
variable,  conforme  lo  tengo  demostrado. 

Diré  ahora  que  esta  disolución,  la  menos  fosforescente  y  la 
menos  excitable  de  cuantas  he  obtenido ,  es  la  formada  á  tem- 
peratura más  elevada  y  por  más  tiempo  sostenida,  y  aunque  la 
presencia  de  álcalis  y  de  compuestos  mánganosos  determinan 
leves  aumentos  en  la  intensidad  de  la  fosforescencia,  bien  pron- 
to se  alcanza  el  límite  superior  del  fenómeno,  sin  ser  aquélla 
considerable.  Es  preciso  tener  en  cuenta  las  condiciones  de 
formación  de  la  disolución  sólida  fosforescente  en  este  caso 
particular  de  ser  disolveote  de  sulfuro  de  bario,  originado  en 
las  modificaciones  del  sulfato.  No  crece  la  solubilidad  de  la  ma- 
teria activa  conforme  aumenta  la  temperatura,  antes  bien  es 
cosa  probada  que  el  exceso  de  calor  y  la  prolongación  de  sus 
acciones  llegan  hasta  destruir  el  equilibrio  del  sistema  forma- 
do, ya  sea  volatilizando  la  materia  activa,  no  siendo  de  extra- 
ordinaria fijeza,  ya  sea  disociando  la  propia  solución  en  térmi- 
nos que  no  puede  volver  á  constituirse;  tiene,  por  consiguien- 
te, el  fenómeno  un  límite  definido  para  cada  caso  ó  método  de 
obtención  del  sulfuro  de  bario  fosforescente,  y  este  límite  pue- 
de explicar  las  influencias  de  la  temperatura  y  de  la  duración 
de  sus  acciones  en  la  reducción  del  sulfato  de  bario,  llevada  á 
cabo  en  las  condiciones  de  mis  experimentos. 

Puede  así  admitirse  que  si  el  calor  provoca  la  formación  de 
la  materia  activa,  favoreciendo  las  acciones  oxidantes  del  aire, 
sobre  el  sulfuro  ya  constituido,  y,  en  último  término,  la  difu- 
sión de  aquélla  en  la  masa  del  disolvente  sólido,  la  temperatu- 
ra excesivamente  elevada  ó  mucho  tiempo  sostenida  al  blanco, 
ó  cercana  de  tal  extremo,  es  causa  suficiente  para  formar  ex- 
ceso de  sulfato,  que  no  se  disolverá,  y  capaz  también  de  escin- 
dir y  descomponer  la  solución,  resultando,  en   ambos   casos, 


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productos  sulfurados  inertes  para  las  acciones  de  la  luz  y  en 
absoluto  desprovistos  de  luminescencia.  Tengo  observado  que 
en  las  cercanías  de  los  límites  indicados  es  cuando  se  produ- 
cen los  sulfuros  de  bario,  originados  mediante  redacción  incom- 
pleta del  sulfato,  dotados  de  mayor  fosforescencia  de  color  ama- 
rillo claro,  constante  y  nunca  tan  intensa  y  tan  bien  determi- 
nada como  la  de  los  productos  de  otras  procedencias. 

Este  hecho,  de  fácil  observación,  constituye  el  punto  de  par- 
tida para  las  investigaciones  del  tipo  de  fosforescencia  en  el 
sulfuro  de  bario,  porque  en  el  procedente  de  reducir  el  sulfato^ 
siguiendo  las  anteriores  indicaciones,  es  en  el  que  comienza  á 
iniciarse  la  propiedad  objeto  de  mis  estudios,  y  aunque  la  inten- 
sidad del  fenómeno  se  halle  en  el  grado  mínimo,  ya  aparece? 
bastante  determinada,  la  constante  de  color  con  sus  caracterís- 
ticos tonos  amarillentos.  Y  no  es  función  exclusiva  de  la  tem- 
peratura, por  más  que  sea  innegable  la  influencia  del  calor  en 
la  luminiscencia;  en  cuanto  al  blanco,  y  operando  fuera  del  con- 
tacto del  aire,  logré  la  reducción  del  sulfato  de  bario  y  un  sul- 
furo de  extremada  pureza,  en  absoluto  inerte  para  la  luz. 

Quizá  puedan  ser  consideradas  las  soluciones  sólidas  lumi- 
nescentes  como  representantes  de  sistemas  activos,  cuyo  equi- 
librio es  alterado  fácilmente  por  la  luz,  produciéndose  entonces 
transformaciones  internas  de  carácter  químico,  reversibles,  cu- 
yos efectos  están  relacionados  con  la  homogeneidad  de  la  difu- 
sión de  la  materia  activa  en  la  masa  del  disolvente  sulfurado: 
hay,  pues,  en  ellas  cambios  singulares  de  los  que  es  señal  la 
misma  fosforescencia,  y  á  lo  que  parece,  en  los  tres  sulfuros  de 
bario,  estroncio  y  calcio  tienen  el  mismo  carácter,  y  á  no  ser  en 
las  excepciones  que  se  rbarcarán,  reconócese  su  origen  en  las 
relaciones  de  orden  químico  que  pueda  haber  entre  las  substan- 
cias activas  y  sus  disolventes  sólidos  apropiados.  Si  tenemos  en 
cuenta  la  manera  de  estar  constituidos  los  sulfuros  alcalino  te- 
rrosos fosforescentes,  habremos  de  admitir  que  son  disolucio- 
nes saturadas ,  formadas  á  temperatura  elevada;  pero  si  nota- 
mos la  escasa  solubilidad  de  la  materia  activa  y  las  mínimas 
proporciones  de  ella,  que  son  eficaces  respecto  de  la  totalidad 
de  la  masa,  acaso  pudiéramos  hallar  analogías  entre  el  sistema 


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formado  y  el  que  constituyen  las  disoluciones  diluidas  ordina- 
rias, y  sólo  faltaría  saber  si  obedecen  á  las  mismas  leyes  y  si 
en  ellos  prodúcense  fenómenos  análogos.  Por  de  pronto,  los 
de  disociaciones  químicas,  no  permanentes  y  siempre  suscepti- 
bles de  reversibilidad,  á  lo  menos  entre  límites  bastante  apar- 
tados, parecen  demostrados  necesarios  á  causa  de  las  relacio- 
nes simultáneas  de  la  materia  activa  y  el  disolvente  en  cuya 
masa  se  halla  con  uniformidad  difundida. 

Fué  menester  practicar  varias  series  de  experimentos,  enca- 
minados todos  ellos  á  fijar  y  determinar  la  constancia  del  color 
de  la  fosforescencia  del  sulfuro  de  bario,  estableciendo  así  las 
condiciones  típicas,  especiales  del  fenómeno,  en  el  cual  influ- 
yen de  manera  directa  muchas  circunstancias,  siendo  las  prin- 
cipales, el  método  de  obtención,  la  naturaleza  de  las  materias 
activas  disueltas  y  de  los  fundentes  añadidos,  y  el  tiempo  ó  du- 
ración de  las  acciones  del  calor;  partiendo^  para  el  sulfuro  de 
bario,  de  la  temperatura  correspondiente  al  rojo  vivo.  Claro 
está  que  la  determinación  del  color  propio  de  la  fosforescencia 
de  tal  cuerpo  ha  de  ser  función  de  las  acciones  de  la  luz,  al- 
canzando el  máximo  cuando  también  llega  á  semejante  término 
la  intensidad  de  la  fosforescencia,  de  suerte  que  esta  propie- 
dad y  el  color^  tenido  por  la  cualidad  más  constante,  se  enla- 
zan en  virtud  de  su  mutua  dependencia. 

Repárese  que,  en  general,  el  tipo  de  la  luminescencia  corres- 
ponde á  disoluciones  sólidas  complicadas,  y  las  que  he  obtenido 
de  continuo  para  mis  investigaciones  contenían,  aparte  del 
disolvente  sulfurado  y  de  la  materia  activa,  leves  proporciones 
de  una  substancia  alcalina,  á  la  continua  carbonato  de  sodio 
anhidro  que  podía  servir  de  fundente,  y  menores  cantidades 
todavía  de  cloruro  de  sodio,  volátil  á  la  temperatura  de  forma- 
ción de  las  disoluciones  y  cuyas  beneficiosas  influencias  he  de- 
mostrado en  anteriores  trabajos,  y  ahora  diré  cómo  son  mani- 
fiestas en  la  homogeneidad  de  la  difusión  del  cuerpo  activo  y 
en  que  saturada  la  disolución  á  temperatura  elevada,  no  se  se- 
para aquél  del  disolvente  durante  el  lento  enfriamiento  de  la 
masa.  Exceptúase,  aunque  sólo  en  parte,  de  la  regla  el  sulfuro 
de  bario,  cuya  capacidad  como  disolvente,  á  lo  menos  del  sub- 


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nitrato  de  bismuto  y  del  óxido  de  uranio,  es  bastante  menor  que 
la  de  sus  congéneres,  los  sulfures  de  estroncio  y  de  calcio  em- 
pleados en  las  mismas  condiciones;  por  las  circunstancias 
dichas,  cuando  el  producto,  de  suyo  menos  complejo,  es  some- 
tido á  las  directas  influencias  de  la  luz,  si  bien  no  es  tan  pronto 
impresionado,  en  cuanto  se  excita  tarda  poquísimo  en  adquirir 
la  intensidad  máxima  con  el  color  amarillo  característico  de  su 
luminescencia. 

Guardan  relación  sus  matices  con  las  circunstancias  antes 
indicadas,  y  sobre  todo  con  la  estructura  de  las  disoluciones 
sólidas.  En  algunas  he  observado  que  hay  dos  tonos  del  color 
amarillo:  á  veces  sobre  un  fondo  claro  aparecen  núcleos  más 
obscuros  y  en  ocasiones  preséntase  el  fenómeno  inverso,  ad vir- 
tiéndose los  núcleos  claros  destacándose  sobre  un  fondo  dora- 
do. Tampoco  es  raro,  experimentando  con  masas  de  cierta  con- 
sideración y  fragmentos  grandes,  extraídos  de  los  crisoles  don- 
de se  formaron  y  sometidos  en  seguida  á  las  influencias  de  la 
luz  directa  por  3'  á  5',  que  la  fosforescencia  se  presente  en 
zonas  de  distinto  matiz  amarillo,  irregulares  y  sin  gradación 
metódica,  viéndose  entre  ellas  espacios  obscuros  y  porciones 
absolutamente  inertes  para  las  acciones  luminosas,  sin  que 
haya  medios  de  despertar  su  sensibilidad.  Nótase  el  hecho 
en  las  disoluciones  heterogéneas,  llamando  así  á  aquellas  cuya 
materia  activa  hállase  difundida  de  manera  irregular  y  no  uni- 
forme en  la  masa  del  sulfuro  disolvente,  de  la  cual  unas  por- 
ciones están  saturadas  y  otras  distan  bastante  de  estarlo,  ha- 
biéndolas por  completo  exentas  de  aquélla,  y  también  partes, 
de  ordinario  amarillentas  y  aun  pardas ,  en  las  que  he  demos- 
trado la  presencia  de  sulfuro  del  metal  activo,  en  particular 
siendo  el  bismuto.  Y  el  hecho  se  enlaza  con  la  temperatura 
de  formación  de  las  disoluciones  que  lo  presentan  y,  aun  mejor 
diría,  con  la  manera  irregular  de  actuar  el  calor,  según  aparece 
probado  en  repetidos  experimentos  de  mis  investigaciones  re- 
ferentes á  la  fosforescencia  del  sulfuro  de  bario. 

Sirve  de  principio  general  en  las  relativas  á  los  tipos  de  fos- 
forescencia la  permanencia  de  su  color  en  cada  uno  de  los  sul- 
fures estudiados,  cuyos  matices  no   están  sujetos  tampoco  á 


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variantes  de  cuantía,  que  más  se  relacionan  con  la  intensidad, 
reconociendo  por  causa  inmediata  la  duración  de  las  acciones 
luminosas  excitadoras;  lo  cual  se  prueba  en  la  posibilidad  de 
lograr  la  característica  del  tipo,  sometiendo  algunos  sulfuros 
de  bario,  nunca  los  procedentes  de  la  reducción  del  sulfato  en 
la  forma  acostumbrada,  á  la  luz  directa,  prolongando  sus  in- 
fluencias. Entonces  el  color  amarillo  se  acentúa  y  llega  á  adqui- 
rir, con  la  máxima  intensidad  posible,  dado  el  método  de  ob- 
tención del  sulfuro,  el  matiz  amarillo  dorado,  típico  y  peculiar 
de  su  luminescencia. 

Hay  que  notar  cómo  se  desarrolla  la  fosforescencia  me- 
diante las  acciones  de  la  luz,  partiendo  del  sulfuro  de  bario 
generado  por  reducción  del  sulfato ;  y  con  semejante  intento 
reproduje,  introduciendo  ligeras  variantes,  una  serie  de  prue- 
bas utilizadas  en  la  determinación  de  la  intensidad  de  la  lumi- 
nescencia. Abierto  el  crisol  que  contenía  el  sulfuro  en  la  obs- 
curidad, y  colocados  sus  fragmentos  en  tubos  de  ensayo,  fue- 
ron esmeradamente  tapados  y  conservados,  envueltos  en  papel 
negro  mate,  y  permaneciendo  en  la  cámara  obscura  por  diez 
días,  con  el  fin  de  reducirlos  al  estado  de  pura  inercia,  y  pa- 
sado aquel  término,  fueron  expuestos  á  la  luz:  el  1.°,  30"; 
el  2.°,  1';  el  3.^  1'  30";  el  4.°,  2";  el  5.°,  2'  30";  el  6.°,  3'; 
el  7.°,  3'  30",  y  el  S.°,  4';  reuniéndolos  todos  para  observar 
el  efecto.  Desde  luego,  adviértese  la  dificultad  de  señalar  el 
punto  preciso  de  la  aparición  de  la  fosforescencia;  mas  ya  se 
ve  como  un  resplandor  que,  aun  siendo  poco  determinado, 
presenta  desde  el  comienzo  la  característica  tonalidad  ama- 
rillenta, cuyo  color  se  acentúa  hasta  adquirir  el  tono  típico, 
si  no  en  este  caso  en  otros  que  se  dirán.  No  son  numerosos  los 
incrementos  de  las  coloraciones;  mas  poniendo  en  orden  los 
tubos,  unos  al  lado  de  otros,  percíbense  claramente,  y  de  ellos 
puede  juzgarse  hasta  alcanzar  en  los  dos  últimos  la  constancia 
del  matiz  amarillo,  distintivo  de  la  fosforescencia  de  los  pro- 
ductos de  la  reducción  del  sulfato  de  bario,  y  conviene  recor- 
dar lo  que  tiene  de  individual  la  propiedad  estudiada,  puesto 
que  en  ella  es  parte  principalísima  el  origen  y  modo  de  haber 
conseguido  las  disoluciones  sólidas  fosforescentes. 


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Todavía  cabe  repetir  el  experimento  á  la  inversa,  comen- 
zando por  las  excitaciones  máximas,  disminuyéndolas  gradual- 
mente hasta  anular  por  entero  la  acción  de  la  luz,  y  entonces 
se  consigue  la  escala  inversa,  cuyos  términos  llegan  á  corres- 
ponderse con  los  de  la  primera,  y  es  un  buen  medio  de  reco- 
nocer la  constancia  del  color  de  la  luminescencia,  que  será 
menester  atribuir  á  la  naturaleza  particular  del  disolvente  sul- 
furado, aunque  en  ello  influyan,  sobre  todo,  el  método  de  ob- 
tención y  la  temperatura.  Es  este  el  caso  más  sencillo,  porque 
la  disolución  sólida  experimentada  sólo  contiene  levísimas  pro- 
porciones de  sulfato  de  bario  por  materia  activa,  producto  de 
incipientes  oxidaciones  del  sulfuro. 

Iniciada  la  fosforescencia  en  la  forma  dicha,  su  desenvolvi- 
miento, en  cuanto  á  la  coloración,  lo  mismo  que  á  la  intensi- 
dad, depende  de  la  duración  de  las  acciones  de  la  luz,  y  es 
función  del  tiempo  hasta  el  límite  marcado  por  el  tono  ó  ma- 
tiz típico.  Representando  por  üq  el  estado  inicial  ó  de  inercia 
en  el  que  el  sulfuro  no  está  todavía  impresionado,  y  no  ha 
dado  la  menor  muestra  de  su  sensibilidad  para  la  luz  directa, 
tendremos  que  desde  el  primer  momento  en  que  aparece  la 
fosforescencia  incipiente  hasta  el  límite  determinado  por  la 
coloración  típica  habrá  un  número  n  variable  de  incrementos 

«1— «2   —  «3  —  «t— «5 «,t, 

representando  cada  uno  su  acentuación  del  color  amarillo  en 
el  caso  presente,  y  como  dependen  de  las  excitaciones  lumi- 
nosas, á  cada  cual  correspondería  determinado  tiempo  t^  á 
partir  de  ¿q,  y  tendríamos: 


h       h       ^3        ^1  —  h ^ 


n  ) 


y  partiendo  de  a.^  y  de  t¡^  en  escala  descendente,  conforme  se 
dijo,  se  llegaría  al  estado  primitivo  de  insensibilidad,  siendo 
entonces  a  =  oyí  =  c>,yasí  podían  ser  comprobados  los  lí- 
mites del  fenómeno,  en  cuanto  el  color  de  la  fosforescencia, 


—  230  ^. 

la  intensidad  y  la  excitación  luminosa  son  términos  correspon- 
dientes. 

Una  vez  establecidas  las  relaciones  de  los  términos  para 
cada  sulfuro,  se  comprende  que  determinado  el  valor  de  t,  en 
cualquiera  momento  aparecerían  conocidos  los  valores  de  a  y 
de  h  (llamando  h  á  la  intensidad  de  la  fosforescencia)  y  de- 
terminado el  desarrollo  del  fenómeno;  pero  esto  sólo  podría 
acontecer  en  una  disolución  invariable  y  de  absoluta  fijeza,  es 
decir,  con  un  sulfuro  perfecto  é  ideal  que  no  existe,  ni  es  posi- 
ble lograrlo  todavía.  Cierto  que  en  la  práctica  resulta  por  lo 
general  bastante  aproximada  la  relación  de  proporcionalidad 
entre  los  factores  variables  de  que  se  trata;  pero  hay  asimismo 
numerosas  excepciones,  dependientes  la  mayoría  de  las  veces 
de  otras  propiedades  de  los  sulfuros,  precisamente  de  las  que 
marcan  sus  características  individuales  y  permiten  distinguir- 
los; por  lo  general  dependen  de  los  métodos  de  obtención  y 
de  la  temperatura  á  la  que  fueron  constituidas  las  disoluciones 
sólidas. 

Juzgo  que  de  tales  propiedades  es  la  más  interesante  la  sen- 
sibilidad específica  de  cada  uno,  es  decir,  su  natural  capaci- 
dad para  recibir  las  impresiones  luminosas  directas,  que  no  es 
constante,  sino  muy  variable  y  sujeta  á  cambios,  por  lo  cual 
es  siempre  incierta  su  medida.  Recuérdese  como  hay  sulfuros 
cuya  impresionabilidad  aumenta  con  las  reiteradas  excitacio- 
nes de  la  luz,  por  virtud  de  acumularse,  para  los  efectos  de  la 
fosforescencia,  los  residuos  de  carga;  en  algunos  causa  igua- 
les efectos  la  oxidación  parcial  ó  incipiente,  y  en  otros  la  tem- 
peratura puede  dotarlos  de  capacidades  que  no  tenían,  con 
sólo  mantenerlos  al  rojo  durante  cierto  tiempo,  el  mismo  mu- 
chas veces  suficiente  para  tornarlos  inertes;  y  todo  ello,  aun- 
que otra  cosa  pudiera  parecer,  no  se  relaciona  con  los  modos 
de  generar  las  disoluciones  sólidas  sulfuradas.  Tocante  al  ca- 
lor, ya  ¿abemos  que  en  el  caso  del  sulfuro  de  bario  tiende  á 
aumentar  la  sensibilidad,  no  parece  ejercer  acción  en  la  co- 
rrespondiente al  de  estroncio,  y  aminora  grandemente,  hasta 
destruirla,  la  peculiar  del  sulfuro  de  calcio;  lo  que  en  ningún 
caso  cambia  es  el  color  de  la  fosforescencia,  ya  perceptible  en 


—  231  — 

los  comienzos  de  la  luminosidad,  es  decir,  en  el  mínimo  6  lí- 
mite inferior  de  las  excitaciones.  Cuando  el  tiempo  de  éstas, 
aumenta  6,  sólo  reiterándolas,  se  determina  mejoría  coloración 
amarilla,  verde  ó  violeta,  conforme  se  trate  del  sulfuro  de  ba- 
rio, del  de  estroncio  ó  del  de  calcio,  adquiriendo  el  tono  y  la 
intensidad  correspondientes  á  los  tres  tipos  de  fosforescencia 
objeto  de  mis  investigaciones.  No  es  posible,  por  lo  tanto,  es- 
tablecer reglas  generales  y  medios  ciertos  de  llegar  á  ellos, 
dada  la  variabilidad  de  las  mismas  condiciones  individuales 
de  cada  sulfuro,  y,  sin  embargo,  es  el  color  de  la  fosforescen- 
cia su  carácter  más  constante  y  permanente. 

Valga  citar  el  caso  de  un  sulfuro  de  bario,  muy  blanco,  pro- 
cedente de  las  acciones  del  azufre  sobre  la  barita  cáustica.  En 
un  experimento  logré  excitarlo  sometiéndolo  repetidas  veces,  á 
la  temperatura  del  rojo  muy  vivo,  dos  horas  cada  vez,  en  tér- 
minos de  bastar  un  momento  de  impresión  para  que  presen- 
tara en  seguida  hermosa  fosforescencia  de  color  amarillo 
claro;  y  en  otro  experimento  bastó  prolongar  las  acciones  de 
la  temperatura  por  tres  horas,  sin  pasar  del  rojo  vivo,  para 
reducir  el  mismo  sulfuro  al  estado  de  inercia,  cuando  en  el  ini- 
cial era  ya  de  suyo  bastante  impresionable. 

Lejos  de  presentar  uniformidad  los  incrementos  de  la  inten- 
sidad de  la  fosforescencia  y  los  referentes  á  las  tonalidades  y 
matices  de  la  coloración  que  son  consiguientes,  ofrecen  irre- 
gularidades y  fenómenos  dignos  de  ser  tenidos  en  cuenta ,  por 
derivar  de  la  sensibilidad  y  de  los  procedimientos  de  obten- 
ción de  los  sulfuros  fosforescentes,  acerca  de  cuyo  punto  ten- 
go hechas  las  observaciones  cuyos  resultados  aquí  se  ponen. 
En  las  disoluciones  más  perfectas  y  saturadas,  obtenidas  á  la 
temperatura  conveniente  y  enfriadas  muy  despacio,  el  des- 
arrollo de  la  luminescencia,  con  su  color  característico,  es  ins- 
tantáneo y  no  han  menester  recibir  sino  un  momento  las  im- 
presiones de  la  luz  directa;  no  obstante,  algunos  sulfuros  de 
bario,  procedentes  de  las  acciones  del  azufre  sobre  la  barita  ó 
el  carbonato  en  presencia  del  carbonato  de  sodio  y  el  cloruro 
de  sodio  con  O  gr.,001  de  subnitrato  de  bismuto  por  materia 
activa,  sólo  á  la  segunda  excitación,  ó  prolongando  hasta  30" 


—  232  — 

la  primera,  presentan  el  tono  amarillo  dorado  típico,  comen- 
zando por  un  tono  más  claro;  y  en  este  caso  la  intensidad  de 
.la  fosforescencia  parece  llegar  ya  en  el  principio  al  límite  su- 
perior. 

Y  no  es  privativo  de  tales  productos  el  recorrer  con  tanta 
velocidad  las  fases  del  desarrollo  del  fenómeno,  si  es  que  en 
semejante  caso  las  tiene;  pues  los  hay  de  igual  origen  que  no 
participan  de  semejante  excelencia,  y  dentro  de  los  límites 
de  30"  y  4'  para  la  duración  de  las  impresiones,  ofrecen  mu- 
chas y  bien  definidas  fases  hasta  fijarse  el  color  de  la  lumines- 
cencia,  cuando  es  llegado  el  término  superior  de  su  intensidad. 
Sin  embargo,  es  lo  general  que  á  la  mayor  impresionabilidad, 
particularmente  en  los  sulfuros  de  color  blanco,  correspondan 
más  fases  ó  incrementos  en  el  tono  é  intensidad  del  color,  aun- 
que sean  rápidos  los  crecimientos  y  no  puedan  delimitarse  con 
la  precisión  que  se  hace  ensayando,  por  ejemplo,  los  produc- 
tos de  la  descomposición  por  el  calor  del  sulfito  y  del  hipo- 
sulfito  de  bario.  También  he  notado  que  estos  sulfuros  tan  ex- 
citables y  dotados  de  hermosa  fosforescencia  del  color  amari- 
llo del  oro  bruñido,  son  los  que  más  tardan  en  perderla;  y  con- 
servándolos en  la  obscuridad  no  es  raro  que  tarden  horas  en 
recobrar  su  estado  inicial,  adquiriendo  ciertos  aumentos  de 
actividad  y  tornándose  más  impresionables  para  nuevas  exci- 
taciones de  la  luz;  y  esto  no  acontece  de  la  propia  manera  con 
las  disoluciones  de  sulfato  de  bario  en  el  sulfuro  de  bario  pro- 
cedente de  su  reducción. 

Llégase  á  disminuir  el  número  de  las  fases  que  presenta  el 
desarrollo  de  la  coloración  de  la  fosforescencia  en  aquellos 
sulfuros  no  constituidos  de  esta  forma,  es  decir,  en  los  que  no 
son  mezclas  de  sulfuro  y  sulfato  (originados  reduciendo  éste  ó 
descomponiendo  el  hiposulfito  y  el  sulfito  de  bario),  sino  pro- 
ducidos actuando  el  vapor  de  azufre  sobre  el  carbonato  de  ba- 
rio, adicionado  de  carbonato  y  cloruro  de  sodio;  el  gas  sulf- 
hídrico seco  con  la  barita  en  presencia  de  materias  alcalinas; 
el  azufre  con  el  carbonato  impuro,  ó  apelando  al  método  de 
Verneuil  conforme  yo  lo  he  modificado.  Para  conseguirlo  bas- 
ta reiterar  las  impresiones  de  la  luz,  y  al  cabo  de  experimentar 


_  233  - 

varias  veces  con  un  mismo  sulfuro,  en  particular  si  contiene, 
procedente  de  las  primeras  materias,  ó  se  le  ha  agregado  sílice 
en  exiguas  proporciones  (O  gr.,001  á  O  gr.,003  por  100),  nó- 
tase muy  á  las  claras  considerable  aumento  en  su  impresiona- 
bilidad, al  punto  de  que  en  ocasiones  es  suficiente  el  calor 
obscuro  para  provocar  la  fosforescencia,  apareciendo  desde 
luego  el  color  amarillo  dorado  con  su  intensidad  máxima;  y  en- 
tonces la  vuelta  al  estado  inicial  es  lenta,  y  mientras  dura,  en 
los  decrecimientos  del  color  pueden  observarse  cambios  deter- 
minando fases  y  reconociéndolas  en  que  el  tono  dorado  se 
aclara,  pasa  por  muchos  matices  de  amarillo,  á  cada  punto 
más  claro,  y  se  emblanquece;  pero  cuando  ya  cerca  de  extin- 
guirse, sólo  aparece  como  un  resplandor  débilísimo,  todavía 
conserva  ligera  tonalidad  amarillenta,  que  es  la  constante  de 
la  fosforescencia  del  sulfuro  de  bario. 

Aquí  se  nota  clara  la  influencia  del  método  de  obtención  y 
se  ve  la  que  tienen  las  materias  activas  de  naturaleza  metálica 
distinta  de  la  peculiar  del  disolvente  sólido,  pudiendo  estable- 
cerse entre  ambos  términos  aquellas  relaciones  de  orden  quí- 
mico, cuya  importancia  he  tratado  de  esclarecer  en  otro  lu- 
gar. También  es  singular  que  estas  masas  fosforescentes  cam- 
bien poquísimo  sus  aptitudes  y  sensibilidad,  calentándolas  al 
abrigo  de  las  acciones  del  aire;  resisten  sin  alteraciones  la 
temperatura  del  rojo,  y  acaso  por  ello  el  color  de  su  lumines- 
cencia  permanece  invariable,  á  condición  de  no  alcanzar  aquel 
límite  en  el  cual  la  disolución  se  destruye  y  sulfurándose  el 
metal  de  la  materia  activa,  sirve  de  pigmento  al  cuerpo  fosfo- 
rescente tiñéndolo  de  obscuro  y  haciéndolo  en  absoluto  inerte 
para  las  acciones  de  la  luz  blanca  directa. 

Marcan  algunos  de  los  resultados  expuestos  una  nota  singu- 
lar de  la  fosforescencia,  y  es  el  no  ser  fenómeno  completa  y 
absolutamente  reversible,  en  cuanto,  después  de  las  modifica- 
ciones causadas  por  la  luz,  no  se  reintegra  la  disolución  sólida 
al  estado  inicial ,  que  algo  de  la  impresión  recibida  queda  en 
ella  con  cierto  carácter  de  permanencia  y  se  acumula  hasta 
cierto  límite,  produciendo  aumentos  de  sensibilidad  y  haciendo 
más  rápido  el  desarrollo  de  la  luminescencia.  Por  esta  propie- 


—  234  — 


1- 


dad  de  los  residuos  de  carga  sumados  unos  á  otros,  se  expl 
ca  que  el  tono  del  color  de  la  fosforescencia ,  sobre  todo  en  el 
sulfuro  de  bario,  sea  más  acentuado  y  recorra  menor  número 
de  fases  para  llegar  al  tipo  de  la  coloración,  con  la  máxima  in- 
tensidad, operando  con  un  sulfuro  que  haya  sido  varias  veces 
impresionado,  cuando  el  mismo  cuerpo  recién  preparado  y  la 
primera  vez  que  es  sometido  al  experimento,  pone  mayor  tiem- 
po en  llegar  al  límite  máximo;  pero  tales  aumentos  no  son  in- 
definidos y  se  detienen  en  un  punto,  resultando  formado  un 
equilibrio  estable  y  constituido  un  estado  normal  de  las  diso- 
luciones sólidas,  en  las  que  si  no  es  enteramente  reversible  el 
fenómeno  de  la  fosforescencia,  como  tal  puede  ser  considerado 
en  la  práctica. 


II 


Bueno  será  indicar,  porque  es  hecho  general,  cómo  el  color 
de  la  luz  excitadora,  si  puede  influir  en  la  fosforescencia  por 
impresionar  de  distinta  manera  á  los  cuerpos  que  de  adquirir- 
la son  capaces,  no  tiene  la  menor  acción  sobre  el  color  de  la 
luminescencia.  Se  demuestra  con  la  mayor  sencillez  emplean- 
do luz  monocromática,  roja,  amarilla,  verde,  azul  y  violeta,  y 
viendo  que,  aunque  la  impresión  sea  desigual  en  cuanto  á  la  in- 
tensidad, en  nada  se  modifica  el  color  específico,  peculiar  del 
fenómeno  estudiado,  en  los  sulfuros  de  bario,  estroncio  y  cal- 
cio. Del  propio  modo  he  ensayado  la  luz  fría,  privando  á  la 
natural  ó  á  la  de  un  sólo  color  de  los  rayos  térmicos,  filtrándo- 
la por  disoluciones  acuosas  de  alumbre  ordinario,  y  los  resul- 
tados fueron  no  advertir  en  ningún  caso,  y  el  experimento  fué 
repetido  varias  veces  en  diferentes  condiciones,  la  menor  va- 
riante en  las  coloraciones,  sin  que  se  modificaran  sus  fases;  de 
suerte  que  se  puede  afirmar  con  un  nuevo  dato  la  constancia 
de  la  propiedad  estudiada,  cuyas  relaciones  con  la  intensidad 
de  la  fosforescencia  aparecen  siempre  manifiestas;  pues  al  cabo 
está  unida  al  desarrollo  de  las  coloraciones. 

Necesité  para  mi  objeto  operar  con  muchos  sulfuros,  única 


—  235  — 

manera  de  poder  comparar  la  fosforescencia  que  adquirían,  y 
es  bien  sabido  cuánto  tiene  de  individual  semejante  cualidad 
y  las  causas,  en  apariencia  levísimas,  capaces,  no  obstante,  de 
modificarla  hondamente.  Por  de  pronto,  y  aparte  de  las  aptitu- 
des peculiares  de  las  disoluciones  sólidas,  hay  la  luminescen- 
cia  que  nombraré  inicial,  y  es  la  adquirida  cuando  reciben  por 
primera  vez  las  impresiones  de  la  luz;  viene  luego  la  fosfores- 
cencia progresiva,  en  la  que  al  efecto  de  éstas  únese  la  in- 
fluencia de  los  residuos  de  carga  acumulados,  y,  en  último  tér- 
mino, la  fosforescencia  límite,  que  marca  como  el  término  de 
la  acción  de  los  dos  efectos  anteriores.  En  cada  sulfuro  pre- 
senta el  fenómeno  estos  tres  períodos,  aunque  su  desarrollo  no 
sea  siempre  el  mismo,  ni  se  puedan  señalar  iguales  puntos  sin- 
gulares, y  también  es  de  advertir  que  no  en  intensidad,  pero 
sí  en  tono,  ya  en  el  primer  período  se  puede  llegar  al  tipo 
constante  de  la  coloración,  que  de  tal  manera  vemos  relaciona- 
da con  las  condiciones  químicas  de  la  disolución  sólida,  pues 
en  ellas,  tanto  como  en  su  propia  naturaleza  y  en  la  tempera- 
tura á  que  ha  sido  generada,  ha  de  buscarse  la  causa  de  su 
impresionabilidad  respecto  de  la  luz  y  los  modos  de  sus  varian- 
tes y  desarrollos  hasta  alcanzar  la  máxima.  Indicado  tenía,  por 
lo  tanto,  el  método  de  los  experimentos.  Clasificados  los  sul- 
furos  conforme  á  los  procedimientos  de  obtención,  fué  menes- 
ter, en  cada  grupo ,  examinar  los  tres  períodos  antedichos ,  y 
cuando  en  cada  uno  hube  señalado  el  individuo  que  presenta- 
ba mejor  definida    la   fosforescencia  tocante  al  color,  reuní 
aquellos  verdaderos  productos  de  selección,  los  experimenté 
en  iguales  condiciones  y  diputé  por  tipo  al  que  ofrecía  más 
constante  y  exaltado  el  color  propio  y  peculiar  de  su  respecti- 
va fosforescencia. 

Claro  está  que  en  las  nuevas  investigaciones  distinguía  pri- 
meramente la  naturaleza  particular  del  sulfuro,  habida  cuenta 
de  que  por  la  misma  á  cada  metal,  bario,  estroncio  y  calcio,  co- 
rresponde un  color  específico  de  su  fosforescencia,  á  lo  menos 
empleando  para  obtenerlos  los  métodos  de  que  hice  uso  y  las 
temperaturas  que  al  describirlos  por  menudo  dejo  especifica- 
das. Mi  intento  fué  siempre  relacionar  propiedades,  con  el  ob- 


-  236  - 

jeto  de  generalizar  luego  lo  más  posible  las  condiciones  espe- 
ciales del  fenómeno  estudiado. 

Ocurre  en  el  acto  de  la  excitación,  aparte  de  los  fenómenos 
debidos  á  la  acumulación  de  los  residuos  de  carga,  un  hecho, 
á  mi  ver  dependiente  de  la  estructura  interna  de  las  disolu- 
ciones, y  es  que  su  impresionabilidad,  respecto  de  la  luz,  no 
resulta  siempre  la  misma,  lo  cual  acusa,  á  mi  ver,  cierta  falta  de 
homogeneidad  de  la  materia  fosforescente.  Acaso  el  hecho  tie- 
ne cierta  semejanza  con  el  que  ofrecen  las  soluciones  sólidas 
de  cuerpos  isomorfos,  entre  ellos  algunas  dolomitas  cuádru- 
ples, en  las  que  los  carbonatos  de  calcio  y  magnesio  hacen  ofi- 
cios de  disolventes  de  ligeras  proporciones  de  hierro  y  man- 
ganeso; según  están  repartidos  estos  cuerpos,  así  aparecen 
las  modificaciones  del  romboedro  primitivo,  conforme  se  obser- 
va comparando  muchos  cristales  de  tan  curiosas  substancias. 
De  la  propia  manera  no  ha  de  considerarse  tipo  de  fosfores- 
cencia aquel  sulfuro  en  el  que  aparece  más  pronto  el  fenóme- 
no, siendo  entonces  el  tiempo  t^  del  primer  incremento  a^  su- 
mamente pequeño;  pues  se  ha  de  tener  presente  que  el  carác- 
ter del  tipo  depende  del  valor  máximo  de  a^  límite,  correspon- 
diente á  la  mayor  intensidad  h,^^,  sean  cualesquiera  las  fases  6 
puntos  intermedios  para  llegar  del  estado  inicial  de  pura  iner- 
cia al  estado  final  ó  superior  de  la  luminescencia,  cuando  es 
más  intensa  y  de  más  acentuado  color.  Por  eso  es  menester 
que  alcance  la  plenitud  del  desarrollo  y  se  manifieste  en  diso- 
luciones homogéneas,  en  las  que  puedan  ser  posibles  y  necesa- 
rias ciertas  reacciones  químicas,  cuya  característica  va  ya 
notada. 

Dijérase,  teniendo  en  cuenta  lo  apuntado,  que  si  se  mira  al 
modo  de  presentarse  el  hecho ,  la  fosforescencia  podría  ser  un 
medio,  bastante  aproximado,  para  inferir  el  estado  molecular 
de  las  soluciones  sólidas.  Acerca  de  ello,  en  mis  investigacio- 
nes tocante  al  sulfuro  de  bario,  que  tan  bien  presentan  las  des- 
igualdades, dejo  consignados  los  experimentos  en  diversas  con- 
diciones practicados:  respecto  del  sulfuro  de  calcio,  la  desigual 
repartición  de  la  materia  activa  me  consintió  obtener  productos, 
cuya  masa  no  fosforece  toda  de  la  propia  manera,  presentando 


-  237  — 

al  lado  de  fragmentos  susceptibles  de  hermosa  é  intensa  lumi- 
nescencia  de  tono  violeta  puro,  otros  que  sólo  la  dan  ligera- 
mente violácea,  y  en  cuanto  al  sulfuro  de  estroncio  fuéme 
dado  lograr  variadísimos  efectos  en  el  reparto  de  coloracio- 
nes, intensidades  é  impresionabilidad,  siempre  dentro  del  tono 
verde,  peculiar  suyo,  cambiando  la  difusión  de  la  materia 
activa  en  el  disolvente  sulfurado. 

Puede  resultar  un  sulfuro  muy  impresionable,  no  necesitando 
sino  breves  instantes  ser  sometido  á  las  influencias  luminosas 
directas  para  desarrollar  su  fosforescencia,  y,  sin  embargo,  no 
constituir  el  verdadero  tipo  del  fenómeno,  por  no  llegar  al  ple- 
no desenvolvimiento  de  la  coloración  peculiar  de  la  naturaleza 
del  disolvente;  entonces  los  intervalos  entre  t^  y  í„  son  peque- 
ñísimos y  no  se  corresponden  con  los  incrementos  de  a,  ó,  por 
mejor  decir,  el  valor  de  a.^  será  menor  que  en  otros  casos,  y  lo 
mismo  sucederá  con  el  de  h^^  representante  de  la  intensidad 
del  fenómeno.  En  cambio  sucede  que  el  intervalo  to...tn  es 
mayor,  y  que  de  a^  hasta  a.^  hay  más  fases  de  evolución,  y  en- 
tonces se  alcanza  el  valor  máximo  para  h^^,  es  decir,  la  mayor 
intensidad  de  luminescencia  con  la  coloración  más  acentuada, 
ó  sea  las  condiciones  correspondientes  al  tipo,  según  mi  defi- 
nición. Cabalmente  este  es  el  caso  del  sulfuro  de  calcio:  con  30" 
de  exposición  á  la  luz  directa  ya  se  excita  y  su  fosforescencia 
blanquecina  tiene  ligero  tono  violeta;  reiterando  las  impresio- 
nes ó  prolongándolas  durante  V ,  6  algo  más,  la  intensidad  del 
fenómeno  crece  hasta  alcanzar  el  límite,  apareciendo  con  ella 
el  hermoso  color  violeta  intenso,  que  considero  peculiar  y  pro- 
pio de  semejante  cuerpo. 

Es,  sin  duda,  lo  más  interesante,  cuando  se  trata  de  fijar  los 
tipos  de  fosforescencia,  lo  que  corresponde  á  la  naturaleza  de 
los  disolventes  sólidos  y  el  color  de  la  luz  emitida  de  ella  de- 
pende y  no  varía  aun  cambiando  la  substancia  activa,  cuyas 
influencias,  en  cuanto  á  la  excitabilidad  de  los  cuerpos  y  á  la 
intensidad  de  la  luminescencia  ,  aparece  bien  demostrada.  Hice 
experimentos  empleando  substancias  que  pudieran  tener  relacio- 
j  nes  químicas  con  los  disolventes,  y  en  tal  sentido  fueron  ensaya- 
dos los  sulfatos  de  bario,  estroncio  y  calcio,  el  subnitrato  de 
Rev.  Acad.  Ciencias.— III.— Septiembre,  1905,  17 


-  238  - 

bismuto^  el  óxido  de  uranio,  el  oxicloruro  de  antimonio,  el  an- 
hídrido arsenioso,  el  carbonato  manganoso,  el  permanganato 
de  potasio  y  los  cloruros  de  estroncio  y  de  torio;  otras  veces 
he  trabajado  empleando  materias  cuya  inercia  química  respec- 
to del  disolvente  es  notoria,  como  la  sílice^  pura,  y  en  ambos 
casos  el  sulfuro  de  bario  resultó  dotado  de  fosforescencia  ama- 
rilla, el  sulfuro  de  calcio  con  fosforescencia  violeta  y  el  sulfu- 
ro de  estroncio  con  fosforescencia  verde,  quedando  así  demos- 
trada la  cualidad  de  constante  del  fenómeno,  que  he  atribuido 
al  color,  y  su  dependencia  directa  de  la  naturaleza  del  cuerpo 
disolvente.  ' 

Quizá  los  mismos  experimentos  relativos  á  la  estructura  de 
las  disoluciones  sólidas  fosforescentes  esclarecen  el  punto  de 
las  coloraciones  típicas ,  dando  razón  de  su  constancia  y  per- 
manencia desde  el  momento  de  iniciarse  el  fenómeno.  Sólo  es 
uniforme  el  color  de  luminescencia  en  el  caso  de  las  mezclas 
homogéneas^  cuando  las  materias  activas  hállanse  en  las  pro- 
porciones convenientes  ya  indicadas  para  cada  una  de  ellas  en 
anteriores  trabajos  y  en  el  mayor  grado  de  difusión  en  la  masa 
del  sulfuro  disolvente,  repartidas  de  suerte  que  la  estructura  del 
cuerpo  sea  lo  más  homogénea  posible.  De  otra  manera  he  con- 
seguido ciertamente  productos  fosforescentes;  pero  no  lo  era 
toda  su  masa  del  mismo  modo,  y  ya  sabemos  cómo  los  fenó- 
menos de  las  aureolas  en  el  sulfuro  de  bario ,  los  distintos  ma- 
tices del  color  violeta  en  el  sulfuro  de  calcio  y  la  fosforescen- 
cia sólo  en  los  bordes  de  los  fragmentos  del  sulfuro  de  estron- 
cio, corresponden  á  estructuras  heterogéneas  y  acusan  irregu- 
lar difusión  de  las  substancias  activas  que  han  sido  experi- 
mentadas. 

Llegados  á  este  punto,  vese  cuánto  importa  inquirir  los  es- 
tados de  agregación  física  de  las  disoluciones  sólidas  estudia- 
das, y  que  son,  á  la  postre,  agregados  moleculares  de  sulfuros 
alcalino  terrosos,  cuerpos  activos  de  naturaleza  metálica^  leví- 
simas proporciones  de  materias  alcalinas  y  las  exiguas  de  clo- 
ruro de  sodio  que  en  los  productos  pudo  haber  quedado  y  son 
á  modo  de  residuo  del  fundente  volátil.  Cuando  de  intento  ^ 
procuraba  que  los  cuerpos  activos  se  repartieran  con  desigual- 


-  239  - 

dad,  pero  sin  formar  sulfures  metálicos  coloridos  que  sirvieran 
de  pigmento ,  llegaba  á  descubrir  al  microscopio,  con  aumento 
de  1.000  diámetros,  granulos  de  distinta  naturaleza,  y  aun 
conseguí  separarlos  unos  de  otros ,  poniendo  aparte  los  fosfo- 
rescentes, más  redondeados  y  de  superficie  como  fundida,  es- 
cogiéndolos entre  la  masa  que  ofrece  tantas  desigualdades  de 
impresionabilidad ,  que  acusan  notables  diferencias  de  estruc- 
tura. En  cambio,  observando  de  la  propia  manera  los  sulfures 
calificados  de  perfectos,  cuya  masa  se  impresiona  toda  ella  lo 
mismo,  presentando  fosforescencia  uniforme,  característica 
del  tipo  á  que  pertenecen,  no  me  fué  dado  establecer  diferen- 
cias: son  aglomerados  de  granulos  pequeñísimos^  uniformes, 
idénticos,  que  se  aparecen  unidos  y  enlazados  por  el  fundente 
protector  contra  las  oxidaciones. 

Fuera,  sin  embargo,  muy  aventurado  afirmarla  homogenei- 
dad completa  de  tales  disoluciones  sólidas  que  califico  de  más 
perfectas,  porque  en  ellas  está  mejor  difundida  la  materia  ac- 
tiva. Téngase  en  cuenta  el  carácter  de  fenómeno  químico  casi 
reversible  asignado  á  la  fosforescencia ,  y  que  la  luz  al  provo- 
carla rompe  un  equilibrio,  perturbando  las  relaciones  del  di- 
solvente con  la  materia  disuelta,  y  al  nuevo  cambio   iniciado 
siguiese  al  punto,  y  ya  en  la  obscuridad,  la  regresión  paulatina 
al  estado  primitivo,  no  sin  quedar,  á  modo  de  señal  del  fenó- 
meno, aquel  residuo  acumulable  que  tanto  hemos  considerado 
en  el  hecho  general  de  la  fosforescencia.   De  consiguiente ,  la 
homogeneidad  de  las  soluciones   sólidas  que  la  presentan,  es 
sólo  relativa  y  tiende  á  ser  alterada  conforme  la  luz  cambia 
sus  condiciones  químicas,  que  no  llegan  á  restablecerse  nunca 
enteramente. 

Relaciónase  con  el  color  peculiar  de  los  tres  tipos  de  fosfo- 
rescencia señalados  en  mis  trabajos,  la  composición  de  las  di- 
soluciones sólidas  correspondientes,  y  tengo  visto,  en  el  curso 
de  los  mismos,  que  las  más  impresionables,  aquéllas  en  las 
cuales  es  más  intensa  y  duradera  la  fosforescencia ,  son  tam- 
bién las  más  complicadas,  y  recuérdese  cómo  la  menor  colora- 
ción corresponde  á  las  simples  disoluciones  de  sulfato  en  sul- 
furo, ó  sea  á  las  mezclas  resultantes  de  descomponer  los  sulfi- 


-  240  — 

tos  é  hiposulfitos,  6  reducir,  empleando  negro  de  humo,  los 
sulfates  de  bario,  estroncio  y  calcio;  en  suma,  productos  de 
oxidaciones  parciales  é  incipientes,  que  siendo  muy  pro- 
langadas  anulan  el  fenómeno.  Aun  en  estos  casos,  es  me- 
nester tener  en  cuenta  la  resistencia  de  los  sulfures  á  la  oxi- 
dación, á  la  cual  contribuyen  no  poco  el  fundente  alcalino  y 
el  cloruro  de  sodio;  sin  embargo,  he  logrado  destruir  la  fosfo- 
rescencia de  un  sulfuro  de  calcio,  cuyos  fragmentos  la  presen- 
taban espléndida  y  de  hermoso  color  violeta,  con  sólo  pulveri- 
zarlo; y  en  cambio ,  tengo  en  mi  colección  otras  muestras, 
también  de  sulfuro  de  calcio  en  polvo  fino,  que  son  verdaderos 
tipos  de  luminescencia,  y  en  polvo  están  asimismo  los  de  bario 
y  estroncio  que  la  tienen  magnífica.  De  este  último  poseo  una 
muestra  que  me  ha  remitido  Mr.  Gustave  Le  Bon,  de  París,  y 
es  de  procedencia  alemana,  la  cual  lleva  algunos  años  expues- 
ta á  las  acciones  del  aire,  sin  haber  perdido  nada  de  su  impre- 
sionabilidad, ni  experimentado  cambios  la  fosforescencia  de  co- 
lor verde  característico,  muy  intensa  y  bastante  duradera,  con 
excitaciones  de  un  minuto  y  aun  de  menos  tiempo. 

Guardan  mayores  relaciones  con  el  color  de  la  fosforescen- 
cia, las  proporciones  de  la  materia  activa  empleada.  Es  sabido 
que  ^tienen  un  límite  bastante  pronto  alcanzado,  por  cuanto  se 
usan  de  continuo  en  cantidades  exiguas;  pero  varían  conforme 
á  la  naturaleza  del  sulfuro  disolvente,  poseyendo  cada  cual,  en 
tal  concepto,  cierta  capacidad  específica,  que  es  uno  de  los 
caracteres  peculiares  de  su  individualidad;  y  esto  lo  tengo  bien 
demostrado,  porque  experimentando  con  el  subnitrato  de  bis- 
muto, se  ve  que  la  misma  proporción  de  mayor  eficacia,  tra- 
tándose del  sulfuro  de  estroncio,  es  excesiva  para  el  de  bario, 
que  no  resulta  fosforescente  y  á  veces  insuficiente  para  lograr 
una  solución  fosforescente  con  el  de  calcio. 

Son  de  la  propia  suerte  inciertas  y  variables  las  influencias 
de  la  temperatura,  ligadas  con  la  propia  capacidad  disolvente 
de  los  sulfuros ,  que  es  muy  distinta,  y  hay  que  tener  en  cuenta, 
tocante  al  particular,  la  misma  temperatura  de  formación  de 
los  cuerpos.  Muchas  veces  he  procurado  constituirlos  em- 
pleando hasta  el  calor  blanco  muy  sostenido;  otras  lo  apliqué 


-  241  - 

á  disoluciones  ya  hechas  y  dotadas  de  la  fosforescencia  límite, 
y  los  efectos  han  sido  diversos  y  muy  variables,  dependientes 
de  la  naturaleza  de  los  dichos  sulfures  y  en  parte  también  de 
los  procedimientos  adoptados  para  obtenerlos.  Presenta,  en  este 
respecto _,  el  sulfuro  de  bario,  fenómenos  curiosos:  su  capaci- 
dad disolvente  tocante  al  del  subnitrato  de  bismuto  es  pequeña; 
la  solución  fosforescente  se  constituye,  saturada,  á  cerca  de 
1.000  grados,  pero  al  momento  se  disocia;  el  bismuto  de  la 
materia  activa  llega  á  sulfurarse,  tiñe  la  masa  de  obscuro  y 
Lácele  perder  su  impresionabilidad  para  la  luz;  es  singular  que, 
procediendo  á  calentar  una  solución  fosforescente  en  que  sea 
disolvente  el  sulfuro  de  bario,  resiste  sin  disociarse  el  rojo  vivo 
durante  bastante  tiempo  y  conserva  sus  propiedades.  Es  en  ex- 
tremo resistente  la  disolución  sólida,  empleando  el  sulfuro  de 
estroncio;  formada  á  menor  temperatura,  y  conteniendo  bas- 
tante más  subnitrato  de  bismuto  que  su  congénere,  la  de  bario, 
puede  ser  calentada  al  rojo  vivo,  sin  que  se  altere,  y  aun  el 
calor  es  un  medio  de  aumentar^  en  ciertas  ocasiones,  la  misma 
intensidad  de  la  luminescencia,  acentuando  la  peculiar  colora- 
ción verde  de  tonos  claros.  Y  si  el  disolvente  es  el  sulfuro  de 
calcio,  la  disolución  se  constituye  á  más  baja  temperatura; 
pero  también  se  disocia,  convirtiéndose  en  masa  inerte,  ca- 
lentándola al  rojo  durante  una  hora  solamente,  y  pierde  entonces 
la  cualidad  luminescente. 

Hay,  entre  los  efectos  de  la  temperatura,  relativos  al  des- 
arrollo del  color  de  la  fosforescencia,  algunos  generales  y  co- 
munes á  los  sulfuros  de  bario,  calcio  y  estroncio,  sean  cuales- 
quiera sus  procedencias  y  la  naturaleza  de  los  cuerpos  usados 
por  materias  activas,  que  indican  por  lo  menos  ciertas  relacio- 
nes entre  sus  aptitudes.  Estos  efectos  parecen  independientes 
de  las  formas  délas  disoluciones  sólidas,  en  cuanto  no  apare- 
cen ligados  á  la  manera  de  constituirlas,  ni  menos  todavía  á  los 
fenómenos  inherentes  á  su  disociación  total  ó  parcial. 

Tuve  especial  cuidado  de  disponer  36  tubos  de  ensayo  bien 
secos;  sepárelos  en  tres  series  de  á  12  cada  una,  y  después  de 
llenarlos  con  nitrógeno  puro  y  muy  desecado,  coloqué  en  ellos 
igual  número  de  sulfuros  de  bario,  calcio  y  estroncio,  respecti- 


-  242  — 

vamente,  cerrándolos  enseguida  á  la  lámpara  y  conservándolos 
luego,  envueltos  por  separado  en  fundas  de  papel  negro  mate, 
permaneciendo  un  mes,  así  dispuestos,  en  la  cámara  obscura, 
para  reducirlos  al  estado  inerte.  Pasado  este  término,  y  sin  qui- 
tarlos de  sus  estuches,  fueron  sometidos  sólo  una  hora,  en  baño 
de  aire  caliente,  á  la  temperatura  de  150°.  Separadamente  se 
prepararon  otras  tres  series  de  á  12  muestras  idénticas  y  en  las 
mismas  condiciones,  menos  la  de  calentar  los  tubos  en  la  forma 
dicha:  los  tubos  se  correspondían  conteniendo  los  del  mismo 
numero  iguales  productos,  y  así  era  fácil  comparar  los  efectos 
de  las  impresiones  de  la  luz  blanca.  Sólo  duraban  las  excita- 
ciones, según  los  casos,  30"  1'  y  1'  30",  tiempo  suficiente  para 
que  el  fenómeno  de  la  luminescencia  comience  siquiera  á  ma- 
nifestarse aun  en  los  más  perezosos;  ala  continua  he  observado 
notables  aumentos  de  sensibilidad  en  los  productos  sometidos 
á  la  temperatura  apuntada ,  y  sobre  todo  singulares  incremen- 
tos en  el  desarrollo  de  las  coloraciones  que,  sin  cambiar  de 
tono,  aparecen  bastante  más  intensas,  brillantes  y  determina- 
das; de  suerte  que  los  períodos  de  la  luminescencia  inicial  y 
de  la  progresiva  son  brevísimos,  y  se  alcanza  al  momento  el  de 
la  marcada  como  límite  superior,  lo  cual  significa  que  el  tér- 
mino constante  del  color  se  define  y  determina  más  pronto, 
habiendo  experimentado  los  sulfures  las  acciones  térmicas  á 
que  fueron  sometidos.  Constituye,  en  realidad,  el  experimento 
un  medio  de  aumentar,  hasta  cierto  límite,  la  intensidad  del 
color  de  la  fosforescencia  en  las  disoluciones  sólidas  que  la 
presentan. 

Inútiles  fueron  todos  los  intentos  encaminados  á  conseguir 
cambios  de  color  debidos  á  la  temperatura ,  y  los  numerosos 
experimentos  practicados  sólo  dieron  el  resultado  apuntado, 
consiguiendo,  desde  el  calor  rojo,  destruir,  ó  á  lo  menos  mo- 
dificar grandemente,  las  condiciones  de  la  disolución  sólida,  á 
la  continua  en  perjuicio  de  sus  cualidades  luminescentes.  Casi 
lo  mismo  pudiera  decir  de  las  acciones  oxidantes  del  aire :  las 
prolongadas  destruyen  por  alteraciones  químicas  el  disolvente 
sulfurado,  y  siendo  incipientes,  favorecen  no  poco  la  lumines- 
cencia, en  cuanto  mediante  ellas,  cuando  no  son  profundas, 


—  243  - 

se  forma,  ó  siquiera  se  aumenta,  la  proporción  de  materia  ac- 
tiva, y  aun  se  crean  las  verdaderas  disoluciones  sólidas  á  ex- 
pensas de  modificaciones  del  sulfuro  primitivo;  y  que  así  acon- 
tece téngolo  por  cierto  y  demostrado.  Es  el  caso  más  favora- 
ble el  de  los  productos  de  reducción  de  cualquiera  de  los  sul- 
fates de  bario,  estroncio  ó  calcio  por  el  negro  de  humo,  lleva- 
da á  término  á  temperatura  bastante  elevada,  que  llega  al  blan- 
co empleando  el  primero,  y  es  de  notar  que  las  disoluciones 
en  tal  forma  obtenidas  son  las  menos  impresionables,  las  que 
ofrecen  menos  definidas  las  coloraciones  características,  que 
nunca  pueden  servir  de  tipo  normal,  y  basta  comparar  el  ama- 
rillo ,  el  verde  ó  el  violeta  que  les  corresponden  y  los  mismos 
colores  que  con  mucha  menor  excitación  presentan  mis  disolu- 
ciones sólidas  típicas,  de  composición  y  estructura  bastante 
complicadas,  para  verlo  demostrado.  Y  es  que  sin  fundentes 
ni  acompañamiento  de  sustancias  alcalinas,  no 'se  logra  satu- 
rar el  sulfuro  disolvente,  ó  en  caso  de  lograrlo  á  temperatura 
elevada,  al  sobrevenir  el  enfriamiento,  aunque  sea  lento,  sepá- 
rase parte  considerable  de  la  materia  activa  disuelta. 


III 


Uniendo  y  concordando  resultados  experimentales  es  como 
he  llegado  á  determinar  la  constante  del  color  y  las  condicio- 
nes de  los  que  he  nombrado  tipos  de  fosforescencia ,  restando 
el  describirlos,  indicando  los  caminos  de  llegar  á  ellos.  Resi- 
de su  principal  condición  en  la  invariabilidad  y  permanencia 
de  sus  propiedades,  con  solo  los  naturales  aumentos  de  sensi- 
bilidad, debidos  á  la  acumulación  de  los  residuos  de  carga; 
aparte  de  ello,  y  siquiera  sean  rápidos,  nótanse  los  tres  perío- 
dos que  dejo  indicados  para  el  completo  desarrollo  del  color 
de  la  fosforescencia  hasta  alcanzar  su  intensidad  máxima. 

Juntando,  pues,  los  resultados  de  muchas  observaciones,  y 
examinando  las  condiciones  individuales  de  los  cuerpos  some- 
tidos á  los  ensayos,  es  como  pude  establecer  los  tipos  de  fos- 


—  244  — 

forescencia,  eligiendo  por  tales  los  sulfuros  dotados  de  mayor 
impresionabilidad,  y  que  son,  al  propio  tiempo,  los  que  ofre- 
cen los  colores  de  fosforescencia  más  puros,  intensos  y  per- 
manentes, y  operando  en  las  mismas  condiciones,  presentan, 
de  continuo,  notable  y  singular  exaltación  de  sus  cualidades- 
Queda  dicho  antes  cómo  primero  se  ensayaron  muchas  diso- 
luciones sólidas,  que  contenían  diversas  materias  activas,  eli- 
giendo aquellas  más  fosforescentes;  en  seguida,  los  productos 
de  esta  suerte  de  selección  fueron  reducidos  al  estado  inerte, 
no  sin  antes  haber  notado  cómo  en  cada  uno  de  ellos  aparecen 
determinados  los  períodos  ó  fases  que  en  el  desarrollo  de  las 
coloraciones  he  señalado  antes;  después  de  haber  permanecido 
un  mes  en  la  obscuridad,  y  envueltos  los  tubos  que  los  contenían 
en  papel  negro ,  eran  sometidos  de  nuevo  los  sulfuros  á  las  ac- 
ciones de  la  luz,  sólo  30",  y  llevados  al  momento  á  la  cámara 
obscura;  observando  allí  los  efectos  de  la  impresión  y  el  tiempo 
que  duraba  la  fosforescencia,  la  cual  extinguida,  se  reiteraban 
las  excitaciones  luminosas,  aumentando  progresivamente  el 
tiempo,  sin  pasar  del  límite  de  l',30",  bastante  para  alcanzar 
el  completo  desarrollo  de  las  coloraciones,  por  supuesto  con  la 
intensidad  máxima:  los  sulfuros  estaban  colocados  en  tubos  ce- 
rrados á  la  lámpara  y  cuya  atmósfera  interior  era  de  nitrógeno 
muy  puro  y  desecado. 

Venía  de  molde,  al  establecerlas  primeras  series,  el  mismo 
procedimiento  empleado  en  las  investigaciones  acerca  de  la 
fosforescencia  del  sulfuro  de  bario;  y  así,  en  cada  uno,  se  es- 
tablecieron ocho,  correspondientes  á  otros  tantos  métodos  de 
obtención,  á  saber:  sulfuros  procedentes  de  la  reducción  de 
los  sulfates  de  bario,  estroncio  ó  calcio^  conteniendo  hasta  el  2 
por  100  de  éstos  y  O  gr.  002  de  carbonato  manganeso;  sulfuros 
procedentes  de  las  acciones  del  vapor  de  azufre  al  rojo  sobre 
los  carbonates  de  bario,  estroncio  ó  calcio  (viterita,  estroncia- 
nita  y  calcita);  sulfuros  procedentes  de  las  acciones  del  gas 
sulfhidrico  seco  sobre  la  barita,  la  estronciana  ó  la  cal  cáusti- 
cas, al  rojo;  sulfuros  procedentes  de  la  descomposición  por  el 
calor  de  los  sulfitos;  sulfuros  procedentes  de  los  hiposulfitos; 
•  sulfuros  procedentes  de  la  acción  de  azufre  sobre  los  carbona- 


-  245  — 

tos;  sulfures  del  método  de  Verneuil,  y  sulfuros  procedentes 
de  mis  propios  métodos. 

Limitados  los  experimentos  al  sulfuro  de  bario,  resultaron 
separadas  como  más  fosforescentes  y  de  coloración  amarilla 
mejor  marcada  y  permanente,  once  muestras^  todas  ellas  de 
un  color  agrisado  claro,  estructura  granujienta,  formada  por 
la  unión  íntima  de  granillos,  constituyendo  en  varias  fragmen- 
tos irregulares  de  aspecto  escoriforme.  He  aquí  algunos  por- 
menores acerca  de  los  cuerpos  de  que  se  trata,  referentes  á 
sus  propiedades  individuales. 

a)  Procede  de  la  reducción  del  SO^Ba  por  el  negro 
de  humo,  llevada  á  cabo  á  la  temperatura  del  blanco, 
sostenida  por  cinco  horas ,  siguiendo  lento  enfriamien- 
to y  exposición  al  aire  durante  una  hora.  Es  una  masa 
dura ,  con  aspecto  de  escoria  y  marcada  estructura  gra- 
nular; contiene  1,53  por  100  de  sulfato  de  bario,  que 
hace  de  materia  activa;  es  impresionable  en  seguida  por 
la  luz  y  al  cabo  de  1'  adquiere  la  fosforescencia  máxi- 
ma uniforme  y  de  hermoso  color  amarillo  dorado,  que 
dura  cosa  de  una  hora. 

h )  Obtenido  ,  siguiendo  el  método  de  Verneuil, 
sin  más  variante  que  emplear  como  materia  activa 
O,  gr.  003  de  óxido  de  bismuto  para  100  gramos  de  car- 
bonato de  bario.  Tiene  color  blanco  agrisado ,  sus  granos 
poseen  cierta  dureza,  es  sensible  en  grado  superior  y 
en  menos  de  1'  llega  á  adquirir  la  mayor  luminescencia, 
asimismo  amarilla  y  bastante  persistente. 

c)  Cuerpo  pulverulento,  blanco,  resultante  de  la 
aplicación  de  mi  procedimiento,  siendo  materia  activa  el 
sulfato  de  bario,  2  gramos  por  100  de  carbonato,  soste- 
niendo cuatro  horas  el  rojo  vivo.  Basta  que  experimen- 
te 30"  las  directas  acciones  de  la  luz  y  al  punto  pre- 
senta intensa  fosforescencia  de  caracterísco  color  ama- 
rillo, el  cual  no  es  posible  hacer  cambiar. 

d)  Es  otro  producto  del  mismo  método^  sin  más 
variante  que  el  haber  elegido  por  substancia  activa  el 


"—  246  — 

cloruro  manganoso,  O,  gr.  012  por  100.  Resulta  el  cuer- 
po en  polvo  formado  de  granitos  duros  ^  de  color  agri- 
sado claro,  impresiónale  la  luz  en  seguida,  y  en  cosa  de 
50"  vésele  ya  dotado  de  viva  fosforescencia  y  adquiere 
con  ella  la  coloración  amarilla  peculiar. 

e)  Formado  por  igual  medio,  con  la  única  particu- 
laridad de  haber  cambiado  la  materia  activa  por 
O,  gr.  005  de  carbonato  manganoso  por  100  gramos  de 
carbonato  de  bario;  preséntase  constituyendo  granos  de 
ciertas  dimensiones,  menos  duros  que  los  de  otras  pro- 
cedencias. Posee  mucha  sensibilidad,  adquiriendo  en 
1'  la  máxima  intensidad  del  color  amarillo  de  la  lumi- 
nescencia  del  sulfuro  de  bario. 

f)  Nuevo  producto  del  mismo  sistema,  en  el  cual 
sirvió  de  substancia  activa  el  anhídrido  arsenioso, 
O, gr.  025  por  100;  masa  en  forma  de  escoria  dura,  en 
la  que  se  advierte  la  estructura  granular  caracterís- 
tica: su  sensibilidad  es  considerable;  al  cabo  de  30"> 
límite  inferior  de  las  acciones  de  la  luz,  ya  es  fosfo- 
rescente, determinándose  el  color  amarillo,  que  con 
la  intensidad  va  en  aumento,  alcanzando  el  máximo 
de  ambas  cualidades  al  cabo  de  1'  de  recibir  las  di- 
rectas impresiones  de  la  luz. 

g)  Corresponde  á  los  experimentos  efectuados ,  sien- 
do materia  activa  el  óxido  de  bismuto,  y  es  el  único 
ejemplar  que^  conteniendo  0,gr.  012  por  100  de  tal 
cuerpo,  goza  la  propiedad  de  ser  muy  excitable,  adqui- 
riendo en  1'  30"  la  mayor  intensidad,  con  color  amari- 
llo dorado  bastante  vivo. 

h)  Generado,  según  mi  método,  con  O,  gr.  008  de 
óxido  de  bismuto  de  materia  activa,  presentase  en  polvo 
agrisado  claro,  constituido  de  granulos  pequeñísimos 
bastante  duros.  Con  recibir  30"  las  directas  influencias 
de  la  luz,  ya  manifiesta  la  fosforescencia  característica, 
bastando  poco  más  de  1'  para  que  llegue  al  límite  su- 
perior la  intensidad  del  color  amarillo  dorado. 

i)     Disminuyendo  hasta  O,  gr,  005  por  100  la  canli- 


—  247  - 

dad  de  óxido  de  bismuto,  materia  activa,  he  obtenido 
un  cuerpo,  en  forma  de  escoria,  duro  y  agrisado,  con 
mayor  sensibilidad  para  la  luz  directa,  y  cuya  fosfores- 
cencia llega  al  grado  máximo  de  intensidad  y  de  color 
amarillo  en  1'. 

j)  Aminorando  todavía  la  proporción  de  óxido  de 
bismuto,  hasta  O,  gr.  001  por  100,  resulta  un  sulfuro 
de  igual  aspecto  que  el  anterior  y  bastante  más  sensi- 
ble, en  cuanto  se  consiguen  iguales  efectos  de  colora- 
ción en  menos  tiempo  todavía. 

1)  Proviene,  como  los  anteriores,  de  la  aplicación 
de  mi  procedimiento,  usando  esta  vez,  por  materia  ac- 
tiva, O,  gr.  001  de  subnitrato  de  bismuto  para  100 
gramos  de  carbonato  de  bario.  Resulta  una  masa  casi 
blanca,  de  estructura  granuda,  algo  blanda  y  homogé- 
nea: su  impresionabilidad  es  singular  y  se  excita  en  el 
momento  d^  experimentar  la  acción  directa  de  la  luz; 
al  cabo  de  1'  llega  al  máximo  la  intensidad  del  fenó- 
meno con  la  más  espléndida  fosforescencia  del  caracte- 
rístico color  amarillo  de  oro,  que  persiste,  á  lo  menos, 
hora  y  media. 

Ya  sólo  restaba  comparar,  unos  con  otros,  estos  verdaderos 
productos  de  selección,  para  lo  cual  era  menester  ponerlos  en 
las  mismas  condiciones  experimentales.  Con  tal  objeto  fueron 
colocados  los  once  tubos,  dispuestos  de  la  manera  dicha,  sobre 
una  tabla  negra,  separados  y  mediando  entre  ellos  dos  centí- 
metros; cubiertos  con  papel  negro  permanecieron  durante  un 
mes  en  la  cámara  obscura,  para  hacerles  perder  la  menor  traza 
de  fosforescencia,  extinguiéndose  también  los  efectos  acumu- 
lados de  los  residuos  de  carga  procedentes  de  anteriores  exci- 
taciones, conforme  se  dijo.  Entonces  fué  llegado  el  momento 
de  someter  el  sistema  á  las  influencias  de  la  luz,  empezando 
por  una  excitación  de  10":  los  sulfures  señalados  con  las  le- 
tras &,j,  /,  fueron  los  únicos  que  manifestaron  leves  indicios 
de  luminescencia,  á  los  20"  se  notaban  en  los  productos 
d^  e,  /",  i,  y  á  los  30"  era  en  todos  manifiesta,  aunque  no  coa 


-  248  — 

igual  intensidad,  ni  con  el  mismo  tono  de  color;  para  llegar  al 
máximo  he  necesitado,  según  los  casos,  de  1'  á  1'  30".  Bus- 
cando diferencias,  que  no  son  grandes,  entre  los  sulfures 
i,j  y  I,  advertí,  después  de  muchos  ensayos,  que  en  el  últi- 
mo eran  mayores  la  sensibilidad  para  la  luz,  la  intensidad  y  la 
duración  del  fenómeno,  más  viva  la  coloración,  desarrollándo- 
se al  momento  y  alcanzando  en  seguida  su  punto  culminante,  y 
así  lo  diputo  por  el  tipo  de  los  sulfuros  de  bario  fosforescen- 
tes. Sin  llevarlo  á  la  obscuridad,  brilla  ya  en  la  sombra  con 
hermosa  luminescencia  dorada,  y  es  de  suerte  que  el  mismo  vi- 
drio del  tubo  que  lo  contiene  parece  luminoso;  son  particula- 
res los  efectos,  y  tan  intensos,  que  excitan  al  cabo  de  cierto 
tiempo  la  fosforescencia  de  otros  sulfuros,  sobre  todo,  si  á  cau- 
sa de  recientes  impresiones,  conservan  todavía  algún  indicio 
de  carga  residual. 

Antes  de  ahora  tengo  advertido  cómo  es  el  sulfuro  de  es- 
trocio  el  que  en  la  dilatada  serie  de  mis  trabajos  ha  dado  me- 
jores resultados  respecto  del  fenómeno  estudiado;  al  propio 
tiempo  es  el  más  permanente  y  estable,  el  único  que  resiste, 
sin  experimentar  grandes  alteraciones ,  la  acción  del  calor  re- 
lativamente enérgica  y  prolongada;  el  que  disuelve  en  mayores 
proporciones  las  materias  activas,  constituyendo  soluciones  ho- 
mogéneas saturadas,  impresionables  y  que  no  se  destruyen  6 
aniquilan  fácilmente.  Compréndese,  sin  esfuerzo,  dadas  las 
condiciones  apuntadas,  que  hayan  de  ser  más  numerosos  los 
productos  de  la  primera  selección,  cuyo  objeto  es,  en  definiti- 
va, señalar  aquellos  cuerpos  susceptibles  de  mayor  lumines- 
cencia, procediendo  conforme  se  hizo  tratando  del  sulfuro  de 
bario.  De  consiguiente  alcanza  hasta  ser  16  los  sulfuros  de  es- 
troncio escogidos  y  apartados  para  nuevos  experimentos,  y  aquí 
se  ponen  la  procedencia  y  caracteres  esenciales  de  cada  uno 
de  ellos. 

a)  Es  originado  por  la  reducción  del  sulfato  de  es- 
troncio natural  ó  celestina,  conteniendo  sulfato  de  cal- 
cio, el  agente  reductor  fué  el  negro  de  humo  y  la  ma- 
teria activa  el  propio  sulfato  de  estroncio  con  una  traza 


—  249  — 

de  yeso.  Su  aspecto  es  el  de  polvo  grueso ,  granudo  y 
no  blando,  de  color  ligeramente  agrisado:  lo  impresio- 
na la  luz  en  30"  y  va  adquiriendo  la  fosforescencia  más 
intensidad  y  color  prolongando  las  acciones  de  la  luz 
hasta  1'  30",  en  cuyo  momento  se  alcanza  el  límite  y 
es  la  luminescencia  de  vivo  y  característico  color  verde- 
fe'^  Prodúcese  en  la  descomposición  por  el  calor 
del  hiposulfito  de  estroncio,  y  como  resulta  una  mez- 
cla de  sulfuro  y  sulfato,  éste  hace  de  materia  activa. 
Masa  granular  de  color  gris  claro,  dura  y  resistente, 
es  excitable  á  los  40",  crece  la  luminescencia,  de  color 
verde  claro,  alcanzando  su  desarrollo  la  intensidad 
máxima  á  los  2'. 

c')  Siguiendo  mi  procedimiento,  y  empleando  por 
substancia  activa  hasta  la  cantidad  de  O,  gr.  015  de 
anhídrido  arsenioso  por  100  gramos  de  carbonato  de 
estroncio  natural,  esironcianita  impura,  es  fácil  lograr 
un  cuerpo  no  duro,  escoriforme^  de  color  blanco,  muy 
fosforescente;  antes  de  los  30"  de  recibir  la  luz  direc- 
ta ya  se  excita;  al  minuto  alcanza  el  fenómeno  su  ma- 
yor intensidad  y  la  coloración  es  verde  bien  pura ,  que 
poco  á  poco  se  aclara  hasta  extinguirse  al  cabo  de  una 
hora. 

d' )  Resultado  de  la  aplicación  del  mismo  método^ 
operando  al  rojo  y  usando  O,  gr.  005  de  anhidrido  ar- 
senioso como  materia  activa  por  100  gramos  de  carbo- 
nato de  estroncio  artificial,  es  cuerpo  blanco,  granu- 
jiento ,  blando ,  que  se  impresiona  recibiendo  la  luz  di- 
recta 30"  y  al  cabo  de  V  fosforece  con  la  intensidad 
máxima  y  coloración  verde,  que  desaparece  con  lenti- 
tud y  se  extingue  en  hora  y  media. 

e')  También  es  obtenido  por  igual  procedimiento, 
cambiando  sólo  el  cuerpo  activo,  que  fué,  en  este  caso, 
el  ácido  silícico,  resultante  de  haber  desecado  la  sílice 
gelatinosa  precipitada.  Aparece  formando  suerte  de 
escoria  no  dura;  es  de  tonos  agrisados  claros;  se  im- 
presiona en  45",  adquiriendo  la  fosforescencia  el  máxi- 


-  250  - 

mo  desarrollo,  con  hermoso  color  verde,  en  1'  30"  y  per- 
sistiendo, cosa  de  una  hora.  Este  sulfuro,  formado  al 
rojo  vivo,  sostenido  por  seis  horas,  contiene  siempre 
silicato  de  estroncio  y  la  cantidad  eficaz  de  ácido  silí- 
cico llega  á  O,  gr.  025  por  100  gramos  de  carbonato. 

f )  Corresponde  á  una  serie,  en  la  cual,  sin  cam- 
biar el  método,  fueron  materias  activas  diversos  com- 
puestos de  manganeso.  Si  en  la  solución  sólida  hay 
O,  gr.  015  de  cloruro  manganeso,  la  luminescencia  se 
manifiesta  antes  de  los  30"  de  recibir  el  cuerpo  las  ac- 
ciones de  la  luz  directa,  y  se  desarrolla  en  1'  con  mu- 
cha intensidad  y  color  verde  de  tonos  claros:  es  pulve- 
rulento y  de  matices  agrisados. 

g')  Hube  de  cambiar  el  cloruro  por  el  carbonato 
manganeso,  empleando  O,  gr.  008,  y  resultó  un  sulfuro 
dotado  de  condiciones  análogas  al  anterior,  quizá  ua 
poco  más  sensible  á  las  acciones  directas  de  la  luz 
blanca. 

W)  Variada  la  materia  activa,  y  prefiriendo  el  sulfa- 
to manganeso  á  la  dosis  de  O,  gr.  005,  resulta  un  aglo- 
merado grisáceo,  poco  duro,  que  fosforece  de  la  misma 
manera  y  con  iguales  condiciones  que  los  dos  ante- 
riores. 

i')  Fué  cuerpo  activo  el  permanganato  de  potasio, 
en  la  cantidad  de  O,  gr.  005,  resultando  menos  eficaz 
que  los  otros  compuestos  de  manganeso:  el  cuerpo  no 
es  duro,  tiene  color  blanco  más  agrisado,  que  se  altera 
y  obscurece  al  cabo  de  tiempo.  Requiere  casi  1'  para 
manifestar  la  luminescencia,  la  cual  adquiere  su  inten- 
sidad máxima  30"  después,  con  color  verde  claro  ca- 
racterístico. 

j'}  Ya  en  otro  orden  de  ensayos ,  siempre  adoptan- 
do mi  procedimiento,  fueron  elegidos,  en  calidad  de 
cuerpos  activos,  diferentes  compuestos  de  uranio.  Con 
O,  gr.  015  de  cloruro  por  100  gramos  de  carbonato  de 
estroncio,  resulta  una  masa  en  forma  de  escoria  dura, 
de  tonos  grises;  es  excitable  por  la  luz  en  30",  y  al 


-  251  - 

cabo  de  1'  llega  al  límite  superior  de  la  fosforescencia 
de  color  verde  claro  con  matiz  amarillento. 

V)  Un  efecto  semejante  he  logrado  con  el  sulfato 
de  uranio,  empleando  sólo  O,  gr.  001;  la  masa  resultan- 
te es  dura,  conociéndose  muy  bien  en  ella  la  estructu- 
ra granuda,  y  las  cualidades  de  luminescencia  parecen 
algo  exaltadas  respecto  del  cuerpo  anterior. 

m)  Análogos  resultados  produjo,  como  substancia 
activa,  el  óxido  amarillo  de  uranio  en  la  proporción 
de  O,  gr.  005.  Es  el  cuerpo  resultante,  granudo,  blan- 
do, gris,  bastante  sensible  respecto  déla  luz  directa,  y 
su  fosforescencia,  siempre  verde,  con  cierto  tono  ama- 
rillento, se  desarrolla  llegando  al  máximo  en  1'  30". 

7i)  Disminuyendo  la  cantidad  de  óxido  amarillo  de 
uranio  hasta  O,  gr.  001,  resulta  un  sulfuro  escoriforme, 
blando,  de  color  agrisado,  en  extremo  impresionable,  y 
cuya  luminescencia  se  determina  en  lin  momento,  y 
llega  al  máximo  antes  de  1'  con  color  verde  del  matiz 
de  las  demás  soluciones  que  contienen  uranio. 

o)  No  son  enteramente  iguales  los  efectos  conse- 
guidos ,  si  se  emplea  como  materia  activa  el  cloruro  de 
torio  en  la  proporción  de  O,  gr.  015.  Resulta,  operando 
el  rojo  vivo,  un  cuerpo  escoriforme  duro,  constituido 
por  menudísimos  granos,  y  es  de  color  blanco  algo 
agrisado.  Exponiéndolo  30"  á  las  directas  acciones  de 
la  luz  blanca,  se  impresiona  y  fosforece;  reiterándolas 
excitaciones  y  haciándolas  durar  1',  se  alcanza  la  má- 
xima intensidad  de  la  luminescencia,  que  es  de  color 
verde  con  ligerísima  tonalidad  amarillenta. 

p)  Límites  más  dilatados  tiene  la  fosforescencia 
del  sulfuro  de  estroncio  cuando  es  materia  activa  de 
ella  un  compuesto  de  bismuto.  Con  O,  gr.  02  de  óxido 
de  este  metal,  he  obtenido  una  masa  granuda,  dura, 
blanquecina,  excitable  por  la  luz  ya  á  los  20",  y  que 
antes  de  1'  llegaba  al  máximo  de  intensidad  luminosa 
con  hermoso  color  verde  y  la  luminescencia  permene- 
cía  largo  tiempo. 


—  252  - 

q)  Generalmente,  el  cuerpo  tenido  por  más  eficaz 
ha  sido,  á  io  menos  en  mis  experimentos,  el  subnitrato 
de  bismuto,  que  puede  ser  empleado  hasta  en  propor- 
ciones de  O,  gr.  14  por  100  y  produce  excelentes 
materias  fosforescentes.  Con  la  dosis  ínfima  de  sólo 
O,  gr.  001  ya  se  consiguen  productos  en  sumo  grado 
impresionables,  y  con  la  primera  apuntada  preparé  una 
disolución,  excitable  por  la  luz  de  una  lámpara  de  diez 
bujías,  dando  luminosidad  verdosa;  con  la  luz  blanca 
y  directa  del  día,  la  impresión  es  casi  instantánea,  bas- 
tando hacerla  durar  30"  para  que  adquiera  la  máxima 
fosforescencia  de  hermoso  color  verde ,  que  sólo  al  cabo 
de  horas  se  extingue  permaneciendo  el  cuerpo  en  la 
obscuridad. 

Mejor  acaso  que  los  sulfuros  de  bario,  podían  compararse 
los  de  estroncio  que  van  enumerados,  empleando  el  mismo 
sistema  de  experimentos  adoptado  para  aquéllos.  Reducidos, 
pues,  los  16  sulfuros  de  estroncio  al  estado  de  inercia,  como 
punto  de  partida,  y  dispuestos  de  la  manera  que  es  ya  di- 
cha, fueron  sometidos  por  10"  á  las  excitaciones  de  la  luz; 
bastantes  ya  se  impresionaron ,  en  particular  los  señalados  con 
las  letras  p  y  q,'  de  los  otros  fueron  de  notar  los  que  contienen 
manganeso,  ó  sea  los  marcados  f,  g' ,  h'  é  i' ,  si  bien  los  efectos 
son  menores  y  la  incipiente  luminescencia  indeterminada.  Pro- 
longando hasta  20"  la  acción  luminosa,  comienzan  á  lucir  los 
que  contienen  arsénico  c'  y  d'  y  los  de  uranio  j',  I',  ni  j  n  y 
el  de  torio  o,  y  á  los  30"  todos  los  del  grupo  son  fosforescen- 
tes. Iniciado  el  fenómeno,  su  progresivo  desarrollo  por  incre- 
mentos variables,  siempre  rápidos,  hasta  alcanzar  la  intensi- 
dad considerada  límite  máximo,  suele  llevarse  á  cabo  en  1'  30" 
á  lo  sumo ;  pero  hay  un  caso,  que  es  el  del  sulfuro  q,  en  el  cual, 
á  una  impresión  instantánea,  se  sigue  la  totalidad  del  desen- 
volvimiento de  la  luminescencia,  en  tan  corto  tiempo,  que  es 
bastante  menor  del  necesario  para  excitar  solamente  á  muchos 
de  los  otros  comprendidos  en  la  serie.  Es  suficiente  la  luz  di- 
fusa de  una  habitación,  la  de  una  lámpara  eléctrica  basta  para 


—  253  - 

impresionar  este  sulfuro;  con  la  del  día,  en  un  instante  absorbe 
la  suficiente  para  lucir  ya  en  la  sombra  y  producir  ea  la  obs- 
curidad la  más  espléndida  fosforescencia  de  hermoso  color 
verde,  sólo  extinguida,  y  eso  con  gran  lentitud,  al  cabo  de  ho- 
ras. Por  esto  diputo  al  cuerpo  de  que  se  trata  como  el  tipo  de 
los  sulfuros  de  estroncio  luminescentes. 

Bien  será  poner  término  á  esta  Memoria  tratando  lo  que  re- 
ferente á  su  objeto  se  hizo  á  propósito  del  sulfuro  de  calcio, 
en  cuyas  propiedades  influyen  sobremanera  el  origen  y  la  cali- 
dad de  las  primeras  materias,  sirviendo  sus  componentes  y  uti- 
lizándolos en  dar  á  las  disoluciones  sólidas  cierta  complicación 
conveniente  para  que  el  fenómeno  se  produzca ;  pero  uniéndose 
disolvente  y  materia  activa  á  temperatura  bastante  menor  de 
la  necesaria  en  la  formación  de'otros  sulfuros  alcalino-terrosos 
fosforescentes.  Fueron  separados^  como  en  los  casos  anterio- 
res, mediante  seleción,  hasta  11  sulfuros  de  calcio,  que  tienea 
las  características  siguientes: 

a")  Trátase  de  un  producto  obtenido  aplicando  el 
método  de  Verneuil,  pero  sin  añadir  subnitrato  de  bis- 
muto, ni  cuerpo  alguno  de  naturaleza  metálica  que  pu- 
diera hacer  de  materia  activa,  cuyos  oficios  cumplen 
las  substancias  contenidas  en  las  cascaras  de  huevo,  de 
las  cuales  procedía  la  cal  empleada.  Resulta  un  cuerpo 
blanco,  granular,  duro,  que  se  impresiona  por  la  luz  di- 
recta en  unos  50",  adquiriendo  la  máxima  intensidad 
con  color  violeta  claro  en  1'  30". 

h")  Es  el  resultado  de  emplear  igual  procedimiento, 
conforme  lo  he  modificado,  también  sin  materia  activa 
especial,  llenando  sus  funciones  los  cuerpos  existentes 
en  las  conchas  marinas,  de  cuya  calcinación  era  pro- 
ducto la  cal  usada  en  este  caso.  He  conseguido  un 
cuerpo  blanco,  granudo,  tenaz,  dotado  de  bastante  sen- 
sibilidad para  la  luz,  que  lo  impresiona  yá  á  los  30",  y 
reiterando  las  impresiones  ó  prolongándolas  siquiera 
durante  1'  30",  se  alcanza  el  límite  superior  de  la  fos- 
forescencia, que  es  de  color  violeta  característico. 
Eev.  Acad,  Ciencias. -III.— Septiembre,  1905,  18 


—  254  — 

c")  Procede  de  la  reducción  del  sulfato  de  calcio 
por  el  negro  de  humo,  al  calor  rojo  vivo,  y  es  su  mate- 
ria activa  el  propio  sulfato  de  calcio,  del  que  contiene 
1,50  por  100.  Menos  excitable  que  los  anteriores,  ha 
menester  recibir  durante  1'  la  impresión  de  la  luz  blanca 
y  hasta  2 '  son  necesarios  para  alcanzar  la  mayor  inten- 
sidad de  la  fosforescencia,  al  igual  de  los  casos  ante- 
riores, de  color  violeta. 

d")  Actuando  el  vapor  de  azufre  sobre  cal  viva 
que  contenga  1  por  100  de  sulfato  de  bario,  resulta  una 
masa  blanca,  granular,  impresionable  por  la  luz  en  30" 
y  que  en  1'  30"  alcanza  la  máxima  intensidad,  y  su  fos- 
forescencia es  siempre  violada. 

e")  Siguiendo  mi  ptocedimiento,  sin  otras  varian- 
tes que  el  mezclar  á  la  creta  primera  materia  5  por  100 
de  carbonato  de  estroncio  y  usar  como  substancia  activa 
O,  gr.  015  de  sulfata  de  estroncio,  se  consigue  una 
masa  blanca  y  granuda,  que  la  luz  directa  excita  en  un 
minuto,  pero  hasta  pasados  2'  15"  no  alcanía  la  fosfo- 
rescencia más  intensa,  ni  llega  al  límite  en  el  punto  de 
la  coloración  violeta. 

f")  Fué  materia  activa,  en  otro  experimento,  tam- 
bién por  mi  método,  el  anhídrido  arsenioso  en  la  pro- 
porción mínima  de  O,  gr.  005  que  marca  el  límite  de  su 
eficacia,  resultando  el  cuerpo  pulverulento  y  de  color 
agrisado  muy  claro:  es  en  extremo  apto  para  la  fosfo- 
rescencia, en  el  caso  presente  de  tonos  más  claros, 
dentro  de  la  coloración  violeta,  propia  de  los  sulfuros 
de  calcio;  se  impresiona  en  el  momento  de  sentir  las  ac- 
ciones directas  de  la  luz;  pero  necesitan  durar  1'  para 
que  el  fenómeno  alcance  su  mayor  intensidad  y  enton- 
ces dura  bastante  tiempo. 

g")  De  los  cuerpos  que  mejor  se  disuelven  en  el 
sulfuro  de  calcio  es,  sin  duda,  el  carbonato  mangano- 
so.  Adoptando  mi  procedimiento,  con  el  polvo  de  con- 
chas por  origen  de  la  cal  y  O,  gr.  015  de  dicho  carbo- 
nato á  guisa  de  materia  activa,  se  logra  una  masa  gra- 


—  255  — 

nuda^  ligeramente  agrisada,  impresionable  por  la  luz 
en  30",  adquiriendo  al  cabo  de  1'  30"  gran  intensidad 
y  muy  puro  color  violeta. 

h"j  Hay  bastante  diferencia  cuando  se  experimen- 
ta empleando  el  óxido  de  bismuto  por  substancia  activa, 
tan  eficaz  respecto  del  sulfuro  de  estroncio.  Con  la  cre- 
ta de  primera  materia  y  O,  gr.  025  de  dicho  óxido,  se 
logra  un  cuerpo  formado  de  menudos  granos  duros,  de 
color  gris  claro.  Impresiónalo  la  luz  45"  y  entonces 
la  fosforescencia  comienza  á  desarrollarse,  siendo  lige- 
ramente violada;  reiterando  la  impresión  ó  haciéndola 
de  1'  30",  la  intensidad  alcanza  el  límite  superior  y  el 
color  tórnase  de  hermoso  tono  violeta. 

i")  Variando  las  condiciones  experimentales,  em- 
pleando ahora  cal  viva  en  masa  y  sólo  O,  gr.  005  de 
óxido  de  bismuto,  y  permaneciendo  constantes  las  can- 
tidades de  carbonato  de  sodio  y  de  cloruro  de  sodio,  el 
cuerpo  resultante  es  más  excitable,  á  los  30"  da  seña- 
les de  fosforescencia  violeta,  que  sólo  necesita  1'  para 
su  completo  desarrollo. 

j")  Mejores  y  más  rápidos  efectos  he  conseguido  en 
nuevas  aplicaciones  del  procedimiento  Verneuil,  siendo 
origen  de  la  cal  el  mármol  blanco  y  materia  activa  el 
ácido  silícico  procedente  de  desecar  la  sílice  gelatinosa 
empleándolo  en  la  proporción  de  O,  gr.  015  y  no  pasan- 
do la  temperatura  del  rojo.  Resulta  un  sulfuro  formado 
de  granitos  duros  y  blancos,  que  sólo  recibiendo  un  ins- 
tante la  impresión  de  la  luz  ya  presenta  luminescencia 
blanquecina;  á  los  30"  tiene  color  violeta,  que  se  acen- 
túa en  seguida,  y  en  1'  alcanza  la  intensidad  máxima, 
decreciendo  luego  con  lentitud. 

I")  Quise  medir  la  eficacia  de  la  sílice  en  calidad 
de  materia  activa  para  la  fosforescencia  del  sulfuro  de 
calcio  y  adoptando  mi  método,  con  mármol  blanco  por 
generador  de  la  cal,  disminuyendo  las  proporciones  de 
substancia  disuelta  hasta  reducirlas  á  O,  gr.  002.  En- 
tonces conseguí  un  cuerpo  blanco,  constituido  por  finos, 


—  256  - 

sueltos  y  duros  granillos;  su  excitabilidad  es  extrema- 
da, y  en  el  mismo  instante  de  sentir  la  impresión  de  la 
luz,  tórnase  fosforescente,  y  el  ejemplar  que  guarda 
hace  siete  años  es  el  más  luminescente  de  toda  la  co- 
lección; á  la  misma  luz  del  día  brilla  y  su  espléndida 
luminescencia,  del  más  hermoso  color  violeta,  no  es 
igualada  por  ninguno  de  los  cuerpos  obtenidos  en  los 
nueve  años  que  han  durado  mis  trabajos.  Advertiré  que 
en  el  mármol  empleado  he  reconocido  la  presencia  del 
manganeso. 

No  cabía  duda  respecto  de  la  determinación  del  tipo  de  fos- 
forescencia del  sulfuro  de  calcio  en  vista  de  este  último  que 
ofrece  la  exaltación  máxima  de  las  cualidades  asignadas,  y  si 
llegan  tan  pronto  á  su  límite  superior,  nunca  alcanzado  en  los 
demás  casos,  la  reversibilidad  del  fenómeno,  dentro  de  los  lindes 
marcados  por  los  residuos  de  carga  que  se  acumulan  para  su 
efecto  al  de  nuevas  excitaciones,  conforme  queda  marcado,  es 
lenta  y  dura  horas;  pues  conservando  en  la  cámara  obscura  el 
sulfuro,  luego  de  bien  excitado,  vesele  por  bastante  tiempo  fos- 
forescer. Poco  á  poco  va  degradando  el  color  violeta  y  al  cabo 
la  solución  sólida  torna  al  estado  primitivo  de  relativa  inercia, 
adquiriendo,  no  obstante,  mayores  aptitudes  ,  que  se  manifies- 
tan bien  claras  cuando  es  de  nuevo  excitado  por  la  luz. 

( Laboratorio  de  f|uíin¡ca  de  la  Escuela  Superior  de  Artes  é  Industrias  de  Madrid.) 


-  257  — 


X. — Las  terminaciones  nerviosas  en  las  ventosas  de 
algunos  Cefalópodos. 

Por  J.  Madrid  Moreno. 


Ya  en  un  trabajo  que  publiqué  en  el  Boletín  de  la  Real  So- 
ciedad española  de  Historia  Natural  (1),  el  cual,  á  su  vez,  con 
algunas  ampliaciones  fué  presentado  posteriormente,  con  pre- 
paraciones microscópicas  demostrativas,  al  Congreso  de  Ra- 
dioactividad celebrado  en  Septiembre  último  en  Lieja,  indi- 
qué que,  si  al  emplear  en  la  impregnación  de  las  neurofibrillas 
de  diversas  especies  de  vertebrados  el  método  fotográfico*  de 
las  sales  de  plata,  de  Simarro,  con  las  variantes  introducidas 
después  por  Cajal,  colocamos  un  tubo  de  bromuro  de  radio, 
obtendremos  preparaciones  confeccionadas  en  mucho  menos 
tiempo,  quizás,  por  la  acción  reductora  que  ejerce  aquél  sobre 
los  compuestos  de  plata,  que  el  indicado  por  dichos  autores 
en  su  técnica  y  cuyas  preparaciones  ofrecen  además  la  singu- 
laridad de  presentar  gran  riqueza  de  neurofibrillas.  La  premu- 
ra del  tiempo  hizo  que  no  pudiera  reseñar  detenidamente  to- 
dos los  particulares  referentes  á  la  intervención  del  radio  en 
esta  clase  de  preparaciones,  por  necesitar  más  largo  estudio 
con  objeto  de  circunscribir  la  técnica.  Pero  como  quiera  que 
los  resultados  obtenidos  después  han  sido  favorables  en  ex- 
tremo ,  no  he  querido  dar  á  conocer  únicamente  un  procedi- 
miento más,  entre  los  innumerables  que  registra  la  bibliografía 
neurológica,  por  entender  el  poco  valor  que  tiene  toda  innova- 
ción que  se  haga  en  el  campo  de  la  técnica,  si  no  va  acompa- 
ñada de  su  inmediata  aplicación  en  algún  tejido  del  organismo 
animal. 


(1)    La  radioactividad,  como  método  histológico  del  sistema  ner- 


-  258  — 

Mis  primeros  ensayos  se  circunscribieron  al  sistema  nerviosa 
central  y  periférico  de  vertebrados,  empleando  aquellos  ani- 
males que  corrientemente  se  usan  en  las  prácticas  de  los  labo- 
ratorios, procediendo  por  fijar  las  piezas  histológicas  en  al- 
cohol de  70  grados,  cambiándolo  sucesivamente  por  mayores 
graduaciones,  hasta  llegar  al  absoluto  para  que  quedaran  per- 
fectamente deshidratadas.  Al  trasladarlas  á  este  último  líqui- 
do, se  agregan  unas  gotas  de  amoníaco,  según  aconseja Cajal^ 
para  que  se  verifique  la  nitración  en  mejores  condiciones.  Pero 
^a  hemos  de  ver  más  adelante,  que,  á  pesar  de  que  el  amo- 
níaco está  recomendado  por  los  químicos  como  un  sensibiliza- 
dor en  las  emulsiones  para  hacer  placas  fotográficas,  conside- 
rándolo indispensable  (1),  puede  obtenerse  la  impregnación  de 
las  neurofibrillas  y  hacer  excelentes  preparacionas  si  las  piezas 
histológicas  son  puestas  primeramente  en  alcohol  absoluto  con 
unas  gotas  de  solución  de  eosina  6  de  eritrosina,  sometiéndo- 
las después  á  la  acción  del  nitrato  de  plata,  y  donde,  por  con- 
siguiente, para  nada  ha  entrado  el  amoníaco. 

Deteniéndonos  primeramente  en  aquellas  preparaciones  que 
son  fijadas  en  alcohol  absoluto  amoniacal,  se  las  lava  ligera- 
mente en  agua  destilada,  y  se  trasladan  después  á  un  tubo  que 
contenga  nitrato  de  plata  á  l^/^  por  100.  Para  ello  me  he  ser- 
vido de  tubos  de  unos  6  centímetros  de  largo  por  2  de  ancho, 
con  tapón  de  corcho,  siendo  indiferente  el  que  tuvieran  otra 
forma  ó  medida.  El  tapón  se  agujerea  en  su  centro,  y  allí  se 
sujeta  ó  se  sostiene  el  tubo  de  bro?nuro  de  radio;  pero  como  la 
longitud  y  diámetro  de  éstos  es  variable  según  sus  actividades, 
todo  depende  de  que  tengamos  varios  tapones  de  corcho  que 
sostengan,  según  el  diámetro  de  su  agujero,  el  tubito  de  aquella 
sal.  La  cantidad  de  solución  de  nitrato  que  se  coloca  en  el 
tubo,  es  relativamente  pequeña:  de  5  á  10  centímetros  cúbicos, 
cuidando  que  el  espesor  de  las  piezas  histológicas  tenga  pocos 


vioso. — Boletín  de  la  Real  Sociedad  española  de  Historia  Natural. 
Julio  1905. 

(1)     Mathet.  Traite  de  chimie  photographique.,  2^  edit.  Tom.  I. 
París,  1901. 


—  259  — 

milímetros.  Se  procura  que  colocado  y  sujeto  el  tubo  de  radio 
verticalmente,  llegue  á  tocar  el  ceutro  del  fondo,  y  que  toda  la 
sal  quede  siempre  cubierta  por  la  solución  impregnadora,  con 
el  fin  de  que  las  radiaciones  ó  emanaciones  se  repartan  por 
igual_,  y  ejerzan  su  acción  sobre  las  piezas  histológicas,  coloca- 
das alrededor  del  tubo  de  radio.  Dispuestos  así  los  tubos ,  y  en 
posición  vertical ,  se  trasladan  á  una  cámara  obscura  ó  á  una 
caja  herméticamente  cerrada,  á  la  temperatura  del  ambiente, 
durante  veinticuatro  horas  generalmente,  pues  aquí  lo  que  se 
trata  es  de  obtener  los  mismos  efectos,  que  los  que  da  la  perma- 
nencia en  estufa  á  37  grados  durante  cinco  ó  más  días,  en  mu- 
cho menos  tiempo  del  que  se  tarda  en  hacer  una  preparación, 
siguiendo  la  técnica  del  método  fotográfico  de  las  sales  de  plata. 
Lo  primero  que  tuve  que  hacer,  era  conocer  el  tiempo  de 
acción  de  las  distintas  actividades  de  los  tubos  de  radio,  una 
vez  que  positivamente  sabía,  según  había  comprobado  experi- 
mentalmente,  que  las  emanaciones  de  dicha  substancia  redu- 
cían la  solución  de  plata  é  impregnaban  las  neurofibrillas;  y 
como  quiera  que  los  tubos  puestos  á  la  venta  (1)  son  de  40, 
240,  1.000,  3.000,  10.000  y  100.000  actividades,  con  todos 
ellos  hice  mis  experimentos,  valiéndome  de  los  que  había  ad- 
quirido en  el  Laboratorio  municipal  y  los  que  generosamente 
puso  á  mi  disposición  el  Profesor  Muñoz  del  Castillo  en  el  La- 
boratorio de  Mecánica  química  de  nuestra  Universidad.  Unas 
veces  me  he  servido  contemporáneamente,  además  de  los  tu- 
bos de  radio,  de-la  estufa  á  37  grados,  y  otras  de  la  distinta 
temperatura  de  la  habitación  de  trabajo;  y  tanto  de  una  mane- 
ra como  de  otra,  el  resultado  ha  sido  satisfactorio,  atribuyen- 
do la  brevedad  del  tiempo  de  impregnación  á  las  emanaciones 
radioactivas ,  aun  cuando  algún  influjo  pudiera  tener  la  acción 
de  la  temperatura.  De  mis  comprobaciones  resulta,  hasta  aho- 
ra, que  se  obtiene  riqueza  de  neurofibrillas  con  el  nitrato  de 
plata,  á  la  dosis  indicada,  en  cuarenta  y  ocho  horas  con  tubo 
de  radio  de  3.000  actividades,  y  en  veinticuatro  horas  con  tubo 
de  10.000,  y  en  menos  tiempo  con  el  de  100.000.  Lavadas  las 


(1)     Société  de  produits  cMmiques.  — París. 


—  260  — 

piezas  ligeramente  en  agua  destilada,  se  trasladan  durante 
veinticuatro  horas  al  líquido  revelador,  habiéndome  servido 
del  ácido  pirogálico,  según  la  formula  de  Cajal.  Igual  resulta- 
do se  obtiene  con  la  formula  de  hidroquinona  que  emplean 
los  fotógrafos,  sin  más  que  echar,  en  10  centímetros  cúbicos 
de  agua  destilada  ,  de  3  á  5  gotas  de  aquél  preparado.  Otro 
tanto  puede  decirso  del  adurol,  usándolo  del  mismo  modo,  lo 
que  viene  á  probar  la  afirmación  de  Simarro  al  tratar  de  su 
procedimiento ,  á  saber,  que  cualquir  revelador  de  los  usados 
en  fotografía  es  susceptible  de  empleo  en  la  revelación  de  las 
piezas  histológicas  sometidas  á  la  acción  del  nitrato  de  plata. 

He  de  consignar  también  otro  hecho,  y  es  el  de  que  si  colo- 
camos centros  nerviosos  y  algunos  órganos,  ricos  en  neurofi- 
brillas,  procedentes  de  un  vertebrado,  en  alcohol  absoluto  con 
unas  gotas  de  solución  alcohólica  á  1  por  100  de  eosina  ó  de 
eriirosina,  para  su  fijación  y  coloración;  y  tras  de  un  rápido 
lavado  en  agua  destilada  y  después  en  nitrato  de  plata  á  1  y 
V2  P^^  ^^^  ^"^  estufa  á  37  grados,  de  tres  á  cuatro  días,  se  ob- 
tienen preparaciones  muy  interesantes  é  instructivas.  No  sólo 
aparecen  grandes  plexos  neurofibrilares  que  se  destacan  en 
negro  sobre  un  fondo  café  rosado,  sino  que  se  tiñen  otros 
elementos,  de  rosa,  como  lo  glóbulos  sanguíneos  y  leucoci- 
tos, lo  que  da  una  diferenciación  mayor. 

Pero  estas  preparaciones  tienen  que  sufrir  varios  lavados 
después  en  alcohol,  hasta  despojarlas  del  exceso  de  materia 
colorante,  y  es  mejor  fijar  las  piezas  histológicas  en  alcohol 
fuerte,  al  que  se  añaden  dos  ó  tres  gotas  de  la  solución  de  eosi- 
na  6  de  eriirosina,  lo  suficiente  para  dar  al  alcohol  un  tono 
rosado;  pues  de  este  modo  las  operaciones  se  abrevian  mucho 
y  la  impregnación  resulta  mejor.  Estos  colorantes  substituyen 
al  amoníaco  y  son  elementos  también  sensibilizadores  en  las 
emulsiones  gelatinosas  de  las  placas  fotográficas,  que  van, 
como  es  consiguiente,  acompañadas  del  nitrato  de  plata. 

Los  primeros  histólogos  que  hicieron  uso  del  nitrato  de  pla- 
ta fueron  His  y  Recklinghausen  (1),  cuyas  soluciones  dibujan 


(1)     Recklinghausen  (Arch.  F.  path.  annt.  XIX).— Duval:  La 


-  261  - 

en  negro  el  cemento  que  une  las  células  endoteliales.  Pero  di- 
chos autores  no  están  de  acuerdo  en  cuanto  á  la  manera  de 
obrar  la  impregnación ,  creyendo  que  el  metal  se  fija  por  el 
cemento  intercelular,  mientras  que  otros  piensan  que  actuando 
el  nitrato  sobre  la  misma  célula  se  destaca  en  la  periferia  la 
línea  negra,  por  su  contigüidad  á  las  otras  células.  Lo  cierto 
es  que  dicho  procedimiento  ha  llegado  á  ser  clásico  y  es  el 
único  que  pone  de  manifiesto  dicho  cemento  de  unión  en  los 
epitelios.  Recklinghausen  aconsejaba  en  su  procedimiento,  la- 
var los  preparados  en  solución  de  cloruro  de  sodio,  antes  de 
exponerlos  á  la  luz. 

Alferow  (1)  hizo  uso  de  las  sales  de  plata  solubles  en  un 
ácido  orgánico  como  el  picrato,  lactato ,  acetato  y  curato,  en 
soluciones  á  1  por  800,  haciendo  notar  que  aquellas  que  con- 
tienen un  ligero  exceso  de  ácido,  dan  impregnaciones  mucho 
más  puras,  y  á  las  cuales  añade  de  10  á  15  gotas  de  ácido.  La 
sal  de  plata,  actuando  sobre  los  albuminatos,  considerándose 
como  fluido  y  coagulado  por  las  sales  de  plata,  el  cemento  de 
las  células,  y  sobre  otras  substancias  que  se  hallan  en  los  te- 
jidos, cloruros,  carbonatos,  etc.,  lo  hace  también  sobre  otras 
granulaciones  que,  sin  orden,  se  ven  esparcidas  por  la  prepara- 
ción; por  la  presencia  del  ácido  libre,  muchas  de  estas  combi- 
naciones se  descomponen  y  reconstituyen  la  sal  de  plata,  de  tal 
manera,  que  de  todas  las  precipitaciones  no  persiste  más  que 
el  albuminato  y  el  cloruro  de  plata,  que  son  combinaciones  más 
resistentes. 

Müller  (2)  sumerge  las  piezas  histológicas  en  nitrato  y  á  la 
obscuridad  durante  dos  ó  tres  minutos,  añadiendo  á  la  solución 
otra  de  1  por  100  de  yoduro  de  plata  disuelto  con  ayuda  del 
yoduro  potásico.  Después  que  hace  el  lavado,  expone  á  la  luz 
en  solución  de  nitrato  á  0,1  por  100. 


technique  microscopique  et  histologique. —  Bibliothéque  Scientifi- 
que  contemporaine.  — París. 

(1)  Arch.  de  Physiol. ,  1874.— Lab.  d'hist.  du  Collége  de  Tran- 
ce , 1874. 

(2)  Arch.  de  Physiol.,  1873. 


—  262  - 

Rouget  (1)  hace  la  reducción  de  las  preparaciones  someti- 
das al  nitrato  de  plata  con  ayuda  de  la  glicerina. 

Sattler  (2)  verifica  la  exposición  á  la  luz  durante  unos  mi- 
nutos en  agua  acidulada  con  fórmico  ó  acético. 

Krause,  después  de  lavar  las  preparaciones,  las  somete  á  la 
acción  del  permanganato  potásico,  cuya  reducción  es  rápida  y 
68  hace  en  poco  tie-npo  (3). 

Oppitz  (4),  después  del  nitrato  de  plata,  lavados  ó  tres  mi- 
nutos en  solución  dé  0,25  ó  0,5  por  100  de  cloruro  de  estaño. 

Jakimovitch  (5)  extiende  la  impregnación  á  los  centros  ner- 
viosos, y  una  vez  que  salen  de  la  plata,  los  coloca  en  una  mez- 
cla de  una  parte  de  ácido  fórmico,  una  parte  de  alcohol  amí- 
lico y  100  partes  de  agua,  y  cuya  exposición  á  la  luz  debe  du- 
rar de  dos  á  tres  días. 

Legros  (6)  somete  las  preparaciones  á  la  acción  reductora 
del  hiposulfito  de  sosa,  aconsejando  Duval  que  después  del  la- 
vado en  agua  destilada,  debe  emplearse  como  reductor  el  baño 
de  hiposulfito  en  la  proporción  de  2  centésimas. 

Gerota  (7)  recomienda  reducir  en  solución  de  hidroquinona 
y  fijar  por  el  hiposulfito  lo  mismo  que  se  hace  en  la  fotografía. 

Resulta,  por  tanto,  que  el  procedimiento  de  las  sales  de  pla- 
ta, y  especialmente  el  nitrato,  no  ha  sido  empleado  más  que  en 
la  impregnación  de  los  epitelios,  y  que  fuera  del  método  de 
Golgi  y  el  ya  indicado  por  Simarro  y  Cajal,  en  que  tan  princi- 
pal papel  juega  dicha  sal  en  los  centros  nerviosos,  especial- 
mente en  los  vertebrados,  no  sabemos  que  hubiera  sido  utili- 
zado el  lactato  de  plata  en  la  impregnación  de  las  neurofibri- 
Uas  de  los  centros  y  órganos. 

Contemporáneamente  á  los  experimentos  con  el  radio,  veri- 


(1)  Arch.  f.  mik.  Anat. ,  XXI. 

(2)  Bolles  Lee  et  Henneguy.  — Tratíé  des  méthodes  techniques 
deV anatoTnie  microscopique. — París,  1902. 

(3)  Bolles  Lee  et  Henneguy,  loe.  cit. 

(4)  Zeit  f.  wiss.  Mik. ,  1884. 

(5)  Journ.  de  Vanat. ,  XXIII,  1888. 
{6j  Joíir  de  Vanat.,  186S. 

(7)  Arch.  Anat.  Phys.  Abth.,  ISdl.-Zeit.  Wiss.  Mik.,  1899. 


—  263  — 

fique  otros  en  los  cuales  sustituí  el  nitrato  de  plata  por  el  lac- 
tato  (Actol  Credé)  para  ver  qué  efecto  podía  -producir  en  los  te- 
jidos, y  si  se  impregnaban  las  neurofibrillas,  obteniendo  exce- 
lentes resultados  en  los  vertebrados.  Pero  no  sólo  me  limité  á 
este  grupo,  sino  que  me  extendí  á  los  invertebrados,  especial- 
mente á  las  especies  marinas,  sabiendo  que  todos  ó  casi  todos 
los  procedimientos  técnicos  de  preparaciones  del  sistema  ner- 
vioso habían  fracasado  en  animales  de  agua  salada.  Las  espe- 
cies que  tuve  más  á  la  mano,  fueron  fragmentos,  conservados 
en  alcohol  ordinario,  de  tentáculos  de  pulpo,  Octopus  vulgaris, 
y  de  un  gusano  Nereis,  y  con  ellos  hice  mis  preparaciones. 
Ignoro,  por  otra  parte,  si  con  el  procedimiento  técnico  que  voy 
á  describir,  se  obtendrán  iguales  resultados  en  otras  especies 
del  mismo  elemento  y  de  distintos  grupos;  pero  todo  hace 
creer  que,  salvando  pequeñas  diferencias  de  detalle,  pueda  ge- 
neralizarse en  las  pesquisas  del  sistema  nervioso  central  y  pe- 
riférico, y  cuyas  investigaciones  he  de  continuar  en  otras  es- 
pecies de  muy  distintos  grupos  de  la  escala  zoológica.  Así, 
pues,  resumiré  la  técnica  que,  tras  continuadas  pruebas,  he  se- 
guido durante  varios  meses,  y,  coa  la  cual  he  obtenido  los  me- 
jores resultados. 

Las  piezas  histológicas  se  ponen  directamente  en  alcohol 
de  70  grados,  cambiándolas  á  menudo  por  otros  alcoholes  de 
80,  90,  95,  y  absoluto,  hasta  su  completo  endurecimiento  y  des- 
hidatración.  En  el  transcurso  de  estas  operaciones  se  reducen 
dichas  piezas,  por  medio  de  la  navaja  histológica,  á  trozos  que 
tengan  un  grueso  de  menos  de  5  mm.,  y  al  pasar  al  alcohol  ab- 
soluto, se  le  añade  á  éste  dos  ó  tres  gotas  de  amoníaco  ó  de 
solución  de  eritrosina  en  alcohol  absoluto.  La  permanencia 
prolongada  en  este  líquido  no  perjudica  en  nada  al  éxito  de  las 
operaciones  sucesivas.  Sacadas  las  preparaciones  del  alcohol 
absoluto,  se  lavan  rápidamente  en  agua  destilada  y  se  trasla- 
dan á  un  tubo  que  contenga  solución  acuosa  de  lactato  de  plata 
(agua  destilada^  100  :  lactato  2  gramos).  Contemporánea- 
mente se  coloca  en  el  centro  del  tapón  un  tubo  de  bromuro  de 
radio,  de  3.000  actividades,  del  modo  ya  indicado,  trasladándo- 
lo á  la  cámara  obscura  á  la  temperatura  de  la  habitación,  ó  á  la 


—  264  — 

estufa  á  37  grados,  durante  cuarenta  y  ocho  horas,  también  al 
abrigo  de  la  luz.  Se  obtiene  asimismo,  pues  de  uno  ó  de  otro 
modo  da  resultado,  buenas  impregnaciones,  disminuyendo  la 
dosis  de  lactato,  haciendo  la  solución  con  l^'o  gramos.  Las 
preparaciones  después  se  lavan  en  agua  destilada  ligeramente 
y  se  trasladan  á  la  solución  reveladora,  ácido  pirogálico  (fór- 
mula de  Cajal),  hidroquinona,  adurol,  pues  todas  ellas  han 
servido  bien. 

Estos  dos  últimos  reveladores  tienen  la  ventaja  de  que  no 
hay  necesidad  de  prepararlos,  sobre  todo  el  último,  que  es  ex- 
celente y  expenden  los  comerciantes  de  objetos  de  fotografía. 
A  veces,  según  la  consistencia  de  los  tejidos,  y  si  á  la  solución 
reveladora  no  se  le  agregan  unas  gotas  de  formol,  nos  expone- 
mos á  que  se  maceren  un  poco,  hecho  que  hay  que  tener  en 
cuenta.  Nuevo  lavado  en  agua  para  descartar  el  exceso  del  re- 
velador y  fijador,  son  trasladados  los  trozos  de  tejido  al  alco- 
hol de  90°,  95  y  absoluto,  para  su  inclusión  en  celoidina  ó  pa- 
rafina,  empleándose  en  este  último  caso  como  líquido  interme- 
dio el  aceite  de  cedro,  y  como  aclarador  en  la  primera,  la  creo- 
sota. Aparte  de  la  impregnación  de   las   neurofibrillas  tienen 
otras  ventajas  estas  preparaciones,  dando   numerosos  detalles 
además,  no  sólo  citológicos,  sino  selectivos  en  los  tejidos,  y  en 
las  cuales  no  es  necesario  emplear  una  segunda  coloración  para 
poner  de  manifiesto  mayores  detalles.  Generalmente,  y  aun  sa- 
liendo bien  las  preparaciones,  se  observan  en  diferentes  re- 
giones de  las  mismas,  precipitaciones  constituidas  por  granula- 
ciones mucho  más  gruesas  que  las  que  forma  en  casos  análo- 
gos el  nitrato.  Macroscópicamente  puede  conocerse  si  una  pie- 
za histológica  ha  sido  bien  impregnada  y  ha  respondido  al  mé- 
todo, pues  si  al  hacer  los  primeros  cortes,  se  observa  que  pre- 
senta una  coloración  grisácea  en  la  periferia,  más  clara  hacia 
el  centro,  es  señal  de  que  no  hemos  obtenido  buena  impreg- 
nación; mientras  que  si  el  color  es  de  chocolate,  con  un  tono 
rojizo  central,  es  seguro  que  se  han  obtenido  buenas  prepara- 
ciones de  sistema  nervioso.  Cuestión  será  ésta  de  más  detenido 
estudio,  pues  hechos  semejantes  suceden  cuando  se  emplea  el 
nitrato,  pero  las  granulaciones  y  precipitaciones  de  una  ó  de 


—  265  — 

otra  sal  no  llegan  nunca  á  formar  grandes  grumos  como  con  el 
método  de  Golgi ,  cuyos  precipitados  periféricos  impiden  ver 
detalles  de  interés. 


