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REVISTA DE MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
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REVISTA
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AULEt K nsTErnaA, «REnrATÍA r p»ATriA (un)
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APABL ULECIA y LARDONA
TOMO LXXII
MADRID
IMPBENTA T LIBBEBÍA DB NICOLÁS MOTA
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1906
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Giítoí J. C. Cebriar.
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
OCLUSIÓN INTESTINAL
GttBEGirmA A UHi FORIA AHATODCA BABA HE BSTEHOSU DEL OmSTUO
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DR. D. JOSÉ GOYANES
Clr^uio d« BÚB^rOy por opotldén, d«l HotptUl proTincUI; ProfMor ftoxlltar d« b FM«ltad
de Medieinft de Madnd.
No hace muchos dias fui llamado con toda urgencia al Hospital
provincial para ver á un pobre paciente, enfermero de la casa, que
presentaba el grave cuadro de la oclusión intestinal aguda. Las
particularidades de la lesión del intestino, observadas en el acto
operatorio, y el gravísimo daño producido al enfermo por un trata-
miento anterior desacertado, son bastante motivo para exponer el
caso en la prensa profesional.
El enfermo era robusto y bien conformado, de cuarenta y dos
años, que sufría de tiempo en tiempo trastornos gastro-intestinales
de aspecto de cólico, con estreñimiento, vómito, dolor y meteoris-
mo, que iba sorteando sin detrimento para la nutrición y demás
fnnciones.
«El día 4 de marzo, después de una indigesta comida (lata de pi-
mientos), comenzó á sentir molestias parecidas á las de anteriores
accesos, pero con dolor intensísimo en el mesogastrio, meteorismo
y estreñimiento absoluto para gases y heces fecales. En el trans-
curso de tres días le fueron administrados tres fuertes dosis de pur-
gantes salinos y oleosos (aceite de ricino), y como no hablan produ-
cido deposición alguna, la familia del paciente, por indicación de
un médico, le aplicó un enema de agua carbónica^ introduciendo para
ello una sonda de goma en el recto y vaciando en el intestino el con-
Afio XXX. - Tomo LXXII. - Núm. 0V7. - 7 Julio, 1906. 1
tMki^é¿ÚA¿ífátii¿tiiv^de Selti enchufado á la sonda, enema que
produjo al enfermo intolerables dolores de vientre.
BI día 7 por la tarde vi al paciente en estado de intensa gravedad,
con vómitos fecalóideos reiterados, descenso de la temperatura
(36^,4),. facies abdominal, pulso pequeño y frecuente^ y secreción es-
casa de orina. Los síntomas regionales consistían en meteorismo
difuso, sobre todo en la parte alta y central del abdomen, zona he-
pática algo rechazada hacia el tórax y dolor intenso en el vientre,
sobre todo en el mesogastrio.
Un enema de aceite á poca presión que puse al enfermo con un
tubo de goma y un embudo, produjo dolores intensos y no fué de-
vuelto, por lo cual y visto el estado de gravedad (fleus de probable
localización en el intestino delgado por su curso agudo y por domi-
nar el meteorismo en la zona central del vientre, y determinado
quizás por una estrechez intestinal crónica), decidí practicar la la-
parotomía, después de reanimar al enfermo con inyecciones de sue-
ro y cafeína.
Abierto el vientre por la línea media mesohipogástrica, encon-
tramos tres ó cuatro asas intestinales meteorizadas y congestiona-
das, hicimos una punción cbn un trocar fino para vaciarlas de su
contenido gaseoso y exploramos la zona baja del abdomen, con la
gran sorpresa de notar un fuerte olor á materias fecalóideas y acei-
te, y descubrir estas substancias en la porción declive de la cavi-
dad abdominal. Nos convencimos, por lo tanto, de la existencia
de una perforación intestinal y para descubrirla mandamos intro-
ducir un insuflador de termocauterio en el ano; el aire inyectado
pasaba á la cavidad del abdomen á través de unei per foración de la
pared anterior del recio en la zona de transición al colon pelviano;
las paredes rectales estaban rasgadsis en una gran extensión y la
mucosa perforada se herniaba á través de ellas; estae^ lesiones fue*
ron evideniemenie producidas por una explosión rectal determinada
por el enerna de agua carbónica.
Suturada la perforación de la pared del recto, procedimos á bus-
car la lesión determinante de la íleus. Esta radicaba en el intestino
delgado, á unos 50 cm. del ángulo íleocecal, y estaba representada
por una estreches circunscrita^ rodeada de un anillo lipomatoso ar-
borescente, que partía de una de las caras del mesen terio para ter-
minar en la otra. El mesenterio presentaba á todo lo largo de la
inserción entérica una multitud de lóbulos adiposos arborescentes,
parecidos á gruesos y apretados apéndices epiplóícos, y en todo el
resto de su extensión una espesa capa adiposa entre las dos hojas
peritoneales. Por encima de la estrechez el asa intestinal aparecía
enormemente dilatada y de gruesas paredes (hipertrofia muscular
entérica bien conocid% y constante en las estrecheces del intestino)
y con éxtasis venoso ; por debajo del anillo estrictural el asa se ha-
llaba yacía, colapsada y de color rosado. Practicamos sin pérdida
de tiempo una entero-anastomosis lateral, siguiendo la técnica co-
rriente, y cuando creímos terminado lo más importante de la ope*
ración, descubrimos á unos 20 ó 25 cm. por encima de la estrechez
inferior otra segunda, exactamente igual, que hicimos desaparecer
practicando la enteroplastia á lo HeineckeMikulicz. La incisión
longitudinal de la estenosis nos permitió observar que el calibre del
asa á su nivel era igual al de una pluma de ave, que la mucosa es<-
taba atróflca, pero no ulcerada, la muscular hipertrofiada por en-
cima de la estrechez y sustituida por tejido esclerótico al nivel de
-ésta, y la serosa reemplazada por las vegetaciones lipomatosas.
Después de lavar el peritoneo con abundante cantidad de disolu-
ción salina fisiológica y colocar un desagüe á lo Mikulicz en el án-
gulo inferior de la herida hasta la pared rectal perforada y cosida,
cerramos el abdomen en el resto de la incisión.
El paciente decayó mucho durante la última fase operatoria y fa-
lleció veinte horas después.
Sirva de escarmiento este caso (que quizá se hubiera salvado sin
la grave complicación de la peritonitis perforativa) para aquellos
médicos que no se paran en poner en práctica procedimientos ver-
daderamente brutales. Roturas del intestino determinadas por los
-enemas de agua carbónica se hallan y a consignadas en la literatu-
ra médica (casos de Jalaguier y Lebec), y con las inyecciones de hi-
drógeno, propuestas por Senn, se han producido también en tres
casos de Bryant. Es en verdad sorprendente que el autor de este úl-
timo procedimiento alegue, para demostrar la inocuidad de su mé-
todo, que las paredes del intestino resisten una presión de 4 á 6 at-
mósferas.
La posibilidad de una rotura intestinal me obliga, pues, á elevar-
me enérgicamente contra el empleo sistemático de los enemas de
agua carbónica á alta presión y de las llamadas mezclas gasígenas
-en las oclusiones del intestino.
Pero el caso referido merece también comentarios desde el punto
de vista anatómico, puesto que, recorriendo la exposición que los
Pintores clásicos de enfermedades intestinales hacen de la anatomía
8
de las estenosis del íleon, no he encontrado descrita la forma ana-
tómica observada, á la que me atrevo & cAliñesLr áe estenosis anular
Upomatosa (véase la figura). La lipomatosis del borde mesentérico
había invadido, como hemos ya dicho, la superficie libre del intesti-
no en forma de anillo de 2 cm« de ancho por 1 á 2 de espesor; la mu-
cosa estaba atrofiada y la muscular reemplazada por tejido escleró-
sico de infiltración. Por lo demás, la invasión lipomatosa mésente-
rica era perfectamente limitada, y en el resto de la superficie del
Íleon no se veía vegetación epiplóica alguna, que es lo que en con-
diciones normales sucede.
La superficie externa de las estenosis intestinales se halla descrita
muy parcamente en los tratados. Nothnagel {Die Erhrankungen de»
Esquema de la estenosis lipomatosa anular. — a, o, anillos lipomatoso»
estenósicos ; 6, mesenterio ; e, asa aferente ; (2, asa eferente.
Darms und des Peritoneum^ Wien., 1898, pág. 266), después de algu-
nas consideraciones sobre las causas, número y longitud de las es-
trecheces, dice que <en la superficie externa de las mismas existen
con mucha frecuencia engrosamientos peritoníticos y, con frecuen-
cia también, adherencias con otras asas intestinales y con otros
órganos (bazo, hígado, etc.)*.
Menos explícito es todavía Boas en su conocido tratado {Dianostik
und Therapie der Darmkrankheiten, 1899, pág. 427), aunque hace re-
ferencia á los trabajos de Riedel sobre las estenosis producidas por
la retracción mesentérica, la cual puede originar no tan sólo el vól-
vulo de la S ilíaca, sino también estenosis del yeyuno-íleon, cuando
la retracción peritoneal se localiza en el mesenterio del intestino del-
gado. Pero estas lesiones son completamente distintas de la obser-
vada por nosotros.
9
En un trabajo de los más recientes y completos sobre las estenosis
intestinales, con especial referencia á las tuberculosas, publicado
por el profesor Wieting en la Deutsche Zeitschrift für Chirurgie,
tomo 78, pág. 341 : Beitrag zur Pathogenese und Anatomie der auf
entzündlicher, namentlich tubero. Basis entstand. Darnistrikturen,
etcétera, tampoco se halla descrita ni representada en las numero-
sas figuras del texto esta invasión anular del tejido adiposo del me-
senterio.
Bn el tumor ileocecal tuberculoso, las masas adiposas que á ve-
ces existen, no son de naturaleza productiva, sino restos de los apon*
dices epiplóicos, y en el intestino delgado la serosa de la estrechez
puede hallarse ulcerada (estenosis tuberculosas principalmente), y
desprovista de epitelio peritoneal y retraída.
Por desgracia, la falta de autopsia no permitió en nuestro caso
averiguar la naturaleza de las estrecheces, dato que á veces escapa
aun á la investigación microscópica más detenida, y por lo tanto,
determinar la índole primaría ó secundaria de la vegetación lipo-
matosa arborescente. Claro es que no se puede negar ni afirmar que
en la observación expuesta las estenosis fueran de naturaleza tu-
berculosa (faltando antecedentes de traumatismo, herencia, sífilis,
tifoidea, disentería, etc., quedan excluidos los respectivos procesos
ulcerosos con estenosis subsiguiente), hablando en favor de la natu-
raleza fímica de la estrechez su localización en el íleon y su multi-
plicidad (12 estenosis del intestino delgado en un caso de Hofmeis-
ter: BerL klin. Woch,, 1896, pág. 227; 9 en otro de Wieting, loe.
cit.; 10 en uno de Soerensen : Deutsche med. Woch., V. B., núm. 2),
mientras que la falta de tuberculosis de otros órganos y de ulcera-
ciones tuberculosas en el intestino no la excluyen en modo alguno.
En definitiva, la lesión observada en el caso expuesto es muy inte-
resante y rara, y merece la pena dirigir una investigación biópsica
y necrópsica para descubrir alteraciones análogas. Si la estrechez
es consecutiva á la invasión de la pared intestinal por los lóbulos
adiposos del mesenterio (la enorme diferencia que existe entre la
longitud del intestino en el lado de la inserción mesentérica y la del
lado libre puede considerarse como un precedente fisiológico), esta-
mos autorizados á considerar como nueva forma anatómica la este-
nosis lipomatosa anular. Si la invasión de la grasa mesentérica es
secundaria y subsiguiente á alteraciones de la serosa de la zona es-
tenosada, la lesión tiene menos interés, pero el suficiente para lla-
mar sobre ella la atención.
10
En cuanto al tratamiento de las estrecheces^ la enteroplastia debe
reservarse para las estenosis sencillas y de tejidos relativamente
sanos; la anastomosis, con exclusión del asa 6 asas estenosadas,
debe practicarse en los enfermos muy decaídos por afección crónica
ó aguda (íleus) y la resección, con sutura ó botón de Murphy, en
todos los demás casos.
REVISTA DE TERAPÉUTICA Y FARMACOLOGÍA
DR. D. EMILIO PÉREZ NOGUERA
Médico d«l Caerpo da Staldftd MUiUr.
SuMABio t I. Dos nuevos anestesióos locales.» II. Empleo de la sal marina
oontra el reumatismo crónico. ~III. Acción diurética de las irrigaciones
rectales.^IV. Los rayos X como remedio de algunas neuralgias.— Y. ün
buen tenífugo para los niños.
I. Des nuevos anettótices lecaios.— El importante grupo farmacológi-
co de los anestésicos locales^ á cuya cabeza figuran medicamentos
tan activos y de tanta utilidad en la práctica médica, como la co-
caína, la acoina, la eucaina, el ortoformo, la estovaina y la anes-
tesina, acaba de enriquecerse con dos nuevos productos sintéticos,
dotados, al parecer, de gran energía medicamentosa, y que han
sido introducidos en terapéutica con las denominaciones comercia-
les de Alypina y Novocaína.
La primera es un clorhidraio de benzoil-tetrameiil'diamino^penia''
nolf que sólo se diferencia de la estovaina {clorhidrato de benzoU-
dimeiil amínO'pentano[) por contener un grupo amino-dimetilado.
Az<^^, más que este último, según puede apreciarse comparando
las fórmulas de constitución correspondientes á dichos cuerpos.
s
CH'-Az<ggI CH»-Aí<ggÍ
C«H»-CÜ-C0C«H».HC1 C»H»-00— C0C«H».HC1
CH'
CH»-Az < g^
EttOTaCna. AiiplM.
Se presenta bajo forma de polvo blanco, cristalino, fácilmente so-
luble en el agua y en el alcohol; fusible á los 169^; que precipita de
II
sus disoluciones acuosas por los reactivos generales de los alcaloi-
des y por el yoduro de potasio; que puede soportar sin descompo-
nerse temperaturas superiores á 100**,. prolongadas durante diez
minutos, y que posee una acción fisiológica exactamente igual
á la de la estovaina, pero mucho más intensa, sobre todo cuando
se introduce en el organismo por medio de inyecciones intra*
venosas. ^
Introducida debajo de la piel ó aplicada sobre una mucosa en so-
lución al 4 por 100, produce una completa insensibilidad de todos
aquellos tejidos con quienes se pone en contacto, por parálisis de las
terminaciones periféricasde los nervios correspondientes; pero como
sucede con la cocaína y con la misma estovaina, esta parálisis se
desarrolla también en los centros y en los troncos nerviosos cuando
el medicamento de que se trata se pone en contacto directo con ellos.
Para anestesiar la conjuntiva y la córnea bastan soluciones al 2,
pero tiene el inconveniente de determinar una intensa hiperemia de
todos los tejidos del ojo, debida á sus pronunciados efectos vaso-
dilatadores.
La acción tóxica de la alipina se traduce por una parálisis más ó
menos completa del sistema nervioso central (según la importancia
de la dosis administrada) con iocalización muy especial en el bulbo
y, sobre todo, en el centro respiratorio. Esta parálisis va precedida
de un periodo de excitación caracterizado por convulsiones tónicas
y clónicas, acompañadas algunas veces de alucinaciones é hiperes-
tesia. La muerte sobreviene en todos los casos por asfixia.
Sobre el aparato circulatorio actúa disminuyendo la frecuencia y
la energía de las contracciones cardiacas, pero donde principal-
mente se manifiesta su influencia es en la presión vascular, que des-
ciende bruscamente hasta 8 y 10 milímetros de mercurio á los pocos
segundos de haber practicado una inyección intravenosa con solu-
ción al 2 por 1.000 de la expresada droga. La dilatación de los vasos
es un fenómeno que se observa siempre después de la aplicación del
anestésico, lo mismo que sucede con la estovaina; pero, al contra-
rio de lo que ocurre con esta última, pueden modificarse sin peligro
alguno dichas propiedades vasodilatadoras, con sólo añadir á sus
soluciones acuosas algunas gotas de adrenalina al milésimo.
La solución diluida al 1 por 100 carece de acción tópica irritante y
no modifica el estado de la pupila, las funciones de acomodación
ni la presión intravascular; pero las concentradas al 4 ó 5 por igual
proporción, irritan fuertemente los tejidos que tocan y dan origen á
12
una midriasis bastante pronunciada que suele prolongarse cerca de
una hora.
En cuanto á su coeficiente de toxicidad por kilogramo vivo, puede
evaluarse, según se desprende de los estudios experimentales de
Impens y Chevalier, en 7 centigramos por vía subcutánea, en 6 por
vía intraperitoneal y en 2 miligramos bajo forma de inyecciones
intravenosas.
Hasta ahora sólo se ha empleado en laringología, urología, oftal-
mología y operaciones dentarias, utilizando soluciones acuosas
cuya concentración ha variado entre 2 y 4 por 100. En la práctica
quirúrgica ordinaria no ha llegado á generalizarse, pues para obte-
ner una anestesia algo duradera se necesita hacer uso de soluciones
al 4, las que inyectadas debajo de la piel suelen dar origen á gran-
des fenómenos de irritación local y hasta algunas veces á verdade-
ros focos de gangrena.
Estas mismas propiedades irritantes contraindican formalmente
su empleo en la práctica de la anestesia medular por medio de in-
yecciones intrarraquídianas.
En resumen ; el medicamento de que se trata es un anestésico
local de acción fisiológica muy semejante á la de los demás com-
puestos farmacológicos del mismo grupo, sobre todo á los de la
esto vaina y cocaína, pero de propiedades terapéuticas muy inferio-
res á las de dichos cuerpos. Del primero se distinguen por desenvol-
ver mayor irritación local y poseer un coeficiente de toxicidad mu-
cho más grande ; del segundo, ó sea de la cocaína , por desarrollar
efectos vasodilatadores bastante acentuados y ser más irritante,
menos anestésico y algo menos tóxico (sobre todo cuando se admi-
nistra por vía subcutánea).
El segundo compuesto medicinal de que hoy tenemos que ocupar-
nos, es la Novocaína 6 clorhidrato ácido de p-aminO'benzoil^eiil--
amino-eihanal^
C-NH«.H01
HC. yQU
C— COO.C*H*N(C«H»)»
obtenido por primera vez por Einhorn y Uhfelder, y que se presenta
bajo la forma de finas agujas incoloras, fusibles á 156, solubles en
13
su peso de agua fría y en 30 partes de alcohol ordinario. Las solu-
ciones acuosas de este nuevo remedio pueden someterse durante
quince ó veinte minutos á temperaturas de ebullición, sin que se al-
teren ni descompongan en lo más mínimo.
Según se deduce de los experimentos practicados por Bíeberpel
(de Breslau), la novocaína desenvuelve ya una acción anestésica
bastante pronunciada, con soluciones al 0'25 por 100 ; pero nunca
produce efectos secundarios desagradables, ni aun haciendo uso de
soluciones muy concentradas (al 20 por 100). No desenvuelve acción
tópica irritante, pues puede aplicarse sin inconveniente alguno
bajo forma de polvo sobre los tejidos más delicados, y no ocasiona
ningún trastorno de la respiración ni de la circulación cuando se
administra por vía subcutánea en cantidad de 15 á 20 centigramos
por kilogramo del animal sometido á la experiencia.
Dosis más altas desenvuelven los mismos fenómenos que la co-
caína, la esto vaina,, la alipina y demás medicamentos del mismo
grupo, pues hacen descender la presión sanguínea y paralizan los
centros nerviosos, ocasionando la muerte por asñxia; pero para
llegar á producir tan graves accidentes se necesitan cantidades
muy elevadas de este nuevo anestésico, desde el momento que su
dosis tóxica mortal puede calcularse en 35 á 40 centigramos por ki-
logramo vivo.
Las indicaciones de la novocaína son, en general, las de los
compuestos análogos, pero muy especialmente la anestesia quirúr-
gica y las extracciones de dientes, á causa de su débil toxicidad
y de carecer casi en absoluto de acción tópica irritante. Brandt ha
llevado á término 150 operaciones, sin más anestesia que la deter-
minada por este nuevo producto medicamentoso, no obstante figu-
rar en dicha estadística algunos casos de uranoplastias, estañlorra-
flas, gastrostomías y entérostomías.
Como se trata de un compuesto vasodilatador, es conveniente
para evitar grandes hemorragias en los actos quirúrgicos, añadir á
la solución de novocaína pequeñas cantidades de adrenalina, se-
gún se detalla en las fórmulas siguientes:
Núm. 1. Novocaína 10 centigramos.
Bolación salina fisiológica 10 gramos.
Solución de adrenalina al milésimo. . . X gotas.
Núm. 2. Novocaína 10 centigramos.
Solución salina fisiológica 5 cent. cúb.
Solución de adrenalina al milésimo... X gotas.
14
Esta última, que corresponde á una solución al 2 por 100, está
principalmente indicada en los casos de extracciones dentarias 6
de operaciones muy largas y dolorosas; en todos los demás bastan
las soluciones al centesimo, como las representadas por la fórmula
núm. 1.
En resumen: la novocaína parece ser un anestésico ideal, de
acción terapéutica tan duradera y acentuada como la cocaína,
desprovisto por completo de acción irritante local y mucho menos
tóxico que todos los demás medicamentos análogos empleados
hasta ahora, excepción hecha de la esto vaina.
Esperemos, sin embargo, á que nuevos estudios experimentales
vengan á confirmar tan halagüeñas promesas.
II. Empleo de la eal marina contra el reumatismo erinlee. — Hace ya mu-
cho tiempo que se emplea empíricamente en Rusia por las gentes
del pueblo un tratamiento muy eficaz del reumatismo crónico, que
consiste en friccionar las articulaciones enfermas con sal común
ligeramente humedecida. Dichas fricciones se repiten dos ó tres ve-
ces al día y se prolongan durante quince minutos, envolviendo des-
pués la parte friccionada en un trozo 'de bayeta caliente ó en una
gruesa capa de algodón.
Teniendo en cuenta los buenos resultados obtenidos con tan sen-
cillo procedimiento, el Dr. N. Falipie ha hecho uso de la sal marina
en solución concentracía y bajo forma de compresas, en once casos
de reumatismo articular crónico. Después de aplicar la compresa
bien empapada en la solución de^al, sobre la articulación invadida,
la rodea de franela y de tafetán gomado, renovando las aplicacio-
nes cada cuatro horas.
Todos los enfermos tratados de esta suerte curaron por completo
en un plazo relativamente corto, pues rara vez solfa exceder de tres
septenarios. Además, el dolor y la tumefacción desaparecían muy
rápidamente, sin que en ninflUin caso pudiera comprobarse la exis-
tencia de fenómenos de irritación local.
III. Acción diurétiea de las irrigaciones rectales. — Según un articulo
publicado en el British Medical Journal^ los enemas de solución
fisiológica de cloruro de sodio desenvuelven un efecto estimulante
sumamente acentuado sobre las funciones renales, determinando
un aumento tan rápido y seguro de la cantidad de orina como el
que producen los diuréticos más activos de nuestra materia médica.
Gracias á esta acción especial se consiguen dos importantes re-
15
soltados: el aumento de la cantidad de orina y la disminución de
las congestiones renales, observándose en el primero dos periodos
distintos que corresponden á una aceleración refleja de la circula-
ción sanguínea y & una mayor actividad en la absorción y filtra-
ción del liquido por parte de }as células propias del órgano.
La experiencia clínica ha demostrado que cuando la tensión arte-
rial está muy elevada, las irrigaciones rectales, producen súbita-
mente un ligero aumento, pero sólo se trata de un fenómeno muy
pasajero que no tarda en ir seguido de considerable disminución,
gracias al desarrollo de una abundante diuresis unida á una mayor
actividad de las funciones intestinales. Dicho descenso de presión
sanguínea va acompañada de gran sensación de bienestar y á ve-
ces de sueño.
He aquí el método que el Dr. Coleman Kemp recomienda: colocado
el enfermo en el lecho en posición lateral y con las piernas dobladas,
se introduce en el recto una cánula de doble corriente; se adapta á
ella el tubo de un irrigador de varios litros de cabida lleno de solu-
ción décimonormal de cloruro sódico caliente, y se regula la presión
de manera que, aunque la referida solución entre y salga de conti-
nuo en el intestino, permanezca siempre en él una cantidad aproxi-
mada á 500 gramos. Oe este modo deben inyectarse, durante cada
sesión, unos 30 litros de dicho suero artificial.
Si fuera necesario, no hay inconveniente en repetir las irrigacio-
nes cada tres ó cuatro horas, y gracias á tan sencillo procedimiento,
que bien pudiera llamarse de corriente continua, se obtiene el má-
ximum de absorción, que el autor ha calcula en 1 litro porcada 3 ó
4 que se irrigan.
IV. Los rayes X eomo remodio de algunat neuralgias.— Sabido es que uno
de los más constantes y valiosos efectos de los rayos Róntgen, cuan-
do se aplican contra los tumores malignos, es la producción de una
analgesia más ó menos intensa y duradera, pero que no falta nun-
ca. Partiendo de este hecho plenamente demostrado por todos los
especialistas, el Dr. Leonard ha tenido la idea de aplicar dichos
efectos anestésicos al tratamiento de las neuralgias, obteniendo
hasta ahora resultados que pueden calificarse de muy satisfacto-
rios, pues entre oíros éxitos de menor cuantía, cuya descripción ca-
rece de interés, presenta la observación de dos casos crónicos y re-
beldes completamente curados, después de haber resistido durante
mucho tiempo á toda clase de remedios antineurálgicos, tanto ex-
ternos como internos.
16
El primero se reñere á ud enfermo de neuralgia suborbitaria con-
secutiva á la gripe: después de haber hecho uso inútilmente de mul-
titud de medicaciones, recurrió al empleo de los rayos ROntgen, ini-
ciándose la mejoría desde la primera sesión, de tres minutos, y lle-
gando á curar por completo algunas semanas más tarde. El otro
corresponde á un individuo que venia sufriendo desde hacia siete
meses una neuralgia muy aguda de los dos nervios dentales y que
antes la había padecido en diferentes ramos del trigémino. Tres se*
siones de á cinco minutos cada una, repetidas un día sí y otro no,
bastaron para determinar el alivio de los fenómenos dolorosos, y la
curación fué definitiva, á partir de la octava, sin que en dos años
hayan vuelto á manifestarse nuevos ataques.
Además, el autor añrma que la radioterapia puede ser útil hasta
en ciertas formas de neuritis, fundándose para hacer tal afirmación
en el caso de una mujer asistida por él, y que no obstante hallarse
afectada de neuritis del facial con degeneración del nervio, conse-
guía verse libre de dolores durante toda la tarde y una parte de la
noche que seguían á la aplicación de dicho remedio. En otro enfer-
mo con tic doloroso de la cara, cuyas crisis se reproducían cada
cinco minutos, privándole del sueño y del descanso, la beneficiosa
influencia de los rayos X se hizo sentir casi en seguida, manifestán-
dose por la cesación de los dolores y por la desaparición de las cri-
sis convulsivas.
El mismo autor ha tenido ocasión de observar efectos análogos
en otra multitud de dolores independientes de las neuralgias y, so-
bre todo, en los provocados por la gota y por el reumatismo articu-
lar crónico.
V. Un buen tenffugo para Im nlflot. — El Dr. Guida recomienda:
Aeido salioilioo 60 centigramos.
Extracto etéreo (le helécho macho 75 ^
Qoma arábiga 8 f^ramos.
Jarabe simple 60 —
Ai^na destilada • 100 —
Esencia de canela X Kotas.
Para tomar toda la fórmala en ayunas en dos fracciones con una hora
de intervalo.
Otros prefieren :
Extracto etéreo de helécho macho 4 gramos.
Goma arábiga en polvo 4 —
Jarabe de éter 40 —
Airna destilada de menta 100 —
Para tomar por la mañana en ayunas en nna ó dos veces.
n
También pueden administrarse las ñores de Kouso(10ól5 gra-
mos de polvo mezclados con 20 ó 30 de azúcar) ; el semen contra muy
recomendado por Chaussur:
Calomelanos al vapor 10 centigramos.
Semencontra • 20 ^
Alcanfor - 15 —
Jarabe de goma 80 —
6 la esencia de trementina, que suele dar en ciertos casos rebeldes
resultados superiores á los dem&s tenífugos:
Esencia de trementina 6 gramos.
Poción gomosa 100 —
Para tomar de una vei.
bibliografía
POR K
DOCTOR RODOLFO DEL CASTILLO
SioHAOVLA MKDiooBVM ocvLABTOBVM, por Mr. Emílío Espérandiou.
La epigrafía en todos los tiempos ha tenido gran importancia por
los interesantes datos que ha suministrado á la historia y á la fllo-
iogia. En sus comienzos, dio preferencia al estudio de los epígra-
fes griegos y latinos, pero más adelante y á principio del siglo pa-
sado penetra en el Oriente, y aquellos pueblos que hasta entonces
habían sido arca cerrada á nuestras investigaciones, presentan-
noslo á nuestros ojos con todas las maravillas de su espléndido pa-
sado. A las inscripciones Coptas debieron Champollion y otros el
conocimiento de la vida del antiguo Egipto, de igual suerte que á los
descubrimientos de Layard, en Ninive, debemos á Smith el que nos
haya revelado la espléndida civilización Asirio-Caldea.
De todas las inscripciones, las más estudiadas han sido las latinas,
y á ellas pertenecen las de los llamados sellos de oculistas roma-
nos, que en poco tiempo ha venido á constituirse en una especiali-
dad, que ha testimoniado lo que la oftalmología era en los tiempos de
Augusto, y si bien Sichel, Grotefend, Klein, Villefosse, Thedenat y
otros habían ya publicado numerosos é interesantes trabajos refe-
rentes á ellos, es lo cierto que al sabio Mr. Emilio Espérandieu dé-
bese la obra más completa hasta hoy publicada, con su libro titula-
9
18
do Recueil des cacheta d'oculistes romainn^ en el cual su autor da á
la estampa todas las inscripciones de aquellos sellos hasta entonces
catalogados, con los nombres de los oculistas, el de los colirios, sus
aplicaciones en las diversas afecciones de los ojos, etc., y termina
su obra con una bibliografía de lo más completa de cuantos traba-
jos se habían publicado desde los de Juan Smet, en 1678, hasta
nuestros días.
Cuando esta obra se publicó en 1893, fué objeto su autor de Iqs
plácemes más entusiastas, y se le consideró como uno de los epigra-
Astas más distinguidos de la Francia, pues su obra era la síntesis
de cuanto se había dicho y discutido referente á unos monumentos
que venían á esclarecer la historia de la oculística en los dominios
de Roma.
No estimamos impertinente el que se diga que Mr. Espérandieu no
es médico, ni oculista, sino un ilustre oñcial del ejército francés, y
que los ocios que le permite la milicia los emplea en el estudio de la
arqueología, en la que, como ya hemos dicho, ha conquistado nom-
bre y fama, y tan es así, que los alemanes, que son hoy los que ca-
minan á la cabeza de los estudios de la epigrafía latina, le han con-
ñado el trabajo de agrupar todas estas inscripciones, que han de
servir para el volumen XIII del Corpus inscriptionum laiinorum.
De este trabajo ha hecho Mr. Espérandieu un libro por separado
que titula Signacula medicarum oculariorum, en el que comienza di-
ciendo : «Las inscripciones especiales que empleaban los médicos
oculistas se hallan descritas en multitud de folletos, de los cuales
sólo haré aquí mención de aquellos que estimo de mayor interés,
pues de los demás creo que bastará con citar los lemas que llevan
cada uno de los sellos»; á continuación va enumerando las inscrip-
ciones de estos sellos, indicando la substancia de que se componen,
sus dimensiones, forma geométrica, año y lugar en que fueron ha-
llados, número de inscripciones y sitio en que van grabadas, las que
se reproducen con exactitud por delicadas improntas. Las inscrip-
ciones de muchas barras de colirios encontradas en su mayoría en
una tumba romana en Reims, allá por el año de 1854, como la de mu-
chos vasos de los destinados por los oculistas para conservar los
colirios» hacen un total de 231 inscripciones, que son hasta hoy las
conocidas. Como estos sellos eran muy variados, como ya hemos
dicho, el autor del libro los describe en capítulo separado, y á me-
dida que va indicando sus particularidades, les señala el número de
orden para mejor comprensión del lector.
19
Después, y por orden alfabético, da á conocer los nombres y cog-
nemes de los oculistas que figuran en él, los colirios y las enferme-
dades en que debían aplicarse éstos.
Varios capítulos indican después los nombres de los lugares en
donde fueron hallados, museos y centros científicos en que se en-
cuentran, como los que se hallan en poder de particulares, y por úl-
timo, termina tan interesante obra con un atlas de los facsímiles de
los sellos descritos.
Para terminar, diremos que el autor ha dado á su libro un corte
clásico y en él refleja sus profundos conocimientos y gran erudición
en rama tan difícil de los conocimientos humanos, y por ello no he-
mos de regatearle nuestra modesta felicitación por tan meritfsi-
ma obra.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
BEAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADRID
8e$ión del dia i2 de Mayo de Í90fí.
Profilaxis de la tuberculosis. — El Dr. Hernández Briz, al reanadarBe este
debate, dice que en el imporfcaotisimo asuato de la taberculosis había que
tener presente dos puntos de mira: el primero, la lucha contra el esputo,
procurando por todos los medios posibles combatir el germen especifíco, la
semilla tuberculosa, pues sin el germen ó semilla no hay enfermedad, como
lo prueban aquellas poblaciones donde no existía todavía la tuberculosis,
por no haber llegado á ellas dicho germen. Al efecto, recuerda lo expuesto
por el Dr. Larra al hablar de una población que estuvo muchos años siendo
desconocida esta dolencia, hasta que ahora la padecen por haber llegado
á ella la semilla de la enfermedad; que lo mismo ocurre en un pueblo de
la Sierra, Peguerioos, á 1.600 metros de altitud, que no la padecen hasta
que es llevada por alguno. Que desgraciadamente no habrá ningún pueblo
quesea refractario á esta plaga, asi como tampoco habrá ninguna edad
de la vida en que no se padezca esta enfermedad; que desdo el niño recién
nacido hasta el anciano de más edad, en todas las épocas se contrae y se
padece esta dolencia, que ataca á todos los tejidos de la economía, y de
aquilas numaroáisimas variedades que presenta.
El segundo punto de mira es macho más importante que el primero : es
hacer estéril el terreno humano para que no germine en él la semilla tu-
berculosa ; mantener despiertas y activas las defensas orgánicas ; sostener
20
la perfecta nutrición celnlar ; rigorízar el organismo y la raza por todoB lo»
medios. Que hay que combatir el alcoholismo y la si/ilis que contribuyen
poderosamente A favorecer los estragos de la tuberculosis ; que el sifilítico
que adquiere la tuberculosis es, como ha dicho un gran clínico, una reía,
que se consume por los dos extremos para desaparecer rápidamente.
Para yigorizar y fortalecer al hombre, hay que empezar desde el na-
cimiento; que la alimentación y crianza del niño tiene que reglamentarse,,
pues en todas las clases sociales hay un desconocimiento absoluto en toda
cnanto á este importantísimo asunto se refiera. Dice que mucho antes del
nacimiento hay que dirigir nuestra mirada por los hijos del alcohólico y
sifilítico ; son seres raquíticos y miserables, como decía elocuentemente el
genial Letamendi ; de esos padres ntieerdn borradores de hijos, incapaces de
ponerlos en limpio la diosa H¡/gea con todo su poder.
Hay que multiplicar las instituciones de las Chtas de leche^ como la fun*
dada por el Dr. ülecia; pablicar cartillas y dar conferencias en escuelas y
colegios, etc., y hacer propaganda de estas ideas.
Debe combatirse toda enfermedad tuhercuUgena, como el sarampión^ la
coqueluche y la gripe, las cuales despiertan y abonan el terreno para que en
él germine la tuberculosis que estuviese latente en la conralecencia d&
estas enfermedades, pues cree el Dr. Briz que las toxinas del bacilo de
estas tres enfermedades tienen muchos puntos de contacto con la toxina de
la tuberculosis. Que hay que ocuparse de la grandísima mortalidad de los
nifios menores de doce afios, y que por miles se cuentan los que sucumben
en Madrid de meningitis, probablemente la mayoría de ellos de naturaleza
tuberculosa y de otras clases de meningitis bulbares, rápidamente mortales,
que hace falta estudiar, citando lo que ocurría en un colegio de esta corte,.
' que había producido justificada alarma los casos presentados, pues en horas
morían algunos nifios sin dar tiempo á que los riera el médico, y con un
síndrome más ó menos parecido á la meningitis cerebro-espinal.
Dice que está conforme con cuanto había dicho el Dr. Toloea respecto
á los sanatorios marinos, que debían multiplicarse, porque contribuían po-
derosamente á fortalecer al nifio, curándole sus enfermedades pretubercu-
losas, y que ahora se ocuparía de la acción terapéutica, indicaciones y con-
traindicación es del clima de montaña. Que la experiencia personal durante
diecisiete años seguidos en el verano y parte del otoño, en la sierra de
Guadarrama, zona granítica de la prorincia de Madrid, le había permitido
observar la acción verdaderamente prodigiosa; que tenia hechos qne veía
confirmados por los principales clínicos é higienistas de Europa.
Añade que es tan accidentado el terreno de nuestra península, que no
teníamos que envidiar á nadie para poseer el clima que nosotros necesitá-
semos; que sin salir de Madrid, sin perder de vista la torre de Santa Cruz,
estaban representados los principales climas, pues desde el punto más
alto, qne es la Peña Lara, hasta el más bajo, que está en la confluencia del
Tajo con el Algodor, hay un desnivel de cerca de 2.000 metros; que con
este sólo dato se viene en conocimiento de lo desigual de su territorio.
La Sierra llamada comunmente de Guadarrama es una estribación de la
cordillera Carpetobetónica, que se estudia desde saliente á poniente, ce-
rrando el norte y con exposición al mediodía; que está en la zona graní-
21
tica de la provincia y qae tiene namerosos pueblos perfectamente urba-
nizados; que desde Miraflores de la Sierra, El Espinar, Guadarrama, El
Escorial, San Lorenzo, basta San Martin de Yaldeiglesias, Las Navas, et-
cétera, podían utilizarse perfectamente por encontrarse en la altitud del
clima de montaña.
El clima de montaña ha de tener una altitud de 1.000 á 1.800 metros de
altura media, la mejor de todas, según todos los observadores, pues las dé*
biles disminuciones de presión que corresponden á esta altitud no tienen
contraindicaciones y es donde deben instalarse los sanatorios de montaña;
que á esta altura es más amplia y rápida la respiración, que el tórax se di-
lata mejor, el anhídrido carbónico de la sangre disminuye, y que los actos
respiratorios son habitualmente mejor estimulados, según las observacio-
nes de Veragut, Beguerd, A. RobÍQ,.Binet, etc.
Entre loe muchísimos niños menores de once años, que en los diecisie -
te años había observado (teniendo en cuenta que sólo á El Escorial con*
currian en los veranos unos 8.000 próximamente), en todos ellos se obser-
vaba, hasta por las personas indoctas, la mayor oxigenación de la sangre;
-que llegaban pálidos, anémicos, y á los pocos días su piel se coloraba de
carmín, la mirada era más viva, el apetito aumentaba, el sueño era mayor,
•en una palabra, que la nutrición era más activa.
Hay que tener presente que en el clima de montaña son varios los facto-
res quiS le daban carácter y especialización.
1.* La altitud media ya indicada.
2.<* La mayor luminosidad de la atmósfera ; que la luz en toda esta re*
gión es más viva; que los rayos químicos, los ultravioletas, son más in-
tensos y numerosos; que experimen taimen te había comprobado que la
placa fotográfica necesitaba mucha menos exposición en esa altura que en
los sitios bajos. Que es tan importante esta acción del agente luminoso,
«jerce tan maravillosa influencia en el organismo humauo, que una parte
grandísima de sus beneficios se debe indudablemente á esto. Cita las ob-
servaciones recogidas en los artilleros, que subieron á las alturas del Puerto
de Malagón y meseta del arca de San Juan (1.600 y 1.786 metros), sitios de
atmósfera fría, y que se observó el fenómeno del desprendimiento de la
epidermis de la cara.
La luz solar dice que tiene una acción verdaderamente mineralizadora,
iónica en alto grado, efectos terapéuticos de todos conocidos.
£1 tercer factor, y de una importancia excepcional, descubierto reciente-
mente, es la radio-actividad de la atmóefera. Que el aire atmosférico ha de- .
mostrado el profesor Saake, en 1904, que contiene substancias radio acti-
vas, habiendo visto que el aire es de tres á cinco veces más rico en substan-
cias radio-activas eu estas alturas que en los valles; que como la diferencia
de tensión eléctrica entre el aire y el suelo aumenta á medida que nos ele-
vamos, debe haber en las montañas una acumulación sobre la superficie
del cuerpo humano de substancias radio -activas más considerable que en la
llanura; añade que si no sería éste el secreto de la influencia favorable so-
bre el organismo de las altitudes; que empezaban á esbozarse ahora estos
estudios y que el tiempo lo aclararía.
El cuarto factor es el suelo y los vegetales que lo pueblan. Que en esta
22
sierra el snelo es guHs y granito; qae su regetación es Tariadisíma, exis-
tiendo 1.062 especies silvestres y asilvestrados de plantas, abundando las
aromatico-bal(>ámicas y las coniferas; que hay, por tanto, el quinto de la
vegetación de Espafia; que unido esto d la pureza de sus aguas de manan-
tial, que procedentes del derretimiento de las nieven que en el invierno cu*
bren las alturas, y filtradas por el granito, nacen purísimas, casi destiladas,
por no disolver apenas sales, y muy frescas. Que el aire, impregnado del
aroma de las plantas resi no-balsámicas, le hace tónico y excitante en ex-
tremo.
El quinto factor lo forman los fenómenos meteorológicos. Que la seque-
dad de la atmósfera en verano y otofto es grande, pues apenas hay lluvias
en esta época, cayendo algnna agua en otoño, muy poca. Que el cielo es
despejado y de una transparencia y limpidez asombrosa, que se dibuja el
contorno de las rocas en sus menores detalles sin bruma alguna. Que en
invierno cae toda el agna y su primavera es muy desigual y ventosa, sien-
do, por tanto, el verano y otoño la mejor época, y la que se debe aprovechar
para la cura de montaña.
* La acción antiséptica del aire á estas alturas, que no contiene gérme-
nes ni bacterias, es grande, pues Eoch, Mittchell, Groch, etc., han de-
mostrado experimental mente la desaparición de los bacilos en los espu-
tos expuestos á la luz en estas alturas.
En el Bcal sitio de San Lorenzo el centro de sus observaciones está si-
tuado á la mitad próximamente de altura de la falda de la sierra Carpe-
tana, con una altitud de 1.027 metros sobre el nivel del mar, habiendo en
la actualidad numerosísimos caminod forestales que tienen un recorrido de
80 kilómetros, construidos unos por la Escuela do Montes y otros por la In-
tendencia de Palacio, que suben en zis zas por la montaña con pendientes
muy pocas veces accesibles para las señoras y los niños, y por donde se
puede s^bir á alturas como el Puerto de Malagón (1.600 metros) la meseta
del arca de San Juan (1.7d6 metros), teniendo dos caminos horizontales de
muchos kilómetros de extensión, y si se agrega á esto los millones do pinos
plantados que para la repoblación de estas faldas tiene puestosia Escuela
de Montes y la Intendencia de Palacio, que gracias al entusiasmo del mar-
qués de Borja tantas mejoras tiene hechas que han transformado este Real
Sitio, con virtiéndolo en un Sanatorio natural de primer orden, se compren-
derá perfectamente^ las múltiples aplicaciones que pueden sacarse de estas
ventajas.
El tratamiento climatoterápico de la anemia, linfatismo, escrofulismo
(adenoideos, ganglíooares, debilitados, etc.), neurópatas irritables, con-
valecencia do las enfermedades infecciosas (sarampión, coqueluche, tifoi-
dea, etc.), estados todos ellos que pueden considerarse como pretubercfdo-
809, se curan admirablemente, bien por la estancia durante una temporada
en estos parajes, por la climatoterapia, que es superior á toda clase de dro-
gas para combatir tales estados.
Que en los últimos Congresos de Medicina y Pediatría se habían puesto
de manifiesto estos hechos; qne en Suiza, bajo la genial idea del Padre
Byon, se han organizado Colonias escolares de vacaciones^ generalizadas hoy
por todos los cantones; en Inglaterra, con su Convalescen'Insíitution difnn-
23
didos por todo el pais; en Francia también con sus Ooloniaa escolares, cayo
defensor más entusiasta es Oottinet; en Alemania con sos escursiones eaca»
iarea permanentes á los alrededores de Berlín; en Bélgica sosteniendo las
Colonias escolares con suscripciones populares, etc., etc.; que' en todos
estos países se han comprobado las inmensas ventajas y los grandísimos
beneficios que reportan para la salud pública la vida al aire libre y los cli-
mas de montaña, haciéndose de este modo verdadera proBlaxis de la tnber-
oalosis.
En Espafia se deben aumentar los {Sanatorios marinos y hacerse en diver-
sas ragiones Sanatorios de montaña^ y que respecto á lo que se refiere á la
provincia de Madrid, pueden establecerse en cualquier parte de esta extensa
sierra, verdadero pulmón de Madrid, tan sana y de condiciones tan excep-
cionales, d fin de que esos pobres niños del Hospicio, Asilo de las Mercedes,
San Bomardino, etc., etc., pertenecientes á la Diputación Provincial, al
Municipio, sociedades particulares, etc. , pudieran permanecer durante los
veranos y otoños en estos lugares, donde se fortalecerían y se curarían todos
estos estados pretuberculosos, y su organismo fuerte y robusto resistirla
perfectamente todas las causas debilitantes de las grandes poblaciones y no
serían víctimas de la tuberculosis, reduciéndose su mortalidad muchísimo
con sólo hacer esto, que por otra parte resultaría, á la par que muy huma-
nitario, muy económico, pues el viaje podrían hacerlo á pie, los alimentos
les saldrían más económicos que en Madrid, y con construir unos sencillos
pabellones quedaba todo hecho.
Dice el Dr. Briz que tiene el clima de montaña hasta una acción curativa
sobre ciertas formas de tuberculosis, citando varios casos clínicos, y de aquí
la fama que tiene esta sierra, que se la llama el Pao ticosa del Guadarra-
ma, y de la que el ilustre cirujano Federico Rubio tenía recogidas obser-
vaciones de curas prodigiosas en esta región.
Gomo contraindicación solamente ha vistp que los cardiacos mal campen'
gados y los que padecen de miocarditis les sienta mal esta altura, presen-
tándose la asistolia que les obliga á regresar á Madrid; que en las formas
congestivas y kemorrágicas de la tuberculosis también les sienta mal esta
altara; que fuera de estos casos no ha visto contraindicación de ningún
género, pues hasta en los ancianos la acción t/^aica y reconstituyente de estos
climas les prueba admirablemente.
Para terminar, denuncia una grave falta de policía urbana, cual es
los millares de verduleros y fruteros ambulantes que encierran en sos
casas la mercancía, y muchos de ellos no tienen como vivienda más que
una habitación, y debajo de las camas y en los rincones dejan las banastas,
cestas, etc., llevan las frutas y verduras expuestas á todas las emanaciones
de niños con viruela, difteria y enfermos de tuberculosis; que esas verdu-
ras y frutas que se comen crudas las sacan á la venta al día siguiente.
I Cuántos casos de contagio no se transmitirán por este medio! Que urge
que el Municipio habilitase locales donde estas verduras fuesen deposita-
das por sus dueños para que no se contagien de nada y se conserven bien ;
y ya que los cobran un impuesto, en aquellos que no pueden guardarlos en
buenas condiciones higiénicas, se les facilite este depósito gratis. Que se
Vigilen las tiendas de comestibles, carnicerías, etc., donde ocurre algo
24
parecido, y de este modo se «minorarán no poco los casoe de transmisión de
la tuberculosis.
El Dr. Espina manifiesta que para que la lucha contra la tuberculosis
cuente con el apoyo de las clases sociales acomodadas, más que á su ñlan-
tropia debe acudirse á su egoísmo, haciéndolas entender el peligro que
corre su salud y su vida estando rodeados de tuberculosos.
Se muestra partidario de la declaración obligatoria de la tuberculosis, y
afirma que en el dia nadie admite la tuberculosis sin germen, debiendo, sin
embargo, darse el valor que corresponde al terreno en que ha de ctoIucío*
uar la enfermedad; considera como factores indispensables para la lucha
antituberculosa : 1.% la alimentación, que debe ser sana, abundante y ba-
rata, toda Tez que la miseria es la principal tributaria de la tuberculosis ;
2.'*, la construcción de casas higiénicas, acerca de lo cual nada se había
realizado hasta el presente de verdadera transcendencia, debiendo llevarse
la acción de la piqueta ai centro mismo de las poblaciones circundadas de
calles y casas antihigiénicas; 8.", reforma de la legislación en cuanto al
matrimonio para evitar la tuberculosis hereditaria ó una descendencia
apta para contraerla ; 4.^, una activa propaganda contra el alcoholismo y
nicotinismo; 5.°, reforma de la ley de reclutamiento en el ejército y marina,
en el sentido no sólo de eximir del servicio á los tuberculosos, sino á los
predispuestos, y que si bien hoy es difícil el diagnóstico precoz de la tuber-
culosis, tienen gran valor para formar juicio las relaciones entre el períme-
tro torácico y la talla, entre ésta y las dimensiones del pecho, así como la
espirometría y la radiografía, que permiten hacer una exclusión racional
de individuos que no debieran ir á las filas del ejército.
ACADEMIA MEDIOO-QUIBÚRQIOA ESPAUTOLA
8«Mn del dia 7 de Mayo dé 1906,
OHalmoplegia eompliüada.— El Dr. Fernández Sauz dijo que la enferma
cuya historia expone á la Academia era una mujer de cincuenta y cuatro
afios, casada, sin antecedentes hereditarios. No ha estado embarazada nun-
ca. Menstruación regular. Fenómenos congestivos en menopausia. Hábitos
alcohólicos.
En diciembte de 1894 notó sacudidas bruscas involuntarias en el brazo
izquierdo con sensación de adormecimiento, que le daban dos ó tres veces
al día y le duraban varios segundos. En febrero de 1906 notó de improviso
adormecimiento en el miembro inferior derecho : los tres dedos internos y
el borde interno del antebrazo derecho, adormecidos también, se acompa-
saban dd hormigueo é hiperestesia. En fin de febrero paulatinamente se
produjo la caída del párpado superior y visión doble, que ha ido en gradual
aumento; al mismo tiempo dolor en la parte media izquierda de la frente,
ojo y mejilla del mismo lado.
Examen, — Buen estado de nutrición. Pulso débil, pequeño, lento; ruidos
cardíacos normales, sobre todo el primero.
25
MoTiLiDAD.— Pt03ÍB paralitíca eii el ojo izquierdo, que está desliado ha-
oia afuera ; morimientos del globo hacia dentro, arriba y abajo, impoeibles;
los hacia abajo y afuera, dificiles. Midrians, pupila con rigidez absoluta.
DeéTíacióu secundaria del ojo derecho (sano) cuando mira hacia la dere-
cha. Comisura hucal desviada hacia la .izquierda, y surco nasogeniano iz-
quierdo mis pronunciado que el derecho; no obstante, los movimientos del
facial inferior izquierdo más torpes que en el derecho. Facial superior iz-
quierdo, normal.
Miembros auperiores. — Todos los movimientos son posibles, disminuida la
fuerza del derecho comparada con la del izquierdo (antes era lo contrario).
Sacudidas convulsivas rápidas en el brazo izquierdo.
Miembros iníerioree.— Todos sus movimientos son posibles, pero débiles.
Lengua. — Desviada hacia la derecha ; movimientos Íntegros.
Reñejoa, — Los rotulianos y los de Aquiles exaltados, pero mucho más el
derecho que el izquierdo; clonus del pié en ambos lados (más á la derecha).
Plantares exaltados (más á la izquierda), con teudencia á flexión dorsal.
Los del miembro superior (tendinosos, sobre todo el del codo) exaltados,
más á la derecha.
Sensibilidad.— Normal en cara y tronco.
Miembro superior derecho. — Hiperestesia táctil, térmica y dolorosa, más
marcada en la mano; diferenciación de contactos simultáneos á 5 centíme-
tros (en la mano). Parestesias, adormecimientos, frialdad, hormigueo en los
tres dedos internos, borde cubital de la mano y antebrazo.
Miembro superior izquierdo, — Sensibilidad cutánea normal; dolor en el
codo sin ningún signo físico; ha tenido picoteo en la mano y antebrazo.
Miembros inferiores. — Normalidad sensitiva; sensibilidad profunda
normal.
Sentido estereognástico. — Conservado en ambas manos.
Sentidos. — * No hay diplopia más que en el momento de abrir el ojo iz-
quierdo; fondo del ojo normal en ambos lados; dolor periorbitario sordo in-
termitente.
Inteligencia.Sormñí; buena memoria.
Incoordinación. — No la hay; temblor fino rápido en la mano izquierda.
A fines de abril afasia transitoria que desapareció á las pocas horas.
Diagnóstico. — Es imposible explicar todos estos síntomas por una sola le-
sión ; es preciso admitir por lo menos dos, una cortical y otra en el pedúncu-
lo cerebral. La naturaleza de estas lesiones cree que sea vascular, de natu-
raleza alcohólica; fallan toda clase de antecedentes y estigmas sifilíticos.
El tratamiento ha consistido en la estricnina y aplicaciones galvánicas
muy débiles.
Los Dres. Oayarre, Arredondo y Jitarros intervienen en la discusión para
aeiarar algunos conceptos.
Stbre ttn ease ile laringetsmla per fraelura de la íarínge y dislseaeión de un
•artllage arit6neides.--El Dr. Kübda : En mi calidad de laringólogo del Hos-
pital de la Princesa, encargado al mismo tiempo de un servicio clínico de
cirugía general, donde los traumatismos siempre están á la orden del día,
he tenido ocasión de realizar el estudio quirúrgico y laringoscópico de un
caso de fractura de la laringe, siendo de apreciar muy particularmente el
26
Begnndo concepto, paeeto qne la inmensa mayoría de los caeos que la lite-
ratará registra, ó han sido observados en la época prelaríngoscópica, ó lo
faeron por cirujanos no expertos en laringoscopia.
En el caso qae comunico á la Academia aparecen anotados al detalle loe
signos laringoscópicos que dan plena razón de la marcha del padecimiento.
ün sujeto de yeintiséis afioe que recibe sobre el cuello y mandíbula la coz
de un caballo que, seguramente comprimiendo el armazón laríngeo contra
la columna vertebral, llegó á traumatizarle ein considerable lesión cutá-
nea, es afectado en el acto de tos, ronquera y espuición sanguinolenta, sin
perder conocimiento ni presentar signo alguno de estenosis laríngea.
Ingresa al poco tiempo en la sala de San Joaquín, á mi cargo, con un
enorme enfisema del cuello, que oculta todos los relieves anatómicos, y or-
denamos lo que en síntesis podemos considerar, como dieta fonatoria, dieta
alimenticia líquida y dieta respiratoria, sin realizar intervención alguna
por estar exento de estenosis.
Por no molestar la atención, no anotaremos el diario laringoscópico, sig-
nificando tan sólo que en el primer examen vimos !a mitad izquierda larín-
gea ocupada por una considerable tumefacción blanda, de color rojo vino-
so, que encubría aritenoides, repliegue ariteno-epiglótico, mitad izquier-
da de la epiglotis, ocultando la cuerda vocal correspondiente, aunque po-
día distinguirse que, por debajo, existía sangre coagulada. Toda la zona
lesionada permanecía en absoluta inmovilidad. El lado derecho de la larin-
ge era normal. Comprimiendo la laringe al exterior podía notarse, á pesar
del enfisema, cierta tumefacción dolorosa y honda correspondiente A la
zona del cricoides, por lo que desde luego diagnosticamos la fractura de
este cartílago con equimosis submucoso y rotura de la mucosa á nivel de la
rima glotis.
Bien pronto estos fenómenos fueron borrándose, hasta el punto de que á
los quince días podía apreciarse perfectamente que el cartílago aritenoides
estaba dislocado y como lanzado hacia el plano medio, viéndose la cuerda
vocal blanca é inmóvil, y como la voz era normal, habiendo desaparecido
el enfisema, la tos, la espuición sanguinolenta, y no presentando fenómeno
doloroso alguno, consentimos la salida del enfermo, aunque advirtiéndole
nuestro recelo respecto á su estado.
A los pocos días volvió á ingresar con estenosis laríngea pronunciada,
siendo traqaeotomizado de urgencia por el médico de guardia, Dr. Flores,
que ejecutó una traqueotomía alta.
Pensando en la posibilidad de un secuestro cricoideo y vista la enorme
tumefacción edematosa intralaríngea que impedía toda intervención por
vía natural, decanulamos al enfermo para explorar la laringe por la región
subglótica, en la esperanza de extraer por esta vía los productos necrosa-
dos , pero no vimos otra cosa que cierta cantidad de pus que descendía á
lo largo de la tráquea. Diagnosticamos pericondritis supurada del foco de
fractura, y consideramos indicada una laringofísura, que á las veiticuatro
horas se hizo de urgencia, porque se declaró un estado bronquial con fiebre
de 9S^fi y espuición fétida.
En tal situación operamos el paciente, procediendo primeramente á clo-
roformizarle por la cánula y realizando una traqueotomía baja, puesto que
27
la colocación elevada de la cánula dificultaba la intervención sobre la
laringe.
Practicamos la laringofísnra según el ritual, y nna vez abierta la larin-
ge, colocamos la cabeza en la posición de Rose para evitamos la canala-
tapón, y taponamos la tráquea con gasa aséptica, viendo qne la mucosa en
la zona snbglótica estaba desprendida y contenia nn coágulo sapnrado, es*
tando destruida la mitad izquierda del cricoides, que estaba sustituido por
fungosidades envueltas en escasa cantidad de pus. Extrajimos el coágulo^
raspamos las fungosidades y regularizamos el cric<Mde8, resecando con una
pinsa las porciones sospechosas.
De este modo pudimos practicar la operación sin penetración de sangre
en la tráquea.
Oonio se trataba de un foco infectado dejamos taponada la tráquea con
gasa aséptica, y taponamos el foco de pericondritis y hematoma, saliendo
ambas gasas por la herida, que dejamos sin suturar en evitación de la re-
infección broncopulmonar.
Las consecuencias operatorias en el foco laríngeo fueron tan sencillas
como favorables durante la quincena de historia que siguió; desapareció el
dolor cricoideo, las gasas, al ser renovadas, salían limpias, la tumefacción
intralaríngea desapareció totalmente, y en los ensayos de respiración y fo-
nación comprobamos que ambas podían realizarse con facilidad al cabo de
una semana en que la aproximación de las láminas del tiroides era comple-
ta. Pero ya hemos dicho que anteriormente á la laringotomía existían fe-
nómenos bronquiales pronunciados, significados por estertores mucosos di-
fusos, aunque más pronunciados al lado izquierdo. Este estado se agravó
considerablemente á los pocos días de la operación, estableciéndose nna ex-
tensa pneumonía izquierda que no cedió á tratamiento alguno empleado,
siendo un caso más que demuestra cómo en la operatoria laríngea el verda-
dero peligro está en el pulmón.
En la labor terapéutica realizada consideramos que sólo un punto es dis-
cutible, el de la oportunidad de empleo de la cánula traqueal. En este caso
vinimos á emplearla tardíamente, en el sentido de que esperamos á que se
pronunciase la efitenosis laríngea.
¿Cuál debe ser el criterio en este punto? Dado el escaso número de ob-
servaciones que la literatura registra, y la deficiencia en el estudio larin-
goscópico, es difícil edificar una teoría, y sólo guiándonos por razones cien-
tíficas a priori, podemos señalar la orientación que en nuestro juicio debe
ser adoptada.
Es claro que el hecho de la estenosis, por ligera que sea, impone la tra-
queotomía de urgencia, porque ya sabemos que las fracturas laríngeas de-
ben ser en su mayoría consideradas como complicadas con herida de la mu-
cosa, y es de esperar la rápida tumefacción de los tejidos, haciendo impo-
sible la respiración; pero, si no existe fenómeno alguno de estrechez, opino
debe permanecerse en una paz armada, estudiando el caso de cerca sin in-
tervenir hasta que la estenosis se declare. Ahora bien, en el caso histo-
riado vino á complicarse la cuestión por la aparición de una pericondritis
supurada, y nos preguntamos: ¿qué hubiera podido hacer una traqueotomía
profiláctica realizada en los primeros momentos del accidente, para impe-
28
dir la BaparaciÓD del foco de fraotora ? Segarameate nada en sentido faro*
rabie, paes que hubiera sido un cuerpo extraño más para ayudar á la in-
fección.
Más científico nos parece, en el caso de que el examen laringoscópico nos
demuestre la inminencia de infección del foco de fractura, proceder desde
luego á practicar la laringofísura, ateniéndonos al principio quirúrgico
general de la práctica moderna en estos casos; es decir, ejecutar la amplia
apertura del foco para aseptizarlo conrenientemente, pues que la historia
actual nos demuestra que, si de un lado podemos estar siempre oportunos
para la colocación de una cánula traqueal cuando la estenosis se realice, de
otro lado nos demuestra que la laringofísura puede llegar muy tarde,
cuando el foco de fractura ha supurado y el pulmón se encuentra en inmi -
nencia de sepsis.
En conclusión, dos son los peligros serios en las fracturas de la laringe :
1.*, la estenosis, contra la que siempre podemos llegar á tiempo por la tra-
queotomía; 2.*, la infección del aparato respiratorio, contra la que siempre
debemos temer llegar demasiado tarde, y contra la cual sólo una laringoto-
mia temprana, con todas las condiciones de la cirugía antiséptica, puede
constituir una seria profilaxis.
El Dr. Ootanbs : Mis ideas con respecto á este asunto son radicales: dea-
de el momento en que se diagnostica una fractura debe hacerse la tra*
queotomia profiláctica; esta es la opinión de Hiiter, á la que me adhiero,
porque las complicaciones que sobrevienen, sobre todo si hay rasgaduras de
la mucosa, son : formación de hematomas, supuración y pericondritis, ede-
mas lanriogeos, etc., y estas complicaciones se evitan con la traqueotomía,
que además pone en descanso el órgano. La laringofisura debe hacerse en
otra sesión, para corregir los defectos ulteriores.
En suma, el criterio que hay que tener en cuenta es la conservación del
libre acceso del aire hasta los pulmones, y la corrección de la cavidad la-
ríngea, si lo necesita, para evitar trastornos ulteriores.
El Dr. Tapia : Creo que la conducta ha de variar según se trate de frac-
tura completa ó incompleta, cerrada ó abierta. Si el enfermo respira bien,
no tiene enfisema ni hay hematoma, creo que es demasiado radical traqueo-
tomizar para evitar la asfixia por accidentes que pueden no presentarse,
máxime si el enfermo puede estar bajo la vigilancia armada. 81 hay dislo-
cación no muy pronunciada de los fragmentos, ó si no habiéndola no puede
estar vigilado el enfermo, puede empleársela intubación, para reducir las
fracturas en el primer caso, y como profilaxis en el segundo. Aunque no
tengo experiencia personal, puesto que no he visto un solo caso de frac-
tura de la laringe, menciono la intubación, por ser el Dr. Urufiuela el
primero que la ha utilizado con este fin, y porque me parece útil en ciertos
casos.
Si hay enfisema, fractura abierta por dentro ó gran desviación de frag-
mentos, debe hacerse la traqueotomia, y en la misma sesión la laringofisu-
ra, para hacer las correcciones necesarias, vaciar el hematoma si le hay,
extraer trozos de cartílago si están sueltos, etc., etc., evitando así tan gra-
ves contingencias como las que aparecieron en este caso.
El Dr. Rueda no se muestra partidario de la traqueotomia en todos los
29
caBoe, porque si el enfermo está en nn hospital, siempre hay tiempo de tra-
qneotomizar. Y en cnanto á la intubación, cree que es más perjudicial que
útil, porque ha de contribuir á mortificar los tejidos ya inflamados. En
sumA, dice, no es posible aún hoy indicar una conducta precisa.
SOCIEDAD GINECOLÓGICA ESPAÑOLA
8é9Íán eientifica eelebrada él día 9 de M<nfO dé 2906.
Tas etnvulsiva gripal. — E Dr. Carato dice que no está conforme con el
contenido del escrito que por encargo del Dr. Cardenal leyó un ilustrado
socio, pues en él se asegura que el microbio de Pfeiffer es muy difícil de
tefür, cuando él cree lo contrario, y por consiguiente se ratifica en lo dicho
en la sesión anterior, aduciendo yarias razones.
Otra de las razones d^por qué este microbio se encuentra con facilidad
en los exudados, es nacida de su grandísima abundancia, pues constituye
verdaderos montones, según Brouardel y Netter, y se encuentra en grandí-
simas cantidades en los exudados, según Cajal y Hermano.
Para terminar, dice, que todo microbio qne se tifie bien, como éste, se
encuentra con facilidad, y si es abundante en los exudados, como el de
Pfeiffer, en la primera ó segunda preparación qne se haga se encontrará,
y que es imposible ver un microbio, por muy grande que sea, si no conta-
mos con substancias que le tifian, y ésto cuenta, según el Dr. Cardenal^
con muchas, según la lista que so ha leído.
Y en cuanto á la fiebre, asegura que en la tos ferina no hay fiebre.
El Dr. Bemtez dice que no esperaba que su tema diese lugar á esta dis-
cusión, pues su objeto, como ya dijo y repite, era solamente del diagnós*
tico clínico diferencial de la tos ferina y tos couTulsiva de la gripe.
El Dr. Oarazo ha traído citas de autores y esto no basta, pues los párra-
fos sueltos, muchas yeces parece que dicen lo que no quieren decir, y para
saber lo que realmente quieren decir, es preciso leer el artículo entero.
Además, no está plenamente demostrado que el microbio descripto por
Pfeiffer sea el agente de la gripe, pues este bacilo se encuentra en otras
enfermedades y es preciso recordar con Pasteur, que para que un microbio
sea agente específico de una enfermedad, es preciso que sea él sólo el que
la produzca y siempre se encuentre en la misma enfermedad y sólo en di-
cha afección.
Y á pesar de esas lecturas, en la forma que le ha conyenido al Dr. Ca-
razo, cree que todos los autores están conformes en el tamaño pequeñísi-
mo inferior al de la septicemia de los ratones, y sobre la opinión de todos
está la mejor prueba, que es la do que cumpla el ofrecimiento que hizo de
hacer la preparación, fácilmente yisible á 600 diámetros, pues hoy existen
muchos griposos y le será muy fácil recoger esputos. Y respecto de la fiebre,
recuerda que hay casos de gripe con hipotermia y de coqueluche con fiebre,
pues no sólo los ha yisto, sino que muchos tratadistas lo aseguran, porque
realmente la tienen al principio del mal.
En resumen: qne él sólo trató del estudio clínico diferencial de la tos
30
gripal, y ya de discutirse las dimensiones del bacilo, lo m¿s práctico es
traer las preparaciones, como había prometido el Dr. Carazo.
El Dr. Garda López (D. Adrián) abanda en las mismas ideas del doctor
Benítez, y dice qae el Dr. Carazo quiso demostrar ana cosa y, desgraciada*
mente, sólo ha logrado demostrar todo lo contrario.
El Dr. Carazo se ratifica en lo dicho en la sesión anterior, insistiendo que
para diferenciar la tos ferina de la coqueluche gripal, puede hacerse primero
por la fiebre ; la toa ferina rara yez ya acompafiada, dice, de fiebre; ha asis-
tido el yerano pasado en Miraflores de la Sierra más de trescienios canos (I)
y en ninguno la fiebre pasó de 87^, ó á lo más S7*,5, y apareciendo en el
periodo catarral y debido al catarro bronquial que la caracteriza, no pu-
diendo, por tanto, confundirse de ninguna manera con las temperaturas
de 88 y 89 ó 40 grados que caracterizan la influenza.
El Dr. Benitez insiste en manifestar que esa misma diferenciación y no
otra hizo al exponer su opinión, para lo cual puede yerse el acta del día 18
(yéase pág. 885 de la RByiBTA db Medicina y CiBonU prAotioab).
El Dr. Sarabia disculpa su interyención, y lamenta que el Dr. Carazo
haya traspasado las buenas costumbres de esta Sociedad.
Desde el punto de yista microbiológico, dice que el bacilo de Pfeiffer no
se puede yer con un aumento de 600 diámetros, y ruega al Dr. Carazo que
traiga la preparación para conyencerse de lo contrario; y este punto, ad-
yierte, no fué el objeto de la discusión, pues el tema del Dr. Benltez era
puramente clínico y no bacteriológico, y ya que de Clínica se trata, y el
Dr. Carazo ha asistido á una epidemia tan numerosa, más yaliera que, de
tantos, trajera sólo anos cuantos de esos enfermos de coqueluche para dis-
cutirlos en la Sociedad.
HSl Sr. Presidente dice que esta cuestión, á fuerza de diluirse, ya perdien-
do su importancia, y, por consiguiente, da por terminado el asunto, puesto
que éste es solamente cuestión de tamaño, y esto sólo con yerlo basta.
PERIÓDICOS
Un naevo ■sofagoscopíti.— En El Siglo Médico publica el Dr. D. Francisco
Huertas el resaltado del empleo de un nueyo esofagoscopio en dos casos
do extracción de cuerpos extraños, practicados por él con el nneyo esofa-
goscopio del Dr. Glücksmaon, eo la clíuica priyada do .este reputadísimo
médico, antiguo asistente de Rosenheim.
En el primer caao se'trataba de una mnjor de cuarenta y seis años y en
completo estado de salad. Había tragado un trozo do clialeta. qne ella cre-
yó desproyisto de hueso, y que al pasar por el esófago prodújole un dolor
intensísimo, dolor que á más de grandes difícaltados para deglutir, sufría
cuando ingresó en la clínica dos días después del accidento.
Después de quitarla dentadura postiza que usaba la enformí, 'y preyia
una anestesia todo lo extensa posible, hecha con una solución al 10 por 100
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de eucain-laetie, introdujo el esofagoscopio y eomenzó á practicar el reeo-
nocimiento.
A 28 centímetros d^ loe incislTos, en la parte izquierda del esófago, per-
cibió ana masa enclavada en ana zona inflamatoria.
Empujada ligeramente, notó que era morible, y, cerrando la, pinza del
esofagoscopio, cogiendo entre sus ramas el cuerpo extrafio, se desprenctió
j salió fácilmente.
Era un trozo de costilla, de unos 2 centímetros, lleno de aristas, con las
que se había fijado á la pared esofágica.
Segundo caso : ün hombre de sesenta y siete años, alcohólico y enñsema^
to9o\ refiere que estando durmiendo se tragó dod dientes que tenía postizos
y que desde entonces notaba gran dificultad al comer y mucho escozor. El
enfermo fué á la clínica á los cuatro días de haber tragado el cuerpo ez-
trafto.
Hecha la esofagoscopia, tío en la parte posterior del esófago y á unos 80
centímetros de los íucísítos, una zona inflamatoria rodeando un cuerpo en
ella situado.
Estaba muy poco movible, pero poco á poco se fué desprendiendo, y por
fin fué extraído. Era una pieza dental de malísima coustracción y con unos
rebordes metálicos irregulares.
Estos casos citados son bastante demostratiyos de la utilidad de una in-
terrención que, practicada con serenidad^ resulta inofensiva y relativamen-
te fácil, aunque muy relativamente en su opinión.
El esofagoscopio, con el que ha practicado estas esofagoscopias, es el re-
cientemente construido por el Dr. Glücksmann, da magníficos resultados
y es muy sencillo.
Consta de nn tubo metálico, dentro del cual va otro tubo, que es el que
tiene un sistema de lentes y un ocular.
El primer tu bol le va en an extremo una llave, que sirve para impelir
agua á una pelota de goma, con la que se dilata el esófago, y dos enchufes
para coger corriente del acumulador.
El otro extremo está dividido en dos mitades, y en cada mitad va ence-
rrada una lamparilla eléctrica de macha potencia; estas dos mitades se
abren y cierran mediante el tornillo y sirven de pinzas; la forma de las
lámparas y el cómo están colocadas impiden su rotura.
Sacando el tubo puede inyectarse agua para lavar el campo, agua que
entra y sale por la llave.
Tiene ademáa'este instrumento una preciosa aplicación, y es que, qui-
tando el tubo, puede introducirse otro tubo en cayo extremo va, en lugar
de ocular, nn disco giratorio que contieno una máquina fotográfica, con la
que se obtienen buenísimas fotografías.
Es necesario reconocer la utilidad de la esofagoscopia, no solamente en
casos de cuerpos extraños, sino como medio vsual do diagnóstico y explora-
ción, y es necesario también procurar convencer á los pacientes del poco
peligro que corren al someterse á una maniobra muy útil, pero que aun
en estas tierras de promisión científica está muy poco generalizada.
S A KA BU.
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REVISTA EXTRANJERA
SOQEDADES CIENTÍFICAS
80CISDAD DE OIRUOÍA DE PARÍ8
8eMñ del dim 80 dé Mayo dé i906.
Heridas pulmonares por arma de fuego.*— El Dr. Tuffier cree qae en la ma-
yor parte de loe caeos las heridas del pulmón, por bala, onran sólo por la
oclusión aséptica de la herida con inmoyilización del herido. En ciertos en-
fermoe el derrame sanguíneo intraplouritico se infecta y hay necesidad de
recurrir á la toracotomia esoundaria para eyacnar y desaguar la pleura. En
algunos casos excepcionales puede imponerse la interrención primitiya, á
causa del estado dp grayedad ezcesiya del herido.
En una mujer joyen que había recibido un tiro de reyólyer en la región
precordial y que presentaba neumotorax izquierdo total acompañado de
enfisema subcutáneo extenso y de fenómenos asfisicos grayes, el Dr. Tuffier
fué llamado para practicar una toracotomia de urgencia. En el fondo de la
herida encontró el pericardio intacto y una gran cantidad de sangre en la
pleura. Apareció en la herida una lengüeta pulmonar, que cogió y atrajo
al exterior; esta lengüeta se hallaba perforada por un gran orificio, en el
que podía introducir el dedo índice, y de cuyo orificio salia sangre en
abundancia. Ligadura doble, limpieza de la pleura, desagüe, á pesar del
cual sobreyinieron accidentes septicémicos que ocasionaron la muerte al
tercer día. Como no pudo ser hecha la autopsia, fué imposible precisar el
origen de esta septicemia.
El Dr. Delanne recordó que en 1898 habla aconsejado formar una yentana
torácica, tanto para el tratamiento de las pleuresías antiguas como para el
de las heridasdel pulmón complicadas con hemorragias grayes y las del co-
razón. Estas hemorragias grayes, alarmantes, se obseryan sobre todo en las
heridas pulmonares centrales ó paracentrales, próximas al hÜio, es decir,
en las del territorio de los yasos gruesos. En estos casos, pero sólo en ellos,
cree el Dr. Delorme que el método preferible es la formación de una yen-
tana torácica y la interyención audaz (liRadura ó compresión directa).
El Dr. Guiñará dijo que estaba completamente de acuerdo con el doctor
Delorme, desde el punto de yista teórico; pero ¿qué debe entenderse por
hemorragia graye? ¿Hay signos que permitan afirmar que una hemorragia
del pulmón ya á contenerse espontáneamente ó, por el contrario, á matar
al enfermo? Hace poco tiempo fué conducido al Hotel-Dieu un maestro de
armas que había recibido una estocada en el pulmón izquierdo. Tenia he-
morragia por la boca, neumotorax y trastornos respiratorios y circulatorios
grayes. A pesar de estos fenómenos alarmantes, el Dr. Guinard se decidió
por la abstención, y el enfermo salió del hospital curado completamente de
su neumotorax.
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El Dr. Delhet manifestó qne no es en general partidario de lá interven-
ción en las heridas torácicas : machos «nfermos cnyo estado parecía grayi-
simo y alarmante, curaron perfectamente sin operación, y por otra parte,
DO se les favorece siempre operándoles. En nn joven herido por hala de re-
vólver en la región precordial^ qne estaha asfíxico y con la cavidad de la
pleura llena de sangre, el Dr. Delbet abrió una ventana torácica, descu-
brió una herida de la punta del corazón y otra del pulmón, las cuales sutu-
ró. El enfermo murió á los dos ó tres días, á causa de una nueva hemorra-
gia, procedente, según demostró la autopsia, de otra herida situada en la
parte posterior del pulmón.
El Dr. Michaux recordó haber referido en el Congreso de Cirugía uno de
los casos raros de curación á beneficio de la intervención quirúrgica por he-
rida del pulmón. Después ha observado bastantes casos de heridas del pe-
cho por arma blanca ó de fuego, y casi todas curaron solas ó sin interven-
ción quirúrgica inmediata, aunque había hemotórax considerable. La in-
tervención quirúrgica en los casos de herida del pulmón debe ser, por lo
tanto, excepcional y reservarse sobre todo, como dice el Dr. Delorme, para
las heridas de la región del hílio pulmonar, en las que s^ sospecha está in-
teresado el corazón ó la mamaría interna. En loe casos restantes se tendrá
al herido en observación, vigilándole con cuidado. Esta abstención es coro-
nada de éxito las más de las veces.
Gangrena y .perforación uterina. — El Dr. Picqué leyó un informe sobre la
observación siguiente, comunicada por el Dr. Lapointe :
El 7 de febrero último ingresó en el Hospital de San Antonio una joven
de veintitrés afios, en plena perítonitis generalizada. El interrogatorio y el
examen de la enferma permitieron diagnosticar una peritonitis post abor-
tum, consecutiva á la perforación traumática ó á la peritonitis séptica. El
Dr. Lapointe practicó sin perder tiempo la laparotomía, y encontró asas
intestinales distendidas y rojizas, que nadaban en un líquido sucio y féti-
do. El útero, del volumen del puño, presentaba en su cara posterior una
extensa zona esfacelada. Histerectomía supravaginal ; desagüe por el abdo-
men 7 por la vagina ; muerte por septicemia á los quince días. Al recono-
cer el útero extirpado, se- vio que la zona esfacelada tenía la extensión de
un duro, y presentaba en su centro una perforación de la forma de un crá-
ter abierto por la cavidad peritoneal, de bordes desiguales y desgarrados,
por la que podía introducirse un catéter del núm. 27. La escara compren-
día todo el espesor de la pared y formaba una cufia de base periférica, que
principiaba á desprenderse de los tejidos inmediatos.
Eflta observación, dijo el D^. Picqué, plantea dos problemas : 1.^ el del
mecanismo de la perforaciói^y de la gangrena en este caso; 2.'', el del pro-
nóstico y diagnóstico de las perforaciones uterinas post abortum y el del
tratamiento más indicado en tales circunstancias.
L* Respeto al mecaniémo de la perforación en el caso (eferido, aunque á
primera vista podría creerse que se trataba de una gangrena circunscripta
alrededor de una perforación traumática, la reflexión hace admitir más
bien la existencia de una perforación secundaria á una gangrena circuns-
cripta primitiva. La perforación fué la consecuencia inmediata, si no me-
diata de las maniobras intra-uteriuas á que se sometió la enferma para pro-
8
34
Yoc&r el abo^ : estas maniobras produjeron la metritis séptica, qae termi-
nó por gangrena circunscripta segnida de perforación de la pared uterina.
La existencia de esta gangrena perforante post abortiva está hoy perfec-
tamente demostrada por varias obseryaciones.
2.<^ El pronóstico de las perforaciones uterinas post abortum varia según
los autores; unos las consideran como benignas de ordinario (Rebreyend),
otros como graves (Mauclaire); la verdad se encuentra entre las dos opi-
niones, puesto que la gravedad depende de varios factores, estado séptico
del útero, época de la intervención, etc.
El diagnóstico es evidente en ciertos casos (procidencia del intestino y
del epiplón). ¿En qué signos debe fundarse el diagnóstico en los casos
restantes? La fetidez del derrame no constituye un signo de valor ; el ca-
teterismo uterino constituye un medio peligroso é infiel ; otro tanto puede
decirse de la inyección intra-uterina ; la comprobación directa de la perfo-
ración por medio del tacto intra-uterino suele ser muy delicada. En reali-
dad, la laparotomía es muchas veces el único medio de hacer el diagnóstico
seguro; en estos casos es á la vez exploradora y curativa.
La laparotomía tonstituye en la actualidad el único tratamiento de las
perforaciones uterinas post abortum una vez hecho el diagnóstico : no debe
esperarse para intervenir, como se hacía antes, á que se hayan desarro-
llado accidentes perítoneales. Abierto el vientre se procederá de distinto
modo, según que la perforación esté complicada ó no con infección de la
pared del útero.
Guando no está infectada la pared basta en rigor hacer sólo la sutura de
la herida uterina; pero cuando lo está no es posible la duda y debe extir-
parse el útero.
El Dr. Picqué cree que es preferible la histerectomía total á la parcial,
porque facilita el desagüe por la vagina.
Los resultados obtenidos hasta ahora por la histerectomía abdominal en
las perforaciones uterinas post abortum no son muy brillantes : 8 muertes,
en 12 casos ; pero se debe á que se ha intervenido siempre cuando existían
ya accidentes perítoneales. Estos hechos abogan, por lo tanto, en favor de
la intervención inmediata y de la utilidad de la incisión exploradora en los
casos dudosos.
El Dr. Potherat dijo que respecto al tratamiento de las perforaciones
uterinas está completamente de acuerdo con el Dr. Picqné, para aprobar
la conducta seguida por el Dr. Lapointe. Tocante á las perforaciones cree
debe sefialarse otro mecanismo más no indicado por el Dr. Picqué : es la
gangrena determinada por el contacto de líquidos cáusticos con la pared
uterina. Acaba de observar en su clínica del hospital Broussais un caso
de gangrena uterina localizada debida, al parecer, á esta causa.
El Dr. Mauclaire cree que desde el punto de vista del tratamiento debe
tenerse en cuenta eí sitio de la perforación, que se halla localizada en la
cara del istmo, en las laterales ó en el fondo del órgano. Estas últimas son
las más graves y exigen la histerectomía Supravaginal, mientras que las
otras pueden ser tratadas por la sutura. Ha insistido siempre sobre la ne*
cesidad frecuente de la laparotomía exploradora inmediata, aunque antes
se creía que las perforaciones debían ser tratadas por la espectación.
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YeyoNStemía oii Y eon torsión dt la boea del yeyuno, r- El Dr. Guínard leyó
an informe sobre doe operaciones de este género practicadas por el doctor
Sonligonx.
La primera fué practicada en an hombre de sesenta afios, diagnosticado
de estenosis cancerosa del piloro. La laparotomía demostró qne el estóma-
go se bailaba invadido por la neoplasia en la dos caras, y que la gastro-
enterostomia era impracticable en absoluto. El Dr. Souligouz se decidió,
por lo tanto, á hacer la yeyunoetomia en Y por el procedimiento de Maydl,
pero, para asegurar la continencia de la boca, dio media Tuelta al cabo in-
ferior é hizo permanente esta torsión por medio de una sutura con seda,
aplicando asi á la yeyunostomia el procedimiento que ha ideado hace algu-
nos afios para la gastrostomla. Durante los diez días que el enfermo sobre-
títíó (murió de caquexia), la continencia fué perfecta.
En la segunda obserración se trataba de un hombre de treinta y nueve
afios, con neoplasia Yoluminosa del cardias; el tumor se extendía por las
caras anterior y posterior del estómago. La gastrostomia era impractica-
ble, y el Dr. Souligoux recurrió ?á. miümo procedimiento que en el caso an- *
terior. En este enfermo tampoco se observó incontinencia de la boca del
yeyuno mientras vivió el paciente.
A propósito de estos dos casos, preguntó el Dr. Guinard si cuando est¿
indicada la yeyunostomia — operación que sólo debe practicarse cuando es
imposible practicar la gastro-euterostomia y la gastrostomia— conviene re-
currir á la yeyunostomia lateral simple ó al procedimiento en Y de Maydl,
completado por la torsión de Souligoux. Cree, á causa del estado gravísi-
mo de los enfermos en quienes debe practicarse la yeyunostomia, que la
operación más sencilla es la mejor: propone, por lo tanto, recurrir —y lo ha
hecho dos veces con resultado excelente — á la yeyunostomia lateral, com-
pletada por la torsión de Souligoux.
El Dr. Terrier cree, como el Dr. Guinard, que no deben complicarse las
operaciones de yeyunostomia, porque á los enfermos en quienes se practi-
can se les prolonga poco la vida. Por lo demás, la continencia obtenida á
costa de ciertos procedimientos complicados no es siempre durable, según
ha observado varias veces en la gastroctomía.
El Dr. Delhet dijo que las incontinencias ulteriores son debidas á las son-
das que suelen dejar aplicadas más ó menos tiempo los enfermos ó los
que les asisten. En las condiciones ordinarias, es decir, cuando no se colo-
ca la sonda más que en el momento de la comida, se observa, por el contra-
rio, más bien tendencia á la estrechez de la boca que á la dilatación.
AbsciSi erónico intradural. —El Dr. Delbet presentó el enfermo objeto de
esta observación. Se trata de un absceso intradural desarrollado, sin per-
foración de la dura madre, á consecuencia de una contusión por bala de
revólver, que siguió un trayecto oblicuo entre la dura madre y el hueso.
El pus de este absceso, probablemente poco séptico al principio, era esté-
ril en absoluto en el momento de la intervención. El absceso se hallaba
situado en su mayor parte en las meninges, y era difícil decir si penetraba
en la substancia cerebral. El diagnóstico de absceso intracerebral se hizo
fundándose en los dos únicos síntomas que presentaba el enfermo después
del accidente : cefalea predominante en el lado derecho, que se exacervaba
36
por la posición horizontal, y ligera midriasis derecha. No habla elevación
de la temperatura, modificaciones, ni trastornos visuales, auditivos, etcé-
tera. La trepanación del cráneo y el desagüe del absceso, practicados siete
semanas después del accidente, fueron seguidos de curación completa,
f (La Presse Medícale). -^V. Tolbdo.
SOOIBDAD D£ OBSTETRICIA DE LONDRES
8uián dd día 6 de Junio de 1906.
Contracción uterina sin retracción; liiperpirexia nerviesa.— El Dr. Hermán
narró un caso de parto prematuro en el cual el avance del feto se contuvo,
durante más de veinticuatro horas, aunque el útero se contrajo con regu-
laridad, el conducto genital estaba completamente dilatado, la criatura era
pequeña y las dimensiones de la pelvis normales. La causa del retraso fué,
según cree, la falta de retracción uterina. Este caso puede considerarse
como ejemplo de la diferencia que existe entre contracción y retracción
del útero. El parto fué seguido de elevación de la temperatura, que duró
más de quince días, sin que existiera signo físico alguno de enfermedad,
ni debilidad ni demacración, pudiendo ser considerada por lo tanto como
de origen puramente nervioso. Se han referido algunos casos de este
género.
El Dr. Willianuon cree que no hay prueba evidente de que no existiera
retracción uterina en este caso. Las definiciones de retracción del útero
dadas por Galabin, Dakin y Pajot son poco satisfactorias. La contracción *
y la retracción son concomitantes aun en el primer período del parto, se-
gún se ha observado estudiando los cortes hechos en cadáveres, congelados
de mujeres que murieron en este período. La retracción es esencial para
que se dilate el cuello uterino. Si esta opinión es exacta, el Dr. Hermán
está en un error al decir que hubo falta de retracción del útero en su eu-
ferma* El simple hecho de estar completamente dilatado el conducto cer*
vical es prueba de que hubo retracción.
El Dr. Lewers manifestó que el Dr. Hermán no está en lo cierto al afir-
mar que la elevación de la temperatura era de origen nervioso. Se trataba
de un caso puerperal en el que hubo varios calofríos repetidos é hipertermia
que duró bastante tiempo. El parto no careció de complicaciones, puesto
que fué preciso extraer la placenta con la mano. Conviene recordar que no
es posible siempre dejar las manos completamente estériles. Cree que un
caso que presente los caracteres clínicos que el del Dr. Hermán, debe con-
siderarse como de flebitis uterina. Esta, opinión era la sostenida hace
varios afios por el antiguo profesor Sir. J. Williams ; después ha visto
varias enfermas de esta clase. Los fenómenos característicos son la falta de
signos físicos, la persistencia del aumento de temperatura y los calofríos.
En algunos de estos casos el diagnóstico fué después comprobado por la
flebitis que propagó á la vena principal y produjo la tumefacción del miem-
bro correspondiente. Varias enfermas se encuentran bastante bien en el
37
período que media eatre los calofríos y comen con buen apetito. Una gran
proporción de casos cura completamente.
El Dr. Griffith indicó estaba conforme con lo expuesto por el Dr. Wi-
lliamson. Admite desde hace alganos afios que la retracción es una fun-
ción de todos los músculos vivos, y que por lo tanto un músculo largo es
capaz de recobrar su longitud primitiva después de la contracción ó esti-
ramiento, y otro hueco, de adaptarse á su contenido á beneficio de una con-
tracción ligera con un mínimum de cansancio muscular, quedando asi dis-
puesto para> contraerse ó dilatarse de nuevo más fácilmente. El retraso en
el nacimiento de la criatura, en el caso del Dr. Hermán, fué debido á la
falta de contracción eficaz más que á la de retracción, como cree este autor.
El Dr. Horrocka dijo que, en un trabajo publicado hace cuatro años, ha-
bía discutido el problema de la retracción del útero, la que define como
c contracción seguida de relajación (es decir, desaparición de la coiHrao-
ción activa), pero no de extensión'. Todos los músculos del organismo tie-
nen antagonistas que las más de las veces, aunque no siempre, son también
músculos. El antagonista del bíceps, por ejemplo, es el tríceps. Además,
según sabemos, ninguna fibra muscular del organismo, sea voluntaria ó
involuntaria, estriada ó lisa, es capaz, después de acortarse por contracción,
de recobrar espontáneamente sus dimensiones primitivas. Esto se consigue
por BU antagonista. Ahora bien, durante el embarazo el útero se contrae
sin que la enferma lo note, porque las contracciones no son dolorosas. Du-
rante estas contracciones aumenta la presión intra amniótica, y cuando
cesa la contracción activa este aumento de presión entra en juego y obliga
á la pared uterina á recobrar su estado primitivo. Desempeña el papel de
un antagonista y no hay retracción. Pero en el parto las membranas prin-
cipian á ensanchar el conducto cervical y cada contracción del útero es
segaida de extensión imperfecta y de engrosamiento ligero (retracción).
El Dr. A* Rotith preguntó si el feto nació con caput succedaneum^ y si al
practicar la versión se observó retracción del anillo de Bandl. Dijo que
había observado varios casos de calofríos y de hiperpirexia sin causa evi-
dente, unos indudablemente de origen nervioso y otros debidos á la flebitis
uterina.
El Dr. Boxall cree que la retracción está relacionada con la tonicidad.
Es muy posible que en ciertos casos falte la retracción, aunque se produz-
can contracciones. Ha observado que en los casos en que el útero se retrae
con energía inmediatamente después de terminar el parto, á las doce ó
veinticuatro horas el útero es menos duro y menos voluminoso, lo que in-
dica que la contracción no persiste. Ha visto varios casos de infección
séptica aguda, en los qae las huellas del veneno se encontraron princi-
palmente en el aparato vascular sanguíneo con manifestaciones locales li-
geras ó nulas.
Qlieosuria durante el embarazo. — El Dr. W. H. B. Brook narró cuatro
casos de este género. En el primero la enferma eliminaba por la orina, en
el quinto mes de su segundo embazo, 2 y Vt por 100 de glucosa y una can-
tidad pequeña de lactosa. La orina de las otras dos enfermas, que se halla-
ban en el sexto mes de la gestación, contenía mucha más cantidad de glu-
cosa. La segunda enferma era primípara y la última se hallaba embarazada
38
por tercera Tez. Lae tres mujeres ilegaron al término de sn embarazo y la
glneoea desapareció de la orina después del puerperio. Las tres fneron
sometidas al régimen antidiabético; los medicamentos empleados fueron
la aspirina, el salicilato sódico, la aniipirina y alguna dosis de masa pilu-
lar hidrargirica.
El Dr. Champneys dijo que la diabetes del embarazo es distinta de la
glucosuria ligera, llamada c diabetes de absorción '« debida á que se ab-
sorbe el azúcar de la leche retenida en las mamas. La diabetes del emba-
razo sigue á veces una marcha completamente benigna, pero en otros casos
produce con rapidez la muerte. Lo diñcil es el pronóstico, y no se conoce
método alguno satisfactorio que permita hoy por hoy hacerlo con seguridad.
El Dr. Fairbaim refirió un caso observado recientemente. La enferma
se encontraba en el sexto mee de so embarazo. El análisis de la orina con
la fenilhidracina y el polarimetro, demostró que el azúcar era glucosa. La
cantidad de orina no había aumentado y el peso especifico era sólo algo
mayor que el normal. Cree también que la glucosuria ligera de la mujer
embarazada es distinta de la diabetes verdadera. La pequeña cantidad de
orina eliminada, y la falta de otros sintomss diabéticos, permite incluir
estos casos en otra categoría completamente distinta.
El Dr. Griffith citó un caso de diabetes que ha tenido ocasión de obser-
Tar por espacio de varios años. La enferma quedó embarazada hace cuatro
meses, y ni en el embarazo ni en el parto presentó signo alguno de peligro.
Cree que este caso es intermedio entre los de glucosuria temporal referi-
dos por el Dr. Brook y los gravísimos citados por el Dr. Mattbews Duncan.
{The Britiah Med. Jaumal),-- F. Toledo.
IMPKRIAL T REAL SOCIEDAD DE LOS M1ÍDI008 DE YIENA
8€$ión del dia 4 de Mayo de Í906,
Priapisme de origen ieoeémics. — El Dr. Víctor Blum presenta un joven de
veinte afios que se despertó hace seis días con una erección del pene que
dura todavía. Hace seis meses se cayó de una escalera sobre el periné, su-
friendo como consecuencia una epididimitis. No ha padecido ninguna in-
fección venérea. El pene se halla en erección máxima, muy duro y con una
longitud de 21 centimetros, pero la erección no afecta al glande ni al
cuerpo cavernoso de la uretra. La piel del pene está intacta, no hay excita*
ción sexual, poluciones, ni ningún trastorno nervioso. El enfermo está
muy pálido y presenta infarto esplénico enorme y de los ganglios ingaina-
les y axilares. En un milímetro cúbico de sangre ee cuentan 565.000 leu-
cocitos y 8,285.000 eritrocitos.
En la literatura se registran otros diez casos de priapismo leucémico,
pero acompañado de grandes dolores, que faltan en el caso actual. Se ha
atribuido este priapismo á trombosis y otros trastornos circulatorios de los
cuerpos cavernosos, ó bien á irritaciones de los nervios erectores á causa
de las condiciones de la sangre ó de presión ejercida por ganglios infarta-
39
dos sobre los nerrios del plexo pndendo. En el easo actnal debe de tratar-
se de una trombosis blanda de los caerpos cayernosos, como también suce-
dió en el único caso en el que se hizo la autopsia y que refiere Kast.
El pronóstico es dudoso, puesto que puedea sobrevenir supuraciones de
loe caerpos caTernosos con piohemia subsiguiente. En este caso, el único
medio de saWar la yida seria una intervención quirúrgica rápida. El pro-
nóstico se ajusta al de la enfermedad fundamental. El autor ya á recurrir
en el caso actual á los rayos X.
Immtr vesical inflamado. — El Dr. Ifana de Haberer presenta un individuo
de treinta años que fué operado el año 1902 de hernia inguinal : en marzo,
del lado derecho, y en noviembre, del izquierdo, sin que en ambas opera-
ciones hubiese ocurrido nada de particular. En cambio, desde hace catorce
dias venia sintiendo el paciente una presión continua en la región vesical.
Nunca ha habido fiebre, pero últimamente , el enfermo se ha demacrado y
ha perdido el apetito. Nada de antecedentes venéreos. La orina estaba
clara, pero contenía indicios de sangre. Con la palpación se percibía á la
derecha y por encima de la sínfísis un tumor del tamaño del puño de un
niño, de superficie lisa y de bastante consistencia. El tumor se podía dis-
locar en sentido lateral y no era nada sensible á la presión. Con el cistos-
copio se vio que la pared posterior y derecha de la vejiga sobresalía en el
interior de ésta como an tumor mayor que una nuez. En lo más culmi-
nante del tumor había dos puntos necrosados que sangraban al menor con-
tacto. Se sospechó un tumor maligno, probablemente un sarcoma intramu-
ral próximo á abrirse, y como del tumor partía un cordón que llegaba has-
ta el ombligo, se pensó en cierta conexión con el uraco.
Previa anestesia espinal de Bier, se practicó la talla hipogástrica y se
encontró un tumor inflamatorio de la pared izquierda de la vejiga, de cuyo
tumor partía un cordón calloso que ascendía en la línea media. Incindido
el tumor, se penetró en una gran cavidad llena de masas necrosadas y de
pus estéril. A la derecha se tocaba la cicatriz de Bassini. 8e vació la cavi-
dad con la cucharrilla cortante y se estableció un amplio desagüe.
tíe trataba, por lo tanto, de un tumor en parte paravesical y en parte
intramural, de naturaleza inflamatoria, y cuyo origen se puede relacionar
sin violencia alguna con la cicatriz de Bassini antes mencionada.
( Wiener klinieche Bundechau). — R. dbl Valle.
PERIÓDICOS
La albaminuria desde el punto de vista diagnóstica y terapéutico.— Wright y
Roes sostienen que puede existir una calbnminuria fisiológica», es decir,
que puede producirse una trasudación de linfa en los tubillos uriníferos
sin que existan lesiones renales graves. Aconsejan para corregir esta for-
ma de albuminuria, aumentar la coagulabilidad de la sangre por la adn^-
nistración de una sal de calcio. Emplean el lactato á la dosis de 18 decí-
40
gramos, en una doeis ó en tres. El lactato calcico sirve no sólo para cnrar
la albuminuria, sino para hacer el diagnóstico entre la fisiológica y la de-
bida á una enfermedad renal. La primera disminuye con rapidez ó desapa*
rece con el lactato de calcio, mientras que si es debida á una lesión del ri-
lión, este medicamento es completamente inútil.
(The Therapeinic Gazette^ 15 marzo 1906).— P. Toledo.
Supervivoneia después de la aparición de ia retinitis albuminArica.— La reti-
nitis se presenta próximamente en el 80 por 100 de todos los casos de mal
de Bright. Su pronóstico quoad viiam yaria según se trate de enfermos de
hospital ó particulares. En los primeros resultó una superriyencia media
de cuatro meses á contar de la comprobación de las lesiones de fondo de
ojo, según el Dr. Miley. En loe segundos, dicha supervivencia ha sido de
unos doce meses por término medio, según el Dr. Snell.
De todos modos, la retinitis albuminúrica siempre es un signum pesim
omifUSj si se exceptúan los casos de nefritis gravidarum.
iíancet).—B,. del Valle.
Acción de los amarges.^ Los amargos no son suficientes por si solos para
aumentar la secreción del jugo gástrico, pero si cuando se ingieren á con-
tinuación alimentos. Este hecho ha sido demostrado experímentalmente
en el perro por el Dr. Straschenko. Dos médicos de Bucharest, los doctores
Nano y Nironesko, han observado que los amargos, en particular la tintu-
ra de quina, administrados al hombre, no sólo aumentan de un modo nota-
ble el jugo gástrico cuando se hacen ingerir en seguida alimentos, sino que
dicho jugo contiene mayor cantidad de ácido clorhídrico. Dedúcese de este
hecho que en la hipoclorhidria los amargos son medicamentos útilísimos,
según prueban la experiencia clínica y las investigaciones de laboratorio.
(New York Méd. Journal).— F. Toledo.
Valer clínloc de la reacción del azul de motliene.— El Dr. Russo cree que la
reacción del azul de metileno puede sustituir muy bien á la reacción dia-
zóica de Ehrlich. El azul puesto en contacto con orina patológica la tiñe
de ñn color verde esmeralda, y esta reacción, que es constante en los casos
de fiebre tifoidea, no tiene ninguna relación con la reacción del indican.
La reacción del azul de metileno aventaja, en concepto del autor, á la
reacción diazóica de Ehrlich, tanto bajo el aspecto clínico, como bajo el
pronóstico, sobre todo en el tifus abdominal : su aparición marca exacta-
mente el periodo de la enfermedad y su desaparición la curación de la
misma. Técnicamente es más fácil y más sencilla que la reacción diazóica,
y el número de enfermedades en que se presenta es también menor.
(Ri forma Medica).— B.. del Valle,
-^"^^^-^^
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
GASTRALGOKENOSIS
DOCTOR D. RAFAEL DEL VALLE Y ALDABALDE
MMlM, por opodddm d«l Hoipltal Prariadiü. Madrid.
En la primera decena del mes de julio del año pasado fui consul-
tado por escrito, por D. M. M., vecino de Cabra, de cuarenta y cinco
años, interventor de ferrocarriles, casado y con dos hijos.
Siempre habla estado sano y robusto hasta hace cosa de un año, en
cuya época, hallándose en Bilbao, tuvo un padecimiento de los in-
testinos, que quebrantó en alto grado su salud y que le obligó á estar
sometido á dieta láctea durante seis meses.
Su padecimiento actual se remonta al 10 de marzo del año pasa-
do, en cuya fecha sintió, á las dos horas de haber comido, una pun-
zada ó contracción interior, que el enfermo no puede precisar bien
si radicaba en el pecho ó en la parte alta del epigastrio. Dicha pun«
zada fué de muy corta duración, casi intantánea, pero asustó mu-
cho al paciente, porque en el acto de sentirla parecía que el corazón
se detenia algo, latiendo después por un corto tiempo con alguna
celeridad. Esto úo obstante, los tres médicos que asistían al sujeto,
después de detenido reconocimiento, dijeron que se trataba de un
fenómeno nervioso sin importancia, puesto que en el corazón no
habla nada anormal.
La punzada se repitió después en los meses de abril, mayo y junio,
pero con menor fuerza que en marzo, siendo de advertir que á los
pocos dfas de haberse presentado dicho síntoma se alteró el sueño,
despertando el enfermo muchas veces y pasando algunas noches en
vela, cuando en estado normal dormía la noche en un sueño. Tam-
bién empezaron por entonces los trastornos del estómago.
Afio XXX. 'Tomo LXXIl.-Núm. 998.-14 Julio, 1906. 4
42
Segáa el relato del interesado, que estoy copiando casi literalmen-
te, lo característico de su enfermedad era lo siguiente :
Necesidad apremiante de tomar alimento con frecuencia, con in-
tervalos de dos horas cuando tomaba leche, y de tres si tomaba un
huevo batido y un vaso de leche.
Gran angustia, desfallecimiento y una especie de temblor en el
estómago en el acto de entrar el alimento, temblor que duraba unos
veinte á treinta minutos, irradiándose á veces á los muslos y pier-
nas y produciendo flojedad.
La molestia del estómago era constante, pero el enfermo se encon-
traba mejor cuando la viscera estaba llena de alimento y en la hora
que seguía á su ingestión.
Cuando el estómago, á las dos horas de haber tomado la leche, em-
pezaba á vaciarse, se iniciaban las angustias, el desfallecimiento, la
intranquilidad, él dolor y una sensación especial gueparecia ser de
necesidad y que le obligaba á tomar alimento nuevamente. No era
apetito lo que sentía, sino necesidad ; los alimentos no le repugna-
ban ni le sabían mal, pero no los comía con gusto ni con la satisfac-
cióVi del apetito normal.
A la caída de la tarde y por la' noche, sentía el enfermo llenura y
abultamiento estomacal muy molestos, como consecuencia de una
ingestión tan repetida de alimentos casi totalmente líquidos.
Se acostaba á las doce de la noche, tomando á esta hora un huevo
batido y un vaso de leche. A. las cuatro ó cinco de la mañana le
despertaba una gran necesidad, que le obligaba á tomar leche. A
las siete tomaba otro vaso, y así continuaba alimentándose cada
dos ó tres horas.
Todo el epigastrio estaba muy doloroso y con intensa sensación de
malestar, por cuya causa no le era posible hacer inspiraciones pro-
fundas, porque al entrar el aire le dolía mucho.
Bn los tres meses y medio que llevaba de enfermedad no había
tenido diarrea ni estreñihiiento; el excremento era abundante y
con olor muy fuerte, distinto del natural.
Obraba una vez por la mañana, y asi como á la hora otra vez«
Bn esta segunda solía expulsar sin ningún dolor de vientre unos
materiales muy parecidos á la clara de huevo, unas veces con chis-
pas de sangre y otras sin ellas.
No tenia eructos ni acedías; tampoco le repetía la comida ni tenía
ardores producidos por el alimento.
Por las mañanas al levantarse, y á veces por la tarde y noche, ge-
43
aeralmente cuando el estómago estaba vacío, tenia muchas arcadas
y conatos de Vomitar, pero sin echar nada más que saliva; cuando
tomaba alimento cesaban las arcadas.
Por lo general, los alimentos que tomaba eran líquidos. A veces no-
taba en la boca acidez,sobte todo después de tomar leche. También
solía tomar al medio día puré de habas ó de lentejas, merluza coci*
da y pollo. Las horas en que peor se sentía el enfermo eran de cinco
A nueve de la mañana.
A pesar de tanta molestia, en vez de desnutrirse había aumentado
de peso, puesto que de 72 á 74 kilos que pesaba en el estado de salud
ha subido & 78 el 3 de junio, y cuando escribió esta consulta no pe-
saba menos de dicha cifra.
De donde resulta que el enfermo, á pesar de estarlo, asimilaba y se
nutría, tenía buen color y su aspecto general es de sano. Esto no obs-
tante, estaba inútil para todo trabajo regular, y no podía empren-
der estudio que requiriesen atención sostenida y continuada. Cuan-
do pesaba 73 kilos era un hombre útil para todo; ahora que pesaba
78 á 80, decía el enfermo que no servía para nada.
En las veinticuatro horas venía á tomar: dos huevos batidos en
caldo, cuatro yemas también batidas, un plato de puré de habas y
-cerca de seis cuartillos de leche, distribuida toda esta alimentación
en diez comidas, comenzando la primera á las cinco y media de la
mañana y terminando la última á las doce y media de la noche.
La lengua estaba cubierta de una capa blanca y á veces amari-
llenta. Las orinas eran normales, según análisis:
No podía leer alto, porque cuando leía ó hablaba alto, parecía que
se estrechaba y achicaba la garganta, produciendo molestia y tra-
bajo los esfuerzos para emitir la voz.
El médico decía que se trata de una afección nerviosa del estoma*
go. El médico de Bilbao dice que es una gast^algokenosis.
A la consulta anterior di la contestación siguiente:
Se trata, en efecto, de un caso de gastralgokenosis ó vacuidad do-
lorosa del estómago. (Boas, tomo II, pág. 377 de la traducción espa-
ñola; Penzoldt y Stintzing, tomo IV, pág. 45(3 de la traducción espa-
ñola).
Convendrá investigar si ha habido excesos de trabajo ó de otro
género, vigilias prolongadas, desórdenes en el régimen alimenticio
<en cantidad ó calidad, comer precipitadamente, muy caliente ó
44
muy frío, trabajar después de comer, etc.), 6 bien si han influido-
causas morales, como disgustos, preocupaciones, emociones violen-
tas, etc. Todo ello para alejar en lo posible tales causas, no sólo*
ahora, sino también en lo porvenir.
También conviene saber si se trata de\in individuo neurasténico»
ó por lo menos nervioso, para emplear el tratamiento general ade-
cuado, á la vez que el que se propone en este escrito.
Es indudable que la cantidad de alimentos es excesiva, ó por la
menos que con menor cantidad podría cubrir el enfermo sus necesi-
dades orgánicas habituales.
Además, la calidad, mejor dicho, proporción de las distintas subs*
tancias alimenticias, es anormal; hay sobra de principios nitroge»
nados y quizá de grasas y falta de principios hidrocarbonados (fe*
culentos, amiláceos, azúcar, etc.).
Así se explica que el sujeto engorde, y sin embargo, se sienta mal
de su estado general.
Por otra parte, es una alimentación demasiado líquida; de ahí el
encharcamiento del estómago, que con el tiempo puede acarrear la
dilatación del órgano ; y como además se trata de alimentos en ge-
neral de fácil digestión, al acostumbrarse el estómago á ellos, cae
en cierta atonía, y más tarde podría no digerir bien los alimento»
de uso corriente.
Todo esto, además de las molestias que siente el enfermo, son mo-
tivos que obligan á tratar su padecimiento.
Para ello se aconsejan tres clases de medicamentos: los opiados^
los bromurados y los arsenicales.
Al emplearlos, como luego se dirá, ademad de calmar las moles-
tias del enfermo, nos proponemos que el número de sus comidas sea
menor, y que su régimen se vaya aproximando paulatinamente al
habitual del sujeto cuando se hallaba en estado de salud. -
Un cuarto de hora antes del desayuno de las ocho, debe tomar
una pildora de un centigramo de extracto tebáico y otra de extrac-
to de belladona. Con esto se espera que el segundo desayuno se pue-
da aplazar á las once y media, por ejemplo.
Antes de este segundo desayuno tomará ocho ó diez gotas de una
mezcla á partes iguales de tintura de canela (ó agua de menta pi-
perita) y licor de Fowler.
Un cuarto de hora ó media hora antes de la comida del medio día.
45
que 86 podrá aplazar quizá hasta las dos, tomará en un vasito de
agua uáos polvos compuestos de un gramo de bromuro sódico y otro
de bromuro amónico.
Un cuarto de hora antes de la primera merienda, que será á eso de
las seis de la tarde, las gotas arsenicales que se administraron para
el segundo desayuno.
Un cuarto de hora ó media hora antes de los dos vasos de leche,
que tomará á las ocho y media, los polvos de bromuro.
A las once menos cuarto, un cuarto de hora antes de lo equiva-
lente á la cena, una pildora de opio y belladona.
Desde esta hora hasta el primer desayuno, conviene que tome la
menor cantidad posible de alimento; pero si no se puede pasar por
otro camino, tomará un vaso de leche cada tres ó cuatro horas, ó
aea uno á las dos y otro á las cinco.
Al principio no se debe variarla cantidad en cada toma, ni la ca-
lidad de los alimentos ; pero si el enfermo mejora, como es de espe-
rar, conviene ir reemplazando algunos vasos de leche por leche con
tapioca ó acompañada de una ó dos galletas, pero no de las llama-
das Marías ni las de vainilla; son preferibles las llamadas Albert,
poco azucaradas.
De este modo también se puede ir disminuyendo la cantidad total
de leche.
Como régimen de transición al habitual, hay que mencionar los
sesos cocidos, no fritos, las criadillas, el pan tostado y los purés de
patatas, lentejas, etc.
En resumen : al principio se debe conservar el régimen alimenticio
actual en su calidad, pero no en su cantidad, puesto que merced al
empleo de los medicamentos indicados, se espera poder reducir el
número de las comidas.
Después se debe pasar á modificar la composición de éstas, aspi-
rando durante bastante tiempo á establecer un régimen que pudiera
ser, poco más ó menos, el siguiente :'
A las ocho : un huevo batido en caldo, un vaso de leche y pan tos*
tado ó galletas.
A las once : un vaso de leche.
A la una ó una y media : sopa de tapioca, de sémola ó de fideos
{preferibles arpríncipio las dos primeras).
Segundo plato : sesos ó croquetas de gallina ó jamón en dulce.
Tercer plato: bisteck muy picado ó merluza ó dos huevos pasados
por agua.
46
Postre : un vaso de leche con galletas, ó mejor, compota ó dulce
de ciruela ó manzana asada. Además pan tostado.
A las seis ó seis y media un vaso de leche.
De ocho y media á nueve una tortilla á la francesa, y mejor aún^
souflée, ó un par de huevos pasados por agua ó un plato' de sopa,
como al medio dia.
De segundo plato alguno de los citados en la comida del medio á\hy
y como postre también se tomará alguno de los mencionados en la.
misma comida.
A media noche un vaso de leche si es preciso.
»
* •
Claro está que en este escrito no se trazan ni pueden trazarse má»
que las lineas generales del tratamiento.
Sólo diré, para terminar, que los medicamentos habrán de irse
suspendiendo en el orden siguiente : primero los de las comidas del
centro del dia, y en especial los de las once y merienda; después los-
del ó de los desayunos; y por último^ los de la cena.
Pero en esto la observación de los efectos habrá de servirle de-
guia al médico de cabecera mejor que mis consejos.
Y lo mismo digo en la preferencia por los medicamentos, por máa
que yo me inclino á suspender, primero los opiados, después los ar-
senicales, y últimamente los bromuros.
«
Como contestación á este escrito, recibí la nueva consulta siguien-
te: «El enfermo es de temperamento nervioso, siendo muy conve-
niente se indique el tratamiento general adecuado para aplicarlo á.
la vez que el otro.
Siente excitabilidad nerviosa, creyendo encontrar en ella la cau-
sa del padecimiento que sufre. « »
Se desea .saber además si convendrá quietud ó reposo absoluto, 6
que haga algún ejercicio ó movimiento al aire libre.
^Será conveniente la asistencia á círculos de recreo ó tertulias?
El enfermo gusta de ir donde hay poca gente, porque la atención
continuada á lo que hablan los demás, cuando son muchos,.óel ha-
blar mucho él, generalmente le fatiga, porque cree que con ello se
le aumenta la excitabilidad nerviosa y la molestia que siente en el
estómago.
BI pulso se encuentra frecuente.
El sueño lo tiene alterado, como se ha dicho ya».
47
Ck>nte8iación á esta segunda oonsulta.
De la lectura de la segunda consulta se infiere que el enfermo es,
además de gastrálgico» neurasténico» sin que se pueda deducir de
los datos referidos cuál de las dos afecciones se ha desarrollado
primero. Pero lo que es indudable es que hoy tienen que ser tratadas
las dos simultáneamente, y que influyen la una sobre la otra agra-
vándose.
El análisis del jugo gástrico seria conveniente, pero hoy no lo juz-
go indispensable. Más aún, por la historia del enfermo y por lo que
96 sabe de estas cosas, se puede afirmar que se trata de un hiperclor-
hfdrico con más la hiperalgesia, causa de la gastralgokenosis.
La naturaleza, ó por lo menos la asociación neurasténica de la
enfermedad gástrica, obligan á rectificar un poco el tratamiento
farmacológico aconsejado en«l primer escrito. En efecto, como en
los neurasténicos se deben dar pocos medicamentos, convendrá su-
primir lo más pronto que se pueda los que había aconsejado, y muy
especialmente las pildoras de opio y belladona.
En cambio, hay que dar mayor importancia á los medios de carác-
ter higiénico.
(Comenzando por el ejercicio, diré que el enfermo debe hacer ejer-
cicio físico, pero moderado, al aire libre, sin llegar al cansancio y
cuidando siempre de no hacerlo después de comer.
No le conviene á este enfermo frecuentar reuniones, ni hablar
mucho, ni que le hablen á él mucho tiempo seguido. Pero,sobre todo,
seria muy conveniente que suspendiera todo trabajo intelectual un
mes por lo menos para que se restaure su sistema nervioso.
En el extranjero, y muy particularmente en Alemania, estos en-
fermos se tratan con mucho resultado en Sanatorios especiales,
donde todo está regulado bajo una dirección facultativa compe-
tente.
En España no hay nada de eso. Sin embargo, existe un estableci-
miento balneario, el de Solares (Santander), cuyas aguas prestan
muy buen servicio precisamente en las afecciones digestivas de na-
turaleza ó con complicación nerviosas. Además, las condiciones de
clima y de instalación le hacen muy recomendable para tales
casos. En este establecimiento se deben tomar aguas y baños; las
primeras para curar la afección digestiva; los segundos para modi-
ficar el estado neurasténico.
En el caso presente conviene por de pronto seguir el plan aconse-
jado, con las modificaciones indicadas en este escrito, por lo me-
48
nos durante un mes. Adem&s, deberá* el enfermo tomar un baño ge-
neral tibio, antes de cenar ó dos ó tres horas después, diario si pue-
de ser, y sí no al m^nos dos veces por semana.
Terminado el mes, si el enfermo Vnejora, hay que seguir con el
tratamiento, mitigándolo en lo medicamentoso, pero continuando
lo mismo en lo higiénico y en los baños. La discreción del médico de
cabecera será, sin embargo, la mejor guia para saber cuándo se ha
de cesar en el tratamiento y cómo se ha de ir suspendiendo de un
modo gradual.
Por el contrario, si al cabo de un mes del tratamiento aconsejado
en estos escritos el enfermo no mejorara, habría que pensar en So-
lares, sujetándose al plan que trace el médico del Establecimiento
en lo que se refiere al Usp de aguas y baños, y haciéndole presente el
plan que lleva en lo relativo á régimen alimenticio y á régimen hi-
giénico.
No hay que olvidar que en los balnearios muy concurridos la mu-
cha concurrencia tiene sus incon venientes para estos enfermos, pero
dichos inconvenientes se pueden evitar llevando una vida tranquila
y hasta retirada.
«
• «
En resumen, primero se debe insistir en el tratamiento aconseja-
do en el escrito anterior, pero procurando usar poco de los medica-
mentos, adoptando un régimen de vida de reposo en lo psíquico, y
dé ejercicio moderado en lo físico, y empleando además los baños.
Únicamente si se ve que con este tratamiento no mejora el enfer-
mo, ó mejora muy poco, es cuando se debe aconsejarle que vaya á
Solares á pasar una temporada, que no deberá bajar de tres sema-
nas si se quiere que produzca algún resultado.
« •
Deseando saber el resultado del tratamiento, escribí al interesado
á mediados de diciembre último, recibiendo como contestación la
carta cuyos párrafos principales voy á transcribir:
cBn el día 19 de julio empezó el tratamiento, y gracias á él, aun-
que con trabajo, se inició la posibilidad de ir reduciendo paulatina-
mente el número de comidas, que llegaban entonces hasta 10 y 11,
quedando reducidas el 16 de agosto á cinco. Con estas cinco comi-
das seguí hasta el 24 de septiembre, y desde entonces, unos días con
cuatro y otros con cinco, continué hasta el 10 del actual, en que han
quedado reducidas á cuatro.
^9
Los baños tibioB los empecé á tomar el día 26 de julio á 30" centi*
grados y de diez minutos de duración; diariamente, y antes de la
cena, hasta el 20 de septiembre, en que se cambió al medio día, antes
de comer. Desde noviembre el baño es alterno, tomándolo ahora dos
veces por semana, á 32^ y también de diez minutos.
La medicación se ha ido disminuyendo paulatinamente á medida
que se fué aminorando la necesidad de tomar alimento. Los bromu-
ros los sigue tomando dos veces, pero en menor cantidad. Al prin-
cipio, según la prescrippión de usted, tomaba un gramo de bromuro
sódico y otro de amónico en cada papel; después el médico redujo la
dosis á medio gramo de 'cada bromuro por papel, y ahora esta can-
tidad de un gramo se divide en tres papeles, tomando uno antes del
almuerzo y otro antes de la comida.
De las gotas tomo solamente tres, antes de la merienda. Y de las
pildoras de opio y belladona, una antes de la cena.
Bl estado actual es el siguiente: 1.^, el pulso ha vuelto á ser com-
pletamente normal, según el médico; 2.^ el vientre, natural; obro
una vez por la mañana sin estreñimiento ni diarrea; 3.", el sueño se
ha restablecido casi por completo á su estado normal: me acuesto
á las once y cuarto ú once y media, me duermo y, por regla gene-
ral, aunque despierto alguna vez, vuelvo á dormir hasta las seis y
cuarto ó siete de la mañana. Antes de la medicación sólo dormía el
primer sueño, de tres á cuatro horas á lo sumo, y en despertando
no volvía á dormir; 4.% el estado general también ha ganado en
agilidad, ánimo y fuerza; ya empiezo á leer con gusto los periódi-
cos, pudiendosin trabajo sostener la atención en lo escrito, cosa
que antes me era imposible; pero aún no puedo, sin cansarme, leer
alto, ni hablar alto mucho tiempo seguido, ni andar muy deprisa;
5.^ el peso, que había aumentado considerablemente antes del plan
de usted, ha disminuido, encontrándome ya casi con el peso que he
tenido siempre; 6.^ en cuanto al estómago, aunque menos, aún está
doloroso; casi siempre tengo en él todavía algo de molestia ó dolor.
Este estado doloroso del estómago se va haciendo más intenso á las
tres horas y media de haber tomado alimento, ocurriendo con fre-
cuencia que á las cinco horas de haber comido tengo á veces me-
nos dolor de estómago que á las tres horas y media. Además, en el
intervalo de la comida del medio dfa á la merienda, suele estar el
estómago algo más doloroso que en el intervalo de la merienda á la
cena. Con el baño desaparece el dolor, tanto que al sentarme á la
mesa después, parece que no volvería á presentarse. Empiezo la co-
50
mida tomando el alimento con mucho gusto y sin casi molestia,
pero después de la comida reaparece la molestia, que dura unos
cuarenta á cincuenta minutos. Sin embargo, este malestar que
siento en el estómago después de comer va siendo menor que an-
tes, asi como también se va aminorando la intonsidad del dolor de
estómago cuando éste va quedando vacio.
La comida me sabe oien, pero después de comer me queda mal
gusto de boca y noto en la lengua que está asi como áspera.
La capa blanca de la lengua dice el médico que se va aclarando
cada vez más y que lleva camino de limpiarse. Cuando se notan
ruidos dfi gases en el estómago ó en el vientre, disminuye el estado
doloroso del estómago.
Mi alimentación la constituyen en la actualidad: puré de habas ó
de lentejas, sopa de sémola ó de tapioca, huevos batidos en caldo ó
leche, croquetas de carne de gallina muy picada, merluza cocida,
almíbar de ciruela ó de cabello, galletas Albert y natillas de leche
y tapioca ó de sémola y leche. El pan lo tomo tostado, y no bebo
agua, porque nunca tengo sed.
Por las tardes, invariablemente, si el dia está despejado, me mar-
cho al campo á las dos y no vuelvo hasta las cinco, cuando el sol
se pone Este ejercicio me sienta muy bien.
Por lo expuesto observará usted que en lo que be adelantado mu-
chísimo es en la reducción del número de comidas, que es casi el
normaL Si se llegara á conseguir la desaparición completa del
estado doloroso del estómago, el triunfo sería colosal, porque el
trastorno que sentía era muy grande».
Como contestación á esta consulta, aconsejé al enfermo que no
abandonara los baños, antes bien que los tomara más á menudo»
V. gr., dos días sí y uno no, para calmar el dolor constante del estó-
mago. Y para combatir la exacerbación de dicho dolor, que se pre-
senta á las tres horas y media de haber comido, le aconsejé que
tomara á esa hora un papel de magnesia calcinada y creta, aumen-
tando la cantidad de la primera si hay estreñimiento y la de la se-
gunda si se presenta diarrea, empezando por 80 centigramos de
cada cosa y aumentando, si es preciso, hasta medio gramo. Si aun
asi el dolor se mostrara rebelde, se añadirá á cada papel uno ó dos
centigramos de clorhidrato de cocaína, disminuyendo ésta y lle-
gando, por último, hasta suprimir la creta y la magnesia á medida
que vaya también disminuyendo la mencionada exacerbación del
dolor de estómago.
51
Poco be de añadir & la historia clinica que acabo de exponer. Con
el nombre de gastralgokenosis, palabra compuesta de y«^P*^Tí>«
dolor de estómago, y ^eoo^, vacio ó sea vacuidad dolorosa del está-
mago, designa Boas • á los dolores gástricos ó á 'la sensación dolo-
rosa de peso en el epigastrio, que se presenta eicciusivamente cuan-
do el órgano se vacia, y se alivian rápidamente con las comidas».
La atribuye el autor mencionado á t contracciones excesivamente
fuertes del piloró, que se exacerban hacia el fin de la digestión des-
pués que se licúan los ingesta y se retardan verosímilmente cuando
de nuevo se ingieren alimentos».
' Los casos que cita el autpr se parecen en sus líneas generales al
reseñado en este articulo, y hasta se asemejan en el hecho de que,
gracias á la repetida ingestión de alimentos, que á pesar de todaa
las molestias se digieren y asimilan, los enfermos llegan á aumentar
de peso.
También se conñrma en el caso presente lo que dice Boas, de que
se encuentran estigmas de neurastenia en esta clase de pacientes,
pues en el actual el estado neurasténico está bien manifiesto.
En cambio el enfermo historiado no padeeia^da ejlie&tiniapto,.
que según el autor mencionado se observa casi siempre en estos
casos, y por otra parte el dolor de estómago es continuo, aunque se
exagera con la vacuidad, á diferencia de los citados por Boas, en
qae sólo se presenta con esta última.
La afección no debe ser muy frecuente, por cuanto en la literatu-
ra médica de estos últimos años, se tropieza rara vez con casos de
la misma.
Respecto á su patogenia, yo creo que tanto ó más que á las con-
tracciones dolorosas del piloro, hay que atribuir los dolores de estoa
enfermos á cierto estado de hiperestesia de la mucosa gástrica, hi-
perestesia que aun en la misma hiperclorhidria común desempeña
un papel tan importante, que hoy en día la mayoria de los autores
llegan á creer que sin este factor no es capaz el exceso de HCl de de-
terminar los síntomas que se le venían atribuyendo, á no ser quizá
en el caso de ser muy considerable; más aún, se cree que basta la
simple hiperestesia, sin hiperclorhidria para ocasionar la mayor
parte de los síntomas de esta entidad patológica.
Respecto al tratamiento, creo con veniente exponer las razones en
que se funda el que he aconsejado en el caso presente.
Ck>menzando por el régimen alimenticio, eje sobre el que tiene que
girar siempre el plan terapéutico de todo enfermo del estómago^
52
casi no tengo necesidad de añadir nada á lo expuesto en la historia.
Basta su lectura para comprender que el enfermo comía dema-
siado, que ingerta excesiva cantidad de substancias albuminóideas
y que la alimentación era demasiado liquida. Mas como para corre«
gir estos defectos de régimen bromatológico era menester calmar
los dolores que hablan traído al enfermo á este extremo, obligándo-
le para calmarlos á alimentarse muy á menudo con manjares de
muy fácil digestión, era necesario aliviar dichos dolores y calmar la
hiperestesia que lo ocasionaba.
El opio, el gran calmante, tiene la ventaja de su superioridad en
este concepto, pero no se puede usar de un modo exclusivo en estos
casos, por tres razones principales: 1.^, porque habría^necesidad de
administrarlo, á dosis peligrosas en cuanto al hábito que podrían
ocasionar, ya que se trata de un estado morboso casi siempre de
larga duración ; 2.% porque provoca el estreñimiento, que en esta
clase de enfermos tiene muchos inconvenientes, y 3.^, porque según
las investigaciones modernas, tanto esperimentales como clínicas,
el opio y su alcaloide principal exageran la acidez del jugo gástri-
co, y por lo tanto aumentan la hiperclorhidria. Y aunque el doctor
Boas dice que muchos de estos enfermos no son hiperclorhídricos,
no creo que esta afirmación se puüda aplicar al caso actual. El he-
cho mismo que nos refiere en su última consulta, de que el dolor se
le exageraba ó presentaba últimamente á las tres y media horas de
haber comido, es un síntoma casi típico de los hiperclorhídricos, y
no diré que exclusivo de ellos porque Einhorn, de Nueva York, dice
haberlo observado también en casos de aquilia gástrica.
La asociación de la belladona al opio ha tenido por objeto, en el
caso actual, neutralizar el efecto astringente del primero y también
su estímulo de la secreción clorhídrica, pues la belladona está pro-
bado que es antagonista del opio en ambos conceptos, aunque muy
inferior á él como sedante del dolor.
Los arsenicales satisfacen también la indicación antigastrálgica>
por más.que no nos expliquemos bien tal virtud terapéutica, y por
eso se han empleado para coadyuvar al tratamiento opiado.
Por último, los bromuros los he aconsejado más que por su efecto
local, que es inferior al de los medicamentos antes citados, por su ac*
ción general, sospechando que pudiera tratarse de un neurasténico.
Sospecha que confirmaron la segunda consulta y también el éxito
de los baños templados, tan notable, que el mismo enfermo mani-
fiesta que con el baño desaparece el dolor.
63
También para combatir el estado neurasténico influyente en la
afección gástrica y quizá influido á su vez por ella, era necesario
prescribir el descanso psíquico y el ejercicio físico, pero moderado.
Respecto á este último, creí del caso insistir en la necesidad de que
no se practicara inmediatamente después de comer, porque si el re-
poso es conveniente en estos momentos á todo enfermo de estóma-
go, es indispensable á los hiperclorhfdricos y á los gastrálgicos, y
mucho más á los que reúnen ambas condiciones patológicas.
Las reglas generales de alimentación no las Toy á razonar, pues-
to que son las corrientes en todo caso de hiperclorhidria. Sólo sf
diré que como en este enfermo no había ni sed ni estreñimiento, lo
cual no deja de ser un poco extraño, no hubo necesidad de hacerle
ciertas prescripciones. Me refiero, respecto á la sed, á los enemas de
agua que algunos aconsejan para suplir por la absorción rectal, lo
que no se debe exigir de la intestinal, ya que sabemos que el esto*
mago apenas absorbe agua. Por mi parte, rara vez he tenido nece-
sidad de apelar á este medio; mientras los enfermos están someti*
dos á dieta láctea ó á su inmediatamente sucesora ( papilla, huevos
pasados por agua, etc.), porque con ios alimentos ingeridos recibe
el organismo la suficiente cantidad de agua, y cuando el régimen
ya puede ser más consistente, porque á estas alturas generalmente
ha desaparecido la sed exagerada.
Respecto al estreñimiento, el iiso de las substancias grasas y en
particular el aceite de olivas, tiene en los hiperclorhfdricos la do-
ble ventaja de facilitar las evacuaciones albinas y de combatir la
misma afección fundamental ; pero como en el caso presente no ha-
bía, por fortuna, necesidlBid de regularizar la función ventral, sólo
se tuvo en cuenta la posibilidad de que la medicación la pudiera
perturbar, retardándola, para combinar el plan terapéutico de ma-
nera que no diera origen á la astricción de vientre.
" ^ «8' Vi^ "
54
bibliografía
DOCTOR D. JOSÉ CODINA CASTELLVl
Védleo d« número, por opodelte, d<l Hoapltel PrarlaelaL Kadrld.
La BIOIBHB DB los COHVALKOIEHTRS MEHBSTEBOBOB BH EsPAtA DUBAHTB LOS SI-
GLOS XYI T XYII ; DATOS HisTÓBicos, por ol Dr. D. An^el de Larra j
Cereso.
No he de presentar al Dr. Larra, de ilustre abolengo en la histo-
ria de las letras españolas ; por fortuna, él y sus trabajos son bien
conocidos ; en la Real Academia, en la Sociedad Española de Higie-
ne, en la Academiti militar, en la prensa profesional y política, en
todas partes, ha dado y da constantemente pruebas valiosas de la
gran profusión de sus conocimientos, aunque de un modo particu-
lar cultive con acendrado amor y prolijo esmero el vastísimo cam-
po de la higiene.
Pero sf tengo á grande honor presentar á los lectores de la Re-
vista un trabajito mtíy pequeño, insignificante si se quiere desde el
punto de vista material (16 páginas en octavo pequeño), pero muy
grande, verdaderamente voluminoso por la idea fundamental que le
informa y por el improbo trabajo que representa escribir aquel nú-
mero exiguo de páginas, cualidades que le hacen acreedor á que se
le dediquen algo más que cuatro líneas para dar cuenta de su pu-
blicación.
El opúsculo en cuestión trata de un asunto higiénico de los de ma-
yor actualidad, sobre todo en las grandes poblaciones, aunque como
su título indica, no dedique ninguna página ala mencionada actua-
lidad como problema palpitante del día. Y en esto estriba; á mi
modo de ver, el gran valor que encierra, puesto que á cuantos se-
pan leer algo más que los caracteres impresos, descubrirán que los
datos históricos que se mencionan, no sólo sirven para demostrar
que á España le corresponde la gloria de la prioridad en un asunto
higiénico de inmensa importancia, sino que, además, pueden servir
de acicate para que se coloque, ya que no delante, como en aquellos
siglos, cuando menos al lado de las demás naciones que rinden fer-
voroso culto á la diosa Hígea.
De los datos que ñguran en este boceto histórico, que tienen todas
55
las garantías de la más escrupulosa precisión, se desprende que en
Bepana ae fundaron hospitales para convalecientes en Madrid, don-
de ef famoso hermano Bernardino de Obregón fundó el primero en
1567,5egovia (1579), Sevilla (1590-98), Barcelona (1629), Madrid (1649),
Valencia (1670), Zaragoza (1677 á 86) y Toledo (1691), datos que de-
muestran, en forma irrebatible, que andan bastante lejos de la ver»
dad histórica aquellos autores que atribuyen la prioridad europea
de esta clase de tan higiénicos como convenientes y necesarios no-
socomios al que fundó en París la Sra. Fieubet en el año 1640.
La oportunidad de tal publicación la considero superior á todo
encomio, no sólo porque en otras naciones, por la simple pero pode-
rosa razón de humanidad, se preocupan en la creación de asilos
para los convalecientes menesterosos, sino porque aquí en España,
y sobre todo en Madrid, á la par que estos asilos llenarían una mi-
sión obligatoria por humanitaria, resolverían de^paso el pavoroso
y antihigiénico espectáculo de la aglomeración, mejor dicho, del
amontonamiento de enfermos en nuestras salas de hospital.
Reciba el incansable Dr. Larra mi cordial felicitación.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIKDADES CIENTlFIGAS
REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADRID
Sesión del dia i9 de Mayo de 1906
Relmeiones entre el numero de anquilostomas y el estado de la sangre en la
anemia de los mineros. — El Dr. Codika : Los datos que presenté el año pa-
sado en esta Academia con el epígrafe de Resitmen de Casuiatica anquilos'
tomiáMca^ se prestan á estadios parciales de distiotos órdenes, y el que
hoy roe ya á ocupar es el referente á las relaciones que existen eotre el nú-
mero de anqtiilostomas y la composición de la sangre.
Gn la anquilostomiasis, los caracteres histológicos de la sangre tienen
unos rasgos tan particnlares qne representan nn factor diagnóstico de gran
importancia, el qne reúne mayores probabilidades de acierto, descartando
el yaloT diagnóstico que podríamos llamar especifico y qne está represen-
tado por la presencia de los liucros de anquilostoma en los excrementos.
En efecto, tanto en los glóbnlos rojos como en los blancos se descubren ca-
56
rActeres, cayo conjunto resolta muy elocaente para presumir el diagnós-
tico de anqoilostomiasis.
Por lo qne se refiere á los hematíes, aunque no se encuentran formas
poikilocitósicas, es común que el estroma sea más blanco y no presenten la
fisiológica tendencia á reunirse en pilas, ó sea menos manifiesta dicha ten*
denoia que en estado normal. Pero los factores diagnósticos más importan-
tes hállanse en su descenso numérico y en el descenso, si no proporcional,
muy marcado de su ralor hemoglobfnico. El número de glóbulos rojos des-
ciende á cuatro, tres, dos y hasta un millón, y la cantidad de hemoglobina
está generalmente por debajo del 60 por 100 y en algún caso ha descendido
hasta la pequefia cifra del 25 por 100.
Este descenso paralelo, aunque no proporeionalmente uniforme, puesto
que hay caaos en que es más notable la disminución de la hemoglobina que
la de loe hematíes y riceyersa, no es el propio de la clorosis donde lo fun-
damental de la alteración patológica hállase en el gran descenso hemoglo-
bínico, sin exagerada disminución globular, trastorno de composición
análogo en todas las anemias primarias, sin el característico de la llamada
anemia graye perniciosa, puesto que en ésta el enorme descenso globular
ya acompafiado de un aumenta en el yalor hemoglobínico de cada hematíe,
como si los glóbulos rojos que quedan se apropiaran la hemoglobina de los
desaparecidos.
Por lo que se refiere á los glóbulos blancos, tanto la cantidad como las
recíprocas proporciones entre sus distintas especies, suministran factores
diagnósticos de indudable utilidad. El número de leucocitos está general-
mente aumentado y oecila alrededor de los ocho ó nneye mil y en algunos
casos sube á doce, catorce y hasta dieciocho mil, cifra que representa una
leucocitosis moderada y que la separa de las yerdaderas leucemias, en que
estos elementos globulares llegan á las altas cifras de ochenta y cien mil.
En cnanto á las recíprocas proporciones en que se halla cada especie leu-
cocitaria, llama la atención la constante eosinofilia. El aumento de los
eosinófilos es pocas yeces insignificante, casi siempre llega al 20 ó 80 por
100 del total de leucocitos, y en ocasiones sube al 40, 50 y hasta el 60 por
100 en detrimento constante de los polinucleares neutrófilos.
Los caracteres histológicos principales de la sangre que en la anquilosto-
miasis pueden concretarse, pues, en descenso correlatiyo de los hematíes y
de la hemoglobina, en moderada leucocitosis y muy manifiesta eosinofilia,
caracteres cuyo coninntonose eneueDtra tal yes más que en otra anemia
helmintiásica; la anemia botriocefálica, cuya etiología general es muy dis-
tinta de la correspondiente á la anemia anquilostomiásica.
Ahora bien; conocidos dichos caracteres hemos tratado de ayeríguar las
modificaciones que pudieran sufrir en relación con el número de anquilos-
tomas que cada indiyidno albergara en su intestino. En el cuadro que
tengo el honor de presentar, del cual ha sacado dos hermosas negatiyas
mi distinguido amigo y tan excelente médico como amatmír fotográfico, e)
doctor Hernández Briz ( yéase el adjunto grabado), y que á su yez está di-
yidido en dos cuadros desiguales, se yen en el mayor los datos de la composi-
ción sanguínea correspondientes á cada obseryaoión, con la cifra de los an-
quilostomas que expulsaron al pié de cada una; dichas obseryaciones están
57
reanidas en dÍ8tÍDto6 grnpoe, seg^n los centenares de anqailostomas expul-
sados; y en el cuadro menor, las graneas que representan las cifras de los
términos medios obtenidos con aquellas observaciones en cada uno de los
mismos grupos.
Desde luego llama la atención en el primer cuadro, ó sea en el que están
gráficamente expuestos los datos particulares correspondientes á 41 obser-
Taciones, la yariabilidad de las cifras obtenidas dentro de cada uno de los
siete grupos en que está dividido, partiendo de la base del número de an-
quilostomas expulsados. En vista de dicha variabilidad, y con objeto de
obtener datos más significativos y que se prestaran á ser fácilmente inter-
pretados, dividimos la suma de las cifras de cada grupo por el número de
observaciones que contenia, y con los cocientes obtenidos, verdaderos tér-
minos medios, bemos formado las gráficas del segundo cuadro.
^jJxutímÉS ímítt J Hu^ni^ tU tmjiuíttfmúé u «/ tínOut^ di- ¿A jM4tau
TamÜr/i^t é!.í^H& di í^j^^tafid^j
f^dUiái di üj¿a*f4^j
ú
l^^MÍe p^i ¿4*^ ^ á^^*tj^fés4t*iA
Como puede verse y demuestran elocuentemente dichas gráficas, no^son
idénticas las relaciones que e*xÍ8ten entre el número de anquilostomas y los
hematíes ó los leucocitos. En efecto ; en el primer grupo (de 1 á 100 anqui-
lostomas expulsados) corresponde una cifra media de glóbulos rojos muy
próxima á los cuatro millones ; en el segundo, tercero y cuarto grupos (se-
gunda, tercera y cuarta centena de anquilostomas expulsados), la cifra me-
dia está próxima á los tres millones ; en el quinto y sexto grupos se man-
tiene alrededor de loe dos millones y medio; y en la séptima (1.180 an-
quilostomas expulsados) desciende á un millón. Por lo tanto, bien puede
afirmarse que, sin que sea la relación proporcional, el número de hematiea
éétá en reladán inversa del número de anquUoetomaa albergados en el intestino.
Por lo que se refiere á la cantidad ^ocentual de hemoglobina, la máxi-
ma corresponde al primer grupo (52 por 100) y la mínima al séptico (80 por
5
58
100 ; pero en los grupos intermedios hay oscilaciones crecientes y decre-
cientes qoe no permiten una conclusión tan categórica como la referente á
los hematíes; de todas modos, las cifras obtenidas autorizan á consignar
que la hemoglobina disminuye en general, tanto más cuanto mayor es el número
de anguilostomas, aunque el descenso de aquélla con respecto á éstos es irre-
gular en los cinco grupos intermedios comprendidos entre 101 y 600 anqui-
lostomas.
Ni el número de glóbulos blancos ni el procentual de eosinófílos parece
que se modifica de un modo muy manifiesto en relación con el número de
anquilostomas, aunque persifirte, como es natoral, siempre el car&cter gené-
rico de la moderada leucocitceis y eleyada eosinofilia. Las cifras medias
leucocitarias varian muy poco, puesto que con 7.000 leucocitos en el primer
orrupo, sube á 8,000 en los grupos segundo y tercero, desciende á los 7.000
en los grupos cuarto, quinto y sexto, y sólo se eleva á un nivel superior á
10.000 en el último; por la tanto, la única conclusión que parece despren-
derse de estos datos, si es que realmente la autorizan tan exiguas diferen-
cias, es que cuanto mayor es el número de anquilostomas^ tanto más intensa es
la reacción leucocitaria.
Las cifras medias de eosinófilos van progresivamente en aumento del
primero al cuarto grupo, con los niímeros 18, 22, 28 y 81 por 100, pero en el
quinto desciende á 28, baja todavía á 10 en el sexto, 'y asciende de nuevo
hasta 16 en el séptimo, sin que llegue á alcanzar la cifra eosinófíla del
primer grupo. Si mayor número de observaciones confirmaran estos datos,
podría deducirse la siguiente conclusión •' La eosinofilia aumenta en razan
directa al número de anquilostomas, mientras éstos no llegan á medio millar;
desde esta cifra en adelante, la eosinofilia disminuye.
Estas conclusiones, como se comprenderá, no pueden aceptarse como
absolutas y definitivas, sino como un boceto relativo y circunstancial; el es-
caso número de observaciones en algunos grupos (cuatro en el cuarto y quin-
to, y sólo una en el sexto y séptimo) y el vacío que existe entre el grupo de los
600 y el de 1.100, representado por cinco grupos de un centenar de parásitos
cada uno, son motivos suficientes para no aceptarlas sin reservas y sin ha-
cer todo géyro de salvedades. Ahora bien; si los resultados obtenidos en
otro mayor número de casos concordaran con los que he tenido el honor de
exponer, podría entonces afirmarse que las relaciones que existen entre ol
número de anquilostomas y la composición de la sangre en la anemia de los
mineros, no son un supuesto teórico, sino un'hecho real y demostrado, las
cuales consisten, en tesis general, en una influencia inversa ó progresiva*
mente decreciente entre los parásitos y los hematíes, y la hemocclobina di-
recta ó progresivamente creciente entre aquéllos y los leucocitos y los eosi-
nófilos; en otros términos, y siempre en tesis general, á mayor número de
anquilostomas, menor número de glóbulos rojos y de cantidad de hemoglo-
bina, y mayor número de leucocitos y de eosinófilos.
Como no se ocultará á los Sres. Académicos, los datos que acabo de ex-
poner y las conclusiones que de ellos se desprenden, se prestan á conside-
raciones de índole diagnóstica y de índole patogénica, sobre todo en favor
de la teoría tóxica del proceso anétnico, que no voy á explanar, porque son
fáciles de inducir y porque no quiero molestar por más tiempo á la Acade-
59
mia, quedándole sumamente reconocido por la gran atención qne me ha
preeiado.
Profilaxis de la tuberculosis.— El Dr.IglenaB, al reanudar este debate, ma-
nifiesta que, en su opinión, no hay profilaxis especial de la tuberculosis,
«ino que aquélla es el resultado del cumplimiento fiel y exacto de los prin-
cipios generales de la Higiene, considerando como el desiderátum de'dicha
profilaxis el remoyer y auyentar toda la debilitación orgánica, debiendo
prestarse tanta atención al terreno como al germen, abogando porque se
dicten leyes, disposiciones é instrucciones populares y cuanto pueda con-
ducir á preyenir este verdadero azote social.
Que con razón se habla lamentado el Dr. Espina de que en el cuadro de
exenciones para el ejérciso sólo se consignen como eximentes, en cuanto á
la entidad morbosa de que se trata, la tisis laríngea ó la pulmonar confir-
ma4a« creyendo que en esto se había sufrido un lamentable retroceso, toda
Tez que en el cuadro de exenciones de 1855 se consideraban como causas de
exclusión, no sólo los estados de tuberculosis confirmada, sino la predispo-
sición orgánica ó hereditaria.
Termina el Dr. Iglesias manifestando la necesidad de que las Corpora-
<3Íone8 que tratan de estos asuntos, recaben del Gobierno la modificación
del cuadro de exenciones para el serricio militar en el sentido de que se
incluya en él la pretuberculosis y la predisposición manifiesta á la tisis
pulmonar.
El Dr. Toloaa afirma que, al tratar de resol yer los problemas médicos se
oWida la personalidad humana ; qne desde hace quince ó veinte años se
•está hablando de Sanatorios sin que hayan llegado á implantarse, por cuya
razón se deja al pobre tuberculoso en el más terrible desamparo, rechaza-
do por todos y sin tener dónde refugiarse; que en España no tienen eco ni
resonancia las campañas encaminadas á la creación de Sanatorios que,
•como las Ootas de Uche y otras instituciones, arrastran en nuestra patria
una vida penosa.
Respecto á los Sanatorios marinos dice que, contra lo que generalmente
ae supone, el mar tiene muy pocas contraindicaciones, puesto qae ni los
bemoptóicos ni aun los reumáticos empeoran. Ensalza las cQpdiciones tó-
nicas del mar y su influencia en el organismo, afirmando que uno de los
factores para la curación de la tuberculosis es hacer resistente el sistema
nervioso, de donde se deduce la importancia de la vida genésica.
Abogando por que se evite á todo trance el abandono del niño, relata el
rasgo conmovedor de una señora que ai visitar la Inclusa de New- York se
sorprendió al ver que un niño, adelantándose hacia ella, la dijo:
c¿Eres tú mi mamá?»
cNo, hijo mío>.
Y como la señora manifestase su extrafieza á persona del estableci-
miento que la acompañaba, ésta manifestó que jamás se decía á los niños
que eran incluseros, sino que estaban esperando á que sus padres fuesen á
recogerlos.
Manifiesta además el Dr. Tolosa que allí á los que aprohijan estos niños
se les exige juramento de que nunca han de revelarles su origen.
Termina el Dr. Tolosa añadiendo que la profilaxis contra la tubercu-
60
losifl debe tener como base el mejoramiento físico, moral y social de la
raza humana, protegiendo á la mujer y al niño, poniendo al alcance de las
clases pobres la alimentación sana, propagando los 8anatoriss y los Gon-
sultoríoe para nifios, emprendiendo enérgicas campañas contra el alcoho*
lismo, y procurando por todos los medios atenuar el germen de la tubercu-
losis.
ACADEMIA MEDIOO-QUIRÚRGICA ESPAITOLA
Sitian del dia 21 de Mayo de 1906.
Herida del nervio mediano.— El Dr. Fernández Sanz felicita al Dr. Gayarre
por su caso, aun cuando ve que no ha dejado el terreno de las hipótesis, de
que es tan enemigo. Esperaba el Dr. Fernández 8anz haber oido algo
acerca del estado actual del asunto de la regeneración de los nervios des*
pues de separados de sus centros tróficos. El afio pasado, con motivo de
análoga discusión, hizo él consideraciones sobre este punto; entonce^ se
presentaba como muy fundada la teoría, sostenida como cierta por Van
Qeutchen, que admitía que los nervios periféricos seccionados ae regenera-
ban autóctonamente. Los neuronistas, Gajal á la cabeza, se han defendido
y han publicado trabajos én los que demuestran que 1^ regeneración es de
origen central; los separatistas, en cambio, ya transigen, ya hacen distin-
gos, y dicen que experimental mente no han conseguido encontrar cilindros
ejes en el extremo periférico, y que si se verifica la regeneración, ó sea la
maduración de Kenedi, es preciso que esté en relación con el centro para
recibir su influjo por contacto directo ó indirecto.
Termina preguntando al Dr. Gayarre si se han hecho análisis histológi-
cos y pidiéndole que explique detalles de la operación.
El Dr. Fernández Seco interviene en la discusión para poner de mani-
fiesto que, por regla general, los cirujanos no exploran la sensibilidad
después de la sección quirúrgica de los nervios, y sería conveniente lo
hiciesen para dar luz á estos estudios.
El Dr. Gayarre dice que es amigo de las dipótesis cuando vienen á
cuento; y precisamente una de las razones de haber presentado su caso en
porque viene á destruir la moderna hipótesis del autor inglés citado.
De las ideas de regeneración de los nervios habló de pasada nada más,
porque ya en otra ocasión las expuso extensamente.
Y respecto de la operación, dice que el Dr. Goyanes resecó cuatro centí-
metros del nervio, estiró sus cabos para aproximarlos y los suturó con
seda ; el trozo de nervio extirpado está pendiente de análisis. Cnanto al
efecto de la sutura, todavía es pronto para ser apreciado, pues se necesitan
cerca de quince semanas para ello.
Gastroontorostomfa por úlcera slmple.—El Dr. Yagüe presenta un enfermo
de cuarenta y cinco años, casado, de Afcobendas, hortelano y guarda de
campo. Intemperante de siempre, sólo hacía dos meses que, por el sufri-
miento que le ocasionaban, había dejado las bebidas. Bu padre murió á
los setenta afios, de hemorragia cerebral, y su madre de sobreparto.
61
Sin antecedentes dignoe de mención, comenzó hace seis ú ocho afios á
tener á temporadas dolores de estómago al hacer la digestión de la comida
principal, qae le calmaban con alcalinos; los sufrimientos f nerón irregu-
lares, progresivos y alguna yez Tomitaba la comida, preyio gran ardor y
aguas de boca; esto también le calmaba el dolor; nunca ha vomitado
sangre.
En octubre comenzó á sufrir gran dolor epigástrico, intenso y continuo,
después de haber tenido una indigestión, y cuatro dias antes de ser obser-
Tado vomitó la cabida de una jofaina de liquido obscuro, como café. El
vientre siempre le ha movido perezosamente, sin sangre ni moco, pero al-
^na vez de color obscuro, sin medicamento á que atribuirlo.
Exarmn. — Vientre duro por defensa muscular, sobre todo de los rectos
superiores derechos, que aumentaba con la presión, que era dolorosisima y
hacia imposible la investigación del elapotage ; había punto epigástrico y
dorsal bien^ manifiestos; estómago de dimensiones y capacidad normales
y ningún infarto ganglionar ; el color y la nutrición eran satisfactorios.
Diagnóstico.^ÚicertL simple en hiperdorhidrico.
Tratamiento.— THeíA láctea absoluta, bismuto á altas dosis y alcalinos
larga mano. Mejoró; pero en seguida, sin causa, como él afirma, ó por
transgresión del régimen, según aseguran allegados, volvieron los sufri-
mientos con tal violencia que no fué posible calmarlos ni aun con nitrato
de plata y los opiáceos.
La necesidad de su restablecimiento, necesario para que con el trabajo
pudiera subvenir á su subsistencia, en vista de la ineficacia del trata-
miento médico y de la intensidad del sufrimiento, que le llevaba á hablar
del suicidio, ingresó en el Instituto Rubio para ser operado, donde en la
visita general de los jueves hubo' algún Profesor que creyó percibir una
tumoración en la parte inferior derecha de la región epigástrica. El riesgo
del cateterismo en un enfermo que no podía ser vigilado contraindicaba
las investigaciones químicas; pero una vez hospitalizado se extrajo el jugo
gástrico, y el Dr. Duran encontró 2^920 de acidez clorhídrica por 1.000
y S'6 de acidez total, cifra análoga á la encontrada por el Dr. Yagüe al
mismo tiempo; las dudas se desvanecieron, y el enfermo fué operado por
el Dr. Cervera de una gastroenterostomía trasmesocólica con yeynnoyeyu-
noetomía (procedimiento de Rouz). Hallóse una extensa perigastritis
adhesiva de toda la cara anterior y una úlcera simple crónica en la cara
anterior del antro pilóríco.' Desde el primer momento cesaron las moles-
tias, y está curado y trabajando en su pueblo.
Sería absurdo pretender sacar conclusiones de un sólo caso, y no lo pre-
tende ; llama la atención acerca de la evolución progresiva de la terapéu-
tica quirúrgica en los ulcerosos, puesto que hoy se establece como línea de
conducta el hacer intervenir todas aquellas en que fracasa el tratamiento
médico severo y largamente establecido, siempre que su estado lo permita,
/lio dejándoles sucumbir sin intentar su salvación por vía quirúrgica, que
será precoz si el enfermo es pobre y no puede eximirse del trabajo.
Avalora los datos del quimismo hiperdorhidrico de este caso la circuns-
tancia casual de ser hipoclorhídríco otro que estaba al mismo tiempo en la
sala afectado de estenosis del cardias, diagnosticado clínicamente de úlcera
62
BÍmple, pero que la esofagoscopia hecha por el Dr. Tapia demostró ser
neoplásioa.
El Dr. GoNZÁLKS Campo: En cuanto á la comprobación áelclapotage, que
en este caso tenia poco valor, puede hacerse aun cuando estén contraidos
los rectos; una de las obras clásicas de la especialidad recomienda en tales
ocasiones empujar con la palma de la mano izquierda el estómago para di -
rígirlo hacia este lado por debajo del músculo y provocar ese ruido en este
punto. El enfermo presenta síntomas claros de hiperclorhídrico, á los que
siguieron los de úlcera, y después de emplear ó recomendar el tratamiento
médico, por su ineficacia, propuso la intervención. Ya hace algún tiempo
que se recomienda la operación en la úlcera por si se resiste á un tiempa
prudencial de tratamiento médico, sin limitarse á operar las complicacio-
nes (estenosis pilórica, biloculación, perforación, etc.). Esto ha de hacerse
más en el pobre que en el acomodado, pues aquél ha de vivir de su trabajo
y no dispone de elementos para costear su alimentación láctea, mientras
éste puede dedicarse sólo al restablecimiento de su salud. Respecto al casa
sefialado incidental mente dice que si su historia gástrica era antigua, pudo
pensarse en una ulceración que degeneró en cáncer, y pudo ser hiperclor-
hídrico en los primeros 'tiempos, hipoclorhídrico ó aclorhídrico después.
El Dr. Yagüe manifestó que se viene interviniendo desde hace tiempo en
enfermos ulcerosos ; pero para ver el progreso que en esta materia se está
efectuando, dice que Hartmann, en su Oirugia del eatámago, publicada en
1899, no daba más indicaciones de intervención en los ulcerosos que las
complicaciones de la úlcera, y en sus trabajos de 1906, da como regla que
deben ser intervenidas todas cuando fracase el tratamiento médico, lle-
gando á señalar como tiempo que debe esperarse el de un mes. Claro que
en esto último hay, sin duda, exageración patente, pues sólo las circuns-
tancias de enfermo, de proceso y aun de medio social, pueden permitir de-
terminarlo exactamente en cada caso; pjoro bueno será ir haciendo conocer
los que se vean para la más exacta delimitación de las indicaciones. En
cuanto al procedimiento de que habla el Dr. González Campo para inves-
tigar el bazuqueo, no hubiera sido útil en este enfermo por su sensibilidad
exagerada y porque la perigastritis no hubiera permitido la dislocación de|
estómago; esto, no obstante, no cabe duda de que es un procedimiento que
puede ser útil en otros casos.
Algunas consideraciones de la anatomía normal del oído. —El Dr. Villa
(D. J.) hace un estudio precioso de <Kcómo el oído entra en la arquitectura
del cráneo 3>. En la resistencia á las presiones verticales, el oído es susten-
tador de la bóveda craneal, toma importantísimo papel en la resistencia á
las presiones laterales, obrando como una cuña ; tampoco interviene para
nada en la resistencia del cráneo á las presiones autero- posteriores. Las
fracturas se transmiten al oído y se propagan en él según la dirección que
traen de la bóveda; en poco influye la estructura del temporal.
Caja del tambor. — El 9inu9 timpani se continúa algunas veces (dos en su
colección ) por dentro de la pirámide y del facial. Ha encontrado la pirá-
mide, bien terminada abajo en una cavidad puntiaguda, bien redondeada.
En algunos temporales, terminando muy cerca de la bóveda yugular. Las
dehiscencias del acueducto de Falopio no han sido encontradas en sus pre*
63
paraciones. El músculo del martillo siempre en canal óseo, no en conducto
como señala Huguier, y si está en conducto, la pared externa seria tan del-
gada que, prácticamente, es como sí no existiera.
Posición del facial. — Pasa entre el caracol y el vestíbulo primero, más
cerca del primero que del segundo, distante unos S milímetros de la extre*
midad anterior del conducto superior ; el facial pasa por debajo del con*
ducto semicircular externo, y sólo se hace vertical 2 milímetros más atrás.
Su posición vertical forma curva de concayidad externa; por lo tanto, huye
del antro. En sus preparaciones, sólo en los dos temporales, cuyo ainvs ftm-
pani se prolonga hacia atrás, el nervio se hace completamente vertical y
queda en un plano más externo que el conducto vertical horizontal ; cree
que la relación con la membrana está un poco más baja que el centro de su
contorno posterior.
Topografía del laberinto, — El conducto semicircular posterior sobresale
atrás lo menos 2 milímetros del externo, y corresponde á la pared interna
del antro. El externo está colocado en el aditus, pero de tal modo> que su
extremidad anterior es más alta que la posterior. El superior por encima
de éste corresponde al aditus á la pared interna del antro. La extremidad
anterior del superior está á 2 milímetros del pico de cuchara y á 1 por en-
cima del facial. La extremidad anterior del externo corresponde al facial
debajo del anterior. La posterior del externo también al facial 1 milímetro
más atrás. La extremidad inferior del posterior al sinut timpani. El vértice
dbl caracol, inmediatamente por debajo del músculo del martillo, á la mis-
ma entrada de la trompa, en el codo de la carótida.
PERIÓDICOS
Caso clínico do placenta previa central.— En el Boletín del Colegio de Mé-
dicos de Gerona, publica D. Bonifacio Garriga la siguiente observación:
<( Mujer plurípara, de veintisiete años de edad, y de constitución robus-
ta, cuyos dos anteriores embarazos y consiguientes partos habían sido muy
felices. Llegado el octavo mes de su tercera gestación, sin causa apreciable
(caída, traumatismo, esfuerzo), se le presenta una ligera hemorragia, algo
más copiosa y de mayor duración, también sin dolor, la cual se cohibió con
la Suspensión de los quehaceres domésticos y el reposo en cama. Cuatro
días después sobreviene una tercera hemorragia, en las mismas condicio-
nes que las anteriores, aunque más abundante, la cual, además de tratar-
se por el reposo absoluto en el lecho y la aplicación de compresas de oxicra-
to en el bajo vientre, nos indujo á la administración del hidrastis cana-
densis al objeto de cohibir más pronto la hemorragia y ver si se lograba
que la mujer pudiese ir conllevando su estado, sin tener que abandonar
las faenas domésticas, ni permanecer en cama en completa inmovilidad.
Cohibida de nuevo la tercera hemorragia, continuó la mujer en estado
satisfactorio unas tres semanas, después de las cuales, una hemorragia vino
á turbar su relativo bienestar, acompañada esta ves de dolores en la re-
64 .
gión sacra, cuya noredad hizo creer que Be iniciaba el trabajo del parto,
por haber alcanzado la majer el término natural de su embarazo.
Para confirmar el hecho, procedió al examen^ señalando la palpación que
el feto se hallaba en presentación de T¿rtice y la auscultación, que gozaba
de Yida; el tacto yaginal hizo notar el cuello uterino alargado, reblandeci-
do, y entreabierto su orificio interno, que estaba cubierto en su totalidad
por la placenta, cuya superficie inferior pudo tocar con el dedo, indicando
que la placenta previa diagnosticada desde un principio^ pertenecía á la
variedad central.
El pulso, bastante debilitado, era de 95 pulsaciones por minuto ; la tem-
peratura axilar, normal.
Atendiendo al diagnóstico formuladp, el pronóstico que siempre es grave
para el feto en general y algunas veces para la madre en particular, lo era
mucho más en el presente caso, dada la variedad de placenta previa central
qne estableció, puesto que no sólo peligraba la vida del feto, si que también
se hallaba amenazada la de la madre, la cual, habiendo perdido mucha
sangre, experimentaba ya los síntomas de la anemia aguda : decoloración
de la piel y mucosas, enfriamiento de las extremidades, zumbido de oídos,
decaimiento general, pulso filiforme, pupilas dilatadas. Por ello fué qu»
despuéa de advertida la familia del peligro que corría la parturiente, ace-
lerando el trabajo del parto, que debía forzosamente aumentar el flujo, re-
clamamos la intervención de otro comprofesor, para obrar con mayor segu-
ridad y menor responsabilidad por nuestra parte. *
Por no disponer de la necesaria cantidad de gasa yodofórmica para prac-
ticar dicha maniobra, echa mano, para no perder tiempo, del proceder an-
tiguo mediante el algodón hidrófilo en pequeños . fragmentos sujetos con
hilos en forma de cola de cometa, y untados con manteca caliente recién
fundida, para asegurar mejor la obturación y asepsia. Colocada la mujer
en la posición Obstétrica, y previo lavado de los genitales y desinfección de
nuestras manos, practica el taponamiento indicado, hasta quedar bien re-
pleto el conducto vaginal.
Ejecutado el taponamiento, que resultó algo molesto y doloroso para la
mujer, quedó cohibida la hemorragia y calmado loe dolores iniciados, du*
rante algunas horas. A las seis horas de aplicado el tapón, se presentaron
los dolores expuUivoe, indicando qne el trabajo del parto se adelantaba
rápidamente. Entonces aplica una inyección hipodérmica de ergotina
Ivon, para prevenir en lo posible la hemorragia poet partum^ que en estos
casos suele sobrevenir, y otra dé éter, para evitar ó combatir el síncope que,
por otro lado, amenazaba la vida de la parturiente. Retirado en seguida el
tapón vaginal, las contracciones uterinas adquirieron mayor energía, sa-
liendo pocos momentos después el feto muerto, que se abrió paso á través
de la placenta, quedando ésta casi partida en dos mitades y expulsLándose
simultáneamente con aquél en toda su integridad.
La matriz se contrajo luego rápidamente, sin presentarse nueva hemo-
rragia, ni sobrevenir durante el puerperio la infección séptica á que de un
modo especial se halla expuesta la mujer, por estar la herida placentaría
constantemente bañada por los loquios. Oracias á la limpieza y alimenta-
ción escogidas, á los veinticinco días la puérpara pudo salir de casa sin otra
/ 65
molestia qne U debilidad consiguiente á las pérdidas sanguíneas determi-
. nadas por la ectopia placentaria.
Era la lógica conducta seguida en este caso clínico de hemorragia por
inserción riciosa de la placenta, dejando que terminara el parto por los
Bolos esfuerzos naturales, puesto que si lo hubiese forzado, desprendien-
do ó atravesando la placenta, para hacer una aplicación de fórceps, es muy
probable que la mujer que había ya perdido mucha sangre, hubiese su-
cumbido, y que tampoco se habría podido salvar la vida del feto>.
Sarabia.
REVISTA EXTRANJERA
S0C1EI)ADES científicas
ACADEMIA DS HEDICIMA DE PARÍS
S*$iin dtltUaíSd» Junio de 1906.
s
Consulloriot de oiRot dt pecho.— £1 Dr. Budín: Desde la creación de estos
consultorios, en 1892, se ha procurado que cada semana se vean los niños
hasta la edad de dos años, con objeto : 1.°, de examinarles, pesarles y. acon-
sejar á sus madres ; 2.^, de inclinar á la lactancia materna; y S."", cuando
las madres no podían criar por insuficiencia, de distribuir en cantidad per-
fectamente determinada leche esterilizada de buena calidad. En las ciuda-
des de limitada población, si los nifios que acuden á los consultorios mue-
ren menos, esto debe repercutir sobre la mortalidad infantil de toda la re-
gión, y los buenos resultados obtenidos son entonces indiscutibles. Esto es,
en efecto, lo que se observa generalmente. El Dr. Alexandre, alcalde de
Arques (Pas- de- Calais) fundó un consultorio á principios de 1903; durfinte
loe cinco afíos precedentes, la mortalidad infantil era de 190 por 1.000, y
ahora ha descendido á 112 y á 101 ; á SaintPol sur-Mer, la mortalidad des-
cendió de 288 á 151 por 1.000; á Yarengeville (Seine-Inferieur), de 145 á
77 por 1.000. Lo mismo ha ocurrido en un gran número de poblaciones del
Pas-de«Oalais y del Tonne, como lo demuestran las cifras publicadas por
Yiret y Mavoir, inspectores provinciales.
Estos hermosos resultados son debidos á muchas causas, y particular-
mente al restablecimiento de la lactancia materna, que iba desaparecien-
do por todas partes. Si se demuestra bien á las madres las ventajas que
pueden reportar á sus hijos, ellas mismas los crian; el Dr. Panell (Rouen)
ha visto aumentar esta clase de lactancia de 1 á 60 por 100; los doctores
Bresset y Oarrel (París), de 40 y 61 á 81'4 por 100; Ausset, de 22 á 77 por
100 en Saint-Pol-sur-Mer; Blin (de ElbeuO, de O á 87*5 por 100; y Pou-
pault, en Yarengeville-sur-Mer, de O á 75 por 100. EÍ Estado y ciertos
directores de industrias animan á los personas que emplean á seguir el
66
camino de la lactancia materna. Estas ideas se difunden cada día más, y
hoy se ve en París á nn cierto número de patronos qne antorisan á sn^ .
obreras á lacUr á sns hijos. Los consnltorios de niños de pecho todavía
tienen otra ventaja, y es qne pneden adaptarse á mnchas otras institucio-
nes, por ejemplo, á las casas canas y á la vigilancia de los nifios, en virtud
de la ley Roussel. Las mutualidades maternales los han fundado en gran
número en el departamento del Sena, y los nifios se admiten y se vigilan
durante dieciocho meses. Las últimas cifras publicadas por Poissineau
demuestran que, en estas nuevas condiciones, el 87 por 100 de las madres
han lactado á sus hijos; esta proporción es considerable en los medios obre-
ros, donde se considera en general que las mujeres, por su condición social ,
se encuentran en la imposibilidad de lactar.
Los consultorios de nifios de pecho prestan, pues, reales servicios ; actual-
mente existen en gran número en ciertos departamentos; en el Yonne
(106), en el Pas-de-Calais (IfllX), en la Gironde, etc. Por todas partes se
fundan algunos, y en particular en el Rhóne, en los Alpes-Maritimes, en
el Norte, etc. Su difusión invade también el extranjero, como lo demues-
tran los diversos informes presentados hace tres semanas en el Congreso de
la Asistencia pública, celebrado en Milán. »
Sufusién sanguínea brusca á hematoma súbito de la úvula. — £1 Dr. Fabrb :
En la úvula se desarrolla algunas veces bruscamente una sufusión sangui*
nea, una verdadera apoplegía local, qne ocasiona una sensación de cosqui-
lleo, de presencia de cuerpo extrafio, seguida de una necesidad inconscien-
te de deglutir y, con más frecuencia, de expulsar del fondo de la boca el
cuerpo extrafio ; entonces se presentan accesos de tos, verdaderas quintas»
deseos de vomitar, náuseas, violentos esfuerzos de vómito, y el vómito mis-
mo, con objeto de expulsar aquel falso cuerpo extrafio, representado por un
pequefio hematoma de forma generalmente globulosa, una verdadera bola,
una cereza que se encuentra suspendida del velo del paladar. Este acciden-
te, que he observado cinco veces en treinta y cuatro afios, á intervalos más ó
menos lejanos, se ha presentado después de quintas de tos ó después de un
pequefio traumatismo, por nn fragmento de corteza de pan tragado brusca-
mente ó complicando una angina gripal ; en dos casos se ha presentado sin
cansa aparente.
He observado esta apoplegía de la úvula tres veces en el hombre (á los
diecinueve, cuarenta y cinco y cincuenta y ocho afios) y dos veces en la
mujer (á los treinta y cinco y cuarenta y ocho afios). Los fenómenos predo-
minantes que han presentado la mayoría de estos enfermos son, sobre todo,
de la esfera nerviosa: ligera inquietud primero y después ansiedad más
marcada, angustia, azoramientOc
No trataré de precisar la patogenia ni la etiología, y me limitaré á hacer
constar que, en cuanto al tratamiento, ha bastado tres veces puncionar la
neoformación vascular para hacerla desaparecer, aconsejando inmediata-
mente después el uso de gargarismos ¡astringentes con alumbre, tanino ó
ratania. En dos casos hubo ulceración del apéndice uvular, seguido rápi-
damente de curación sin otro fenómeno ulterior; no he observado inflama-
ción de la ÚTula, uvulitis (como dice Morell-Mackenzie), á consecuencia de
la apoplegía de este órgano.
67
En sama: etiología obscura; diagnóstico no. menos fácil; síntomas más
bien desagradables qne peligrosos; pronóstico benigno, y, en fin, trata-
miento fácil con los gargarismos astringentes. Esto es á 1q qne se reduce,
desde el punto de yista nosoiógico, la historia del hematoma de la ÚTula,
historia qne h^ referido breyemente en razón de su rareza, y sobre todo del
silencio que guardan los autores especiales acerca de este accidente.
Tifloeolitis maeomembranosa y apendleítis. — El Dr. Lb Dbktü: £1 error
que sefiala el Dr. Dieulafoy se habrá cometido indudablemente gran nú-
mero de Teces, pero desde luego no' tantas como él supone. Los hechos
sobre los cuales se apoya les falta rigor y precisión. Numerosos casos per-
sonales me permiten creer en la beneficiosa influencia de la apendicecto-
mia sobre la tiflocolitis, aunque á menudo dicha influencia es nula ó
temporal. El examen superficial y macroscópico^'de un apéndice no basta
para afirmar que no ha sufrido lesiones serias algún tiempo antes de la
operación, ni que no existan en el momento de verificarla. El diagnóstico
diferencial entre la apendicitis y la enterocolitis es con frecuencia muy
difícil; cuando la fijeza de los síntomas permite un semidiagnóstico y
cuando la salud está muy comprometida, la incisión exploradora es legí-
tima.
El Dr. Retitisb: Creo, como el Dr. Dieulafoy, que un dolor agudo en el
punto de Mác-Burney no bastan si faltan los demás síntomas, para afirmar
la existencia de una apendicitis; pero, en cambio, difiero de su opinión en
cuanto á las' relaciones que pueda haber entre la apendicitis y la entero-
colitis. En muchos casos personales, tres especialmente, una apendiceoto-
mía ha hecho desaparecer las crisis de enterocolitis mncomembranosa. Y
es qué esta enfermedad no es una enfermedad del intestino, sino un reflejo^
nn espasmo, cuyo punto de origen difiere según los enfermos (útero, ora-
rio, rifión móril, etc.), y en ciertos casos es claramente de origen apendi-
cular. El examen microscópico justifica casi todas las interyenciones en
los casos en que el apéndice no presenta nada de anormal á simple vista.
El Dr. Richblot: El punto peligroso de la doctrina sostenida por el
Dr. Dieulafoy está en el antagonismo que trata de establecer eiitre la
apendicitis y la colitis mncomembranosa. En la sesión precedente he
citado una observación que prueba lo contrario, y he recibido una de unq
de mis antiguos internos, del Dr. Mauricio Hepp, que también lo prueba,
y que tiene más valor porque es su propia historia clínica. Leyéndola se
asiste á la evolución ordinaria de la apendicitis: infección disentérica en
primer lugar, contaminación del apéndice después y progresión lenta de
sus lesiones histológicai>, y por fin, desarrollo de los fenómenos nerviosos
reaccionales, de la neurosis secretoria y motriz, llamada colitis mncomem-
branosa, sostenida por la presencia del apéndice enfermo y desaparecida
con la extirpación de éste.— Codina Castsllví.
68
8O0IEDAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
jSéiión d«l día 6 de Junio de 1906.
YayanattomfiU — El Dr. Quénu dijo que para obtener una boca contínente
«n la yeyaoostomia aconseja, en yez de desembocar directamente el cabo
inferior del yeyuno en la piel, cerrarle y bacer después, á corta distancia del
fondo de saco yeyunal formado asi, una incisión lo más pequeña posible,
incisión que se fija por cuatro puntee de sutura á uno de loe ángulos de la
herida cutánea. Esta boca del yeyuno se forma, en resumen, en las mismas
^condiciones que la gástrica en la gastrostomia, por el procedimiento más
sencillo y más r^ido. En un caso en que empleó esta técnica obtuvo el
Dr. Quénu una boca continente por completo hasta la muerte de su ope-
rado, que falleció de caquexia (se trataba de nn cáncer del estómago
extendido por las dos caras del órgano).
Heridas pulmonares por arma de fuogo.— El Dr. Routier cree, en contra de
los Dres. Delorme y Michaux, que aun en las heridas del pulmón por arma
de fuego, que van acompañadas de hemorragia abundante, es preferible
<)asi siempre no intervenir, á causa del estado generalmente grave de estos
heridos, para los que una intervención como la toracotomia, con ó sin
ventana, corre el riesgo de ser mortal, ün herido que el Dr. Routier ha
tenido ocasión de tratar recientemente en estas condiciones, es decir, con
herida del pulmón por bala de revólver, complicada de hemotórax abun-
dante, de neumotorax y de entisei^a subcutáneo extenso, hubiera induda-
blemente muerto á causa de la intervención operatoria, porque al ingresar
en la clínica se hallaba en un estado casi sincopal. Este individuo sobrevi-
vió; bastó una simple punción aspiradora, que dio salida á más de litro y
cuarto de sangre y bastante aire, para que desaparecieran casi por com-
pleto todos los trastornos circulatorios y respiratorios. Es verdad que hasta
ahora no puede considerarse como curado á este hombre ; pero el doctor
Routier cree, cuando menos, que le prestó un gran servicio no operándole
inmediatamente á pesar de la gravedad de a hemorragia, que exigía, al
parecer, la operación inmediata.
Traumatismo doi carpo. — El Dr. Delbet leyó un informe sobre una obeer^
vación dirigida á la Sociedad por el Dr. Dujarier, y que se relaciona con
la discusión sostenida acerca de los traumatiemos del carpo. En esta dis-
cusión sostuvo el Dr. Delbet que en dichos traumatismos el primer grado
de la lesión no está constituido, como se dice, por la luxación del semilu-
nar hacia adelante, sino más bien por la del hueso grande hacia atrás. El
eemilunar es, por el contrario, el hueso del carpo que conserTa sus cone-
xiones normales con el radio, mientras que el hueso grande arrastra con-
sigo, al luxarse hacia atrás y arriba, al escafoides y al piramidal. Es lo
que ocurrió en el caso del Dr. Dujarier, lo cual apoya la descripción que
ha hecho el Dr. Delbet de estas lesiones. Este caso es interesante también
desde el punto de vista terapéutico. El enfermo del Dr. Dijarier fué tra-
tado en vano, durante más de un mes, por el amasamiento, mientras que
con la resección del semilunar se obtuvo un éxito completo. Este individuo
69
recobró cod gran rapidez la integridad casi completa de los morimiento»
de la mufieca y él uso de la mano, qne habla quedado hasta entonce»
inmorilizada, como clavada sobre el antebrazo.
Iltosigmoidaetomfa con exclHsién dol intestino gruoso. — El Dr. Bazy, pro-
poniéndose suprimir en uno de sus enfermos un ano cecal establecido de
urgencia en plena oclusión intestinal, consecutiva á un cáncer del colon
transverso, practicó la ileosigmoídectomia con exclusión del cabo terminal
del intestino delgado y de todo el intestino grueso. La operación la prac-
ticó según el procedimiento de Souiigoux. Este procedimiento, del que su
autor se ha ocupado recientemente y que sólo se habla practicado en los
perros, consiste en su esencia en excluir el intestino grueso y en ligar sólo-
eete último, en vez de seccionarle, á pocos centímetros de la boca ileo-
rectal.
En el caso del Dr. Bazy la aplicación de este procedimiento fué segui*
da de un fracaso casi completo, en el sentido de que, aunque el éxito ope-
ratorio i\xé feliz, la continuidad del intestino delgado se restableció al
poco tiempo y los excrementos sallan lo mismo por el ano cecal que por el
cecal.
Tamor dol enollo.— El Dr. Walther presentó una enferma que tenia en la
región del cuello un tumor cuya aparición data de diez años. 81 tumor es
del volumen de una naranja y de consistencia blanda por igual. Cree que
hay una sensación falsa de fluctuación y que se trata de un tumor en su
mayor 4>arte sólido, lipoma *congénito ó linfangioma con mezcla de lipo-
ma, pero DO de un tumor con gran cavidad quistica.
Los Dres. KirmUson y Demoulin dijeron qne se trataba de un linfangio*
ma y que estaba indicada la extirpación.
El Dr. Broca manifestó que, á su juicio, el tumor era un quiste dermoide
de pared gruesa y de contenido lactescente, y que era preciso extirparle.
El Dr. Le Dentu indicó que no admitia el diagnóstico de linfangioma^
sino más bien el de tumor congénito complejo, que convenía extirpar.
(Za Fresae Medícale). —Y, Tolicdo.
SOCIEDAD DE MEDICINA DE BERLÍN
8uión del dia 16 de Mayo de Í906.
¿Es el lilstorlsmo una nonropatfa funcional? — El Dr. P, Kronthal im-
pugna la opinión corriente de que el histerismo es una neurosis funcional,
ó sea una enfermedad nerviosa sin causa anatomopatológica demostrable.
6e ha aducido en apoyo de esta opinión el hecho de que en el histerismo
se trata de reacciones anormales de las células; sin embargo, ni esta cir-
cunstancia ni el modo especial de conducirse en la esfera psíquica se pue-
den utilizar á favor de las ideas hoy en boga. En efecto, el dato de la
reacción anormal más bien debe interpretarse á favor de una enfermedad
de las mismas células, que no como una afección del sistema nervioso, y
como la psiquis debe considerarse ( en concepto del autor) no sencilla-
70
mente como ana función del cerebro, sino como sama de los reflejos, tam-
poco bay motÍTO bastante para explicar el trastorno psiqaico como conse-
cuencia de una enfermedad cerebral. El cerebro parece estar enfermo en
los bistéricos, porque las célalas de éstos reaccionan de un modo anormal,
no á la inversa, como afirman loe que sostienen la opinión contraria.
Lo que caracteriza al bisterismo es que no está ligado al trayecto del sis-
tema neryioso. Otro motivo más para creer que no se trata de una neuro-
patía funcional. También es típico el cambio continuo en los síntomas.
En resumen : el bisterismo es una reacción morbosa y fácilmente mu-
dable de las células.
Consecuencia de esta manera de concebir la enfermedad es que debemos
atender en ella á la rigorízación de las células, procediendo en la forma
que se viene baciendo desde bace mucbo tiempo. Nos encontramos abora
con el becho sorprendente de que el tratamiento tradicional del histerismo
y que ha consagrado la observación es el acertado, á pesar de no serlo la
teoría reinante acerca de la patogenia de la enfermedad.
El Dr. A/. Rothmann está conforme con el preopinante en que en el bis-
terismo no se ba podido encontrar ninguna lesión del sistema nervioso,
pero es lo cierto que tampoco se ba encontrado la afección celular de que
habla el Dr . Eronthal.
Tratamiento de fa tuberculosis de las mucosas. — El Dr. E. Bollander da
cuenta del resultado que ha obtenido en diez afios con el tratamiento de la
tuberculosis de las mucosas. A medida que se ha ido vulgarizando y adop-
tando su método de cauterización con aire muy caliente, ha ido acudiendo
un número cada vez mayor de tuberculosos, sobre todo de tuberculosos de
las vías respiratorias superiores. En contraposición á la tuberculosis se-
cundaria consecutiva á tisis primitiva del pulmón, ha creado el cuadro
clínico de la tuberculosis ascendente primitiva, en el que las puertas de
entrada son la boca ó la nariz, propagándose entonces la tuberculosis por
la vía linfática y de un modo palatino á lo largo del paladar,, de la fa-
ringe y de lá laringe, hasta llegar á los pulmones. Este cuadro va acompa-
ñado algunas veces de lupus de la piel. Las formas anatomopatológicas de
ambas categorías pueden ser idénticas, de tal suerte que, dada la igualdad
de la etiología, hay que hacer desaparecer en este caso la diferencia entre
el lupus y la tuberculosis de las mucosas. El autor llama' además la aten-
ción acerca del pronóstico, generalmente favorable, que presenta la forma
ascendente de la tuberculosis, aun después de bien manifiesta.
De todos los remedios que ha empleado, los que le han prestado mejores
servicios son el empleo del calor, sin tocar para nada las superficies afec-
tadas. ,
También en otras partes del cuerpo ha curado el autor un gran númerp
de tuberculosis de las mucosas, mediante la cauterización con aire muy ca-
liente: laringe, ojo, recto, articulaciones, etc.
Mas como quiera que no siempre es posible ni tampoco necesario un pro-
cedimiento quirúrgico, ha ensayado el autor otros medios químicos, ha-
biendo conseguido muy buenos resultados con el siguiente método : Duran-
te uno Ó dos días se hace tomar al interior una disolución de yoduro sódico
al 5 por 100, y después se aplica calomel al foco morboso. El efecto curati-
71
Toee obtiene en los'proceeos olceroeoB por una acción cáustica electiva y
por la impregnación quimiotáxica con el yodo. Donde se han logrado éxi-
tos más notables con este medio ha sido en los casos de tuberculosis ve*
sical.
Herida ptr arma de fuego del cerebro y de la médula espinal; euraeién. ---
El Dr. F, Krauie da cuenta de un caso de heridas múltiples por arma de
fuego, presentando además figuras relatiyas al mismo por medio del apa-
rato de proyecciones. Una bala habla penetrado por detrás del oído; otra,
por el cuello. La primera había dado origen á un absceso cerebral; la se-
gunda á una lesión unilateral de la médula espinal (parálisis de Brown-
Séquard), supuración de las yértebras cervicales con necrosis de las mismas
y compresión de la porción cervical de la médula. Extracción de secuestros;
después de esto vuelven la fiebre y los síntomas de compresión, producidos,
en concepto del autor, por una meningitis serosa espinal. Curación.
{Deutsche Medizinal Zeitung).—^, dbl Valle.
SOCIEDAD ALEMANA DE CIRUGÍA
Reunían XXXV celebrada en Berlín del 4 al 7 de Abril de 1906.
(ContinnariAn).
Estrechez y muerto do origen tfmioo. — El Dr. Rrhn, de Francfort sobre el
Mein : Los casos de estrechez y muerte de origen timico son muy raros ; he
observado cinco y operado dos. Han puerto tres, de los cuales dos acaso se
hubiesen salvado mediante la operación. Respecto á la patogenia, ha sido
Kopp el primero que en 1829 atribuyó los accesos de laringismo estridnloso
á un aumento de volumen del timo y á la compresión ejercida por éste so-
bre la tráquea. Esta opinión, que Kopp manifestó como resultado de algu-
nas observaciones anatómicas, fué impugnada por otros autores, entre ellos
por Frídleben en 1858, quien, después de haber examinado el timo en un
gran número de cadáveres de individuos sanos, sacó en conclusión que di-
«ha glándula do podía ocasionar tales accesos asmáticos por compresión.
Ahora bien, ambos autores han exagerado el alcance de sus respectivas
observaciones, pues por una parte, es indudable que hay casos de estrechez
producida por el timo hipertrofiado ; lo único que es dudoso es la frecuen-
cia de esta causa. El timo crece hasta fineá del segundo año y más- tarde
aún, aumentando de longitud á costa de su espesor. Hacia la época de la
pubertad suele atrofiarse por completo ó quedar reducido á un residuo in-
significante. Sin embargo, en casos excepcionales persiste aun en la edad
adulta, y en los de bocio se encuentra á veces un timo grande.
El timo está envuelto en una cápsula, situada detrás del mango del es-
ternón, sobre los grandes vasos de la abertura superior del tórax, y, apli-
cado á la tráquea, desciende hasta el pericardio. En la literatura he en-
contrado 28 autopsias en las que se descubrieron en la tráquea impresio-
nes producidas por la compresión del timo ; en estos últimos tiempos se
han publicado más casos de esta naturaleza. También puede ser compri-
72
mido por el timo el mismo esófago. En 1« mayoría de los casos la glándula
hipertrofiada dificulta la inspiración. £1 timo asciende y desciende con los
moTimientps respiratorios ; en la inspiración desciende y obra como una
oclusión valvular ; en cambio, en la expiración asciende y deja libre el
paso del aire. Hay casos en los que el timo está muy adherido á la tráquea ;
cuando tal sucede, también está dificultada la expiración. Una tercera
forma de asma tímico es su aparición aguda con interralos ; á veces ya
sobreviene la terminación mortal en el primer acceso. Se trata de un an-
gostamiento que sobreviene de un modo agudo» en el mediastino. £1 timo
estrecha la tráquea, y esta estrechez se acentúa mucho más cuando se do-
bla la cabeza hacia atrás. Aun tratándose de hombres- robustos, pueden
sobrevenir tales accesos ; en estos casos se trata seguramente de uDa tu-
mefacción aguda de la glándula, tumefacción que se explica por la dispo-
sición de los vasos. También se han encontrado quistes en el timo, y des-
pués de enfermedades infecciosas agudas se han observado tumefacciones
agudas. En una muchacha joven que había sido operada por padecer mal
de Basedow, sobrevipo la muerte súbitamente á causa de un timo de ta-
mafio extraordinario que no se había diagnosticado antes de la operación.
Se ha hablado de la aparición con carácter familiar del estridor inspirato-
rio y de la muerte de origen tímico. También están expuestos á este peli-
gro la segunda infancia y la edad adulta. Yo he visto algunos nifios que ya
desde su nacimiento presentaban hundimiento de la horquilla esternal en
el momento de la inspiración ; cuando se excitaban y hacían una inspira-
ción enérgica, se presentaban cianosis y disnea, y en cambio, tan pronto
como se tranquilizaba el nifio, desaparecían todos los fenómenos alarman-
tes. No hubía ningún motivo para pensar en un espasmo de la glotis, y en
cambio, mostraba el reconocimiento que en el momento de la expiración
aparecía un tumorcito, el timo. £1 examen radiográfico ilustra todas estas
particularidades. Todos los casos de estridor inspiratorio hay que atribuir-
los á una hipertrofia del timo, que seguramente no está exenta de peligros,
puesto que en estas circunstancias ana simple bronquitis puede acarrear
la muerte. £n estos casos está absolutamente indicada la extirpación del
timo, enucleando esta glándula de su cápsula. No es necesario quitar toda
la glándula, porque esta operación sería muy difícil ; basta con extirpar la
payor parte.
£1 Dr. Fr. Eónio, de Altona : He practicado la extirpación del timo dos
veces. Se trataba de nifios de pocos meses que venían padeciendo desde su
nacimiento de perturbaciones respiratorias y de accesos de estridor inspi-
ratorio y expiratorio. Percibí en la horquilla esternal la prominencia pro-
ducida por el timo ; además, el tórax estaba un poco combado en la part-e
superior. Después de la operación desaparecieron los accesos. No me atrevo
á resolver si las perturbaciones respiratorias serían debidas á un aplasta-
miento mecánico de la tráquea ó á la presión ejercida sobre vasos y nervios.
En el segundo caso sólo fué resecado el lóbulo izquierdo del timo, pero
persistieron las molestias y también fué infructuosa la traqueotomía. En-
tonces se extirpó, en una segunda operación, todo el resto del lóbulo* iz-
quierdo, habiendo sido necesario quitar tan^bién un trozo del mango del
esternón para desplegar la glándula. Con esto desaparecieron por completo
73
los accesos, pero el nifio quedó con la voz singular que ya tenia. En la ope-
ración ejecutada el año 1897 se trataba de un nifio de tres meses ; en este
caso se encontró el timo formando prominencia y adherente al esterno-
cleidomastoideo. Posteriormente se desarrolló en este nifio un intenso ra-
quitismo, tanto que hasta los cuatro afios y medio no comenzó á andar.
Gomo quiera que la función del timo continúa siendo todaTía bastante
enigmática y es muy posible que se relacione con la formación de tejido
óseo, creo que no conviene extirpar dicha glándula y que bastará segura-
mente con atraerla hacia arriba y fijarla, por medio de sutura, en esta
nuera situación.
El Dr. Krtmm^ de Oarlsru)ie, refiere el caso de un nifio de tres afios que,
después de haber pasado el sarampión ó la escarlatina, padeció de disnea
respiratoria. Con la traqueotomia no se logró ninguna ventaja y el nifio
sucumbió en un acceso de disnea. En la autopsia se encontró un tumor
quistico del timo, que contenia próximamente una cucharada de un liqui-
do viscoso. •
Una nieva fresa para trepanación.— El Dr. Barehardt^ de Berlín, presenta
una fresa, por medio de la cual se consigue abrir el cráneo sin que pueda
aobreyenir una lesión de la dura madre.
Balazo do la médula ; operación ; curación. — El Dr. Braun^ de Berlín, re-
fiere un caso de balazo recibido en la médula espinal. Se procedió á la ex-
tracción de la bala, con lo cual desaparecieron los síntomas de déficit que
se habían presentado á consecuencia de la lesión.
Cirugía de la úlcera dol estómago. — El Dr. Kr'ónlein, de Zurich, empieza
manifestando que el tratamiento médico no consigue en un buen número de
casos curar la úlcera del estómago, y que en los éxitos inmediatos que pro-
porciona hay muchisimoe casos en los que quedan obscurecidos más tarde
por la reaparición de los slntopaas patológicos ó por graves estados conse-
cativos de la úlcera gástrica. Estos fracasos se pueden calcular, examinan-
do muy detenidamente ios resultados tardíos, en un cuarto próximamente
de loe casos tratados, y van seguidos de una mortalidad de un 10 á un 18
por 100. Está además bien comprobado que muchos de los enfermos que no
habían podido ser curados con un tratamiento interno, lo hablan podido
ser después, ó por lo menos habían mejorado considerablemente, con un
tratamiento quirúrgico.
Respecto á cuando está indicado este último, se puede contestar como
ya lo hacia Mikulicz en 1897 : El tratamiento quirúrgico de la úlcera del
estómago merece pensarse en él, cuando un tratamiento médico continua*
do, y si es preciso repetido, no da ningún resultado ó sólo proporciona un
resultado transitorio, y cuando á causa de esto el enfermo sufre grave que-
branto en BU capacidad para el trabajo ó en el disfrute de la vida, por con*
secuencia de graves perturbaciones, de los dolores, de los vómitos y de la
dispepsia. Hay casos en que hay que tener en cuenta, además, las circuns-
tancias especiales del enfermo. En términos muy diferentes se expresó
Leube en el Congreso de 1897, en su resefia de 400 casos sometidos á tra-
tamiento médico. Entonces se limitaba á los resultados inmediatos obteni-
dos, de cuatro á seis semanas después de terminada la cura. Pero estos re-
sultados no son base suficiente para una estadística; hace falta para ello
6
74
resultados á más largo plazo. Según Leabe, se sarán definitlyamente tres
cuartos de los casos y se consiguió una mejoría notable casi en un cuarto;
sólo 4 por 100 quedan sin curarse y la mortalidad es de 2*4 por 100. Oon es-
tos datos habría que considerar la úlcera del estómago como una >afección
de poca monta. Mas es lo cierto que los resultados definitivos son muy di-
ferentes ; antes no se conocían ; sólo en estos últimos tiempos se han colec-
cionado. Así Warren, de Boston, refiere que de 125 casos en los que (de 187
en total) se pudieron conocer los resaltados definitivos, se averiguó que
las curaciones duraderas fueron el 34*4 por 100, y las recidivas el 43*2 por
100, es decir, que los éxitos duraderos y transitorios representaron el 77*6
por 100 y los fracasos el 22*4 por 100. Y Schulz, de Breslavia, refiere qi^e
entre 291 casos hubo 157 éxitos de carácter permanente, y que después de
un resultado inmediato obtenido después de la cura, hubo 89 por 100 de
curaciones y 4 por 100 de fracasos. Resultados duraderos después de seis
meses por lo menos : resultado satisfactorio 77 por ICO (de ellos 58 por 100
completamente curados), fracasó un 15*2 por 100 y muertes por complica-
ción 7*6 por 100, ó sea en conjunto 23 pof 100.
Las muertes sobrevenidas como consecuencia inmediata del tratamiento
quirúrgico de la úlcera del estómago han disminuido muchísimo en estos
últimos afios, y en la actualidad se puede calcular que, según el método
que se elija y la limitación de la indicación, habrán de ser de un 8 á un 10
por 100 próxhnamente. Los resultados tardíos en los que se curan de la
operación son sumamente lisonjeros; la curación completa en 61 por 100;
una mejoría notable en 24 por 100, ó sea en totalidad un 81 por 100, venta-
ja positiva si se compara con la alcanzada en afios anteriores. Las muertes
tardías son muy escasas y debidas en su mayor parte á la aparición, siem-
pre muy poco frecuente, de un carcinoma en la úlcera (8 por 100). Y no
hay que olvidar además que, en más de la mitad de los casos, la enferme-
dad tenía muchos afios de fecha y que únicamente se operaron aquellos que
habían fracasado con el tratamiento interno, á pesar de que algunos de és-
tos habían sido tratados por especialistas ó en hospitales. El autor ha ope-
rado 112 casos en los años 1887 á 1906, de ellos 84 con resultado completo
después de la operación. Para determinar con exactitud los resultados de-
finitivos, no ha incluido más que 72 casos, ó sea aquellos que han sido ope-
rados hasta el afio 1904. De ellos 67 han sido vueltos á reconocer ahora, ha-
biéndose comprobado que han quedado libres por completo de toda moles-
tia 41 (61 por 100), con ligeras molestias 16 (24 por 100), y sin curar 8 (12
por 100); dos fallecieron de complicaciones. Bu los casos del autor, el diag-
nóstico siempre se había hecho con toda exactitud, quedando dudoso tan
sólo el punto de si la úlcera existía sola ó complicada con alguna de sos
consecuencias, y especialmente la estrechez del plloro. En cerca de la mi-
tad de los casos, se trataba de una úlcera solitaria; en la otra mitad, de
una úlcera múltiple.
La curación de la úlcera gástrica, mediante la operación, se refiere por
una parte á la cicatrización de la úlcera abierta, y por otra al restableci-
miento de las funciones normales del estómago, tanto motoras como secre-
torias. De las investigaciones del Dr. Erenzor (Clínica quirúrgica de Zu-
rich), se deduce en el último concepto lo siguiente: a) Si antes de la opera-
76
ciÓD existia gastrectasia^ ésta se rednce casi siempre hasta recobrar el órga-
no sa Yolumen normal ó poóo más, verificándose esta reducción con tanta
mayor lentitud cuanto mayor hubiese sido la dilatación estomacal; si per-
siste una dilatación bieo manifiesta, entonces el resultado operatorio deja
bastante que desear, b) La función secretoria alterada antes de la opera-
ción, presenta sus caracteres normales, al cabo dé algún tiempo, en la ma-
yoría de los casos operados, c) La acidez exagerada desciende en todos los
casos, á menudo hasta la cifra normal ; en no pocos casos por debajo de la
misma, pero para volver á ella al cabo de cierto tiempo, d) Si la acidez esta-
ba disminuida antes de la operación, después de ésta se hace normal ó au-
menta un poco; es más raro que se mantenga igual ó que disminuya toda*
Yla más. é) En la inmensa mayoría de los casos también se encuentra ácido
clorhídrico libre después de la operación, genialmente en menor cantidad
que antes de ella ; en un pequeño número de casos falta en la primera época
que sigue á la operación, para reaparecer algún tiempo después. /) En los
casos en que no había nada de ácido clorhídrico libre antes de la opera-
ción, se encuentra casi siempre después de ésta, siendo muy raro que siga
faltando. La acidez subnormal y la falta de ácido clorhí^ico libre, no es
de rigor que ccasionen molestias subjetivas, y tampoco se las puede califi-
car como inconvenientes ó perjuicios ocasionados por la operación, puesto
qué dicha falta no es otra cosa que consecuencia de la mayor facilidad, y
también mayor velocidad, con que pasa el contenido gástrico al intestino
por Tirtud de U intervención quirúrgica, g) El reflujo de bilis al estómago,
que se observa en muchos casos, no produce ninguna molestia ostensible y
parece que cesa al cabo de mucho tiempo, h) El reflujo de jugo pancreático
al estomagóse comprueba con relativa rareza.
Respecto á la elección de método operatorio, hay que preocuparse en el
caso actual, no tan sólo de eliminar la úlcera por medio del bisturí, sino
más bien de crear condiciones favorables para que cicatrice rápidamente la
úlcera y se restablezca la función normal del estómago. Dichas condicio-
nes se satisfacen de tal modo que se impide la estancación y á menudo tam-
bién la descomposición del contenido estomacal. Sin embargo, la operación
que satisface de un modo más cumplido esta indicación, y que además de
esto la realiza con el menor peligro es la gastroenterostomía, sobre todo la
posterior retrocólica hecha según el método de v. Hacker. Esta operación
es, por lo tanto, la que se debe considerar como el procedimiento normal en
el tratamiento quirúrgico de la úlcera del estómago. Los éxitos consegui-
dos con esta operación son tanto más brillantes cuanto más se complique
el cuadro patológico de la úlcera del estómago con las alteraciones antes
mencionadas de las funciones gástricas (retención y descomposición del
contenido estomacal, insuficiencia motora, gastroectasia), y, por lo tanto,
muy principalmente en los casos de estrechez muy graduada del píloro y de
extensas adherencias callosas del estómago con los órganos inmediatos, ver- .
bigracia, el hígado, el páncreas, etc. Pero también ha resultado eficaz la
gastroenterostomía en muchos casos en que existían otras complicaciones,
tales como en los casos de hemorragia, y especialmente en los de la llama-
da úlcera callosa del estómago. La excisión de la úlcera gástrica sólo muy
excepcionalmente habrá de practicarse, bastando para hacernos desistir de
tal propósito la circaDstancia de que la úlcera gástrica sea múltiple en
machos casos, la de que sa diagnóstico típico sea del todo imposible, muy
á misnndo aun después de puesto el estómago al descubierto, y, por último,
la de que la operación de la excisión puede tropezar con dificultades insu-
perables. Además de esto, coa la operación se satisface mncho peor la in-
dicación causal que con la gastroenterostomia, tanto que pata pretender el
▼alor de un método racional siempre debe ir acompañada de esta última.
La piloroplastia y la gastrolisis ya no tienen ningún motivo que justifique
su existencia. La resección del píloro en los casos de estrechez pilórica y de
úlcera del píloro sólo puede estar justificada cuando la^nduración, el tu-
mor calloso, nos hagan sospechar la existencia de un cáncer. De lo contra-
rio, también en estos casos hay que pensar en la gastroenterostomia.
Toda estrechez pilórica bien comprobada, sea cualquiera su grado, debe
ser tratada quirúrgicamente. En los casos de insuficiencia funcional ó mo-
tora de grado considerable (gastrectasia atónica, gastrectasia y gasiropto*
sis) puede estar justificada una intervención quirúrgica (gastroenterosto-
mia) cuando se Tea que el tratamiento interno no ha dado grandes resulta-
dos y, por otra parte, la condición social del paciente exija urgentemente
una mejoría de su estado. La aparición de hemorragias pequeñas, pero que
recidiTan muy á menudo, en el curso de la úlcera gástrica, refuerza la in-
dicación general y exige la gastroenterostomia, y sólo esta operación. En
los casos de hemorragias peligrosas para la rida y fulminantes, el riesgo de
aguardar y de aplazar la operación hasta el momento en que el paciente se
ha repuesto un poco de la pérdida sangaínea, parece ser menor que el de
la intervención quirúrgica inmediata. Pero, caso de intervenir, también
hay que hacerlo, en la mayor parte de los casos, con la gastroenterostomia,
siendo preferible ésta á la tentativa de una hemostasia directa. La opera-
ción precoz de la úlcera gástrica simple, que tanto han preconizado últi-
mamente algunos cirujanos, carece de fundamento sólido.
(DeutMche Meditinal Zeiíung). — R. dbl Vallb.
(Continuara).
nCPSRIAL T BSAL SOCIEDAD DE LOS MÉDICOS DE VIENA
Señan del dia íl de Mayo de 1906,
Eaolorodornila. — El Dr. Gustavo Singer presenta una enferma en la que
ya hará unos doce años se hizo notar una tumefacción del cuello, acompa-
ñada de un aumento de volumen de los ojos. La afección, que ha motivado
ahora la intervención médica, se ha desarrollado hará cosa de dieciocho
meses, en cuya época empezó á aumentar de tal modo el volumen del cue-
llo que se hizo difícil la respiración y al mismo tiempo ruidosa. Dicho
aumento de volumen proviene de una tumefacción de la glándula tiroides,
y sobre todo de una hipertrofia del lóbulo derecho. El laringoscopio puso
de manifiesto una estrechez traqueal. Existe, además, un ligero exoftal-
mos. Hay indicación del síntoma de Stellwag é insuficiencia en la conver-
77
gencift; temblor, de ondulaciones pequeñas, de las manos, glicosuria
alimenticia y aceleración del pulso. Es indudable que en este caso existen
los sintomas del mal de Basedow. Pero lo que llama la atención en esta
enferma es una alteración muy notable que se ha presentado en las mamas
y en la piel de la pared anterior del tórax, al mismo tiempo que «e acentuó
el bocio y que se inició la menopausia. Según refiere la paciente, la hin-
chazón fué más blanda al principio, pero se fué transformando poco á poco
en una infiltración esclerosante de dureza lapídea, de color moreno, y qué
ha iuTadido el tejido celular subcutáneo. Afecta de preferencia á la mama
izquierda, y en menor grado á la derecha ; invade toda la piel de la pared
anterior del pecho; alcanza por el limite superior hasta la linea que une
las dos articulaciones escápulohnmerales, marcando dicho limite varias
placas duras, lívidas y dispuestas por grupos. Hace unos seis meses se
desarrolló una hinchazón semidura en la extremidad superior izquierda.
El autor cree que se trata de una alteración esclerodérmica, muy poco
común, de la piel del pecho.
En la discusión manifestaron varios clínicos que vienen observando la
enferma desde hace algunos años, que la afección debe interpretarse como
nn caso de cáncer primitivo de la mama, con metástasis en la congénere,
en la glándula tiroides, en los ganglios linfáticos axilares y en las vías
linfáticas de la piel; todo lo demás es edema por estancación.
Resseeión y prótesis del maxilar inferior. ^ El Dr. Hans Pichler presenta
dos enfermos en los que, después de practicada una resección en la conti-
nuidad del maxilar inferior, se empleó un tratamiento protético.
En el primer caso se trataba de un hombre de sesenta y cuatro años, que
padecía un epitelioma del suelo de la boca, de crecimiento muy rápido y
seguido de invasión de la mitad izquierda del maxilar inferior. El 16-de
enero último, previa socavación de los ganglios linfáticos submaxilares, se
extirpó el tumor, haciendo pasar la sierra, en el lado derecho por el alveolo
del canino y en el izquierdo por el del segundo molar. Terminada la he-
mostasia, se procedió á la protesis inmediata por el método de Fritzsche.
Una pieza de estaño, que se había fundido según el modelo de un maxilar
de cadáver, de forma y tamaño adecuados y de la «extensión del trozo de
maxilar que se iba á resecar, carece de apófisis alveolar y lleva en ambos
extremos férulas de hoja de lata taladradas, las cuales, después de cuidar
mucho de la articulación de los dientes que han quedado con los del maxi-
lar superior, se cosen firmemente con alambre á los muñones óseos. Dichas
férulas no están unidas de un modo inseparable con el cuerpo de estaño,
sino sólo por medio de una ranura y vastagos enclavados de tal manera,
que si fuera necesaria una inspección minuciosa de la herida es posible
quitar temporalmente la protesis de estaño. Pero en estos casos el curso
que siguió la curación no dio motivo para ello. Esta particularidad de estar
constituida la protesis inmediata de tres partes, tiene también la ventaja
de que en el caso de una resección más extensa de lo que se pensaba de
antemano, durante la misma operación se pueden cambiar rápidamente
las férulas por otras más largas.
A las cuatro semanas de la operación se quitó la protesis inmediata y se
colocó la pieza de repuesto. Consta ésta de un duplicado de la pieza de es-
78
taño con el que está unida la pieza que sustituye á la apófisis alreolar y á
los dientes, y llera en ambos extremos prolongaciones en forma de ala,
hechas con goma dura y que cubren las uniones del maxilar. La protesis
defínitira consta, según esto, del duplicado metálico de la protesis inme-
diata y de una placa de goma dura que cubre el maxilar sano y que susti-
tuye á la apófisis alveolar perdida con sus dientes. Los cinco dientes ante-
riores que han quedado son rodeados por dos abrazaderas de oro. Estas dos
mitades de la protesis están unidas entre si por medio de una capa de cau-
cho blando, con lo cual se evita que en los movimientos de la mandíbula
sufran los dientes sacudidas y tracciones excesivas. El volumen y el peso
de esta protesis molestaban al paciente tanto y hacían tan difíciles los ac-
tos de quitarla y ponerla, que el autor encargó otra de goma dura, que es
la que lleva ahora el sujeto sin ninguna dificultad. Esta protesis consta de
dos mitades, derecha é izquierda, que se introducen fácilmente cada una
de poV sí y pueden unirse después, ya dentro de la boca, por medio de un
ganchito. Esta protesis ha impedido la derivación y también han conser-
Tado su forma normal el mentón y el carrillo. La desfiguración se limita á
las cicatrices cutáneas y á una ligera parálisis facial. También se conser-
van de un modo muy satisfactorio en los dos casos la palabra, la mastica-
ción y la deglución.
El segundo caso se refiere á una criada de veintiocho afios á la que le
desarticuló Eiselsberg, el 14 de febrero último^la mitad izquierda del ma-
xilar inferior hasta el canino izquierdo, á causa de un sarcoma de células
gigantes, exulcerado, que había invadido dicha mitad y que iba acompaña*
do de metástasis ganglionares bilaterales y submaxilares. En este caso la
protesis inmediata sólo en un lado pudo unirse al muflón por medio de su-
tura. El otro extremo, ó sea la apófisis condilóidea artificial se colocó en
la cavidad articular.
Extirpación de una gran parta del intestino.— El Dr. Hans Lorem presenta
á un hombre de cincuenta y cinco afios, que padecía de un neoplasma y al
que por esta causa le extirpó el 28 de marzo último la mitad del intestino
delgado y una buena porción del grueso.
8e trataba de un cáncer primitivo del ciego que había ocasionado la
formación de un tumor ganglionar metastático, voluminoso, pero perfecta-
mente circunscrito. Este tumor se había fundido con el primitivo hasta
formar un todo único; además había invadido el borde libre del omento
mayor y' la pared anterior del vientre. De las asas intestinales correspon-
dientes al tumor intestinal metastático, dos muy distantes habían sido
atraídas por el tumor primitivo y se habían adherido á él de un modo muy
íntimo; pero todavía quedaban, á partir del pliegue duodenoyeyunal, unos
280 á 290 centímetros de intestino delgado. Fué necesario resecar el intes-
tino ciego que albergaba el carcinoma, el colon ascendente y la flexura
hepática, y además un ovillo de intestino delgado, que ya en estado flácido
medía 292 centímetros. Las porciones restantes de intestino delgado y
grueso se unieron extremo con parte lateral. Después de algunas com-
plicaciones, se repuso el paciente y recobró el apetito tan rápidamente, que
pudo dejar la cama el día 14 y volver á su país natal pocos días después*
Además de éste resistió á una erisipela, que le sobrevino con fiebre alta y^
79
calofríos á las cuatro semanas de la operación. El paciente se ve qae tole-
ra bien la pérdida de una tan gran porción de intestino, como la qne se le
ha extirpado. La consistencia de las heces fecales es de papilla blanda ó
espesa, y últimamente parece haber hecho ya deposiciones duras. Además
el paciente ha aumentado de peso.
( Wiener kliniscJie Rundschau). — R. dkl Vallb.
PERIÓDICOS
Ucaiizaeién final del mercurio en ei organismo. — Dedúcese de los experi-
mentos de los Dres. Con ti y Zuccola, que el mercurio, sea que se adminis-
tre por la boca ó en inyección hipodérmica, es conducido por los glóbulos
blancos de la sangre y depositado princi palme ü te en el hígado, los riñones
y los intestinos, por cuyo medio se asegura la eliminación y aislamiento de
los órganos más importantes. En otros órganos — glándulas salivales, pán-
creas, testículos, etc. — ,el mercurio sólo se deposita constantemente cuan-
do las TÍsceras referidas están saturadas. El mercurio que se encuentra en
la saliva bucal y no en la vertida por el conducto de Sbenon, procede de
los pulmones, desde donde es conducido por los leucocitos. Se localiza en
el núcleo de la célula más qne en el cuerpo, lo qne corrobora al parecer la
hipótesis de los que sostienen que el mercurio se encuentra en el organis-
mo en forma de nncleinato. Las vías principales de eliminación son los in-
testinos, los pulmones y los riñones; la eliminación por la saliva es de im-
portancia secundaria.— (i^ft/'ofma Medica^ 17 marzo 1906).— F. Toledo.
Valor terapéutioo de las emanaoiones dei radio.— Gomo es imposible emplear
en el interior de los tumores las emanaciones que desprende el radio, el
Dr. A. Braunstein utiliza en' este caso inyecciones de un agua radio-activa
obtenida por destilación de una disolución de radio. En los cánceres de la
laringe, del esófago ó del estómago en que no se pueden practicar tales
inyecciones, se emplea bismuto, que se ha hecho previamente radio-activo,
dejándole durante tres á cinco días en un frasco cerrado y lleno de disolu-
ción de radio. Empleando uno de ambos procedimientos, el de la inyección
ó el de la ingestión por la boca, observó el autor en ocho casos de cáncer
una reducción en el tamaELo de los tumores. En un caso, con inyecciones
repetidas de agua radio activa se consiguió qae un tumor maligno, duro y
del tamaño de un huevo de palóna, se reblandeciera é hiciera fluctúan te,
extrayéndose de su contenido un líquido que al principio era sanguinolen-
to, después amarillo claro y siempre estéril, quedando á todo esto intacta
la piel.
Según el autor, las emanaciones del radio tienen sobre las radiaciones
de este metal las ventajas siguientes : 1.* Mientras con las radiaciones
no podemos obrar profundamente en la masa del tumor, es posible conse -
gnir esto inyectando en la trama del neoplasma agua con emanaciones de
radio. 2.* Estas emanaciones, empleadas en la forma que lo hace el autor,
80
DO perjudican á los tejidos normales y no determinan la ulceración de la
piel saprajacente, como ocurre no raras veces con las radiaciones. 8/ La
aplicación de las emanaciones es fácil en tumores que no se prestan de nin •
gún modo al empleo de las radiaciones.
Por último, las emanaciones poseen las tres propiedades siguientes:
1/, destructora de los tejidos; 2.% bactericida, y 8/, activadora de las fer-
mentaciones. — {Therapie der Gegenwart). — R. del Vallf.
Tratamiento de la neumonía.— En los caso&de neumonía franca, el medica-
mento ideal, según el Dr. Scheffer, es el alcanfor, que emplea de preferen-
cia en poción, reservando las inyecciones hipodérmicas para los casos en
que hay debilidad cardiaca. Aconseja tomar al dia 6 á 16 cucharadas de la
poción siguiente :
Alcanfor 1 gramo.
Tintura de quilaya i . _^
GUcerina i
Jarabe de tolú 100 —
•— de azahar 50 —
Agua destilada, c. s. para formar 310 —
La medicación produce efectos notables y antes de los siete días. suele
obtenerse la defervescencia, que jamás va acompañada de poliuria, sudo*
reSi epistaxis, etc. De 18 enfermos en quienes se empleó este tratamiento,
sólo murieron 2, un brightico y un sujeto de ochenta y dos años.
(La Medicine Modeme, 21 marzo 1906).— F. Toledo.
Signifieaeiin elínlsa de la fírmala bacilar tuberculosa.— De las observacio-
nes recogidas por el Dr. Mircoli, deduce las conclusiones siguientes :
1.* Los casos en que se encuentran en los esputos recientes bacilos tu-
berculosos que asemejan estreptococos, siguen una marcha favorable, so-
bre todo cuando los bacilos son muy delgados y largos. En estos casos hay
inmunización del terreno nutritivo orgánico y la terminación es por escle-
rosis.
2.* Guando los bacilos son cortos y gruesos, la marcha es desfavorable.
8.* £1 hecho de encontrar un gran número de bacilos tuberculosos pare-
cidos á estreptococos en el campo del microscopio tiene una significación
menos desfavorable que el de encontrar pocos bacilos, pero cortos y gruesos.
4." De las alternativas y cambios de estas formas fundltmentales, ó por
el contrario, de la persistencia de una de ellas en el campo del microscopio,
se pueden sacar datos pronósticos, tanto para juzgar de la eficacia de un
tratamiento, sobre todo especifico, como respecto á la suerte ulterior del
enfermo. — {Gatt, degli. ospedali). — R. del Valle.
-^^tB^^-
REVISTA
MEDICINA Y, CIRUGÍA PRÁCTICAS
PRIRCIPALSS niDICACIOHES DE Li CDRA TERIAL BH ROTAT
rOEBL
DOCTOR D. FEDERICO LÓPEZ
(d« Royat).
Nos hemos propuesto exponer con la mayor brevedad y claridad
posibles las propiedades de las aguas de Royat, y en un primer ar-
tículo han de ser grandes sus deficiencias, por lo que pedimos indul-
gencia al lector.
En cualquier Guía de Royat se pueden encontrar todos los deta-
lles que interesen respecto á su situación geográfica y condiciones
climatéricas; bástenos decir que Royat forma parte del grupo de
estaciones termales de Auvernia, de las que las principales son el
Mont-Dore, la Bourboule, Chatel Guyon, Royat, Vichy/etc,
Situado en un valle al pié de los Montes- Dome, á 450 metros de al-
titud, la temperatura media de Royat es de 11^, su suelo volcánico
absorbe con gran rapidez el agua de las lluvias, y una verdadera
barrera de montañas la protege contra los vientos. Dejemos este
terreno para abordar la cuestión médica.
Las aguas de Royat son termales, car^ogro^^oso^, bicarbonatadas
mixtas y ferruginosas, y además contienen una notable proporción
de litina y arsénico; más adelante publicamos un cuadro completo
del análisis de estas aguas.
Desde hace muchos años Royat ha llamado la atención del cuerpo
médico, y todas las afecciones que la escuela francesa agrupó du-
rante algunos años bajo el nombre de neuro-artritismo^ encuen-
tran en Royat el alivio que ha hecho su reputación. Si bien hoy día
^1 neuro-artritismo se nos presenta como una familia algo confusa
Afio XXX:-Tomo LXXII. - Núm. 9».-21 Julio, l»e. 1
82
ó poco precisa, las entidades mórbidas persisten, y por lo tanlo, las
indicaciones de Royat también.
Hubo un tiempo en el que cada fuente de Royat tenía una aplica-
ción particular en el decir del público. Ejemplo: Eugenia, para los
bronquíticos y los diabéticos; Saint-Mari^ para los gotosos; Saint-
Víctor^ fuente de los anémicos por su arsénico y hierro; y, en fin, á
César^ cuya mineralización y termalidad estimulan la secreción
del jugo gástrico y el apetito, se la ha llamado fuente de los dispép-
ticos. '
Pero hoy que el estudio de los aguas termales y de su acción ha
dado un gran paso y que el descubrimiento del poder radiante de
las aguas minerales nos abre nuevos horizontes, no podemos admitir
que en un grupo termal como Royat cada fuente sirva para un cier-
to número de enfermedades ñjas é inv^iables. La clínica nos ense-
ña todos los días que la combinación de estas cuatro fuentes y su^
manipulación para bebida ó baños constituye la especialidad del
médico de aguas minerales. Hay, en efecto, en las aguas de Royat
asociaciones tales como las de las sales de sosa y cal, escala ascen-
dente de mineralización (2'5 á 5'50 gramos por litro) y presencia del
ácido carbónico (esta cuestión nos detendrá más adelante) en gran
cantidad, termalidad variable, etc.; estas condiciones particulares
hacen que la cura pueda variarse indeñnidamente, según los en-
fermos. *
Hasta hace tres años, la gran mayoría de los enfermos de Royat
pertenecía al antes citado grupo de neuro<artríticos, es decir, ^cata-
rrosos, gotosos, reumáticos anémicos, neurasténicos deprimidos,
eczematosos, etc., y el éxito de estas aguas ha sido tal, que de paí>
ses muy lejanos vienen los enfermos á buscar alivio á sus males.
El profesor Landouzy, en una conferencia dada en Royat en 1904
durante el viaje de estudios medicalee^ resume en íos términos si-
guientes las indicaciones terapéuticas de las aguas de Royat.
«Es menester tener presente, respecto á las indicaciones de Royat,
lo siguiente: la especialización general de Royat es la de los aririti'
eos deprimidos y anémicos; la especialización funcional puede eiiun-
ciarse en la forma que sigue : en primer lugar los reumáticos y goto^
sos con manifestaciones en un punto cualquiera de su organismo
articular ó visceral, los tabéticos anémicos.
La especialización que está llamada á tener un gran porvenir es
la especialización funcional cardiovascular,
I."* En resumen, los gotosos anémicos^ en el intervalo de las crisis
83
agudas, los reumáticos crónicos, sobre todo los que sufren de las
urtieulaciones pequeñas^ los diabéticos asténicos^ los hiperclorhidri*
«09, los que tienen manifestaciones en el aparato respiratorio, larin-
ae^ asmáticos y bronquitis catarrales crónicas^ artríticos con mani-
lestacíones cutáneas {eczemas^ psoriasis^ acné).
2.^ La segunda indicación de Royat es la tabes^ y como lo enseña el
profesor Brissaud^ en el período preatáxico, los baños carbogaseo-
80S, sobre todo los de César y Saint-Mart, atenúan los dolores y las
perturbaciones de los esfínteres, y detienen la marcha de la enfer-
«nedad.
En el periodo de incoordinación, la piscina de Duchenne de Bou-
logne, ftdemás de la acción del ácido carbónico y míneralización
<!el agua, gracias al principio de Arquímedes, permite la aplicación
del método de Fránkel.
3.° Finalmente^ las enfermedades del aparato cardiovascular cons-
tituyen una de las principales indicaciones de estos baños.
La primera vez que el baño carbogaseoso se empleó de una ma-
nera científica fué en 1835, en que Aug. Schott (1) publicó la fórmu-
la, permitiendo preparar un baño carbogaseoso artificial en la casa
misma del enfermo. La experimentación de este nuevo método tera-
péutico dio tales resultados, que los principales médicos del mundo lo
adoptaron con gran rapidez, y no citando sino los principales, men-
tsionaremos además de los principales médicos alemanes, Heine-
mann, Thorne, Campbell, Robertson, etc., en Inglaterra; Sakharoff,
Jakimoff/^tc, en Rusia; Tyson, Sátherwáite, etc., en América; Ba-
tistini, en Italia.
En Francia, M. Huchard, en 1897, indicó este nuevo método tera-
péutico; M. G. Merklen lo emplea desde hace bastantes años en el
hospital con éxito constante.
En un trabajo ulterior pensamos insistir sobre esta importante
cuestión de actualidad terapéutica, y sobre el mecanismo de la ac-
ción de estos baños en las«cardiopatías crónicas, bástenos decir que
en todos los casos, y son numerosos^ en los que se desea aliviar el
<M>razón, permitiéndole vaciarse mejor, la vasodilatación es el modo
más seguro de obtenerlo, y el baño carbogaseoso indicado, por lo
tanto, en los casos en que la presión arterial es inferior ó algo supe-
rior á la normal, el baño carbogaseoso es la medicación que se debe
emplear, las simples nociones de Fisiología del corazón y de la cir-
(1) «Zar Therapie der ohromsohen Herzkrankheint . Bérliner JT/tn,
Woeh^ 1885.
t
84
culacióD bastan para comprender el por qué la presión tiende Á la
,^ ' / normal por medio de este tratamiento.
Quiero insistir, antes de terminar, sobre un punto de suma impor-
tancia; Royat es el único establecimiento, que yo conozca, en el que
se puedan dar baños, con agua corriente á su temperatura normal,,
sin ningún artiñcio, y para aquellos que conocen la importancia que
tiene el administrar las aguas minerales tales cuales salen de las
profundidades de la tierra, hago esta observación.
Las deficiencias de este articulo son numerosas; más tarde, si la
hospitalidad de esta brillante Revista me lo permite, me propongo
tratar la cuestión del efecto ñsiológico del baño carbogáseoso.
ANTROPOLOGÍA CpiMINAL
LAS ANOMALÍAS DE MATEO MOKKAL
roE
ANTONIO LECHA-MARZO
Interno d«l[LtborAtorio d« Medlcin» legal de la UnUenidad de Valladolld.
Desde el trágico suceso de la calle Mayor se habla constantemen-
te de la persona de Mateo Morral. Bastante conocemos de su psico-
logía y algo de varias anomalías reveladas por la autopsia y des-
critas por el egregio profesor Maestre algunos días después en Et
Liberal. Creemos por esto oportuno traer á las páginas de esta Re-
vista algunos datos sobre la frecuencia é importancia de dichas
anomalías, en la creencia siempre de que otros pudieran haberlo
hecho con mejor criterio y más autoridad que nosotros.
Las cejas de Morral, adelantándose sobre el rostro, daban al con-
junto de la cara un aspecto siniestro (Maestre). Esta disposición, á
la cual ha asignado Lombroso una importancia característica, re-
produce en el hombre un carácter anímalesco inferior. Los senos
frontales muy prominentes se encuentran en los criminales con una
frecuencia casi doble que en los normales (en 26*7 por 100 y en el 11
por 100 respectivamente), y según el profesor Carrara (de Turín) (1),.
(1) M. Carrara : L^Antropologia crimínale nei snoi rapporti oon la medí*
oina légale. Edición italiana del Mannale di Medicina légale de F. Strast-
mann, p&g. 1.008. Tarín, 1901.
85
son signo de fuerza y de exagerados movimientos del cuerpo, tanto
•que su mayor desarrollo distingue muchas formas salvajes ó anti*
^uas de las domésticas ó actuales, el caballo salvaje del doméstico
y el oso de las cavernas del actual. Y tienen mayor significado cuan-
do su desarrollo aumenta en perjuicio de la cavidad cerebral.
Sobre la frecuencia del excesivo desarrollo de los senos frontales,
Juan Marro (de Collegno) da una proporción algo menor que la db
Lombroso : un 23 por 100 en los delincuentes. Manuel Mirabella (de
Favignana) (1), que ha publicado recientemente un magistral estu-
dio sobre los caracteres físicos y psíquicos de 84 delincuentes, rein-
cidentes y casi todos asesinos, ha encontrado la prominencia* de los
■senos frontales en la proporción del 48'88 por 100. En las mujeres
ssta proporción baja al 18 por 100.
El mentón era saliente y la mandíbula robusta y bien formada;
los dientes de ésta rebasaban á los del maxilar superior, que no
quedaban acabalgados. Esta anomalía, conocida en antropología,
con el nombre de progeneismo^ se observa en el 38 por 100 de los cri-
minales masculinos y en el 21 por 100 de las mujeres criminales, no
llegando entre los normales más que al 28 por 100 en los hombres y
al 10'30 por 100 en las mujeres (2).
El gran desarrollo de la mandíbula podría explicarse, según Lom-
broso, admitiendo, ademáis del atavismo y del mayor desarrollo de
sus sistemas muscular y ligamentoso, la repetición del gesto espe-
cial del hombre que se ha propuesto llevar á cabo una resolución
•enérgica ó madura una venganza, gesto que es en un todo semejan-
te (Darwin) al esfuerzo que practicamos al apretar la boca para
prestar á los músculos puntos de apoyo. \
Las orejas de Morral eran asimétricas ; la izquierda normal y la
derecha, dice Maestre, estaba desdibujada en su concha y lóbulo,
ofreciendo un aspecto pitecoide muy evidente. La ausencia de héli-
ce y el pabellón liso, es decir, escaso desarrollo de pliegues cartila-
^nosos, son los rasgos de la oreja de Morel. Se nota por las foto-
grafías que las orejas no están muy separadas del cráneo (pequeño
ángulo céf alo-auricular), no son verdaderas orejas en asa^ que se
encuentran en el 28 por 100 de los reos y en el 25 al 36 por 100 de los
(1) Mirabella 1 1 caracteri degenerativi di 84 delinqaenti nati. Archivio di
JPlñehiairia, vol. XXVII, fase. I-II, p&gs. 1-29, 1906.
(2) Peli : Sal tipo progeneo. Areh. di PHeh., 1896, yol. XIX, fase. L— Cama-
S6t I De rabsence da chevaaohement abitael de la parte antérieare des ar«
eadas dentaires como stigmate de dégénéresceDce. Annale$ m¿d, piychoL^
1894, voL LII, núm. SJ Areh. di Ptieh., XYI, 168.
86
dementes; pero son largas y tienen el lóbulo bastante adherido, ca»
racteres éstos que se han observado, como la concha lisa, írecuen*
temente en los criminales. El lóbulo adherente ó empalmado (oreja
sésil) se observa en el 7'38 por 100, según Mirabella (1) y en el 2*90
por 100, según Gradenigo (2). Marro (3), que ha observado en los cri-
minales 11 anomalías de orejas, ha encontrado el 9 por 100 con ore-
jas larcas.
La nariz era rectilínea, torcida desde su origen hacia la derecha,.
y la raíz tan profunda, que, según un descritor de la fisonomía de^
Morral, en ella se podía encunar un dedo : estos caracteres, según
Lombroso, distinguen la nariz del criminal de la del hombre nor-
mal. La desviación hacia el lado derecho seguramente estaría acom-
pañada de la desviación del tabique de las fosas nasales, que en
este caso tendría la cara derecha cóncava y la izquierda convexa.
Tal desviación ha sido encontrada por el profesor Ottolenghi (de
Roma) en el 48 por 100 de los delincuentes y en el 23'92 por 100 de loa
normales (4).
La cara era asimétrica, carácter al cual Lombroso concede algu»
na importancia. El tórax estrecho y de mezquino desarrollo (Maes-
tre). La delicadeza torácica se observa frecuentemente en los estu-
pradores y en los falsarios.
(1) Mirabella s Loco eUatOf p&g. 11.
(2) Grade^go i Le deformaxioni del padiglione del orecchio nei ñor malí»,
negii alienati e nei delinqnenti. Areh. di Psich.f X, 425; XI, 258; XII, 475;
XlIIy 9. — ídem : Lo svilnppo delle forme del padiglione deiroxecchio con
rignardo alia morfología e teratología del medesimo. Arck, per la ffCMm*
mediche^ 1888. — ídem : Le pavíllon de Toreílle an point de vne anthropolo-
giqae. Annalet de$ mal, de l'oreille et du larynxy 1889. — ídem t Zar Morpholo-
gie der Ohrmaschel bei gesnnden a. geísteskranken Menschen n. bei Delin»
qaenten. Arch. U Ohrénheilk,, 1890. — ídem : üeber die Formanomalien der
Ohrmaschel. Arch, f, Okrenheük,, 1891. — Véase también Frigerio: L'oreille
externe, étade d'antrhop. criminelle. Arch, de VAnthrop, erimineUet 1888 ;
Arch, di PHeh,, IX, 296, 680. — Lombroso s Le orecchie nelle atrofie degli
emisferi. Arch, di Ptich.^ IV, 512. — Pailhast Da payillon de Toreille. Esta-
dio de antropología criminal. Arch, di Ptieh,^ XVIII, lb97, p&g. 1. — Bilis t
The ear in crimináis. The Lanceta 1890.
(8) Marro i Los caracteres de los delincaentes. Biblioteca antropológico-
jiirídica.tTarín, 1887.
(4) Ottolenghi: Scheletro e forma del naso nei criminali. Archivio di /Vi*
chiatria, yol. IX, fase. 8. — Belsanti x Oaratteri regresivi della ossa nasali..
Archivio per VAntrop. $ rMnol,^ XVI, fase. 7. — Bertillon : Forme de nez.
Revue d* Anthropologie^ 15 marco 1887. — Valenti y Oarrara i Ossa sapranu*
merarie del nasso in an l^dro, Archivio di P«teAta<ría, XIII, p&g. 486.— Morí t
Alcani dati statistici salla formazione e salí' índice nasale dei delínqaen-
te italiani. Archivio per VAntrop. e VEtncl,, XXIX, fase! 8.
87
Las manos simias, por lo largas y comprimidas, como sucede en
loe estupradores, ladrones, rateros y estafadores. Claude y Vidocq
han indicado la frecuencia de las manos gruesas y largas en los
grandes asesinos.
La constitución de Morral era robusta y musculosa, especialmen-
te la de las piernas, pero no dio grandes muestras de agilidad y
s
1
1
1
{
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\
destreza, como el septuagenario Vilella, el ladrón La vieja^ la la-
drona y prostituta María Ferino y otros muchos criminales.
De las anomalías anotadas en Mateo Morral, sólo tres nos pare-
cen de bastante importancia : el progeneismo, la prominencia de
los senos frontales y la desviación de la nariz. Estos tres caracteres
anormales degenerativos hacen de Morral un tipo criminal deLom-
broso.
88
Merecen taint)ién ser tenidas en cuenta las anomalías observadas
en el pabellón auricular^ pero de ningún modo concederlas un valor
que no tienen. No llegamos tampoco al extremo opuesto, como Lan-
nois (1), que después de haber examinado cierto número de deteni-
dos en la cárcel de San José, de Lyon, hizo la afirmación de que sus
reconocimientos no le habían suministrado más anomalías de la
oreja de las que habría encontrado en un número igual de personas
de conciencia limpia y sin clasificación judicial. A una afirmación
hecha sin grandes fundamentos, oponemos, además de los estudios
de Lombroso, las observaciones de Morel, Gradenigo, Frigerio y
Pailhas.
Las anomalíae^de Morral, ¿son de una importancia tai que auto-,
rizan para considerarle irresponsable? Consideramos muy fundada
la respuesta dada en sentido negativo por el Dr. Maestre ; además,
en el cerebro de Morral no ha encontrado el distinguido profesor de
San Carlos ninguna anomalía de carácter atávico ; era un cerebro,
macroscópicamente, bien conformado. Lombroso, Benedikt, Giaco-
mini, Tenchini, LegiardiLaura, Varaglia, Ladame, Tovo, Marchi,
Mondio, etc., no han co inseguido demostrar que el criminal posee
un cerebro distinto del que tiene el hombre normal, pero han sabido
señalar ciertas anomalías en la superficie cerebral y aun en la es-
tructura de la corteza (estudios de Roncoroni) que acompañan fre-
cuentemente á la delincuencia y á la suspensión de desarrollo, de
las cuales son expresión. Nada de esto nos ha mostrado el cerebro
del anarquista de la calle Mayor.
Las zonas rolándicas, ó sean las zonas motoras del cerebro, se
muestran bastante desenvueltas^ como signos de una impulsividad
enérgica y pronta (Maestre).
Por el desarrollo de sus lóbulos frontales, creemos se puede hacer
constar, pero sólo probablemente, un buen poder intelectual. No
puede hacerse tal afirmación de una manera categórica, pues en
ocasiones se observan lóbulos frontales pertenecientes á individuos
de pobre inteligencia, con las circunvoluciones largas, anchas, ^^^
xuosas y ricamente incindidas. Sordomudos de nacimiento, idiotas
que no podían hablar (Caiori), locos, criminales, en fin, individuos
de inteligencia obtusa, presentaban, ^xcepcionalmente y adquirida
por herencia, una circunvolución de Broca (centro del lenguaje ar-
ticulado) tan complicada é incindida como la del lado derecho del
(1) LaDDois : De l'oreille au point de vae anthropologiqne et medioo*lé-
gal. Arch. dé VAnthrop, eWm., 1887;
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gran orador Gambeta (1). Los cerebros de nuestras sal^s de disec-
ción presentan generalmente los lóbulos frontales bastante compli-
cados. En el estado actual de nuestros conocimientos no podemos^
pues^ emitir un juicio riguroso, por el examen de varias circunvolu-
ciones, acerca del poder intelectual de un individuo.
REVISTA DE HIGIENE
DOCTOR DON RAFAEL RODRÍGUEZ MÉNDEZ
Cfttadrático d« Hlfiené en la FaenlUd de Medlcinft de BareelMs,
SuvABio: L Leo&e fermentada de loa búlgaros. ~ II. Aumento de la morbo-
sidad diftérica. — III. Relaciones entre las infecciones maternas y las in-
fantiles. — I?. Tabaco : efectos. ^Y. Campo de aislamiento de emigrantes
en Hamburgo. — YI. Las moscas como vehículo del cólera y de la disen-
teria. — YII. Bacilos tuberculosos: sus clases; deducciones prácticas,
I. Stamen Grigorofí ha estudiado en el Laboratorio de Bacterio
logia y Seroterapia de Ginebra, á cargo del profesor Massol, una le-
che fermentada comestible, muy usual en Bulgaria, hasta el punto
de ser el alimento casi exclusivo de las gentes rurales en unos pun-
tos y ser consumida durante el verano en otros.
Eb una leche cuajada, conocida en búlgaro con el nombre de KU*
sélo-mléko (leche agria) y preparada de este modo: hiérvese la le-
che, se la deja enfriar hasta 40^ ó 45^ y entonces se la siembra con
KissélO'mléko del día anterior y mejor de más fecha; para evitar
que el frío retarde la fermentactón, se rodea la vasija de cuerpos
malos conductores. A las ocho ó diez horas, según la temperatura
ambiente, la leche se ha cuajado y forma en el fondo una pasta
blanca compacta, que cuando está intacta no deja salir ó expri-
me poco suero. El fermento usado se designa con el nombre Podk'
wusa y procede de una operación anterior.
Examinada en el microscopio una preparación teñida de esta le-
che agria, se nota una flora microbiana variada y abundante, en la
cual, tras minuciosas investigaciones, ha encontrado Grigoroff, en*
tre otras varias, tres especies aerobias-anaerobias facultativas:
Un bacilo largo, inmóvil, aislado ó dispuesto en serie lineal, que
<1) Herré : La circunvolution de Broca. Tesis de París, 1888.
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86 desarrolla bien en los medios azucarados, coagula la leche por
formación de ácido láctico, no porque produzca cuajo, tiene su má-
ximum de actividad |t 45^, á cuya temperatura coagula la leche á.
las cinco horas (á 37° tarda diez ó doce), á los 50° es menos activo
y á los 60° muere en una hora. Pertenece al grupo de los denitrijl-
cantes verdaderos de Grimbert, ó sea á los que, como el piociánico^
desprenden nitrógeno en solución pep tonada sin el concurso de
substancias amideas, mientra&i}ue los deniiriflcantes indirectos ne-
cesitan de estas últimas.
Un micrococo, ya solo, ya en diplococos, ya en pelotones, cdQ mo-
vimientos brownianos, cultivable en todos los medios, también dení-
trincan te 'verdadero, coagulante de La leche por fermentación lác-
tica, no por cuajo y capaz de producir por sí sólo la Kissélo^mléko á
37° y en un lapso no menor de veinticuatro horas; á 45° tiene su
mayor energía (siete ú ocho horas para la coagulación), resiste á
50° y muere á los 60° en una hora.
Un esireptobacilo^ en forma de bastoncillos cortos, reunidos en ca-
denas de 4, 5, 6, 10 elementos y hasta 15 y 20 en algunos casos. Salva
en la gelatina lactosada, se desarrolla bien en los medios azucara-
dos. Coagula la leche por formar ácido láctico, y no produce cuaja
ni caseasa. Es denitriñcante verdadero, se conduce en cuanto á su
energía respecto al calor como los precedentes, salvo que no muere
hasta los 70° {Reoue méd. de la Sutsse romande^ 1905).
II. G. Mya hace notar (Lo Sperimeniale) que en Florencia, Turin,.
Siena, Roma y otros puntos va en aumento la morbosidad de la dif-
teria; el hecho se debe, en su concepto, á que ha menguado con la
seroterapia la mortalidad y quedan en las vías respiratorias de los
curados bacilos de Lóffler, que los convierten en nuevos focos d^
infección. Este mismo hecho explica las frecuentes recaídas.
Se evitaría esto no echando en olvido la medicación local. Mien-
tras no se descubra un suero que, además de and tóxico, sea también
bactericida, hemos de preocuparnos de destruir los gérmenes en loa
diftéricos y no limitarnos á curar los enfermos. Mya aconseja: em-
plear una medicación tópica enérgica y seguir la desinfección naso-
faríngea hasta que los cultivos sean estériles; obligar al empleo del
suero como medio preventivo á los que hayan de cuidar diftéricos,
en tanto dure el período de contagio; prohibir el ingreso en las es-
cuelas de los niños curados de difteria mientras tengan bacilos de
Lóffler en la faringe y secreciones nasales. Procediendo asi ha logra-
do hacer que cese el contagio en el hospital Mayer y que baje mu-
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cho la morbosidad diftérica en el barrio en qu^ se halla instalado.
III. Es conocida la' frecuencia con que las infecciones maternas
son transmitidas al recién nacido en los primeros días que siguen al
parto; pero era conveniente precisar esa frecuencia, y esto es lo
hecho en la tesis de Quedec, preparada en el servicio de Budin {Rap-
porU entre les infections maiernelles ei lea infectiona infantilea pen-
dant lea auiíea de cóuchea^ París, 1905), expresándola mediante cur-
vas que siguen paralelas los movimientos de las infecciones mater-
nas é infantiles, hasta en las grandes oscilaciones.
Los corizas y la oftalmía del niño pueden determinar infecciones
mamarias en la nodriza, y las galactoforitis de ésta, gastro-enteritis,
estafllococia y abscesos múltiples en el recién nacido. La grippe de
las madres puede causar bronco-'pneumonías en los hijos, muy gra-
ves, especialmente si son prematuros débiles. Las epidemias puer-
perales de las maternidades pueden causar víctimas también en los
niños, por paso del germen á éstos, debiendo notarse que, cómo cada
paso aumenta la virulencia, es en éstos más grave. En todos estos
casos,, sobre todo en los últimos, es necesario aislar á las mujeres de
los niños, pues no siempre se sabe el punto de partida de la in-
fección.
IV. El pro y el contra del tabaco, todavía en discusión, han sido
examinados por varios autores ingleses en The Practitionner (1905).
Lauder Brunton estudió ios efectos en el corazón y la circulación.
En los animales las dosis pequeñas retardan primero y luego acele-
ran los latidos cardíacos; á dosis grandes hay retardo pero con un
aumento de presión cardíaca casi igual á la que produce el extracto
de cápsulas suprarrenales, y se debe casi sólo á la contracción de
las arteriolas. Dada la nicotina á dosis tóxicas, hay gran rapidez del
pulso por parálisis de los ganglios inhibidores intracardlacos. Las
lavativas de tabaco, antes usadas para relajar los vasos, han sido
abandonadas por peligrosas.
Pero el tabaco no es empleado como medicamento. El usado para
fumar ó en rapé no contiene casi nicotina y los síntomas de intoxi-
cación han de ser raros. Fumando, la nicotina pura no llega á la
boca, pero si el [producto de la destilación seca del tabaco, la piri-
dina y las bases picolinas, cuya proporción varía según el modo de
fumar: con el cigarro se forma poca piridina, pero sí colidina, y
con la pipase produce mucha de aquélla; con el narghileh y el ci-
garrillo se inspira con [más frecuencia el humo, lo cual es nocivo
con éste, pero nocon aquel que está provisto de una especie de frasco
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lavador; además, los fumadores de cigarrillos suelen consumir ma-
yoT cantidad de tabaco.
Fumar moderadamente no parece ser nocivo á los adultos, pero
«i á los jóvenes. En aquéllos el tabaco parece ser un estimulante ce-
rebral y un calmante de ciertas excitaciones: la acción estimulante
«e debe probablemente á la irritación bucal causada por el humo,
•que obra por acto reflejo sobre los vasos cerebrales; la calmante la
atribuye Lauder Brunton á la necesidad de respirar rítmicamente
mientras se fuma. De todos modos el humo altera la circulación,
•como demuestran las palpitaciones, los dolores delaregión cardíaca,
que pueden llegar hasta á la angina de pecho, y las irregularidades
cardiacas frecuentísimas, síntomas que dependen en buena parte
de la clase de tabaco y que no cesan ha^ta varios meses después de
haberlo suspendido.
El humo aumenta la secreción salivar. No están sujetos los fuma-
dores al catarro gástrico crónico, y no se sabe si el tabaco influye
•en las secreciones gástrica, biliar y pancreática. Cerso cree que dis-
minuye las secreciones por obrar sobre los nervios glandulares.
Paralizando el pneumogástrico, reduciría la motilidad gástrica y
podría determinar insuficiencia motriz y dilatación; pero hay que
aceptar estos hechos con reserva, pues no se nota una mayor pre-
disposición á estos daños en los fumadores. Dalton y Allbutt opinan
•que*el fumar produce hiperclorhídria, pero por modo indirecto, por
la abundante cantidad de saliva. Después de las comidas el fumar
puede comprometer la digestión, porque la llegada de mucha saliva
después del período amilolítico, puede neutralizar el ácido y dete-
ner la acción del jugo gástrico. Révillout atribuye al tabaco dos
•casos de dispepsia nerviosa grave curados con la supresión. No está
comprobada la idea vulgar de qué el tabaco regulariza las deposi-
•clones, antes bien es posible que el abuso produzca depresión ner-
viosa y movimientos irregulares del intestino.
Respecto al sistema nervioso. James Taylor habla de la gran to-
lerancia de ciertos individuos y de individuos que sólo dan mués*
tras de actividad intelectual abusando del tabaco; pero éstos son
casos excepcionales. Lo ordinario es que provoque trastornos ner-
viosos muy apreciables. El temblor es frecuente; es ligero, rítmico,
no constante, pero con tendencia á ser persistente. Causa trastor-
nos vasomotores, enfriamiento de las extremidades y hasta ciano-
sis, palidez de la cara, transpiración de la cabeza. Para Rénon, eU
abuso puede llevar á la arterio-esclerosis. El insomnio no es raro, se
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presenta después del primer sueño^ dura dos ó cuatro horas y luego
duerme el enfermo con sueño agitado. Taylor cree que el cigarrillo^
por la facilidad con que de él se abusa, es el peor para el sistema
nervioso^ La acción en la mucosa bucal y en la lengua se revela por
excoriaciones, por glositis superficial, glositis crónica, de que son
expresión la leucoqueratosis,. la leucoplasia y el psoriasis, por ve-
rrugas con prolongación de las papilas, entre las cuales prolifera
el epitelio; por debajo de éste se amontonan células redondas que
producen ligera induración. Esta y el principio de ulceración indi-
can el comienzo del epitelioma. También se forman fisuras y cha-
pas induradas en los labios, sobre todo cuando se usa la pipa, en
cuyo caso el calor parece aumentarla acción nociva del tabaco. La
boca debe ser examinada cuidadosamente por si se llega á tiempo,,
con la supresión, de que no avancen los procesos ; en caso de conti-
nuar, aparte de la antisepsis» hay que recurrir al tratamiento opor-
tuno: excisión, no cauterizaciones.
V. La pequeña epidemia de cólera sufrida en Alemania (Prusia
oriental, región de Hamburgo) durante el verano anterior^ da mo-
tivo al Dr. P. Cornet para ocuparse en los caracteres de la zona
invadida y en el fenómeno de la emigración, una de las circunstan-
cias más especiales de la misma. {Le Progrés Medical, 1905).
L^ zona infecta es la inmensa frontera ruso-polonesa, con un
gran rio de penetración (Vístula), llanuras lacustres cortadas en
todos sentidos por arroyos y canales, clima versátil y sobre todo
lluvioso. Este pedazo de tierra está siempre en estado de receptivi-
dad y reclama medidas higiénicas permanentes, más precisas toda-
vía ante el gran número de emigrantes que abocan de todos puntos»
En efecto, hay un ingreso y salida constante de emigrantes, re-
presentados por grandes masas que proceden de Rusia, Polonia,
Austria, Galicia, Servia, Rumania, Italia, Grecia y Persia. En 1904
fueron 107.434 los emigrantes embarcados en Hamburgo, y algunos
en Cuxhaven y Brunnshausen. El movimiento continuo y progre-
sivo de estas masas, que convergen hacia las pantanosas llanuras
del'Elba, está reglamentado por las leyes de Hamburgo (1887) y del
imperio (Í897) y vigilado por las autoridades locales y un Comisario
imperial.
Además de las estaciones de comprobación, instaladas en las
fronteras y en los caminos, dada la trágica experiencia de 1892, se
ha suprimido todo contacto de los emigrantes con la capital del
Estado libre, que como se sabe está gobernado por un Senado bajo
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la tutela y dependencia de Alemania, no de Frusta. Para ello, la
gran compañía concesionaria de los servicios de emigración, la
Hamburg-America'Linie (modesta al empezar ^en 1847 y. hoy la ma-
yor del mundo, con 150 vapores y 160 barcos menores), abandonó
las primitivas barraca8> instaladas en la pequeña isla del Elba, lla-
mada Steinvórder y estableció un campo de aislamiento de 25.000 m'
en otra isla del mismo rio, la Wedder, frente á Hamburgo, campo
ya insuficiente y que se va á ensanchar hasta duplicarlo.
Actualmente, los Ausoandererhallen ó depósito de emigrantes
están unidos por ferrocarriles directos á la estación de llegada
(Wilhemburg) y al embarcadero de la CoinpañÍa<. Los viajeros per-
manecen en ellos de cuatro ¿ ocho días en tiempo normal y no se
permite ni que salgan ni que reciban visitas; es decir^ el aislamiento
es completo. Caben en ellos 1.000 individuos.
Están dividiüos en dos secciones distintas.
Una, de ingreso^ comprende las oficinas de inscripción y de infor-
mes, la estancia provisional durante veinticuatro horas, los baños
(12 baños-duchas para los hombres y seis baños-duchas y cuatro
pilas para las mujeres, con los cuales se puede dar servicio en una
hora á 120 hombres y 68 mujeres), la desinfección, vestidos y equi»
pajes. Durante el baño se efectúa el examen médico: los sospecho-
sos van al lazareto, los enfermos son transportados á los hospitales
de Hamburgo y los sanos ingresan ^en la segunda sección clasifica-
dos por nacionalidad, religión y sexo.
La segunda, campo de aislamiento propiamente dicho^ comprende
nueve pabellones, ocho de ellos agrupados por pares mediante una
gran sala común, resultando asi en forma de H; las alas son dormi-
torios de 20 á 22 camas y la cubicación es de 14 m' por individuo.
El sistema de desagüe es el de todo á la cloaca, con tres fosos
para desinfección química (cloruro calcico) antes de comunicar con
las cloacas de la urbe; la ventilación se hace por el techo y por el
suelo; el calentamiento es central y el alumbrado eléctrico. En los
water-closets ha parecido mejor el sistema de letrinas con descarga
de agua en común para todos los retretes, y no individual, en pre-
visión de habérselas con ignorantes y torpes. Los tubos abductores
están provistos de rejilla para detener las ropas, así como los cada"
veres de niños que pudieran arrojar los emigrantes.
Los refectorios son distintos para cristianos y judíos. Hay peque-
ñas tiendas ó bazares, en donde encuentran á bajo precio artículos
de tocador y de viaje. La iglesia es católica por un lado y pro-
95 '
testante por el otro; los judíos disponen de un local especial para
sus ritos.
El servicio entero (alojamiento, comida, baño, criados) es baratía
simo: un marco diario para los adultos y medio para los niños. Los
de mejor posición pueden disponer de habitaciones particulares
con cuartos de cuatro camas, lavabo y toater-cloaets independien-
tes. Los pobres no pagan nada.
Cuenta, además, la Compañía, para el caso de epidemia, con
buques-cuarentena instalados lejos de los puertos, en él Elba infe-
rior; dura la observación dieciséis días. Esta medida ha sido im-
puesta por América. En épocas normales, cuando no hay epidemias
y se ha hecho la inspección en la frontera de los emigrantes proce*
dentes de países no contaminados, pueden habitar en Hamburgo,
en casas de huéspedes (Logirhduaer), reglamentadas y vigiladas
por las autoridades sanitarias.
VL Chantemesse y Borrell sostienen que las moscas son con fre-
cuencia vehículo del cólera. Observaciones análogas han hecho los
médicos de la armada japonesa durante la última guerra, pero con
relación á la disenteria. Estos insectos invadían los barcos cada
vez que se acercaban á ellos los transportes con carbón y siempre
que se inspeccionaba algún junco chino. Hubo 151 casos; peroja
epidemia fué bruscamente detenida destruyendo las moscas y pro-
hibiendo el uso de alimentos crudos. (A. Demmler, Le Frogrés Mé"
dieal, 1905).
VIL El servicio sanitario imperial alemán ha publicado el resu-
men de sus trabajos sobre la tuberculosis, hecho por H. Kossel y
R. V/éber( Deüts. Med, Woch,, 1905). He aquí lo más importante:
Hay dos clases de bacilos tuberculosos en los animales de sangre
caliente: los de los mamíferos y los de las aves.
Los de los mamíferos comprenden dos tipos distintos : el humano
y el bovino, diferenciables esencialmente por su aspecto morfológi-
co, cultivos y virulencia.
La transformación del bacilo tipo aviario en bacilo mamario no se
ha logrado nunca, como tampoco la del humano en bovino.
Las gallinas no tienen receptividad para el bacilo de los mamífe-
ros; no ocurre lo mismo con los pájaro» : en dos loros tuberculosos
ha sido aislado el bacilo humano.
En ios bóvidos no se ha visto más que el bacilo bovino y nunca el
humano, ni aun inoculándolo. En los cerdos tuberculosos casi sólo
existe el bovino ; en un lechón con tuberculosis de los ganglios me-
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sentérícos fué aislado el aviario; dando grandes cantidades de baci»
los humanos á cerdos en el período de la lactancia se puede provo»
car una tuberculosis lenta.
El bacilo bovino es inoculable á la oveja y á la cabra.
En 67 casos de tuberculosis humana se vio en 56 el bacilo humana
solo, en 9 el bovino solo y en 2 los dos juntos. Cuando existía el prime-
ro únicamente se trataba de localizaciones muy distintas y de indivi-
duos de edades diferentes; cuando había el bovino sólo se referia á
niños menores de ocho años, y en seis de ellos se demostró lá puerta
de entrada intestinal, siendo las lesiones intestinales, délos ganglios
roesentéricos y del cuello, con más dos casos de granulia.
Los bacilos bovinos aislados en el hombre son enteramente iguales
al encontrado en los bóvidos.
Conclusiones práctteas.—l,* La tuberculosis bovina causada por el
bacilo bovino tipo se transmite con frecuencia de bóvido á bóvido;
también puede serlo por el puerco» camero, cabra y más rara vez
por eí hombre.
2 '^ La del cerdo procede generalmente del buey y alguna vez
del hombre. La fuente de infección reside, sobre todo, en los restos
de carnes de animales tuberculosos y en la leche de vacas tubercu-
losas.
3.^ La tuberculosis de los otros animales domésticos es causada
generalmente por el bacilo tipo humano.
4.^ En el hombre la transmisión es de ordinario al hombre. El ba-
cilo tipo bovino puede serle comunicado con la carne y la leche, y sus
lesiones asientan comunmente en el punto de inoculación y ganglios
correspondientes, pero se puede generalizar y causar la muerte ; por
eso, especialmente para los niños, son peligrosas la carne y la leche.
Se impone la vigilancia de la carne y de las vacas lecheras. La leche
puede utilizarse después de ebullición prplongada.
•^Mt^V^-a^.^
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REVISTA ESPAÑOLA
SOaKDADES CISNTIFIGAS
REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADBID
SeMn del dia Í6 de Mayo dé 1906 (1).
At«eiaei«ne8 belmintiásieas en la anquilóstsmiasis.— El Dr. Codina: Sabido
68 que no se coDsidera como an hecho raríaimo la asociaciÓD helmintiásica.
Aunque no se observe con frecuencia, no es raro encontrar en un mismo in-
diriduo dos especies de tenia, por ejemplo, y lo que ocurre con los cestodes
obsérrase tal vez más á menudo, aunque nunca con frecuencia, con los pa-
ráÁtoB cilindricos ó nematodes. Las asociaciones de estos helmintos menos
xaras son : la del asearía lumbricoides con el oxiurus rermicnlarís y del an-
quilostoma duodenal con la angnillula íntestinalis, ó sea la forma adulta
de la angnillula estercoralis. '
Los Sres. Académicos saben que estamos estudiando en nuestra clínica
1& anqnilostomiasis, y ya podrán suponer que no hemos olvidado la investi-
gación referente al interesante asunto de las asociaciones del anquilostoma
coD los otros parásitos intestinales, y habiendo llegado ya el número de
nuestras observaciones personales á la cifra de 100, creemos que ha llegado
también la oportunidad de dar cuenta á,la Academia del resultado de
nuestras investigaciones, las cuales son de todo punto bien sencillas, bre-
ves para exponer y fáciles de interpretar.
En efecto, de las 100 observaciones en cuestión sólo en tres hemos encon-
trado asociación helmintidsica, en la 29, en la 92 y en la 100, con la parti-
cularidad especialisima de que en cada una de las tres el anquilostoma es-
taba asociado con un parásito intestinal distinto, aunque en todas ellas se
tratabade especies comprendidas en laclase de los nematodes; las tres aso-
ciaciones han sido, pues, de vermes cilindricos.
La asociación correspondiente á la observación 29 fué la que se conside-
ra como más frecuente, cuando no única, en los anqailostomiásicos; la del
anquilostoma con la anguillula intestinalis. La presencia en el intestino de
este último parásito la descubrimos porque, al lado de los huevos de anqui-
lostoma, en los excrementos recién expulsados, se encontraban en relativa
abundancia embriones muy desarrollados y algunas larvas libres que cons-
tantemente se movían en el campo microscópico; además, el enfermo pade-
cía diarrea^ fenómeno muy frecuente en la anguilluloéis y muy raro en la
angtnU>9tamicuia. Se trataba de un individuo con menos de 2.000.000 de he-
matíes, procedente de las minas de Linares, como los otros dos enfermos, y
que expulsó 184 parásitos.
En la observación 92 los anquilostomas iban asociados al oxiurus vermicu-
(I) En la resefta de la sesión anterior (pág* 22, línea 28), se incurrió en un error al
decir iioess osees aecesíMes, en vez de muy suaves, accesíMes.
8
98
laris. ExamÍDados loe excrementos del enfermo, sólo se encontraron haevos
de anqailostoma; se le administró ana medicación que estábamos ensayan-
do, y que resalta ser may poco eficas, y expalsó an parásito único, y este
parásito no faó an anqailostoma, sino an oxiaro; más tarde, sin ezptQsár
otros ozinros, con la medicación apropiada, eliminó 149 anqnilostomas.
En la obserración 100, los anqnilostomas estaban asociados al iricocefaluM
diipar. En los excrementos del enfermo no'encontramos los bnevos carac-
terísticos de este parásito, probablemente porqne en cnanto vemos algunos
buevos de anqailostoma ya no continaamos la investigación, dando como
positivo el diagnóstico de anemia anqailostomiásica.
Administrada la medicación correspondiente, el primer dia expalsó 86
anqnilostomas* el segando 39 y el tercero dos y an tricocéfalo dispar^ parási-
to que, por sa rareza entre nosotros, be traído para qne pnedan examinarle
loe Sres. Académicos.
Tales son los becbos observados, los cnales no be de aprovechar para des-
cribir los caracteres de dicbos parásitos y las formas especiales del conta-
gio respectivo, pnesto qae todo ello lo conoce la Academia macbo mejor
que yo. Sólo me limitaré á sefialar qae de las tres asociaciones, en doe
se trataba de parásitos qae viven en tramo intestinal distinto del en qae
babitan loa anqnilostomas, pnesto qae así como éstos viven en el intestino
delgado, lo propio qae las angaillalas, en cambio los oxiaros babitan en el
ciego, en el colon ó en el recto y márgenes del ano y permanece constante-
mente en el ciego el tricocéfalo.
Por lo qae se refiere á la intervención patogénica qae esos parásitos aso-
ciados puedan tener en la anemia de los pacientes, se pnede afirmar con
toda seguridad que fué nala en las observaciones 92 y 100, tanto por lo que
se sabe de su acción patógena como por la cantidad exigua de parásitos en-
contrados, y probablemente muy poco manifiesta en la observación 29,
puesto que no se concede un gran poder patógeno á las anguillulas si no se
encuentran en gran número en el intestino.
Resulta, pues, de los datos expuestos que las asociaciones beimintiásioas
en la anqniiostomiasis de loe mineros espafioles son muy poco frecuentes
(8 por 100), carecen de intervención patogénica en la génesis de la anemia
y han correspondido á gasanos cilindricos, como los anqnilostomas.
La pelagra.^El Dr. Cortejarena, reanudando el debate acerca de la pela-
gra, llama la atención sobre los errores de diagnóstico, citando el caso
de Landouzy que, habiendo venido formando parte de una comisión para
estudiar la enfermedad, declaró la existencia de ésta en Espafia, no siendo
exacto, y viéndose obligado el Dr. Cortejarena á rectificar esta idea.
El Dr. Alonso Sañudo manifiesta que podía referirse la pelagra á ciertas
formas de mielitis tóxicas combinadas que describen los autores; que la in-
toxicación pelagrosa comprende muchas variedades, puesto que tiene dis-
tinta sintomatología en unos enfermos que en otros.
Que en opinión del Dr. Azúa, persona tan competente en estos asuntos,
se ha exagerado más de lo debido, pensando que unas veces el alcoholismo
y otras la suciedad y la sífilis suelen dar á ciertos individuos el aspecto de
miseria orgánica propio de los pelagroeos y que basta en la piel más fina»
ó sea en el dorso de las manos, pueden presentarse eritemas.
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Manifiesta despaés el Dr. Safiado que había visto pelagrosos hacia cerca
de treinta y seis afíos en los hospitales de Madrid, en las clínicas de la Fa-
cultad y en Aragón, donde hay machos, diferenciándose de los pelagrosos
italianos en qne éstos más bien corresponden al manicomio qne al hospi-
tal, ocurriendo con dicha enfermedad lo qne con la fiebre tifoidea cnando
adopta carácter epidémico, citando un carioso caso de tifas pelagroso
•que cnró.
Se hace cargo de la influencia del maíz enfermo y de otras causas debi-
litantes; trata de la harina de almortas, qne produce alteraciones medula-
res. Se ocupa de la lucha antipelagrosa, y afirma que las causas de la pe-
lagra son muy variadas, figurando entre ellas la alimentación insuficiente
7 sobre todo el uso del maíz averiado, qne contiene un principio tóxico,
admitiendo una alteración medular con disminución de la presión sanguí-
nea en los pelagrosos.
El Dr. Codina manifiesta que, según recordarán los «Sres. Académicos,
«n la comunicación presentada por el Dr. Huertas llegó este sefior á las
.conclusiones de que la pelagra existía en Madrid, de que estaba íntima-
noente unida, desde el punto de vista etiologico-pfitogénico, con la alimen-
tación de los que se dedican á la hiaca, y después, desde el punto de vista
«ocial, trata de la lucha antipelagrosa.
De estos tres punto^, á cual más interesantes, dice que sólo se iba á
ocupar del segundo, tanto para molestar el menor tiempo posible la aten-
ción déla Academia, como porque los otros dos puntos habían sido la base
principal de la brillante disertación del Dr. Sañudo, á la que absoluta-
mente nada podría añadir, permitiándose únicamente afirmar el hecho de
que, á su modo de ver, exinte en Madrid la pelagra, que en ios casos por
^1 observados comienza por eritema del dorso de las manos, eritema que se
recrudece y que va acompañado de trastornos del aparato digestivo y del
sistema nervioso, y que la enfermedad va progresando hasta llegar á los
fenómenos de esas mielitis tóxicas combinadas de qne hablaba el Dr. Sa-
findo, á la degeneración mental y á la caquexia.
Respecto á este punto nada más tenía que añadir, aunque sí manifestar
que, según tenía entendido, el Dr. Azúa, citado por el Dr. Sañudo, esti-
maba que no existía la pelagra en Madrid, sino que lo que existían eran
forma» pelagroides ; que de esto se había tratado en una sesión de la Aca-
demia Medico -quirúrgica por personas en su concepto competentísimas en
estos asuntos, tales como el Dr. Valle y otros, conviniendo en que no exis*
tía la pelagra, sino casos de eritema pelagroide.
Entrando en el segundo puntó, dice es necesario convenir que de todos
los trabajos publicados se desprendía qne las cansas que producen la pela-
gra varían de un modo extraordinario, agradándole sobremanera el oir la
comunicación del Dr. Huertas, en la que se aporta á la etiología de la pe-
lagra en Madrid un nuevo factor, que era la alimentación especial de les
que se dedicaií á la industria vulgarmente llamada de la busca.
Cuando se recapaeita que especialmente Lombroso había defendido des-
de todos los puntos de vista que la causa de la pelagra era el bacterium
maidis, y se ve producirse esta enfermedad en regiones donde los enfermos
no han comido nunca maíz ni sano ni enfermo; en poblaciones donde el des-
100
arrollo de la enfermedad se limita á ciertas clases sociales qne tienen una
alimentación insuficiente, y probablemente alterada, y aquí en Madrid, en
donde se la ve unida con esa alimentación especial de los que se dedican 4
la industria llamada de la busca, hace pensar que todas estas condiciones
etiológicas no efan más que Tehiculos del producto patógeno.
Estima difícil resolver de plano si el proceso morboso es provocado f)or
un tóxico ó por un agente infeccioso.
En contra de la hipótesis de un proceso infeccioso existia para él una
serie de condicionales que, si no tenia un valor decisivo, cuando menos in-
clinaba el ánimo en contra de semejante opinión, como lo demostraba la
limitación y localización en determinados territorios, como ocurre en Astu-
rias, el desconocerse un periodo de incubación, el ser atribuida á distintoa
gérmenes (bacterium maidis, penicilluny glaucum, etc.), el curso intermi-
tente de la enfermedad y otros tantos datos.
PRESIÓN ARTERIAL EN LA PELAGRA
NÚMERO
/Húmero
de dian d«
obMrra»
clon.
IIÚIERO DE días en QUE U PRESIÓN ARTERIAL FUÉ DE
DB LAB CAUAB
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Sala 30, núm. 16. --Pela-
gra con broDOOlieanionía,
edemM, derrames en el
peritoneo y pleura, etc.;
ún albúmina en la orina
(bSafios)
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Sala 30. ntlm 17. — Pela-
gra en período caquécti-
co (iSaftos)
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Sala 30, nüm. 31. ^Pela-
gra, con catarro bron-
quial crónico r63 afios}. .
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9
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2
En cambio, más bien hablan en favor de una intoxicación, además délas
referidas indicaciones, una serie de inrestigaciones experimentales toxico-
lógicas, el estado de la nutrición de estos enfermos, y hasta su presión ar*
teriai. Becuérdense, á este efecto, los experipientos de Babés y Manicalide»
de los cuales parece desprenderse que en el suero de los individuos curados
de la pelagra existe una S|ibstancia especifica (¿una antitoxina?) que se
opone á la acción tóxica del maiz averiado, con el cual habíap intoxicado
á otros animales, y los experimentos de Carlos Geni, de Beggio Emilio, el
cual, inyectando suero *de pelagrosos en la clara de huevos de gallina, obtu-
vo una perturbación y retraso en la evolución embriogónica. La nutrición
de estos enfermos también está perturbada, sobre todo en lo que se refiere
101 .[■;.: \^^:':Vjy..
á las substancias hidrocarbonadas, pnesto que, según se desprende de los
experimentos de Lacateilo, t aliándose de la acetonnria experimental, exis-
te en los pelagrosos una alteración real en los cambios de los hidratos de
carbono, en el sentido de ser incompletamente utilizados. Por fin, la pre-
sión arterial está generalmente disminuida, según se desprende de las in-
Testigaciones 4^ Zwilinger primero, de Parhon y Ranitesco después, y las
que yo he Ueyadu á cabo en mi clínica, á raiz de la publicación de estas
últimas.
Gomo se puede Ter en el cuadro de la pág. 100, el número máximo de
días corresponde en los tres enfermos á presiones arteriales inferiores á la
normal, en relación con su edad respectiva.
ACADEMIA MEDIOO-QÜIBÚROICA £8PA!T0LA
8€nán del dia 21 de Mayo de 1906.
Un case de mastitis corada por el proeedimiento de Bier.-^El Dr. Ooyaneé
presenta una enferma curada de mastitis; he aquí su historia y el trata-
miento empleado: joven de veintiséis años que en diciembre pasado tuvo
ana mastitis puerperal con formación de flemón y absceso que, al abrirse
«n la piel quince días después, dejó varios trayectos fistulosos, fuente in-
agotable de pus, situados en la parte posterior de la mama derecha. A pe-
sar de emplear iodos los tratamientos recomendados en estos casos, la
supuración seguía abundante y no se notaba señal alguna indicadora de
favorable terminación. En vista del fracaso de todos los tratamientos usa-
dos durante tres meses y medio, comenzó Groyanes á aplicar el procedi-
miento de Bier-Klapp hace quince días, observando que á la cuarta sesión
la fístula ya no exudaba nada de pus, sino algunas gotas de sangre, y que
á la quinta sesión las fístulas estaban cerradas completamente y la lesión
carada.
Gomo se ve, los resultados obtenidos no han podido ser más favorables.
Klapp emplea un aparato especial, pero el exponente, que carecía de él, lo
improvisó del siguiente modo: en la parte estrecha de un embudo de cris-
tal enchufó un tubo de goma, y el otro extremo de este tubo en un aspira-
dor Potain, ó en su defecto en una jeringa de cura. Oon ésta ó con aquél se
hace enrarecer el aire del embudo aplicado á la superficie fistulosa de la
mama. De este modo practicó sesiones diarias de media á una hora de du-
ración.
Oon el método de Bier puro se hace una hiperhemia por éxtasis (jBtannghi"
perkemie de los alemanes), en tanto con el procedimiento de Bier-Klapp
se produce una hiperhemia por aspiración sanghiptrheme).
Estudia después el mecanismo íntimo de los efectos producidos y las
teorías expuestas hasta hoy para interpretarlos.
OftaliBaplegias. — El Dr. 6alas Vaga: Entre los ejemplares que fueron
presentados en sesiones anteriores referentes á distintas localiza<3Íones
anatómicas de las parálisis oculares, ofrece verdadero interés una de las
«nfermas, que observada por los Sres. Académicos pudieron comprobar
i'.'"- '.;-: ; • ■; 102
. • •• '•
UBa lesión unilateral de la base qne, afectando el ócaloinotor común del
lado derecho, sin respetar ninguna de sus ramas, se acompañó de gran mi-
driasis paralitica; cosa poco frecuente cuando se trata de una lesión nu*
dear progresiva crónica que, como en uno de los enfermos ocurría, la
midriasis es siempre mediana y de marcha progresiva como los demás sín-
tomas paralíticos. De estos dos enfermos se hace sólo mención para poner
de relieve su diferencia diagnóstica por la sintomatología visible.
Bl tercer casó, el más interesante de todos y al que ha de referir su co-
municación, es un niño de tres años de edad, sin antecedentes patológicos
por parte de los padres, habiendo perdido dos hermanos de convulsiones y
ataques á la cabeza ; el enfermo ha padecido, entre otras afecciones de U
infancia, un sarampión reciente. En noviembre pasado se notó en el en-
fermo dificultad motora de la mano y brazo izquierdo, hasta el punto de
quedar imposibilitado de marcha y prehensión ; síntomas que á los pocos
días se completaron con fenómenos de parálisis ocular del ojo derecho»
Guando Salas le observó presentaba hemiplegia con brazo péndulo, mar-
cha difícil arrastrando la punta del pié, reflejos exaltados, integridad sen-
sitiva. Paresia completa del motor ocular común derecho en su inervación
extrínseca, quedando indemne la pupila con integridad de reacción á la
luz, acomodación y acción medicamentosa. Todo el síndrome se acompaña
de una manifiesta paresia del facial inferior del lado izquierdo. La visión
es normal y la reacción eléctrica no presenta alteración manifiesta.
La complejidad sintomática que produce una lesión encefálica origi-
nando un síndrome de hemiplegia con parálisis ocular 4^1 lado contrario,
despierta la idea de la asociación paralítica de localización péduncular ó
síndrome de Weber; pero en él resultan lesionadas las fibras motoras de
las extremidades antes de su cruzamiento; las del motor ocular común»
después de este cruzamiento, cuando reunidas ya se agrupan formando laa
fibras radiculares interpedunculares, produciéndose en todos los casos, por
' pequeñas que sean las lesiones, la parálisis completa del motor ocular co-
mún en el mismo lado de la lesión. £1 no ocurrir los fenómenos en el caso
observado y la asociación rara de la parálisis del facial inferior en el lada
de la hemiplegia, hace desechar el síndrome en cuestión, por muy atípica
que pudiera presentarse.
Ni en la corteza cerebral, recordando Ja probable meningitis responsable
de la muerte de los hermanos, puede existir una lesión responsable del
cuadro morboso que intentamos interpretar, puesto que, si bien la hemi-
plegia con su asociación paralítica del facial del mismo lado pudiera ex-
plicarse por ella, no habría argumento fácil en que apoyar la parálisis
unilateral completa del motor ocular común, dado que las oftalmoplegias
de origen cortical son síndromes paralíticos asociados.
De igual modo hemos de desechar la lesión en la base, porque en estos
casos, por el hecho de afectarse el nervio formado ya, puede ser unilateral,
pero siempre completa, afectando todas las ramas de distribución perifé-
rica, cual ocurre en uno de los enfermos presentados.
Wi la región nuclear del óculomotor, porción tegmerUal del pedúnculo, al
nivel de los tubérculos cuadrigéminos próximos á la línea media y al aoue-
duoto de Hylvio, hemos de buscar las lesiones, que destruyendo porciones
103
aisladas del núcleo, respetando otras, sean las responsables del síndrome
de este enfermo.
Siendo esta región la predilecta de las encefalitis hemorrágicas y adap-
tándose el enfermo al tipo superior de esta lesión, no halla inconyeniente
en incluirle entre las poco frecuentes oftalmoplegias de Wemioke. Entre
loe síntomas de foco que producen estas lesiones figuran en primer término
las parálisis oculares sin regla determinada, que presentándose desde el
principio ó después de los primeros síntomas de la enfermedad, pueden
afectar á cualquiera de los motores oculares con predominio de alguna
de sus ramas periféricas, dejando indemne en algunas circunstancias el
músculo ciliar y el esñnter del iris, acompañándose, por el contrarío, de
hemiparesia de las extremidades y del facial inferior del lado opuesto.
La diferenciación entre esta forma que estudiamos, la de Strummpell y
la infección bulb|ir se establece por los síntomas de irritación, conrulsio-
nes curadas, contracturas y movimientos coréicos preparaliticos de hemi-
plegias y completas monoplegias ; y con la segunda por los trastornos di-
sártricos, de deglución, laríngeos, parálisis del Telo y nervios faciales que
caracterizan la forma bulbar. '
Los factores etíológicos que integran la oftalmoplegia de Wemicke', si
bien hay que 'buscarlos en las alteraciones vasculares lentas que producen
las intoxicaciones, no dejan de intervenir las endocarditis, ligadas á las
afecciones agudas, entre las que el sarampión, sufrido por este enfermo,
puede ser responsable.
El Dr. Mansilla dice haber observado que en la sesión anterior el doctor
Fernández Banz, y en ésta el Dr. Salas, llaman oftalmoplegia á la parálisis
de cualquier nervio motor del ojo, y cree él que esto es un error; para que
haya oftalmoplegia es preciso que estén paralizados dos nervios de un ojo,
ó de cada lado. Este es el clásico concepto, y el que se debe seguir.
El Dr. Sterling lamenta que el Dr. Salas no haya dicho'cómo ha explo-
rado á este enfermo, si con vidrios rojos, para ver si la parálisis es homó-
nima, etc. Explica la manera de hacer estas exploraciones en la Clínica
de Lapersone. Respecto al tratamiento, dice que como la parálisis del mo-
tor ocular común es de origen sifilítico casi siempre, ha debido dar trata-
miento mercurial.
El Dr. Sauz Blanco se declara conforme en un todo con el Dr. Salas.
Dice al Dr. Sterling que el objeto de todos los procedimientos es averiguar
cuál de los dos ojos es el enfermo, y tratándose de nn nifto de tres afios es
imposible obtener datos acerca de cuál es la imagen coloreada, etc., etc.
Oree que es peduncular el sitio de la lesión, y afirma que los casos de
parálisis de Wemicke se acompañan, como éste, de parálisis del facial
inferior y son ocasionados por el sarampión ó la escarlatina.
El Dr. Fernández Sanz interviene para recoger las alusiones del doctor
Hansilla. Este sefior, dice, ha hecho hincapié en la cuestión de saber á qué
debe llamarse oftalmoplegia, y sostiene lo de los dos músculos que Brun*
ner dijo en 1868. Etimológicamente, la palabra oftalmoplegia significa
parálisis ocular, sin especificar número de músculos ; además, todos loe
autores modernos la emplean ya en este sentido, y no hay para qué retroce-
der á lo que se afirmaba en 1858.
104
El Dr.^lSalas es de la opinión del Dr. Fernández Sanz respecto á la deno-
minación de oftalmoplegria en el amplio sentido qae hoy se acepta. Res-
pecto á Sterling, dice que hablando á nna Academia^ creyó qne bastaba
decir el hecho obseryado, sin explicar cómo lo averigaó , siendo las parálisis
oculares un hecho que todo el mundo sabe explorar bien. El esquema y el
método de los cristales coloreados, expuesto por Sterling, está también en
la mente de todos.
Si no empleó el tratamiento mercurial, fué porque creyó y cree que no
se trata de lesión sifilítica, según claramente e:^uso.
Un caso de sección del nervio mediano.— > El Dr. Oayarre presentó un caso
Tulgar en si, pero que resultó interesantísimo por la admirable maestra
exposición que de él hizo el disertante. Un hoQibre que recibió una puña-
lada en el antebrazo, que produjo como resultado la parálisis de la terce-
ra falange del índice y pulgar, la pronación de la mano y toda la zona de
distribución del nervio mediano. Este enfermo había sido operado pocos
días antes de hoy por el Dr. Groyanes, que hizo la sutura del nervio.
Oon motivo de este caso, hizo Oayarre una minuciosa investigación de
toda la zona inervada por este nervio, examinando la resección de degene-
ración de los músculos que inerva, del estado de la sensibilidad, haciendo
notar qne la sensibilidad superficial estaba abolida, pero que la profunda
persistía en parte : explicóse este fenómeno, recurriendo á hechos fisiológi-
cos actualmente en estadio, á propósito de la conductibilidad sensitiva de
los nervios motéres y del simpático, y estudió las hipótesis de un notable
neurólogo inglés que ha escrito una voluminosa obra acerca de esto, y que
para comprobar y estudiar los hechos que en ella expone, se hizo seccionar
su nervio mediano, con lo cual no está de acuerdo el caso suyo.
Habló después de las teorías para explicar la restitutio ad integrun^ y dijo
que aún no está devuelta la función del nervio en este caso, porque para
ello se necesitan de cinco á diez meses. Lo primero que reaparece es la sen-
sibilidad, después la motilidad, y por último, la excitabilidad eléctrica del
nervio. Todo esto empleando la electricidad, el masaje y los baños, para
oponerse á la atrofia muscular.
SOCIEDAD GINEOOLÓGICA ESPAÑOLA
Sétián eientifiea celebrada el dia 16 de Mayo de 1906.
Dos easos do muerto liabitual del foto. — El Dr. Botella dice que ha traído,
para que puedan examinar los[sefiores socios, unas preparaciones de pla-
centas, que son interesantes por*lo6 conceptos que va á exponer.
Se trata de dos casoelde muerte habitual del feto, y aunque desgracia-
damente no son muy raros estos casos, hace interesante este asunto el que
en muchas ocasiones no sepamos la causa á que eso obedece y á que la pa-
tología de la placenta esté por hacer.
El aportar, aunque sólo sea un grano de arena al'eetndio de este asunto,
le ha animado á daros cuenta de sus trabajos. En uno de los casos se trata
105^
de una señora qae ha pocos dias ha tenido sa octavo parto. Los siete ante-
riores terminaron con la expulsión de fetos de término, muertos, que por
los síntomas observados por la sefiora y lo poco avanzado de la maceración,
remontaba su muerte á tres ó cuatro dias. Sólo uno nació vivo, el' que ha-
cia el número seis, y éste nació con enfermedad azul, viviendo sólo treinta
j seis horas.
Ni la sefiora ni su esposo tienen antecedentes sifilíticos, ni nada que
pueda hacer sospechar esta infección ; son personas sanas y bien constitui-
das, y no existe ninguna de las causas que suelen ocasionar muertes del
feto, ni el alcoholismo, ni tuberculosis, ni enfermos de corazón; los emba-
razos son buenos. Como, á pesar de la falta de datos por parte de lós padres,
los fetos eran voluminosos, de cutftro kilogramos y más, las placentas de
los que yo pude examinar, ó sean sexto y séptimo, eran grandes, hiper-
tróficas, y determiné provocar el parto antes de la época habitual de la
muerte del feto y someter la sefiora de que trato á un régimen específico,*
El marido consultó con el Dr. Gutiérrez, nuestro querido consocio, y es-
tuvo conforme. La embarazada ha estado sometida unos dos meses á tra-
tamiento mercurial y de yoduros, y á los nueve meses justos de su último
periodo, asegurándome de que el feto estaba vivo, provoqué el parto, pri-
mero con gasa glicerinada, taponando el cuello é insinuándolo entre las
membranas y el segmento inferior. No provocó esto sino ligeros dolores, y
al día siguiente introduje una sonda bien desinfectada éntrelas membranas
y el útero, y la hice tomar un gramo de sulfato de quinina en dos sellos;
á las doce horas próximamente dio á luz un feto vivo masculino, de 8.750
gramos de peso y presentando una hipertrofia del timo, que nos alarmó ios
dos primeros dias, pues en ciertas posiciones le producía accesos de asfixia.
Todo fué cediendo, y hoy este niño, que tiene treinta y tres dias, se va
desarrollando y sólo presenta unas lesiones en la raíz ungual de varios
dedos, que por parecerme de índole sifilítica he aconsejado lo vea el doctor
Azúa, cuya competencia en esta materia es de todos conocida. Por torpeza
de las criadas, no op puedo presentar preparaciones de la placenta última,
que, microscópicamente, tenia el mismo aspecto que la anterior, de la que
son los cortes que habéis visto.
Deseando conocer la opinión de persona competente en histología, ha
tenido la bondad de ver estas preparaciones el Dr. Sala, y he aquí su pa-
recer: I."*, la sangre de los vasos y senos maternos presenta gran abundan*
da de fagocitos, solicitados probablemente por alguna substancia quimio-
táxica positiva (¿toxina?); 2.'', el tejido placentario materno con gran
multiplicación de núcleos de las células conjuntivas y disminución del ca-
libre de los vasos; 8.**, vellosidades córlales que presentan las siguientes
alteraciones: A^ tejido del estroma con gran cantidad de núcleos, muy
denso. B, sincitium con tendencia á despegarse del tejido subyacente.
C7, en algunos sitios el corte de los vasos de las vellosidades deja ver au-
mento también de fagocitos. X), retracción general de los senos maternos,
presentando escasa amplitud en relaci|f3n á la mata de vellosidades. Me
parece notar, además de esas lesiones, que el revestimiento sinsicial de las
vellosidades es más completa de lo que á término se ven en placenta nor-
mal, tomando los núcleos la coloración muy fuerte y las vellosidades un
106
poco máfl grandes, existiendo tanto en los senos como en los vasos gran
cantidad de sangre, como si existiera éxtasis sanguínea.
Como veis, no son los caracteres qae se asignan á la placenta sifilítica.^
Begún Fraenkel, si es de origen paterno, las rellosidades son las solas ata-
cadas, están degeneradas y llenas de granulaciones que producen la obli-
teración de los vasos ; si es materna, las lesiones son las de endometritiíl
gomosa. Sinety cree encontrar siempre en la placenta siñlitica, la hiper-
trofia y la degeneración fibrosa de la vellosidad é islotes caseosos.
El segundo caso tiene la historia siguiente : sefiora de cuarenta y dos
afios, sin antecedentes específicos, artrítica y de familia toda con diversas
manifestaciones de artritismo. Su médico de cabecera, persona muy com-
petente, cree que su corazón no es un órgano completamente sano, aunque
no tenga soplo ni alteraciones de sus ruidos, su circulación no es entera-
mente fisiológica. Primer embarazo, terminado por aborto de cuatro me-
ses. Segundo embarazo, albuminuria y expulsión á los ocho meses de un
feto muerto. Persistió la albuminuria en pequefia cantidad algunos meses,
desapareciendo después completamente. El último embarazo fué normal;
nose encontró albúmina, ni por el calor ni por el reactivo de Esbach, en
los múltiples análisis que se hicieron. Los latidos del corazón fetal perma-
necieron normales hasta seis días antes del parto, que fué la última ves
que la ausculté. Fui avisado, por empezar á sentir los primeros dolores, y
al reconocerla no pude encontrar los latidos fetales ; esto, unido á que, se-
gún manifestó la parturiente, hacía tres días no sentía los movimientos
del feto, me hizo diagnosticar su muerte.
Parto de un feto muerto y con maceración incipiente, pequeño, y no tuvo
apenas líquido amniótico, placenta pequefia y sembrada de infartos blancos.
Al examen microscópico, según el Dr. Sala, se observa lo siguiente: las
arterías uterinas en la serótina presentan como modificación esencial la
formación de tres capas distintas, que, á partir de la luz del vaso, son una
interna, limitante, constituida de tejido denso donde predominan las fibraa
conjuntivas y escasean los núcleos; otra zona subyacente que podremos lla-
mar intermedia, donde el tejido presenta grandes espacios lacunares, infil*
tractos de materia plasmática, y otra más extensa en que el tejido va pau-
latinamente apretándose, y podía llamarse zona externa ó de resistencia^
porque probablemente ese es su papel ; resiste el empuje del plasma extra-
vasado haciendo sentir el contragolpe sobre la pared del vaso que, apretado
entre la capa intermedia y el líquido sanguíneo por dentro^ se condensa y
forma esa capa de tejido apretado. Avanzando el fenómeno, se observan
las siguientes modificaciones: 1.*, va haciéndose más densa y apretada la
zona intermedia ó de infiltración, y por fin queda el vaso obstruido y el te-
jido de la serótina en una masa esclerosada.
Las vellosidades córlales tienen una infiltración ó edema visible, espe-
cialmente por la esponjosidad del tejido coríal ; el sincitium muéstrase muy
adherido al tejido subyacente y forma con el substratum inmediato una capa
periférica á la vellosidad, que resalta como una cascara en los cortes de
las vellosidades.
Gomo veis, el aspecto macroscópico y en algunos caracteres del micros-
cópico, parece una placenta de nefrítica, pero en una embarazada que
107
nniica preseDtó albúmina por los medios de investigación que he citado/
claro que no se pnede negar que existiera alguna albnmosa que podia ha-
ber precipitado con otros reactivos; pero como no se notara ningún fenó-
meno que me pusiera en guardia, me contenté con los clásicos de Esbach y
el calor. Estos cortes, que espero reconozcáis y me deis vuestro parecer, los
he creído interesantes para ayudar , aunque sea poco, al esclarecimiento
de las causas de la muerte habitual del feto ; que si cuando se trata de una
sífilis obtenemos resultados tan brillantes como seguramente habéis obte-
nido en clientes vuestros, y yo también podría citaros casos notables, no su-
cede lo mismo cuando desconocemos la causa ó ésta no podemos combatirla»
El Dr. Eecasens felicita al Dr. Botella por haber traído á la Sociedad Gi •
necológica un tema tan interesante, como es el de la anatomía patológica
de la placenta, ya que sobre constituir estos asuntos especulativos, estudios
Terdaderamente científicos, elevan el nivel de las discusiones de la Socie-
dad« huyendo de enojosos personalismos.
Del examen que ha realizado de las preparaciones histológicas presenta-
das por el Dr. Botella, no puede sacar deducciones coucluyentes sobre la
naturaleza del proceso que ha determinado en la primera historia relatada,
la repetición de los partos prematuros, lamentándose que las preparacio-
nes histológicas hayan recaído en las porciones de placenta más próximas
al amnios y no en el punto correspondiente á la. serótina, que es donde las
lesiones sifilíticas se observan con mayor intensidad. Cree que las lesiones
que en las placentas determina la sífilis, son de diferentes especies, y que
8Í bien las lesiones descritas por los clásicos como esclerósicas, son muy
frecuentes, no son las únicas, sino que, como ha observado Frassi, Fraenkel
y otros, la atrofia de las estructuras deciduales es un fenómeno que se ob-
serva con gran frecuencia y que á ello es debido la muerte prematura de
los fetos en las mujeres afectas de esta enfermedad, en tanto que las lesio-
nes esclerósicas con destrucción del sincitium y de la capa celular de Lan-
ghaus, son las determinantes de las adherencias placentarias que obligan
á practicar en muchas ocasiones el alumbramiento artificial.
En la preparación histológica presentada por el Dr. Botella, no reconoce
más lesiones'que el desprendimiento á modo de colgajo de algunas masas
plasmodiales, pero advirtiendo que él ha observado este mismo fenómeno
en preparaciones de placentas completamente normales, por lo que no se
atreve á darles en este caso una significación patológica; la existencia de
leucocitos polinucleados los considera, al igual que el Dr. Botella, como in-
dicio de una defensa antitóxica del organismo.
Del segundo caso presentado por el Dr. Botella, dice que no puede hacer
observaciones por no haber tenido tiempo de examinar la preparación,
pero reconoce la exactitud de la interpretación dada por el distinguido to-
cólogo disertante, dados los caracteres anatomopatológicos descritos.
El Dr. Botella da las más expresivas gracias al Dr. Recasens por las muy
benévolas frases que ha tenido para su modesto trabajo, hijas de la amis-
tad que le profesa, y á las que sabe corresponder.
La preparación, dice, que ha examinado es efectivamente de la cara fe-
tal de la placenta, pero hay otras más profundas hasta alcanzar la serótina»
y las lesiones son las mismas.
108
Corle epitelloma típico.— El Dr. Outiérrez presentó anas preparaciones
microscópicas de corio-epitelioma típico, muy cariosas por la historia clíni-
ca qtie las motivó, y de gran enseñanza reápecto á la génesis de dicha pro-
ducción patológica.
El caso se refiere á una cliente del Dr. D. Rnperto Sánchez, socio de la
Ginecológica; dicha sefiora, de cuarenta y ciniío afios de edad, casada y
residente en Madrid, ha tenido seis partos completamente normales, como
los puerperios, habiendo lactado á todos sas hijos. El último parto tavo.
lagar hace ocho afios (el 20 de jalio de 1898).
Recuerda bien, y lo mismo el médico que la asistió en su trance, que en
todos fué espontánea y completa la expulsión de la placenta.
Nunca tuvo abortos. Sus reglas desaparecieron hace seis afios, pero en
distintas épocas ha venido notando desde entouces que, sin regularidad,
pierde pequeñas cantidades de sangre, repitiéndose últimamente las man-
chas cada diez ó doce días, sin que por ello se haya resentido el estado ge-
neral de la enferma ni se hayan presentado dolores.
Hace dos meses consnltó con el Dr. D. Ruperto Sánchez, quien pudo
apreciar que el cuello uterino estaba muy dilatado, pero sin que ofreciera
degeneraciones ni trastorno alguno el hocico de tenca, ni ulceraciones, ni
el cuerpo uterino estuviera excesivamente aumentado de volumen. Enton-
ces propuso y practicó un raspado, llevando al laboratorio algunos produc-
tos del mismo para su análisis. El Dr. Duran, jefe del laboratorio del Ins-
tituto Rubio, hizo algunas preparaciones de las pequeñísimas partículas
que le remitió el Dr. Sánchez, y pudo notar con gran extrañeza que éstas
isontenian elementos coriales en diversos estados, por cuyo motivo quiso
conocer la opinión del Dr. Gutiérrez ; éste examinó dichas preparaciones, ,
y quedó no menos sorprendido que el Dr. Duran, al comprobar la existen-
cia de un corio-epitelioma típico. En efecto; recomienda todos los cortea
que presenta al examen de los señores socios: se ven numerosas vellosida-
des, unas cortadas al través, otras más ó menos oblicuamente, que en unos
pantos ofrecen una constitución histológica completamente normal, con su
capa de Langhaus intacta en casi todo su contorifo, iniciándose en otros
ana proliferación que duplica y aun triplica la línea de los elementos cela*
lares, pareciendo en algunos como que se verifica la transformación de és-
tas en sincitium, que, por lo demás, no se observa como formando la capa
externa de la vellosidad, cual sucede en las placentas jóvenes. En el inte-
ñor de ésta aparecen en unos sitios numerosas vacuolas formando la tra-
ma, en cuyas mallas se ven numerosas células conjuntivas; en otros pun-
tos, la proliferación de los elementos celulares es tan considerable, que
llena por completo el interior de la vellosidad, habiendo sufrido efraccio-
nes la capa de Langhaus y aun desaparecido en absoluto, permitiendo la
proliferación excéntrica y la diseminación de sus elementos aislados, ó por
^^posó masas que en abundancia se venen todo el campo de la preparación.
Estas vellosidades, en diversas fases de evolución, están separadas por un
substratum formado por elementos sanguíneos, y en el cual se destacan
también agrupaciones celulares desprendidas de la capa de Langhaus,
constituyendo nodulos más ó menos grandes (y esto es lo notable del caso)
que, en determinados sitios, llega á adquirir proporciones considerables.
109
Estos nodulos, por la disposición de los elementos celulares, que toman la
forma poliédrica, y por los caracteres de la substancia intercelular, repre-
sebtan el tipo del epitelioma.
£lDr. Gutiérrez presentaba el caso como una curiosidad científica, pues
datando el último embarazo de esta sefiora de ocho afios, no es f¿cil expli-
car cómo han permanecido dormidos tanto tiempo estos elementos córlales
en la trama del tejido uterino para erolncionar al cabo en el sentido de la
malignidad que acusad estas preparaciones. Las estadísticas de todos los
autores relacionan la aparición del neoplasma maligno, llamado deciduoma
maligno por unos, sincicioma por otros, placen toma maligno por algunos, y
corioma j corio-epitelioma, que es la denominación qué cuadra al caso pre-
sente, con el embarazo (parto ó aborto) y con la mola hidatiforme ; pero la
fecha de aparición con respecto al embarazo, suele ser en dichas estadísti-
cas de dos meses á dos años, cuando más, ó dos y medio.
¿Influiría en este caso la menopausia por los mismos motivos que lo hace
en las demás producciones malignas del útero?
El hecho positivo es que en la matriz de esta sefiora se han encontrada
vellosidades coriales^j, procediendo de la proliferación jdé los elementos
celulares de la capa de Langhaus, existen también nodulos epiteliomato-
sos. Y como este hallazgo hace suponer que el proceso está en plena evo-
lución maligna, aunque no sea posible afirmarlo en absoluto, el tratamien-
to que se impone es la histerectomía vaginal seguida del examen macro y
microscópico del útero, como casa más que agregar á los muchos publica-
dos, y más curioso por las circunstancias que en él concurren y que son ex-
cepcionales.
El Dr. Sánchez (D. Ruperto): Los datos necesarios para completar la
brillante exposición del caso de coríó* epitelioma, aquí traído por el doctor
Gutiérrez, son los que se refieren á ios recogidos por mí en el acto del ras-
pado del útero; éstos son los siguientes: el cuello estaba dilatado hasta el
punto de permitir hacer el raspado, sin previa dilatación, con laminaria^
ni ayudarse de los tallos de Hegar, permitía la entrada en la matriz del
dede índice, y por allí sin dificultad penetró la legra. Al menor contacto
este cuello daba sangte, pero procedía del orificio uterino, no de la parte
exterior. La matriz era grande (siete centímetros y medio) para lo que
corresponde á una menopáusica, y descendía poco y mal al hacer traccio-
nes con las pinzas. Las paredes del útero eran gruesas y el raspado puda
hacerle con bastante detenimiento y raspando bastante, á pesar de lo cual
Bólo salieron pequeñas partículas envueltas en los coágulos, que después de
bien lavados recogió para llevarlos al examen microscópico, y cuyas prepa-
raciones histológicas han servido de base á la hermosa conferencia del doc-
tor Gktiérrez. Después del raspado la enferma ha continuado bien y pien-
sa aprovechar la enseñanza del caso en beneficio de la enferma, haciéndola
la histerectomía.
£1 Dr. Becasens se complace en tomar parte en la discusión del intere-
sante caso presentado por el Dr. Gutiérrez, ya que la observación de una
preparación histológica como la que acompaña á la deaeripcióii del aaao pre-
sentado, reviste los caracteres de una verdadera rareza anatomopatológica»
Que la preparación corresponde á un corioma, no cabe la menor duda.
lio
pues no hay en el orcraDismo normal ningún tejido qne pueda confandirse
con laB vellosidades que en él se obserran ; la integridad de la capa celnlar
de Langhaas qne forma en alganas de las rellosidades que en la prepara-
ción se observan una capa verdaderamente continua, envolviendo' á una
masa epitelial con sus células poliédricas características, con sus núcleos
perfectamente teñidos, cree que pueden permitir la aseveración que el co-
rioma e^ una neoplasia de origen exclusivamente ovular, ya que la inte*
gridad de la capa de Langbaus demuestra hasta la evidencia que la proli-
feración es endovellosa y que ninguna parte pueden tener los tejidos deci-
duales en su producción. La falta de elementos conjuntivales en el centro
déla vellosidad, le hacen ver una relación entre este proceso y el molar,
ya que asi en el uno como en el otro es la atrofia y la disolución del tejido
conjuntivo el que precede y acompaña al proceso de proliferación epitelial.
Oree asimismo que la pieza presentada en la sesión de hoy, como otras que
tiene el Dr. Recasens en su colección, permiten afirmar la naturaleza epi-
telial de las células de Langbaus, desechando la idea sustentada por algu-
nos de considerarlas como del tejido conjuntivo modificadas en su forma.
La disolución del tejido conjuntivo del ceutro de la vellosidad se ve bien
en algunas de las que se observan en la preparación presentada por el doc-
tor Gutiérrez, hasta el punto que al observar dicha preparación creyó el
Dr. Recasens que podria tratarse de una mola hidatiforme ; el examen de
otras vellosidades hizole modificar el concepto diagnosticando un corioma,
diagnóstico que corroboró la historia del caso expuesto por el Dr. Ou-
tiérrez.
Si el corioma es benigno ó maligno, no se atreve á afirmarlo de modo
categórico, pero atendiendo á la edad de la enferma y al carácter decidida-
mente maligno que tienen las neoplasiks epiteliales, no vacila en aceptar
la indicación de la histerectomía propuesta por el Dr. (Gutiérrez, ya que
según su opinión, practicándole la operación por vía vaginal, tiene un d9
por 100 de 'pro habilidades de curación, evitándole el peligro que representa
el esperar, ó sea de llegar después tarde á la misma.
PERIÓDICOS
Un cato de pieloeittitlt tratada per el belmitel. — El Dr. Benjamín Romo
publica en La Clínica Moderna, de Zaragoza, el siguiente caso :
cC. B., casado, de sesenta años. Sin antecedentes morbosos en el apara-
to urinario, recuerda tan sólo que hace algún tiempo notaba frecuentes
ganas de orinar, con ligero escozor al final de la micción, que atribuía á la
alimentación especiada de ciertos días ó á ligeros excesos en el uso de be-
bidas alcohólicas. tJn día después' de haberse acostado sin novedad, des-
pertóse súbitamente con deseos de orinar, pesadez en el bajo vientre y
ligeros escalofríos.
La retención de orina era completa y después de varios ensayos infruc-
tuosos, se acentuaron los dolores hipogástricos, extendiéndose hacia la re-
111 '
gión lumbar y sscrocoxigea. Se aplicaron de momento cataplasmas emo-
lientes en el hipogastrio, bafios generales y semicupios calientes, y en riata
de la inutilidad de estofa medios se procedió al cateterismo de la uretra por
medio de una sonda Porges núm. 10, con todas las precauciones de antisep-
flia necesarias en estos casos. Sond» permanente. Dieta láctea. Se prescri-
ben al enfermo unos paquetes con salicitato de fenol (salol), 0*50 centigra-
mos; benzoato de sosa, 0'50 centigramos; bicarbonato sódico, 0'50 centi-
gramos de tres á cuatro paquetes al día.
A los tres días el enfermo no acusa dolores : sigue orinando por la sonda
fija. Análisis de la orina. Gran cantidad de glóbulos de pus. Algunos he-
matíes. Reacción alcalina. El examen bacteriológico demuestra la presen-
cia de estreptococos.
Se diagnostica de pidocUtiti» aguda con praatalitis.
Dos días después se retira la sonda fija. El enfermo pasa veinte horas sin
orinar. Se proceda de nuevo al cateterismo. La orina eliminada es turbia
y Bangui nolenta. El olor, fuertemente amoniacal. Re acuerda retirar la
sonda permanente para evitar el contacto de la mucosa de la vejiga con
el instrumento. La ratección urinaria sigue siendo absoluta.
Se sustituyen los t>aquetes bemoico-saloladoa por la esencia de sándalo en
cápsulas. El enfermo sigue en el mismo astado.
El tenesmo vesical ha aumentado notablemente.
Es preciso sondar al enfermo cada dos horas y la orina eliminada es en
pequeña cantidad y con grandes dolores. Hay reacción febril todas las no-
ches, que llega hasta 89* y décimas, escalofríos y pulso pequefio, frecuente
y deprimido. Se administran grandes y frecuentos lavados vesicales con lí-
quidos indiferentes ó ligeramente antisépticos (agua hervida ó boricada).
Se suprime el sándalo y se prescribe la urotropina en cachets á la dosis de
2 á 8 gramos por día.
El tenesmo vesical se acentúa cada vez más. La introducción de la son-
da produce violentos dolores y el enfermo la desea y la teme al mismo
tiempo. La orina es escasa y presenta los mismos caracteres indicados.
La contracción del cuello de la vejiga continúa y como consecuencia la
retención de orina. Se suprime la urotropina y el enfermo empieza á tomar
seis tabletas de helmitol de 0*5 gramos,
A los trece días, seis tabletas de helmitol. Siguen los lavados — régimen
lácteo— -y administración abundante de líquidos: dos litros diarios de agua
de cebada al interior.
Han disminuido las ganas de orinar, así como el tenesmo y los dolores.
El análisis de la orina acusa una notable disminución en los glóbulos de
pus y desaparición completa de hematíes. Durante una deposición el en-
fermo ha expulsado una pequefia cantidad de orina espontáneamente.
Los deseos de orinar van siendo menos frecuentes cada vez. No se ha
sondado al enfermo más que para los lavados de la vejiga, pues sigue ori-
nando espontáneamente, habiendo desaparecido casi del todo el dolor de
la micción.
El aspecto de la orina ha cambiado completamente : el color es claro y
el examen demuestra la presencia de una pequefia cantidad de leucocitos ;
desaparición del pus y reacción casi normal.
112
Desde esta fecha la mejoría es rápida y la dolencia puede darse por do-
Bxinada. El enfermo continúa tomando seis tabletas de helmitol «hasta los
treinta y cinco días de haber empezado la enfermedad, en que se da de alta.
Lo notable de este caso clínico es la eficacia demostrada por el uso del
helmitol, pues al segundo ó tercer día de su administración y después de
diecisiete días de retención absoluta de orina, el enfermo orinó espontá-
neamente y el análisis y examen demostró por primera vez una doble dis-
minución en la cantidad de pus, que no se había logrado á pesar de cuan-
tos medios se habían empleado. El enfermo se halla actualmente restable-
cido del todo y la restitutio ad integrum es completa ^. — Barabia.
REVISTA EXTRANJERA
80aEDAÍ)ES CIENTÍFICAS
ACADBBl^IA DE MEDICINA DE PARÍS
SeMn dd día 19 de Junio de 1906.
Tiflecolitit y apendicitis. — ElDr. Dibülafot: He sido el campeón más
ferviente de la intervención quirúrgica en la apendicitis verdadera, pero
me he creído en el deber de levantarme contra los errores operatorios y los
de diagnóstico que la histología se encarga de absolver á espaldas de la
clínica. Aseguro al Dr. Cornil que tengo en mucha estima á la histología,
pero yo no puedo tener en cuenta en la clínica lesiones apendiculares que
no constituyen más que una apendicitis microscópica^ es decir, una falsa
apendicitis, una apendicitis dinicamenU inexistente. La argumentación de
loe oradores precedentes se ha movido sobre las relaciones que existen en-
tre la tiflocolitis y la apendicitis, y me han opuesto una colección de excep-
ciones á las cuales podría añadir dos nuevos casos. Pero en cambio se pue-
den citar centenares y más centenares de casos de tiflocolitis mucomembra*
nosa, que han sido seguidos por sus médicos durante muchos afios y que
nunca han tenido la apendicitis. Recuerdo la estadística de Potain de 103
enfermos de tiflocolitis sin haber padecido nunca la apendicitis, y yo afiado
una estadística personal de 200 casos de tiflocolitis, entre los cuales no he
encontrado ni una sola vez la apendicitis. Es necesario que las numerosas
personas que padecen la tiflocolitis y pueden tener una apendicitis, sepan
que esta asociación constituye una muy rara excepción. Yo pido álos ciruja-
nos que me digan cuáles son los síntomas que les autorizan á operar una
apendicitis microscópica; para mí es imposible diagnosticar una cosa que
no existe clínicamente. Mi comunicación creo, en fin, que ha tenido su uti-
lidad, como lo han manifestado con su autoridad los Dres. Le Dentu y Bá-
chelot.
113
Valtr del eteaUl y M Indican an la trina. — Los Dres. Dabsmbkr y Ps-
HOT : El encatol j el indican contenidos en exceso en la orina suponen una
alteración en las funciones del rifión y del hígado. De 600 orinas ezamina-
da8« 18 contenían un exceso de indican azul; de estos 18, 10 pertenecían á
albuminúricos con cantidad de albúmina doeificable y 7 á individuos con
indicios de albúmina. Por otra parte, de estas 600 orinas, 13 contenían un
exceso de rojo escatólico; de estos 18, 7 contenían albúmina dosificable y 4
indicios de albúmina. Por lo xanto, el 95 por 100 de las orinas que conte-
nían un exceso de escatol ó de indican eran orinas albuminosas. Pero como
que Sólo un cuarto de los albuipinúricos observados tenían en sus orinas el
exceso de escatol ó de indican, es de pensar que las alteraciones del rifión
no bastan para explicar estos excesos pigmentarios. Teniendo en cuenta,
por otra parte, que dichos excesos se encuentran en las orinas ictéricas, es
lógico pensar que son necesarias para que se manifiesten alteraciones re-
nales y alteraciones hepáticas. Por fin, de nuestras observaciones se des-
prende que el indican y el escatol urinarios no son debidos á fermentado,
nes intestinales exageradas.
Uo caso de pié de madura nostras.— El Dr. Rbykixb: Trátase de un caso
de pié de madura en un hombre que nunca ha salido de Europa; es el pri-
mero observado en Francia y el segundo en Europa. £1 pié de madura es
nna enfermedad de los países cálidos, donde los habitantes caminan con
los pies desnudos, y está constituido por tumores parasitarios provocados
por micetomas. Los agentes descritos son: el micetoma de granos negros y
el micetoma de granos blancos, el cual es más frecuente. En el caso que
he observado se trataba de un hombre de cincuenta y un afios, que estaba
sirviendo y que nunca había salido de París. En 1892 le apareció una am-
polla en el pié por la que salió un poco de serosidad ; le vio el Dr. Danlos,
pensó en la sífilis y le aplicó puntos de fuego. Dos afios después, el pade-
cimiento fué acompafiado de dolores; en 1908 entró en mi enfermería y te-
nía una ulceración bastante extmia con fístulas numerosas; las articula-
ciones estaban libres; este tumor hacía pensar sobre todo en la posibilidad
de la actinomicosis; pero el tratamiento dio resultados negativos. Hice la
amputación por el tercio inferior de la pierna y los huesos estaban absolu-
tamente sanos, al contrario de lo que se observa en la actinomicosis. En
medio de loe tejidos esclerosados se veían nodulos que contenían en el cen-
tro un grano rodeado de pos. Cada grano se encontraba enroscado á modo
de los excrementos de las lombrices terrestres, y estaba constituido por un
cordón formado por un espeso tejido de tubos de micelio que terminaban
por un abultamiento.
£1 Dr. Lavbbák : La denominación de pié de madura debería desapare-
cer y sustituirse por el de micetoma. Estudiando un tumor no ulcerado de
esta clase, no he encontrado más que el hongo, y ninguna especie de mi-
crobios, contrariamente á la afirmación de algunos autores.
GODIHA GaSTKLLVÍ.
114
REAL SOCIEDAD MEDIOO-QUIEÚRGICA DE L017DRE8
Séiián dü dia 26 dé Junio dé 1906.
Apendicltia y gangrena del apéndice eemo enfermedades distintas. — El doc-
tor </. D, Malcolm dijo que en algunos casos de enfermedad del apéndice
vermiforme, la lesión inicial es la formación de ana placa de gangrena en
la pared de esta parte del intestino; este estado aa asocia machas reces con
una apendicitis que principia en la membrana mucosa, pero que puede
existir independientemente. De una serie de casos de muerte por enferme-
dad aguda del apéndice vermiforme, en una tercera parte próximamente
habla perforaciones de su pared sin el menor indicio de localizacíón del
padecimiento por adherencias. Respecto al tratamiento, conviene vigilar
loe casos en los que la inflamación del apéndice principia por sú membrana
mucosa; pero es imposible operar demasiado pronto ó en los casos de gan-
grena ó complicados con ella.
El Dr. ÁJha Doran aludió á las causas de gangrena del apéndice, en par-
ticular á la obstrucción vascular del meso-apéndice, y citó un caso en el
que existían en el meso-apéndice colecciones de grasa que se atribuyeron
á la nutrición defectuosa y que originaron la obstracción arterial.
El Dr. C, B. Lockwood cree que en el 85 por 100 cuando menos de los
casos, la apendicitis principia por la mucosa. Respecto á la supuesta forma
que empieza en el peritoneo, necesitan tenerse pruebas evidentes de que
no existen ulceraciones. Es probable que las bacterias infecciosas pasen
desde el apéndice por una ulceración superficial de este género y que ori-
ginen la gangrena. Ko puede ser considerada como gangrena espontánea.
El aumento del número de pulsaciones, de la temperatura y de la leucoci-
tosis, son síntomas que pueden existir e%loe primeros periodos de la apen-
dicitis.
El Dr. A. Baldwin refirió un caso de gangrena de loe dos extremos del
intestino, en una anastomosis intestinal, y la comparó á la apendicitis gan-
grenosa, atribuyendo ambas á las bacterias.
Extirpación submueosa de iae desviaciones y espolenes del tabique nasal. —
El Dr. Si, Clair Thomion dijo que el objeto de esta operación es extirpar el
cartílago y hueso que obstruye las fosas nasales en forma de espolones,
pero conservando intacta la mucosa en ambos lados. Los resultados inme-
diatos y remotos de la operación no pueden ser más satisfactorios, porque
se evita la deformidad, no se reproduce la obstrucción y se consigue así
la curación, que no es posible obtener por otros procedimientos.
(Se suspenden las sesiones hasta eltneíde Octubre),
{The British Med, Journal),— F. Toledo.
115
SOCIEDAD DE MEDICINA DE BERLÍN
8eMn del dia 23 dé Mayo de 1906.
De la bldretarapia en las enfarmedadet lofaoclatas fabrllee.— El Dr. S. Mun-
ter, después de haoer una breye resefia histórica de la hidroterapia en los
tiempos pasados, y de recordar que dicho método terapéíitico do ha venido
á desarrollarse de ana manera científica hasta qne Brandt introdujo el
tratamiento de la fiebre tifoidea por el agna fría, hace constar, además, que
deade entonces se viene combatiendo la fiebre, y especialmente la tifoidea,
con procedimientos hidropáticos los más variados. Pero el éxito que con
tales procedimientos se consigne, aunque no puede negarse que es debido
en parte á la sustracción del calor, tampoco cabe atribuirlo exclusivamen-
te á este factor.
Sabemos en la actualidad que la elevación de la temperatura orgánica
auxilia de un modo muy poderoso i la acción que ejercen las substancias
defensivas naturales que posee el organismo; sabemos también que aumen-
ta la alcalinidad de la sangre cuando la fiebre sube de un modo paulatino,
pero no cuando atiende de una manera brusca. Esto no obstante, ensefia
la clínica que la fiebre muy alta ó muy persistente significa para el orga-
nismo un grave peligro. De todo esto sacamos la ensefianza de que, en gene-
ral, la fiebre no debe ser objeto de tratamiento más que en aquellos casos
en que es muy elevada ó de mucha duración.
El tratamiento de la fiebre tiene dos objetos : por una parte disminuir
la producción de calor ; por otra aumentar la emisión del mismo. Este últi-
mo objeto se puede eonsegair mejor que el primero, y precisamente para
lograr tal resultado se presta muy bien el tratamiento hidroterápico. Para
modificar poco la fiebre sirven las afusiones frías; en los casos de fiebre
.elevada están indicados los bafios frescos; sin embargo, hay que tener pre*
sante que estos bafios aumentan la producción de calor y que para un en-
fermo con gran fiebre siempre constituyen un tratamiento muy enérgico,
para el que es preciso que esté bien preparado el organismo. De lo contra-
río se debe ir enfriando gradualmente el baño de 28'' á 20» C. También se
recomiendan las afusiones frías en el bafio seguidas de frotaciones. A los
enfermos que se escalofrían con facilidad, les es más conveniente los bafios
de agua cargada de- ácido carbónico. Es innegable que todas estas prescñp-
ciones ejercen una influencia favorable sobre el corazón, los vasos y el siste-
ma nervioso, y también sobre los órganos digestivos. La mejoría en la cir-
culación se manifiesta por el aumento en la diuresis, que se observa después
del bafio. A pesar de esto disminuye la excreción de urea y de ácido úri-
co, porque se corrige el éxtasis de los órganos y con esto disminuye la des*
tracción de los tejidos.
El autor termina estudiando extensamente la acción de los baños sobre
los diferentes órganos.
RÍBOplastia.— El Dr. J, Israel refiere que en un enfermo que tenía des-
trucción total de la naríz á causa de un lupus, consiguió hacer desaparecer
la deformidad del modo siguiente : por medio del escoplo talló y sacó de la
116
tibia an colgajo oeteoperióstioo, de la misma forma del eondncto nasal; in-
gerto diobo colgajo debajo de la piel del brazo, y caando ya habla prendi-
do bien el ingerto en dicho sitio, transplantó, seis semanas más tarde, un
colgajo cntáneo perióstico, según el ihétodo italiano, ó sea un colgajo pe-
diculado con el brazo fijado á la cabeza. Bl éxito obtenido ha sido excelen-
te. EU método empleado tiene la ventaja de que no deja ninguna cicatriz
en la cara, que proporciona un armazón óseo y que en caso de necesidad
puede Repetirse. Por todo lo cual cree el autor que es el método del porre-
mr.'—{DeuUche Medizinal Zeitung). — E. dbl Yallb.
IMPERIAL T KKélL SOCIEDAD DS LOS MEDIÓOS DE VIBNA
SéHAn dddiaiadé ¿fayo de 1906.
Etelerodermia. — El Dr. Arturo SchülUr presenta una joren de reintiún
afios que, sin antecedentes hereditarios y hallándose al parecer sana, cayó
enferma en enero de 1905 con sensación de frío y palidez de las manos y de
la cara. Atribuyó esta enfermedad á haber estado trabajando por mucho
tiempo en un local frío. En los meses 9iguientes se presentaron dolores en
la espalda y en las extremidades, y la piel de todo el cuerpo se puso more-
na y en muchos puntos rígida y dura. El peso del cuerpo disminuyó mucho
y se suprimió la regla. En diciembre, la dureza de la piel era tal, que casi
todo el cuerpo se hallaba rígido é inmóvil. En la clfhica de Nothnagel le
dieron hasta cinco pastillas de substancia tiroidea al día; con este trata-
miento, asociado á los bafios y al masaje, se consiguió una ligera mejoría.
Desde hace dos meses se encuentra la enferma en la clínica neurológica,
donde le dan dos pastillas diarias de substancia tiroidea y le han. hecho
diez inyecciones intramusculares de fíbrolisina. Con este tratamiento ha
mejorado mucho el estado de la enferma; ha disminuido considerablente
la infiltración rígida de la cara, de los hombros y de los brazos; ha aumen-
tado la moTilidad del espinazo y de las articulaciones de la mandíbula y
de las extremidades, y ha ganado también el peso d^ cuerpo. Además no
se ye que haya avanzado el proceso en ninguna parte del organismo. Oon
el examen radiológico se aprecia una atrofia difusa y muy acentuada de los
huesos, incluso de aquellos que están cubiertos por piel muy poco alterada.
La atrofia interesa más á la substancia esponjosa que á la compacta ; es de-
bida á una halisteresis muy pronunciada, conservándose la estructura fina
del hueso. Por último, merece citarse el hecho de que existen en este caso
el fenómeno de Chwosteck, del facial.
^Preparaciones de etpirtcete pálido. —El Dr. Salomón Ehrmann recuerda
que hasta ahora se ha encontrado el espirocete pálido en todos los produc-
tos sifilíticos, excepto en los gomas terciarios y en la linfangitis primitiva.
En vista de esto, el autor, asociado con Reines y Lipschütz, se ha dedica-
do á examinar el cordón linfático en cuatro sifilíticos. Ahora bien ; después
de exámenes muy detenidos de varias series de cortes, relativas á dichos
casos, han obtenido resultado positivo en dos; sin embargo, difieren algo
117
los oaracteres del microbio de los que se le suelen atribuir, y habrá que
achacar tales diferencias á productos de modificación ó en su caso de dege*
neraciÓB del espirocete pálido.
Aneurisma de la cubital.— El Dr. Hugo dé Frisch presenta una preparación
procedente del mismo enfermo, que ya había hecho comparecer el 27 de abril
á causa de un aneurisma de la arteria cubital, fiste ha sido extirpado, y
para prerenir la objeción de que, por tratarse de un hombre de sesenta y
cuatro años, el aneurisma había de reconocer por causa la arterioesclero-
sis, se sacaran radiografías de las extremidades, y se practicaron varios
cortes en serie del trozo de arteria aferente al aneurisma que se extirpó
juntamente con éste. Lo mismo estas investigaciones que la exploración
muy minuciosa que se ha hecho de todo el aparato circulatorio, no han reve-
lado el menor signo de arterio- esclerosis. Este resultado viene á apoyar la^
hipótesis, fundada en la anamnesia y en la locali^ación del aneurisma, de
que éste debe haber sido producido por traumatismos repetidos con carác-
ter crónico.
Tnmer de la perelén eervicai del etplnaze. — El Dr. Rodolfo Sehreiber pre-
senta un sujeto que ya hizo comparecer hace dos afios con un tumor de la
porción cervical del espinazo.
Este individuo cayó enfermo por Navidad de 1902 con dolores en el hom-
bre izquierdo, que simularon, durante algunas semanas, una afección reu-
mática. En febrero de 1908 estaban las últimas vértebras cervicales un
poco sensibles á la presión, y en la misma zona aparecía algo engrosado el
cuello. Los movimientos de la cabeza estaban limitados. Los dolores no
tardaron en acentuarse hasta convertirse en neuralgias violentas, que se
presentaban, unas veces espontáneas y otras al moverse la mitad superior
izquierda ó al girar la cabeza. Todos los cirujanos que examinaron por en-
tonces al paciente diagnosticaron el caso de espondilitis. El tumor, que entre
tanto se fué desarrollando rápidamente sobre las vértebras cervicales infe-
riores, era bastante consistente y claramente fluctuante. Una corbata, lejos
de ser tolerada, acentuó los dolores -, el paciente se vio obligado á guardar
cama. La morfina fué el único remedio que le aliviaba. En el lirazo izquier-
do se presentaron parestesias, y al poco tiempo una paresia muy acentua-
da con atrofia notable de la extremidad superior izquierda. Un día se pre-
sentaron convulsiones tónicas de todo el cuerpo, después de lo cual quedó
por mucho tiempo una debilidad de todo el miembro inferior izquierdo. A
todo esto el tumor había crecido rápidamente ; mientras en febrero de 1904
el perímetro mayor del cuello medía 86 centímetros, en junio del mismo
afio había llegado á 44 centímetros. Por este tiempo estuvo el enfermo unas
cuatro semanas en la enfermería de Schnitzler, quien ya hacía mucho tiem-
po que venía pensando en un neoplasma. Pero éste, en vez de reblandecer-
se como se esperaba, se fué haciendo más duro, haita adquirir una consis-
tencia ósea. En otoño de 1908 empezaron á calmarse las neuralgias y el
tumor ya creció muy poco.
El paciente pudo abandonar el lecho, desaparecieron todos los síntomas del
sistema nervioso y el estado subjetivo mejoró de un modo visible. En mayo
de 1904 compareció aquí el enfermo. El examen radiológico, hecho enton-
ces por Holzknecht, reveló lo siguiente : en la cara dorsal de la parte infe-
118
TÍor de la porcióa cerTÍcal del espinazo se encontró un tumor óseo, oasi es-
férico, del tamaño de un puño; dicho tumor descansaba por su base en los
arcos y apófisis espinosas do la porción ceryical del espinazo, y en cambio
quedaban libres el condacto yertebral, las apófisis transversas y los cuer*
pos de las vértebras. El tumor contenia en su interior tejido óseo de estruc-
tura laxa y estaba envuelto por una cápsula ósea y compacta de espesor
rariablo, que sólo en algunos. puntos era muy delgada ó estaba perforada.
El estado del enfermo persistió sin ninguna alteración. El tumor desapare-
ció visiblemente 9in ningún tratamiento; en un año se redujo el perímetro
mayor del caello de 44 centímetros 4 87'8, que es la cifra actual. El rebul-
tado del último examen radiológico, hecho en abril dé 1906, es el siguien-
te: Asi como hace dos afios las últimas cuatro vértebras cervicales estaban
envueltas por un tumor constituido por un tejido óseo esponjoso con una
cápsula más compacta, tumor á través del cual era muy difícil distinguir
las distintas vértebras, del tumor óseo del tamafio de un puño sólo se ve
una parte correspondiente en lá cara dorsal de este cuerpo yertebral, mien-
tras que ya no se pueden ver con los rayos X las dos partes que rodeaban
lateralmente las últimas vértebras. En cambio, las vértebras mencionadas
ya no se diferencian ahora, sino que se han transformado en una masa ósea
indescifrable, de grandes mallas y esponjosa. Como en la actualidad pue-
den excluirse lo mismo la caries qne un neoplasma maligno, debe tratarse
de un neoplasma benigno, probablemente de una forma mixta de tumor de
tejido conjuntivo.— ( fFiener klinische Rundichau).'—R. dkl Vallb.
PERIÓDICOS
Infartes de It mama. — El Dr. A. Clark ha publicado un trabajo acerca
del diagnóstico y tratamiento de los infartos de la mama : I."" Neuralgia.
Rara vez se observa infarto, excepto on las mujeres neuróticas jóvenes, las
que creen tener un abultamiento mamario. El tratamiento general y el
convencimiento de que no se trata de un cáncer, son los únicos medios ne-
cesarios. 2.^ Mastitis, La variedad aguda se diagnostica fácilmente por los
síntomas generales febriles. Es puerperal, pero puede observarse en el
cursóle la parotiditis ó durante la pubertad. La mastitis crónica se dife-
rencia más difícilmente del cáncer. Para hacer el diagnóstico suele ser ne-
cesario practicar una incisión exploradora. 8.** Absceso. Cuando es agudo
BU diagnóstico no presenta dificultad alguna. El absceso crónico localizado
puede simular por completo un cáncer y exige la incisión anestesiando an-
tes á la enferma. 4.^ Adenoma y fibroadenoma. El primero está compuesto
de tejido mamario puro, y el segundo de una mezcla de tejido mamario y
fibroso. 5.° Quistes» Son cansas frecuentísimas de infartos^ mamarios, a) El
galactocele ó quiste lechoso se observa generalmente en las mujeres que
amamantan y es un quiste por retención. Su causa más común es una úlcera
del pezón. Tiene próximamente el tamafio de una nuez, es movible, de
forma redonda, está situada cerca del pezón y es únice. Puede desaparecer
119
j
espontáneameDte y aparecer de nueTO. Está indicado el desagüe después
de la incisión. ¿) Quistes de inrolacióiit qne se presentan hacia la meno-
pausia, y son debidos á la obstrucción de un conducto. Contienen un «líqui-
do seroso daro.ó pardo rojizo y viscoso. Suelen estar localizados á mayor
profundidad que el galactocele y su volumen es muy variable. 6.*^ Cáncer.
Existen dos variedades, a) Cáncer acinoso ó glandular, y b) Cáncer del
conducto. Los términos escirro y encefaloide no son usados ya por loe pa-
tólogos. — (British Med. Journal),— ¥. Tolboo.
Neeesidad de las dosis elevadas en determinados eases. — El Dr. L. Einis
recuerda que la acción de^ los medicamentos depende mucho de la dosis, '
aun en personas de la misma edad y sexo, y qne en aquellos casos en que,
empleado un medicamento á dosis pequeñas 6 medias, no produce el efecto
apetecido, se debe aumentar la dosis antes de abandonarlo y de pasar á otro.
En prueba de lo dicho, cita el autor los casos siguientes : uno de reuma-
tismo grave, en el que después de muchos tanteos infructuosos, se adminis-
tró el salicilato sódico, primero á la dosis diaria de 6 gramos y después á la
de 9, consiguiéndose con esta última una curación completa; un caso de
cefalalgia que, después de haber sido tratado inútilmente con la fenacetina,
se curó al fin con este mismo medicamento, con sólo subir la dosis diaria
de 15 decigramos á 86; un caso de fiebre intermitente larvada de forma ce-
falálgica, en el que se estufo empleando mucho tiempo la quinina sin re-
sultado, hasta que se aumentó mucho la dosis del medicamento, con lo cual
se logró una curación completa.
También refiere el autor varios casos rebeldes de pleuresía exudativa,
que se curaron con el salicilato sódico á altas dosis, después de haberlo em-
pleado sin éxto á dosis medias y por mucho tiempo. Puede citar también
muchos casos de psoriasis, en los que la afección sólo cedió á grandes dosis
de arsénico. Por último, refiere varios casos de sífilis de marcha grave que
habían resistido por mucho tiempo aun tratamiento moderado, y en cam-
bio se modificaron favorablemente cuando se procedió con más energía.
(Allgem, Wiener, med. Zeitung), — R. dbl Vallb.
El hierro vogotai.— En una de las últimas sesiones de la Sociedad de Bia-
logia^ de París, se han ocupado los Dres. Gilbert y Lerebonllet de las plan-
tas que~contienen hierro en proporción dosificable, entré las cuales merece
mención especial el rumex criepus; sus raíces tienen, en efecto, la propiedad
de fijar del suelo el hierro, que se transforma en la planta en hierro orgá-
nico en estado de combinación poco estable y se acumula, sobre todo, en la
raíz; por medio del cultivo, modificando la abundancia de hierro en el sue-
lo, lo que se consigne regándole regularmente con una disolución de carbo-
nato ferroso, se consigue aumentar de un modo considerable la cantidad de
dicho metal transformado asi en la planta. Las raices del rumex criepue tra-
tadas de esta manera, llegan á contener hasta 15 decigramos de hierro por
100 gramos. Los Dres. Oilbert y Lerebonllet han empleado el polvo obte-
nido de esta raíz, á la dosis de 1 á 8 gramos, en la clorosis, las cloro ane-
mias y, en particular, en la doro-anemia tuberculosa y en las anemias sin-
tomáticas. Bajo su influencia mejora casi siempre el estado general, ob-
120 ^
seirándose md&ifícftciones hematológicaB importaDies. El rumex crieput^
por 8u grao abundaocia de hierro yegetal en combinación poco estable ;
por la facilidad con que puede aumentarse merced al cultiro, merece «n
lugar especial entre los agentes de la medicación ferruginosa.
(Le Bull. Medical, núm. 48, 1906).^ F. Toledo.
bspral. — Este medicamento, introducido en la terapéutica por Krae-
pelin y Nihil, y recomendado recientemente por ürsteni, Muthmann y
otros, es un alcohol triclorítopropilico, y según refiere el Dr. Pini ha dado
muy buen resultado comq hipnótico y sedante en todos los estados psíqui-
cos de excitación en que se ha empleado en la clínica psiquiátrica de Piiui.
La dosis es de 5 decigramos á 2 gramos por dia, y se administra en pas*
tillas, sellos ó en disolución alcohólica.
No produce ningú^ efecto accesorio de mal género ni tampoco se acumu-
la su acción. Esta es notable en los casos de agripnia melancólica, delirio
alcohólico, delirio hipocondriaco y estados de excitación de naturaleza
epiléptica.
Es digna de notar la acción tónica del medicamento sobre las fibras del
corazón, pues gracias á ella se puede emplear, con buen resultado, en los
casos de miocarditis degeneratiTa. — iOazz> deglú ospedaliX-^R. del Vallb.
Prepladtdes da un suerc tntitifeldea abtenlda de la cabra. — El Dr. Alian
Mac Fadyen ha publicado sobre este asunto un trabajo, cuyas conclusio-
nes son las siguientes : La inyección intrayenosa de la cabra con los jugos
celulares tóxicos del Bacillué iyphoeue, en dosis pequeñas y cuidadosamente
reglamentadas,' produce una endotoxina actiyísima, puesto que Vw centí-
metros cúbicos del suero, neutraliza 80 dosis mortales de la endotoxina ti-
foidea; 8 cent. cúb. del suero normal de la cabra no poseen esta propiedad.
El suero obra cuando se inyecta simultáneamente, pero por separado de
la toxina, y también inyectado al principio de los síntomas tóxicos. I^ ad-
ministración subcutánea es asimismo eficaz. El suero posee no sólo pro-
piedades antiendotóxicas, sino tambi én aglutinantes y bactericidas, y su
acción es en cierto modo específica, puesto que neutraliza la endotoxina
tifoidea, pero no la del cólera.
(Brüieh Med. Journal, 21 abril 1906). — F. Toledo.
Rapidez de abserclón da las medicamentos togún la vía empleada para su ad-
ministración.— ^De los experimentos realizados por los Dres. Meltzer y Auer
con la adrenalina, el curare, la fluorescina y la morfina, resulta que, en ge-
neral, la absorción por el tejido intramuscular es casi tan rápida como por
la Tía intravenosa, y muchísimo más rápida que por la subcutánea.
{Joum. ofexperimen. med,). — (R. del Valle.
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
LOOUEA CONGESTIVA
DOCTOR D. VICENTE 0T8 Y ESQÜBRDO
ReofAlofo 7 MenUlliU á» Madrid.
La doctrina de la unidad etiológica de la parálisis general progre
siva, defendida en la actualidad valiente y tenazmente por la ma-
yoría de los mentalistas franceses, parece que va ganando ci^dadia
mayores prosélitos y tiende con progresivo avance á dominar en
absoluto la noción causal de la peri- meninge- encefalitis crónica, in-
tersticial y difusa, entrevista por Esquirol.
En el último Congreso Internacional de Medicina celebrado en
Madrid, vimos á Brissaud convertirse en paladín entusista y con-
vencido de la unidad siñlitica de todas las parálisis generales. No
faltaron en aquellas sesiones doctrinas más ó menos antagónicas,
como la emocional del malogrado alienista Sánchez Herrero.
Mas no siendo mi propósito examinar en la^ presente nota clínica
los conceptos existentes acerca de la determinación causal de esta
locura orgánica, voy á limitarme á consignar que la unidad etioló-
gica sifilítica, aprobada recientemente por la Academia de Medicina
de París, se encuentra con frecuencia desmentida por la clínica y
que ésta nos sugiere en la solución de problemas diagnósticos como
el que planteó la^ necesidad de desenterrar conceptos nosológicos
sobre los cuales habíamos colocado la losa del olvido, para poder
explicar hechos no razonados y justificados dentro de estas nocio-
nes patogénicas.
Sólo de pasada y como objeción seria contra la doctrina de[la uni-
dad invocaré el dato aportado por Alrheimer, de que el proceso his-
Afio XXX.-Tomo LXXII. -Núm. 940.-28 Julio, 1906. 10
122
tológico de la parálisis general se caracteriza por la presencia de
plasmazellen y mastzellen en el inñltrado perivascular, mientras
que en la síñlissólo existen linfocitos; yeí no menos inconcuso deque
existen casos do parálisis exentos de antecedentes sifilíticos en sus
ascendientes:
Sí« ante estos hechos se invoca el supuesto de que un precedente
en el árbol geneológico del paralitico haya sido siñlitico, entonces
la discusión lógica y razonada no es posible, porque con sentar la
supuesta premisa de que la cromatina de los óvulos de Eva fuesen
infectados por la espirocaeta pálida de Schaudin, tenemos la posibi-
lidad de que toda la humanidad puede ser paralitica por previa in-
fección siñlitica.
Y voy ahora á circunscribir mi pluma á la enseñanza clínica que
motiva el presente trabajo.
Infinidad de veces hevtenido ocasión de observar, en mi práctica
particular y manicomial, enfermos que ofrecían todos los síntomas
somáticos de los paralíticos generales y que sólo por mostrar los
conceptos delirantes de un modo velado y no calcados dentro de
esas clásicas características psicológicas de Falret, me hacían va-
cilar en el momento acerca de la índole paralítica del trastorno
mental y afirmar más tarde en la convicción de que tales pacientes
debían filiarse en otro grupo distinto de frenopatfas.
La evolución del padecimiento vino después en todos estos casos
por mi tratados á confirmar este criterio dualista, marchando la en-
fermedad progresiva y paulatinamente hacia la curación, sin dejar
vestigio ni rastro de la pasada perturbación mental.
Podría insertar aquí varios casos de mi práctica demostrativos de
este aserto, que no harían otra cosa sino dar mayor extensión á este
trabajo, y para no salirme de la concisión en que me propongo des-
envolver mi pensamiento, me limitaré á consignar á grandes rasgos
una de las historias clínicas más concluyentes.
Hace dos años traté uu enfermo de cuarenta años de edad, que
sin antecedentes de familia, ni sifilíticos y con el solo precedente de
rebelde agripnia y acentuada amnesia, ofrecía la siguiente sintoma-
tología : exaltación física, acompañada de ligera paresia y temblor
fibrilar; dificultad en la pronunciación, con fonación algo nasal, y
temblor del orbicular de los labios; desigualdad pupilar; excitación
sexual; insomnio; locuacidad extraordinaria; agitación incohordi-
nada é inconsciente, que le obligaba á no permanecer quieto un mo-
mento, y conceptos delirantes de persecución y negación.
123
De atenerme en este caso á los síntomas somáticos, ligeramente es-
bozados^ seguramente hubiera llegado á la aceptación del diagnós-
tico de la parálisis general; pero, como el delirio era lógico y ra-
zonado, basado en supuesto morboso y en la perturbación cenes-
tésica sufrida por el paciente y además no revestía ni por asomo la
filiación de pueril, móvil, contradictorio é incoherente, de aquí que
yo rechazase de plano la existencia de una parálisis general y me
afirmase en la convicción de habérmelas con una locura conges-
tiva.
Bastaron tres iheses de medicación sedante y revulsiva para devol-
ver la higidez á aquel cerebro y hoy lleva ya cerca de dos años de-
dicado á su profesión, sin el menor desorden ó alteración intelec-
tual, ni aun siquiera con debilitación alguna de su mentalidad.
Repito que pudiera añadir otros casos prácticos, y considerando
<iemo8trativo el expuesto, me abstengo de consignarlos.
La existencia de este dualismo patogénico en las locuras orgáni-
cas fué defendido elocuentemente por Baillarger en el apéndice á
la traducción francesa de la segunda edición alemana del Tratado
de Enfermedades mentales, de Griesinger, y la expresa en los si-
guientes términos (1): < Es cierto que las locuras congestivas son cu-
rables en determinados casos y esta posibilidad de curación consti-
tuye un primer hecho, que será invocado más tarde para separarla»
<le la demencia paralítica primitiva».
Esta noción fundamental en la distinción de un grupo de locuras
similares por la apariencia somática con la parálisis general y di-
ferenciada por el distinto pronóstico, ya que su característica evo-
lutiva se marca con frecuencia por una reintegración en la salud
mental, condición no observada en la otra locura, ha sido en mi
opinión injustamente olvidada en nuestros días, por supeditar en
absoluto las dominantes concepciones nosológicas á los dictados y
enseñanzas del laboratorio, desdeñando y menospreciando el ase-
soramiento de la clínica.
No es posible que el progreso de una rama de la medicina, de una
especialidad, se realice sólo y exclusivamente por las nuevas orien-
taciones marcadas por el laboratorro. Es preciso é indispensable
que estos nuevos derroteros se hermanen y compenetren con los re-
sultados de la observación clínica, para que el avance sea estable,
duradero é inconmovible, porque si uno y otro caminan divorciados
<1) TraiU des Moladles Mentalss. Griesinger, Parla, 1865. pig. 786.
124
y aislados» cábenos la casi segura probabilidad de no lograr una
positiva conquista beneficiosa á lc^salud|del paciente, única deman-
da que la humanidad doliente reclama de nosotros.
Asi pues^ yo estimo y|afirmo que es necesario en nuestros dias el
hacer resurgir la doctrina de Baillarger y conceder un puesto aisla*
do en la nosología frenopática á sus locuras congestivas, si preten-
demos librarnos de un seguro fracaso pronóstico, porque confundi*
das dentro del criterio de la unidad etiológica siñUtica, con un gru-
po de frenopatías incurables y además mortales en breve plazo, e»
positivo que la ulterior marcha de la enfermedad contradirá nues-
tras afirmaciones pronóstici^.
No negaré que entre las locuras congestivas y la parálisis gene-
ral, existen muchos puntos de contacto y diversos lazos de unión.
El primer período de esta última enfermedad, y especialmente en las
que revisten la forma maniaca ó de excitación maniaca, hállase
marcado por una fase esencialmente congestiva. Ya Doutrebente
indicó á mediados del siglo pasado que las congestiones [cerebrales
en los ascendientes se traducen en los descendientes por la determi-
nación de la parálisis general. Bn el Congreso de Copenhague; de
1884, demostró Regis la existencia de lesiones orgánicas cerebrales
en los ascendientes de la mayoría de los paralíticos. Y podría aña-
dir otros datos y observaciones demostrativos del parentesco exis-
tente entre ambas locuras, acerca de los cuales no insisto por con-
siderar sobrados los expuestos.
De todos modos, é independientemente de este lazo de unión, de-
muestra la clínica la imprescindible necesidad de individualizar en
territorios nosológicos no conexos estas dos formas de afecciones
mentales, y que esta^islinción es importante y conveniente para el
clínico, bien probado queda con lo indicado anteriormente.
Para terminar, sólo consignaré á modo de conclusión, que precisa
reservar en las clasiflciones psiquiátricas un puesto independiente &
la locura congestiva de Baillarger, para no desmentir las enseñan-
zas de la observación clípica.
-^MP<^-
125
HEMILARINGEGTOMIA POR CÁNCER LARÍNGEO
POR KL
DR. D. LUCIANO BARAJAS
Oto-rino-Urinfólofo de U B«aefie«nela Maniclpal de Madrid.
Tiempo hace que el tratamiento quirúrgico del cánper laríngeo va
tomando en España sólida cimentación, comenzada con grandes
«.lientos por mi querido maestro D. Federico Rubio en el último ter-
cio del siglo anterior, y continuada bastante posteriormente por los
laringólogos y cirujanos modernos Dres. Sota y Lastra, Cisneros,
Botey y algún otro que sentiré no recordar, imponiendo^sus ñrmes
convicciones cientiñcas contra el anatema general, que sólo consi*
deraban estas intervenciones como temeridades quirúrgicas.
Aunque es un hecho indiscutible para los laringólogos la necesi-
dad de las intervenciones prontas en los tumores malignos del órga-
no fonético, voy á molestar brevemente la atelición de los lectores
de la Revista con un caso clínico que demuestra una vez más las
ventajÍEis (\o estas intervenciones en enfermos que fatalmente están
condenados á sucumbir y que pueden sustraerse de tan infausto
destino si el médico general les aconseja sabiamente una interven-
ción quirúrgica tan pronta y extensa como se.a necesaria.
La enferma objeto de esta historia clínica (1) es una muchacha de
veinticuatro años de edad, natural de Córdoba, mal nutrida desde
niña, con la triste herencia de haber muerto sus padres tuberculo-
sos, de treinta y cuatro y treinta y seis años respectivamente, con
perturbaciones de gran intensidad en su aparato respiratorio; obli-
gándola á permanecer largas temporadas en el campo, pues en el
momento en que volvía á la ciudad volvían á presentársele todo el
cortejo de síntomas alarmantes, de tos, expectoración, cansancio y
desnutrición, que ponían en grave riesgo su desmedrada natu-
raleza.
Posteriormente la ronquera, como síntoma insólito, fué tomando
ex tensas proporciones, hasta que, coincidiendo con la aplicación de
un cáustico, aquélla se acentuó de un modo más pertinaz é intenso.
(1) Faeron presentadas la paciente y la pieza anatómica con sus prepa-
racionesjhistológioas correspondientes, en la sesión del 29 de marzo de 1906
del Ateneo üódiooFarmacéatico Municipal.
126
En tal estado se trasladó á Madrid en diciembre de 1905, presen-
tándose en mi consulta pública de la Clínica del Carmen, pudíendo
conñrmar todo lo anteriormente indicado, á más de intensa deco-
loración de piel y mucosas, con disfonia muy acentuada y con gran
disnea laríngea.
Los datos antedichos, su tos quintosa y expectoración sanguino-
lenta, darían el cuadro clínico de una tuberculosa, si el laringosco-
pio no nds proporcionase datos más seguros 6 informes más evi-
dentes, que hiciesen modificar el diagnóstico.
Nada faríngeo existía á excepción de la palidez mate de su muco-
sa palatina; el espejo laríngeo reflejaba un voluminoso tumor duro,,
liso y redondeado, que ocupaba dos tercios de la laringe, que com-
prendía toda la porción glótica y subglótica derecha, sin alcan-
zar al aritenoides ni repliegue ariteno^epiglótico del mismo lado, de-
jando sólo una pequeña hendidura por la porción izquierda que,
merced á un movimiento de báscula del tumor, la ensanchaba al-
gún tanto, en los movimientos respiratorios, para dejar pasar una
pequeña cantidad de aire que á duras penas servía de fluido vital á
esta desgraciada.
Sólo existía, como dato probable de que aquello fuese un tumor
maligno, la parálisis de la mitad derecha de la laringe (signo de
Hunter-Mackenzie) y las hemorragias, pues los demás datos objeti-
vos, euBÍ como la edad, sexo, hábito exterior, falta de ganglios y
abalonamiento laríngeo, con' los antecedentes enumerados, podría»
desviarnos del certero camino, como ocurrió á distintos y muy dis-
tinguidos compañeros que la vieron, cuyos diagnósticos fueron di-
ferentes y ninguno el de epitelioma.
Previa difícil anestesia laríngea, se extrajo un tumor bien profun-
do, que analizado en el Laboratorio de San Carlos por el Dr. Villa,,
dice así : t Sometido á un atento reconocimiento el trozo de tumor
laríngeo que se nos remite por conducto del Dr. Barajas, resulta es-
tar formada su masa por un estroma conectivo y células epitelia-
les. Estas son grandes y en algunas se ven flguras karioquinéticas.
Se agrupan en bandas entre el estroma, en las cuales bandas se
ven algunos leucocitos, y las células tienden á la disposición con-
céntrica. Por todos estos caracteres podemos añrmar se trata de un
epitelioma con tendencia á la formación de globoF».
Con semejante informe propuse la operación radical, que acepta-
da en principio, acogió con menos valor después de la extracción
del trozo destinado al análisis, pues la respiración se hizo mucho
127
mejor y su estado general prosperó notablemente, hasta que el cre-
cimiento asombroso del tumor la hizo recaer en un estado tan de-
sastroso como el primitivo, obligándome á practicar la traqueoto-
mia como indicación urgente.
Una vez aceptada y decidida la operación radical, á los diez días
de la traqueotomia, cuando la enferma no solamente estaba rehecha
por la nueva y exuberante respiración, sino por el tratamiento di-
namógeno empleado (suero, cacodilato, etc.), que habían mejorado
rápidamente su vigor, se practicó la hemilaringectomia el día 1.^ de
febrero, previa sustitución de la cánula ordinaria por la de Tren-
delenburg y en la posición del mismo autor.
Practicada hábilmente la anestesia por el Dr. Redondo, y con
¿4 aparato de su invención, modificación del de Ricord, que se
adapta perfectamente á la cánula, y con la presencia y cooperación
de los doctores y ayudantes Sres. Fábregas, Robles, Sánchez Calvo,
Díaz Gróngora, Bueno, Prada, etc , se comenzó la operación incin-
diendo la piel del cuello en su linea media por un corte vertical que
partía del hioides, llegaba hasta muy próximo de la herida traqueal,
que previamente se hizo, y con otro corte perpendicular al extremo
superior del primero, que comprendía la piel, aponeurosis y masas
musculares hasta el borde anterior del esternocleidomastoideo, se
fué descubriendo toda la mitad de la laringe á punta de tijera hasta
dejarla completamente limpia y denudada.
Partido con fuertes cizallas el cartílago tiroides en su línea me-
dia y separados los dos trozos laríngeos, anestesiando el fondo
con una solución de cocaína, adrenalina y fenol, limpiando con esto
la laringe y evitando los reflejos, pudimos observar la presencia de
un tumor muchísimo más voluminoso que lo que acusaba el larin-
goscopio, pareciendo imposible que cupiese en aquella pequeña caja
cartilaginosa, y prícipalmente en el ventrículo, que era el punto
más principal de su implantación.
Con la hemostasia más absoluta se seccionó la membrana crico.
tiroidea y tirohioidea,se extirpó toda la lámina derecha del cartílago
tiroides con el aritenoides correspondiente en unión de toda la in-
mensa masa tumorosa, que próximamente tendría el tamaño de una
nuez gorda, separando la porción posterior del esófago con gran
cuidado, para lo cual previamente introduje una sonda esofágica
que me servía de guía, dejando el cricoides en su totalidad, puesto
que ni remotamente se hallaba invadido^ y utilizándolo, por tanto,
como gran armazón para la restante laringe.
12S
Cauterizada la superficie cruenta con cloruro de zinc al 10 por
100, se hizo un detenido reconocimiento de la gran cavidad traumá-
tica, viendo la perfecta normalidad en los tejidos colindantes.
Las neumonías por deglución consecutivas á los grandes trau-
matismos en la laringe, 6 sea el paso de productos sépticos al pul-
món desde la zona operada, ha sido el mayor contingente que ha
determinado la mortalidad en estas intervenciones, hasta que Pe-
rier y Gluck han ideado un método operatorio que aisla ambas zo-
nas, valiéndose de una barrera orgánica, ya sea con piel en las he-
milaringectomlas, ya sea suturando la sección transversal de la
tráquea á la piel del cuello en las extirpaciones totales.
Aprovechando pensamiento tan laudable, que ha disminuido el
contingente de mortalidad desde un 52 por 100 por el año 1881, y
un 46 por 100 en el 91, hasta 8 por 100, según comunicó en el Ck)ngre-
80 internacional de París de 1900, y que posteriormente ha descen-
dido á un 5; pero tratando de modificar algo el procedimiento :
1.^, por ser la zona cruenta más pequeña en virtud de dejar el cri-
coides; 2.^, para poder cerrar completamente tanto la herida tra-
queal, como la laríngea, circunstancia que no ocurre en el procedi-
miento deGlück; y S.^porque exigía menos cuidados, -á mi entender,
el aparato resoiratorio de esta enferma, que llevaba diez días de
amplia respiración sin protestas bronquiales, decidí en virtud de las
razones antedichas, utilizar método tan sabio, empleando, como
digo, un procedimiento especial, que consistía en trazar un colgajo
triangular de piel del lado operado con el vértice en la porción in-
ferior, y después de ran versado, adaptarlo á la superficie cruenta y,
suturando su base al cricoides y porción posterior de la laringe, lle-
gando á alcanzar hasta la fosa piriforme. Tal procedimiento, que en
el cadáver había resultado bien, aquí no pudo utilizarse por retrac-
ción del colgajo y desprendimiento al segundo día, quedando, por
tanto, la superficie cruenta dentro de las condiciones normales de
la práctica corriente.
Se hizo la cura, colocando tapones de gasa y algodón con fiador
en el anillo cricoideo, rellenando de gasa la laringe y dejando la
herida abierta. Alimentación por sonda nasal permanente, y posi-
ción en la cama con gran declive en la] cabeza y extremada eleva-
ción en los pies. Sea por la posición, portel buen estado del aparato
respiratorio, no tuvo la menor perturbación en su convalecencia, ni
pasó la temperatura de 37^,2, á excepción de una alteración gás-
trica, que cedió con un purgante.
129
Se retiró la cánula de Trendelenburg al quinto dfa^ sustituyéndola,
por una cánula ordinaria; se suturó la herida laríngea en dos ca-
pas, muscular con catgut y piel con seda, estando la enferma levan-
tada, hablando de modo inteligible y con la cánula tapada á los
quince días, en cuya situación continúa actualmente, habiendo re-
gresado á su pueblo completamente curada de su laringe y con su
estado general espléndido, que aleja bien claramente la idea de
toda tuberculosis, antes sospechada, que ni la clínica ni el micros-
copio confirmó.
Este caso tiene una circunstancia especialisima y rara, que es
precisamente la edad de la enferma, que la distingue de la gene-
ralidad, y otra también muy especial que he observado en algu-
nos casos de epiteliomas laríngeos en enfermos jóvenes, que sus
individuos son endebles y raquíticos, en oposición á las condiciones
de robustez y vigor que suelen concurrir en los cancerosos de cin-
cuenta años en adelante, activándose en estos jóvenes todas las es-
casas resultantes de las fuerzas de su nutrición en la evolución rá-
pida de la neoplasia, circunstancia por la que he visto con más ra-
pidez y constancia la reproducción tumoral en ellos que en los vie-
jos. Esto abona las intervenciones extensas cuanto sea posible, y
que me declare altamente partidario de las resecciones parciales ó
totales de la laringe y nunca de las laríngotomías, á pesar de las
bondades y proclamas de Semon, que seguramente es su más ar-
diente defensor.
Como no es mi objeto en la presente historia clínica entrar en
otras disquisiciones, y solamente utilizar lo que enseña la enferma
en cuestión, he de hacer constar los beneficios positivos acaecidos
por dividir la operación en dos tiempos (traqueotomía y resección la-
ríngea), dejando entre ellos un lapso suficiente para adaptar el apa-
rato respiratorio á los nuevos estímulos.
Al molestar vuestra atención sólo me propuse añadir un factor
más á la estadística de la cirugía laríngea, procurando contribuir
al convencimiento de algunos espíritus rehacios que miran como
osados atrevimientos estas intervenciones, olvidándose que con
sólo restar un individuo á la fatal ley á que se halla condenado el
canceroso, debe intentarse esta lucha, con más grato entusiasmo
cuanto mayores sean los éxitos conseguidos, que cada día van sien-
do más evidentes.
130
BIBLIOGRAFÍA
MR Bt MCTOa
D. SINFORIANO GARCÍA MAN8ILLA
OcollttR del Hospital Generml y Hospicio. Profator d« Oftalmoloffa en la Paenltad
de MedieÍBA de Madrid.
I
I. Alouhos datos olíhioos sobbb rl nitrato dr plata, protabool t arot-
ROL, por D. Emilio AI varado, de Valladolid.
II. ¿EZIBTRH LA IRITIS T BL OLAUCOMA DIABÉTICOS? por el mismO AUtor.
I
El Dr. D. Emilio Alvarado, reputado oftalmólogo de Valladolid,
ha reproducido en un folleto de 32 páginas un trabajo publicado en
loñ Archivos de ofialmologia hispanoamericanos^ sobre el nitrato de
plata y las modernas sales de este mismo metal.
Este artículo es una rectificación al Dr. Darier, de París, partida-
rio de que se sustituya ei clásico nitrato de plata, tan eficaz para el
tratamiento de muchas afecciones de la conjuntiva, por el argirol,
protargol, etc.
El Dr. Al varado, deseando conocer la opinión de los oculistas, res-
pecto á si daban la preferencia al nitrato de plata ó á las sales mo-
dernas de este metal, se dirigió á multitud de comprofesores, y de 31
que contestaron, 30 prefieren el nitrato de plata.
En el folleto que analizamos, el autor expone la opinión de otros
muchos oftalmólogos que prefieren la vieja sal de plata, entre los
cuales se citan Richery, Scrini, Morax, Abadie, Soemisch, etc.
En este trabajo el Dr. Alvarado refuta los argumentos que el doc-
tor Darier hace para considerar preferible el argirol al nitrato de
plata, tanto en lo relativo á la intensidad del dolor que estos medi-
camentos producen, cuanto á su acción microbicida.
El autor opina que el nitrato de plata es aún insustituible en el
tratamiento de la oftalmía purulenta de los recién nacidos.
No obstante la defensa que el Dr. Alvarado hace del nitrato de
plata, no rechaza el uso de las modernas sales argénticas, sino quei
por el contrario, las emplea en algunas enfermedades, entre ellas laa
inflamaciones del saco lagrimal, las blefaritis y las conjuntivitia
agudas ó crónicas, cuando existen ciertas intolerancias especiales
para el nitrato argéntico.
Damos nuestro más sincero aplauso al Dr. Alvarado por la feliz
131
defensa que hace de uno de los medicamentos más eficaces que po-
seemos en la terapéutica oftalmológica, y sin el cual difícilmente
trataríamos las conjuntivitis purulentas.
II
•Otro trabajo del Dr. Alvarado es la comunicación hecha á la se-
gunda Asamblea anual de la Sociedad Oftalmológica hispano-
americana.
El autor hace dos preguntas de gran interés. La primera es la de
si existen la iritis y el glaucoma diabéticos, y la segunda es la de si
debe practicarse la iridectomia en el glaucoma de los diabéticos.
Respecto á la primer pregunta, el autor la contesta en sentido afir-
mativo, citando tres historias de diabetes C9mplicadas con iritis ó
con glaucoma.
Expone además la opinión de Stefan, Lagrange, Chevallereau, et-
cétera, que han observado también casos de iritis y glaucomas de-
pendientes de la diabetes sacarina.
Cuanto á la segunda pregunta, el autor la contesta también en
sentido afirmativo, apoyándose en la autoridad de Graefe, Stoeber,
Galezowski, etc., partidarios, no sólo de que«e practique la iridec-
tomia en los diifbéticos, sino también de que se extraiga la catarata
en ellos.
Desde luego opina que no debe operarse á los diabéticos cuando
han llegado al marasmo.
Este trabajo del Dr. Alvarado es tan interesante como todos los
suyos, y debe ser leido con suma atención.
REVISTA ESPAÑOLA
80GIRDADES CRNTlFIGAS
REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADRID
Setián del día 2 dé Junio de 1906,
Etsfagotcopio. — El Dr. Espina, en nombre del Dr. Tapia, presenta nn
eBofsgoscopio inyentado por este profesor, ocupándose con este motivo de
loe últimos perfeccionamientos de este aparato, que ha llegado á seryir
para el diagnóstico á la vez que para el tratamiento.
Da noticia de un caso de esofagotomia con extracción de una moneda
132
deglutida por nna nifia, en la que el cuerpo extraño se había detenido en
el cardias, manifestando que la extracción habii^3Ído hecha con dicho apa-
rato por el Dr. Goyanes, en menos de dos n^inutos, sin producir el menor
traumatismo á la niña, que salió inmediatamente de la clínica, sin necesi-
dad de someterla á tratamiento posterior ninguno.
Preséntala fotografía de otro caso, en que se trataba de un tumor de la
corvadura menor del estómago, operado con buenos resultados.
Consideracionet pategénicas sobre dos casos de hidrosalpinx. — El Dr. Rb-
OASBNS : Los motivos que me han inducido á presentar á vuestra conside-
ración loa dos casos de hidrosalpinx anunciados, son el haber podido se-
guir el curso de su formación, y si bien el hidrosalpinx es una enfermedad
frecuentemente observada, no es común poder seguir su evolución forma-
tiva. Estos casos me han de servir para hacer algunas consideraciones de
orden anatomopatológico y patogénico, ya que las ideas sustentadas en los
libros clásicos no tienen ni la claridad ni la unanimidad necesarias para
poder considerar este proceso como suficientemente estudiado.
Trátase de dos enfermas reoperadas á los pocos meses de haber sido la-
parotomizadas por procesos genitales. La primera enferma padecía hace dos
años una retroversión. adherente del útero, que traté por el acortamiento
intraperitoneal de los ligamentos redondos; las trompas en aquella fecha
tenían una situación retrou terina; pero aun cuando afectadas de un proce-
so per isalpingi tico concomitante con la perimetritis, ofrecían el pabellón
completamente permeable, por cuyo motivo decidí su conservación. La cu-
ración operatoria se realizó sin accidente alguno, y aun cuando el útero que
dó en su posición completamente normal por efecto de la operación, se puede
afirmar que no llegó á considerarse nunca curada del todo, ya que los dolores
que la indujeron á venir al hospital continuaron con nna intensidad casi
igual. Las menstruaciones, que al poco tiempo de operada parecían ser me-
nos dolorosas, volvieron á producir crisis tales, que á los cuatro meses de ser
dada de alta volvió á solicitar nueva operación que la librara de sufrimien-
tos. Reconocida, pude observar que el útero se mantenía en la ante versión en
que le había colocado yo con el acortamiento de los ligamentos redondos ;
pero á los lados del mismo se percibían de modo claro dos tumoraciones :
la derecha ocupando el fondo de saco de Douglas, y la izquierda remon-
tando hasta las proximidades del ombligo.
A pesar de reconocer que se trataba de una salpingitis quística, rehusé
de momento practicar la operación, y sometí á la enferma al tratamiento
por el reposo, las irrigaciones vaginales calientes y el ictiol intus et extra.
Ninguna mejoría experimentó la enferma, y cuatro meses después, ó sean
ocho desde la primera operación, reabrí el vientre, encontrando dos hidro-
salpÍQX voluminosos : el izquierdo, libre por completo de adherencias, es-
taj[>a como flotando en la cavidad abdominal, entre las asas de intestino
delgado, en tanto que el hidrosalpinx derecho ocupaba el fondo de Dou-
glas y se hallaba íntimamente adherido á los órganos vecinos.
Como quiera que los ovarios presentaban asimismo alteraciones flogísti-
cas y que el perimetrio estaba muy alterado por la inflamación, practiqué
la castración total, curando ton ello completamente la enferma.
El segundo caso, muy parecido á éste, ha sido operado y reoperado en
133
este mismo curso. Se trata de nna joven de dieoifiéis años qne, á coDseonen-
cia de una gonococia, padecía ana perimetrosalpingitis, qnistica, en el lado
isquierdo y catarral en el derecho; por tratarse de una joven de tan pocos
afiOB no quise practicar la castración total, y extirpé la trompa qnistica y
el ovario de este mismo lado y respeté el lado derecho, reseqné el pabellón
tnbárico, qne estaba pclnido, y formé uno nuevo, incindiendo ampliamen-
te la cara superior del oviducto y suturando exactamente la serosa con la
mucosa, dejé el ovario en su sitio, y después de fijar de modo temporal el
litero en situaciÓ9 normal, cerré la cavidad del vientre. Al igual que en el
caso anterior, la curación operatoria fué rápida, pero los dolores continua-
ron, apareció la menstruación muy dolorosa y á los dos meses se pudo no-
tar, por el tacto combinado, la existencia de un tumor salpingo-ovaritico
formado en el troco de trompa quer habíamos dejado y por el ovario 9un-
tiguo.
Después de un mes de tratamiento médico, y en vista de su ineficacia»
procedimos á una nueva operación, encontrando un voluminoso hidrosal-
pinx formado en la trompa, que conservamos, y un voluminoso absceso in-
traovárico. Procedimos, en vista de estas lesiones, á la castración total, y
la curación definitiva se logró, aun cuando signifique ella la mutilación
genital, sensible siempre, pero mucho más en un caso como el presente, en
qne casi puede decirse que no habia entrarlo esta joven en el período de su
actividad sexual. »
Estos dos casos ponen una vez más sobre el tapete la cuestión tan deba-
tida de la cirugía conservadora en los casos de lesiones flogísticas de los
anejos, pero esto será cuestión de otra comunicación; hoy sólo quiero ocu-
parme del concepto anatomopatológico y patogenético de esta afección, y á
modo de inciso diré, que cada día soy más conservador en ginecología, en
el sentido de evitar las operaciones, pero que una vez bien puesta la indi-
cación y llegados al extremo de abrir el vientre, soy de día en día más ra -
dical en la exéresis, pues por algunos casos que he logrado con la cirugía
conservadora que se haya hecho más tarde embarazada la mujer, son mu-
chos los que han sentido luego remordimientos de no haber extirpado todo
lo enfermo, pues el fin que se habían propuesto las mujeres al dejarse ope-
rar no lo han logrado, ya que los dolores han persistido y en algunas, como
en les casos actuales, han tenido qne sufrir una segunda operación, que se
hubiera evitado á haber sido más radical en la primera.
Examinados macroscópicamente, presentaban estos hidrosalpinx la for-
ma y disposición de todos los tumores de esta clase; sus paredes, adelgaza-
das hasta el punto de permitir reconocer por transparencia el contenido
seroso de los mismos con los pabellones tnbáricos ocluidos y con acoda-
mientos en la porción interna de la tuba, que impedían que se vertiera su
contenido en la cavidad del útero.
Examinadas al microscopio sus paredes, no daban lugar á duda alguna,
respecto á ser la distensión de las paredes tnbáricas las que producían la
colección quística, sin que interviniera en ello proceso neoformativo algu-
no. La serosa, ligeramente inflamada, estaba en un hidrosalpinx (el izquier-
do de la primera enferma) completamente libre, en tanto que los otros
presentaban adherencias por neoformaciones pentonitiGaa que sujetaban
134
la trompa á los órganofi vecinos. La capa muscalar se yeia adelgazada con
sus elementos oelnlares de fibra lisa distendidos, y los núcleos alargados y
aplicados exactamente á la cubierta de 1 a célala; muchas fíbrocélnlas pare-
cían anadeares; el tejido conjantivo no presentaba sefiales de prolifera-
ción, ni en ningún punto de esta capa se reían agrupaciones celulares de-
bidas á infiltración inflamatoria.
La mucosa presentaba el epitelio plano, más parecido por su disposición
á un endotelio que á la forma cilindrica ciliar de la mucosa de la trompa
normal ; en algunos puntos se podían ver repliegues mucosos, restos de las
franjas tubáricas, que se hallaban recubiertas por un epitelio más alto que
el que cubría el resto de la mucosa.
En realidad, por el examen microscópico no puede en modo alguno colo-
carse este proceso anatomopatológico con los que caracterizan la inflama-
ción, y sin embargo, por la evolución y etiología del proceso no puede ser
colocado en otro punto más que entre las inflamaciones.
¿Cómo explicar en el terreno patogenético esta anatomía patológica tan
distinta del hidrosalpinx con Ips otros procesos de naturaleza fiogística que
se observan en las trompas? Examinando la anatomía patológica de los
piosalpinx, vemos que en ellos, si bien el proceso de obturación del pabe-
llón y de oclusión del extremo interno de la trompa es exactamente igual
al del hidrasalpinx, en el espesamiento de las paredes del ovidncto, en las
infiltraciones embrionarias, en la hipertrofia do las paredes vasculares,
principalmente de la túnica media de las arterias, y en la hiperplasia de los
elementos fibrocelulares, as diferencias son enormes. Por otra parte, la
mucosa en el hidrosalpinx ha cambiado su epitelio cilindrico por uno pla-
no, en tanto que en el pioSalpinx, aparte de las pérdidas que de ésta" cu-
bierta se encuentran en algnnos puntos, en el resto se hallan las mismas
célalas cilindricas que en el estado fisiológico; además, él corion mucoso se
encuentra engrosado y con infiltraciones abundantes embrionarias que se
extienden más allá de la túnica mucosa. ¿Es posible que con diferencias tan
marcadas en el sentido anatomopatológico podadnos aceptar que sean pro-
cesos análogos el hidro y el piosalpinx, sin más diferencia que la intensi-
dad de la reacción al agente infectante productor? Creemos que no es acep-
table esta hipótesis. La idea admitida por Robson de que el piosalpinx re-
presenta la evolución final de un piosalpinx que se produce por reabsorción
de los elementos sólidos del pus, no tiene justificación clínica ni anatomo-
patológica ; la evolución de los casos que presento ii|dican de un modo evi-
dente que los tumores salpingianos que se desarrollaron después de la pri-
mera operación fueron desde el primer momento de la misma naturaleza
serosa con que les encontramos al practicar la segunda operación. Por otra
parte, la reabsorción de los elementos figurados de una colección purulenta
y la conversión del pus en serosidad, no ee observa en ninguna parte de la
economía ni en ningún proceso, siendo, por el contrario, lo que se observa
el espesamiento de las colecciones purulentas por reabsorción de los ele-
mentos líquidos.
Examinando la etiología de gran número de enfermas de este proceso, en-
contramos en muchas datos fehacientes de infecciones gonocócicas y puer-
perales; en algunos casos hemos visto coexistir el proceso salpingítico puru-
-4
I
135
lento de un lado con el hidroBalpinx del opuesto. Envarias ocasiones hemos
hallado datos precisos de peritonitis pelriana de origen apendicular, sin
antecedente gonocócico ni puerperal alguno, en enfermas que preseotaban
hidrosalpinz yoluminosos.
Del examen anatomopatológico de las lesiones, asi como del estudio
reaccional que las mucosas tienen para los distintos afectos infectivos, prin-
cipalmente el gonocócico y el estreptocócico, desechamos la idea de qae el
hidrosolpinx pueda ser una inflamación intracavitaria de las trompas, ya
que en ningún caso encontramos los síntomas reaccionales que la mucosa
produce en presencia de los agentes microbianos determinantes de la infla-
mación.
Nosotros no podemos en modo alguno negar la influencia que estos agen-
tes tengan en la producción de la enfermedad qae estudiamos, pero consi-
deramos su acción como indirecta. En todos los casos de inflamación aguda
pelri-anexial que hemos operado, hemos hallado, á cierta distancia de los
puntos en que el proceso floglstico asentaba, colecciones serosas más ó me-
nos enquistadas, resaltado no directo de los agentes microbianos, sino pro-
ducidos por la acción qnimiotáxica de los productos segregados por dichos
agentes ; son exudaciones debidas á agentes químicos de procedencia micro-
biana, pero no resultado de la acción directa de los agentes yíyos; estas co-
lecciones líquidas á distancia del foco inflamatorio no dan nunca en culti-
▼06 apropiados colonias microbianas. 8u naturaleza amicrobiana se com-
prueba asimismo por la ineficacia de las inoculaciones practicadas en el pe-
ritoneo del conejillo de Indias, si bien no puede negárseles una acción irri-
tante manifiesta.
Ahora bien, dada la existencia de pelriperitonitis y de perisalpingitis en
la casi totalidad de casos operados por nosotros, y teniendo en cuenta las
obseryaciones en que una apendicitis ha determinado por vecindad la pro-
ducción de un hidrosalpinx, creemos que la patogenia de la hidropesía tu-
bárica hemos de hallarla en los agentes químicos, que ya la secreción, ya la
muerte de ciertos agentes microbianos, ha puesto en contacto con las es-
tructuras tubáricas.
La comprobación de esta patogenia exige nuevas investigaciones de or-
den biológico que espero poder realizar en breve. Hoy por hoy sólo me
atrevo á negar la similitud patogenética de los procesos hidrosalpingíticos
con los del piosalpinx, considerando á éstos como resultado directo de los
agentes microbianos y á aquéllos como consecuencia indirecta de los mis-
mos por la acción de los venenos químicos segregados por ellos.
ACADEMIA MKDICO-QUIRdBGICA ESPAÑOLA
8é9ián del dia 28 de Mayo de 190C.
Anatomía normal del oído.— El Dr. Tapia: El estudio hecho por el doctor
Villa en la anterior sesión es perfecto y de indiscutible utilidad, porque si
en términos generales se puede ser excelente cirujano siendo mediano ana-
1
136
tómico, tratándoee de oídos hay que ser nn perfecto aDatómico para poder
ser buen cirujano.
Conforme con él en lo que se refiere á la posición del facial y de loe con-
ductos semicirculares, aprovecha las nociones anatómicas para marcar de
un modo preciso el sitio por donde debe abordarse el laberinto para su tre-
panación. Analiza los procedimientos de Janeen, Hinsberg y Botey ; en
atención á las Tecindades anatómicas no es partidario del primero, y afirma
que el último es el preferible, tanto más si se emplea el protector de Bour-
gnet, aparato basado en el dato anatómico de que el borde inferior del con-
ducto semicircular externo está á tres milímetros por encima de la yentanja
oyal ; por lo tanto, una lámina metálica pequefia que llcTe un tacón para
' empotrarse en la Tentana oral, punto de referencia, y una escotadura de
tres milímetros por encima para dejar sitio al trépano, sujeta á un mango
de curra apropiada, permite caer en el sitio preciso sin temor de herir el
facial.
Respectó de la situación de la yugular y de la. carótida, hay que hacer
constar la frecuencia de sus anomalías, sobre todo de la primera, hasta el
punto de citarse multitud de casos en que se han herido aun operando con
las reglas clásicas ; él tiene un temporal en el que la yugular, cubierta de
finiñma capa ósea, eleva la pared postero inferior de la caja y no habría
sido posible hacer la miringotomla sin herirla/
El Dr. Villa, en vista de la conformidad habida entre Tapia y él, nada
tiene que decir.
Dos casos de Alcera gástrica crónica no hallada.— El Dr. Yaque: Los casos
de que va á ocuparse son los que presentó á esta Academia en la sesión de 8
de abril. C. L., de treinta y siete afios, de Madrid, soltero, cesante, poco
ordenado en su vivir, de intemperancia alcohólica anterior habitual y de
temperancia absoluta actual, obligado pqr el sufrimiento, se presentó en su
consulta en 18 de marzo de 1908. Su padre murió de cincuenta y nueve
afios, á consecuencia de angina de pecho, y su madre á la misma edad, de
cáncer de la mama; tiene como antecedentes personales los infantiles co-
munes y blenorragia á los quince años; la enfermedad actual comenzó ha-
cía catorce afios por pesadez gástrica á temporadas y á las tres ó cuatro
horas de comer, que cesaba tomando bicarbonato de sosa, pero que fué
luego haciéndose progresivamente mayor, sin que éste las aliviara, apare-
ciendo vómitos raros, pocas veces alimenticios y casi siempre de aguas
agrias, cuya expulsión calmaba el sufrimiento; las temporadas de moles-
tias fueron cada vez más largas y cercanas , teniendo un afio antes de ser
observado, un vómito negro. Cuando le observó, el dolor era continuo, no
había vómitos, existía gran estreñimiento, el vientre estaba retraído, había
puntos dolorosos epigástrico y dorsal, defensa muscular en la parte izquier-
da y superior del epigastrio, estómago no grande á la percusión y con bazu-
queo bien perceptible.
Se le diagnosticó de úlcera simple en plena actividad,' y se le dispuso
régimen lácteo exclusivo, alcalinos á altas dosis y nitrato de plata en solu-
ción, advirtiéndole del peligro de una hemorragia si comía. Lo hizo y so-
brevino ésta en forma de gran hematemesis, y entonces se regimentó seve-
ramente, obteniendo con ello, y el bismuto á altas dosis, mejoría grande
137
I
pero poco estable, y como no faé posible oonvertir en curación, le indnjo
á aconsejarle la interTención, practicándole el Dr. Cerrera el 24 de no-
viembre de 1905, la gafitroenterostomia por el procedimiento de Roax,
dándosele el alta por curación en 10 de diciembre. Al operar se halló as-
citis moderada, que aunque no habla oiiT^ulación abdominal subcutáneat
aumento de bazo, ni síntoma ninguno de hígado, hubo que relacionar con
algo hepático, por no haber alteración urinaria apreciable; no se encontró
úlcera alguna. Los resultados operatorios no han podido ser más satisfac-
torios : las molestias han cesado, aunque reapareciendo con pequefia inten-
sidad de tiempo en tiempo, no impidiéndole su trabajo, y ha ganado de
peso notablemente.
J. G. M., de yeintiún afios, de Madrid, soltero, dependiente de comercio
y de temperancia absoluta, lo vio Yagüe en septiembre último. Su padre
murió á los cuarenta y siete afios, de congestión cerebral, y su madre á los
cuarenta y cinco, de repente; padeció las eofermedades de la infancia, y di*
cele haber sido gástrico de siempre, pero sufriendo desde hace un afto
grandes dolores de estómago en cuanto comía, que no cesaban hasta que
' Tomitaba, derolTiendo' más que tomaba en una sola comida, y siendo al-
gunos días el YÓmito repetido ; los dolores, sin tener temporada alguna de
remisión, fueron aumentando en intensidad, sin otra diferencia que la de
sentirlos en pleno abdomen, en lugar del epigastrio, que los tenía al prin-
cipio. Se estaba tratando por la electricidad cuando en 23 de septiembre
tñTO gran hematemesis sin melena notable, que no repitió.
Bu aspecto era el del anémico agucío, con sufrimiento continuo intensísi-
mo, puntos dolorosos dorsal y epigástrico, sin defensa muscular estimable,
estómago enorme, desc^endido, hasta estar su curvadura mayor cuatro tra-
Teses de dedo por debajo del ombligo, con bazuqueo extenso, fácil, bajo y
ligeras ondulaciones epigástricas.
Se diagnosticó úlcera simple en estenósico cicatricial del píloro, y se es-
tableció tratamiento análogo al anterior; pero ante su ineficacia fué inter-
venido de igual modo que el anterior por el Dr. Cerrera en fin de diciem-
bre, curando sin incidente alguno. En la operación se comprobaron esteno
sis y dilatación, pero no se halló la úlcera.
El enfermo está completamente curado, grueso, hasta casi la obesidad,
y la intervención no sólo le ha serrido para cm^arse, sino para ser declarado
inútil para el servicio militar.
Las consideraciones han de ser mny breves; fuera de las erosiones gás-
tricas, secundarias siempre á otras gastropatiaf«, y de las cuales Einhorn
pretende hacer una especie patológica, casi seguramente con injusticia, y
de las úlceras sintomáticas que de momento no nos interesan, el estómago
sufre dos clases de úlcera bien determinadas anatomopatológica y, clínica-
mente: la úlcera aguda, que Dielafoy ha estudiado y separado con el nom-
bre de exulcíratio simple^ que sólo interesa la mucosa, tiene bordes lisos y
blandos y sintomatologia aguda, obscura y poco precisa; y la úlcera cróni-
ca, el ulcus rodena de Gruveiller, que puede interesar todas las capas del es *
tómago, es de bordes gruesos y duros y se caracteriza, clara ^precisamen-
te las más de las veces por síntomas hiperclorhidricos anteriores, dolor
circnnscrito, intenso y paroxístico, vómitos y hematemesis.
U
138
De la forma aDatomopatoló^ca, que ñi la primera puede no ser hallada,
la segunda se bailará siempre cuando la hay y si se la busca. .
Y ahora bien ; como eq estos enfermos el cuadro sintomático era com-
pleto y típico y no fué hallada la úlcera crónica, cabe preguntar: ¿Es que
sucede con frecuencia asi? Porque si tal sucediera, habla que pensar que la
relación actual establecida entre las úlceras y sus cuadros sintomáticos
podría no ser completamente exacta.
El Dr. G. Campo: El Dr. Yagüe hizo operar á sus dos enfermos, porque
en ambos existían signos clínicos bastantes para diagnosticar la úlcera gás-
trica, no modificada, á pesar del tratamiento médico sostenido y racional.
Con su conducta está conforme, si bien no lo está tanto con la afirmación
de que en uno de los enfermos el yolumen del estómago no se hallaba au-
mentado, según demostraba la percusión; no lo estaría, pero ese medio no
basta para demostrarlo, y para ello es preciso apelar á la insuflación que
haga dibujarse el órgano bajo la pie^ del yientre, ó á la repleción con agua
que por su cantidad indique es majror de lo normal la capacidad de la tís-
cera; con estos medios y con algún otro podrá hablarse del yolumen del
estómago, pero no con la percusión.
A G. Campo no le llama la atención que, durante el acto operatorio, no se
encontrara la úlcera, eso es lo corriente; no se ye siempre, porque para ello
seria preciso hacer la antop3Ía del órgano ó inyertirlo totalmente, y el re-
conocimiento detenido no es prudente en operación que, para dar buen re-
sultado, reqniere prontitud y ejecutadla y manosear poco los órganos. LSs
autores citan casos de úlceras en los que se realizó la gastroenterostomía y
que, á pesar de la interyencíón, sucumbieron los enfermos; en estas oca-
siones, no habiéndose hallado la lesión en el acto quirúrgico, fué confír*
mada en la necropsia.
En cuanto á que en uno de los enfermos continuaran las molestias des-
pués de la operación, no le extrafia, pues muchas yeces cicatriza una úl-
cera, se produce otra, ya que con la gastroenterostomía no desaparecen las
causas generadoras de la enfermedad de Cruyeilhier; además, si el indiyi-
duo era hiperclorhídrico, según hacían presumir los síntomas que prece-
dieron á la úlcera, pudo seguir siéndolo y las molestias obedecer exclusi-
y amenté á la hiperclorhidria. La gastroenterostomía no modifica siempre
el quimismo primitiyo; si el contacto prolongado de los ingesta determina
una irritación de la mucosa, causante de la alteración secretoria, ésta se
normalizará por la operación ; pero si se han producido lesiones glandula-
res, no retrogradan estas alteraciones y el quimismo apenas se modifica.
El Dr. Arredondo hace algunas obseryaciones con respecto á los resul-
tados operatorios en las úlceras de estómago. 8i la úlcera es rebelde á los
tratamientos médicos porque la circulación del estómago es mala, como
debía ocurrir en el primer caso, en que el alcoholismo habla producido
hepatitis, ascitis y trastornos circulatorios, no desaparecerán los trastor-
nos con la operación, puesto que ésta no los modifica; por eso aquí la in-
teryencíón merece más reseryas, lo mismo que si su persistencia es por
razón de causa general. ' •
una razón de estática* justifica la operación, y es la que hay porque su
persistencia sea debida á su topografía, pilórica, por ejemplo, pues el estí-
139
tuqIo de 1m oontracoionefl la hace persistir, y no hay nada mejor que la
frastroenterostomía.
Y ea estos casos hay qne coütar con que en el intestino.se puede produ-
cir la úlcera péptica, máxime si á él llega el quimo ácido, al que no está
acostumbrado el intestíno; la diarrea post operatoria indica un estimulo
exagerado por el quimo áeido.
La principal rebeldía de estas ei\fermedades por el quebrantamiento del
régimen, pues no hay que olvidar que estos enfermos tienen buen apetito.
Ha notado, además, qne el Dr. Yague no ha citado para nada ciertos
remedios, como la cocaína, belladona, etc., que no sólo calman, si que
también modifican la secreción.
El Dr. Goyanea dice «que el haber operado cinco ulcerosos le permite
aportar algún dato á esta disensión, si bien son tan recientes que no le
permiten hacer deducciones sobre el quimismo.
En el aeto operatorio no ha visto la úlcera nunca; y esto, que Yagüe
créela excepción, él lo conceptúa la regla; sólo se encuentran sus vesti-
gios: adherencias al hígado, al opiplón, etc. Oeneralmente se cudnta con
«1 diagnóstico clínico bien hecho, y el cirujano no tiene para qué malaxar
«i estómago buscando la úlcera. Por otra parte, aun en los casos en que
hay que buscarla por hemorragia intensísima, cuesta mucho trabajo en-
contrarla, y eso no contando con lo difícil que es explorar la cara posterior,
eobre todo si hay adherencias. Todos los autores citan casos en que no se
pudo encontrar, aun abriendo ampliamente el estómago.
Otro extremo importante es la influencia del contenido ácido en los in-
testinos. Todos sabemos que el quimo ácido excita en el duodeno la secre-
ción biliar, que por ser alcalina le neutraliza; pues bien, en la operación
de Boux queda un segmento de yeyuno, por el que pasa jugo ácido, que
puede determinar su ulceración. Con la operación de Eocher no sucede
esto; el físiologismo queda intacto: esta es una operación ideal que él
piensa practicar en la primera ocasión que se le presente.
£1 Dr. Yagüe dice que si los resultados operatorios no han sido tan com-
pletofken el primer caso, lo explica el que no había estenosis pilórica, con-
tra cuyos trastornos mecánicos tiene los más brillantes resultados la inter-
vención. Si las molestias subsistieren no puede atribuirse ala hiperclorhi-
dria, puesto que el análisis del recogido de la comida de prueba de Ewald,
i la hora de su ingestión, dio, en 80 de abril último: acidez clorhídrica
por 1.000, 1'46; acidez total, 1*54; cifras que, sobre todo la segunda, difie-
ren poco de las normales.
El Dr. ChmáUs Campo no concede gran valor á la percusión para la
delimitación del estómago, y sí á la insuflación ó repleción, que facilitan
la percusión, haciendo más evidente el contraste entre el estómago y las
partee circunyacentes.
Es cierto que el estómago no puede ser visto por completo; pero» su ma-
nualización en lo accesible permite tocar la úlcera crónica, cuando la hay
j se busca; las menos veces podrá pasar en estas condiciones desaper-
cibida.
La hemorragia ¿el primer enfermo no es atribníble á la afección hepá-
tica, porque no había obstáculos á la circulación porta, y no es posible
140
mdmitir el éxtasis de ésta sólo en el s/gmento gástrico, cuando además son
en las cisórrícas las venas esofágicas las hemorrágicas, y sobre todo porqne-
entre las hematemeeis y la peqnefia ascitis encontrada habo dos afios d»
fecha.
No es posible discutir ahora por completo la determinación del tiempa
que debe tardarse en apelar al tratamiento quirúrgico de la úlcera; el de
doB afios, transcurridos en el primer enfermo, si peca, es seguramente de
excesiyo.
Sin pretender dar reglas generales, cree que éste puede ser entre tres j
seis meses, cuando el tratamiento médico no da resultados, siendo el títo
sufrimiento del enfermo garantía del exacto empleo del régimen y medi-
camentos.
Los alcalinos fueron dados á altas dosis en el período dtge8tÍT0,'el bis»
muto por el procedimiento de Fleiner, el nitrato de plata por el de Ro-
senheim, y debió decir que había empleado repetidas veces, sin éxito, lo»
modificadores de la secreción.
PERIÓDICOS
Un case^de bemiatrofia facial.— En la Revitta Médica Salmantina, publica
D. A. del Cafiiso, el siguiente caso clínico :
cEnferma de treinta afios de edad, es soltera, sirvienta de profesión y no
no tiene antecedentes patológicos hereditarios y personales.
Hace seis ó siete afios empezó á sufrir unos dolores neurálgicos, inten*
sos y .persistentes, localizados en la mitad derecha de la cara é irradiando»
con violencia suma, á los dientes y muelas del mismo lado, por lo que al*
gunas fueron sustraídas por un dentista.
Ninguna presentó huellas de caries, ni alteración alguna ostensible ; las
neuralgias siguieron y las extracciones también, hasta que, consecutiva-
mente á una de éstas, se presentó una inflamación de la encía, que termi-
nó con la formación de pequefios accesos gingivales y la expulsión de algu-
nos otros dientes. Posteriormente no ha vuelto á sentir dolor ni molestia
alguna, llamando en cambio su atención la deformidad que, lenta y pro*
gresivamente, invadía la mitad de su cara.
Al observarla el Dr. Cafiizo lo primero que se advertía, con sólo mirar
la paciente, era la desigualdad y falta de simetría de las dos mitades de la
cara, encontrándose el lado derecho como achicado y hundido, sobre todo
en sn parte inferior.
Los relieves óseos del pómulo y la mandíbula aparecían más prominen-
tes que en el lado sano; por palpación, podía notársela falta del tejido
adiposo subcutáneo y la piel, tersa y apergaminada, se adhería de tal modo
á las partes duras subyacentes, que era casi imposible el poder plegarla
entre los dedos; apreciábase igualmente la atrofia de la mitad derecha de
la mandíbula, cuyo grosor, sobre todo en la rama horizontal, estaba muy
disminuido con relación al lado opuesto.
141
La oreja j ojo derechos no presentaban alteración, qne tampoco existían
«n la mitad homologa de la frente, ni en la ceja del mismo lado, siendo en
«ambio de notarse la pérdida de cabellos qne desde la parte alta y derecha
del frontal se extendía por nna gran porción del enero cabellndo.
La mitad derecha de la lengua aparecía sumamente peqnefia y arrugada,
presentaba desde el surco medio al borde libre, próximamente la mitad de
Anchura que en el lado isquierdo. Cosa análoga ocdrrla en el velo del pa
ladar y sobre todo en la úvula, la cual puede decirse que habla deaapare-
<iido por completo, dejando sólo como vestigio de su existencia un filamen-
to ó apéndice flácido, constituido únicamente por la envoltura mucosa.
La sensibilidad, en el lado afecto de la cara, estaba completamente nor-
mal ; no habla alteración del sentido del gasto y la carótida y temporal de-
Techos pulsaban con absoluta regularidad.
No habla tampoco ningún entorpecimiento para la pronunciación, mas-
ticación ni deglución.
La exploración general del sistema nervioso, asi como de los demás apa-
ratos, demostraba su completa integridad funcional.
A propósito del caso, dice entre otras cosas : *
cEil cuadro clínico de esta afección, variable en cuanto á rapidez é inten-
sidad, se reduce en esencia á la atrofia progresiva de una mitad de la cara,
«n cuyo proceso toman muy variable participación los distintos tejidos y
4Wl se ve que en unos casos la atrofia invade los huesos y cartílagos, mien-
tras qne en otros limita su acción al tejido subcutáneo y partes profundas
del dermis. Los músculos de la cara, excepto los masticadores, son ataca-
dos rara vez ; la lengua y velo palatino, que constituyen en nuestro caso la
parte más atrofiada, son también invadidos con poca frecuencia '.
La cuestión verdaderamente obscura y litigiosa de tan curiosa y extraña
enfermedad, os la referente á su patogenia, para cuya explicación se han
invocado teorías muy diferentes :
Unos admiten una atrofia privada ó aplasia laminosa del tejido conjunti-
vo, es hoy rechazada por todos porque, á más de dejar oculta la razón de
-eeta aplasia, no puede dar explicación de aquellos casos en que }a atrofia
invada los huesos, músculos, etc.
Analiza luego las teorías nerviosas ó trofoneuriticas ; pueden clasificarse
•en dos grupos : según unos, la atrofia es producida por alteraciones del
^ran simpático.
Todos estos datos, unidos al hecho de que algunas hemiatrofías faciales
46 acompafian de alteraciones importantes de los vasos del lado afecto, pa-
recen indicar la importancia que toma el simpático en la patogenia de esta
Afección.
tíin embargo, los trastornos de la inervación vascular producen efectos
•como el edema nervioso, la critomelaigia, enfermedad de Reynaud, etcéte-
ra, que no tiene ningún parecido clínico con la hemiatrofía facial. Además,
•cumo ya habla hecho notar V ulpian, las lesiones del simpático no producen
verdaderas atrofias, sino solamente detenciones al desarrollo y esto cuando
«e opera en sujetos muy jóvenes y nnnca de una manera constante y acen-
tuada.
Según la hipótesis más admitida en la actualidad, la hemiatrofia de la
142
cara es prodadda por lesiones que atacan al trigémino; pero mientas qne
anos juzgan estas lesiones como periféricas (neuritis), otros conceden el
papel primordial á las alteraciones de los centros bulboprotuberanciales.
Merece consignarse que en este caso se encontró además una neuritis del
radial izquierdo y una atrofia bilateral del norrio óptico.
Por lo tanto, parece lógico admitir que la neuritis del trigémino sea en^
algunos casos la lesión productora de la hemiatrofia facial.
Las lesiones de protuberancia y bulbo, es indudable que también deben
desempeñar un papel de gran importancia; estas lesiones bulboprotube-
ranciales, unas Teces acompañan á las tabes y á la siringomielia, enferme-
dades que con gran frecuencia dan lugar á alteraciones tróficas, iguales en
BU esencia á la enfermedad que veniamos estudiando. Dejérine y Mirallié
han visto coincidir la hemiatrofia facial con la siringomielia, y para Bris-
saud la mayor parte de hemiatrofías faciales serian sintomáticas de la ci-
tada enfermedad.
Hay algunos casos de hemiatrofia facial, en que la lesión se extiende 4
partes que no están bajo la iuervación del trigémino, lo que hace pensar
que la lesión central se haya extendido á núcleos vecinos (facial, hipoglo-
so, etc.), que por su alteración explican los síntomas concomitantes.
'Habrá, pues, que considerar á la hemiatrofia de la cara como un síntoma
ó conjunto de síntomas, dependientes de lesiones del trigémino, bien sen
en sus centros ó en sus armas, evolucionando unas veces de manera aisla-
da y acompañando otras á enfermedades de mayor generalización, tabes j
siringomielia principalmente '. — Sababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES aENTlFICAS
SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
Suión del día 18 dé Junio dé 1906,
8epticonÍa de tetrágenos. — El Dr. Kirmisson leyó un informe acerca del *
caso siguiente, comunicado á la Sociedad por el Dr. Tillaye.
Un joven de veinticuatro afios, sin antecedentes patológicos dignos de
mención, sobre todo sin el menor antecedente urinario, tuvo durante un
mes fiebre continua inexplicable, hasta que el Dr. Tillaye descubrió un
absceso prostético voluminoso, cuya incisión dio salida á más de 150 gra-
mos de pus espeso y bien trabado. La temperatura descendió aquel mismo
día, pero al siguiente volvió á elevarse y apareció un infarto doloroso en la
región parotídea derecha. El enfermo tuvo además por el recto una hemo-^
rragia abundante, que se contuvo á beneficio del taponamiento y de laa
inyecciones de ergotina y de suero. Al día siguiente los signos de supura-
143
ciÓD parotidea eran manifiestos; se descubrieron además otros dos abscesos
peqaefios en sl.braso y antebrazo derechos. Los tres fueron incindidos. £i
examen 'bacterielógico del pas reveló ia presencia predominante del mi-
crococo tetrágono y de algunos grupos de estafilococos, pero no colib^ilos
ni bacilos de Eberth ó de Koch.
A los pocos días fué preciso abrir dtros dos nuevos abscesos que se ha-
bían formado en la pardtida izquierda y en la cara externa de la pierna
derecha. Hubo un nuevo periodo de calma, pero de corta duración, porque
al poco tiempo se formó un absceso perinefritico issqnierdo, cuya incisión
dio salida á 250 gramos de pus. Después se formó en el lado derecho un
nuevo absceso análogq, que se abrió también, pero cuya supuración fué
más abundante y prolongada. El enfermo, caquéctico, tuvo qae permanecer
en cama; se le formaron escaras sacras, y por último murió. El proceso
daró menos de dos meses.
El Dr. Kirmisson llamó la atención sobre este caso interesantisimo para
el estudio de las septicemias de origen espontáneo ó interno, por oposición
á las quirúrgicas, cuya historia es aún mal conocida. £s á la vez un dato
de gran utilidad respecto al papel patógeno de los microbios tetrágonos
que se encuentran á menudo en la boca y en las vías respiratorias, y cuya
importancia, como agenta de septicemia general, está todavía mal demos-
trada.
Intsrvencionas en los quistes hidatldlcos pulmentres. — El Dr. Tuffítr leyó
un informe sobredes casos de quistos hidatídicos del pulmón, operados por
«1 Dr. Launay.
El primero se refiero á un hombro de cuarenta y tros aftos, que al ingre*
sar en el hospital presentaba todos los signos do un derrame pleurítico en la
base derecha. Varios ataques do congestión pulmonar que había padecido
este individuo, confirmaban el diagnóstico que se hizo do pleuresía tu-
berculosa. Pero la punción de este derramo dio salida á un líquido cagua
de roca', lo qvie demostró se trataba de un quiste hidatídico. Esto quiste,
situado sólo á un centímetro de profundidad en el parénquima pulmonar,
fué operado sin dificultad, gracias á las adherencias pleuríticas que oxis-
iian en aquél. Fué preciso resecar dos costillas é incindir el pulmón. La
membrana hidatídica fué expulsada durante un acceso de toe. El Dr. Lau-
nay desaguó la cavidad qaística, y d los dos meses estaba completamente
cerrada. No obstante, queda una fistula bronquial secundaria.
En el segundo caso, se trataba de un hombre de sesenta y cinco afios; el
quiste ocupaba la parte inferior del pulmón izquierdo. En este enfermo se
sospechó también una pleuresía tuberculosa, á causa de las hemoptisis re
petidas que había tenido. Lo mismo que en el caso anterior, el diagnóstico
exacto no se hizo hasta que se practicó la punción. El tratamiento consis-
tió en la incisión, seguida do desagüe; quedó también una fístula bron-
quial secundaria que se cerró espontáneamente á los pocos meses.
Además de estas dos observaciones del Dr. Launay, refirió el Dr. Tuffier
otra de su práctica que merece ser conocida, porque so incurrió en el mismo
error de diagnóstico y porque la curación fué retardada también por una
fístula bronquial secundaria. Los primeros síntomas clínicos de la afección
no fueron los mismos que en las observaciones del Dr. Launay, porque an-
144
tes de los accidentes que obligaron á dicho enfermo á ingresar en el hospi-
tal no tavo hemoptisis ni ataques congestiyos pulmonares. De repente, á
consecuencia de un esfuerzo, sintió un dolor fuerte en el codtado izquierdo,
con disnea intensa, tos, fiebre, etc., síntomas todos que, unidos á la com-
probación dé un derrame en la base izquierda, hicieron diagnosticarla
enfermedad de pleuresía. El supuesto' derrame fuó punzado, y sólo enton-
ces se comprobó que se trataba de un quiste hidatidico. Acto seguido,
después de vaciado por completo el quiste, se inyectaron en su cavidad 60
gramos de licor de Van Swieten. A consecuencia de esta inyección tuvo el
enfermo edema pulmonar gravísimo, que puso en peligro su vida: el quiste
supuró después, y entonces fué cuando vio el Dr. Tuffíer al paciente. Eíizo
una refección costal, encontróla pleura adherida y penetró sin dificultad en
el quiste supurado, lo incindió, lo desaguó, consiguiendo asi que el enfermo
curara. La curación fué retrasada por una fístula brpnquial secundaria,
que se cerró espontáneamente.
Cree conveniente el Dr. Tuffíer reunir estos tres casos, porque demues-
tran cuan fácil ef confundir los quistes ñidatídicos del pulmón con las le-
siones tuberculosas pulmonares, en particular con la pleuresía tubercu-
losa ; ambos padecimientos principian por accesos de tos más ó menos re-
beldes, por ataques congestivos, hemoptisis repetidas, fiebre y los mismos
caracteres de derrame á la percusión y á la auscultación. La radiografía
podrá quizá resolver el problema — como ha ocurrido en un caso del doctor
Tuftier— al demostrar la forma completamente esférica del derrame.
En los tres casos referidos no hubo vómica antes de la intervención ope-
ratoria, complicacii^n frecuente en los quistes hidatídicos pulmonares. Es
de notar también la frecuencia de las fístulas bronquiales secundarias á la
operación, cuya patogenia no es muy clara; estas fístulas curan casi siem-
pre espontáneamente, pero algunas son definitivas. Al terminar insistió el
Dr. Tuffier sobre la necesidad de proscribir en absoluto, en el tratamiento
de ios quistes hidatídicos pulmonares, la punción seguida de inyección de
un líquido antiséptico, á causa de los afccidentes graves que pueden resul-
tar. La punción evacuadora simple es completamente ineficaz. El verdade-
ro tratamiento curativo consiste en la incisión extensa* del quiste seguida,
de desagüe.
£1 Dr. Foiherat dijo que había operado á un enfermo con quiste pulmo-
nar, complicado por la presencia de dos derrames pleurlticos, uno seroso y
otro purulento, que exigieron operaciones secundarias : el enfermo curó.
Hasta ahora ha operado cuatro veces por quistes hidatídicos del pulmón ;
dos de estos operados tuvieron fístulas bronquiales secundarias.
Extirpación dol útero cancereso par la vía vagina-abdominal. •— El doctor
J, L, Faure leyó un informe acerca del caso aiguiente, comunicado por el
Dr. Duval.
La enferma fué operada por el Dr. Quénu, quien practicó la histerecto-
mía abdominal parcial por anexitis bilateral. Dos afios después volvió esta
mujer con un núcleo epiteliomatoso en su cicatriz vaginal. El Dr. Duval
pensó entonces, para extirpar por completo esta vagina cancerosa sin peli-
gro de inocular la herida durante la operación, de hacerla en dos tiempos :
on el primero, perineal, desinsertó la extremidad vulvar de la vagina, la
145
diBeed y ia preparó, llegando lo máa cerca posible do su fondo de saco; ce-
rró despnós hermóttcamente por medio de uoa sutura la abertura inferior
de este eaco vaginal, y paaó al segundo tiempo de la operación, el abdomi-
nal, que le permitió extirpar fácilmente por arriba toda'la vagina, que
contenia en su interior el núcleo canceroso. La enferma curó sin compli-
caciones. A propósito de este ciso j del éxito obtenido, oree el Dr. Duval
qne seria ventajoso aplicar este procedimiento de e;[tirpación vagino-
abdominal á todos loe casos de cáncer uterino, en los qne está indicada lá
ablación del útero; habrá asi seguridad de extirpar todos los órganos geni-
tales invadidos, sin el menor peligro de inocular la herida operatoria con
los productos sépticos y neoplásicos que se derraman del cuello uterino.
El Dr. Fanre no cree qne sea esta la tentaja principal del método reco-
mendado por el Dr. Dnval; á su entender, es preferible al procedimiento de
Wertheimer, en el que, despnés'de desinsertar sólo por la vía abdominal la
vagina lo más extensamente posible, se aplican sobre su extremidad inferior
dos pinzas-cepos fuertes, que aseguran la oclusión perfecta y pone con más
seguridad al abrigo la herida de toda inoculación séptica ó neoplásica. La
gran ventaja del método vagino-abdominal aplicado á la extirpación del
útero canceroso, es, según el Dr. Faure, que facilita de una manera espe-
cial esta extirpación. El tiempo más difícil y, por consiguiente, esencial en
la histerectomia por cáncer, es la preparación minuciosa del tejido celular
pericervical y la dirección de los uréteres. Cuando se utiliza sólo la vía
abdominal, este tiempo operatorio es muy penoso, á causa de la profnndí
dad en que es preciso trabajar, puesto que el cuello queda fijo en el fondo
de la pelvis por la porción inferior perineal de la vagina. Si en cambio se
desinserta previamente esta porción inferior eu un primer tiempo operato-
rio ejecutado por la via vaginal, es mucho más fácil en el segundo tiempo,
abdominal, sacar al exterior la región del cuello y disecarla de buena
manera.
Desde la comunicación del Dr. Duval, el Dr. Faure ha extirpado cuatro
úteros cancerosos por este procedimiento, sorprendiéndole siempre la gran
facilidad con que ha conseguido practicar la extirpación. Prueba de dicha
facilidad es que la operación dura media hora menos (tres cuartos de hora
en vez de hora y cuarto). Podría reprocharse al método vagino-abdominal
el inconveniente de que un primer tiempo (vaginal) séptico precede al
aséptico (abdominal); esta objeción, dice el Dr. Faure, carece de valor
operando con guantes. Las cuatro enfermas que operó el Dr. Faure por
este método curaron perfectamente.
£1 Dr. Walther apoyó' lo indicado por el Dr. Faure: en dos casos de cén-
cer del cuello uterino complicado con fibroma del cuerpo, en los que el
acceso á la región cervical hubiera sido diticilisimo por la laparatomia
simple, pudo, gracias á la desinserción previa de la vagina por abajo,
practicar sin dificultad la extirpación radical, en bloque, de todas las
lesiones.
El Dr. Bartmann preguntó al Dr. Fanre si sus operadas y la del doctor
Duval padecieron trastornos vesicales á consecuencia de la operación,
trastornos que se han atribuido á la supresión del punto de apoyo qne la
pared vaginal presta al bajo fondo vesical.
146
El Dr. Faure respondió qne nada de esto habla obseryado en sus enfer-
mas, pero que en la del Dr. Daval layejiga, intiltrada por la neoplasia, fué
desgarrada al disecar la vagina. El desgarro, enturado aeio continuo, no
produjo coinpli<ykción alguna.
£1 Dr. Aíanprofit^ que no es partidario de la interyención en el cáncer
del útero más que en los casos incipientes, cuando está limitado al cuello,
sin infiltración del origen de los ligamentos anchos, cree que la operación
aconsejada por los Dres. Duyal y Faure es lógica si es necesario intervenir,
aunque exista infiltración perivascular. Sin embargo, ásn entender, la su-
tura hermética de la vagina no debe ser fácil, y la garantía que ofrece con-
tra infección del campo operatorio es quizá ilusoria.
El Dr. Segond^ que participa en absoluto de la opinión del Dr. Monprofit
respecto á las indicaciones limitadísimas de la intervención en el cáncer
uterino, preguntó cómo la técnica operatoria indicada por los Dres. Duval
y Faure puede facilitar la extirpación del útero, puesto que éste se halla
sostenido únicamente por el pié de los ligamentos anchos, y su liberación
en e^te sitio es más fácil por el abdomen que por la vagina.
£1 Dr. FcLure respondió que el útero está retenido en el fondo de la pel-
vis, no sólo por el pié de loe ligamentos anchos, sino también y principal-
mente por la inserción perineal de la vagina; es indudable que el pié de
los ligamentos anchos debe ser disecado para arriba, pero esta liberación
es mucho más fácil cuando la vagina ha sido aislada de sus inserciones
inferiores. — {La Presse MedkaU).—F. Tolbdo.
80CIBDAD DE TERAPÍÜTIOA DS PARÍS
Señan del día 13 de Jwkio de 1906.
De la nedicaeién sngo8tlva.—El Dr. Mathisu : Todos los médicos emplean
la medicación sugestiva consciente ó inconscientemente, y yo me sirvo de
ella todos los días y me presta muy buenos servicios, sobre todo en ciertos
dispépticos nerviosos. En estos casq$ prescribo, á titulo de calmante, el vul-
gar diente de león, pero como extracto de tareucacan den» Uonia, diciendo á
loe enfermos que se trata de un medicamento muy activo. De esta suerte
obtengo curaciones admirables de sialorreas nerviosas. Recurro á las apli*
caciones de colodión coloreado con azul de metüeno, contra los dolores que los
neurodispépticos sienten en el estómago. Un gramo de agua clorofórtnica
hace dormir los enfermos que padecen de insomnio. Este resultado es aún
más frecuente con un gramo áe /be/ato de tosa que, en loe dos tercios de loa
casos, obra también como el doral y hasta he llegado á preguntarme si
este medicamento no poseerla tina acción real soporífera. También empleo
las inyecciones de morfina P, la cual no es otra cosa que uoa solución fisio-
lógica de cloruro sódico. Esta misma solución, pero disfrazada con el nom*
bre de antifimoea^ empleada también en pequefias inyecciones subcntáneaa
repetidas cada dos días, me ha dado mejorías muy manifiestas en los tuber*
lóeos, los cuales comían y dormían mejor, cesaban de enflaquecer, especto-
147
raban, toflian y Budaban menos, y hasta aoasaban ana cierta mejoría de los ^
signos físicos de sus lesiones pulmonares, todo lo cual nada tiene de sor-
prendente, puesto qae los tubercnloeoe, forzosamente algo descuidados en
nna sala de hospital, conciben algunas esperanzas desde que se ocupan de
elloe.
Hablando de los resultados que me da la medicaoión sugestiva, no pre-
tendo ensefiaros nada nuero. Mi comunicación más bien tiene un objeto
patológico que terapéutico. £1 punto sobre el que deseo insistir particular-
mente es el de que la medicación sugestiya nos permite con frecuencia re*
conocer la naturaleza puramente nerviosa, psíquica, de una manifestación
morbosa. He mencionado ya las sialorreas que, cuando son de origen psí-
quico, ceden á la medicación sugestiva) Desde este punto de vista voy i
citar un ejemplo referente á una mujer á la vez tabética é histérica. Esta
enferma sufría crisis gástricas de dos clases diferentes : las unas, de origen
francamente tabético, acompañadas de disminución en la cantidad de ori-
na, resistían á las inyecciones de morfina ^; y las otras, de naturaleza his-
térica, acompañadas de poliuria, cedían á dichas inyecciones. Para termi-
nar, haré observar que los resultados de mi medicación sugestiva en los tu-
berculosos dan un criterio para apreciar el valor de los nuevos sueros y
otros medios preconizados contra la tuberculosis. Para que puedan recono-
cerse como eficaces es necesario que estos tratamientos hagan más y mejor
que lo que es posible obtener por la acción psíquica y fisiológica (según Che*
ron) de las pequeñas inyecciones de cloruro de sodio concurrentementf» con
la modificación favorable del ambiente de los enfermos.
£1 Dr. Barbibr : Para apreciar el efecto de un tratamiento en la tu-
berculosis, es preciso guiarse, sobre todo, por el aumento de las masas
musculares, la reconstitución de la sangre y la disminución de los esputos
y de los J[>acilos; tampoco debe olvidarse que la mejoría aparente de los sig-
nos físicos es con frecnencia el resultado de una simple disminución de los
fenómenos congestivos de alrededor de las lesiones tuberculosas.
El Dr. La Gbnobb : Gomo el Dr. Mathieu, estoy convencido de la impor-
tancia de la sugestión «n terapéutica y en particular en las enfermedades
crónicas. He curado parálisis histéricas con pildoras de azul de metileno.
En la medicación sugestiva es necesario distinguir dos elementos : la su-
gestión común y el efecto psíquico particular de los nuevos medicamentos
y tratamientos. El hombre es un animal que vive de la esperanza; hay en-
fermos qae se sienten mejor cada vez que toman un nuevo medicamento ó
que consultan á otro médico. Convendría que tuviéramos á nuestra diapo-
sición toda nna gam¿ de agentes de la medicación sugestiva.
(Le BvlL Méd.y núm. 48).— Copina Gastellví.
148
BOOIKDAD DE MEDICINA DE BERLÍN
8uión del día 30 de Mayo de Í906.
Tumoras de la médula espinal operados een éxito. — El Dr. H. Happenkeim
refiere dos caaos que demuestraD cnanto han contribuido loe progresos del
diagnóstíso ioeal paca ¿arerecer los resultados de laa interrenciones tera-
pénticas.
En el primer caso se trataba de una mujer de treinta y tres afios, que se
presentó en noyiembre del 1905 quejándose de que, desde julio del 1904,
padecía de dolores entre los hombros y la nuca; en octubre del mismo afio
se presentaron, además, dolores y sensación de debilidad en el miembro su-
perior izquierdo. Había estrechez de la pupila izquierda, síntomas de pa-
rálisis en la extremidad mencionada, más marcada en el tríceps y en los
músculos de la mano y de los dedos, y muy principalmente en los músculos
pequeños de la mano. También la había en la porción costal del pectoral
mayor. Ligera disminución de la excitabilidad eléctrica; moderada reac-
ción de degeneración ; parestesias y embotamiento de la sensibilidad en el
brazo; el miembro iiiferior izquierdo arrastra algo al andar y presenta pa-
resia espasmódica ligera, pero nada de atrofia ni de trastornos vasomoto-
res. No hay nada de sífilis. En el lado derecho está muy disminuida la sen-
sibilidad (dolorosa y térmica), hasta el nivel de la segunda costilla. El pro-
ceso morboso rerela la existencia de una neoplasia de origen meningeo, á
nivel de las apófisis transversas de las vértebras cervicales sexta y sépti-
ma. En dicho punto habia también sensibilidad á la presión y debilitación
á la percusión.
Los rayos X no revelarotí ninguna alteración en la columna vertebral.
La paciente no consintió en la operación, pero habiendo empeorado mucho
después, volvió en septiembre de 1905 con parálisis completa de las extre-
midades inferiores, más acentuada en la izquierda, gran excitabilidad re-
fleja, y además, fenómenos espasmódicos en el lado derecho. También es-
taban paralizados los esfínteres. Por lo tanto, la compresión do la médula
«ra completa, pero habían cesado los dolores, hecho que no es raro obser-
var en este período de la enfermedad.
El 23 de septiembre fué operada la enferma por Borchardt, habiéndose
encontrado el tumor en ol sitio previsto. Al extirparlo se vio que era in-
fradural, habiendo sido necesario, para extraerlo, quitar los arcos vertebra-
les sexto y séptimo. En dicho punto la médula espinal habia sido aplasta-
da por la compresión, hasta convertirse en una especie de cinta. El tumor,
cuyo diámetro mayor siempre había sido vertical, resultó ser un fibrosar-
coma. Al poco tiempo de la operación se inició la mejoría, empezando por
el tríceps ; la parálisis espasmódica se convirtió en Üácida. A los cuatro
dias se empezaron á mover un poco las extremidades inferiores, sobre todo
la derecha. Después se fué acentuando la mejoría hasta tal punto, que la .
parálisis de los esfínteres desapareció á primeros de octubre, y que la en-
ferma pudo hacer algunos ensayos de progresión. También mejoró, aunque
poco, la parálisis del miembro superior izquierdo; posteriormente se pre-
149
sentaron contractaraB en flexión de la mano y de los dedos. La enferma^
anda ahora perfectamente bien, presentando tan sólo ligeros residnos de la-
parálisis de Brown-Seqnardp El brazo derecho funciona normalmente, pera
en el miembro homónimo hay atrofia mnacnlar. >
El segando caso se refiere á nn inspectoir de. contribuciones, de cuarenta
y nneye afios de edad, quien se presentó en la policlínica el 28 de julio de
1905. Enfermó en otoño del 1904, iniciándose el mal con parestesia en las
extremidades inferiores, seguida más tarde de dolores en las mismas, en la
espalda y en el vientre, y posteriormente de debilidad y rigidez en dichaa
extremidades, con debilidad vesical é impotencia. La exploración dio á co-
nocer la existencia de debilidad en el miembro inferior derecho, con rigi*
áez muscular y exageración de los reflejos tendinosos. En ambos lados^
ataxia motora y alteración de la sensibilidad, especialmente de la térmica,
que está completamente abolida en el lado derecho hasta el nivel de la
séptima costilla; en el izquierdo está menos acentuada. Con los movimien-
tos se presentan dolores en la región dorsal media. También se descubre
sensibilidad á la presión á nivel de la quinta vértebra 4orsal.
£1 diagnóstico fluctnaba entre una neoplasia en el conducto vertebral 6
una parálisis de los cordones laterales posteriores. Con estas dudas el au-
tor ensayó el masaje y otros procedimientos que proporcionaron una mejo-
ría muy pasajera, seguida de agravación en los síntomas motores y sensiti-
vos. Entonces diagnosticó el autor un tumor á nivel de la quinta vértebra
dorsal y propuso el tratamiento quirúrgico, que fné ejecntado el 22 de
marzo por Borchardt. El tumor se encontró en el sitio previsto, resultó ser
un fíbroearcoma y su extirpación exigió resecar tres arcos vertebrales. La
extirpación del tumor hubo que hacerla á trozos porque era muy delezna-
ble. En los días siguientes se presentó una gran mejoría, después nn corta
periodo de agravación con aumento de temperatura é rncontineneia de ori-
na, pero desde el sexto día, la mejoría fué haciendo continuos progresos.
Lo que más llama la atención, aun hoy en día, es cierto grado de ataxia»
pero como sólo hace dos meses que ha sido operado el paciente, es de espe-
rar que lleguen á desaparecer los últimos restos de parálisis.
El Dr. Borchardt dice que la operación expone á dos peligtos : el de la
hemorragia y el de la evacuación de liquido cefalorraquídeo. Para evitar
una gran hemorragia, se ha propuesto la operación en dos tiempos, pero
operando rápidamente y teniendo ayudantes que sepan hacer el tapona-
miento, la hemorragia es peqnefia. Se evita la gran etacuación de liquido
cefalorraquídeo, colocando al paciente en decúbito abdominal y con la pel-
vis elevada. Se ha propuesto la resección temporal de los arcos verte brales»
pero es preferible quitar éstos. El peligro de la infección secundaria es de-
bido á que á causa de la hemorragia posible y de la salida de liquido ce-
falorraquídeorhay que dejar abierta la herida, la cual se ensucia fácilmen-
te con la evacuación involuntaria de orina y heces fecales. Contra este pe*
ligro no cabe otra defensa que un aseo extremado, y renovar el vendaje tan
pronto como se humedezca, si es preciso cada dos horas. Para evitar la úl-
cera por decúbito, que en estos enfermos sobreviene con la más mínima
presión, hay- que mantener alejada toda causa nociva que pueda ocasionar
semejante lesión. En estos enfermos, á pesar de la asepsia más rigurosa»
150
puede eaceder que el cateterismo uretral dé origen á una cistitis, pero ésta
desaparece á las pocas horas.
El primer paciente fué operado el 28 de diciembre del 1905. Hecha una
incisión yertical desde la cuarta yértebra ceryieal hasta la segunda dorsal,
y disecada á ambos lados la capa muscular, se taladraron los arcos yerte*
brales, é introducidos por los orificios los extremos de una pinza cortante,
se seccionaron y extKjeron dichos arcos. Diyidida la dura niadre, apareció
á la yista el tumor, y se aisló y desprendió con instrumento romo. Sutura
de los músculos con catgut y de la piel con seda.
En el segundo caso, la gran sensibilidad á la presión de la quinta yértc"
bra dorsal, indicaba dónde había que trazar la incisión. Después de diyi-
dida la dura madre fué cosa fácil extirpar el tumor, y la herida curó con
tal rapidez, que pudo darse de alta al paciente á las seis semanas.
Posteriormente operó el autor otro caso. Se trataba de una sefiora muy
obesa, en la que trazó una incisión de 25 centímetros de largo, extirpando
después el tumor, que estaba un poco á la izquierda y á la altura de la sex-
ta yértebra dorsal, «á. los dieciséis días estaba curada la herida.
La mortalidad de la operación de calcula en un 50 por 100.
El Dr. Oppenhéim presenta fotografías de cinco tumores que él había
diagnosticado y que han sido operados. Las probabilidades de éxito de la
operación son fayorablea cuando no se aplaza mucho. Los tumores de la
médula espinal son menos raros de lo que se cree, y á yeces se interpretan
como CASOS de mielitis crónica, etc.
El Dr. Fick presenta seis preparaciones de tumores de la médula espi-
nal. La primera se refiere á un tumor procedente de la misma yértebra,
que es la forma más frecuente. Este enfermo murió en abril y la autopsia
confirmó el diagnóstico. El segundo tumor radicaba en el espacio epidural ;
se trataba quizá de un goma. Los tumores tercero y cuarto prorienen de
la dura malre, y se han desarrollado en el espacio subdural (fibro-endote-
liomas). El quinto caso es de gliosis, y el sexto, de tumor melánico de la
médula espinal, tumo^que hay que calificar de primitiyo porque no se en-
contró ningún otro en el resto del cuerpo. Esta particularidad se explica
recordando que la piel, el ojo y la médula espinal se desarrollan á expen-
sas de la meninge blanda.
El Dr. Fedor Krausa dice haber operado, de 19 casos de tumor de la mé-
dula, 18; cinco sucumbieron como consecuencia de la operación, y uno al-
gunas semanas más tarde de pulmonía. Perjudica mucho á estos enfermos,
el hecho de permanecer mucho tiempo echados sobre el corazón, por lo
cual el autor cuida de que descansen principalmente sobre los hombros,
para que el tórax quede lo más libre posible. Tampoco es partidario de la
operación en dos tiempos ni de la resección temporal de los arcos yértebra-
les que reseca, incluso el del atlas, si es preciso, puesto que es injustificado
el temor á interyenir quirúrgicamente en las yértebras ceryicales superio-
res, mucho más si se tiene en cuenta que se trata de afecciones que aban-
donadas á sí mismas, es seguro que terminan en poco tiempo xon la yida
del enfermo.
El Dr. Hort refiere que en la Caridad falleció hace algún tiempo un in-
diyiduo que había sufrido la extirpación de un tumor melánico del core-
151
bro, Tiéndoee en la aaiopoi« que habia máB tamoreB en dicho órgano, y qae
en esinbio no se encontraron en otros donde es frecuente hallarlos (ojo,
piel^ intestino); en cambio se encontró en nna cápsnla suprarrenal nn tu-
mor mayor, que sin duda era el primitiyo, siendo digno de mención que en
los tumores cerebrales descubrió el mierosoopio acumulaciones celulares
que recordaban la estructura de la cápsula suprarrenal.
{Deutsche Medizinal ZeUung).--^. del Vallb.
SOCIEDAD ALEMANA DE CIRUGÍA
Retmión XXXV celebrada en Berlín del 4 al 7 de Abril dé 1906.
. (Continuamón).
Ciragfa de la Aleara del estómago (CbTatnuactV^). — El Dr. Rydioibb (de
Lemberg) : Gomo no conocemos la causa remota de la úlcera gástrica, do
hay tampoco ninguna operación que pueda evitar su recidiva. La resección
no puede compararse con la gastroenterostomia, porque se ejecuta mucho
menoB, pero en principio no puede negarse que la operación que ofrece más
probabilidades de curación es aquella que, como la resección, coloca al ór-
gano en condiciones más normales. Verdad es que hay casos de úlcera múl*
tiple, pero son los menos frecuentes, y aun en ellos cabe extirpar las úlce-
ras que presenten peores condiciones. La resección coloca al estómago en
mejores condiciones de evacuación que la gastroenterostomia; el contenido
gástrico se mezcla con los jugos pancreático y biliar en el sitio normal ;
como consecuencia de la gastroenterostomia se observan no rara? veces úl-
ceras pépticas, y después de dicha operación puede suceder que úlceras con
bordes callosos determinen la muerte por perforación y hemorragia, y en
cambio la resección las hace desaparecer. Verdad es que después de la
resección pueden sobrevenir hemorragia y perforación por úlceras que han
pasado inadvertidas, pero con la gastrotomia se dejan inteocionalmente
dichas úlceras. Después de esta última operación es frecuente que queden
adherencias que provocan estiramientos y fuertes dolores.
De 8& pacientes á los que practicó Glairmont la gastroenterostomia por
úlcera gástrica, ocho sucumbieron desda luego. De los 25 restantes, nueve
recobraron la salud, ocho no se curaron, seis murieron y de dos no se ha
vuelto á saber de ellos en dos á cinco años.
En las estadísticas de la gastroenterostomia se ha borrado, sin razón, de
la lista de éxitos funestos los casos que fallecieron más tarde de carcinoma,
pues éste pudo haberse desarrollado sobre el fondo de la úlcera, y en esto
precisamente lleva mucha ventaja la resección, única operación que puede
prevenir tal eventualidad, cuya frecuencia varia según las estadísticas
entre un 5 y un 80 por 100. Por lo mismo, es también la resección la ope
ración indicada en el carcinoma incipiente. Cierto es que los defensores
de la gastroenterostomia dicen que se debe de hacer la refección cuando
se sospeche un carcinoma; pero ¿cómo se diagnostica éste? Por otra parte,
el peligro de la resección en los casos de úlcera no es tan grande como se
152
ha afirmado, y do se puede cotnparar con el que implica en los casos de
tumores malignos; además, con una técnica más perfecta son mejores aún
loe resultados de la resección. También tiene mucha importancia el trata-
miento dietético consecutivo.
Aquí presento una mujer de cincuenta y cinco afios, á la que le he prac-
ticado la resección del estómago, á causa de úlcera, hace yeinticinco. La.
función motora del estómago es normal ; la secretoria no tanto. La úlcera
era muy extensa y penetraba hasta el páncreas. Esta enferma ha tenida
▼arios hijos después de haber sido operada.
El Dr. KuMMKLL (de Hamburgo): La resección es una intervención in-
comparablemente más grave que la gastroenterostomia, y no siempre hace
desaparecer la úlcera, sobre todo si ésta es múltiple. El peligro de que se
desarrolle un carcinoma disminuye con la gastroenterostomia, porque ésta,
al facilitar la evacuación del estómago, suprime la acción irritante que
ejerce el contenido de la vísccera. Importa mucho alimentar pronto á lo»
oj^erados. Hay casos en que, después de bien hecha la operación, sucumbe
el paciente en un estado de nutrición muy deplorable. Por esta razón ali-
mento muy bien á los operados desde un principio; además, para impedir
que sobrevenga el vómito post operatorio empleo la anestesia con la esco-
polamina. Doy desde luego huevos y leche, y con esto he obtenido una
restauración de fuerzas muy rápida hasta en pacientes que estaban muy
decaídos.
He practicado la gastroenterostomia por úlceras 60 veces, con nueve
muertes á consecuencia de embolia y pulmonía. De cuatro pacientes á los
que practiqué la resección por tener estómago bilobulado, perdí uno. Con
los rayos X se establece con bastante seguridad el diagnóstico diferencial
entre el cáncer, la úlcera y el estómago bilobulado. De 17 casos de perfo-
ración aguda salvé siete con la operación practicada en las primeras horas
siguientes al accidente.
El Dr. Kbluno (de Dresde) : Desde 1899 hasta fin de 1904 he hecho 74
operaciones por úlcera crónica del estómago, con tres fallecimientos. Pre-
fiero la gastroenterostomia posterior con enteroanastomosis. Tres cuartas
partes de los casos se curaron de un modo definitivo. En seis casos sobrevi-
no recidiva con hemorragia, pero sin terminación mortal.* En seis casos con-
tinuaron las molestias por tratarse de sujetos neurasténicos. En un caso se
desarrolló una úlcera péptica del duodeno, y en otros dos se formó más tar-
de un cáncer gástrico de cuya existencia no se había percibido el menor in*
dicio durante la operación.
En el sexo masculino una de las causas más frecuentes de la úlcera es la
arterio- esclerosis; en el femenino, el espasmo vasomotor en la época del
desarrollo y en la de la menopausia. Las causas más frecuentes de que no
se cure la úlcera son : su localización desfavorable en el píloro, las malas
condiciones de su fondo, v. gr., cuando lo forman el hígado ó el páncreas,
la gastroptosis muy acentuada y ciertos factores de índole constitucicnal,
tales como la anemia y la neurastenia. Es evidente que no está en nuestra
mano evitar con seguridad las recidivas, pero es también indudable que el
curso de éstas es mucho mejor en los enfermos á los 4ue se les ha practica-
do la gastroenterostomia.
153
El Dr. KooHER (de Berna) : Pnedo dar noticia de loe éxitoe definitivos ob*
senradoe en 92 casos de gastrotomia operados por mi. Dos fallecieron de he-
morragia secnndaria por la úlcera, después de la operación; otro de bemo*
rragia tardía, y otro de carcinoma. Los demás casos, ó sea el 95*6 por 100,
se curaron. La gastroenterostomia es una operación sencilla y eficaz; la re-
sección es mucbo más difícil en los casos de úlcera que en los de cáncer,
porque en los primeros está mucho más difundida la infiltración de la pared
estomacal. Verdad es que después de la gastrostomía han enfermado de
cáncer dos pacientes y que cuatro siguen quejándose de molestias, muy no-
tables en unos é insignificantes en otros, porque la úlcera aún no está cu-
rada. El método operatorio más sencillo es el que da los mejores resulta-
dos; en este concepto, el que figura en primer término es la gastroenteros-
tomia antecólica anterior, le sigue la gastroenterostomia retrocólica poste-
rior (método T. Hacker), y en tercer lugar la gastrodnodenostomia, con la
que también se consiguen buenos resultados. El método en cuestión no es
tan bueno, porque con los procedimientos sencillos son menos de temer las
complicaciones, y en especial la pulmonía y las adherencias.
El Dr. Eaüsch (de 8ch{^neberg) : En mi concepto, se han juzgado con
demasiada severidad la gastrolisis y la piloroplastia de Eronlein. Con am-
bos procedimientos he logrado buenos resultados en casos en que estaban
indicados, pero no deben emplearse más que en éstos. Fuera de ellos pre-
fiero la gastroenterostomia antecólica de Eocher, que es el procedimiento
que expone menos á la formación de una úlcera péptica.
El Dr. NoBTZEL (de Francfort, sobre el Mein) : Según las estadísticas de
los casos de úlcera gástrica en que se procedió á la operación, se salvaron
próximamente la mitad. También en Francfort se curaron siete y fallecie-
ron seis. Yo practiqué esta operación en ocho casos; su técnica varía según
las condiciones de cada uno. En dos de los casos no había peritonitis; en
los otros ya se había desarrollado. Esta peritonitis es más maligna que la
cecal. En estos casos se debe proceder siempre á la extirpación de la úlcera
y al lavado de la cavidad abdominal. Importa mucho proceder pronto á
alimentar bien al operado, pues de lo contrario sucumbe éste á la postra-
ción de fuerzas. Seis de los pacientes que se salvaron han podido ser exa-
minados posteriormente ; en todos ellos existia una sensación subjetiva de
bienestar; en dos se encontró disminuida la acidez. También se hizo la ex-
cisión, siempre que fué podible, en los casos de úlcera no perforada, é
igualmente la piloroplastia.
El Dr. K'órte (de Berlín) da cuenta de 86 casos de perforación de la úlcera;
dicha perforación se realizó 24 veces en la cavidad abdominal libre y 12 en
el espacio snbfrénico. El pronóstico de la operación depende de la prontitud
con que se ejecute, á partir del momento de la perforación. En las prime-
ras veinticuatro horas se obtienen buenos resultados ; pasado dicho plazo,
el pronóstico es malo. Conviene lavar muy bien la cavidad abdominal. El
autor ha operado en 145 casos de úlcera; en 12 casos hizo la resección por
sospecha de cáncer y úlcera cólica, con dos fallecimientos. La resección no
conviene por el peligro de la hemorragia y porque la cicatriz puede ser pun-
to de origen de un carcinoma. Además, tampoco preserva dicha operación
del peligro de las recidivas, que el autor ha observado dos veces.
li
154
El Dr. Eatzbnstkik (de Berlin) : Al jazgar del yalor de U gaatroenteroá-
tomia en los casos de úlcera gástrica, no se ha teoido hasta ahora muy en
caenta la influencia qne dicha operación ejerce en el quimismo estomacal ,
pues si bien es verdad que alganos autores, como Kausch, han hecho ensa-
yos con la comida de prueba en sujetos á los que se les había practicado la
gastroenterostomia, no nos han ilustrado acerca de este punto, porque no
han seguido los procesos químicos más qre hasta cierta época. Asi que para
dilucidar este punto, he establecido fístulas gástricas en unos cuantos pe-
rros y he estudiado en estos animales el quimismo gástrico antes y después
de la gastroenterostomia. Después de hecha esta operación, sea por el mé-
todo anterior ó por el posterior, y con botón ó sin él, el contenido del intes-
tino delgado pasa de un modo regular al estómago y lo hace en períodos
que se acomodan á determinadas fases de la digestión. La consecuencia de'
este paso de jugo intestinal alcalino al estómago llenp de contenido ácido,
no es otra que una disminución ó desaparición de la acides ; pero este pro-
ceso se debe, según lo han demostrado experimentos realizados od Aoc, no
sólo á un cambio químico, sino muy principalmente á fenómenos nernosoB
de naturaleza refleja.
Como el fermento gástrico que digiere la albúmina no obra masque en
disolución acida, de aquí que la primera consecuencia de la gastroenteros-
tomia sea la deficiente digestión de la albúmina, deficiencia que se suple
en parte con la tripsina del jugo pancreático. Además de esto he encontra*
do en el estómago, después de la gastroenterostomia, un nuevo proceso, á
saber, una digestión muy manifiesta de las substancias grasas, digestión
que reconoce por causas la propiedad emulgente de las grasas, de la bilis y
el fermento que contiene el jugo pancreático. Según esto, después de la
gastroenterostomia se conduce el estómago, respecto á la digestión de algu-
nos alimentos, de un modo distinto á como se conduce el estómago normal,
pues mientras para éste son de digestión difícil los manjares grasos, el
estómago gastroenterostomizado los digiere muy bien, tolerando hasta la
misma mayonesa, que no puede tolerar un estómago normal. En cam-
bio, los principios albuminóideos puros que este último digiere fácil-
mente, lo hace con mucha dificultad el estómago que ha sufrido la gastro-
enterostomia.
En resumen : 1.^ La gastroenterostomia no determina la curación de la
úlcera, como se venía creyendo, por el hecho de provocar una evacuación
más rápida del estómago, puesto que yo he demostrado que los ingesta
permanecen en el estómago gastroenterostomizado tanto tiempo como en
el normal. La curación de la úlcera se debe más bien á ciertas modificacio-
nes químicas y muy principalmente á la disminución ó desaparición de la
hiperdorhidria antes existente. Según esto, la gastroenterostomia viene á
ser un tratamiento causal en los casos de úlcera gástrica. 2.^ Gomo trata-
miento consecutivo, aconsejo, en vista de estos hechos experimentales y de
otros de carácter clínico, que se dé la preferencia á los alimentos grasos
(desde el primer día nata, después manteca, tocino, etc.), para que dichas
substancias grasas se combinen ó neutralicen con la bilis y el jugo pancreá-
tico existentes en el estómago, disminuyéndose de este modo el vómito post
operatorio. Además de esto, á consecuencia del abundante desdoblamiento
155
de laa grasas qae se realiza en el estómago, se asimilan rápidamente dichas
snbstanciast y el enfermóse nutre también con mayor rapidez.
El Dr. Lorenz (de Yiena) se declara partidario de la gastroenterostomia.
La excisión de la úlcera no conviene más que en casos excepcionales, y no
da resultado si no va seguida de la enterostomia. Al intentar la resección,
es muy fácil que pase inadvertida alguna úlcera muy oculta. El orador da
cuenta, en pocas palabras, de 90 gastroenterostomias practicadas en la clí-
nica de Hochenegg ; seis pacientes, cuyas fuerzas estaban muy quebranta-
das, sucumbieron después de la operación ; otros tres fallecieron de compli-
caciones pulmonares.
El Dr. Fiebig (de Viena) refiere haber observado el efecto curativo de la
gastroenterostomia en perros, á los que había hecho contraer una úlcera
gástrica. La curación se obtenía al muy poco tiempo de haber hecho la
gastroenterostomia.
El Dr. Lauenétein (de Hamburgo) hace observar que la nueva aglutina-
ción de adherencias no se puede evitar por medio de la asepsia; sólo deja
de presentarse cuando después de cortadas las adherencias queda una gran
tensión. La multiplicidad de la úlcera puede tener gran significación cuan-
do existe perforación. Asi, en la autopsia de una joven que ingresó en el
hospital con síntomas de peritonitis por perforación, pero que no fué ope-
rada por estar con un colapso extremo, se encontraron dos úlceras perfora-
das, una en la pared anterior del estómago, y otra en la posterior. El autor
aconseja, cuando no hay ningún neoplasma, limitarse á la sutura de la úl-
cera perforada, porque dicha intervención nunca es tan grave bomo la exci-
sión de la úlcera.
El Dr. Oraser (de Erlangen) refiere haber hecho 190 operaciones en el
estómago en los últimos cinco afios. ün paciente con úlcera péptica del
yeyuno se murió á la media hora, en la clínica, por hemorragia. En estos
últimos afloe ha renunciado al botón de Murphy en la gastroenterostomia.
Loe síntomas de la estrechez pilórica no son á veces tan ostensibles como
suele decirse. Asi en un caso en que se sospechaba dicha estrechez y en
el que un clínico como 8ahli no se atrevía á establecer un diagnóstico,
después de seis semanas de observación, se vio al fin, en la operación
practicada por el autor, que había una estrechez pilórica del calibre de un
cafión de pluma.
La operación en ípsilon, de Roux, la ha practicado el autor diez y seis
veces seguidas y con buen resultado, y aunque es algo complicada, puede
terminarse en menos de una hora; pero es preciso, para garantir el éxito,
seguir exactamente la técnica aconsejada por Roux. El autor ha renun-
ciado á la piloroplastia, porque en tres casos exigió operaciones secunda-
rias. La resección la ejecuta por el método de Eocher; en tres casos adoptó
un m'odo mixto de Eocher- Billroth. Como después de una gran excisión
queda el estómago muy pequeño y es difícil, por lo tanto, unirle á él el in-
testino, el autor, lo que hace en estos casos, es unir el estómago al yeyuno.
El Dr. Clairmont (de Yiena) se muestra poco propicio á adoptar las ideas
de Eronlein, en vista de lo que se ha observado en la clínica de Eiselsberg.
De 91 casos de gastroenterostomia sólo en un 50 por 100 se logró la cura-
ción. En un 85 por 100 no se obtuvo ningún resultado. Para el éxito de la
156
gasiroeniaroftoiiiiA es de importoneU dedsiTa el sitio de U úlcera; si ésU
rsdica cérea del piloro, el resaludo es faT<»aUe; si radica más arriba*
ya 00 lo es, y habrá eotooces que apelar á otros métodos, á ooa comH-
nseióo con otras interrenciones, tales como la exelosíón del piloro y la ye-
ynnostomia á las doce semanas. En los casos de hemorragias ¿rayes está
indicada la resección.
El Dr. BartA (de Daozig) dice haber operado en cinco casos de úlcera
del dnodeno; con la gsstroenterostomia se consigne la curación. El diag-
nóstico diferencial con la úlcera del estómago es dificilísimo; el pronóstico
de la úlcera no operada es absolutamente desfayorable.
El Dr. De Backer (de Graz) y en su nombre un ayudante, dice que en
Meases de úlceras se empleó casi siempre la gastroenterostomia , con
una mortalidad de un 18 por 100. En los casos de úlcera de la pared ab-
don^nal está indicada la excisión. La gastroenterostomia siempre fué la
retrocólica posterior.
Opcraeisses plásticas sa d slstssii billar. — El Dr. De StubenrauehJiáe Mu-
nich ) refiere el caso de un hombre de cuarenta y seis afios que, habiendo
caído enfermo el afio 190é con calofríos, dolores y Tómitos, presentó des*
pues ictericia. Uás tarde fueron desapareciendo poco á poco todos los sín-
tomas, pero el 27 de abril de 1905 se presentaron de nuevo dolores muy
TÍolentos, y el 1.* de mayo fué operado el paciente, encontrándose que ha-
bía una estrechez del conducto colédoco producida por una pancreatitis.
El 27 de junio se practicó una operación autoplástica para cubrir la fístula.
Tratamlsnts qHirúrgiss de la aleara del estémags. — El Dr. Braun ( de Go-
tinga) impugna la resección á causa de la frecuente multiplicidad de la
úlcera gástrica. Asi sucedió que un paciente falleció de hemorragia por una
uloerita que había quedado después de practicada la resección. Los bordes
callosos de la úlcera tampoco indican esta operación, puesto que desapare-
cen después de la gastroenterostomia; las mismas adherencias tampoco son
de gran importancia.
El Dr. De Wreden (de San Petersburgo) hace algunas obserTaciones res-
pecto á la técnica de la gastroenterostomia. Es muy común que los pacien-
tes lleguen á la operación en un estado muy deplorable. En este caso les
inyecta 15 miligramos de morfina y practica después la gastroenterostomia
bajo la acción de la cocaína y empleando el botón de Murphy. La opera-
ción resulta asi muy fácil, y el autor la ha hecho con éxito 28 veces.
El Dr. Heidenhain (de Worms) llama la atención acerca de la combina-
ción frecuente de la úlcera gástrica con el catarro de yértice; dicha combi
nación indica la intervención quirúrgica. Después de la gastroenterostomia
ha visto sobrevenir recidiva en algunos casos. El hecho de que el operado
quede sin ninguna molestia no es prueba segura de que se ha curado la úl-
cera; ésta puede subsistir, aunque latente, y, por lo tanto, convieneVeguir
examinando las heces fecales por si aún contienen algo de sangre. Sólo
cuando no se encuentra ésta después de estar sometido el paciente á un ré-
gimen alimenticio exento do carne y al mismo tiempo de materias no blan-
das, es cuando se puede deducir con seguridad que está curada la úlcera.
El Dr. Kadir (de Cracovia) aconseja que después de la gastroenterosto-
mia se introduzca un tubo blando de desagüe por la nariz, de modo que
157
Uegae hasta el intestino. Este tubo se dejará colocado durante cierto tiem-
po. También recomienda la anestesia espinal con tropococaina.
El Dr. BrodniU (de Francfort, sobre el Mein) hace observar que, á pe*
sar de la yeynnostomia, es mny abundante la secreción de ácido clorhídrico
en el estómago, y que, por lo tanto, dicha operación no preserva á la úlce-
ra. La gastroenterostomia anterior proteje contra el desarrollo de una úlce-
ra péptica.
El Dr. Se€fi$eh (de Berlín) dice que con la gastrolisis rara vez se logra el
objeto propuesto, sobre todo en los casos de adherencias en superficie, pero
tampoco suele servir; cuando las adherencias son en forma de brida. En uno
de estos casos sobrevino recidiva, y también la ha observado á menudo des-
pués de la piloroplastia. En la gastroenterostomia emplea la sutura; si se
quiere usar el botón de Murphy hay que adoptarla gastroenterostomia re-
trocólica; de este modo no cae el botón en el estómago.
El Dr. Kvhn (de Oassel) insiste en que en la gastroenterostomia tiene
mucha importancia la magnitud de la incisión hecha en el estómago. No
debe hacerse una abertura muy grande, porque en el acto de la operación
se encuentra el órgano en contracción. Las consecuencias de incisiones de-
masiado grandes son las operaciones secundarias; basta con una abertura
muy pequeña en el estómago. Después de la gastroenterostomia antecólica
nunca ha visto un círculo vicioso. ^
Trasr pílese del estémgo.— El Dr. De Bramann (de Halle) presenta una
preparación procedente de una nifia de diez afios, la cual había recibido
hacía un afio una contusión en la región epigástrica, que estaba muy dolo-
rosa. Aumentando la sensación de compresión tuvo que guardar cama; no
había habido vómito ni ninguna perturbación funcional del estómago.
Poco á poco se fué desarrollando un tumor del tamaño de un puño á dos
dedos por encima del ombligo. El tumor era poco dislocable, y el sonido de
percusión por encima de él se percibía obscuro; el apetito y la digestión se
conservaban bien. Al inflar el estómago desaparecía el tumor y lo mismo
al inflar el intestino. El autor no acertaba á descifrar la naturaleza de la
neoplasia. Se hizo la laparotomía, y se vio entonces que la pared anterior
del vientre estaba adherida al colon, al estómago y al hígado. Una vez des-
prendidas las adherencias de la pared anterior se incindió el estómago y se
vio que el tumor contenido dentro de éste, y que representaba un, molde
completo del mismo, era un tumor piloso que enviaba una prolongación es-
trecha hacia el piloro y el duodeno. Llama la atención que la enferma no
sintiera en el estómago otras molestias que una ligera presión al estar en
pié y que no hubiese salido ningún pelo con las deposiciones. El tumor es
negro, aunque la enferma es rubia, pero esto se explica porque había to-
mado muchos ferruginosos á causa de su supuesta anemia. La curación se
efectmS sin ningún incidente.
Cierpe extraBe eu el abdomen.^ El Dr. De Bramann (de Halle), presenta
una aguja de siete centímetros de largo que se había tragado una mucha-
cha seis meses antes de haberse presentado al orador. Al hacerle la opera-
ción se vio que la aguja estaba alojada en una infiltración de la fosa ilíaca
derecha; había salido del yeyuno por el pliegue yeyunal, y con su extremo
puntiagudo penetraba todavía en dicha porción del intestino. Después de
158
extraids 0e eerraron hm orífieios por nedio de satura. Al lado derecho del
duodeno ezíetia una deairiz ealloaa. Era eiídente qne la agnja haUa pa-
iado por el eeiómago, que deepaée habia perforado la rama deeeendente
del daodeno, y que, por último, habia llegado hasta el jejooo. Existía un
hematoma retroperitoDeaU
Eiirptsiéfl áe la vsjifa y flfaeiéa ie les válsrss se la flezva. —El doctor
WiltM (de Leipzig), presenta un hombre al que le ha hecho la operación
indicada, á cansa de tener un tnmor Tesical. La mayoria de estos operados
no han sobrerirido á la operación ; sólo mny pocos han TÍTido algunos
afios más. La operación se hizo sin ningún contratiempo; los uréteres se
fijaron sencillamente en un ojal practicado en el intestino, de tal manera
que sus extremos sobresalían de tres á cuatro centímetros en el interior de
este último, formando alrededor algo de mesenterio para eyitar la flexión
angulosa y la formación de fístulas. El estado del sujeto es muy satísfac-
torío: puede trabajar, y es capaz de retener la orina tres ó cuatro horas
seguidas por el día y sin necesidad de lerantarse durante toda la noche.
Csetssiéa dsl pásersas; sperscién; esraeiés. ^ El Dr. BUeher (de Bran-
den burgo) presenta un hombre que hace dos meses habia recibido una
eoz en el rientre. A las yeinticuatro horas, Tómitos, dolores TÍoIentoS en
el abdomen y colapso. Guando el orador rió al paciente había síntomas de
hemorragil^ interior, percibiéndose cierta resistencia en el epigastrio p<Mr
encima del estómago; no había nada de peritonitis. 8e trataba, por lo
tanto, de una hemorragia enquistada, procedente probablemente del pán-
creas. El autor hizo la laparatomía, y después de incindir el mesocolon
llegó á una caridad hemorrágica, encontrando entonces una rasgadura en
la cara posterior del páncreas, una vez hecho el taponamiento, el sujeto
se repuso rápidamente y en la actualidad está perfectamente curado. A
los tres días de la operación se encontró azúcar en la orina. La mejor ma-
nera de llegar basta el páncreas es pasando á través delligamento gastro-
cólico. — [Deutsche Medizinal^Zeitung), — R. del Vallb*
{Continuará).
PERIÓDICOS
Catarata de erigen artrftics. —El Dr. O. Doljan, de Bucarest, refiere tres
casos de catarata de origen artrítico que se curaron con un tratamiento al-
calino.
En el primer caso se trataba de un hombre de setenta y dos afios, que
▼enia padeciendo de cólicos nefríticos desde hacía seis, habiéndose someti-
do con este motivo á una cara con aguas alcalinas. Guando interrumpió
esta cura se desarrolló una catarata doble de color blanco-amarillento.
Al tomar de nuevo las aguas alcalinas mejoró su estado y á las dos sema-
nas recobró la vista por completo.
En el segando caso, relativo á un artrítico de cincuenta y seis afios, hacía
dieciséis qae venia padeciendo de arenillas en la orina y de cólicos nefríti-
159
eoB, y también de cuando en cnando de trastornoB de la TÍsta, qne duraban
algunas semanaa. Por último, se desarrolló una catarata doble, la cual
mejoró tanto con el uso de las aguai minerales alcalinas, que el paciente
pudo dedicarse de nueyo á sus ocupaciones.
ün curso análogo siguió el tercer caso, en el que se trataba de un enfer-
mo de cuarenta.y dos afios. — iSpitaM). — R. dbl Valub.
AlflMBoo prsbiemas relacienades cen el tratamiente de ia neumenla.—La pér-
dida de la acción rasomotora es, según el Dr. Le Ferré, el peligro princi*
pal en la neumonía, y conriene poner de acuerdo las opiniones discordan*
tes respecto al valor de ciertos estimulantes cardiorasculares cuando pier*
den su resistencia las arterias y arteríolas y se trastorna el equilibrio cir-
culatorio, aunque el yentriculo izquierdo se contraiga con fuerza relativa.