Conocida  es  la  morfología  de  las  ventosas  de  los  Cefalópo- 
dos descripta  en  los  libros  generales  de  Zoología,  y  cuya  dispo- 
sición estructural  constituye  uno  de  los  caracteres  para  la  di- 
ferenciación de  las  especies.  Situadas,  en  gran  número,  en  los 
brazos  ó  tentáculos,  ocupando  la  cara  bucal,  les  sirven  á 
aquellos  animales,  no  sólo  para  sujetarse  con  fuerza  á  los  obje- 
tos que  tratan  de  apoderarse,  si  que,  probablemente  también, 
como  órganos  del  tacto,  dada  la  riqueza  de  neurofibrillas  y  de 
células  sensitivas  que  poseen.  Estas  ventosas  pueden  ser  pedua- 
culadas,  provistas  de  un  cabo  ó  sostén,  como  sucede  en  la 
sepia,  6  sentadas,  como  en  nuestro  ejemplo  del  ^niJpo  común. 
En  unas  puede  su  parte  libre  ó  borde  estar  rodeado  por  un 
anillo  de  naturaleza  córnea,  en  otras  especies  estar  provistas 
de  finos  dentículos  ó  asperezas,  fáciles  de  reconocer  á  nuestro 
tacto  y  que  les  sirven  para  su  mejor  adherencia  á  los  cuerpos". 
Si  practicamos  un  corte  medio  pasando  por  el  eje  de  la  vento- 
sa, cortando  á  través  el  tentáculo,  notaremos  que  está  consti- 
tuida por  dos  partes,  una  cámara  superior  ó  infundibulum 
y  una  inferior  ó  acetahular  que  hace  el  oficio  de  émbolo,  se- 
parados por  un  orificio  ó  esfínter.  Tanto  una  como  otra  están 
formadas  por  numerosas  y  robustas  fibras  musculares,  coloca- 
das unas  longitudinalmente  y  otras  trasversalmente  y  que  como 
anillos  la  rodean,  dando  al  conjunto  mayor  solidez,  haces 
longitudinales  y  trasversales  también,  de  tejido  conjuntivo.  In- 
teriormente, la  copa  de  la  ventosa  está  revestida  de  células  epi- 
teliales, caliciformes  en  su  mayor  parte,  y  separando  las  masas 
ó  regiones  musculares,  fibras  conjuntivas,  notándose  también 
sus  correspondientes  vasos.  En  la  parte  central  del  tentáculo 
hay  un  ganglio,  el  cual  envía  un  paquete  de  nervios  que  sir- 
ven de  eje  nervioso  á  la  ventosa.  A  partir  de  este  sitio,  pues, 
es  donde  nuestras  observaciones  han  comenzado  para  ver  qué 


-  266  - 

curso  ó  distribución  llevaban  las   neurofibrillas  entre  las  dos 
cámaras  que  forman  aquéllas. 

Este  nervio  lo  constituye  un  haz  de  fibrillas  (fig,  1.^),  que 
corre  en  dirección  rectilínea  por  entre  dos  columnas  de  tejido 
fibrilar  que  están  representadas  en  dicha  figura.  El  espacio 
comprendido  entre  éstas,  está  ocupado  por  fibras  musculares 
también,  que  aparecen  en  las  preparaciones  cortadas  transver- 
salmente.  Pero  dicho  haz,  una  vez  que  ha  salido  del  territorio 
muscular  ya  indicado,  después  de  hacer  varias  revueltas  6  en- 
roscamientos por  entre  el  tejido  conjuntivo,  comienzan  sus  fibri- 
llas á  separarse ,  unas  veces  longitudinalmente  y  siendo  para- 
lelas á  las  fibras  musculares  (fig.  2.''),  ascendiendo  por  otras  é 
intercalándose  también  trasversalmente  entre  los  músculos,  y 
de  cuya  disposición  darán  mejor  idea  las  figuras  3.^,  4.""  y  5.^^ 
donde  se  ve  que,  aparte  de  las  direcciones  que  hemos  determi- 
nado, se  renuen  además,  formando  grandes  y  ricos  plexos.  Es 
además  muy  curiosa  la  arquitectura  muscular  de  la  ventosa, 
pues  dada  su  función ,  necesariamente  el  juego  que  ejecutan 
sus  haces,  tienen  que  estar  regidos  por  una  fuerza  nerviosa 
que  establezca  toda  clase  de  contactes  y  relaciones  entre  los 
elementos  histológicos,  notándose  en  las  preparaciones  nume- 
rosos paquetes  de  fibrillas,  formadas  por  muy  diverso  número, 
que  se  separan,  vuélvense  á  reunir,  tras  un  determinado  tra- 
yecto, y  á  unirse  á  otras  procedentes  de  otros  haces.  Estas  dis- 
posiciones se  observan  constantemente  en  la  cámara  posterior 
de  la  ventosa,  no  habiendo  hallado,  en  mis  investigaciones, 
ninguna  terminación  nerviosa  ni  cosa  semejante  que  á  ellas  se 
pareciese,  en  dicha  región. 

Fijándonos  en  la  región  del  infundibulum ,  veremos  que 
continúa  presentándose  la  misma  disposición  de  los  plexos  ner- 
viosos, solamente  que  con  más  finura  y  delicadeza,  y  es  nece- 
sario recurrir  para  su  observación  á  objetivos  de  mucho  ma- 
yor aumento,  como  el  apocromático  1,30,  de  inmersión  homo- 
génea, de  Zeiss,  del  cual  me  he  servido  para  la  confección  de 
las  figuras  6.^  á  10.  Notamos  aquí  otra  particularidad  digna  de 
mención,  y  es  la  de  que,  siguiendo  el  curso  de  las  neurofibri- 
llas, sean  aisladas,  pareadas  ó  en  paquetes  y  haces,  penetran 


—  267  — 

de  tal  modo  entre  las  fibras  musculares,  que  llegan  á  abrazarlas 
<5  rodearlas,  volviendo  á  salir  en  distintas  direcciones  y  nue- 
vamente enroscándose  á  otra  ú  otras  fibras  musculares,  co- 
mo tegiéndolas;  por  último,  la  fibra  nerviosa  va  á  tocar  uno 
de  los  uúcleos  de  la  fibra  muscular,  terminándose,  por  tanto, 
en  un  pequeño  ensanchamiento  en  forma  de  botón  ó  de  pera, 
correspondiendo  el  tipo  de  esta  terminación   á  las  denomi- 
nadas mayichas  motrices.  En   esta  región  de  la  ventosa  se 
notan  disposiciones  muy  variadas,  pero  que  todas  ellas  respon- 
den al  mismo  tipo,  viéndose  núcleos  rodeados  ó  envueltos  por 
fibrillas,  las  cuales  llegan  á  tocarlos  por  medio  de  su  ensancha- 
miento ,  impregnado  en  negro  claramente  por  medio  del  reac- 
tivo reductor.  Distintas  variedades  de  este  modo  de  terminar  ob- 
servamos en  las  preparaciones ,  de  las  cuales  darán  mejor  idea 
las  figuras.  6.^,  7.^  y  8.^  Otras  veces ,  los  paquetes  que  corren 
entre  las  junturas  de  las  fibras  musculares,  se  disocian  ó  sepa- 
ran, conservando  cierto  paralelismo,  entrecruzándose  después 
por  entre  aquéllas,  volviendo  de  nuevo  á  reunirse  unas  veces, 
otras,  y  es  lo  general,  á  separarse,  cuyo  conjunto  constituye 
una  red  que  mantiene  en  íntima  relación  los  elementos  mus- 
culares. No  es  tampoco  raro  sorprender  en  las  preparaciones, 
células  de  naturaleza  nerviosa,  unas  veces  aisladas  y  otras  pa- 
readas, como  en  la  fig.  Q.^  A,  con  sus  correspondientes  expan- 
siones. Otras  veces,  los  haces  nerviosos,  cuando  van  á  terminar, 
se  abren  ó  esparcen  en  forma  de  abanico,  yendo  sus  termina- 
ciones á  tocar  á  los  núcleos,  en  los  cuales  hallamos,  por  otro 
lado,  que  presentan  clara  é  indistintamente  dos  nucléolos ,  que 
ponen  bien  en  evidencia  el  lactato  de  plata  reducido. 


EXPLICACIÓN  DE  LAS  LÁMINAS 


Fig.  1.^. — A.  Nervio  principal,  cuyas  fibrillas  se  reparten  por  la 
ventosa. 
B.  Travéculas  de  tejido  conjuntivo. 
Fig.  2."'^. — A.  Tejido  conjuntivo. 

B.  Fibras  musculares  cortadas  á  través. 

C.  Distribución  de  neurofibrillas. 

Fig.  3.^. — Plexo  de  neurofibrillas  entre  el  tejido  conjuntivo  y  el 
muscular. 

Fig.  4.'"^. — ídem  id.  id. 

Fig.  5.^.— ^Grandes  redes  nerviosas,  formadas  por  haces  de  fibrillas. 

Fig.  6.*. — A.  Dos  células  nerviosas  con  sus  expansiones. 

B.  Fibras  nerviosas  abrazando  haces  mvisculares. 

Fig.  7.^.— Distintas  maneras  de  presentarse  las  fibrillas,  antes  de 
su  terminación. 

Fig.  8.^.— Haces  de  fibrillas  rodeando  núcleos  muscvilares  y  ter- 
minando en  algunos  de  ellos. 

Fig.  9.''^.— Redes  nerviosas  y  sus  terminaciones  entre  las  fibras 
musculares. 

Fig.  10. — A  y  C.  Terminaciones  nerviosas. 

B.  Un  niicleo  envuelto  por  fibrillas. 


Rev.  Acad.  Ciencias. 


Rev.  Acad.  Ciencias. 


B 


r^/0 


Rev.  Acad.  Ciencias. 


/■ 


INDICK 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  NÚMERO 


píos. 


IX.— Tipos  de  fosforescencia  en  los  sulfures  de  bario,  es- 
troncio y  calcio,  por  José  Rodríguez  Mourelo 221 

X.— Las  terminaciones  nerviosas  en  las  ventosas  de  algu- 
nos Cefalópodos,  por  J.  Madrid  Moreno 257 


La  subscripción  á  esta  Revista  se  bace  por  tomos  completos, 
de  500  á  600  páginas ,  al  precio  de  6  pesetas  en  España  y  6  francos 
en  el  extranjero,  en  la  Secretaría  de  la  Academia,  calle  de  Val- 
verde,  núm.  26,  Madrid. 

Precio  de  este  cuaderno,  0,75  pesetas. 


REVISTA 


DE     LfA 


REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


DE 


'    MADRID 


TOIvIO    XTX.—JsTTJls/L.   4. 
(Octubre  de  1905.) 


MADRID 

IHPREHTA    DE    LA    "GACETA    DE   MADRID,, 

CALLE   DE    PONTEJOS,    NÚM.     8. 

10O5 


ADVERTENCIA 


Los  originales  para  la  Revista  de  la  Academia 
se  han  de  entregar  completos,  en  la  Secretarla  de 
la  Corporación,  antes  del  día  20  de  cada  mes, 
pues  de  otro  modo  quedará  su  publicación  para 
el  mes  siguiente. 


-  2G9  - 


XI.— Quermes  mineral  (1).  Nuevos  estudios 


POR  D,  Gabriel  de  la  Puerta. 


La  numeración  de  las  figuras  intercaladas  en  el  texto  v  la 
de  las  comprendidas  en  las  cinco  láminas  que  acompañan 
la  Memoria  del  Dr.  Pittaluga,  han  sufrido  varias  equivocacio- 
nes que  el  buen  sentido  del  lector  subsanará  conveniente- 

T^T!^  ^""^  \7"^^^i°^  detallada  de  las  láminas  se  publicará 
ai  nnal  de  la  Memoria. 


en  1829  sostuvo  que  era  un  oxisulfuro  de  autimonio,  es  uecir, 
combinación  del  óxido  con  el  sulfuro,  de  cuya  opinión  parti- 
cipó Liebig;  pero  en  1839  Henry  Rose  demostró  con  el  mi- 
croscopio que  el  quermes  oficinal  se  halla  formado  de  dos  ma- 
terias distintas,  copos  rojizos  amorfos  que  son  sulfuro  de  an- 
timonio hidratado  y  unos  cristalitos  incoloros  trasparentes  que 
creyó  eran  de  óxido  de  antimonio,  cuyas  dos  materias  se  pre- 
cipitan simultáneamente  al  enfriarse  el  líquido  de  su  prepara- 
ción. Conforme  Berzelius  con  esta  opinión,  añadió,  que  el  sul- 
furo de  antimonio  precipitado,  retiene  una  corta  cantidad  de 
sulfuro  alcalino,  y  el  óxido  ó  anhídrido  antimoaioso  otra  corta 
cantidad  de  álcali,  que  no  se  separan  por  las  lociones,  razón 
por  la  cual,  no  puede  unirse  el  sulfuro  con  el  óxido  para  for- 
mar oxisulfuro,  como  creyeron  Gay-Lussac  y  Liebig. 


(1)     Se  escribe  también  kermes,  palabra  tomada  de  grana-ker- 
mes, por  parecerse  en  el  color  á  este  insecto  hemíptero. 

Eey.  Acad.  Ciencias.— III.— Octubre,  1905,  19 


-  269  - 


XI.— Quermes  mineral  (1).  Nuevos  estudios 
POR  D,  Gabriel  de  la  Puerta. 

No  hay  cuerpo  que  haya  dado  más  que  hacer  á  los  químicos 
que  el  quermes,  aun  á  los  más  eminentes,  como  Berzelius, 
Robiquet,  Gay-Lussac,  Liebig,  Mitscherlich,  Henry  Rose, 
Soubeiran  y  otros,  habiendo  llegado  al  siglo  xx  sin  haber 
opinión  unánime  acerca  de  la  composición  y  teoría  de  su  for- 
mación. 

En  un  principio,  se  consideró  el  quermes  como  sulfhidrato 
ó  hidrosulfato  de  antimonio.  Robiquet  en  1812  creyó  se  ha- 
llaba compuesto  de  sulfuro  de  antimonio  hidratado  y  óxido  de 
antimonio,  que  él  separaba  por  medio  de  una  solución  de  áci- 
do tártrico;  pero  Berzelius  en  1826  dijo  que  era  sulfuro  de 
antimonio  precipitado  por  enfriamiento  de  un  líquido  alcalino, 
reteniendo  corta  cantidad  de  sulfuro  alcalino.  Gay-Lussac 
en  1829  sostuvo  que  era  un  oxisulfuro  de  antimonio,  es  decir, 
combinación  del  óxido  con  el  sulfuro,  de  cuya  opinión  parti- 
cipó Liebig;  pero  en  1839  Henry  Rose  demostró  con  el  mi- 
croscopio que  el  quermes  oficinal  se  halla  formado  de  dos  ma- 
terias distintas,  copos  rojizos  amorfos  que  son  sulfuro  de  an- 
timonio hidratado  y  unos  cristalitos  incoloros  trasparentes  que 
creyó  eran  de  óxido  de  antimonio,  cuyas  dos  materias  se  pre- 
cipitan simultáneamente  al  enfriarse  el  líquido  de  su  prepara- 
ción. Conforme  Berzelius  con  esta  opinión,  añadió,  que  el  sul- 
furo de  antimonio  precipitado,  retiene  una  corta  cantidad  de 
sulfuro  alcalino,  y  el  óxido  ó  anhídrido  antimonioso  otra  corta 
cantidad  de  álcali,  que  no  se  separan  por  las  lociones,  razón 
por  la  cual,  no  puede  unirse  el  sulfuro  con  el  óxido  para  for- 
mar oxisulfuro,  como  creyeron  Gay-Lussac  y  Liebig. 


(1)     Se  escribe  también  kermes,  palabra  tomada  de  grana-ker- 
mes, por  parecerse  en  el  color  á  este  insecto  hemíptero. 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Octubre,  1903,  19 


—  270  - 

Inspirándose  en  la  opinión  de  Berzelius  y  en  la  teoría  de 
Soubeiran,  el  Dr.  Camps  (1851)  decía,  que  el  quermes  ofici- 
nal es  una  mezcla  de  sulfoantimonito  y  antimonito  sódicos 
muy  ácidos,  y  esta  ha  sido  la  opinión  más  admitida  en  Es- 
paña (1). 

Los  autores  franceses  en  estos  últimos  años,  siguiendo  á 
Terreil  (1866),  admitían  que  el  quermes  esta  compuesto  de 
sulfuro  de  antimonio  hidratado  mezclado  con  los  cristalitos 
que  dicho  autor  consideraba  como  dos  antimonitos  sódicos, 
uno  neutro  y  otro  ácido. 

Los  autores  alemanes  y  de  otros  países  admiten  general- 
mente,- como  creía  H.  Rose,  que  el  quermes  está  formado  por 
sulfuro  de  antimonio  hidratado  y  los  cristalitos  de  óxido  ó  an- 
hídrido antimonioso,  cuyas  dos  partes  se  distinguen  con  el 
microscopio. 

M.  Feist  (2)  en  1902,  ha  demostrado  que  los  cristales  del 
quermes  no  son  de  óxido  de  antimonio  ni  de  antimonito  sódi- 
co como  se  había  creído,  sino  de  piroantimoniato  sódico,  lo 
cual  ha  sido  confirmado  por  M.  Bougault  en  1903  (3),  debien- 
do añadir,  como  dice  este  último  autor,  que  Mitscherlich 
en  1840  ya  anunció  que  el  quermes  contiene  muy  frecuente- 
mente cristales  de  antimoniato  de  sosa,  formados  por  oxida- 
ción del  aire  en  una  disolución  de  sulfuro  de  antimonio  en 
carbonato  de  sosa. 

Confieso  que  he  dudado  en  un  principio  de  que  dichos  cris- 
tales del  quermes  sean  piroantimoniato  de  sosa,  pero  me  he 
convencido  ante  las  razones  que  da  M.  Bougault  en  su  notable 
Memoria,  y  después  de  los  trabajos  prácticos  que  he  hecho 
para  desvanecer  mis  primeras  dudas. 


(1)  Algunos  autores  (Gautier,  CJiimie  minérále ,  1895)  em- 
plean los  nombres  de  polisulfoantimonito  y  poliantimonito  sódi- 
cos ,  que  quieren  decir  lo  mismo ,  pero  ya  veremos  que  estas  sales 
no  existen  en  el  quermes. 

(2)  Archiv.  des  Pharmazie,  t.  CCXL,  p.  241. 

(3)  Véase  Journal  de  Pharmacie  et  de  Chimie,  15  Novémbre 
y  1  Decémbre  1903. 


—  271  - 

Empecé  por  preparar  piroantimoniato  de  sosa  (1)  para  ob- 
servar sus  cristales  con  el  microscopio,  y  he  visto  que  son 
iguales  á  los  que  aparecen  en  el  quermes  de  Cluzel,  esto  es, 
prismas  rectos  de  base  cuadrada. 

También  he  preparado  óxido  de  antimonio  Sb'O'^  sin  inter- 
vención de  sosa,  precipitándole  del  cloruro  de  antimonio  con 
amoníaco  diluido,  hirviendo  el  líquido,  y  después  de  bien  la- 
vado el  óxido  precipitado  con  agua  hirviendo,  no  presenta 
cristales  visto  con  el  microscopio,  y  sólo  se  ven  copos  blancos 
amorfos.  El  óxido  de  antimonio  obtenido  por  precipitación  con 
carbonato  sódico  del  cloruro  de  antimonio  en  líquido  hirviendo, 
presenta,  además  de  los  copos  blancos  amorfos,  algunos  cris- 
tales prismáticos,  como  los  del  quermes,  pero  creo  son  de  piro- 
antimoniato sódico,  formados  también  por  oxidación  del  aire. 

Además  he  determinado  la  cantidad  de  sodio  que  existe  en 
el  quermes  de  Cluzel  (2),  y  he  hallado  2  á  3  por  100,  según 
las  muestras,  debiendo  advertir  que  éstas  procedían  del  labo- 
rotorio  de  mi  cátedra  de  Química  Inorgánica,  preparadas  en 
años  diferentes,  y  otras  del  de  Farmacia  práctica.  La  cantidad 
de  sodio  hallada  es  insuficiente  para  formar  sulfoantimonito, 
dada  la  cantidad  de  Sb'^S^'  que  hay  en  el  quermes  (67  por  100). 
Calculando  la  cantidad  de  piroantimoniato  sódico  Sb-O'Na^ 
iJ2,  Q  H'^  O  que  pueden  formar  2  de  sodio,  resulta  22,1  por  100 
y  3  forman  33  por  100;  pero  la  cantidad  de  piroantimoniato 
que  existe  en  el  quermes,  es  inferior  á  dichos  números,  como 
luego  se  dirá;  de  donde  se  infiere  que  parte  del  sodio,  aunque 
pequeña,  puede  hallarse  en  estado  de  sulfuro  ó  de  carbonato 


(1)  Con  solución  de  piroantimoniato  potásico  y  corta  cantidad 
de  carbonato  sódico,  calentando  y  dejando  enfriar  el  líquido  para 
obtener  cristales. 

(2)  Disiielto  el  quermes  de  Cluzel  en  ácido  cborbídrico  en  ca- 
liente ,  be  precipitado  el  óxido  de  antimonio  con  amoníaco  en  ex- 
ceso y  filtrado  el  líquido,  lavando  bien  el  precipitado,  le  be  evapo- 
rado, calentando  fuertemente  el  residuo  para  eliminar  todo  el  clo- 
ruro amónico;  quedando  sólo  cloruro  de  sodio,  de  cuyo  peso  he 
deducido  el  del  sodio,  resultando  cantidad  variable  de  2  á  3 
por  100,  según  las  muestras. 


—  272  — 

de  sodio  que  arrastra  el  producto  al  precipitarse,  dependiendo 
la  cantidad  de  que  las  lociones  sean  más  ó  menos  prolongadas. 
Por  último,  he  preparado  quermes  con  sosa  cáustica,  coa 
el  objeto  de  ver  si  se  forman  los  cristales  ,  á  pesar  de  que  to- 
dos los  autores  dicen,  que  el  quermes  preparado  con  los  álca- 
lis cáusticos  carece  de  los  cristales,  porque  suponiendo  son  de 
óxido  de  antimonio  ó  de  antimonito  sódico,  dicen,  se  disuelven 
en  el  exceso  de  álcali;  lo  cual  no  es  exacto  respecto  de  la  sosa, 
naciendo  el  error  de  que  con  la  potasa  efectivamente  no  resul- 
tan los  cristales,  habiéndolo  generalizado  á  la  sosa,  sin  haber 
examinado  el  producto  con  el  microscopio;  pues  de  haberlo 
hecho,  hubieran  visto  como  yo,  que  el  quermes  obtenido  con 
sosa  cáustica,  contiene  los  cristalitos,  lo  mismo  que  el  prepa- 
rado con  carbonato  sódico.  Esto  es  una  prueba  más  de  que  di- 
chos cristales  son  de  piroantimoniato  sódico,  sal  casi  insoln- 
ble  en  agua  fría ,  que  se  forma  cuando  se  hierve  en  contacto 
del  aire  el  sulfuro  de  antimonio  en  polvo  fino  con  una  solución 
de  carbonato  de  sosa  ó  de  sosa  cáustica,  precipitándose  por 
enfriamiento  del  liquido. 

Con  el  carbonato  de  potasa,  ó  con  la  potasa  cáustica,  no  se 
forman  los  cristales;  no  porque  se  disuelvan  en  el  exceso  álca- 
li, como  dicen  los  autores  al  tratar  del  procedimiento  de  Pide- 
rit,  sino  porque  el  piroantimoniato  potásico  que  pueda  formar- 
se es  soluble  en  el  agua  caliente  y  en  la  fría,  y  por  esta  razón 
no  se  precipita  al  enfriarse  el  líquido,  como  lo  hace  el  piroan- 
timoniato sódico. 

No  me  queda  duda,  ante  los  hechos  observados^  que  los 
cristalitos  del  quermes  son  de  piroantimoniato  sódico  áci- 
do SbWNa'-H%  6EW,  6  en  fórmula  dualística,  SbW\ 
Na- O,  H'^0,  QH-0;  pero  debo  añadir,  que  á  pesar  de  lo  que 
dice  M.  Bougault,  creo  que  en  el  quermes  se  precipita  también 
óxido  de  antimonio,  como  lo  demostraré  después  al  tratar  del 
análisis  de  dicho  cuerpo. 

En  cuanto  á  la  otra  parte  constitutiva  del  quermes  que  se 
encuentra  en  mayor  proporción,  todos  los  autores  (con  rara 
excepción)  están  conformes  en  que  es  sulfuro  de  antimonio 
hidratado   de  color  rojo-pardo,  y   no  sulfoantimonito   sódico 


--  273  - 

ácido,  ó  polisulfoantimoníto,  como  le  llaman  algunos.  No  fijan 
los  autores  el  grado  de  hidratación  de  dicho  sulfuro  de  antimo- 
nio, pero  creo,  por  las  razones  que  después  expondré  al  tratar 
del  análisis  del  quermes,  que  debe  ser  trihidratado;  esto  es, 
Sb'^S^,  3H'-0,  aunque  no  tengo  completa  seguridad. 

En  resumen^  creo  que  el  quermes  oficinal  es  una  mezcla  de 
sulfuro  de  antimonio  hidratado  Sb'-S^,SH-  O,  óxido  de  anti- 
monio Sb'^0^  y  cristalitos  de  piroantimoniato  sódico  áci- 
do Sb-W'Na'-H\  QHW. 

£1  quermes  obtenido  por  vía  seca  con  carbonato  sódico  tie- 
ne composición  análoga,  aunque  difiere  en  las  cantidades  de 
los  componentes. 

Nueva  teoría  de  la  formación  del  quermes. 

Estando  constituido  el  quermes  en  su  mayor  parte  por  sul- 
furo de  antimonio  hidratado,  se  explica  la  formación  de  este 
cuerpo,  teniendo  en  cuenta  que  el  sulfuro  de  antimonio  (1) 
que  se  emplea  finamente  pulverizado,  se  disuelve  en  una  solu- 
ción de  carbonato  de  sosa  hirviendo  (procedimiento  de  Cluzel), 
y  después  se  precipita  por  enfriamiento  en  estado  de  sulfuro 
hidratado  de  color  pardo- rojizo  (2). 


(1)  Cuando  decimos  sulfuro  de  antimonio,  nos  referimos  al 
compuesto  Sb-S^,  que  unos  autores  llaman  sulfuro  antimonioso, 
otros  sulfuro  antimónico  y  Berzelius  súlfido  antimonioso  si  es 
sulfo-ácido. 

Igualmente,  al  decir  óxido  de  antimonio,  nos  referimos  al  Sh^O^, 
que  unos  llaman  óxido  antimonioso  y  otros  óxido  antimónico. 
Estando  anhidro,  es  el  anhídrido  antimonioso,  y  si  está  hidratado, 
ácido  antimonioso. 

(2)  Esta  idea,  emitida  modernamente  por  M.  Bougault,  se  halla 
expresada  en  libros  antiguos  como  Le  Canu,  traducción  española, 
1848,  tomo  II,  pág.  232. 

La  teoría  de  la  formación  del  quermes  que  da  M.  Bougault,  es 
como  sigue:  «Cuando  se  prepara  el  quermes,  según  las  indicacio- 
nes del  Codex,  se  nota  desde  luego  que  todo  el  sulfuro  de  antimo- 
nio se  disuelve  si  está  bien  porfirizado  y  puro ,  y  no  queda  ningún 
residuo  de  oxisulfuro  negro  de  que  hablan  ciertos  farmacologistas. 


-  274  - 

Pero  como  en  el  quermes  oficinal  existe  además  piroantimo- 
niato  de  sosa  en  cristalitos  microscópicos,  y  según  yo  creo, 
óxido  de  antimonio  amorfo,  en  cantidad  ambos  cuerpos  de 
unos  20  por  100,  es  necesario  para  completar  la  teoría  expli- 
car la  formación  de  estos  dos  cuerpos.  Cierta  cantidad  de  car- 
bonato de  sosa  se  disocia  por  hidrólisis,  separándose  corta 
porción  de  sosa  que  reacciona  con  parte  del  sulfuro  de  anti- 
monio disuelto,  dando  por  oxidación  del  aire  piroantimoniato 
de  sosa  que  se  precipita  en  cristalitos  por  enfriamiento  del 
líquido  filtrado,  y  además  se  precipita  óxido  de  antimonio 
como  se  dirá  después. 

En  la  formación  del  piroantimoniato  sódico  interviene  el 
oxígeno  del  aire,  siendo  mayor  cuanto  más  actúe  éste,  y  el  en- 
friamiento sea  mayor,  y  también  cuanto  meros  diluido  esté  el 
líquido  para  que  se  precipite  más  por  enfriamiento.  La  reacción 
me  la  explico  del  modo  siguiente ,  actuando  la  sosa  separada 
por  hidrólisis  del  carbonato  sobre  el  sulfuro  de  antimonio; 

/S'¿2^3  _|_  8  2^aOH  +  3  H^O  +  0^  =  3  iW>S  + 

También  puede  explicarse,  por  oxidación  del  antimonito  só- 
dico^ como  se  dirá  al  tratar  del  quermes  por  vía  seca. 

Examinado  el  quermes  con  el  microscopio,  me  ha  llamado 
la  atención  que  la  cantidad  que  aparece  de  cristales  no  pasa 


Si  el  aire  no  interviene,  todo  el  antimonio  que  se  deposita  por  en 
friamiento,  se  halla  en  estado  de  sulfuro  hidratado.  Xo  queda 
nada  ó  casi  nada  en  las  aguas  madres,  fuera  del  carbonato  sódico, 
y  no  contienen  Na-  >S  porque  no  desprenden ,  ó  solamente  despren- 
den indicios  de  H'  S  por  los  ácidos ;  esto  es  vina  nueva  prueba  de 
que  la  doble  descomposición  indicada  por  Terreil  no  se  produce.» 
«Si  el  aire  interviene  durante  la  ebullición ,  hay  oxidación,  y  se 
deposita  piroantimoniato  de  sodio  al  mismo  tiempo  que  las  aguas 
madres  se  cargan  de  sulfuro  de  antimonio  disuelto  á  favor  del  sul- 
furo de  sodio  formado  al  mismo  tiempo  que  el  piroantimoniato  de 
sodio».  (Journal  de  Pharmacie  et  CJiimie,  d.^  serie,  tome  XVIII, 
pág.  551.) 


—  275  — 

á  lo  más  de  6  á  8  por  100  en  relación  de  los  copos  rojizos  de 
sulfuro  de  antimonio  hidratado,  y  además,  al  hacer  el  análisis 
del  quermes  como  luego  se  dirá,  separando  el  sulfuro  de  anti- 
monio de  los  cristales,  resultan  al  lado  de  éstos  (visto  con  el 
microscopio),  copos  blanquecinos  amorfos,  que  no  son  otra 
cosa  que  el  óxido  de  antimonio  que  se  precipita  también  al  de- 
positarse el  quermes  por  enfriamiento,  á  causa  de  no  haberse 
oxidado  lo  bastante  para  convertirse  en  piroantimoniato ,  pa- 
sando al  través  del  filtro  disuelto  en  el  líquido  alcalino  caliente. 
Su  formación  se  explica  por  la  ecuación  siguiente: 

^¿2  53  _|_  6  Na  0R=Sb^0^-\-SIP0  +  3  Na^S. 

También  puede  explicarse  la  formación  del  óxido  de  antimo- 
nio Sh^O^  y  del  sulfuro  de  sodio  Na^  S  por  disociación  de  par- 
te del  sulfuro  de  antimonio  disuelto  en  el  líquido  caliente,  del 
modo  siguiente: 

El  hidrógeno  sulfurado  se  combina  con  la  sosa  resultante  de 
la  disociación  del  carbonato  por  hidrólisis,  y  forma  el  sulfuro 
de  sodio 

H^S-\-2NaOH=Na^S-]-2n^O. 

El  óxido  Sb^O^  permanece  disuelto  en  el  agua  caliente  á 
favor  de  la  sosa,  precipitándose  después  por  enfriamiento  del 
líquido  filtrado;  y  el  sulfuro  de  sodio  continúa  en  el  líquido 
filtrado  y  frío  disolviendo  cierta  cantidad  de  sulfuro  de  anti- 
monio en  estado  de  sulfoantimonito. 

Según  lo  que  se  acaba  de  decir,  en  las  aguas  madres  del 
quermes  de  Cluzel,  se  encuentra,  además  de  la  gran  cantidad 
de  carbonato  de  sosa  que  se  puso,  corta  cantidad  de  sulfuro 
alcalino  Xa^  S  que  retiene  poco  sulfuro  de  antimonio  en  esta- 
do de  sulfoantimonito.  Por  ésta  razón,  al  añadir  un  ácido  se 
desprende  gran  cantidad  de  anhídrido  carbónico,  y  poco  hidró- 
geno sulfurado,  precipitándose  escasa  porción  de  azufre  dorado 


—-276  — 

de  antimonio.  Además,  dichas  aguas  deben  contener  poco  dxido 
de  antimonio  disuelto  en  la  sosa  y  muy  poco  piroantimoniato 
sódico,  que  sólo  se  disuelve  en  frío  una  parte  en  350  de  agua. 
En  la  obtención  del  quermes  j)or  vía  seca,  fundiendo  en  un 
crisol  la  mezcla  de  sulfuro  de  antimonio  en  polvo  y  carbonato 
sódico  anhidro,  se  verifica  según  Berzelius,  la  reacción  si- 
guiente: 

25&2  53+2  CO^  Na^  =  2  (702  _^  3  5¿  ¿^2  ^^  _|_  SbO^Na 

Sulfuro  de  Carbonato  Anhídrido  Sulfo-antimonito  Antimonito 

antimonio.  sódico.  carbónico  sódico  (meta).  sódico  (meta) 

Ó  en  fórmulas  dualísticas^  para  apreciar  mejor  la  composición 
de  estos  cuerpos:  \ 

4:Sb'-S^  +  áCO^Na^O=4tCO--^3Sh^-S\Na^S-\- 

Sb^O%Ka^O. 

La  masa  resultante  de  la  fusión  contiene  sulfoantimonito  y 
antimonito  sódicos,  sulfuro  de  antimonio  que  no  ha  hecho  más 
que  fundirse  y  carbonato  de  sosa  que  no  ha  reaccionado  (1). 
Al  hervir  esta  masa  en  polvo  con  el  agua,  se  disuelve  el  sulfu- 
ro de  antimonio  en  el  líquido  alcalino,  depositándose  después 
por  enfriamiento  en  estado  hidratado,  como  en  el  procedimien- 
to de  Cluzel  (2),  y  además  se  precipita  sulfuro  de  antimonio. 


(1)  Además  dice  Berzelius  (t.  III,  pag.  336,  traducción  espa- 
ñola), que  si  la  temperatura  es  muy  elevada  se  separa  antimonio 
metálico,  porque  se  forma  antimoniato  sódico  y  quizá  también 
sulfoantimoniato,  aunque  en  cantidad  insignificante. 

(2)  El  Doctor  Camps,  siguiendo  á  Berzelius  y  Soubeiran,  ex- 
plicaba en  la  cátedra  la  formación  del  quermes ,  por  medio  de  fór- 
mvilas  químicas  que  representaban  los  dos  fraccionamientos  ó  di- 
sociaciones del  sulfoantimonito  y  antimonito  sódicos  que  se  supo- 
nían, primero  en  el  líquido  hirviendo  y  después  por  enfriamiento 
■de  dicho  líquido  filtrado. 

En  el  procedimiento  de  Cluzel  se  suponía  también  que  reaccio- 
nando el  sulfuro  de  antimonio  con  el  carbonato  sódico,  se  forma 
sulfoantimonito  y  antimonito    sódicos   básicos ,    solubles    en   el 


—  277  — 

por  fraccionamiento  6  disociación  del  sulfoantimonito ,  óxido  de 
antimonio  del  antimonito,  y  piroantimoniato  sódico  en  crista- 
les, producido  por  oxidación  del  aire. 

Puede  explicarse  la  formación  del  piroantimoniato  por  oxi- 
dación del  antimonito  en  esta  forma: 

2  SbO^Na  -}-  1 IP  O  -i-  0^  =  Sb^  O'  Na^E%6HW 

6  en  fórmulas  dualísticas: 

SbHP,Xa^O  -i-  7  H^0-{-  0^  =  Sb^O'^,  Na^O,  H^O,  QH^O 

Al  añadir  un  ácido  á  las  aguas  madres  del  quermes  por  vía 
seca,  se  desprende  mucho  hidrógeno  sulfurado,  porque  contie- 
nen bastante  sulfuro  de  sodio  y  se  precipita  mayor  cantidad 
de  azufre  dorado  de  antimonio^  que  en  las  aguas  del  quermes 
Cluzel,  porque  contienen  más  sulfuro  de  antimonio  en  estado 
de  sulfoantimonito  básico  soluble;  además  hay  cierta  cantidad 
de  sulfoantimoniato  y  muy  poco  piroantimoniato  sódico  que 
queda  disuelto  en  el  agua  fría. 

Por  qué  no  se  convierte  todo  el  sulfuro  de  antimonio 

en  quermes. 

En  los  numerosos  experimentos  que  he  hecho,  hirviendo  el 
sulfuro  de  antimonio  porfirizado  con  agua  y  carbonato  de  sosa 
ó  sosa  cáustica,  he  obtenido  un  producto  próximamente  igual 
á  la  mitad  del  sulfuro  empleado,  y  á  veces  más,  quedando 
siempre  un  residuo  de  dicho  sulfuro,  representado  por  la  ter- 
cera parte  ó  algo  más.  Se  ha  atribuido  este  sobrante  á  no  estar 
perfectamente  porfirizado  y  á  las  impurezas  que  pueda  conte- 


agua  hirviendo ,  y  por  tanto  que  no  había  más  que  un  fracciona- 
miento de  estas  sales  al  enfriarse  el  líquido  filtrado  y  depositarse 
el  quermes.  (Véase  mi  Tratado  de  Química  Inorgánica ^  1897, 
tomo  II,  pág.  149. 


-  278  — 

ner  como  sulfuro  <íe  plomo;  pero  aunque  esto  puede  ser  causa 
de  mayor  residuo  sobrante,  debo  decir  que  he  operado  con  sul- 
furo de  antimonio  artificial  puro  y  bien  porfirizado,  y  siempre 
ha  quedado  residuo  de  sulfuro,  á  pesar  del  exceso  de  carbona- 
to de  sosa  que  se  emplea  en  el  procedimiento  de  Cluzel  y  las 
dos  horas  de  ebullición. 

Tratando  de  averiguar  la  razón  de  ésto,  he  hervido  el  resi- 
duo sobrante  con  nueva  cantidad  de  agua  y  carbonato  de  sosa, 
y  resulta  nueva  cantidad  de  quermes,  quedando  también  resi- 
duo de  sulfuro  no  transformado  en  quermes,  y  repitiendo  la 
operación  con  el  segundo  y  tercer  residuo  he  obtenido  más  can- 
tidad de  quermes,  quedando  siempre  un  residuo  de  sulfuro  de 
antimonio  en  cantidad  próxima  á  un  tercio  del  empleado. 

La  explicación  que  doy  de  este  hecho,  que  no  he  visto  en 
ningún  autor,  aunque  sí  lo  citan,  es  que  en  la  transformación 
del  sulfuro  de  antimonio  en  quermes  hay  un  equilibrio  quími- 
co, y  por  tanto  la  reacción  es  limitada,  no  pudiendo  transfor- 
marse todo  el  sulfuro  de  antimonio  empleado  en  el  sulfuro  hi- 
dratado que  constituye  la  mayor  parte  del  quermes;  y  prueba 
de  ello  es  que  hirviendo  quermes  con  agua  y  carbonato  de  sosa 
se  disuelve  completamente  al  principio,  y  continuando  la  ebu- 
llición aparece  un  polvo  insoluble  de  sulfuro  de  antimonio  de 
color  cada  vez  más  obscuro. 

Esto  nos  dice  que  los  residuos  de  sulfuro  de  antimonio  pue- 
den aprovecharse  para  obtener  nueva  cantidad  de  quermes. 


6oIor  del  quermes. 

Berzelius  y  Soubeiran  atribuían  el  color  pardo- violáceo  ó 
purpúreo  del  quermes  á  la  corta  cantidad  de  sulfuro  alcalino 
que  contiene;  pero  tratando  el  quermes  con  ácido  clorhídrico 
diluido,  que  seguramente  debe  descomponer  dicho  sulfuro  al- 
calino, no  cambia  de  color.  Además  de  este  hecho,  he  observa- 
do los  siguientes:  puesto  el  azufre  dorado  de  antimonio  de  co- 
lor amarillo  anaranjado  en  contacto  de  agua  con  corta  cantidad 
de  sulfuro  de  sodio,  adquiere  color  más  obscuro,  pero  no  igual 


-  279  — 

al  del  quermes;  y  por  fin  las  aguas  madres  de  preparación 
del  quermes  con  sosa  cáustica,  dan  por  adición  de  ácido  clor- 
hídrico un  precipitado  de  color  del  quermes,  á  pesar  de  que  en 
el  sulfuro  de  antimonio  precipitado  no  puede  suponerse  con- 
tengan sulfuro  de  sodio,  que  seguramente  es  descompuesto  por 
dicho  ácido  clorhídrico  puesto  en  exceso. 

Opino,  por  tanto _,  que  el  color  propio  del  quermes  no  es  de- 
bido á  la  corta  cantidad  de  sulfuro  de  sodio  que  pueda  acom- 
pañarle. Creo  más  bien  que  la  diferencia  del  color  del  sulfuro 
de  antimonio  del  quermes  y  el  color  amarillo-anaranjado  del 
sulfuro  obtenido  por  precipitación  con  hidrógeno  sulfurado  de 
la  disolución  clorhídrica  del  cloruro  de  antimonio,  así  como 
el  color  del  azufre  dorado  de  antimonio,  es  debido  á  estados 
distintos  de  hidratación  del  sulfuro  de  antimonio.  Berzelius 
dijo  también  que  esta  diferencia  de  color  podría  explicarse  por 
modificaciones  isoméricas  del  sulfuro  de  antimonio. 

El  sulfuro  que  se  halla  simplemente  disuelto  en  una  solu- 
ción de  carbonato  de  sosa  ó  de  sosa  en  caliente  y  se  precipita 
por  enfriamiento  del  líquido,  tiene  el  color  pardo -rojizo  del 
quermes,  y  el  que  se  precipita  del  sulfoantimonito  alcalino  por 
adición  de  un  ácido  tiene  color  amarillo-anaranjado.  Y  si  se  di- 
suelve quermes  en  un  sulfuro  alcalino  y  después  se  añade  un 
ácido,  el  sulfuro  que  se  precipita  es  de  color  amarillo-anaran- 
jado. 

Preparando  quermes  con  sosa  cáustica  observé  que  al  empe- 
zar á  formarse  el  precipitado  por  enfriamiento  del  líquido  hir- 
viendo filtrado,  tenía  un  color  amarillo  claro  distinto  del  quer- 
mes y  del  azufre  dorado  de  antimonio;  pero  después,  enfrián- 
dose el  líquido,  se  cambia  el  color  en  el  pardo- rojizo,  propio 
del  quermes.  Esta  diferencia  de  colores  la  atribuyo  á  estados 
diferentes  de  hidratación  del  sulfuro  de  antimonio. 


análisis  y  composición  del  quermes. 

M.  Bougault,  en  su  notable  Memoria  antes  citada,  dice  que 
la  composición  completa  de  un  quermes  preparado  según  las 


-  280  - 

indicaciones  del  Codex  y  desecado  á  la  temperatura  ordinaria, 
es  como  sigue: 

Sulfuro  de  antimonio 70,20 

Piroantimoniato  de  sodio 17,62 

Agua 11,50 

99,32 

También  dice  que  en  dos  quermes  tomados  del  comercio  ha 
encontrado  en  uno,  27,30  por  100  de  piroantimoniato,  y  en 
otro,  35  por  100. 

Yo  he  analizado  quermes  de  Cluzel  preparado  en  mi  labo- 
ratorio de  Química  Inorgánica  y  he  encontrado  óxido  de  anti- 
monio, además  del  sulfuro  y  piroantimoniato,  obteniendo  el 
resultado  siguiente: 

Sulfuro  de  antimonio  ^ft^/S^ 67,0 

Oxido  de  antimonio  Sb'O^ 11,5 

Piroantimoniato  de  sosa  SbWNa'^H',  6H'^0.. .  8,7 

Agua 12,3 

99,5 

El  análisis  le  he  practicado  en  la  forma  siguiente: 
Un  gramo  de  quermes  Cluzel  le  traté  con  sulfuro  amóni- 
co (1)  el  cual  disuelve  al  sulfuro  de  antimonio,  dejando  sin  di- 
solver un  residuo  de  color  rojizo  al  principio,  tomando  des- 
pués de  algún  tiempo  color  blanquecino  ó  grisáceo.  Recogido  so- 
bre un  filtro  pequeño  dicho  residuo  insoluble,  después  de  bien 
lavado  y  seco  pesó  0,202  gramos  y  visto  con  el  microscopio  se 
observaron  los  cristalitos  prismáticos  de  piroantimoniato  sódi- 
co y  copos  blanquecinos  amorfos  de  óxido  de  antimonio  en 
proporción  mayor.  Tratada  la  mezcla  con  agua  hirviendo  en 
cantidad  bastante  para  disolver  el  piroantimoniato  y  filtrado 
caliente,  lavando  la  parte  insoluble  con  agua  hirviendo  sobre 
el  filtro,  pesó  dicha  parte  insoluble  después  de  seca,  0,115  gra- 


(1)     El  sulfuro  empleado  ('iVJf*^- >S'  tenía  un  ligero  exceso   de 
amoníaco  y  nada  de  sulf  hidrato. 


-  281  — 

mos,  de  modo  que  esta  cantidad  es  de  óxido  de  antimonio  (1) 
y  la  restante  0,087  gramos  de  piroantimoniato  sódico. 

El  líquido  resultante  de  tratar  un  gramo  de  quermes  con 
sulfuro  amónico,  se  trató  con  ácido  clorhídrico  y  el  precipi- 
tado de  sulfuro  de  antimonio  de  color  amarillo-anaranjado 
pesó  0,849  gramos.  Teniendo  en  cuenta  que  la  parte  insoluble 
en  el  sulfuro  amónico  es  0,202  gramos,  el  peso  del  sulfuro  de- 
bía ser  á  lo  más  0,798,  pero  el  exceso  es  debido  al  azufre  pre- 
cipitado del  sulfuro  amónico  algo  polisulfurado.  Repetido  el 
análisis  en  otras  muestras  de  quermes,  algunas  dieron  mayor 
cantidad  de  sulfuro  de  antimonio,  y  menos  de  óxido  y  de  piro- 
antimoniato, especialmente  de  este  último  que  sólo  llegó  á  4  ó  5 
por  100. 

La  cantidad  de  agua  la  he  determinado  en  un  quermes  Clu- 
zel  obtenido  hace  dos  años,  que  seguramente  estaba  bien  dese- 
cado; le  calenté  gradualmente  en  una  capsulita  de  porcelana 
hasta  convertir  el  sulfuro  de  antimonio  hidratado  en  sulfuro 
anhidro  negro;  perdió  de  su  peso  12,3  por  100,  cuya  cantidad 
representa  el  agua ,  siendo  un  poco  mayor  que  la  necesaria 
para  convertirse  67  de  sulfuro  anhidro  Sb'^S^  en  trihidrata- 
áoSb-S^  SIPO. 


(1)  El  óxido  de  antimonio  toma  color  rojizo  con  el  sulfuro 
amónico,  pero  no  se  disvielve  en  frío,  resultando  al  día  siguiente 
de  contacto,  de  un  color  blanquecino.  Esta  alteración  que  expe- 
rimenta el  óxido,  puede  ser  causa  de  que  su  determinación  cuan- 
titativa no  sea  exacta,  tal  como  la  liemos  heclio ,  pero  la  admitimos 
aproximadamente,  porque  habiendo  determinado  en  otro  análisis 
el  antimonio  total  existente  en  el  quermes  y  el  azufre,  calcu- 
lando por  éste  la  cantidad  de  Sb-  S^^  resulta  un  número  próximo 
á  67  por  100.  El  resto,  deduciendo  el  agua,  es  próximo  á  20  que 
representa  la  mezcla  de  óxido  y  de  piroantimoniato.  Calculando 
en  el  microscopio  la  cantidad  de  cristales,  resultan  unos  8 por  100, 
cuyo  número  restado  de  20  da  para  el  óxido  de  antimonio  una  can- 
tidad próxima  á  la  hallada  en  el  análisis  practicado. 

Los  cristalitos  de  piroantimoniato  sódico  no  se  alteran  por  el 
sulfuro  amónico. 

Agitado  el  quermes  con  agtxa  caliente  y  filtrado  el  líquido,  re- 
stilta  una  solución  coloidal  de  color  amarillento  y  opalescente. 


—  282  — 

Mirado  el  producto  negro  con  el  microscopio,  siguen  los 
cristales  de  piroantimoniato  de  sosa  sin  alteración  ninguna,  in- 
coloros y  trasparentes;  pero  vuelto  á  calentar  hasta  oxidar  el 
sulfuro  y  adquirir  color  gris,  se  ven  ya  con  el  microscopio  los 
cristales  alterados  y  perdida  por  completo  su  transparencia,  de 
donde  deduzco  que  los  cristales  de  piroantimoniato  de  sosa  re- 
sisten sin  alteración  una  temperatura  bastante  elevada,  hasta 
cerca  de  300". 

En  los  análisis  antiguos  del  quermes,,  por  ejemplo,  el  de 
Liebig,  se  dice  22  por  100  de  óxido  de  antimonio,  pero  en  esta 
cantidad  creo  están  incluidos  el  óxido  de  antimonio  y  el  piro- 
antimoniato sódico.  Terreil  tomaba  como  antimonitos  de  sosa 
la  mezcla  de  óxido  de  antimonio  y  piroantimoniato,  lo  cual 
advierte  Bougault,  pero  este  último  autor  en  su  Memoria  acer- 
ca del  quermes,  dice  haber  encontrado  17,62  por  100  de  piro- 
antimoniato de  sosa  y  me  parece  que  ha  considerado  como  tal 
la  mezcla  de  óxido  y  piroantimoniato,  que  yo  he  separado,  ha- 
llando 11,5  de  óxido  de  antimonio  y  8,7  de  piroantimoniato 
sódico  por  100.  Basta  para  convencerse  de  que  la  cantidad  de 
cristales  de  piroantimoniato  no  pasa  de  6  á  8  por  100  en  los 
quermes  que  tienen  más,  observarle  con  el  microscopio,  sien- 
do necesario  á  veces  variar  el  campo  del  microscopio  para  en- 
contrar los  cristales. 

A  continuación  exponemos  los  análisis  antiguos  y  modernos, 
que  conocemos,  del  quermes  oficinal. 


Liebig. 

0.  Henry. 

Bougault. 
70,20 

Puerta. 

Sulfuro  de  antimonio. 

70 

62,5 

67,0 

Oxido  de  antimonio. . 

22 

27,4 

» 

11,5 

Piro-antimoniato    de 

sosa 

5 

10,0 

17,G2 
11,50 

8,7 

Agua 

12,3 

Sosa 

3 

indicios. 

» 

> 

Método  para  la  obtención  del  quermes. 

El  quermes  de  Cluzel  es  el  aceptado  como  oficinal  por  casi 
todos  los  países,  atendiendo  á  su  mejor  aspecto  y  ala  existen- 


—  283  — 

cia  en  él  de  los  cristalitos  de  piroantimoniato  sódico  y  del 
óxido  de  antimonio,  á  cuyos  cuerpos  se  atribuye  principal- 
mente su  acción  terapéutica. 

Teniendo  esto  en  cuenta,  he  pensado  modificar  el  procedi- 
miento de  Cluzel,  de  tal  modo,  que  obteniendo  un  producto  de 
las  mismas  condiciones,  no  tenga  los  inconvenientes  de  aquél, 
y  puedan  aprovecharse  las  aguas  madres  para  obtener  azufre 
dorado  de  antimonio. 

La  cantidad  de  carbonato  de  sosa  en  el  procedimiento  de 
Cluzel  es  extraordinaria,  225  gramos  para  10  de  sulfuro  de 
antimonio^  así  como  la  del  agua  2.500  gramos,  hirviendo  el 
líquido  y  reemplazando  el  agua  que  se  evapora,  según  pres- 
cribe Cluzel,  durante  dos  horas,  con  lo  cual  se  consigue  la 
mayor  disociación  del  carbonato  sódico. 

En  el  procedimiento  que  propongo  basta  poco  más  de  la 
quinta  parte  de  carbonato  de  sosa,  y  para  que  se  verifique  más 
pronto  la  reacción  entre  parte  del  sulfuro  de  antimonio  con  la 
sosa,  añado  una  corta  cantidad  de  este  cuerpo,  que  contribuye 
además,  en  unión  del  carbonato  de  sosa,  á  disolver  el  sulfuro 
de  antimonio  que  después  se  precipita  por  enfriamiento. 

El  procedimiento  es  como  sigue: 

Sulfuro  de  antimonio  porfirizado. .     10 gramos. 

Carbonato  sódico  cristalizado 50      — 

Sosa  cáustica • 1       — 

Agua  destilada  ( 1 ) ,     2  litros. 

Se  echa  el  agua  en  una  cápsula  de  hierro  bien  limpia,  se  di- 
suelve el  carbonato  de  sosa  y  sosa  cáustica,  y  se  añade  el  sul- 
furo de  antimonio  en  polvo  muy  fino  y  se  calienta,  sin  dejar 
de  agitar  con  espátula  de  hierro  ó  de  madera,  hirviendo  el  lí- 
quido durante  media  hora,  hasta  que  se  reduzca  á  la  mitad  de 
su  volumen  próximamente  (2).  El  líquido  hirviendo  se  filtra 


(1)  Puede  servir  el  agua  potable,  siempre  que  no  tenga  más  de 
12°  hidrotimétricos.  En  Madrid  se  emplea  agua  del  Lozoya  que 
sólo  tiene  3°,  5. 

(2)  Se  aconseja  para  obtener  el  quermes  de  más  bello  aspecto. 


-  284  — 

por  papel  en  embudo  de  cristal,  y  si  se  trata  de  mucha  canti- 
dad, por  un  lienzo  con  papel  de  filtro  encima,  colocados  sobre 
una  crucera,  recibiendo  el  líquido  filtrado  en  una  vasija  de 
loza,  en  donde  se  deja  que  se  precipite  el  quermes  por  enfria- 
miento durante  veinticuatro  horas.  Al  cabo  de  este  tiempo,  se 
recoge  el  quermes  depositado  sobre  un  filtro  de  papel,  laván- 
dole bien  con  agua  fría,  hasta  que  las  aguas  de  loción  no  den 
reacción  alcalina  con  el  papel  rojo  de  tornasol.  Después  se  de- 
seca, envuelto  entre  papeles  de  filtro  á  la  temperatura  de  25" 
á  30",  reduciéndole  á  polvo  fino  y  pasándole  por  el  tamiz  de 
seda  núm.  100. 

El  producto  tiene  muy  buen  aspecto,  como  el  de  Cluzel, 
con  lustre  aterciopelado,  y  visto  con  el  microscopio  se  perci- 
ben bien  los  cristalitos  de  piroantimoniato  de  sosa  en  prismas 
rectos  de  base  cuadrada.  Resulta  de  composición  análoga  que 
el  de  Cluzel. 

En  este  procedimiento  he  obtenido  de  10  gramos  de  sulfuro 
de  antimonio  5  gramos  próximamente  de  quermes ,  dependien- 
do la  cantidad  de  producto  de  que  el  sulfuro  se  halle  bien  por- 
firizado en  polvo  finísimo  y  puro  (1),  para  que  se  disuelva  lo 
más  posible  y  después  se  precipite  por  enfriamiento  en  estado 
de  sulfuro  de  antimonio  hidratado.  Como  se  ha  dicho  en  la  pá- 
gina 277,  queda  siempre  cierta  cantidad  de  sulfuro  sin  reaccio- 
nar, aunque  esté  bien  porfirizado. 

Las  aguas  madres  sirven  para  obtener  azufre  dorado  de  an- 


reemplazar  el  agua  que  se  evapora  y  recibir  el  liquido  hirviendo 
filtrado  en  agua  caliente  colocada  en  el  recipiente,  para  que  el  en- 
friamiento sea  más  lento,  pero  con  esto  el  líquido  resulta  muy  di- 
luido y  se  precipitan  menos  cristalitos. 

(1)  Si  se  emplea  el  sulfuro  de  antimonio  natural  ó  antimonio 
crudo,  debe  estar  purificado  por  tratamientos  con  amoníaco  diluido 
para  privarle  del  arsénico ;  y  el  polvo  es  necesario  esté  porfiriza- 
do ó  levigado ,  pues  de  no  estarlo ,  es  inútil  tratar  de  obtener  quer- 
mes ,  porque  no  resulta.  El  sulfuro  de  antimonio  artificial ,  obte- 
nido fundiendo  una  mezcla  de  100  partes  de  antimonio  en  polvo 
y  41  de  azufre,  me  ha  servido  con  sólo  pulverizarle  en  mortero  de 
hierro  y  pasar  el  polvo  por  el  tamiz  núm.  100;  pero  si  se  le  porfi- 
riza ,  da  mejor  resultado. 


-  285  - 

timonio  por  adición  de  un  ácido,  habiendo  obtenido  con  las 
cantidades  dichas,  2  gramos  próximamente. 

También  he  preparado  quermes  con  sosa  cáustica,  emplean- 
do 3  gramos  para  10  de  sulfuro  de  antimonio  y  2  litros  de 
agua;  pero  al  precipitarse  el  quermes  por  enfriamiento  del  lí- 
quido caliente  filtrado  aparece  de  color  amarillo,  que  después 
se  vuelve  pardo-rojizo,  y  no  de  tan  buen  aspecto  como  el  ob- 
tenido por  el  procedimiento  propuesto;  y  además  las  aguas 
madres  tratadas  con  un  ácido  dan  un  producto  del  mismo  color 
que  el  quermes  y  no  amarillo-anaranjado.  La  causa  de  esto  es 
que  estando  muy  alcalino  el  líquido  con  la  sosa  cáustica,  que- 
da disuelto  en  frío  cierta  cantidad  de  sulfuro  de  antimonio  que 
se  precipita  por  la  adición  del  ácido,  del  mismo  color  que  el 
quermes. 

Examen  microscópico  del  quermes. 

Mirado  el  quermes  con  el  microscopio  se  ven,  como  lo  ob- 
servó por  vez  primera  H.  Rose  en  1839,  copos  amorfos  de  co- 
lor rojizo,  en  su  mayor  parte,  y  los  cristalitos  que  él  creyó  eran 
de  óxido  de  antimonio  y  que  son  de  piroantimoniato  de  sosa, 
no  percibiéndose  el  óxido  de  antimonio  que  también  existe  en 
estado  amorfo,  como  he  demostrado,  porque  confundido  con  el 
sulfuro  de  antimonio  hidratado,  no  aparece  con  su  color  blan- 
quecino, pero  que  puede  observarse  separándole  del  sulfuro. 

Ningún  autor  define  bien  los  cristales  del  quermes,  diciendo 
solamente  cristales  prismáticos,  y  alguno  añade  octaédricos; 
pero  como  hay  prismas  y  octaedros  correspondientes  á  varios 
sistemas  cristalinos,  he  tratado  de  fijar  bien  la  forma  propia  de 
dichos  cristales.  En  el  quermes  de  Cluzel  preparado  con  mu- 
cho esmero,  siguiendo  todos  los  preceptos  de  su  autor,  se  ven 
los  prismas  bien  marcados,  rectos  de  base  cuadrada,  corres- 
pondientes al  segundo  sistema,  y  lo  mismo  se  ven  en  el  quer- 
mes preparado  según  el  procedimiento  propuesto  (pág.  283), 
siendo  iguales  á  los  del  piroantimoniato  sódico ,  que  también 
he  preparado  para  comparar  dichos  cristales. 

Debo  advertir  que  los  cristales  se  ven  mejor  antes  de  pulve- 

Kkv.  Acad,  Ciencias.— III.— Octubre,  1905.  20 


—  286  — 

rizar  y  tamizar  el  quermes ,  porque  se  rompen  y  deforman  por 
la  trituración,  siendo  necesario  mayor  aumento  en  el  microsco- 
pio para  percibirlos,  no  viéndose  con  la  forma  tan  marcada 
como  antes  de  la  pulverización.  También  debo  advertir  que  el 
número  de  cristales  ó  cantidad  de  los  mismos  varía  según  el 
sitio  de  donde  se  tome  el  quermes  para  la  observación,  por  no 
hallarse  igualmente  repartidos  en  toda  la  masa. 

En  algunas  muestras  de  quermes  he  visto,  además  de  los 
citados  prismas  cuadrados,  algunos  que  me  han  parecido  de 
base  cuadrangular  correspondientes  al  tercer  sistema,  y  tam- 
bién cristalitos  muy  finos  aciculares.  Como  estas  muestras  pro- 
cedían unas  del  comercio  y  otras  de  laboratorio  distinto  del  mío^ 
no  puedo  responder  de  las  condiciones  de  su  preparación. 

El  quermes  preparado  con  sosa  cáustica,  como  he  dicho  en 
la  pág.  272,  presenta  bastantes  cristales  también  prismáticos 
rectos  de  base  cuadrada^  viéndose  otros  apuntados  formando 
octaedros  largos  correspondientes  al  segundo  sistema  y  deri- 
vados de  prismas  rectos  cuadrados. 

En  los  quermes  preparados  con  potasa  cáustica  (Piderit)  ó 
con  carbonato  potásico  (Ligeri)  no  se  ven  cristales,  porque 
aunque  se  forme  piroantimoniato  potásico,  esta  sal  es  mucho 
más  soluble  en  agua  que  la  de  sosa  y  no  se  precipita  por  en- 
friamiento de  los  líquidos. 

En  el  quermes  preparado  por  vía  seca  por  el  procedimiento 
de  Berzelius  con  carbonato  sódico,  y  en  el  de  Thierry,  se  ven 
también  con  el  microscopio  los  cristales  de  piroantimoniato  de 
sosa,  pero  no  presenta  la  masa  idéntico  aspecto  que  el  quer- 
mes de  Cluzel,  en  el  cual  los  cristalitos  se  hallan  mejor  forma- 
dos y  en  mayor  número,  y  además  los  copos  rojizos  amorfos 
son  mayores  en  el  quermes  Berzelius,  de  tal  modo,  que  por  me- 
dio del  microscopio  se  pueden  distinguir  dichos  quermes,  com- 
parándolos con  muestras  tipos. 

Para  terminar  diré,  que  como  se  han  hecho  tantas  operacio- 
nes y  pesadas,  me  han  auxiliado  en  los  trabajos  prácticos  Don 
Lucas  Torres  Canal  y  D.  Bartolomé  Leal  en  el  laboratorio  de 
Química  Inorgánica,  y  D.  Manuel  Martínez,  D.  José  Cordero 
y  Ladislao  López  en  el  laboratorio  del  Ministerio  de  Hacienda. 


—  287  - 


Xn. — Sobre  la  representación  simbólica,  por  comple- 
jas imaginarias,  de  las  magnitudes  sinusoidales. 

Por  José  M.  de  Madariaga. 

La  feliz  aplicación  del  método  de  Wallis,  hecha  la  primera 
vez,  por  el  célebre  electricista  C.  P.  Steinmetz,  para  representar 
las  magnitudes  eléctricas  sinusoidales,  reduce  á  sencillas  ope- 
raciones de  adición  algebraica  de  cantidades  complejas  ima- 
ginarias, las  de  composición  de  fuerzas  electromotrices  é 
intensidades,  cuando  son  funciones  armónicas  sencillas  del 
tiempo. 

Así,  por  ejemplo,  la  expresión 

[I]  =  i^  -\-ji2  =  /(coso  -\-  sen(]>  y —  ^)i 

en  la  que^  =  y —  1,  representa  la  intensidad  de  una  corrien- 
te alterna  sinusoidal,  determinada  por  el  módulo  /y  el  argu- 
mento J/,  supuesto  conocido,  además^  el  valor  a=2Tzf  de  la 
pulsación,  ó  lo  que  es  lo  mismo,  el  de  la  velocidad  de  giro  del 
vector  [I]  (1). 

La  fuerza  electromotriz  efectiva,  en  fase  con  la  corriente, 
lo  estará  por  la  fórmula 

en  la  que  r  es  la  resistencia  óhmica  del  circuito. 

La  fuerza  electromotriz  de  auto -inducción,  retrasada  de 


(1)    Se  supone  el  sentido  sinistrórsum  para  el  giro  de  los  vec- 
tores. 


—  288  - 

aquélla  un  cuarto  de  período,  viene  dada,  en  esta  represen- 
tación, por 

— jx[I],     si     x  =  aL, 

y  L  designa  el  coeficiente  de  auto-induccidn;  y  la  fuerza  elec- 
tromotriz total  que  haya  de  vencer  las  dos  acabadas  de  citar 
para  producir  la  corriente  /,  por 

[E]  =  r  [J]  -{-jx  [I]  =  r^■^  -{-jri^  -\-jxi^  — XÍ2  = 
=  (r¿i  —  XÍ2)  +Í  i'^h  +  ^h)' 

La  resistencia  aparente,  6  compuesta,  tiene  por  símbolo 
Z'=r  -}-jx,     6     Z=r — jx^ 

cuando  x= ,  en  el  segundo  caso,  y  c  representa  la  capa- 
cidad de  un  condensador  intercalado  en  el  circuito;  y,  en  con- 
secuencia, la  fuerza  electromotriz  eficaz,  será 

[Kf]  =  [/] .  z, 

fórmula  análoga  á  la  que  expresa  la  ley  de  Ohm  en  las  co- 
rrientes continuas. 

Mas  cuando  se  pasa  de  las  operaciones  de  composición  de 
estas  magnitudes,  á  la  determinación  de  la  potencia  eléctrica, 
que  depende  de  su  producto,  los  resultados  no  son  tan  senci- 
llos, y  hay  que  interpretarlos  debidamente  para  no  ser  induci- 
do á  error. 

Sean: 

[E'j  =  -E'(cos<|;+  sen^l^y  —  l)  =  e^  -{-je^ 

la  fuerza  electromotriz ,  é 

[  J]  =  7  (  eos  J>M-_sen  f  y"=T)  =  ^  +  Jh 


^  289  ^ 

la  intensidad  de  la  comente ,  cuya  potencia  se  desea  calcular. 
Al  primero  de  estos  vectores  corresponde  el  argumento  (|¿  para 

el  tiempo  t  =  o,  y  la  frecuencia  de  ambos  es  f= — ,  con  lo 

cual  quedan  determinados. 
Para  su  producto  se  tiene 


T 


[E]  .  [I]  =  El  { (costj;  .  cos(I/'  —  sen^j/ .  sen¿')  -[- 

-f  (cos¿  .  sen-y  +  cos^^'sentj^)  y  —  1  }  = 
=  El  {  cosCtj.  +  f )  +  sen(<l-  +  f  )  V^^}  = 


En  esta  expresión  del  producto  de  las  dos  complejas  imagi- 


narias hay  que  introducir  una  primera  corrección.  La  potencia 
es,  como  se  sabe  (véase  la  figura),  una  función  de  doble  fre- 
cuencia que  la  fuerza  electromotriz  y  la  corriente,  lo  cual 
quiere  decir  que  el  vector  que  pudiera  representarla  daría  dos 
vueltas  en  el  tiempo  que  los  de  sus  factores  dan  una.  Como 
en  este   modo    de   representación,  las   multiplicaciones   por 

liz  V  —  1  determinan  dos  vectores  de  la  misma  frecuencia 
que  el  que  se  multiplica^  adelantado  el  primero,  y  retrasado 


-  290  — 

el  segundo,  90"  con  relación  á  aquél,  para  fijar  la  posición  de 
un  vector  de  frecuencia  doble ,  será  necesario  cambiar  el  signo 
á  todos  los  términos  que  aparezcan  multiplicados  por  los  di- 
chos factores,  porque  esta  multiplicación  por  dz  y  —  ^  de  los 
vectores  de  frecuencia  /",  equivale  á  haberla  efectuado  por 
( —  1 )  en  el  vector  producto ,  de  frecuencia  2  f.  Según  esto, 
el  verdadero  producto  será^  en  el  caso  que  se  considera, 

[E].[I]  =  EI  {(cos^í^.cosf +  senA.senf )  + 

-f-(cosi}>'.  sen(|> —  cos»^.  sent];')  y  —  l}  = 
=  El  {cos(¿  —  f )  +  sen(<|^  —  f )  y  — l}  = 

que  representa  una  sinusoide  de  argumento  (¿  —  ti')  y  de  mó- 
dulo El.  Se  sabe,  no  obstante,  que  la  potencia  es  una  curva 
periódica  representada  en  la  figura  adjunta  por  la  línea  P,que 
no  es  una  sinusoide. 

Esta  dificultad,  que  no  he  visto  aclarada  en  ningún  libro,  se 
explica  fácilmente.  En  la  representación  simbólica  se  supone 
conocida,  y  no  aparece  expresa,  la  velocidad  de  giro  de  los 
vectores.  La  curva  de  la  potencia  es ,  en  general ,  de  doble  fre- 
cuencia que  sus  factores;  pero  ni  esta  circunstancia  puede  apa- 
recer expresada  en  la  representación  del  producto,  ni  tampoco 
que  sea  diferente  la  duración  de  las  dos  fracciones  de  tiempo 
que  constituyen  un  período.  De  esto  depende  la  dificultad  con 
que  se  tropieza.  Mas  si  en  vez  de  considerar  el  vector  produc- 
to, se  toman  por  separado  sus  componentes,  y  se  determina  el 
valor  medio  que  cada  una  tenga  durante  un  período,  se  debe 
llegar  á  resultados  conformes  con  los  de  los  métodos  analítico 
ordinario,  y  gráfico. 

La  componente  real  del  producto  E  /eos  (<]>  —  ^'),  siempre 

positiva,  y  cuyo  valor  medio  es cos((p  —  ^')^  correspon- 


—  291  - 

de  á  la  comente  energética^  sinfásica  con  la  fuerza  electromo- 
triz, y  tiene  por  valor  actual,  si  hacemos ^j/  -^  ¿'.  =  o, 

T?  ,       T  ,       El  El        ' 

Mi  senaí  X  í  cos'í  .  señar  = coses coso  x  cosat, 

2  '  2  ' 

cuyo  valor  medio,  en  un  período,  es 

El 

C0SC5, 

2 

que  es  la  expresión  de  la  potencia  media  buscada. 

La  componente  imaginaria  El  sen  ((]/  —  'I'')  V  —  1  >  cuyo 
valor  medio  durante  una  vuelta  completa  del  vector  producto,  ó, 
lo  que  es  igual,  durante  la  oscilación  de  esta  componente  des- 
de -j-  El  a/  —  1  á  —  El  y  —  1 ,  es  cero,  corresponde  á  la 

corriente  anenergética  ó  magnetizante,  en  cuadratura  con  la 
fuerza  electromotriz,  y  vale  en  el  instante  í, 

iPT                   ,           ,        El                    2at 
El  seno  .  señar,  cosa?  = sen  9  .sen , 


cuyo  valor  medio  es,  también,  cero. 

Se  ve,  pues,  que  no  exigiendo  del  método  simbólico  lo  que 
no  puede  dar,  que  es  el  valor  actual  de  la  potencia,  y  fijándo- 
se sólo  en  lo  que  más  importa  conocer,  que  es  el  valor  medio 
de  ésta,  en  cuya  apreciación  no  hay  para  qué  tener  en  cuenta, 
ni  la  ley  de  variación  con  el  tiempo  del  vector  que  podría  re- 
presentarla, ni  la  diferente  duración  de  las  dos  fracciones  de 
su  período  correspondiente,  la  conformidad  es  completa  entre 
este  modo  de  representación  y  los  métodos  analítico  y  gráfico, 
generalmente  seguidos  al  estudiar  las  corrientes  sinusoidales. 

Las  consideraciones  que  acabo  de  apuntar,  fácilmente  apli- 
cables á  la  representación  simbólica  del  par,  en  un  motor  de 
corriente  alterna,  magoitud  de  frecuencia  también  doble  que 
sus  factores,  se  ven  claramente  consignadas  en  la  representa- 
ción geométrica  de  la  figura  adjunta,  que  no  exige  explicación^ 


-  292  - 


XIII. — Estudios  acerca  de  los  Dípteros  y  délos  pará- 
sitos que  transmiten  al  hombre  y  á  los  animales 
domésticos. 

Por  el  Dr.  Gustavo  Pittaluga 

Quelqnes  difficnltós  qu'il  y  ait  & 
decouvrir  des  vórités  nouvellea  en 
étudiant  la  Nature,  il  s'en  trouve  de 
plns  grandes  encoré  á  les  faire  re- 
connaitre. 

Lamaeck,  Philoaophie  zoologique. 


PROLOGO 

Esta  Memoria  representa,  al  mismo  tiempo,  el  resumen  de 
mis  personales  investigaciones,  llevadas  á  cabo  en  Italia  y  en 
España  durante  los  últimos  tres  años,  y  el  esquema  de  más 
amplio  trabajo,  destinado  á  reunir  en  conjunto  de  doctrina 
cuanto  se  conoce,  por  los  resultados  de  la  ajena  y  de  la  propia 
observación,  acerca  del  papel  de  los  Dípteros  y  de  los  parásitos 
€n  general,  en  la  transmisión  de  los  agentes  patógenos. 

Resumen  y  esquema,  por  tanto:  nada  más  que  eso. 

Determinados  argumentos  han  sido  tratados  con  más  am- 
plitud y  expuestos  con  mayores  detalles;  otros  se  hallan  apenas 
tocados. 

Bien  manifiesto  aparece  por  el  examen  (aunque  superficial) 
de  las  cuestiones  tratadas  y  que  quedan  por  tratar  en  la  pre- 
sente Memoria,  que  los  conocimientos  de  Historia  natural  y  de 
Ciencias  biológicas  sirven  de  gran  provecho  y  constituyen  el 
necesario  fundamento  para  el  estudio  de  ciertos  capítulos  de 
la  Higiene  y  de  las  Ciencias  médicas  en  general. 

Las  estrictas  relaciones  que  existen  entre  la  Medicina  y  las 
Ciencias  naturales ,  conserváronse  como  base  y  lema  de  toda 
una  escuela  de  sabios  durante  el  siglo  xviii;  pero  se  perdieron 


-  293  — 

en  la  segunda  mitad  del  siglo  xix,  con  la  especialización  ex- 
tremada, que  llegó  hasta  el  olvido  de  las  armonías  fundamen- 
tales del  edificio  científico. 

En  la  misma  Alemania,  sólo  muchos  años  después  de  la 
muerte  del  gran  Leuckart,  que  tanto  había  insistido  en  estos 
conceptos,  se  ha  creado  —  como  parte  integrante  del  Instituto 
imperial  de  Sanidad  (Kaiserlichen  Gesundheitsamte)  —  un  im- 
portantísimo Instituto  Zoológico,  dirigido  en  la  actualidad  por 
Fritz  Schaudinn. 

He  utilizado  —  cuando  el  texto  lo  exigía  —  algunas  figuras 
ya  publicadas  en  las  Monografías  de  Grassi,  Theobald,  Man- 
son,  Blanchard,  Looss,  Noé;  todas  ellas  van  acompañadas  por 
la  indicación  exacta  de  su  procedencia. 

Las  demás  figuras  y  láminas  contenidas  en  la  presente  Me- 
moria,  han  sido  dibujadas  por  mí,  sobre  preparaciones  mías, 
que  documentan  y  comprueban  lo  que  se  halla  expuesto  y  afir- 
mado en  el  texto. 

CAPÍTULO  I 
Caracteres  generales  y  clasificación  de  los  Dípteros. 

DÍPTEROS  hematófagos  Y  DEMÁS  FORMAS  EN  RELACIÓN  CON 
LA  PATOLOGÍA  HUMANA  Y  DE  LOS  ANIMALES  DOMÉSTICOS 

1.  Los  Dípteros  {Díptera)  son  Insectos  {Insecta,  Exapo- 
da) con  alas  posteriores  sustituidas  por  balancines,  esto  es 
transformadas  en  pequeños  apéndices  claviformes;  piezas  buca- 
les dispuestas  para  picar  y  para  chupar,  constituyendo  un 
aparato  especial  (trompa)  con  varia  disposición  y  modificacio- 
nes morfológicas  bastante  acentuadas  en  las  distintas  formas; 
antenas  articuladas;  ojos  compuestos,  grandes,  de  facetas  por 
lo  general  exagonales,  raras  veces  pentágonas  ó  cuadradas, 
redondas  en  la  familia  Culicidae;  tórax  soldado;  metamorfo- 
sis completa ,  con  larvas  ápodas. 

Estos  caracteres,  tan  someramente  expuestos,  son  desde 
luego  insuficientes  para  deslindar  en  sus  exactos  límites  el  or- 
den de  los  Dípteros,  y  hacerse  cargo  de  sus  relaciones  y  afini- 
dades, y  de  la  situación  sistemática  que  ocupan   dentro   de  la 


-  294  - 

clase  de  los  Insectos.  Por  otra  parte,  la  subdivisióo  del  grupo 
y  el  estudio  de  sus  familias,  géneros  y  especies,  resultaría  más 
difícil  si  no  apartáramos  de  antemano  las  dudas,  estableciendo 
y  fijando  nuestro  criterio  taxonómico,  en  particular  acerca  de 
los  Afanípteros  ó  Sifonápteros  (Pulgas  y  especies  afines),  que 
la  mayoría  de  los  autores,  sobre  todo  los  menos  recientes,  co- 
locan entre  los  Dípteros. 

Por  esto  nos  conviene  emplazar  debidamente  este  orden 
(Díptera)  en  la  clasificación  general  de  los  Insectos. 

2.  Los  Insectos  {Insecta,  .Exapoda)  constituyen,  tal  como 
hoy  día  se  les  considera,  un  grupo  zoológico  bastante  homogé- 
neo. Debemos  á  Swammerdam  (1637-1680),  á  Malpighi 
(1628-1694),  y  sobre  todos  á  Réaumur  (1683-1757)  los  pri- 
meros pasos  en  el  estudio  concreto,  científico,  de  las  formas 
que  deben  comprenderse  en  esta  clase.  Los  seis  tomos  de  las 
Memorias  sobre  los  Insectos,  de  Rene  Antoine  Ferchauld  de 
Réaumur  (Mémoires  jjoiir  servir  á  Vkistoire  des  Insecles) ,  re- 
presentan, en  efecto,  el  resultado  de  un  asombroso  esfuerzo 
personal,  de  una  observación  incansable.  Y,  sin  embargo,  has- 
ta los  primeros  años  del  siglo  xix,  ó  los  últimos  del  xviii,  con 
Cuvier  (1769-1832),  con  Lelorgne  de  Savigny  (Mémoires  sur 
les  animaux  sans  vertebres  y  1816),  con  los  trabajos  de  Leach 
sobre  los  Miriápodos  (1817),  con  Latreille  (1762-1833),  no 
quedó  la  clase  bien  diferenciada,  ni  pudo  librarse  del  hacina- 
miento en  que  venían,  desde  los  tiempos  de  Aristóteles,  mez- 
clados y  confundidos  todos  los  Artrópodos ,  y  á  más  de  estos 
muchos  Annélidos ,  que  el  naturalista  y  filósofo  griego  había 
reunido  bajo  el  nombre  de  «Entoma»  (svTOjjia). 

Desde  los  principios  del  siglo  xix,  una  labor  incesante,  de 
naturalistas  y  biólogos,  ha  logrado  determinar  gran  número  de 
caracteres  anatómicos,  histológicos,  embriológicos  y  fisiológi- 
cos, propios  de  las  varias  familias;  las  diferencias  morfológi- 
cas que  ostentan  sus  innumerables  especies;  y,  por  fin,  los  con- 
ceptos fundamentales  para  una  clasificación  natural. 

Podemos  definir  los  Insectos  (clase  VIII  del  tipo  Ártropoda), 
como  Invertebrados  con  metamería  heterónoma  (segmentos  del 
cuerpo,  de  distinta  significación  morfológica,  estructura  y  fun- 


—  295  — 

cidn); — cabeza  con  un  par  de  antenas,  tres  pares  de  apéndices 
bucales,  un  par  de  ojos  compuestos,  acompañados  muchas  ve- 
ces por  tres  ojos  sencillos  ó  estemas;  —  tórax  de  tres  metáme- 
ros  6  segmentos  (protórax,  mesotórax  y  metatórax),  cada  uno 
de  los  cuales  lleva  un  par  de  apéndices  ventrales,  locomotorias 
(patas),  y  los  dos  últimos  [mesotórax  y  metatórax],  un  par  de 
apéndices  dorsales  (alas)  cada  uno  [exceptáanse  los  dípteros  y 
las  formas  ápteras]; — abdomen  constituido  por  once  segmen- 
tos ó  metámeros  (como  máximum),  sin  apéndices;  —  respira- 
ción por  tráqueas. 

La  forma,  disposición  y  venatura  de  las  alas, —  la  disposi- 
ción de  las  piezas  bucales,  y  sus  varias  adaptaciones,— y,  so- 
bre todo,  la  naturaleza  de  las  transformaciones  evolutivas  desde 
el  huevo  hasta  el  insecto  perfecto  (ausencia,  presencia  y  mo- 
dalidades de  las  metamorfosis),  son  los  caracteres  que  sirven 
de  base  para  la  división  sistemática  de  la  clase.  Los  insectos 
que  no  tienen  alas  (Áptera  en  general),  agréganse,  teniendo  en 
cuenta  los  datos  de  la  interna  organización,  los  de  la  evolución 
biológica  (clase  y  forma  de  la  metamorfosis)  y  la  probable  filo- 
genia, á  los  grupos  alados  afines.  Desde  luego  hay  que  separar 
aquellas  formas  —  (Colémbolos  y  Tisanuros)  —  que  carecen  de 
todo  vestigio  de  alas ,  y  que  deben  considerarse  como  primiti- 
vas. Brauer  (1885)  constituyó  para  ellas  el  grupo  délos  Apte- 
rygota,  que  mejor  llamaríamos  Adelóptera  (1).  Todos  los  de- 
más órdenes,  sub-órdenes,  familias,  sub-familias,  géneros  y 
especies,  comprendidas  las  formas  ápteras  correspondientes, 
hállanse  incluidos  en  el  grupo  único  de  los  Pterygota  (Insecta 
genuina  de  Brauer). 

Ahora  bien,  en  la  subdivisión  de  este  grupo  —  que  reúne  la 
inmensa  mayoría  de  las  especies  de  insectos,  enfrente  del  pe- 
queño y  primordial  grupo  de  los  Adelópteros  —  nos  encontra- 


(1)  Adopto  esta  palabra,  de  las  griegas  aoT.).oí  (no  manifiesto) 
y  TiTEpó/  (ala),  en  conformidad  con  las  razones  adelantadas  por  el 
P.  LoNGiNOS  Navas  ,  aunque  sin  considerar  al  grupo  como  una 
subdivisión  de  los  Neurópteros.  (Véase  la  indicación  bibliográfica 
correspondiente,  al  final  del  capítulo). 


—  296  — 

mos  con  los  tipos  fundamentales  de  los  Ortópteros,  de  los  Neu- 
rópteros, de  los  Coleópteros,  de  los  Lepidópteros,  de  los  He- 
mípteros,  de  los  Dípteros  y  de  los  Hymenópteros ,  para  los 
cuales  hallamos,  relativamente,  fácil  colocación,  de  tal  suerte, 
que  en  todos  los  sistemas  entomológicos  clásicos,  de  Claus 
(1888),  de  Lang  (1889),  de  Ed.  Perrier  (1894),  de  Sharp 
(1895-99)  etc.,  comprenden  casi  siempre  las  mismas  formas. 
Mas  quedan  algunas  familias  cuya  distribución  en  el  sistema 
es  sumamente  difícil,  dudosas  sus  afinidades,  y  muy  debatida 
su  significación  filogénica.  Entre  ellas  debemos  contar,  precisa- 
mente, las  pulgas  ( Afanípteros),  cuya  importancia  no  es  para 
encarecer,  en  el  estudio  de  las  relaciones  que  los  insectos  pue- 
dan tener  con  el  hombre  y  con  los  animales  domésticos. 

3.  Roesel  (1749)  fué  el  primero  que  tuvo  la  idea  de  acer- 
car las  pulgas  (Afanípteros)  á  las  moscas  y  á  los  mosquitos 
(Dípteros),  Este  concepto,  aceptado  en  parte  por  Lamarck 
(Histoire  ?iat.  des  animauxsans  vertebres  (1815-1822),  sufrió, 
sin  embargo,  una  modificación  importante  por  parte  del  gran 
naturalista,  pues  éste  creó  para  dichas  formas  un  orden  aparte 
(Áptera),  comprendiendo  en  él  el  solo  género  Pulex.  A  pesar 
de  esto,  la  mayoría  de  los  autores  que  le  siguieron,  sobre  todo 
los  alemanes ,  volvieron  á  colocarlas  en  el  orden  de  los  Dípte- 
ros, ya  por  el  ejemplo  de  Oken  (1815),  y  de  Strauss-Durkheim 
(1828),  ya  porque  las  más  recientes  observaciones  de  New- 
mann  (On  ihe  affinities  of  the  Pulicites,  1851),  de  Walker 
(1851-56)  y  otros,  parecieran  confirmar  el  concepto  de  Roesel. 
Así  es,  que  aun  recientemente  Wagner  (1889-1903,  en  nume- 
rosas publicaciones)  y  Dahl  (1897  ,  1899)  insisten  en  esta  opi- 
nión, y  con  ellos  Otto  Schmeil  (de  Magdeburg)  en  su  Tratado. 

Los  estudios  de  Taschemberg  (1880),  de  Kraepelin  (1884) 
y  de  Heymons  (1899)  han  resuelto  desde  hace  tiempo  —  en  mi 
entender  —  esta  cuestión.  En  realidad,  las  pulgas,  que  ya  com- 
prenden hoy  día  tres  familias  (Pulicidae  [Taschemberg,  1880]^ 
Sarcopsyllidae  [Taschemberg,  1880  J  y  Vermipsillidae  [Wag- 
ner,  1889J),  aunque  tengan  en  común,  con  los  Dípteros,  ciertos 
caracteres,  como  las  larvas  ápodas,  y  la  metamorfosis  com- 
pleta, difieren,  sin  embargo,  de  todos  ellos  por  la  disposición 


—  297  — 

de  las  piezas  bucales,  característica  del  grupo;  por  las  condi- 
ciones en  que  se  desarrolla  la  ninfa;  por  las  antenas  de  once 
artejos,  y  por  varios  hechos  anatómicos,  que  no  pueden  consi- 
derarse como  transformaciones  ó  adaptaciones  involutivas,  se- 
gún pasa  en  otras  formas  ápteras.  INIuchos  de  estos  caracteres 
parecen  más  bien  acercar  el  orden  de  los  Afanípteros  (pulgas) 
á  los  Coleópteros.  Pero  desde  luego  constituyen,  en  el  estado 
actual  de  nuestros  conocimientos,  un  orden  aparte  (Aphanip- 
tera;  v.  Siphonaptera;  v.  Suctoria). 

En  efecto ,  en  las  recientes  clasificaciones  de  Claus  y  Grob- 
ben  (última  edición,  postuma,  del  Tratado  de  Zoología  de 
Claus,  1905 ),  encontramos  bien  sentado  este  concepto  (páginas 
554-560): 

INSECTA 

Ord.  XII.  —  Díptera  (Antliata)  (r=ZAveiflüger). 
Ord.  'Klll.  —  Aphaniptera  (Siphonaptera)  (  =  Flohe). 

Lo  mismo  ocurre  —  aunque  sea  distinta  la  distribución  de 
los  órdenes  de  la  clase — en  el  reciente  Tratado  de  Hertwig 
(en  p.  438): 

INSECTA 

Ord.  VIH.  —  Dipteren  (Zweiflüger). 
Ord.  YK.— Aphanipteren  (Flohe). 

Así,  Lang  (1890),  que  además  coloca  los  Afanípteros  muy 
cerca  de  los  Coleópteros ,  separándolos  definitivamente  de  los 
Dípteros: 

INSECTA 

Ord.  XIV.  —  Siphonaptera. 
Ord.  XV.  —  Coleóptera. 
Ord.  XVI.  —  Lepidoptera. 
Ord.  XVI. — Hymenoptera.- 
Ord.  X.\ll.—DÍ2ytera. 

Así,  Sharp,  Emery,  Goette  (1902),  que  sigue  en  la  distri- 
bución de  los  órdenes  el  sistema  de  Lang. 


298  - 


Nosotros,  de  acuerdo,  en  parte,  con  Emery  (1904)^  adop' 
taremos  la  siguiente  clasificación  de  los  insectos: 


Classis:  Insecta. 

Ord.  I.  —  Adelopf era  {Apterigota,),  (Ametábolos  [sin  metamor- 
fosis];  sin  alas),  Tisanuros.  Colémbolos. 

Ord.  II  — Arclñptera.  (Hemimetabolos ;  alas  anteriores  y  poste- 
riores membranosas);  ej.  Termes,  etc. 

Ova.  m.  — Ortóptera.  (Paurometábolos;  alas  anteriores  trans- 
form.  en  elitras);  ej.  Periplaneta,  etc. 

Ord.  IV.  —  Neuroptera  ó  Lioptera.  (Holometábolos  [metamorfo- 
sis completa];  alas  enteramente  membranosas);  ej.  Myrme- 
leon,  etc. 

Ord.  V.  —  Coleopitera.  (Metamorfosis  compl.;  alas  anteriores 
transformadas;  boca  con  mandíbulas  desarrolladas  en  las  lar- 
vas y  en  el  insecto  perfecto);  ej.  Carabus,  Tenebrio,  etc. 

Ord.  yi.  —  ApJianiptera  (Pulex). 

Ord.  VII.  —  Hymenoptera  (mandíbulas  desarrolladas  en  las  lar- 
vas, metamorfosis  compl.)  (Vespa,  Apis  (A.  mellifica),  etc.). 

Ord.  VIII.  —  Lejñdoptera  (mandíbulas  desarrolladas  en  las  lar- 
vas; boca  de  la  imag.  para  chupar  y  lamer;  metamorfosis 
completa),  mariposas. 

Ord.  IX.  —  Díptera  (véasela  clasificación  de  los  Dípteros  más 
abajo). 

Ord.  X. — Rincliota  (s,  Hemiptera)  (metamorfosis  incompleta) 
(ej.  Philloxera). 

Ord.  XI.  —  Fisa2)oda  (s.  Tysanoptera). 

Excluidas  las  formas  que  constituyen  el  orden  de  los  Afa- 
nípteros  (Pulgas),  veamos  ahora  cuáles  y  cuántos  grupos  de 
géneros  y  especies  comprende  el  orden  que  directamente  nos 
interesa  en  este  estudio,  el  orden  de  los  Dípteros. 

4.  Los  antiguos  autores  sólo  dividían  los  Dípteros  en  gé- 
neros: el  gen.  Culex  era  uno  de  ellos  (Culex  nocturna  cala- 
mitas). Desde  el  principio  del  siglo  xix,  y  durante  los  prime- 
ros setenta  años ,  tres  nombres  descuellan  en  la  Historia  de  la 
Dipterología:  los  de  Latreille,  con  su  Histoire  naturelle  des 
Crusfacées  et  des  Insectes;  de  Meigen,con  los  siete  tomos,  ver- 
daderamente admirables,  acompañados  por  excelentes  láminas^ 
Systematische  Beschreihung  der  hekannten  europaíschen  Zwei- 


—  299  - 

flugeligen  Insekten  (Halle,  1851),  acabados  luego  por  H.  Loew 
(Halle,  1873);  y  de  Macquart  (1823-1845).  Observaciones 
personales  de  grandísimo  interés  añadieron  Zetterstedt,  Wal- 
ker,  Rondani,  Schiner,  á  quien  debemos  el  primer  intento  de 
clasificación  natural  de  los  Dípteros  (1864).  Las  obras  dipte- 
rológicas  de  Brauer  (1863-1888)  y  de  Osten-Sacken  (1890-95) 
nos  han  traído  por  fin  mayor  copia  de  datos,  y  un  criterio  más 
fijo  para  la  clasificación. 

Latreille  fué  el  primero  que  separó  las  familias  de  los  Díp- 
teros, y  creó  el  nombre  Nemocera  (que  comprendía  dos  tribus: 
Culicidae  y  Tipulariae).  Macquart  estableció  las  diferencias 
fundamentales  entre  Nemocei'a  y  Brachocei'a  [^Bra^hijcera  de 
Zetterstedt):  « 

Nemocera:  antenas  largas,  de  6  artejos  como  mínimum; 
palpos  de  4  ó  5  artejos  (definición  de  Latreille; 
«Antennae  filiformes  vel  setaceae,  saepissime  capi- 
tis  truncique  longitudine  —  articulis  sex  et  ultra 
(saepe  14-16)  discretis;  —  palpi  communiter  elonga- 
ti,  subsetaceis,  articulis  quinqué  vel  cuatuor  distinc- 
tis»  (1805)). 

Brachycera:  antenas  cortas,  de  tres  artejos;  palpos  de 
uno  ó  dos  artejos. 

En  conjunto,  esta  división  del  orden  en  los  dos  subórdenes 
Nemocera  y  Brachycera  persiste  y  es  admitida  por  la  mayoría 
de  los  autores. 

Sin  duda,  el  sistema  de  Schiner,  de  Brauer  y  de  Osten- 
Sacken,  que  se  funda  en  los  caracteres  embriológicos  de  las 
distintas  formas,  y  en  caracteres  morfológicos  de  gran  valor, 
debe  considerarse  como  científicamente  superior  á  los  demás. 
Un  criterio  más  natural ,  nacido  con  las  excelentes  observa- 
ciones y  largos  estudios  de  estos  sabios  dipterólogos,  ha  pre- 
sidido á  su  formación.  Según  este  criterio,  divídense,  ante 
todo,  los  Dípteros  en  dos  grupos:  Orthorrapha  y  Cyclorrapha, 
esto  es:  Dípteros  cuyas  crisálidas  (ninfas)  ábrense,  para  dar 
paso  á  la  salida  del  insecto  perfecto  (ímago),  con  hendiduras 
lineares  longitudinales  (=  Orthorrapha);  y  Dípteros  cuyas  cri- 


-  300  — 

salidas  (ninfas)  ábrense,  transversalmente,  constituyendo  la 
abertura  un  foro  redondo,  casi  siempre  en  la  parte  anterior,  de 
donde  sale  el  insecto  perfecto  {=  Cyclorrapha). 

Ficalbi  adopta,  en  este  sentido,  la  clasificación  de  Brauer. 
Nosotros,  aunque  por  razones  exclusivamente  prácticas,  por 
ser  fundada  sobre  caracteres  más  sencillos  y  más  fácilmen- 
te accesibles,  aceptamos  la  división  del  orden  directamente 
en  Nemocera,  Brachycera  y  Pupípara  (siguiendo  en  esto  á 
Lang  y  Emery),  comunicaremos  aquí  la  clasificación  de  Sharp 
(1895-99),  que  en  sus  puntos  fundamentales  está  de  acuerdo 
con  la  de  Brauer: 

Ord.  Yll.— Díptera. 

Sub-Ord.  I.—Orthorrapha. 
Tribus  1.— Nemocera. 

Familias:  1.  Cecidomyidae.— 2.  Culicidae.— 3.  Chiro- 
nomidae. —  4.  Tipulidae. —  5.  Bibionidae.— 6.  Simu- 
liidae. 
Tribus  2. — Brachicera. 

Familias:  1,  Stratiomyiidae. — 2.  Leptidae.— 3.  Taba- 
nidae.  —  4,   Nemestrinidae. —  5.  Bombyliidae. —  6. 
Asilidae.— 7.  Empidae.— 8.  Dolicbopidae. 
Sub-Ord.  II. — Cyclorrapha. 
Tribus  1. — Aschiza. 

Familias:  1.  Platypezidae.  —  2.  Conopidae.  —  3.  Syr- 
phidae. 
Tribus  2.— Schizophora. 

Familias:  1.  Muscidae.  —  2.  Anthomyiidae. — 3.  Ta- 
chinidae. — á.  Sarcophagidae.  — 5.  Oestridae. 
Sub-Ord.  IJI.—Pupipara. 

Familias:  1.  Hyppoboscidae.  —  2.  Braalidae.— 3.  Nyc- 
teribiidae. 

5.  En  la  clasificación  que  sigue,  y  que  nosotros  aceptamos 
tan  sólo  por  el  fin  práctico  ya  indicado,  resultará  algo  difícil 
encontrar  la  correspondencia  exacta  de  los  grupos  que  consti- 
tuyen sus  familias,  con  los  establecidos  por  algunos  de  los 
autores  antes  indicados.  Pero  debo  decir,  en  mi  disculpa,  que 
el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos,  las  continuas  des- 
cripciones de  nuevas  especies,  la  incertidumbre  de  los  criterios 
diferenciales,  así  específicos  como  genéricos,  no  permiten  en 


—  301  - 

absoluto  un  acuerdo  definitivo  sobre  el  particular.  Así  es,  por 
ejemplo,  que  la  división  de  las  familias  de  Sharp,  antes  re- 
ferida, está  muy  lejos  de  ir  de  acuerdo  con  la  adoptada  por 
Brauer,  modificada  radicalmente  por  Osten-Sacken,  criticada 
por  Eysell,  y  destinada  sin  duda  á  nuevas  transformaciones 

Orden:  DÍPTERA. 
Suborden  I.— Nemocera  sive  Xeiiiatocera. 

Familias:  1.  Cecidomyiidae.  —  (Alas  aterciopeladas, 
con  escasísima  venatura;  antenas  lar- 
gas, moniliformes;  patas  muy  largas  y 
delgadas;  larvas  fitófilas,  productoras 
de  agallas.)  Géneros:  Cecidomyia,  Hor- 
momyia,  Compylomyza,  etc. 

2.  Mycetophüidae. —  (Alas  con  venatura  al- 

go más  complicada  que  en  la  precente 
familia;  antenas  cortas,  filiformes;  pa- 
tas largas,  con  tibias  espinosas;  larvas 
que  se  desarrollan  sobre  los  hongos.) 
Gen.:  Mycetophila,  Lestremia,  etc. 
[¿Hematófagas?] 

3.  Bihionidae. — (Alas  con  venatura  bastan- 

te desarrollada;  larvas  terrícolas,  muy 
dañinas  para  la  agricultura.)  Gen.:  Bi- 
bio,  Dilophus,  etc. 

4.  Simtdüdae. — (Formas  relativamente  pe- 

queñas; alas  muy  anchas,  con  venatura 
poco  evidente;  antenas  de  11  artejos, 
cilindricas;  patas  cortas,  fuertes,  gor- 
das; tórax  grande,  abdomen  pequeño; 
las  larvas  viven  en  el  agua:  se  fijan  por 
la  extremidad  posterior.  Insectos  per- 
fectos hematófagos;  asaltan  á  los  gana- 
dos y  al  hombre.)  Gen.:  Simulium, 
[Probables  transmisores  de  parásitos.] 

5.  TipuUdae. — (Formas  de  dimensiones  re- 

gulares,  algunas  relativamente*  gran- 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Octubre,  1903.  21 


-  302  - 

des;  antenas  de  13  artejos;  trompa 
corta,  carnosa;  alas  muy  largas,  de  ve- 
natura  complicada;  patas  muy  delga- 
das y  largas.)  Gen.:  Tipula,  Limnobia, 
Erioptera,  Spyloptera,  etc.  (No  hay  es- 
pecies hematófagas.) 

6.  Rhyphidae. — Gen.  Rhyphus.  [No  hay  for- 

mas hematófagas]. 

7.  CuUcidae  (Mosquitos  en  general.)  [Lar- 

vas acuáticas.] 

1.^  sub-familia:  Corethrinae  (géo.  Core- 
thra,  Mochlonyx.)  [No  hay  formas  he- 
matófagas.] 

2.^  ídem:  Culicinae  (gen.  Culex,  etc.)  [For- 
mas hematófagas.] 

3.*  ídem:  Anophelinae  (gen.  Anopheles, 
etcétera.)  [Formas  hematófagas.] 
[Transmisores  de  parásitos.] 

8.  Bixidae. — Gen.  Dixa. 

9.  Chironomidae. — (Formas  pequeñas;  alas 

delgadas,  con  venatura  muy  parecida  á 
la  de  los  Culícidos,  pero  más  sencilla 
por  lo  general;  larvas  acuáticas;  espe- 
cies hematófagas.)  Gen.  Ceratopogon, 
Chironomus,  Tanypus,  Mycterotypus^ 
Oecacta. 
[Probables  transmisores  de  parásitos.] 

10.  Phlebotomidae  (ó  Psychodidae).  (Formas 
muy  pequeñas;  antenas  muy  largas;  alas 
aterciopeladas  y  anchas;  venatura  lon- 
gitudinal abundante.)  Gen.  Phleboto- 
mus  (hematófago),  Pericoma,  Psychoda. 
[Probables  transmisores  de  parásitos.] 

Suborden  II. —  Brachvcera. 

Familias:  1.   Tabanidae. —  (Formas    de   dimensiones 
considerables;   antenas    de    3    artejos; 


-  303  - 

trompa  aguda;  [hembras  hematófagas]; 
alas  constantemente  entreabiertas.)  Gé- 
nero Tabanas,  Chrysops,  Haematopota, 
Atylotus,  etc.  (el  solo  género  Pangonia 
no  es  hematófago). 

[Probables  transmisores  de  parásitos.] 

2.  Leptidae. — ( Venatura  en  la  porción  api- 

cal de  las  alas,  complicada  como  for- 
mando red.)  Gen.  Leptis,  Chrjsophila, 
Atherix,  Lampromyia,  etc.  [Formas 
floréales:  ninguna  hematófaga.] 

3.  Nemestrinidae.  —  Gen.    Rhynchocepha- 

lus,  Hirmoneura,  etc. 

4.  Strattomyidae.—  {Tromi^a.  muy  corta,  en 

extremo  reducida;  antenas  relativamen- 
te largas;  tercera  vena  longitudinal  de 
las  alas,  siempre  bifurcada,  y  vena  mar- 
ginal de  iguales  dimensiones  alrededor 
de  toda  el  ala;  vuelan  entre  las  flores.) 
Gen.  Stratiomyia. 

5.  Bombijlüdae.—  {Cé\u\a  anal  del  ala,  en- 

sanchada hasta  el  borde.)  Gen.  Bomby- 
lus,  Ploas,  etc. 

6.  Asilidae. —  (Trompa  relativamente  corta, 

robusta;  cabeza  deprimida;  ojos  muy 
grandes;  dimensiones  considerables;  alas 
grandes, entreabiertas;  especies  insectí- 
voras; hacen  guerra  á  las  moscas,  bom- 
bus,  tipulas,  etc.)  Gen.  Laphria,  Asi- 
lus,  etc. 

7.  Therevidae.—  Gen.  Exapata,  Xestomy- 

za,  etc. 

8.  Empidae. —  (Esta  familia  comprende  pro- 

bablemente formas  distintas,  artificial- 
mente reunidas;  especies  muy  numero- 
sas, por  lo  general  pequeñas;  viven  ca- 


—  304  - 

zando  insectos  [Tipulidae];  pero  los 
machos  son  fitófagos;  célula  anal  del 
ala,  nunca  ensanchada  hasta  el  borde; 
célula  basil.  ant.  alargada.)  Gen.  Em- 
pis,  Pachymeria,  Gloma,  etc.,  consti- 
tuyendo cinco  sub-familias,  según 
Schiner. 
9.  Dolichopidae.  — Gen.  Dolichonus,  Me- 
deterus,  etc. 

10.  Platypezidae.  — Gen.  Callomyia,  Platy- 

peza,  Opetia,  etc. 

11.  Conopidae.— Gen.  Conops,  Physocepha- 

la,  Ocemyia,  etc. 

[Las  formas  comprendidas  en  estas 
familias  no  presentan  interés  alguno 
desde  el  punto  de  vista  de  nuestro  es- 
tudio:  trátase  de  especies  fitófagas, 
anthófilas  ó  insectívoras,  no  hemató- 
fagas]. 

12.  Syrphidae.—  CDí^^teros   primitivos 

[Lías],  formas  en  extremo  interesan- 
tes y  útilísimas  para  la  agricultura.  En- 
tre 3.^  y  4.^  vena  long.  de  las  alas 
existe  una  vénula  supranumeraria 
(V.  spui-ia),  que  corta  la  transversal.) 
Gen.  Syrphus,  Lasiophticus ,  Erista- 
lomyia,  Helophilus,  Merodon,  etc. 

13.  Musddae.  —  (Trompa  carnosa  ó  mem- 

branácea en  su  extremidad;  antenas  de 
tres  artejos;  alas  casi  siempre  entre- 
abiertas; célula  bas.  super.,  separada  de 
la  discoidal  por  una  vena  transversal.) 
[Musddae  calyptratae  de  Brauer.] 
(Comprenden,  desde  luego,  muchas 
subfamilias.) 

Gen.  Musca — gen.  Lucilia — géneio 
Calliphora  —  gen.    Curtonevra  — 


-  305  - 

gen.  Sarcophaga — gen.  Cynomyia 
gen.   Stomoxys  —  gen.    Haemato- 
bia — gen.  Glossina,  etcétera,  etc. 
[Transmisores  de  parásitos.] 

14.  Ánthomyidae.  —  (Considerada  por   mu- 

chos autores  como  sub-familia  de  la  fa- 
milia Muscidae  calyptratae ;  compren- 
de numerosas  especies ,  con  larvas  ra- 
dicícolas  y  fitófagas,  armadas  de  gan- 
chos; insectos  perfectos,  por  lo  general 
fitófagos :  algunas  hembras  hematófa- 
gas.) Gen.  Anthomyia,  Hydrotaea, 
Chortophila,  Aricia,  Hylemyia,  etc. 

15.  Acahjptratae    (en  oposición  con  Musci- 

dae calyptratae,  Brauer).  (Formas  por 
lo  general  pequeñas;  comprenden  mu- 
chas subfamilias;  algunas  especies  muy 
dañinas  para  la  agricultura  y  horticul- 
tura.) Gen.  Pyophila,  etc. 

16.  lachinidae. — (Trompa  muy  corta  y  gor- 

da; antenas  por  lo  general  largas;  alas 
armadas  á  veces  de  una  espina  en  su 
margen  exterior  y  siempre  entreabier- 
tas; larvas  endoparásitas  de  coleópteros 
y  de  crisálidas  de  Lepidópteros.)  Gen 
Tachina,  género  Echinomyia^  etc. 

17.  PJwridae. — Gen.   Phora  (Phora   incra- 

ssata.) 

18.  Oestridae. — (Trompa  rudimental,  atrófi- 

ca;  antenas  cortas;  alas  parecidas  á  las 
de  los  Muscidae;  larvas  parásitas    de 
mamíferos.)  Gen.  Oestrus,  Hypoderma, 
Gastrophilus. 
[Producen  directas  lesiones  en  los  huéspedes.] 

Suborden  III.  Pupipara, —  (Rudimentos  ó  vestigios  de  alas 
en  los  adultos ;  el  embrión  se  desarrolla  en  una  especial 


-  306  — 

dilatación  de  la   vagina  durante  todo  el  período  larval; 
cuerpo  aplastado,  ancho;  antenas  muy  cortas.) 

Familias:  1.  Braulidae.  —  (Sin   ojos.)     Gen.    Braula 
{B.  caecá). 

2.  Hi/ppoboscidae. —  Gen.  Hippobosca,  gé- 

nero Melophagus ,   gen.    Ornithomyia, 
Myiophthiria ,  etc. 

3.  Nyderihidae. — Gen.  Nycteribia. 

[Probables  transmisores  de  parásitos.] 

Ya  por  las  breves  anotaciones  que  hemos  hecho  al  encon- 
trarnos con  algún  grupo  que  comprendiera  formas  interesantes 
por  sus  relaciones  l)iológicas  con  el  hombre  y  con  los  animales 
domésticos,  nos  apercibimos  de  que  á  los  tres  subórdenes  per- 
tenecen especies  hematófagas,  y  entre  ellas  importantísimas 
las  de  las  familias  Culicidae ,  entre  los  Nemóceros,  Miiscidae, 
entre  los  Braquíceros. 

En  efecto;  la  primera  (Culicidae)  comprende  aquellos  Díp- 
teros (Culicinae,  Anophelinae,  etc.)  que  transmiten  al  hombre 
los  microorganismos  patógenos  productores  de  las  fiebres  in- 
termitentes (Paludismo)  y  —  al  parecer  —  de  la  fiebre  amari- 
lla, así  como  algunas  de  las  Filarlas  (al  hombre  y  á  los  perros); 
la  segunda  (Muscidae)  comprende  el  gen.  Glossina,  que  tan 
grave  papel  desempeña  en  la  transmisión  de  enfermedades  epi- 
zoóticas entre  los  ganados  del  continente  negro;  y  el  género 
Stomoxys,  común  en  Europa,  huésped  intermedio  de  la  Filaría 
labiato-papillosa  del  buey. 

Mas  con  ser  estas  formas  las  que  más  llaman  nuestra  aten- 
ción, no  son  las  solas  que  merezcan  nuestra  detenida  observa- 
ción y  nuestro  estudio.  Muchas  hay,  como  las  comprendidas 
en  las  familias  Simuliidae^Chironotnidae  y  Phlebotomidae,  en- 
tre los  Nemóceros;  Tabanidae,  Anthomyiidae,  Acalyptratae  y 
Oestridae,  entre  los  Brachycera,  y  por  fin,  las  que  pertenecen 
al  orden  Pupipara ,  que  por  sus  relaciones  con  el  hombre  y 
con  los  animales  domésticos,  pueden  ser  vehículos  indirectos,  ó 
bien  directas  productoras,  de  estados  patológicos  peculiares. 

En  los  sucesivos  capítulos,  al  examinar  el  papel  que  desem- 


—  307  — 

peñan  los  distintos  grupos  en  la  Patología  humana  y  de  los 
animales  domésticos,  nos  veremos  obligados  á  detenernos  algo 
más  sobre  los  caracteres  propios  de  aquellos  grupos  y  hasta  de 
las  familias,  de  las  subfamilias,  de  los  géneros  y  especies  que 
los  componen. 

Pero  desde  luego  es  preciso  que,  con  el  auxilio  de  una  di- 
recta y  personal  investigación,  adquiramos  ahora  exactos,  aun- 
que someros,  conocimientos  sóbrela  interna  organización,  la 
Morfología  y  la  Biología  de  los  Dípteros. 

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(Exposé  méthodique  du  Régne  animal,  basé  sur  1  Anatomie, 
l'Embryogénie  et  la  Paléontologie)  (comprenant  la  déscrip- 
tion  des  espéces  employées  en  Médecine ,  de  celles  qui  sont 
venimeuses  et  de  celles  qiii  sont  parasites  de  l'homme  et 
des  animaux). 

París,  B.-Bailliére  et  fils  ,  1859. 
(Véase  t.  I,  p.  384  á  416.—  Diptéres.) 
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vera,  Xemocera  anómala  and  Eremochaeta.  (Berliner  En- 
tomol. Zeitschr.,  1892.) 

(Esta  publicación  dio  lugar  á  discusión  entre  Brauer  y 
Osten  Sacken:  es  importante  por  el  estudio  de  los  caracte- 
res propios  de  los  grupos  en  el  orden  Díptera.) 
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CAPITULO   II 

CARACTERES    MORFOLÓGICOS  Y   BIOLÓGICOS 
DE     LOS     DÍPTEROS 

1.  No  tenemos,  por  la  breve  definición  que  encabeza  el 
precedente  capítulo,  más  que  un  concepto  general  acerca  de 
los  caracteres  propios  de  los  Dípteros;  y,  sin  embargo,  al  con- 
siderar el  método  que  nos  ha  guiado  para  la  subdivisión  del 
orden  en  sus  31  familias,  nos  apercibimos  de  que  la  forma  y 
estructura  de  las  alas,  y  la  disposición  de  su  venulación  (ó 
venatura),  constituyen  circunstancias  de  gran  interés.  Su  cono- 
cimiento puede  servir  de  base,  no  sólo  paraestablecer  las  fami- 
lias, sino  también  para  la  distinción  de  los  géneros,  á  veces  de 
las  mismas  especies,  dentro  de  cada  familia.  Su  estudio  se  hace, 
por  tanto,  imprescindible. 

Partiendo  de  distinto  concepto,  examinaremos  luego  los  ca- 
racteres propios  del  aparato  bucal  de  los  Dípteros. 

En  efecto,  es  por   medio  de  este  poderoso  y  complicado 
aparato,  constituido  de  varias  piezas,  que  los  Dípteros  hcma- 


-  311  - 

tófagos,  las  hembras  en  particular,  perforan  la  piel  de  los  ma- 
míferos y  del  hombre,  de  los  vertebrados  eu  general,  dejan 
que  penetren,  á  veces,  por  la  imperceptible  herida  gérmenes 
patógenos  de  extraordinaria  virulencia,  parásitos  de  distintas 
clases;  vierten  de  todos  modos  acre  veneno,  que  por  sí  solo 
produce,  en  determinados  casos,  vivísima  irritación;  chupan 
por  fin  y  absorben  la  sangre,  perpetuando  de  esta  suerte  el 
perenne  círculo  de  ciertas  enfermedades  del  tipo  endémico  ó 
enzoótico. 

La  estancia  de  algunas  formas  de  los  parásitos  que  engen- 
dran estas  enfermedades,  en  el  organismo  de  los  üípteros  he- 
matófagos, no  es  una  estancia  pasiva,  no  queda  reducida  al 
paso  á  través  del  tubo  digestivo;  bien  al  contrario,  aquellas 
formas  sufren  hondas  modificaciones:  procesos  biológicos  evo- 
lutivos de  extraordinario  interés  se  cumplen  en  la  intimidad  de 
los  tejidos  del  huésped  (Díptero).  Es  menester,  por  tanto,  que 
antes  de  emprender  el  examen  de  estos  hechos,  que  en  reali- 
dad más  directamente  nos  interesan,  nos  hagamos  una  idea 
suficientemente  clara  del  lugar  donde  suceden,  del  ambiente 
vital  donde  se  desarrollan. 

En  conjunto,  y  sin  dejarnos  llevar  por  el  aspecto  estric- 
tamente zoológico,  que  no  es  propio  ni  pertinente  á  nuestro 
objeto,  debemos  ocuparnos,  en  virtud  de  las  razones  antes 
expuestas: 

a.     De  las  caracteres  externos,  y  muy  en  particular  de  las 

alas  de  los  Dípteros. 
6.     Del  aparato  bucal. 

c.  Del  sistema  digestivo  y  de  la  interna  organización  en 

general  (de  los  tubos  de  Malpighi,  de  los  órganos 
sexuales,  sobre  todo  en  la  hembra,  etc.) 

d.  De  sus  metamorfosis  y  de  sus  costumbres  en  general 

(Larvas,  Ninfas  é  Insectos  perfectos). 

2.  Las  dimensiones  de  las  numerosísimas  especies  com- 
prendidas en  el  orden  Díptera  son  en  extreno  variables:  desde 
las  pequeñísimas  formas  que  constituyen  las  familias  Chirono- 


—  312  - 

midae  y  Phlébotomidae ,  que  no  llegan  en  algunos  casos  á 
2  milímetros  de  largo  (como  en  Mycterotypus ,  etc.),  hasta  los 
grandes  insectos  de  las  familias  Muscidae,  Anthomyidae  y  Asi- 
lidae  (15-20  milímetros). 

La  proporción  entre  cabeza,  tórax  y  abdomen  varía  también 
de  uno  á  otro  grupo.  Sin  embargo,  si  se  exceptúan  algunas  for- 
mas del  sub-orden  Pupipara,  en  que  aparece  la  cabeza  en  ex- 
tremo reducida  y  casi  indistinta,  en  las  demás  familias  presenta 
dimensiones  considerables  con  relación  al  tórax  y  al  abdomen. 
Los  ojos  compuestos,  situados  lateralmente,  suelen  ser  gran- 
des, á  veces  grandísimos;  los  sencillos  (Ocelli,  estemas)  exis- 
ten en  algunas  formas,  en  número  de  tres;  otras  veces  faltan 
por  completo. 

De  los  tres  segmentos  que  constituyen  el  tórax  de  los  Díp- 
teros (y  de  los  insectos  en  general)  el  más  desarrollado  es  el 
mesotorax,  de  tal  suerte  que  representa  en  realidad,  en  la  ma- 
yoría de  las  formas,  todo  el  armazón  del  tórax,  ocultándose  el 
metmiohan  (III  «segmento,  metatorax)  posterior  é  inferior- 
mente  debajo  del  mesonoto,  en  el  punto  de  conjunción  con  el 
abdomen. 

El  tórax  lleva  tres  pares  de  apéndices  locomotorias  ventrales 
(patas),  y  un  par  de  apéndices  dorsales,  propias  del  segmento 
mediano  (alas). 

El  abdomen  comprende  de  cinco  á  nueve  segmentos  (ó  me- 
támeros),  no  siempre  evidentes,  sobre  todo  los  últimos  ó  pos- 
teriores. 

3.  Alas  de  los  Dípteros. —  Las  alas  de  los  Dípteros,  como 
las  de  todos  los  insectos,  resultan  de  dos  láminas  delgadas  de 
quitina,  aplicadas  y  extendidas  la  una  sobre  la  otra,  y  recorri- 
das por  algunas  líneas  en  relieve  (venas  y  vénulas).  La  dispo- 
sición de  estos  relieves  lineares,  que  constituye  la  venatura  ó 
venulación  de  las  alas,  varía  dentro  de  ciertos  límites,  pero  en 
su  conjunto  responde  á  un  tipo  fundamental,  á  un  plan  de  es- 
tructura, que  en  sus  términos  medios  averiguase  en  la  Familia 
de  las  Moscas  (Muscidae).  La  figura  1  reproduce  este  tipo  me- 
dio, en  el  cual  es  oportuno  estudiar  la  distribución  de  la  vena- 
tura  por  un  lado,  de  las  celdillas  ó  células  (que  así  sejlaman 


313 


los  espacios  comprendidos  entre  las  venas  que  se  entrecruzan  y 
el  borde  de  las  alas)  por  otro  lado. 


Figura  1.— Ala  de  Musca  doméstica  (original). 

Venulación  :  1 ,  vena  costalis  ;  2 ,  v.  mediastinalis  ;  3  ,  v.  sub-cosíalis  (ó  i  .^  lon- 
gitudinal);  4,  V.  radialis  (ó  2.^  longitudinal);  5,  v.  cubítalis  (ó  3.^  longitudinal) ; 
6,  V.  posticalis  (ó  4.^  longitudinal);  7j  v.  analis  (ó  última  longitudinal);  8-8,  vena 
transversa  posticalis  ;  9,  v.  transversa  analis ;  lO,  v.  discoidalis;  11,  v.  transversa 
discoidalis  ;  12  (corresponde  á  la  v.  posticalis  =  6)- 

Células:  a  =  costalis  i.*;  6=costalis  2.^;  c  =  mediastinalis  (ó  costalis  3.*);' 
d=  marginalis  (ó  subcostalis) ;  e  =  cubitalis  (ó  submarginalis) ;  /=  posticalis  i.^; 
yi  =  posticalis  2.^;  g-  =  anaiis  ó  axillaris;  A  =  radicalis  superior  (ó  basalis);  /i' = 
radicalis  media;  /i- =  radicalis  inferior;  t«=  discoidalis. 

Todas  las  variaciones  que  se  encuentran  en  las  alas  de  los 


Figura  2.— Ala  de  Calliphora  vomitoria.  Figura  3.— Ala  de  Cecidomyia. 

demás  grupos  de  Dípteros,  respecto  de  este  tipo  medio  de  ve- 


Figura  4.— Ala  de  Hormomyia 
(H.  producía). 


Figura  5. — Ala  de  una  especie  de  la  familia 
Acalyptratae  (Ulidia).  » 


natura,  pueden  considerarse  como  efecto  de  aumento  ó  dismi- 


—  314 


nución,  esto  es  de  complicación  6  simplificación  estructural. 
Si  comparamos  el  ala  de  una  Cecidomyia  (fig.  3)  ó  de  una 


Figura  6. — Ala  de  Tabanus  bovinas  (familia  Tabanidae). 

Hormomyia  (fig.  4)  con  el  ala  de  Mosca  (M.  doméstica)  (fig.  1) 
6  de  Calliphora  (fig.  2)   que  representan  el   tipo  medio,  nos 


Figura  7.—  Ala  de  Haemaiopota  pluvialis 
(familia  Tabanidae). 


apercibimos  de  que  las  venas  costalis,  siibcostalis  y  posticalis 
permanecen,  pero  han  desaparecido,  ó  mejor  dicho,  no  existen 


Figura  8.— Ala  de  Eristalomyia  tenax 
(familia  Syrphidae). 


en  el  ala  de  los  Cecidomyidae  las  venas  mediasiinalis  y  radia- 
lis,  ciñéndonos  al  examen  de  las  principalísimas  y  fundamen- 
tales. Las  alas  de  la  mayoría  de  las  especies  comprendidas  en 


—  315  — 

la  familia  Acalyptratae  presentan  igualmente  cierta  simplifica- 
ción de  la  venatura  (fig.  5).  Al  contrario,  en  el  ala  de  los  Em- 
pidae,  Platypezidae,  etc.,  6  de  los  Tabanidae  (figs.  6  y  7),  la 
complicación  es  evidente.  Lo  mismo  ocurre  en  todas  las  for- 
mas de  la  familia  Syrphidae,  como  en  el  gen.  St/rphiis  (S,  Ri- 
hesii) ,  gen.  Helophilus  (H.  pendulus),  gen.  Eristalomyia,  gé- 
nero JMerodon,  gen.  Cheilosia  (fig.  8).  Desde  luego  hay  que  ad- 
vertir que  no  es  el  hecho  de  la  complicación  mayor  ó  menor 
que  constituye  el  carácter  taxonómico,  sino  el  modo  cómo  las 
venas  principales  se  subdividen  y  circunscriben  las  células^  y 
su  relación  con  el  borde  del  ala. 

Mas  no  es  éste  el  solo  carácter  que  nos  interese  en  el  estu- 
dio de  las  alas  do  los  Dípteros.  Debemos  también  tener  en 
cuenta:  1.°  La  forma  ó  corte  del  ala,  sobre  todo  en  su  base, 
donde  toma  inserción  entre  tergites  y  epímero  del  segmento 
medio  del  Tórax  (Mesothorax); —  2°  La  forma  y  disposición 
de  las  pequeñas  escamas  que  en  determinados  grupos,  como 
en  la  familia  Culicidae  (Mosquitos),  recubren  las  venas  y  el 
borde  de  las  alas.  Escamas  semejantes  revisten  también,  en 
estos  Dípteros,  las  demás  partes  del  cuerpo,  con  varia  distri- 
bución y  en  distinta  medida.  Fúndase  esencialmente  sobre  es- 
tos caracteres  la  clasificación  de  la  familia  Culicidae  de  Theo- 
bald  (1903);  —  3.°  Por  fin,  la  disposición  de  las  alas  respecto 
del  eje  longitudinal  del  cuerpo  cuando  el  insecto  descansa. 

Por  lo  que  se  refiere  á  la  forma  de  la  base  del  ala  y  su  in- 
serción, hay  que  observar  que  la  presencia  de  ahila,  antíté- 
gula  y  tégida,  ni  es  constante  ni  corresponde  con  una  compli- 
cación más  ó  menos  acentuada  de  la  venatura.  En  los  Culici- 
dae, por  ejemplo,  que  representan  un  tipo  bastante  complicado 
de  venulación,  álula  y  tégula  se  encuentran  apenas  indicadas, 
así  como  es  muy  poco  acentuada  la  incisión  (<5  incisura)  axilar 
(ó  anal),  que  constituye  el  límite  entre  el  borde  del  ala  (borde 
posterior)  y  el  álula.  légula  y  antitégula  llámanse  en  conjunto 
sqiiamidae  6  mejor  calypirae:  al  cerrarse  las  alas,  en  aquellos 
Dípteros  que  poseen  caliptras,  repliéganse  la  una  (antitégula) 
sobre  la  otra  (tégula);  pues  en  realidad  sólo  la  primera  hace 
parte  del  ala  y  con  ella  se  mueve:  la  segunda  (tégula)  está 


—  316  —     • 

fijada  á  la  pared  torácica.  Ambas  recubren  —  cuando  existen — 
los  balancines,  y  por  este  carácter  distínguense  los  dos  gru- 
pos de  Muscidae:  Muscidae  Calyptratae  (con  balancines  cu- 
biertos por  caluptra) ,  que  comprenden  tantas  especies  para 
nosotros  interesantes,  como  las  del  género  Olossina,  las  del 
gen.  Stomoxys,  etc.,  y  Muscidae  Acalyptratae  (que  carecen  de 
calyptra,  y  tienen  por  tanto  balancines  descubiertos). 

4.     La  importancia  de  la  forma  y  distribución  de  las  esca- 
mas, no  sólo  á  lo  largo  de  las  venas  y  bordes  de  las  alas,  sino 
también  sobre  las  distintas  partes  del  cuerpo^  se  hace  evidente 
en  el  estudio  sistemático  de  los  mosquitos  propiamente  dichos 
(Culicidae).  Son   esas  escamas   pequeñas,  finísimas,  que  re- 
uniéndose en  gran  número  en  ciertos  puntos,  á  la  confluencia 
de  dos  venas,  por  ejemplo,  en  aquellas  especies  típicas  descri- 
tas hasta  ahora  como  pertenecientes  al  género  Anopheles  (y 
separadas  por  Theobald,  Giles,  Blanchard,  en  los  géneros  Py- 
rethophorus,    Mizomyia,    Myxorhynchus,    Anopheles,  etc.), 
determinan  con  sus  tonos  parduzcos  las  apariencias  de  man- 
chas características,  propias  de  cada  forma  en  particular.  El 
aspecto  de  estas  escamas,  determinado  por  Theobald  en  un  nú- 
mero considerable  de  ejemplares,  puede  reducirse,  en  mi  en- 
tender, á  seis  tipos  fundamentales  á  los  cuales  pueden  añadir- 
se algunas  combinaciones  entre  formas  diferentes,  que  se  en- 
cuentran en  las  alas.  En  efecto,  la  observación  detenida  de 
cierta  cantidad  de  ejemplares  de  la  misma  especie,  ó  por  lo 
menos  del  mismo  género,  me  ha  permitido  convencerme   de 
que  existen  formas  de  transición,  formas  intermedias,  las  cua- 
les no  tienen  nada  de  específico,  ni  pueden  considerarse,  por 
tanto,  como  caracteres  suficientes  para  establecer  distinciones 
de  especies  aceptables  en  buena  regla  taxonómica. 

Theobald  ha  definido  las  formas  de  escamas  con  términos 
ingleses ,  inadmisibles  en  absoluto  para  entenderse  y  llegar  á 
un  rápido  acuerdo  internacional  sobre  un  carácter  que  él  mis- 
mo juzga  y  cree  tan  importante,  quizás  con  excesiva  benevo- 
lencia. Blanchard  ha  intentando  traducir  al  francés,  ó  mejor 
dicho,  indicar  con  términos  franceses  más  sencillos  las  formas 
típicas  de  las  escamas  que  cubren  el  cuerpo  (ó  ciertas  partes 


-  317  — 


del  cuerpo)  de  los  mosquitos  y  las  venas  de  las  alas.  Yo  re- 
produzco (en  la  fig.  9)  las  seis  formas  típicas  que  en  mi  en- 


VI 


m 


jv 


Figura  9. — Formas  fundamentales  de  las  escamas  que  cubren  determinadas  partes  del 
cuerpo  de  los  mosquitos  (Culicidae) ,  y  su  disposición  sobre  las  venas  de  las  alas. 
I.     Squamula  rectangulata.  I.     Squamulae  elongatae. 

n.  —         rhomboidalis.  H.  —  cyclicae  et  minimae. 

TTT-  —         arciformis.  UI.  —  longirectangulatae. 

rV.  —         ovoidea.  IV.  —  longire  ctangulatae  et 

V.  —        aculeata.  elongatae. 

VI.  —        contorta.  (Class.  DE  G.  Pittalüga). 


tender  pueden  admitirse  como  características  en  los  varios 
géneros  de  la  familia  Culicidae,  y  además  cuatro  de  las  com- 
binaciones de  escamas  alares;  pero  las  acompaño  con  la  corres- 

Eev,  Acad,  Ciencias.  -III.— Octubre,  1905  22 


—  318   -  ■ 

pendiente  indicación  latina,  que  desde  luego  debe  sustituirse 
á  las  de  Theobald  y  de  Blanchard. 

Balancines.  —  Ya  hemos  dicho  que  las  alas  posteriores  (se- 
gundo par,  ó  alas  del  metathorax  de  los  demás  insectos)  están 
reducidas,  en  los  Dípteros,  á  dos  pequeños  apéndices  clavifor- 
mes,  los  balancines.  La  función  de  los  balancines  se  ha  in- 
terpretado como  una  función  de  equilibrio  durante  el  vuelo. 
Semejante  interpretación  no  tiene  serio  fundamento.  Encuén- 
transe  en  los  balancines  de  los  Dípteros  en  general,  una  ó  mu- 
chas series  ó  grupos  y  aglomeraciones  de  órganos  escolopófo- 
ros  del  Graber,  muy  parecidos  á  los  que  constituyen  los  órga- 
nos cordotonales  (metaméricos  y  de  fácil  observación  en  las 
larvas  de  los  Dípteros  en  general,  pero  existentes  en  todos  los 
insectos). 

Patas.  —  Como  todos  los  insectos,  los  Dípteros  tienen  tres 
pares  de  apéndices  locomotorios  torácicos  (ventrales),  esto  es, 
seis  patas;  y  la  conformación  de  estas  patas  corresponde  en  su 
conjunto  también  al  tipo  general  de  los  insectos.  La  pata  de 
un  Díptero,  pertenezca  á  cualquiera  de  las  familias  de  este  or- 
den, se  compone  délas  partes  siguientes:  anca  (coxa) ,  trocán- 
ter, fémur,  tibia  y  tarso.  Los  tarsos  son  de  5  artejos,  común- 
mente 5  tarsos:  trátase,  por  tanto,  de  insectos  pentámeros. 
Desde  luego,  los  tarsos,  así  como  las  otras  partes  que  consti- 
tuyen las  patas,  son  más  ó  menos  largas,  más  ó  menos  delga- 
das en  las  varias  familias. 

El  último  artículo  del  tarso  lleva  especiales  órganos  de  ad- 
hesión, esto  es,  uñas  (en  número  de  dos,  por  lo  general,  con 
dientes)  y  empodio,  6  lóbulo  con  aspecto  de  ventosa,  varia- 
mente dispuesto  en  los  diferentes  grupos,  destinado,  sin  em- 
bargo ,  siempre  á  sujetar  convenientemente  el  insecto  sobre  el 
plano  6  superficie  en  que  descanse. 

Importancia  grandísima  para  la  clasificación ,  secundaria 
para  nuestro  objeto,  tiene  el  estudio  de  las  Antenas  y  de  los 
Palpos  de  los  Dípteros.  Órganos  completamente  distintos,  las 
primeras  hállanse  implantadas  en  la  cabeza,  en  su  parte  supe- 
rior ó  dorsal:  son  constituidas  por  muchos  artejos  en  los  Ne- 
moceros,  pocos  en  los  Braquiceros:  representan  órganos  tac  ti- 


—  319  — 

les  ó  en  general  de  sentido,  muy  probablemente  auditivos:  por 
fin,  son  casi  siempre  más  desarrolladas  en  los  machos  y  ador- 
nadas de  pelos,  de  que  carecen  en  las  hembras,  lo  cual  consti- 
tuye un  dato  muy  importante,  pues  en  la  mayor  parte  de  los 
casos,  las  hembras  solas  siendo  hematófagas  y  peligrosas,  nos 
conviene  distinguirlas  con  relativa  facilidad.  Los  Palpos  están 
en  íntima  relación  anatómica  con  las  piezas  bucales:  son  órga- 
nos ventrales:  á  veces  se  unen  íntimamente  con  las  piezas  an- 
tedichas y  participan  con  ellas  —  en  la  apariencia  exterior  —  á 
constituir  el  aparato  bucal.  Como  las  antenas,  presentan  dimor- 
fismo sexual  evidente^  sobre  todo  en  algunas  familias  (Culici- 
dae):  largos  y  plumosos  en  el  macho,  son  reducidos  y  desnu- 
dos en  las  hembras  del  mismo  género. 

5.  Aparato  bucal  de  los  Dípteros. — El  aparato  bucal  de  los 
Dípteros,  en  extremo  interesante,  constituye  lo  que  se  llama 
comúnmente  la  trompa  (probaseis) ,  destinada  á  perforar  (excep- 
tuadas pocas  familias,  y  casi  siempre  los  machos)  y  á  chupar. 
A  veces  muy  prominente,  quédase  en  otras  especies  reducida 
á  un  pequeño  relieve  cónico,  terminal,  en  la  parte  inferior  de 
la  cabeza.  La  disposición  y  el  número  de  las  piezas  que  cons- 
tituyen la  trompa  varían  notablemente;  y,  sin  embargo,  en  to- 
dos los  casos  podemos  reconstituir,  con  un  examen  detenido,  el 
tipo  fundamental. 

Diremos,  desde  luego,  que  los  Estridos  (familia  Oestridae) 
al  estado  adulto  presentan  piezas  bucales  atróficas. 

En  las  demás  familias,  el  tipo  está  representado  por  una 
vaina  (constituida  por  el  labium,  más  ó  menos  largo),  que  con- 
tiene las  piezas  perforantes.  Estas  son  en  número  de  seis  como 
máximum:  dos  mandíbulas,  dos  maxilas,  el  hipofaringe  y  el 
labrum,  soldado  casi  siempre,  en  estos  casos,  con  el  epifarin- 
ge.  Labium,  labrum^  dos  maxilas  y  dos  mandíbulas  correspon- 
den á  órganos  que  se  encuentran  en  todos  los  Insectos,  adap- 
tados en  modo  especial  y  distinto  en  los  varios  grupos:  al  con- 
trario, hipofaringe  y  epifaringe  representan  dos  piezas  impa- 
res, quitinosas,  exclusivamente  desarrolladas  en  los  Dípteros. 

Nunca  hipofaringe  y  epifaringe  faltan;  pero  sí  pueden  en- 
contrarse atróficas,  ya  aislada  ó  ya  contemporáneamente,  las 


—  320  — 

maxUas  y  las  mandíbulas.  Cuando  la  vaina  constituida  por  el 
labium  (v.  fig.  10)  no  contiene  más  que  dos  piezas,  constituidas 
por  el  labrum  (soldado  con  el  epifaringe)  y  por  la  hipofaringe, 

como  ocurre  en  las  mos- 
,J.<:^^^^  ^  I^^Arc-nJe        ^^^  ^^  general  (familia 

Muscidae) ,  entonces  la 
trompa  llámase  dicheta 
(antlia  dicheta).  Cuando 
se  hallan  en  la  trompa 
cuatro  piezas  perforan- 
tes, llámase  tetracheta: 
éste  es  el  caso  de  la  fa- 
milia Syrpkidae  (figu- 
ras 11-12).  Cuando  to- 
das las  piezas  se  hallan 
desarrolladas  en  la  vaina  del  labium,  entonces  la  trompa  dícese 


Jlipo/arinée 


Jjd^ii 


um 


Figura  10. — Esquema  que  representa  una  sección 
transversal  de  la  trompa  dicheta  ,  característica 
de  la  familia  Muscidae. 


Max. 


J/a.¿i 


itun 


Figura  ll,— Cabeza  de  Eristalis  hor- 

tensis  (familia  Syrphidae)  [semi-es- 
quemáticoj. 


T/ipo/ar. 


FiflUPa  12. — Sección  transversal  de  la  trompa 
ttetrachaetaj  de  Eristalis  hortensis  (esquemá- 
tico. 


exacheta,  pues  contiene  seis  piezas:  este  es  el  caso  de  los  Cu- 
licidae  (mosquitos)  y  de  los  Tabanidae  (v.  fig.  13  y  14). 

Reducida  á  estos  términos  sencillos,  la  constitución  de  la 
trompa  de  los  Dípteros  en  general,  y  de  los  Culícidos  en  parti- 


Fíq.  14 


Labrun-epipharinx 


rra^uc<is 


Mufiuiahuxi. 


Cínc/uc/v  MUüar 


Mandibulae 


-  Hypopharinx 


Maxillae 


^^  Labium 


O.J'Ma&l^ 


Rev.  Acad.  Ciencias. 


321 


cular,  será  comprendida  con  relativa  facilidad.  Modificaciones 
especiales  del  labium,  que  en  los  Muscidae  se  ensancha  en  su 
porción  terminal  como  una  ventosa,  y  constituye  un  órgano 
poderoso  para  chupar;  variaciones  considerables  en  la  dimen- 
sión de  toda  la  trompa,  muy  larga  y  resistente,  aunque  delga- 
da, en  los  mosquitos;  adaptaciones  de  varia  clase,  explícanse 
todas  sin  apartarse  de  la  interpretación  de  los  detalles  anató- 


FiflUra  13.— Cabeza  de  Tabanus  au- 

tumnalis  Q 

a.     Antena. 
p.     Palpo. 
t.     Trompa. 


J^. 


Figura  14.— Detalles  de  la  trompa  de  Tabanús 
antumnalis  (seg.  Delafond)  9 

p.  Palpo. 

Lep.  Labrum  -[-  Epifaringe. 

mm.  Mandíbulas  y  Maxilas. 

Hip.  Hipofaringe. 

Lab.  Labium. 


micos  ya  indicados,  y  mejor  aún  demostrados  por  las  adjuntas 
figuras,  y  por  la  primera  de  la  lám.  I. 

Las  piezas  bucales  que  constituyen  la  trompa  de  los  machos 
en  general  —  puesto  que  en  las  especies  hematófagas  que- 
da reservado  á  las  hembras  este  papel — están  reducidas  para 
formar  un  órgano  de  succión  ,  un  órgano  eminentemente  chu- 
pador. 

6.  Tubo  digestivo  y  órganos  con  él  relacionados. — En  el 
tubo  digestivo  de  los  Dípteros  podemos  distinguir  tres  porcio- 
nes: I,  la  primera  ó  anterior,  casi  siempre  y  en  su  totalidad 
comprendida  en  los  límites  de  la  cabeza  y  del  tórax  y  repre- 


—  322  — 

sentada  por  la  faringe^  inmediatamente  en  continnación  de  la 
abertura  bucal  á  la  base  del  aparato  ya  descrito ,  y  por  el  esó- 
fago, en  cuya  parte  anterior  ábrense  el  reservorio  (jabot  de 
los  franceses,  saco  ventral  ó  estómago  chupador,  con  expre- 
siones impropias)  y  á  veces  dos  sacos  accesorios,  laterales  6 
sacos  aéreos  (v.  la  fig.  2  de  la  lám.  I).  En  correspondencia  de 
esta  porción  del  intestino  encuéntranse  también  las  glándulas 
salivares,  cuyos  conductos  excretores  desembocan  —  reunidos 


Figura  15.— Intestino  medio  y  posterior  de  un  Díptero  de  la  familia  Culicidae 
{Anopheles  claviger)  9- 

V.        Válvula  cardíaca  (límite  anterior  del  intestino  medio). 
/.  m.     Tubos  de  ]Malpighi. 
a.  r.     Ampolla  rectal. 
OV.       Ovarios. 


en  un  túbulo  único  por  lo  general — casi  siempre  en  el  límite 
anterior  de  la  faringe.  Las  glándulas  salivares,  muy  desarro- 
lladas en  casi  todos  los  Dípteros,  segregan  un  líquido  dotado 
de  peculiares  propiedades  irritantes,  venenosas. —  II,  sigue  el 
estómago  6  intestino  medio ,  intestino  quiUfero ,  separado  del 
esófago  por  una  válvula  evidente ,  repliegue  de  la  mucosa  con 
participación  de  la  muscular  (válvula  cardiaca),  detalladamen- 
te estudiada  por  Schaudinn  en  los  Culícidos  (v.  fig.  15);  á  su 
vez  el  intestino  medio  comprende  una  parte  anterior  estrecha^ 


—  323  — 

j  una  parte  ancha,  verdadero  estómago. — III,  viene  por  fin  el 
intestino  posterior,  constituido  por  una  primera  parte  delgada 
(Ileum)  y  por  una  porción  terminal  ensanchada  (Rectiim,  am- 
pulla  redalis). 

En  el  punto  donde  termina  el  intestino  medio  (estómago), 
desembocan  los  tubos  malpigianos  ó  tubos  de  Malpighi,  órga- 
nos de  gran  interés  morfológico  y  fisiológico,  que  se  encuen- 
tran en  número  muy  variable  en  todos  los  Insectos  (exceptua- 
dos los  Colembolos  y  algunos  Tisanuros)  y  en  los  Dípteros  en 
número  de  cuatro  ó  cinco  (cinco  en  los  Culícidos,  constante- 
mente). 

La  disposición  y  estructura  de  los  tubos  de  Malpighi  es  típi- 
ca: abiertos  por  un  lado  en  la  cavidad  intestinal,  en  corres- 
pondencia del  límite  entre  intestino  medio  é  íleo,  están  cons- 
tituidos por  una  serie  de  células  epiteliales^  acompañadas  por 
una  membrana  basilar  y  una  delgada  capa  quitinosa;  las  ante- 
dichas células  epiteliales,  características,  gordas,  con  grandes 
núcleos  y  especiales  disposiciones  citoplásmicas,  encierran,  de- 
terminan y  rodean  un  lumen  ó  canalículo  central,  que  contiene 
un  líquido  de  secreción. 

Cerrados  en  la  extremidad  opuesta,  hállanse  los  tubos  de 
Malpighi  libres  en  la  cavidad  del  lacunoma  (celoma),  y  deben 
considerarse  —  sobre  todo  á  consecuencia  de  las  investigacio- 
nes de  Platean  y  de  Schindler  —  como  órganos  renales  y  uri- 
níferos. 

La  estructura  de  la  pared  del  tubo  digestivo  puede  reducir- 
se á  las  tres  túnicas:  túnica  mucosa,  túnica  muscular  y  túnica 
conectival  ó  conjuntiva  (ó  peritoneal  ócelómica).  Esta  última, 
externa  ó  periférica,  está  directamente  en  relación  con  el  la- 
cunoma (celoma)  ó  cavidad  general  del  cuerpo  donde  circula 
la  sangre.  Los  caracteres  de  la  túnica  mucosa,  que  reviste  in- 
-teriormente  todo  el  tubo  digestivo,  difieren  en  sus  distintas 
porciones,  pero  casi  siempre  hállase  acompañada  la  capa  ó  ca- 
pas celulares  por  una  membrana  basilar  ó  anista,  y  recubierta 
por  una  delgadísima  capa  ó  cutícula  quitinosa. 

7.  Grupos  celulares  especiales,  más  ó  menos  extensos,  re- 
unidos en  el  lacunoma  (cavidad  general  del  cuerpo),  alrededor 


-  324  — 

de  los  órganos,  debajo  de  la  pared  cutánea,  y  constituidos  por 
elementos  de  muy  distinta  significación  morfológica  y  fisiológi- 
ca (células  grasicntas  ó  adiposas,  células  esplénicas,  enoci- 
tos,  etc.)  representan  los  llamados  órganos  adiposos  de  los  In- 
sectos en  general ,  y  que  se  encuentran  particularmente  des- 
arrollados en  ciertos  Dípteros. 

Todo  el  cuerpo  está  recorrido  por  tráqueas ,  tubos  respira- 
torios, constituidos  por  hilos  quitinosos  en  espiral  cerrada,  re- 
cubiertos por  una  membrana  delgada. 

El  sistema  muscular  se  encuentra  bastante  desarrollado  en 
todos  los  Dípteros  y  corresponde  con  la  metamería  (segmentos) 
del  cuerpo.  Disposiciones  en  extremo  interesantes  presenta  el 
sistema  nervioso. 

Órganos  genitales .  —  No  nos  detendremos  en  la  descripción 
de  los  genitales  externos.  Los  órganos  genitales  propiamente  di- 
chos (glándulas  sexuales),  hállanse  constantemente  encerrados 
en  la  cavidad  abdominal.  Todos  los  Dípteros  son  insectos  con 
sexos  separados,  y  con  dimorfismo  sexual  bastante  acentuado 
y  evidente,  aunque  no  en  la  medida  en  que  se  manifiesta  en 
otros  grupos,  por  ejemplo,  en  los  Lepidópteros  (1).  Los  órganos 
genitales  de  la  hembra  —  que  mayormente  nos  interesan  por 
las  consideraciones  que  tendremos  ocasión  de  hacer  durante 
nuestro  estudio,  acerca  de  la  posibilidad  de  transmisión  de 
ciertas  formas  de  parásitos  desde  el  organismo  materno  á  los 
huevos,  y  por  ende  á  las  larvas,  ninfas  é  insectos  perfectos  de 


(1)  Como  en  casi  todos  los  grupos,  existen  también  entre  los 
Dípteros  formas  hermafroditas,  aunque  rarísimas.  Tal  es  el  caso, 
sumamente  interesante,  del  Termitoxenia  (Termitoxenia  mirabi- 
lis)  estudiado  por  Wassmann. 

Es  también  importante  recordar  los  casos  de  partenogénesis  que 
se  observan  en  algunas  especies  de  Dípteros,  como  en  los  Chirono- 
onus  (reproducción,  durante  ciertas  épocas  del  año,  por  huevos 
sin  fecundar ) ;  y  los  de  paidogenia  ó  pedogénesis  (reproducción  de 
nuevas  formas  larvales,  endógenas,  partenogenéticas ,  en  el  cuer- 
po de  las  larvas  de  una  generación  sexuada) ,  propios  de  ciertas 
Cecidomias  ( Cecidomyia  Myastor) ,  estudiados  por  Meinert,  Leuc- 
kart,  Metscbnikoff  y  otros. 


-  325  - 

la  nueva  generación  —  resultan  esencialmente  de  tubos  6  vai- 
nas ováricas,  bilaterales  (pares,  en  número  igual  por  cada  lado 
del  cuerpo)  y  que  se  continúan,  6  mejor,  desembocan  en  un 
conducto — oviducto  — que  se  une  con  el  de  lado  opuesto  para 
formar  la  vagina.  El  número  de  los  tubos  6  vainas  ováricas, 
que  constituyen  en  su  conjunto  los  ovarios,  en  extremo  va- 
riable en  la  serie  de  los  insectos,  es  muy  reducido  en  los  Díp- 
teros pupí paros  (Hyppobosca,  Melophagus,  etc.)  y  no  es  muy 
grande  en  ningún  grupo  de  Dípteros  en  general.  En  el  género 
Chirononms ,  en  las  familias  Cecidomyidae  y  Culicidae  la  dis- 
posición de  los  óvulos  en  la  bolsa  ó  vaina  ovárica  es  distinta 
de  la  que  se  observa  en  los  demás  grupos.  Las  células  viteló- 
genas,  en  los  ovarios  de  los  Dípteros,  rodean  al  huevo,  de  tal 
suerte,  que  éste  se  encuentra  en  la  vaina  ovárica  encerrado  en- 
tre dichas  células,  constituyendo  un  nodulo  esférico  ú  ovoideo, 
único,  visible.  En  los  Culícidos  y  en  otros  Dípteros  existe  una 
glándula  especial  que  segrega  una  substancia  mucilaginosa,  la 
cual  se  elimina  con  los  huevos,  durante  la  puesta.  Existe  siem- 
pre Spermatheca. 

8.  Metamorfosis  en  los  Dípteros  y  costumbres  de  las  Lar- 
vas, Ninfas  é  Insectos  perfectos.  —  Los  Dípteros  son  insectos 
con  metamorfosis  completa  (Insectos  metábolos  ú  holometá- 
bolos).  Los  huevos,  fecundados  en  el  momento  de  salir  del 
cuerpo  materno  por  el  esperma  contenido  en  la  Spermatheca, 
dan  lugar  á  larvas,  las  cuales,  al  cabo  de  cierto  tiempo,  trans- 
fórmanse  en  ninfas  6  pupas ,  y  de  éstas  desarróllanse  y  salen 
los  insectos  perfectos,  esto  es,  las  formas  adultas.  El  tipo  de 
ninfa  ó  pupa  propio  y  característico  de  los  Dípteros  es  el  de 
pupa  coártala;  es  decir,  que  la  forma  de  ninfa  desarrollase 
dentro  del  involucro  de  la  larva,  sin  salir  de  él.  A  pesar  de 
esto,  las  ninfas  ó  pupas  de  la  familia  Culicidae  y  de  otros  gru- 
pos de  Dípteros,  son  dotadas  de  movilidad,  que  manifiestan 
á  veces  con  movimientos  vivísimos.  Algunas  especies  de  Díp- 
teros (gen.  Musca,  Glossina,  Anthomyia,  Sarcophaga,  Ta- 
china ,  Dexia)  son  en  realidad  vivíparas.  Sólo  en  las  familias 
del  orden  Pupiparae  (gen.  Hyppobosca ,  Melophagus ,  Nycte- 
ribia,  etc.),  las  larvas  se  desarrollan  en  el  cuerpo  de  la  madre 


-  32G  — 

hasta  el  punto  de  su  inminente  transformación  en  ninfa  ó  pupa. 
Entonces  la  madre  las  depone ,  y  en  seguida  pasan  á  esta  forma. 

En  las  demás  familias,  la  puesta  de  los  huevos  averiguase 
en  condiciones  muy  distintas.  Las  hembras  de  muchos  Dípte- 
ros ponen  sus  huevos  en  las  aguas,  6  mejor  sobre  pequeños 
trozos  de  substancias  sólidas,  ó  sobre  vegetales  que  se  encuen- 
tren en  las  aguas:  las  larvas  y  las  ninfas  de  estos  Dípteros  son 
acuáticas.  Tal  es  el  caso  de  las  familias  SimuUdae  (en  parte 
Tipulidae),  Chironomidae  y  Culicidae.  Casi  todas  las  formas 
con  larvas  hidrófilas  ó  acuáticas,  pertenecen  al  suborden  Ne- 
mocera,  Pero  en  este  mismo  suborden  la  familia  Cecidomi/idae 
pone  los  huevos  sobre  las  flores,  sobre  las  hojas,  sobre  los 
pequeños  ramos  de  las  plantas,  como  la  Lestremia  juniperina 
del  JiDiiperus  (Enebro),  la  Cecidomyia  del  Lotus  cornicula- 
ius,  la  Ctcidomyia  del  pino,  etc.  Sus  larvas  determinan  la  for- 
mación de  agallas.  Algunas  viven  á  expensas  de  otros  insectos 
(Afidios),  como  las  de  Cecidomyia  aphidiophora.  La  familia 
Bibionidae  engendra  larvas  terrícolas:  otras  especies,  que 
constituyen,  según  los  recientes  autores,  una  familia  aparte 
(Mycetophilae),  ponen  los  huevos  sobre  ciertos  hongos  de  de- 
terminadas clases.  Por  fin,  las  larvas  de  los  Phlebotomidae 
(Phlebotomus  papatasii  y  otras  formas )  viven  en  la  tierra 
húmeda,  entre  los  restos  orgánicos,  etc. 

Entre  los  Brachycera  (II  suborden)  hay  familias  con  larvas 
terrícolas  ó  acuáticas,  otras  cuyas  larvas  se  desarrollan  y  viven 
entre  substancias  orgánicas  en  descomposición,  y  por  fin  mu- 
chas especies  cuyas  larvas  se  hospedan  directamente  en  los 
tejidos  ó  en  cavidades  del  cuerpo  de  varios  animales.  Sobre 
estos  caracteres  podría  fundarse  (y  así  lo  han  intentado  algu- 
nos autores),  una  clasificación  del  suborden  de  los  Braquíceros, 
comprendiendo  en  éste.  Dípteros  con  larvas: 

I.     Geomyzae,  esto   es,  vivientes  en  la   tierra  (ó  en  el 
agua). 

11.     Abiomyzae,  esto  es,  vivientes  entre  substancias  orgá- 
nicas, descompuestas,  sin  vida. 

III.  Biomyzae ,  que  se  desarrollan  y  viven  sobre  los  tejidos 
6  en  los  órganos  de  varios  animales. 


-  327  - 

•  Pertenecerían  al  I  grupo  las  familias:  lahanidae  (cuyas  lar- 
vas, armadas  de  dos  grandes  y  móviles  apéndices  ganchiformes, 
se  desarrollan  en  el  terreno  húmedo);  Siratiomyidae  con  lar- 
vas en  parte  lignícolas,  esto  es  vivientes  en  la  madera,  algunas 
sobre  las  plantas,  etc.  (en  parte  larvas  hidrófilas,  vivientes  en  el 
agua);  Bomhiliidae  y  Asilidae,  Empidae  (en  éstos ^  larvas 
acuáticas  algunas  veces),  Leptidae  y  Therevidae. 

Sirfldae  y  Muscidae  (estas  últimas  muy  importantes  para 
nosotros),  viven  en  estado  de  larvas  entre  las  materias  orgáni- 
cas en  descomposición.  El  insecto  perfecto  es  muchas  veces 
hematófago  (Glossina ,  Stomozys,  Haematobia ,  etc.).  Las 
Anthomyidae  se  desarrollan  en  las  substancias  vegetales  des- 
compuestas, algunas  sobre  los  hongos  ó  en  la  tierra  húmeda, 
entre  los  micelios  y  las  raíces.  Lo  mismo  sucede  con  las  larvas 
délos  Acalyptratae. 

Las  larvas  de  la  familia  Tachinidae  viven  y  se  desarrollan 
como  endoparásitos  de  varias  especies  de  Coleópteros ,  de  Le- 
pidópteros (crisálidas),  de  Forfículas  y  otros  insectos:  singu- 
larísimo caso  de  adaptación  parasitaria.  Las  larvas  de  los  Oes- 
iridae,  por  fin,  se  desarrollan  como  parásitos  de  varios  mamí- 
feros domésticos  ,en  el  estómago  é  intestino  del  caballo,  en  las 
fosas  nasales  y  senos  frontales  de  las  ovejas,  algunas  en  la  in- 
timidad de  los  tejidos. 

El  «  habitat »  de  las  larvas  y  de  las  ninfas  es  un  dato  de  suma 
importancia  en  el  estudio  de  las  relaciones  que  pasan  entre  es- 
tos insectos  y  el  hombre  ó  los  animales  domésticos.  Aun  de- 
jando aparte  el  grupo  de  los  Oestridae,  en  los  cuales  la  adap- 
tación parasitaria  del  período  larval  representa  ya  por  sí  una 
causa  directa  de  alteraciones  patológicas,  de  estados  morbosos, 
á  veces  de  graves  lesiones  en  el  organismo  del  huésped,  el 
conocimiento  exacto  y  posiblemente  completo  de  las  costum- 
bres larvales,  del  «habitat»  de  larvas  y  ninfas,  y  hasta  del 
tiempo  ó  estación  y  localidades  preferidas  para  la  ovificación, 
la  fecundación  y  la  puesta  de  los  huevos,  puede  indicarnos 
el  camino  para  aplicar  ciertas  medidas  profilácticas,  cuando  se 
trate  de  proteger  al  hombre  y  á  los  animales  domésticos  contra 
ciertas  especies,  que  en  el  estado  de  insecto  perfecto  ejercen  el 


—  328  - 

papel  de  transmisores  de  graves  enfermedades.  En  efecto,  la  des- 
trucción de  las  larvas  y  de  las  ninfas,  aunque  muy  difícil  de  lle- 
var á  cabo,  puede,  sin  embargo,  tomarse  en  consideración  como 
una  de  las  medidas  profilácticas  aplicables  en  semejantes  casos. 
De  interés  adn  mayor  son  las  costumbres  de  estos  Dípteros 
en  su  estado  terminal  de  insectos  alados.  Mas  sobre  el  particu- 
lar entraremos  en  mayores  detalles  al  ocuparnos  de  las  distin- 
tas especies  que,  como  vehículo  de  gérmenes  patógenos,  repre- 
sentan un  peligro  constante ,  en  ciertas  condiciones  de  am- 
biente, para  el  hombre  y  para  los  animales  domésticos. 


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(The  American  Naturalist,  XVIII,  p.  1234-44,  con  12  figu- 
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(Se  refiere  al  estudio  de  Kraepelin  [v.  antes]  sobre  Musca 
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(Zoolog.  lahrb.  Abth.  f.  Anat.  u.  Ontogen. ,  bd.  III.,  1888.) 

SCHINDLER  (E.j.  —  Beitrage  zur  Kenntniss  d.  Malpighischen  Ge- 
fasse  d.  Insekten  (con  3  láminas  y  1  flg.  en  el  texto.) 

(Zeitschr.  f.  Wissensch.  Zoologie,  Bd.  XXX,  1878,  pági- 
na 587-660). 

ScHiNER  (I.  R. ).  —  Díptera. 

(Reise.  d.  Oesterr.  Fragate  Nevara;  Zoolog.  Theil.  Zw.  Bd., 
"Wien,  1868)  y  otras  numerosas  publicaciones. 

Smidt  (J.  B.).  —  Notes  on   the  Structure  and  History  of  Haema- 
tobia  serrata  [  =Lyperosia  (Haematobia  )  irritans  L.]. 
(Psyche,  V.  p.  343-47,  fig.  1-6). 
(Detalles  de  la  anatomía  de  la  trompa  y  demás  órganos.) 

Theobald  (T.  V. ).— a  monograph  of  the  Culicidae  or  Mosqui- 
tos, Londres,  1901-1903  (III  tomos  con  1  atlas  y  numerosí- 
simas figuras). 


-  330  — 


CAPITULO  III 

CONSIDERACIONES    GENERALES    SOBRE    LAS    ENFERMEDADES 
TRANSMITIDAS    POR   LOS    DÍPTEROS 

1.  El  papel  de  los  Dípteros  en  la  transmisión  de  ciertos 
parásitos,  en  la  propagación  de  enfermedades  epidémicas  ó 
epizoóticas,  ha  sido  descubierto  y  determinado  muy  reciente- 
mente, y,  lejos  de  ser  conocido  en  toda  su  extensión,  requiere 
aún  multitud  de  datos,  exige  largas  y  pacientes  investigaciones. 

Si  se  tiene  en  cuenta  que  los  Dípteros,  representados  por  las 
típicas  y  comunísimas  formas  de  las  familias  Muscidae  (Musca 
domestica,  etc.)  y  Culicidae  (Culex  pijjiens ,  6  mosquito  común, 
etc),  han  sido  constantes  compañeros  del  hombre,  en  sus  vi- 
viendas, en  los  parajes  de  sus  faenas  agrícolas,  desde  los  tiem- 
pos más  remotos,  nos  extrañamos  de  tan  larga  demora,  de  re- 
traso tan  perjudicial  en  el  conocimiento  de  los  maleficios  y  da- 
ños que  pueden  ocasionar  semejantes  insectos. 

Y,  sin  embargo,  bien  considerada  la  cosa,  nos  convencemos 
muy  pronto  de  que  sólo  la  aplicación  de  los  modernos  métodos 
y  adelantos  científicos  á  los  estudios  mierobiológicos,  podía 
traernos  la  prueba  y  demostración  de  lo  que,  en  forma  de  vaga 
hipótesis  ó  desatendida  tradición  popular,  venía  afirmándose  por 
algunos  y  sospechándose  por  otros. 

Dormese,  citado  por  Comenge,  á  propósito  de  la  gravísima 
epidemia  de  «  calenturas  malignas  »  y  «  fiebres  infecciosas  »  que 
acometió  y  diezmó  las  tropas  francesas  durante  el  asedio  de 
Gerona  (Cataluña)  en  1283,  y  de  la  cual  extensamente  habla 
Pauly  en  su  libro  «Climats  et  endémies;^,  refiere  que  los  habi- 
tantes de  aquella  comarca  y  los  soldados  atribuían  el  contagio 
á  «unas  moscas  que  mataban  con  su  picadura  ». 

Lancisi,  en  los  primeros  años  del  siglo  xviii  (De  noxiis  pa- 
ludum  effluviis  eorumque  remediis,  Roma,  1717),  escribía  que 
muy  probablemente  los  mosquitos  (Cidices)  tenían  alguna  par- 
te, ejercían  algún  papel  en  la  producción  de  las  fiebres  palúdi- 
cas, no  ya  por  la  sola  irritación  consecutiva  á  su  picadura,  sino 


—  3H1  - 

por  inoculación  de  alguna  substancia  tóxica  (non  vulnere ,  sed 
infuso  per  vulnus  venéfico  liquido). 

A  pesar  de  estas  y  otras  vagas  indicaciones,  que  paréceme 
del  todo  innecesario  reproducir,  llegamos  hasta  los  últimos 
años  del  siglo  xix  sin  que  ninguna  observación  directa,  nin- 
guna investigación  científica,  ninguna  prueba  experimental  se 
hubiese  llevado  á  cabo  sobre  tan  importante  argumento. 

Sentada  la  doctrina  microbiana,  y  demostrado  ya  el  origen 
bactérico  de  un  grupo  muy  considerable  de  enfermedades,  antes 
aún  que  se  comprobara  el  origen  parasitario  y  protozoárico  de 
otras,  muchos  pensaron  en  la  posible  transmisión  de  gérmenes 
patógenos  por  medio  de  las  moscas  en  general,  y,  en  efecto, 
desde  el  año  1875  al  1885  publicáronse  numerosas  Memorias, 
notas  y  observaciones  acerca  del  papel  de  las  moscas  en  la 
difusión  de  varias  enfermedades  epidémicas  (Grassi,  Hoffmann, 
Lioy,  Mégnin,  Sawtschenko,  Spillmann  y  Hausalter,  etcétera). 
En  todas  ellas  admitíase  el  transporte  puramente  mecánico  de 
los  gérmenes.  Sólo  cuando  surgió  el  problema  de  la  determi- 
nación de  un  medio  adaptado  para  el  desarrollo  de  ciertas  for- 
mas de  parásitos  animales,  como  las  Filarlas  (cuyos  embriones 
circulan  en  la  sangre),  las  investigaciones  tomaron  nuevo  y  más 
científico  derrotero. 

Bancroft,  Cobbold  y  Manson  deben  considerarse,  sin  discu- 
sión, como  los  iniciadores  de  este  período,  Bancroft,  que 
en  1876  había  descubierto  los  Nematodes  adultos,  que  engen- 
dran los  embriones  circulantes  en  la  sangre,  en  los  casos  de 
Filaria  sanguinis  hominis  (antigua  denominación  de  Lewis, 
sinon.  pro  part.  Filaria  Bancrofti  Cobbold),  pensó  en  la  posi- 
bilidad de  que  los  mosquitos,  al  chupar  la  sangre  de  los  enfer- 
mos, absorbieran  también  los  embriones,  y  luego,  quizás,  los 
depositaran  en  el  agua.  Así  lo  escribía  el  mismo  Bancroft,  en 
una  carta,  fechada  en  20  de  Abril  de  1876,  dirigida  á  Cobbold. 
La  hipótesis  de  Bancroft  fué  comprobada  en  parte  por  Man- 
son: comprobada  sólo  en  parte,  pues  el  modo  como  los  embrio- 
nes de  Filaria  abandonan  el  organismo  del  mosquito,  para 
pasar  otra  vez  en  el  huésped  vertebrado,  no  responde  en  la 
realidad  á  la  teórica  explicación  de  Bancroft,  temporalmente 


-  332  — 

aceptada  por  MaDSon,  esto  es  ala  hipótesis  de  la  transmisión 
por  el  agua.  Sin  embargo,  las  excelentes  observaciones  de  Pa- 
trick  Manson,  pusieron  en  claro  que  los  embriones  antedichos 
cumplen  en  el  cuerpo  del  Díptero  una  especial  evolución  mor- 
fológica, modifícanse  profundamente  y  adquieren  caracteres 
nuevos  y  propios  de  una  fase  de  desarrollo  vital,  que  los  acerca 
á  las  formas  adultas. 

Este  hecho  fundamental ,  fué  el  punto  de  partida  de  una  se- 
rie de  investigaciones,  que  muy  pronto,  por  analogía,  hicieron 
pensar  en  la  existencia  de  parecidas  metamorfosis,  de  pareci- 
dos ciclos  evolutivos  en  los  parásitos  (protozoarios)  que  Lave- 
ran,  primero,  en  1882  había  encontrado  y  descrito  en  la  sangre 
de  los  palúdicos,  y  luego,  por  los  estudios  del  mismo  Laveran, 
de  Golgi,  de  Marchiafava  y  Celli,  de  Grassi  y  Feletti,  habían 
sido  universalmente  reconocidos  como  microorganismos  pató- 
genos específicos  de  las  fiebres  intermitentes. 

Este,  someramente  expuesto,  fué  el  camino  que  recorrió  en 
sus  principios  la  doctrina  de  la  transmisión  de  ciertas  enferme- 
dades parasitarias,  en  particular  Filariasis  y  Malaria,  por  los 
mosquitos  (Dípteros  de  la  familia  Culicidae). 

Desde  entonces,  con  la  participación  de  los  médicos  colonia- 
les, sobre  todo  de  los  ingleses,  que  encontraron  en  las  Indias 
campo  de  observaciones  inesauribles  sobre  enfermedades  tropi- 
cales de  varia  clase;  con  la  cooperación  de  zoólogos  de  gran 
mérito,  nuestros  conocimientos  acerca  del  papel  que  ejercen 
los  Dípteros  en  general ,  los  Mosquitos  en  particular,  en  la  pro- 
pagación de  varios  parásitos  patógenos  para  el  hombre  ó  los 
animales  domésticos,  han  aumentado  notablemente. 

Nosotros  expondremos  aquí,  en  lo  que  toca,  sobre  todo,  á  la 
Filariasis  (humana  y  de  los  perros),  á  la  Malaria  (Paludismo) 
y  á  ciertos  puntos  especiales  de  la  epidemiología  de  la  fiebre 
amarilla,  así  como  á  determinadas  especies  de  Dípteros  (Phle- 
hotomus ,  Mycterotypus f  etc.),  los  resultados  de  nuestras  per- 
sonales investigaciones. 

2.  Para  el  estudio  de  las  enfermedades  transmitidas  ó  pro- 
ducidas por  los  Dípteros,  adoptaremos  el  plan  y  el  orden  que 
á  continuación  se  exponen: 


-  333  - 

I.  Enfermedades  determinadas  por  parásitos  que  cumplen 

su  círculo  vital  (ó  ciclo  evolutivo)  con  una  fase  de 
desarrollo  en  el  organismo  de  ciertos  Dípteros: 

1 .  Enfermedades  debidas   á  parásitos  animales 

(Metazoos): 

a)     Filarinsis.  —  Las  Filarlas  del  hombre. 

bj     Las  Filarias  de  los  animales  domésticos. 

c)  Probable  papel  de  los  Dípteros  en  la 
transmisión  de  otros  Nematodes,  de 
Trematodes  y  Cestodes. 

2.  Enfermedades  debidas  á  Protozoarios  pará- 

sitos: 

a)     Paludismo  (Malaria). 

bJ     Enfermedades  debidas  á  Hematozoarios 

cercanos  al  de  la  Malaria  humana,  en 

los  animales. 
c)     Tj-ipanosomiasis. 

1. — En  el  hombre. 

2. — En  los  animales. 

3.  Enfermedades  debidas  á  Ifomicetos,  Blasto- 

micetos  y  Esquizomicetos. 

4.  Enfermedades  debidas  á  parásitos  de  natura- 

leza aun  desconocida  ó  indeterminada: 
Fiebre  amarilla. 

II.  Enfermedades  producidas  por  parásitos  que  probable- 

mente c^xm^^Xen  su  ciclo  evolutivo  en  ciertos  Dípteros 
y  pueden,  por  tanto,  ser  transmitidas  por  estos  in- 
sectos. 

III.  Enfermedades  de  etiología  desconocida,  y  cuya  difu- 

sión se  atribuye  á  ciertos  Dípteros. 

IV.  Enfermedades  producidas  por  gérmenes   6  parásitos 

que  pueden  mecáyiicamejite  ser  transportados  por  los 
Dípteros, 

V.  Enfermedades  directamente  producidas  por  los  Dípte- 

ros ó  sus  larvas. 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Octubre,  19C6.  23 


—  334  - 

3.  El  estudio  de  la  epidemiología  y  el  examen  de  la  distri- 
bución geográfica  de  estas  enfermedades  (grupo  I),  permiten 
apercibirse  en  seguida  de  que  su  difusión  queda  circunscrita  casi 
siempre  dentro  de  ciertos  límites,  caracterizados  por  peculiares 
condiciones  climáticas.  Trátase  esencialmente  de  enfermeda- 
des de  las  zonas  tropicale?  y  subtropicales,  adquiriendo  en  los 
países  de  clima  templado  caracteres  de  menor  intensidad.  Des- 
de luego  podemos  afirmar  que  el  hecho  ahora  indicado  está  en 
estrecha  relación  con  las  condiciones  vitales  de  los  parásitos, 
más  bien  que  con  la  distribución  geográfica  de  los  Dípteros 
transmisores.  A  pesar  de  la  dificultad  extrema  que  se  encuentra 
para  apreciar  la  sensibilidad  y  los  límites  de  adaptación  de  los 
parásitos  animales  (comprendidos  los  Protozoarios)  á  las  con- 
diciones del  ambiente  cósmico  reflejadas  en  el  huésped ,  pode- 
mos, sin  embargo,  afirmar  que  esa  sensibilidad  es  finísima,  y 
que  estos  límites  nos  permiten  sentar  conclusiones  prácticas 
de  grandísimo  valor  para  la  profilaxis  personal,  individual,  y 
hasta  para  el  saneamiento  de  regiones  enteras. 

El  desarrollo  de  las  empresas  coloniales  por  parte  de  los  eu- 
ropeos, que  ha  adquirido  durante  los  últimos  veinticinco  años 
extraordinarias  proporciones,  sobre  todo  en  el  continente  afri- 
cano; la  necesidad  de  establecer  acuerdos  internacionales  fun- 
dados en  datos  científicos  y  conocimientos  exactos  sobre  la 
etiología  y  medios  de  difusión  de  enfermedades  epidémicas  tan 
graves  como  la  fiebre  amarilla,  son  suficientes  razones  para  ex- 
plicarnos el  vivísimo  interés  y  la  febril  actividad  con  que  los 
centros  oficiales  de  investigaciones  científicas  han  dirigido  to- 
dos sus  esfuerzos  al  esclarecimiento  y  al  estudio  de  la  Patolo- 
gía tropical. 

Mas  en  España  existen  razones  especialísimas  que  deben 
impulsarnos  á  cooperar  activamente  en  esta  labor.  Sus  largas, 
seculares  é  íntimas  relaciones  con  las  Américas,  y  muy  en  par- 
ticular con  el  Sud  de  América,  con  las  regiones  que  constitu- 
yen las  Repúblicas  del  Centro,  y  con  las  islas  del  grupo  de  las 
Antillas;  y,  por  otra  parte,  con  el  archipiélago  filipino,  han 
puesto  á  España  en  condiciones  favorables  en  extremo  para  la 
importación  de  enfermedades  parasitarias  y  epidémicas,  pro- 


-  335  — 

pias  de  aquellas  antiguas  colonias.  Si  se  considera  que  el  clima 
de  España  es,  dentro  de  los  términos  de  Europa,  el  que  más  se 
acerca  al  tipo  de  los  subtropicales  (climas  calientes),  por  lo 
menos  en  sus  provincias  del  Sur  y  en  parte  de  las  Mediterrá- 
neas ,  y  se  añade  la  proximidad  de  la  costa  africana  y  las  fre- 
cuentes relaciones  que  existen  con  ella,  se  comprenderá  que 
todas  estas  causas  juntas  pueden  haber  contribuido  á  estable- 
cer en  España  focos  latentes,  pero  peligrosos,  de  gérmenes  pa- 
tógenos y  parásitos,  como  las  Filarías,  por  ejemplo,  que  me- 
recen toda  nuestra  atención  y  el  más  detenido  estudio. 

Por  otra  parte,  abundan  en  la  Península,  segán  queda  de- 
mostrado por  mis  investigaciones  personales,  ya  publicadas  en 
parte,  y  por  las  de  otros  observadores,  los  Dípteros  de  la  fa- 
milia Culicidse,  transmisores  de  las  principales  y  más  impor- 
tantes enfermedades  endémicas  en  los  trópicos. 

Estas  consideraciones  deben  representar  un  estímulo  pode- 
roso para  continuar  en  el  camino  indicado.  Ellas  sirven  al  mis- 
mo tiempo  de  justificación — si  es  menester  justificar  con  algún 
fin  práctico  el  trabajo  de  investigación  científica  —  para  todo 
lo  que  en  esta  Memoria  se  estudia  y  se  describe. 

BIBLIOGRAFÍA 

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(Estudio  especial  de  las  enfermedades  propias  de  las  An- 
tillas. El  A.  ha  estado  largos  años  en  Haiti.  La  parte  doctri- 
nal contiene  ideas  muy  personales,  en  parte  erróneas). 
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—  336  - 

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(Ampliación  de  la  Memoria  precedente,  en  alemán,  en 
Hygienische  Rundschau ,  IX,  p.  209-220,  275-289,  393  á  408, 
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(Sciences,  New  York,  18  Agosto  1905,  núm.  555). 


—  337  — 


CAPITULO  IV 

FILARIASIS 
I). —  FiLARiASis  EN  GENERAL. — II).  Ftlaria  immitis,  Leidv. 

1.  Llamo  Filariasis  en  general,  al  conjunto  de  las  altera- 
ciones y  lesiones  producidas  en  el  hombre  y  en  los  animales 
domésticos  por  las  Filarlas  de  la  sangre,  ó  Filarlas  cuyos  em- 
briones circulan  en  el  plasma  sanguíneo. 

El  tipo  de  estos  parásitos  está  representado  por  la  Filaría 
Bancrofti  (F.  nocturna)  del  hombre,  que  determina  á  veces 
las  características  formas  j)atológicas  de  la  Elefantiasis  ara- 
biim,'  y  por  la  Filaría  immitis  de  los  perros;  ambas  transmi- 
tidas al  huésped  vertebrado  por  Dípteros  de  la  familia  Cidíci- 
dae  (mosquitos). 

Todavía  no  conocemos  exactamente  el  ciclo  evolutivo  y  modo 
de  transmisión  de  las  demás  Filarlas  del  hombre. 

La  Filaría  lahiato-papillosa  del  buey,  se  transmite  por  me- 
dio de  los  Dípteros  de  la  familia  Aluscidae,  pertenecientes  al 
género  Stomoxys  (Stomoxys  calcitrans) . 

Las  Filarlas  equinas  se  transmiten,  según  toda  probabilidad, 
por  medio  de  los  Dípteros  del  gen.  SimuUiim. 

2.  Son  las  Filarlas  {Í2Lxm\\2i  Filaridae)  gusanos  Nematodes, 
de  sexos  separados,  parásitos  los  adultos  de  animales  verte- 
brados (mamíferos)  y  del  hombre;  las  hembras,  vivíparas,  pro- 
ducen gran  número  de  embriones,  destinados  á  pasar  una  fase 
de  desarrollo  larval  en  el  organismo  de  un  huésped  intermedio 
(invertebrado)  (1). 


(1)  No  hablase  aquí  en  lo  más  mínimo  de  la  Filaría  medinéri'- 
sis  del  hombre,  cuyos  caracteres  morfológicos,  modo  de  transmi- 
sión, etc.,  nos  obligan  á  considerarla  como  género  distinto,  por 
lo  cual  es  oportuno  aceptar  definitivamente  la  nomenclatura  de 
Cobbold,  Ktimpfer,  Looss,  y  llamarla  Dracunculus  (Dracunculus 
medinensis). 


—  338  — 


Tomaremos  como  ejemplo  típico  para  el  estudio  del  ciclo 
evolutivo  y  modo  de  transmisión  de  las  Filarias  de  la  sangre, 
el  de  la  Filaría  immitis  de  los  perros,  por  ser  de  fácil  obser- 
vación en  España,  por  parecerse  en  extremo  al  de  la  Filaría 
Bancrofli,  por  haber  constituido,  en  fin,  el  objeto  de  persona- 
les investigaciones,  por  mi  parte,  durante  los  últimos  años. 

3.  Los  individuos  adultos  de  la  Filaría  immitis  (Leidy, 
1850)  ó  Filaría  papíllosa  haematíca  canis  domestici  (Delafond 
y  Gruby,  1852),  se  encuentran,  por  lo  general,  en  número  re- 
lativamente reducido,  en  grupos  de  dos  á  diez  ó  poco  más,  lo- 
calizados en  estos  casos  en  el  ventrículo  derecho  del  corazón  y 
en  las  arterias  pulmouales  del  perro;  sin  embargo,  y  á  pesar  de 

que  la  mayoría  de  los 
observadores  insiste  so- 
bre dicha  localización, 
se  encuentran  también 
aislados,  á  veces  en  nú- 
mero bastante  crecido, 
en  el  tejido  conjuntivo 
subcutáneo,  sobre  todo 
en  los  perros  viejos,  que 
viven  desde  mucho  tiem- 
po en  sitios  donde  abun- 
dan los  mosquitos  y 
duermen  en  el  campo, 
al  abierto. 

Son  gusanos  filifor- 
mes, de  dimensiones 
variables,  más  largas  las 
hembras  que  los  machos. 
Las  hembras  pueden,  en  efecto,  alcanzar  la  medida  de  300 
milímetros;  y  yo  poseo  un  ejemplar  que  llega  á  los  370  (figu 
ra  16,  AJ.  El  diámetro  transversal  varía  entre  1  y  IV2  ™í^í~ 
metros.  El  cuerpo  es  cilindrico,  blanco  opaco;  el  del  macho, 
que  no  llega  casi  nunca  á  los  200  milímetros  de  largo,  termi- 
na, en  su  extremidad  caudal,  con  una  espiral  fina  y  puntiagu- 
da (v.  fig.  16,  B).  La  abertura  bucal,  pequeña,  redonda,  está 


Figura  i6.— Filaría  inmitis,  adultos  Ó  y  Q 


—  339  — 

rodeada  de  seis  papilas,  y  seguida  inmediatamente  por  ua  bre- 
ve esófago  que  se  continúa  en  una  porción  del  intestino,  intes- 
tino muscular,  de  2  á  2  \  o  milímetros  de  largo.  Lateralmente, 
muy  cerca  de  la  extremidad  cefálica,  ábrese  la  vulva  en  las 
hembras.  Los  órganos  sexuales  están  representados,  en  estas 
últimas,  por  los  tubos  ováricos  que  corren  á  lo  largo  del  cuer- 
po, y  se  continúan  en  dos  úteros  que  convergen  al  fin  en  la 
vagina  única,  monolateral. 

Sacados  del  medio  ambiente  en  que  viven  estos  parásitos 
(sangre,  tejidos  conjuntivos  bien  vascularizados),  quedan  como 
entorpecidos  y  mueren  poco  tiempo  después.  En  solución  fisio- 
lógica {de  Na  Cl),  á  la  temperatura  de  37°  ó  38°,  pueden 
conservar  su  vitalidad  durante  veinticuatro  horas  ó  más. 

Cuando  en  el  sistema  circulatorio  ó  en  el  tejido  conjuntivo 
del  perro  (1)  hállause  machos  y  hembras  adultas,  entonces  las 
hembras,  fecundadas,  pueden  dar  lugar  á  grandísima  cantidad 
de  embriones,  que,  libres  y  dotados  de  activísimos  movimien- 
tos, se  presentan  en  la  sangre  periférica. 

4.  La  morfología  de  estos  embriones,  su  fina  estructura  y 
organización,  constituían  un  problema  en  extremo  interesante, 
puesto  que  debía  suponerse  que  en  ellos  se  encontraran  los 
distintos  elementos,  origen  de  los  órganos  que  se  desarrollarán 
luego  en  los  períodos  sucesivos  de  la  vida  larval,  en  el  huésped 
invertebrado  (mosquito). 

Durante  el  verano  de  1903,  dirigí  mis  investigaciones  en 
este  sentido,  y  logré  aclarar  en  gran  parte  la  fina  anatomía  de 
estos  embriones,  hasta  entonces  casi  completamente  descono- 
cida. En  efecto,  el  mismo  Dr.  Noé,  en  su  importante  trabajo 
Sul  ciclo  evolutivo  della  F.  Bancrofti  e  della  F.  immitis 
(1901),  limítase  á  describir  los  embriones  de  la  F.  del  perro 
durante  su  vida  en  la  sangre  del  huésped  vertebrado,  coa  las 
palabras  que  siguen:  «Estos  embriones,  observados  con  mucha 


(1)  Me  interesa  hacer  observar  que  las  Filarías  que  se  encuen- 
tran en  el  tejido  conjuntivo  son  siempre  más  pequeñas ,  de  dimen- 
siones menores  que  las  de  la  sangre  del  corazón  (sin  que  se  trate 
en  estos  casos  déla  F.  Recóndita,  especie  distinta). 


-  340  — • 

atencidn,  presentan  una  organización  más  complicada  de  lo 
que  parece.  Ya  puede  uno  ver,  á  lo  largo  de  la  parte  anterior 
del  cuerpo,  si  bien  apenas  indicado  por  una  línea  sutil,  el  lu- 
men  intestinal,  que  á  veces  puede  extenderse  posteriormente 
en  un  trayecto  muy  notable.  Muchas  veces  dicha  línea  parece 
como  interrumpida  por  varias  manchas  pequeñas  ó  puntos  res- 
plandecientes, los  cuales  representan  pequeñas  dilataciones  lle- 
nas de  líquido  transparente. 

» Acerca  del  límite  de  la  tercera  parte  anterior  del  cuerpo 
embrional  se  ve  muy  bien  una  mancha  ovoidal,  también  res- 
plandeciente, situada  sobre  el  lado  ventral  del  embrión.  Re- 
presenta esta  mancha  el  inicio  de  una  glándula  que  se  encuen- 
tra luego  muy  bien  desarrollada  en  las  larvas  durante  su  evo- 
lución sucesiva  en  los  tubos  malpigianos  del  mosquito,  y  que 
ha  sido  descripta  por  Grassi  y  Calandruccio  en  las  larvas  de 
F.  Recóndita,  bajo  el  nombre  áe gl adula  anterior. 

»A1  límite  de  la  tercera  parte  media  del  cuerpo  se  puede 
poner  de  relieve,  con  alguna  dificultad,  una  gruesa  célula 
ovoidal  que  parece  ser  el  indicio  de  los  órganos  genitales.» 

Como  se  ve,  esta  descripción,  á  pesar  de  su  exactitud,  no 
puede  considerarse  como  suficiente  bajo  el  aspecto  morfo- 
lógico. 

Por  otro  lado,  las  preparaciones  de  sangre  en  seco^  someti- 
das, después  de  haberlas  fijado,  á  los  varios  métodos  de  colo- 
ración, no  dan  resultados  mejores,  en  cuanto  no  llegan  á  reve- 
larnos en  la  forma  debida,  conservando  las  disposiciones  nor- 
males, la  estructura  celular  de  los  embriones.  Así  es  que,  por 
ejemplo,  los  preparados  teñidos  con  tionina  fenicada  de  Nico- 
lle,  ó  con  azul  de  metileno  en  solución  alcalina,  ó  con  emato- 
xilina,  á  {)esar  de  lo  que  digan  los  autores,  no  son  á  propósito 
para  el  estudio  morfológico,  puesto  que  en  ellos  se  tiñen  los 
embriones  irregularmente  in  tota,  diferenciándose  muy  mal  las 
distintas  células. 

En  una  nota  de  Lang  y  Noc ,  Les  filaires  en  Nouvelle  Calé- 
donie^  dicen  estos  autores:  «...La  meilleur  procede  de  colora- 
tion  du  sang  consiste  dans  Femploi  de  la  Thionine  phéniquée 
de  Nicolle.  Ce  colorant  met  bien  en  évidence  la  constitution 


—  341 


intime^  des  embryons,  qui  apparaissent  colores  en  violet,  etc..» 
Ahora  bien,  cuantas  preparaciones  he  hecho  con  este  método 
y  los  otros  parecidos,  siempre  me  han  dado  coloración  unifor- 
me ó  casi  uniforme  de  los  cuerpos  embrionales,  y  sólo  la  falta 
de  comparación  con  los  re^ultados  que  se  obtienen  con  el  mé- 
todo de  la  coloración  in  vivo  puede  hacer  creer  que  los  méto- 
dos en  seco  permitan  poner  de  relieve  la  constitución  íntima 
de  los  embriones. 

Y  no  quiero  detenerme  más  en  examinar  las  varias  opinio- 
nes emitidas  acerca  del  asunto.  Sólo  diré  que,  en  una  nota  de 
Low,  en  el  Journal  of  tropical  medicine  (16  Febrero  de 
1903),  sobre  «Method  of  mounting  specimens  of  Bilharzia 
eggs,  Filarial  embrios,  and  Small  Worms,  etc»,  se  lee  tam- 
bién que  «...para  los  embriones  de  Filaria  puede  pasarse  en 
agua  el  cubre- objetos  con  la  gota  de  sangre,  y  luego  añadir 
pocas  gotas  de  una  substancia  colorante  cualquiera,  como  fuc- 
sina, ematoxilina,  etc...»  Lo  que  he  dicho  antes  vale  también, 
y  con  más  razón,  por  lo  que  se  refiere  á  los  resultados  de  este 
método  (tratándose  de  embriones  de  F.  immitis). 

En  el  tratado  de  Perroncito  <í1  paras siti  delV  uomo  e  degli 
animali  utili»,  pág.  406  de  su  ultima  edición  (1902),  hállase 
una  figura  que  reproduce  la  forma  de  los  embriones  de  F.  im- 
mitis. Pero  los  cuerpos  allí  representados,  uniformemente  gra- 
nulosos, limitados  por  la  cutícula  periférica,  en  nada  revelan 
la  interna  organización. 

El  método  por  mí  indicado  (coloración  in  vivo  de  los  em- 
briones) y  los  resultados  obtenidos,  ya  publicados  en  prece- 
dentes Notas  (1903-1904),  han  sido  comprobados  por  Grassi, 
Noé  y  otros  observadores ,  no  sólo  en  lo  que  toca  á  los  embrio- 
nes de  Filaria  immitis^  sino  también  —  con  ciertas  diferen- 
cias —  á  los  de  F.  hancrofti.  Sin  detenerme  en  referir  los  de- 
talles de  la  técnica  empleada,  que  se  hallarán  en  mis  anteriores 
publicaciones,  me  limitaré,  en  este  punto,  á  comentar  y  expli- 
car las  figuras  que  aquí  reproduzco,  añadiendo  algunas  nuevas 
y  originales  (v.  lám.  II  y  III). 

Los  perros  filariosos  son  muy  frecuentes  en  Extremadura,  y 
en  particular,  nosotros  encontramos  muchos  en  la  provincia  de 


-  342  — - 

Cáceres,  distrito  de  Navalmoral  de  la  Mata,  comarca  grave- 
mente palúdica,  donde  abundan  en  grandísimo  número  los 
mosquitos  del  género  AnopTieles,  Pyretóphorus ,  Mixomyia. 

Los  embriones  de  Filaría  immitis,  examinados  directamente, 
en  una  gota  de  sangre  extraída  por  puntura  de  una  oreja  del 
perro,  se  presentan  con  aspecto  de  pequeños  gusanos,  de  330 
á  360  \i.  de  largo,  6-7  jx  de  ancho,  dotados  de  vivísimos  mo- 
vimientos. En  una  capa  de  sangre  de  algún  espesor,  entre  porta 
y  cubre-objeto,  en  determinadas  condiciones  de  observación, 
pueden  verse  aún  vivos  al  cabo  de  algunas  horas,  á  pesar  de  la 
evidente  alteración  de  los  hematíes.  Si  se  persigue  su  examen 
al  microscopio  —  es  muy  suficiente  para  ello  una  lente  en 
seco,  —se  ven  durante  un  primer  período  de  tiempo  hacer  mo- 
vimientos serpentinos,  deslizarse  en' forma  de  anguilas,  trasla- 
dándose con  relativa  facilidad  de  un  punto  á  otro  en  el  plasma, 
Luego,  en  un  segundo  período,  siguiendo  con  esa  forma  de  mo- 
vimientos muchos  de  ellos,  se  ven  otros  embriones,  y  poco  á 
poco,  la  mayoría,  que  se  envuelve  y  repliega  en  espiral,  con 
movimientos  rápidos,  desenvolviéndose  también  rápidamente. 
Y  más  tarde,  por  fin,  los  movimientos  disminuyen  de  intensi- 
dad y  se  ven  los  embriones,  ya  fijos,  sólo  hacer  movimientos 
de  balanza,  agitando  débilmente  su  extremidad  cefálica  y  mo- 
viéndola de  un  lado  á  otro,  con  pequeñas  oscilaciones  de  todo 
el  cuerpo. 

5.  Adoptando  mi  método  de  impregnación  in  vivo  (Véase 
Fase,  1.°,  t.  III,  Marzo,  1904,  «.Trabajos  del  Labor,  de  In- 
vest.  biológicas  de  la  Univ.  de  Madrid»)  con  una  solución  al- 
calinizada  de  Azul  de  Metileno  (de  Hocht);  esto  es,  mezclan- 
do directamente  con  el  plasma  de  la  sangre  en  que  se  mueven 
los  embriones,  una  gota  de  la  solución  siguiente: 

Azul   de  Metileno   crist.  puris.   L.   Meis- 

ter ,  etc. ,  Hocht 0,20  gramos. 

Carbonato  sódico 0,30  ídem. 

Agua  destil 100        ídem. 

se  nos  revela  poco  á  poco  la  íntima  estructura  celular  de  los  em- 
briones, según  la  representan  las  figuras  de  las  láminas  II  y  III 


—  343  - 

Sin  embargo,  haré  observar,  que  la  reproducción  de  la  ima- 
gen completa  de  un  embrión  llegado  al  término  de  su  impreg- 
nación con  el  método  antes  indicado,  no  nos  proporciona  to- 
dos los  detalles  que  salen  á  luz  cuando,  con  Ja  vista  al  ocular 
del  microscopio,  seguimos  el  proceso  en  sus  fases  sucesivas» 
mientras  se  desarrolle  y  determine  (1). 

Enfocando  convenientemente  con  el  tornillo  micrométrico 
se  ven  por  primeras,  á  la  extremidad  cefálica  del  embrión,  tres 
6  -cuatro  células  con  gruesas  prolongaciones  anteriores,  que 
llegan  al  límite  del  cuerpo  embrional,  tocando  la  cutícula  del- 
gada. Toman  estas  células  aspectos  diferentes  en  sus  relacio- 
nes con  la  pared  anterior  y  lateral  del  cuerpo,  según  represen- 
tan con  suficiente  claridad  y  con  toda  exactitud  las  figuras  de 
la  lám.  lí.  Si  se  tiene  en  cuenta  que  el  ectoderma  embrionario 
de  los  Nematodes  en  gen2ral  (y  véanse  acerca  de  esto  los  es- 
tudios de  Jammes),  se  presenta  en  condiciones  de  diferencia- 
ción tan  atrasada,  que  no  nos  permite  distinguir  los  elementos 
epiteliales  sencillos  y  los  elementos  ya  próximos  á  los  caracte- 
res del  tejido  nervioso,  y  si,  por -otra  parte,  ponemos  en  com- 
paración la  disposición  embrionaria  representada  por  ese  agru- 
pamiento  de  células  cefálicas,  con  la  disposición   del  anillo  de 


(1)  Recogida  sobre  el  cubre-objetos  una  gota  de  sangre  de  una 
pequeña  herida  (pincbazo),  en  la  región  mejor  vascularizada  déla 
oreja  del  perro,  se  pone  rápidamente  sobre  el  porta-objetos,  ejer- 
ciendo ligera  presión.  El  porta-objetos  ba  sido  previamente  pre- 
parado, habiéndosele  dejado  caer  encima  una  gota  de  la  solución 
colorante  indicada. 

De  esta  forma,  el  plasma,  en  el  cual  se  mueven  los  embriones  de 
la  gota  de  sangre  del  cubre-objeto,  se  mezcla  íntimamente  con  la 
solución  colorante.  Los  embriones  se  tiñen  poco  á  poco,  progresi- 
vamente. 

Estas  preparaciones  pueden  conservarse  por  más  tiempo  en  bue- 
nas condiciones,  si  se  ponen  á  la  estufa  á  35  ó  38*^.  También  puede 
encerrarse  el  cubre- objetos  pegado  al  porta,  con  bordes  de  parafi- 
na  ó  de  cualquier  substancia  impermeable;  no  se  evita  con  esto  la 
alteración  de  los  hematíes,  pero  sí  puede  lograrse  que  los  embrio- 
nes se  conserven  coloreados  en  buenas  condiciones  por  algún 
tiempo. 


—  344  — 

pequeñas  células  nerviosas,  ya  claramente  visible  en  los  suce- 
sivos períodos  de  desarrollo  de  los  embriones  en  el  huésped  in- 
vertebrado (período  larval),  nos  parecerá  muy  lógica  la  inter- 
pretación ya  comunicada  en  mis  precedentes  notas,  esto  es, 
que  el  agrupamiento  antedicho  que  se  encuentra  en  los  em- 
briones, esté  constituido  por  los  elementos  neuro- epiteliales 
que  darán  origen  á  las  células  nerviosas  del  anillo  peri-eso- 
fágeo. 

Inmediatamente  detrás  de  este  grupo  de  células  anteriores, 
se  perciben  (en  un  período  bastante  adelantado  de  la  impreg- 
nación), las  pequeñas  células  entodérmicas  (fig.  17,  E.),  á  las 
que  hállanse  sobrepuestos  los  núcleos  ectodérmicos  esparci- 
dos debajo  de  la  capa  cuticular  estriada,  que  reviste  todo  el 
cuerpo  embrional  (lám.  II  y  III). 

Antes  de  llegar  al  límite,  entre  el  tercio  anterior  y  el  tercio 
medio  del  cuerpo  del  embrión,  á  100  [x.  ó  menos  de  distancia 
desde  la  extremidad  cefálica,  encuéntrase  la  vesícula  refrin- 
gente,  clara,  situada  en  contacto  de  la  pared  del  cuerpo,  ya 
descrita  por  Grassi  y  Noé  con.  el  nombre  de  glándula  anterior. 
El  contenido  de  esta  pequeña  ampolla  glandular  posee  propia-, 
dades  acidófilas,  según  queda  demostrado  por  mis  observacio- 
nes, y  desde  luego  puede  afirmarse  que  comunica  con  el  am- 
biente exterior.  En  efecto ,  con  el  mismo  método  de  la  colora- 
ción in  vivo  de  los  embriones  en  la  sangre,  y  sustituyendo  á 
Ja  gota  de  sencilla  solución  de  azul  de  metileno  una  gota  de 
la  mezcla  de  azul  de  metileno  y  eosina  (solución  1  por  100  de 
eosina  B  cristal  Meister  L.  &  B.),  hemos  observado  que  el 
contenido  de  la  glándula  anterior  preséntase  siempre  con  el 
aspecto  de  pequeños  coágulos  de  color  terroso  ó  rojizo,  indu- 
dablemente debidos  á  la  precipitación  de  substancias  acidófi- 
las (v.  lám.  III,  fig.  2). 

Una  célula  grande,  con  citoplasma  intensamente  teñido  (por 
el  método  antes  indicado),  núcleo  claro  y  nucléolo  central,  está 
en  relación  con  la  vesícula  abierta  al  exterior  (fig.  17). 

La  significación  embriogénica  y  la  función  de  este  esbozo  de 
órgano,  representado  por  la  vesícula  ó  glándula  anterior,  es  muy 
dudosa. 


—  345  - 

En  mis  precedentes  Notas,  y  tomando  en  consideracidn  las 
disposiciones  anatómicas  del  gusano  adulto  y  las  sucesivas  mo- 
dificaciones de  la  glándula  anterior  en  las  fases  larvales,  den- 
tro de  los  tubos  malpigianos  del  AnopheJes ,  según  han  sido  de- 
mostradas por  Noé,  yo  me  permití  adelantar  algunos  conceptos 
acerca  de  la  posibilidad  que  dicha  glándula  representara  el  es- 
bozo de  las  vías  genitales  externas  en  las  hembras  de  Filaría 
immiiis.  Reconozco  las  dificultades  de  carácter  cmbriogénico  y 
morfológico  que  se  oponen  en  parte  á  esta  interpretación,  y  so- 
bre todo  la  falta  de  datos  exactos  y  terminantes  en  este  pro- 
pósito. Mayores  probabilidades  presenta  la  hipótesis  de  que  se 
trate  de  un  rudimento  de  sistema  excretor  que  Looss,  por  ejem- 
plo, ha  creído  observar  y  ha  descrito  en  otras  especies  de  Fila- 
ridae  (F.  loa).  Lo  cierto  es  que  la  glándula  a ?í/er/o;' puede  se- 
guirse en  su  desarrollo  desde  las  formas  embrionarias  en  la 
sangre  del  vertebrado,  basta  los  últimos  períodos  larvales  de 
la  F.  immitis  en  el  huésped  invertebrado,  encontrándonos  al 
llegar  á  este  punto  con  una  interrupción,  que  sólo  nuevas  in- 
vestigaciones podrán  satisfactoriamente  llenar. 

Prosiguiendo  hacia  la  extremidad  posterior  del  cuerpo  em- 
brional^ nos  encontramos  con  una  porción  bastante  larga  en 
que  se  observan  tan  sólo  las  pequeñas  y  numerosas  células  re- 
dondas ó  poligonales ,  con  borde  protoplasmático  delgado  y 
nucléolo  central  fuertemente  teñido,  sobre  las  cuales,  y  deba- 
jo de  la  capa  cuticular,  se  notan  algunos  núcleos  ectodérmi- 
cos;  llégase,  por  fin,  al  límite  entre  la  tercera  parte  media  y 
la  tercera  parte  posterior  del  embrión,  en  correspondencia  de 
una  célula  gorda,  de  considerables  dimensiones,  provista  de  un 
núcleo  muy  grande,  claro,  y  que  encierra  un  nucléolo  central. 
Esta  célula,  según  los  conocimientos  actuales,  debidos  en  su 
mayor  parte  á  los  estudios  de  Leuckart  acerca  de  semejantes 
disposiciones  embrionales  en  los  Xematodes,  debe  representar 
el  esbozo  de  la  gónade,  de  las  células  sexuales.  En  los  perío- 
dos posteriores  de  la  evolución  larval,  dentro  del  huésped  in- 
vertebrado, estas  células  agrupadas  se  ven  trasladarse  sucesi- 
vamente hacia  la  porción  anterior  del  cuerpo ,  sin  alejarse  mu- 
cho de  su  punto  de  origen  (fig.  17,  d.). 


.--  346  — 


Viene  luego  un  agrupamiento  de  cinco  á  seis  células  ento- 
dérmicas,  de  dimensiones  bastante  mayores  que  las  descritas 


Fiaura  17.-    Embrión  de  P.  immitis  (aum. 1 

\  lf)00  / 

a,  agrupamiento  de  células  cefálicas. 
E,  pequeñas  células  entodérmicas. 
6,  vesícula  ó  glándula  anterior. 

c,  célula  grande  central. 

d,  gónade  (?). 

e,  vesícula  posterior. 


en  las  porciones  anterior  y  media.  Estas  células  constituyen 
los  elementos  del  intestino  quilífero,  que  se  desarrollará  msís 
claramente  desde  los  primeros  momentos  de  la  vida  larval  en 
el  huésped  invertebrado.  Este  agrupamiento  celular  llega  has- 
ta un  punto  donde  se  encuentra  una  segunda  vesícula  cla- 
ra, refringente,  con  reflejos  amarillentos,  dispuesta  como  la 


II 


.^ 


'g.<L. 


X^V 


vp. 
Fig.  20.C 


H 


Cü 


i 


Fig.  21.     A 


% 


Fia  21.a     \é 


\r7.'  "tnt 


•f^r- 


F,g.  21. 


Fig.  2U 


i 


I 


tí 

^1 


ü  PULtüí^a.  JU: 


/¡M'  Aaui.íundtis. 


-  347  — 

primera,  6  glándula  anterior,  hacia  la  pared  ventral  del  em- 
brión. Esta  vesícula  posterior  debe  considerarse  como  el  esbo- 
zo del  intestino  posterior,  sin  que  aun  se  hayan  establecido  sus 
relaciones  con  el  intestino  quilífero.  Su  presencia  en  los  em- 
briones es  de  gran  importada,  pues  parece  demostrarnos  que 
el  intestino  posterior  tiene  origen  esquizocélico  y  no  se  forma 
por  introflexión  y  consiguientes  fenómenos  de  rotura  y  solda- 
dura. Ya  Patrick  Manson,  en  su  «Tratado  de  enfermedades 
tropicales»,  al  describir  los  embriones  de  la  F.  Brancofti  (del 
hombre),  hablaba  también  de  una  tail  spot  (ó  mancha  cau- 
dal), adelantando  la  hipótesis  de  que  pudiera  tratarse  de  un 
rudimento  of  the  anus ,  or  cloaca,  and  posterior  part  of  tke 
alimentary  canal  (1.  cit.,  pag.  550,  3.*  ed.). 

La  última  parte  del  cuerpo  embrional,  poco  después  de  la 
vesícula  posterior,  empieza  á  hacerse  más  delgada,  hasta  que 
termina  en  un  filamento  constituido,  al  parecer,  exclusivamente 
por  la  cutícula  estriada. 

6.  Un  hecho  muy  interesante,  que  importa  poner  de  relie- 
ve, es  que  los  embriones  de  Filaría  immitis  del  perro,  hállan- 
se  desnudos  en  la  sangre,  al  contrario  de  lo  que  sucede  con 
los  embriones  de  F.  Bancrofti  (F.  nocturna)  y  de  F.  Diurna 
del  hombre,  que  se  observan  encerrados  en  una  membrana 
(Esuvies).  Esta  membrana  no  es  otra  cosa  que  el  chorion  del 
huevo.  Los  embriones  de  F.  immitis  rompen  el  involucro  del 
chorion  antes  de  salir  del  útero  de  la  hembra  adulta;  al  con- 
trario, en  las  especies  antedichas,  la  membrana  del  huevo,  sin 
ceder  á  la  presión  de  los  movimientos  de  extensión  que  ejerce 
el  embrión  en  su  interior,  despliégase  delicadamente  y  acom- 
paíía  á  este  último  durante  el  primer  período  de  su  vida,  en  el 
plasma  sanguíneo. 

Los  embriones  así  descritos  viven  durante  un  tiempo  in- 
determinado en  la  sangre  del  perro  filarioso,  sin  posibilidad 
ninguna  de  desarrollarse  ulteriormente  mientras  permanezcan 
en  ti  huésped  vertebrado,  donde  se  encuentran  los  gusanos 
adultos  que  los  han  producido. 

¿En  qué  forma  efectúase  su  migración?  ¿De  qué  manera 
y  por  cuál  camino  pueden  llegar  á  penetrar  en  otro  huésped  ó 


-  348  — 

conservarse  vivos  en  ambiente  distinto,  y  por  fin  infectar  otros 
perros? 

Galeb  y  Pourquier  aseguraron  haber  observado  en  un  caso 
la  transmisión  de  los  embriones  de  la  sangre  de  la  madre  á 
los  perros  recién  nacidos.  Aun  admitiendo  la  posibilidad  de 
este  modo  de  transmisión,  nada  nos  explicaría,  ni  sería  sufi- 
ciente para  darnos  razón  de  la  manera  cómo  algunos  de  estos 
embriones  tan  numerosos  llegan  al  estado  y  forma  de  nemato- 
des  adultos.  De  todos  modos,  yo  no  creo  en  la  posibilidad  de 
esta  transmisión  á  través  de  la  placenta;  y  fundo  esta  opinión 
en  argumentos  de  analogía  con  lo  que  pasa  con  el  hematozoa- 
rio  de  La  verán;  en  razones  fisiológicas  y  morfológicas,  al  con- 
siderar el  modo  de  formación  de  los  distritos  vasculares  del 
feto  en  correspondencia  con  los  vasos  de  la  placenta  materna, 
y,  sobre  todo,  en  la  observación  personal  de  una  perra  fila- 
riosa,  que  dio  á  luz  en  Diciembre  de  1903,  y  cuyos  cachorros 
(examinados  en  el  Instituto  de  Alfonso  XIII  en  Madrid)  es- 
taban por  completo  exentos  de  embriones  circulantes  en  la 
sangre  (1). 

En  1879,  Bancroft  comunicó  haber  observado  embriones, 
probablemente  de  Filaría  immitis,  en  el  cuerpo  de  ciertos  pio- 
jos, Tricbodectes  lahis,  ya  considerados  como  huéspedes  inter- 
medios de  la  Taenia  cocitmerina  del  perro.  Sin  embargo,  debió 
tratarse  de  un  error  en  la  indicación  de  esta  especie  de  ecto- 
parásito,  pues,  como  es  fácil  observar  directamente — y  queda 
en  la  actualidad  fuera  de  duda  —  \ob  Trichodectes  [Ax(\\\\^- 
teros  ápteros  y  parásitos  malófagos),  no  chupan  nunca  la  san- 
gre ni  penetran,  en  modo  alguno ;,  á  través  de  la  piel  del  perro, 
sobre  el  que  tienen  su  asiento:  sólo  se  limitan  á  carcomer  y 
roer  la  superficie  cutánea  y  los  pelos. 

Sonsino,  en  1888,  rectificó  el  error  y  aseguró  que  debía  tra- 
tarse, en  el  caso  de  Bancroft,  de  un  Haematojmius  (H.  pili' 
fer) ,  habiendo  observado  el  mismo,  por  su  parte,  embriones 


(1)  La  perra  era  filariosa  desde  siete  meses  por  lo  menos.  La 
autopsia  (en  Febrero  1904)  demostró  la  presencia  de  7  gusanos 
adultos  en  el  corazón  derecho  (3  machos  y  4  hembras). 


—  849  — 

de  Filaría  immitis  en  estos  insectos,  así  como  en  las  pulgas 
de  los  perros  (Piilex  serraticeps). 

Mas  las  investigaciones  posteriores  de  Grassi,  del  mismo 
Sonsino  y  otros,  demostraron  que  los  embriones  encontrados 
en  los  insectos  de  los  géneros  Pulex  y  Haematopinus  (en  és- 
tos muy  escasos  y  quizás  accidentales),  pertenecen  á  una  es- 
pecie de  Filaria  del  perro,  distinta  por  completo  de  la  F.  im- 
mitis, y  que  Grassi  llamó  F.  recóndita. 

El  mecanismo  de  transmisión  de  los  embriones  de  F.  itn- 
mitis  ha  sido  determinado  por  Grassi  y  Noé  en  1900.  Du- 
rante el  año  de  1903,  aprovechando  la  circunstancia  favora- 
ble de  encontrarme  en  una  comarca  de  España  donde  abun- 
dan los  perros  fílanosos,  al  mismo  tiempo  que  llevé  á  cabo 
las  investigaciones  antes  referidas  sobre  la  morfología  de  los 
embriones,  repetí  las  experiencias  de  Noé;  y  de  los  resultados 
obtenidos,  doy  cuenta  al  describir  en  su  conjunto  el  proceso 
evolutivo  de  la  Filaria  immitis  y  el  modo  de  difusión  de  este 
parásito,  desde  los  perros  que  ya  le  hospedan  á  los  perros 
sanos. 

Si  se  examina  la  distribución  de  las  zonas  ó  regiones  en  que 
se  hallan  perros  con  embriones  en  la  sangre  (embriones  —  que- 
da entendido  —  de  F.  immitis)  ^  se  observa  en  seguida  que  és- 
tas corresponden  casi  siempre  con  sitios  de  paludismo  endémi- 
co; cuando  menos  trátase  de  lugares  donde  abundan  ciertas  es- 
pecies de  Dípteros  de  la  familia  Culicidse.  Al  hacer  el  examen 
de  gran  cantidad  de  estos  Dípteros  encontráronse  los  prime- 
ros investigadores  con  que  algunos  entre  ellos —  pocos,  relati- 
vamente,—  pertenecientes  á  la  sub-familia  Aiiophelinae  ^  hos- 
pedaban en  los  tubos  malpigianos  gran  número  de  embriones 
de  nematodes,  los  cuales,  con  un  estudio  más  detenido,  se  re- 
conocieron por  formas  de  desarrollo  (formas  larvales)  de  una 
Filaria  de  la  sangre.  De  aquí  á  la  prueba  experirnental  y  de- 
mostración biológica  de  la  transmisión  de  la  Filaria  immitis 
del  perro  por  medio  de  los  mosquitos,  el  paso  fué  breve. 

Existía  el  precedente  de  las  observaciones  de  Bancroft,  y, 
sobre  todo,  de  Patrick  Manson,  acerca  del  paso  de  la  Fila- 
ría Bancrofti,  en  su  período  larval,  por  el  organismo  del 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Octubre,  1905.  24 


-  350 

Culex  ciliaris  (C.  pipiens,  en  general).  Sin  embargo,  es  opor- 
tuno poner  de  relieve  que  la  hipótesis  sostenida  por  Manson 
y  sus  discípulos  sobre  el  fundamento  de  estos  hechos  (es  de- 
cir, de  la  existencia  de  un  período  de  desarrollo  larval  en  el 
organismo  del  mosquito),  consistía  en  admitir  que  las  larvas, 
llegadas  á  cierto  límite  de  su  evolución,  pudieran  ser  deposi- 
tadas en  las  aguas  por  los  mismos  mosquitos,  ó,  mejor  dicho, 
caer  en  el  agua  al  morir  las  hembras  de  estos  Dípteros,  según 
suele  ocurrir  durante  la  puesta  de  los  huevos;  y  luego  pasar  al 
organismo  del  hombre  por  medio  del  agua  que  las  contuviera. 
Tratábase,  por  tanto,  de  una  hipótesis  fundada  en  la  analogía 
con  los  hechos  observados  por  Fedtschenko,  bajo  la  dirección  é 
inspiración  de  Leuckart,  y  que  tanta  luz  han  traído  sobre  la 
transmisión  de  la  Filaría  medinensis  ( Dracunculiis  medi- 
nensis. 

La  determinación  exacta  del  mecanismo  de  transmisión  de 
la  Filaría  immiiis  en  los  perros,  ha  servido  luego  para  modi- 
ficar también  los  conceptos  de  P.  Manson  y  de  sus  discípulos 
sobre  el  modo  de  penetración  de  la  F.  Bancrofii  en  el  orga- 
nismo del  hombre. 

7,  Ya  hemos  dicho  que  al  examinar  directamente  (según 
los  métodos  y  la  técnica  que  más  adelante  se  indicarán)  un 
número  bastante  crecido  de  mosquitos  de  la  sub-familia  Ano- 
phelinae,  y  más  especialmente  de  la  especie  Ánopheles  claviger 
(sinónimo  maciiUpennis ) ,  allí  donde  se  encuentren  perros  fíla- 
nosos pueden  hallarse  en  algunos  ejemplares  los  embriones  de 
Filaría  ímmítis  en  su  período  de  desarrollo  larval. 

La  proporción  de  mosquitos  infectados  (1)  no  supera  casi 
nunca  (en  verano),  el  4  por  100  de  los  examinados.  Si  el  pe- 
ríodo de  desarrollo  en  que  se  encuentran  las  larvas  de  Pilaría 
en  el  mosquito   es  aun   muy  atrasado,  no  podremos  llevar  á 


(1)  Esta  palabra  no  es  apropiada  ni  admisible,  pues  debe  re- 
servarse para  indicar  los  organismos  atacados  por  gérmenes  bac- 
téricos en  general.  En  este  caso  mejor  diríase  parasitados ,  adop- 
tando un  vocablo  ya  corriente  entre  los  franceses;  no  me  atrevo, 
sin  embargo,  á  introducirlo  en  la  lengua  castellana. 


—  351  — 

cabo  un  experimento  de  inoculación,  que  nos  dé  la  prueba  de 
su  evolución  definitiva  en  el  organismo  del  perro  (huésped 
vertebrado).  Mas  si  encontramos  casualmente  las  larvas  ya 
por  completo  desarrolladas,  esparcidas  en  la  cavidad  general 
del  cuerpo  y  en  el  lahium  mismo  del  mosquito,  entonces  po- 
dremos —  dilacerado  ya  el  díptero  —  trasladarlas,  vivas  y  mó- 
viles, durante  breves  momentos,  en  pocos  centímetros  cúbicos 
de  solución  fisiológica  de  Na  Cl,  y  luego,  lo  más  pronto  posi- 
ble, inocularlas  por  una  puntura  cutánea,  por  una  herida  su- 
perficial, que  apenas  haga  sangre,  en  el  tejido  conjuntivo  de 
un  perro  sano,  previamente  examinado. 

Esta  experiencia,  de  difícil  actuación  en  las  circunstancias 
y  con  el  método  antes  indicado,  puede  llevarse  á  cabo  en 
modo  más  completo  y  más  demostrativo,  haciendo  picar  un 
perro  filarioso,  que  presente  abundantes  embriones  en  la  san- 
gre periférica,  por  cierto  numero  de  mosquitos  del  gen.  Ano- 
pheles.  Algunos  de  ellos,  se  utilizarán  como  testigos,  exami- 
nándolos sucesivamente  en  distintas  fechas^  para  observar  el 
desarrollo  de  las  larvas  de  Filarla:  los  demás,  alimentados  con 
frutos  y  agua,  en  la  forma  que  se  indicará,  se  destinarán  á  que 
piquen,  en  el  momento  oportuno  —  determinado  por  la  obser- 
vación metódica  de  los  testigos —  otro  perro,  sano,  en  el  cual 
podremos  investigar  la  suerte  tocada  á  las  larvas  salidas  del 
mosquito,  ya  esperando  que  aparezcan  en  la  sangre  los  embrio- 
nes producidos  por  los  gusanos  adultos  (si  es  que  macho  y 
hembra  llegan  á  fecundarse),  ya  con  la  autopsia,  buscando  di- 
rectamente en  los  tejidos  y  órganos  las  Filarlas  en  su  nueva  y 
terminal  fase  de  evolución  biológica. 

Cuando  un  mosquito  de  la  sub-familia  Anophelinae,  habien- 
do picarlo  al  perro  filarioso,  introduce  en  su  tubo  digestivo, 
mezclados  con  la  sangre  chupada,  los  embriones  de  Filaría 
immitis^  éstos,  penetrados  á  través  de  faringe  y  esófago  en  el 
estómago  ó  intestino  medio  del  mosquito,  se  dirigen  hacia  las 
desembocaduras  de  los  cinco  tubos  de  Malpíghi  (véase  figu- 
ra 15),  que  constituyen  el  sitio  de  elección  para  su  desarrollo 
en  el  huésped  invertebrado. 

La  migración  de  los  embriones  desde  el  Mamífero  (perro)  al 


^  352.  ~ 

Díptero,  debe  considerarse,  por  tanto,  como  migración  pasivas 
sólo  en  su  primera  parte,  en  su  primer  período,  mientras  la 
faringe  del  mosquito,  provista  de  musculatura,  dilatándose  y 
contrayéndose  sucesivamente,  empuja  la  sangre,  y  con  ésta  los 
embriones  chupados,  hacía  el  reservorio  y  el  estómago.  Mas 
desde  ahora,  y  en  este  punto,  empiezan  los  movimientos  acti- 
vos de  los  embriones,  para  introducirse  en  los  tubos  de  Mal- 
pighi,  que  ábrense,  como  es  sabido,  en  el  límite  entre  el  ins- 
testino  medio  y  el  posterior. 

Las  razones  ó  causas  de  esta  adaptación  parasitaria,  especí- 
fica, para  los  tubos  de  Malpighi,  son  muy  obscuras  y  comple- 
jas. En  realidad  hay  que  advertir  que  un  gran  número  de  em- 
briones se  pierde  y  muere  pasando  al  intestino  posterior,  arras- 
trado con  la  corriente  del  líquido  ingerido  á  veces  en  exceso; 
y  siendo  eliminado  así  por  la  abertura  anal;  otros  mueren  en  la 
misma  cavidad  del  estómago,  cuando  la  mezcla  de  la  sangre  se 
ha  alterado  química  y  físicamente.  Los  embriones  que  llegan  á 
penetrar  en  los  tubos  de  Malpighi,  en  núoaero  siempre  muy 
considerable,  dotados  aun  de  movimientos  vivísimos,  destro- 
zan las  paredes  celulares,  destruyen  la  membrana,  producen 
lesiones  muy  notables  en  el  mismo  citoplasma  de  todas  las  cé- 
lulas, hasta  que  ya  van  deteniéndose  en  sus  movimientos  y  ce- 
san éstos  por  fin,  á  las  veinte,  veinticuatro  y  treinta  horas. 
Entonces  se  encuentran  los  embriones,  fijos,  encerrados  dentro 
de  los  cuerpos  celulares  que  revisten  las  paredes  de  los  tubos 
de  Malpighi,  revueltos  muchos  de  ellos,  todos  casi  por  com- 
pleto inmóviles. 

Los  tubos  malpigianos  de  los  Culícidos  en  general ,  hállanse 
constituidos  por  una  capa  cilindrica  de  grandes  células  (evi- 
dentemente células  glandulares)  que  rodean,  ó,  mejor  dicho, 
determinan  ellas  mismas,  un  canalículo  ó  conducto  central, 
cerrado  en  la  extremidad  periférica  ó  libre  (extremidad  del 
tubo  que  flota  en  el  lacunoma  ó  cavidad  general  del  cuerpo, 
como  en  el  esquema  fig.  2,  lám.  I),  y  abierto  al  otro  extremo, 
desembocando  en  el  intestino.  Una  delgada  capa  cuticular  es- 
triada sirve  de  límite  entre  los  elementos  celulares  y  el  cana- 
lículo central. 


III 


ñg.  22. 


><^' 


W 


^ 


ñg.  22.a 


F,g.  22. b 


t-. 


c.^efv. 


y  Ifml.  post'. 


Fig    24.  bis. 


tí.  /'iU.i/tií/a  J¿1- 


Jil.3lasíji 


"  -'^^/  MiZd/'CC^''. 


Jíec.-íauf  cundíi.'\ 


—  '353 


Esta  disposición  ó  estructura  normal  sufre  profundas  modi- 
ficaciones y  daños  irreparables  bajo  la  acción  de  los  parásitos. 
No  sólo  desaparece,  dilacerada  y  rota,  la  capa  cuticular  ante- 


n 


VI 


IV* 


Figura  18. —  Esquema  que  representa  las  distintas  y  sucesivas  fases  de 
desarrollo  de  los  embriones  de  Filaría  immitis  durante  el  período  lar- 
val en  los  tubos  de  Malpighi. 
Primer  periodo. — I-III. 
Segundo  periodo. — IV. 
Tercer  periodo. — V. 
Cuarto  periodo. — VT. 

Demuestra  las  relativas  proporciones  en  los  momentos 

I 
sucesivos :  aum.  


dicha,  sino  que  los  embriones  de  Filaría  immitis  reducen  en 
pocas  horas  casi  todas  las  células  de  los  tubos  de  Malpighi  á 
porciones  mínimas  de  citoplasma  que  rodean  un  núcleo  ape- 
nas visible  cerca  de  la  membrana  basal  que  constituye  la  pa- 


.—  354  — 

red  externa  del  órgano.  Si  el  organismo  no  resiste,  y  no  se 
produce,  con  los  restos  de  los  cuerpos  celulares,  una  rápida 
regeneración  de  estos  órganos,  el  díptero  muere  al  cabo  de 
pocos  días,  el  huésped  cae  víctima  del  parásito.  En  efecto,  la 
mortalidad  de  los  Anopheles  que  se  infectan  con  la  sangre  de 
perros  fílanosos  es  grandísima:  llega  al  40-50  por  100.  Es  ésta» 
muy  probablemente,  una  de  las  causas  por  que  se  encuentran 
con  tanta  dificultad  mosquitos  que  hospeden  larvas  muy  des- 
arrolladas, en  los  .tubos  de  Malpighi,  ó  ya  salidas  de  estos  tu- 
bos y  libres  en  el  lacunoma. 

8.  Los  embriones  sufren  modificaciones  morfológicas  de 
mucho  relieve  durante  su  estancia  en  los  tubos  malpigianos.  Po- 
demos dividir  en  cuatro  períodos,  con  Noe,  el  desarrollo  lar- 
val de  estos  parásitos  (fig.  18). 

En  el  primer  período,  los  embriones  se  acortan  considera- 
blemente: desde  320-360  [j.  ó  más  (dimensión  de  los  embrio- 
nes circulantes  en  la  sangre),  se  reducen  á  135-140  a  (al  ter- 
cer día,  en  los  tubos  malpigianos).  Al  propio  tiempo,  aumenta 
el  diámetro  transversal.  Averiguase  un  característico  aumento 
en  las  dimensiones  de  la  vesícula  posterior^  que  se  ve  sobre- 
salir del  borde  cuticular,  en  extroflexión,  quedando  semejante 
disposición  durante  todas  las  sucesivas  fases  de  desarrollo. 

Al  tercero  ó  cuarto  día,  esto  es,  al  principiar  el  segundo 
período  de  desarrollo,  empiezan  las  larvas  á  crecer  otra  vez  en 
longitud.  Sus  movimientos  son  aún  reducidos  y  escasos.  Acór- 
tase y  repliégase  la  extremidad  caudal,  casi  formando  un  gan- 
cho, siendo  aprovechada,  muy  probablemente,  para  fijar  el 
cuerpo  á  las  células  de  los  tubos  malpigianos.  Los  esbozos  de 
los  varios  órganos  van  tomando  sus  propios  caracteres.  De- 
bajo de  la  cutícula  embrionaria  viene  constituyéndose,  entre 
tanto,  una  segunda  capa  cuticular,  que  representa  más  tarde, 
en  los  últimos  períodos,  la  verdadera  cutícula  larval.  La  glán- 
dula anterior  aparece  muy  clara,  con  su  abertura  exterior;  las 
distintas  porciones  del  intestino  anterior  y  medio  van  estable- 
ciéndose con  sus  propios  caracteres;  pero  la  comunicación  entre 
el  intestino  medio  y  el  posterior,  no  existe  aún  en  este  período. 
El  esbozo  de  los  órganos  sexuales  (gónade),  ya  constituido 


IV 


Laauíoma. 


'  Filar ia 


ü  PiJiaiUfft'  JU: 


íleo.  Míxul:Ctm<u(i'- 


^'h 


^ 


—  355  — 

por  un  pequeño  agrupamiento  de  células,  se  encuentra  en  co- 
rrespondencia del  límite  entre  el  intestino  anterior  y  el  intesti- 
no medio,  es  decir,  bastante  más  hacia  adelante  que  en  la  dis- 
posición morfológica  embrionaria.  Puede  verse  en  este  perío- 
do el  anillo  nervioso  periesofágico  ya  constituido.  Al  séptimo 
día  (tercer  período  de  desarrollo  larval)  se  nota  un  rápido 
alargarse  del  cuerpo,  que  llega  así  á  los  450-500  [x,  quedando 
el  diámetro  transversal  en  un  máximo  de  20  á  22  [x.  Desde  el 
noveno  ó  décimo  día,  ya  las  larvas  pueden  considerarse  como 
maduras  (cuarto  período);  los  órganos,  exceptuados  los  sexua- 
les, que  sólo  se  desarrollan  definitivamente  en  el  huésped  ver- 
tebrado, se  encuentran  perfectamente  definidos  en  el  pequeño 
cuerpo  larval.  La  cutícula  embrionaria  ha  sido  sustituida  por 
un  revestimiento  nuevo ;  se  ha  abierto  la  comunicación  entre  el 
intestino  medio  y  el  posterior,  y  con  la  rotura  de  la  vesícula 
posterior,  se  ha  establecido  la  de  todo  el  tubo  intestinal  con  el 
exterior  (abertura  anal).  Sin  embargo,  sólo  al  12.°  día,  los 
movimientos  aumentan  de  intensidad  y  vivacidad,  de  tal  suerte 
que  las  larvas  logran,  con  sus  golpes  repetidos,  romper  la 
continuidad  de  la  membrana  que  cierra  los  tubos  malpigianos 
en  su  extremidad  periférica.  Penetran  así,  ya  libres,  en  el 
lacunoma  (cavidad  general  del  cuerpo). 

La  cavidad  del  lacunoma  extiéndese  á  lo  largo  de  todo  el 
cuerpo  del  mosquito,  de  modo  tal  que  sus  prolongaciones  há- 
llanse  también  en  los  órganos  del  aparato  bucal.  Trátase  de  un 
sistema  cerrado,  como  es  natural  (celoma),  que  no  tiene  puer- 
ta de  salida  de  ninguna  clase.  En  estas  condiciones,  el  meca- 
nismo de  migración  de  las  larvas  maduras  desde  el  lacunoma 
del  mosquito  al  huésped  vertebrado,  averiguase  con  un  singu- 
lar artificio.  Penetradas  en  el  lacunoma,  según  queda  dicho, 
por  rotura  de  la  pared  de  los  tubos  de  Malpighi  (v.  lám.  IV), 
dirígense  en  breve  tiempo,  la  mayoría  de  ellas,  hacia  las  pro- 
longaciones de  la  cavidad  general  en  el  lahium  del  mosquito. 
El  espacio  que  en  correspondencia  del  labiutn  pueden  ocupar 
las  larvas  es  relativamente  pequeño,  estrecho;  y  puesto  que, 
por  otra  parte,  las  dimensiones  de  las  larvas  ya  maduras  son 
considerables  (pueden  llegar  á  900  jjl  ó  1  milímetro'  en  algu- 


-  356  — 

nos  casos),  encuéntranse  apretadas,  encerradas  entre  las  pa- 
redes del  lahium ,  que  aparece,  cuando  el  número  de  las  lar- 
vas es  crecido,  como  abultado,  ensanchado  en  sus  diámetros 
transversales.  A  veces  hállanse  allí  reunidas  seis,  ocho,  diez 
<5  más  larvas,  y  otras  ocupan  los  espacios  que  representan  la 
continuación  del  lacunoma  en  los  palpos:  muchas  deben  que- 
dar esparcidas  por  el  cuerpo  del  Díptero. 

Las  condiciones  antedichas  en  que  se  encuentran  las  larvas 
dentro  del  lahium,  explican  cómo  durante  el  acto  de  picar  el 
mosquito,  aumentada  en  modo  excepcional,  por  la  excesiva 
distensión  de  las  paredes,  la  fragilidad  del  lahium,  éste,  que 
repliégase  sobre  sí  mismo  en  la  forma  indicada  por  la  figura  57, 
se  rompa  y  deje  pasar  las  larvas. 

En  efecto,  cuando  el  mosquito  introduce  sus  piezas  perfo- 
rantes en  el  cutis  del  mamífero  (perro),  constantemente  el  la- 
hium repliégase  debajo  de  los  estilos,  disponiéndose  con  una 
curva  de  convexidad  muy  acentuada,  á  veces  constituyendo 
un  ángulo  muy  agudo  (fig.  19);  y  más  anteriormente,  donde  la 


;  ^s-¿. 


Figura  19. — Esquema  que  representa  la  disposición  del  Labium  (Lab.) 
respecto  de  las  piezas  perforadoras  (Est.)  del  mosquito  en  el  momento 
de  picar. 


punta  del  labium  en  contacto  con  las  piezas  perforantes  replié- 
gase otra  vez,  según  demuestra  la  figura  19,  encuentran  fácil 
salida  las  larvas,  á  través  de  las  paredes  dilaceradas,  y  fácil- 
mente penetran  por  la  herida  cutánea  en  la  sangre  ó  en  el  tejido 
conjuntivo  subcutáneo  del  huésped  vertebrado. 


Fig.28 


ñg.  28  bis 


—-iní. 


ü.  J'Uía/u^u  ,IU: 


Nti-  .-lr,i{¿.  aWuúr.< 


^  357  ^ 

Este  mecanismo  de  transmisión,  desde  luego  muy  singular, 
ha  sido  puesto  en  duda  por  algunos  investigadores,  especial- 
mente por  Low  y  por  la  Escuela  de  Medicina  tropical  de  Li- 
verpool, si  se  exceptúa  el  Dr.  Dutton,  muerto  recientemente 
en  África,  y  cuyas  acertadas  observaciones  en  éste  como  en 
otros  puntos  de  la  Biología  y  Patología  tropical,  le  hacían 
acreedor  á  la  más  alta  consideración  en  el  campo  científico. 
La  opinión  de  Sambon  (Liverpool)  sobre  el  modo  con  que  las 
larvas  maduras  de  Filaría  Bancrofti  (del  hombre),  que  se 
desarrollan  en  el  gen.  Qúlex,  penetran  desde  los  músculos  to- 
rácicos á  través  de  la  pared  faríngea  del  mosquito,  en  la  por- 
ción anterior  y  terminal  del  tubo  digestivo,  para  llegar  así  di- 
rectamente, con  el  líquido  de  las  glándulas  salivales,  en  la 
sangre  ó  en  el  tejido  subcutáneo  del  hombre,  no  podría  de  nin- 
guna manera  hacerse  extensiva  á  la  transmisión  de  las  larvas 
de  F.  immitis,  que  no  se  encuentran  localizadas  en  la  misma 
forma  de  aquéllas,  en  los  tejidos  del  huésped  invertebrado 
(mosquito).  Por  mi  parte,  la  juzgo  errónea  también  por  lo  que 
toca  á  la  Filaría  Bancrofti  ^  y  por  las  observaciones  y  los  ex- 
perimentos llevados  á  cabo  en  estos  últimos  años,  creo  que 
el  mecanismo  de  transmisión  de  las  larvas,  tanto  de  F.  immi' 
lis  como  de  F.  Bancrofti,  desde  el  mosquito  al  huésped  de- 
finitivo, se  reduce  al  que  hemos  descrito  en  sus  momentos 
principales,  en  los  párrafos  anteriores  (1). 

Ya  penetradas  en  el  huésped  definitivo  (que  en  el  caso  de 
la  Filaría  immitis  es  el  perro),  por  la  picadura  del  mosquito, 
las  larvas  maduras,  cuya  morfología  corresponde  por  completo 
á  la  de  los  gusanos  adultos  (si  se  exceptúan  los  órganos  sexua- 
les), empiezan  á  crecer  lentamente  en  sus  dimensiones,  hasta 
que  alcanzan,  al  cabo  de  algunos  meses,  las  propias  y  caracte- 
rísticas de  estos  nematodes  en  su  última  fase  de  desarrollo. ' 

9.  Puede  ocurrir  que  la  picadura  de  un  mosquito  infectado 
introduzca,  en  el  tejido  subcutáneo  ó  en  la  sangre  del  perro, 


(1)  Discutiremos  más  adelante  también  una  reciente  interpre- 
tación del  Dr.  Mario  Lebredo  (Cuba)  sobre  el  mecanismo  de  mi- 
gración de  las  larvas  maduras  de  F.  Bancrofti. 


-  358  - 

larvas  del  solo  sexo  masculino  ó  femenino  (mejor  dicho ,  larvas 
que  darán  lugar  á  individuos  adultos  de  sexo  masculino  6  fe- 
menino). En  estos  casos  —  que  de  todos  modos  deben  ser  rarí- 
simos, aunque  no  faltan  observaciones  ya  publicadas  sobre  el 
particular  —  se  encuentran  sólo  á  la  autopsia  los  gusanos  adul- 
tos, y  éstos  en  escaso  número  por  lo  general:  nunca  se  presen- 
tan los  embriones  en  la  sangre,  porque  no  ha  podido  efectuar- 
se la  fecundación  (caso  de  Silva  Araujo,  Brasil,  1878). 

El  número  de  los  embriones  que  suelen  encontrarse  en  los 
perros  filariosos  es  á  veces  grandísimo.  Delafond  y  Gruby  cal- 
cularon que  llegasen  á  224.000  en  un  caso  de  su  observación; 
mas  no  cabe  duda  de  que  superan  esta  cifra  muy  á  menudo, 
sobre  todo  cuando  se  trata  de  perros  viejos,  que  hayan  vivido 
mucho  tiempo  en  el  mismo  sitio ,  en  condiciones  abonadas  para 
la  reinfección.  Así  es  que  un  perro  enfermo,  hematúrico,  ede- 
matoso y  parésico  de  las  extremidades  posteriores,  que  yo  tuve 
ocasión  de  observar  en  Navalmoral  de  la  Mata  (Cáceres),  y 
pertenecía  al  Jefe  de  estación  en  dicho  pueblo,  contenía  en 
su  sangre,  por  lo  menos,  300.000  embriones  de  Filaría  im- 
mitis.  (Examen  comparativo  con  el  cuenta-glóbulos  de  Thoma 
Zeiss). 

Fundándose  en  el  extraordinario  número  de  perros  infecta- 
dos que  se  encuentran  en  India  y  en  China,  P.  Manson  consi- 
dera como  inofensivo  este  parásito.  Desde  luego,  esta  opinión 
es  errónea.  Los  perros  jóvenes  soportan  relativamente  bien  la 
presencia  de  los  gusanos  adultos  en  los  grandes  vasos,  y  casi 
sin  molestia  ninguna  cuando  se  hallan  localizados  en  el  tejido 
conjuntivo  subcutáneo.  Pero  si  el  número  de  los  gusanos  adul- 
tos aumenta  por  nuevas  y  repetidas  inoculaciones,  lo  cual  su- 
cede casi  constantemente  en  comarcas  donde  abundan  los 
Anopheles  y  cuando  los  perros  duermen  en  el  campo,  al  descu- 
bierto, en  chozas  ó  corrales,  y,  por  consiguiente,  también  el 
número  de  embriones  que  se  vierten  en  la  sangre  es  muy  con- 
siderable, nunca  se  sustraen  los  huéspedes  á  las  manifestacio- 
nes de  lesiones  más  ó  menos  graves,  de  los  aparatos  circulato- 
rio, urinario  y  nervioso.  A  veces,  como  en  el  caso  ya  indicado 
de  Navalmoral,  hállanse  reunidos  síntomas  distintos:  edemas. 


--  359  — 

hematuria,  paresis  y  parálisis  parciales,  paraplegias.  La  muer- 
te puede  ser  repentina. 

En  Italia  y  en  España,  la  cantidad  de  los  gusanos  adultos 
que  se  encuentran  á  la  autopsia  de  perros  filariosos  (con  em- 
briones en  la  sangre)  no  suele  ser  muy  considerable.  Raras  ve- 
ces pasa  de  10  ó  15,  excepcionalmente  de  20  6  25  gusanos  en 
los  grandes  vasos  6  en  el  corazón.  Mas  en  los  trópicos,  suelen 
hallarse  en  número  muchísimo  mayor.  Baste,  para  hacerse  cargo 
de  ello,  tomar  en  cuenta  la  estadística  de  Lang  y  Noc,  acerca 
de  la  Filaría  immitis  en  Nueva  Caledonia: 

Sobre  12  casos: 

En  el  1.°—  96  gusanos  (40  (f  y  56  $) 
»  2.°—  52  »  (24  (f  y  28  9) 
»  3.°—  49  »  (22  cf  y  27  $) 
»  4.**— 153  »  (53  cf  7  100  $) 
»  5.°— 123  »  (46  (f  y  77  $) 
»  6.°— 156  »  (62  cf  y  94  9) 
»  IP—  23  »  (10  cf  y  13  9) 
»     8.°—   16        »       (        ?  ?     ) 

»      9.°  —  Cantidad   indeterminada,   muy   conside- 
rable. 

»  10.—  36  gusanos  (18  cf  y  18  9) 
»  11.—  64  »  (29  (^  y  35  9) 
»     12.—   20         »       (        ?         ?      ) 

La  fórmula  hemoleucocitaria  sufre  modificaciones  variables, 
que  no  me  ha  sido  posible  reducir  á  un  tipo  fijo  y  constante,  á 
pesar  de  numerosas  investigaciones.  Lang  y  Noc  sostienen  que 
existe  siempre  hiperleucocitosis  (desde  8.000  (p.  m.'')  leuc.  nor- 
males, hasta  30.000  (p.  m.')  en  los  perros  infectados,  con  mu- 
chos embriones  en  la  sangre  periférica),  y  que  dicho  aumento 
del  número  de  glóbulos  blancos  está  representado  esencial- 
mente por  leucocitos  polinucleares,  con  manifiesta  eosinofilía. 
Pero  en  realidad ,  la  hiperleucocitosis  de  los  perros  filariosos  es 
transitoria^  accesional,  nada  permanente  y  menos  caracterís- 
tica de  lo  que  podría  suponerse  al  tomar  en  consideración  los 
datos  de  los  dos  citados  autores. 


—  360  — 

-  10.  Aunque  a  priori  pudiera  juzgarse  imposible  la  vida,  y 
sobre  todo  el  desarrollo  de  los  embriones  de  F.  iminitis  en 
otro  ambiente  que  no  fuera  la  sangre  del  huésped  vertebrado  y 
el  organismo  del  huésped  intermediario  (mosquito),  sin  em- 
bargo, parecióme  sumamente  interesante  una  tentativa  de  ex- 
perimentación, para  mantener  en  vida  y  estudiar  las  posibles 
transformaciones  de  estas  formas  en  el  agua,  en  el  tubo  diges- 
tivo de  otros  insectos,  etc. 

Por  una  incisión  en  la  vena  marginal  de  la  oreja  de  un  perro 
filarioso,  recogíanse  algunas  gotas  de  sangre  directamente  ó 
por  medio  de  una  pipeta  previamente  calentada,  en  dos  centí- 
metros cúbicos  de  solución  fisiológica  de  Na  Cl  (sol.  0,75  ^/oq)^ 
á  38°.  Seguros  de  que  debía  encontrarse  cierto  número  de  em- 
briones en  el  liquido,  procedíamos  á  su  examen  cada  cuarto  de 
hora  ó  cada  media  hora,  manteniéndole  en  estufa  á  la  tempe- 
ratura de  38°. 

En  estas  condiciones  —  completamente  artificiales  y  desde 
luego  difíciles  en  extremo  de  averiguarse  casualmente — los 
embriones  quedaban  vivos  durante  algunas  horas  (lo  más  cua- 
tro horas  y  media):  al  cabo  de  doce  horas  había  empezado  con 
toda  claridad  el  proceso  histolítico;  los  cuerpos  embrionales 
hallábanse  depositados  en  el  fondo  del  líquido. 

Empleando  el  agua  pura,  la  muerte  de  los  embriones  deter- 
minábase rápidamente. 

Nunca  he  podido  observar  más  que  alteraciones  regresivas 
en  la  estructura  del  cuerpo  embrional. 

Repetidas  veces  recogí  sobre  perros  infectados  de  F.  immi- 
tis ,  con  abundantes  embriones  en  la  sangre,  ejemplares  de 
Pulex  serraticeps  llenas  de  sangre,  y  que  por  tanto  debían 
contener  embriones.  En  efecto,  algunos  de  éstos  hallábanse 
mezclados  con  la  masa  sanguínea,  al  parecer  inertes,  sin  que 
me  haya  sido  posible  encontrar  formas  de  desarrollo  en  los  ór- 
ganos ó  tejidos  de  los  insectos.  Tampoco  me  ha  sido  posible 
observar  las  formas  larvales  de  la  Filaría  recóndita,  cuyos  em- 
briones presentaban,  sin  embargo,  algunos  perros  en  su  sangre. 