La sangre pasa con rapidez al árbol venoso y las arterias quedan casi va-
cias. £1 aumento de presión en las venas y la rapidez de los movimientos
respiratorios distienden la aurícula derecha. El ventrículo derecho, debi*
litado, no puede vencer el aumento de presión sanguínea pulmonar, hay
dilatación é insuficiencia de las cavidades derechas del corazón, tenden-
cia á la trombosis cardiaca, edema pulmonar y deficiencia respiratoria.
Para combatir este estado se aconseja la nitroglicerina, por creer que fa-
vorece la acción del corazón al dilatar las arterias. Esta creencia es infun-
dada, y el Dr. Le Fevre ha obtenido malos resultados con el uso de la ni-
troglicerina y de los nitritos en tales casos. La nitroglicerina sólo está in-
dicada cuando hay aumento de la tensión arterial y contracciones rápidas
del corazón, como ocurre en la arterio- esclerosis y en la nefritis.
Contra la pérdida de la acción vasomotora pueden emplearse dos clases
de estimulantes: 1.* Los que obran sobre los centros medulares— estricni-
na, cafeína, atropina, cocaína. 2/ Los que obran directamente sobre el te-
jido muscular de las arterías— digital, cornezuelo y extracto de las cápsu-
las suprarrenales. Guando hay además debilidad y extenuación de los cen-
tros medulares, que se revelan por movimientos respiratorios poco profun-
dos y rápidos, cianosis y apatía del enfermo, está indicada la estricnina á
la dosis y con la frecuencia necesaria para aumentar la excitabilidad de di-
chos centros, pero vigilando sus efectos, que pueden ser contraproducentes.
La atropina, la cocaína y la cafeína pueden usarse contra los accidentes
que se presentan en la convalecencia, pero si la estricnina es ineficaz, lo
son también estos estimulantes. Bi hay insuficiencia respiratoria paeden
emplearse la cocaína y la atropina, á causa de su acción sobre el centro
respiratorio. El Dr. Le Fevre prefiere la cocaína, qne aplica sobre el tabi-
que nasal por medio de una pulverización ó con un pincel. Si el centro va-
somotor no responde á la estricnina ó si este centro se debilita antes que
los otros y la estricnina le estimula indebidamente, deben emplearse la
digital, el cornezuelo ó el extracto de las cápsulas suprarrenales, por su
acción sobre los vasos sanguíneos. La digital es el medicamento más útil
contra el colapso vascular, inminente en la neumonía. Si hay, además, sín-
tomas de extenuación de los otros centros, se emplea combinada con la
estricnina. El cornezuelo está indicadísimo en la neumonía con descenso
de la presión arterial. En los sujetos alcohólicos, sin arterio esclerosis ni
160
nefritis, el alcohol deprime el centro yaaomotor y traetoma, por lo tanto,
la circulación capilar. En los neumónicos alcohólicos hay lividez especial
de la piel, que no depende de la cianosis por insuficiencia circulatoria. £1
pulso es muy débil y los esputos son sanguinolentos y obscuros, poro no
del color herrumbroso ordinario. El cornezuelo, al tonificar el sistema Tas-
cular, corrige los síntomas más alargantes. En algunos neumónicos alco-
hólicos, la estricnina mejora la circulación, pero aumenta el delirio y la
agitación ; es necesario entonces administrar el alcohol y los narcóticos para
tranquilizar y hacer dormir al enfermo, porque dichos síntomas son suscep-
tibles de trastornar más la circulación periférica. Los narcóticos deben ad-
ministrarse por la vía hipodérmica, adoptando las precauciones asépticas
necesarias. £1 extracto de cápsulas suprarrenales ó el cloruro de adrenali*
na obran sobre los rasos sanguíneos de una manera rápida y enérgica,
pero sus efectos son fugaces. Están indicados contra el colapso yascular
repentino, cuando se necesita conjurar el peligro inmediato, porque en la
neumonía ne debe perderse la esperanza hasta que el enfermo está muer-
to. Los estimulantes difusibles — alcanfor, almizcle, espíritu aromático de
amoníaco, anodino de Hoffmann — son medicamentos de urgencia.
(The Therapeutic. OazetU, 15 mayo 1906).— F, T9LBD0.
Valor terapéutico de loo climis relajantes. — En concepto del Dr. L. Wi-
lliams, los climas relajantes, cuyas condiciones meteorológicas son poca al-
titud, mucho abrigo del viento, muchas horas de sol y un alto grado de
humedad que favorece la uniformidad de la temperatura, asi como no
sientan bien á las personas sanas, prestan buen servicio en determinados
estados patológicos, v. gr., las^afecciones crónicas, pulmonares, cardíacas y
renales, y las enfermedades crónicas del sistema nervioso que requieren un
tratamiento más sedante que estimulante. Los climas mencionados convie-
nen no sólo á los tísicos, sino también y muy especialmente á los enfise-
matosos. — (Edinhurgh, nied, jour.). — R. del Valué.
Un signo ffsieo de adherencia de la placenta. — Según el Dr. Strassmann,
existe un signo que permite conocer si la placenta se ha desprendido ó si-
gue adherida á la matriz. Basta percutir ligeramente el fondo del útero,
teniendo sujeto con la otra mano el cordón umbilical. Si la placenta está
adherida, se nota con toda claridad en el cordón una sensación de ola que
se transmite desde el punto percutido á lo largo de la vena umbilical, y se
repite á cada nueva percusión. Lfi falta de este fenómeno indica estar ya
desprendida la placenta.— (Le Bull. Medical, 12 mayo 1906).— F. Tolbpo.
REVISTA
MEDICINA Y- CIRUGÍA PRÁCTICAS
CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO
I
DB LAS
FORMAS ATIPICAS DE LA ENFERMEDAD DE PARKIN80N
DOCTOR CÉSAR JÜARR08
Médico primero do SoaUUd HlUUr.
La idea de que la parálisis agitante sea una neurose, cada día va
contando con menos partidarios. Opinase hoy que dicha enfermedad
puede ser realizada por distintas lesiones que, según el punto donde
asienten, su intensidad y naturaleza, darán lugar ádiíerentes moda-
lidades clínicas (Lamarche (1), Martha (2), Valery (3), etc.). Por esto
tiene gran interés sistematizar, dentro de lo posible, las variedades,
con el fin de ver si puede lograrse el ideal de conocer qué modalidad
sindrómica corresponde á cada una de las variantes lesiónales. Las
formas atfpicas que designó Charcot (4) con el nombre de frustra-
das, no lo son, sino¡símplemente formas incompletas (Brissaud) (5)
que pueden multiplicarse indefinidamente, ya que como ha demos-
trado Valery (6), cada uno de los síntomas puede existir aislado,
aun los de menor significación clínica, como la facies (Lecorche
y Talamon (7), Lacoste (8), Rouvillois (9).
(1) Lamarobe t Th. Montpelher, 1899.
(2) Martha t Th. París, 1888.
(Q B. Valery s Th. París. 1004.
(4) Oharcot t Lepons olíníqaes, t. i.
(6) Brissaud : LeQons sur les m. nerv., 1896.
(6) Loe. eU.
(7) Talamon-Lecorehe : ¿tndes medícales, 1882.
(8) Laooste i Th. París, 1886.
(9) BoavíUois: Th. Lyon, 1898.
Afio XXX.-Tomo LXXII.-Kúin. 9I1.-1 Agosto, 1906. 18
162
Bechet (1) es el que mejor ha clasificado las formas atfpicas divi*
diéndolas en tres grupos. En el primero incluye las formas que se
apartan del cuadro común por la ausencia 6 modificación de alguno
de los dos síntomas fui^damentales, comprendiendo tres subdivisio-
nes : l.'^, las formas sin temblor ó sin rigidez muscular; 2.\ las for-
mas en que existe el temblor, pero cuya intensidad, ritmo 6 ampli-
tud y su existencia ó su exageración en loe movimientos volunta-
rios (2) modifican el síndrome; y 3.^, formas en que la rigidez pre-
senta caracteres especiales : tipo de extensión en lugar de tipo de
flexión (Charcot) (3); extensión con la cabeza dirigida hacia atrás
(Dutil) (4), ó hacia un lado, simulando la tortfcolis (Bechet) (5); ex-
tensión del tronco y de Jos miembros con flexión de la cabeza y del
cuello (Bidón) (6).
En un segundo grupo reúne los casos que se desvian del patrón or-
dinario por la localización ó modo de invasión de los síntomas; for-
mas mopoplégicas, hemiplégicas (7) ó paraplégicas (Meneroti) (8),
Meinard (9), etc., etc.
El tercero y último grupo de la sistematización de Bechet, es
aquel en el que se incluyen las formas anormales por la presencia de
fenómenos raros (10).
Los casos cuya historia clínica leamos á relatar figuran todos den-
tro del primero y segundo grupo.
Observación l.^~M. G., de setenta y tres años de edad, natural de
Galapagar (Madrid), soltero, pastor (11). Su padre murió de hemo-
rragia cerebral, su madre en un fuego. Carece de todo antecedente
neuropático familiar. Durante toda su vida ha gozado de excelente
salud, salvo el haber padecido dos veces erisipela leve y anginas de
tarde en tarde.
Hace tres años, estando una noche guardando el ganado, estalló
una tormenta qfue le obligó á salir del chozo, para evitar que se des-
(1) Bechet : Th. Paria, 1892.
(2) Brisiiaad i Jowr. dé L, Champianniéref 1894.
— Baymondi 8oo. de Nenrol., 6 julio 1905.
(8) Charcot i Loe, cü.
(4) Dátil : Th. París, 1891.
(5) Bechet : Loe. eit
(8) Bidón : Retme dé Méd., 1891.
(7) Berthomiea: Th. Toalouse, 1895.
(8) Measerott : Rassegna d% aciétuie médiehét 1889 (cita de Giili).
(9) Meinard : Ocu. de$, »c. méd, de Bordeaux, 1888 (cita de Bechet).
(10) Baymond : Soc. de neuroL. 6 de jallo de 1905.
(11) Esta observación y la sif^aiente ñieron recogidas en la clínica del
Dr. Oodina.
163
bandasen las ovejas, permaneciendo una media hora aguantando la
lluvia. Al retirarse otra vez á su cabana sintió un fuerte dolor en el
brazo derecho; pero como había tirado algunas piedras con la hon-
da, lo atribuyó á este ejercicio y no le dio importancia: á ios ocho
<lfa8 apareció el temblor en la mano derecha y á los dos años en la
izquierda.
Desde entonces se han ido acentuando los síntomas hasta llegar al
•estado actual, en que presenta un temblor menudo y rápido en am-
bos brazos, completamente característico, de 40 oscilaciones por se-
■gundo, y que se asemeja á la modalidad que se compara con el acto
de tocar el tambor. La cabeza no participa del temblor, aun cuando
pudiera hacer pensar en ello los movimientos que la imprimen la
agitación de los brazos. El temblor se detiene durante los movimien-
tos activos ó pasivos, conservándose en estos últimos tiempos du-
rante el sueño hasta ser causa de insomnio.
La rigidez existe, aunque muy poco acentuada. Los músculos in-
-vadidos por el temblor dan al tacto la sensación de estar contraídos,
4o que se observa también en la región posterior del cuello, proban-
do asi, una vez más, la certeza de la afirmación de algunos autores
respecto á que la rigidez puede asentar en músculos respetados por
«1 temblor. Hay una marcada lentitud y limitación de los movimien-
tos. La cara de este enfermo, sin ser la característica de los parkin-
sonianos, la recuerda mucho por la poca movilidad de la expresión
y la ñjeza indiferente de la mirada. La palabra, aunque lenta, mo-
nótona, sin matices y obscura, tampoco es la que suele encontrarse
en la enfermedad de Parkinson. Este mismo carácter de poca acen-
tuación de los síntomas márcase aún más en la actitud, en que sería
bastante difícil precisar si es sintomática de la enfermedad ó propia
de la edad avanzada á que ha llegado el historiado. La marcha no
tiene ninguno de los rasgos típicos, pues ni los pasos son cortos, ni
los pies se separan más de lo ordinario, ni está aumentado el ángulo
de abertura. Los reñejos tendinosos y cutáneos se hallan exagera-
dos, no existiendo trastornos sensitivos. La necesidad de moverse se
halla muy poco clara, pues aun cuando en todo el día no cesa de
traginar, este ir y venir no obedece, al parecer, á una sensación pe-
nosa de impaciencia muscular. No hay sensación de calor ni de ele-
vación de la temperatura periférica. No existen trastornos vaso- i
motores ni sialorrea. Tensión arterial, 11. Las funciones de la vida |
orgánica parecen hallarse normales. Su estado intelectual corres- ¡
ponde bastante exactamente al descrito por Brissaud, estando ca- I
164
racterízado principalmente por la falta de exteriorización. La puN
flión es muy poco ostensible. Existen calambres y hormigueos en am-
bos brazos. Fuerza dinamométrica en el brazo derecho, 16 ; en el iz-
quierdo, 13.
Observación 2.^ — C. G., de sesenta y dos años, natural de León
soltero, jornalero del campo. Carece de antecedentes hereditarios y
familiares. A los siete años tuvo viruela^; á los ocho, sarampión; a
los catorce, escarlatina ; á los dieciséis, meningitis (?); á los veinte,
pulmonía; á los cuarenta, paludismo (tercianas).
En marzo del año 1904, llevando un baúl, se paró á descansar
junto á una fuente, de la que bebió agua sin haber cesado aún de
sudar, sintiéndose paralizado bruscamente de ambas piernas; tras,
ladado á una casa próxima se reanimó algo, mediante unas friccio**
nes, pudiendo ir á su domicilio, aunque trabajosamente; guardó-
cama ocho días, y al levantarse se encontró con una gran debilidad
en ambas piernas, que si bien le permitía moverse, le impedía todo>
trabajo; al año, dicha debilidad apareció bruscamente también en
ambos brazos, sin causa á que poder ser atribuida. Desde entonce»
empezó á iniciarse la rigidez.
Su estado actual es el siguiente : No existe temblor tal como es co-
rriente describirlo en la enfermedad que nos ocupa, hallándose en
cambio un ligero titubeo al iniciarse los movimientos voluntarios»
que recuerda el temblor intencional de la esclerosis en placas. En
cambio llena toda la sintomatologia la rigidez muscular que ad-
quiere el valor de síntoma capital; todos los músculos del plano de
ñexión aparecen contraídos y casi leñosos al tacto el trapecio y el
biceps braquial, cuyos movimientos son causa de dolor, siendo éstos
limitadísimos y de una gran lentitud. La rigidez es tal, que permite
al enfermo conservar una misma posición durante largos períodos
de tiempo. Su facies es absolutamente característica; la mirada
fija, indiferente é invariable; el enfermo, como dice Hirt, parece es-
tar á salvo de toda emoción. La palabra es lenta, obscura, opaca»
monótona y la actitud obedece á la fórmula clásica de inclinación
de todos los ejes segmentarios del cuerpo. La mano está desviada
hacia su borde cubital. Los reflejos, tanto tendinosos como cutá-
neos, están disminuidos. Existen calambres en la mano y pierna iz-
quierdas y hormigueos en ambos muslos. La pulsión es muy mani-
flesta, habiendo la necesidad de moverse, pero no la sensación de
calor que está sustituida por ramalasoé alternativos de calor y frío
á lo largo de los miembros, sin elevación de la temperatura ni tras-
165
^rno8 vasomotores. Tensión arterial, 18. No hay nistagmus. El es-
tado intelectual mucho más acentuado aún que en el caso anterior.
Fuerza dinamomótrica en el brazo derecho, 26; en el izquierdo, 24.
Sensibilidad normal. Sialorrea, aunque poco abundante.
Obseroación 3.* (1). ~ S. L., de cuarenta y seis años, natural de
Toro (Zamora), casada. Su padre murió de pulmonía; su madre de
un proceso vesical.
Ha tenido once hijos y dos abortos, que atribuye á impresiones
morales. Sólo le viven tres, que tienen buena salud. No ha padecido
otras enfermedades sino paludismo y un cólico nefrítico. Hace cinco
meses, al levantarse, advirtió que el brazo derecho la temblaba,
y pasados unos días notó en el mismo una sensación de frío de for-
ma continua. A los dos meses de su aparición el temblor invadió la
<2abeza.
Actualmente se la observa un temblor horizontal típico, que
asienta en la cabeza y brazo derecho, que no se modifica por in-
fluencia del acto de cerrar la mano, que los movimientos volunta-
rios hacen cesar y no In idea de realizar un acto. Bl temblor es de
oscilaciones menudas y rápidas, que alcanzan la cifra de 30 al se-
cundo. Al tacto se observa en el biceps braquial una ligera sensa-
ción ée músculo sano contraído. Los reflejos rotulianos y cutáneos,
normales. No se observan deformaciones ni actitudes viciosas. La
oabeza se halla ligeramente flexionada. No hay propulsión, ni debili-
-dad, ni atrofia muscular. El dinamómetro marca 24 en el lado dere-
cho y 22 en el izquierdo. Los movimientos del brazo derecho son al-
agunas veces dolorosos; á la presión despiértanse dolores en el biceps
foraquial y trapecio del lado derecho y en los extensores del raquis.
La enferma no acusa calambres, pero si hormigueos en el brazo en-
fermo si se detiene el temblor. En dicho lado sensación de calor exa-
gerado, sin aumento de la temperatura periférica, faltando la sialo-
rrea y los edemas, presión arterial 12. Tres años antes de comenzar
•el temblor tuvo vértigos, que la han durado hasta hace poco; la ce-
falalgia que los acompañaba, aún subsiste. No hay elevación de las
-cejas ni nada de especial en la fisonomía, ni nistagmus, y sí bas-
tante adelgazamiento. Sensibilidad objetiva normal.
Obseroación 4.^ (2). — E. M., de sesenta y siete años de edad, natu-
ral de Robledo (Madrid), casado y de oficio jornalero. Carece de an-
tecedentes hereditarios, no ha tenido hijos y le faltan todo género
(1) Observación debida á la bondad del Dr. Oodina.
(2) Beoogida en la olinioa particular del Dr. Gereda.
166
de antecedentes personales^ pues nunca padeció enfermedades de
ningún género.
Hace tres años, estando sudamio, se enfrió^ y poco después comen-
zó á sentir hormigueos en el brazo izquierdo, hormigueos que le du»
raron cinco meses, presentándosele alternativa y caprichosamente*
Pasado este tiempo comenzó á perder fuerzas en dicho brazo, y
coincidiendo con esta pérdida, hizo su aparición el temblor. Hac&
cuatro meses todos estos fenómenos se fueron instalando en el bra-
zo derecho.
Su estado actual es el siguiente : de aspecto algo caquéctico» pre-
senta un temblor generalizado en ambos brazos. Menudo durante
el reposo, bastante rápido, consta de oscilaciones verticales, recor-
dando el clásico «emiettement» del pulgar. Se exagera cuando los.
miembros no están apoyados. La actitud realiza el tipo de flexión
con la cabeza proyectada hacia adelante, con el mentón tocando
casi en el esternón, brazos pegados al cuerpo» antebrazos semine-
xionados y las primeras falanges flexionadas. Los miembros infe-
riores y la columna vertebral se conservan intactos. Los movimien-
tos de los miembros superiores son muy lentos, estando la cabeza,
casi inmovilizada. No obstante, la cara apentts si inicia elaspecta
caracterlsco de la enfermedad que nos ocupa. No siente calor ni
frío patológicos. Las masas musculares de los miembros superiores,
son poco voluminosas, pero sin llegar á la atrofia. La rigidez es muy
poco acentuada. Los reflejos tendinosos de los miembros superiores,
se hallan exaltados y normales los del resto del cuerpo. Nada de
trastornos sensitivos. Falta la aialorrea y la pulsión. No se apre-
cian trastornos psíquicos. Todas las demás funciones se reaiizáa
normalmente.
La etiología de estos cuatro enfermos tiene varios aspectos suma*
mente interesantes, pues si bien en tres de ellos parece hallarse de
acuerd</con lo que, respecto á la edad de aparición, afirman los au-
tores, rompe en cambio con la idea, bastante generalizada, de que
la herencia juega en la enfermedad de Parkinson un importante pa-
pel, dando la razón á Oppenheim (1) cuando dice que la herencia
no tiene en esta dolencia importancia, no obstante las observacio-
nes de Weber, Borgherini, Bechet, Clerici y Medea (2), Bury y la
más reciente de Papinio Pennato (3).
(1) Oppenheim I Tratado de enfermedades nerviotat (edición española K
(2) Olerici y Medea: Rév. neurol., 1899.
(8) Papinio Pennato t Riforma «lédtea, 1906 (B. M.).
167
De mucho más interés que la etiología es la comparación de estos
síndromes con las formas clásicas. )Jna primera particularidad es
el predominio excesivo de un síntoma sobre los deibás: en las obser-
vaciones 1.% 3/ y 4.' el temblor, en la 2/ la .rigidez. Claro es que esto
ino tiene nada de nuevo ni de sorprendente, puesto que Oppenheim (1)
ha insistido mucho sobre las formas en que falta el temblor, y Ra-
bot y Bechet (2) sobre aquellas otras que tienen su fisonomía clínica
basada en la falta de rigidez.
Mucho más^curioso es la especial manera dé empezar que ha te-
ñido el proceso en cada uno de los cuatro: monoplégico en^tres, pa-
raplégico en otro y en tres bruscamente, contra la opinión de Char*
cot y de Stewart (3), que ha llegado á intentar clasificar los sínto-
mas prodrómicos y en favor de los casos relatados por Moutier (4),
Gilli (5), etc.
Las formas monoplégicas no son muy abundantes ni hay gran
acuerdo sobre ellas, aun cuando Berber (6) crea que se presentan
en un 35'7 por 100. Para algunos (7) trátase de una base de Ja en-
fermedad, y asi parecen probarlos nuestros casos, de un modo de
comienzo. No obstante, hay ocasiones (8) en que el proceso, lejos
de generalizarse, conserva siempre su carácter hemiplégico, no de-
biendo confundirse tales cuadros clínicos con las enfermedades
parkinsonnianas post hemiplégicas (9), en las que el antiguo paralí-
tico se vuelve parkinsonniano (10), acaso sin que el segundo sín-
drome dependa directamente del primero. La observación 2.* es,
en lo relativo á este asunto, la qíie presenta mayor rareza en su
comienzo, pues la forma paraplégica es muy poco frecuente, mere-
ciendo la nuestra figurar junto á las de Messeroti (ll),Mesnard (12),
Berber (13), Ordenstin (14), etc., etc., con el distintivo de lo brusco
(1) Oppenheim t Loe, eit,
(2) Beohet: LoL cU.
(8) Stewart : Lane§t, 1898 (citado por Grasset).
(4) Bíoutiers Soo. neurol., 8 junio 1905.
(6) J. M. Oilli i Th. Paria, 1900.
(6) Berber: Qax. A«6d., 1891.
(7) Gilli 1 Loceü.
(8) Moutier t Loe, eit.
(9) Bicooz I Th. Nanoy, 1882.
(10) Mannelides] Club medical de Gonstantinopla, 1904 (Bev. neurol,^ nú-
mero 6, 1905;.
(11) Messeroti: In Ila999ffna diseienee médieke^ 1889 (citado por Gilli).
(12) Mesnard : Gas. de$ te. med, de Bordeaux, 1888 (citado por Bachet).
(13) Berber : Loe, eit,
(14) Ordenstein: Th. París, 1867 (según Gilli).
168
de la aparición y la relativamente pronta invasión de loe miembros
superiores. ^
De los demás síntomas que señalan los tratadistas, la mayoría
falta en nuestros enfermos. Asi, por ejemplo, los dolores señalados
por Ordenstein (1) sólo se presentan en uno y con escaso relieve,
sin alcanzar la preponderancia del caso tipo relatado por Seint Le-
ger (2). La caquexia tampoco existe, ni los edemas, ni la sialorrea,
pues no merece el nombre de tal el aumento de secreción salivar de
laob8ervac¡ón2.\ con loquesesuma un argumento máa en favor de la
opinión de Mazataud (3), siendo además digno de hacerse notar que
se presenten en el que predomina la rigidez muscular, lo que hace
pensar si será debida á rigidez de los músculos de los labios, men-
tón, lengua y faringe, como piensa Católa (4) contra la teoría bulbar
de Bruns. No hay. tampoco en ninguno de los cuatro equimosis es-
pontáneos de los señalados por Honeix de la Brousse (5) ni asociacio-
nes reumáticas (Charcot) (6), ni históricas (Dutil) (7), ni trastor-
nos de la nutrición general (Alquier) (8), faltando en dos la sensa-
ción de calor sustituida en la observación 2.^ por alternativas de
calor y frk). La necesidad de moverse no hace más que iniciarse. •
No se halla elevación de la temperatura periférica.
Esta misma variabindad, esta separación de los cuatro casos del
tipo clásico y de cada uno de ellos entre si, viene á probar una vez
más que el Dúmero de formas puede ser inñnito, acaso porque aquí,
como en la esclerosis en placas, el síndrome dependa más del asien-
to y agudeza del proceso, que de éste en sí mismo. Según todas las
probabilidades, las lesiones del síndrome de Parkinson asientan en
el istmo del encéfalo, siendo cada síntoma función de una lesión lo-
calizada (9).
(1) Ordenstein I Th. Parle, 1867 (según Gilli).
(9) Seint Lefcers Th. París, 1879 (citado por Gilli).
(8) Masataud: Th. Paria, 1898.
(4) Católa: Soc neorol., 12 enero 1906.
(6) Honeix de la Brousse: Th. Paris, 1888.
<6) Oharcot: Le^ons da mardi, 1861.
(7) Dutil t Th. París, 1891.
(8) Alquier I Th. París, 1906.
(9) Valery : Loe, dt.
I
169
REVISTA DE OTO-RÍNO- LARINGOLOGÍA
nm. ML
DOCTOR D. FRANCISCO RUEDA
Diraclor d« !• Coualte oto-rlno-lMiafológlc* d«l ÜMpltal d« U PrincMa.
ñauAMio : I. La aaioplastia del conducto auditivo extemo en la cura radi*
oal de la otorrea. -^ II. Oontribución al estudio del signo de Oradenigo.—
III. Origen de los pólipos mucosos retronasales. •- lY. Sobre el uso de la
parafina en rinologia. -— V. Traqueotomia y tirotomla. — VI. £l cloruro
de calcio como agente hemostático preventivo.
I. Aunque la materia de que vamos á tratar parece resuelta por
la práctica en todos sus puntos, ño nos parece inútil fijar algunas
ideas en el ánimo de los menos expertos, aprovechando las conclu-
fliones señaladas por el Dr. Moure en la última reunión de la Socie-
dad francesa de Laringología, etc., que representan la enseñanza
adquirida en 700 operaciones mastoideas que lleva ejecutadas.
Para orientación de los menos enterados en la cuestión, diremos
que en la operatoria radical de las supuraciones crónicas del oído
medio, existe un tiempo que consiste en acomodar el conducto audi-
tivo cartilaginoso, de tal modo, que el conducto óseo, la caja timpá-
nica y el espacio mastoideo, constituyen una sola cavidad, y de tai
manera, que, resultando el meato auditivo muy ancho, consienta
fácilmente por él la curación de la cavidad operatoria.
Después de varios tanteos en este sentido. realizados por diversos
autores, cuyos procedimientos de autoplasia del conducto registran
ios tratados clásicos, resolvió el Dr. Moure hace tiempo 'i*eunir
completamente, y en el acto operatorio, la herida retro- auricular,
sea cual fuere la causa de la otorrea, maniobrando sobre el con-
ducto, de tal modo, que siempre pueda consentir las curaciones por
tal vfa.
Para conseguir este propósito, el Dr. Moure ha propuesto en unos
casos la resección total del conducto, en otros la resección de un col-
gajo después de haber incíndido longitudinalmente el conducto; en
ocMiones prolonga la incisión hasta la misma concha, sobre la que
ejecuta incisión crucial en T, sujetando con catgut los dos colgajos
resultantes'á las porciones superior é inferior, respectivamente, de
la herida retro-auricular. Con estas diferentes maniobras bien eje-
170
culadas se consigue el espacio suficiente para la curación é inspec-
ción¡del foco operado.
En ¡circunstancias especiales, obreros poco cuidadosos, focos de
colesteatoma, reemplaza Moure el procedimiento llamado de Sie*
benmann, por la resección pura y simple de4ina porción del carti»
lago de la concha, con lo que se obtiene toda la amplitud deseada.
II. La ocurrencia de una parálisis del motor ocular externo en el
curso de una otitis media aguda séptica, constituye el signo de Ora-
denigo, del nombre del especialista italiano que más se ha ocupado .
en la dilucidación de éste fenómeno.
El número de casos que actualmente registra la literatura, que no
llega á 30, y la falta de datos necrópsicos, hace imposible edificar
una teoría que satisfaga, siendo los datos clínicos realmente tan con-
tradictorios, que más sirven para extraviar que para aclarar la
cuestión.
Por esto, el recoger los nuevos casos publicados tiene interés,,
pues, representan los elementos sobre que el edificio ha de de funda*
mentarse.
Contrasta sobremanera en la evolución de la enfeirmedad el he»
cho de que, en la mayoría de los casos (19 en 2V^^ la curación ha so-
brevenido sin consecuencias en el transcurso de varias semanas»
mientras que en unos pocos se ha declarado un estado meningitico
con terminación funesta. De aquí que unos observadores hayan
pensado para la explicación del fenómeno en reflejos nerviosos,
fáciles de traer á la escena, y otros hayan apelado á la meningitis
serosa ó purulenta, según los casos.
La observación que el Dr. Jacques (de Nanzy ) publica en el núme-
ro de junio de los Annalea des maladies de l^oreille, etc., es de inte*
res á este propósito, aunque, en verdad, tampoco sirve para susten-
tar una teoría, pues le falta la necropsia, ya que los datos biópsicos
que aporta no son lo bastante claros con respecto al signo clínico
en cuestión.
Encabeza la observación con el siguiente epígrafe: Paresia pro*
gresioa del elevador del párpado y después del motor ocular externo,
.en el curso de una otitis media supurada aguda no complicada. Afe-
ningiiis generalizada con flujo abundante de liquido cefalorraquídeo
* por el oidOy quince dias después del principio de la parálisis. Muerte^
Un niño de siete años sufre los fenómenos corrientes de una otiti»
aguda que se perfora espontáneamente, y cuya perforación es dila^
toda por el bisturí del especialista. Más tarde presenta ptosis, y en
171
vista de que se agrega un estado febril que pasa de 39*^ y se presen-
tan los fenómenos propios de una oftalmoplegia externa, se con-
cluye que el paciente se encuentra en gran inminencia de peligro
para la vida, corroborada esta idea por la circunstancia de que los
tapones de algodón colocados á la entrada del ofdo se imbiben de
un liquido incoloro, muy abundante, seroso, que se acumula en la
concha, llenándola en pocos instantes, agregándose á esto una cons-
tipación absoluta y un vientre retraído, con rigidez de la nuca y
vómitos repetidos.
Decidida una intervención de urgei\pia para en lo posible detener
la invasión de la meningitis que evoluciona, se vacian las mastoi-
des y caja timpánica sin encontrar acumulaciones sépticas ni tra-
yecto fistuloso endocraneal que explique lo sucedido, por lo que se
continúa la exploración resecando la bóveda de la caja y del antro
mastoideo, con lo que descubriendo sana la dura madre se incinde y
se procura salida de una notable cantidad de líquido seroso.
El curso post operatorio ha sido el de una leptomeningitis, que ha
conducido á la muerte en coma, después de fenómenos convulsivos
repetidos.
El examen del líquido raquídeo extraíjdo por la punción lumbaF
practicada antes de la operación, ha dado leucocitos abundantes
mono y polinucleares y un cultivo puro de un microorganismo que
corresponde á la descripción del enterococo de Thiercelin.
Según el criterio del autor, la causa de la parálisis del abductor
del globo ocular ha residido en un foco flogístico que ha compren-
dido la trayectoria del motor ocular externo.
Concluye que, en el terreno pronóstico, el signo de Gradenigo
debe ser siempre mirado como un indicio de inminente gravedad,
que obliga á permanecer armados contra todo evento.
lII.SEn oposición á los pólipos mucosos de la nariz, que en su gran
mayoría tienden á salir por la abertura anterior, existan otros que
son arrastrados hacia las coanas, invadiendo la nasofarínge, donde
toman cuerpo y donde la rínoscopia posterior los revela apoyados
sobre el velo del paladar. Bajo ningún concepto científico pueden
diferenciarse unos de otros, perteneciendo todos á la categoría de
neoplasiasde estroma fibroso de grandes mallas ocupados por se-
rosidad infiltrada, y á veces constituyendo verdaderas lagunas quís- *
ticas.
Lo que oDliga á considerar estos pólipos en grupo separado es: de
un lado, 1& mayor dificultad para ser diagnoticados; de otro lado.
172
su original punto de procedencia, y ñnalmente la mayor dificultad
que ofrecen para su extracción.
Sobre el segundo punto, publica el Dr. Killian (de Friburgo) un
trabajo en los Annalea dea maladiea de Coreille, etc., del mes de
mayo, en el que expone ideas con las que mi observación particular
coincide, por lo que voy á transcribirlas brevemente.
La experiencia de Killian, que comprende 22 casos, le bace admi-
tir que los pólipos retronasales son ordinariamente únicos y unila-
terales, piriformes, muy alargados, cuyo pedículo, como estirado, es
intranasal, y cuyo extremo terminal, abultado, pende en el espacio
nasofaríngeo. La observación minuciosa de varios casos le autori-
zan para admitir que estos pólipos nacen en el interior del seno
maxilar, donde crecen en estado latente basta bacer su salida por
el oeiium natural ó uno accesorio, en cuyo punto sufriría una es*
trangulación, que explica la delgadez del pedículo que se aprecia al
ser operado, asi como la considerable extensión.
Para cerciorarse antes de la operación, precisa cocainizar fuer-
temente la zona del canal medio y emplear el espéculum de Killian
para la rinoscopia media, con el que, rechazando el cornete medio
contra el tabique nasal, puede verse aparecer el pedículo lateral-
mente por detrás de la región de la apófisis unciforme. Con un esti-
lete curvo es posible rodear el pedículo y cerciorarse que el orificio
accesorio por donde sale es notable por su diámetro.
Aplicando el aprietanudos bien sobre la raíz, y procediendo por
arrancamiento, se nota que la porción antral es á veces considera-
ble y hasta de 3 y 4 centímetros.
Ei Dr. Killian ha notado la existencia de un surco transversal en
el pedículo, así como también la resistencia que opone al arranca-
miento y la circunstancia de que al verificarse suele ir acompañado
de un derrame de liquido seroso ; por lo que supone con razón que
en el interior del antro, el pedículo es grueso y quístico, que resulta
estrangulado á su paso por el orificio, y que la rotura del quiste in-
trasinusal explican lo membraniforme del pedículo y el escape de
líquido seroso
IV. A pesar del tiempo transcurrido desde que Gersuny inició el
empleo de la parafina en inyecciones intersticiales, todavía los au-
tores no llegan á una conclusión uniforme respecto á ciertos detalles
de técnica, obteniendo resultados contradictorios en muchos casos.
En la reunión del mes de mayo de la « Société frangaise d*otologie,
de Laryngologie et de Rhinologie », se han ocupado de esta cuestión
173
personas de tanta experiencia en la materia como Brindel (de Bur-
deos) y Broeckaert (de Gante), manifestándose en discrepancia
respecto al uso preferente de las dos parañnas, la liquida y la 06*
lida.
Bl Dr. Brindel, ensayando el empleo de la paraflna sólida fusible
de 45 á 50®, tan calurosamente ponderada por Broeckaert, en el tra-
tamiento del ozena, ha visto frecuentemente producirse la elimina*
ci6n espontánea de la substancia por esfacelo de la mucosa, aunque
la cantidad inyectada haya sido muy pequeña.
De la comparación que establece con la paraflna caliente, ea de-
cir, inyectada fundida, se desprende la superioridad incontestable
de ésta en el tratamiento del ozena.
Bl Dr. Mahn considera que la paraflna sólida, es decir, fria, re-
sulta superior, si se tiene la precaución de calentar la jeringa y la
aguja, de modo que siendo la materia pastosa penetra en los tejidos
sin comprimirlos ni mortificarlos. '
Ocupándose Broeckaert del valor curativo de las inyecciones de
paraflna en el ozena, aflrma que en 39 fosas nasales enfermas,
ha obtenido 23 curaciones completas, 7 mejorías y 10 fracasos, en-
tendiendo por curación la ausencia persistente de fetidez y costras
sin necesidad del empleo de las irrigaciones nasales.
Se explica este resultado, según el autor, por la producción de
ana esclerosis de la mucosa que comprime y destruye las glándulas
origen de la secreción fétida, cuyo resultado aparece comprobado
por el estudio histológico de cortes de la mucosa.
Nosotros, revisteros imparciales de toda innovación, cumplimos
nuestra obligación apuntando estas cifras, sin comentarios, pues ya
en otro lugar hemos significado nuestro criterio sobre la materia.
Y. Aunque se trata de un asunto algo manoseado, como nunca lo
bueno sobra, nos vamos á ocupar en sintetizar las ideas últimamen-
te vertidas por el Dr. Moure, respecto á la oportunidad de ejecución
déla traqueotomia, juntamente con la tirotomía; la gran experien-
cia adquirida poreiste maestro da valor á sus conclusiones.
Sentando como principio que las circunstancias en que somos lla-
mados á intervenir son bastante diferentes, piensa que la conducta
debe ajustarse á cada caso.
Cuando se trata de cuerpos extraiios enclavados en la laringe ó
de tumores benignos que han de ser poco hemorrágicos, es posible
practicar la abertura laríngea sin traqueotomia previa.
Cuando se trata de tumores malignos de ancha implantación.
174
piensa el Dr. Moure que la colocación de una cánula traqueal es
preliminar necesario antes de incindir el tiroides, proporcionando
las ventajas de facilitar la cloroíormizaeión y garantir contra la
penetración de sangre en el árbol respiratorio, pudiendo trabajar
libremente el operador sobre la laringe abierta y ayudándose de la
aplicación tópica de cocaína y adrenalina.
Considera también que la traqueotomfa debe ser temporal, y que
una vez terminada la intervención, debe precederse á la sutura
laringotraqueal, exactamente como si la traqueotomfa no se hubie-
ra practicado.
Al objeto de facilitar la reunión inmediata de la herida traqueal,
aconseja el empleo de cánulas aplastadas, que separan poco los ani-
llos traqueales.
En ideas semejantes abunda también el Dr. Lermoyez, quien dice
que la laringotomla sin traqueotomfa es una mediana operación, y
que la práctica contraria es excelente, sintetizando su criterio en
una imagen que encontramos excelente : «Cuando se quiera traba-
jar en seco sobre el lecho fie un rio, se deriva el curso de la co-
rriente». ^ "
VI. Como ya hace algún tiempo que por varios experimentadores
se vienen comprobando los efectos hemostáticos del cloruro de cal-
cio administrado al interior, no debemos pasarlo en silencio, aunque
personalmente tengamos que confesarnos un tanto escépticos sobre
tan relevante cualidad, que. por lo menos dentro de nuestra espe-
cialidad, serla preciosa, por lo que simplificaría una porción de ope-
raciones.
El Dr. Toubert (de Montpellier) afirma haber obtenido resultados
notables, comprobando la cualidad que este medicamento posee de
aumentar la coagulabilidad de la sangre. Esta propiedad la consi-
derada interés, sobre todo cuando son de esperar las hemorragias
en sábana y son de temer los hematomas post operatorios.
El cloruro de calcio lo prescribe en poción á la dosis cotidiana de
2 á 3 gramos, uno ó dos dfas antes de la operación, siendo siem-
pre bien tolerado. Hace notar el autor su incompatibilidad con la
leche.
Su empleo le ha proporcionado excelentes resultados en las si-
guientes operaciones : trepanaciones mastoideas, fraccionamiento
de amígdalas, extirpación de vegetaciones adenoideas, operación
de crestas del tabique nasal, intervenciones sobre el seno maxilar y
el etmoides.
• 175
Ha podido practicar las intervenciones sin interrumpir la manio-
bra para ocuparse de la hemostasia, sin necesidad de taponamien*
toa posterioras, reduciendo el número de las ligaduras perdidas y no
^ocasionándose hematomas en el curso post operatorio*
bibliografía
ro» n.
DR. D. RAFAEL DEL VALLE Y ALDABALDB
Médico, por opoolelóo, dol HotpIUl ProTlneUl. Madrid. '
I
-\
I. OoMPBVoio DI FiszoLoeiA» por E. Hedon, traduooión de la 4.* edición, oo-
rrei^da y aumentada. Barcelona, ün tomo en 8;* de 624 páginas.
II. Lbociovib BLaiiBirTALM DB FibiolooÍa t HioxBVB, por Carlos S. Porter.
Valparaíso.' ün tomo en 4.* menor, de 124 y €8 páginas respeotiyaA
mente.
Como la Fisiología, tanto general como humana, ha hecho gran-
des progresos en estos últimos tiempos, y si no todos, una buena par-
te de dichos progresos conviene que sean conocidos aun por el mé-
dico más engolfado en el tráfago de la práctica diaria, es útil la pu-
blicación de obritas«comp la presente, que en reducido espacio sir-
ven para refrescar nociones á veces olvidadas de puro sabidas, y
para dar á conocer las nuevas adquisiciones que se han realizado en
el domnio de la Ciencia de la vida.
En general, cumple bien este cometido la obra actual, puesto que
con claridad y concisión se exponen en ella los hechos y alguna vez
hasta las teorías que más importan conocer en Fisiología. Un espí-
ritu suspicaz pudiera echar de menos algunas novedades que pue-
den tener su utilidad práctica, v. gr., alguna alusión á la digestión
de las grasas por el jugo gástrico y hasta recordar que los tres co-
lores fundamentales en la teoría de Young y Helmoltz, son el rojo,
el verde y el violeta^ no el €uul como dice el autor, pero son detalles
estos de poca monta que no quitan al libro su valor indiscutible, y
que es de esperar sean corregidos en ediciones sucesivas.
Esto mismo debo decir de cierto descuido en la traducción, que
s\n quitar claridad al texto le hace poco castizo en bastantes oca-
siones.
176
II
La obra actual consta de dos partes : la primera comprende la Fi-
siología, mejor dicho, una parte de ella, porque el librito está sin ter»
minar; la otra, escrita por el Dr. Grossi, trata de la Higiene.
Ambas tienen un carácter elemental, como escritas para los aspi-
rantes á oficiales de la Armada chilena. En tal concepto, satisfacen
cumplidamente su objeto. Bn la Fisiología, además de un texto cla-
ro y comprensivo de aquellas nociones que debe poseer todo hombre
de cierta cultura^ y mucho más el que ha de intervenir de un modo
más ó menos directo en el cuidado y dirección de muchos de susse-
mejantes,se encuentran bastantes figuras,en mayor número propor-
cionalmente que en otras obras de más pretensiones. Y debo hacer
constar, además, que dichas figuras, originales muchas de ellas, es-
tán muy bien hechas, constituyendo así un buen complemento del
texto.
En cambio en la Higiene sólo se encuentra una lámina, pero real-
mente no puede hacerse por esto ningún reproche al autor, pues
dado el carácter elemental de su trabajo, no hacía gran falta en él
semejante complemento.
El texto, metódico y bien escrito, da idea suficiente de los conoci-
mientos higiénicos que necesita poseer un futuro oficial de la Arma-
da, sin que por eso deje de ser también útil á todo aquel que quie-
ra ponerse al corriente de los conocimientos más fundamentales en-
tre los que constituyen hoy el dominio de la Ciencia de la salud.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIKDADBS CUNTtnCAS
BKAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADRID
SéMn dddiaBde Junio dé 190$.
De la paNiira. -- El Dr. Codina dice que se levantó en la sesión anterior
después de presentar el cuadro donde resumía las inyestigaciones persona*
les que habla llevado á cabo acerca de las presiones arteriales en los pela-
grosoB, y cuando se disponia á manifestar que de todos los datos que habla
aducido surgía la creencia, no la prueba irrefutable, de que la pelagra no
177
er» oü proceso infeccioso sino un proceso tóxico. Ahora bieo, y este es el
panto cnlminante jdel problema patogénico, ¿se trata de nna intoxicación
ixógena 6 de- una intoxicación endógenal Pandándonos en las ideas corrien-
tes, parece resnelto el problema : se tratarla de ana intoxicación exógena
extema, y cnya paerta de entrada se encontrarla en el aparato digestivo.
Paes bien, á esta solución corriente y tradicional es á la que creo qae
paeden oponerse mny grayes y serios reparos, fundados en la característica
general de todas las intoxicaciones exógenas. Sabido es que, cuando éstas
son agudas, la supresión del tóxico ya seguida de la curación más ó menos
rápida de los accidentes, y cuando son crónicas dicha supresión, si no ya se-
guida de curación, determina por lo menos una mejoría progresiva y per-
sistente. Asi sucede con el plomo, mercurio y hasta el alcohol, y si en estas
intoxicaciones crónicas ouedan residuos patológicos después de suprimido
el tóxico y bien tratada la intoxicación, ligados indudablemente á procesos
que podríamos llamar paratóxicas^ como los hay parasifíliticos y paratuber-
culosps (es decir, parainfecciotos)^ siempre se obtiene una mejoría en el
conjunto del cuadro clínico y la curación absoluta de alguna manifestación
sintomática, mejoría y curación persistentes, si no Yuelve á obrar de nucTO
el tóxico; y esto es precisamente lo que no ha sucedido en los casos de pela-
gra que yo he ñsto, en los cuales la marcha ha sido fatalmente progresiva*
aunque la duración haya sido más ó menos larga, á pesar de sustraer á los
enfermos de l&s focos primitivos donde podían haberse intoxicado, á pesar
de mejorar las condiciones de ambiente y alimentación y á pesar de some-
terles á tratamiento.
Estas diferen\BÍas de la c^aracterlstfca patolójgica fundamental me han
hecho pensar que muy bien podría eDContrarse lácausa de la pelagra en una
intoocicaeián endógena^ y me parecía vislumbrar argumentos en su favor,
aunque no argumentos irrebatibles, por una parte, en los grandes vacíos
que aún existen en la fisiología y en la patología de muchos órganos, y en
particular de las llamadas glándulas vasculares sanguíneas, y por otra, en
la semejanza de curso más ó menos intermitente, marcha progresiva, ter-
minación funesta y trípode sindrómico de trastornos nutritivos, de la piel y
del sistema nervioso que existo entre la pelagra y machas enfermedades li-
gadas etiológica y patogénicamente á la patología de dichas glándulas
(mixedema y enfermedad de Addisson, por ejemplo). Si realmente existiera
en la alteración de un órgano determinado la fuente única de la intoxica-
ción pelagrosa, entonces se explicaría perfectamente la pluralidad de cau-
sas que pueden hacer enfermar aquel órgano, y el por qué unas veces el
maíz averiado y otras el sano, y otras la alimentación de la busca y otras
ninguna de estas cansas provocan la pelagra, y el por qué en otras ocasio-
nes los mismos factores etiológicos no la provocan. Se trataría sencillamen-
te, como en tantos otros procesos patológicos sucede, de que el órgano, in-
cógnita en estos momentos, tuviera una aptitud, una susceptibilidad mayor
ó menor, heredada ó adquirida, á enfermar y hasta á enfermar siempre en
determinada forma, revelada sintomáticamente, también siempre, por el
mismo cuadro clínico fundamental.
De ser, pues, la intoxicación endógena, ocurre preguntar: ¿cuál es el ór-
gano alterado? ¿Cuál la función alterada? Dificil es dar hoy cumplida con-
U
178
testación á estas pregnotas. Desde el punto xle TÍsta sintomático, no pare-
ce admisible que los fenómenos de la piel sean la cansa de los del aparato
digestivo y de los del sistema nervioso ó yiceversa, y en cambio parece mny
lógico y razonable que todos dependan de nn mismo órgano alterado, que
todos tengan nn mismo origen orgánico y rayan presentándose sncesiTa-
mente en la escena patológica á medida que progresad proceso fundamen-
tal y único en el órgano responsable. Desde el punto de vista anatomopato-
lógico se conocen perfectamente la atrofia general de casi todos los órga-
nos, hecho que he comprobado algunas veces, y las lesiones de mielitis en-
dógena y de la corteza cerebral, especialmente en el lóbulo frontal, altera-
ciones anatómicas que nada predicen acerca del órgano origen del proceso
pelagroso. ¿Tendrán, sin embargo, algún valor en la resolución de este pro-
blema las recientes investigaciones de Finotti y Tedeschi? Sabido es que
estos autores, inducidos á examinar las cápsulas suprarrenales de loe pela-
grosos, por haberlas encontrado lesionadas en un caso en que la pelagra es-
taba asociada á la enfermedad de Addison, las encontraron casi todaacon
lesiones más ó menos importantes, y que consistían principalmente en una
infiltración de células pequeñas, en proliferación del tejido conjuntivo y
algunas veces hasta en necrosis. Aunque no tengan un gran valor demos-
trativo, por faltarles el aliciente del examen histológico, he aquí los datos
obtenidos, con respecto al peso de loe principales órganos de un pelagroso
que falleció en el núm. 16 de mi clínica, y cuya autopsia hice el día 21 de
enero de 1905 :
«
Peso en gramos de los órganos normale$ y del pelagroso.
Encéfalo ^ I 380 1.230
Cuerpo tiroides 30 18
Bazo 195 185
Hígado 1.450 1.250
Páncreas * 70 62
RiAón izquierdo 90 140
Rifión derecho \ 90 128
Cápsulas suprarrenales (cada una} 1 10
I
Por estos datos vése claramente que dicho pelagroso tenía todos los ór-
ganos atrofiados, menos los ríñones y las cápsulas suprarrenales, lo cual,
con no decir nada en concreto, no deja de llamar vivamente la atención y
ser bastante significativo. ¿Son acaso suficientes loe datos expuestos para
considerar descubierto el órgano responsable y demostrada la intoxicación
endógena? Creo sinceramente que no; pero también creo que la nueva
orientación que loe referidos datos señalan á las futuras investigaciones
nos llevarán á descubrir la verdadera naturaleza de la pelagra, y nos ex-
plicarán entonces satisfactoriamente el por qué de la pluralidad de causas
ante una misma reacción orgánica patológica.
En resumen : en mi humilde opinión, el maíz sano ó averiado, la ali-
mentación de la busca^ etc., etc., son causas provocadoras de la pelagra de
igual valor positivo ó negativo genérico, no específico; para que la provo-
quen es necesario que obren sobre un individuo que poseía en un determi-
n9
nado órgano (no precisable hoy con exactitud) una aptitnd especifica para
«ofermar en una forma dada, cnya característica sintomatológica seria el
«nadro clínico de la pelagra, aptitnd específica ó rirtnal enfermedad qoe,
ana yez conyertida en real proceso patológico, podría curar ó seguir el
«urso intermitente de mejorías y agrayaciones, ó seguir una marcha fatal-
mente progresiya, según las circunstancias del ambiente que rodeara al
•enfermo, según su propia naturaleiEa orgánica y hasta según la mayor ó
menor oportunidad terapéutica.
El Dr. Huertas manifiesta que en su comunicación se había propuesto
demostrar: l.^ que la pelagra existe en Espafia, y sobre todo en Madrid,
Asturias, Ghilicia y otras regiones; 2.**, que la pelagra no tiene causa espe-
cífica conocida; y 8.% que negando la influencia maícica se sigue la tradi-
•oión de clínicos eminentes.
Afirma la existencia de la pelagra como entidad morbosa, que empieza
por trastornos cerebroespinales y termina en la parálisis; que la pelagra
presenta en la clínica el cuadro morboso descrito por Calmarza; que pa-
decen la enfermedad muchas personas que no comen maíz, y que la pelagra
•ee un proceso morboso especial distinto de los demás, y que no podía ad-
mitir las ideas hipotéticas del Dr. Codina.
El Dr. Codina rectifica, exponiendo que en realidad nada tenía que de-
cir, pero que se encontraba en una situación anormal, porque el doctor .
Huertas le había atribuido conceptos que no había expuesto; que si todos
loe pasos del progreso no se hubieran iniciado por hipótesis y no se hu-
biera procurado conyertir estas hipótesis en hechos positiyos, estaríamos
muy atrasados; que decía esto porque todos los grandes descubrimientos
qae han hecho ayanzar á la humanidad en todos los órdenes han sido ini-
ciados por una hipótesis, sobre todo puando ésta ya seguida de una serie
de inyestigaciones. Que al fin y al cabo las hipótesiss, cuando se inician con
nn serie de argumentos, debían exponerse en sitios como la Academia,
donde las ideas por él expuestaa en este asunto pueden dar lugar á nueyas
inyestigaciones.
Respecto á la lesión histológica, tanto medular como cerebral, princi-
palmente de corteza del lóbulo frontal, había que confesar que no todos los
entores estaban conformes en haber encontrado la misma lesión en los ca
sos de pelagra, y que no repugnaba á la razón el admitir como hipótesis
U alteración de ciertos órganos, entre los que se hallan las cápsulas supra-
rrenales y los ríñones.
PERIÓDICOS
Eszoma proteíforme, rebelde, curado por los efluvios de alta frocuencia.— En
la Revista de Ciencias Médicas, de Barcelona, D. José Anfruns publica el
•iguiente caso clínico:
c Jaime O., de yeintisiete afios, antiguo obrero de la cerrajería de Ma-
fiach, con paréntesis corto pasado en los talleres de la compañía T. B. F.,
180
alumno darante algnnüB afiOB en la Eecaela proTÍncial de Artes y Oficio»
(clases de noche). Padeció erupción morbilosa en ia infancia, dos ó tres^
anginas catarrales y algún trastorno gástrico leTe en lo sncesiyo han sido-
las enfermedades que le han obligado á gnardar cama media docena de Te-
ces; pero nunca ha debido parar el trabajo más de una semana: una gono-
coccia puramente localizada, completa la sección patológica de su yida.
Su padre, bien desarrollado, albañil, falleció arterfoescleroso en 1908 por
hemorragia cerebral. Su madre tubo en una pierna una úlcera crónica, de
la que curó en el espacio de algunas semanas; pasados dos ó tres afios su-
frió por bastante tiempo gastropatia con hematemesis ; á la vuelta de un
periodo, no muy largo, en que parecía todo conjurado, se presentaron fe-
nómenos reumáticos con trastorno cardiaco que duró meses, y disipado esto,,
se iniciaron fenómenos de degeneración de los centros nerviosos, que na
han progresado constantemente, si bien los retrocesos han sido cortos en
cantidad y duración ; hoy tiene el raciocinio debilitado y el moyimiento-
bastante limitado.
En mayo del afio pasado se presentó en el joven una mancha roja que
ocupaba el limite frontal en relación con la región superciliar derecha, en
la cual mancha no sentía más que ligero calor.
En una semana se cubrió de películas y aparecieron tres ó cuatro más en ,
la frente; á los quince ó veinte días, á fin de mayo, aparecía una costra
blanda y amarillenta, no muy gruesa y con varios desniveles. Durante el
mes de junio se afiadieron distintas placas en la parte superior de la cabe-
za, que se reunieron hasta el punto de que, á mediados de julio, no había,
discontinuidad desde los párpados en linea circular hasta la protuberancia,
occipital. El aspecto en unos sitios, especialmente en los inferiores, era. .
escamoso seco, de escama grande, de base resistente ; en otros, en el vérti-
ce, era costroso, adivinándose el asiento exulcerado ; no determina dolor
la presión, y la sensación subjetiva única era de prurito á ratos. Era rojo
el color, allá donde se traslucía.
El tratamiento por loe remedios clásicos establecido flaqueó por su base»
Durante el verano no se corrigió ni se detuvo la invasión. Los lavados con
jabones emolientes ó titulados antisépticos; los aceites, vaselinas y gliceri-
nas; el ictiol, la resorcina, el azufre, etc., poco ó nada influyeron en la.
marcha de la afección. En octubre ésta so presentó «con mayor empuje in-
vasor, con inflamación por todo el circuito; placas diversas en las mejillas^
en la nariz, en los labios, en las orejas, en el cuello y en el pecho, en 1&
nuca y en el dorso, con algún puntito en las manos, traían al pobre á mal
traer y era difícil dominar algo su tremenda inquietud.
Continuó los remedios aconsejados ó experimentados y racionales; emo-
lientes, cuando parecieron útiles; reductores y aseptizantes casi siempre^
conHa adición de medicamentos interiores, arsénico, etc. Pero ningún efec-
to obtuvo, y á fin de afio estaba sordo, molestado en la vista por estar en-
fermos los párpados hasta sus bordes, y enferma toda la superficie de la ca-
beza, con infiltración que convirtió sus tejidos en inmóviles, el cuello y
parte del tronco.
El día 1.* del corriente año principia con los efluvios del resonador mo*
nopolar con pincel de cinco centímetros de diámetro, colocado á igual día-
181
taocia del tegamento y en dirección á la oreja y regiones circandantes, du-
rante siete á ocho minatos, en cada lado. En estos sitios, muy inflamados
y dolorosos ya, el eczema era fluente y costroso: en los restantes habla de
todas formas, maculoso, papulóideo, pitiriásico, impetiginoso, psoriasifor-
me y seborréioo. Fné bien tolerada la aplicación y sin consecuencias; repi-
tióse los días 8 y 7 con aplicación de tiempo hasta veinticuatro minutos, y
de lugar paseando el pincel de una ó otra región mastoidea por la frente y
por el occipucio. Al volver el enferxAo el día 9, oia la voz ordinaria, y des-
de entonces el oído ha quedado restablecido. Hasta el 2 de febrero se prac-
ticaron catorce sesiones, que produjeron la desaparición de los síntomas in-
flamatorios y la de todas las placas desde el cuello abajo, la de la mayor
parte de las de la cara y la de la secreción fluida en estas regioned, en la
mastoidea, en el pabellón y en el conducto auditivo. Por tan notable alivio
acordamos suspender los efluvios, á fin de economizar el tiempo. Le pres-
•cribe embrocaciones de aceite con brea, que verificó dos noches, y hubo
que suspenderlas por reaparecer inflamación y nueva extensión. Fueron
necesarios nueve días para volver al estado anterior y renovó las apli-
caciones con exclusión absoluta de todo medicamento, limitándonos á
las prácticas de limpieza. Doce sesiones idénticas practicadas hasta el
15 de abril, eu cuyo día cesó el tratamiento, dejaron la cabeza sin otra hue-
la que la infiltración ligera y la rubicundez que sucede de momento á la
proliferación y vasodllatación habida en los terrenos fuertemente inflama-
mado3. A mediados de mayo restaban pocas manchas en los bordes palpe-
lirales, en el límite inferior del lado derecho de la región frontal y en algún
otro sitio, y á mitad de julio nada^hace sospechar el mortificante proceso,
que durante meses se elaboró en los tejidos mencionados.
En este caso fueron manifiestos los efectos sobre la sensibilidad y la cir-
•culación; remitieron pronto y a Insolutamente el prurito y los fenómenos
<M>ngestivoflogistico8. Estos efectos han de tener inmediato eco en la nutri-
ción, y así se puede ver en corto plazo verificada toda la eficacia comproba-
da en los efluvios del resonador por el autor citado.
Los resultados fisiológicos que causa el alta frecuencia son los que han
de guiar al clínico en la determinación de las indicaciones, y en la comple-
jidad de ellos hallará motivo para el útil empleo de dichas corrientes alter-
nativas en procesos de muy diverso origen^. — Sarabia.
-^^i»^^^
182
REVISTA EXTRANJERA
SOaEDADSS CIENTfFICAS
8O0l£DAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
Suián da día 20 dé Jvnu^^dé 1906.
Yeyunostomla. — El Dr. IjéjarB lamentó que en la discasión reciente so-
bre la yeynnostbmfa se hayan tenido en cuenta las indicaciones, juzgán-
dose el valor terapéutiao de esta operación sólo según los resultados que
da en el cáncer del estómago, es decir, en las personas afectadas de una
enfermedad de evolución fatal, que se hallan casi siempre en un estado d»
caquexia avanzada cuando son operadas á veces in exiremis y en las que
la supervivencia no puede ser de larga duración. Más interesante hubiera
sido estudiar el valor de la yeyunostomla en otras enfermedades no neo-
plásicas, del estómago y del duodeno, en ciertos. casos de quemaduras, d»
úlcera ó en las gastritis ulcerosas que determinan una intolerancia gástri-
ca absoluta para todos los alimentos, sean los que fuesen.
El Dr. Maydl no emplea la yeyunostomla más que en estos casos y es
partidario entusiasta de ella. El Dr. Lejars la ha practicadoen tres caso»
de gastritis dolorosa, rebelde á todo tratamiento, obteniendo en dos d»
ellos resultados muy satisfactorios. En los dos casos se trataba de adultos^
que padecían desde algunos meses antes intolerancia gástrica absoluta con
vómitos casi continuos, pero sin síntomas de estenosis pilóríca. Estos en-
fermos, que se quejaban de grandes dolores y no podían alimentarse, se
encontraban en un estado lastimoso. La yeyunostomla, al dejar el estóma-
go en reposo y permitir á los operados alimentarse convenientemente, co-
rrigió en poco tiempo los fenómenos gástricos, mejorando el estado general»
En el primer enfermo dejó el Dr. Lejars cerrarse la fístula espontáneamen-
te á los cinco meses; en la actualidad, quince meses después de la opera-
ción, el enfermo se encuentra bien y digiere todos los alimentos. El segun-
do enfermo abandonó el hospital á los ocho meses de operado, alimentáp-
dose perfectamente por la boca, aunque persistía la fístula.
El resultado de la yeyunostomla no fuá tan excelente en el tercer caso.
Era un enfermo tan caquéctico que casi se imponía el diagnóstico de cán-
cer del estómago. Al operarle no se encontró neoplasia, pero sí engrosa-
miento general considerable de las paredes del estómago. Con la opera-
ción mejoraron algo los síntomas por espacio de algunos meses, pero des-
pués aparecieron de nuevo los trastornos gástricos, casi con la misma in-
tensidad, el enfermo enflaqueció y volvió á ponerse caquéctico, y murió á
las tres ó cuatro semanas, á pesar de haberse practicado una gastroente-
rostomía secundaria. A la autopsia se encontró la mucosa del estómago
gruesa y ulcerada, pero sin neoplasia; existía una gastritis alcohólica ul-
cerosa antigua.
183
En estas gastritis ulcerosas las indicaciones de la yeyanostomía no son
muy ciaras; el resaltado obtenido por el Dr. Lejars en su enfermo prueba,
entre otras cosas, que no basta dejar en reposo el estómago para contener
la marcha de las lesiones gástricas. Donde la yeyonostomia da resultados
verdaderamente brillantes, es en ciertas quemaduras extensas del estóma-
go, en las que no está indicada la gastrostomia ni la gastro enterostomía.
Maydl y yon Eiselsberg, han referido casos de operados que signen ali-
mentándose sin inconveniente por su boca yeyunal.
La yeyunostomla no debe ser considerada siempre como un c pasatiem-
po», sino que constituye á veces una buena operación. Queda por determi-
nar la mejor técnica qne puede emplearse. Precisamente no se hace indica*
ción en la última discusión, aunque es bastante bueda : es el método de
Biselsberg, que su autor ha empleado en 68 casos y que el Dr* Lejars ha uti-
lizado con éxito en ocho^asos. Consiste en aplicar á la yeyunostomla la
técnica de la gastrostomia por el procedimiento de Witzel. La sonda se
deja colocada durante unos diez días en el túnel subseroso de la pared del
yeyuno y después sólo se introduce para las comidas. La fistula que resulta
de la operación es continente. El Dr. you Eiselsberg ha publicado casos de
enfermos en los que esta continencia persistía á los quince meses de forma*
da la fistula. En los ocho operados del Dr. Lejars, sólo hubo un fracaso que
atribuye á un defecto en la técnica.
El Dr. Quénu dijo que habla tenido ocasión de practicar una yeyunosto-
mla en un sujeto que padecía gastritis con hiperclorhidria exagerada y te-
nia trastornos gástricos exagerados refractarios á dos gastro en terostomias
consecutivas. La yeyunostomla corrigió los trastornos gástricos por un me-
canismo distinto del que se creía.
Estenosis pHórica consecutiva á una quemadura. — Kl Dr. Tuffier leyó un
informe acerca de un caso de este género, presentado á la Sociedad por el
Dr. Robineau.
Un joven de dieciséis años bebió por equivocación un vaso de ácido clor
hidrico. Tuvo primero faringo-esofagitis intensa que le impidió durante
varias semanas alimentarse por la boca. Al mes y medio del accidente,
cuando por el examen directo y por la esofagoscopia no se descubrían le •
sienes de la faringe ni del esófago, excepto una brida cicatrizal á lo largo
de la pared posterior de este órgano, el enfetmo principió á presentar sig-
nos de estenosis pilórica, que se acentuaron hasta vomitar cuantos alimen-
tos tomaba. Guando lo vio el Dr. Robineau se encontraba en un estado
lamentable.
La laparotomía puso de manifiesto una induración pilórica con varias
adherencias periféricas; no existía lesión alguna en las dos caras del estó-
mago. £1 Dr. Robineau pudo )'esecar el píloro para restablecer la conti-
nuidad normal del aparato digestivo, pero la duración mayor la exponía á
ser peligrosa á cansa del estado de debilidad en que se encontraba el en-
fermo, y prefirió recurrir á la gastro-enterostomla. La operación fué segui-
da de éxito completo.
A propósito de este enfermo y de otros análogos, manifestó el Dr. Tuffier
que en muchos casos de ingestión de líquidos cáusticos la única lesión
comprobada es una estenosis pilórica, no presentando alteración alguna
184
apreoiable la boca, la faringe ni el esófago. Ea 90 casos de quemaduras del
aparato digestivo coleccionados por el Dr. Quénu, 83 yeces habia sólo este-
nosis del piloro y en 7 esta estenosis coincidía con lesiones de la faringe ó
del esófago.
Desde el punto de vista de la marcha de las lesiones, indicó el Dr. Tuf-
tier que la estrechez del esófago se observa en general mucho antes que
la estenosis pilórica ; ésta, al contrario de lo que ocurrió en el caso del doc-
tor Robineau, tarda de ordinario bastante en aparecer (cinco afios y me-
dios, Tuffíer; cinco añoé, Dujardin-Beaumetz; cuatro afios, Quénu, etcé-
tera). Las e^itenosis pilóricas por quemaduras pueden ser tratadas por t^^es
clases de operaciones ; la piloroplastia, la resección pilórica y la gastro-
enterostomia. La primera debe ser desechada, porque expone á recidivas.
La segunda no es practicable siempre á causa del estado grave en que se
encuentran algunos enfermos, á los que no debe exponerse á una operación
tan larga. En realidad, la operación preferible es la gastro-enterostomia,
con la que se obtienen en estos casos resultados excelentes.
Hernia inguinal estrangulada de la trompa derocba.— El Dr. Broca leyó un
informe sobre el caso siguiente, observado por el Dr. Graudier.
Ingresó en el hospital una niña de cojatro afios y medio, con una hernia
inguinal derecha, que padecía desde pocos días después de su nacimiento.
Ocho días después de su ingreso, se observó que el tnmor inguinal se ha-
bia puesto tenso y doloroso, y tenía el tamafio de un huevo de gallina. No
había vóipitos ni estrefiimiento. Abierto el sacóse descubrió un volumino-
so coágulo sanguíneo, de la forma del saco y estrangulada en el anillo in-
guinal externo la trompa negruzca y del tamaño del dedo mefiique. Rese-
có la trompa y el saco, y suturó el anillo hemiario; la enferma curó per-
fectamente.
A propósito de este caso líarnó la atención el Dr. Broca sobre la rareza
de las hernias de la trompa en nifias de tan poca edad como la operada por
el Dr. Gaudier.
Pericolitis adhesiva y estenosante.—El Dr. Fotherat refirió la observación
de dos enfermas que padecían, desde hacía más ó menos tiempo^ trastornos
ntestinaies caracterizados, sobre todo, por estrefiimiento, inapetencia, en-
flaquecimiento, y en las que el conjunto de estos síntomas, unido á los sig-
nos objetivos comprobados á la exploración abdominal— tumefacción irre-
gular, dura, poco móvil eu el colon ascendente—hicieron diagnosticar la
enfermedad de neoplasia del intestino grueso. La laparotomía reveló como
única lesión en los dos casos, adherencias, bridas pericolícas, que unían el
«colon ascendente con los órganos inmediatos : hígado, epiplón. Las dos en-
fermas curaron perfectamente, bastando para ello romper las adherencias,
resecando además en un caso el apéndice sospechoso y practicando la ente-
ro-anastomosis entre el colon transverso y el íleon, á causa de la denuda-
ción operatoria muy extensa del colon.
¿Cuál era el origen de estas adherencias patológicas pericólicas, de esta
ücpericolitis adhesiva estenosante»^ como la llama el Dr. Potherat? El ori-
gen ,es difícil de descubrir en los dos casos referidos, porque en ellos no
existia síntoma alguno de inflamación anterior del colon, del hígado ó del
epiplón, capaz de explicar dichas lesiones.
185
TraUnianto de la tuberottiotlt artioular por las inyecciones esoiertgenas.--
fil Dr. Walther presentó una mujer de treinta afios, qne padeció en 1891
tamor blanco de la rodilla derecha y de la izquierda en 1896. El trata-
miento consistió las dos veces en hacer en la rodilla inyecciones escleróge-
ñas de cloruro de ainc, según el método de Lannelongue. Hoy pueden juz-
garse los resultados maraTÜlosos del método. Este enferma anda perfec-
tamente, los moTÍmentos de ambas rodillas son normales y no existe el me-
nor signo de recidiTa.
El Dr. Chapul dijo que un nifio que padecía tumor blanco de la rodilla,
-que se inmovilizó durante dos afios con un aposito de escayola, curó per-
fectamente, conservando la articulación sus movimientos.
£1 Dr. Ltteai-Champiofmiere manifestó que el resultado obtenido por el
l>r. Walther es excelente, pero qne algunos casos aislados de éxitos obte-
nidos por un método terapéutico, son insuficientes para apreciar su verda-
dero valor.
£1 Dr. Lcíbbé declaró que los casos que ha visto confirman la existencia
•del método esclerógeno de Lannelongue, aplicado al tratamiento de la tu-
berculosis articular.
El Dr. Broca manifestó que en el caso del Dr. Valther se trataba de una
tuberculosis bilateral de la rodilla. Se ha observado— sin que pueda expli-
<uir8e la razón del hecho^que las tuberculosis bilaterales de la rodilla son
por lo general benignas, al contrario de lo que ocurre con las de la cadera.
iLa Fres»e Medkaleh-'F. Tolbdo.
SOCIEDAD DK TERAPÉUTICA DE PARÍS
Suián da día 27 dé Junio de 1906.
\
Estenesit del pilero y riflón flotante. —El Dr. P. Galloib: La patogenia de
las estenosis del pilero es todavía una cuestión controvertida. Sabido es que
según Glénard y Bouveret, las ptosis viscerales son susceptibles de determi-
nar una estrechez pilórica, lo cuál no es admitido por otros clínicos. He te-
nido, sin embargo, ocasión de observar un caso que parece confirmar la
opinión de Gléoard y Bouveret. Se trataba de una joven con riñon flotante
j gastro-ectasia; el límite inferior del estómago estaba situado entre el
ombligo y el pubis y por debajo del ombligo también se encontraba un ri-
fión ectopiado que era perfectamente reducible. Practicando la palpación
del estómago.dilatado sentía cómo este órgano se contraía y vertía después
au contenido en el intestino, y habiendo aprendido la enferma misma á ha-
cerse la expresión gástrica y á reducirse el rifión flotante, se libró de este
modo de las alteraciones gastro-intesti nales y nerviosas que padecía desde
afios antes.
El Dr. Lb Gkndhe: La observación del Dr. Galléis ca demostrativa para
este caso particular, pero no creo que la génesis de este proceso sea el que
debe aceptarse en general. Siendo la dilatación del estómago más frecuen-
te que el rifión flotante, no parece lógico considerarla como la consecuen-
eia de este último. Por otra parte, la ectopia renal, frecuente en la mujer.
186
es excepcional en el hombre, j por fin, la mayoría de rífiODes flotantes no
se ectopian del mismo modo, sino que adoptan toda clase de posiciones, qn»
hasta Tarian en el curso de an m*ismo día.
El muérdago en el tratamiento de la bomoptisit. — El Dr. Gaultibr : Ha-
biendo llegado á mi conocimiento qae se habla cortado la hemoptisis en do»
enfermos cen el aso del muérdago de roble, empleado por los consejos d»
una curandera, he emprendido una serie de ensayos de tratamiento por esta
planta en las hemorragias pulmonares, contra las cuales, según se desprende
de inis indagaciones literarias, habla sido ya empleada por algunos médico»
ingleses y americanos. Me he servido del extracto etéreo del muérdago en
pildoras, que prescribí á la dosis de 0*80 gramos por día á ocho tuberculoso»
hemoptóicos. En siete, la hemoptisis fué rápidamente suspendida, y sólo una
vez el resultado fué nulo. En la autopsia de este ultimóse encontró que su
hemorragia pulmonar era debida á la rotura en una caTerna de un voluini-
noso aneurisma de Rasmussen, que no podía ser favorablemente influido-
por ninguna medicación. £n estos enfermos también he obserTado,%ajo la
influencia de la medicación, un descenso maniñesto de la presión arterial
con aceleración del pulso ; el mismo efecto he observado en animales á lo»
que inyecté en las venas un cocimiento acuoso del muérdago. Loe efecto»
antihemoptóicos parecen, pues, ligados al descenso que provocan en la pre-
sión arterial.
El gonosan. — El Dr. Hknaclt : Recientemente he practicado algunos en»
sayos con el tratamiento exclusivamente interno de la blenorragia aguda,,
por medio del gonosan. Este medicamento es una combinación de esencia
de sándalo pura y extracto de kava (Piper methysticum), el cual, como lo
han demostrado las observaciones del Dr. ¿aveaux, ejerce una acción anes-
tésica sobre los árganos y vías urinarias. Empleada en combinación con el
extracto de kava, tampoco la esencia de sándalo provoca fenómenos de in-
tolerancia de parte de los órganos de la digestión (eructos, inapetencia,,
dispepsia) y de los rifiones (dolores lumbares), lo cual permite adminis-
trarla á dosis elevadas y prolongar su uso; al mismo tiempo el extracto d»
kava ejerce una acción calmante sobre los dolores y las erecciones. He tra-
tado con el gonosan 10 blenorrágicos agudos con gonococos. En seis días h»
obtenido en ocho la cesación de los dolores á la micción y las erecciones
dolorosas, y tres ó cuatro días después la secreción estaba reducida á algu»
ñas gotas. Dos enfermos parece que han sido completamente curados de su
blenorragia, puesto que no tienen secreción ni siquiera fllamentos uri-
narios. — CODINA Castbli.vI.
XV CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA
Celebrado en Lieboa del 19 al 26 de Abril de 1906,
(Continuación).
Contrlbooién al estudio clínico de la parálisis general en EspaAa.— El doctor
A. Rodríguez Morimi (.Conclusianes) : 1.* El interés que siempre ha desper-
tado entre los alienistas el estudio de la parálisis general, justifica el apor-
187
tar toda clase de datos que pnedan setrii para esolareoer los punios qae
iodaria están en litigio sobre esta enfermedad.
2.* Hasta ^ora, los trabajos de médicos espafioles sobre la parálisis ge-
neral, son tan escasos j tan incompletos, que es muy difícil sacar de ellos
algnna utilidad.
8/ Las estadísticas españolas sobre las enfermedades mentales, publica-
das hasta'el día, no contienen ninguna indicación qne se refiera á la fre-
cuencia comparada de la parálisis general. Una s¿lo perteneciente al Ma-
nicomio de San Baudilio (1902), indica el tanto por ciento de los paralíti-
cos generales existentes en este Asilo.
4.^ Este trabajo está inspirado en datos recogidos personalmente en el
Manicomio de San Baudilio y en los proporcionados por los Directores de
los principales Asilos de alienados de Espafia. Aquéllos comprenden un
periodo de cinco afios, y éstos se refieren á diferentes épocas.
5.* Todos ellos están basados en el moderno concepto clínico de conside-
rar á la enfermedad de Bayle como nn süidrome morboso común á varías
entidades nosológicas.
6.* En la mayor parte de los Manicomios espafioles, sólo el 5 ó 6 por lOQ
de los hombres enajenados ofrecen el síndrome paralítico general. En ios
Asilos del Norte de la Península, la proporción dé paralíticos aumenta (8
por 100), debido á la frecuencia del alcoholismo en estas regiones. En las
mujeres la proporción no pasa del 1 por 100.
7.* Los síndromes paralíticos generales se desarrollan en Espafia catre
los treinta y dos y los cuarenta y ocho afios. Son muy raros los casos en que
la enfermedad aparece antes de los veinticinco afios ó después de los cin-
cuenta.
8.^ La frecuencia de la enfermedad es doble en los individuos que pro-
ceden de las grandes poblaciones, que entre los que proceden del campo.
También es más frecuente en los casados que en los solteros. En cuanto á
las profesiones, es mayor entre los que ejercen carreras liberales, y gene-
ralmente, entre las personas ilustradas. La parálisis general conyugal es
muy rara.
9.' La si^lis es el principal factor etiológico en el 90 por 100 de los casos,
produciendo siempre la forma clásica de la parálisis general progresiva.
10. El alcohol obra como causa determinante en el 8 por 100 de los en-
fermos con síndromes paralíticos generales, determinando la mayor parte
de las veces formas de pseudoparálisis no progresivas, y en las qne no es
diñcil obtener la curación.
11. En el 2 por 100 restante no ha sido posible descubrir la causa pro-
ductora del síndrome paralítico general, habiendo sido probablemente al-
guna intoxicación infecciosa agnda.
12. Como consecuencia de la naturaleza sifilítica de la dolencia, el 90
por 100 de los enfermos con síndromes paralíticos presentan la forma clá-
sica de la meningo- encefalitis difusa, de evolución progresiva hacia la de-
mencia y de término fatal en un período de dos ó tres afios.
18. El restante 8 ó 10 por 100 de los alienados que presentan síndromes
paralíticos, no sufren la verdadera parálisis general y si sólo ana pseudo-
enfermedad de Bayle, que en muchas ocasiones no es progresiva.
188
CoBÜriiiaeiéo de la iomiinidad de lee yeeeres y ealeree reepeete á la lebereo-
letie pulnenar. — El Dr. G, Fisac {Canelunones) : A) Las indastrias de loe
yeseros y caleros haceo iomones á loe obreros empleados en ellas, según
prnebaD las estadísticas formadas durante los meses de mayo, jnnio y julio,
y presentadas en octubre al Congreso de la tubereuloeis^ celebrado en París
el año último.
B) Esta inmunidad ha sido ratificada con gran número de obseryaciones
clínicas; y por multitud de estadísticas formadas por varios médicos ru-
rales. '
C) El polTO de cal ó de yeso aspirado es un medicamento de la tubercu-
losis pulmonar.
D) El reconocimiento de la fuerza preseryatiTa de este medicamento es
necesario, puesto que el bacilo de Eoch y los estados de pretuberculons
abundan bastante y producen yarias yíctimas porlatuberculos¡s,y hay una
clase social — la que aspira estos polyos — la cual tiene el priyilegio de in-
munidad, por más que arrastra una yida miserable y tí ye en contacto con
otras clases de la sociedad, entre Las cuales la aspiración de otra especie de
polyo produce la muerte de gran número de obreros herreros, molineros,
carpinteros, jornaleros, etc., que habitan en las mismas localidades y i
causa de la misma enfermedad.
* E) Deducimos de esto que el polro de cal y de yeso aspirado es un me-
dicamento curatiyo de la tuberculosis pulmonar. A causa de su acción ino-
fensiya para las rías digestiyas y respiratorias, puede ser empleado siem-
pre en estos casos.
F) uno de los medios que pueden emplearse para inmunizar las gene-
raciones y disminuir los casos de tubero ulosis pulmonar, es elegir para las
colonias y yaeaciones los sitios en que hay hornos ó fábricas de cal ó
de yeso.
G) La acción preseryatiya de la aspiración de la cal ó del yeso es inne-
gable, según conñrman todas las estadísticas, en las que figuran las muje-
res muertas á causa de la tuberculosis pulmonar y que no pertenecían á
familias de caleros ó yeseros; es decir, que no sólo éstos, sino sus familias
están al abrigo de las tuberculosis. El hecho se explica por yiyir en sitios
en los que se aspira el mismo poWo.
La inyección liipodérmica de oxígeno. —Los Dres. J. J. Dómivb y J. Cuabas
{Conclusiones) : 1.^ La inyección hipodérmica de oxigeno fué practicada por
primera yez en Valencia por uno de nosotros, Dómine, en 1900, y su teoría
y técnica fué expuesta oficialmente en la tesis de Chabás (1902), y por éste
al último Congreso internacional (Madrid, 1908).
2.* La absorción de oxigeno inyectado eu el tejido celular subcutáneo
es muy rápida y sus efectos muy inmediatos. Estos últimos corresponden á
la doble acción mecánica (local) y química (general). Nunca hemos notado
accidente alguno : el método está exento de peligros.
S.* Todo estado asfítico ó neurítico, local ó general, es justiciable de su
aplicación: desde el ántrax ó la ciática, hasta la anoxhemia más graye.
4.^ El método de su aplicación es muy sencillo.
5.^ El aparato Inyector extractor de líquidos y gases, patente Dámim, reúne
todas las exigencias de su aplicación.
189
laiíalaoiéfi preventiva de la lubereulesit polmenar.^-El Dr. G. Fisac: La inha-
1 ación preTentiva á que me refiero ea practicada casi continuamente, y á la
▼es en cortas épocas del alio, por mnltitod de obreros, bien al aire libre
(hornos) ó en habitaciones cerradas (fábricas) con verdadero éxito y siem-
pre sin más dirección que la marcada por los recursos de la naturaleza y
sin más limitación que la debilidad física.
No desprecio el valor inmenso de las inyecciones, de las inoculacioneSt
de las prácticas seroterápicas y de otros varios métodos de tratamiento de
esta enfermedad. El Dr. Verdes Montenegro, ocupándose del estudio de
loe fermentos orgánicos, ha sacado la convicción de que «disponemos de un
tratamiento suficiente para aumentar de un modo considerable el número
de curaciones de la tuberculosis^. Calvo Oambon afirma que da propiedad
esencial del remedio antituberculoso será la regeneración de la célula le-
sionada, propiedad que no es exclusiva de las taberculinas y de los sueros,
sino de substancias de otro origen'.
(}reo que el problema dificilísimo de la tuberculosis debe ser resuelto
por todos los medios posibles, en particular por los que están al alcance de
todo el mundo, y que no exigen manipulaciones ni preparaciones farmacéu-
ticas costosas; además se recomienda la medicación por sus ventajas en las
vias de absorción que la naturaleza emplea para prevenir y tratar la tuber-
culosis y otras enfermedades. Las inyecciones traqueales son siempre efica-
ces. La medicación directa — decía el Dr. 8ouza — es la más racional que se
conoce para modificar los padecimientos de los bronquios y de los pulmo-
nes. Conviene siempre no cansar el estómago, y yo empleo en las bronqui-
tis pretubercalosas inhalaciones, á partes iguales, de polvo de yeso y de
cal durante quince á veinte minutos.dos veces por dia.
Trousseau decía que el fosfato de cal disuelto por el ácido carbónico,
atraviesa las membranas y organiza todos los elementos del plasma. Hac-
quer, de Francfort, ha publicado recientemente un artículo interesantísi-
mo sobre la importancia del yeso en el tratamiento de la tuberculosis.
¿No sería conveniente emplear la inhalación de estas sales de cal en la
profilaxis y en el tratamiento de la tuberculosis, á fin de hacer el terreno
estéril é impedir el desarrollo de la tuberculosis?
Sigamos el camino que nos ensefia la naturaleza, y digamos que los yese-
ros y caleros jamás padecen la tuberculosis, y que ésta cura haciendo expe-
rimentar al tubérculo la degeneración calcárea.
Necresis del tejido adlpese.—El Dr. Cbiari : Las necrosis del tejido adipo-
so, sefialadas primeramente por Balzer, en 1882, y después por Fitz, por
Langerhans y por mí, han sido desde entonces bien estudiadas en lo que se
refiere á la química, á la histología y á la etiología. La experimentación
ha demostrado que las necrosis de este tejido son producidas por el jugo
pancreático, y en particular por sus fermentos proteolítico y lipolítico. Es-
tas investigaciones han demostrado, además, que las alteraciones patológi»
cas de que depende al parecer la necrosis del tejido adiposo, hacen posible
el derrame del jugo pancreático fuera del parénquima glandular.
¿Cuál es la naturaleza de las alteraciones patológicas susceptibles de per-
mitir el derrame extraglandular del jugo pancreático? Precisamente en
este caso interviene el fermento proteolítico, el cual, en ciertas circnnstan-
I
190
cías es capaz de digerir el tejido del páncreas, antodigestión análoga á la
del estómago y que se produce no sólo después de la muerte, sino durante
la Tida. El jugo pancreático que se derrama asi es susceptible, á causa de
la acción especial de su fermento lipolítico, de producir la necrosis del te-
jido adiposo en el páncreas y fuera de él. Existe, por lo tanto, una rela-
ción de causa á efecto entre la antodigestión tríptica del páncreas y las ne-
crosis del tejido adiposo. El fenómeno esencial es la antodigestión del teji-
do pancreático, proceso aui generia. Creo que las pancreatitis agudas hemo-
rrágicas y gangrenosas idiopáticas, son en realidad una antodigestión del
páncreas. Las causas de este proceso son variadas: lesiones traumáticas
del páncreas, trastornos de la circulación local, falta de excreción del jugo
pancreático ó aumento de su actividad bajo la influencia de una kinasa«
Sea lo que fuere, conviene tener muy en cuenta las relaciones que existen
entre el páncreas y la necrosis del tejido adiposo, porque en este estado
morboso la intervención quirúrgica es la única que puede salvar al enfermo.
El Dr. R. DOS Santos: El factor etiológico de la necrosis del tejido adi-
poso es, indudablemente, el jugo pancreático que obra por sus fermentos
tríptico y lipolítico. Todo lo que determina la extravasación d^l jugo pan-
creático activo en el tejido adiposo, puede ocasionar la necrosis de éste con
descomposición de la grasa contenida en las células. Todo lo que disminuye
la resistencia vital de este tejido ó aumenta la actividad digestiva del jugo
pancreático, hace más extensa ó más grave dicha lesión. Las lesiones muy
. extensas del tejido adiposo suponen un derrame de jugo pancreático tan
( abundante, que no es sorprendente encontrarlas asociadas á lesiones gra-
ves y más ó monos generalizadas del páncreas.
Respecto al papel de la bilis en la necrosis diseminada del tejido adi-
poso, he podido convencerme de qae el líquido biliar fisiológico es incapaz
por si sólo de producir esta variedad de necrosis. Sin embargo, es suscepti-
ble de favorecer la generalización de la necrosis que ocasiona el jugo pan-
creático. Cuando la necrosis diseminada del tejido adiposo no coincide con
lesiones extensas del páncreas, existen alteraciones concomitantes de las
Tías biliares (colelitiasis y derrame de bilis en la cavidad del abdomen).
Aun cuando no es posible afirmarlo de una manera concreta, hay motivos
para creer que la bilis favorece en cierto modo la acción del fermento lipo-
lítico del jugo pancreático.
Tripanosomiasis. — El Dr. Martini: Creo que conviene unificar la fiebre
tripanosomiásica y la enfermedad del suefio, designándolas con el nombre
de tripanoiomiasis africana del hombre. Lo mismo puede decirse del Kala-
azar, la esplenomegalia tropical febril y la caquexia febril sin hipertrofia,
que conviene uniñcar y dar el nombre de Kola- atar.
Respecto á la tripanosomiasis africana, queda todavía por fijar la topo-
grafía de la extensión de este azote, para lo que conviene examinar el con -
tenido de los ganglios linfáticos infartados, sobre todo de la nuca, ó la san-
gre de cuantos se supone padecen tripanosomiasis y todos los insectos que
ge sospecha están Infectados de tripanosoma. Es preciso también estudiar
el desarrollo sexual de los tripanosomas en los insectos y determinar el
modo de producción de las lesiones en el hombre; es decir, si los tripanoso-
¡ mas obran por acción mecánica ó por producción de toxinas.
191.
Desde el punid de rista práctico es necesario encontrar los medios de
destruir los insectos ó de hacer inofensiyas sus picaduras. Cronriene conti-
nuar los ensayos con diferentas medicamentos principiados por Layeran,
Mesnil, Erhlich, Shiga, etc., y ^ntinnar también los ensayos de inocala-
•ción antitripanosomiásica.
En cnanto al Kala-azar es necesario resoWer los mismos problemas, es-
tudiando sus relaciones con la úlcera de Delhi y ayerignando el modo de con-
tagio y el yehlculo del rirus.
El Dr. LAysBAV: Creo qne el Dr. Martini ha incurrido en un error al asi-
milar el Kala-azar á las tripanosomiasis. El parásito de Leishman-Dono-
Tan (que proáuce el Kala-azar) es endocelulár, y aunque en los cultiyos
«e obseryan formas flageladas, éstas no tienen todos los caracteres de lo3 tri-
panosomás, sino que se asemejan más á las Herpetomonas. No me creo au-
torizado á clasificar el parásito de Leishman-Donoyan entre los tripanoso-
mas, y me inclino á creer, como Roas, que se trata de un parásito de un gé-
nero nueyo.
El Dr. Martini: Mucho antes del descubrimiento de los corpú^ulos de
Leishman-DoDoyan, los Dres. P. Manson y Leishman manifestaron que el
Kala-azar es una tripanosomiasis humana. No he creído, por lo tanto, in-
<siair esta enfermedad entre las tripanosomiasis.
El Dr. LAyBRAK: Es indudable que Jos tripanosomas tienen foritias her-
petomonas en los cultiyos ó en el aparato digestiyo de los parásitos chupa-
dores de sangre qne propagan la tripanosomiasis, pero respecto al parásito
Leishman- Donoyan no se conoce la forma tripanosomiásica yerdadera. Hay
qne esperar á que se conozca la eyolución completa del parásito para clasi-
ficarle debidamente.
El Dr. A. Kopkb: En cincuenta y do3 casos diagnosticados clínicamente
de enfermedad del suefio he encontrado siempre el Trypanoeoma gambienee.
En los cuarenta enfermos que he sometido á la pnnción lumbar, el eza-
ilien del liquido cefalorraquídeo me ha permitido descubrir siempre en él
dicho flagelado. Las inyestigaciones practicadas en la sangre han dado re-
sultados menos fayorables é inferiores de los obtenidos por la punción de
los ganglios tumefactos del cuello.
Inoculaciones contra las enfermedades de protozoarios. — El Dr. LAyERAV :
La inmunización por medio de inoculaciones preyentiyas se relacionan de
una manera intima con el estudio de la inmunidad natural, y ante todo
hay que preguntar si las enfermedades de protozoarios (paludismo, piro-
plasmosis y tripanosomiasis) confieren ó no la inmunidad.
Respecto al paludismo sabemos que un primer ataque no confiere la in
mnnidad. El Dr. Koch ha observado la frecuencia de este estado morboso
en los niños indígenas de Jaya y de la Nueya Oninea alemana y la resis-
^tencia de los indígenas adultos á la infección en estas regiones y en la costa
de África, y deduce de estos hechos que los habitantes de los países palú-
dicos pueden adquirirla inmunidad contra esta endemia. Pero realmente,
la inmunidad de los negros adnltos no es más qne relativa, porque se trata
tan sólo de una resistencia particular á la infección. No puede esperarse,
por lo tanto, inmunizar al hombre contra esta enfermedad^inoculándole nn
yirus atenuado. Todas las tentativas en este sentido hechas hasta ahora.
192
han sido ÍDeñcaces. El Dr. Gelli ba hecho inyecciones con el suero de con-
valecientes de fiebre palúdica y con el de individuos que habían adquirido,,
al parecer, la inmunidad contra el paludismo i causa de un primer ataque,
y los resultados fueron negativos. El misms^ fracaso de los ensayos de in*
munisación con el suero de bóvidos y los de la opoterapia de distintos ór*
ganos de estos animales ( baso, médula dsea, etc. ). En resumen : el única
procedimiento que ha producido buenos resultados consiste en el emplea
preventivo de la quinina, pero no se trata de una inmunización propia-
mente dicha, y en cuanto se suspende el empleo del medicamento desapa*
rece la resistencia del organismo á la infección.
En lo referente i las piroplasmosis, los mejores resultados se obtienen
en la piroplasmosis ordinaria ó fiebre de Tejas.
Se han hecho investigaciones numerosas para descubrir un procedi*
miento de inmunización conti^a las tripanosomiasis, pero los resultado»
obtenidos han sido hasta n^olra poco satisfactorios. La aeroterapia ha
fracasado por completo. La atenuación de los virus es difícil de obtener, y
los bóvidos inoculados conservan durante mucho tiempo en su sangre tripa*
nosomas y |pn un foco de infección muy peligroso para los animales sanos,
si existen en la región moscas susceptibles de propagar la enfermedad con
sus picaduras.
El Dr. Mabtini: Oreo que los hechos observados por el Dr. Eoch en
Nueva Guinea demuestran con toda claridad que lo que el Dr. Laveran
llama resistencia particular de los negros al paludismo, es realmente una
inmunidad adquirida durante la infancia.
Citelegfa dol tofo gotose. —El Dr. ÍSicard: El depósito de urato de sosa
en los casos de gota humana va acompañado de un proceso de reacción
doble, local y general. El primero se caracteriza por arteritis, por hemo-
rragias intersticiales y principalmente por raacrofagia, debida i células
multinucleares, de tipo gigante y plasmódico, que circunscriben los focos
recientes del depósito tofáceo y favorecen su absorción, destruyendo por
fagocitosis en sn interior las agujas uráticas. En cambio, alrededor de los
focos antiguos no existe dicha lucha, porque los macrófagos han sido sus-
tituidos por tejido fibroso denso. La reacción general se revela en la san-
gre por mononucleosis de gruesos mononucleares.
Tratamiento de la tuberculesis abdeminal. — El Dr. Broca : Para sentarlas
indicaciones generales del pronóstico y tratamiento de la tuberculosis
abdominal, hay que dividirla en dos clases: una, en la que sólo está afec-
tado el pulmón, y otra en que existen i la vez lesiones generalizadas agu-
das, subagudas ó crónicas. El diagnóstico es fácil, por el examen del pul-
món, en los casos subagudos ó crónicos, pero no tanto en los agudoe cuando
predominan los síntomas abdominales, en cuyo caso hay motivos para
preguntar si existe graniíiia limitada al peritoneo. En estos últimos casoe
está iüdicada en general la abstención operatoria. La fiebre persistente no
es un indicio absoluto de una granulia fatal, pero para loe enfermos con
fiebre y ascitis se necesita una observación minuciosa y prolongada, á fin
de conocer si está afectado sólo el peritoneo.
Algunas tuberculosis quirúrgicas pueden asociarse ó sucederse, sin que
á pesar de esto los casos sean desesperados desde el punto de vista opera-
193
torio. La ley de abstención se aplica en realidad aólo i las lesiones pnimo^
nares si la peritonitis coincide con taberculosis generalizada, pero no
siempre, porque toda alteración pulmonar no es una contraindicación ope*
ratoria. Es preciso admitir dos casos, según que las lesiones pulmonares
aean primitiras y graves ó secundarías y de poca importancia. Estas últi-
mas, en yez de constituir una contraindicación, inejoran al curar la peri*-
tonitis.
Las indicaciones locales se deducen de la eyolución anatomopatológica
de la tuberculosis peritoneal. Hay en dicha tuberculosis upa gran variabi-
lidad de las lesiones en su localización y aspecto clínico, de lo que re-
sultan formas especiales, limitadas, tanto mis interesantes para el ciru-
jano cuanto que en ellas se cometen con frecuencia errores de diagnóstico.
Además, estas formas se complican á veces con oclusión intestinal, por
ejemplo, que constituye una indicación operatoria absoluta.
La a£citis, igual que el derrame en la pleuresía, es un mcdo de reacción
inflamatoria alrededor de las lesiones bacilares y, lo mismo que en la pleu-
resía, el líquido se absorbe con frecuencia. No debe sorprender, por lo
tanto, las curaciones numerosas obtenidas después de las laparotomías.
Los médicos, teniendo en cuenta la curación espontánea, han procurado
Cavorecerla punzando el abdomen con un trocar. Este método es peligroso,
porque puede haber algún asa intestinal fija por adherencia.
Creo, por lo tanto, que en las formas ascíticas no debemos apresurarnos
á operar: primero, porque en el período inicial, febril, no hay necesidad de
practicar la laparatomía por una granulia subaguda; segundo, porque en
el período de estado se obtiene muchas voces la curación por los medios
médicos; y tercero, porque las investigaciones experimentales prueban que
la precocidad de la incisión no es una condición de éxito. A los medios
que se emplean de ordinario contra la tuberculosis deben agregarse en este
caso, como susceptibles de acción local, las fricciones sobre el vientre con
ungüento mercurial, con jabón moreno, los toques con tintura de yodo,
aplicando encima una capa de colodión ; el amasamiento, rechazado por el
Dr. Pribram, lo adoptan los Dres. Weinster y Durante. Mas, dígase lo que
se quiera, las indicaciones operatorias persisten en esta forma. La la-
paratomía no es grave por si misma. Debe consistir en una incisión pe-
queña, sin lavado del peritoneo y con reunión sin desagüe. Todos los enfer-
mos que he tratado asi, curaron ; su único inconveniente es la posibilidad
-de una ulceración fungosa*en la línea de la cicatriz. En tres casos desgra-
ciados que cita el Dr. Aldibert entre 65, uno fué debido á la peritonitis
séptica, que pudo depender de la operación practicada del modo referido;
pero los otros fueron consecutivos á la perforación intestinal por defecto
operatorio ó por lesiones adhesivas fíbrocaseosas, contra las que puede
decirse casi nada consiguen los médicos ni los cirujanos. Esta forma es
susceptible de curar haciéndose fíbroadhesiva, pero la curación no es la
regla, como en la forma ascítica.
¿En qué casos justifican la tentativa quirúrgica estas lesiones? A veces
casi al principio, cuando hay todavía ascitis notable, pero esto es excep-
cional. En otros casos más numerosos, aunque no mucho, cuando se for-
man entre las adherencias bolsas serosas ó purulentas que precisa evacuar
15
194
ó desaguar para suprimir los trastornos producidos por la compresión ó los
fenómenos febriles. Aunque se citan ejemplos de curación por ruptura de
un absceso en el intestino, oreo que no debe esperarse esta terminación,
sino que es preferible desaguarle en cnanto se diagnostica. Oontra estos
abscesos fríos, y más todavía oontra las bolaas de ascitis enquistadas, se
emplea la punción, método peligroso, porque se ignora con exactitud el
sitio que ocupan las asas intestinales.
¿Qué enseñanza puede sacarse de los casos operados por error dediagnósti*
co ó por accidentes que han obligado á operar? La operación practicada con
prudencia es relatiyamente poco grave ; además, muchos de estos enferiQOB
si no han curado, mejoraron bastante, lo que permite deducir que— aunque
raras veces— cuando el tratamiento médico es ineficaz y se observa que el
estado general y el de las visceras es excelente, hay derecho á operar cier-
tas peritonitis fibromas y fíbrocaseosas. El cirujano necesita proceder con
gran prudencia para descubrir los pequefios focos asciticos y romper las ad*
herencias. El desagüe está indicado casi siempre. Entre loe accidentes post
operatorios merecen citarse las fístulas estercoráceas por perforación se-
cundaría del intestino, ulcerado sin duda de antemano. Algunos de estoe
enfermos han curado por completo.
En resumen, no creo que en las peritonitis tuberculosas el cirujano deba
limitarse siempre á combatir algunas complicaciones especiales ó á come-
ter errores de diagnóstico. Es verdad que los que creen indicada la laparo-
tomía en toda peritonitis tuberculosa sostienen un error; pero tampoco
debe creerse en la eficacia casi constante de los medios médicos solos : la
cirugía está indicada en las diversas formas anatómicas de esta enfer-
medad.
Quizá se me objete no precisar las indicaciones; pero para esto se nece-
sita estudiar á fondo cada enfermo á fin de saber en cada caso el momento
preciso en que el cirujano debe sustituir al médico. Los que respondían
hace quince afios nunca cometen el que los que respondían siempre.
(Continuará), F. Toledo.
SOCIEDAD Dfi MEDICINA D£ BERLÍN
Sétián del día 13 de Junio de i906.
é
Prefilaxia y tratamiente de las infeecionet digitales de les médicet. — El doc-
tor Pablo RichUr recomienda para proteger los dedos, cuando éstos tienen
lesiones pequeñas, como grietas, heridas superficiales, etc., cubrirlas con
leucoplasto. Si dichas lesiones están inflamadas y son dolorosas, se cubren
con paraplasto de Beiersdorf, ó sea un emplasto compuesto de paragoma y
al que se le ha añadido mercurio y ácido fénico. Sobre el emplasto se ex-
tiende un dedil de cuero de eo8^ el cual está preparado con un cuero muy
fino que tiene además las cualidades de ser impermeable al agua y muy
duradero.
Determinaeién del azúcar en la erlna.^El Dr. S. Bosenberg dice que al
poco tiempo de haber dado á conocer Sahli su método de titulación de la
195
orina diabética, método que permitirla al médico realizar ia determinación
enantitatiya del azúcar Bíi pocos minutos, no faltó quien expresara sos da-
das acerca de la segnridad de dicho método. El autor lo ha sometido á
comprobación y ha yisto, en efecto, que en un buen número de casos da
resultados que difieren muchísimo de los obtenidos con otros métodos. En
lista de ello, se propuso indagar la causa de tales diferencias y someter
también á comprobación los demás procedimientos que se suelen emplear
para determinar el azúcar.
Poniendo el ejemplo de un caso concreto, recuerda el autor la marcha
que suelen seguir los médicos cuando tratan de buscar el azúcar en la orí-*
na. Esta, cuando es diabética, presenta un peso específico elevado y da re-
sultado positivo con la reacción de Trommer. La reacción de Nylander se
ha visto que es muy poco segura, porque hay otras muchas substancias
que pueden dar un resultado positivo. Supongamos que ahora se titula la
orina en cuestión, siguiendo exactamente las prescripciones de Bahli y que
se encuentra un 6 por 100 de azúcar. En este caso hay dos motivos de
error : uno, la circunstancia de que el líquido de Fehiing no precipite de un
modo uniforme ; y otro que se observa diferencia, según que el liquido em-
pleado para la titulación se deje caer á gotas ó todo de una vez (Soxhlet).
En efecto, la orina analizada no contiene nada de azúcar, puesto que
otra porción de la misma que se había sometido i la prueba de la fermen-
tación, había dado un resultado completamente negativo. En cambio, con-
tenia pentosas y cociéndola con ácido floroglucinoclorhídríco toma un color
rojo cereza.
Las pentosas aparecen también en la orina después del consumo de riño
hecho con frutas, como lo ha demostrado Jaksch. Tienen tan poca signi-
ficación patológica como los ácidos glicurónicos, que también simulan la
reacción del azúcar y que se presentan en la orina con el uso de ciertos
medicamentos, tales como el alcanfor, el hidrato de doral, é igualmente,
según lo ha observado el autor, después de hacer colutorios con tintura de
mirra.
Las pentosas y los ácidos glicurónicos no sólo pueden influir en el resul-
tado de la titulación, sino también en todos los análisis de azúcar que se
fundan en las propiedades reductoras de éste. 8i se quiere determinar
exactamente la cantidad de azúcar, es preciso titular la orina, hacerla fer-
mentar y volverla á titular de nuevo. La diferencia entre las cifras obteni-
das con ambas titulaciones nos da el verdadero valor cuantitativo del
azúcar.
¿6on seguros los resultados de la polarización? No olridemos que antes
de emplear este procedimiento hay que clarificar la orina y que para tal
clarificación se emplean muchas veces acetato de plomo ó carbón animal,
substancias ambas que pueden arrastrar consigo parte del aziicar. Este ori-
gen de error se evita empleando para la clarificación el acetato neutro de
plomo, no el básico. El hecho de que una orina desvíe la luz polarizada á la
derecha no es prueba inequívoca de la presencia de la glucosa, porque tam-:
bien gozan de igual propiedad el azúcar de cafia, que pudo haber ensucia*
do casualmente la vasija, la lactosa, v. gr. ; cuando hay retención de leche
en una nodriza, la dextrina, la glicerina, etc. También puede ser alterado
196
el resaltado del examen por U presencia de sabstanciás lerógiras, qne en
el caso necesario Ber¿ menester separar. De todos modos siempre se debe
hacer fermentar la orina y examinarla do nnero con la luz polarizada, á fin
de determinar si con la fermentación se modifica el resaltado obtenido y
hasta qaé panto.
Al practicar la prneba de la fermentación hay qne cuidar de qae la le»
Tadara esté bien fresca (comprobación con ana disol ación de azúcar); tam-
bién tiene importancia la temperatara, paes sucede que á la temperatura
de Irf incubadora aún sigue fermentando la leradnra» y por otra parte, el
sacarimetro usual de Lohnstein da cifras demasiado bajas á la temperatu-
ra de las habitaciones. También hay qoe cuidar de qne la orina no dé reac-
eión alcalina, puesto que la orina alcalina se apodera del ácido carbónico.
Bi se tienen presentes todas las particularidades mencionadas, resalta de
mucha utilidad el aparato de Lohnstein. Oonyiene, además, que sea el
mismo médico quien haga el análisis, pero á condición de que conozca las
causas de error en que puede incurrir y que trate de excluirlas en lo posible.
Oomo demostración de las graves consecuencias que puede traer la omi-
sión de las prerenciones aconsejadas, cita el autor yarios ejemplos, que ha-
cen resaltar de un modo patente los errores á que dicha omisión puede dar
origen. —4^Deiasche Mtdizinal Zeiiung). — R. dkl Vallb.
IMPERIAL T BSAL SOCIEDAD DE LOS HEDIÓOS DE VIENA
Sétián dü día I."* dé Junio d€ 190$.
Qingrona aspeatánea de la pleJ. — El Dr. Oabor Nobl hace comparecer una
joven de reinte afios, que á fines de mayo de 1905, después de sentir ardor
y calor, acompañados de rubicundez en zonas extensas de la piel, se le
presentaron numerosas resiculas en el tórax y en la mama izquierda. A
las yeinticuatro horas de esto aún existían yesiculas con contenido espeso,
otras cuya cubierta se había roto y cuya superficie tenia una capa fibrinosa
y algunas escaras hundidas y obscuras. Había además hemi -anestesia del
lado derecho, reducción del campo yisnal del ojo del mismo lado y puntos
dolorosos á la presión en la mama. Al día siguiente nueyo brote de yesíca-
las en la axila y en el brazo izquierdos, y en cambio la mayor parte de las
yesiculas del tórax se habían convertido en focos necrosados. El 7 de ju-
nio otro brote, pero de menos importancia; eliminación de las .escaras. A
los catorce días de permanencia en el hospital, estaban cicatrizadas las
superficies ulceradas. Tres semanas después, y con los mismos pródromos,
nuevo brote vesiculoso en el brazo izquierdo, la mama y la garganta del
pié derecho. Como se repitieron los brotes, se sometió la enferma á una
gran vigilancia desde mediados de julio á fines de agosto. Esta vez se cu-
brió la mitad superior del cuerpo, durante varias semanas, con vendajes
contentivos que se renovaban cada cuatro días. Por debajo de ellos se des«
arrollaron repetidas veces focos gangrenosos, cuyos residuos son los que-
loides que hoy se ven.
Esta enferma se clavó una aguja hace tres afios en la palma de la mano
197
derecha, y íaé neeesario extraerla eo yaríos fragmentos, pero oo es posible
decir hasta qué panto habrá relación entre dicho accidente y la afección
actnal.
Los Dres. Spiegler y WeMechnsr dicen que bien pudiera tratarse de ana
erupción proTocada artificialmente.
£1 Dr. Nobl contesta qae en sa caso, lo mÍBmo qne en los experimentos
de Kreibich, se confirma la posibilidad de ana inflamación de origen an-
gionenrótico.
El etplrecete pálido en el tejide nervioso. — El Pr. Salomón Ehrmann re-
ooerda qae las lesiones comprobadas por el examen histológico inducen á
creer que el yiras sifilítico se propaga por las lagunas de los tejidos, incluso
del muscular y del neryioso. También ha yisto corpúsculos de Pacini alo-
jados en Infiltraciones que contenían muchos capilares de nueya forma-
ción. Igualmente está probado que los espirocetes. caminan á lo largo de
las lagunas del tejido conjuntiyo y de las fibras musculares. En prepara-
ciones presentadas por el autor se yen claramente espirocetes en los ner-
yioa y en las yainas de éstos. Es posible que siguiendo esta yía neryiosa
puedan llegar hasta la médula y originar afecciones como la tabes. En tal
casó, qoizá llegue á estar justificada por esta causa la excisión precoz del
chancro sifilítico.
El Dr. Ricardo Paitan fhtkce notar que, al parecer, el espirocete se puede
encontrar en diferentes células y tejidos.
El Dr. Oabor Nobl entiende que la localización de los espirocetes en las
▼ainas de los neryioe no debe mirarse como un hecho excepcional.
El Dr. Ehrmann contesta á Paltauf que en la sífilis hereditaria el espi-
rocete se encuentra en casi todos los tejidos, pero en la adquirida está lo-
calizado. A Nobl le dice qae no se ha encontrado en el tejido conjuntiyo
que acompaña á loe neryios, sino en el interior de éstos, entre las mismas
fibras neryioeas.
Intoxicaeién saturnina do origen torapéatioo. — El Dr. Julio Weisa presenta
un individuo que padece intoxicación saturnina por haber tomado tres do-
sis diarias de 8 centigramos de acetato de plomo durante un mes, ó sea
nnos 27 decigramos, cantidad pequefia comparada con la que necesita un
obrero para intoxicarse por motiyo profesional. Ello es que el enfermo ac-
tual tiene una afección cardíaca eyidente, y la orla saturnina en las encías.
Mas aún; á pesar de que hace un*mes que el sujeto ya no toma plomo, per-
sisten los síntomas cardiacos, aunque amortiguados.
Tetania paratirooprlva.^El Dr. Jacobo Erdheim recuerda la historia de
la tetania consecutiya á las extirpaciones del cuerpo tiroides y de la caque-
xia estrumipriya estudiada por Veiss, Reyerdin y Eocher. Desde entonces
se habló de una tetania estrumipriya, cuya existencia fué confirmada por
inyestigaciones posteriores. Después de esto se empezó á conceder impor-
tancia á las glándulas paratiroideas ó cuerpos epiteliales, á cuya extirpa-
ción atribuyeron algunos autores la tetania, y en cambio achacaron la ca-
quexia á la extirpación de la glándula tiroides propiamente dicha. Pero
como respecto á esta distinción no están conformes los autores, el orador
se resolyió á practicar con el galvanocauterio la extirpación de los cuer-
pos epiteliales en la rata, comparando los resaltados obseryados en estos
\
198
animales con loe obtenidoe en otras ratas, i las que se les hizo la tiroidec-
tomia parcial, pero respetando los cuerpos epiteliales.
El resaltado final de los experimentos ha sido que la tetania es debida*
no i la pérdida de la glándnla tiroides, sino á la de los cuerpos epiteliales.
Con la paratiroidectomia total los animales sucumben de caquexia y de
inanición al cabo de dos á cinco meses y medio, siendo debida la inanición
i la imposibilidad de ingerir alimentos á causa de trastornos tróficos que
se producen en los dientes caninos, trastornos que recuerdan la calda de
pelos y de ufias que se ha observado no rara yea en la tetania del hombro.
En l^s ratas atacadas de tetania se han presentado también opacidades del
cristalino que recuerdan la catarata que se presenta alguna yez como con-
secuencia de la tetania humana.
En el conejo la extirpación de los cuerpos epiteliales no produce, al pa*
recer, el mismo resultado, pero es porque además de loe ya conocidos exis-
ten otros accesorios en la glándula timo que no eran extirpados en dichos
experimentos.
En el hombre no se habia podido confirmar hasta ahora que la tetania
fuese debida á la extirpación de los cuerpos epiteliales y no á la pérdida
de la glándula tiroides ; pero en tres casos observados por el autor se ha
podido aducir la prueba anatómica de que la tetania es debida ala extir-
pación de los cuerpos epiteliales, puesto que en dichos tres casos, en los
que se habia practicado la estrumectomia bilateral parcial y en que so*
brerino á muy poco tiempo de la operación una tetania típica seguida de
muerte más ó menos pronto, la autopsia confirmó la existencia de una can-
tidad suficiente de tejido tiroideo bien oonservado y la falta ó destrucción
de los cuerpos epiteliales.
Según esto ya no se puede hablar de una tetania estrumipríva, sino de
una tetania paratireopriva, y si hoy ya no se observa con tanta frecuencia
como antes la tetania, después de la extirpación del bocio se debe esto, no
á la conservación de un resto de dicho bocio, sino á que con dicho resto so
conservan también los cuerpos epiteliales, al mends en parte. Oómo resul-
tado de sus investigaciones anatomopatológicas establece el autor, en
vista de lo expuesto, la necesidad absoluta de respetar los cuerpos epitelia-
les aun en los casos de estrumectomia unilateral, puesto que ni hay que
contar con una hipertrofia compensadora de los cuerpos epiteliales que se
dejen, ni sabemos tampoco si dichos cuelrpos habrán sido atrofiados por la
compresión mecánica ejercida por el bocio.
Además, hay casos en que los tres ó quizá los cuatro cuerpos epiteliales
están en un solo lado del cuello.
Para respetar los cuerpos mencionados en el acto de la operación, lo me-
jor de todo es, según el estudio anatómico que ha hecho el autor, respetar
bien el nervio recurrente, porque es en la zona de éste donde se encuen-
tran casi siempre los cuerpos aludidos. Para ello son preferibles los proce-
dimientos de Mikulicz (resección cuneiforme) y Eocher (resección y enu-
cleación ), que evitan la zona del recurrente, al de Billroth, que diseca este
nervio, separando por lo tanto los corpúsculos epiteliales, que por lo común
se le adhieren de un modo intimo.
( Wiener klinieehe Rundschau),^ R. del Vallb.
199
PERIÓDICOS
Un remedí» eentra el célere.— Ussher emplea el sulfato de qaiaina contra
el cólera, fundindose en el hecho obseryado por Koch de que el TÍbrión
colérico muere á los diez ó treinta minutos en una disolución de quinina al
1 por 1.000 ó por 2.500. Administra este medicamento i la dosis de 60 cen-
tigramos de hora en hora, hasta que las deposiciones pierden el carácter
ríciforme y se hacen biliosas. Contra la anuria emplea el calor, las fric-
ciones y el nitrato amónico al interior. Si desaparece el pulso de la radial,
deben hacerse inyecciones salinas. Si persiste la irritacióu intestinal des-
pués de hacerse biliosas las deposiciones, se administra una poción anti-
diarréica.' Si continúa la diarrea fétida, se hace tomar al enfermo cada dos
á cuatro horas una mezcla á partes iguales de sulfofenato de zinc, de cal-
cio y de sodio. Oon este tratamiento ha curado el 90 por 100 de los enfer-
mos, algunos de ios cuales se hallaban casi moribundos.
(Rev. de ther. medico chirurgicale, 1 abril 1906).— F. Toledo.
RéginaB allnieatlcle en les eatet de Aleera M ottónage.— Mientras t. Leu-
be y Ziemssen recomiendan mucha parsimonia en la alimentación en los
casos de úlcera reciente del estómago, Lenhartz aconseja empezar más
pYonto oon una alimentación muy nutritiva, aunque de poco volumen
— leche^ hueyos, carne raspada— á fin de robustecer el organismo y de
apresurar la curación.
El Dr. Senator, en una comunicación hecha en una de las últimas sesio-
nes de la Unión médica de Berlín, propoue combinar las ren tajas de ambos
tratamientos, asociando i pequeñas cantidades de albúmina la gelatina, la
grasa y el azúcar. La gelatina reúne las ventajas de su gran valor nutriti-
vo, fácil digeetibilidad y virtud hemostática local ; la grasa calma la irrita-
ción y obra, por lo tanto, como sedante, y además, lo mismo que el azúcar,
neutralizando el ácido. Lo mejor de todo es administrar en veinticuatro
horas un cocimiento de 15 á 20 gramos de gelatina blanca, en 200 de agua
con 15 á 20 de oleosacaro de limón, administrando además medio cuartillo
de nata y 80 gramos de manteca, que se toma muy bien congelada. Más
tarde se emplean la leche, los huevos, y cuando ha transcurrido una semana
después de una hemorragia, se añade carne raspada. En lugar del cocimien-
to de gelatina se pueden administrar jaleas de manos de ternera, de cola
de pescado ó de leche, y en vez de la manteca, leche de almendras ó emul-
sión de las mismas. — (Zentralblatt fúr innere Mtdizin). — R. dbl Vallb.
Nueve signe de la arlerie-eseleresis.— En los arterio-esclerosos, sobre todo
en los que padecen insuficiencia mitral, cuando se comprime la arteria ra-
dial hasta el punto de suspender sus pulsaciones, siente en la palma de la
manOy al nivel del arco palmar, un soplo ligero, una especie de picadura ó
la sensación del paso de una mosca. En los individuos sanos ó con hiper-
tensión vascular, pero sin alteraciones de las paredes vasculares, nada ano-
200
malo se observa en el arco palmar. El Dr. Cappiello, que ha hecho estas
obserraciones, cree que el origen de dicho signo es doble y depende de las
alteraciones yascalares y de la compresión de la radial, pnes la sangre, al no
poder circnlar por el vaso comprimido, reflnye á la radial. Esta nueva can-
tidad de sangre, agregada i la que lanza al mismo vaso el sistole del ven-
trículo izquierdo hipertrofiado, acelera en dicha arteria la rapidez de la
onda sanguinea, aumentando asi la intensidad del roce de la sangre en el
arco palmar. — (Nueva rivüta cliruco-terapeutica^ abril 1906). — F. Tolsdo.
Valer prenóstioe de la reacción diazóiea en la fiebre tifsldea.^De las obser-
vaciones hechas por el Dr. J. B. Rolleston en 65 casos de fiebre tifoidea, re-
sulta que la reación diazóiea aparece hacia el cuarto día de la enfermedad, y
desaparece á fines de la segunda semana ó en el cur^o de la tercera; sólo en
casos muy graves persiste por más tiemjK). El hecho de que sea muy inten-
sa no indica por si sólo que la afección ha de ser grave. La liéis coincide ó se
presenta poco después de la desaparición de la reacción. Si á pesar de esto
persisten fenómenos patológicos muy 'manifiestos, es señal de que hay una
infección secundaria ó de que los riñónos no son capaces de eliminar las
substancias diazóicas. En las recidivas y en las complicaciones ocasionadas
por el bacilo especifico, puede suceder que se presente de nuevo la reacción
diazóiea. La desaparición brusca de ésta, coincidien<^o con la agravación
del estado general, es un mal signo pronóstico. — {Lancei^—Tl. del Yaixb.
Bsbldas talinat en la fiebre tifoidea.^ Uno de los tratamientos más racio-
nales y eficaces que pueden emplearse contra la fiebre tifoidea, según el
Dr. J. B. Todd, es la administración de bebidas salinas. Obran favorecien-
do la eliminación de las bacterias y de sus toxinas, conservando la compo-
sición molecular de la sangre y rebajando la temperatura. Conservan las
propiedades germicidas del liquido sanguíneo, aumentando su alcalinidad
ó bien obrando sobre los albuminatoe del suero. En la fiebre tifoidea es
preciso prestar una gran atención al sistema linfático, porque el resultado
favorable depende de la actividad fagocitaria, para la que conviene admi-
nistrar desde el principio de la enfermedad la cantidad necesaria de líqui-
dos y sales alcalinas. El Dr. Todd aconseja la siguiente bebida atemperan-
te : 60 centigramos de cbruro sódico y 80 de bicarbonato de potasa, disuel-
toe en 240 gramos de agtra, á cuya disolución se agrega una cucharadita de
zumo de limón,— (l/«iica/ Becord, 14 abril 1906).— F. Tolkdo.
REVISTA
DE
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
APENDICOSTOM í A
DOCTOR R. MARTIN GIL
4« Mál««¿.
Eeta operación la ideó el Dr. R. W. Weir, de Nueva York, hace
cuatro, años (1), cuando iba á practicar una cecostomia, y al encon-
trar el apéndice sano pensó que podia hacer fáciles lavados del in-
testino por este órgano^ evitando las molestias y lo sucio que resulta
la existencia de la operación que antes se proponía.
No fué,^n verdad, muy reconocida ni apreciada la utilidad de la
apendicostomia, como suele acontecer con los procedimientos nue-
vos, hasta que Mr. C. R. B. Keetley presentó un importante trabajo
á la Asociación Médica Británica el año pasado (2), encomiando
sus ventajas y precisando las indicaciones.
Por la escasa atención que hasta ahora se le ha prestado, no pa-
san de una docena las operaciones que se conocen. Recientemente,
Sir William H. Bennett ha presentado una ^ferma atacada de co-
litis ulcerosa en una conferencia dada en el hospital de San Jorge,
de Londres (3), que operó el Dr. Ewart de apendicostomía con buen
resultado, y ha descrito el modus operandi y sus indicaciones, de
las cuales me voy á ocupar.
La operación es, en circunstancias normales, de las más sencillas
que se practican :
Se hace una incisión, como de cuatro centímetros de largo, en la
dirección de las fibras del músculo oblicuo externo, en el punto de
(1) New' York Medieaí Record, agosto, 9, 1902.
(2) Brtl. Méd. Júur,, octubre, 7, 1905.
(8) Thé Lancett febrero, 17, 1906.
Affo XXX. - Tomo LXXII. - Núm. 949. - 14 Agosto, 1906. 16
202
elección para extirpar el apéndice. La aponeurosís y el tejido mus-
cular subyacente se incinden, y el peritoneo se corta en la forma
que de ordinario se hace. Los bordes de la herida perítoneal se su-
jetan con pinzas y se introducen uno ó dos dedos, y sq atrae fuera
el apéndice. Bien sencilla es la maniobra si este órgano está libre;
pero si existen adherencias deben destruirse hasta aislarlo del todo.
Se saca el apéndice por la herida, hasta que su base esté en con-
tacto con el peritoneo parietal, y se ñja con un punto de seda ó de
catgut delgado, que pase por el meso- apéndice y los bordes de la
herida del peritoneo, cuidando que no se doble ni se tuerza sobre su
eje. El punto de sutura se atará de modo que reduzca la abertura
del peritoneo.
Si no es urgente terminar la operación, la abertura del apéndice
se deja para el dia inmediato, y se fijan dos alfileres de los llamados
imperdibles, que atraviesen po^ entre las capas muscular y serosa,
como aparece en la figura adjunta; pero si conviene completarla
operación en el acto, se fijará entre el apéndice y la pared abdo-
minal un punto de sutura por
cada lado. En uno y otro caso
se corta el apéndice como á
un centímetro cerca de la piel.
Los alfileres y los puntos de
sutura antedichos aseguran
que el muñón apendicular no
se retraiga y desaparezca de
los bordes'de la herida.
En la enferma operada por Mr. W. Bwart no se presentó reacción
alguna ni tuvo dolor en la herida, y á los cuatro dias de operada
no sentía nada anormal en el vientre. Entonces se le introdujo una
sonda de goma blanda por el apéndice sin dolor alguno, y el esfinter
cecal la sujetaba, de modo que se hizo un lavado de todo el intes-
tino grueso sin que penetrara líquido alguno por la herida.
Los que han hecho irrigaciones por heridas de colotomfas O ceco-
tomias, recordarán con disgusto lo sucio de estas curas, el mal olor
que exhalan los pobres enfermos y las irritaciones de la piel, produ-
cidas por el escape inevitable del contenido intestinal. En la apen-
dicostomia lo$) enfermos no se ensucian durante los lavados, y se
mantienen limpios con un simple vendaje abdominal entre las cu-
raciones. No es indiferente también la ventaja que ofrece la opera-
<;ión de que me ocupo sobre los otros métodos mencionados, y es
203
que la cicatrización de esta boca adventicia es más segura y rápida
•que todas las otras que se hacen sobre el inteslino. Lo mismo ofrece
ventajas sobre la cecotomfa, en la que al llegar el contenido intes-
tinal del íleon á la herida sale al exterior, evitando la completa asi-
milación de los alimentos, lo cual es motivo de mayor debilidad en
estos sujetos, caisi siempre extenuados.
Bajo cuatro aspectos clínicos puede considerarse al presente esta
nueva operación : 1.^ Para facilitar el tratamiento de ciertas enfer-
medades del íleon y del colon. 2.^ Para combatir alguna forma
persistente de distensión intestinal. 3.^ Como un medio de alimenta-
<;ión' artificial. 4.^ En sustitución de la cecostomía.
En la colitis mucosa, la disentería, la constipación crónica; en
la intusucesión íleocecal, las ulceraciones sifilíticas ó del colon
de otra índole, será la apendlcostomía de positivos resultados. El
Dr. Ewart ha ideado lavar el ciego por la abertura apendicular y
penetrar con una sonda de caucho por la válvula íleocecal, para
tener ¿cceso al íleon y establecer un tratamiento local en la fiebre
entérica, por ejemplo. Desde luego puede reconocerse el ciego dila-
tando el apéndice, y ha ideado que con un espéculun, forzando el
«sfinter del ciego, se puede ver el interior del mismo y apreciar sus
lesiones, lo mismo que enfilar una sonda por la válvula íleocecal.
Pero la dilatación forzada del esfinter puede relajar tanto sus fibras,
•que deje de cerrarse y se produzca la regurgitación del contenido
intestinal por el muñón del apéndice, cosa que se debe evitar. De
las experiencias que ha hecho en el cadáver, asegura que es fácil
introducir una sonda curva por la válvula del íleo, y las fibras del
•esfinter ceco-apendicular son susceptibles de una considerable dila-
tación (1).
Desde luego se me alcanza que con una sonda provista de luz
•eléctrica, equivalente al cistoscopio, por ejemplo, habrá de facili-
tarse los reconocimientos y las curaciones que con la apendieosto-
mia se puedan realizar.
En la constipación crónica es indudable que la apendícostomía
puede proporcionar buenos resultados, porque se practicarán irri-
gaciones eficaces, y se pueden introducir medicamentos que no
atraviesen todo el tubo digestivo y favorezcan la expulsión del in-
testino grueso sin tener que practicarse una colostomía.
(1) De cien exkmeneu poH'mortem practicados en el Hospital de San Jorge^
«e han encontrado dos apéndices solamente obstruidos por induración, y
otros dos reducido sn diámetro & al de una cerda de jabalí.
204
Después de algunas operaciones del abdomen se produce un me-
teorismo extraordinario, á causa de un estado tóxico» que se asocie
á otra enfermedad aguda, v. gr., & la pulmonía de ciertos operados.
En estos casos 1& distensión del tubo digestivo resulta intratable»
porque es una paresia Infecciosa de la fibra lisa del intestino.
Aquí la apendicostomfa tiene preciada indicación, porque sirve el
esflnter cecal de válvula, que puede dejar pasar los gases, y con un
tubo de goma hacer la succión de ellos. Además, puede servir para
alimentar artificialmente ai enfermo.
En cuanto á la alimentación por el apéndice, es indudable que
ofrece ventajas á la que en ciertos estados se hace por el recto, por^
que los alimentos se pueden introducir por una parte del intestino
que tiene más eficaz absorción para mantener y nutrir al enfermo.
No todos los enfermos soportan bien los alimentos ingeridos por
el recto, echándolos fuera en seguida de inyectados, y en las opera-
ciones del estómago, en las gastrostomias y en las afecciones del pi-
lero, que necesitan dejar por un tiempo determinado en reposo al
estómago, prestará también esta operación muy buenos servicios.
Por último, en muchos casos de colostomía cecal debe empezarse
por practicar una apendicostomla, para hacer lavados del tubo di-
gestivo hacia el íleon y el colon, que podrán quitar la oclusión del
intestino, si es una intusucesión. En todo caso, siempre puede con-
vertirse esta sencilla operación en una cecostomía, haciendo dos in-
cisiones á los lados del apéndice.
Tales son, al presente, las indicaciones más sencillas que la apen-
dicostomía puede reconocer; el talento de los cirujanos y las indi-
caciones infinitas que la práctica enseña, colocarán esta nueva
operación en el puesto que deba ocupar.
Cualquiera que sea el resultado^ aparecerá que un órgano que en
estos días casi rutinariamente venimos destruyendo por creerlo inú-
til y perjudicial, se presenta ahora con fueros de permanencia, por
la utilidad que debe prestar y perlas funciones fisiológicas que se le
asignan, según acaba de publicar mi amigo el Dr, Yagüe, en la Re*
vista Ibero* Americana, como muy importantes para la digestión in-
testinal.
"^^dfiíVtf ' •^ "
205
LA "GOTA DE LECHE,, DE NAOñlO
Y LA PROPAGACIÓN DE ESTA INSTITUCIÓN EN ESPAÑA
bforoie leido al primer GoBfnso latenudonal de U "GoU de Leche,,
verificado en Paria el 20 j 21 de octabre de 19(U>
D. RAFAEL ULECIA Y CARDONA
FaBd«dor d«l Piimsr Cootallorlo do aíAot do pocho « (2oU do Loeht • do Madrid.
Cuando, en 1902, me hicieron miembro de \9. Junta municipal de
Sanidad de la capital de España, fui comisionado por ésta para re-
dactar un informe acerca la mortalidad infantil, en Madrid, sus
causas principales y medios de combatirla. Di por terminada mi ta-
rea al leer el referido trabajo el 6 de marzo de 1903, y cuyo resumen
expongo á continuación :
RESUMEN de la merUlidad, en Madrid, da loa aiaa 1896 á 1902
Menos de un
afio
Delá4.iiños
cumplidos.
De 5 años en
adelante. .
1896
1897
189a
1899
1900
1901
1902
TOTAL
4.086
8.026
10.990
8.184
2.442
8.988
8.484
2.716
9.077
4.4¿d
1.714
9.666
3.278
8.910
10.218
8.780
8.850
10.204
8.094
2.884
8.988
25.289
19.542
68.076
18 102
14.564
15.277
15.868
17.406
17.284
14.411
112.90?
Menos de un año 25.289 ó sea 22,09 por 100
De 1 á 4 afios cumplidos 19.542 ó sea 17,80 por 100
De O días á 4 años cumplidos ... 44.881 ó sea 89,70 por 100
Presenté también el cuadro siguiente, que establece la diferencia
notable que existe en el crecimiento de población de varias capita-
les* y por el cual se ve que únicamente, en Madrid^ disminuye el nú-
mero de habitantes en vez de aumentar.
206
MOVIMIENTO
1 de
poblaelÓB.
CAPITALES
POBLACIÓN
media.
1898 á 1902
TOl
1.000 ha
Wodm<Mto«
rAL
bltantea.
DtfMMeimm. '
1
Racmieatos.
Deftuciones
INfereiicia.
Londres
4.614.171
661.281
428.088
4-288.148
1 28*6
18*8
New- York..
».562.B12
458.619
871.297
4- 82.822
1 25*4
20*8
París
2.511.629
291.094
250.788
4- 40.241
28*1
19'9
Berlín
1.822.409
287.^51
159.679
4- 78.272
26*1
17*5
Viena
1.688.409
255.714
166.852
-+- 89.862
81*2*
20*8
San Peters
burgo
1.191.291
161.811
148.450
4- 12.861
27*0
24'9
Glasgow
752.817
121.725
79.841
4- 42.884
82*8
21'0
Hamburgo. .
691.657
102.544
60.140
4-42.404
296
17'8
Bnda-Pesth.
684.57o'
116.509
72.728
4-48.786
84*0
21'2
VarBOTÍa . . .
645.415
128.769
71.581
4- 52.288
88*8
22'1
Liverpool . .
646.096
118.414
79.121
4- 84.898
85*1
24*4
Bruselas . . .
565.708
66.286
46.868
4- 19.418
21*6
16*6
Manchester.
546.919
86.861
61.810
4- 25.541
81*7
22*4
BirmÍDghfln.
519.479
86.592
52.706
4- 88.886
88*8
20'2
MADRID....
515J17|
78.261
80.228
— 1.962
80*8
81'1
Al Congreso de Deontologia Médica^ que se reunió en Madrid del
3 ai 5 de mayo de 1903, presentó un informe referente á. la mortali-
dad infantil, en el cual hice ver que la mortalidad general en Espa»
ña^ en el año 1900, fuó la siguiente :
MartalLdad general.
En invierno 154.285
En verano 188.774
En otoño 5 126.562
En primavera 122.145
Mortalidad de loa nlfitt menaret da 6 aflot.
En verano 68.984
En invierno 58.496
En otoño 52.542
En primavera 49.876
ó sea un 42J3 por LOO de la mortalidad general.
207
Estudiando en los dos trabajos mencionados las causas de esta
mortalidad excesiva en España, añrmaba que las principales son :
la ignorancia de las madre», en cuanto á la higiene de los niños se
reflere, y la falta de recursos para procurarse buena leche cuando
no pueden amamantar ellas mismas á sus hijos.
Como medios para combatir esta terrible mortalidad infantil, he
propuesto en mis escritos, entre otras cosas :
1.® La creación de Consultorios para niños de pecho^ donde reci*
ban las madres saludables consejos y donde, además, se les facilite
buena leche con que criar á sus hijos.
2.* La publicación de folletos y cartillas con los preceptos de hi-
giene infantil. ^
3.^ La vulgarización de los conocimientos de higiene privada y de
higiene pública, mediante conferencias populares.
Deseando'predicar con el ejemplo, me entregué con ardor á una
campaña en favor de la primera infancia. En un principio redacté
una Cartilla de higiene para las madres^ en la cual condensé, en for-
ma breve y sencilla, las reglas más indispensables á que se han de
ajustar los cuidados del niño, á ñn de que pudiera servir de guia á
las madres.
Se distribuyeron gratuitamente en Madrid 60.000 ejemplares, cos-
teados : 10.000, por el Municipio; 12.000, por la Dirección general de
Sanidad ; y el resto, de mi bolsillo particular.
Esta Cartilla obtuvo un éxito extraordinario, pues varios Muni-
cipios y ñlántropos de todos puntos de España hicieron ediciones
especiales, y numerosos periódicos, tanto profesionales como politi-
eos y literai^ios, nacionales y extranjeros, la reprodujeron integra.
Se puede asegurar que, hasta el día de hoy, se habrán impreso
más de 500.000 ejemplares de la misma.
No juzgando suñciente esta campaña por medio de la pluma, de-
cidí crear en Madrid un Consultorio para niños de pecho, en unión
con la Gota dé Leche. Hice participes de mi proyecto á dos parientes
de mi esposa: el marqués y la marquesa de Casa Torre, poseedores
de una fortuna considerable, que está siempre al servicio de sus
sentimientos nobles y caritativos. Entonces, seguro ya de que con-
taba con su protección, me decidí venir á Francia para darme bien
cuenta de esta Institución, que, como sabéis, debe su origen á nues-
tros sabios comprofesores los Dres. Budin y Dufour.
En junio de 1903 realicé mi viaje á Francia, visitando las Gotas de
Leche establecidas en Fécamp,"en/Rouen, en Versalles y en [Saint-
208
Germain^ la Pouponniére de Porchefontaine, la Consulta de niños
de pecho del Dr. Budín en la Maternidad y la del Dr. Bresset de la
calle Oudinot, el Dispensario de Belieoille, del Dr. Variot, y, por úl-
timo, pasé & Bélgica, para visitar la Lechería maternal del Or. Lust,
en Bruselas, y la Gota de Leche establecida en Hodimont por iní-
ciatiya de M. Cerehex.
Con venien cemente informado de todos ios detalles, tanto científi-
cos como mecánicos, de estos establecimientos, volví & Madrid, con-
sagrando toda mi actividad á los trabajos preparatorios para la ins-
talación del primer Consultorio para niños de pecho y Gota de Le* ^
che^ en la calle de San Bernardo, núm. 83.
Mas comprendiendo que esta hermosa Institución, tan humanita-
ria y caritativa, tenia necesidad del concurso de todas las ciases so-
ciales, acudí en un principio á S. M. la Reina D.^ María Cristina, la
cual me ofreció al instante su protección y aceptó gustosa la presi-
dencia de la Junta de damas protectoras de la Institución, en núme-
ro de 22. Me dirigí también á Sociedades bancarias, comerciales, &
Corporaciones y á particulares, obteniendo en todas partes muy
buena acogiaa.
La inauguración del Consultorio se verificó el 22 de enero de t904,
con asistencia de S. M. la Reina, los Príhcipes de Asturias, la Infan-
ta D.^ Isabel, el Príncipe de Ba viera y su esposa la IrifantaJ).* Paz,
el Excmo. Gobernador civil de la provincia, el Alcalde de Madrid,
los Inspectores de Sanidad, altos dignatarios de la Corte, damas de
la Nobleza, gran número de médicos, etc., etc.
El acto alcanzó las proporciones de un verdadero acontecimien-
to; los periódicos literarios, tanto políticos como profesionales, se
ocuparon extensamente de él con grandes elogios.
El Consultorio consta de :
1.® Un vestíbulo.
2.^ Sala de juntas.
.S."" Antesala.
4.^ Sala de pesadas, con balanza de Exupére y báscula.
5.° Sala de consulta.
tí.° Gabinete de esterilización, con aparato Hignette para I.OüO bi-
berones.
7.^ Salapara llenar ios biberones, con aparato auto-stop de Copin.
209
8.^ Sala para la limpieza de los biberones^ operación que se hace
con el aparato giratorio de Laune, de París.
9.^ Gabinete para la distribución de los biberones en cestillos de
alambre.
10. Una habitación con armarios para envolturas y vestidos de
niños. ^
11. Habitaciones de la Gerente y del personal del Consultorio. ^
12. Cuarto-almacén ó depósito de biberones, de harinas^ de medi-
camentos, etc.
Los trabajos del Consultorio están distribuidos de la siguiente ma-
nera :
Lunes, — A las nueve se recibe á las madres pobres que van en
busca sólo de consejos para criar á los niños, ya al pecho, ya con
biberón. Esta consulta dura hasta la una y está á mi cargo.
Una vez pesados los niños, son éstos llevados á la sala de consul-
ta, y todas las mujeres escuchan las observaciones que les hago se-
gún los diíeren tes casos particulares.
Miércoles.'-'Se recibe á las madres inscritas en la Gota de Leche;
es decir, á las que' utilizan para la lactancia de sus hijos la leche
esterilizada de la Consulta.
' También estoy yo encargado este dia de la consulta, ayudado por
el Dr. D. Jesús Sarabia, pediatra distinguido, el cual examina al
niño en casos de enfermedad y prescribe la medicación conveniente.
Jueves. — Es el dia que se recibe á las madres de la clase rica^ que
vienen únicamente en busca de consejos, ó que en la Gota de Leche
forman la primera categoría, esto es, pagan una peseta diaria.
Siempre está muy concurrida esta consulta, desempeñada por el re-
nombrado pediatra el Dr. Jules Robert.
Las señoras dan, como limosna, lo que quieren para la caja del
Consultorio.
Además, el martes, jueves y sábado, hay consulta para niños en--
termos^ de la cual están encargados : de las enfermedades de los
ojos, la Dra. Arroyo; garganta, nariz y oídos, el Or. Rueda; cirugía
general, el Dr. Pérez Ortiz; medicina general, los Dres. Benítez, Sa-
rabia y Tolosa Latour.
Las categorías establecidas en la Sección Gota de Leche son :
1.* Los ricos;
2.*^ Laclase media;
210
3.^ La elase obrera;
4.^ Los pobres.
La primera, paga por su ración diaria de leche uña peseta.
La segunda, (>5 céntimos.
La tercera, 30 céntimos.
La cuarta recibe ia leche mediante Bonos que se obtienen por tres
pesetas, y que son valederos por treinta y un dfa.
A las madres de la tercera y cuarta categorías inscriptas en la
Gota de Leche se les suministra además, gratuitamente^ harinas para
hacer sopas, jugos de carne (á las de lactancia mixta), medicamen-
tos, etc., y á las que cumplen bien sus deberes maternos, con más
celo, se las recompensa con envolturas, vestidos, etc., para los
niños.
La idea de establecer la consulta especial del jueces ha sido para
hacer acudir á la consulta á las madres ricas,. á ñn de que éstas»
recibiendo consejos higiénicos, y al ver por experiencia los buenoa
resultados obtenidos, se conviertan en fervientes propagandistas de
nuestra Institución, contribuyendo asi á aumentar el número de
suscriptores para el sostenimiento de la fundación. Y asi es, en efec-
to, lo que ocurre.
Nuestra estadística, aunque no es muy extraordinaria, acusa, sin
embargo, una cifra ya algo respetable.
Desde la inauguración del Consultorio {22 de enero de 1904), hasta
el 30 de septiembre de 1905, hubo el siguiente número de inscrip-
ciones :
A la Consulta del lunes 449
— — del miércoles 258
— — del jueves 449
Lo que hace un total de 1 .151
La clase de lactancia ha sido:
! Lactancia al pecho 88 por 100
— mixta 86 —
— con biberón .... 25 —
Jueves (clase rica). ■ .
Lactancia al pecho 66 Vi po' 1^0
— mixta 24 —
I — con biberón 9 Vs —
211
A la Gota de Leche del miércoles acudieron 255 niños, alimen-
tados con:
Lactancia materna 6
— mixta 111
— con biberón , 127
Total 244
Las que por diversos motivos no tomaron lecbe« fueron 11.
Como se ve por esta estadística, las madres madrileñas tienen
una predilección marcada por la lactancia materna ó la lactancia
mixta; no. recurren á la lactancia artificial sino en casos de absotu-
ta necesidad.
El entusiasmo despertado en Bspaña en favor de las Gotae de L«-
che es tan grande, que ya varias poblaciones importantes poseen
establecimientos de esta clase; por ejemplo :
Barcelona,
Bilbao,
San Sebastián,
Logroño.
Allí donde no fué posible crear esta clase de establecimientos, se
han fundado Consultas para niños de pecho; por ejemplo :
En Tortosa,
En Pamplona,
En Valencia.
Además, se han emprendido trabajos preparatorios para estable-
cerlas en :
Zaragoza,
Mahón,
Vitoria.
* •
Aunque el número de los niños criados con biberón sea muy infe-
rior al de los lactados por sus madres ó criados con lactancia mix-
ta, la mortalidad infantil en Madrid es verdaderamente aterrado-
ra, como vemos por los resúmenes expuestos al comienzo de este
informe. Esto demuestra que una de las principales causas, si no la
primera, de dicha mortalidad, consiste en la ignorancia de las ma-
dres. Convencido de la certeza de esta afirmación, proclamo la ne-
cesidad, ante todo y sobre todo, de propagar la creación de Cónsul'
torios de niños de pecho^ escuelas educadoras para las madres, don-
de éstas aprenden el arte de criar bien á sus hijos, no sólo en el pe-
ríodo de la lactancia, sino también durante los primeros años de la
212
vida del niño. Pero como todas las madres no pueden laetv & sus
hijos, y como, además, la falta de recursos' no les permite tener una
nodriza ni criar á sus hijos con biberón, conviene fundar, como
anejo á estos Consultorios, Gotas de Leche^ á fin de suministrarlasHe-
che de excelente calidad y á precio al alcance de todas las fortunas.
Nadie podrá negar qué suministrando leche de buena caljdad se
llega á disminuir la mortalidad infantil; pero yo creo firmemente
que esta disminución representaría una cifra insignificante. En mi
humilde opinión, lo esencial, lo que ejerceria una influencia verda-
deramente notable, seria la educación de las madres y de las nodri-
zas respecto á la higiene infantil, po^ medio de una campaña muy
activa sobre todo en favor de la lactancia materna^ á fin de au*
mentar el número de las madres que amamanten ellas ^nismas á sus
hijos, siguiendo un buen método en armonía con las reglas de hi-
giene establecidas por la ciencia.
Para demostrar de una manera evidente, de modo que no quedé^
ninguna duda acerca de lo que acabo de decir, voy á exponer, aho-
ra, los resultados obtenidos en la Inclusa de Tortosa, ciudad espa-
ñola de la provincia de Tarragona, en Cataluña.
El director de este establecimiento, que hace veinticinco años lo
es el Dr. Vilá, ha tenido la feliz idea de poner en práctica, durante
el año 1904, las reglas formuladas en mi Cartilla de higiene para las
madree (1).
Comparando la estadística del referido año 1904 con la de los vein-
ticuatro años precedentes, he aquí lo que resulta :
Estadística hecha en la Casa provincial de Caridad de Tcrtota
(Dcpartancnto-inclusa) en los 26 últimos aSos.
RESIDENCIA
En el Establecimiento.
En el campo
Total
ANTES
S
564
807
1871
380
824
704
67^8
40'04
51'0
DESPUÉS
i3
88
188
216
21
17
11
24'0
85*1
17'5
TOTAL
647
940
1587
401
8n
742
8|
ú
62*1
86»2
467
(1) Véase la CUnique infantiU (Journ. de méd. de Tenfance^ núm. 18, 15
septiembre 1904) y el Progré* Medical, núm. 87, 12 septiembre 1906.
^. ,
218
1
JUICIO
1 tvOCÁ
¡
KNTBBOCOims
ATBKPSU
TOTAL
1
i
1
■3
á
i
4
1"
1
-3
1 ^
Antes *
88
427
14
757
S2l
n
567
10'8
748
23
132'0
27'8
119'Olj
DeBpnéa ... *
*
Total
1
647
441 68'1 1
1
5ro
771
Sí>mejante éKilo, confirma mi persuasión de que para restolver
victonosameDte el grave problema ¡le la mortalidad infariiil es com-
pletamente necesario é indispensable !
I.*' Propagar la creación á^ Consuiiarios de niño^ de pecho, diri-
gidos por médicos competentes.
2.^ Fundar, como anejo á cada consulta, uuRGota de Leche^ A ñn
de suministrar buena leche, ya cruda, hervida y pasleurizada, ma-
te rn izad a ó esterilizada, á las madres que no pueden amaníantar á
«US hijos.
3." Divulgar por medio de conferencias populares, de folleto*? ó de
opúsculos, ó por intermedio de la Prensa, los conocimientos genera-
les de higiene, y muy particularmente loí5 qtie tratan de higiene de
la primera infancia.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIRNllFlCAS
REAL ACADEMIA DE MEDICINA üE MADRID
Seíión dfl dia 16 de Jnniü de íBOS,
EAtádJslíca sinitaria del ejército español. — El Dr. Larra hace uso de la
palabra pam exporipr alíTUM»? conaideríicinnes aci^rca de la estsidi&tica sa-
Dltaris del ejército espaQrd íti r.Kl4, estadísticas qne &e hacen cq España
con arreglo á un couTeaiD iiitertiftciorial, siendo ó?ta de qiií' se trata, muy
t<atÍ9factr7ria eomparadü con la de otros a5os.
Man i ti estaque desde VM\\ la mortalidad va di^minuveQdo, puoatnqueaa
"1.
214
dicho afio estaro representada por un 6 y pico por 1.000; en 1902 descendió
á poco más de un 5, y en 1908 á 3*80 y tantos por 1.000, habiendo snbido
algo en 1904 como consecuencia de nuestras campañas coloniales:
Compara despnés el estado sanitario de nuestro ejército con el de otras
naciones, complaciéndose en decir que el estado de nuestro ejército es sa-
tisfactorio, pues que mientras nosotros hemos pasado poco de una mortali-
dad de poco más de 4 por 1.000 en 1904, en el ejército de tierra de los Esta-
dos Unidos fué de un 6*75 por 1.000 y en las tropas de mar un 6 por 1.000
en el mismo afio.
Afirma que en casi to^os los distritos de la península ha descendido la
mortalidad^ encontrándose solamente en Melilla en una proporción de 10
por 1.000 á causa de una epidemia palúdica.
En cuanto á la mortalidad en los diferentes meses del a&o á que venia
refiriéndose, dice que el más favorable fué el de noviembre, en que aqué-
lla sólo estuvo representada por 24 centésimas por 1.000, y el más desfavora-
ble el mes de abril, en que la proporción llegó á 50 centésimas, relacionan*
do esto con las malas condiciones en que se encuentra el recluta por ser la
época de incorporación á las filas, lo que trae consigo cambio de régimen,
alimentación y aun aclimatación por pasar de unas á otras regiones de la
península, ocurriendo lo mismo en todas partes.
Las enfermedades que en dicho afio habían dado mayor contingente hos-
pitalario fueron las dermatosis, bronquitis, chancro blando, sífilis y tuber-
culosis.
Las enfermedades que diezman á nuestros soldados son : el tifus, la fie-
bre tifoidea y la tuberculosis, y que aun cuando es un obstáculo en este
sentido nuestro vigente reglamento de exenciones, se va consiguiendo algo*
y espera que se llegará á una cifra reducida de mortalidad por tubercu-
losis.
Actualmente ha leído un trabajo de un médico militar francés en que
se ocupa de los déiiles en aquel ejército, en el que se aprecian las mismas
deficiencias.
En cuanto al tifus y á la fiebre tifoidea, hace algunos afios causaba en
España menos estragos que en Italia y en Francia, pero que en estos países
se han tomado precauciones que han hecho disminuir allí esta enfermedad,
y que si en nuestro ejército se ha logrado, como queda dicho, disminuir la
morbosidad y mortalidad de otras enfermedades, no puede decirse lo mis-
mo respecto á la fiebre tifoidea, porque no-es posible impedir que los solda-
dos la contraigan fuera del cuartel, y que asi la mortalidad por dicha en-
fermedad hay que achacarla á las malas condiciones higiénicas de la po-
blación civil.
En dicho afio 1904 no murió ningún soldado por difteria, y de viruela
sólo falleció uno.
En cuanto á las dem^s enfermedades epidémicas, apenas han producido
mortalidad, siendo de notar que aun cuando el tifus exantemático castigó
á algunas poblaciones de España, el ejército sólo perdió dos hombres por
dicha enfermedad.
En cuanto á los éxitos de la vacunación en el ejército, ocupamos el se-
gundo lugar entre las naciones europeas, puesto que sólo nos supera Ale-
215
inania, lo enal constituye una honra para el Instituto de Sanidad militar.
No se había presentado en el ejército ni an sólo caso de tracoma.
En cnanto al snicidio, está en nuestro ejército en menor proporción que
en los demis, lo que demaestra que en Espafia el servicio militar no es tan
penoso y duro como en otras naciones, especialmente en Alemania, que
tiene fama de ser el pueblo que peor trata á sus soldados, por cuya razón
allí el suicidio en 1904 alcanzó una proporción de 42 centésimas por 1.000,
mientras que en nuestra patria, en igual afio, estuTO representado por 14
centésimas.
Termina el 6r. Larra afirmando que el ejército que tiene una proporción
más faTorable de mortalidad es el espafiol.
Supuesta incompatibilidad deles oalomelanos.— El Dr. Rodríguez Carracido
recuerda lo que se ensefiaba, en su época de estudiante, respecto á la in-
C9mpatibilídad de los calomelanos y del cloruro sódico, creyendo que aquél
se convertía con facilidad en cloruro mercúrico; concepto que le parece «^
siempre absurdo, desde el punto de vista de las teorías químicas reinantes
á la sazón, y teniendo en cuenta además que el organismo contiene ploruro
de sodio, y ácido clorhídrico el jugo gástrico.
Alade á las teorías de los equilibrios químicos y de las reacciones par
cíales ó limitadas, y da lectura á párrafos de una obra en que se sostiene
la incompatibilidad de los calomelanos y del cloruro sódico, y de otra en
que se asegura que la formación del sublimado, ni es tan segura ni de pro-
porciones que inspiren grandes temores.
Partiendo del hecho, por todos admitido, de que el amoniaco produce
un precipitado blanco en las soluciones de cloruro mercúrico, da noticia
de las investigaciones que ha realizado en su laboratorio de química, lle-
gando á demostrar el cloruro mercúrico en la proporción de 1 por 40.000
<un gramo de sublimado por 40 litros de agua), formándose un anillo
blanco; y habiéndose puesto cloruro mercúrico, sin nada de magnesia, no
ha habido reacción si no se hacía la concentración al décimo, ó sea en la
proporción de 1 por 20.000, en que se ha presentado un anillo blanco.
El Dr. Oarracido afiade, como resultado de sus investigaciones, que
puestas en contacto las soluciones de cloruro sódico con calomelanos, hay
producción de cloruro mercúrico, pero en proporciones infinitesimales, que
no pueden ocasionar efectos tóxicos; que empleando un protoplasma rico
en oxidasa, como la parte más extrema de la patata, se forma igualmente
cloruro mercúrico en cortas proporciones, y que, por lo tanto, sin y con
protoplasma, la mezcla de cloruro mercnrioso y de cloruro sódico produce
cloruro mercúrico, pero en proporciones que no son tóxicas.
Respecto al ácido clorhídrico, su acción es análoga á la del cloruro só •
dico, formándose cloruro mercúrico en contacto con los calomelanos, pero
en cantidades muy inferiores á las de las dosis tóxicas.
Estudiando la acción de los calomelanos y del cloruro sódico, cuando pe-
netran en el intestino delgado, sostiene que el cloruro mercúrico que se
forma excita la secreción de la bilis, en tanto qae los calomelanos estimu-
lan la excreción y obran como purgante; que para determinar ambos efec-
tos, será preciso asociar el cloruro sódico á los calomelanos ; que el cloruro
mercúrico es estimulante de las acciones oxidantes de las cimasas, si ac-
216
túa en cantidades may peqnefias ó fraecipnes de gota, sucediendo lo con-
trario si obra en mayores cantidades, pues en tal caso ya.no será estimu-
lante de las oxidasas, como sucedía con las pequefias proporciones.
El Dr. Puerta interyiene en el debate, y dice .que se proponía hacer al-
gunas obserTaciones á la interesante comunicación del Dr. Carracido,
aunque no estaba preparado con trabajos de laboratorio, que es como se
resuelTcn estas cuestionen prácticas.
La molécula de cloruro mercurioso es poco estable, y fácilmente se al-
tera por varias acciones. Por la luz se reduce á mercurio metálico, formán-
dose cierta cantidad de cloruro mercúrico ; por la acción del calor también
sufre disociación, y en contacto del ag^a caliente se altera igualmente.
Por la acción de los cloruros alcalinos, especialmente el cloruro amónico,
se couTierte, en parte, en cloruro mercúrico, é igual transformación expe-
rimenta por el ácido clorhídrico.
El ácido cianhídrico, aunque esté diluido, forma con los calomelanos sal
mercúrica, y de aquí la incompatibilidad señalada por todos los autores en
la asociación de calomelanos con el looc blanco y agua de laurel cerezo,
por la mínima cantidad que estos medicamentos contienen de ácido prú-
sico, observándose, al hacer la mezcla, que aparece un polvillo gris de
mercurio reducido.
Además de éstas, señalan los autores la incompatibilidad de los calome-
lanos con los álcalis, carbonatos alcalinos, bromaros y yoduros, que produ-
cen descomposición manifiesta, por lo, cual no creo necesario, dice, ocu-
parme de ellas. También se indica la incompatibilidad con el azúcar y las
materias albuminóideas en presencia de la humedad, y sobre todo recuerda
que hace años examinó unas pastillas de calomelanos y contenían indicios
de cloruro mercúrico, que se reveló por el reactivo hidrógeno sulfurado,
que es muy sensible.
El caso concreto expuesto por el 8r; Carracido, de la transformación
parcial del cloruro mercurioso en mercúrico, por la acción del cloruro de
sodio, la citan todos los autores, y él mismo nos ha dicho que la ha com-
probado; pero como la cantidad de cloruro mercúrico que se forma es tan
pequeña, cree que no hay que temer sus efectos tóxicos. En estas acciones
debe tenerse en cuenta que la solución de cloruro de sodio disuelve algo de
X cloruro mercurioso, como disuelve también al cloruro de plata.
Por fin, en los líquidos del organismo existe cloruro de sodio, y en el es-
tómago pequeña cantidad de ácido clorhídrico, por lo cual en la ingestión
de los calomelanos debe formarse algo de cloruro mercúrico, cnya mínima
cantidad no produce efectos tóxicos, habiendo quien cree que la acción te-
rapéutica del cloruro mercurioso es precisamente debida á la corta canti-
dad de cloruro mercúrico que se forma, no tan sólo por la acción «^de los
cloruros, sino también por las materias albuminóideas del organismo.
El Dr. Codina manifiesta que, aun cuando tal vez pareciera raro á la Aca-
demia que pidiera la palabra para intervenir en un asunto que parecía ee-
pecializado por la Química, era tal, á su modo de ver, el interés qu^ desper-
taba la comunicación presentada por el Dr. Oarracido, y tenía consecuen-
cias de tan grande importancia para las aplicaciones médicas y para el ejer-
cicio profesional, que le parecía que, aun siendo el último de los médicos
217
qae se honraba sentándqae en los esoafios de la Corporación, podia ha-
blar de nn asunto de este género, por entender qne no debían pasar en si-
lencio dicha comunicación los médicos que, como él, se ocnpan diariamente
en el ejercicio profesional.
Qne después de estas palabras de disculpa, las primeras qne había de
pronunciar las dedicaba á felicitar de todo corazón, y con verdadero entn-
BÍasmo, al Dr. Carracido, por creer qne estos son los trabajos qne^ más in-
teresan á todas las Academias, pnesto que se trata de pruebas de hechos
contrarios á las doctrinas aceptadas en Medicina, por lo que entendía que
era de la mayor importancia ahondar en esta clase de investigaciones, y
qne, merced á las que el Dr. Carracido había efectuado, se contaba con un
medio más sensible para la determinación cuantitativa del cloruro mercú-
rico en una solución, puesto qne llegó á determinar el 1 por 40.000.
Con gran oportunidad había manifestado el Dr. Carracido que quería dar
á sus investigaciones la mayor analogía posible con lo que puede ocurrir en
el interior del organismo humano, y esto le había hecho pensar en que tal
vez podrían llevarse más allá las investigaciones, puesto que, si bien las
consecuencias de estos experimentos se desprenden con toda lógica, le pa-
recía que habían de encontrar dificultades en la práctica médica por las
arraigadas tradiciones que existen, fundamentadas ó falsas, en cuanto á la
combinación del cloruro sódico con los calomelanos.
Estimaba que el problema se había planteado por el Dr. Carracido en
condiciones demasiado químicas, pareciéndole qne no estaría demás que se
hicieran las experiencias, no con cuerpos puros como los empleados por el
Dr. Rodríguez Carracido, sino con cloruro sódico impuro, como el que ge-
neralmente se emplea en la práctica usual. Además, señala el Dr. Co-
dina la necesidad de que se completara la investigación añadiendo á las
substancias experimentadas los fermentos digestivos y, sobre todo, acu-
diendo á la experimentación fisiológica ó animal, á la experimentación in
vivo, única forma de que las conclusiones que se dedujeran pudieran acep-
tarse en el ejercicio práctico de la Medicina sin dudas ni temores, sino con
resolución y confianza.
PERIÓDICOS
Abtoeto meníngeo oonseoutivo á una otitis media snpnrada. — En la Oaeeta
Médica del Norte^ publica el Dr. Aparicio el caso siguiente, relativo á una
nifia de once años de edad, natural de Madrid, de temperamento linfático
y sin antecedentes hereditarios.
Como historia personal patológica, sólo aporta la otorrea crónica (siete
afioe de fecha), que parece ser la causa del presente estado patológico. La
otorrea dicha ha seguido en este lapso de tiempo el curso propio de este gé-
nero de efectos; es decir, que han alternado las remitencias y agravacio-
nes; afirmando la madre que en las épocas de casi supresión del flujo pu-
rulento, la nifia se encontraba peor. Desde hace diez días la supuración es
17
218
mny escasa, pero los dolores de oídos con irradiación á toda la cabeza son
tan intensos, que han hecho perder el ape,tito, produciendo náuseas y aun
algún YÓmiio. La fiebre es de 40°, el pulso frecuente y pequefio. La marcha
insegura, difícil. La inteligencia está íntegra y en la motilidad y sensibi-
lidad generales no se nota nada de anormal, aun cuando la marcha parece
algo difícil ; sin duda obedece al estado febril y de debilidad en que se en-
cuentra la niña. El examen de la región mastoidea no revela otra cosa
que un vivo dolor en la parte correspondiente al antro mastoideo y una
muy ligera tumefacción y enrojecimiento de la piel.
En vista de lo expuesto, diagnosticó mastoiditis consecutiva á la oti-
tis crónica, sin afirmar la existencia de absceso purulento en los sitios clá-
sicos, es decir, meninges, cerebro y cerebelo, por cuanto, como queda di-
cho, no existia síntoma alguno de foco.
Acordó practicar inmediatamente la trepanación mastoidea. Afeitada la
cabeza y aseptizada convenientemente, trazó una incisión horizontal como
de 4 centímetros, dirigida hacia atrás y cuyo punto de partida era la parte
más alta del surco retro- auricular derecho. A pocos milímetros de éste
trazó una incisión, que comenzando en el punto de partida del anterior,
termina en el vértice de la apófisis mastoidea. Trazado este colgajo angu-
lar con el perióstomo, desprendió todos los tejidos blandos, periósteo in-
clusive, dejando al descubierto toda la apófisis mastoidea y parte ósea del
conducto auditivo externo. Con el escoplo y martillo levantó el cuadrado
clásico en la trepanación de la mastoidea, esto es, lado interno á 4 milí-
metros de la pared posterior del conducto; lado superior formando ángulo
con el precedente y á nivel de la espina de Henlle paralelo á la línea su-r
pramastoidea; lado externo paralelo al interno y lado inferior paralelo al
superior : las dimensiones del cuadrado eran próximamente de 6 milíme-
tros de lado.
El efecto operatorio inmediato fué curioso ; en seguida que se levantó la
capa ósea superficial de la apófisis empezó á fluir á oleadas isócronas con
el pulso un pus amarillo, sanguinolento, botante fétido y en cantidad de
25 gramos próximamente.
Terminada la excavación y puesto el antro al descubierto, sondó muy
suavemente con un estilete, penetrando en la fosa cerebral media, como á
unos 4 centímetros próximamente. Ni antes ni después del sondaje salió
substancia alguna que tuviera parecido con la cerebral. Con la cucharilla
de Vokman, raspó bien las células mastoideas y algo de la caja, sacando
bastantes fungosidades, terminando la limpieza con abundante irrigación
de la solución acuosa ^e cloruro de zinc al 1 por 100. Gomo el agua salía y
entraba bieo, tanto por el antro como por el conducto auditivo externo,
no pasó á practicar la operación de Stacke. Con gasa yodofórmica se tapo-
nó el antro y conducto auditivo. No se hizo sutura alguna.
Al día siguiente de la operación (26), descendió la fiebre para no volver
más; desaparecieron los dolores, se reanimó la niña y empezó á nutrirse,
saliendo casi curada y sin experimentar contratiempo alguno, al cabo de
mes y medio. Quedando una exudación muy escasa, serosa más bien que
purulenta, continuó asistiendo al consultorio de nifios, en donde completó
su curación.
219
El presente cafio pone de maniñesto una rez máe la gravedad de las oti-
tis crónicas y la necesidad imperiosa con que se impone la trepanación
mastoidea, á las menores sospechas de complicación, ya radiquen éstas en
las célalas mastoideas, en las meninges ó en la masa cerebriil. — Sarabia.
i
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES OENTÍFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍB
8enán del día 26 de Junio de 1906.
Tillooolitit y apondioitis. — El Dr. Rkolus: Es eridente, como ha dicho
-el Dr. Dienlafoy, que son sobre todo los médicos los que encuentran más á
menudo los casos de enterocolitis; pero en Francia y en el extranjero, mé-
dicos y cirujanos están unánimes en proclamar las relaciones que unen es-
trechamente enterocolitis y apendicitis. No pudiendo aportar una estadís-
tica personal, presentaré la del Dr. Bernard (de Plom hieres), quien declara
que de 1.100 casos de enterocolitis ha encontrado 76 de apendicitis demos-
trada, ósea una proporción aproximada de 7 por 100. La estadística de Ta-
lamon da una proporción de 29 enterocolitis en 80 casos de apendicitis; por
lo tanto, es de pensar que en cada cinco ó seis enfermos se encuentra cuando
menos uno con enterocolitis y apendicitis. ¿Se operan enfermos por apen-
•dicitis que no tienen? Esto es absolutamente evidente para mi, que he de-
clarado varias reces que se opera precipitadamente. Cuando menos, sobre
-est^ punto, estoy de acuerdo con el Dr. Dieulafoy.
El Dr. Pinabd: Desde hace veinte años examino á mis enfermos desde
el punto de vista de la enterocolitis y apendicitis, y en un número conside-
, rabie de ellos, sólo he encontrado muy pocas veces esta relación.
El Dr. Dibdlafoy: Me encarga el Dr. Duret presentar á la Academia
nn trabajo referente á la cuestión que nos ocupa, y en este importante tra-
bajo cita casos de apendicitis verdadera que deben operarse en individuos
predispuestos á la enterocolitis, y refiere otros de apendicitis crónica ver-
-dadera que han sostenido alteraciones intestinales que han desaparecido
«on la*operación ; pero insiste sobre la tiflocolitis tomada erróneamente por
apendicitis, y llega á la siguiente conclusión: o: El hecho clínico enunciado
por el Dr. Dieulafoy, es de una verdad indudable». Mi comunicación no
lia tenido otro objeto que pedir, en nombre de la clínica, que se prestara
más atención á los diagnósticos con objeto de evitar errores operatorios.
Habremos diferido de opinión en cuestiones de detalle ó de interpretación,
pero hemos estado absolutamente de acuerdo sobre el punto esencial del
debate, ó sea acerca del gran número de individuos que, sólo padecien-
do una tiflocolitis mucomembranosa, son inmediatamente operados para
<ombatir una apendicitis que no tienen.
220
La vacunación en ia Guinea francesa. — El Dr. Ebemobgoüt: La yirnela.
«xiste en el estado endemo- epidémico en esta región del África y es soste-
nida por la variolización, muj en boga entre los focelahs y los mnsalma-
nes. En 1905 fné la primera vez qne se vacunó metódicamente en dicho-
país. El Dr. Martin ha verificado varios viajes, en el curso de los cuales
nunca le ha faltado la linfa vacuna, gracias á las siembras sucesivas prac-
ticadas en terneras que le seguían y en las que podía recoger vacuna fresca
á los cuatro ó cinco días de haberlas inoculado. El número de vacunacio-
nes practicadas se ha elevado á 19.700, con un tanto por ciento de éxitoa
que varió entre 70 y 90.
Los aneurismas de ios grandes vasos y su tratamiento por el suero geiatlniza-
do. — El Dr. Lakokreaüx: La arterio- esclerosis generalizada ó endarteritis,.
sólo excepcional mente, va seguida de aneurisma de los grandes vasos. Laa
condiciones patológicas de estos procesos están ligadas á las periarteritis^
que ganan en profundidad y acaban por perforar la membrana elástica de
las arterias. Descartado el traumatismo, sus causas tienen un origen infec-
cioso, y las que nosotros desde luego conocemos son los agentes de la tu-
berculosis, de la sífilis y del paludismo. La rotura es la forma de termina-
ción fatal de los aneurismas de los grandes vasos, cuando no so verifica la.
coagulación espontánea de la sangre en el saco aneurismático. Siendo muy
rara esta coagulación espontánea, la indicación formal es de tratar pro-
vocarla, y á ella responden el método de las inyecciones de suero gelatini-
zado. Tehiendo esto método la propiedad de favorecer la coagulación de la.
sangré en el seno de los aneurismas verdaderos, so opone, en consecuencia^
á su rotura si el enfermo tiene cuidado de evitar los esfuerzos muy violen-
tos. Contrariamente á lo que se ha predicho por algunos autores, el méto-
do de las inyecciones de gelatina no expone á ningún peligro, á condiciÓD
de que el suero empleado sea perfectamente aséptico. Su indicación es tan-
to más' formal en los aneurismas de los grandes vasos cuanto que la inter-
vención quirúrgica es con frecuencia imposible ó peligrosa, y no se conoce^
hasta ahora cuando menos, ningún otro medio de detener seguramente lo»
progresos de estos graves desórdenes. — Codika Oastkllví.
80GISDAD DB CIRUGÍA DE PARÍS
Setión del dia 27 dé Junio dé 1906,
Pericolitis adiiesiva. — El Dr. Sieur refirió el caso de un soldado joven que*
desde algunos años antes se quejaba de estrefiimiento rebelde con dolor
pungitivo en el hipocondrio derecho. Presentó de repente síntomas de
oclusión intestinal, que por sus caracteres especiales — vómitos líquidoa
biliosos abundantes, dolor á la presión y macicez en el hipocondrio izquier-
do, falta de abombamiento abdominal — hicieron creer que la oclusión ra-
dicaba en la última parte del duodeno. La laparatomía confirmó la exac-
titud del diagnóstico: el ángulo yeyunoduodenal estaba muy acodado por
adherencias inflamatorias pericólicas, que al parecer rodeaban completa-
mente el estómago y el hígado. El Dr. Sieur se limitó á romper estas
221
.adherencias lo mejor posible y despaés cerró el abdomen, dejando un tnbo
<de desagüe para conjurar todo accidente de perforación del duodeno, caya
pared, mny friable, estaba al parecer lesionada en su vitalidad.
Loa snceso3 le dieron la razón ; el duodeno se perforó en varios puntos y
-el enfermo murió á los ocho días. La autopsia reveló la existencia de adhe-
rencias pericólicas que se extendían desde el codo infrahepático del intes-
tino grueso hasta el nacimiento de la S. iliaca; el hígado, el estómago y el
bazo estaban rodeados en parte por estas adherencias. Las vías biliares se
encontraban en estado normal. En cambio, la mucosa del intestino grueso
fle hallaba inñamada y ulcerada en ciertos puntos. En la última parte del
duodeno había cinco perforaciones. En resumen: se trataba en este caso
•de una peritonitis esolerofíbrosa adhesiva, dependiente de una enterocoli-
tis crónica, que determinó la oclusión estrangulando el asa yeyunoduo-
<denal.
Estenosis pilórica cicatrizal. — El Dr. Quém narró el caso siguiente, que
Acaba de observar. Se re&ere á una mujer de cuarenta y seis años, que in-
girió por error una disolución concentrada de ácido clorhídrico. Los pri-
meros síntomas — dolor, disfagia, vómitos y fiebre — causados por la que-
madura de las mucosas bucal, faringo-esofágica y gástrica, fueron de
•corta duración, y al segundo día pudo esta mujer dejar el lecho y alimen-
tarse por la boca. Mas los vómitos tardaron poco en reproducirse, y sus
•caracteres indicaban con toda claridad que dependían de una estenosis
pilórica. La enferma enflaqueció con rapidez, y seis semanas después del
4u:cidente fué preciso practicar la gastro-enterostomia. Por desgracia, esta
mujer, que se encontraba estenuada, fué acometida de un síncope apenas
había hecho el Dr. Quénu una incisión en la pared del abdomen. La res-
piración artificial y el amasamiento transdiafragmático del corazón fueron
inútiles, y la enferma sucumbió. Para la cloroformización se empleó- el
Aparato de Roth Drager.
Al practicar la autopsia se descubrió, como se esperaba, una estrechez
4u;entuadísima del piloro, que permitía á lo sumo el paso de un estilete
metálico; la mucosa pilórica estaba completamente destruida. No había
otras lesiones macroscópicas aprecia bles del estómago. El esófago era el
único que presentaba á lo largo de su pared posterior algunas bridas ci-
catrizales blanquecinas y poco profundas.
Vólvulo del ciego. — El Dr. Quénu refirió un caso de vólvulo observado en
un hombre de veinte años. Desde cuatro años antes este enfermo había
padecido varias crisis abdominales que simulaban por completo las de
Apendicitis. 8e diagnosticó apendicitis de repetición, y el Dr. Quénu acon-
sejó esperar á que desapareciera el período de agudeza para operar.
Se hizo una incisión de Jalaguier y se buscó directamente el recto, pero
fué imposible encontrarle en su sitio ordinario; la fosa ilíaca estaba com-
idetamente ocluida. El Dr. Quénu buscó entonces el colon transverso, y
utilizándole cerno gui^ couclnyó por encontrar el ciego oculto en el hipo-
condrio izquierdo, debajo del bazo, donde estaba retenido por adherencias,
envuelto en peritoneo y sin meso. El apéndice se hallaba también retenido
por adherencias, y fué resecado. Cuanto al ciego, fué vuelto á la fosa
ilíaca derecha, donde se le fijó en la pared abdominal por medio de algu-
222
no6 pantos de satura. El enfermo marió á los pocos días con síntomas d»
tozemia.
La aatopsia demostró qae el ciego estaba acodado en ángalo recto sobre^
el colon ascendente, enroscado además al colon transverso y distendido por
materias consistentes y de color obscaro. No había indicio de peritonitis.
La cara interna del ciego presentaba aiceraciones superficiales de la mu-
cosa. El apéndice tenía, por el contrario, la mucosa sana, sin más lesión
que una ulcerilla superficial de la serosa.
Cree el Dr. Qnénu que la patogenia de los accidentes en su caso ha sido-
la siguiente: la flexión del ciego estancó los excrementos en su interior, y
eáta estancación provocó alteraciones de la mucosa, las que á su vez origi-
naron peritonitis localizada, que se reveló por adherencias persistentes, es-
decir, por la fijación definitiva del acodamiento cecal. La toxemia, á la.
que sucumbió el enfermo, fué consecuencia de la coprostasis cecal perma-
nente.
Desde el punto de vista de lit terapéutica de estas lesiones, pueden estar
indicados dos métodos operatorios: la resección del ciego ó la cecopexia.
El Dr. Quénn recurrió en su caso á'esta última operación porque le había,
dado buen éxito en otro enfermo con ciego móvil oculto debajo del higado-
y que se confundió con una vesícula biliar distendida. 8i hubiera podido*
suponer que en el caso presente estaba ulcerada la mucosa cecal, quizá,
hubiese extirpado el ciego. — (La Presée Medícale). — P. Tolbdo.
SOCIEDAD DB OBfi»T£TBIClA D£ LONDBBS
Sétión del día 4 de Julio de 1906.
Cáneer primitivo del ovario. — La Dra. L. Me Ilroy dijo que el cáncer pri-
mitivo del ovario, no sólo se observa hacia la menopausia ó después, sino
también en enfermas jóvenes; en este último caso es influida la menstrua-
ción suspendiéndose el flujo menstrual. Los partos no ejercen influencia al-
guna en el desarrollo de la enfermedad. El dolor no es un síntoma marca-
do, y lo único que obliga á las enfermas á dejarse operar es el abultamien-
to del abdomen. En la mayor parte de los casos hay ascitis. Las metastasia
dependen de la duración de la enfermedad y de la integridad de la cápsula
del tumor. Las probabilidades de recidiva son grandísimas. El carácter
maligno de la enfermedad rara vez se sospecha antes de la operación.
Los dos ovarios suelen afectarse, pero la enfermedad se halla más avan-
zada en uno que en otro. Al principio la cápsula es resistente, después se
rompe y el tumor prolifera á través du las aberturas. El epitelio germinal
suele faltar. No se encuentran folículos de Oraaf ni cuerpos amarillos. Laa
formas más comunes de cáncer del ovario son la glandular quística y la al-
veolar con aumento de tejido conjuntivo. La neoplasia se encuentra casi
siempre cerca de la superficie y en los pliegues. El tumor procede de las cé-
lulas de los folículos y de las germinales. Los llamados huevos por los pa*
tólogos alemanes son masas de protoplasma degenerado, productos regre-
sivos de las células del folículo. La carioquinesis no es muy acentuada ea
223
estoa cánceres celnlares. Las oélnlas que se encueotran en el cáncer del ova-
rio se asemejan á las de las neoplasias benignas, pero difieren por su dis-
tribución, por su disposición irregular y por sn proliferación.
Estrechez pelviana.— El Dr. Nepean Longridge leyó un trabajo basado en
64 casos de estrechez pelviana, observados durante el año anterior en el
Hospital de la Reina Carlota. El resultado en todos estos casos fué satis-
factorio respecto á las madres, porque no hubo en ellas ni muerte ni com-
plicación grave ; murieron ocho niños, tres de los cuales tenían vicios de
conformación incompatibles con la vida. En 14 casos el parto fué espontá-
neo, siendo el más notable el de una primípara que dio á luz en diez horas
un feto vivo que pesaba más de 2.000 gramos. De estas mnjeres nueve eran
' primíparas y cinco multíparas; nacieron muertos dos fetos, uno macerado
y uno hidrocefálico. El parto fué provocado por candelillas en 17 multípa-
ras y en seis primíparas. La fecha de la provocación se determinó calculan-
do las dimensiones relativas de la cabeza del feto y de la pelvis de la ma-
dre. Nacieron 17 niños sin auxilio alguno, cinco fueron extraídos con el
fórceps y uno por la versión; uno de ellos nació muerte y uno murió tres
días después con imperforación del ano. El tiempo transcurrido entre la in-
troducción ^e las candelillas y el nacimiento del feto fué, por término me-
dio, de noventa y dos horas seis minutos. La versión se practicó en seis ca-
sos, muriendo dos niños. A la operación cesárea se recurrió en nueve casos,
muriendo un niño y salvándose todas las madres. En una de estas enfermas
la operación se practicaba por segunda vez.
En las estrecheces pelvianas sólo puede elegirse entre la provocación del
parto y la operación cesárea. La estadística del Hospital de la Reina Gai^
Iota tiende á demostrar que el primero de estos métodos es satisfactorio con
un diámetro conjugado de 87 milímetros y medio ó más, y en cambio la ope-
ración cesárea es el procedimiento preferible en las mujeres con diámetro
conjugado de 75 milímetros ó menos.
Adenoma del labio mayor.— El Dr. Wüliamaon refirió el caso de una mujer
que padecía adenoma de uno de los grandes labios. El tumor, diagnostica-
do de epitelioma, lo extirpó el Dr. Ghapneys, en 1908, sin que desde enton-
ces haya habido recidiva. Es probable que estos tumores se desarrollen en
las glándulas sudoríparas.
El Dr. Hebert Spencer no cree que estas neoplasias son raras. Ha observado
dos casos. Su origen es dudoso. El Dr. Lawreñce cree que proceden proba*
blemente de las glándulas sebáceas en los sitios en que tienen una estruc-
tura marcadameiite lobulillar, y los tubillos tienen una disposición arraci-
mada tan típica que no cabe la menor duda de que proceden de glándulas
tabulares.
El Dr. Wüliaméan manifestó que los tumores de que habla él Dr. Spencer
son adenomas sebáceos y pertenecen á una clase completamente distinta
del que ha descrito.
(Se 8u»pende las sesiones hasta si mes de octubre)»
{The British med. Journal).^F, Toledo.
224
SOCIEDAD* ALEMANA DE OIBUGÍA
Reunión XXXV celebrada en Berlín del 4 al 7 dé Abril dé 190$,
(Oondutión)
Aii«st«sift «special con la «scopelamina «n las laparatomfas.— El Dr. Krónig
(de Fribargo), dice que con el solo hecho de ser sajetados y de hacerse cargo
de las órdenes que reciben los ayudantes y enfermeros, experimentan los
pacientes nn éhock psíquico, sin necesidad de qae se les haya sometido á la
anestesia general, bastando tan sólo con la anestesia de Bier, practicada
con inyecciones en el conducto yertebral. De aquí resulta que este último
procedimiento, por muy beneficioso que sea, no deja de ser inhumano.
Para eyitar este inconveniente, emplea el autor una combinación de la
anestesia especial con el sueño incompleto que producen las dosis peque-
ñas de escopolamina. Con tal combinación, los pacientes perciben vaga-
mente lo que ocurre durante la operación, pero lo olvidan por completo
cuando despiertan de su estado semi-inconsciente.
8e hace dormir al paciente dos horas antes del momento en que se ha de
practicar la* laparatomia. Como quiera que las impresiones sensoriales,
muy vivas, sobre todo las visuales, pueden perturbar el estado de modorra
en que se halla el sujeto, se aconseja emplear gafas negras para excluir di-
chas impresiones; también se deben evitar, en lo posible, las impresiones
acústicas intensas.
El autor ha hecho 60 laparatomias con este procedimiento, cnyas venta-
jas consisten en qne las enfermas permanecen muy tranquilas y después
no se acuerdan de nada de lo ocurrido. Para evitar qne se formen trombos,
conviene que las enfermas se levanten lo más pronto posible, al segundo, y
to4o lo más tarde al sexto día después de la operación. No es raro que se
presenten dolores de cabeza de seis á ocho días después de la operación,
pero desaparecen por completo pocos días después. En cambio, no se ali-
vian con los anti neurálgicos.
£1 Dr. Kader (de Cracovia), dice haber empleado la analgesia espinal
para practicar la extirpación de bocios y de cánceres de la laringe. Emplea
siempre una inyección de tropacocaina al 2 por 100 é inyecta media hora
antes un poco de morfina (1 á 2 centigramos)* Hace ll^punción por debajo
de la primera vértebra lumbar ó de la décimasegunda dorsal ; la dosis de
tropacocaina es de 12 centigramos. A los diez minutos se puede empezar á
operar. El autor no ha tenido que lamentar ningún fracaso ni ha observado
ningún síntoma desagradable.
Invostlgacioifes bacteriolágícat acerca de la asepsia quirúrgica.— El doctor
Doederlein (de Tiibinga), dice que es imposible conseguir una asepsia com-
pleta; qae en las heridas existen bacterias desde el primer momento, y que
los guantes de tricot que aconseja Mikuliczse ensucian al poco tiempo con
bacterias, las cuales provienen, parte de la herida y parte de la piel de las
manos. El hecho de que, aun así, se curan las heridas por primera inten-
ción, demuestra que dichas bacterias ya no son patógenas. Los cirujanos,
no satisfechos con la antisepsia y con las tentativas de asepsia hechas has-
225
ta ol dia de hoy, se han decidido por el uso de guantes de goma y de paños
también de goma para cubrir las partes blandas limítrofes al campo de la
operación. £1 autor ha realizado investigaciones referentes á este extremo
en cien laparatomias, y ha visto que la protección que se consigue con
dicho procedimiento contra las bacterias que se encuentran desde el pri-
mer momento en las heridas, es próximamente la misma que se logra
cuando no se emplea la goma en las operaciones asépticas. Aonqne se han
reducido en lo posible las condiciones de infección, no por eso llegamos i
hacemos dueños del origen principal de la infección de las heridas, ó sea
la piel del mismo campo de la operación. Ahora bien; como no hay ningún
medio que logre librar á dicha piel de los microorganismos que ou ella se
Anidan, debemos de acudir á otros procedimientos si queremos hacer pro-
gresos en la desinfección quirúrgica. El autor acabó al fin por adoptar un
procedimiento que hace inofensivos los gérmenes, confinándolos en la
misma piel. En efecto, barniza ésta con tintura do yodo, que, como es sa-
bido, constituye un buen desinfectante, el cual curte además. Encima
aplica una disolución aséptica de goma. Ensayos de cultivo han demos-
trado que con este procedimiento se consigue que la piel quede completa-
mente libre de gérmenes.
El Dr. Brvhn (de Tubinga) ha hecho experimentos paralelos y ha visto
que existen diferencias muy notables entre los distintos campos operato-
rios- Asi, en la operai^ión de bocio, se tropieza con muy pocos gérmenes,
por cuya razón en este caso no hacen falta medidas especiales de precau-
<sión ; en cambio, en las operaciones de cáncer do la mama la cantidad de
gérmenes que se encuentra' es muy considerable. El autor ha comprobado
«n 60 casos que las medidas qhe se vienen aconsejando hasta la fecha, in-
cluso la de desinfectar las mados, no son capaces de hacer desaparecer los
gérmenes del campo operatorio, y que, en cambio, el procedimiento de fija-
ción de los gérmenes que aconseja Doderlcin da muy buenos resultados.
El Dr. HeúBner (de Barmen) ha empleado la bencina yodada para la des-
infección de la piel, y dice estar muy satisfecho con este procedimiento, que
representa un gran progreso. No es acertado lavar la piel con agua y alco-
liol, puesto que se observa que cuanto más se lava el tegumento tantos más
gérmenes salen de él. Por esta razón el autor emplea tan sólo la bencina
jodada y no usa para nada el agua. Como la bencina quita demasiado bien
la grasa, y, por lo tanto, no siempre se debo usar, porque la grasa es nues-
tra defensa natural, hay que añadirle un poco de aceite de parafina.
El Dr. Dé Oettingen (de Steglitz, Berlín) hace notar que como en campaña
y en el hospital de sangre no se puede lavar ni desinfectar la piel, se ha de-
cidido por barnizar las inmediaciones de la herida con una disolución de
resina, dejando colocada encima una toruoda de algodón. E^te aposito tie-
ne la ventaja de que no se desliza. Se disuelven íO gramos de almáciga en
^ de cloroformo y se añaden 20 gotas de aceite de linaza.
El Dr. Hevsn$r (de Barmen) dice que en vez de dicho líquido conviene
más una disolución alcohólica de trementina de Venecia.
El Dr. Herhold (de Altona) hace observar que el primer aposito se com-
plica con el procedimiento de Oettingen, siendo así que debe ser, por el
contrario, muy sencillo.
226
f
Lesiones trenmátieas del cerazén; sotara del eorattn. — El Dr. SuUan (d»
Leipeick) refiere haber tratado dos lesiones traamáticas del coraaóo por
medio de antara. ün paciente puede presentarlo ya curado; el otro, en
cambio, falleció de complicaciones. En el primero, que fué tratado por el
aator i mediados de enero, se encontró entonces nna herida pnnzante á la
izquierda y por encima de la tercera costilla. No existía ningún síntoma de
lesión traumática intratorácica: el estado general era bueno, y el paciente
ya se habla restablecido del desmayo que había sufrido en los primeros mo-
mentos. Al día siguiente se encontró un hemopneumotórax, el pulso era.
bueno y los sonidos cardíacos se oían puros. Al quinto día del accidente el
sujeto se aplanó de pronto, el pulso se hizo imperceptible y la macicez car-
díaca excedía 2 centímetros del borde derecho del esternón. En el acto se
practicó una incisión longitudinal por encima de la tercera costilla, se pnse
al descubierto la pleura y se resecó la tercera costilla, yiéndose entonce»
que habla una herida punzante en el cuadrante superior izquierdo del pe-
ricardio. Con las costillas cuarta y quinta se formó un colgajo que se inrir-
tió; el pericardio apareció muy distendido por un hematoma, y apenas se
percibía el latido cardíaco. Be ensanchó el ojal que había en el pericardio-
hasta darle una longitud de 10 centímetros, se extrajeron de él unos 800
giramos de sangre, y se vio entonces que en el Tentrículo izquierdo había
una herida de unos 7 milímetros, por la que salía sangre. Be practicó la su-
tura, pero habiendo cortado los hilos la pared cardíaca fué necesario repe-
tirla, cuidando de hacer pasar los hilos á bastante más distancia de los bor*
des de la herida. Con esto se cohibió la hemorragia, se cosió el pericardio y
se introdujo un tubo pequeño de desagüe que se hizo salir al exterior. Aloe
seis días de haber quitado este tubo el paciente estaba completamente
curado.
En el segundo caso se trataba de un hombre de yeintiocho afios, quien,
con ánimo de suicidarse, se infirió dos heridas punzantes por debajo del
pezón izquierdo. Había un considerable hematórax y un colapso profundo.
El autor talló un colgajo torácico con resección de las costillas quinta»
sexta y séptima, y se encontró en el pericardio una herida; dilatada ésta, se
halló una herida punzante en el rentrículo izquierdo. Butura; á las cuaren-
ta y ocho horas muerte, en medio de un colapso profundo. El paciente su-
cumbió probablemente de hemorragia procedente de la arteria mamaria
interna.
Cirugía del eoraxán.— El Dr. Wendel (de Marburgo) refiere haber cosido-
nna herida pnnzante del corazón, en el campo y á la luz de una linterna^
ün gafián de diecinueve afios se cayó sobre un cuchillo. El médico encon-
tró una herida, que daba mucha sangre, en el cuarto espacio intercostal iz-
quierdo; la comprimió, y con esto el paciente, que estaba desmayado, re-
cobró el conocimiento. A las tres horas llegó el orador, en automóvil^
acompañado de un enfermero, y vio que el herido todavía conservaba sa
conocimiento. Los sonidos cardíacos eran apenas perceptibles, enmascara-
dos como estaban por un ruido de molino muy intenso; se trataba, por lo
tanto, de una lesión traumática del corazón. Dilatada la herida cutánea y
formado é invertido un colgajo torácico, previa resección de las costilla»
cuarta y quinta, se dilató también la herida del pericardio que apareció
227
entonces al descubierto, TÍéndoee asi ana herida punzante en el Tentricu-
lo izqniq^do. Entonces Y>rocedió el aator, con su mano enguantada, á sa-
car algo afuera el corazón, y colocó una satura de catgut, operación que
se realizó con mucha facilidad. Después de anudado el primer hilo cesó la
hemorragia. Hecho esto, se cerró el pericardio, se colocó un tapón poco ,
apretado que salía en parte al exterior y se atendió debidamente á la he-
rida operatoria superficial. A los tres días trajeron el enfermo i la clínica;
en el curso ulterior no hubo el menor contratiempo, y i las cuatro semanas
pudo el paciente abandonar el lecho.
Heríilts del eoraztn por arma de fuege.-- £1 Dr. Gobeü (de Kiel) dice que
la mayor parte de las heridas del corazón, por arma de fuego, que se obser-
van en tiempo de paz, reconocen por causa una tentativa de suicidio y son
producidas por un revólrer de calibre de 5 i 8 mm., de tal suerte que la
bala queda algunas reces alojada en el mismo corazón, como puede demos-
trarse por medio del examen radiográfico. Otros balazos ni siquiera atra-
viesan el pericardio, limitándose á hacer penetrar éste en el corazón ; por
fin, hay casos en que si bien la bala ha atravesado el pericardio, ha rebo-
tado en el corazón á causa de estar éste muy duro en el momento del
sístole.
Acerca del pronóstico de estas heridas no están conformes los autores.
¿Según una estadística francesa, de 110 heridas de corazón por arma de •
fuego no curaron más que tres; en cambio Konig refiere que de nueve ca-
sos de esta naturaleza no sucumbieron más que la tercera parte. Además
de esto, el diagnóstico es dificil. Aunque el balazo haya interesado la re-
^ón precordial no siempre afecta al corazón; dada la actitud en que se co-
loca el cuerpo al hacer el disparo, puede suceder que el corazón se haya
desviado á la derecha. El ruido de molino se observa también en los casos
de hemopneumotórax y por lo tanto no es característico de la lesión trau-
mática del corazón.
El tratamiento debe de ser siempre conservador, al principio. Si hay
colapso, púncese el pneumoiórax, porque el colapso puede ser debido á
éste. 8i la panción es ineficaz, la indicación vital exige la operación.
El orador presenta un hombre al que operó el 28 de junio de 1905, á v
causa de una herida cardíaca por arma de fuego ; la bala había entrado por
el ventrículo izquierdo y había salido por tres centímetros más atrás. Cu-
ración completa después de haber saturado la herida del corazón.
El Dr. 2>0 Braekel (de Libau) refiere un caso de lesión traumática del
pericardio y del corazón, producida por un casco de granada que había
chocado con el esternón á nivel del cuarto espacio intercostal. El paciente
llegó al lazareto á los diez días de ocurrido el accidente. La macicez car-
diaca estaba muy ensanchada, sobre todo á la derecha; el pulso casi no se
percibía y loe sonidos del corazón no se oían. Se procedió á la operación en
el acto. El antor hizo la incisión de Kocher á lo largo del orificio de entra-
da, resecando el lado izquierdo del esternón. Se puso al descubierto el pe-
ricardio; la lesión de éste se había cerrado por conglutinación y se abrió de
nuevo, con lo cual se dio salida al contenido, que ya estaba descompaesto.
En el pericardio se encontraron el casco de granada, trozos de tela que éste
había arrastrado y la porción de esternón que había recibido el choque; en
228
el cono del corazón estaba desgarrada la capa mnacaUr. El palso mejoró
inmediatamente, la temperatura bajó y el paciente se repuso con bastante
rapidez. Onando dejó la cama se comprobó la existencia de atia pulmonía
del lado derecho y de una pleuresía seca simultánea, afecciones que sobre-
vinieron á los quince días de la operación y siguieron una marcha favo-
rable. .
£1 Dr. De Zawadaki (de Varsovia) refiere el caso de un hombre de die-
cinueve años, que se disparó uo tiro de revólver en el cuarto espacio
intercostal. Guando le vio el autor, al poco tiempo del accidente, el pul-
so era regular; después de colocado el vendaje fué llevado el paciente al
hospital. La radioscopia, practicada tan pronto como llegó, reveló la
existencia de una sombra en la región cardiaca ; no habia ningún derrame
sanguíneo en el pericardio. Con un tratamiento conservador se restablecifS
muy bien el paciente. Un nuevo examen radiográfico, hecho á los catorce
días, dio á conocer la existencia de dos proyectiles sobrepuestos en la re-
gión cardiaca. Se trata seguramente de un solo proyectil que se ha partido
en dos trozos.
El Dr. Borchardt (de Berlín) dice haber suturado con éxito una herida
penetrante del ventrículo izquierdo, que se habia inferido un muchacho al
caerse sobre la punta de upa verja.
El Dr. Jaífé(áe Posen) hace observar que mientras se está practicando
una sutura del corazón, sobreviene i menudo una copiosa hemorragia y la
viscera cesa de latir. Para evitar esta detención, que reconoce por causa la
vacuidad del órgano, ha inyectado el autor grandes cantidades de disolu-
ción fisiológica de sal común en el interior del corazón, con lo cual éste
comienza á latir de jiuevo.
Estudios experiméntalos sobre la capacidad de la plsura para ser Infecta-
da.— El Dr. Noetzel (de Francfort sobre el Mein) recuerda que hasta la fe*
cha se viene creyendo que la pleura posee poca capacidad de resistencia
contra la infección. Para comprobar este dato ha hecho el autor experi-
mentos en animales, inyectando en su cavidad pleural estafilococos muy
virulentos. Ahora bien, con tales inyecciones no se produjo una pleuresía
purulenta, pero sobrevino, en cambio, cuando se había ocasionado previa-
mente un neumotorax. Segiín esto, la pleura tiene tanta capacidad de re-
sistencia contra la infección como el peritoneo.
Operación de los cánceres reotalos altos.— El Dr. Kraéke dice que los mé-
todos combinados son los únicos que han permitido alcan;;ar mejores resul*
tados en la extirpación de los cánceres rectales altos, en los que no basta el
método sacro, que no consigue extirpar los glanglios. Ya Volkmann había
hablado de este método combinado, pero sólo se empezó á emplear última-
mente, aunque más bien como último recurso en casos desesperados, por lo
cual no es extraño que en tales casos hubiese dado malos resultados. Pero
cuando se convirtió en método reglado se comprendió la conveniencia de
empezar por la laparotomía, que facilita la extirpación del cáncer, el ope-
rar sin ensuciarse las manos y el poder diagnosticar la extensión del tu-
mor, hasta qué punto ha invadido los ganglios, y por lo tanto, si la opera-
ción es ó no posible. En este último caso renunciamos á la vía sacra y nos
limitamos á establecer un ano preternatural.
229
La incisión abdominal debe permitirnos unn bnena inspección de la peí-
▼Í8 menor. El enfermo se colocará con la pelvis elevada, y el corte se hará
en la linea media, como para el ano preternatural ó combinando ambas
incisiones. El resto de la operación variará según los casos. En Francia se
empieza estableciendo un ano iliaco y extirpándolo todo á partir del esfín-
ter. Este método, que tiene la ventaja de que simplifica las curas de la he-
rida, no se sigue en Alemania, y con razón, puesto que la continencia y la
conservación de la función intestinal se conservan mejor con el método
combinado que con el sacro.
La resección del recto la aconseja, sobre todo, Trendelenburg. Desde la
cavidad abdominal se hace movible la porción enferma, se llega á la ampo-
lla y se amputa. Por desgracia, hay muchos casos en que es imposible em-
plear este procedimiento, á causa del tamafio del tumor y de los ganglios
interesados. En estos casos, después de la laparotomía hay que emplear
también el método sacro, combinación que ha puesto en práctica el autor
muchas veces desde el año 1899; pero asi como al principio movilizaba el
tamor sin abrir el intestino, resulta más^ácil la operación cuando, después
de abrir la cavidad abdominal, se secciona el inteátino por encima del tu-
mor empleando el termocaüterio. Del extremo superior del intestino se en-
cargan los ayudantes; el inferior se invagina y cose. De este modo se pue-
de disecar el tumor con mucha más facilidad por la vía sacra. 8e ligan los
vasos hemorroidales, y con esto la operación resulta poco cruenta. Se pue-
den ligar además las hipogástricas, con lo cual so alarga algo la operación.
Además debe evitarse esta última ligadura, si se conserva la porción infe-
rior del intestino. Después de movilizado el tumor, se coloca el paciente en
decúbito lateral y se traza la incisión sacra. Hecho esto se extirpa el tumor
desde el vientre. La operación es más fácil en la mujer que en el hombre.
Después de la resección so practica la sutura sacra y se coloca el aposito.
La operación la han hecho también Sonnenburg,Kümmell,Hotter y otros.
Por ahora no se puede hablar nada del resultado definitivo ni tampoco
del inmediato, porque es poco numerosa la estadística. Sin embargo, de 65
casos recopilados por Schloffer, sobrevino la muerte en 88. El autor ha
empleado el método combinado en diez casos con cuatro muertes, re-
Btiltado no muy favorable, pero no hay que olvidar qno precisamente se
trata de casos gravísimos, que de otro modo estaban abocados á una muer-
te próxima. Dos de los fallecimientos fueron por colapso, debido sin duda
á la larga duración de la operación; os de creer que, perfeccionándose la
técnica y también la práctica del cirujano, se evitará mejor tal peligro. En
efecto, la mayor parto de los casos mortales del autor pertenecen á la pri-
mera época; también convendrá abreviarla enestesia, y acaso se pueda pa-
sar sin la anestesia general, ün enfermo falleció de oclusión intestinal por
dislocación del omento con torsión del colon. Para evitar esta contingen-
cia, el autor fija ahora el omento después de hecha la operación.
En el sexo femenino la intervención es menos peligrosa. De los diez casos
del autor, tres eran mujeres y ninguna falleció. Según Schloffer, de trece
hombres, murieron ocho, y de diez mujeres, nada más que una. Esta dife-
rencia 80 explica por la mayor resistencia orgánica de la mujer y por laa
mejores condiciones locales que presenta su pelvis.
230
El autor termina aconsejando qne se emplee más á* menudo el método
combinado abdominosacro y que no se lo reserre para loe casos más difíci-
les, y como último recurso bajo la forma de método sacro*abdominal. Pro-
cediendo asi, obtendremos mejores resultados y llegaremos seguramente á
aumentar la cifra de las curaciones deñnitivas, y cuando se haya perfec-
cionado más la técnica, á disminuir la mortalidad.
El Dr. Kümmeü (de Ham burgo) dice que el método operatorio tiene que
variar, porque los casos son también muy diferentes. En loa casos leres en
que son movibles el carcinoma y sobre todo el mesorrecto, se aconseja dis-
tender el esfínter, sacar á través de él el tumor y extirpar después éste. El
autor operó asi en seis casos, todos con éxito; uno de ellos vive aún á los
once años de haber sido operado. Si el tumor penetra mucho en la excava-
ción rectal hay que atacarle por abajo y resecar el coxis, tfi el tumor eslá alto
hay que hacer la laparotomía y ligar el mesenterio. La operación es más fá-
cil en la mujer y muy difícil en el hombre obeso. El desprendimiento del
mesenterio debe llegar hasta el colon transverso. Después de dicho despren*
dimiento, que es fácil, podemos seguir dos caminos: ó el de la invaginación,
aplicable en pocos casos, cuando el tumor es pequeño, pero irrealizable
cuando es grande, por el trastorno de circulación que detcfrmina, ó bien en
estos últimos casos la extirpación previa, talla lateral é incisión pararrec-
tal. De catorce cados operados asi perdió el autor nueve, y es de esperar
que, perfeccionando el método, se habrán de obtener mejores resultados.
El'Dr. Kocher (de Berna) opina que aunque el método combinado repre-
senta un progreso, no es fácil que sea aplicable á los casos muy graves en
que expone á un shock muy acentuado. También él lo ha empleado por ex-
cepción y como método normal cuando el carcinoma radica en el colon pel-
viano. No hay que olvidar que por la vía inferior se puede llegar muy arri-
ba. La laparotomía es muy ventajosa cuando se respeta el esfínter. Si el
tumor se halla en territorio peritoneal se debe no tocar el esfínter y operar
desde arriba con el botón de Murphy.
El Dr. Lorenz (de Yiena), en nombre de Hochenegg, manifiesta que el
método seria un gran progreso si el carcinoma del recto no se pudiera al-
canzar por el sacro, y si los peligros fueran menores, la intervención más
fácil y los resultados definitivos mejores, cosa esta última que no sucede.
Hochenegg ha empleado el método combinado cinco veces con tres falleci-
mientos, pero la laparotomía se practicó como último recurso por no poder-
se cohibir la hemorragia por la vía posterior. Según lo que refiere el mismo
Kraske, los resultados no son mejores qne con el método sacro, por lo cual
Hochenegg continúa fiel á este último. Sólo estaría indicado el método ab-
dominal en el cáncer incipiente, que en realidad puede diagnosticarse con
los rayos X. Pero el cáncer delYecto permanece latente por mucho tiempo
y de aquí que sea llamado el médico cuando el tumor ya es muy volumi-
noso. Si los primeros síntomas que preocupan al enfermo son los de estre-
chez, entonces el cáncer está muy bajo y puede atacarse por detrás.
El Dr. Foppert (de G^iesaen) compara la resección y la amputación del
recto canceroso. Después de la resección, los resultados son muy desfavora-
bles y, por lo tanto, debe sacrificarse el esfínter, á pesar de todos los incon-
venientes de esta extirpación. Kraske adopta una actitud del todo contra-
231
TÍa, y loe hechos ohserrados en U olinica de Giessen le dan razón, puesto
que para tres casos de muerte, en 85 amputaciones no hubo más que una
«n 20 resecciones.
Se dice que con estaa últimas fracasa oasi siempre la unión de los extre-
mos del intestino; de 20 resecciones, sólo en 10 se logró la curación por pri-
mera intención, y en cuatro quedaron fístulitas. Según Hochenegg, el re-
saltado de la sutura intestinal es bueno, pero Qersuny no es tan optimista.
Parece, en rista de todo lo dicho, que es preferible la resección á la ampu*
tmeión.
El Dr. Háckenbruch (de Wiesbaden) se declara partidario de la opera-
<^ión del cáncer rectal con analgesia espinal, según el procedimiento de
Bier, que él ha empleado en varios casos.
Bl Dr. Leopoldo Mayer (de Bruselas) hace notar que el peligro principal
de la operación es su larga duración, que expone al colapso. Depage hace la
resección del coxis por el procedimiento de Bardenheuer, para lo cual ape-
nas se necesita media hora. El enfermo se coloca en decúbito prono ; de
este modo se inspecciona mejor el campo operatorio, la hemorragia es me-
nor y la anestesia se obtiene en buenas condiciones.
El Dr. Küster (de Marburgo) cree que el procedimiento combinado no
da buen resultado y que es mejor operar en dos tiempos, como él lo ha he-
cho en un caso con éxito feliz. Se abre ampliamente ^1 vientre para ver
bien lo que se hace; si el tumor no se puede extirpar por arriba, se esta-
blece un ano preternatural y en los dos días siguientes se lava el intestino.
Procediendo asi, resulta muy fácil la extirpación por la vía sacra, que el
autor ejecuta con anestesia lumbar. En general, siempre que sea posible
debe hacerse la resección, pero hay casos en que se hace necesaria ta am-
putación ; tal sucede cuando el intestino se puede atraer fácilmente hacia
abajo. Aun asi, no debe destruirse por completo el esfínter, excepto en
aquellos casos en que está invadido por el proceso canceroso.
El Dr. Bardenhéiier (de Bochum), para defender su método, trata del
desprendimiento, con instrumento romo, de la porción cancerosa. Con el
método abdominal ha tenido malos resultados en dos casos. Se pueden qui-
tar 40 y hasta 50 centímetros de intestino, sin que esto afecte al éxito
final. lia indicación vital es de suma importancia para la ejecución de la
operación. Al autor le ha dado buen resultado la amputación, compren-
diendo en ella el esfínter. Hace la operación en un cuarto de hora próxi-
mamente, y como nunca ha necesitado más de media hora, se evita asi el
colapso. Se debe movilizar hasta el colon descendente. Si el tumor no es
movible, no se debe operar; si lo es, se debe operar por abajo.
ElDr. Brau (de Oottinga) dice haberse servido del botón de Murphy
para la operación del carcinoma del colon pelviano, pero no puede aconse-
jarse dicho botón para todos los casos, puesto que junto á él se endurecen
las heces fecales. Es conveniente, por lo tanto, hacer una incisión lateral
temporal, por la que se lava el intestino. El botón sale con facilidad.
El Dr. Schlcmge (de Hannover) entiende que son muy raros loe casos en
que no se puede extirpar el cáncer por la vía abdominal ó por la sacra.
Conviene úiucho establecer provisionalmente un ano preternatural por en-
cima del tumor, unos diez á catorce días antes de proceder á la extirpa*
232
ciÓQ de éste. Con este sistema U operación es más limpia; el cáncer, que
estaba iomoTÍIizado por consecnencia de la estancación, se hace más mo-
vible, se pnede atraer mejor hacia abajo y se convierte, de inoperable que
era en algunos casos, en operable. Después de la extirpación hace el autor
la sutura intestinal circular, y á las tres ó cuatro semanas cierra el ano
preternatural.
El Dr. Jaffé (do Posen) hace notar la gran importancia que tiene con-
serrar el extremo inferior del recto cuando el cáncer está alto. Sin em-
bargo, entre sus dO casos ha observado tres de metástasis en la porción
inferior del recto que aparecieron al cabo de semanas ó de meses, metásta-
sis que acaso reconozoan por origfen las maniobras de exploración.
El Dr. Konig (de Jena) so muestra muy sorprendido de la rapidez con
que Bardcnheuer extirpa el cáncer del recto, puesto que él, en casos do
adherencias, ha necesit&do hasta hora y media. No ha empleado la sutura
intestinal circular. Es el primer autor que hace afios ha empezado á utili-
zar el niétQdo abdominosacro. En la Bí61is rectal es la única operación
practicable para evitar una fístula procedente de arriba.
El Dr. Bardenheuer contesta que él ha terminado la operación en na
cuarto de hora en presencia do KOnig, y que también la ha hecho en pre-
sencia do otros cirujanos, tales como Depage.
El Dr. Kortt (de Berlín) dice que cada cual hace la operación en el
tiempo que puede. La extirpación del cáncer rectal alto es de las opera*
ciones más difíciles. Sa puedo emplear seguramente el método abdomino-
sacro, poro exponiendo al enfermo á los peligros del colapso y de la gan-
grena. Por otra parte, la muerte puedo sobrevenir con cualquier procedi-
miento.
El Dr. KrQBhe (de Fribnrgo) dice que de la discusión resulta que hay
casos en que tampoco sirve el método abdominosacro, cuyo porvenir nos lo
dará á conocer la experiencia. Kocher y Loreoz se demuestran muy hosti-
les. £1 primero opera por una ó por otra vía, lo cual os acertado cuando
son practicables; á ser posible, se el()girá la abdominal. La adición de la
incisión rectal Se ha recomendado para aquellos casos en que no hay q no
hacer otra cosa; con ella iio so afecta la función del esfínter. Según Lo-
renz, el método combinado sólo se presta para los carcinomas incipientes»
pero entonces no lo necesitamos. Schlange defiende la celiotomia prelimi-
nar, que ya había recomendado Schede. Pero en general el procedimiento
no ha satisfecho las aspiraciones}de sus preconizadores; el curso de la he-
rida viene á ser casi el mismo que cuando no se ha hecho dicha operación
previa, y la desaparición ulterior del ano preternatural no es tan fáoil
como^ pudiera creerse.
Reaccidn hemolftica del tuero sangofnee en Itt cancerosos. —El Dr. Ebllino
(de Dresde): Si se inyecta á un animal albúmina de un embrión de otro, el
suero sanguíneo del primero adquiere la propiedad de disolver los glóbulos
rojos de las especies de donde proviene la sangre inyectada. Este dato bio-
químico lo utiliza el autor en apoyo de su teoría del cáncer. La reacción se
funda en el hecho de que los glóbulos de algunos vertebrados, y en especial
de la gallina, son disueltos con más energía y rapidez por la sangre de los
cancerosos que por la de sujetos sanos ó afectos de otra enfermedad, y son
233
también disueltoe con más rapidez y energía qne loB glóbulos rojos de los
demás yertebrados. Se ha yisto tan^bién que esta reacción guarda parale-
lismo con la de la precipitina, y qoe por medio de ella se pueden diagnos-
ticar en determinadas condiciones tumores cancerosos no apreciable^ por
la palpación. La capacidad hemolitica especifica es constante en cada su-
jeto canceroso, y las metástasis reaccionan lo mismo que el tumor primi-
tÍTO. La extirpación del tumor hace desaparecer la reacción; ésta á su yez
es independiente de la forma de las células del tumor. La reacción se puede
obtener también inyectando masas neoplásicas en el cuerpo del animal,
pudiendo distinguirse en este concepto dos grupos de tumores: unos que
reaccionan á los glóbulos rojos de los vertebrados, y cuya causa atribuye
el autor también á células embrionarias de vertebrados, y otros que no
reaccionan y cuya causa busca el autor en células de invertebrados. El au-
tnr propone ensayar esta reacción antes de operar enfermos afectados de
tumores y obtener una estadística de reacciones bioquímicas, según los ór-
ganos y según las formas tumorales, para adquirir datos de este modo
acerca de las causas del desarrollo de los tumores.
Implantaoián de la glándula tiroides en el baze. — El Dr. Payr (de Oráz) ha
empezado hace tres afios á ensayar la implantación de la glándula tiroides
en el bazo de perros, gatos y conejos. Empezó implantando tan sólo un ló-
bulo, el cual se vio que se encontraba en buenas ct>ndiciones de nutrición
en su nuevo alcyamiento. A las cuatro semanas implantó el segundo lóbulo.
De esta segunda serie una parte de los animales se murieron, pero los su-
pervivientes no presentaron ningún síntoma patológico y en especial nada
de tetania. A los nueve meses se les extirpó el bazo, observándose que ya á
las doce horas había sobrevenido la tetania. La hemorragia ocasionada al
abrir el alojamiento en el bazo se cohibía con la misma implantación de
cuerpo tiroides ; después se cosía la herida espléniea y se fijaba sobre ella
el omento para evitar la hemorragia secundaria. La glándula tiroides se
fundía de un modo tan íntimo con el bazo que sólo quedaba un poco de te-
jido conjuntivo. El bocio del perro se hace siete veces más pequefio después
de la implantación de trozos de la glándula tiroides.
En un caso adecuado se decidió el autor á repetir el experimento en la
especie humana. Se trataba de un niño de seis años con un mixoedema muy
pronunciado, el cual venía siendo tratado, hacía tres afios y medio, con pre-
paraciones de glándula tiroides, y sin ningún resultado. La madre cedió con
este objeto un trozo de su glándula tiroides que tenía una porción pirami-
dal muy larga. Previa laparotomía fué implan tadftjdicho trozo en el bazo del
nifio y en la forma antes descrita. La operación se terminó en doce minu-
tos y la curación ulterior se verificó sin contratiempo, por más que la de la
herida abdominal se retrasó algo por haberse humedecido sus bordes. Este
niño, que fué operado el 12 de diciembre último, ha mejorado notablemen-
te : empieza ahora á a^ndar, toma parte en los hechos que le rodean, los ras-
gos de su semblante ya revelan cierto grado de inteligencia, y come solo,
cosa que antes no podía hacer. La técnica del ingerto de la glándula tiroi-
des en el )>azo es muy difícil y se trata de una operación no exenta de pe-
ligros, pero justificada seguramente en aquellos casos desesperados en que
loe demás métodos no han dado resultado.
18
234
El Dr. Kqcher (de Berna) cree que do bay necesidad de hacer tina opera-
ción tan peligrosa, pneeto qae él ha obtenido bnenoe resaltados implantan-
do trozos de cnerpo tiroides entre el peritoneo y la pared del yientre en ca-
sos en qae no había dado tan baen resaltado la administración al interior
de dicha snbstancia. También se han hecho inyecciones intrayenosas, pero
generalmente con resaltado fanesto. En Tez de ingertar grandes porciones
de caerpo tiroides se paeden ir inyectando trozos peqaeños debajo de la
piel, poco i poco y en dirersos pantos, según lo propone Ohristiani.
El Dr. Payr (de Oraz) contesta qae el ingerto de peqaeñas porciones de
glándala en la piel, qae ha aconsejado Ribbert, tiene el inconyeniente, de-
mostrado por Labarsch, de que la degeneración ocasionada en dichos trozos
por el traumatismo es muy grande comparada con la sección transTersal
de dichos trozos.
Tratamiento de las fracturas artieulares.— El Dr. Bardenhmer (de Colonia)
dice que en los casos de fracturas del extremo superior del húmero es nece-
saria la extensión para eyitar una producción excesiya de callo, la cual im-
pide mucho la moyilidad de la articulación. También es muy eficaz en los
casos de artritis. En los casos de fracturas articulares del húmero la exten-
sión se hace hacia arriba; para eyitar la rigidez articular, aconseja el
autor moyimientos precoces.
Tratamiento de la fractura tiplea del radio. —El Dr. Lexer (de Kdnigsberg)
recomienda en este caso reducir la fractura, extensión en el pulgar, coloca-
ción de la mano en flexión, pronación y abducción cubital, y aplicación de
una yenda de franela en forma de hélice, de modo que el sitio de la fractu-
ra quede accesible para el masaje. La curación se obtiene próximamente al
cabo de una semana.
Destine ulterior del alambre de plata en la sotara do la rttula. — El doctor
Brurm (de Tubinga) dice haber examinado 12 casos de fractura de la rótu-
la en que se habla empleado alambre de plata, y que habían sido tratados
en estos últimos diez afios. Sólo en un caso había unión, ó sea sin que la
sutura hubiese cortado los tejidos. En otro los había cortado ó el alambre
se había roto; en un tercio de los casos habían penetrado porciones de
alambre en la articulación sin haber ocasionado generalmente ningún tras-
torno funcional en ella; sólo en un caso, con gran separación de loe frag-
mentos consecutiya á la rotura del alambre, proyocaron los trozos de éste
dolores en el seno articular; en otros dos sólo había menor capacidad de ex-
tender el miembro. En realidad, no es qne se rompa el alambre espontánea-
mente; se rompe por las muchas inflexiones á que está expuesto.* Por lo
tanto, en estas fracturas debe desecharse el alambre de plata y emplear en
en su lugar la seda, como ya lo propuso Thiem en el Congreso anterior.
{Deutsche Meditinal 2Mung). — R. del Yallb.
235
IMPEBIAL Y BBAL 800IBDAD DB LOS BffáDIOOS DB YIBNA
8éMn del día B5 dé Mayo dé Í906.
Iltturt del tendin del ontdrioeps.— El Dr. Pablo Álbncht presenta un hom-
bre de caarenta y naeye aHos, que el 5 de febrero del afio pasado sufrió la
rotara de loe tendones de los dos caadriceps, por encima del borde superior
de la rótula. El 8 de febrero se practicó la sutura al descubierto de dichos
tendones, yiéndose entonces que también se habla rasgado en ambos lados
la cápsula de la articulación hacia adentro y hacia afuera en algunos cen-
tímetros, y que también se halóla abierto la bolsa snprarrotuliana. En el
lado izquierdo se tío claramente que el borde estrecho del tendón, que ha-
bía quedado junto al borde de la rótula, estaba inyertido hacia adentro, ó
sea hacia la cavidad articular. Al día siguiente de la operación se empezó
con la faradisación de ambas extremidades; una semana después, cod masa-
je suave y hecho ^on mucha precaución, y en la coarta semana siguiente i
la operación, se comenzó con los primereé ensayos de ambulación. Hoy se
ejecuta la extensión de ambas piernas de un modo completamente normal.
Attasia en f erna de ataqne. — El Dr. Sigtnundo Erben presenta nn indivi-
duo que generalmente puede estar de pié y andar desembarazadamente y
con seguridad; pero tan pronto como se excita no puede estar en pié y em-
pieza á temblar y á bailar. La estancia en pié es interrumpida por movi-
mientos de baile (donismo) ; al cabo de un cuarto i medio minuto ya se
puede tener en pié; con sus piernas rígidas da unos cuantos pasos cortos
hacia adelante para no caer. Nuestro enfermo no presenta ningún esfuerzo
automático de balanceo; lo que hace es dar pasitos en la dirección en que
amenaza caerse. Se trata, por lo tanto, de un cuadro patológico constituido
por dos factores : los espasmos temblorosos en forma de ataques, y la inca-
pacidad de mantener entonces el equilibrio perdido en la forma habitual.
Estos dos factores constituyen el síndrome llamado astasia, que describió
por primera vez Blocq hace veinte afios.
Presentaeién de un nene eon sffiile generalizada.— Loe Dres. Rodolfo Kraus
y Ricardo Volk presentan un macaco (maoacus rhesus) que sufrió la inocu-
lacióo sifilítica, por escarificación en la ceja derecha, el 27 de marzo. A los
veinte días se desarrolló una lesión primitiva, cuyos restos se ven aún hoy
en día. El 19 de abril, cuando ya se había desarrollado de un modo típico la
lesión primitiva, fué reinoculado este mono con su propio virus, habiéndo-
se desarrollado á los catorce días una nueva lesión en el sitio respectivo.
El 8 de mayo, ó sea pasados catorce días, no se apreció ninguna nueva ma-
nifestaciÓD. Hace tres días se encontraron en el brazo derecho y en el labio
superior del mismo lado, dos eflorescencias papulosas cubiertas de costras.
En el brazo derecho la eflorescencia está cubierta con una costra delgada,
quitada la cual aparece á la vista una úlcera superficial, plana y con una
capa lardácea. En el labio, la eflorescencia está rodeada de una areola ex-
tensa y cubierta por una costra gruesa. Debajo del mentón se tocan gan-
glios del tamafio de guisantes. En la encía del labio inferior izquierdo se
ve una ulceración circinada; la lengua aparece cubierta en su punta, en su
236
parta anterior y en su borde izqnierdo por una infiltración blanqneeina y
chata.
El diagnóstico de sífilis generalizada se f anda en este caso exclnsiyamen-
te en el coadro clínico. Ulteriores investigaciones precisarán si existen espi-
rocetes y si él examen bacteriológico y nneyos experimentos habrán ó no
de proporcionar datos bastante segaros para el diagnóstico clínico.
Cáne0r del raeto an ana aabaraxada; axtlrpaaién ; curaaián. — El doctor
HoM Loftnz presenta nna majer de cuarenta y dos afios, que ingresó en la
clínica de Hocbenegg á mediados de marzo del año pasado, hallándose en,
el séptimo mes de su décimo embarazo, y con un cáncer rectal muy alto.
El aator extirpó el neoplasma el 81 de marzo, á los diez de haber provoca-
do el parto prematnro« en la clínica de Chrobak. Procedió por la Tía dorsal,
y como encontró ana S ilíaca mny larga y moTible, extirpó todo el recto, el
colon pelyianoqae contenía el carcinoma y la porción inferior de la 8; en
junto anos 80 centímetros de intestino. El resto de la flexura lo hizo pasar
por el esfínter, que había sido respetado (método ¿eHochenegg), y laenfer*
ma no sólo se curó sin ningún accidente, sino que de desnutrida que se ha-
llaba, mejoró de un modo sorprendente. Ya hace bastante tiempo que
cuando las deposiciones son consistentes las puede retener, el esfínter se
contrae con mucha energía cuando se introduce el dedo en el recto, y es de
creer, por lo tanto, que poco á poco recobrará la enferma la continencia
normal.