11.  Es  oportuno  completar  la  exposición  de  estos  hechos 
con  algunas  observaciones  interesantes. 


—  361  — 

Las  filarías  que  se  encuentran  en  el  tejido  conjuntivo  de  los 
perros  (cuando  no  pertenecen  á  la  especie  F.  recóndita),  pa- 
recen desarrollarse  más  lentamente  y  alcanzan  por  lo  general 
menores  dimensiones  con  relación  á  las  que  —  habiendo  pene- 
trado muy  probablemente  en  el  instante  mismo  de  la  picadura 
del  mosquito,  en  un  vaso  capilar — hállanse  en  los  grandes 
vasos  6  en  el  corazón.  Sin  embargo,  los  adultos  son  sexualmente 
maduros  y  las  hembras  pueden,  por  tanto,  producir  embriones 
mucho  antes  de  llegar  á  las  dimensiones  que  se  consideran 
como  medias  de  la  especie  de  estos  Nematodes.  En  efecto, 
pueden  observarse  hembras,  llenas  de  huevos  fecundados  y 
de  embriones,  y  que  no  superan  los  10  centímetros  de  largo. 

El  estudio  de  la  fina  anatomía  de  los  Nematodes  en  general^ 
y  muy  en  particular  de  estos  parásitos,  permite  cerciorarse  de 
una  condición  estructural  muy  interesante,  esto  es,  que  el  or- 
ganismo de  estos  seres  resulta  de  un  número  relativamente  es- 
caso de  grandes  células,  algunas  de  dimensiones  verdadera- 
mente considerables.  Muy  probablemente,  no  hay  ulterior 
multiplicación  celular,  no  hay  proceso  histogénico,  después  del 
que  se  averigua  y  cumple  durante  el  desarrollo  larval  en  el 
huésped  intermedio,  en  el  mosquito;  si  se  exceptúa,  como  ya 
se  ha  dicho  repetidas  veces,  el  que  corresponde  á  la  formación 
definitiva  y  constitución  del  aparato  sexual. 

En  los  tubos  malpigianos  del  mosquito,  algunas  larvas  van 
sujetas  á  un  proceso  degenerativo,  representado  por  una  infil- 
tración de  pequeños  cuerpecitos  (¿depósitos  cristalinos?)  ama- 
rillos y  pardos  á  lo  largo  de  todo  el  cuerpo  larval,  hasta  que 
éste  queda  como  encerrado,  incapsulado  en  esta  capa,  deter- 
minada muy  probablemente  por  el  huésped  (quizás  por  el  lí- 
quido propio  de  los  tubos  de  Malpighi).  Según  parece,  la 
muerte  de  las  larvas  precede  constantemente  al  fenómeno  de 
la  degeneración  pardo-amarilla  antes  indicado. 

Las  condiciones  de  ambiente  (temperatura)  en  que  se  en- 
cuentre el  huésped  (mosquito) ,  así  como  ciertas  circunstancias 
biológicas  (ovificación,  método  de  alimentación,  etc.),  influyen 
considerablemente  sobre  el  desarrollo  de  las  larvas  en  el  orga- 
nismo del  díptero. 


—  362  ' 

Mas  acerca  de  estos  extremos  volveremos  con  más  detalles, 
al  ocuparnos  de  la  técnica  para  el  estudio  de  los  mosquitos. 
En  efecto,  es  oportuno,  antes  de  hablar  de  la  Filariasis  hu- 
mana, fijar  bien  nuestros  conceptos  y  adquirir  claros,  aunque 
elementales,  conocimientos  sobre  los  Dípteros  de  la  familia 
Culicidae,  que  tanto  nos  interesan  como  transmisores  de  estos 
parásitos. 

BIBLIOGRAFÍA 

Bancroft  (Th.  L.).—  Preliminary  note  on  the  intermediaryhost 
of  the  Filaría  immitis  Leidy  (Journal  and  Proceeding  of 
the  E.   Soc.  N.  S.  Wales,   XXXV,   1901,  reproducida  en 
The  Journal  of  Trop.  med.,  15  de  Octubre  de  1901,  p.  347). 
Blanchard  (R.)- — I^^s  migrations  des  filaires  du  sang. 

(Bull.  Acad,  Méd.,  París,  1900,  núm.  21). 
ErcOlani  (G.  B.).—  Osservazioni  elmintológiche  sulla  dimorfo 
biosi ,  sulla  F.  immitis,  etc. 
(Bolonia,  1885,  1  t.) 
JliANZiLLOTTi  BuoNSANTi  ( A. ).  —  Sulle  alterazioni  che  producono 
gli  embrioni  di  F.  immitis  e  su  una  cisti  con  F.  immitis 
nel  connettivo  intermusculare  del  cañe. 
(La  clínica  veterinaria,  Milano,  1881). 
NoÉ  (G. ).  —  Sul  ciclo  evolutivo  della  Filaría  Bañero f ti  (Cobbold) 
e  della  F.  immitis  Leidy. 

(Roma,  1901,  con  tres  láminas). 
(Rendic.  Accad.  d.  Lincei,  1901-1902,  passim). 
PiTTALUGA  (Dr.  G.).—  Sugli  embrioni  delle  filarie  del  cañe.  (Ar- 
chivos latinos  de  Medicina  y  Biología,  Madrid,  1903,  20  Oc- 
tiibre,  con  una  lámina). 
Observaciones  morfológicas   sobre  los  embriones  de  las  Fila- 
rías del  perro.  (Filaría  immitis  Leidy). 

(Madrid,  Trabajos  del  Laborat.  de  Invest.  biol.  de  la  Un. 
de  Madrid  ,  III ,  Marzo  1904), 
(Revista   de    Medicina    tropical,    Habana,    Octubre-Noviem- 
bre 1904). 
EivOLTA  (S.).  —  Relazíoni   fra   gli   embrioni    di   F.   immitis  del 
sangue  del  cañe  ed  alcune  lesíoní  patológiche.  (Giornale 
d'Anatomía  Fisiol.  e  Patol.  degli  Animali,  Pisa,  1877). 
Silva  Arau.jo.—  Filaría  immitis  et  F.  sanguinolenta,  (ed.  fran- 
cés, Lyon,  1878. 
SoNSiNO  (P.).— Richerche  sugli  ematozoi  del  cañe  (A.  della  Soc. 
toscana  d.  Scíeuze  nat.,  V.  X,  1868). 


índice 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  NÚMERO 


PÁGS. 

XI.— Quermes  mineral.  Nuevos  estudios,  por  D.  Gabriel 

de  la  Puerta 2G9 

XII.— Sobre  la  representación  simbólica,  por  complejas 
imaginarias,  de  las  magnitudes  sinusoidales,  por 
José  M.  de  Madariaga 287 

XIII. —  Estudios  acerca  de  los  Dípteros  y  de  los  parásitos 
que  transmiten  al  hombre  y  á  los  animales  do- 
mésticos, por  el  Dr.  Gustavo  Pittaluga 292 


La  subscripción  á  esta  Revista  se  hace  por  tomos  completos, 
de  500  á  600  páginas,  al  precio  de  6  pesetas  en  España  y  6  francos 
en  el  extranjero,  en  la  Secretaria  de  la  Academia,  calle  de  Val- 
verde,  núm.  26,  Madrid. 

Precio  de  este  cuaderno ,  2  pesetas. 


REVISTA 


DE     LA 


REAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


.  DE 


MADRID 


(Noviembre  de  1905.) 


MADRID 

IIÍPBEIÍTA    DE    LA    "GACETA    DE    MADRID,, 

CALLE   DE    PONTEJOS,   KÚM.    8. 

1905 


ADVERTENCIA 


Los  originales  para  la  Revista  de  la  Academia 
se  han  de  entregar  completos,  en  la  Secretaria  de 
la  Corporación,  antes  del  dia  20  de  cada  mes, 
pues  de  otro  modo  quedará  su  publicación  para 
el  mes  siguiente. 


—  3G3  - 


XIV. — Don  José  Ramón  Luanco. 

Por  José  Rodríguez  Moürelo 

A  5  de  Abril  de  este  año  de  1905,  falleció  en  su  retiro  de  la 
asturiana  villa  de  Castropol,  donde  naciera  en  1825,  el  señor 
D.  José  Ramón  Fernández  Luanco,  que  desde  1886  era  miem- 
bro correspondiente  de  la  Real  Academia  de  Ciencias  Exactas, 
Físicas  y  Naturales,  Pasó  Ja  vida  enseñando,  y  al  cabo  de 
cincuenta  años  de  magisterio,  tornóse  á  descansar  en  aquellos 
placenteros  lugares  donde  viera  la  luz  primera,  después  de 
haber  pertenecido  á  las  Escuelas  y  Universidades  de  Sevilla, 
Oviedo,  Santiago,  Madrid,  Zaragoza  y  Barcelona;  que  la  suer- 
te llevóle  de  una  en  otra  á  los  comienzos  de  su  carrera.  Trabajó 
mucho  en  cuestiones  de  Química  práctica,  en  la  que  fué  habi- 
lísimo; practicó  cuidadosos  análisis,  á  los  que  debió  los  princi- 
pios de  la  justa  fama  de  que  gozaba ;  escribió  acerca  de  diversas 
materias  con  elegancia  suma;  notabilísimo  erudito  en  achaques 
de  Alquimia,  buena  parte  de  la  dilatada  y  copiosa  labor  de  su 
vida,  tuvo  por  objeto  la  patriótica  empresa,  casi  siempre  logra- 
da, de  allegar  materiales  para  la  historia  científica  de  España. 

Tocóle  asistir  á  la  renovación  de  las  ideas  en  materias  cien- 
tíficas y  correspóndele  parte  principal  en  las  transformaciones 
de  la  enseñanza  de  la  Qaímica;  que  nadie  igualó  su  diligencia 
en  propagar  y  enseñar  los  fundamentos  de  la  doctrina  atómica, 
de  la  que  siempre  fué  partidario.  Luanco,  al  igual  de  sus  com- 
pañeros y  camaradas,  que  llegaron  á  ser  Catedráticos  notables  y 
excelentes  químicos ,  tuvo  mucho  de  reformador,  y  no  es  de  sus 
menores  méritos  el  haber  contribuido  á  crear  una  suerte  de 
medio  científico,  tan  reducido  y  limitado  como  se  quiera,  pero 
que  ha  tenido  marcado  influjo  en  el  desarrollo  de  nuestra  cul- 
tura. Aficionar  á  los  alumnos  al  laboratorio  y  á  los  experimen- 
tos, enamorarlos,  si  así  vale  decir,  de  las  maravillas  de  la  Quí- 
mica, es  abrir  el  camino  que  conduce  á  las  investigaciones  y 
descubrimientos  originales. 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III,— Noviembre,  19(S.  25 


—  3C4  — 

Desgraciadamente  aquellos  esfuerzos  meritísimos  y  aquellos 
afanes  de  los  maestros  de  ciencias  experimentales,  no  tuvieron 
eficacia  de  momento  ó  acaso  la  lograron  ya  tardía  y  á  destiem- 
po; quizá  también  vinieron  retrasados,  y  siendo  reflejo  de  otra 
cultura  extranjera,  muy  superior  á  la  nuestra,  pudo  faltarles  la 
nota  personal  y  de  originalidad,  y  en  tan  laudable  obra  había 
mucho  del  espíritu,  de  las  ideas  y  hasta  de  la  letra.de  los  Pro- 
fesores de  nuestros  Profesores.  Es  menester  tener  en  cuenta 
cómo  al  medio  científico,  hecho  á  otras  disciplinas  intelectua- 
les en  su  mejor  parte,  y  por  lo  general  indisciplinado  tocante  á 
las  de  las  ciencias  experimentales,  hasta  le  repugnaban  sus 
doctrinas  y  hacía  todo  lo  posible  por  no  aprenderlas.  Habíase 
creado  un  estado  de  violencia  y  desequilibrio  social,  tristísima 
herencia  de  horribles  guerras,  que  no  consentía  hacer  nada  á 
derechas  en  materias  de  cultura;  el  continuo  y  nunca  acabado 
mudar  de  régimen  político;  los  cambios  absurdos  de  procedi- 
miento; la  transición  de  un  sistema  á  otro,  que  demanda  larga 
labor  educativa  de  los  pueblos;  el  aislamiento  tradicional  en 
que  hemos  vivido  y  aun  queremos  vivir,  sin  participar  en  la 
soberana  obra  científica  de  los  tiempos  presentes ,  todo  ello 
junto  y  mezclado  con  los  defectos,  que  nadie  pretendía  corre- 
gir, del  carácter  nacional ,  eran  parte  bastante  para  descorazo- 
nar al  más  animoso,  y  suficiente  para  dar  al  traste  con  los  ma- 
dores esfuerzos  y  las  mejores  voluntades. 

Mal  se  acomodan  con  la  inquietud  en  el  vivir  y  con  la  nece- 
sidad de  tener  puesta  y  distribuida  la  atención  á  la  vez  en  mu- 
chas cosas  heterogéneas,  el  trabajar  é  investigar  en  materias 
de  ciencia  experimental,  que  la  reclaman  toda  entera  y  piden 
su  dominio  absoluto.  Obra  de  transformación  social,  de  per- 
feccionamiento continuo  en  todos  los  órdenes,  es,  sin  duda,  la 
labor  científica;  mas  sus  principios  y  fundamentos,  aunque  sig- 
nifiquen tremendos  combates,  prolongadas  luchas  en  las  que  es 
seguro  el  vencimiento  de  la  idea  nueva,  y  profundas  mudanzas 
en  el  modo  de  constituirse  pueblos  y  sociedades,  han  de  ser 
descubiertos  y  formulados  en  la  santa  paz  y  en  la  dulce  quietud 
de  los  laboratorios. 

Fué  Luanco  de  los  contados  maestros  que  se  penetraron  de 


-  365  - 

ello;  y  apóstol  convencido,  predicó  coa  el  ejemplo,  ejerciendo, 
con  sin  igual  celo,  las  funciones  docentes,  consagrándose  lue- 
go de  haberlas  cumplido  á  los  trabajos  de  laboratorio,  que  de 
tan  buena  manera  sabía  compartir  con  los  de  erudición  y. aun 
servíanle  para  restaurar,  en  lo  posible,  la  castiza  nomenclatu- 
ra científica,  en  tan  mala  hí>ra  olvidada.  Con  muy  escasa  com- 
pañía al  principio  de  su  carrera,  tenaz  y  firme  en  su  propósito, 
tocóle  asistir  y  tomar  parte  en  la  tarea  de  preparar  el  camino, 
de  crear  aficiones  y  despertar  entusiasmos  por  la  Química,  que 
tuvo  siempre  sus  preferencias;  disponiendo  de  limitadísimos 
elementos  y  no  los  más  adecuados  para  cierto  linaje  de  expe- 
rimentos, su  ingenio  supo  resolver  problemas  analíticos  de  tan- 
ta dificultad  como  el  reconocimiento  de  los  meteoritos,  y  ejer- 
citarse en  otros  de  carácter  industrial,  á  semejanza  de  la  ex- 
tracción del  iodo;  aprovechando  con  arte  singular  los  medios 
de  trabajo  que  había  á  mano  y  supliendo  con  rara  habilidad  los 
más  perfectos,  hizo  notables  análisis  de  las  aguas  potables  de 
Oviedo  y  redactó  importantes  Memorias  acerca  de  la  fabrica- 
ción de  la  sidra  por  fermentación  del  zumo  de  la  manzana  y  de 
los  modos  de  producir  el  gas  de  la  hulla  y  utilizarlo  en  el  alum- 
brado público.  Y,  enseñando  siempre,  aplicándose  á  la  labor 
experimental,  entretenía  su  juventud,  contribuyendo  al  des- 
arrollo de  la  cultura  patria,  tratando  de  formar  el  medio  más 
apropiado  para  el  desarrollo  de  las  ciencias ,  muy  distante  to- 
davía de  sus  mayores  esplendores. 

Por  suerte,  á  la  educación  científica  de  Luanco  precedió  el 
estudio  que  se  llamaba  de  humanidades  y  nunca  abandonó  las 
aficiones  clásicas,  y  así  cuidó  mucho  la  forma  de  sus  escritos  y 
puso  empeño  en  que  el  lenguaje  fuese  castizo  y  elegante,  sin 
perjuicio  de  la  exactitud  y  claridad  de  las  doctrinas  que  expo- 
nía ó  de  los  propios  trabajos  que  pretendía  dar  á  conocer.  De 
ello  es  la  mejor  prueba  el  Compendio  de  las  lecciones  de  Quí- 
mica general,  excelente  Tratado  dispuesto  con  arreglo  á  las 
teorías  modernas,  que  durante  bastantes  años  sirvió  de  texto 
en  la  mayor  parte  de  las  cátedras  de  España. 

Consecuencia  de  semejante  cultura  clásica  fué,  sin  duda,  la 
obra  de  erudición  que  ocupó  buena  parte  de  la  vida  de  Luanco,' 


-  366  — 

No  se  limitaron  sus  cuidados  ni  se  concretó  su  solicitud  en  este 
orden  á  la  rebusca  de  noticias  y  al  acopio  y  clasificación  de  da- 
tos y  pormenores;  pudo  entretenerle  esta  labor  preliminar  bas- 
tante-tiempo ,  en  cuanto  es  indispensable  para  acometer  mayo- 
res empresas  de  verdadera  investigación  crítica  que  era  su  ob- 
jeto, mas  nunca  túvola  por  principal.  Así,  el  trabajo  relativo  á 
la  Alquimia  en  España,  es  sólo  conjunto  de  materiales,  aco- 
piados y  elegidos  conforme  eran  encontrados,  con  objeto  de 
hacerlos  punto  de  partida  y  base  de  estudios  críticos  é  indica- 
ciones precisas ,  tocante  á  los  antecedentes  históricos  de  las 
ciencias  experimentales  *n  nuestra  patria.  En  cambio,  el  dis- 
curso acerca  de  Ramón  Líiil,  considerando  como  alquimisin, 
que  leyó  en  la  Academia  de  Ciencias  Naturales  y  Artes  de  Bar- 
celona, y  que  puede  considerarse  como  un  estudio  definitivo 
de  la  representación  del  doctor  iluminado  respecto  de  las  cien- 
cias experimentales,  y  la  carta  relativa  á  la  patria  del  famoso 
Arnaldo  de  Vilanova,  deben  ser  consideradas  obras  sintéticas, 
de  mucha  y  buena  doctrina,  en  las  que  Luanco  aprovechó  á 
maravilla  la  copiosa  erudición  que  durante  varios  años  había 
acumulado. 

Tal  variedad  de  trabajo,  que  entretuvo  la  nunca  cansada  ac- 
tividad del  reputado  químico,  supo  hacerla  compatible  con  sus 
deberes  de  Catedrático,  cuyo  celo  y  entusiasmos  por  la  ense- 
ñanza no  decayeron  un  punto  y  antes  parecían  exaltados  con 
el  tiempo,  y  llegó  á  enlazar  y  unir,  sin  soluciones  de  continui- 
dad, la  experimentación  y  la  erudición,  la  cotidiana  labor  en 
la  cátedra  y  en  el  laboratorio  y  el  minucioso  y  pesado  estudio 
de  manuscritos  y  libros,  indagando  en  aquellos  papeles  viejos 
las  noticias  y  datos  que  había  menester  para  allegar  los  mate- 
riales de  nuestra  historia  científica.  Por  eso  fueron  de  tanta 
cuantía  y  de  tales  méritos  los  trabajos  de  Luanco  en  este  sen- 
tido, que  bien  puede  considerársele  iniciador  de  semejante  li- 
naje de  investigaciones ,  cuya  importancia  y  utilidad  no  preci- 
san encarecimientos. 

En  la  misma  diversidad  de  las  aptitudes  y  trabajos  está  in- 
dicado cómo  ha  de  ser  tratada  y  considerada  la  personalidad 
científica  de  Luanco.  Intentaré  presentarla  brevemente,  fijan- 


—  3G7  — 


dome  en  lo  más  saliente  de  su  labor  y  en  los  rasgos  peculiares 
del  carácter  del  ilustre  maestro,  cuya  vida  se  ha  consagrado 
entera  á  la  tarea  de  la  enseñanza  en  la  cátedra,  en  el  laborato- 
rio y  en  el  libro,  con  los  mayores  afanes,  nunca  desmayada  so- 
licitud y  desinteresados  propósitos. 


No  será  menester  repetir  que  D.  José  Ramón  Luanco,  cuya 
familia  era  de  la  villa  de  donde  deriva  su  apellido,  pació  en  la 
de  Castropol  en  el  año  de  1825.  Siguiendo  la  costumbre  de  en- 
tonces, comenzó  su  instrucción  por  las  disciplinas  clásicas  y  de 
humanidades,  que  debieron  ser  muy  de  su  gusto,  pues  no  dejó 
de  cultivarlas  y  fué  extremado  en  conocerlas,  y  tan  versado  en 
ellas,  que  la  influencia  de  aquellos  estudios  es  patente  en  cuan- 
tos llevó  á  término  durante  su  vida,  y  en  verdad  no  fueron  es- 
casos. Desde  1838  contól-í  la  Universidad  de  Oviedo  entre  los 
alumnos  de  Filosofía,  habiendo  recibido  en  aquella  famosa  Es- 
cuela el  primer  grado  académico  de  Bachiller;  impulsado  por 
su  vocación,  estudió  luego  las  Matemáticas  y  se  consagró  de  ca- 
mino á  la  Literatura,  aprovechando  juntamente  las  enseñanzas 
universitarias  y  los  sólidos  conocimientos  de  humanidades,  que 
eran  singulares  y  fundamentales  en  Luanco.  Que  no  bastaron 
para  satisfacer  sus  ansias  de  saber  los  metódicos  y  regulados 
cursos  de  las  aulas  ovetenses,  demuéstralo   el  que   acudiese  á 
cátedras  particulares  y  buscase  en  estudios  privados  y  en  su 
propia  é  individual  aplicación ,  aquella  suma  de  conocimientos 
que  anhelaba  y  aquella  sólida  base  de  cultura  que  tan  á  maravi- 
lla supo  utilizar  en  los  mayores  empeños  científicos  de  su  vida, 
y  desde  los  comienzos  acertó  á  escoger  lo  provechoso  de  los 
elementos  tradicionales,  empleándolo  para  llegar  mejor  al  co- 
nocimiento de  lo  nuevo  y  es,  en  tal  sentido,  excelente  ejemplo 
de  cuánto  valen  ciertos  fundamentos  de  cultura  clásica,  cuando 
de  ellos  se  sabe  sacar  partido,  aun  tratándose  de  cosas  que  en 


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apariencia  están  muy  alejadas  de  los  estudios  llamados  de  hu- 
manidades. 

Llegó  el  año  de  1846_,  que  señala  para  Luanco  el  comienzo 
de  la  carrera  profesional,  que  empezó  siendo  alumno  pensiona- 
do de  la  Escuela  Normal  de  Ciencias,  fundada  á  semejanza  de 
la  francesa,  de  gloriosísima  historia.  Allí  es  donde  se  deter- 
minan sus  inclinaciones  por  la  Química,  que  cultivó  con  pro- 
vecho toda  la  vida,  sin  dejar  de  la  mano  tampoco  las  aficiones 
literarias  y  eruditas;  pero  la  Química,  que  en  aquellos  años 
acrecía  grandemente  su  caudal  de  invenciones  y  descubrimien- 
tos, le  atrajo  y  cautivó,  entreteniendo  toda  la  actividad  del  jo- 
ven aprendiz  de  Catedrático,  que  para  serlo  había  ganado  su 
plaza  en  la  Escuela  Normal.  Mas  quiso  la  mala  ventura  del 
continuo  mudar,  característico  de  nuestras  leyes,  que  tal  cen- 
tro de  Enseñanza  fuese  suprimido,  antes  de  advertir  sus  pro- 
vechos 6  de  remediar  sus  inconvenientes,  y  á  Luanco  quedóle, 
como  gran  merced,  una  pensión  de  lo  más  reducido  é  insigni- 
ficante que  puede  imaginarse  y  el  esperar  otros  tiempos  y  otras 
reformas  que  le  consintiesen  aplicar  y  utilizar  los  conocimien- 
tos adquiridos  y  acabar  de  formarse,  practicando  con  tranqui- 
lidad en  un  laboratorio  de  Química. 

Hasta  1850  tuvo  que  aguardar  para  ser  nombrado  Ayudan- 
te de  las  Cátedras  de  Física  experimental  y  Química  general 
en  la  Universidad  de  Oviedo,  y  en  semejante  puesto,  prepa- 
rando las  cotidianas  lecciones,  experimentando  é  investigando 
de  continuo  y  supliendo  Cátedras,  á  veces  durante  dos  años 
consecutivos,  tuvo  su  actividad  campo  en  que  ejercitarse,  las 
dotes  nativas  de  su  ingenio  pudieron  desarrollarse  y  las  aficio- 
nes del  novel  químico  hallar  satisfacción  cumplida.  Un  año  des- 
pués aparecían  con  frecuencia  en  El  Ovetense,  periódico  muy 
curioso,  primorosos  artículos  científicos  y  literarios  que  firma- 
ba un  Dalmiro ,  cuyos  escritos  y  otros  que  se  les  parecían  mu" 
cho,  de  cierto  Carlos,  podían  leerse  también  en  El  I  omento 
de  Asturias.  Dalmiro  y  Carlos  eran  Luanco  con  sus  puntas  y 
ribetes  románticos,  que  sabía  atender  con  no  igualada  diligen- 
cia al  cuidado  del  laboratorio  y  á  las  obligaciones  de  la  cáte- 
dra, y  quedábale  tiempo  para  estos  trabajos  de  imaginación, 


-  3G9  — 

tan  útiles,  provechosos  y  educativos  en  los  años  de  aprendiza- 
je científico,  cuando  no  es  llegada  la  reflexión  y  madurez  que 
demandan  las  investigaciones  originales. 

Un  trabajo  de  Luanco  señalaré  ahora  por  ser  quizá  el  pri- 
mero que  le  tocó  llevar  á  cabo  fuera  de  la  esfera  oficial  y  aca- 
démica: por  los  años  de  1852  ocurrióle  á  cierto  industrial  de 
Oviedo  iluminar  con  gas  el  café  que  explotaba  y  trató  de  mon- 
tar una  fábrica,  sólo  para  tal  objeto,  inmediata  de  aquel  esta- 
blecimiento. Como  era  caso  nunca  visto,  se  solicitó  parecer  de 
personas  competentes,  y  entre  ellas,  de  los  químicos  de  la 
Universidad,  correspondiéndole  á  Luanco  ser  el  Secretario  de 
la  Comisión  formada,  y  no  tuvo  el  proyecto  partidario  más  en- 
tusiasta ni  defensor  más  ardoroso;  estudió  á  fondo  el  asunto, 
hizo  pruebas,  buscó  datos  y  antecedentes,  se  esforzó  en  pre- 
sentar las  ventajas  del  nuevo  sistema,  y  tanto  acertó  en  su  In- 
forme, que  andando  el  tiemj)0  sirvió  de  base  y  fundamento 
para  establecer  el  alumbrado  por  el  gas  de  la  hulla  en  la  capital 
de  Asturias. 

Son  de  la  misma  época  otros  estudios  de  importancia,  y  de 
ellos  el  más  citado  el  que  lleva  este  título:  Consideraciones 
acerca  de  las  circunstancias  en  que  debe  fermentar  el  zumo 
de  la  manzana  en  la  preparación  de  la  sidra,  impreso  en 
Oviedo  el  año  de  1853  y  es  obra  de  mucha  utilidad,  conte- 
niendo para  su  tiempo  grandes  novedades ;  porque  no  debe  ol- 
vidarse que  fué  compuesta  cuando  se  sabía,  á  lo  sumo,  res- 
pecto de  la  manera  de  obrar  los  fermentos,  si  acaso  los  prime- 
ros esbozos  de  aquella  teoría  del  contacto  á  la  que  dio  forma 
definitiva  el  gran  genio  de  Liebig.  Poca  era  entonces  la  expe- 
riencia de  Luanco  en  achaques  de  investigaciones  químicas; 
sus  mismos  estudios  mejor  iban  encaminados  hacia  la  ciencia 
pura  y  no  se  detenían  en  cierto  linaje  de  aplicaciones;  no  obs- 
tante, como  el  caso  de  la  sidra  referíase  á  una  industria  que 
en  Asturias  tiene  grandísima  importancia,  prestóle  toda  su 
atención  consagrándole  muy  detenido  estudio,  con  el  fin  de 
desterrar  malas  prácticas  inveteradas,  aconsejando  otras  de 
eficaces  y  seguros  resultados.  Acaso  pretendió  el  químico  de- 
mostrar así  la  necesidad  de  lo  que  el  vulgo  ignorante  llama  con 


—  370  — 

desdén  ciencia  teórica ,  para  llegar  á  la  práctica  racional  de  las 
industrias,  que  sin  aquella  guía  degeneran  hasta  convertirse  en 
indigesto  fárrago  de  empíricas  recetas,  remora  de  todo  ade- 
lanto y  tradicional  obstáculo  de  todo  progreso. 

Iniciase  en  1855  la  peregrinación  de  Luanco  por  las  Uni- 
versidades españolas,  que  no  cesó  hasta  que  dio  en  la  de  Bar- 
celona en  1868;  en  el  primero  de  los  años  citados  ganó  por 
oposición  la  cátedra  de  Química  aplicada  á  las  Artes  en  la  Es- 
cuela industrial  de  Sevilla,  y  sin  tiempo  á  posesionarse  de  ella 
nuevas  oposiciones  diéronle  el  puesto  de  Catedrático  de  Quí- 
mica general  en  la  Universidad  de  Oviedo,  que  era  el  colmo 
de  sus  ambiciones.  Vivo  está  todavía  el  recuerdo  del  maestro 
y  no  se  ha  extinguido  la  memoria  de  aquel  Profesor  cuya  sen- 
cilla y  correctísima  palabra  persuadía  siempre,  de  aquel  dies- 
tro experimentador,  dotado  de  habilidad  suma,  que  acertaba 
sin  vacilar  con  las  mejores  demostraciones,  llevando  con  ellas 
el  convencimiento  al  ánimo  de  los  oyentes  y  discípulos.  Pasa- 
do el  largo  y  trabajoso  aprendizaje,  cuando  Luanco  ocupóla 
cátedra,  era  ya  afamado  Profesor  y  notoria  su  pericia  en 
la  Química  práctica;  así,  desde  el  comienzo  de  sus  lecciones 
había  de  demostrar,  junto  con  las  dotes  nativas ,  aquel  caudal 
de  ciencia  y  aquella  habilidad  manual  en  la  ejecución  de  los 
experimentos,  que  fueron  los  caracteres  distintivos  de  su  en- 
señanza. Fué  un  maestro  apasionado  de  la  ciencia  que  profe- 
saba; en  la  clásica  sobriedad  de  la  palabra,  en  la  sencillez 
hermosa  de  la  frase  había  los  mismos  entusiasmos  que  an- 
dando el  tiempo  tuvo  para  él  el  hallazgo  de  un  manuscrito  in- 
teresante, entusiasmos  nunca  decaídos,  de  los  cuales  vile  las 
más  sinceras  y  espontáneas  manifestaciones  ante  el  resultado 
de  un  experimento,  y  eso  que  á  la  sazón  su  edad  tocaba  en 
los  lindes  de  la  vejez  y  abundantes  hilos  de  plata  adornaban  ya 
6U  cabeza. 

Que  no  era  suficiente  la  cátedra  para  entretener  toda  la  ac- 
tividad de  Luanco,  no  hay  para  qué  decirlo;  cumplía  como  pri- 
mera función  la  de  la  enseñanza  y  no  hubo  nadie  más  solícito 
y  cuidadoso  de  ella,  ni  quien  le  aventajase  en  interés  por  sus 
discípulos.  Mas  solicitábale  también  el  trabajo  del  laboratorio 


—  371  - 

en  el  que  fué  incansable  y  extremado,  no  dándose  reposo  en  la 
práctica  analítica  y  en  aquellas  investigaciones  en  las  que  su 
ingenio  muy  despierto  podía  suplir  de  algún  modo  la  escasez 
y  pobreza  de  los  medios  que  tenía  á  mano  para  todos  los  me- 
nesteres de  un  curso  experimental  con  su  complemento  de  in- 
vestigaciones originales. 

Grandísima  esperanza  había  de  tener  puesta  en  la  eficacia 
de  la  ciencia  y  mucha  fe  en  sus  propios  ideales  quien  traba- 
jaba hace  cincuenta  años  en  aquellos  menguados  lugares  que 
se  llamaban  laboratorios  de  Química,  tristes,  destartalados, 
por  lo  general  obscuros,  húmedos  y  lúgubres,  como  si  fuera 
necesario  operar  á  escondidas,  muy  lejos  de  la  gente,  en  apar- 
tados rincones;  cual  si  se  cometiera  horrendo  delito  preparan- 
do oxígeno  6  averiguando  la  riqueza  metál'ca  de  los  minerales. 
Sirva  esta  observación  para  entender  el  mérito  del  que  en  1857 
y  en  compaííía  del  benemérito  Profesor  de  Física  de  aquella 
Universidad  D.  León  Salmean  ,  emnrende  y  lleva  á  cabo  la  ta- 
rea del  análisis  químico  ( ompleto  de  las  aguas  potables  de 
Oviedo,  que  nuestra  Academia  publicó  en  el  tomo  VII  de  la 
Revista  de  los  progresos  de  las  Ciencias  exactas,  físicas  y  na- 
turales. Para  el  tiempo  y  con  los  medios  empleados ,  resultaba 
esta  obra,  ahora  de  práctica  corriente,  de  extremada  dificultad 
y  el  hacerla  bien  debe  considerarse  mérito  de  gran  aprecio; 
pues  eran  contados  los  verdaderos  analistas  que  en  Espaiía  ha- 
bía y  aun  de  ellos  pocos  se  consagraban  á  la  minuciosa  y  pesa- 
da labor  del  examen  de  las  aguas  y  sábese  cómo  las  potables  no 
son  de  fácil  análisis,  si  han  de  apreciarse  la  naturaleza  y  can- 
tidad  de  los  gases  y  separar  los  componentes  del  residuo  fijo, 
operando  de  continuo  con  muy  poca  cantidad  de  materia  sóli- 
da, después  de  haber  evaporado  mucha  agua. 

Vióse  libre  Luanco  de  las  influencias  que  sintieron  muchos 
químicos  españoles  de  su  tiempo.  Aquella  mísera  lobreguez  en 
que  se  veían  obligados  á  trabajar,  la  tristeza  que  engendraba 
la  soledad  en  que  practicaban  sus  experimentos,  el  forzoso  ais- 
lamiento en  que  vivían,  la  misma  pobreza  délos  medios  cuan- 
do su  pensamiento  se  elevaba  á  grandes  fines,  eran  parte  á  vol- 
verlos huraños,  agrios  y  malhumorados;  por  contraste  el  Pro- 


—  372   - 

fesor  de  Oviedo  era  alegre,  comunicativo,  decidor;  su  amení- 
sima y  variada  conversación  estaba  cuajada  de  agudezas  y  do- 
naires, y  siempre  con  oportunidad  y  gracia  refería  sucedidos, 
cuentos  é  historietas.  Gustó  de  la  sociedad  y  trato  de  gentes,  y 
su  laboratorio  fué  el  lugar  de  reunión  de  todos  los  compañe- 
ros, á  quienes  entretenía  con  sus  interesantes  relatos,  y  el  ha- 
blar no  le  impedía  atender  solícito  á  las  más  delicadas  opera- 
ciones de  la  Química  analítica. 

Jamás  llegamos  en  España  á  un  equilibrio  estable  en  mate- 
rias de  organización  de  la  enseñanza  y  por  uno  de  tantos  y  tan 
repetidos  cambios  bruscos,  que  son  de  lo  más  inconveniente  y 
perjudicial  que  puede  imaginarse,  fué  suprimida  la  Facultad 
de  Ciencias  en  la  Universidad  de  Oviedo  el  año  de  1860.  Dis- 
tribuido con  poco  acierto  el  personal  docente,  capole  en  suerte 
al  Profesor  de  Química  ocupar  la  cátedra  de  Algebra  superior 
y  Geometría  analítica  en  la  Universidad  de  Santiago,  y  para 
desempeñarla  con  aquel  laudable  celo  que  puso  siempre  en  la 
enseñanza^  volvió  Luanco  á  sus  estudios  de  Matemáticas,  y 
por  fortuna  eran  vastos  y  fundamentales  los  que  hiciera  años 
atrás  á  los  comienzos  de  su  carrera  profesional. 

Ya  había  llegado  su  fama  á  las  aulas  compostelanas,  donde 
los  antiguos  esplendores  aún  perduraban,  y  la  suerte  le  deparó 
el  encuentro  con  otrf)  Profesor,  admirable  maestro  de  Química, 
cuyas  lecciones  fuer')i  verdadero  y  acabado  modelo  de  clari- 
dad y  de  ciencia  y  cuantos  tuvimos  la  dicha  de  oirks,  jamás 
olvidaremos  á  aquel  perfecto  Catedrático;  rae  refiero  á  D.  An- 
tonio Casares,  y  no  he  de  dejar  pasar  la  ocasión  sin  tributar  á 
su  querida  memoria  el  homenaje  de  mi  gratitud,  que  no  es  me- 
nos sentida  por  ser  la  del  menor  de  sus  discípulos.  A  la  sazón 
era  grande  y  merecido  el  renombre  de  Casares:  había  analiza- 
do muchas  aguas  m^-dicinales  de  Galicia  y  no  pocos  minerales 
metálicos;  descubriera  con  Martínez  Alcibar  la  xaratita  y  la 
morenósita  en  el  cabo  de  Ortegal  y  determinara  su  formación 
mediante  alteraciones  de  sulfuro  natural  de  níquel;  en  su  labo- 
ratorio consiguiera  vitriolizarlo,  conforme  se  vitriolizan  los  sul- 
furos  de  cobre  y  de  hierro;  del  sulfato  formado  pasaba  al  hi- 
drato, que  reducido  daba  el  metal,  y  teuía  un   método  origi- 


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nal  para  obtener  el  níquel.  Era  un  experimentador  de  primer 
orden,  en  su  entendimiento  no  había  nieblas  y  aquella  claridad 
de  la  inteligencia  era  la  misma  de  su  palabra  en  la  cátedra  y 
con  admirable  precisión,  sin  vacilar  ni  un  instante,  como  si 
respondieran  á  las  evocaciones  de  su  voz,  las  más  instructivas 
demostraciones  prácticas  acompañaban  á  las  explicaciones  del 
maestro :  así  era  el  compañero  que  tuvo  Luanco  en  Com- 
postela. 

Beneficioso  sobremanera  hubiera  sido  para  nuestra  cultura 
científica  el  trabajo  unido  de  aquellos  dos  hombres  impulsados 
por  la  misma  idea  y  animados  de  idénticos  propósitos;  pero 
Luanco,  aunque  muy  versado  en  las  Matemáticas,  no  estaba  á 
gusto  en  la  cátedra  de  Algebra  superior  y  Geometría  analí- 
tica; su  vocación  era  la  Química,  y  químico  habíase  hecho  en 
el  laboratorio;  sacarlo  de  allí,  privarle  de  explicar  esta  ciencia 
que  llenaba  su  vida,  valía  tanto  como  echar  por  tierra  toda  su 
labor  y  todos  sus  ideales.  Perdía  al  amigo  y  se  alejaba  del 
maestro;  pero  con  júbilo  abandonó  la  Universidad  de  Santiago 
y  vino  á  Madrid  en  1862  para  desempeñar  interinamente  la 
cátedra  de  Química  inorgánica  en  la  Facultad  de  Ciencias,  tor- 
nándose á  sus  queridísimas  aficiones,  inaugurando  un  período 
de  gran  actividad,  en  el  que  no  se  dio  punto  de  reposo,  des- 
plegando sus  talentos  y  energías  en  multitud  de  ensayos  y  ex- 
perimentos importantes,  sin  arredrarle  lo  iexiguo  de  los  medios, 
ni  la  estrechez  y  ruindad  del  laboratorio,  que  tanto  debiera  re- 
cordarle, andando  el  tiempo,  los  de  aquellos  alquimistas  cuyos 
trabajos  recopiló  su  diligencia;  á  fuerza  de  ingenio  suplía  la 
penuria  de  elementos  de  experimentación  y  realizaba  intere- 
santísimos estudios. 

Otra  vez  volvió  á  Santiago  y  á  la  enseñanza  de  las  Matemá- 
ticas en  1865;  de  nuevo  cambió,  á  la  fuerza,  la  dirección  de 
sus  estudios  el  ambulante  Catedrático,  que  los  mal  aconsejados 
directores  de  la  enseñanza  pública  no  paraban  mientes  en  un 
traslado  más  ó  menos,  ni  les  importaba  gran  cosa  que  hubiera 
ó  no  Profesores  competentes  y  aficionados  á  la  ciencia  que  les 
correspondía  enseñar.  Este  ir  y  venir  de  una  en  otra  Universi- 
dad daba  al  traste  con  los  mejores  propósitos  de  Luanco;  no 


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lo  dejaban  sosegado  y  tranquilo,  y  á  pesar  de  ello,  hallaba 
modo  de  hacer  trabajos  de  tanta  cuantía  y  delicadeza  como  los 
referentes  á  los  aerolitos  caídos  en  Oviedo  y  en  Cangas  de 
Onís,  que  se  distinguen  por  la  minuciosa  precisión  de  las  de- 
terminaciones analíticas,  y  encontraba  momento  para  consa- 
grarse á  aquellas  sus  aficiones  eruditas  y  literarias ,  y  con  pa- 
ciencia de  bibliófilo  entendido  iba  formando  magnífica  colec- 
ción de  documentos  y  de  libros  raros  y  curiosos. 

Lejos  de  hallar  la  deseada  quietud  cuando  retornó  á  la  Uni- 
versidad compostelana,  á  los  dos  años  justos,  en  1867,  fué  su- 
primida la  Facultad  de  Ciencias  que  en  ella  había  y  trasladado 
Luanco  á  la  cátedra  de  Química  de  Zaragoza.  Un  año  después 
ocupaba  la  de  Química  general  en  la  Universidad  de  Barce- 
lona, encontrando  por  fin  la  anhelada  estabilidad;  pudo  en- 
tonces trabajar  tranquilo  y  cumplir  sus  deberes  de  maestro  con 
aquel  afán  y  puntualidad  que  fueron  sus  características;  ni  el 
ser  Decano,  ni  las  ocupaciones  inherentes  al  cargo  de  Rector, 
que  desempeñó  en  momentos  difíciles,  fueron  parte  á  hacerle 
abandonar  sus  discípulos,  su  laboratorio  y  sus  papeles  viejos: 
en  esto  hallaba  todas  sus  complacencias  y  satisfacciones.  De- 
cretada la  jubilación  de  los  Catedráticos  que  hubiesen  cumpli- 
do setenta  años,  el  22  de  Octubre  de  1900  dejó  el  rectorado 
D.  José  Ramón  Luanco,  y  aquel  mismo  día,  el  que  había  en- 
trado joven  en  la  Universidad  de  Barcelona,  explicó  viejo  la 
última  lección  de  Química  en  la  cátedra  de  sus  triunfos  y  llo- 
rando se  despidió  de  sus  discípulos.  Mas  tarde  volvió  los  ojos 
al  antiguo  hogar  y  allí  se  fué  en  busca  de  descanso,  tras  labo- 
riosa vida,  y  allí  murió  rendido  á  la  pesadumbre  de  los  años  y 
á  la  nostalgia  de  la  cátedra  y  del  laboratorio,  dejando  el  re- 
cuerdo de  la  ciencia,  que  poseía  como  pocos,  y  de  sus  bonda- 
des, que  eran  inagotables. 


Relatado  lo  principal  de  la  vida  de  Luanco,  falta  hablar  de 
su  variada  y  dilatada  obra.  De  lo  mejor  de  ella  sólo  queda  el 


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recuerdo;  consistió  en  las  lecciones  que  explicaba  á  diario  y  en 
la  conversación  científica  y  erudita,  á  la  que  era  muy  dado;  su 
labor  fué  principalmente  docente  y  educativa,  y  contados  serán 
los  que  en  ella  le  hayan  aventajado.  Su  cualidad  superior  es  la 
de  maestro  y  expositor  de  ciencia,  á  la  que  va  unida,  á  guisa 
de  complemento,  la  de  experimentador  ingeniosísimo,  y  así  la 
originalidad  de  Luanco  era  menester  verla  y  apreciarla  en  la 
cátedra  y  de  preferencia  en  las  lecciones  más  sencillas  que 
componía  y  aderezaba  con  arte  exquisito,  dándoles  novedad  y 
comunicándoles  extraordinario  atractivo,  valiéndose  de  las  más 
adecuadas  demostraciones  prácticas  al  alcance  de  todo  el 
mundo. 

A  la  obra  didáctica  de  Luanco  pertenecen  algunos  escritos 
suyos,  que  son  lo  permanente  que  de  sus  enseñanzas,  como 
Catedrático,  ha  dejado;  de  ellos  citaré  sólo  el  Compendio  y  las 
Lecciones  de  Química  general.  Bastantes  años  antes  de  publi- 
car los  libros  así  titulados,  hiciéraae  notar  como  partidario  y 
propagandista  de  las  doctrinas  atómicas,  y  acaso  fué  el  primero 
que  las  enseñó  en  España ,  poniéndolas  al  alcance  de  los  que 
comienzan  el  estudio  de  la  Química  y  ejercitándolos  con  mu- 
cho arte  en  el  uso  y  práctica  de  las  notaciones  modernas;  con 
el  mismo  objeto  tradujo  y  puso  en  excelente  castellano  la  re- 
nombrada obrita  de  Biélaz,  que  ha  sido  muy  consultada.  To- 
cante á  las  de  Luanco,  escritas  con  ánimo  é  intento  de  que  fue- 
ran guía  de  principiantes,  de  suerte  que,  luego  de  estudiarlas, 
pudieran  trabajar  por  sí  mismos  y  aprovechar  la  lectura  de  los 
grandes  y  fundamentales  Tratados  modernos,  aparte  de  la  ex- 
celencia de  la  doctrina,  tienen  como  características  lo  acerta- 
do de  su  disposición  y  método,  la  claridad  de  los  conceptos 
la  sencillez  y  tersura  del  lenguaje  y  aquel  estilo  clásico,  espa- 
ñol neto,  tan  apropiado  á  nuestra  prosa  científica  y  que  avalo- 
ra considerablemente  la  de  Luanco,  contribuyendo  á  la  mejor 
comprensión  de  la  doctrina. 

Merece  ser  notada  otra  circunstancia  en  sus  libros  de  texto. 
Si  cuidadoso  anduvo  respecto  del  lenguaje,  no  le  fué  en  zaga 
la  solicitud  puesta  en  españolizar  las  voces  nuevas  y  en  res- 
taurar, todo  lo  posible,  la  nomenclatura  nacional,  tan  olvidada 


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por  desgracia.  A  primera  vista  choca  leer  poso,  y  no  precipita- 
do, quemante ,  en  lugar  de  comburente,  y  otras  varias  denomi- 
naciones, sin  parar  mientes  en  que  son  las  propias  de  nuestro 
idioma  y  las  que  debemos  usar;  que  pudiendo  hacerlo,  nada  se 
pierde  con  aprender  la  Química  en  puro  español ,  y  es  de  ad- 
vertir como  así  se  enseñó  en  nuestras  Escuelas.  Con  haber 
sido  las  primeras  que  adoptaron  la  nomenclatura  que  todavía 
rige  en  la  ciencia,  los  maestros  pusieron  todo  su  cuidado  en 
buscar  y  determinar  las  equivalencias  de  los  nuevos  nombres 
en  español,  y  semejante  tendencia  siguióla  Luanco  en  los  ex- 
celentes Tratados  elementales  que  compuso. 

Bueno  será  advertir  cómo  al  lado  del  meritísimo  trabajo  di- 
dáctico de  la  cátedra  y  del  libro,  deben  ponerse  las  investiga- 
ciones originales  y  aquellas  observaciones  propias  relativas  á 
la  práctica  de  algunos  procedimientos,  como  las  modificacio- 
nes de  la  obtención  del  oxígeno  por  el  hipoclorito  de  calcio,  ó 
las  referentes  á  la  industria  del  iodo  encaminadas  á  abreviarla, 
suprimiendo  la  enojosa  y  pesada  incineración  de  las  algas.  No 
han  de  omitirse  en  el  presente  relato  los  repetidos  experimen- 
tos realizados  para  determinar  el  límite  de  la  sensibilidad  de 
los  reactivos  del  ácido  cianhídrico,  ni  los  ensayos^  que  nunca 
he  visto  publicados,  acerca  de  nuevos  métodos  para  obtener 
los  cloruros  de  fósforo,  en  cuya  labor  le  ayudé  el  año  de  1873 
en  el  laboratorio  de  la  Facultad  de  Ciencias  de  Madrid. 

Nuevos. lauros  conquistó  Luanco  con  el  estudio  de  los  me- 
teoritos. Primero  le  entretuvo  el  aerolito  caído  en  Oviedo  á  5 
de  Agosto  de  1856,  y  sus  investigaciones  publicólas  nuestra 
Academia  en  el  tomo  XVII  de  la  Revista  de  los  progresos  de 
las  Ciencias  Exactas,  Físicas  y  Naturales,  que  corresponde 
al  año  de  1867.  Empezó  determinando  la  densidad,  llegando 
al  núm.  3,59685,  y  separando  luego  la  parte  atacable  de  la 
inatacable,  hizo  su  análisis  completo,  que  no  es  empresa  fácil 
separar  unos  de  otros  y  pesarlos  ,  hasta  trece  cuerpos  distintos. 
Fué  base  el  análisis  referido  para  clasificar  el  aerolito  de 
Oviedo  en  el  grupo  de  la  luceita  de  Meunier,  que  pertenece  al 
tipo  de  los  esporadosidéreos ,  clase  de  los  oligosidércos.  Después 
ocupóle  el  aerolito  caído  en  Cangas  de  Onís  á  6  de  Diciembre' 


-^  377  — 

de  1866,  y  la  Memoria  en  que  se  consignan  los  resultados  del 
estudio  de  Luanco  está  publicada  en  el  totio  III  de  los  Anales 
de  la  Sociedad  Española  de  Historia  Natural,  que  es  el  del 
año  de  1874.  Para  peso  específico  de  la  piedra  halló  3^7044,  y 
en  el  análisis  separó  y  determinó  cuantitativamente  hasta  ca- 
torce componentes,  sirviendo  todo  ello  para  incluir  el  meteo- 
rito en  el  grupo  de  la  mesminita ^  del  mismo  tipo  y  clase  que 
el  anterior^  pareciendo  resultar  de  la  mezcla  de  la  luceita  y  la 
limeriquita.  Así,  el  análisis  químico  practicado  con  aquel  es- 
mero y  aquella  pulcritud  que  eran  tan  singulares  de  los  traba- 
jos de  Luanco ,  ayudó  sobremanera  para  determinar  y  clasificar 
las  rocas  meteóricas  caídas  en  Oviedo  y  en  Cangas  de  Onís. 

Con  la  labor  científica  docente  y  experimental  iba  siempre 
aparejada  la  labor  erudita  de  ciencia,  historia  y  literatura.  Hay 
en  la  vida  de  Luanco  un  hecho  decisivo  para  tal  linaje  de  in- 
dagaciones, en  las  que  fué  peritísimo,  y  es  su  conocimiento  y 
amistad  con  D.  Marcelino  Ménéndez  y  Pelayo,  que  es,  princi- 
palmente, nuestro  mayor  artista;  muy  mozo  era  cuando  cono- 
ció á  Luanco;  mas  éste,  al  tratarlo,  debió  sentir,  con  el  asom- 
bro que  siempre  produce  su  saber,  la  sugestión  que  sobre 
todos  nosotros  ejerce  aquel  tan  fino  y  superior  entendimiento, 
que,  sin  quererlo  el  mismo,  es  soberano  maestro  de  todo  tra- 
bajo intelectual,  del  pensar  recto  para  realizarlo,  del  bien  de- 
cir para  expresarlo.  Al  punto  debieron  entenderse:  Luanco  ya 
en  la  plenitud  de  la  edad,  práctico  en  la  enseñanza,  y  Menén- 
dez  y  Pelayo,  joven,  todavía  estudiante;  de  ello  son  testimonios 
la  parte  que  el  Catedrático  de  Química  escribió  en  el  libro  del 
homenaje  al  Catedrático  de  Literatura  y  la  dedicatoria  de  la 
obra  en  dos  tomos,  titulada  La  Alquimia  en  España. 

Ocupóse  en  ella  Luanco  con  particular  afición,  y  aparte  de 
esta  obra,  que  incompleta  y  todo  es  única  y  de  mucha  impor- 
tancia, cuéntanse  con^o  principales  trabajos  suyos,  pertenecien- 
tes á  la  materia,  el  discurso  acerca  de  Ramón  Lull,  la  carta 
referente  á  la  patria  de  Arnaldo  de  Vilanova  y  los  estudios  de 
metalurgistas  españoles.  En  torno  de  la  gran  figura  del  doctor 
iluminado  formóse  u-  a  verdadera  leyenda;  el  gran  polígrafo 
del  Blanquerna  debía  haberlo  hecho  y  descubierto  todo;  aún 


-  378  - 

ahora  muchos  libros  repiten  aquello  de  que  aisló  el  ácido  ní- 
trico, y  por  esta  atribución  y  por  varios  escritos  que  aparecie- 
ron con  nombre  suyo,  fué  considerado  como  alquimista  y  de 
los  de  mayor  cuantía,  al  punto  que  se  habla  en  la  Alquimia  de 
escuela  luliana.  Fué  costumbre  antigua  de  muchos  embaucado- 
res, falsitícadores  y  alquimistas  teóricos  y  prácticos,  trocar  sus 
nombres  por  los  de  grandes  sabios  y  filósofos  y  hay  en  plena 
Edad  Media  un  Moisés  y  un  Aristóteles,  muy  entretenidos  en 
buscar  la  piedra  filosofal  y  el  elixir  de  larga  vida,  y  á  lo  que 
infiero  de  mis  lecturas,  el  nombre  glorioso  de  Raimundo  Lulio 
parecíale  de  molde  para  encubrir  el  suyo  á  cierto  Raimundo  de 
Tárrega,  judío  acaso,  á  quien  no  convenía  mucho  usar  de  con- 
tinuo el  propio. 

De  sus  personales  investigaciones,  de  los  antecedentes  ya 
conocidos,  entre  los  cuales  se  han  de  contar  los  de  Ernesto 
Renán,  valióse  Luanco  para  componer  su  mejor  y  más  bella 
obra,  el  discurso  sobre  Ramón  Lull,  demostrando  que  nunca 
fué  ni  pudo  ser  alquimista,  y  anduvo  tan  acertado  en  las  prue- 
bas, las  presentó  tales  y  tan  bien  documentadas,  se  esforzó 
tanto  en  los  razonamientos,  puso  en  ellos  tal  fuerza  de  lógica, 
uniéndola  al  valor  positivo  de  los  datos  acopiados,  que  el  tra- 
bajo resultó  magnífico,  definitivo  y  sin  réplica  posible.  Tiene 
su  pareja  en  el  que  compuso  tratando  de  Arnaldo  de  Vilano- 
va,  médico  y  alquimista  en  esta  tierra  española  donde  se  cuen- 
tan los  adeptos  de  la  doctrina  trasmutatoria,  y  aun  de  estos 
pocos,  los  más  fueron  habilísimos  falsificadores  de  moneda. 
Donde  había  ricos  placeres  de  oro,  excelentes  minas  de  pla- 
ta, cobre^  plomo,  cinc,  estaño,  hierro  y  azufre  y  el  mejor  y 
más  abundante  criadero  de  azogue,  florecieron  en  todos  los 
tiempos  la  minería  y  la  metalurgia  y  no  podían  aclimatarse  y 
prosperar  las  prácticas  de  la  Alquimia,  reducidas  al  cabo  á 
unas  pocas  recetas,  casi  nada  modificadas  desde  tiempos  muy 
remotos.  Es  lástima  que  quien  en  el  discurso  de  Ramón  Lull  y 
en  la  carta  acerca  de  Arnaldo  de  Vilanova  expusiera  la  buena 
doctrina,  dejara  incompleta  la  labor;  en  La  Crónica  Cie?iiífica 
publicó  Luanco  noticias  y  fragmentos  de  escritos  alquimistas, 
que  sin  comentarios  ni  orden  cronológico  reunió  en  los  dos  vo- 


—  379  - 

lámenes  de  La  Alquimia  en  España;  son  matCTíales  para  ma- 
yores empresas,  algunos  tan  singulares  como  el  famosísimo  y 
leberíntico  Libro  del  candado,  que  publicó  completo  quizá  por 
vez  primera,  y  de  todas  suertes  constituyen  elementos  de  in- 
dudable valía  para  la  historia  científica  de  Eápaña. 

También  en  Za  Crónica  Científica  se  publicaron  los  estudios 
que  llevan  por  título  «Los  metalúrgicos  españoles  en  el  Nuevo 
Mundo» ;  datan  de  1888  y  se  refieren  á  D.  Juan  de  Alcalá  Amu- 
rrio  y  á  D.  Juan  del  Cerro  y  Segarra.  Son  á  manera  de  mono- 
grafías, poco  extensas,  riquísimas  de  datos  y  pormenores  su- 
mamente útiles  y  provechosos  para  el  conocimiento  de  la  parte 
más  interesante  de  la  historia  científica  de  España ,  por  re- 
ferirse á  labor  original  y  á  trabajos  prácticos  considerables 
proseguidos  durante  siglos  y  que  constituyen  la  gloriosa  conti- 
nuación y  los  esplendores  de  aquel  Arte  de  los  Metales,  cuyas 
tradiciones  nacionales  se  remontan  á  tiempos  antiquísimos. 
Claro  está  que  el  trabajo  de  Luanco  no  había  de  limitarse  á  lo 
publicado,  que  con  ser  excelente  prometía  mucho  más;  de- 
jólo incompleto,  conforme  quedó  La  Alcjuimia  en  España,  y 
aunque  sería  laudable  y  conveniente  el  continuar  ambas  obras, 
juzgólo  empresa  dificultosa  en  sumo  grado. 

Pudieran  resultar  bastante  mejor  trazados  el  carácter,  la  per- 
sonalidad y  la  significación  de  Luanco  tratando  del  pormenor 
de  su  trabajo,  labor  digna  de  ingenios  mayores  que  el  mío.  Es- 
tas notas  biográficas  han  de  tenerse  como  un  homenaje  al  maes- 
tro y  un  recuerdo  al  amigo  y  al  compañero  que  reposa  en  su 
pintoresca  villa  de  Castropol  donde  vio  la  luz  primera ,  y  así  la 
misma  tierra  en  que  nació,  á  la  que  tanto  amaba  y  de  la  que 
fué  historiador,  recogió  sus  despojos  cuando  le  rindieron  la 
pesadumbre  de  los  años  y  la  nostalgia  de  la  cátedra  y  del  la- 
boratorio. 


Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Noviembre,  1905.  26 


—  380  — 


XV.—  Ensayo  de  Óptica  geométrica. 

Por  Vicente  Floren  Acero. 

Preliminares. 

Relación  anaimónica  de  cuatro  puntos  A,  B,  C,  D,  situa- 
dos en  línea  recta,  es  el  cociente  de  las  relaciones  de  las  dis- 
tancias de  dos  de  ellos  á  los  otros  dos;  por  ejemplo  (fig.  1.*), 

AC      BC 


AD      BD 

Dados  tres  puntos  sobre  una  recta  y  el  sentido  positivo  de 
ésta,  podemos  determinar  la  posición  de  otro  punto  de  modo 


^.f  J'. 


J9 


que  la  relación  anarmónica  de  los  cuatro  tenga  en  magnitud  y 
signo  un  valor  dado;  es  decir,  que  si  nos  dan  A  .  D  j  C,  po-- 

•        T,j         ^                .           ^C       BC 
demos  determinar  B  de  modo  que  se  tenga : =  x, 

^  AD      BD 

Para  que  el  punto  B  sea  distinto  de  los  otros,  el  valor  de  x 
tiene  que  ser  distinto  de  O  -|-  1  é  co. 

Si  el  valor  de  x  es  igual  á  —  1,  entonces : = — 1 

^  AD     BD 

recibe  el  nombre  de  proporción  armónica,  y  se  dice  que  Ay  B 

son  conjugados  armónicos  con  relación  á  C  y  D. 

Un  haz  de  cuatro  rectas  determina  sobre  una  transversal 


-  Íi81  — 


cualquiera  cuatro  puntos  que  darán  una  relación  anarmónica; 
y  si  el  valor  de  ésta  es  —  1,  el  haz  se  llama  armónico. 


En  el  estudio  elemental  de  la  Óptica  geométrica  se  suponen 
siempre  los  rayos  que  caen  sobre  una  superficie  curva  infinita- 
mente cercanos  al  eje  principal;  en  este  supuesto,  y  con  las 
definiciones  anteriores,  se  simplifica  el  estudio  elemental  de 
esta  parte  de  la  Óptica,  basando  la  reflexión  en  la  proporción 
armónica  y  la  refracción  en  la  relación  anarmónica. 


Reflexión. 

Espejos  esféricos. —  Sea  (fig.  2.^)  E  un  espejo  esférico,  P/el 
rayo  incidente,  CI  la  normal,  IF  el  rayo  reflejado  y  TI  la 


J'JO- .     '<- 


á    n<i 


C       r     -E  T 


tangente  en  el  punto  de  incidencia;  estas  cuatro  rectas  forman 
un  haz  armónico  que  determina  sobre  una  transversal  Pl  (eje 
principal)  cuatro  puntos  P,  C,  F  y  T,  conjugados  armónicos. 
Si  el  espejo  es  de  gran  radio  y  poca  abertura,  el  punto  1 
puede  considerarse  como  confundido  con  E.  Consideraremos, 
por  tanto,  los  puntos  P  (punto  luminoso)  y  i^(foco)  como  va- 
riables; C  (centro  de  curvatura)  y  E  (polo  del  espejo)  como 
fijos;  la  flecha  indica  el  sentido  positivo. 


La  proporción  armónica 


PC       FC 


PE      FE 


=  —  1   nos  permite 


—  382  - 

hallar  la  posición  del  foco  F  si  se  nos  da  la  del  punto  lumi- 
noso P. 

Discusión. —  1.°  Si  P  está  en  el  infinito,  la  relación  de  los 

PC 

segmentos vale  la  unidad,  y  entonces  FE= — FC;  sien- 

P  E 
do  estos  segmentos  iguales  y  de  signos  contrarios,  el  foco  F 
tiene  que  estar  en  el  punto  medio  del  radio  CE;  esa  posición 
es  el  foco  principal. 

2.°  Si  el  punto  P  se  halla  entre  ce  y  C,  tendremos  que 
los  segmentos  PC  y  PE  de  la  primera  relación  son  del  mismo 
c  signo;  luego  los  FC  y  FE  de  la  segunda  tendrán  que  tener 
signos  contrarios;  por  tanto,  el  foco  F  estará  entre  C  y  E; 
pero  PC  <  PE,  luego  FC  <  FE;  por  tanto,  F  estará  en- 
tre C  y  el  punto  medio  de  CE. 

3.°  Si  P  está  en  C,  el  segmento  PC=0  y  el  PE=r,  y 
para  que  se  verifique  la  proporción  armónica  será  FC  =  O  y 
FE=r;  luego  el  punto  luminoso  P  y  su  foco  F  se  confun- 
den en  C. 

4.*^  Si  continuando  su  marcha,  P  pasa  de  C,  PC  se  hace 
negativo  y  PE  conserva  su  signo,  luego  FC  y  FE  serán  po- 
sitivos; por  tanto,  el  foco  F  se  aleja  hacia  la  izquierda  de  C. 

5.°  Si  P  coincide  con  M,  punto  medio  del  radio,  será 
—  PC=PE,  luego  FC=FE;  por  tanto,  el  foco  F  esta- 
rá en  Go. 

6.°  Si  P  pasa  de  M,  será  PC>  PE,  luego  FC>  FE;  y 
como  los  dos  primeros  segmentos  tienen  signo  contrario,  los 
dos  últimos  lo  tendrán  igual,  luego  F  estará  á  la  derecha  de  E; 
es  decir,  tenemos  foco  virtual. 

7.°  Si  FE  =  O,  será  FE  =  O;  luego  P  y  P  coinciden  en 
el  polo  del  espejo. 

8.°  Si  /-*  pasa  á  la  derecha  de  E,  los  segmentos  PC  y  PE 
tienen  el  mismo  signo,  y  además  PC^  PE ,  luego  FC  y  FE 
son  de  signo  contrario  y  FC^  FE;  por  tanto,  P  estará  entre 
E  y  el  punto  medio  M  del  radio. 

9.°  Si  P  está  en  ce,  los  ^segmentos  PC  y  PE  son  iguales 
y  del  mismo  signo,  luego  los  otros  dos  son  iguales  y  de  signo 
contrario;  por  tanto,  F  estará  en  M,  punto  medio  del  radio. 


383  - 


Vemos,  pues,  que  P  y  F  se  mueven  siempre  en  sentido 
contrario  y  se  confunden  en  dos  puntos,  que  son  Cy  E;  los 


ryo^-^' 


F. 


F 


números  1.°  á  7.°  inclusive  corresponden  á  las  posiciones  del 
punto  luminoso  y  de  su  foco  en  los  espejos  cóncavos  ^  y  los  8.° 
y  9.°  á  los  espejos  convexos. 

Pongamos  la  proporción  armónica  bajo  la  forma 


PC     PE 


FC     FE 


-1. 


Si  Cesta  en  oo,  vemos  que  PE  =  —  FE,  lo  que  nos  dice 
(fig.  3)  que  el  punto  luminoso  y  el  foco  están*á  distinto  lado 


^^U  " 


-* 1— -I — 


J^ 


c  r      J^i 


del  espejo  y  á  igual  distancia;  este  es  el  caso  de  los  espejos 
planos. 

Fórmulas  ordinarias  de  los  espejos. —  Si  queremos  obtener- 


-ása- 
las basta  hacer  PE==p,  FE  =  p'  y  r  =  2f,  y  sustituir  va- 
lores en  la  proporción  armónica,  teniendo  en  cuenta  el  signo 
de  los  segmentos  en  cada  caso  particular;  ejemplo,  en  el  caso 
de  la  figura  4.^ 

PC=p-2f;     FC^-{2f—p')=p'  —  2f\ 
■     PE^p;  FE  =  p'  ] 

y,  sustituyendo  en  la  proporción  armónica,  será 

p  —  2f     p—2f  1         1  1 

p  p  t         V        P 

Ejes  secundarios. — Son  todas  las  transversales  que  pasan 
por  el  centro  C;  como  este  punto  y  el  extremo  del  radio  con- 
servan su  distancia,  la  proporción  armónica  subsistirá. 

Imágenes  en  los  espejos  esféricos. —  Sea  la  figura  5.^;  sabe- 
mos que  los  puntos  situados  entre  ce  y  C  tienen  sus  conjuga- 


/'jcr^  S . 


I' 


c  r 


dos  entre  C  y  M  é  inversamente,  y  que  los  comprendidos  en- 
tre M  y  E  los  tienen  entre  oo  y  E. 

Supongamos  un  punto  P,  cuyo  conjugado  es  E ;  si  hacemos 
girar  el  eje  principal  alrededor  de  C,  los  puntos  conjugados 
armónicos  guardarán  las  mismas  posiciones  en  el  eje;  en  cada 
momento  las  posiciones  de  E  son  focos  de  los  de  P,  luego  el 


(*j  Para  obtener  la  fórmula  de  Newton ,  P  —  «f'-f',  basta  hacer 
PJlf=:o  y  FM=^'^'  y  sustituir  valores  en  la  proporción  armó- 
nica. 


—  385  — 

arco  descrito  por  F  será  la  imagen  del  que  describe  P ;  ade- 
más, vemos  que  por  estar  F  y  P  á  distinto  lado  respecto  á  C, 
la  imagen  resulta  invertida  y  más  pequeña  que  el  objeto. 

Si  invertimos  las  posiciones  de  P  y  de  i^,  vemos  que  á  un 
arco  pequeño  (objeto)  corresponde  un  arco  grande  é  invertido 
(imagen).  En  ambos  casos  las  imágenes  son  reales. 

Si  el  punto  luminoso  P  está  entre  M  y  E  (fig.  6.^),  al  girar 
el  eje,  los  arcos  descritos  por  P  y  por  su  conjugado  F  son  del 


I — 


---->^_j,£; 


mismo  sentido,  pero  el  segundo  arco  es  mayor  que  el  primero; 
luego  en  este  caso  la  imagen  es  virtual  derecha  y  mayor  que 
el  objeto. 

Si  invertimos  las  posiciones  de  P  y  P  tendríamos  el  caso 
de  los  espejos  convexos. 

Tres  casos  importantes  tenemos  que  considerar: 

1.°  Si  el  punto  luminoso  está  en  el  infinito,  el  giro  del  eje 
determina  en  el  foco  princi|)al  una  pequeña  superficie  esférica 
que  pedemos  considerar  como  planaj,.ha  recibido  el  nombre  de 
plano  focal  principal. 

2.  Cuando  el  punto  luminoso  está  en  C,  también  está  su 
foco;  un  objeto  y  su  imagen  serán  iguales,  pero  invertidos;  el 
plano  que  pasa  por  este  punto  y  perpendicular  al  eje,  se  llama 
antiprincipal. 

3.°  Si  el  punto  luminoso  está  en  F,  también  está  el  P,  y  el 
giro  del  eje  nos  dice  que  objeto  é  imagen  son  iguales  en  mag- 
nitud y  posición;  el  plano  que  contiene  á  los  dos  se  llama  pla- 
no principal. 

Haciendo  pasar  una  recta  por  el  foco  principal  y  que  limite 
en  el  plano  principal  una  magnitud  igual  á  la  del  objeto,  ten- 


—  386  — 

dremos  la  cai'acterística  de  Oariel,  que  facilita  mucho  la  cons- 
trucción de  la  imagen  de  un  objeto. 

Relación  de  magnitud  entre  la  imagen  y  el  objeto. — En  las 
figuras  5.^  y  6.''  vemos  que  los  arcos  ó  sus  tangentes  son  pro- 

/         FC 
porcionales  á  los  radios;  por  tanto,  —  = ,  y  sustituyen- 

do  sera  —  =  — ^—  para  la  imagen  real  y  —  ^ 


O        p  —  2f  O         2f  —  p 

para  la  virtual. 

Aberración  de  esfericidad.  —  Hemos  supuesto  al  principio 
que  el  espejo  era  de  poca  abertura  y  gran  radio,  en  cuyo  caso 
el  pie  de  la  tangente  se  confunde  con  el  polo  del  espejo;  pero 
si  éste  no  cumple  con  estas  condiciones,  entonces  el  pie  de  la 
tangente  se  aleja  tanto  más  del  polo  cuanto  más  marginales 


son  los  rayos  incidentes,  y  por  tanto,  el  conjugado  armónico 

del  infinito,  que  siempre  está  en  el  punto  medio  del  segmento 

CT,  se  acercará  al  polo  del  espejo;  la  distancia  MM'  (fig.  7.^) 

se  llama  observación  longitudinal;  todos  los  rayos  paralelos  que 

inciden  sobre  el  espejo  se  entrecruzan  después  de  reflejados  y 

determinan  la  superficie  llamada  cáustica. 

1            11112 
Si  en  la  fórmula 1 ^  =  —  ó 1 =  —  sustituí- 

p         p'  f         P  P  ^ 

r 
mos,  en  vez  del  segmento  r,  el  verdadero  CT  = ,  será 


cosa 


1     ,     1          2cosa     tA        ^        <  , 
1 = ,  formula  más  exacta. 

p         p'  r 


-  387  — 


Lentes.  —  Estudio  elemental. 

El  plano  principal  de  una  lente  infinitamente  delgada  pasa 
por  su  centro  óptico;  los  planos  antiprincipales  se  hallan  al 
doble  de  la  distancia  focal,  j  como  las  propiedades  de  estos 
planos  y  de  los  focos  son  análogas  á  los  elementos  de  igual 
nombre  de  los  espejos,  podemos  reducir  el  caso  de  las  lentes  al 
de  los  espejos. 

En  la  figura  8.^,  E  representa  un  espejo j  G,  su  centro  de  cur- 


•^>- 


c 


t 


vatura;  F^  el  foco  principal;  la  propiedad  del  plano  antiprinci- 
pal la  representaremos  por  las  dos  flechas  iguales  y  contrarias; 
la  del  plano  principal,  por  otra  más  gruesa.  Si  los  rayos  vie- 
nen en  la  dirección  de  la  flecha,  la  figura  representa  un  espejo 
esférico  convergente,  y  haciéndola  girar  alrededor  del  plano  E, 
tendremos  la  representación  de  una  lente  convergente.  Si  la 
luz  viene  en  opuesto  sentido,  la  misma  figura  representa  un  es- 
pejo esférico  divergente,  y  después  del  giro,  una  lente  diver- 
gente. 
Lentes  convergentes . — Sea  O  (fig.  9.^)  el  centro  óptico  de 


m- 


->- 


J^j^  ".  s 


f"     o 


j^ 


C' 


una  lente  convergente,  F  y  F'  sus  focos  principales;  para  co- 
nocer las  posiciones  de  los  focos  conjugados  buscaremos  el 


—  388  - 

conjugado  armónico  del  punto  luminoso  en  el  espejo  cóncavo 
de  radio  0C=  20 F\  y  el  simétrico  del  punto  hallado  con  re- 
lación á  O,  será  el  foco  que  se  busca. 

Discusión. —  1.°  Si  P  está  en  oo  ,  su  foco  estará  en  F'  (caso 
del  espejo)  y  en  su  simétrico  F  (caso  de  la  lente). 

2.°  Si  P  se  acerca  á  C,  su  conjugado  se  acerca  al  mismo 
punto  hasta  que  coinciden  (espejo);  su  simétrico  se  acerca  á 
C"  hasta  coincidir  (lente). 

3.°  Si  P  va  de  C  á  F',  su  conjugado  (espejo)  va  de  6 
á  00  ,  y  su  simétrico  (lente)  irá  de  C'  á  ce  . 

Todos  estos  son  focos  reales. 

4.°  Si  P  va  de  F'  á  O,  su  conjugado  (espejo)  va  á  la  de- 
recha de  O  desde  oo  á  O;  su  simétrico  se  moverá  á  la  izquier- 
da de  O.  En  ambos  casos  los  focos  son  virtuales. 

Le?iies  divergentes. —  La  misma  figura  sirve  para  hallar  los 
focos  en  este  caso,  considerando  solamente  que  los  rayos  vie- 
nen ahora  en  sentido  contrario  á  la  flecha. 

Estas  consideraciones  nos  permiten  hallar  las  fórmulas  sen- 
cillas de  las  lentes  infinitamente  delgadas  por  la  misma  pro- 
porción armónica  que  sirvió   para  los  espejos,  teniendo   en 

PC 
cuenta  que  la  primera  relación es  la  misma  y  que  los  seg- 
mentos de  la  segunda  son  sustituidos  por  otros  del  mismo  va- 
lor absoluto  y  también  de  signos  contrarios;  portante,  el  valor 
de  la  proporción  (que  deja  de  ser  armónica)  se  conserva  el 
mismo. 

Sea  (fig.  10)  O  el  centro  óptico  de  una  lente  convergente  y 


->- 


J^         O         J^'   C 


polo  del  espejo  cóncavo,  6  el  centro  de  este  espejo  y  doble 
distancia  focal  de  la  lente;  sea  P  el  punto  luminoso,  su  conju- 


-  389  - 

gado  armónico  en  el  espejo  será  F  y  el  simétrico  de  éste,  F', 
será  el  foco  en  la  lente.  La  proporción  armónica  en  el  espejo 
será 

PC      FC_  _  _ 


PO      FO 
y  la  de  igual  valor  en  la  lente  será 


PC      F'C 


PO      F'O 

y  sustituyendo  los  valores  PC  =  p  —  2f,  PO  =  p,  F'C  = 
=  2/"—  p'  y  F'O  =  —p  será 


p-2f      2f-p' 


de  donde 


f         P         P' 

Lo  mismo  haríamos  en  cualquier  otro  caso. 

Imágenes  en  las  lentes. —  Repetimos  lo  dicho  acerca  de  los 


J'j^fJJ. 


/ 
/ 

I 


r' 


espejos  (fig.  11):  si  hacemos  girar  el  eje  principal  alrededor 
del  centro  óptico  O,  al  arco  descrito  por  el  punto  luminoso  P 
corresponderá  otro  descrito  por  F' ,  que  es  el  simétrico  del 
conjugado  armónico  de  P.  La  magnitud  de  los  arcos  (objeto  é 


—  390  — 

imagen)  estará  en  relación  con  la  de  los  radios,  6  sea  con  sus 
distancias  al  centro  óptico;  el  sentido  del  movimiento  en  cada 
arco  indicará  la  posición  relativa  del  objeto  é  imagen. 

Construcción  de  la  imagen.  —  Construyendo  la  imagen  en  el 
espejo  correspondiente  á  la  lente  y  doblando  la  figura  alrede- 
dor del  plano  principal,  tendremos  la  imagen  correspondiente 
á  la  lente;  pero  es  más  rápido  trazar  la  característica  simétrica 
de  la  del  espejo,  trazar  un  eje  secundario  por  el  extremo  del 
objeto  hasta  que  encuentre  la  característica,  y  bajando  una 
perpendicular  de  este  punto  al  eje  principal,  esa  será  la  ima- 
gen; por  ejemplo  (fig.  12): 


Refracción. 

En  el  estudio  que  precede  de  las  lentes  no  hemos  tenido  en 
cuenta  el  índice  de  refracción ;  vamos  á  tratar  ahora  la  refrac- 
ción de  un  modo  más  completo,  tomando  como  fundamento  la 


relación  anarmónica,  cuyo  valor  hacemos  igual  al  índice  de  re- 
fracción. 

Con  los  segmentos,  determinados  por  cuatro  puntos  en  línea 
recta,  pueden  formarse  seis  relaciones  anarmónicas  de  valores 
distintos;  pero  dos  de  ellas  tienen  valores  negativos,  y  como  el 
índice  de  refracción  es  siempre  positivo,  prescindiremos  de 
ellas;  además,  si  como  hemos  hecho  en  los  espejos,  tomamos 
como  invariables  los  dos  puntos  que  determinan  el  radio,  las 


—  391  - 

cuatro  relaciones  quedan  reducidas  á  dos  de  valores  inversos, 

por  tanto,  éstos  podrán  ser  n  y  — . 

n 

Dióptricos  simples. — Los  puntos  invariables  son:  el  centro 
C  de  curvatura  del  didptrico  y  L  polo  del  mismo  (límite  de  las 
posiciones  del  pie  de  la  tangente  al  punto  de  incidencia  del 
rayo,  cuando  éste  cae  muy  cerca  del  eje  principal);  si  nos  dan 
la  posición  del  punto  luminoso  P,  determinaremos  la   de  su 

-pn       JTC  1 

foco  i^  haciendo  la  proporción  : igual  d  n  6  á  — , 

PL      FL  n 

según  que  la  luz  pase  del  medio  menos  al  más  refringente,  6  al 
contrario. 

Dióptricos  convergentes.  —  Supongamos  (fig.  13)  que  la  luz 


/-JCrfJd. 


~^fi» >- 


jp  J.%_  C   J^ 


pasa  del  medio  menos  al  más  refringente ,  la  relación  anarmd- 

nica  será: : =  n;  los  segmentos  de  la  primera  rela- 

PL     FL 

ción  son  positivos,  luego  los  de  la  segunda  podrá i  ser  ambos 

positivos  ó  negativos;  por  tanto,  el  punto  F  podrá  estar  á  la 

izquierda  de  L  (foco  virtual),  ó  á  la  derecha  de  C  (foco  real). 

DiscusiÓ7i. —  1.^  Si  P  está  en  oo  ,  será  FL  =  n  FG  (1),  y 
como  n'>  1,  será  FL  >  FC;  luego  F  estará  á  la  derecha  de 
C  y  los  segmentos  FC  y  FL  serán  negativos. 

Llamando  f  á  la.  distancia  de  P  á  Z;  y  sustituyendo  valores 

71  r 
en  (1),  tendremos  f=  n  (f — r)  6  f  =  ;  valor  de  la 

fi  —  1 
distancia  focal  cuando  los  rayos  llegan  paralelos  al  eje. 


392  — 


2.°     Si  P  se  acerca  á  i^,  la  primera  relación  aumenta  hasta 

PC 
valer  (2) =  7i,  en  cuyo  caso  FC  ^=  FL,  y  como  tie- 

PIj 

nen  igual  signo,  i^  estará  en  x  .  Llamando  /'  á  la  distancia  PL 


y  sustituyendo  valores  en  (2)  será:  f  -\-  r  =  nf,  6  f  = 


r 


n — 1 


valor  de  la  distancia  focal  de  los  rayos  incidentes,  que  después 
de  la  refracción  salen  paralelos  al  eje  principal. 

PC 
De  modo  que,  cuando  el  punto  luminoso  va  de  oo  á =  n, 

su  foco  va  de =  n  hasta  oo  ;  todos  estos  focos  son  reales. 

FC 

nv  Y 

De  las  fórmulas  f= y  /'  = se  deduce  que 

71  —  1  n  —  1 

f 

-L  =  n  y  f —  /'  =  r,  esta  última  nos  dice  que  los  puntos  fo- 
cales principales  distan  igualmente  del  centro  y  del  polo  del 

dióptrico. 

PC 
3.°     Si  P  se  acerca  más  al  dióptrico,  será ">  n,  y  por 

FC 
tanto, >•  1,  luego  FC'>  FL;  entonces  F  pasa  á  la  iz- 

FL 
quierda  de  L  y  los  dos  últimos  segmentos  son  positivos;  los 
focos  son  virtuales. 

4.°     Si  P  coincide  con  L,  también  lo  hace  F. 

5."  Si  el  punto  P  pasa  de  L,  entonces  la  luz  camina  de  un 
medio  más  á  otro  menos  refringente;  por  tanto,  la  relacjón 
anarmónica  será 

PC      FC  _  l_^ 


PL       FL         n 

los  dos  primeros  segmentos  son  de  signo  contrario,  luego 
los  dos  segundos  también  lo  serán;  por  tanto,  el  F  estará  en- 
tre L  y  C. 

Continuando  la  discusión  encontraríamos  los  mismos  focos 
que  anteriormente. 


—  393  — 


Fórmulas.  —  Sustituyendo   en    la  relación   anarmónica  los 
valores  PC=^  p  -\-  r,  PL  =p,  FC  =  ;/  —  r,  FL  ^=p'  será 


p-\-r      p'  —  r               .      n  —  1         1     ,    n 
— : =  n      6     = 1 

p  p  r  p        p' 


para  los  focos  reales ;  del  mismo  modo  tendríamos 


p-\-  r      p'  -\-  r  n  —  1   1  n 

p  p'  r  p        p' 


para  los  focos  virtuales. 

Dióptricos  divergeiites. — Sea  el  dióptrico  esférico  L  (fig.  14), 
la  relación  anarmónica  que  le  corresponde  será: 

PC      FC 

=  71. 


PL       FL 
Discusión. —  1.°  Si  P  está  en  oo  ,  tendremos  FL  =  nFC, 

»>^ ^- 


J"  J^  C 


luego  FL  >  FC\  por  tanto,  7^ estará  á  la  izquierda  de  C,  ó 
sea  en  foco  virtual,  y  ambos  segmentos  son  positivos. 

Llamando  /"á  la  distancia  focal  FL  y  sustituyendo  valores, 

Berá:/"=w(/' — r)  ó  f= . 

n  —  1 


—  394  — 

2.°     Si  P  se  acerca  á  C ,  también  lo  hace  F. 

3.°  Si  P  pasa  oc  C,  PC  cambia  de  signo,  lo  mismo  que 
i^C;  luego  ambos  estarán  entre  C  y  L. 

4.°     Si  P  coincide  con  L,  también  lo  hace  F. 

Por  consiguiente,  este  dióptrico  no  da  más  que  focos  virtua- 
les, cuando  el  punto  luminoso  va  de  co  á  L,  su  foco  F  va  del 
foco  principal  á  L. 

5.°     Si  P  pasa  de  L,  la  relación  anarmónica  será: 

PC       FC         1 


PL        FL         n 

y  discutiéndola  veríamos  que,  pasando  P  de  i  á  co  ,  su  foco  F 
va  de  _L  á  la  distancia  focal  principal,  que  en  este  caso  vale 

f  =  ;  los  focos  son  virtuales. 

n  —  1 

Fórmula.  —  Sustituyendo  valores  en  la  relación  anarmóni- 
ca, tendremos : 

;;  —  r       j/  —  r 


~  —n, 

V 

P 

de  donde 

n       1 

n 

1 

■■  — 

. 

r 

V' 

V 

Imágenes. — Dióptricos  convergentes.  —  Sean /"y  /'  (fig.  15) 
los  focos  principales  del  dióptrico  Z>^  y  C  su  centro  de  cur- 
vatura. 

Para  un  punto  en  co ,  el  giro  del  eje  alrededor  del  centro 
determina  en  f  el  primer  plano  focal  principal. 

Si  se  acerca  P ,  este  punto  y  su  foco  F  engendrarán  arcos 
que  pueden  considerarse  como  el  objeto  y  su  imagen,  y  vemos 
en  la  figura  que  aquélla  es  real  invertida  y  más  pequeña  que  el 
objeto. 


—  395  — 

Si  Pliega  á  la  distancia  2f'L,  la  relación  anarmónica  nos 
dice  que  la  imagen  está  á  la  distancia  2fL,  y  por  el  giro  del  eje 
vemos  que  objeto  é  imagen  son  iguales,  pero  en  posición  in- 
versa; los  planos  normales  al  eje  que  pasan  por  ellos  son  los 
planos  anii'principales. 

Cuando  P  se  acerca  á  f\  la  imagen  es  mayor  que  el  objeto, 
y  continúa  invertida. 

En  f  el  giro  del  eje  describe  el  segundo  plano  focal  y  su 
foco  da  una  imagen  en  oo . 

De  modo  que  entre  oo  y  /"'  obtenemos  imágenes  reales  é  in- 


vertidas,  situadas  entre /"é  co ,  y  que  crecen  constantemente. 

Cuando  P  pasa  de  f,  sabemos  que  su  foco  es  virtual  á  la 
la  izquierda  de  /',  y  el  giro  del  eje  nos  hace  ver  que  la  imagen 
es  mayor  que  el  objeto  y  derecha. 

En  L,  objeto  é  imagen  son  iguales  y  de  igual  posición;  este 
es  el  plano  principal. 

Luego  estando  el  objeto  entre  f  y  L,  las  imágenes  estarán 
entre  oo  y  i,  son  virtuales,  derechas  y  disminuyen  constante- 
mente. 

Dióptricos  divergenies. —  Por  las  mismas  consideraciones 
veremos  que  en  este  caso  se  forman  imágenes  virtuales  derechas 
que  crecen  de  O  á  la  magnitud  del  objeto  y  situadas  entre  el 
foco  principal  y  el  dióptrico. 

Trazado  de  las  imágenes.  —  Se  hace  como  en  los  espejos  por 
medio  de  la  característica  y  un  eje  secundario. 

Cáusticas. —  Al  considerar  los  puntos  del  sistema  anarmóni- 
co  hemos  tomado  como  punto  fijo  el  polo  del  dióptrico,  en  lu- 

Hev.  Acad.  Ciencias.— III.— Noviembre,  1905.  27 


—  396  — 

gar  del  pie  de  la  tangente  en  el  punto  de  incidencia,  el  cual  es 
variable;  por  tanto,  el  foco  es  distinto  para  los  diversos  rayos 
paralelos  al  eje,  los  cuales,  después  de  la  refracción,  se  entre- 
cruzan, dando  lugar  á  las  cáusticas. 

Sistemas  centrados. — No  consideraremos  más  que  el  caso 


J-j^-^Jó. 


'Síí^ 


J^ 


C         \^  </   > 


más  sencillo  de  dos  didptricos  de  la  misma  sustancia  y  de  es- 
pesor despreciable.  Sean  (fig.  16)  C  y  C  los  centros  de  los 
dióptricos,  L  el  polo  y  P  un  punto  luminoso;  la  posición  de  su 
foco  en  el  primer  dióptrico  será  dada  por 


PC        FC 

H 


PL        FL 


y  sustituyendo  valores  tendremos  la  fórmula 

^^^=^=-+-  (1). 

r  p        Pí 

Pero  el  rayo,  antes  de  llegar  á  F,  atraviesa  el  otro  dióptrico 
pasando  de  un  medio  más  á  otro  menos  refringente;  luego  con- 
siderando á  F  como  punto  luminoso,  hallamos  su  foco  /'por  la 

FC       fO'  1 

relación  '-  : =  — ,  y  sustituyendo  valores  dará: 

FL       fL         n 

n  —  11  n 

—7-=  — (2). 

r  p         py 


—  397  - 


Sumando  (1)  y  (2)  tendremos 
(n-i; 


r         r  }        y        p 


que  es  la  fórmula  general  de  las  lentes. 

Dióptrico  plano. —  Es  el  dióptrieo  esférico,  cuyo  centro  está 
en  00 ;  aplicaremos,  por  tanto,  la  relación  anarmónica. 

Sea  (fig.  17)  L  la  separación  de  dos  medios  de  distinta  den- 


y^y^'yr. 


m^ 


J^ 


sidad  y  P  el  punto  luminoso;  por  estar  C  en  oo ,  la  relación 

FL 
anarmónica  se  reduce  á =  n  6  FL  =  nPL. 

PL 

1°  Si  P  está  en  oo  (incidencia  normal),  PL  será  oo  ,  y  por 
tanto,  también  lo  será  FL;  luego  no  hay  refracción. 

2.°  Si  PL  es  finito,  también  lo  será  FL,  pero  siendo  ?i  >>  1, 
será  FL  >■  PL,  luego  F  estará  á  la  izquierda  de  P;  por  tanto, 
un  observador,  colocado  en  O,  verá  el  punto  luminoso  más  le- 
jos de  la  superficie  de  lo  que  realmente  está  (refracción  atmos- 
férica ). 

3.°  Si  Pestá  á  la  derecha  de  L  (fig.  18),  como  la  luz  pasa 
de  un  medio  más  á  otro  menos  refringente,  la  relación  anarmó- 


nica correspondiente  queda  reducido  á 


FL 


PL        n 


—  6PL=nFL, 


luego  PL  >>  FL:  por  tanto,  F  estará  entre  L  y  P.  Un  obser- 
dor,  colocado  en  O,  ve  el  punto  luminoso  más  cerca  de  la  su- 
perficie (fondo  de  un  estanque). 


-  398  ~ 


Ángulo  limite  y  reflexión  total. —  En  las  construcciones  que 


anteceden  puede  observarse  que  tomamos  n  = 


tag¿ 
tagr 


,  y  esto 


sólo  puede  admitirse  para  los  rayos  muy  cercanos  á  la  normal; 


sin  embargo,  discutiéndola  se  explica  claramente  la  reflexión 
total. 

Siendo  n  positivo^  lo  serán  también  las  dos  tangentes. 

Si  Ti  >-  1,  será  tag¿  >>  tagr;  á  medida  que  crece  r  aumenta 
su  tangente,  aumentan,  por  consiguiente,  tag¿;  para  un  cierto 
valor  de  tagr,  será  tag^'  =  co  ,  en  cuyo  caso  i  =  90'^;  es  decir, 
que  el  rayo  refractado  es  paralelo  á  la  superficie  de  separación 
de  los  dos  medios;  el  valor  que  corresponde  en  este  caso  á  r 
se  llama  ángulo  límite. 

Si  continúa  aumentando  r,  tagi  cambia  de  signo,  siendo, 
por  tanto,  los  términos  de  la  relación  de  signos  contrarios ,  no 
hay  refracción:  estamos  en  el  caso  de  la  reflexión. 


Medios  de  caras  paralelas. 


Sean  (fig.  19)  L  y  L'  las  caras  de  un  medio  de  índice  n:  el 
foco  de  P  sobre  la  primera  cara  sería  i^,-  como  la  luz,  al  atra- 
vesar la  segunda  cara,  pasa  de  un  medio  más  á  otro  menos  re- 
fringente,  el  punto  F,  considerado  como  punto  luminoso,  dará- 
un  iocoJ^';  por  tanto,  un  rayo  incidente  PI  da  uno  II'  en  el 


—  399  — 


medio  y  otro  emergente  /'/";  tenemos  que  demostrar  que  el 
incidente  y  el  emergente  son  paralelos. 


FjcrfJO. 


La  relación  para  la  primera  refracción  es 
la  segunda 


PL 


=  n,y  para 


FV 
F'U 


n. 


de  donde 


FL 


PL        F'L' 


FL'      ,      FL 
o 


_   1^^  . 


FU         F'L' 


pero  los  triángulos  semejantes  FLIy  FU  I'  dan 


FL  LI 


FU      ur 


de  donde 


PL 


LI 


F'U      ur ' 


luego  los  triángulos  PLI  y  F'U  I'  son  semejantes ;  por  tanto, 
PI  y  FI"  son  paralelos. 


-  400  - 


Refracción  en  el  prisma. 


Determinación  del  foco. — Sea  (fig.  20)  un  prisma  A  de  ín- 
dice ny  P  \xn  punto  luminoso:  la  relación  que  nos  dará  el  foco 

F  T 
sobre  la  normal  á  la  primera  cara  será =  n  {!),  luego 

estará  en  F,  éste  actúa  como  punto  luminoso  para  la  cara  de 


F^i-r 


emergencia,  su  foco  estará  en  la  normal  á  dicha  cara  (ó  su  pro- 
longación), y  como  pasa  de  mayor  á  menor  refringencia,  será 


F'U 
FU 

De  (l)y(2)  se  deduce 

FL 


l_ 
n 


(2) 


PL 


FL' 
F'L' 


por  tanto,  uniendo  L  con  L'  y  trazando  por  P  una  paralela,  el 
punto  en  que  corta  á  FU  será  el  foco  F'  que  se  busca. 


—  401  — 

Marcha  del  rayo  luminoso. — Si  PI  es  un  rayo  incidente, 
uniendo  i^  con  I  y  prolongando  la  recta,  II'  será  el  rayo  re- 
fractado; uniendo  F'  con  /'  y  prolongando  la  recta,  I'E  será 
el  rayo  emergente. 

Los  ángulos  i,  e,  r  y  r  es  fácil  ver  que  son  respectivamente 
iguales  á  los  de  incidencia  en  la  primera  cara;  de  emergencia, 
de  refracción  en  la  primera  cara,  y  de  incidencia  en  la  segun- 
da; el  ángulo  d  es  el  de  desviación  del  prisma;  el  ángulo  en  F 
es  igual  al  A,  por  tener  sus  lados  respectivamente  perpendicu- 
lares; por  tanto,  A  =  r  -\-r'  y  ú  cuadrilátero  FF'OP  nos  dice 
claramente  que  d  =  e  -{-  i  —  A. 

Haciendo  variar  el  ángulo  i^úF  ^=  A  ó  la  relación 


FL 

=  71, 


PL 


estudiaremos  la  variación  del  ángulo  d. 


—  402  — 


XVI.  —  Estudios  acerca  de  los  Dípteros  y  de  los  pa- 
rásitos que  transmiten  al  hombre  y  á  los  animales 
domésticos. 

Por  el  De.   Gustavo  Pittaluga. 

(Continuación). 


CAPITULO  V 

Observaciones  sobre  morfología  y  biología  de  los  cu- 
lícidos, EN  particular  DE  LAS  SUBFAMILIAS  Anophelinae 
Y  Culicinae. 


1.  Los  inosquitos  propiamente  dichos  (¡tal.:  xanzare; 
franc. :  cousins ,  moustiques,  marengouins ;  inglés:  gnats; 
alem.:  stechmücken)  (aunque  vulgarmente  se  designan  con  este 
nombre  muchos  Dípteros  de  distintas  familias,  entre  ellos  Ti- 
pulidae,  Simuliidae,  etc.),  constituyen  en  realidad  la  familia 
Culicidae  en  el  suborden  Nematocera  (Latreille). 

Trátase,  por  lo  general,  de  pequeños  Dípteros^  molestos  en 
extremo  durante  la  noche  y  las  últimas  horas  de  la  tarde,  en  los 
días  de  verano  y  otoño,  por  el  monótono  zumbido  que  produ- 
cen al  volar,  y  por  la  insistencia  con  que  pican,  perforando  la 
piel  con  las  agudas  piezas  de  su  aparato  bucal,  en  todas  las 
partes  descubiertas  del  cuerpo. 

La  familia  Culicidae  comprende  á  su  vez  —  en  nuestro  en- 
tender—  5  subfamilias: 

1.  Corethrinae  (tipo = gen.  Corethra); 

2.  Culicinae       (  »   =    »    Culex); 

3.  Anophelinae (  »   =    »    Anopheles); 

4.  Megarhininae; 

5.  Aedinae. 

Recientemente  ha  propuesto  Eysell  (Die  Stellung  der  Core- 


-  403  — 

thriden,  Caliciden  und  Anopkelideu  im  zoologischen  Syst.) 
(1905)  elevar  á  categoría  de  familias  lo  menos  3  de  estas  cin- 
co, Corethridae  (Bitschebnücke),  Culicidae  ( StechmücTie)> 
Anophelidae  ( Gabelmüclcej.  En  este  caso,  la  palabra  Culici" 
dae — nótese  bien  y  téngase  en  cuenta  —  no  consérvala  misma 
significación,  sino  que  indica  tan  sólo  aquellas  formas  que — 
dentro  de  la  clasificación  por  nosotros  adoptada  —  se  compren- 
den en  la  subfamilia  Cu  licinae. 

2.  La  familia  Culicidae^  en  su  conjunto,  está  representada 
por  Dípteros  que  reúnen  los  siguientes  caracteres:  Antenas  lar- 
gas, delgadas,  casi  desnudas  ó  recubiertas  de  escasos  pelos  en 
las  hembras,  con  abundantes  mechones  en  los  machos;  palpos 
largos,  más  largos  y  plumosos  en  los  machos,  menos  en  las 
hembras;  trompa  exachaeta  (con  seis  piezas  en  el  canal  del  la- 
hiiim)  larga  y  resistente;  patas  muy  largas  y  delgadas;  alas  muy 
finas,  irisadas,  con  seis  ó  más  venas  longitudinales,  recubiertas 
de  escamas. 

Las  hembras  ponen  sus  huevos  en  las  aguas  estancadas;  las 
larvas  son  acuáticas,  ápodas,  eucétalas  (es  decir,  con  cabeza 
distinta),  y  poseen  en  su  extremidad  posterior  un  apéndice  es- 
pecial, destinado  á  la  respiración,  con  abertura  de  los  tubos 
traqueales  que  corren  á  lo  largo  del  cuerpo.  La  larva  respira 
por  la  superficie  del  agua  en  que  vive,  disponiéndose  en  modo 
que  la  antedicha  abertura  de  su  apéndice  respiratorio  posterior 
llegue  al  nivel  del  líquido,  en  contacto  con  el  aire  atmosférico. 
Las  ninfas_,  que  se  desarrollan  en  el  agua,  son  características, 
móviles. 

La  subfamilia  Corethrinae,  que  comprende  actualmente  los 
géneros  Corethra  (Meigen,  Corethra  plumicornis) ,  y  Mochlo' 
nyx  (Loew,  Mochlonix  culici for mis ,  vebdinus ,  effaetiis),  no 
nos  interesa  para  el  objeto  de  nuestro  estudio,  pues  ninguna 
de  las  especies  que  la  constituyen  es  hematófaga,  ni  vive  en 
relación  con  el  hombre  ó  los  animales  domésticos. 

Muy  distinto  es  el  caso  de  las  dos  subfamilias  Culicinae  y 
Anophelinae.  Ambas  comprenden,  en  efecto,  numerosísimas 
formas  hematófagas,  y  que  ejercen  un  papel  muy  importante 
en  la  transmisión  de  las  Filarlas  {F.  immitis  del  perro,  F.  Ban' 


-  404  — 

crofti  del  hombre),  del  Paludismo  y  de  la  Fiebre  amarilla.  For- 
mas hematófagas  comprenden  también  Megarhininae  y  Ae- 
dinae. 

Durante  los  últimos  siete  años  (desde  1898)  y  muy  especial- 
mente en  los  primeros  cinco  de  este  siglo  (1900-1905),  se  ha 
llevado  á  cabo  en  todas  partes,  con  la  cooperación  de  un  gran 
número  de  investigadores,  naturalistas,  entomólogos,  anató- 
micos y  biólogos,  una  labor  considerable  para  la  definición  de 
los  caracteres,  determinación  de  las  especies,  estudio  de  la  es- 
tructura y  de  las  costumbres  de  los  mosquitos  pertenecientes  á 
las  subfamilias  Culicinae  y  Anophelinae.  Sin  embargo,  á  pesar 
de  la  obra  fundamental  de  F.  V.  Theobald,  del  British  Museum 
en  Londres,  precedida  y  seguida  por  las  contribuciones  parcia- 
les y  Monografías  de  Ficalbi,  de  Grassi,  de  Donitz,  de  James, 
de  Giles  y  otros;  de  Coquillet,  Dyar,  Smith  (América  del  Nor- 
te), y  de  la  reciente  publicación  del  Tratado  de  Blanchard, 
estamos  muy  lejos  de  haber  llegado  á  un  acuerdo  completo 
acerca  de  los  caracteres  fundamentales  para  la  distinción  de  los 
géneros  y  de  las  agrupaciones  naturales  de  géneros  y  especies. 

Theobald  y  los  que  —  sin  examen  crítico  suficiente  y  con 
un  concepto  superficial  del  valor  científico  y  práctico  de  su  mé- 
todo —  han  adoptado  el  sistema  del  dipterólogo  de  Londres? 
han  considerado  muchas  veces  como  caracteres  distintivos  al- 
gunas modalidades  morfológicas  que  muy  difícilmente  podrían 
y  deberían  aceptarse  por  tales.  Hemos  llegado  por  este  camino 
á  un  número  tan  excesivo  de  géneros  y  especies  en  la  familia, 
y  muy  en  particular  en  las  subfamilias  Culicinae  y  Anopheli- 
nae ,  que  todos  los  resultados  experimentales  obtenidos  con 
ciertas  formas  en  Europa,  á  propósito  de  la  transmisión  de 
enfermedades  parasitarias,  no  son  ya  admisibles  sin  nuevas 
comprobaciones. 

Estos  graves  inconvenientes  se  ponen  de  relieve  porque  difi- 
cultan el  estudio  práctico,  al  alcance  de  los  médicos,  de  las 
enfermedades  transmitidas  por  los  mosquitos.  Mas,  por  esta 
misma  razón,  los  entomólogos  en  general  no  los  toman  en  cuen- 
ta, y  persisten  en  su  tarea  de  subdivisión  listinción  de  las  for- 
mas, creación  de  nuevas   especies,  nuevos  géneros  y  nuevas 


—  405  — 

agrupaciones,  sobre  el  fundamento  de  caracteres  externos,  pu- 
ramente morfológicos,  y  cuyo  valor  taxonómico  depende  mu- 
chas veces  de  un  criterio  de  apreciación  personal. 

Desde  luego  yo  reconozco  que  no  se  puede  de  ninguna  ma- 
nera tener  en  cuenta  la  utilidad  práctica,  las  ventajas  de  la 
sencillez  y  facilidad  de  la  clasificación,  ni  siquiera  fundarse  en 
un  concepto  puramente  parasitológico  y  biológico,  para  esta- 
blecer los  caracteres  sistemáticos  de  la  familia  y  su  división  en 
géneros  y  especies.  Sería  absurdo  pretenderlo. 

Pero  creo  estar  en  la  verdad  cuando  afirmo,  que  aun  to- 
mando como  base  de  un  sistema  taxonómico  conceptos  estric- 
tamente científicos,  y  que  responden  á  los  clásicos  métodos  de 
la  zoología  sistemática,  se  puede  llevar  á  cabo  una  definitiva 
revisión  de  las  subfamilias  Oulicinae  y  Anophelinae,  que  re- 
duzca notablemente  el  número  de  géneros  y  especies  estableci- 
das por  Tlieobald  en  su  largo  y  considerabilísimo  trabajo  ana- 
lítico. 

Yo  expongo,  por  ejemplo,  un  concepto,  que  si  bien  —  lleva- 
do á  sus  últimas  consecuencias  —  pueda  parecer  absurdo  y  has- 
ta chocar  con  la  realidad,  sin  embargo  merece  fijar  nuestra 
atención,  ser  analizado  en  su  importancia  biológica  y  estudia- 
do tomando  como  ejemplo  de  comparación  los  casos  parecidos 
que  se  encuentran  en  gran  número  en  la  zoología;  esto  es, 
que  las  especies  que  hospedan  determinados  parásitos,  adap- 
tados en  su  evolución  á  pasar  un  período  de  desarrollo  en 
estos  huéspedes,  difícilmente  podrán  separarse  en  géneros 
distintos.  Con  otras  palabras,  los  huéspedes  de  una  misma  for- 
ma de  parásito,  característica  y  fija,  pertenecen  casi  siempre  al 
mismo  género,  aunque  puedan  distinguirse  en  varias  especies. 
Yo  creo  firmemente  que  en  la  incertidumbre  y  vaguedad  de 
que  adolecen  nuestros  conceptos  de  género  [genus ,  Oattung^ 
y  de  especie  natural,  hora  es  ya  de  aprovechar  los  datos  que 
nos  proporciona  el  estudio  de  las  adaptaciones  biológicas  recí- 
procas ^  y  muy  especialmente  de  los  fenómenos  de  parasitismo, 
puesto  que  deben  estar  en  íntima  relación  con  las  condiciones 
fisiológicas  propias  del  organismo  del  huésped  (sobre  todo  con- 
diciones y  caracteres  fisioquímicos,  que  se  escapan  á  nuestra 


406 


investigación  y  para  los  cuales  el  parásito  nos  sirve  como  de 
preciosísimo  reactivo  vital). 

V^olveré  á  ocuparme  de  este  asunto  cuando  llegue  el  momen- 


HAlM 


W^J^ 


e/mj 


Figura   29.  — Aparato  terminal  del  tarso  de  Cultx 
pipiens  9- 

5.0  T  =  ;.°  artejo  del  tarso. 


to  de  hacer  algunas  consideraciones  sobre  la  adaptación  de  los 
parásitos  del  paludismo  á  su   ciclo  vital  en  el  huésped  in- 


>? 


W 


Figura  30.— Forma  de  las  uñas  en  los  3  pares  de  patas  de  Culex  penicillaris. 

vertebrado  ( Anoplieles).  Expuestas  someramente  estas  ideas, 
veamos  ahora  cuáles  y  cuántas  especies,  reunidas  en  cuántos 


—  407  — 

géneros,  débense  agrupar  en  la  familia  Culieidae,  y  más  par- 
ticularmente en  las  subfamilias  Culicinae  y  Anophelinae. 

3.  Al  hablar  de  los  métodos  de  clasificación  de  los  Dípte- 
ros en  general,  algo  ya  se  ha  dicho  acerca  de  los  caracteres  más 
importantes  que  sirven  de  base  para  la  subdivisión  de  la  fami- 
lia Culieidae. 

Primero  el  dipterólogo  argentino  Linch  Arribálzaga,  y  lue- 
go, con  mayores  detalles,  Ficalbi,  utilizaron  el  carácter  muy 
interesante  de  la  forma  de  las  uñas  con  que  termina  el  último 
artejo  del  tarso  en  los  Culícidos.  En  efecto,  las  uñas  pueden 
ser  sencillas,  sin  dientes,  ó  bien  con  1,  2  ó  3  pequeños  dien- 
tes que  sobresalen  de  la  concavidad  del  borde  ungueal.  Según 
las  combinaciones  que  resulten  de  la  forma  de  las  uñas  en 
las  6  patas,  constituyese  la  Fórmula  ungueal  de  Ficalbi,  que 
se  representa  con  6  cifras  así  dispuestas: 

Primer  par  de  patas.         Segundo  par.  Tercer  par. 


1.*  uña     2."  uña  I."  uña    2.*^  uña  I.'' uña    2."  uña 

O  O  o  o  0  0 

y  se  escribe,  en  este  caso,  O. O  —  O. O  —  O.  O;  indicán- 
dose con  ello  que  todas  las  uñas  de  los  tres  pares  de  patas  son 
sencillas,  sin  dientes  (como  en  la  hembra  de  Culex  pipiens). 
Si,  por  ejemplo,  tuviéramos  delante  un  ejemplar  con  las  uñas 
de  la  forma  siguiente:  primera  uña  del  primer  par  de  patas 
(es  decir,  en  ambas  patas),  con  dos  dientes;  segunda  uña,  con 
un  diente;  primera  uña  del  segundo  par  de  patas,  con  dos  dien- 
tes; segunda  uña,  con  un  diente;  por  fin,  las  dos  uñas  del  ter- 
cer par  de  patas,  con  un  solo  diente,  escribiríamos:  2.1  — 
2.1  —  1.1.  (Tal  es  el  caso  de  Culex  pe?iicillarís  (j^ ,  común 
en  España)  (v.  fig.  30). 

Lutz  (Río  Janeiro)  funda  una  nueva  división  de  los  Culiei- 
dae (ya  separados  en  Euculicidae  y  Culicimorphae,  éstos  co- 
rrespondientes á  la  fam.  Corethrinae),  en  los  tres  caracteres 
principales  :  1.°,  de  la  morfología  de  las  larvas;  2°,  de  la  exis- 


—  408  - 

tencia,  disposición  y  forma  de  los  pelos  sobre  el  metathorax; 
3,**,  de  la  forma  y  dimensiones  de  los  palpos. 

Bianchard,  en  su  reciente  tratado  «Les  moustiques.  Histoi- 
re  naturelle  et  medícale»,  acepta  en  casi  todos  sus  detalles  el 
sistema  de  F.  V.  Theobald  ( 1 ). 

4.  Dejando  aparte  la  subfamilia  Corethrinae  (que  Theo- 
bald eleva  á  categoría  de  familia,  Corethridae),  comprende  este 
autor  en  los  Culicidae,  propiamente  dichos^  las  subfamilias  si- 
guientes: 


1. 

Aiioplieliii.ae. 

2. 

Megarhiiiiiiae. 

3. 

Culicinae. 

4. 

Heptaphlebomyinae. 

5. 

Aedoiiiyiiiae. 

6. 

Sabettiiiae. 

7. 

Yoblotiiiae. 

La  subfamilia  Heptaflebomyinae  comprende  un  solo  gé- 
nero con  una  especie:  Heptaflebomyia  simplex,  y  se  conoce 
sólo  la  hembra.  (Alas  con  7  venas  longitudinales  en  lugar  de  6, 
la  7.^  constituida  por  una  línea  de  escamas  del  tipo  minimae- 
longiredangidatae  [  v.  fig.  9];  uñas  O. O  —  O. O  —  O.  O; 
África  central,) 

Como  se  ve,  trátase  de  una  subfamilia  creada  con  datos  in- 
suficientes y  de  muy  escasa  importancia. 

La  subfamilia  Sabettinae  de  Theobald,  fundada  sobre  los  ca- 
racteres principales  del  género  Sabethes  de  Robineau-Desvoi- 
dy  (1827)  (emend.  Scudder,  1882  Sabettus),  comprende  los 
géneros: 

Sabettus  (con  3  especies). 


(1)  R.  Bianchard  modifica  muy  á  menudo,  en  su  libro,  la  ter- 
minología taxonómica,  viéndose  á  ello  obligado  —  según  advier- 
te —  por  la  sucesiva  publicación  de  varias  Notas  y  Memorias  de 
Theobald,  durante  la  composición  del  tratado.  Al  hablar  de  la 
obra  de  Theobald  yo  me  refiero  siempre  directamente  á  sus  tres 
tomos  (con  atlante):  A  Monograph  of  Culicidae ,  etc. 


-  409  - 

Dendromyia  (con  6  esp,), 

Sahettoides  (con  1  esp.). 

Wyeiomyia  (con  4  esp.). 

Phoniomyia  (con  2  esp.). 

Binoiia  (con  3  esp.).  {Sin6n.=Ru?tckomyia). 

Sabettinus  (con  1  esp.). 

Son  dípteros  americanos  (América  Central,  Antillas  y  Amé- 
rica del  Sur:  una  sola  especie  de  la  península  de  Malacca). 
El  carácter  de  los  palpos,  igualmente  cortos  en  los  dos  sexos, 
los  acerca  á  las  formas  de  la  subfamilia  Aédinae  (Aédomyinae, 
Theobald),  de  la  cual  pienso  que  puedan  formar  parte. 

La  subfamilia  Yoblotinae  participa  del  mismo  carácter.  Theo- 
bald la  separa  de  las  subfamilias  Aédomyinae  y  Sabettinae  por 
la  forma  y  disposición  de  las  escamas  que  cubren  la  cabeza,  el 
metatórax  y  el  abdomen;  comprende  en  ella  los  géneros: 

Yohloiia  (s'món. =Jrichoprosopon)  (con  3  especies). 
Limatus  {sin6n.=  Simondella)  (con  1  esp.). 
Goeldia  (con  1  esp.). 
Hyloconops  (con  1  esp.). 
Carollia  (con  1  esp.). 

También  todos  ellos  se  encuentran  en  la  América  del  Sur. 
Entran,  con  Sabettinae,  á  constituir  la  subfamilia  Aédinae. 

De  tal  suerte,  quedan  en  realidad  reducidas  á  cuatro  las  siete 
de  Theobald: 

Aiioplieliiiae. 
Ciilicinae. 
Megarhiniíiae. 
Aédinae. 

5.  La  subfamilia  Aédinae,  tal  como  la  conceptuamos, 
resulta  constituida  de  las  especies  descritas  en  las  artificiales 
agrupaciones  Sabettinae  é  Yoblotinae,  más  los  géneros: 

Aédes  (Meigen,  1818)  (con  3  especies). 


-  410  — 

Aédeomyia  (Theob.,  1901)  (con  3  esp.). 

Aédimorphns  (con  1  esp.). 

Uranotkaenia  (con  15  6  más  esp.). 

Haemagogus  (con  4  esp.). 

Deinocerites  [6  Brachíosoma]  (con  2  esp.). 

Finlaya  (con  2  esp.). 

Hoivardma  (con  2  esp.). 

Skusea  (con  3  esp.). 

Verrallina  (con  3  esp.). 

Ficalbia  (con  2  esp.). 

Mimomyia  (con  4  esp.). 

Oiialteria  (con  2  esp.). 

Áédinus  (con  2  esp.). 

Todas  estas  formas  estaban  representadas,  hasta  el  año  1903> 
por  las  escasas  especies  del  único  género  Aédes  dcí'Critas  por 
Meigen  (1818)  (Aédes  cinereiis),  Osten  Sacken  (1877)  (A.  fus- 
cus),  Skuse  y  Arribálzaga.  Quedaba  dudoso  el  género  Haema- 
gogus. Todas  las  demás  son  debidas  á  Theobald,  Neveu  Lemai- 
re,  Coquillett  y  Lutz. 

Caracteres  comunes  y  generales:  Palpos  igualmente  cortos 
en  los  dos  sexos. —  Metatórax  desnudo,  sin  escamas  ni  pelos. 
(La  forma  y  disposición  de  las  escamas  sobre  el  Scutelluní,  el 
tórax  y  el  abdomen,  sirve  de  carácter  distintivo  entre  género 
y  género.) 

Casi  todas  son  formas  americanas,  indias,  africanas.  En  Eu- 
ropa sólo  Aédes  cinereus  (y  raro). 

Las  hembras  de  estos  dípteros  son  hematófagas;  pero  no 
molestan  al  hombre  ni  pican  más  que  en  determinadas  condi- 
ciones, muy  probablemente  cuando  necesitan  de  la  sangre  para 
la  maturación  de  los  huevos. 

6.  La  subfamilia  3Iegarllinmae  está  representada  por  los 
más  elegantes  entre  todos  los  mosquitos,  de  brillantes  vivísi- 
mos colores.  Comprende  actualmente  tres  géneros: 

MegarJmius  (Rob.  Desvoidy,  1827). 

(Con  19  especies;  todas  ellas  tropicales:  viven  en  los 


—  411  - 


grandes  bosques  de  América,  de  Australia,  de  las  In- 
dias y  del  África  central  [MashonalandJ.  Se  encuen- 
tran en  México  y  muy  probablemente  en  Filipinas. 
Aunque  son  raras  sus  relaciones  con  el  hombre  y  con 
los  animales  domésticos,  sin  embargo  pican  y  produ- 
cen pomfos  dolorosos  [Goeldi,  Lutz,  etc.].  No  existe 
ningún  dato  que  pueda  hacernos  sospechar  un  papel 
pat(5geno  por  parte  de  estos  dípteros. 

Toxorhynchiles  (Theobald,  1901). 

(Coa  3  especies,  asiáticas  y  africanas). 

Ancylorhynchus  (Lutz,  1904). 

(Con  1  especie,  muy  próxima  al  gen.  Megarhinus). 

Los  caracteres  generales  de  la  subfamilia  son  los  siguientes: 
Trompa  larga,  encorvada; 
palpos  bastante  largos,  en 
el  macho  más  que  en  la 
hembra;  tórax  cubierto  de 
pequeñas  escamas  fusifor- 
mes, cortas,  del  tipo  ovoi- 
dea; scutellum  (1)  con  es- 
camas del  tipo  rhoinboida- 
lis,  grandes.  Alas  cubiertas 
en  su  venulación  de  esca- 
mas grandes,  irisadas,  con 
reflejos  metálicos. 

7.  Quedan  así  aislados 
ios  dos  grupos  que  con-ti- 
tuyen  las  subfamilias  Ano- 
phelinae  y  Culicinae.  Los 
caracteres  fundamentales  de  las  dos  pueden  resumirse  en  esta 
forma: 


jLi.f 


m/x 


jñjL.fM'íoui/ni. 


JU 


e-mjt/n_^ 


Fifllira  31. —  Esquema  que  representa  la  disposi- 
ción de  distintas  partes  del  Tórax  de  los  Culíci- 
dos (visto  por  el  dorso). 


(1)  Llámase  Scutellum  una  parte  de  la  pared  torácica  dorsal, 
trilobada,  situada  entre  el  Mesothorax  y  Metathorax  ó  Metano- 
tum,  en  los  mosquitos.  Constituye  un  relieve  quitinoso,  á  veces 
cubierto  de  escamas  y  pelos  (v.  fig.  31.) 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Noviembre,  1905.  28 


—  412  — 

A)    Anophelinae. 

Trompa  larga  y  derecha. 

Palpos  de  6  artejos,  casi  igualmente  largos  en  los  dos 
sexos;  pero  desnudos  en  las  hembras,  con  mecho- 
nes de  pocos  pelos  en  los  machos. 

Antenas  de  14  artejos  en  las  hembras,  con  pequeños 
mechones  de  pocos  pelos;  de  15  artejos  en  los  ma- 
chos, con  mechones  de  abundantes  y  largos  pelos. 

Tórax  cubierto  de  escamas  relativamente  escasas. 

Abdomen,  por  lo  general,  desnudo  (sin  escamas). 

Alas  raramente  sin  manchas;  por  lo  general,  adorna- 
das de  manchas  determinadas  por  agrupamiento  de 
escamas  (escamas  de  los  tipos  longirectangulatae^ 
elongatae  et  miniraae) . 

Machos  fitófagos. 

Hembras  solas  hematófagas. 

Larvas  acuáticas;  apéndice  respiratorio  corto,  y  por 
tanto,  larvas  horizontales  cuando  suben  al  nivel 
del  agua. 

B )    Culicinae 

Trompa  larga  j  derecha. 

Palpos  de  3  artejos  en  los  machos,  y  largos  tanto 
como  la  trompa  ó  más;  de  3  ó  4  artejos  en  las  hem- 
bras, y  siempre  más  coitos  que  la  trompa. 

Antenas  filiformes ,  con  escasos  pelos  en  las  hembras, 
con  mechones  de  muchos  y  largos  pelos  en  los  ma- 
chos. 

Tórax  y  Scutellum  cubiertos,  por  lo  general,  de  esca- 
mas; pero  Metanotum  ó  Metatórax  desnudo. 

Alas  casi  siempre  inmaculadas. 

Larvas  con  sifón  respiratorio,  y  por  tanto,  dispues- 
tas, en  el  acto  de  respirar  al  nivel  del  agua,  obli- 
cuamente ó  casi  perpendicularmente,  con  la  cabeza, 
hacia  abajo. 

La  subfamilia  Anophelinae  comprende  los  mosquitos  que 
transmiten  el  parásito  de  la  Malaria  humana,  y  al  mismo  tiem- 
po pueden  ser  huéspedes  de  la  Filaría  hnmitis  de  los  perros. 

La  subfamilia  Culicinae  comprende  aquella  especie  que  con 
el  fundamento  de  importantísimos  datos  experimentales  y  epi- 
demiológicos  se    considera    como    transmisora    de    la   Fiebre 


413  — 


amarilla,  y  comprende  además  todas  aquellas  que  pueden  ino- 
cular al  hombre  las  larvas  de  la  Filaría  Bancrofti. 

La  subfamilia  Anophelinae,  constituida  hasta  el  año  1900 
por  pocas  especies  del  gen.  Anopheles,  cuenta  hoy  día^  en  vir- 


í-K-j 


Figura  32. — Aspecto  y  morfología  general  externa  de  un 
Díptero  de  la  familia  CuLICIDAE,  gen.  Anopheles  Q. 

tud  de  la  clasificación  de  Theobald,  con  10  géneros  y  más  de 
60  especies. 

Sin  detenernos  en  describir  los  caracteres  diferenciales  de 
cada  uno  de  ellos,  daremos  cuenta  sólo  de  los  resultados  taxo- 
nómicos, es  decir,  del  estado  actual  del  sistema  de  Theobald; 


—  414  — 

siendo  de  todos  modos  imprescindible  establecer  la  sinonimia 
6  la  correspondencia  con  las  formas  verdaderamente  funda- 
mentales á  que  nos  referimos  en  el  estudio  sucesivo. 

8.  Géneros  de  la  subfam.  Anophelinae ,  según  Theobald: 

1.  G-en.  AnopJieles.  (¡Con  SO  especies,  según  Theobald!) 

Tipo  Anopheles  claviger.  (Fabricius,  1805;  sin.  A.  ma- 
culipennis,  Meigen,  1818). 
Anojyheles  hifurcatus,  Linneo. 
[Puede  afirmarse  en  modo  terminante  que  mu- 
chas especies  nuevas  del  gen.  Anopheles  crea- 
das por  Theobald  son  sencillamente  variedades 
de  especies  existentes:  así  es  de  A.  nigi^ipes, 
A.  aJgeriensis,  etc.,  etc.] 

2.  Gen.  Myzomyia  (sinónimo  Grassia).  (Con  18  especies.) 

Tipo  Myzomyia  superpicta,  Grassi,  1899. 

Corresponde  í\l  Anopheles  superpidus  de  Grassi. 

3.  Gen.  Stethomyia  (dudoso,  una  sola  especie). 

4.  Gen.  Pyretóphorus  (con  10  especies). 

Tipo  P.  costalis.  (Característica  especie  tropical.  Re- 
presenta al  gen.  Anopheles  en  los  ti-ópicos.) 

5.  Gen.  Cydoleppteron  (ó  Cydolepidop)teron)  (dos  especies  de 

valor  dudoso). 

6.  Gen.  Myzorynchus  (con  15  especies). 

Tipo  Myzoryndius  pidus ,  que  corresponde  á  la  es- 
pecie Anoptheles pseudojjidus ,  Grassi,  1899. 
M.  sinenns  ó  vigerrimus  Wiedemann  (especie 
asiática.  China,  Sumatra,  etc.). 

7.  Gen.  Nyssorhynchvs  (con  17  especies). 

8.  Gen.  Arrihalzagia  (con  2  ó  3  esp.). 

9.  Gen.  Cellia  (con  14  esp.). 
10.     Gen.  AldricMa  (una  esp.). 

Y  se  añaden  Chrystia  (1904)  (con  una  esp.). 
Lo2)homyia  (1904)  (con  una  esp.). 

9.  Por  otra  parte,  la  subdivisión  de  la  subfamilia  Culicinae 
de  Theobald  resulta  aun  más  complicada  y  extensa. 

Géneros  de  la  subfamilia  Culicinae  (Theobald): 

1.     Gen.  Janfliinosoma  (Arribálzaga,  1891).  (Sinónimo  Conchilias- 

íes- Theobald.)  (Hembras  hematófngas.)  (Com- 
prende 7  especies,  todas  ellas  americanas.) 


—  415  — 

2.  Gen.  Psorophora  (patas  cubiertas  de  escamas). 

Tipo  Psorophora  ciliata,  correspondiente  al  antiguo 
Culex  ciliatus  ■+-  C.  molentus.  (Comprende 
4  especies,  todas  ameiicanas.)  (Hembras  he- 
matófagas, ignórase  si  participan  en  la  trans- 
misióij  de  J^iíaria,  etc.) 

3.  Gen.  Mucidus  (las  larvas  de  la  esp.  Mucidus  alternaiis ,  co- 

rrespondiente al  antiguo  Culex  cdternans  de 
AVestwood ,  pueden  desarrollarse  en  el  agtia 
de  mar,  de  densidad  1025).  (Comprende  5  es- 
pecies, esparcidas  en  África,  Asia,  Australia.) 
Hembras  hematófagas. 

4.  Gen.  Desvoidea  (ó  Desvoidya^  sinón.  Armígeres  Theob.).  (Com- 

prende 3  especies,  del  Extremo  Oriente  asiá- 
tico.) 

5.  Gen.  Eretmapodites  (con  una  sola  especie,  África).  Género  du- 

doí-o,  con  caracteres  comunes  de  Sabeitus  y 
Ctdex. 

6.  Gen.  Stegomyia  (con  30  especies). 

ft  Tipo  Stegomijia  fascirda  (ó  St.  calopus),  muy  común 
en  las  regiones  tropicales  y  subtropicales,  y 
hasta  en  algunos  puntos  de  las  zonas  templa- 
das de  los  cinco  continentes. 

(Reúne  este  género  varias  especies  del  an- 
tiguo género  Culex;  entre  ellas  las  más 
importantes  son:  Culex  elegans ,  C.  vitta- 
tus,  C.  alhopictus.) 

7.     Gen.  Culex. 

(Culex  ab  acúleo,  quem  in  ore  habet  acutissimum,  nomen 
accipit.  —  Alberto  Magno,  De  natura  animalium,  1.  xv, 
t.  VI ,  1.270.) 

(Comprende  más  de  í8í?  especies,  esparcidas 
en  todo  el  mundo.) 

Las  larvas  de  algunas  de  estas  especies 

pueden  desarrollarse  en  el  agua  salada, 

como  las  de  Culex  Mariae  (Algeria), 

Culex  marinus,  etc. 

(Hembras  hematófagas,  en  general.) 

(Especies  más  importantes: 

Culex  pipiens  (sinón.  C.  ciliaris), 
Culex  fatigans  (¿variedad?), 
Culex  pemcillaris , 
Culex  spathipalpis, 
Culex  mimeticus). 


—  416  — 

8.  Gen.  Mansonia  ( sinón.  Panoplites ).  (Con  8  especies ,  ninguna 

europea. )  ( Hembras  hematófagas. ) 

9.  Gen.  Tneniorhinchus  (con  20  especies).  (Hembras  hemató- 

fagas.) Taeniorhinchus  Richiardii.  Sinónimo 
del  antiguo  CuJex  Richiardii. 

10.  Gen.  Theobaldia  ó  Theohaldinclla. 

(Este  género,  recientemente  creado  por  Ne- 
veu-Lemaire,  comprende  formas  del  género 
Culex,  entre  ellas,  las  principales: 
Culex  nemorosus  (Theobaldin.  n.). 
Culex  spathipalpis,  ya  indicado,  etc. 

11.  Gen.  Lutzia  (comprende  sólo  el  Culex  Bigotii,  elevado  á  ca- 

tegoría de  género). 

12.  Gen.  Gilesia  (ídem  id.  Gilesia  aculeata,  única  esp.). 

13.  Gen.  Lasioconops  (ídem  id.  Lasioconops poecilipes ,  única  es- 

pecie). 

14.  Gen.  Mélanoconion  (con  8  esp.). 

15.  Gen.  Grabhamia  (con  10  ó  12  especies,  entre  ellas  algunas 

comprendidas  por  el  mismo  Theobald  en  su 
primera  parte  de  la  « Monografía sde  los  Cu- 
lícidos», en  el  género  Culex.  como  Culex pul- 
chritarsis  (Grabhamia  pulchritarsis) . 

16.  Gen.  Acarto'niyia  (con  una  sola  especie). 

10.  Las  especies  típicas  de  los  Ánophelinae  en  Europa 
quedan  reducidas  á  las  del  antiguo  género  Anopheles: 

Anopheles  claviger  (maeiiUpenriis)  (v.  fig.  33). 
Anopheles  hifurcatiis  (v.  6g.  34). 
Anopheles  superpictus  ( Pyretophorus  sup.  de  Theob.). 
Anopheles  pseiidopictus  (Myxorynchns  sup.  de  Theob.). 

Todas  las  demás,  así  como  los  géneros  creados  con  los  ca- 
racteres diferenciales  de  la  forma  y  disposición  de  las  escamas, 
son  especies  exóticas  (Asia,  África,  América,  Australia),  si 
se  exceptúan  Anopheles  nigripes  que  Theobald  considera  como 
hona  species ,  Anopheles  algeriensis ,  Myxomyia  hispaniola  y 
otras  pocas  formas,  que  en  realidad  no  representan  más  que 
variedades  (á  veces  tan  sólo  variaciones  individuales)  de  las 
cuatro  antes  indicadas. 


—  417  — 

El  carácter  artificial  de  la  clasificación  de  Theobald  aparece 
muy  claramente  cuando  se  considere  que  la  especie  A.  bifur- 
catiis,  la  única  quizás  en  toda  la  sub- familia  Anophelinae  que 
no  tenga  manchas  sobre  las  alas,  y  que  por  lo  tanto  merezca 
con  buen  fundamento  ser  colocada  en  un  género  aparte,  queda, 
sin  embargo,  en  el  sistema  del  dipterólogo  ing'és  como  espe- 
cie del  género  Anopheles,  junto  con  Anopheles  claviger  (ó  ma- 


Figura  33.— Ala  de  Anopheles  claviger. 


ctilipennis)  cuyas  alas  llevan  características  manchas  dispues- 
tas constantemente  en  la  misma  forma.  Otras  especies,  al  con- 
trario, que  se  apartan  por  otros  caracteres,  como  A.  superpic- 
tus  y  A.  pseudopictus ,  constituyen  en  el  sistema  de  Theobald 


'>iMiiiiiiiiiiMiiiiiiiiiiiiHiiii'i|<ri 
Figura  34.— Ala  de  Anopheles  bifurcatus. 


géneros  distintos,  en  virtud  de  la  excesiva  importancia  que 
atribuye  este  autor  á  la  forma  de  las  escamas. 

Las  cuatro  especies  indicadas,  Anopheles  claviger,  A.  bi- 
furcatus, A.  (6  Pyretóphorus)  superpictus,  A.  (6  Myzorhin- 
chus)  pseudopictus,  existen  en  la  península  ibérica. 

Ejemplares  numerosísimos  de  A.  claviger  he  enQontra.áo,  du- 
rante los  tres  últimos  años,  en  las  provincias  de  Barcelona 
(Prat  de  Llobregat,  Sampedor,  etc.);   Tarragona,   Valencia 


—  418  - 

(toda  la  huerta  y  sobre  todo  los  arrozales  entre  Catarroja,  Sue- 
ca y  Cullera),  Murcia  (Cartagena),  Madrid  (San  Fernando, 
Vallecas,  y  alrededores  de  la  corte);  Gupdalajara,  Salamanca 
(frontera  de  Portugal,  Fregeneda  y  Baica  de  Alva,  en  general 
todo  el  valle  del  Duero);  Cáceres  (Navalmoral  de  la  Mata  y 
sus  alrededores),  Baleares.  El  Dr.  Macdonald,  médico  de  las 
minas  de  Río  Tinto  (Huelva),  ha  encontrado  también  esta  es- 
pecie, en  la  provincia  de  Huelva. 

Menos  frecuentes  son  en  el  centro  de  España  las  tres  espe- 
cies Á.  biftircatus ,  cuya  investigaci(5n  es  á  veces  muy  difícil, 
A.  superpictus  y  pseudopietus.  Sin  embargo,  estas  últimas  se 
encuentran  relativamente  abundantes  en  las  provincias  occi- 
dentales del  reino  (Huelva,  Badajoz,  Cáceres,  Salamanca); 
A.  bifiircatus  se  encuentra,  al  contrario,  más  fácilmente  en  las 
provincias  orientales,  mediterráneas  (Valencia,  Barcelona)  é 
insulares  (Baleares). 

En  la  isla  de  Mallorca,  á  lo  largo  del  camino  de  Felanitx,  y 
sobre  todo  en  la  Albufera  de  Alcudia,  al  Norte  de  la  isla,  hallé 
unos  cuantos  ejemplares  de  Anopheles  hifiircatiis,  en  extremo 
parecidos,  por  sus  caracteres,  á  la  variedad  que  Et.  y  Ed.  Ser- 
gent  describen  como  hona  species  con  el  nombre  de  Anopheles 
algeriensis.  Bien  es  verdad  que  los  mismos  autores  (E.  y  E.  Ser- 
gent)  admiten  que  los  caracteres  distintivos  entre  A.  algerien- 
sis y  A.  hifurcatus  son  escasos  y  de  poca  imj)ortancia  especí- 
fica, de  tal  suerte  que  ellos  consideran  A,  algeriensis  como  «la 
forme  vicariante  de  A.  hifurcatus  en  Algerie»  (1). 

En  realidad,  aunque  las  formas  de  bifurcaius  que  yo  hallé 
en  Mallorca  correspondan  perfectamente  con  las  descritas  por 
Et.  y  Ed.  Sergent  en  Argelia,  no  creo  suficientes  sus  caracte- 
res diferenciales  con  el  tipo  para  constituir  una  especie  nue- 
va. Sobre  este  punto  he  insistido  en  otras  publicaciones. 

Lo  que  nos  interesa  es  saber  si  todas  estas  formas,  varieda- 
des, especies  6  géneros,  que  las  numerosas  investigaciones  en 


íl)     Observations  sur  les  moustiques  des  etivirons  d'Alger,  par 
MM.  Edmond  Sergent  et  Etiünne  Sergent. 
(Ann.  Instit.  Pasteur,  Enero  1903,  pág.  GO.) 


-  419  - 

todas  las  regiones  de  la  tierra  y  los  nuevos  conceptos  taxonó- 
micos han  hecho  admitir  en  la  subfamilia  Anophelinae,  trans- 
miten 6  no  transmiten  aquellas  enfermedades  parasitarias  que 
en  Europa  transmite,  sin  ninguna  duda,  el  género  Anopheles; 
y  sobre  todo  si  son  aptos  á  hospedar,  en  su  fase  de  desarrollo 
esporogónico ,  los  parásitos  de  la  Malaria  humana.  Desgracia- 
damente, la  determinación  de  una  especie  nueva,  sobre  esca- 
sos y  superficiales  caracteres  morfológicos ,  dentro  de  la  sub- 
familia Anophelinae,  resulta  tarea  mucho  más  fácil  que  la  ob- 
servación detenida  de  condiciones  epidemiológicas,  ó  el  ensayo 
experimental,  largo,  molesto,  y  que  necesita,  desde  luego,  co- 
nocidiientos  y  técnica  especiales,  y  medios  oportunos.  Por  este 
lado,  carecemos,  por  tanto,  de  datos. 

Sin  embargo,  parece  que  las  formas  agrupadas  en  el  género 
Nyssorhynchus  (erróneamente  Laverania  de  Theobald),  pro- 
pias de  Australia,  India  y  América,  no  son  aptas  para  hospe- 
dar las  formas  del  ciclo  esporogónico  de  Plasmodium  y  Lave- 
rania (malaiiae). 

Todas  las  demás  especies  de  la  sub-familia  pueden  —  proba- 
blemente—  transmitir  el  parásito  de  la  Malaria  humana,  y  al- 
gunas quizás  también  las  larvas  maduras  de  F.  Bancrofti.  So- 
bre el  particular  parece  oportuno  esperar  datos  más  seguros- 
tanto  parasitológicos,  como  sistemáticos. 

El  género  Atioplieles  en  general,  y  muy  en  particular  la  es- 
pecie Anopheles  claviger  (en  Italia  y  en  España)  transmite  á 
los  perros  la  Filaría  immitis. 

Bien  es  verdad  que  las  larvas  de  Filaría  immitis  pueden — 
en  condiciones  excepcionales  —  desarrollarse  también  en  el  gé- 
nero Culex  [Culex  pipiens);  menos  difícilmente  en  las  esp.  Cu- 
lex  'penicillaris  y  Culex  malariae  (ó  C.  rexatis) ,  C.  SJciisü  se- 
glán  las  observaciones  de  Bancroft  (1);  pero  debe  tratarse  de 
un  medio  anormal,  muy  probablemente  limitado  á  los  casos  ex- 
perimentales. 


(1)     C.  Skusü ,   muy  parecido  á  C.  cüiaris ,  dehe  considerarse 
como  una  variedad  de  Culex  pipiens ,  comunísimo  en  toda  España. 


—  420  - 

En  conjunto  puede  afirmarse  que  la  adaptación  de  las  larvas 
de  Filaría  immitis  (quizá  de  los  Füaridae  en  general)  al  hués- 
ped intermedio,  no  es  específica,  no  ha  llegado  á  la  necesidad  de 
una  selección  esquisita,  como  es  la  que  se  encuentra,  sin  duda, 
en  otros  parásitos,  entre  ellos  en  los  protozoarios  de  los  géne- 
ros Plasmodium^  Loverania,  Haemoproteus  [Proteosoma),  etc. 

11.  Dos  palabras  más,  acerca  de  la  distribución  de  géne- 
ros y  especies  en  la  sub-familia  Culicinae,  como  acabo  de  ha- 
cerlo con  respecto  á  la  sub-familia  Anophelinae. 

La  sub-familia  Culicinae  comprende  aquellas  especies  que 
con  más  frecuencia  transmiten  al  hombre  la  Filaría  Bancrofti; 
las  que  parecen  ser  vehículo  del  germen — todavía  desconoci- 
do—  de  la  Fiebre  amarilla;  y  por  fin  otras  muchas  que  nos  in- 


Figura  35.— Ala  de  Culex  pipiens. 


teresan  bajo  el  aspecto  parasitológico,  por  ser  huéspedes  de 
hematozoarios  de  las  aves ,  parecidos  á  los  que  producen  la  Ma- 
laria humana. 

Del  antiguo  género  Culex  y  Theobald  y  los  recientes  autores 
han  separado  un  crecido  nfimero  de  formas,  y  con  éstas  han 
creado  géneros  nuevos:  lo  mismo  han  hecho  con  la  antigua  es- 
pecie Culex  pipiens ,  subdividida  en  especies  distintas. 

Muchas  de  estas  innovaciones  tienen  fundamento  natural  y 
lógico,  en  el  conocimiento  cada  día  más  extenso  de  formas  exó- 
ticas, antes  desconocidas,  y  de  caracteres  estructurales  y  mor- 
fológicos que  no  podían  apreciarse  sin  los  modernos  medios  de 
investigación  por  un  lado,  y  por  otros  sin  la  comparación  de 
un  número  grande  de  formas  diferentes. 

Y  sin  embargo,  en  la  sub-familia  Culicinae  como  en  la 
Anophelinae,  Theobald  ha  exagerado  —  en  mi  entender  —  el 


—  421  — 

valor  científico,  sistemático  (no  hablo  de  valor  práctico),  de  los 
caracteres  que  le  sirven  para  la  diferenciación  específica  y  ge- 
nérica. 

Si  se  examina  con  algún  detenimiento  la  constitución  actual 
del  género  tal  como  lo  Culex,  ha  dejado  Theobald  y  adoptado 
Blanchard,  nos  apercibimos,  por  ejemplo,  de  que  la  especie 


3 


Figura  36.— Ninfa  (ó  Pupa)  de  Culex  pipiens, 

A,  aumento  de  20  diam. 

B,  tamaño  natural  de  la  misma. 

C,  detalle  de  uno  de   los  apéndices  dorsales 

(bilaterales). 


Culex  fatigans  no  merece  por  ningún  carácter  importante  ser 
separada  de  la  forma  común  Culex  pipiens. 

Culex  fatigans  (Wiedemann),  sinónimo  de  C.  anxifer, 
C.aestiians,  C.  pungens,  C.  pallipes  (Meigen  1838),  elevado 
á  categoría  de  género  por  Arribálzaga  (1896)  (Heteronycha  do- 
losa), representa  en  realidad  al  Culex  pipiens  en  casi  todas  las 


-  422  - 

regiones  de  la  zona  sub-tropical  (climas  calientes).  Encuén- 
transe  ejemplares  de  esta  forma  en  América,  en  África,  en 
Asia,  en  Australia;  y  en  Europa,  precisamente  en  España 
(descrita  por  Birt,  según  Theobald,  op.  cit.,  II,  p.  154,  y  III> 
p.  225),  tn  Gibraltar;  encontrada  por  mí  en  Málaga  (Junio  de 
1904);  en  Portugal;  probablemente  en  Grecia;  y  en  Italia, 
següu  demuestran  las  observaciones  de  Bordi,  comunicadas 
en  1902  á  la  Real  Academia  de  los  Linceos.  Mas  lo  singular 
del  caso  es,  que  el  mismo  Theobald  confiesa  que  le  ha  sido 
preciso  superar  gravísimas  dificultades  para  combinar  algunos 
caracteres  fijos,  sobre  los  cuales  fundarse  para  diferenciar  la 
especie  C.  fatigans  de  la  C  pipieus. 

En  efecto,  trátase  de  variaciones  individuales  (quizás  de 
variedades  ya  constantes,  pero  sin  importancia  específica) ,  y 
que  se  encuentran  á  cada  paso  cuando  se  examinan  detallada- 
mente, en  cierto  número,  mosquitos  del  gen.  Culex,  esp.  Culex 
pipiens.  Dichas  variaciones  se  observan  preferentemente  en 
los  caracteres  de  las  alas  (escamas),  del  Scutellum  y  del  pri- 
mer segmento  abdominal,  y  hacen  imposible  de  todo  punto  la 
creación  de  una  especie  definida.  Así  es  que  Theobald  se  ve 
obligado  á  adoptar  los  caracteres  de  la  fórmula  ungueal,  de  la 
estructura  de  los  genitales  masculinos,  y  de  la  forma  de  los 
palpos,  para  crear  la  especie  (C.  fatiyans),  pero  subdividién- 
dola  en  seguida  en  cinco  subespecies  (C.  fatigans  propiamente 
dicho  [strictiori  senbu]^  C.  f.  luíeoanmdaius,  C.  f.  Macleayh 
C.  f.  Skasii  [muy  probablemente  sinónimo  de  C  cüiaris], 
C.  f.  /;77¿/¿ea/Ms^,  admitiendo  además  15  variedades. 

Theobald  publica  en  la  pág.  158  del  II  tomo  de  su  «Mono- 
grafía»  diez  figuras  que  reproducen  10  variedades  de  venula- 
ción  (mejor  diríamos  variaciones  en  la  veiiulación)  délas  alas 
de  la  especie  Culex  fatiyans.  Pero  en  realidad  se  encuentran 
todas  las  formas  de  pasaje ,  las  disposiciones  transitorias  entre 
una  y  otras  de  esas  variaciones. 

Esto,  que  fácilmente  se  ha  observado  en  Italia,  estudiando 
(Bordi)  gran  número  de  ejemplares  del  comunísimo  Culex  pi- 
piens ^  también  se  averigua  con  relativa  facilidad  al  examinar 
los  caracteres  de  esta  especie  en  España. 


-  423  - 

Theobald  afirma  que  las  subespecies  y  variedades  del  C.  fa- 
tigans  de  que  se  ha  hablado,  tienen  una  distribución  geográfica 
característica,  6  por  lo  menos  se  encuentran  en  ciertas  regio- 
nes, reunidas,  formas  que  corresponden  á  determinadas  subes- 
pecies y  variedades,  con  exclusión  de  las  otras.  Tampoco  esto 
es  cierto,  pudiendo  tan  sólo  admitirse  que  en  los  países  tropi- 
cales ó  subtropicales  (en  Europa  podríamos  decir  en  los  países 
meridionales),  acentCianse  y  multiplícanse  las  variaciones  de 
algunos  caracteres  morfológicos  de  interés  secundario. 

Todo  esto,  dejando  aparte  su  importancia  zoológica,  nos  in- 
teresa por  tratarse  de  un  mosquito  que  desempeña  papel  pre- 
dominante en  la  difusión  de  la  Füaria  Bancrofti.  La  mayoría 
de  los  recientes  investigadores,  Bancroft,  Lutz,  Danie's,  etc., 
aseguran,  en  efecto,  que  Culex  fatigans  constituye  en  casi  to- 
das las  regiones  tropicales  el  medio  de  transmisión  típico, 
constante,  de  la  Filaría  Bancrofti,  y  que  su  presencia  y  dis- 
tribución están  estrictamente  ligadas  con  la  presencia  y  distri- 
bución de  la  Elefantiasis  (esto  es,  de  la  más  importante  mani- 
festación de  la  Filariasis  humana). 

Claro  está,  que  si  realmente  C.  fatigans  constituye  una  es- 
pecie aparte,  separada  de  C.  j^ipiens,  no  bastará  encontrarlas 
formas  comunes  de  esta  especie  para  entrar  en  la  sospecha  de 
que  la  Filaría  Bancrofti  pueda  endémicamente  establecerse 
ni  aun  esporádicamente  transmitirse  en  aquella  región  ó  co- 
marca. En  efecto,  hasta  ahora  no  tenemos  pruebas  seguras  de 
que  Culex  pipiens  [strictiori  sensu ,  esto  es  en  el  sentido  de 
Theobald]  pueda  ser  huésped  natural  de  las  larvas  del  Nema- 
todes.  Si  nos  queremos  dar  la  pena  de  examinar  detallada- 
mente la  Bibliografía  contemporánea  y  más  reciente,  veremos 
que  C.  pipiens  no  viene  señalado  fuera  de  Europa,  y  de  algu- 
nas regiones  de  clima  templado  del  Norte  de  América,  en  nin- 
guna parte;  y  sin  embargo  siguen  los  tratados,  incluso  el  de 
Blanchard ,  asegurando  que  se  trata  de  una  especie  cosmopo- 
lita,  comunísima  y  difusísima.  Entre  tanto  la  mayoría  de  los 
casos  de  Filaría  Bancrofti  se  atribuyen  á  la  picadura  de  Cu- 
lex fatigans  y  de  Stegomyia  calopus  (St.  fasciata). 

La  verdad  es  que  ni  los  caracteres  sobre  que  se  funda 


—  424  - 

Theobald ,  ni  las  pequeñas  variaciones  de  la  morfología  de  las 
larvas,  estudiadas  por  Howard,  pueden  convencernos,  en  con- 
tra de  los  resultados  de  nuestras  personales  observaciones,  de 
que  las  formas  reunidas  por  el  primero  bajo  el  antiguo  nombre 
de  Wiedemann,  Culex  fatigans,  constituyan  una  bona  species, 
distinta  del  Culex  pipiens. 

Por  consiguiente,  yo  pienso  que,  de  averiguarse  todas  las 


Figura  37. — Larva,  probablemente  de  Culex  mimeticus  NoÉ, 
encontrada  en  Canarias  {Tenerife)  Quliii  igosV  Habitat  foveal 
(pequeña  fuente  en  un  jardín). 


condiciones  necesai'ias  para  ello  (existencia  ¡de  enfermos  con 
embriones  en  la  sangre  periférica,  temperatura  suficiente, etc.), 
en  los  'países  donde  se  encuentre  cualquier  forma  ó  variedad 
del  Culex  pipiens  puede  establecerse  endémicamente  ó  esporá- 
dicamente transmitirse  la  Filaria  Bancrofti. 

Veremos  dentro  de  poco  el  alcance  y  la  importancia  prác- 
tica de  esta  conclusión. 

Debo  decir  aún  que  las  costumbres  —  tanto  larvales  [habitat 
de  las  larvas]^  como  de  los  insectos  adultos  —  son  perfecta- 
mente iguales  en  todas  las  formas  comprendidas  en  la  antigua 
y  clásica  especie   Culex  pipiens,  esto   es  en  el  pipiens  de 


-  425  — 

Theobald  y  en  Cidex  fatigans ,  que  en  conjunto  la  representa 
y  sustituye  (según  los  recientes  investigadores)  en  las  regiones 
tropicales  y  subtropicales  de  todos  los  continentes. 

Trátase  de  mosquitos  esencialmente  nocturnos:  apenas  se 
logra  encontrarlos  de  día.  Las  hembras  ^  hematófagas ,  en  ex- 
tremo molestas,  viven  en  el  interior  de  las  casas  (House-mos- 
quito  ^    Bancroft,   que    identifica    C.    ciUaris  =  C.  Skusii  = 


-Ó^ 

A 


Figura  38. — Extremidad  posterior  y  apéndice  respi- 
ratorio de  la  larva  de  Ctilex  mimeticus  (según  NoÉ). 


C.  fatigans  =  C.  pipiens).  Pueden  ser  transportados  con  los 
grandes  barcos  ( —  lo  propio  sucede  con  el  gen.  Stegomyia)  — 
sobre  los  cuales  frecuentemente  se  han  encontrado  numerosos 
ejemplares  de  (7.  fatigans  (C.  pipieyís). 

Sus  larvas  viven  en  ambientes  bastante  variados:  sin  em- 
bargo pueden  considerarse  como  características  de  las  peque- 
ñas balsas,  de  los  charcos,  de  los  pozos  superficiales,  de  las 


-  426  - 

pilas  de  agua:  se  encuentran  con  facilidad  hasta  en  barriles  de- 
jados al  abierto  y  que  contengan  pequeñas  cantidades  de  agua 
de  lluvia. 

En  Canarias  (Tenerife)  yo  he  visto  desarrollarse  junto  en 
la  misma  pila,  en  un  jardín,  larvas  de  C.  pipiens  y  de  Sie- 
gomijia  (1).  Low  asegura  también  que  esta  comunidad  de  vida 
entre  los  dos  géneros  durante  su  estado  larval,  es  frecuente  en 
las  regiones  donde  se  encuentra  el  género  Stegoinyia. 

Las  especies  Culex  phytophagus  (Ficalbi,  1889),  que  Mac- 
donald  (1902)  describe  como  una  de  las  formas  encontradas 
en  el  Siid  de  España  (provincia  de  Huelva,  Ríotinto);  Culex 
agilis  (Bigot),  Culex  dot72esiicus,  tampoco  pueden  separarse 
de  Culex  pipiens  y  deben  considerarse,  por  tanto,  como  sinó- 
nimos de  esta  especie. 

Theobald  publica  en  la  pág.  133,  t.  11^  cinco  ejemplares  de 
ala  de  (7.  pipiens  (entendiendo  con  este  nombre  la  especie  re- 
ducida de  su  sistema).  Entre  ellas,  dos,  por  lo  menos,  presen- 
tan una  venulación  bien  distinta.  Y  el  mismo  escribe  (pág.  135): 
«  Culex  pipietis  (strictiori  sensu)  is  subject  to  great  variation  in 
size  and  also  in  regard  to  certain  features  of  its  venation»  (C.  pi- 
piens presenta  grandes  variaciones  en  sus  dimensiones  y  tam- 
bién en  cierto  modo  de  disposición  de  las  venulaciones). 

Sin  embargo,  Theobald  admite  luego  una  nueva  especie- 
Culex  quasipipiens ,  fundándose  únicamente  en  la  venulación 
de  las  alas  y  en  la  forma  de  las  escamas  que  cubren  la  cabeza 
y  el  tórax:  «very  like  C.  pipiens,  but  differs  in  wing  venation 
and  in  the  form  of  the  head  scales,  wich  are  smaller  in  this 
species,  and  in  the  larger  thoracic  scales»  (muy  semejante  á 
C.  pipiens,  pero  difiere  de  éste  por  ia  venulación  de  las  alas,  y 
por  la  forma  de  las  escamas  de  la  cabeza,  que  son  más  peque- 
ñas en  esta  especie,  y  por  las  escamas  torácicas  mayo- 
res) (pág.  137).  Pues  bien,  el  carácter  de  la  dimensión  (erró- 
neamente dice  Theobald  forma)  de  las  escamas  es  absoluta- 


(1)  Séame  permitido  dar  las  gracias  á  mi  distinguido  amigo  el 
Dr.  D.  Tomás  Zerolo  (Orotava)  por  el  auxilio  qiie  me  prestó  du- 
rante mi  breve  estancia  en  la  isla. 


—  427  — 

mente  variable  y  sumamente  inconstante;  y  las  diferencias  en 
la  disposición  de  algunas  vénulas  de  las  alas,  no  son  de  más 
relieve  que  las  descritas  por  el  mismo  Theobald  en  su  especie 
Culex  pipiens  (fig.  39). 

Al  contrario,  constituye  desde  luego  una  especie  aparte  —  y 
quizás  merezca  ser  considerado  como  género  —  el  Culex 
nemorosus ,  que  Blanchard  llama  Theohaldinella  7iemorosa 
(emend.  Theohaldia  [Neveu  Lemaire]).  En  efecto,  la  fórmula 
ungueal  de  las  hembras,  que  en  todas  las  especies  antes  indica- 


B 


Figura  39.— Disposición  de  las  venas  costalis  y  sub-costalis  en  las  es« 
pecios  (Theobald):  Culex  pipiens  y  C.  quasipipiens. 

A,  Culex  quasipiens.  — a,  tipo  de  las  escamas  torácicas  en  la  misma 
especie. 

B,  Culex  pipiens. — b,    tipo  de  las   escamas  torácicas   en  la  misma 
especie. 


das  (C.  pipiens  en  general,  C.  fatigaiis,  C.  quasipipiens  y 
C.  agilis ,  etc.  )'es  la  misma  (O. O  —  O. O  —  O.  O),  varía  en 
esta  especie  (1.  1  —  1.1  —  1.1),  así  como  varían  otros  ca- 
racteres morfológicos,  y  son  por  completo  distintas  sus  costum- 
bres ,  sus  relaciones  con  el  hombre  y  el  habitat  de  larvas  y  nin- 
fas. Trátase  de  una  especie  que  vive,  por  lo  general,  en  los 
bosques,  en  los  jardines,  en  los  parques;  raras  veces  encuén- 
trase en  las  habitaciones   (Blanchard  la  vio  en  Sevilla).  Es 


Eev.  Acad.  Ciencias.— Ill.-Xovieinbre,  1905. 


29 


428  - 


diurna j  y  la  hembra,  hematófaga,  pica  al  hombre  y  á  los  ani- 
males domésticos  durante  el  día.  Las  larvas  desarróllanse  en 


Figura  40.— Aspecto  de  Stegomyia  fasciata  en  actitud  de  picar  (aum    X  lo)- 


lagos,  pantanos,  grandes  charcos ^á  veces  en  aguas  corrientes 


¿^^^^3^^ 


^ 


9 


cf 


Figura  41.— Aparato  ungueal  de  Síígowj'ja /ascia/»   d*  y  5,  en  los   ejemplares  proce- 
dentes de  las  islas  Canarias  (sí.  ja%c.  var.  canariensis). 


cuyo  movimiento  sea  dulce  y  lento;  á  veces  también  en  aguas 
saladas  (salinas  de  Cagliari,  Cerdeña,  seg.  Ficalbi). 

Su  distribución  geográfica  abarca  á  toda  Europa:   Culex 


-  429  - 

sylvaticus,  C.  provocans,  C.  salinus  (Ficalbi),  C.  reptans^ 
C.  stricticus  deben  considerarse  como  sinónimos  de  Culex 
nemorosus  (ó  Theobaldinella  nemorosa) . 

Por  lo  demás,  hay  que  advertir  que  también  C.  nemorosus 
presenta  variaciones  muy  considerables  en  los  caracteres  exter- 
nos, de  tal  suerte  que  se  admiten  3  variedades:  C-  n.  salinus^ 
C.  n.  luieovittatiis^  C.  n.  detritus. 

12.  El  género  Stegomyia  corresponde  al  antiguo  Culex  ele- 
gans  Ficalbi,  al  C.  calopus  Meigen,  al  C.  anniiUtarsis  y  otras 
formas  que  comprenden  hoy  día  más  de  25  ó  30  especies.  Es- 
parcido en  casi  todas  las  regiones  de  clima  caliente  y  tropical, 
llega  á  establecerse — transportado  quizás  por  los  buques — en 
países  relativamente  fríos  (Inglaterra,  encontrada  por  Ste- 
phens).  Encuéntrase  este  género,  representado  por  la  especie 
St.  calopus  ( St.  fascíata),  en  las  costas  meridionales  de  Espa- 
ña (Alicante,  Málaga,  Cádiz,  Huelva)  y  Portugal,  y  en  gran 
abundancia  en  las  islas  Canarias  (Tenerife,  Las  Palmas)  donde 
he  podido  observar  sus  costumbres,  en  un  reciente  viaje  al  Ar- 
chipiélago (Julio  1905).  Trátase  de  un  mosquito  doméstico, 
que  vive  en  las  casas,  que  hállase  con  gran  frecuencia  en  las 
habitaciones,  tanto  de  día  como  de  noche:  sin  embargo,  no  pica 
durante  el  día  con  tanta  frecuencia  como  durante  la  noche. 
Pone  los  huevos  en  todas  partes  donde  haya  pequeñas  cantida- 
des de  agua,  y,  según  las  observaciones  de  Lazear  (que  no  he 
tenido  ocasión  de  comprobar),  pueden  esos  huevos  soportar 
bastantes  días  de  sequía. 

Los  caracteres  de  esta  especie,  tal  como  se  observan  en  los 
ejemplares  capturados  en  la  costa  Sud  de  España,  pueden  re- 
ducirse á  los  siguientes: 

STEGOMYIA  FASCÍATA. — Theobald.  ] 

Aspecto.  —  A  simple  vista  el  insecto  aparece  blanco  y  negro; 
el  blanco  puro  de  la  ornamentación  contrastando  fuertemente 
con  el  pardo  obscuro  del  fondo. 

Tamaño.  —  Longitud:  de  3  ^/^  á  5  milímetros  (sin  trompa). 

Cabexa. —  Densamente  cubierta  de  escamas  del  tipo  redan- 


—  430  — 

gulaiae  (v.  fig.  9,  I),  negras  y  grises  á  cada  lado,  formando 
una  mancha  blanca  en  medio^  una  mancha  blanca  en  cada  lado, 
una  franja  blanca  delgada  rodeando  los  ojos;  escamas  del  tipo 
aculeatae  (v.  fig.  9,  V.)  en  la  nuca;  las  antenas  negruzcas  con 
bandas  pálidas,  estrechas  y  verticilos  moreno  obscuro;  palpos 
con  escamas  negras;  el  último  artejo  con  escamas  de  color 
blanco  puro  plateado  cerca  de  la  punta;  trompa  negra  sin  ban- 
das blancas. 

Tórax.  —  Pardo  obscuro  con  escamas  curvas  de  color  mo- 
reno rojizo^  dorado  pálido  y  crema,  adornado  como  sigue:  una 
banda  curva  y  ancha  de  blanco  puro,  de  cada  lado,  incurvada 
hacia  adentro ;  hacia  la  mitad  del  mesonoto  y  continuando 
hacia  atrás,  más  delgada  y  pálida  hasta  el  scutellum\  dos  ban- 
das escamosas  delgadas  y  paralelas,  pálidas,  extendiéndose  has- 
ta la  parte  media  á  través  del  mesonoto  y  más  ó  menos  hacia  el 
scutellum;  una  línea  blanca  corta  entre  estas  dos;  una  mancha 
blanca  en  cada  lado  del  tórax  hacia  adelante  cerca  del  cuello; 
scutellum  con  una  fila  de  escamas  planas,  anchas  y  de  color 
blanco,  y  tres  mechones  de  pelos;  metanoto  y  pleuras  moreno 
obscuro  con  varias  manchas  de  escamas  plateadas. 

Abdomen.  —  Pardo  obscuro,  cubierto  en  algunos  sitios  de 
escamas  blancas,  negras  y  grises;  con  bandas  básales  de  esca- 
mas blancas,  primer  segmento  de  escamas  cremas;  lados  con 
manchas  de  escamas  blancas  de  aspecto  más  6  menos  trian- 
gular. 

Alas.  —  Venas  tapizadas  con  escamas  parduscas  de  los  ti- 
pos longireciangulatae  et  elojigaiae  (v.  fig.  9),  estrecha?  y  lar- 
gas, algunas  cortas,  del  tipo  rectangulatae ,  y  más  obscuras; 
primer.i  celda  submarginal  más  larga  y  ligeramente  más  estre- 
cha que  la  segunda  celda  posterior,  la  base  de  la  primera  algo 
más  cerca  de  la  base  de  las  alas  de  la  segunda.  Disposición  de 
las  venas  parecida  á  la  del  gen.  Culex,  pero  las  celdas  ahorqui- 
lladas cortas. 

Patas. —  Negras  con  bandas  blancas  argénteas  básales;  cu- 
biertas uniformemente  de  escamas  blancas;  tibia  negra;  meta- 
tarsos  con  bandas  blancas  básales;  tarsos  anteriores  con  el  pri- 
mer artículo  blanco  á  la  base  y  el  resto  negro;  tarsos  medianos 


-  431  — 

lo  mismo;  tarsos  posteriores  todos  basalmente  blancos,  excepto 
«1  último  artículo,  que  es  blanco  puro;  penúltimo  artículo  en  su 
mayor  parte  blanco  con  el  ápice  negro. 

Uñas.  —  Hembra:  anterior  —  ambas  iguales  y  uniserradas; 
media  —  ambas  iguales  y  uniserradas;  posterior  —  ambas  igua- 
les y  no  dentadas  (1.1.  —  1,1  —  O. O.).  Macho:  ante- 
rior —  desigual  la  mayor  con  un  diente  corto  romo,  y  la  menor 
con  uno  no  dentado;  media  —  desigual  y  no  dentada;  poste- 
rior —  igual  no  dentada  (1.1.  —  O. O.  —  O. O). 

Habitat  de  huevos,  larvas  y  ninfas.  — Ya  se  ha  dicho  que 
las  hembras  de  esta  especie  prefieren  poner  en  aguas  tranqui- 
las, de  tal  suerte  que  se  encuentran  huevos,  larvas  y  ninfas  en 
los  barriles  de  agua  de  lluvia,  pequeños  estanques,  jarras,  en 
una  palabra,  en  cualquier  receptáculo  que  contenga  agua. 

Huevos. —  Negros,  de  forma  cilindrica  y  extremidades  cóni- 
cas. Los  depositan  en  la  superficie  del  agua,  con  disposición 
parecida  á  la  de  los  huevos  de  Anopheles ,  solos  ó  en  grupos  de 
tres  ó  más,  dispuestos  en  filas  paralelas  ó  arracimados.  Parecen 
muy  resistentes  á  las  influencias  exteriores.  Cada  hembra  de- 
pone de  30  á  115  huevos,  siendo  de  50  el  promedio;  los 
huevos  maduran  y  se  abren  entre  tres  y  doce  días  ó  más  tiem- 
po, según  la  temperatura  del  agua  y  otras  condiciones. 

Larvas.  —  Son  parecidas  á  las  de  G.  pipiens ,  si  bien  difie- 
ren de  ellas  por  algunas  particularidades  anatómicas  estudia- 
das y  descritas  por  Howard.  La  posición  en  que  permanecen 
cuando  respiran  en  la  superficie  del  agua  tampoco  es  idéntica 
á  la  que  es  propia  y  característica  de  las  larvas  de  Culex,  pues 
las  de  Stegomyia  se  disponen  en  dirección  casi  vertical,  con 
la  cabeza  hacia  abajo.  Son  relativamente  más  largas  y  menos 
anchas ,  y  el  tubo  respiratorio  es  más  corto.  La  duración  del 
período  larvario  varía,  siendo  el  mínimum  de  seis  días. 

Ninfas. —  Parecidas  á  las  del  C.  pipiens ,  pero  más  delga- 
das y  elegantes.  La  duración  del  período  de  ninfa  varía,  siendo 
el  mínimum  de  dos  días. 

Observaciones. —  Los  caracteres  principales  que  distinguen 
el  gen.  Stegomyia,  y  muy  en  particular  la  especie  St.  fascia- 
ta,  son  las  escamas  de  la  cabeza  y  del  scutellum;  las  líneas 


—  432  - 

blancas  á  los  lados  del  tórax,  y  las  patas  con  bandas  blancas. 
La  forma  encontrada  por  mí  en  las  islas  Canarias  presenta 
algunos  caracteres  que  —  siguiendo  el  criterio  adoptado  por 
Theobald  y  aceptado  por  Blanchard  —  pueden  hacerla  distin- 
guir de  la  especie  típica  Stegomyia  calopus.  Tales  son:  la  dip- 
posición  de  las  vénulas  transversa  mediana  y  transversa  su- 
pernumeraria en  las  alas;  el  tipo  de  las  escamas ,  que  respon- 
de á  la  combinación  de  rectangnJatae  longirectangulatae  á  lo 
largo  de  las  venas,  y  al  de  elongatae  sobre  el  borde  de  las  alas; 
que  permiten  crear  una  variedad  St.  cal.  varietas  canariensis. 


Figura  42.— Ala  de  stegomyia  fasciata,  variedad  canariensis. 


13.  Los  géneros  lanthínosoma  y  Psoróphora  son  exclusi- 
vamente americanos:  poco  sabemos  de  sus  costumbres,  nada 
acerca  de  la  posibilidad  de  que  ejerzan  algún  papel  patógeno. 

El  gen.  Mucidus  es  asiático,  australiano  y  en  parte  africano 
(quizás  las  formas  africanas  deban  comprenderse  en  otro  géne- 
ro). Tampoco  tiene  importancia  para  nosotros  el  género  Eret- 
mapodites. 

El  géníTO  Mansonia  (Panoplites  de  Theobald ,  Mansonia  de 
Blanchard,  correspondiente  en  parte  al  antiguo  Culex  titillans 
de  Walker,  1848),  es  uno  de  los  huéspedes  intermedios  de 
Filaría  Bancrofti.  Los  caracteres  de  la  forma  de  las  escamas 
sobre  las  alas  (escamas  típicas  rhomboidales  grandes)  (v.  figu- 
ra 9,  II)  ,  y  de  la  dimensión  relativa  de  la  trompa  y  de  los  pal- 
pos distinguen  este  género  de  los  afines  Culex  y  Aédeomyia- 

No  se  ha  encontrado  todavía  este  género  en  Europa,  En  los 
demás  continentes  hállase  esparcido  en  las  regiones  subtropica- 
les de  ambos  hemisferios.  Penetran  estos  mosquitos  á  veces  en 


-  438  — 

las  casas:  las  hembras  ponea  los  huevos  en  las  aguas,  aunque 
dotadas  de  algún  movimiento  (pequeñas  corrientes  de  agua^ 
ríos  de  escaso  cauce,  lagos,  etc.);  su  picadura  es  en  extremo 
irritante,  por  especiales  propiedades  químicas  del  líquido  de 
las  glándulas  salivales,  ó  quizás  por  la  frecuencia  con  que  con- 
tiene (y  por  tanto  inocula  en  la  herida)  blastomicetos  abundan- 
tes y  formas  vulgares  de  esquizomicetos  ( 1 ). 

El  gen.  Taeiiiorhy nchiis  (representado  anteriormente  por  el 
Culex  Richiardii)  se  encuentra  en  Italia,  Asia  Menor,  Ingla- 
terra, Xorte  de  América  y  en  todo  el  continente  asiático.  Muy 
probablemente,  existe  en  España,  aunque  yo  no  lo  he  encon- 
trado ni  ha  sido  visto  por  otros. 

SegCín  reconoce  el  mismo  Theobald  en  la  introducción  al 
tercer  tomo  de  su  Monografía  (1903-1904),  todos  los  caracte- 
res de  las  formas  adultas,  sobre  que  se  funda  la  distinción  de 
géneros  y  especies,  deberían  ser  confirmados  por  un  estudio 
detenido,  acabado,  de  su  desarrollo  larval,  y  de  la  estructura 
de  larvas  y  ninfas. 

Desgraciadamente  carecemos  de  datos  exactos  sobre  el  par- 
ticular, en  la  grandísima  mayoría  de  las  especies  de  Anophe- 
Unae  y  de  Culicinae^  si  se  exceptíían  las  europeas  y  alguna  que 
otra  india  ó  africana  (pocas  de  la  América  del  Norte,  estudia- 
das porHoward,  Coquillet,  Dyar,  etc.). 

Por  mi  parte  estoy  convencido  —  aunque  no  me  atrevo  á 
exponer  por  ahora  esta  idea  más  que  en  forma  de  hipótesis  — 
,que  muchas  formas  adultas  descritas  como  especies  y  géneros, 
no  representan  otra  cosa  que  variaciones  muy  probablemente 
debidas  á  la  estación  y  á  fenómenos  de  polimorfismo  sexual: 
si  conociéramos  en  estos  casos  la  morfología  de  las  larvas  y 
.ninfas,  si  pudiéramos  siempre  determinar,  bajo  nuestra  vista, 
en  nuestros  laboratorios,  la  reproducción  de  aquellas  formas, 
veríamos  desarrollarse  larvas  por  completo  idénticas  á  las  atri- 
buidas á  otra  especie,  y  de  estas  larvas  y  de  las  ninfas  que  de 


(1)     Theobald  fpág.  174,  t.  II)  escribe:  «The  bite  of  Panoplites 
(Mansonia)  is  very  irritating  and  the  saliva  in  some  species  is  dis 
tinctly  acid  (Lutz)». 


-  434  — 

ellas  procedieran,  veríamos  salir  formas  adultas  con  ciertos  ca- 
racteres distintos  de  los  que  encontrábamos  en  las  primera- 
mente examinadas,  esto  es,  en  la  forma  paterna  y  materna. 

Este  concepto  responde  de  tal  suerte  á  la  verdad ,  á  los  he- 
chos que  se  observan  en  la  naturaleza,  que  el  mismo  Theobald, 
en  la  indicada  Introducción  del  tercer  tomo  (ultimo  publicado) 
de  su  Monografía,  escribe:  «In  many  respects  the  Culicidae 
are  extremely  variable:  this  variation  is  chiefly  in  wing-mar- 
kings,  and  to  some  extent  in  the  leg  banding  in  certain  species. 
The  variation  in  wing-markings  is  said  to  be  seasonal. » 

Admite,  por  tanto,  Theobald  la  existencia  de  una  variación 
en  ciertos  caracteres  morfológicos  externos,  en  dependencia 
del  ciclo  estacional  del  año.  Pero  al  mismo  tiempo  no  se  aper- 
cibe de  que  aquellos  caracteres  externos,  por  ejemplo,  las  man- 
chas de  las  alas,  y  otros,  como  los  colores  y  aspecto  del  tórax 
y  del  abdomen,  dependen  de  la  forma,  dimensión  y  distribu- 
ción de  las  escamas ,  sobre  las  cuales  establece  el  Dipterólogo 
del  British  Museum  las  fundamentales  distinciones  de  géneros 
y  especies.  Así  es  que  un  carácter  variable  en  los  individuos 
constituye  en  la  clasificación  actualmente  adoptada,  el  carácter 
fundamental  para  la  subdivisión  de  las  subfamilias. 

Y  baste  con  esto  de  crítica. 

Sólo  añadiré  que  con  mayor  razón  aún ,  del  mismo  modo 
como  admito  variaciones  estacionales  y  sexuales  eu  los  indivi- 
duos de  una  misma  especie  y  del  mismo  género ,  así  pienso  que 
existen  variaciones  geográficas,  y  que  la  misma  especie  pre- 
senta en  los  distintos  puntos  de  la  superficie  terrestre  modifica- 
ciones más  ó  menos  evidentes  en  su  aspecto  general  y  en  sus 
caracteres. 

14.  Con  relación  á  los  estudios  epidemiológicos,  es  de 
gran  interés  conocer  el  habitat  y  las  costumbres  de  las  larvas 
y  las  ninfas  de  las  dos  familias  Anophelinae  y  Culicinae.  En 
efecto,  por  una  determinación  exacta  del  medio  que  nece- 
sita cada  especie  para  poner  los  huevos  y  para  que  éstos  se 
desarrollen  convenientemente  al  estado  de  larva  y  de  ninfa 
hasta  llegar  á  insecto  perfecto,  podríamos  alcanzar  un  conoci- 
miento seguro  acerca  del  territorio  en  que  vivimos,  región,  co- 


-  435  — 

marca,  pueblo,  finca,  en  cuanto  ofrece  condiciones  favorables 
ó  desfavorables  para  la  reproducción  y  vida  larval  de  estos 
Dípteros. 

Desde  luego  estamos  muy  lejos  de  haber  llegado  á  esa  de- 
terminación. 

Sin  embargo,  tentativas  en  este  sentido  se  han  hecho,  sin 
que  hayan  proporcionado  los  resultados  apetecidos. 

La  distinción  de  especies  en: 

1.  Palustres. —  (Larvas  en  estanques,  grandes  pantanos, 

pequeños  lagos,  etc.) 

2.  Sub-palustres.  —  (Larvas  en  charcos,  balsas,  etc.) 

3.  Foveales.  —  (Larvas  en  pequeñas  cantidades  de  agua, 

en  recipientes  de  poca  capacidad), 

establecida  por  Ficalbi  (1899-98)  y  Grassi  (1898-99)  en  Ita- 
lia, adoptada  en  parte  por  Nuttall  (1899-1900)  en  Inglaterra, 
no  puede  ya  mantenerse  en  todo  su  rigor;  pero  de  todos  modos 
yo  creo  que  merece  ser  conservada  y  admitida  en  sus  líneas 
fundamentales. 

Considerábanse  en  un  principio,  según  las  indicaciones  de 
Ficalbi,  como  especies  típicas  del  tercer  grupo  (es  decir,  que 
ponen  sus  huevos  en  pequeños  charcos,  en  las  pilas  de  agua 
de  los  jardines,  fuentes,  pozos,  y  hasta  jofainas  con  escasa  can- 
tidad de  agua),  las  siguientes: 

Culex  'pipiens  (comprendiendo  la  especie   Cidex  fatigans 

Theob.). 
Culex    spathipalpis    (actualmente    Theohaldinella    spathi- 

palpis). 
Culex   elegans   (actualmente    Stegomyia    fasciata,   S.    ca- 

lopus). 
Culex  annidatus  (y  algunas  más). 

Las  investigaciones  posteriores  han  confirmado  en  conjunto 
el  hecho  puesto  de  relieve  por  Ficalbi.  Desde  luego  no  puede 
haber  en  esto  una  ley  absoluta,  porque  no  existe  una  meuida 


—  436  — 

absoluta,  un  límite  máximo  y  mínimo,  que  nos  ponga  al  abrigo 
de  las  variaciones  subjetivas  en  la  interpretación  de  la  clase  á 
que  pertenece  el  ambiente  acuático  en  que  se  desarrollan  las 
larvas.  Así  es  que  no  siempre  encontramos  de  acuerdo  los  va- 
rios observadores.  Pero  lo  cierto  es  que,  si  bien  á  veces  pue_ 
den  hallarse  los  huevos  ó  las  larvas  de  las  especies  antedichas 
en  ambientes  que  no  encajan  en  el  tipo  foveal  (esto  es  de  pe- 
queña capacidad,  de  escasa  cantidad  de  agua),  sin  embargo 
queda  indudable  que  el  ambiente  preferido  es  ese,  y,  por  tanto, 
son  estas  especies  eminentemente  domésticas,  conviven  en 
todas  partes  con  el  hombre. 

Lo  cual  no  deja  de  tener  grandísima  importancia.  Acuérdese 
que  Stegomyia  fasciata  (antiguo  Culex  elegans  de  Ficalbi) 
relativamente  raro  en  Italia,  ya  más  frecuente  en  las  costas 
meridionales  de  España^  abundantísimo  en  Canarias,  consti- 
tuía en  Cuba,  en  particular  en  la  Habana,  la  especie  caracte- 
rística de  las  casas,  puesto  que  desarrollábase  en  extraordina- 
rio número  en  los  depósitos  de  agua  que  cada  edificio  poseía 
para  el  uso  de  los  inquilinos.  Desde  que  con  medida  general  se 
han  cubierto  dichos  depósitos ,  las  Stegomi/ia  han  disminuido 
considerablemente;  y  otras  disposiciones  higiénicas  de  distinto 
carácter  casi  han  logrado  destruir  esta  especie,  ó  por  lo  menos 
hacer  que  desapareciera  de  la  Habana  y  de  sus  arrabales. 

Por  otro  lado,  ya  Ficalbi  notaba  que  distintas  especies  de 
Anophelinae,  como  Anopheles  daviger  (maculipennis),  y  A.  bi- 
furcatus,  se  desarrollan  especialmente  en  ciertas  aguas,  en 
condiciones  diferentes  la  una  especie  de  la  otra.  Anopheles 
daviger  (maculipemiis)  es  el  tipo  de  los  Anofelinos  ^m/tís/res, 
esto  es  que  sus  huevos,  larvas  y  ninfas  desarróllanse  de  prefe- 
rencia en  aguas  estancadas  de  grandes  extensiones,  en  charcas 
de  considerable  capacidad  (hasta  de  algunos  metros  de  profun- 
didad, según  pudimos  comprobar  en  lo  sucesivo),  en  pantanos 
y  en  ciertos  lagos  también :  en  los  arrozales  con  predilección 
y  en  gran  abundancia  (así,  por  ejemplo,  en  los  arrozales  de 
Valencia).  Anopheles  bifiircatus,  al  contrario,  desarróllase 
más  bien  en  pantanos  de  menor  extensión  y  de  poca  profundi- 
dad, en  las  acequias  de  lenta  y  escasa  corriente,  en  los  char- 


—  437  - 

eos  y  balsas  que  se  forman  en  el  campo,  aunque  accidental- 
mente; y  sobre  todo  en  las  aguas  que  quedan  en  cierta  canti- 
dad reunidas  en  los  espesos  y  densos  bosques,  en  las  zanjas 
rodeadas  de  arbustos  y  hierbas.  En  este  caso  llamaba  Ficalbi 
suh-palustre  el  habitat  de  las  larvas  y  ninfas. 

Sin  embargo,  Ficalbi  tuvo  que  modjficar  muy  pronto  sus 
afirmaciones,  y  Grassi,  Nuttall,  Noé,  yo  mismo,  pudimos  esta- 
blecer definitiv^amente  la  adaptabilidad  extrema  de  los  huevos 
de  Anopheles  en  general,  para  desarrollarse  en  aguas  de  toda 
clase,  en  ambiente  palustre,  snb-palustre  y  hasta  foveal  (en 
hoyos,  zanjas,  pozos,  etc.).  Coggi  y  Ceccherelli  han  observado, 
por  ejemplo,  que  Anopheles  hifurcatus  y  el  mismo  Anopheles 
claviger  se  desarrollan  en  pequeños  fosos  llenos  de  agua  que 
hay  para  riego  de  ciertos  árboles  en  los  alrededores  de  Siena 
(Italia),  donde  no  se  encuentran  ninguna  clase  de  pantanos  ni 
condiciones  palúdicas  del  terreno. 

Ocurre  lo  propio  en  España.  Anopheles  claviger  se  encuen- 
tra con  relativa  frecuencia  en  lugares  que  carecen  de  los  ca- 
racteres palustres,  como  en  los  alrededores  de  Madrid. 

Al  mismo  tiempo  se  observa  que  la  difusión  de  esta  especie 
y  de  las  que  componen  la  sub-familia  Anophelinae,  alcanza  á 
veces  una  altitud  que  los  primeros  investigadores  no  sospecha- 
ban. A  1.000  metros  sobre  el  nivel  del  mar  pueden  hallarse 
estos  mosquitos,  y  á  veces  á  mayor  altura,  constituyendo  el 
hecho  ahora  indicado  gravísima  razón  de  dudas  acerca  de  los 
límites  orográficos  de  la  endemia  palúdica. 

15.  Los  huevos  de  los  Anopheles,  largos  de  ^/^  de  milíme- 
tro'á  1  milím.,  de  color  blanco  recientemente  depositados  y 
volviéndose  después  de  color  plomizo,  son  en  forma  de  barqui- 
lla, corriendo  á  lo  largo  de  cada  lado  una  membranilla  estria- 
da, que  en  su  parte  mediana  constituye  una  pequeña  cámara  de 
aire,  destinada  sin  duda  á  sostener  al  huevo  flotando  en  el  agua. 

Anopheles  claviger  y  A.  psendopictus  (ó  Myzorynchus  pie- 
tus  Th.)  ponen  sus  huevos  constituyendo  cintas  paralelas 
de  3,  4,  10,  hasta  de  20  huevos.  Anopheles  hifurcatus ,  al 
contrario,  casi  siempre  pone  sus  huevos  en  el  agua  en  forma 
de  estrellas,  pues  se  hallan  unidos  por  sus  extremidades. 


-  438  — 

Paede  calcularse  que  cada  Anopheles  hembra  pone  de  100 
á  150  huevos  (1). 

Las  larvas  varían  poco  de  forma  con  la  edad^  reduciéndose 
al  menor  crecimiento  de  la  cabeza  con  relación  al  tórax  que 
hace  aparecer  la  primera  tan  ancha  como  el  segundo  en  un 
principio  y  más  estrecha,  por  el  contrario,  al  fin  de  su  desarro- 
llo. Los  caracteres  dados  de  ellas  por  los  autores,  como  Mei- 
nert,  que  las  ha  descrito  con  gran  detalle,  se  refieren  á  la  for- 
ma ya  bien  desarrollada.  La  cabeza  es  cónica,  próximamente, 
y  un  poco  deprimida.  Las  antenas  llevan  dos  gruesas  sedas  es- 
piniformes  en  su  extremidad,  y  otras  dos  plumiformes,  una  de 
ellas  en  el  extremo  y  la  otra  á  un  lado  antes  del  punto  medio 
de  la  antena.  De  cada  lado  de  la  cabeza  salen  dos  sedas  que 
tienen  importancia  para  la  determinación  de  las  especies  y  se 
llaman  sedas  angulares,  y  en  la  parte  anterior  salen  otras  muy 
largas,  también  importantes,  llamadas  sedas  medianas.  Los 
ojos  están  bien  desarrollados.  De  la  parte  inferior  de  la  cabeza 
salen  dos  pinceles  de  pelos  muy  apretados,  que  reciben  el  nom- 
bre de  órganos  rotatorios  y  que  contribuyen  á  producir  un  mo- 
vimiento especial  que  verifican  á  veces,  principalmente  du- 
rante el  día,  estando  las  larvas  flotando  sobre  la  superficie 
del  agua  con  el  vientre  hacia  abajo,  pero  con  la  cabeza  vuelta 
hacia  arriba,  esto  es,  girada  180''  desde  la  posición  normal, 
lo  cual  hacen  con  gran  facilidad.  La  boca  está  provista  de 
fuertes  mandíbulas.  En  la  mitad  anterior  y  en  la  terminación 
del  cuerpo  están  esparcidas  sedas  muy  largas,  más  6  menos 
ramificadas,  visibles  á  simple  vista,  que  sirven  para  hacer  más 


(I)  Estas  observaciones,  comprobadas  personalmente  por  mí 
en  las  mismas  especies  de  Anophelitiae  en  España,  confirman  los 
datos  ya  proporcionados  por  Grassi,  sobre  todos,  en  su  importan- 
tísima obra  Studí  d'uno  zoólogo  sulla  Malaria  (Reale  Accademia 
dei  Lincei,  Roma,  1901,  pág.  100  y  sig.). 

La  descripción  de  larvas  y  ninfas,  conforme  también  con  la  de 
Grassi,  está  reproducida  de  la  primer  noticia  científica  que  se  dio 
en  España  de  los  estudios  de  mi  maestro,  el  ilustre  catedrático  de 
Roma,  por  el  Dr.  Rioja  y  Martín,  en  su  discurso  inaugaral  del 
curso  de  1902-1903  en  la  Universidad  de  Oviedo  (pág.  17  y  sig.). 


—  439  — 

estable  el  equilibrio  de  la  larva.  El  penúltimo  anillo  del  cuerpo 
se  prolonga  dorsalmente  sobre  el  siguiente  (que  es  muy  mó- 
vil), formando  una  especie  de  escudo,  en  la  base  del  cual  se 
hallan  los  estigmas  y  al  lado  externo  de  cada  uno  una  papila 
con  pelos,  probablemente  sensitiva,  y  un  órgano  en  forma  de 
peine  que  debe  servir,  en  unión  de  otras  papilas  anales,  para 
aferrarse  ó  adherirse  á  los  objetos.  En  la  extremidad  posterior 
del  cuerpo  existen,  á  los  lados  del  dorso,  dos  pinceles  de  pelos 
que  ayudan  al  sostenimiento  de  la  larva,  y  en  la  parte  media 
ventral  una  especie  de  abanico  de  sedas  que  contribuye  al  mo- 
vimiento, sirviendo  algo  de  órgano  de  dirección  del  mismo. 


-rwvtt'    cLtt 


T 


i<4/ 


B 


Figura  43.  —  Actitud  délas  larvas: /4,  de  Culex.  —  B,  de  Slegomyia.  —  C,  áe  Anopheles{ 
cuando  se  disponen  para  respirar  á  la  superficie  del  agua. 


Como  hemos  dicho,  las  larvas  de  Anopheles  se  mantienen 
sensiblemente  horizontales  en  la  superficie,  sacando  fuera  sobre 
todo  la  parte  dorsal  de  la  extremidad  posterior  del  cuerpo  y 
con  la  cabeza  un  poco  debajo  del  agua;  en  ciertos  casos,  sobre 
todo  si  se  le  asusta  al  animal,  se  deja  caer  al  fondo,  donde  per- 
manece poco  tiempo  con  el  vientre  hacia  arriba;  sube  verifican- 
do un  movimiento,  más  bien  lento,  de  impulsión,  producido  por 
la  extremidad  posterior,  que  se  mueve  como  un  látigo,  ó  de  lado; 
en  la  superficie  se  mantiene  ordinariamente  quieta,  pero  de 
tiempo  en  tiempo  produce  un  movimiento  rápido  de  lado  que 
la  hace  retroceder  oblicuamente. 

Todos  estos  caracteres  tienen  interés  para  el  que,  deseando 
experimentar  con  estos  insectos,  necesite  procurarse  sus  larvas 


-  410  - 

pues  hay  otras  pertenecientes  á  distintos  géneros  y  familias  de 
Dípteros  que  pueden  parecérsele  á  primera  vista,  y  con  el  exa- 
men de  estas  particularidades  pueden  reconocerse  las  de  Ano- 
pheles  y  distinguirse  de  las  correspondientes  á  otros  géneros. 
Así,  por  ejemplo,  las  del  género  Dixa  son  muy  parecidas,  pero 
carecen  de  las  sedas  largas  esparcidas  por  el  cuerpo,  y  además 
tienen  movimientos  y  actitudes  un  poco  diferentes  de  las  del 
género  Anopheles ,  siendo  más  lentos  aquéllos  y  muy  habitual 
en  dichas  larvas  la  posición  del  cuerpo  formando  un  arco  con 
la  concavidad  que  mira  hacia  arriba  (1). 

Después  de  un  tiempo  mayor  6  menor,  según  la  temperatu- 
ra, pero  que  puede  ajarse  en  20  á  22  días  en  verano,  pasan  al 
período  de  ninfa.  En  este  estado  tienen  en  conjunto  la  forma 
de  una  coma,  pues  presentan  una  porción  gruesa  y  comprimi- 
da anterior  y  otra  delgada  posterior,  en  forma  de  cola,  que  es 
el  abdomen.  Durante  este  período  el  animal  se  mueve,  pero  no 
se  nutre,  como  acontece  también  con  los  Culex.  Se  distinguen, 
sin  embargo,  las  ninfas  de  Anopheles  por  tener  el  margen  su- 
perior del  abdomen  formando  una  curva  sencilla,  mientras  que 
las  de  Culex  presentan  tantas  curvas  parciales  cuantos  son  los 
anillos  de  dicha  región.  Merced  á  unas  especies  de  cornetillas 
que  tiene  á  los  lados  del  cuerpo  dirigidas  hacia  arriba,  que  al 
sumergirse  arrastran  un  poco  de  aire;  y  con  el  auxilio  de  cier- 
tos sacos  aéreos  que  obran  en  conjunto  como  un  aparato  hidros- 
tático,  pueden  elevarse  pasivamente  estas  ninfas,  cuando  por 
una  causa  cualquiera  se  han  sumergido  huyendo  de  algún  peli- 
gro. Válense  para  este  movimiento  de  inmersión,  de  repetidos 
coletazos  producidos  con  la  extremidad  del  abdomen,  que  está 
provista  de  dos  aletas  terminales.  Por  esta  razón  les  es  imposi- 
ble mantenerse  en  el  seno  del  agua,  á  menos  que  no  se  agarren 
á  plantas  ú  objetos  sumergidos  por  medio  de  las  láminas  cau- 
dales y  de  unos  filamentos  que  nacen  en  el  margen  de  éstas. 
Ordinariamente  se  encuentran  en  la  superficie,  en  la  que  cami 
nan  hacia  adelante  dando  coletazos,  en  cada  uno  de  los  cuales 


(1)    V.  RiojA  Y  Martín:  loe.  cit. ,  pág.  18  (Oviedo,  imprenta 
«La  Comercial»,  1902). 


-  441  — 

la  ninfa  es  impulsada  hacia  abajo,  volviendo  á  recobrar  pasi- 
vamente su  posición  y  el  contacto  con  el  aire  al  nivel  del  agua. 
Al  cabo  de  dos  ó  tres  días  la  ninfa  se  fija  en  la  superficie 
del  agua,  y  alzando  el  abdomen  queda  más  ó  menos  extendida, 
hasta  que  poco  tiempo  después  la  cutícula  se  hiende  por  el 
dorso  longitudinalmente  y  sale  á  pequeños  empujones  el  insec- 
to alado,  ó  adulto,  llamado  también  insecto  perfecto,  el  cual 
permanece  algunos  minutos  sobre  el  agua,  merced  á  una  dispo- 
sición especial  de  las  uñas,  hasta  que  pierde  la  transparencia 
que  tiene  al  salir  de  las  cubiertas  de  la  ninfa  y  llega  á  hacerse 
opaco,  y  coloreado  según  su  peculiar  manera  específica,  en 
cuyo  momento,  batiendo  con  fuerza  las  alas,  se  lanza  al  vuelo. 

El  insecto  alado,  cuyas  diferencias  con  el  Culex  hemos  an- 
tes indicado,  presenta  los  siguientes  caracteres  que,  en  parte, 
son  comunes:  Las  antenas,  compuestas  de  14  anillos  en  la 
hembra  y  15  en  el  macho,  están  provistas  en  cada  uno  de  di- 
chos artejos  de  sedas,  que  siendo  mucho  más  largas  en  el  ma- 
cho se  hacen  perceptibles  á  simple  vista  y  le  dan  el  aspecto 
de  una  pluma,  carácter  que  sirve  para  reconocer  este  sexo,  así 
como  el  de  tener  los  palpos  terminados  en  maza,  mientras  en 
las  hembras  terminan  adelgazándose  al  extremo.  El  aparato 
chupador  ó  probóscide  está  constituido,  como  en  todos  los  cu- 
lícidos, por  el  labio  inferior  que  forma  como  un  canal  ó  estu- 
che que  proteje  á  seis  estiletes;  dos  de  éstos,  impares,  que  son 
los  representantes  del  labio  superior  y  de  la  hipofaringe,  al 
aplicarse  el  uno  al  otro  forman,  por  su  configuración  especial, 
un  tubo  por  el  que  hace  el  animal  la  supción  de  la  sangre;  los 
otros  cuatro,  que  son  las  dos  mandíbulas  y  las  dos  maxilas,  sir- 
ven, en  unión  del  tubo,  para  verificar  la  punción,  en  cuyo  mo- 
mento el  labio  inferior  se  separa,  desde  el  primer  tercio,  á  con- 
tar desde  la  base,  de  los  estiletes,  doblándose  en  ángulo  cada 
vez  más  cerrado  á  medida  que  aquéllos  profundizan  en  el  espe- 
sor de  la  piel. 

La  nuca  está  cubierta  de  sedas  muy  apretadas  y  rodeada  de 
escamillas  en  forma  de  espatulitas.  En  el  punto  de  unión  de  la 
cabeza  con  el  tórax,  éste  es  estrecho  y  forma  como  un  cuello. 
Toda  la  superficie  dorsal  de  dicho  tórax  está  revestida  de  apre- 


-   442  - 

tadas  sedas,  á  las  que  deben  sus  especiales  coloraciones,  y  lleva 
dos  escudos,  uno  anterior  y  otro  posterior.  Las  alas  están  reco- 
rridas en  toda  su  longitud  por  diez  nerviaciones  procedentes 
de  siete  primarias,  tres  de  las  que  se  bifurcan  después  del  ori- 
gen, habiendo  también  alguna  otra  transversal.  Sobre  las  ner- 
viaciones existen  escamitas,  las  cuales,  acumulándose  en  cier- 
tos sitios,  originan  las  manchas  características,  y  en  el  borde 
y  ápice  forman  una  franja.  Siguen  los  balancines,  representan- 
tes de  las  alas  del  segundo  par.  El  último  artejo  del  tarso  de  las 
patas  del  primer  par  termina  por  una  una  tridentada  en  los 
machos,  y  por  dos  sin  dentelladuras,  en  la  hembra.  Los  otros 
dos  pares  de  patas  terminan,  en  el  macho  y  en  la  hembra,  por 
dos  uñas  sin  dientes.  El  abdomen^  compuesto  de  ocho  anillos 
y  peloso,  acaba  por  el  aparato  sexual  externo  más  desarrollado 
en  el  macho,  que  consta  de  dos  gruesos  lóbulos  con  sedas  que 
hacen  aparecer  bifurcado  el  extremo  del  abdomen  y  de  otras 
piezas  cuya  diversa  y  característica  configuración  pueden  ser- 
vir, sobre  todo  en  los  machos,  para  la  determinación  específica- 
16.  El  Doctor  Mario  Lebredo  distingue  en  la  trompa  del 
mosquito  los  siguientes  órganos: 

1°  Órganos  de  perforación,  succión  y  eliminación  salivar 
(Labrum-epifaringe  é  hipofaringe). 

2°  Órganos  de  sección  ó  dilaceración  (mandíbulas  y  ma- 
xilas). 

3.**     Órgano  de  protección  y  abarcamiento  (labium). 

Añade  (p.  78,  Rev.  Med.  trop.,  Mayo  1904)  las  siguientes 
observaciones,  que  son  del  todo  exactas: 

«La  hembra  tiene  necesidad  de  chupar  sangre,  sin  cuyo  ali- 
mento no  verifica,  según  hemos  podido  comprobar,  la  función 
de  la  ovulación.  Por  lo  tanto,  necesita  para  perforar  la  piel, 
no  ya  sólo  del  hombre,  sino  el  cuero  de  muchos  animales,  ade- 
más de  la  potencia  perforante  del  labrum,  los  órganos  de  sec- 
ción (mandíbulas  y  maxilas)  ya  descritas. 

El  macho  sólo  se  alimenta  de  los  jugos  vegetales,  y  por  lo 
tanto,  le  basta  con  la  potencia   punzante  del  labrum.  De  aquí 


—  443  - 

el  que  su  proboscis  conste  de  labrum-epifaringe,  hipofaringe  y 
labium. 

El  labrum-epifaringe  y  el  labium,  así  como  todo  el  resto  del 
conducto  digestivo,  son  iguales  en  el  macho  y  en  la  hembra. 

Muchos  autores  han  negado  la  existencia  de  la  hipofaringe 
en  el  macho.  Pero  además  de  ser  necesaria  su  presencia,  por- 


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Figura  44. — Aspecto  de  las  piezas  que  constituyen  el  aparato 
bucal  de  los  culícidos  (9),  artificialmente  disociadasjas  unas 
de  ¡as  otras,  y  separadas  de  su  vaina  del  Labium. 


que  sin  ella  no  se  explica  el  mecanismo  de  la  succión,  la  en- 
contramos siempre  en  las  disecciones  cuidadosas,  sobre  todo 
verificando  la  disección  en  aceite. 

Respecto  á  la  anatomía  de  los  Anopheles  importa,  para  el 
caso,  considerar  sólo  el  tubo  digestivo.  Empieza  éste  detrás 
del  aparato  bucal  externo  ya  descrito,  con  la  faringe,  á  la  que 
sigue  un  esófago.  Comunican  con  éste  tres  sacos  chupadores, 
uno  ventral  principal  y  dos  laterales  accesorios.  Continúase  al 
nivel  del  primer  par  de  patas  el  intestino  anterior,  que  es  el 


Kev.  Acad.  Ciencias,— III.— NoYiembre,  1905. 


30 


-  444  — 

formado  por  la  faringe  y  el  esófago ,  con  el  intestino  medio  6 
estómago  quilífero  formado  á  su  vez  por  una  parte  anterior  es- 
trecha 6  cuello  al  que  abocan  numerosos  tubos  ciegos,  y  otra 
posterior  ensanchada  ó  verdadero  estómago,  hallándose  una 
válvula  (válvula  cardíaca)  en  el  punto  de  unión  del  intestino 
anterior  con  el  medio.  Al  nivel  de  la  unión  del  quinto  con  el 
sexto  anillo  abdominal  se  continúa  el  intestino  medio  con  el 
posterior,  en  el  que  se  distingue  un  íleon,  un  Colon  y  un  Recto. 

La  pared  de  este  tubo  digestivo  está  constituida  por  un  epi- 
telio de  células  más  ó  menos  aplastadas,  revestidas  al  interior 
de  una  cutícula  que  es  más  ó  menos  fina  y  provista  de  crestas 
ó  sin  ellas,  según  las  diversas  regiones  de  aquél,  y  por  una 
capa  externa  elástico-muscular,  formada  por  fibras  musculares 
(circulares  al  interior  y  longitudinales  al  exterior,  en  el  intes- 
tino medio  al  menos). 

Esófago. — Está  en  relación  lateral  y  superiormente  con  los 
dos  sacos  aéreos  y  con  las  glándulas  salivares;  superiormente 
con  la  porción  muy  anterior  de  los  músculos  antero-posteriores 
del  tórax  y  con  el  tejido  conjuntivo  del  cuello,  é  inferiormente, 
además  de  estarlo  con  el  tejido  conjuntivo  del  cuello,  hacia  su 
parte  anterior,  lo  está  posteriormente  con  la  primera  porción 
del  saco  suplementario.  Muchas  veces  en  su  parte  anterior  el 
esófago,  casi  al  nivel  de  su  unión  con  la  bomba  quitinosa  (an- 
terior), se  relaciona  inferiormente  con  los  dos  tubos  que  co- 
rresponden á  cada  glándula  salivar  y  que  en  este  punto  vienen 
á  formar  uno  solo,  que  corre  hacia  adelante,  hasta  el  recep- 
táculo. 

Esiómago-Intestino  medio. — El  estómago  (también  llamado 
intestino  medio)  es  un  tubo  largo  que,  partiendo  desde  la  ter- 
cera parte  anterior  del  tórax,  se  continúa  con  la  misma  estructu- 
ra, hasta  un  límite  posterior  que  no  puede  precisarse  por  no 
ser  fijo,  pues  varía  según  el  grado  de  dilatación  que  tenga. 

En  la  mitad  anterior  en  que  es  estrecho,  la  mucosa  está  cons- 
tituida por  células  casi  cilindricas,  siendo  su  estructura  aquí 
gruesa,  y  resistente  y  de  apariencia  estriada;  y  en  su  mitad  pos- 
terior que  ocupa  el  abdomen  y  que  después  se  continúa  con  el 
intestino  posterior,  aunque  conserva  el  mismo  aspecto  de  es- 


-  445  — 

tructura  celular  que  en  su  primera  parte,  son  algo  más  redon- 
das las  células  y  es  menos  resistente  y  por  lo  tanto  más  dila- 
table. 

El  punto  de  unión  del  estómago  y  el  esófago  es  muy  espe- 
cial. El  estómago  en  su  primera  parte,  cuando  hacemos  una 
disección,  tiene  la  apariencia  exterior  nudosa  ó  mejor  de  una 
protuberancia,  lo  que  se  explica,  pues  allí  está  invaginado ha- 
cia adentro,  de  manera  que  forman  sus  paredes  reflejadas  una 
verdadera  válvula  interna  (válvula  cardíaca).  En  esta  porción 
interna  invaginada  es  donde  viene  á  terminar  la  porción  poste- 


Figura  43. — Aspecto  y  disposición  de  los  órganos  en  la  cabeza  de  Ánophelet. 

C.  s.,  conducto  de  las  glándulas  salivales  (demuestra  el  punto  de  desemboca- 
dura en  la  base  de  la  hipofaringe);  n.,  nervio;  m.,  músculos;  es.,  esófago; 
g.  c,  ganglio  nervioso. 


rior  del  embudo  exofágico,  adhiriéndose  á  ella  como  ya  lo  he- 
mos descrito  (fig.  13,  1). 

En  su  parte  terminal  ó  pilórica  el  estómago,  al  continuarse 
con  el  intestino  posterior ,  lo  hace  por  medio  de  un  verdadero 
esfínter.  De  este  punto,  por  fuera  del  esfínter,  es  de  donde  par- 
ten las  cinco  digitaciones  que  llevan  el  nombre  de  tubos  de 
Malpighi  y  que  están  á  su  alrededor  colocadas  simétricamente, 
como  cinco  tentáculos  colgados  de  un  cinto,  cuyo  cinto  es  la 
faja  de  separación  del  intestino  medio  (ó  estómago)  y  del  in- 
testino verdadero. 

En  el  estómago  tiene  lugar  la  primera  función  digestiva  y 
de  absorción  de  los  jugos  nutritivos,  y  allí  es  donde  se  verifica 
la  primera  parte  del  ciclo  extra-humano  del  parásito  de  la  ma- 
laria, cuyo  último  paso  es  en  el  aparato  fealivar. 


-  446  - 

Anejas  al  tubo  digestivo  deben  considerarse  las  glándulas  sa- 
livales y  los  cinco  tubos  de  Malpigio.  Las  glándulas  salivales 
terminan  en  un  tubo  que  se  abre  en  la  línea  media  y  ventral, 
en  la  base  de  la  hipofaringe,  por  un  surco  de  la  cual  corre 
el  líquido  segregado  que  sale  por  dicho  tubo  y  se  inocula  en 
el  individuo  picado  al  hacer  la  punción.  Retrocediendo  se  ve 
este  tubo  dividirse  en  dos  laterales,  y  cada  uno  de  éstos  pro- 
ceder á  su  vez  de  tres  lóbulos ,  uno  dorsal ,  uno  ventral  y  otro 
intermedio,  de  diferente  forma  y  estructura  éste  que  los  otros 
dos,  siendo  á  su  vez  diferente  esta  última  en  las  distintas  re- 
giones de  cada  uno,  aunque  en  principio  tengan  todos  una  capa 


Figura  46.— Glándula  salival  (de  un  lado),  constituida  de  tres  lóbulos,  con  su 

conducto  excretor. 


interior  de  cutícula  con  un  hilo  de  refuerzo  arrollado  en  espi- 
ral como  las  tráqueas,  y  otra  externa  glandulosa,  constituida 
por  series  de  células  secretoras  (células  glandulares),  de  igual 
tipo  en  cada  lóbulo. 

17.  Sobre  los  métodos  prácticos  para  el  examen  de  los 
mosquitos,  indicaciones  bastante  completas  hállanse  en  las  re- 
cientes obras  de  Grassi  (1902),  de  Ruge,  de  Giles,  de  Howard, 
de  Blanchard  y  de  otros.  Yo  me  limitaré  á  comunicar  en  bre- 
ves palabras  lo  que  me  parezca  realmente  útil  ó  esté  en  deS'- 
acuerdo  con  lo  que  dicen  los  ya  citados  autores. 

Supongamos  de  haber  capturado  100  á  200  ejemplares  de 
Culex  (C.  pipieíis,  comunísimo  en  los  alrededores  de  Madrid). 
Separados  en  distintos  vasos  de  cristal  (de  boca  muy  ancha, 
cubiertos  de  gasa,  con  una  abertura  central  que  pueda  tenerse 
bien  tapada  por  una  torunda  de  algodón  en  rama),  dejaremos 


—  447  — 

libres  un  cierto  número,  entre  ellos  las  hembras  con  huevos 
maduros,  en  una  jaula  expresamente  preparada,  igualmente  cu- 
bierta de  gasa,  y  que  contenga  en  el  fondo  una  cápsula  de  Pe- 
tri  (descubierta)  con  1  V/,-2  centímetros  de  agua.  Con  agua 
Bola  (en  particular  con  agua  ligeramente  azucarada,  que  los 
mosquitos  en  general  distinguen  bien  del  agua  pura,  lo  cual 
prueba  que  deben  poseer  órganos  finísimos  de  sentido,  olfato- 
rios y  gustativos)^  pueden  mantenerse  en  vida  durante  varios 
días:  mas  si  se  quiere  asegurar  el  éxito,  bastará  colocar,  junto 
con  el  agua,  pequeña  cantidad  de  frutas,  especialmente  de  ta- 
jadas de  sandía  [después  de  haberles  quitado  la  parte  central^ 
roja  y  jugosa].  Con  un  pájaro  común  (Passer),  completaremos 
todo  lo  necesario  para  la  alimentación  de  nuestros  mosquitos. 
En  efecto^  se  hace  preciso,  á  veces,  hacerles  chupar  la  san- 
gre de  algún  vertebrado.  Esta  especial  alimentación  (con  san- 
gre) es  propia  y  casi  siempre  exclusiva  de  las  hembras,  tanto 
de  la  subfamilia  Gulicinae,  como  de  la  sub-familia  Anopheli- 
nae.  Por  esto  decimos  que  las  hembras  son  hematófagas ^  los 
machos  fitófagos.  Pocas  y  dudosas  excepciones  no  merecen  ser 
aquí  recordadas. 

La  necesidad  de  las  hembras,  de  chupar  sangre  de  vertebra- 
dos (según  se  ha  dicho  anteriormente),  obedece  á  cierta  indis- 
cutible influencia  —  desconocida  aún  en  su  esencia  bio-quími- 
ca — que  la  alimentación  sanguínea  ejerce  sobre  la  maturación 
de  los  huevos.  Para  llevar  á  cabo  la  maturación  de  los  huevos, 
las  hembras  necesitan  alimentarse  con  sangre. 

Los  huevos  maduros  serán  fecundados  al  momento  de  la 
puesta  por  el  esperma  que  la  hembra  conserva  en  la  esperma- 
teca,  pequeño  saco  ó  vesícula  que  desemboca  en  la  porción 
terminal  de  la  vagina. 

Las  hembras  de  los  Culícidos  ponen  sus  huevos  en  las  aguas 
con  ciertas  disposiciones  características,  reunidos  en  agrupa- 
mientos  especiales,  de  que  ya  hemos  hablado.  Muchas  veces, 
estas  disposiciones  de  la  serie  de  huevos  en  el  agua  no  pueden 
observarse,  se  escapan  á  nuestra  investigación,  porque  los  mo- 
vimientos, algún  obstáculo  natural,  etc. _,  rompen  fácilmente  su 
frágil  conexión  y  dispersan  los  huevecillos.  En  condiciones  ar- 


-  448  — 

tificiales,  por  otra  parte,  si  se  exceptúa  el  género  Culex,  re- 
sulta bastante  difícil  sorprender  á  las  hembras  en  estos  actos 
biológicos.  Con  mucha  paciencia,  esperando  la  ocasión  oportu- 
na, experimentando  con  gran  número  de  ejemplares,  atendien- 
do escrupulosamente  á  todas  las  condiciones  de  temperatura, 
de  alimentación,  etc.,  lograremos,  sin  embargo,  también  en 
algunas  especies  del  género  Anopheles,  llevar  á  cabo  la  obser- 
vación metódica  del  desarrollo  de  toda  una  nueva  generación. 

Por  lo  general ,  en  condiciones  artificiales,  las  larvas  salen 
de  los  huevos  mucho  más  tarde  que  en  condiciones  naturales. 

Los  huevos  de  Culex  se  disponen  en  forma  de  pequeñas 
l)arquitas,  regulares,  compactas,  que  comprenden  gran  número 
de  huevos  reunidos  por  una  substancia  mucilaginosa  que  la 
hembra  segrega  al  ponerlos^  junto  con  ellos;  los  huevos  de 
los  Anophelinos,  al  contrario,  se  encuentran  casi  siempre  se- 
parados^ si  no  esparcidos,  aunque  en  los  primeros  momen- 
tos presenten  una  disposición  geométrica  (formando  cintas 
ó  polígonos  contiguos,  etc.).  Larvas  y  ninfas  pueden  reco- 
leccionarse  directamente ,  y  con  relativa  facilidad ,  en  aguas 
naturales. 

En  las  comarcas  palúdicas,  donde  se  hallan  casi  siempre  en 
gran  cantidad  los  mosquitos  del  género  Ajiopheles ,  suelen  en- 
contrarse también  algunos  perros  filariosos.  Sin  embargo,  la 
existencia  del  parásito  no  es  necesariamente  concomitante  con 
la  existencia  de  sus  dos  huéspedes,  vertebrado  (perro)  é  inver- 
tebrado (Anopheles):  causas  climatológicas,  entre  ellas  suma- 
mente importante  la  temperatura,  influyen  sobre  la  distribu- 
ción geográfica  de  esta  adaptación  parasitaria. 

Extraordinaria  paciencia  se  necesita,  la  mayor  parte  de  las 
veces,  para  lograr  que  un  mosquito  se  acerque  á  la  piel  del 
vertebrado  y  pique  para  chupar  sangre.  Desde  luego  concedo 
que  es  verdad  lo  que  dice  la  mayoría  de  los  investigadores: 
sobre  10  ejemplares  (hembras)  alimentados  durante  algunos 
días  con  jugos  vegetales,  de  2  á  4  pican  y  chupan  ávida- 
mente la  sangre  del  vertebrado.  Pero  una  observación  repeti- 
da me  permite  afirmar  que  los  mosquitos  alimentados  con  ju- 
gos vegetales  (sandía)  durante  largo  tiempo,  pierden  casi  por 


-  449  - 

completo  el  instinto  hematófago.  Hay  en  esto  una  adaptación 
rápida,  especial,  que  debemos  tener  en  gran  cuenta. 

De  todos  modos,  es  aconsejable — siempre  que  se  pueda  — 
adoptar  el  método  de  dejar  libremente  al  mosquito  (ó  á  los 
mosquitos)  en  contacto  ó  en  comunicación  con  el  animal  de  que 
se  quiere  que  chupe  la  sangre.  Resulta  pesadísimo,  á  veces 
imposible,  hacer  picar  á  mosquitos  puestos  en  contacto  con  la 
piel  del  animal,  dentro  de  un  tubo  de  ensayo.  Al  contrario, 
poniendo  durante  toda  la  noche,  á  obscuras,  el  vertebrado 
en  una  jaula  con  los  mosquitos,  ó  en  comunicación  con  la  que 


ap 


0/ 


Figura  47. — Método  de  extracción  del  intestino  medio  (estómago)   de  un  mosquito  para 

su  examen. 

encierra  los  mosquitos,  encontraremos  por  la  mañana  algu- 
nas hembras,  lo  menos,  llenas  de  sangre.  Este  método  puede 
adoptarse  con  relativa  facilidad  cuando  se  trata  de  hacer  pi- 
car á  un  pájaro;  sin  duda  presenta  mayores  dificultades  cuan- 
do se  trate  del  perro.  En  este  caso  podremos  emplear  jaulas 
especiales,  que  contengan  otras  con  el  perro.  Si  se  quiere  estu- 
diar la  evolución  de  los  parásitos  del  paludismo  humano  en  el 
gen.  Anopheles,  es  preciso  hacer  que  el  enfermo  (en  el  cual  el 
examen  hematológico  nos  haya  probado  existir  las  formas 
sexuales,  gametos,  de  los  parásitos),  introduzca  un  brazo  en  la 
jaula  que  contiene  los  mosquitos.  No  siempre  se  logra,  la  pri- 
mera vez,  que  los  mosquitos  piquen.  Hay  que  insistir. 

El  examen  directo,  en  fresco,  de  los  mosquitos  infectados, 
ya  sea  para  observar  las  larvas  de  Filaría  en  los  tubos  malpi- 


-  450  - 

gianos,  ya  los  quistes  de  los  liemosporidios  en  la  pared  del  in- 
testino, se  lleva  á  cabo  con  un  método  indicado  por  varios  au- 
tores; esto  es  con  la  extracción  del  tubo  intestinal,  en  una  so- 
lución fisiológica  de  NaCi  (que  puede  rápidamente  sustituirse 
por  una  solución  sat.  de  sublimado ,  ó  por  otra  que  se  prefiera 
para  la  fijación,  si  es  que  se  juzga  conveniente  conservar  el 
preparado)  (v.  fig.  47). 

Lo  mismo  dígase  por  lo  que  se  refiere  á  las  glándulas  sali- 
vales. 

Estas  preparaciones  se  hacen  sobre  porta-objetos  y  luego  se 
cubren  con  cubre-objetos  que  se  tienen  separados,  levantados 
sobre  el  plano  del  porta-objetos  por  medio  de  pequeños  bordes 
de  vaselina  ó  parafioa  ó  cera  (que  es  suficiente  poner  en  los 
cuatro  ángulos).  Debajo  del  mismo  cubre-objetos  puede  luego 
sustituirse  la  solución  de  NaCl  por  la  de  sublimado,  y  des- 
pués de  la  fijación,  y  de  haber  nuevamente  sustituido  alcohol 
iodado  al  sublimado,  se  introduce  definitivamente  glicerina 
neutra,  y  se  cierran  los  bordes  con  parafina  y  luego  con  solu- 
ción de  lacre  en  alcohol.  Semejantes  preparaciones  nunca  per- 
duran largo  tiempo. 

La  fijación  en  solución  sat.  de  sublimado,  inclusión  en  para- 
fina y  coloración  sucesiva  de  los  cortes  con  Hematoxilina  fé- 
rrica de  Delafield,  con  Hemalun  (Hemateina  aluminosa  de 
Mayer)  y  con  Hematoxilina-Eosina,  nos  han  dado  buenos  re- 
sultados para  el  estudio  de  la  estructura  de  los  parásitos,  y 
sus  relaciones  con  los  órganos  y  tejidos  del  huésped  inverte- 
brado (mosquito). 

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Centralbl.  v.  Bütschli ,  13  Junio  1905,  núm.  910,  p.  293). 

[  En  esta  Memoria  se  da  importancia  especial  al  estudio 
de  las  formas  masculinas,  que  en  realidad  había  sido  olvi- 
dado ó  tratado  con  datos  insuficientes  por  los  demás  inves- 
tigadores. El  estudio  de  las  larvas  también  adquiere  nuevos 
aspectos,  y  merece  fijar  nuestra  atención.  En  apéniice,  pre- 
senta el  A.  una  revi.^ión  completa  de  los  géneros  y  especies 
de  Culícidos,  creando  los  nuevos  géneros  Culicelsa,  Culi- 
cada,  Ecculex ,  CuUcella,  Culiseta,  Protoculex]. 

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-  454  — 


CAPITULO  VI 

FÍLARÍASIS 

(Sigue). 

IIT. — Filaría  Bañero fti.\ — Elefantiasis  arabum,  etc. 

Anopheles  claviger  (macuUpennisJ,  y  en  general  todas  las 
especies  del  género  Anopheles  (y  de  los  nuevos  gen.  Pyreto- 
jjhorus ,  Myxomyia,  etc.);  accidentalmente  algunas  del  gene- 
ro Gulex,  transmiten  al  perro  las  larvas  maduras  de  Filaría 
immitis,  desarrolladas  en  los  tubos  malpigianos  de  esos  hués- 
pedes intermediarios. 

Diferentes  formas  del  gen.  Ciilex  transmiten  al  hombre ,  en 
determinadas  condiciones  y  por  un  mecanismo  parecido,  las 
larvas  de  la  Filaría  Baticroftí. 

1.     Filaría  Bañero f ti  (Cobbold,  1876), 

(Sinónimos:  Filaría  nocturna,  Manson,  1891. — F.  cystíca 
[Trichina  cística],  Salisbury,  1868.  —  F.  sanguinís  hominis, 
Lewis,  1872. — F.  Wuchererí,  Da  Silva  Lima,  1877.  [Todos 
estos  nombres  se  referían  exclusivamente  á  los  embriones  cir- 
culantes en  la  sangre  del  hombre.] — F.  Bancrofti  es  el  nom- 
bre de  la  especie,  comprensivo  de  las  formas  adultas  y  de  los 
embriones). 

Los  individuos  adultos  de  esta  especie  viven  como  parási- 
tos del  hombre,  en  los  vasos  linfáticos  periféricos  6  centrales, 
encerrados  á  veces  en  pequeñas  dilataciones  quísticas  termina- 
les, á  veces  libres  en  los  grandes  vasos  y  en  el  mismo  conduc- 
to torácico  (Manson).  Son  gusanos  de  sexos  separados.  Su 
cuerpo  capilar,  cilindrico,  uniforme,  no  supera  las  dimensio- 
nes de  9  — 12  centímetros  de  largo,  0,28  á  0,35  milímetros 
de  ancho  (diámetro  transversal),  en  las  hembras:  los  machos, 
que  se  encuentran  con  frecuencia  junto  con  ellas,  son  más  pe- 
queños: no  alcanzan  7  —  8  centímetros  de  largo. 

Las  hembras  son  vivíparas.  En  la  porción  terminal  de  sus 
conductos  genitales  se  encuentran  embriones  ya  libres,  esto  es, 


—  455  — 

dotados   de  activos   movimientos,    aunque  recubiertos   de  la 
membrana  que  los  acompaña  durante  su  vida  en  la  sangre. 

Estos  embriones,  en  efecto,  salidos  del  cuerpo  materno, 
viértense  en  gran  número  en  los  pequeños  linfáticos;  y  en  los 
hombres  que  hospedan  Filarlas  adultas,  suelen  encontrarse  con 
abundancia  en  la  sangre.  En  estas  condiciones,  el  examen  he- 
matológico  puede  revelarnos  la  presencia  de  los  parásitos.  Las 
formas  adultas,  al  contrario,  difícilmente  podrán  descubrirse 
durante  la  vida  de  los  enfermos:  esto  sucede  cuando  dichos 
gusanos  localízanse  en  los  linfáticos  periféricos,  en  órganos 
abundantemente  vascularizados;  pues  entonces  determinan  por 
lo  general  tumefacciones,  á  veces  de  gran  volumen,  y  la  inter- 
vención quirúrgica  pondrá  en  descubierto  cierto  número  de 
gusanos  adultos.  Mas  e&to  no  sucede  en  la  mayoría  de  los  ca- 
sos. Aun  cuando  se  manifiesten  tumefacciones  considerables 
en  varias  partes  del  cuerpo,  que  contribuyen  á  formar  el  cua- 
dro clínico  de  \a.  Elefantíasis  (Elefantiasis  arahnm) ;  sin  em- 
bargo, esas  alteraciones  resultan  de  la  oclusión  de  los  linfáti- 
cos y  sus  consecuencias  (edemas,  etc.),  encontrándose  los  gu- 
sanos adultos  en  los  distritos  centrales. 

Los  embriones  que  en  estos  casos  caen  bajo  nuestra  obser- 
vación por  el  examen  liematológico,  difieren  de  los  que  hemos 
estudiado  en  los  p(irros,  es  decir  de  los  embriones  de  Filaria 
immiiis.  Los  embriones  de  Filaria  Baticrofti,  algo  más  pe- 
queños (200-280  p.  de  largo,  7-8  \f.  de  ancho),  están  ence- 
rrados en  una  membrana  (esuries),  que  representa  la  mem- 
brana del  huevo,  y  que  sólo  se  rompe,  por  los  movimientos 
activísimos  del  cuerpo  embrional,  cuando  modifícanse  profun- 
damente las  condiciones  bio-quíroicas  del  medio;  esto  es  cuan- 
do el  plasma  sanguíneo  se  altera,  por  salir  la  sangre  de  los 
vasos;  cuando  se  determina  rápida  y  activa  hemolisis,  ya  na- 
turalmente (pasando  la  sangre  en  el  estómago  de  un  mosquito 
hematófago),  ya  artificialmente,  para  el  estudio  experimental. 
En  efecto,  si  procuramos  ponernos  en  oportunas  condiciones 
de  observación,  hecha  una  preparación  de  sangre  directa,  eu 
fresco,  y  colocada  en  cámara  húmeda,  al  cabo  de  unas  horas  la 
calentamos  ligeramente  en  estufa  á  37°  y  añadimos  por  capila- 


-  456 


ridad  una  gota  de  solución  fisiológica  de  NaCl,  podremos  ob- 
servar la  salida  de  los  embriones  de  sus  involucros  (ecdisis) , 
de  la  misma  manera  como  esto  se  averigua  al  pasar  en  el  estó- 
mago del  mosquito  que  debe  servir  de  huésped  intermediario 


Figura  48. — Aspecto  y  detalles  de  la  estructura  celular  de  un 
embrión  hemático  de  Filaría  bancrofti  (F.  nocturna). — Aumen- 
to de  2.00  diám. 

en.?,  célula  nerviosa?;  Va,  vesícula  ó  glándula  anterior; 
Ent.,  células  entodérmicas;  Cutic,  cutícula  embrionaria  pro- 
piamente dicha;  G. ,  Gonade  ;  V.p.,  vesícula  posterior. 

para  el  completo  desarrollo  de  los  embriones  y  su  transmisión. 
La  íntima  estructura  celular  de  los  embriones  de  Furnia  Ban- 
crofti difiere  también  algo  de  la  característica  de  la  Filaría  im- 
mitis.  Las  observaciones  de  Manson,  de  Penel,  del  mismo 
Looss,  que  en  el  reciente  tratado  del  Mense  (Tropenkrankhei- 
ten)  comunica  los  resultados  de  nuevas  investigaciones  morfo- 


-  457  - 

lógicas  (v.  I,  pág.  157  y  suc),  no  han  sido  suficientes  para  acla- 
rar este  punto.  Con  el  método  de  la  coloración  in  vivo  ya  adop- 
tado á  propósito  de  los  embriones  de  F.  iinmüis,  lógrase,  aun- 
que con  mayores  dificultades,  por  tratarse  en  este  caso  (F.Ban- 
crofti)  de  embriones  cubiertos  de  la  membranilia  antes  indica- 
da, evidenciar  la  disposición  de  las  células  y  los  esbozos  délos 
órganos  que  deberán  desarrollarse  durante  los  períodos  larva- 
les. Semejantes  observaciones  pude  llevarlas  á  cabo  —  si  bien 
durante  poquísimos  días — en  un  enfermo  de  Cartage- 
na, D.  R.  Q,.,  de  que  hablaremos  más  adelante  con  mayor  ex- 
tensión, y  que  me  envió  el  Doctor  D.  Manuel  Ruiz,  Director  del 
Laboratorio  de  Bacteriología  del  Hospital  de  Marina  en  Car- 
tagena. La  comparación  de  las  figuras  que  representan  la  es- 
tructura embrional  según  la  describen  Manson  y  Penel  por  un 
lado,  Looss  por  otro,  con  nuestra  fig.  48,  que  representa  el 
resultado  de  mis  observaciones,  demuestra  que  se  ha  dado  un 
nuevo,  aunque  modestísimo,  paso  en  nuestros  conocimientos 
acerca  de  la  morfología  de  los  embriones  de  Filaría  Bancrofti. 
Debo  advertir  en  este  punto,  que  las  afirmaciones  de  Looss,  so- 
bre todo  la  que  se  refiere  á  la  significación  embriológica  de  la 
«  V-spot»  de  Manson,  ó  «glándula  anterior»  (vesícula  anterior) 
en  todo  correspondiente  á  la  de  los  embriones  de  F.  immitis, 
son  prematuras  y  carecen  de  fundamento.  Looss  llama  desde 
luego  la  V-spot  de  Manson  ó  glándula  anterior  (v.  fig.  48)  con 
el  nombre  de  «Fxcretionsporus»,  y  deja  entender  que  debe 
tratarse  no  ya  sólo  de  una  disposición  transitoria,  propia  del 
organismo  embrional,  sino  del  esbozo  de  órganos  de  excreción 
en  los  Nematodes  adultos.  Esta  hipótesis,  que  yo  expuse  y 
sometí  desde  luego  á  la  crítica,  en  1903,  á  propósito  de  la 
misma  disposición  en  los  embriones  de  F.  immitis^  choca,  sin 
embargo,  con  el  hecho  fundamental  de  que  en  los  Nematodes 
en  general,  y  muy  en  especial  en  los  Filaridae ,  eaTecemos  de 
todo  conocimiento  acerca  de  la  existencia  de  un  sistema  excre- 
tor. En  los  adultos  de  Filaría  immitis  nada  se  encuentra  que 
pueda  hacer  pensar  en  ello:  en  los  de  F.  Bancrofti,  que  yo 
sepa,  tampoco;  ni  la  descripción  de  los  adultos  áe  Filaria  loa 
recientemente  publicada,  con  una  buena  lámina^  por  el  mismo 


—  458  — 

Looss,  puede  darnos  el  convencimiento  de  que  en  ellos  existe 
dicho  sistema,  ni  de  la  correspondencia  entre  la  vesícula  ante- 
rior de  los  embriones  de  Filaría  immitis  y  F.  Bancrofti,  y  el 
punto  de  la  superficie  cuticular  de  los  adultos  de  F.  loa,  donde 
desemboca,  al  decir  de  Looss,  el  aparato  excretor. 

2.  Los  embriones  de  F.  Bancrofti  (F.  nocturna  de  Man- 
son)  aparecen  en  la  sangre  periférica  de  los  enfermos  con  cier- 
ta periodicidad;  sin  que  ésta  pueda  considerarse  absoluta,  es, 
sin  embargo,  característica.  En  efecto,  dichos  embriones  se 
encuentran  con  gran  dificultad  en  la  sangre  periférica  durante 
las  horas  del  día:  aparecen,  al  contrario,  con  abudancia  durante 
las  horas  da  la  noche.  Y  sin  embargo,  ocurre  que  un  examen  de 
la  sangre,  hecho  durante  las  horas  de  la  noche,  pero  mientras  el 
enfermo  esté  despierto,  levantado,  ocupándose  en  sus  quehace- 
res, andando,  etc.,  puede  dar  resultado  negativo^  y  dar  resul- 
tado positivo  un  examen  hecho  durante  el  día ,  mas  habiendo 
dejado  dormir  ó  descansar  en  la  cama  al  enfermo.  Es  evidente 
que  la  periodicidad  de  la  aparición  de  los  embriones  en  la  san- 
gre periférica,  obedece  á  algo  distinto  de  la  circunstancia  que 
sea  noche  ó  día.  Con  lo  cual  no  queremos  decir  que  no  sea  ver- 
dad el  hecho  fundamental ,  puesto  de  relieve  por  los  primeros 
investigadores  y  por  Manson  sobre  todos,  pues  no  cabe  duda  de 
ninguna  clase  que  la  frecuencia  y  abundancia  de  los  embriones 
en  la  sangre  periférica,  es  siempre  mucho  mayor  durante  la 
noche  que  durante  las  horas  del  día. 

La  explicación  teleológica  de  este  fenómeno  consiste  en  una 
adaptación  especialísima  de  los  embriones,  que  se  vierten  en 
los  vasos  periféricos,  en  los  capilares  sub-cutáneos  cuando  son 
más  propicias  las  circunstancias  para  que  pueda  ponerse  en 
contacto  con  el  huésped  actual  (hombre),  el  nuevo  huésped,  el 
huésped  intermediario  que,  chupándola  sangre,  introducirá  en 
su  organismo  los  embriones,  les  permitirá  desarrollarse  en  lar- 
vas y  así  las  transmitirá,  al  cabo  de  cierto  tiempo,  á  otro  hués- 
ped definitivo,  á  otro  hombre. 

Esta  admirable  adaptación  parasitaria  debe  estar  en  relación 
desde  luego,  con  alguna  circunstancia  funcional,  fisiológica, 
característica  del  huésped  durante  el  sueño  ó  durante  el  desr 


—  459  - 

canso  de  la  noche;  así,  por  ejemplo,  con  especiales   condicio- 
nes de  equilibrio  hidráulico  de  la  masa  sanguínea  entre  los  ór- 
ganos internos  y  la  periferia,  ó  de  vaso-dilatación  y  vaso  cons 
tricción  en  distritos  diferentes  del  sistema  circulatorio. 

Debo  decir  también  que  algo  semejante,  aunque  sin  la  regu- 
laridad con  que  aparece  en  la  Filaría  Ba?icrofti,  se  averigua 
con  los  embriones  de  F ilaria  immitis .  En  efecto,  las  condicio- 
nes de  transmisión  son  casi  iguales.  Al  contrario,  otras  Filarías 
del  hombre,  principalmente  Filaría  loa,  que  en  mi  entender 
debe  considerarse  como  la  forma  adulta  de  los  embriones  que 
Manson  llamó  Filaría  diurna,  ñe  encuentran  indiferentemente 
en  la  sangre  periférica  durante  la  noche  ó  durante  el  día,  qui- 
zás más  durante  las  horas  de  la  mañana  y  de  la  tarde.  Y  te- 
niendo en  cuenta  semejante  circunstancia,  junto  con  otras  mu- 
chas que  se  refieren  á  la  epidemiología  de  este  parásito,  debe- 
mos pensar  que  se  transmita  por  medio  de  un  huésped  inter- 
mediario, de  costumbres  muy  distintas  de  las  que  son  propias 
de  los  mosquitos;  y  cuyas  relaciones  con  el  hombre  deben  ser 
constantes,  íntimas,  continuas:  muy  probablemente  trátase  de 
pulgas  ó  de  insectos  parecidos. 

La  investigación  de  los  embriones  de  í ilaria  Bancrofti  en  la 
sangre  periférica^  se  hace  directamente  con  sangre  fresca,  pre- 
parada con  el  método  por  todos  conocido,  extendida  entre  cu- 
bre y  porta-objeto.  En  esta  forma  se  perciben  claramente,  aun 
con  objetivos  de  poco  aumento,  los  embriones  vivos.  Para  el 
estudio  de  la  estructura  de  estos  embriones,  adoptamos  siem- 
pre el  mismo  método,  modificado  por  la  coloración  vital:  esto 
es,  que  el  examen  se  hace  de  igual  modo  en  preparados  de 
sangre  fresca,  con  los  embriones  vivos;  mas  colocando,  así 
como  se  ha  indicado  á  propósito  de  la  Filaría  ímmítis,  una  gota 
de  solución  colorante  (Azul  de  Metileno  carbonat.)  sobre  el 
portaobjeto,  en  el  punto  donde  irá  á  apoyarse  el  cubre-objeto 
con  la  gota  de  sangre. 

Insisto  en  afirmar  (jue  las  preparaciones  en  seco,  permanen- 
tes, de  embriones  en  la  sangre,  servirán  sólo  como  documen- 
tación ó  como  subsidiarias  de  las  investigaciones  hechas  con  el 
método  antes  indicado;  pues  ninguno  de  los  métodos  que  puc- 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Noviembre,  1905.  31 


-  460  - 

den  emplearse  para  la  coloración  ó  teñido  de  dichos  prepara- 
dos en  seco,  después  de  fijados,  dan  resultado  conveniente  y 
claro.  A  pesar  de  lo  que  digan  varios  autores,  y  aconseje  el 
mismo  Manson  (1),  Lang  y  Noc,  Low  y  Looss,  siempre  los  em- 
briones demuestran  en  estos  preparados  un  teñido  uniforme, 
escasos  é  insuficientes  indicios  de  la  íntima  estructura  celular. 
Por  lo  demás,  puede  adoptarse  la  técnica  de  Ziemann  (esto  es: 
de  una  solución  constituida  de  1  Az.  Metileno,  4  Bórax, 
100  agua,  una  parte;  de  una  solución  0,1  °/q  Eosina  [Hocht] 
cuatro  partes;  coloración  durante  5  minutos),  ó  de  Coles  (en 
Eosina  1  minuto;  en  Hematoxilina  1  á  7  horas),  ó  la  de  Nico- 
lle  (Tionina  fenicada)  indiferentemente.  La  fijación  previa 
conviene  hacerla  rápidamente,  con  ligero  calor  (llama  de  al- 
cohol) é  inmersión  durante  10-20  min.  en  la  mezcla  de  Niki- 
foroff. 

En  los  enfermos  de  Filariasis,  los  embriones  suelen  presen- 
tarse con  cierta  frecuencia  en  la  orina,  existiendo  por  lo  gene- 
ral quiluria,  raras  veces  hematurias.  En  estos  casos,  se  ven 
con  facilidad  al  examen  microscópico  del  sedimento  ó  del  lí- 
quido. 

Las  preparaciones  directas,  de  sangre  fresca,  hechas  en 
ciertas  condiciones  y  con  cierto  cuidado,  de  modo  que  resulte 
espesa  la  capa  de  sangre  entre  cubre  y  porta-objeto ,  y  rodea- 
do el  primero  por  un  borde  de  substancia  impermeable;  con- 
servadas además  en  cámara  húmeda  y  á  temperatura  de  37°, 
mantienen  vivos  los  embriones  durante  muchos  días.  Y  vivos 
también  se  encuentran  los  embriones,  al  cabo  de  ocho  días  ó 
más,  conservando  las  preparaciones  —  en  la  forma  antedicha  — 
á  la  temperatura  del  ambiente  (18°  centígr.,  —  6.°  cent.;  dife- 
rencia [máxima  y  míi'ima]  entre  el  día  y  la  noche  durante  el 
tiempo  de  experimentación).  Semejantes  resultados,  que  coin- 
ciden, en  parte,  con  los  obtenidos  por  S.  Solieri  en  1903,  prue- 


(Ij  Pag.  549,  Tropic.  Diseases ,  3.^  ed.  ingl. :  «Double  staining 
witli  eosine  and  longwootl  shows  very  well  the  ^  Strueture  of 
miisculo-cutaneous  layer  of  the  worm,  in  addition  to  other  anato- 
mical  details». 


—  461  — 

ban  que  los  embrioaes  de  _F.  Bancrofti  poseen  una  resistencia 
notable  para  las  bajas  temperaturas  ó  más  generalmente  para 
los  cambios  de  temperatura,  dentro  de  ciertos  límites.  Mas  el 
cambio  de  temperatura — y  esto  es  importante  —  no  influye  en 
lo  más  mínimo  sobre  la  morfología  de  los  embriones.  Después 
de  haber  soportado  éstos,  en  la  medida  indicada,  la  acción  fí- 
sica representada  por  el  cambio  de  temperatura,  pero  dentro 
siempre  del  medio  ambiente  que  le  es  propio  (sangre),  no  se 
hallan  los  embriones  modificados  en  su  estructura,  forma  y  di- 
mensiones. Sólo  se  averigua  un  hecho  que  no  deja  de  tener  in- 
terés grande:  y  es  que  algunos  de  ellos  abandonan  la  mem- 
brana que  los  reviste  y  que  se  observa  vacía  y  rota  en  la  pre- 
paración; quedando  ellos  libres  y'  cubiertos  tan  sólo  por  la  cu- 
tícula estriada. 

3.  El  camino  natural  de  su  evolución  morfológica  sólo  lo 
encuentran  los  embriones  de  Filaría  Bancrofti  en  los  dípteros 
que  representan  el  huésped  intermediario,  entre  hombre  infec- 
tado y  hombre  sano:  en  los  mosquitos  del  género  Culex,  prefe- 
rentemente de  la  especie  Ctilex  fatigans  (Culex  ciliaris,  Culex 
pipiens). 

Sin  embargo,  la  localización  de  las  larvas  de  F.  Bancrofti 
en  el  organismo  del  huésped  intermedio  es  bien  distinta  de  la 
propia  y  característica  de  las  larvas  de  F.  immitis  (tubos  mal 
pigianos). 

Pocas  horas  después  que  un  mosquito  del  gen.  Culex  haya 
picado  á  un  individuo  filarioso  y  chupado  con  la  sangre  cierta 
jcantidad  de  embriones  de  F.  Bancrofti,  éstos,  en  el  plasma  ya 
profundamente  alterado  por  activa  hemolisis,  dentro  del  estó- 
mago del  mosquito,  encuéntranse  en  el  momento  característico, 
descrito  la  primera  vez  por  P.  Manson,  en  que  abandonan  la 
membrana  ó  esuvies.  Con  movimientos  activos  y  rápidos,  rom- 
pen los  embriones  el  involucro  (residuo  de  la  membrana  del 
huevo,  según  hemos  indicado  varias  veces),  y  se  hallan  libres, 
desnudos,  en  la  cavidad  del  intestino  medio. 

Si  se  hace  el  examen  de  un  Culex  en  este  período,  esto  es, 
á  las  seis,  ocho  horas  después  de  haber  chupado  la  sangre  con 
los  embriones,  hállanse  en  el  contenido  del  estómago  muchas 


-  4G2  — 

membranas  embrionarias  vacías  (esuvies).  El  acto  de  librarse 
los  embriones  y  escaparse  de  la  esuvies,  llaman  los  ingleses 
ecdisis.  Hemos  visto  anteriormente  que  puede  efectuarse  este 
fenómeno  (y,  por  tanto,  observarse),  en  condiciones  artificiales. 
Los  embriones,  libres  de  la  membrana,  atraviesan  la  pared 
del  intestino  medio  (estómago)  del  mosquito,  con  movimientos 
activos,  y  al  parecer  con  el  auxilio  de  un  breve  apéndice  pun- 
tiagudo, que  poseen  en  la  extremidad  anterior.  Penetran  de 
esta  suerte  en  la  cavidad  del  lacunoma  y  en  las  masas  muscu- 


iJo 


(X/XCL. 


Figura   49.  — Esquema  que  representa  las  larvas  de  Filaría  Bancrofti  entre  las  fibra» 
musculares  de  los  músculos  torácicos  de  un  Ciilex  (ciliarts)  9  durante  su  desarrollo. 


lares,  por  lo  general  en  las  masas  musculares  torácicas,  (figu- 
ra 49),  muy  raras  veces  en  los  músculos  del  abdomen.  Desde 
el  segundo  día  esta  migración  puede  considerarse  como  efec- 
tuada. 