Extirpacién tatal del labarinta y aparaeién radical del aída media.— El doctor
Femando Alt presenta una nifia de seis afios á la que le ha hecho la extir-
pación radical del oído medio y la extracción completa del laberinto como
secuestro óseo.
El secuestro comprende todo el laberinto óseo. La pared del promontorio
está perforada, y en la región de las rentanas oral y redonda descubre la
sonda tejido de granulación. Los conductos semicirculares superior y poste-
rior aparecen abiertos, y el horizontal falta por completo. El conducto audi-
tÍTO interno está ocupado por granulaciones. Al día siguiente de la opera-
ción la nifialastaba sentada en la cama y jugando, y tres días después anda-
ba por la sala, pero con cierta inseguridad, separando las piernas y no pu-
diendo tenerse sobre un pié ni con los ojos cerrados, aunque se apoya en
los dos. No hay yértigo, nistagmus, ni trastornos en los músculos oculares.
El secuestro yiene á ser una preparación del laberinto, y se ha producido
sin duda por la oclusión de la arteria auditiva interna. El neryio facial
conserva su conductibilidad á pesar de que pasaba á través del secuestro.'
Sin embargo, estaba tan reblandecido en el conducto auditivo interno y
al salir del conducto de Falopio, que el autor pudo extraer el seculdstro sin
ninguna dificultad, y al mismo tiempo dividir el nervio en dos puntos. En
la preparación se ve que al salir el tronco nervioso del conducto de Falopio
está rodeado de granulaciones. 8e comprende que después de la operación
tiene que haber quedado una parálisis completa del facial, puesto que falta
una porción de este nervio. Para corregir dicha parálisis se propone el autor
ingertar el nervio espinal en el tronco del facial pasada una semana.
Eaibaiia eraérlaa y aérea an ana pnérpara.— El Dr. Maximiliano Richierr^»
fiare el caso de una primípara de veintidós afios que diez días antes de mo-
237
. rirae habla tenido an parto premataro en el octavo mes. En el puerperio no
ooarrió nada de particular, excepto cierto mal olor de los loquio8,qae con un
tratamiento adecnado se hizo desaparecer. Fuera de esto, la mujer, que era
de tipo fino y anémico, se encontraba completamente bien, á los diez días
del parto; ¡en la tarde del 16 del corriente la enferma estaba sentada en la
cama y comiendo. Guando casi habla terminado de comer, se puso pálida,
dijo que se sentía mal, y en el mismo momento vomitó y se cayó hacia
atrás. La enfermera fue por un vaso de agua, y cuando volvió vio que la pa-
ciente hacia algunos gestos con la cara, y en esto se quedó muerta.
Gomo no se pudo establecer un diagnóstico indudable, se hizo la autop-
sia, viéndose entonces que estaba abultado el pericardio, y una vez abierto
éste se encontraron muy distendidos el ventrículo y la aurícula derechos,
teosas sus paredes, timpánico el sonido de percusión de las mismas, y al
abrir el ventrículo derecho, debajo del agua salieron numerosas burbujas
de aire, algunas de ellas del tamaño de una nuez. La sangre estaba liqui-
da, de' color rojo obscuro y no espumosa. La arteria pulmonar y sus ramas
estaban ocupadas por coágulos consistentes de color gris rojizo, de superfi-
cie mate ; el mayor de dichos coágulos tenia 6 centímetros de largo y 1 de
grueso.
La autopsia descubrió el origen de la embolia aérea y de la cruórica. La
vena eepermática derecha estaba distendida por un gas, y también lo es-
taba en parte el plexo pelviano. Desde un vaso de 2 á 8 milímetros de grue-
so de la pared del útero, y situado á la derecha de la linea media, sé^odla
penetrar sin ninguna dificultad con la sonda á través de la zona de inser-
ción de la placenta, hasta entrar en la cavidad uterina. La vena esper-
mática izquierda contenía muy poca sangre y ésta no estaba coagulada. En
el plexo venoso del lado derecho, que estaba constituido por cordones del
grosor de un dedo, se encontraron coágulos de color gris rojizo y muy poco
adheridos. El útero estaba muy blando, pacido, poco reducido y en ante-
flexión muy exagerada. 8u percusión daba un sonido vacio, y por el con-
ducto cervical se podía introducir un dedo. Hay que mencionar, además,
la particularidad de que esta mujer presentaba la llamada estrechez con-
génita de las arterias; sus vasos eran de poco calibre, de pared delgada y
muy elásticos, y el perímetro de la arteria sólo media 8 centímetros.
En este caso, el primer accidente fué el desprendimiento de coágulos
procedentes de las venas pelvianas, y el arrastre de dichos coágulos hasta
la artería pulmonar, accidentes provocados quizá por el acto del vómito.
Al mismo tiempo fué arrastrado el coágulo de la vena uterina antes men-
cionada, caso de que en ella hubiera un trombus, y entonces, como quiera
que al caei^se la enferma hacia atrás penetró aire por aspiración etí el inte-
rior del útero, sobrevino la embolia aérea. También es interesante en este
caso la particularidad de que, no obstante estar el eorazón muy perturbado
en sns funciones por la obstrucción de la arteria pulmonar, aún pudo as-
pirar aire de la cavidad uterina.
( Wiener Klinisehe Rundechau), — R. del Valle,
238
PERIÓDICOS
ConsMiiMolas mortates d« nn «rzatlo. — Loe Dres. N. Néstor y Si. Oaln,
de Bucarest, refieren an caso en el que sobrevino la muerte á consecuen-
cia de un orzuelo. De éste, del plexo venoso retrobulbar del seno caverno-
so, que presentaba también trombus, y por último, de varios infartos su-
purados del pulmón, se pudieron obtener cultivos del estafilococo piógeno
dorado.
Se trataba de un nifio de dies afios, en el que siete días antes de su in-
greso en el hospital habla aparecido un orzuelo en el párpado superior
izquierdo; á los cinco días el ojo estaba sumamente hinchado y doloroso,
no se podía abrir y había un quemosis considerable. Sobrevinieron sínto-
mas meningíticos y lesiones en el ojo derecho, análogas á las de su congé-
nere, y á los tres días de esto falleció el enfermo.
(iSSptto¿u¿).— R. DBL Valle.
El áoMo vanádleo y su omplsa en torapéotiea. — Hasta ahora se habían
empleado los vanadatos de sosa, de hierro, de litiná, etc., pero no el ácido
vanádico. Dos químicos distinguidos, los Sres. Witz y Osmond, han de-
mostrado la propiedad singular que tiene el ácido vanádico cuando se
encuentra en presencia de una materia orgánica y de un cuerpo oxidante ;
oxida dicha materia, se apropia eu seguida el oxigeno del cuerpo oxidante
y le vuelve á ceder á la materia orgánica, repitiéndose estos fenómenos de
una manera continua. Bl ácido vanádico se convierte sucesivamente en
hipervanádico é hipovanádico al apropiarse y ceder el oxigeno, pcurriendo
así un fenómeno análogo al que, según Beind y Schultz, se produce entre el
oxigeno y el arsénico.
Bl Dr. Laran ha estudiado, en colaboración con Bernard y Pecourt, las
propiedades químicas y fisiológicas de las sales de vanadio. Deducen de
sus experimentos que estas sales obran únicamente por el ácido vanádico
y que además tienen la desventaja de ser inestables, razón por la cual de-
ben ser desechadas. Los experimentos que han practicado con el ácido va-
nádico en el conejillo de Indias tuberculoso, no pueden ser de resultados
más satisfactorios, puesto que dicho ácido contiene de una manera mani-
fiesta la marcha de la tuberculosis por transformación fibrosa de las le-
siones.
Bl Dr. Le Blond, médico del hospital de San Lárazo, de París, ha em-
pleado el ácido vanádico al interior y en uso tópico. Al interior lo ha usado
con buen éxito en todos los estados anémicos y caquécticos, sobre todo en
la tuberculosis pulmonar, en la que sus resultados son sorprendentes. Ad-
ministra al día dos cucharadas de una disolución de 15 miligramos de áci-
do vanádico en un litro de agua. Obra indudablemente en este caso sumi-
nistrando oxígeno á los elementos del organismo, en particular á las células
linfática^, permitiéndoles luchar en mejores condiciones contra los bacilos
y activando el proceso esolerógeno, que ea el modo habitual de curación
239
de los focoB tuberculosos poco ayansados. Tópicamente le ha nsado en las
heridas accidentales ó quirúrgicas, el ántrax, las lesiones tabercalosas ó
sifilíticas macocatáneas y en el eczema j úlceras varicosas. Emplea la di-
solución de 50 centigramos de ácido yauádico por 1.000 de agua, disolución
i la que llama ozidasina, que diluye en diez veces su volumen de glicerí-
na, para las lesiones mucosas ó de agua, para las cutáneas. Se aplica varias
veces al día sobre la lesión con un pincel ó por medio de compresas. Los
resultados han sido bastante satisfactorios.
Este tratamiento ha sido eficacísimo en las vaginitis. Limpia perfecta-
mente la vagina con agua oxiginada y seca con algodón hidrófilo asépticos
se tapona con algodón de la misma clase empapado en la disolusión acuosa
indicada. El taponamiento se repite á las veinticuatro horas, suspendién-
dose sólo durante el periodo menstrual. En la nretritis de la mujer ha ob-
tenido también resultados excelentes con esta medicación. Se emplea por
medio de vastagos de cobre rojo de 8 á 16 centímetros de longitud, sujetos
i mangos de acero niquelado. Por medio de una lima se forman en la su-
perficie del hilo de cobre algunas asperezas para sujetar el algodón, se le
flamea, se le rodea una pequeña cantidad de algodón formando una espe-
cie de pincel de la longitud de la uretra, se moja en una disolución de 17
centigramos de ácido vanádico por un litro de glicerina y se introduce por
la uretra, imprimiéndole un movimiento de vaivén cuando está ya introdu-
cido, extrayéndole después. La enferma debe estar echada y en la posición
del reconocimiento vaginal. Este tratamiento debe repetirse una ó dos ve-
ces por día. En los intervalos se introduce y deja en la uretra con una pin-
za de Kocher un tampón cilindrico de algodón mojado en la disolución
referida. £1 tampón es expulsado al orinar la enferma.
Ha empleado también en las endometritis, sobre todo blenorrágicas, la
disolución glicerinada de ácido vanádico á la dosis de 5 centigramos por
litro. Colocada la enferma en decúbito dorsal sobre el lecho, desinfectada la
vagina con agua oxigenada, dilatado ó no el conducto cervical según sea
necesario, y reconocida con el histerómetro la posición del útero y la direc-
ción do su cavidad, se introduce un vastago de alambre fiameado y envuel-
to en algodón aséptico mojado en la disolución referida, imprimiendo al
portatópicos movimientos de vaivén en varias direcciones para que el medi-
camento se ponga en contacto con toda la mucosa uterina. Después se ex-
trae el portatópicos y se introduce en la vagina un tampón mojado en la
disolucióif referida. La operación se practica cada dos días, suspendiéndola
durante la época menstrual. En los casos rebeldes se recurre cada ocho
días á un toque intra uterino con ácido nítrico.
{Le Frogréa Medical, 14 julio 1906).— F. Tolbik).
Edena anglomiirAtico de las Yías respiratorias snperioros. — El edema an-
gioneurótico, afección análoga á la urticaria, no suele tener más que un
interés puramente dermatológico, pero cuando radica en las vias respira-
torias superiores, puede simular la difteria y hasta provocar síntomas muy
gravas.
ElDr. T. Halsted ha observado dos de estos casos. £1 primero se refie-
re á un joven que de pronto sintió molestia y dificultad al tragar y al res-
240
pirar. En las faacea se eDCODtró una tumefacción amarillenta- pálida en los
pilares del paladar y en la amígdala del lado derecho. La anamnesia dio á
conocer qne el paciente había notado, en el último mes, la aparición fre*
cuente de tamefacciones en diversas partes de sn cuerpo, tales como en loe
brazos, en los pies y en el escroto. Estas tumefacciones no se ponían rubi*
cundas, no ocasionaban dolor ni picor, desapareciendo en muy poco tiem-
po, lo más tarde al cabo de cuarenta y ocho horas. El autor escarificó las
part^ hinchadas de la mucosa, con lo cual desaparecieron en pocas horas
la hinchazón y las molestias. Al día siguiente estaba cerrado el ojo derecho
por hinchazón de los párpados, pero también esta hinchazón se disipó muy
pronto.
El otro enfermo yiene padeciendo de accesos de obstrucción de las fosas
nasales, obstrucción que sobreyiene de pronto con intervalos de pocas se-
manas á algunos meses, yendo acompafiada por lo general de molestias res-
piratorias. El autor reconoció al enfermo durante uno de estos accesos y
encontró que la mucosa del paladar y de la úvula estaba ocupada por una
tumetacción lo mismo que en el caso anterior. Estos accesos, que siempre
terminan en las primeras veinticuatro horas, suelen ir precedidos de tume-
facciones en diversas zonas de la piel. Ambos pacientes son neuropáticos.
La causa de esta enfermedad es rara. Se presenta en personas nerviosas
y parece provenir de una especie de intoxicación ; se indican como cansas
ocasionales determinados alimentos, tales como las fresas, el pescado, loe
helados y también los enfriamientos, los traumatismos y los sustos.
Tan pronto como sobreviene una disnea angustiosa se procederá á prac-
ticar escarificaciones que, según el autor, proporcionan un alivio rápido.
{Ámer.joum. ofthemed. Sciences). — H, del Yallb.
La pmeba del alcohol on patología gáttrlea.— En una de las últimas sesio-
nes de la Sociedad de Biología, de París, se ha ocupado el Dr. P. Garnot de
una nueva prueba clínica, susceptible de suministrar datos importantes
respecto al valor secretorio del estómago ; consiste en provocar, por la in-
gestión de una cantidad pequeña de alcohol, la secreción gástrica qne ee
analizada. Los estómagos normales reaccionan casi de la misma manera,
segregando un jugo ácido y abundante en pepsina, pero en los enfermos la
reacción es diferente. En unos, la secreción es hiperácida é hiperpésica ; en
otros, hipoácida é hipopépsica. En muchos casos (cirrosis atrófica, cáncer
del estómago), la reacción de las glándulas gástricas con el alcohol es nula.
En algunos casos hay disociación funcional (gastritis etílica), no siendo
la secreción acida pero sí abundante en pepsina. Finalmente, en otros, la
reacción es sólo mucípara. Al parecer la prueba del alcohol puede indicar
con bastante exactitud el estado de las glándulas gástricas en los diversos
estados patológicos.— (Za Presse Mediaüe, 19 mayo 1906).— F. Tolbdo.
-4^taíi^-
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
OH CASO DE CIANOSIS CORGÉNITA COR NECROPSIA
P. CABRIÓN
VnImot cliniao d* b Ptemltad d* (Miela*.
M. ARQUBLLADA
del Hospital del Nlfto Jetúe y de le Beneftceaele
mnalelpftl f por opoeielón).
J. B., de ocho años, natural de Alcobendas (Madrid), ingresó el
dfa 6 de enero del pasado año en el núm. 21 de la sala de San Juan
del Hospital del Niño Jesús, á cargo del Dr. Fuentes.
Antecedentes familiares, — El padre es un sifilftico en tercer perio-
do, y la madre ha padecido varios abortos.
Antecedentes individuales. -^ApensíB nacido tuvo una onfalorragia
intensa, presentando en toda la piel y mucosas un color amorata-
do; en los primeros años sufría con frecuencia fatiga, cansancio,
aumento del tamaño de los dedos, frío, etc., lo que obligó á su fami-
lia á llevarlo al hospital.
Espado al ingreso en la clínica. — Lo primero que llama la aten-
ción es el color azulado de todo su cuerpo, más marcado en los la-
bios y manos. La cabeza grande, el lóbulo de la oreja adherente,
nariz de Hutchinson (aplanada en su base), bóveda palatina ojival,
dientes de Hutchinson con inversión de caninos, dedos de las manos
y pies aumentados notablemente en sus extremidades con el rebor-
de elevado, sobresaliendo la uña como el vidrio de un reloj.
Existe disnea, 32 inspiraciones por minuto, que aumenta con el
ejercicio, lo mismo que el color azul, sensación de frío muy intensa,
mayor en manos y pies.
Exploración del corasen. — Por palpación se percibe desviación y
descenso de la punta del corazón, por fuera de la línea mamilar
izquierda.
La zona de macicez absoluta sobresale tres traveses de dedo del
Aff o XXX. - Tomo LXXII. - Núm. 04a -21 Agosto, 1906. ' 19
242
borde derecho del esternón, continuándose con la hepática, que se
extiende desde el limite normal superior hasta tres traveses de dedo
por encima del ombligo.
Existe un soplo cardiaco suave, sistólico, oyéndose con mayor 6
menor intensidad en toda la zona de macicez, siendo el máximum
en la parte medía del esternón, al nivel de la inserción del cuarto
cartílago.
Tiene 132 pulsaciones por minuto, siendo la presión sanguínea en
la radial de 10 milímetros.
El análisis de sangre, hecho por el Dr. Velasco, dio 6.400.000 gló-
bulos rojos, y seis mil leucocitos por milímetro cúbico.
En los primeros días de julio aumentó la di8nea,/presentándo8e
edemas de las extremidades inferiores, seis gramos de albúmina por
por litro de orina, oliguria, sensación de frío muy intensa, pequenez
y frecuencia de pulso, aumentando la intensidad de estos síntomas
asistólicos, hasta que falleció el 29 de julio de 1905.
El tratamiento á que estuvo sometido se redujo á vida higiénica,
algunas fricciones de pomada mercurial, pequeña dosis de yoduro
de sodio, algún tónico cardíaco, etc.
Necropsia (1).— Levantada la pared anterior del tórax, se encontró
un corazón aumentado notablemente de volumen, á expensas del
ventrículo y aurícula derechos, como lo hacían ya suponer los re-
sultados de la percusión en vida; desproporción entre la arteria
aorta y la pulmonar, la primera muy dilatada y la segunda tan re-
ducida de tamaño, que apenas mide medio centímetro de diámetro;
la prueba del agua demostró que las sigmoideas aórticas eran suñ-
cientes. La pulmonar estaba obliterada, no dejando pasar un es-
tilete.
Hechas las incisiones clásicas para descubrir las cavidades car«
díacas, se vio, por lo que respecta á la aurícula derecha, un aumen-
to extraordinario, tanto de su cavidad como del grosor de sus pare-
des; el agujero de Botal no sufre ningún carácter extraño, pues aun
cuando pasa un estile por él, esto ocurre normalmente, por lo me-
nos en un tercio de los casos, según afirma Testut.
El ventrículo derecho presenta la misma exageración en cuanto á
cavidad y grosor de sus paredes, notándose en el tabique interven-
tricular una escotadura que comprende la porción posterior del seg-
mento anterior y la porción membranosa.
(1) La piesa anatómica se conserva en el Museo de Anatomía patológica
del Hospital del Niño Jesús.
243
El infundíbulo pulmonar se estrecha hasta llegar á obliterarse en
«1 punto de arranque de la arteria pulmonar.
La aurícula izquierda presentaba una notable disminución de su
cavidad, que viene á ser aproximadamente una tercera parte de la
derecha.
Las paredes del ventrículo izquierdo son menos gruesas quo las
del derecho, y en su cavidad se ve también la escotadura del tabi-
•que, y que la aorta está desviada ligeramente hacia el ventrículo
derecho (fig. 1).
Terminado el examen de cada una de las cavidades, vasos y tabi-
<{\xe, lo mismo por el ventrículo derecho que por el izquierdo, nos pa*
Figura 1. Figura 2.
TOCIO sería muy demostrativo en este caso dar un corte vertico-
transversal que pasara por el origen de la aorta (como el que se pue-
de ver en la Anatomie Humatne, de Testut), y fijándonos en el seg-
mento posterior del corte (fig. 1) veremos que la aorta está á caballo
Bobre el tabique interventricular, que esta arteria está muy aumen-
tada de volumen, dejando un buen espacio desde la escotadura has-
ta el origen de la aorta (17 milímetros), siendo lo que más llama la
atención la fácil comunicación del ventrículo derecho con la aorta;
el aumento de volumen y la hipertrofia del ventrículo derecho, que
indica claramente la importancia que tuvo en el mecanismo de la
circulación.
En las válvulas y orificios se presentaban unos nodulitos del tama-
ño máximo de un cañamón, y cuyo tejido es inflamatorio, como lo
demuestra el análisis micrográfico hecho por el Dr. Velasco.
244
Etiologia.-^Sienáo el padre un sifilítico, y teniendo el gujeto de Ift.
observación los síntomas de la sífilis hereditaria, es lógico pensar
que la herencia de esta enfermedad es la que ha producido la de este-
sujeto.
Diagnóstieo.-^Por la bóveda ojival los dientes semilunares con in-
versión de caninos, la nariz aplastada en su base y los antecedente»
paternos, hay que diagnosticar el enfermo de heredoaiftlia; pero por
el color azul de su cuerpo, má43 marcado en labios y manos desde el
momento de nacer, el aumento de volumen de las extremidades dé-
los dedos en manos y pies, la disnea que aumenta con el ejercicio,
la sensación de frío, la desviación de la punta del corazón, ef
aumento hacia la derecha de la zona absoluta de macicez cardíaca,
hace que diagnostiquemos Cianosis eongénita ó enfermedad azul.
Ahora bien, como nunca se debe diagnosticar por síndromes 6
síntomas, es necesario que expongamos nuestro criterio antes y des-
pués de la necropsia.
El aumento de macicez del corazón en sentido transversal, la des-
viación del choque de la punta testifican el aumento de volumen del
corazón derecho y nos indican claramente que se trata de una lesión
del corazón y no de cianosis congé.nita sin lesión cardíaca, como su-
cede en algunos casos (Vaquez).
El soplo que existía en nuestro enfermo, por sus caracteres y loca-
lización, no tenía valor diagnóstico.
Fundándonos en los anteriores datos, dimos como probable el
que se trataba en nuestro enfermo de una estrechez pulmonar con
comunicación de tabique interventricular ó interauricular.
El hecho de no presentar el soplo con los caracteres que se asigna
á la estrechez pulmonar, no tiene nada de extraño si se tiene en
cuenta :
1.^ Que la ausencia del soplo es un hecho bastante común, porque
en algunos casos es tan pronunciada la estrechez, que la cantidad
de sangre que pasa no es suficiente para producir el soplo.
2.° En otras ocasiones, por estar estrechado el tronco de la arteria
pulmonar hasta su bifurcación, la sangre pasa por este conducto sin
tener condiciones para producir el soplo, como el caso descrito por
Variot y Chambord.
Algunos autores, como E. Weill, dicen que la existencia de hiper-
trofia del corazón derecho, aunque sea sin soplo, coincidiendo con la
cianosis congénita, son síntomas más que suficientes para diagnos-
ticar la estrechez de la arteria pulmonar.
245
Para hacer el diagnóstico anatomopatoiógico debemos ñjarnos
«n el resultado de las necropsias que se han hecho, y asi Fallo! hace
una clasificación, basada en 55 autopsias de cianosis, que las di-
vide en cuatro grupos :
Primero. Caracterizado por estrechez de la arteria pulmonar,
desviación de la aorta á la derecha, comunicación interventricular
é hipertrofia concéntrica del ventrículo derecho. De este primer
^rupo describe 39 casos.
Segundo. Caracterizado por estrechez de la arteria pulmonar,
•desenvolvimiento completo del tabique interventricular y persisten-
cia del agujero de Botal. De este grupo describe siete casos.
' Tercero, Tiene por carácter un tronco arterial único, que después
«e divide en aorta y pulmonar. De este grupo describe tres casos.
Y el cuarto, del cual sólo describe un caso, y que está caracteriza-
do únicamente por la persistencia del agujero de Botal.
Además, como apéndice, describe tres casos con obliteración de la
arteria pulmonar, correspondiendo dos de ellos al primer grupo y el
otro al segundo.
La obliteración completa de la arteria pulmonar, la ligera des-
viación de la aorta á la derecha, la comunicación interventricular
y la hipertrofia concéntrica del ventrículo derecho que presenta
nuestro caso, hace que le coloquemos en el apéndice que hace Fa-
Jiot al primer grupo de su clasificación.
Debemos, pues, notar la frecuencia del primer grupo de Fallot,
comprobada por Ranchguss, que en 192 casos encontró 171 veces el
primer grupo. ^
Basado nuestro diagnóstico probable en estos datos, y confesando
•que no pensamos en la atrepsia pulmonar, vamos á establecer el
dii^nóstico diferencial y explicar el soplo que podía hacer pensar
en la enfermedad de Roger.
¿La comunicación interventricular con estrechez ú obliteración
•de la arteria pulmonar, da siempre lugar á soplo como en la enfer-
medad de Roger? No da lugar á ningún soplo en la mayoría de los
casos, y esta observación, hecha por todos los clínicos, se com*
prende fácilmente cuando se nota la diferencia que existe entre la
comunicación interventricular amplia de la porción posterior del
«egmento anterior y la comunicación interventricular llamada en-
iermedad de Roger. En ésta se trata de un orificio situado general-
mente en el segmento membranoso que pone en comunicación los
dos ventrículos; las condiciones para que se produzca el soplo des-
(.'.
246
<;ripto por Rpger no pueden ser mejores, mientras que en los caso»
como el nuestro la comunicación se restablece por una escotadura
que mide más de centímetro y medio en sentido vertical, por otro
tanto ó más en sentido transversal, con el origen de la aorta á ca-
ballo del tabique, mirando el orificio de< esta arteria mitad al ven-
trículo derecho y mitad al izquierdo (como puede verse en las figu-
ras). Bn casos que corresponden á este tipo, Moussons hace I&
siguiente observación : colocando un estilete en la dirección del eje^
de cada ventrículo, se ve que se cruzan un poco por encima de 1&
escotadura interventricülar; la dirección dada al estilete representa
la columna sanguínea ascendente que se forma en cada ventrículo-
en el momento del sístole, las dos columnas sanguíneas se encuen-
tran y se fusionan en el punto de arranque de la aorta; ahora bien,,
por la impulsión adquirida y por ofrecerles la aorta (que está dila-
tada) la puerta de salida, la sangre debe de tener poca tendencia á
pasar de un ventrículo á otro, y si esto se efectúa debe de hacerse
en condiciones poco favorables para la producción de un soplo.
Sin embargo, en nuestra observación existía un soplo suave>
pero no tenía los caracteres del que describió Roger (soplo rudo,,
puesto que empieza en el sístole y enmascara los dos tonos nor-
males del corazón, que se oye en la parte media de la región pre-
cordial, propagándose de izquierda á derecha en sentido horizontal
y acompañado siempre de estremecimiento catarlo).
Varias interpretaciones se han dado de estos soplos: se habla de^
soplos cardiopulmonares, anemocianóticos, como los llama Duro-
ziez; sin embargo, no es posible considerar al soplo que presen-
taba nuestro enfermo en esta categoría por sus caracteres de fijeza
y localización.
Otros han supuesto que se trataba de soplos que acompañaban á
la estrechez aórtica, pero en las autopias se encontraba la aorta
dilatada y no estenosada.
Moussons da la siguiente explicación, que parece más lógica: dice
que el soplo nace en el momento en que la sangre que proviene de
uno de los ventrículos se introduce en la aorta; sabido es que la
aorta está dilatada, y recordando que está al mismo tiempo á ca-
ballo sobre el tabique interventricülar, se comprenderá que la por^
ción del orificio arterial que corresponde á uno de los ventrículos
puede estar relativamente estrechada, y la sangre que viene de este
ventrículo tiene que pasar por un estrecho formado por el borde de
la escotadura y la parte del anillo aórtico correspondiente á este
247
▼entriculo; franqueado este estrecho/ la sangre debe producir el
soplo.
Patogenia. — Son dos principalmente las doctrinas que se dispu-
tan la patogenia de las lesiones congónitas del' corazón : la patoló"^
gica y la íeraíolágica.
La primera, patológica, defendida por Cruveilhier, Lancereaux,
Grancher, etc., supone que una endocarditis en el feto produce una
estrechez de la arteria pulmonar; sí se produce antes de la última
semana, es decir, cuando no se ha terminado el tabique interven-
tricular, la sangre contenida en el ventrículo derecho está sometida
& una mayor presión y se escapa al ventrículo izquierdo, impidiendo
de esta manera que se forme todo ó parte del tabique interven tricu-
lar. Explican la desviación de la aorta á la derecha, diciendo que
lo que se desvía es el tabique por el aumento de presión del ven-
trículo derecho, y termina Lancereaux diciendo que la teratolo-
gía del corazón se reduce á la patología del árgano en la vida intra^
uterina.
La teratológica, defendida por Rokitansky principalmente y ad-
mitida en parte por E. Weils y Moussons, explican incluso la estre-
c(iez pulmonar, haciéndola depender de un defecto del desarrollo
del órgano.
Para comprender bien esta doctrina, recordaremos que la divi-
sión del bulbo aórtico se hace por el desarrollo de un tabique que
empieza á formarse hacia atrás y á la izquierda, para dirigirse
adelante y á la derecha, describiendo una curva; de esta manera
divide la circunferencia del bulbo aórtico en dos segmentos, uno
del lado de la convexidad, atrás y á la derecha, que forman la aorta,
y el otro del lado de la concavidad, adelante y á la izquierda, que
formará la arteria pulmonar.
Por otra parte, el tabique interventricular se dirige hacia arriba
al encuentro del arterial, describiendo un movimiento de torsión,
haciendo abocar de este tnodo el orificio aórtico al ventrículo iz-
quierdo.
Veamos ahora, según esta doctrina, cómo se explica la estrechez
pulmonar y la inoclusión interventricular.
El tabique arterial, en lugar de nacer en la parte posterior, sobre
la pared izquierda, puede tener su origen en el centro de separación
del bulbo y dirigirse en línea recta hacia adelante. Entonces estará
la aorta á la derecha y la pulmonar á la izquierda, resultando una
anomalía de posición.
248
El tabique puede nacer á la izquierda» pero con la concavidad
mirando completamente adelante. En este caso la aorta está ade-
lante y atrás la pulmonar» resultando una interversión.
Puede ocurrir que se ipodifique la dirección del tabique en rela-
ción al eje del bulbo» desviándose al descender acercándose á la
pared anterior é izquierda» y quedará dividido el bulbo arterial en
dos partes desiguales: la anterior é izquierda (pulmonar) estará es-
trechada» quedando atrás y á la derecha una aorta aumentada
tanto más cuanto menor sea la pulmonar.
No hay más que exagerar esta desviación hasta que la parte an-
terior é izquierda del tabique se ponga en contacto con la pared del
bulbo y se tendrá la obliteración de la pulmonar.
La inoclusión del tabique interventricular la ei^)lican porque la
dilatación y desviación á la derecha del orificio aórtico hace que la
porción posterior del segmento anterior (interventricular) sea insu-
ficiente para contornear el orificio aórtico y separarla del ventrícu-
lo derecho» y el resto de las lesiones se van formando como/esul-
tado de las primeras lesiones.
La misma explicación la aplican cuando» en lugar de estrechef^»
existe atresia de la arteria pulmonar.
El mismo Rokitansky explica algunos casos de obliteración de la
arteria pulmonar» existiendo ai principio una estenosis» y sólo des-
pués» cuando la sangre encuentra más fácil camino hacia la aorta»
es cuando la eliminación de función hace que desaparezca la luz de
la arteria pulmonar.
ObJecíones.-'A. la teoría patológica la ha hecho Moussons la obje-
ción de que no se ha tenido en cuenta la sucesión cronológica de
las diferentes fases del desarrollo del corazón. Los embriologistas
están de acuerdo en que el tabicamiento del bulbo aórtico empieza
en la tercera ó cuarta semana del embarazo» terminándose en la
última; por otra parte» el tabicamiento interventricular se completa
en la séptima ú octava semana. Para que la arteria pulmonar» y en
particular su aparato valvular» sufra las consecuencias de una en-
docarditis» es necesario que ésta esté constituida» pues de lo con-
trario la endocarditis lesionaría en el bulbo aórtico» aorta y pulmo-
nar. La arteria pulmonar se forma» pues» pocos días antes que el
tabicamiento interventricular se termina. Dice Moussons que puede
suponerse que la pulmonar» apenas terminada» sufra el ataque de
un proceso fiegmásico y que ésta produzca una estenosis capaz de
impedirla terminación del septum interventricular por el éxtasis
,^J
249 , '
circulatorio. Es decir» que la endocarditis estalla en época fija« entre
la sexta y la séptima semana del embarazo.
Pero como lo liace notar después, si éste fuese el mecanismo ha-
bitual de estas lesiones asociadas (estrechez pulmonar é inoclusión
interventricular), serian muy raras comparadas á todas las que
pueden desarrollarse durante* el resto de la gestación, siendo asi
que las estadísticas prueban todo lo contrario. >^
No se comprende, pues, una endocarditis que lesione en el bulbo
aórtico exclusivamente la parte anterior é izquierda (lo que ha de
ser pulmonar), ni tampoco, como lo hace notar Weill, que la endo-
carditis aparezca bruscamente entre la sexta y séptima semana,
produciendo en pocos días una lesión como la estenosis, que aun en
conductos más estrechos no es obra de pocos días.
Varias objeciones se han hecho á la doctrina teratológica; así,
Moussons dice que si bien la manera de pensar de Rokitansky, ha-
ciendo depender la inoclusión del tabique interventricuiar de un
defecto en Ift división del bulbo aórtico, es aplicable en algunos ca-
sos, no debe de^^eneralizarse á todos; no debemos olvidar que exis-
ten casos de inoclusión del tabique sin otra lesión, pudiéndose muy
bien admitir dos defectos embriológicos: uno en el tabique del bulbo
aórtico y otro para el interventricuiar; esto es, el desarrollo simul-
táneo de varias anomalías.
Existe un hecho que á primera vista podría hablaren favor de la
teoría patológica, y es la existencia de lesiones inñamatorias del en-
docardio encontradas en muchos casos, pero la mayoría de los au-
tores lo explican diciendo que las malformaciones del corazón son
un estímulo para la endocarditis.
En favor de esta manera de pensar está la afirmación de Roki-
tansky, de que las alteraciones del endocardio son más frecuentes é
. importantes cuando la autopsia recae en niños de algunos años, con
más razón en los adultos, y que son muy raras en los niños recién
nacidos.
Expuestas esquemáticamente las teorías con sus principales obje«
Clones, vamos á interpretar la patogenia de nuestro caso.
Conformes con la objeción de Moussons á la teoría patológica, no
podemos admitir en nuestro caso una endocarditis primitiva capaz
de ocasionar las lesiones primitivas. Hay que pensar, pues, que un
cambio de situación en el tabique del bulbo aórtico, inclinado hacia
adelante y á la izquierda, dio lugar á una arteria aorta grande y
una pulmonar pequeña.
850
Que la inoclusión del tabique interven tricular se deba al mecanis-
mo que expone Rokitansky ó que sea una anomalía independiente
del tabicamiento buíbar, de todos modos su explicación entra den-
tro de la doctrina teratológica, pero de todas maneras no debe de-
jarse de tener en cuenta que el aumento de tensión que se crea en el
ventrículo derecho favorece indudablemente la inoclusión de dicho
tabique.
¿Cómo nos explicamos la obliteración de la pulmonar? Estando
esta arteria estenosada y teniendo la sangre fácil acceso á la aorta
por la escotadura, la función de este vaso disminuye notablemente
(Rokitansky); en estas condiciones aparece la endocarditis (hecho
indudable, como lo prueba el análisis microscópico), que es la cau-
sa principal de la atresia.
En resumen: admitimos la teoría teratológica para producir la es-
trechez y la patológica para la obliteración.
La desviación de la aorta á la derecha, en este caso no es más que
aparente. Si en un corte vórtico transversal de un corazón normal
se suprime la parte .del tabique interventricular que hace abocar la
aorta al ventrículo izquierdo y prolongamos con una línea de pun-
tos el tabique hacia la aorta, veremos que entra dentro de la luz de
este vaso; en estas condiciones, no tenemos más que recordar que
en nuestro caso la tensión del ventrículo derecho es mayor que la
del izquierdo, lo que hace que el tabique se incline hacia el ventrí-
culo izquierdo.
De manera que la falta de la porción del tabique que normalmen-
te se dirige de izquierda á derecha y la hipertrofia y aumento de ten-
sión del ventrículo derecho, dan cuenta de que no existe desviación
de la aorta á la derecha; nos parecería mucho mejor decir que el ta-
bique está desviado á la izquierda.
La hipertrofia del ventrículo derecho se puede suponer debida á liv
estructura que indudablemente existía al principio en la arteria pul-
monar de nuestro enfermo, pero aun en estas circunstancias y fiján-
donos en ia fig. 1, se ve que la sangre tiene por la escotadura una
gran vía de derivación, por lo cual se explica mejora como lo hace
Debely, diciendo que el ventrículo se hipertrofia por tener que ven-
cer el aumento de tensión de la circulación aórtica, como lo de-
muestra el que la hipertrofia del ventrículo derecho sea concéntrica
y no exista dilatación, siendo por estas circunstancias el ventrículo
derecho el verdadero ventrículo aórtico.
Bn resumen : se hipertrofia, no para vencer la estrechez pulmo-
251
nar^ sino para vencer la resietencia de la tensión sanguinea aór^
tica.
PUiologia patológica, — La manera de funcionar este corazón es
la siguiente:
La sangre llega á las aurículas con una notable desproporción en
perjuicio de la izquierda y á favor de la derecha^ pasando por los
orificios auriculoventriculares á los ventrículos, y por contracción
de éstos á la aorta.
Siguiendo en la hipótesis de que la arteria pulmonar al principio
no estará más que estrechada cuando esto ocurría, lahematosis es-
tará asegurada en parte.
En los casos de obliteración, en que no está permeable el conducto
arterioso, la circulación pulmonar se verifica por las arterias bron-
, quiales que están, como en nuestro caso, muy desarrolladas. En
efecto, las anastomosis de las arterias bronquiales con las pulmo-
nares es un hecho admitido por ios anatómicos Poirier y Testut, des-
pués de los trabajos de Zuckerkandl. Pero estas anastomosis varían
mucho de un individuo á otro, considerándose, como opina Zucker-
kandl, como residuos de numerosas vías de comunicación que exis-
ten en la vida fetal; es decir, como verdaderos condueíiUos arte-
riosos.
Tres factores son los que principalmente se han considerado como
productores de la cianosis: 1.®, la mezcla de las dos sangres; 2.^, la
estrechez pulmonar, y 3.°, el éxtasis venoso, y como en este caso se
reúnen los tres factores, es explicación más que suficiente de este
síntoma.
Pronóstico,— Como dice Cadet de Gassicourt, en los casos de mal*
formaciones congénitas del corazón los años de vida están en razón
inversa á los obstáculos de la circulación; por lo tanto, la oblitera-
ción completa de la arteria pulmonar es casi incompatible con la
vida, pues el 66 por 100 mueren en el primer año.
También está en relación con la evolución de la enfermedad, pues
las endocarditis son de mal pronóstico, abreviando rápidamente los
dias de enfermedad.
Algunos síntomas, como la precocidad é intensidad de la cianosis,
sincopes y crisis epilectóideas, hemorragias, sobre todo cuando se
repiten, las enfermedades broncopulmonares, y por último, la tuber-
culosis pulmonar, son de pronóstico desfavorable.
. Otros síntomas hay que modifican favorablemente el pronóstico :
la falta ó escasez de crisis dispensa la comprobación de una hiper-
252
globulia permanente. Cuando el sujeto ha pasado la adolescencia, el
pronóstico es mucho mejor, siendo muy difícil en estos casos preci-
«ar el pronóstico, pues algunos llegan á la vejez.
Traíamiento.-^E\ tratamiento de estos enfermos se reducé ^ cuida-
dos higiénicos, evitando el frío, haciendo que respiren aire' puro,
fricciones excitantes de la piel, y poniendo todos los medios para que
no se tuberculicen.
En los períodos de disnea, oxígeno, quietud, y como medicación el
fosfato de cal, el yoduro de hierro, y en los periodos asistólicos los
tónicos cardíacos, sobre todo digital.
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(6) E, Foumier: 4/ob8er. da persistencia du tren de Botal, 5.^oomma-
nication irteryentrículaire et 9 de maladie bleu.
(7) E. WHll: Haladles da coear daos les enfants (Paris, 1895).
(8) Fallot : Contri buiion a Tanatomie pathologique de la maladie blea.
MaréHUe med., da feyríer á juillet, 1888.
(9) Haranger : De Tendocardite coogenitale da codur gauche (Th. Pa-
rís, 1882).
(10) Lanceréuux : Des auomalies cardiaques {Oax. des hop.^ 1890).
(11) Larergne: Contri bation á Tétade des malformations du coBur (Th. Pa-
rís, 1884).
(12) Marte: Lepóos da clioique méd., 1896.
(18) Moulo : Cyanose blanche ohez no enfaot de trois mois {Revué des mala-
dies de lUnfance, 1888).
(14) Peacock: On malformation of the human heart. 2.' edición. Londres,
1866.
(15) Hauchfuse: Citado por Weill.
(16) Vaguez: Bull. med., mai 1892.
(17) Yariotet Duval: Soc. med. deshóp., 1904.
(18) Variot et Chtcolot : Soc. de Pediatrie de París, 1899.
(19) Variot et Chamborte: Soo. med. des hóp., 7 mai 1890.
253
REVISTA DE HIGIENE
DOCTOR DO» RAFAEL RODRÍGUEZ MÉNDEZ
GaUdrátIeo de Hlfira* en Is rMattad d« Medlclaa d« BmmIom.
SuMABio I I. La senilidad : hipótesi! lobre ■ni caneai.— II. Al^unoi datos
acerca de la confasa etiología del cólera.— III. El craw-craw y la fllario-
sis : varias noticias.— IV. Las moscas como vehículo probable del tifo-
malaria.— V. Epidemias de chancro blando.— VI. Vacuna : peligros é in-
convenientes; vacuna dénUfiea.^V 11. El tabaco en la infancia y adoles-
cencia.
I. Hace cuatro años, Metschnikoff formuló una hipótesis sobre la
senilidad : las células viejas son ineptas para resistir á los fagoci-
tos. Esta ineptitud es uno de los muchos defectos que tienen las cé-
lulas viejas.
En su concepto son tres las hipótesis que pueden explicar el esta-
do senil : I.^Las inflamaciones sucesivas y repetidas que sufre la
célula durante la vida, producen el reemplazo de la verdadera subs-
tancia de aquélla por un tejido cicatricial, inepto para las funciones
de esta substancia. 2.* La célula, con el tiempo, queda incapacitada
de sostener el metabolismo particular necesario á sus funciones pro»
pías. 3.^ La célula, con la edad, pierde las propiedades que le per-
mitian resistir á la actividad constante de los microbios y de las
toxinas.
Se puede objetar á la primera que las alteraciones seniles se efec-
túan independientemente de toda flegmasía anterior, y de existir no
explicaría la pérdida del poder regenerador y de reproducción. Las
dos últimas contienen parte de la verdad, pues la célula senil es
deñciente en su nutrición y en su resistencia.
L. Price (Journal ofthe Amer. med. Ássoc.^ 1905), supone que en
las primer8U9 etapas de su existencia posee la célula una substancia
específica, la bioplasmina, esencial para el cumplimiento de sus fun-
ciones, que se va agotando poco á poco y que es Ja única, de sus
materiales, que no tiene reemplazo en un periodo avanzado de la
vida de la célula; cuando desaparece acaba la actividad metabólica
de ésta. La edad y la duración de I8U9 actividades celulares están en
relación directa con la cantidad de dicha substancia, y esa canti-
dad debe ser muy pequeña, pues el análisis no revela diferencias
254
entre l8U9 células jóvenes y las viejas. Su naturaleza no cambia du-
rante toda la vida, pero su actividad disminuye progresivamente, y
por eso se inclina á una substancia albuminóidea de gran molécula,
capaz de desdoblar alguna substancia esencial al metabolismo nu-
tritivo. Su origen debe buscarse en los procesos más precoces que
conducen á la formación del embrión, antes de que sean evidentes
las actividades de formación y de crecimiento. Juzgando por analo-
gía, la bioplasmina, como otras substancia relacionadas con el me-
tabolismo, cual los enzimas, posee una materia preliminar, un zi-
mógeno, el bioplasminógeno^ á cuyas expensas se forma. Este apa*
rece en el momento en que el organismo empieza á vivir como en*
tidad distinta, es decir, en el acto de la concepción. La gran atrac-
ción que existe entre los elementos machos y hembras, habla en pro
de una fuerte afinidad química.
De acuerdo con Loeb en sus curiosos experimentos sobre los hue-
vos de los animales inferiores, admite que la primera influencia de
la célula macho sobre la hembra es acción de ionización.
A la química fisiológica corresponde la solución de este problema.
Quizás algún día dé con la fórmula'que haga posible en otros tiem-
pos venideros, larga, larguísima, la existencia del hombre.
II. De día en día se proyectan nuevas sombras sobre la aparición
del cólera. Una observación muy bien estudiada por Prochnik (TFce-
ner Klin, Wochenschrift^ 1905), constituye un motivo de nuevas zo-
zobras : el vibrión del cólera puede existir impunemente en el intes-
tino y salir con las materÍ8U9 fecales dotado de virulencia máxima.
Así lo ha comprobado en seis peregrinos que se hallaban sufriendo
cuarentena en el lazareto El Tor, Su estado hígido era completo, no
presentaban trastorno alguno. Todos los otros peregrinos tenían
también un estado sanitario excelente.
III. Sobre el craw-eraw (dermatosis papulovésicopustulosa conco-
mitante con la filariosis), con cuyo nombre, según Brault, designan
los negros africanos varias erupciones cutáneas, ha presentado el
Dr. Antonino Ferrari á la Academia de Medicina de Río Janeiro
(noviembre anterior), una memoria interesante.
O'Neill observó en los indígenas de la costa occidental de África,
una erupción pápulovesiculosa, pruriginosa, que luego se hacia vé-
sicopustulosa. En las pústulas halló una microfllaria.
Los primeros casos observados en el Brasil lo fueron por Silva
Araujo. Tal vez sea más frecuente de lo que se cree, pero el micros-
copio no es muy usado.
;1SBp¡w»l'*'*"
255
R. Blachard denominó al parásito Rhabditis Niellyi. Parece ser
originario del antiguo continente y transportado á América duran*
te el comercio de esclavos. Hoy su gran región geográfica compren*
de, por el Norte, desde España y Charlestón (Estados Unidos), hasta
por el Sur, la Argentina y Brisbane (Australia) : en toda esta in-
mensa zona ha sido vista la fllariosis. En algunas localidades es
muy frecuente : en la isla Somoa está infecta la mitad de la pobla-
ción (Brancroft); en algunos distritos del Sur de China, la tercera
parte (P. Manson); abunda mucho en Argelia, Bajo Egipto, Mada-
gascar, islas Reunión (Jeanselme). Wucherer la halló en Bahía
(1865), por vez primera, en las orinas quilosas de varios enfermos
afectos de la mal llamada quiluria tropical, y Silva Lima y Silva
Araujo en Bahia y Rio Janeiro.
Bl profesor Severiano de Magalhftes, de Rio Janeiro, halló en el
ventrículo izquierdo de un ñipo una filaría distinta de la de Bran-
croft y de las conocidas, hecho que aceptó Manson y ahora Ferrari
hace la relación de un nuevo caso, cuyos caracteres presentan al-
gunas particularidades, tal vez con nuevos estudios, bastantes á ad-
mitir otra especie filaríósica. (Revista medico- eirurg tea do Bra-
sil. 1905).
IV. A. Chantemesse y F Borel han tratado en la Academia de Me-
dicina de París (sesión del 17 de octubre de 1905), del papel de las
moscas como vehículo de gérmenes patógenos, especialmente del
cólera. Este hecho decide al Dr. Thooris, médico mayor de Lille, á
estudiar el mismo asunto por lo que hace al tifomalaria (Hypothése
sur la propagaiion de la ihypomalaria par les mouches, — Soc. een*
irale de Méd, du Nord^ 10 noviembre 1906.— L'^c/io méd, du Nord, 3
diciembre), pero sólo en el terreno hipotético.
Se trata de la campaña del Dahomey de 1895, en que hubo 70
muertos por el fuego enemigo y 8.000 por el tifomalaria, ó sea casi
la mitad del cuepo expedicionario.' Los insectos que molestaron á
las tropas, fueron numerosísimos, las moscas entre ellos.
Divide esta campaña, para su objeto, en tres fases, marcadas por
la altitud del campo de operaciones.
Primera fase, — Se realiza en el valle de la Betzibouka ó de Boéni.
La atmósfera es invadida durante el día por las moscas y durante
la noche por los mosquitos. Cuando después del crepúsculo algún
desgraciado habla de bajarse las ropas para hacer una deposición,
quedaba la piel como frotada con ortig8U9. A los quince días de des-
, embarcar hubo soldados grandemente afectos de anemia palustre.
256
con la cara^ el vientre y las piernas hinchados, accesos comatosos»
con las manos edematosas y ulceradas por los mosquitos, pasando
la noche alrededor de las hogueras sin poder dormir y con las ma-
nos cerca de las llamas para defenderlas de los insectos, de que
no les protegía el mosquitero rudimentario.
Como apenas habla diferencia térmica entre el día y la noche, las
afecciones gastro* intestinales fueron raras, y las moscas no pudie-
ron encontrar en las deposiciones gérmenes que conducir. El tifo»
malaria y las otras infecciones de origen intestinal fueron excep-
cionales y nulos.
Segunda fase.— Se efectúa en las mesetas, de Suberbieville á An*
driba. Tiempo muy seco, terreno elevado, gran radiación noctur-
na, el monzón enfria mucho el ambiente durante la noche : 40^ me*
día térmica durante el día, 18® durante la noche.
Cuando todos creían que nó habría fiebres, el paludismo tuvo una
recrudescencia. El hombre, hasta entonces refractario á la malaria»
perdió su inmunidad, como la pierde la gallina al carbunclo cuando
se la enfrían las extremidades. En estas mesetas no hay mosquitos.
El frío nocturno produjo catarros intestinales y los portadores del
colibacilo y del bacilo de Eberth, debilitados por las marchas y el
cansancio, elaboraron la fiebre tifoidea y en sus deposiciones pudie*
ron las dos moscas que les atormentaban desde el amanecer á la
noche, la común y la mucafoui, recoger de las materias fecales gér-
menes infectantes. Para formar idea de lo abundante que eran,
baste decir que al destapar un vaso con agua para llevarlo á la
boca, por rápidamente que se hiciera, caían á bandadas en el líqui-
do, si es que no penetraban en la boca á montones; la siesta era
imposible; el calor impedia el uso del mosquitero; las moscas se in-
troducían en las fosas nasales y en los conductos auditivos, causan-
do molestias insoportables. La mucafoui sólo aparecía en legiones
imponentes durante los dos crepúsculos y dejaba la cara acribilla-
da de picotazos, de cada uno de los cuales salía una gota de sangre.
Todas estas moscas fueron sin duda las diseminadoras de la pri-
mera explosión tifomalárica en el valle; y ya constituido el foco»
volvió hacia atrás, donde no había existido, llevado por los enfer-
mos que retrocedían hacia los puntos de embarque. Mientras tanto,
en la vanguardia los casos tifomaláricos eran raros : correspondían
á una zona cuyas moscas no estaban contaminadas todavía.
No puede acusarse al agua y al polvo, tan abundante y rojizo que
daba con el sudor á la cara de los soldados un aspecto sangriento.
267
pues en el puesto de Andjiéjié no hubo un sólo caso, á pesar de usar-
se el agua malsana del r!o« que recibía los muertos y las materias
fecales, y de haber mucho polvo; pero en 61 se tomaron precaucio-
nes extremadísimas contra las moscas, entte otras, estar á obscu*
ras por completo en las chozas construidas.
El tifomalaria atacaba más á las tropas en reposo, que buscaban
abrigos, que á las tropas en marcha azotadas por los monzones.
Los oficiales, vestidos y alimentados como los soldados, sufrieron
menos, indudablemente por tomar precauciones contra las moscas.
También se vieron libres los que transitaron á distancia de la ruta
militar, pues las moscas no transportan muy lejos los gérmenes in-
fectantes (Chantemesse).
Tercera fase.-^En la meseta de Emyrne. Las mismas condiciones,
pero la gente estaba seleccionada y más amaestrada.
Saneada rápidamente la ruta por el sol, las moscas perdieron los
puntos de carga del virus, y esas malgachas tan temibles en 1895,
no tuvieron acción morbífica.
Estos hechos hacen racional la hipótesis del papel de las moscas
en la transmisión de las infecciones.
El autor cita, además, en apoyo de tal suposición, un articulo de
Donrre {Le Cadueée, 1905), en que se da cuenta de los experimentos
hechos en el África del Sur (junio de 1904), las observaciones reco-
gidas por Weeder durante la guerra hispano- americana, los estu-
dios de Netley, Horrocks y Fisth, que demuestran que todo el cuer-
po de la mosca doméstica puede retener el bacilo tifoideo en su su-
perficie, y la opinión de Smith, que dice que la mosca puede producir
por el ano la dotinenteria y la disenteria.
Malmejac, Bretón y Combemale aducen hechos demostrativos del
papel de las moscas como propagadoras,
V. Leconte ( UEeho méd. du Nord, 3 diciembre 1905), refiere una
epidemia de chancro blando, observada en Lille. Hubo una en 1900,
con 21 casos, descrita por Bertin y Gillé. Después los casos han sido
raros. Bruscamente, en agosto anterior, estalló otra, que compren-
de 39 casos y además 20 en los soldados. En las mujeres las invasio-
nes fueron raras, sea porque una puede infectar á varios hombres,
sea porque no se sometieron á la inspección. No se conoce el punto
de partida de esta epidemia : se sospecha de Is^ feria anual y de una
casa de prostitución de la más ínfima categoría, en cuyo caso una
vez más demostrarla el chancro blando su predilección por las cla-
ses más pobres.
258
VI. En Francia se ordena que no se vacune hasta que se haya he-
cho la autopsia del animal vacunifero, por si sufriera tuberculosis
ú otro padecimiento infectivo: esto quiere decir que se emplee la
vacuna de tubo ; pero también se prescribe que el procedimiento de
elección es vacunar de ternera á brazo. La contradicción es palma-
ria, pues si se espera á la autopsia no se puede tomar el virus de la
ternera y la toma directa no es entonces el procedimiento de elec*
ción« ó si no se espera, por creerlo asi mejor, es inútil sacrificar el
animal.
Contra los peligros de la vacunación de ternera á brazo, se han
levantado voces autorizadas : S. Bernehim (Congreso internacional
de Higiene de 1900), Barlerin (varias veces, entre otras, en el BulL
menauel de la Soe. d'Hyg. de Venfance^ 1903), y otras muchas. E. Chau-
mier, continuando esta campaña higiénica, publica un articulo {Dee
dangers de la oaccínation de génisse á bras, — La Méd, oriéntale^ 10
diciembre de 1905), en el que prueba que la vacunación de ternera á
brazo es peligrosa y anticientífica.
A. Peligrosa. Lo es por dos hechos : 1.^ por la posibilidad de ino-
cular el bacilo tuberculoso, estreptococos (erisipela), bacilo tetánico
(varios casos en la América del Norte), estafilococos y otros (vacuna
ulcerosa, flemones, fagedenismo, etc.), de que hay numerosos ejem-
plares, por ejemplo, la epidemia de Estrasburgo y de Alsacia —Gajr.
méd, du Centre, septiembre 1899 — y que son evitables haciendo que
la vacuna envejezca en glicerina, según consejo de Leoni, de Roma,
en 1890 y 1894), la fiebre af tosa, cuya transmisión al hombre se ha
realizado varias veces, como sucedió durante la epidemia de virue-
la de París en 1901^y como ocurre á las veces en los Institutos de va-
cunación, que se ven obligados en conciencia á inutilizar grandes,
cantidades de vacuna; 2.^ por la posibilidad de inocular vacuna
inerte ó muy poco activa, hecho más común de lo que parece y que
se produce aisladamente ó en serie, hasta el punto de haberse teni-
do que cerrar algunos Institutos (el de Dijón, el de Auzin), de él re-
sulta la posibilidad de que muera de viruela un vacunado. Por eso
hoy, antes de entregar la vacuna al mercado, se la ensaya clínica-
mente.
B. Aniicieniijlca, tomándola de la ternera directamente, la vacu-
na puede ser nociva.ó inútil, y es preciso darla : 1.^ exenta de peli-
gros, ya usando la glicerina que la purifica en un mes ó mes y me-
dio (Leoni), ya sometiéndola durante algunas horas á los vapores de
cloroformo, como hace Alan Green, del Instituto vacuno del Estado,
259
Londres, el más grande de Europa; 2,°, gran virulencia y virulencia
siempre igual, valiéndose de la retrovacunación empleada en Ale*
mania y Austria, del paso de la vacuna por el conejo (Calmette), 6
por el asno (E. Chaumier); puede demostrarse en la ternera, en- el
•conejo ó en el niño, siendo éste el mejor reactivo, ya que vacunas
que son virulentas para aquéllos y no para éste.
La preparación cientifica de la vacuna debe comprender las si*
^uientes preparaciones : l.\ inoculación á la ternera de una vacuna
de gran virulencia; 2 ^ recolección todo lo aséptica que sea posible;
S,^, análisis bacteriológico para desechar todo la que contenga gér-
menes nocivos, demostrados en el laboratorio; 4.% purificación, li-
brándola de los numerosos microbios que en ella existen ; 5.*, pro-
barla clínicamente, rechazando la que no sea virulenta en el grado
debido; 6.^ seria coii veniente, en cuanto á la tuberculosis, inyectar
la vacuna al conejito de Indi8U9 y ver si el animal se tuberculiza.
Antes debe baberse inyectado la tuberculina á la ternera y, una
vez hecha la recolección, hay que practicar la autopsia por si su-
friera una enfermedad infecciosa no sospechada.
Estas condiciones demuestran que ha progresado la obtención de
la vacuna y que se acaba el empirismo hasta ahora existente.
En los 20 ó 80 Institutos alemanes no se practica la inoculación de
ternera á brazo : la ley no la permite. El Instituto del Estado en In
glaterra, sólo expende vacuna purificada. En Suiza, Bélgica, Aus-
tria, Italia, Rusia, Holanda (salvo La Haya), no se vacuna de terne-
ra á brazo por conceptuarlo peligroso, y se expende únicamente lin-
fa purificada. En los Estados Unidos, Chile, Perú, Turquía asiática,
Egipto, etc., está prohibida la inoculación de ternera á brazo. En
Francia no se ha entrado en la nueva y buena vía, y en España
VII. G. Petit se lamenta de los graves daños que el uso del tabaco
causa en los niños y. adolescentes, y pide la prohibición legal antes
de los dieciséis años.
Aconseja que el padre aleccione á su hijo sobre los perniciosos
«fectos del tabaco y que le invite á no (amar, disuadiéndolo si ya ha
empezado á hacerlo; que en l8U9 escuelas y en la casa se realice la
enseñanza antitabáquica por todos los medios, como se hace con el
alcohol ; que se lleve al ánimo del incipiente fumador la convenien-
cia de la templanza, la inñuencia del tabaco sobre la moral, sobre
el dinero invertido, sobre la salud y sobre su parentesco con el al-
coholismo; y que se le incline, borrando el mal hábito, á que se en-
cariñe con el bien.
260
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIKDADES CIENTÍFICAS
REAL ACADEMIA DE MEDICINA DE MADRID
Séiián daéUa 23d9 Junio de 1906.
'Utalatottrapiaan Padiatrfa. — El Dr. Tolosa Latour manifiesta qne 1»
talaBoterapia es uno de los elementos terapéaticoe más efícacesi dependien*
do los prejaicios que contra ella existen i su inoportuna aplicación, debida,
principalmente i que no se yigila y estudia con la atención y yigilancía
que se aplica á las aguas mineralee.
Preconiza los excelentes resultados de la atmósfera y el agua marina en
los estados de astenia, debilidad, pretuberculosis, en las manifestaciones
tuberculosas, óseas y articulares, que se modifican en absoluto, según afir-
ma Eirmisson, y especialmente en el raquitismo y escrófula,* en que se ob-
tienen resultados admirables en pocos días.
Dicho medio terapéutico no está contraindicado en las cardiopatias.
Los resultados que se alcanzan en los casos de caries y adenitis supura-
das son maravillosos, y cita á este propósito un caso notable de un nifio cu-
rado por el agua del mar. También se corrigen loe estados catarrosos por
debilidad ó astenia, y pueden obtenerse beneficios en el histerismo.
Dice que la talasoterapia tiene muy pocas cootraindicaciones cuando se*
aplicade un modo reflexivo, teniendo en cuenta las condiciones atmosféricas
y las diferencias que existen entre las costas del Norte y las del Mediodía»
Se lamenta de qne en costas tan extensas como las de España no exista
otro sanatorio marino que el de Ghipiona, en donde las temperaturas mí-
nimas son de 11 á 16 grados, sin descender ntiuca á 0.
Protesta del proyecto que, según sus noticias, existia de dedicar á sana-
torios marinos antiguas edificaciones que no reúnen las condiciones nece-
sarias, pnesto qne han estado destinadas á lazaretos.
Aboga porque las cantidades presupuestada| para habilitar dichos edifi-
cios se destinen, procurando ampliarlas, á la construcción de estableci-
mientos ad hoc, y termina manifestando que por su amor á esta clase de
instituciones y por el temor de que la mala aplicación de la talasoterapia
acarree su desprestigio, pedia á la Academia que influyera en las esferas
oficiales para evitar que so destinen á sanatorios marinos edificios que, por
su emplazamiento y malas condiciones, carecen de las condiciones nece-
sarias.
El Dr. Alonso Sañudo hace presente que, por convenio internacional, Es-
pafia so obligó á crear dos lazaretos: uno en el Cantábrico y otro en el Me-
diterráneo, y que elegidos para este objeto el de San Simón y el de Mahon,.
quedaban sin aplicación ninguna los demás edificios del Estado destinado»
á lazaretos, que están enclavados en ios mejores sitios, especialmente el de
Padrón, que lo está en uno de los más bellos que pueden encontrarse en la
261
«oeta cantábrica, y qae en tal situacién fué consultado por un señor minís*
tro y un subsecretario acerca del empleo que podía darse á los menciona-
•dos edificios, proponiendo por su parte que se destinasen á sanatorios.
Termina diciendo que sin duda al Dr. Tolosa le habían facilitado noti-
cias equivocadas, qae le habían inducido á impugnar un proyecto que esti-
maba beneficioso.
El Dr. Tolosa rectifica manifestando que, según informes que tenía por
Tcridicos, pensaba destinarse i sanatorio el lazareto de la Oza, que carecía
4e condiciones para tal objeto.
El Dr. Espina presenta á la Academia la' radiografía de uno de los heri-
<ios en el atentado anarquista del 81 de mayo, cuyo proyectil se hallaba im*
plantado en la cabeza del astrágalo, para que los Sres. Académicos pue-
dan apreciar la fuerza de penetración de los proyectiles de la bomba expío-
4iiva.
El Dr. Larra lee unas conclusiones de un extenso trabajo del Dr. Sem-
prún acerca del tratamiento de la tuberculosis por la antipneumokochina.
Ineompatibilidad de los calomelanos. — El Dr. Iglesias, reanudando el dó-'
bate sobre la supuesta incompatibilidad de los calomelanos con el cloruro
de sodio, dice que tanto interés entraña en su opinión las conclusiones so-
bre la supuesta incompatibilidad de los mencionados agentes, que no se
podía excusar de exponer algunas consideraciones sobre el asunto, después
4e unir su felicitación á las que otros Sres. Académicos habían tributado
a1 comunicante.
Ante todo había de exponer, que la investigación exclusivamente
química hecha por el Dr. Rodríguez Carracido, exigía para su aplicación
Á la terapéutica otras de carácter fisiológico, excitando con este motivo á
los Sres. Académicos para que no dejasen pasar una materia tan trans-
cendental sin hacer, en obsequio de la ciencia y esplendor do la Academia,
experiencias de carácter fisiológico.
El problema de la incompatibilidad de los calomelanos con el cloruro de
sodio no es desconocido en Medicina, pues ya en 1868 Capelle manifestó
que la unión de los calomelanos con los cloruros alcalinos daban por resul-
tado un compuesto peligroso, y pocos años después, Proust consignó que de
ia unión de los calomelanos con el cloruro resultaba una cantidad de clo-
ruro mercúrico. Poco tiempo después, en Alemania, se registró un caso de
«nvenenamíento por el empleo de los calomelanos unidos al cloruro amó-
nico. Que Petenkoffer afirmó también que de la unión de los calomela-
nos con el cloruro sódico resultaban cantidades de cloruro mercúrico, y
que Mialhe, en 1840, después de un caso de envenenamiento en un niño,
publicó en el Diario de Farmacia y de Química, de Francia, un interesante
artículo, consignando igualmente que de la unión del calomel y del clo-
ruro de sodio resultan proporciones evidentes de cloruro mercúrico. Que
•el mismo Mialhe, algunos años más tarde, en sus estudios sobre las aplica-
aciones de la química á la fisiología y á la terapéutica, amplió de un modo
considerable sus investigaciones acerca de esta interesante materia, y con-
tiguo el fruto de sus observaciones en un libro que llamó notablemente la
Atención y del cual existen dos ejemplares en la Biblioteca de la Academia.
Estas investigaciones de Mialhe dieron motivo al Dr. Asnero para
262
sa demostración acerca de loe resultados de la unión de los calomelanos
con el cloruro mercúrico. Qae despnés de estos estudios no cabe dnda
acerca de la incompatibilidad de los calomelanos con los cloruros alcali-
nos, y en tal sentido se consigna en todas las obras modernas en qne se
trata de este asunto, expresándose también así en el Tratado de Terapéu*
tica de Trousseau y en el Formulario de dicho ilustre maestro, en la que al
tratar de la incompatibilidad de los medicamentos, se dice qne los calome-
lanos son incompatibles con los cloruros alcalinos, con el ácido cianhídrica
y todos los compuestos que contengan este ácido. Que la misma doctrina
ha sido aceptada por todos los autores de Terapéutica y de Farmacia, en-
tendiendo todos por incompatibilidad de loe medicamentos, los resultados
qne produce la unión de dos ó más substancias que por sn acción química,
determinan la formación de una substancia inactira ó un cuerpo tóxico y
peligroso, admitiendo tres clases de incompatibilidades : física, química j
fisiológica.
Come consecuencia de esta doctrina, se proscribe en todas las obras la.
nnión de los calomelanos con los clornros alcalinos, y en esta situación es-
taba este punto de doctrina cuando en el afío 1850, en la Sociedad de Tera-
péutica de París (sesión del 25 de julio de dicho afio) se hicieron algunas,
manifestaciones respecto á este punto de doctrina, declarando que si se for-
maba cloruro mercúrico por la nnión de los calomelanos con los cloruros
alcalinos, era por el contacto con el aire, y que la proporción de esta sal
mercúrica era tan pequeña, que no podía considerarse el cloruro mercúrico
qne se producía como agente peligroso en el tratamiento de las enferme-
dades.
Hay qne considerar que un profesor tan distinguido como Binler, qne
estudió tan profundamente la acción medicinal de los medicamentos, con-
signaba que si bien es verdad qne por la unión de los calomelanos y de los
cloruros alcalinos se produce el cloruro mercúrico, esta acción era muy
dudosa y que eran muchas las influencias que podían determinar la pro-
porción de dicha sal mercúrica.
Si no había entendido mal, el Dr. Rodríguez Carracido manifestó
que había demostrado, sin género alguno de duda, la existencia del clo-
ruro mercúrico por la acción del cloruro mercurioso de la disolución fisio-
lógica del cloruro de sodio, y que aunque no entendió en qué proporción
se producía esta sal mercúrica, cosa á su entender necesaria, el Dr. Carra-
cido dijo que la cantidad era pequefia y no llegaba á ser tóxica.
Qne si el Dr. Rodríguez Carracido había declarado que efectiyamente
se formaba el cloruro mercúrico por la unión del cloruro sódico con los
calomelanos, entendía que sus afirmaciones no sólo no se oponían á la in<«
compatibilidad admitida en la ciencia, sino que más bien eran funda*
mentó para persistir en tales ideas. No cabía negar que se habían produ-
cido enyenenamientos por la administración de loe calomelanos unidos 4
los cloruros alcalinos, y tampoco cabía poner en duda que la experimenta-
ción fisiológica no ha demostrado lo contrario.
Tampoco puede caber duda de que en circunstancias especiales pue-
de producirse en el organismo alguna cantidad de cloruro mercúrico, y
que la susceptibilidad individual es otro factor importantísimo. De modo
263
que, dadas estas condiciones, nadie pnede estar seguro de no contraer
gran responsabilidad asociando los calomelanos á los clornroa alcalinos; y
como quiera que el primer deber del médico ^ no hacer daño, habiendo,
como hay, casos indudables de enyenenamiento por la unión de los cloru-
ros alcalinos á los calomelanos, hasta no demostrarse por la investigación
qne esa proporción de cloruro mercúrico resulta inofensiya, entendía qne
debía mirarse con mucho cuidado un asunto que puede ser de transcen-
dentales consecuencias; y que para él seguía siendo eyidente, no sólo por
las doctrinas de que había hecho mérito, sino por las mismas manifesta-
ciones del Dr. Carracido, que existía dicha incompatibilidad, y que tenien-
do en cuenta que podía yariar considerablemente la composición sanguínea
con las circunstancias individuales, y que podían variar también los clo-
ruros según las cantidades que haya en el jugo gástrico y la alimentación;
precisa, mientras datos experimentales no demuestren lo contrario, con-
servar la doctrina admitida déla incompatibilidad, que tenia, en su con-
cepto, sólido fundamento.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la acción de los calomela-
nos, yunque para algunos muy clara, ofrece, sin embargo, grandes dificul-
tades, porque varían considerablemente las condiciones individuales y
rarian también de un modo extraordinario las circunstancias en que puede
encontrarse el sujeto, variación que puede producir grandes modificacio-
nes en la cantidad de sales de mercurio que dé por resultado la unión del
cloruro mercúrico con los calomelanos.
Opina, en resumen, que los datos que con su habitual elocuencia había
expuesto el Dr. Carracido, no sólo no contrariaban la doctrina admitida
por la ciencia respecto á la incompatibilidad de los calomelanos con los
cloruros alcalinos y ácido clorhídrico, sino que antes bien le confirman en
las ideas que hasta ahora se habían admitido, lo cual no quiere decir en
modo alguno que los trabajos é investigaciones del Dr. Oarracido no sean
dignos de toda clase de consideración por parte de la Academia, diciendo
lo mismo de los estudios que expuso á la consideración de la misma el
Dr. Puerta, siendo tanto los de éste como los del Dr. Carracido datos pu-
ramente químicos, pero que los médicos no podían aplicar sin otros datos
'que son absolutamente necesarios para formar el juicio claro y definitivo
que se debe tener respecto á un punto de tanta transcendencia.
PERIÓDICOS
Un eato de fotforitmo ertfnico. — D. Miguel Castañer y Viñeta, publica en
la Remata Balear de Ciencias médicas, el caso clínico relativo á un enfermo
de cuarenta y cinco años de edad, temperamento linfático, constitución
medianamente robusta, obrero ocupado en la confección de pasta fosfórica
para cerillas, á cuyo trabajo hacía diecinueve años se dedicaba.
Hace unoe nueve años adqnirió hábitos alcohólicos, hasta el punto que
en sus alternativas de mayor ó menor cousiimo de líquidos espirituosos
llegó á presentar accesos de alcoholismo agudo, persistiendo la costumbre
264
con moderación en loB últimoe años, ya que no bebia más qne loe domingos
y fiestas solemnes.
Ekce afio y medio, aproximadamente, notó qne el trabajo de su arte, sin
ser penoso ni reqnerir grandes esfuerzos, le producía fatiga bastante acen-
tuada y cierto abatimiento, contrastando esto con que anteriormente siem-
pre lo había sobrellerado sin la menor molestia, acentuándose dicho abati-
miento lenta y progresivamente en los periodos catarrales qne con harta
frecuencia padecía; las cosas llegaron al extremo de verse obligado á aban-
donar la ocupación que era la base de su sustento. Indicó además un fenó-
meno que experimentaba desde que tomó el cargo de manipulador de pasta
fosfórica, y era que por las noches, en la obscuridad, su aliento era fosfores-
cente, cuyo brillo aumentaba en la expiración violenta por sacudida de toe.
Al observarle el Dr. Castafier, hacía más de un mes guardaba cama á
conse^^uencia de un catarro bronquial, con disnea ó dificultad respiratoria
que le obligaba á mantener continuamente día y noche la posición senta-
da; el decúbito supino le era imposible, porque súbitamente se sentía aco-
metido de gran asfixia.
A la inspección era de notar su intensa palidez y la gran dificultad res-
piratoria, que afectaba la forma de aceleramiento de los movimientos de
inspiración y expiración, sin acentuarse los rasgos característicos del as-
mático que dibujan los esfuerzos de los músculos inspiratorios, y sugirién*
dolé intuitivamente el cuadro que se trataba de un cardíaco. A la aus-
cultación se observan en ambos pulmones estertores diseminados de gran*
des y pequefias burbujas, y otros sibilantes, murmullo vesicular poco mar-
cado, y á la percusión, sonoridad en los ámbitos de los dos pulmones. Tenia
mucha tos y la expectoración era abundante, viscosa y aireada.
Explorado el aparato circulatorio, da la noción de aumento pleximétrico
de la zona cardíaca, con debilitación de sus ruidos en los focos de auscul-
tación, y amortiguados los latidos; taquicardia, pulso rítmico y sincrónico
en ambas radiales y con la contracción del miocardio.
Aparato digestivo: Lengua'saburral, pastosa y sabor aliáceo. La diges-
tión gástrica y la intestinal en la actualidad se cumplen bien; en otro
tiempo tuvo diarreas, y en algunas épocas inapetencia. Los anexos del apa-
rato digestivo ofrecían: el hígado la característica de aumento de volu-
men, sin abolladuras ni puntos dolorosos, y el bazo estaba ligeramente
abultado. El aparato renal permanecía intacto; las orinas eran más bien
escasas, de color encendido y por enfriamiento depositaban un sedimento
de color rojo.
En vista de este síndrome, instituyó un tratamiento cardiotónico, que
en una forma ú otra no dejó de tomar un solo día, y teniendo 4n* cuenta su
oficio de manipulador de pasta fosfórica, le prescribió la esencia de tremen-
tina, que tomaba á la dosis de gramo y medio diario. A pesar de todos los
esfuerzos, la lesión cardiaca fué progresando paulatinamente ; el pulso se
hizo pequefio, difícil de percibir; lo mismo que el corazón, que casi no de-
jaba sentir el choque de su punta y apenas si se oían sus ruidos; los tegu-
mentos cobraron un tinte cianótico, se cubrieron de un sodor frío, hasta
que por último sobrevino el colapso, que le arrebató la existencia el 26 de
noviembre de 1905. — Sababia.
265
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADBKIA DE MEDICINA DE PAKI8
8éMn del diaSde Julio dé 1906.
TNtaeoUtit y apandieitis.— El Dr. Blanoiiabd : Estoy conyencido de que an
gran número de apendicitis y de enterocolitis no tienen otra explicación
qne la presencia de lombrices en el interior del intestino. Los huéspedes
habituales del intestino son loe ascárides lumbricoides, los oxiuros y loe tri-
cocétalos. El ascárides Inmbrícoides, que normalmente se encuentra en el in-
testino delgado, puede descender al intestino grueso y hasta penetrar en el
apéndice. El ascárides no es inofensivo, como ordinariamente se cree, sino
que puede determinar accidentes debidos á la erosión de la mucosa y á la
penetración de su cabeza hasta la submucosa; la existencia de lesiones de
este género es conocida desde hace mucho tiempo. En cuanto al oxiuro,
también rasga la mucosa y llega hasta la submucosa, y en contacto con
los filetes simpáticos determina dolores extremadamente violentos, análo-
gos á los de la enteritis. En los tres interesantes casos señalados por
Metchnikoff se trataba do enfermos que habían sufrido crisis de apendici-
tis de repetición; se iba á proceder á la intervención cuando el examen de-
liberado de las materias fecales permitió descubrir la presencia de huevos
de tricocéfaloe y de ascárides ; los enfermos curaron por la administración
de antihelmínticos. Desde entonces se han citado varios casos análogos.
El modo de acción del tricocéfalo es el siguiente : su parte anterior, muy
delgada y fina como una aguja, camina por debajo de la mucosa, se man-
tiene por debajo del epitelio y llega en contacto de los plexos nerviosos y
de los vasos, cuya sangre absorbe. La teoría helmintiásica de las afeccio-
nes intestinales explica ciertos casos de epidemias estacionales ó familiares
de apendicitis, sobre todo en los meses de calor. De estos hechos se des-
prenden reglas de profilaxis y de tratamiento : 1.^, siendo transmitidos ios
parásitos de este género por las aguas de bebida, y sobre todo'por las aguas
de riego y de pozo, conviene evitar su empleo ; 2.**, es necesario someter to-
doe los casos de apendicitis al tratamiento antihelmíntico. Como que con
más frecuencia se trata del tricocéfalo, es necesario recurrir al timol, que
los nifios soportan tan bien como los adultos. Además, conviene oponerse
á la costumbre que tienen los hortelanos de ciertas regiones de regar las
plantas comestibles con diluciones de materias fecales humanas.
El Dr. HcoHARü : En ciertos casos de apendicitis, el dolor se localiza
anormalmente en la región epigástrica. Desde este punto de vista recorda-
ré un enfermo tratado durante dieciocho meses por crisis de hipefclorhi-
dría, cuando lo que tenia era una apendicitis; no existía el. punto de Mac-
Bumey, y todo el cuadro sindrómico se reducía á dolores paroxísticos en el
epigaatrio, acompafiados de ninseas y TÓmitos. La operación demostró ud
apéndice enfermo y el paciente curó. La enterocolitis es con frecuencia una
neuralgia, un espasmo, una alteración secretoria sin ninguna clase de in-
flamación, igual que la dismenorrea; sólo existen lesiones superficiales del
epitelio glandular, sobre todo en las glándulas mucosa». La enterocolitis»*
síndrome morboso cuyas causas son numerosas y variadas, no puede en tal
caso propagarse al apéndice; únicamente es capas de hacerlo cuando, ade-
más de las alteraciones secretorias, hay una infección verdadera del intes-
tino, pero en este caso la que se propaga es la infección.
CODIMA GaSTBLLvI.
SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
8€9ián dadiaédé JuUo dé 1906.
Mtdificaeiéii de la léeniea de la prostataetoaifa trantvetieal. — El Dr. Le-
gueu leyó un informe acerca de un trabajo dirigido á la Sociedad por el
Dr. P. Duval. Este, necesitando extirpar una próstfita por la TÍa transver-
sal á un enfermo de cincuenta y seis añus, practicóla operación á través
de la vejiga, ampliamente abierta y mantenida separada ; la próstata fué
extirpada con tijeras, la uretra fué cortada á la vista y separada con un
hilo, y, una vez que se extirpó la próstata, suturada á la vejiga de moda
que la cavidad que resultó de la ablación prostática, quedó cubierta com-
pletamente de mucosa. Se dejó aplicada una sonda, cerrándose por comple-
to la vejiga. La reunión se obtuvo por primera intención, la sonda se su-
primió á los once días y desde entonces el enfermo orina espontáneamente.
A este propósito hizo el Dr. Legneu una critica severa de la conducta
seguida por el Dr. Freyer después de su operación. La hemostasia no es
perfecta, y confiar en el agua caliente para obtenerla es poco quirúrgico;
de aquí las hemorragias inmediatas y secundarias mortales; además, á pe-
sar del grueso tubo que coloca en la vejiga, el desagüe está mal asegurado,
y la cavidad prostática y el bajo fondo quedan abiertos á la infección. Edi
este sentido, la tentativa del Dr. Duval constituye una buena innovación
respecto á lo que se ha hecho hasta ahora; cubrir con mucosa las superfi-
cies cruentas es cerrar las bocas vasculares, oponer una barrera á la infec-
ción y, á causa do esto, los cuidados operatorios pueden simplificarse. No
obstante, la maniobra es algo delicada; exige un amplio espacio, y aun asi
no es posible siempre ó es muy difícil en los enfermos gruesos ó de prósta-
ta voluminosa. En ocasiones hasta puede ser peligrosa; hay enfermos in-
fectados que sólo pueden curar por el desagüe. En estos casos, el Dr. Le-
guen tapona la cavidad prostática para asegurar la hemostasia y evitar las
hemorragias graves; además coloca en la vejiga el tubo doble de Guyon-
Perier, con el que el desagüe es excelente ; por último, coloca lo antes po-
sible una sonda permanente, que es uno de los mejores medios de desagüe
vesical. Desde que sigue esta práctica no ha observado accidente alguno.
Sea la que fuere, la posibilidad de la sutura total y de la reunión por
267
primera intención constituye ana nneya saperioridad de la prostatectomia
transresical sobre la perineal.
Dfvartfculo de la vejiga.— El Dr. Chaput refirió el caso de ana enferma de
cincaenta afios, que desde algunos meses antes tenia hemorragias abun-
dantes por la Tagina y deseos frecuentes de orinar. Al reconocerla se ob-
servó que la Tagina estaba llena )^ot un tumor yoluminoso, duro, desarro-
llado á expensas del cuello uterino ; por la palpación bimanual se notaba
que el cuello del útero, duro y aumentado de Yoluroen, sobresalía varios
trareses de dedo por encima de la slnfísis pubiana.
Se hizo el diagnóstico de fibromas uterinos. El Dr. Chaput se propuso,
ante todo, extirpar el tumor vaginal. Pero al incindir este tumor observó
con gran sorpresa que no se trataba de un fibroma, sino de una bolsa
qnlstica, cuyo contenido era de olor urinoso fuerte ; la cavidad revestida de
mucosa análoga á la de la vejiga y, además, infiltrada de sales calcáreas,
le hicieron pensar se encontraba en presencia de un diverticulo vesical,
formado en el bajo fondo de la vejiga y que se había introducido poco á
poco en el cuello uterino por disgregación prog^resiva de los elementos de
su pared. El orificio de comunicación de este diverticulo con la cavidad ve-
sical no pudo ser descubierto. En los días que siguieron á la operación, la
enferma tuvo fiebre elevada y derrame vaginal fétido esfacélico, que cedie-
ron poco á poco por los lavatorios de la bolsa con agua oxigenada. La bolsa
fué cerrándose paulatinamente, y en la actualidad, después de varios me-
ses, todo indicio de diverticulo va desapareciendo ; el cuello ha recobrada
su volumen y consistencia normales.
El cuerpo del útero sigue siendo voluminoso á causa del fibroma que
contiene.
El diagnóstico que puede hacerse en este caso — rarísimo, pero no úni-
co— es el de quiste de la vagina abierto secundariamente en la vejiga, y
que en su desarrollo incluyó el cuello del útero, pero la primera hipótesis
—diverticulo vesical desarrollado secundariamente en el cuello— es más ve-
rosímil.
Fractura supramaleelar víeiotamante consolidada. — El Dr. Chaput narró
el caso de un enfermo de cincaenta años tratado en el hospital Laennec en
1904, por una fractura tibioperonea inferior. El enfermo fué anestesiado y
se colocó un aparato de escayola, que permaneció aplicado cuarenta días.
Al separarse el aposito el pié se desvió progresivamente hacia fuera, y
cuando el Dr. Chaput rió al enfermo en 1905, tenía una gran desviación en
valgus con elevación notable de la región maleolar interna. Hizo una re-
sección cilindrica del peroné por encima de la articulación y otra cuneifor-
me supramaleolar en la extremidad inferior de la tibia (8 centímetros),
una vez extirpados todos los tejidos óseos, fué fácil hacer la reducción. El
miembro quedó inmovilizado por espacio de cuarenta días. La consolida-
ción fué perfecta y la pierna conservó la integridad de sus movimientos.
El Dr. Berger preguntó si en este caso una simple osteotomía transversal
de los dos huesos de la pierna hubiera permitido la reducción.
El Dr. Chaput contestó que intentó limitar su intervención á esta osteo-
tomia simple, pero que fué insuficiente, y tovo que recurrir á la resección
cuneiforme.
268
El Dr. Berger dijo qae convenim haber completado ia OBieoiomia simple
por la sección del tendón de Aquiles.
El Dr. Quénu manifestó que había tratado varias deformidades de este
género, necesitando casi siempre, como el Dr. Chapat, hacer la resección
más ó menos extensa de la tibia y del peroné.
La cf mprt sien et mo nedio de tratasHeato del tnasr blanco de la r edilla.-~El
doctor NéUUon^ á propósito del enfermo de tumor blanco de la rodilla tratado
con éxito por el Dr. Walther por el método esclerógeno, citó el caso de nn
joven que padecía artritis fangosa de la rodilla de forma de hidrartrosis
crónica, en el qae empleó como único tratamiento la compresión simple al-
godonada, que prolongó por espacio de dieciocho meses. El resaltado, desde
el panto de vista de las fanciones articulares, faé tan bueno como el obte-
nido por el Dr. Walther con las inyecciones esclerógenas. Este joven
acaba de ser incorporado al ejército.
El Dr. Walther no niega que la inmovilidad y la compresión sean sufi-
cientes para prodacir baenos resaltados en las formas atenuadas; pero su
enfermó padecía lesiones articulares y óseas, las que no existían en el del
Dr. Nélaton, y en estos casos relativamente graves está indicado el método
esclerógeno.
Osteocf ndroma de la mandíbula iaforior. — £1 Dr. Mcaidaire presentó un
hombre de cincuenta afios, al que había resecado la mitad media de la man-
dibala inferior por nn tumor bastante voluminoso desarrollado en pocos
meses, y al que se diagnosticó de sarcoma. El examen histológico demostró
que se trataba de an osteocondroma.
El Dr. SebiUau^ á propósito de este caso y de lo difícil que suele ser diag-
nosticar con exactitud los tumores de la mandíbula sólo por los eigndb clí-
nicos, cree que antes de practicar una operación tan mutiladora como la
resección típica de la mandibala, conviene primero hacer una incisión ex-
ploradora y amoldar después la conducta — resección típica ó atípica, eco-
nómica ó simple raspado—según los caracteres del tumor puesto asi al des-
cubierto.
Ha segaido, y no tiene por qué arrepentirse, esta conducta en tres casos
de tumores de la mandíbula que presentaban signos clínicos de sarcoma y
que resultaron ser uno fibroma y dos quistes del maxilar.
Estrocbei cicatrizal del uréter.— El Dr. Legueu presentó una enferma cuyo
uréter había sido lesionado durante una hieterectomía, y que, á consecaen-
cia de este accidente, tuvo una fístula ureterovaginal. Esta fístala se cerró
poco á poco por retracción cicatrizal del uréter, pero además produjo una
uropionefrosis que obligó á intervenir. El Dr. Legaeu practicó una laparo-
tomía lateral subperitoneal para descubrir el sitio donde estaba estrechado
el uréter, pero le faé imposible descubrirlo, y para consegairlo necesitó
abrir el peritoneo; una vez desea bierto, cerró la herida peritoneal, disecó
el uréter, resecó su extremo iaferior cerrado é implantó el superior en otro
punto de la vejiga (nreterocisto-neostomía extraperitoneal). La operación
dio resultados excelentes; las crisis dolorosas y la fiebre, debidas á la re-
tención renal, cesaron al punto y para siempre. El estado de estalnujer no
puede ser más satisfactorio, lo que prueba que el uréter restaurado funcio-
na perfectamente.
269
Efieacia del agua salada en las tubarenlosls artioulares supuradas abiertas.—
El Dr. ReynUr presentó nn enfermo al que habla resecado el codo por tu-
berculosis supurada abierta. Para combatir la supuración secundaria
abundante, consecutira á la operación, empleó los bafios salados y las cu-
ras con agua salada (dos bafios de brazo por dia, de tres horas de duración
cada uno, con 5 á 6 litros de agua caliente, mezclados con 50 á 60 gramos
de ag^as madres de 8aliés ; al salir del bafio el miembro era euTuelto en
compresas empapadas en la misma disolución). En este caso la acción exce-
lente del agua salada sobre la nutrición de los tejidos fué maravillosa, y el
Dr. Reynier recomienda dicho método terapéutico, de preferencia á la re-
sección, en el tratamiento de las tuberculosis articulares supuradas abier-
tas, que, en particular cuando se trata del codo, son muy graves.
El Dr. Quénu dijo que no debe dejarse pasar sin protesta esta última
afirmación del Dr. Reynier. La resección del codo por tuberculosis no es
peligrosa ni origina más que supuraciones post operatorias benignas, y sus
resultados terapéuticos son excelentes.
Cáncer de la porción inferior yuxtaveslcal doi uretor.— El Dr. Álbarran pre-
sentó la pieza patológica extirpada la víspera á una mujer de treinta y
cuatro afios, la que desde dos afios antes padecía hematurias de caracteres
neoplásicos manifiestos. La citoscopia habla permitido descubrir en el ori-
ficio del uréter derecho un tumorcillo epiteliomatoso. Existían signos de
retención renal ; el rifión estaba algo aumentado de voluraen y doloroso' á la
presión. La operación, que consistió en resecar por la vía abdominal subpe-
ritoneal la porción de uréter enferma y un collar vesical, fué bastante di-
fícil á causa de las adherencias de la neoplasia con los tejidos inmediatos.
Terminada la operación fué imposible pensar en reimplantar el extremo
inferior del uréter en la vejiga por su poca longitud. El Dr. Álbarran se
limitó á hacerlo desembocar en el ángalo superior de la herida del abdo-
men; esta fístula ureterocutánea es provisional, pues el Dr. Álbarran cree
que se verá obligado á sacrificar el rifión, lo que no ha hecho al resecar el
uréter por el mal estado de la enferma.
El Dr. Guiñará preguntó al Dr. Álbarran por qué no había preferido la
ureterocolostomía.
El Dr. Álbarran contestó que hubiera sido una operación más larga y más
peligrosa que la nefrectomia.— (£a Presae Medicóle). — F. Toledo.
XY C0MQRE80 INTERNACIONAL D£ MEDICINA
Celebrado en Lisboa del 19 al 26 de Abril de 1906.
(ContinuaciÓD).
Tratamiento de la luxación congénita de la cadera. — El Dr. Eirmibson : La
redúcele^ incruenta de las luxaciones congénitas de la cadera, estando el
enfermo cloroformizado, aunque da pocas veces resultados anatómicos per-
fectos, es susceptible de producir, desde el punto de vista funcional, resul-
tados útiles. Las estadísticas de loe diversos autores difieren bastante
270
unas de otras. Según anas estadisticas, los éxitos llegan al 70 y hasta
al 85 por 100, mientras que, según otras, sólo son de 30 y hasta 20 por 100.
Aceptando con el Dr. Lorenz el término medio de 52 por 100 para los re-
sultados anatómicos favorables, nos aproximamos más á la verdad. Con-
Tendría que en adelante se apreciaran con mayor exactitud los resaltados y
se llamaran redacciones sólo á los casos en los que la cabeza, situada en la
«ayidad cotiloidea, tiene con la arteria femoral sas relaciones normales y
la articulación posee la integridad de sus movimientos.
Todos los cirujanos, excepto el Dr. Narath, creen que el pronóstico de las
laxaciones unilaterales es más benigno. En las luxaciones dobles sólo en
casos excepcionales el resultado es igaalmente favorable en ambos lados.
Se observa casi siempre que se obtiene la reducción sólo en un lado, mien-
tras que en el opuesto hay únicamente transposición y hasta nueva laxa-
ción. Este hecho concuerda con lo que se observa en la evolación de la la-
xación bilateral abandonada á la naturaleza, pues muchas veces la lesión
cura espontáneamente en un lado mientras que en el opuesto continúa su
marcha progreaiva* El examen radiográfico es incapaz casi siempre de ex-
plicar estas diferencias.
No es posible precisar en qué edad debe intervenirse, puesto que se han
obtenido éxitos en un niño de dieciocho meses y en otro de quince afios.
Puede decirse, en general, que la edad más favorable es el periodo com-
prendido entre los tres y cinco años.
Respecto al manual operatorio, creo que los métodos de fuerza, y en par-
ticular las tracciones violentas, deben desecharse en absoluto. Estos me*
dios son los que determinan accidentes graves, fracturas, desgarros de los
tejidos blandos y lesiones nerviosas. Lo mejor es volver á la idea primitiva
del Dr. Paci, es decir, emplear métodos nada bruscos, como en el trata-
miento de las luxaciones traumáticas ó patológicas.
Sigo fiel á la técnica aconsejada por el Dr. Lorenz, es decir, á la redac-
ción en dos tiempos, siendo colocado el miembro primero en flexión combi-
nada con abducción en ángulo recto, para llegar, por último, á la exten-
sión asociada á la rotación hacia dentro. Es el procedimiento más seguro,
porque permite la retracción de la parte posterior de la cápsula y evita la
nueva luxación.
En vez de las tentativas muy violentas ó prolongadas, prefiero repetir
los ensayos de reducción. Si se comprueba el fracaso, lo mejor es recurrir
al método cruento. La gravedad en este caso es debida á la formación de
la cavidad cotiloidea, así que debe evitarse en lo posible, contentándose,
como lo hago hace mucho tiempo, con la artrotomla. Guando la curación
es imposible á causa de la edad del enfermo ó del grado de la luxación,
presta grandes servicios la osteotomía subtrocanteriana, porque permite
colocar el miembro en posición favorable.
El Dr. Lorenz : Desde que di á conocer hace nueve afios mi procedi-
miento de reducción incruenta de la luxación congénita de la cadera, mi
técnica no ha variado. Las modificaciones introducidas son insignificantes
ó contrarias al resultado apetecido y, por consiguiente, más bien perjudi-
ciales. Además, el método empleado para obtener la reducción importa
^ conviene que el cirujano conozca bien todos los procedimientos para
271
que 8i fracasa con ano paeda recurrir á otro ó combinar loa dos si es noce*
aario.
En loB nifioB de edad se emplea de preferencia el método de eztensiin.
Como posición primitiva se elige por medida de precaución la abdncción en
ángulo recto, aunque la estabilidad permitiera adoptar una posición menos
molnsta. Sólo en el caso de estabilidad primitiTa insuficiente se inmoTiliaa
por el pronto el fémur en ligera biperoxteosióncon abducción regular, que
excede de 90®. Las luxaciones dobles deben ser reducidas, á ser posible, en
una misma sesión.
£1 tiempo que debe durar la inmoyilización depende de la edad del nifio
j de la estabilidad primitiva de la luxación. En una edad* relativamente
avanzada (cinco años ó más) no es necesario prolongar demasiado la inmo-
vilización á causa del peligro de anquilosis que corre la articulación; no
obstante, una mala estabilidad primitiva exige fijar el miembro durante
algún tiempo. En los nifios más jóvenes, con estabilidad primitiva defec-
tuosa, la posición en abducción primitiva puede ser mantenida por espacio
de un afio ó más sin temor á la anquilosis.
El objeto que nos proponemos alcanzar por el tratamiento post operato-
rio varia, según se trate de enfermos que tengan ó no más de cinco ó seis
afios. En los niños de menos de cinco ó seis la abducción primitiva en án-
gulo recto se corrige, por decirlo asi, espontáneamente en poco tiempo,
pero esta corrección espontánea, rápida, aumenta el peligro de recaída. El
tratamiento post operatorio en este caso no consiste sólo en vigilar la co-
rrección de la posición primitiva, sino también en hacerla más lenta, lo
que se consigue manteniendo durante bastante tiempo en abducción habi*
tual la articnlución reducida por medio de un talón de 1 á 2 centímetros
j medio de altura en el lado sano. Conviene asimismo procurar que la po-
sición en ángulo recto de la articulación reducida sea siempre fácil de res •
tablecer. Se emplea con este objeto un aposito de escayola (análogo al que
se emplea en el tratamiento de la espondilitis) que durante la noche man-
tenga la pierna en abducción en ángulo recto. La posición primitiva se
restituye también por la gimnasia.^ Los nifios de poca edad, en quienes se
ha practicado la reducción doble, pueden sentarse sobre su periné con las
piernas separadas en ángulo recto.
En los nifios de más de cinco ó seis afios las articulaciones reducidas sue-
len ser atacadas de rigidez. El peligro de la nueva luxación es menor, por
consiguiente, pero en cambio es más difícil corregir la abducción primi-
tiva. Por este motivo permanecen inmóviles menos tiempo y se principia el
tratamiento por movimientos acentuados de abducción. A veces no es po-
sible corregir ésta por los medios gimnásticos ó mecánicos sin peligro de
producir una fractura. En este caso es preciso acortar el tratamiento prac-
ticando la osteotomía intertrocanteriana del fémur. Si á consecuencia de
las malas condiciones de la extremidad superior del fémur (acortamiento
considerable del cuello que recuerda la configuración del húmero), la co-
rrección gimnástica de la abducción primitiva expone á la recidiva, es
preciso hacer la corrección practicando la osteotomía intertrocanteriana.
Los límites de edad para la reducción incruenta son hoy mucho más ex.
tensos, gracias á las mejoras en la técnica y á la prudencia con que se em-
272
plea; pero la experienoia ha demostrado que eo Iob nifioa de edad relaÜTa-
tnente avanzada la operación, aunqae eficaz, nunca da tan buenos resulta-
do0 como en loe más jÓTones. Desde el punto de vista práctico, pueden
admitirse tres clases de resultados:
1.* El resultado ideal es la verdadera reducción anatómica concóntrioa.
Suponiendo la restitución completa de la fuerza muscular, que exige bas*
tante tiempo para conseguirse, estos casos representan (exceptuando la
deformidad ligera que persiste) la restitución anatómica ; es la restitución
funcional ad integrum, Begán diversas estadísticas, la proporción de estos
excelentes resultados es del 50 por 100 poco más ó menos, de modo que
puede decirse que casi la mitad de los casos curan por completo.
2.* En la mayor parte de la mitad restante se observa la posición subes-
piñal de la cabeza del fémur, la cual, desde el punto de vista funcional, es
satisfactoria, sobre todo si la musculatara se halla en buen estado.
3.* En un número relativamente limitado de casos se obtienen resultados
menos favorables, pero que, en comparación con el estado anterior, repre-
sentan una ventaja importante desde el punto de vista de la resistencia
para la marcha.
Entre estos resultados, en cierto modo deficientes, merece citarse en pri-
mer término lajcaplícación lateral» de la cabeza del fémur que se dirige por
debajo y algo hacia fuera de la espina ilíaca anterior superior, y dirigida
hacia adelante por su polo anterior, mientras que el trocánter se encaentra
dirigido hacia atrás, de modo que toda la pierna está en rotación hacia
fuera. La flexión y extensión de la cadera son limitadas, la rotación hacia
dentro nula, porque la cabeza del fémur, dirigida hacia adelante, se apoya
directamente contra la cara lateral del hueso iliaco.
En casos extraordinarios esta aplicación lateral es estable y la cabeza no
se luxa hacia atrás. La cojera no disminuye gran cosa en esta posición,
pero la facilidad para la marcha es mucho mayor y llena las exigencias
moderadas. Es preciso, por lo tanto, aconsejar dicha posición á falta de otra
mejor en todos ios individuos que se encuentran en el límite de la reductibi-
lidad ó que le han pasado ya. Es necesario después, por medio de miorrexis»
de los adductores, colocar la articulación en abducción y en extensión exa-
gerada por el enderezamiento, mantener el fémur inmovilizado por espacio
de tres ó cuatro meses en esta posición que, aun en el caso de reducción de
una luxación doble, permite la marcha.
En la luxación doble irreducible, la lordosis patológica desaparece en
gran parte, y hasta por completo, una vez obtenida la aplicación lateral.
El tratamiento de la luxación congénita irreducible^ que consiste en
transformar la contractura en adducción y flexión (habitual en la luxación
inveterada) en actitud contraria (abducción con extensión exagerada),
puede designarse con el nombre de inversión. Es preferible, desde todos los
puntos de vista, á la osteotomía subtrocanteriana, que persigue el mismo
fin, pero que tiene el inconveniente de acortar el fémur por la corrección
excéntrica de la contractura de la cadera. Es de necesidad absoluta evitar
todo acortamiento, porque la desproporción entre la longitud del tronco y
la de las piernas, es uno de los mayores defectos estéticos en los enfermos
afectados de luxación doble. Además, la osteotomía subtrocanteriana deja
273
U cabesa del fémur en bq porción patológioa, mientras que con la inTer*
0ión incruenta queda en posición más faYOrable y tiene, en parte, un punto
de apoyo óseo. Finalmente, la inrersión no exige ni operación cruenta ni
penhanencia en el lecho.
Bi Dr. G. DB Ldcá : Para que el tratamiento de la luxación congónita de
la cadera sea yerdaderamente metódico, útil y sistemático, necesita ser
vprecoz. Es decir, que conviene «e Yulgarice el conocimiento de esta defor-
midad. En la mayor parte de los casos, el tratamiento preferible es el mé-
todo de Paci-Lorenz más ó menos modificado. En los casos diflcUes, cuan-
do las maniobras incni^ntas han fracasado, puede recurrirse al método
cruento. Cuanto á las luxaciones congénitas irreducibles con todos loe
procedimientos de tratamiento, consistirá ep corregir ó atenuar la actitud
deficiente del miembro, bien por amasamiento de loa adductores con inmo-
vilización en posición opuesta, bien por osteotomía subtrocanteriana por el
método de Eirmisson.
El Dr. Rkdard : Los resultados de la reducción incruenta de la luxación
•ongénita de la cadefa son tanto mejores cuanto menor es la edad de los
enfermos. En el 70 por 100 de los casos se obtienen reducciones anatómi-
cas ; en el 20 por 100 transposiciones con resultados funcionales bastante
buenos, y en el 10 por 100 mejorías ligeras. Insisto de una manera especial
sobre la importancia de la técnica y sobre la prudencia con que deben ser
practicadas las maniobras de reducción. OonTÍene también disminuir lo
posible el periodo de inmoYÜización para evitar la atrofia muscular y la
anquilosis. He curado algunos enfermos manteniéndoles inmóviles en un
solo aparato durante tres meses.
El Dr. Oodivilla: Mi experiencia respecto á la reducción incruenta de la
luxación congénita de la cadera se funda en 853 casos que he operado des-
de 1899. Este método debe ser considerado como el tratamiento normal de
dicha deformidad, y es aplicable á todos los casos siempre que estén com-
prendidos en la edad más conveniente, según creo entre los dos y los seis
afios para las luxaciones unilaterales, entre los dos y los cii^co para los bi-
laterales. Según mi estadística de los tres afios últimos, en el 85 por 100 de
loe operados á tiempo se obtiene un resultado excelente anatómico y fun-
cional. Empleo para reducir la laxación las maniobras de Paci y después
el tratamiento consecutivo según el procedimiento de Lorenz.
El Dr. Barbabin : Los autores están de acuerdo acerca de los resultados
excelentes obtenidos por la reducción incruenta, pero hay respecto á ella
dos opiniones contrarias : unos aconsejan la inmovilidad en abducción for-
zada, adoptando progresivamente una posición menos exagerada del muslo,
""y en cambio otros colocan en seguida el miembro en abducción media y en
flexión. En esta última actitud el contacto de la caji^eza del fémur con la
cavidad cotih>idea es indudablemente mucho más íntimo, y, por lo tanto,
ésta se hace antes mayor. Pero decir que en todos los casos debe adoptarse
dicha posición, es más teórico que práctico. Lo mejor es, después de la re-
ducción en abducción, disminuir ésta lo más posible, permitiendo á la vez
al muslo una flexión ligera. Nunca debe colocarse el miembro en abducción
y en hiperextensión de modo que el muslo quede por encima del plano del
cuerpo, porque en este caso ó la cabeza del fémur no se apoya más que so-
n
274
bre la parte anterior de la capéala, 6 bien sobresale de la cavidad y queda
ea traasposición anterior. A propósito de la transposición, conviene adyer*
tir que la radiografía anteroposterior hace considerar como curación ani^tó-
mica bastantes casos de simples transposiciones; la cabeza del fémur se
encuentra bien colocada respecto á la cavidad cotiloidea, pero en un plano
anterior.
Es necesario, por lo tanto, radiografiar las luxaciones reducidas, no di*
rectamente de delante á atrás, sino oblicuamente de atrás á adelante j de
fuera á dentro.
El Dr. GouRDON : Creo que las luxaciones bilaterales deben ser reducidas
en una sola sesión. Con las reposiciones anteriores, á las que es preciso re-
currir cuando es imposible la reducción anatónjica, se obtienen en general
resultados excelentes desde el punto de vista funcional y estético.
Un nuevo síndrome. Hemiplogia de la laringe y do la lengua eoa 6 sin parálisis
del esternocleidomastoideo y del trapecio. ~ El Dr. A. Gaboí^ Tapia: La
hemiplegia de la laringe, del velo palatino (faringe) y de la lengua, son
los elementos esenciales cuya combinación constituye los síndromes estu-
diados hasta ahora. Hay también un elemento accesorio; la parálisis del
esternocleidomastoideo y del trapecio del mismo lado, que, sumada á las
anteriores, amplifica los síndromes sin que sea preciso introducir modifi-
cación alguna.
Examinemos á la ligera estas combinaciones. La frecuencia de la hemi-
parálisis de la laringe, acompañada de la del velo palatino del mismo lado,
ha dado á dicho síndrome, estudiado á fondo por Avellis, cierta personali-
dad con el nombre de este ilustre especialista de Francfort.
A esta combinación sintomática se ha agregado la parálisis del esterno-
cleidomastoideo y del trapecio (síndrome de Schmidt), que no es sino el
síndrome de Avellis con participación de la rama externa del espinal. Si á
la hemiplegia del velo y de la laringe se suma la de la lengua, el síndrome
constituido así se llama de Jackson, y como los anteriores puede ir ó no
acompañado de la parálisis de los músculos del hombro.
No explicaré minuciosamente los casos publicados hasta ahora ; pero sí
expondré algunos cuya característica es la asociación de la hemiplegia de
la laringe y de la lengua, pero no del velo palatino. En estos casos pueden
estar ó no paralizados los músculos del hombro.
De cuatro casos que he observado, en uno había hemiplegia de la larin-
ge y de la lengua, y parálisis del esternocleidomastoideo y del trapecio; los
otros tres sólo padecían hemiplegia de la laringe y de la lengua. Poli cita
tres casos más en los que se observó hemiplegia de la laringe y de la len-
gua. En el primero, de Schiffers, no pudo averiguarse la causa de la enfer-
medad; el segundo, de Leudet, fué debido, al parecer, á una infección; el
tercero, de Hirt, fué precedido de un ataque de apoplegía.
En realidad en estos tres casos, aunque el resultado final fué la hemiple-
gia glosolaríngea, el mecanismo, sobre todo en el caso de Hirt, no es exac-
tamente igual al de las observaciones que he recogido (lesión periférica).
No conozco otros casos de esta combinación sintomática; no obstante me
inclino á creer que no son los únicos, porque en el cuello hay una región
conocida de todos, en la que los traumatismos y los tumores son suscepti-
27S
bles de destruir los nervios que presiden la moyilidad del lado respectivo
de la laringe y de la lengua.
¿Los casos referidos justifican la creación de un nuevo sindrome? Gomo
las oombinacionos de loe síntomas que pueden observarse en la práctica
son innumerables, el número de sindronies que podría descubrirse no tie-
ne limites; pero creo que el que propongo tiene personalidad justificada
por las observaciones, y porque se adapta perfectamente al desarrollo de los
síndromes estudiados basta abora. En efecto, tomando como guía la hemi-
plegia laríngea, y no olvidando quet á ésta (casos de Erb, Martius, etc.)«
igual que á los síndromes conocidos, puede agregarse como elemento aece-
sorio la parálisis de los músculos del bombro, se tendrá la serie siguiente :
Hemiplegia de la larÍQge ) j a n-
~ del Telo palatino { ®''^^~'»^ ^** ^^•"^•-
Hemiplegia de la laringe ) _ ,
- d.UleDgaa , j Síndrome nuero.
Hemiplegia de la laringe v
~ del velo palatino | Síndrome de Jackson.
— de la lengua . . )
81 á las agrupaciones anteriores se agrega la parálisis de los músculos
del bombro, se tendrán los mismos síndromes amplificados con este nuevo
elemento. Mas como el síndrome de Scbmidt se aplica de ordinario al de
Avellis, amplificado por la rama externa del espinal, debe conservarse esta
denominación antigua.
Aleebolisma durante el embaraio y la lactancia. — El Dr. A. Muñoz Ruit de
Pasanié manifiesta que el abuso de las bebidas espirituosas ha sido motivo
de preocupación constante en todos los momentos bistóricos y pueblos
del mundo, y en los tiempos actuales más, debiendo merecer preferente
atención el alcoholismo durante el embarazo y la lactancia, por los graves
y transcendentales perjuicios que produce; justifica la elección de este
tema diciendo que está muy arraigada la idea de que el vino es muy con-
veniente en la lactancia y aun en el embarazo, porque se cree que con él la
mujer conserva mejor sus energías y se le aumenta la secreción láctea, y
como, á su juicio, en vez de convenir perjudica, y el error tiene gran trans-
cendencia social por los peligros que encierra, se permite hacer esta ligera
comunicación por considerar el tema de verdadera importancia, tanto más
cuanto que los errores populares son muy difíciles de extinguir, especial-
mente si participan de ellos las clases más distinguidas y acomodadas,
como sucede con el uso del vino en las nodrizas, pues no hay casa grande ni
modesta en que no se les dé, aunque no le tengan afición, á menos de que
no se haga una propaganda enérgica, bajo la base de lo que se dice y se
toma en consideración en las Academias y sobre todo en los Congresos in-
ternacionales, y entrando de lleno en el fondo de la cuestión, afirma que el
uso del vino en el embarazo y la lactancia puede perjudicar á la mujer en
algunos casos y al nifio siempre, y la razón es muy clara.
A la mujer, porque además de poder exagerar la costumbre de beber, si
la tiene, ó de adquirirla en caso contrario, es fácil que al eliminarse por el
276
rifiÓD detennine alteraciones epítélicas y, por oonaigaiente, albaminariaa
seguidas de nremia, á lo qae está predispuesta toda mujer embarazada, de-
terminando, por tal motiyo, muchas Tepes el aborto.
En comprobación de esto último presenta una estadística de mujeres que
tenían la costumbre de hacer uso del yino con exceso durante la comida, y
no pudieron conseguir tener ni un solo hijo, pues antes de llegar al séptimo
mes de embarazo abortaban, yendo precedido el aborto de albuminuria y
fenómenos urómicos, y que después que perdieron tal costumbre tuYieron
todas hijos en las mejores condiciones de salud.
En esta comunicación el Dr. Pasanis aborda también la cuestión de si el
alcohol es ó no alimento, y después de discurrir sobte la materia, no poco,
se declara partidario, de que es un estimulante á pequefias dosis, y á gran-
des un deprimente y hasta un aneetésico.
El Tino, pues, dice, administrado en cantidades prudenciales á la hora
de las comidas, y diluido en agua, puede aumentar la secreción láctea como
la de todos los tejidos glandulares; pero este aumento, ¿es conTeniente al
nifio? De ningún modo.
El alcohol que se elimina por la glándula mamaria mezclado con la le-
che, y que no es poco según los trabajos de Niclouz, puede ser cansa de
grandes trastornos del aparato digestí yo y del sistema nerTioso, toda Tez
que el nifio está predispuesto á padecerlos durante la eyolución dentaria, y
el alcohol los produce en sujetos que no tienen gran predisposición.
Entra también en consideraciones spbre la posibilidad de que la im-
pregnación etílica que sufre el organismo del nifio por medio de la leche
puede serTÍr de fundamento para que llegue éste más tarde á ser alcohóli-
co, por arrancar el alcoholismo de una necesidad orgánica establecida por la
costumbre, y más toclaTía si la impregnación comienza en el embarazo, por
pasar el alcohol de la sangre dría madre á los tejidos del feto ; refiere mu-
chos casos de accidentes sufridos por los nifios como consecuencia de haber
sido amamantados por mujeres que hacían uso del Tino en las comidas, y
termina formulando la conclusión de que el uso de toda bebida espirituosa
debe proscribirse durante la lactancia y el embarazo, no sólo por ser muy
perjudicial en todos ios casos á los nifios, y en algunos á las mujeres, sino
también porque asi se atacaría el alcoholismo en sus orígenes quizá más
sólidos. - P. ToLKDO. (OanHnuará).
8O0ISDAD DB MBDIOINA DB BBBLÍN
Séiián del día 27 dé Junio dé 1906.
Hernia isquiátiea. — El Dr. SchonBtedt presenta un enfermo que tiene en la
región del agujero isquiático un tumor que sobresale cuando hace funcio-
nar la prensa abdominal, y que se puede reducir por completo. A causa de
las molestias que determina se Ta á proceder muy en brcTC á la operación
radical. »
Otteema del etmoidet.— El Dr. P, Heymann presenta una muchacha que
tiene esta afección, y que á causa de la deformidad que produce en la flso*
277
Domift y de U tendencia á crecer qae siempre tienen estos tamores, se hace
necesario proceder á sa extirpación.
El Dr. De Bergmann hace observar que en estos osteomas es frecuente que
se presenten precisamente en loe mismos sitios en donde se obserran cefal-
hematomas, siendo muy común que subsistan muchos afios después de estos
últimos.
Penetraeién de frirutas de hierre en ol o]e.— El Dr. Tütk presenta un hom-
bre que ha sufrido la penetración de una viruta de hierro en un ojo. * El
cuerpo extrafio perforó la córnea, el borde de la pupila y el cristalino, y se
fijó al parecer en la retina. Por medio del electro-imán de Haab se consi-
guió hacer visible la viruta en la córnea, y desde aquí se extrajo con el
imán de mano de Hirschberg. Posteriormente fué necesario practicar una
discisión ddl cristalino. Aun hoy en día el iris presenta una coloración cla-
ramente herrumbrosa. La vista se ha conservado bien.
Tamer varioeto de origen traumático. — El Dr. Zondeh refiere el caso de
una joven de veintiséis afios que hará unos seis meses llevó un golpe en la
cabera á consecuencia de haberse caído por la escalera, sin sentir por de
pronto ningún accidente de resultas de dicha caída. Pero después se des-
arrolló delante del oído un tumor doloroso y del tamafio de un huevo de
paloma. Es de advertir que este tumor sólo se hace visible cuando la pa*
cíente inclina la cabeza hacia adelante, y también en el decúbito lateral,
sobre todo en el del lado iasquierdo. El tumor se deja comprimir, la piel .
que le cubre está normal, y cuando la enferma está de pié se puede hacer
visible comprimiendo la vena yugular. Si se comprimen al mismo tiempo
las venas temporales y craneales exteriores y las venas del cuello, y se hace
después que la enferma agache la cabeza, también sobresale el tumor, de-
duciéndose de todo esto que debe de comunicar con las venas intracra-
neanas.
La causa de esta dilatación varicosa de las venas es obscura ; probable-
mente tiene alguna relación con el traumatismo sufrido anteriormente.
Gomo tratamiento no se puede hacer otra cosa que aconsejar á la paciente
que se agache poco y que lleve en la parte respectiva una pelota que la
comprima.
Espina bfflda.--El Dr. Boekenheimer presenta varios nifios de la clínica de
Bergmann, que padecen de diferentes formas de espina bífída. En las fisu-
ras congénitas del dorso hay que distinguir las siguientes variedades: a) la
raquúguiiis^ que es la falta completa de la cubierta de todo el conducto
medular; esta monstruosidad no tiene interés clínico, porque los fetos que
la presentan no pueden vivir; b) el mielocele^ en el que también falta por
completo la cubierta, pero tan sólo en una parte de la médula. Al mismo
tiempo existen parálisis que no son capaces de mejoría aun en el caso de
que por medio de una operación se pudiera curar la espina bífída como tal.
Estos nifios también sucumben muy pronto ; c) el mielocistocele, que no se
produce hasta después de cerrada la hoja córnea, y por lo tanto está cu*
bierto por piel. La dura madre está herniada á manera de diverticulo.
Oomprimiendo el saco, mientras no está separado del resto del saco dural,
se consigue provocar la distensión de las fontanelas y la aparición de sín-
tomas de compresión cerebral. En estos casos no hay parálisis y la piel está
278
intacta, mientras no se altere por la compresión. La operación consiste en
la extirpación del saco; d) meningocele. Sólo se presenta en la cola de caba-
llo y se desarrolla como tamor pednncnlado de la región sacra. También
en estos casos está intacta la piel y falta toda parálisisJ
La espina bifída oculta no merece contarpe como ana forma especial,
puesto que puede desarrollarse de las indicadas con las letras b^eyd.
De todas las formas mencionadas, el meningocele es el que se presta me-
jor á la operación, con tal que ésta se ejecute en tiempo oportuno. De seis
de estos casos que f nerón operados, todos se curaron. De 20 mielooistoce-
les operados se curaron 14, algunos de ellos ya de varios afios.
Luxación del attrágalo.^El Dr. Kulick presenta dos casos de luxación del
astr^gaio sin fractura concomitante. Ambos casos se produjeron por el he-
cho de que el cuerpo se cayó hacia atrás mientras "íel paciente quedó colga-
do con el pié. una de las fracturas fué subscutánea, la otra complicada;
en la primera se consiguió fácilmente la reducción, en la segunda fué ne*
cosario para ello proceder por ría cruenta. Sobrevino después supuración
que obligó á proceder á la extracción del hueso, quedando como consecuen-
cia una posición de Taro tan exagerada, que fué menester resecar ios ma-
leólos. A consecuencia de esto se formó una anquilosis con ligera tendencia
del pié á colocarse en posición de varo. Sin embargo de esto, la enferma
puede andar perfectamente con una bota provista de férulas.
{Deutsche Meditinal Zeitung),—^. del Valle.
PERIÓDICOS
El radio y el virus rábico.— Según loe Dres. G. Tiszoni y A. Bongiovami,
las radiaciones del radio actuando á una temperatura de 12 á 15* sobre virus
rábico contenido en un tubo de reactivo, destruyen su virulencia en muy
corto tiempo. Si la acción del radio ha durado una hora, los animales in-
yectados con este virus tardan más en morir que los testigos, y en ves de
presentar los síntomas ordinarios de la rabia, sucumben más bien de dema-
cración lenta (diez días), y en cambio los animales testigos mueren con los
síntomas de la rabia paralitica.
También son eficaces las radiaciones del radio cuando se somete á ellas
el animal en el momento de ser contagiado, lo mismo cuando este contagio
se verifica por oí ojo que cuando se realiza por el cerebro ó por el nervio
ciático. En estos animales sólo se observa una ligera elevación de tempera-
tura, una disminución transitoria de peso y un poco de rigidez ó de debili-
dad en el cuarto trasero, por la misma época ó un poco despnés en que ya
han perecido los animales testigos. Algunos de los animales del grupo tra-
tado con el radio, estaban aún completamente sanos á los treinta y ocho
días de haber sido inoculados.
Se observó además que la aplicación de las radiaciones del radio al ojo,
ocho horas en ocho días seguidos, es capaz de obrar sobre focos de infección
hasta muy distantes (ciático). Se obtiene el mismo resultado usando el ra*
279
dio aoa hora despnés de efectuado el contagio, pero no si se dejan trans -
corrír veinticoatro horas.
* Después emplearon los autores el radio de modo que su acción fuera más
intensa, inyectando debajo de la dura madre 04 cm' de yirus diluido con
caldo en la proporción de 1 al 2 por 100, haciendo obrar después el radio
á mayor concentración y por más tiempo, sin que por ello se presentara la
menor alteración de la vista. De esta manera se logró salyar animales que
fueron sometidos al tratamiento cuarenta y ocho, ochenta y seis y noyenta
y cuatro horas después de haber sido inoculados, ó sea cuando la enferme-
dad ya había recorrido V4 á Vs de su camino, puesto que los animales tes-
tigos murieron generalmente á los seis días de inoculados. El tratamiento
fué útil hasta en casos en que ya se había desarrollado la enfermedad, «un-
que en plazo más ó menos largo, según la gravedad de los síntomas.
De lo dicho se deduce que, en el tratamiento de la rabia, el empleo del
radio merece tanto aprecio como la vacunación antirrábica.
(FolicUmqueX — 'R. dbl Valle.
Slntomatologfa en ios casos gineeológlcei.— Harrison cree que la síntoma-
t<4ogía suministra datos importantes para hacer un diagnóstico ginecoló-
gico exacto. La menorragia ó metrorragia indick la hiperplasia del endo-
metrio, Ó una ncoplasia, benigna ó maligna, ó una dislocación del útero.
La amenorrea es indicio de oclusión de las rías genitales, de un desarrollo
rudimentario ó de la falta de útero ó de los ovarios. Significa también una
enfermedad constitucional consuntiva. La dismenorrea se cree que es una
neurosis en la que existe una contracción espasmódica del músculo uterino,
aceptándose la teoría mecánica al menos en muchos casos. La esterilidad
puede depender de un estado anormal de los órganos genitales de la mujer,
pero otras veces la causa reside en los órganos masculinos. El estreñimien-
to, frecuente en las enfermedades de los órganos pelvianos, es un resultado
más que una causa. El histerismo consiste muchas veces en una enferme-
dad de los órganos pelvianos y suele curar al extirparse el órgano enfermo.
Bissell afirma que el dolor lumbar suele atribuirse erróneamente al pri-
mer signo objetivo que se descubre. Es preciso averiguar cuidadosamente
las causas y reparar las lesiones verdaderas ó supuestas sólo cuando hay
cierta seguridad de que tienen importancia. El dolor lumbar, para que sea
un síntoma de valor, necesita ir acompañado de ciertos estados morbosos.
Los traumatismos de los órganos genitales pueden constituir este síntoma,
pero las enfermedades de los apéndices y las dislocaciones uterinas son mu-
chas veces causas más importantes.
(Medical News, 2 junio 1906). — P. Toledo.
Peligros de la sobroaiimentaoián en los tuberculosos.— En concepto del
Dr. Monisset, la sobrealimentación tiene sus peligros en los tuberculosos,
sobre todo en los adultos; á veces produce una especia de intoxicación,
disminuyéndola absorción y la asimilación y aumentando la fermentación
y los residuos en el intestino. En estos casos puede suceder que el aumento
del peso del cuerpo coincida con una agravación de las lesiones pulmona-
res. En un tísico febril se agravó el proceso tuberculoso, no obstante ha-
280
ber aumentado de peso 20 libras en seis meses. Debe considerarse como
suficiente nn aumento de 250 gramos por semana. Algunos tuberculosos
sobrealimentados se hacen hiperclorhidricos y dispépsicos, presentando
también, como consecuencia, no del mal sino del régimen alimenticio, al-
buminuria y bronquitis.
Son buenos alimentos para el tuberculoso: los hucYoe en cantidad mode-
rada, la leche, pero sin llegar i los dos litros diarios, y la carne cruda,
pero sólo en sustitución de la cocida. — (Lyon medical). — R. dbl Vállb.
Deeinfeecián de las manos. — El Dr. Schumburg deduce de sus experi-
mentos, que la práctica antigua de lavarse' las manos con agua y jabón, es
más perjudicial que útil, porque en muchos casos hay más bacterias en las
manos después del lavatorio que antes, i causa de ser atraídas clesde las
criptas glandulares á la superficie. El lavatorio con sublimado que acos-
tumbra á haperse después, sólo sirve para poner áspera la piel. Lavando
las manos durante minuto y medio ó dos minutos con alcohol rectificado,
quedan libres casi completamente de bacterias. El éter empleado de igual
matiera no es tan eficaz. La mezcla de dos partes de alcohol por una de éter
es más eficaz que el alcohol ó el éter solos; su acción mejora afiadiendo á
esta mezcla el Vt por 100 de HNO. Para la limpieza son preferibles las to-
rundas de algodón á los cepillos. El uso de un antiséptico después del la-
vatorio es poco eficaz, pero la disolución de peróxido de hidrógeno al 5 por
100 disminuye en ciertos casos el número de bacterias. Los experimentos
practicados con la tintura de jabón verde prueban que elimina el 90 por
100 de las bacterias, pero Schumburg cree que este efecto es debido al al-
cohol más que al jabón.
(The Therapeutic Oazette, 15 junio 1906).— F. Tolbdo.
Tratamiento médico do la estreohei diftérica de la laringe. — una parte de
los casos de estrechez laríngea que se observan en la difteria es debido, no
á las falsas membranas, sino á la tumefacción edematosa de la mucosa.
G a ando se emplea el suero antidiftérico pronto y á dosis suficiente, se
puede confiar en que se llegará á vencer el obstáculo respiratorio en las
veinticuatro horas siguientes. Con tal objeto, recomienda el Dr. Hecht
practicar varias veces al día pulverizaciones laríngeas con el pulverizador
de vapor, y si es preciso con una disolución de cocaína y adrenalina, y para
calmar la disnea el opio al interior. De este modo se puede evitar la trá*
queotomía, que tiene, entre otros inconvenientes, el de que suprime la res-
piración nasal. Esta supresión á su vez favorece la implantación y desarro*
lio de estreptococos, pneumococos y de otros microbios en la mucosa respi-^
ratona, infecciones mixtas que pueden acabar con un organismo, ya sin
necesidad de esto, bastante debilitado.
{Therapeutiscke Monatehefte).^^, del Valls.
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
LA ANESTESIA aOROFÓRMIGA T LAS CARDIOPATÍAS
f
»0B n DOCTOR
D. RICARDO GONZALO MARTÍNEZ
Médico segando dol Cuerpo d« Sanidad mlliUr.
Es creencia común y quizá demasiado vulgarizada entre algunos
médicos, la de que la anestesia clorofórmica'se halla contraindica-
da en todo cardiaco; creencia indudablemente fundamentada, y no
sin razón, en los accidentes que de vez en cuando se observan con
el cloroformo en enfermos cardíacos, y- á veces en otros, que sin
apariencias de ello, lo son igualmente,
Pero estudiando detenidamente el gran grupo de las cardiopatfas,
se ve desde luego que no todas ellas ofrecen idénticos peligros á la
anestesia, y que precisamente aquellas que lo ofrecen en más alto
grado, son las de más difícil diagnóstico; razón esta última que tal
vez explique el por qué de muchos accidentes cloroformices y aun
el de algunas muertes.
Bajo el punto de vista del objeto que yo me propongo en este es-
tudio, podríamos dividir en general las cardiopatías todas en lesio-
nes de pericardio, miocardio y endocardio, y podría también decir-
se de un modo general, que las miocardíticas precisamente eran
aquellas de más difícil diagnóstico y de mayores peligros para la
cloroformización.
Rara vez la pericarditis ha sido causa de accidentes cloroformi-
ces; si es seca, porque entraña escasa dificultad á las contracciones
cardíacas, y si con derrame, porque éste se diagnostica pronto y
bien y en tal caso no se anestesia al enfermo. Únicamente en aque-
llos casos en que la pericarditis, por ser de larga fecha ó haber pa-
Affo XXX. - Tomo LXXII. - Núm. 944. - 28 Agosto, ISX». 29
282
Bado desapercibida en el curso de una enfermedad infecciosa agu-
da, se ha propagado á la ñbra muscular, y este comienzo ya de
miocarditis, podríamos decir latente, pudo producir algún acciden-
te cloroíórmico, rara vez mortal.
Algo parecido le ocurre al endocardio, pero con la diferencia que
éste puede propagar su lesión directa, aunque difícilmente, al mio-
cardio, como lo hacía el pericardio, pero con más facilidad y por su
especial disposición á las válvulas cardíacas.
Ahora bien, ¿la lesión valvular por sí sola constituye contrain-
dicacióoTclorofórmica? Indudablemente no; pues si el miocardio es
fuerte y potente, si la contracción muscular es enérgica y vigorosa,
si existe suficiente miocardio^ es decir, si la lesión está bien compen-
sada, él vencerá los cambios de presión circulatoria que existen en
los diferentes períodos de la anestesia; pero en el caso contrario, el
sincope primitivo ó tardío será la consecuencia.
Por lo tanto, sólo en lin período de la enfermedad valvular es
cuando estará contraindicada la anestesia y es en el llamado mró-
valoular; es decir, aqAiel en el cual las cosas han llegado á tal pun-
to, que el mismo enfermo se diagnostica y ningún médico segura-
mente anestesia; pues en aquel otro en que sólo exista la lesión val-
vular más ó menos extensa, pero aun con robusto miocardio y sa-
nas arterias, muchas veces hasta pasa desapercibida la lesión para
muchos cirujanos poco avezados á la auscultación, y la anestesia
se realiza sin peligro ninguno.
Vemos, pues, que tanto las lesiones pericardíticas, como las en*
docardíticas y valvulares, sólo constituyen en general verdadera y
formal contraindicación para la anestesia, cuando su lesión, pro-
pagada á miocardio en las endo y pericarditis, ó insuficiente éste y
dilatado, por exceso de presión, en las valvulares, llega á consti-
tuir un punto de menor resistencia, que muestra su flojedad, cuan-
do se le somete á prueba con las variaciones de presión sanguínea
ó exceso de estímulo nervioso, en la anestesia.
Y de intento dejé para el flnal el estudio de las contraindicaciones
en las miocarditis, por ser las más frecuentes como dije antes, las
más importantes, las de más difícil diagnóstico en algunas de sus
formas y las que podríamos decir, que en sí, resumen las contrain-
dicaciones todas de la anestesia.
Ya señalé más arriba algunas de las formas de insuficiencia de
miocardio de fácil diagnóstico, como la propagada de peri ó endo-
cardio, la insuficiencia miocardftica de final de lesión valvular, et-
283
cétera, todas ellas de grosero y í&cil diagnóstico. Pero existen otra
porción de ellas, de causa y mecanismo genético distinto, que por
«er así, y por no ir acompañadas de lesiones extraaas á miocardio
como aquéllas, sólo dan síntomas de ñbra muscular cardíaca, y
t^omo es natural, funcionales de circulación ; á más de otros, enla-
zados coi^ la causa de la lesión, en diferentes órganos; razón por
la cual son de difícil diagnóstico á la par que de extraordinaria
gravedad para la anestesia. Y se comprende que así sea, pues sien-
-do toda la lesión de ñbra muscular cardiaca y la miocarditis el prin-
cipal peligro de la anestesia, sólo ella será la que responda con la
-alteración de su función, y en ella es donde más Ajaremos la aten-
ción, pues que ella será la que n;iayores sorpresas nos producirá,
cuando sin aparente lesión cardíaca, la anestesia, no obstante, nos
produzca muertes, para algunos cirujanos incomprensibles é inex-
plicables por la falta de una detenida y anterior exploración car-
díaca y el ir acompañadas de síntomas que enmascaran U causa
verdadera de la muerte.
En efecto, las enfermedades infecciosas todas, obrando principal-
mente sobre miocardio, las intoxicaciones y auto-intoxicaciones de
clase distinta, haciéndolo igualmente sobre mió y endocardio; y
unas y otras, en especial las últimas, envejeciendo vasos y esclero-
sando órganos, son causas que siempre debemos investigar y pesar
su valor, entre los antecedentes de todo enfermo, pero más particu-
larmente de aquellos cardíacos que tratamos de explorar para la
anestesia.
Podríamos decir, en términos generales, que de dichos dos gran-
eles grupos etiológi'cos de angiocardiopatiaa, cada uno de ellos ofre-
ce especial importancia en las dos formas principales de miocardi-
tis, y asi vemos, que la miocarditis aguda se manifiesta en el curso
de las enfermedades infecciosas (en algunas de ellas con predilec-
ción, como la tifoidea, por ejemplo) y rara vez ó nunca durante ella
se ocurre anadie anestesiar, y la miocarditis crónica, la más intere-
sante á nuestro objeto, es lesión de sorda evolución, como correspon*
de á su etiología de intoxicaciones crónicas y auto-intoxicaciones
repetidas, extrasomáticas, rara vez microbianas, antiguas miocar-
ditis agudas y lesiones valvulares (alcoholismo, tabaco, plomo, siñ-
Hs, etc., y sus consecuencias arterio-esclerosiM), así como también á
su especial manera de desenvolverse por sucesivas aunque obscu-
ras etapas, si un accidente (angina de pecho, rotura arterial, et-
cétera), no interrumpe su marcha.
284
Es, por tanto, la miocarditis crónica en cualquiera de sus perfo»
dos, la principal causa de accidentes desgraciados é imprevistos eo
la anestesia, y estudiando, como lo vamos haciendo, su etiología, nos
convenceremos de la lamentable frecuencia con que la muerte en
ciertas anestesias se atribuye á procesos que enmascaran la causa
verdadera; como estudiando luego su sintomatología nos convence*
remos de las dificultades que encierra su diagnóstico para los no
acostumbrados á esta clase de minuciosas exploraciones cardíacas»
no por minuciosa^ desprovistas de una grandísima importancia en
toda clase de cardiopatlas.
En efecto, rara vez el conjunto de todas aquellas intoxicaciones
é infecciones que antes marcábamos (sífilis, alcohol, tabaco, infec-
ciones anteriores, etc.)» lesionan directamente y por sí mismas la
fibra muscular cardíaca y su tejido intersticial, como no lesionan
tampoco de este modo la de otros músculos; sino que, como es bien
sabido, todos ellos son venenos que por uno ú otro mecanismo de
los admitidos (1), llegan á lesionar hondamente las paredes vascu»
lares, originando el proceso general de arterio-esclerosis, regiona-
lúado luego por la función especial de cada órgano; siendo, por
tanto, la enfermedad del órgano, en la mayoría de las ocasiones,
consecuencia de la de sus vasos. Es asimismo bien sabido el por
qué á proceso tan generalizado como el arterio -escleroso, corres-
ponde un cuadro morboso á veces tan localizado como la hemorra-
gia cerebral, la angina de pechó, la cirrosis hepática, la miocardi-
• tis crónica, la parálisis general, etc., etc.; paradoja explicable por
el examen minucioso de los motivos que hubo en cada caso, para
que un órgano manifieste su lesión antes ó á la vez que otros, cuya
causa de enfermedad es la misma. Por eso, cuando en el curso, al
fina) ó después de una anestesia clorofórmica en un enfermo arterio-
escloroso, éste muere, el cirujano suele atribuir la muerte á los sín-
tomas más ostensibles que manifiesta el primer órgano, á veces va-
rios á un mismo tiempo, cuando la mayoría de las ocasiones no son
sino las hondas y silenciosas lesiones de una esclerosis miocarditis
ca tas verdaderas causantes de la muerte ; pero claro está, como no
es sólo el miocardio el lesionado en sus vasos, sino que esclerosadas
están las arterias del riñon, hígado, cerebro, etc., y por tanto en
ellas también se dejan sentir los efectos de la anestesia, la anuria,
la intoxicación hepática, las congestiones y hemorragias cerebra-
(1) VéaDse laí io^epioflas teorías expuestas en los tratados de Medicina,
para explicar el proceso f^eneral arterio-esoleroso.
285
les^ el delíríum tremeas, etc.^son episodios que estallan á un mismo
tiempo que la miocarditis y tapan y enmascaran la causa más gra-
ye, y la mayoría de las veces, aunque no todsts, la ilnica que origi-
na la muerte en tales casos, porque es innegable que en semejantes
momentos, los bulliciosos y alarmantes síntomas de un delirium
tremens, por ejemplo, llaman aesde luego mucho más la atención
que los graves, solapados y silenciosos de una miocarditis esclero-
sa, y es indudable que ambas lesiones juntas en un mismo enfer-
mo, como no es infrecuente, porque poseen igual etiología, sea esta
última y no aquélla la causante de la muerte, y por tanto, la que
más debe llamar la atención del cirujano para atenderla, á pesar
<le sus escasas ó nulas manifestaciones exteriores.
Ahora bien; si en lo etiológico nos hemos convencido de la facili-
dad con que en las anestesias, procesos más leves, aunque de sínto-
mas más exagerados y ostensibles, ocultan los más graves y de sin-
iomatología menos aparatosa; creo que en lo sintomatológico ha-
bremos de convencernos también de las dificultades que entraña el
diagnóstico de estos últimos, para precaver sus desastres con opor-
tunidad, ya que una vez producidos son tan difíciles de combatir.
Fiel á la etiología y patogenia que se asigna á esta clase de proce-
sos, la sintomatología de la miocarditis crónica se amolda de ma-
nera admirable á ellas; y asi como lesión de vasos primero, de ór-
gano después y parenquimatosos al final, son las etapas y evolución
general del proceso arterio-eseleroso; de la misma manera el cora-
zón, dentro de su especial manera de padecer, en la miocarditis cró-
nica se amolda al plan general y la sintomatología de la arterio*es-
clerosis generalizada es su preludio, la de sus propios vasos después
( coronaritis) y la de su parénquima al final, con la propia, claro
está, de su especial anatomía ( trastornos valvulares).
Por eso señálanse en Patología y se ven en la clínica con atento
examen tres grandes períodos en la miocarditis crónica: arterial^
cardio-arierial y valvular] cada uno de los cuales posee sintomato-
logía propia, clara y precisa, y gravedad distinta para las anes-
tesias.
Se haría labor demasiado extensa á mi objeto, si de una manera
detfillada y minuciosa fuese exponiendo los múltiples y preciosos
síntomas de la miocarditis crónica en sus distintos períodos, por
otra parte de todos conocidos; por eso sólo haré mención de un
modo general de los más interesantes, haciendo notar y demostran-
do los peligros que la enestesia entraña en cada uno de ellos.
286
La miocarditis crónica, mejor llamada esclerosis del miocardio 6
cardio-esclerosis, localización regional en la mayoría de los casoa
del proceso general de esclerosis vascular, no puede ofrecer en su
primer periodo, cuando es de tal origen, más sintomatologia que la
del aparato vascular dominando sobre la suya propia, excepto á la
que á sus propios vasos se reñere ; por esta razón se le denomina pe-
ríodo arterial. En él hállase ya constituido el proceso general angio-
escleroso, quizá habiendo ya lesionado órganos tan nobles como e\
cerebro ú otrps de no menor importancia, constituyendo las formas
asociadas de miocarditis crónica (cardiocerebral,*cardiorrenal, car-
diohepática, etc.) y la sintomatologia vascular con aún escasa par-
ticipación cardiaca, á lo sumo con antecedentes que puedan hacer-
nos sospechar que en el corazón se va á localizar lo escleroso, es lo
que constituye el cuadro clínico de este primer período. Por todas
estas razones, su sintomatologia, como es bien sabido, la constitu-
yen por parte del aparato vascular la hipertensión arterial con to-
das sus consecuencias y fenómenos arteriales y orgánicos perfecta-
mente lógicos, que se convierten en preciosos síntomas; razón por
la cual, el pulso es duro, tenso, concentrado y á veces pequeño, ca-
racteres que retrata con maravillosa precisión el trazado esñgmo*
graneo; la orina aumenta en cantidad, hay disnea de esfuerzo, ten-
dencia á las congestiones viscerales y hemorragias mucosas (epix-
tasis, hemoptisis ligeras, etc.)» algideces locales, cefalalgias, vérti*
gos, etc., etc., y por parte del órfi^ano cardíaco pequeñas modifica-
ciones de auscultación^ que si por si solas nada dirían, unidas á todo
lo anterior que, como dije, es lo dominante en este período y con-
secuencia natural de la hipertensión arterial, vienen como á
anunciarnos el comienzo del proceso miocardítico. Nótase, en efec-
to, por los avezados á la auscultación, no ruidos anormales, pero si
modificaciones de las condiciones sonoras normales de los tonos
cardíacos, el primero de los cuales es más prolongado y fuerte, á ve*
ees con tendencia al desdoblamiento; siendo el segundo brusco,,
fuerte, más acentuado y de mayor intensidad; más corto el peque-
ño silencio y de más larga duración el mayor, y vigoroso el choque
de la punta en la pared costal.
En este periodo hállase ya contraindicada la anestesia de una
manera formal, pues que los cambios bruscos de presión á que la
sangre se halla sometida en sus distintos períodos, en este estado ya
hipertensivo suelen ser causa de sincopes clorofórmicos, primitivos
ó tardíos ; á más de que con certeza no podemos saber el grado ín-
287
tensivo de lesión miocardítica que pueda existir, causa verdadera
del síncope cardíaco.
Es este el periodo que más sorpresas acarrea á los cirujanos y el
de consecuencias más funestas, pues siendo, como se ve, el de sin-
tomatologia más difusa, por decirlo así, es el de más difícil diagnós-
tico y aquel en el cual, bajo las apariencias de una integridad car-
diaca casi perfecta, existe una lesión arterial, quizá profunda, cau-
sante de la muerte en la mayoría de los casos, por el sencillo mecat
nismo que voy á exponer y de todos perfectamente conocido.
En este primer periodo arterial de la miocarditis crónica, es decir,
en este momento de la evolución general del proceso miocarditico,
en el cual, aunque quizá sin lesión verdadera de miocardio, los va-
sos que le riegan se hallan ya'lesionados hondamente, prodúcese en
el corazón, como no podía menos de suceder lo que vemos ocurre en
todos los demás órganos cuando el proceso general arterio-escleroso
va lesionando las arterias especiales de cada uno de ellos; la endo-
arteritis generalizada, primera etapa lesional del proceso arterio-
escleroso, disminuye notablemente la luz vascular, y por consecuen-
cia, el riego sanguíneo del órgano que nutren ; escasez de riego san-
guíneo que no puede menos de traducirse, por una disminución en
la actividad funcional del órgano, y de aquí las primeras manifes-
taciones de la lesión esclerosa de sus vasos, con las tan conocidas
insuficiencias funcionales renal, hepática, cerebral, cardiaca^ etc. ;
trastornos ligeros, pasajeros, fugaces, al parecer sin importancia,
como corresponde al mecanismo que los produce, pero lo suficiente
demostrativos para el clínico experto.
Ahora bien, si un órgano insuficientemente regado, por lesión de
^sus vasos, muestra su insuficiencia funcional, ¿no ha de mostrarla
doblemente y con más riesgo de la función que desempeña, cuando
el organismo ó nosotros le exigimos doble cantidad de actividad^
Indudablemente sí; y si la naturaleza de la función que desempeña
no es cual la del hígado ó el riñon, sin cuya función puede vivirse
algún tiempo, aunque poco, sino como la del corazón, indispensable
á la vida en todos los momentos, comprenderemos claramente el
por qué de los accidentes, á veces de la muerte misma, en los en-
fermos anestesiados en su primer período de miocarditis crónica
(coronaritis) y el por qué estar formalmente contraindicada la
anestesia en dicho periodo.
Tal explicación, como se ve, no es sino la misma que Potain daba
para explicarlas meiopragias orgánicas; los órganos lesionados en
sus vasos, son órganos ipeioprágieos, cojos en su función, que mues-
tran su cojera funcional cuando el propio organismo ó artiñcial-
mente nosotros, se le exige mayor función que la ordinaria.
Nada vale, pues, en este periodo, como quieren algunos cirujanos,
que la anestesia se haga con precauciones exquisitas y exigua can-
tidad de cloroformo, pues los más exquisitos cuidados no pueden
evitar el sincope cardiaco tardío, como tampoco es posible, en la ma-
yoría de los casos, el empleo de pequeñas cantidades de cloroformo,
por tratarse las más de Sas veces de sujetos alcohólicos.
Y si así es para el primer periodo, itendré necesidad de demostrar
que doblemente está contraindicada la anestesia en el segundo? La
ligera exposición del cuadro clínico lo hará notar mejor que nada.
Ya en él la lesión de miocardio es honda y se traduce por nuevos fe-
nómenos; el choque precordial violento, y aun fuerte, hace contras-
te con el pulso, ya débil y pequeño; hállase descendida y desviada
la punta cardíaca hacia abajo y afuera, y ambas zonas de macidez
son más extensas, consecuencia todo de su hipertrofia; la lesión de
la ñbra muscular cardiaca hace igualmente al pulso irregular, de-
sigual é intermitente; la taquicardia ó labrsulicardia, el pulso bigé-
mino ó trigémino, etc., etc., son síntomas todos de este período, que
se refuerzan y complementan con los más preciosos que la auscul-
tación descubre y no menciono por ser sobradamente conocidos.
Es este periodo el más rico en terribles y mortales novedades, pues
el edema agudo del pulmón, la rotura arterial, el agudo dolor pre-
cordial, cuyo grado máximo se ve en la terrible angina de pe-
cho, etc., son accidentes mortales que si en cualquier momento pue-
den ocurrir en un enfermo vascular, se ofrecen sobre todo en este de
la miocarditis crónica, pero con más motivo cuando por cualquier
medio exijamos al corazón lesionado mayor trabajo que el que pue-
da producir.
Y por último, en vano intentaría demostrar las contraindicaciones
de la anestesia en el último periodo de la miocarditis crónica; pues
las lesiones valvulares ya establecidas por mecanismos y evolución
genera] tan distinta á las lesiones valvulares endocardíticas y de
todos perfectamente conocidas, es cuadro clínico final miovalvular,
de la mayoría de las cardiopatlas, en el cual, como dije al princi-
pio, el mismo enfermo se diagnostica y á ningún médico seguramen-
te se le ocurre anestesiar.
289
NOTAS CLÍNICAS
I. Tratamiento de las qnemadorae oon el agua oxigenada.— IJ. ün caso
de polmonia.— IIl. Oomplioación rara del sarampión.
Nuestro estimado suscriptor, D. Orencio Pellicer, médico titular
de la Muela (Zaragoza), nos da cuenta del caso siguiente :
Un sujeto de veinticuatro años se cayó & una caldera de agua hir-
viendo, y & consecuencia de este accidente, sufrió una quemadura
de todo el miembro inferior izquierdo, quemadura que se agravó
por haberle quitado sin precaución la ropa interior y el peal, antes
de haberse presentado nuestro compañero.
Por razón de la mucha distancia á la farmacia más próxima, se
decidió & curar la quemadura con vaselina fenicada, que pudo pre-
parar en el acto, y al quitar al df a siguiente la cura se apreció el
levantamiento de la epidermis y la formación de flictenas que abrió,
desprendiendo dicha epidermis y dejando al descubierto el dermis,
á fin de favorecer la mejor limpieza de la herida, aun á trueque de
aumentar ios dolores. Mas lejos de suceder esto último, los dolores
fueron menos intensos que el día anterior, siendo de advertir que
además de la vaselina fenicada, se hacía la cura con gasayodofór-
mica, algodón hidrófilo y vendas de gasa.
Al día siguiente toda la superficie quemada estaba cubierta de
pus, y entonces, para facilitar la cicatrización, acudió el Dr. Pelli-
cer al agua oxigenada, que le había prestado tan buenos servicios
en una herida por arma de fuego, que consiguió su curación en ocho
días, gracias á dicho tratamiento.
Después de limpiar la superficie quemada con una disolución de
sublimado al 1 por 1.000, la lavó con agua oxigenada, que produjo
por de pronto un grandísimo escozor, pero en cambio se logró con
ella que no volviera á aparecer más el pus, iniciándose á los dos
días la cicatrización y curándose la herida á los viente, sin ningún
impedimento funcional, retracción ni más deformidad que las se-
ñales características de estas quemaduras, que en este caso no han
sido muy ostensibles.
El Dr. Pellicer no pretende sobreponer el uso del agua oxigena-
290
da al de otros medicamentos que también se. han aconsejado en los
casos de quemaduras. Su único objeto es dar á conocer la utilidad
que le ha reportado en un caso, y animar á los compañeros á que lo
ensayen cuando tengan ocasión, á ñn de ver si se confirman sus
buenos resultados.
n
Nuestro estimado suscriptor, D. Daniel Durango, nos da cuenta
del caso siguiente :
Un labrador de buena salud habitual y sin antecedentes de im-
portancia, excepto el del sarampión, que padeció á los seis años»
quedó de resultas de dicha infección, muy propenso á catarros
bronquiales. A los dieciseis años tuvo una pulmonía, y desde enton-
ces le ha repetido esta afección casi todos los años por febrero. Bn
el mismo mes de este año, nueva invasión que se localizó como casi
todas las anteriores, en el lado derecho. Todos los síntomas eran
realmente de tal enfermedad: el calofrío, el encendimiento del ros-
tro, la tos frecuente, que expulsaba esputos poco abundantes, no
muy aireados, densos y pegajosos, la gran frecuencia de respiración
y de pulso, el dolor de costado muy intenso, sobre todo en la tetilla
derecha, y la ñebre, bastaban para establecer el diagnóstícp. Pero
además, estaban un poco elevados los espacios intercostales respec»
tivos, aumentadas en la misma zona las vibraciones torácicas y la
percusión que, lo mismo que la palpación, era dolorosa, daba un so-
nido macizo desde el tercer espacio intercostal derecho por delante,
y desdala «spina del omoplato por detrás. Auscultación : soplo y tos
tubarios, carencia de murmullo vesicular y broncofonía. Cefalalgia
intensísima y quebrantamiento general; estado nauseoso y peso en
el estómago.
Diagnosticada una pulmonía, pues la falta de expectoración he-
rrumbrosa y de estertores crepitantes, no eran datos suficientes
para desechar tal idea, dispuso el Sr. Durango, en vista de las cir-
cunstancias del caso, una sangría de unos 200 gramos, el tártaro
emético y papel sinapizado en el sitio del dolor, hasta producir ve-
xicación. Al día siguiente todo el conjunto de síntomas había dis-
minuido notablemente, incluso los signos físicos. Se cambió el emé-
tico, á causa de las grandes náuseas que producía, por la heroína y
una poción cordial, y por la tarde ya no pasaba la temperatura
de 37«,5.
Al día siguiente todo había vuelto á la normalidad, excepto una
291
tos que ya tenia el enfermo antes^ como consecuencia de un catarro
bronquial crónico.
¿Se ha tratado de una neumonía abortada al segundo día? Nues-
tro compañero, que sólo lleva diez meses de práctica, no se atreve &
contestar & tal pregunta, y se limita á publicar el caso|porque lo
cree merecedor de ello.
III
Nuestro estimado suscriptor, D. Ángel Novalbos y Cofrade, mé-
dico titular de Beas (Huelva), nos reñere el siguiente caso :
Una niña de tres años y medio presenta los síntomas de una
amigdalitis aguda catarral, que es tratada localmente con toques
de resorcina y glicerina, y al interior con antipirina. Propuesta y
no aceptada la incisión de las amígdalas, el 28 de enero de 1906, &
los dos ó tres días de iniciada la afección, apareció el 29 un exan-
tema morbiloso en la cara, que al día siguiente invadió algo pier-
nas y muslos, pero no el cuello ni el pecho. Con una aplicación de
sinapismos á las piernas, se hizo bien maniñesta la erupción en és-
tas, en los muslos y en la espalda.
La temperatura oscilaba entre 38 y 39^ y con un baño que se di6
el día 30 á 25® centígrados, de diez minutos de duración y rebajan-
do á 20^ tres minutos, se sostuvo la temperatura & 38® y la noche
fué tranquila. Al día siguiente fiebre de 39® ,2, y se inicia la desca-
mación furfurácea, prescribiéndose la euquinina porque la familia
no quiere más baños.
La angina decrece en intensidad, manifestándose entonces una
estomatitis úlceromembranosa, que se extiende á las amígdalas y
que se trata con un colutorio boratado. La fiebre se mantiene unos
cuatro ó cinco días entre 38®,5 y 39® ,3, y se rebaja con dos baños
diarios. Iniciada una tumefacción difusa detrás de la rama del ma-
xilar inferior, se trató con sanguijuelas, con lo cual desaparece en
el lado izquierdo, pero no en el derecho, al que se aplican cataplas-
mas de harina de linaza laudanizadas.
Llamado en consulta un compañero, se convino en el diagnóstico
de amigdalitis flegmonosa consecutiva al sarampión, y en insistir
en la euquinina y los baños. Propuestas por el nuevo compañero las
inyecciones de suero antidiftérico, por si acaso inñuyera en el pro-
ceso el bacilo de Lófler, se emplearon, sin que*á pesar de ello baja-
ra la fiebre de 39 á 40®.
Llamado entonces un tercer colega el 13 de febrero, procedió por
292
«u propio criterio á hacer una incisióa por debajo y detrás del án-
gulo de la mandíbula, dando salida á un líquido siruposo; cura seca
jodofórmica y desagüe con tubo de cristal. Como la fiebre no baja-
ra con esta operación, dispuso dicho Profesor llevar la enferma á
su clínica; pero la fiebre continuó siendo alta y la niña se murió el
día IG, habiendo diagnosticado este compañero la enfermedad de
pulmonía pasada.
El autor de esta historia cree : que si se hubiera practicado la in-
•cisíón de las amígdalas cuando él la propuso, tal vez se hubiese cu-
rado la angina, y que debió de haberse insistido en la quinina y en
los baños fríos; en cambio opina que la operación últimamente
practicada, no tenía razón de ser, dado lo difuso de la tumefacción
ret rom axilar.
Termina el Sr. Novalbos haciendo consideraciones de carácter
profesional, que ya se le habrán ocurrido tambión al lector de esta
historia.
bibliografía
DON JERÓNIMO PÉREZ ORTIZ
Méd'eo d«t CiMrpo da Suidad mlUtar.
I. El moEOBio di la bípilib. Oonferenoía dada por el Sr. D. José Diaz y
Triana en el Hospital Provincial, el dia 29 de marco de 1906.
II. OOITBIBUCIÓS AL B8TUDIO Ü'K LA ASATOmIa Ji^ L08 ARCOS PAL1CABB8, pOr
D. Antonio Lecha-Marzo. Valladolid, 1906(25 páginas con grabados).
III. CbItICA BAZOVADA DB lab causas DB las rlSTULAS UBOOBBITALBS !>% OEl-
GBB OBSTÉTBico. Memoria premiada por la Sociedad Ginecológica Ea-
paftola, por el Dr. Julio Larrú.
Una de las cuestiones más debatidas en la actualidad, es la del
microbio de la siñlis, el agente etiológico de esta enfermedad que
viene siendo el azote de{ muchas generaciones, á ¡contar desde su
aparición en Europa en el siglo xv; parece que llega el término de
su conocimiento al descubrirse el microbio característico de este
proceso infeccioso, como ha sucedido con los de la tuberculosis, la
erisipela y el tétanos, gracias á los diferentes trabajos llevados á
cabo sobre los pretendidos bacilos del mal de Venus.
293
En la conferencia dada en el Hospital Provincial, por el alumno
interno del Hospital de la Princesa, D. Juan Díaz Triana, este estu-
dioso joven ha hecho la historia del descubrimiento del Spiroeaeia
plida y sus métodos de cultivo, sentando por conclusión á su tra-
bajo, que la sífilis puede considerarse como una espirilosis cróni-
ca dependiente de este microorganismo.
Es digno de alabanza el trabajo del Sr. Triana, pues indica labo-
riosidad y afición al estudio de una especialidad que, como la bac-
teriología, es hoy la ciencia que más ha contribuido al progreso de
la medicina y cirugía contemporánea.
n
Son pocos los que en España se dedican á los estudios prácticos
de investigación anatómica, así que, cuando aparece un trabajo de
esta índole, hay que felicitar al autor. El principal objetivo del se-
ñor Lecha, es exponer las teorías emitidas por los antiguos y mo-
dernos anatómicos, como Fort y Testut, acerca de la formación de
los arcos palmares.
Creen estos autores que en su constitución toman igual parte la
cubital y la radiopaimar; otros, como Farabeuf, Dujarier y Poirier,
niegan hasta cierto punto la intervención de la radiopaimar y de la
cúbitopalmar. El Sr. Lecha se extiende en consideraciones sobre
estas dos distintas opiniones, exponiendo las experiencias persona-
les en comprobación de una y otra.
Lástima que á lo bien hecho del trabajo no corresponda la parte
material del libro, defecto de la mayoría de nuestras publicaciones,
cuando, como la del Sr. Lecha, exigen que vayan acompañados de
ilustraciones
III
El premio otorgado por la Sociedad Ginecológica Española al doc*
tor Larrú es bien merecido, pues hasta la fecha no se ha publicado
sobre este asunto un trabajo tan completo como el del reputado to-
cólogo de la Beneficencia municipal. El autor, al discutir la produc-
ción de las fístulas urogenitales, demuestra con la claridad necesa-
ria y la precisión que el asunto requiere, que la distocia puede ser
por sí sola causa de estas fístulas en partos espontáneos ajenos en
absoluto á toda violencia, como asimismo que toda intervención
obstétrica sin las condiciones que exige puede determinar destrozos
294
que ocasionan tal lesión^ y por consiguiente, si la responsabilidad
de su producción corresponde al acto operatorio ó á la distocia. Este
problema, de sumo interés y que no ha merecido la atención suficien-
te de los tratadistas, el Dr. Larrú que procura resolverlo, consi-
guiendo argumentos de gran valor sobre la evolución genética de
la lesión, la acción técnica, las estadísticas de lo que á cada uno de
estos factores corresponde, dando á la distocia lo que la distocia es y
4 la intervención lo que d ésta le corresponde.
Tal es el plan de la obra, labor extensísima que le habrá costado
al autor mucho trabajo y mucho tiempo de estudios previos, para
poder confeccionar un libro tan nutrido en conocimientos especia-
les eñ esta materia. Basta leer las notas bibliográficas para com-
prender la verdad de lo que decimos.
Felicitamos al Dr. Larrú por su hermoso trabajo, y á la Sociedad
Ginecológica por la justicia con que ha procedido otorgándole tan
señalado merecimiento.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
REAL ACADEMIA. DE MEDICINA DE MADRID
Suián dd dia 80 de Junio dé Í906.
Supuesta ineompatibílidad do fot calomolanot. — El Dr. Puerta : Hago oso
de la palabra para dar caenta á la Academia de ios experimentos que he
hecho con motiyo de la comanicación del 'Dr. Oarracido acerca de la in-
compatibilidad de ios calomelanos. Debo adyertir qae en loe memorables
trabajos de 'Mialhe> practicados hace más de sesenta afios, y recordados
aqni con gran oportunidad por el Dr. Iglesias, lo que empleó dicho experi*
mentador no faé clorare de sodio solo, sino una mezcla de partes igaales
de dicha sal y de cloruro amónico, que, como diré después, actúa con más
energía y transforma mayor cantidad de sal mercuriosa en mercúrica.
£1 primer experimento que he hecho ha sido como sigue : un gramo de
cloruro mercurioso (calomelanos perfectamente layados), le puse en con-
tacto con nn gramo de cloruro de sodio puro y 80 gramos de agua destila-
da, agitándola mésela; al dia siguiente el líquido filtrado dio con algunas
gotas de amoniaco una ligera nebulosidad, casi imperceptible, y con el hi-
drógeno sulfurado dio también reacción casi imperceptible.
En yista de este resultado, a&adi á la mezcla un gramo más de cloruro
295
de sodio, y en otro ensayo dos gramos, con objeto de yer si la mayor masa
de esta sal formaba más cantidad de cloruro mercúrico, y, ¿n efecto, los
reactivos dieron señales de algo más cantidad, dependiendo, por tanto, la
transformación de la sal mercariosa en mercúrica de U mayor proporción
de cloruro de sodio, hecho qae ya fué observado por Mialhe.
Pero como la cantidad de sal mercúrica resultaba tan mínima, hice otro
experimento, para ver si la temperatura aumenta la velocidad de la
reacción, calentando una porción de la misma mezcla, que me había servi-
do anteriormente, hasta unos 90^, y al enfriarse el líquido y depositarse el
cloruro mercurioso ya noté, por el ligero color gris, que se había reducido
algo el mercurio, señal evidente de la transformación de parte de la sal
mercuriosa en mercúrica. El líquido filtrado después de frío dio con el amo-
niaco opalinidad perceptible de cloro- amiduro de mercurio, y con el hidró-
geno sulfurado la reacción tan característica de precipitado blanco prime*
ro, amarillo rojizo después y, por fin, negro de sulfuro mercúrico. De aquí
resulta que*en el organismo humano, cuya temperatura (S7<*) es mayor que
á la que yo operaba (la del laboratorio 20°), puede formarse algo más de do*
mro mercúrico que la obtenida en frío, que, como he dicho antes, resultó
casi insignificante.
Otra enseñanza se deduce, de gran interés, en la administración de loe
calomelanos, y es que éstos no deben mezclarse con líquidos calientes y sa-
lados, por ejemplo, con un caldo que, por lo general, está muy caliente y
contiene sal común, resultando en estas circunstancia incompatibilidad
clara y manifiesta entre dicho medicamento y el cloruro de sodio.
Por fin, hice el experimento siguiente : en un tubo de ensayo puse una
corta cantidad de calomelanos con solución de cloruro amónico, agitando la
mezcla durante algunos minutos, y filtrado el líquido, dio las reacciones
propias de la sal mercúrica formada. Resulta de esto que el cloruro de
sodio, el ton mercurioso en ion mercúrico, y así me explico que Mialhe ob-
tuviera & miligramos de cloruro mercúrico de 60 centigramos do calomela-
nos, puestos en contacto con 60 centigramos de sal común y otroA 60 de sal
amoniaco, disueltos en 10 gramos de agua, durante veinticuatro horas, á la
temperatura de 20 á 25 grados; y también me explico el caso, citado por el
mismo Mialhe, de un envenenamiento ocurrido en Alemania á consecuen-
cia de haber administrado calomelanos asociados á la sal amoníaco.
La causa de la mayor acción del cloruro amónico que la del cloruro de
sodio la encuentro en que esta última sal, al disolverse en agua, solamente
se ioniza, y el cloruro amónico se hidrolíza, separándose cierta cantidad de
amoníaco y de ácido clorhídrico, y en estas circunstancias se transforma
más fácilmente la sal mercuriosa en mercúrica.
Voy á ocuparme ahora de la insolubilidad en agua del cloruro mercurio-
so ó calomelanos, admitida generalmente, á pesar de que se disuelven algo,
como otros cuerpos tenidos por insolubles. Llama la atención en las obras
muy modernas de Química, una tabla con el epígrafe de «Solubilidad
de los cuerpos insolubles», que á primera vista parece una paradoja, en
cuya tabla figura el cloruro mercurioso con una solubilidad de 8'1 miligra-
mos en litro de agua, algo más que el cloruro de plata y el sulfato de bario.
Cuando se mezclan los calomelanos con agua, y lo mismo otras sales consi*
296
deradas como insolnbles, se ionizan en parte, y detenninando la conduotL
bilidad eléctrica del liquido, que se halla en razón directa del número de
iones^ se ayerigua la solubilidad de la sal.
La solubilidad de los calomelanos en agua, aunque pequefia, y la que se
origina en el organismo por el cloruro de sodio, me hace creer que la acción
de los calomelanos no es exclusiramente debida á la mínima cantidad de
cloruro mercúrico que se forma, como dijo Mialhe,y se admite generalmen-
mente, sino que los calomelanos tienen también por su solubilidad acción
propia, aunque mAs suave y más dulce que la del cloruro mercúrico que
pu^e formarse. (PoUaci cree que los calomelanos deben su acción al sul*
focianato mercúrico muy soluble que se forma, y mercúrico reducido por
el contacto con loe sulfocianatos alcalinos del organismo).
Para terminar, recuerdo lo que expuso el Dr. Carracido de los equilibrios
químicos que se yerifícan en estas asociaciones de medicamentos, diciendo
que en toda transformación, en todo fenómeno químico, hay equilibrio más
ó menos perceptible, según la concentración de las masas, y aun creo que
en estas transformaciones de que estamos tratando podría aplicarse la nue-
ya ley de las fases, inyentadas por Gibs, que nos aclararla ciertos hechos
no bien conocidos acerca de la mezcla de medicamentos y de su acción
terapéutica. Yo me atreyo á hacer esta aplicación sin esperar á que nos la
apunten del extranjero. Conociendo el número de componentes de un siste-
ma químico y lo que Gibs llama fases físicamente homogéneas, podemos sa-
ber las yariantes ó grados de libertad, ó lo que es lo miemo, si el sistema
es inyariante, uniyariante, biyariante, etc. El equilibrio subsiste cuando
la suma de las fases y grados de libertad es igual al número de componen-
tes más 2, esto es, F + L = O + 2, y de esta ecuación se deduce los gra-
d5s de libertad ó yariantes del sistema : L — > G + 2 — A. En el caso que
se discute creo que el sistema es biyariante, puesto que hay tres componen-
tes : el cloruro mercurioso, el cloruro de sodio y el oxigeno del aire, que,
como demostró Mialhe, interyiene en la transformación; y tres fases : el
cloruro mercurioso (sólido), la solución del cloruro de sodio (liquido), y el
oxigeno de aire (gas); resultando: L = 8 -h2 — 8 = 2; y aun dentro del
organismo podría tener aplicación esta teoría para explicar ciertas accio-
nes, teniendo en cuenta los nueyos componentes y fases intraorgánicas y
las yariaciones del sistema por la temperatura, estado eléctrico, presión y
otras causas tan yariadas en el complicado y misterioso proceso de la yida.
El Dr. Olmedilla cita á propósito del asunto que se discutía, el caso de un
niño, pariente suyo, á quien prescribió el médico, para combatir las lom-
brices que padecía, la administración de los calomelanos á la dosis de 10
centigramos, mezclados con una pequeñísima cantidad de almidón, encar-
gando que lo tomara por la mañana en ayunas, que se suspendiera al día
siguiente, y que al otro yolyiera á tomarlo.
Que dada la acción conocida de los calomelanos sobre los oxiuros, remi-
tieron todos los síntomas de la afección después de la primera dosis, pero
que á las cuarenta y ocho horas, cuando se iba á administrar la segunda, el
niño se yió acometido de dolor epigástrico acompañado de todos los demás
síntomas de intoxicación mercurial, lo cual se explica por lo que el doctor
Puerta habla manifestado, pues que pocas horas después de la primera do*
297
sis, el nifio tomó sopa y huevos, estando aquélla seguramente á una tempe-
ratura de 80 á 90^, siendo el cloruro sódico el que, combinado con los calo-
melanos, produjo en el organismo del nifio la formación de cloruro mer-
cúrico.
El Dr. Rodrigutz Carraeido sostiene el criterio de que para estudiar loe
asuntos científicos hay que disgregarlos y metodizarlos, empezando por los
factores primordiales, y que por esto había dirigido sus inyestigaciones en
el sentido de la unión de los calomelanos con diferentes soluciones de clo-
ruro sódico y de las oxidasas; que la actiridad de éstas sin la del cloruro
sódico, puede ser causa de envenenamientos; que lo mismo sucede con los
alcalinos, pudiendo formarse igualmente el cloruro mercúrico sin la inter-
Tención de la sal común; que no falta quien atribuya al mercurio que se
precipita la acción de los calomelanos; y que hay gran dificultad en los tra-
bajos de laboratorio, tratándose de Asuntos tan difíciles.
Añade que se había propuesto investigar la cantidad de cloruro mercú-
rico que se forma al unir los calomelanos y el cloruro sódico; que, según la
concentración de la disolución del cloruro sódico, variaba la anchura de loe
anillos característicos; que la cantidad de cloruro mercúrico que se produce
en tales experimentos, es siempre inferior á las dosis tóxicas: y que en el
organismo pueden obrar numerosas causas para producir intoxicación des-
pués del uso de los calomelanos.
La talasctcrapia en pediatría. -— El Dr. Galatraveño, reanudado el debate
sobre este tema, manifiesta que durante su estancia en Portugal con moti-
vo del último Congreso internacional de Medicina, estudió la organización
de Saüatoríos marinos en el vecino reino; que existen tres situados en Lu-
tao, Carcabello y Santa Ana, todos ellos bien dotados.
Lee estadísticas relativas al Sanatorio lusitano de Setubal, que prueban
los grandes beneficios alcanzados por los nifios sometidos á lá cura marina,
habiéndose alcanzado una notabilisima disminución en la mortalidad de
loe enfermitos. -
El tiempo medio de permanencia en el Sanatorio es de unos setenta días,
pudiendo calcularse el gasto diario de unas dos á tres pesetas por cada nifio.
Se observan allí casos de curación verdaderamente maravillosos, citando
el de una nifia con coxalgia del lado izquierdo, á quien bastaron tres me-
ses de permanencia en el Sanatorio de Santa Ana para que desapareciera
la supuración, cerrándose los trayectos y engrosando 20 kilos, eiendo de
notar que la enfermita, antes de ingresar en dicho Sanatorio, estuvo some-
tida á tratamiento durante cuatro meses sin experimentar ningún alivio ;
que es grande el número de estados patológicos que allí se curan, y que en
los estados pretuberculoeos y enfermedades de la vista, se obtienen resul-
tados sorprendentes, así como en la escrófula ganglionar y tuberculo-
sis óseas.
En general, para obtener tan brillantes éxitos, los enfermitos deben per-
manecer seis meses, obligándose á los nifios á que hagan vida de playa, sin
casi emplearse otros medicamentos que la acción del aire marino, el aceite
de hígado de bacalao y los preparados yodotánicos y una alimentación su-
culenta y frecuente, pues los nifios hacen cinco comidas diarias.
De este modo se ha logrado disminuir la mortalidad de manera prodi-
. 298
siosa gracias á la campaña vigorosa de los médicos, de la prensa secanda-
da por las clases pudientes, y sobre todo por la Reina Amelia, que se ha
poesto al frente de estas instituciones de caridad.
Termina manifestando que, en resumen, las estadísticas de los sanato-
rios portugueses muestran la inmensa utilidad de tales instituciones; hace
rotos por su desarrollo en España y dirige una excitación á nuestras auto-
ridades sanitarias para que presten ayuda al Sanatorio Marino de Obipio*-
na y se atienda á la creación de otros.
El Dr. Tolosa insiste en la beneficiosa influencia de la permanencia larga
á la orilla del mar para la curación de los niños afectados de los procesos
morbosos ya enumerados en el curso del debate, y especialmente para ob -
tener la curación de las lesiones tuberculosas de los huesos sin acudir á la
cirugía. En Italia se había observado por el Qr. Darclay que muchos de los
niños sometidos sólo dos 6 tres meses 4 1» cura marina, volvían á recaer*
por lo que se estudió allí la manera de que los enfermitos pudieran perma*
necer más tiempo á la orilla del mar.
Se ocupa de los sorprendentes resultados que se obtienen en el raquitis-
mo, en las oftalmías y en la influencia de la estancia cerca del mar en la
segunda dentición, según había podido observarse en niños de nueve á diez
años, atribuyendo esto á la influencia del cloruro de sodio y á la acción
aún sin estudiar de la luz.
Cita una notabilísima observación que hizo en un Sanatorio cerca de
Amberes, y termina rogando nuevamente que la Academia tome esta cues-
tión bajo su amparo, para que contribuya con su prestigio á la difusión de
los Sanatorios Marinos en España.
Dt la antipneumtkochina.— El Dr. Codina manifiesta que aun cuando el
tiempo de que podía disponer era tan escaso, ya que había pedido la pala-
bra en la sesión anterior, después de leer el Dr. Larra las conclusiones del
trabajo del Dr. Semprún, iba á decir algunas palabras, lamentando no
poder ser más extenso, dada la naturaleza del asunto. \
Que había tenido ocasión de practicar en el Hospital Provincial una serie
de experimentos en sujetos tuberculosos, á los que trató con el formiatode
albumen, prbducto preparado también por el Dr. Semprún, producto que
por ser español, y al parecer petfectamente definido y sin estigmas de ocul-
tación del modus fadendi, ensayó en los tuberculosos de su clínica, obser-
vando sus efectos con el mayor rigor científico posible para formar un jui-
cio completamente imparcial, y que como éste es asunto que hace necesa-
ria una exposición detenida^ no podía abordarlo en aquel momento por
estar para terminar la sesión ; pero que sí consignaba que la lectura que
el Dr. Larra había dado al trabajo del Dr. Semprún, respecto á la anti-
pnenmokochina, le había impresionado, por una parte, muy favorablemen-
te, al ver que demostraba el autor grandes conocimientos acerca de la ma-
teria, y sobre todo de las defensas orgánicas y del proceso curativo del tu-
bérculo; pero que, por otra parte, le habían impresionado en sentido con-
trario las sombras que envuelven la preparación del mordiente^ la asocia-
ción de éste al formiato de cal y á la albúmina, los resultados exparimen-
tales obtenidos, y el nombre, aunque sea provisional, con que ha bautizado
al nuevo producto.
Í99
PERIÓDICOS
Dtl ffluttal. — El Dr. F. Berini, publica en la Revista de Medicina y Cirugía,
de Barcelona, lo siguiente :
cSe presenta el fluotal (fíao-bromo-fenil bismútico), en forma pulveru-
lenta, de color ligeramente amarillo, sin olor apenas, insolnble en agua y
en alcohol. Por las propiedades de sus componentes ya se comprende que
debe ser un antiséptico. Lo es, en efecto, asi como también ligeramente
estimulante.
La particularidad principal está en la presencia del flúor, cuerpo de los
más enérgicos que se conocen, pues, como todos sabemos, ataca casi todo9
loe metales, destruye el cristal y la porcelana; etc. Su manejo es suma-
mente difícil y los ensayos que con este cuerpo se habían hasta la fecha
practicado, resultaron un fracaso; recuérdese las inhalaciones de ácido
fluorhídrico contra la tuberculosis. Y sin embargo, todos reconocen en el
flúor propiedades antisépticas de primer orden. La cuestión estribaba en
snprimir, ó en reducir á su menor expresión, las propiedades cáusticas que
posee. Parece haberse logrado en la combinación ó conjugación señalada.
Mi experimentación se refiere á tres órdenes de procesos : las otitis me-
días purulentas, la rinitis atrófíca y los abscesos tuberculosos.
En la otitis media purulenta crónica, cuyo fondo tuberculoso es eviden*
te en muchas ocasiones, lo he ensayado con buen resultado. Después de los
lavadoa de rigor en estos casos y cuando los enfermos habían agotado la
lista de los antisépticos pulverulentos ó líquidos, he ordenado en varias
ocasiones las insuflaciones de fluotal. No diré que la supuración desapa-
reciera del todo, pero sí que he visto en la mayoría de casos una modifica-
ción favorable en la cantidad de pus que sale, en el aspecto de la mucosa
de la caja, en la desaparición de las pequeñas granulaciones que dan á
aquélla un aspecto aframl)uesado, etc. Los resultados son, pues, muy ven-
tajosos dada la cronicidad y rebeldía de la afección.
En las mismas otitis medias agudas ó subagudas, cuando ya finaliza %\
proceso flogistico y acostumbramos emplear la cura seca de Bezold (insu-
flación de ácido bórico finamente pulverizado), he sustituido el ácido .bórico
por el fluotal con muy buenos resultados.
En la rinitis atrófica, este proceso, que, como ya he dicho en otra oca-
sión, pone á prueba la paciencia del enfermo y del médico, y cuando por
circunstancias especiales no he podido practicar las inyecciones de parafi-
na, he ordenado los lavados alcalino antisépticos que se acostumbran, más
las insuflaciones de fluotal.
Sin poder dar una opinión categórica sobre su resultado, creo poder re-
comendar este producto, pues á su nula acción irritante une la de favo-
recer la secrección de mucosidad, condición favorable para impedir la de-
secación de las costras, con más la de disminuir el mal olor de un modo
bastante perceptible. Dos buenas condiciones que creo apreciarán los que
ensayen este producto. Una precaución quiero, sin embargo, hacer presen-
300
te, y 68 la de limpiar bien antes las fosas nasales para expulsar todas la»
costras y macosidades qoe paeda haber en ellas, ya qae de lo contrarío for-
man costras y polro que ponemos, nn magma, que desecando mis aquéllas,,
hace más difícil su expulsión.
Pero donde mejor resaltado he yisto del medicamento que me ocnpa, e»
en los abscesos fríos. Dos casos he tenido ocasión de tratar y los éxitos ha»
superado á mis previsiones.
El primer caso hace referencia á una mujer de veinticinco á treinta afios^
con el cuello lleno de costurones. Hará cosa de mes y medio ture que dilá^
tarle un absceso francamente tuberculoso del lado derecho del cuello. Des»
pues de la incisión toqué la superficie cruenta con una solución d^ cloruro
de zinc y después taponé con Rasa yodofórmica. Las curas se hacían con el
cloruro de zinc y la mencionada gasa. A los quince dias, la úlcera atónita,,
tapizada de fungosidades pequefías y sangrantes al menor contacto, no pre*
sentaba trazas de cicatrizar. Apelé al lápiz de nitrato de plata y al bálsa-
mo catiro mangle asociado al bálsamo del Perú. Disminuyó la supuración^
presentó la úlcera mejor aspecto, pero no cicatrizaba. Tuve que incindir
un pequofio recodo y entonces fué cuando apelé al fluotal. No tardaron mu-
chos días en verse los benefíciosos resultados ; los mamelones presentaban
buen aspecto, apenas sangraba la úlcera y había tendencia manifiesta á la.
curación. Está próxima á ser dada de alta.
En el segundo caso se trata de un nifio escrofuloso con adenitis cervical
múltiple y con algunos ganglios reblandecidos que incindí.
Después de tocar el fondo con el cloruro de zinc, espolvoreé las herida»
con yodoformo y ordené le curaran con una solución de bicloruro hidrar-
glrico al medio por rail y aplicación de yodoformo.
Dada la lentitud con que la cicatrización se operaba, sustituí el yodo*
formo por el flnotal y es de ver en el espacio de ocho ó diez días los cam-
bios que se han operado. No está, es verdad, curado (y aun le falta mucho),,
pero no es menos positivo que los cambios operados son notables».
Sábabia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CnüNTÍFICAS
AOADSMIA DE MEDICINA DE PAfifs
Suión del dia 10 dé Julio dé 1906.
El paludismo en Madagasear. — El Dr. Blanouard: Las defunciones por
paludismo en Madagascar alcanzan actualmente una cifra muy -elevada.
En Tananarive 48 en 1900, 77 en 1901, 104 en 1902, 187 en 1908, 277 en
1904, 686 en 1900 y, en fin, por cuatro meses de 1906, 980 por 40.000 habi-
301
tantea. Por lo tanto, existe en Tananarive, hasta ahora mny salubre dada
«u altitud, nna epidemia formidable, especialmente en los grandes traba-
jos públicos ejecutados recientemente (carreteras y ferrocarriles). Los ho-
yas, que bajaron de las altas mesetas, no eran palúdicos, y han sido diez-
mados por el paludismo; y poco á poco, á medida que los trabajos avanza*
ban, el ejército de anofeles aumentaba. Es lo mismo que ocurrió con la
' fiebre amarilla en América cuando se construía la linea de Veracruz á
Méjico. A medida que los trabajos se yerifícaban, los obreros eran perse^
^dos por dos especies de mosquitos, hasta entonces ignorados en Tana-
nariye y muy difundidos después: el pyretophorua coétalia y el myiompafu-
netta. Hasta el presente, las medidas tomadas contra el paludismo son
insuficientes, y tendrían que tomarse las propuestas en dos ocasiones por
Layeran, y que aplicadas*en la Habana contra el agente de la fiebre ama-
rilla, han dado excelentes resultados: 1.*, destrucción completa, por relle-
no y riego con petróleo, de todos los nidos de mosquitos; y 2.°, colocación
en las puertas y ventanas de telas metálicas de mallas de un milímetro.
Prefiltxis del paludisme y de la fiebre anarilla en el Senegal.— £1 Dr. Ksr-
moroabt: Lia compañía del ferrocarril de Dakar á San Luis (Senegal) ha
adoptado de algunos afios á esta parte medidas para proteger á sus agen-
tes contra las picaduras de los mosquitos, agentes mbtores de la fiebre
amarilla y del paludismo, colocando telas metilicas en todas las aberturas
<le las estaciones y de las habitaciones de su personal. Al principio ha en-
contrado entre sus empleados muchos recalcitrantes, pero las dudas de
algunos no han tardado en desaparecer en presencia de los resultados ob-
tenidos ; en consecuencia, la compañía se propone generalizar la aplicación
de las medidas que han dado unos efectos tan brillantes. En Ban Luis,
•en 1902 1908, antes de proteger las habitaciones con las telas metálicas,
se sumaron 189 días de hospital y 44 días de incapacidad para el trabajo
por 10 empleados enfermos de dicha estación. En 1904-1905, después de la
protección mecánica, el número de días de permanencia al hospital ha
descendido á 18, y el de días de incapacidad para el trabajo ha sido de 13,
por dos empleados enfermos ; las mismas proporciones existen en las otras
estaciones. —- OoDiHA OAsrnxyí.
8001BDAD DS CIRUGÍA DE PARÍS
8énándéld44»ííiU JfdiodélSOe,
Heridas del eerazón. — El Dr. Roohabd: Voy á ocuparme de tres casos de
este género, cuyas observaciones han remitido á la Sociedad los Dres. Oa-
mus y Lenormand. No insistiré sobre la elección y formación del colgajo
torácico. El Dr. Lenormand. ha seguido la práctica de Fonton. El Dr. Oa-
mus seccionó los cartilagoa de las costillas tercera, cuarta, quinta y sexta,
para llegar al ventrículo. La última costilla puede ser respetada. En cier-
tos caaos es preciso seccionar la segunda. En los tres enfermos de los doc-
tores Camus y Lenormand la herida interesaba el ventrículo derecho. Las
302 '
Butaras se hicieron con seda, empleándose el desagüe. Quizá conrenga su*
prímirle, porque puede ser cansa de supuración.
De los 68 casos tratados por la sutura, se citan 17 curaciones, 11 sin des-
agüe y 6 con él. Algunos enfermos murieron al ser operados, asi que se
plantea el problema del amasamiento del corazón. Es lo que hizo el Dr. Le-^
normand en su enfermo, por haberse paralizado temporalmente la respira*
ción. Además de los medios ordinarios aconsejados para remediar este ao«
cidente, practicó el amasamiento del corazón y consiguió que so contrajera
de nuevo dicho órgano. El enfermo murió cinco horas depués á causa de las
perforaciones gástricas é intestinales producidas por el proyectil, que habi&
lesionado el ven trienio cardiaco.
Volviendo al amasamiento del corazón, puede preguntarse si estará indi-
cado en todos los accidentes que provoca la cloroformización ó la eteriza-
ción. Sabemos que pueden seguirse tres vias para llegar al corazón: la es-
ternocostal, la abdominotransdiafragmática y la infradiafragmática.
La Tia esternooostal ha sido utilizada en 17 casos ; ha producido 12 re-^
sultados negativos, cuatro éxitos transitorios y uno completo. Debe ser
abandonada, y lo mismo puede decirse de la via abdominotransdiafrag-
mática, con la que. sólo se consiguen fracasos. La infradiafragmática es 1&
única que merece aconsejarse, porque de cinco casos se han obtenido tres
resaltados completos, uno transitorio y un fracaso. Como se comprende»
no debe emplearse más que después de fracasar los otros medios de respi-
ración artificial.
El Dr. Dblormb: He leído que un autor, cuyo nombre no recuerdo, acon-
seja otro medio para despertar la contracción del corazón, la excitación de
su pared interna.
El Dr. QuÉNU : Se ha conseguido, en efecto, que el corazón lata do nuevo
inyectando en la cavidad ventricular agua salada.
Tumer gangllonar del pliegue de la Ingle. — El Dr. Broca: El Dr. Gaudier
nos ha comunicado la observación de un nifio que tenia un tumor volumi-
noso en la ingle. El tumor ocupaba todo el triángulo de Scarpa. Gomo era
imposible por los caracteres del tumor hacer el diagnóstico, se extirpó un
pequeño fragmento para someterlo al examen histológico. Antea de toda
tentativa operatoria se ensayó la radioterapia, con la que se obturo la cu-
ración en diez sesiones. A los tres meses no quedaban en la ingle más que
algunos pequefios ganglios infartados. El examen histológico no fué afir-
mativo, porque para unos se trataba de simples granulaciones carnosas y
para otros de tuberculosis sin bacilos.
Nematema sukperiteneal. ~ El Dr. Tuffieb: El enfermo objeto de esta
obserración era un hombre de cuarenta años que habla tenido varias crisis
de cólicos hepáticos sin ictericia. Hace seis afios tuvo dolores fuertes en el
hipocondrio derecho y sufrió una calda, lesionándose la región lumbar; du-
rante varios dias hubo hematurias. El dia antes de ingresar el enfermo en
el hospital sintió de repente un dolor agudísimo en el hipocondrio derecho
y tuvo además vómitos. Al dia siguiente tenia 80 pulsaciones, estaba muy
pálido, sentia dolor á la presión, aunque el vientre estaba flácido; en el
flanco derecho habia tumefacción.
Veinticuatro horas después, en vista de que eran mayores la palidez del
303
enfermo y la debilidad del pulso, decidí practicar la laparotomía lateral.
Abierto el vientre, descubrí que el peritoneo estaba intacto, pero que el
colon ascendente y la mitad del transverso eran de color negruzco, debido
á una infiltración sanguínea. Al separar las bojas epiplóicas ¿alió una ola
de sangre y una masa friable análoga al sarcoma, que procedía de un tu-
mor renal. El rifión fué extirpado.
En resumen: se trataba de un hematoma snbperitoneal espontáneo, de-
bido á la ruptura de una neoplasia renal.
El Dr. Bázt: He observado un enfermo con hematoma perirrenal; este
individuo había tenido alguna? hematnrias. Abrí, limpié y desagüe la bol-
sa. El rifión me pareció infectado. El enfermo murió á los pocos días y la
autopsia no permitió descubrir la causa de la muerte.
£1 Dr. MiCHAUx: He observado un caso de hematoma, pero antenor.
Produjo accidentes agudos y alarmantes, que obligaron á practicar la lapa-
rotomía. Entonces descubrí que la sangre procedía de la arteria epigástrica
ateromatosa. El enfermo murió, á pesar de la ligadura doble que se aplicó
á la arteria.
Epididimitit agudas tratadas por el método da Bíor. — El Dr. Chafüt: El
enfermo objeto de esta observación era un joven de veintisiete afios, que pa-
decía lesiones tuberculosas pulmonares y epididimitis aguda doble con ca-
racteres de degeneración tuberculosa. Habla, además, en un lado, funicu-
litis. Nada de derrame uretral. Como tratamiento se aplicó por la noche
una ligadura elástica á la raíz de las bolsas, dejándola aplicada de diez á
doce horas. A los quince días la curación era completa, lo cual me hace du-
dar respecto á la naturaleza tuberculosa de la afección.
ElDr. Hartmann : No creo evidente la naturaleza tuberculosa de estas
epididimitis, y por otra parte, no debe olvidarse que en ciertos casos, aun
sin tratamiento, se observa una fase subaguda que desaparece on pocos
días.
El Dr. TorFiBR: En las epididimitis simples, el método de Bicr es, al pa-
recer, eficaz; pero en las tuberculosas no es posible precisar su valor.
El Dr. Walthbk: Hago mía la anterior afirmación, afiadiendo que mu-
chas veces el diagnóstico es difícil.
El Dr. MicHAUx : He empleado tres veces este método, manteniendo apli-
cada la ligadura durante cinco á seis horas diarias. El resultado ha sido
dudoso. En un caso se formó un absceso y el testículo fué eliminado.
Herida da la médula. — El Dr. RotmaB: El hombre que presento recibió
una cuchillada en el dorso, hacia la tercera apófisis espinosa dorsal, y cayó
inmediatamente en tierra, siéndole imposible mantenerse en pié. A su in-
greso en el hospital, se observó que todo el lado izquierdo del cuerpo estaba
paralizado por debajo de una linea horizontal que atravesaba la región ma-
maria. Supresión completa de los reflejos, hiperestesia acentuada, signo de
Babinsky positivo. En el lado derecho los movimientos eran, por el contra-
rio, normales, aunque había anestesia completa. La línea media marcaba
con exactitud el limite de las dos zonas. Retención de orina. Al día siguien-
te, por la punción lumbar se extrajo una jeringa de Pravaz de líquido te-
ñido de sangre. Los movimientos voluntarios reaparecieron casi al punto,
los trastornos de los esfínteres cesaron, pero persistieron la hemi anestesia
304
derecha y la hiperestesia izquierda. JSste estado persiste casi sin yariar des-
de el 24 de junio último, fecha de ingreso del enfermo en el hospital. Este
individuo no es histérico. La interpretación del fenómeno es difícil. Creí
al principio en la hemisección de la médula; pero hoy me parece dudoso
este diagnóstico, en vista de que la parálisis motora desapareció á henefício
de una simple punción lumbar. — F. Toledo.
SOCIEDAD DE PEDIATRÍA DE PABÍ8
SeMn del dia 19 de Junio de 1906.
Tratamiento de la parálisis diftérica. ~ Los Dres. Guiñón y FcUer refirieron
dos casos de parálisis diftérica. El primero se refiere á un niño que padecía
parálisis del velo palatino, la cual se generalizó con rapidez; sobrevinieron
fenómenos cardíacos, y el niño murió. Durante los cinco días que perma-
neció en el hospital se le administraron 50 cent. cúb. de suero de Roux. El
segundo niño padecía parálisis diftérica; los síntomas paralíticos mejoraron
con rapidez, y el enfermo curó. En este caso no se hicieron inyecciones de
suero. Aunque sin pretender sacar de estos dos casos conclusiones genera-
les contra el tratamiento seroterápico de las parálisis diftéricas, puede
deducirse del 1 .^ que este tratamiento no impide á las parálisis producir la
muerte, y del 2." que pueden sobrevenir espontáneamente mejorías bruscas
de estas parálisis, como las que el Dr. Gomby atribuye á la acción del
suero.
El Dr. RÍ8t dijo que el suero antidiftérico es antitóxico únicamente por
los productos solubles que segrega el bacilo diftérico, porque es el anti-
cuerpo que se obtiene inyectando á los animales estos productos solubles.
Jamás ha sido posible obtener experimentalmente parálisis diftéricas con
dichos productos solubles. Para producirlas en los animales ha sido preciso
emplear los cuerpos bactéricos que contienen endotoxinas insolubles en los
caldos de cultivo, y que no neutraliza el suero autidiftérico ordinario. Las
parálisis diftéricas deben atribuirse á estas endotoxinas, así que no puede
sorprender que el suero antidiftérico sea incapaz de prevenirlas y de cu-
rarlas. Es necesario recurrir al anticuerpo de las endotoxinas. El Instituto
Pasteur prepara, además del suero antidiftérico común, otro suero anti-
bactérico que se obtiene de los cuerpos bacilares. Según las observaciones
del Dr. Vincent, que lo ha empleado en Val-de-Gráce, dicho suero es sus-
ceptible de evitar por completo las parálisis diftéricas.
El Dr. Comby manifestó que no puede negarse la propiedad preventiva
del suero respecto á la parálisis diftérica. Esta se ha hecho tan rara que no
se observa en las clínicas de difteria ; los casos que he observado son de
parálisis tardías que sobrevinieron después de difterias desconocidas ó
tratadas de mala manera.
El Dr. Rist dijo que no negaba la disminución de las parálisiG^desde que
se emplea la aeroterapia. Se debe á que el suero disminuye la duración del
período infeccioso; pero carece de propiedad preventiva directa y se citan
muchos casos de parálisis diftéricas que sobrevinieron, aunque se emplea-
306
ron dosis eleyadas de suero. ¿Por qué la parálisis diftérica no es más fre-
cnente en estas oondiciones? Débese,, sin dada, á las diferencias grandísi-
mas qne existen entre los diversos bacilos diftéricos desde el panto de vista
de sa abundancia en endotoxinas.
Abseroión de li grata y de los albttmlpeldes en les niBes sanos y dispópsicos.
— Los Dres. Nobbooübt y MuBKLEír : Para estos estadios couriene conside-
rar comparatiramente la cantidad de grasa ingerida, la absorbida y el
coeficiente de absorción. En qn primer grnpo de casos, nifios de dieci-
siete á treinta días que pesan 2.000 á 2.500 gramos, amamantados, qne
aumentan cotidianamente 21 gramos y que ingieren 20' 17 gramos de grasa,
absorben 19^92 gramos y tienen un coeficiente de absorción de 97*80 gra*
moB por 100 de grasa ingerida. En otro segando grupo, niños de la misma
edad y de igual peso, pero dispépsicos mejorados, que ingieren sólo 15*6i
gramos de grasa, absorben i5*81 gramop, y tienen un coeficiente de 97*51 ;
aumentan cotidianamente 20 gramos; su capacidad de absorción de la
grasa está, pues, disminuida. Esta capacidad de absorción, ligera al prin-
cipio, mejora poco á poco. La misma observación se ha hecho en un niño
criado con leche esterilizada; en la primera fase, en la que perdía 5 gra-
mos diarios de peso, ingería 19*87 gramos de grasa, pero sólo absorbía
15*81 gramos, ó sea 86*26 por 100; en otra fase, en la que ganaba cotidia-
namente 47 gramos, los valores eran los siguientes: 21*98 gramos, 20*89
gramos, 95*28 gramos. Es conveniente, por lo tanto, calcular en los nifios
dispépsicos la capacidad digestiva para las grasas, á fin de reglamentar su
oantidad en el régimen.
Los nifios normales de ocho días á un mes, de 2.000 á 2.500 gramos de
peso, que ingieren 7 gramos diarios de albúmina, excretan 0*15 gramos de
4irea en las veinticuatro horas, ó sea 1*86 gramos por 100 de la albúmina
ingerida y Q*04 gramos por kilogramo de peso. En los nifios que padecen
trastornos dispépsicos y que ingieren 9 gramos de albúmina por día, los
▼alores respectivos son los siguientes: 0*46 gramos, 5*10 gramos, 0*18 gra-
mos; los mismos nifios, una vez mejorados, por 6*67 gramos de albúmina
ingerida, eliminan 0*68 gramos de urea, ó sea 0*60 gramos por 100 de al-
búmina ingerida y 0*20 gramos por kilogramo. En los nifios enfermos cria-
dos con leche esterilizada que ingieran 14*12 gramos de albúmina, eliminan
2*12 gramos de urea por día, 18*90 gramos por 100 de albúmina, 0*52 gramos
por kilogramo. En resumen, mientras que los nifios normales eliminan poca
urea en relación con la cantidad de albúmina ingerida, los que padecen
trastornos digestivos eliminan una cantidad que es, con relación á esta al-
búmina, de tres á ocho veces superior; este valor, el más elemental, se en-
cuentra en los nifios que ingieren una cantidad de albúmina dos veces ma-
yor que los nifios normales.
El Dr. Bárbubr: Los análisis de este género dan resultados que exigen
la interpretación, y para ella es preciso tener en cuenta gran número de
factores, cuya infiuencia verdadera no puede apreciarse con exactitud. La
¿antidad de urea eliminada no depende de la albúmina ingerida, sino de
la digerida y utilizada, y es imposible saber en un caso dado qué propor-
ción se utiliza. En los nifios dispépsicos ha obtenido el Dr. Nobecourt
una proporción de urea que corresponde á una cantidad de albúmina su-
306
perior no sólo á la atilizada, sino á la ingerida. En dichos niños esta área
debe proceder de los tejidos: se hallan, por lo tanto, en estado de aui^ofagia
azoada. Sin embargo, en vez de enflaquecer, la mayor parte de ellos engor*
dkn unos 10 gramos diarios. Compensan, por lo tanto, y con exceso, su
pérdida en tejidos azoados por ganancias en agua y en substancias terna-
rias. El aumento de peso es, por lo tanto, un signo insuficiente del estado
nutritiro. Puede, por consiguiente, preguntarse si el gasto de tejidos azoa>
dos es obligatorio para sustituir la grasa, que se digiere de un modo im-
perfecto, porque se encuentra una proporción elevada en los excrementos.
Haciendo ingerir substancias sacarinas para compensa^ la asimilación in-
suficiente de las grasas, quizá disminuirla la eliminación de úrea.
(Se suspenden las sesiones ka^ta el mes de octubre). — F. Tolbdo.
XV CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA
Celebrado en Lisboa del 19 al 26 de Abril de 1906,
(ContíDUaeióD).
La ••agulaeión da la sangra.— El Dr. J. R. Carbaoido : En el último de-
cenio, y cada afio con mayor interés, han sido asunto preferente de las in-
vestigaciones fisicoquímicas los cuerpos coloides, como lo patentiza la
abundancia de su reciente literatura; y siendo el plasma sanguíneo un
liquido en el que coexisten materias coloides y cristaloides, como era de
esperar, los resultados de dichas investigaciones habían de ilustrar el obs-
curo problema de la coagulación de la sangre, el cual, sin perder todavía
en absoluto su carácter biológico, va entrando cada vez en mayor propor-
ción en los dominios de la Fisicoquímica.
Existen en el plasma sanguíneo tres proteínas : la seroalbúmina^ la sero-
globulina y el fibrinógeno.
El calor coagula la primera (ó la mezcla de las varias seroalbúminaa»
según Halliburton), desde 1^ á dé""; la segunda, desde 6(f á 75% y el ter-
cero, á 56"*.
El cloruro sódico no coagula, por saturación, laseroálbúmina; pero al
80 por 100 coagula la seroglobulina, y al 15 por 100 el fibrinógeno.
Todos los coloides, según calificativo de Ostwald, son metaestables en el
seno de los líquidos que los contienen ; pero de loe tres contenidos en el
plasma, el fibrinógeno, que es el que transformado en fibrina constituye el
coágulo, es el menos estable en su asociación con el líquido, y, por consi-
guiente, el que menos resiste á los agentes de la coagulación.
Pero la del fibrinógeno de la sangre, ni á las acciones dichas de la -tem-
peratura ni de la concentración salina puede atribuirse, no sólo porque ana
y otra en el líquido sanguíneo distan de los pantos en que el fenómeno se
produce, sino principalmente, por no producirse en el interior del aparato
circulatorio.
Es unánimemente aceptado qoe la eoagplación del fibrinógeno la deter-
mina ana aimasa exudada por las plaquetas (y según algunos también. por
307
los lencocitoB), cnando las hieren ragosidades ó asperezas de saperfícies
que destrayen sn deiicadisima organización. Es, ademis, indispensable la
existencia del calcio en la sangre para que su coagalación se produzca, por-
que sabido ^ que los oxalatos y fluoruros alcalinos precipitantes de dicho-
radical metálico convierten á la sangre en liquido incoagulable.
Arthus y Pagés dedujeron de este hecho que la presencia del calcio era
imprescindible para la coagulación; pero se les objetó que la causa de no
producirse el fenómeno quizá no fuese la separación del calcio, sino la ac-
ción anticoagulante de las mencionadas sales alcalinas. Bordet y Gengou
patentizaron con nuevos experimentos que los oxalatos y fluoruros impi-
den la coagulación por el único motivo de precipitar el calcio, confirmándo-
la conclusión sustentada por los dos investigadores anteriormente citados.
Las plaquetas heridas no parecen ser las únicas capaces de producir zi-
masa coagulante, porque los trabajos de Delezenne y más recientemente^
los de Oonradi han mostrado que por traumatismo dejos tejidos y por ex-
presión de los órganos resultan productos coagulantes cuya acción es ace-
lerada por el cloruro calcico. Según observaciones de E. Duclaux, las can-
tidades de zimasa coagulante que contienen los tejidos y la contenida en
los leucocitos, están en razón inversa.
Supuso Arthus que la zimasa tomaba calcio del plasma para cedérsela
al fíbrinógeno y convertirlo en fibrina, siendo ésta una combinación calci-
ca de aquél ; pero Hammarsten patentizó que en las cenizas del fíbrinóge-
no y de la fibrina está contenida la misma proporción de calcio.
Ante este hecho, Arthus habo.de aceptar la idea de Pekelharing, según
la cual la susbtancia exudada de las plaquetas no es la zimasa activa, sino
un zimógeno que necesita absorber calcio para convertirse en aquélla y
ejercer su acción sobre el fibrinógeno, de igual manera que la pepsina in*
activa en medio neutro se convierte en agente peptonizante por la adición
de ácido clorhídrico.
El zimógeno es una nucleoalbúmina que, según Pekelharing, puede ais-
larse por enfriamiento á 0^ del plasma oxalatado ó del peptonado, del cual
se separa en forma granular. Por la adición de sales calcicas adquiere l&
propiedad coagulante.
La zimasa calcica es la verdaderamente activa, la que determina la
transformación del fíbrinógeno del plasma en la fíbrina del coágulo.
¿Oómo actúa la zimasa coagulante? Sn acción es la de todos los cataliza^
dores que obran provocando ó acelerando el curso de las reacciones, y de la.
cual nada sabemos respecto á su mecanismo intimo, sólo e<mocemos sus
efectos. El intento de explicar el proceso de la acción de dicha zimasa sería
aquí inoportuno, porque este problema especial ha de plantearse junta-
mente con él de la acción de todas las zimasas, y resolverlo respecto á una
será poner en claro el hoy obscuro papel de los catalizadores en el curso de
los procesos bioquímicos. Revelar los mecanismos de las acciones zimási-
cas será descifrar la clave de las condiciones, al parecer extraordinarias, en
que se efectúan las mutaciones materiales en los organismos.
Bemitimos el problema particular de la zimasa coagulante al genera) de
las acciones zimásicas, cuya resolución despejará la gran incógnita de la
Biología, y me limitaré á consignar que no debe sorprender que la zimasa
308
«n cQeatiÓQ sólo coagali^á un» de las tres proteiaas coezistentes en el plas-
ma, no sólo por ser la más coaf^olable, según queda dicho, sino también por
ser especifica la acción de todas las zimasas, como consecaencia de la asi-
metría de sns moléculas, por la cual ha dicho EL Fisoher que deben ser
imaginadas en sus relaciones con las materias fermentables como la llaye
Teepecto á la cerradura.
Por la acción especifica de la zimasa coagulante sobre el fibrinógeno es
por lo que se la ha denominado fibrinofermento.
Para explicar la transformación del fibrinógeno en fibrina, Tolramos la
yista á los estudios efectuados por los químicos sobre la coagulación de las
disoluciones (ó mejor dicho de las seudodisoluciones) coloides, y prescin-
diendo, por conceptuarlas poco aplicables al caso presente, de las teorías
basadas en la carga eiectroestática de los iones procedentes de la disocia-
ción de los electrolitos, estimándolas á lo sumo como ezplicatiras de las
acciones determinantes, pero no de las eficientes, nos fijaremos en las teo-
rías químicas, y especialmente en la formulada por J. Dnclauz.
En el estudio de las condiciones de formación del ferrocianuro cúprico
afiadiendo muy paulatinamente disolución diluidísima de sulfato de cobre
á otra de ferrocianuro potásico, observó que en el primer momento se ini-
cia la formación de un ferrocianuro potasicocúprico que queda disuelto,
constituyendo disolución coloide, en el cual es mínima la proporción de co-
bre, pero á medida que esta ya aumentando por la adición de cantidades
sucesiras de sulfato, llega un punto en que se rompe el metaestabilismo
de la disolución coloide y aparece el precipitado, el cual sigue todavía
transformándose en el seno del líquido en el sentido de ir perdiendo pota-
sio y ganando cobre hasta el límite de la total coaversión del ferrocianuro
potásico (Fe C¡^ K^) en ferrocianuro cúprico {Fe Cy^ Cu*).
Bsta gradual transformación entré los dos indicados extremos se efectúa
siempre de manera que en las formas intermedias Fe Cy* KT" Cur las pro-
porciones de potasio y cobre han de sumar las cuatro valencias correspon-
dientes á la saturación del radical ferrocianógeno {.Fe Cy*"").
De este hecho y de otros análogos concluye J. Duclaux que da composi-
ción química de un coloide es variable entre limites distantes, debiendo
«er considerada como una función continua de la del liquido intergranular,
al cual nada se puede añadir sin que el coloide se apodere de algo».
£1 proceso relativo á la coagulación lo subordina J. Duclaux á las dos
leyes siguientes :
1/ La coagulación de un coloide va siempre acompañada de un cambio
de composición química.
2.* Este cambio consiste en la sustitución, en proporciones equivalentes,
de ciertos radicales del coloide por los de la substancia coagulante.
Tal importancia concede el investigador de las precedentes leyes á dicha
sustitución, que llega hasta indicar que podrá ser utilizada para el conoci-
miento de la estructura química de substancias complejas, efectuando la
sustitución de radicales orgánicos |por radicales metálicos.
Veamos ahora la transcendencia de las ideas precedentes al conocimien-
to del mecanismo de la coagulación de la sangre.
Es verdad que Hammarsten patentizó que el fibrinógeno y la fibrina
309
oontienen igaal proporción de calcio, pero al misn^ tiempo paso de mani-
fiesto que la segunda contiene mayor proporción de materia mineral que el
primero, aportando con este dato, aanqne sin hacerlo notar, un nuevo tes-
timonio á lo observado por Frennd respecto á los fosfatos contenidos en la
fibrina.
Bn el análisis del fibrinógeno y de la fibrina de la misma procedencia
encontró Hammarsten las siguientes proporciones de cenizas :
Oaalna {k 100. GmUmi pb 100.
Fibrinógeno (a) 0,347 Fibrina (a) 0,432
Fibrinógeno (b) 0,.310 Fibrina (b) 0,570
No se ha fijado la atención en estos datos todo lo que en mi sentir debía
fijarse.
Siempre forma parto de la materia organizada una cierta proporción de
náateria miperal, pequeña en los tejidos blandos y grande en los tejidos
duros.
Gomo término medio, los músculos contienen 1*2 por 100 de sales mine-
rales, el tejido cartilagíneo de 8 á 6 por 100 y el óseo 22 por 100.
Es digno de ser notado que á medida que aumenta la proporción de ma-
teria mineral se ve más simplificada la constitución quimica de la materia
orgánica. La del tejido muscular tiene toda la complejidad de las proteí-
nas, la del cartilagíneo es menos compleja que la de aquél, pero mucho más
que la del óseo ; la oseina es una fracción del condromucoide.
Reconociendo que en la materia organizada no existe el supuesto dualis-
mo de la orgánica y la mineral, sino que todos sus componentes forman
armónico conjunto, á semejanza de los diferentes radicales que integran
las moléculas complejas, cabe suponer, aplicando al génesis de la materia
de los tejidos las precedentes ideas de J. Duclaux, que ec este génesis,
como en el proceso de coagulación de los coloides disneltos, hay sustitución
parcial de radicales, reemplazando en proporciones equivalentes los de la
materia mineral á los de la materia orgánica.
Aceptada esta suposición que concuerda perfectamente con los hechos
conocidos, y recordando que la proporción de materia mineral de la fibri-
na es mayor que la del fibrinógeno, nada violento resulta imaginar la coa-
gulación de la sangre como un principio de formación de materia organi-»
ada á expensas del más fácilmente coagulable de los albuminoides circu-
lantes, motivando el tránsito de la disolución al coágulo un comienzo de
sustitución de radicales de la molécula del fibrinógeno por radicales metá-
licos.
La causa determinante de esta coagulación debe ser la catalizadora del
fibrinofer meato actuando á la manera de los fermentos intracelulares que
colaboran en los procesos bioquímicos de la célula, y que según Hofmeis-
ter realizan en el curso de su producción sucesiva el epigénesis de las for-
mas organizadas.
Siendo el fibrinógeno una globulina, y el fibrinofermento un nucleopro-
teido, Xiueáe considerarse la coagulación de la sangre, según dice Bottazzi,
como un primer vago indicio de la propiedad plasmadora de las globulinas
310
j de los nucleoproteidA Y hasta la birefríngencia de los filamentos de
fibrina observada por Ekrmana, rebela la producción de la materia anisó-
tropa formadora de todos los elementos contráctiles, desde las fibras mioi-
des de los infasorioe hasta las del tejido muscular estriado.
Guando las acciones de las zimasas que determinan la producción de
materia organizada tienen el freno de la autorregulación del proceso fisio-
lógico, sólo se ejercen en la medida de la nutrición y desarrollo de las cé-
lulas, pero ejercidas extemporáneamente j en las condiciones violentas de
la sangre extravasada, originan coágulos informes de materia que quími-
camente se asemeja á^a organizada, pero sin la forma con que se moldea
«n el seno de los elementos celulares.
Y como un argumento más en favor de esta conclusión, aunque la ma-
teria formada es anhiita, también puede tomarse en cuenta la intervención
,del agua. Los coloides llamados estables (que son principalmente las ma-
terias proteicas) absorben al coagularse mayor cantidad de agua que los
llamados inestables (que son los minerales), y el agua retenida en el coá-
gulo que antes se atribuía á la imbibición se refiere hoy al género de combi-
naciones denominado compuestos dé absorción. Uno de estos hidratos es el
que debe formarse en el coágulo sanguíneo, á semejanza de los formados
en la intimidad de los tejidos, y en los cuales es forzoso suponer que loe
albumioides y el agua están unidos químicamente para explicar la cons-
tancia de sus proporciones respectivas en el curso de los cambios materia-
les del organismo.
De ser cierta la supuesta sustitución de algunos radicales de la molécula
del fibrinógeno por radicales metálicos, deben quedar en el líquido en que
se deposita el coágulo de la fibrina los radicales sustituidos, y la demostra-
ción de su presencia sería testimonio incontestable de la tesis sustentada.
Si bien no es posible presentar la prueba directa que en este caso se
pide, pueden citarse algunos hechos que parecen confirmar por modo indi-
recto la indicada transformación química.
• Observaron Fredericq y Hammarsten, y lo ha confirmado Arthus, que
en las disoluciones de fibrinógeno, cuidadosamente purificada^ de seroglo-
l)ulina, al ser coaguladas mediante el fibrinofermento, no todo el fibrinó-
geno se convierte en fibrina, sino que una parte, en la proporción del $0 al
40 por 100, queda disuelta y convertida en una nueva materia albuminói-
dea, denominada fibringlobulina coagulable, á 64'' (temperatura distante de
la de 56'' á que se coagula su generador), y con una composición elemental
que, según análisis de Hammarsten, aunque difiere poco, no es completa-
mente igoal á la del fibrinógeno ai á la de la fibrina.
Por otra parte, la composición elemental de estas dos materias albumi-
nóideas tampoco es idéntica, según los siguientes datos de Hammarsten,
referidos á 100 partes :
O H N S O
FíbriDÓgeno 52,03 6,90 16,66 1,25 22,26
FibrÍDa 52,6S 6,83 16,91 1.10 22,48
Relacionando estas diferencias con la anteriormente indicada de ia pro-
porción de ceDMatt 7 también con las vistas por J. Duclaux en el proceso
311
de la ooagalación de los coloidea disneltos, ¿no resalta lógico admitir una
sudtitación de radicales orgánicos por radicales metálicos en el tránsito del
íibrinógeno á la fibrina? Y si esta sustitución es la que produce la materia
constitutiva de los elementos organizados, resulta que la sangre se coagula
á consecuencia de la transformación química oorrelatiya á un yerdadero
proceso fisiológico; pero desarrollado en este caso en condiciones anorma-
les, de igual manera que el aumento de la destrucción intraorgánica de los
eritrocitos produce el infarto del hígado, por desempeñar esta glándula en
estado normal el papel de catabolizar la hemoglobina.
Podría tratarse aqní de la acción anticoagulante de las al humosas, del
suero sanguíneo de la anguila, de los extractos de tejidos y del extracto de
•sanguijuela; pero las acciones de todas estas ^ub^tancia8, cuyos efectos, en
general, son mucho más notables in vivo que ¿n vitro^ se refieren hoy al des-
conocido proceso de la formación de los anticuerpos que neutralizan el po-
der Xsoagulante del fibrinofermento, y la explicación de estos fenómenos
negativos queda reducida á suponer la anulación del poder catalizador de
la zimasa, que determina la producción del coágulo de fibrina á expensas
del fibrinógeno con el concurso de sales minerales.
Conclusiones : 1/ La coagulación de la sangre es un fenómeno físicoquí-
mico como el de la coagulación de los coloides disueltos.
2.* El zimógeno exudado por las plaquetas es el que, unido á la cal,
forma el catalizador que determina la producción de la fibrina á expensas
del fíbrinóflreno y de las sales disueltas en el plasma.
3.* La coagulación de un coloide disuelto es consecuencia de un cambio
de composición, en el que son sustituidos algunos de sus radicales.
4.* La producción déla fibrina es consecuencia de un ingreso de radica-
les metálicos en el fibrinógeno, en igual forma que se produce la materia
organizada.
5.* La coagulación de la sangre puede conceptuarse momento inicial de
un proceso bioquímico, cuyos momentos ulteriores se van sucediendo desde
el de la formación de la materia de los tejidos blandos, hasta la formación
del cartilagíneo, del óseo y, finalmente, del dentario. *
Feefaturla.— El Dr. A. Muñoz Ruit de Faaanis defiere mucho de lo que se
ha dicho acerca de la natnraleza de esta enfermedad; afirma, como otros
lo han hecho también, que precede y acompaña á la tuberculosis y á la
glucosuria, por lo que las pérdidaa fosfáticas son consideradas por Teissier
como una especie de diabetes sacarina latente, y admite como cierta la hi-
pótesis de que la fosfaturia obedece siempre á ¿n trastorno nutritivo de
verdadera importancia, pudiendo aparecer estando el rifión en la mayor in-
tegridad fisiológica, y creyendo además que las alteraciones del filtro renal,
de cierto orden, pueden ser causa de que la fosfaturia aparezca cuando los
sujetos están á ella predispuestos.
Hace la historia clínica, con riqueza de detalles, de algunos casos de fos-
faturia sobrevenidos en sujetos con predisposición marcadísima para la tu-
berculosis, y que padecían de litiasis renal, después de haber sufrido un có-
lico nefrítico y arrojado gran cantidad de arenillas, como también de otros
casos de fosfaturia sobrevenida después de una albuminuria, que se hi-
cieron refractarios, y hasta llegaron á ser mayores las pérdidas fosfáticas
312
con el régimen que los grandes maestros recomiendan en esta enfermedad,
j se cararoD, por lo menos aparen temen te, de la fosfatnria, con el régimen
lácteo absoluto.
También refiere qne ha risto snjetos con fosfataría primero y al bami na-
na después, terminando este interesante trabajo con las siguientes concia*
siones :
La existencia de la albuminuria sin antecedentes de enfermedad renal
debe ser motivo para suponer que puede estar ligada á la fosfaturia, asi
como la fosfaturia puede hacer sospechar su origen albuminúrico ó alguna,
alteración renal.
Cuando la fosfaturia no desaparece, á pesar del régimen higiénico y me-
dicamentos más indicados, e\ enfermo deberá someterse al uso exclusivo de
la leche, pues hay muchos casos en los cuales la dieta láctea sola determi-
na la curación.
Csfflpesieién de les glóbulos rejes de la sanire. -- El Dr. E. Albrbcht: La
capa snperflcial de los eritrocitos está formada, en los vertebrados, por unik
substancia lipoide O^citina), más abundante en los mamíferos. La propie-
dad principal de esta substancia, como todas las grasas, es una afinidad
especial por el oxigeno que acumula en disolución sólida y transmite des-
pués á la hemoglobina. Acumula también y sirve de vehículo á las subs-
tancias disueltas en el suero sanguíneo que tienen más afinidad por los
lipoides qne por el agua (alcohol, cloroformo, éter, etc).
El interior del eritrocito no contiene elementos estructurales; os un
fluido más ó menos homogéneo en el que está disuelta la hemoglobina;
para qne ésta quede libre es necesario, no sólo qne se destruya por com-
pleto ó en parte la capa externa lipoide del glóbulo, sino también que se
altere su contenido, fil núcleo de los eritrocitos contribuye, según toda
probabilidad, á la producción de la lecitina superficial y quizá también á
la formación de la hemoglobina.
Por consiguiente, todo lo que sabemos actualmente respecto á la estruc-
tura del glóbulo rojo le hace considerar como un cuerpo oxigenóforo, y en
general, gasóforo por esencia. — F. Toledo. ^
(Continuará).
SOCIEDAD DS MEDICINA DB BBRLÍN
S$Mn dü dia 4 de Julio de Í90€.
Tumer retrefarfngee.^El Dr. Af, Listhauer presenta una joven, que desde
hace cuatro afios venia padeciendo de dificultad en la deglución ; cuando
la vio el autor, estaba sumamente demacrada. El globo ocular isquierdo
estaba hundido, la pupila reducida de tamafio.y la hendidura palpebral '
estrechada La paciente estaba ronca y respiraba con mucha dificultad»
En las fauces había un tumor retrufa* íngeo, que extirpó el autor desde
fuera por el cuello. La herida se curó sin ningún incidente, aunque sobre-
vino parálisis de la deglución con carácter transitorio. La mitad izquierda
del velo del paladar está paralizada todavía, y también persiste aún una.
313
paráliflisdel recurrente izquierdo; Ambos aintomas hay que atribairloe á
i* presión ejercida por el tumor, sobre el tronco del neumogástrico. Igual-
mente persiste el hundimiento del globo ocular, hundimiento que es debi-
do á la presión sufrida por el simpático. £1 examen microscópico ha de-
mostrado que el tumor es un fíbrosarcoma.
Esplreeetes en la sffilie terelaria. — El Dr. Benda presenta preparaciones
de espirooetes procedentes de una arteritis cerebral sifilítica, ó sea de un
caso de sífilis terciaría. Muchos de los espirocetes están deshechos y apa-
recen como granulaciones ó fragmentos; otros aparecen largos y rectos.
Cáleulee billares alejados en un divertfeule de Meekei. — El Dr. HoUander
refiere que en un caso de peritonitis, practicó la laparotomía á las diez ho-
ras de haberse iniciado la enfermedad, y creyendo que ésta había tenido su
punto de partida en el apéndice rermiforme se dirigió á buscarlo. En efec-
to, estaba alterado, pero sus alteraciones y lo mismo las adherencias que
le rodeaban, eran evidentemente más antiguas y habí^ terminado su evo-
lución. De la cavidad abdominal salía pus, y al reconocerla por medio del
tacto, se tropezó en la cavidad de Douglas con una asa gangrenosa, la cual
al ponerla más á la vista, se vio que no era otra cosa que un divertículo de
Meckel lleno de cálculos biliares y perforado. Se extirpó dicho divertículo
y el enfermo recobró su salud, ün meteorismo que se presentó pasajera-
mente, se hizo desaparecer por medio del lavado del estómago.
Operación extrema 6 interior de las supuraciones de les senes nasales aeoe-
sorios.— El Dr. Max Halle dice que para ilustrar la cuestión relativa á las
indicaciones de la operación extrema ó interior, en el tratamiento quirúr-
gico de las afecciones crónicas de loe senos nasales accesorios, investigó
ante todo cómo se efectúa la curación natural en los casos de empiema agu-
do. Insiste en que debe ser el aire respirado el que, al pasar por las fosas
nasales, ejerce una presión negativa sobre los senos y aspira el pus, y al sa-
turarse el aire seco que penetra en las fosas nasales con el vapor de agua,
deseca también dichos senos y de este modo los desinfecta. Semejante efec*
to es más intenso aún con la inspiración forzada y en el acto de sonarse.
Así que, cuando este acto se practica con fuerza y las fosas nasales se ha-
bían limpiado de antemano, sucede muchas veces que si el pus es muy
líquido, se le ve salir de los senos.
El autor juzga necesario que también se tenga en cuenta este efecto en
el tratamiento de los empiemas crónicos, y se propone examinar hasta qué
punto obran en el mismo sentido los métodos terapéuticos usuales y su gra-
do de eficacia para obtener la curación.
La operación del seno maxilar desde un alvéolo es operación que toda-
vía se practica mucho. La apertura de la cavidad en el punto más bajo,
que es el fin de dicha operación para facilitar el desagüe del seno, resulta
de ilusorios resultados, porque se hace preciso introducir en el acto un ob«
turador en la abertura practicada, con lo cual el seno vuelve á estar ce-
rrado por todas partes y sólo se abre en los momentos de los lavados. Pero
con esto la abertura en el punto más bajo es inútil, en el concepto quirúr-
gico,, puesto que viene á ser indiferente que una cavidad se la lave desde
arriba ó desde abajo. Más aún, se dificulta la desecación del seno y obran
como irritantes los lavados y el obturador.
314
Lft únie» TesUjs de máe método^ 1* deqseiepraiU iBC)orá«
d* por d núaio eof ermo, w pseda eoBS^oir de otre Buaerm coa la i
eoflBodided j eos m^or reenltedo. En efeeio, ke rcenhedoB del nétodo de
Cooper mo mm maj DoteUes en loe eeeoe de empienm crónico, pneeto qne
es mn j freeoente qne loe enformoe eetén tometídoe Teños efioe á tiwtn*
ndeofto, sin conecgnír en cnndón definittTa. El antor ha tratado jeorado
á mnehoe de eetoe enfermos por la Tia endonasal.