El  paso  de  los  embriones  desde  la  cavidad  del  intestino  me- 
dio, á  través  de  sus  paredes,  en  los  músculos  del  tórax,  es  en 
extrem'o  difícil  de  sorprender:  y,  sin  embargo,  con  examen 
directo,  en  solución  salina  fisiológica  (NaCl  0,75,  por  100 
de  H~OJ,  desde  la  hora  doce  hasta  la  veinticuatro  ó  la  treinta 
y  seis  después  de  la  picadura,  podemos  observar  larvas  aun 
encerradas  en  el  estómago,  y  otras,  contemporáneamente,  ya 
llegadas  á  su  destino,  dotadas  de  escasos  y  lentos  movimientos 
entre  las  fibras  musculares  donde  cumplirán  su  transformación 
biológica. 


463  — 


En  efecto,  durante  seis  días  como  mínimum,  veinte  días 
como  máximum  (estas  diferencias  están  en  relación  con  las  va- 
riaciones de  las  condiciones  atmosféricas,  esencialmente  de  la 
temperatura ,  y  muy  probablemente  con  la  especie  del  mosquito 


N 


Figura  50. — Estructu;.:  -^  .j.  larva  madura  de  Filaría  bancrof- 
ti  I  en  los  músculos  del  tórax  de  Culex  ciliaris,  según  las  ob- 
servaciones de  LoQSs)  (aum.  X  22S  diám.). 

N,  ¿anillo  de  céltílas  nerviosas?;  Ex.,  Excretion  poriis  (aber- 
tura de  excreción);  Int.,  intestino;  G,  gonade  (células  sexua- 
les); Int  quil.,  intestino  quilifero;  Rect.,  recto;  An.,  ano. 

huésped),  las  larvas,  en  numero  de  cinco,  ocho,  á  veces  bas- 
tante más,  hasta  de  veinticinco  (Bancroft,  Cobbold),  permane- 
cen entre  las  fibras  musculares  del  tórax.  La  figura  49  demues- 
tra muy  claramente  la  situación  de  los  parásitos  en  este  perío- 
do. Y  durante  este  período  averíguanse  cambios  importantes 
en  las  dimensiones  y  en  la  estructura  de  las  larvas;  aumentan 
sus  dimensiones  hasta  llegar  á  1  milímetro  ó  1  milímetro  y  me- 
dio de  largo,  por  30  á  35  u.  de  ancho;  desarróllanse  con  eviden- 
te diferenciación  el  tubo  digestivo,  ya  distinto  en  intestino  an- 


—  464  - 

terior,  intestino  medio  y  quilífero;  la  abertura  anal,  la  extre- 
midad caudal  con  cierta  disposición  característica,  trilobada, 
según  demostraron  Bancroft  y  Manson.  Por  fin,  se  hacen  bien 
manifiestos  los  activos  movimientos  de  las  larvas  ya  maduras 
(figura  50). 

Entonces  éstas  abandonan,  más  6  menos  pronto,  los  múscu- 
los del  tórax  y  van  acumulándose  en  los  de  la  cabeza^  en  la 
cavidad  del  lacunoma,  por  fin  en  los  espacios  que  representan 
la  prolongación  de  esta  cavidad  en  el  lahium  6  en  los  palpos, 
en  los  órganos  del  aparato  bucal.  La  figura  51  reproduce  con 
claridad  el  aspecto  de  una  sección  transversal  de  los  órganos 
bucales  de  Culex  con  cinco  larvas  maduras  de  Filada  en  el  la- 
bium  y  una  en  el  palpo  de  izquierda. 

La  determinación  exacta  y  aefinitiva  de  este  período  de 
desarrollo  de  las  larvas  de  Filaría  Bancrofti  en  los  músculos 
torácicos  del  huésped  intermediario  es  obra  de  Bancroft  y  de 
Manson  sobre  todos.  Manson  insistió  por  algún  tiempo  en  su 
primera  hipótesis  de  la  transmisión  hídrica  de  las  Filarias;  ad- 
mitía y  sostenía  entonces  que  éstas,  llegadas  al  estado  de  lar- 
vas maduras  en  el  huésped  intermediario  (mosquito),  pudieran 
por  distintas  vías  caer  en  el  agua;  y  bebiendo  de  esta  agua, 
pudiera  el  hombre  introducir  el  parásito  en  su  organismo. 

Observaciones  y  experimentos  posteriores,  confirmados  y 
apoyados  por  los  casos  muy  parecidos  de  la  transmisión  de  la 
Malaria  humana  y  de  la  Filaría  immitís  de  los  perros,  sobre 
todo,  han  llevado  á  Manson  también  á'  la  absoluta  persuasión 
de  que  las  larvas  maduras  de  Filaría  Bancrofti  se  transmiten 
directamente  por  la  picadura  de  los  mosquitos  que  las  hospedan 
y  que  constituyen  por  tanto  el  vehículo  de  este  parásito,  desde 
el  hombre  enfermo  al  hombre  sano. 

4.  El  mecanismo  con  que  se  efectúa  el  acto  de  la  transmi- 
sión de  las  larvas  adultas  por  parte  del  mosquito,  con  su  pica- 
dura, lo  hemos  indicado  al  hablar  de  la  Filaría  immitís.  Las 
larvas  reunidas  en  el  lahium  rompen  la  pared,  frágil  y  excesi- 
vamente extendida,  de  este  órgano, y  penetran  así  por  la  heri- 
da que  las  piezas  perforadoras  (Labrum-Epifaringe,  Maxilas  y 
Mandíbulas,  Hipofaringe)  del  aparato  bucal  del  mosquito,  han 


—  466  — 

hecho  en  la  piel  del  huésped  definitivo  (el  hombre).  La  red 
linfática  recibe  preferentemente  y  casi  exclusivamente  las  larvas 
inoculadas.  En  los  linfáticos  del  derma  desarróllanse  por  lo 
general  hasta  alcanzar  la  definitiva  forma,  dimensión  y  estruc- 
tura de  Nematodes  adultos.  Estos,  si  hay  machos  y  hembras, 
producen  la  nueva  generación  de  embriones,  que  se  encontra- 
rán más  tarde  en  la  sangre  periférica. 

El  Doctor  Mario  Lebredo,  de  la  Habana,  en  una  nota  preli- 
minar comunica  el  resultado  de  sus  observaciones  acerca  de  la 
migración  de  las  larvas  maduras,  asegurando  que  «...  las  Fi- 
larías salen  del  mosquito  por  la  extrema  punta  del  labium. 
Después  de  varios  ataques  vigorosos  rompen  el  tegumento  en 
la  punta  del  labium.  Sabemos  que  las  Filarlas  se  encuentran 
en  el  espesor  del  tejido  conjuntivo  especial  que  recubre  inte- .. 
riormente  la  pared  externa  de  la  vair  a  ó  labium.  Por  la  punta 
en  el  borde  en  que  se  encuentran  adheridas  esa  capa  interna  y 
la  externa,  es  por  donde  salen  las  Filarlas».  (Rev.  de  Méd.  tro- 
pie,  Nov.  1904.)  En  la  determinación  del  acto  migratorio 
tendría  también  gran  importancia  —  al  decir  de  Low  —  la- 
temperatura. 

El  mecanismo  descrito  por  Lebredo  podría  admitirse  tan 
sólo  entendiendo  por  punta  del  labium  el  repliegue  constituido 
por  las  paredes  de  la  vaina,  donde  se  continúan  con  la  oliva 
terminal,  en  su  parte  interna. 

Entonces  la  interpretación  de  Lebredo  coincidiría  exacta- 
mente con  la  de  Dutton ,  ya  descrita  al  hablar  del  mecanismo 
de  transmisión  de  Filaria  immitis. 

En  efecto:  durante  el  acto  de  picar  el  mosquito,  dos  puntos 
minoris  resistentiae  ofrece  el  labium  al  replegarse  en  la  for- 
ma indicada  en  la  fig.  19  (pág.  856  de  esta  Rev.),  y  en  la  figu- 
ra 28,  lám.  V:  el  uno,  superior,  corresponde  á  la  curva  de  con- 
vexidad posterior;  el  otro,  inferior,  corresponde  precisamente  á 
la  curva  más  estrecha,  de  convexidad  anterior,  que  forma  el 
labium  en  su  extremo,  en  la  línea  de  unión  de  las  olivas.  Si 
los  movimientos  activos  de  las  larvas  maduras  reunidas  en  la 
cavidad  del  labium  y  en  el  tejido  conjuntivo  ejercieran  gran 
influencia  sobre  la  rotura  de  la  pared ,  esta  rotura  debería  ve- 


46o  — 


rificarse  casi  siempre  en  correspondencia  de  la  primera  curva 
(de  convexidad  posterior),  y  en  lugar  de  encontrar  salida  las 
larvas  por  la  extremidad  6  por  la  abertura  del  borde  interno 
en  correspondencia  de  las  olivas,  la  encontrarían  antes  por  el 
punto  de  rotura  superior,  perdiéndose  la  mayoría  de  ellas  para 

los  fines  de  la  migración 
del  huésped  invertebrado 
al  vertebrado. 
*  Mas  no  ocurren  así  las 
cosas.  Los  movimientos  ac- 
tivos de  las  larvas  son  muy 
escasos  en  estos  momentos 
(y  durante  todo  el  período 
en  que  se  hallan  encerra- 
das en  el  labium);  no  lle- 
gan nunca  á  ejercer  «  vigo- 
rosos ataques  » ,  según  la 
expresión  de  Lebredo.  Ya 
sea  por  un  fenómeno  de 
atracción  bio-química  es- 
pecial, ó  ya — más  proba- 
blemente—  por  un  sencillo 
fenómeno  físico,  por  la 
presión    que    va    determi- 

Figura  51. — Sección    transversal  de  las  piezas 

del    aparato   bucal  (trompa)   y   de   los   palpos       naudo   CU   Cl   bulbo  laríngCO 
( P )  de  Culex,   que  demuestra  la  presencia   de  j       i 

seis    larvas  de  Filaría  Brancofti:   cinco  en  la      y  en    la    baSC    dC    la  trOmpa 
cavidad    del  labium  y  una  en  un  palpo  {  P).  . 

la  sangre  que  corre  hacia 
arriba  (en  el  canal  chupador  constituido  por  hipofaringe  y  La- 
brum-epifaringe),  las  larvas  se  encuentran  empujadas  hacia  aba- 
jo, hacia  la  extremidad  libre;  aumenta  entonces  la  tensión  de 
las  paredes  de  la  vaina  (labium)  en  correspondencia  de  la 
segunda  mitad  anterior,  y  más  aún  en  el  punto  minoris  resis- 
tentiae,  representado  por  la  curva  estrecha  del  borde  supe- 
rior de  las  olivas;  ábrese  en  ese  punto  la  pared,  y  por  allí  se 
escapan  las  larvas,  penetrando  en  la  inmediata  herida  cutánea 
y  por  ende  en  los  linfáticos  del  derma  ó  en  el  círculo  sanguí- 
neo (fig.  28,  lámina  Y). 


—  467  - 

Las  primeras  investigaciones  acerca  de  la  transmisión  de 
Filaría  Baiicrofti  por  los  mosquitos,  fueron  hechas  con  una 
especie  que  se  llamó  Cidex  cüiaris^  añadiendo  tratarse  del 
«house  mosquito»  (ó  mosquito  casariego,  doméstico)  de  casi 
toda  Australia.  En  realidad  C.  ciliaris  podía  y  puede  conside- 
rarse como  idéntico  á  C.  pipiens.  Theobald  identifica  á  C.  ci- 
liaris y  C.  skusii  (en  que  James  observó  también  el  desarrollo 
de  F.  Bancrofti)  con  la  especie  C.  fatigans. 

Bancrc  f t  intentó  observar  el  desarrollo  de  los  embriones  de 
F.  Bancrofti  en  diferentes  especies  de  Culex;  pero  obtuvo  re- 
sultado negativo.  ¿Trátase  verdaderamente  de  condiciones  es- 
peciales de  inmunidad,  ó  mejor  dicho,  no  son  apto"  esos  Culi* 
cidos  para  hospedar  las  larvas;  ó  bien  trátase  de  resultados  oca- 
sionales, que  merezcan  la  confirmación  de  nuevas  investigacio- 
nes? Si  se  considera  que  James  asegura  haber  observado  el 
desarrollo  de  las  larvas  de  F.  Bancrofti  en  Anopheles  Rossii 
(Indias),  habrá  que  dudar  mucho  de  que  otras  especies  del 
mismo  género  Culex  no  puedan  hospedarlas  ni  ofrecerles  igual- 
mente favorables  condiciones  para  su  desarrollo;  ó  bien  habrá 
que  modificar  hondamente  todos  nuestros  actuales  conceptos  y 
métodos  para  establecer  las  diferencias  genéricas  y  específicas 
entre  las  distintas  formas  de  estos  huéspedes. 

De  todos  modos  —  y  dejando  por  ahora  esta  cuestión  —  vea- 
mos en  cuáles  y  cuántas  especies  de  Culícidos  se  han  observa- 
do hasta  la  fecha  los  sucesivos  períodos  de  desarrollo  de  la  Fi- 
laría Bancrofti  ó  sencillamente  su  transmisión  al  hombre;  cuál 
es  la  distribución  geográfica  de  estos  huéspedes,  y  cuáles  sus 
relaciones  con  la  epidemiología  de  la  Filariasis  humana,  y  muy 
en  particular  de  la  Elefantiasis. 

El  ciclo  evolutivo  de  las  larvas  de  Filaría  Bancrofti  ha  sido 
observado  en  las  especies  siguientes: 

Culex  pipiens  (en  China,  Amoy)  por  Manson. 

ídem  (en  Egipto)  por  Sonsino. 

[Culex  ciliaris]  (en  Australia)  por  Bancroft. 

(Brisbane,  Queensland). 


—  468  — 

[Culex  Skusei]  (en  Australia). 
(Sinónimos  de  Culex pipiens). 

Cnlex  faiigans  (en  Trinidad,  Antillas)  por  Vincent. 
ídem  (en  Santa  Lucía,  Antillas)  por  Low. 
[Culex  anxifer]  (en  Mauridus)  por  Grandpré. 

(  Sinónimo  de  C.  fatigans,  probablemente  C.  pipiens). 

Mansonia  (Panoplites)  africana  (en  el  África  central) 

por  Daniels. 
¿Stegomyia  calopus?  (en  Barbados) 
¿ídem?  (en  Niger)  por  Sambon. 

¿Anopheles  Rossii?  (en  Travankor,  India)  por  James. 
¿  Anopheles  cosialis  f  (costa  de  África,  Niger)  por  An- 

nett  y  Dutton. 

Resultados  positivos,  pero  incompletos,  esto  es,  sin  que  se 
haya  logrado  hacer  llegar  las  larvas  á  su  período  terminal  de 
desarrollo,  se  han  obtenido,  al  parecer,  con  las  especies: 

¿Culex  taeniatus?  (en  Trinidad,  Antillas)  por  Low. 
Culex  microannulatus.Uen  Travankor,  India)  por  Ja- 

Culex  albopictus )      mes. 

Anopheles  musivus  (A.  albimanus)  á  la  Trinidad,  por 
Vincent. 

Mas  aquí  es  preciso  poner  de  relieve  un  hecho  singular,  y  es, 
que  en  realidad  Culex  taeniatus  (Meigen)  es  uno  de  los  sinó- 
nimos de  Stegomyia  calopus:  las  formas  que  en  Santa  Lucía, 
Trinidad  y  otros  puntos  de  las  Antillas  han  sido  descritas  bajo 
el  nombre  de  Culex  taeniatus,  deben  comprenderse  en  el  gé- 
nero Stegomyia  (St.  calopus,  S.  fasdata).  Pues  bien;  en  1901 
(Junio)  el  Dr.  Low  comunicaba  al  British  medical  Journal  los 
resultados  de  sus  investigaciones,  diciendo  entre  otras  cosas: 
«Contrasta  de  un  modo  notable  el  rápido  desarrollo  que  pre- 
sentan los  embriones  en  los  mfisculos  torácicos  de  Culex  fati- 
gans, comparado  con  lo  que  pasa  en  el  Culex  taeniatus.  Este 


—  469  — 

último,  muy  voraz,  se  alimenta  de  día  y  de  noche  picando  al 
hombre,  mientras  que  el  primero  sólo  lo  hace  de  noche.  Ambas 
especies  fueron  alimentadas  con  sangre  de  un  filarioso,  rica  en 
embriones,  para  comprobar  hasta  qué  punto  puedan  servir  de 
huésped  para  propagar  la  enfermedad. — Experimentos  con  el 
Culex  taeniatiis:  Disecando  los  insectos  de  esta  especie,  á  las 
doce  6  veinticuatro  horas  de  haberse  alimentado  con  sangre^ 
ya  se  encontraron  muchos  embriones  de  Filaria  dotados  de  mo- 
vimientos activos  en  los  músculos  del  tórax:  no  hay  trazas  de 
la  vaina  (membrana)  que  los  encierra  cuando  circulan  en  la 
sangre  humana.  A  los  cuatro  días  y  medio  después  de  la  infec- 
ción, los  embriones  revelan  algún  desarrollo:  son  más  largos  y 
anchos,  y  con  un  fuerte  aumento  puede  advertirse  cierta  dife- 
renciación y  multiplicación  celular  en  su  organismo.  Una  cutí- 
cula fina,  que  termina  en  punta  afilada  en  su  extremidad  cau- 
dal, los  encierra.  A  los  siete  días  toman  la  forma  de  morcillas; 
la  boca  es  visible  y  comienza  á  constituirse  claramente  el  tubo 
digestivo:  se  ve  en  muchos  el  prolapso  hemiario  del  ano  y  to- 
dos tienen  adn  su  cutícula.  A  los  ocho  días  y  medio  algunos 
han  modificado  su  aspecto  y  se  han  alargado  aún  más.  Sin  em- 
bargo, de  los  nueve  días  en  adelante,  se  paraliza  por  completo 
el  crecimiento  de  los  embriones  y  raras  veces  se  encuentran 
algunos  con  su  tubo  digestivo  evidente;  en  lugar  de  aumentar 
y  desarrollarse  ulteriormente  como  en  el  huésped  api  opiado, 
comienxan  á  degenerar;  las  células  se  hacen  granulosas;  el  tubo 
digestivo  se  borra.  A  los  catorce  días  casi  todos  han  desapare- 
cido, y  sólo  quedan  algunas  imperfectamente  desarrolladas, 
muchas  larvas  ya  fijas  ,  inmóviles.  A  los  diez  y  siete  días  en  un 
solo  insecto  sobre  10,  puede  encontrarse  trazas  de  las  larvas: 
éstas  se  ha'lan  muertas  ó  degeneradas.  A  los  veinte  días  no  se 
encuentran  huellas  de  Filarias  en  muchos  mosquitos  disecados. 
Podemos  deducir,  con  respecto  al  Culex  taeniatus,  que  este 
insecto  710  es  huésped  apropiado  para  el  desarrollo  de  F.  Ban- 
crofti:  hecho  ya  señalado  por  el  Dr.  Rees  en  la  última  reunión 
del  British  Medie.  Assoc.  Aunque  los  embriones  emigran  al 
tórax  y  manifiestan  alguna  modificación  morfológica,  sin  em- 
bargo, ninguno  adquiere  madurez,  y  por  lo  tanto  no  pasan  en 


-  470  — 

la  trompa  del  mosquito;  circunstancia  muy  afortunada  para 
Santa  Lucía  y  otros  lugares  de  las  Antillas  donde  esta  especie 
abunda  extraordinariamente». 

No  se  comprende,  por  consiguiente,  cómo  y  por  qué  afirman 
muchos  autores  que  Stegomyia  fasciata  (8t.  calopus)  consti- 
tuye uno  de  los  huéspedes  más  apropiados  para  el  desarrollo  y 
la  transmisión  de  la  Filaría  Bancrofti.  Muy  probablemente 
esta  afirmación  está  fundada  tan  sólo  en  consideraciones  epi- 
demiológicas y  de  distribución  geográfica  (pues  en  realidad 
Stegomyia  fasciata  se  encuentra  casi  siempre  en  común  con 
Culex  fatigans  6  Culex  pipiensj,  6  bien  en  observaciones  su- 
perficiales é  incompletas. 

En  conjunto  queda  muy  dudoso  que  otros  géneros  distin- 
tos del  género  Culex  contribuyan  en  medida  considerable  y  en 
condiciones  naturales,  ordinarias,  á  la  transmisión  de  Filaría 
Baiicrofti. 

Por  lo  que  se  refiere  á  la  variabilidad  del  tiempo  necesario 
para  que  las  larvas  lleguen  á  su  completo  desarrollo  en  el  hués- 
ped invertebrado,  podemos  aceptar  en  todo  las  conclusiones  de 
Low.  En  efecto,  Manson  experimentó  en  Amoy  (China),  Ban- 
croft  en  Queensland  (Australia),  James  en  Travankor  (India), 
en  condiciones  de  estación,  clima,  etc.,  muy  distintas  la  una  de 
la  otra.  Sobre  todo  la  temperatura  del  ambiente,  á  la  que  se 
adapta  por  completo  la  del  huésped  intermediario,  animal  he. 
terotermo,  influye  sobre  la  evolución  morfológica  de  las  larvas 
de  tal  suerte  que,  con  temperatura  elevada  (verano,  regiones 
tropicales),  pueden  alcanzar  su  forma  madura  y  penetrar  en  el 
labium  al  décimo  día  después  de  la  picadura,  y  quizás  actes 
(Manson);  en  clima  templado  necesitan,  al  contrario,  un  tiempo 
bastante  mayor  (hasta  25  días,  Bancroft  etc.). 

Fenómeno  parecido  averiguase,  según  se  advirtió,  con  los 
embriones  de  íilaria  immitis  en  los  tubos  de  Malpighi  del 
Anopheles. 

5.  El  huésped  intermediario  de  la  Filaría  Bancrofti  [mo^- 
quito  del  género  Culex:  Culex  fatigans) ,  encuéntrase  en  re- 
giones de  clima  tropical,  sub-tropical  (caliente)  y  hasta  tem- 
plado, de  todos  los  cinco  continentes:  Europa,  Asia,  África, 


—  471  - 

América  y  Australia.  La  razón  fundamental  por  que  el  [)arásito 
no  se  halla  en  forma  endémica,  ni  siquiera  esporádicamente 
aparece  en  muchas  partes  donde  existen  —  por  lo  menos  durante 
cierto  período  del  año  (verano,  otoñri) — condiciones  oportunas 
para  su  desarrollo  en  los  dos  huéspedes  alternos,  se  escapa  en 
el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos  á  cualquier  investi- 
gación y  juicio.  Es  posible  que  un  concepto  claro  y.  terminante 
de  estas  causas  ó  razones  biológicas  que  dan  lugar  á  intensa  y 
abrumadora  manifestación  de  ciertas  adaptaciones  parasitarias 
en  determinadas  partes  de  la  tierra,  nos  lo  proporcionen  los 
datos  cada  día  más  numerosos  y  exactos,  las  observaciones  de 
los  naturalistas,  las  investigaciones  de  los  zoóloojos  y  de  los 
médicos,  los  experimentos  de  los  biólogos,  acerca  de  las  cos- 
tumbres, distribución  geográfica  primitiva,  evolución,  origen, 
fisiología  y  recíprocas  relaciones  de  los  mismos  parásitos  y  de 
sus  huéspedes:  problema  cuya  complejidad  asombra  á  la  par 
que  excita  y  estimula  para  alcanzar  su  solución. 

Mientras  no  se  logre  reunir  en  única  y  sólida  doctrina  los  es- 
casos conocimientos  que  están  hoy  día  en  nuestro  poder  y  que 
ni  si(juiera  se  estudian  y  comprueban  con  el  directo  fin  de 
esclarecer  esos  problemas  de  Parasitología  comparada,  inten- 
taremos indtilmente  los  médicos,  los  higienistas,  los  legislado- 
res,'los  que  necesitan  una  explicación  práctica  de  los  fenóme- 
nos naturales,  para  oponerse  á  ellos  con  la  aplicación  de  prác- 
ticas medidas  cuando  sea  conveniente,  darnos  razón  de  su  ori- 
gen, de  t'U  desarrollo,  de  sus  distintas  manifestaciones. 

Bien  es  verdad  que  dichos  conocimientos,  y  muchos  más  de 
que  aun  carecemos,  abarcan  puntos  muy  lejanos,  argumentos 
en  extremo  distintos,  de  las  ciencias  en  su  conjunto:  pues  se 
refieren  á  la  vez  á  la  Mesografía  en  su  más  amplio  sentido;  á  la 
Climatología,  á  la  Zoología,  á  la  Anatomía  comparada,  á  lá 
Fisiología  general,  á  la  Sistemática  zoográfica,  á  la  Parasitolo- 
gía, á  la  Patología  humana  en  sus  aspectos  más  extraños  y 
complicados. 

Por  esto  hay  que  confesar  que  estamos  muy  lejos  de  haber 
entendido  y  comprendido  el  alcance  de  las  infinitas  relaciones 
quo  existen  entre  los  hechos  biológicos  y  los  hechos  ó  las  le- 


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yes  físico-químicas  que  los  dominan,  6  que  en  ellos  influyen  di- 
recta é  indirectamente. 

Nuestra  tarea  debe  limitarse  por  ahora  á  la  observación  y 
al  estudio  del  modo  como  actualmente  se  presentan  y  desen- 
vuelven los  hechos  biológicos  que  nos  interesan,  y  del  modo  y 
condiciones  con  que  ejercen  su  acción  sobre  la  especie  hu- 
mana. 

En  la  Península  Ibérica,  particularmente  en  ciertas  regiones 
de  España,  encuéntranse  en  gran  abundancia  los  mosquitos 
del  género  Gulex  que  pueden  servir  cofno  huéspedes  interme- 
diarios de  la  Filaría  Bancrofti.  No  sólo  la  variable  especie 
Culex  pipienft ,  que  hállase  esparcida  desde  las  costas  y  los 
valles  de  Asturias  hasta  el  Sud,  y  abunda  en  todas  partes  en 
España^  sino  también  la  variedad  que  Theobald  considera  como 
hona  species  Culex  fatigans ,  encuéntrase  en  las  provincias  de 
Huelva,  de  Cádiz,  de  Granada,  de  Murcia  y  Valencia,  en  las 
dos  primeras  sobre  todo,  con  relativa  frecuencia. 

Sin  embargo,  no  hay  historia  de  Filariasis  humana  en  estas 
regiones,  ni  esporádica  ni  tanto  menos  endémica. 

Nosotros  no  hemos  de  buscar  las  razones ,  desde  luego  muy 
complejas,  de  este  hecho.  Pero  sí  hemos  de  apuntar  dos  consi- 
deraciones: la  primera  se  refiere  á  la  necesidad  de  extender  y 
profundizar  el  estudio  de  la  patología  especial  de  las  provin- 
cias meridionales  en  España,  sobre  todo  de  las  marítimas  de 
Oriente  y  del  Sur,  antes  de  negar  en  modo  absoluto  la  existen- 
cia de  Filaría  Bancrofti  como  parásito  esporádico  del  hombre. 
Se  refiere  la  segunda  consideración  al  peligro  que  puede  repre- 
sentar el  huésped  intermediario  cuya  existencia  en  España  está 
fuera  de  tola  duda. 

Las  íntimas  y  largas  relaciones  que  España  ha  tenido  en  los 
siglos  pasados,  y  hasta  todo  el  siglo  xix,  con  regiones  donde 
reinaba  y  reina  endémica  la  Elefantiasis,  la  Filariasis  hu- 
mana, como  las  Antillas,  México  y  América  central  y  me- 
ridional, Filipinas,  dan  fundamento  á  la  sospecha  de  la  impor- 
tación del  parásito,  y  por  ende  al  peligro  de  que  haya  podido 
establecerse  una  infección,  si  bien  reducida,  localizada  y  cir- 
cunscripta, del  huésped  intermediario. 


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6.  Durante  los  últimos  años  se  han  comunicadc  por  algunos 
observadores  tres  ó  cuatro  casos  de  Filariasis  humana  en  Es- 
paña. Uno  6  dos  de  ellos  no  dejan  lugar  á  duda  acerca  de  la 
importación  del  parásito  desde  las  Colonias,  lo  cual  —  si  se 
tienen  en  cuenta  las  consideraciones  anteriormente  expuestas  — 
es  ya  muy  importante  y  grave.  Mas  en  los  que  quedan  —  dos 
por  lo  menos,  que  yo  conozco  —  es  muy  posible  que  se  tratara 
de  inoculación  del  parásito  en  España,  por  parte  de  mosquitos 
precedentemente  infectados,  pues  ninguno  de  estos  enfermos, 
al  parecer,  había  salido  de  la  Península. 

El  primer  caso  fué  publicado  en  1894  por  el  Dr.  Font  y 
Torné  («De  la  Filariasis:  exposición  del  primer  caso  esporá- 
dico observado  en  Europa».  —  Revista  de  Ciencias  médicas  de 
Bai'celona ,  páginas  73  y  97,  1894).  Tratábase  de  un  hombre 
de  Canet  de  Mar,  pueblo  situado  á  40  kilómetros  al  Norte  de 
Barcelona,  sobre  la  costa  mediterránea.  Este  individuo  no  ha- 
bía dejado  nunca  la  Península,  según  afirma  el  Dr.  Font,  pues 
había  prestado  en  San  Sebastián  su  servicio  militar  y  luego  ha- 
bía vuelto  á  su  pueblo.  Desde  17  años  presentaba  hemato-qui- 
luria  y  tumefacción  del  escroto.  El  examen  de  la  sangre  de- 
mostró la  presencia  de  numerosos  embriones  de  F.  Bancrofti. 
El  Dr.  Font  añade  que  habíanse  observado  en  el  pueblo,  coa 
antecedencia,  dos  casos  más  de  hemato-quiluria  con  síntomas 
parecidos,  sin  que  se  llevara  á  cabo  el  examen  de  la  sangre. 
Es  posible  que  se  tratara  de  la  misma  enfermedad  parasitaria. 
Hace  constar,  además,  el  Dr.  Font,  que  Canet  de  Mar  es  un 
sitio  donde  convienen  muchos  españoles  de  vuelta  de  América 
ó  de  Filipinas,  así  como  hay  otros,  entre  ellos  Sitges,  en  la 
naisma  costa  meditarránea,  al  Sur  de  Barcelona. 

En  toda  esa  región^  como  en  Barcelona  y  sus  alrededores, 
abunda  el  Culex  pipiens. 

Un  segundo  caso  fué  publicado  hace  dos  años  por  el  Dr.  So- 
lieri,  de  Siena.  Tratábase  de  un  joven  clérigo  español,  proce- 
dente de  Gibraltar,  donde  había  pasado  toda  su  vida.  Trasla- 
dado, al  parecer,  á  un  convento  de  Italia,  presentóse  en  la  clí- 
nica del  Dr.  Biondi,  catedrático  de  Cirugía  en  la  Facultad  de 
Medicina  de   Siena,  con  tumefacción  del   escroto,    quiluriaj 


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trastornos  de  varia  clase.  El  examen  de  la  orina  demostró  la 
presencia  de  cantid  id  muy  notable  de  grasa,  hematíes,  leuco- 
citog,  fibrina;  algunos  embriones  de  Filaría.  El  examen  de  la 
sangre  comprobó  que  se  trataba  de  Filaría  Bancrofti.  El  en- 
fermo había  llegado  á  Italia  desde  once  meses:  á  los  cuatro  ó 
cinco  meses  ya  se  había  apercibido  de  la  alteración  evidente 
de  sus  orines,  en  la  misma  forma  en  que  se  presentaba  al  mo- 
mento de  la  visita.  Si  se  tiene  en  cuenta  el  tiempo  que  necesi- 
tan las  larvas  recién  inoculadas  para  transformarse  en  gusanos 
adultos,  y  éstos  para  producir  éxtasis  de  los  linfáticos  y  sínto- 
mas tan  acentuados,  además  del  gran  número  de  embriones  en 
la  sangre,  no  cabe  duda  de  que  los  parásitos  habían  penetrado  en 
el  organismo  de  este  enfermo  antes  de  su  salida  de  Gibraltar- 

El  Dr.  Correa  de  Portugal  Aragao  (de  Gibraltar)  insiste  en 
declarar  que  desconoce  por  completo  la  presencia  de  Filariasis 
humana  en  la  comarca  donde  había  vivido  el  enfermo.  Recien- 
temente afirma  también  que  éste,  de  vuelta  á  su  país,  se  ha 
curado  satisfactoriamente  de  su  enfermedad.  Sin  embargo  no 
dice  de  haber  repetido  el  examen  de  la  sangre.  Me  parece  su- 
mamente difícil  modificar  la  interpretación  ya  indicada  sobre  el 
origen  de  este  caso  de  Filariasis  humana. 

Un  tercer  caso^ — cuyos  pormenores  desconozco  —  fué  comu- 
nicado durante  el  año  pasado  en  la  Academia  Médico-quirúr- 
gica de  Madrid,  por  el  Dr.  C.  Sala. 

Finalmente,  en  el  mes  de  Junio  próximo  pasado,  el  señor 
Dr.  D.  Manuel  Ruiz,  Director  del  Laboratorio  de  Bacteriolo- 
gía del  Hospital  de  Marina  en  Cartagena,  me  envió  un  caso  de 
sumo  interés.  Trátase  de  un  Capitán  de  Fragata,  D.  R.  G, 
de  Q.  y  B.,  domiciliado  en  Cartagena.  Regresó  de  Cuba  y 
Puerto  Rico  hace  siete  ú  ocho  años;  pero  sólo  desde  año  y  me- 
dio ó  dos  se  siente  enfermo,  quejándose  de  vértigos,  debilidad 
general  muy  acentuada,  parestesias.  Hombre  de  55  años,  alto, 
de  buena  constitución,  aunque  con  evidentes  signos  de  tempe- 
ramento linfático.  No  hay  quiluria  ni  hematuria.  Tumefaccio- 
nes ligeras  en  las  ingles.  El  examen  de  la  sangre  demuestra  la 
presencia  de  embriones  (relativamente  escasos)  de  Filaría 
Bancrofti. 


—  475  - 

El  Dr.  Rniz  nos  escribía,  con  fecha  26  de  Junio  de  1905,  á 
propósito  de  las  investigaciones  que  por  mi  consejo  ha  lleva- 
do á  cabo  en  el  distrito  de  Cartagena  y  muy  en  particular 

sobre  los  militares:  « Posteriormente  [al  caso  del  Sr.  R.  G. 

de  Q.  y  B.] ,  he  reconocido  tres  nuevos  casos  en  militares;  uno 
ingresó  en  el  hospital  con  hemato-quiluria:  no  ha  estado  nunca 
en  países  tropicales»  (1). 

Como  se  ve,  queda  planteado  el  problema  en  forma  grave  y 
de  mucha  importancia  para  España.  Es  más;  queda  ya  fuera 
de  duda  que  existen  en  España  casos  de  Filariasis  humana  por 
Filaría  Ba)icrofí¿,  muy  probablemente  importada  desde  las 
Colonias.  Hay  que  averiguar  ahora  si  otros  casos  pueden  im- 
putarse á  la  transmisión  local  del  parásito  por  medio  de  los 
mosquitos  del  género  Cnlex  (Cidex  pipietís ,  Cidex  fatigaiis), 
que  abundan  en  las  costas  de  España,  y  en  qué  medida  puede 
haberse  efectuado  la  infección  de  estos  huéspedes  intermedia- 
rios, constituyendo  nuevo  peligro  para  determinados  distritos 
de  las  provincias  meridionales  y  orientales  del  Reino. 

7.  La  Filariasis  humana  produce  síntomas  tan  variables, 
complejos  y  á  veces  obscuros,  que  resulta  muy  difícil  encerrar- 
los en  un  cuadro  clínico  correspondiente  con  la  realidad. 

Semejante  incertidumbre  nosográfica  ha  contribuido  en  gran 
parte  á retrasar  la  interpretación  etiológica  de  esta  enfermedad. 

Desde  luego  podríamos  aceptar  como  la  definición  más  sen- 
cilla, práctica  y  científica  al  mismo  tiempo,  la  siguiente:  «Fi- 
lariasis es  la  enfermedad  producida  por  la  presencia  de  nema- 


(1)  Posteriormente,  habiéndose  dejado  extraviar  el  Sr.  Ruiz 
por  algunas  observaciones  inexactas  y  por  hechos  mal  interpreta- 
dos,  modificó  las  conclusiones  de  su  estudio,  y  sostuvo  —  en  una 
Memoria  presentada  á  la  Real  Academia  de  Medicina  de  Madrid  — 
haber  descubierto  un  nuevo  parásito  (que  llama  Amplexus  hema. 
tohium)  y  una  nueva  enfermedad  por  él  producida.  Me  es  forzoso 
señalar  este  grave  error,  puesto  que  el  caso  de  Filariasis  humana 
ya  referido  (D.  R.  G.  de  Q.  y  B.,  de  Cartagena)  va  confundido  en 
el  trabajo  del  Sr.  Ruiz  con  otros  varios  de  dudosísima  interpreta- 
ción, todos  ellos  considerados  como  casos  de  una  llamada  «Disto- 
miosis  hemato-intestinal»,  fjroducida  por  el  hipotético  Amplexus, 

Eev.  Acad.  Ciencias. -III. -Noviembre,  1935.  32 


—  476  — 

todes  del  género  Filai'ia  en  el  organismo  humano,  y  de  sus 
embriones  en  la  sangre». 

Sin  embargo,  esta  definición  puramente  etioldgica,  deja  mu- 
cho que  desear  desde  el  punto  de  vista  clínico.  Pueden  existir 
ciertos  síntomas  elefantiásicos,  tumefacciones  y  edemas  locali- 
zados, debidos  á  la  obstrucción  de  vasos  linfáticos  por  parte  de 
los  gusanos  adultos,  sin  que  se  encuentren  embriones  en  la 
sangre  circulante  (los  adultos  son  en  estos  casos  de  un  solo 
sexo);  más  frecuentemente,  en  casos  de  elefantiasis  declara- 
da, desde  muchos  años,  con  linfangitis,  varices,  lesiones  de 
carácter  inflamatorio  asociadas  ó  secundarias,  etc.,  los  distri- 
tos del  derma  ó  del  tejido  sub-cutáneo  donde  se  hallan  locali- 
zados los  gusanos  adultos,  se  encuentran  separados  por  completo 
del  torrente  circulatorio,  aislados  y  encerrados  los  mismos  gu- 
sanos en  una  espesa  adventicia  de  tejido  conjuntivo,  de  tal 
suerte,  que  los  embriones  no  pueden  penetrar  en  la  sangre;  á 
veces  los  gusanos  adultos,  en  estas  condiciones,  mueren,  pero 
queda  la  lesión  elefantiásica  con  todas  sus  consecuencias  próxi- 
mas y  lejanas  sobre  la  hidráulica  del  sistema  linfático.  Es  pro- 
bable, también,  que  los  embriones  vertidos  en  el  círculo  san- 
guíneo puedan  ser  eliminados  lentamente  y  al  cabo  de  cierto 
tiempo;  y  si  por  alguna  de  las  razones  antes  expuestas  no  se 
renuevan  con  otra  generación,  pueda  hallarse  la  sangre  libre 
de  los  mismos,  y  quedar  incierto  y  dudoso  el  diagnóstico. 

Por  otra  parte,  embriones  de  otras  Filarías^  muy  distintas 
de  Filaría  Bancrofti,  pueden  encontrarse  en  la  sangre  del 
hombre.  Tales  son  los  embriones  que  Manson  llamó  Filaría 
diurna,  y  corresponden  á  la  Filaría  loa  adulta;  tales  los  de 
Filaría  perstans  y  otros. 

Si  estos  casos  se  consideran  dentro  del  cuadro  general  de  la 
Filanasis  humana,  aumenta  la  incertidumbre  nosográfica  y 
multiplícanse  las  dudas  clínicas.  En  efecto,  estas  especies  de 
Filarias  ni  se  localizan  en  los  mismos  tejidos  y  órganos,  ni  de- 
terminan síntomas  elefantiásicos  característicos,  ni  por  fin  se 
transmiten  de  hombre  á  hombre  por  el  mismo  camino,  por  el 
huésped  intermediario  propio  de  la  Filaría  Bañero f ti. 

A  pesar  de  todos  estos  inconvenientes,  debemos   acatar  por 


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ahora  el  concepto  general  de  la  Filariasis  humana,  porque  no 
nos  proporciona  elementos  claros  para  una  definición  nosológi- 
ca  el  estudio  del  síndrome  clínico  producido  por  la  Filaría 
Bancrofti. 

En  efecto,  la  palabra  Elefantiasis  (Elefantiasis  de  los  ára- 
bes, bien  distinta  de  la  Elefantiasis  griega,  6  Lepra),  no  en- 
cierra para  todos ,  no  implica  en  modo  absoluto  el  concepto 
etiológico  de  «lesión  producida  por  la  Filaría  Ba?icrofH>->. 

Y  no  puede  desconocerse,  en  realidad,  que  el  proceso  ana- 
tomo-patológico  propio  de  la  lesión  elefantiásica  no  está  deter- 
minado exclusiva  ni  directamente  por  los  gusanos  localizados 
en  el  tejido  subcutáneo.  Obedece,  sí,  en  los  casos  de  Filaria- 
sis elefantiásica,  al  estímulo  anormal,  producido  por  estos  gu- 
sanos: pero  indirectamente,  quizás  por  los  materiales  tóxicos 
del  metabolismo  de  los  mismos  parásitos,  quizás  por  la  com- 
presión debida  á  la  éxtasis  de  los  linfáticos  y  edemas  conse- 
cutivos; quizás  también  por  la  acción  concomitante  ó  secunda- 
ria de  bacterias,  que  determinan  una  especie  de  crónica  infla- 
mación erisipelatosa  (Manson). 

Así  las  cosas,  se  comprende  sin  dificultad  el  que  muchos 
observadores,  y  médicos  prácticos  que  han  ejercido  largo  tiem- 
po en  regiones  tropicales,  afirmen  que  Elefantíasis  no  es  siem- 
pre sinónimo  obligado  de  Filariasis  humana. 

Sin  embargo,  la  Elefantiasis  es  la  lesión  dominante  y  ca- 
racterística que  la  Filaría  Bancrofti  produce  en  el  organismo 
del  hombre ,  sobre  todo  en  los  países  tropicales. 

La  Elefantiasis  [Dal  fil  de  los  árabes ,  ó  Dau-ool  FU)  Hy- 
persarcosis ;  Pachydermía;  Phleg masía  malabaríca;  Elefan- 
tenfuss;  Knollbein;  Barhadoshein;  Mal  de  Cayenne;  Helmín- 
thosarcoma-,  Helininthoma  de  Bancroft]  es  endémica  en  mu- 
chas regiones  de  la  zona  tropical  y  sub-tropical,  en  algunas 
con  carácter  de  tal  gravedad  que  alcanzan  las  estadísticas  de 
los  enfermos,  según  afirma  Manson,  el  5  y  el  10  por  100  de 
toda  la  población:  así  es  en  Cochinchina,  en  Samoa,  en  ciertos 
distritos  de  la  Australia  y  en  Amazonia  (Norte  del  Brasil):  es 
,  también  comunísima  en  el  centro  de  África. 

La  mayoría  de  los   casos  (quizás  el  85  por  100)  presentan 


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las  lesiones  elefantiásicas  localizadas  en  las  piernas  y  en  los  ge- 
nitales externos.  Lo  cual  se  comprende  por  tratarse  ante  todo 
de  éxtasis  en  ciertos  distritos  linfáticos,  sujeta  á  la  ley  de  gra- 
vedad. La  lesión  de  los  genitales  externos — más  rara  en  la 
mujer,  frecuentísima  en  el  hombre  —  difiere  substancialmente 
de  la  lesión  elefantiásica  propiamente  dicha,  que  está  repre- 
sentada, á  parte  la  intervención  primaria  del  sistema  linfático, 
por  verdadera  hiperplasia  del  tejido  conjuntivo  sub  cutáneo. 
Ea  efecto,  trátase  en  esos  casos,  casi  siempre  de  escroto  ele* 
fantiásico  que  encierra  un  líquido  quiloso,  mezclado  con  larvas 
de  Filaría  por  lo  general ;  á  veces  se  encuentran  encerrados 
en  él  uno  ó  más  gusanos  adultos  ( Lymphscrotum). 

Las  lesiones  ele^^antiásicas,  en  particular  las  localizadas  en  el 
pecho  (mamas),  en  los  genitales  externos  y  en  las  piernas, 
pueden  alcanzar  dimensiones  extraordinarias.  Los  casos  publi- 
cados, ya  desde  la  primera  mitad  del  siglo  pasado,  cuando  aun 
desconocíase  por  completo  la  etiología  de  la  Elefantiasis,  por 
Behrend,  Delpech,  Clot-bey ,  Gitanni,  Prunner,  Riegler  y 
luego  por  Hecker,  Von  Hebra,  Geber,  Turner,  Davies,  Da- 
niels, Manson,  Looss,  son  característicos  y  dan  clara  idea 
del  extremo  límite  á  que  pueden  llegar  las  lesiones  elefantiási- 
cas. 

Estas  pueden  manifestarse  también  en  la  cara,  aunque  ra- 
ramente (Von  Hebra);  los  casos  de  Br)'k,  de  Alibert,  de  Gui- 
bot,  Ollier  y  Schuster  (nariz);  de  Graefe,  Carrón  du  Villard, 
Fano,  Tilláis,  y  Beck  (párpados),  y  algunos  más  deben  con- 
siderarse como  auténticos;  otros  representan  desde  luego  erro- 
res de  diagnóstico.  De  conformidad  con  lo  que  advierte  Von 
Hebra,  conviene  tener  presente  que  el  Fibroma  moUuscum  pro- 
duce tumefacciones  muy  parecidas  á  la  de  la  elefantiasis  de  los 
árabes  cuando  localízase  en  la  cara.  Igualmente  lo  que  Wilson 
W2.m2í  spargosis  de  la  nariz  (Spargosis  del  griego  «o-Trapyáio» 
ensanchar,  inflar),  y  considera  erróneamente  como  manifesta- 
ción elefantiásica,  no  puede  incluirse  en  el  cuadro  clínico  de  la 
elefantiasis  propiamente  dicha. 

Los  genitales  externos  de  la  mujer  pueden  también  partici- 
par del  proceso  elefantiásico.  Kugelmann,  Rokitan&ky,  Krie- 


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ger^  Talrich,  Walter  Macdonald,  Manson,  han  publicado  ob- 
servaciones interesantes  acerca  de  esta  localización. 

Cuando  la  tumefacción  elefantiásica  alcanza  proporciones  y 
tamaño  considerables,  como  en  los  casos,  verdaderamente  ex- 
traordinarios, de  todos  los  autores  antes  recordados,  la  jiiel 
presenta  constantemente  alteraciones  secundarias;  eczema^  in- 
filtraciones inflamatorias  de  varias  clases,  zonas  erisipelatosas, 
costras,  ulceraciones.  Linfangitis  más  6  menos  graves  las  acom- 
pañan. De  todos  modos,  la  piel  elefantiásica,  la  piel  que  recu- 
bre una  tumefacción  característica  de  elefantiasis  filariósica 
(por  Filaría  Bancrofti),  ya  desde  los  primeros  meses  después 
de  la  aparición  del  tumor,  preséntase  en  condiciones  anorma- 
les, participa  de  un  proceso  reactivo  para  cuya  realización  no 
son  estímulo  suficiente  la  comprensión  del  derma,  las  éxtasis 
linfáticas  y  venosas,  los  edemas  debidos  á  la  presencia  del  pa- 
rásito en  ciertos  distritos  vasculares. 

Hay  casos  bastante  numerosos  de  lüaríasis  humana  en  que 
faltan  las  manifestaciones  déla  típica,  aunque  reducida  y  loca- 
lizada lesión  elefantiásica.  Los  enfermos  presentan  entonces, 
por  lo  general,  quiluria,  hemato-quiluria,  hematuria,  síntomas 
á  cargo  del  sistema  linfático  glandular,  tumefacciones  de  los 
ganglios  de  la  ingle,  de  los  axilares,  etc.  (principalmente  de  los 
inguinales),  varices  linfáticas;  á  veces  trastornos  nerviosos,  en 
particular  vértigo  y  demás  síntomas  relacionados  con  estados 
anormales  del  sistema  circulatorio.  Manifiéstase  en  muchos  ca- 
sos una  fiebre  elefantiásica,  muy  probablemente  en  relación 
con  procesos  inflamatorios  superficiales,  sobre  todo  con  Linfan- 
gitis, frecuentes  y  graves  en  esta  enfermedad. 

La  presencia  de  los  embriones  de  Filaría  Bancrofti  en  la 
sangre  no  suele  determinar  alteraciones  muy  considerables  d© 
la  constitución  química  y  morfológica  de  la  sangre  misma.  El 
resultado  medio  de  repetidos  exámenes  hematológicos  en  el  caso 
publicado  recientemente  por  el  Dr.  Solieri,  fué  el  siguiente: 

Hemoglobina,  95  por  100. 
Hematíes,  p.  mm.\  4.340.000. 
Leucocitos,  9.099. 


-  480  - 
Relación  L.  :  H.  =  1  :  474. 

Sin  embargo,  en  enfermos  que  desde  más  tiempo  hospedan 
al  parásito,  puede  observarse  cierto  grado  de  anemia  (oligohe- 
mia,  con  hiperleucocitosis). 

8.  ¿Existe  una  inmunidad  de  raza  para  la  Filaría  Ban- 
crofti?  En  la  distribución  geográfica  de  la  elefantiasis  ó,  mejor 
dicho,  de  laFilariasis  humana,  en  las  variaciones  de  intensidad 
y  frecuencia  con  que  manifiéstase  en  distintas  partes,  ¿pueden 
ejercer  algún  papel  los  caracteres  de  las  diferentes  razas  hu- 
manas? 

Ya  los  observadores  del  siglo  pasado  dieron  contestación  ne- 
gativa á  semejante  pregunta.  El  desarrollo  de  las  colonias  y  los 
datos  prácticos  que  éstas  proporcionaron,  además  de  los  estu- 
dios científicos  que  se  promovieron  con  este  objeto,  han  com- 
probado una  vez  más  que  los  europeos  van  sujetos  á  la  inva- 
sión del  parásito  (Iñlaria  Bañero fti)  de  igual  modo  como  los 
indígenas  de  raza  negra  ó  amarilla  ó  como  los  mestizos,  en  las 
regiones  tropicales  donde  se  halla  endémica  la  enfermedad.  Las 
condiciones  en  que  vive  por  lo  general  la  población  indígena, 
abandonada,  desnuda,  durmiendo  en  chozas  abiertas,  literal- 
mente llenas  de  mosquitos  durante  la  noche,  favorecen  en  modo 
extremo  la  difusión  del  parásito  entre  ellas,  y  constituyen  al 
propio  tiempo  diferencias  tan  notables  con  el  modo  de  vivir 
de  los  blancos  en  las  mismas  regiones  —  puesto  que  trátase  casi 
siempre  de  funcionarios,  empleados,  empresarios,  colonos,  gen- 
te que  cuida  de  su  salud  —  que  pueden  inducir  en  un  error  de 
interpretación,  y  hacer  creer  que  se  trate,  por  parte  de  éstos, 
de  una  inmunidad  relativa. 

Ha  sido  comprobada  la  existencia  de  la  Filariasis  humana  — 
con  carácter  endémico  —  en  las  siguientes  regiones: 

América. — Antillas  (por  Levacher,  Thomas,  Vincent,  Low). 
Taiti  (Lesson). — Nueva  Granada  (Dalton). — Ve- 
nezuela.—  Guiana  francesa,  holandesa  é  inglesa 
(Blair,  Dalton,  Hasselaar,  TerBeck). — Barbados 
(Low). — Martinica,  Fort-de-France  (Clarac). — 


-  481  - 

Trinidad,  San  Vicente  (Hendy,  Leuren,  Rufzo, 
Savaresy,  Clarac,  Town).  —  Panamá  y  costas  de 
las  Repúblicas  de  América  central  (Dundas,  Tschii- 
di,  etc.).  —  Brasil,  Amazonia,  Para,  México  (Dun- 
das, Saint- Hilaire,  Lallemand,  Plagge,  Pieasants, 
Regó,  Smith,  Tschudi,  Apollonio). — Argentina 
(casos  esporádicos). 

África.  —  Egipto  (Sonsino,  Looss).  —  Abisinia  y  Somaliland. 
(Prosper  Alpinus,  Larrey,  Pruner,  Riegler,  etc.). — 
Argelia  (Bertherand,  Gayón,  Sergent,  Laveran, 
etcétera).  —  Senegambia,  Sierra  Leone^  Costa  de 
Oro,  Liberia  (Berville,  Clarke,  Oldfield,  Dutton, 
Annett,  Todd,  Brumpt,  Blanchard  ,  etc.).  — Costa 
occidental  de  África  en  general,  Congo,  Nigeria 
(Brumpt,  Sambon).  —  Colonia  del  Cabo,  Trans- 
vaal,  Mashonaland  (Berncastle,  Koch,Theiler). — 
Isla  de  Santa  Elena  (Me  Ritchie). — Fernando 
Poo. —  Cameroon  (Plehn,  Ziemann)  (probablemente 
Colonia  del  Mani). — Madagascar  (Acema,  Cha- 
potin).  —  Zanzibar. 

Asia. — Arabia  (Courbon,  Niebuhr), — Persia  (Von  Hebra, 
Geber).  —  India  (Manson,  James).  —  Ceylán 
(¡Marshall,  Castellani).  —  China  (Manson). — Japón 
(Ishiwama). 

Australia  y  Polinesia.  —  Nueva  Caledonia  (Benet^  Lang  y 
Noc).  —  Costa  oriental  del  continente  australiano 
(Benet,  Heffinger,  Lesson,  Thomson,  Turner, 
Vinson,  Bancroft). 


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-  487  - 


CAPITULO  VII 

FILARIASIS 

(Sigue). 

1¡  Descartando  las  especies  dudosas :  i^iVaWa  labtalis,  Fi- 
laría conjimtivae ,  Filaría  hominis  oris,  Filaría  resiíformis, 
Filaría  lentís,  etc.,  quedan  las  siguientes,  que  con  caracteres 
de  difusión  epidémica  ó  endémica  á  veces,  esporádica  en  otras 
partes,  se  han  encontrado  y  descrito  como  parásitos  del  hombre: 

Filaría  loa  (Guyot,  1778). 
[Filaría  diurna  (Manson  1895)]. 
Filaría  perstans  (Manson,  1895). 
[  Filaría  Oxxardi  ( Manson ,  1897)]. 
Filaría  Demarqtiayi  (Manson  1895).. 
Filaría  MagaUíaesi  (Bianchard  1895). 
Filaría  gigas  (Prout,  1902). 
Filaría  Powelli  (Penel,  1904). 
Filaría  volvulus  (Leuckart,  1893). 
Filaría  kilímarae  (Kolb,  1898). 

Filaría  loa.  —  Este  pará&ito  es  común  en  muchas  regiones 
de  África,  sobre  todo  en  la  costa  occidental  (Gambia,  Sierra 
Leone,  Guinea,  Niger^  Congo)  (muy  probablemente  en  la  co- 
lonia española  del  Muni-Benito,  y  en  la  isla  de  Fernando  Poo. 
En  mi  viaje  á  Canarias  (Julio  1905)  no  he  tenido  noticia  de 
observación  ninguna  de  casos  locales  ó  importados).  Los  ma- 
chos adultos  miden  de  25  á  30  milímetros:  las  hembras  de  30 
á  40  de  largo:  no  pasan  de  medio  milímetro  de  diámetro  trans- 
versal los  primeros,  y  de  un  milímetro  las  segundas  (v.  fig.  52). 
Una  buena  descripción  de  los  individuos  adultos  ha  dado 
Looss  (1904):  reproduzco  en  parte  los  detalles  de  organiza- 
ción de  esta  especie  (v.  figs.  52-54). 

Viven  los  adultos  en  el  tejido  conjuntivo,  en  general  super- 
ficialmente: con  gran  frecuencia  aparecen  en  el  borde  de  la 


488  - 


conjuntiva  ocular,  y  allí  pueden  permanecer    mucho  tiempo 
(años). 

Se  conocen  con  el  nombre  de  Tumores  de  calabar  (Cala- 

barswellings  ^  Calabarbeulen 
Kameroon-geschwülste  de 
Plehn),  ciertas  lesiones,  tu- 
mefacciones cutáneas  múlti- 
ples y  localizadas,  que  Man- 
son  atribuye  á  la  presencia  de 
F.  loa  en  el  conjuntivo. 

Los  embriones  de  F.  loa 
viértanse  en  los  linfáticos  y 
en  la  sangre:  corresponden  á 
los  que  Manson  había  llama- 
do, desde  1891,  Filaría 
diurna  (fig.  54);  como  los 
de  F.  Bancrofti,  hállanse  en 
el  torrente  circulatorio  envuel- 
tos, encerrados  en  la  membra- 
na (esuvies)  que  les  impide 
con  toda  evidencia  desarro- 
llarse en  vida  libre,  sin  la  in- 
tervención de  un  huésped  in- 
termediario. 

Sin  embargo,  desconoce- 
mos hasta  la  fecha  cuál  sea 
este  huésped. 

Carácter  típico  de  los  em- 
briones que  Manson  llamó  Fi- 
laria  diurna  es  el  de  apare- 
cer en  la  sangre  periférica  del 
hombre  á  todas  horas  durante 
el  día;  lo  cual  los  distingue  de  los  embriones  de  Filaría  Ba- 
ncrofti (que  Manson  llamó  F.  nocturna)  más  aún  que  los  ca- 
racteres morfológicos. 

Esto  hace  pensar  que  el  huésped  intermediario  de  la  Filaría 
loa  debe  llegar  en  contacto  del  hombre  y  chupar  su  sangre  du- 


Figura  ñ^.  — Filaría  loa. 

A,  macho  adulto;  B,  hembra  adulta  (di- 
mensiones naturales);  C,  extremidad  an- 
terior (cefálica)  del  macho  (según  Looss) 
(aum.  2o  diám.);  an.  nerv.,  anillo  nervio- 
so periesofágico;  int.,  intestino;  test.,  tes- 
tículo. 


-  489 


rante  el  día,  á  diferencia  de  lo  que  pasa  en  el  caso  de  la  Fila- 
ría Bancrofti. 

Blanchard  afirma  (pág.  539  de  su  reciente  Tratado)  que  en 
la  región  del  Calabar,  donde  es  endémico  el   parasitismo  hu- 


úm   ntji. 


Figura  53.  —  Extremidad  anterior  (cefálica^  áa  Filaría  lo    Q 

(según  Looss)  (aum.  20  diámetros). 

an.  «erv.,  anillo  nervioso  periesofágico,"  Es.,  esófago,  £;fc.,aber- 
tiirade  excreción  (Excretionsporus):  i«í.,  intestino;  Ovar.,  ova- 
rio; t/ag'.,  vagina;  vulv.,  vulva  (abertura  genital. 
(La  depresión  de  la  cutícula,  que  Looss  indica  como  desembo- 
cadura de  un  aparato  excretor  (Excretionsporus,  Exc),  está  en  in- 
tima conexión  con  fibras  procedentes  del  anillo  nervioso  perie- 
sofágico  :  trátase  probablemente  de  un  órgano  de  sentido). 


mano  de  Filaría  loa  (ya  hemos  indicado  que  debe  estar  rela- 
cionado con  ciertas  lesiones  características  de  esas  comarcas 
africanas),  el  hombre  está  expuesto  á  la  continua  molestia  y  á 
las  picaduras  de  ciertos  dípteros,  que  los  colonos  ingleses  lla- 
man en  conjunto  Mangrove  flies  y  los  indígenas  ukpom  y  uijo. 


-  490 


Estos  corresponden  á  ciertas  especies  de  Tahanidae  y  de  Mus- 
cidae,  muy  en  particular  al  Chrysops  dimidialus  (van  deWulp), 
y  Glossina palpalis  y  longipalpis  (Brumpt). 

Sin  embargo,  carecemos  de  datos  seguros,  de  exactas  ob- 
servaciones y  de  resultados  experimentales  sobre  este  extremol 
Sólo  podemos  añadir  que  Annette,  Dutton  y  Eliott  intenta- 
ron la  infección  artificial  de  Myxomyia 
(Anopheles)  Bossii  con  los  embriones  de 
F.  diurna  (F.  loa) y  con  resultado  nega- 
tivo. 

2.  Filaría  perstans. — Este  parásito 
se  encuentra  con  mucha  frecuencia  en  el 
África  occidental  y  central  (Congo,  Nige- 
ria, Lagos,  Nyassa,  etc.),  así  como  en  los 
negros  de  la  América  central  (Guiana  in- 
glesa). La  forma  adulta,  descubierta  por 
Daniels  en  individuos  de  Demerara,  es 
cilindrica,  de  70  á  80  milímetros  de  lar- 
go, con  apéndice  caudal  terminada  en 
dos  puntas  triangulares.  Vive  en  el  tejido 
conjuntivo  y  en  los  vasos.  Los  embriones 
corresponden  en  parte,  sin  duda  ninguna^ 
á  los  que  Manson  describió  con  el  nom- 
Figura  34.  -  Aspecto  de     bre  de  Filaría   Oxxardi.  Sin  embargo. 

los  embriones  hemáticos 

de  Filaría  loa  {Filaría    puedc  admitirse  quc   la  forma  embriona- 

diurna)  {en  \a  sangre  pe-  .      .      ,.         ,  r>     •»  r 

riférica  del  hombre)  (au-    Tía  indicada  por  P.  Mauson  con  este  nom- 

mento  de  i.ooo  diám.).  . 

bre  (Filaría  Oxxardi),  no  es  única,  no 
constituye  una  sola  especie;  muy  probablemente  pertenece, 
en  parte,  á  los  adultos  de  la  especie  F. perstans,  en  parte  á  los 
de  F.  Demarquayi.  Looss,  mantiene,  en  su  reciente  monogra- 
fía (pág.  169  del  Mense,  V.  !.)>  la  incierta  especie  F.  Oxxardi. 
Blanchard,  al  contrario,  considera  esta  especie  como  artificial, 
comprendiéndola  en  las  dos  antes  indicadas:  F.  perstans,  por 
un  lado,  F.  Demarquayi ,  por  otro. 

Los  embriones  de  F.  perstans  se  encuentran  desnudos,  sin 
membrana,  en  la  sangre.  Sun  pequeños,  no  llegan  á  la  mitad  de 
los  de  F.  BaJicrofti  y  F.  diurna  (F.  loa). 


—  491  — 

lia  hipótesis  de  P.  Manson,  fundada  en  observaciones  epi- 
demiológicas y  de  distribución  geográfica  correspondiente,  que 
admitía  una  relación  estrecha  entre  el  parasitismo  de  F.  pers- 
tans  y  la  enfermedad  del  sueño  (negro-lethargy ,  sleeping-sik- 
ness),  no  puede  tomarse  en  consideración  hoy  día,  después  de 
los  descubrimientos  recientes  acerca  del  papel  patógeno  de  los 
Tripanosomas. 

Por  lo  que  se  refiere  á  la  transmisión  de  F.  perstans  y  su 
evolución  en  algún  huésped  intermediario,  nada  concreto  y  de- 
finitivo puede  afirmarse.  Hodges,  en  Uganda,  y  Low,  en 
Guiana,  han  observado,  al  parecer,  un  principio  de  desarrollo 
de  los  embriones  en  Panoplites  africanus  (Mansonia  africa- 
na) el  primero,  en  Tae?iiory?ichi¿s  fnscopennatus  el  segundo. 
En  cambio,  el  mismo  Hodges  experimentó,  con  resultado 
completamente  negativo,  con  Myxomyia  (Anoplieles)  fu- 
nesta, Anopheles  costalis  ( Pyretophorus  cj,  Stegomyia  ca- 
lopus  (fasciata),  etc.,  y  Low  con  las  mismas  especies  y  ade- 
más ccn  Culex,  Stethomyia,  Yanthinosoma ,  Melanoconioriy 
etcétera. 

Más  recientemente  Christy  ha  publicado  una  serie  de  obser- 
vaciones que  tienden  á  demostrar  que  la  transmisión  de  F.  pers- 
tans efectúase  por  medio  de  los  ácaros  (especie  de  garrapa- 
tas),  del  género  Ornithodorus  (O.  moiihata). 

Por  otra  parte.  Bastían  sostiene  que  F.  perstans  no  debe 
considerarse  más  que  como  una  forma  del  gen.  Tylenchiis ,  pa- 
rásito común  de  trigos  y  demás  gramináceas  y  plantas  cultiva- 
das en  los  trópicos.  Lo  que  haya  de  verdad  en  esta  afirmación 
y  cómo  pueda  averiguarse  el  paso  de  los  embriones  maduros  al 
hombre,  queda  por  aclarar,  y  merece,  desde  luego,  las  más 
detenidas  investigaciones. 

3.  Filaria  Demarquayi.  —  Manson  encontrólos  embriones 
que  llamó  con  este  nombre,  en  la  sangre  de  algunos  enfermos 
de  San  Vicente  (Indias  occidentales),  siendo  luego  confirma- 
dos los  caracteres  específicos  de  estas  microfilarias  por  las 
observaciones  de  Galgey,  Low,  George  Gray,  etc.,  en  Santa 
Lucía,  Dominica  y  Trinidad  (Antillas).  Trátase  de  embriones 
muy  parecidos  á  los  de  F.  perstans,  y  por  tanto,  mucho  más 

Eev.  Acad.  Ciencias.— Iir.— Noviembre,  1905.  33 


-  492  —      . 

pequeños  que  los  de  F.  Bancroftl  y  F.  loa  (diurna) ,  y  des- 
nudos (sin  esuvies). 

Galgey  encontró  luego  la  forma  adulta  (hembra)  de  la  F.  de- 
tnarqíiayi  en  un  enfermo  de  Santa  Lucía. 

Nada  cierto  sabemos  respecto  de  la  transmisión  de  este  pa- 
rásito. Vincent  y  Low,  en  la  Trinidad,  han  experimentado  con 
los  mosquitos  del  gen.  Stegomyia:  los  resultados  fueron  dudo- 
sos :  las  larvas  llegaron  á  penetrar  en  los  músculos  torácicos, 
pero  no  se  desarrollaron  ulteriormente  y  al  cabo  de  unos  cuan- 
tos días  empezaron  á  manifestar  fenómenos  de  degenera- 
ción. 

Filaría  MagalJ/aesi.  —  En  1887,  el  Dr.  Magalhaes,  de  Río 
de  Janeiro,  describió  las  formas  adultas  de  una  especie  de  Fi- 
larla encontrada  en  el  ventrículo  izquierdo  del  corazón  de  un 
niño  en  dicha  ciudad,  muerto  por  enfermedad  desconocida,  ó 
cuyo  diagnóstico  no  se  había  hecho  durante  la  vida.  Tampoco 
ee  había  hecho  el  examen  de  la  sangre.  Observaciones  poste- 
riores confirmaron,  al  parecer^  las  diferencias  específicas  en- 
tre F.  Bañero f ti  y  F.  Magalhdesi ,  siendo  ésta  de  dimensiones 
más  reducidas  (155  milím.  la  hembra,  82-83  el  macho),  y  con 
cuatro  pares  de  papilas  pre-anales,  y  cuatro  post- anales  en  el 
macho.  Los  embriones,  poco  conocidos,  miden  de  350  á 
400  ¡Ji.  por  8  ]}.. 

Dice  Manson  (p.  604,  Trop.  dis.):  «Nothing  ist  known  of 
its  life-history,  ñor  of  the  associated  pathology».  Nada  cono- 
cemos acerca  de  la  evolución  de  este  parásito,  ni  de  las  lesio- 
nes que  determina  en  el  organismo  humano. 

Filaria  gigas.  —  Trátase  de  una  forma  de  embriones  de  Fi- 
laría, encontrada  por  el  Dr.  Prout  en  la  sangre  de  un  enfermo 
de  Sierra  Leone.  Desconocida  la  forma  adulta,  y  dudosos  los 
caracteres  específicos,  estamos  muy  lejos  de  conocer  el  origen, 
difusión  y  evolución  de  esta  forma  de  Filaria.  Los  embriones 
descritos  por  Prout  son  desnudos,  sin  membrana. 

Filaria  Powelli. — En  este  cííSO,  como  en  el  precedente,  des- 
conócense  los  adultos.  El  nombre  específico  ha  sido  dado  por 
Penel  á  una  forma  de  embriones,  pequeños  (130  jx.  X  5  [)..), 
cilindricos,  uniformes  (sin  cola  puntiaguda),  con  vaina  ó  mem- 


-  493  - 

brana  (esuvies),  encontrada  por  Powell  en  Bombay,  en  la 
sangre  de  un  indio. 

Filaría  volvulus.  —  Leuckart,  primero  (1893 ),  luego  Laba- 
die-Lagrave,  Deguy,  Prout,  describieron  ejemplares  de  Fila- 
rías adultas  encontradas  en  ciertos  tumores  cutáneos  en  negros 
de  la  Costa  de  Oro,  de  Sierra  Leone  y  del  Dahomey  (África 
occidental).  Embriones  de  250  ¡x.  X  5-6  [jl.,  sin  membrana. 
Evolución  y  transmisión  desconocidas. 

Filaria  kilimarae. — Las  noticias  que  Kolb  proporciona  acer- 
ca de  esta  especie^  que  dice  haber  encontrado  como  parásito 
en  los  negros  de  la  costa  occidental  de  África  (British-ost- 
Afrika),  son  insuficientes.  Nada  conocemos  acerca  de  su  trans- 
misión y  difusión. 

Resulta  de  cuanto  se  ha  dicho  en  los  párrafos  anteriores, 
que  nuestros  conocimientos  concretos,  seguros,  sobre  el  ciclo 
evolutivo  de  las  Filarías  del  hombre  limítanse  á  los  que  hemos 
estudiado  en  el  capítulo  precedente:  esto  es,  á  la  transmisión 
de  Filaria  Bancrófti.  Es  probable  que  en  el  caso  de  los  em- 
briones de  Filaria  loa,  deba  intervenir  para  su  desarrollo  y 
transmisión  un  huésped  intermediario  del  orden  de  los  Dípte- 
ros, aunque  pueda  dudarse  de  ello.  Nada  cierto  sabemos  sobre 
la  evolución  de  las  demás  formas  de  I ilaridae  que  hallan  en  el 
organismo  humano  el  huésped  definitivo. 

4.     Filarías  liemáticas  de  los  animales  domésticos. 

Entre  las  Filarlas  de  los  animales  domésticos,  la  especie  más 
interesante  por  su  difusión,  sus  caracteres  morfológicos  y  bio- 
lógicos, lo  parecido  de  su  transmisión  con  la  de  Filaria  Barí' 
crofti  del  hombre  es  la  Filaria  immilis  del  perro  (v.  cap.  III). 

En  el  perro  encuéntranse  á  veces  embriones  que  difieren  de 
los  característicos  de  la  Filaria  immitis,  aunque  las  diferen- 
cias son  mínimas.  Trátase  de  los  embriones  de  Filaria  recón- 
dita (Grassi);  los  adultos  de  esta  especie  hállanse  en  el  tejido 
adiposo  que  rodea  á  los  órganos  parenquimatosos,  ó  bien  en  el 
tejido  conjuntivo.  La  Filaria  reco7idita  se  desarrolla  en  las 
Pulgas  {Ptilex  serraiiceps  de  los  perros). 


—  494  — 

En  los  animales  domésticos  se  han  observado  y  descrito  las 
especies  siguientes,  que  puedan  interesarnos: 

Filaría  irritans  (Rivolta,  1884,  Raillet,  1885),  en  as- 
nos y  caballos  _,  en  ciertas  llagas  y  ulceraciones  que 
manifiéstanse  durante  el  verano  (Bouley,  1850,  Lau- 
lanié,  Perroncito). 

Filaría  eransi  (Lewis,  1882,  observada  recientemente 
por  E.  y  E.  Sergent  en  Algeria),  en  los  camellos; 
embriones  en  gran  número  en  la  sangre,  adultos  en 
los  grandes  vasos,  corazón  y  pulmón. 

Filaría  polpebralis' {Wilson  1844;  probablemente  sinóni- 
mo de  Filaría  lacrymalis,  Gurlt,  1831;  F.  bovis,  Rai- 
llet, 1858),  en  la  conjuntiva,  debajo  de  los  párpados 
y  en  los  conductos  lacrimales  de  bueyes  y  caballos, 
los  gusanos  adultos  (determinan  oftalmía  vermino- 
sa). ¿Embriones  libres? 

Filaría  inermis  (Grassi,  1887,  F.  conjuctivae),  especie 
dudosa;  asnos  y  caballos  [¿hombre?]. 

Filaría  Jiemorrágica  (Raillet,  1885;  ó  F.  multipapiUosa, 
Condamine  y  Drouilly  1878)  (Filarla  de  los  botones 
hemorrágicos  de  los  caballos  húngaros,  Drouilly, 
Trasbort,  etc.). 

Filaría  equina  (Blanchard,  1892;  ó  Filaría  papillosa 
Rudolphi;  F.  equi,  Gmelin;  Gordíus  equinus,A.h\\ág.) 
Caballos. 

Filaría  labíato  papillosa  (Alessandrini,  1838;  Sin.  J^¿- 
laría  cervina^  Dujard.,  1845;  F.  terebra^  1851). 
Bueyes. 

[Filaría  Mansoni,  Filaría  cypseli  de  las  aves  no  pueden 
interesarnos  en  este  momento]. 

Es  posible,  según  parecen  indicar  las  observaciones  de  los 
hermanos  Sergent  en  Argelia,  que  la  Filaría  evansi  de  los  ca- 
mellos se  desarrolle  en  un  huésped  intermediario  del  género 
Tabaniis.  Sin  embargo,  no  tenemos  pruebas,  hasta  la  fecha, 
para  afirmar  este  nuevo  papel  de  los  Dípteros. 


-  495  - 

Por  lo  demás,  sin  detenernos  aquí  en  discutir  el  valor  espe- 
cífico de  los  caracteres  que  se  han  adoptado  por  algunos  zoólo- 
gos y  parasitólogos  (Raillet,  Perroncito)  para  fundar  las  espe- 
cies Filaría  irritans,  Filaría  hemorráglca  y  otras,  diremos 
tan  sólo  que  su  localización  en  el  organismo  del  huésped  ver- 
tebrado, las  lesiones  que  producen,  su  distribución  geográfica 
y  difusión  prevalente  en  ciertas  regiones,  la  época  del  año  en 
que  de  preferencia  se  observan,  llevan  al  ánimo  la  persuasión 
de  que  especiales  insectos,  y  precisamente  los  Dípteros  Ne- 
matóceros  del  géa.  Simulium,  ejercen  el  papel  de  huéspedes 
intermediarios  y  transmisores  de  las  larvas  maduras. 

En  efecto,  la  Filaría  haemorragica  de  Raillet,  Filaría  mul- 
tipapillosa  de  Condamine  y  Drouilly ,  fué  descrita  por  este  úl- 
timo en  lesiones  cutáneas,  nodulos  ó  «botones»,  edematosos  y 
á  veces  hemorrágicos  y  ulcerados,  desarrollados  en  caballos  de 
la  guarnición  de  París;  todos  parecían  contener  un  gusano 
adulto.  Ulteriores  investigaciones  comprobaron  que  esta  Fila- 
ría hállase  con  bastante  frecuencia  en  parecidas  lesiones  de 
caballos  y  asnos  (Raillet,  Moussu,  Perroncito).  Ni  los  gusa- 
nos adultos  ni  los  embriones,  pueden  vivir  fuera  del  organismo 
del  huésped  en  condiciones  artificiales.  Las  observaciones  de 
Raillet,  demuestran,  en  este  sentido,  la  necesidad  absoluta  de 
admitir  la  existencia  de  un  huésped  intermediario  en  el  des- 
arrollo y  transmisión  de  esta  Filaria.  Yo  añadiré  que  en  mi  con- 
cepto debe  acercarse  á  esta  especie  la  descrita  por  el  mismo 
Raillet  y  antes  por  Rivolta  con  el  nombre  de  Filaría  irrítans, 
propia  de  la  dermitis  granulosa ,  y  de  ciertas  ulceraciones  de 
verano  en  los  asnos  y  caballos. 

El  género  Simuiium  merece  ser  estudiado  con  todo  deteni- 
miento bajo  el  aspecto  parasitológico ,  pues  la  molestia  que 
ocasiona  en  ciertas  regiones  y  temporadas  al  ganado  caballar 
y  bovino  y  los  daños  de  que  ya  lia  sido  inculpado,  dejan  lugar 
á  graves  dudas  acerca  de  su  papel  patógeno. 

En  1863^  Tisseran  indicaba  especialmente  los  pequeños 
Nematóceros  del  gen.  Simulium  como  causa  de  una  epizootia 
dominante  en  el  distrito  de  Condrieux,  y  que  ya  había  produ- 
cido en  los  meses  de  verano  y  otoño  graves  daños  en  los  ca- 


—  49G  — 

ballos,  bueyes  y  asnos.  En  1892,  Boyadjief  insistía  en  decla- 
rar que  varias  especies  hematófagas,  entre  ellas  principalmen- 
te las  del  gen.  Simulium  ( Simulium  columhatxense  Schiner), 
debían  considerarse  como  peligrosísimas,  en  determinadas  cir- 
cunstancias, por  sus  picaduras,  para  el  ganado;  y  juzgaba  que 
en  el  distrito  de  Viddino  (Bulgaria),  se  habían  perdido  á  con- 
secuencia de  ellas  534  bueyes  y  52  caballos,  en  breve  tiempo. 
En  toda  Europa.fientral  son  frecuentísimos  los  dípteros  del 
gen.  Simulium.  Coquillett  ha  descrito  recientemente  ocho  es- 
pecies propias  de  la  América  del  Norte:  entre  ellos  importan- 
tes por  su  frecuencia,  difusión  y  efectos  de  la  picadura,  no 
sólo  en  los  animales,  sino  en  el  hombre:  Simulium  venustum 
y  S.  invenustum. 

Abundan  en  ciertas  regiones  de  España  las  especies  Simu- 
lium ornatum  Mg.  (en  Algeciras,  según  Strobl);  Sim.  reptans 
L.,  Schiner,  etc.  (Elche,  Medinaceli,  Molina  de  Aragón,  etc.); 
Sim.  fiiscipes  Fbr.^  Zetterst.  (Madrid.) 

Por  lo  que  se  refiere  á  las  Filarias  palpebralis  y  lacryma- 
lis  (probablemente  trátase  de  la  misma  especie)  puede  pen- 
sarse también  en  su  transmisión  por  la  típica  Chrysops  caecu- 
iiens,  comunísima  en  toda  Europa,  muy  frecuente  en  España, 
y  que  pica  con  infinita  molestia  y  no  indiferente  daño  al  ga- 
nado caballar  y  bovino  en  correspondencia  de  los  ojos,  llegan- 
do á  producir  la  ceguera. 

Mas  la  única  especie  de  que  hasta  hoy  conocemos  en  modo 
seguro  el  ciclo  evolutivo  y  el  mecanismo  de  transmisión,  es  la 
Filaria  labiato  papillosa  del  buey. 

5.  La  Filaria  labiato -papilosa  del  buey  vive,  en  estado 
adulto,  en  el  tejido  conjuntivo  de  distintas  partes  del  organis- 
mo del  buey.  La  hembra,  vivípara,  produce  gran  número  de 
embriones  que  son  ejemplo  típico  del  modo  como  las  formas 
embrionarias  encerradas  en  la  membrana  ó  esuvies,  considerada 
por  algunos  como  un  quiste  protector  secundario,  vienen  des- 
arrollándose y  desenvolviéndose  en  el  interior  del  chorion  del 
huevo,  que  los  acompaña  en  su  vida  hemática.  En  efecto,  los 
embriones  de  F.  labiato-papilosa  son  cubiertos  de  membrana 
como  los  de  F.  Bañero fii.  En  el  útero  de  las  hembras  se  ven 


-  497  — 

formas  de  desarrollo  sucesivo,  y  dilacerando  6  disecando  una 
de  ellas  (las  hembras  son  gusanos  de  10-12  centímetros),  sa- 
len los  embriones,  todos  ellos  envueltos  en  la  membrana  del 
huevo,  algunos  aun  en  su  disposición  arrollada,  encerrados  y 
comprimidos  en  el  involucro  del  chorion;  otros,  ya  más  adelan- 
tados ,  y  que  ocupan  la  porción  anterior  ó  terminal  del  útero  y 


Figura  55.  — Evolución  del  embrión  de  Filaría  labiato-papillosa  en 
el  cliorion  ("embriones  intrauterinas). 

A,  huevo  maduro;  B  -C,  distensión  progresiva  de  la  membrana  por 
parte  del  embrión;  D,  embrión,  tal  como  aparece  en  el  útero  ma- 
terno y  en  la  vagina,  en  el  momento  de  ser  vertido  en  la  sangre 
del  vertebrado. 


desembocan  en  la  vagina,  extendidos  y  dotados  de  movimien- 
tos, pero  siempre  con  la  vaina  que  los  reviste.  (La  figura  55  re- 
produce las  fases  sucesivas  de  este  proceso,  observado  direc- 
tamente). 

En  la  sangre  de  los  bueyes  que  hospedan  la  Filaría  labiato- 
papillosa  se  encuentran  los  embriones  circulantes  (miden  de 
180  á  220  [i.. ),  pero  nunca  en  número  tan  extraordinario  como 
sucede,  por  ejemplo,  con  los  de  la  Filaría  inimitis  en  la  san- 
gre del  perro.  Muchas  veces  se  hace  preciso  un  examen  déte- 


—  498  - 

nido  y  repetido  para  lograr  encontrar  embriones  de  Filaría 
labiato  -  papulosa . 

Sin  embargo,  éstos  son  suficientes  para  asegurar,  con  la  in- 
tervención del  huésped  intermediario,  la  continuidad  de  la 
especie. 

El  huésped  intermediario  está  representado  por  la  especie 
Stomoxys  calcitrans  (en  la  campiña  de  Roma),  muy  probable- 
mente por  varias  especies  del  género  Stomoxys,  en  distintas 
regiones. 

El  género  Stomoxys  pertenece  á  la  familia  Muscidae  calyp- 
ierae,  en  el  sub- orden  Brachycera  de  los  Dípteros.  En  extre- 
mo parecidos  á  las  moscas  comunes  (Musca  domestica,  etc.), 


Figura  36.  — Ala  de  Stomoxys  calcitrans. 

poseen,  sin  embargo,  los  Stomoxys  una  trompa  penetrante, 
aguda  y  sólida.  Frecuentísimos  en  toda  Europa,  se  encuentran 
con  abundancia  también  en  España  [St.  calcitrans,  en  Alge- 
ciras  y  Andalucía  (Strobl),  Cáceres  (Pittaluga)];  persiguen  los 
ganados  bovino  y  caballar,  pero  con  el  carácter  de  no  alejarse 
demasiado  de  los  establos,  de  las  cuadras,  y,  en  general,  de  los 
sitios  donde  estén  encerradas  las  reses;  raras  veces  se  encuen- 
tran en  el  campo  abierto.  Distingüese  en  sus  costumbres  de  la 
Haematobia,  porque  ésta  acompaña  constantemente  al  buey,  de 
Cuya  sangre  se  alimenta;  llega  á  ser  inseparable  de  su  víctima. 
Si  ésta  se  mueve  con  cierta  vivacidad,  las  Haematohias  se  ale- 
jan por  momento,  levántanse  en  rápido  vuelo  á  poca  distancia  y 
siguen  así  al  buey  ó  al  caballo,  al  rebaño  entero  ó  yeguada,  si 
juntas  se  encuentran  muchas  cabezas  de  ganado.  En  los  largos 
viajes  de  rebaños,  se  observan  muy  á  menudo  en  cantidad 
enorme,  formando  espeso  enjambre,  perseguir  así  al  ganado  de 
un  sitio  á  otro,  para  fijarse  en  seguida,  en  cuanto  se  pare,  sobre 


—  499  - 

él,  alimentarse  y  esperar,  allí  mismo,  la  hora  del  nuevo  pasto. 

Al  contrario ,  la  Stomoxys  abandona  á  su  víctima  después  de 
haber  chupado  la  sangre  y  busca  en  las  paredes,  en  los  arbus- 
tos, en  los  objetos  alrededor,  un  sitio  conveniente  para  llevar 
á  cabo  la  digestión. 

Estos  datos  pueden  ser  de  utilidad  para  quien  quiera  hacer 
investigaciones  sobre  la  transmisión  de  la  Filaría  lahiato-pa- 
pillosa  por  las  Stomoxys  en  España. 

Los  embriones  de  la  Filaría  labiato-papíllosa,  que  Stomo- 
xys calcítrans  chupa  y  absorbe  con  la  sangre  al  picar  al  buey 
infectado,  líbranse  de  la  membrana  que  los  encierra  (ecdisis), 
penetran  á  través  de  la  pared  del  intestino  y  cumplen  su  des- 
arrollo larval  entre  los  músculos  de  la  cabeza  del  insecto.  Las 
«larvas  maduras»,  después  de  varios  días  (necesitan  lo  menos 
ocho  á  doce  días,  probablemente  más,  en  condiciones  menos 
favorables  de  temperatura,  etc.),  salen  de  las  fibras  muscula- 
res y  se  introducen  en  la  cavidad  general  y  en  el  lahium;  con 
un  mecanismo  muy  parecido  al  que  se  averigua  en  el  caso  de 
las  Filarlas  ímmítís  y  Bancroftí  en  los  mosquitos,  efectúase 
en  el  momento  oportuno,  al  picar  el  huésped  intermediario  á 
otro  buey,  la  migración  definitiva  de  dichas  larvas  maduras. 
Estas ,  que  ya  en  su  fase  terminal,  en  su  último  período  de  des- 
arrollo morfológico  en  el  huésped  intermediario,  se  encuentran 
bastante  diferenciadas  en  su  estructura,  y  presentan  caracteres 
bastante  claros,  de  la  especie  en  su  forma  adulta,  llevarán  á 
cabo  su  definitiva  transformación  en  el  nuevo  huésped  verte- 
brado, el  buey. 

Conviene  advertir  que,  de  conformidad  y  en  corresponden- 
cia con  lo  que  se  ha  dicho  acerca  de  la  escasez  de  embriones 
en  la  sangre  periférica  de  los  bueyes  que  hospedan  la  Filaría 
labiato-papillosa ,  las  Stomoxys  que  se  infectan  no  encierran 
nunca  en  su  organismo  un  número  muy  considerable  de  larvas: 
al  contrario  de  lo  que  sucede,  según  se  ha  visto,  en  los  casos 
de  Filaría  ímmítís  y  Filaría  Bancroftí.  Y  la  misma  propor- 
ción de  Stomoxis  infectadas  quédase  por  lo  general  muy  baja. 
En  un  establo  donde  haya  un  buey  filarioso,  no  se  encuen- 
tra más  que  el  3  ó  el  4,  muy  difícilmente  el  5  por  100  de  las 


—  500  — 

Stomoxys  que  se  examinan,  con   alguna  larva  en  desarrollo. 

En  efecto,  la  difusión  de  la  Filaria  lahiato  -  papulosa ,  aun- 
que con  carácter  endémico  se  haya  establecido  en  alguna  co- 
marca, no  suele  ser  muy  acentuada,  ni  muy  considerable.  Las 
reinfecciones  son  relativamente  escasas. 

Una  Filaria  Stomoxeos,  descrita  por  Linstow  en  1875  (com- 
pendium  der  Helmintologie  y  TrocheVs  Archiv  ^  1875),  debe 
considerarse  hoy  día  como  correspondiente  á  las  larvas  de  Fi- 
laria labiato-papillosa ,  que  se  desarrollan  en  Stomoxys  calci- 
irans  (según  las  investigaciones  de  Noé ). 

6.     Posibilidad  de  la  transmisión  de  otros  Nematodes ,  de  Cesto - 
des  y  Trematodes  por  los  <  Dípteros  » . 

No  se  conocen  otros  casos,  fuera  de  los  expuestos  en  estos 
capítulos,  de  intervención  de  los  Dípteros  en  la  transmisión  de 
gusanos  parásitos  del  hombre  ó  de  los  animales  domésticos. 

Sin  embargo,  de  algunos  Cestodes,  y  de  muchos  Trematodes 
y  Nematodes,  parásitos  del  hombre  ó  de  los  animales  domésti- 
cos, nada  sabemos  acerca  del  modo  como  penetran  en  el  orga- 
nismo del  huésped  vertebrado. 

¿Pueden  ejercer  los  Dípteros  algún  papel  en  su  transmisión? 

Por  lo  que  se  refiere  á  los  Cestodes,  la  hipótesis  es  poco 
probable,  quizás  desde  luego  inadmisible;  cuanto  se  conoce  de 
la  evolución  de  estos  seres  y  por  otra  parte  del  habitat,  cos- 
tumbres y  relaciones  de  los  Dípteros  con  el  hombre  y  los  ani- 
males domésticos,  excluye  a  priori  esta  transmisión. 

En  lo  tocante  á  los  Trematodes  nada  cierto  puede  afirmarse- 

En  los  casos  del  Paragonymus  ivestermatii  ( ó  Distoma  pul- 
monale),  que  ocasiona  una  forma  de  hemoptisis  endémica  en 
Japón,  esporádica  en  Filipinas;  del  Opisthorchis  sinensis,  del 
Opisthorchis  conjunctum  (Distoma  conjunctum,  etc.),  de  la 
misma  Bilharxia  (Schistosomum  hematobium),  de  los  géneros 
Fasciolopsis ,  Heterophyes  ( Mesogónimus) y  Amyhistomum  (ó 
Gasirodiscus)  ,  etc.,  poco  ó  nada  sabemos  acerca  de  la  suerte 
del  Miracidium ,  desde  que  éste  sale  del  huevo  en  el  organismo 
del  huésped  vertebrado  (hombre  ó  animales  domésticos),  for- 


-  501   - 

mación  de  redias  y  cercarías,  y  transmisión  definitiva.  Sin 
embargo,  la  determinación  del  ciclo  evolutivo  de  la  Fasciola 
hepática  (Leuckart)  hace  pensar  que  algo  semejante  ocurra 
en  estas  especies  y  géneros  afines.  La  intervención  de  los  Díp- 
teros hematófagos  parece  descartada  en  semejantes  casos. 

A  pesar  de  eso,  no  podemos  olvidar  que  un  Trematode  en- 
quistado  encuéotrase  con  alguna  frecuencia  en  el  organismo 
del  Anopheles  claviger  y  muy  probablemente  de  otros  Culíci- 
dos. Trátase  de  una  forma  de  Distoma,  aplastado,  ovoideo, 
con  una  ventosa  anterior  grande,  y  ventosa  posterior  en  co- 
rrespondencia de  la  mitad  del  cuerpo,  en  su  cara  ventral.  Há- 
llase á  veces  libre  (¿forma  adulta?)  en  la  cavidad  general,  en 
el  abdomen;  más  generalmente  se  encuentra  enquistado,  sien- 
do los  quistes  de  las  dimensiones  medias  de  150  \).  á  250  ^i 
y  en  número  de  4  á  10  por  cada  huésped  (Anopheles).  Duran- 
te la  primavera,  es  muy  raro  encontrar  mosquitos  que  hospe- 
den á  semejante  parásito  (observaciones  del  Dr.  Martirano); 
durante  el  verano  y  el  otoño  llega  á  encontrarse  en  el  40  por 
100  de  los  mosquitos  que  se  examinan. 

Es  de  toda  evidencia,  que  el  insecto  perfecto  (Anopheles) 
debe  llevar  ya  las  cercarías  enquistadas  en  su  organismo,  des- 
de que  sale  del  involucro  de  ninfa.  Muy  probablemente,  las 
larvas  son  invadidas  por  una  cercarla  acuática  libre  ó  bien  por 
un  miracidio  que  cumple  en  ellas  toda  su  evolución. 

De  todos  modos,  este  ejemplo  debe  ponernos  en  sospecha  y 
hacernos  pensar  que  es  posible  el  desarrollo  de  Trematodes  en 
un  huésped  invertebrado  del  orden  de  los  Dípteros  (Culícidos). 

Por  fin,  entre  los  Nematodes,  aparte  el  caso  ampliamente 
tratado,  de  los  Filar idae,  se  ha  encontrado  en  la  cavidad  ge- 
neral de  larvas  y  ninfas  de  los  Culícidos  una  forma  joven  (¿es- 
tado larval,  forma  de  desarrollo?)  del  género  Mermis,  gusano 
que  se  halla  libre  en  su  período  adulto;  aunque  no  esté  deter- 
minada como  especie  la  forma  parasitaria  encontrada  en  lar- 
vas y  ninfas  de  Culícidos,  debe  ser  próxima  al  Mermis  ni- 
grescens.  Larvas  y  ninfas  que  hospedan  este  parásito,  mueren 
casi  todas  (probablemente  todas  en  absoluto,  dejando  libre  al 
nematode  ya  llegado  á  su  madurez).  Cabe,  sin  embargo,  la  pre- 


—  502  — 

guata  de  si  en  otros  casos  parecidos,  las  formas  larvales  de  al- 
gún Nematode  puedan  penetrar  en  larvas  y  ninfas  de  Dípte- 
ros hematófagos  (larvas  y  ninfas  acuáticas  6  terrícolas),  y  per- 
manecer en  el  insecto  perfecto,  para  llegar  así  al  huésped  de- 
finitivo (vertebrado) ,  por  medio  de  la  picadura. 

Nada  sabemos  acerca  del  modo  de  transmisión  de  Scleros- 
toma  equinum  (Sclerostoma  armatum^  6  Strongylus  eqai- 
ñus)  frecuente  en  asnos  y  caballos.  Los  estudios  de  BoUin- 
ger  sobre  el  desarrollo  de  las  formas  larvales  de  este  parási- 
to en  los  vasos  (arterias)  donde  determinan  lesiones  importan- 
tes (aneurismas) ,  no  pueden  considerarse  como  definitivos, 
porque  falta  la  prueba  absoluta  de  que  los  rhabditos  nacidos 
de  los  huevos,  y  libres  en  el  agua  ó  en  la  tierra  húmeda,  pe- 
netren directamente  en  el  tubo  digestivo  y  luego  atraviesen  los 
tejidos  para  llegar  á  los  vasos.  Cabe  pensar  que  dichas  formas 
de  desarrollo  (rhabditos)  puedan  penetrar  en  el  organismo 
larval  de  Dípteros  hematófagos  y  luego,  llegados  éstos  al  es- 
tado de  insectos  perfectos,  ser  transmitidos  por  la  picadura  en 
los  tejidos  y  en  el  sistema  circulatorio  del  huésped  vertebrado 
(caballos,  asnos). 

El  ejemplo  de  este  caso  sirve  igualmente  para  muchos  otros, 
pues  de  varias  especies  de  Nematodes  parásitos  desconocemos 
por  completo  la  vía  de  penetración  en  el  organismo  humano  y 
de  los  animales  domésticos. 


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INDICK 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  NÚMERO 


pXgs. 

XIV.— D.  José  E,amón  Luarco,  por  José  Eodríguez  Moit- 

relo B63 

XV.— Ensayo  de  óptica  geométrica,  por   Vicente  Floren 

Acero 3S0 

XVI. —  Estudios  acerca  de  los  Dípteros  y  de  los  parásitos 
que  transraiten  al  hombre  y  á  los  animales  do- 
mésticos (continuación),  por  Gustavo  Pittaluga. .     402 


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de  500  á  600  páginas,  al  precio  de  6  pesetas  en  España  y  6  francos 
en  el  extranjero,  en  la  Secretaría  de  la  Academia,  calle  de  Val- 
verde,  núm.  26,  Madrid, 

Precio  de  este  cuaderno,  2,25  pesetas. 


REVISTA 


DE     LA 


KEAL  ACADEMIA  DE  CIENCIAS 


EXACTAS,  FÍSICAS  Y  NATURALES 


DB 


MADRID 


(Diciembre  de  1Q05.) 


"^MADRID 

IMPRENTA    DE    LA    "GACETA   LE   MADRID,. 

CAIOiK  DB  P0NTBJ08,  KÓM.    8. 

1©06 


**. 


ADVERTENCIA 


Los  originales  para  la  Revista  de  la  Academia 
se  han  de  entregar  completos,  en  la  Secretaría  de 
la  Corporación,  antes  del  día  20  de  cada  mes, 
pues  de  otro  modo  quedará  su  publicación  para 
el  mes  siguiente. 


JÜL     11   130« 


-  505  - 


X Vil— Estudios  íicerea  de  los  Dípteros  y  de  los  pa- 
rásitos que  transmiten  al  hombre  y  á  los  animales 
domésticos. 

Por  el  Dr.  Gustavo  Pittaluga.- 

(Continuación). 

CAPÍTULO  VIII 

Observaciones  sobre  los  esporozoos  transmitidos  por 
los  dípteros,  muy  en  particular  sobre  los  parásitos 
del  paludismo  humano. 

Tres  especies  —  hasta  hoy  conocidas  —  de  esporozoos  pa- 
rásitos de  la  sangre,  determinan  en  el  hombre  las  diferentes 
formas  de  fiebres  intermitentes  y  las  distintas  manifestaciones 
clínicas  del  Paludismo  (Malaria;  SezOes,  Sezonismo,  en  Por- 
tugal; Agüe  en  Inglaterra). 

Las  tres  especies  se  transmiten,  al  parecer,  exclusivamente 
por  medio  de  mosquitos  (Culícidos)  en  cuyo  organismo  tiene 
lugar  la  fase  esporogónica  (reproducción  sexuada)  de  su  des- 
arrollo. 

Protozoarios  muy  parecidos,  cuya  situación  y  distribución 
sistemática  dentro  de  la  clase  «Sporozoa»  no  está  aún  fijada 
de  una  manera  definitiva  ni  aceptada  con  unánime  acuerdo,  se 
encuentran  como  parásitos  de  otros  mamíferos  y  vertebrados, 
y  muy  en  particular  de  las  aves.  Su  estudio  facilita  en  gran 
parte  la  interpretación  del  ciclo  evolutivo  de  los  parásitos  pro- 
ductores de  las  fiebres  palúdicas  en  el  hombre. 

1.  Tres  períodos  podemos  distinguir  en  la  historia  de  las 
investigaciones  sobre  parasitología  de  la  infección  palúdica, 
desde  el  descubrimiento  ó  hallazgo  de  La  verán  (1880)  hasta 
nuestros  días. 

El  primero  y  segundo  período  abarcan  en  conjunto  los  diez 
y  ocho  años  que  van  desde  1881  á  1899.  Un  estudio  crítico 
acabado  de  lo  que  durante  este  tiempo  vino  conociéndose  y 
averiguándose  respecto  de  la  morfología,  taxinomia  y  biología 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Diciembre,  1905.  34 


—  506  — 

del  parásito,  así  como  también  una  exposición  completa  de 
los  datos  experimentales  y  epidemiológicos  acerca  del  conta- 
gio y  transmisión  del  paludismo,  encuéntranse  en  las  dos  co- 
municaciones del  Dr.  Rodríguez  Méndez  al  Congreso  de  Hi- 
giene de  Madrid  (1898):  «Las  enfermedades  protozoarias 
desde  el  punto  de  vista  higiénico»  y  «Sobre  el  contagio  del 
paludismo»  (publicadas  en  la  Oac.  méd,  caial.,  1898-99)  (1). 

El  primer  período  (18811891)  fué  de  incertidumbres,  du- 
das y  pesquisas  mal  seguras  sobre  los  caracteres  zoológicos  y 
biológicos  de  los  parásitos  hallados  por  Laveran,  y  sobre  las 
relaciones  existentes  entre  las  formas  endoglobulares  y  hemá- 
ticas  en  general,  y  las  manifestaciones  clínicas  del  paludismo. 

Los  nombres  de  Oscülaria  malariae  (Laveran,  1883),  Plas- 
modium  (Laveran,  1885;  Marchiafava  y  Celli,  1885),  Hae- 
matophijUum  (Metschnikoff ,  1887),  Haematomonas  (Os- 
lar, 1887),  en  el  sentido  en  que  entonces  los  aplicaron  estos 
autores,  quedan  como  recueidos  históricos,  así  como  los  de 
Cytoxoon ,  Polymitus ,  Laveratiia  (Danilewsky,  1891)  y 
Haemamaeba  (Grassi  y  Feletti,  1890). 

Durante  el  segundo  período  (1891-1899),  estableciéronse 
las  relaciones  que  interceden  entre  las  formas  hemáticas  y  las 
manifestaciones  (períodos,  accesos  é  intermitencias)  de  las 
fiebres  palúdicas,  quedando  al  mismo  tiempo  aclarados  los  ca- 
racteres zoológicos  y  biológicos  distintivos  de  las  formas  fun- 
damentales de  parásitos,  y  los  del  grupo  á  que  pertenecen  en 
la  escala  zoológica  y  en   el  sistema  taxonómico.    Golgi  debe 


(1)  El  Dr.  Rodríguez  Méndez  ha  publicado  durante  estos  úl- 
timos años  en  la  Gaceta  méd.  cat.  el  resumen  de  los  trabajos  más 
importantes  que  han  venido  á  luz  en  Italia,  Alemania  é  Inglate- 
rra. Muy  particularmente  debe  elogiarse  la  publicación  in  exten- 
so de  la  Memoria  de  Lühe  (Catedrático  en  Konigsberg) :  «Ergeb- 
nisse  der  neuren  Sporozoenforschung  »  (Zusammenfassende  Dars- 
tellung  mit  besonderer  Berücksichtigung  d.  Malariaparasiten 
und  ihrer  nachsten  venvandten)  — con  35  fig.  en  el  texto  (ver- 
sión castellana) ;  — Memoria  excelente,  y  digna,  por  todos  los 
aspectos,  de  ser  tenida  en  gran  cuenta  en  el  estudio  parasitoló- 
gico del  paludismo. 


—  507  - 

considerarse  como  el  representante  de  este  período  de  intensa 
y  eficaz  investigación.  De  sus  trabajos,  y  de  los  de  Marchia- 
fava  y  Celli,  Canalis,  Antolisei,  Bignami  y  Bastianelli,  Grassi 
y  Feletti,  confirmados  y  ampliados  por  Mannaberg,  Kocb, 
Thayer,  Hewetson,  etc.,  ha  surgido  la  doctrina  de  la  plurali- 
dad de  las  especies  parasitarias ,  en  contradicción  á  la  doctri- 
na unitaria,  que  Laveran  ha  persistido  en  sostener  hasta  hace 
muy  poco  tiempo. 

Hoy  día,  si  puede  haber  discusión  entre  los  zoólogos  en  lo 
que  toca  al  modo  de   clasificar  las  especies  de  parásitos,  no 
puede  caber  duda  de  ninguna  clase  sobre  la  diferencia  de  los 
tipos  febriles  y  su  correspondencia  con  distinta  forma  de  agen- 
te patógeno.  Esta  afirmación,  que  mis  personales  observacio- 
nes, durante  los  últimos  tres  años,  en  España,  me  hacen  acep- 
tar y  sostener  con  la  completa  seguridad  de  que  está  fundada 
en  los  hechos ,  arranca  desde  los  estudios  de  Golgi ;  fué  com- 
probada por  los   resultados   experimentales  obtenidos  con  la 
inoculación  de  sangre  infectada  en  hombres  sanos,  llevada  á 
cabo  por  Baccelli,  Antolisei,  Mattei,  Grassi  y  Calandruccio, 
Mannaberg,  Bastianelli  y  Bignami,  etc.  (véase  el  adjunto  es- 
tado, págs.   508  y  509),  y  es  para  nosotros  fundamento  im- 
portantísimo de  toda  investigación  acerca  del  ciclo  evolutivo 
de  los  parásitos  en  el  huésped  invertebrado. 

Mannaberg ,  á  quien  debemos  uno  de  los  mejores  trabajos 
sobre  el  paludismo,  merece  ser  aquí  recordado  por  haber  sos- 
tenido, con  el  mayor  acierto,  la  exactitud  de  los  conceptos 
expuestos  por  los  hematólogos  italianos ,  y  haber  comprobado 
con  detenidas  investigaciones  clínicas  y  epidemiológicas  la 
pluralidad  de  las  especies. 

Mannaberg,  es  verdad,  no  interpretó  debidamente  la  signi- 
ficación de  las  formas  semilunares,  que  llamó  syncita  (sinci- 
cios),  esto  es  «elementos  celulares  reunidos  ó  conjuntos»,  cre- 
yendo haber  visto  ciertas  formas  plurinucleadas,  que  realmen- 
te se  encuentran  en  la  sangre  de  los  palúdicos  con  antigua  in- 
fección estío-otoñal  ó  tropical.  Semejante  interpretación  le  lle- 
vó á  la  distinción  de  excesivo  número  de  formas  parasitarias 
específicas. 


EXPERIMENTOS  DE  INOCULACIÓN  DE  SANGRE  DE  PALÜli 

CORRESPONDIENTES  Á  DETERMINAdI 


Nímiero. 


1 

2 


3 
4 
5 

6 

7 
8 


9 
10 


11 

12 
13 

14 

15 

IG 

17 
18 

19 
20 

21 
22 
23 
24 
25 


NOMBRE  DEL  AUTOR 


Gerhardt  (Berlín) 

Giialdi  y  Antolisei  (Roma) 

Gualdi  y  Antolisei 

Baccelli  (Roma; 

D.  Mattei  (Catania) 

Grassi  y  Calandruccio  . . . . 

D.  Mattei 

Antolisei  y  Angelini 

Antolisei  y  Angelini 

Bein  y  Sakharoff 

Bein  y  Sakharoff 

Bein  y  Sakharoff 

Bein  y  Sakharoff 

Baccelli 

Mannaberg 

Bastianelli  y  Bignami . . . . 

Bastianelli  3'  Bignami  .  .  .  . 
Bastianelli  y  Bignami  .  .  .  . 

Bastianelli  y  Bignami . . . . 
Bignami 

Bignami 

D.  Mattei 

Agrámente 

Caccini  (Roma) 

Caccini  (Roma) 


[lia. 


1888 
1889 


1889 
1890 
1891 
1891 
1892 
1894 


1894 
1892 


1892 

1892 
1892 

1892 

1892 

1895 

1895 
1895 

1895 
1895 

1895 
1895 
1901 
19(2 
1902 


TIPO  DE  FIEBRE  Y  ESPECIE  DE  PARASITOfl 
QUE  contenía  la  SANGRE  INYECTADA 


( 


Terciana  (Falta  examen  de  la  sangre) . 
Cuartana  (Formas  esquizogón.) 


Cuartana  (id.  id.) 

Cuartana  (id.  id.) J 

Cuartana  (Formas  endoglobul.) 

Cuartana  (id.) ,' 

Cuartana  (id.) ,| 

Terciana   (Parásitos    endoglobul.  jój 
venes) 


ídem  id.  id 

Terciana  (Parásitos  endoglob.). 


ídem  id.  id. 

ídem  id.  id. 
ídem  id.  id. 


Terciana  (Formas  de  reproducción  esquL 
zogón.) 1" 

Terciana  (Sedimenc.  glob.   Centrifug.- 
Inyec.  subcut.) 

Parásitos  de  la  fiebre  tropical 


ídem  id.  id 
ídem  id.  id 


ídem  id.  id 
ídem  id.  id  , 


ídem  id.  id 
ídem  id.  id 
ídem  id.  id 
ídem  id .  id 
ídem  id.  id 


■i) 


I 


eos  PARA   LA  REPRODUCCIÓN   DE  LOS  TIPOS  FEBRILES 

FORMA  DE  PARÁSITOS  DE  LA  SANGRE 


CANTIDAD  DE  SANGRE  INYECTADA 

MÉTODO  y  OTRAS  OBSERVACIONES 


Vj  cm.  cúb.  (subcut.?)  . . . 

2'cm.  cúb. —  I  Parásitos 
abuud.)  (invecc.  endo- 
venosa)  


ídem.— (endovenosa). . . . 
4  cm.  cúb.  (endovenosa). 
/o  cm.  cúb.  (subcutánea) 

1  cm.  cúb.  (subcután.)  . . 

2  cm.  cúb.  (subcut.) 

Inyección  endovenosa: 
cantidad    indetermi 
nada 

Vs  cm.  cúb.  endovenosa  . 
2cm.  cúb.  (sangre  extraí- 
da por  sanguijuelas)  . . 


2  cm.  cúb.  (id.  id.). 


ídem  id.  (id.  id), 
ídem  id.  (id.  id.), 


3  cm,  cúb.  endovenosa. 


0,2  cm.  cúb 

2  cm.  cúb  subcut. 


5  cm. cúb 

V.  cent.  cúb.  subcut. 


una  gota  (subcut.) 
ídem  id.  id 


ídem  id.  id. 
2cm.  cúb.. 
ídem.  id. . . 

1  cm.  cúb.. 

2  cm.  cúb. . 


Días 

Je 
infubatiOii 


15 

12 
12 
18 
18 
11 


11 

11 

12 

12 

9 
9 


21 
2 

2 
5 

4 
6 

10 
14 

11 

? 


TIPO  DE  FIEBRE  fllE  SE  PRODUJO 

y  espooic  o  forma  de  parásitos 
que  se  encontraren  en  la  sangre. 


Terciana 


CBSERVACIONES 


Cuartana.  — V&xk?,itos  ti- 
pióos cuartán [Plasmodiummalariae] 

ídem  id.  id ídem. 

ídem  id.  id ídem. 

ídem  id.  id ídem. 

ídem  id.  id ¡ídem. 

ídem  id.  id Ildem. 


Terciana  doble.  —  Pará- 
sitos  

Fiebre  irregular,  luego 
Terciana  típica 

Fiebre  ligera,  breve.  Pa- 
rásitos en  la  sangre. . . 

Terciana  doble  (Pará- 
sitos)  

Ídem  (id) 

Terciana,  luego  Terciana 
doble 


Terciana 


ídem 

Fiebre  irregular  (Parási- 
tos tropic.) 

ídem  id.  id.  id 

Terciana  estío  otoñal 
(Tropical) 

Fiebre  irregular 

Terciana  tropical  (perni- 
ciosa)  

ídem  id.  id 

ídem  id.  id 

Cuotidiana 

ídem 

ídem 


[Pl.vivax]  abundantes 

[Pl.  vivax.\ 

[Pl.  vivax.] 

ídem, 
ídem. 

ídem. 

ídem. 

ídem. 

Laverania  malariae. 
ídem. 

ídem, 
ídem. 

ídem, 
ídem, 
ídem, 
ídem, 
ídem, 
ídem. 


-  510  - 

Teniendo  en  cuenta  los  resultados  concretos  de  todo  este  pe- 
ríodo, puede  decirse  de  todos  modos  que  ya  quedaba  estable- 
cida la  distinción  entre: 

1.  Una  forma  de  parásito  productor  de  las  fiebres  cuarta- 

nas (cuya  multiplicación  asexuada,  directa,  esquizogó- 
nica  averiguase  en  la  sangre  [sangre  de  los  órganos  in- 
ternos] cada  72  horas): 

Aniaeha  febris  quartanae  6  Plasmodiiim  malariae 
quartanum  (Golgi,  1890-91)  ó  Haemamaeha 
jnalariae  varietas  quartanae  (Labbé^  1894). 

2.  Una  forma  de  parásito  productor  de  las  fiebres  tercia- 

nas sencillas  (tercianas  primaverales  de  los  autores 
italianos)  (cuya  multiplicación  esquizogónica  cüoiple- 
se  en  48  horas) : 

Amaeha  febris  tertianae 

(Plasmodium  malariae  ieriianum) {Go\g\,  1891), 
ó  Haemamaeba  ?nalariae  varietas  tertianae  (Lab- 
bé,  1894). 

3.  Una  forma,  con  aspectos  variables  al  examen  sistemáti- 

co hematológico^  al  parecer  muy  complicada,  de  in- 
terpretación difícil,  y  que  parecía  producir  las  fiebres 
graves,  malignas  (tercianas  estío-otoñales  de  los  au- 
tores italianos),  perniciosas  y  tropicales,  las  biduas 
de  G.  Baccelíi  (tropen-fiebers  de  Koch). 

Entretanto  adelantaban  también  los  estudios  citológicos,  las 
investigacianes  sobre  la  íntima  estructura  celular  del  parásito 
Vióse  que  éste  poseía  constantemente  un  núcleo  y  un  nucléolo 
que  luego  resultó  constituido  de  granulaciones  cromáticas 
puestas  de  relieve  en  todas  las  distintas  fases  morfológicas 
por  Mannaberg  primero,  por  los  modernos  métodos  de  Roma 
nowsky,  de  Ziemann,  de  Ruge,  de  Koch,  de  Zettnow,  de  Nocht 
de  Giemsa,  en  estos  últimos  años. 

El  último  período  empieza  con  el  año  1899.  En  1899  apa 


—  511  — 

recio  la  monografía  de  Labbé  «  Sporozoa»  en  el  Tierreich  di- 
rigido por  Bütschli;  y  precisamente  apareció  cuando  ya  habían 
sido  publicadas  las  primeras  noticias  de  los  resultados  experi- 
mentales obtenidos  por  Ross,  Grassi,  Bignami  y  Bastianelli, 
con  la  transmisión  de  los  parásitos  del  paludismo  por  los  mos- 
quitos del  género  Aiiopheles  y  coa  el  estudio  de  su  desarrollo 
en  el  organismo  del  huésped  invertebrado.  Labbé  no  pudo  apro- 
vechar estos  datos,  y  su  clasificación  careció  de  interés  y  cayó 
en  el  olvido  al  poco  tiempo  de  haberse  publicado:  constituyó 
una  tentativa  de  revisión  de  la  clase  «  Sporozoa  »  ,  que  mere- 
ce, de  todas  suertes,  ser  considerada  como  la  que  representa 
exactamente  y  con  gran  copia  de  datos  el  estado  de  los  cono- 
cimientos zoológicos  acerca  de  semejantes  protozoarios  pará- 
sitos, en  el  último  ó  en  los  últimos  años  del  siglo  xix  (1). 

Desde  aquella  fecha ,  al  propio  tiempo  que  se  aclaraban  los 
caracteres  biológicos  de  los  Esporozoos  de  la  sangre  (Hae- 
mosporidia),  complicábase  siempre  más  la  nomenclatura,  y 
sobre  todo  resultaba  cada  día  menos  fácil  y  sencilla  la  clasifi- 
cación de  géneros  y  especies,  tanto  de  los  Hematozoarios  hu- 
manos, como  de  los  que  viven  en  las  aves  y  en  otros  animales 
vertebrados. 

2.  En  la  actualidad  podemos  aceptar  la  siguiente  división 
de  la  clase  «Sporozoa»: 

Classis:  SPOROZOA. 

I  Tribus:     Telesporidia  (Schaudinn). 

(Sinón.  Cytosporidia  Labbé.) 

I  Orden:     Gregarinas. 

(G?'egan?i¿da.) 

(Formas  parasitarias  en  intestino  ó  cavidad  gene- 
ral  (celoma)  de  muchísimos  Invertebrados,  sobre 


(1)  Una  nota  de  Labbé  en  el  Tierreich  advierte  que  el  Manus- 
crito de  su  Monografía  estaba  acabado  y  había  sido  entregado  ya 
en  el  año  1897 ,  Noviembre. 


-   512  - 

todo  de  Artrópodos ,  raramente  de  Moluscos:  al  pa- 
recer, nunca  de  Vertebrados.) 

(Las  gregarinas  tienen  desarrollo  endocelular  du- 
rante un  primer  período  de  su  vida:  penetran  con  as- 
pecto de  esporoxoito  dentro  de  una  célula  del  tejido 
del  huésped,  alcanzan  allí  su  forma  y  estructura  de 
gregarina  adulta  [con  el  cuerpo  en  parte  fuera  de  la 
célula  huésped],  y  luego  viven  libres  en  el  intestino 
ó  en  la  cavidad  general.) 

a)     Polijcijstina  (<5  Cephalina). 
h)     Monocystina  (ó  Acephalina). 

II  Orden:     Coccidiida. 

(Parásitos  endocelulares  en  parte,  sobre  todo  de 
los  tejidos  de  animales  Vertebrados:  raramente  de 
Invertebrados  [ — hay  que  hacer  muchas  reservas  so- 
bre este  extremo — |.  Las  células  epiteliales  consti- 
tuyen el  habitat  más  frecuente  de  los  Coccidios^  á 
pesar  de  que  se  encuentran  á  veces  quistes  mesodér- 
micas,  derivadas  secundariamente  de  un  desarrollo 
endoepitelial  (intestino,  hígado  y  glándulas  del  tubo 
digestivo  en  general;  riñon;  órganos  genitales.) 

a)     Polyplastina. 
h)     Olygoplastina. 

III  Orden:     Haemosporidiida. 

(Sinón.  Haemosporidia  Danilewskyi,  Haemocyto- 
zoa,  Haemamaehida ,  etc.).  (Comprende  los  Qym- 
nosporidia  de  Labbé,  aunque  separados  en  una  fa- 
milia aparte.) 

1.'"^  Familia:     Cytosporidiidae. 

(Sinón.  Haemosporidiidae  strictiori  sensu,  Labbé, 
1898.  —  Haemoyregarinidae,  Kruse,  1890.  —  Hae- 
mosporea  v.  Vasilewskyi,  aceptado  por  Blanchard, 
1904-1905.) 


-  513  — 

(Parásitos  endoglobulares  en  la  sangre  de  Verte- 
brados de  sangre  fría  (Batracios,  Reptiles;  algunos 
en  los  Peces); — con  período  de  vida  libre  en  el  plas- 
ma—  y  con  un  período  esporogónico  ó  de  reproduc- 
ción sexuada  en  invertebrados  (huéspedes  interme- 
diarios según  la  definición  de  Koch ;  huéspedes  defi- 
nitivos según  el  concepto  biológico.) 

La  clasificación  de  estas  formas  resulta  sumamente 
difícil  en  este  momento.  Es  muy  posible,  según  he- 
mos advertido  en  una  publicación  precedente  (1 ), 
que  muchas  de  ellas  pasen  por  una  fase  de  Tripano- 
soma,  y  deban,  por  tanto,  considerarse  como  una 
sola  especie  ciertas  formas  endoglobulares  hasta 
ahora  incluidas  en  esta  familia  de  Haemosporidios, 
y  las  formas  tripanosómicas  correspondientes,  que 
como  flagelados  separábanse  y  sepáranse  por  com- 
pleto de  aquéllas  en  la  actual  clasificación. 

Nos  limitaremos  á  consignar  aquí  que  en  la  fami- 
lia Cytosporidiidae  se  comprenden  hoy  día  3  gé- 
neros: 

1  gen.  Lankesterella  (Drepanidiiim)  (en  Ranas). 

2  géi.  Caryolysus  (en  Reptiles), 

3  gen.  Haemogregarina  (Peces  y  Batracios). 

Este  género  comprende,  desde  luego,  formas  dis- 
tintas, que  habrá  que  separar,  teniendo  en  cuenta 
sus  relaciones  con  las  formas  de  Tripanosomas  que 
se  encuentran  en  los  mismos  huéspedes  vertebrados, 
y  de  su  evolución  esporogónica. 

[Cytamaeha,  Dactylosoma,  Haemapium,  no  pue- 
den aceptarse  como  géneros  bien  determinados.] 

2.*  Familia:     Acystosporidae. 

(Sinón.  Gymnospof'idiae  Labhé,  1894:;  Acystospo- 


(1)  G.  PiTTALUGA.  — Sobre  los  caracteres  morfológicos  y  la  cía. 
sificación  de  los  Tripanosomas.— ('i^ey.  de  la  B.  Acad.  de  Ciencias- 
Madrid,  Abril  de  1905). 


—  514  - 

ridia,  von  Vasilewsk^'i,  1896,  Acystosporea  Blan- 
chard,  1904.) 

(Formas  endoglobulares  en  Vertebrados  de  sangre 
caliente;  formas  sexuadas  en  la  sangre  del  huésped 
vertebrado,  pero  estériles  mientras  permanezcan  en 
este  medio  ambiente;  período  de  reproducción  espo- 
rogdnica  en  el  organismo  de  huéspedes  invertebrados 
(Artrópodos). 

I.'*  gen.:  Plasmodium  (con  2  especies: 
Pl.  malariae. 
Pl.  vivax). 

2.°  gen.:  Laverania  (esp.:  Lav.  ynalai'iae, 
y  probablemente  2  variedades: 

Laverania  malariae   varietas  mitis 
Laverania  malariae        »        immits) 

[Estas  tres  especies,  separadas  por  nosotros,  de 
conformidad  con  los  estudios  de  Grassi,  Bignami, 
Bastianelli  y  Marchiafava,  en  dos  géneros,  son  pa- 
rásitas del  hombre,  y  constituyen  los  agentes  patóge- 
nos de  las  fiebres  palúdicas.] 

S^^  gen.  Haemopj^oteits  =  Halte7'idium:  in  part.  Try- 
panosoma ,  Schaudinn). 

(Pará^it.)  de  las  aves:  se  ha  encontrado  en  la  san- 
gre de  Passer  domesticus ,  P.  monianus ,  Athe?ie 
noctua,  Alauda  arvensis ,  Columba  liria,  Corvus 
corax,  Falco,  Sturnus^  Fringilla,  Buteo,  Melospixa, 
Emperixa,  Agelaeus  (A.  phoeniceiis) ,  etc.). 

4.°  gen.  Proteosoma  (sin.  Plasmodium  Danilewskyi). 
(Id.  en  las  aves;  menos  frecuente  que  Haemopro- 
ieus;  en  gen.  Alauda,  Fringilla,  Passer,  etc.). 

5.°  gen.  Spirockaete  (Schaudinn)  (¿bonum  genus?). 
(Id.  en  Alheñe  noctua.) 

6.0  gen.  Polychromophilus ^  y 

7.°  gen.  Achromaticus  (Dionisi,  1898), 


—  51o  - 

(los  dos  en  los  murciélagos:  Vespertilio  niiu'inus, 
Miniopterus  Schreibersi,  Vesperugo  noctula  etc.) 

8.°  gen.  Haemomjtoxooyi  (H.  sciuri). 

(En  ardillas  del  gen.  Sciurus  griseimamis,  Vas- 
sal,  1905) 

II  Tribu:     Neosporidia  (comprende:  Mixosporidia,  Sar- 
cosporidia,  Microsporidia,  etc.). 

La  complicada  sinonimia  de  estas  formas  específicas,  que 
considero  innecesario  reproducir  en  este  lugar,  se  encuentra 
expuesta  con  todos  los  detalles  en  las  Monografías  de  Labbé, 
antes  citada,  de  Neveu-Lemaire,  de  Schaudinn,  y  en  la  re- 
ciente obra  de  R.  Blanchard.  Sólo  diré  que  el  gen.  Haemopro- 
tens  corresponde  en  parte  al  nov.  gen.  Trypanosoma  Schau- 
dinn (especie  Trypatiosoma  noctiiae),  sin  que  pueda  aceptar- 
se por  definitiva  semejante  denominación,  mientras  no  se  ave- 
rigüen y  establezcan  las  relaciones  existentes  entre  estos  pará- 
sitos y  las  formas  que  con  igual  nombre  (Trypanosoma)  van 
comprendidas  en  los  Flagelados.  Desde  luego  podemos  afirmar 
que  el  género  Haemoproteus  comprende  formas  distintas,  que 
pertenecen  quizás  á  diferentes  géneros  y  sin  duda  ninguna  á 
más  de  una  especie. 

3.  Según  queda  dicho,  yo  mantengo  la  distinción  de  los 
géneros  Plasmodiiim  y  Laveraiiia.  La  mayor  parte  de  los  re- 
cientes autores,  Blanchard,  Manson,  el  mismo  Schaudinn, 
comprende  en  el  solo  género  Plasmodium  las  tres  especies: 

Flasmodium  vivax. 

Plasmodium  malarias. 

Plasmodium  praecox  (s.  inmaculatum) , 

que  producen,  respectivamente,  en  el  hombre,  las  fiebres  de 
tipo  tercianario,  cuartanario  y  tropical  (estío-otoñales,  biduas, 
cuotidianas,  tercianas  malignas  ó  perniciosas  irregulares).  Sin 
embargo,  el  carácter  de  las  formas  sexuadas,  su  diferente  as- 
pecto morfológico,  el  distinto  período  de  reproducción  mono- 
gónica  ó  esquizogónica,  son  datos  suficientes  para  la  distinción 
de  géneros.  Los  parásitos  que  determinan  las  fiebres  de  tipo 


—  516  - 

tercianario  y  cuartanario  (Plasmodmm  vivax  el  primero,  Plas- 
moclium  malariae  el  segundo)  diferentes  por  determinados 
caracteres,  entre  ellos  importantísimo  el  de  la  intermitencia 
entre  los  períodos  de  reproducción  monogónica  en  la  san- 
gre, se  apartan,  sin  embargo,  mucho  más  de  la  otra  espe- 
cie: puesto  que  las  formas  sexuadas  que  se  presentan  en  la 
sangre  (gametos),  son  de  aspecto  redondo  en  las  dos  primeras; 
son  constantemente  ó  adquieren  siempre  en  determinado  pe- 
ríodo, aspecto  ovoideo,  alargado  y  de  media  Urna  (semiluna- 
res) en  la  tercera,  es  decir,  en  aquella  especie  que  se  en- 
cuentra como  propia  y  característica  de  las  fiebres  graves^ 
malignas  ó  perniciosas ,  y  de  las  manifestaciones  clínicas  más 
rebeldes,  largas  y  crónicas  de  infección  palúdica.  Erróneamen- 
te—  en  mi  entender  —  sostiene  Blanchard  en  su  reciente  Tra- 
tado, que  el  carácter  morfológico  de  los  gametes  (formas  se- 
xuadas) es  secundario,  y  no  constituye  argumento  suficiente 
para  la  separación  de  los  géneros.  Es  que  dicho  carácter  mor- 
fológico de  los  gametes  (semilunares  en  el  género  Laveranid) 
va  junto  con  otros  caracteres^  no  tan  sólo  morfológicos,  sino 
esencialmente  biológicos,  que  diferencian  en  modo  absoluto 
esta  forma  del  parásito  de  las  dos  especies  productoras  de  las 
intermitentes  tercianas  y  cuartanas. 

Sobre  este  punto,  las  conclusiones  de  los  investigadores  ale- 
manes (Koch,  Plehn,  Ruge,  Ziemann,  Nocht,  etc.)  coinciden 
exactamente  con  los  resultados  de  las  observaciones  largas  y 
numerosísimas,  que  desde  tantos  años  vienen  reuniendo  los  ita- 
lianos (Marchiafava,  Bignami,Grassi  e  Feletti,  Bastianelli,  etc.). 
y  nosotros  no  insistimos  en  ello  tan  sólo  para  diferenciar  la 
especie  parasitaria  desde  el  punto  de  vista  zoológico,  lo  cual 
entraña  en  última  análisis  muy  escasa  importancia  y  un  inte- 
rés muy  reducido  para  los  estudios  prácticos  de  las  manifes- 
taciones epidemiológicas  y  clínicas:  muy  al  contrario,  es  que 
semejante  distinción  sirve  de  fundamento  para  separar,  den- 
tro del  cuadro  de  la  infección  palúdica,  aquellas  formas  que 
realmente  se  apartan  por  uno  ú  otro  síntoma,  por  el  tipo  clí- 
nico, por  la  evolución  de  la  enfermedad,  por  sus  consecuen- 
cias, por  su  acción  sobre  el  organismo,  por  sus  agudas  y  per- 


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niciosísimas  manifestaciones  á  veces,  de  las  comunes  tercianas 
y  cuartanas,  endémicas  y  frecuentes  en  todas  las  comarcas  pa- 
lúdicas de  España  de  Italia,  de  Francia,  y  aun  de  Inglaterra 
y  Alemania. 

En  conjunto,  en  éste  como  en  tantos  otros  casos,  la  parasi- 
tología y  el  examen  hematológico,  fundado  en  los  conocimien- 
tos que  aquélla  nos  proporciona,  vienen  á  confirmar  un  dato 
clínico  y  epidemiológico  desde  mucho  tiempo  conocido  por  los 
observadores,  desde  Torti  en  Italia,  desde  el  mismo  Mercado 
en  España.  Las  infecciones  producidas  por  los  parásitos  del 
género  Laverania  ( Plasmodiiim  praecox  6  Plasmodium  falci- 
pariim)  son  infecciones  graves  todas  ellas,  aunque  de  distinto 
tipo:  agudas  á  veces,  con  rápida,  fulmínea  evolución;  otras 
veces,  de  curso  crónico,  mas  con  manifestaciones  de  intensa 
destrucción  orgánica,  de  caquexia  irreparable.  En  el  primer 
caso,  el  síntoma  «fiebre»^  el  más  importante  para  el  médico, 
suele  conservar  intermitencia  típica,  período  accesional  cons- 
tante, en  los  primeros  días  (tercianario  ó  cuotidiano);  pero  pronto 
este  cjirácter  se  pierde,  y  los  accesos  se  hacen  subintrantes,  se 
sobreimponen,  se  suceden  con  excesivo  desorden,  de  tal  suerte, 
que  la  curva  térmica  difícilmente  se  reconoce.  Si  la  enferme  Jad 
perdura,  se  establece  un  tipo  de  fiebre  irregular,  con  intermi- 
tencias y  recaídas,  que  adquieren  á  veces  excepcional  gravedad 
y  que  las  sales  de  quinina  no  logran  dominar  por  completo.  Por 
lo  general,  sin  una  intervención  rápida  y  pronta,  que  exige  casi 
siempre  suministración  inmediata  de  quinina  por  vía  hipodér- 
mica,  y  en  gran  Íes  dosis,  el  enfermo  sucumbe  en  los  primeros 
días  con  síntomas  intestinales  ó  nerviosos  de  forma  aguda  y  de 
extraordinaria  intensidad  {ñebres perniciosas  de  los  autores  ita- 
lianos, fiebres  malignas  de  los  españoles).  Puede  haber  perni- 
ciosas comatosas,  delirantes,  apoplexiformes,  ictéricas,  tifoi- 
deas, etc.  La  anatomía  patológica  demuestra,  en  modo  termi- 
nante, que  la  multiplicación  de  infinito  número  de  parásitos 
endoglübulares  (multiplicación  esquizogónica,  ó  monogónica,  ó 
asexuada),  y  su  localización  en  los  órganos  internos,  cuyos  ca- 
pilares hállanse  verdaderamente  atestados  de  glóbulos  rojos 
infectados  por  dichas  formas,  son  causas  de  las  alteraciones 


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funcionales  y  de  las  graves  lesiones  anatómicas  que  llevan  á 
estos  enfermos  á  la  muerte.  En  las  autopsias  de  perniciosos, 
esto  es  de  individuos  muertos  á  consecuencia  de  la  infección 
por  parásitos  del  género  Lavemnia ,  dos  caracteres  saltan  casi 
siempre  á  la  vista,  y  son:  el  aspecto  de  la  superficie  de  sec- 
ción del  cerebro  y  el  estado  del  bazo  (hablo  de  aspectos  ma- 
croscópicos). Al  corte  longitudinal  mediano,  la  superficie  de 
sección  del  cerebro  aparece  de  un  color  pardusco,  y  más  exac- 
tamente, de  un  color  de  pizarra,  que  es  característico  de  la 
localización  abundante  de  los  parásitos  melanígenos  en  los  va- 
sos cerebrales:  numerosas  hemorragias  puntiformes  se  obser- 
van al  mismo  tiempo.  £1  bazo,  abultado,  obscuro,  de  un  color 
morado  y  á  veces  casi  negro,  al  abrir  la  cápsula  deja  saür,  for- 
mando hernia,  la  pulpa  reducida  en  masa  pultácea,  blanda, 
sin  consistencia  de  tejido.  Este  aspecto  es  típico,  y  jamás  se 
olvida  cuando  se  ha  visto  una  vez. 

Semejantes  formas  de  infección  palúdica,  son  propias  de  re- 
giones de  clima  caliente  (tropical  y  subtropical,  mediterráneo 
sólo  en  parte).  Suelen  aparecer — por  lo  menos  en  Italia  y  en 
España — durante  los  meses  de  verano  y  sobre  todo  de  otoño. 
Se  presentan  con  carácter  endémico,  en  Europa,  tan  sólo  en  la 
Rusia  meridional,  en  la  península  balcánica  y  muy  en  particu- 
lar en  el  Sud  de  Italia ,  en  Sicilia  ,  sin  que  falten  en  la  campiña 
de  Roma  y  en  las  Paludes  Pontinas:  por  lo  que  á  España  se  re- 
fiere, en  las  provincias  de  Huelva,  de  Badajoz  y  Cáceres,  en 
las  de  toda  Andalucía  y  en  parte  de  la  costa  mediterránea 
oriental,  si  bien  en  medida  muy  reducida.  Con  extraordinaria 
frecuencia  é  intensidad  se  presentan  en  las  regiones  tropicales^ 
y  constituyen  una  de  las  más  graves  manifestaciones  de  la  pa- 
tología africana,  americana  y  asiática. 

Pero  la  infección  por  parásitos  del  género  Laverania  (con 
gametes  semilunares),  no  siempre  toma  el  carácter  ni  se  des- 
arrolla con  la  intensidad  y  en  la  forma  ahora  descrita.  A  veces, 
sin  fenómenos  agudos  impresionantes,  después  de  un  breve 
período  febril  de  tipo  indeterminado  (fiebre  irregular),  empie- 
za un  largo  período  de  sufrimientos,  de  decaimiento  orgánico, 
de  anemia  irreparable,  de  caquexia,  que  —  muy  probablemente 


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por  distintas  condiciones  de  resistencia  individual,  de  reacción 
de  los  órganos  heraopoiéticos  y  otras  —  pueden  durar  mucho 
tiempo^  pueden  á  veces  combatirse  victoriosamente  con  opor- 
tuna é  insistente  suministración  de  quinina  y  de  arsenicales,  ó 
bien  llevan  al  enfermo,  tras  largos  y  multiformes  padecimien- 
tos ,  á  la  muerte. 

Una  distinción  clara,  una  separación  absoluta  de  estas  for- 
mas de  curso  lento  (crónico)  por  un  lado,  y  de  las  antes  des- 
critas, agudas,  rápidas,  perniciosas,  por  otro  lado,  no  es  fácil 
clínica  ni  epidemiológicamente.  Sin  embargo,  puede  afirmarse 
que  en  España  el  tipo  de  infección  últimamente  indicado  se 
encuentra  con  bastante  frecuencia  en  las  provincias  de  Sala- 
manca, en  parte  en  las  de  Extremadura  y,  sobre  todo,  en  las 
de  la  vieja  Castilla  y  de  Cataluña  (cosía  mediterránea  desde 
Gerona  hasta  Tarragona),  como  también  en  las  de  Castellón  y 
Valencia. 

4.  En  su  conjunto,  las  manifestaciones  clínicas  de  la  infec- 
ción por  Laverania  maJariae  (ó  parásito  de  las  fiebres  tropica- 
les), constituyen  la  verdadera  Malaria  grave.  Estas  son  las  fie- 
bres que  los  italianos  llaman  estío- otoñales  y  Koch  Tropenfie- 
bers.  Ya  hemos  dicho  que  el  período  de  intermitencia  ó  período 
accesional  de  estas  formas  de  infección  palúdica  suele  aparecer 
irregular,  discontinuo,  complicado,  de  interpretación  clínica  á 
veces  difícil  ó  mal  segura. 

No  faltan  numerosas  investigaciones  dirigidas  á  averiguar  si 
en  los  distintos  tipos  de  intermitencia  febril  que  se  observan 
dentro  del  cuadro  clínico  de  la  infección  palúdica  grave,  se  en- 
cuentren especiales  parásitos,  que  puedan  darnos  razón  del  po- 
limorfismo sintomático  y  sobre  todo  de  esas  diferencias  en  los 
caracteres  de  la  curva  térmica.  Así  es  que  la  cuotidiana  trópi- 
ca ó  cuotidiana  « estivo- autiimnalis»,  ha  sido  atribuida  por 
Mannaberg  con  criterio  clínico,  por  Caccini  (Roma),  reciente- 
mente, con  fundamentos  experimentales,  pero  no  parasitoló- 
gicos, á  una  forma  específica  de  Plasmodium  febris  quoti- 
dianae. 

Por  lo  que  yo  he  observado  en  mi  estancia  en  las  Paludes 
Pontinas  (Terracina,  Italia),  en  la  misma  campiña  de  Roma 


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(Ostia,  1901),  en  la  provincia  de  Cáceres,  en  España,  la  cuo- 
tidiana pura,  quotidiana  vei'a ,  es  rarísima,  excepcional,  y  al 
examen  de  la  sangre  no  se  descubren  formas  diferentes  de  las 
propias  y  características  del  parásito  de  las  estío-otoñales  (La- 
verania ,  formas  endoglobulares  pequeñas,  con  escaso  pigmen- 
to); en  la  mayoría  de  los  casos,  la  cuotidiana  representa  un  pe- 
ríodo de  transicción  de  la  terciana  estío-otoñal,  en  cuyo  perío- 
do dos  generaciones  esquizogónicas  (ó  bien  una  esquizogónica 
y  una  partenogenética)  de  los  parásitos,  vienen  alternando  la 
invasión  globular,  y  por  tanto  producen  en  días  alternos  los 
síntomas  característicos  del  acceso  febril.  Por  demás,  cabe  de- 
cir que  el  parásito  de  las  infecciones  estío-otoñales  ó  tropica- 
les ( Laverania) ,  no  posee  absoluta  y  constante  fijeza  de  pe- 
ríodo monogónico ,  como  los  de  la  terciana  sencilla  ó  primave- 
ral {Plasmodium  vivax)  y  de  la  cuartana  (Plasmodium  ma- 
lai'iae) .  Con  extrema  facilidad,  aun  en  las  primeras  generacio- 
nes, el  parásito  de  las  fiebres  tropicales  (Laverania)  adelanta 
6  atrasa,  por  lo  general  adelanta  progresivamente,  el  momento 
de  la  reproducción  esquizogónica  (lo  que  erróneamente  lláma- 
se esporidación). 

5.  Una  de  las  más  graves  manifestaciones  de  la  Malaria 
tropical  es  la  hemoglobinurio,  (Fiebre  hemoglobinúrica,  Black- 
Water  Feb  r).  Algunos  observadores  (Kanellis,  Montoro,  etc.) 
pretenden  igualmente  que  un  parásito  especial  determine  esta 
forma  clínica.  Los  estudios  de  Tomaselli  y  Mnrri  (1895-1900), 
de  Plehn  en  Camarones  (Colonia  alemana  del  Kameroon),  de 
Koch  y  otros,  demuestran  que  la  Fiebre  hemoglobinúrica  debe 
considerarse  como  producida  por  una  acciun  hemolítica  de 
ciertas  combinaciones  quinínicas  en  estados  de  grave  infec- 
ción in  aciu  por  parásitos  del  género  Laverania.  Es  muy  posi- 
ble que  en  ciertos  organismos,  la  sola  invasión  globular  por 
parte  denlas  formas  esquizogónicas  en  número  considerable, 
pueda  determinar  este  fenómeno  patológico:  en  la  mayoría  de 
los  casos  trátase  desde  luego  de  la  acción  combinada  de  la 
quinina. 

Hasta  hoy,  las  tres  especies  ya  indicadas:  Plasmodium  vi- 
vax (terciana),  Plasmodium  malariae  (cuartana),  Laverania 


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malariae  (Fiebre  tropical  6  estío-otoñal,  etc.),  deben  conside- 
rarse—  por  lo  menos  en  Europa  —  como  las  responsables  de 
tod^is  las  varias  manifestaciones  clínicas  ilel  paludismo. 

Sólo  yo  me  permito  insistir  en  la  distinción  de  dos  varieda- 
des de  Laverania:  una  Laverania  malariae,  varietas  immi- 
iis ,  {)roductora  de  las  fiebres  trópicas  agudas,  de  las  pernicio- 
sas estío- otoñales  antes  descritas;  y  una  Laverania  malariae, 
varietas  milis ,  productora  de  aquellas  otras  formas  de  grave 
infección  malárica  caracterizadas  por  un  curso  lento,  por  una 
acción  crónica  sobre  el  organismo.  Las  diferencias  morfológi- 
cas entre  estas  dos  variedades  son  en  extremo  difíciles  de  es- 
tablecer: por  demás,  no  me  entretengo  en  ulteriores  discusio- 
nes acerca  de  este  punto,  por  haber  sido  objeto  de  estudios  ya 
publicados  en  precedentes  trabajos  (1). 

0.  Tanto  para  el  estudio  clínico  —  que  no  constituye  nues- 
tro objeto  —  como  para  el  estudio  epidemiológico,  que  sí  nos 
interesa,  importa  conocer  con  toda  exactitud  el  modo  con  que 
se  determinan,  la  frecuencia  y  la  duración  de  las  Recidivas  en 
los  varios  tipos  de  fiebre  palúdica. 

Un  tipo  de  infección  palúdica,  en  que  las  Recidivas  pueden 
observarse  y  estudiarse  con  relativa  facilidad,  es  el  de  la  Fie- 
bre cuartana.  El  Plasmodiiim  malariae  (parásito  de  la  cuar- 
tana), cede,  en  su  fase  monogónica,  á  la  acción  de  la  quinina; 
pero  cede  por  brevísimo  tiempo;  y  las  nuevas  generaciones  de 
merozoitos  (esporozoitos  monogónicos)  vuelven  muy  pronto  á 
invadir  los  glóbulos  y  aparecen  en  la  sangre  periférica.  Esto 
no  deja  de  suceder  también  con  el  Plasmodiiim  vivax:  y  sin 
emfcargo,  las  tercianas  suelen  cesar  definitivamante,  sin  que  ya 
reaparezcan  (salvo  el  caso  de  nueva  infección  primitiva),  so- 
metiendo al  enfermo  á  un  tratamiento  metódico  con  sales  de 
quinina. 


(1)  V.  Investigaciones  y  Estudios  sobre  el  Paludismo  en  Es- 
paña (pviblicados  bajo  la  dirección  del  Dr.  G.  Pittaluga,  en  oca- 
sión del  XIV  Congreso  internacional  de  Medicina,  Madrid).—  Un 
tomo  de  260  pág.  con  35  figs.  y  6  lám.,  Barcelona,  tip.  la  Acade- 
mia, Abril  1903.  (v.  pág.  ^5  y  sig.,  113,  224-225.) 

Kev.  Acad.  Ciencias.— III.— Diciembre    1905.  35 


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Eq  las  cuartanas  esto  no  ocurre  tan  fácilmente.  Es  observa- 
ción antigua  y  vulgar  el  que  las  cuartanas  persisten  rebeldes  á 
todo  tratamiento  durante  larguísimo  tiempo,  años  y  años,  Es 
más:  con  interrupción  de  un  período  muy  largo,  también  de 
muchos  años,  puede  reaparecer  de  improviso  una  antigua  y  la- 
tente infección  cuartanaria. 

Lo  mismo  puede  ocurrir,  y  en  efecto  ocurre,  con  las  infec- 
ciones por  Laverania  malariae  [varietas  mitis] . 

En  tesis  general  (pues  no  deja  de  ser  frecuente  el  caso  en 
las  tercianas),  debe  admitirse  que  «una  antigua  infección  palú- 
dica puede  reaparecer  —  con  fiebre  de  igual  tipo,  ó  con  fiebre 
atípica  —  y  manifestarse  de  improviso^  bajo  un  estímulo  anor- 
mal cualquiera^  después  de  mucho  tiempo — [años]  —  desde  la 
primitiva  invasión». 

La  interpretación  de  estos  hechos  es  en  extremo  difícil,  y 
puede  decirse  que  sólo  un  atento,  detenido,  escrupuloso  estu- 
dio hematológico  (parasitológico)  y  clínico,  nos  da  razón  de 
semejante  fenómeno,  que  entraña  uno  de  los  más  graves  pro- 
blemas de  la  epidemiología  del  Paludismo. 

Mas  sin  el  conocimiento  previo  de  las  formas  que  presentan 
en  la  sangre  del  huésped  vertebrado  (hombre)  los  parásitos 
productores  délas  fiebres  palúdicas,  no  será  posible  interpre- 
tar convenientemente  el  papel  que  ejercen  en  las  distintas  fa- 
ses de  su  evolución. 

7.  Los  parásitos  productores  de  las  fiebres  palúdicas  (Plas- 
modium  y  Laverania) ,  presentan  un  ciclo  evolutivo,  probable- 
mente cerrado  y  exclusivo,  entre  el  huésped  vertebrado  (hom- 
bre) y  el  invertebrado  (mosquitos  de  la  familia  Culicidae 
sub-familia  Anophelinae) .  Si,  fundándonos  en  un  concepto 
biológico,  entendemos  por  huésped  definitivo  el  en  que  los 
parásitos  llevan  á  cabo  la  reproducción  sexuada,  la  que  cons- 
tituye el  momento  más  importante  para  la  conservación  de  la 
especie,  debemos  considerar  como  huésped  definitivo  en  este 
caso,  al  invertebrado,  pues  en  él  efectúase  el  desarrollo  de  las 
formas  anfigónicas. 

El  ciclo  evolutivo  de  los  parásitos  del  paludismo  ha  sido  de- 
terminado en  1898-99  por  las  investigaciones  de  Grassi  y  sus 


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discípulos,  precedidas  por  las  de  Ross  (1897-98)  sobre  los 
Hetnosporidios  (Proteosoma)  de  las  aves ,  y  por  las  de  Manson 
sobre  el  desarrollo  de  las  Filarias  de  la  sangre  en  los  mosquitos, 
según  se  ha  dicho  en  los  capítulos  anteriores. 

La  reproducción  sexuada  (es  decir,  caracterizada  por  el  fe- 
nómeno de  la  fecundación),  tiene  lugar  después  de  un  cierto 
número  (indeterminado)  de  generaciones  asexuadas,  generacio- 
nes que  se  producen  por  multiplicación  directa,  y  que  llámanse 
exactamente  «esquizogónicas»  ó  «  monogónicas».  La  genera- 
ción sexuada  llámase  «amfigonia»  ó  «esporogonia». 

La  multiplicación  directa,  ó  monogónica,  tiene  lugar  (coa 
carácter  de  periodicidad)  en  la  sangre  (muy  en  particular  en 
la  sangre  de  los  órganos  internos)  del  huésped  vertebrado 
(hombre).  Los  parásitos  endoglobulares  (monontes  ó  esquizon- 
tes),  desarróllanse  á  cargo  de  la  hemoglobina  contenida  en  el 
estroma  globular,  y  producen,  como  efecto  de  su  especial  me- 
tabolismo, granulos  de  pigmento  (melanina,  pigmento  melá- 
nico)  <iue  se  hallan  esparcidos  ó  agrupados  con  distinto  aspecto 
en  el  cuerpo  del  mismo  parásito. 

8.  Los  métodos  de  investigación  que  se  han  adoptado  por 
los  varios  autores  con  el  fin  de  estudiar  las  formas  hemáticas 
de  los  parásitos  del  paludismo  humano,  suelen  tener  siempre 
cierto  carácter  personal,  en  virtud  del  cual  pierden  todo  valor 
de  reglas  precisas  y  generales.  Esto  me  dispensa  de  hacer  un 
examen  crítico  de  tales  métodos  hematológicos. 

El  examen  directo  de  la  sangre  fresca  constituye  una  prác- 
tica indispensable,  siempre  que  se  quieran  escoger  y  sorpren- 
der momentos  determinados  de  la  evolución  de  las  formas  pa- 
rasitarias, ya  sean  éstas  endoglobulares  (ó  monogónicas),  ó  ya 
se  hallen  libres  en  el  plasma  (en  apariencia),  correspondien- 
do en  este  caso  á  la  fase  hemática  del  ciclo  esporogónico  ó 
sexuado. 

Por  lo  que  se  refiere  al  diagnóstico  hematológico,  es  aconse- 
jable el  método  de  Koch,  sencillo,  rápido  y  mucho  más  se- 
guro que  el  examen  directo  de  la  sangre  fresca. 

Para  recoger  la  sangre  sobre  los  cubreobjetos  destinados  á 
preparaciones  teñidas  y  de  algún  interés  para  el  estudio  de  las 


—  524  — 

formas  hemáticas,  he  de  consignar  que  el  método  aconsejado 
por  Patrik  Manson  (pág.  47  de  su  III  ed.  ingl.:  Jropic.  diseases) 
no  me  ha  dado  jamás  resultados  correspondientes  á  mi  deseo. 
Para  obtener  una  capa  de  sangre  fina,  delgada,  constituida  de 
una  sola  serie  de  hematíes  sobre  el  plano  del  cubreobjeto,  con- 
sidero, por  mi  personal  experiencia,  muy  preferible  el  método 
aquí  representado  en  la  figura  57,  y  que  consiste  en  recoger 
la  gota  de  sangre  (de  un  pinchazo)  en  el  borde  de  otro  cubre- 
objeto, y  con  éste,  deslizándole,  arrastrándole  en  ángulo  agu- 
do, dejar  apenas  trazada,  apenas  visible,  la  capa  de  sangre 
que  queremos,  sobre  el  cubreobjeto  que  debe  utilizarse. 


Figura  57. — Representación  gráfica  del  método  aconsejado  en  el  texto  para  recoger  la 
sangre  sobre  cubreobjetos  destinados  á  preparaciones  teñidas  para  la  investigación  he- 
matológica. 


Aunque  parezcan  insignificantes  estos  pormenores  y  otros 
en  que  he  tenido  ocasión  de  fijarme,  resultan,  sin  embargo, 
muy  importantes  en  la  práctica. 

Los  métodos  de  coloración  de  los  preparados  de  protozoa- 
rios  en  general,  han  sido  objeto,  durante  estos  últimos  años, 
de  numerosas  publicaciones,  todas  ellas,  en  conjunto,  encami- 
nadas á  dar  la  interpretación  y  la  mejor  solución  del  problema 
de  teñir  en  modo  fijo  y  claro  la  cromatina  nuclear,  fundándose 
en  las  propiedades  de  una  mezcla  de  Bleu  de  Metileno  y  Eosi- 
na,  ya  reconocidas  y  utilizadas  por  Romanowsky  (Método  de 
Romano  wsky). 

Séame  permitido,  sin  embargo,  asegurar  que  el  olvidado 
método  de  Mannaberg,  aunque  algo  comiilicado  en  su  técnica 


-  525  — 

original,  y  fácilmente  reducible  á  mayor  sencillez,  y  más  aún 
los  métodos  de  Grassi  y  Feletti,  no  dejan  de  dar  á  veces  bue- 
nos resultados.  Consiste  el  primero  en: 

1.°    Fijar   (después  de  secados  los  preparados)  en  ácido  acé- 
tico 1  gota-}-  agua  20  c.  c. 

2°     Luego,  en 

Ac.  pícrico,  soluc.  concentr.  ac p.  30. 

Agua  dest p.  30. 

Acido  acét p.    1 . 

S.""    Alcohol  abs 

4.°     Teñir  en  la  solución  siguiente  (vieja): 

Hematoxilina JO)     , 

Alcohol  ab.ol 100  i  '°^'^'  ^  P^'*'^' 

Alumbre  ammoniac.  soluc.   '/¿  por  100,  t.  part.  2. 

(12  á  24  horas). 

5.°     Diferenciar  con  alcohol  nítr.  -f-  alcoh.  ammon.,  etc. 

Como  método  de  investigación  clínica,  aconsejaré  siempre 
el  método  de  Koch,  fundado  sobre  el  empleo  de  una  solu- 
ción de: 

Carbonato  sódico centigramos  30 

Azul  de  Metileno »           20 

en 

Agua  destilada gramos          100 

Esta  fórmula  es  susceptible  de  alguna  modificación  según 
la  temperatura  y  la  clase  de  color.  Se  aplica  sumergiendo  du- 
rante un  segundo  el  cubreobjetos,  que  contiene  la  capa  de 
sangre,  sostenido  con  unas  pinzas,  en  la  solución;  se  le  lava 
después  abundantemente  con  agua,  se  seca  la  preparación  y 
se  monta  en  bálsamo  del  Canadá. 

Como  se  ve,  este  método  requiere  poco  tiempo  y  da,  por 
otra  parte,  buenos  resultados;  los  hematíes  quedan  coloreados 
con  un  verde  pálido  ó  con  un  tinte  azul  ligero,  que,  sin  em- 
bargo, se  modifica  ó  desaparece  con  el  tiempo;  el  núcleo  de 
los  leucocitos  se  tiñe  en  azul  obscuro,  casi  morado,  y  las  formas 
endoglobulares  del  parásito  se  colorean  también  de  azul  en  su 
protoplasma  y  en  su  nucléolo  (cromatina) ,  con  lo  cual  se  dis- 


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tÍDgueu  claramente  del  estroma*  del  glóbulo  rojo.  Las  formas 
de  la  evolución  sexual  de  los  parásitos  (gametos)  se  colorean 
en  azul  algo  claro.  Los  granulos  de  melanina  aparecen  clara- 
mente en  el  citoplasma. 

Volviendo  á  los  métodos  del  tipo  Romanowsky,  innecesario 
paréceme  afirmar  que  las  incertidumbres,  las  variaciones  en 
los  resultados  y  las  numerosas  modificaciones  propuestas  suce- 
sivamente por  Ziemann,  Zettnow,  Korek,  Ruge,  etc.,  debidas, 
en  parte,  á  la  distinta  procedencia  de  los  productos  ó  substan- 
cias colorantes  empleadas ,  tenían  su  razón  fundamental  en  el 
desconocimiento  absoluto  de  la  acción  recíproca  de  los  cuer- 
pos (Bleu  de  Metileno  y  Eosina)  que  producían  la  coloración 
específica  ó  electiva.  En  realidad,  el  Bleu  de  Metileno,  pro- 
cedente de  ciertas  fábricas  (Lucius  Meister  &  Br.,  Hoechst), 
determinaba,  junto  con  la  Eosina,  la  formación  de  un  precipi- 
tado al  que  se  atribuía  la  facultad  de  fijarse  en  la  cromatina 
nuclear  ó  en  los  cromidics  en  general.  Este  pensamiento  había 
sido  expuesto  ya  por  el  mismo  Romanowsky.  Pero  las  condi- 
ciones en  que  este  precipitado  se  formaba  convenientemente, 
quedaban  —  y  han  quedado  hasta  ahora  —  en  tal  incertidum- 
bre,  que  cada  investigador  estaba,  en  realidad,  obligado  á  bus- 
car cada  vez,  tanteando  con  algunas  preparaciones  destinadas 
á  perderse,  la  técnica  mejor,  las  proporciones  en  extremo  va- 
riables, de  las  dos  substancias,  el  tiempo  que  debía  dejarse 
accionar  la  solución  ó  el  precipitado,  etc. 

Fué,  en  realidad,  Nocht  (Centralbl.  f.  Bakt.  XXIV,  p.  839) 
quien  primero  demostró  que  para  obtener  una  buena  y  cons- 
tante coloración  de  la  cromatina,  se  necesita  un  agente  espe- 
cial, procedente  de  la  descomposición  del  Bleu  de  Metileno, 
y  que  él  llamaba  por  entonces:  «Rojo  procedente  de  la  des- 
composición del  Bleu  de  Metileno». 

Entretanto  Michaelis,  cuyos  estudios  de  química  biológica 
son  umversalmente  conocidos,  y  luego  Giemsa,  demostraron 
que  dicha  substancia  corresponde  á  una  especie  de  Azul  de 
Metileno,  ya  por  primera  vez  preparado  y  aislado  en  1885  por 
Bernsthen  (Liebig's  Ann.  d,  Chemisch.,  CCXXX,  pág.  73). 
Este  Azul  de  Metileno  (Methilen  Axur)  es,  por  tanto,  algo 


—  527  - 

bien  distinto  del  Bleu  de  Metileno  que  veníase  empleando 
hasta  ahora.  El  Bleu  de  Metileno  contiene  cantidades  varia- 
bles de  Azul:  lo  cual  explica  las  diferencias  de  formación  del 
precipitado  (Romanowsky),  en  unión  con  la  solución  de  Eosi- 
na,  y  de  los  resultados  de  la  coloración.  El  Bleu  de  Metileno 
de  Merck  (medie.)  6  de  Grubler  nunca  me  han  dado  resulta- 
dos satisfactorios,  que  sólo  se  alcanzaban  con  el  Bleu  de  Me- 
tileno de  Lucius  Meister  en  Hüechst. 

Todas  las  modificaciones  del  método  de  Romanowsky,  que  se 
fundan  sobre  el  empleo  del  azul  policroma,  como  las  de  Korek 
(Azul  de  Metil.  y  colargol),  de  Jenner,  de  Golhorn,  y  sobre 
todo  la  de  Unna,  utilizan  la  propiedad  del  Bleu  de  Metileno, 
de  dejar  accionar  al  Azul  que  contiene,  en  mayor  ó  menor 
cantidad,  variable  con  el  tiempo;  por  ejemplo,  según  la  fecha 
en  que  se  ha  preparado  una  solución  satur.  acuosa  de  ese  pro- 
ducto. 

Los  métodos  de  Wright  y  de  Leishmann,  representan  modi- 
ficaciones prácticas,  también  fundadas  sobre  el  empleo  del  Azul 
contenido  en  el  Bleu  de  Metileno,  con  la  particularidad  de  que 
la  sustancia  colorante  prepárase  ya  disuelta  en  el  fijador  (al- 
cohol metílico).  Este  mismo  método  fué  adoptado  por  Marino 
que  prepara  una  mezcla  de  Bleu  de  Metileno,  Azul  de  Metile- 
no, carbonato  de  sosa  y  Eosina  en  alcohol  metílico. 

Sin  embargo,  este  método  no  puede  aplicarse  al  estudio  ci- 
tológico  de  los  parásitos  en  sus  formas  hemáticas:  el  alcohol 
metílico  ejerce  especial  acción  sobre  el  preparado  y  determina 
un  precipitado  casi  constante,  que  impide  la  visión  clara  déla 
capa  de  sangre. 

Grubler  prepara  y  pone  en  comercio,  ya  hecha,  la  solución 
de  Giemsa,  que  sin  duda  responde  á  las  necesidades  de  la  in- 
vestigación. Yo  pienso,  sin  embargo,  por  lo  que  he  visto  en 
los  resultados  obtenidos,  que  es  muy  conveniente  prepararse 
personal  y  directamente  las  soluciones,  según  las  fórmulas  de 
Giemsa,  susceptibles  por  de  más  de  variaciones  que  la  prácti- 
ca sugiere  á  cada  instante. 

La  solución  colorante  de  Giemsa  se  prepara  del  siguiente 
modo : 


—  528  - 

Azul  de  Metileno  (Metil-azur) I       ,      .       , 

^,       ■,,,,.,  >partes  iguales. 

Bleu  de  Metileno |^  ^ 

(Constituyese  así  el  Azur  II) : 

Azur  II  y  Eosina,  partes  iguales — tómese,  gr.       3 

Azur  II gr.       0,8 

Glicerina  neutra  Merck gr.  250 

Methylalcohol .  gr.  250 

(En  una  gota  de  esta  solución,  mezclada  con  una  gota 
de  agua  destilada,  déjese  la  preparación  [cubreobjeto] 
durante  un  tiempo  variable  de  15  á  30  minutos,  según 
Giemsa;  puede  dejarse  hasta  una  hora  y  más.) 

El  método  de  La  verán  (con  azul  deBorrel)  puede  emplear- 
se con  la  seguridad  de  obtener  buenos  resultados:  sin  embar- 
go, es  algo  pesado  y  lento;  y  en  la  diferenciación  de  las  masas 
cromáticas,  sobre  todo  cuando  se  trate  de  pequeñísimos  ele- 
mentos cromidiales  esparcidos,,  como  se  observan  en  las  formas 
sexuadas  (gametos)  y  en  el  mismo  glóbulo  rojo  parasitífero 
(granulaciones  de  Schüffner  en  casos  de  Pl.  vivax),  no  alcan- 
za el  grado  de  fina  y  clara  coloración  que  se  obtiene  con  el  mé- 
todo de  Giemsa  y  con  el  mismo  método  de  Romanowsky, 
cuando  se  aplique  con  criterio  personal  y  con  las  modificacio- 
nes sugeridas  por  las  condiciones  de  la  investigación. 

9.  Las  formas  de  parásitos  que  se  encuentran  en  el  orga- 
nismo del  hombre,  al  hacer  un  estudio  hematológico  metódico 
en  enfermos  de  paludismo,  pertenecen  en  su  mayoría  al  perío- 
do monogónico  ó  esquizogónico  (esto  es,  de  multiplicación  ase- 
xuada,  directa).  Todas  ellas  proceden  de  los  merozoiios  (ó 
esporoxoitos  esquizogónico s)  producidos  por  división  del  cuer- 
po celular  de  otros  parásitos  endoglobulares  que  ya  se  hallaban 
en  la  sangre,  y  á  su  vez  representaban  el  producto  de  igual 
proceso  de  multiplicación  agámica  en  precedentes  generacio- 
nes. Estos  merozoitos  (ó  esporozoitos  esquizogónicos)  penetran 
cada  uno  en  un  glóbulo  rojo,  y  allí  se  desarrollan  adquiriendo 
aspecto  distinto,  conservando  en  los  diferentes  casos  las  ca- 
racterísticas de  la  especie  y  ejerciendo  acción  especialísima 


—  529  - 

sobre  el  contenido  y  el  estroma  del  hematíe,  sobre  su  compo- 
sición y  sobre  su  forma. 

La  figura  58  reproduce  los  diferentes  aspectos  de  los  mo- 
nontes  endoglobulares  de  PlasmocUum  vivax  (parásito  de  la 
Terciana),  así  como  se  presentan  al  examen  hematoldgico,  en 
un  sólo  preparado  de  sangre,  teñido  con  el  met.  de  Roma- 
nowsky.  La  obsers'ación  microscópica  de  este  preparado  (con 
uu  adecuado  aumento)  nos  revela  la  coexistencia  "de  formas 
endoglobulares  distintas,  pertenecientes  á  diferentes  períodos 
6  momentos  de  desarrollo  del  parásito  dentro  del  glóbulo  rojo. 
El  glóbulo  rojo  parasitífero  (ó  que  contiene  el  parásito)  pre- 
séntase ensanchado,  hinchado  y  deforme,  lo  cua  constituye  un 
carácter  especialísimo  de  las  infecciones  por  Plasmodium  vi- 
vax; esto  es,  de  las  fiebres  tercianas. 

El  aspecto  y  las  dimensiones  de  los  glóbulos  rojos  invadi- 
dos por  el  parásito  en  las  infecciones  por  Plasmodium  mala- 
riae  (Cuartanas)  y  por  Laverania  malariae  (fiebres  estío- 
otoñales,  tropicales),  son  completamente  distintas.  Este  ca- 
rácter propio  de  los  hematíes  invadidos  por  el  Plasmodium 
vivax  aparece  bien  claro  en  la  figura  58^  sobre  todo  en  B,  C, 
D,  E,  L,  O,  R,  S,  comparando  precisamente  el  glóbulo  pa- 
rasitífero con  los  hematíes  que  le  rodean  y  que  no  contienen 
parásito.  En  A  y  sobre  todo  en  J  se  ven  formas  jóvenes,  con 
escasos  granulos  de  melanina  y  en  activo  movimiento  de  ex- 
pansión protoplásmica.  T  reproduce  el  aspecto  de  un  glóbulo 
doblemente  parasitífero,  pues  comprende  una  forma  joven 
en  anillo,  con  la  cromatina  nuclear  excéntricamente  reunida 
en  único  punto  cromático,  bien  claramente  visible;  y  al  mismo 
tiempo  una  segunda  forma  con  expansiones  protoplásmicas 
que  aparecen  distintamente  en  el  estroma  globular.  Las  demás 
son  formas  de  desarrollo,  algunas  ya  muy  adelantadas  (como 
en  C,  D,  E,  y  sobre  todo  en  I,  K,  L,  N),  pero  todas  ellas  en 
estado  de  monontes  endoglobulares,  sin  división  cromática  que 
indique  una  próxima  multiplicación.  Solamente  en  G  y  N,  re- 
tiradas ya  las  expansiones  protoplásmicas,  empieza  á  manifes- 
tarse en  la  cromatina  nuclear  un  proceso  de  división  que  pre- 
cede á  la  formación  de  nuevos  merozoitos  (^esporulación). 


—  530  - 


y^asr^y 


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N 


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V 


y 


^ 


Figura  58. — Diferentes  aspectos  de  parásitos  endoglobulares  (monontes)  de  la  especie  Plasmodium  vivax. 
(Proceden  de  un  solo  preparado  de  sangre,  de  un  caso  de  Terciana,  teñido  con  el  met.  de  Romanowsky). 

Aumento 


.  Ob.  inmers.  homog.  Koristka  — — ;  ocul.  compens.  i5 

2600  15 


—  531  — 

10.  Sin  embargo,  además  de  estas  formas  agámicas  (per- 
tenecientes al  período  de  evolución  asexuada  del  parásito),  há- 
llanse  también  en  la  sangre  formas  correspondientes  á  la  fase 
anfigdnica  ó  esporogónica.  En  efecto,  dejando  aparte  la  distin- 
ción de  la  especie  y  género  del  parásito  {^Plasmodium  vivax 
de  la  terciana  sencilla,  Plasmodium  malariae  de  la  cuartana, 
Laverania  malariae  de  las  fiebres  graves,  tercianas  malignas, 
irregulares,  biduas,  cuotidianas  y  trópicas),  después  de  una 
serie  —  indeterminada — de  generaciones  monogónicas,  produ- 
cidas por  «esporulación»  (término  erróneo)  ó  multiplicación 
directa  (conitomía  pseudomitósica)  de  las  formas  endoglobu- 
lares  (en  el  glóbulo  rojo),  todos  estos  parásitos  —  y  del  mismo 
modo  los  de  las  aves,  por  lo  menos  el  gen.  Proteosonia  —  pro- 
pucen  ciertas  formas  especiales,  características,  que  ya  hemos 
indicado  con  el  nombre  de  gametos,  conocidas  desde  hace  tiem- 
po como  formas  estériles  en  la  sangre  humana.  (V.  fig.  59). 


i^,  '^^  í^^ 


!'«.' 


A  B  C 

Figura  59. — Formación  y  aspecto  del  Macrogameto  de  Flasmodium  vivax  (Tercianas) 

I 


2600 

A.  Macrogameto  en  un  período  ya  bastante  adelantado  de  su  desarrollo  endoglobular. 

Aparece  muy  clara  la  disposición  de  la  corona  de  granulaciones  cromáticas.  Los 
limites  del  cuerpo  protoplásmico  del  gameto  aparecen  igualmente  bien  dentro  del 
hematie. 

B.  El  mismo  macrogameto  en  período  más  adelantado.  Pigmento  melánico  esparcido 

en  la  periferia  del  citoplasma  del  gameto,  ai  limite  del  mismo  con  el  hematie  que 
le  contiene. 

C.  Macrogameto  libre.  El  glóbulo  rojo  en  que  se  ha  formado  ha  sido  destruido. 


Esta  formas  estériles  representan  los  elementos  sexuados 
(gametos).  Son  estériles  mientras  permanecen  en  la  sangre 
humana;  pero  al  pasar  en  ambiente  distinto,  al  modificarse 
las  condiciones  físicas  del  medio  ó  más  bien  sus  caracteres  bio- 
químicos, entonces  manifiestan  su  actividad,  apareciendo  bien 
claramente  la  función  á  que  son  destinadas,  el  papel  que  re- 


-  532  - 

presentan  y  la  excepcional  importancia  que  tienen  en  la  evo- 
lución biológica  de  la  especie  de  parásito  á  que  pertenecen. 

En  efecto,  comprenden  estas  formas  (gametos)  elementos 
femeninos  y  masculinos,  destinados  á  fecundarse.  A  conse- 
cuencia de  la  fecundación,  de  la  fusión  del  elemento  masculi- 
no con  el  femenino,  desarróllase  una  nueva  generación  famfi' 
gonia  ó  esporogonia)  en  las  condiciones  que  más  adelante  exa- 
minaremos. 

Llámanse  macrogametos  los  gametos  femeninos,  microga' 
metocitos  los  gametos  productores  de  elementos  masculinos; 
estos  últimos  microgametos  (también  ooides,  macrosporas ,  los 
primeros;  anteridios  los  microgametocitos,  espermoides  6  fla- 
gelos (Laveran)  los  microgametos.) 

La  emisión  de  flagelos  ó  formación  de  los  microgametos  por 
el  microgametocito  puede  observarse  siguiendo  con  detenida 
atención  las  formas  antedichas  en  preparaciones  de  sangre 
fresca  conservadas  en  cámara  húmeda  y  en  determinadas  con- 
diciones de  temperatura.  Mac  Callum,  primero,  observó  la  fe- 
cundación del  maerogameto.  El  estudio  sucesivo  de  estos  fe- 
nómenos ha  sido  completado  por  Grassi  y  por  Schaudinn. 

Mis  investigaciones  se  han  dirigido  á  averiguar  lo  que  ocurre 
con  las  formas  sexuadas  —  estériles  en  la  sangre  del  hombre — 
cuando  permanecen  durante  largo  tiempo  en  el  organismo  hu- 
mano. Problema  en  extremo  interesante,  planteado  ya  muchas 
veces  y  desde  mucho  tiempo  antes  que  se  conociera  el  destino 
de  estas  formas  y  su  verdadera  significación  en  el  ciclo  evolu- 
tivo (anfigonia)  de  semejantes  parásitos. 

Razones  clínicas  y  epidemiológicas  de  gran  importancia  ha- 
cían pensar  que  las  formas  estériles,  consideradas  por  muchos 
observadores  (Ziemann)  como  degenerativas;  por  otros  (Big- 
nami,  Bastianelli,  Marchiafava,  etc.)  de  todos  modos  como  in- 
capaces de  reproducción  en  el  organismo  humano  [estériles], 
participaran  de  alguna  manera  á  la  producción  de  nuevos  pa- 
rásitos endoglobulares,  de  la  fase  piretógena,  y  muy  especial- 
mente de  las  recidivas  febriles. 

Ya  se  ha  dicho  antes  que  las  recidivas ,  frecuentes  en  la  ter- 
ciana primaveral,  frecuentísimas  y  persistentes  en  las  cuarta- 


—  533  - 

ñas,  constituyen  la  manifestación  constante  y  duradera  de  las 
infecciones  tercianarias,  cuotidianas  6  irregulares  debidas  á 
Laverania  malariae,  varietas  mitis. 

Casi  al  mismo  tiempo  que  Schaudinn  demostraba  la  división 
de  las  formas  sexuada  femeninas  (macrogametos)  de  Plas- 
modium  vivax  (tercianas)  y  la  producción  de  nuevos  merozoi- 
tos  partenogenétieos  por  efecto  de  esa  división,  casi  al  mismo 
tiempo  yo  comunicaba  (Archives  de  Parasitologie ,  París,  vii, 
1903,  pág.  389)  los  primeros  resultados  de  mis  observaciones 
sobre  la  división  partenogenética  (ó  Partenogenesis)  de  los 
macrogametos  de  Laverania  (.L.  malariae,  var.  mitis). 

Quedaba  así  en  parte  explicado  el  fenómeno  de  la  reapari- 
ción de  la  fiebre  después  de  largos  períodos  de  interrupción. 
(Recidivas  tardías).  Si  la  interpretación  del  origen  de  las  re- 
caídas febriles  (á  breve  distancia  de  la  infección  primitiva) 
puede  fundarse  en  la  posibilidad  de  que  escaso  número  de  mo- 
nontes  (formas  endoglobulares)  supérstites,  después  del  trata- 
miento 6,  en  general,  después  de  la  curación  de  un  período  ac- 
cesional de  fiebres  palúdicas,  vuelva  á  multiplicarse  activa- 
mente en  los  órganos  internos  (medula  de  los  huesos,  bazo)  y 
en  la  sangre  periférica,  y  vuelva,  por  lo  tanto,  á  producir  el 
acceso  febril,  la  interpretación  de  las  Recidivas  tardías,  según 
queda  dicho,  constituía  un  problema  cuya  solución  no  se  hu- 
biera alcanzado  sin  el  descubrimiento  de  la  Partenogenesis  de 
los  macrogametos. 

11.  La  división  nuclear  de  las  formas  semilunares  (for- 
mas en  medias  lunas,  formes  en  croissants  de  los  franceses), 
esto  es,  de  los  gametos  de  la  Laverania^  ya  observada  repe- 
tidamente por  Mannaberg,  Canalis  y  otros,  en  la  misma  sangre 
periférica  (correspondiente  á  la  forma  representada  en  la  figu- 
ra 61,  D),  había  sido  explicada  de  distinta  manera  y  variamen- 
te interpretada.  Semejante  división  de  las  masas  cromáticas  es 
exclusiva  de  los  macrogametos  (gametos  femeninos,  formas 
que  no  se  flagelan,  que  no  emiten  flagelos).  Averiguase  en 
los  microgametocitos  semilunares  un  fraccionamiento  de  la  cro- 
matina,  es  verdad;  pero  esto  sucede  cuando  la  célula  produc- 
tora de  microgametos  prepárase  á  realizar  este  acto,  á  emitir 


-  534  - 

las  formas  masculinas:  entonces. la  cromatina  se  subdivide  y 
se  dispone  en  la  periferia  de  la  célula^  que  redúcese  á  forma 
esférica^  y  con  rápidos  movimientos  presenta  expansiones  pro- 
toplásmicas  filiformes,  llenas  de  granulos  cromáticos.  Ellas 
representan  los  microgametos  propiamente  dichos. 

El  fraccionamiento  de  las  masas  cromáticas  ahora  descrito  y 
propio  de  las  formas  semilunares  masculinas  (microgametoci- 


-m^- 


B 


DE  F 

Figura  60. — Aspectos  de  los  gametos  semilunares  de  Laverania  malariae  (en  un  prepa- 
rado de  sanare  de  un  enfermo  de  fiebres  tropicales;  aum.  I. 

2000     / 

A.  B,  C,  D,  £.— Dejan  ver  claramente  los  residuos  del  glóbulo  rojo  en  que  se  ha  des- 
arrollado la  forma  sexuada;  en  F  aparece  esta  última  como  libre  y  adherida  á  un  he- 
matíe. 

tos)  es  bien  distinto  de  la  división  cromática  que  manifiéstase 
en  ciertas  formas  de  macrogametos  semilunares,  y  que  pre- 
ludia á  la  multiplicación  paitenogénica.  Hay  que  advertir  que 
las  formas  de  multiplicación  partenogenética  de  los  macroga- 
metos semilunares  (Laverania) ,  á  diferencia  de  las  formas 
correspondientes  de  los  gametes  de  Plasmodium  vivax  descri- 
tas por  Schaudina,  difícilmente  obsérvanse  en  la  sangre  peri- 
férica; sólo  con  repetidas  investigaciones  en  el  líquido  he- 
jnático  extraído  por  punción  del  tumor  esplénico  —  investiga- 
ciones por  demás  muy  difíciles  de  llevar  á  cabo — y  con  adoptar 
ciertos  artificios  de  método  en  la  observación  hematológica, 
se  logra  encontrar  las  semilunas  (macrogametos  semilunares) 


-  535  — 

en  fase  sucesiva  de  división  cromática,  de  división  citoplásmi- 
ca  y  de  producción  de  numerosas  yemecitas  (merozoitos  6  es- 
■porozoitos  ó  esquizontes  partenogenéticos)  destinadas,  sin  duda, 
á  la  invasión  de  los  hematíes. 

Las  figuras  60  y  61  reproducen  exactamente  el  aspecto  de 
los  macrogametos  semilunares,  desde  las  formas  hemáticas  evi- 
dentemente endoglobulares  (fig.  60,  A,  E)^  hasta  las  que  se  en- 
cuentran en  el  barro  esplénico  (figura  61,  E,  F)^  y  muy  pro- 
bablemente en  la  medula  de  los  huesos,  y  constituyen  la  fase 
de  división  y  multiplicación  partenogenética. 

La  figura  59  representa  las  formas  de  desarrollo  endoglobu- 
lares (A,  B)  y  la  llamada  forma  libre  del  macrogameto  de 
Plasmodium  vivax.  En  su  comparación  con  los  macrogame- 
tos semilunares  de  Lavej'ania  salta  á  la  vista  la  diferencia  mor- 
fológica entre  las  dos  especies. 

Sin  embargo,  el  proceso  biológico  de  multiplicación  parte- 
nogenética es  parecido  en  las  dos  especies.  Solamente  el  me- 
mento en  que  se  determina,  las  condiciones  de  tiempo  y  de 
lugar,  las  circunstancias  del  ambiente  bioquímico  en  que  se 
produce  este  fenómeno,  es  decir,  la  división  cromosómica  y  ci- 
toplásmica  del  macrogameto  para  la  formación  de  los  nuevos 
elementos  destinados  á  la  invasión  de  los  hematíes,  son  esen- 
cialmente distintas. 

Schaudinn  (1)  ha  descrito  magistralmente  el  proceso  de  di- 
visión de  los  macrogametos  de  Plastnodium  vivax  para  la  re- 
produción  partenogenética  en  la  sangre  de  enfermos  de  Ter- 
cianas ,  antes  de  la  reaparición  de  una  fiebre  recidiva  á  los 
tres  meses  después  de  la  infección  primitiva. 

La  observación  y  descripción  de  las  fases  sucesivas  de  di- 
visión celular  de  los  macrogametos  semilunares  (Laverania)  en 
el  momento  de  la  partenogénesis  resulta,  como  se  ha  dicho, 
relativamente  más  difícil.  La  división  protoplásmica  va  prece- 
dida por  una  división  de  la  cromatina  nuclear,  fenómeno  ya 


(1)  Studien  über  krankheistserregende  Protozoen.  —  II.  Plas- 
modium vivax  (en  Arhciten  aus  dem  Kaiserlicheti  Gesundheit- 
samte,  Berlín,  1902,  p.  169,  con  3  laminaos). 


—  536  - 

observado  y  descrito  por  muchos  autores  (Golgi,  Canalis, 
Mannaberg,  Grasí^i  y  Feletti)  y  variamente  interpretado.  En 
ese  estado  aparece  el  cuerpo  semilunar  como  en  la  figura  61  D, 
separado  en  dos  mitades,  cada  una  de  las  cuales  contiene 
una  corona  de  cromosomas;  y  en  el  puente  citoplásmico  in- 
termedio se  hallan  casi  siempre  reunidos  los  granulos  de  pig- 
mento melánico.  Sucesivamente  la  cromatina  nuclear  reunida 
en  una  de  las  dos  mitades  del  macrogameto  fracciónase  en  un 
cierto  número  de  corpúsculos  cromáticos  con  un  proceso  muy 
parecido  al  que  se  observa  en  los  monontes  endoglobulares 
adultos  cuando  se  disponen  para  la  segmentación  y  la  forma- 
ción de  los  merozoitos  agámicos  (esporozoitos  esquizogónicos) 
(ñg.  61,  E).  Cada  uno  de  estos  corpúsculos  cromáticos  consti- 
tuye el  centro  de  una  porción  citoplásmica  que  se  separa  del 
cuerpo  del  macrogameto  (fig.  61,  F),  representando  un  verda- 
dero merozoito  partenogenético^  destinado  á  la  invasión  de  un 
hematíe.  A  consecuencia  de  esíe  proceso  queda  libre  una  por- 
ción del  protoplasma  del  macrogameto,  que  comprende  la  ma- 
yor parte  de  los  granulos  de  pigmento  melánico  y  además  una 
parte  reducida  de  la  cromatina  nuclear,  dispuesta  en  forma  de 
corona,  y  que  permite  dudar  de  si  esta  porción  residual  del 
macrogameto  después  de  la  Partenogénesis  está  destinada 
realmente  á  desaparecer,  como  un  detritus  orgánico  incapaz  de 
ulterior  vitalidad  y  de  toda  función  biológica. 

12.  He  dicho  antes  que  para  encontrar  en  la  sangre  algu- 
nas—  ya  que  nunca  se  encontrarán  todas  en  un  mismo  suje- 
to—  de  las  formas  evolutivas  del  ciclo  monogónico  y  las  prime- 
ras del  amfigónico,  sobre  todo  las  formas  semilunares  de  La- 
verania,  es  menester  observar  un  método  escrupuloso  y  una 
atención  exquisita  en  escoger  el  momento  para  llevar  á  cabo  el 
examen  de  la  sangre  y  hacer  las  preparaciones  fijas  destinadas 
á  la  coloración.  Cuando  no  se  observan  estas  reglas  se  pierde 
muchísimo  tiempo  en  balde  y  se  arriesga  á  abandonar  la  inves- 
tigación por  cansancio  ó  por  creerla  inútil ,  ineficaz  ó  negativa. 
Lo  cual  no  pocas  veces  ha  hecho  afirmar  conclusiones  inexac- 
tas y  sentar  como  verdades  las  que  no  debían  considerarse  más 
que  consecuencias  de  un  método  erróneo  de  estudio. 


—  537  ^ 

Es  más:  no  sólo  para  buscar  las  formas  antedichas,  que  des- 
de luego  se  escapan  con  extraordinaria  facilidad  á  nuestra  ob- 
servación hematológica,  sino  también  para  un  examen  de  la 
sangre  destinado  á  darnos  cuenta  del  aspecto,  naturaleza,  es- 
pecie y  condiciones  de  las  formas  endoglobulares  corrientes 
del  parásito,  es  oportuno,  es  preciso  á  veces  tener  presente 
que  sus  diferentes  fases  de  desarrollo  monogónico  (multiplica- 
ción asexuada)  se  reflejan  en  los  síntomas  clínicos,  en  los  pe- 


B 


--©ís 


(•f- 


í^) 


Figura  61.— Aspecto  de  los  Macrogametos  de  Laverania  en  distintos  momentos  y  en  las 
fases  sucesivas  de  la  reproducción  partenogenética.  lAum.  |. 


ríodos  accesionales  de  la  fiebre,  en  las  variaciones  aunque  mí- 
nimas de  la  curva  térmica  (gráfica),  y  por  fin  en  cada  uno  de 
los  elementos  que  constituyen  el  síndrome  característico  de  la 
infección  palúdica  en  sus  tres  tipos  fundamentales. 

Debemos,  por  tanto,  aprovechar  de  los  datos  clínicos,  impor- 
tantísimos en  este  caso  para  el  estudio  parasitológico. 

Para  mayor  abundamiento  en  la  indicación  de  los  métodos 
que  hay  que  seguir  para  el  estudio  hematológico,  diré  que 
cuando  se  trata  de  una  infección  semilunar  (infección  por  La- 
verania, infección  estío-otoñal),  comprobada  la  existencia  de 
las  formas  endoglobulares,  suelen  aparecer  los  cuerpos  semi- 

Eev.  Acad.  Ciencias.— III.— Diciemlare,  1905.  36 


—  538  — 

lunares  á  los  ocho  6  diez  días,  á  veces  más  tarde,  después  de 
la  suministración  de  dos  ó  tres  dosis  de  un  gramo  6  gramo  y 
medio  de  sulfato  de  quinina.  (Si  se  deja  al  enfermo  sin  medi- 
camento—  ajmrte  de  que  esto  es  sumamente  peligroso  en  las 
infecciones  por  Laverania — los  cuerpos  semilunares  aparecen 
mucho  más  tarde  en  la  sangre.)  Mas  entre  los  escasos  cuerpos 
semilunares  que  suelen  aparecer  en  estas  condiciones  en  la  san- 
gre periférica,  constituidos  de  macrogametos  y  microgameto- 
citos,  no  se  observa  jamás  fenómeno  alguno  de  división  cro- 
mática y  mucho  menos  de  multiplicación  partenogenética.  Sólo 
si  se  someten  preparaciones  de  sangre  fresca  á  la  observación 
metódica  (en  cámara  húmeda,  temp.  25°,  ó  también  con  intro- 
ducción de  una  gota  de  líquido  isotónico  [sol.  fis.  Na  Cl^), 
puede  observarse  —  muy  raras  veces  —  á  la  par  que  la  emisión 
de  flagelos  (microgametos)  por  parte  de  los  microgametocitos, 
la  emisión  de  uno  ó  dos  cuerpecitos,  muy  probablemente  homó- 
logos, de  los  'í- corpúsculos  polares  >->  —  (Reduklions  Korpers), 
por  parte  de  los  macrogametos.  Este  fenómeno  se  averigua 
constantemente  en  los  períodos  que  preceden  ala  fecundación, 
cuando  ya  macrogametos  y  microgametos,  en  el  plasma  san- 
guíneo introducido  en  el  estómago  del  mosquito  (huésped  in- 
vertebrado), se  acercan  para  efectuar  la  cópula.  En  los  game- 
tos de  Plasmodium  vivax,  según  queda  demostrado  en  modo 
terminante  por  las  investigaciones  de  Schaudinn,  puede  obser- 
varse con  mayor  facilidad  (y  en  ambiente  natural)  el  desarro- 
llo de  semejantes  fenómenos.  Por  demás,  la  producción  de  cor- 
púsculos polares  es  un  hecho  general  en  los  Coccidios  y  pro- 
bablemente en  los  Hemosporidios.  Creo  firmemente  que  los 
corpúsculos  que  emiten  algunos  macrogametos  en  la  sangre 
(en  las  condiciones  antes  indicadas)  puedan  considerarse  como 
homólogos  de  los  corpúsculos  polares.  La  división  cromática  en 
estos  casos  es  insignificante;  no  hay  fenómenos  pseudo-mitósi- 
cos  parecidos  á  los  que  se  averiguan  en  la  división  cromática 
precedente  á  la  multiplicación  esquizogónica,  ó  bien  á  la  sepa- 
ración partenogenética  de  nuevos  merozoitos. 

Mas  si  seguimos  en  la  observación  del  enfermo,  después  de 
un  tratamiento  suficientemente  enérgico  para  dominar  los  acce- 


-  539  - 

sos  febriles,  veremos  en  el  período  siguiente  —  que  puede  du- 
rar meses  y  meses  —  desaparecer  poco  apoco  los  cuerpos  se- 
milunares de  la  sangre.  Durante  este  tiempo,  hasta  la  manifes- 
tación improvisa  de  una  recidiva  franca,  con  fiebre  típica  (in- 
termitente) ó  atípica,  el  enfermo  estará  casi  siempre  apirético: 
sin  embargo,  un  atento  examen  de  la  curva  termométrica  re- 
vela oscilaciones  bastante  acentuadas  entre  los  36°  y  los  37*^  5 
6  38°  centígrados.  La  tumefacción  del  bazo —  dentro  de  ciertos 
límites  —  no  disminuye.  Al  cabo  d^  dos  meses,  tres  meses  ó 
un  tiempo  variable,  la  recidiva  franca  aparece. 

Pues  bien:  las  oscilaciones  antedichas  de  la  curva  termomé- 
trica son  de  grandísimo  interés  y  deben  servirnos  de  guía  para 
llevar  á  cabo  en  esos  momentos  el  examen  hematológico.  En- 
tonces, en  esos  períodos  que  podríamos  llamar  preparatorios  de 
las  manifestaciones  clínicas  de  la  recidiva  propiamente  dicha, 
encontraremos,  quizás  en  la  misma  sangre  periférica,  formas  de 
transición  de  la  fase  semilunar,  y  más  exactamente  macroga- 
metos  en  estado  de  división  de  la  cromatina  nuclear  y  hasta  de 
fraccionamiento  [conitomia]  citoplásmico.  Y  es  que,  durante 
estos  períodos,  las  formas  semilunares,  en  activa  multiplicación 
partenogenética,  reaparecen  en  la  sangre  desde  los  órganos  in- 
ternos (medula  de  los  huesos,  bazo)  y  pueden  sorprenderse  en 
esa  fase. 

La  gráfica  de  la  curva  térmica  la  conceptúo  indispensable  en 
el  estudio  detenido  de  semejantes  casos,  cuando  realmente  se 
quiere  llevar  á  cabo  una  investigación  completa  acerca  de  las 
formas  hemáticas  del  ciclo  amfigónico,  y  muy  en  particular 
acerca  de  la  partenogenesis  de  los  macrogametos. 

Igualmente  útil  puede  ser  el  estudio  esfigmográfico,  pues  nos 
proporciona  otro  dato  clínico  aprovechable  para  la  investiga- 
ción parasitológica  durante  las  intermitencias  y  los  períodos 
de  incubación  y  prodrómico  de  las  recidivas  estío-otoñales  (se- 
milunares). En  efecto,  la  gráfica  del  pulso  revela  una  modifi- 
cación de  tiempo  y  de  forma,  no  sólo  en  los  momentos  acce- 
sionales y  post-accesionales,  sino  también  en  los  momentos 
.que  preceden  los  accesos  de  fiebre  y  que  corresponden  con 
oscilaciones  prodrómicas  de  la  temperatura. 


—  540  - 

Consignaré  á  este  propósito  que  el  tipo  del  pulso,  durante  6 
después  del  acceso,  corresponde  ai  que  Mannaberg  había  ob- 
servado, y  de  que  habla  en  su  Monografía  (p%.  116:  «Allge- 
meine  Symptomatologie»;  pág.  137:  «  Pulsecurve»). 

El  modo  como  se  presentan  las  semilunas  en  la  sangre  du- 
rante los  períodos  de  incubación  de  las  recidivas  en  estos  ca- 
sos, así  como  también  la  precocidad  de  su  formación  después 
de  las  invasiones  presumiblemente  primitivas,  me  han  confir- 
mado desde  hace  tiempo  en  la  opinión  de  que  deben  existir 
dos  variedades  de  parásito  con  gametos  semilunares  (Lavera- 
nia).  Sobre  este  extremo  baste  con  lo  que  se  ha  dicho  antes; 
en  precedentes  publicaciones  liállanse  expuestos  mis  conceptos 
acerca  de  los  caracteres  biológicos  de  la  variedad  Laverania 
malariae  milis. 

13.  La  extraordinaria  importancia  que  tiene  la  participa- 
ción de  los  macrogametos  en  la  producción  de  formas  piretó- 
genas  de  nuevos  monontes  endoglobulares,  no  es  para  en- 
carecer. La  partenogénesis  de  los  macrogametos  es  un  tercer 
modo,  una  tercera  forma  de  reproducción  de  la  especie,  inter- 
puesto entre  el  ciclo  monogónico  (asexuado)  y  el  ciclo  anfigó- 
nico  (sexuado).  El  ciclo  monogónico  debe  tener  algún  límite, 
aunque  nosotros  desconozcamos  por  completo  las  condiciones 
porque  se  alcanza  este  límite;  las  formas  sexuadas  (gametos)  no 
muy  abundantes  relativamente  al  número  de  parásitos  endoglo- 
bulares y  en  una  determinada  cantidad  de  sangre,  serían  ex- 
puestas con  gran  facilidad  á  no  llegar  á  su  destino,  esto  es  á 
la  fecundación  y  al  desarrollo  anfigónico  (en  el  huésped  inver- 
tebrado) ^  si  no  tuviesen  la  potencialidad  de  reproducir  nuevos 
parásitos  endoglobulares  por  partenogénesis.  Queda  así  aclara- 
do también  un  problema  epidemiológico  muy  grave,  y  es  el  que 
se  refiere  á  la  persistencia  del  parásito,  durante  la  estación  de 
invierno,  en  aquellas  regiones  de  clima  templado  en  que  el 
invierno  llega  á  ser  verdaderamente  frío,  y  se  interrumpen, 
por  consiguiente,  las  generaciones  de  los  mosquitos,  se  inte- 
rrumpe la  ovificación  en  estos  Dípteros,  quedando  escaso  nú- 
mero de  ejemplares  en  las  casas,  en  los  establos,  en  espera  de 
la  nueva  temporada. 


—  541  - 

Las  primeras  generaciones  de  mosquitos,  que  nacen  en  Abril 
6  Mayo,  más  frecuentemente  sólo  en  Junio  (Norte  de  Italia, 
Francia,  Norte  de  E-^paña  y  Castilla),  no  podrían  de  ninguna 
manera  determinar  la  difusión  epidémica  de  los  parásitos,  si 
esos  Dípteros  no  hallasen  en  la  sangre  de  los  enfermos  formas 
sexuadas  (gametos)  en  abundancia,  en  cantidad  suficiente  para 
asegurar  el  desarrollo  anfióntico  y  la  sucesiva  transmisión  de 
los  esporozoitos.  Y  desde  luego  las  formas  sexuadas  en  la  san- 
gre periférica  serían  relativamente  muy  escasas  si  no  hubiese 
nueva  producción  por  los  ciclos  partenogenéticos,  que  toman 
origen  en  la  división  de  los  macrogametos,  y  que  se  suceden 
durante  el  invierno,  y  sobre  todo  se  desarrollan  en  la  primave- 
ra (Recidivas). 

¿De  qué  modo  debe  interpretarse  el  origen  de  los  gametos 
en  los  glóbulos  rojos? 

Los  gametos  de  las  tres  especies  de  parásitos  (Plasmodium 
t'ivax,  Pl.  malariae  y  Laverania)  se  desarrollan  de  elementos 
endoglobulares.  Las  objeciones  y  dudas  de  Lo  Monaco,  Pani- 
chi,  Capogrossi,  etc.,  acerca  de  este  extremo,  y  que  entraña- 
ban una  interpretación  del  todo  distinta  de  la  corriente  sobre 
las  relaciones  entre  parásitos  monogónicos  y  hematíes,  no  son 
aceptables.  El  desarrollo  endoglobular,  así  de  los  mononles 
(esporozoitos  monogónicos),  como  de  los  gametos  es  evidente» 
aparece  bien  claro  hasta  en  aquellas  formas  sexuadas  ya  adul- 
tas (gametos  tercianarios  y  gametos  semilunares),  en  los  cuales 
el  involucro  constituido  por  el  hematíe  queda  reducido  á  del- 
gadísima y  casi  imperceptible  membrana,  por  destrucción  de 
todo  el  contenido  hemoglóbico  y  del  mismo  estroma  globular. 

Mas  aquellas  formas  que  están  destinadas  á  desarrollarse  en 
los  glóbulos  rojos,  no  ya  como  monontes  esquizogónicos  (ase- 
xuados), sino  como  gametos  (macro  y  micro-gametocitos),  ¿de- 
ben considerarse  específicamente  y  sexualmente  diferenciadas 
desde  un  principio,  ó  bien  ciertas  condiciones  del  ambiente  bio- 
químico, en  el  huésped,  influyen  sobre  la  determinación  de  los 
caracteres  de  los  parásitos  endoglobulares  de  tal  suerte  que 
éstos  puedan  desarrollarse  á  veces  en  forma  de  gametos,  á  ve- 
ces en  la  dirección  de  sencillos  monontes  asexuados? 


-   542  - 

Esta  segunda  interpretación  debe  descartarse,  teniendo  en 
cuenta  que  en  los  mismos  órganos  (medula  de  los  huesos,  bazo) 
en  que  efectúase  la  mayor  producción  de  gametos  endoglobu- 
lares,  desarróllanse  contemporáneamente,  maduran  y  se  multi- 
plican las  formas  asexuadas  endoglobulares  de  la  generación 
monogónica. 

Es  muy  probable  que  la  formación  de  los  gametos,  conside- 
rados éátos  desde  luego  como  diferenciados  ab  iriitio ,  desde  un 
principio  de  las  formas  esquizogónicas  endoglobulares  comu- 
nes, esté  en  relación  con  especiales  condiciones  déla  constitu- 
ción bio-química  del  plasma  sanguíneo,  á  consecuencia  de  la 
misma  acción  de  los  parásitos,  en  organismos  en  que  la  infec- 
ción perdura  desde  cierto  tiempo.  Con  otras  palabras^  después 
de  un  cierto  número  de  generaciones  monogónicas  en  el  orga- 
nismo humano,  puede  admitirse  que  esista  un  estado  especial 
del  ambiente  hemático,  por  el  cual  el  desarrollo  de  nuevas 
formas  agámicas  ó  asexuadas  en  los  glóbulos  rojos  encuentre 
serias  dificultades;  en  estas  condiciones  se  producirían  los  ga- 
metos. 

Sin  embargo,  esta  causa  no  puede  conceptuarse  como  funda- 
mental, como  la  verdadera  causa  determinante  y  razón  íntima 
del  fenómeno  biológico.  Podemos  admitir  que  bajo  la  influen- 
cia de  dicha  causa  y  por  su  acción  se  desarrollen  los  elementos 
sexuados  (gametos)  en  número  mayor  ó  menor,  y  en  época  6 
momento  diferente,  más  ó  menos  precoz;  pero  conviene  aceptar 
por  demás  el  concepto  de  que  trátase  de  un  fenómeno  heredi- 
tario, propio  del  género  y  correspondiente  á  la  producción  de 
las  células  germinativas  en  los  metazoos. 

CAPITULO  IX 

Obseevaciones  sobre  el  desarrollo  de  los  parásitos 
del  paludismo  en  el  huésped  invertebrado 

La  reproducción  anfigónica  ó  sexuada  (ó  esporogónica,  se- 
gún Schaudinn),  de  los  parásitos  del  paludismo,  tiene  lugar  en 
el  organismo  de  un  huésped  invertebrado. 


543 


Ejercen  este  papel ,  según  quedó  comprobado  en  1898-99 
por  las  inv'estigaciones  de  Grassi,  Bignami  y  Bastianelli  y  sus 
discípulos,  los  Dípteros  liemat()fagos  de  la  Familia  Cidicidae 
y  precisamente  las  especies  que  componen  la  sub-familia  Ano- 
phelinae.  Precedentes  observaciones  de  Ross  en  India  (Calcu- 


Fígura  62. —  Aspecto  del  Microgametocito  de  Plasmodium  vivax  (Terciana)  en  el  mo- 
mento de  emitir  los  flagelos  (Microgametos).  H,  un  hematíe;  mg,  microgameto  libre 
destacado  del  cuerpo  del  Microgametocito  ;  A/g,  Macrogameto  (ó  Gameto  femenino)  en 
el  acto  de  la  fusión  con  un  Microgameto  (fecundación  ó  cópula).  Se  ve  claramente  la 
dispoiición  de  la  masa  nuclear  del  Macrogameto  en  el  momento  de  la  unión  con  las 
masas  cromáticas  del  elemento  masculino.  Rodean  al  Macrogameto  otros  microgametos 
libres. 


ta,  1897),  habían  demostrado  que  ciertas  formas  de  parásitos 
de  las  aves  (ProteosomaJ  se  desarrollan  con  generación  espo- 
rogónica  (sexuada)  en  el  organismo  de  los  mosquitos  pertene- 
cientes á  la  actual  sub-familia  Culicinae. 

1.    Los  dípteros  hematófagos  de  la  sub-familia  Ánophelinae, 
al  chupar  la  sangre  de  un  hombre  infectado  de  paludismo  en 


—  544  — 

cualquiera  de  sus  formas,  pueden  introducir  en  su  tubo  diges- 
tivo exclusivamente  parásitos  de  la  fase  monogónica ,  parási- 
tos endoglobulares  asexuados,  por  faltar  en  la  sangre  las  for- 
mas sexuadas  (gametos).  En  semejantes  casos,  ninguna  trans- 
formación de  carácter  evolutivo  sufren  los  parásitos  en  el 
organismo  del  huésped  invertebrado:  desaparecen  con  la  san- 
gre lentamente  digerida  por  el  huésped  mismo. 

Al  contrario,  cuando  se  encuentran  en  la  sangre  macroga- 
metos  y  microgametocitos ,  al  llegar  éstos  en  el  estómago  _,  rá- 
pidamente destácanse  los  microgametos  de  los  microgametoci- 
tos, y  efectúase  la  cópula,  la  fecundación  del  macrogameto. 
Este  momento  es  en  extremo  difícil  de  sorprender,  y  sobre 
todo  difícil  de  fijar  en  preparaciones  duraderas^  como  bien  se 
comprende:  sin  embargo,  pueden  observarse  los  sucesivos  fe- 
nómenos de  formación  del  vermículo,  que  con  movimientos  ac- 
tivos penetra  en  la  pared  entre  las  células  del  epitelio  intestinal 
(intestino  medio)  y  se  establece  y  fija  en  la  sub-mueosa,  en  la 
túnica  elástico-muscular  del  mismo  intestino.  Mientras  el  an- 
fionte  conserva  el  carácter  de  movilidad  que  es  propio  de  un 
primer  período  después  de  la  fusión  de  las  masas  cromáticas 
del  macrogameto  y  del  microgameto,  la  llamaremos  ooquineto 
(Schaudinn):  conservaremos  el  nombre  de  quiste  amfióntico 
(ooquiste  de  Schaudinn)  para  la  forma  que  se  desarrolla  ya 
fijada  en  la  túnica  elástico-muscular  ó  sub-mucosa  del  intes- 
tino. 

El  ooquineto  penetra  con  movimientos  activos  entre  las  cé- 
lulas del  epitelio  intestinal  á  las  24  ó  40  horas  después  de  chu- 
pada la  sangre  por  el  mosquito,  y  cuando  ya  se  ha  verificado 
en  gran  parte  la  digestión.  Casi  siempre  los  vermículos  van  á 
fijarse  en  la  porción  posterior  del  intestino  medio  ( estómago): 
es  raro,  excepcional,  ver  un  quiste  anfióntico  en  la  pared  de  la 
mitad  anterior  del  estómago:  las  figuras  esquemáticas  dibuja- 
das por  algunos  autores  y  que  representan  el  estómago  entera- 
mente cubierto,  en  su  pared  externa,  por  los  quistes  anfión- 
ticos,  son  desde  luego  erróneas.  Semejante  circunstancia  se 
averigua  también  con  los  anfiontes  del  Proteosoma  de  los  pá- 
jaros (gorriones),  de  cuya  situación  da  ciara  y  exacta  idea  la 


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-  545  - 

fig,  64  en  la  lámina  VI,  que  reproduzco  de  una  de  mis  prepa- 
raciones. 

2.  La  expresión  de  «quiste  anñóntico»  debe  ser  interpreta- 
da en  el  sentido  de  que  los  tejidos  del  huésped  constituyen  una 
especie  de  quiste  adventicio  alrededor  del  parásito:  no  ya  que 
el  anfionte  produzca  por  su  cuenta  un  quiste  protector.  Es  opor- 
tuno fijar  bien  estos  conceptos,  pues  demasiado  fácil  es  caer 
pn  errores,  que  dejando  aparte  su  importancia  biológica,  en- 
trañan deducciones  falsas  acerca  de  la  acción  que  el  parásito 
pueda  ejercer  sobre  el  huésped  y  otras  que  no  ha  menester  re- 
cordar en  este  momento. 


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Figura  63. — Esquema  que  representa  una  sección  longitudinal  del  cuerpo  de  AnopheUs, 
con  la  disposición  de  los  órganos.  En  la  pared  del  Estómago  se  fijan  y  desarrollan  los 
Anfiontes  de  los  parásitos  del  paludismo. 


El  anfionte,  en  su  primer  período  de  desarrollo,  cuando 
apenas  ha  llegado  á  fijarse  en  la  sub-mucosa,  rodeado  de  una 
capa  delgadísima,  de  una  sutil  membrana  (cápsula),  presén- 
tase con  aspecto  esférico  ú  ovoideo,  y  mide  apenas  6-8-10  p. 
de  diámetro. 

Sin  embargo,  el  crecimiento  del  anfionte  es  rápido  é  inme- 
diato, y  con  el  crecimiento,  la  multiplicación  nuclear.  En  efec- 
to, la  reproducción  esporogónica  en  el  quiste  anfióntico  efec- 
túase ya  desde  los  primeros  momentos,  empieza  cuando  el 
anfionte  es  aún  extremadamente  pequeño.  Por  división  (bipar- 


-  546  — 

tición)  de  la  cromatina  nuclear,  se  engendra  un  considerable 
número  de  Esporoblastos  espurios,  no  pudiéndose  considerar 
como  verdaderos  Esporoblastos  las  porciones  citoplásmicas  en 
que  se  subdivide  la  masa  protoplasmática  del  anfioute,  por 
quedar  todas  ellas  anastocnizadas  entre  sí,  de  tal  suerte,  que 
en  realidad  constituyen  un  todo  único,  con  centros  cromáticos 
(ó  núcleos)  separados.  Sucesivamente,  los  núcleos  céntricos 
(ó  centros  cromáticos  antedichos),  por  un  proceso  de  subdivi- 
sión múltiple,  se  disponen  á  la  periferia  de  la  masa  citoplásmi- 
ca  y  constituyen  de  esta  suerte  el  punto  de  partida  de  un  ele- 
mento celular  —  esporozoitoblasto  —  cuya  forma  terminal^  libre 
por  fin  en  el  quiste  anfidntico  maduro  será  el  <.<  esporoxoito>> 
(véase  la  fig.  67,  lám.  VII,  que  representa  dos  quistes  anfión- 
ticos  en  período  bastante  adelantado  de  su  desarrollo,  debajo 
del  epitelio  de  la  mucosa  del  estómago  de  Anopheles  claviger,' 
y  también  la  fig.  70,  lám.  VIII)  (1). 

Queda  una  «masa  residual»,  amorfa  (ayihista) ,  punto  de 
apoyo  de  los  esporozoitos  hasta  su  extrema  fase  de  desarrollo, 
y  que  progresivamente  disminuye  de  volumen  por  cuanto  au- 
menta el  número  y  las  dimensiones  de  aquéllos. 

Durante  este  proceso  de  multiplicación  nuclear,  el  quiste 
amfióntico  aumenta  considerablemente  en  sus  dimensiones,  has- 
ta alcanzar  70-80  p.  de  diámetro,  y  puede  contener  millares 
de  esporozoitos. 

Los  quistes  anfiónticos  pueden  reconocerse  fácilmente  en 
la  pared  del  intestino,  también  con  un  examen  directo,  en 
fresco,  extrayendo  el  intestino  con  el  método  ya  indicado  en 
otro  lugar.  Desde  luego  se  reconocen  cuando  están  colocados 
á  los  bordes  del  tubo  iutestinal  extendido  sobre  el  portaobjeto 
y  cuando  han  alcanzado  un  cierto  tamaño;  mas  también  en  los 
primeros  momentos  de  su  fijación  en   la  pared  del  intestino, 


(1)  Para  cuanto  se  refiere  al  desarrollo  de  la  generación  anfi- 
gónica  de  los  parásitos  del  Paludismo  en  el  huésped  invertebrado, 
debe  considerarse  como  definitiva  la  Monografía,  verdaderamente 
admirable,  del  profesor  B.  Grassi :  Studi  dhino  zoólogo  sulla  Ma- 
laria, publicada  por  la  R.  Acad.  del  Lincei,  Roma,  1902,  segunda 
edición. 


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—  547  - 

cuando  aun  son  pequeñísimos,  se  ponen  de  relieve  por  los  gra- 
nulos de  pigmento  melánico  que  conserva  el  Macrogameto,  y 
que,  después  de  la  fecundación,  el  ooquineto  arrastra  consigo 
(por  lo  menos  en  parte),  durante  su  fase  móvil  (aunque  en 
parte  se  eliminan).  Estos  granulos  de  pigmento  quedan  espar- 
cidos en  el  quiste  anfióntico  durante  los  primeros  períodos; 
luego,  encerrados  en  las  masas  residuales,  desaparecen  casi 
todos;  en  los  quistes  maduros  difícilmente  se  encuentran. 

Los  quistes  anfiónticos  maduros  alcanzan,  he  dicho,  hasta 
70  y  80  ^  de  diámetro.  Debo  decir  que  semejante  medida  es 
excepcional:  por  lo  general  no  superan  los  50  a.  Los  esporo- 
zoitos  miden  13-14  [x  de  largo  por  1  tji.  de  ancho. 

Los  quistes  anfiónticos,  al  crecer  y  madurar,  vense  obliga- 
dos á  hacerse  sitio  entre  los  tejidos  y  órganos  que  rodean  al 
intestino,  cuya  pared  se  encuentra  á  veces  verdaderamente 
atestada  de  parásitos  (v.  fig.  68,  lámina  VII).  Así  es  que  há- 
llanse  los  quistes  anfiónticos  rodeados  casi  siempre  por  el  ór- 
gano adiposo,  en  la  inmediata  continuidad  con  el  celoma  (lacu- 
noma)^  ó  bien  en  contacto  con  los  ovarios  (v.  fig.  68,  lám.  VII). 

3.  Cabe  aquí  la  pregunta:  ¿pueden  los  anfiontes,  en  su  pri- 
mer período,  desprenderse  de  la  pared  del  intestino,  ó  bien 
desde  luego  los  ooqtiinetos  enquistarse  en  órganos  distintos,  y 
precisamente  infectar  los  ovarios,  de  tal  suerte  que,  desarrollán- 
dose los  huevos,  y  siendo  depositados  más  tarde  junto  con  for- 
mas especiales  —  (esporos  resistentes)  —  del  parásito,  queden 
infectadas  las  larvas  y  las  ninfas,  esto  es,  la  nueva  generación 
de  mosquitos? 

Ninguna  observación  positiva  puede  producirse  en  favor  de 
esta  hipótesis.  La  infección  de  las  nuevas  generaciones  de 
Anophelinae  jamás  se  ha  averiguado,  ni  siquiera  artificialmente, 
haciendo  desarrollar  estos  Dípteros  de  los  huevos  depositados 
por  hembras  infectadas^  examinadas  en  seguida  después  de  la 
puesta,  y  realmente  llenas  de  quistes  parasitarios  en  la  pared 
intestinal  ó  de  esporozoitos  libres  en  la  cavidad  general  del 
cuerpo  ó  encerrados  en  las  glándulas  salivales. 

Sin  embargo,  dúdase  aún  de  la  significación  de  ciertos  cuer- 
pos pardo-amarillos,  que  se  encuentran  con  alguna  frecuencia 


-  548  — 

en  quistes  anfióaticos  de  Anopheles ,  por  lo  general ,  de  ^mo- 
pheles  infectados  desde  mucho  tiempo.  Semejantes  cuerpos 
pardo-amarillos  (de  que  reproduzco  en  la  fig.  70  de  la  lámi- 
na VJII  un  ejemplar),  llamados  por  Ross  «black-spores  »  (es- 
poros negros)  se  han  interpretado  como  formas  resistentes 
quizás  destinadas  á  persistir  en  ambiente  libre,  y,  por  tanto, 
como  posible  fuente  y  origen  de  infecciones  [anofélicas  ó  hu- 
manas,  directas  6  indirectas]  por  vía  distinta  de  la  represen- 
tada por  la  picadura  de  los  mosquitos. 

No  puede  negarse  que  la  relativa  frecuencia  con  que  se  ob- 
servan los  cuerpos  amarillos-pardos  6  esporos  negros  de  Ross 
en  quistes  anfidnticos  del  intestino  de  Anopheles ,  debía  des- 
pertar sospechas  y  dudas,  tanto  más  justificadas,  por  cuanto  se 
escapa  á  nuestra  investigación  la  causa  productora  de  altera- 
ción semejante,  si  se  consideran  como  formas  degenerativas. 

Yo  he  dedicado  particular  atención  á  estos  cuerpos:  añadiré 
que  he  buscado  llevar  á  cabo  un  estudio  comparativo  de  estas 
formas  desarrolladas  en  quistes  anfiónticos  de  parásitos  del 
paludismo  humano  ( Plasmodium  vivax)  con  las  que  de  igual 
manera  se  observan  en  quistes  de  Proteosoma  en  el  intestino 
de  Culex  pipiens ;  el  estudio  de  estas  últimas  desde  el  punto 
de  vista  experimental  es  más  fácil;  y,  por  otra  parte,  el  hallaz- 
go de  algún  hecho  ó  de  algún  indicio  que  hubiese  permitido 
una  interpretación  segura  y  definitiva  acerca  de  estos  cuerpos 
en  las  formas  de  Proteosoma,  hubiera  constituido  desde  luego 
argumento  de  analogía  para  llevar  á  cabo  directas  y  compro- 
bantes observaciones  con  el  parásito  humano. 

La  investigación  histológica  (citológica)  nada  nos  dice,  nada 
nos  revela  más  de  lo  que  ya  conocemos  sobre  la  estructura, 
forma  y  disposición  de  estos  cuerpos.  Los  quistes  anfiónticos 
en  que  se  hallan  encerrados  son  por  lo  general  vacíos,  priva- 
dos de  esporozoitos,  sin  que  por  esto  deje  de  encontrarse  al- 
gunos con  escasos  esporozoitos  maduros  ó  en  proceso  de  des- 
arrollo; la  pared  de  estos  quistes  anfiónticos  parece  más  es- 
pesa (fig.  70,  lám.  VIII);  sin  duda  esto  depende  de  la  retrac- 
ción de  la  misma  pared  extendida  de  antemano.  En  efecto,  los 
cuerpos  amarillo-parduscos  ó  pardo- amarillos  (esporos  negros 


-  549  — 

de  Ross  y  de  Nuttall),  desarróllanse,  al  parecer,  dentro  de  an- 
fiontes  ya  adelantados  en  su  proceso  de  multiplicación  esporo- 
g<5nica,  y  casi  siempre  con  esporozoitos  ya  formados. 

Sin  embargo,  á  pesar  de  que  yo  he  hecho  gran  número  de 
cortes  m  toio  del  organismo  y  particularmente  del  abdomen 
de  mosquitos  artificialmente  infectados  (la  fig.  69  de  la  lámi- 
na VIII  representa  una  sección  transversal  del  abdomen  de 
un  Culex  pipiens;  á  la  pared  del  intestino  se  adhieren  algu- 
nos (7)  quistes  anfiónticos  de  Proteosoma ,  entre  ellos  uno  que 
contiene   cuerpos   pardo-amarillos,   representados   con   mayor 
aumento  en  la  fig.  70),  no  he  logrado  nunca  encontrar  los  cuer- 
pos amarillo-parduscos  libres  en  el  lacunoma  ó  bien  localizados 
en  otros  órganos  y  tejidos.  Cuando  se  considere  que  casi  todos 
los  quistes  anfiónticos  que  contienen  los  cuerpos  amarillo-par- 
duscos son  quistes  viejos  y  abiertos,  de  donde  ya  han  salido 
los  esporozoitos,  aparece  muy  extraño  —  dada  la  hipótesis  que 
dichos  cuerpos  estén  destinados  á  representar  un  papel  en  vida 
libre  ó  sean  formas  resistentes  del  parásito,  —  aparece  muy 
extraño,  repito,  que  no  se  hallen  en  los  ovarios,  por  ejemplo, 
ó  de  todos  modos  fuera  del  sitio  de  producción,  donde  nada 
representan.  Nunca  he  observado  semejante  localización. 

Bien  es  verdad  que,  por  otra  parte,  los  cuerpos  amarillo- 
parduscos  resisten  bastante  tiempo  en  el  agua,  por  ejemplo,  y 
en  general  en  ambiente  por  completo  desfavorable  á  la  vida 
del  parásito  en  todas  sus  formas.  Pero  el  aspecto  que  tienen, 
examinados  algún  tiempo  después  de  esta  prueba,  demuestra 
en  mi  entender  que  no  se  trata  de  elementos  vitales,  sino  de 
depósitos  de  substancias  especiales,  debidas  á  transformacio- 
nes bioquímicas,  muy  probablemente  degenerativas,  de  las 
masas  residuales  y  de  todo  el  protoplasma  del  anfionte.  Pro- 
cesos regresivos  parecidos  averíguanse  en  otros  parásitos  de 
los  mismos  insectos:  y  es  muy  probable  que  la  degeneración 
pardo-amarilla  de  las  larvas  de  Filaría  immiiis  en  los  tubos 
de  Malpighi  de  Ayiopheles ^  obedezca  á  semejante  proceso. 

En  conjunto — si  bien  no  es  posible  afirmar  en  modo  abso- 
luto lo  que  representen  los  cuerpos  amarillo-parduscos,  —  todo 
parece  confirmar  que  se  trata  de  formas  involutivas,  y  no  de 


—  550  - 

formas  resistentes  destinadas  á  nuevo  ciclo  vital  del  parásito. 

4.  Cuando  el  quiste  anfióntico  ha  llegado  á  maturación,  la 
cápsula  que  lo  reviste  se  abre,  se  rompe  (por  tensión  y  compre- 
sión), y  deja  salir  los  esporozoitos  libres  en  el  lacunoma  del 
huésped.  Los  esporozoitos  son  dotados  de  movimientos  activos: 
sin  embargo,  hay  que  admitir  que  la  corriente  de  la  sangre 
(líquido  contenido  en  la  cavidad  del  lacunoma  del  mosquito) 
los  arrastra  pasivamente  en  gran  cantidad,  de  tal  suerte,  que 
llegan  á  las  glándulas  salivales  y  })enetran  en  sus  células,  no 
sabemos  si  del  mismo  modo  como  pueden  penetrar  en  todos 
los  demás  órganos  en  relación  con  el  lacunoma,  ó  bien  por  una 
electiva  atracción,  por  acciones  quimio- tácticas  ó  por  otra  ra- 
zón desconocida.  Sin  duda  se  encuentran  esporozoitos  espar- 
cidos en  el  órgano  adiposo:  mas  en  número  reducido  y  de  nin- 
guna manera  comparable  con  el  de  los  esporozoitos  que  invaden 
las  glándulas  salivales. 

Las  glándulas  salivales  constan  de  tres  lóbulos  glandulares 
por  cada  lado,  dos  más  alargados  y  el  mediano  más  pequeño. 
Todos  tienen  una  capa  cuticular,  interna,  más  ó  menos  delga- 
da, reforzada  en  los  túbulos  excretores  por  un  hilo  arrollado 
en  espiral  (hilo  de  quitina)  muy  parecido  al  de  las  tráqueas. 
Los  tres  túbulos  de  los  lóbulos  glandulares  de  cada  lado  se 
reúnen  en  dos  principales  troncos,  que,  á  su  vez,  se  encuen- 
tran y  reúnen  en  un  solo  conducto  que  desemboca  en  la  línea 
media  y  ventral  del  tubo  digestivo,  en  la  base  de  la  hipofarin- 
ge  (véase  la  figura  63  y  las  precedentes  en  el  cap.  V.) 

La  secreción  de  los  seis  lóbulos  glandulares  no  es  idéntica. 
La  del  lóbulo  mediano  (pequeño)  es  indudablemente  distinta 
de  las  demás,  con  carácter  ácido  manifiesto.  Los  esporozoitos 
abundan  casi  siempre  en  las  células  de  los  lóbulos  laterales;  es- 
casean en  las  del  mediano. 

Los  esporozoitos  son  inoculados  con  el  líquido  segregado 
por  las  glándulas  salivales  en  el  momento  en  que  el  Díptero 
hematófago  pica  al  hombre  y  á  los  animales.  En  los  animales, 
los  esporozoitos  de  los  parásitos  del  paludismo  no  se  desarro- 
llan: la  especie  se  pierde.  En  el  hombre,  al  penetrar  los  espo- 
rozoitos en   la  sangre,  multiplícanse  muy  probablemente  en 


-  551  — 

forma  algo  distinta  de  la  que  averiguare  en  la  esqnizogonia  de 
monontes  de  las  generaciones  sucesivas,  pero  de  todos  modos 
invaden  los  hematíes  y  aumentan  de  número  hasta  que  deter- 
minan las  primeras  manifestaciones  clínicas  de  la  infección  y 
la  fiebre.  El  período  antedicho  (período  de  incuhnción)  es  en 
extremo  variable,  como  demuestran  los  casos  ex[)erimentales 
de  infección  palúdica,  reunidos  en  las  páginas" 50S  y  509. 

Muy  probablemente  el  período  de  incubación  (reproducción 
de  los  esporozoitos  anfigónicos  y  primeras  generaciones  mo- 
nogónicas)  es  de  menor  duración  en  los  casos  de  parásitos 
semilunares  (Laverania). 

5.  En  las  glándulas  salivales  pueden  encontrarse  esporo- 
zoitos en  gran  número  aun  después  que  el  mosquito  ha  inocula- 
do una  y  más  veces  el  parásito  al  hombre.  Con  otras  palabras, 
y  más  claramente:  si  —  producida  artificialmente  la  infección 
de  un  mosquito  —  al  cabo  de  ocho,  diez  ó  más  días,  cuando  el 
examen  de  los  testigos  puestos  en  iguales  condiciones  nos  haya 
demostrado  que  los  esporozoitos  se  hallan  en  las  glándulas  sa- 
livales, procuramos  que  pique  á  un  vertebrado  de  sangre  ca- 
liente (perro,  por  ejemplo),  y  así  sucesivamente  dos  y  tres 
veces,  y  por  fin  llevamos  á  cabo  el  examen  de  las  glándulas 
salivales  del  mismo  mosquito,  hallamos  casi  constantemente 
cierta  cantidad  de  esporozoitos  en  ellas,  aun  cuando  haya  pa- 
sado mucho  tiempo  desde  la  infección  del  Díptero,  desde  el 
desarrollo  de  los  quistes  anfiónticos  productores  de  dichos  es- 
porozoitos. 

Tres  explicaciones  se  presentan  para  semejante  hecho:  1.*, 
podemos  pensar  que  —  eliminados  los  esporozoitos  que  ya  se 
encontraban  en  las  glándulas  salivales  en  el  momento  de  la 
última  picadura  —  hayan  penetrado  luego  en  las  células  glan- 
dulares nuevos  esporozoitos,  procedentes  de  quistes  amfiónti- 
cos  maturados  más  tarde;  2.*,  podemos  admitir  que  con  la  pi- 
cadura no  se  eliminen  más  que  un  número  reducido  de  esporo- 
zoitos, quedando  para  las  sucesivas  picaduras  la  mayoría  de 
los  que  se  encuentran  encerrados  en  las  glándulas  salivales; 
3.*,  por  fin,  podemos  pensar  que  los  esporozoitos  se  multipli- 
quen, con  nueva  fase  reproductiva,  en  las  glándulas  salivales. 


-  552  — 

Por  cuanto  pueda  parecer  extraño  este  hecho,  sin  embargo 
debo  insistir  en  ello,  por  muchas  consideraciones.  Ante  todo^ 
la  interpretación  primera  debe  descartarse  porque  el  fenómeno 
se  observa  haciendo  picar  al  mosquito  en  un  período  tan  ade- 
lantado desde  su  infección,  que  no  admite  duda  sobre  la  per- 
sistencia de  quistes  anfiónticos  aun  por  madurar.  La  segunda 
interpretación  no  es  suficiente  ni  nos  satisface,  sobre  todo 
cuando  se  observa  que  los  esporozoitos  permanecen  en  las  cé- 
lulas de  las  glándulas  salivales  en  número  tan  grande  después 
de  repetidas  picaduras,  que  no  parece  posible  sin  admitir  su 
multiplicación. 

En  efecto^  con  detenidas  observaciones  lógrase  sorprender 
en  los  esporozoitos  un  fenómeno  de  bipartición,  de  división 
cariosómiea  seguida  por  la  separación  de  dos  mitades  longitu- 
dinales. Muy  probablemente,  los  esporozoitos  se  dividen  por 
tanto  longitudinalmente,  del  mismo  modo  y  en  la  misma  forma 
que  Schaudinn  ha  indicado  como  propia  de  los  productos  de 
la  generación  esporogónica  en  los  parásitos  del  género  Haemo- 
proteus  y  del  género  Haemamaeha  (Spirochaete),  que  consti- 
tuyen por  sucesivas  biparticiones  pequeñísimos  elementos  con 
aspecto  de  Irypanosoma  y  de  Spirochaete. 

No  quiero  con  esto  acercar  la  evolución  de  los  parásitos  del 
paludismo  á  la  que  Fritz  Schaudinn  ha  descrito  como  propia 
de  ciertas  especies  de  Hoemoproteus  (Trypanosoma  7ioctiiae), 
y  de  Haemamaeha  (Spirochaete  Ziemanni) ;  pero  sí  cabe  afir- 
mar que  el  parentesco  indudable  con  estas  formas  halla  com- 
probación nueva  en  la  existencia  de  semejante  fase  de  multi- 
plicación de  los  esporozoitos  (amfigónicos). 

6.  Estoy  en  absoluto  convencido  de  que  los  parásitos  de  la 
Malaria  humana  no  presentan  otro  ciclo  de  evolución  que  el 
descrito,  ni  se  desarrollan  en  otro  ambiente  que  en  la  sangre 
del  hombre  (fase  monogónica  ó  asexuada)  y  en  el  organismo 
del  huésped  invertebrado  (fase  anfigónica  ó  sexuada). 

Claro  está  que  la  inoculación  directa  de  sangre  de  palúdico 
que  contenga  parásitos  endoglobulares  de  la  serie  monogónica 
puede  reproducir  la  infección  y  el  tipo  febril,  como  demuestran 
las  observaciones  reunidas  en  el  estado  de  las  páginas  508  y  509. 


—  553  - 

Sin  embargo,  trátase  de  un  medio  artificial  de  transmisión.  Los 
insectos  hematófagos  (hembras)  son  incapaces  de  transportar  en 
forma  pasiva,  puramente  mecánica,  el  parásito  de  la  sangre  hu- 
mana (fase  monogónica)  desde  el  hombre  enfermo  al  hombre 
sano,  porque:  1,°,  con  su  picadura  no  devuelven  ni  la  menor 
cantidad  de  alimento  (sangre)  precedentemente  chupado,  en 
que  pudiera  contenerse  aún  intacto  el  parásito  en  los  hematíes; 
2.°,  sus  picaduras  se  averiguan  siempre  á  cierta  distancia  la  una 
de  la  otra,  es  decir,  con  la  interrupción  de  cierto  período  de 
tiempo;  período  siempre  suficiente  para  que  la  sangre  introduci- 
da en  la  primera  se  encuentre  ya  alterada,  en  plena  hemolisis, 
y  por  tanto  los  parásitos  endoglobulares  que  pudiera  contener 
ya  inertes  é  inactivos,  en  el  momento  de  picar  la  segunda  vez; 
3.°,  las  mínimas  cantidades  de  sangre  que  puedan  quedar  so- 
bre la  trompa  y  las  piezas  del  aparato  bucal  en  general,  alté- 
ranse  a  fortiori  inmediatamente  al  contacto  del  aire,  sécanse 
y  pierden  en  todo  caso  su  vitalidad  los  parásitos  endoglobula- 
res que  pudieran  contener.  No  olvidemos  que  no  se  trata  de 
esquizomicetos:  se  trata  de  parásitos  animales,  que  necesitan 
condiciones  de  ambiente  determinado,  y  cuya  estructura  celu- 
lar sufre  rápidas  y  mortales  modificaciones  bajo  la  influencia 
de  condiciones  desfavorables. 

Tan  sólo  el  hallazgo  de  formas  enqiiistadas  (en  el  verdade- 
ro sentido  de  esta  palabra^  no  ya  de  formas  envueltas  en  mem- 
brana adventicia,  como  es  el  caso  de  los  anfiontes  en  el  intes- 
tino medio  del  mosquito),  de  formas  resistentes,  encerradas  en 
involucro  quístico  propio  (como  se  encuentran  en  ciertos  Ri- 
zópodo?,  y  en  otros  grupos  de  los  mismos  Esporozoos),  podría 
hacernos  sospechar  la  existencia  de  otro  ciclo,  de  otra  vía  de 
transmisión  (por  ejemplo  la  vía  hídrica)  del  parásito  de  hom- 
bre á  hombre. 

Por  eso  presentaron  tan  vivo  interés  los  esporos  negros,  6 
cuerpos  amarillo-parduscos.  Desgraciadamente,  todas  las  ob- 
servaciones y  experiencias  llevadas  á  cabo  en  el  sentido  de 
comprobar  la  significación  biológica  de  semejantes  formas,  han 
coincidido,  en  sus  resultados  negativos  y  en  la  demostración 
de  su  carácter  de  involución  degenerativa. 

Hev.  Acad.  Ciencias.— III.— Diciembre,  1905.  37 


-  554  - 

En  el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos ,  tenemos  que 
admitir  que  los  parásitos  del  paludismo  (Plasmodium  vivax  de 
la  fiebre  terciana  sencilla,  Plasmodium  malariae  de  la  cuar- 
tana, Laverania  de  las  formas  graves  y  tropicales)  se  transmi- 
ten exclusivamente  por  la  picadura  de  los  mosquitos  de  la  fa- 
milia Anophelinae ,  en  cuyo  organismo  tiene  lugar  un  proceso 
de  generación  sexuada,  destinado  á  producir  extraordinaria 
cantidad  de  formas  jóvenes  (esporozoitos),  para  empezar — en 
la  sangre  humana  —  una  serie  de  generaciones  monogónicas  6 
asexuadas ,  que  determinan  los  fenómenos  patológicos  caracte- 
rísticos de  la  enfermedad,  entre  ellos  el  acceso  febril  (con  es- 
calofrío inicial),  debido,  según  toda  probabilidad,  á  los  resi- 
duos hemoglóbicos  (pigmento  melánico,  etc.),  y  á  los  pro- 
ductos del  metabolismo  del  parásito,  que  se  vierten  en  la  san- 
gre en  el  momento  de  la  multiplicación  esquizogónica  (esporu- 
lación). 

CAPITULO  X 
Observaciones  sobre  epidemiología  del  paludismo  en 

RELACIÓN  CON  LOS  MOSQUITOS  DE  LA  SUB-FAMILIA  Auoplie- 

linae. 

1.  La  distribución  geográfica  de  la  Malaria  humana  está 
completamente  de  acuerdo  con  la  distribución  de  los  Dípteros 
de  la  sub-familia  Anophelinae.  Todas  las  objeciones  que  en  este 
sentido  se  hayan  hecho  á  la  doctrina  —  establecida  sobre  fun- 
damentos tan  firmes  —  de  la  transmisión  de  los  parásitos  por 
los  mosquitos  de  la  sub-familia  Anophelinae ,  deben  conside- 
rarse como  el  fruto  de  observaciones  deficientes,  mal  dirigidas 
y  erróneas.  Así  lo  demuestran  las  investigaciones  de  Laveran, 
que  desde  cinco  ó  seis  años  á  esta  parte  viene  reuniendo  datos 
de  todas  las  colonias;  las  de  Blanchard,  que  van  de  acuerdo 
por  completo  con  las  precedentes;  las  de  Theobald,  James,  Gi- 
les, Goeldi,  Luzt,  Low,  etc.,  estas  últimas  en  América;  las  de 
Grassi,  Celli  y  sus  discípulos,  en  Italia;  las  de  Koch  ,  Donitz  y 
otros,  en  las  colonias  alemanas;  las  mías  personales,  en  España. 


-  555  — 

De  estas  últimas  he  dado  cuenta  en  numerosas  publicacio- 
nes (1);  Y  los  datos  que  allí  se  consignan  están  de  acuerdo 
con  los  resultados  de  los  importantes  estudios  del  Dr.  Huer- 
tas (2)  y  otros  sobre  el  paludismo  en  Extremadura;  confirman 
las  observaciones  de  Macdonald  (3),  y  sucesivamente  han  sido 
comprobados  por  cuantos  se  han  ocupado  seriamente  de  este 
problema  (4). 

Claro  está  que  la  presencia  de  varias  especies  de  la  sub-fa- 
milia  Anophelmae  no  implica  necesariamente  la  difusión  de 
la  enfermedad  ni  mucho  menos  su  carácter  endémico  en  la 
región. 

Es  en  realidad  absurdo  creer  de  levantar  una  seria  objeción 
con  afirmar  que  existen  en  muchos  lugares  mosquitos  de  la 
sub-familia  Anophelinae ,  sin  que  existan  casos  de  paludismo 


(i)  Investigaciones  y  estudios  sobre  el  paludismo  en  España 
(publicados  bajo  la  dirección  del  De.  G-.  Pittaluga,  en  ocasión 
del  XIV  Congreso  Internacional  de  Medicina). — Madrid  Barcelo- 
na ,  1  tomo  de  260  págs.  con  6  láminas  y  35  figs. ,  1903. 

El  paludismo  en  Cataluña  (Investigaciones  sobre  las  formas  pa- 
rasitarias del  paludismo  endémico  en  la  provincia  de  Barcelona), 
por  los  Dres.  D.  Andrés  Martínez  Vargas  y  D.  Gustavo  Pitta- 
luga. (Memoria  laureada  con  el  premio  del  Ayuntamiento  de  Bar- 
celona en  el  IV  Concurso  de  la  Academia  del  Cuerpo  Médico  mu- 
nicipal,  1903). 

Sulla  presenza  e  distrihuzione  del  genere  Anopheles  in  alcune 
regioni  della  penisola  ibérica  e  suoi  rapporti  col  parassita  della 
malaria  umana.  Nota  del  Dr.  G.  Pittaluga.  (Rendiconti  della 
B.  Accad.  dei  Lincei,  Roma,  1903,  21  Giugno)  y  otras. 

(2)  El  paludismo  y  su  profilaxis  en  la  provincia  de  Cáceres,  por 
los  Dres.  D.  Fraxclsco  Huertas  y  D.  A.  Mendoza  (en  el  tomo 
antes  indicado:  Investigaciones  y  estudios  sobre  el  paludismo  en 
España,  etc). 

(3)  La  propagation  du  paludisme  par  les  moustiques  (avec  une 
note  sur  leur  role  á  Ríotinto,  sud  d'Espagne^  par  le  Dr.  Jean 
Macdonald.  (París,  A.  Maloine,  ed.  1901). 

(4)  Véase  tabién :  Manual  de  Anatomía  patológica  y  Bacteriolo- 
gía por  el  Dr.  S.  Ramón  y  Cajal.  (4.^  edición,  notablemente  co- 
rregida y  aumentada;  Madiúd,  M.  Moya,  ed. ,  IftOój,  págs.  385,  337 
y  388,  donde  se  citan  mis  trabajos  y  se  pone  en  justo  relieve  el 
valor  de  mis  investigaciones. 


—  556  — 

endémico.  Las  condiciones  en  que  el  mosquito  debe  encon- 
trarse para  que  se  desarrolle  en  su  organismo  la  fase  esporo- 
gónica  del  parásito  son  tales,  además,  que  ni  siquiera  la  pre- 
sencia transitoria  de  algunos  casos  de  paludismo  esporádico 
importado  puede  considerarse  como  suficiente  para  determi- 
nar la  infección  de  los  huéspedes  invertebrados.  Así  es,  pues, 
que  se  explican  con  suficiente  claridad  aquellos  casos  en  que  — 
existiendo  mosquitos  de  la  sub-famiiia  Anophelinae,  y  habién- 
dose im{)ortado  los  parásitos  por  personas  enfermas  de  fiebres 
palúdicas  procedentes  de  otro  lugar  —  no  haya  llegado,  sin  em- 
bargo, á  establecerse  con  carácter  endémico  ni  transitoria- 
mente epidémico  la  infección,  por  haber  faltado  el  desarrollo 
esporogóuico  en  el  organismo  de  los  huéspedes  invertebrados. 

Pero  el  caso  inverso  es  bien  frecuente. 

Yo  no  he  de  detenerme  en  el  examen  de  los  datos  epide- 
miológicos comunicados  durante  estos  últimos  años  por  multi- 
tud de  observadores  en  distintas  partes  de  los  continentes  eu- 
ropeo, asiático,  africano  y  americano.  Sólo  daré  cuenta,  en  el 
modo  más  breve  que  me  sea  posible,  de  lo  que  personalmente 
he  visto,  y  muy  en  particular  de  lo  que  á  España  se  refiere. 

2.  Desde  que  el  género  Afiopheles  fué  repartido,  por  obra 
de  Theobald  sobre  todos,  en  varios  géneros  distintos ^  según 
hemos  indicado  en  precedente  capítulo,  la  demostración  expe- 
rimental de  las  especies  de  la  sub-familia  Anophelinae,  que  pue- 
den transmitir  los  parásitos  del  paludismo,  se  ha  hecho  más  di- 
fícil, lenta  y  complicada. 

Muy  probablemente,  todas  las  especies  de  la  sub-familia  son 
aptas  para  hospedar  á  dichos  parásitos  en  su  fase  esporogóni- 
ca,  y  por  tanto  transmiten  la  infección:  en  efecto,  la  sub-fa- 
milia Anoyhelinae  corresponde  en  su  conjunto  al  antiguo  gé- 
nero Anop  heles. 

Sin  embargo,  hasta  ahora  ha  sido  demostrada  experimen- 
talmente  ó  por  investigaciones  morfológicas  la  transmisión  de 
los  parásitos  del  paludismo  en  las  especies  que  siguen: 

Anopheles  claviyer  (sinón.  macuUpennis). 
Anopheles  hifurcatus  (Europa). 


—  557  - 

Myzomyia  superpicta  (sinón.  Aiioph.  superpidus). 
Myxorhijnchus  paludis  (África). 
Myxorhynchiis  pseiidopictus  (sin.  Ati.  pseiicL). 
Myxomyia  funesta  (A.  fiinesttis,  A.  Kamarsi). 
Myxomyia  Christophersi 


Tir  •        1'  -r    ■         Klndias). 

Myxomyia  ciUicifacies      i 

Nyssorhynchus  Lutxii  (Brasil). 

Pyretóphorus  costalis  {A.  costalis)  África, 

y  en  algunas  más,  aunque  acerca  de  ellas  no  tengamos  cono- 
cimientos ni  certidumbre  suficiente^  como 

Anopheles  japonicus  6  jesoensis  (Japón), 
Anopheles  Viticenti  (Tonkín), 
Myxorhynchus  Constani  (Madagascar). 

3.  Grassi  ha  demostrado  en  modo  terminante  que  los  mos- 
quitos pertenecientes  al  antiguo  género  Culex ,  actualmente  á 
la  sub-familia  Culicinae ,r\o  ejercen  el  papel  de  huéspedes  del 
parásito  de  la  Malaria  humana  y  no  transmiten  por  tanto  la  in- 
fección. El  mismo  Ross,  que  en  sus  primeras  observaciones 
había  podido  creer  que  las  especies  de  Cidex  (que  hospedan 
en  su  fase  anfigónica  al  Proieosoma  de  los  gorriones)  hospe- 
darían quizás  indiferentemente  también  á  los  parásitos  del  pa- 
ludismo humano,  experimentó  sucesivamente  con  la  especie 
C.  fatigans  (¿C.  pipiens?)  Wied.,  y  vio  que  el  ciclo  anfigó- 
nico  del  parásito  de  la  terciana  (Plasmodiiim  vivax)  no  se 
desarrollaba.  Grassi  experimentó  con  las  especies  Culex  peni- 
cillaris  (común  en  España),  Cidex  pipiens  (ídem),  Culex  ne- 
morosus  (ídem,  Norte  de  España),  Culex  alhopunctatiis , 
C.  pulchritarsis ,  C .  Richiardii  y  C.  annulatus  (especies  que 
en  parte  han  caído  bajo  distintos  nombres  genéricos  por  la 
clasificación  de  Theobald),  y  obtuvo  constantemente  resulta- 
dos negativos.  Excluyó  del  mismo  modo,  y  con  experimentos 
de  comprobación,  las  especies  Culex liortensis ,  Culex spathi- 
palpis ,  Culex  fasciatus  (elegans)  (este  último  correspondiente 
á  Stegomyia  fasciata),  y  los  géneros  hematófagos  Aedes ,  Si~ 
mulium,  Ceratopogon,  Phlebotomus. 