La operación por la íbea canina tiene loe nusmoe iaconTenientes qne la
de Cooper, pero en ma/or escsli ; en cambio, permite examinar perfecta-
mente el interior áú seno. Por lo tanto, debe ser considerada siempre como
mnj adecnada para las operadonee radicales de qne abora se trata; esto
no obstante, por loe motÍTos antee expresados conriene mnchiaimo qne se
cierre el seno lo máe pronto posible para qne la cnración se efectúe en las
mejores condiciones.
El método de Miknlicz-Exanse, ó sea el de la perforadón por el meato
nasal inferior, satisface en parte al principio reconocido como de mncba
importancia, pero el tratamiento consecntiyo es d<4oroso y oUiga dema-
siado ai paciente á depoider del médico. El antor cree, conforme en esto
con otros, qne es ma/ conreniente abrir ampliamente el seno por el meato
nasal inferior para poder lograr nna eracnaeión duradera del pns ó en sn
caso ana aspiración del mismo j para qne el paciente pueda tratarse á si
mismo. El aator abre el antro con una fresa de trépano, por medio de la
cnal también se puede quitar el bueso hasta llegar al suelo de las fosas
nasales.
Abre el esfenoídes deede adentro por medio del escoplo y según la ex-
tensión del proceso morboso quita toda la pared ó tan sólo una parte, em-
pleando en el primer caso una fresa de extremo romo y morida por la elec-
tricidad.
El etmoides es yaciado desde adentro y conrertido hasta donde es posi-
ble en una gran caridad que después se cura sin grandes dificultades. Las
células anteriores del etmoides se abren lo mismo que el seno frontal.
El autor afirma que se pueden sondar todos los senos frontales afectados
de lesión crónica. Se han hecho dirersas tentatiras para proporcionar de-
sagüe al pus, bien dilatando el conducto excretor ó creando uno artificial,
pero hasta ahora han sido poco fructuosas dichas teotatíras. Gonriene re-
cordar que el conducto nasofrontal siempre está limitado lateralmente, de
un modo directo ó casi directo por la lámina papirácea y por detrás por la
lámina interna. Por delante sobresale mucho una espina nasofrontal inter-
na que empaja el conducto hacia atrás. Esta espina puede quitarse sin
ningún peligro. Para ello el antor desliza sobre la sonda introducida un
protector flexible, y costeando éste penetra hacia adelante y arriba con
uoa sonda morida por la electricidad, procediendo siempre con una rigi-
lancia muy escrupulosa.
Oaando la abertura es tan amplia que ya puede pasar por ella la punta
de la fresa, se cambia ésta por otra de punta roma, se dilata con ella el
conducto hasta que pueda introducirse en él otra fresa piriforme de extre-
mo también romo, con la cual sólo se paede quitar hueso hacia abajo. Con
esta fresa se puede, sin peligro alguno, quitar hueso hasta abrir ampUiH'
316
mente el seno frontal y garantizar el desagüe franco de un modo definiti-
vo. Las prominencias pequefias se qaitan con escoplos especiales. De este
modo se quitan también radicalmente todas las células etmoidales ante-
riores y podemos ya orientarnos mejor para operar las posteriores.
El autor presenta ocho preparaciones de otros tantos casos operados por
el procedimiento que aconseja é insiste muy especialmente en el principio
de operar por dentro, reservando las operaciones por afuera para aquellos
caaos en que no es suficiente el tratamiento interno.
El Dr. Af . Senator dice que en otro tiempo empleó la barrena movida
por la electricidad, pero hubo de abandonarla, porque las heridas que hace
no son lisas, desgarra la mucosa y puede fácilmente dar origen á la forma-
ción de esquirlas ó de fisuras; además, no es posible orientarse mientras
se está operando, y por otra pa]:te, como varían algo, según los individuos
la situación del seno frontal y de su conducto excretor, no deja de tener sus
peligros el operar á ciegas. Asi no es extrafio que haya habido casos en
que, con este procedimiento se han producido grates lesiones accesorias
seguidas en un enfermo de meningitis traumática.
El Dr. Ritter llama la atención acerca de las dificultades con que tropie*
za el diagnóstico de las supuraciones de los senos frontales, porque inme-
diatas á éstos se encuentran las células infundí bulifor mes del etmoides.
Guando en las autopsias se abren por afuera los senos frontales, se com-
prueban los errores que se pueden cometer en estos casos. La abertura
con la barrena desde las fosas nasales no está exenta de peligros, porque la
forma de los senos frontales es muy variable.' Sólo en un 75 por 100 de casos
todo lo más, se consigue sondar dichos senos é introducir, por lo tanto, el
protector. Pero aunque éste se pueda introducir, no protege en realidad,
porque para ello seria necesario que el conducto nasofrontal fuese vertical,
y esto no sucede siempre ni mucho menos. Asi que cuando los demás mé-
todos que acostumbran emplearse para curar un empiema de los senos
frontales, no sean suficientes para ello, es preferible proceder por afuera.
De este modo se logra en realidad una curación completa, sin que la ope-
ración deje en pos de si cicatrices antiestéticas.
El Dr. Peyeer pregunta qué es lo que ocurre con los empiemas de origen
puramente dentario y teme que pueda pasar fácilmente inadvertido un tu-
mor maligno del maxilar superior, si no se abre ampliamente el seno ma-
xilar. Los senos frontales no siempre se pueden sondar.
El Dr. Bochner presenta una radiografía que hace ver cómo una sonda
que se ha hecho penetrar muy arriba en las fosas nasales no se ha introdu-
cido, sin embargo, en el seno frontal.
El Dr. Halle rectifica.
(Deutsche MedUinal Zeiíung). — R. dkl Vallb.
316
IMPERIAL T REAL 800ISDAD DS L08 MEDIÓOS DB YIBNA
SeMn da día 15 de Junio de 1906.
Tuiíitrot dtMrrolladot después da la aplioaoión da las rayas X. — El doctor
Otutavo Riehl presenta preparaciones de un cáncer epitelial y de nn sarco-
ma fosocelnlar, tumores ambos que se desarrollaron en una misma enfer-
ma y sobre una cicatriz consecntíra al tratamiento de un lupus por medio
de ios rayos X.
También presenta un enfermo con lupus vulgar y además con un carci-
noma rodeado de infiltraciones luposas. Este enfermo parece que ha sido
también tratado con los rayos Rontgen.
El Dr. Saloman Ehrmann no niega la posibilidad de que los rayos X pue-
dan ser causa de un epitelioma; pero también es difícil negar el origen es-
pontáneo de este último en casos como Ioa presentados.
El Dr. Ouido Hcltknecht dice que desde el trabajo^ publicado por Unna
sabemos que pueden desarrollarse cánceres sobre úlceras producidas por
los rayos X, pero á condición de que estas úlceras contengan restos epite-
liales, cosa que no sucede en loe casos presentados.
El Dr. Qahor Ndbl hace obserrar que como no es raro que los rayos X pro.
Toquen el desarrollo de una afección muy parecida al xeroderma pigmen-
tario, no debe eztrafiamos tampoco que pueda dar origen á un carcinoma,
pues sabemos que el xeroderma predispone muchísimo á esta enfermedad.
La pieoianasa aa al tratamianta da la maniniitis aarabre-asplaal y da otras
afeaeianea. — El Dr. Teodoro Eicherích recuerda que entre los cuerpos bac-
tericidas y no nociros para los tejidos se cuentan loe procedentes de la au-
tolisis de las bacterias. La piocianasa procedente del bacilo piociánico goza
en alto grado de dicha propiedad. De los ensayos hechos por el autor se
deduce que no es muy útil en la difteria faríngea; pero que, en cambio, la
instilación una sola Tez de cinco gotas de piocianasa en cada Tcntana na-
sal fué útilísima en una epidemia de gripe que se obserTÓ en una enferme-
ría de niños de pecho. También destruye el meningococo cuando éste se en-
cuentra en las Tías respiratorias. Igualmente fué útil en inyecciones intra-
durales de 8 á 5 centímetros cúbicos en casos de meningitis cerebro espinal
observada en nifios.
Embaraza axtra-uteriaa aperada. — El Dr. O. Th. Lindmthal presenta una
enferma que por su anamnesia y por los datos de la exploración se creyó
que padecía de preñez intra-uterina y quiste OTárico intraligamentoso. En
la operación se tío que se trataba de una preñez abdominal genuína y que
el saco embrionario, después de haber desplegado las dos hojas del liga-
mento ancho del mexosalpinx y del mesorreclo, se había desarrollado den-
tro de dichos ligamentos. El útero estaba Tacío.
Tatanla paratireapriva. ^ Los Dres. Adler y Thaller dan cuenta de expe-
rimentos que han realizado con el objeto de esclarecer la patogenia de la
tetania de las embarazadas. Para ello, en hembras preñadas se destruyeron
parte de los cuerpos epiteliales, presentándose al poco tiempo tetania gra-
Te; en cambio no se presentó, ó sólo en forma muy Ictc, cuando se hizo la
317
mismA operación en hembras no prefiadas. Oaando se extírparoo por com-
pleto los dos cuerpos epiteliales principales sobreyino nn estado grayc de
caquexia tetánica que excluía la posibilidad de una preñez ulterior. Cuan:
do no se extirparon todos los cuerpos epiteliales, las hembras pudieron yoI-
Ter á hacerse preñadas una ó más veces, según la importancia de la lesión,
la cual influyó también en que apareciera ó no la tetania. Esta fué prece-
dida siempre dé alopecia, que también se ha obseryado en la tetania huma-
na, sobre todo en la de las embarazadas. En los animales en los que se ha
experimentado, nunca se toIyíó á presentarla tetania en la época de la lac-
tancia. «
El Dr. Antón de EinUberg reconoce ahora, contra su antigua opinión, que
la tetania experimental es originada por la falta de los cuerpos epiteliales.
Pineles explica la aparición tardía de la tetania coincidiendo con la recidiva
del bocio, por el hecho de que éste llega á comprimir los cuerpos epitelia-
les; pero como la clínica enseña que en la mayoría de los casos con el nuevo
crecimiento del bocio desaparece la tetania, hay que admitir, por el con-
trario, que también se hipertrofian los cuerpos epiteliales.
Oon este motivo cita el autor el caso de una mujer á la que se le extirpó
el bocio el año 1886, presentándose al cabo de cierto tiempo síntomas de
tetania, que fueron reemplazados después por una caquexia crónica.
El año 1887, embarazo sin ningún accidente. El 1888 nuevo embarazo,,
durante el cual se desarrolló un tumor en el mango del esternón, desapare-
ciendo al mismo tiempo los síntomas caquécticos. En 1891, el tumor creció
rápidamente y se presentaron dolores. En el cuello no había el menor indi-
cio de recidiva del bocio, pero sospechando que se trataba de un tumor ma-
ligno se extirpó la neoplasia en el año 1892, viéndose que se trataba de un
cáncer de células cilindricas desarrollado en una metástasis del bocio. A
los nueve días de la operación síntomas de tetania, que después de una re-
misión volvieron á presentarse. Después nueva mejoría, seguida de sínto-
mas de caquexia, sin que ésta se hubiese aliviado por la aparición de un
tumor en la escápula. En noviembre de 1898 la enferma dio á luz un niño
sano, y al poco tiempo de esto sucumbió con síntomas de caquexia.
En este caso és de creer que el cuerpo epitelial accesorio que estaba co-
locado detrás del esternón y que se había hipertrofiado después de la pri-
mera operación, fué extirpado coando la resección esternal.
El autor dice que en la clínica de Billroth se observaron hasta el año
1890 doce casos de tetania consecutiva á extirpación total del bocio; de
ellos, cinco fallecieron de tetania fulminante y tres de tetania crónica; dos
quedaron con tetania crónica persistente; de los otros dos de tetania tam-
bién crónica, uno mejoró al recidivar el bocio y otro curó espontáneamen-
te. En estos últimos cinco años, de 856 operaciones de bocio, sobrevino te-
tania en 16; en 11, ligerisima; en dos, en que fué algo más persistente, se
curó con tabletas de substancia tiroidea. En dos casos ya existía la tetania
antes de la operación.
Vemos, por lo tanto, que la tetania se ha hecho mucho más rara desde
que ya no se extirpa todo el bocio, procedimiento con el que se evita tam-
bién la destrucción completa de los cuerpos epiteliales.
La disección cuidadosa del recurrente y la ligadura exacta de la arteria
318
tiroidea inferior contri buirán Umbién á este resnliado. Se apelará á la enu-
cleación, á la enacleación con resección, ó á la extirpación, que puede com-
prender hasta cuatro quintos del bocio, según las circunstancias de cada
caso. En la actualidad tiene tan poca importancia la tetania post operato*
ría, que no hay motÍTO para modificar los procedimientos adoptados.
El Dr. Ricardo Paltauf hace observar que, desde 1901, yiene atribuyendo
la tetania á la falta de los cuerpos epiteliales y las alteraciones en el cre-
cimiento, el marasmo y la caquexia 4 la supresión del cuerpo tiroides. El
autor ha observado la hipertrofia compensadora de los cuerpos epiteliales
en cabras, 4 las que#e les había extirpado el cuerpo tiroides para admi-
nistrar su leche 4 enfermos de mal de Basedow.
El Dr. Max Kassowitt entiende que seria prematuro aplicar los datos
obtenidos con la tetania experimental para explicar la patogenia de las de-
más formas de tetania. Así la tetania de loe niños raquíticos, que es muy
frecuente observar en invierno, sobre todo á su terminación, ataca casi ex-
clusivamente 4 niños que tienen la edad m4s apta para contraer el raqui-
tismo y en los que se encuentran casi siempre signos evidentes de dicha en-
fermedad. Ahora bien; podía suponerse que en todos los casos de tetania
los centros convulsivos fuesen irritados por substancias tóxicas, pero que
éstas no habría de ser preciso que turíesen siempre el mismo origen. Así \
en la tetania paratireopríva serían de origen endógeno y obrarían á causa
de no ser neutralizadas por la secreción interna de los cuerpos epiteliales.
En cambio en los casos no operatorios se trataría quizá de substancias tó-
xicas aspiradas con el aire exterior, explicándose así el efecto rápido del
fósforo que, por el contrario, es inactivo en las neurosis de origen no ra-
quítico.
Admitiendo la patogenia indicada se explicaría también la aparición de
la tetania en determinadas estaciones del año, y su mayor frecuencia en
profesiones y oficios que se ejercen en locales cerrados.
( WitfTi^r klinische Rundschau). — R. dkl Yallb.
PERIÓDICOS
Mode de oemprobar la diiestién del tejide eenjuntive por medie de les rayes
RSntgon. — En una de las últimas sesiones de la Sociedad vienesa de Medi-
cina interna y de Paidopatía, el Dr. Gottvald Schwarz dio á conocer el si-
guiente procedimiento de aplicación de los rayos Rdntgen al estudio de la
digestión del tejido conjuntivo.
El paciente traga 15 decigramos de subnitrato de bismuto envueltos en
una película de tripa.
Al examen radioscópico el bismuto aparece como una mancha negra
mientras se conserva la película, pero una vez digerida ésta, aparece el
subintrato de bismuto como una sombra difusa. Ahora bien ; mientras la
319,
pelioaU de tripA se disuelye en el estómago normal á las siete horas, en un
easo de hiperacidez se disolyió á las dos, y en cambio en otro de ptoeis del
estómago no se habla disuelto á las yeinte.
iZentralblaít f&r inaere A/«2tm).— R. dbl Valle.
Tratanlanto de Ia4|eta. — Entre los medicamentos más útiles para elimi*
nar el yeneno gotoso, el mejor, dice el Dr. L. Williams, es el yoduro potá-
sico. Conyiene emplearle á la dosis necesaria y combinado con otros medi-
camentos. La combinación siguiente merece ser empleada :
Qnayaoo en poWo | aa^o^^í^
Yoduro potásieo .^ I** « ^««gramofc
Para on sello, tres al düu
81 el guayaco produce efectos purgantes, se reduce la dosis á la mitad ó
se agrega á cada dosis 8 á 6 decigramos de creta. Los salicilatos son consi-
dorados por unos como útiles en la gota, y por otros como perjudiciales. Se
les objeta producir efectos deprimentes é irritar los rifiones. El Dr. Wi-
lliams aconseja la aspirina á la dosis de 6 á 12 decigramos. Los salicilatos
no deben -administrarse con alcalinos, sino solos ó combinados con un me-
dicamento, como la nuez yómica, que no influya sobre el medio químico.
El ácido fosfórico es muy recomendado por loe que creen, ateniéndose á los
experimentos de Joulie, que las manifestaciones gotosas son debidas á la
retención en la sangre de substancias cuya eliminación es fayorecida, no
por los alcalinos, sino por los ácidos. El ácido cítrico, en forma de sumo de
limón, es útil en el tratamiento de la diátesis gotosa y, según el Dr. Wi-
lliams, puede considerarse como uno de los medios más eficaces para com-
batir la tendencia á la gota.— (C/i/itca/ Journal), — F. Tolbdo.
laftueneia faverable de los rayes R9nt|en en las adenopatfas tubereulesas ne
•upiil'adas. — El Dr. J. Bergonió refiere cinco casos de notable mejoría ob-
seryada en infartos ganglionares tuberculosos, no supurados, gracias al
empleo de los rayos Rontgen con interrupciones de una á dos semanas,
siendo*de adyertir que dichos infartos habían sido rebeldes á todos loe de-
más tratamientos. En cambio los rayos Rontgen no modificaron en lo más
minino el estado general de los pacientes.
(Compt rendua de V Ácad. des «cíencss).— R. dbl Valle.
Pvbleteinia en el parto.— Según Aubert, la pubiotomía está exenta de las
objecciones que se hacen á la sinfísiotomia y su mortalidad; aun practicada
por cirujanos poco hábiles, es la mitad menor que la de la operación cesárea
ejecutada por operadores competentes. Como la sección no se practica en la
linea media, los sostenes de la yejiga y del uréter no corren peligro ni son
sometidos á la tensión tejidos tan delicados como el clitoris. El músculo es
más resistente que la linea media, y hay menos peligro de desgarro. La he-
morragia jamás es abundante, porque se eyitan los cuerpos cayernosos. La
tensión del adductor largo y del recto interno impide la separación exage-
rada de los fragmentos. La unión del hueso seccionado es rápida, y el re-
320
saltado mecánioo siempre perfecto. Es menoe peligrosa qae el parto pre*
maturo en pelTÍs de diámetro conjugado verdadero inferior á siete centi*
metros, y puede emplearée sin inconyeniente en miijeres febriles. La ope-
ración se practica del modo siguiente : se hace una incisión á lo largo del
borde superior del pubis desde la linea media hasta la espina. 8e deja al
descubierto el borde superior del hueso, y se introduce detrás del pubis,
pegada ^ él, una aguja curva montada. 8e hace una pequefia incisión
en la piel debajo del pubis y se saca á través de ella la aguja. Se une al
extremo de la aguja una sierra de Gigli, con la que se practica la sección.
Las heridas pueden cerrarse sin hacer el desagüe.
(Rev, Afedicale de la SuUse Romande), — F. Tolsdo.
Eetudlot tebre la c cuarta» enfermodad.— El Dr. O. ünruh cree, por loque
ha observado, que hay motivo para admitir la existencia de la enfermedad
que Filatow y Dnkes han denominado c cuarta», por parecerse algo á los
tres exantemas febriles: sarampión, escarlatina y alfombrilla. Individuos
que ya habían pasado el sarampión y la alfombrilla contrajeron después la
«cuarta» enfermedad, y ésta se transmite por contagio siempre con los
mismos caracteres.
Sus síntomas son : exantema que palidece al cabo de uno ó dos días, con-
Üuente en el tronco, más diseminado ó formando grupos en el rostro, cons-
tituido por manchas de color ligeramente rojo moreno y de un tamafio que
no alcanza el de las manchas de alfombrilla ; fiebre de uno ó dos días de
duración, no muy elevada y acompañada de poca frecuencia de pulso rela-
tivamente, leve tumefacción de los ganglios linfáticos cervicales, incolu-
midad de las mucosas y falta de enfermedades consecutivas.
Es enfermedad casi exclusiva de la infancia; la predisposición para con-
traerla es menos frecuente que para contraer la escarlatina, y su período de
incubación, que algunos dicen ser de nueve á doce días, fué de quince en
un caso bien observado por el autor.
(Deutsche» Árchiv. für klinische Medidn), — R. dbl Vallx.
Un medie de anmatearar al saber del aceite de rieino. — Lqs árabes, cuando
desean tomar aceite de ricino, lo vierten gota á gota sobre un vaso de leche
caliente y agitan la mezcla con una cuchara. A los pocos minutos se forma
una emulsión perfecta, á la que puede agregarse algo de jarabe de azahar.
El aceite de ricino tomado de este modo es grato, y además más activo,
puesto que son suficientes 15 á 20 gramos para un adulto.
(Journal de med. de Parü). — F. Toledo.
-4^»V#--
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
EFECTOS DE LA DILATACIÓN,
lA VADOS Y DESAGÜE UTEBIKO EN LOS ABORTOS IKOOHFLETOS,
^ METB0BRA0IA8 8UBIKV0LÜTIVA8 Y EN LAS EVDOMBTBITIS
IH>R U DOCTOR
D. ADOLFO MARTÍNEZ CERECEDO
Tocólofo, por opotlei¿a, de U BeBefteeneU mvaielpal do Madrid.
La dilatación, irrigación y desagüe en sustitución del legrado en
tas endometritis y hemorragias post abortum es un tratamiento
«asi siempre heroico, con el cual se pueden ahorrar muchos raspa-
dos de la matriz, aun en los casos en que esta intervención parece
mejor indicada, como ocurre en las metrorragias posteriores al
aborto ó sintomáticas de endometritis hiperplásicas (OIshausen).
Por más que el legrado uterino es una operación sencilla y de
.pronóstico tan íayorable, que puede decirse que resulta inocuo el
100 por 100 de intervenciones, no obstante puede producir, por más
que raramente, consecuencias dolorosas, si no se establecen bien las
indicaciones y contraindicaciones, y sobre todo si la mujer está muy
<lóbil por pérdidas sanguíneas anteriores á la operación.
Es indudable que el raspado produce un traumatismo y una me-
trorragia cuya enervación y anemia rápida ha de tener su eco en el
organismo, y el colapso puede ser la resultante de la depresión ner-
viosa y pérdida sanguínea, que en circunstancias de gran debilidad
de la enferma y de muy poca resistencia orgánica produzca la
muerte de la operada.
Por lo tanto, á las contraindicaciones clásicas apuntadas por los
autores hay que agregar la gran debilidad ocasionada por metro-
rragias ó por otras causas en que el ginecólogo debe de ñjar su
atención para no encontrarse con sorpresas sensibles, tanto más
Afio XXX. - Tomo LXXII. - Nüm. 945. - 7 Septiembre, 1900. S3
322
'Cuanto que nadie habla de gravedad post operatoria consecutiva al
raspado de la matriz.
La expectación armada ante los abortos inevitables y sus conse-
cuencias, debe ser la regla de conducta seguida. Si el raspado dé la
matriz fuese una intervención completamente inocua, el vaciamien-
to uterino y el legrado sería siempre la operación' que estuviese in«»
dicada en una gestación interrumpida en los primeros meses.
La observación de un caso de defunción por ahoeh traumático con-
secutivo á un legrado practicado en una enferma extenuada por le-
sión crónica del aparato respiratorio y por abundantes metrorra-
gias originadas por un pólipo uterino, produjo en mí cierta reacción
respecto á recurrir á la legra en casos de abortos incompletos ó de-
hemorragias por subinvolución ó por hiperplasia del endometrío,.
que hite muy poco tiempo todavía constituían para mí una indica-
ción precisa y absoluta del legrado uterino.
Posteriormente á este caso que me sirvió de gran enseñanza en lo
que respecta á contraindicaciones de índole general, me vi en la
precisión de hacer un raspado por metrorragias peligrosas provo-
cadas por restos placentarios en un aborto de tres meses, y dos ho-
ras después del legrado era tal la pequenez del pulso, el descenso de
la temperatura y el colapso; en una palabra, que apresuradamente
recurrí á las inyecciones de suero, pues hubo momentos en que temi
que no reaccionando la enferma se extinguiera por shock traumá-
tico y anemia aguda» pues perdió mucha sangre en la operación y
hubo que dar por terminada ésta, sin lograr producir en la pared
posterior el grito uterino característico, cuando la legra ha destruí-
do la mucosa y se halla en relación con la capa muscular. Era tal
la cantidad de sangre que salía á chorro del útero al legrar la cara
posterior de su cavidad, que tuve que suspender la operación y ta-
ponar rápidamente con gasa yodofórmica, con lo cual se cohibió
inmediatamente la metrorragia. Este caso me ha resultado ta^i-
bién muy instructivo; primero porque demuestra que no siempre
el raspado suspende la hemorragia, y segundo porque es un dato
demostrativo de que el legrado puede ser beneficioso aun sin des-
truir toda la superficie y espesor de la mucosa, pues la enferma se
curó radicalmente de sus flujos hemorrágicos, y hoy menstrua nor-
malmente, estando casi restablecida de la gran anemia adquirida.
Este caso trae á mi memoria el recuerdo del primer raspado que
practiqué el 98 en la Princesa, sección del Instituto de Terapéutica
Operatoria. En aquella enferma que estaba próxima á la menopau-
323
8ia y que Bufrla menorragias, tampoco se pudo conseguir al raspar
la pared posterior el ruido propio del contacto de la legra con Ja
Capa muscular, y sin embargo se curó de su enfermedad, pues vista
seis años después no se'habian reproducido las molestias que deter-
minaron la intervención. También en esta enferma recuerdo que la
metrorragia fué considerable en el momento del legrado. Lo que en
ambos casos me quedó sin conocer es la causa de la ausencia del
ruido especial indicado, y por lo tanto si la mucosa estaba excesi-
vamente gruesa y vascularizada en dichos puntos, ó si la capa mus-
cular estaba anormalmente reblandecida, pues por lo menos en el
primer caso hay que alejar la hipótesis de una degeneración malig-
na, porque este proceso hubiera continuado su marcha destructora.
Bn ambas enfermas el legrado ha sido eñcaz, no obstante de haber
sido quizás incompleto.
El recuerdo de contraindicaciones de orden general y el de raspa-
dos incompletos, que fueron, no obstante, eficaces, me animaron á
extremar la expectación en los tres casos que suscintamente voy á
referir.
Hasta hace poco tiempo me he inspirado en la conducta de Dole-
ris por creerla más razonable y expedita enfrente de las reservas
sostenidas por Tamier y Pinard, que objetaron que el método reco-
mendado por aquel autor era imperfecto, inútil muchas veces y en
ocasiones hasta peligroso; hoy no diré que sea imperfecto ni peligro-
so, porque el instrumento con que se practica el raspado pueda pro-
ducir una perforación; pero sí, aleccionado por la experiencia, puedo
afirmar que es inútil muchas veces y peligroso algunas cuando el
mal estado general de la enferma lo contraindica, y por lo tanto,
que antes de decidirse por la operación debe cerciorarse uno del
modo de ser cardiaco é inervador, esto es, consultar la resistencia
orgánica de la enferma.
Bn los casos de aborto complicado con infección ó hemorragia,
puede ser urente la necesidad del raspado de la matriz, y, sin em-
bargo, todavía en estos casos puede ser evitable dicha intervención
si con asiduidad recurrimos al lavado y desagüe de la cavidad ute-
rina en medio de la más minuciosa y perfecta asepsia, con observa-
ción atenta del efecto logrado en la fiebre y pérdida sanguínea.
Desde que el colapso ocurrido en algunos casos de legrado prac-
ticado en malas circunstancias generales me advirtió el peligro de
esta pequeña operación, la he reemplazado en dichas condiciones
por el lavado y desagüe uterino, y hoy puedo afirmar que mu-
324
chos raspados son evitables sostitayendo esta intervención por
aquellas modestas curas, por donde puede y debe empezarse con
más frecuencia para llegar al legrado en caso de verdadera indica^
ción y cuando la irrigación uterina resulte insuficiente.
Claro está que no se debe agotarla expectación en perjuicio de la
enferma cuando la infección ó metrorragia no ceden rápidamente,
ó cuando el mayor volumen uterino, en desproporción con la época
probable del embarazo, unido á los demás síntomas, nos hace pre-
sumir la existencia del mixoma placentario ó degeneración de las
vellosidades coriales, pues en este caso el vaciamiento rápido de la
matriz puede ser la indicación, y hasta su extirpación, si se tratara
del deciduoma maligno.
Voy concisamente á narrar tres casos de aborto incompleto, com-
pilcados con hemorragia ó ligera infección, curados rápidamente
sin recurrir al legrado:
1.^ A las doce de la noche de un día del invierno pasado, fuf lia*
mado para una consulta con el Dr. D. José Soto, Jefe de la Casa de
Socorro del distrito del Hospital.
Se trataba de una embarazada que con una metrorragia conside-
rable acababa de expulsar un feto de cuatro meses. Intenté despren*
der la placenta con los dedos, pero me fué imposible practicar el
vaciamiento uterino. Hícele una irrigación vaginal y coloqué un
tapón.
Doce horas después extraje el tapón vaginal, y como la placenta
no se alcanzaba con los dedos, la hemorragia se había suspendido y
las siete décimas que tenía al expulsar el feto habían desaparecido,
no insistí más en el taponamiento y sí exclusivamente en las irriga*
clones vaginales con sublimado, mañana y tarde, durante dos se-
manas, para continuar quince días más con lavados con agua y
ácido bórico. La placenta se fué desprendiendo por pequeños trozos,
y ni la hemorragia ni la fiebre reaparecieron. Han transcurrido
seis meses y aquella enferma, debilitada por trastornos digestivos
anteriores al aborto y por la anemia consecutiva, está hoy comple-
tamente curada, sin haber empleado otro tratamiento que las irri-
gaciones dichas y la ergotina.
2.^ El 16 de diciembre próximo pasado vi en consulta con el doc-
tor Casuso, de la Beneficencia municipal, una enferma en la calle
del Salitre, núm. 28, en circunstancias gravísimas, hasta el punto
326
que la muerte parecía inminente. Hacia doce días que habla expul-
sado el embrión, en medio de abundantisima pérdida sanguínea. La
metrorragia disminuyó sin desaparecer, hasta que el referido día 16
sufrió una hemorragia tan considerable que perdió el conocimiento,
creyendo la familia que había muerto.
La encontramos sin pulso, que sólo después de 300 gramos de in-
yección de suero se hizo perceptible y ñliforme.
La cama estaba inundada de sangre, y la vulva y vagina ocupa-
das por coágulos antiguos y recientes. Desprendí y extraje con los
dedos los trozos placentaríos que pude arrastrar» y dispuse'que le
hicieran dos irrigaciones diarias con sublimado. Al día siguiente le
repetí la inyección de suero, y como al tercer día apareciese ñebre,
que llegó á 38^, le hice una irrigación uterina, con la que salieron
restos placentarios muy fétidos.
La ñebre desapareció y continuó con las irrigaciones vaginales
con agua sublimada y con el cornezuelo, que le administré para
favorecer la involución uterina y prevenir así una nueva metrorra-
gia, que la enferma no hubiera podido resistir, y se fué reponiendo
paulatinamente de su gravísima anemia, hasta el punto que á los
dos meses no la conocí al presentarse en mi consulta completamente
restablecida.
En este caso, el legrado digital, por m¿s que fué incompleto, por
cuanto han quedado trozos placentarios que después se fueron des-
prendiendo, fué suñciente, y la enferma no hubiera seguramente
sobrevivido al legrado instrumental que su gravísimo estado gene-
ral contraindicaba.
3.** A principios de mayo próximo pasado vi con el Dr. Piquer,
tocólogo de la Beneficencia municipal, en la calle de Campomanes,
número 6, un caso que diagnosticamos de suspensión de gestación
con retención fetal, por la historia y los caracteres del útero, volu-
men, blandura, etc.
El 6 de mayo abortó, expulsando un feto macerado, y como la me
trorragia fué considerable y ya empezaba á resentirse el estado ge-
neral, le extraje la placenta, introduciendo los dedos índice y medio
de la mano derecha en la cavidad uterina, auxiliando al desprendi-
miento y extracción con la izquierda á través de la pared abdomi-
nal, que por su delgadez favorecía la intervención. Continuó la
primer semana bien, sin hemorragia, y únicamente por las tardes
subía el termómetro cinco décimas.
En la segunda semana reapareció el flujo sanguíneo, y continuó
326
con dos irrigaciones vaginales diarias con agua sublimada muy
caliente, y además la sometí á la benéfica influencia hemostática
del cornezuelo y analgeeina. La tercer semana después de la expul-
sión fetal y extracción placentaria, mejoró visiblemente, desapare-
ciendo la metrorragia; pero á principios de junio reapareció de
nuevo con caracteres alarmantes, limitándome, no obstante, á dila-
tar, lavar y desaguar la matriz. Pasé fácilmente los diiatadores de
Hegar hasta el núm. 13, é irrigué y taponé tres días seguidos la
cavidad uterina con gasa yodofórmica esterilizada, logrando que
desapareciera la hemorragia. Ck>ntinuó una semana después some-
tida á las irrigaciones vaginales muy calientes y al cornezuelo, con
el propósito de que, adelantando la involución uterina, se alejara el
temor de nuevas metrorragias, que efectivamente no reaparecieron.
Este es un caso en que parecía clara é imperiosa la necesidad del
legrado, y no obstante se pudo prescindir de él, siendo sustituido
con ventaja por el lavado y desagüe uterino.
Con la dilatación, lavado, desagüe y toques en la mucosa enferma
con tintura de yodo, fenol yodado ó formalina he tratado y visto
tratar en el Instituto Rubio con verdadero éxito muchos casos de
endometritis hiperplásica y post abortum caracterizadas por meno
y metrorragias, que parecían exigir el legrado para su completa
curación, según la precisa indicación que da Olshausen para el ras-
pado de la mucosa uterina.
Voy únicamente á referir un caso interesante de endometritis se-
nil. Hace tres años reconocí á una enferma de sesenta y cinco años,
pluripara, cuya regla había desaparecido á los cuarenta y cinco
años de edad.
Estaba demacrada y se quejaba de un ñujo amarillento y fétido,
que le apareció un año antes de este reconocimiento, y de trastornos
digestivos, principalmente diarrea. La habían visto dos distinguidos
especialistas de esta Corte, los que unánimemente le manifestaron
que había que rasparle la matriz y analizar los productos por si era
preciso otra operación más importante. Explorada, se notaba la in-
volución iniciada de la vulva, vagina y cuello uterino con estenosis
del orificio externo. Practicada la hísterometría, medía el útero 8
centímetros, y al sacar el histerómetro, salía un liquido purulento
muy fétido.
Le puse un tallo de laminaria, y al retirarlo al día siguiente salió
327
•del útero una cantidad de pus con los caracteres dichos, que reva-
«aria seguramen de 30 gramos. Pasó hasta |el número 11 de los di-
latadores de Hegar, lavó con agua esterilizada, toqué |a mucosa
iU}n tintura de yodo y rellené la cavidad uterina con gasa yodofór -
mica, renovando esta cura tres días seguidos y después cada cua-
renta y ocho horas, habiendo logrado una completa curación des-
pués de la séptima cura, sin necesidad de recurrir al legrado. La
diarrea cedió con la dieta láctea, alcalinos, subnitrato de bismuto y
morfina, obteniendo el completo restablecimiento de la enferma an-
les del mes de comenzar el tratamiento referido.
Las consecuencias que se infieren de todo lo referido son :
1.^ Que el legrado preventivo en los abortos incompletos á titulo
de medida profiláctica contra la hemorragia, ó la infección debe des-
echarse porque en muchos casos es innecesario y en otros pueden
evitarse y combatirse ambas manifestaciones ó complicaciones con
recursos menos violentos y peligrosos que el raspado de la matriz.
2.^ Que con la dilatación^ lacado y desagüe uterino se puede y debe
fiustituir el legrado en muchos casos de aborto incompleto ó com-
plicado con infección ó metrorragias, que constituyen para algunos
una indicación absoluta del raspado uterino.
3.^ Que aun las metrorragias de origen subinvolutivo ó4as pro-
vocadas por endometritis hiperplásicas, caracterizadas por meno ó
metrorragias, pueden ser combatidas de un modo heroico por el te-
oado, la desinfección y el desagüe de la mucosa uterina, debiendo de
recurrir al legrado si fracasan aquellas curas más modestas, menos
agresivas y tan eficaces como el raspado de la matriz.
REVISTA DE OFTALMOLOGÍA
poa n DOOTOA
D. SINFORIANO GARCÍA MANSILLA
OealUU d«l HocplUl General T^Hotpleio. Profesor de Ofulmolof^a de la FaenlUd
de Mcdieioa de Madrid.
SüMABio X I. Afecciones de los ojos por aato-intozisaoión gaitro-intestinai.
—II. La alipina, naevo anestésico ocnlar.— III. Oftalmitis metast&sica.—
lY. Naevo tratamiento del desprendimiento de la retina.
L El Dr. Friedrich, de Víena, ha publicado un trabajo sobre las
enfermedades de los ojos y la auto-intoxicación intestinal. Es un
328
hecho conocido que en las enfermedades de la vista quedan por
descubrir todavía algunas de las causas que las producen. Hay for-
mas de escleritis, queratitis, neuritis, iritis, neuritis retrobulbared^
cataratas, alteraciones del vitreo, hemorragias del vitreo, hemiano-
pias y o trosj trastornos oculares, en los que la amnesia nada descu-
bre respecto á las causas que las determinan. ;
Existen, por el contrario, en individuos afectados de las enfer-
medades arriba citadas, datos indudables de trastornos digestivos»
sensación dolorosa en la región del estómago, hepática y esplénica;
dolores característicos en la región lumbar é interescapular, con
irradiaciones hacia los hombros; dolor á la presión en los puntos de
emergencia de los nervios intercostales, del plexo cervical, del ner-
vio supraorbitario; dolores en las regiones frontal y temporal; ce-
falalgia de forma frontal, trastornos respiratorios y palpitaciones,
violentas.
En ninguna de las afecciones arriba citadas se demostró altera-
ción alguna de los demás órganos.
En un caso de hemorragia espontánea del cuerpo vitreo existía
albúmina en^la orina. Como el indican se produce solamente en los>
procesos de descomposición intestinal, me creo autorizado para
creer que en. el organismo de tales enfermos se producen venenoa
intestinales, que más pronto ó más tarde han de ejercer su perni-
ciosa acción sobre otros órganos del cuerpo y entre ellos los de la
visión.
El Dr. Blschniz presenta algunas observaciones sobre el mismo*
asunto.
Desde hace unos diez años ha observado la presencia de indican
en la orina de enfermos de afecciones gastro-intestinales, el cual
considera juega un papel etiológico importante en las afecciones da
los ojos. Hasta ahora, la auto-intoxicación gastro- intestinal sólo-
en muy pocos casos se ha considerado, excepción hecha de las en-
fermedades del sistema nervioso, como causa de las afecciones dé-
los ojos. Según las observaciones del autor, la auto-intoxicación in-
testinal tiene un importante papel :
r.*' En las enfermedades del sistema nervioso (oftalmoplegia in-
terna, músculos externos de los ojos, afecciones del nervio óptico).
Respecto á estas últimas, las intoxicaciones por el tabaco y el alco-
hol contribuyen, con los trastornos gastro-intestinales, á produ-
cirlas.
2.** Las afecciones corneo-escleróticas, queratitis recidivantes, es-
329
cleritis y episcleritis recidivantes pasajeras, hacen su aparición
como consecuencia de auto-intoxicaciones gastro-ln tes tin ales.
3.^ Enfermedades de la úvea, iritis recidivante y muchos casos de
iridociclitis poco manifiestas, reconocen igual origen. En estas dos
categorías últimamente mencionadas suelen descubrirse señales de
sífilis hereditaria que no ceden al tratamiento antisifilitico. Parece
ser que como consecuencia de la sífilis hereditaria, tienen lugar cier-
tas alteraciones en los aparatos glandulares ó de inervación del in-
testino, que originan trastornos del quimismo digestivo, descompo-
siciones anormales en el conducto intestinal, y por consiguiente, au-'
tO'intbxicaciones intestinales. En los casos en que hace referencia el
autor, se ha prescrito un régimen dietético muy prolongado y á me-
nudo se ha repetido la desinfección intestinal, con lo cual siempre
se obtuvo importante mejoría ó la completa curación.-^La Semana
Médica, de Buenos Aires, diciembre de 1905).
II. Los químicos no dejan de hacer progresos en terapéutica, y á
cada momento nos presentan productos nuevos, cada vez más per-
fectos y menos tóxicos.
El éxito de la cocaína ha sido tan grande y tan duradero, que
cada cual trata hoy de presentar un nuevo anestésico : la holocaí-
na, la eucalna, la estovaina. Actualmente, la alipina pretende ser
mejor que los anteriores. v
La alipina, en solución al 4 por 100, produce la insensibilidad de
la córnea & los dos ó tres minutos, sin provocar midriasis ni altera-
ción de la acomodación.
Estas dos interesantes cualidades han sido ya reconocidas en la
holocaína, la eucalna y la estovaina. No son, por tanto, cualidades
nuevas, y la anestesia no es tan profunda ni tan duradera como con
la cocaína.
De todos los anestésicos nuevos, cada uno puede llenar distintas
indicaciones, dadas las múltiples exigencias de la clínica.
Para darse cuenta del valor de un anestésico, no basta con ensa-
yarle en algunos casos con una idea preconcebida y sobre enfermos
que nos hayan oido hablar de las cualidades del nuevo producto,
que pueden estar más ó menos sugestionados ó prevenidos» como el
experimentador mismo.
Véase cómo ha procedido Darier. Durante seis meses reemplazó
completamente en una sala de la clínica, la cocaína por una solu-
ción de alipina al 4 por 100, y véase lo que ha observado. Algunos
enfermos se quejan de un escozor muy vivo; los que anteriormente
330
han experimentado loa efectos de la cocaína, encuentran más tívo
el escozor producido por la alipina, pero esta sensación desagrada-
ble pasa rápidamente.
El ojo se enrojece un poco, lagrimea y á los dos 6 tres minutos se
establece la anestesia, la cual permite la extracción de cuerpos ex-
traños superñciales, la dilatación del punto lagrimal, etc., pero es
menestar no olvidar que esta anestesia es de poca duración. Si se
esperan diez minutos, la anestesia ha desaparecido, y una nueva ins-
tilación de alipina producirá un nuevo escozor.
Si se quiere obtener una anestesia más profunda y más dura*dera,
es menester repetir las instilaciones cuat)ro ó cinco veces, con tres
ó cuatro minutos de intervalo, con lo cual se obtiene una insensi-
bnidad casi igual á la obtenida con la cocaína, sin el inconvenien-
te de la midriasis y de la parálisis de la acomodación.
Para practicar las inyecciones subconjuntivales, la anestesia por
la alipina ó la estovalna no es siempre suficiente. Mezcladas con la
solución que ha de inyectarse, la alipina disminuye el dolor duran-
te los primeros momentos, pero su acción es menos marcada que la
de la cocaína y sobre todo mucho menos duradera que la de la
acoina.
Cuanto á las operaciones, las que se practican sobre los tejidos
extrabulbares son susceptibles de ejecutarse con la alipina en in-
yecciones intersticiales. Darier ha operado chalaciones, estrabis-
mos, avanzamientos, etc., sin encontrar diferencia con la cocaína.
Inyecta media jeringa de Pravaz de la disolución al 4 por 100, y
empieza la operación á los cinco minutos. En estos cIMOs se observa
después de la operación un poco de midriasis, más marcada del lado
en que se ha practicado la inyección.
En las operaciones que se practican sobre el globo ocular, el au-
tor cree que es preferible la cocainización ó la combinación de los
dos anestésicos; porque la alipina, como la estovalna, parece que no
obran sino débilmente sobre la sensibilidad del iris.
Una catarata podrá ser extraída con la alipina, sin iridectomfa,
pero para practicar una iridectomía es menester una cocainización
ai menos de veinticinco minutos, ó hacer una inyección subconjun-
tival de alipina del lado donde haya de hacerse la iridectomía.
Darier recomienda esta manera de proceder cuando se trata de
practicar una iridectomía antiglaucomatosa, donde la cocaína está
contraindicada á causa de su acción midriásica. Añade en este caso
una pequeña cantidad de adrenalina. En un caso de este género, la
331
inyección de alipina provocó una dilatación papilar, & pesar de una
instilación simultánea de eserina.
En suma, la alipina presenta casi las mismas propiedades que la
estovatna y que la eucafna: acción anestésica muy rápida, sin ac-
ción sobre la pupila y la acomodación ; su toxicidad es dos veces me*
ñor que la de la cocaína.
áu composición química es de las más complicadas. Es un deriva-
do de la glicerina; un monoclorhidrato de benzoyle l,3,tetramethiN
diamina 2, y ethylisopropylahool, muy soluble en el agua, con
reacción neutra. Las soluciones son esterilizables pqr el calor.
La alipina puede emplearse para todos los casos en que hace falta
una anestesia de corta duración, del mismo modo que la estovaina,
que es casi de una acción idéntica. Cuando se quiera una anestesia
por infiltración se emplean estas mismas substancias asociadas á la
cocaína á dosis iguales.
Para la operación de la catarata es preferible la cocaína, á causa
de su poder anestésico más intenso y á causa de la relajación del
esfínter del iris, que hace más fácil la salida del cristalino..
En resumen, la cocaína, empleada con precaucióii y á dosis mo«
deradas, es todavía el anestésico local más corriente; para quien
conoce sus defectos y sabe evitarlos, la cocaína presta servicios
inestimable» para provocar la anestesia necesaria á toda interven-
ción quirúrgica sobre el ojo ó sobre los párpados.
Es menester también saber que es inútil emplearla en colirio á do-
sis superiores al 2 ó ai 3 por 100 al máximum ; es preferible repetir
más frecuentemente las instilaciones, lo que tiene ventajas, pues
obliga á vigilar más al paciente y prevenir la desecación del epite*
lium corneano. Para las inyecciones intradérmicas subcutáneas ó
subconjuntivales no se emplearán sino soluciones diluidas al^l por
100, ó asociada á la acoina, que no tiene toxicidad apreciable.^Da-
rier. La Clinique Opihalmologique, 1906, núm. 4).
III. En el Colegio de Médicos de Filadelfia, el Dr. S7!hweinitz leyó
una Memoria acerca de un caso de oftalmitis metastásica á los
treinta y un días después del parto.
Se trataba de una mujer de treinta y nueve años, multípara, quien
doce días después de uu parto normal tuvo repentinamente una vio-
lenta hemorragia uterina. Ninguna complicación tuvo durante los
ocho dfas siguientes, pero al noveno comenzó un dolor violento en
la región glútea izquierda (que más tarde se extendió á lo largo del
nervio ciático y también á las caderas, rodillas, hombros y muñe-
332
cas. Estos fenómenos iban acompañados de fiebre y dolor de cabeza,
pero sin escalofrío inicial.
Hubo mejoría de estos síntomas durante los nueve dias siguien-
tes, y la enferma entraba aparentemente en convalecencia cuando
se le presentaron dolores en el oja derecho y en contorno de la ór-
bita. La visión se nubló mucho, pero no se perdió, y el examen he-
cho por el módico de cabecera demostró la existencia de depósitos
grises en el Iris y en la cápsula del cristalino con enturbiamiento de
la córnea.
La complicación ocular sobrevino á los treinta y un df as del parto
y á los diez de empezar los dolores articulares. Empezó rápidamen-
te y & los cuatro días tenia el aspecto de una panoftalmitis. A los
doce dfas se rompió la esclerótica y la paciente fué aislada en el
Hospital de la Universidad, donde se le hizo la enucleación del globo
ocular. El examen de esta enferma no reveló la existencia de lesiones
cardíacas ó pulmonares; no había anemia, pero sí una ligera leuco-
citosis. Había albúmina en la orina, pero no cilindros, y el examen
de la región pelviana^ hecho por el Dr. Clark, no evidenció la exis-
tencia de resto alguno, de infección puerperal; el útero estaba nor-
mal, se movía libremente y no había lesión alguna de los ovarios ni
de las trompas. No había alteraciones visibles en las articulaciones
y la temperatura no subía de 39*,5.
El examen bacteriológico de la materia purulenta del interior de
ojo demostró la presencia de estafilococos y numerosas cadenas de
estreptococos.
Al microscopio se apreciaron las alteraciones que se ven de ordi-
nario en la panoftalmitis invasora, á saber : infiltración purulenta
extensa de la coroides, destrucción completa de la retina, infiltra-
ción notable del iris y de los cuerpos ciliares por células mononu*
oleares y desprendimiento de estos cuerpos de la esclerótica, estando
los espacios cistoides así producidos llenos de un exudado albumi-
noso. El humor vitreo se había transformado enteramente en una
masa purulenta, siendo las células polimorfonucleares j en un es-
tado avanzado de degeneración. La esclerótica se encontraba tam-
bién muy infiltrada, y en los cortes se veían cadenas de estrepto-
cocus.
El Dr. Schweinitz, conforme á la clasificación de Axenfeld, consi-
dera las oftalmías metastáticas purulentas como resultado de:
a) piohemia puerperal; b) piohemia quirúrgica; e) séptico-piohemia
criptogenética; d) enfermedades infecciosas.
333
El autor cree que el caso examinado puede incluirae entre los ca*
sos puerperales^ y dice que, aunque el examen pélvico no haya re-
velado ningún resto de infección puerperal, ésta no puede excluirse
por el método de examen seguido, pues es bien sabido que puede
existir un pequeño nido en la pared uterina ó membrana mucosa,
' de la cual puede haberse desprendido una embolia séptica.
El trabajo' del autor termina con una revista de la patogenia de
la oftalmía metastásica.— (Anales de Oftalmologia^ de Méjico, julio
de ld05).
IV. El Dr. Stocké ha presentado una comunicación á ia Sociedad
de Medicina de Gand sobre él procedimiento que emplea para el
tratamiento del desprendimiento de la retina.
Esta enfermedad constituye uno de los estudios más espinosos de
la oftalmología. Provocada por estados morbosos muy diversos del
ojo, todos los medios de acción hablan/ hac(ta ahora completamente
fracasado. Actualmente, & pesar de los progresos de la terap&utica,
el desprenaimíento de la retina es muy temible.
Segün la teoría de Leber, la retracción del cuerpo vitreo por for-
mación de tractus fibrosos, constituye la causa esencial del despren-
dimiento retiniano.
Se distinguen diversas especies de desprendítniento retiniano :
á) Las consecutivas & modificaciones patológicas intraoculares.
b) Las ocasionadas por traumatismos oculares ó perioculares.
e) Las que sobrevienen en el curso de una miopía elevada, gene-
ralmente progresiva.
Los numerosos tratamientos que se han sucedido prueban que la
afección es rebelde & toda terapéutica. Seria demasiado largo el
exponer todos los que se han propuesto, por lo cual el autor cita
solamente la electrólisis, que ha gozado en estos años últimos de un
favor que parece merecido.
Pero actualmente las inyecciones subconjuntivales concentra- '
das de cloruro de sodio al 10 y hasta al 20 por 100, son las que están
en más uso, después de los trabajos relativos á las leyes de la isoto-
nia y de la presión osmótica.
Existen pruebas ciertas que demuestran la realidad de la acción
osmótica de estas soluciones concentradas de cloruro de sodio á
través de la esclerótica y de la coroides.
El autor ha empleado este método en tres casos de desprendimien-
to miópico reciente, y ha obtenido tres éxitos.
Uno de estos casos era una mujer miope; de cuarenta y siete años.
334
Tenia desprendimiento de la retina del ojo izquierdo, que ocupaba
todo el segmento ecuatorial inferior. No tenia opacidades del vitreo,
porque el desprendimiento era reciente. Tratamiento : inyecciones
subconjuntivales de cloruro de sodio, primero al 2, luego al 5, por
fin al 10 por 100. Cada inyección subconjuntival iba acompañada en
este caso, como en todos los demás^ de una inyección subcutánea de
1 centigramo de piiocarpina. Reposo completo en cama durante
tres semanas. El resultado fué el adosamiento completo de la retina
y el restablecimiento completo de la visión.
Lo que hay de especial en .el método del autor es el empleo simul-
táneo de las inyecciones de cloruro d*e sodio y de piiocarpina, sin
ninguna otra intervención operatoria.
Este procedimiento es sencillo, fácil de ejecutar, está exento de
todo peligro y cura en la mayoría de los casos de desprendimiento
miópico reciente, sin exceptuar otras formas no complicadas de
desprendimiento de la retina. — (La Clinigue ophialmologique^ 1906,
número 4).
bibliografía
DR. D. RAFAEL DEL VALLE Y ALDABALDE
Médico, por opotleiÓB, d«l HotptUl ProTlnclal. Madrid,
I. GsscHicHTB DBR MsDisni, von Dr. Max Neabar^er (Historia de la Medí*
oina, por el Dr. Max Neabnr^er, en dos tomof : tomo primero, de 40B
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II. La TUBBR0DL08I8 PULMOHAR BH SL bjArcito B8PAftoi.y por Pederico Gonzá-
lez Deleito. Tesis doctoral de 66 p&f(inas. Madrid, 1905.
III. La alimbntaciók y los réoimbhbs bk bl noyeaB sabo t bb los bkfbrmos,
por Armando Gantier, traducido del francés por D. Agustín Fnster
Fernández, ün tomo de 624 páginas. Madrid.
I
El ñn que se ha propuesto el Dr. Neuburger, ya bien conocido de
nuestros lectores, al dar á la luz pública esta Historia de la Medi-
cina es, como manifiesta en «el prólogo de la obra, estudiar princi-
palmente la relación que siempre ha existido entre la cultura gene^
ral de cada época y la Medicina, Ajándose en la evolución que han
ido realizando las ideas en esta ciencia y no prestando atención &
335
las cuestiones bibiiograflco-fllológieas y & las historico-literarías
más que en aquellas ocasiones en que se ha hec^o indispensable.
En este primer tomo de la obra, después de uneis cuantas p&ginas
dedicadas al estudio de la Medicina primitiva, trata el Dr. Neubur-
ger de la Medicina del Oriente. En el capitulo dedicado á la Medi-
cina del 'Antiguo Testamento hace constar el autor que no es cierto,
como se cree por muchos, que en el pueblo judío estuviera vincula-
do el ejercicio de la profesión módica en la clase sacerdotal, puesto
que, por lo menos en tiempo de los profetas, habla médicos propia-
mente dichos.
Al estudiar la Medicina de los indios, insiste el autor en la influen-
cia que aun hoy en dia ejerce la ciencia de aquellos remotos tiem-
pos en la teoría y en la práctica de los módicos indígenas, de la In-
dia actual. Recuerda, por otra parte, la participación que ha tenido
la Medicina de los indios en el desarrollo de ciertas prácticas acep-
tadas ó por lo menos bien conocideM en nuestros países de Occiden-
te, como sucede, v. gr., con el hipnotismo.
En la sección de la obra que comprende el estudio de la Medicina
en la antigüedad clásica, al tratar de Hipócrates y de la medicina^
hipocrática, insiste en que lo que se venía conociendo como «obras
de Hipócrates», se sabe hoy á ciencia cierta que no son otra cosa
que el resultado del trabajo de varias generaciones, el producto
espiritual de autores muy diferentes, cuyas voces ha reunido la ca-
sualidad para formar un coro no siempre muy armónico. Aun así,
Hipócrates personiflca la reacción del sentido práctico enfrente de
teorías superñciales y mal enlazadas ; también le caracteriza el res-
peto á la tradición en lo que tiene de utilizable para la práctica mé-
dica. Hipócrates ha sido, además, el primero que elevó la Medicina
al rango de ciencia independiente, y en su terapéutica ha sabido
tener muy en cuenta las fuerzas de la Naturaleza sin abandonarse
á un nihilismo escéptico.
De Galeno dice nuestro autor que fundó su patología y su diag-
nóstico en la proposición de que no puede haber trastorno funcional
sin lesión orgánica, proposición cierta sin duda alguna, pero que
aun hoy en día no se puede demostrar en una buena parte de esta*
dos«morbosos. Su aspiración á convertir la Medicina en una Ciencia
exacta, es ciertamente muy halagüeña, pero también está muy lejos
de efectuarse, si es que cabe la esperanza de que tal deseo se pueda
llegar á realizar.
Creo que bastarán estas indicaciones para hacer comprender el
m0sn%09 t^jff^itu^ i« ia '.^cft ¿es Dr. 5Sei¿-4xver, j
\my9í0á^sfkf%M, q«« ▼<* &a :«z p4.'%^tm «¿ ímh> sssrz&i» ie
n
parlMdltM^^ü i^lmMl jpí<!>rKiraást«B7ÍAác:aeRrcise^3r»rxospro-
üo obutaot^ la míe^ur^óo cmAsl vez nuivor ose en bien de Ia hm^a-
DÍija/i j 4e fa nüima uíí'A^íl pnícú^^^n los méü^os encargmios de
esc^ cofTi^ti'io, es lo cierto qae eo todos ks ejérriios, j ea ei ncestn»
eo so menor grado qoe es los demás, son bastante frecuentes los
casos de tobercalosís pulsMMiar j de defoncioDes por ella oeasio-
nadas.
El Dr* Deleito, distinguido médico militar, estadía en su Memoria
de doctorado la frecuencia de la tabereolosis pulmonar en el ejérd-
to español, las formas qae saele presentar, sus cansas j el modo de
combatir el desarrollo j la propagación del mal en la fuerza arma-
da« Para resolver tan múltiples é interesantes problemas apela el
autor á su experiencia personal, á las estadísticas, j ea especial»
como ya se comprende, á las españolas, no siempre tan completas j
detalladas como seria de desear, j al estudio de la literatura ree>
pectíTa.
Además de las conclusiones con que termina la Memoria, y que
resumen el resultado de los estudios del autor, ha incluido éste al
flnal de su trabajo un mapa y varias gráficas, donde se ponen más
de manifiesto la comparación de los distintos datos estadísticos de
que se ha hecho uso y mención en el texto.
Bl trabajo del ilustrado médico es muy interesante por su objeto y
por la forma en que lo ha llevado á cabo. Bien merece que se le imi-
te por los que puedan y se hallen en condiciones de hacerlo, y sobre
todo que se preste atención á las enseñanzas que del mismo se de-
ducen. Sólo asi se podrá llegar á conseguir que el servicio en filas
no figure entre una de las causas que contribuyen, si no á crear tu-
berculosos, por lo menos á agravar los que ya lo están al ingresar
en el ejército.
ni
Bl enunciado de la obra es de los que prometen y el contenido de
la misma de los que cumplen. Así podía esperarse también conocien-
337
do el nombre del autor^ reputado como de los más competentes en
las cuestiones relativas á la alimentación y á los regímenes alimen-
ticios. ^
Y por cierto que el asunto no siempre es de los más fáciles de re-
solver^ como se comprende recordando que para decidir qué ali-
mentos convienen más en un caso particular, hace falta conocer,
además de las idiosincrasias que existen, aunque no con tanta fre-
cuencia como se había creído, la composición química de cada ali-
mento, las variaciones que dicha composición experimenta con las
distintas preparaciones culinarias, su digestibilidad en el sano y en
los distintos estados morbosos, y su grado de utilidad una vez asi-
milados ó incorporados sus principios á los distintos humores y te-
jidos.
Tres partes contiene la obra del Dr. Gautier: en la primera se tra-
ta de los principios generales de la alimentación; en la segunda se
hace un estudio de los alimentos y en la tercera de los diferentes re-
gímenes en el estado de salud y en el de enfermedad.
Basta enunciar las tres secciones en que está dividido el libro para
comprender que se trata principalmente de una obra de consulta
para ayudar al práctico en la resolución de problemas que en oca-
siones tropiezan con bastantes diñcultades, si bien éstas tanto ó
más que del conocimiento más ó menos cabal de la composición y
cualidades de los diferentes alimentos, provienen en muchos casos
de nuestra ignorancia respecto, á la patogenia de determinadas en-
fermedades de la nutrición.
El Sr. Fuster se ha esmerado en hacer una traducción correcta, y
además de esto también ha procurado completar el libro del doctor
Gautier adicionando algunos datos relativos á nuestra nación. Pero
conflesa él mismo que no le ha sido posible satisfacer tal exigencia
en el grado que hubiera deseado, por haber sido muy escasos los
datos que con dicho fin se ha podido proporcionar á pesar de todas
«US gestiones.
De todos modos, el libro del Profesor de la Facultad de Medicina
de París es una obra que también en España no ha de tardar en ha-
cerse clásica, pues tiene condiciones sobradas para ello.
338
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Las inyeooienet intratraqnealet. — El Dr. D. H. R. Pinilia, publica en El
Siglo Médico, lo siguiente :
cMÍ8 peqnefioe conocimientos en la especialidad otorínolaringológica,
débelos á mi antigao amigo i carifioso colega el conocido especialista doc-
tor Gompaired, con qnien trabajé algún tiempo. Y fué en 1895 cuando
padeciendo yo una traqueobronquitis crónica, me sujeté — por consejo de
mi amigo — á las inyecciones intratraqueales.
A cambio de otras excitabilidades, yo poseo una tolerhndiñ extremada de
mi faringe y laringe. Casi podría considerarme como un laringofantum tí-
Tiente. Merced á esta cualidad mia y á la pericia del Dr. Compaired, pudo
éste obscryarme que la tráquea en sus primeros anillos tenia un aspecto
gris- ceniza, y que la laringe estaba sana. La auscultación demostraba la
existencia de ligeros estertores mucosos, roncus, diseminados, sobre todo
en el lado izquierdo.
Habla tomado á la sazón, y con objeto de curar este proceso catarral,
los medicamentos aconsejados para el caso; mas la tos continuaba y la
expectoración de mocopus seguía, preocupándome y produciendo molestias
positiyas.
Decidímonos, pues, á realizar las inyecciones intratraqueales por medio
de la jeringuilla de Ruault, de 10 cent, cúb., con aceite mentolado, pen-
sando en ensayar si probarían mejor las de aceite y creosota.
Sin cocainización previa, el Dr. Gompaired procedió á la obra. Sin ele-
var la temperatura del liquido inyectable — aceite de olivas esterilizado y
mentol al 10 por 100 — cargó la jeringa con 10 cent, cúb.; procedí yo á
sujetarme la lengua en suave tracción fuera de la boca, y guiado él por el
espejillo, condujo la cánula curva traspasando la glotis, y de dos golpes de
émbolo — para lanzar en dos veces el contenido — inyectó el líquido.
La primera molestia que sentí fué la ligera sensación de carraspera, pro-
ducida por unas gotas de aceite en el vestíbulo de la laringe y e^ la boca.
Pero inmediatamente fué sustituida esa incomodidad por el ahogo. El
ahogo obliga á levantarse del asiento, buscando otro en medio de la habi-
tación, si es posible ; tras del ahogo, que si bien incomoda, no da temor,
surge la necesidad de toser. Pero ante la conveniencia de no expulsar la
inyección — tiene uno la idea de que se arrojaría todo el líquido; y es que
la tos provoca en efecto la expulsión de cierta cantidad de aceite, cuyo sa-
bor disgusta, si es que no provoca náuseas, en cuyo caso se favorecería la
expuición— se logra, por medio de inspiraciones cortas y rápidas, dominar
la tos y el ahogo.
A la segunda inyección fui ya maestro, quiero decir, que dominé mis ner-
339
TÍ09. Necesité, como siempre, ponerme de pió ; pero inmediatamente incli-
naba el tronco á la izquierda, es decir, del lado en que sentia mi catarro ;
liacia frecuentes inspiraciones por la nariz, y sentia el frió del mentol en
-el lado izquierdo del pecho, lo mismo que en la tráquea.
Por curiosidad científica, ó porque Gompaired lo encontrase indicado,
dos días la inyección fué de aceite creosotado. Recuerdo que me molestó
más el ahogo, que antes duraba unos diez segundos, y abandonamos esas
inyecciones. A ello nos incitaba también el éxito indudable obtenido con
las diez inyecciones que me practicó con el aceite mentolado.
En efecto, al día inmediato de comenzar el tratamiento, la expectoración
fué menor, y el color de la mucosa traqaeal menos grisáceo ; á la tercera ó
cuarta era sonr9sado pálido. Yo quedé encantado del remedio.
Algún tiempo después, me conyerti de paciente en actuante. Hice yo á
mis enfermos las inyecciones aludidas, y tras algunas equivocaciones t- re-
sultaron inyecciones esofágicas muchas reces — dominé á mi yez la téc-
nica, ese t<nir de main, que aquí consiste en mirar al espejillo, ayeriguar si
la punta de la cánula ha franqueado las cuerdas yocales, en elerar la mano
que Ueya la jeringa, para inclinar el chorro hacia adelante, y en proyectar
el liquido en dos golpes de pistón y no con demasiado apresuramiento.
Hace, pues, muchos afios que en España se emplea este recurso terapéu-
tico, y que hemos aprendido á dirigir esa inyección á voluntad hacia el
lado ó hacia el pulmóá enfermo, y hace ya tiempo que podemos afirmar
«que tal medicación es útilísima on toda traqueobronquitis crónica, tenga
el apellido que tenga.
Sólo afiadiré, para terminar, que me causa mucha extrafieza el no ver
aconsejado este remedio en el tratamiento de la gangrena pulmonar. Esta
omisión la cometen al menos los tratados de Brouardel-Gilbert, Ebstein-
flohswalbe, yon Mering, Peuroldf, Dieulafoy, Bernheim y Zíemsen. Es,
sin embargo, útilísimo y más hacedero que el tratamiento quirúrgico.
Sarabia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
Señón dtl dia Í7 de Julio de 1906.
VteuMoionet y rtvacunaoiones en Francia en 1904.— El Dr. Kblsch: De los
datos que he tenido ocasión de examinar resulta que 27 proyincias no han
anministrado ninguna noticia ni estadística, y algunas no han dado más que
340
cifras 8ÍD ningún comentario y aun cifras con frecuencia incompletas. Los.
casos de yirnela observados en las distintas proyinoias, demuestran que la.
ley acerca de la vacunación obligatoria aún no ha hecho desaparecer, des-
graciadamente, la yiruela en Francia, sea por la indiferencia de la pobla-
ción ó sea por la impunidad ó inercia administratiya.
El paludismo en Madagascar. — El Dr. Blakchabd: Para combatir la epide-
mia de paludismo, la Administración ha ordenado la desecación do los pan-
tanos, la destrucción por el fuego de las hierbas parásitas, etc.; además de
las conferenciae médicas, y cartillas repartidas con profusión, se han em-
pleado todos los otros medios posibles, y á pesar de ello, la recrudescencia
del paludismo es siempre considerable en la estación de las llui(ias, recru-
descencia que también se obserya en el Tonkin y en la Reunión, lo cual es.
debido á que los anofeles han ido ganando poco á poco las altas llanuras, ün
buen medio para luchar contra esta plaga es la de colocar las telas metáli-
cas en puertas y yen tanas; pero esto sólo se puede ordenar para los locales
colectivos, y hasta en estos casos es algunas yeces irrealizable. En efecto,,
los mismos soldados no han querido habitar los locales cuyas ventanas es-
taban protegidas por dichas telas y las han destruido á bayonetazos; con
más razón, los indígenas no aceptarían esta forma de profilaxis.
El Dr. Laverán : Boy partidario de las medidas propuestas por el doctor
Blanchard; pero, en mi opinión, la Academia no puede inducir á los pode-
res públicos á que deseque y trate con petróleo todos los pantanos de Ma-
dagascar. Las medidas propuestas por el Dr. Blanchard, son difícilmente
realizables en un país cuya extensión, superior á la de Francia, es de
600.000 kilómetros cuadrados. El principal cultivo os el del arroz, que lleva,
consigo la presencia de aguas estancadas; el petróleo destruiría el arroz, y
loa malgaches morirían de hambre. Las telas metálicas no pueden tener
más que aplicaciones parciales. En fin, hay otras medidas más importantes
y más realizables para los malgaches, que son muy miserables, y esta mise-
ria es la que se debe combatir especialmente, y en particular trasladando
ciertos villorrios que están situados demasiado cerca de los arrozales.
El Dr. Blanchard : Los documentos administrativos del Dr. Kermor-
gant, confirmando las cifras que he presentado, demuestran la marcha
progresiva del paludismo en Madagascar. La existencia de los arrozales
implica la de las aguas estancadas, y claro es que no hay que pensar en
destruirlos, pero es necesario desecar los estanques situados alrededor de
las habitaciones y creados por la mano del hombre. La obra de los ameri-
canos en Cuba ha consistido en destruir los pequeños estanques y las oque-
dades en donde las aguas de lluvia podía acumularse, y estas medidas han
ido seguidas de un éxito perfecto.
El Dr. Roox : Seria conveniente que se nombrara una comisión para que
nos presentara un dictamen en la sesión próxima.
El Dr. Chantbmbsse : Como que el Dr. Blanchard propone la lucha dá-
sica ensayada con éxito en varios puntos, podrían hacerse desde este punto
de vista proposiciones al gobernador de Madagascar.
(Le BúLL Med»^ núm. 56).— Codika Castbllví.
341
XV CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA
Cütbrado «n LÍMboí» del 19 al 26 dé Abril de 1906.
(Cootinuaeión).
Algniiat consideraciones ebstétricts basadas en el examen ds un certe sagital
practicado en una primípara muerta en pleno periodo ds expulsión.— El doctor
43. Rboaskkb: Ed enoro último he podido practicar an corte sagital en el
cadáf er de una mujer que murió en pleno periodo de expulsión j hacer un
estudio anatómico é histológico bastante detenido de las condiciones en que
se encuentra el útero en el momento del parto, y aunque sea un asunto
bastante discutido, no hay un acuerdo unánime en la apreciación de loe
hechos observados, y por consiguiente las deducciones que se han sacado
no son semejantes bajo el punto de yista fisiológico ni del patológico.
El examen del corte me ha hecho ver ciertas diferencias entre algunos de
los publicados y el mío, y por consiguiente la interpretación de ciertos
fenómenos^ patológicos observados en la práctica no puede ser la misma.
He aquí el motivo que me ha conducido á volver sobre un asunto tan dis-
•cutido antes y que á pesar de ser tan antiguo no han podido riSunirse en
tina opinión única la de todos los tocólogos.
Be trataba de una mujer muerta en pleno periodo de expulsión, con el
étero completamente borrado y dilatado, o mismo que la parte superior
•de la vagina. La cabeza llenaba por completo la excavación y la bolsa sero-
sangui.uoa so encontraba á dos travesee de dedo de la vulva.
Esta mujer había muerto de un ataque de asistolia, á las catorce horas
de principiar el parto. Ignoro las circunstancias que impidieron parir á esta
mujer« lo que he podido saber es que se trataba de una primípara cardíaca
jqne su trabajo había durado catorce horas.
. El cadáver se congeló con una mezcla frigorífica de hielo y sal coniún/y
i las cuarenta y ocho horas pudimos practicar una sección perfecta que
•dividía exactamente por medio el cuerpo do la mujer y del feto.
Lo que llamó la atención sobre todo al examinar el corte fué el diferen- \
te grosor de las paredes del útero; por detrás, enel punto que corresponde
al promontorio y en relación también con el cuello del feto, había un en-
^roeamiento muy marcado, que no es otra coaa que lo que so llama anillo
de contracción; por encima y debajo de este punto la pared del útero se
adalgazaba de un modo progresivo, sobre todo hacia abajo hasta el orificio
externo del cuello, donde alcanzaba el mínimum de grosor.
El punto más grueso tenía una disposición circular perfectamente apre-
«iable al tacto, pero aunque circular por completo la diferencia entre el
grosor de la parte posterior y el resto de la circunferencia era tan acentua-
da que apenas se podía distinguirle en la pared anterior del corte.
¿Qué significación anatómica y fisiológica tiene este anillo de contrac-
ción? ¿Se le encuentra siempre al mismo nivel 7 ¿Esta formación es un he-
«ho puramente funcional ó marca el limite entre el cuerpo y el cuello del
útero? He aquí los motivos de las discusiones y de las mayores divergen-
V
.^iipt» 4» >A fue ttinia^ fe Ifc gagü
pmÍ0t ym f« ^icvt &•« ^tikm fe
iexú'A ?c« ívrBtto. L» e&^tfom j ^ obs^c feí Seo*: c& lAm^^B ¿i¿ i
fe liftoL Ert* '^s*enraet'jc« «c W« ^ i-^e ao a» W ¿1*6: »■«■■<« Ia
c»^ fe >>f «cv>««c tfeM^ ;«f» wfímrJbr'M
tMmm Mey/rwtm>». ^stp^^jLm^tsAit «a las feí tmoe»:
U aM»> pWA pmctitM^ «as t^w'^ík. •<« 1 1 i^i ?■■■■» cl cecal» <
á ■aj''^ Altara* er^rm^/vilfímáfj «ac al p-^sio <a ^ae «¿ feto fe^ aa ^
ea <t ''jae |««ifee i^indwáne la» ¿sna ctcRaai qac i
Co alos''^* caii'Q* 09 ír^mtam taaibíéa aríU-JB de eoasncc^a (
timmhnmitatOf caaado ae ha tapoaado e! ditero paia coateací aaa '
naipa; d^ade la ^aia ao ^^vaa aa caerpo araj coapacto.
i;rM eastiiiad fe fibiaa atafcalans j f-Tnsaa aaill^ fe
pareei <i<4 al qa« «e obaerra en aaeairo corte.
Ef iadudabl^ qae «Ble eíreiiio coatrfetíl ea aa fea<naeao qae
al periodo fel parto, pnrqnen bíea aatea de príocipiar cale laa panfes fel
óiero ao tíeaeo «o groaor asífonae, Ua difereadaa aoa Ua liorna qae, ez-
eept<> el paoto fe inaereí//o fe la placeota. apenaa «i se laa paefe apreciar
á ai mple TÍsta. 8í obaenráis IcfS dibajoa de loa cortea aagitalea pablicadoa por
inaard* Varoler, Barl^oor, Valdejer, 2.* de ftaane, Bajer, Caotoa, Via-
ft«r, ete«, de majerea nraertaa antea fe príoeípiar el parto, rereis qae es im*
poaí ble Indicar el panto doofe feberia existir el efiviilo contráetíL Por esto*
M ha ereído qae el aoillo fe eootraeeiónaiarcael limite exacto entre el cuer-
po j el eaello fel átero« Analizando coidadoaamente loa hechos y fijando-
noa en loa cortea poblieadoB, no podemoa aceptar esta interpretaeióa, por
lo meuff» en lo qoe ce refiere á an gran námero de casos.
Las medidas tomadas por Mollar y Pínard han demostrado hasU la eri-
deneia qae el eaello del útero no desaparece antes fe qae haya comenzado-
el trabajo, y los cortes sagitales nomero8isímos qae se han practicado para
femo«trar la persistencia del eaello hasta este momento, no dejan dafe al-
teóos con respect^i á dicho particular. Aceptado este ponto, si recordamos
la sitaaci^in «1 erada donde encontramos el anillo de contracción en loa
casos de presen taci/;n traosrersal, abandonada, coando iutrodocimos la
mano para practicar ana rersión ó ana embríotomia, es imposible aceptar
qae una distensión tan enorme sea el resaltado exclosíro del estiramiento
de las fibras del eaello. Eo an caso medimos la distancia entre el orificio
externo del átero y el anillo de contracción situado por encima de lacabe-
sa del feto colocada en presentación cefálica izquierda transrersa, sienda
mayor de 20 centímetros (la majer lleraba dos dias de parto).
Por otra parte, la disposición anatómica de la rena circular perfecta-
mente apreciable en la mayor parte de los casos publicados, raria en reía-
343
ciÓQ con el anillo contráctil; en el primer corte de Branne, está situada in-
oaediatamente por encima del panto más culminante del circulo de con-
tracción, mientras que en el nuestrolo está muy por debajo de él. Esta di-
ferencia de emplazamiento nos hace creer que si en alg:unos casos el anillo
de contracción marca el punto correspondiente al orificio int^no del útero,
no siempre es asi.
Oreemos que la significación de este anillo de contracción no es de or-
den anatómico, sino físioli^gico, resultado de la acción mecánica que el
ovoide fetal determina. En el parto completamente fisiológico, la presión
uniforme transmitida por el liquido amniótico en primer lugar, y después
la presión axil cuando está rota la bolsa de las aguas, actúa sobre el úni-
co punto del útero que no opone resistencia contráctil y determina la pro-
gresión del feto, y como consecuencia, el estiramiento de la porción cervi-
cal, sin formar el anillo contráctil hasta que las fibras circulares del istmo
que han experimentado una distensión enorme encuentran en el ángulo de
flexión que forma la cabeza y el hombro correspondiente del feto un espa-
cio ráelo donde introducirse; entonces principia su retracción y se agrupan
en gran cantidad, formando unengrosamiento que, al contraerse, determi-
na la aparición del anillo contráctil. En estas condiciones de físiologismo
absoluto es muy probable que el anillo de contracción y el limite inferior
del cuerpo del útero se correspondan de un modo exacto.
Todo lo contrario sucede cuando por alguna irregularidad de presenta-
ción ó por falta de equilibrio entre la resistencia del cuello y la disminu-
ción de la cavidad del útero producida por exageración de la retractilidad
del músculo que principia en cuanto sale el liquido amniótico debe el órga-
no gestador tomar elementos para su distensión de la misma substancia
corporal; entonces, las partes más próximas al istmo por ser las que reci-
ben de un modo más directo la presión axil, pierden su resistencia y se de*
jan distender, y por lo tanto, el anillo de contracción se forma inmediata-
mente por encima del punto donde terminan las fibras del cuerpo distendi-
das; en estos casos, el punto á donde corresponde el orificio interno está
muy alejado del anillo contráctil.
En la presentación transversal, la cantidad de elementos contráctiles del
cuerpo del útero que toman parte qp la distensión de la cavidad, se halla
aumentada en proporción progresiva á la duración del trabajo, y el anillo
de contracción se eleva bastante; en estas condiciones, la situación del ani-
llo no es paralela á los. planos pelvianos, sino oblicua con el punto más
elevado que corresponde al ángulo de flexión que forman la cabeza y el
tronco.
En estos casos, la disposición de la vena coronaria es también completa-
mente oblicua al plano que forma dicho anillo muscular.
A veces, el istmo no es el que sufre las presiones del polo fetal que se
presenta, sino las partes inmediatas ; en este caso se produce una dilatación
saciforme del segmento inferior del útero, sin que intervengan en su for-
mación las fibras del cuello; estas dilataciones sacciformes recaen en cier-
tos casos en la cara posterior del segmento inferior, pero se for/man con mu -
cha más frecuencia á expensas de la cara anterior del órgano. Las causas
de estas dilataciones sen siempre anomalías en la dirección de las presiones
344
ovalares: la anteTeraión y la retroTersíóii del útero; la dispodcióii irroga*
lar del eje uterino por efecto de ana yentro ó taginofíjación ; Us anomalias
de presentación del feto, etc., son cansas de este cambio de dirección de iaa
presiones oralares y las'determinantes en las dilataciones saceiformes re*
feridas. Tene(pios la convicción de que el cuello no toma parte en la dilata-
ción sacciforme de que hablamos, convicción basada en la adición exacta
hecha en un caso de la longitud del cuello uterino en los últimos meses del
embarazo, antes y después de formarse una dili^ación sacciforme de la pa-
red posterior del útero á consecuencia de una hiateropexia abdominal.
En este caso, igual que en las presentaciones viciosas, el anillo de con-
traoción se halla situado bastante por encima del oriñcio interno del útero
y presenta también una disposición oblicua en relación con los planos de la
pelvis.
6i del examen macroscópico que hemos hecho pasamos al microscópico
de las porciones extraídas de las paredes del útero en el sitio correspon*
diente al anillo de contracción y á la porción adelgazada que existe inme-
diatamente por debajo, nos convenceremos cada vez más de que los térmi-
nos orificio interno y anillo de contracción no representan siempre la mis-
ma cosa.
Hemos cortado tres pequeños trozos de la pared del útero en los pantos
correspondientes al anillo de Bandl y á 2 centímetros por encima y por de-
bajo de él; después de fijos con una disolución débil de formalina y de bien
endurecidos en el alcohol, los sumergimos en celoidina durante ocho días;
hicimos, por último, los cortes, coloreándolos por los medios más diversos.
Al examen histológico de estos cortes no se notaba diferencia alguna entre
el perteneciente al trozo superior y los del medio é inferior; igual disposi-
ción celular de la linea interna; la misma disposición de las fibras masca-
lares en la capa media, de las que las más internas y las más externas se-
guían la dirección longitudinal, y las intermedias, en mayor número, la
transversal y oblicua; la parte más exterior del corte estaba rodeada por
una fila de células planas pertenecientes al peritoneo que forma la túnica
externa del útero.
Esta disposición igual de los cortes hechos con los tres trozos contrastaba
de una manera notable con la de otro trozo tomado de la porción más adel-
gazada del cuello, situado dos traveses de dedo por debajo del anillo de
Bandl. En este último corte se veían únicamente fibras n^usculares corta-
das al través y en cantidad mucho menor; el corte de células correeptrn-
diente á la mucosa estaba muy adelgazado, pero no se veían en él las grue-
sas células de la caduca abundantes en los otros cortes; la diferencia en-
tre los cortes del cuello y los pertenecientes á las paredes del cuerpo era
evidente, pero esta diferencia no existía entre las porciones superiores i
inferiores del anillo de Bandl, sino en las más lejanas.
Para esclarecer este punto, convendría examinar preparaciones frescas
después de la disociación de los elementos musculares, pero hasta ahora no
hemos hecho esta clase d^ investigaciones.
Debemos indicar otro hecho anatómico que observamos en nuestro cor-
te, y que se halla en oposición con las descripciones que se haeen general-
mente del fenómeno de la desaparición del cuello uterino. Hablando de él
345
t
flo dice : cuando el orificio externo del útero liega al máximum de dilata-
ción, forma un pequefio rodete que se continúa con la ragina distendida.
Esta descripción se funda en el examen del primer corte sagital publicado
por Braune; se ye sólo un pequeílisimo rodete circular que marca el limite
entre la vagina y el útero; no se descubre en él rastro alguno de hocico de
tenca. En el corte sagital que hemos hecho se notaba que la parte vaginal
del cuello no había desaparecido; no quedaba un simple rodete, sino toda
la porción vaginal del cuello, muy adelgazada y perfectamente aplicada á
las paredes de la vagina con sus fondos de saco fácil de reconocer; el pos*
tenor muy profundo y el anterior mucho menos.
Guando sacamos el feto de su lecho uterino, después de la sección sagi-
tal, el aspecto que ofreció esta parte era el que se describe generalmente;
una elevación pequefia marcaba el limite entre la vagina y el útero, pero
haciendo un examen minucioso de las partes vimos qu6 lo que parecía al
principio una simple elevación estaba constituido por una lámina delgadí-
sima aplicada con exactitud á las paredes vaginales con una anchura de 2
centímetros y medio en su porción posterior, dimensiones que iban siendo
menores al aproximarse á la parte anterior, en la que eran sólo de 8 mili-
metros. Levantando esta lámina delgada se veía perfectamente que los
fondos de saco no habían desaparecido por completo; quedaban formando
una canal profunda que por aplicación exacta de sus paredes forma al pa-
sar el feto una cavidad virtual.
Esta persistencia de la parte vaginal del cuello del útero nos explica de
una manera clara por qué inmediatamente después de salir el feto princi-
pia á rehacerse del hocico de tenca ; como esta parte no desaparece, y sólo
la aplicación exacta á la pared vaginal es la que da la sensación de su aplas-
tamiento completo, tan pronto como la presión del feto desaparece, las dos
paredes se separan y es posible seguir al momento el contorno del cuello.
Al examinar los cortes sagitales de von Seaxinger, el de Tibone y uno de
los de Pinard, se ve ya que las cosas pasan según hemos dicho, aunque por
referirse á cortes practicados en mujeres en las que la dilatación del cuello
y de la parto superior de la vagina no era completa, carecen de la claridad
del que presentamos.
Fijándonos en los hechos, se ve bien que no puedo ser de otro modo; las
contracciones uterinas disminuyen la capacidad de este órgano y hacen pre-
sión sobre el óvulo ; como éste por su contenido liquido no puedo reducirse
en proporción á la disminución de la cavidad uterina, debe tomar elemen-
tos de la región cervical para su distensión, y, por consiguiente, la cavidad
del útero se agranda en la parte inferior proporcionalmente á la disminu*
•ción que experimenta la porción corporal.
En cuanto la distensión del cuello llega á las inserciones vaginales, éste
órgano principia á distenderse, y al separarse la porción del cuello, que no
está aplastada, es decir, el hocico de tenca, es estirada hacia fuera y se
hace horizontal, dando al dedo que practica el tacto la sensación de una
desaparición completa. En este momento la bolsa de las aguas principia á
introducirse en el orificio externo, y al obrar como una cufia aproxima esta
parte, al priAcipio horizontal, á las paredes vaginales y la hace tomar otra
vez su posición vertical.
346
No existe en momento alguno del parto desaparición completa del hocico
de tenca ; hay únicamente cambio de posición y dilatación máxima del
mismo. Estos fenómenos no son completamente iguales en la parte ante*
rior que en la posterior; en esta última el plano resistente que forma el sa*
oro permite la aplicación exacta de la porción correspondiente del cuello 4
la pared vaginal, mientras que en la parte anterior la falta de un plano
óseo permite á la pared raginal su distensión exagerada por delante, y en-
tonces la porción deí cuello correspondiente forma un pequeño espolón poco
acentuado.
La persistencia del canal que forma el cuello de útero y la ragina en el
parto fisiológico, no tij9ne importancia alguna; su conocimiento es muy
importante en algunas intérrenciones obstétricas; la existencia de este ca*
nal profando en los limites de la vagina y del útero, puede explicar al-
gunas dificultades que se encuentran cuando (con infracción de todas laa
reglas de aplicación del fórceps) se quiere aplicar una cuchara de éste sin
ser guiadas por la mano ó por la extremidad de los dos dedos. Algunos
desgarros cervicales consecutiYos á la aplicación del fórceps que han sida
considerados como debidos á la aplicación de este instrumento sin estar el
cuello dilatado por completo, se explican indudablemente por la introduc*
ción de una cuchara en este fondo de saco que acabamos de describir.
Del estudio anatómico é histológico que acabamos de hacer deducimos
que la dilatación y el aplastamiento del cuello es un fenómeno exolusiya-
mente mecánico, resultado de la acción de la bolsa de las aguas y del polo
fetal que se presenta ; no podemos aceptar acción activa alguna de las fibras
longitudinales del cuerpo del útero como determinantes de estos fenóme-
nos. La dilatación y el aplastamiento son dos fenómenos completamente
pasivos; la cuña que forma la bolsa de las aguas y el ovoide fetal determi-
nan el aumento inferior que necesita producirse á medida que la capacidad
uterina disminuye por la acción de las contracciones del útero.
En el parto, en cuanto las contracciones del músculo uterino principian,
se produce una disminución de la capacidad total del órgano; esta dismi-
nución ocasiona una compresión sobre el huevo que, por acción refleja,,
obra sobre todos los pantos de las paredes del útero como presión endocavi-
taria ; las paredes del órgano gestador resisten de modo diferente, según
su oonstitución anatómica; en el cuerpo, la existencia de fibras longitudi-
nales y oblicuas refuerzan de un modo considerable las paredes, mientras
que en el cuello, la casi totalidad de los elementos contráctiles tienen una
disposición transversal, y por consiguiente ofrecen una resistencia mucho
menor á la presión que el ovoide fetal ejerce sobre ellos. El acortamiento
de las fibras se hace en el cuerpo en todos sentidos, y la resistencia es casi
igual en toda la extensión del cuerpo del útero, mientras que en la proxi-
midad del istmo hay casi exclusivamente fibras transversales.
La existencia de un agujero en esta región, la debilita aún más, y en
consecuencia la presión endocavitaria que el ovoide fetal determina por
ÍA8 contracciones uterinas, encuentra un punto de menor resistencia en la.
parte inferior del órgano, y la continuación de las presiones acaba por pro-
duoir la inercia de estos elementos musculares; entonces el Istmo sumi-
nistra elementos para la distensión del útero, pero sólo cuando están iner-
347
tes ; la acción de las fibras loogitadioales del cuerpo no contri bnye en nada,
á est^ efecto; su acción es únicamente la de aumentar la resistencia de laa
paredes y de disminuir la capacidad total del órgano por so acortamiento.
. Si examinamos los diferentes cortes publicados, obseryaremos que la
parte posterior del cuello suministra muchos más elementos de distensión
que la pared anterior; este fenómeno es debido al hecho anatómico tan co-
uocido de la menor longitud del fascículo ansiforme en la pared posterior
del útero que en el anterior, por cuya razón, la resistencia es menor en
aquélla.
A medida que las fibras superiores del cuello sou vencidas en su resis-
tencia entran á formar parte de la caridad total del útero, recibiendo en-
tonces las inmediatas inferiores las presiones procedentes de arriba; cuan-
do todas las fibras del cuello, hasta en sus inserciones vaginales han con-
tribuido á la formación de la caridad uterina, el huevo, al tener necesidad
de un espacio mayor (si la disminución de la capacidad del. útero conti-
núa), se intr(Muce en el orificio del cuello y principia á formarse la bolsa
de las aguas.
En los casos completamente normales, la bolsa de lari aguas produce la
dilatación completa; pero cuando las membranas se rompen prematura-
mente, es la presión trasmitida por el feto la que produce esta dilatación.
Toda disminución de la cavidad del útero toma el carácter definitivo por
efecto de la retracción del músculo ; el sitio perdido por el feto no puede
recobrarle; la retracción aumenta continuamente y el efecto final debe ser
la expulsión total del feto fuera de la caridad del útero ; en los casos de
obstáculos extra-uterinos á la progresión del feto (presentaciones transver-
sas, pelris riciadas, etc.) el efecto de la retracción y de las contracciones
es el mismo, pero el feto no puede obrar como cufia dilatadora por su si-
tuación elevada, y el mecanismo de dilatación se produce en sentido inver-
so; en estos casos es el útero el que sube, y al deslizarse sobre la presenta-
ción fetal, ocasiona la abertura del orificio del cuello. Este mecanismo
debe ser considerado como patológico y reclama más tiempo.
Un caso do sífilis traqueal. — El Dr. A. García Tapia : La enferma objeto
de esta comunicación carecía de antecedentes hereditarios. En diciembre
último tuvo una bronquitis y á los pocos días notó dificultad respiratoria al
subir las escaleras. Persistió la tos seca, expulsó algunos esputos sangui-
nolentos y la disnea fué en aumento. Las inspiraciones, en número de 11
por minuto, eran lentas, prolongadas, poco profundas, ruidosas, con sensa-
ción de roce distinto del de huélfago de la estenosis laríngea. La voz era
clara. Este tipo respiratorio indicaba un obstáculo en las primeras vías,
localizado en la tráquea á juzgar por la integridad de la voz.
El examen iaringoscópico reveló la integridad de la laringe. Coloqué á
la enferma en la posición recomendada por Killian para ver la tráquea, y
vislumbré algo profundo que obstruía el conducto traqueal, pero cuyos de-
talles me fué imposible precisar. Practiqué entonces la traqueoscopia su*
perior, á la que llamo eatamatodial (etoma^ boca; ocba, vía), empleando la
espátula tubular, dividida en dos ramas laterales. La maniobra fué algo
difícil por la longitud excesiva de los dientes de la enferma y por la difi-
cultad respiratoria. Guiado por la espátula, y después de una profunda
848
anestesia local, introdaje un tubo de 9 milímetros. Desmontó y extraje la
espátula para que no dificultara las maniobras. Como anestésico local em*
pleé una disolución de 2 gramos de estovaina y de 1 de cocaina en 20 cen*
timetros cúbicos de agua; después de anestesiada la enferma respiró mejor,
sin duda por el efecto constrictor de la cocaina.
Descubrí entonces masas rojizas insertas en las partes posterior y latera-
les de la tráquea, cerca de su bifurcación ; llenaban casi por completo este
conducto, dejando sólo un pequeño orificio por el que el aire pasaba con
trabajo ; sorprende cómo obstrucciób tan grande era compatible con
la vida. \
Observando que la respiración había mejorado bajo la influencia de
la cocaÍDa , instilé algunas gotas de una disolución de adrenalina al
1 por 1,000.
Era preciso reconocer la naturaleza de la lesión. La enferma no habla
dado antecedentes, ni heridatarios ni personales, y su constitución era
buena. Al auscultar, sólo se notaba respiración áspera por propagación del
ruido traqueal. El lóbulo de la oreja izquierda estaba ulcerado y casi des-
truido. Esta ulceración lúpica me hizo sospechar la sífilis. Encontré los
ganglios occipitales y sus maxilares de ambos lados infartados y movibles,
y una cicatriz reciente de aspecto francamente sifílitico. Aunque sólo pude
obtener datos vagos de lesiones ulcerosas de la boca, recientes y curadas
por el clorato potásico, prescribí el tratamiento mercurial intenso.
¿Qué conducta debía seguir ante un estado local tan grave? £1 obstáculo
estaba muy abajo para suprimirlo por la traqaeotomia, y creí que lo mejor
era emplear el procedimiento que sigue Piemazeck en el escleroma arterial,
es decir, el raspado y la extracción por medio de cucharillas largas y de
pinzas por traqueoscopia infe]:ior ó traumatodial (trauma, herida, odos^ vía).
No pude encontrar cucharillas para raspar la tráquea y mandé fabricarlas;
pero no fueron necesarias, porque bajo la influencia del tratamiento mer-
carial empezó á mejorar la respiración y el peligro inminente desapareció
en veinticuatro horas. Cuatro días después la respiración era casi normal
y sólo se oía el ruido áspero traqueal de las respiraciones muy amplias. La
lesión de la oreja había mejorado de un modo visible. El tratamiento con*
firmó el diagnóstico de sífilis.
Practiqué una nueva traqueoscopia, y al hacer abrir la boca á la enferma
se exacerbó el dolorcillo que sentía en los maseteros. £1 aspecto de la trá-
quea se había modificado bastante; las masas rojizas habían dismiuuido y
podía verse parte do la bifurcación del conducto traqueal. Al día siguiente
tenia esta mujer algo de fiebre, tumefacción y dolor fuerte en los maseteros,
sobre todo en su inserción, apenas podía abrir la boca. 6e trataba de una
miositis masetérica que desapareció con el tratamiento yodurado. Esta mio-
sitis primitiva es rarísima y difícil de explicar. Ko debe atribuirse al tra-
bajo muscular exagerado durante la traqueoscopia, porque los maseteros
están relajados durante este examen. Sea lo que fuere, es preciso tener en
cuenta el terreno como factor primordial en su producción, porque la sífi-
lis lo explica todo.
Este caso es interesante, por demostrar una vez más la utilidad de la
traqueoscopia, por tratarse de una forma nada común de sífilis traqueal.
349
por la acción rápida del mercnrio y por el desarrollo de ana complicación
rara, la miositis maaetérica.
Oefinieión, comptsiciin química y estructura del protoplasma. — El doctor
O. Maiin : El concepto de Hago Von Mohl de qae el citoplasma es la sabs-
tancia primordial de la que proceden la cubierta y el núcleo de la célaUt
por cuya razón Ia Wñmtk protoplasma^ es insostenible y propongo sustituir
éste por el de plaitna.
La eyolución exige, como condición primera, una gran estabilidad de la
molécula, sin que ésta pierda la calidad de sus reacciones químicas. Este
resultado es obtenido por la disminución de las cualidades ionizantes de
cada molécula y por nueyas combiiMciones. Toda substancia inorgánica
tiende á formar combinaciones coloideas por un número de unidades agre-
gado en un complejo mayor, cada una de las cuales posea una potencial de
carga eléctrica igual á la que, en el origen, hubiera podido desarrollarse en
ca^a una de las unidades constitu tiras. En un grado más avanzado 'de la
eyolución, cada unidad se hace anfotérica, es decir, posee la propiedad de
unirse con las bases y con los ácidos. Finalmente, en cada molécula el ra-
dical ácido puede combinarse con el básico, formando asi una sal interna
que posee los caracteres pseudo-ácido y pseudo- básico» Esto último com-
puesto, la sal interna, en presencia de ácidos ó de bases, queda neutro y
conserva su individualidad.
Según nuestros antecesores más remotos, las parafinas son, desde el pun-
to de vista químico, inactivas, pero su actividad aumenta más y más por
oxidaciones progresivas, hasta transformarse en ácidos grasos de la serie
inferior, Al convertirse éstos en aminoácidos pueden combinarse entre si
y con ácidos y bases orgánicas. La formación de sales internas al satisfacer
en tierto limite las afinidades químicas, las hace inactivas. En estado de
reposo, ia mayor parte de las células plásmicas son pseudo- básicas y pseu-
do-ácidas.
Lo que produce la vida en las combinaciones coloideas es la presencia de
ácidos más enérgicos que los del grupo carboxilo y de bases más enérgicas
también que las del grupo amino. Es inaceptable la opinión de Oraham de
que los cristaloides y los coloides ocupan los dos puntos extremos de la ma-
teria. Creo que todos los coloides, mientras están en disolución, son verda-
deros electrolitos, porque en presencia uno de otro se mneven en sentido
opuesto de la corriente eléctrica y un coloide es precipitado por otro coloide
de sentido eléctrico opuesto. El exceso de uno de los coloides favorece la
disolución de los precipitados coloideos.
Es necesario distinguir entre las substancias que se disuelven y las que
se ionizan. El azúcar se disuelve por la misma razón que una sal, es decir,
á causa de existir una diferencia potencial entre el disolvente y la substan-
cia que ha de disolverse. El azúcar no experimenta más modificaciones
después de disuelta, pero una sal, el cloruro de sodio, por ejemplo, se di-
socia en iones.
Otro punto interesante es la actitud de ciertas células constituyentes»
las globulinas, por ejemplo, en presencia de sales neutras, entre ellas el
eloi^uro de sodio. Una sal verdaderamente neutra, como el sulfato de barí-
j^«4S8Ín8oluble en agua porque sus dos componentes radicales poseen afíni-
^
350
dadas eléetricM de la miama inienaidad. pero de signos opuestos; pero el
cloruro de sodio es soluble porque el sodio es un enérgico cat-ion y el doro
un an-ion. La afinidad elécirica del sodio no satisfecha permite la forma-
ción de una carga electro-negatiya en las particulas coloides de la globuli-
na, lo que obliga á estas partículas á separarse unas de otras á causa del
descenso de tensión de superficie, y forman un agregado inrisible á simple
TÍsta. En cambio la separación de los compuestos de globulina se obser-
ran en Tarios casos, principalmente en el núcleo, en los cilindros ejes y en
ciertas reserras de materia.
El fenómeno de precipitación de las globulinas, que prueba la facultad
de perder la ionización, es un ejemplo de la ley general : que las moléculas
de la misma especie se aglomeran juntas cuando la facultad de ionización
ba desaparecido, porque no existe entre ellas diferencia potencial. Las mo-
léculas de globulina son atraídas de una manera pasiva por la acción acti-
ya del disoWente. Guando se mezclan dos substancias activas y pasiyas, ó
dos pasivas, se forma una emulsión ó una separación en dos zonas distintas
que tienen una superficie común producida por la densidad especifica de
los componentes de la mezcla; los granulos de Nissl de las células nervio-
sas, los del zimógeno de las glándulas salivales, los depósitos de aleurona y
de otras substancias de reserva, como el amilógeno y el glucógeno, son
otros tantos ejemplos. Las fibrillas nerviosas y las radiaciones de los centro-
somas son aglomeraciones transitorias producidas por la acción coagu*
lante de los electrolitos.
. El Dr. E. Albbsoht: La célula animal representa, descartando las dife-
renciaciones específicas, una cámara pequeña de pared sólida, impregnada
de lipoides, que contiene un líquido compuesto de coloides, de cristaloi-
des y de agua. Este líquido tiene el aspecto de una emulsión de gotas, de
paredes diferenciadas, ó aparece dividida en un número mayor ó menor, de
pequefias cavidades, de paredes viscosas y que contienen un liquido dife-
rente. Las paredes intracelulares, en ambos casos, contienen, según toda
probabilidad, la casi totalidad de las substancias mielinógenas, que proce-
den en parte de los liposomas persistentes del citoplasma. El núcleo celu-
lar pertenece á las gotitas celulares de superficie mielinógena y se baila en
intersección constante con el citoplasma.
Aeelin fisiológica y patológica del radie sebre el oje. — El Dr. A. Biboh
Hirhohfbld: Estudiaré la acción del radio sobre el globo ocular, particu-
larmente en lo que se refiere á la conjuntiva, córnea y retina. Las altera-
ciones observadas en las cubiertas y medios del ojo después de la aplicación,
más ó menos prolongada, de pequefias partículas de radio colocadas en con-
tacto ó próximas al globo ocular, demuestran que no podemos esperar, por
lo menos actualmente, su utilización en la terapéutica del ojo; en cambio,
por sus efectos sobre la conjuntiva (conjuntivitis), sobre la córnea (quera-
titis ulcerada), sobre la retina (infarto, deformación y vacuolización de las
célalas ganglionares, alteración del núcleo), y sobre el nervio óptico (de-
generación de la mielina), podemos considerarla peligrosa.
iSin embargo, se ha intentado emplear el radio en el tratamiento del tra-
coma, á causa de la acción regresiva manifiesta que ejerce sobre los folícu-
los tracomatosos; por desgracia, esta acción es muy transitoria: al poco
351
tiempo 86 reprodaoen los fol ionios como antes. Las sesiones de aplicación
más largas producirían qnizá la curación deñnitiva, pero exponiendo el ór-
gano de l^ risión á graves peligros.
8l|nos, tratamiente y eonsaooenoias de la úlcera benigna del dnedene. ^Bl
Dr. M. d'Aboy Power: Las úlceras del duodeno y sus consecuencias no han
llamado aún la atención que merecen por en frecuencia y gravedad.
Frecuencia. — Se encuentran en 0*4 por 100 de todas las causas de muer-
te; las úlceras gástricas se hallan en el 5 por 100 de los casos. La úlcera
duodenal es tres veces más frecuente en el hombre que en la mujer, mieu'
tras que la gástrica és dos veces más común en la ihujer que en el hombre.
$üuacián. — De 149 casos, la úlcera estaba localizada 128 veces en la pri-
mera porción del duodeno, 16 en la segunda y sólo dos en la tercera. ^
Caueae. — Las mismas causas que producen la úlcera gástrica puede oca-
sionar la duodenal, y ambas afecciones coexisten á menudo. Además, el
duodeno está expuesto á ulceraciones de la misma naturaleza que los otros
segmentos del intestino, y no son raras en estos órganos las tíficas y tuber-
culosas.
Los estados sépticos ó piohámicos pueden ir acompañados de estas lesio-
nes; asi es que se pueden encontrar en casos de quemaduras, sobre todo
cuando van seguidas de una supuración abundante. WíUiam Hunter ha
demostrado que puede producirse en el perro la ulceración duodenal por
inyecciones subcutáneas de tolueno-diamina. Al parecer, hay una relación
mal establecida entre la úlcera del duodeno y algunos casos de lefritis in-
tersticial ó epitelial; por otra parte, la infección carbuncosa puede afectar
especialmente al duodeno.
Variedades. — ^Las úlceras del duodeno revisten tres formas clínicas: per-
forante, hemorrágica y cicatrizante. Cada una de ellas tiene sus signos y
tratamiento.
a) Ulcera perforante. —Tetwintk de una manera dramática. Se produce
«n sujetos jóvenes que se consideran con frecuencia como sanos y que no
han tenidp más que signos poco importantes de dispepsia. La úlcera se per-
fora sin pródromos y en un momento se encuentra el enfermo en peligro de
muerte. Insisto sobre las dificultades del diagnóstico y la necesidad de una
intervención inmediata. El pronóstico es muy sombrío, porque más del
50 por 100 de los enfermos sucumben por colapso, por oclusión incompleta
de la úlcera ó por error de diagnóstico hasta la aparición de la peritonitis.
El diagnóstico se hace con la apendicitis, la neumonía, la úlcera gástrica
perforada, la pancreatitis aguda. El pulso, en la mayor parte de los casos,
no suministra dato de utilidad; la temperatura es inferior á la normal, á
causa del colapso.
6) La forma hemorrágica también va acompañada de signos poco típicos,
hasta que el enfermo se debilita á causa de la hemorragia brusca, debida á
la erosión do uno de los gruesos troncos arteriales situados por fuera del
duodeno. La hemorragia puede ser fatal desde el principio. Con más fre-
cuencia el enfermo palidece, pierde el conocimiento sin causa aparente y
la hemorragia no se reconoce más que por las hematemesis y por la melena
consecutiva. En un caso de este género las hemorragias eran más abundan-
tes cuando el enfermo estaba en el lecho y á dieta, que cuando se dedicaba
352
á sas ocapaciones de obrero. En este caso la gastro-enterostomia no dio re-
saltado alguno.
c) La foñrma no perforante es saniamente difícil de reconocer en su perio*
do activo, pero sus consecaoncias son muy evidentes : estrecheces del duo-
deno, dilatación del estómago, muerte por inanición. Muchos de estos casos
son confundidos con cánceres gástricos jr no se tratan. Sin embargo, se pue-
de establecer la diferencia entre la estrechez del duodeno y el cáncer; en
▼arios casos he hecho el diagnóstico con gran beneficio para el enfermo. En
estos casos, una gastroyeyunostomía posterior fué seguida de grandes re-
jultadoe, habiendo transformado inválidos cm miembros activos de la so»
ciedad, por medio de la operación. * .
Datos para ol estudio de la esplonactomía. — El Dr. Oaillaüd: La esplenec-
tomía, fácil cuando el bazo es flotante, se hace, por el contrario, muy di-
fícil en los casos bastante numerosos en que ol órgano fijo en su cavidad
por adherencias ó poca longitud de los ligamentos, no es posible extraerle
sin desgarros.
Guando sé presentan estas dificultades, creo que el mejor medio de trían*
far de ellas consiste, no en ejercer tracciones sobre el bazo, lo que puede
producir hemorragias graves, ni en ligar el pedículo en bloque, como se hace
de ordinario, sino en descubrir y ligar después los dos gruesos troncos vas-
culares (artería y vena esplénicas) antes de hacer toda otra maniobra sobre
el bazo. \
Propongo, por lo tanto, la maniobra siguiente:
1.^ Después de la incisión ordinaria de la pared, abrir el epiplóngastro-
cólieo lo más cerca posible de la cola del páncreas. Por esta abertura pene*
trar en la trsscavidad de ios epiplones. Reconocer el páncreas y su extre-
midad izquierda.
2.* Coger el ligamento pancreático esplénico que parte de la extremidad
izquierda del páncreas y se dirige al hilio del bazo. En este repliegue peri-
toneal se encuentran los dos vasos: arteria y vena esplénicas. Aplicar dos
pinzas sobre estos vasos y cortar entre ambas pinzas. Romper entonces sin
temor todas las adherencias que puedan existir en la cara externa del bazo.
Llevar este órgano lo más cerca posible de la línea media.- Cortar el
contorno de los ligamentos que se insertan en el hilio después de ligar los
vasos.
La compresión do las vías respiratorias y la muorto por hipertrofia del timo.—
El Dr. Rbhn : Se discute siempre la realidad de la muerto causada por hi-
pertrofia del timo. Este problema no podrá ser resuelto definitivamente
más que á consecuencia de observaciones clínicas y anatomopatológicas
numerosas, por desgracia demasiado raras actualmente. Sin embargo, hay
cierto número de hechos bien establecidos.
Es indudable que un timo hipertrofiado que llena más ó menos con sus
dos lóbulos el mediastino anterior, puede provocar en él fenómenos de
compresión principalmente sobre las vías respiratorias, mas rara vez sobre
el corazón y los gruesos vasos. Ast lo testifican los resultados de 28 autop-
sias y las comprobaciones hechas en cinco intervenciones quirúrgicas.
La compresión de las vias respiratorias por el timo hipertrofiado, se pro-
duce al parecer principalmente en la inspiración ; es decir, en el momento
353
en qae la dilatación de la caja torácica permite á la mayor parte de la
glándula descender al mediastino; sin embargo, esta compresión puede pro-
ducirse en el acto espiratorio cuando existen adherencias que impiden la
eleración del timo.
La traqueo- bronquio- estenosis producida por hipertrofia del timo, puede
manifestarse por síntomas agudos, que se revelan muchas veces por el es •
pasmo de la glotis, ó producirse de un modo gradual. Por lo demás, los sin «
tomas varían con el grado de estenosis. No es raro ver presentarse aQcesoe
de sofocación pasajeros, unas veces benignos, otras alarmantes, en nifios
en plena salud, á consecuencia de un acceso de cólera, de tos, etc. Se ex-
plican por la. congestión pasiva brusca de un timo l^i per trofíado, cuya exis-
tencia se desconocía. He visto sobrevenir esta congestión pasiva en un en-
fermo al que había tiroidectomizadn por bocio ; la ligadura de las gruesas
venas tiroideas inferiores, ocasionó la estancación sanguínea en el timo, y
el enfermo sucumbió rápidamente con fenómenos de asfixia.
El diagnóstico de tranqueo- bronquio estenosis por hipertrofia del timo es
con frecuencia difícil. Herá preciso pensar en esta complicación, siempre
que no haya otras razones para explicar los accesos de sofocación, y sobre
todo cuando compruebe la existencia de una tumefacción redonda más ó
menos marcada por encima de la horquilla esternal.
Hecho el diagnóstico, es preciso no vacilar en intervenir con urgencia, no
por la traqueotomía simple, que es insuficiente, sino por la timectomía,
operación fácil, que por lo demás da resultados excelentes. Es el único me- .
dio de conjurar los accesos de sofocación futuros y de colocar definitiva-
mente al sujeto al abrigo de todo peligro de muerte.
Los casos de muerte atribuidos á la hipertrofia del timo loe clasifico en
tres grupos: I."", muertes sobrevenidas á causa de fenómemos prodrómicos
de estenosis traqueobronquial ; 2.**, muertes producidas sin fenómenos pro-
drómicos en medio de signos manifiestos de asfixia; S.<^, muertes fulminan-
tes ó sobrevenidas sin observación. Considero los casos incluidos en los dos
primeros grupos como atribuí bles con seguridad á una compresión por el
timo. Los del tercer grupo son discutibles, porque es imposible afirmar que
se trata en dichos casos de muerte por asfixia brusca, más bien que por
crisis cardiaca ó por cualquier otra causa.
Datos para el tratamionto de los cuerpos oxtraSos del osif age. — El doctor
SüÁRKz DB Mbhdoza : Mi procedimiento de extracción de los cuerpos ex-
trafios del esófago, que ha sido objeto de una comnnicación á la Acade-
mia de Medicina y á la Sociedad de Cirugía de París, consiste, cuando un
cuerpo extrafio no puede extraerse con el cesto de Grsefe ó el gancho de
Kirmisson, en dilatar lo más posible el esófago inmediatamente por de-
lante del cuerpo extrafio por medio de una sonda terminada en un globo
pequeño parecido al del dilatador del cuello uterino, después en intentar
extraer á la vez el globo, el cuerpo extrafio y el instrumento — de Grsfe ó
de Eirmiason — que engancha este último. -7- F. Tolkdo.
(Contímiftrá).
n
354
800IBDAD DB MSDIOIMA DB BERLÍN*
8uUn del día íí dé Julio dé 1906.
Aparate para Inopoecionar la uretra posterior. — El Dr. Goldsehmidt pre-
senta uo aparato que se iatroduce en la aretra fácilmente y sin dolor, y
que permite examinar más de 8 centímetros de la aretra posterior, disten-
dida. El paso de liquido á la vejiga se erita por la circanstancia de qae el
tubo introducido ocupa la uretra por completo.
Fraotora de un hueso tosamóideo.—El Dr. Muskat presenta un hombre que
padece de una fractura de uno de los huesos sesamoides del dedo gordo iz-
quierdo. Dicha fractura fué producida por haber quedado el paciente sus-
pendido por un pió. Olinicamente sólo se comprobó una hinchazón del dedo
^y sólo el examen radiológico fué el que descubrió la fractura.
Curaclén do un canoroido cod el arsénioo. — El Dr. lAuaar presenta un caso
de oanorcdde pequeño de la cara que se curó con sólo tomar el arsénico al
interior por espacio de varias semanas.
La vacunaoién y ol epiema. — El Dr. Lcuaar^ con motivo de un caso que
presenta de eczema generáliaado, hace constar lo conveniente que es apla-
zar la vacunación en un nifio que padece de eczema, hasta que se haya cu-
rado éste. Es interesante el hecho de que la vacuna generalizada sólo se
observa en las primeras semanas siguientes á la vacunación ; después pa-
rece que los nifios quedan inmunes respecto á ella. Como tratamiento tie*
ne mucha influencia la estancia del nifio en un cuarto iluminado con
luz roja.
Xeroderma pi0nientado.— El Dr. Leudar presenta un nifio con xeroderma
pigmentado. El nifio proviene de familia sana. Los numerosos tumores
malignos de la piel, oabcroides ó sarcomas, que aparecen en esta enferme-
dad, es conveniente tratarlos con el radio y tocar con el termocauterío las
manchas pigmentadas que quedan después.
El Dr. A, Baginsky recuerda un caso que presenté hace tiempo de vacu-
na generalizada de carácter grave en el que no había sido el niño enfermo
el vacunado, sino una hermana suya, la cual habla contagiado la vacuna
á su hermanito.
Tratamiento do las fraoturas por ol método do Bardonhouor.— El Dr. Frctnek
hace ver, presentando para ello una gran serie de figuras, cómo se tratan
las diversas fracturas por el método de extensión de Bardenheuer, y pre-
senta varías radiografías que demuestran los excelentes resultados que se
obtienen con dicho método. Bardenheuer parte del supuesto de que la ma-
yor parte de las fracturas no se pueden reducir por muy enérgicas que sean
las maniobras empleadas con tal objeto, y que la distensión de los fragmen-
tos sólo se consigue por medio de una tracción gradual y constante. La
extensión debe practicarse en distintas direcciones. Para las fracturas de
la extremidad superior, ha hecho construir Bardenheuer aparatos portáti-
les, en los que loe pesos están sustituidos por la tracción elástica. Las fuer-
zas que se hacen intervenir tienen que ser muy enérgicas para que puedan
veneer la contractura elástica del músculo, que es causa principal de la
% 365
dislocación, y los rendajes se deben de colocar de modo qne pennitan mny
pronto los moyimientos tanto activos como pasÍYos.
Influencia do los fonómenss anf mieos en la seeroolén dol páncreas.— El doc-
tor Pewsner (de Moscou) refiere haber provocado diversas emociones en nn
perro qne tenia nna fístnla pancreática á lo Pawlow. Para ello, en anos
casos le presentaba á la vista alimentos, después de tenerle hambriento,
impidiendo al mismo tiempo que pudiera apoderarse de dichos alimentos ;
otras veces, después de sujetarle previamente, le presentaba un gato para
encolerizarle, ó una perra para excitar su instinto sexual, después de haber
provocado la secreción pancreática haciéndole ingerir alimentos. Todas
estas emociones, excepto el ansia de comer, hicieron disminuir la secreción
pancreática.
En otra serie de experimentos ha tratado de precisar el autor la influen-
cia que ejercen las distintas aguas minerales en la secreción del jugospan-
creático.
Análisis do la sangro proeodonto do distintas zonas do la piel.— El doctor
F. NageUchmidt refiere el resaltado de los análisis de sangre procedente de
distintos focos morbosos de la piel, y compara dichos análisis con los de la
sangre extraída de la circulación general. Se ha observado con este motivo
que en los focos luposos el número de glóbulos blancos monohncleares está
aumentado á expensas de los polinucleares, y que, en cambio, la sangre de
la circulación general presenta caracteres enteramente normales en esta
clase de enfermos. En los focos de la sífilis terciaria está invertida dicha
proporción, puesto que está aumentada la cifra de los elementos polinu-
cleares y está disminuida la de los polinucleares. Estas particularidades
podrán ser utilizadas en determinados casos para establecer el diagnós-
tico diferencial entre el lupus y la sifílis.
(Deutsche Afedizinal Zeitung). — R. dbl Vallk.
SOCIEDAD MEDICA DE FILADELFIA
Séfioneséé lo8 dios 28 de Febrero y 14 de Marzo do 1906,
Inelsián modiffieada para poner ai doscubiorto la apófisis mastoidos.^El doc-
tor L, J, Hammond dijo que la incisión en vez de ser recta ó ligeramente
circular, debía ser triangular y principiar á 12 milímetros detrás de la in-
serción post auricular superior, extendiéndose á través de todos los tejidos
hacia atrás y abajo, á lo largo del borde del cabello, hasta un punto situa-
do por debajo de la parte media del borde posterior. Desde este punto la
incisión se prolonga hacia arri-ba y abajo hasta el borde posterior de la fosa
digástrica. Haciendo esta incisión se evitan todos los vasos y nervios post
auriculares, excepto quizás algunas ramillas occipitales, y aun éstas pue-
den evitarse si la incisión inferior del triángulo no se extiende demasiado
oblicuamente hacia abajo. Esta incisión, además de no lesionar los vasos y
nervios, tiene la ventaja de dejar al descubierto una superficie extensa del
hueso. Permite también rellenar la cavidad del hueso^ separando por com-
356
pleto el colgajo del borde externo hasta que la infección se contiene gra-
cias al desagüe, y entonces se satura 6 se deja que la herida cnre por gra-
nulación. EL desagüe de la cavidad ósea es perfecto, porque la incisión in-
ferior del triángulo se extiende de arriba á abajo, lo cual permite desaguar
toda la superficie mastoidea. El colgajo tiene la misma forma que la apó-
fisis mastoidea, j cuando se cree conveniente aplicarlo inmediatamente
después de la operación, queda en contacto directo con la cayidad ósea y fa-
Torece asi la formación rápida de dermis.
Chasere extragenital y uretrai.— El Dr. F. Crozer KnowUs refirió cinco ca-
sos de este género. En dos las lesiones estaban localizadas en el labio infe-
rior, á la izquierda de la línea media ; en el tercero el chancro ocupaba la
base de la cara dorsal del dedo índice derecho; en el cuarto, era uretral y se
hallaba á 87 milímetros detrás del meato; en el quinto, existían lesiones
extr|genitales múltiples en las mamas. En todos éstos casos la erupción
confirmó el diagnóstico.
El Dr. «/. F. Schamberg dijo que los chancros extragenitales son frecuen-
tes y de diagnóstico difícil. Entre otros obserrados el afio anterior, recuer-
da uno desarrollado en el mentón de una muchacha. Dados los anteceden-
tes de la enferma, cree que adquirió la lesión inocentemente.
El Dr. H. Ai, ChrisHan sefialó la frecuencia del chancro extragenital y la
necesidad de someter á una rigilancia rigurosa á los sifilíticos para evitar
que propaguen la sífilis.
El Dr. A, E. Bou$el manifestó que los chancros extragenitales son hoy
más frecuentes que antes, lo que atribuye á que en las casas de lenocinio,
las prostitutas se entregan á ciertas prácticas relativamente desconocidas
hace algunos años.
El Dr. Knawles dijo que en Rusia, el chancro de la amígdala es frecuen-
te entre las clases pobres, lo que atribuye á que en muchas casas hay sólo
una cuchara, con la que comen todos sin lavarla.
Eczema ocular infantli. — El Dr. F. Krauss dijo que el eczema ocular in-
fantil es una afección que se manifiesta como una enfermedad inflamato-
ria, catarral, aguda ó crónica de la piel de los párpados ó de la conjunti-
va, y á veces de la córnea. 8e halla caracterizada al principio por eritema,
pápalas, vesículas ó pústulas, ó por la combinación de estas lesiones con in-
filtración y engrosamiento variable. De los niños asistidos en el Hospital
de San Cristóbal, 821 de los que acudieron á la clínica oftalmológica, ó sea
el 21 por 100, padecían eczema ocular. Este eczema es más común en el
segundo afio de la vida, y después disminuye su frecuencia ; el enfermo
más viejo que acudió con eczema ocular á dicha clínica tenía dieciseis
afios. La enfermedad predomina durante los meses de mayo, junio y abril,
en el orden indicado. El estafilococo se encuentra con mucha frecuencia en
las lesiones eczematosas.
Los síntomas son ios del eczema complicados con conjuntivitis catarral y
flictenosa y con queratitis. No es raro encontrar eczema en otras regiones
del cuerpo.
El pronóstico del eczema ocular infantil es benigno siempre que se em-
plee el tratamiento pronto y con energía. Guando la ulceración se hace
profunda, y en particular si sobreviene la perforación, el pronóstico en lo
357
referente á la Yiata se agrava. Sobreviene casi siempre el estafiloma de la
córnea y si la perforación ha sido extensa el iris suele adherirse á la super-
ficie posterior de la córnea. Estos casos graves son debidos psobablemente
á alguna infección bactérica adicional. Cuando menos profunda es la ul-
ceración de la córnea, con más rapidez desaparecen las opacidades. Una
consecuencia muy frecuente es el astigmatismo irregular, difícil de reme-
diar en muchos casos, y cuya persistencia origina una blefaritis marginal,
crónica y grave. Las recidivas son frecuentes si no se continúa el trata-
miento después de curado el enfermo.
fil tratamiento de esta variedad de eczema es importante y se divide en
tres clases :'!.% higiénico; 2.'', medicinal; y 8.^ tópico.
El primero consiste en aire puro, alimentación tónica y sana, bafios sali-
nos frecuentes, y en los casos graves en la quietud en el lecho.
Oomo tratamiento medicinal, se usarán los tónicos y los alterantes. Si
hay eetrefiimiento, están indicados los calomelanos á pequefias dosis. La
fórmula siguiente e^ útilísima, porque obra como tónico y alterante :
Jambe de yoduro ferroso IS gramos.
— • de ácido yodihídríoo SO —
— - de hipofosfitos (simple ó oompaesio segúo el caso). 45 ^
Una eiieharadita en agua antee de las comidas.
En los enfermos escrofulosos ó sifilíticos es útil el jarabe de ácido yodi-
hidrico. En algunos casos el arsénico á pequefias dosis obra casi como un
específico. En los nifios débiles son útiles las fricciones generales con aceite
de hígado de bacalao.
Es preciso tratar el eczema de otras partes del cuerpo, en particular de
las fosas nasales, que va acompafiado de flujo purulento. Contra este ecze-
ma son útilísimos un lavatorio alcalino y la pomada de ácido bórico.
Oomo tratamiento local, en los casos de eczema benigno de la conjuntiva,
basta un lavatorio simple con ácido bórico, al que puede agregarse una
cantidad pequeña de cocaína y adrenalina si hay prurito ó congestión.
Acido bórico 15 decigramos
Clorhidrato de cocaína 3 —
Disolooión de adrenalina al t por 1.000 4 gramos.
Agua destilada • 60 — -
8e instilan en el ojo 5 gotas^ tres veces por día.
Cuando está interesada la córnea, aunque sea en su periferia, conviene
inmovilizar el cuerpo ciliar por medio de un midriásico, de preferencia la
atropina. Las flictenas desaparecen con rapidez introduciendo por la noche
entre los párpados una cantidad pequefia de pomada de ózi^o amarillo de
mercurio (óxido amarillo de mercurio 6 centigramos, petróleo 8 gramos).
No debe emplearse este medio al principio de la enfermedad, cuando la
lesión de la córnea ha llegado á las capas profundad ó cuando el*ojo se
'irrita con facilidad. Es útilísimo una vez que se ulcera el vértice de las
flictenas. El enfermo debe usar lentes negras á causa de la fotofobia.
Después que pasa el periodo agudo son útiles las insuflaciones de calo-
358
melanof ó de yodoformo en la úleen ; ei Dr. Kraafls prefiere loe calome-
lanos. ^
En el eczeipa de la córnea, cuando la tnmefacción de la oonjanÜTa ó el
derrame son ligeroe^ es útil un yendaje qne evite el roce de los párpados.
La inyección sabconjantÍTal de la disolución salina normal no es al parecer
muy útil, excepto en loe casos traumáticos.
Para la desaparición de la cicatriz que queda al curar las lesiones ecze-
matosas, son útiles las disoluciones de clorhidrato de étilmorfina al 4 ó 15
por 100. Debe procurarse que haya desaparecido todo rastro de inflama-
ción ó de irritación antes de emplear las disoluciones concentradas de este
preparado, porque algunas recidÍTas fueron según parece debidas á esta
causa. En ciertos casos es preciso cauterizar la úlcera con el termocauterio,
la tintura de yodo ó el ácido fénico. Las compresas calientes ó frías son de
gran utilidad, las últimas en los primeros periodos del eczema de la córnea,
mientras que las primeras farorecen la absorción de las masas linfáticas
ó flictenosas.
En el eczema de los labios y de los carrillos ha obtenido el Dr. Erauss
grandes resultados con la preparación siguiente :
Acido bórico I gramo.
Petróleo 15 á 90 gramos.
Um tópieo.
Los calomelanos espolvoreada sobre las úlceras obran á veces como es-
pecíficos.
Peüneuritis tleehéllea. — El Dr. O. W. Bvrr dijo que la polineuritis alco-
hólica puede dividirse en aguda y crónica. Esta es más frecuente en los
bebedores de edad media y á veces sólo se revela por dolor muscular. En
otros casos hay más ó menos parálisis, sobre todo de los músculos tibiales
anteriores. En ocasiones se observa pseudo-ataxia, pero no trastornos tró-
ficos articulares. Es difícil á veces distinguir esta forma de neuralgia de la
ataxia locomotriz. Citó después 10 casos de polineuritis alcohólica aguda
en los que los factores causales fueron la sífilis, el puerperio y el plomo.
En un caso una neumonía intercurrente recrudeció el dolor y la parálisis.
Hablando del estado mental en la polineuritis aguda dijo, que en 1791,
Lettsom describió con toda exactitud el estado que se designa hoy con el
nombre de psicosis de Eorsakoff. En casi todos los casos agudos hay tras-
tomos mentales. En ocasiones se observa sólo impresionabilidad ó histe-
rismo acentuado. En otros existe el síndrome tan conocido de pérdida de
la memoria, relación de cosas que no han ocurrido y falta de apreciación
de los sucesos.
Tratamlente de la artritis defermante per los rayes X.— El Dr. J. N. Andera
leyó un trabajo escrito en colaboración con los Dres. Judson Daland y
O. E. Pfahler. Han tratado por dicho medio dos casos de artritis defor-
mante, observando modificaciones articulares de importancia. Aconsejan,
además de la exposición á los rayos X, el amasamiento y los movimientoe ^
pasivos ; estos últimos medios son útiles, porque los rayos X aumentan el
metabolismo articular, y el amasamiento favorece la absorción del exuda-
359
do. El dolor, la rigidez y la tamefaoción de las ariicalacioneB desaparece,
y la radiografía revela ana mejoría positiya de los tejidos articalares.
El Dr. Junasen Dáland dijo que á poco de estar sometido á la acción de
los rayos X el enfermo puede andar sin maletas, y nota nna gran mejoría
respecto al dolor. Este método es may instructiyo porque los rayos X per*
miten estudiar la patología de la articulación en yida. Oree que gracias á
dicho método podrán clasificarse mejor las afecciones articulares crónicas,
consideradas hasta ahora como reumáticas.
Tuberculides. — El Dr. M. B, Hartzeü dijo que los progresos en dermato-
logía han hecho abandonar algunos de los nombres antiguos é impropios
por otros más de acuerdo con las ideas modernas, respecto á la etiología y
patología de la tuberculosis cutánea. En 1896 Darier propuso dar el nom-
bre de tuberculides á una serie de dermatosis asociadas con la tuberculo-
sis, y después Hallopeau designó con este nombre todas las afecciones cu-
táneas tuberculosas, dividiéndolas en dos grupos, tuberculides bacilares y
toxí tuberculides. La afección á la que Darier dio por yez primera el nom-
bre de tuberculide, se asigna hoy con el de tuberculide papulonecrósica, y
está caracterizada por una erupción de nodulos líyidos en las orejas, cara
dorsal de las manos, codos, rodillas y pies. Estos nodulos se necrosan en su
centro y dejan cicatrices deprimidas como las de la yiruela.
{New York Med. Jaumaí)>—¥. Tolbdo.
PERIÓDICOS
El miorodrgaiiitnd dal beri-beri.— El Dr. J. Tsuzuki, médico militar japo-
nés, pretende haber descubierto el microorganismo del beri-beri. Es uu
diplococo que mide de 0*4 á0*8 (a, compuesto generalmente de dos globu-
lillos, unidos íntimamente, á veces de un sólo corpúsculo ó de una cadena
de tres ó cuatro cuerpos. Se tifie con los colores de anilina y por el Gram.
Este diplococo inyectado á los conejos y conejillos de Indias, produce en
dichos animales todos los síntomas del beri-beri y las lesiones anatómicas
características de esta enfermedad. Le ha dado el nombre de beri-beri coco,
y lo ha encontrado en los excrementos de los que padecen el beri-beri, pero
no ha conseguido descubrirle en la sangre. Cree el Dr. Tsuzuki que este
microorganismo existe en loe conductos intestinales y que la toxina espe-
cífica que segrega ataca á las células nerviosas y produce los síntomas ca*
racterísticos del beri-beri.
( Medical News, 11 agosto 1906). ~ F. Tolbdo.
Aooidn del rtdid sobre el virus rábioe.— De los experimentos hechos por los
Dres. Tizzoni y Bongivan resulta que el radio destruye en muy poco tiem-
po el virus lísico in miro y á.la temperatura ordinaria.
Además de esto, si se someten á la acción del radio conejos inoculados
con el virus por la vía ocular intracerebral ó por el ciático, se observa la
misma acción. Con ocho sesiones diarias de aplicación de loe rayos del ra*
360
dio al ojo inoculado, se Balran los animales respectiTOS, en tanto que se
mneren los animales testigos. El resaltado es el mismo cuando la inocula-
ción se hizo en el cerebro ó en el ciático.
Por ahora no se puede decir cuánto tiempo habrá de dudar la inmuni-
zación alcanzada con dicho medio. — (Riformá A/ecfo'ca).— R. del Vallb.
Aoeión del radio on glneeeldgfa. — Los Dres. Oudin y Verchere se han
ocupado de este asunto en la Academia de Ciencias de Paris. Bl radio se
emplea de la manera siguiente : Se introducen 2 centigramos de bromuro
de radio puro en un tubo de cristal, el que se coloca en una sonda de alu-
minio, la cual se deja aplicada en la cavidad uterina durante diez á quin-
ce minutos. Han usado este tratamiento en dos enfermas con fibromas
uterinos hemorrágicos graves de algunos meses de antigüedad. La hemo-
rragia se contuvo por completo en poco tiempo, disminuyendo de volumen
los fibromas. Se ha empleado, á causa de su acción microbicida, en metritis
catarrales antiguas, obteniéndose en poco tiempo la curación rápida y
completa. En las infecciones blenorrágicas de la uretra se han conseguido
con este tratamiento mejorías notables.
(Le Frogréi Medical). — F. Tolbdo.
Diagnóttiod diferencial del reomttisme y la gota por medio do los rayos R6nt-
gon.— Como quiera que es frecuente la coexistencia de los tofos gotosos y
de las deformaciones reumáticas de las extremidades en un mismo enfer-
mo, los Dres. Courtois-Suffit y Beaufumé han ideado emplear los rayos
Rontgen para distinguir ambas clases de lesiones, habiendo comprobado
de este modo que, mientras que los tofos y los depósitos de uratos en las ar-
ticulaciones y en los huesos aparecen transparentes á dichos rayos, las le-
siones propias de la artritis deformante se observan perfectamente por este
medio á causa de no dejarse atravesar por los rayos mencionados.
(Oixz, dea fíófiitavx).—^. del Valle.
Cánoer uterino curado por el radio. — El Dr. Schucking ha ensayado el
radio en un caso dé cáncer uterino inoperable. Aplicó contra la masa can-
cerosa dos cápsulas, que contenían respectivamente 1 y 2 miligramos de
radio, sosteniéndolas con gasa que se renovaba diariamente variando el
sitio de las cápsulas. A las cinco semanas de aplicación continua toda la
superficie de la neoplasia cancerosa estaba destruida en varios centímetros
de profundidad. En el borde del tumor aparecía tejido normal y en una
gran extensión granulaciones sanas. £1 derrame purulento había desapa-
recido. Seis á nueve días después de suspenderse la aplicación del radio,
la superficie que ocupaba el tumor había cicatrizado. El resultado fué
mucho mejor que el que podía haberse obtenido con el cauterio ó la cucha-
rilla. El microscopio demostró la destrucción de los vasos sanguíneos y la
proliferación de células epiteliales. Este caso prueba los efectos benignos
del radio aplicado durante mucho tiempo y á dosis pequefiísimas.
{The Therapeutic Gazeite, 15 junio 1906).— F. Tolbdo.
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
EL FLUIDO VITAL
pon U DOCTOR
i
D. ANTONIO GOTA
EsBédico aamormrlo, per opoticfén, de U BeneiceocU ProvineUl de Z«nifota«
Hace m&8 de 2,400 años que los orientales practicaban el magne-
netísmo como una devoción religiosa, en cuyas experiencias creían
unirse con la divinidad.
El sistema usado en aquella época consistía en darse pases los
iniciados del templo unos á otros» ejercicio que hoy emplean los
magnetizadores de profesión, los yodjis del Thibet, los fakires del
lodostán y los beni-aisuas de Berbería, para sumir en el sueño pro-
vocado á aquellos en quienes experimentan.
Otras veces llevaban á cabo los orientales sus prácticas, ñ jando
su vista por espacio de cierto tiempo en la raíz de la nariz, del mis-
mo modo que en la actualidad hipnotizamos á un sujeto con la fije-
za de la mirada en un objeto brillante.
Resulta, pues, que por ambos procedimientos lograban los anti-
guos habitantes de Oriente el mismo resultado, el sueño artificial,
como se sume hoy á la persona en el estado sómnico, por las prác-
ticas magnéticas ó hipnóticas.
Cuando Mahomed II tomaba á Constantinopla, redujo á cenizas
gran parte de la ciudad, y la acción devoradora de las llamas al-
canzó á sus hermosas bibliotecas. Multitud de bizantinos se refugia-
ron en la hospitalaria Italia, donde vendieron las obras que hablan
rescatado, y cuyas materias eran poco menos que desconocidas en
Occidente.
Un bizantino llamado Bliphas vendió, entre otros, un libro del
arquitecto Hierón, sabio alejandrino, en cuya obra, intitulada los
Aff o XXX. — Tomo LXXII. - Núm. M6. - 14 Septiembre, vns, 2B
362
Autómatas y Neumáticos, se ocupaba preferentemente de lo que él
entendía por fuerza magnética.
En los comienzos del siglo xii, en Francia, en Italia y Alemania,
rivalizaban las mejores inteligencias por asociar su nombre al de
un sabio antiguo, que traducían al latín, lengua universal por en-
tonces. De este número era el joven Johan de Poen, que á los veinti-
cuatro años desempeñaba la cátedra de matemáticas de París, y es-
cribió una obra sobre la óptica y catóptrica de Euclides. En ésta de-
mostraba cómo ciertos hechos reputados por el vulgo por milagros,
podían explicarse por la ciencia hasta aquella época conocida.
A mediados del siglo xviii, llama Mesmer la atención de los cen-
tros docentes y academias, sobre su famoso flwáo magnético^ cuya
principal propiedad era la de sumir en el sueño al sujeto someti-
do & él.
Rechaza James Braid, en 1842, la idea del fluido, como todos sabe-
mos, en vista del éxito alcanzado mediante la fljeza de la mirada ;
y se atreve á calificar el fenómeno sómnico de naturaleza subjetiva,
como resumen á todas sus experiencias.
Como no concordaban las opiniones corrientes de aquel tiempo
con la hipótesis del magnetismo animal, cayó ésta en el mayor des-
crédito.
Todavía subsiste hoy la teoría de Bráid, al menos en lo que res-
pecta á la mayoría del elemento oficial. El estrabismo convergente
determinaría por cansancio de las neuronas el sueño artificial, fa-
vorecido éste por el completo aislamiento de la persona de cuanto
le rodea. Estado especial el del sueño provocado, propicio á toda
clase de sugestiones.
Dos escuelas opuestas todavía representan el mundo de los sa-
bios: la de ^ancy y la de la Salpetriére. Ninguna de las dos se en-
tienden acerca de los fenómenos hipnomagnéticos. La primera, re.
presentada por el malogrado Liebault y defendida actualmente por
Bernheim, no ve en éstos más que sugestiones; y la segunda, inicia-
da por el ilustre Charcot y sostenida por varios profesores, cree en
una perturbación nerviosa ó cerebral.
Vertidos estos conceptos, veamos si existen fundados motivos para
admitir ó desechar la teoría del llamado fluido vital ó de la fuerza
magnética, después que procedamos al estudio detenido de recientes
experiencias, dirigidas por psicólogos distinguidos, y después de los
relatos oídos á personas ajenas á la biología, pero que aseguran
haberlas presenciado.
363
Los magnetizadores de todas las épocas^ los psicólogos experi*
montadores, algunos hipnotistas, los amateurs, los profesionares» y
un número no escaso de profesores modernos, entre los que se ha-
llan Wilton, Joire, Baraduc, Lupi y Watenville, están conformes en
adoptar la existencia de un algo que se desprende del organismo del
operador 6 del sujeto, en el momento de verificarse los fenómenos
hipnóticos ó magnéticos. Este algo no seria otra cosa para dichos
profesores que el /luido vital. Parece ser propio éste de todos los se*
res vivos y susceptible de comunicarse por la voluntad á nuestros
semejantes. El modo de esta comunicación debe ser : ora aplicando
-el magnetizador las manos sobre el individuo, objeto de sus especia-
^ les prácticas y ejecutando con ellas ciertos movimientos rápidos lla-
mados/>a«e«; ó bien por las maniobras hipnóticas acostumbradas.
Se ha convenido en llamar sensitivo» á aquellos sujetos que se dis-
tinguen por una hiperestesia sensorial extraordinaria, circunstan-
cia por la cual perciben muchos de ellos distintamente los^ejtuvios
'humanos^ eljíuido vital^ y que aseguran proyectarse fuera del cuer-
po del que magnetiza, del que hipnotiza ó de otro sensitivo. Si les
preguntamos hallándose en sonambulismo lúcido, nos dirán que sa-
len de las manos, de los dedos, de la boca y de los ojos de éstos ér/fu-
-vios coloreados ó rayos encendidos. Hecho singular que habla esca-
pado hasta ahora á toda comprobación oficial.
La emergencia de los efluvios en unos casos suele ser enorme, y en
•otros débil ó imperceptible, según los mismos-sensitivos.
Los efectos del fluido varían según las circunstancias del sujeto
^n quien se opera y el medio en que se llevan á cabo las experien-
<^ias. Son dichos efectos : calor suave, somnolencia ó sueño profun-
do, transe^ éxtasis, insensibilidad en unas zonas é hiperestesia en
otras, letargía, estado de relación, etc., por parte del sujeto ; y hor-
migueo en los dedos y manos, una especie de corriente que siente
escaparse el operador de su cuerpo, é inmediata fatiga á las referi-
das prácticas que él mismo experimenta.
Si las maniobras ejercidas durante las sesiones producen cierta
laxitud en los magnetizadores y aun en ciertos hipnotistas; si se han
comprobado sensaciones extrañas y puesto en evidencia las varia-
ciones del poder de éstos; si vénse obligados á renunciar á toda in-
tervención con una persona, por el estado del tiempo ó de su salud,
¿cómo nos explicamos el mecanismo de todo ello, sin admitir en el
profesor ó en algunos sensitivos, un algo en diversos estados de des-
arrollo, cualquiera que sea su naturaleza, en virtud del cual ten-
364
drfan lugar los fenómenos transcendentes que van & ocupamos f
Para una porción de observadores, no serla el fluido más que los
efluvios eléctricos de que en 1762 se ocupaba el jesuíta alem&n
Yon Hellz; ó el mismo fluido magnético de Mesmer; ó la Fuerza Oá
de Reichembách, que en 1848 había éste apreciado en Viena en una
sujeto, y comprobado después en otras más.
El fluido vital^ en el supuesto de que las fuerzas de la naturaleza
se reduzcan á una sola, según las modernas teorías de la Ciencia,,
debe ser la manifestación genuína de esa fuerza humanizada, llá-
mese magnética, eléctrica ú ódica, que no deberla á ésta dicho flui-
do sus particulares propiedades, sino al terreno vital que le serviría
de base.
El efluvio magnético de Yodko, Ganmaro, Albert de Rochas, Ba-
rety y Bofiero es el tan debatido fluido vital. Efluvio qua éstos han
analizado y estudiado, asi como sus recíprocas acciones con la»
fuerzas naturales, y que poseería para el Dr. Sourbled, catedrático-
de Filosofía de París, y para otros profesores, la nueva propiedad de
los cuerpos radio-activos (1). Pero por encima de estos nombres, con
justicia celebrados, hay otro más grande y más ilustre que se añade-
á la lista de los partidarios del fluido. Es éste el del sabio William
Crookes. Sus trabajos sobre el oro, su invención del heliómetro y e!
radiómetro, sus especiales experiencias acerca de la espectroscopia
y sus descubrimientos del thalío y la materia radiante, nos permiten
augurar felices éxitos en los estudios experimentales sobre el e/tu^
vio néurico^ á que el eximio Presidente de la Real Sociedad de Lon-
dres se consagra.
«
• «
Cuantas personas se ocupan de Psicología experimental, saben
que M. de Reichembach, ese químico famoso que descubrió la para-
ñna y la creosota, había publicado en su tiempo el resultado de sus
observaciones acerca de los dinámidos del magnetismo, de la elec-
tricidad, del calor, de la cristalización y de la afinidad química.
Las especiales denominaciones que daba el descubridor de la nue-
va fuerza — que en aquel tiempo fué objeto de conmiseración y de
burlas por parte de los científicos oficiales— dependían de las fuen-
tes de que procedía. Así, por ejemplo, llamaba Cristalód á la ener-
(1) Léanse i Fenómenos de Elster y Geite y radiaciones bamanas. Tom*
maeina. Genova, 1905, y Comprobación de la existencia de los rayos N con
él aparato de Hoga y en semejanaa con el finido hnmano. Delme Wind.
Ütrecht, 1906, Enero.
, 365
^ia que derivaba de los cristales, Bidd á la procedente de los seres
vivos, Termód á la originada por el calor, Fotód á la de la luz, etc.
Reichembach aseguraba en su tiempo — como en la actualidad
«confirman una porción de investigadores — que ciertas sonámbulas
lúcidas percibían sobre los polos de un potente imán, una tenue luz
•de color rojizo en el positivo y violeta en el negativo (1).
El sabio director de la Escuela Politécnica de París, M. Albert de
Rochas, escribe en 1891 una obra Les Fluides des magnetisaeurs^ don-
de detalla minuciosamente los mismos hechos que habla descrito el
•químico austríaco cincuenta y siete años antes.
La objetividad de los efluvios coloreados indicadores de una de las
formas de la energía ódica en los cristales, ha podido comprobar con
4ina sensitiva este último, en unión del profesor matemático Waten-
ville. En un grueso cristal de espato de Islandia, la coloración era
rojiza en la mitad derecha del sentido longitudinal del prisma con
relación al plano anterior de la vidente y violeta en la mitad izquier •
<{a. Con tabletas prismáticas de sulfato calcico, lograron resultados
idénticos. Y no sólo observaron tal propiedad en los cristales, sino
que confirmaron asimismo en el hombre dicha cualidad, porque la
mitad derecha del cuerpo de algunos sujetos emitía efluvios rojos,
visibles para la citada sensitiva, y violeta la izquierda.
En el achimenes, gardenia y otras plantas en su zona floral, hán-
S0 comprobado efluvios.
El cuerpo humano es jnuy sensible al magnetismo terrestre. La
•orientación del lecho en algunos sensitivos tiene su importancia. Si
están acostados en la dirección N. S., es decir, con la cabeza hacia
el Norte y los pies al Sud, tienen sueño tranquilo. Si es S. N. la
•orientación, sufren pertinaz insomnio, pesadillas, cefalalgia y un
malestar general. Las posiciones E. O. y O. E. suelen ocasionarles
vahídos, tendencias sincópales, vómitos y crisis histero-epilépticas.
Muchos histéricos y neurósicos— sujetos sobrecargados de fluido —
que se quejan en cuanto penetran en ciertas iglesias, es debido á
que la mayor parte de estos edificios se hallan orientados en la di-
rección E. O.
Existen personas que durante la vigilia atraen la aguja imantada
por su polo austral y la repelen por su polo boreal; y en el sonam-
bulismo provocado, las atracciones y repulsiones son mucho más
acentuadas.
<1) PhenomenM ódiqaes et radiations noavelles. Jales Begnaalt, pági-
na lU, 1905, París.
366
La susodicha facultad de ver determinados individuos los efluvio»
humanos, fué reseñada en 1846 por Arago. Descrita en 1848 por Pi-
ñau en una sonámbula. Confirmada en 1859 por Bailly y otra vez ea
en 1864 en su memoria presentada á la Academia*de Ciencias de^
t^arls, en la que sostenía la existencia de una fuerza desconocida en
el hombre. Puesta en evidencia en 1879 por Barety. Comprobada en
1881 por M. Louys en un trabajo acerca de la visibilidad directa de-
las radiaciones cerebrales. Definida por Albert de Rochas en 1890 en
su libro Exteriorisation de la Sensibilitéy que tanto llamó la aten-
ción. En 1895, el Dr. Karl du Prei describía en su famosa obra Det^
Magnetismus al» Naturewissenachafí^ esa propiedad en ciertos suje-
tos puestos en el estado de relación. La misma idea manifestaba el-
director de la Escuela Normal de Maestros, profesor Broguiard, d^*
Berna, en 1899, después de sus notables estudios experimentales^
M. Charles Ferez,en 1900, en su articulo Aureoles neuropathiques de
la Revue de Aáedecine del 10 de abril, mantiene su particular opinión
sobre la percepción distinta de los efluvios. En VAction du fluide de»
fakir» »ur les vegeiaux del Bulletín dk Vlnsiiiut Genérale Peichoto-
gique de marzo de 1904, el profesor Marcel Depinay hace lo propio.
Y en Le» efíuve» ódiques de la Revue Scientiflque del 20 de junio der
1905, sustenta la misma creencia que sus predecesores el Dr. Hypo-
lyte Baraduc.
Alrededor de cadaiiombre, como alrededor de cada imán, existe
para ciertos experimentadores un campo magnético, especie de at-
mósfera nerviosa que llevaría consigo aquél por todas partes. Cada
sujeto sería en tal caso influido por otro sujeto, por los imanes ó por
otras substancias, modificándose de este modo su campo magnético.
Los efectos de la electricidad atmosférica en ciertos sensitivo»
manifestados bajo la forma ordinaria del rayo ó de la de bolas d»
fuego» no solamente demuestran — al decir de los observadores ci-
tados — la realidad del fluido humano, sino también la existencia
del campo magnético, en el cual influiría el meteoro. Los fenómeno»
descritos á continuación deben tener sin duda una gran semejanza
con determinadas propiedades para el hombre por ahora descono-
cidas del referido fluido. En efecto : en octubre de 1882, Mons. Felice
de Marrocordato tuvo que refugiarse en Para, término de Perugia».
sorprendido por una formidable tempestad. Bruscamente apareció
en la estancia de la posada donde este señor se había albergado, un
, 367
globo de fuego del tamaño de una naranja, ique se dirigió junto á la
mesa en cuyas inmediaciones estaban sentados M. Felice y la fami-
lia del mesonero, dando tres completas vueltas el meteoro alrededor
del cuerpo de la hija mayor del último, sin tocarle en lo más míni-
mo ni aun la falda exterior (1). Marchó luego el globo de fuego en
dirección á una alta ventana cerrada por la que había entrado por
una rendija, y desapareció al fin, produciendo una detonación se-
mejante á un pistoletas^) (2).
El hecho citado de las repulsiones, tiene mucho parecido con el
fenómeno natural de la propulsión de personas, animales ó cosas,
por el rayo y á mayor ó menor distancia.
Es un hecho también curioso la elección de apariencia caprichosa
de dicho meteoro por ciertas regiones del cuerpo humano, por de-
terminlidos sujetos, por algunos animales y aun por varias especies
de plantas (3); y si no nos es posible por ahora explicar el mecanis-
mo del hecho, es más que probable que favorezca su realización en
la forma referida, el campo magnético de que hablábamos.
A veces se ha dado el caso de haber arrancado el rayo la lengua,
orejas, pelo, etc., etc., de varias personas, y en otras no ha causado
el menor daño. Influye asimismo el sexo — como está demostrado —
en la atracción del meteoro; con más frecuencia son las mujeres
atacadas por él que los hombres, y de éstas las histéricas principal-
mente. La desigual repartición del fluido en ciertas zonas, ó el estar
saturados algunos sujetos del mismo, es el motivo, para varios ob-
servadores, que da lugar al fenómeno.
El hecho interesante que no pocos psicólogos experimentadores
designan con el nombre de sensibilización de la materia, padece
evidenciarnos la existencia del fluido vital y del campo susodicho.
Veamos algún caso.
Madame Ketti, de Baltimore (4), sensibiliza— sumida en sonambu-
lismo profundo — con su mano el cold-cream contenido en un tarri-
to de tocador, sin tener la menor conciencia de ello. Cada vez que
el magnetizador Mister Edmond Wallier se introduce los dedos en
(1) Joven marcadamente histérica en concepto del médico de la familia
Dr. Jaoomo Tiioni.
(2) Les Frontieres de la Boienoe. Jalee Eamsay, p&fc* ^i ^^^^ Parle.
(8) En el Oran Bosque de Sehleweiu de Lipe-Demolt, cayeron en veinti-
dóranos 287 centellas. Los pinos, catalpas y fresnos, apenas safrieron da-
ños de importancia; en cambio los arces, y sobre todo las hayas, llevaron
la peor parte. Le Foodre par Emile Sextier, p&g. 200, 1804, París.
(4) Les Frontieres de la Science. Jules Ivert, pág. 81, lOOOrParis.
368
la boca después de haber tocado dicha sabstancia graaa^ expeñ-
menta ana especial sensación napseosa la Ketii, hasta que vomita
ai fin.
Otro caso interesante.
Duerme á Hed j Kaar el profesor Porter^ de Liverpool, por los cla-
sicos pases en otro lugar referidos^ sentada ésta en un sillón forrado
de peluche (1). Porter lé ordena sentarse en otro sillón, y ai cabo
de algunos minutos, clava el doctor un alfiler hasta la cabeza, en el
asiento abandonado por la Hedy. Lanza en tal momento ésta un ge-
mido lastimero, y levántase en seguida del sillón en que estaba sen-
tada la vez segunda. Comienza entonces el profesor á pasarla mano
lentamente por el asiento abandonado por la Kaar, como si tratara
de acariciar á un animal doméstico, y se enrojece la sujeto al prin-
cipio, algo después se rie sin poderse contener. Al poco rato Se sien-
ta M. Porter en el mismo sillón, y se muestra la Hedy muy moles-
tada. ¿Qué le pasa á usted ?, pregunta el profesor á ésta. Usted ya
lo sabe, contesta. ¿Pues qué es ello?, le interroga de nuevo el doc*
tor. La Kaar responde : ni soy gato para que usted me acaricie, ni
tampoco mueble para que se recueste usted encima de una. A los
siete minutos dejaba el sillón de estar sensibilizado.
Otro más.
Consigue el profesor Lauríol, celebrado magnetizador de Londres,
sensibilizair con la sujeto Madame Dinard Graetgel una flor de gar-
denia retenida un buen rato en su mano y en estado de sonambu-
lismo lúcido. Experiencia llevada á cabo en los locales de la Escuela
Psicológica, Chelsea Bild-Hall Square 14, ante un buen número de
socios (2).
Presentaba la flor una aureola luminosa en el centro que, vista á
media luz por todos los concurrentes, ofrecía un aspecto fantás-
tico (3). Las punturas practicadas c^n un alfiler por Mister Lauríol
en los pétalos centrales— capa sensible— fueron perfectamente perci-
bidas por la Dinard dormida. Y ejecutando la misma operación en
sus dos brazos, cuando hubo perdido la gardenia su luminosidad,
habíanse tornado éstos anestésicos. Observaciones semejantes se
practican actualmente en París con la misma sujeto.
(1) Le Goni^réslde Payohologie á Borne. L'impregnation d'objete par le
flaide vital. Vine Haale. Trad. del WorPa Work, par Etienne Joardan.
Deo. 1905, London.
(2) Rwué OunéraU du Seiencet. Henrri Gamel, 80 oct. 1900, Paria.
(8) Pública experiencia en la que fneron por primera vei vistos los efla-
vios por todos los concurrentes.
369
Otro de los fenómenos importantes que confirman la existencia
del Auido y del campo magnéticos, es el de la transferencia de ciertas
afecciones nerviosas, de algunas condiciones mórbidas ó de deter-
minados estados emotivos, de un sujeto á otro y merced á! los
imanes.
Obtuvo el Dr. Louys (1), en 1883, la transferencia de una neural-
gia oftálmica de una joven histórica á otra normal, á beneficio de
aquéllos é instantáneamente. El procedimiento fué colocando el
imán un buen rato sobre la zona doloroea de la paciente y en segui-
da en la región idéntica de la segunda sujeto.
Coloca el profesor Jullien Lepsic (2) un imán grande, en forma de
herradura, sobre la cabeza de Anne Pillen, enferma núm. 8 de la
sala de Santa Catalina del Hospital Trous8eau,que lo adapta por un
sistema combinado de correas y tornillos. A las seis horas lo quita
de ésta y lo traslada á la cabeza de Benóit-Gudin, joven de aspec-
to varonU^ pero habitualmente anestésico é hipnotizable. Sufría la
paciente una intensa y rebelde cefalalgia, además presentaba me-
lancolía, delirio persecutorio y ciertas anomalías del carácter. Todas
las aplicaciones del imán fueron seguidas en los primeros momen-
tos de un rAativo alivio en la Pillen. En el Gudin apareció algo des-
pués fuerte dolor de cabeza. Y un día que M. Lepsic tuvo la idea em-
pírica de dejar el imán más de treinta horas sobre la cabeza de Be-
nóit, las anomalías mentales que presentaba eran en un todo idén-
ticas alas que se hablan apreciado en Anne. Hay que advertir que
hablaba Benóit, cuando sobre su cabeza mantenía el imán, con
•ademanes y en tono femeniles, como esta última.
Merced á estas particulares prácticas, son considerados los ima-
nes por varios médicos especialistas como valiosos recursos en el
tratamiento de ciertas enfermedades nerviosas, si bien todos ellos
convienen en que todavía se ha observado poco sobre el particular,
y que á este respecto mucho les queda por hacer. Para el catedráti-
co de New- York, Dr. Graham, sería la energía del imán un agente
modificador del estado molecular del fluido humano.
A veces no es el imán el medio transmisor de los estados morbosos
de una persona á otra, sino cualquiera substancia. He visto, decía
Lafontaine, á una sensitiva sumida en profunda hipnosis, rascarse
insistentemente las manos, por sentirse en ellas enormes comezones
(1) Oomünication á la Société de Biologie. Séanoe dn 14 novembre 1884.
Paris.
(2) AoiM dé PhiU9&phié, Dr. Leptio. 1.**^ deoembre 1902. París.
370
con motivo del contacto— ignorado por ésta^de la corbata pertene-
ciente á un enfermo de liquen localizado en las manos.
La fotografía ha sido otro medio demostrativo de la realidad del
fluido.
En la Revue Scientijique del 28 de octubre de 1905 vienen descritas
las experiencias relativas á esta cuestión. M. Poulet, catedrático de
Física experimental de la Universidad de Anvers, presentó al Con-
greso de Radiología de Lieja los resultados obtenidos con dos sensi-
tivas y un sonámbulo (1). Al tratar los clichés un día por el oxalato
férrico vio que existían en éstos unos trazos nunca aparecidos, que
revelaban sin duda los efluvios proyectadosf iiera del cuerpo del úl-
timo. Para asegurarse M. Poulet de que no procedían las marcas de
la mala composición del baño revelador, desarrolló al mismo tiem-
po una buena placa, que resultó transparente después de haberla
fijado. Los trazos eran idénticos á los obtenidos fotografiando las
descargas eléctricas semi-obscuras.
Los profesores físicos Lassar, de Berlín, Dieffembach, de New-
York, y Rossi, de Ñapóles, también han logrado^ á comienzos de
año, fotografiar el fluido humano.
Este especial fenómeno de grabarse los efluvios en las placas fo-
tográficas, ¿no tiene cierta semejanza con el hecho de aparecer al-
gunas marcas ó trazos especiales, y aun la imagen de los objetos
próximos, en el cuerpo de determinados sujetos heridos por el rayot
El descubrimiento del radio y del thorio, que emiten radiaciones
que pueden ser almacenadas, la comprobación de la existencia de
los rayos pesados por Gusta ve de Lebon estudiando la disgregación
de la materia, y la demostración de los rayos N experimentalmentet
ha dado motivo á que una buena porción de observadores ilustres
estudien, exentos de todo prejuicio, la cuestión tan discutida del
fluido vital.
M. Mascart, en la sesión celebrada el 15 del pasado enero por la
Academia de Ciencias de París, dijo que hallándose la semana an-
terior en Nancy, pidió á M. Blondlot que hiciera en su presencia al-
gunos experimentos con los rayos N. «No sólo he visto resultados
que alejan de mi toda duda acerca de la existencia de los susodichos
(1) Travanz da Congrés International de Badiologie et dlonisatíon, 10-18
septembre 1805. Liége. President., M. H. Karborn. Secret., £. Gariel. Pri-
miéreseotion.
371 I
rayos— terminó M. Mascart— sino que quise operar por mí mismo y
obtuve una demostración concluyeme».
En opinión del eminente profesor M. Guebhard, es el fluido una
evidente manifestación de la fuerza magnética humana^ que posee
propiedades radio- activas, y según un fisiólogo de nota, M. d'An-
sorval, nuestro organismo emite análogas radiaciones á las del
radium, capaes de hacer fluorescentes placas recubiertaa de plati-
no-cianuro de bario, sobre las cuales vienen á caer. Al entrar en
contracción un músculo aumentan estos rayos en intensidad, lo que
prueba que no son extraños al influjo nervioso ó, por decirlo de una
vez, al fluido vital. Otros experimentadores han comprobado que
la actividad nerviosa es inseparable de dichos rayos, merced á otras
delicadas experiencias. Todo lo cual nos evidencia que, á pesar de
las obstinadas negaciones de una infinidad de sistemáticos profeso-
res, el fluido vital va teniendo su puesto en la ciencia.
Dedúcese de cuanto antecede, que tanto las antiguas creencias
orientales, como las teorías mesmeriana y de Reichembach, como
los conceptos emitidos acerca del fluido que acabamos de referir
— que son una misma cosa— comienzan á llamar la atención de los
hombres independientes, de los espíritus amantes de la crítica seria.
Convenzámonos de que la ciencia de nuestros días ha de dar una
demostración cierta 6 irrefutable, no en muy largo tiempo, del flui'
do vital magnético, neúrico, eléctrico, fuerza od ó como pretenda
llamársele.
La tan debatida hipótesis fluídica vuelve hoy á resucitar, va sa-
liendo de su descrédito, y no ha sido antes porque la mayor parte
de las gentes siempre tuvieron como ridicula tal opinión y los hom-
bres de ciencia han considerado á las prácticas referidas como en-
tretenimientos de mal gusto.
Dos sabios observadores, MM. Charles Richet y Joseph Maxvell,
catedráticos de Medicina de París y Burdeos, respectivamente,
han abordado el problema del susodicho fluido, dando un gran paso
hacia la solución, acumulando multitud de hechos, comprobados
además de ellos por una porción de experimentadores; hechos que
les han obligado á asegurar la circulación de una especial corrien-
te en ciertos sujetos, cuando se hallan agitados, de una fuerza em-
pleada en la producción de los mismos, y que describen con toda
minuciosidad de detalles.
372
No seria, pues, un mito ese algo á que aludimos, como han venido
creyendo la mayoría de los cientiñcos, sino una cosa real, positiva,
demostrable.
Como todo lo nuevo asusta, porque echa por tierra teorías queri-
das y sistemas viejos edificados sobre antiguas creencias, no es
extraño que la idea del Jluido vital^ como todos los descubrimientos
y las grandes innovaciones, fuera por tanto tiempo desechada; y si
únicamente admitiéramos los hechos que concuerdan con las opi-
niones corrientes, habría que rechazar casi todas las conquistas
alcanzadas en el dominio de las ciencias positivas.
Esto es precisamente cuanto ha venido sucediendo respecto del
Jluido humano, Reisembach, como Hellz, como Mesmer y como una
infinidad de investigadores, no han recibido durante sus azarosas
vidas más que injurias y menosprecios; y sin embargo, unos y otros
han contribuido á aumentar el bagaje intelectual del pasado. ¿Qué
más habían de hacer éstos que dar á conocer una nueva manifestar
ción de cierta energía ignorada hasta entonces en la naturaleza t
Es la hiiitoria de siempre. Cuando se reflexiona sobre las opera-
ciones del pensamiento, con frecuencia maravillosas, que de si han
dado los descubrimientos que han contribuido á cambiar la faz del
mundo; cuando se considera la suma del saber condensada y pues-
ta en orden en los libros de estudio, nos hallamos muy cerca de
tener un concepto elevado de la humanidad. Pero la mayoría de
veces, el concepto que nos vemos precisados á formular de ella es
bien miserable. Efectivamente, la misma historia de las ciencias
así nos lo dice. Por ésta vemos que el número de inteligencias ver-
daderamente superiores siempre ha sido muy limitadoi que tuvieron
que luchar contra las mayores dificultades, y que los representan-
tes de la ciencia oficial de cada siglo han considerado como anti-
científico lo que no se acomodaba con sus particulares apreciado*
nes. Por eso el que descubre la verdad se halla ante la dificultad
aplastante de tener que convertir á todos sus adversarios y de
hacer tabla rasa con todos los prejuicios.
Probar de visu la existencia de los efluvios humanos ó el Jluido vU
tal, es un acontecimiento de importancia que merece lo señalemos
con asombro. Así lo han afirmado — como hemos visto — profesores
serios, cuya competencia é integridad científica están por cima de
toda sospecha, y otras personas ajenas á la ciencia que no tienen
interés ninguno en admitir ó desechar la existencia de ese fluido.
373
BIBLIOGRAFÍA
\ POCTÜR DON JESÚS SARABIA Y PARDO
ProfMor 4e •nfvnMáuáv» d» los HUn «n el InttlUto R«Mo.
I. uto bigiAhico i>wl agua, por D. Manuel Oorral y Kairi. Linares.
II. OoaTRiBUciÓH AI* S8TÜD10 DB x*A TUBSBOUI.O8X0, por D. José Verdes Monte-
negro. Madrid, 190&.
III. La bpidbmia db yibubla bb 190M, por el Dr. D. Jote Monmeneu y Ló-
peí Beynoso. Madrid, 1904.
Contribuye este trabajo & la útilísima labor emprendida por va-
rios escritores de propagar la higiene publicando Monografías que
ya han enriquecido el capitulo de higiene popular, tan provechoso
para la cultura general y para sanear al individuo y & la sociedad.
Por eso tienen tanta aceptación, por su forma clara y lacónica de
exponer asuntos de verdadero interés social.
Esta del Dr. Corral tiene formado ya su juicio estimable el premio
que la concedió el Circulo literario de Almería.
Se ocupa del agua, para señalar científicamente su uso higiénico
al interior y al exterior, y lo desarrolla en forma de cartilla higié-
nica muy bien ordenada y en condiciones tales que ilustra y agrada
su lectura.
De estos trabajos hace falta que se publiquen con frecuencia, pues
el progreso social estriba en la cultura, y sobre todo, en la cultura
de la higiene, base de salud de los pueblos y de su bienestar.
Es, pues, digna de la mejor acogida esta publicación del Dr. Co-
rral, á quien felicitamos cordialmente.
n
Al frente del Dispensario antituberculoso de Madrid, el Dr. Verdes
Montenegro ha podido formar un conocimiento lo más perfecto po-
sible de esta enfermedad en sus causas, evolución y tratamiento, y
por este motivo el trabajo que ahora publica es fiel expresión de sus
observaciones personales respecto á las diversas cuestiones que es
preciso resolver tratándose de esta enfermedad.
Describe la manera de funcionar el Dispensario antituberculoso
j
374
8in omitir detalle, para ocuparse después de la clínica del tubercu-
loso, estudio basado en mil historias de confirmados ó sospechosos
registrados en los libros de dicha Institución.
Estudia la enfermedad en relación con la edad, peso, talla, profe-
sión, sexo, etc., y en sus síntomas precoces y de confirmación de
lesión.
Los capítulos que dedica al estudio de la tuberculización y sus
condiciones son de una admirable exposición y critica de las ideas
m&s debatidas hoy en la ciencia. El dedicado á estudiar el mecanis-
mo del contagio y el curso y tratamiento de la enfermedad, es de lo
más completo y razonado que se puede apetecer, y da más realce
al mérito de este trabajo.
No otra cosa se podía esperar de la competencia del Dr. Verdes
Montenegro en esta materia.
ni
Este informe, presentado á la Excma. Junta provincial de Sanidad
de Madrid por su digno Vicepresidente, constituye un interesante
estudio higiénico de cuanto á la necesaria profilaxia de la viruela
se reflere.
Todos los trabajos que conocemos del competentísimo y distingui-
do escritor médico el Dr. Monmeneu, revisten un aspecto de ciencia
y oportunidad* tal, que su utilidad es bien notoria para la ciencia y
para los fines sociales que el autor trata de satisfacer.
Ocúpase en el actual de lo que significa la existencia de la viruela
en nuestra sociedad como expresión de falta de cultura y de negli-
gencia censurable, que permite una mortalidad bochornosa en los
actuales tiempos y desproporcionada en relación con otros países
cultos. Analiza la mortalidad por viruela en varios años, y da á
conocer lo que hizo con tanto acierto la Junta provincial de Sa-
nidad de Madrid ante la epidemia de 1903, y cuál fué el resultado
de tan acertadas disposiciones, tan perfectamente secundadas por
las autoridades y médicos, deduciendo cómo la vacunación fué el
medio seguro de librarse del contagio, por la práctica á domicilio y
en varios centros, por más que no fué todo lo suficientemente prac-
ticada, al punto de no pasar de 65.000 los vacunados y revacunados.
En el defecto de esta práctica en el resto de la población estriba
la causa de la persistencia de esta enfermedad endémica ó epidémi-
camente, pues quedaron sin vacunar más de las dos quintas partes
de la población de Madrid.
375
La declaración obligatoria es la base profiláctica dé toda epide-
mia; y fijo en esta idea« explana la conveniencia de llenar esta prác-
tica con todo rigor, asi como la necesidad de hacer obligatoria la
práctica de la vacuna y de implantar reformas de higiene al efecto
de una amplia profilaxis.
Bste informe fué aprobado por unanimidad por la Junta provin-
cial de Sanidad, como era de esperar, en atención á su carácter
práctico y científico, y por el Gobierno civil se han dictado disposi-
ciones encaminadas al cumplimiento de cuanto en dicho informe se
expresa.
El Dr. Monmeneu merece plácemes y gratitud por su excelente
trabajo.
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Raspado dal útero. Fljaoión del órgano oon la sonda do Dolorio.^En el Bole-
Un oficial del Colegio de Médicos de Cáceres^ publica D. FraDcisco G. Mén*
dos el caso clinico BÍguiente, relatÍTO á una enferma que hacia ochoo. dias
sufría metrorragiaa que en nada habían alterado sus ocupaciones ordina-
rias por eupoca imporiancia, pero que ya avisaban por ser más grandes.
'Es esta mujer de cuarenta afioo, de temperamento nerrioso, buena cono-
tituciÓD, sin antecedentes patológicos y ha tenidp siete embarazos llegados
á término. Sn función' menstrual ha sido normal, excepto el mes anterior que
hubo falta.
Pulso débil T frecuente, ligera liyidez del semblante, temperatura nor-
mal, con intermitencia, siente dolores en la región lumbopacra, con sen-
sación de dolor y peso poco marcados en la pelvis y periné : por la rulva
rezuma sangnre roja, que aumenta con los dolores. El tacto yaginal aeosa
dilatación mny marcada del cuello uterino.
No cabe dudar estarse laborando un aborto, debido quizás á excesos de
trabajo cometidos, ayudados por un yiaje á caballo, cuando ya existía me-
trorragia. No siendo en este momento alarmante la hemorragia, aconsejó
quietud en la cama y prescribió una poción de ergotina.
Pasó la noche bien, después de echar un embrión que por sus caracteres
representa ser de seis á ocho semanas, asegurándole (la familia) al mismo
tiempo que el producto de la concepción salió enruelto encuna bolsa que
enterraron.
A loo doe días toItíó la hemorragia.
Sospechando pudiera ser causa de la hemorragia la presencia de algún
376 ''
coágulo en el útero (aparte algún exceso cometido), yisto qae loe dolores
expolsÍTOB melren á manifestarse, aunque la hemorragia no es alarmante,
desde Inego se dispuso á efectuar an layado intrauterino que pueda hacer
desaparecer la cansa. ^
Todo dispuesto para el larado uterino y la enferma en posición, al explo-
rar la vagina, la encuentra llena de coágulos, que extrae con el dedo,
ayudado de una irrigación, con la solución de cloruro mercúrico y ácido
tártrico al 1 por 2.000, excepto uno roluminoeo, que por el tacto se ohser-
va es piriforme, resistente, de superficie lisa y muy adherido al reborde del
cuello por grueso pedículo.
Con el biyalTO de Ousco, se re que el turnar es de la forma descrita, ne-
gruzco y como si esturiera envuelto por fina membrana. '
Oon el histerómetro le punza, por apenas oponer Resistencia al intru*
mentó, conyenciéndoee se trata de otro coágulo po$t men^anMO^ y con
ello, que la eoM no fué expulsada tan completamente como creyó ; esto es,
que existían restos de caduca, que deteniendo la sangre en su salida á la
ragina, habían faTorecido la formación de un coágulo enquUtado,
Así las cosas, y como el estado de la enferma no obligaba terminar la
intervención, procedió á la destrucción del coágulo aprisionado, una rez
conseguido en su porción vaginal, bien limpia ésta, vio el conducto cervi-
cal, taponado por el resto del coágulo que, si continuaba en el útero, y
como la hemorragia fuese nula y bueno el estado de la enferma, deja las
cosas en tal estado, respetando el tapón natural, confiando á la fuerza ex-
pulsiva del útero, que seguía manifestándose, la terminación del trata-
miento, no obstante estar preparados para intervenir de nuevo, si la ter-
minación se retardaba ó sobrevenía accidente.
A las diez de la noche, no obstante las seis horas transcurridas desde la
intervención, la enferma seguía bien, aunque sin expulsar el tapan; pero á
las dos de la madrugada la encuentra con malestar general, semillante en-
rojecido, vista centelleante, pulso muy frecuente y duro, cefalalgia, náu-
seas, dolor en todo el vientre, que se exacerba al más ligero contacto, me-
teorismo y 88^,8. Todo fué precedido de escalofríos.
La aplicó un enema abundante (hacía tres días que la enferma no defe-
caba), grandes compresas de agua fría al vientre y una poción de cafeína
y benzoato de sosa, no obstante edtar todo dispuesto para si la gravedad
aumentaba, terminar la intervención. Procedió á la limpieza completa de
la cavidad uterina.
Colocada la enferma en posición pudo observar que, desde la interven-
ción anterior la hemorragia había sido casi nula. Hecha la irrigación anti-
séptica con el espéculum de Cusco, vio el cuello dilatado y á su través la
superficie de seccián del coágulo, en parte destruido antes, y la fiuxión de
alguna sangre ; pero no ya roja, sino moreno-obscura y muy fluida.
Hace el cateterismo de la cavidad á través del cuerpo extrafio, pene-
trando el instrumento 9 centímetros. A la vez que explora procura disgreí
gar el coágulo, y conseguido en parte con la sonda de Doleris, procede al
lavado, no sin antes separar sus ramas todo lo posible, á fin de que, dila-
tado el cuello, permita el fácil paso de los cuerpos extraños á la vagina.
Como la disgregación *con el histerómetro tenía que ser incompleta, y
r
377
como coa la irrigación se presentaran en el cuello irosos de membranas,
ya no habla más qae echar mano á la cnoharilla.
Al retirar la sonda para fijar el útero con la pinza-erina, se le ocnrrió
probar si lo conseguiría con la sonda.
Para ello, forzó an poco más la separación de sus ramas, notando al ha-
cer peqnefias tracciones del instrumento, que el útero le seguía en sus mo-
vimientos de descenso, sin que las ramas cambiaran de posición.
Ante tal resultado, introdujo la cucharilla cortante de Thomas á trayós
del cuello así dilatado, haciendo con gran facilidad y fijeza absoluta de la
Tíscera el raspado completo del fondo y caras. Para terminar con los bor-
des, no tuvo más que después de retirada la cucharilla, cerrar las ramas
de la sonda, comunicarla un movimiento de rotación de cuarto de circulo
sobre su eje, separarlas de nuero y con la misma facilidad que antes, ter-
minar el raspado.
Durante la operación, no cesó la irrigación á media corriente con la solu-
ción de sublimado y ácido tártrico al 1 por 8.000, lo que facilitaba el arras-
tre á la ragina de los cuerpos extraños, según eran desprendidos por la
cucharilla.
Como resultado : A las cuatro horas, todo había entrado en orden : la
temperatura descendió á lo normal, desapareciendo el meteorismo y los
dolores, acusando la enferma un bienestar absoluto, y por lo tanto, vol-
viendo la alegría á una familia, ya que lo creyó todo perdido y sobre
todo, la tranquilidad al médico que, por confiar demasiado en las fuerzas
' naturales, estuvo á punto de perder una enferma. — Bababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES aENTlFICAS
80CIBDAD DE CIRUGÍA DB PARÍS
8é$ián del dia 18 dé Julio de 1906,
Amasamlenti del csrazón. — El Dr. Mauelaire se ocupó de este asunto
desde al triple punto de vista de sus indicaciones generales (colapso car-
díaco anestésico, producido en las intervenciones quirúrgicas sin anestesia,
consecutivo á una herida del corasón ó del pericardio, embolia pulmonar,
asfixia por colgamiento, muerte aparente de los recién nacidos), de los
métodos operatorios empleados y de los resultados obtenidos. La vía infra-
diafragmática es la que debe seguirse primero, á condición de recurrir en
caso de ineficacia á la transdiafragmática, que ha sido el primero en reco-
mendar. Después resefió los otros métodos empleados para reanimar el cora-
zón : picadura simple ó eléctrica, punción evacuadora de las cavidades de-
rechas, insuflación traqueal y pulmonar, respiración artificial, etc., y por
378
últímo, Aquellos otros por los qne se procura excitar el corazón por las irri-
gaciones intrarascnlares ó intracardiacas de suero salino isotónico ó de lí-
quidos irritantes : disolución de adrenalina al 1 por 50.000, sangre yenosa
oxigenada, etc. Loe fisiólogos han obtenido éxitos en los animales con es-
tos métodos, y es de suponer que producirán loe mismos resultados en el
hombre.
El Dr. Tufñer dijo que ha ensayado rarias reces, en los casos de sincope
clorofórmico, las irrigaciones intravascnlares de suero fisiológico y siempre
sin éxito alguno.
Aneorisna del trenes tibiepersaes. — El Dr. DemauUnlejó un informe so-
bre un caso comunicado á la Sociedad por el Dr. Legrand. Se trata de un
aneurisma poplíteo espontáneo del tamafio de un hueyo de gallina; el tu-
mor aneurismático ocupaba el tronco tibioperoneo por debajo del origen
de la tibial anterior y cuya extirpación, difícil por las adherencias del saco
á los tejidos inmediatos, fué seguida de curación perfecta, sin que resul-
tara el menor trastorno circulatorio en el miembro. El Dr. Demoulin cree
que este resultado feliz -^ tanto más notable si se considera que la extirpa-
ción de los aneurismas del tronco tibioperoneo ocasionan casi siempre la
gangrena de la pierna — es debido no sólo á la conserración de la tibial
anterior, sino también á las anastomosis rasculares formadas entre la re-
currente tibial y el círculo arterial peri- articular, que han bastado para
asegurar la nutrición dé la pantorrilla. La consoryación de la tibial anterior
no es indispensable para asegurar esta nutrición, según prueba un caso de
Jurara. Este cirujano extirpó, en efecto, un aneurisma del tronco tibio-
peroneo del tamafio de la cabeza de un feto, y aplicó la ligadura inferior
por encima del origen de la tibial anterior. A pesar de esto el enfermo curó
sin la menor amenaza de gangrena.
Estos dos casos prueban que, en contra de la opinión clásica, la extirpa-
ción de los aneurismas del tronco tibioperoneo es una operación que puede
ser seguida de éxito, porque existen en la pierna anastomosis yasculares
suficientes — unas conocidas é ignoradas otras — para asegurar su nutri-
ción, aunque se aplique una ligadura por encima del sitio en que se bifur-
ca este tronco arterial.
El Dr. Baty manifestó que la extirpación de un aneurisma está tanto
más expuesta á ser seguida de gangrena del miembro cuanto más yolnmi-
noso es el tumor aneurismático. El rolumen considerable de un aneurisma
indica, en efecto, que la circulación más allá del tumor es nula ó insignifi-
cante por ser muy actiya por las colaterales; en estas condiciones las liga-
duras del tronco arterial, ocupado por el aneurisma, influye muy poco so-
bre la nutrición ulterior del miembro.
El Dr. Arrou dijo que había confirmado el hecho expuesto por el doctor
Bazy en un caso de extirpación de un aneurisma poplíteo yoluminoso que
habla suprimido los latidos en la pedia y en la tibial posterior.
Llnitls plástica. — El Dr. Quénu presentó dos pieeas de gastrectomías, una
de ellas casi total, practicadas por linitis pUsticas. Los dos operados, un
hombre y una mujer, sobreririeron una yeinticuatro y otro treinta y tres
meses, y después murieron uno á consecuencia de pleuresía hemorrágica
probablemente de naturaleza cancerosa, otra de recidiya local. El examen
379
Ihistológieo de las piezas patológicas reveló la existencia, en zonas, en él
«spesor de la pared estomacal, engrosada dé núcleos de degeneración neo-
plásica especial, á saber, de elementos epiteliales qae hablan experimen •
iado la degeneración mucosa. Estos mismos elementos se encontraron en
«Ignnos ganglios extirpados al primer enfermo; en la mujer existían ade-
más, acá y allá, mezcladas con estos elementos macosos, célalas cancerosas
de tipo indiferente. Estos dos casos, unidos á otros muchos, prueban la na-
turaleza cancerosa de la linitis. En el recto se encuentra el mismo tipo de
«ánoer.
El Dr. Momprofit presentó una pieza de linitis plástica, obtenida por
gastrectomia y presentada á la Sociedad en 1897. El examen histológico
hecho por Pilliet probó que se trataba de un tumor completamente benig-
no. El operado murió un año después á consecuencia de una recidiva can-
•cerosa local.
Quisto ovárico raeomoss.— El Dr. Btchelot refirió el caso de una mujer jo-
Ten, la que, á consecuencia de un parto normal, turo abultamiento del ab-
domen, inapetencia y estreñimiento. Después de purgantes y enemas repe-
tidos, el abdomen disminuyó de volumen y pudo descubrirse en el hipogas-
trio un grueso tumor trilobulado, indudablemente de origen ovárico, pero
que no presentaba ni loe caracteres ordinarios de los quistes multilocula-
res ni de los vegetantes. La laparotomía permitió descubrir un tumor for-
mado de quistes serosos, de dimensiones variables, agrupados en racimos
y que se implantaban en los anejos izquierdos. Su aspecto era análogo por
completo al de los quistes racémosos del ovario, diagnóstico que fué confir-
mado por el microscopio. ,
Bala de revólver extraída del corebre. - El Dr. Potherat presentó una
bala de revólver extraída del lóbulo frontal izquierdo de un individuo que
se disparó un tiro en la sien. Fenómeno curioso; la radiografía revelóla
existencia de dos balas : una entre la bóveda craneana y la dura madre, y
otra en pleno cerebro, y, sin embargo, el herido afirmó que sólo se había
disparado una. En realidad, ésta, al ponerse en contacto con el hueso, se
había dividido longitudinalmente en dos fragmentos parecidos, los cuales
«e extrajeron. El enfermo se halla en vías de curación.
(La Fres8é MedkaU). — F. Tolbdo.
XT CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA
* Celébrmdo «» lÁAoa dál 19 al 26 de Abrü de 1906.
(CoDtiniiaeión).
Tratanientes de le» aneurismas.— El Dr. R. Lozano: Mi casuística consta
•de cinco enfermos que padecían aneurismas en las regiones indicadas por el
epígrafe de la comunicación que tengo el honor de presentar al XV Con-
greso Internacional de Medicina.
En todos ellos se comenzó la operación con el propósito de practicar la
urUriorrafia, según la técnica concebida y realizada por el profesor Rodolfo
380
Matas, de Nuera Orleans. Dicha técnica no será aqni descrita para no
alargar la comunicación.
De los dos enfermos con aneurismas de la artería poplitica qne fueron
operados por medio de la arteríorrafía, el uno cnra radicalmente ; el otro
cara después de haber sufrido la amputación de la pierna, exigida por la
gangrena que se presentó en el pié correspondiente á la lesión y como con-
secuencia inmediata de la intervención quirúrgica.
El primero de estos dos enfermos curó con integridad funcional de la
pierna y del pié hasta tal grado, qne tres meses después de la operación se
dedicaba á su oficio de albafiil.
E3 enfermo con aneurisma de la arteria subclavia curó radicalmente de
su aneurisma y adquirió la integridad funcional del brazo.
El enfermo de aneurisma de la arteria aorta abdominal murió ocho horas
después de haberse terminado la operación. La causa de la muerte fué el
ihok.
En el aneurisma arteriovenoso de la arteria femoral fué imposible prac*
tícar la arteriorrafía, porque en el reconocimiento precesor de la operación
no se consiguió distinguir la arteria principal de las múltiples venas que
rodeaban el saco aneurismático. Temiendo hacer mala técnica, preferí la
extirpación del saco. Este enfermo curó radicalmente y con integridad fun-
cional del miembro enfermo.
De mis cinco enfermos, cuatro han sido tratados por arteriorrafia.
De éstos, dos han curado radicalmente, uno ha curado después de sufrir
la amputación de la pierna, y otro ha muerto consecutivamente á la opera-
ción. ^
En cuanto al enfermo que sufrió la amputación, pienso que se pudo bar-
bería evitado respetando la vena poplítea, que fué sacrificada durante el
acto operatorio y fué también la causa de la gangrena del pié que se obser-
vó en este paciente.
El shok que arrebató la vida del enfermo operado en la aorta abdominal,
reconoció por causa principal la hemorragia que se presentó durante el acto
operatorio. Esta hemorragia aconteció al desgarrarse la arteria, que sufrió
de degeneración calcárea, al ser comprimida por la pinza para obtener la
hemostasia preventiva.
Conclusiones. — 1.* La arteriorrafia cura los aneurismas tan radicalmen-
te como la extirpación del saco aneurismático.
2.* La arteriorrafia está exenta de la mayor parte de las complicaciones
post operatorias que acompañan á otros procedimientos empleados para
combatir los aneurismas y principalmente la hemorragia. ^
8.* La arteriorrafia se puede hacer en todas las regiones orgánicas del
cuerpo humano, pero la extirpación no se puede hacer en todas.
i,* La arteriorrafia es el procedimiento operatorio que más facilita la cir-
culación supletoria colateral, porque todas las maniobras operatorias se
hacen dentro del saco.
5.* La arteriorrafía en la subclavia es de fácil ejecución y la extirpación
del saco la creo difícil y peligrosa.
6.' La arteriorrafía en la subclavia deberá ir precedida de la ligadura de
la arteria en el sitio inmediato al saco.
381
7/ La arteríorrafia de la poplítea ea fácil y no necesita ligadura previa.
Deberá eiempre respetarse la rena poplítea.
8/ La arteriorrafía en la aorta abdominal es el único procedimiento ca-
paz de curar radicalmente su aneorisma.
9/ La ezürpacif^n del aneurisma de la aorta abdominal creo que es im-
practicable. Los demás procedimientos son inseguros y no son radicales.
10. La técnica de la arteriorrafía en este aneurisma debe ser mejorada
y construir un aparato en forma de media luna, recubierto de caucho,
para hacer la hemostasia preyentíra por medio de la compresión entre el
aparato y la colunma rertebral.
11. La hemostasia preyentiTa en la aorta por medio de pinzas, degarra
la arteria que está degenerada. •
12. La ligadura preyia es dificil, peligrosa é inutiliza muchas arterias
que podrían servir para establecer la circulación colateral.
Ur nuevo nétodo de tratamlonto do las neuralgias. — El Dr. Babdbnheubb:
Las neuralgias dependen de una hiperemia venosa cuya causa puede, por
lo demás, ser muy variable : intoxicación, arterio- esclerosis, inflamaciones,
traumatismos, etc. Los dolores dependen de la estrangulación y de la com-
presión del nervio por la vaina de los vasos ectasiados que le rodean, hecho
que he podido comprobar en todas mis intervenciones. La hiperemia y, por
consiguiente, los dolores, se exageran por las contracciones musculares
{masticación, mímica). Be deduce que en el tratamiento de las neuralgias
rebeldes á los medios médicos no es necesario resecar el nervio, sino ais-
larle en un trayecto suficiente de la ganga vascular que le aprieta.
En 16 casos de ciáticas rebeldes que he tratado de esta manera he obser-
vado 16 curaciones que datan de seis á ocho afios; en cinco casos de neural-
^as del trigémino he obtenido cinco curaciones desde hace tres á catorce
meses. Sólo en uno de^'estos casos hubo una recidiva por adherencia ulte-
rior del nervio al maxilar inferior fracturado; una nueva operación, que
<:onBÍstió en desprender el nervio, fué seguida de curación, que dura desde
hace ocho meses.
Manifestaré, para terminar, que mi procedimiento tiene siempre la ven-
taja, en caso de ineficacia, que jamás he observado, de poder completarse
después por una resección nerviosa ó ganglionar.
Cautoriiaeión do las bomorroides.— El Dr. Kojouraroff: Todos los proce-
dimientos actuales del tratamiento de las hemorroides pueden clasificarse
en dos grupos : radicales y paliativos. Los primeros comprenden la caute-
rización con el termocauterio, la ligadura, la extirpación. Ninguno de ellos
está exento de inconvenientes. Es preferible la cauterización, que presen-
ta el mayor número de ventajas y el menor de inconvenientes. Las venta-
jas son : rapidez de la operación, que se practica sin pérdida de sangre ;
seguridad de una asepsia relativa; corta duración de la anestesia. Los in-
convenientes son : hemorragias y estrecheces secundarias ; las primeras
pueden evitarse aplicando dos ó tres puntos de sutura sobre las super-
ficies cauterizadas, los últimos son siempre resultado de una técnica de-
fectuosa.
En 10 casos de hemorroides tratadas por la cauterización he obtenido
buenos resultados inmediatos y lejanos.
382
ABMtMotb lastrt-iirtMtiRalef é lirtettMit-fartMlisalM.— El Dr. 8cHu>r
Voy á ocuparme prineipalmeiiie de la técnica, las indicacioDCB y loe reauU
tados de la gastro-enteroetomia.
Respecto á la técnica, soy partidario de la gastro-enterostomia posterior
y sólo practico la anterior cuando- por razones anatómicas ó me parece im-
practicable aqaélla ó no es posible practicarla en bnenas condiciones.
Empleo, para hacer la anastomosis gastro-intestinal, nnas reces la sntnra,.
pero cgsi siempre el botón de Mnrphy; las objeciones teóricas qne se han
hecho á este aparato tienen menos raior qne los bnenos resultados prác-
ticos.
En lo qne se refiere á las indicaciones de esta operación creo que, no sola
debe practicarse en las estenosis pilancas benignas y en las malignas en
qne no está indicada la resección, sino también en la mayor parte de lo»
casos de úlceras del estómago que no están complicadas con estenosis pi-
lórica. Los enfermos obtienen un gran beneficio de este reposo del estó-
mago desde el punto de rista de la cicatrización de la úlcera.
He practicado 119 gastro-enterostomias : 66 en casos de cánceres y &8 para
afecciones benignas del estómago. Las 66 interrenciones por cáncer me
han dado nna mortalidad total de 21 por 100, pero en estos dos últimos
afios ha disminuido hasta el 7 por 100. En lo que se refiere á lasreseccionea
por cáncer, la mortalidad fué casi del 50 por 100. En las 5S gastroenteros-
tondas practicadas por afecciones benignas del estómago (17 anterioreb y
86 posteriores, de las cuales d4 se hicieron con el botón de Murphy), he te-
nido sólo dos muertes. De estos casos 21 eran de estenosis benigna de pi*
loro y 82 de úlceras más ó menos confirmadas.
Los resultados de las anastomosis intestino-intestinales loe comparo á los
del ano artificial y de exclusión. Soy poco partidario de esta última opera-
ción*
El Dr. A. OB Vasconcbllos : Empleo de preferencia en la gastro-
enteroetomia el procedimiento de Yon Hacker : aplicación de la anastomo-
sis oblicuamente sobre la pared anterior del asa intestinal y sutura en dos.
planos. Cuando practico la gastro-enterostomia anterior adapto el asa ye-
yunal al estómago en la dirección del peristaltismo intestinal y rechazo to-
dos los procedimientos de Tálrulas, de aplastamiento y todos los aparatos.
En lo que se refiere á las anastomosis intestinales, prefiero la entero-
anastomosis clásica ó la sección transversal del intestino por encima de la.
estenosis, con oclusión de los extremos por aplastamiento y anastomosis
lateral, según los casos.
El Dr. DoYBM : Creo que el procedimiento de las suturas es superior ai
del botón ; es más seguro, y casi tan rápido, cuando se emplea una buena
técnica.
Tratsmiinti ds las fracturas per la sxtentién csn petos é rssortos.— El doc-
tor Babdenhedib : Todas las fracturas de los miembros, incluso las de las
falanges, las trato por medio de la extensión con pesos ó aparatos de re-
sorte.
En las fracturas con dislocación de los fragmentos aplico, con ayuda de
medios especiales, la extensión en direcciones diferentes, á fin de corregir
la dislocación en todos los sentidos, tanto longitudinal como transversal-
383
meóte y en el de U rotaoión. De esta manera obtengo de ud modo seguro
ana buena redacción y evito toda deformación y callo exuberante.
Goando no hay dislocación de los fragmentos empleo el mismo tratamien-
to en este caso para evitar, no sólo la formación de un callo exuberante,
sino los dolores y los trastornos tróficos en las articulaciones, y para facili-
tar los ejercicios de movilización de éstas.
Estos ejercicios se practicad, cuando es posible, desde los primeros días.
La aplicación de mis aparatos es algunas veces muy difícil, por ejemido,
en las fracturas de las falanges, de la rótula, del olécranon ; sin embargo,
es posible con algo' de ingenio. En ningún caso be tenido que recurrir á la
sutura ósea.
La excelencia de este modo de tratamiento de las fracturas se demuestra
por los buenos resultados que he obtenido en varios miles de casos en que
le he aplicado; nunca he observado pseudoartrosis ó hipertrofia del callo.
Cirugía del gran simpático. — El Dr. Th. Jonnbsco : Desde el 17 de agosto
de 1896, fecha en que practiqué mi primera resección del simpático cer-
vical, he operado 159 casos : 16 resecciones del ganglio cervical superior
(simpaticeptomia 8uperior),áoa de los ganglios superior y medio (simpaücepto"
tma súbtotal)^ y 141 de los tres ganglios cervicales con ó sin el primero torá-
cico (simpaticeptomia cervical total 6 cervicotorádca). En dos casos la resección
fué unilateral, en los otros dos bilateral. 'Por consiguiente, he extirpado
814 simpáticos cervicales sin muerte alguna operatoria. y sin trastorno tró*-
fíco secundario.
He aqui los resultados terapéuticos según el género de enfermos ope-
rados:
Por bocio exoítálmico he operado 25 enfermos: 2 resecciones subtotales,
12 cervicales totales y 11 cervicotorácicas. En todos los casos se trataba de
enfermedad de Basedow primitiva completa ó incompleta y con frecuencia
de formas graves. Esta enfermedad es el triunfo de dicha operación, por-
que todos mis operados curaron. Todos los trastornos desaparecieron : bo-
cio, exoftalmía, taquicardia y temblor. La única operación racional en
estos casos, es la resección cervical total ó la cervicotorácica, que propu-
se en 1896, y la única que puede destruir los filetes cardíacos del simpático
(Pr. Fíanck).
Para el glaucomaj la resección del ganglio cervical superior, que he sido
el primero en pra/bticar (80 de octubre de 1897) y que he repetido 14 veces,
ha sido muy utilizada por los especialistas. La estadística de Rahmer (de
Nancy) comprende 88 operaciones con 61 curaciones ó alivios persistentes,
22 resultados nulos y 5 agravaciones. Es la operación que debe elegirse
para el giaucoma simple, el hemorrágico y la hidroftalmía congénita.
Para la epilepsia he practicado la resección cervical total en 117 casos.
Los resultados terapéuticos son medianos, porque no he obtenido más que
12 curaciones definitivas.
Parala neuralgiadd /rt^^ino he resecado dos veces el ganglio cervical supe-
rior con una curación desde hace cuatro afioe y seis meses respectivamente.
En un caso de jaqueca simple de forma clásica en una muchacha de diez
afios, la resección cervical total ha producido una curación que dura desde
hace seis años.
384
Sólo una res be pr«ctieado, ria éxito alguno, el iunaBamimto MpUzo «o-
lar para traatornoe doloroeoe ragoe del abdomen.
Por último, en siete caeos be practicado la reMeeeión total y büaUral del «úr-
pálieo $aero por la Tia abdominal para afecciones dirersas: ciática rebelde,
raginismo, crisis tabéticas, neuralgias pelTianas, satíríasiB, con resultados
terapéuticos excelentes.
El Dr. Salaxab vm Booza : La resección del simpático puede dar resul-
tados, algunas Teces, en la epilepsia; pero estos resultados son muj dudo-
sos para que sea posible recomendar la simpaticeptemia más que como
un ultimtim refugíum en los casos completamente rebeldes al tratamiento
médico.
En la enfermedad de Basedow los resultados de la simpaticeptomia son
muy superiores á los de la tiroidectomia, excepto en los casos de bodo ba-
sedowniano, en los que es preferible esta última operación.
En el glaueama^ la resección del simpático da sobre todo buenos resulta-
dos en la forma subaguda y crónica, en cuyos casos es preferible á la iridec-
tomia. En el glaucoma bemorrágico los resultados ban sido también muy
satisfactorios.
En la neuralgia facial, las intervenciones sobre el simpático producen
siempre buenos resultados terapéuticos, curación defínitiya é atenuación
más ó menos acentuada de los dolores.
Por último, en lo que se refiere á las operaciones sobre el plexo sacro y
útero OTárico, puede decirse que los resultados que ban producido en el
yaginismo, ciática, orarialgias eine materira, son favorables por completo.
El Dr. Gabé: En el glaucoma la simpaticeptomia dista mucbo de tener
una acción tan eficaz como se afirma. Axenfeld, por ejemplo, no es parti-
dario de esta operación, y en las clínicas de oftalmología alemanas jamás
se practica.
El Dr. JovBKSoo: Abadie y Dor, fundándose en numerosas observaciones
personales, son muy partidarios de la simpaticeptomia como medio de tra-
tamiento del glaucoma.
Patelegía y terapéutica de la lepra.— El Dr. Ukka: Es necesario combatir
el excepticismo que existe aún entre muchos médicos respecto á la curabi-
lidad de la lepra. Las curaciones que se han indicado, dicen, no son más
que remisiones espontáneas de la afección ; indudablemente existen remi-
siones, pero se distinguen muy bien de las mejorías considerables y de las
curaciones completas obtenidas por un tratamiento apropiado. Este trata-
miento no debe ser único, sino variar según los casos-, á menudo es nece-
sario modificarle en nn mismo individuo, porque hay formas de lepra ó más
bien leprosos, refractarios en absoluto; pero se observa lo mismo en la sí-
filis, y porque los diferentes modos de tratamiento mercurial fracasan en
ciertos individuos, ¿se puede deducir que la sífilis es incurable? Igual
sucede en la lepra. En ésta las dificultades de tratamiento dependen de
causas diferentes que son ante todo la hipertrofia y el estado atónico de los
tejidos leprosos que impiden á los medicamentos depositados sobre la su-
perficie de la piel, ejercer su acción sobre los bacilos contenidos en la pro-
fundidad; es preciso agregar en este caso la obstrucción de las vías linfá-
ticas por los mismos bacilos que impiden de este modo la acción á distan*
385
€ia de los medicamentos. Tenemos á nnestra disposición por fortuna ranos
medios para vencer estas dificultades.
Poseemos desde hace mucho tiempo, por el empleo del calor, de la com-
presión 7 del amasamiento, solos ó combinados* un medio excelente de des-
prender los bacilos de la lepra de las capas de tejidos que les rodean. El
mejor medio de emplear el ealor es en forma de cbafios de tinta» (sulfato
de hierro y tanino) á 30*, que se utiliza con tantos éxitos, sobre todo en las
lepras con parestesias extensas ó acompasadas de complicaciones descama-
tiras, tales como la psoriasis. La compresión y el amasamiento deben prac-
ticarse con prudencia, si no queremos exponernos á rechazar los bacilos al
torrente circulatorio, y producir de este modo una infección generalizada;
Así es útil combinar la presión, por ejemplo, en forma de curas compresi-
Tas, con la aplicación de substancias bactericidas, como el pirogallol, la orí-
sarobina, etc. El calor y la compresión pueden utilizarse con ventaja en el
tratamiento, pasando un hierro caliente sobre las lesiones leprosas pre-
viamente cubiertas con varías capas de franela; este tratamiento debe re-
petirse todos los días durante mucho tiempo. El empleo de temperaturas
muy elevadas (termocanterio) debe reservarse para casos especiales.
Por lo demás, se pueden aislar los bacilos de las capas adiposas que les
rodean, recurriendo al empleo de loe cáusticos alcalinos ; éstos están prín-
cipalmente indicados en la lepra de las mucosas. Pero las cicatrices resul-
tantes producen con facilidad queloides ; es verdad que actualmente, por
medio de las inyecciones de tiosinamina, tenemos un modo de remediar
estos queloides.
Cuando por los diferentes medios citados se ha llegado á cdescubrir' los
bacilos, es necesario atacarles directamente con substancias bactericidas.
En primera linea de dichos medicamentos, figuran los llamados reducto*
res: pirogallol, resorcina, ácido fénico, crisarobina, azufre é ictiol. En la
mayor parte de los casos se emplea el pirogallol; sobre todo en pomada.
8e le puede emplear á dosis muy elevadas, porque poseemos un contrave-
neno excelente : el ácido clorhídrico. La resorcina tiene una acción me-
nos enérgica y está más bien indicada para los individuos de piel sensi-
ble, como las mujeres y los niños. El ácido fénico en disolución al 2 por 100
se utiliza geralmente en inyección en los- nodulos leprosos aislados. La crí-
sarobina, cuya acción es completamente superficial, no se emplea más que
contra las formas ligeras de la lepra; es preciso proteger bien los ojos del
enfermo. Las pomadas de azufre prestan excelentes servicios para calmar
las infiamaciones consecutivas á la acción de remedios más enérgicos. Lo
mismo sucede con el ictiol, que se utiliza también en los edemas, en forma
de vaselina ictioiada contra las lesiones leprosas de la nariz, en forma de
colodión ictiolado contra las adenopatias, en la de emplasto contra las ar-
tropatías dolorosas.
Gomo medicamentos internos, las inyecciones de ictiol y de alcanfor son
muy útiles para mejorar el estado general. El medicamento que merece
mejor el titulo de c especifico de la lepra» es el aceite de Ghaumolgra, que
puede administrarse al interior, sin peligro para el estómago, en forma de
pildoras jabonosas. También se le puede emplear en enemas (Hallopeau),
pero no en inyecciones subcutáneas, porque son muy dolorosas. Del miamo
386
modo he empleado el salol con éxito en ciertas formas de lepra may dolo-
rosas.
Sífilis oxperÍneiital.~El Dr. Metohkikoff: Los brillantes resaltados ob-
tenidos desde hace macho tiempo en el estadio de la sífilis son debidos en
gran parte á la aplicación al hombre del método experimental. Pero las ex-
periencias en el hombre hace correr peligros á menado may grandes; de
hecho la clínica de la sífilis se ha redaoido i la simple obnerración. La in-
safioiencia de este método de investigación ha llevado á ciertos sifiliógra-
fos á bascar algún animal sasceptible de adqairir la sífilis experimental.
Loe ensayos intentados en namerosas especies animales, no han prodaci-
do más qae resaltados negativos ; se ha experimentado en monoe á cansa
de sa parecido con la especie hnmana.
Entre estos animales, los únicos qae tienen ana sensibilidad absolata
para la sífilis son los monos antropoides. Ningún chinpancé ni orangatán
qae he inocalado con viras sifilíticos de origen diverso ha sido refractario.
Neisser, Baermann y Halberstatter han obtenido el mismo resaltado con
chinpancés, orangatanes y cinocéfalos.
La sífilis experimental d^ los monos antropoides presenta la mayor ana-
logía con la del hombre. El accidente primario qae aparece despaés de an
periodo de inocnlación de treinta días por término medio, es completamen-
te análogo al chancro sifilítico hnmano. Presenta la indaración típica y el
aspecto de ana lesión cabierta de ana capa de barniz obsoaro. Pocos días
despaés de aparecer el chancro en el panto de inocnlación, se prodace ana
hipertrofia considerable de los ganglios de la región inocalada. El paqaete
ganglÍQnar es móvil, indoloro y forma eminencia en la saperficie de la piel.
El accidente primario persiste varias semanas y acaba por cnrar espontá*
neamente.
Los monos antropoides son los únicos animales en loa qae se observa la
sífiles secandaria, y aan los orangatanes sólo presentan rara vez accidentes
secandarios poco desarrollados. El chinpancé es de todos los antropoides el
más expnesto á los accidentes secandarios ; en las investigaciones qae he
practicado con Ronx en este mono, hemos podido observar varias veces la
psoriasis palmar, pápalas catáneas secas y niceradas, y placas mucosas de
la boca.
En cambio, jamás hemos observado accidentes terciarios. En varias oca-
siones hnbo trastornos nerviosos en forma de paraplegias, hipertrofia del
bazo, pero no fenómenos clínicos de otros órganos internos.
El viras sifilítico es may alterable; apenas se conserva algnnas horas
fuera del organismo ; desecado, pierde su viralencia; aan conservado á tem-
peratura baja, cesa pronto de ser viralento; calentado á 48° no prodace la
sífilis ; no atraviesa los filtros de porcelana.
El virus sifilítico es un espirílo descubierto por 8chaudinn y descrito por
él en colaboración con Hoffmann. Apenas ha transcurrido un afio desde la
primera publicación de estos dos autores y se han publicado numerosos tra-
bajos sobre este asanto. El espirílo, llamado Treponema pallidum por Schau-
dinn, ha sido encontrado en numerosos casos de sífilis. Be le ha encontrado,
no sólo en el chancro primario, donde está con frecuencia mezclado á otros
microbios, entre ios que se reconoce el Spirochaete refrigena, de Schandinn,
387
sino también en los accidentes secnndaríoe, pápalas cutáneas, placas mu*
cosas 7 roseóla. En cambio, el microbio de la síñlis no ha sido encontrado
en los gomas terciarios. i
La presencia casi constante del Treponema pallidum en. los productos si-
filíticos primarios y secundarios, asi como en la placenta materna y fetal y
su abundancia en la sífilis hereditaria, indican de un modo sufícieifte su pa-
pel etiológico. En la sífilis experimental de loe monos se ha encontrado el
Treponema muchas yeces.
El descubrimiento de la inooulabilidad de la sífilis á los monos, asi como
el del microbio de esta enfermedad, constituyen progresos importantes en
el estadio de la sífilis ; esta enfermedad ha salido del dominio puram^ente
clínico y se ha colocado al lado de tantas otras enfermedades microbianas.
Inmediatamente después del descubrimiento de la acción preyentiva y
ouratiya de ciertos sueros, se ha procurado buscar un suero antisifilítico,
sin llegar, no obstante, á un resultado satisfactorio.
El descubrimiento de la sífilis experimental de los monos ha permitido
dar á estas inyestigaciones más precisión. Sin embargo, hasta ahora los en-
sayos de sueroterapia antisifilítica en el mono no han producido resultados
satisfactorios; quizá se obtendrán mejores cuando sepamos cultiyar el Tre-
ponema pallidum in vitro.
Cicatrización rápida dei cliancro indurado per un tratamiente local. —-El doc-
tor SiLyA Jomes : Poseemos en el bálsamo mercuri?! de Plenck un medio
de obtener la cicatrización rápida en pocos días de chancro sifilítico.
La preparación de este bálsamo es la siguiente : se toman 7 gramos de
mercurio y 4 de trementina, se trituran hasta la extinción del metal, des-
pués se afiaden hasta 22 gramos de manteca y 84 de bálsamo de Arceo y
1*50 gramos de mercurio dulce.
El modo de emplearlo es muy sencillo : basta embadurnar el chancro con
el bálsamo y cubrirlo con algodón hidrófilo.
Proyocando la cicatrización precoz de los chkncros sifilíticos, quizá la
sífilis eyolucione de un modo más benigno.
Sffiiie Intestlnai. ~ El Dr. SdJLbbz db Mkndoza ( Conelueionee) : 1.* La sí-
filis intestinal es una afección mucho menos rara de lo que se cree.
2.^ Se localiza de preferencia en la porción terminal del intestino delga-
do y en el grueso.
8.' Se manifiesta por síntomas tan poco numerosos y tan diferentes, que
su diagnóstico es dificilísimo.
4.* Los errores de diagnóstico son debidos, tanto á la falta de síntomas
típicos de la sífilis intestinal, como al estado cerebral del médico, que,
consciente ó inconscientemente, niega el derecho de ciudadanía á osta en-
tidad morbosa, y atribuye al tratamiento empleado los accidentes gastro-
intestinales debidos á la infección específica.
5.* Siempre que se obserye una diarrea crónica refractaria á todos los
medios terapéuticos ordinarios, conyiene pensar en la sífilis hereditaria ó
adquirida, y una yez comprobada su existencia, emplear el tratamiento
conyeniente.
6.* Para no estar obsesionados, en caso desgraciado, por la idea de ho-
micidio por omisión, es necesario, aunque el enfermo niegue todo antece-
388
dente sifilítico, someterle al tratamiento enérgico de ensayo, bien por las
fricciones mercnríales, ó lo que es aún preferible, por las inyecciones hipo-
dármicas, qne permiten dosificar mejor la cantidad de mercurio absorbido.
DIagnéstiee de las afeeeieaes qiirArgiou de ies rifiones. — Bl Dr. Kafsam-
MBB : Desde el principio del siglo xz, ningún capitulo de la cimgia ha ex-
perimentado transformaciones tan grandes como el de los rifiones. Lo qne
principalmente ha producido estas transformaciones ha sido el descubri-
miento, en 1887, del cateterismo cistoscópioo de los uréteres. Los antiguos
métodos de exploración, en los que se ha fijado más atención en estos úl*
timos afios, han resultado insuficientes en gra número de casos, aun apli-
cados por los especialistas más distinguidos. Se ha recomendado reciente*
mente la acción exploradora de los dos rifiones puestos al descubierto y
hasta su incisión; sin embargo, este procedimiento parece inaceptable, á
causa de las consecuencias funestas que puede acarrear, y porque lesiones
aún graves, son susceptibles de pasar inadvertidas macroscópicamente.
Sólo un examen microscópico permite hacer un diagnóstico exacto. Pue-
de hacerse de un modo tan exacto, por el método moderno d^ examen de
las funciones. Las exploraciones físicas, químicas, microscópicas y bac*
teriológicas de las secreciones renales, son de grandísima importancia;
no deben descuidarse en caso alguno, aunque á menudo no suministren
una base segura para reconocer la extensión de la enfermedad. De todos
los antiguos métodos de diagnóstico de los rifiones, no hay uno que pueda
por sí sólo suministrar datos ciertos de que podamos fiarnos; reuniéndolos
es posible en muchos casos obtener cierta seguridad, pero con frecuencia
conduce á ilusiones fatales, como lo prueban los numerosos fracasos publi-
cados.
La cistoscopia y el cateterismo de los uréteres es el método por excelen-
cia que forma la base de las nuevas conquistas, fr^te á las cuales los sepa-
radores no son más que medios inferiores de exploración.
Entre estos métodos que tienen por objeto hacer el diagnóstico funcional
de los rifiones, la crioscopia de la orina ó de la sangre no ha llegado á pro-
curarnos resultados diagnósticos que valgan la pena de ser mencionados.
La poliuria experimental es un procedimiento muy complicado para la
práctica. Además, los resultados pueden ser en algunas ocasiones influidos
por la poliuria refleja que ocasión^. Esta poliuria influye también en la
proporción de azúcar eo la prueba de floridzina. Por lo demás, como la can-
tidad absoluta de azúcar jamás puede ser determinada, porque por muy
arriba que se lleve el catéter en el uréter pueden deslizarse por un lado de
él cantidades do orina y caer en la vejiga, es útil, en el método de la flo-
ridziua, indicar bien cuánto tarda en aparecer el azúcar : cuanto más tarde
en aparecer, tanto más grave es la lesión funcional y anatómica del rifión.
La nefritis pareuquimatosa es una excepción, asi como para las pruebas del
azul de metileno y la del indigo-carmin.
La prueba del indigo-carmin puede producir resultados parecidos á la
de la floridzina, pero no está aún tan perfeccionada.
La prueba del azul de metileno es sustituida hoy por la del indigo-car-
min, porque tiene numerosas ventajas sobre aquélla. El indigo-carmin
aparece siempre en la orina como materia colorante, mientras que el azul
389
de metileno aparece algunas vecee como materia incolora (cromógeno),
sin que sepamos las cansas de sus cambios.
El TaloT considerable de los nuevos métodos se demuestra, sobre todo,
por las dos circunstancias siguientes: 1/, permite la posibilidad de opera-
ciones precoces; 2/, fija las indicaciones de la nefrectomla aun cuando el
otro rifión esté también enfermo.
Para apreciar el ralor de los nucTOS métodos de exploración renal ha
servido con mucha frecuencia de base la comparación de las estadísticas
actuales de las operaciones hechas, según los nuevos métodos con las esta-
dísticas igualmente actuales de operaciones practicadas sin el auxilio de
ellos. Este método de comparación no tiene gran valor, porque aun los ope-
radores qne permanecen reservados frente álos nuevos métodos obtienen en
la actualidad resultados más favorables; en efecto, diagnosticando las en-
fermedades de loe rifiones sin los nuevos métodos, operan, sin embargo,
bajo la influencia de los conocimientos adquiridos por ellos. Para apreciar
bien estos métodos modernoe es preciso fijarse en que en la actualidad hay
muchas más enfermedades quirúrgicas de los rifiones que pueden ser diag-
nosticadas y operadas, mientras que antes, como podemos ver en las resefias
de las autopsias, la mayor parte de los enfermos atacados de padecimien-
tos quirúrgicos de los rifiones morian, sin que se hubiese hecho diagnóstico
alguno, ó bien las operaciones eran tan tardías que podían quisa alargar la
vida pero no curar.
ElDr. Albabbáv: Desde el punto de vista déla práctica quirúrgica,
es preciso determinar: 1.*, lo que valen los procedimientos de exploración
de las funciones renales, sin estudiar por separado la orina de ambos rifio*
nes ; 2.*, el mejor procedimiento de estudio de las dos orinas recogidas se-
paradamente.
El primer grupo de procedimientos comprende principalmente el estudio
del á sanguíneo y los medios de eliminación producida por el azul de meti*
leño ó la floridzina. He demostrado con numerosos ejemplos que todoe estos
procedimientos nos exponen á creer suficiente la eliminación renal cuan-
do no lo es y á cometer el error inverso. Es necesario, sobre todo, saber que
el A sanguíneo puede ser normal y las eliminaciones provocadas verificarse
de una manera regular, no sólo cuando un rifión está enfermo, sino también
cuando lo están los dos. Basta para comprenderlo recordar que un rifión
puede suplir al otro, y que cuando los dos rifiones están enfermos, las par-
tes aún sanas de cada uno de ellos pueden bastar para las eliminaciones.
Entre los procedimientos imperfectos de este primer grupo, el del azul de
metileno es también el mejor, aunque no puede considerársele más que
como una prueba de valor muy relativo.
Guando se estudia por separado la orina de ambos rifiones, es preciso sa-
ber que los dos no funcionan simultáneamente de la misma manera ; por
ejemplo, en estado normal, entre la orina del rifión derecho y la del izquier-
do, puede haber una diferencia de varios gramos de urea por litro. En es-
tado patológico, toda deducción fundada en el estudio del análisis quimico,
á menos de diferencias considerables entre ambas orinas, expone á erro-
res. Aunque en general las eliminaciones provocadas se hacen peor por el
rifión enfermo, se puede observar también que dichas eliminaciones no son
390
perfectas por el Baño. Nintn&n procedimiento de estudio fondado en la oom*
paración de las dos orinas recogidas durante media hora, ó ann dorante
mucho tiempo, es susceptible de indicarnos con certidumbre lo que vale un
rifión comparado con el otro, y menos aún precisar si uno de ellos es capas
de suplir al otro.
Este doble problema se resuelTS por el procedimiento' de la poliuria ex-
perimental, procedimiento que consiste en comparar las dos orinas recogi-
das por el cateterismo ureteral durante cuatro medias horas consecutiyas;
al principio del experimento se hace una inyección subcutánea de 2 centi-
gramos de floridzina, y al terminar la primera media hora se hacen beber
al enfermo tres grandes rasos de agua. Cada muestra correspondiente á
una media hora se estudia aparte, desde el punto de vista de la cantidad
de la orina, de la concentración molecular, de la urea y del asúoar. Pojr
esta prueba se estudia la marcha funcional de ambos rifiones y se obsenra
que la función del rifión es tanto mis uniforme cuanto mis enfermo esti;
el rifión sano responde i la excitación poliúrica y presenta en su curra os-
cilaciones extensas ; el enfermo tiene oscilaciones tanto menores cuanto
mis gravemente esti lesionado.
El valor de este procedimiento se demuestra por el hecho de que aún
no he perdido enfermo alguno de nefrectomia desde hace tres afios que le
empleo sistemiticamente antes de extirpar un rifión.
Tratamients de la hipertrsfia de la pristata. - El Dr. F. Lboübü: En pocos
afios la prostatectomia ha vencido i todos sus métodos rivales, y es la úni-
ca que merece considerarse como método absolutamente curativo.
I. Los resultados que produce, en efecto, son superiores i loe suministra-
dos por cualquier otro método.
En las retenciones completas crónicas cura en los cuatro quintos de los
casos. Ni la edad del enfermo ni la antigüedad de la retención son obsticu-
los para ello. El estado general mejora i la vez que la vejiga se vacia, y la
curación es verdaderamente completa.
En las retenciones incompletas se obtiene casi un tercio de resultados
perfectos, otro de resultados nulos y otro de mejorías. Estas diferencias, sin
embargo, ja'mis se ven i consecuencia de la prostatectomia hipogistrica,
que produce resultados mis iguales.
En las retenciones incompletas con distensión, algunas operaciones afor-
tunadas permiten esperar buenos resultados.
En las retenciones agudas, el resultado es mis perfecto con la prostatec-
tomia.
II. Alentados por estos resultados, puede dar mayor extensión i las indi-
caciones de la prostatectomia. '
En la hipertrofia prostitica sin retención, es preferible esperar i que se
presenten los trastornos para intervenir.
Ed las hipertrofias con retención, por el contrario, la prostatectomia en*
caentra sus indicaciones mis preciosas; ante todo, en las retenciones agu-
das que se reproducen y debilitan poco i poco la musculatura vesical; des-
pués, en las retenciones completas crónicas, en las que el enfermo esti con-
denado irremisHilemente i la sonda ; por último, en las retenciones incom-
pletas el enfermo obtendri gran ventaja en aceptar la operación.
391
Entre las contra-indicaciones es necesario insistir sobre las lesiones re-
nales que prodncen con frecnencia la mnerte de los enfermos despnés de la
prostatectomia y qne es preciso conocer de antemano; la fiebre puede ser,
poir el contrario, modificada favorablemente por la operación.
m. Elección de la operctcián, — La prostatectomia perineal es muy be-
nigna; enU.080 casos reanidoe con motivo de este trabajo hubo 90 muer-
tes, ó sean 8'7 por 100 de mortalidad.- Esta benignidad es debida, sobre
todo, á que es una operación de desagüe declive.
Por el contrario, la prostatectomia perineal es difícil con las próstatas
gruesas. Sobre todo, cuando hay en la vejiga un lóbulo medio prominente
pediculado, voluminoso, la extracción es con gran frecuencia muy laborío*
sa á través del cuello dilatado.
Expone á herir el recto y á fístulas intermÍDables. Por último, las con*
secuencias son largas; la fístula perineal tarda mucho en cerrarse.
La función genital se pierde, ó poco menos, porque los conductos eyacn-
ladores son siempre lesionados, excepto en la operación de Young.
Cuanto al resultado terapéutico, es con frecuencia defectuoso ; la opera-
ción ocasiona á veces incontinencia durante cierto tiempo. Esta'cómplioa-
ción, de ordinario temporal é inconstante, ha sido algunas veces persisten-
te y rebelde. Después persiste la retención parcial y es preciso hacer uso de
la sonda; este resultado se debe á que á menudo la operación es incompleta.
En la prostatectomia transversal de Freyer-Fuller se extrae, por el con-
trario, toda la próstata sin fragmentar: unas veces la próstata está eá blo-
que, redondeada, lisa, con fibras lisas en su superficie, lo que expone en
alanos casos á la hemorragia; otras se extrae abierta, estrellada, y sus dos
lóbulos reunidos por una comisura media. Sólo se conserva la pared ante-
rior de la uretra y, después de la curación, el hueco prostático forma un
divertículo inferior en la vejiga. Los conductos eyaculadores quedan casi
siempre intactos.
Asi comprendida la prostatectomia transvesical es más fácil, más rápida,
más completa. Las consecuencias operatorias son más rápidas, no hay fís-
tulas y se conserva la función genital. El resultado terapéutico es en gene-
ral-perfecto, y el residuo desaparece completamente á consecuencia de la
operación.
Por el contrario, la prostatectomia transvesical es una operación más
grave ^ue la perineal ; su mortalidad, en 551 casos es casi de 18 por 100*
Las causas de muerte son : hemorragia, colapso y, sobre todo, el estado
séptico que resulta de una herida con desagüe insuficiente ó superior. Los
cuidados post operatorios tienen desde este punto de vista una importan-
cia considerable. Freyer deja en la vejiga un tubo grueso que facilita mu-
cho el desagüe. Los tubos de Gayón Périer son, al parecer, también muy
útiles, evitando á los enfermos el inconveniente de estar siempre mojados.
La sonda permanente no merece la reprobación de Freyer. En los casos
más infectados es útil desaguar por la vía inferior.
Creo que la prostatectomia de Freyer debe preferirse á la perineal, sobre
todo para las próstatas que están muy aumentadas de volumen, y por con-
siguiente son muy enucleables en los individuos resistentes y poco infec-
. tedos.
392
Bt Dr. TüFFitt: LO0 «€€10)611168 debidoe á Im liip6fftrofiA d6 Im prósUU
6zig6n trfttftini«DÍ06 pr6T6iitÍTo, prnlistiro j ennÜTo.
El método d6660iige6tíoosiit6 coostítii j6 ol trmiAimoBto pnreaÜYO.
EL tratomionio pslistíro e6tá ropresenUdo por él cstokerisnio, dobo pne-
tiairf6 únieamoBio eaando se practíc* de nn modo regiiler« ee ejeeatado
con fsdlided j es bien tolerado. Eq el caso eontrario, es preeiscr combatir
las complieaeiooes temporales que paeden dificultar la ejeeneióii. Coo ma-
cha frecaeoeía estas complicadooes ceden á un tratamiento sencillo Uen
apropiado, y mientras no amenacen el fnncionamiento de las Tías superio-
res reno-nreterales no crean indicación operatoria. Estos peligros son: im-
posibilidad definitira de eracnar la Tejiga, hematniias persistentes, infec-
ción Tcsical crónica, rebelde á todas las medicaciones, á todos los tópicos
ensayados concienzudamente, segdn los preceptos establecidos por el pro-
fesor Ghiyon. El cateterismo es, por lo tanto, el método preferible en casi
todos los enfermos.
El tratamiento operatorio tiene por objeto seccionar ó snprímir el obs-
téenlo.
La operación de Bottini, perfeccionada por Prenden berg, da la misma
mortalidad qne la prostatectomia y no evita las reddiTas.
* La ablación parcial de la próstata no es aplicable más qne á caaos mny
limitados, en los qne el adenoma se ha desarrollado en una de las glándu-
las perinretraleB en el cnello.
La ablación total es en la actualidad el método preferible, recomendable
per el número de hechos pnblicadoe y los resaltados terapéaticos obtenidos.
La mortalidad total oscila alrededor del 4 por 100. EL restablecimiento de
la micción espontánea y la desaparición de los accidentes infecciosos vesica*
les son la regla en los operados. La decadencia genital es constante.
Las Tías períneal y transTesical tienen sns yentajas y sos inconvenientes.
Las dos combinadas se aplican á casos especiales. La ablación por el periné
es al parecer más difícil, quizá un poco más benigna, y va seguida de una
decadencia genital casi segura. La sutura total de la uretra es un perfec-
cionamiento en BU técnica, el procedimiento por fragmentación es más lar-
go y la hemisección más rápida. 1^ complicaciones operatorias más fre*
cuentes son las fístulas urinarias. La mortalidad es de 4 por 100. Los reqml-
tados terapéuticos son al parecer menos perfectos que después de la abla-
ción por vía alta ; en los enfermos de retención crónica é incompleta, per-
siste ésta algo después de operados.
La prostatectomia transvesical se ejecuta con mucha rapidez, su técnica
es fácil, la ablación completa, su mortalidad un poco más elevada (próxi-
mamente 5 ó 6 por 100), su peligro depende de la infección perivesical por
desagüe insuficiente. Sus resultados terapéuticos son perfectos, la evacua-
ción completa, espontánea de la vejiga es la regla, y la polaniuriase obser-
va rara vez; en la mayor parte de los caeos se conserva la potencia genital.
Las indicaciones operatorias se fundan, en general, en el peligro de una
distensión definitiva ó una infección de la parte superior de las vías urina-
rias, y la indicación se hace imperiosa cuando la retención es séptica. Pero
es preciso no comprender bajo esta denominación masque á los prostáticos
que no pueden ser sondados de una manera regular, y cuya infección resis-
393
te á iodoB nnestroe medios de acción. Se ha abosado con demasiada fre-
cuencia de los medios sencillos, y al primer incidente se propone y se prac-
tica una operación qne un tratamiento anodino evitaría con segundad. Es
decir, qne la intervención debe serla excepción, y no la regla, en el trata-
miento del fíbro-adenoma senil de la próstata. Debe practicarse en lo posi-
ble en frío, es decir, fuera de los periodos de accidentes y de complicacio*
néñ locales y generales. La edad del enfermo, la función normal de sus
visceras, el volumen de la glándula, la antigüedad de los. trastornos de
retención, no crean contraindicación alguna operatoria, y no pueden hacer
prejuzgar el resultado terapéutico. Por el contrario, el estado de los rifio*
nes, bien examinado, los estigmas orgánicos del corazón, el higado, el pul-
món, la nutrición general, y ciertos estados esclerosos prostatovesicales,
pueden crear contraindicaciones.
La elección entre las rías perineal y la hipogástrica, debe decidirse des-
pués de varias observaciones : ante todo, la evolución vesical, habitual ó
perineal de la neoplasia, después el volumen de la próstata, las próstatas
pequeñas esclerosas, justifican la vía perineal, la grosura considerable de
los operados, que reclama también esta vía; y por último, la costumbre ó
la habilidad del operador. En condiciones medianas, las dos vías dan los
mismos fracasos, pero en la actualidad la vía perineal produce resultados
terapéuticos menos completos con una mortalidad algo menor.
El Dr. Babtos : La hipertrofia de la próstata no debe considerarse como
una entidad morbosa, sino más bien como un síntoma común á varias en*
fermedades de esta glándula. Este síntoma depende con la mayor frecuen-
cia, en los ancianos, de los adenomas de la próstata, de la prostatitis cró-
nica hipertrófica ó del cáncer ; el adenoma es con frecuencia el origen de
un conjunto sintomático, que nos permite en la mayor parte de los casos
hacer un diagnóstico seguro; la prostatitis crónica hipertrófica es la causa
más frecuente de la llamada hipertrofia de la próstata ; el cáncer, por últi-
mo, cnya sintomatología, en el momento en que empieza á desarrollarse
es aún hoy tan poco clara, existe con más frecuencia de lo que se supone de
ordinario.
En el estado actual de nuestros conocimientos, el enfermo de adenoma
de la próstata debe ser prostatectomizado, porque así se obtienen buenos
resultados mediatos é inmediatos. En la prostatitis crónica hipertrófica, si
las lesiones recaen casi exclusivamente en la próstata, la proetatectomla da
tan buenos resultados como los que obtenemos en los casos de adenoma ; si
además de las lesiones prostáticas hay lesiones pronunciadas de la uretra,
debemos abstenemos de practicar la prostatectomía, con la que no se ob-
tienen más que resultados muy incompletos ; si hay pericistitis ó periproe-
tatitis ó si, á pesar de la sensación de movilidad absoluta de la pared del
recto sobre la próstata, apreciable por el tacto, ésta queda inmovilizada en
el espacio bi-isquiático, lo que nos hará suponer el carcinoma, la interven-
ción se halla en absoluto contraindicada. En estos dos casos debemos recu-
rrir, según la oportunidad, á los tratamientos paliativos clásicos, tanto mé-
dicos como quirúrgicos. Por último, en el carcinoma supuesto ó confirma-
do, no podemos emplear en la actualidad más que una terapéutica sinto-
mática, y no una curación radical.
80
394
Entre todas las operaciones propuestas y presentadas como cnraÜTas de
la hipertrofia de la próstata, sólo la prostatectomia debe ser considerada
como útil en realidad. Otras intervenciones quirúrgicas deben ser emplea-
das como terapéutica de urgencia contra los graves accidentes dependientes
de ésta. ■
De todas las prostatectomfas aconsejadas hoy, se debe preferirla técnica
de FüUer, con la propulsión transrectal de Freyer, y que comprende los
tiempos siguientes : a) incisión de las paredes del vientre y de la vejiga,
bastante extensa para poner al descubierto el tumor prostático; ¿) incisión
de la mucosa que la cubre, hecha con tijeras y bastante extensa para per-
mitir su paso ¿espnés de quedar libre el órgano; c) decorteza^ento hecho
con un dedo, ayudada y vigilada por dos dedos introducidos en el recto; d)
colocación y fijación de los tubos de Ouyon-Perier, y cuidados consecuti-
vos parecidos á los de una talla hipogástrica con cistotomia temporal.
{fkniimiaréki, F. Tolrdo.
SOCIEDAD DE MEDICINA DE BERLÍN
SuiAn dd día 22 dé Julio de 1906.
Tratamiento de la apondieitls.— El Dr. De Bergmann dice que va á tratar de
dos puntos tan sólo entre los muchos que implica el estudio de la peritifli-
tis. Estob dos puntos, de suma importancia para la conducta del médico
práctico, son : el diagnóstico del ataque perítiflitico y el de si después de
haber pasado felizmente éste, se debe siempre proceder á la extirpación del
apéndice. La opinión de que todo ataque agudo va preparado por una in*
flamación crónica precedente del apéndice, parece muy discutible á juzgar
por las investigaciones anatómicas de estos últimos tiempos.
El Dr. Kraus recuerda las grandes dificultades que se presentan para de-
ducir del cuadro clínico las alteracioues anatómicas que deben de existir
en el apéndice. Hay que distinguir el ataque agudo clásico y la apendicitis
crónica. En el primer caso tiene mucha importancia el dolor, que aun sien-
do un síntoma objetivo, es de gran valor para el diagnóstico. Ya no suce-
de lo mismo cuando el curso es crónico; en este caso, no es raro que se tra-
te de otra cosa que de perturbaciones digestivas con dolores localizados en
algún punto del abdomen; en otros casos se ven tumores gaseosos en la re-
gión íleocecal, con defensa muscular en la misma región y sensibilidad á
la presión.
El dolor en el ataque agudo se compone de la enteralgia ó en su caso
gastralgia refleja y del dolor perítonítico local que se exagera, ejerciendo
compresión en las regiones íleocecal ó lumbar, ó bien desde el recto, y
también por los movimientos del cuerpo ó las contracciones musculares
(de^íleopsoas). -
Gomo ya se comprende, además del dolor, los demás síntomas tienen
también su importancia.
En la mujer hay casos en que es difícil decir si se trata ó no de una oofo-
396
rítis. En esta afección, el dolor á ]a presión radica en un punto más bajo,
la menstruación exagera los dolores, y la exploración ginecológica tiene
una importancia decisiva.
Para distinguir el caso de una afección histérica, basta tener presente
que en esta última falt^in la fiebre, la leucocitosis y los componentes peri-
tonlticos del dolor; en cambio, la exploración descubre una zona analgési-
ca y anestésica en la región umbilical. \
Dieulafoy ha insistido en que en el ataque peritiflitico se descubre una
zona hiperestésica ; pero esto sólo sucede al principio, más tarde, hasta se
encuentra en la misma zona que se ha vuelto anestésica.
No puede negarse que en muchos casos va precedido el ataque agudo de
un periodo crónico, pero en otros, sobre todo en los niños, el comienzo del
ataque nos sorprende por completo. Aun la llamada irritación del intesti-
no ciego, debemos de interpretarl^omo un ataque crónico ligero. La ope-
ración en este caso es profiláctica y no está indicada de un modo inexcusa-
ble; hay que proceder según las circunstancias de cada caso. En cambio,
todo caso intermedio que va* acompañado de supuración, debe ser observa-
do por el cirujano, á fin de que se pueda proceder á la operación tan pronto
como sea necesario. Cita el autor varias estadísticas y especialmente las
de Sahli y Riedel, de las que se deduce que la mortalidad es terriblemen-
te elevada (40 á 50 por 100) cuando se adopta un tratamiento conserva*
dor ; que en el adulto, en cambio, está justificada esta conducta cuando se
trata de casos leves, pero en los casos graves lo que procede es la interven-
ción quirúrgica.
El Dr. Heubner refiere haber visto hace poco tiempo un nifio, que hallán-
dose en. la clínica á causa de otra enfermedad, presentó de pronto dolores
y repugnancia á los alimentos, faltando todos los demás síntomas del ata-
que clásico. En vista de la tensión local de las cubiertas abdominales, que
por cierto no siempre se puede comprobar bien en el nifio, del comienzo
brusco de los síntomas, del ascenso de la temperatura á 38° y del pulso dos-
de 78 á 108, y por último, de la ansiedad del semblante, el autor se decidió
á operar, viéndose entonces que existía en realidad una peritonitis local
incipiente y un apéndice libre y sin ninguna adherencia. Esto sucedía á
las seis hovas de iniciado el ataque. El microscopio descubrió, en la porción
periférica del apéndice, una inflamación hemorrágica de la mucosa y entre
ella montones de bacterias. Dieulafoy ha sostenido que las hemorragias no
son siempre expresión de una inflamación. El autor ha practicado ligadu-
ras del apéndice en el conejo, y ha visto que pueden dar origen á hemorra-
gias ; pero en estos casos no se han encontrado ni montones de bacterias ni
peritonitis local.
Para terminar, dice el autor que hasta ahora es imposible por los sínto-
mas clínicos hacer un diagnóstico anatómico de las lesiones existentes en
el apéndice.
El Dr. Orth va á referirse á las investigaciones realizadas en 400 casos
por Aschoff. En ellas se procuró colocar el apéndice en un líquido conser-
vador lo más pronto posible, de tal suerte, que en la inmensa mayoría de los
casos se trata, no de apéndices sacados del cadáver, sino de apéndices ex-
tirpados en vivo. Algo difícil es juzgar si está ó no enfermo el aparato lin-
396
fátíeo; sin embargo, no noB aqniroeamos al interpretar como patológieo nn
aamento notable de loe eentroe germinatiros.
Ahora bien« loe eetndioe de Aschoff han puesto de manifiesto que en 9
á un 10 por 100 de loe apéndices extirpadoe, no ee encontró ninguna alte*
ración patológica, á pesar de haberse observado ataques antee de la extir-
pación. Las hemorragias de la pared no son prueba de inflamación; muy á
menudo no son otra cosa que consecnencia de la operación.
No es raro encontrar en el cadárer de personas de alguna edad lesiones
en el apéndice, y sobre todo obliteraciones, sin que en los antecedentes
conste la existencia de ningán ataque; más aún : son tan firecuentes tales
obliteraciones, que hasta pudieran considerarse como de carácter senil. En
oiroe casos se hallan callosidades ó cicatrices, que sólo pueden haber pro-
venido de tejidos de granulación. Pero semejante desarrollo de tejido de
granulación en la pared, siempre es de naturalesa secundaria y exige la
existencia preria de procesos de supuración ó bien la de una inflamación
pseudomembranosa y necrosante de la mucosa. Cuando dichos procesos de-
jan en pos de si cicatrices Tisiblee ú otros residuos, tenemos en ello una
prueba de que también pueden curar las lesiones graves del apéndice. Por
otra parte, no se puede desconocer que en los casos en que existen perfo-
racipnes, demuestra la exploración qae tienen que haber precedido lesio-
nes graves.
Resulta de todo lo expuesto, que las particularidades anatomopatológi-
cas no siempre están en armonía con los hechos observados en la clínica,
y qne mientras las cosas se hallen en este estado, la consideración y apre-
ciación basada en el examen clínico, es la que tiene que servir de guia para
nuestra conducta en cada caso partícalar.
(Deutsche Medizinal Zeitung). — R. dbl Vallb.
IMPERIAL T RKAL SOCIEDAD DE LOS MEDIÓOS DE YIENA
Senán del día 22 de Junio de 190$,
Un case de mal de Raynasd.— El Dr. Federico Necker presenta un caso de
síndrome de Rayaaud en el que hay la particalaridad de estar complicado
con tuberculosis de los huesos y de las articnlaciones. Se trata de un ma-
chado enclenque de doce años, cuya afección de Raynsnd no parece haber
sido provocada por ningán enfriamiento, aunque el frío la agrava, y en
cuyo sistema nervioso no se ha encontrado uada anormal, á no ser una leve
hiperestesia en el territorio de las falanges enfermas.
Un oase de tetania. — El Dr. Hans Kamgstein refiere que en el examen
anatomopatológico de un caso de tetania típica, idiopática y muy acentua-
da, se observó que los cuerpos epiteliales se teñían de un color moreno más
obscuro que en circunstancias normales.
El cáncer de la mama y les rayes X.— El Dr. Leopoldo Freund presenta
una mujer de sesenta años, la cual desde hace tres y medio tenía nn cáncer
de la mama, ulcerado de nn año á esta parte. También estaban interesados
397
los ganglios próximos. La enferma estaba caqnóotica. Desde 28 de diciem-
bre último al 19 de febrero, se cometió la lesión á la acción de los rayos X ;
20 sesiones de seis minutos y con tnbos dnros. Sin gran reacción fué mejo-
rando la úlcera, y á fines de abril había cicatrizado por completo. También
se han resuelto los infartos ganglionares. En el sitio de un foco metastáti-
co que habla cerca del primitivo, se ye hoy una dilatación teleangiectásica
de loe Yasos cutáneos.
Lt laparetemia on el eánoer del Atare.— El Dr. Ernesto Wertheim dice ha-
ber operado, de más de cinco afios á esta parte, unos 180 casos de cáncer del
útero, pero que de ellos sólo 60 lo han sido hace más de cinco afios ; de estos
60 casos han quedado exentos de recidiva unos 60 por 100, siendo asi que
con el método vaginal las estadísticas más favorables dan un 80 por 100.
Hay que contar, además, con que el autor opera la mitad de los casos de
cáncer del cuello de la matriz, siendo así que en otras partes no se opera
más que la sexta ó séptima parte. La mortalidad operatoria fué hace dos
afios de un 15 á un 16 por 100, pero desde hace un afio no ha pasado del
9 por 100, debido, sin duda, á que ahora no procede á anestesiar la enferma
hasta que ha raspado y cauterizado el neoplasma. Quizá haya influido tam-
bién el empleo del aparato de Roth-Drager para inhalar el oxigeno. Asi-
mismo dio muy buen resultado la anestesia espinal con la estovaína que
emplea principalmente en las ancianas muy decaídas. Puede asegurarse,
por lo tanto, que la operación abdominal ha de quedar admitida definitiva-
mente en el tratamiento del cáncer del cuello.
El Dr. Osear Binger dice que desde hace cinco afios ha abandonado tam-
bién Schauta el método vaginal, empleando el abdominal, pero sin extirpar
los ganglios, y que ha obtenido resultados tan satisfactorios como Wer-
theim.
El Dr. Werüiem dice que un plazo inferior á cinco afios es demasiado
corto para hablar de resultados definitivos.
Tettmia paratirosprlva.^El Dr. Antonio Weickselbaum dice que en la elec-*
ción de método para operar el bocio hay que cuidar de que se respeten los
cuerpos epiteliales, y no basta para ello con no extirpar todo el bocio. La
demostración que ha hecho Erdheim de que la tetania es debida á la extir-
pación de los cuerpos epiteliales no es ociosa, pues aun autores muy mo-
dernos han atribuido la tetania á la extirpación de la misma glándula ti-
Voides. También ha sido muy conveniente la demostración experimental
del papel que dichos cuerpos tienen en la deposición de la cal en los tejidos
que están en vías de crecimiento. Todos estos hechos, y el de que una rata
prefiada se hizo tetánica con la extirpación de una parte nada más de los
cuerpos epiteliales, son de mucha importancia para los cirujanos.
El Dr. Victor Frommer dice haber hecho experimentos de los que resulta
que los cuerpos epiteliales tienen una función antitóxica, y que la placenta
humana contiene principios tóxicos que son neutralizados por antitoxinas
en estado normal.
El Dr. Teodoro Eecherich dice que para que puedan tener aplicación á la
medicina interna los estudios sobre la tetania paratireopriva será menester
conocer mejor la fisiología de loe cuerpos epiteliales. Pregunta además si
en los experimentos se ha observado una influencia de la extirpación total
398
ó parcial de dichoe cnerpoe sobre el crecimiento de los hacaos y si se han
hecho investigaciones sobre la reacción eléctrica de los nerrios periféricos.
El Dr. Arturo Biedl hace constar qae ya en 1891 observó en sus experi-
mentos qne la génesis de la tetania es debida á la extirpación de los caer
pos epiteliales, no á la del bocio.
El Dr. Lolario de Frankl'Hochícart adnce varios hechos qne demuestran
la imposibilidad, en clínica, de establecer una distinción precisa entre la
tetania y la caquexia.
El Dr. De EieeUberg, y en su nombre el Dr. Pablo Clairmont, dice qae la
mayor frecoencia de los casos de tetania en Viena es debida, no al proce-
dimiento operatorio empleado, qne es el mismo, sino sin duda á la diferen-
cia de los casos de una y otra región. Oree además qae, tratándose de una
intervención tan difícil, sólo debe ser modificada la técnica por cirujanos
muy experimentados en ella.
El Dr. Max KaseowiU refiere que loe ensayos que ha hecho de tratar la
tetania con substancia de los cuerpos epiteliales han dado un resultado
desfavorable.
El Dr. Federico Pineles recuerda que hace dos afios hizo presente á la So-
ciedad la gran analogía clínica que hay entre todas las formas de tetania,
y hasta les son comunes dos síntomas que se observan algunas veces : la
catarata y los trastornos tróficos. De suerte que si tiene razón Kassowitzen
de6ir que la etiología de las distintas formas de tetania es diferente, ya no
sucede lo mismo con la patogenia.
El Dr. Jaeobo Erdheim contesta á De Eiselsberg que el hecho de que la
extirpación de los cuerpos epiteliales en los animales ocasiona la tetania no
se podía esperar sencillamente porlo que se sabía de estas cosas hasta la
fecha. Respecto á la técnica operatoria de la operación del bocio, si ciru-
janos experimentados como Eiselsberg no necesitan una pauta para encon-
trar y respetar los cuerpos epiteliales, no sucede lo mismo con los cirujanos
que tienen pocas ocasiones de hacer dicha operación.
Respecto á la repugnancia que tiene el Dr. Kassowitz á asimilar la teta-
nia infantil con la de origen quirúrgico, hay que recordar que De Eiselsberg
ha encontrado alguna vez en niños que habían nacido asfixiados hemo-
rragias en los cuerpos epiteliales. Estas hemorragias, qne se curan muy
lentamen tente y que el orador encontró también en dos casos de tetania
infantil, podrían quizá, en unión de algún agente tóxico, explicarnos la te-*:
tania de los niños.
La cuestión de la hipertrofia compensadora de los cuerpos epiteliales
que se han respetado, no está aún madura para nn juicio definitivo, y
tampoco se puede decir nada terminante acerca de la pregunta que ha
hecho el Dr. Escherich sobre la influencia de la supresión de los cuerpos
epiteliales en el desarrollo de los huesos, por más que el autor ha hecho
experimentos relativos á este punto.
El autor dice que no ha creído necesario mencionar todos los trabajos
que se han publicado sobre la tetania de origen quirúrgico, porque mu-
chos de dichos trabajos no han hecho adelantar casi nada el esclareci-
miento de la cuestión á partir de lo que nos habían enseñado Vasali y
Generali.
399
La detención de deBarrollo, consecntiFa á la extirpación del bocio, ea
asunto extraño al tema tratado por el autor. La caqaexta tetánica no sa-
bemos si es idéntica á la paramente esta mi priva. Respecto á la mayor
frecuencia de la tetania en las operaciones de bocio hechas en Viena, el
autor insiste en las diferentes técnicas dé Biilrbth y de Eocher que se
siguen en Viena y Berna respectivamente, diferencias que explican el por
qué en Viena no se respetan tan bien los cuerpos epiteliales como en Ber-
na, siendo esta la causa de que en esta última población sean menos fre-
cuentes los casos de tetania quirúrgica que en la primera de dichas capi-
tales.
Respecto á la levedad de los casos de tetania observados por De Eiisels-
berg, recuerda el autor que de Frankl-Hochward ha demostrado que
siempre se trata de una enfermedad de pronóstico grave.
£s cierto que sólo los cirujanos experimentados deben modificar la téc-
nica operatoria, pero también lo es que las investigaciones anatomo-pato-
lógicas les pueden servir de mucho para tal objeto, y en el caso actual,
para saber cómo se respetan mejor loe cuerpos epiteliales.
Por último, en la comparación de los casos de tetania observados por
Kocher y por De Eiselsberg, Glairmont se permitió hacer la suposición
gratuita de que el primero no había incluido en sus estadísticas loe casos
leves.
Termina el autor manifestando su esperanza de que en lo porvenir nues-
tros conocimientos referentes á los cuerpos epiteliales habrán de influir
mucho en la técnica de la extirpación del bocio y en bien de los que pade-
cen detesta enfermedad. — ( Wiener Kliniéche Rundechau), — R. dbl Vallb.
PERIÓDICOS
Oeronesii. — ^^La ocronosis, dice el Dr. L. Pick, es una forma de pigmen-
tación melánica. El pigmento se asemeja á la melanina por sus caracteres
químicos. La substancia colorante que circula con la sangre es absorbida
primero por los cartílagos y tejidos cortilaginosos, pero puede serlo también
por el tejido conjuntivo laxo y sus células, las fibras musculares lisas y
las estriadas, sin que estos tejidos ó células se debiliten. La pigmentación
es más intensa en las partes que han sufrido modificaciones regresivas. El
pigmento difuso puede formar secundariamente granulos. El pigmento en
ambas formas carece de hierro y en ciertos casos puede contener grasa. La
melanina de la ocronosis es producida por la acción de la tirosinasa sobre
la tirosina y la fenilanina. La ocronosis exógena se produce administrando
durante largo tiempo pequeñas cantidades de fenol; la endógena es debida
también á la acción de la tirosinasa sobre el ácido alcaptónico. La pigmen-
tación ocronósica puede localizarse en las partes externas : orejas, escleró-
ticas, piel de la cara, superficie interna de los labios y de las manos, y cons-
tituye un signo diagnóbtico. En muchos casos la materia colorante es excre-
tada por la orina que adquiere entonces un color obscuro al oxidarse por
400
ezpoBÍción al aire. En loa rífiones puede haber pigmeDiacióo ocronóeica
difasa de todo el parénqaima, y masas granulosas en el interior y en el epi-
telio de los tnbillos rectos; en ciertos casos se forman también quistes epi-
teliales macroscópicos de contenido negro, eliminándose cilindros renales
con pigmento. En ocasiones falta la pigmentación difusa. En los casos de
ocronosis limitada á las partes internas, éstos cilindros constituyen un
signo patognomónico, igual que la melanuria ó alcaptonuria sin pigmen-
tación extema. — {Phüodelpia Med. Journal).-- Y. Tolbdo.
Sífilis liereditaria de ferma ganglioaar. — Entre las formas muy variadas
con que se puede presentar la sífilis hereditaria, recuerda el Dr. J. Comby
aquella en la que no se encuentra más manifestación de la enfermedad que
la existencia de ganglios linfáticos muy abultados, á Teces de un modo
enorme y en algunos casos hasta supurados. Al principio se piensa en una
tuberculosis glanglionar, pero recogiendo bien los antecedentes se descu-
bre la verdadera naturaleza de la enfermedad, aunque hay casos en que
sólo la revela el éxito del tratamiento mercurial. El mejor procedimiento
para administrar el mercurio en estos enfermos consiste en practicar un-
ciones con pomada mercurial doble á la dosis de dos gramos diarios. Gomo
9e trata generalmente de nifios de corta edad, no se presenta estomatitis.
El autor expone las historias de dos nifios de pecho, en los que las ade-
nopatias referidas se curaron completamente con el tratamiento indicado.
{Areh, dé Med, des enfánié).^B,. dbl Vallb.
Praseataolén eeoipitepesterier. — El Dr. A. W. Busell aconseja en este
caso proceder del modo siguiente : 1.* Cuando el vértice se encuentra por
encima del estrecho superior debe imprimirse un movimiento de rotación á
la cabeza colocando á la enferma en posición adecuada. 8i no se consigue,
se practica la versión podálica ó se lleva la cabeza á la excavación con el
fórceps, favoreciendo la rotación ó se hace girar la cabeza por medio de la
manipulación bimanual. El fórceps se extrae y se aplica de nuevo si es ne-
cesario. 2.^ Si la cabeza está encajada en la excavación puede ensayársela
flexión con los dedos introduciendo uno en el recto para rechazar hacia
abajo el occipucio. La perforación y la extracción suelen ser necesarias. En
muchos casos se consigue imprimir á la cabeza un movimiento rotatorio
con el fórceps empleado según recomienda Brodhead. 8.<> Si la cabeza está
apoyada contra el suelo de la pelvis el parto no suele terminar espontánea-
mente. En un multípara con el periné relajado la extracción con el fórceps
puede conseguirse en la posición occipitoposterior, pero lo mejor es apli-
carle á los lados de la cabeza fetal y favorecer la rotación por tracciones
intermitentes. — {Glasgow Med. Joitmal, mayo 1906). — P. Toledo.
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
LAS AZOURIAS DE LOS ADOLESCENTES
pon KL DOGTOB
FEDERICO GONZÁLEZ DELEITO
D«l Caerpo de Sanidad Militar.
Bouchard separó del grupo de las diabetes insípidas lo que él llamó
azouria sin poliuria» reconoc^iéndola como variedad digna de una
descripción especial y tal vez completamente distinta de todas las
restantes azourias poliúricas y de las poliurias anazoúricas. Sin
embargo « pocos han llamado la atención posteriormente sobre
esta entidad morbosa, y no porque escasearan las observaciones
clinicas, sino por ser dolencia en la que destacan más otros sín-
tomas y llaman la atención otras alteraciones de más relieve y que
han servido para denominarlas y para explicar su cuadro sinto-
matológico.
Así vemos á Laveran y Tessier describir entre las fosfaturias esen-
ciales la íosfaturia de los adolescentes, enfermedad poco grave,
cuya etioloficía va unida á las especiales condiciones del desarrollo,
unidas á concausas de fatigas intelectuales y genitales, que son
acampañamiento muy frecuente de este período de la vida.
Robin describe azourias con fosfaturias y falsas fosfaturias azoú-
ricas, que simulan en muchas ocasiones síndromes neurasténicos y
las pone bajo la dependencia de la dispepsia hiperesténica, pero no
fija su atención en esta forma juvenil.
Los autores alemanes no hacen mención en sus obras de esta azou-
ría, limitándose algunos á señalar las fosfatudas frecuentes en esta
edad.
La existencia de fosfaturia absoluta ó relativa, que esto lo estu-
diaremos más adelante, la mayor facilidad de un análisis cuantita-
Afio XXX. - Tomo LXXII. - Núm. 947.-31 Septiembre, 1906. 81
402
tivo de los fosfatos al del nitrógeno total, la facilidad con que se ad-
miten como dependientes única y exclusivamente de esta fosfatu-
ria, la inmensa mayoría de los síntomas que en estos enfermos se
observan, la predisposición del médico á buscar exceso de fosfatos,
y no de urea, así como la extrema diferencia entre las azourias po-
liúricas graves y mortales en breve plazo y estas otras de pronósti-
co relativamente benigno, lo que contribuye á desorientar el ánimo
del observador, son las causas principales de que -no se mencionen
apenas en los tratados y monografías.
No hemos de extrañar esta diversidad de formas y variedades de
azourias que la clínica enseña. Entre el aumento de urea en la ori-
na consecutivo al exceso de ingestión de alimentos azoados y que se
observa tan frecuentemente en los que abusan de los placeres de la
mesa. A este exceso de ingestión de alimentos debe referirse tam-
bien la azouria de algunos diabéticos y gotosos, y fácilmente se
comprende que cosa tan compleja como resulta todo lo-i^oncernien-
te á la asimilación y aprovechamiento de los albuminóideos, así
como su desasimilación, se altere obedeciendo también á procesos
múltiples y variados, cambiando por consiguiente en cada caso^ á
compás de las causas, la forma de la enfermedad, su evolución uU
terior, su pronóstico y su tratamiento. Enfermedad mejor constitui-
da como entidad nosológica, cual es la diabetes azucarada, se ha
visto sometida á disgregaciones semejantes conforme se ha ido ha-
ciendo un estudio completo y detenido del proceso patogénico de
esta enfermedad.
Esta diversidad de pronóstico obliga al médico á conocerlas cum-
plidamente para no alarmarse y alarmar á la familia sin causa fun-
dada, cuando al mandar hacer un análisis completo de orina en un
adolescente nos encontremos como resultado una cantidad quizá
enorme de urea que nos haga pensar en una azouria de grave pro*
nóstico, marcha rápida y terminación fatal, y al mismo tiempo debe
tenerse en cuenta la existencia para buscar en ella la causa de tras-
tornos poco precisos que se clasiflcan de estados neurasténicos, ana*
mia cerebral, y que obedecen á una desasimilación exagerada.
Dos casos observados por mi recientemente me servirán de guia
para la descripción de eéta enfermedad.
Observación 1.^ — Joven de dieciocho años, de antecedentes linfa*
ticos, ha padecido en su niñez frecuentes ataques de anginas y otras
diversas manifestaciones indicadoras de preponderancia, de tejido
linfoideo. Posteriormente frecuentes cefalalgias que se exacerban
403
con motivo de trabajos intelectuales y tai vez de excesos de onanis-
mo. En estas condiciones y á raiz de una preparación para exáme-
ties, aparecen hematurias frecuentes y repetidas que alarman gran-
demente á la familia, acompañadas de depresión general de fuerzas
:y exacerbación de la cefalea. .
Reconocido por un colega, dispone éste una preparación de glice-
Tofosfatos arsenicales y cloruro sódico como tratamiento general
y apenas tratamiento local, con cuya medicación el enfermo mejo-
ra y ve desaparecer las hematurias y recobra algo las fuerzas; pero
más tarde vuelve á recaer, y entonces tengo ocasión de observarle.
El enfermo se encuentra algo desnutrido, no obstante su buen
apetito; existe algo débulimia, pues apenas termina de comerse
-siente con ánimos para repetir con otra comida, pero esta sensación
no es lo bastante intensa para obligarle á comer; polidipsia bastan-
te acentuada, las funciones digestivas parecen llenarse normalmen-
te, nada en el aparato respiratorio y circulatorio. La orina se des-
t^ompone con gran facilidad, dejando un depósito blanquecino y for-
mándose en la superficie una película irisada. Inaptitud para el tra-
l)ajo y cierta astenia general. El análisis de la orina da el siguiente
resultado: reacción alcalina (horas después de su eliminnción, pues
al expulsarse de la vejiga, la reacción es acida); urea, 18 gramos
por litro; ácido úrico, 50 centigramos; relación azoúrica normal;
fosfatos, 3 gramos 20 centigramos; cloruro sódico, 18 gramos 50 cen-
tigramos; nada de albúmina, cristales de fosfato amónico magné-
-sico y de carbonato amónico.
El segundo enfermo era muy análogo al primero; tan sólo se dife-
renciaban en no existir en éste las hematurias que en aquél exis-
tían y en ser un poco más acentuada la azouria, más de 40 gramos
-de urea por litro, y la fosfaturia, 4'80 gramos por litro. Los síntomas
generales eran asimismo análogos, pero aquí llamaba más la aten-
ción cierta disnea á los esfuerzos y una bronquitis algo prolongada,
que me hicieron auscultar detenidamente al enfermo, sin que apre-
ciara en él ningún indicio de lesión pulmonar. También existían in-
dicios de albúmina.
Ambos enfermos mejoraron bajo la inñuencia de idéntico trata-
miento. Arsenicales, glicerofosfatos y régimen dietético de leche,
huevos, carnes blancas, supresión de excitantes, café, té y cierto
reposo intelectual y genésico. De estos enfermos, el segundo aún se
encuentra en tratamiento, aunque mejorado; el primero hace más
de un año se encuentra totalmente restablecido.
404
Como he dicho anteriormenla» Boaehmrd describió esta diabetes
azo6rica señalando sa frecuencia en los adolescentes, sa escasa
gravedad, poca duración, y señalaba sos relaciones con la clorosis.
Hacia notar la aosencia de trastornos dispépticos, la constípadóo
habitual y el adelgazamiento rápido y excesÍTO que presentaban los
enfermos. Laveran j Tessier hablan de ana diabetes fosfatúríca de
la adolescencia^ qae presenta grandes conexionescon la enfermedad
descrita por Boachard ; no paran mientes en la cantidad de nitró-
geno y urea eliminados, j sólo se fijan en el aumento de los fosfatos,
en la presencia de indicios de albúmina y en la eliminación de on
ligero exceso de ácido úrico. Estos enfermos, según Laceran y Tes-
sier, serían artríticos, en los qae no tardaría en presentarse la gota
ó alguna otra manifestación de la diátesis úríca.
Robin no menciona esta forma de azouría, y limitando las esen-
ciales á la diabetes insípida de forma grave y rápidamente mortal,
habla de las sintomáticas, de la hiperestenia gástrica, del artrítis-
mo, de las febriles, etc.; pero sin especializar este grupo, que segu-
ramente serían incluidos por él en las azourias sintomáticas de
gastropatfa ó de artrítismo, y al describir aquéllas, da un cuadro
bastante completo de esta forma que estudiamos, aunque muy re-
cargado, y en el que aparecen los trastornos gástricos, que aquí son
desconocidos. Aparte de esto, y disminuyendo la intensidad de los
síntomas, se tendría una descripción completa y acabada de la azou-
ria de los adolescentes con todas sus complicaciones habituales.
No es infrecuente esta enfermedad, y creo abunda más de lo que
se cree, sólo que no siempre se diagnostica. De anemia cerebral, de
neurastenia, etc., se diagnostican muchos enfermos que padecen
esta variedad de azouria, y aunque en bastantes casos la orina lla-
ma la atención del enfermo y del médico, es para buscar tan sólo la
presencia de un exceso de fosfatos, del cual se hacen depender mu-
chas veces todos Jos demás síntomas generales y del sistema ner-
vioso en particular.
Alteración de la nutrición del organismo, lógico es pensar ha de
ser frecuente en hijos y descendientes de artríticos, gotosos y toda
clase de enfermos en los que la nutrición se encuentra alterada.
Probablemente será una pequeña advertencia de que el artrítismo
existe en aquel enfermo. Las perturbaciones que el período de la
pubertad trae consigo, el enorme movimiento de asimilación y des-
406
asimilación que entonces tiene lugar, la aparición de nuevas fun-
ciones, son ocasiones propicias para que estalle y se desarrolle la
azouria. Pueden añadirse, á estas circunstancias intrínsecas ah pe-
riodo de la pubertad, las extrínsecas de fatigas intelectuales y geno-
sicasque con tanta frecuencia acompañan á esta fasedela vida, tam-
bién muy abonadas para favorecer la presentación de esta dolencia.
Predisposición del organismo, congénita ó adquirida, para los tras-
iornos de nutrición, fatigas intelectuales y genésicas muy frecuen-
tes, mas todo lo que en el orden nutritivo y de desarrollo orgánico
representa ese periodo tan critico y accidentado de la pubertad, son
las causas que pueden señalarse como originarias de esta enfer-
tnedad.
No son de desdeñar las relaciones entre la tuberculosis y la azou-
ria de los adolescentes. Aparte de lo que favorece la explosión de
aquélla en terreno previamente desnutrido y en el que las pérdfidas
«on tan considerables, ya otros autores han estudiado las estrechas
conexiones de la diabetes insípida y la tuberculosis pulmonar; Seig-
neurin y Lacroix han publicado interesantes trabajos acerca de
«ste asunto, y aunque ambos autores hablan reñrióndose especial
mente á la diabetes hidrúricay azoilrica, bien pronto veremos cómo
muchas veces son sólo diferencias de grado las que separan estas
formas, de la azouria stn poliuria que aquí estudiamos. Además de
la tuberculosis se han señalado la siñlis y la convalecencia de otras
infecciones como causa de esta enfermedad.
En cuanto á la inñuencia que las neuropatías puedan tener en el
origen y desarrollo de esta enfermedad, y en particular sus conexio-
nes con la neurastenia y con el histerismo, éste más bien parece ca«
paz de producir poliurias prolongadas, y la neurastenia, que se ha
querido presentar como causa, tal vez sea más acertado conside-
rarla como efecto, segiln veremos más adelante.
El cuadro sintomático adolece de la falta de precisión que tanto
caracteriza á estas alteraciones de la nutrición ; asi se ve que, en
algunas ocasiones, el síndrome urológico parece aproximarse al de
las diabetes insípidas, mientras que en otras ocasiones se aleja de
ellas, y más bien parecen fosfaturias de las llamadas esenciales. Se
encuentra aumentada la urea desde 24 gramos por litro, cifra media
normal, á 3G, 40 y más gramos; y como no existe disminución en la
cantidad total de orina, sino más bien exceso en algunas ocasiones,
resulta que la cantidad de urea eliminada es vez y media á dos ve-
ces superior á la normal. Se encuentra disminuida la acidez urina-
406
ria, incluso en el momento de la expulsión, de donde la precipitacióD
del fosfato amónico, magnésico y del carbonato amónico, que en al-
gunas ocasiones existe, no hay apenas aumento en la cantidad de-
ácido úrico, que si es algo superior á la normal, en cambio es infe-
rior en proporción á la de urea eliminada, lo que indica que la des-
asimilación no recae sobre las nucleínas ni demás tejidos que daa
como residuo este cuerpo.
Hay grandes variaciones en la cantidad de fosfatos eliminados,,
pero en general puede afirmarse que si bien existe aumento, y en
nuestros enfermos existia, no aumenta en relación con la urea, por
lo que A. Robin denomina estos enfermos falsos fosfatúricos; más-
bien se observa que disminuye esta relación, lo que indica que son
los tejidos ricos en fósforo, los que más se conservan. En cambio-
aumenta en grandes proporciones la cantidad de cloruros elimina-
dos^ en la primera de nuestras observaciones alcanzaba más de 18^
gramos por litro.
Dependen estas variaciones de las materias minerales de la clase^
de tejidos que sufren de modo más activo el proceso de desasimila-
ción, pues siendo la calidad, cantidad y modo de estar unidas las-
substancias inorgánicas á las albuminóideas peculiares en cada
uno de ellos, es natural que cambie la cantidad y calidad de molé-
culas inorgánicas puestas en libertad por la desasimilación exage-
rada, según recaiga la mayor intensidad de este proceso en unos ó-
en otros. Puede afirmarse, sin embargo, que en la mayoría de lo»
casos las relaciones entre n. total y n. en forma de urea y entre N.
total y Ph. son normales y á veces esta última inferior á la normal;
mas como la falta de acidez en la orina favorece la precipitación de-
cristales de fosfato amonico-magnésico, asi como la aparición de
una película superficial irisada constituida por fosfatos y á las-
veces globulillos de grasa, la fosfaturia asi revelada se diagnostica
antes, y á veces para ahi el diagnóstico, que corroboran buen nú-
mero de síntomas generales y un análisis incompleto de la orina.
Los síntomas generales son vagos é indeterminados: cefalalgia de
poca intensidad, pero muy tenaz; incapacidad para el trabajo inte-
lectual, que va seguido de una sensación de fatiga, y estenuamien-
to, abatimiento general, dolores en los lomos, fatiga por el trabajo-
muscular no muy intenso, constipación, algún trastorno digestivo,
aunque no constante, á veces complicaciones en las vías urinariaa
inferiores, cistitis, pieiocistitis, hematuriaa: he aquí los síntomaa
que se observan con mayor frecuencia. La bulimia es rara'y essus»^
407
tituída por una sensación de vacuidad gástrica á poco de haber co-
mido, que da al enfermo la creencia de que podría ingerir nueva
cantidad de alimentos, pero sin acompañar el deseo de ingerirlos;
más frecuente es la polidipsia, aunque tampoco es constante, y
acompaña principalmente los casos en que existe una eliminación
muy exagerada de los cloruros.
La edad, las fatigas intelectuales y genésicas que la acompañan
y el cuadro de abatimiento y debilidad, de verdadera astenia mus-
cular y nerviosa que presentan estos enfermos, hacen que muchas
veces el médico poco observador caliñque de neurastenia la enfer-
medad; contribuyen á hacer más verosímil este diagnóstico la cefa-*
lea, la constipación, los trastornos digestivos, cuando existen. Pero
en estos enfermos, si existe astenia, no existe ansiedad, elemento
indispensable, con aquél « para que el diagnóstico de neurastenia
sea exacto, y esto basta para diferenciar estas enfermedades.
Bouchard hacía resaltar la falta de fenómenos dispépticos en es*
tos enfermos; como casi todas las afirmaciones absolutas, ésta no
es exacta, pero del hecho de que la ligera bulimia que presentan, ó
cualquier otra causa concomitante produzca una ligera hipereste-
nia gástrica, no significa que dependa de ésta.
Son frecuentes las complicaciones vesicales; el depósito en la ve-
jiga de fosfatos y carbonates alcalinos determina irritación de sus
paredes y cistitis, algunas veces acompañadas de hemorragias, y
la facilidad con que la orina entra en putrefacción, así como los
dolores lumbares, tan frecuentes, hacen que el enfermo se crea ata-
cado de una enfermedad renal. Un análisis completo de orina hace
conocer la causa del mal, y entonces la cistitis queda relegada á
segundo término para el tratamiento.
En cuanto al pronóstico de esta enfermedad debemos decir que es
benigno, al menos por el momento; un tratamiento bien dirigido
hace entrar pronto todo en orden. Ahora bien; como no se sigue á
estos enfermos durante muchos años, es difícil afirmar si este tras-
torno nutritivo no será revelador de otros más tardíos y graves,
cosa no difícil. Por otra perte, el estado de debilidad general en que
se encuentran estos enfermos hace que sea preciso vigilar atenta-
mente los más leves procesos infectivos, que adq^uirirían en ellos
suma gravedad; sobre todo, debe vigilarse atentamente el esta-
do de los pulmones : una tuberculosis en ellos sería rápidamente
mortal.
La primera indicación que es preciso llenar es el reposo del en-
408
fermo; muchas veces por 8f'43ola basta para obtener un resultado
bastante satisfactorio; moderando los cambios nutritivos, obra
contra la causa del maJ y reduce la intensidad de los fenómenos de
desasimilación orgánica; como, por otra parte, toda clase de es-
fuerzo de una fatiga intensa el enfermo por si propio pone en prác-
tica este remedio. Hay que luchar algunas veces con las preocupa-
ciones de los que los rodean y de algunos médicos poco observado-
res que recomiendan al paciente una vida activa y de sucesivas y
frecuentes ocupaciones, con objeto de distraerle y entonar sus fuer-
zas; con esto sólo conseguiríamos agravarlo.
Junto con el reposo es preciso instituir una alimentación repara-
dora, eliminando los alimentos ricos en carbonates alcalinos, pata-
tas frescas y otros que pudieran entretener esa litiasis alcalina que
hemos señalado anteriormente. Al |mismo tiempo se impone una
medicación que refrene la desamilación, y en este concepto al arsé-
nico corresponde el primer lugar. Moderador de los cambios Ínti-
mos nutritivos, desde las primeras dosis se advierten sus beneficio-
sos efectos ; puede administrarse en forma de granulos de ácido ar-
senioso, mejor tolerados siempre que los licores de Fowler, Peasson,
etcétera, ó bien en combinaciones orgánicas, cacodilatos, arrhenal,
que permiten hacer ingerir mayor cantidad de medicamentos sin
producir efectos tóxicos. *
Junto al arsénico pueden colocarse los hipofosñtos y ios glicero-
fosfatos, no á titulo de medicamentos que suministren fósforo, cosa
dudosa, como el arsénico, para evitar metabolismos muy activos;
el mismo Robin, que tanto ha preconizado los glicerofosfatos, sólo
les asigna el valor de restringir las pérdidas de fósforo del organis-
mo, no el de reponerlas.
La valeriana, que á Trousseau proporcionó tantas mejorías, tam-
bién podría ensayarse, así como el opio, que también modera los
cambios nutritivos.
En cuanto á las complicaciones vesicales, cistitis, hematuria, etc.,
emplearemos un tratamiento paliativo y sintomático, pensando
que sólo la desaparición de la causa puede dar lugar á una cura-
ción-completa y absoluta.
Por último, estimaremos aue estos enfermos son futuros artríticos
y les daremos reglas de higiene que les pongan al abrigo de cual-
quier ulterior ataque, que seguramente no tendría la benignidad de
esta primera manifestación.
409^
REVISTA DE HIGIENE
DOCTOR DON RAFAEL RODRÍGUEZ MÉNDEZ
Catadrátleo d« Higieoe en U Faeoltad d« MA^leloa d« BMealoaa.
SüMABio : I. Tuberculosis y layados de ropas ; higiene de los lavaderos.— II.
La lactancia y las infecciones ó intoxicaciones. — III. Asilo-Escuela de
Bicdtre : educación de idiotas, imbéciles, etc. -^ IV. El albayalde y los
pintores. — V. Psicología de los coloniales en regiones calientes. — VI.
Amenorrea y matrimonio.
I. Nada más vulgar hoy que la idea de que ciertas profesiones
exponen á la tuberculosis, figurando entre ellas, como de las prin-
cipales, el lavado de ropas y cuantas manipulaciones tienen que ver
con las procedentes de «tísicos. Esta creencia está arraigadisima en
España y otros países. A pesar de esto, S. Bernheim y A. Roblot, en
un articulo (Tuberculose et blanchisserie. Le Unge sale cause de con-
tagión tuberculeuse,—La Médecine oriéntale^ 190ü), se llaman \o% pri-
meros que han denunciado (Congreso de Medicina, París, 1905) el
peligro de los lavaderos, fundándose en el hecho, seguramente cier-
to, de que son muchos los que lavan ropas que acuden á los dispen-
«arios que tiene establecidos en París la Obra de la tuberculosis
bumana, en las malas condiciones de los lavaderos, sólo remedia-
bles instituyendo establecimientos industriales en que se haga bien
el transporte y la desinfección.
Poco después' (octubre de 1905) Landouzy hablaba del mismo
asunto. Decía que la tuberculosis de los lavanderos sólo por excep-
ción era quirúrgica : larvada algunas veces, de ordinario clásica,
reside de preferencia en las vías respiratorias y tiene curso agudo.
Ataca á más del tercio de las 1.202 lavanderas y repasadoras y á
menos de la mitad de los lavanderos. La mortalidad es grandísima :
de 238 profesionales de uno y otro sexo, muertos durante un quin-
quenio en el Hospital Laónnec, 143 sucumbieron á la tuberculosis.
En 1903, en dicho hospital la morbosidad tuberculosa fué de 697, de
los cuales 71 lavaban ropa; la mortalidad total fué de 582 para to-
dos los oficios y enfermedades, la tuberculosa de 215, la general de
lavanderos y lavanderas de 37 y la tuberculosa¡de éstos de 29. Pa-
recen los hombres más atacados que las mujeres : de 50 lavanderos
410
muertos, 38 lo fueron por tuberculosis (75 por 100), y de 187 lavan-
deras hubo 105 que fallecieron tuberculosas (58 por 100).
Foá, de Milán, ha narrado cinco casos de inoculaciones locales en
lavanderas, en forma de nodulos tuberculosos, tuberculomas, que
valen tanto como hechos experimentales.
H. Blocq y Plicque (Congreso de Higiene social de Arras), han
citado numerosos casos de contagio por el mobiliario de tísicos. En
los que conducen muebles y otros objetos al Hotel de Ventas, á pesar
de ser gente fornida, hubo en los últimos veinte años el 72 por 100
de muertos por tuberculosis. Las profesiones más expuestas (médi-
cos, 14 por lüO; hermanas hospitalarias, 27; enfermeros, 58) no lle-
gan á tanto. En las lavanderas, á lo menos en las que trabajan al
menudeo, la mortalidad quizás sea tan elevada como en los enfer-
meros.
Expuestos estos hechos, S. Bemheim y A. Roblot emprenden una
severa critica del decreto (4 de abril de 1905) del Ministerio de Co-
mercio (Francia), por el que se reglamenta la industria del lavado,
y sobre todo, la manipulación de la ropit sucia en los talleres de
lavado.
Art. 1.^ Obliga á los directores de los lavaderos á que adopten
medidas de protección y salubridad.— Esto es fácil en los grandes
establecimientos; pero en los pequeños y particulares, ¿cómo se
hace y á quién se obliga?
Art. 2.^ Impone el deber de que las ropas sucias ingresen en sacos,
envoltorios ú otros recipientes cerrados cuidadosamente durante
el transporte. — Esto es fácil de decir, pero no se determina el modo
de efectuar la vigilancia ni la penalidad. Debiera haber un modelo
uniforme.
Art. 3.^ Previene que antes de sacar las ropas se haga la desin-
fección ó la ebullición en solución alcalina, y á falta de éstas sea
regado el contenido para que no se desprenda polvo y desinfectados
ó lexiviados los recipientes. Si las ropas proceden de hospitales 6
establecimientos análogos, la desinfección es obligatoria. —¿Cómo
hacer esto en las industrias pequeñas y en el domicilio particular?
Art. 4.® Se impone á los dueños el deber de que provean de sobre-
todos á los operarios que manejen la ropa sucia, de que los tengan
en buenas condiciones y sean lavados con frecuencia y de que no
contacten con los departamentos limpios, ni con la ropa lavada. —
Puede decirse lo mismo.
Art. 5.® Prohibe manipular ropa sucia no desinfectada ó lexivia-
411
da 6D las salas de repaso ó en donde haya ropa lavada.— Beto exige
departamentos que no existen.
Art. 6.^ Las aguas de enjabonar y enjuagar deben ser conduci-
das íuerajdel^taller por conducto cerrado. — La misma crítica.
Art. 7.° Se fijará en sitio muy visible un reglamento que prescri-
ba el uso de vestidos de trabajo, la limpieza del personal antes de
salir dell taller y que no se coma en los departamentos destinados á
la ropa sucia. — Ídem id.
Art. 8.° Fija en seis meses la fecha para empezar á cumplir este
decreto.y en tres años la del cumplimiento de los arts. 5.° y 6.^ ^ Pla-
zo largo en demasía, dado el peligro.
Seguramente hay en este decreto tendencia plausible, pero es
parsimonioso, incompleto y no establece penalidad.
La ropa sucia debe ser depositada en cajas de hojadela ó en sacos
bien cerrados, que se recojerá á domicilio y que se devolverá des-
infectados.
Al llegar al establecimiento la ropa sucia, será desinfectada, sien-
do preferible hacerlo antes de sacarla.
El departamento de llegada y de desinfección debe estar separa-
do por completo de todos los demás.
Destinar unos coches al transporte de la ropa sucia, que serán
desinfectados despuós de cada viaje, y otros al de la ropa limpia.
Estas condiciones son las que proponen Bernheim y Roblot para
los talleres de cierta importancia. Mas lo higiénico sería, como se
hace con otros servicios, establecer lavaderos industriales ó muni-
cipales, bien dotados y dispuestos, únicos en que es posible llevar á
buen término los preceptos profilácticos. Si se desinfecta la casa y
los muebles, ¿por qué no iguales medidas antes de entregar la ropa
sucia, cuya acción nociva está demostrada con exceso?
11. De antiguo viene la idea de que la lactancia obra mengaando
la resistencia orgánica á las enfermedades; pero hasta ahora no se
había escrito un trabajo de conjunto, fundado en datos clínicos y
experimentales. G. Vitry ha cumplido en buena parte esta tarea
con su tesis de París : Physiologie de la nourrice.
La nodriza sufre en su modo de ser normal una ^erie de modifica-
ciones, siendo las más importantes las que presenta el hígado: his-
tológicamente, sufre sobrecarga grasosa ; función almen te, está al-
terado en todos conceptos, como demuestra, para la glucogénesis,
la glucosuria alimenticia, para la antitoxis, lo que ocurre con la ni-
cotina, para la adipogénesis y para la uropoiesis. Jos trastornos ca-
412
racterísticos. La sangre también cambia: ligera disminución del
número de los hematíes y leucocitosis, apreciable con predominio
de los mononucleares; otro hecho notable es la lactosuria, debida á
la absorción de la lactosa po^ el epitelio mamario, que produce au-
mento de azúcar en la sangre. Adem&s, es m&s lenta la nutrición
general, el coeficiente azotúrico es inferior al normal, los fosfatos
son eliminados en exceso y es menor la alcalinidad de la sangre.
EUi estas condiciones orgánicas, ¿disminuye la resistencia á los
agentes patógenos? Así lo demuestran la experimentación y la clí-
nica : aquélla, probando que las hembras en lactancia son m&s sen-
sibles á los venenos (estricnina), y á ciertos microbios (piociánico,
neumococo, bacilo de Koch), y ésta, sin que haya estadística que lo
compruebe todavía, revelando que el organismo es menos resisten-
te á la infección puerperal, pulmonía, paludismo, difteria, etc. Res-
pecto á la tuberculosis, la lactancia parece favorecer su aparición
en los individuos predispuestos y acelerar su evolución en los lige-
ramente atacados.
III. So pena de hacer, como en Esparta, el sacrificio de los defor-
mes de cuerpo y espíritu, de esos no-valores sociales, y en tanto lle-
gamos á mejores tiempos de la higiene práctica en que se evite el
génesis de esos seres, mediante la cultura de las masas, la guerra
al alcohol, la protección á la embarazada, etc., hay que preocupar-
se de ellos. Bourneville lo ha hecho en gran manera y una de sus
obras, el Asilo- Escuela de Bicétre, merece sincero aplauso. No es de
temer que al ser jubilado el gran neurólogo (1.^ de enero de 1906), se
extinga la inmensa labor realizada. De un trabajo de Fouveau de
Courmelles {Ann. de Méd. eí de Ohír, in/antiies, 1906), aprovecho
datos para dar á conocer esa especial escuela de idiotas ó atra-
sados, que han conseguido en ella ser gente útil, trabajadora, en
vez de pesada carga social.
El sábado es el dia de visita médica, y el viernes se destina á con-
sulta.
A las nueve y media de la mañana, sesión de gimnástica y baile:
muchos niños deprimidos, indiferentes, sin expresión, tontos, toman
parte activa, armónica, en estos movimientos y cambian durante
ellos de aspecto. Esta gimnasia los desarrolla, contribuyendo no
poco á la reforma la administración de la glándula tiroides á los
mixedematosos. Con la radiografía se averigua los que no pueden
sacar provecho de esta gimnasia, es decir, los que tienen soldadas
las articulaciones vertebrales.
413
Si no curables, todae las invalideces son mejorables, y se pueden
hacer útiles á los individuos para el trabajo. Los ciegos trabajan, y
en Bicétre hacen sillas é instrumentos de música; los sordo-mudos
leen y se instruyen en multitud de asuntos. Hay todos los oficios, y
en las salas de trabajo cada objeto tiene puesto su nombre en
gruesos caracteres para que se fije bien en sus cerebros, cuyo des-
pertar se inicia. De este modo, resultan poco onerosos á la Adminis-
tración.
A algunos se les ha de enseñar todo : comer, beber, lavarse, ha-
cer sus deposiciones naturales; los muy sucios llegan á ser semi-
sucios, y éstos, se convierten en limpios; todos estos progresos son
obra de una gran constancia y de repeticiones continuas. Para
fijar, por ejemplo, la idea de una cuchara, se la enseña, se la dibu-
ja, se escribe el nombre, etc. A los mejores se les pone de jefe de gru-
po, especie de monitores, y, ellos, por educación mutua, van mejo-
rando á los demás. La emqlacidn es un poderoso recurso. En ver-
dad, es prodigiosa la iniciativa desplegada para hacerles compren-
der el peso, los colores, la escritura, etc.
Poco apoco se van desarrollando el cerebro y las aptitudes, y la
cara da cuenta, coii su distinta expresión, de la metamorfosis rea-
lizada.
¿Por qué se nace idiota? La herencia no es la que más interviene r
el cansancio, las enfermedades, la embriaguez, las excitaciones, los
estados emocionales, son más culpables, y asi brotan, de padres
sanos hijos débiles, enfermizos, degenerados, tarados, neurasténi-
ODS, predispuestos, dementes, monstruos En el acto de lá concep-
ción no preside elemento favorable alguno, como no sea obra del
acaso. Durante el embarazo no todo es próspero para el hijo. Asi se
producen los idiotas y otros. Sacudiendo Dároste los huevos durante
la incubación ha obtenido pájaros teratológicos.
La enseñanza metódica es el mejor remedio, la mejor atenuación
de las degeneraciones. Se procede de lo simple á lo compuesto, de
lo local y circunscrito á lo regional y más extenso; las lecciones de
cosas al aire libre son la base de la reforma, desde, por ejemplo, la
semilla á la planta, al jardín, procurando que el alumno lo realice
por si mismo; desde |el gallo y la gallina al huevo, al pollito, etcé-
tera. La linterna mágica y las proyecciones de letras, de silabas,
cuyos sonidos se repiten muchas veces; el dibujo es un poderoso au-
xiliar.
Las mujeres son más educables que los hombres.
414
La ducha tónica es diaria^ y el baño general una vez á la semana*
No se obliga á ellos, pero la presencia sistemática de los rebeldes
acaba por reducirlos.
Los bronquíticos y tuberculosos incipientes son aislados sin
demora.
IV. Uñ poco más y el albayalde es inocente p^ara los pintores. El
Senado francés nombró una comisión para estudiar los efectos de
dicha substancia^ y el Dr. Treille ha presentado un informe, cuyas
conclusiones vienen á decir : ^
De 174 pintores asilados, por diversos motivos, en los hospicios de
Francia en 1904, sólo 27 tenían lesiones reputadas de origen profe-
sional.
Suponiendo que sean otros tantos los pintores no hospitalizados,
está muy lejos la intoxicación plúmbica de ser lo frecuente que
se cree.
Está por demostrar que los pintores tengan una mortalidad exce-
siva por razón del oñcio.
La mortalidad saturnina para toda Francia, contando con gran
exageración, es de 10 cada año, es decir, un muerto por 7.000 ú 8.000
pintores.
.V. Escande, de Messiéres, ha publicado un E%iai sur la psycholO'
gie dea coloniaux^ en que destaca bien la acción del calor sobre el
estado mental.
En pocas páginas muestra la acción lenta y nefasta del demonio
térmico^ que anemia el cerebro del blanco, hipertrofia el hígado y
el bazo, y congestiona el tubo digestivo y los ríñones. Poco á poco
se extingue la salud. El insomnio, la fiebre, el calor que aplana, la
pestilencia de los establos y aguas sucias, la forzada ociosidad de
los blockhauB^ la inmensa desolación de esas regiones malditas, ma-
lean las constituciones más robustas y convierten los hombres fuer-
tes en precoces viejos, de tinte pálido, arrugados y amaríMos como
limones estrujados. El organismo se desmineraliza, se hiperestesia
el sistema nervioso y la conciencia se ennegrece pronto al fuego del
ecuador.
Todos los coloniales están más ó menos afectos : los unos, los de
temple mejor, reaccionan, se adaptan al medio, hacen callar sus
viejos recuerdos y sacan partido del presente; los otros, los débiles,
los sonadores, esclavos del pasado y de las costujanbres, no se habi-
túan al aislamiento y caen en el marasmo y el fastidio.
En estos desalentados, va aumentando la anemia cerebral, exal-
415
tándose el yo y los «ufrimientos, hiperestesiándose los deseos sexua-
les y las pasiones anormales, hipertrofiándose el yo y las prerroga-
tivas del grado.
Es tal la intoxicación de la idea, que el menor hecho vulgar ad-
quiere proporciones gigantescas y es la fuente de esas ferocidades
inexplicables del centro africano, de esos asesinatos misteriosos, de
esas revueltas que espantan. Nada detiene á estos agotados, A estos
delirantes en estado de vigilia, víctimas del clima debilitante de los
trópicos, con frecuencia exaltados por el alcohol ó el opio.
Debiera cuidarse mucho de evitar la remisión de soldados no se-
lectos y debiera cuidarse de su salud física y moral, huyendo de la
ociosidad como del agotamiento, cuidando de la alimentación, pre-
vinióndoJes de los riesgos del alcohol y del opio y repatriando' á to-
dos los envenenados con los agenjos, á todos los intoxicados que el
sol convierte en locos.
VI. En la tesis del Dr. Rómi Vidal iKménorrhée et mariage, Bur-
deos), entre otras cuestiones se trata de responder á esta pregunta :
mi hija no está reglada, ¿pueden aparecer las reglas? ¿puede ca-
sarse? Sólo el examen de los órganos sexuales es capaz de resolver
el problema.
Joven sana, proporcionada, con glándulas mamarias desarrolla-
das, pelvis de buena conformación, órganos sexuales externos, hen-
didura vulvar permeable, vagina permeable, existencia del útero
y fenómenos congestivos periódicos en la pelvis. Es probable que
haya ovarios y haya ovulación, á pesar de la anemia del flujo
menstrual. Esta joven podrá cumplir sus deberes conyugales y es
muy posible que la excitación provocada por el coito desempeñe el
papel de excelente emenagogo. Además es sabido que sin reglas
puede haber fecundación con tal que haya ovulación. En este caso
es realizable el matrimonio, pero la delicadeza impone dar cuenta
al futuro esposo del hecho.
Falta de menstruación, ausencia ú oblileración de la vagina; de
existir el útero, ciertas señales pueíen revelar la ovulación y hasta
que la sangre se acumula en la cavidad uterina. Si una operación
no puede vencer el obstáculo vaginal, abrir paso á las reglas y á
las relaciones sexuales, el matrimonio no debe ser aconsejado.
Falta de reglas, vagina y matriz. Negativa absoluta (Raciborsky).
416
BIBLIOGRAFÍA
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DOCTOR D. EMILIO PÉREZ NOGUERA
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ly. ApUBTBS CLfBICOS DB UBA BPIDBMIA DB TIFT7B BXABTBMÁTICO, por Ol Dr. Don
Santos Bubiano. ün folleto de 14 páginas. Madrid, 1905.
Esta obra, de carácter eminentemente práctico, está hecha con
ebobjeto de servir de guía á los médicos y farmacéuticos en los aná-
lisis químicos que tengan necesidad de practicar, y representa el
fruto de una larga experiencia de laboratorio, donde en el transcur-
so de muchos años, se han ido aquilatando las ventajas y poniendo
de manifiesto los inconvenientes de casi todos los procedimientos
analíticos recomendados hasta ahora.
Sin perder nunca de vista el fin particular que persigue y las con-
diciones especiales de la clase médico-farmacéutica, para quien fué
hecho, el libro que analizamos está escrito con gran concisión y
sencillez de lenguaje, procurando no incurrir en tecnicismos poco
comunes, recomendando en primer lugar los procedimientos más
fáciles y más rápidos, y prescindiendo, en todo lo posible, de opera-
ciones que exijan el empleo de complicados aparatos 6 la práctica
de manipulaciones difíciles y delicadas.
El autor sabe muy bien que, por regla general, los médicos y ios
farmacéuticos carecen de laboratorios de análisis establecidos en
locales bien acondicionados y provistos de todos los aparatos nece-
sarios; asimismo, no ignora que, por falta de práctica, tropiezan
casi siempre con invencibles dificultades al llevar á término las más
417
sencillas operaciones de química general^ y como todos estos incon-
venientes suelen ser la causa de que en el ejercicio de la profesión
se prescinda casi por completo de la poderosa ayuda que tanto los
análisis clínicos, como los higiénicos y farmacológicos, pueden pro-
porcionarnos, pone particular empeño en remediar tan lamentables
deficiencias, simplificando todo la posible no sólo el instrumental,
sino también el proceder operatorio, describiendo con especial cui-
dado las operaciones fundamentales que se han de repetir después,
del mismo modo, en todos los análisis; prescindiendo casi en abso-
luto de fórmulas químicas y de explicaciones técnicas, huyendo con
muy buen acuerdo del pernicioso sistema de la multiplicidad de mé-
todos, es decir, del más apropiado para.conf undir y desanimar á los
principiantes, poniendo ejemplos de todos los cálculos que son nece-
sarios en los análisis volumétricos, explicando con gran lujo de de-
talles la manera de preparar los principales reactivos y describien-
do, en fin, para cada operación un solo método, pero después de ha-
berse convencido por medio de repetidos ensayos, de que es el que
reüne mayor sencillez de ejecución y mayor exactitud y seguridad
de resultados.
La primera parte de tan interesante libro está dedicada á las
operacioness generales de laboratorio, haciendo un estudio muy de-
tallado de las pesadas, medidas de volumen, medidas de los gases,
determinación dedensidades, filtración, precipitación, evaporación,
desecación, carbonización, calcinación, cálculo de los análisis pon-
derales y volumétricos, y preparación de reactivos indicadores, ge-
nerales y especiales. Este último capitulo es verdaderamente nota-
ble, no sólo por el gran número de reactivos descriptos, sino por el
especial cuidado y profusión de detalles con que está expuesta la
manera de prepararlos y la técnica especial de su comprobación y
valoración.
Bn la segunda parte se ocupa del análisis cualitativo general,
comenzando por describir las reacciones características de las ba*
ses y de los ácidos, para seguir después con el estudio de las que po-
nen de manifiesto á los principales ácidos y sales orgánicas, sin ol-
vidar los alcaloides medicinales y algunos glucósidos y cuerpos
neutros empleados en terapéutica.
Bn la tercera, no se trata de otra cosa que de los análisis indus-
triales, acidimetria, alcalimetría, análisis de los abonos, de las tie-
rras, de las potasas comerciales, del estaño, de los minerales de hie-
rro, de las monedas, de las aguas industriales, de los alcoholes y
83
418
aguardientes, de los azdcares, de los jabones, de las sales y de otros
muchos productos análogos.
La cuarta está dedicada por completo al estudio de los análisis
de las substancias alimenticias^ vinos^ cervezas^ sidras, vinagres,
leche, aceite de olivas, manteca, agua potable y harinas: continúa
ocupándose en la parte siguiente, de los análisis médicos relativos á
los productos normales y patológicos (orina, cálculos, jugo gástri-
co, etc., etc.), y termina describiendo en el capitulo VI, los ensayos
y valoración de las drogas más usuales y de los productos farma-
céuticos más generalmente usados.
El Dr. Olmedilla, cuyas excepcionales condiciones de escritor elo-
cuente y correcto, vastísima ilustración profesional y laboriosidad
infatigable, son bien conocidas de toda la clase médico-farmacéuti-
ca española, ha enriquecido el libro que analizamos con gran nú-
mero de interesantes notas, ampliando en ciertos casos las descrip-
ciones del autor, consignando alguúas veces las enseñanzas dedu-
cidas de su propia experiencia, y exponiendo en otras muchas su
opinión particular sobre determinados asuntos técnicos.
II
Creemos que el Sr. Cordonnier, de nacionalidad francesa y pre-
parador de la Escuela Superior de Farmacia de París, ha prestado
un importante servicio á la literatura médica española, dando á co-
nocer el curiosísimo libro Modus faciendt, escrito en la primera mi-
tad del siglo XVI por el sabio farmacólogo sevillano Fray Bemar-
diño Laredo.
El Sr. Duran Desunvila ha redactado para este folleto un prólogo
muy interesante, describiendo á grandes rasgos el estado de pro-
greso en que por aquella época se encontraban las Ciencias Médi-
cas en nuestro país, y ha adicionado buen número de notas, am-
pliando ó comentando diversos pasajes del trabajo.de Cordonnier.
Reciban uno y otro nuestra más cordial felicitación por tan sim-
pática obra.
III 4
Se describe en esta monografía un nuevo método de preparación
del oxígeno por medio de la oxilita, que tiene la ventaja de producir
dicho gas químicamente puro, con muy poco coste, y sin necesidad
de manipulaciones largas y delicadas, ni de aparatos complicados y
costosos.
Después de algunas generalidades sobre los progresos efectuados
419
por la química en estos últimos años, expone el autor 4os principa»
les caracteres del oxigeno; estudia más detenidamente los diversos
procedimientos que se han recomendado, hasta ahora, para obte-
nerlo; describe con toda clase de detalles el de Taubert, sin olvidar
una explicación muy minuciosa de ia forma y manejo de los apara-
tos necesarios, y termina con la exposición de ligeras nociones sobre
^1 empleo del oxigeno en terapéutica.
IV
El Dr. Santos Rubiano, módico primero de Sanidad militar, nos
presenta en el pequeño folleto de que se trata, un estudio clínico
muy interesante de varios casos de tifus exantemático ocurridos en
la guarnición de Melilla, durante el mes de octubre.de 1901, con es-
pecial indicación de los caracteres particulares de esta epidemia y
del tratamiento farmacológico empleado.
El trabajo de tan distinguido compañero está muy bien escrito y
dem'iestra, no sólo los grandes conocimientos cientiñcos del autor, .
-sino también sus relevantes condiciones como observador y como
<;linico. ^
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Ptouds-anquilodactitit cengénita con falta do la falangota do ambos moHiquoo.
— En la Medicina de loe Niñae, de BarceloDs, el Dr. D. Luis Moragas Po-
mar, publica el caso clinico relativo á ana ni&a de cinco semanas, sin ao-
tecedentes morbosos propios, ni de sus padres; el embarazo de la madre fué
en extremo normal, lo mismo que el parto. Pocos dias después del n acimien-
to notó su madre que los dedos de las manitas de la ni&a no tenían el mo«
vimientode flexión propio de las de su edad; sus dedos aparecían envara*
dos; en vista de ello acudieron á su consulta, y examinándola detenida-
mente, noté los fenómenos siguientes: á la inspección visual jie ambas ma-
nos se observa que los dedos mefliques son más cortos que los de otros ni-
fios de la misma edad; igual observación puede hacerse, si bien menos
acentuada, en los anulares; además, todos los dedos de las manos, excep-
ción de los pulgares, son más delgados de la punta que del resto, faltando
Á la vez las arrugas propias de la articulación falángica-falangética.
Los movimientos espontáneos de las articulaciones de los dedos son cu-
420
riosfsimos, pues eólo se yerifícan los metacarpo-falángicos (flexión-exten*
sión) y los falangéticofalangino, exceptuando los dedos anulares, que casi
están envarados del todo.
Al imprimir artificialmente moyimientos de extensión y flexión compro-
bó la falta de movimientos en las articulaciones mencionadas, 7 á la yes
se cercioró de que faltaba en ambos meñiques la falangeta, quedando sola
las articulaciones metacarpo-falángica y falángica-falangina.
La aprehensión de los objetos se hace actualmente por la flexión en ane-
gólo agudo ayudada por el pulgar, es una pretensión grosera ; en la parte
muscular no hay atrofia, y por lo tanto, existe la fuerza proporcional á la
tierna edad.
Dada la rareza del caso, que califica de pseudo-anquilodactilia congénita,
con ausencia de la falangeta de ambos meñiques, lo ha presentado en el
Instituto Medico- Farmacéutico, en donde ha sido examinado con atención»
y acoi^iendo sus indicaciones los Dres. G. Gomas y A. Prió, han sacado una
instrnctiya radiografía de sumo interés, con cuyo examen nótase en primer
término la falta en los dos meñiques de las falangetas, existiendo solamen-
te la falange y la falangina, y sólo se llega á apreciar un pequeñísimo pun-
to de osificación en el dedo anular derecho; la normalidad y proporcio-
^ nalidad de los metacarpianos y falanges, mientras que las falangetas de lo»
dedos índice y anular se hallan sumamente aproximados á las falanges, no
dejando casi espacio transparente articular como sucede en los dedos pul-
gares y en los espacios falanginofalangéticos de los citacLos dedos; también
es digno de notar la unión en la mano derecha de los huesos de la mufieca,
grande y ganchoso; como se ye, pues, por la radiografía, el diagnóstico por
él sentado en parte se confirma, es decir, hay ausencia de las falangetas
de los meñiques, así como se nota falta completa en el dedo anular izquier-
do y sólo un minúsculo punto de osificación en el derecho ; en los demá»
dedos se notan los tres segmentos óseos separados por tejido transparente,
indicio de articulación, mas en los dedos Índice y medio este espacio e&
poco manifiesto, y como sólo al cabo de algún tiempo después del naci-
miento aparecen los puntos de osificación epifísarios, hasta entonces na
podrá asegurarse por modo concreto si la articulación está bien constituida
ó si llegará á soldarse, cosa que cree probable dada la condensación del
tejido cartilaginoso que se observa en la articulación, pues á pesar de los
moyimientos forzados y masaje á que está sujeta la niña, no se observan
indicios de movimientos, en especial en los dedos índices y medios; sin em-
bargo, han adquirido más agilidad los movimientos de flexión y extensión
metacarpo-falángicos y falangéticos falanginos ; no obstante, cree no debe
abandonarse dichos medios, pues dada la escasa edad de la niña y el no
estar completado el desarrollo articular, puede con paciencia llegarse á
obtener algún*resultado, cosa no probable, mas si tal sucediera quedarla
la niña imposibilitada para hacer trabajos delicados á causa de la incom-
pleta aprehensión, así como el coger objetos cilindricos de al^ún tamaño j
peso por no poder curvar los dedos en forma de garra ; sin embargo, por la
educación y una gimnasia bien dirigida se consiguen prodigios, y este caso
es de los que se prestan á ello. — Sarabia.
421
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENIlFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
Seiián del dia 24 de Julio de Í906 (1).
Emigración y salud pública.— Loa Dres. Chantbmxssb y Borbl: Vamos á
demostrar hoy con qué facilidad un emigrante enfermo atraTieaa la fronte-
ra terrestre, y los peligros á qae exponen á Marsella los emigrantes orien-
tales que en ella permanecen algún tiempo.
I. Frontera terrestre y viaje en ferrocarril. Dos ejemplos bastarán: 840
emigrantes partieron en tren especial de Gzernowitz (Austria), y después
de seis días sin reposo, llegaron el 9 de mayo último á la estación del Este;
del vagón salió el cadáver de un niño ; el diagnóstico de la causa de la
muerto que hizo el médico de la estación fué el de < miseria fisiológica»;
hasta Pantin no se supo que hubiese muerto dicho nifio; ¿qué hubiera ocu-
rrido si la enfermedad á la cual sucumbió hubiese sido el cólera? Hace
pocos meses 100 emigrantes de nacionalidad alemana, atravesaron la fron-
tera francesa en Belfort, y llegaron á Marsella tan alarmados y en malas
-condiciones que se amotinaron, y se les tuvo que llevar rápidamente á bor-
do y se les sirvió de comer, con lo cual se calmaron. Si esto llega á ocurrir
el año pasado, cuando el cólera reinaba en Alemania, es muy probable que
algunos de los emigrantes lo hubiesen contraído en el camino.
II. Procedencia de loe emigrantes de Alareeüa y eu estando, en esta po-
blación. Los emigrantes que llegan á Marsella, en número de unos 1.500
por afio, son princinalmente griegos, sirios y armenios ; embarcan en las di-
versas escalas de levante y en este momento no son, desde el punto de vis-
ta de la ley francesa, emigrantes, sino simples pasajeros del puente, donde
se les tiene sin abrigo, sin resguardo, amontonados, etc. El médico de sa-
nidad marítima pasa una visita más ó menos sumaria á esa masa de indi-
viduos acumulados en el puente, el buque parte y la travesía se verifica
sin dificultades, á no ser que reinando el cólera en Siria se declare una
epidemia entre dicha gente, sin haber nada á bordo para conjurar este pe-
ligro. ¿Cómo viven estos emigrantes durante su estancia en Marsella? Des-
pués de fracasar filantrópicas intenciones, viven como vivían años atrás,
en hospederías reducidas y malsanas. De una investigación hecha en abril
por uno de nosotros resulta, por ejemplo, que habiendo muerto unos meses
antes el propietario de una de estas hospederías, se había instalado en ella
un sucesor que ni siquiera había hecho su declaración á la policía; nos de-
claró que tenía en su casa 60 emigrantes y nosotros contamos 127 de todas
nacionalidades, sirios, armenios, persas, etc. Las habitaciones mayores me-
dian 11 metros de largo por 4'20 de ancho y 8 de alto, contenían de 18 á 20
(1) La lesión del día 31, última del curso aetoal, se levantó en señal de duelo por la
del Dr. BrouardeU
422
emigrantes; afortnnadamente las puertas y ventanas casi todas estaba»
rotas, lo cual permitía qne el aire fuera menos irrespirable ; en toda la casa
no había más que un retrete. En todas partes reinaba la mayor suciedad y
las escaleras estaban todas mojadas de orina. Al preguntar al propietario-
qué hacia con los enfermoSt contestó qne avisaba á la inspección de policía^
si juzgaba que la enfermedad valía la pena. 8i algún día se delarara el có*
lera en una hospedería de esta clase, no es dudoso que la mayoría de Ios-
habitantes de la misma y de las casas vecinas serian rápidamente victiman
del padecimiento. La conclusión de esta nota no debe ser la petición de
una reforma local, sino la de estudiar las opiniones emitidas por la Acade-
mia de Medicina hace algunos meses respecto á la necesidad de reformar
enteramente nuestra legislación acerca de la emigración, que data de me-
dio siglo.
Do la asistencia médica en Inda-China. —El Dr. Eerhoroant : La primera
preocupación de la Administración ha sido la de asegurar desde el prin*
cipio los socorros médicos á los diferentes personales civiles y militares»,
tanto europeos como indígenas, que ella empleaba. Después de la pacifi-
cación completa de todo el país, se han extendido las obras de asistencia 4
todos los indígenas. Para preservar á éstos de las enfermedades que lea
diezman, se ha fundado todo un sistema de vigilancia, no sólo en las fron-
teras marítimas y terrestres y en los caminos de penetración, sino que tam-
bién en el interior, creando correos médicos y construyendo hospitales de
aislamiento, llamados lazaretos interiores, 6e han enviado médicos á los con-
sulados de China y 8iam, los cuales prestan muy grandes servicios ¿ nues-
tras colonias del Extremo Oriente, porque les enseñan la marcha de la» '
epidemias en los países vecinos y les permite de este modo tomar á tiem-
po las medidas necesarias para preservarse de ellas. Además, los cuidados-
que prestan á los indígenas de estos países constituyen un excelente medio
de influencia sobre estas diferentes poblaciones. También se han fundada
institutos, centros de vacunación, laboratorios de investigaciones, estable-
cimientos que no sólo se ocupan de las enfermedades propias del hombre,,
sino que también de las que padecen los animales. Las aguas de la alimen-
tación también han sido objeto de profundos estudios, y gracias á las ma-
ternidades creadas en Oochinchina, la mortalidad infantil ha disminuida
sensiblemente.
(Se suspenden las sesiones hasta el mes de octubre). — Godina Castbllví.
SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
8t9ión del dia 25 dt Julio de 1906,
Amasamiento del corazón. — El Dr. Rochabd : En la última sesión el
Dr. Mauclaire, á propósito del amasamiento del corazón, sobre iodo en los^
casos de colapso dorofórmico, indicó que las inyecciones de líquidos irri-^
tantes hechas en los vasos gruesos del cuello han sido eficaces en los ani-
males, pero inútiles en el hombre. Estoy completamente de acuerdo con
él en lo que se refiere á las inyecciones, pero creo que para el amasamiento
423
del corazón la mejor vía es la infradiafr^gmática, porque en un momento
puede abrirse el abdomen y aplicarse la mano sobre el corazón.
El Dr. MAUOLáiBB : Este procedimiento merece ser empleado, pero no
por eso debe suspenderse el estudio de las inyecciones intrarasculares.
El Dr. ThiAry : Existe otro medio del que nadie se ha ocupado en esta
discusión; es la traqueotomia seguida de la insuflación directa de aire en
los pulmones. Este procedimiento merece ser ensayado, puesto que con él
se obtienen éxitos cuando menos en las dos terceras partes de los casos.
Perioolitit adhesiva estenesanto. — El Dr. Pothbrat : Voy á ocuparme de
nn caso comunicado por el Dr. Delangre. La enferma, de veintiún años,
sin antecedentes morbosos, padecía desde hacia bastante tiempo crisis do-
lorosas abdominales. Estas crisis se repetían cada tres meses é i ban acom-
pañadas de Yómitoa. El vientre estaba abombado, los dolores eran difusos,
DO habla localización en el punto de Mac Burney. Se practicó la laparoto-
mía lateral, encontrándose el apéndice sano y el colon ascendente sujeto
por bridas numerosas. Destruidas éstas, el intestino recobró su volumen
ordinario. El Dr. Delangre hizo por precaución el desagüe y á los dieci-
ocho días la enferma estaba completamente curada, no habiendo vuelto á
padecer las crisis dolorosas.
Enterocelitis y tpendleitit. — El Dr. Broca : Esta cuestión interesante ha
sido discutida de nuevo en la Academia de Medicina. Es preciso ante todo
saber con exactitud lo que debe entenderse por enteritis. En ciertos casos
los síntomas son claros; en otros no sucede así y uno de ellos, en particu-
lar la diarrea, suele depender de la apendicitis concomitante. En los ni-
ños, sobre todo, es preciso tener en cuenta la infección que se sobreañade
á la enteritis de marcha aguda ó crónica. Guando se practica la apendi-
cectomla se ve en ocasiones desaparecer espontáneamente la enteritis; en
algunos enfermos es necesario recurrir á un tratamiento médico. Es muy
difícil decir en la actualidad en qué proporciones coexisten las enteritis y
las apendicitis, y cuál es la proporción de éxitos obtenidos con la apendi-
cectomla, porque existen muchas causas de errores que impiden hacer un
diagnóstico exacto.
Herida del cuello por arma do fuego. — El Dr. Picqué : La enferma objeto
de esta observación recibió en la región cervical izquierda un disparo de
revólver. Media hora después ingresó en el hospital. Se comprendió al
punto que estaba interesado un vaso grueso y se practicó la incisión clásica
de la ligadura de la carótida. Se extrajeron varios coágulos y al punto se
produjo una hemorragia abundante procedente de la carótida primitiva,
que estaba seccionada por completo, y de lá yugular interna que presenta-
ba una perforación en su cara anterior. La arteria se ligó y en la vena se
practicó una sutura lateral ; como el estado de la enferma era alarmante
á causa de la pérdida de sangre, se hicieron inyecciones intravenosas de
suero artificial. A las dos horas de operada la enferma, se observó hemi-
plegia del lado derecho. La hemiplegia principió á desaparecer á los quin-
ce días y en la actualidad esta mujer se encuentra casi completamente
carada.
(Se suspenden leu eeeUmea hasta el mes de ocUiAre). — F. Tolbdo.
424
i
XV CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA
Cdébrado «n LUhoa del 19 al 26 de Abril dé 1906.
(ContinuaeiÓD).
Sebre las perforacionot agudas del conducto gattro-intattinal. — El doctor
TiLLMANN : Voy á exponer loe resnltados de mi experiencia basada en 53
intervenciones practicadas en casos de perforaciones agudas del estómago^
intestino y yesicula biliar. Mis éxitos, cada Tez más numerosos desde que
intervengo de un modo más precoz, demuestran que las condiciones del
éxito son la precocidad del diagnóstico y la sencillez de la operación.
El primer síntoma de la perforación de la úlcera gástrica es á menudo
una sensación de plenitud sentida por el enfermo en la región epigástrica,
sensación que hace al enfermo tomar un purgante ; loe vómitos existen
también al principio, pero cesan cuando el enfermo toma alimentos ó lí-
quidos. En la perforación del apéndice los vómitos repetidos son completa-
mente característicos.
Desde el punto de vista etiológico, el traumatismo no desempeña tan gran
papel como el que se le concede de ordinario.
La úlcera de estómago presenta en la mayor parte de loe casos una per-
foración rodondeada del tamafio de una lenteja, cuyos bordes están des*
provistos de mucosa en una extensión de varios milímetros. Así que cuan*
do se quiere suturar tal perforación, es necesario hacer una incisión exten-
sa hasta pleno tejido sano.
La perforación del apéndice se produce con frecuencia por estallido del
órgano distendido; asi lo comprueban los orificios del tamafio de una ca-
beza de alfiler que se observan en la operación.
Gomo en estos casos de perforación la intervención debe ser lo más rá*
pida y sencilla posible, se puede preguntar si debe completarse con gran-
des lavados del peritoneo con la disolución fisiológica. He hecho construir
un aparato eléctrico que me permite tener siempre en reserva día y noche,
á la temperatura deseada, dicha disolución.
Todas las perforaciones que he podido operar en las sesenta primeras ho-
ras han curado. En los 8 casos en que intervine por perforación de úlcera
gástrica, uno sólo que operé en las seis primeras horas de la perforación
curó; otro operado á las veinticuatro horas y que tenía una vasta úlcera,
sucumbió á causa de la hemorragia ; otro operado á las treinta horas, vi-
vió quince días y murió de pihemia; todos los demás sucumbieron de peri-
tonitis.
En resumen, las causas que se han invocado hasta ahora para explicar
las neumonías que suceden con tanta frecuencia á las laparotomías, están
lejos, según creo, de convenir para todos los casos. He observado neumo-
nías que no sobrevienen á consecuencia de lesiones traumáticas ú operato-
rias del intestino, y creo que en estos casos, por lo menoe, se puede hacer
intervenir una embolia pulmonar, cuyo punto de partida es la abertura de
los conductos quilíferos y que sigue la vía del conducto tor^ico.
425
El prolapso roctal, tu patogonlt y trataiiiioiito.*-El Dr. N. Napolkou: Con*
Tiene distinguir el prolapso de la maeosa rectal 7 el prolapso del recto. El
primero depende siempre de ^a inflamación catarral. El tratamiento debe
ser dirigido contra este proceso. La simple excisión de los pliegues maco-
sos prolapsados snele ser insuficiente ; se obtiene mejor resaltado por la
torsión de la mucosa á 180^
El prolapso del recto no es mis que una hernia perineo-rectal. Las con-
diciones de su eTolución son: el descenso de la ezcayación vésico-rectal, la
atonía de la musculatura del recto y la debilidad de los músculos de la
pared inferior de la pelris. La longitud del conducto perineo- rectal, que
está destinado en estado fisiológico al paso del recto, se acorta en este pro-
lapso.
En el cadáver se puede producir con facilidad el prolapso del recto au-
mentando la presión abdominal interna. Para el tratamiento se recurre al
tipo de las operaciones radicales de hernias, que consiste en la supresión
del saco peritoneal, en la plegadura longitudinal de la muscular sobre la
pared anterior del recto, en la plegadura transversal j en la sutura de los
bordes medios de los músculos elevadores del ano.
Cirugía arterial y venosa. — El Dr. Abct Powkb: Durante los últimos
afios, la cirugía de los vasos sanguíneos ha realizado indudablemente
grandes progresos, gracias, sobre todo, á los conocimientos más exactos
del mecanismo de la circulación sanguínea y de la manera como se regula.
El primer efecto que han producido estas nuevas nociones ha sido escla-
recer la patogenia del shok y del colapso quirúrgico y hacer más racional
el tratamiento de estos accidentes. Desde este punto de vista conviene re-
cordar las investigaciones de Crile sobre la acción de la estricnina, del al*
cohol, del nitrito de amilo, de la digitalina, de las inyecciones de la diso-
lución fisiológica de cloruro sódico, de la adrenalina, etc., y sobre el
empleo del <( traje neumático' como medio de mantener la presión sanguí-
nea á nivel constante.
Para la ligadura de las arterias prefiero la seda enrollada en bobinas de
cristal, y que se ha hervido previamente un cuarto de hora por lo menos.
Desconfío del catgut, aunque haya sido preparado cuidadosamente.
En lo que se refiere al tratamiento de los aneurismas, un método nuevo,
recomendado hace algunos afios, había hecho concebir grandes esperanzas.
Me refiero á las inyecciones subcutáneas de gelatina, que se tiende hoy á
abandonar.
En la cirugía de las varices, la operación de Trendelenburg, sencilla y
rápida, ha realizado un gran progreso. Esta intervención no está, sin em-
bargo, indicada más que para las varices relativamente poco desarrolla-
das; y por lo que á mí se refiere, no he obtenido éxitos en casos de varico-
sidades capilares extensas, cuando toda la extremidad, desde el muslo
hasta el pié, está como jaspeada, ni en los que no existían más que una ó
dos dilataciones varicosas, pero muy gruesas.
Paralelamente al progreso de la cirugía de las varices del miembro infe-
rior, la del varícocele ha experimentado también una modificación radical
desde que la aplicación de la antisepsia y de la asepsia ha permitido abor-
dar directamente y sin peligro los vasos venosos y sustituir á los antiguos
426
tratamientos la ligadura ai desea bierto de los plexos dilatados, con ó sin
resección. Desde hace algunos afios practico la ligadura y la excisión sobre
las Tenas espermáticas (incisión al nivel del anillo inguinal externo) mejor
que sobre los plexos pampiniformes.
El Dr. Garbé : Para las ligaduras prefiero la seda muy fina heryida en
una disolución de sublimado, y reservo el catgut para las suturas de higa-
do y rifión. En el varicocele practico la excisión completa de las venas del
cordón con ligadura muy alta.
El Dr. Fbijóo: Empleo siempre la seda hervida en disoluciones fénica-
das ó el catgut yodado.
Intervenelén quirúrgica en las nofritit médicts.— El Dr. A. Poüsson : Estu-
diaremos sucesivamente : 1.^, el tratamiento quirúrgico de las nefritis agu-
das; 2.^, el tratamiento quirúrgico de las nefritis crónicas.
I. Tratamiento quirúrgico de las nefriHa agudas. — Las operaciones que se
han opuesto contra estas nefritis son : la nefrectomla parcial ó total , la ne-
frotomia, la decapsulación. "Ea fácil comprender el modo de acción de las ne-
frectomlas. La nefrotomla obra disminuyendo la tensión intrarrenal y pro-
vocando una abundante depleción sanguínea, y la* expulsión de restos epi-
teliales que obstruyen los canalillos. El efecto de la decapsulación se re-
duce á suprimir la compresión del rifión.
La mortalidad operatoria, relativamente pequeña (15*4 por 100), y la per-
sistencia de los resultados terapéuticos, legitiman la intervención en laa
nefritis agudas, pero sólo en los casos graves y después de fracasar los me-
dios médicos.
Las indicaciones y contraindicaciones de la intervención no pueden ex-
ponerse de un modo definitivo en el estado actual de nuestros conoci-
mientos.
La nefrotomla es la operación preferible en el tratamiento quirúrgico de
las nefritis agudas, porque asegura mejores resultados próximos y lejanos.
La nefrectomla debe reservarse para los casos en que existen lesiones pro-
fundas y extensas de un solo riñon. La decapsulación, empleada hasta hoy
muy pocas veces, es muy inferior á la sección del parenquima.
II. Tratamiento quirúrgico de loa nefritis crónicas, — Este tratamiento es
paliativo ó curativo.
El tratamiento paliativo se propone combatir las hematurias, los dolo-
res, las crisis urémicas, y las operaciones de que dispone son : la nefrecto-
mla, la nefrotomla, la nefrolisis, la decapsulación.
El modo de acción de la nefrectomla en las nefritis hematúricas y dolo-
rosas se comprende fácilmente, pero es más difícil comprenderle en las
crisis urémicas. Se explica por la existencia de un reflejo renorrenai que,
suprimido después de la ablación del rifión enfermo, permite al compafiero
volver á desempeñar sus funciones.
La nefrotomla obra en las nefritis dolorosas suprimiendo la compresión
y la estrangulación del parenquima en su cápsula. En las nefritis hemo-
rrágicas obra también suprimiendo la compresión y permitiendo de este
modo á la circulación renal regularizarse en todo el parenquima y resta-
blecerse la inervación. En las crisis urémicas obra también principalmente
suprimiendo la hipertensión intraparenquimatosa, que trastorna la fun-
427
€ión de loB epitelios. La nefrolisis obra corrigiendo la estraognlación renal
por la diflcisión de la cápsula adiposa esclerosada y adherida á loe tejidos
próximos. Por último, la decapsalación obra disminuyendo la congestión
renal y favoreciendo el desarrollo de una yascularización complementaria.
Bl tratamiento quirúrgico de las nefritis dolorosas y hemorrigicas ha
pasado en la actualidad á la práctica. La nefrotomia para una ú otra de
estas nefritis debe preferirse á la nefrectomia demasiado radical, á la ne-
frolisis y á la decapsul ación.
La intervención en las crisis urémieas da una mortalidad de 28'6 por 100,
mortalidad relativamente pequefia si se tiene en cuenta el estado grave de
los operados.
Aunque no cura de un modo definitivo la enfermedad de Bright, pro-
duce mejorías de larga duración. La operación sólo debe practicarse cuan-
do hayan fracasado los medios médicos, sin esperar, no obstante, á que sea
acentuada la fase tóxica y á que el miocardio en particular haya sido ata-
cado.
Aunque la mortalidad operatoria de la nefrotomia sea más elevada que
la de la decapsulación, lo que se debe indudablemente á la gravedad de
los casos incindidos, debe darse la preferencia á la primera, que es la única
que combate todos loé factores patogénicos de las crisis urémieas. Es útil
combinar la nefrotomia con la decapsulación, y en los casos de interven-
ción bilateral se harán en un lado las dos operaciones y en el otro sólo la
decapsulación.
El tratamiento curativo, cuya idea pertenece á Edebohls, se funda en el
papel aislador atribuido á la cápsula propia del rifión, la que, suprimida,
permite á los vasos periféricos penetrar en su parénquima y anastomosarse
con los de su propia substancia. El desarrollo de esta red anastomótica
entre los rasos del rifión y los de su cápsula ha sido negada por numerosos
experimentadores, pero la han observado otros; todos estos experimentos
no tienen más que un valor relativo, porque no se puede deducir de lo que
pasa con el rifión sano de un animal lo que ocurre en el mismo órgano en-
fermo del hombre; en loque se refiere á las pocas autopsias de enfermos
anteriormente tratados por la decapsulación, todas son negativas, excepto
una de Edebohls.
Los resultados inmediatos de la decapsulación en el período de estado
de la enfermedad de Bright son de 6'66 por 100 en las estadísticas hechas
con las operaciones practicadas por varios cirujanos y de 9 por 100 en la
estadística personal de Edebohls. Los resultados lejanos son también muy
satisfactorios.
La decapsulación es la única operación racional que permite esperar la
cura radical de las nefritis crónicas, pero será útil, con objeto de asegu-
rarse de un modo más rápido, si no más efectivo, el retorno de la función
renal, practicar la nefrotomia unilateral.
£1 Dr. GioBDANo: La medicina pierde sus derechos en las nefritis cuando
parece impotente para conjurar los peligros inmediatos ó detener su evo-
lución. El cirujano interviene eficazmente :
I."* Volviendo á su sitio los rifiones dolorosos en ectopia.
2." Desbridando — ó desprendiendo — la cápsula, contra la que el paren-
428
quima ingurgitado se eairaogola en Us üuet agudas, ó que esirangola por
reiraeei6n al parénqnima en las formas crónicas.
8.* lacindiendo el parénqnima.
Los buenos efectos de la intervención son, al parecer, debidos: á la ma*
lasEación operatoria del órgano, qne desobstmje mecánicamente los ca-
naliilos excretores; á la sangría local; al laiigato^ qne acelera la cirenla*
ción j la función ; al desprendimiento del rifión estrangulado ó dislocado.
Los métodos que tienden á dislocar el riftón en el peritoneo son rechasables
a priari. La circulación colateral no es el objeto de la interrención, aun-
que la nefrolisis esté indicada en ciertos casos de adherencias yicioeas,
aunque muy Tascnlares.
La decapsulación da mejores resultados: en las formas agudas post in-
fecciosas que pueden ocasionar la anuria, ó producir la supuración, ó ha-
cerse crónicas; en los periodos agudos de una nefritis crónica. La decapsu-
lación está indicada también en las nefritis hemorrágicas agudas rebeldes
al tratamiento interno. En las hemorragias crónicas ó recidivantes es pre-
ferible recurrir á la nefrotomia, incindiendo principalmente el polo infe*
ríor.
En las formas bilaterales es mejor interrenir en ambos lados. La rápidas
de la interrención da un coeficiente elevado de éxitos: rápida alivia el
rifión; prolongada le sobrecarga de trabajo con los residuos tóxicos (nar-
cóticos, cadáveres y toxinas celulares) introducidos ó puestos en libertad
durante las maniobras operatorias.
El Dr. J. Albabbah: Es posible separar algo artificialmente las nefritis
y pielonefritis agudas infecciosas y las toxémicas.
En las pielonefritis infecciosas agudas, uni ó bilaterales, el tratamiento
médico basta las más de las veces para curar los enfermos. En caso de le-
siones unilaterales graves con abscesos miliares diseminados, creo que la
nefrectomia es casi siempre la operación preferible; he hecho tres veces en
estos casos la nefrotomia, y á los pocos días tuve que practicar la nefrec-
tomia; en otro enfermo practiqué desde luego esta última operación. Los
cuatro enfermos curaron. En la pielonefritis aguda infecciosa bilateral
grave, si el enfermo es joven, puede practicarse la nefrostomia doble. En
los individuos con afección urinaria antigua, es mejor no operar.
He practicado la nefrostomia en dos casos de nefritis sobreaguda, uno
de anuria escarlatinosa y otro de oliguria consecutiva á la intoxicación por
el sublimado : los dos enfermos murieron sin que la operación modificara
su estado.
En las nefritis agudas ó su bagadas toxémicas, cuando los fenómenos de
oliguria y de uremia se hacen inminentes, debe recurriree á la interven-
ción quirúrgica, de preferencia á la nefrostomia.
En las nefritis crónicas hay que distinguir las parcelarias de las difusas
poco avanzadas.
En las nefritis parcelarias hemorrágicas todas las intervenciones produ-
cen éxitos, y desde hace tiempo opino qne obran sobre todo por las modi-
ficaciones nerviosas que determinan ; en estos casos practico del modo más
posible el deecortesamiento del rifión, procurando dejar libre el pedículo
para practicar la enervación parcial de dicho órgano. Creo además nece-
429
•
sario incindir iBxtensamente el rifión para explorarle y comprobar el diag-
nóstico. En cinco de mis operados por nefritis parcelaria hemorvágica he
observado, despnés de contenida la pérdida de sangre, la continuación de
la nefritis, y en dos enfermos la recidiva ulterior de la hemorragia.
En ciertos casos de nefritis crónicas pnede esperarse que la interrenoión
quirúrgica modifique los episodios agudos de uremia más rara ves que sea
útil eo loe edemas extensos. La mejor operación en estos casos es al parecer
la nefrostomia. En tales enfermos la operación es gravísima y sólo esti
justificada cuando los accidentes se hacen alarmantes á pesar de los recur-
sos de la Medicina.
Excepto en las fases agudas de las nefritis crónicas, en los accidentes he-
morrágicos y en los dolores el efecto de la operación sobre la marcha ulte-
rior de la nefritis no está al parecer demostrado. He visto en tres enfer-
mos que la nefritis seguía su marcha, sin que la enfermedad fuera modifi-
cada por la intervención operatoria.
Los resultados que he obtenido están al parecer conformes con la teoría;
es imposible comprender que la circulación sanguínea precaria que se ve*
rifica á través de la cápsula neoformada, puede modificar el proceso de ne-
fritis que no depende de una lesión local. Los hechos citados no permiten
juzgar definitivamente el valor del tratamiento quirúrgico de las nefritis ;
estamos en el período de registrar qbservaciones, pero lo que he visto no
me ilusiona para que podamos detener la evolución de las nefritis crónicas.
El Dr. Pastrad : Oreo que la primera deducción que debe sacarse de las
numerosas observaciones publicadas hasta aquí, es que la intervención
quirúrgica pnede por sí sola dar buenos resultados en ciertos casos de ne-
fritis médicas en las que todos los otros medios de tratamiento son inac-
tivos. Si la operación no cura, por lo menos es capaz de contener momen-
táneamente la evolución de las lesiones y mejorar el estado del enfermo.
Pero la.decapsulación no basta siempre, aun cuando se haya practicada
de la mejo^ manera posible y cuando hay hematnria grave, piuría abun-
dante, anuria ó oliguría muy marcada, es preferible afiadir la nefrostomia
y el desagüe de la pelvis renal á la decapsulación.
En casos de decapsulación es preciso siempre dejar al rifión libre de su
cápsula adiposa hasta el nivel del pedículo y después separar por completa
la cápsula propia del tejido renal.
Tratamiento do loo fibromao dot útero.— Los Dres. Rodvillb v Tüpfieb : El
tratamiento médico de los tumores del útero es sólo sintomático y tiene
por objeto calmar el dolor y contener la hemorragia, lo único que puede es-
perarse de él. Está indicado en los casos de contraindicaciones transitorias
ó absolutas del tratamiento quirúrgico. Cuando la intervención radical era
grave, las operaciones paliativas tenían una importancia grandísima, pera
hoy no sucede así porque el pronóstico de dicha intervención es más be-
nigno. De todas las operaciones paliativas, la que se emplea y seguirá em-
pleándose más es la castración ovárica.
Respecto al tratamiento curativo de los fibromas, sus indicaciones gene-
rales pueden resumirse en pocas palabras. Todo fibroma de desarrolla
rápido debe ser extirpado. Todo fibroma que no aumenta de volumen ni
produce accidente debe ser respetado. Todo fibroma que por su presencia
430
prorocm fenómenos de compresión Teeical, oreterel ó inteetínml, ó qne orí*
gina pérdidas san^oeas ó serosas abnndantfsimas y repetidas^ que eom-
prometen la salad de las enfermas, debe ser extirpado.
Ai lado de estas indicaciones sacadas de las complicaciones que proroea
el fibroma, debemos colocar las contraindicaciones generales qne resoltan
del estado de la enfeyna. Las dos complicaciones más frecnentes son: la
* albnminnría y la caquexia, qne hacen problemático el resaltado de toda in*
terrención operatoria. El estado funcional del rifión se impone en las al*
bnminúríeas y siempre que no se demuestre que este filtro basta para la
eliminación del cloroformo y de los productos de desorganización qne ae
expulsan después de una operación, debe desecharse ésta, sobre todo si loe
accidentes que la exigen no son de urgencia absoluta.
La anemia, la septicemia lenta, son indicaciones para la intervención
rápida, igual que ocurre muchas veces con los trastornos cardiacas. No es
posible dar una regla fija sobre la importancia que debe concederse á la
menopausia desde el punto de vista de la oportunidad de la intervención;
Taria según los casos.
En la actualidad se emplean dos métodos curativos de los fibromas. La
ablación del tumor y del órgano que le contiene, es decir, la histerectomía,
que se practica por la vagina ó por el abdomen. La ablación del tumor
sólo conservando el órgano y la función, es decir, la enucleación, que pue-
de ser vaginal ó abdominal.
El tratamiento conservador debe considerarse como preferible en loe
casos de fibroma; la enucleación debe preferirse, siempre que sea posible, á
la histerectomía, -y puede practicarse en las mujeres jÓTenes con fibromas
pequeftos ó medianos y poco nnmerosoe. La enucleación vaginal debe prac*
ticarse sólo en los fibromas que sobresalen en la cavidad del útero, áloe
que es £4eil llegar haciendo una incisión cervical. La transvaginal única-
mente está indicada en loe fibromas pequefios supravaginales anteriores y
posteriores, accesibles con facilidad después de la incisión del fondo de
saco correspondiente.
La enucleación abdominal tiene indicaciones más extensas. El volumen
del fibroma no es una contraindicación. La localización del tumor cerca
de 1* trampa ó «n la parte posterior y lateral del cuello, exige alganas pre-
cancionast macoed áias fioalas es posible euuclearie sin peligros; la incisión
uterina de acceso debe practicarse lo más lejos posible de los pedículos
vasculares de la matris. El número de fibromas no puede fijarse ; lo que
importa más es el sitio recíproco de los tumores; si es preciso hacer varias
incisiones muy cerca unas de otras, es indispensable adoptar grandes pre-
cauciones para colocar y apretar los hilos y hasta desechar á veces la ope-
ración. Sólo se renunciará á la enucleación cuando los fibromas múltiples
sobresalen debajo de la mucosa áel útero y están adheridos á este órgano-
en uua gran extensión. Las relaciones de los fibromas con el parénqnima
uterino son importantísimas; las induraciones fibrosas que se continúan
por todas partes con el parénqnima del útero, sin linea divisoria, exigen la
histerectomía total. En la induración esclerofibroea de todo el órgano, debe
oracticarse la histerectomía parcial. El estado de la mucosa merece ser te-
do en cuenta y en loe casos dudosos es indispensable rasparla antes de
431
intervenir y hacer el examen histológico de los fragmentos; la histerecto-
mia total se impone á la menor dada.
liOS resaltados inmediatos en la enacleación abdominal son~faTorables;
la mortalidad general es próximamente de 275 por 100. El estadio de los
resaltados lejanos prneba qae las recidiyas verdaderas son rarísimas, y qae
la majer paede concebir. La distocia oonseoativa á la operación es tan rara
qae no pnede considerarse como ana contraindicación.
Las indicaciones de la histerectomia yaginal son limitadísimas; pnede
practicarse cnando no hay complicación por parte de los anejos, el útero
fibromatoso es peqnefio, móvil, fácil de atraer á la vagina, ésta es amplia y
la valva dilatable; es preferible á la histerectomia abdominal en las mn-
jeres obesas.
La histerectomia abdominal parcial es preferible casi siempre á la total,
por ser más fácil, más rápida y menos grave. La histerectomia total está
indicada cnando el cnello se halla enfermo, cnando se sospecha la degene-
ración del fibroma y, finalmente, cnando al practicar la histerectomia par*
cial se rompe ana bolsa pnralenta qae hace necesario el desagüe vaginal
darante macho tiempo.
Paede elegirse indistintamente cnalqaier procedimiento al practicar la
histerectomia abdominal. Debe fandarse en la distribnción de las lesiones
qae se descabren despnés de la laparotomía, y el sentido qnirúrgico basta
para gaiar al operador. Se procarará siempre llegar por la vía más fácil á
los caatro pedícalos vascalares. Los anejos enfermos se extirparán antes,
darante ó después de la histerectomia, según sn disposición, sas adheren*
cias y la naturaleza de sn contenido. La conseryación de los ovarios es dis-
catible. Deben conservarse si la majer es joven, neurópata y si parecen
sanos. La coincidencia de nn fibroma con el embarazo no constituye ana
indicación operatoria. Si el tumor no ocupa la zona uterina que debe dila-
tarse, no suele producir accidente alguno. Loe fibromas que han provocado
ya un parto prematuro, deben ser extirpados por enucleación, á ser posi*
ble, y estando el útero vacio.
Los tumores localizados en el segmento inferior del útero deben ser enu-
eleados por la vagina, aunque machas veces no dificultan el parto: convie-
ne, por lo tanto, reconocer de cuando en cuando á las enfermas y no inter-
venir hasta el momento del parto si queda alguna esperanza de evolución
normal. Guando el parto no es posible, se impone la operación cesárea, y
si existe un sólo fibroma es preferible la enucleación á la histerectomia in-
mediata.
El Dr. A. Martín : Los fibromas del útero pueden ser tratados por el mé-
todo abdominal ó por el vaginal, pndiendo en uno ú otro caso practicarse
la operación radical ó la conservadora. El método abdominal permite exa-
minar mejor la cavidad del abdomen, y á causa de las mejoras introduci-
das en la técnica de la laparotomía, presenta, no sólo todas las garantías
apetecibles respecto al resultado inmediato, sino que permite evitar, hasta
cierto punto, los peligros que parecían antes inherentes á todas las opera-
ciones abdominales. La sutura metódica de las paredes del abdomen, capa
por capa, é incisión abdominal según el procedimiento de Pfannenstiel,
han disminuido en proporciones considerable el número de las hernias
432
poet operatorias. No sacede lo mismo con otras complicaciones de la lapa-
rotomía, adherencias entre el epiplón y el intestÍDo, etc. Aunque fuera po-
sible evitar, las más de las veces, este peligro, no es menos cierto que toda
falta de asepsia y toda manipulación intempestiva del peritoneo se pagan
caras en estos casos.
La hlsterectomia vaginal exige más habilidad por parte del cirujano. En
cambio permite inspeccionar en su mayor parte la excavación pelviana, y si
se practica la ventroscopia, puede examinarse la cavidad del abdomen. Sea
lo que fuere, y aunque partidario convencido del método vaginal, confiesa
que su aplicación debe quedar encerrada en ciertos limites; su resultado es
problemático cuando hay adherencias en la parte superior del tumor, ad-
herencias antiguas y resistentes con la serosa intestinal ó la neoplasia al
ser fragmentada puede originar una lesión de los órganos inmediatos. Pre-
fiero la vía abdominal siempre que los conmemorativos y el reconocimiento
de la enferma (exploración abdominal, examen de la temperatura y de la
sangre, numeración de los leucocitos, etc.), hacen abrigar algunas dudas.
La estrechez de la vagina no contraindica por sí sola el empleo del método
vaginal. El volumen considerable del tumor tampoco es un obstáculo para
ello, porque el inconveniente se remedia fragmentando la neoplasia, según
aconsejaba Pean.
Excepto en los casos indicados, creo que el método vaginal es mucho más
seguro que el abdominal. Las operaciones conservadoras son, á mi juicio,
preferibles á las radicales.
El Dr. Pfannenstibl: Boy partidario del método conservador cuando se
trata de ovarios, pero no participo de las ideas del Dr. Martin en lo que se
refiere al útero. Cuando se practica sólo la enucleación del fibroma, queda
la mucosa enferma, que puede ocasionar hemorragias, y si la majer concibe,
es susceptible de trastornar la inserción del óvulo (inserción velamentosa,
placenta previa). Es, por lo tanto, preferible extirpar toda la mucosa ute-
rina, lo cual hecha por tierra la idea de la operación conservadora. Convie-
ne manifestar que el resto del cuerpo uterino no está sano, porque los fibro-
mas se desarrollan en úteros afectados de inflamación crónica. Por esta ra^ón
soy partidario del método radical, pero no niego que en algunos casos ex-
cepcionales pueden estar indicadas las operaciones conservadoras. Respecto
á la elección entre la via vaginal y la abdominal, creo que es más que nada
cuestión de hábito del operador. Sin embargo, si hay infección del útero,
la vía abdominal está contraindicada en absoluto.
El Dr. SüÁRKz DB Gamboa : No creo que la enucleación de los fibromas
merezca el calificativo de operación radical, porque su ablación no previe-
ne la recidiva. Respecto á la coexistencia del fibroma y del embarazo, la
considero como una indicación operatoria, y opero en cuanto hago el diag-
nóstico, práctica que prefiero á la de operar durante el parto.
El Dr. DoTBN : Los fibromas del útero deben operarse por la vagina, re-
servando la vía abdominal para los casos inoperables por el método vagi-
nal. La enucleación del fibroma debe reservarse para los casos en que sólo
hay un tumor y es fácil su enucleación por la vaginal.
El Dr. 8. Rbcasbns : Crbo que los fibromas deben ser extirpados, más que
por los tumores en si, por las complicaciones que originan. Cuando existe
433
nn fibroma que no origina complicación alguna debe practicarse la hifite-
rectomla parcial.
El Dr. Oastillo Rüu : En cnestión de tratamiento quirúrgico de los
fibromas uterinos conriene ser ecléctico. Oreo preferible la extirpación
por la vagina, cuando ésta es amplia y el fibroma poco voluminoso^ siem-
pre que no existan adherencias ni complicaciones de los anejos. Prefiero la
histerectopdía total, que pone al abrigo de la degeneración del muflón.
El^Dr. J. L. Faurb : El argumento de la degeneración cancerosa del mu-
flón, que se invoca contra la histerectomía parcial en los casos de fibroides
uterinos, tiene poco valor, porque sólo se presenta en el 1 por 100 de los ca-
sos, 7 yo jamás la be observado. Si se cree que el desagüe es necesario— en
los fibromas simples lo es pocas veces — no hay necesidad para ello de prac-
ticar la histerectomía total, porque basta cortar de un tijeretazo la parte
posterior del cuello uterino y el fondo de saco vaginal.
SigDificaeién clínica de las desviaoioDet uteriDas. — La Dra. Luov Waitb :
Para estar en una posición normal es necesario que el útero sea móvil, y
cuando el útero móvil no está afectado de metritis, cuando la pelvis se
halla en estado normal, este útero puede permanecer en cualquier posición
sin que se presenten síntomas morbosos.
Guando se lík comprobado una desviación uterina posterior se necesita
investigar las complicaciones, como la metritis, las inflamaciones circun-
uterinas, las adherencias consecutivas ó las afecciones de los ovarios y de
las trompas.
El diagnóstico de las posiciones del úteft no puede hacerse por los sínto-
mas subjetivos. Así la menorragia, los dolores en el dorso, el estrefiimien-
to crónico y los dolores pelvianos, no son por completo síntomas clásicos de
las desviaciones uterinas posteriores, porque dichos síntomas se encuentran
en gran número de casos de desviaciones uterinas anteriores; son produci-
dos por complicaciones sin relación con la posición del útero. La ameno-
rrea, la dismenorrea, la esterilidad y la irritación vesical, no son síntomas
clásicos de la anteflexión, como se dice de ordinario; estos fenómenos son
producidos por la metritis ó por la inflamación de los anejos del útero que
acompañan á la anteflexión. La irritación de la vejiga es producida por la
cistitis, consecuencia de la congestión pelviana general.
En muchos casos de dismenorrea es preciso contar con el estado del sis-
tema nervioso de las enfermas. Se observará en muchos casos que la flexión
no es más que una coincidencia. Los ginecólogos deben llevar sus investi-
gaciones más allá de la pelvis si quieren descubrir la verdadera etiología
de muchos síntomas, de los que los más marcados se manifiestan quizá en la
cavidad pelviana.
El factor principal de la fijación del útero son las adherencias peritonea-
les y perigenitales. El útero puede estar asi fijo cuanto á la posición relati-
va entre el cuerpo uterino y el hocico de tenca por la inflamación de los
mismos tejidos, es decir, por la metritis. En este caso el tratamiento ra-
zonable que debe seguirse cuando la matriz está fija en una situación pa-
tológica, es tratar las complicaciones, que son la verdadera causa de los
síntomas, y libertar al útero para colocarle en su estado original de mo-
vilidad anatómica y fisiológica.
434
La fijación del útero por medio de una interyeBción qnirúrgica no es
más que la anstitación de un estado patológlpo por otro.
Tratamientt dtl oincer del eoellt oterino. — El Dr. J. L. Faubb : Es nece-
sario renunciar á toda tentativa de cnra radical del cáncer del cuello del
útero en los casos en que la movilidad no es perfecta. Cuando el útero es
muy móvil es preciso practicar la histerectomia abdominal total.
Se practicará de un modo sistemático la ligadura de las arterias hipogás-
tricas para economizar tiempo, sangre y, sobre todo, para ver con claridad
durante la operación. El tiempo capital de ésta es el aislamiento déla re-
gión pericervical y la disección de los uréteres, que es necesario ver. Lii
sección de la vagina se hará, siempre que sea posible, después de la oblite-
ración por piDzas cortas. El vaciamiento pelviano es ilusorio y agrava mu-
cho el pronóstico operatorio. Basta extirpar los ganglios laterales si pue-
den descubrirse sin grandes investigaciones. La extirpación del útero y de
una parte de la vagina después de la desinserción vaginal en un primer
tiempo perineal, facilita mucho la extirpación abdominal de loe uréteres,
porque deja al útero libre de sus inserciones inferiores y permite atraerle
hacia arriba. Es quizá la operación del porvenir. — F. Tolbdo.
{OfjnelidrtS).
800IBDAD DB MEDICINA Dft BEBLÍN
Suión dd dia 26 de Jtdio de 1906,
De la apendlcltis. — El Dr. Jaime Israel dice que respecto al problema de
si, después de pasado felizmente un ataque de apendicitis, se debe operar en
frío, hay que resolver según el estado del paciente en dicho intervalo libre.
Podemos distinguir dos grupos : el primero comprende los casos en que el
ataque ha dejado residuos; el segundo, aquellos en que no han quedado.
Ahora bien, asi como en el primer grupo los residuos que hayan quedado
son los que han de influir en nuestra conducta, en el segundo sólo una es-
tadística muy numerosa es la que puede enseñarnos qué grados de proba-
bilidad existen de que pueda repetir el ataque.
Aun dentro del primer grupo podemos distinguir cuatro casos: 1.% los
que presentan síntomas crónicos de parte del apéndice ; 2.®, aquellos en
que á pesar de no haber síntomas subjetivos, existe sensibilidad á la pre*
sión en la región ileocecal, con ó sin distensión gaseosa; 8.°, los casos raros
de engrosamiento persistente del apéndice sin otros síntomas objetivos ni
subjetivos; 4.°, los casos acompasados de fístulas.
El primer subgrupo constituye la indicación principal de la operación.
Estos casos son proteiformes y pueden simular afecciones gástricas, coleli-
tiasis, afecciones sexuales ó bien enfermedades de los órganos vesicales fe-
meninos.
En el segundo subgrupo la indicación operatoria depende de la fecha del
ataque ; si han transcurrido ya tres meses, los síntomas hacen temer una
recidiva, y por lo tanto, está indicada la operación.
435
En el tercer aubgrnpo existen generalmente extensas adherencias con
los intestinos adyacentes, de snerte que es muy f&cil qne la operación oca-
sione algana lesión intestinal. Por lo tanto, vale más no operar, y si se ope-
ra, conTiene tardar mucho en hacerlo, porque con el tiempo suelen aflojar-
se las adherencias, no es tan fácil herir el intestino ó bien se practica la
antero-anastomosis, para dejar á un lado el pelotón de asas adheridas.
Cuando en nn caso del cuarto subgrupo se trata de fístulas interiores,
no hay que apresurarse á operar como no obliguen á ello las molestias que
sufre el paciente, lo cual es muy raro. En cambio, en los casos de fístulas
exteriores, la operación es el único medio que puede curar al paciente.
En el segundo grupo de casos, ó sea en los que no existen síntomas de-
mostrables, es difícil resolver si procede ó no la operación. En este caso se
plantean tres problemas : 1.*, ¿podemos saber si se presentará ó no una re-
eidiva? 2.*, ¿ estamos autorizados, en principio, á operar todos los casos en
que ha habido un ataque de apendicitis? y 8.**, ¿ó bien debemos de esperar
á que sobrcTenga otro? Respecto al primer problema debemos confesar
nuestra impotencia diagnóstica, excepto en dos casos : 1.*, cuando el ata-
que se complicó con supuración, en cuyo caso rara vez sobreviene recidiva,
y &.*, cuando el paciente no ha tenido ninguna molestia en los dos afios si-
guientes al ataque, puesto que pasado dicho plazo la proporción de reci-
divas es sólo de un 5 por 100.
¿Y en los demás pacientes? Nuestra resolución se supedita á la de los
cuatro problemas siguientes : 1.**, cuantas recidivas se presentan después
de la apendicitis simplen; 2.^, si la recidiva es más peligrosa que el primer
ataque; 8.<*, magnitud de los peligros de la operación en frío, y 4.*, si tene-
mos la seguridad de que los individuos que aún quieren esperar, se han de
someter á la operación en el principio de la recidiva, caso de que ésta se
presente. Respecto al primer problema, hay que decir que hay un 50 por 100
de probabilidades de que se presente una recidiva, y un 45 por 100 de que
lo haga en loe dos afios siguientes al ataque. Respecto al segundo punto,
no se puede decir nada concreto; la recidiva puede ser leve ó grave. Cuan*
to á la mortalidad de la operación, es, según la estadística del autor, de 0*5
por 100 si se practica en el intervalo, y de 2 por 100 si se ejecuta en las pri*
meras cuarenta y ocho horas del primer ataque agudo. Análogas son las
estadísticas de otros cirujanos, y por lo tanto, las operaciones en frío son
manos peligrosas. Pero como en la mitad de los fallecidos por haber sido
operados en frío no se habría presentado recidiva, según las estadísticas,
ya no parece que hay tanto motivo para exponer á un hombre al riesgo de
la operación, aun siendo pequefio dicho riesgo. Bin embargo, esta conclu-
sión es falsa, porque lo es una de las premisas. En efecto, se parte del su-
puesto que los casos de recidiva se habrán de operar en las primeras cua-
renta y ocho horas, y esto no sucede en la inmensa mayoría de los casos. Y
si no se puede operar pronto, el esperar expone á muchos peligros, puesto
que entonces la mortalidad llega y excede del 12 por 100 con ó sin opera-
ción, y con esto también resulta que el riesgo de la operación en frío es
mucho menor que el de la conducta espectante.
Los motivos de que la mayoría de los pacientes no sean operados á tiem-
po son : I.® £1 tardar en establecer el diagnóstico, parte por culpa del pú-
436
blico y parte por la del médico, sobre todo cuando ee trata de an nifio ó
de una mujer; en el primero, por la falta de datos sabjetiros, y en la se*
ganda, por la confusión con procesos inflamatorios de los órganos sexuales.
El segundo motiro es la indolencia del público, que no suele consentir en
la operación hasta el último momento. El tercero, es que no siempre se dis*
pone de un buen cirujano en el momento oportuno.
Está también muy indicada la operación en frío en las embarasadas y
en las mujeres que se Tan pronto á casar, porque la coincidencia del em-
barazo y de un ataque agudo implica grandes peligros. A yeces hay razo-
nes de orden económico que inducen á aplazar la operación para un inter*
ralo libre, para eritar asi que un nuevo ataque agudo yenga á perturbar
las ocupaciones profesionales ú obligue á perder una colocación.
En resumen :
1.* La operación en frío es innecesaria : a, después de haber sufrido una
apendicitis terminada por absceso, y que no hubiese dejado residuo; ¿,
cuando hayan pasado dos afios después del ataque sin sufrir ninguna mo-
lestia.
2.* Está rigurosamente indicada la operación : a, en loe casos de apendi-
citis crónica con molestia; b, en los de fístulas consecutivas á haber que-
dado el apéndice sin extirpar; c, cuando ha habido varios ataques en un
afio; d^ en las embarazadas; «, en los nifios.
8." Constituyen una indicación condicional de la operación subordinada
á la duración del estado patológico : a, las fístulas interiores sin molestias;
¿, los casos de sensibilidad del ciego á la presión con ó sin inflamación del
mismo, y rigidez y engrosamiento del apéndice y sin molestias espontáneas.
4.^ Es conveniente la operación en frío : a, cuando se espera pronto un
embarazo; 6, si hay motivos fundados para temer que no se pueda practi-
car pronto la operación en un próximo ataque ; d, si inducen á ello moti-
vos muy graves de orden económico.
El Dr. Fedor Krause no cree que sea necesario extirpar el apéndice des-
pués de pasado felizmente un ataque, si no han quedado molestias y la
exploración no revela la existencia de ninguna alteración patológica. Oon-
diciones tan favorables no se observan generalmente más que después de
ataques leves. Si se formó un absceso y al abrirlo no se pudo extirpar el
apéndice y no ha quedado ninguna fístula, hay que proceder á la operación
radical. Según esto, la operación no está justificada tan sólo por la circuns-
tancia de que ha habido un ataque ; son necesarias indicaciones determi-
nadas y éstas varían, según la edad y la actividad profesional del enfermo,
según su complexión orgánica y según que existan ó no otras afecciones.
En los sujetos jóvenes que quieran gozar de buena salud para poderse de-
dicar á trabajos rudos y fatigosos, sin ninguna preocupación nos decidi-
remos por la intervención quirúrgica, aunque no existan molestias. Lo mis-
mo haremos cuando se trate de un nifio sano en todo lo demás, porque en
esta edad es frecuente que los ataques sucesivos sean muy graves. En cam-
bio, tenemos que ser más circunspectos en los ancianos obesos, sobre todo
en los varones y en los bebedores, y lo mismo hay que decir cuando coexis-
ten otras afecciones, tales como bronquitis, enfermedades del pulmón ó
\e\ rífión, lesiones valvulares no compensadas, y esto aun en el caso de que
437
las molestias qne hayan qaedado despaés del ataque sean de poca intensi*
dad. Becordemos, además, los casos no infreoaentes en loe qaé, sin haberse
presentado nnnoa un verdadero ataqne de apendiciiis, las lesiones del
apéndice son cansa de múltiples y Tañadas molestias. En estos casos es
frecnente qne la operación salve la vida, como lo ha yisto el autor en dos
enfermos, los cuales son el mejor testimonio de qíie no siempre hay armo-
nía entre la gravedad de los síntomas y la importancia de las lesiones
anatómicas.
Cuando nos encontramos en un caso en que dudemos si después de nn
ataque pasado felizmente se debe ó no operar, es preferible hacer esto úl-
timo, á no ser en aquel grupo á que ya se ha hecho alusión, en que, por
existir otros padecimientos, parece demasiado peligrosa la interyención
quirúrgica.
EU Dr. Botter hace obseryar que gracias á la operación precoz se ha con-
seguido reducir la mortalidad del tratamiento quirúrgico de la apendicitis
á 2 por 100. Pero la operación precoz exige un diagnóstico también precos,
que se consideró difícil, pero que en realidad no lo es. Según Orth, As-
choff, de Mar burgo, encontró sanos el 10 por 100 de los apéndices extirpa-
dos con la operación precoz; esta cifra se podrá reducir hasta un 2 por 100.
¿Y no sería posible que á Teces el equivocado fuera el anatomopatólogo,
por tratarse de un proceso muy en sus comienzos?
Para el diagnóstico precoz conviene tener presente que de un 15 á un
20 por 100 de los casos empiezan, no con síntomas tumultuosos, sino con do-
lores indeterminados de vientre. Al explorar, es frecuente encontrar un
dolor á la presión en la región cecal; estos síntomas pueden pasar ai cabo
de uno ó dos días y es difícil decir entonces si se ha tratado de una apendici-
tis aguda. Pero hay casos en los que este período va seguido de una afección
crónica. Este período previo ó precursor es de gran importancia diagnósti-
ca y en la actualidad se cuenta como un ataque. El ataque clásico se inicia
con fenómenos alarmantes, pero éstos se observan también en la gastro-
ebterocolitis. Para el diagnóstico de c apendicitis' debe existir además el
dolor á la presión en la fosa íleocecal ; esta exploración debe de hacerse ^
empezando desde el lado izquierdo. Si no hay dolor á la presión, hay que
aguardar al curso ulterior; si existe, ya está hecho el diagnóstico y esta-
blecida con esto la indicación quirúrgica. Pequefios recargos vespertinos y
la tensión muscular apoyan el diagnóstico. Aun en casos más avanzados
sigue siendo el dolor á la presión un dato de mucha importancia. El pulso
muy frecuente indica que se trata de un ataque muy grave. Gomo quiera
que no hay congruencia entre los síntomas y las lesiones anatómicas, debe
operarse, aunque el ataque sea leve.
El Or. Beck(áe Nueva York), se congratula del acuerdo que existe
acerca del tratamiento quirúrgico de la apendicitis entre los cirujanos ale-
manes y los americanos, puesto que en América, tan pronto como se diag-
nostica una apendicitis se procede á la operación. Cierto es que muchos
casos se curan definitivamente por obliteración ó de otro modo, pero como
es frecuente que los síntomas no estén de acuerdo con las lesiones, de aquí
que los cirujanos americanos hayan adoptada la conducta indicada.
Existe una forma de apendicitis, la apendicitis gangrenosa circunscrita,
428
quima ingurgitado se estrangula en las fases agudas, ó que estrangula por
retracción al parénquima en las formas crónicas.
S.* Incindiendo el parénquima.
Los buenos efectos de la interrención son, al parecer, debidos: á la ma-
laxación operatoria del órgano, que desobstruye mecánicamente los ca-
nalillos excretores; á la sangría local; al latigazo, que acelera la circula-
ción y la función ; al desprendimiento del rifión estrangulado ó dislocado.
Los métodos que tienden á dislocar el rifión en el peritoneo son rechazables
a priori. La circulación colateral no es el objeto de la intenrención, aun-
que la nefrolisis esté indicada en ciertos casos de adherencias yiciosas,
aunque muy vasculares.
La decapsulación da mejores resultados: en las formas agudas post in-
fecciosas que pueden ocasionar la anuria, ó producir la supuración, ó ha-
cerse crónicas; en los períodos agudos de una nefritis crónica. La decapsu-
lación está indicada también en las nefritis hemorrágicas agudas rebeldes
al tratamiento interno. En las hemorragias crónicas ó recidivantes es pre^
ferible recurrir á la nefrotomia, incindiendo principalmente el polo infe*
rior.
En las formas bilaterales es mejor intervenir en ambos lados. La rapidez
de la intervención da un coeficiente elevado de éxitos: rápida alivia el
rifión; prolongada le sobrecarga de trabajo con loe residuos tóxicos (nar-
cóticos, cadáveres y toxinas celulares) introducidos ó puestos en libertad
durante las maniobras operatorias.
£1 Dr. J. Albarkan: Es posible separar algo artificialmente las nefritis
y pielonefritis agudas infecciosas y las toxémicas.
En las pielonefritis infecciosas agudas, uni ó bilaterales, el tratamiento
médico basta las más de las veces para curar los enfermos. En caso de le-
siones unilaterales graves con abscesos miliares diseminados, creo que la
nefrectomia es casi siempre la operación preferible; he hecho tres veces en
estos casos la nefrotomia, y á los pocos días tuve que practicar la nefrec-
tomia; en otro enfermo practiqué desde luego esta última operación. Los
cuatro enfermos curaron. En la pielonefritis aguda infecciosa bilateral
grave, si el enfermo es joven, puede practicarse la nefrostomia doble. En
los individuos con afección urinaria antigua, es mejor no operar.
He practicado la nefrostomia en dos casos de nefritis sobreaguda, uno
de anuria escarlatinosa y otro de oliguria consecutiva á la intoxicación por
el sublimado : los dos enfermos murieron sin que la operación modificara
su estado.
En las nefritis agudas ó subagudas toxémicas, cuando los fenómenos de
oliguria y de uremia se hacen inminentes, debe recurriree á la interven-
ción quirúrgica, de preferencia á la nefrostomia.
En las nefritis crónicas hay que distinguir las parcelarias de las difusas
poco avanzadas.
En las nefritis parcelarias hemorrágicas todas las intervenciones produ-
cen éxitos, y desde hace tiempo opino que obran sobre todo por las modi-
ficaciones nerviosas que determinan ; en estos casos practico del modo más
posible el descortezamiento del rifión, procurando dejar libre el pedículo
para practicar la enervación parcial de dicho órgano. Creo además nece*
429
•
sarío inoindir extensamente el riñon para explorarle y comprobar el diag-
nóstico. En cinco de mis operados por nefritis parcelaria hemorságica he
obserrado, después de contenida la pérdida de sangre, la continuación de
la nefritis, y en dos enfermos la recidiva ulterior de la hemorragia.
En ciertos casos de nefritis crónicas puedo esperarse que la intervención
quirúrgica modifique los episodios agudos de uremia más rara ves que sea
útil en los edemas extensos. La mejor operación en estos casos es al parecer
la nefrostomla. En tales enfermos la operación es gravísima y sólo est4
justificada cuando los accidentes se hacen alarmantes á pesar de los recur-
sos de la Medicina.
Excepto en las fases agudas de las nefritis crónicas, en los accidentes he-
morrágicos y en los dolores el efecto de la operación sobre la marcha ulte-
rior de la nefritis no está al parecer demostrado. He visto en tres enfer-
mos que la nefritis seguía su marcha, sin que la enfermedad fuera modifi-
cada por la intervención operatoria.
Los resultados que he obtenido están al parecer conformes con la teoría;
es imposible comprender que la circulación sanguínea precaria que se ve-
rifica á través de la cápsula neoformada, puede modificar el proceso de ne-
fritis que no depende de una lesión local. Los hechos citados no permiten
juzgar definitivamente el valor del tratamiento quirúrgico de las nefritis;
estamos en el período de registrar qbservaciones, pero lo que he visto no
me ilusiona para que podamos detener la evolución de las nefritis crónicas.
El Dr. Pastkau : Creo que la primera deducción que debe sacarse de las
numerosas observaciones publicadas hasta aquí, es que la intervención
quirúrgica puede por sí sola dar buenos resultados en ciertos casos de ne-
fritis médicas en las que todos los otros medios de tratamiento son inac-
tivos. Si la operación no cura, por lo menos es capaz de contener momen-
táneamente la evolución de las lesiones y mejorar el estado del enfermo.
Pero ladecapsulación no basta siempre, aun cuando se haya practicado
de la mejor manera posible y cuando hay hematuria grave, piuría abun-
dante, anuria ó olignria muy marcada, es preferible afiadir la nefrostomla
y el desagüe de la pelvis renal á la decapsulación.
En casos de decapsulación es preciso siempre dejar al rifión libre de su
cápsula adiposa hasta el nivel del pedículo y después separar por completo
la cápsula propia del tejido renal.
Tratamiento de los fibromas del útero.— Los Dres. Rouvillb t Toffisb : El
tratamiento médico de los tumores del útero es sólo sintomático y tiene
por objeto calmar el dolor y contener la hemorragia, lo único que puede es-
perarse de él. Está indicado en loe casos de contraindicaciones transitorias
ó absolutas del tratamiento quirúrgico. Cuando la intervención radical era
grave, las operaciones paliativas tenían una importancia grandísima, pera
hoy no sucede así porque el pronóstico de dicha intervención es más be-
nigno. De todas las operaciones paliativas, la que se emplea y seguirá em-
pleándose más es la castración ovárica.
Respecto al tratamiento curativo de los fibromas, sus indicaciones gene-
rales pueden resumirse en pocas palabras. Todo fibroma de desarrollo
rápido debe ser extirpado. Todo fibroma que no aumenta de volumen ni
produce accidente debe ser respetado. Todo fibroma que por su presencia
430
•
provoca feoómenoa de compresión yeBÍcal, ureteral ó intestinal, ó que ori-
gina pérdidas sanguíneas ó serosas abundantísimas y repetidas, que com-
prometen \s^ salud de las enfermas, debe ser extirpado.
Al lado de estas indicaciones sacadas de las complicaciones que provoca
el fibroma, debemos colocar las contraindicaciones generales que resultan
del estado de la enfe^a. Las dos complicaciones más frecuentes son: la
'albuminuria y la caquexia, que hacen problemático el resultado de toda in-
tervención operatoria. El estado funcional del rifión se impone en las al-
buminúricas y siempre que no se demuestre que este filtro basta para la
eliminación del cloroformo y de los productos de desorganización que se
expulsan después de una operación, debe desecharse ésta, sobre todo si los
accidentes que la exigen no son de urgencia absoluta.
La anemia, la septicemia lenta, son indicaciones para la intervención
rápida, igual que ocurre muchas veces con los trastornos cardíacos. No es
posible dar una regla fija sobre la importancia que debe concederse á la
menopausia desde el punto de vista de la oportunidad de la intervención;
varía según los casos.
En la actualidad se emplean dos métodos curativos de los fibromas. La
ablación del tumor y del órgano que le contiene, es decir, la histerectomía,
que se practica por la vagina ó por el abdomen. La ablación del tumor
sólo conservando el órgano y la función, es decir, la enucleación, que pue-
de ser vaginal ó abdominal.
El tratamiento conservador debe considerarse como preferible en los
casos de fibroma ; la enucleación debe preferirse, siempre que sea posible, á
la histerectomía, y puede practicarse en las mujeres jóvenes con fibromas
pequefios ó medianos y poco numeroso^. La enucleación vaginal debe prac-
ticarse sólo en los fibromas que sobresalen en la cavidad del útero, á loe
que es fácil llegar haciendo una incisión cervical. La transvaginal única-
mente está indicada en los fibromas pequefios supravaginales anteriores y
posteriores, accesibles con facilidad después de la incisión del fondo de
saco correspondiente.
La enucleación abdominal tiene indicaciones más extensas. El volumen
del fibroma no es una contraindicación. La localización del tumor cerca
de la trompa ó en 1* parte posterior y lateral del cuello, exige algunas pre-
caocionas, marcedáias onales es posible enuclearle sin peligros; la incisión
uterina de acceso debe practicarse lo más lejos posible de los pedículos
vasculares de la matriz. El número de fibromas no puede fijarse ; lo que
importa más es el sitio reciproco de los tumores; si es preciso hacer varias
incisiones muy cerca unas de otras, es indispensable adoptar grandes pre>
cauciones para colocar y apretar los hilos y hasta desechar á veces la ope-
ración. Sólo se renunciará á la enucleación cuando los fibromas múltiples
sobresalen debajo do la mucosa del útero y están adheridos á este órgano
en una gran extensión. Las relaciones de los fibromas con el parénquima
uterino son importantísimas; las induraciones fibrosas que se continúan
por todas partes con el parénquima del útero, sin línea divisoria, exigen la
histerectomía total. En la induración esclerofibrosa de todo el órgano, debe
practicarse la histerectomía parcial. El estado de la mucosa merece ser te-
nido en cuenta y en los casos dudosos es indispensable rasparla antes de
431
intervenir y hacer el examen histológico de los fragmentos; la histerecto-
mia total se impone á la menor dada.
Ijos resaltados inmediatos en la enocleación abdominal son~ favorables;
la mortalidad general es próximamente de 2^75 por 100. El estadio de los
resaltados lejanos praeba qae las recidivas verdaderas son rarísimas, y qaé
la mujer puede concebir. La distocia conseontiva á la operación es tan rara
que no puede considerarse como una contraindicación.
Las indicaciones de la histerectomía vaginal son limitadísimas; puede
practicarse cuando no hay complicación por parte de los anejos, el útero
fibromatoso es pequefio, mÓTÍl, fácil de atraer á la vagina, ésta es amplia y
la vulva dilatable; es preferible á la histerectomía abdominal en las mu-
jeres obesas.
La histerectomía abdominal parcial es preferible casi siempre á la total,
por ser mis fácil, más rápida y menos grave. La histerectomía total está
indicada cuando el cuello se halla enfermo, cuando se sospecha la degene-
ración del fibroma y, finalmente, cuando al practicar la histerectomía par-
cial se rompe una bolsa purulenta que hace necesario el desagüe vaginal
durante mucho tiempo.
Puede elegirse indistintamente cualquier procedimiento al practicar la
histerectomía abdominal. Debe fundarse en la distribución de las lesiones
que se descubren después de la laparotomía, y el sentido quirúrgico basta
para guiar al operador. Se procurará siempre llegar por la vía más fácil á
los cuatro pedículos vasculares. Los anejos enfermos se extirparán antes,
durante ó después de la histerectomía, según su disposición, sus adheren-
cias y la naturaleza de su contenido. La conseryación de los ovarios es dis-
cutible. Deben conservarse si la mujer es joven, neurópata y si parecen
sanos. La coincidencia de un fibroma con el embarazo no constituye una
indicación operatoria. 8i el tumor no ocupa la zona uterina que debe dila-
tarse, no suele producir accidente alguno. Los fibromas que han provocado
ya un parto prematuro, deben ser extirpados por enucleación, á ser posi-
ble, y estando el útero vacío.
Loe tumores localizados en el segmento inferior del útero deben ser enu-
eleados por la vagina, aunque muchas veces no dificultan el parto: convie-
ne, por lo tanto, reconocer de cuando en cuando á lab enfermas y no inter-
venir hasta el momento del parto si queda alguna esperanza de evolución
normal. Cuando el parto no es posible, se impone la operación cesárea, y
si existe un sólo fibroma es preferible la enucleación á la histerectomía in-
mediata.
Bl Dr. A. Martín : Los fibromas del útero pueden ser tratados por el mé-
todo abdominal ó por el vaginal, pudiendo en uno ú otro caso practicarse
la operación radical ó la conservadora. £1 método abdominal permite exa-
minar mejor la cavidad del abdomen^ y á causa de las mejoras introduci-
das en la técnica de la laparotomía, presenta, no sólo todas las garantías
apetecibles respecto al resaltado inmediato, sino que permite evitar, hasta
cierto punto, los peligros que parecían antes inherentes á todas las opera-
dones abdominales. La sutura metódica de las paredes del abdomen, capa
por capa, é incisión abdominal según el procedimiento de Pfannenstiel,
han disminuido en proporciones considerables el número de las hernias
442
tas ocasiones son fáciles los errores de diagnóstico si no se tiene
muy presente el polimorfismo de la demencia senil, la multiplicidad
de sus variedades, sobre todo en el periodo inicial, puesto que á la
larga todas vienen á coincidir en la fase última de demencia con-
firmada^
Es el objeto del presente trabajo la exposición de una forma de
psicosis senil, de interpretación difícil si no se tuvieran en cuenta
las consideraciones que acabo de hacer. Después de expuesto el
caso clínico, haré algunas consideraciones generales acerca del
diagnóstico de las formas iniciales de la demencia senil en su acep:
ción más amplia.
En la consulta de enfermedades del sistema nervioso que en el
Hospital de la Princesa dirige el reputado neurólogo Dr. Bzquerra,
fué presentado por mi ilustrado compañero de especialidad Dr. Sa-
las, un enfermo de sesenta y dos años que nada anormal presentaba
á primera vista. De estatura más que mediana, delgado, pero bien
conservado, de color sano, de mirada viva, de expresión apacible,
entró en el cuarto de consulta saludando amablemente á cuantos
en él nos encontrábamos, permaneciendo en actitud tranquila y
respetuosa mientras el Dr. Salas hizo su presentación, contestando
después correctamente á las preguntas que se le dirigieron acensa
de su edad, estado, profesión, domicilio, familia, etc. El examen so-
mático no reveló anormalidad alguna; las pupilas estaban algo
miósicas y reaccionaban un poco perezosamente, pero esto nada
tiene de extraño en un viejo. No había perturbaciones motoras ni
sensitivas, ni en las arterias accesibles á la palpación se encontra-
ba alteración alguna. El sujeto se prestaba complacientemente al
examen y contestaba muy acertadamente á las preguntas que acer*
ca de sus funciones orgánicas se le dirigían. Su orientación era
perfecta, la memoria estaba muy bien conservada, lo mismo para
los hechos recientes que para los remotos y el tono afectivo era
agradable, placentero, de tranquilo bienestar. Hasta entonces todo
parecía normal en aquel sujeto, pero al ordenarle que expusiera los •
motivos de haber solicitado la asistencia facultativa, apareció con
toda evidencia el trastorno psicopático. Nos refirió una intermina-
ble relación de sucesos de su vida interior, expuestos con gran lujo
de detalles, sin reservas ni reticencias, con absoluta sinceridad. En
ese relato se encierran todos los hechos mentales anormales que
presentaba el enfermo, y como por este motivo es el fundamento
principal del diagnóstico, le expondré íntegramente á continuación.
443
copiando al pié de la letra una autobiografía escrita por el mismo
enfermo ; á renglón seguido analizaré el contenido del lenguaje^ li-
mitándome ahora á exponer las particularidades de los medios de
expresión.
Hablaba el enfermo con una fluidez extraordinaria, brotando las
palabras de sus labios sin solución de continuidad, sucediéndose los
conceptos como una madeja que se devana, sin pausas ni inflexio-
nes. La articulación era correcta, pero la entonación uniforme, sin
modulaciones adecuadas á las ideas expresadas ; el acento era re-
posado, tranquilo, aun cuando refería los supuestos tormentos que
le hacían padecer. Era evidente la falta de armonía entre la plácida
expresión, el tono suave y los tristes conceptos emitidos. Ni la ac«
titud ni el gesto experimentaban alteración apreciable durante el
relato, persistiendo la misma serena beatitud. En suma, faltaba la
reacción afectiva correspondiente al contenido del lenguaje.
Véase ahora cuál era éste, según la nota redactada por el mismo
enfermo :
« Dignísimos doctores: Enfermedad que padezco y síntomas y ata-
ques sobervios que he esperimentado continuamente hace próxi-
mamente cinco años. = prencipié ha ver al santísimo sacramento
del altar por el suelo adonde quiera, pero muy mal y eran avisos
del señor de lo que tenia dentro del cuerpo contrario á sus santísi-
mas virtudes, cuando abia una ymagen de Dios iba hacer oración
me venían malos pensamientos como de dejar la imagen, y yo de-
cía. Dios mió, que daño me has hecho después que me has criado y
redimido ; un dia sentí entrar en mi cuerpo muchas luces y el cuer-
po me hormigueaba todo. Cuando hiba á rezar se me trababa la
lengua y no podía : han seguido y siguen entrando luces y salen al-
gunas veces al hacer oración : la cargacion de cabeza en un prin-
cipio fué terrible» con ruidos, matos pensamientos, todos contra
nuestro Señor Jesucristo y su santísima ley, no podía dormir, ma
salían y salen en principio muchas chinas negras, continuamente
veía y veo muchas cosas negras delante de los ojos y diariamente
se me carga un peso en las espaldas y los hombros con malos pen-
samientos y en la cama también me carga un peso que me veo de
ahogar y entrar y salir luces ; la luna desde que tengo este padeci-
miento siempre veo doce ó trece lunas juntas, una sola no he podido
ver desde dicho tiempo : varias noches se juntaban en el jardín mu-
chos gatos que se quedaban parados delante de mi, la cabeza me
hormigueaba mucho estando ellos delante y hasta de madrugada
444
que rezando se marchaban. = Tengo sospechas muy claras de una
cuñada llamada E. S. con mi mujer R. M. con una ella llamada de
apodo lor de N. de P. (Avila) : yo sentía después de tomarlos ali-
mentos que me salían unas cosas silvando de mi cuerpo, unas cosas
que me ponían muy malo, y yo en el pueblo de N. de P. no sospe-
chaba de mi mujer, pero al venir á esta corte notaba al comer que
me salían unas cosas muy malas del cuerpo silvando y con malos
pensamientos para hacer pruebas fui ft comer fuera si un cocido co-
mía en casa, un cocido comía fuera y no me pasaba nada ni sentía
nada, una noche estando ausente mi mujer y estando yo en la cama
se me cargó un peso encima que me ahogaba y imperando á la vir^
gen santísima pude abrir los ojos y vi á mi mujer en el haire en cue-
ros y en el momento desapareció ; debiendo significar á los señores
Doctores que en misa no puedo estar de los malos pensamientos y
parece que me levantan en alto, he sido Guardia Civil 16 años y ten-
go que pagar diez céntimos por cada guardia que muere y ahora no
puedo pagar las hijas pagarán si pueden para cuando yo muera las
hijas y la vida (viuda) reciben las cuotas que arrojen las defuncio-
nes, tengo un hijo ciego con ataques epilépticos en el Hospital ge-
neral : yo tengo también en la cabeza como un cincho que me aprie*
ta mucho = dispensen los señores la molestia, suyo Afmo. subordi-
nado humilde servidor S. V. Ot.
En cuanto á los caracteres materiales del escrito, obsérvanse las
siguientes particularidades : la letra es grande, redonda, clara» re-
gular, los renglones rectos, sin indicios de temblor ni de inseguri-
dad en los movimientos de la mano. La ortografía y la sintaxis son
defectuosas, pero no más de lo que suelen ser en los individuos de
su clase y de su instrucción.
Como antecedentes no se pudo averiguar más que lo que el enfer-
mo refirió, y esto fué muy poco, deducido el dato del hijo ciego con
accesos epilépticos, sin que pueda precisar bien la naturaleza ni el
origen de estos accesos. El no recuerda haber padecido ninguna en-
fermedad de importancia ; no ha sufrido afecciones venéreas ni ha
cometido abusos alcohólicos.
Para diagnosticar el trastorno mental que padece este enfermo»
me servirá de base el escrito que acabo de copiar, analizando deta-
lladamente su contenido ; examinaré los conceptos aisladamente en
sí mismos y en su conjunto, en su mutua relación, y terminaré por
interpretar todos los demás hechos observados.
Lo mismo al oir al enfermo que al leer sus escritos, llama sobre
446
todo la atención la existencia de un gran número de ideas deliran-
tes basadas en múltiples alucinaciones de la sensibilidad general,
de la vista y del oído : las alucinaciones más abundantes, más va-
riadas y de más importancia son las de la sensibilidad general,
siendo ellas las que dominan el cuadro morboso ; consisten en sen-
saciones de hormigueo, de peso sobre las espaldas y en la cabeza ;
sobre todo se agravan estas sensaciones anormales después de co-
mer y cuando está en la cama. Las alucinaciones visuales son tam-
bién numerosas ; consisten en visión de luces, de lunas negras ;
otras veces experimenta ilusiones visuales, visión múltiple de un
objeto único (luna, gato) ; son también muy frecuentes las alucina-
ciones combinadas de la vista y de la sensibilidad general, luces y
oosas indeñnidas que entran y salen de su cuerpo. Las alucinacio-
nes auditivas, en cambio, son muy escasas y rudimentarias, redu-
cidas á ruidos confusos que acompañan á la cargazón de cabeza y
á silbidos producidos por las cosas que entran y salen de su cuerpo.
Las ideas delirantes, basadas en estos fenómenos alucin aterios, re-
velan una sistematización muy débil, prueba de que la elaboración
psíquica es deficiente. En dos sentidos se orienta la representación
ideativa morbosa : 1.°, en el de un delirio místico, de humildad y de
pecado, caracterizado por la religiosidad exagerada, la lucha con-
tra los malos pensamientos, el temor de verse vencido por ellos, el
desconsuelo de creerse abandonado por Dios ; 2.^ en el de un delirio
de persecución, demostrado por las sospechas de que su mujer y
cuñada sean las causantes de los trastornos que experimenta : estas
acusaciones son persistentes, pues las ka reiterado repetidas veces,
siempre en análogos términos. Pero ni uno ni otro delirio, ni el mís-
tico ni el persecutorio, constituyen un sistema lógico, fuerte y consis-
tente ; al contrario, son ambos confusos en su expresión, imprecisos
en su determinismo y débilmente defendidos por el enfermo. Ade-
más, y esto es un hecho de importancia, el enfermo no los relaciona
entre sí de un modo directo é inmediato : unas veces se siente per-
seguido, atormentado por vagas sensaciones internas, de las que
hace culpable á su mujer, sin que pueda explicar de qué medios se
vale ésta para producirlas, y otras veces es un místico, que lucha
contra las ideas de sacrilegio que nacen en su mente, sin saber tam-
poco por qué, y que se lamenta de ser castigado por Dios sin motivo.
La sistematización, por lo tanto, no puede ser más rudimentaria,
faltando la integración superior de ambas seríes de ideas delirantes
en una fórmula única. En suma, ideas delirantes escasas, destina-
446
das casi exclusivamente á explicar las alucinaciones» mal elabora-
das, mal coordinadas, con deficiente enlace mutuo.
Pasando ahora al examen de las reacciones motoras y comenzan-
do por los hechos elementales, debe citarse la existencia de fenóme-
nos de inhibición (se le traba la lengua cuando quiere rezar) y de
contradicción (impulsionesá pegará la imagen ante la cual está pos-
trado); ambos trastornos se relacionan con el delirio místico y tie-
nen la misma significación que las ideas de culpabilidad. Estos he-
chos no llegan á exteriorizarse, pues el enfermo reacciona contra el
impulso y consigue voluntariamente vencerlo. Fuera de esto, no se
observa en la esfera motora más trastorno que una cierta tendencia
á las actitudes catatónlcas, á la permanencia por largo tiempo en
la misma postura, de preferencia de rodillas, inmóvil, abismado en
la oración ó en la lucha con los malos pensamientos.
Si examinamos en conjunto el estado de la conciencia y la con-
ducta del enfermo, sólo encontraremos datos negativos. La orienta-
ción es perfecta, lo mismo en el espacio que en el tiempo; la memo-
ria se conserva íntegra y el comportamiento es irreprochable. Las
ideas delirantes sólo aparecieron durante el interrogatorio, cuando
expresamente se le preguntaba sobre ellas; fuera de esto, se expre-
saba correctamente y hablaba con gran cordura de asuntos gene-
rales.
El tono afectivo era placentero, de euforia manifiesta; la expre-
sión del rostro era de satisfacción, de bienestar, según he dicho an-
teriormente, y todos sus ademanes señalaban el mismo grato estada
de ánimo. He aquí un dato de importancia para el diagnóstico, la
contradicción entre el contenido de las representaciones delirantes»
ideas de persecución y de culpa y la reacción afectiva, tranquila y
agradable. En toda la conducta del enfermo se revela la misma an-
titesis entre lo que piensa y lo que hace: se cree abandonado d&
Dios, lleno de malos pensamientos, él tan religioso, pero no se de-
sespera por ello, no trata de redimirse por la penitencia, no se in-
flinge castigos ni privaciones; se cree perseguido por su mujer, que le
causa incesantemente mil molestias, pero ni adopta precaucionea
defensivas ni en sus relaciones con su esposa demuestra la acritud
ni el resentimiento naturales en el que es víctima de tan maloa
tratos.
Esta disociación de las ideas delirantes y del tono afectivo, es el
primer indicio de la debilidad mental, de la disgregación psíquica,,
de la demencia, en una palabra. Asi nos lo ha enseñado Krapelin al
447
demostrar que en la demencia precoz podrán parecer muy brillan-
tes las facultades intelectuales del paciente, pero la desármenla
entre el contenido de las ideas y la reacción emotiva es seguro signo
precursor de la demencia confirmada, que luego ha de presentarse;
así se ha observado desde hace mucho tiempo la extravagante y pa-
radógica conducta del paralitico general, que refiere con la sonrisa
en los labios los supuestos tormentos que padece. En cambio, en las
psicosis sin estado demencial, la armonía entre la idea y el tono
afectivo es perfecta, como lo es también en las condiciones norma-
les. El paranoico místico ajusta fielmente su conducta á sus repre-
sentaciones delirantes, hace de ellas la norma de todos sus actos, y
practicando la fecunda predicación del ejemplo, llega á imponerlas
á otros individuos (fundadores de religiones) ; el paranoico persegui-
do también ajusta todas sus acciones á su delirio; su expresión des-
confiada, su extremada reserva, es fiel reflejo de la mente del que
teme siempre las asechanzas de sus enemigos y toma minuciosas
precauciones para librarse de ellas y combina ingeniosos planes
para vengarse de los que le atormentan.
Para terminar la discusión de los síntomas, sólo me resta hacer
constar que nada anormal se apreció en lo somático, en especial
ningún trastorno motor ni sensitivo, ninguna alteración manifiesta
del aparato circulatorio. Tampoco de los antecedentes familiares ni
personales puede inferirse ninguna deducción de importancia.
Y, sin embargo, á pesar de la aparente integridad física, creo, y
con esto comienzo á enunciar el diagnóstico, que el trastorno men-
tal de mi enfermo tiene una base orgánica; fundo mi opinión en la
preponderancia de las alucinaciones, que han sido, en mi sentir, el
punto de partida de la perturbación mental, y que son actualmente
16 más saliente del cuadro morboso; en la naturaleza de esas aluci-
naciones visuales y de la sensibilidad general y en su subordinación
á los hechos materiales, su modificación por los sucesos de la vida
orgánica, ingestión de alimentos, acto de acostarse; yo me explico
la génesis de esas alucinaciones de la sensibilidad general, supo-
niendo que son provocadas por íntimos cambios en la estructura
orgánica que, alterando las relaciones de las visceras con el cerebro,
modifican esas sensaciones ignoradas, subconscientes normalmen-
te, que constituyen el fondo oculto, latente de nuestro estado men -
tal; esas impresiones orgánicas no llegan al campo de la conciencia
en estado jaormal y su percepción por el sujeto es un hecho patológico.
Esto no quiere decir que acepte la teoría del origen periférico de las
438
en la que se encuentra nn cálcalo en el apéndice. En esta forma el estado
del paciente es pasadero en el primer período, y sin embargo, con la ope-
ración se encuentra un apéndice negro y gangrenado. El cálculo había ido
desgastando lentamente la pared del apéndice y sin grayes sintonías pre-
cursores y nos encontramos de pronto en presencia de una peritonitis sépti-
ca y deletérea. En estos casos interveniniioe siempre, aunque acaso se pueda
curar alguno espontáneamente, porque no podemos nunca prever si ocu-
rrirá tal contingencia. Así que si bien es posible que extirpemos alguna
Tez un apéndice sano, es lo cierto que operando siempre salyaremos á mu-
chos que hubiesen sucumbido de no haber sido operados.
El Dr. L, Landau dice que en la mujer las complicaciones son causa de
que el cuadro clínico no sea siempre muy típico, pero, en cambio, es más
fácil en ella la exploración bimanual, y por otra parte, en los órganos ge-
nitales internos debemos hacer operaciones á causa de síntomas que se pa-
recen mucho á los de la apendicitis. Sólo que el apéndice, por el movimien-
to peristáltico, da ocasión á que se propague la inflamación y se abra paso
al exterior. Los síntomas subjetivos no sirven para el diagnóstico diferen-
cial ; son los mismos que en las perturbaciones genitales, incluso en las
histéricas. Tampoco vale el dolor : el mismo punto de Mac Burn rara ves
corresponde al apéndice. Los cólicos no corresponden á los órganos en que
se sienten. Se ha dicho que han aumentado los casos de apendidtlB en es-
tos últimos tiempos, pero la estadística del ejército prusiano no confirma
esta opinión. El autor, de todos modos se declara también partidario de la
operación precoz, lo mismo que en los casos de piosalpinx, etc. Se come-
terán menos errores diagnósticos que si se opera en frío, porque en este úl-
timo caso hay que fundarse principalmente en motivos de sospecha más
que en otra clase de datos.
El Dr. Olshauaen entiende, «n contra de Landau, que el diagnóstico dife-
rencial de si los síntomas provienen de los órganos sexuales ó del apéndice
no es difícil, fíjándoee bien por medio de la palpación en el sitio de los
exudados perceptibles. Puede suceder, es verdad, que se atribuyan al
- apéndice síntomas que provienen de la trompa derecha, pero no ocurre el
caso contrario. En general, la resistencia se extiende en dirección transver-
sal si se trata de la trompa y vertical si proviene del apéndice. Es raro que
una afección de la trompa se propague al apéndice, ni tampoco en sentido
contrario. En los casos de exudados retroperitoneales puede caber confu-
sión. La existencia de una infección blenorrágica y la bilateralidad de los
síntomas, son también datos de mucha importancia para pensar más bien
en afecciones de los órganos sexuales.
(Deutsche Medizinal Zeitung).-^1EL dbl Valle.
439
PERIÓDICOS
Estadid dt !•• rildts etrdltett dables y Moestrits.^ Según el Dr. W. P.
Obrastzow, con la auscaltación inmediata se perciben ciertoe raidos car-
díacos, y en especial los duplicados, qne no se oyen con la mediata. La dupli-
cación del primer raído, que se oye muy bien cerca del esternón, á nivel del
espacio intercostal isquierdo, cuarto ó quinto, se percibe no raras veces en
individuos cuyo corazón parece estar sano, observándose toda clase de tran*
siciones entre dicha duplicación y el ritmo de galope patológico y típico.
Oree el autor, lo mismo que O Gerhardt, que en caso de duplicación, el
primer ruido es presistólico y auricular. A veces la duplicación sólo se oye
cuando el paciente se encuentra en decúbito supino. Es frecuente la du-
plicación ó desdoblamiento del primer ruido, en la clorosis y en la neuras-
tenia, y cuando no existen otros síntomas, se la debe interpretar como un
primer grado de debilidad cardíaca, ó por lo menos de que el corazón tra*
baja más de lo que puede.
La duplicación del segundo ruido que hay que distinguir cuidadosamen-
te del cierre no isócrono de las válvulas semilunares de la aorta y de la pul-
monar, en los casos de estrechez mitral, constituye el ritmo diastólico de
galope y es debida al diástole pasivo (¿ó activo?) del ventrículo, como con-
secuencia de la penetración rápida de la sangre. También esta duplicación
se observa á veces en corazones al parecer sanos, más á menudo en neuras-
ténicos, pero muy especialmente en casos de hipertrofia y degeneración del
corazón.
Además del ruido de galope presistólico, ocasionado por el sístole de la
aurícula, existe un ruido de galope propiamente sistólico debido á la du-
plicación del primer ruido. Esta, duplicación reconoce por causa la disten-
sión súbita de las paredes vasculares por la sangre que ha sido arrojada
por el ventrículo. —(Zeitschrift für klin, Medizin).-- R, dbl Vallb.
Expectortntes. — Cuando la tos es seca y pertinaz, aconseja el Dr. Eich-
horts tomar tres veces por día diez gotas de la preparación siguiente :
Pot&to de oodelna 30 centigramos.
Agna de almendras amargas logramos.
Si la tos se complica con estado saburroso de la lengua, anorexia y náu-
seas, se emplea la codeína en la forma siguiente :
Fosbto de oodeína . . . • « • 30 gramos.
Acido fosfórico medicinal. .; 5 —
Disueltos en 180 de agoa.
Jarabe de frambuesas 20 gramos.
Tres c acharadas por día.
La codeína calma la tos, que sostiene y aumenta la congestión de la
mucosa, de las que disminuye la secreción y obra así como expectorante in-
450
chiátríe^ Jena, 1904), insiste en la multiplicidad de formas de la de-
mencia senil, entre las cuales incluye los estados que denomina
paranóico-seniles, que comienzan gradualmente con irritabilidad
y humor taciturno, desconfianza de los deudos y allegados, apare-
ciendo después numerosas ideas delirantes de perjuicio y de perse-
cución, pobre é incoherentemente expresadas ((íúr/íítyer und su8am'
menhang loser A rt geáussert).
Según Berkley (A Treatise on mental diaeasea, London, 1901), las
ideas delirantes de persecución son muy frecuentes en las psicosis
seniles, pudiendo ser consideradas como la exageración de los sen-
' timientos de desconfianza y sospecha, tan comunes en los viejos; las
alucinaciones son más numerosas de úoche, impidiendo el descanso.
El diagnóstico diferencial pudiera hacerse extensivo á varias psi-
copatías que ofrecen más ó menos remota semejanza con la que
padece el enfermo que he historiado; pero para no dilatar más to-
davía la extensión de este trabajo, sólo atenderé á dos de ellas, la
psicosis arterio-esclerosa y la paranoia persecutoria.
Realmente es algo ficticia la separación entre la psicopatía arte-
rio-esclerosa y la demencia senil, pues como he dicho, en la patoge-
nia de ésta juegan el principal papel las alteraciones de los vasos
asociados á otras lesiones orgánicas. Debe calific^hrse una psicosis
de arterio-esclerosa, cuando se presenta en un sujeto que no ha lle-
gado á la vejez confirmada, y que sin ninguna otra causa á que
achacar el proceso psicopático presente signos evidentes de arterio-
esclerosis. En el caso presente el enfermo está en plena edad senil»
y no se advierten en sus arterias accesibles á la exploración, indi-
cios de esclerosis, sin que tampoco se encuentren en su historia an-
tecedentes de infecciones é intoxicaciones que hayan podido dar
lugar á lesiones vasculares distintas de las debidas simplemente á
la involución senil.
Con la paranoia persecutoria la diferenciación es obvia; el para*
nóico no presenta síntomas demenciales, sus síntomas delirantes
están sólidamente construidos y enlazados lógicamente; hay per-
fecto acuerdo entre el delirio y el tono afectivo, y las alucinaciones
* son preferentemente auditivas. Todos estos caracteres son opuestos
á los que presenta la psicopatía de mi enfermo, y por tanto lo mismo
por el diagnóstico directo que por el diferencial, se confirma la de-
nominación de delirio persecutorio senil.
451
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Ctto de epitelieiiit nttdlaríngeo dxtendido á toda It bévtdt ptlttint y tenes
osfenoidalet. Operación. — El Dr. C. Compaired publica en El Siglo Médico
loaigniente :
cOontra la opinión de casi todos los especialistas afirma el Dr. Compai-
red la frecnencia de casos de esta naturaleza, pues él cuenta con 80 publi-
cados hasta la fecha, además del que ahora relata referente al limo. Befior
Obispo de P. (Colombia), de cincuenta y ocho años, quien biso su yiaje á
Espafia para someterse al tratamiento que le dispusiera.
Desde dos años antes advertía una mayor frecuencia en adquirir catarros
nasales, catarros que, además de la obstrucción respiratoria nasal y demás
molestias propias á ellos, determinaban siempre una mayor ó menor rino-
rragia y tenían una duración cada vez más prolongada é insistente.
Hacía diez meses adquirió uno tan intenso que desde luego le fué difícil
la respiración nasal, preferentemente por el lado izquierdo, aumentando
poco á poco hasta hacerse en absoluto imposible por ambas fosas.
Fué adrirtiendo á la Tez sensación de cuerpo extraño^ sin dolor, en la ca-
ridad nasofaríngea, y cuatro meses después (otros cuatro meses antes de su
reconocimiento), se le presentaron, dice, unas ampollasen el centro del pa-
ladar, ampollas ó abultamientos que se le reyentaron el 17 de octubre si-
guiente, dejando en su lugar una pequefiita perforación que aún subsistía.
La sensación de estorbo por detrás de las fosas nasales y por arriba de la
garganta fué aumentando, y á principios de diciembre se le iniciaron fuer-
tes dolores de cabeza en la región occipital, dolores que fueron in crescendo
hasta hacerse extensivos á toda la cabeza y frente, ininterrumpidos, y
privándole del sue&o, del apetito y de todo trabajo intelectual desde hacía
unos dos meses.
Cuando le vio el Dr. Compaired le encontró en un grado tal de debilidad
y de marasmo orgánico por falta de fuerzas, de no comer y no dormir hacía
tanto tiempo, que parecía un esqueleto viviente con ojos apagados por el
desaliento y el incesante y vivo sufrimiento físico y moral.
Las fosas nasales estaban rellenas por una masa tumorosa, relativamen-
te dura, roja, mamelonada, que no basculaba en ningún sentido y que, por
lo tanto, tenía su origen en la porción posterior de la cavidad nasal. Al re-
conocerle con el estilete daba sangre.
En la bóveda palatina, porción central, pero correspondiendo más bien
al trozo palatino del maxilar superior del lado izquierdo, se veía una pe-
quefia fístula rodeada de un reborde duro, azulado, semifungoso, pero que
no sangraba ni al tacto ni al reconocimiento con el estilete. El agujero fis-
tuloso, del diámetro próximamente de medio centímetro, parecía comuni-
462
car con la fosa nasal. A trarés de éste, como de las fosas nasales, salía un
liquido semipnralento, de mal olor y á reces estriado de sangre.
Por el tacto retronasal yrinoscopia posterior apreció la existencia de gran
cantidad de masa tumorosa que ocluía ambas coanas y reyestia toda la re-
gión posterosuperior de la cayidad nasofaríngea.
La iluminación por transparencia acusó claridad en ambos senos fronta-
les y maxilares. No había infarto ganglionar en ninguna región del cuello
ni de la nuca. No había tampoco color terroso ni amarillo-pajizo de la piel
ni síntoma alguno de caquexia. £1 aparato digestiyo funcionaba bien.
Calificó la neoplasía de epitelioma, pero extrajo un trozo para su exa-
men histológico, como tiene costumbre, y además para fijar más segura y
exactamente el diagnóstico, toda yez que en Bogotá (capital de Colombia)
calificaron la neoplasia de maligna, y después, en New-Tork, de lupus.
, Propuso la operación como único recurso temporal, puesto que no podía
responder de la reproducción más ó menos pronta, y eso dado que ni había
caquexia cancerosa ni siquiera la menor señal ni vestigio de infarto ganglio-
nar en ninguna parte.
Al efecto, cuatro días después, reclinando la nariz mediante una incisión
en el surco nasogeniano de ambos lados, para extirpar la neoplasia que re-
llenaba el interior de las fosas nasales^ y después, mediante largos esco-
plos, cizallas, tijeras fuertes, osteotomos, etc., etc., resecó toda la bóyeda
palatina, extrayendo, con restos de tumoración, las porciones palatinas de
los maxilares superiores; operando en combinación con el amplio antro na-
sal preyiamente abierto, pudo resecar además todo el yómer, el etmoides y
trozos de la apófisis pterigoides del esfenoides. Al extirpar todo el yelo
péndulo del paladar y pilares anteriores y posteriores de la faringe para
resecar la neoplasia que quedaba en la porción superoposterior de la cayi-
dad nasofaríngea, yió que ésta había destruido los tabiques anterior y de
separación ó intersinusial de los senos esfenoidales, los cuales se hallaban
repletos de tumoración, por lo que hubo de extirparle resecando cuanto
pudo de esta porción del cuerpo del esfenoides, así como de la porción ba-
silar del occipital.
La operación fué laboriosísima en extremo, tanto por las abundantes he-
morragias, cuanto por los accidentes del cloroformo, asfixia por ahogo de
sangre, etc., etc., á pesar de los cuidados con que se iban practicando todos
los momentos cruentos, ora suspendiendo el cloroformo, ora disminuyéndo-
lo y administrándolo á interyalos, y según la necesidad, con aparatos diyer-
sos, bien defendiendo la entrada de las fauces con compresas de gasa que
detuyieran la caída de sangre, pero permitiendo la respiración mediante el
doble tubo que comunicaba con la laringe para el paso del aire ó de los ya-
pores de cloroformo, y sosteniendo siempre la boca abierta con un fuerte y
seguro abre-bocas mantenido por un ayudante, el cual estaba á la yez en-
cargado de elerar la cabeza y cuerpo del enfermo; así pudo llegar á feliz
término, después de saWar tantísimos peligros del momento, y quedando
el operado en situación graye por el tiempo transcurrido en el acto opera-
torio, pérdidaade sangre y cloroformo respirado.
El operado reaccionó bien, y á partir de aquella noche cesaron los inten*
sos y constantes dolores de cabeza, reapareció la esperanza y la alegría del
453
enfermo, comenzó á dormir bien y á nnirírse mediante alimentos liquidoe,
pero natritivoe, y con todo esto á mejorar en su manera de ser física y mo-
ral, hasta el punto que á los siete ú ocl\p dias se encontraban cicatrizadas
las heridas exteriores ó dérmicas y pudo abandonar el lecho durante aigu>
ñas horas, yendo avanzando la mejoría en todos sentidos de una manera
franca y rápida.
Sin embargo, el pronóstico no podía ser tan halagüeño para el porvenir,
puesto que el resultade del análisis histológico, practicado por el eminente
Dr. Oajal, confirmó él diagnóstico por el Dr. Gompaired establecido.
£1 imponente antro que quedó en su bóveda palatina, formando un todo
común con la boca y garganta, las fosas nasales, cavidad nasofaríngea y
senos esfenoidales, fué cicatrizando con alguna lentitud, reclamando algu-
na que otra vez sus bordes algún raspado y cauterizaciones con el teripo,
por aparecer puntos de reproducción, y merced á un aparato protésico pudo
ocluírsele para mejorar la fonación y deglución.
Finalmente, repuesto en sus fuerzas físicas, marchó de Madrid á los tres
meses de operado, y aun cuando al mes de su marcharse habían iniciado de
nuevo los dolores de cabeza, indicio de una probable reproducción del epi-
telioma, es lo cierto que en este caso se logró el éxito quirúrgico de salvar
por el momento al enfermo, prolongándole sa vida unos cuantos meses, y
evitándole acaso una muerte rapidísima, acompañada de crueles y angus-
tiosos sufrimientos.
Este caso, al igual que los demás que tiene publicados y los que cita en su
trabajo Contribution a Vitude clinique dea tumeurs maligneedu nasopharynx^ vie-
ne á confirmarle una vez más en las apreciaciones que tiene establecidas de
que cno podemos— cuanto al pronóstico — dar jamás al paciente ó á sus fa-
milias la menor esperanza de curación', aun cuando, como en este enfermo,
no existan ni caquexia cancerosa ni infarto ganglionar. Contento podrá ver-
se el cirujano con obtener «una mejoría de algvna duración, y ésta cuando
logramos extirpar á tiempo todos los tejidos enfermos y parte de los tejidos
sanos que los rodean'.
Y respecto al tratamiento, aun siendo el únicamente eñcaz en condiciones
dadas el quirúrgico, tampoco podemos dar garantías suficientes de la no
reproducción operando en condiciones excelentes, no en razón de la grave-
dad mayor ó menor de la neoplasia, sino por las condiciones operatorias de
la región en qne se implanta '. »
Rinolito Yoluminoto. — El Dr. Lazarraga publica en la Gaceta Médica de
Granada y del Sur de España el caso clínico siguiente :
«Ildefonso Cabo, de cincuenta años de edad, comerciante, domiciliado en
Melilla, se quejaba de grandes molestias en la nariz y cabeza, imposibili-
dad de respirar con libertad, sobre todo por la noche, y presencia constan-
te de pus en la garganta, lo cual le producía náuseas, inapetencia y altera-
ciones del estómago, resultando inútiles cuantos medios había puesto en
práctica hacía más de veinte años para combatir estos síntomas que se iban
acentuando cada día más.
Su boca entreabierta, su manera de hablar y la caída de las alas de la
nariz, revelaban la obstrucción de las fosas nasales en este enfermo. En
454
efecto, la del lado dereoho se hallaba completameDte cerrada por nn enor-
me pólipo carnoso, rodeado de abundante suparación. La luz de la fosa na-
sal izquierda se hallaba disminuida extraordinariamente á causa de una
gran convexidad que en esta parte presentaba el tabique, el cual estaba
normalmente adherido á la parte media del suelo de la fosa nasal, sin hue-
lla de fractura antigua; también esta fosa nasal se hallaba bañada de pus,
procedente sin duda de la fosa del lado derecho.
Por la rinoscopia posterior se yeía la abertura derecha 'obstruida comple-
tamente por la cola del cornete inferior enormemente hipertrofiada, pues
alcanzaba hasta tocar el cornete del lado izquierdo; la abertura del lado
izquierdo se hallaba poco permeable por la misma causa, y el cavum, asi
como la faringe bucal, bailados completamente por pus.
Procedió al siguiente día el Dr. Lazarraga á desembarazar la fosa nasal
de los pólipos que la llenaban, y después de extraer con el asa fría seis to*
luminosos, reconoció con el estilete la presencia de un cuerpo duro, gran-
de y movible.
Gomo el enfermo no era sifilítico ni había sufrido inflamación alguna
que pudiera explicar la presencia de un secuestro, y como por otra parte no
recordaba el enfermo haberse introducido en la nariz cuerpo extrafio de
tal calibre, diagnosticó por exclusión un rinolito.
Intentó extraerlo por medio de una pinza sencilla, pero le fué imposible;
en vista de ello introdujo otra pinza más resistente, á beneficio de la cual
pudo felizmente romper el cálculo, logrando empujar uno de los fragmen-
tos á la faringe. Al siguiente día, y previa fuerte cocainización, pudo ex-
traer el otro trozo por la parte anterior, lo cual le costó bastante trabajo,
pues tuvo que cambiar de posición al rinolito para adaptar la parte más
alargada á la forma y dirección de la fosa nasal.
Los dos trozos se correspondían perfectamente, y el cálculo, de aspecto
negruzco y cuya composición era fosfato de cal, pesaba 7*50 gramos.
Desinfectó cuidadosamente la fosa nasal, que taponó con gasa sublimada,
y en días sucesivos extirpó los pólipos que rodeaban el sitio donde el cálcu*
lo se hallaba asentado, raspó con la cucharilla los pnnt9S de implantación
de los mismos, amputó con el asa galvánica la cola del cornete hipertrofia-
do, y practicó cauterizaciones eléctricas de ambos cometes inferiores, que-
dando el enfermo completamente curado al mes de haberse iniciado el tra-
tamiento ^. — Sababia.
-4^9Pc#►-
455
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIICNTIFIGAS
XV CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA
CéUbrado en Luhoa dd 19 al 26 dé Ábrü de 1906.
(Gonoliuión)
La orientación letal y la ley de Pajot.-— EU Dr. A. Da Costa: Para compro-
bar la exactitud de los célebres experimentos de Pablo Dabois, he procu-
rado repetir los ensayos de inmersión de cadáveres fetales en condiciones
qae puedan dar más tiempo á la obseryación del fenómeno.
Es sabido que P. Dubois observó que los fetos sumergidos en grandes ma-
sas de agua caen al fondo de la bañera donde se practica el experimento, to-
catido siempre el fondo por uno de los hombros ó por el dorso, de donde saco
la consecuencia de que los fetos no son más pesados por parte de la cabeza
que de las nalgas. Oreo que puede demostrarse con facilidad que las conclu-
siones de P. Dubois no son exactas. Si se sumergen fetos que conservan en
lo posible las condiciones intra-uterinas (flexibilidad, falta de signos de
maceración, de respiración, etc.) en agua tibia muy salada, se les ve sobre-
nadar. Si después se afiade gradualmente agua tibia sola, con objeto de
disminuir de un modo progresivo la densidad del agua, llega un momento
en que el feto principia á sumergirse.
Pero no se sumerge en masa; en la mayor parte de los casos lo hace la
cabeza, mientras que las nalgas permanecen á flor de agua. Otras veces su-
cede lo contrario. Jamás he observado que se sumerjan por el hombro ó por
el dorso.
A causa de estos resultados, que son constantes cuanto á la diferencia
de peso entre la cabeza y las nalgas, y que varían sólo cuanto al sentido de
esta diferencia, creo que hay motivo para admitir que la diferencia de pe-
sos específicos puede ser la causa ó una de las causas más importantes de
la orientación intrauterina del feto. Indudablemente no es la causa única,
pero tampoco es un factor despreciable, como pretendía P. Dubois y como
pretenden también la mayoría de los tocólogos, que quieren explicarlo todo
por la ley de acomodación de Pajot, la que se limita más bien á revelar un
hecho que á dar una explicación satisfactoria.
Auto-intexlcacionet en el embarazo.— El Dr. O. no Pinho: Los venenos del
organismo de las mujeres embarazadas son endógenos ó maternos y exóge-
no9 ó fetales. Los primeros proceden de un retraso de la nutrición ó de una
auto-intoxicación de origen intestinal. Los productos de desasimilación del
feto penetran en el torrente circulatorio de la madre y aumentan la toxe*
mia gravídica. El organismo materno necesita emplear todos sus medios de
defensa para librarse del aumento de substancias tóxicas en la sangre.
456
Machos de estos medios de defensa están más ó menos comprometidos á
cansa de las condiciones fisicoquímicas ó mecánicas qne origina la presen-
cia del feto en el útero. La estancación del contenido intestinal, la dificul-
tad con qne circula la sangre por los vasos del abdomen y de loe miembros
inferiores, la compresión de las Tisceras, la disminución del campo respira-
torio, etc., representan otros tantos obstáculos para la actividad normal de
las defensas del organismo. Fácil es comprender, por lo tanto, cuan com-
pleja es la intoxicación gravidica. No admito, como hacen otros autores,
que dicho estado morboso es debido al trastorno funcional de tal ó cual ór-
gano. Bou f fe de Saint-Blaise le atribuye á la deficiencia funcional del hí-
gado; Dieus á la del corazón, etc.
Oreo que la auto-intoxicación gravidica es en cierto modo el resultado
de dos corrientes opuestas, á saber: el aumento de los venenos y la debili-
dad del organismo por extenuación ó por falta de energía congénita. Me pa-
rece que debe ensancharse el cuadro clásico de estas intoxicaciones puesto
que hay accidentes cardiacos, enfermedades del feto, etc., que no son sino
manifestaciones de la misma intoxicación. Al reconocer á una enferma,em-
barazada deben investigarse con el mayor cuidado todos los signos suscepti-
bles de revelar la eliminación insuficiente de venenos del organismo, sobre
todo los reflejos tendinosos, la albuminuria, los trastornos del intestino y
de la actividad cardíaca.
El Dr. S. Rboasbns: Las auto- intoxicaciones gravídicas deben dividirse
en dos clases : las que se producen en los tres ó cuatro primeros meses de
la gestación, y que se revelan por vómitos, ptialismo, etc.; las que apare-
cen en nna época más tardía, y se caracterizan principalmente por convul-
siones. En los primeros meses del embarazo el veneno proviene del óvulo,
y la supresión del flujo catamenial desempeña quizá cierto papel, favore-
ciendo la retención de los productos tóxicos que en estado normal se eli-
minan con la sangre menstrual. Las del último período dependen, al pare-
cer, de los trastornos funcionales de la placenta.
El Dr. Fbrrrira: El sistema nervioso desempefia un papel importante
en estos trastornos, y prueba de ello es que muchas veces los vómito del
embarazo desaparecen bajo la influencia de la sugestión.
El Dr. PiNHo: No creo esencial, como el'Dr. Recasens, la diferencia en-
tre las auto-intoxicaciones de los primeros y de los últimos meses de la
gestación, puesto que el origen de las toxinas es el mismo en ambos casos,
si bien en la segunda mitad del embarazo los venenos son más abundantes
y su acción más enérgica. Oreo que estas toxinas son de origen intestinal,
no ovnlar.
Indicaciones y tócnica de ia operación cotároa.— El Dr. A. da Costa: Creo
que es preciso resolver los dos problemas siguientes :
1.® Cuando es necesario extraer un nifio que no puede pasar por las vías
naturales, ¿debe elegirse la operación cesárea, la sinfísiotomia, la isquio-
pubiotomía, la hebotomía ó la embriotomía?
2.® Cuando es preferible la operación cesárea, ¿se practicará la conserva-
dora ó la mutiladora, la abdominal, la vaginal ó la suprapubiana?
8i es posible elegir en igualdad de indicaciones entre la operación cesá-
rea y la sinfisiotomía, debe decidirse por la primera. Cuando se duda en
457
la elección de ana y otra se preferirá la operación cesárea, recnrriéndose
sólo á la sinfísiotomia en los casos en que las circnnstancias especiales de
cada enferma (infección ovalar ó uterina, anemia profunda, caquexia, et-
cétera) hacen peligrosas las consecuencias de la operación cesárea ; salvo
en casos excepcionales difíciles de conocer, la placenta previa no constitu-
ye una indicación para la operación cesárea.
En general, el momento más conTeniente para interrenir es al principio
del trabajo del parto.
La técnica de la operación cesárea es sencillísima. Para la incisión ute-
rina hay que guiarse por las condiciones especiales de cada caso, sin idea
preconcebida. La incisión longitudinal media anterior, cuando no hay mo-
tivo particular que se oponga á ella, parece en general la mejor. Excepto
en los casos en que es preciso terminar con rapidez la operación, es preferi-
ble no incindir el útero hasta después de extraerlo del abdomen. Antes de
abrir la matriz conviene que un ayudante introduzca dos dedos en la vagina
de la operada, á fin de rechazar, cuando lo ordene el operador, la parte del
feto que se presenta. Todas las suturas uterinas son buenas, siempre que
reúnan las cualidades de solidez, confrontación perfecta de los bordes in-
eludidos é impermeabilidad completa al paso de los líquidos.
Las operaciones cesáreas mutiladoras van perdiendo terreno á medida
que se perfeccionan las técnicas operatorias g^inecológica y obstétrica. La
operación de Porro y la histerectomía total sólo están indicadas en* los ca-
sos en que la conservación del útero puede ser peligrosa para la mujer, por
infección, tumores, grandes desgarros, hemorragias abundantes, osteoma-
lacia ó tuberculosis.
Respecto á la operación cesárea extraperitoneal, podía tener su razón de
ser cuando el peritoneo era la pesadilla de los cirujanos, pero hoy no debe
recurrirse á ella más que cuando es imposible emplear por alguna causa
extraordinaria la vía abdominal ó la transperitoneal.
El bocio exoftálmico contidorado como enfermedad y como síndrome. — El
Dr. y. Machado : La patogenia de la enfermedad de Basedow es una de las
cuestiones más debatidas en neuropatología, á la vez que de las más inte-
resantes. La anatomía patológica, aunque no ha descubierto aún una lesión
específica, la experimentación y las investigaciones bioquímicas han sumi-
nistrado en ciertos casos datos importantes para la interpretación del sín-
drome de Basedow; pero las más de las veces no han servido más que para
complicar el problema. Tampoco han conseguido resolverle la medicación
opoterápica, de efectos variados é inconstantes, ni las diversas interven-
ciones quirúrgicas (tiroidectomía, oxitiropexia, resección del simpático
cervical).
8e han invocado varias teorías para explicar la patogenia de la enferme-
dad de Basedow. Unos la consideran como una neurosis. Otros (Basedow,
Beau, etc.) como de origen hemático y debida á la irrigación del sistema
nervioso por sangre pobfe ó viciada. Para ciertos autores es una intoxica-
ción, cuyos efectos se localizan sobre el sistema nervioso, en particular
sobre el gran simpático.
Ninguna de estas teorías es capaz de invocar todos los casos clínicos.
Kespecto á la que considera dicha eofermedad como debida á una toxina
83
458
de origen tiroideo, aun admitiendo que la glándula tiroides y las parati*
roides desempeñen cierto papel en la génesis de algunos síntomas de este
estado morboso, queda por demostrar que hay siempre en la enfermedad
de Basedow alteraciones orgánicas ó funcionales de dichas glándulas, que
estas alteraciones son siempre primitiras, es decir, que su aparición coin-
cide con la de los primeros síntomas del mal> y por último, que las lesio-
nes glandulares son causa y no efecto de los trastornos neryiosos.
Existen, en efecto, ejemplos típicos de enfermedad de Basedow sin mo-
dificación clínica del cuerpo tiroides y otros de bocio, que no han sido siem-
pre el síntoma inicial del basedowismo. Creo, por lo tanto, ateniéndome á
mi experiencia, que la enfermedad de Basedow es una neurosis, si bien no.
niego que algunos síntomas observados en el basedowismo con alteración
del cuerpo tiroides, son debidos quizá á modificaciones cualitativas ó cuan-
titativas del jugo tiroideo, que produce en estas circunstancias una auto-
intoxicación.
La observación clínica me ha conducido á considerar como un síntoma
basedowiforme, que simula más ó menos exactamente el bocio esoftálmico:
1.% el que se observa en los bocios simples antiguos, que adquieren loe ca-
racteres de la enfermedad de Basedow ; 2.^, el grupo de algunos síntomas
parecidos, pero no idénticos á los del basedowismo, y que son consecutivos
á diversas infecciones (sífilis, etc.) ; 3.<*, el síndrome que se produce cuando
las lesiones orgánicas pertenecientes á diversas neurosis se pl-opagan á cier-
tas regiones del sistema nervioso susceptibles, cuyos trastornos funcionales
se asemejan á los síntomas del basedowismo; 4.*", el síndrome llamado base-
dowismo reflejo.
El Dr. Ravmond: Oreo también que la enfermedad de Basedow debe ser
considerada por ahora como una neurosis bulboprotuberancial de origen
cerebral. El período del padecimiento lo constituye la afectividad, estado
morboso cortical. El tiroides, perturbado en sus funciones, reacciona á su
vez. No es posible que haya una teoría patógena de esta enfermedad exclu-
siWsta.
Ventafas de la sutura de la córnea en la extracción de la catarata. — El doc-
cor F. SdArbz db Mbvdoza: En la operación de la catarata, al lado de los
éxitos verdaderos, es decir, de los casos en los que los enfermos pueden ser
considerados como curados por completo, hay otros muchos que, aunque
ven con claridad, tienen un enclavamiento del iris, una soldadura de la
pupila, una gran pérdida del vitreo, etc. En estos enfermos la íridocoroi-
ditis supurada, el glaucoma, el desprendimiento de la retina pueden anu-
lar en pocas horas los éxitos considerados á la ligera como brillantes. En
una comunicación que dirigí hace diez afios á la Academia áfi Medicina y
y á la Sociedad de Oftalmología de París, di á conocer un procedimiento
de sutura que he inventado para prevenir estos accidentes. He empleado
este procedimiento en 215 casos, obteniendo 215 éxitos inmediatos, aunque
dos de ellos, á causa de accidentes, resultaron al fin fracasos.
Auto intoxicacienes intestinales. — El Dr. A. Roviohi {ConcluBionea):
1.* Las investigaciones clínicas y experimentales prueban la acción tó-
xica de los productos de la putrefacción intestinal, es decir, del indol, del
cscatol y del inol. Estas substancias obran: sobre el sistema nervioso, sobre
469
•el hígado, sobre los rifiones, sobre U aengte y sobré los órganos hemato-
poiéticos;
2/ Las propiedades tóxicas del liquido arinario y sos éteres salfoconja-
gados aamentan en yarios estados patológicos del organismo, por ejemplo,
en la epilepsia y en la melancolía, con estreftimiento ó con trastornjO en
las fnnciones gastro-intestinales;
8/ El régimen alimenticio ejerce una gran influencia sobre la elimina*
ción de los éteres snlfocoajngados ;
4.* Los porgantes salinos, las irrigaciones intestinales con disoluciones
bóricas, el régimen lácteo, y en particular el empleo del kéfir, tienen la
propiedad de disminuir la putrefacción intestinal ;
5.* La eliminación de los éteres sulfocon jugados yarla en las diferentes
faorae del día; las bebidas abundantes y el ejercicio muscular aumentan la
excreción de estos productos por la orina;
6/ Todo induce á creer que estos productos desempefian cierto papel en
las dirersas manifestaciones morbosas que interesan el hígado (congestión.
4 hígada dispépsico), la crasis sanguínea (anemia de las escuelas, de los que
padecen gastro y^ enteroptosis, enfermedad de Werlhoff , etc.), ó el sistema
nenrioso (neurosis y ciertas lesiones de las células grises nerviosad)-
Emples del subnitrate de bismuto eo las gastropatías.— El Dr. G. Hatkm: Lae
inyestigaciones sobre la marcha de las funciones digestiyas me ha demos-
trado que el subnitrato de bismuto produce todo el beneficio que puede
producir sin modificar lo más mínimo lo que los autores designan con el
nombre de hiperclorhidria. La acción del subnitrato de bismuto es indepen-
diente de la forma química del trabajo estomal. El subnitrato de bismuto
es el medicamento del dolor gástrico. Produce este efecto sin irritar ni
molestar. Es superior, por lo tanto, desde este punto de yista, á todos loe
medios anestésicos. Es tan útil en los hipopépsicos y apépsicos como en los
hiperpépsicos. Está indicado de una manera especial, pero no exclusiya,
-en la úlcera. En el cáncer, la cura con el bismuto calma los dolores, pero
en cuanto se suspende la medicación aparecen de nueyo é9U)s y los enfer-
mos piden de nueyo el medicamento; se hacen bismutomanos.
Para que el bismuto sea eficaz necesita ser administrado á la dosis de 15
á 20 gramoe. Al contrario de lo que podría creerse, estas dosis eleyadas
combaten el estreñimiento y hasta producen á yeces algo de diarrea. Es
lógico creer que el subnitrato de bismuto extendido sobre la superficie
mucosa obra como un cuerpo aislador y protege las terminaciones ner-
yiosas.
La acción antiséptica del subnitrato de bismuto en el intestino, es inne-
gable; tarda poco en hacer inodoras las deposiciones. Es probable que esta
acción sea menos acentuada en el estómago, pero suficiente para poder
atribuirla una parte importante de los efectos terapéuticos obtenidos.
Nuevos signos do la insuficiencia pancreática. — El Dr. J. Fkrrbira: Para
calcular el grado de insuficiencia pancreática empleo dos métodos : uno
destinado á comprobar la facultad diastásica y el otro la transformación
integra de las grasas en ácidos grasos y glicerina.
Un glucósido, la salicina, que se extrae de la corteza del sauce, se des*
«ompone bajo la influencia de la saliya, á 20 ó 80^, en saligenina y gluco*
460
«a. El fermento pancreático le descompone también. 8i se hace ingerir á
un enfermo salicina contenida en cápsulas de gluten (pueden administrarse
hasta 4 gramos, puesto que esta substancia se ha empleado antes contra la.
fiebre) y la función pancreática está poco ó nada alterada, la orina pre-
senta la reacción salicílica y reduce ej licor de Fehling. La reacción del
ácido salicllico es típica, porque la salicina se elimina en forma de ácidos
salicÜico y salicilúrico y de hidruro de salicilo. Esta reacción es puramen-
te diastásica, según demuestra con toda claridad la prueba de la salira; la
aparición, más ó menos precoz, en la orina del ácido salicllico y de la glu-
cosa, indica el grado d^ insuficiencia pancreática.
En el segundo método hago ingerir en ayunas al enfermo lecitinas r aceite
de olirae, prefiriendo, para que no repugnen, la fórmula recomendada por
Ghauffard para el tratamiento del cólico hepático, elerando el número de
yemas de huero de 2 á 6.
Aceite de oliTas . • 900 á 400 gramos.
, Oofiao 15 ^
Yema^ de huevo Número 6.
Mentol 50 centí^ramoe.
Guando la función pancreática está poco ó nada perturbada, se encuen-
tran en la excreta todas estas grasas en estado de glicerina y de ácidos
grasos. Estos últimos deben buscarse en las heces fecales por el método de
Gamus y de Jacobson, fundado en la acción colorante efectiya de los co-
lores básicos de anilina sobre dichos ácidos.
Entre los diferentes signos que permiten conocer la insuficiencia pan*^
creática hay uno, debido á Sahli, que ha disfrutado hasta ahora gran yalor
entre los clínicos: es la reacción del salol. Tiene, en verdad, un gran inte-
rés, pero no da la clave de la energía diastásica del fermento pancreático.
La descomposición del salol en ácidos fénico y salicllico se produce en el
intestino, y nada prueba que desempefie en este caso un papel preponderan-
te y exclusÍTo. La prueba dominante es que la ptialina no descompone el
salol y sabemos que los fermentos saliyales y pancreáticos son similarea
desde el punto de vista diastásico.
Pttegenia de It diabetes. — El Dr. W. Pavy: Para que haya glucosuriaes
preciso que haya glucemia. Es de necesidad absoluta, por lo tanto^ que en
el hombre en estado normal los hidrocarburos sean asimilados antes de lle-
gar á la sangre. Mis experimentos prueban que los hidrocarburos son
transformados en albuminoides por un fenómeno de síntesis bajo la influen-
cia de los linfocitos, de las yellósidades intestinales y en grasa por lae
células epiteliales de estas mismas yellósidades. Los que se libran de esta
doble transformación son conducidos al hígado por la yena porta y conyer-
tidos allí en glucógeno.
El trastorno de cualquiera de estas tres funciones es capaz de originar la
diabetes. La transformación de los hidrocarburos en albuminoides ó en
grasa es debida á una enzima cuya existencia está relacionada con la se-
creción interna del páncreas. El azúcar puede también aparecer en la san-
gre á consecuencia de la descomposición de la molécula compleja, en la que
461
«1 aaÚGar (procedente de los alimentoa) se encuentra en estado de combi*
nación.
Estas dos clases de fenómenos dependen del sistema nervioso: se trata de
una parálisis motora de la zona qailopoiética qne favorece además la glu-
cemia alterando el curso de la sangre en la yena porta, oxigenándola y
transformando asi el glucógeno en azúcar. Esta parálisis vasomotora es,
«1 parecer, de origen cerebral ; la diabetes entra, por lo tanto, en la clase
<le las neurosis, con la variante de que el trastorno funcional no interesa la
movilidad, la sensibilidad ni las funciones psíquicas, sino la función vaso-
motora, igual que en el bocio exoftálmico, estando localizado el trastorno
«n una porción del sistema vasomotor (zona quilopoiética en la diabetes).
ilitgiióttlce de Its pericarditis latentes cen derrame poco abundante.— El doc-
tor J. Fsrbbira: Para descubrir la pericarditis latente con derrame poco
Abundante, basta colocar al enfermo en la posición de Trendelenburg, y
•entonces se observan los fenómenos siguientes :
El derrame, obedeciendo á las leyes de la gravedad, se dirige hacia la
parte declive, es decir, hacia la base del corazón, apareciendo al poco tiem«
po la disnea á causa de la compresión de las aurículas y de los gruesos va-
«09. Puede observarse también á reces disfagia al ser comprimido el esó-
fago por el fondo de saco de Haller. Este signo no tiene el mismo valor que
la disnea. El pulso se hace pequefío y tiende á tomar los caracteres del pa*
radógico. Se observa después que la macicez del vértice coincide con el im-
pulso del punto^ y que, por un fenómeno de inversión, el primer ruido se
hace normal y el segundo sordo.
Si la posición de Trendelenburg se prolonga durante algún tiempo, en
«uanto el enfermo recobra la posición inicial puede apreciarse la dilatación
Áe la auríoula derecha, distensión pasiva que se explica perfectamente por
sn ligera resistencia á la compresión. El segundo tono pulmonar se acentúa
bastante, prueba de que aumenta la tensión circulatoria en el territorio
pulmonar. Este conjunto de signos tiene gran importancia por tratarse
de casos que burlan la sagacidad del clínico más hábil.
Consideracienos prácticas sobre ia trepanación mastoldea.~El Dr. F. SuÁ-
BKz DB Mendoza (Conclusionis) : 1.* En el estado actual de nuestros cono-
cimientos es imposible dar reglas fijas respecto al momento oportuno y al
género de intervención.
2.^ La antrotomía de Schwartze es suficiente en ciertos casos para conte-
ner el proceso inflamatorio de la región mastoidea y para prevenir la posi-
Inlidad de lesiones graves é irreparables. En ciertos casos la operación ra-
dical debe ser considerada como un procedimiento inútil que no está jus-
tificado en modo alguno.
3/ En otros casos, por el contrario, las indicaciones de la antrotomía
dadas por Schwartze deben ser consideradas como limitadas, porque las le-
siones son á veces tales que la operación es insuficiente, y por lo tanto, pe-
ligrosa. En estos casos es preciso recurrir, según las circunstancias, á otros
procedimientos.
4.* La experiencia y el sentido clínico dictarán al cirujano la elección
del procedimiento.
5.* Aunque no pretendo sustituir sistemáticamente el empleo de la sie-
462
rra tubular al de la gubia y el martillo, ereo que asociando en la cinigi»
del oído estos diversos instrumentos, se opera con más rapidez, precisión y
seguridad.
6/ En cirugía mastoidea el tratanliento post operatorio debe ser el máa
sencillo posible.
7/ No es preciso inspirarse demasiado en los preceptos de la cirugía ge-
neral para condenar las curas más ó menos complicadas.
8.^ El relleno de la cavidad operatoria, acoi^ejado en estos años últimos,,
perturba el esfuerzo natural reparador y debe ser condenado en absoluto.
Las meningitis eerebro-espinaies. — El Dr. A. J. Oabral : Las meningitia
cerebroespinales se dividen eu dos grupos, el primero de los cuales está
representado por la meningitis cerebral epidémica, cuyo agente especifiea
es el núeroeocua intracdlularU tneningitides^ descubierto por Weichselbaum»
Esta forma se distingue de las demás meningitis, no sólo por su etiología
específica, sino por ser una enfermedad primitiva, protopática, y por re-
Tsstir el carácter epidémico.
El segundo grupo comprende todas las meningitis que sobrevienen coma
epifenómenos, como complicaciones secundarias ó determinaciones deute-
ropáticas en el curso de otras enfermedades. Son debidas al neumococo, á.
los bacilos de Eberth ó de Pfeiffer, al coli bacilo, al microbio de Neisser, al
de la peste ó del muermo, la meningitis sifilítica, la reumática, etc.
Voy á oouparmerde la meningitis cerebro-espinal epidémica, de la que h»
observado 180 casos durante la última epidemia de Algarve.
El modo de invasión de la economía es muy obscuro y sólo pueden hacer-
se respecto á este asunto conjeturas más ó menos verosímiles. Según unoa
autores, la infección se produce por las vías respiratorias, y según otros por
las digestivas, constituyendo Iqs trastornos gástricos una causa predispo-
nente. La opinión más general es la que admite que el microbio penetra en
el organismo por la mucosa de las fosas nasales. El meningocoeo llega á la.
cavidad craneana atravesando la lámina cribosa del etmoides y siguienda
los vasos linfáticos de la pituitaria.
unos patólogop admiten el carácter contagioso de la meningitis cerebro-
espinal epidémica y otros le niegan. Creo, ateniéndome á lo observado en
la epidemia referida, que el enfermo de meningitis es un elemento de pro-
pagación de la infección, bien por contacto directo ó por el intermedio de
los objetos contaminados.
Las más de las veces la meningitis se manifiesta de un modo brusco, en
plena salud. Los síntomas que constituyen la triada característica son : ca-
lofríos, cefalalgia y vómitos. En algunos casos hay pródromos caracteriza-
dos por aplanamiento general, hormigueo y dolores en las extremidades in-
feriores, cólicos y fenómenos de gastro-enteritis. En la forma raquidiana el
principio es lento y se caracteriza por trastornos sensitivos y motores. A la.
invasión brusca de la enfermedad sigde un período corto de remisión « mi-
tigándose los fenómenos iniciales ó convirtiéndose en estupor. Este perio-
do, que dura unas cuantas horas, principia en el segundo día de la enferme-
dad, á veces en la tarde del primero. Los vómitos cesan en seguida, pero la.
fiebre aumenta en cambio de intensidad, y aparecen fenómenos excito-
motores y psico sensoriales, predominando las convulsiones, las contractu-
463
ras, el opiBtótonoe, el delirio, la agitación y el insomnio. El estrefiimiento
es rebelde y la lengua se pone pastosa, aquejando el enfermo anorezia y
sed. Este estado persiste unos ocho días, principiando 1^ mejoría en los ca-
sos benignos.
La muerte se observa en el 40 por 100 de los casos, variando sus causas
inmediatas según la forma de la enfermedad^ En los casos sobreagudos el
enfermo muere en el coma. En las formas convulsivas la muerte es debida
á la asfixia por contracción tetánica del diafragma é inmovilización del tó-
rax. El trastorno nutritivo de los centros nerviosos, originado por la me-
ningitis, produce el síndrome bulbar y la muerte. Otros enfermos mueren
á causa de la debilidad del miocardio, de la congestión y edema pulmonar,
y del edema de la glotis. En las formas prolongadas de la enfermedad la
muerte sobreviene por miocarditis, astenia general, colapso, coma, inani-
ción, etc.
El diagnóstico de la meningitis epidémica es de ordinario fácil. En loe
casos dudosos debe recurrirse al examen bacteriológico y citosoópico del
liquido cefalorraquídeo extraído por punción lumbar. La reacción agluti-
nante del suero sanguíneo facilita el diagnóstico en ciertos casos. El signo
de Kenig es uno de los síntomas más frecuentes de la meningitis epidémi-
ca, pero no tiene el valor semeiológico que se le ba atribuido. Falta en al-
gunos casos, en otros su aparición es tardía y es tan frecuente en la menin-
gitis cerebro-espinal tuberculosa como en la epidémica.
Las lesiones anatómicas son á veces congestivas ó hidrocefálicas. Los de-
rrames pueden ser serosos, serofíbrinosos ó purulentos. La supuración es
en ciertos casos precoz y se observa ya á las pocas horas. La inflamación
es más común en la base del encéfalo, donde los exudados son más abun-
dantes y forman una capa continua ó islotes. Los nervios suelen participar
del proceso inflamatorio. Los exudados respetan al parecer casi siempre el
trayecto de los vasos sanguíneos. Las hemorragias meníngeas son frecuen-
tes, igual que los focos hemorrágicos en el tejido del cerebro y de la médula.
En la cavidad raquídea la lesión más común es la presencia de falsas men-
branas en la cara posterior de la médula. Se han encontrado en ciertos ór-
ganos hemorragias y placas necrósicas.
El tratamiento más racional y el que, al menos en Portugal, ha producido
mejores resultados, es el empleado. primeramente por el Dr. Franca, es de*
cir, el empleo sistemático de las puaciones lumbares seguidas de inyeccio-
nes de líquidos antisépticos.
La terapéutica ioeal en las enfermedades fnfecciesas.— El Dr. A. Oharrin:
En vista del éxito terapéutico de ios cirujanos, debido cuando menos en
parte á las condiciones que permiten obrar directamente sobre el agente
morbífico, la medicina tiende cada vez más á emplear la terapéutica locaf
en ciertas enfermedades del estómago, del intestino, del hígado, del bazo,
de los ríñones, de las serosas, etc. ESstas tendencias no están libres de exa-
geraciones, á causa más que nada de olvidar la fisiología. Conviene, por
último, saber que las conexiones de los tejidos vasculares, y sobre todo ner-
viosas, hacen rara y difícil la localización absoluta de estas intervenciones.
Estos procedimientos son variados. Puede destruirse ó expulsarse un pa-
rásito, recurrirse á agentes físicos, al amasamiento, á la compresión, al
464
frió, al calor. Uha hipertermia ligera activa la yitalidad de machos tejidos,
susceptibles, por lo demás, de soportar eleyaciones que lleguen á 48, 50*" y
más, aunque ya á Los 42* la bacteridia se couTierte en yacuna. Es posible
moderar, localizar la acción de estas temperaturas de igual manera que la
de la luz, cuyas irradiaciones modifican los seres viyientes; los cuerpos
inorgánicos, influyen sobre nuestros órganos y nuestros plasmas, atenúan
muchos microbios y activan la función de nuestras células. Los resultados
obtenidos con los rayos X^en los tumores, las anemias, las esplenopatias,
etcétera, son muy eatisf actoríoii ; lo mismo ocurre con las emanaciones del
radio. La electricidad obra sobre las atrofias, sobre las parálisis, y además
de su acción directa produce calor ó principios químicos.
Le revulsión dirige los microbios á una zona elegida de atemano, casi
siempre de importancia fisiológica secundaria. Las estancaciones, los ede-
mas, las hiperemias circunscritas, intervienen de un modo útil por sus hu-
mores mícrobicidas, por el ácido carbónico, por las células, etc.
Hemos demostrado de una manera experimental que en el territorio en
que áe determinan estas modificaciones puede destruirse una toxina. En
esta zona, gracias á los leucocitos, á los fagocitos, á las serosidades más ó
menos abundantes en alexina, y á veces, sin duda, en otros principios an-
titóxicos ó bactericidas, esta toxina, y hasta los agentes patógenos, se ate-
núan y hacen impotentes.
La noción en 4a existencia de microbios patógenos en puntos de fácil
acceso, como la faringe en el caso de difteria, el útero en el de infección
puerperal, etc., es un dato capital en favor de estas terapéuticas locales.
£1 esfuerzo curativo es bastante eficaz mientras estos microbios no pene-
tran en el torrente circulatorio y se ponen fuera de nuestro alcance. Aun
después de la difusión estas terapéuticas son litiles por disminuir el valor
del factor cantidad que influye sobre los virus igual que sobre las pon-
zoñas.
Otras investigaciones nos han conducido á conocer la importancia de loe
antisépticos insolnbles incapaces de irá donde nada tieoen que hacer;
quedan en las cavidades ó en las superficies que reclaman su acción, prolon-
gándose el contacto entre el medicamento y el principio nocivo. Beta in-
solubilidad limita los efectos nocivos ejercidos por ciertos antisépticos que,
excepto los específicos, son susceptibles de alterar la célula de la econo-
mía igual que la bactérica.
Una serie de trabajos nos han hecho conocer que los medicamentos, aun
los solubles, obran durante mucho tiempo sobre los tejidos enfermos y á
pequeñas dosis, aplicados cerca ó en el seno de estos tejidos. Sabemos, en
efecto, que una serie de cuerpos se unen á las células durante más ó íneuos
tiempo; éstas dejan en gran parte de circular y se convierten hasta cierto
punto en partículas sólidas. Otros experimentos nos han enseñado que las
substancias químicas, aun introducidas por los vasos ó el aparato digestivo,
se acumulan de preferencia en los territorios enfermos. En estos territorios
la sangre circula con más lentitud, los capilares están dilatados y los vasi-
llos neoformados carecen casi siempre de fibras musculares; la coa gestión
y la inflamación, patrimonio de estos territorios, tienen la particularidad
de hacer que pase más líquido sanguíneo con menos velocidad, y que la
(
465
diapedesis, facilitada, deje salir más leacocitoe aptos para transportar tai
ó caal prodaoto. En resamen, la terapéutica general tiende á hacerse
local.
Afiadiremos qae estos datos contribuyen á explicar la utilidad de diver-
sos procedimientos de curación localizados en un espacio limitado, por
ejemplo la revulsión, ciertas estancaciones ó hiperemias, algunos edemas,
loe abscesos llamados de fijación, que atraen á un tejido poco importante,
agentes morbíficos, microbios ó venenos, que dejan libres los órganos im-
portantes, y que por eliminación, gracias á un exutorio artificial ó agotan-
do en la lesión circunscripta la fuerza del adversario, facilitan por una
cura local una afección capaz de perjudicar á todo el organismo.
Sebre la pontofla de ia serpiente Habou.— £1 Dr. Tomataro Ishizaka: Las
serpientes Habou viven en las islas Sudoeste del Japón, sobre todo en Lin-
kin y Oshina, y su ponzoña extremadamente virulenta las hace muy temi-
bles para los indígenas. Las investigaciones que he practicado con esta pon*
zofia me permiten sacar las conclusiones siguientes: el principio esencial
de la ponzoña de esta serpiente es una hemarragina^ pero además contiene
una hemolisina, una aglutinina y una cantidad pequeña de neurotoxina.
La inyección subcutánea de esta ponzoña provoca, lo onismo en los ani-
males de sangre caliente que en los de sangre fría, en el sitio de la inyec-
ción, una gran hemorragia intersticial; las inyecciones intravenosas produ-
cen también hemorragias submucosas ósubserosas en las diferentes visce-
ras, estómago, intestinos, pulmones, corazón, etc.
£1 veneno ejerce asimismo una acción paralizante sobre el aparato mo-
tor de los animales de sangre caliente y sobre el corazón de los de sangre
fría. En los primeros la causa directa de la muerte es la suspensión respi-
ratoria producida por parálisis respiratoria.
. La inyección directa del veneno en los centros nerviosos provoca fenó-
menos convulsivos por acción mecánica (hematomas submeningeos).
El veneno no produce efecto hemolítico alguno, excepto una ligera ac-
ción aglutinante sobre la sangre del conejo, del ratón y del buey. Su acción
hemolítica sobre la sangre del perro es, por el contrario, muy enérgica; es
neutralizada por la adición de colesterina. Lavando varias veces los gló-
bulos rojos de la sangre del perro pierden en absoluto ó casi en absoluto
6US propiedades hemolíticas; en cambio se aglutinan con facilidad.
La disolución de ponzoña calentada á 7S* durante quince minutos pier-
de por completo sus propiedades hemorragíparas ; calentada á 90** por es-
pacio de media hora, se destruye por completo su hemolisina.
La emulsión acuosa de la ponzoña tratada por el cloroformo, cede á éste
toda su hemorragina, pero conserva su hemolisina y neurotoxina.
Acoién de los efluvios electro -estáticos sobre los gérmones de la supuración.—
Los ^es. J. MiTJAViLA y A. Morales (Conclusiones): 1.* En ciertos pro-
cesos locales supurados donde se encuentran los gérmenes vulgares estafi-
lococo y piociánico, ejerce la efiuviación electro-estática, acción bactericida
manifiesta.
2.* El efluvio disminuye la vitalidad del bacilo piociánico y estafilococo
dorado y retarda su desarrollo en caldo y agar; pero no lo mata en una
hora de exposición al mismo.
466
8/ Loe animales (conejos) qne han sido inyectados con gérmenes expues-
tos á la acción del eflayio no han acusado alteración patológica apreoiahle
con dos asas de cultivo puestas bajo la piel del yientre, muriendo en cam*
bio ios que lo faeron con el mismo no atenuado en igual cantidad.
4.^ En la clínica y por la aplicación de la efluyiación se han curado rápi-
damente los enfermos que fueron tratados por este nuevo método, sobre
todo las adenitis tórpidas supuradas, las úlceras atónicas y las quemadu-
ras infectadas.
5.* Clínicamente no son comparables los efectos obtenidos mediante la
efluviación electro-estática con los efluvios procedentes de la alta tensión
y frecuencia, qne ya hablan sido estudiados principalmente por D*Ar-
sonval. — F. Tolbdo.
SOCIEDAD DE MEDICINA DE BERLÍN
SéMn del día S dé Ago$lo de 1906.
Sobro la apondioltio.— El Dr. Guttatadt dice que durante el afio 1903 han
sido tratados por tiflitis y apendicitis en los hospitales públicos de Pnisia
8.412 personas; de ellas 4.769 hombres y 8.648 mujeres, habiendo fallecido
796 (490 hombres y 806 mujeres), lo cual representa una mortalidad de
9'46 por 100. Fueron operados 8.400 (1.924 hombres y 1.476 mujeres), ó
sea un 40*42 por 100, y de estos operados fallecieron 466 (279 hombres y 187
mujeres), ó sea un 18*71 por 100. Las cifras del afio 1904 son las siguien-
tes: cifra total de tratados, 10.798 (5.997 hombres y 4.798 mujeres); falle-
cidos, 986 (588 hombres y 408 mujeres), ó sea un 9*14 por 100; fueron ope-
rados 4.774 (2.588 hombres y 2.186 mujeres), ó sea un 44*28 por 100 con
una mortalidad de 589 (820 hombres y 219 mujeres), ó sea de 11*29 por 100.
Resulta además de dichas estadísticas, qne la frecuencia de la apendici-
tis va aumentando hasta la edad de quince á veinte afios, y después va dis-
minuyendo poco á poco; en cambio la mortalided va en disminución desde
O á 1 afio (80 por 100), alcanzando su cifra mínima entre los veinte y los
veinticinco afios, y Tolyiendo á aumentar en los afios sucesivos.
El Dr. A. Bagintíky dice que en el nifio se presentan varios problemas
cuya solución es de mucha importancia. El primero es el de si la apendi-
citis del nifio es una enfermedad de comienzo agudo ó va precedida de ana
fase crónica. En concepto del autor este último caso es el más frecuente.
Además de esta forma hay otra esencialmente crónica, que por su larga
duración quebranta mucho las fuerzas del nifio, sin llegar á proTOcar un
ataque agudo. En estos casos se encuentra como síntoma característico una
curva térmica especial con temperaturas subnormales.
¿Cómo se manifiestan loe ataques agudos en los nifios? Por medio de un
dolor súbito, insoportable y espontáneo en la fosa ilíaca, náusea continua
ó vómito frecuente, acelerados el pulso y la respiración y gran sensibilidad
á la presión en la región ileocecal. Para no incurrir en error al examinar
este último síntoma, es muy couTeniente, como lo aconseja Rotter, empezar
la palpación por el lado izquierdo.
467
¿Existen también formas patológicas de comienzo agudo? Giertamente
las hay, ▼. gr., qae ee inician con ana angina tonsilar, tanto que se podría
hablar de nna angina apendionlar. Estos ataques agudos sobrerienen á
Teces con síntomas falaces, t. gr., simulando una afección disentérica.
¿Hay paralelismo entre las manifestaciones clínicas y la lesión anatómi-
ca? De niiiguna manera. Son muy frecuentes los casos en que se descubre
muy poco por la palpación, y hasta los hay muy peligrosos cuando Tan
acompañados de ana gran frecuencia de respiración y de pulso.
¿Son posibles errores en él diagnóstico? Lo son sobre todo con la pleuri-
tis y el empiema, y ha habido clínico muy experto que hasta ha confun-
dido el empiema y la iuTaginación. El autor refiere, además, otros dos casos
muy interesantes. En el primero se había diagnosticado una afección apen-
dicular, y se encontró una peritonitis de pneumococos, sin nada patológico
en el apéndice. El segundo caso era tan semejante al anterior, que pensó
el autor, en vista de lo ocurrido, que se trataría también de nna peritonitis
de pneumococos, mas lejoto de ser así, se encontró un apéndice perforado.
Respecto á si se debe operar y cuándo, el autor, que en otro tiempo no
era partidario de decidirse pronto por la operación, ha cambiado de crite*
rio en vista de lo que le ha ido ensefiando la experiencia. Hoy es partida-
rio de la operación precoz en todo caso agudo ; cuando el curso es más cró-
nico se puede aguardar un poco, pero también se debe operar. Respecto á
las operaciones en frío, conviene atenerse á lo que resuelvan cirujanos muy
experimentados en estas cuestiones; el autor se inclina á operar también
en estas circunstancias.
En resumen: en principio se debe operar en todos los casos, y lo más
pronto que sea posible.
El Dr. Nóggerath dice que una complicación nada rara de la apendicitis
es la hemorragia en las paredes del apéndice. Dicha hemorragia puede ser
puntiforme ó extensa y grave. El autor ha hecho experimentos en animales,
imitando simplemente la apendectomía y en otros casos maltratando el
apéndice. En el primer caso se encontraron hemorragias puntiformes pe-
quefias; en el segundo se produjeron hemorragias muy copiosas. Según
esto, las hemorragias pequeñas no tienen valor patognomónico y las gran-
des no son siempre de origen patológico, puesto que pueden reconocer por
causa una operación muy agresiva. Sería de desear que los apéndices que
se remitan en lo sucesivo al Instituto anatomopatológico vayan acompa-
ñados de datos anamnésicos referentes á la enfermedad y á la operación.
El Dr. Netimann cree que con un tratamiento interno precoz y bien diri-
gido se puede disminuir mucho la necesidad de la operación. El médico
práctico suele tratar los casos muy al principio, y por lo mismo está muy
familiarizado con los síntomas precoces. Entre éstos desempeña un gran
papel el malestar de estómago; no es raro tampoco encontrar cierta sensi-
bilidad á la presión en la región ilíaca, sensibilidad que conduce al diag-
nóstico exacto. En estos casos, tratados desde el primer momento, es muy
común que se consiga una curación definitiva con el reposo absoluto en
cama, la dieta rigurosa y mantener en reposo el intestino. En cambio hay
que abstenerse de purgantes que con facilidad agravan el estado, ó bien, si
sobreviene mejoría, son causa de recidiva. Para el diagnóstico son de esen-
468
cial importADcia el dolor localizadoy la rapidez y eficacia con qae obra el
opio. Es posiblo qae en casos tratados tab precozmente se incnrra alguna
yéz en errores de diagnóstico; pero aunque asi sea, con el tratamiento in-
dicado nunca se puede irrogar el menor daño. La posibilidad de una cura-
ción hay que admitirla dadas las fuerzas de defensa de que dispone el
organismo. £1 mismo Orth ha manifestado en la sesión anterior que en aU
ganos apéndices se encuentran vestigios de lesiones anteriores que se ha-
blan curado. Aun en casos de cierta fecha en que la madre del enfermo
ya había recurrido á los purgantes, se consigue muchas Teces la curación
procediendo de un modo enérgico á poner en reposo al intestino y á la
aplicación de fomentos helados. Bn estos casos debe intervenir el cirujano,
aunque es común que baste con la simple incisión. También deben pasar
desde el primer momento á manos del cirujano los enfermos que tienen un
primer ataque violento con absceso y peritonitis. El autor declina también
sus poderes cuando se percibe la «zistencia de un enterolito en el apéndice.