—  558  - 

4.  ¿Existe  alguna  relación  entre  la  distribución  geográfica 
de  las  distintas  especies  de  la  sub-familia  Anophelinae  y  las 
formas  diferentes  de  parásitos  que  determinan  la  fiebre  tercia- 
na sencilla  (Plasmodium  vivax),  la  cuartana  (Pl.  malariae) 
y  la  infección  estío-otoñal  ó  maligna  (Laverania  malariae)? 

Acerca  de  esta  importante  cuestión  biológica  y  epidemioló- 
gica no  tenemos  más  datos  que  los  siguientes: 

I.*'  Que  Grassi  y  sus  discípulos  experimentaron  con  las 
especies  Anopheles  claviger  (sin.  maculipennis)  y  Anopheles 
hifurcatus ,  y  vieron  desarrollarse  en  las  dos,  indiferentemente, 
los  quistes  anfiónticos,  tanto  del  Plasmodium  vivax  (tercia- 
na) como  de  Laverania  (parásito  semilunar).  Los  quistes  an- 
fiónticos de  estas  dos  especies  no  presentan  diferencias  morfo- 
lógicas de  relieve:  mas  los  parásitos  de  que  procedían  (de  la 
serie  monogónica)  eran  indudablemente  distintos. 

2.°  Que  sin  embargo,  la  distribución  geográfica  prepon- 
derante del  Anopheles  claviger  en  las  regiones  donde  domi- 
nan los  tipos  de  fiebre  sencilla  (tercianas  benignas,  cuarta- 
nas), al  mismo  tiempo  que  las  demás  especies  europeas  Ayio- 
píleles  hifurcatus,  Mi/zomyia  superpicta  y  Myxorhynchus 
pseudopictus,  se  encuentran  más  bien  localizadas  en  comarcas 
donde  predominan  las  infecciones  semilunares,  sugiere  el  pen- 
samiento que  exista  cierta  correspondencia  entre  el  huésped 
invertebrado  y  la  especie  del  parásito.  En  España  también 
semejante  correspondencia  se  observa  grosso  modo.  Pero  si  de- 
tenidamente se  analizan  las  circunstancias  en  que  se  efectúa 
por  lo  general  la  transmisión  del  parásito  entre  los  dos  hués- 
pedes alternantes,  desde  el  hombre  al  mosquito  y  desde  el 
mosquito  al  hombre,  se  ve  que  en  Europa,  en  España  como  en 
Italia_,  la  infección  humana  procede  casi  siempre  —  en  cual- 
quier región  y  cualquiera  que  sea  el  tipo  de  fiebre  —  de  la  es- 
pecie Anopheles  claviger ,  que  es  la  que  en  modo  caracterís- 
tico y  constante  acompaña  al  hombre  y  vive  en  los  lugares  per 
él  habitados. 

En  el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos^  y  por  lo  que 
he  visto,  yo  creo  que  realmente  debe  haber  cierta  afinidad  en- 
tre determinada  especie  de  huésped  (dentro  de  la  familia  Ano- 


-  559  — 

phelinae)  y  determinada  especie  de  parásito,  sin  que  esto  im- 
pida que  las  diferentes  formas  parasitarias  puedan  desarrollar- 
se en  su  fase  esporogónica  en  las  demás  especies  de  la  misma 
familia  de  Culícidos. 

Daniels  admite  que  la  especie  del  huésped  pueda  determi- 
nar alguna  variación  en  los  caracteres  biológicos  y  quizás,  por 
tanto,  en  la  virulencia  de  los  parásitos,  productos  de  la  gene- 
ración esporogónica  (sexuada),  y  destinados  á  la  inoculación  en 
el  hombre.  Esto  es  sumamente  dudoso. 

No  puede  negarse  importancia  al  hecho  que  Anopheles  eos- 
talis  (Pyretóphorus)  y  Anopheles  funestus  ( Myxomyia), 
abundantísimos  en  las  costas  de  África  y  en  toda  la  zona  tro- 
pical, son  los  transmisores  de  aquellos  parásitos  que  producen 
las  gravísimas  formas  de  infecciones  perniciosas,  de  malaria 
tropical ,  cuyo  estudio  clínico  y  epidemiológico  ha  sido  lleva- 
do á  cabo  por  Koch,  Plehn,  Ziemann,  Ross,  Dutton,  Todd, 
James,  etc.,  y  que,  al  mismo  tiempo  que  esas  especies  de 
Anophelinae  uo  se  encuentran  en  Europa,  esté  tan  caracteri- 
zada la  epidemiología  local  del  paludismo  en  los  trópicos  por 
las  formas  parasitarias  correspondientes  á  las  manifestaciones 
clínicas  antedichas. 

Y,  sin  embargo ,  debe  considerarse  el  hecho  más  bien  como 
el  efecto  de  una  adaptación  de  la  especie  parasitaria  á  las  con- 
diciones del  clima  (temperatura)  que  á  las  propias  del  hués- 
ped invertebrado.  Las  formas  de  Laverania  exigen,  al  pare- 
cer, temperaturas  más  elevadas  para  su  desarrollo  anfigónico; 
y  el  huésped  invertebrado — Díptero,  y  por  tanto  heteroter- 
mo  —  sufre  el  influjo  directo  de  la  temperatura  del  ambiente. 

5.  Los  parásitos  del  paludismo  humano,  en  todas  sus  espe- 
cies ,  necesitan  de  cierta  temperatura  para  que  en  el  organismo 
del  huésped  invertebrado  pueda  tener  lugar  el  primer  acto  del 
desarrollo  anfigónico:  la  cópula  (fecundación).  El  límite  míni- 
mo de  esta  temperatura  puede  fijarse  en  los  17°-18°  centígra- 
dos (Terciana:  Plasmodium  vivax).  Desde  el  momento  en  que 
el  ooquineto  ha  penetrado  en  la  mucosa  intestinal  y  se  ha  fija- 
do en  la  túnica  elástico-muscular,  para  dar  principio  á  su  des 
arrollo  esporogónico  (quiste  anfióntico),  semejantes  condicio- 


—  560  - 

nes  de  temperatura  —  al  parecer  —  no  son  ya  necesarias.  Lo 
cual  se  comprende  en  parte,  teniendo  en  cuenta  la  adaptación 
definitiva  de  la  forma  sexuada,  su  localización  y  el  hecho  de 
quedar  encerrada  en  una  membrana  adventicia.  Pero  mientras 
el  ooquineto ,  esto  es ,  la  célula  que  representa  el  producto  de 
la  fecundación  del  macrogameto  por  el  microgameto,  conser- 
ve su  carácter  de  movilidad  y  no  haya  logrado  fijarse  en  su  si- 
tio de  elección,  la  temperatura  indicada  (mínima)  es  necesa- 
ria. Sin  ella,  el  quiste  anfióntico  no  se  desarrolla. 

Lo  dicho  vale, en  general,  para  todas  las  especies:  Plasmo- 
dium  vivax,  Plasmodíum  malariae  y  Laverania. 

En  los  períodos  sucesivos,  las  bajas  de  la  temperatura  influ- 
yen en  modo  notable  sobre  el  tiempo  de  desarrollo  del  quiste 
anfióntico  y  la  producción  de  los  esporozoitos. 

Pero,  sin  embargo,  cuando  se  trate  de  amfiontes  proceden- 
tes de  Plasmodíum,  las  bajas,  también  las  de  muchos  gra- 
dos,—  hasta  9°  centígr.  —  (observadas  durante  dos  noches) 
no  impiden  el  desarrollo  ulterior;  los  quistes  anfiónticos  retra- 
san extraordinariamente  la  época  de  su  maturación:  sin  duda 
en  condiciones  naturales  —  con  mosquitos  libres  —  correrían 
el  riesgo  de  perderse  por  la  muerte  del  huésped;  pero,  el 
hecho  es  cierto:  cuando  ya  el  quiste  anfióntico  está  desarrollán- 
dose en  la  submucosa,  resiste  bajas  muy  considerables  de  la 
temperatura. 

A  pesar  de  esto,  sólo  con  la  temperatura  de  22°-25°  centí- 
grados, el  desarrollo  puede  llamarse  regular:  y  con  30°  ó  más 
centígrados,  el  desarrollo  llega  á  su  término  (formación  de  es- 
porozoitos libres)  en  siete  días. 

Indudablemente,  los  anfiontes  de  Laverania  malariae  nece- 
sitan una  media  térmica  mayor  de  la  que  es  suficiente  para  el 
desarrollo  de  los  de  Plasmoditim.'^  Lo  cual  explica  en  gran 
parte  la  predominante  difusión  de  los  parásitos  semilunares 
(Laverania)  en  las  regiones  tropicales.  Mas  á  este  propósito 
añadiré  que  en  mi  entender,  la  temperatura  ambiente  influye 
considerablemente  también  por  otro  camino  sobre  el  desarrollo 
de  la  fase  esporogónica  de  Laverania  y  su  difusión.  En  efecto» 
en  climas  templados  ó  fríos,  la  vida  media  de  los  mosquitos 


—  561  — 

(hembras)  es  de  menor  duración.  A  consecuencia  de  esto,  si 
los  quistes  anfiónticos  no  llegan  pronto  á  maturación  y  no  de- 
jan libres  los  esporozoitos,  van  irremisiblemente  perdidos,  pues 
con  la  muerte  del  huésped  perecen  ellos  también.  Entretanto 
sucede  que  precisamente  en  esas  regiones  de  clima  templado 
el  anfionte  necesita  un  tiempo  mucho  mayor  para  llegar  al  tér- 
mino de  su  desarrollo.  Aquí  tenemos,  por  tanto,  explicada  una 
de  las  razones  por  la  cual  en  países  fríos  (nórdicos)  son  escasas 
las  fiebres  intermitentes  y  sobre  todo  las  infecciones  ^ov  Lave- 
rafiia. 

Y  lo  que  se  ha  dicho  acerca  de  la  temperatura  y  de  su  in- 
fluencia sobre  el  desarrollo  de  la  fase  esporogónica  de  los  pa- 
rásitos, explica  también  —  en  parte  —  las  relaciones  que  existen 
entre  las  estaciones  del  año  y  la  epidemiología  del  paludismo. 

Por  lo  demás ,  la  doctrina  etiológica  que  admite  la  transmi- 
sión de  los  parásitos  del  Paludismo  por  los  mosquitos,  está  en 
completo  acuerdo  con  todos  los  hechos,  condiciones  y  circuns- 
tancias que  los  estudios  epidemiológicos  habían  puesto  de  re- 
lieve desde  largo  tiempo,  y  que  constituyen  lo  que  se  llama  el 
ambiente  palustre. 

Teniendo  en  cuenta  los  momentos  más  importantes  del  ciclo 
evolutivo  del  parásito  de  la  malaria  humana  y  las  condiciones 
en  que  se  efectúa  su  desarrollo;  considerando  por  otra  parte 
las  condiciones  en  que  viven,  se  reproducen  y  acompañan  al 
hombre  las  hembras  hematófagas  de  la  subfamilia  Anophelinae, 
huéspedes  de  la  fase  anfigónica  del  parásito;  se  imponen  al 
criterio  práctico  del  higienista  ciertas  medidas  profilácticas, 
que  si  pudieran  aplicarse  con  absoluta  exactitud,  deberían  pro- 
porcionar inmejorables  resultados. 

Desgraciadamente,  los  ejemplos  dados  por  Grassi  en  Alba- 
nella  y  Ostia  (1901),  por  Celli  en  La  Cervelletta  (Roma),  por 
Pressat  en  Ismailia,  por  Koch  en  Brioni,  quedarán  completa- 
mente estériles  mientras  las  públicas  Administraciones  y  los 
Gobiernos  no  se  interesen  seriamente  de  semejantes  cuestiones 
y  no  tomen  por  fundamento  imprescindible  de  sus  disposicio- 
nes las  enseñanzas  que  se  desprenden  de  los  estudios  cientí- 
ficos. 


-  562 


bibliografía 


Una  lista  completa  de  las  publicaciones  que  han  visto  la  luz  du- 
rante estos  últimos  años  acerca  de  los  parásitos  del  Paludismo 
humano  y  de  su  transmisión  es  tarea  imposible  y  quizás  inútil. 

Las  siguientes  Monografías ,  fundamentales  para  el  estudio  de 
esta  cuestión,  comprenden  cada  una  además  una  Bibliografía  ex- 
tensa, donde  se  encuentran  todas  las  indicaciones  necesarias. 

Blanchard  Rafael.  -Les  moustiques,  histoire  naturelle  et  me- 
dícale. París,  Rudeval,  1904-1905. 

EwiNa. — Contribution  to  the  pathol.  anath.  of  Malarial  fever. 
(Con  2  lám.) 
The  Journal  of  Experiment.  Medie  — Febrero  1902,  etc. 

Geassi  B. — Studí  di  uno  zoólogo  sulla  Malaria.  (R.  Accad.  dei 
Lincei,  Roma ,  1  tomo  con  6  lám. ,  1901,  2.^  ed.) 

Laveran.— Traite  des  fiévres  palustres.  O.  Doin,  1890. 

Marchiafava  e  Bignami. — Lainfezione  malárica.  Roma,  Vallar- 
di  ,  1902. 

Manson  P. — Tropical  diseases  'loe.  cit.),  1903. 

Mannaberg.— Die  Malariakrankheiten.  Wien.  in  8.°,  de  453  pág. 
con  4  lám. 

De.  Press at. — Le  paludismo  et  les  moustiques  (Masson  et  C,  edit., 
París,  1905),  con  8  figs.  y  11  láms. 

RoiiANOWSKY. — Zur  Frage  d.  Parasit.  u.  Therap.  d.  Malaria,  Pe- 
tersb.  Medie.  Woch.  1891. 

RugeReixhold,— Einführungin  das  Studium  der  Malariakrank- 
heiten mit  besonderer  Berúcksichtigung  der  Techuik. 
(Con  2  lám.  microfotogr.  y  1  litogr.).  Jena.  Fischer,  1901. 

SCHAUDiXN. — Studien  über  krankheitserregende  Protozoen,  II. 
Plasmodium  vivax.  (Arb.  d.  k.  Gesundheitsamte,  1903, 
XIX,  p.  169). 

Théobald  V.  F. — Monograph  of  Culicidae.  Londres,  British  Mu- 
seum,  3  tomos,  1901,  1904,  con  1  atlas. 


CAPITULO  XI 

TRIPANOSOMAS   Y   MOSCAS   TSÉ-TSÉ 


^  ^     A 


1.     Ya  en  los  primeros  años  de  la  segunda   mitad  del  si- 
glo XIX,  los  exploradores  del  centro  de  África,  y  sobre  todos 


—  563  - 


Livingstone  (1857),  habían  observado  las  estrechas  relaciones 
existentes  entre  las  moscas  llamadas  Tsé-tsé  y  las  graves  en- 


¿Cc/rrua.tic 


litryuíc- 


TsrPÁA''OSOMA      dd    RcUtrrcfílAviill 


TarPA.VOJOHA     ./<    ¿a-    '^icti¿[3rwí¿\ 


Fig.  71. — Aspectos  de  Trypancsoma  lewisi  y  de  Tripanosoma  brucei  (de  la  Nagana). — For- 
mas sucesivas  de  bipartición  en  este  último  (según  E.   Martini'í.  |  Aum. )• 

\  iSoo  / 

fermedades  epidémicas  del  ganado,  que  diezmábanlas  reses  y 
las  caballerías  de  la  expedición. 


—  564  - 

Sin  embargo,  pertenece  á  Bruce  (1895)  el  mérito  de  h-aber 
determinado — aunque  no  de  una  manera  definitiva  —  el  papel 
de  estos  Dípteros  en  la  transmisión  de  la  Nagana. 

La  Nagana  es  una  enfermedad  endémica,  propia  del  caba- 
llo, asno,  buey,  muía  [y  al  parecer  de  otros  animales  domésti- 
cos, si  bien  es  muy  dudoso  que  se  trate  del  mismo  agente  pa- 
tógeno]^ producida  por  un  protozoario  parásito  de  la  sangre, 
del  género  Trypanosoma. 

Son  igualmente  debidas  á  Tripanosomas  la  «  Surra  » ,  la  «  Du- 
rina  »  ,  la  «  Galziekte  » ,  el  «  Mal  de  caderas  » ,  en  los  mamífe- 
ros domésticos;  y  en  el  hombre  una  enfermedad  especial,  pe- 
culiar de  los  trópicos,  caracterizada  por  una  primera  fase  agu- 
da, febril  (Fiebre  del  Gambia)  y  un  segundo  período  designa- 
do con  el  nombre  de  «  Enfermedad  del  sueño  » . 

En  una  Memoria  recientemente  publicada  (Abril,  1905)  en 
la  Revista  de  la  Real  Academia  de  Ciencias  Exactas, 
Físicas  y  Naturales,  yo  he  intentado  resumir  los  actuales  co- 
nocimientos sobre  las  especies  de  Tripanosomas  descritas  hasta 
ahora,  sus  caracteres  morfológicos  y  su  significación  biológi- 
ca. Esto  me  dispensa  de  volver  en  la  presente  ocasión  á  ocu- 
parme del  asunto. 

Los  Tripanosomas  fueron  encontrados  y  descritos  la  primera 
vez,  como  parásitos  de  mamíferos,  por  Lewis,  en  1878  (Cal- 
cuta), en  la  sangre  de  Mus  deeumanus  (ratas)  y  Mus  rufes- 
cens  (29  por  100  infect.)  (Trypanosoma  Lewisi.) 

En  1880,  Evans,  Inspector  veterinario  del  ejército  inglés  en 
las  Indias ,  publicó  una  extensa  Memoria  sobre  una  enferme- 
dad de  los  caballos,  llamada  Surra,  caracterizada  por  la  pre- 
sencia de  parásitos  flagelados  en  la  sangre  periférica  y  en  los 
órganos.  Steel  en  1885  comunicó  detalles  sobre  estas  formas  pa- 
rasitarias, que  llamó  Spirocknete  Evansi ,  nombre  más  tarde 
cambiado  por  el  de  Trypanosoma  Evansi. 

En  1895  Bruce  reconoció  los  Tripanosomas  en  la  sangre  de 
los  mamíferos  domésticos  enfermos  de  Nagana  (África).  Los 
estudios  posteriores  de  Plimmer  y  Bradford  determinaron  los 
caracteres  específicos  de  los  Tripanosomas  de  la  Nagana^  cons- 
tituyéndose la  nueva  especie:  Trypanosoma  Brucei ,  que  el 


—  565  — 

mismo  Bruce  demostró  ser  transmitido  por  las  moscas  Tsé-tsé 
(véase  la  adjunta  fig.  71), 

Irypanosoma  equiperdum ,  agente  patógeno  de  la  «Duri- 
na»,  y  Trypanosoma eqidnum  6  Tr.  elmassiani,  del  «Mal  de 
Caderas»,  fueron  descubiertos  lespectivamente  en  1896  por 
Rouget  y  Chauvrat,  el  primero  (pero  determinado  sólo  por 
Schneider  y  Buffard  en  1899),  y  en  1901  por  Elmassian 
(Ascensión).  "^ 

La  «Surra»  (Evans,  1880),  la  «Nagana»  (Bruce,  1895), 
la  «Durina»  y  el  «Mal  de  Caderas»  deben  considerarse,  por 
tanto,  como  cuatro  enfermedades  distintas,  causadas  por  es- 
pecies de  Tripanosomas  igualmente  distintas. 

La  «Nagana»  y  quizás  también  la  «Surra»  parecen  trans- 
mitirse por  inoculación  del  parásito  por  medio  de  dípteros  he- 
matófagos, que  —  en  lo  tocante  á  la  enfermedad  africana  [Na- 
gana] —  son  representados  por  las  moscas  del  género  Glossina 
( moscas  Tsé-  tsé) . 

Una  epizootia  característica  de  los  bueyes  del  Transwaal, 
descrita  por  Thayler,  con  el  nombre  de  «Galziekte»,  produci- 
da por  un  parásito  parecido  (Trypanosoma  Theüej'i) ,  parece 
transmitirse  por  los  dípteros  hematófagos  de  la  familia  Hippo- 
boscidae  ( Hippobosca  rufipes;  H.  macúlala). 

2.  En  1901,  el  Dr.  Forde  observó  el  primer  caso  de  Tri- 
panosomiasis del  hombre:  caso  cuyo  diagnóstico  parasitológico 
débese  á  Everett  Dutton. 

Tratábase  de  un  inglés  de  cuarenta  y  dos  años  de  edad,  sin 
precedentes  anamnésticos  importantes,  empleado  desde  seis 
años  como  conductor  de  un  buque  sobre  el  río  Gambia  (Áfri- 
ca occidental),  que  cayó  enfermo  con  fiebre  en  los  primeros 
días  de  Mayo  de  1901.  Durante  los  primeros  tiempos  de  la 
enfermedad,  ésta  fué  tratada  como  infección  palúdica,  con 
quinina.  El  Dr.  Forde  hizo,  después  de  algunas  semanas,  el 
examen  de  la  sangre,  y  no  encontró  los  parásitos  del  paludis- 
mo en  ninguna  de  sus  formas,  sino  ciertos  cuerpécitos  fusifor- 
mes, flagelados,  que  en  preparaciones  directas,  frescas,  pare- 
cían dotados  de  movimientos  activísimos  en  el  plasma.  Obser- 
vaciones sucesivas  confirmaron  este  resultado.  Algunos  meses 


-  566  - 

más  tarde,  E.  Dutton  vio  al  enfermo  en  el  Hospital  de  Bat- 
hurst  (Gambia),  reconoció  y  describió  los  parásitos  como  Tri- 
panosomas  y  les  dio  el  nombre  específico  de  Jrypanosoma 
gamhiense. 

Patrick  Manson  comprobó  las  precedentes  observaciones, 
estudió  personalmente,  junto  con  el  Dr.  Daniels  (Londres)  un 
nuevo  caso  de  Tripanosomiasis  humana,  caracterizada  clíni- 
camente por  los  mismos  síntomas  agudos  (fiebre,  exantemas, 
epistaxis,  edemas,  debilidad  general;  tumefacción  esplénica); 
y  proporcionó  nuevos  detalles  acerca  de  la  estructura  del  pa- 
rásito. 

Mas  en  el  año  1903,  Castellani  (actualmente  Catedrático  de 
Bacteriología  y  Parasitología  en  la  Escuela  de  Colombo,  Cey- 
lán)  descubrió  también  en  la  sangre  y  en  el  líquido  céfalo-ra- 
quídeo  de  individuos  atacados  por  la  llamada  «  enfermedad  del 
sueño»,  un  Tripanosoma,  que  consideró  como  agente  produc- 
tor de  dicha  enfermedad  y  cuyos  caracteres  biológicos,  pare- 
cían, por  tanto,  distintos,  así  como  también  algunos  caracte- 
res morfológicos,  de  los  propios  del  Trypanosoma  gambieti&e 
(Dutton). 

Ejemplares  de  la  nueva  especie  fueron  presentados  por  sir 
Patrick  Manson  en  la  YII  Sección  (Medicina  colonial)  del 
Congreso  internacional  de  Higiene  en  Bruxelles  (Septiem- 
bre, 1903),  con  las  propias  preparaciones  del  Dr.  Castellani;  y 
allí  tuve  personalmente  ocasión  de  observarlos. 

Castellani  había  llamado  Trypanosoma  ugandense  á  la  nue- 
va especie  (mejor  dicho,  á  las  formas  halladas  en  enfermos  de 
«enfermedad  del  sueño»  en  Uganda,  y  que  creía  de  especie 
distinta).  Kruse  propuso  el  nombre  de  Trypanosoma  Caste- 
llani. 

Poco  después,  Brumpt,  auxiliar  del  Dr.  Blanchard,  encar- 
gado de  una  misión  científica  en  el  Congo,  comunicaba  nuevos 
é  importantísimos  datos  sobre  la  estructura  de  estos  parásitos, 
su  difusión  y  probable  transmisión  por  dípteros  hematófagos 
del  género  Glossina. 

3.  Entonces  tuvo  origen  la  duda  de  si  la  enfermedad  febril, 
aguda,  observada  por  Forde,  Dutton,  Manson,  etc.,  y  el  Try- 


-  567  - 

pmiosoyyia  gamhiense ,  que  se  consideraba  como  su  causa,  de- 
bieran conceptuarse  distintos,  respectivamente,  déla  enferme- 
dad del  sueño  y  del  Trypanosoma  Castellani;  6  bien  si  aqué- 
lla no  representaría  más  que  un  primer  período  inicial,  un  es- 
tado agudo  transitorio,  al  cabo  del  cual,  y  en  determinadas 
circunstancias,  llegarían  los  enfermos  á  manifestar  el  cuadro 
clínico  de  la  enfermedad  del  sueño. 

En  efecto;  ulteriores  observaciones  (de  Manson,  Dutton^ 
M.  Adams,  Sambon ,  Brumpt,  Caunac,  Günter  y  Weber,  \Y. 
Renner,  Krueger,  Bianchard)  comprobaron  que  los  dos  síndro- 
mes constituyen  en  realidad  una  sola  enfermedad;  y  que  Try- 
panosoma  iigandense  [6  Ir.  Castellatii)  áehe  identificarse  con 
la  especie  descrita  por  Dutton  con  el  nombre  de  Trypanoso- 
ma gambiense. 

En  sus  publicaciones  sobre  etiología  y  patogenia  de  la  en- 
fermedad del  sueño,  estudiada  en  los  negros  de  Uganda,  el 
Dr.  Castellani  nos  ha  proporcionado  detalles  de  estructura  de 
ciertas  formas  de  desarrollo  encontradas  en  la  sangre  y  en  el 
líquido  céfalo-raquídeo.  Todas  ellas  son  formas  de  división  di- 
recta, por  bipartición  ó  pluripartición,  según  el  tipo  de  la  mul- 
tiplicación monogónica  característico  de  los  Trypanosomas  en 
general,  y  que  puede  estudiarse  en  el  Trypanosoma  Lewisi, 
parásito  de  la  sangre  de  las  ratas  comunes  (Mus  decumanus). 
(Una  breve  Monografía,  pero  de  gran  interés,  ha  sido  publi- 
cada—  con  excelentes  láminas  de  Zettnow — en  «Festschrift 
zum  sechzigsten  Geburtstage  von  R.  Koch»  en  1903,  por  el 
Dr.  Erich  Martini.  La  obra  reciente  (1904)  de  Laveran  y 
Mesnil  proporciona  igualmente  multitud  de  datos  de  investi- 
gación morfológica  y  experimental.) 

Trypanosoma  gambiense  difiere  muy  poco  —  en  las  formas 
actualmente  conocidas  —  de  las  demás  especies  de  Tripanoso- 
mas  de  los  mamíferos  —  si  se  exceptúan  Trypanosoma  Theileri 
por  un  lado,  Trypanosoma  equiperdum  por  otro,  que  consti- 
tuyen dos  tipos  aparte. 

En  los  detalles  de  estructura  —  posición  del  blefaroplasto, 
distancia  del  blefaroplasto  de  la  extremidad  anterior,  situación 
del  núcleo  respecto  del  blefaroplasto  y  de  la  membrana  ondú- 


-  568  - 

Jante,  dimensiones  relativas  del  flagelo  y  otros — encuéntranse, 
desde  luego,  car.icteres  específicos,  sobre  los  cuales  no  insisto 
[naás  importante  parece  ser  el  carácter  de  la  vacuola,  que  in- 
mediatamente sigue  al  blefaroplasto,  y  que  se  observa  con  fre- 
cuencia en  las  formas  adultas  circulantes  en  la  sangre,  como 
en  las  formas  esquizogónicas  (de  bipartición)]. 

Castellani  ha  descrito  además  en  el  líquido  céfalo-raquídeo 
(extraído  por  punción  lumbar)  pequeñas  formas  amiboideas, 
con  aspecto  de  Herpetomonas,  es  decir,  en  la  fase  de  flagelo 
anterior,  preblefaroplástico,  que  no  han  sido  encontradas  por 
los  demás  investigadores. 

Lo  cierto.es,  que  de  éste,  como  de  los  demás  Tripanosomas 
patógenos,  desconocemos  en  absoluto  cuanto  se  refiere  á  una 
fase  anfigónica,  á  una  reproducción  sexuada. 

4.  La  transmisión  de  los  Tripanosomas  patógenos  de  la 
«Nagana»  por  los  Dípteros  hematófagos  del  género  Olossina, 
establecida  por  las  investigaciones  de  Bruce  y  confirmada  y 
comprobada  por  las  sucesivas,  debe  ocurrir  sin  ningún  género 
de  duda  á  consecuencia  de  un  proceso  de  reproducción  espo- 
rogónica,  de  una  serie  de  transformaciones  sucesivas  á  la  fe- 
cundación de  elementos  femeninos  por  elementos  masculinos; 
y  la  misma  transmisión  del  Tripanosoma  de  la  Nagana  debía 
hacer  pensar  en  la  probabilidad  de  un  círculo  evolutivo  en 
huéspedes  invertebrados,  muy  semejantes,  por  lo  que  toca  al 
Trypanosoma  gamMense  (sin.  T.  ugandense). 

Sin  embargo,  hasta  ahora  fáltanos  todo  conocimiento  exacto, 
debido  á  investigaciones  morfológicas  consecutivas  á  la  infec- 
ción experimental,  y  que  nos  proporcione  la  prueba  definitiva 
acerca  del  papel  que  ejercen  los  dípteros  del  género  Glossina 
en  la  transmisión  de  Trypanosoma  Brucei  y  de  Trypanosoma 
gambiense. 

Las  experiencias  de  Bruce ^  Nabarro  y  Greig^  publicadas 
en  Agosto  y  Noviembre  1903,  demuestran,  desde  luego,  que 
los  Tripanosomas  de  la  enfermedad  del  sueño  pueden  trans- 
mitirse por  medio  de  la  picadura  de  Glossina  jjalpalis  del 
hombre  enfermo  á  hombres  y  á  monos  cercopitecos:  esto  sig- 
nifica que  los  Tripanosomas  antedichos,  introducidos  en  el  or- 


—  569  — 

ganismo  del  díptero  hematófago  por  la  picadura,  son  expul- 
sados por  nuevas  picaduras;  y  son  expulsados,  sin  duda,  en 
forma  nueva,  después  de  haberse  transformado  en  el  huésped 
invertebrado  por  un  proceso  semejante  al  de  los  parásitos  en- 
doglobulares  del  hombre  y  de  los  vertebrados ,  transmitidos 
por  los  Culícidos. 

Igualmente,  las  experiencias  de  Bruce  habían  demostrado 
con  anterioridad,  que  Trypanosoma  Briicei  se  transmite  por 
la  picadura  de  Glossina  morsitans  principalmente,  sin  que  se 
pudiera  excluir  la  intervención  de  las  demás  especies  del  gé- 
nero Olossina;  y  la  inoculación  del  parásito,  después  de  haber 
sido  chupado  por  los  dípteros  en  la  sangre  de  un  mamífero  en- 
fermo, reproduce  la  enfermedad  en  el  mamífero  sano. 

Las  epizootias  de  Nagana  en  África  (quizás  también  las  de 
Surra  en  India  y  otras  regiones)  explícanse  muy  bien  por  la 
difusión  que  los  dípteros  hematófagos  del  género  Glossina  (en 
el  caso  de  la  Surra  debe  admitirse  que  se  trate  de  un  género 
distinto,  pues  el  género  Glossina  parece  exclusivo  del  conti- 
nente africano)  hacen  del  agente  patógeno.  La  distribución 
geográfica  del  género  Glossina  coincide,  por  lo  que  sabemos, 
con  la  de  la  Nagana  y  en  parte  (Glossina  palpaUs)  con  la  de 
la  Tripanosomiasis  humana. 

Y  sin  embargo,  mientras  no  se  conozcan  las  fases  sucesivas 
de  desarrollo  del  parásito  (Trypajiosoma)  en'el  organismo  del 
huésped  invertebrado;  el  tiempo  preciso  para  que  se  lleve  á 
cabo  la  generación  amfigónica  —  que  sin  duda  debe  existir  y 
ocurrir  en  ese  ambiente  — ;  las  condiciones  en  que  se  produce 
y  desenvuelve,  no  alcanzaremos  la  interpretación  exacta  de  to- 
dos los  fenómenos  epidemiológicos,  por  lo  general  muy  com- 
plicados^ que  se  refieren  á  la  infección  por  Trypanosoma 
gambiense  en  el  hombre,  por  Trypanosoma  Brucei  en  el  ga- 
nado. 

5.  Los  dípteros  del  género  Glossina  pertenecen  á  la  ía.m\- 
\\2i  Muscidae  [Calyptratae]:  son  por  tanto  muy  cercanos  á  las 
moscas  comunes ,  y  en  la  misma  agrupación  se  comprenden 
los  géneros  Stomoxys  (de  que  hemos  hablado  á  propósito  del 
ciclo  evolutivo  y  transmisión  de  Filaría  labiatopapillosa) y 

Ebv.  Acad.  Ciencias. -III.— Diciembre,  1905.  3S 


—  570  - 

Haematohia  ( Haematohia  stimulans,  H.  serrata) ,  Lyperosia 
(L.  minuta,  Bezzi:  L.  irritans)  y  Beccarimyia. 

Sin  embargo,  como  advierte  Austen,  tomando  en  cuenta 
ciertos  detalles  de  estructura,  en  particular  la  forma  de  los 
genitales  del  ¡J"  y  otros,  el  género  Glossina  debería  constituir 


-B 


A. 


Flg.  72. —  A  ,  Ninfa  ó  Pupa  de  la  mosca  Tsé-tsé  (  Glossina  morsiians ) ,  vista  por  la  parte 

dorsal  (superior);  a,  extremidad  anterior;  aum.    ■ — . — B  .  Aspecto  y  conformación  de 

la  extremidad  anterior  (  a  en  A  )  .  por  donde  sale  el  insecto  perfecto  después  de  forma- 
do (X  S)  (según  Austen). 


una  agrupación  aparte.  Además,  Bruce  ha  puesto  de  manifiesto 
un  dato  muy  importante,  que  aproxima  en  modo  especial  estos 
dípteros  á  los  del  sub-orden  Papipara  (Hippoboscidae,  etc.); 
en  efecto,  las  hembras  de  Glossina  son  vivíparas;  ponen  di- 
rectamente larvas  que  se  transforman  en  ninfas  al  cabo  de  po- 
cas horas  (fig.  72). 

El  nombre  de  Tsé-tsé  no  es  el  único  que  las  poblaciones  in- 
dígenas africanas  dan  á  las  moscas  del  género  Glossina.  Tsé-tsé 
es  la  voz  propia  del  pueblo  Bantu:  mas  Stanley  refiere  que  el 
pueblo  de  Unyambezi  (centro  de  África)  las  Wama  jJanga;  así, 
en  Mashonaland,  las  designan  con  el  nombre  de  impugan ;  en 
Togo,  de  adjüe;  en  "Wagalla,  de  huñgo;  en  Gondekoro,  de  mau. 

¿Corresponden  real  y  exclusivamente  estas  palabras,  en  su 
significación  vulgar,  á  las  especies  del  género  Glossina?  Es 
muy  dudoso,  y  desde  luego  habrá  que  desconfiar  de  toda  de- 


—  571  - 


ducción  de  carácter  epidemiológico  que  quiera  hacerse  sobre 
la  base  de  indicaciones  tan  vagas  é  inciertas. 


,73,  — Cabeza  de  Glossina  morsitans  r^    I  aum.  — J- 


Fíg 


6.  El  gen.  Glossina  está  constituido  por  moscas  de  dimen- 
siones entre  8-12  milímetros,  de  color  obscuro,  con  trompa  muy 
larga,  palpos  igualmente  largos;  la  base  de  la  trompa  constitu- 
ye una  expansión  (bulbo)  característica. 

Comprende  las  siguientes  especies: 

Glossina  palpalis  (lám.  IX). 

(con  una  variedad:  varietas  tachinoides  Vi" estwooá). 
(Sinónimo  Glossina  longipalpis). 

[Color  pardo-amarillo;  tórax  gris-pardo,  con  manchas  mo- 
radas sobre  el  fondo  gris;  reflejos  azules.  Abdomen 
con  líneas  medianas  longitudinales,  pálidas  y  peque- 
ñas manchas  laterales  triangulares;  patas  fulvo-ama- 
rillentas]. 

Esta  especie  se  encuentra  con  gran  abundancia  en  la  parte 
occidental  de  África.  Igualmente  encuéntrase  en  Zambesi  (re- 
presentada por  la  variedad  tachidoides ) .  Sin  embargo,  01.  pal- 
palis  no  se  encuentra  sola  en  el  occidente  de  África:  hállanse  — 
con  menos  frecuencia  —  en  las  mismas  regiones,  la  Glossina 


—  572  — 

pallicera,  la  fusca,  la  longipalpis  y  la  morsitans.  Austen  ob- 
servó la  01.  imlpalis  como  Díptero  comunísimo  en  Sierra  Leo- 
na durante  Agosto  y  Septiembre  (1899).  Parece  que  sigúelos 
ríos,  y  de  todos  modos  se  encuentra  con  gran  frecuencia  en 
proximidad  de  las  aguas,  estancadas  ó  corrientes.  Eminente- 


u 


s 


%-i 


FIfl.  74. —  Antena  (izq.)  de  Glossina  pallidipes  {rf)f  vista  por  el  lado  interior 
I  aum.  — — I.    S,  abertura  de  un  órgano  de  sentido  (¿olfatorio?). 

mente  hematófaga,  pica  al  hombre  con  gran  insistencia  (pro- 
bablemente son  hematófagos  los  dos  sexos). 

Un  ejemplar  ((j^)  de  esta  especie,  exactamente  representado 
en  la  fig.  75  de  la  lám.  IX,  recogido  en  Sierra  Leona  (costa  occi- 
dental de  África),  me  fué  entregado  con  extrema  amabilidad — 
que  agradezco  —  por  un  comerciante  alemán  (D.  Wilhelm  Ma- 


IX 


—  573  - 

yer)  que  volvía  á  su  país,  y  con  el  cual  me  encontré  en  las 
islas  Canarias  (Julio  1906)  (1). 

Glossina  pallicera  (de  8  á  8  ^'o  milímetros;  alas  de  8  mi- 
límetros; color  obscuro;  tórax  gris,  con  líneas  confluen- 
tes azuladas;  antenas  ful  vas  naranjadas;  abdomen  in- 
maculado: solamente  presenta  una  pequeña  mancha 
triangular,  mediana,  estrecha,  pálida,  amarillenta  so- 
bre el  2.°  segmento,  y  pequeñas  manchas  laterales, 
triangulares,  cerúleas-amarillentas,  del  3.°  al  6.°  seg- 


ÍÍSÍBSSCS» 


^--f'-ffe--^ 


'S.^^f^^ 


t^-\^: 


^^r. 


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'i--. 


B 

Flg.  76. — Aspecto  de  la  mosca  Tsé-tsé  (Glossina  morsitans  9). 

A.  Antes  de  haber  chupado  sangre  del  vertebrado  (mamífero). 

B.  Con  el  abdomen  abultado,  lleno  de  sangre  (según  Austen). 


mentó;  patas  fulvas,  amarillo-rojizas;  tarsos  con  extre- 
midades obscuras). 

(No  se  conoce  su  exacta  distribución  geográfica.) 


(1)    La  misma  especie  se  halla  representada  en  una  lám.  de  la 


monografía  de  Austen. 


—  574  - 

Olossina  morsitans  (de  7  ^/s  á  9  ^/g  milímetros;  alas  de 
7  á  9  milímetros;  tórax  gris,  más  pálido  anteriormente, 
con  manchas  longitudinales  obscuras;  abdomen  entre 
gris  y  amarillo-ocráceo;  segmentos  3.*' -6.°  con  líneas 
pardo- obscuras,  interrumpidas  en  su  mitad,  llegando 
tan  sólo  á  cubrir  los  ^/^  de  cada  segmento). 

(Capetown,  Transwaal,  Rhodesia,  África  oriental  y 
central,  etc.)  • 

Glossina  pallidipes  (8-10  milímetros;  alas  de  8^4-974 
milímetros;  parecida  á  Gl.  morsitans;  solamente  se 
distingue  por  tener  los  tarsos  med,  enteramente  ama- 
rillos, líneas  abdominales,  por  lo  general,  más  obscuras, 
acercadas  al  margen  posterior  de  cada  segmento). 
(Mashonaland,  Uganda,  África  central.) 

Glossina  longipalpis  (9-10  milímetros;  alas  de  8-9^/^ 
milímetros;  tórax  gris  aceitunado,  con  reflejos  violá- 
ceos, morados;  con  manchas  pardo -obscuras,  dispues- 
tas longitudinalmente;  abdomen  fulvo,  amarillo -ocrá- 
ceo, con  líneas  obscuras  en  los  segmentos). 
(Guinea-  Zambesi . ) 

Glossina  fusca  (11-12  milímetros;  alas  de  13  milímetros; 
tórax  gris  obscuro,  con  líneas  estrechas  más  obscuras, 
dispuesta  longitudinalmente  á  los  lados;  abdomen  obs- 
curo; el  primer  segmento  más  claro;  margen  posterior 
de  cada  segmento  más  pálido;  trompa  con  bulbo  ama- 
rillento; tibias  poster.  á  veces  con  anillo  obscuro  evi- 
dente; alas  amarillas  ó  pardo -amarillas. 
(Nigeria,  Costa  de  Oro,  etc.) 

Glossina  longipennis  (10  ^/2-ll  V2  milímetros;  tórax 
amarillento  sucio,  con  líneas  estrechas  longitudinales  á 
los  dos  lados  de  la  línea  mediana  dorsal;  cuatro  man- 
chas ovoideas  pardo-obscuras,  unidas  formando  la  figu- 
ra de  un  paralelogramo;  abdomen  fulvo,  amarillo-ocrá- 
ceo; pelos  amarillos-dorados  á  la  base  del  2.°  segmento 
abdominal;  estemas  pardo-obscuras;  bulbo  de  la  trompa 
amarillo-cromo,  con  una  extremidad  pardo-rojiza. 
(Norte  y  parte  oriental  de  Africa-Somalia-Uganda.) 


-  575  - 

La  transmisión  de  Tnjpanosoma  Theileri  por  los  Dípteros 
del  gen.  Hippobosca  merece  con6rmacidn. 

Ziemann  sostiene,  en  reciente  comunicación,  que  existe  en 
Cameroon  (Camarones)  una  enfermedad  de  los  mamíferos  cuyo 
agente  productor  es  un  parásito  de  la  sangre  distinto,  aunque 
algo  parecido,  del  Trypanosoma  Briicei,  y  que  llama  Trypa- 
nosoyna  viiax.  Esta  enfermedad,  diferente  de  la  Nagana,  afec- 
ta al  Bos  hrachy ceros ,  al  Cephalophus  melanorhenus  y  otras 
especies. 

Ziemann  piensa  que  la  transmisión  de  este  parásito  debe 
efectuarse  por  medio  de  los  Dípteros  del  gen.  «Chrysops»  y 
precisamente  del  Chrysops  dimidiatus. 


bibliografía 

AuSTEN  (Ernest  Edwards). — A  monograplí  of  the  Tsé-tsé-flies 
(genus  Glossina  WestAvood) ,  based  on  the  collection  in  the 
British  Museum. 

Londres,  1903  (1  tomo  de  320  págs.,  con  9  láminas  y  IB 
figs.  en  el  texto). 

(Esta  Monografía,  sin  que  pueda  considerarse  como  defi- 
nitiva ni  completa,  constituye  sin  embargo  el  estudio  más 
acabado  que  haya  visto  la  luz  hasta  la  fecha,  acerca  de  los 
dípteros  del  gen.  Glossina.  Comprende  los  siguientes  capí- 
tulos: I.  The  Bionomies  of  Tsé-tsé-flies  (Descripción,  Bio- 
logía. Costumbres  y  distribución  geográfica  del  gen.  Glos- 
sina).— II.  Historical  Survey  (Consideraciones  históricas), 
desde  págs,  31  á  53.— III.  Systematic  position  of  the  Genus 
(Posición  sistemática  del  género),  págs.  53  á  60. — IV.  Syste- 
matic description  of  the  genus  Glossina  and  its  species, 
with  Notes  on  their  Distribution  and  habits.,  p.  60  á  105. — 
V.  The  Mouth  parts  of  Glossina  and  Stomoxys  (By.  Dr.  H. 
J.  Hansen).  (Las  partes  bucales  de  los  gen.  Glossina  y  Sto- 
moxys), por  el  Dr.  H.  J.  Hansen,  de  p.  105  á  121.— VI.  Bi- 
bliografía (de  p.  121  á  253). — VIL  Apéndices  (comprenden: 
1.  Un  extracto  del  primer  informe  del  Cor.  Bruce  sobre  la 
enfermedad  de  la  mosca  Tsé-tsé.  2.  Una  nota  sobre  la  mos- 
ca Tsé-tsé  en  el  Protectorado  inglés  del  África  Central,  por 
el  cap.  Richard  Craushay.  3.  Cartas  de  varias  personas, 
viajeros,  exploradores,  etc.,  sobre  la  supuesta  relación  en- 
tre la  mosca  Tsé-tsé  y  el  Bubalus  caffer  Sparmann  en  Afri- 


-  576  — 

ca.   4.  Relaciones  de  métodos  adoptados  desde  largo  tiempo 
por  las  tribus  indígenas  para  la  protección  de  los  animales 
domésticos  contra  los  ataques  de  la  mosca  Tsé-tsé.  Se  refie- 
ren también  los  nombres  locales  de  la  mosca  Tsé-tsé  (v.  an- 
tes). 5.  Distribución  geográfica  de  la  Nagana  ,  etc.,  etc. 
Andersson  C.  J.  — Lf»ke  Ngami,  or  Exploration  and  Discoverys, 
etcétera,  (Relación  de  un  viaje  en  el  África  meridional). 
Londres,  185G,  Hurst  &.  Blackett  edit. 
'  (Cap.  XXXVII,  págs.  488-491,  babla  el  A.   de  la  mosca 

Tsé-tsé  (especie   Glossina  morsitans  Westir),   y  describe 
sus  costumbres,  etc.,  1854-55). 
African  (The)  Insect  Scourge. — The  Tsé-tsé-flies. 

(The  Journal  of  applied  Sciencie,   vol.  X,  Mayo  1879, 
págs.  74-75). 
Balfour  a.— Nagana  and  Tsé-tsé  (Brit.  med.  journ,  26  Nov.  1904). 
Bruce,  Nabarro  y  Greig. —  (Informe  sobre  la  enfermedad  del 

sueño) ,  Brit.  med.  journ,  30  Abr.  1904. 
Bruce  Y  Nabarro. — Sobre  la  enfermedad  del  sueño  en  üganda. 

(  Proceedings  of  the  Royal  Soc.  Nov.  1903). 
Brumpt. — (Comunicaciones  hechas  por  Blanchard,  en  Bull.  Acad, 
e   Méd.  3.»  serie,  29  Oct.  1901  y  C.  R.  S.  Biol.'23  Abril  1904. 
Broden.  — ('SmZZ.  Soc.  études  coloniales,  Febrero  1903  y   Febrero 

1904). 
Bracy  Clark.— The  Tse-tse  of  África  identified  with  «Oestrus  bo- 
vis»  (The  Zoologist,  vol.  XV,  p.  5.720-21, 1857). 

(Trátase  de  una  breve  Nota  en  la  que  se  sostiene  el  erró- 
neo concepto  de  la  identidad  específica  y  genérica  de  la  Tsé- 
tsé  con  el  Oestrus  (Hyjyoderma)  bovis  europeo). 
Baines  Thomas. — The  gold  Regions  of  South  Eeastern  África, 
Londres,  Edw.  Stanford,  ed.,  1877. 

(Contiene  interesantes  datos  acerca  de  la  mosca  Tsé-tsé  en 
el  África  oriental,  y  describe  (pág.  151-154),  los  síntomas  de 
la  enfermedad  producida  por  sus  picaduras  en  los  caballos 
y  asnos). 
Bartle  Frere  (G.  C.  B. ,  G.  C.  S.  I. ,  etc.). — On  températe  south- 
Africa. 

{Proceedings  of  the  Royal  Geographical  Soc.  and  Monthly 
Record  of  Geography,  v.  III ,  1881). 

(Relación  de  algunas  observaciones  personales  y  propues- 
tas para  disminuir  y  precaver  los  daños  que  producía  la 
mosca  Tsé-tsé  en  el  ganado ,  constituyendo  un  gran  peligro 
para  la  colonización  del  Este  de  África.  Discusión  en  la  So- 
ciedad geográfica  de  Londres,  1880). 
Bradshaw  (Dr.  B.  F.).— The  Tsé-tsé-Fly. 


—  577  - 

(The  Transactions  ofthe  South  African  Philosophicál  So- 
ciety,  V.  II,  parte  1.^,  p.  51-55,  1881). 
BiGOT  (I.  M.  J}.  — Genre  Glossina. 

(Annales  de  la  Société  entomologique  de  France,  6.^  se- 
rie, V.  V,  p.  121-124,  1885). 

Descripción  de  seis  especies  del  género  Glossina,  y  de  la 
n.  sp.  Glossina  ventricosa,  erróneamente  considerada  como 
distinta  de  Nemorhina  (Glossina)  palpalis  de  Robineau- 
Desvoidy,  1830. 
Ídem. — (Annales  de  la  Société  entomologique  de  France,  v.  LX, 
p.  377-378,  1891.) 

(Descripción  original  de  la  n.  sp.  Glossina  pallicera  y  de 
la  forma  por  él  llamada  Gl.  grossa,  correspondiente  á  Sto- 
moxys  fuscus  de  Walker,  1849,  y  por  esto  conservada  con  el 
nombre  de  Glossina  fusca  Walk. ,  emend,  Austen). 
Braüer  (Fr.). — Die  Zweiflüger  des  Kaiserl.  Museum  zu  AVien. 
(Los  Dípteros  del  Museo  imperial  de  Viena).  I.  2.  Systema- 
tische  TJebersicht. 

(Denkschr.  der  k.  Akad.  d.  Wissenschaft.  Math.  Natur. 
Classe,  Wien,  Bd.  42,  1880). 

(En  esta  obra,  y  en  las  demás  de  Brauer,  se  encuentran 
los  datos  fundamentales  para  una  clasificación  racional  de 
los  Dípteros.  La  posición  sistemática  del  gen.  Glossina  está 
determinada  por  éste  A.,  y  es  la  que  Austen  acepta  en.  su 
Monogr.) 
Bryden  (H.  a.) — Animáis  of  África. 

(Londres,  Sands  &  C.  edit. ,  1900). 
Bruce  (Dr.  David),  Surgeon-Major,  A.  M.  S.,  etc.— Further  Re- 
port  on  the  Tsé-tsé-Fly  disease  or  Nagana  in  Zululand. 

(Ubombo,  Zululand,  29  Mayo  1896.  Londres,  edit.  Harri- 
son  &  S.,  1897.  69  páginas  con  6  láminas). 
Blandford  (W.  J.  H.).— The  Tsé-tsé-Fly  disease. 

(Nafure,  n.o  1.381 ,  IG  Abril  1896,  p.  566).  Trátase  de  una 
breve  Nota,  que  reproduce  en  parte  las  observaciones  de 
Bruce  (con  2  figuras). 
Campenhout  (Van)  y  Dryepondt.— Rapport  sur  les  tVavaux  du 
Laboratoire  de  Léopoldville  (Congo). 

Bruxelles,  1901. 
COTTON  OswELL  (W.) — Sur  une  Mouche  venimeuse  de  l'Afrique 
méridionale.  (Comptes  Eendus  hebd.  des  séances  de  VAcadé- 
mie  de  Sciences ,  París,  XXXV,  p.  560,  1852.) 

(Nota  sobre  la  mosca  Tsé-tsé). 

(La  misma  encuéntrase  comunicada  en  Annáls  and  Ma- 
gazine  of  Natural  History,  v.  X,  p.  463,  1852,  junto  con  al- 


—  578  - 

gunas  observaciones  de  M.  Arnaud;   y  también  en  Pro- 
ceedings  of  the    Entornólo g icol    Society  of  London,   1852 
p.  96-97). 
Castelnaü  (L.  de).— Sur  la  Tsé  tsé  de  l'Afrique  australe  (C  R. 
hebd.  de  l'Académie  des  Sciences,  XIjVI,  p.  984-986,  1858). 
(Noticias,   en  parte  erróneas,    sobre   la   Biología  de  la 
mosca  Tsé-tsé). 
Capbllo  H.  y  R.  Iveks.— De  angola  á  Contra-Costa  (vol.  II,  Lis- 
boa, imp.  Nacional). 

(Cap.  XVII:  A  Tzé-tzé.  p.  21-39)  (en  portugués). 
CORTí  E.  — (Annali  del  Museo  civico  di  Storia  naturale  di  Genova, 
serie  2.%  v.  XV,  p.  138,  1895.) 

(Descripción  original  de  Glossina  longipennis ,  n.  sp.  [So- 
maliland]). 
CuRRT.  — Report  on  parasitic  diseases  in  horses ,  mules  and  cari- 
bao  in  the  Philippine  Islands. 

(The  Veterinary  Journal,  LVI,  1902,  p.  292.) 
Castellaxi  Aldo. — (Journal  of  Tropical  Medicine,  1." Junio  1903.) 
J)rtsdale  i.  J.,  M.  D.—  On  the  germ  Theories  of  Infections  Disea- 
ses. (Proceedings  of  the  Literary  and  Philosophical  Society 
of  Liverpool,  XXXIII,  p.  13,  1879.) 

En  esta  Nota,  el  A.  expone  la  idea  que  la  mosca  Tsé-tsé 
transmita  á  los  animales  un  parásito  especial.  Fúndase  en 
parte  la  hipótesis  (puesto  que  no  merece  otro  nombre  la 
afirmación  de  Drysdale,  1879)  sobre  los  recientes  estudios 
de  P.  Manson  sobre  la  trasmisión  de  la  Filarla  de  la  sangre 
por  los  mosquitos. 
Daubler  (Dr.  Karl). —  Die  Gründzüge  der  Tropenhygiene. 

Berlín ,  verlag  von  Otto  Enslin  edit.,  1900  (un  tomo  de  384 
pág.  con  8  fig.  en  el  texto  y  8  láminas  con  reproducciones 
micrográficas). 
DoNiTZ  W.  — TJeber  die  Tsetsfliege. 

(Berliner  Entomologische  Zeitschrift,  41  bd.,  p.  17,  1896.) 
(Nota  sobre  la  mosca  Tsé-tsé,  y  resumen  de  recientes  estu- 
dios acerca  del  gen.  Glossina). 
De  La  Roquette.— Mouche  venimeuse  de  l'Afrique  méridionale 
(Llnstitut,  t.  XX,  p.  342,  1852). 

(Reproducción  sencilla  de  la  Nota  de  Cotton  Oswell  antes 
citada). 
DuTTON,  ToDD,  Christy. — Trypanosomiasis  humana  en  el  Congo 

(Brit.  Med.  Journal,  23  Enero  1904). 
ECKERSLEY  "VV.  A. — Notes  in  Eastern  Mashonaland. 
(The  Geographical  journal.  V,  Londres  1895.) 

(Observaciones  acerca  de  los  daños  que  produce  la  mos- 


—  579  - 

ca  Tsé-tsé  en   Chimoio,  África  oriental  portuguesa,  y.  en 
todo  elv^Iashonaland). 
Eliot  Sie  C.  N.  E.,  K.  C.  M.  G.— Report  by  His  Majesty's  Com- 
missioner  on  the  East  Afrika  Protectorate. 
(Londres,  Agosto  1901). 

(El  A.  pone  de  relieve  que  la  zebra  parece  quedar  indem- 
ne y  gozar  de  evidente  inmunidad  por  la  enfermedad  de  la 
mosca  Tsé-tsé  [Tripanosomiasis],  por  lo  cual  sugiere  se 
adopten  medidas  con  el  fin  de  utilizar  este  animal  para  los 
servicios  de  transporte  y  trabajos  agrícolas  en  general). 
Falkexstein  Dr.  J. — Die  Loango  Expedition. 
(Leipzig,  Paul  Trohberg,  1879.) 

(Encontró   abundante   Glossina  longipalpis  TVestw,    en 
Chinchoxo,  Loango,  África). 
FiTZGERALD  W.  W.  A.— Travels  of  the  Coastlands  of  British  East 
África  and  tbe  Islands  of  Zanzíbar  and  Pemba. 
(Londres,  Cbapmarm  &.  C.  edit.  1898.) 
(Uno  de  los  mayores  obstáculos  para  el  desarrollo  de  la 
agricultura  en  esa  parte  de  África,   es,  según  el  autor,  la 
existencia  y  extensión  de  la  mosca  Tsé-tsé)  (v.  pág.  355,  etc.;. 
Grube  Dr.  — üeber  die  Testsefliege. 

( Ein-und-f ünfzing.  .Tahresbericht  d.  Scblesis.  Gesellschaft 
f.  vaterland.  Cultur,  Breslau,  1874.) 

(Resumen  de  las  observaciones  de  Livingstone.) 
KiEK  Dr.  Sir  Johx.— On  «Tsé-tsé»  fly  of  Tropical  África  (Glossi- 
na morsitans)   (The   Journal  of  the  Linnean  Society,  VIH, 
p.  149,  1865). 

(Interesante  estudio  anatómico  de  gen.  Glossina,  especie 
morsitans ,  con  descripción  del  aparato  bucal  etc. ,  ftrompa.) 
Karsch  F.— (Zeitschrift  f.  d.  gesammt.  Natur-wissenschaft.  LII, 
b.  381,  1879.) 

(Descripción  de   GL.  longipalpis,   traída  de  su  viaje  en 
África  por  el  Dr.  Falkenstein). 
Livingstone  David  &  Charles.— Narrativo  on  expedition  to  the 
Zambesi  and  its  Tributarles.  (London,  Jon  Muray  (p.  206-207, 
232-233,  424;  observaciones  sobre  las  Moscas  Tsé-tsé),  año 
1865. 
Laboulbéxe  a. — Sur  une  mouche  Tsé-tsé  de  l'Afrique  australe 
(Bull.  d.  l'Académie  de  Médec,  París,  1888,  XIX,  p.  721-724). 
(Nota  sin  importancia:  resumen  de  estudios  ajenos.) 
Ídem.— ( Annales  de  la  Soc.  entomolog,  de  France,  VIH,  1888.) 
Laveran  et  F.  Mesnil. — Recherches  morphologiques  et  experi- 
mentales sur  le  Trypanosome  du  Nagana  ou  Maladie  de  la 
mouche  Tsé-tsé. 


—  580  - 

(Ann.  d.  Tlnstit.  Pastear,  1902,  Enero,  p.  1-55). 
(Hay  3  fig.  de  Glossina  [especie  incierta] ). 
Ídem  Ideíí. —  Trypanosotnes  et  Tripcmosomiases.  París,  1904,  1  t. 

con  1  lám. 
Macquart  i.  —  Histoire  naturelle  des  Insects-Diptéres  (tomo  II, 
p.  244,  lam.  16,  fig.  8)  (1835). 

(Describe  el  gen.  Glossina)  (inexacto). 
Marno  E.  —  TJeber  den  Einflüss  der  Fliegen  (Tuban)  und  insbe- 
sondere  der  Surreta  auf  die  Hausthiere  Sennaar's, 
(Mittheil.  aus  I.  Perthés  Geogr.  Aust.,  etc.,  1873.) 

(El  autor  de  esta  nota  confunde  evidentemente  distintas 
formas,  pertenecientes  á  géneros  distintos,  con  las  del  gé- 
nero Glossina.  Describe  —  muy  probablemente  —  Stomoxys 
y  Haematopota,  bajo  el  nombre  de  Surreta,  junto  con  Glos- 
sina.) 
Marshall  W.—  Ueber  die  Tsetsefliege. 

(Biologisches  Centralbl.,  V,  p.  188,  1885.) 
(Breve  nota  acerca  del  estudio  de  Van  d.  Wulp,  1884-85.) 
Maxwell-Adams.  —  Trypanosoma  y  enfermedad  del  sueño. 

(Brit.  Med.  Journ.,  16  Abril  1904.) 
Ídem  íd.  —  Tripanosomiasis  and  its  causes. 
(Brit.  Med.  Journcd,  28  Marzo  1903.) 
Manson  P.  —  Tropical  diseases,  loe.  cit. 
MoRBL.  —  Existence  de  la  nagana  et  de  la  tsé-tsé  au  Chari. 

(Annales  d'Hyg.  et  Med.  Coloniales,  VI,  2,  1908,  p.  264.) 
Newmann  E.  —  The  Tsé-tsé  (The  Entomologist,  V,  Mayo   1871, 
p.  289-290). 

(Nota  polémica  en  contra  de  las  observaciones  comunica- 
das por  E.  C.  Buxton  [v.  antes]). 
Nuttall  G.  H.  F.  —  Neuere  TJntersuchungen  ilber  Malaria,  Te- 
xasfieber  und  Tsetsefliegen-Krankheit.) 

(Hygienische  Rundschau,  Berlin ,    15   Nov.   1898,   VIII, 
p.  1.084-1.108.) 
Ídem.  —  On  the  role  of  Insekts ,  Arachnids  and  Myriapods  as  ca- 
rriers  of  Bakterial  and  jíarasitic  diseases  of  man  and  ani- 
máis. (A  critical  and  historical  study.) 

(Bohn  Hopleins  Hospital  Reports,  v.  VIII,  1899,  p.  1-155, 
con  3  láminas.) 
NocARD  ET  Leclenche.  —  Maladies  microbiennes  des  animaux. 

(Dos  tomos.  —  Masson  &  C,  Paris,  1902.)' 
NovY,  Mac  Neal,  Haré. —The  cultivation  of  Surra  Trypanosome 

of  Philippines.  (Bull.  Inst.  Past.,  1904,  Die.) 
NicOLLE  et  CoMTE.  —  (C.  R.  Soc.  Biol.,  11  Febr.  1905.) 


-  581  - 

PiTTALUGA.  G.  —  Sobre  los  caracteres  morfológicos  y  la  clasifica- 
ción de  los  Trypanosomas. 

(Rev.  d.  la  R.  Acad.  de  Ciencias,  3  Abril  1905.) 
ScHOCH  (G.).— Die  Tsetse  Fliege  Áfricas. 

(Mittbeil.   d.  Schweizerisch,  entomologisch.  Gesellsch., 
VI,  10  Octubre  18S3,  p.  685-686). 
(Nota  sin  importancia). 
ScHMiDT   (Dr.    C.    W.).  — (Berliner   Entomologiscb.    Zeitschrift, 
XXXI,  p.  368,  1887.) 

(Breve  nota  que  se  refiere  á  la  distribución  geográfica  de 
la  mosca  T¿étsó  en  el  África  alemana  orientalj. 
Sharp  (D). — Insects.  (The  Cambridge  Xatural  History,  Londres, 
Macmillan  &  C.  Itd.),  p.  512-513,  1899. 
(Hay  una  Nota  sobre  Gl.  morsitans.) 
Stanley  (H.  M.^. — How  I  found  Livingstone.  (Cómo  encontré  á 
Livingstone.)  Londres,  Sampson  Lo-sv,  1872,  ed.  (y  otras  su- 
cesivas publicaciones). 

(Encierran  los  libros  del  gran  viajero  y  explorador  obser- 
vaciones importantísimas  sobre  la  Historia  natural  de  las 
regiones  por  él  visitadas.  Sobre  la  mosca  Tsé-tsó,  v.  1.  cit., 
págs.  87,  213,  330,  354;  y  Austen,  Monogr.  cit.  pág.  151), 
¡SCHILLING  (Dr.). — Bericht  über  die  Surra-Krankheit  der  Pierde. 
(Centralbl.  f.  Bakt.  Parasit  etc.,  XXX,  15,  Origin.,  Jena, 
30  Octubre  1901,  pág.  545-551.) 

(Ocúpase  el  A,  de  la  enfermedad  producida  por  las  moscas 
Tsé-tsé  en  Kleinpopo,  Togo,  África  occidental,  y  describe 
en  parte  (p.  551)  las  costumbres  de  estos  dípteros). 
Ídem. — On  Xagana  and  other  Trypanosomes. 

(The  Journal  of  Tropical  Medicine,  n.  3,  v.  VI,  2  de  Fe- 
brero de  1903,  p.  45-47). 
Stuhlmann  (Dr.   Franz). — Vorkommen  von  Glossina  tábanifor- 
mis,  etc. ,  etc. 

(Bericht   über   Land.    und   Fortwirtschaft   in   Deutsch- 
Ostafrika.  Heidelber,  Junio  1902). 

(Con  1  fig ).  (Las  conclusiones  del  A.  son  contrarias  á  la 
opinión  de  los  recientes  investigadores,  esto  es,  á  la  trans- 
misión de  la  Surra  por  la  Glos.  tabaniformis.J 
Ídem. — Notizen  über  die  Tsetsefliege.  (Glossina  morsitans),  und 
die  durch  sie  überttragend  Surrakrankheit  in  Deutsch- 
Ostafrika.  (Bericht  über  Land.  und  Forstwirtsch  in  Deutsch. 
África.  Heidelberg,  June  1902).  (Con  2  lám.) 

(Esta  Memoria  es  muy  importante,  así  por  las  noticias 
que  comunica  acerca  de  la  Surra  y  de  la  mosca  Tsé-tsé, 


-  582  - 

como  por  el  estudio  de  la  enfermedad  y  del  parásito  (Trypa- 
nosoma)  que  la  produce). 

SCHARPE  Alfred.— The  geography  and  resources  of  British  cen- 
tral África  (The  Geographical  Journal ,  VII ,  Londres ,  1896). 

SzEWEZYK. —  Note  sur  une  Trjpanosomose  observée  dans  l'extre- 
me  sud-oranaÍ3.  (Bal).  Soc.  centr.  med,,  veter.,  30  Abril 
de  1903j. 

SCHILLING  (Journal  of  Trop.  med.  193,  pág.  47). 

SivORi  Y  Leclerc— Le  sierra  americain  ou  Mal  de  caderas.  (Bue- 
nos Aires,  1902,  Octubre). 

Sambon  L.  AV.— Sleeping  Seekness  in  the  ligbt  of  recent  know 
ledge  (Jounal  of  Trop.  med.,  VI,  1.°  Julio  1903), 
y  otras  publicaciones. 

Van  der  Wulp,  F.  M.— lets  over  de  Tsetse  Vlieg  (Glossina).  (Tijds- 
chrift  voor  Entomología,  1883-84  ,  p.  143-150). 

Ídem. — Tijdschrift,  vocr  Entomologie,  1885,  p.  103-104). 

Walker  F.— Central  african  blood-sucking  Flies  (The  Entomolo- 
gist,  VI,  p.  327,  328,  año  1873). 

(Consideraciones  acerca  de  las  observaciones  hechas  por 
H.  M.  Stanley  en  sus  viajes,  acerca  de  las  moscas  llamadas 
«chufwa»  (  =  ¿G1.  longipalpiá?).  Walker  sostiene  además 
en  esta  Nota  la  identidad  de  las  dos  especies  Gl,  fusca  y 
Gl.  longipalpis. 

"Walker  F.  —  List  of  the  Specimens  of  Dipterous  Insects  in  the 
CoUection  of  the  British  Museum. 
Londres,  1849. 

(Parte  III,  p.  682;  describe  Stomoxys  fuscus  (  =  Glossina 
fusca),  y  St.  longipalpis  (  =  Gl.  palpalis).). 

Westwood  i.  o.  —  Observations  on  destructivo  Species  of  Dipte- 
rous Insects  known  in  África  under  the  ñames  of  the  Tsetse, 
Zimb,  and  Tsaltsalya,  and  on  their  supposed  connexion  with 
the  fourth  plague  of  Egypt. 

(Proceedings  of  the  Zoological  Society  of  London,  p.  258, 
fig.  1-2  3,  1850). 

Descripción  de  Gl.  tachinoides,  Gl.  morsitans  y  Gl.  taba- 
niformis  (  =  fusca  Walk.) 

Ídem.  —  (La  misma  Memoria  también  fué  publicada  en  Anuales 
and  Magazine  of  Natural  History,  v.  X,  p.  138]  50,  1852.) 

Ídem. — (Transactions  of  the  Entomolog.  Society  of  London,  v.  IV, 
p.  89-90,  1858.) 

(Westwood  presenta  ejemplares  de  Glossina,  y  combate  la 
errónea  opinión  de  Bracj  Clark,  esto  es,  que  la  Tse-tse  no  sea 
otra  cosa  que  el  Oestrus  bovis.) 


—  583  - 

WiEDEMANN  C.  R.  W.  —  Aussereuropeische  zweiflügelige  Insek- 

ten.  —  1830. 
(P.  253,  lám.  IX,  fig.  ln;  describe  Gl.  longipalpis). 
ZlEMANN.  —  Tsetse  Krankheit  in  Togo. 

(Berlín,  Klin,  Woch.,  n.  4U,  1902.) 


EXPLICACIÓN  DE  LAS  LÁMINAS 


Lámina  I  (pág.  320). 

Figura  14.  —  Esquema  que  representa  un  corte  ó  sección  trans- 
versal de  la  trompado  un  Díptero  de  la  familia  Culicidae  (trompa 
exachaeta).  —  El  Lábium  constituye  una  vaina  ó  ducha  que  con- 
tiene las  demás  piezas  bucales  en  la  disposición  indicada.  —  LÁ- 
BRUM  y  Epipharinx,  soldados,  constituyen  un  órgano  solo. 

Figura  17.  —  Esquema,  que  representa  una  sección  longitudinal 
lateral  del  cuerpo  de  un  Díptero  (Culicidae). 

F.  :=  Bulbo  faríngeo. 

Gl.  sal.  =  Glándulas  salivales. 

(El  conducto  de  las  glándulas  salivales —  que  aparece  cortado 
en  la  figura  —  desemboca  en  la  base  de  la  Hipofaringe.) 

Vdiv.  =  Válvula  que  separa  el  intestino  anterior  del  intestino 
medio. 

El  espacio  indicado  con  tinta  amarilla  corresponde  al  lacunoma 
(cavidad  general  del  cuerpo),  y  se  extiende,  como  aparece  bien 
claro  en  la  figura,  hasta  en  el  Lábium. 

Lámina  II  (pág.  346). 

Figura  20.  —  Aspecto  de  un  embrión  hemático  de  Filaría  im- 
77iitis,  tal  como  se  presenta  al  examen  micx'oscópico  en  un  prepa- 
rado de  sangre  de  perro  tratado  con  el  método  de  coloración  vital 
indicado  en  el  texto  (pág.  342).  La  cutícula  embrionaria  envuelve 
el  cuerpo  del  embrión,  en  que  aparecen  claramente  las  distintas 
células  que  le  constituyen. 

g.  a.  =  Glándula  anterior  ó  Vesícula  anterior. 

G.  =^  Gónade  (esbozo  unicelular  de  las  glándulas  sexuales). 

V.  p.  =  Vesíaula  posterior  (esbozo  de  la  cloaca  ó  parte  terminal 
del  intestino  posterior). 


—  684  — 

1             .                .                                         1 
(Aum.  ;  objet.   semiapocrom.  Koristka.  ;  ocul.  com- 

pens,  8,) 

Figuras  21,  21a,  21b,  21c.  —  Diferentes  aspectos  de  la  extre- 
midad cefálica  ó  anterior  de  los  embriones  de  F.  inmitis  (trata- 
dos con  el  mismo  método)  en  distintos  momentos  de  impregnación 
cekilar.  —  Se  ven  claramente  las  células  anteriores  que  constitu- 
yen el  agrupamiento  cefálico  (a,  en  la  fig.  21  j,  y  detrás  de  ellas 
las  células  entodérmicas  (ent.,  en  la  fig.  21  a). 

1  1 

(Aum.  ;  obj.  — —  ium.  homog.;  ocul.  compens.  12.) 

l.oüO  15 


Lámina  III  (pág.  352). 

Figuras  22  y  22  a.  —  Aspecto  de  la  porción  del  cuerpo  embrional 
(embriones  de  F.  inmitis)  correspondiente  á  la  vesícula  ó  glándu- 
la anterior  (g). 

(Figura  22,  aum. ;  fig.  22  a,  aum. .  | 

^     "^  1.800  '     ^  '  2.600  J 

Figura  22  b.  —  Aspecto  de  la  porción  del  cuerpo  embrional  (em- 
briones de  F.  inmitis)  correspondiente  á  la  Gónade  (ó  esbozo  de 
las  células  sexuales  G).  (Método  indicado.) 

Aparece  claramente  la  cutícula  transversalmente  estriada  que 
envuelve  al  cuerpo  embrional. 

Figura  24.  —  Aspecto ,  forma  y  estructura  de  un  estado  larval 
(segundo  período)  de  los  embriones  de  Filaría  inmitis  en  los  tubos 
malpigianos  de  Anopheles. 

nerv.  =  Anillo  de  células  nerviosas. 

gh.  ant.  =  Glándula  anterior. 

genit.  =  Células  sexuales. 

c.  nerv.f  =  Células  nerviosas? 

int.  post.  =  Intestino  posterior  (haciendo  hernia  al  exterior). 

1 

Aum.  (oc.  1;  ob.  8  Kor.).  (Noé.) 

¿yo 

Figura  24  b.  —  Esta  figura  representa  el  período  precedente  del 
desarrollo  larval  de  los  embriones  de  i^.  inmitis  en  los  tubos  mal- 
pigianos de  Anopheles.  El  intestino  posterior  está  representado 
aún  por  un  esbozo  independiente;  la  célula  sexual  (c,  gen.)  es  to- 
davía única. 

(Aum.  utsupra). 

¿¡do 


-  5S5  - 

Lámina  IV  (pág.  354). 

Figura  25.  —  Tubo  malpigiano  de  Anopheles  (A.  olaviger),  lleno 
de  larvas  de  Filaría  inmitis  y  profundamente  alterado  por  la  pre- 
sencia de  los  parásitos. 

Se  aprecian  claramente  las  lesiones  celulares  de  la  pared  del  tiibo. 

(Auna.  — — ;  ob.  3;  oc.  ó.) 

220 

Figura  26.  —Figura  semiesquemática  que  representa  la  extre- 
midad libre  de  un  tubo  malpigiano  (ja  profundamente  alterado 
por  haber  hospedado  las  larvas  de  F.  inmitis  en  todos  sus  perío 
dos  de  desarrollo)  en  el  momento  de  la  rotura  de  su  pared.  Las  lar- 
vas maduras  (indicadas  en  azul)  se  escapan  por  la  abertura  en  la 
cavidad  general  del  cuerpo  (lacunoma). 

Lámina  V  (pág.  356). 

Figura  28.  —  Figura  esquemática  que  representa  el  momento 
y  el  modo  en  que  las  larvas  maduras  de  Filaría  inmitis  (y  muy 
probablemente  también  de  Filaría  Bancrofti)  salen  de  la  cavidad 
del  Ldbium  del  mosquito  y  penetran  por  la  herida  cutánea  deba- 
jo de  la  piel  del  huésped  vertebrado.  Las  larvas  son  representa- 
das en  rojo  (Fil.)\  las  piezas  perforadoras  del  mosquito  (que 
constituyen  el  estilo  (Est.)  en  pardo  obscuro;  el  Lábium  en  azul. 

Figura  28  bis.  —  Corte  transversal  del  cuerpo  de  una  Filaría 
inmitis  adulta  (en  el  tejido  conjuntivo  subcutáneo  del  perro). 

ut.  =iiteros  (llenos  de  embriones,  en  parte  ya  desarrollados,  en 
el  chorion  del  huevo.) 

int.  =:  intestino. 

cut,  =  cutícula  estriada. 

■      (Prep.  col.  Hematox.  ferr.  —  Eos.;  —  aum.  ;  ob.  sec.  5,  oc. 

3,  Koristka.) 

Lámina  VI  (pag.  545). 

Sección  longitudinal  del  intestino  medio  (estómago)  de  CuUx 
pipíens  con  quistes  anflónticos  de  Proteosoma. 

Figrura  64.  —  Sección  del  intestino  medio  ín  toto  (aum.    —-zn—', 
"=  lío 

color,  con  Hematoxilina  férrica). 

En  la  cavidad  del  estómago  se  ve  la  sangre  que  aún  contenía  en 
el  momento  de  su  extracción  y  fijación.  En  la  mitad  posterior  del 
intestino  medio,  y  en  la  parte  externa  de  su  pared,  se  ven  nume- 
rosos quistes.  Inferiormente  (ó  posteriormente)  aparecen  seccio- 
nados los  cinco  tubos  de  Malpighi. 

Rev.  Acad.  Ciencias.— III.— Diciembre,  1905.  39 


—  586  — 

Figuras  65  y  66.  —  Porciones  de  la  pared  del  intestino  medio, 
con  cuatro  quistes  anfiónticos  de  Proteosoona  de  los  gorriones 
(Passer  itdlicus) ;  pertenecen  á  la  misma  sección  representada  en 

la  precedente  figura  64.  —  (Aumento  1.800  diám  ;  ob.  —  inmers. 

15 
hom.  Koristka;  oc.  comp.  12.) 

Lámina  Vil  (pág.  546). 

Figura  67.  —  Porción  de  la  mucosa  intestinal  (pared  del  intes- 
tino medio)  de  Anopheles  claviger,  con  dos  quistes  amfiónticos  ya 
adelantados  en  su  desarrollo  (séptimo  día,  temp.  29''),  de  Lave- 
rnnia  malariae  (parásito  de  la  fiebre  tropical). 

1 

(Aum.  1.800  diám.;  —  Object.  inmers.  homog.  Koristka;  oc. 

15 

compens.  12. — Fijación:  sublimado;  —  color.  Hematox.  férrica 

Delafield.) 

Figura  68.  —  Figura  semiesquemática,  que  reproduce  el  aspecto 
de  una  sección  transversal  de  intestino  medio  de  Culex  (C.  pi- 
iñens),  artificialmente  infectado,  y  que  lleva  extraordinario  nú- 
mero de  quistes  del  parásito  { Proieosoma).  [Se  cuentan  treinta  y 
cuatro  quistes  en  la  sola  sección  (del  espesor  de  5  |j.)  aquí  repre- 
sentada]. (Aum.  600  diám.). 

Lámina  VIII  (pág.  546). 

Figura  69. — Sección  transversal  del  abdomen  (in  toio)  de  Culex 
jnpiens;  en  el  medio,  el  intestino  con  varios  quistes  anfiónticos 
(de  Proteosioma)  fijados  en  la  pared  externa  de  la  mucosa. 

(Aum.  175  diám.;  — Hematox.  alum.;  cortes  de  10  ¡j.) 

Figura  70.  —  Una  porción  de  la  pared  intestinal,  de  la  sección 
representada  en  la  figura  anterior  (fig.  69),  vista  con  aumento  de 

1.2C0  diám.  (ob.  inm.  liomog.,  oc.  comp.  8). 

15 

La  parte  cóncava  es  la  pared  externa  déla  mucosa,  la  parte 
convexa  representa  la  cara  interna  del  epitelio  intestinal. 

En  esta  figura  se  ven  claramente  tres  quistes  anfiónticos,  dos 
con  esporozoitos  maduros ;  el  tercero  contiene ,  al  contrario ,  los 
cuerpos  amar iUo  ■  pardos  ó  esporos  negros  (blackspores)  de  Ross. 

Lámina  IX  (pág.  573). 

Figura  75.  — Gios.wia  paÍ2?aí¿.s-  cJ  (Procedente  de  Sierra  Leo- 
na, 1905). 


587  — 


XVIII. — Catálogo  iiiteriiacioiial  de  Literatura 

científica. 

Solicitada  la  Real  Academia  de  Ciencias  de  Madrid  para 
contribuir  á  la  formación  del  Catálogo  Internacional  de  Lite- 
ratura Científica,  creyó  cumplir  una  misión  patriótica  respon- 
diendo afirmativamente  á  la  solicitud:  y  animada  por  el  deseo 
de  que  la  labor  científica  de  España  sea  conocida  en  todos  los 
países  civilizados,  contrajo  el  compromiso  de  instalar  la  Ofici- 
na Nacional  para  la  redacción  de  las  papeletas  bibliográficas 
que  han  de  ser  enviadas  á  la  Oficina  Central,  que  se  halla 
establecida  en  Londres, 

Deseando  que  en  la  obra  de  nuestra  Oficina  haya  el  menor 
número  posible  de  omisiones,  se  pide  la  colaboración  de  todas 
las  colectividades  científicas,  y  la  de  todas  las  personas  intere- 
sadas en  el  buen  éxito  de  nuestra  contribución  al  mencionado 
Catálogo. 

Para  facilitar  á  los  colaboradores  la  redacción  de  las  pape- 
letas que  tengan  á  bien  enviar  á  la  Academia  (  Valverde,  26, 
Madrid)  se  dan  las  siguientes  reglas,  tomadas  de  las  Instruc- 
ciones que  trasmite  la  Oficina  Central  á  las  Nacionales: 

REGLAS 

1.^  En  el  Catálogo  no  sólo  se  da  noticia  de  los  libros,  sino 
también  de  los  folletos  y  de  los  artículos  de  revista  y  de  perió- 
dico; pero  todas  estas  publicaciones,  para  ser  catalogadas,  han 
de  contener  algo  personal,  ya  como  trabajo  de  investigación  ó 
de  crítica. 

2.^  Sólo  se  dará  noticia  en  el  Catálogo  de  las  publicaciones 
posteriores  al  1.°  de  Enero  de  1901. 

3.^  Las  materias  objeto  del  Catálogo  son  las  correspon- 
dientes á  las  ciencias  matemáticas,  físicas,  químicas  y  natura- 
les ,  conforme  más  adelante  se  detalla. 


-  588  — 

4.*  Las  noticias  bibliográficas  serán  redactadas  en  una  de 
las  cinco  lenguas  siguientes:  francés,  inglés,  alemán,  italiano 
6  latín. 

5.^  Para  cada  asunto  catalogado  se  harán  dos  papeletas,  una 
correspondiente  al  título  6  materia,  y  otra  al  nombre  del  autor. 

G.'*  El  Catálogo  comprende  las  ciencias  cuya  lista  va  á  con- 
tinuación. Las  letras  del  alfabeto  colocadas  á  la  izquierda  se 
llaman  letras  registradoras  y  sirven  para  expresar  abreviada- 
mente las  ciencias  á  que  se  refieren. 

A.  Matemáticas. 

B.  Mecánica. 

C.  Física. 
I).     Química. 

E.  Astronomía. 

F.  Meteorología  (incluyendo  en  este  grupo  el  Magnetismo 
terrestre). 

G.  Mineralogía  (con  inclusión  de  la  Petrografía  y  la  Cris- 
talografia). 

H.     Geología. 

J.     Geografía  matemática  y  física. 

K.     Paleontología. 

L.     Biología  general. 

M.     Botánica. 

N.     Zoología. 

O.  Anatomía  humana  (con  inclusión  de  la  Histología  ge- 
neral y  la  Embriología). 

P.     Antropología  física. 

Q.  Fisiología  (inclusas  la  Psicología  experimental,  la  Far- 
macología y  la  Patología  experimental). 

E.     Bacteriología. 


I.— Catálogo  por  autores. 

7.^     Cada  papeleta  (*)  llevará  escrita  con  claridad  en  el  án- 
gulo superior  de  la  izquierda  la  letra  registradora,  que  indica 


( =^- j     Las  papeletas  en  borrador  pueden  ser  de  cualquier  tamaño, 


—  589  - 

la  ciencia  á  que  corresponde  el  asunto  á  que  la  papeleta  se  re- 
fiere. Ejemplo:  A,  para  Matemáticas;  B,  para  Mecánica,  etc. 

8/''  Cuando  se  desee  que  el  título  de  una  memoria  figure 
en  dos  ó  más  grupos  del  Catálogo  por  autores,  se  harán  pape- 
letas separadas  para  cada  una  de  las  ciencias;  cuyas  papeletas, 
por  lo  tanto,  sólo  se  diferenciarán  unas  de  otras  en  la  letra  re- 
gistradora. 

9.^  En  este  caso  deberá  indicarse  el  orden  de  importancia 
de  los  artículos,  6  el  deseo  de  que  sean  incluidos  en  determina- 
do grupo  del  Catálogo,  por  números  colocados  entre  parénte- 
sis, inmediatamente  después,  y  en  el  mismo  renglón,  que  la 
letra  registradora.  La  Oficina  Central  entenderá,  en  este  caso, 
que  el  signo  (1)  indica  la  clasificación  que  se  cree  más  impor- 
tante, el  signo  (2)  una  clasificación  menos  importante,  y  así 
sucesivamente;  y  publicará  la  papeleta  señalada  con  el  núme- 
ro (1),  y  además,  las  que  le  consienta  el  lugar  de  que  dis- 
ponga. 

10.  El  segundo  dato  que  debe  contener  toda  papeleta  por 
autores  es  el  nombre  del  autor. 

Debe  escribirse  primero  el  apellido,  seguido  del  nombre  (<5 
de  otras  indicaciones;  como  iniciales,  etc.).  Si  el  nombre  no 
está  expreso  en  el  título  original  de  la  publicación  de  que  se 
trate,  ó  se  encuentra  indicado  tan  sólo  por  iniciales  ó  abrevia- 
turas, se  escribirá,  sin  embargo,  cuando  sea  conocido  con  toda 
exactitud;  mas  en  este  caso,  lo  que  se  añada  á  la  abreviatura, 
6  á  las  iniciales,  se  pondrá  entre  corchetes:  paréntesis  en  esta 
forma  [     ]. 

Si  no  se  conocen  exactamente  esos  datos,  las  iniciales   ó 


puesto  que  han  de  ser  copiadas  en  la  Academia  para  su  remisión 
á  la  Oficina  Central;  pero  el  tamaño  oficial,  adoptado  para  el  Ca- 
tálogo, es  de  16  X  8  cm.  y  se  escriben  en  el  sentido  de  su  mayor 
dimensión. 

La  Academia,  cumpliendo  el  encargo  recibido,  cuidará  de  tra- 
zar una  raya  vertical  con  lápiz  azul,  próxima  al  borde  de  la  iz- 
quierda, en  las  papeletas  destinadas  al  índice  de  autores. 

También  cuidará  de  que  todas  vayan  escritas  á  máquina  y  por 
una  sola  cara,  conforme  á  las  instrucciones  de  la  Oficina  Central. 


—  59U  — 

abreviaturas  se  copiarán  exactamente,  tal  como  figuren  en  la 
portada  del  libro, 

Nunca  se  escribirán  más  nombres  que  los  habitualmente  em- 
pleados por  el  autor,  y  en  ningún  caso  se  escribirán  nombres 
que  no  sean  conocidos  con  toda  exactitud. 

La  razón  de  que  sea  preferible  escribir  el  nombre  á  poner 
simplemente  la  inicial,  es  el  que  así  se  consigue  que  vayan 
juntos  en  el  Catálogo  todos  los  trabajos  correspondientes  á  cada 
autor.  Se  comprende,  por  tanto,  la  importancia  que  tiene  es- 
cribir los  nombres  con  toda  exactitud. 

11.  Los  apellidos  deben  escribirse  subrayándolos  con  una 
línea  ondulada,  6  en  caracteres  un  poco  más  gruesos  que  el  res- 
to de  la  papeleta. 

Ejemplo:  Echegaray,  José. 

12.  Si  el  autor  es  desconocido,  el  título  de  la  obra  no  figu- 
rará más  que  en  el  Catálogo  por  materias;  á  no  ser  que  la  obra 
haya  sido  publicada  por  una  Sociedad ,  6  en  honor  de  un  sa- 
bio, en  cuyo  caso  el  nombre  de  la  Sociedad,  ó  del  sabio  en 
cuestión,  ocupará  en  la  papeleta  el  lugar  del  nombre  del  autor. 

13.  Si  el  autor  del  trabajo  es  conocido  con  exactitud,  aun 
cuando  su  nombre  no  figure  en  la  portada  del  libro,  ó  en  el 
epígrafe  del  artículo  de  revista  de  que  se  trate,  debe  escribir- 
se entre  corchetes. 

14.  Si  el  autor  escribe  bajo  un  pseudónimo,  en  la  papele- 
ta se  pondrá  su  nombre  real,  si  se  conoce  con  exactitud.  Este 
nombre  se  colocará  entre  corchetes,  y  se  hará  una  papeleta  de 
referencia  con  el  pseudónimo,  seguido  de  la  palabra  «Véase» 
y  del  nombre  verdadero  del  autor. 

15.  Si  son  varios  los  autores,  la  papeleta  se  redactará  es- 
cribiendo el  primero  de  los  nombres  que  figuren  en  el  título 
del  trabajo;  pero  se  hará  una  papeleta  de  referencia  por  cada 
uno  de  los  demás  autores,  en  las  que  se  escribirá  el  nombre  de 
cada  autor  seguido  de  la  palabra  « Véase  »  y  del  nombre  del 
autor  que  en  el  libro  aparezca  primeramente  mencionado. 

Ejemplo:  López,  José.       Véase  Fernández,  Pedro. 


-  591  — 

En  estas  papeletas  nada  más  debe  escribirse,  á  no  ser  la  le- 
tra registradora,  que  indica  la  ciencia  á  que  la  obra  ó  trabajo 
corresponde. 

16.  En  las  colecciones  de  memorias  escritas  por  varios  au- 
tores, en  colaboración,  se  hará  una  papeleta  separada  para 
cada  autor,  y  en  cada  papeleta  se  escribirá  el  título  de  la  co- 
lección y,  además,  el  título  de  la  memoria  de  que  se  trate. 

17.  El  tercer  elemento  que  entra  en  la  redacción  de  toda 
papeleta  es  el  título. 

Los  títulos  se  deben  copiar  en  la  lengua  original,  en  ca- 
racteres perfectamente  legibles;  mas  cuando  esta  lengua  no  es 
ninguna  de  las  cinco  admitidas  por  la  Conferencia  internacio- 
nal, inglés,  francés^  alemán,  italiano  ó  latín,  el  título  se  tra- 
ducirá á  una  de  esas  cinco  lenguas.  En  este  caso,  el  título, 
en  su  lengua  original ,  irá  seguido  de  su  traducción  á  uno  de 
aquellos  cinco  idiomas,  encerrada  entre  corchetes. 

18.  En  cuanto  á  las  papeletas  destinadas  al  índice  de  au- 
tores, hay  que  distinguir  entre  libros,  propiamente  dichos,  y 
notas,  memorias  ó  artículos  publicados  en  revistas  ó  periódicos. 

Las  papeletas  deberán  contener  lo  siguiente: 

A.  Cuando  se  trate  de  libros,  folletos  ú  opúsculos,  publi- 
cados separadamente: 

a)  La  letra  registradora  (véanse  reglas  6.",  7.%  S.*"* 
y  9.^). 

b)  El  nombre  del  autor  (véanse  reglas  10.^,  11.%  12.% 
Vó.%  14.%  15.^  y  16.*). 

c)  El  título  (véase  regla  17.''). 

d)  La  edición ,  si  no  es  la  primera.  La  palabra  «  edi- 
ción» se  escribirá  con  la  abreviatura  usual.  Ejemplo:  2.*  ed. 

e)  El  número  de  volúmenes,  si  hay  más  de  uno,  men- 
cionados en  la  forma  habitual.  Ejemplo:  (Vol.  1-12, 
part.  1-3) . 

Si  la  obra  no  está  completa,  se  indicará  el  número  de 
volúmenes  ó  de  partes  de  volumen  de  que  conste. 

f)  El  lugar  de  la  publicación ,  copiado  tal  como  figu- 
re en  la  portada. 


—  592  - 

g)  El  año  de  la  publicación,  segÚQ  esté  en  la  porta- 
da. Si  no  está  expreso  en  la  portada,  pero  se  sabe  cuál  es, 
t>ie  pondrá  entre  corchetes.  Ejemplo:  [1903].  Si  no  se 
conoce  más  que  aproximadamente,  siempre  que  la  duda 
no  pase  de  un  año,  se  escribirá  entre  corchetes,  seguido 
de  un  interrogante.  Ejemplo:  [1903?]. 

h)  El  número  de  páginas,  el  cual  se  indicará  con  las 
últimas  cifras  de  cada  serie  de  paginación^  separadas 
por  el  signo  -j-,  y  el  todo,  entre  paréntesis.  Ejemplo-. 
(XII  -)-  144),  para  una  obra  en  que  la  introducción  ten- 
ga XII  páginas  y  el  resto  144. 

Las  láminas,  mapas,  etc.,  se  indicarán  en  esta  forma, 
«con  lám.».  Ejemplo:  (XII  -|-  144,  con  lám.).  El  núme- 
ro de  láminas  no  debe  ponerse  sino  cuando  se  halle  expre- 
samente indicado  en  la  portada  de  la  obra.  Ejemplo: 
(XII  4-  144,  con  5  lám.). 

i)  El  tamaño  del  libro,  poniendo  su  longitud  en  cen- 
tímetros. Ejemplo:  (25  cm.).  Cuando  sea  más  ancho  que 
largo,  es  decir,  apaisado,  la  anchura  se  expresará  tam- 
bién, separándola  del  número  que  indica  el  largo,  con 
un  signo  de  multiplicar.  Ejemplo:  (25  X  30)  cm. 

k)     El  número  ó  los  números  registradores  (*). 

B.     Cuando  se  trate  de  notas,  artículos  ó  memorias,  conte- 
nidas en  revistas  ó  periódicos: 

^)>  ^)  y  c)     Lo  mismo  que  para  los  libros. 
d)     El  título  del  periódico  ó  revista  en  que  el  trabajo 
se  haya  publicado  (**). 


(*)  Los  números  registradores  se  pondrán  en  la  Academia,  en 
vista  de  las  clasificaciones  adoptadas  por  la  Oficina  Central  de 
Londres;  para  lo  cual  se  ruega  á  los  Sres.  Académicos  y  á  las  per- 
sonas que  redacten  ó  envíen  papeletas  con  destino  al  Catálogo, 
que  si  el  epígrafe,  ó  título  del  libro  ó  trabajo  de  que  se  trate,  no 
da  idea  bien  clara  de  la  naturaleza  de  su  contenido ,  escriban  al 
dorso  de  la  misma  papeleta  cuantas  aclaraciones  ó  ampliaciones 
consideren  necesarias  para  su  más  acertada  colocación  en  el  grupo 
que  corresponda. 

(**)    El  título  de  la  revista  ó  periódico  debe  copiarse  íntegro. 


—  593  — 

e)  El  número  de  la  serie  de  la  publicación,  precedido 
de  la  abreviatura  (Ser),  entre  paréntesis. 

f)  El  número  del  volumen,  ó  tomo  del  periódico  ó  re- 
vista, subrayado  con  una  línea  ondulada.  Ejemplo:  3, 
ó  1900;  pero  sin  poner  la  palabra  volumen,  tomo,  etc. 

g)  El  año  de  la  publicación,  tal  como  figure  en  la  cu- 
bierta ó  título  del  periódico.  (Véase  lo  dicho  para  los 
libros). 

Si  los  volúmenes  del  periódico  ó  revista  están  numera- 
dos por  años,  es  decir,  si  cada  tomo  corresponde  á  un 
año,  no  es  preciso  poner  el  año  de  la  publicación;  pero  sí 
cuando  la  numeración  por  años  sea  distinta  de  la  de  los 
tomos. 

h)  La  primera  y  la  última  página  del  artículo  ó  tra- 
bajo, unidas  por  un  guión  y  encerradas  entre  paréntesis. 
Si  hay  láminas,  se  indicará  como  queda  dicho. 

i)  El  número  ó  números  registradores,  entre  corche- 
tes (*). 

II, — Catálogo  por  materias. 

19.  Sobre  la  papeleta  destinada  al  Catálogo  de  materias,  la 
letra  registradora,  escrita  en  el  ángulo  superior  izquierdo,  irá 
seguida  de  la  cifra  registradora  (**),  ó  del  símbolo,  según  las 
clasificaciones.  Esta  cifra  indica  la  subdivisión  de  la  ciencia  en 
que  la  obra  de  que  se  trate  debe  ser  colocada  en  el  Catá- 
logo (***). 

20.  Cuando  se  desee  que  los  títulos  de  un  libro  ó  de  una 
memoria  sean,  á  la  vez,  comprendidos  en  varios  grupos  del 
Catálogo  por  materias,  se  hará  una  papeleta  separada  para 
cada  grupo.  (Véanse  las  reglas  8.*^  y  9.^  que  preceden.) 


La  Academia  cuidará  de  abreviarlo,  en  la  forma  convenida  con  la 
Oficina  Central. 

(*)     Se  pondrán  en  la  Academia. 

(**)     Se  pondrá  en  la  Academia,  según  queda  dicho. 

(***j  De  aquí  la  importancia  de  expresar  con  toda  claridad  la 
índole  del  contenido  del  libro  ó  trabajo  de  que  se  trate,  á  fin  de  que 
la  Academia  pueda  cumplir  lo  dispuesto  en  esa  regla  y  la  siguiente. 


—  594  — 

21.  Todas  las  papeletas  que  se  refieran  al  mismo  libro  <5  á 
la  misma  memoria  deben  remitirse  juntas  á  la  Academia,  para 
que  ésta  lo  haga,  también  á  la  vez,  á  la  Oficina  Central. 

22.  Las  papeletas  para  el  Catálogo  por  materias  deben 
contener  los  siguientes  datos: 

a)  La  letra  registradora.  Véase  regla  7.* 

b)  El  número  registrador  ó  símbolo.  Véase  regla  18, 
letra  7c)  {*). 

c)  El  nombre  del  autor.  Véase  regla  18,  letra  h). 

d)  El  título.  En  su  lengua  de  origen,  si  es  una  de  las 
convenidas  (inglés,  francés,  alemán,  italiano  ó  latín).  En 
los  demás  casos,  se  pondrá  solamente  la  traducción  á 
una  de  estas  cinco  lenguas,  seguido  del  nombre  de  la  len- 
gua original,  entre  paréntesis.  Ejemplo:  (español). 

En  estos  casos,  por  consiguiente,  el  título  primitivo, 
en  su  lengua  de  origen,  solamente  constará  en  el  índice 
de  autores. 

e)  Cuando  en  una  memoria  se  describan  nuevos  com- 
puestos químicos  importantes,  ó  especies  nuevas  en  His- 
toria Natural,  etc.,  no  mencionadas  en  el  epígrafe  ó  título 
del  trabajo,  deben  mencionarse  en  la  papeleta,  entre  cor- 
chetes (véase  la  regla  23);  ó  bien  dar  á  la  Academia  in- 
dicaciones que  la  permitan  enviar  á  la  Oficina  Central  de 
Londres  la  lista  de  especies  nuevas. 

f)  I.  Cuando  se  trate  de  libros: 

La  edición. 

El  número  de  volúmenes. 

El  lugar  y  el  año  de  la  publicación. 

El  número  de  páginas,  con  la  indicación  «con 
láminas  » ,  si  es  necesario. 

El  tamaño. 

En  cuanto  al  modo  de  redactar  estos  datos, 
véase  regla  18,  A.  letras  {d)  á  (^). 
II.  Cuando  se  trate  de  artículos  publicados  en  re- 
vistas ó  periódicos: 


(*)     Se  pone  en  la  Academia,  según  queda  dicho. 


-  595  — 

El  título  del  periódico. 

El  número  de  la  serie. 

El  número  del  volumen. 

El  año  del  volumen. 

La  primera  y  la  última  página  de  la  memoria 
ó  de  la  parte  de  memoria  que  se  mencione 
en  el  título  modificado,  y  añadiendo:  «con 
lám. »  si  las  tiene. 

En  cuanto  á  la  forma  en  que  deben  consig- 
narse estos  datos,  véase  regla  ISy  B.  letras 
{d)  á  (h). 

23.  Cuando  la  Academia,  en  algún  caso ,  estime  convenien- 
te, en  las  papeletas  destinadas  al  Catálago  por  materias,  sin  me- 
noscabo de  la  claridad,  abreviar  algún  epígrafe,  lo  hará  ajustán- 
dose á  las  siguientes  reglas,  adoptadas  por  la  Oficina  Central: 

a)  Si  la  modificación  consiste  en  la  omisión  de  una 
parte  del  título  original,  la  parte  que  se  omita  se  susti- 
tuirá con  unos  cuantos  puntos  suspensivos. 

b)  Si  la  modificación  consiste  en  añadir  palabras  que 
no  figuren  en  el  título  primitivo,  las  palabras  añadidas  se 
colocarán  entre  corchetes. 

c)  Si  el  epígrafe  para  el  Catálogo  es  distinto  del  ori- 
ginal, se  colocará  todo  él  entre  corchetes. 

d)  Si  al  mismo  tiempo  se  suprimen  y  añaden  pala- 
bras, se  emplearán  ambas  cosas  combinadas:  los  puntos 
suspensivos  y  los  corchetes. 

24.  Cuando  en  una  sola  papeleta  no  quepa  todo  lo  que  se 
quiera  escribir,  se  añadirá  otra,  pegándola  ó  atándola  á  la 
primera  por  su  borde  inferior  (*). 

Todos  estos  pormenores  se  perciben  mejor  exhibiendo  mo- 
delos. 


(*)  Las  papeletas  que  la  Academia  enviará  á  Londres,  por  ser 
las  adoptadas  por  la  Oficina  Central ,  son  de  cartulina  delgada  y 
llevan  un  taladro  circular  de  6  mm.  de  diámetro,  cuyo  punto  más 
bajo  está  á  6  mm.  de  distancia  del  boi-de  inferior  de  la  papeleta, 
en  su  punto  medio;  lo  cual  permite  unir  unas  á  otras,  cuando  es 
preciso,  atándolas  con  un  hilo  ó  cinta,  que  pasa  por  dicho  taladro. 


—  596  — 

A  continuación  se  presentan  cuatro,  en  que,  por  el  nombre 
del  autor  y  por  la  materia  de  que  trata,  se  da  noticia  de  un 
libro  y  de  un  artículo  de  revista. 

Modelo  de  papeleta  de  un  libro,  para  el  índice  de  autores  (*). 


c 

García 

de  los  Reyes,  Mate 

30.        Teoría 
graphique  d 

gráfica  de 
es  Commu- 

las  Conmutatrices. 

[Théorie 

tatrices] 

Madrid 

1902 
[6060] 

O 

(252)       (22 

cm.) 

Modelo  de  papeleta  del  mismo  libro,  para  el  índice  por  materias. 


C     6060 

García  de  los  Reyes,  Mateo.  Théorie  graphicjue 
des  Commutatrices.  (Español)  Madrid  1902 
(252)      (22  cm.) 


O 


(*)  Los  tamaños  y  demás  detalles  de  estos  modelos  son  los  que 
en  las  notas  precedentes  quedan  indicados.  Para  las  papeletas  en 
borrador,  aunque  el  tamaño  es  indiferente,  puede  adoptarse  el  de 
media  carilla  de  papel  corriente  de  cartas. 


597  - 


Modelo  de  papeleta  de  un  artículo  de  Revista,  para  el  índice  por 

autores. 

0 

Ramón   y  Cajal,   S. 

El  aparato  tubialifcrme 

del 

epitelio  intestinal  de 

les  mamíferos  [L'appareil 

t\i- 

buliforme  de  l'epitelium  intestinal  des  mammif eres] 

Madrid,   Re^^  R.  Ac. 

Ce.      I      19C4.      (17-21.) 
[07601 

O 

Modelo  de  papeleta  del  mismo  artículo  de  Revista,  para  el  índice 

por  materias. 


0     0760 

Ramón   y 

Cajal,    S. 

des 

'appareil  tubuliforme  de 
mammiíeres.      (Español) 

l'epitelium 

intestinal 

Madrid,  Rev.  R.  Ac.  C 

s. 

I        1904. 

(17-21.) 

1 

O 

Observaciones  particulares,  referentes  á  varios  grupos 
de  clasificación. 

B  (Mecánica) 

En  Estática,  Dinámica  de  fluidos,  Elasticidad  y  Sonido,  los 
trabajos  de  carácter  más  exacto  ó  matemático  se  señalarán  con 
el  signo  (i.);  las  obras  en  que  la  observación  y  la  experiencia 
sean  los  puntos  de  vista  principales,  se  marcarán  con  este  otro 
signo  (ii.);  todo  á  continuación  del  número  registrador. 


-  598  - 

7)  (Química),  H  (Geología) 

Para  fijar  los  números  registradores  y  los  símbolos  en  estas  - 
dos  ciencias,  tarea  que  se  reserva  la  Academia,  véanse  los  cua- 
dros y  clasificaciones  remitidos  por  la  Oficina  Central. 

J  (Geografía  física  y  matemática) 

En  Geografía  se  emplea  una  clasificación  especial,  con  di- 
visiones y  subdivisiones,  indicadas  por  letras  del  abecedario: 
clasificación  que  se  combina  con  las  de  la  Geografía,  la  Geo- 
logía, la  Botánica,  la  Zoología,  etc.,  etc. 

K  (Paleontología) 

El  símbolo  numérico  en  Paleontología  se  compondrá  de  dos 
guarismos:  uno  de  dos  cifras  (número  estratigráfico),  y  otro  de 
cuatro  cifras ,  que  representará  la  subdivisión  del  reino  animal 
6  vejetal  á  que  pertenezca  la  forma  fósil  que  se  describa.  Así, 
por  ejemplo,  una  Memoria  sobre  Cefalópodos  triásicos  llevará 
por  índice:  K55,  6700. 

Los  números  registradores  para  indicar,  en  Paleontología, 
subdivisiones  zoológicas  son  los  mismos  que  se  emplean  en  la 
clasificación  zoológica;  y  los  números  indicadores  de  subdivi- 
siones botánicas,  son  idénticos  á  los  empleados  en  la  clasifica- 
ción de  esta  ciencia. 

Pueden  añadirse,  además,  en  ésta  como  en  otras  ciencias,  si 
es  necesario,  los  símbolos  alfabéticos  de  la  clasificación  topo- 
gráfica. Ejemplo:  una  Memoria  sobre  los  peces  cretáceos  de 
Turquía  asiática  llevará  el  siguiente  símbolo  :K  75,  5431  Jei. 

N  (Zoología) 

En  Zoología  se  harán  tres  clases  de  papeletas,  á  saber:  1.°, 
papeletas  de  título;  2.^,  papeletas  por  materia;  3.°,  papeletas 
sistemáticas;  redactadas  conforme  á  las  siguientes  reglas: 

1.^  Papeletas  de  título:  Se  redactarán  conforme  á  las  ins- 
trucciones que  preceden,  dadas  para  el  índice  de  autores,  aña- 
diendo al  final,  antes  del  número  registrador,  en  una  ó  más  pa- 


-  599  - 

labras,  la  posición  taxonómica  del  animal  ó  de  los  animales  á 
cuyo  estudio  se  refiera  el  trabajo  de  que  se  trate  y  la  materia 
ó  punto  de  vista  desde  el  cual  ese  estudio  se  haya  hecho. 

Nunca  se  pondrán  dos  títulos  en  una  sola  papeleta,  aun 
cuando  se  trate  de  dos  Memorias  de  un  mismo  autor  que  se 
hayan  publicado  en  la  misma  Revista.  En  estos  casos  se  hará 
una  papeleta  para  cada  uua  de  las  Memorias. 

Siempre  que  una  papeleta  se  refiera  á  formas  fósiles,  se  pon- 
drá la  siguiente  indicación:  -j-.  Si  el  estudio  se  refiere  á  la  vez 
á  formas  fósiles  y  á  formas  actuales,  se  indicarán  así:  *•{-. 

2.*  Papeletas  por  materia:  Estas  papeletas  deberán  llevar 
á  la  cabeza  el  índice  referente  á  la  materia  en  cuestión,  seguido 
de  la  subdivisión  que  corresponda,  indicada  en  el  mismo  idio- 
ma en  que  esté  redactada  dicha  papeleta.  Si  ésta  se  refiere  á 
alguna  subdivisión  nueva,  que  no  se  halle  mencionada  en  la 
clasificación  adoptada  por  la  Oficina  Central ,  se  clasificará 
como  si  lo  estuviese;  y  en  estos  casos,  el  Director  del  Catá- 
logo decidirá  lo  que  debe  hacerse.  Materias  distintas^  con  ín- 
dices diferentes,  no  se  escribirán  nunca  sobre  una  misma  pa- 
peleta. 

En  las  papeletas  por  materia,  bajo  el  punto  de  vista  geográ- 
fico, se  añadirá,  además,  al  símbolo  la  indicación  correspon- 
diente de  la  clasificación  establecida  en  Geografía  topográfica; 
ejemplo:  0627  J  dg.  significará  «distribución  geográfica  de 
los  Poríferos  en  España  y  Portugal». 

3.^  Papeletas  taxonómicas  ó  sistemáticas:  Mientras  que  en 
las  papeletas  de  título,  la  literatura  zoológica  se  clasifica  según 
los  nombres  de  los  autores,  y  en  las  papeletas  por  materias 
conforme  á  las  categorías  biológicas,  en  estas  otras  la  base  de 
clasificación  son  los  animales  á  que  el  estudio  se  refiere. 

La  papeleta  sistemática  es,  por  lo  tanto,  distinta  de  la  pape- 
leta por  materia. 

Las  papeletas  sistemáticas  comenzarán,  pues,  por  la  indica- 
ción de  la  «  rama  »  y  de  la  «  materia  » ,  seguida  del  «  nombre  -^ 
del  animal  á  que  la  papeleta  se  refiera.  En  seguida,  en  una  ó  dos 
palabras,  se  pondrá  el  punto  de  vista  bajo  el  cual  se  estudia 
el  animal  en  cuestión  («Anatomía»,  «descripción»,  «n.  sp. », 


—  600  — 

etc.),  después  el  nombre  del  autor,  y  por  último  la  referencia. 

La  base  de  la  clasifiración  sistemática  es  el  género.  Dos  gé- 
neros distintos  no  se  pondrán  nunca  en  la  misma  papeleta. 

Si  se  tratare  de  grupos  más  extensos  que  el  género,  la  indi- 
cación de  la  rama  y  de  la  categoría  irá  seguida  del  nombre  del 
grupo,  en  lugar  del  nombre  del  género,  como  se  ha  dicho 
antes . 

Para  cada  nuevo  género  se  hará  una  papeleta  distinta,  en  la 
que  el  nombre  del  nuevo  género  irá  seguido  de  la  indica- 
ción «  n.  gen.»,  después  de  una  breve  referencia  al  género  ó  gé- 
neros con  los  cuales  se  relacione,  y  de  algunas  indicaciones 
referentes  á  las  especies  que  contiene,  A  estos  datos  se  añadi- 
rá el  nombre  del  autor  y  la  referencia. 

Las  mismas  reglas  se  observarán  para  los  nuevos  subgéne- 
ros, añadiendo  la  indicación  «n.  subgén.»,  á  la  que  seguirá  el 
nombre  del  género  al  cual  el  subgénero  pertenezca. 

Las  papeletas  referentes  á  formas  fósiles  se  marcarán,  ade- 
más, con  el  signo  f,  y  las  que  se  refieran  á  formas  fósiles  y 
recientes  con  el  signo  *-¡-.  Rara  vez  ocurrirá  esto  último. 

El  sistema  que  se  seguirá  para  la  clasificación  de  las  pape- 
letas sistemáticas  será  el  mismo  que  se  emplea  en  la  sección 
sistemática  de  la  conocida  obra  «Zoological  Record»  ó  en  los 
«  Berichte  »  publicados  en  «  Wiegmann's  Archiv  f ur  Naturges- 
chichte  » . 

Para  facilitar  el  trabajo  del  director  del  Catálogo  en  esta 
sección,  la  persona  que  redacte  papeletas  deberá  cuidar  de  po- 
ner al  pie  de  cada  papeleta  sistemática,  el  nombre  del  grupo 
(le  animales  á  que  dicha  papeleta  corresponda;  tarea  que  podrá 
desempeñar  con  poco  trabajo  si  el  nombre  de  los  grupos  se  en- 
cuentra, como  casi  siempre  se  encontrará,  indicado  en  la  obra 
que  tendrá  á  la  vista  y  á  que  corresponde  la  papeleta.  Si  en  la 
obra  no  hay  ninguna  indicación  de  grupo  (familia,  subfamilia 
ó  tribu),  ó  cuando  el  redactor  no  pueda,  por  propios  conoci- 
mientos, suplir  esta  falta  de  datos,  deberá  hacerlo  constar  afeí 
escribiendo  al  final  de  la  papeleta:  «posición  (colocación  zoo- 
lógica) no  indicada».  Los  nombres  de  la  mayor  parte  de  los 
grupos  se  encuentran  en  las  Instrucciones  de  la  Oficina  Central; 


—  601  - 

pero  facilitarán  mucho  la  tarea  del  director  del  Catálogo  las 
informaciones  detalladas  que  se  le  den  sobre  la  posición  siste- 
mática del  animal  estudiado. 

La  Academia  cuidará  de  trazar  una  línea  roja  cerca  del  bor- 
de  de  la  izquierda  en  las  papeletas  de  título ,  y  una  línea  ver- 
de en  las  de  materia,  dejando  en  blanco  las  sistemáticas  ó 
taxonómicas. 

A  continuación  se  ponen  modelos  de  estas  tres  clases  de  pa- 
peletas zoológicas: 


o 

u 

(B 
Q) 
C 


(O 
O 
C 

4 


N. 

Hidalgo,  J.  G.  —  Distincicn  de  dos  nuevas  espe- 
cies de  moluscos  gastrópodoe  [Ricinula  L.ischkei 
Hidalgo.  —  Latiaxis  Kieneri  Hidalgo.]  [Distinctión 
de  deux  nouvelles  especes  de  moUusques  gastropo- 
des]  Madrid,  Rev.  R.  Ac.  Cs.  1904  (73-75) 
[Mollusca,  Gastropoda]      [2207,  2231.] 


o 

3 

ti 

V 

(C 

o 

O 

cs 


u 
(1) 

t» 

ó  de  moUusgues  gastropodes.      (Español)      [Ricinula            <ü 

•O 

©  Jaiscnüei  J:iiaaigo.  —  jLi.aua.xid  jt^aeneri  üiaajgu.j                      ^, 

>  o 


N.     2207. 

Distinctión 

[Structure]  de  deux  nouvelles  especes 

de  moUusques 

gastropodes. 

(Español)      [Ricinula 

Lischkel  Hida] 

Lgo .  —  Latiaxis 

Kieneri 

Hidalgo .  ] 

Hidalgo, 

Madrid,      Rev 

.    R.   Ac.    Cs. 

O 

1904 

(73-75.) 

a 


o, 

(3 


Ekv.  Acad.  Cibncias.— III.— Diciembre,  1905.  40 


—  602 


o 

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[1. 


o 

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a 

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N.    2231. 

[Ricinula 

L.i3Cliksi 

Hidalgo. 

....] 

(N  sp.) 

Hidalgo, 

Madrid,      Rev. 

R.  Ac. 

Cs. 

1904 

(73- 

75 

•) 

[Gastropoda.] 

O 

N.     2231. 

[ Latiaxis  Kieneri  Hidalgo]        (N  sp.) 

Hidalgo, 
Madrid,      Rev.  R.  Ac-.  Cs,      1904      (73-75.) 

[Gastropoda.j 


o 
«j 

a 


d) 
a 


Para  más  detalles  referentes  á  estas  y  á  las  demás  ciencias  que 
el  catálogo  comprende,  véanse  las  instrucciones  de  la  Oficina 
Central,  á  disposición  de  los  Sres.  Académicos  y  sus  colaboradores 
en  la  Secretaría  de  la  Academia. 

J.  R.  Carracido. 


±isrr>iaE 

DE  LAS  MATERIAS  CONTENIDAS  EN  ESTE  TOMO 


Págs. 

Constitución  de  la  Academia  en  1.°  de  Julio  de  1905 5 

Catálogo  de  los  moluscos  testáceos  de  las  islas  Filipinas, 

Joló  y  Marianas ,  por  Joaquín  González  Hidalgo 9 

Análisis  de  las  aguas  potables,  por  D.  Gabriel  de  la  Puerta.        65 

División  de  un  segmento  en  media  y  extrema  razón ,  por 
Luis  Cátala 103 

Contribución  á  la  teoría  de  los  polígonos  regulares,  por 
Luis  Cátala 108 

Distribución  de  la  corriente  eléctrica  en  una  red  de  conduc- 
tores ,  por  Evaristo  Serrano  Rosales 129 

Enumeración  ,  por  orden  alfabético,  de  los  géneros  mencio- 
nados en  el  Catálogo  de  los  moluscos  de  Filipinas ,  publi- 
cado en  el  presente  tomo 139 

Acción  de  la  quinina  y  de  la  pilocarpina  sobre  las  oxidasas, 

por  José  R.  Carracido 141 

La  coagulación  de  la  sangre ,  por  José  R.  Carracido 149 

Cefalópodos  de  las  costas  mediterráneas  españolas,  particu- 
larmente de  las  de  Cataluña  y  Baleares,  por  Luis  Lozano 
y  Rey 159 

Tipos  de  fosforescencia  en  los  sulfuros  de  bario,  estroncio  y 

calcio,  por  José  Rodríguez  Mourelo 221 

Las  terminaciones  nerviosas  en  las  ventosas  de  algunos  Ce- 
falópodos ,  por  J.  Madrid  Moreno 257 

Qtiermes  mineral.  Nuevos  estudios,  por  D.  Gabriel  de  la 
Puerta 269 

Sobre  la  representación  simbólica  ,  por  complejas  imagina- 
rias ,  de  las  magnitudes  sinusoidales ,  por  José  M.  de  Ma- 
dariaga 287 

Estudios  acerca  de  los  Dípteros,  y  de  los  parásitos  que  trans- 
miten al  hombre  y  á  los  animales  domésticos,  por  el  Doc- 
tor Gustavo  Pittaluga 292 ,  402  y      505 

D.  José  Ramón  Luanco,  por  José  Rodríguez  Mourelo 363 

Ensayo  de  óptica  geométrica,  por  Vicente  Floren  Acero.. . .      380 
Catálogo  internacional  de  Literatura  científica,  por  J.  R. 
Carracido 587 


Cí 


o^ 


índice: 

DE  LAS  MATERUS  CONTENIDAS  EN  ESTE  NÚMERO 


■pXee, 


XVIT. — Estudios  acerca  de  los  Dípteros,  y  de  los  parásitos 
que  transmiten  al  hombre  y  á  los  animales  do- 
mésticos (continuación),  por  Gustavo  Pittáluga. .     505 

XVIII. —  Catálogo  internacional  de  Literatura  científica, 

por  J.  B.  Carracido 587 


La  subscripción  á  esta  Revista  se  hace  por  tomos  completos, 
de  500  á  600  páginas ,  al  precio  de  6  pesetas  en  España  y  6  francos 
en  el  extranjero ,  en  la  Secretaría  de  la  Academia ,  calle  de  Val- 
verde,  núm.  26,  Madrid. 

Precio  de  este  cuaderno ,  1,50  pesetas. 


3  2044  093  293  538