Una vez pasado el ataque es superfina la intervención quirúrgica, si es
bueno el estado general, y no existen ni sensibilidad á la presión ni dolor
espontáneo. Pero si las condiciones no son tan favorables, se debe operar
en frió.
El Dr. EwcUd confiesa que respecto al diagnóstico discrepa casi en abso*
luto de Kraus. Asi ha observado el comienzo brusco de la apendicitis en el
79*5 por 100 de sus casos, y cree que el diagnóstico no es más difícil que el
de las afecciones del hígado, del riñon, de los anejo^, etc. Pero más aún que
el diagnóstico importa el pronóstico, y éste si que es difícil, puesto que á
veces se curai^ sin contratiempo hasta casos en que había grandes exuda-
dos. Las oscilaciones de la leucocitosis no tienen ningún valor para el pro-
nóstico.
Los cirujanos abogan por la operación en todos los casos, pero esta opi*
nión no está justificada, á juzgar de los resultados obtenidos con el trata-
miento médico. De 191 casos del Hospital Augusta, sólo fueron operados
28; de los 168 restantes sólo murieron 4, y hay que contar que 8 de estos
últimos ingresaron en un estado desesperado. Visto que tantos casos curan
sin incidente, no se debe de operar sin necesidad, sino aguardar á que se
presenten síntomas graves. El momento en que hay que operar se puede
precisar con toda seguridad si se observa escrupulosamente al enfermo; de
esta manera se llega siempre á tiempo. Los niños constituyen una excep*
ción á esta regla; en ellos se debe operar lo más pronto que sea posible,
porque pueden sobrevenir fenómenos alarmantes de pronto é impensada-
mente. No hay que dudar, por otra parte, que la operación tiene sus peli*
gros, ocasionados por el cloroformo, las pulmonías, las hemorragias secun-
darias y hasta la posibilidad de que se produzcan lesiones después de la
operación. También son factores no despreciables la preocupación de la
familia por el éxito de la operación y los gastos. El médico práctico es el
que, observando cuidadosamente al enfermo y adoptando un tratamiento
adecuado, en los casos de apendicitis incipiente, está llamado á servir de
contrapeso ai cirujano. También hay que proceder, según las circunstan-
cias de cada caso, respecto á la operación en frío, y lo mismo hay que decir
de las recidivas. Respecto á estas últimas, no se ha fijado Lnrael en que
469
un gran número de ataques repetidos se cara fácilmente sin operación. En
eambio se debe operar siempre en los casos de apendicitis laryada, que ha
descrito por primera ves el autor.
El Dr. Alhi hace notar que la inmensa mayoria de los cirnjanos es parti-
daria de la operación precoz en las primeras veinticuatro á cuarenta y ocho
horas. Dicha operación exige un diagnóstico también precoz, que es posi-
ble establecer con seguridad en el 80 á 90 por 100 de los casos. Conviene
distinguir bien los leves de los graves. Gomo grabes se deben de calificar
los que van acompañados de fenómenos peritonf ticos ; pero hay que tener
presente que e^ta significación le corresponde no á un solo síntoma, sino á
la presentación simultánea de varios. En este número hay que contar : la
fiebre continua, el p^lso muy frecuente, el vómito persistente, la resistencia
que va aumentando cada vez más en la región íleocecal, el aumento de la
sensibilidad á la presión estando relajadas las cubiertas cutáneas, la con-
vexidad de la piel sobre el foco patológico, la defensa muscular, la inflama-
ción local del ciego, los síntomas de compresión por parte del recto y de la
vejiga, el hipo y la postración. Oierto es que también hay casos en que se
presenta la peritonitis sin síntomas prodrómicos,pero son seguramente muy
raros. Ahora bien, como la transición brusca de los fenómenos leves á los
graves es muy excepcional, de aquí que no sea necesaria la operación pre-
coz en todos los casos : en los leves no lo es en general. Además, la opera-
ción tampoco está exenta de riesgo, ;|^ no hay que olvidar el apotegma de
que el remedio no debe de ser peor que la enfermedad. La operación inme-
diata está indicada en los casos agudos en que se sospecha una peritonitis
por perforación; los demás se suelen curar sin operación.
El Dr. Hermes opina también que no siempre se debe operar en las pri-
meras cuarenta y ocho horas. Lo que sí se debe de hacer siempre es diag-
nosticar si se trata de una apendicitis simple ó de una apendicitis con fe-
nómenos peritoníticos, pues sólo en este último caso es cuando procede eje-
cntar la operación precoz.
Respecto al diagnóstico diferencial entre la apendicitis y las afecciones
de los anejos, hay que recordar que las inflamaciones procedentes de estos
últimos son casi todas de origen blenorrágico y se desarrollan paulatina- .
mente; en cambio, la apendicitis sobreviene á menudo de un modo brusco
ó va precedida de molestias gástricas. Cuanto más tumultuosos sean los sín-
tomas, tanto más probable es que se trate de una apendicitis. Por el con-
trario, la bilateralidad de los fenómenos patológicos depone á favor de una
afección de los anejos. En los qasos de apendicitis es de regla la leucocitosis.
El Dr. Henke dice que el examen que ha llevado á cabo de apendicitis
recién extirpados, le ha dado resultados análogos á los obtenidos por As-
choff. Los cálculos estercoráceos desempeñan un gran papel en el desarro-
llo de úlceras por compr^ión. Cuanto á las hemorragias pnntiformes que
se han hallado, conviene no menospreciar su importancia patológica, pues
es lo cierto que no sabemos cuál podía haber sido su evolución ulterior.
El Dr. Seefisch opina que después de todo ataque, si no se ha hecho la
operación precoz, se debe de operar en frío, porque es muy frecuente que ya
se hayan producido en el apéndice alteraciones graves que no se revelan por
ningún síntoma especial. — {Deutsche Medizinal Zeitung). — R. del Valle.
470
PERIÓDICOS
Patogenia do la onfornodad do Dupuytron^— El Dr. Testi recuerda que ya
el afto 1S95 llamó la atención acerca de la relación qne hay entre el mal de
Dopuytren ó contractnra de la aponenrosis palmar y la siringomielia, fun-
dándose para ello en la autopsia de un caso relativo á un enfermo que per-
tenecía á una familia en la que habia también otros de la misma afección.
En efecto, en dicha autopsia se encontraron múltiples cavidades siringo-
miélicas en las comisuras anterior y posterior, algunas de cuyas cavidades
comunicaban con el conducto central de la médula. Habia, además, infil-
tración gliomatosa, y á pesar de todas estas lesiones no se habían observa-
do durante la vida más síntomas que contracturas de las aponenrosis en la
mano y en el pié y atrofia ligera de los interóseos y de las eminencias tenar
é hipotenar.
Por ahora no es posible afirmar hasta qué punto desempeña algún papel
etiológico en esta afección el traumatismo, y si no podrá éste dar origen á
un mal de Dupuytren como afección local ; de todos modos, cuando se tra-
te de intervenir quirúrgicamente se debe investigar muy cuidadosamente
si existe además algún siptoraa medular.
Recuerda el autor con este motivo los panadizos del mal de Morvan, la
mano suculenta de Marinesco y sobre todo los casos atípleos de siringomie*
lia en que no se observa nada de disociación de las distintas sensibilidades.
Cuanto mejor se van conociendo la anatomía y la patología de la médula
espinal, tanto mejor se van comprendiendo la naturaleza' de ciertas enfer-
medades, como el mal de Dupuytren y el mal perforante, que se venían
considerando como entidades patológicas 8ui generis.
{Ri/'orma medica). — R. dkl Vallk.
Tratamiento de loo afecclonoo crónioao dol corazón. — El tratamiento, dice
el Dr. Hoffínan, no depende muchas veces de los datos obtenidos por el
examen del corazón : la etiología desempeña un papel importante. Es pre-
ciso averiguar si los trastornos observados dependen del uso del café, del
tabaco, del alcohol ó de una afección constitucional. Averiguado esto, es
necesario conocer cuál de las tres grandes medicaciones del corazón, digi -
tal, yodhros, agua fría, se aplica al caso en estudio. La acción de la digital
no es bien conocida. Además de sus efectos sobre el miocardio, contrae los
vasos abdominales y produce, por lo tanto, la dilatación vascular cutánea.
Este medicamento normaliza también la corriente sanguínea é impide qne
la sangre se acumule en las cavidades cardíacas derechas y én los vasos del
abdomen. La digital está indicada, por lo tanto, en las afecciones mitraTea
y eu las miocarditis. En ciertos casos las afecciones valvulares aórticas y
la arterio- esclerosis son influidas favorablemente por ella. En cambio otros
enfermos son refractarios á esta medicación : aquellos en los que loe según*
dos ruidos de la base son más débiles que los primeros. Para conocer esta
categoría de enfermos, conviene emplear el estetoscopio de BíancfaL Loa
471
yodaros están indicados en las aaemias con hipertensión ; en éstos el segan-
do mido de la panta es macho más inerte qne el primero. Conviene qae los
ríñones estén sanos y qne no haya tendencia á ias hemoptisis. Hoffman ad-
ministra el yodnro darante caatro á seis semanas oonsecativas y snspende
laego sn aso por bastante tiempo. En el tercer grnpo de enfermos, los rui-
dos son más débiles, sobre todo en la base : este carácter es más acentuado
en la enfermedad de Basedow. En estos casos las aplicaciones locales del
frío producen resultados excelentes, si se combinan con un régimen lacto-
Tegetariano (no absoluto).
Queda una categoría de cardiacos crónicos que no están incluidos en los
tres grupos indicados : en estos enfermos se recurrirá á tres medicaciones
que son útiles á todos estos enfermos : la balneoterapia, la gimnasia respi-
ratoria y la higiene del corazón. Los bafios carbogaseosos atraen la sangre
á la periferia y disminuyen el trabajo del corazón; los bafios eléctricos pro-
ducen el mismo efecto. Durante este tratamiento el enfermo debe aprender
las reglas de la higiene del corazón, que son tan conocidas. La gimnasia
respiratoria no es apreciada en todo su valor por la mayoría de los prácti-
cos. Nada tonifica un corazón débil tanto como una inspiración profunda ;
los ejercicios respiratorios sistemáticos y bien ordenados prestan grandes
servicios.
Queda la categoría de los falsos cardíacos, que pueden hoy diagnosticar-
se mejor gracias á loe rayos X. Toda acumulación de gases en el estómago,
rechaza el diafragma á la izquierda y disloca el corazón. La medicación en
esos casos debe tener por objeto normalizar las funciones digestivas.
(La Belgique Medícale, 12 julio 1906).— F. Touído.
Errerot en el diagnóttioo del quiroismo estomacal. — El Dr. Bartenstein ha
observado que cuando se recoge el contenido gástrico en dos vasijas dife-
rentes es muy común que difiera mucho la proporción de ácido en ambas;
por lo general, la porción últimamente extraída es la que presenta una aci-
dez mayor. Opina, por lo tanto, el autoi:, que todos los métodos de explora-
ción, como los de Mathieu y Rémond y el de Strauss, que se fandan en la
determinación de la acidez ó del peso específico de una pequeña cantidad
de contenido gástrico extraída en una sola vez, dan resultados erróneos.
La acidez de una zona del estómago puede diferir mucho de la de otra zona
de la misma viscera. Esta circunstancia explica algunos fracasos de nues-
tras prescripciones terapéuticas y también el hecho de que con los métodos
usuales de exploración se encuentre en muchos casos hiperacidez, sin que
por ello el paciente hubiese sentido ninguna molestia.
(BérL Klin. Wochmschr).'-B,. del Vallb«
/
ÍNDICE DEL TOMO LXXII
Abdomen (Cuerpo extrafio en
el) 157
. Abortos inconii)leto9 (, Efectos
de la dilatación, lavados y
desagüe internos en los) 821
Abs<;e80 crónico intradnral ... 85
— meníngeo consecativo á
una otitis media snpu*
rada 217
Absorción de la grasa j de los
albuminoides en los niños sa-
nos y dis{)épsicos 805
Aceite de ricino (Un medio de
enmascarar el sabor del) . . . 820
Acido Tanádico y su empleo en
terapéutica (El) 288
Adenoma del labio mayor 228
Adenopatias tuberculosas no
supuradas (Influencia favora-
ble de los rayos K5ntgen.en
las) :... 819
Adiposo (Necrosis del tejido). 189
Agua oxigenada (Tratamiento
de las quemaduras con
el) 289
— salada en las tuberculo-
sis articulares supura-
das abiertas (Eficacia
del) 269
— (Uso higiénico del).... 278.
Alambre de plata en la sutura
de la rótula (Destino ulte-
rior del) 284
Albayalde j los pintores (El). 484
Albuminuria desde el punto de
TÍsta diagnóstico y terapéu-
tico (La) 89
Alcohol en patología gástrica
(La prueba del) 240
Alcoholismo durante el emba-
razo y la lactancia • 275
Alimentación y los regímenes
en el hombre sano y en los
enfermos (La) • 886
Alipina, nuevo anestésico ocu-
lar(La) 829
Amargos (Acción de los) 40
Amasamiento del corazón 877, 422
Amenorrea y matrimonio 415
Anastomosis gastro-intestina-
les é intestino intestinales. . 882
Anestesia clorofórmica y las
cardiopatias (La) 281
— especial con la escopola-
mina en las laparoto-
mías 224
Anestésicos locales (Dos nue-
vos) 10
Aneurisma de la cubital 117
— del tronco tibioperoneo. 878
Aneurismas de los grandes va-
sos y su tratamiento
por el suero gelatini •
zado (Los) 220
— (TraUmiento de loe) . . .
Anquilostomas v el estado de
la sangre (Relaciones entre
el número de) 55
Anquilostomiasis (Aso^^iacio-
nes helmintiásicas en la). . .
Apendicitis (De la) 484,
— (Tratamiento de la) ... .
— y gangrena del apéndice
como enfermedades
distintas 114
— y tifiocolitis mucomem*
branosa 67
Apendicostomia 201
Apófisis mastoides (Incisión
modificada para poner al des-
cubierto la) 855
Arcos palmares (Contribución
al estudio de la anatomía de
los). 298
Arsénico (Curación de un can-
croide con el) 854
Arterío esclerosis (Nuevo sig-
no de la) 199
Artritis deformante por los ra-
yos X (Tratamiento de la). . 858
Asilo- escuela de Bicetre 412
Astasia en forma de ataque. . . 825
879
97
466
894
473
Asepsia quirdrgica (Investi*
gaoionea bacteriológicas
acerca de la) 224
Auto intoxicación gastro-in-
testinal (Afecciones de ios
ojos por) 827
Anto-intozicaciones en el em-
barazo 455
Anto-intoxicaciones intestina-
les 468
Antoplastia del conducto audi-
tivo externo en la cura radi*
cal de la otorrea 169
Azonrias de los adolescentes
(Las) 401
Aznl de metileno (Valor clíni-
co de la reacción del) 40
Azúcar en la orina (Determi-
nación del) 194
Bacilos tuberculosos 95
Bala de reTólyer extraída del
cerebro 879
Bazo (Implantación de la
glándula tiroides en el) . . . . 288
Bebidas salinas en la fiebre ti-
foidea 200
Beri beri (El microorganismo
del).... 859
Bier (Epididimitis agudas tra-
tadas por el método
de) 808
— (Un caso de mastitis cu-
rado por el procedi-
miento de) 101
Bocio exoftálmico considerado
como enfermedad y como sín-
drome (El) 457
Cadera (Tratamiento de la la-
xación congénita de la) ... . 269
Cabra (Propiedades de un
nucTo suero antitifoideo ob-
tenido de la) 120
Cálculos biliares alojados en
el divertículo de Meckel. . . . 818
Calomelanos (Supuesta incom-
patibilidad de los). 215,261, 294
Cáncer de la mama y los ifayos
X(El)...^ 896
— de la porción inferior
yuxtayesical del uré-
ter 269
— del cuello uterino (Tra-
tamiento del) 484
— del recto en una emba-
razada 286
— del útero (La laparoto-
mía en el) 897
— laríngeo (Hemilarin-
{^ectomia por) 125
— primitivo del ovario... 222
Cáncer uterino curado por el
radio 860
Cánceres rectales altos (Ope-
ración de los) 228
Cancroide con el arsénico (Cu-
ración de un) 854
Carpo (Traumatismo del) .... 69
Catarata de origen artrítico. • . 158
— (Ventajas de la sutura
de la cornea en la ex-
tracpión de la). 458
Cerebro (Herida por arma de
fuego del), 71
Chancro blando (Epidemias
de) 257
— extragenital y uretral . . 856
— indurado por nn^rata-
miento local (Cicatri-
zación rápida del) . . . 887
Cianosis congénita con necrc^
sia (ün caso de) 241
Ciego (vólvulo del) 221
Cirugía arterial y venosa 425
Climas relajantes (Valor tera-
péutico de los) f . 160
Cloruro de calcio como agen^
hemostático prev9ntivo(Bn, 174
Coagulación de la sangre (La). 809
Cólera (Algunos datos acerca
déla con fnsa etiología
del) 264
— (Las moscas como ve-
hículodel) 98
— (ün remedio contra el). 199
Compresión como medio de
tratamiento del tumor blan-
co déla rodilla (La) 268
Conducto auditivo externo en
la cura radical de la otorrea
(La antoplastia del) 169
Congreso internacional de Me-
dicina celebrado en Lisboa,
186,269,806,841,424, 455
Consultorios de nifios de pecho. 65
Contracción uterina sin retrac-
ción i 86
Contusión -del páncreas 158
Corazón (Amasamiento del). .
877, 422
— (Cirugladel) 226
— (Heridas del) 227, 801
— (Lesiones traumáticas
del) 226
— (Tratamiento de las afec-
ciones crónicas del). . 470
Corio-epitelioma típico 1(^
Corte sagital practicado en
una primípara muerta en
fleno período de expulsión
Algunas consideraciones
474
obsiétricas basadas en el
examen de un).. 841
Craw-craw y la fílaríoeie (El). 254
Cnadricepe (Rotara del tendón
del) 285
.cCaarta> enfermedad (Esta-
dioasobrela) 862
Cubital (Anenriama de la). . . 117
Caello(Tnmor del) 69
— uterino (Tratamiento
del cáncer del) 484
Cuerpoeztrafio en el abdomen. 157
Cuerpos extraños del esófago
(Datos ]>ara el tratamiento
dolos) 858
Delirio persecutorio senil .441
Desinfección de las manos . . . , 280
Desriaciones uterinas (Signifi-
cación clínica de las) 488
Diabetes (Patogenia de la) . . . 460
Diftérica (Aumentode la mor-
bosidad) 90
Disentería (Las moscas como
Tehiculo de la) 95
Dosis elevadas en determina-
dos casos (Necesidad délas). 119
Duodeno (Signos, tratamiento
▼ consecuencias de la úlcera
benigna del) 851
Eczema ocular infantil 856
— proteiforme 179
Edema angipneurítico de las
Tías respiratorias superio-
res 289
Eflnrios electro-estáticos sobre
los gérmenes de la supura-
ción (Acción de los) 465
Embarazo (Alcoholismo du-
rante el) 275
— (Olucosuria durante el). 87
— extrauterino operado. . . 816
— (Auto-intoxicaciones en
el) 455
Embolia cruórica y aérea en
una puérpera 286
Emi{^ración y salud pública.. 421
Emigrantes en Hamburgo
(Campo de aislamiento de). 98
Enfermedad de Dupuytren
(Patogenia de la) . . . 470
— de Parkinson (Contri-
bución al estudio de
las formas atipicas de
la) 161
Enfermedades infecciosas fe-
briles (De la hidrote-
rapia en las) 115
— infecciosas (La terapéu-
tica local en las) 469
Enterocolitis y apendioitis 428
Bpididimitis agudas tratadas
l>or el método de Bier 808
Epitelioma naso-faringeo (Ca-
sode) 451
Escatol y del indican en la
orina (Valor del). 118
Esclerodermia 76« 116
Escopolamina en las la^roto-
míos (Anestesia especial con
la) 224
Esófago (Datos para el trata-
miento de los cuerpos extra-
fiosdel) 858
ESsofagoscopio 181
— (ün nuevo) 80
Espina bifída 277
Bspirocete pálido en el tejido
nervioso (El).... 197
— — (Preparaciones de). 116
Bspirocetes en la sífilis tercia-
na 818
Esplenectomla (Datos para el
estudiode la) .. 852
Esiifkdistica sanitaria del ejérci-
to español 218
Estenosis del píloro y rifión flo-
tante 185
— pilórica cicatrizal 221
— — consecutiva á una
quemadura 188
Estómago (Régimen alimenti-
cio en los casos de úl-
cera del).. 199
— (Cirugía de la úlcera
del) 78, 151
• — (Tratamiento quirúrgico
de la úlcera del) 156
— (Tumor piloso del) 157
Estrechez cicatrizal del uréter. 268
— diftérica de la laringe
(Tratamiento médico
déla) 280
— pelviana 228
— y muerte de origen tí-
mico 71
Estudio sobre el modus fa-
ciendi 418
Etmoides (Osteoma del) 276
Expectorantes 489
Extirpación de la vejiga y fija-
ción de los uréteres en la
flexura #• 158
Farmacología (Revista de). ... 10
Feto (Dos casos de muerte ha-
bitual del) 104
Fiebre amarilla en el tienegal
(Profilaxis de la).... 801
— tifoidea (Be bidas salinas
enla) 200
^ (Valor pronóstico de la
475
reacción diasóica en la). . . . 200
Fibromas del útero (IVata-
miento de los) 429
Fisiología (Compendio de) 175
— é higiene (Lecciones ele-
mentales de) 176
Flstalas urogenitales de origen
obstétrico (Oritica razonada
de las cansas de las) • . . 298
Finido vital (El) 861
Flnotal (Del) 299
Foefaturia . . . ; 811
Fosforismo crónico (ün caso
de) 268
Fractura snpramaleolar yicio-
samente consolidada. 267
— típica del radio (Trata-
miento de la) 284
Fracturas articulares (Trata-
miento de las) 284
— de un hueso sesamóideo. 854
— por el método de Barden-
heuer (Tratamiento de
las) 854
— (Tratamiento de las). . . 888
Gangrena espontánea de la
piel....; 196
— y perforación uterina. • . 88
Gástrica (La prueba del alco-
hol en Patología) 240
Gastroenterostomía por úlcera
simple 60
Ghistrolgokenosis 41
Gastropatías (Empleo del sub*
nitrato de bismuto en las). . 459
Gkschichte der Médizin 384
Glándula tiroides en el bazo
amplantación d^ la) 288
Glóbulos ro^oB de la sangre
(Oomposición de los) 812
Glucosuría durante el emba-
razo 87
Gonosan (El) 186
cGoU de lechei» de Madrid (La) 205
Gk)ta (Tratamiento de la) 818
Gran simpático (Oirngia del). 888
Helmitol (ün caso de pielocis-
titis tratada por el) 110
Hematoma snbperitODeal 802
Hemiatrofia facial (Un caso
de) 140
Hemilaringectomia por cáncer
laríngeo 125
Hemoptisis (El muérdago en el
tratamiento de la) 186
Hemorroides (Oauterizaciónde
las) 881
Herida de la médula 808
— del cuello por arma de
fuego 428
182
115
54
409
Herida por arma de fuego del
cerebro y de la médula espi-
nal 71
Heridas del corazón 801
— pulmonares por arma de
fuego 82, 68
Hernia inguinal estrangulada
en la trompa derecha. 184
— isquiática 276
Hidrosalpinx (Consideraciones
pa^génicas sobre dos casos
de)
Hidroterapia en las enfermeda-
des infecciosas febriles (De
la)
Hierro vegetal (El) 119
Higiene de los convalecientes
menesterosos en Espa-
fia durante los siglos
XVI y XVII
— (Revista de)... 89,258,
Histerismo? (¿Es una neuropa-
tía funcional el) 69
Ileosigmoidectomia con exclu-
sión del intestino grueso. ... 69
Incisión modificada para poner
al descubierto laapófísismas-
toldes 855
Indican en la orina (Valor del) 118
Indo-China (La asistencia mé-
dicaen) 422
Infartos de la mama 118
Infecciones digitales en los mé-
dicos (Profilaxis y tra-
tamiento de las) 194
— maternas y las infantiles
(Relaciones entre las). 91
Ingle (Tumor ganglionar del
pliegue de la) 802
Insuficiencia pancreática (Nue-
vos signos de la) 459
Intestino (Extirpación de una
gran parte del) 78
Intoxicación saturnina de ori-
gen terapéutico 197
Inyección nipodérmica de oxí-
geno (La) 188
Inyecciones esclerógenas (Tra-
tamiento de la tuber-
culosis articular por
las)
— intratraqueales (Las). .
Irrigaciones rectales (Acción
diurética de las) 14
Isopral .^ 120
Laberinto (Extirpación total
del) 236
Labio mayor (Adenoma del) . . 228
Lactancia (Alcoholismoduran-
tela)..... 275
185
888
476
Lactancia j las infecciones é
intoxicaciones (La) 411
Laparotomías (Anestesia espe-
cial con la escopolamina en
las) 2U
Laringe (Hemiplegia en la). . . 274
— (Tratamiento médico de
la estrechea diftérica
déla) : 280
Laringología (Reyista de> 169
Laringotomia por fractura de
la laringe (So ore un caso de). 25
Leche fermentada de los búl-
garos 89
Lepra (Patología y terapéutica
déla) 884
Linitis plástica 878
Locura congestiva 121
Luxación congénita de la ca-
dera (Tratamiento de la) 269
— del astrágalo 278
Mal de RaTnaud (Un caso de) . 396
Mama (Infartos de la) 118
Mandíbula inferior (Osteocon-
dromade la) 268
Manos (Desinfección de las) . . 280
Mastitis curada por el procedí*
miento de Bier (Un caso de). 101
Maxilar inferior (Resección y
protesis del) 77
Medicación sugestiva 146
Medicamentos según la vía em-
pleada para su administra-
ción (Rapidez de absorción
délos) 120
Médula (Balazo de la) 78
— (Herida de la).... n.... 803
— espinal (Herida por arma
de fuego de la)... 71
— — (Tumores de la).... 148
Meningitis cerebro-espinal (La
piooianasa en el trata-
miento de la) 316
— cerebro-espinales (Las). 462
Mercurio en el organismo (Lo-
calización final leí) 79
Mono con sífilis generalizada
(Presentación de un) 235
Morral (Las anomalías de Ma-
teo) 84
Moscas como vehículo del có-
lera y de la disen-
teria (Las) 95
— — probable del tifo-
malaria (Las)... 255
Mucosas (Tratamiento de la
tuberculosis de las). 70
Muérdago eo el tratamiento de
la hemoptisis (El) 186
Necrosis del tejido adiposo.... 189
Nefritis médicas (Intervención
quirúrgica en las) 426
Nerrio mediano (Herida del). . 60
Nerrioso (El espirocete pálido
en el tejido) 197
Neumonía (Algunos problemas
relacionados con el
tratamiento de la). . . 158
— (Tratamiento de la) 80
Neuralgias (Los rayos X como
remedio contra ^gu-
nas) 15
— (ün nuevo método de
tratamiento de las).. 381
Oclusión intestina] 5
Ocronosis 399
Oftalmitis metastásica 331
Oftalmología (Revista de). ... 327
Oftaimoplegia complicada. ... 24
Oftalmoplegias 101
Oído (Algunas consideraciones
sobre la anatomía nor-
mal del) 62, 135
— medio (Extirfiación to-
tal del laberinto y ope-
ración radical del). • . . 236
Ojo (acción fisiológica j tera-
péutica delradiosobre
el) 350
— (Penetración de virutas
de hierro en el) 277
Ojos por autointoxicacisn gas-
trointestinal (Afecciones de
los) 327
Operaoiones plásticas en el sis-
tema biliar 156
Operación cesárea (Indicacio-
nes y técnica de la) 456
Orientación fetal v la ley de
Pajot(La) 455
Orina (Determinación del azú-
car en la) 194
— (Valor del escatol y del
indican en la) 113
Orzuelo (Consecuencias morta-
les de u n ) 288
Osteocondroma de la mandíbu-.
la inferior 268
Osteoma del etmoides ... r ... . 276
Otología (Revista de) 169
Ovario (Cáncer del) 222
Oxígeno (La inyección hi poder-
mica de) 188
— Nuevo método de prepa-
ración (El) 418
Paludismo en Madagascar (El)
800, 340
— y de la fiebre amarilla en
el Senegal (Profilaxis
del) 801
477
424
Páncreas (Gontasión del) 158
— - Inflaebcia de loe fenó*
menos anémicos en la
secreción del) 855
Parafína en rinologia (Sobre el
nso de la). .^ 172
Parálisis diftérica (Tratamien-
todela) 804
— general en Espafia(Oon-
tribación al estudio
clínico de la) 186
Pelagra ^La) 98, 176
Perforaciones agudas del con-
ducto kastro-intestinal (So-
bre las)
Pericarditis latentes con de-
rrame poco abundante (Diag-
nósticode las) 461
Pericolitis adhesiva 220, 428
— — y estenosante 184
Pié de madura nostras (Un
caso de) 118
Piel (Gangrena espontánea de
la) • 196
Pielocistitis tratada por el hel-
mitol (ün caso de) 110
Piocianasa en el tratamiento
de la meningitis cerebro es-
pinal y de otras afecciones
(La)
Placenta previa central (Caso
clínico de} 68
— (ün signo físico de ad-
herencia de la) 160
Pleura para ser infectada (Es*
tudios experimentales sobre
la capacidad de la} 228
Polineuritis alcohólica 858
Pólipos mucosos retronasales
(Origen de los) 171
Presentación occipitoposte-
rior .•. 400
Priapismo de origen leucémi-
co 88
Prolapso rectal (El) 425
Próstata (Tratamiento de la
hipertrofia de la) 890
Prostatectomía t r a n sves i cal
(Modificación de la técnica
déla)
Protoplasma (Definición, com-
posición química y estructu-
ra del)
Protozoarios (Inoculaciones
contra las enfermedades de).
Pseudo anquilosis congénita..
Psicología de los coloniales en
regiones calientes 414
Pubiotoraia en el parto 819
Pulmonía (ün caso de) 290
816
266
849
191
419
Quemaduras (Tratamiento de
las)....;
Quimismo estomacal (Errores
en el diagnóstico del)
Quiste ovánco racemoso
Quietes hidatidicos pulmona-
res (Intervenciones en los). .
Radio (Cáncer uterino cura-
do por el)
' — en ginecología (Acción
del)
— sobre el ojo (Acción
fisiológica y patológi-
ca del)
— sobre el virus rábico
(Acción del)
— (Tratamiento de la frac-
tura típica del)
— (Valor terapéatico de
las emanaciones del).
— y el virus rábico (El). . .
Rayos Rontgen (Diagnóstico
diferencial del
reumatismo y de
la gota por los) . .
^ — en las adenopatías
tuberculosas no
supuradas (In-
ñuencia favora-
ble de los)
— X como remedio con-
tra algunaa neu-
ralgias (Los)
— — (El cáncer de la ma-
ma y los)
— — (Modo de compro-
bar la digestión
del tejido conjun-
tivo por medio de
los)
— — (Tratamiento de la
artritis defor-
mante por los).../
— — (Tumores desarro-
llados después de
la aplicación de
los)
Reacción diazóica en la fiebre
tifoidea (Valor pronóstico de
la)
Recto (Cáncer del)
Régimen alimenticio en' los
casos de úlcera del estóma-
go.
Resección y protesis del maxi-
lar inferior
Retina (Nuevo tratamiento del
desprendimiento de la)
Retinitis albuminúríca (Su-
pervivencia después de la
289
471
824
148
860
860
850
859
284
79
278
860
819
15
896
818
858
816
200
286
199
77
888
478
aparición de la) 40
BeamatiBmo crónicp (Bmpleo
de la sal marina con-
tra M) 14
— y de la gota por medio
de los rayoB Rdntgen
(Diagnóstico diferen-
cial del) 860
Revista de Farmacología 10
_ de Higiene. ... 89, 258, 409
— de Laringología 169
— de Oftalmología 827
— de Otología 169
— deBinología 169
— de Terapéutica 10
Rinolito Tolnminoso 458
Rinología (Rerista de) 169
Rinoplastia 115
Rifión flotante j estenosis. . . . 185.
Rifiones (Diagnóstico de las
afecciones quirúrgicas de
los} 888
Rodilla (La compresión como
medio de tratamiento del tu-
mor blanco de la) 268
Rótula (Destino ulterior del
alambre de plata en la sutu-
radela) 284
Royat (principales medicacio-
nes do la cura termal en). . . 81
Ruidos cardiacos dobles y ac-
cesorios (Estudio de los). . . . 489
Sal marina contra el reumatis-
mo crónico (Empleo de la). . 14
Sangre procedente de las dis-
tintas zonas de la piel (Aná-
lisis de la) 855
Sarampión (Complicación rara
del) 291
Senilidad (La) 258
Senos nasales accesorios (Ope-
ración extrema ó interior de
las supuraciones de los). . . • 818
Septicemia de tetrágenos 142
Serpiente Habou (Sobre la
Sonsofia de la) 465
lis (El microbio de la) 292
— experimental 886
— hereditaria de forma
ganglionar 400
— intestinal 887
— terciaria (Espirocetes en
la) 818
— traqueal (ün caso de). . 847
Signacvla medicorum ocularío-
rrm 17
Signo d.e Ghradenigo (Contri bu*
ción ^al estudio del) 170
Sintomatologia en los casos gi*
necológicos 279
279
879
459
120
Sobrealimentación en los tu-
berculosos (Peligros de la). .
Sociedad alemana de Oirugía,
71, 151, 284, 806,
Subnitrato de bismuto en las
gastropatías (Bmpleo del). .
Suero antitifoideo obtenido de
la cabra (Propiedades
de un)
— gelatinlzado (Losaneu-
rismas de los grandes
rasos y su tratamiento
por el) 220
— sanguíneo en Ibs cance-
rosos (Reacción bemo-
líticadel) 282
Snfusión sanguínea brusca ó
hematoma súbito de la ure-
tra 66
Tabaco (Efectos del) 91
— en la infancia y adoles-
cencia (El) 259
Tabique nasal (Extirpación
submucosa de las desTÍacio-
nes y espoloaes del) 114
Talasoterapia en pediatría
(La) 260, 297
Técnica de los análisis quími-
cos, médicos é industríales
de productos químicos y far-
macéuticos 416
Tejido conjuntivo por medio
de los rayos X (Modo de
comprobar la digestión del).
Tendón del cuadríceps (Rotura
dO)
TenítuffO para los nifios (Un
buen)
Terapéutica (Revista de) 10
Tetania paratireopriva. . 197,
, 816, 897
— (üncasode) 896
Tiflocolitís mucoroembranosa
y apendicitis 67
— y ai^endicitis. 112, 219, 265
Tifomalaría (Las moscas como
yehiculo probable del) 255
Tifus exantemático (Apuntes
clínicos de una epidemia de). 419
Timo (La compresión de las
vías respiratorias y la muer-
te por hipertrofia del) 852
Tofo gotoso ( Citología del). . . 192
Tos conTulsiva gripal 29
Traqueotomia y tirotomía. • . . 178
Trepanación (Una nueva fresa
para) 78
— mastoidea (Considera-
ciones prácticas sobre
la) 461
818
285
16
479
Trípanoflomiáais 190
Taberculides 359
Tabaroulosa (Bignifioaoión oli-
niea de la fórmala bacilar). 80
Tubercalosia abdominal (Tra-
tamiento de la) 192
— artícnlar por las inyec-
ción eB eeclerógenas
(Tratamiento de la) . . 185
— (Oonfírmación de la in-
munidad de los -yese-
ros y caleros respec-
toltla) ; 188
— (Contri hnción ai estu-
dio de la) 828
— de las mucosas (Trata-
miento de la) 72
— (Profilaxis de la)... 19, 59
— pulmonar en el ejército
español (La) 886
— — (Inhalación preven-
tiva de la) 189
— y lavados de las ropas.. 409
Tuberculosos (Peligros de la
sobrealimentación en los) . . . 279
Tumor blanco de la rodilla (La
compresión como me-
dio de tratamiento
del) 268
— > de la porción cervical
del espinazo 117
— del cuello 69
— . ganglionar del pliegue
de la ingle 802
-* piloso del estómago. ... 157
— retrofarlngeo 312
— varicoso de origen trau-
mático 277
— vesical inflamado 39
Tumores de la médula espinal
operados con éxito. . . 148
— desarrollados despaés de
la aplicación de los
rayos X 816
Ulcera benigna del duodeno
(Signos, tratamiento
Í consecuencias de la). 851
estómago (Cirugía
,de la) 78, 151
Uloera del estómago (Régimen
alimenticio en loe ca
sos de) 199
— {(Tratamiento quirárgi-
ca de la) 156
— gástrica crónica no ha-
llada (Dos casos de). . 136
Uréter K^trechez cicatrizal
del) 268
— (Cáncer de la porción
inferior yuxtavesical
del) 269
Uretra posterior (Aparato
para inspeccionar la) 854
Uterina (Gangrena y perfora
ción) 88
Útero canceroso por la vía va
fi^no- abdominal (Ex-
tirpación del) 144
— (Raspadodel) 875
— (Tratamiento de los
nbromas del) 429
Uvula (Sufusión sanguínea
brusca ó hematoma súbito
déla) 66
Vacuna; peligros é inconve-
nientes 258
Vacunación en la Ouioea fran-
cesa (La) 220
— j el eczema (La). 354
Vacuciones y revacunaciones
en Francia en 1904 339
Vejiga (Diverticulo de la) ... . 267
— (Extirpación de la) 158
Viruela en 1908-4 (La epide-
mia de) 374
Viras rábico (Acción del radio
sobreel)x 359
— — (Elradioyel) 278
Vólvulo del ciego 221
Xeroderma pigmentado 354
Yeseros y caleros respecto á la
tuberculosis (Confirmación
de la inmanidad de los) .... 188
Yeyunoetomia 68, 182
— en Y con torsión de la
boca del yeyuno .35
>>»>-»CCC<
480
uuaM n un GOLiiouNiB QR SU NiuuN niiUHfli ft MBim nm
Arqaeliad* (D. Aarelio), Médico,
por opoBición, de U Benefícencia
Proyincial de Madrid.
Barajas (D. Luciano), Oto riño-
laringólogo, de la fienefíoencia
Manicipaí de Madrid.
Oarrión (D. P.), Profesor clínico de
la Facultad de Medicina de
Madrid.
Oodina GastellTÍ (D. José), Médico,
por oposición, del Hospital Pro-
yincial de Madrid.
Fernández Sauz (D. Enrique), Mé-
dico de número, por oposición,
del Hospital de U Princesa.
Oarcia Mansilla (D. Binforiano),
Oculista del Hospital y Hospicio
Proyincial de Madrid.
Gk>nzálezDeleito(D. Federico), Mé-
dicodel Cuerpo de Sanidad Militar.
Gbnzalo Martínez (D. Ricardo),
Médico del Cuerpo de Sanidad
Militar.
Gk>ta (D. Antonio), Exmédico de la
Benefícencia Proyincial de Za-
ragoza.
Gbyanes (D. José), Ciruiano, por
oposición, del Hospital FroYÍncial
de Madrid.
Juarros (D. César), Médico del
Cuerpo de Sanidad Militar.
Lecha-Marzo (D. Antonio), Interno
del Laboratorio de Medicina le^al
de la Universidad de Valladolid.
López (D. •Federico) (de Royat).
Martín Oil (D. Kamón), Doctor en
Medicina, Málaga.
Martínez Cerecedo (D. Adolfo)« To-
cólogo, por opcMsición, de la Bene-
ucencia Municipal de Madrid.
t Ots y Esquerdo (D. Vicente), Neu-
rólogo y Mentalista.
Pérez Noguera (D. Emilio), Mé-
dico del Cuerpo de Sanidad Mi-
litar.
Pérez Ortíz (D. Jerónimo). Médico
del Cuerpo de Sanidad Militar.
Rodríguez Méndez (D. Rafael), Ga*
tedrático de la Facultad de Medi-
cina de Barcelona.
Rueda (D. Francisco^ Director de
la Consulta oto riño laringológica
del Hospital de la Princesa. Ma-
drid.
Sarabia (D. Jesús), Profesor del
Instituto Rubio. Madrid.
Toledo (D. Federico), Licenciado
en Medicina y Cirugía. Madrid.
Ulecia y Cardona (D. Rafael), Di-
rector de la Revista db Mcdioiha
T CiRUatA PRÁOTtCAS.
Valle (D. Rafael del). Médico, i>or
oposición, del Hospital Provincial
de Madrid.
GRABADOS PUBLICADOS EN ESTE TOMO
Estenosis intestinal, página 8
Esquema del número de anquilostomas y estado de la sangre, página. 57
Retrato de Morral, página 87
Muñón apendicular, página 202
Lesiones cardiacas, página 248
REVISTA DE MEDICINA Y CIRUGÍA PRACTICAS
REVISTA
DE
HH Y ORÚ PRldTIdiS
PABELLÓN MtDICO 0860)-iN?ITIiTIU) MTOHICO KUPíDOL (M)
AULU K NCTEmCIA, OINECtrATÍA T fEMATriA (IM)
DIBBOTOB-FBOnKTÁBIO-rDHDADOB
P. -f^APAEL U
APABL ULECIA y LARDONA
TOMO LXXIII
MADRID
IHPBENTA T LIBRERÍA DE NICOLÁS MOTA
OumIUm, ( j OuntM, i.
1906
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
RARA TUBERCULOSIS DE LA MEMBRANA TIMPÁNICA
COMPLICADA CON TUBERCULOSIS TEREBRANTE CRANEAL
POR EL
DB. D. FRANCISCO RUEDA
Mreetor d« \% conralU oto^no-Urlnf oléf le« d«l Hotplul d« la Priaeata.
En alguna ocasión^ que no puedo precisar, me he ocupado, en una
de mis revistas trimestrales, en aventurar alguna idea respecto al
papel que la mucosa del oído medio, extendida por todos sus espa-
cios pneumáticos, puede tener para servir de punto de entrada á
gérmenes patógenos que irian muy lejos á ejercer su influencia, sin
dejar, ó dejando, en el órgano de la audición, señales manifiestas de
su presencia. Desde que en mi espíritu se fijó idea semejante, no he
perdido oportunidad para manifestarla, considerando que en los de-
más podrá fructificar y suministrar observaciones de interés, útiles
para la ciencia y la profesión. Recientemente, en la sesión primera
del cursillo práctico de oto-rino- laringología que realizo en el Hos-
pital de la Princesa, me extendí en algunas consideraciones sobre
la materia, pretendiendo inculcar en los oyentes el criterio de que el
órgano del oído no debe ser relegado al papel de arca saata, sólo
abordable y digna de ser conocida por el especialista, sino que, sa-
liendo de este tradicional concepto, debe pasar al conocimiento del
médico en general, quien debe considerarlo, más que como un teatro
en el que se desarrollan escenas patológicas, como un punto vulnera-
ble por el que, con gran frecuencia, se realiza la invasión bacteriana
endocraneal y^de las estructoras peritemporales y acaso muchas
veces del organismo entero. Para demostrar esta verdad y este inte-
rés dualista del órgano del oído, en verdad que no podía entonces ni
puedo ahora aducir grandes argumentos, puesto que, hasta la fecha,
Afio XXX. -Tomo LXXIIL -Núm. 949.-1 Octubre, 1906. 1
6
la investigación clínica no ha sido orientada en tal sentido^ ni la
bacteriología clínica ha marchado por este camino; pero expuse al-
gunos ejemplos sacados principalmente de mi práctica^ y como uno
de los que mayormente me habían impresionado^ relaté la observa-
ción clínica que voy á transcribir.
Una joven casada, de veintiocho años, sin antecedentes de familia
ni personales de tuberculosis, comienza hace un año, durante su es-
tancia en una aldea, á sufrir de violento dolor post mastoideo y occi-
pital, declarándose pronto una tumefacción circunscrita que fué di-
latada por un médico de la localidad, dando salida al pus contenido.
Cuando regresa la enferma á Madrid, al mes de este suceso, en vista
del estado fungoso del trayecto de la fístula que conduce á una cavi-
dad subcutánea también fungosa, y en vista de que la paciente sien-
te los mismos intensos dolores del principio, propongo y ejecuto la
dilatación crucial de la tumefacción, descubriendo hasta el hueso,
en la conjunción de la porción mastoidea del temporal con el ángulo
postero-inferior parietal y el ángulo lateral del occipital en el lado
izquierdo.
Nada llamó mi atención en el tejido óseo y pude creer que con el
raspado de las fungosidades y pincelación de la superficie con clo-
ruro de zinc al 10 por 100, no se haría esperar la curación definitiva.
Pero á los veinte días de tratamiento llegué á tocar con estilete y á
extraer con pinza una pequeña esquirla desprendida, al propio
tiempo que dio principio el fenómeno que motiva este trabajo, y es
el siguiente. La enferma, á quien ya en otro tiempo había examina*
do los oídos por una otitis crónica plástica que venía ocasionando
una sordera progresiva, se queja de un incremento repentino del de-
fecto auditivo en el lado izquierdo, con la aparición de ruidos sub-
jetivos y cierta sensación de tensión dolorosa en el fondo del con-
ducto, quedando yo sorprendido de no encontrar al examen otos-
cópico signo alguno que explicase esta situación, pues ni siquiera
podía aducir la presencia de un catarro nasofaríngeo que hubiera
interesado la trompa eustaquiana sin lesionar la mucosa de la caja
timpánica. Agravándose tal estado, repetí el examen otoscópico á
los pocos días, encontrando ya una inyección radiada de la mem-
brana timpánica que comenzó á dar la perspectiva de abombamien-
to. Fuese pronunciando el color rojo de la membrana timpánica,
conservando la disposición vascular radiada y comenzó á resultar
visible un punto como grano de sémola por detrás del extremo infe-
rior del mango del martillo, haciéndose cada día más visible, hasta
tener que considerarlo como uneLgranulaeión gris tuberculosa típica.
Durante muchos dias pude observar los progresos hasta la fusión
del tubérculo, que dio por resultado una perforación puntiforme,
limpia, como hecha con sacabocados, y por la que el cateterismo ó
insuflación tubárica no consiguieron expulsar sino escasísima can-
tidad de serosidad depositada en el fondo de la caja» siendo el ruido
de la perforación perfectamente sibilante tan pronto como salió la
gota de serosidad. En modo alguno salió pus en los primeros días,
siendo la sibiiancia de la perforación perfectamente limpia. Es ver-
dad que más tarde apareció escasa cantidad de pus en lacaja, debi-
do sin duda á una infección parasitaria, secundaria á través de la
perforación. Esta infección secundaria pronto pudo dominarse con
el empleo de la formalina, quedando la perforación y el color rojo
de la membrana timpánica que estaba muy gruesa.
¿Qué fué en este tiempo de la lesión craneal? Hemos dicho que fué
extraída una esquirlita, y añadimos que pudo apreciarse distinta-
mente con el estilete la existencia de una pérdida de substancia en
el hueso, á través de la que se tactaba tejido fungoso sobre un ba-
samento de membrana tensa y resistente que consideramos sería la
dura madre.
Decidimos una segunda intervención para limpiar el foco tuber-
culoso, y aprovechando la primitiva incisión crucial, descubrimos
una trepanación espontánea del hueso^ de la extensión de media pe-
seta. Resecamos de los bordes y raspamos la dura madre hasta
donde nos pareció que se extendía lo patológico, y terminamos con
algunos puntos de sutura en los extremos de las incisiones, dejando
una gasa yodofórmica en el fondo.
Después de una peregrinación de varios meses, en que la marcha
tórpida del proceso y la permanencia del trayecto fistuloso nos de-
mostró la insuficiencia de la intervención, decidimos una tercera
operación, que tuvo lugar al año de haberse iniciado el proceso. Re-
secamos ampliamente con la pinza-gubia cortante los bordes de la
terebración craneal, extendiéndonos por arriba á lo largo del borde
posterior del parietal, comoá la altura de un duro, en cuya extensión
fuimos extirpando el tejido fungoso existente entre la lámina vitrea
y la dura madre, y llegando por abajo hasta por encima del codo del
seno lateral en la proximidad del limite entre la fosa cerebral me-
dia y la cerebelosa, donde terminaba la lesión.
Las consecuencias operatorias fueron las de una marcha no inte-
rrumpida hacia la cicatrización rápida.
8
La lesión timpánica también progresó rápidamente hacia la cu-
ración^ estando la perforación perfectamente cicatrizada anterior-
mente á la tercera operación, quedando deprimido todo el segmento
posterior de la membrana timpánica y una disminución considera-
ble de la audición, cuya valoración no es pertinente en este lugar.
Consideracionea. — Un hecho, por elemental que sea, préstase á
consideraciones varias, que si se midiesen y pesasen todas, resulta*
rfan temas demasiado extensos, por lo que* debemos concretar
nuestra atención á la circunstancia más saliente que le hace tener
un valor especial comparado con otros de índole semejante. Y la
circunstancia que en este caso me ha llamado la atención es la de la
coexistencia de dos lesiones de índole tuberculosa, de tal manera
situadas y en tal disposición cronológica, que no podemos sustraer-
nos á la idea de considerarlas en estrecha dependencia.
Este es el método lógico de raciocinio que aplicamos á la interpre-
tación de una multitud de lesiones parasitarias; un adenoflegmón
axilar encuentra su explicación en una erosión infectada de un dedo,
encontraremos la razón de una orquitís en la existencia anterior de
un flujo uretral ; en la tuberculosis mesentérica tenemos que admitir
su origen intestinal; la tuberculosis laríngea es efecto de la inocu-
lación bacilar acarreada por el esputó; un adenoflegmón del cuello
es una consecuencia de un foco séptico dentario, faríngeo, auricu-
lar, etc.; y así, de igual modo, interpretamos multitud de procesos
de que la clínica está llena. '
Ahora bien, |cabe admitir que entre la mucosa del oído medio y el
contenido craneal exista una solidaridad patológica explicable por
las relaciones anatomoñsiológicas y demostrable por la observación
clínica y la experimentaciónf Formulada esta pregunta en tal ma-
nera parece una puerilidad, pues bien conocidas son las relaciones
venosas y linfáticas que establecen comunicación entre ambas ca-
vidades y la casuística de las complicaciones endocraneales en la
otitis media supurada, está registrada con tal abundancia durante
los últimos treinta años, que seguramente es infantil ocuparse de tal
materia. Pero realmente no nos referimos á semejantes modalida-
des patológicas, perfectamente estudiadas, en las que er trazo de
unión entre lo extra y lo endocraneal está marcado por una flstuli-
zación interna ó un proceso flebítico séptico, cuya marcha es fácil
seguir. en el acto operatorio; hacemos alusión á otra índole flsio-
patoiógica en la que el punto de partida puede ser desconocido ó
poco aparente, ó disimulado por otras lesiones que lo encubran»
9
siendo las determinaciones endocraneales de muy difícil hilación
con el supuesto punto de partida exterior.
El caso que hemos historiado ha servido para confirmarnos en las
reflexiones, que de largo tiempo venimos haciéndonos, sobre el pa-
, peí que las cavidades del oído medio pueden desempeñar como ca- .
mino ó Via de paso para determinados gérmenes que están destina-
dos & recibir alojamiento en los órganos peri-auricuiares, donde»
exaltada su virulencia, pueden manifestar una potencia patógena
que no tuvieron en su emigración & través del oído medip.
Que semejante fenómeno se realiza, ya lo tenia probado la obser-
vación clínica ajena y la mía propia, siendo bien conocida por los
otólogos la mal llamada mastoiditis primitiva, cuya entidad no pue-
do yo negar, aunque dándola una significación muy diferente de la
clásica antigua. Sin separarnos de este ejemplo, que consideramos
un punto de partida útil para la sustentación de mi tesis, ¿qué re-
presenta la mastoiditis primitiva? Sabemos que la otitis media su-
purada aguda es un proceso infeccioso extendido desde las vias aé-
reas superiores á través de la trompa, y que comprende siempre en
mayor ó menor grado todas las dependencias del oído medio, revis-
tiendo una ú otra forma clínica, según el punto en que el agente
flogógeno experimenta mayor virulencia.
Es conocido de todos que el estado de mastoidismo se declara cuan-
do, exaltada la virulencia en las células mastoideas ó retenido el pus
dentro de ellas, sobreviene la protesta local y general que denomi-
namos mastoiditis aguda, y que ocurre muchas veces cuando ya
está cerrada espontáneamente la perforación timpánica y no existe
pus en la caja. Pues bien, supongamos una exageración en estos dos
términos— poca virulencia ó cesación de ella en la caja timpánica, y
exaltación en las células mastoideas— y tendremos una mastoiditis
aguda con escaso ó ningún signo objetivo ni funcional de parte de la
caja timpánica, y á esta modalidad podemos llamarla mastoiditis
primitiva, resultando con esto el hecho indudable de que por la caja
timpánica puede pasar un germen sin causar sobre ella efectos no-
civos para ejercer más lejos su influencia patógena.
Bastante demostrativo, en el terreno de que nos ocupamos, es el
siguiente caso de nuestra práctica personal, que por su notoriedad
comuniqué hace muchos años á la Academia Medico- Quirúrgica.
Una mujer adulta, por circunstancias quf no son del caso, es afec-
tada de una erisipela faringolaringea que ofrece una marcha aseen*
dente, apareciendo á los pocos días y sin que hubiera existido pro-
10
(Mta previa de parte del órgano de la audición, en ambos eondactoe
auditivos j pabellones aaríealares; siendo digno de notarse la ten-
dencia invasora rapídísínia de la infección que, en pocos días, reco-
rrió la cara, piel del cráneo j espalda hasta el cóccix, ocasionando
un aborto de quinto mes, fiebre puerperal j el fallecimiento de la
enferma. Este caso interesantísimo, lo es para nuestro fin, por
cnanto demuestra la emigración rápida del estreptococus de la
erisipela á través de ambos oídos sin provocar en ellos los fenóme-
nos de la otitis media supurada y su aparición en la piel.
En la práctica del Dr, Luc se registran dos observaciones de abe*
ceso de la fosa temporal, á cuya evolución precedieron manifesta-
cienes congestivas de la caja timpánica sin llegar á la supuración,
y que, analizadas en el sentido que tratamos, son también demos-
trativas de la teoría que sustentamos.
Es claro que no podemos multiplicar mucho los ejemplos, pues
consideramos que la investigación en este sentido carece de histo-
rial, razón por la que consideramos de valoría publicación del caso
que forma el fundamento de nuestro trabajo.
Los ejemplos que hemos traído demuestran cómo por la caja tim-
pánica pueden atravesar gérmenes patógenos que vayan á desarro-
llar su virulencia, bien á las regiones más profundas del oído medio,
ó á las estructuras peri^aurículares extracraneales; pero nada nos
dicen en cuanto á su propagación al endocráneo. Poco ó nada regis-
tra la literatura en materia de tanto interés, pues si, como hemos
dicho, es muy clara la relación entre un proceso séptico endocra-
neal y una determinada lesión séptica auricular, nada sabemos con
respecto ai papel que pueda tener el oído medio como puerta de en-
trada ó punto de paso de agentes de otra índole.
I Pretendo yo, con esto, iniciar la creación de un capitulo nuevo
de la patología? Bn verdad, no tengo idea definida sobre la materia,
y todo lo que pudiera imaginar sería gratuito y apoyado en miras
puramente teóricas; pero no puedo sustraerme á la influencia de
una sospecha, y es la siguiente:
La mucosa del oído medio, lo mismo en estado de aparente inte*
gridad fisiológica que en estado patológico declarado, debe ser un
lugar de menor resistencia fácilmente atacable por diferentes gér-
menes patógenos venidos del árbol aéreo y transplantados por vía
venosa y linfática al endocráneo, siendo un factor de gran impor-
tancia en la génesis de tantas y tantas meningitis, que complican
la marciía de ciertas enfermedades infecciosas, sin despreciar por
11
esto ni la corriente linfática nasocraaeal ni las corrientes generales
venosa y linfática.
Analizado el caso de tuberculosis que hemos historiado, parece un
ejemplar muy sugestivo de semejante sospecha, sin que pretenda-
mos hinchar el pavo, dando un carácter de generalización á un caso
aislado, pero sin desconocer la importancia de los siguientes hechos:
1.° Que existia un foco tuberculoso aislado subdural en las proxi-
midades de la zona temporal.
2* Que posteriormente á la evolución de tal foco endocraneal,
apareció una granulación gris en la membrana timpánica del mis-
mo lado.
3.° Que el oído medio no se encontraba en condiciones de gran re-
ceptividad para la evolución del bacilo de Koch, por cuanto la ma-
nifestación se redujo á una sola granulación que curó perfectamen*
te después del proceso consiguiente al reblandecimiento.
4.* Que no debemos considerar ambas localizaciones con las cir-
cunstancias de lugar y de cronología indicadas, como una mera
casualidad ; y
5.* Que la lesión del oído debe ser considerada en este caso depen-
diente de una exaltación de virulencia del bacilo flmógeno, emigra-
do desde las fosas nasales, donde es habitante frecuente, sin causar
en ellas lesión alguna especial.
Si pretendemos buscar semejanzas entre el caso presente y otros
que la clínica diaria ofrece, las encontraremos lo suficiente nume*
rosas y sugestivas para dejarnos arrastrar al terreno etiológico que
tenemos apuntado. Donde la clínica ofrece ejemplos favorables, es
en la patología infantil, en la que se dan la frecuente aparición de
la meningitis tuberculosa y la persistencia de ciertos restos de la
disposición fetal del temporal juntamente con una abundancia de
los procesos supurados crónicos del oído medio, sobre cuyo fondo
germina el bacilo de Koch. Sabido es que el temporal, hueso único
en su completo desarrollo, está compuesto de tres piezas en el esta-
do fetal, quedando entre ellas, antes de su definitiva soldadura, es-
pacios fisurales intermedios, ocupados por tejido conjuntivo y que
sirven para dar paso á numerosas comunicaciones sanguíneas, lin-
fáticas y nerviosas. Sin pretender detallar estas cuestiones de orga-
nogenia y fisiogenía, nos importa hacer constar la frecuente tardía
oclusión de la fisura petro-escamosa, en la que la mucosa de la caja
timpánica y la dura madre están en inmediato contacto, y por don-
de la comunicación sanguínea y linfática entre el endocráneo y la
12
mucosa del oído medio, se realiza con abundancia. Dada esta cir-
cunstancia en el niño, y teniendo en cuenta la frecuentísima ocu-
rrencia en estas edades de los procesos sépticos del oído medio que
hacen de su mucosa un locus minorce resiatentice^ y considerando la
fácil permeabilidad de la trompa de Eustaquio en estas edades,
4 por qué no hemos de admitir que el oído medio es el punto de en-
trada frecuente de la meningitis tuberculosa!
« Es tan sólo una sospecha que sin inconveniente puede hacerse ex-
tensiva á los demás procesos meníngeos infecciosos realizados en el
transcurso de las enfermedades generales incriminados etiológica-
mente 6 posteriormente á su evolución.
Para terminar, considero que es este un campo abierto á la inves-
tigación, en el que pueden trabajar en consorcio feliz la experimen-
tación, la bacteriología y la clínica.
REVISTA DEf TERAPÉUTICA Y FARMACOLOGÍA
roa Bl DOCTOR
DON* EMILIO PÉREZ NOGUERA
MMIeo dol C««rpodo Sanidad mllilar. Madrid.
SuKAmro t I. El per borato de sosa. — II. Solarol. — IIÍ. Empleo del asol de
metileno en la tHberoQlotis qnirúrgica.^IV. El mnórda^o como medica-
mento hemostático. — V. Formioina. — YI. ün naevo remedio del anqni*
lostoma daodenal.
I. El perbortto do tota. — Este nuevo producto farmacológico, in-
troducido en terapéutica por A. Robin (de París), responde, cuando
está puro, á la fórmula química NaBOMH'O; se presenta bajo for-
ma de polvo blanco cristalino, poco soluble en agua fría (2'5 por
100 á 15^), y se obtiene haciendo actuar el ácido bórico sobre el pe-
róxido de sodio ó mezclando el biborato de la misma base con una
lejía de sosa, y añadiendo después cierta cantidad de agua oxigena-
da á 10 volúmenes.
El compuesto de que tratamos resulta muy estable á la tempera-
tura ordinaria; se transforma por calcinación en metaborato sódico
(NaBO*); se disuelve con gran facilidad en el agua caliente, pero
sufriendo entre los 50 y 60^ una ligera descomposición, que se hace
mucho más rápida y acentuada al llegar á 100^ ; se descompone
13
también^ desprendiendo oxigeno, bajo la influencia del bi-óxido de
manganeso; da lugar ala formación de ozono cuando se pone en
contacto del ácido sulfúrico concentrado, y transforma las sales fe-
rrosas en sales férricas y el sulfuro plúmbico en sulfato blanco de
plomo, de igual manera que en las mismas circunstancias lo veri-
fican los reactivos oxidantes más enérgicos.
Las soluciones acuosas de perborato sódico ofrecen siempre re-
acción alcalina, se colorean de azul intenso cuando se las añade un
cristal de bicromato potásico después de haberlas acidulado con
ácido sulfúrico y excepción hecha de la diferencia de reacción, ofre-
cen los mismos caracteres químicos é idénticas propiedades tera-
péuticas que el agua oxigenada ordinaria, pues espontáneamente,
sin necesidad de mezclarlas con ningún ácido ni de someterlas á la
acción de una elevada temperatura, dan lugar al desprendimiento
de oxígeno hasta contenerlo, en estado naciente, en la proporción
de dos veces el volumen de aquéllas, ó sea en cantidad de dos litros
de dicho gas por un litro de solución.
Sin embargo, como'la solubilidad del perborato puede aumentar*
se de un modo muy considerable gracias á la adición de pequeñas
cantidades de ácidos cltrito, tártrico ó sulfúrico, ó elevando la tem-
peratura del agua hasta 39^ la proporción de oxígeno contenido en
las referidas soluciones puede aumentar también hasta 5, 10, 15 y 20
volúmenes, por más que, en grados tan altos de concentración, no
tiene aplicación ninguna en la práctica médica.
Gracias al indicado desprendimiento de oxígeno, las soluciones
acuosas de perborato sódico, que en realidad vienen á constituir
verdaderas aguas oxigenadas á dos volúmenes, disfrutan de propie-
dades antisépticas, antipútridas y desinfectantes sumamente enér-
gicas, que las hocen muy útiles en el tratamiento de toda clase de
heridas, úlceras y abscesos, bajo forma de irrigaciones ó lavados, así
como en la cura de las faringitis catarrales, anginas pultáceas,
amigdalitis supuradas, otitis, rinitis crónicas y ozena, prescribién-
dolas, según el asiento de la enfermedad que se trata de combatir,
en gargarismos, embrocaciones, pulverizaciones, inyecciones ó du-
chas nasales.
Algunos ginecólogos las recomiendan también en inyección vagi-
nal caliente contra las metritis crónicas, úlceras del cuello, epite-
liomas uterinos y demás enfermedades de la matriz y de sus anejos;
otros las consideran muy superiores á todos los demás antisépticos
recomendados hasta hoy para la limpieza de la piel, de la boca, de
14
la vagina y de las fosas nasales en estado sano; otros las prescriben
como medio muy activo de la leucorrea; y otros las usan con gran
entusiasmo contra las caries dentarias, como agente desinfectante
y hemostático después de la extracción de muelas y como medio
muy eñcaz para llevar á cabo la desinfección de los canales radicu-
lares, recurriendo en este caso á la inyección directa de cierta can-
tidad de liquido dentro del alvéolo.
En forma de polvo se ha ensayado contra las heridas infectadas,
otorreas crónicas y úlceras de mal carácter, así como diluido en gli-
cerina, el producto que estudiamos ha sido propuesto en calidad de
sucedáneo de la glicerina yodofórmica en todos los procesos morbo-
sos en que ésta se emplea, pero la forma de administración más útil
é importairte del perborato sódico es, sin duda alguna, la solución
acuosa saturada á la temperatura ordinaria, ó sea en proporción de
25 por 1.000, pues de este modo se obtiene un liquido fuertemente an-
tiséptico, incoloro, desprovisto por completo de toxicidad y de ac-
ción tópica irritante, que carece en absoluto de olor desagradable y
que constituye en suma una agua oxigenada á dos volúmenes, pre-
parada extemporáneamente y con la inmensa ventaja de poseer re-
acción alcalina, en vez de la reacción acida que constantemente
ofrece el antedicho líquido cuando se obtiene por los procedimientos
ordinarios.
Ya hemos hecho constar que, para la inmensa mayoría de las
aplicaciones médicas, basta la solución de perborato al 2 Vt P^r
100, equivalente á una agua oxigenada á dos volúmenes Sin em-
bargo, en algunas ocasiones tal vez sea indispensable obtener un
líquido que contenga de 10 á 20 volúmenen de oxigeno, lo cual se
consigue sin dificultad alguna por la simple adición de pequeñas
cantidades de ácido cítrico ó tártrico de esta manera:
Agva oxigenada á 10 volúmenu.
perborato tódico 170 gramos .
Acido cítrico en polvo 60 —
Agua destilada hervida IODO —
Agua oxigenada d 20 volúmtnéM.
Perborato sódico 210 gramos.
Acido cítrico ó tártrico pulverizado 106 —
Agua destilada 700 ^
Estas soluciones deben filtrarse si resultaran turbias.
En cuanto al agua oxigenada á 5 volúmenes, puede obtenerse
^
15 ,
sin necesidad de ácido, con sóio diluir 50 gramos del medicamento
en agua caliente á 40 grados.
Conviene no confundir el perborato sódico medicinal (NaB0'.4H'0)
que contiene un 10 por 100 de oxígeno activo, con el producto prepa-
rado por Jaubert con la denominación de perborax, pues su fórmula
química diñere bastante de la del compuesto que acabamos de estu-
diar (Na*B*O'.10H«O) y su contenido en oxígeno, no excede de un 5
por la misma proporción antes indicada.
II. Solurol.— Con esta denominación de pura fantasía se ha lanza-
do al comercio el ácido nucleotinofosfórico ó timlnico, producto
obtenido por desdoblamiento de las nucleínas bajo la influen-
cia de reacciones químicas especiales, que tiene por fórmula
C~H^A*0*».2Ph'0» y que se presenta bajo forma de polvo amorfo^
de color amarillo obscuro, algo deslicuescente, insípido, inodoro, fá-
cilmente solubl^ en agua fría y de reacción acida muy débil.
Minkowski supone que el ácido timíníco es el disolvente natural
del ácido úrico en la economía, pues tiene la propiedad de disolver
un peso igual al suyo de este último cuerpo, á temperatura de 20
grados, y mayor cantidad aún, cuando la temperatura del líquido en
que ha de efectuarse la solución se eleva hasta 37. Bn estas condi-
ciones, es decir, combinado con el solurol, el ácido úrico no precipita
ya, como en circunstancias ordinarias, por la adición de un ácido.
Teniendo en cuenta los grandes beneficios que pueden reportarnos
estas propiedades especiales, asi como la falta completa de toxici-
dad y de efectos cáusticos en el medicamento de que se trata, dicho
Profesor ha realizado diversos experimentos en hombres y animales,
observando en todos ellos una abundante eliminación de ácido úrico
después de haber administrado por vía gástrica ó subcutánea pe-
queñas dosis de la expresada droga, y deduciendo de sus numerosos
ensayos que el solurol está muy indicado en el artritismo, reumatis-
mo crónico, gota y litiasis úrica, pues no sólo facilita la eliminación
del indicado ácido á medida que se va acumulando en la sangre,
sino que puede disolver también las concreciones toíosas depositadas
en el espesor de los tejidos.
Desde el punto de vista terapéutico, ha sido experimentado por
Bluth y Fenner en varios enfermos de gota subaguda y crónica, ob-
teniendo en todos los casos resultados sumamente satisfactorios. El
alivio de los dolores y la desaparición de los fenómenos inflamato-
rios iba siempre precedida ó acompañada de abundante eliminación
de ácido úrico por las orinas.
, 16 ^
Las dosis recomendadas por dichos autores oscilan entre 1 y 2 gra-
mos al día en fracciones de 25 centigramos, bajo forma de sellos 6
pastillas comprimidas. En algunos casos graves, Bluth ha llegado á
dar hasta 4 gramos en veinticuatro horas; pero haciendo uso de can-
tidades tan elevadas no es raro se desenvuelvan síntomas de intole-
rancia, caracterizados por fenómenos de excitación cerebro-espinal
bastante intensos.
IIL Empleo del azul de notilono on la tuberculosis quirArgiet.— Después de
haber reunido gran número de observaciones, el Dr. Paulchancel
file cree autorizado para añrmar que el pioctanino azul, azul de me-
tileno ó clorhidrato de tetrametilthionina, es el medicamento tópi-
co que tnejores resultados produce en toda clase de tuberculosis
quirúrgicas supuradas, sean ó no abiertas, y muy especialmente
cuando se localizan en los huesos ó en los ganglios linfáticos.
Para el empleo de la referida droga, el autor establece las reglas
siguientes:
1.^ Cuando la colección purulenta es cerrada, se debe extraer el
pus por medio de una punción, inyectando en seguida una solución
acuosa de pioctanino al 5 por 1.000, en la cantidad que sea necesaria
para ocupar toda la cavidad del absceso y distender algo sus pare-
des. De este modo, una ó dos inyecciones son casi siempre suficien-
tes para obtener la curación, pues la piel recobra su aspecto normal
en muy breve plazo, y al cabo de algunas semanas no es posible
descubrirel más pequeño indicio de esta pequeña intervención ope-
ratoria.
2.^ Cuando la colección es abierta, después de practicar el raspado
de las paredes del foco ó de las porciones de hueso que se encuentren
enfermas y de haber extraído todos los secuestros en caso de haber*
los, se frota la superficie interna de la cavidad del absceso con una
torunda de algodón empapado en solución de azul de metileno al
4 por 100; más tardecse practica una copiosa irrigación con el soluto
diluido al 5 por 1.000, y últimamente se rellena dicha cavidad con al-
algodones humedecidos en la misma solución concentrada de que
antes hemos hablado.
La cura se repite cada cinco ó seis días si se trata de pequeños
abscesos; pero cuando se quieren modificar grandes cavidades su-
purativas productoras de una abundante secreción de pus, es nece-
sario renovarla cada cuarenta y ocho horas.
IV. El muérdago como modictmento hemostático..— Después de largos
años de olvido y abandono casi absolutos, el Dr. Rene Gaultier (de
17
Paria) ha vuelto á introducir en terapótica la corteza de muérda-
go (Fúcum a¿6i<in ó viscum quercinum)^ planta parásita conocida
desde la más remota antigüedad y que fué empleada por Hipócra-
tes, Dioscórides, Galeno, Avicena, Culien y Tissot, como remedio
astringente, astiespasmódico, emenagogo y antidiabético.
Según los estudios experimentales llevados acabo por Gaultier en
los laboratorios de Dieulafoy y Grehant, la inyección intravenosa
de una infusión de corteza de muérdago (25 f<ramos de esta última
por 100 cent. cúb. de solución fisiológica de cloruro sódico al 7 por
1.000), produce siempre un descenso masó menos duradero y acen-
tuado de la presión sanguínea, con constante aceleración de los la-
tidos cardíacos. La intensidad y persistencia de ambos efectos está
siempre en intima relación con la cantidad de medicamento admi-
nistrada. Tanto es asi, que con 6 cent. cúb. de dicha infusión, equi-
valente á 1 gramo 50 centigr. de planta fresca, la tensión arterial de
ijn perro de mediana talla, desciende desde 15 á 9 Vf milímetros de
mercurio y con 5 cent. cúb. en dos fracciones, con veinte minutos de
intervalo, dicho descenso se verifica desde 18 á 10, de esta manera :
Antes de la inyeoción 18
Un minuto después 14
Minuto j medio después • 10
A los diez minutos 10
Administrado en dosis tóxicas (5 gramos de planta fresca ósea
20 cent. cúb. de la infusión antes citada para un perro de 11 kilo-
gramos y medio), el muérdago produce la muerte por parálisis del
corazón en diástole, observándose además, en este caso, intensas
congestiones pasivas de todas las visceras del abdomen, copiosas
hemorragias intestinales, anemia pulmonar y sufusiones sanguí-
neas en el endocardio.
Según Lang, Ponck y Payne, autores ingleses que ensayaron el
producto farmacológico de que se trata durante los años 1878, 1881
y 1882, el extracto de viscum estimula la actividad contráctil de la
fibra iñuscular de la matriz, determinando contracciones intermi-
tentes muy enérgicas del referido órgano, exactamente iguales á las
contracciones fisiológicas que se desarrollan durante el parto; ace-
lera los latidos del corazón, disminuye la excitabilidad reñeja, para-
liza los nervios motores y sensitivos y dilata la pupila.
Payne asegura, además, que cuando se administra en grandes
dosis por Via gástrica, desenvuelve efectos irritantes sumamente in-
tensos, sobre el tubo digestivo, caracterizados por vómitos incoerci-
%
18
bles, grandes dolores abdominales, diarreas sanguinolentas, pujo
y tenesmo, y Dixon, que pudo observar en 1874 un caso muy notable
de envenenamiento por dicha droga« menciona como síntomas más
importantes de la referida intoxicación, la pérdida de la sensibilidad,
las alucinaciones, la resolución muscular, la frecuencia del pulso»
la dificultad respiratoria y la dilatación de la pupila.
En cuanto á las aplicaciones terapéuticas del mismo medicamen-
to, aunque los antiguos lo consideraban muy útil en la epilepsia, en
la diabetes sacarina y en la albuminuria, Gaultier sólo lo ha em-
pleado como hemostático en ocho casos de hemoptisis congestivas
de los tubérculos, consiguiendo en siete de ellos resultados verdade-
ramente notables, pues algunas hemorragias pulmonares que ha*
bían resistido á los astringentes y vasocontrictores más enérgicos,
incluso á la adrenalina, cesaron por completo en plazo muy breve,
gracias á 1^ administración del extracto etéreo de viscum álbum á
la dosis de 16 centigramos el primer día, 12 el segundo y 8 el terce-
ro, bajo forma de pildoras dosificadas á 2 centigramos.
La única observación negativa de que hace mérito el antedicho
Profesor, se reñere á un enfermo de tuberculosis cavitaria, en pe-
riodo de caquexia, muerto á las treinta y seis horas de haber comen-
zado la medicación, á consecuencia de una terrible hemoptisis. Se-
gún se pudo comprobar después, en la autopsia, esta hemorragia
fué producida por la ruptura de un voluminoso aneurisma de Ros-
mússen.
V. Formteina.^Es un producto de la condensación del formaldehi-
do con la acetonamina, que puede obtenerse cristalizado, pero que
por resultar de este modo bastante delicuescente, se presenta en el
comercio bajo forma de liquido espeso, incoloro, de 1'24 á 1'25 de
densidad y soluble en todas las proporciones de agua, alcohol y clo-
roformo.
Las soluciones acuosas de f ormicina comienzan á desprender for-
maldehido libre en cuanto se las somete á una temperatura de 25^;
pero este desprendimiento se verifica de una manera mucho más
rápida y acentuada entre 35 y 40. El mismo producto puro se des-
compone con gran rapidez, formando multitud de burbujas y de-
jando escapar entre 115 y 120 grados casi todo el aldehido fórmico
que contiene.
Gracias á la lentitud con que se va verificando dicha descomposi-
ción, bajo la influencia de temperaturas poco elevadas, el indicado
medicamento disfruta de propiedades antisépticas bastante activas.
19
^in poseer efectos tóxicos de ninguna clase, ni menos aún desarro»
llar la acción tópica irritante del formaldehido puro ni del formol
del comercio, cuyo empleo en la práctica médica sólo puede tener
lugar bajo forma de soluciones muy diluidas.
Por todas estas razones, Bartholdy ha hecho uso de la expresada
droga en gran número de artritis y osteoperiostitis supuradas, casi
siempre de naturaleza tuberculosa, como sucedáneo de la glicerina
yodofórmica, y casi siempre bajo forma de inyecciones intersticia-
les, obteniendo resultados bastante satisfactorios. A pesar de haber
•empleado en todos los casos-soluciones concentradas (al 50 por 1.000),
ningún enfermo acusó grandes dolores en el momento de la inyec-
ción ni después de haberla efectuado.
También se recomiendan estas mismas soluciones concentradas
4il 50 por 1.000 para la desinfección del campo operatorio antes de
llevar á cabo una operación quirúrgica, para combatir la fetidez y
•acelerar la cicatrización de las úlceras de mal carácter, y como
uno de los medios más eficaces con que contamos actualmente para
fiacer desaparecer la supuración de los grandes ñemones difusos y
-de los abscesos muy voluminosos, cualquiera que sea el sitio donde
las referidas colecciones purulentas se hayan ido desarrollando.
No falta, en fin, quien recomienda la formicina .contra las cistitis
•crónicas, bajo forma de irrigaciones y lavados; pero cuando se usa
<;omo remedio de la antedicha enfermedad, es necesario no prescri-
birla más que en soluciones diluidas al 2 por 100.
VI. Un nuevo remedio dol tnquilottonia duodontl. — Teniendo en cuenta
los buenos resultados obtenidos por Hermán (de Bruselas) en el
tratamiento de la anquilostomíasis por medio de la esencia de euca-
liptus, el Dr. Phillips, profesor de clínica médica de la Escuela de
Medicina del Cairo, ha hecho uso de la referida droga en 44 casos
de la misma enfermedad, consiguiendo en todos ellos la desapari-
ción completa y definitiva de dichos parásitos intestinales desde el
segundo ó tercer día de tratamiento, cuando más tarde á los cuatro.
He aquí cómo procede el indicado colega: Comienza por prescri-
bir un purgante salino, que debe tomarse á las seis de la tarde, guar-
dando después dieta absoluta durante todo el resto de la noche.
A la mañana siguiente, á las siete, hace tomar en dos veces, con
medía^hora de intervalo, una mixtura compuesta-de
Btencis de euoaliptas 2 gramos 50 oentígramoB.
Cloroformo 8 — 50 —
Aceite de ricino 40 —
20
El enfenno debe permanecer en la cama hasta que haga, por lo*
menos, una deposición, y si después de haber tomado la primera,
mitad delmedicamento se presentan trastornos nerviosos con ma-
nifiesta tendencia al síncope, debe suspenderse la administración*
de la segunda dosis. Cuando se trate de sujetos muy jóvenes, con-
valecientes ó anémicos, será mejor, administrar la poción ante»
citada en tres fracciones con veinte minutos de intervalo entre cada
una. Si fuere necesario, puede repetirse la misma fórmula cada do»
ó tres días.
En todos los individuos tratados por Phillips, la curación puda
considerarse como completa y definitiva, pues el empleo del timo! y
del helécho macho por vía gástrica no dio lugar á la expulsión d&
anquilostomas con las heces fecales. En 21 casos, tan favorable
resultado se obtuvo después de haber tomado una sola poción, e»
decir, al priiíier día de tratamiento; en 16 después de haber admi-
nistrado dos veces la misma mixtura, y solamente en siete fué in-
dispensable repetirla tres ó cuatro veces.
•
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Histerismo simulando ol mal do Pstt.--El Dr. D. Aaionio Martínez Ángel,
publica en la Revista IbenhAmericana de Ciencias A/édicajf^ lo siguiente :
<c Cuando la osteítis vertebral tan sólo se diagnosticaba en el período ci-
fósico, el error diagnóstico, inducido por esta forma de mimiery articularr
vocablo felicisimo cod el que los ingleses denominan las simulaciones que
el histerismo y otras neurosis suelen presentar de los padecimientos osteo-
articulares, era muy difícil.
ün póttico jorobado y con abscesos osifluentes abiertos ó cerrados es in-
confundible con ninguna otra clase de enfermos; en cambio un póttico,
sobre todo si lo es por poliespondilitis, en el cual la columna no presenta,
aún más que esas rigideces de espalda tan gráficas y tan típicas para quien
sabe ver esta clase de enfermedades, pero que suelen pasar inadyertidae
para quien no las busca ó préñente en la actitud, en el modo de estar y en
la manera de andar del enfermo, puede y suele confundirse su dolencia con
muchas cosas, sobre todo de las que se refieren' á la patología interna y vis*
coral.
Entre estas confusiones á que me refiero, una de ellas, é indudablemente
21
la más difícil de poner en claro, es co^bl histerismo cuando toma la forma
-de mimicry espóndil! tica.
Cuantos caracteres asignan los autores á aquella dolencia, cuantos sin-
^maa haya podido obserTar el lector ensus clientes afectados de la misma,
otros tantos suele presentar esta polifórmica perturbación del sistema ner-
vioso.
Dolores en cintura ó en faja, á diversas alturas del tronco, ya referidos
al pecho, ya al estómago, ya al vientre; sensaciones dolorosas de varia in-
tensidad y forma en la columna vertebral, más ó menoalimitadas á un pun-
^ de ella, unas veces espontáneas, otras provocadas por la presión sobre
las apófisis espinosas ó por los movimientos; incontinencias ó retenciones,
bien de la orina, bien de los excrementos; parálisis con ó sin contracturas,
•en forma paraplégica^ exaltación de los reflejos rotulianos, taquicardias,
neuralgias de forma radicular, ya intercostales, ya irradiadas á los miem-
bros; en fin, hasta la cifosis, aun cuando no en forma tan abrupta como en
el mal de Pott verdadero, todo lo simula el histerismo, todo puede ofrecerlo
^cha enfermedad cuando se presenta en forma de mimicry ó farsa espondi-
litica.
Los estigmas que se tienen por más ó menos clásicos del histerismo son
insuficientes para decidir si el padecimiento en cuestión es histérico ó no lo
^8, porque, como dice muy atinada y juiciosamente Whitman, puede darse,
y se da en muchas ocasiones, la enfermedad realmehte póttica en una his-
térica ó en un histérico. Es más: cuando dichos estigmas se descubran en
un paciente supuesto de mal de Pott, más bien debemos desconfiar de ellos
y procurar descartarlos por el grave error de tratamiento que representaría
«1 tomar por simulados los caracteres de una enfermedad de tan deplora-
bles consecuencias cuando se desatiende ó se trata de un modo irracional,
^omo lo es la osteítis de las vértebras, sea tuberculosa ó de la especio que
fuera.
8in que en general la fotografía radiográfica tenga gran valor como me*
<lio diagnóstico en las espondilitis á no ser en casos avanzados y en periodos
•destructivos de las mismas, sin embargo, cuando se sospecha la simulación
iüstérica ó neuropática deben hacerse varias radiografías de la región es-
pinal, y si en alguna de ellas se obtuviera la impresión de un número ma-
yor ó menor de vértebras desdibujadas y deformes, el dato sería de un va-
lor extraordinario para afirmar la existencia del proceso inflamatorio.
Otros de los caracteres en el que el práctico debe poner mucha atención
es en el del predominio de los trastornos de sensibilidad sobre los de mo-
tilidad que en las extremidades inferiores ofrece la enfermedad póttica si-
mulada. Asimismo deberá tener muy en cuenta el que en estos casos los
fenómenos contracturaies en dichas extremidades son muy precoces.
Denuncian también estos estados de simulación la exageración, la vehe-
mencia que pudiéramos decir, de los síntomas pótticos, sobre todo de la
-exaltación del reflejo rotuliano, del dolor á la presión en las apófisis espi-
nosas, hasta el punto de que el simple contacto de nuestros dedos con la
•piel que los cubre produce en estos enfermos vivísimos dolores. Lo mismo
puede decirse en cuanto á los trastornos gástricos, respiratorios y cardíacos
4ie refiere (la taquicardia es casi constante en esta clase de pacientes).
22
Y, sobre todo, el carácter, que ék mi concepto tiene an Talor patogno-
mónico, de la simulación neuropática,' es el de la movilidad, no tan 8ólo>
normal, sino exagerada, de la columna.
Contrastando con la rigides de la espalda, más ó menos extensa según el
número de vértebras afectadas que constantemente ofirece el verdadero-
póttico, rigidez que no desaparece^ al contrario, se exagera durante los ata-
ques de dolor espontáneo ó provocado, en la espondilitis simulada, aunque
el enfermo, temeroso al dolor, se nos presente con su espinazo rígido é in-
.móvil por la contractura de los múscnlos que á la columna vertebral se-
atan, en cuanto, no digo comprimimos, sino tan siquiera rozamos ligera-
mente las apófisis espinosas con el dedo, prodúcese una serie de movimien-
tos rápidos y repetidos verdaderamente lumbricóideoe entre todas las vér-
tebras, desde el occipucio hasta el sacro, lo mismo en sentido anteroposte-
rior que laterales, tan extensos que consiguen estos enfermos neurósicos-
movilizar casi tanto la porción dorsal como la cervical y lumbar, movilidad
que sorprende y choca, no solamente comparada con la escasa y restrin^ida^
de los pótticos inflamatorios, sino con la normal y fisiológica de la columna,
vertebral». — 8ababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIKDADBS CIINTIFIGAS
ASOCIACIÓN FRANCESA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIA»
XXX V Bésión aniud celebrada en Lion del 2 al 9 de AgoBlo de 1906.
Tnbtrcolotit del intestino grueso. Indiotoionos y rosultadoo de la Intorvonoié»
quirúrgica. — Los Dres. Bbrabd y Patbl : Deducimos lo siguiente de nues-
tras (observaciones y del análisis de los casos publicados :
1.* En ciertos enfermos la tubercnlosis del intestino grueso evoluciona,
sin lesión pulmonar, sin otra localización tuberculosa, clínicamente apre-
ciable, y puede curar por la intervención quirúrgica en más de la mitad de^
los casos operados.
2.' En otros enfermos las lesiones pulmonares, poco acentuadas, mejo-
ran, y por último, curan completamente á beneficio de una intervención, al
curar las lesiones intestinales.
8.^ Existen, por último, enfermos en los que las lesiones pulmonares é
intestinales, simultáneas ó secundarias á una infección primitiva, del pul-
món ó del intestino, siguen una marcba fatal hágase lo que se haga. Soa
lesiones difusas ya desde hace mucho tiempo, antes de someterse los enfer-
mos al examen del médico.
23
I. Anatomía patológica. — Deben distingairse tras tipos:
1.*^ Taberculoeis alcerosa.
2.^ Tabercalosis enteroperitoneal.
8.<> Tabercalosis hipertrófica.
].° ToBEBCüLOBis ULCEROSA. — Es el tipo coioúQ cOQOcido hftce más tiem-
po, 7 el único qae describían antes los médicos, como propio de los tísicos
palmonares. Paede reTestir la forma miliar, confluente ó localizada.
2.® ToBBBOULoeis BMTBBOPBBiTOMBAL. — Paedc Ser primitiya, sobre todo
en el intestino graeso, pero por lo general es consecnencia de los otros dos
tipos, en particalar de la tabercalosis ulcerosa. Lo qae la caracteriza es
afectarse el intestino ala Tez que el peritoneo; la infiltración específica
invade hasta los mesenterios, resultando una especie de neoplasia tubercu-
losa perfectamente distinta desde el punto de vista topográfico, clínico y
i«erapéutico.
En el intestino grueso la forma enteroperitoneal reviste dos formas com-
pletamente distintas, según que los productos tuberculosos tiendan á la
degeneración caseosa y á la supuración, ó por el contrario, que se enqnis-
ten y manifiesten tendencia á la transformación fibrosa.
a) Tuberculosis enteroperitoneal ccueosa. — Esta variedad se observa casi
exclusivamente en la región íleocecal. El tumor tuberculoso se halla cons-
tituido por la aglomeración de asas intestinales y de idesos infiltratos de
ganglios voluminosos. La terminación del intestino delgado, el apéndice,
el ciego, se hallan envueltos en esta masa caseosa, irregular y de consisten-
cia variable. La superficie interior del intestino está ulcerada casi en toda
su extensión ; el apéndice suele hallarse destruido.
b) Tuberculosis enteroperitoneal fibrosa. — En ésta forma el proceso tuber-
culoso se encuentra ahogado; la lesión queda estacionaria y no termina por
supuración. Es rara en el intestino delgado y más común en el grueso. En
el ciego se han encontrado, en la infancia, hipertrofias ganglionares enor-
mes, forma adenopática de Gérard-Marchant. La estenosis intestinal es
poco acentuada, y las lesiones ulcerosas raras. En el adulto se observa una
forma análoga, pero la hipertrofia ganglionar es menor y á veces nula. El
peritoneo es el que reacciona principalmente ; se cubre de granulaciones
discretas de peritonitis localizada.
8.* Forma hipertrófioa. — Es la verdadera forma quirúrgica de la tu-
berculosis del intebtino grueso. Es por lo común limitada, primitiva. Pue-
de decirse que si un enfermo tiene á la vez lesiones tuberculosas en el pul-
món y en el ciego, estas últimas de tipo hipertrófico, las pulmonares son
más recientes. Paede decirse desde el puato de vista clínico, que si un tu-
berculoso pulmonar presenta lesiones secundarias del intestino. Se trata de
ulceraciones, no de tuberculosis hipertrófica. ^
Esta forma es relativamente frecaentísima en el intestino grueso. La tu-
berculosis principia, al parecer, en el ciego, cerca de la válvula de Bauhin;
en la forma hipertrófica pura el ciego es el único invadido; el intestino
delgado queda intacto. Guando la hipertrofia de las paredes se complica con
ulceraciones de la mucosa, la tuberculosis franquea la válvula y se propa-
ga al intestino grueso, pero la que se propaga es la ulceración tuberculosa
secundaría, no la hipertrofia. Esta regla es absoluta. Proponemos, por lo
1
24
tanto, llamar tabercalosis cecal á la forma hipertrófica, ó ileoceal á la ul-
cerosa» sea primitiva ó oo. La primera es limitada; la segunda se halla en
yias de generalización.
En la tuCercalosis hipertrófica cecal existe en el ciego nn tnmor duro j
abolsado, bastante grueso para notarse á través de las paredes del abdo-
men; el tumor ocupa primero la fosa iliaca derecha y está rodeado de una
ganga espesa de tejido grasoso. Al abrir el intestino se observa engrasa-
miento enorme de sus paredes; la superficie de sección presenta nn tejido
lardáceo y calloso, reblandecido en algunos puntos, que corresponden á loe
tubérculos en vias de fusión caseosa. La hipertrofia es concéntrica y la es-
tenosis queda constituida. £1 trayecto estrechado, de 5 á 6 centímetros de
longitud, es tortuoso, á lo que se debe principalmente la estenosis. La su-
perficie de la mucosa está cubierta de eminencias más ó menos voluminosas
que ocasionan á veces la oclusión completa. .
Tuherculoais hipertrófica del colon. — En el colon, la tuberculosis no está tan
imitada como en el recto. La reacción esclerolipomatosa de vecindad es
más difusa, lo que contribuye á realizar transiciones insensibles con la
forma enteroperitoneal fibrosa. Los ganglios están afectados. Presenta como
caracteres esenciales: ser más difusa, menos ulcerosa y propagarse al te-
jido celular subperitoneal; es rara su transformación caseosa.
Tuberculosis hipertrófica del recto,— E\ recto está aumentado de volumen
y convertido en un tubo rígido, espeso y resistente; á su alrededor hay in-
filtración adiposa, más abundante en tubérculos que en el ciego. Gracias á
esta envoltura, el recto se adhiere á los órganos inmediatos, en particular
á la vejiga. Las paredes del intestino son may gruesas, acartonadas y sem-
bradas de foquillos amarillentos caseosos.
Al corte se encuentra, algo más arriba del ano, una porción estrechada .
que forma una especie de virola escirrosa. La mucosa está sembrada de ve-
getaciones polipoides poco voluminosas y de fisuras y úlceras profundas
cubiertas de una capa purulenta, sinuosa y fétida. Cerca de la estrechez
predominan las lesiones de rectitis; las ulceraciones del segmento inferior
son extensas y pueden originar la perforación.
II. Diagnóstioo.— ii. Tobkbodlosis dbl oísoo. — 1."* Tuberculosis ulcerosa
limitada. — Guando la ulceración primitiva se halla localizada en el ciego y
es de peqaefias dimensiones, los signos son los de la enteritis bacilar ordi-
naria: diarrea mucosa ó con estrias sanguíneas.
2.* Tuberculosis ileocecal enteroperitoneal, —Ea un tipo clínico común. El
principio recuerda el de la forma localizada, pero los síntomas funcionales
y físicos, muy ligeros, no Uamanla atención ni del enfermo ni del cirujano. A
veces, los primeros signos son los de enteritis tuberculosa verdadera; hay
deposiciones diarréicas frecuentes, abundantes y sanguinolentas. De cuan-
do en cuando se presentan verdaderos accesos dolorosos con meteorismo lo-
calizado que corresponden á los brotes peritoneales; muchas veces se cree
que son crisis de apendicitis ó de oclusión intestinal. Pero la marcha, oró-
nica casi siempre, de la enfermedad, es un dato de gran valor diagnóstico.
Estos enfermos son tuberculosos ; tienen calofríos é hipertermia de curva
acentuada. Loe signos pulmonares vienen de ordinario á confirmar todas
las presunciones en favor de la baóilosis.
25
El examen hecho en el periodo de estado, permite descabrir en la fosa
iliaca derecha ana dureza difuaa que puede extenderse desde elarcodeFa*
iopio hasta la linea media, y que al parecer llega hasta la excavación. No
es raro descubrir esta masa por el tacto rectal ó el yaginal; no recuerda
por su forma á ningún otro órgano; es de consistencia irregular, blanda en
unos sitios y resistente en otros, con zonas sonoras y de macicez. Si la afec-
ción se abaldona á si misma, el pus tiende á abrirse paso al exterior^ La
abertura cutánea es la más frecuente y se forma por encima del arco de
Falopio, resultando uno ó más orificios; por estas aberturas sale pus seroso
mal trabado y mezclado con excrementos ; la fístula pioesterc<9iácea queda
formada y su trayecto irregular y tortuoso pone en comunicación el intes-
tino delgado ó el ciego con el exterior. N
Los abscesos pelvianos producen síntomas que en la mujer pueden con-
fundirse con los de una supuración de origen genital. La abertura en el
intestino es frecuente ; se ve coincidir entonces derrames purulentos por
•el ano con disminución del abultamiento y mejoría de los síntomas
funcionales. El absceso puede reproducirse y vaciarse de igual manera va-
rias veces; si se forman entero-anastomosis con un punto elevado del Íleon,
van acompañadas de lienteria, casi siempre incorregible. La abertura en
ia S iliaca ó en el recto es seguida, al parecer, de mejoría de larga dura-
•ción. La abertura en la vejiga es más funesta; la fístula vesico- intestinal
-que resulta es gravísima. En casos raros, cuando se ha formado la fístula
intestinal, los síntomas generales mejoran á causa quizá de que las masas
•caseosas se esclerosan y de que la supuración disminuye, pero sin cesar
-completamente. Es más común que los signos generales se agraven; el en-
fermo se debilita á consecuencia de la tuberculosis y de ia supuración; los
signos pulmonares se aceni<úan, la temperatura se eleva y sobreviene la ca-
quoxia, seguida al poco tiempo de muerte.
El diagnóstico de la tuberculosis Ueocecal es relativamente fácil, porque
los signos generales de caquexia progresiva ponen en la pista. No obstan-
te, al principio es posible la confusión con las exacerbaciones de la apendi-
•citis crónica que van acompañadas de peri-apendicitis ; si no se observa re -
solución de la masa endurecida en la época en que suele observarse en la
apendicitis, hay motivos para sospechar la tuberculosis cecal.
8.^ Tuberculosis hipertrófica. ^ El primer período es muy largo y no se re-
vela más que por signos funcionales : dolor en la fosa iliaca derecha y tras-
tornos digestivos. En el de estado los signos funcionales se acentúan y se
observan signos físicos marcados : meteorismo permanente pori-umbilical
y peristaltismo ligero después de las comidas.
Al palpar, se nota á la derecha del ombligo un tumor de valor diagnósti-
co grandísimo. Es del tamaño del puño, oblongo, sigue la dirección del cie-
lito y se asemeja por su forma á esta órgano cUstendido por una inyección
solidifícable. Sus paredes son lisas, duras y de consistencia igual. No hay
dolor á la palpación. Este tumor ocupa de ordinario la fosa iliaca derecha,
pero en ciertos casos el ciego, infiltrado, se halla debajo del arco de Falo-
pio, en el seno que forma la pared abdominal y la fosa ilíaca interna, y en
contacto inmediato con los planos superficiales.
B. TuBBROuxosis DKL COLON. — Es difícil CU Is actualidad precisar la sin-
toiiiatol(>gia. Las lesiones ulcerosas localuadasse reTelan por abscesos. Las
tabercalosis hipertróficas prodaeen signos funcionales de estreches del in*
testino grneso, cnya nataraleea es difícil conocer.
C. ToBKBODLosis DKL RBOTo. — Las alccraciones anorrectales se obserran
de ordinario en los tabercalosoe confirmados; se conocen al examen directo
por sos caracteres típicos.
La forma hipertrófica se manifiesta por rectitis con dolor Hn^do, sobre
todo al defecar; Ta acompañada de tenesmo y de pnjoe. Hay i la vez de*-
rrame por el ano; el derrame, blanquecino y mucoso al principio, se hace
sanguinol^ato después de la defecación ; en ocasiones se producen verdade-
ras rectorragias incoercibles. Después fluye en abundancia en los interya-
los de la defecación pus rojizo, sanioso y fétido. En ciertos casos los tras-
tornos funcionales son ligeros y corresponden á lo que los autores antiguos
designaban con el nombre de período latente. Los trastornos de origen in-
flamatorio tardan poco en ser seguidos de otros mecánicos : las fibras
musculares se debilitan i causa del esfuerzo constante y la defecación se
hace cada vez más difícil ; la estrechez se acentúa por espasmo ó por recru-
descencia de las lesiones. El enfermo defeca con dificultad á posar de los
enemas y de los lazantes repetidos. Los excrementos forman otíUos y Tan
aoompafiados de derrames sanguinolentos y purulentos. A consecuencia
de este estrefiimiento puede aparecer diarrea incoercible; es una verdade-
ra incontinencia por rebosamiento debido á que las paredes, al perder sa
elasticidad, no pueden ponerse en contacto por la acción del esfínter y
transforman el recto en un tubo rígido.
El estado del enfermo tarda poco en hacerse lastimoso; es el período de
los abscesos perirrectales, cuya abertura al exterior suele ser seguida de
alivio inmediato; es la oclusión completa siempre amenazadora; es la per-
foración en el peritoneo; es la generalización rápida y fatal. «
Puede decirse que la tuberculosis del recto, aun en su forma hipertrófi-
ca, es laque sigue la marcha más rápida; esta gravedad se explica por la
mezcla de los accidentes tuberculosos y septicémicos con los de oclusión.
Los medios de diagnóstico de esta lesión se resumen en el empleo del
examen directo. El tacto es el que permite principalmente apreciar con
exactitud el estado de la ampolla; debe practicarse con prudencia cuando
se sospecha que existe rectitis. Después de franqueado el esfínter se en-
cuentra un conducto rígido y fibroso completamente inextensible. Las pa-
redes son rugosas y sangran con facilidad. Muchas veces es imposible lle-
gar más allá del sitio de la estenosis; si se consigue salvar este panto, el
dedo encuentra una gran cavidad llena de detritus saniosos, infectos, y de
materias fecales.
A veces es difícil decidir entre un cáncer y la tuberculosis, sobre toda
en los cánceres anulares ; el diagnóstico con la estenosis sifilítica, tan du-
doso ya con el microscopio, es imposible de resolver en clínica. Los antece-
dentes y la marcha de la enfermedad resolverán la cuestión.
m. Tratamiento. — 1.^ Indicaciones sacadas del estado general, — Hay»
desde este punto de vista, dos clases de enfermos; en unos las lesiones se
hallan en plena evolución ; están interesados varios órganos además del
intestino. En estas formas es preciso ser parcos para practicar intervencio-
27
nes rftdieales; basta combatir la oclusión y dejar el órgan afectado eni re-
poso.
En otros las lesiones han quedado limitadas al primer segmento intesti-
nal invadido ; predominan los trastornos mecánicos en la circulación de loa
excrementos. El cirujano debe ser más atrevido, aunque el diagnóstico no
sea exacto; es preciso interrenir cuando hay signos de estenosis permanen-
te, coincidan ó no con la existencia de una masa en uno de los segmentos
del intestino grueso, porque asi puede contenerse defínitiyamente la mar-
cha de la afección ; las probabilidades de éxito son tanto mayores cuanto*
antes se interyiene.
El cirujano no debe ordenar de antemano su manual operatorio. Se li-
mitará á considerar las eyentualidades probables, y una yez abierto el
yientre y estndiada la lesión de visu en sus relaciones y extensión, adaptará
su técnica á las exigencias de cada caso.
2.* lndieacum¿9 Bocadas de loe earaeteree anatómicoé de loe leeionee.-^
Á. TuBBBOüLosis DEL oiBGo. — La laparotomía se practica en la linea me-
dia ó en el borde externo del recto mayor. Debe quedar un espacio bastan-
té grade para llegar con facilidad á la lesión, apreciar bien sus límites, sus
adherencias, su aspecto exterior, etc. Guando el intestino enfermo no está
adherido ai peritoneo, existe con seguridad una ulceración limitada con ó
sin reacción hipertrófica. Bí las adherencias con la pared son extensas y
sólidas, se trata de la forma enteroperitoneal, mucho más graye.
a) En la forma hipertrófica, la enterectomía (resección del segmento
ileocecal) es la operación preferible. Debe resecarse la mayor cantidad po-
sible de intestino, ün ciego que parece inmóyil por completo, se muyiliza
fácilmente una yez desprendido el peritoneo parietal. Es una interyención
radical y relatiyamente poco gra^, mientras sólo se aplica á este tipo de
lesiones ; en efecto, el estado general de estos enfermos es satisfactorio du-
rante mucho tiempo. Si no tienen al parecer la resistencia suficiente para
soportar la resección, es porque las ulceraciones progresan y tienden á di-
fundirse.
h) En la forma enteroperitoneal no se intentará obtener la curación por la
enterectomía, peligrosísima y penosa á causa de las adherencias. Es prefe-
rible recurrir á los métodos paliatiyos. La laparotomía pura y simple es un
paliatiyo. Siempre que pueda practicarse sin peligro, es decir, casi siem-
pre, debe dejarse la lesión en reposo, haciendo la exclusión unilateral,
preferible á toda entero- anostomosis, ileocólica ó ileosigmoidea, trátese de
tuberculosis abiertas ó cerradas. La anastomosis basta para restablecer la
libre circulación de las materias ; deja, no obstante, subsistir el contacto
irritante é infectante de estas materias con las lesiones, y si hay una fís-
tula deja que subsista sin disminuir el derrame.
En las lesiones cerradas preferimos la exclusión unilateral con desembo-
cadura en la S ilíaca. En las lesiones abiertas, la exclusión bilateral está
permitida; el orificio de la fístula patológica es suficiente para eliminar
loe produotoMe secreción del intestino; es una buena operación que con-
tiene por completo el derrame estercoráceo. Tiene el inconyeniente, aun en
el caso de curación, de dejar una fístula mucosa, así que preferimos la ex-
clusión unilateral. Se ha reprochado á ésta permitir el reflujo de las mate-
rUs al ciego enfermo; U objeción es qnizá f andada si se hace la anastomo-
flis con el colon iliaco ó el transTerso. Se ha dicho también qne la ezda-
8ión unilateral, al no aislar por completo la lesión, permite la inocnlación
del segmento snbyacen te del intestino; pero este peligro, real sólo en la tn-
bercnloeis en CYolnción activa, ¿se evita por la oclusión bilateral que abre
á los bacilos la yia sanguínea y la linfática?
Estas reglas generales tienen excepciones. La existencia, por ejemplo, de
un absceso de la pared del abdomen, puede exigir la incisión directa del
foco parietal é intestinal; una yez que cede la fiebre se procura suprimir
la fisula pió estercorácea. Los trastornos graves de oclusión aguda suponen
á veces la formación rápida de un ano contranatural, pero es mejor, si el
enfermo no está muy débil ó intoxicado, practicar la entero-anastomosis.
En la invaginación ileocecal se ha practicado con éxito la desinvagina-
ción. Si es crónica sin amenaza de esfacelo, se recurrirá á la entero-anas-
tomosis, gracias á la cual un enfermo de Gzerny sobrevivió un año. La re-
sección total ó parcial del intestino iiivaginado no se ha practicado en los
casos de tuberculosis. En la perforación intestinal el tratamiento ha sido
ineficaz.
B. TonsBOULOsis dkl rbcto.— Parece que en la tuberculosis del recto se
imponen la resección ó la amputación total del órgano enfermo; pero, por
desgracia, las lesiones tuberculosas se complican con infecciones secunda-
rias que influyen de una manera funesta sobre el estado general y que
crean complicaciones locales (flemones isquiorrectales, pelviperitonitis ad-
hesivas, fístulas); la cura radical tarda, por lo tanto, poco en ser im-
practicable. Aun en los casos favorables en apariencia, la extirpación pri-
mitiva es grave y expone á infecciones pelvianas difusas y á la generaliza-
ción tuberculosa rápida. Es preciso practicar primero la colotomia iliaca
(Polosson, Qérard-Marchant), dejar la lesión en reposo todo el tiempo ne-
cesario, tratarla directamente por los agentes modificadores y no intentar
la extirpación secundaria más que cuando las circunstancias lo permitan :
recto relativamente móvil, integridad de los órganos inmediatos, etc.
La rectotomía externa, combinada con el raspado, con la cauterización-
activa, con la dilatación metódica, sólo se empleará en las lesiones linuta-
das ó, por el contrario, en las muy graves, para intentaran extirpación.
C. ToBiRCüLOsis DKL ooLov. — Oonoccmos tan mal estas lesiones del co-
lon y los casos operados son tan poco numerosos, que las indicaciones que
pueden formularse son teóricas. Las tuberculosis del intestino grueso, aun
limitadas á las formas llamadas quirúrgicas, son tan variables en su exten-
sión y marcha, que sólo es posible hacer una reseña general sobre la grave-
dad y eficacia de los métodos terapéuticos. Los resultados obtenidos son en
conjunto favorables y mejorarán á medida que se perfeccione el diagnósti-
co y puedan llenarse mejor las indicaciones operatorias. La- mortalidad
post operatoria ha descendido ya á 15 ó 20 por 100 en una afección que,
abandonada á la naturaleza, termina^siempre por la muerte, y hace veinte
años se consideraba como fuera de los recursos del arte. ¿
ElDr. E. Loison: Indlcaoiones operatorias. — A, Opbraoionbs dbvs-
CESiDAD.— Existen ciertas operaciones, llamadas de necesidad, que es pre-
ciso practicar en todos los enfermos, excepto cuando á causa de su estado
29
desesperado no paeden resistir an traumatismo, por ligero que sea. La obs*
tracción aguda ó crónica exige la formación de nn ano artificial por enci-*
ma del obstáculo. La peritonitis supurada, difusa ó el absceso enquistado,
pueden exigir practicar una laparotomía más ó menos extensa, á fin de*
dar salida al pus. La hemorragia procedente de la ulceración de un Taso
de la pared intestinal se contiene con el tratamiento médico; en el caso
contrario, se practica un ano artificial por encima de la lesión y se hacen
en el extremo inferior irrigaciones con líquidos hemostáticos.
^ B. Opbracionbs db oibcüvstaroias. — No hay la misma unanimidad de
opinión respecto á los casos de tuberculosis ulcerosa, simple ó hipertrófica,
que no entrañan un peligro inmediato de muerte. Es entonces una opera-
ción en cierto modo preyentiya que se practica para contener la extensión
local de las lesiones ó impedir su generalización. Con este objeto se prac-
ticaba antes la exéresis completa y radical de todo foco tuberculoso, siem-
pre que lo permitieran las condiciones anatómicas y fisiológicas de la re-
gión. Hoy se emplean los métodos conseryadores de la punción, con inyec-
ciones modificadas, de la reyulsión, de la inmoyilización; etc.
La tuberculosis no es una enfermedad que termina siempre por la muer-
te como el cáncer. Hasta que se descubra un sueVo antituberculoso eficaz, '
muchas yeces debemos limitarnos á no perturbar los esfuerzos espontá-
neos de defensa de la naturaleza, reduciéndonos á ayudarla. La mayor par-
te de las tuberculosis cutáneas son enrabies por la medicación general y
el reposo del órgano enfermo, siempre que las lesiones no estén muy ayan-
zandas y los microbios de la infección secundaria no hayan asociado su ao*
ción nefasta á la del bacilo de Koch.
En la tuberculosis del intestino grueso esta última influencia existe en
casi todos los casos, á causa de las ulceraciones. Sin embargo, ciertas ope-
raciones conseryadoras permiten la regresión de la lesión local, sin necesi-
dad de la exéresis; estas operaciones deben tener por objeto dejar en re*
poeo el segmento inyadido del intestino, ün traumatismo ligero eyita que
se exacerbe una tuberculosis meníngea, pulmonar, renal, etc., desconocida
hasta entonces, y que puede progresar con rapidez á causa del colapso con-
secutiyo á una exéresis importante.
Antes de practicar una operación conseryadora ó radical debe examinar-
se detenidamente al enfermo para saber si están afectadas las yísceras esen-
ciales. La coexistencia de la tuberculosis pulmonar constituye contra-
indicación operatoria absoluta; otros creen que puede operarse siempre que
sólo esté inyadido un yértice, y los síntomas pulmonares, poco acentuados,
sean consecutiyoe á lesiones tuberculosas intestinales. Extirpando en estos
casos todo el foco intestinal hay probabilidad de que cure la lesión pulmo-
nar. Es preciso desconfiar de las diarreas rebeldes y abundantes, que
coexisten casi siempre con úlceras intestinales. El estado general del en-
fermo suministra indicaciones útiles; en todo sujeto bien nutrido puede in-
teryenirse con probabilidades de éxito.
ModoB de intervención y resultadOB. — A. Opxraciohxs auxilia-
BBS Ó PALiATiyAS. — Sou dc dos clases : laparotomías y mterostomiaa.
a) £aparofom/a.— Constituye forzosamente el primer tiempo de todas las
operaciones que describiremos; puede ser también la única que se practi-
30
ca cuaodo, ana Tez abierto el yientre, ae reconoce qae las lesiones ñoa ex*
tirpables. Machas Teces se practica sistemáticamente^ sobre todo en la tn-
beronlosis del ciego, ulcerosa ó hipertrófica. 8e obtienen con ella buenos
resaltados imposibles de explicar. Billón emite, respecto á esta acción fa-
Torable, yarias hipótesis, de las qae citaremos las sigaientes :
La laparotomía separa las asas intestinales y rompe adherencias ligeras,
lo quQ modifica la nntrición.
Al abrirse el yientre cesa la compresión, lo que proyoca ana hiperemia
de las asas de efectos tróficos.
Cnando se emplea la laparotomía es preciso que pueda cerrarse el yien-
tre sin hacer el desagüe (Bérard y Patel). Somos de la misma opinión si el
peritoneo está libre; pero ai el ciego se halla endarecido y rodeado de ad-
herencias qae borran por completo la cavidad peritoneal en este punto,
oreemos que despaés de romper lo más posible el tractos fibroso para dejar
libre el intestino, conyiene emplear por algún tiempo el taponamiento,,
desagüe con gasa, alrededor del ciego, para que se reblandeaca progresiya-
mente el bloque fibroso.
b) Enterostomta. — El cirajano se propone eyitarla irritación constante
producida sobre las lesiones por el contacto de las materias y dejar en re-
poso la parte invadida, suprimiendo sus contracciones. Se consigue hacien-
do derivar el contenido intestinal á fin de que no pase por el segmento in*
teresado. Estas operaciones se practican otras veces á causa de una cicatriz
ó hipertrofia concéntrica del intestino.
1.* Ano artificiaL — El ano artificial establecido en el íleon, el ciego ó la S
ilíaca, según el sitio del foco tuberculoso, permite conseguir este resultado.
La operación es benigna y fácil de ejecutar; á veces crea una deformi-
dad molesta que debe ser tolerada mucho tiempo, hasta la curación com-
pleta de las lesiones. El ano contranatural debe reservarse para las bpera-
ciones de necesidad, y solo-constituye el primer tiempo de una intervención
más compleja.
2.^ EnteroancLStomoais. — La entero-anastomosis permite obtener el mis-
mo resultado que el ano artificial, desde el punto de vista de la derivación
del curso de los excrementos, y además no produce deformidad alguna pe-
nosa, puesto que el ano normal sigue desempefiando sus funciones. Puede
ptacticarse la entero- anastomosis simple por el método de Maisonneuve,
anastomosando el íleon con el colon transverso ó la S ilíaca. Es indudable
que después de esta operación, en muchos casos, si no en todos, una parte
del conducto intestinal penetra en el asa de la que ha pretendido derivarle.
Es necesario, por lo tanto, hacer más y practicar la entero-anastomosis con
exclusión, si se quiere evitar el contacto irritante de las materias sobre las
lesiones, y dejar en reposo el segmento intestinal enfermo. La exclusión
será uni ó bilateral, cerrada ó abierta.
En la exclusión unilateral se secciona el intestino por encima de la lesión
y á cierta distancia, para encontrar tejidos sanos; se sutura el cabo inferior
y se hace desembocar el superior por debajo y á distancia suficiente de la
lesión, en el colon transverso, la 8 ilíaca ó el recto. Este método de exdu*
sión tiene inconvenientes : permite el reflujo y la acumulación de las ma-
terias fecales en la parte excluida, y mantiene la irritación de las lesiones;
31
paede, en sentido inyerso, permitir la extensión de la tuberculosis á las
partes del intestino situadas por debajo de la nueva boca anastomótíoa.
La exclusión bilateral suprime estos inconyenientes; la cerra'da tiene la
desTentaja de originar la retención, y es preciso adoptar la abierta en uno
ó en los dos cabos. Asi pueden tratarse tópicamente las úlceras de la muco-
sa. Es verdad que se crea una deformidad, pero de poca importancia, por-
que no se trata de un ano contranatural, sino de simples fístulas mucocutá-
neas de secreción poco abundante.
Estas operaciones están indicadas en las formas de tuberculosis, uloeroea
é hipertrófica, simples ó complicadas con estrecheces ó fístulas purulentas
ó pio-estercoráces. Son consideradas como operaciones defínitiyas ó como
preliminares de i(na interyenoión radical que se practica después.
B. Operaciones badioalbs. — No conviene ilusionarse con el nombré ra-
die^ que se da á estas operaciones, porque los bacilos quedan en la econo-
mía 7 pueden multiplicarse más pronto ó más tarde.
Enterectoniia, — El objeto es suprimir lo más extensamente posible la
porción intestinal enferma y restablecer la continuidad del aparato diges-
tivo por la desembocadura términoterminal, tórminolateral ó láterolate-
ral. Se han hecho objeciones numerosas á la operación radical; la lesión
tuberculosa puede curar con menos gasto, se corre el peligro de extirpar le-
siones inflamatorias simples, no hay seguridad de hacer una operación com-
t>leta, las extensas superficies cruentas que se crean predisponen á la in-
fección por la yia sanguínea, algunos tumores tuberculosos muy adheridos
á las paredes abdominales ó á las asas inmediatas, ó complicarlos con fís-
tulas múltiples purulentas ó pio-estercoráceas constituyen una contraindi-
eaoión absoluta.
La enterectomia se ha practicado, sobre todo, en la tuberculosis ileoce-
eal. En los casos en que se ha extirpado sólo el apéndice ó resecado parte
del ciego quedó una fístula, y fué preciso intervenir después para resecar
el ciego y á veces parte del colon ascendente y del íleon. Se citan pocos ca-
sos de resección de tuberculoma del colon ó S ilíaca, en los que hubo reci-
diva en los mufiones.
Sea cual fuere la región del intestino grueso invadida, la enterectomia
puede practicarse en dos tiempos ó en uno. Si se opera en dos tiempos,
principia por hacerse la entero-anastomosis con exclusión bilateral abierta
en uno de los cabos; después^ cuando el curso de las materias se ha resta-
blecido, sólo queda por extirpar el segmento excluido desinfectándolo pre-
viamente. Es preferible este método á la operación en un tiempo, porque el
colapso es menor y muchas veces, después de la primera intervención, cu-
ran las lesiones.
En el recto no deben diferirse ni abandonarse las operaciones radicales.
Contra la tuberculosis ulcerosa rectal la cecostomia ó la sigmoidectomía
prolongada hasta que curen las lesiones, constituye el tratamiento preferí •
ble; en la estrechez cicatrizal ó el tuberculoma hipertrófico sólo debe prac-
ticarse la resección, después de formar un ano ilíaco temporal. Observa-
ciones numerosas prueban que las tentativas de dilatación progresiva y las
rectotomías interna y externa son ineficaces. La entero- anastomosis, aun
Üeorreotal, no suele ser posible, y el ano contranatural permanente tiene
32
mnehaa desyentftjas, por lo que la resección ea preferible en estos casos, si
el estado del enfermo y la extensión de las lesiones lo permiten.
Es may diñcil comparar el Talor de las diferentes interrenciones en la
tuberculosis intestinal. Las cifras siguientes, tomadas de la tesis de Orou-
zet (1905), se refieren sólo á la región ileocecal.
En 10 casos tratados por la laparotomía simple hubo tres muertes, ó se»
el 80 por 100.
En 17 casos tratados por la entero*anastomosis no hubo muerte alguna;
en doe enfermos se practicó la exclusión secundaria.
En 28 casos de exclusión hubo cuatro muertes, ó sea el 14 por 100.
En 71 casos operados por la resección total hubo dieciséis muertes, ó sea
el 22'5 por 100.
Según esta estadística, descartando la laparotomía simple, la mortalidad
más elevada es la de la enterectomia.
Inmunización anlHubercultsa.— El Dr. Rafpin: La inmuniaación antitu-
berculosa debe ser considerada como posible y puede obtenerse por dos mé-
todos que se inspiran en procedimientos diferentes.
El primero de ellos procura inmunizar el organismo por el empleo directo^
del bacilo modificado ó de sus toxinas (yacunación y toxinoterapia). El se-
gundo tiene por objeto obtener un suero preparado por los procedimientos
que se emplean de ordinario con este fin (seroterapia) ; en otras palabras,
y según la expresión de Ehrlich : cuno de estos métodos procura producir
la inmunidad actiya, el otro la inmunidad pasiya».
Los resultados que se han obtenido por uno y otro medio son relativos.
De loe hechos observados se deduce, en último análisis, que los únicos efeo*
tos verdaderamente manifiestos, y, por decirlo así, indiscutible, que se han
conseguido hasta ahora con estas tentativas de inmunización pertenecen á.
los métodos que se inspiran en el principio de la vacunación por los virus
atenuados, y que para luchar contra el germen tuberculoso han utilizado
directamente los «cuerpos bacilares^».
Los experimentos que he practicado en unión de los Dres. Blaizot y Sou*
brane me han guiado al mismo principio general de vacunación ; intentar
producir en un organismo un ataque de la enfermedad, lo más débil y be-
nigno posible, pero suficiente para que adquiera así una resistencia al vi-
rus, durante más ó menos tiempo. Inyectando al perro por vía intravenosa
primero dosis iniciales (0^,0004) de bacilos humanos desecados en el
vacío, aumentándolas después progresivamente y haciendo las inyecciones
cada mes ó cada dos meses, por espacio de un año, afio y medicó más tiem-
po, se consigue así inyectar al animal dosis cada vez más elevadas y hasta
1 y 2 centigramos de este virus atenuado. De este modo se confiere al perro
una resistencia verdaderamente notable que le permite soportar, durante
mucho tiempo, la inoculación intravenosa de grandes dosis de virus en
plena actividad, inoculación á la que sucumben los testigos en poco tiempo
y con todas las lesiones de la tuberculosis miliar aguda y generalizada.
Al parecer, en estos experimentos, inyección de bacilos modificados á
grandea intervalos y por la vía intravenosa, se consigue, por una especie de
educación, desarrollar en las células una sensibilidad quimiotácsica máa
activa j aumentar la acción de los fermentos diastásicos que disgregan y
33
absorben los bacilos. Parece dificil, en presencia de estos hechos, no admi-
tir la existencia de un principio que comunica á las célalas fagocitarias
propiedades nneyas y las permite resistir /al menos durante más ó menos
tiempo, á la acción de los bacilos. En estas tentativas de yaonnaoión se
procura obtener, no sólo un proceso de defensa puramente anatómico por
formación de un tejido escleroso ó de otro género, sino también una reac-
ción, en cierto modo Tiya, bajo la influencia de un principio nueyo, en-
sima ó fermento diastásico, elaborado por las células que las transforma y
hace refractarias al proceso infeccioso, caracteres propios de la inmunidad
actiya.
Mas, como adyierte el Dr. Behring á propósito de la yacunación de loe
bóyidoe, seinejantes métodos no pueden aplicarse directamente y sin modi-
ficaciones al hombre, y es imposible someter el organismo humano á una
prueba tan peligrosa, pero puede intentarse realisarlo dé una manera in-
directa. Es lógico, en efecto, creer que la propiedad yacuual que confiere
al animal tratado una resistencia tan grande á la infección tuberculosa ex-
perimental, puede poseerla el organismo del yacunado y ser extraída y
transmitida así á otros organismos.
Estas consideraciones nos han inducido á estudiar ante todo las propie-
dades del suero de los animales yacunados. Pero á pesar de la cantidad
relatiyaraente eleyada de cuerpos bacilares inyectados, no nos parece
que el suero posea propiedades actiyas. Esto nos ha hecho creer que el
principio de la yacuna reside más en las celólas de los órganos que en los
humores del organismo, y que debe intentarse extraerle de estos órganos
para aplicarle al tratamiento especifico.
Para conseguir este objeto pueden utilisarse diferentes modos de prepa-
ración, inspirados en los que se emplean en el método llamado de loe ex-
tractos orgánicos, cuya aplicación presta seryicios en gran número de
afecciones. Por el empleo de estos métodos y utilizando procedimientos
particulares, se yislumbra la posibilidad de transportar sin peligro al orga-
nismo humano la substancia de la yacuna obtenida así.
Esta preocupación de eyitar ante todo la utilización directa de los baci"
los, aun modificados, para producir en el organismo humano los fenómenos
de yacunación y de inmunización, preyiniendo así los peligros que dicho mé-
todo puede hacer correr, es eyidente, sobre todo en los últimos trabajos de
Behring, y la serie de tentativas que ha hecho con tal objeto demuestra lo
ingenioso de las investigaciones de este sabio. Abandonó el empleo de com*
puestos susceptibles de obrar con demasiada energía sobre el bacilo y de
destruir los cuerpos bacilares, cuya actividad quería respetar, y empleó
substancias que si bien privan al bacilo de sus cubiertas y sólo de algunas
de sus toxinas, le permiten no obstante conservar ciertas propiedades pa-
tógenas. Después, profundizando más en el fenómeno interno del proceso
de la vacuna, ha modificado el bacilo haciéndole perder sus últimas propie-
dades, sin destruir en él el principio activo, y ha conseguido, por último,
transformarle en una substancia T O, absorbí ble directamente por las cé-
lulas, y que determina en ellas, como término final, la producción de la
substancia vacunadora T X.
El método de Behring es delicadísimo ; así que su autor, después de ha-
8
34
ber trftntfarmado ulteriormente el bacilo en una sabstaneia amorfi^ por
preparaciones caya fórmula no ha hecho pública, no consiente aún en
confiar directamente al organismo la tarea de elaborar esta snbetancia j
de conTertirla en Tacana. Esta metamorfosis se prodneefaera del <vganis*
mo, in vitro^ y hay motiros para creer que, en este objeto, utilixa la propie-
dad qne poseen los lencocitos de desempeñar sos funciones fagocitariaa, aan
fuera de su medio natural.
El Dr. F. AuLonio: La demostración 'que hicieron en 1895 Behring j
Knor de la existencia de una antituberculina en la sangre de los animales
impregnados por la tuberculina, es la basé de la sueroterapia antituber-
culosa. Todos los experimentadores procuran dotar á los sueros que prepa-
ran de virtudes especificas actiyas, yariando las substancias inyectadas al
sujeto productor del suero desde los bacilos yirulentos ó no, muertos ó tí-
yos, hasta las diversas tuberculinas.
(Tomo la antitoxina es un producto de reacción cuyas cualidades están
unidas, de un modo más ó menos íntimo, con las substancias que han con-
tribuido á su formación, parece lógico intentar yariar hasta ^ infinito los
agentes proyocadores de la reacción orgánica, con la esperanza de descu-
brir el que produzca un suero más antitóxico y más antimicrobiano que los
obtenidos hasta ahora. Estos excitadores son los productos abandonados
en los cultiyos por los diversos bacilos tuberculosos, los bacilos ó las subs-
tancias elaboradas en segundo grado, por las células de un organismo ta-
berculisado ó tuberculinado.
Esta propiedad antitóxica puede apreciarse de dos maneras: 1.% dosifi-
cando la mergia arUitáxica d^l suero respecto á la tuberculina en el cone-
jillo sano, y tomando, según ha propuesto Maragliano, como unidad antitó-
xica (U A), la cantidad de suero que protege un kilogramo de conejillo
sano contra la dosis mínima de tuberculina capaz de matarle; 2.% utili-
zando el método de la sero'oglutinación áe los bacilos tuberculosos en culti-
yos homogéneos de 8. Arlonig y P. Conrmont.
En general, una propiedad anti tóxica elevada corresponde á una propie-
dad aglutinante enérgica del suero. Puede decirse, en general, que loe sue-
ros más antitóxicos y los más aglutinantes son los provocados por las in-
yecciones subscutáneas de los bacilos vivos.
Los experimentos han demostrado que loe efectos bactericidas y bacte-
riolíticos de los sueros antituberculosos son muy variables y no pueden
producirse de una manera simultánea. La propiedad aglutinante de un
suero puede ser independiente de las lisógenas.
Resulta de mis experimentos que el suero antituberculoso posee propie-
dades curativas deficientes. El suero especifico antitóxico es el único me-
dio que poseemos actualmente para conferir sin peligro cierto grado de in-
munidad contra la tuberculosis. Esta inmunidad es pasiva, es decir, insu-
ficiente. Berá sustituida por la inmunidad activa el día en que salga del
dominio experimental y entre en el de las aplicaciones prácticas. La inmu-
nidad activa se obtiene inyectando á un individuo bacilos tuberculosos,
que producen directa ó indirectamente substancias específicas. Es una in-
munización isopática, una verdadera vacunación.
El problema de la vacunación antituberculosa consiste en hacer á un
35
sujeto inyeGcionea de baciloe de ▼imlencia atenuada, sin crear focos tu-
berculosos no(vÍT08, después, aumentando la dosis ó la rirulencia de los
microbios, en conseguir progresiTamente hacerle refractario i una inyec*
ción de bacilos yirulentos, cuyos efectos tuberculigenos se han comprobado
en un animal. Ha sido resuelto en los animales por Behring (1901) con su
boYOTacuna, y después por S. Arloing. En el hombre sólo ha hecho McBÜer
algunas tentatiyas raras. Esta prudencia se comprende, porque es preciso
no olyidar que la yacunación isopática con los bacilos más ó menos modi-
ficados de la enfermedad que se propone eyitar, está expuesta siempre á
dos clases de imperfecciones. O bien los bacilos atenuados obran con de*
masiada energía en los sujetos muy susceptibles, y no se limitan á produ-
cir una enfermedad atenuada ; ó bien, por una causa mal conocida, no con-
fieren la inmunidad ó la que confieren en insuficiente.
Las yacunaciones aplicadas á los animales producen resultados altamen-
te satisfactorios, á pesar de sus imperfecciones ligeras é ineyitables. Mas
cuando se trata de aplicarlas al hombre, es preciso tener muy en cuenta
dichas imperfecciones, por cuyo motiyo se espera con impaciencia la reali-
zación de las esperanzas que Behring hizo concebir en el último Congreso
de la tuberculosis.
El profesor S. Arloikg : La idea que ha guiado mis trabajos tiene rela-
ciones íntimas con la doctrina de la inmunización actiya en las enferme-
dades yirnlentas por el empleo de los yirus atenuados. ¿Puede adquirir
este estado el yirus tuberculoso? Principié á demostrarlo en 1888, pero la
idea tropezó con una oposición grandísima. He necesitado diecinueye afios
para hacer aceptar la yariabilidad del yirus tuberculoso bajo las influen-
cias que encuentra en la naturaleza.
Eoch planteó el problema en Londres en 1901, y me permitió imponer
mi doctrina de la yariabilidad del bacilo tuberculoso. Hoy sólo hay diyer-
gencias respecto al grado de. fijeza ó de maleabilidad de los tipos diyersos
en la escala de la yirulenciá.
Se han necesitado cuatro afios más para hacer aceptar la unidad de la
tuberculosis— ó las yariaciones en la unidad-^sin la que la yacunación ca-
recería de interés ó seria una operación puramente empírica. Se objetaba,
á la idea de la realización posible de la yacunación antituberculosa, que
la yacunación se había ensayado contra enfermedades no recidiyantes y
que era una quimera intentar oponerla auna enfermedad recidiyante, y ade-
más que los casos de curación espontánea de la tuberculosis no son raros. La
resistencia latente á la posibilidad de una yacunación actiya de la tubercu-
losis ha cedido poco á poco, y á medida que se confirmaba la ideado la cura-
ción espontánea se precisaba más la de la inmunización. Desde este punto
de yista conyiene admitir yarios grados en la inmunización : absoluta y re-
latiya, está más ó menos completa. Así es que Behring ha podido decir en
Estockolmo— sin hallar contradictores— que creía haber conseguido yacu*
nar á las yacas, cuando en realidad las había hecho más resistentes á la
infección tuberculosa. No ha sorprendido esta afirmación, porque en 1886,
y después en 1895, intentó obtener resultados análogos ; no obtuyo resul-
tados satisfactorios, porque era muy exigente respecto al grado de inmuni-
zación, que pretendía fuese absoluta.
36
Todas estas inyestigaoiones, todos estos hechos me eonyenoieron de que
era posible obtener bacilos poco enérgicos, y qne podían ser inoculados á
ciertas especies animales y por ciertas yias sin producir lesiones.
La técnica segnida es bastante compleja. Puede resumirse en el empleo
de diyersos bacilos humanos poco enérgicos, administrados en serie por
orden de intensidad á bóridos jórenes. Obture resultados bastante satis-
factorios en 1902 y en 1904. Después me fijé en un punto más importante.
Había creado un bacilo profundamente modificado en sus propiedades y
Tirulenoias, modificación comprobada por numeroso^ experimentos é inres-
tigaciones anatomopatológicas é histológicas. Este bacilo, lo suficiente-
mente débil para no ser tuberculizante, dotado de este carácter transmisi-
ble de un modo indefinido, es una yerd^dera yacuna, porque reúne los
caracteres esenciales, la aptitud para reproducirse con sus propiedades
indjicadas.
He procurado obtener otra yacuna, acostumbrando los bacilos á tempe-
raturas eleyadas, S9, 40 y hasta 44^ 8e han obseryado modificacionos de
las propiedades fisiológicas, á contar desde la octaya generación, y de la
forma desde la generación décimacuarta. He preparado, por lo tanto, dos
yacuñas de la tuberculosis experimental.
¿Por qué yía debe introducirse en el organismo esta yacuna antitubercu-
losa?
Bou posibles tres procedimientos de yacünación : la yía sanguínea, en
particular la yenosa, la subcutánea y la digestiya, sobre todo cuando se
trata de rumiantes jóyenes. He hecho yarias series de yacunaciones por la
yía subcutánea en la ternera, obseryando diyersos fenómenos después de la
primera inoculación: hipertermia, reacción con la tuberculina, reacción
aglutinante; á la segunda inoculación, practicada cuarenta y cinco á se-
senta días después de la anterior, la reacción es mucho más acentuada, la
temperatura se eleya de un modo considerable, pero este trastorno es fu*
gaz, el estado general no se altera, y el animal sigue comiendo. A los po-
cos meses suele desaparecer gradualmente la reacción con la tubercu-
lina.
¿8e ha conseguido la inmunización ó, si se prefiere, la yacünación? Los
resultados lo confirman, puesto que el animal tolera la inyección intrayas-
cular, en yarias yeces, de uno y hasta de cuatro miligramos de bacilos bo-
yinos actiyísimos.
La prueba por el tejido subcutáneo no produce lesiones, ó éstas son míni«
mas y quedan localizadas en el ganglio inmediato. Esta inmunidad dura
uno ó más afios y después puede desaparecer. Es fácil conseryarla, porque
si bien la yía sanguínea confiere una inmunidad mayor, la inyección sub-
cutánea es suficiente para prolongarla.
Se han hecho experimentos de yacünación por la yía digestiya en la
Taca, la cabra y el mono. La yacünación antituberculosa es hoy el arma
más eficaz y en la que más puede confiarse en la lucha contra el terrible
azote, si bien es preciso interpretar los resultados y esperar algún fraca-
so, aunque el método perfeccionado sea realizable para el hombre. Exis-
ten indiyiduos refractarios por algún tiempo á la yacuna. Oon la yacuna
jenneriana, tan empleada, se yen fracasos eyidentes. Con la antitnbercu-
37
loea oonrrirá lo mismo, aunque el número de personas refractarias á ella
será mny peqnefio.
En resumen, oreo que estamos á la rista del puerto, pues el resultado
será más social que prÍTado. — F. Tolbdo.
(Continuará),
8O0IEDAD MiSdIOA DE FILADBLFIA
Séiionei de I09 diat tí y 26 de Abril de 1906.
Penetrémetro de Bonoist modlfleado.— El Dr. O. E. PfaMer dijo que el pe-
netrómetro de Benoist consta de dos escalas inetálicas, y se emplea para
calcular el grado de penetración de los rayos R^ntgen, ó, en otras pala-
bras, para determinar la calidad de loe rayos usados, en vez de emplear
los términos indefinidos y confusos de c blando» <cmedfo» y c duro >. Este
aparato se componii^ prímitiyamente de una placa de plata pura de grosor
dado, la que se habla comparado con placas de aluminio de 1 á 12 milíme-
tros de espesor. Los rayos atrayiesan esta escala y se marcan por sombras
sobre una pantalla fluorescente. Be han hecho dos objeciones importantes
al uso de esta escala tan sencilla. Primera, exponer al operador á los rayos
/cada yes que practica un examen. Segundo, necesitarse ocluir el tubo y
yolyerlo hacia el operador para examinar la calidad de los rayos. Para sub-
sanar estas deficiencias, el Dr. Pfahler ha colocado la escala al extremo de
un tubo telescópico con la pantalla fluorescente debajo de ella, de modo
que las sombras son reflejadas al ojo por medio de un espejo inclinado en
ángulo de 45*. De este modo el obseryador puede examinar el tubo mien-
tras opera sobre el enfermo, permaneciendo en pié, protegido mientras
hace el examen. El instrumento es, por lo taoto, útilísimo en radiografía.
Tratamiento de la gastroptosls. — El Dr. il. Philip Frandne dijo que en po-
cos padecimientos crónicos hay mejores probabilidades de aliyiar los sín-
tomas que en la gastroptosis. Definió ésta como un síntoma complejo que
consiste en dislocación hacia abajo y dilatación de la extremidad pilórica
del estómago, dislocación hacia abajo del colon transyerso y de la flexura
hepática, y rífión derecho moyible, que están asociados con síntomas gás-
tricos locales y neurasténicos generales. En ciertos casos el hígado es tam-
bién moyible, y se disloca hacia abajo; el bazo lo es pocas yeces. En las
mujeres multíparas suele haber relajación de los másenlos rectos del ab-
domen. Las dislocaciones uterinas son comunes.
Las indicaciones del tratamiento son: 1.* Aumentar la energía motora
del estómago y suprimir la retención de alimentos y la fermentación con-
siguiente del contenido gástrico. 2.* Suministrar un punto de apoyo á las
yísceras abdominales y sostenerlas para que una yez que recobren su posi-
ción normal se puedan corregir la congestión local y los síntomas de peso
y estiramiento. S.* Tonificar al enfermo y mejorar su estado mental.
En los casos en que hay retención del contenido gástrico considera el la-
yado del estómago como indispensable para expulsar el residuo fermenta-
do; este medio es útil también aun en los casos en que no se ha demostra-
38
do que la movilidad de esta viBcera sea deficiente. La masticación é insali-
yación perfecta de los alimentos son también importantísimas. De igaal
importancia qne el layado y la masticación es la sujeción mecánica. El
cintarón debe aplicarse, no con idea de colocar el estómago en su posición
normal, sino de sostenerle. El examen de gran número de enfermos qae
han empleado cintarones y curado por completo de sns síntomas, le ha con-
vencido de qne el estómago jamás recobra por completo su posición normal.
Los músculos abdominales deben robustecerse y mejorar su nutrición por
los ejercicios adecuados y el amasamiento para que de este modo puedan
desempeñar en lo posible su función normal. Respecto al tratamiento
quirúrgico, cree que la operación de Beyea, completada por la de Webster
cuando es necesaria, es la más racional desde el punto de vista fisiológico
y quirúrgico. Antes de emplear estos medios radicales, deben ensayarse el
tratamiento higiénico, dietético y farmacológico, y si son ineficaces se re-
curre á los medios quirúrgicos.
Tratamiento quirúrgiee de la gastroptosis. — El Dr. H, D. Beyea hizo una
ligera reseña del tratamiento quirúrgico de la gastroptosis. La operación
de la gastropexia, elevación quirúrgica del estómago por plegadura de loa
ligamentos gastrohepático y gastrofrénico, fué ideada y practicada prime*
ramente por él en abril de 1898. La operación se funda en el principio
siguiente : haciendo tres filas de sutura entrecortada, para las que debe
emplearse la seda, de arriba á abajo y de derecha á izquierda, á través de
los ligamentos gastrohepático y gastrofrénico, de modo que comprendan
los tejidos perítoneales del epiplón gastrohepático, se forma un simple
pliegue transversal ancho en loe ligamentos, y. de este modo se acortan ios
ligamentos suspensorios del estómago y se eleva esta viscera, recobrando
así la posición normal. El órgano recupera sus relaciones anatómicas ordi-
narias, se corrige la causa del descenso del pÜoro y de la dilatación gástri-
ca, y queda en disposición de desempeñar sus funciones fisiológicas. En
14 casos operados por el método del Dr. Beyea, el estado de los enfermos
mejoró de un modo notable, curando todos los pacientes excepto uno; éste
mejoró, pero volvió á recaer á causa del exceso de trabajo producido por la
asistencia á dos tifoideos. El Dr. Beyea cree que la operación está indicada
en todos los enfermos refractarios al tratamiento farmacológico; pero no
puede esperarse la curación por los medios quirúrgicos, si la neurastenia
es la causa principal de la enfermedad, y la gastroptosis es de importancia
secundaria, ni cuando los síntomas son debidos á una ptosis visceral gene-
ral (esplacnoptoeis). La mortalidad operatoria no excede del 4 por 100.
El Dr. «7. Dutton SteeU dijo que la gran dificultad para formular un plan
racional de tratamiento de la gastroptosis se debe al hecho de que ésta no
es el único factor. Cree que está asociada muchas veces con síntomas re-
fractarios á los medios quirúrgicos. En bastantes casos no se observa sín-
toma alguno, y no es raro que los enfermos curen de un modo permanente
sin que varíe la posición del estómago. Según su experiencia, los que curan
á pesar de tener dislocado el estómago hacia abajo, son aquellos que pre-
sentan síntomas nerviosos generales de inestabilidad. Los síntomas gástri-
cos forman parte de la neurastenia general. Estos enfermos podrán mejo-
rar por el método del Dr. Beyea, pero no curan completamente. Si se ob-
1
39
fcienen buenos resaltadoe son debidos á las seis semanas de reposo en el
hospital. Oree, como el Dr. Francini, qae el layado del estómago es titi-
lisimo.
El Dr. H. D. Jump encareció la importancia del hecho indicado ya de
que la gastroptoeis es ana complicación de la neurastenia, no causa de
ella. Ha obseryado que la sujeción del estómago por yendajeó adecuados es
muy útil; en las clases proletarias, el corsé recto anterior produce buenos
resultados. Es necesario sostener las paredes abdominales, que están muy
relajadas. En estos casos las probabilidades de curación son mucho mayo-
res*. El ejercicio abdominal bien ordenado es también útil.
El Dr. Betfea manifestó que sus enfermos sólo han permanecido tres se-
manas en el lecho. Todos sus operados habían estado sometidos antes al
tratamiento médico. Ha obtenido <;on el tratamiento quirúrgico resultados
altamente satisfactorios en la gastroptoeis.
{New York Med. Journal).'— ¥. Toledo.
PERIÓDICOS
El tétanoo y el hidrato de cleral.— En un caso de tétanos cuyo origen y du-
ración del período de incubación fué imposible ayeriguar, empleó el doc-
tor J. Maberly el hidrato de doral como único remedio y con excelente re-
sultado. El sujeto era un hombre robusto de yeintiún afios, y Ueyaba diez
días de enfermedad. En once horas se le «administraron 16 gramos de hi-
drato de doral, sin que ocurriese ningún contratiempo, hecho que explica
el autor suponiendo que el medicamento neutraliza directamente el yene-
no tetánico. En cambio, dosis de 18 decigramos que se le yenían dando an-
teriormente, hablan sido completamente inútiles.
iLancet), — R. del Valle.
Tratamiento de la hemoptisis. — La hemoptisis, dice el Dr. Lawrason
Brown, puede ser contenida aumentando la coagulabilidad de la sangre,
moderando la rapidez de la corriente sanguínea, reduciendo la masa de li-
quido en los yasos y la tensión sanguínea ó bien proyocando la contracción
de los yasos afectados. Los medicamentos que aumentan la coagulabilidad
de la sangre, como el cloruro de calcio, no han producido resultado alguno
en manos del Dr. Brown. La digital es un medicamento infiel. Los que
contraen los yasos sanguíneos, ergotina, adrenalina, etc., son perjudicia-
les, porque aumentan en los enfermos la presión de la sangre al contraer
los sanos. Es indispensable rebajar la tensión pulmonar, disminuyendo la
masa sanguínea en circulación y para ello nada mejor, que los nitritos ^ue
dilatan los yasos, en particular de la cabeza, del cuello y del área esplácni-
ca. La acción de los nitritos es algo yariable. La del nitrito de amilo es ins-
tantánea, pero poco duradera. La de la nitroglicerina y los restantes nitritos
es menos rápida y menos fugaz. £U de acción más lenta y duradera de todos
es el nitrito de eritrol. Lo mejor es administrar primero el nitrito de ami-
40
lo, repitiendo su adminiairttción, si es necesario, á los cinco minutos, hacer
tomar después una dosis de nitroglicerina ó de nitrito sódico y á los pocos
minutos otra de tetranitrato de eritrol, con lo que se consigue moderar por
cierto tiempo la tensión sanguínea pulmonar. La causa de que las hemop-
tisis se presenten con más frecuencia por la mafiana es el aumentar al des-
pertarse el tono vascular que desaparece durante el suefio. Por este motiyo
el Dr. Brown aconseja hacer inyecciones de morfina y de nitrito sódico
entre la media noche y las dos de la madrugada.
{American Journal ofthe Medical Science, agosto 1906). — F. Toledo.
Tratamiento dol reuma y de la gota con loe rayos RSotgon. — El Dr. E. Mo-
ser deduce de numerosos ensayos, las conclusiones siguientes :
En las afecciones reumáticas y gotosas, los rayos Bontgen son un reme-
dio sumamente eficaz.
Ed las afecciones gotosas, y sobre todo en los ataques recientes de gota,
las primeras sesiones deben de ser cortas, como de un minuto de duración.
Las afecciones reumáticas exigen generalmente sesiones más largas.
Los rayos KOntgen obran en ambas enfermedades, no tan sólo como cal-
mantes del dolor, sino más bien sobre el mismo proceso patológico.
Aunque hasta ahora no se puede decir nada terminante acerca de la du-
ración de los resultados obtenidos, puede, si, afirmarse que este tratamien-
to no es inferior en eficacia á todos los demás, por cuya razón se debe acu-
dir á él en los padecimientos referidos.
{Fortechritte auídem Gebiete der lióntgen$trahlen).—^. del Valle.
Valer del elorure do cálelo en el tratamiento de lae úleerae.--Los buenos re-
sultados que en los sabañones ulcerados ha obtenido el Dr. Q. Arbour Ste-
phens con el uso interno del cloruro de calcio^ le ha inducido á ensayar
esta medicación en las úlceras crónicas de las piernas. Bajo su influencia la
fetidez del derrame desaparece en pocos días, los bordes de la úlcera pier*
den su carácter calloso, se cubren de granulaciones y cicatrizan con rapi-
dez. Emplea el medicamento ai interior, á la dosis de 90 centigramos, tres
Teces por día. Ha ensayado también en las úlceras sifilíticas, el yoduro de
calcio, sal muy delicuescente y los resultados obtenidos han sido satisfac-
torios en alto grado.— (J9rtfM& Aíed. Journal, 21 julio 1906).— F. Toledo.
El lisol cerno antlanémleo y aperitivo.— El Dr. Burger refiere que habiendo
empleado con éxtito el lisol á dosis pequefias, en nifios anémicos, para
arreglar sus funciones digestivas, no sólo logró este objeto sin molestar al
estómago ni á los rifiones, sino que además observó que aumentaba el ape-
tito de los enfermos, mejorando con esto rápidamente su estado general.
{Aíúnchener med. Wochenschrifty.'-'R. del Valle.
REVISTA
DE
MEDICINA" Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
UN NUEVO PROCEDIMIENTO OE NEFROPEXIA
DR. D. JOSÉ QOYANES
Ctrajano de número, por opoelelón, del HoeplUl proviaelel; Profesor eDxtlIer de \» Fecnlted
de Medicine de Medrid.
A pesar del crecido número de métodos y procedimientos operato-
rios de neíropexia, pocos, en verdad, cumplen el ideal de lafíjación
cruenta del riñon movible, representado por 1§ obtención de las si-
guientes exigencias: 1.*, que la ^jacíón renal sea sólida y persisten-
te; 2.% que permita los fisiológicos movimientos del riñon, de gran
interés, probablemente, para la circulación intrarrenal de la orina;
y 3.*, que el riñon, al ser fijado, recobre su topografía y relaciones
normales.
Una fijación sólida y persistente no puede obtenerse, como han
demostrado los estudios clínicos y experimentales, con la simple su-
tyira de la cápsula adiposa renal, según el primitivo procedimiento
de Hahn [Ceniralb. f. Chirurgie^ 1881), por lo cual este mismo autor
y poco después los italianos Bassini (1882) y Ceccherelli (1884) modifi-
caron la técnica, pasando los hilos suturales á través de la cápsula
fibrosa ó propia del riñon. Un nuevo paso e^ el adelanto de la téc-
nica dio, sin duda alguna, Ivar Swenson, recomendando compren-
der el tejido cortical del riñon en la sutura de la cápsula; y con el
procedimiento de Guyon se ha llegado á un buen grado de perfec-
cionamiento en la nefropexia cápsulorrenal sin decorticación, y si-
guiéndolo, muchos cirujanos han obtenido aceptables resultados en
cuanto á solidez en la fijación.
Mayor fijeza que con los procedimientos dichos se obtiene con
todos aquellos que decortican una zona más ó menos extensa del
Afio XXX.-Tomo LXXIII.-Núm. «50.-14 Octubre, Ift». 4
42
riñon, detalle propuesto ya por Lloyd en 1887 y convertido en pro-
cedimiento por Tufñer. Este autor, conservando las ventajas que se
obtiepen al atravesar el riñon con los hilos suturales, añade las no
menos manifiestas de la decorticación parcial del borde renal, ga-
rantía de adherencias más sólidas y duraderas.No tiene, pues, nada
de extraño que la técnica seguida por Tuffler fuera aceptada, salvo
diferencias de detalle, por cirujanos como Jonnesco, Herzel, Johns*
ton, Schilling, Rose, etc.
Aunque no está demostrado que la penetración de los hilos sutu-
rales asépticos en el tejido del riñon produzca alteraciones renales
de importancia (infección de la'herida, albuminuria ó hematuria
post-operatorias), algunos cirujanos pretenden evitar estas contin-
gencias suturando solamente la cápsula fibrosa desprendida del ri-
ñon. Gntre los procedimientos de decorticación con sutura capsular
figuran, en primera línea, el de Mazzoni (// Policlinico^ 1894) y el
casi idéntico de Obalinsky {Wiener med. Woch., 1897); en ambos una
incisión en I, cerca del borde convexo renal, determina la forma-
ción de dos laterales colgajos de cápsula y una zona de riñon decor-
ticada; mientras que en los de BüdingeryBaldvin la incisión capsu-
lar en H forma dos colgajos, superior é inferior, que se fijan en la
fascia superficial después de pasarlos á través de ojales musculares.
Con los procedimientos citados se consiguen fijaciones sólidas y
duraderas, y no es de creer, por lo tanto, que prosperen y alcancen
indicaciones generales, sino cuando más especiales y casuísticas,
otros propuestos por distintos autores. En este grupo merecen un re*
cuerdo el de Pullet y Vulliet (fijación de un tendón del dorsal mayor
al borde convexo del riñon), el de Sttocasa (fijación renal de un
colgajo muscular del cuadrado de los lomos), el de Mariani (fijación
del periostio de la costilla duodécima resecada) y los de Caterina y
Witzel, que consisten en envolver el riñon en una red de alambre
metálico que se fija á la última costilla.
Es indudable que la mayor parte de los métodos citados fijan el
riñon por debajo del borde costal, y, por lo tanto, en un lugar im-
propio, quedando el órgano bajo la acción de los agentes contusivos
exteriores y del peso y compresión de las ropas. Preocupados con la
idea de evitar este inconveniente, Küster, Tricomi y Riedel, sobre
todo, idearon procedimientos ó detalles técnicos de bastante valor.
Los tres preceptos siguientes de Küster, fijar el riñon por el polo
inferior exclusivamente, elevarlo á su zona de alojamiento normal,
y emplear como material de sutura el hilo de plata, son aceptables.
43
«obre todo los dos primeros^ y constituyen el fundamento de su pro-
cedimiento de fijación (descrito en su obra Die Chirurgte der Niere^
4er Harnteiter und Neóennieren de la Deutsche Chirurgte). Menos
aceptable parece el procedimiento de Tricomi, porque el riñon fijado
4 través de un ojal del cuadrado ocupa, sin género de duda, una si*
tuación más protegida y oculta, pero no su topografía normal. Con el ,
procedimiento de Riedel (Berliner Klinische Wochenschrift^ 1892,
Dúmero 28) se trata de obtener, por adherencia de inódulos carnosos
desarrollados en el riñon decorticado, una fijación normal al dia-
fragma y al cuadrado lumbar.
No es nuestro deseo describir con (íetalle estos procedimientos
<quien quiera conocer todos los propuestos debe consultar la mo-
derna Monografía de Elmgren, Ueber operaiite Befesíigung derWan-
<26rm'«re, Berlín,*1903). El ideado y puesto en práctica en cinco nef^o-
pexias por nosotros persigue, como los de Küster, Riedel y Tricomi,
la fijación topográfica normal, la persistencia de la movilidad fisio-
lógica, como el deKlister,y utiliza, como el de Mazzoni-Obalinski,la
formación de un colgajo capsular con simultánea decorticación';
pero la confección del colgajo en el polo renal inferior y su fijación
4 la última costilla para obtener una suspensión del órgano son de-
talles por completo originales.
La descripción del procedimiento ha sido hecha en una reciente
conferencia dada en el Ateneo de alumnos internos de las Benefi-
cencias general y provincial, y los casos clínicos fueron presentados
en la sesión del día 28 de mayo en la Academia Médico-Quirúrgica
Española.
La técnica empleada es la siguiente: colocado el enfermo en de-
cúbito lateral con un rollo cilindrico en el flanco opuesto, ó en de-
cúbito prono y anestesia por insuflación, cuando se practique la ne-
íropexia doble, se hace una incisión de 8 á 10 centímetros que, co-
menzando en el ángulo lumbocostal (formado por el borde lateral de
la masa sacro! umbar y el inferior de la costilla duodécima), se diri-
ge hacia abajo y fuera más próxima á la dirección horizontal que á
la vertical. Seccionadas la fascia, músculos y aponeurosis y descu-
bierto el borde del cuadrado y la atmósfera adiposa renal, se diseca
el borde superior de la incisión hasta dejar denudada, pero cubierta
por el periostio, la costilla última en una extensión de algunos cen-
tímetros. El ayudante rechaza con energía el movible órgano hacia
la herida lumbar y con pinzas hemostásicas coge el operador la cu-
bierta adiposa y eleva el riñon hacia el diafragma hasta alcanzar
44
8u polo inferior, por debajo del cual se hace un enérgico tapona*
miento con gasa, que lo mantiene elevado para facilitar las manio-
bras operatorias y aliviar la compresión del ayudante. Ahora se co-
mienza la decorticación adiposa del tercio inferior del riñon, empe-
zando por la parte interna y haciendo uso de instrumentos romos
y pinzas, terminando por extirpar la capa adiposa del tercio infe-
rior renal hasta el borde externo del órgano.
Si en la excisión de dicha cápsula se abre el repliegue peritoneal,
debe suturarse inmediatamente la abertura de la serosa. Puesta al
descubierto la superficie renal posterior en su tercio inferior, única
porción visible por debajo de la costilla, se practica en la cápsula
fibrosa ó propia del riñon una incisión de convexidad inferior cuyo
punto más bajo diste 1 ó 2 centímetros del polo renal; con la di-
sección de esta cápsula fibrosa se obtiene un colgajo capsular de
2 á 3 centímetros de altura por 4 ó 5 de ancho, que, invertido hacia
arriba, se aplica por su cara externa sobre la costilla duodécima.
Se fija este colgajo al periostio costal por medio de cinco ó seis
puntos de seda fina que han de quedar perdidos, ^suturando despufe
el borde interno de la incisión capsular con un par de puntos de
seda á la aponeurosis del cuadrado y el externo á los bordes mus-
culares externos de la incisión.
De esta manera queda suspendido el órgano por el colgajo capsu-
lar suturado á la costilla última, pero con la movilidad suficiente
alrededor de la base de dicho colgajo para poder seguir los movi-
mientos normales de descenso inspiratorio y ascenso expiratorio
que al riñon imprime el diafragma. La fijación de los bordes latera-
les y el apoyo en la herida suturada impiden que el órgano fijado
bascule, descendiendo con exceso el polo renal superior. La zona de
donde se ha desprendido el colgajo capsular queda decorticada y en
disposición de adquirir adherencias sólidas con la cicatriz lumbar;
la escasa extensión superficial decorticada impide, además, que se
produzcan lesiones esclerosas, difusas, corticales. El colgajo capsu-
lar quedará englobado en la ulterior cicatriz, lo cual garantiza una
fijación sólida y duradera.
La operación queda terminada suturando la herida parcialmen-
te; la parte no suturada sirve para dar salida á la gasa del tapón
subrenal, que debe permanecer m siíu ocho ó diez días; por último,
se aplica el aposito conveniente.
El tratamiento ulterior se reduce á quitarla gasa taponadora de
los seis á los doce días, según los casos y el estado del paciente, y á
45
fnvorecer la reunión por segunda intención del hueco eubrenai. Bl
operado debe permanecer en él lecho durante tres & cuatro semanas.
La exploración de los casos que han sido operados siguiendo este
procedimiento demuestra los favorables resultados del mismo. Las
ventajas que reúne sobre otros muy en bogaeon las siguientes:
1.^ Bl acto operatorio es de corta duración y de poca intensidad
traumática, por lo cual dispone escasamente al shock ojperatorio.
La operación puede practicarse en quince ó veinte minutos.
2.* El riñon adquiere nuevamente su topografía normal, quedando
aplicado al diafragma y bajo la influenccia de las alternativas de la
presión, tan favorables á la circulación intrarrenal de la orina (el
•desarrollo de alteraciones hidronefrósícas después de nefropexias
practicadas por otros procedimientos, demuestran que no basta
fijar el riñon en sitio bajo, sino que es preciso reponerlo muy arriba).
Queda además fuera de la acción del peso de las ropas y do^la com-
presión del útero grávido.
3.* La falta de suturas penetrantes renales evita los inconvenien-
tes de las mismas, y las adherencias de la zona renal decorticada á
la cicatriz lumbar y el englobamiento del colgajo capsular en la
misma, garantizan la persistencia de la fijaoión; y
4.* La fijación exclusiva del polo inferior aproxima la estática
renal obtenida por nuestro procedimiento de nefropexia á la del
•órgano en condiciones normales. \
Los casos operados según este procedimiento, que ha merecido el
beneplácito del ilustre maestro D. Alejandro San Martin, en cuya
<^linica practiqué una de las intervenciones, han sido los siguientes:
Caso 1. Rinón movible del lado derecho. Nefropexia.— ü. S., de Si-
gúenza, de veinticinco años, soltera, sin antecedentes hereditai^ios
de interés. Ha padecido tifus exantemático hace un año ; desde esa
fecha tiene molestias en el abdomen, que consisten en tirantez y do-
lores en el flanco derecho; no ha tenido vómitos; las deposiciones
son normales. La orina es de calidad y cantidad fisiológicas.
Por palpación se descubre una tumoración redondeada lisa, algo
dolorosa á la presión, en el vacío derecho, perfectamente reponible
y de consistencia renal.
Diagnóstico: nefroptosis de segundo grado del lado derecho.
Operación (6 de octubre de 1905) : anestesia clorofórmica, decúbi-
to lateral izquierdo, colocando una almohada cilindrica en el vacío
homónimo. Incisión oblicua á partir del ángulo costomuscular ; se
rechaza el cuadrado y el ayudante comprime el riñon hacia la he-
46
rida lumbar. Decapsulación adiposa del tercio inferior renal. Talla-
do del colgajo de la cápsula fibrosa ; disección del mismo y aplica-
ción á I9, costilla última; sutura del colgajo al periostio de la cos-
tilla mediante cinco puntos de seda, y sutura de los bordes de la in-
cisión capsular al cuadrado lumbar y á los músculos parietales del
abdomen; taponamiento subrenal. Sutura parcial de la herida.
Curso normal sin reacción febril. Se quita el tapón á los ocha
días; granulación de la herida algo atónica. Alta un mes después-
de operada.
En enero de 1906, la paciente se halla sin molestias; una explora-
ción detenida no permite palpar el polo inferior renal en ningúa
decúbito.
Caso II. Nefroptosis bilaieraL Doble nefropexia en una sesión, —
R. H., de cincuenta años, de Segó vía, casada; ha tenido ocho emba-
razos nprmales. Hace dos años, al cargar un pesado fardo sintió un
fuerte dolor en ambas regiones lumbares, que disminuyó con el re-
poso, pero se hizo persistente, sobre todo durante la marcha. Poco*
después notó dos tumoraciones en el abdomen, movibles y poco do-
lorosas*
Estado actual (2 de julio de 1905): paciente enjuta, con órgano»
torácicos normales; vientre caído y relajado; diástasis de los mus*
culos rectos. Por palpación se descubren dos tumoraciones redon-
deadas, lisas, poco dolorosas, muy movibles, que descienden hasta
cerca de las fosas iliacas y son reponibles en las fosas lumbares.
Tiene la paciente molestias lumbares durante la progresión. Nin-
gún trastorno urinario.
Operación (11 de diciembre de 1905): narcosis clorofórmica. En de>
cubito prono con una almohada cilindrica bajo el vientre, se prac-
tica la incisión lumbar en el lado derecho; se eleva el riñon atra-
yendo la grasa perirrenal y por compresión del ayudante, y despuéa
de denudar la costilla duodécima, se talla el colgajo de la cápsula
ñbrosa, que se fija al periostio costal y al ligamento lumbocostal;
sutura de las incisiones laterales. Taponamiento subrenal. Sutura
parcial de la herida. Con igual técnica se fija el riñon del lado iz-
quierdo.
Curso normal sin fiebre; exudación serosa durante algunos días.
Se quita el tapón subrenal al sexto día. Alta el día 25 de enero
de 1906.
Explorada la enferma el 15 de mayo de 1906, no se consigue pal-
par los ríñones en ningún decúbito, como comprobaron algunos se-
47
ñores Académicos de la Medico*Quirtlrgica, en la sesión del día 28
de mayo de este año.
Caso III. Nefroptosis de tercer grado del lado derecho. Nefro-
pexia. » G. V., que ocupa una de las camas de la Sala de distingui-
das del Hospital general, de veintidós años de edad, ha tenido un
embarazo; el día 21 de agosto de 1905 sufrió un aborto seguido de
fiebre; á los diez días abandonó el lecho', descubriendo una tumora-
ción redondeada y movible sobre la fosa iliaca derecha. Desde en-
tonces tiene molestias gástricas y dolorimiento en el vientre.
Estado actual: Paciente de delicada complexión y enjuta, órga-
nos torácicos normales. En el abdomen se descubre p^r palpación
un tumor de forma renal, movible, no doloroso, reponible en laiosa
lumbar y situado sobre la fosa ilíaca derecha. En posición de pié«e
aproxima á la pared anterior del abdomen. En decúbito horizontal
se palpa el polo renal Inferior izquierdo.
Operación (26 enero 1906) : Cloroformo. La misma técnica que en
los casos anteriores. Al extirpar la grasa perirrenal del polo inferior
se abre el peritoneo, suturándole inmediatamente.
Curso normal : Se quita la gasa taponadora á los diez días. La por-
ción de la herida que debe reunir por segunda intención, lo hace con
gran lentitud y atonía, tardando cerca de dos meses en terminar el
^ proceso reparador.
La exploración de la paciente cinco meses después de operada,
demuestra que el riñon ha quedado sólidamente fijo á la pared lum-
bar, pero algo más bajo que en las nef ropexias anteriores, pudiendo
palparse gran parte del órgano en decúbito horizontal. El riñon iz-
quierdo ha descendido ahora y se ha hecho movible.
Caso IV. Nefroptosia del lado derecho. Nefropexia. — Ocupaba
una de las camas de la Clínica quirúrgica del Sr. San Martin, una
paciente, en la cual me invitó dicho profesor á practicar mi proce-
dimiento operatorio. Padecía una nefroptosis del lado derecho de
tercer grado. Era una joven de veinticuatro años, natural de Madrid
y casada. En 1904 padeció accesos de hiperclorhidria y ataques his-
téricos, que han desaparecido desde hace medio año; ha tenido leu-
correa.
Estatus praesens: En febrero de este año fué reconocida en la con-
sulta del Sr. San Martín, donde se apreció una tumoración notante
en el lado derecho que descendía hasta la fosa ilíaca, de consistencia
renal, reponible, dolorosa á la presión y de volumen algo mayor
que un riñon sano, por lo cual se sospechó la existencia de retención
48
urinaria periódica ó hidronefrosis intermitente. Se relacionaron las
crisis dolorosas gástricas con cólicos de retención hidronefrósica y
se afirmó la existencia de una endometritis y anexitis, probablemente
gonocócicas^ proponiéndole la fijación cruenta del riñon. Practiqué
la nefropexia por el procedimiento ya descrito el día 2 de marzo,
con los detalles técnicos citados.
La curación de la herida operatoria fué normal, aunque algo len*
ta, habiendo desaparecido las molestias gástricas y los dolores ab-
dominales. Fué dada de alta el día 25 de marzo.
Recientemente (1.^ de septiembre), he explorado á la enferma, no
siéndome posible palpar el polo inferior del riñon en ningún de-
cúbito.
Caso V. NefropiosU del lado derecho. Nefropexia. — Consuelo L.,
de treinta y un años, de Sevilla. Casada y nulípr^ra. Ha padecido
molestias gástricas, relacionadas, quizá, con un proceso litiásico
biliar (cólico hepático seguido de ictericia que sufrió hace algunos
años).
Estatua praeeens: Explorando el abdomen se descubre un riñon
flotante, de consistencia y volumen normales, reponible en la fosa
renal derecha. La paciente es anémica, padece leucorrea, reglas
abundantes y de ocho días de duración (endometritis) y trastornos
digestivos. y
Operación (3 de julio de 1906): En anestesia clorofórmica se prac-
ticó la nefropexia según nuestro procedimiento, sin otra particula-
ridad que el riñon, de volumen pequeño, pero de aspecto normal, se
escondía debajo de las costillas últimas ai suspenderle por el col-
gajo capsular; tres puntos de sutura al periostio costal y dos late-
rales|á la aponeurosis del transverso bastaron para fijarle.
El ¡curso post-operatorio fué normal. Séquito ia]gasa subrenal
taponadora á los diez días, y ai mes fué dada de alta la paciente,
habiendo desaparecido las molestias que sufría y quedando sólida-
mente fijo el rinón.
Epicrisis: Las historias clínicas expuestas confirman las reflexio-
nes teóricas anteriores. Demuestran, además, la irocuidad del pro-
cedimiento operatono, f^us ventajas sobre los que fijan el riñon por
debajo del arco costal y sin su beneficiosa protección, y que el ór-
gano alcanza en su topografía normal readquiriHa una fijación só-
lida y duradera. El descenso ó inclinación hacia adelante del polo
superior no se ha observado en ninguno de los casos operados.
49
EL MASAJE Y LA GIMNASIA MÉDICA
EN EL TRATAMIENTO DE LA PARÁLISIS ESPINAL INFANTIL
' Ó PARÁLISIS ATRÓFICA DE LA INFANCIA
(POLIOMIBUTIB AKTKBIOR AOUDa)
pom WL
DOCTOR EL TRIPEL8-DENT2KOP
Una de las enfermedades más frecuentes y de mayor importancia
desde el punto de vista m6dico*social es la parálisis espinal infantil,
cuyo nombre suele emplearse para designar los vestigios del pro-
ceso patológico que encabeza estos mal escritos renglones.
Afirmamos la importancia aludida por la sencilla razón de que
depende de un tratamiento adecuado y oportuno ó de su falta para
que dichos fenómenos persistan ó no durante toda la vida del en-
fermito y le coloquen en un estado de inferioridad social, cuando no
hagan de 61 un ser inútil ó poco menos.
A título de recuerdo y sin querer hacer alarde de erudición algu-
na, empezaremos por decir que la Poliomielitis anterior aguda se
produce en los niiios de corta edad (rara vez en adiHtos), y que se
presenta como enfermedad infecciosa aguda, bajo la forma de una
inflamación perivascular de la substancia gris de los cuernos ante-
riores de la médula.
Luego pasaremos á su evolución : al principio fiebre, vómitos y de-
lirios. Un estado grave comatoso que puede durar algunos días,
después la mejoría se inicia; entonces se comprueba la existencia
de una* parálisis flácida de los brazos^ piernas (rara vez del facial),
de la vejiga, con abolición de los reflejos, sin dolores ni trastornos
de la sensibilidad.
Después de algún tiempo, variable según los casos, desaparecen
cierto número> también variable, de fenómenos paréticos; mientras
otros persisten de un modo definitivo (más á menudo en un sólo
lado), si la intervención mecano terápica no se dispone con oportu-
nidad.
Estos fenómenos constituyen la expresión de una atrofia cicatri-
zal del cuerno anterior correspondiente. La acción de los antago-
nistas produce contracturas en los miembros afectados y éstos su-
fren un retraso ó una supresión de desarrolío.
50
Las formas más frecuentes de estas parálisis son : la parálisis de
los extensores peroneos (pié de pina varus equino), la del tipo bra-
quial superior (deltoides, biceps, braquial posterior, supinador lar-
go), las parálisis del tipo antibraquial (tríceps, extensores de 1&
mano)»
Es importante establecer el diagnóstico diferencial con la pseudo-
parálisis de Paget, debida á una sífilis ósea, pues en ésta se halla
contraindicado en absoluto el masaje.
Estas parálisis revisten un aspecto inolvidable, con carácter mar-
cadísimo, son nacidas, sin contractura ni exageración de los refle-
jos que, al contrario, suelen estar disminuidos. Finalmente, la sen-
sibilidad se conserva íntegra siempre.
El tratamiento clásico es dé reposo al principio, baños, aplicación
de sanguijuelas en la espalda, revulsión intestinal, diaforesis. Más
tarde se emplea la gimnasia, y tan tarde, que ya no produce los
resultados apetecidos; finalmente, los medios ortopédicos»
El procedimiento quirúrgico, que consiste en empalmar el tendón^
del músculo paralizado con un músculo próximo conservado, des-
empeña un papel importante.
Las tenotomías han proporcionado resultados favorables.
Pues bien, podemos ser llamados á tratar estos enfermitos en lo»
tres periodos (agudo, parálisis, atrofia). En el periodo febril es in-
útil intervenir; además, no estando localizadas las lesiones es impo-
sible precisar nuestras maniobras; otras veces somos llamados
(como sucede casi siempre) en el periodo atrófico, es decir ^ dema*
siado tarde; pero si nuestra acción terapéutica se hace manifiesta,
sobre todo en el período paralitico, puede, sin embargo, ser todavía
útil, aun cuando la degeneración haya empezado su obra destruc-
tora.
Durante el periodo paralitico^ los cuernos medulares anteriores,
destruidos en parte, se reparan ó se reconstituyen en los bordes de
los focos interesados; y á esa lesión medular corresponde la pará-
lisis localizada en ciertos músculos ó grupos musculares y la repa-
ración de algunos otros.
Amasamos los músculos paralizados, mantenemos la vitalidad
de cuerpos musculares que pueden recuperar su función, y por ios
ejercicios pasivos se favorece la reparación de los centros motores
y tróficos.
Durante la sesión haremos el masaje en los músculos paralizados
y movilizaremos las articulaciones correspondientes, y si los mus-
51
culos poseen todavía algún movimiento, los ejercitaremos pasiva y
activamente. Se da á menudo el caso de descubrir músculos con*
servados en los límites de regiones paralizadas cuando se fija el
masajista, y se comprueba de cuando en cuando la reaparición de
movimientos perdidos. Como se trata de músculos débiles, hay que
graduar los movimientos en relación con sus fuerzas.
En el periodo atróflco^ nuestra acción es muy distinta. Las lesiones
están ya constituidas y nuestro triste papel se reduce á obrar sobre
órganos respetados por la enfermedad y á moderar las impotencias
del miembro degenerado ; y asi se desacredita injustamente un mé-
todo terapéutico tan eficaz en esta enfermedad^ por no aplicarlo ár
tiempo debido.
Por eso, aunque nuestra insistencia sobre este })unto parezca pe-
sada, no nos cansaremos en repetir que el masaje debe intervenir
cuando no hay todavía degeneración muscular; aunque falte la in-
fluencia nerviosa ó sea insuficiente, el masaje y gimnasia pasiva
pueden salvar algunos músculos, y si la influencia nerviosa se resta-
blece más tarde, el músculo no está degenerado. El músculo no debe
ser abandonado más que cuando la degeneración grasosa es evi-
dente, pues hemos tratado casos en que se ha conseguido recuperar
la movilidad después de dos ó tres meses de tratamiento.
Desgraciadamente, si nuestra, intervención es tardía, cuando la
influencia nerviosa reaparece y se ejerce sobre un músculo degene-
rado, el nervio degenera por consecuencia y sin esperanza alguna
de curación.
Hecha esa advertencia, pasemos á explicar el tratamiento maso-
terápico y kinesiterápico.
En el pié varus equino, tan común, practicamos sucesivamente :
el roce, las fricciones y presiones en el trayecto de los músculos ex-
tensor propio del dedo gordo y el largo común de los dedos, el pe-,
roneo y el tibial anterior; no tocamos para nada los músculos que
acentúan la lesión, como son : los flexores, el tríceps crural, el tibial
posterior, etc. ; después d¿ tres ó cuatro días del masaje indicado,
añadimos al final de cada sesión percusiones vibratorias en los mús-
culos manipulados. Finalmente, á los siete ú ocho días del masaje
diario, empezamos la movilización pasiva.
Esta consiste en colocar el pié en una posición opuesta á la que
la lesión le obliga á tener, se emplea el enderezamiento para obte-
ner la corrección del varus y la volución del pié; para verificarlo,
se coge con una mano el retropié y la tibiotarsiana, y con la otra el
52
antepié, y se apoyan los áo% pulgares en la parte saliente del astrá-
galo; al principio se trata el varos y después se combate el equiois-
mo, ejecutando maniobras pasivas de flexión y obligando al pié &
guardar algún tiempo la misma posición que le imprime las dos ma-
nos colocadas, una en la cara plantar y la otra sujetando la parte
inferior de la pierna. Esa movilización 'debe hacerse gradualmente
y con cuidado, á fin de evitar los reflejos de contractura.
E\ tratamiento es largo pero eficaz.
Bn las parálisis del tipo braqui€l superior, practicaremos las mis-
mas manipulaciones de masaje en los músculos interesados y coya
enumeración hicimos de los que suelen serlo en la mayoría de los
casos.
£1 orden de las sesiones es igual al caso precedente. Si el deltoides
está particularmente interesado, la movilización después de cada
masaje consistirá en los siguientes movimientos pasivos: abducción
del brazo hasta la posición horizontal, elevarlo en adelante y arri-
ba, ponerlo en rotación interna y externa ; si es el biceps, consistirá
en flexión del antebrazo y supinación de la mano; si el braquial
posterior, la extensión del antebrazo y aproximación del brazo al
cuerpo; para el supinador largo, flexión del antebrazo.
En las parálisis del tipo antibraquial, aplicamos el masaje al trí«
ceps y á los extensores de la mano, haciendo después movimientos
pasivos de extensión del antebrazo, de la mano, de la primera fa-
lange de los dedos, extensión del pulgar y abducción del mismo, y
por separado extensión del dedo meñique.
Naturalmente no queremos dar á entender que la enfermedad
afecte exclusiva é invariablemente los grupos musculares citados,
pero consignamos el tratamiento de éstos por ser los más frecuen-
temente interesados.
El procedimiento no es nuestro, sino del profesor Berger, de quien
lo hemos aprendido y que hemos ampliado. ^
Cuando la monoplegia braquial ha llegi^do al período de garra
cúbitomediana, nuestra intervención es inútil.
Hemos logrado siempre buenos resultados empleando el masaje y
la gimnasia médica, en el periodo paralítico de la enfermedad; el
tratamiento es menos eflcaz si lo aplicamos estando ya iniciada la
atrofia, y no da resultado apreciabie cuando está constituida dicha
degeneración. Finalmente, la intervención quirúrgica no constitu-
ye una contraindicación. ^
Fácil nos seria transcribir aquí una elocuente estadística de los
53
caso8 numeroBOS que hemos' tratado en nuestra práctica diaria^
puesto que la podríamos sacar de nuestros servicios prestados en el
Hospital de la Princesa y en el Real del Buen Suceso, pero nos abs-
tenemos de hacerlo, entendiendo que son ios hechos los que conven-
cen y no las palabras. ^
Asi, pues, los compañeros que quieran comprobar nuestro asertó»
pueden mandarnos enfermos á los establecimientos aludidos, y as(
se convencerán mejor.
BIBLIOGEAFÍA
DB. D. RAFAEL DEL VALLE T ALDABALDE
Médico, por oposietAn, del HoeptUl Prorlndal. Madrid*
Tratado di medicina clíhzca r tibapíütica, publicado bajo la dirección de
W. iibstein y traducido directamente por el IXr. D. José Qónf^ora y Ta-
ñón. Seis tomos en 4 ^ de 968 á 1.271 páginas cada uno.
De una nueva obra enciclopédica de Medicina interna vamos &
dar cuenta á nuestros lectores, aunque ya es conocida seguramen-
te, de nombre al menos, por todos ellos, por la circunstancia de ha-
berse publicado por entregas, y por lo tanto, de venir figurando
hace algún tiempo entre las obras en publicación.
De los seis tomos que componen la enciclopedia, en el primero^
que trata de las enfermedades de los aparatos respiratorio y circu-
latorio, uno de los capítulos más interesantes es el dedicado á gene-
ralidades acerca de las enfermedades de la laringe. En el estudio,
indudablemente muy completo, de las enfermedades del corazón, se
echa de ver la repetición insistente de determinadas nociones, repe-
tición exigida, quizá por la especial distribución de materias que ha
adoptado el autor del capítulo. No conozco la nueva edición ale-
mana que ya se está publicando, pero sé de ella que es más corta
que su precedente, y no me extraña, pues tanto en este tomo como
en algunos de los siguientes, cabe muy bien alguna reducción, sin
que por ello se menoscabe el valor de la obra.
En el tomo segundo, dedicado á las enfermedades de los vasos, de
la sangre, de los órganos hematopoyéticos y del tubo digestivo, uno
de los capítulos mejor escritos, y sobre todo, con criterio más prác-
' 54
tico, es precisamente el último 6 sea el que trata de los trastornos di-
gestivos de los niños de pecho.
Comprende el tomo tercero las enfermedades del hígado y anejos,
las de los órganos urinarios y las del aparato sexual masculino. En
este tomo, como en toda la obra, se concede la importancia debida
al tratamiento quirúrgico de las distintas enferniedades internas
que pueden exigirlo en momentos dados. Mas aún; hay capítulos
que podían figurar períectaihente en un tratado de Cirugla,''sin que
esto quiera significar que sobren, ni mucho menos, en el tratado di-
rigido por el Dr. Ebstein. Van siendo tantos los asuntos que los ale-
manes han dado en llamar limítrofes entre la Medicina y la Cirugía,
qixe es cada vez más inevitable semejante invasión recíproca.
El extenso 6 interesante tratado de las enfermedades del sistema
nervioso, comprendiendo también las mentales, es el objeto del tomo
cuarto. A la altura de todos los demás por la riqueza de su doctrina
y por el carácter práctico que domina en toda la obra, confieso^ sin
«mbargo, que no es el que me ha dejado más satisfecho. Es posible
que esta impresión mía sea resultado más bien que de la lectura del
texto de la escasez de figuras que le ilustran, escasez que si se deja
«entir un poco en toda la publicación^ se nota mucho más en este
tomo de la misma, en algunos de cuyos capítulos se comprenderían
mucho mejor ciertas descripciones con la adición de figuras, siquie-
ra fuesen esquemáticas.
La compenetración con la Cirugía y con las especialidades vuelve
Á hacerse muy manifiesta en el tomo quinto, y repito que no es de
lamentar, v. gr., que entre las enfermedades del aparato locomotor
«e encuentran incluidas las quirúrgicas de huesos y articulaciones,
cuyo primer período son más veces los médicos que los cirujanos
quienes tienen que tratarlo. Respecto á las dermatosis sucede algo
análogo : por su frecuencia muchas de ellas y por su relación con
padecimientos de carácter médico otras, tampoco se puede decir
que sean extrañas á la Medicina interna, por más que en nuestra
nación no se estudian con esta cisignatura, cuando se estudian en
las aulas. Respecto á las afecciones venéreas, la sífilis especialmen-
te, está tan ligada su evolución con el desarrollo de un sinnúmero
de afecciones internas, que tampoco huelga su inclusión en la obra
que es objeto de este articulo.
Las enfermedades infecciosas, las zoonosis, las enfermedades
constitucionales, las intoxicaciones y un estudio sobre el ojo y el
oído en sus relaciones con la Medicina interna, constituyen las ma-
65
terias tratadas en el tomo sexto y último. Dicho sea de paso» no me
ha dejado de sorprender en el capitulo magistral que el Dr. Ebstein
ha escrito sobre la gota lá afirmación que hace dicho autor de que
el reumatismo articular agudo no ataca por primera vez á un suje-
to que haya pasado de los cuarenta y cinco años. En suma, la enci-
clopedia de Medicina interna dirigida por el Dr. Ebstein, es una obra
llamada á figurar en toda biblioteca médica regularmente surtida,
pues tiene méritos suficientes para ello por la competencia y exten-
sión con que están escritos los distintos capítulos que la componen.
A mayor abundamiento, la traducción española está hecha con el
esmero que caracteriza á todas las del Dr. Góngora, quien además
de esto ha enriquecido el último tomo con dos capítulos, uno relati-
vo al mal del sueño y otro más interesante aún para nosotros, sobre
la fiebre de Malta, trabajos ambos' que no han venido más que á
confirmar la bien sentada reputación del Dr. Góngora de clínico
distinguido y de profundo conocedor de la literatura médica con-
temporánea.
Por último, merece también elogios la parte editorial, y en parti-
cular la prolijidad, y cuidado con que están hechos los Índices alfa-
béticos de los distintos tomos de la obra.
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Dos eatot clfnleot.— El Dr. Oortés publica en la Revista Médica de Sevilla
los dos cariosos casos clínicos signientes :
«I. El primer caso clínico que voy á referir revela por su naturaleza la
necesidad que tiene el médico de establecer en ocasiones el diagnóstico
prontamente, sin cuyo requisito peligra la vida de un enfermo.
Se refiere el presente caso á una mujer de treinta y ocho años de edad,
de buena constitución, multípara, de tres días de parida, parto fisiológico
y embarazo normal.
Repentinamente y sin pródromos de ninguna clase experimentó un vio*
lento escalofrió, seguido de una elevación de temperatura que llegó en po-
cas horas á 40<».
Simultáneamente se saprimieron los loquios, apareció cefalalgia frontal
intensa, quebrantamiento general, mareos, zumbidos de oídos, lengua an-
66
cha, gruesa, sabarrosa, algo de fetidez del aliento, sed intensa, TÓmito»
biliosos repetidos, diarrea, timpanismo exagerado, orina escasa y sedimen-
tosa, pulso frecuente, desigual é irregular y un dolor generalizado por el
abdomen y localizado por su intensidad en la región ovárioa.
Inmediatamente fué arisado el médico, y á mi entender con muy buen
juicio, tras un reconocimiento detenido, como se impone en estos casos^
diagnosticó septicemia aguda y estableció un pronóstico fatal.
Recetó los calomelanos á dosis pequeñas y repetidas, irrigaciones vagi-
nales é intestinales y pomada de belladona con mercurio, principalmente
al sitio del dolor.
La visita practicada por el médico al dia siguiente le llenó de sorpresa^
pues se encontró con que todos los síntomas que presentaba la enferma el
^ia anterior hablan desaparecido, hallándose la paciente en estado satís-
factorio.
¿Qué diagnóstico se imponía en esta segunda visita? ¿Seguiríamos ere*
yendo que la enferma padecía de septicemia aguda?
En estas circunstancias, el diagnóstico establecido en un comienzo era.
inadmisible. El tratamiento consecutivo vino á demostrar sin género de
dudas que se trataba de una forma de paludismo pernicioso, administrán-
dosele á la enferma 8 gramos de sales de quinina, gramo y medio en inyec-
ción hipodérmica y otra dosis igual en ingestión por la boca.
A la misma hora del primer dia apareció un nuevo acceso al día siguien-
te, pero notablemente atenuado ; el mismo tratamiento del día anterior y
un tercer acceso levísimo.
Al cuarto día de tratamiento desapareció todo el cuadro sintomático del
acceso palúdico, encontrándose la enferma completamente buena, si bien
para evitar la recidiva ha estado sometida la enferma á tomar durante
ocho días un gramo de quinina diariamente.
II. Hay entre el sistema nervioso y el tubo digestivo, sobre todo el es-
tómago, una solidaridad morbosa indiscutible.
La clínica confirma diariamente los trastornos violentos por parte del
aparato digestivo que se presentan como complicaciones y síndromes en
ciertas afecciones nerviosas, como igualmente pone de manifiesto que cier-
tos estados neuropáticos aparecen á consecuencia de dispepsias morbosas
más ó meno^ prolongadas.
Mi enfermo es la representación personificada del neuro-artritismo, y asi
como heredó los apellidos paterno y materno, recibió de sus padres la he*
renda morbosa neuropática como otros tantos estigmas de degeneración.
Su salud en apariencia es excelente ; cuenta treinta y seis años de edad»
constitución mediana, imaginación viva, decidido y activo en la acción y
trabajador en demasía.
Hace próximamente año y medio empezó á notar por las mañanas al le-
vantarse mal gusto de boca, ligero estado nauseoso, que desaparecía du-
rante el día, y al que no concedió importancia alguna. Su apetito era bue-
no, la digestión fácil y sus evacuaciones regulares.
Cinco meses después se acentuaron estos síntomas y experimentó con
relativa frecuencia vértigos, mareos y zumbidos de oídos, seguidos más
tarde de un violento acceso de jaqueca localizado en la región supra-orbi*
57
taria y temporal, con diplopia, lagrimeo, náusea, á veces vómitos, regargi-
taciones, acideces, tos seca, palpitaciones, frecnencia de pulso, hormigueos
eu las manos y amnesia como síntoma transitivo, con una hiperestesia tal
que el paciente tenia necesidad de sustraerse á la acción de la luz.
Desde la aparición del primer acceso, guardaron tal regularidad los ac-
cesos siguientes, que se repetían cada dos semanas, siendo su duración de
trece horas.
Simplificando la etiología del padecimiento de este enfermo, se puede
asegurar que .el estado neuropático especial del sujeto por una parte, y el
trabajo intelectual excesivo después de las comidas por otra, habían en-
gendrado á la larga un estado dispépsico nervioso, responsable de fermen-
taciones anormales, las que obrando una vez absorbidas como agentes tó-
xicos del sistema nervioso^ ó debido quizás á reflejos que tenían su punto
de partida en la cavidad gástrica, eran sin género de dudas la causa esen*
cial de ios accesos de jaquecas que padecía nuestro enfermo. Merced á un
tratamiento seguido con alguna constancia he logrado la curación.
Consistió en un régimen de leche, carnes asadas y huevos, supresión de
las grasas y bebidas alcohólicas, poco té y café, vida activa y reposo su-
ficiente.
Por la mafiana al levantarse una taza á partes iguales de infusión de
manzanilla y anís.
Media hora antes de las comidas 6 gotas de la siguiente fórmula :
Gotas amargas de Beanmé 30 gotas.
Tintara alcohólica de quina. ^ 2 gramos.
Tintura nuez de kola 3 —
Mézclese.
Una hora después de las comidas el siguiente papel en un poco de agua:
Carbonato de magnesia y bicarbonato de sosa 50 centigramos.
Cartón Belloc... 40 —
Azúcar de leche « 1 gramo.
En el momento del acceso extiéndase durante cinco minutos en la región
frontal y temporal la siguiente pomada :
Hidrato de doral 80 centigramos,
Mentol 40 —
Clorhidrato cocaína 2.0 —
Lanolina 15 gramos.
Mézclese.
En caso de intenso dolor tómese al interior la fórmula siguiente :
Bromuro sódico. . . '. 6 gramos.
Bicarbonato de sosa 4 —
Analgemia 2 —
Infusión de valeriana 130 -*
Jarabe de azahar * 30 —
Mézclese i .
Sarabia.
58
REVISTA EXTRANJERA
SOaSDADES CniNTÍFTCAS
ASOCIACIÓN FRANCESA PARA EL PROGRESO DE LAS CIENCIAS
XXXV§esión anual celebrada en lAon del 2 al 9 dé AgoHo dé 1906,
(Gonlinvación).
La terapéutica etpaeifiea da la tubareulatlt. — El Dr. Mabaoliako: La te-
rapéutica especifica de la taberculoeis tiene hoy bases cientifioas fuertes.
La existencia de materiales específicos antituberculosos está perfectamen-
te demostrada. Estas substancias antituberculosas se obtienen introdu-
ciendo en el medio orgánico de los animales sanos materias tuberculosas.
Las he obtenido primero por la inyección de todos los Tenenos tuberculo-
sos, es decir, los que existen en el protoplasma bacilar y los que, segregados
por los bacilos, se encuentran en el medio en que yiyen. Las he obtenido
también inyectando los cadáyeres de bacilos desecados, y además con la
pulpa bacilar y el juRfo amicrobiano, que puede obtenerse por mi método,
de los bacilos víyos. El jugo bacilar es tóxico para los animales á quienes
se inyecta, y produce en ellos substancia? antituberculosas. Es posible
también, inyectando bacilos tíyos, producir substancias antituberculosas,
pero creo que no se emplearán en el hombre con un fin terapéutico, ni
para la inmunización de los animales, porque jamás se conseguirá intro-
ducir en el medio orgánico humano substancias procedentes de un ani-
mal inyectado con bacilos tívos.
Las substancias especificas antituberculosas son el producto de la lucha
del organismo contra los venenos del bacilo de* Eoch, como ocurre en la
defensa del organismo contra las otras bacterias patógenas. 8e las encuen-
tra en los humores orgánicos, y sobre todo en el suero sanguíneo ; pero no
son un producto humoral: proceden de los elementos celulares y pasan de
éstos á los líquidos orgánicos. Las investigaciones de mi discípulo Figari
prueban que estas substancias están contenidas principalmente en los leu-
cocitos. Existen también en otros elementos de los tejidos. Hemos demos-
trado que se encuentran en las fibras musculares, en los huevos de gallinas
sometidas al tratamiento y que se forman en los tejidos en que se inyectan
materias bacilares. Hemos inyectado los cadáveres de bacilos muy virulen-
tos debajo de la piel de las vacas, produciendo un foco inflamatorio. En el
contenido de este foco, substancia caseosa abundantísima en leucocitos, se
encuentran también en abundancia materias antituberculosas, antitoxi-
nas, aglutininas, bacteriolisinas. Su extracto da muy buenos resultados
como medio terapéutico é inmunizador.
Manipulad como queráis una bacteria; la producción por el organismo
de las materias defensivas especificas es debida siempre á la acción ofen-
59
8ÍTa de los yenenos baotérícoa. Son siempre la6 mismas, y deben serlo, sea
«nal fuere el procedimiento que origine sn producción. Puede admitirse
<lue ana técnica perfeccionada sea capaz de producirlas en estado más puro
y de mayor actiyidad; puede explicarse é interpretarse de distinta manera
el mecanismo de su producción; puede designárselas con nombres nucToa;
pero no es posible hablar hoy de un nucTO descubrimiento de materias
antituberculosas especificas, porque éstas son conocidas desde hace bastan-
tes afioe.
Para comprender bien los términos del problema terapéutico de la tu-
berculosis, es preciso conocer las etapas de la infección en el organismo
«fectado por esta enfermedad. La primera etapa de la infección se verifica
•en el tejido donde el bacilo ha penetrado. Los elementos del tejido consti-
tuyen la primera barrera que se opone á la iuTasión del bacilo.
En esta primera etapa, si las energías defensiyas son suficientes, el bacilo
«s destruido y el organismo no tiene conocimiento de la invasión. Pero si
no son bastante activas para destruir el bacilo, éste se multiplica y se
forma un foco tuberculoso. Ocurre muchas veces que los tejidos que le ro-
dean luchan con ventaja, y en este caso el foco queda aislado, circunscrito,
inofensivo, y puede permanecer asi toda la vida sin revelar su presencia.
Mas, por desgracia, la mayor parte de las veces los tejidos inmediatos se de-
bilitan, pierden sus condiciones de resistencia, y entonces la invasión se
propaga, los bacilos se multiplican y el foco se hace más extenso. En un
punto más lejano los tejuios pueden oponer una barrera final, y si es salva-
da, en este caso el organismo apela á todas sus fuerzas de resistencia para
empefiar el combate final. Es necesario luchar entonces contra dos peli-
gros: la difusión de los venenos tuberculosos y su acción sobre los tejidos
del organismo; la toxemia tuberculosa, en una palabra. Después es la in-
vasión de los tejidos lejanos por los bacilos, es decir, la infección bacilar
generalizada.
Contra estos dos enemigos luchan todos los elementos del organismo,
tos cuales, con auxilio de medios extraordinarios de defensa, neutralizan
los venenos, resisten á los bacilos, los hacen inactivos, los matan. Mientras
quedan victoriosos en la lucha podemos tener focos tuberculosos localiza-
dos en un punto cualquiera de los tejidos, siendo en general buena la nu-
trición ; hasta puede haber obesidad. Se observan con frecuencia sujetos
con focos broncopulmonares muy extensos, y que no tienen ni fiebre ni
enflaquecimiento y se encuentran bien.
Tenemos, por lo tanto, tres murallas de defensa: la primera está repre-
sentada por el tejido, en el que han penetrado los bacilos; la segunda por
los tejidos inmediatos; la tercera por todo el organismo; cuando cede esta
última muralla, principia la ruina.
Los organismos que luchan victoriosamente contienen substancias anti-
tuberculosas: antitoxinas, aglutininas, bacteriolisinas. Los individuos cu-
yos esputos contienen bacilos, aunque se encuentran en condiciones gene-
rales excelentes, poseen hasta 300 unidades antitóxicas por cent. cúb. de
suero sanguíneo, con un grado aglutinante de 1 á 200. Este mismo suero
está dotado de propiedades bacteriolíticas sobre los bacilos, é impide, hasta
cierto punto, el desarrollo de los cultivos.
60
En loB animales infectados con pequefias cantidades de bacilos, y cnyo
estado general, á pesar de la infección, es bueno, existen dichas sabstan-
cias antitnbercnlosas, que son las armas con que la naturaleza lucha contra
la infección tuberculosa. Estas substancias son análogas á las que produci-
mos en los animales sanos, y que, con un fin terapéutico, introducimos en el
organismo del animal enfermo. Guando, el organismo es incapaz de prepa-
rar estas substancias en cantidad suficiente, introducimos artificialmente
en él otras preparadas ya en el organismo de un animal sano, y excitan en
el medio orgánico, donde son introducidas, una producción extraordinaria
de nuevas substancias defensivas. Si se inyecta á los animales y al hombre
una cantidad exacta de unidades antitóxicas tuberculosas, se observa á loa
pocos días que se han multiplicado. Lo mismo acontece con las aglutininas
y bacteriolisinas. No se trata, por lo tanto, de un simple fenómeno de con*
tacto entre las substancias introducidas y los agentes morbosos.
Las substancias antituberculosas pueden ser introducidas en el organis-
mo por diferentes vías : por inyección subcutánea ó directa en los focos mor*
bosos, por el estómago y hasta por el intestino. La vía de introducción que
da mejores resultados con menos cantidad de substancias antituberculosas
es la subcutánea; pueden obtenerse los mismos resultados administrando*
por las vías digestivas mayores cantidades.
Como producto prefiero la bacteriolisina, que se prepara del modo siguien-
te : He filtran los bacilos de un foco muy virulento, se les tritura en un mor*
tero añadiendo pequeñas cantidades de una disolución alcalina, después de
lo cual se filtra el liquido y se repite la misma operación sobre el resídua
que queda en el filtro. Guando no queda residuo, se reúnen todos los líqui-
dos de filtración y se pasan por el aparato de Ghamberland. M líquida
filtrado es amicrobiano y lo aglutina el suero de los animales inmunizados.
A este líquido, que es un verdadero jugó bacilar, se añade otro, también
amicrobiano, que contiene las toxinas bacilares. Este último líquido es una
disolución de cloruro de sodio en laque han vivido durante quince días ba-
cilos virulentos y viejos, procedentes de los líquidos originarios de cultivo.
Se lavan los bacilos y se les coloca eu la disolución clorurada, en la que vi-
ven y depositan sus secreciones. Resultan toxinas disueltas en un medio lí-
quido que no contiene peptonas. Los dos líquidos se mezclan y concentrao
en frío hasta reducirles á la mitad. Esta mezcla es la que se emplea en loB
animales para obtener la bacteriolisina.
Los medios antituberculosos de que disponemos ¿son capaces de contener
la marcha de la tuberculosis en los animales ó en el hombre infectados y de
curarles? Desde el punto de vista científico absoluto la respuesta es afirma-
tiva, puesto que podemos introducir en el medio orgánico bacteriolisinas y
antitoxinas. Pero esta cuestión entraña un problema cuya resolución no ea
tan sencilla. En todo estado morboso el éxito de los esfuerzos terapéuticos
depende de dos clases de factores: la energía de los medios curativos y el
concurso favorable del organismo. Uno sólo de estos dos factores no basta
para curar una enfermedad y menos la tuberculosis; son necesarios los dos.
Uno, el medio curativo antituberculoso, es constante, pero el otro no lo es»
El problema, comp veis, se hace más complejo; del laboratorio pasa á la
clínica y los clínicos son los únicos capaces de resolverle.
61
He estudiado el yalor de estas substancias antituberculosas en la tuber-
culosis experimental. En el conejillo de Indias y en el conejo, si se princi-
pia el tratamiento pocos dias después de la infección (diez 4 quince), es po-
6ible obtener la curación, y en cambio la misma cantidad de bacilos mata
á los animales no tratados. Si se principia el tratamiento más tarde, las
probabilidades de salvación disminuyen cada rez más basta bacerse nulas.
Infectando la pleura de uo conejillo de Indias con un cultiyo de tuberculo-
sis humana muy virulento, se desarrolla una pleuresía tuberculosa exuda-
tiva seguida de generalización de la tuberculosis ; en cambio, si en cuanto
la pleuresía se desarrolla se inyecta en la cavidad pleurítica la bacterioli-
«ina, el animal cura, mientras que los testigos mueren.
Merecen mención especial los experimentos practicados para tratar las
tuberculosis locales: Marzagalli, mi jefe de laboratorio, ha inoculado la tu-
berculosis en la ingle de los conejillos de Indias, tratándoles después cuan-
do la infección estaba más ó menos avanzada. Oon los tratamientos preco-
ces ha obtenido resultados altamente satisfactorios: después, cuando la
tuberculosis se hallaba en vías de evolución, obtuvo mejorías, pero no con-
siguió curar ningútí animal. Mi ayudante Ghédini ha obtenido resultados
Análogos con las inyecciones locales de bacteriolisina en la tuberculosis au-
ricular producida experi mentalmente.
Poseo, por lo tanto, datos importantes respecto á los animales, pero no
me entusiasman ; me atengo mejor á los resultados obtenidos en los enfer-
mos. Principiaré por las tuberculosis locales, en las que el problema tera-
péutico es más sencillo.
He tratado con las inyecciones de bacteriolisina, en los focos morbosos,
una serie de enfermos de tuberculosis ósea y articular y de linfadenitis tu-
berculosa. Los resultados fueron notables. En la tuberculosis de la serosa
^peritoneo y pleura) el problema es más complicado, aunque se trata tam-
bién de tuberculosis pura. El factor orgánico presta en tales casos un con-
curso limitadísimo; á pesar de esto, el tratamiento específico da buenos re-
sultados. La inyección directa de la bacteriolisina en las cavidades perito-
neal y pleurítica produce de ordinario resultados altamente satisfactorios;
á los pocos días se ve disminuir paulatinamente la fiebre, desaparecer las
exudaciones, recobrar fuerzas el enfermo y curar las más de las veces.
En la tuberculosis del pulmón el problema es mucho más complicado,
porque se trata de una tuberculosis abierta. Indicaré lo que he observado
durante cuatro afios en los enfermos de tuberculosis pulmonar. jSI princi-
pio empleé mi antitoxina. Hoy uso la bacteriolisina, que contiene mayor
cantidad de anticuerpos y que es más activa. La he ensayado en todas las
enfermedades pulmonares de origen tuberculoso. He visto que es posible
obtener curaciones completas y durables en tuberculosis del pulmón en las
que están intactas las que he llamado segunda y tercera muralla de defensa,
es decir, en los casos en que el tejido pulmonar impide al foco morboso ex-
tenderse y el organismo no ha entrado aún en el ciclo morboso; finalmente,
eni aquellos en que la enfermedad se halla perfectamente localizada y no
hay fenómenos de toxemia. Los éxitos de que hablo son y deben estar natu-
ralmente caracterizados por la resiitutioad iniegrum^ es decir, la desapari-
ción durable de todos los fenómenos morbosos generales y locales; conviene
62
no dar importancia á la macicez debida á los focos de esclerosis y qne no>
Tan acompañados de estertores ni de otros fenómenos activos. Los esoépti-
008 consideran estas curaciones como espontáneas, no debidas al tratamien-
to empleado. La objeción, desde el pnnto de yista teórico, es fandada, pero>
por desgracia la curación espontánea no es la regla.
Veamos ahora lo que ocurre en los organismos en los que ha sido destrui-
da la segunda muralla, en los que el proceso infeccioso invade paso á pa8<^
el pulmón, y en los que, combatidos en la tercera muralla, presentan fenó-
menos de infección y de intoxicación. En estos enfermos es posible obtener
algunos beneficios proporcionados, no á la extensión de los fenómenos loca-
les, sino al grado de resistencia personal. El resultado depende de la acti-
vidad que desplega el organismo bajo la influencia de los medios específicos.
Hay enfermos en los que es posible contener por completo, ó en parte, loa
fenómenos morbosos dependientes de la infección é intoxicación tuberculo-
sa. Los fenómenos de toxemia son los que mejor se combaten. Si la fiebre
es debida á la intoxicación tuberculosa, desaparece, pero poco á poco,,
por décimas de grado. Los sudores, los fenómenos distróficos desaparecen
también, pero en cambio los fenómenos morbosos pulmonares son más re-
beldes. Los focos recientes son más sensibles al tratamiento que los anti-
guos. Muchas veces persisten los síntomas de los focos aunque el estado ge-
neral es excelente. Esta persistencia suele ser debida*á otros microbios que
mantienen la actividad de los focos bronconeumónicos, en los que se en-
cuentran diplococos, estreptecocos y estafilococos. Hay también bacilos de
Koch que les han preparado el terreno.
intimamente he principiado á introducir la bacteriolisina en los foco»
morbosos del pulmón. La inyección se hace directamente, á través de laa
paredes torácicas, en el punto del tejido pulmonar donde el examen físico»
y mejor aún radioscópico, demuestra la existencia del foco. La maniobra
es inofensiva y los resultados sorprendentes. He aplicado este método en
casos en los que la bacteriolisina, inyectada debajo de la piel ó administra-
da por las vías digestivas, no produjo grandes resultados sobre los focoa
pulmonares, á pesar de su acción benéfica sobre los fenómenos toxémieos y
distróficos.
Sea cual fuese la vía que se elija para introducir la bacteriolisina en el
organismo, puedo asegurar que es inofensiva en absoluto. Jamás ha produ-
cido consecuencias funestas.
He aquí mi estadística :
De 1895 á 1900: 641 casos.
Lesicmes destructoras con cavertuu : 98. — Ourados, 41 ; mejorados, 11; es-
tacionarios, 24 ; muertos, 17.
ídem id. sin cavernas : 83. — Curados, 9; mejorados, 46; estacionarios, 21;
muertos, V.
ídem difusas con fiebre :^104. — Curados, 7; mejorados, 55; estacionarios^
82; muertos, 10.
ídem id. sin fiebre : 86. — Curados, 4; mejorados, 60; estacionarios, 22;
muertos, 0.
ídem circunscriptas con fiebre: 108. — Curados, 40; mejoradas, 62; eeta*
cionarios, 6; muertos, 0.
63
Lesiones circunscriptas sin fiebre: 167. — OuradoB, 112; mejorados, 45;
esiaoioaaríofl, 10; mnertoB, 0.
De 1900 á ld05: 521 caaos.
Lesiones destructoras y cavernas : 69. — Carados, 2; mejorados, 29; esta-
eionarios, 28; empeorados, 8; maertos, 7.
ídem id. sin cavernas: 79.— Carados, 8; mejorados, 84; estacionarios, 26;
empeorados, 9; maertos, 2.
Bronconeumonias difusas y fiebre: 102. — Carados, 12 ; mejorados, 64 ; es-
iacionarioB, 24; empeorados, 2; maertos, 0.
Ídem id. sin fiebre: 105. — Carados, 22; mejorados, 65; estacionarios, 18;
empeorados, 0; maertos, 0.
ídem id. circunscriptas con fiebre: 88.— Carados, 28; mejorados, 50; esta-
cionarios, 5; empeorados, 0; maertos, 0.
ídem id, sin fiebre: BS. — CvLTAáoB, 88; mejorados, 46; estacionarios, 4;
empeorados, 0; maertos, 0.
£1 Dt. Dblorb: La inmunización tabercalosa es el medio sapremo de
combatir la tabercalosis, contra la qae han sido ineficaces otros métodos
terapéaticos. £1 Dr. Maragliano ha esbozado ana caestión interesante, la
de asociación de microbios qae el bacilo tieae la propiedad de agrapar á
sa alrededor. En ana nota qae presenté ala Academia de Medicina, insis-
tí sobre el carácter nociyo de esta asociación de microbios qae se propagan
por la economía bajo la inflaencia de la miseria, del hacinamiento, etc.,
despiertan la tabercalosis latente y modifican su marcha, precipitando el
desenlace funesto. Yon Schroen atribuye una gran importancia á un grue-
so micrococo que, según él, produce las cavernas y es el agente tisiógeno
principal. Las tentatiyas de inmunización fracasan, porque sólo son efica-
ces contra el bacilo de Eoch. Auclair ha combatido esta opinión.
Oharrin ha hecho resaltar el papel protector de la placenta contra el ba-
cilo que reside en la sangre. Es vertido en el torrente circulatorio por los
linfáticos, cuyas redes constituyen un recipiente grandísimo en el que se
forma la simiente tuberculosa. La placenta es un compartimiento en el que
la sangre de la madre y la del feto están separadas por un tabiqué delgado.
Cuando está sano, los microbios maternos son englobados por los leucocitos.
Pero si sobreviene una distrofia, la defensa cesa y el microbio atraviesa el
tabique placentario.
Baumgarten sostiene que el depósito latente existe en la médula ósea y
eü los ganglios. He visto en muchos fetos coxalgias supuradas, caries, etc.
Hay, por lo tanto, cambios infecciosos entre la sangre de la madre y la del
feto, y así se constituye la herencia de familia. La morbilidad, según las es-
tadísticas de las autopsias alemanas, es de 94 por 100. Esta cifra elevada
justifica la opinión de Poncet respecto á la influencia de la bacilosis en las
manifestaciones inflamatorias.
Patogenia de las anquiletit espontáneas y en particular do las vortobraloo.—
Los Dres. A. Poncict y R. Lbrighe: Se admite hoy que la anquilosis debe
ser considerada como la reliquia de una artritis. Es la cicatriz patológica
de una inflamación articular. La inmovilidad prolongada es suficiente para
anquilosar una coyuntura, pero la anquilosis que resulta es falsa, fibrosa,
no óoea.
64
Se admiten tres clases de anquilosis: po8t traumátiois, de curación é inña»
matónos^ ó mejor dicho infeccioaas.
El primer grapo corresponde á hechos indiscutibles. El segundo com-
prende las anquilosis tuberculosas; no son debidas al bacilo de Koch, sino
que se producen á pesar de este microbio. El tercero es más interesante.
Comprende dos clases: las artritis supuradas y las no supuradas. Después
de la supuración las partes fibrosas de la sinovial inflamada se hacen más
gruesas, los exudados se organizan; se forman adherencias en los sitios de
erosión y se forma una anquilosis fibrosa primero, después ósea, algunas Te-
ces. Ciertas artritis infecciosas ó quizá toxi- infecciosas no supuradas, ter-
minan de igual modo. Se las llama por esta causa artritiB anquüa$ante9 y á
las soldaduras que resultai^on^ut'/om espantánecu.
Estas dependen, por lo tanto, de artritis agudas no supuradas, ó mejor
dicho, pseudomembranosas. Son artritis con secreción de linfa plástica. En
este caso la congestión inflamatoria y la irritación de la sinorial sólo deter-
minan engrosamiento notable de la serosa, que produc^ un exudado larda*
ceo, blanco-amarillento, de aspecto gelatinoso sin organización. El proceso
es puramente plástico, una artritis seca aguda. Las falsas membranas se
organizan poco á poco por penetración de vasos neoformados y evolución
fibrosa consiguiente, formándose así adherencias. La sinovial, infiltrada y
engrosada, prolifera. La evolución esclerosa de estos tejidos nuevos contnr
huye también á la producción de las anquilosis fibrosas. El proceso no es
exclusivamente sinovial porque participan de él, en más ó menos grado,
el cartílago, el hueso subyacente y los tejidos blandos peri- articulares. La
localización predominante en tal ó cual sistema produce las diferentes va-
riedades de anquilosis.
La substancia cartilaginosa concluye por desaparecer y se forman entre
las superficies del hueso estalactitas, especies de puentes óseos, resultando
la sinostosis completa de las extremidades óseas, siendo tanto más comple-
ta la fusión cuanto más intimo es el contacto entre las superficies articu-
lares. Los tejidos extrasinoviales adquieren un aspecto lardáceo. Cuando
se atenúa la virulencia del proceso inflamatorio, los exudados se absorben,
quedando todos estos tejidos esclerosados y retraídos. En otros casos se osi-
fican. Esta forma se observa con más frecuencia en el|raquis en la especie
humana.
¿Cuáles son, desde el punto de vista práctico, los tipos etiológicos de las
artritis anquilosantes?
Se indican en primer término los pseudoreumatismos, en los que existe
la tendencia fibrinoplástica. Respecto al reumatismo agudo, las opinio-
nes varían entre médicos y cirujanos. OUier y Pingaud han intentado
conciliar estas opiniones haciendo una distinción entre el traumatismo y
el vicio reumático. Es preciso, dicen, que se combinen el traumatismo y el
reumatismo para que resulte la sinostosis; el reumatismo por sí sólo no ea
plástico, debe su tendencia anquilosante á las irritaciones locales repeti-
das, á los movimientos intempestivos.
No aceptamos esta hipótesis. Hay muchas artritis, de apariencia reumá-
tica, tan dolorosas, que es imposible hacer la exploración. Se inmoviliza el
miembro durante mucho tiempo, y cuando el dolor desaparece, la anquí-
6á
losis es completa, aun sin traamatÍBmo artioolar. Sqn las artritis plásticas
observadas por Gosselin y caya naturaleza no pado precisar, aunqae sos-
pechó que era reumática. «¿Pero por qué, preguntaba, el reumatismo pro-
duce unas reces artritis simplemente congestiras y otras plásticas, anqui-
losantes?» MoUiére, Nicaise, Ollier, Mauclaire, Nélaton y otros yarios ci-
rujanos han referido ejemplos de este género, en los que no podía inyocarse
el traumatismo articular. La artritis se hizo espontáneamente anquilo-
sante.
Hemos visto gran número de estos enfermos, en casi todos los cuales
conseguimos descubrir rastros de una tuberculosis antigua en actividad,
según demostró la serorreacción y la prueba de la tuberculina. Puede afir-
marse, por lo tanto, que el reumatümo franco jamás termina por anquiloeie
verdadera. Las supuestas anquilosis reumáticas, la mayor parte de las ar-
tritis plásticas anquilosantes, dependen de la tuberculosis, pero de evolu-
ción fibrosa.
Para que el estudio sea completo debemos sellalar las falsas anquilosis
de la poliartritis deformante. En éstas se trata más de dificultad peri- arti-
cular de las funciones de la articulación que de fusión osteofíbrosa.
El proceso de la poliartritis es, ante todo, atrófíco y medular. Alrededor
del hueso rarificado y granuloso hay ezoatosis periférica que impide el
deslizamiento de las superficies articulares fijas ya por los ligamentos re*-
traidos. No hay anquilosis verdadera, y si hablamos de ellas es para ex-
cluirlas.
La patogenia de las anquilosis espontáneas es sencillísima. Todas son de
origen toxi-infeccioso. El frió húmedo, el tramatismo, etc., son sólo causas
ocasionales, provocadoras ó localizadoras, de un pseudorreumatismo. Todos
los pseudorrenmatismos tienden á la anquilosis cuando no producen hidro-
pesía. De ellos dependen todas las artritis plásticas, la mayor parte de las
' cuales se explican por la blenorragia, y sobre todo por la tuberculosis. Sin
proceso toxi-infeccioso no hay anquilosis espontánea.
Los datos que acabamos de exponer se aplican por completo á la patoge-
nia de las anquilosis vertebrales. Desde el punto de vista clínico se descri-
ben dos grandes tipos de estas anquilosis. Uno es principalmente ligamen-
toso, el otro más bien osteo-articular. El primero corresponde, dice Léri,
á una meniscoligamentitis. Puede ser general ó local. General, crea la espon-
dilosis rizomélica, enfermedad toxi- infecciosa- Local, produce la cifosis de
Bechtereu, afección heredotraumática. El segundo tipo corresponde á la
osificación total, rectilínea, del raquis, y depende del reumatismo crónico.
Estudiaremos estas formas en detalle.
En el primer caso, según Marie y Léri, están osificados casi todos los li-
gamentos de la columna vertebral. Las apófisis articulares se hallan solda-
das en sus contornos y forman al exterior una columnilla moniliforme. Los
ligamentos amarillos se encuentran osificados en ciertos sitios, y lo mismo
ocurre con los costovertebrales. En la parte anterior se observa osificación
del disco. El ligamento vertebral común anterior, igual que el posterior, se
halla intacto. El conducto raquidiano y los agujeros intervertebrales con-
servan su diámetro normal. Hay aproximación más ó menos acentuada de
ciertas extremidades articulares que puede llegar á la soldadura total de
66
loB haesos inmediatoB. Este proceso se obserya en otras articulaciones da
menisco ó de rodete: cadera, hombro, etc. Finalmente, pero mny tarde, se
generaliza á las articulaciones del pié. La hiperosificación se produce i
expensas de nna desosifícación paralela, en otros sitios en los qne los haesos
se reblandecen y afectan de osteítis rarificante. Tal es el aspecto caraete*
ristico de la espondilosis risomélica, verdadera entidad anatomoclínica.
La cifims heredotrawnátiea descrita por Bechterea con el nombre de rt-
gidez vertebral, y llamada antes enfermedad de Kümmel^ se caracteriza ana-
tómicamente, según Lérí, por cifosis con osificación de la mayor parte de
los ligamentos yertebrales, los que forman eminencia. El qne más se afecta
es el ligamento «yertebral común anterior 3i, pero no en toda su longitud*
La fórmala anatómica de esta forma puede enunciarse así: anquilosis lo-
calizada en la concavidad de una curva cifótica. Las lesiones en el reuma-
tismo vertebral son distintas. £n este caso lo que predomina es la soldadu-
ra en masa y en el sentido rectilíneo de todo el eje vertebral ó de uno de
BUS segmentos (J. Teissier). Es la osificación regular de los ligamentos an-
teriores que forman puentes rígidos entre los cuerpos vertebrales inmovi-
lizados en un bloque. Es la presencia constante de osteofítos, á veces volu-
minosos, sobre todo en las caras laterales del raquis, que disminuyen el
calibre de los agujeros de conjugación.
En resumen, existen dos tipos de anquilosis vertebral: una ligamentosa^
que va acompafiada de osteomalacia, de osteítis rarificante ; otra osteoar-
ticular puramente plástica. El primero se subdivide en dos formas clínicas:
la espondilosis rizomélica y la cifosis heredotraumática. El segundo de.
pende del traumatismo que puede ser cervical, cervicodorsal, dorsolumbar
ó total. Tal es la opinión de Marie, Lérí, J. Teiseier y Roque.
Otros autores, Schlesinger y A. Pie, creen que se trata de formas apenas
diferentes, de un proceso único. Tal es también nuestra opinión.
Todo agente causal puede, en materia de reumatismo crónico, seguir en
las articulaciones dos marchas diferentes, atrofies^ raríficante ó plástica.
Estas modalidades se observan á veces en el mismo enfermo. Son cuestio-
nes de virulencia y de terreno y marcan el carácter predominante del pro-
ceso, no BU naturaleza. No es posible fundarse en ellas para hacer distin-
ciones patógenas. Toda toxi-infección es susceptible de producir cualquier
variedad de anquilosis; en un individuo, capsul olí gamen tosa, periférica; en
otro, sinostosis absoluta. Todo depende del modo de ataque y de la localiza-
ción predominante. La espondilosis suele revestir el primer tipo, porque
en la columna vertebral las anquilosis son casi siempre periféricas. La osi-
ficación intervertebral es más rara porque las fusioi^es intervertebrales
completas corresponden sobre todo á lesiones sinoviales y á ulceraciones
cartilaginosas, para lo cual se necesita un cartílago delgado y una serosa^
que no existen en el raquis.
Tampoco puede considerarse como carácter patognomónico de la lesión la
posición de la anquilosis. £n el raquis la rectitud y la flexión depende de
la estática. Guando el proceso es anquilosante desde el principio, la colum-
na queda fija bruscamente en su forma. Guando, por el contrario, lo que
ocurre con más frecuencia, existe una fase transitoria de osteomalacia»
neden resultar las deformaciones más diversas. El reblandecimiento óseo
67
permite la acción de las cansas mecánicas, y la osteítis condensan te termi-
nal ó la ánquilosis de curación, sorprenden al esqueleto en posición anor-
mal, qne se hace defínitiTa. La anqnilosis llamada de reumatismo crónico
es en extensión, porque es total, y el proceso anquilosante desde el princi-
pio. La de la espondilosis y la de la cifosis heredotraumática son en parte
yicioaas, porque el agente causal ejerce su acción durante mucho tiempo-
en la periferia y en el esqueleto propiamente dicho produce primitiramen-
te sólo reblandecimiento inflamatorio, asi que mientras que los ligamento»
se osifican, la columna se aplasta y adquiere la forma curra. Ambos pro-
cesos Tan acompafiados de fuertes dolores hasta que la osificación es sufi-
ciente para inmoyilizar el raquis en posición anormal. En este caso, como
en todas las afecciones articulares, la inmoyilización es curatiya, porque
corrige la inflamación y calma el dolor.
Los caracteres morfológicos puros no permiten diferenciar los dos proce-
sos, atribuyendo uno á una trofoneurosis y otro á una infección. Toda an-
qnilosis espontánea es resultado de una infección que afecta más ó menoa
los ligamentos ó los huesos, pero nunca unos con exclusión de otros. Exis-
ten, por lo tanto, todas las formas de transición.
¿Qué factores etiológicos deben invocarse? El frió, el traumatismo, etc.,.
uo son más que causas ocasionales. Be necesita una infección para producir
la anqnilosis ; pero no es especifica y puede ocasionarla cualquier microbio. Loe
más comunes son dos, el gonococo y el bacilo de Eoch. Según las observa-
ciones de Pie, Bombes de Villiers, Thevenot, Montet, Oerspacher, Hilton,
Fagge y Teixidos Bunor, de 60 casos de espondilosis, 20, cuando menos,
dependían de la tuberculosis. Estas relaciones de la tuberculosis y de la an-
qnilosis vertebral han sido confirmadas recientemente por Lorenz. De 174
tísicos, 68 tenían rigidez vertebral, y de éstos el 55 por 100 no hablan
cumplido cuarenta afioe.
La tuberculosis produce, por consiguiente, anqnilosis, una de cuyas for-
mas más comunes es el reumatismo tuberculoso anquilosante.
El Dr. A. Lkbi : Voy á ocuparme principalmente de la patogenia de laa
anqnilosis vertebrales. Admito la importancia primordial de las afecciones
inflamatorias, articulares y periarticulares, pero insistiré con especialidad
sobre dos modalidades patógenas poco estudiadas de neoformaciones óseas
y de anqnilosis debidas á la osificación de los ligamentos.
A consecuencia de un traumatismo los ligamentos pueden desgarrarse,
determinando derrames serosos y sanguíneos, intra ó periarticulares, arras-
tran consigo partículas más ó menos importantes de periostio, hueso ó car-
tílago; estas lesiones suelen repararse por engrosamientos periósticos y
neoformaciones óseas. Como en la columna vertebral el desarrollo de algu-
nos ligamentos es mayor qne el de las articulaciones, el papel de las alte-
raciones y separaciones ligamentosas es importantísimo para la determina •
don de ciertas anqnilosis post traumáticas. Hay una causa de anqnilosis
ósea, cuyo papel se ha desconocido y que, al menos en lo referente al ra-
quis, es importantísimo : la osificación de los ligamentos por adaptación
funcionaL Un trabajo reciente de Holzknecht, basado en numerosos exáme-
nes radiográficos, permite aplicar al tejido conjuntivo (tomado en su sen-
tido más lato) la <iley de transformación de los huesos^, aplicada por
68
J. Wolff al estadio del tejido óseo, á saber: <cLa presión y tracción exage-
radas, á cansa de la excitación trófica funcional, y en interés de la estática,
conduce á la formación de un material que se halle en estado de realizar la
resistencia exigida^.
Estas dos modalidades se observan con más frecuencia en la columna
▼ertebral, á causa del desarrollo relativo de los ligamentos, tanto en las
anquilosis locales como en las generales.
En las anquilosis locales :
En las tuberculosis locales, la anquilosis no es producto de la infección,
sino resultado de la osificación de los ligamentos estirados para las necesi-
dades de da adaptación funcional^.
En las escoliosis, sea cual fuere su origen, se producen, más ó menos tar-
diamente, anquilosis óseas vertebrales con predominio en la concavidad de
la curvadura. Tiene dos sitios electivos : el borde lateral de lós discos inter-
vertebrales, y, en las escoliosis acentuadas, la unión de las costillas y la
eolumna vertebral. Esta osificación neoformada es resultado de la tracción
exagerada de los ligamentos, y quizá de parte de los tejidos blandos. Es un
efecto de la adaptación funcional.
A consecuencia de los traumatismos puede producirse una anquiloelis de
la columna vertebral, anquilosis que varia según el sitio en que obra el
traumatismo, según su naturaleza y su violencia, y según que vaya ó no
acompañado de fracturas ó de luxaciones.
Entre las anquilosis vertebrales generales merece lugar preferente la ci-
fosis beredotraumática, descrita por Bechtereu y P. Marie. Esta afección
sigue una marcha especial. A consecuencia de un traumatismo sobre la
región dorsal, sobrevienen dolores y abultamiento raquidianos ; mejoría;
á los pocos meses, nuevo período de dolores con cifosis y gibosidad, que
aumentan y se hacen definitivos; la curvadura raquidiana puede mejorar
por el reposo horizontal y el uso de un corsé. Esta deformación es más
común en los sujetos de antecedentes familiares con tendencia á la cifosis.
Se ha explicado de diversos modos esta evolución singular; Eümmel supu-
so que el traumatismo perturbaba la nutrición de los huesos, provocando su
reblandecimiento consecutivo; Mikulicz y Henle admitieron la formación
de un hematoma traumático por dentro 6 por fuera de la dura madre, que
originaba el reblandecimiento de las vértebras al comprimir las raíces y los
ganglios espinales.
La patogenia de esta afección es clara y su marcha se explica perfecta-
iñente. En una caída hacia atrás sobre el dorso, ó en la caída de un cuerpo
pesado sobre la región dorsal (son las dos únicas cansas que han producido
hasta ahora la cifosis beredotraumática) la convexidad normal de esta par-
te del raquis se endereza bruscamente ; algunos ligamentos, entre ellos el
vertebral anterior, se rompen ó desprenden; es un «esguince^ de la columna
vertebral. La consecuencia de estas rupturas ligamentosas, y también sin
duda cierto grado de contractura de los músculos perirraquidianos, es la
formación rápida de una cifosis, pero de una cifosis moderada, reducible
y susceptible de mejorar en las semanas siguientes. Después, el ligamento
vertebral anterior, haya ó no arrastrado partículas de periostio ó de cartí-
lago, se osifica, y esta osificación, al producirse en una región ya cóncava,
69
aumenta progresiTamente la concaTÍdad. Asi se forma en algnnas semana»
ó meses nna gibosidad cada yez mayor, imposible ó difícil de reducir. Puer
den romperse también otros ligamentos, que se reparan por neoformacio-
nes óseas exuberantes en el conducto vertebral y en los agujeros interyer;
tebrales por fuera del raquis. Asi se explican los dolores agudos y persis-^
tentes, á i^eces de forma neurálgica, y la tendencia á los espasmos por com-
presión de la médula.
De estas nociones de patogenia se deducen dos consecuencias terapéuti-
cas: 1.^ La necesidad del enderezamiento continuo muy precoz, del decúbi-
to dorsal y sobre todo del corsé enyesado, aplicado de preferencia durante
el sueño clorofórmico, y de la suspensión. Este tratamiento debe aplicarse
cuando, algún tiempo después del traumatismo, se ye formarse una joroba,
que ya en aumento. 2.* Sabiendo que los accidentes de compresión son de-
bidos á nodulos óseos neoformados en los ligamentos anchos, es de espe*
rar que la cirugía pueda combatirlos con buen éxito.
Las dos yariedades más comunes de anquilosis raquidiana verdaderamen-
te general, son: el reumatismo vertebral crónico y la espondilosis rizo-
mélica.
En el reumatismo crónico, el ligamento anterior presenta engrosamiento-
moniliforme, acentuado hacia los discos intervertebrales, cada uno de los
cuales se marca por un osteofíto voluminoso, mayor en la región lumbar..
Estos oeteofítos constituyen el carácter más notable á primera vista de di-
cha forma de reumatismo. La tendencia á la hiperosifícación elevada se ma-
nifiesta en todos los puntos del raquis. La osificación puede ser general ó-
limitarse á una zona. En el primer caso, la columna vertebral puede estar
encorvada de un modo variable ; á veces es más rectilínea que en estado
normal.
En la espondilosis rizomélica las lesiones son completamente distintas»
Nada distingue á primera vista un raquis espondilótico de otro normal, ex-
cepto su curvadura regular y su rigidez absoluta. Hay osificación de los li*
gamentos, pero no prominencias ni dilatación anormal de los cuerpos ver-
tebrales ni hiperosificación prominente en sus contornos. Los discos-
intervertebrales quedan gruesos y fibrocartilaginosos. Los agujeros ínter-
vertebrales conservan su diámetro normal. Las apófisis articulares y espi-
nosas están soldadas entre sí por osificación de los ligamentos. Las costillas
se hallan unidas á las vértebras por osificación de los ligamentos costoverte-
brales y costotraosversales que conservan su forma. La importancia de la
osificación es proporcionada al valor habitual de cada hacecillo liga-
mentoso.
¿Hay entre estas dos formas anatómicas tan diferentes una relación pa-
tógena? Este problema ha sido uno de los más discutidos; para resolverle
es preciso considerar sucesivamente la clínica, la etiología, y hacer el aná-
lisis metódico de las lesiones.
El reumatismo vertebral crónico se observa casi exclusivamente después
de los cincuenta años. Las mujeres le padecen quizá con más frecuencia>
que los hombres. La localización vertebral casi nunca es la primera que se
observa, porque la preceden las deformaciones reumáticas crónicas de lass
manos y de los pies; en casos más raros, están afectadas también las cade-
70
ras, las rodillas, los hombros, todas las grandes articalaoiones. En los an-
tecedentes no figura de ordinario infección ó intoxicación especial, pero
«omo.se trata de ancianos, es mny'diñcil afirmar qne no haya existido.
La espondilosis rizomólica es nna afección qne se observa casi siempre en
la infancia y al principio de la edad adalta, entre los Teinticinco ó cnaren-
ia afios. Es más frecuente en el hombre qne el reumatismo osteofítico y
ataca rara vez á la mujer. Sigue en la columna vertebral una marcha pro-
gresira, de ordinario ascendente. Las caderas se anquilosan casi siempre
más ó menos á la vee que el raquis; la anquilosis se extiende de ordinario,
en cierto grado, á los hombros, las rodillas y á las articulaciones externo-
claviculares y temporomaxilares. Sólo en casos raros y en época muy tardía
se anquilosa alguna otra articulación periférica. Este hecho fué demostra*
do hace mucho tiempo por Btrümpell. Los dolores, en cambio, son mucho
menos limitados y se extienden á todas las partes del cuerpo« pero conser-
vando el carácter de los locales y sin afectar el tipo neurálgico. Es casi
«iempre, si no siempre, consecutiva á una infección, de ordinario la bleno-
rragia. Se presenta por lo común algunos afios después de la blenorragia;
pero sobre todo después de las blenorragias repetidas ó de la que deja la
gota militar ó algo de enturbiamiento de la orina, que indica cierto grado
•de cistitis. Insistimos sobre este ligero trastorno urinario, porque conocido
á tiempo permite emplear el único tratamiento preventivo de la espondilo-
sis ; cuando la existencia de los dolores hace sospechar una espondilosis en
vias de dcíbarrollo, si existe el trastorno urinario más ligero, debe procu-
rarse prevenir el periodo anquilosante ascendente por lavatorios repetidos
de la vejiga.
La tuberculosis es con frecuencia causa de la espondilosis. En 1899 cita*
mos JeA observaciones de Sunol y de Hilton Fagge, debidas probablemente
á la tuberculosis. Poncet y sus discípulos, Thévenot, Leriche, Leret y Mon-
iet han llamado la atención sobre la frecuencia de esta etiología; Pic«
Bombes y Oerspacher han referido también ejemplos de espondilosis tu«
berculosa; hemos observado casos que reconocian esta etiología. Creemos
•con Poncet que todas las infecciones, blenorragia, tuberculosis, quizá reu-
matismo articular agudo, etc., obran por las toxinas microbianas.
¿Resulta de esta etiología que la espondilosis rizomélica es al reumatis-
mo vertebral osteofítico lo que el psendorreumatismo infeccioso es al reu-
matismo deformante? Es posible; en este caso la distinción anatómica
entre los dos tipos morbosos se haría por la localización vertebral; conven-
dría hacer respecto á los miembros la misma disociación anatómica y
•clínica. Hasta ahora no es posible aceptar esta analogía sin salvedades.
Lo que, para nosotros, domina la patogenia de la espondilosis, no es la
artritis, sino la osificación de los ligamentos; esta osificación se produce
fibra por fibra, sin proliferación ósea exuberante, como sucede en los pro-
•Cftsos inflamatorios. Se asemeja esencialmente á la producida después
do la inflexión de la columna vertebral consecutiva á una fractura, una
laxación ó una caverna tuberculosa, pero lejos del foco traumático ó infec*
«i oso, en el sitio donde los ligamentos están sometidos á una tracción
fuerte. Tiene por objeto limitar la inclinación de la columna vertebral, y
•es de suponer que sea secundaria, exigida por la adaptación funcional,
!
71
puesto que la lesión primitiya es una tendencia á la flexión, nn reblande^
cimiento óseo. Pneae inTOcarse también en fayor de la rarefacción ósea en
la espondilosis, la cnrya regular y siempre acentuada del raquis, su reduc-
ción fácil, á yeces sólo por la influencia del peso, y al aplastamiento cons-
tante y notable del tórax y de la pelyis.
Béclére ha radiografiado á mis instancias la columna yertebral de dos
enfermos, uno de reumatismo yertebral crónico y otro de espondilosis riso-
mélica. He aquí el resultado de este examen radiográfico:
Bbumatismo yBRTBBRAL oBÓKioo. — a) C4>lumna vertebral. — Primer ca-
rácter: deformación del cuerpo de las yértebras por ensanchamiento de las
extremidades superior ó inferior y por exageración de la concayidad cir-
cular.
Segundo carácter: los discos interyertebrales son más transparentes que
los cuerpos.
Tercer carácter: la banda opaca yertical correspondiente á los ligamen-
tos falta, ó está poco acentuada.
b) Pelvis: no hay deformación notable ni transparencia anormal de las
fosas iliacas óseas.
Espondilosis bizoh¿lica. — a) Columna vertebral.— ''Primer carácter: no
hay deformación de loe cuerx>os yertebrales casi cilindricos.
Segundo carácter : los discos no son más transparentes que los cuerpos.
Tercer carácter : unos y otros están cubiertos por una banda ancha de
bordes paralelos; por fuera de ella sobresalen las partes más externas de
los cuerpos yertebrales, notables por su transparencia anormal; las apófi-
sis son también muy transparentes.
b) Pelvis. — 1.* Deformación.
2.* Transparencia normal de las fosas ilíacas óseas.
No puede haber demostración más clara de los dos hechos siguientes:
1.* El reumatismo yertebral crónico anquilosante difiere esencialmente
de la espondilosis rizomélica.
2.* Lo que predomina en la espondilosis rizomélica es la rarefacción ósea
con osificación de los ligamentos; puede casi decirse que da espondilosis es
una osteomalacia'. La osificación de los ligamentos es una tendencia repa-
radora, una adaptación funcional.
El yirus toxi-infeccioso, p¿roduce la osteopatía yertebral rarificante y la
osificación ligamentosa consecutiya de la espondilosis, obrando directa-
mente sobre el raquis, ó por el intermedio del sistema neryioeo? Las dos
hipótesis son admisibles; pero la falta de todo trastorno de origen nenrioso
(neuralgias, mialgias, amiotrofias, fenómenos cardíacos y oculopupilares,
tan comunes en el reumatismo yertebral), la falta de toda lesión notable
de la médula espinal y de sus meninges en dos de nuestras autopsias, nos
hace considerar como mucho más yerosímil la primera de estas hipótesis,
la de la acción directa del yirus sobre el raquis. — F. Toledo.
^Continuará).
72
ASOCIACIÓN DE MÉDICOS AMERICANaS
il * $tmiím €mumí celebrada en WtMhington el 15 y 16 de Mayo de Í906.
t^MM |Mil««nar raeurranta agudo. — El Dr. D. Rieaman llamó la atención
»^b^ UQ tipo especial de edema pulmonar. Este edema recidiva de caanda
#IA cuando 7 en cada ataqne pone al enfermo en peligro inminente de
«luerle. El principio es agado. Los pulmones y las vías respiratorias se lle-
nan con rapidez de liquido que sale por la boca y por la nariz. M liqnida
0» seroso, espumoso, á veces teñido con sangre y se asemeja al vinagre de
frambuesas. La disnea es grandísima; el enfermo está lívido ó cianósico y
necesita agarrarse para respirar. En el pecho se oyen los estertores carac-
terísticos del edema. El pulso de la radial es lleno ó imperceptible. En el
apogeo del ataque el enfermo parece que va á asfixiarse. El primer ataque
de este edema agudo es capaz de producir la muerte, igual que en la angi-
na de pecho, pero recidiva con más frecuencia. El edema pulmonar agudo
del tipo descripto se ha observado en la nefritis crónica intersticial, en la
arterio-esclerosis, en la angina de pecho y en el asma. Otro edema especial
que por la rapidez de su comienzo y la gravedad de sus síntomas se aseme-
ja al descripto, es el que se observa á veces después de la toracentesis, y del
cual ha referido el Dr. Riesman un caso con el título de expectoración al-
buminosa. Las causas de estos edemas pulmonares son variadas. Unos son
puramente tóxicos y van acompañados de trastorno del mecanismo vaso-
motor. En otros hay debilidad repentina del ventrículo izquierdo. El tra-
tamiento varía según la causa. Guando hay cianosis y pulsa fuerte con ten-
sión sanguínea elevada la sangría general produce un alivio inmediato.
Contra la debilidad cardíaca están indicados la atropina y los estimulantes
difusibles. Las ventosas secas son útiles en ciertos casos.
El Dr. H, Amory Haré dijo que la causa del edema del pulmón es proba-
blemente un espasmo vascular, aunque no es posible decir que sea vaso-
motor. Bn los pulmones el aparato vasomotor está compuesto de fibras
nerviosas del simpático, y dichos órganos no están muy bien dotados de
músculos ni de nervios. Es indudable, por lo tanto, que estos accidentes
pulmonares deben ser considerados como debidos á una toxemia más que á
un trastorno del gobierno nervioso de los pulmones.
El Dr. S. «7. Meltzer manifestó que la exudación de suero en los pulmo-
nes es debida más bien á una modificación de la permeabilidad de los va"
fi os 5 liü guineos que áotro factor. 8u causa es t-óxica. El mejor tratamiento
es el empleo de la nitroglicerina, que congestiona el área esplácnica y hace
descender la presión sanguínea, sin que haya necesidad de sustraer sangre
al enft^rmo. En algunos casos se ha usado la adrenalina, aunque loe resul-
tados experimentales en los animales no son favorables á su empleo. En
efecto, aate medicamento tiende á congestionar los pulmones, y, por consi-
guiente, no debe ser empleado en el hombre.
El Dr. E G. Janeway indicó que el edema del pulmón suele ir acompaña-
'O de sudor abundantísimo ó de deposiciones intestinales. A veces sustitu-
73
yen, al parecer, al edema pulmonar y lo corrigen. Bato parece indicar nn
aumento de permeabilidad de los vasos pulmonares.
El Dr. Shattuck dijo que el edema pulmonar se presenta con más frecuen-
cia en los casos de arterio- esclerosis. Ha obtenido en todos sus enfermos
un gran resultado con la nitroglicerina. Muchas Teces al administrar el me-
dicamento se oian estertores en todo el pecho. A los cinco minutos era im-
posible oir un estertor. La morfina es útil también en estos casos, sobre
todo cuando no produce resultado la nitroglicerina.
El Dr. F. P. Kinnicun indicó que la adrenalina podrá estar contraindi-
cada en teoría, pero que la ha visto producir resultados excelentes. En al-
gunos casos gravísimos bastaron 15 gotas de adrenalina para corregir loe
síntomas más alarmantes.
El Dr. Iforchkeimer dijo que, según su experiencia, la adrenalina es útil
siempre que haya aumento déla presión sanguínea durante el ataque de ede-
ma pulmonar. Este depende de varios factores etiológicos, y cada tipo de
la enfermedad necesita ser tratado según las indicaciones especiales. La
experiencia clínica en este asunto tiene mucho más valor que los experi-
mentos en animales.
El Dr. Miller dijo que los animales en quienes se ha experimentado la
adrenalina mueren por edema pulmonar. El medicamento, en teoría al me-
nos, está contraindicado en la especie humana en tales casos. Los buenos
resultados referidos hacen sospechar que muchos de estos enfermos pade-
cían asma, en la que la adrenalina produce efectos inmediatos.
El Dr. Thayer manifestó que la adrenalina apenas modifica la presión
sanguínea pulmonar, aunque eleva bastante la general. Así pueden expli-
carse algunas de las discrepancias citadas.
El Dr. S, Solis Cohén dijo que las indicaciones para el uso de la adrena-
lina no son muy claras. El edema de la laringe, por ejemplo, se trata mu-
chas veces por la adrenalina, aunque al parecer es á menudo causa de
esta afección. Ha visto curar por la adrenalina anginas de pecho causadas
por dosis excesivas de nitroglicerina. El médico creyó que el enfermo pa-
decía angina de pecho, cuando lo que padecía en realidad ora edema pul-
monar.
El Dr. Meltzer manifestó que en todos los casos en que se han obtenido
buenos resaltados con la adrenalina, la acción del medicamento fué rápida
y á veces hasta inmediata. La adrenalina obra con lentitud y se necesitan
cuando menos de quince á treinta minutos para someter el enfermo á su
influencia. El asma y sus abundantes estertores húmedos cura á veces casi
instantáneamente, por todo lo que se administra al enfermo. La acción que
se atribuye á la adrenalina puede ser debida en realidad á la sugestión.
El Dr. Cahot llamó la atención sobre el hecho de que á veces el edema
pulmonar cura con rapidez y espontáneamente. Por desgracia, á causa de
nuestro deseo de aliviar á los enfermos, desconocemos la marcha normal de
muchas afecciones.
El Dr. F. Billings dijo que, al parecer, algunos casos de edema pulmo-
nar son de pronóstico alarmante. Los enfermos que arrojan en abundancia
por la boca y la nariz moco espumoso sanguinolento, parece que se hallan
en peligro de muerte. 8in embargo, estos individuos no están cianósicos.
e
74
La respiración no 68 acelerada, y á pesar de an temor á la mnerte, loa ai n-
iomaD generales no son alarmantes. Algunos de estos enfermos tienen sn-
dor abundante y poliuria. Ha obserrado que el mejor tratamiento contra
los ataques recurrentes de este género es la morfina y la nitroglicerina á
pequeñas dosis. Antes empleaba la estricnina y la digital, pero son inefi*
caces.
El Dr. Babcoek indicó que la atropina es el medicamento más eficaz, so-
bre todo cuando el edema pulmonar sobreriene en el curso de la neu*
monia.
El Dr. J. Qi$on indicó también que la atropina es el mejor de todos loe
medicamentos^ particularmente en el edema pulmonar consecntiyo al uso
de la pilocarpina, la que produce un edema característico de los pulmones
cuando se administra i dosis elevadas, como se hacia antes.
El Dr. •/. H, Musser manifestó que, según su experiencia, el mejor me*
dicamento contra el edema pulmonar es la morfina, y después la nitrogli-
cerina. Oree que el edema pulmonar está muchas veces intimamente aso-
ciado con la dilatación aguda del corazón.
El Dr. W. H. Thompson dijo que hace diez años expuso lo poco que se
conoce de la patología del edema. Heideñhein, que ha estudiado con más
detenimiento que nadie todo cuanto se relaciona con el edema pulmonar,
manifiesta que nada sabemos respecto á la patología del edema. Osler ha
dicho también que uno de los asuntos que menos conocemos es el edema,
debido á la circulación venosa.
El Dr. Eieiman manifestó que, cuando el pulso es duro y lleno, está in-
dicada la sangría, indicación sobre la que cree conveniente insistir.
Prsiién sanguínea sn la insuficiencia mitral.— El Dr. ^. J. McCallum dijo
que la presión sanguínea desciende en todos los casos de insuficiencia mi-
tral, á causa de la distensión de los vasos pulmonares al terminar el sísto-
le. A consecuencia del retroceso de la sangre á los pulmones, se produce
en la circulación pulmonar una onda de reflujo. No se observa de ordinario
signo alguno que pruebe que la circulación pulmonar sea influida por las
ondas de este género, pero en la insuficiencia mitral la congestión consecu-
tiva es muy marcada.
Prssién sanguínea venosa y artsrlai.— El Dr. H. Sewall refirió una serie
de experimentos practicados para estudiar la presión venosa y sus relacio-
nes con la arterial. La circulación puede dividirse en dos áreas: somática y
esplácnica; la presión sanguínea arteriales influida en alto grado por la pre-
sión en el área esplácnica. La gravedad aumenta la presión ; por este mo-
tivo es mayor cuando el individuo está en pié ó eleva las manos por enci-
ma de la cabeza. Saca de sus experimentos las conclusiones siguientes: La
presión sanguínea en las venas superficiales depende de la relación entre
el aflujo y la salida de la sangre. El primero es exagerado en alto grado
por el ejercicio muscular y algo por el calor. La última disminuye por el
frío, que contrae las venas, y por todo obstáculo que se oponga á la entra-
da de la sangre en el corazón. La presión sanguínea se eleva en unas per-
sonas y en otras desciende durante la digestión. El aumento en este caso
es debido probablemente á la elevación de presión por obstrucción en la
aurícula derecha. Los movimientos respiratorios, además de su efecto as-
75
pirante sobre la sangre Tenosa, tienen nna importancia fundameotal por
favorecer el paso de la sangre defKle las arterias á las Tenas. Darante la
inspiración profunda las venas periféricas se distienden y la presión an*
menta en en interior. A veces se observa el mismo fenómeno darante la
inspiración ordinaria. Las variaciones cardiacas y respiratorias de la pre-
sión arterial son transmitidas con frecuencia á través de los capilares.
Nlcetina y artsrie-«selerssis.— El Dr. /. Adler expuso los resultados de al-
gunos experimentos que ha practicado en unión del Dr. O. Heusel, respec-
to á los efectos de las inyecciones intravenosas de nicotina. Estas inyec-
ciones producen en la aorta de los conejos lesiones casi idénticas á las can*
sadas por la adrenalina y la digital. La regla es inyectar en una vena mi-
ligramo y medio de nicotina pura. Es seguida siempre de una convulsión
típica y violenta. Respecto á este particular no se obtiene tolerancia ni aun
después de un contenar de inyecciones. Pero á los pocos minutos el animal
se restablece por completo y come y ejecuta todos sus actos como de ordi-
nario. En lo referente á las alteraciones de la aorta, unos animales son in-
munes en absoluto y otros muy susceptibles. En algunos se observan ya
lesiones i la décimaoctava inyección, mientras que en otros no existen
después de las 77. Las primeras que se afectan son las células musculares.
Las fibras longitudinales quedan sin afectarse y sólo padecen las fibras
circulares más internas. Cuando el estado patológico es difaso, sobreviene
la distensión aneurismática. Los depósitos calcáreos son muy comunes. Hay
hipoplasia de la túnica intima. Las fibras elásticas desempefian un papel
pasivo. Ceden después de algún tiempo, al hacerlo el músculo, pero no
existe en ellas proceso patológico activo.
El Dr. «7. ¿. Mller dijo que ha conseguido producir la tumefacción de las
fibras elásticas inyectando cloruro de bario. Coloreando los tejidos afec-
tados se descubrió en ellos la degeneración. Esta forma de alteración arte-
rial es muy parecida á la arterio-esclerosis ordinaria humana.
El Dr. •/. Collina manifestó que la inyección intravenosa de nicotina pura
es cosa muy distinta de la absorción de esta substancia por los fumadores.
Ha practicado una serie de experiencias en conejos, sometiéndolos duran-
te un periodo prolongado á la inhalación del humo de tabaco. Para ello los
encierra en una cámara en la que se quema esta planta. Los animales so-
metidos á estos experimentos no han tenido convulsiones ni aumento de la
presión sanguínea.
El Dr. B, A, Haré indicó que estas observaciones practicadas en anima-
les deben ser comprobadas con todo rigor. Un ejemplo típico de esta falta
de comprobación es lo ocurrido hace varios afios con gatos sometidos á la
acción del cloroformo para conocer los efectos de este medicamento sobre
los ríñones. Se encontró uoa capa grasicnta debajo de la cápsula renal;
pero según ha observado después el Dr. Welch, esta capa es normal en los
gatos.
El Dr. Ádler dijo que una serie de experimentos practicados anterior-
mente, han demostrado que el zumo de tabaco administrado por la boca,
no produce efecto alguno sobre la aorta, por cuyo motivo varió el modo de
experimentación. Ha empleado sin éxito varios medicamentos para preve-
nir las convulsiones.
76
lütafieieiioia trieAtpItfe an la anaaia parniclosa. — El Dr. R. B. PrMe dijo
que en an enfermo de anemia perniciosa observó palso en las venas yagu-
lares. La insuficiencia mitral snele observarse en esta afección, pero la tri*
cúspide no habla sido observada hasta ahora. Ha visto despaés otro caso,
lo qne prueba qae dicha insuficiencia es más común de lo que se cree. No
hay edema, ni congestión del hígado, ni disnea, ni cianosis, ni alteración
cardiaca, de modo qae es fácil distinguirla de un verdadero estado patoló-
gico de la válvula tricúspide.
Peligres de la teraeoeentesls.— El Dr. G, G. Seam dijo que el peligro más
grave es la muerte repentina. En 10 casos de este género, 7 de los enfermos
eran nifios. En algunos de ellos habla hepatización pulmonar, y la aguja
del aparato aspirador, al ser introducida, irritó las fibras del vago y
ocasionó la parálisis cardiaca. Uno de los peligros que se citan es el neu-
motorax. Los signos de éste suelen desaparecer sin producir consecuencias
graves. Semejantes accidentes se citan con mucha frecuencia en la litera-
tura médica. El aire no penetra en la cavidad pleurltica por la aguja as-
piradora, sino desde el pulmón.
El Dr. Koplik manifestó que ha visto sobrevenir el neumotorax á conse-
cuencia de la punción exploradora. En un caso observado recientemente,
el enfermo quedó cianósico desde que se practicó la panción hasta la muer-
te. Guando hay liquido en los casos de neumotorax, debe ser extraído.
El Dr. Janeway indicó que el neumotorax consecutivo á la paraoenteais,
es mucho más común de lo que suele creerse.
El Dr. Futcher dijo que el Dr. Emerson ha coleccionado 59 casos de neu-
motorax, de ellos 9 consecutivos á la paracentesis.
El Dr. Shattuck dijo que en la mayor parte de los casos de muerte repen-
tina consecutiva á la toracocentesis, existía probablemente hepatiaación
pulmonar, y que el colapso, causa de la muerte, fué debido á la irritación
producida por la aguja aspiradora.
El Dr. A. Stengel refirió un caso que acaba de observar. A causa de la
mala ordenación del aparato, en vez de extraerse el liquido, se inyectó aire
en la cavidad pleurltica, observándose el accidente á causa del gorgoteo
qne se produjo. No hubo complicación alguna, y el enfermo curó perfecta-
mente.
El Dr. Thayer citó hechos parecidos de inyección forzada de aire en la
cavidad de la pleura, por error. El único resultado fué la molestia para el
enfermo, porque el aire se absorbió sin producir incidente alguno.
El Dr. Billing dijo que en el tratamiento aconsejado por Murphy contra
la tuberculosis, que consiste en inyectar, en la cavidad pleurltica, primero
aire y después nitrógeno, con objeto d^ inmovilizar el pulmón afectado, se
han observado algunas consecuencias graves, pero rara vez. Los accidentes
puede decirse que son contadisimos, aunque el tratamiento se ha empleado
en varios cientos de casos y durante mucho tiempo.
El Dr. Meltter manifestó que si el aire penetra en la cavidad pleuritioa
es absorbido. Cuando la pleura está enferma, el aire no se absorbe y difi-
culta así la función pulmonar.
Hipertensión arterial crónica.— El Dr. T. Janeway dijo qne la hipertensión
arterial es sólo un síntoma^ pero bastante importante por si mismo, además
1
de loe estados en que se observa. Aanqne suele ser compensadora, hay en
ella otros elementos que merecen ser tenidos en cnenta. ün factor qae no
se ha tenido en cuenta en el estadio de la arterio- esclerosis es la nutrición
deficiente del organismo. Las alteraciones arterio esclerósicas de las coro-
narías y la tendencia á las degeneraciones inherentes á la vejez, son desfa-
vorables para la formación de un nuevo miocardio. Debe también tenerse
en cuenta lo que el organismo exige de la circulación, y la posibilidad de
que un corazón hipertrofiado se atrofie á causa del reposo físico y mental
en la sala de un hospital. Indudablemente en un ndmero reducido de en-
fermos, en los que la arterío* esclerosis hace continua la presión sanguínea
elevada, ésta debe ser una necesidad fisiológica para mantener en buen es-
tado la circulación abdominal.
£1 problema de la hipertensión nefrítica es mucho más complicado. Los
experimentos fisiológicos y la observación clínica han hecho desechar to-
dos los mecanismos más sencillos y las teorías químicas como las de Trau-
be, Johnson, etc. La nefrectomía doble no eleva, por regla general, la
presión sanguínea, y la hipertensión es más frecuente en el tipo de nefri-
tis, en el que la retención de productos de consunción nitrogenados es
menor.
Las lesiones anatómicas producidas por intermedio de las arterias esplác-
nicas desempeñan indudablemente un gran papel en la génesis de la hi*
pertensión en la nefritis, igual que la hipertrofia cardíaca, pero son tam*
bien, según toda probabilidad, secundarias. 6e ha observado la hiperten-
sión en las veinticuatro horas siguientes al principio de la nefritis aguda
esearlatinosa, cuando no puede invocarse la existencia de lesiones anató-
micas. Otro argumento de gran peso contra el aumento de resistencia pu-
ramente anatómico es el alivio temporal, rápido, que se obtiene con la ni-
troglicerína en estos casos, aunque su administración continuada no
produce efecto alguno sobre la presión en general. Este hecho indica un
tonus vasomotor elevado. No se ha demostrado que sea debido á la visco-
sidad mayor de la sangre. La hipótesis primitiva sostenida por Bríght y
Benator, respecto á la génesis de la hipertrofia cardíaca, á saber, la excita-
ción primitiva del corazón, no explica la hipertensión cuando la circulación
esplácnica es normal.
Según la última teoría emitida por Loeb, de la clínica de Krehl, la hi-
pertrofia es concomitante con las alteraciones de los glomérulos, y depende
probablemente de un reflejo general consecutivo al tonus vasomotor, el cual
es despertado porque la vasodilatación local no basta para asegurar el
riego sanguíneo necesario á los glomérulos enfermos. Esta constricción re-
fleja despertada por los glomérulos y susceptible de aumentar cuando au-
mentan en la sangre los productos de consunción metabólica que necesitan
ser expulsados, más la resistencia periférica constantemente en aumento,
igual que la fuerza del corazón, secundarias á la hipertrofia de la pared
arterial y del miocardio, concuerdan perfectamente con loe hechos cono-
cidos.
El único mecanismo que puede invocarse para explicar estos casos son
un espasmo artería! persistente, de origen tóxico, incapaz de ser producido
en los experimentos fisiológicos y el aumento del tonus vasomotor debido
78
á reflejos del encéfalo ó de óteos órganos importantes. Erehl ha eneontrar
do, al hacer las autopsias, lesiones extensas de las arterias encefálicas.
6ea cnal faese sn mecanismo prodactor, es indudable que la hipertensión
reyela nn esfuerzo del organismo para mantener un riego sangnineo sufi-
ciente en el rifión ó en otro órgano importante, riego que seria imposible
sin ella A decir verdad, es un eintoma de enfermedad; pero no es menos
cierto que indica una reacción de defensa del organismo contra la enferme-
dad. Este concepto es la base de un tratamiento racional.
Mas este asunto puede ser considerado desde otro punto de yista comple-
tamente distinto. La persistencia de la presión sanguínea elevada ya se-
guida de modificaciones importantes, tanto en la estructura como en la
función de los órganos circulatorios. Además de la hipertrofia del Tentri-
culo izquierdo y de las lesiones arteriales, disminuye la distensibilidad
de las arterias cuando se eleva la presión intra arterial, produciendo un
aumento de la presión sistólica y rapidez de la onda pulsátil que predispo-
nen á la ruptura de cualquier punto débil. Se altera la regularidad vaso-
motora, y al exagerarse el aumento fisiológico de la tensiói) normal or-
dinaria, suelen iniciarse ataques de angina de pecho. Pueden presentarse
por causas poco conocidas. Crisis de hipertensión, por ejemplo, la uremia
aguda. El peligro que más debe prevenirse es la insuficiencia del ven-
trículo izquierdo con la estancación venosa pulmonar y general por una
parte, y los trastornos de la circulación capilar por otra, fenómenos que
exageran el trastorno primitivo.
El tratamiento preventivo tiene por objeto contener ó mejorar la enfer-
medad primitiva. Consiste principalmente en los medios generales higiéni-
cos y dietéticos aconsejados contra la nefritis crónica. El efecto de la quie-
tud y del régimen lácteo en la» exacerbaciones de la nefritis, se aprecia
perfectamente por el esfigmógrafo.
Antiguamente se procuraba por todos los medios posibles disminuir el
aumento de la tensión sanguínea. Por fortuna, como dice Krehl, estos es-
fuerzos resultaban casi siempre inútiles. Este fracaso de loe vasodilatado-
res para rebajar el nivel general de presión en estos casos, ha servido más
para perder fe en los- medicamentos que para conocer la lucha del organis-
mo para defender la vida, á pesar del médico. El descenso de la presión
' sanguínea, sin otra prueba de mejoría, marca de ordinario el principio de
la insuficiencia cardíaca y exige el empleo de la digital. Las indicaciones
para este medicamento son las mismas con hipertensión que sin ella, y debe
emplearse cuando existe la asistolia, sin tener en cuenta el estado de la
presión sanguínea. El aumento de la presión sanguínea indica muchas ve-
ces que se ha triunfado del ataque.
El tratamiento de urgencia comprende todos los medios útiles en estos
momentos dramáticos. Los vasodilatadores están indicadísimos en dichos
casos y son indispensables. La nitroglicerina y otros nitritos en los ataques
de angina de pecho y de asma cardíaca, la sangría y la narcosis blorofór-
mica ligera en la uremia, son medios bien conocidos de todos.— F. Tolbdo.
(Coneluirá).
79
PERIÓDICOS
Ambiitpía qaíniea. — Refiere el Dr. Miller nn caso de ambliopia que se
presentó en nn capitán de barco á consecuencia de haber estado tomando
la qninina durante varías semanas. La agudeza visaal descendió á Vg on
ambos ojos, tanto que el paciente no podía ni leer ni escribir. Además
existía una reducción manifiesta en el lado externo del campo yisual, y al
examinar el fondo del ojo, se encontró muy pálida la papila j sumamente
delgados los vasos retiñíanos.
El restablecimiento de la facultad visual se logró rápidamente, suprí-
miendo la quinina y administrando la nitroglicerina al interior.
{Brit Med, Joum.). — R. del Vallx.
La detinftccién en el oineer utertnt intperable. — El Dr. H. Fueth ha em*
picado un nuevo medio de desinfección en los cánceres uterínos inopera-
bles. Practica irrigaciones intra-uterínas con una sonda de doble corriente,
por uno de cuyos conductos se inyecta agua oxigenada (85 cent. cúb. de
una disolución al 8 por 100 de peróxido de hidrógeno en un litro de agua),
y por el otro, una disolución de 2 gramos de permanganato de potasa en
un litro de agua adicionada de 5 cent. cúb. de una disolución de ácido
acético á 80 por 100. Estos dos líquidos no se mezclan hasta su salida de la
sonda de doble corriente; al mezclarse, se produce un desprendimiento ac*
tivísimo de oxígeno en estado naciente. £1 ácido acético que se adiciona
á la disolución de permanganato sirve para neutralizar la potasa caustica
que se forma en contacto del permanganato y del agua oxigenada. De este
modo se obtiene una acción desinfectante y desodorante enérgica.
{Le Bull. Medical, 12 septiembre 1906). — F. Tolboo.
£1 aaltollarteoiatt de meraurie (anasol) an al tratamlanta da la aífilia. — Bf
enesol ó salicilarseniato de mercurio es setenta veces menos tóxico que el
yoduro mercúrico, y mucho menos irritante, de tal suerte que las inyec-
ciones intramusculares de sus disoluciones casi no ocasionan dolor. Ade-
más tiene propiedades tónicas y dinámicas que debe al arsénico que entra
en su composición.
El Dr. Barbulescu ha usado este medicamento con éxito en diversos pe-
ríodos y formas de la sífilis, v. gr., en la iritis, en los gomas del velo del pa-
ladar y en varias sifílides secundarias, y lo aconseja en vez de las demás
sales de mercurio. La dosis diaria es de 6 á 12 centigramos, y cada serie
debe ser de 20 á 80 inyecciones.
( Revista Sanitara Militara). — R. dbl Valle.
La lavadara da aarvaia an las gaatra-antaritis Infantilaa.— £1 Dr. P. Sittler
aconseja en las gastro enteritis infantiles la levadura de cerveza seca di-
luida en agua ó en la infusión fría de té que se dulcifica con la cantidad ne-
cesaria de azúcar. La dosis varía de 1 á 8 gramos de levadura por día. A la
80
▼ez debe emplearse la dieta hídñca ó ud régimen alimenticio apropiado se-
gún las circnnstancias. Con esta medicación los TÓmitos tardan poco en
cesar, las deposiciones pierden sn fetidez y los demás trastornos desapare-
cen también. Estos resaltados se obtienen ann en las gastro-enteritís gra-
ves qne yan acompafiadas de fiebre. Algunas gastro-enteritis refractarias
i los calomelanos, al bismuto, i las preparaciones tánicas y loe layatorioe
del intestino curaron con la levadura.
[Bull. Medical, 19 septiembre 1906). — F. Tolrk).
8i|iiifleteiéii da les espíes eardíaees qae se eyen ea el corsé del reosiatisflie
articular afode.— £1 Dr. Roesi demuestra con las historias de varios casos de
reumatismo articular agudo, de la clínica de Genova, que antes de haber
terminado un ataque de dicha enfermedad, no es posible formar juicio acer-
ca de la significación ydel valor sintomático de los ruídoe cardíacos de so*
pío que se perciben á veces en el curso de tal padecimiento.
(Qatt. degli ospedali é delU clin,), — R. dkl Valije. ^
Tlpes de eepeis puerperal.— El Dr. W. 8. Stone divide la sepsis puerpe-
ral en dos clases : tozemias é infecciones generales. Las toxemias compren-
den los casos que resultan de la absorción de los productos putrefactos de
las bacterias saprofíticas y de los productos de las bacterias patógenas. Las
primeras comprenden la mayor parte de los casos de fiebre puerperal. Las
segundas son también muy frecuentes. Las infeccioues generales las divi-
de en tres clases : fiegmatia alba dolens; los tipos llamados generalmente sep-
ticemia, piemia ó septicopiemia; y el tipo peritoneal, que es generalmente
incurable con el tratamiento empleado hoy. Este tipo merece un estudio
detenido, que permitirá quizá conocer los meiios quirúrgicos susceptibles
de curar las enfermas. — {The Medical Record, 11 agosto 1906). — F. Toledo.
Las afttsienes frías en el delirium tremens. — El Dr. Broadbent refiere ha-
ber empleado con resultado excelente las afusiones frías repetidas en los
Casos de delirium tremeus. 6e desnuda el paciente y se le acuesta sobre una
tela impermeable ; hecho esto, con una esponja empapada en agua helada,
se le lava rápidamente la cara, el cuello y el pecho; después se secan con
una toballa turca. Esta operación se repite una ó dos veces; luego se vuel-
ve el paciente boca abajo y se lava y seca sn cara, su superficie dorsal, de
la misma manera. Al poco tiempo suele tranquilizarse el enfermo y al fin
conciliar el sueño.
El procedimiento es muy conveniente, sobre todo en las casas particula-
res en que no se dispone fácilmente de bafios y también en aquellos enfer-
mos en que no parece oportuno el empleo de los narcóticos á causa de exis-
tir albuminuria ú otras afecciones que lo impidan.
Por último, el hecho de sobrevenir el delirio en el curso de una pulmo-
nía, no contraindica el procedimiento de las afusiones frías.
{Brit, Med, Joum,), — R. DitL Vallx.
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
UN CASO DE PERFORACIÓN INTESTINAL SIN OOLOR
DOCTOR D. JUAN MADINAVEITIA
Médko da número, por oposición, del HoeplUl proTineUl de Madrid.
Hace tres meses, fui llamado en consulta para ver á un señor de
cincuenta años, que padecía una tifoidea de poca intensidad, pero
con ligera nefritis. Siguió un curso regular durante dieciseis ó die-
ciocho días, y al cabo de ese tiempo, me llamaron nuevamente,
porque se había presentado un accidente grave.
Unas horas antes de verle yo se había sentido malo repentina*
mente, y los compañeros que le asistían pudieron comprobar un es-
tado de verdadero colapso, con falta dé pulso. Después de varias
inyecciones de alcanfor, cafeína, etc., se había hecho perceptible el
pulso, que era pequeñísimo, irregular y tan frecuente, que no se po-
día contar.
¿Cuál era la causa de este estado? ¿Era de origen cardiaco ó po-
dríamos encontrar en el vientre la causa? Me dijeron que no había
dolor ni timpanización, ó más bien aumento de volumen de vientre.
Al reQonocerle, pensaba en una hemorragia intestinal, perforación,
hemorragia del páncreas, etc. Podía haberse producido la hemorra-
gia en el intestino y no haber salido aún la sangre al exterior; pero
la percusión nos hubiera dado sonido mate, y en este caso daba soni-
do claro, así es que desechamos en seguida esta idea. Para ver si ha-
bía perforación, fuimos á buscar la macidez del hígado, y vimos que
había desaparecido. Este síntoma tiene toda su signiflcación en este
j|áso, porque no estaba abultado el vientre. Sabido es que el hígado
gira alrededor de su eje transversal, y que cuando hay ascitis, gran
Aflo XXX. — Tomo LXXIII.-Núm. 051.— «1 Octubre, 1900. 7
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tímpaoizaelÓD de TÍentre 6 algo que pueda reehazar el hfgado ha-
cía arriba, ee preeeeeota á Teees eólo el borde ínfeñor contra la pa-
red torácica, j en eaoa casca desaparece la macidez hepática, am
que haya aire en el peritoneo. Cuando haj neomotórax en ^ lado
derecho, poede eaceder lo miemo, por on mecaniamo distinto.
Al diagnosticar la perforaci6n, por la desaparición de la macidez
hepática, tratamos de aTerígnar las condiciones en qae se habla
producido j sapimos que, faltando á lo que se le había ordenado,
bajó de la cama para defecar, j se sintió de pronto tan mal, que
llamó á sus hijos creyendo que se moría. La causa de la perfora-
ción era mujr evidente, j aun cuando faltaba el dolor j la timpani-
zacíón grande del vientre, no dudamos en el diagnóstico.
El problema que se planteaba inmediatamente era el del trata-
miento. Sabido es que hoy se aconseja la intervención qairúrgica
en estas perforaciones, j que las estadísticas que se citan son cada
vez más favorables, en los casos de intervención muy inmediata á
la perforación, antes de qu#se desarrolle una peritonitis generali-
zada; pero ¿podíamos aconsejar la intervención con la depresión
cardíaca que existía en este caso? Los cinco compañeros que nos
reunimos, opinamos que no era prudente la intervención, á pesar
de estar convencidos de que abandonado á sí mismo el enfermo, se
moriría. Se insistió en la necesidad de seguir con los tónicos cardía-
cos y los opiáceos, absteniéndose de darle alimentos, bebidas ni me-
dicamentos por la boca. Se convino en ponerle, cada seis horas, un
enema de 250 gramos de agua templada, para que lo at>8orbiera y
no le faltaran líquidos para la eliminación délos productos tóxicos.
Se pronosticó el aumento de timpanización, la peritonitis y la pro-
babilidad de que se desarrollara pleuritis, porque la pleuritis acom-
paña á la peritonitis con muchísima frecuencia.
A las cuarenta y ocho horas tenía el enfermo un aspecto mejor,
porque había desaparecido el colapso cardíaco y se había regulari-
zado el pulso, pero mi pronóstico era tan malo como en los prime-
ros momentos, porque había más timpanización, algún vómito,
ruido de roce pleurítico en el lado derecho, en el sexto espacio, por
delante; 120 pulsaciones, para 38^, lo cual correspondía muy bien á
su peritonitis; cara abdominal y lengua puntiaguda con las papilas
muy marcadas. Se murió del cuarto al quinto día de la perforación.
Yo he hecho la autopsia de otros dos tifoideos que se murieron de
perforación intestinal y los dos se murieron del tercero al quinto día., ^
La perforación pasa desapercibida en muchos casos graves, si no se
83
busca con cuidado. De esos áoU casos uno era grave y otro no, pero
los dos tuvieron dolor, uno de ellos muy intenso y el otro poco acen-
tuado. Se pudieron diagnosticar bien en vida por la desaparición
•de la macidez hepática.
En el caso descrito, lo más notable es la falta de dolor; pero yo he
iristo bastantes casos de peritoiiitis (con autopsia), en los cuales el
dolor es muy poco acentuado, tanto el dolor espontáneo cotíio el
provocado por la presión. Se dice que las visceras abdominales son
insensibles al doldr lo mismo cuando se cortan, se cauterizan^ etcé-
tera, y se supone que sólo el peritoneo parietal es sensible. Teniendo
•esto en cuenta, no deben extrañarnos estos caso% de perforación
«in dolor, aun cuando en la mayor parte de ellos hay dolor; porque
antes de la perforación se han producido inflamaciones alrededor
de la úlcera, que pueden provocar el dolor por linfangitis ó cual-
•quier otro mecanismo.
Recientemente he hecho yo dos autopsias de peritonitis generali-
zada. Uno de ellos tenia dolores muy intensos espontáneos y á la
presión. La peritonitis era principalmente parietal y habia varias
asas intestinales (del yeyuno), fuertemente adheridas á la pared
anterior del vientre. El otro tenia ligera peritonitis generalizada y
muy intensa sobre el hígado. Era un caso típico de pericolecistitis,
con fuertes adherencias dala vesícula al colon transverso y al duo-
deno, producidas en un ataque anterior. Dentro de la vesícula había
13 cálculos. Este tenía muy poco dolor espontáneo y el provocado
'era también muy poco intenso. Como se ve, estos dos casos concuer-
dan con la hipótesis de que duele el peritoneo parietal y poco ó nada
«1 visceral.
Teniendo en cuenta el caso de la perforación y estos dos últimos,
concederemos cierto valor al síntoma dolor en la peritonitis, pero
de acuerdo con lo que hoy se dice, no negaremos la existencia de la
peritonitis, porque falte el dolor.
1
-4^»^^^-
84
ESCARLATINA A ]^E0ID1VAS
(SIETE REINFECCIONES)
D. ANTONIO MARTÍN MENÉNDEZ
Ex-médleo d«l Hofpttal Militar d« Mahón.
Ofrécenos de continuo la clínica observaciones tan curiosas, mu-
chas de ellas desconocidas hasta un momento determinado, que aF
hombre más estudioso é investigador escapan, sin género de dudft
alguna, la explicación y el por qué de ciertos fenómenos patológi-
cos, no siempre de fácil solución, por no consentirlo la índole de 1&
ciencia biológica.
El caso que motiva la siguiente historia bien merece los honores-
de la publicación, ya que seguramente no habrá muchos como el
por mí presentado. Sin yo dudar del crédito que los lectores de esta
Revista concederán desde luego á semejante diagnóstico, quiero»
tan sólo para honrar más este trabajo y hacer resaltar doblemente
su importancia, citar los nombres de los profesores médicos que tu-
vieron ocasión de examinar al enfermo aludido en distintas épocas,
siendo aquéllos los Dres. Gómez Tornell, Ustáriz, Figueroa, Sáez,
Herguetfi^ Codina, González de Castro, Torregrosa y quien tiene el
honor de suscribir esta historia. Cada uno de los mencionados pro-
fesores.no vacilaron en diagnosticar la enfermedad de exantema es*
carlaiinoso^ habiéndolo formulado igualmente en la última infección
el Dr. Codina Castellví, ^uien á !a indiscutible competencia y auto-
ridad cientiflca de los restantes comprofesores, reúne la doble cir-
cunstancia de haber tenido á su cargo durante varios años la clí-
nica de enfermedades eruptivas en el Hospital Provincial de Madrid
y ser autor de una notable obra que trata de dichas infecciones.
Cuenta nuestro joven enfermo (hijo del eminente y malogrado ci-
rujano del Hospital General Dr. Gómez Pamo) veintiún años, y
reñere que á los siete,* y en el mes de mayo, fué atacado del primer
brote de escarlatina, precedida ésta de una angina eritematosa, si-
guiendo la infección un curso normal y benigno, descamándose en
la forma peculiar de esta afección, ó sea en grandes porciones de epi-
dermis. Terminada la descamación, y próximamente á los cuaren-
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ta días de haber enfermado, le dieron un baño por prescripción fa-
cultativa, á temperatura de 32^ á 33^, y según manifiesta el paciente,
al salir del agua ya se encontró mal, hasta el punto de tener ese
mismo día fiebre, la cual fué progresivamente aumentando, y al
«igufente día una nueva angina sfrvió de comienzo á nuevo brote
de escarlatina (núm. 2), máe( intenso que el anterior, tanto respecto
ásu duración cuanto á la extensión del exantema, descamándose
con suma lentitud y en forma tal, que recuerda la familia del histo-
riado se desprendían los trozos de epidermis en algunas regiones
completamente enteros, entre ellos los dedos de las manos y plantas
4e los pies. Ni en este segundo ataque ni en e) otro hubo la más pe-
queña cantidad de albúmina en la orina. Restablecido por completo
-de esta nueva reinfección, transcurrieron diez años sin novedad al^
^una, y al cumplir los diecisiete, y en el mes de febrero, de nuevo
-el germen de la escarlatina apareció en el acondicionado organismo
del sujeto, haciendo el número 3, precedido igualmente de angina,
siendo la erupción más extensa en las manos y pies, resultando el
periodo de descamación si, en grandes porciones ó trozos, pero muy
Jento, por cuanto duró tres semanas; tampoco en este ataque se
evidenció cantidad de albúmina alguna. En este mismo año, y en
ios últimos días del mes de junio, el cuarto ataque de escarlatina
sorprendió una vez más al enfermo y no menos á la familia y mi6di«
eos encargados de su asistencia, ofreciendo aquól la particularidad
de no existir angina de periodo de invasión, y sí, en cambio, una
intensa neuralgia dentaria y también frecuentes y violentos vómi-
tos la víspera de aparición del exantema, no deteniéndonos á des-
cribir el curso de esta reinfección por carecer de interés clínico.
Transcurrido un año, y en el mes de febrero, el estupor en todos fué
la consecuencia al ver reaparecer en el enfermo un quinto ataque,
«ir viendo á éste de período prodrómico un acceso de gripe, con
temperatura elevada (sin angina peculiar), y como la vez última,
irecuentes vómitos; en cambio, la erupción fué acentuada, siendo
largo el período de descamación y de convalecencia. El mes de
marzo del presente año fué el preferido por el germen escarlatinoso
para hacer la sexta aparición en nuestro castigado enfermo, pero
«6ta vez sin molestia alguna ni fiebre, apreciando tan sólo el pa-
ciente el color rojo subido del exantema en muñecas, muslo izquier-
do y labios (que se inflamaron bastante); no llegó á alterar su géne-
ro de vida ordinaria; se hizo analizar la orina y hubo de apreciarse
tina cantidad de albúmina, no dosificada, pero sí muy pequeña; la
86
descamación comenzó á iniciarae en pequeñas porciones^ y coanda
aún reataban sitios por desprender (piernas y pies); y habiendo lle-
gado en estas condiciones el df a ^ del pasado abril, sintióse acome-
tido de ona molestísima y pertinaz neuralgia dentaría, y sospechan-
do pudiese depender de la caries de algún hueso de la boca, hlzose^
examinar dicha cavidad por un profesor dentista, el cual hubo do
prescribirle un calmante, no obstante el cual no cedió la neuralgia,.
y al cumplir las cuarenta y ocho horas de iniciarse ésta, la tempe-
ratura se elevó bruscamente á 39^, amaneciendo al siguiente día
con el séptimo brote de escarlatina, más acentuada en la mitad iz-
quierda de la cara, lengua, velo del paladar, parte superior del pe-
cho, muñecas» manos, piernas y pies (no hubo angina). La gráfica
térmica en* esta infección presentó la particularidad de sufrir un
rápido descenso, pues después de los 39^ bajó al siguiente día á 38®,
á 37 t/2 al siguiente, y de aquí en adelante se mantuvo apiréuco. Loa
dos análisis hechos en la orina no acusaron albúmina. La descama-
ción esta vez comenzó por las muñecas, palmas de las manos, de-
dos, talones, etc. Hoy, día 20 de septiembre, se encuentra el enfermo
totalmente restablecido, aun cuando con el consiguiente sobresalto-
de recibir otra vez más las caricias de tan inoportuno huésped.
Hemos terminado la parte expositiva de esta excepcional historia,
la cual se presta desde luego á ligeras consideraciones derivadas do
la naturaleza del proceso; dichas consideraciones se refleren, la
primera, á investigar la razón del por qué de la inextinguibilidad
vital del germen escarlatinoso en este enfermo, vitalidad demostra-
da á mi entender por el sólo hecho de que las siete infecciones re-
gistradas fueron originadas, la primera sin tener duda en ello,
por contagio, pero en cambio las seis restantes sobrevinieron por
auto-infección ó infección autógena, y claro se está que para
ello tuvo que mantenerse en estado latente el germen patógeno en
las temporadas que mediaron de brote á brote, reviviendo por con-
secuencia de las favorables condiciones de verdadera idiosincrasia
morbosa del sujeto paciente, y como no creo inverosímil ni despro-
visto ^de razonamiento admitir que en la saliva y moco de la cavi-
dad bucal en sus diferentes regiones anfractuosas es dónde segura-
mente perdura el agente productor del exantema referido á este me»
canismo evolutivo, debemos atribuir, repito, las seis escarlatinas su-
fridas. Vienen en apoyo de esta hipótesis los experimentosde Hicker>
experimentos que cita muy oportunamente el Dr. Codina en su obra
de enfermedades eruptivas y que se refleren aquéllos á demostrar
87
la virulencia y contagiosidad del moco de la garganta y boca del
escarlatinoBo cuando se hacen inoculaciones en la piel. Otra parti-
cularidad digna de anotarse es la referente á la intensidad, forma
de invasión y sintomatologla de cada uno de los ataques sufridos,
por cuanto hemos podido observar la marcada virulencia de algu-
no y en cambio la extremada benignidad de otros, como ocurrió
con el sexto, en el cual el enfermo no interrumpió su vida ordina-
ria; asimismo la forma de invasión no deja de ofrecer particularida-
des una vez que el comienzo en tres ataques se manifestó por neural-
gias dentarias y por gripe, y en lo que se reñere á la sintomatologla
ésta no ha podido ser más atipíca, y lo demuestra asi, tanto las par-
ticularidades de la temperatura cuanto la forma de descamación en
los siete ataques, no dejando de llamar la atención la reacción al-
buminosa de la orina, pues que aquélla sólo hubo de manifestarse
en el ataque ó brote m&s ligero. Después de todo lo dicho nada ten-
dría de extraño no fuese esta la última vez que recidivase la escar-
latina, máxime cuando á mi modo dQ ver y según dije ya, el germen
persiste en estado latente en el moco de alguno de los repliegues de
los pilares ó quizá en las fosas nasales. A conseguir la destrucción
completa del germen infectivo hemos de dedicar nuestros esfuerzos
profesionales, y para ello trataré de emprender una enérgica cam-
paña de desinfección en las regiones anatómicas cuyas mucosas sir-
ven de apropiado terreno de cultivo al agente -microbiano, llegando
hasta, si es preciso, á la pirocaustia.
He terminado cuanto de nuevo creo encierra la presente historia,
no sin antes consignar una gran verdad y enseñanza que se des-
prende del citado caso, á saber: que en medicina, el enfermo es un
libro abierto, en cuya última página jamás debe estamparse la pa-
labra fin.
88
REVISTA DE HIGIENE
DOCTOR DON RAFAEL RODRÍGUEZ MÉNDEZ
C«t«dritko U Hlglraa •■ l« fmtaHU d« MedSeiaa d« B«r«loM.
8uM ABio : I. Relaciones entre la metereología y la hemorragia cerebral.-*
II. 8ol>re las horas de saeflo de los niftos.— III. La enfermedad de los pes-
cadores de esponjas: hematomielia.— lY. Generalidades sobre parásitos.
—V. Una epidemia de disenteria bacilar.
I. Las relaciones entre la meteorología y la hemorragia cerebral
no han sido objeto de estudios muy detenidos.
R. H. Watter llamó la atención sobre el papel que en la apoplegia
de los predispuestos juega una presión barométrica elevada^ espe-
cialmente después de una depresión más ó menos continua; la ac-
ción seria nociva sobre arterias ya frágiles. León y Barton han re-
ferido el hecho, no á la presión, sino á las oscilaciones térmicas.
Más* recientemente Russell, habiendo reunido, con otro objeto, to-
dos los casos de liemorragía cerebral recogidos en Birmingham Ge-
neral Hospital, desde 1885 hasta 1902, se propuso estudiar las rela-
ciones entre los accidentes meteorológicos y este otro accidente
morboso, pero deduciendo los enfermos anteriores á, 1891, pues has-
ta este año no se hizo la publicación periódica de las observaciones
meteorológicas. Quedaron, en suma, 66 casos mortales, en los cua-
les la autopsia probó el hecho de hemorragia cerebral, y 62 no mor-
tales, cuyo diagnóstico no es, por tanto, tan cierto.
Siendo la presión barométrica de 73'44 milímetros, por término
medio, nota Russell que de los 66 casos mortales, 37 ocurrieron cuan-
do la presión estaba por encima de la media y 29 por debajo; y de
los no mortales, 34 y 28 respectivamente. En resumen, las hemorra-
gias cerebrales son más frecuentes (5 : 4 ó más exactamente 71 : 57),
cuando la presión es elevada.
Ha investigado, además, si aparte de la altura absoluta del baró-
metro, tenían influencia las variaciones de presión, y encuentra 71
casos mientras la columna subía y 57 mientras bajaba. >
Respecto á la temperatura, el autor confirma la idea de que son
más frecuentes las hemorragias cerebrales en el invierno que en el
verano. De 241 casos admitidos en el Hospital desde 1885, hubo 134
de noviembre á abril, y 107 de mayo á octubre. Mas aparte de esta
\
89 ...
influencia estacional^ no cree que los cambios térmicos tengan va-
lor etiológico por si mismos: apenas si se nota un ligero aumento
cuando el termómetro sube.
En cuanto á los vientos» los de baja presión son los más íovora-
bles á estas hemorragias (92 casos por 36 en que la presión era infe-
rior á la media). Un viento de baja presión coincidente con alta pre-
sión barométrica, parece constituir las condiciones más favorables
para la hemorragia {The Lancet, 1906).
II. En el país de los sports^ en Inglaterra, los más eminentes mé-
dicos é higienistas han pedido á The Times (diciembre de 1905), hos-
pitalidad para publicar una carta relativa al reposo de los escola-
res, al sueño de los alumnos, no bien entendido ni atendido todavía.
Demandan nueve horas de sueño en verano y nueve y asedia en in-
vierno por término medio.
El perjuicio que se causa á los niños que trabajan mucho y no
duermen lo suñciente en la época del desarrollo, es considerable:
pierden atención, se fatigan pronto hasta en los juegos y recibe su
cerebro un ataque del que tal vez no se reponga nunca y que podrá
llevarles á la impotencia, quedando menos prestos para «la lucha
por la vidai.
E. Perier, aprovechando esta ocasión, insiste sobre el tema (Les
heures de sommeil dans Venfance.^Ann. de Méd. et de Chir. infan-
tiles, 1906). ^
No sabemos lo que es el sueño, pero sí que nos sirve de reposo para
todo el cuerpo, cuya actividad queda transitoriamente suspensa;
después de él se entrega mejor el hombre al trabajo intelectual y al
manual con más energía ; representa un tercio de nuestra vida, re-
para fuerzas, permite el reposo de los músculos, sentidos y espíritu,
y lo ^exige la vida de relación.
Hufeland {L'art de prolonger la oie)^ dice que está destinado á de-
tener el curso del «consumo vital» y á impedir una destrucción rá-
pida; regulariza la vida como al reloj el péndulo; reposando la vida
intensiva, se alarga la vida total, pues aquélla, prolongada, es ca-
paz de producir una especie de fiebre, la Jlebre de noche. En este mo-
mento el sueño acude en nuestro socorro, nos pone en Atado de pa-
sividad, detiene el torrente del consumo vital y repara las pérdidas.
Nada nos fatiga y abate tanto como el insomnio. Los mismos deca-
nos del reino vegetal, los árboles, no vivirían tanto si no durmieran
durante el invierno. «Quien duerme, come».
Si el hombre hasta cierto punto puede soportar la privación del
90
sueño, no ocurre lo mismo con el niño y el adolescente, cuyo cuerpo
trabaja para el desarrollo y el cerebro se mantiene tenso por el tra-
bajo continuo. Sin 61, enferman y languidecen, y el cerebro es me-
nos resistente.
A los higienistas, no á los maestros, corresponde fijar las horas
de sueño; á ellos se debe que en los Estados Unidos duerman los ni-
ños más que en Europa. De este modo logran mayor actividad en las
mutaciones nutritivas y mayor energía. tEl sueño es el mejor cor-
dial del hombre» (Locke).
El niño recién nacido duerme veintiuna 6 veintidós horas, y asi
puede duplicar su peso en cinco ó seis meses y alargar su cuerpo 20
centímetros en un año.
Hacia el, fin del primer año duerme de doce á quince horas, y poco
á poco se va destetando del sueño del día, y es el de la noche más
prolongado y profundo, especialmente si el niño está sano y vigoro-
so; así agranda 4 á 5 centímetros anuales y aumenta 2 ó 3 kilo-
gramos.
En la segunda infancia, hasta los seis ó siete años, dura el sueño
unas doce horas consecutivas, y diez á los diez años*
Durante la adolescencia, los escolares franceses duermen todo lo
más de siete á ocho horas, y menos los externos que se acuestan
más tarde. Esta ración de sueño es más insuficiente en Francia que
en Inglaterra, y se necesita el concurso de todos para corregir si-
tuación tan lamentable.
III. Un enfermo, pescador de esponjas y procedente de Sfax, in-
gresado en la clínica del profesor Boudet, de Lyon, constituye un
caso raro de las varias formas morbosas que pueden presentarse
en los buzos. Es una hematomielia. El ingreso fué hecho en mayo de
1905, con paraplegia completa de los miembros inferiores. Era bebe-
dor, el día antes del accidente se había embriagado y efectuado el
coito. Había descendido la segunda vez á la enorme profundidad de
72 metros y permanecido bajo el agua cuatro ó cinco minutos. No
sintió molestia alguna hasta dos ó tres minutos de haber salido del
traje de buzo; entonces hubo ruido de oídos, sensación de calor en
el abdomen con náuseas y sin vómitos y dificultad para andar, que
sólo pudo hacerlo apoyándose en la punta del pié. No perdió por
completo el conocimiento y después de hacerle abluciones frías fué
colocado en la cama. A las cuatro horas estaba paralizado de loe
cuatro miembros, tenia espasmos y dolores en las piernas y se que-
jaba de sed intensa. La orina no era expulsada por completo. La
91
parálisis de los miembros torácicos cesó á los quince dfas, pero que-
daron paraplegia ñáxida y durante un mes retención de orina y
diarrea. Permaneció en cama cuatro meses y á los dos se inició ri-
gidez de las piernas que fué aumentando poco á poco; á la retención
sustituyó la incontinencia de orina y de las materias fecales. Hubo
flictenas en el cóccix y piernas y una escara en el sacro.
Este accidente no es el primero que ha sufrido. En 1901 padeció
uno semejante^ pero transitorio.
Boudet decribe minuciosamente todos los síntomas y deduce exis-
te una parálisis espasmódica con anestesia concomitante provoca-
da por una hematomielia por descompresión rápida, un caso de en-
fermedad de los buzos. »
En esta enfermedad los síntomas son numerosos, pero predominan
'^ los del sistema nervioso. Catsaras, que ha reunido muchas observa-
ciones, los divide en espinales y cerebrales. Los espinales son : par»-
plegia fláxida ó espasmódica (fofma central, espinal, lateral); á las
veces asociación del síndrome espasmódico, con un síndrome fabó-
tico (forma central, espinal, poisterolateral); otras síndrome sólo
sensitivo con desórdenes del sentido muscular con abolición de los
reflejos de los miembros inferiores (forma espinal posterior), ó bien
monoplegia de un miembro inferior con anestesia del otro (forma
intra-espinal), en fln, parálisis radiculares del plexo braquial. Los
cerebrales se revelan por afasias motoras ó sensitivas, epilepsia
jacksoniana, hemiplegia, manía transitoria, vértigo de Méniére y
pérdida del conocimiento ; los casos mortales son siempre apople-
glas cerebrales.
Como accidentes extranerviosos, Catsaras señala dolores articu-
lares y musculares, que simulan reumatismo agudo, hipertrofia
hepática con ictericia, enfisema subcutáneo generalizado y hemo-
rragia del cuerpo tiroides.
Los experimentos y las autopsias han dado á conocer la anatomía
patológica: se trata, sobre todo, de pequeños focos de hematomielia
y de reblandecimiento. En un perro sometido á siete atmósferas y
luego á descompresión rápida (quince segundos), Blanchard y Rey-
naud observaron paraplegia espasmódica del miembro abdominal,
que desapareció por completo; el examen microscópico de la médu-
la demostró pequeños focos hemorrágicos, unos seis ó siete y sólo en
la substancia gris y en toda su longitud menos en el abultamiento
lumbar, y focos de mielitis parenquimatosa, muy extensos y que
predominaban en la substancia bl&nca de los cordones laterales.
92
Bn todos los experimentos las hemorragias eran más graves y fre-
cuentes en el cerebro que en la médula y algunas veces sólo existían
en aquél. Si en las autopsias se ve más reblandecimiento que hemo-
rragia, es poque se hace tarde la investigación. En suma, puede ser
afectada toda la médula menos el asta gris anterior.
La patogénesis es hoy bien conocida. Lo que pasa en U médula
puede ocurrir en otros órganos. Por el aumento de presión^ los ga-
ses de la sangre, CO, y N, se disuelven en cantidad anormal (ley de
Dalton); al cesar rápidamente resultan muy abundantes y se pro-
ducen verdaderas embolias gaseosas en los vasos arteriales, consti-
tuidas casi sólo por N, según Bert. Determinan detención de la san -
gre, isquemia con rablandecimiento y después infarto hemorrágico.
J. Lépine ha demostrado que, además de esta hemorragia por hipe-
remia colateral, hay otro mecanismo : la rotura vascular por rápi-
do escape de los gases, es decir, habria una hematomielia primitiva.
En el enfermo de Boudet la etiología fué clásica. Descenso á 72
metros de profundidad ó sea á presión de 6'99 atmósferas, borrache.
ra el día antes, bebedor habitual y excesos venéreos. Catearas se-
ñala, además, entre las causas predisponentes, el enfriamiento, las
afecciones pulmonares, la comida abundante antes de la inmersión,
la fatiga, todas las cuales se oponen, en su concepto, á la elimina-
ción del exceso de gases que la descompresión deja libres. Los pes-
cadores de esponjas, al final de la campaña, están todos predispues-
tos á ser victima de accidentes*; aquélla dura seis meses, y según el
relato de los interesados, de cada doce hombres que forman la tri-
pulación del barco, al acabar hay, por término medio, cuatro con
fenómenos nerviosos, y de estos cuatro dos terminan mal, en la
muerte.
Es notable que estos paraplégicos, cuando todo parece conducir
á la degeneración secundaria de ios cordones piramidales, curan á
la larga en su mayoría.
Catearas usa una terapéutica muy especial : recompresión á 15 ó
20 meítos de profundidad durante quince minutos, seguida de des-
compresión lenta ; así, dice, se redisuelven las embolias gaseosas
capilares y la sangre arterial, más oxigenada, regeqera los tejidos.
Como profilaxis, debe tenerse en cuenta : 1.^, que la duración de
la inmersión sea proporcionada á la profundidad á que se desciende
y ha de variar entre una hora y algunos minutos, no debiendo ser
aquélla mayor de 45 á 50 metros ; si es de 60 no ha de durar nunca
la inmersión más de treinta minutos ; 2.^, que la descompresión debe
93
ser lenta, ocho ó diez minutos por cada atmósfertf^ lo que no se
practica casi nunca ; 3.^, que como las inmersiones demasiado fre-
cuentes son peligrosas, no debieran efectuarse más de cuatro ó cinco
diarias ; 4.^, que, según la. experiencia enseña, han de ser evitadas
las causas extrínsecas, que hacen más peligrosa la inmersión. (Bo-
lleiino delle Cliniché),
IV. Guiart ha dedicado en ^ste curso, su primera conferencia de
Historia natural médica á generalidades sobre parasitismo.
Habla de la lucha por la vida en los animales, que obliga á aso-
ciarse^ ya á los de la misma especie, ya á los de especies diferentes.
Cuando varios individuos de la misma especie están en intimas re-
laciones unos con otros y tienen uik) ó más órganos comunes, for-
man una colonia (coral, tenia), pero si están libres 6 independien-
tes, viviendo en común, constituyen una sociedad (abejas, hormigas,
hombres). Pero si son de especie difei^nte y viven en común, resulta
el comensalismoy el muiualismo^ la simbiosis ó el parasitismo : el co-
mensal pide al que le alberga su alimentación y hasta con frecuen-
cia su albergue (Remora); el mutualista retribuye el hospedaje
(Adamsia y Bex^nardo el Ermitaño) ; el simbiótico está tan unido á
otro ser, que entre los dos forman uno solo (liquen, simbiosis de un
alga y de un hongo).
£1 parásito se nutre á expensas del que lo lleva, pero en lugar de
matarlo para alimentarse, se contenta con atacarlo cuando tiene
hambre ó se instala á permanencia en él, llegando hasta desarrollar
su prole. Se le puede deñnir: un ser vivo, vegetal ó animal, que
pasa parte ó toda su existencia en la superficie ó en el interior de
otro ser vivo más poderoso qu6 él y á cuyas expensas vive.
Los parásitos pueden ser accidentales^ es decir, que pueden vivir
libres ó como parásitos (miriápodos y larvas de moscas), 6 parásitos
propiamente dichos^ cuyo ciclo vital, aUn cuando sea por breve
tiempo, se efectúa como parásito.
Son errantes los que pasan fácilmente de un ser á otro, ya inier^
mitentes (mosquito, pulga), ya continuos (piojo, sarna) ; son fijos los
que, teniendo residencias muy limitadas, no pueden pasar espontá-
neamente de unos á otros (gusanos intestinales), ya temporarios^
que viven más ó menos tiempo en el ser que los hospeda (unos cuan-
do jóvenes, como las larvas de moscas, y otros cuando adultos, como
el anquilostoma y la nigua), ya permanentes^ que viven en él toda
la vida (triquina).
Hay, por tanto, todos los intermedios entre la vida libre y. la pa-
»4
rasítaría, tiendo dm notar que á medida que el parantíamo ae ma-
nífiesta^máa, la organiíación ae aímplífiea.
Loa/Miráffiot moaoseaof (|m«oc, nno solo; Stwc, huésped) son aque-
llos coya evolación ae efectúa en un solo albergue ; loa keieraxemoB
(cTepoc, diferente) aon loa que necesitan vafios albergues sacesivos,
en COJO caso se dice hay generación aliemanie. Bl ser qne atraTieaa
el parásito dorante ao vida larvaria es el albergne prooisional^ j
dorante la adulta el definitivo. Generalmente el proviaioaai es un
animal acuático 6 herviboro y la larva se aloja en los tejidos pío-
fundos ó en cavidades cerradas ; el definitivo, por el contrarío, es
de ordinario carnívoro y el parásito r^de en los órganos que co-
munican con el exterior, y de ese modo puede expeler los huevos
afuera y diseminar la progenitura. Los parásitos más interesantes
no son siempre los que tienen al hombre como huésped deflniti¥0
(quiste hidatidico, hematozoarfo del paludismo).
Respecto á la acción, la inocuidad se debe en gran parte á la resi-
dencia (habitual); también influyen la virulencia délas toxinas pro-
ducidas y las posibles inoculaciones de la sangre por los parásitos
hematófagos. (Le Progrée medical^ ;906).
V. Refiere Duchesne, de Gournay-en-Bray, una epidemia de disen-
tería bacilar interesante en varios conceptos {Normandie médieaie).
Eli las deposiciondé ha sido encontrado por el profesor Guerbet,
de Rouen, el bacilo que han descrito varios autores, y especialmente
Chantemesse y Widal, Vaillard y Doptei*, Auché, confirmándose una
vez más la especificidad de la disentería bacilar. Duró la epidemia
síeto semanas, hubo 38 casos, 8 de ellos mortales, casi todos niños y
viejos.
Ki cuadro clínico clásico fué completo.
Hecho raro en estos casos : se averiguó el origen de la epidemia.
El primer enfermo fué un joven de dieciocho años, que permaneció
veinticuatro horas en una casa en que había estado hasta cuarenta
y ocho antes un soldado de Compiegne con permiso ; cuando éste
llegó al regimiento estaba enfermo de disenteria y fué uno de los
primeros casos de la epidemia que en esta capital hubo, tanto en la
población civil como en la militar.
El joven presentó los 'primeros síntomas á los seis días y sembró
alrededor la epidemia, tanto en el pueblecito en el que estuvo los
primeros días, en el que hubo tres casos casi inmediatamente.
Bl agua, como vehículo, si ha desempeñado papel, ha sido muy
restringido, pues en la mayoría de casos fué de todo punto imposible
95
determinarlo. En cambio, la rapidez de propagación, los focos de
ordinario contiguos, su agrupamiento en un perímetro limitado,
parecen probar que se diseminó por contagjo, por contacto directo
ó indirecto^ con personas ú objetos contaminados. Es posible tam-
bién que el aire transportara gérmenes procedentes de materiales
infectos vertidos en el campo ó en los estercoleros. Los grandes ca-
lores (25 julio á 20 agosto) han'debido contribuir á la difusión.
BIBLIOGRAFÍA
DOCTOR D. JOSÉ CODINA CASTELLVÍ
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rran, 1905.
Es un articulo de 8 p&ginas en 4.® que respira energía y convic-
ción, que es respetuoso sin perder ocasión de rebatir con toda cla-
ridad el argumento contrario, y que, apoyado en la firme base de los
intereses morales de la dignificada clase de los dentistas (que el se-
ñor Subirana es de los que más la honran, por sus excepcionales
condiciones de inteligencia y laboriosidad) y del público en general,
no descuida la defensa de los intereses materiales á que está natu-
ralmente obligada toda colectividad profesional si no quiere perecer
en esta constante lucha por la vida.
n
Folleto de 12 páginas en 4.° y cuatro figuras originales, donde su
inteligente autor refiere cinco observaciones y alude á algunos ca-
sos que demuestran la posibilidad de conservar las raices de los
96 .jy
dientes, aun en las excepcionales condiciones de haber sufrido dife-
rentes accidentes ó mutilaciones que en otras épocaa y tal vez en
otras manos hubieran sido considerados como francas iádicaciones
de avulsión.
III
Fruto de una laboriosa 6 interesante serie de investigaciones per-
sonales son los cuatro opúsculos que ha publicado el ilustre bacte-
riólogo Dr. Ferrán, de los cuales vamos á dar, en forma sintética,
una idea al lector.
En éste, partiendo de la pluralidad etiológica de la tuberculosis,
admite qt^ue hay un grupo de bacterias que pertenecen al colibacilar
y que llama tuberculógenas, cuyo efecto patógeno consiste en una
flegmasía intersticial del bazo, hígado y pulmones, y secundaria-
mente en una acción tuberculógena adquirida cuando han conse-
guido vegetar en el núcleo de los leucocitos, no siendo necesario que
sean bacterias acidas, como el bacilo de Koch, para que desarrollen
bien dióha acción. De ahí dos razas ó dos períodos de una raza de
bacterias : las primeras que llama tisiógenas y las segundas tuber-
culógenas. En estas ideas funda la creación artiñcial de una inmu-
nidad contra la flegmasía pretuberculosa, inyectando cultivos muer-
tos de bacilos tisiógenos, no ácidos y aun no aclimatados á la vida
endonuclear, con los cuales añrma que también se puede obtener
un suero curativo. Termina este trabajo detallando la forma cómo
debe emplearse el suero antifímico, consignando que, para que se
obtengan con él buenoa. resultados, es necesario que se aplique con
oportunidad, es decir, antes de que aparezca el bacilo de Koch en
los esputos.
IV
El epígrafe de este trabajo revela claramente su contenido : £00-
lución de la tuberculosis provocada en los cobayas por el bacilo tisió^
geno ó espermigeno contenido en los esputos de las personas que pa-
decen tuberculosis pulmonar y género de alteraciones tuberculosas
que pueden eficazmente combatirse por el suero antifímico proceden-
te de los animales inmunizados con las toxinas de dicho bacilo, Y en
efecto, después de aflrmar que el bacilo tisiógeno constituye un es-
tado saprofítico del bacilo de Koch, expone detalladamente la evo-
lución anatomopatológica de la tuberculosis provocada por el ba-
cilo tisiógeno, y acompaña el texto con 12 microfotografías este-
reoscópicas en lo que se refiere á la localización pulmonar del pro-
.97
ceso. De sus originales ideas^ complemento y ampliación de las ex-
puestas en trabajos precedentes, deduce en síntesis que la ñegmasía
inicial 6 pretuberculosa se evita inmunizando Iqs cobayas con cul-
tivos muertos del bacilo tuberculigeno y se cura con el suero de
animales hiperinmunizados con los mismos cultivos. Por fin, des-
pués de algunas consideraciones referentes 4 la complegidad del
problema patogénico, proñláctico y terapéutico de esta terrible en-
fermedad, consigna convencido de que en el segundo período del
proceso un suero curativo no sólo debe contener una antituberculi-
na, sino que también antitoxinas especiñcas, las cuales, según ma-
nifiesta su ilustre autor, no hay ningún suero antituberculoso de los
que se emplean que las contenga.
Es una nota breve presentada al Congreso de la tuberculosis que
se celebró en París en 1905. Fundado en las ideas propias que aca-
bamos de exponer, y ampliadas en el sentido de que la ñegmasía
pretuberculosa es provocada por toxinas isolubles, que á su vez son
las engendradoras de anticorps, y que el tubérculo es provocado
por toxinas ñjas que no determinan la formación de anticorps,
afirma que ha llegado á la solución práctica del problema de la va-
cunación, no contra la tuberculosis, sino contra la infección que la
precede y que conduce á la formación de los tubérculos. Termina
exponiendo algunos hechos experimentales que hablan en protle la
tesis sustentada.
VI
Constituye este folleto, presentado también al Congreso de la tu-
berculosis* que se celebró en París en 1905, una colección de notas
acerca de esta enfermedad/ entre las cuales figura la que hemos
analizado precedentemente, y cuya lectura pondría al lector en ca-
mino de conocer fácilmente la parte fundamental de la obra inves-
tigadora y experimental llevada á cabo por el ilustre bacteriólogo
catalán. Para evitar repeticiones, sólo mencionaremos la nota Vil,
^ donde afirma que entre los cobayas no sólo no se transmite la tuber-
culosis por herencia, sino que ni la predisposición ; al contrario, lo
que se transmite es una ligera inmunidad, afirmación que me re-
cuerda un trabajo del Dr. Lozano, de Madrid, donde se hacía aná-
loga afirmación con respecto á la especie humana.
8
98
BEVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
AfMCM artIéfiCM. — El Dr. Pálido j Fernanda bft publicado acercm de
«8te Monto nn« interesante Jf emoria, de la qne eoiñamoe las eonclnsíones :
c Annqne la Índole de este trabajo bace qne no |meda ser resnmido en
proposiciones brcTcs, capaces de condensar la materia tratada en cada uno
de sns capítulos, para ajnstarme por completo á lo dispuestos en el Regla-
mento vigente sobre Memorias de los pensionados, me permito establecer
las siguientes conclusiones :
1/ La blenorragia es una enfermedad de grares consecuencias indiri*
duales y sociales. 8n preTenci6n más eficaz es fruto del propio esfuerzo.
La acción restrictiTa, forzosamente limitada, del Estado, debe siempre
inspirar una saludable desconfianza. A los Gobiernos, Diputadones, Ayun-
tamientos 7 agrupaciones que gozan de autoridad y medios para imponer-
la, corresponde extender entre el público los conocimientos actuales sobre
la blenorragia, su contagio y prcTención.
2/ El concepto médico sobre la blenorragia se encuentra en plena evo-
lución, y son muchos los puntos obscuros que en él se hallan. Para llegar
á un acuerdo anatomopatológico y terapéutico precisa todavía el esfuerzo
de muchos especialistas.
8.* Continúa siendo indispensable la sonda para el tratamiento de gran
número de prostáticos, aunque es necesario admitir que los progresos de
la cirugía especialista han abierto nuevas vías de curación en enfermedad
que, como la hipertrofia de la próstata, puede acarrear la muerte por tan-
tos y tan terribles mecanismos.
4.* Es mny pronto para proclamar en absoluto como mejor cualquiera
de los procedimientos operatorios de extirpación de la próstata. Es de creer
que la elección de procedimiento dependerá de las indicaciones que haya
de llenar en cada caso. Los adelantos de la ciencia quirúrgica harán menos
peligrosa esta operación, y como los enfermos acudirán á ella en estado
menos lastimoso, sns resultados serán más brillantes.
5.* La cistoscopia es un método de exploración indispensable al urólogo,
qne permite diagnósticos rápidos incapaces de ser establecidos por otros
métodos.
6.* El examen de la función renal constituye uno de los más transcen-
dentales adelantos de la especialidad urológica. El cateterismo de los uré-
teres es el medio más científico para establecerlo.
De cuantos métodos de examen funcional se han propuesto hasta el día,
el de la floricina y el de la poliuria experimental son los que parecen más
eficaces. La transcendencia de estos métodos es tal, que permite decir:
cNingún operado de nefrectomía debe morir de insuficiencia renal'.
Traqueetenía In extremls.— £1 Dr. D. Santiago Fatj^ó, pnblica en La Medi-
cina de loe Niños ^ de Barcelona, el caao referente á F. O., niño de diecisiete
meses, robusto y bien desarrollado, criado primero por su madre y más
adelante con biberón; tuvo la dentición precoz; dos incisivos á los cnatro
meses, en la actualidad tiene todos los incisivos caninos y cuatro mo-
lares. No ba padecido ninguna enfermedad de importancia basta la actua-
lidad.
La enfermedad empieza por un simple resfriado, sin alarmar á loe padres,
por más que al dia siguiente lo llevaron á la consulta de un colega, el doc-
tor B. Guilera, el cual no encuentra nada de importancia en la primera
visita.
Oon rapidez apareció al dia siguiente la tos ironca y al mismo tiempo la
voz se apagó, baciéudoae ronca también, presentándose un cuadro que
«larmó un poco á la familia, y al ser examinado por un colega, les declaró
en el acto que se trataba de un caso grave y que era preciso intervenir con
urgencia, pues los síntomas iban precipitándose con suma rapidez por pre-
sentarse ya un poco de tirage; á todo esto no aparecía ninguna falsa mem-
brana en las fauces ; sólo se presentaban claras las sefialesde obstáculo y obs-
trucción laríngea. Como el niño presentaba tirage completo y muy acentua-
do y en un período verdaderamente asfíctico, dispuso que se hirvieran los
instrumentos, y mientras se preparaba para hacer la traqueotomía, el enfer-
mito quedó colapsado, sin respiración ; sin ninguna prjecaución antiséptica,
pues el caso no lo permitía, sin tiempo para aguardar á que hirviera los
instrumentos, cogió al enfermito, y sin ayudantes, á la luz de dos bujías y
encima de una mala cama, se dispuso á traqueotomizar; hizo la incisión en
dos tiempos y una vez que creyó haber abierto la tráquea, introdujo el dila-
tador de dos ramas; acto continuo apretó un poco el pecho del paciente y
comprendió que salía un hilito de aire por el agujero traqueal ; con esto se
convenció de que no había errado el golpe, introdujo inmediatamente la cá-
nula, haciendo acto seguido la respiración artiñcial ; al segundo movimien-
to de brazos, el niño ya hizo una larga inspiración seguida de otra y otra,
basta volverse á normalizar la respiración. Desapareció luego el tinte amo*
ratado de su rostro y labios, y todo se fué normalizando. Después de dejar-
le un rato tranquilo, colocándole botellas de agua caliente para reaccio-
narle, sin ser necesaria una inyección de éter que ya tenía preparada, le
practicó una inyección de suero Roux (20 cent. cúb.).
Al dia siguiente por la mañana el niño seguía bastante bien ; 'ü^'^fi de
temperatura, pulso débil, 120 pulsaciones por minuto, respiración tranqui-
la y poco frecuente. Había dormido bastante. La orina normal, lo mismo
que las deposiciones. En la garganta habían apat.ecido dos falsas membra-
nas que cubrtan la parte posterior de ambas amígdalas. En el aparato res-
piratorio estertores mucosos diseminados y abundantes en toda la parte
posterior. Le limpió la cánula y le dejó con la misma prescripción del día
anterior.
Por la tarde seguía el mismo estado satisfactorio de la mañana, le in-
yectó nuevamente 10 cent. cúb. de suero Roux.
A la mañana siguiente habían desaparecido las placas de la garganta, y
en vista del estado tan satisfactorio del paciente intentó sacar la cánula.
100
pero se tío obligado á colocarla nneTamente por reaparecer la asfixia. Los
bordee de la herida traqueal se habían cubierto de faleae membranaa.
Aei contÍDuó sin ningún contratiempo y al coarto día por la mafiana.
retiró la cánula traqueal, el niño respiraba bien, la herida estaba limpi»
de falsas membranas, la curó j le dejó.
Nada más de particular, la herida había cicatrisado á loe tres días d»
retirada la cánula, la toz fné reapareciendo muy confusa en loe primeros
días, bastante clara á loe ocho ó diez, normalizándose completamente máe
adelante.
Ninguna complicación ha reñido á dificultar el éxito de este caso, que es^
de aquellos que dejan satisfecho rerdaderamente al que ha interTcnido y
pagan asi las angustias que se pasan durante la intervención.
Este, dice el Dr. Fatjó es un caso como hay muchos de crup prímitiTO,
ervp d*emblée que llaman los franceses, difteria muy intensa que inradió
primeramente la laringe y por esto no pudo ser diagnosticada claramente
al primer momento y que por sn gran intensidad produjo con la rapidez
que ha mencionado (veintidós horas), la asfixia del enfermito, que á no lle-
gar oportunamente, hubiera concluido con su yida. Oracías á la interren-
ción y gracias á la eficacia del suero Boux, este niño pudo ser arrebatado
de las garras de la muerte, que ya había hecho presa en él. — Sarabia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFIGAS
ACADEMIA D£ MEDICINA DE PARÍS
Séiián del día 2 de Octubre de 1906 (1).
La sífilis de las mujeres honradas. — El Dr. Fournikr: En la clientela oí-
Til, de entre las mujeres sifilíticas, la mujer honrada representa el quinto
del total, proporción considerable é inesperada; pero asi resulta de una
larga y cuidadosa estadística. Las mujeres casadas, sifilíticas, han sido
contaminadas en dos condiciones distintas; en una el marido había con-
traído la sífilis antes de casarse, y en la otra la contrajo después del casa-
miento. La primera condición es mucho más frecuente puesto que repre*
eenta dos tercios de los casos. La posibilidad de la contai£nación de la
mujer después de casarse es de lo más yariable; se la ha obserrado desde
el primer mes y poseo casos auténticos en que la sífilis se ha presentado en
el tercero, cuarto y hasta séptimo año. Estas grandes diferencias entre la
data de las contaminaciones, nada tiene de sorprendente para mí, puesto
que son debidas á la diversidad en la data de aparición de los accidentes
contagiosas ei;i el marido sifilítico. Las contaminaciones precoces, entre
(I) Primera del curto académico actual.
101
ias que sefialaré an caso en que ae presentó á los yeinte dias del casamien-
to^ se explican por la frecnencia de las erosiones en el miembro durante
los dias snbsigoientes á la boda, en que él coito suele ser frecuente; en
otras ocasiones el principio de un accidente especifico es considerado como
un herpes, al cual el marido no presta atención. Algunas veces el maM-
monio tiene. lugar hallándose el marido en periodo de incubación de la sífi-
lis. En tales casos, éste ha sido contaminado después de la despedida de su
▼ida de soltero, es decir, poco antes del matrimonio, y los primeros acci-
dentes se desarrollan insidiosamente ; el marido cree, al principio, en una
rozadura, en una vesícula de herpes, en cualquier cosa, por la que no se
inquieta. Alguna vez también se trata de individuos que se han ca9ado
llevando un chancro infectante.
Sea en una forma, s^a en otra, la contaminación de las mujeres se ve-
rifica, en la inmensa mayoría de los casos, en el primer año que sigue al
matrimonio. Un punto importante es la determinación de la edad de la si-
filis del marido en el momento del matrimonio. Es inferior á tres años en
los dos tercios y sólo en un tercio tiene más de tres afios, lo cual era de
presumir, pues es bien sabido que sífilis joven es sífilis activa. La conse*
cuencia que de este dato se desprende es que los sifilíticos se casan muy
pronto en relación con la edad de su sífilis. ¿A qué es debido? A los mé-
dicos en una mínima parte y á los enfermos en la casi totalidad. Al-
gunos médicos son muy accesibles para autorizar el matrimonio á los sifi-
líticos.
ün maestro americano se contenta con exigir dos ó tres años de trata-
miento; pero es poco. Conviene tener presente un dogma: es necesario, para
que un sifilítico no sea peligroso y pueda casarse, mucho tiempo y mucho
mercurio. Antes creía que eran suficientes tres ó cuatro años de tratamien-
to, pero he rectificado; me parecen pocos. Ahora pido cuatro ó cinco afioe
y hasta es posible, si aún vivo algunos años, que no sea esta mi última pa-
labra.
En cuanto á los enfermos, hay primero los cínicos^ que saben los peligros
á que exponen á la mujer con quien van á casarse, los hijos que nacerán de
este matrimonio, y que, sin embargo, cometen esta mala acción, puesto que
alcanzarán una dote que les permitirá gozar de una buena posición. Son
más numerosos los indiferentes. No tienen accidentes cuando se ha de reali-
zar el matrimonio; han olvidado lo que se les había dicho; no se preocupan
de ello... y se casan. Los ignorantes forman la gran masa. Cuando se les in-
terroga, os contestan: «No teniendo nada, yo no me creía enfermo; nunca
pensé que pudiera hacer enfermar á mi mujer, ni tener niños enfermos'.
Es necesario disipar esta ignorancia ; es necesario levantar una cruzada contra
ti peligro venéreo. Es necesario sostener contra la sífilis una campaña como
la que se sostiene contra el alcoholismo, tuberculosis, etc., la cual ha co-
menzado ya en el ejército, gracias á nuestros colegas militares, á los jefes,
á los oficiales, en las grandes escuelas del Gobierno y en la Universidad. Se
han dado conferencias populares en las Alcaldías ; es necesario que este mo-
vimiento se agrande y se extienda por todas partes. Los hechos de contagio
lejano, pues existen casos auténticos hasta en el noveno año del matrimo*
nio, se explican muy bien por un dato recientemente adquirido, esto es.
102
por laB sífilis secnndmritf tardías, de las que me ocuparé en la sesión
próxima.
De Ift etieleffa del paMisMe.— El Dr. Kblscii: En el trabajo que presen*
tose Te claramente qne la distribución geográfica de loe anofeles no res-
ponde más que imperfectamente á la del paludismo, lo cual hace pensar
que la teoría anofélic* no basta para explicar todos los casos de pala-
mismo. ~(Bti//. J/etf., núm. 78).— Codina GAsnLLTi.
ASOCIACÍÓM FBAKCE8A PABA EL PROGRESO DE LAS CUBSCIAA
XXXV$énón anual celebrada en Lian del 2 al 9 de Agoeío de 1906.
(Continnaisióii).
Tratamiente de las enfermedades de les érfanee bematepefétices per lee ra-
fes X.— El Dr. J. Bklot : I. LeucemiaB. — De todas las enfermedades de
los órganos hematopoyétícos las influidas de un modo más üaTorable por loa
rayos X son las leucemias crónicas. Los resultados obtenidos en la leuce-
mia mieloides y en la linfática son del mismo orden, aunque no idénticos
por completo. Las modificaciones recaen á la Tez sobre la sangre, el bazo»
las adenopatías, cuando existen, y sobre el estado general.
Acción sobrb la bahorie. — El número de los glóbulos blancos, aumentada
de un modo anormal, disminuye progresiTamente con más ó menos rapidez,
según los casos, y concluye por hacerse fisiológico. Aubertin y Beaujard
han demostrado que en la leucemia mielógena la disminución del numera
de leucocitos no es progresira de una manera regular. En cambio en laa
leucemias linfáticas la disminución del número de los leucocitos sigue una
marcha progresira bastante regular y no es precedida de aumento, una
Tez que principia la disminución del número de leucocitos continúa si el
tratamiento se emplea cod regularidad; persiste en el intervalo de dos se*
sionos semanales, lo que, según Beaujard, indica al parecer que el suero
contiene substancias lencotóxicas.
Las modificaciones del estado leucocitario son cualitatiTas y cuantitati*
Tas. Bajo la infiuencia del tratamiento, el número de los polinucleares su-
pera poco á poco al de las formas patológicas.
En la leucemia mieloide el número de los mielocitos desciende con rapi-
dez y el de los polinucleares aumenta progresivamente. En la leucemia lin-
foide la mejoría cualitativa tarda más en producirse .y hasta al parecer es
consecutiTa á la leucopenia. Nunca se insistirá bastante sobre el hecho si-
gniente : el efecto más intenso se deja sentir sobre los mielocitos en la leu*
cemia mielógena y sobre los linfocitos en la linfoide. A la Tez que dismi-
nuye el número de los glóbulos blancos aumenta el de los rojos. Ai mismo
tiempo que aumenta el número de los glóbulos rojos aumenta también su
proporción de hemoglobina y su peso especifico.
AooiÓN SOBRB XL BAZO, — Los bazos más hipertrofiados disminuyen pro-
gresiTamente de Tolumen y concluyen por recobrar las dimensiones ñor-
I
103
males. Be observa con frecuencia bazos qne llenan la mitad del abdomen,
desde el diafragma al pnbis y al ligamento de Ponpart, que sobresale 10
I á 12 centímetros del ombligo, y qae recobran sus dimensiones normales en
I pocos meses. Uno de los primeros síntomas de la disminución de yolumen
de este órgano es de ordinario su mayor movilidad; es posible movilizarlo
ficilmente por la palpación abdominal.
Acción «obeb los ganglios. — La regresión de los tumores ganglionares
es perfecta. Aun con dosis relativamente débiles se ve sobrevenir con ra-
pidez una disminución indiscutible. 8e observa, en primer término, dismi-
nución en globo de la masa; la piel está menos tirante, el tumor más blan-
do y más movible; los diferentes ganglios de que está compuesto han ad-
quirido mutuamente mayor movilidad. El enfermo se da cuenta exacta de
la mejoría ; recobra los movimientos que babía perdido. Estos fenómenos
se acentúan progresivamente, y al poco tiempo sólo quedan algunos vesti-
gios de la enfermedad. Esta acción se ejerce aun sobre las adenopatias in-
tratorácicas.
Acción sobrb el estado general. — Uno de los efectos más curiosos de la
radioterapia es la desaparición de la fiebre cuando existe : desaparece de or-
dinario desde el principio del tratamiento y no vuelve á presentarse si éste
se continúa. Lo mistao acontece con los sudores nocturnos, el estado apá-
tico y la anorexia. Todos estos resultados se obtienen con gran rapidez. A
los diez, quince ó veinte días de tratamiento los leucémicos más caquécti-
cos adquieren mejor color ; aumenta el apetito y disminuye la disnea ; pue-
den andar y subir las escaleras, cosa imposible antes. Los dolores se cal-
man, el enfermo puede dormit, recobra sus fuerzas... y animado por esta
mejoría continúa con regularidad su tratamiento.
La albuminuria, cuando existe, desaparece con rapidez; los edemas per-
sisten más, pero concluyen por desaparecer á medida que disminuye la hi-
pertrofia de los órganos; es probable, en efecto, que sean debidos en parte
á la compresión. El aumento de apetito produce, como es natural, el de
peso. Sin embargo, no cabe la menor duda de que la mejoría del estado
general es al parecer más constante en la leucemia mieloide que en la lin-
foide.
Se obtienen de ordinario los mismos resultados excelentes cuando el es-
tado leucémico se fhanifiesta por la presencia en la sangre de leucocitos de
formas patológicas, ó poruña simple modificación de equilibrio leucocita-
rio, sin aumento del número de glóbulos blancos. Hay, por lo tanto, dere-
cho á decir que los rayos X constituyen la medicación especifica de las leu-
cemias, pero haciendo la salvedad de que las formas mieloides son influi-
das al parecer de una manera más rápida y favorable que las linfoides. Es
excepcional no ver mejorar más ó menos por la radioterapia una leucemia
crónica mieloide ó linfática; en cambio el fracaso es la regla en loa enfer-
mos, por fortuna rarísimos, de leucemia aguda ó subaguda. La acción de
los rayos X es nula en la leucemia aguda, tanto desde el punto clínico como
del hematológico ; en las formas su bagudas se observan modificaciones he-
matológicas y de los tumores, pero no se retrasa de ordinario la termina-
ción fatal, probablemente á causa del carácter difuso del proceso. Algunos
enfermos, aunque mejoren, mueren al fin ;^ en ellos la [radioscopia no hace
104
más qne retrasar la mnerte ; estos casos se harán cada yez más raros á me-
dida que se emplee antes el tratamiento. En otros se observa mejoría gran-
dísima y hasta curación aparente, pero después de una remisión más ó me-
nos larga aparecen otra Tez los accidentes; el tratamiento empleado de
nuevo contiene los fenómenos morbosos en unos, pero en otros es ineficaz
por completo y sobreviene la mnerte. Otros leucémicos presentan desde
hace mucho tiempo el aspecto de carados.
II. Pseudoieucemias.— Divido las pseudoleucemias en tres grupos:
a) Las afecciones en las que el síntoma predominante es la esplenome'
gaita ;
b) Aquellas otras en las que predominan las poliadenopatias;
c) Las que se caracterizan por anemia pronunciada.
EsPLBNOMEOALiAs ALBucÉMiCAS. — Parcce mujT dudoso a priori que las es-
plenomegalias debidas á la degeneración amiloidea, á la estancación san-
guínea, á la hiperplasia del armazón fibroso ó á algún otro proceso análo-
go, sean influidas por la radioterapia; otro tanto diré de los bazos sifilíti-
cos y palúdicos. En cambio, puede esperarse la mejoría, más ó menos
marcada, más ó menos rápida, si la espíe nomegalia es debida al desarrollo
anormal del tejido adenoideo.
Los resultados clínicos confirman, al parecer, esta hipótesis; hay, por lo
demás, derecho á preguntar si el diagnóstico era ez.acto en las afecciones
mejoradas. Las esplenomegalias combinadas con lo que se llama en Ale-
mania la pseudoleucemia, con ó sin hipertrofia de los ganglios, infarto de
las amígdalas, son casi siempre influidas, con más ó menos rapidez, por la
radioterapia; el substratum anatómico es ^Q linfoma.
Erause ha tratado tres casos de anemia esplénica. Aunque las irradiacio*
nes fueron continuadas durante mucho tiempo, no se observó regresión de
la esplenomegalia, el estado general quedó estacionario, el número de eri-
trocitos aumentó algo y el de leucocitos descendió ; pero la afección termi-
nó por la muerte. Bozzolo y Guerra han visto en la enfermedad de Banta
disminuir el volumen del bazo bajo la influencia del tratamiento radióte-
rapice; pero queda por averiguar de qué naturaleza era la esplenomegalia.
La hipertrofla esplénica combinada con la poliglobulia no es influida, al
parecer (Vaquér y Laubry).
Finalmente, entre los casos de esplenomegalia de (ISrigen desconocido,
unos son influidos y otros no se modifican lo más mínimo. Esta diversidad
de resultados es debida, probablemente, al distinto origen de la hipertro-
fia esplénica. Creo que los bazos que disminuyen de volumen bajo la in-
fluencia de la radioterapia, son tuberculosos. Pero ante la impotencia habi-
tual de la terapéutica está indicado ensayar el tratamiento, radioterápico
en todos los casos de esplenomegalias; será abandonado si á los dos meses
no se observa mejoría.
PoLiADSNOPATÍAH. — Esta clasc comprende toda una categoría de enfer-
mos en los cuales se encuentra, cómo síntoma clínico predominante, la
hipertrofia crónica de los ganglios, sin alteración notable de la sangre.
Separo el linfosarcoma que, según toda probabilidad, pertenece á las neo-
plasias; creo, no obstante, conveniente indicar cuan difícil suele ser el
diagnóstico; hasta la histología es en ciertos casos impotente, de lo que se
105
dedace qae la linea dÍTisoria entre esta afección y el grupo de las adenias
no es tan perfecta cumo pudiera creerse.
Entre los enfermos de poliadenitis, algnnos son tuberculosos pulmonares
típicos, 7 en ellos se impone el diagnóstico de adenopatias bacilares; pue-
den hallarse en diferentes periodos de evolución en un mismo enfermo. La
-existencia de ganglios supurados confirma el diagnóstico, en ocasiones tau
dudoso.
Los rayos X bien aplicados producen, en general, pero no siempre, la
disminución de las adenopatias tuberculosas crónicas que no manifiestan
tendencia á supurar; es raro conseguir la regresión completa. La ganga de
periadenitis que reúne en un solo tumor varios ganglios, se funde con más
é menos rapidez ; la regresión de los ganglios es muy lenta. Los resultados
•que se obtienen en las adenitis abiertas y supuradas y en las lesiones que
las acompañan, son de ordinario muy favorables; la cicatrización es rápida
en condiciones estéticas, á veces inesperada; en cambio, este tratamiento
faTorece, al parecer, la degeneración caseosa de las adenitis agudas ; no
debe, por lo tanto, recomendarse.
Al lado de estos enfermos, en los que es posible precisar la etiología,
-existen otros muchos cop poiiadenitis más ó menos voluminosas, más ó me-
nos simétricas, que van acompañadas ó no de esplenomegalia, de anemia
relativa y de síntomas generales más ó menos alarmantes, fiebre, disnea,
anorexia, etc. En algunos se sospecha la tuberculosis, pero nada permite
«firmarlo; en otros, el volumen de las adenopatias, su evolución rápida,
hacen sospechar la linfadenia. No se sabe, en realidad, á qué atribuir los
síntomas que se observan. Es imposible hacer el diagnóstico exacto. En
ciertos caaos, la prueba de la tuberculina permite resolver el problema.
Creo preferible, por el pronto, designar estas afecciones, quizá muy dife-
rentes en realidad, con el nombre genérico de adenias (Trousseau).
La radioterapia determina con frecuencia la regresión de estas masas
ganglionares con rapidez sorprendente ; los fenómenos generales se mitigan
á la vez. Al lado de los casos en los que el tratamiento produce, si no la cu-
ración, al menos una mejoría inesperada y á veces durable, hay algunos in-
fluidos muy pocos y otros que son refractarios por completo. Los casos in-
fluidos de un modo más favorable, son en realidad las leucemias linfáticas
incipientes, en las que la fórmula sanguínea es aún normal ó está poco mo-
dificada (aumento ligero de la proporción leucocitaria), por ejemplo. ¿Se
trata quizá de afecciones diferentes? Creo, sin embargo, útil manifestar
que cuanto más largo es el tiempo transcurrido desde la aparición de las
poliadenopatlas, menores son las probabilidades de éxito.
Anemias. — Los resultados obtenidos no son muy satisfactorios. £¡n un
«aso de anemia perniciosa, Krause sólo observó disminución progresiva
del número de eritrocitos, á pesar del tratamiento enérgico. Otro enfermo
mejoró, ai parecer; pero murió al fin á consecuencia de su afección. L. Ré-
non y L. Tixier han referido recientemente un caso de anemia perniciosa
tratado con éxito por la radioterapia y las inyecciones de suero antitóxico.
El fracaso es, sin embargo, la regla; lo único que se consigue en ciertos en-
fermos es retrasar el desenlace funesto.
Oreo posible resumir como sigue los resultados que produce la radiotera-
106
pU en el imUínáento de Ime peeadoleacemiAs; el método ee de ordinaria
poco eficaz en las eeplenomegalias y menos en las anemias; en las pollada-
nopatias los resaltados son mnj yaríables: anas Teces son nnlos, otras tar-
dan bastante en obtenerse j son poco faTorables, y otraa« por último, pne*
den compararse casi á loe qne se obtienen en la leacemia linfática, en 1»
qae tan eficaz es dicho método.
Mkoavismo.— No es posible inTocar la acción bactericida. Los rayos Xdi»-
minayen d número de leueoeüoe que circulan con la eungrt. Este resaltado no
es debido á qne dichas célalas se acamalen en ciertos pantos, sino á sa des-
tmcción. Este hecho es demostrado por el anmento de ácido úrico y la
existencia de formas degeneradas en la sangre. Los fenómenos de degene-
ración interesan principalmente el núcleo, qne se hace irregalar y presenta
Tacaolas y desgarros. I4tf grannlaciones leacocitariasson influidas también.
Beajard ha obsenrado qae en el lencémieo sa número disminnye, modifi-
' candóse á la Tez sa afinidad por las materias colorantes.
Los elementos morbosos son destruidos en todos loe pantos á donde al-
canza la irradiación, lo mismo en el bazo qne ios gangiios, la médula ósea
y hasta en la sangre. Además, la leucocitosis sigue descendiendo mucho
tiempo de la sesión de radioterapia. No sólo son disminuidos los elementos
morbosos, sino que la anemia disminuye ; el número de glóbulos rojos y la
proporción de hemoglobina disminuyen.
¿Por qué no admitir que en las afecciones de los órganos hematopoyéticoe
la destrucción de los elementos morbosos suprime una causa productora de
TcnenoB? La sangre, libre de estas toxinas, tusItc á hacerse normal, y el
número de glóbulos rojos aumenta. Esta hipótesis es casi confirmada por la
ineficacia de la radioterapia aplicada al tratamiento de la anemia.
Debe preguntarse ahora si los resultados obtenidos son definitÍTos, ee
decir, si los enfermos curan en realidad. Cierto número de leucémicos y de
pseudoleucémicos presentan desde hace Tarios meses, y hasta afios, todos
los síntomas de la curación. Hay motÍToe, por lo tanto, para sostener que
no se trata sencillamente de una mejoría pasajera ; al porvenir corresponde
resolTer este problema. A priori no parece imposible que pueda obtenerse
un resultado definitivo. No hay, por lo tanto, derecho á afirmar que laa
leucemias jamás curarán por la radioterapia; pero para obtener este resul-
tado es de necesidad absoluta tratar los enfermos lo antes posible, cuando
la infección es todavía relativamente limitada. Para ello es indispensable
examinar sistemáticamente la sangre de los enfermos sospechosos y some*
terlos á las irradiaciones si el examen es confirmativo. Estoy convencido de
que esta práctica hará más numerosos los resultados favorables, puesto que
los casos menos antiguos son al parecer los iufluídos de un modo más
rápido.
AociDBNTiES.— Se observan á Teces durante el tratamiento, sobre todo en
la leucemia linfoide, algunos fenómenos qne dependen, al parecer, de una
acción tóxica. Son de ordinario pasajeros y se evitan procediendo con lenti-
tud; otro tanto diré de los dolores esplénicos que se observan en ciertos ca-
sos, y son debidos, según toda probabilidad, á la disminución rápida de vo-
lumen de este órgano.
OoNOLUSiONKS. — La radioterapia constitnye la medicación específica de
107
las leacomiaB; loe resultados, más favorables en las formas mieloidos, soa
no obstante ma y satisfactorios en la leacemia linfática.
La mejoría es de ordinario más tardía, menos regalar y menos completa,
en las pseudoleucemias; entre estas últimas, las influidas de un modo más
favorable son aquellas cuyo proceso anatómico es un linfoma: algunas pa-
recen ser refractarias, pero ante la impotencia actual de la terapéuticas
está indicado ensayar la radioterapia.
£s necesario, en el porvenir, hacer el examen de la sangre de igual ma-
nera que se hace el de la orina, á fin de someter á la radioterapia desde d
principio de su afección, á los enfermos cuya fórmula sanguínea está modi-
ficada.
Creo que un módico que priva á un leucémico de esta medicación, come-
te una falta tan grave como el que no administra mercurio á un sifilítico.
El Dr. F. Babjon : Todos los casos tratados con éxito por la radioterapia
se refieren á la leucemia crónica. En las formas agudas y subagudas es im-
potente. La marcha de la enfermedad es demasiado rápida para que las mo-
dificaciones lentas y t)rogresivas determinadas por los rayos X tengan tiem-
po de oponerse ala evolución del mal. En las formas crónicas, por el con-
trario, se obtiene casi siempre algún beneficio, excepto en los casos gravísi-
mos que se someten muy tarde al tratamiento, ó en los enfermos ya débiles
ó en los caquécticos. Los resultados no son siempre idénticos en todos los
casos.
Curación aparente.— En ciertos casos se obtiene la transformación com-
pleta. Todos los síntomas físicos y funcionales mejoran y hasta desaparecen
por completo. Es una verdadera resurrección. La prudencia nos obliga, sm
embargo, á no afirmar que la curación es más que aparente. Digo aparen-
te, porque la desaparición de los síntomas no garantiza la supresión de la.
causa de la enfermedad y queda siempre desconocida; porque no es raro
observar recidivas después de estas mejorías; porque en los casos en que
no sobrevienen estas recidivas, los enfermos no se observan el tiempo sufi-
ciente para que pueda responderse del porvenir. Estos resultados, por in-
completos que sean, no son menos felices y animosos en una afección en la
que hasta ahora se está condenado á la expectación.
Remisión. — En ciertos enfermos no se obtienen resultados tan felices, y
la mejoría es más superficial ó queda limitada á tal ó cual síntoma. El bazo
permanece aumentado de volumen ; el número de glóbulos blancos sigue
siendo elevado, aunque disminuye en grandes proporciones, y queda inmu-
table entre 40.000 á 50.000. Los polinucleares no recuperan su proporción
normal. La enfermedad experimenta al parecer una suspensión favorable»
y esta tregua benéfica puede ser utilizada por el organismo para mejorar el
estado general. No es una curación, sino una remisión que equivale á va-
rios meses de supervivencia.
Muerte.— ÁXgxíXiOA casos graves terminan por la muerte, á pesar del tra-
tamiento. El desenlace funesto es debido de ordinario á la evolución pro-
gresiva de los síntomas en los enfermos débiles, caquécticos, albuminúri-
cos. En ciertos casos raros, la muerte sobreviene á pesar de la mejoría
sintomática manifiesta, lo que prueba de un modo evidente que la desapa-
rición de algunos síntomas, aun cardinales, de la leucemia, en nada modi-
108
^ca BU marcha progresira y fatal. La disminación grandísima del número
-de leucocitos no es, por lo tanto, siempre un síntoma fayorable. Enfermos
-en los qne se consiguió la leacopenia, murieron á pesar de estp resaltado.
Elementos de pronóstico. — Los olementos de pronóstico deben deducirse
principalmente del estado general y, como han demostrado Rénon y Tizier,
de la proporción de hematíes, de la cantidad de hemoglobina y de la regn-
iaridad de la curra térmica. Para que un enfermo se halle en condiciones
favorables es preciso que el número de glóbulos rojos siga siendo el normal
ó aumente si es inferior á la proporción fisiológica. Es preciso qne la canti-
dad de hemoglobina no disminuya y que persista la apirexia. Si no existen
estas condiciones, el enfermo muere á pesar de la disminución de volumen
del bazo y del descenso, á veces enorme, del número de glóbulos blancos.
Bénon y Tixier afirman que el mantenimiento del equilibrio leucocitario
•es más importante desde el punto de vista pronóstico, y el descenso del nú-
mero de leucocitos.
Recidivas. — ^La acción de los rayos X en los leucémicos es con frecuencia
pasajera, y se observan recidivas que pueden ser parciales ó totales, agudas
^ crónicas, únicas ó múltiples.
Complicaciones, — Obsérvanse en ciertos casos complicaciones diversas en
el curso del tratamiento. Entre lasámputables á la acción de los rayos X,
•citaremos la pleuresía además de los accidentes cutáneos tan conocidos, y
sobre los que no hemes de insistir.
Técnica. — La técnica empleada por los distintos operadores ha variado
poco en lo referente á los puntos de aplicación. El órgano especial y, para
algunos autores, el único so^re el que deben obrar los rayos X, es el bazo.
Pero la mayoría de los autores admiten que no deben desdeñarse la irra-
diaciones sobre el esternón, las extremidades de los huesos largos (codos,
rodillas) y los ganglios linfáticos. Deben emplearse para ello rayos suficien-
temente penetrantes (números 7 y 8 del radiocronómetro de Benois);) para
llegar á los órganos profundos. Cuanto á la duración y frecuencia de las
sesiones, hay acuerdo perfecto. Creo que es imposible dar reglas absolutas
respecto á este particular, y que hay que tener muy en cuenta los enfermos
y la marcha de la enfermedad. Es preciso ser prudentes y observar con todo
detenimiento á los enfermos desde el punto de vista clínico y hematológico.
No conviene acelerar las cosas, y sería desastroso pretender conseguir la
disminución rápida del volumen del bazo y del número de leucocitos, sin
tener en cuenta el estado general. Es indispensable, sobre todo, no llegar
á la leucoplenia, que corresponde al parecer á una extenuación del orga-
nismo, á una degeneración de los centros leucocitopoyéticos. EU tratamien-
to debe emplearse con paciencia y durante mucho tiempo. Soy, igual que
Bozzolo, partidario de las sesiones en serie con largos intervalos de reposo.
En las formas crónicas es el método qne produce mejores resultados. Las
formas agudas ó subagudas son las únicas que pueden obligarnos á aban-
donar esta conducta ; pero es inútil, porque en estas formas los resultados
jamás son satisfactorios.
El Dr. Lépinb: El Dr. Barjou ha dicho que en ciertos casos los rayos X
aumentan unas veces y otras disminuyen el número de glóbulos blancos.
Nada más exacto. He demostrado, al hacer un estudio fisiológico de la gln-
109
colisis, que estos rayos ejercen dos acciones sncesiyas: excitante primero j
destmctora después. Lo mismo puede decirse de la acción activa del radia
y probablemente también de la del calor.
El Dr. Yaqdbr: Desde el punto de yista teórico :
l.<* La radioterapia, medicación estrictamente celular, obra sobre los ele-
mentos que circulan aúormalmente en la sangre, provocando la histolisis.
Esta acción se ejerce de nna manera más especial sobre loe glóbulos blan-
cos, y se manifiesta principalmente sobre las células de origen medular, en
particular los mielocitos. La acción sobre los tejidos productores de los gló-
bulos blancos es más lenta y depende del mismo proceso citolitico.
2.* En las leucemias, el efecto curativo es tanto más marcado cuanto más-
lenta es la forma de la enfermedad y los elementos de organización más
elevada y típica, ó si se quiere menos semejantes á los del sarcoma.
•^.^ La histolisis que en los casos de leucemias mieloides produce las mo-
dificaciones regresivas observadas de ordinario, puede interesar todos los
elementos anormales que circulan con la sangre y bacer que ésta recobre
su fórmula normal cualitativa y cuantitativa. Esta comprobación nó ba po-
dido hacerse basta ahora en los tejidos alterados, y en los casos que desde^
el punto de vista clínico pueden considerarse como curados, el examen his-
tológico ha permitido descubrir en los órganos hematopoyéticos la presen-
cia de focos mieloides en plena actividad.
Desde el punto de vista práctico:
].° La radioterapia es el medio más útil que puede oponerse á kt marcha^
de la leucemia, sea cual fuere su forma. En los casos agudos es ineficaz;
pero en los subagudos, y sobre todo en los crónicos, puede contener los pro-
gresos de la enfermedad.
2.^ La radioterapia no puede ser considerada basta ahora más que coma
una medicación sintomática, y como no ha hecho sus pruebas como medi-
cación especifica, y cuando se emplea con demasiada energía puede ser se-
guida de accidentes graves ó trastornar de un modo insólito la marcha de
la afección; sólo debe seguirse aplicando hasta que desaparezcan las modi-
ficaciones patológicas de la sangre, pero sin llegar á la lencopenia. Es pre-
ciso conocer lo antes posible toda recaída y tratarla de la misma manera.
8.* Es preciso hacer el examen metódico de la sangre para asegurar el
diagnóstico y aplicar sin perder tiempo el tratamiento, empleándolo lo mis-
mo en el período activo de la enfermedad que en las remisiones ó en el mo-
mento de las recaídas probables.
El Dr. Laoriffoül: Los rayos X disminuyen en proporciones considera-
bles el número de glóbulos rojos. La mejoría es, no sólo cuantitativa, sina
cualitativa; sin embargo, jamás se ha visto la recuperación completa del
estado normal.
La disminución se produce con rapidez variable según los casos; puede
ser muy considerable desde las primeras sesiones ó tardar bastante en ma-
nifestarse ; en ciertos casos, cuando se ha alcanzado nna cifra numérica,^
15 ó 20.000, por ejemplo, suele ser difícil obtener una disminución mayor.
Si el estado general es bueno y la proporción de glóbulos rojos se hace
normal, es preferible suspender el tratamiento que pretender á la fuerza
recobrar la cifra normal, resultado que no se obtiene muchas veces más que
t)Oii detrímentcí del estado general del enfermo. Se obserra con frecaencU,
inmediatamente después de ana sesión, aumento pasajero de los glólmloe
blancos; pero el hecbo no es constante y puede obserrarse también la difl-
minución inmediata. Por otra parte, bajo la influencia del tratamiento au-
menta el número de los glóbulos rojos, el bazo recobra su Tolumen normal
y el estado general aumenta de un modo notable. '
El tiempo necesario para obtener la mejoría máxima es Taríable; se ne-
^sesitan en general yaiios meses. El tiempo que persiste la mejoría es
también muy variable y no es posible emplear la palabra curación; U
recidiTa sobreviene casi siempre á los cuatro ó cinco meses, unas Teces an-
tes, otras después.
)S1 tratamiento de las leucemias por los rayos X debe ser en cierto modo
intermitente. Una vez obtenida la mejoría máxima, es necesario suspen-
der el tratamiento, examinar cada quince ó veinte días la sangre del enfer
mo y principiar una nueva serie de sesiones cuando la proporción de gló-
bulos blancos vuelve á ser considerable, y sobre todo cuando el estado ge-
neral se resiente.
En la enfermedad de Banti y en la anemia perniciosa progresiva, el tra-
tamiento por los rayos X ha sido ineficaz en mis enfermos.
El Dr. Rroaüd: He estudiado, en unión del Dr. Blanc, la acción eateríli-
zadora de los rayos X en animales cuyos testículos fueron sometidos á liB
irradiaciones de dichos rayos. Elstos animales conservan espermatozoides
. activos durante quince días, después desaparecen definitivamente. Vk fenó-
meno es debido á la desaparición de las células de toda U línea seminal
ó espermatogonias. Esta destrucción se produce desde el principio de lifl
irradiaciones, pero no se hace aparente hasta que todos los espermatozoi-
des en vías de formación acaban de desarrollarse y son evacuados. La este-
rilización es desde entonces definitiva. Esta acción electiva de los rayos X
tobre las células madres de la línea seminal merece llamar la atención. El
muy posible que los rayos X destruyan ante todo las células más jóvenes
de un tejido, como acontece con el epitelio seminal.
Gl Dr. Salomssrn : He estudiado los efectos hemolíticos del radio, pero
no he publicado los resultados obtenidos. Desearía saber si se han hecho
inrestigaciones respecto á la acción de los rayos X sobre la sangre fnen
del organisnA).
El Dr. Bobdibr: Se ha dicho y escrito que loe rayos X transforman It
oxihemoglobina en metahemoglobina. Las radiaciones del radio son capt-
ces también de producir esta transformación. Al pretender encontrar el
tipo para medir la cantidad de los rayos X, capaz de h^er aparecer en nnt
dtaolución calculada de hemoglobina la banda de metahemoglobina, ob-
servé que era imposible obtener dicha banda, sea cual fuere la dosis de
rajos empleada. Pero diluyendo con un poco de agua la sangre que quedi
adherida al borde del recipiente después del experimento, se obtiene cod
toda claridad la banda característica de metahemoglobina. Oon la sangre
no sometida á los rayos X y que se deja al aire libre durante el mismo tiem-
po, las partes desecadas en loe bordes forman la misma banda en el rojo.
Deduzco de lo que precede: 1.", que estos rayos no tienen la propiedad
de transformar la hemoglobina en metahemoglobina; 2.®, que si se ha eo-
«ontrado este último caerpo, sn presencia es debida i la desecación en los
bordes de la superficie libre ; 8/, qae probablemente la metabemoglobina
en la sangre sometida á las radiaciones del radío es debida á la misma
cansa.
El Dr. MABAGLiAKoXhijo): He yisio tres'^enfermos de palndismo trata-
dos por los rayos X. Dos^casos de fiebre cotidiana curaron; en el tercero,
que padecía terciana, no se obtuTo resultado alguno. El tratamiento se
empleó desde el fin del acceso y consistió en aplicar sobre el bazo rayos
fuertes. No es posible sacar condusiooes exactas de hechgs tan poco nu-
merosos, pero el tratamiento merece ser ensayado.
El Dr. Lassar: Uno de mis amigos, habitante en una gran ciudad de
ios Estados Unidos, donde muchos colegas manejan los rayos X, me ha in*
dicado que en las familias de estos médicos no hay nacimientos. El liecho
merece ser conocido hoy que el problema de la despoblación está á la or-
den del día. — F. Toledo.
(CanHnuará),
ASOCIACIÓN DE Mi£dICOS AMERICANOS
2i.* Menán trnual celebrada en Woihington el 15 y 16 de Mayo de 1906, ^
(Conolusión)
Escisrtsit diseminada.— El Dr. J. Coüins llamó la atención sobre el he-
cho de que mientras en Alemania la esclerosis diseminada figura por su
frecuencia después de la ataxia locomotriz y hasta, según Strümpell, es más
frecuente que ésta, y Byron Bramwell ha encontrado 110 casos de dicha
enfermedad en 5.500 enfermos do Inglaterra, en los Estados Unidos se con-
sidera, por el contrario, como rarísima. Los síntomas típicos son nistag-
mus, lenguaje silábico, temblor y paraplegia espasmódica. Algunos casos
son completamente atípleos en su principio. No hay razón para que sea más
rara en el Norte de América que en otros países, y la causa de esta rareza
es probablemente el no diagnosticarla bien. El Dr. CoUíns cree que la pa-
raplegia espasmódica sin reflejo abdominal debe ser considerada siempre
como sospechosa. En los enfermos no sifilíticos, la palidez de la mancha óp-
tica, particularmente en su mitad temporal, debe considerarse siempre
como muy sospechosa de la esclerosis diseminada incipiente.
El Dr. Sachs dijo que el diagnóstico de la esclerosis diseminada debe ha-
cerse siempre con exactitud. La falta de reflejo abdominal es demasiado
común para tener una gran significación.
El Dr. Wharton Sinclair indicó que la esclerosis diseminada es en el Nor-
te de América mucho más común de lo que se cree, pero que su diagnósti-
co es bastante difícil.
Espondilitis tifoidea (tyfoid spino) eon depósitos óseos.— El Dr. T. Me Croe
refirió el caso de un enfermo que padeció fiebre tifoidea y que presentó lo*
dos los rasgos clínicos de la espondilitis. Se descubrieron en las Tértebras
112
modifíoaciones malrcadas de carAoter óseo, á jnzgar por lo qqe demostró el
examen con los rayos X. En otro enfermo que padeció infección paracólic»
se encontraron también en las yértebras las mismas modificaciones. En este
caso el diagnóstico fué, no obstante, mucho más difícil por los anteceden-
tes de infección gonocócicá, causa primitiva de la espondilitis. El doctor
Me Crae cree que en otras infecciones existe el mismo estado patológico,
aunque en menor grado, y que muchas de las artritis deformantes son de-
bidas á procesos infecciosos de distinto género. Pero hasta ahora no se ha-
bía obserTado caso alguno de supuración consecutivo á la infección de esta
clase en la fíebr,e tifoidea, si bien, hay, según parece, motivos para creer
que, en ocasiones, el proceso infeccioso es bastante intenso para producir
la supuración.
El carácter más importante de la espondilitis tifoidea es el sufrimienl^
grandísimo del enfermo , aunque las lesiones son relativamente poco
acentuadas. Se atribuye de ordinario este fenómeno al temperamento
nervioso del sujeto. Sin embargo, hasta las lesiones raquídeas más ligeras
suelen ocasionar en las personas normales síntomas neurósicoe graves y
casi histéricos. £1 dolor de la espondilitis quebraLta al parecer más que
ningún otro.
El Dr . J B. Berrik dijo que el trabajo del Dr. Me Orae permite borrar
la espondilitis tifoidea de la lista de las enfermedades funcionales^ puesto
que existen en ella lesiones innegables.
El Dr. Tkayer manifestó que la tendencia á exagerarse los sufrimientos
se observa también en otras afecciones raquídeas, por ejemplo, el carcino-
ma secundario. Aunque los dolores que aqueja el enfermo son indefinidos,
el grado de sufrimiento es grandísimo.
El Dr. J. K. Mtehell refirió el caso de un enfermo, el cual , durante va-
rios años, no pudo adoptar el decúbito dorsal, á causa de la sensibilidad
excesiva de su raquis; por último, se descubrió un punto de necrosis en el
vértice de una apófisis vertebral. Se extirpó el tejido necrosado, que era
poco extenso, obteniéndose el alivio inmediato, completo y duradero.
El Dr. iS'. Solté Cohén dijo que en la mayor parte de estos casos de sen-
sibilidad excesiva del raquis es indudable que, además de la espondilitis,
existe alguna otra alteración raquídea.
El Dr. Afc Crae manifestó que no todos los casos de espondilitis tifoidea
presentan estas alteraciodes orgánicas, y que algunos son, según toda pro-
babilidad, funcionales. Sin embargo, en estos casos la racliografía ha de-
mostrado la presencia de formaciones óseas nuevas.
Trastornos móntales en la corea aguda.— El Dr. B. Sache dijo que en 8 ó 10
casos de corea que ha observado pudo desde su principio considerar la en-
fermedad como gravísima ó casi seguramente fatal. En los casos de este
género suele haber síntomas mentales que son casi típicos de U'afección.
Los rasgos característicos más notables de la enfermedad son presentarse
de ordinario en personas relativamente jóvenes y tratarse, al parecer, de
una infección generalizada. Algunos de estos casos pueden principi^ar como •
un simple incidente consecutivo á un raspado, presentándose después sín-
tomas que exigen lá reclusión. La terminación suele ser el estupor seguido
de coma mortal.
113
El Dr. Sinkler manifestó que loa síntomas mentales no agravan necesa-
riamente el pronóstico de la corea.
El Dr. S. Sdis Cohén dijo que la corea tiene sn remedio especifico, y como
sólo tienen específicos las infeccionas, este hecho es una demostración más
de su carácter infeccioso.
£1 Dr. Sachs indicó qae, si hien la corea es á reces infecciosa, no lo es
siempre, y que en ciertos casos depende de la extenuación nerviosa. Los
casos gravísimos son indudablemente debidos á la infección general.
Peristalsls gástrica é intestinal. — El Dr. F. Pfaff expúsolos resalta-
dos de los experimentos qne, en colaboración con el Dr. Nelson, ha practi-
cado en perros para estudiar la peristalsis gástrica é intestinal después del
empleo de aperitivos. Los animales fueron anestesiados, y cuatro horas
después se hicieron las observaciones poniendo al descubierto las visceras
y sumergiéndolas en una disolución salina. Los movimientos peristálticos
del estómago son afectados más por el aceite de crotón y el áloes. Estas
substancias disminuyen el número do movimientos, pero en cambio
aumentan su intensidad. La podofilina figura en tercer lugar por su in-
fluencia sobre los movimientos peristálticos. La escamonea, aunque se en-
sayaron varios ejemplares, no produjo efecto alguno. La cascara sagrada y
el ruibarbo afectan la peristalsis de los intestinos gruesos, pero no del es-
tómago.
El Dr. S, S, MelUer dijo que la peristalsis en un baño salino no es la mis-
ma qne en condiciones normales. Las observaciones de este género deben
hacerse con la piel intacta, único medio de obtener resultados seguros.
El Dr. Haré manifestó que los experimentos del Dr. Pfaff prueban la
poca utilidad de las observaciones sobre los animales en ciertos casos. El
elaterio y la escamonea son dos substancias que carecen de acción sobre loe
animales*, aunque la poseen en la especie humana. Los intestinos están do-
tados indudablemente de una acción electiva que les permite dejar pasar
ciertas substancias y retener otras. La peristalsis no es, por consiguiente,
un simple movimiento mecánico imperfecto.
Homaeromatosis y diabetos sacarina. — El Dr. T. £, Futcher se ocupó de
esta asociación relativamente rara. Hay triada sintomática consistente en
pigmentación de la piel y de las visceras, cirrosis hipertrófica del hígado y
diabetes. La pigmentación es debida al depósito de hierro que puede des-
cubrirse en las células de las glándulas sudoríparas, en otros puntos de la
piel y en los órganos. De los enfermos observados uno era bebedor y otro
no. Los autores franceses consideran la diabetes como el factor principal.
Los clínicos alemanes, siguiendo la opinión de Recklinghausen, creen que
la alteración primitiva radica en la sangre. En ciertos casos se observan
epistaxis y púrpura. De 256 diabéticos observados durante dieciséis años en
el Hospital John Hopkini>, sólo dos padecieron hemacromatosis.
Prurito general sin iosionos.— El Dr. J. K. Mitchell refirió un caso de pru-
rito general en el que fué imposible descubrir causa alguna de las que se
supone producen este síntoma. No habla ictericia ni infarto del hígado ni
del bazo, pero sí insomnio rebelde. La orina era de color de vino de Oporto
y contenía urobilina en abundancia, que se supuso no procedía de la bili-
rrubina, sino directamente de la sangre. Había degeneración granulosa
114
especial de loe glóbulos rojoe, algo de lencocitoeis y eosinofili» marcada.
El tratamiento, qae faé eficaz, consistió en baños de aire caliente Tariaa
Teces al día, y en bafios de agaa caliente repetidos con frecuencia para calr
mar el prurito. Para aumentar la acción sedante de entos bafioe se agregó al
agua salvado ó alcalinos. Aunque el enfermo no tenia antecedentes sifilí-
ticos, se emplearon con éxito el mercurio y el yoduro potásico.
Anemia apiástica.~El Dr. R. S. Lavenson narró el caso siguiente. La en-
ferma, de treinta y cinco años, había disfrutado siempre buena salud, pero
sin causa conocida fué atacada de una anemia profunda y rápidamente fa-
tal.. Todos los elementos de la sangre estaban disminuidos en cantidad. No
había parásitos en los intestinos ni alteración patológica de la orina. Poco
antes de la muerte de esta enferma la hemoglobina qnedó reducida al 10
por 100 y el número de sus glóbulos rojos excedía apenas de 1.000.000. Al
hacer la antopsia se encontró degeneración grasicnta de todos los órganos.
El rasgo característico era la falta completa de modificación roja en la mé-
dula ósea, que estaba completamente blanca. En los cortes no se descubrie-
ron megaloblastos ni los mieloblastos normales. Antes de la muerte no
existían en la sangre megaloblastos. Hasta ahora sólo se han publicado 10
casos de esta anemia aplástica. La duración media de la enfermedad es de
tres meses por término medio.
El Dr. R, H, Cahot dijo que existen diferencias marcadas entre esta for-
ma de anemia y la perniciosa ordinaria ; aunque á esta última se la llama
progresiva, hay variaciones notables en su marcha é intermitencias mar-
cadas, durante las cuales mejor^ el estado del enfermo. La anemia aplás-
tica sigue, por el contrario, una marcha progresiva y termina siempre
por la muerte.
El Dr. Warthing indica que en casi todos los casos de la llamada anemia
perniciosa de Michigan no existen alteraciones de la médula 'ósea. Al
parecer, esta anemia no es tan rara como se cree. Según parece , existe
más bien hemolisis que aplasia, es decir, disolución de los glóbulos san-
guíneos y no falta de formación, que es lo que constituye la anemia progre-
siva.
El Dr. Síengel dijo que en la mayor parte de los casos quedan rojas sólo
ciertas áreas de la médula ósea, y es preciso gran cuidado para descubrir-
las. Aunque falten dichas áreas, esta modificación no puede considerarse
como primitiva.
El Dr. Thayer manifestó que estos casos difieren por completo de los de
anemia perniciosa ordinaria. La sangre ha perdido por completo su facul-
tad de regeneraciÓD.
EU Dr. Shattuck cree que sólo hay diferencia en la intensidad del proceso
entre esta forma de anemia y la perniciosa progresiva ; así que casi es inne-
cesario un nombre nuevo. £U carácter fatal y fnlmiuante no basta para
hacer una distinción. La viruela ordinaria y la hemorrágica no son en su
esencia distintas, aunque sí bastante diferentes.
Rayos X y suero lettcémico. — El Dr. J, A. Capps refirió los estudios expe-
rimentales que ha hecho, en colaboración con el Dr. J. F. Smith, sobre el
suero de los individuos leucémicos tratados por los rayos X. Inyectando
suero altamente leucolítico de individuos sometidos á los rayos X, á enfer-
mo6 laocémicoB sin tratamiento, el resultado es la disminnción del número
de lencocitos. A los pocos días este efecto desaparece; una nneva inyección
no produce nn resultado tan marcado, obteniéndose de ordinario la cura-
ción en poco tiempo. Después de nuevas inyecciones los enfermos se hacen^
al parecer, inmunes contra los efectos del suero. Guando este suero se pone
en contacto con los leucocitos humanos, muy ínoTibles y recién extraídos,
produce un efecto paralitico sobre ellos. La acción es electira, y afecta
más á los leucocitos mononuclear^s que á los polinucleares.
El Dr. Warthing dijo que las disminuciones repentinas del número de
leucocitos son frecuentes en la leucemia. Pueden desaparecer, sin que
exista, al parecer, motivo para ello, 200.000 leucocitos ó más, y á loa pocos
dias existir la proporción primitiva. Los leucocitos en la leucemia son poco
estables. En la neumonía, el número de leucocitos puede disminuir de va-
rios cientos de millares á 4.500. Este fenómeno particular no influye sobre
la marcha de la enfermedad.
El Dr. Edsall cree que la acción principal de los rayos X es la que ejer-
cen sobre las fermentaciones de los tejidos.
La pmoba del nAelos en las oaformodados panoroátieas. — £1 Dr. Dutton
Sítele discutió el valor de la prueba de A. Schmidt para el diagnóstico de las
enfermedades pancreáticas. Según los experimentos hechos en perros,
cuando hay degeneración completa del páncreas, los núcleos de la carne
comida no son digeridos. El descubrimiento de estos núcleos en las fibras
musculares contei^idas en los excrementos permite diagnosticar la falta de
jugo pancreático. El Dr. Steele ha confirmado este hecho, pero ha obser-
vado que existe, no sólo en las lesiones pancreáticas, sino también en cier-
tos trastornos del aparato digestivo.
El Dr. Mueser manifestó que no hay finalidad en el dia gnóstico de la
enfermedades del páncreas por la- orina é las heces. El estudio cuidadoso
del caso y el examen ñsico detenido son los únicos medios que permiten
conocer las enfermedades pancreáticas. La prueba de Oamages ha resul-
tado ser tan poco útil como todas las aconsejadas antes.
El Dr. Edsall dijo que la presencia de sulfates etéreos en la orina no
indica que exista una enfermedad pancreática. La digestión de la grasa
tampoco puede ser considerada como una prueba. La presencia de fermen-
tos pancreáticos en la orina tampoco puede servir de base clínica.
Actividad diflostiva de la pepsina en el estómago.^ El Dr. Sailer discutió los
métodos recientes empleados para calcular la actividad pépsica. Describió
también el efecto de varios medicamentos sobre la digestión pépsica. Ha
observado en sus experimentos que el ácido bórico no suspende la activi-
dad de la pepsina. En cambio, el ácido benzoico ejerce una acción inhibi-
toria enérgica. Los salicilatos, aun á pequefias dosis, paralizan por com-
pleto la digestión pépsica. El sulfato de Bosa posee propiedades inhibito-
rias acentuadas. Las disoluciones de sal común dificultan algo la digestión
pépsica y el alcohol menos aún. Los productos de la digestión pépsica pro-
ducen después de algún tiempo un efecto paralizante sobre dicha diges-
tión.
Fiebre gangiionar. — El Dr. A, Stengtl narró el «asodeun enfermo que
tenia infartos ganglionares generalizados y una serie de lesiones cutáneas
lié-
muy parecidas á la de la sifílis maoalosa j papulosa. El enfermo, médico,
negaba tenor antecedentes sifíliticos. Se procnró, en vano, descubrir el
Spirochotía pallida en el saero y en el liquido obtenido de los ganglios ex-
tirpados. En los cultivos de la sangre, de los ganglios y de las amígdalas
se obtuvo un estreptococo análogo á otro que es patológico para los caba-
llos, y que produce la llamada fiebre ganglionar y coriza epidémica en
estos animales. El enfermo mejoró gradualmente sin tratamiento espe-
cifico.
El Dr. Welch dijo que es preciso proceder con gran precaución al consi-
derar como nuevos los estreptococos patógenos puesto que estos microorga-
nismos presentan aspectos muy diferentes.
El Dr. Koplik manifestó que el nombre de fiebre ganglionar es impropio
porque puede producir confusión con otra enfermedad : la fiebre ganglionar
de los niños.
Meningitis oerobro-espínal. — El Dr. S. Flexner refirió los resultados de
los experimentos que, en unión del Dr. Houghton, había hecho en los mo-
nos con el microbio de la meningitis cerebro-espinal. Es fácil producir en
estos animales lesiones análogas á las que se observan en el hombre. La
afección fué producida inyectando en el conducto espinal suero proceden-
te de enfermos que padecían meningitis cerebroespinal. Guando los mo-
nos eran muy susceptibles ó las dosis elevadas, los animales murieron en
veinticuatro horas. Si sobrevivían más de cuarenta y ocho horas curaban
de ordinario. Los diplococos se encontraron al principio por fuera de las
células de la médula y por último en su interior. En los casos crónicos hubo
dilatación de los ventrículos cerebrales. Las lesiones se localizaron en la
parte posterior de la médula y en la base del encéfalo, igual que en la espe-
cie humana, lo que demuestra que hay una acción electiva. En ciertos ca-
sos, aunque la inoculación se hizo en la médula espinal, se encontraron di-
plococos en el derrame nasal de los monos, observándose también cierto
grado de inflamación en la parte superior de las vías respiratorias. Este he-
cho prueba que el hallazgo de los diplococos en la cavidad nasal no indi-
ca que penetren en el organismo por esta vía, puesto que pueden proceder
del' encéfalo, quizá por los conductos linfáticos y localizarse en las fosas na-
sales.
Naturaleza de los espiroquetos. —El Dr. F. O. Novy discutió la naturaleza
de estos microorganismos, que ha Tuelto á llamar la atención, desde que se
cree que el espirilo de Schaudin es la causa de la sífilis. Se ha supuesto que
el espirilo es de carácter animal, pero el Dr. Novy, fundándose en sus estu-
dios sobre el espirilo de Obermeier y sobre otros de igual naturaleza, no
acepta esta opinión. El organismo de la tripanosomiasis es de igual natu-
raleza, y aunque es transmitido por un insecto^ este hecho no prueba en
modo alguno que sea de carácter protozoario. La fiebre amarilla, por ejem-
plo, aunque transmitida por un mosquito, puede ser debida, no á un proto-
zoario, sino á una bacteria. El .Dr. Novy presentó varias preparaciones en
las que se ven los espirilos en vías de división longitudinal, no lateral, como
sucedería si se tratara de un protozoario. En vez de varios flagelos, como
suelen tener los bacilos, los espirilos sólo tienen urio. A vecer están unidos
por el entrelazamiento de los flagelos, lo que modifica su aspecto.
W T^^
TrtUimiMto del boeit oxoftálmioo por ana citttoxiaa upacífiea. — Bl doctor
y. Rogen expuso los resaltados de su experiencia respecto 4 este méiQdo.
De 80 enfermos tratados oararon ocao> en los qae desaparecieron todos los
signos del bocio. Dieciséis mejoraron bastante, y puede decirse que cura-
ron subjectivamente, aunque persistían algunos síntomas, como el temblor
y el exoftalmo. Bn seis, el tratamiento fué completamente ineficaz. Las in-
yecciones se hicieron cada cuarenta y ocho hpras, reduciéndose á esto el
tratamiento. Bl suero fué menos eficaz en los casos de bocio antiguo, duro
y fibroso. En la variedad blanda bastaron seis meses de tratamiento. Nin-
guno de loa otros sueros empleados fueron tan eficaces como el obtenido
primero.
El Dr. S, P. Beehe describió la preparación de este suero especifico. Para
obtener mejores resultados se inyectó al animal la glándula tiroides enfer-
ma. La diferencia entre el suero obtenido asi y el que se obtiene después
de inyectar la glándula tiroides sana no es esencial, pero sin embargo es
muy posible que exista algún medio de aumentar las propiedades antitó-
xicas. Bl Dr. Beebe cree que la mejora obtenida por la administración de
este suero no es debida á una coincidencia óá influencias psíquicas, sino
que se asemeja sobre manera al efecto de una antitoxina.
El Dr. Me Callum dijo que los resultados qae se indica haber obtenido con
el nucTO suero son indudablemente notables. No obstante, es difícil com-
prender cómo pueden mejorar los síntomas. La enfermedad de Graves es
debida al hipertiroidismo, y sin embargo, el suero no produce efecto espe-
cífico sobre la glándula, al menos en el caso que ha observado el Dr. Me
Callum. — {Hew York Medical Journal)» — F. Toledo.
PERIÓDICOS
Vámito pitaitost homorrágioo. — Los Dres. A. Mathieu y J. Oh. Roux
refieren el caso de una mujer de treinta y cinco años, que todos los días
vomita una á seis veces 50 á 80 cm' de un líquido sanguinolento. Los vó-
mitos van precedidos de grandes dolores, sobre todo por la noche. Estos
dolores, que radican sobre la parte interna del séptimo cartílago costal
izquierdo, á unos 5 cm. por encima y á lá izquierda del apéndice xifoides,
se irradian hacia la izquierda y atrás á nivel próximamente de la décima
vértebra dorsal. Guando no se arroja el líquido, aumentan los dolores y la
regurgitación ulterior. Como síntoma, también constante, se presenta un
hambre canina acompañada de debilidad y de sudor frío. Una vez termi-
nado el ataque, cesan los síntomas dispépticos. Esta dolencia tiene ya diez
afios de fecha, y en seis meses de tratamiento en que se han empleado los
medios más variados, incluso la sugestión, no se consiguió modificarla en
lo más mínimo.
Las masas vomitadas no provienen del estómago; están constituidas por
saliva y productos de la secreción de la faringe y del esófago, y según
llí
qne predominan anas ú otras secreciones, asi el liqnido es más ó menos
glntinoso. Se acnmala en el esófago sobre el cardias cerrado y es arrojado
al exterior por morimientos de vómito más ó menos violentos. A reces
pasa nna peqnefia cantidad al estómago, pero rnelve al esófago con los
esfuerzos del vómito. Guando se llena de liquido el esófago y sobreviene
el espasmo del cardias, es cuando se presenta la sensación de presión retro-
esternal. La escasa cantidad de líquido que se expulsa de cada vez ya in*
dica que no proviene del estómago y también lo prueban su poca acidez,
la falta de coagulación de la sangre expulsada y la mezcla del liquido mu-
coso con restos alimenticios. La sangre proviene á veces de las mismas
glándulas salivares, pero también de la faringe y del esófago. 8u mezcla
íntima parece indicar un origen intraglandular.
Los autores proponen denominar á este síntoma hemosialomesis, como
si nómino de vómito mucoso hemorrágico procedente del esófago en las
histéricas, pues no cabe duda, por otra parte, de que se trata de una ma-
nifestación del histerismo. — (Gat. des hopitaux), — R. dkl Vallb.
Alimentaoién en las enfernedadM agudas. — En las enfermedades agudas,
dice el Dr. Pitt, la alimentación obra neutralizando ó contrarrestando el
veneno, formando anticuerpos ó codificando la alcalinidad de los tejidos.
Puede obrar también, como acontece con el alcohol, estimulando el cora-
zón y el sistema nervioso. Las antitoxinas son producidas por las células,
y la capacidad de éstas para formarlas depende en gran parte de las subs-
tancias nutritivas que reciben. La eliminación de venenos puede favore-
cerse administrando grandes cantidades de líquidos que los diluyen, á la
vez que estimulan la actividad de la piel y de loe rifiones. Las bebidas frías
rebajan la fiebre entre otros efectos, por estimular las funciones cutáneas.
En la fiebre, los labios y carrillos están apergaminados y la lengua seca,
á causa de la secreción deficiente de la saliva; el enfermo no puede masti-
car ni mover la lengua, las bacterias se desarrollan, por lo tanto, con rapi-
. dez en la cavidad bucal, la que se convierte en un foco de infección. La sed,
uno de los rasgos característicos de la fiebre, es debida á la sequedad de la
boca y al aumento del peso específico de la sangre, el cual depende de la re-
tención del cloruro sódico y de que los tejidos, á causa del estado de intoxi-
cación en que se encuentran, snstraen grandes cantidades de líquido de la
sangre. La alimentación en los estados febriles debe, por lo tanto, ser líqui-
da, no sólida. Además de la sed hay anorexia, debida al envenenamiento
del sistema nervioso y á la digestión imperfecta. Gomo los movimientos del
estómago y la secreción del jugo gástrico son deficientes, los alimentos fer^
montan con gran facilidad, por cuya razón las peptonas y albumoeas son
preferibles á la carne. Está indicado también administrar ácido dorhídri*
co para suplir su deficiencia y para contener la fermentación bactérica. £n
la fiebre, la absorción de alimentos por los intestinos es casi normal, por-
que se absorbe el dO por 100 de la grasa y de la albúmina; en cambio, loe
hidratos de carbono son eliminados por las heces cuando se administran
con exceso ó hay mucha diarrea.
¿Qué cantidad de alimentos debe tomar un enfertno febril? En estado
normal, un hombre activo necesita 8.000 calorías, que pueden ser suminia*
119
iradas por 100 gramos de albúmina, 100 de grasa y 400 de hidrato de car-
bono. En la fiebre, la excreción de nitrógeno está aumentada, puesto que
el yeneno desorganiza las cólnlas y disminuye la capacidad de éstas para
apropiarse la albúmina. La excreción de ácido carbónico está aumentada
sólo en el 20 por 100 ó menos. Un enfermo que permanece en el lecho ne-
cesita, teóricamente, 2.400 calorías y 2.700 si tiene fiebre. En las afecciones
febriles crónicas se ha observado que son suficientes 1.500 calorías, y en las
agudas basta una alimentación que produzca menos de 2.000 calorías. En
general, aunque se aumente la cantidad de nitrógeno en la alimentación,
no se consigue evitar la consunción de los tejidos en la fiebre ; tampoco se
consigue preyenir esta pérdida con los antipiréticos, porque aunque la tem-
peratura se haga normal persisten los efectos del veneno sobre los tejidos.
El alcohol no es necesario en las enfermedades agudas y su uso es á ye-
oes más perjudicial qiie útil. Debe emplearse después de las crisis, en las
enfermedades de larga duración y en la convalecencia; obra aumentando
el apetito y favoreciendo la absorción de los otros alimentos. El alcohol es
un alimento y se absorbe con facilidad. Es un alimento de economía de los
hidratos de carbono y de las grasas, pero no de la albúmina. Guando se ad-
ministra en graa cantidad, sus efectos tóxicos superan á sus beneficios.
Debe administrarse, en las enfermedades agudas, en los casos siguientes :
1.^, debilidad circulatoria que se revela por pulso rápido, débil, dícroto ó
irregular; 2.<*, enfermos débiles y extenuados, sobre todo alcohólicos; 8.<*,
incapacidad de tomar alimento por deficiencia de la digestión, sobre todo
cuándo la lengua está seca; 4.^, estados piémicos persistentes con tempe-
ratura elevada; 5.^, delirio bajo cod extenuación é insomnio; 6.*, durante
la convalecencia cuando el apetito es caprichoso.
Guando se administra como estimulante no debe estar muy diluido, pero
sí cuando se emplea para abrir el apetito. En forma efervescente, vino de
champagne, es eficaz si hay inapetencia. En las convalecencias de las en-
fermedades graves, sobre todo en los niños, nada más eficaz que el vino de
Jerez afiejo. La cantidad de alcohol que puede administrarse al día, es de
60 gramos, rara vez más de 180. Guando obra de una manera benéfica, la
lengua se humedece, la respiración y el pulso se normalizan y el estado
mental mejora. 8i se administra en cantidad demasiado elevada, la lengua
86 pone más seca, aumenta el abatimiento del enfermo y se nota en el aire
expirado el olor del alcohol. Estos resultados dependen de loe hábitos del
enfermo, tanto como de la cantidad tomada y de la naturaleza de la en-
fermedad.—(^^ Procítííoner).— F. Toledo.
Suministre de leche á fot niBot de peobo. — En una de las últimas sesiones
de la Sociedad vienesa de Medicina interna y de Pediatría, el Dr. Weis
dio cuenta de la ort^anización que se ha establecido en el X distrito de Vie-
na, para suministrar leche á los niños de pecho que la necesiten. En dicha
organización figuran todos los médicos prácticos del distrito y cada uno de
ellos puede extender un certificado para que se suministre leche gratis.
El niño que es presentado eo el Gdnsultorio, se pesa y allí mismo se le
encarga á la madre que comparezca con su hijo cada dos sem^.naá en casa
del médico que la ha recomendado. La leche, preparada convenientemente
120
y distribuida en porciones se da en invierno á las seia de la tarde y en
yerano á las seis de la mañana. Un proveedor de leche en gran escala es el
que la suministra al precio de coste. En concepto del autor no debe darae
á las personas pudientes, por lo mismo que en Yiena pueden proporcionar^
se en el mercado leche de excelente calidad.
Cada niño de pecho le cuesta al Consultorio por semana una corona, ó »ea
84 peniques, teniendo que satisfacer la madre otras 50 blancas, ó sea 42 pe-
niques.
En el X distrito de Yiena nacen al año, por término medio, 5.000 niños;'
2.000 se crian al pecho; otros 2.000 son hijos de padres .bien acomodados y
de los 1.000 restantes la mitad acuden al Consultorio. La mortalidad dé
estos niños asciende á un 10 por 100, que apenas corresponde á la mitad
de la mortalidad infantil del distrito. De los datos estadísticos recogidos
durante todo el año, resulta que. en las familias de los niños que están bajo
el patronato del Consultorio, la mortalidad de los niños de pecho habla
sido de 30 á 50 por 100. Si se tiene en cuenta que al asilo no se han enria-
do hasta ahora más que niños enfermos, se ye que el resultado del primer
año es muy lisonjero. El autor aboga porque se fupden Consultorios ana-
logos en los demás distritos.
Una novedad es la creación de una caja ó Sociedad de seguros de lactan*
cia. Mediante una pequeña cuota semanal durante el embarazo asegura la
mujer, en caso de que pueda criar, un pequeño capital, y si no puede criar,
se le da gratis, y durante seis meses todo el alimento que necesite su hijo;
si éste, en cambio, se muere al nacer, se le devuelve á la madre toda la
suma que hubiese impuesto.
(ZentralhlaU für innere Afedizin). — R. del Vallb.
Tratamiento do la hlporolorbidria gástrioa.— La atropina es uno de los me-
dicamentos más útiles que pueden emplearse contra las crisis dolorosas de
la hiperclorhidria, porque no sólo combate el elemento dolor, sino que por
su efecto inhibitorio sobre las secreciones en general, disminuye también
la de jugo gástrico. El Dr. Rebizzi ha hecho experimentos en la clínica
del Dr. Patella, de Siena, y deduce de ellos que en las crisis hiperclorhi-
drícas es preferible á la atropina una combinación de solanáceas, aconse-
jada ya por el profesor Rummo ; recomienda tomar 20 gotas por la maña*
na y 20 por la tarde de la preparación siguiente :
Tintura de estrainonio .....<..]
— de belladona ( aa 5 gramoe.
— debelefio , \
Los resultados que se obtienen con esta medicación son altamente satis-
factorios.—({?ar««a degli ospedali^ 19 agosto 1906).— F. Tolbiío.
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
DATOS flSlOLOGICOS Y TERAPÉUTICOS ACERCA DE. U TODINA
DE. D. JOSÉ CODINA CASTELLVÍ
Médieo nttB«nurlo, por opotUlóa, d«l Hospital Provincial.
Según los datos químicos facilitados por el autor de la yodina, de
los que ya se ha ocupado la prensa médica^ incluso esta Revista»
con la garantizada ñrma del Dr. Pérez Noguera, dicho cuerpo es una
especie química que se obtiene haciendo actuar los vapores de yodo
sobre la grasa de araehis previa y debidamente depurada, con lo
cual se consiguen sustituir las moléculas de hidrógeno que se des-
prenden por igual número de moléculas de yodo y resultando un lí-
quido obscuro-negruzco, aceitoso, con ligero olor á grasa y de un
sabor especial, algo empalagoso, pero no muy desagradable, el cual,
según el referido autor, puede considerarse por su constitución quí-
mica como el c éter propildiodyoleíco-monoyodaráchico».
Sabido es que la principal idea que guía á los químicos en la ob-
tención de compuestos yódicos orgánicos, es la de dar con un pro-
ducto que, en la práctica médica, pueda emplearse en lugar de los
yoduros sin provocar los fenómenos tan frecuentes y algunas ve-
ces tan alarmantes del yodismo. En el extranjero se han dado á
conocer en estos últimos años, entre otras, la yodipina, el yothion
(diyodhidroxipropano), y recientemente la sayodina (ó sea la sal de
calcio del ácido behenmonoyódico), que acaba de ser experimenta-
da por E. Fischer y J. von Mering (Medixinische Klinik^ núm. 7, 1906).
Solicitados por el autor del producto para que le ensayáramos, y
abierta como está siempre nuestra clínica á la investigación de todo
Affo XXX. — Tomo LXXIII. - Núm. %d -38 Octubre, 1906. 10
122
nuevo producto que represente un progreso en la •terapéutica^ en
bien de los enfermos, hemos ensayado la yodina durante algún
tiempo y los resultados obtenidos, entre los que se cuentan algunos
datos de su acción fisiológica y algunos efectos terapéuticos, son los
que vamos á exponer en las siguientes lineas.
Hemos administrado el medicamento á dieciocho individuos, de
los cuales siete estaban sanos y once enfermos.
La primera cuestión que tratamos de dilucidar fué la de saber si
una vez administrada una dosis de yodina se eliminaba yodo por la
saliva y por la orina, y, en caso afirmativo, cuándo comenzaba y
cuándo terminaba la eliminación. Para estos ensayos nos valimos
de los siete individuos sanos, entre los qué figuran mi ayudante,
el Dr. D. Antonio Martin, mis compañeros asistentes á la Clfnica»
D. Antonio Ferratjes y D^ Carlos Torregrosa, y los alumnos, señores
Castañs, González y Malberti, y de un enfermo de catarro bron-
quial subagudo que ocupaba la cama núm. 1 de la sala 30.
La investigación cualitativa del yodo se hizo, siempre que lo per*
mitió la cantidad del líquido de ensayo, por doble procedimiento del
engrudo de almidón y ácido nítrico, y por el ácido nítrico y cloro-
formo. Dicha investigación se efectuó cada cinco ó diez minutos
durante la hora subsiguiente á la administración de la yodina y des-
pués cada veinticuatro horas. Los resultados obtenidos han sido los
siguientes :
Eliminación del yodo por la «aZioa.— En las observaciones G.% 7/ y
8.* no se pudo descubrir nunca la presencia del yodo en la saliva
después de haber administrado dos cápsulas de yodina, con la par-
ticularidad de que en las observaciones 2,^, 7 * y 8.* tampoco pudo
descubrirse después de una dosis de cuatro cápsulas.
En las observaciones 1.*, 3.\ 4/ y 5.^ el yodo se descubrió clara-
mente en la saliva; en una (observación 3.^), á los sesenta minutos
de administrar cuatro cápsulas y en las otras tres (observacio-
nes 1.*, 4/ y 5.*), después de transcurrida una hora de la adminis-
tración de dos cápsulas en la observación 1.^ y cuatro cápsulas «en
las observaciones 4.* y 5.^ En estas tres observaciones desapareció
el yodo de la saliva al día siguiente y en la observación 3.* al se-
gundo día.
Eliminación del yodo por la orina.— En todas las observaciones me-
nos en una (observación 7.^), se descubrió fácilmente la presencia
del yodo y apareció con toda claridad en los momentos que indican
las siguientes cifras :
123
ÜÉBisro do Im
obierTMioMi.
Ifánoio
d« cápffvlM.
MomMlo d« U aparUlón.
ObterTMioBM.
6.*
2
10 minntos..
4.*
16 —
6.*
16 ^
»
2.*
80 —
a*
80 —
a*
60 —
a»
« -
1/
2
En el cnrso del primer día.
Vertió varias yeoes
la orina.
7.*
2
No apareció.
7.*
4
Indicios á los 90 minntos.
Desapareció el yodo de la orina en los días siguientes :
Ilúmsro d« Im obMrvMioiiM.
N&Bi«ro d« cáptvlM.
Mom«nio de U doiaparlelÓD.
a*
2
l.e' día.
a*
4
2.* —
4.*
4
2.* -
6.*
4
2.* —
a*
4
4* —
a*
2
b- -
!.•
2
a* —
2.*
4
9.* —
Bs de advertir que en la observación 8.^ la curva de elininación
del yodo fué intermitente 6 irregular, es decir, que con la adminis-
tración de dos cápsulas apareció el yodo en la orina á los treinta
minutos y después siguió una curva como la que indica la siguiente
gráfica :
IBm
tOa
3Stm
Um
IOm
ttMi
Wa
CJk u
. iJbm
\am
XÜm
c^
7
•^
Av
/
V
\.
J
A
7
L
,
; Fenámenx^ yódicos observados. Cefalalgia. — Ligera pesadez en la
región frontal registraron los individuos de las observaciones 2.* y
3.^ ; además, el de la observación 2.^ manifestó que sentía sensación
124
de calor en toda la cabeza, sensaciones que á las veinticuatro horas
habían desaparecido.
Sequedad de boca y faringe.— Mxiy moderada se registró en las ob-
servaciones 2.% 3.^^ y 6.% la cual desapareció antes de las veinticua-
tro horas, excepto en la observación 3.% que duró dos dfas.
Sabor metálico. --Sólo se registró en una observación, en la 4.% y
desapareció antes de las veinticuatro horas.
Deseo de eructar. — Se manifestó durante el transcurso del primer
día en las observaciones 4.* y 5.^
Deducciones flaiológicae. — De los datos expuestos parece que se
pueden consignar de un modo provisional tres principales deduc-
ciones : 1.^ el yodo de la yodina se elimina pocas veces por la sali-
va, y- en caso afirmativo, es muy efímero el tiempo que dura la eli-
minación ; 2.% la eliminación por la orina es bastante rápida, pues-
to que en la mitad de las observaciones el yodo había desaparecido
al segundo día ; y d.% los fenómenos de yodismo son de una insigni-
ñcancia tal, que casi no merecen consignarse, y rara vez se ob-
servan.
Sin entrar ea consideraciones, que nos llevarían más allá de los
límites que nos hemos impuesto, llamaremos, sin embargo, la aten-
ción acerca de lo que fué para nosotros una inesperada sorpresa ;
es, á saber : la falta de reacción yódica en Ja saliva, ó cuándo más,
la escasa duración de la eliminación del yodo por este emunctorio,
hecho positivo y evidente que nos hizo pensar en la posibilidad de
que exista una estrecha relación entre la eliminación fácil y masiva
del yodo por la saliva y los fenómenos intensos de yodismo de las
mucosas de las primeras vías y viceversa, y en consecuencia, que
tal vez hay individuos que eliminan con gran facilidad por dicha
vía y son los que tienen esa gran susceptibilidad á los preparados
yódicos, facilidad de eliminación que probablemente varía merced
á un gran número de factores, entre los cuales tal vez ocupe uno de
los primeros lugares la constitución química del producto yódico
administrado.
De los diez enfermos que fueron tratados con la yodina á la dosis
diaria de 1 á 2 gramos, administrada en cápsulas ó en forma pilu-
lar, uniéndola á un polvo inerte, en tres se hicieron algunas inves-
tigaciones, cuyos resultados vamos á exponer. En los tres se trataba
de reumáticos crónicos de distintas formas y localizaciones.
125
Ni sobre la temperatura, ni sobre la frecuencia del pulso y de la
respiración se observaron modificaciones que llamaran la atención,
excepto esas ligeras irregularidades de las gr&ñcas, que no pueden
atribuirse con fundamento á la medicación administrada y la des-
aparición de algunas décimas por encima de la temperatura nor-
mal, que probablemente también se hubiera conseguido con el sim-
ple reposo en cama.
Presión arterial. -— Examinando las gráficas respectivas, se des-
cubre que en los tres enfermos la presión arterial descendió durante
los ocho ó diez primeros días y después siguió un curso irregular de
aumentos y disminuciones, quedando al mes de tratamiento aproxi-
madamente igual que antes de tomar la medicación, aunque casi
siempre por debajo de aquélla. En la observación 9* la presión ar-
terial osciló en los ocho días antes del tratamiento entre 12 y 14, y
en los ocho días siguientes entre 10 y 12 ; en la observación 10 osciló
primero entre 14 y 16, y después no traspasó la cifra de 12, y en la
observación 11 osciló, como en la 9.% primero entre 12 y 14 y des-
pués entre 10 y 12. Vése, pues, que las diferencias de presión arterial
no son muy manifiestas, aunque desde luego los datos obtenidos
autorizan á consignar que durante los primeros días de administrar
el medicamento la presión arterial desciende sensiblemente.
Sangre,^^^ hicieron dos análisis de sangre en cada eaf^rmo, uno
antes de comenzar el tratamiento y otro á las tres semanas de ha-
berlo comenzado. Los resultados obtenidos fueron los siguientes :
Obtarva
clone».
9.»
10
U
BR1TR0G1T08
Antes del
traUntento.
4.777.000
5.900.000
4.936.000
Deapnis del
timUmlento.
4.425.000
6.750.000
4.800.000
LBUCOGITOB
HEMOGLOBINA
E08INÓ
Antes.
Deepnét
Antee.
Deepnés
Antee.
6.000
8.000
82 «/o
74»/o
10 •/o
9.000
8.000
W/o
96 «/o
6%
7.000
6.000
88 %
85 X
6X
Despaje
6X
2-/.
Aunque partiendo siempre de la base evidentísima del corto nú-
mero de observaciones y de la desigualdad absoluta que existe en
los resultados obtenidos, no parece aventurado consignar que en
tesis general los glóbulos rojos, tanto por el insignificante descenso
en las observaciones 9.^ y 11, como por la ganancia de cerca de un
millón en la observación 10, más bien tienen tendencia á aumentar
126
en número^ lo propio que parece aumentar el valor hemoglobínico
de cada uno de ellos. En cuanto á las diferencias observadas en el
número de leucocitos en general y en el de eosinófilos en particular,
no creemos que de ellas se pueda desprender ninguna conclusión ni
siquiera provisional, á no ser la que tal vez podría concretarse di-
ciendo que hablan en favor de una ligera influencia moderadora de
la eosinofilia.
Orina. — En uno de los tres enfermos, el cual padecía una poliartri-
tis deformante muy avanzada, se hicieron tres análisis de orina,
uno antes de someterle al tratamiento, otro á los veinte días de ha-
berle comenzado y otro diez días después, y los datos obtenidos figu-
ran en el siguiente cuadro :
OBSERVACIÓK 11.
Densidad
Beaoción ••......
Materias fijas
Urea
Acido úrico
Acido fosfórico. . .
Albúmina
Olncosa
Haterías biliares
ÉPOCA DEL TRATAMIENTO
■■ . "■ •
Atttw.
AlMSOdÍM.
A iM so diM.
1.021
1.015
1.022
Acida.
Acida.
Acida.
47*46
88*90
49*72
20^72
14*80
21*70
0*47
0*88
0*42
2*26
1*62
2*10
No.
No.
No.
No.
No.
No.
No.
No.
No.
Los tres análisis revelan una composición que oscila alrededor de
las cifras normales, con un descenso de los materiales sólidos en el
segundo análisis y un ligero aumento en el tercero en relación con
el preliminar, si bien con la especial particularidad de que dicho
aumento es manifiesto en la urea y va acompañado de un descenso
en la cantidad de ácidos úrico y fosfórico. Difícil, por aventurado,
es deducir de estos datos que á la sola intervención medicamentosa
se deben dichos cambios que parecen revelar un coeficiente mayor
de oxidación intraorgánica, y un mejor aprovechamiento de los al-
buminóideos acompañado de un menor desgaste fosforado.
Los diez enfermos tratados por la yodina pueden reunirse en trea
grupos, según la naturaleza del proceso patológico, en reumáticos»
cardiovasculares y sifilíticos.
127
Reumáticos. — Componen este grupo cinco enfermos, cuyo resu-
men clínico es el siguiente :
Observación 9.^{ Reumatismo crónico mu^cuto^^ncíenoso.— Jorna-
lero de veintiséis años, procedente de Avila, ingresa en el núm. 47
de la sala 30, el dfa 4 de abril de 1906; la enfermedad data de dos
meses sin mejorar ni empeorar; & su ingreso, está infebril y se que-
ja de dolores espontáneos, que aumentaban con el movimiento, en
las masas sacrolumbares, en las dorsales y en la cara posterior de
los muslos, especialmente en la región poplítea; la exploración per-
mite descartar un proceso medular ó nervioso periférico; no había
edemas.
Se le administraron seis cápsulas diarias de yodina desde el día
12 de abril al 4 de mayo. Se inició la mejoría de los dolores, permi-
tiéndole sentarse en la cama el día 20 de abril, y al cabo de ocho días
más los movimientos ya no provocaban dolor y sólo quedaba poca
fuerza dinamométrica en los miembros superiores. El día 5 de mayo
fué dado de alta, curado por completo. No htibo fenómenos de
yodismo.
Observación 10 : Reumatismo muscular subagudo. — 3ovnBL\eTo de
cuarenta y seis años, procedente de Lugo, ingresa el día 6 de marzo
de 1906 en el núm. 42 de la sala 30; su enfermedad data de un mes
y está ligeramente febril, fiebre que desaparece antes de someterlo
á tratamiento; se queja de dolores espontáneos que aumentan á la
presión y al movimiento en los cuatro miembros y en las masas sa-
crolumbares; la exploración permite descartar otros procesos y des-
cubre la limitación de movimientos y la falta de edemas. '
Se prescriben 6 cápsulas de yodina el día 10 de abril, en vista de
la ineficacia del tratamiento tópico empleado hasta entonces, se
aumentan á 8 el día 18, y continuó el tratamiento en igual forma has-
ta el 5 de mayo. El día 17 manifestó que tenía menos dolores y la
exploración demostró que los movimientos eran más fáciles y más
amplios, mejoría que estaba muy acentuada el día 27, y se le pudo
dar de alta el dfa 5 de mayo completamente curado. No hubo fenó-
menos de yodismo.
Observación 11 : Poliartritis deformante, — Enfermo de cincuen-
ta y ocho años, ingresa en la clínica en noviembre de 1905; su en-
fermedad data de varios años y ha tenido marcha progresiva en do-
lores y limitación de movimientos; á su ingreso ^e queja de dolores
repartidos por todo el cuerpo, y la exploración descubre las clásicas
desviaciones externas de los dedos gordos, con grandes deformacio-
128
nes duras en las articulaciones de los dedos de los piés> de las rodi-
llas^ y limitación de movimientos en las caderas, columna vertebral
y hombros.
Después de estar sometido sin resultado alguno á varios trata-
mientos, el dfa 10 de abril se le prescriben 60 centigramos de yodina
que se aumenta á 1 gramo el dia 20, hasta el día 12 de mayo en que
se suspende el tratamiento por no haberse obtenido ni el más ligero
alivio. Del dia 12 al 18 tuvo un ligero catarro ocular, que por no ir
acompañado de otros fenómenos, es difícil imputar á la medicación.
Observación 12 : Reumatismo aubagudo mono-articular. -— Jorn^i:'
lero de treinta y dos años, ingresa en la clínica el día 15 de abril de
1906; su enfermedad data de quince días, y su comienzo fué ligera-
mente febril y su localización la rodilla izquierda; ásu ingreso esta
articulación continúa siendo dolorosa espontáneamente á la pre-
sión y al movimiento, cuya amplitud está limitada, y además, está
algo aumentada de volumen.
El día 17 se le prescribe 1 gramo de yodina y 2 gramos el día 20,
que continúa tomando hasta el día 22, en que pide el alta muy me-
jorado. No hubo fenómenos de yodismo.
Observación 13 : Reumatismo infeccioso y periostitis del extremo
superior del radio, — Jornalero de veintiséis años, ingresa el día 12 de
abril de 1906 en el núm. 23 de la sala 30; su enfermedad comenzó tres
semanas antes, fué febril y calificada con el genérico nombre de fie-
bre infecciosa, y al parecer, se trató de una gripe ; en la convale-
cencia, una semana antes de su ingreso, comenzaron á molestarle los
dolores, que han ido en aumento y qu'e en el día de su entrada sen-
tía principalmente en los miembros inferiores, tanto á lo largo de
ellos como en las articulaciones; además, en la región del codo de-
recho, se nota aumentada de volumen la extremidad superior del
radio y dicha región es muy dolorosa, dolor que aumenta á la pre-
sión y al movimiento, que á su vez es muy limitado. El enfermo re-
fiere que á los nueve años tuvo una luxación en esta articulación.
Bl día 13 de abril se le prescribió 1 gramo de yodina; el día 17 un
gramo y medio con embrocaciones de tintura de yodo en el tercio
superior del antebrazo y aplicación de un vendaje compresivo;
á primeros de mayo se suspendió el tratamiento tópico y el día 12 la
yodina. Con alternativas de mejoría y agravación en la intensidad
de los dolores, llegaron éstos á desaparecer y recobró la normalidad
la articulación del codo, dando el alta al enfermo el día 15 de mayo
completamente curado. No hubo fenómenos de yodismo.
129
CardiowueulareB.-^Trea enfermos componen este grupo ; he aquí
el resumen clínico :
Observación 14 : Eairechez de la mural y miocarditis esclero^
sa. — Jornalero, de cuareta y tres años, ingresa en la clínica el día
^ de abril de 1906 en el núm. 4 de la sala 30 y manifiesta que desde
hace muchos meses padece dolor en la región epigástrica, cuyos
caracteres no sufren modificación precisa por las comidas, y fati»
ga al andar, sin tos ni expectoración. Por haberse acentuado estos
síntomas ingresa en el hospital : no hay ni ha habido trastornos di-
gestivos; la palpación es dolorosa en el hueco epigástrico, donde
se comunican violentamente los latidos cardíacos. Punta del cora-
zón en el sexto espacio intercostal por dentro de la línea mamilar;
aumentada la zona maciza cardíaca hacia el apéndice xifoides; no
hay soplos; los ruidos cardíacos, sin ser reforzados, son fuertes y
vibrantes en la punta; hay alguna tardía intermitencia y desigual*
dad; pulso muy pequeño, filiforme y depresible, sin pasar de 90. li-
gera cianosis cdn venas muy repletas en la piel del tórax; disnea
inspiratoria con depresión, á la inspiración, de los espacios inter-
costales, fosas supraclaviculares y algo el hueco epigástrico ; ester-
tores crepitantes en las bases; no hay edemas ni albúmina en la
orina.
Tomó un gramo de yodina diario desde el día 27 de abril al día 22
de mayo, y en vista de que no se modificaba ningún síntoma y en
esta última fecha había aumentado notablemente la cianosis y la
disnea, se suspendió la yodina y se prescribió una sangría, con lo
cual mejoró con rapidez el enfermo, que continuó en la clínica some-
tido á otro tratamiento. No hubo fenómenos de yodismo.
Observación 15 : Arterio-escleroais con ataques apoplectiformes y
astasia-abasia. — Hombre de sesenta y seis años, ingresa en el nú-
mero 35 de la sala 30 el día 14 de abril de 1906. Refiere difícilmente
que ha padecido ataques con pérdida de conocimiento desde algu-
nos años á esta parte; responde con dificultad é incoherencia á lo
que se le pregunta. Los fenómenos salientes que demostró la explo-
ración fueron : imposibilidad de tenerse en pié y de caminar, per-
sistiendo la fuerza muscular y la facultad de ejecutar toda clase de
movimientos activos con las extremidades estando acostado; no
había paresias, parálisis ni trastornos de la sensibilidad, ni de los
esfínteres; pupilas dilatadas; y arco senil muy marcado; tempora-
les y radiales duras y fiexuosas; ruidos cardíacos apagados;]pola-
kiuria.
130
Se le prescribió an gramo de yodina el día 16 de abril y se suspen-
dió el día 12 de mayo. El día 27 de abril tenia la inteligencia más
despejada y podía levantarse y caminar con ayada de un bastón;
desde el día 5 de mayo pudo caminar sin apoyo alguno y vestirse
solo; y el día 12, había recobrado ya la normalidad de todas sus
funciones perturbadas, siguiendo, como es natural, arterio-esclerósi*
eo. No hubo fenómenos de yodismo.
Observación 16 : Aieroma cerebral.^ Hombre de sesenta y nueve
años, ingresa en el núm. 7 de la sala 30 el día 18 de abril de 1906. Del
examen se desprende : dificultad muy acentuada de expresión, afee*
tividad exageradísima; se sostiene difícilmente en pié, sin tener pa-
rálisis limitada de ningún género, aunque estuvo hemíplégico unos
años antes; sensibilidad normal; reflejo rotuliano exagerado en el
lado izquierdo; incontinencia de orina.
Se le prescribe la yodina el día 21 de abril y se le suspende el día
5 de mayo, en que pidió el alta bastante mejorado, puesto que habla-
ba mejor y más acertadamente, ya no se orinó en la cama en los
dos últimos días y pudo caminar, aunque con gran dificultad, con
las piernas muy separadas y con la ayuda de un bastón. No hubo
fenómenos de yodismo.
SifllUieos, — Los datos clínicos de los dos enfermos de este grupo
pueden resumirse del siguiente modo :
Observación 17 : Hemiplegia con afasia por hemorragia cerebral
ei/llitica.-^CoTíRáoT de carnes, de treinta y un años, ingresa en el
núm. 13 de la sala 30 en noviembre de 1905. Un año antes tuvo un
chancro sifilítico; tratamiento breve é inconstante; hace dos meses,
durante el día, observa que le flaquean la pierna y brazo derechos,
que pronuncia difícilmente las palabras y en poco tiempo queda
totalmente hemíplégico del lado derecho y afásico, en cuyo estado
le encontramos el día de su ingreso.
Se le prescriben inyecciones de biyoduro de mercurio en varias
series de 15, una diaria, y sólo se consigue que el miembro inferior
derecho recobre el movimiento, y, aunque parésico y con el reflejo
rotuliano muy exagerado, pueda caminar; el miembro superior del
mismo lado se queda en flexión (orzada por contractura de los fle-
xores; la afasia persiste en el mismo estado. En esta situación se le
prescibe, el día 12 de abril, un gramo de yodina, un gramo y medio
el día 17 y 2 gramos el día 20, que continúa tomando hasta el día 26
de mayo, en que se sustituye por 8 gramos diarios de yoduro potá-
sico, que á los ocho días se elevan á 12.
131
Ni con la yodina ni con el yoduro se ha modificado la paresia» del
miembro inferior ni la parálisis y contractura del superior. Sólo lia
mejorado la afasia^ pero seguramente^ no por la medicación^ sino
por la reeducación de la palabra^ á que se le sometió desde el dia 27
de abril. No hubo fenómenos de yodismo ni con la yodina ni con el
yoduro.
Observación 18 : Epilepsia de origen ei/lliiico. — Un empleado ce-
sante, de treinta y dos años, ingresa ei dia 22 de abril de 1906 en el
número 24 de la sala 30, y refiere que le dan ataques desde hace dos
años, cada vez con mayor frecuencia, hasta el punto de que ahora
es raro el día en que no tiene uno ó más. El ataque consiste unas ve-
ces en pérdida de conocimiento, sin aura, y resolución muscular,
que dura de tres á diez minutos y va seguido de gran confusión
mental y amnesia absoluta de lo que hace durante la media ho^a ó
el cuarto de hora subsiguiente ; otras veces la resolución muscular
va seguida de convulsiones, mordedura de la lengua y termina con
emisión involuntaria de orina, y otras sólo consiste en confusión
mental y amnesia total de lo que hace durante cinco, diez, veinte
ó treinta minutos. Los ataques tienen preferencia por la noche. Pa-
deció á los dieciocho años enfermedades venéreas ; no' ha estado so-
metido á tratamiento especifico, y la exploración encuentra en
amígdalas, comisuras labiales, cuero cabelludo, piel, ganglios y
crestas tibiales, residuos imputables á un proceso sifilítico.
Se le prescriben las inyecciones de biyoduro de mercurio, y el día
4 de mayo comienza á tomar la yodina, que no suspende hasta el
día 25. El efecto obtenido sobre el número de ataques diarios puede
verse en la siguiente gráfica, la cual parece demostrar qué la in-
fluencia de la medicación fué beneficiosa, puesto que durante la ad-
ministración del medicamento tuvo dos series de días sin ataque al-
guno, con la particularidad de que la segunda serie, de los trece días
que comprende, siete corresponden á los subsiguientes al día en que
se suspendió la medicación. El dia 7 de junio pidió el alta, no ha-
biéndose observado ningún fenómeno de yodismo.
Tales son los hechos clínicos y los resultados de nuestras observa*
clones en forma bien descamada por cierto. Y sin atrevernos, por
falta de pruebas más numerosas y más decisivas, á consignar una
conclusión categórica y firme, tal vez no resulta ya tan aventurado
indicar que la impresión general que producen los resultados obte-
132
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nidos es la de que« con la yodi-
na^ se obtienen efectos cuando
menos tan rápidos y eficaces
como con los yoduros y otros
preparados yódicos cuando se
administra con el objeto de
obrar contra los procesos Ínti-
mos del metabolismo orgánico^
como alterante^ y en particular
contra la perversión nutritiva
especial de los vasos^ llamada
arterio-esclerosis^ en virtud de
que tal vez se opone ó. contra-
rresta la hipertensión que suele
acompañar á estos procesos, y
que, como es bien sabido, no se
considera actualmente como
un fenómeno consecutivo á la
lesión v€iscular, sino como la
causa preliminar y provoca-
dora de la lesión.
Probablemente las dosis han
sido pequeñas, pero de todos
modos, los efectos han sido
más dudosos en los procesos
sifilíticos de los centros nervio-
sos, descartadas las dificulta-
des inherentes á una recta in-
terpretación de la acción com-
pleja desplegada por el trata-
miento prescrito.
En fin, lo que parece más in-
dudable, aunque no de un mo-
do absoluto, puesto que falta
la investigación comparativa
con otros preparados yódicos,
es que la administración de la
yodina no va seguida de los fe-
nóipenos, tan frecuentes como
molestos y hasta algunas veces
133
graves» del yodismo, lo cual tal vez encuentre su explicación, cuan-
do menos en parte, en que rara vez se descubre el yodo en las se-
creciones de las vías superiores.
UN CASO DE ESTKEPTOCOCCIA
DON JOSÉ MONTES 8ANAGUBTÍN
Lle*neUdo •• Medieloa y Ciniffa»
Sustituía yo al titular del pueblo de La Mata (Toledo), en el mes
de febrero del corriente año, cuando tuve ocasión de asistir un caso
clínico interesante y digno de conocerse por varios conceptos. \
A. R., casada, de veintisiete años de edad,.de constitución linfática
por alimentación, como ocurre en gran parte de la gente de campo,
aunque dotada al parecer de robustez; sus antecedentes heredita-
rios no hacen al caso, y de los personales sólo es digno de mención
que haya padecido cuatro años antes una erisipela de la cara, y al-
gún mes que otro congestiones de escasa duración en la misma
cara, pero á los que no se podía calificar por sus caracteres de eri-
sipela de repetición.
Trabajaba á la sazón en el blanqueo de su casa, labor en que uti-
lizan semanalmente cal apagada en agua, cuando me llamaron por
primera vez. Presentaba un edema blanco, en forma de anteojo al-
rededor de ambos ojos, y se quejaba de un pequeño dolor de cabeza.
Parecióme al pronto una linfangitis típica de aquella región, pero
dada la ocupación de la enferma, desechó la idea, no me detuve á
interrogar, y atribuyendo el hecho á la posición de bajarse con fre*
cuencia para pintar las paredes, determiné esperar y adopté una
actitud espectante.
Dos días después me llamaron de nuevo, y entonces guardaba
cama. El edema blanco que invadía los párpados, era francamente
rojo y limitado como el primer día, con algún punteado de vesicu-
litas opacas, y acusaba la enferma escalofríos cada veinticinco ó
treinta minutos, junto con una cefalalgia gravativa frontal.
El termómetro marcó 36^,8. El pulso ascendía á 96 por minuto. Las
excursiones respiratorias eran algo más rápidas, pero sin ser fran-
camente disnéicas.
' 134
Era indudable se trataba de una infección exantemática, cuya
naturaleza no era tan fácil precisar. Cogf el estetóscopo, y al descu-
brirla el pecho me sorprendió una gran mancha roja que invadía la
parte anterior del tórax, y otra gran mancha igual en el lado dere-
cho del vientre ; seguí inspeccionando y vi manchas idénticas en
ambas nalgas, anchas y claramente limitadas de la piel sana, per-
ceptibles por el tacto, y que no desaparecían á la presión. En el
dorso de ambas manos notábase un punteado vesiculoso, casi pus-
tuloso del tamaño de cabezas de alfiler y que á pesar de su número
se veía asentaban en la glándula de cada folículo piloso.
Exploré el aparato digestivo con resultados negativos. Lo mismo
ocurría con el respiratorio. En el corazón notábase un soplo sistóli-
co fino localizado en la punta y un ligero arrastre también de pri-
mer tiempo en foco aórtico. Pregunté por la orina, y me dijo que
hacía 18 horas no tenía ganas de orinar. Hice que llenara esta fun-
ción y expulsó unos 150 gramos, que luego el reactivo de Esbach me
demostró que contenía 6 gramos de albúmina por litro.
Con síntomas tan alarmantes de lesión orgánica, pero con tan es-
cas^ reacción individual, había que pesar detenidamente los sínto-
mas para esclarecer el diagnóstico.
Recordé una notable discusión habida en la clínica de mi maestro
el Dr. Codina Castellvf, hace dos años, cuando con notable sentido
clínico diagnosticó en una enferma la retropulsión endocárdica de
la e8carlatina.Pero en aquel caso había lafiebre altísima y la lengua
de fresa, la angina ya desaparecida y la ausencia de exantema. En
el que me ocupa no tenía de común con las fiebres eruptivas sino
las manchas, pero le faltaba la fiebre, la raquialgia y cefalalgia in-
tensas de la viruela, los catarros compañeros del sarampión, el con-
junto tan bien estudiado de la escarlatina, ni las náuseas, vómitos,
saburra gástrica, ni lengua intestinal , que aboguen por una auto-
intoxicación de origen digestivo, á lo que más se podría acercar por
su acentuada apirexia desde el principio
De todos estos análisis quedaban en pié varios factores. Los ante-
cedentes de linfatismo de la enferma, la erisipela que padeció con
todos los caracteres que se la asignan en las obras clásicas, las con-
gestiones frecuentes de la cara, que bien pudieran ser reacciones pe-
riódicas de un microbismo latente,ó para hablar con mayor propio-
dad, de una infección no destruida por completo. La circunstancia
del trabajo á que se dedicaba, que bien pudo motivar una irritación
de la piel de los párpados, localización en ella de una linfangiiis
135
que por su predilección á asentar en el tejido adenoideo dérmico
podríamos filiar de antemano ya entre las producidas por estrepto-
cocos. Un proceso de generalización sorda de la infección que obra-
ba sin gran aparato febril^ pero manifestándose por continuados
escalofríos, mientras probablemente realizaba emigraciones pro-
fundas en las visceras, más acentuadas en los aparatos cardiaco y
renal; los anchos equimosis en sábana de la piel del tronco y el pun-
teado vesiculoso del dorso de las manos y cuya extensión con pru-
rito se iniciaba también en la cara, eran lodos elementos que, á pe-
sar de la falta de un diagnóstico bacteriológico, me decidieron á tra-
tar la afección como caso de estreptococcia, porque la erisipela no
era regional^ sino total y con cortejo de serias complicaciones.
Mientras^se traía de Madrid el suero antiestreptocóccico, que en-
cargué lo buscara á un amigo mío y compañero, prescribí una po-
ción con digital y cafeína, que calmó algo la fatiga de la enferma,
una pomada á base de ictiol para la cara, y ordené dieta láctea ab-
soluta.
Siguió en el mismo estado la enferma veinticuatro horas después,
con escalofríos menos frecuentes y con la misma curva del día an-
terior de pulso y temperatura. Me trajo el compañero seis frascos
de suero antiestreptocóccico Roux, del Instituto Pasteur, similar
del antidiftérico de igual procedencia.
A las doce de la noche le practicamos la primera inyección de 10
centímetros del suero en la región del vacío izquierdo. Suspendí la
poción y la pomada, y solamente siguió con la leche.
Tres horas después experimentaba la enferma notable sensación
de bienestar. A las ocho de la mañana del día siguiente orinaba
más, ascendiendo en las veinticuatro horas la cantidad de orina á
1.600 gramos, y disminuyendo la tasa de la albúmina en proporción
total con la cantidad expelida; de modo que alcanzaba á un 2 por
1.000. El soplo mitral persistía y había menos prurito en la erupción.
A las ocho de la noche, ó sean veinte horas después de la primera,
inyectamos igual cantidad de suero en el mismo sitio. Doce horas
más tarde la mejoría era completa. Desaparición de la endocardi-
tis, abolición de la albuminuria, marchitamiento completo de las
vesículas en vías de transformación purulenta de manos y cara,
colorido ligeramente violado de las manchas del tronco que sufría
!a vulgar evolución tan conocida de los equimosis producidos por
derrame capilar confluente, desaparición del rodete que limitaba la
piel sana de la enferma y un estado general tan bueno, que juzga-
136
mos acertado el diagnóstico, útil el tratamiento, y hasta si se me
permite la frase, exclusivo y especifico el remedio.
Dejamos transcurrir veinticuatro horas más sin nueva inyección;
la mejoría se hizo estacionaria, la albuminuria hizo su reaparición,
incidente que me obligó á interrogar á la enferma si seguía toman-
do los tres litros diarios prescritos de leche, y la cual me dijo rebajó
ia cantidad ingerida, porque la cansaba, hasta litro y medio. Tomó
de nuevo lo ordenado, desapareció la albúmina, pero noté nueva*
mente el soplo fino que tenía su máximum en la punta del corazón,
y algo más de hinchazón en la cara.
En vis^a de esto, y cuarenta y ocho horas después de suspendidas
las inyecciones, acudí á ellas de nuevo á la dosis de 10 cm.' diaria-
mente, y á la tercera aplicación de esta serie, ó sea á la quinta de
los frascos que recibí, la enferma salía á tomar el soí á la puerta de
su casa, sin rastro alguno de la erisipela padecida, y lo que es más
admirable, sin descamación alguna de la piel, siendo resultado del
tratamiento el marchitamiento total y completo de exantema y ve-
sículas, al par que curación radical de las localizaciones viscerales
que tan seriamente amenazaron su vida.
Diez días después de entrar en la vida habitual apareció dos ma-
ñanas con los párpados hinchados. La dieta láctea suprimió en
absoluto este accidente de causa renal, y como reconstituyente la
ordené durante un mes la fórmula siguiente:
Oaoodilato sódico 0*60 gramos
— de hierro 0*80 —
Extracto de genciana 2 —
óxido magnésico o. s.
M. h. 8. a. 80 pildoras ignaies, tomando dos al día.
siendo actualmente completa su curación.
He descrito á todo intento los hechos escuetos, para procurar ob-
tener de los mismos algunas conclusiones.
La estreptococcia está perfectamente demostrada, si no a priori^
por el diagnóstico bacteriológico, aposterioriñi por el éxito del tra-
tamiento.
¿Qué causas motivaron su aparición? ¿Sería, como casi siempre,
producida por un microtraumatismo — excoriación, irritación epi-
dérmica por la cal-su localización primitiva en los párpados? ¿Se-
rían restos infecciosos de un proceso que no curó después de cuatro
137
años transcurridos de la primera erisipela, haciendo verosimil la
. opinión sustentada por muchos bacteriólogos del microbísmo laten-
te en esta afección? Tal vez hayan intervenido todos esos factores
para completar los síntomas observados; pero en mi humilde opi-
nión, el carácter atipico de la enfermedad deb6 buscarse en su re-
petición, que aun haciendo lesiones más intensas y extensas, en-
cuentra en el organismo reacciones menos violentas, sin que por
eso deje de ser tan primitiva en su postrera irrupción como la pri-
mera vez en que con mayor aparato febril y menos cortejo de sín-
tomas alarmantes apareció. Con una razón más en apoyo de esto,
^pues la observación clínica ha demostrado ser la menos inmuniza-
ble en sus repetidos ataques esta infección.
¿Es un recurso útil el suero antiestreptocóccico ? ¿Podrá señalár-
sele la exclusiva como medicación específica en las manifestaciones
pro teiformes de la estreptococcia, sobre todo en los casos graves de
la misma? ¿Desarrollará el suero propiedades inmunizadoras para
el porvenir de estos pacientes? En el caso que se estudia, ¿no pudo
ser el curso de siete días lo suficiente para realizar la curación de
la dolencia, ó se hubiera logrado lo mismo con los tópicos habitua-
les, tónicos aconsejados, etc., etc.?
Un caso no puede inducirnos á sentar criterio clínico. Creo, por
hoy, que el suero Roux y sus similares, á la dosis de 10 cm.> cada
veinticuatro horas, es uno de los recursos heroicos á que se puede
ap^ar, y con las siguieutes ventajas: marchitamiento de lesiones;
abolición de las complicaciones viscerales, sin añadir otras nuevas;
acortamiento de la convalecencia, y podría asegurar que debe de«
secharse el temor ala albuminuria, que suele imputarse á estos sue-
ros, pues ni con el antidiftérico lo observé en dos casos, completa-
mente curados á las cuarenta y ocho horas, ni en el que me ocupa
hubo, más, si se tiene la precaución de ser muy riguroso en la obser-
vancia de la dieta láctea, que es la verdadera salvaguardia del
riñon cuando se tema la aparición de la nefritis albuminúrica.
11
138
BIBLIOGRAFÍA
ron
lH>sN Jt)SÉ MONMENEU Y LÓPEZ REYN080
Vtc«y<MÍ<l*Bte de U Jnnu provincial do Sanidad, do Madrid.
U4IIV4L »« pnioTioA BAHXTABiAi diri|rido j ftnotado por el Dr. Enrique
H. B«rnet, Jefe ejeoativo del Departamento de Sanidad de la Habana y
YooaUSeoretario de la Junta superior de Sanidad.
Rl Departamento de Sanidad de la Habana ha publicado este li-
bro, que consta de más de 1.100 páginas en 4.^ y contiene numerosos
grabados. Obra oñcial^ está redactada por varios médicos y por el
ingeniero Sr. Figuerola Gowan, pertenecientes todos á la Sanidad
de Cuba. El Dr. Barnet, que ha dirigido y uniñcado el trabajo de los
colaboradores, señala en el prólogo el objeto de su publicación :
I servir de alguna utilidad á los que en Cuba, por razón de sus car-
gos oflciales ó del ejercicio profesional, están en el deber de prestar
atención asidua á los asuntos de Sanidad ; extender los conocimien-
tos de la moderna ciencia sanitaria». No tiene fln didáctico, asi lo
consigna el mismo prologuista; sólo aspira á la propaganda oficial
entre contados elementos nacionales.
Serla, pues, impertinente hacer la critica, si el libro no contuviera
enseñanzas que pueden y deben ser aprovechadas fuera de las
fronteras cubanas, y no nos hubiera parecido sencillamente hermoso
y digno de ser conocido por los lectores de la Revista de Medicina
Y Cirugía prácticas.
Divídese en dos partes. La primera es una serie de monografías
de las enfermedades transmisibles, de declaración obligatoria, es-
tudiadas desde el punto de vista de su profilaxia especial ó indivi-
dual. La segunda comprende estudios particulares de los medios
de que dispone la higiene colectiva para la defensa de las enferme-
dades infecciosas en general, y singularmente para el saneamiento
de las poblaciones.
El ilustre D. Carlos J. Finlay, á cuyas sabias investigaciones se
deben los conocimientos actuales de patogenia de la fiebre amari-
lla, las bases de su profilaxia y la extinción, por último, de la en-
fermedad en la joven República; y los Dres. Guitercis, Jacobsen,
Díaz Albertini, Clark, Vila, Agrámente, Santos Fernández, Dueñas,
^ 139
ArÓBtegui, Aragón, Albo, Dávalos, Várela, Barnet, Torralb€is, San
Martin y Lebredo, son los autores de las monografías. Todas están
ajustadas al mismo pensamiento : dar á conocer la etiología y pa-
togenia de las enfermedades infecciosas, como fundamento de las
medidas proñlácticcis utilizables contra cada una de las individua -
lidades morbosas. Complemento de este estudio es uno del Dr. Emi-
lio Martínez, que contiene la técnica de la recolección de muestras
patológicas que han de enviarse al laboratorio para ñjar el diag-
nóstico, y un cuadro sinóptico, hecho por los Dres. Dieudonne y
Gutiérrez, de la incubación, etiología y profilaxia de las enferme-
dades transmisibles.
Los estudios que contiene la^segunda parte del libro son todos in-
teresantísimos y además de dar idea de la notable labor sanitaria
realizada en la Habana, contiene noticias de mucho interés. Allí
dan á conocer detalladamente la organización, procedimientos y
marcha del Departamento de Sanidad de la Habana, el Departamen-
to de cuarentenas y el de inmigración, el Laboratorio de la Isla de
Cuba y otros centros sanitarios, los Dres. Lópe;c del Valle, Roberts,
Menocal y Barnet, y se exponen por diversos autores, entre los
cuales descuella el Sr. Figuerola por su estudio de ingeniería sani-
taria, las diversas medidas adoptadas para el saneamiento de los
edificios en tod€is sus aplicaciones, los vehículos, las aguas y cuan-
to cae bajo la juri&ídicción de la higiene pública.
Lo más saliente de este Manual es el esmero, la prolijidad con
que están estudiados iodos los detalles sanitarios, sin cuya severa
aplicación no es posible hacer prácticamente eficaz la defensa con-
tra las enfermedades infecciosas y el saneamiento de las poblacio-
nes. Es un libro de educación sanitaria que enseña para qué sirven,
por ejemplo, la declaración obligatoria, el aislamiento y la des-
infección; cómo han de practicarse; la responsabilidad en que in-
curren todos aquellos que por indolencia ó incultura se sustraen á
tales preceptos. En este sentido, es digno del mayor encomio.. Sin la
declaración obligatoria, religiosamente cumplida por quienes á
ella están obligados; sin la práctica de las medidas que se deriven
del conocimiento de la existencia de un caso infeccioso, resultan
totalmente inútiles las disposiciones sanitarias. De ahí la necesidad
de una perfecta organización, de que puede servir de modelo aquella
á que aludimos.
No se necesitan nuevas leyes para mejorar la salubridad pública.
La Isla de Cuba se sirve, según declara el Manual, de casi todas las
140
de España. Ha modificado solamente lo que debía ser modificado por
razón de ios progresos científicos, y ha logrado la transformacióD
sanitaria, porque emprendió y continúa con la perseverancia del
convencimiento/ la obra altruista de redimir muchas vidas por me-
dio de la extinción de las causas de las enfermedades infecciosas.
Lo que falta en primer término, es la fe en la utilidad y la tras*
cendencia de las prácticas sanitarias. La higiene es una palabra qu&
está de moda ahora en todos los labios, y que pocos tienen en el
corazón. Por eso la resistencia de los de abajo á someterse á su»
consejos; la indiferencia con que los de arriba escuchan sus precep»
tos y la falta de energía para el correctivo á sus infracciones.
El Manual de práctica sanitaria^ cuya lectura recomendamos, en>
seña entre otras muchas cosas con qué facilidad se mejora, cuan-
do hay firme voluntad de conseguirlo, la salubridad de un pueblo, y
cómo se extinguen las enfermedades infecciosas ó atenúan sus es»
tragos sin acudir á la terapéutica, con sólo las previsiones de la
higiene.
-^^•vi
lEVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Un caso do fractura do la bóvoda del cráneo con herida del seno longitudinal
superior. — En el Boletín del Colegio de Médicos de Sevilla, publica D. A. Ló-
pez Garmona, el siguiente caso referente al nifio L. M. G., de once afios^
lesionado la tarde anterior por una fuerte contusión en la región occipito-
parietal, y curado de primera intención.
Guando se recoTioció el aposito estaba limpio, el enfermo tranquilo, su
temperatura y pr.'-o eran normales, no aquejaba mareos, ni dolor de ca-
beza, ni Yómitoe > sólo hablaba de la herida que el día anterior le hablan
hecho. Aquel día B'* dejó á dieta, se le puso como bebida usual agua azuca-
rada y se le dejó «'r reposo absoluto en cama.
Ya la tarde del rimer día había tenido 88'',4, había vomitado una ves
y se quejaba de d< »r de cabeza, síntomas que se acentuaron más el segun-
do día, siendo los imites casi constantes, la temperatura entre 88 y 89*^
fuerte el dolor de cabeza, muy pronunciados los mareos, sobre todo al
cambiar de po8Íci<SM« lento en extremo el pulso, y saburrosa la lengua con
astricción de Tient e. Alarmado con este cuadro de meníngismo, levantó
el aposito, aunque permanecía limpio, con objeto de reconocer la herida;
141
ocupaba ésta la región occipiioparietal, tenia unos 5 centimetroB de ex-
tensión, era casi transversal, sos bordee estaban algo tumefactos, había
«Igún dolor al tacto en los alr.ededores, poca sangre en los labios ni en el
aposito 7 estaba situada exactamente en la linea media. Separados ligera-
mente sus bordes, cosa no difícil por comprender todo el espesor del cuero
'Cabelludo, y reconocido su fondo con una sonda acanalada, fácilmente se
notó que el plano óseo estaba fracturado, que había hundimiento, y que
los fenómenos de meningismo que presentaba el enfermo serían debidos^
por lo menos, á la compresión, ya que no á una verdadera meningitis. Bs-
taba, pues, indicado descubrir la fractura y ol)rar en consecuencia. Este
día siguió el enfermo con el mismo plan, se le administró un purgante sa-
lino que, aunque vomitado en parte, produjo su efecto, y se le lavó, afeitó
y aseó la parte enferma para ser operado á la mañana siguiente.
Puesto el hueso al descubierto reconoció una fractura estrellada, situa-
da en su mayor parte á la izquierda de la línea media, bastante extensa,
-con hundimiento del plano óseo, y cuya parte más hundida correspondía á
ia linea media.
Vista la imposibilidad de levantar los fragmentos con ningán instru-
mento apropiado, procedió á aplicar la corona de trépano más pequeña en
«1 borde izquierdo de la fractura, al objeto de poder después, con el eleva-
dor ó con la pinza gubia, resecar todo el fragmento de hueso fracturado que
oomprimia las menioges'y el encéfalo. Aplicada la corona y vista la impo-
eibilidad de extraer los fragmentos con el elevador, procedió á resecarlos
oon la pinza cortante, trabajo que se hizo sin dificultad y con todo el cui-
dado posible, cuidado que se fué redoblando á medida que llegó ala línea
media, que de intento dejó para el fin.
Ya casi concluida la operación, quedaba una laminita ósea muy delgada,
<ine parecía desprendida de la superficie interna del hueso, que estaba al pa-
recer suelta, y como flotando en el espacio epidural : se cogió con una pinza
de Peam, y al hacer una ligera tracción para quedarse con ella, se vino una
terrible hemorragia del seno longitudinal superior; soltó en seguida la lá-
mina y aplicó el dedo al sitio durante un rato, pasado el cual, levantó el
dedo y no salía sangre, pero la lámina ósea estaba en su sitio; nuevo inten-
to de tracción y nueva hemorragia que se cohibió en el momento de soltáis
la y volver á su sitio, como llevada por un resorte. Guantas veces se in-
tentó la extracción, otras tantas ocurrió lo propio.
En vista de esto decidió dejarla y esperar los acontecimientos. Como la
operación estaba terminaba, lavó la herida perfectamente, se colocó en el
sitio de la hemorragia una compresita de gasa esterilizada, se reaplicaron
los colgajos sin puntos de sutura y se colocó el aposito apropiado ligera-
mente compresivo.
Pasadas las primeras molestias del cloroformo, el resultado de la opera-
ción no pudo ser mejor; cesaron los vómitos y los mareos, bajóla tempera-
tura á la normal, el pulso se hizo algo más frecuente y el aspecto del en-
fermo era más animado; el aposito estaba limpio, y, por consiguiente, no
«e le tocó.
En este estado pasaron tres días, al cabo de los cuales, se levantó el
«pósito con gran cuidado, despegando las gasas muy poco á poco, y sin ha-
142
cer tracciones; puesta la herida al descubierto no salió ni ana gota de
sangre, no había supuración y la superficie se iba mamelonando ; ya no se
colocó compresa de gasa sobre la herida deL seno, sino que se adaptaron
los colgajos, se puso una cura simple al sublimado y una venda un poco
compresiva.
Tratándose de un nifio de once afios, en el que la adherencia de la dura
madre á las suturas es mayor, y tratándose de una lámina de hueso en la
sutura sagital, formando parte de la pared superior del seno, y asegurada
su nutrición por el exuberante riego sanguíneo de esa parte, no es eztrafio
que se organizara y siguiera viviendo, sirviendo al mismo tiempo de tapón
obturador para la curación de la herida del seno. ^
El enfermo siguió bien, no volvió á tener fiebre, cesaron los mareos, los
vómitos y los dolores de cabeza. Cada dos ó tres días se le renovaba la cura ;
la herida siguió su curso normal y apenas si segregó unas gotas de pus.
Empezó á comer con apetito al quinto día de operado, muy pronto aban-
donó el lecho, sin volver á sentir el más ligero mareo, y próximamente ai
mes de la operación, fué alta completamente curado. — Sababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTlFIGAS
ASOCIACIÓN FRANCESA FA&A £L\ PROGRESO DE LAS CIENCIAS
XXXViesián anual celebrada en Lion del 2 al 9 de Agoeto de 1906,
(OonoliniónT
' Datos para el estudio del sorodiagnéstieo de la tubercolosis.— El Dr. G. Fs*
BR¿: La serorreacción tuberculosa ha sido descubierta y utilizada en prác-
tica por Arloing y después por Arloing y P. Courmont. Estos observadores
hacen obrar el suro que ran á ensayar sobre cultivos homogéneos del baci-
lo de Koch y obeervan, si la reacción es positiva, la aglutinación de estoa
, últimos. Se han hecho algunas variaciones, se han tomado como cultivos
de ensayo cultivos de bacilos homogéneos muertos y conservados por el for-
mol. Se han puesto en contacto con el suero de los individuos sospechosos
emulsiones de bacilos de Koch muertos y triturados (Behring), emulsiones
de bacilos de Koch en agua ligeramente salada ( Wright), emulsiones arti-
ficiales de bacilos muertos adicionadas de antisépticos ( Jousset y Paras-
keropoulos), la pulpa bacilar obtenida filtrando por la bujía de Ghamber-
land, bacilos triturados en agua destilada, bacilos procedentes de cultivos
desechados, triturados, pulverizados y diluidos en una disolución de ácido
fénico al 5 por 100 y de sal común al 0'85 por 100 (Eoch).
143
Estos diferentes procedimientos tienen por objeto observar y caicuiat el
▼alor de la acción aglatinante de los sueros sobre el bacilo tabercoloso.
Parece indudable, a priori^ qne esta aglutinación se ejerce de preferencia
sobre el bacilo de Koch, que es el más aglutinable, ó mejor dicho, puesto
que esta propiedad varia bastante, sobre el bacilo de Eoch, que se presenta
en las mejores condiciones posibles para ser aglutinado. El bacilo homo-
géneo empleado por Arloing y P. Gourmont, bacilo aislado, bacilo ligera-
mente movible, llevado sin duda por estos dos autores á este estado parti*
cular precisamente á fin de que sirva para calcular la aglutinabilidad, este
bacilo, repito, Ueha las condiciones exigidas mejor que los bacilos muer-
tos, mejor que los bacilos de los cultivos ordinarios reunidos en masas más
ó menos voluminosas, más ó menos contorneados. El procedimiento de Ar-
loing y Oourmont me parece el más sensible de todos. Es el que he adopta-
do en mi laboratorio.
Obtenido el cultivo homogéneo bien aglutinable, sólo queda q.ue hacer
el serodiagnóstico. Puede emplearse el cultivo de diez ó de doce días, como
recomendaban antes Arloing y P. Gourmont, como seguimos haciendo en
la creencia de que los microbios están en él más separados, y el cultivo es
más homogéneo. Puede también dejarsé^ envejecer y hacerse más opaco,
después diluirle con agua salada fisiológica esterilizada para obtener un
tinte lactescente por la agitación. Se introducen en tubos pequeños esteri-
lisados mezclas al Vs« Vio J Vm del suero que ha de ensayarse con estos cul-
tivos; se toman como testigos un tubo que contiene el cultivo puro y otro
que presenta una aglutinación tipo hecha con suero de acción comprobada.
8e juzga, según el orden de los tubos que se aglutinan , en un tiempo que
varia de dos á seis horas, del grado de actividad del fenómeno y, por lo
tanto, de la potencia aglutinante. Para no proceder inútilmente, antes de
hacer las mezclas se examina en el campo del microscopio una mezcla gota
por gota de cultivo y de suero, comparándolas con una preparación que
contenga sólo el cultivo. Si no hay aglutinación en esta mezcla á partes
iguales, es inútil buscar la serorreacción en los tubos, porque el resultado
es negativo. Asi es como se practica la serorreacción.
Poco después de emplear Arloing y P. Courmont su procedimiento, que
tiene la grandísima ventaja de no introducir en el organismo de los enfer-
mos substancia alguna extrafia, dieron á conocer resultados interesantí-
simos.
El suero de los tuberculosos es con mucha frecuencia aglutinante (87*9
por 100), pero el resultado es en ciertos casos negativo (12'1 por 100). En
los enfermos no tuberculosos, según la clínica, se observa en el 84*6 por
100 de los casos la serorreacción positiva, y en el 65*4 por 100 la negativa.
En los sujetos, al parecer sanos, la serorreacción es positiva en el 26*8 por
100 de los casos y negativa en el 73*2 por 100. I
En resumen, aunque en la mayor parte de los casos los tuberculosos dan
jana reacción positiva, en algunos es negativa Además, en muchos indivi-
duos no tuberculosos, según la clínica (84*6 por 100), y en bastantes sanos ¡
(26*8), la reacción es positiva. Aunque el método es, en ciertos casos, dife- I
rente en lo que se refiere á los tuberculosos, permite, por el contrario, des-
cubrir la existencia de la tuberculosis en estado latente en muchos indiv^ ^' I
144
daos qne, según la clínica, no son tuberculosos. Arloing y P. Goarmont
manifiestan qne el método es deficiente, sobre todo caando el suero proce-»
de de animales que padecen tuberculosis aguda ó caquéctica.
Los hechos citados por Arloing y P. Oourmont fueron comprobados casi
inmediatamente después de la comunicación de estos autores.
De las observaciones de serorreacción que he hecho se deduce que en el
tercio próximamente de las personas sanas se obserya que es positiva. Bn la
tuberculosis infantil, igual que en la de los adultos, las serorreacciones son
menos elevadas que en los casos más graves. Los primeros resultados de
Arloing y P. Oourmont demostraron ya que, excepto en los casos agudos
y graves de la tuberculosis, cuando el organismo reacciona de una manera
enérgica contra la infección, la serorreacción positiva suministra indicacio-
nes de gran valor desde el punto de vista del pronóstico. Estas conclusiones
han sido aceptadas en general.
Besan^on, Qriffon y Philibert han observado cuatro veces la serorreac-
cífSn positiva en diecisiete individuos sanos. En cambio fué negativa en tres
tuberculosos, dos de los cuales expulsaban bacilos en los esputos, en uno
de cuatro casos de tuberculosis local y en cuatro de cinco de lupus.
Muchos observadores han encontrado la serorreacción positiva en otras
enfermedades además de la tuberculosis. Hawthorn la ha observado tam-
bién en personas tratadas por el mercurio. Se objeta á la reacción positiva
en las personas sanas que es difícilísimo diagnosticar la tuberculosis.
Para afirmar que un individuo no es tuberculoso deben haberse ensa-
yado la tuberculina, el examen microscópico y la inoculación de sus secre-
ciones.
Guando se observan reacciones negativas en casos de tuberculosis con*-
fírmada incipiente, ¿se tratará de una exacerbación?
En lo referente al valor positivo de la serorreacción en las enfermedades
agudas, el problema merece un estudio detenido. Cuando se observa una
reacción positiva en ciertos casos de enfermedades agudas, porque induda-
blemente no lo es en la pulmonía, la gripe, etc., puede creerse que estos
enfermos tienen, á la vez que la afección aguda de que se trata, gérmenes
de tuberculosis. No llevaré al extremo la idea de la coexistencia de dos
afecciones ; pero sabemos con cuánta frecuencia se encuentra la tuberculo-
sis al practicar las autopsias. Para explicar la existencia de una acción
aglutinante en las enfermedades agudas, ciertos observadores (Besan^on,
Labbe, etc.), creen que las aglutininas enérgicas formadas por el bacilo de
Eberth, por el neumococo, etc., carecen del carácter especifico absoluto que
vuelven el bacilo homogéneo á su estado primitivo. El bacilo homogéneo
proviene, como sabemos, del bacilo de Eoch ordinario. Sin embargo, Ar-
loing y P. Oourmont han observado que los sueros que aglutinan el bacilo
de Eberth no ejercen la misma acción sobre el de Koch, porque es posible
conferir á los conejillos de Indias, á los perros, á los carneros, una propie*
dad aglutinante enérgica por el bacilo de Eberth, pero sin que el suero po;
sea dicha propiedad respecto al de Koch. La cuestión es aún dudosya; pera
hasta que no se resuelva, es preciso abstenerse en las enfermedades agu-
das de interpretar, a priori, los resaltados positivos en favor de la tuber-
culosis. Es necesario, para resolver este problema, hacer nuevas investiga-
145
oiones é interpretar loe hechos oon una precisión imposible de conseguir
machas veces.
En résnmen, los resultados obtenidos por Arloing y P. Coarmont, con-
servan aún casi por completo bq valor primitivo. £1 valor positivo de la
serorreacción, si es debida al saero de individuos apiréticos, constituye una
presunción fundada, una seguridad de tuberculosis en la mayor parte de
los casos. La constancia de este estado positivo aumenta por la significa-
ción. En los individuos sospechosos de tuberculosis, excepto en las afección
nes agudas de forma tifoidea, que hacen pensar en la granulia, la sero-
reacción negativa es un signo de verdadero valor para diagnosticar la falta
de tuberculosis.
Valor semeioMgice de la reacciin aglutinante en los tuberculoset. Serediág-
néstiee. Serepronéttico.— El Dr. P. Godbmomt: La propiedad aglutinante de
los humores de los tuberculosos es un síntoma de importancia, sobre todo
si se considera en todas sus variaciones con la edad del sujeto, la localiza-
ción, la forma, la gravedad de las lesiones y en sus relaciones con los otros
síntomas de infección ó de defensa.
Para estudiar de buena manera la serorreacción, debe hacerse en las con-
diciones de técnica indispensables referentes á la elección del bacilo, los
cultivos y el manual operatorio. Se necesitan cultivos de origen humano,
homogéneos, de un bacilo de Eoch bien aglutinable. Be le cultiva en caldo
glicerinado al 5 por 100 en matraces que se agitan todos los días. Se toman
cultivos de buen género, de cuatro á cinco semanas, se les diluye 50 á 60
veces con agua salada al 8 p'or 1.000 y esterilizada. Se conservará siempre en
frío y en la obscuridad un suero de muestra de mucha capacidad agluti-
nante, en un tiempo dado, conocida; servirá para comprobat el grado de
aglutinabilidad de los cultivos diluidos. Estos no se emplearán hasta que
den con el suero de muestra el grado de aglutinación en un tiempo dado,
generalmente de tres á cinco horas. Para los sueros de hombre adulto, se
harán mezcla» de éstos con el cultivo diluido á 1 por 5, por 15, etc. Sólo se
tendrán en cuenta las reacciones típicas y apreciables á simple vista de tres
á cinco horas.
Hay algunos principios generales cuyo olvido conduce á errores graves
de interpretación:
1.* La reacción aglutinante no es especifica por si propia. No es válida
para un individuo más que á contar del límite superior del poder agluti-
nante del suero de los individuos normales de la misma especie y edad.
2.* La reacción aglutinante no revela únicamente las infecciones existen-
tes, sino las que sobreviven al período de infección y pueden prolongarse
bastante tiempo después de curado el enfermo. En un individuo afectado de
estrechez'uretral ó de esclerosis renal de causa desconocida, la existencia
de la propiedad aglutinante elevada y persistente de la sangre sobre el baci-
lo de Koch, podrá hacer sospechar el origen tuberculoso (impregnación to-
zínica) de estas lesiones. Hemos observado, como el Dr. Teissier, que la
gran frecuencia del serodiagnóstico tuberculoso positivo en los individuos
afectados de estrechez mitral es un argumento más en favor del origen
tuberculoso de esta lesión, dado que semejante frecuencia no se observa en
las otras afecciones cardíacas.
146 /
b:cc&. «i. ^zlibíco necesita aquilatar el valor de este argnineoto
¿ft» . iit f«iieral« y para una serie de casos análogos, la ezisten-
^^ «sr A ivnirmftcci.^ es un argumento en favor de una hipótesis patóge-
2» dHTMiAC^Jtfcico patógeno). Pero es preciso no incurrir en una cansa de
.•rr*Y r-ffrxrittai:!!»», que tiene por base el razonamiento siguiente: cTal
TT.j'-^'.str ^Tflw ua suero que aglutina el bacilo de Eoch ; por consiguiente,
^ ;u ^«íc^al.^üo T dene lesiones tuberculosas (en el sentido clásico j ana-
I. -.;w i» jft palabra)' ; porque la única conclusión exacta es, en este caso,
j^ '¡«^ «ni3«í: cPor lo tanto, el individuo está impregnado de las tozinis
¿fe » »>*rvaIoeis».
1 ' I,^xft :$i»rorreacción con el suero sanguíneo no sirve para hacer el diag-
«^>^vv i» localización. El serodiagnóstico local de los derrames tubercu-
v:H.n^ « «»I único que da á la vez la prueba de la infección causal y de la
«.* La propiedad aglutinante de loe humores es debida á la reacción del
. r^^ii^jü^nio, que se manifiesta durante y después de la infección; está en razón
4í '^*«a con la lucha de la economía y llega al máximum en el momento de
t^ xictoria de ésta, es decir, al fin del período de estado y en la convalecen-
,^4^; desaparece, por el contrario, muchas veces, ó se atenúa y hasta no se
tttaui tiesta cuando la infección es muy intensa y produce la muerte. Se
lk«ula, por lo tanto, al parecer, en relación íntima con las reacciones de-
t^u;»aras del organismo; puede calificarse, en menos palabras, de reacáón
ijm defensa; es la teoría que defendemos hace nueve afios.
Desde 1898 hemos estudiado la serorreacción en más de 1.200 sujetos
adultos, enfermos ó sanos, al parecer, habiendo obtenido como serorresc-
ciones positivas:
1 .** En los tubereulotoB confinnadoB 80 á SO por 100
2.** En enfermos de hospital no considerados como
tuberculosos desde el punto de vista clínico. . 3S A 40 ^
3." En individuos ai parecer sanos 30 —
Estas oifras deben ser comentadas según la categoría de los sujetos.
I. En los tuberoaloBOB. — Las variaciones de la aglutinación deben
ser consideradas según la forma, la localización, la gravedad de las lesio-
nes y la edad del sujeto :
a) Cuestión de la localización de las lesiones, — Las tuberculosis muy locaH-
gados (llamadas quirúrgicas) suelen ser menos aglutinantes que las otr&s
(75 por 100 según la tesis de Clément). En el lupus ordinario (25 casos} ó
eritematoso (7 casos) hemos observado, con Nicolás, casi la misma propor-
ción. En las tuberculosis viscerales^ pulmonares, pleuropulmonares, serosM
intestinales y peritoneales, se observa con más intensidad la aglutínación.
b) La aglutinación según la edad, — La sangre del recién nacido, aunque
la madre sea tuberculosa, jamás se aglutina (Romberg, Deseos). La de los
nifios tuberculosos (de menos de ocho afios) no es tan aglutinante como U
del tuberculoso adulto; de modo que la reacción aglutinante es mássigni*
ficativa, con proporciones menos elevadas, en el nifio (1 por 100, por ejem-
plo). A medida que el nifio tiene más edad, el valor de las aglutinadooes
elevadas aumenta. En el adulto la proporción es la indicada. En el anciano
147
(Froment) no se obserTa aglatinación en laa tabercaloeis caradas hace
macho tiempo, asi es qae la terorreaoción es menos frecuente qae en el
adalto ; en nn anciano que no es tnberoaloso desde el punto de rista clí-
nico, la aglatinación francamente positira tiene grandísimo Talor para
descubrir nn foco de tubercalosis latente, que en la mayor parte de los
casos se halla todavía en actividad.
Bn resumen, la frecaencia de la aglutinación varía según la edad; pi^-
tiendo de que en el recién nacido se eleva progresivamente con los años,
llega al máximum en el adulto y vuelve á descender en el anciano, en el
que la tuberculosis es más rara.
c) Influencia de la gravedad y de la marcha de la tuberculods eobre la aglu-
tinación, — En general las tuberculaste más gravee^ de marcha rápida^ san las de
proporción mayor de serorreacciones nulas ó débiles. En el 10 á 15 por 100 pro-»
zimamentede los tuberculosos confirmados, no se observa aglutinación;
son casi todos típicos avanzados, caqaéoticos, y sobre todo enfermos de gra-
nulia, neumonía caseosa, meningitis, es decir, de afecciones de marcha
grave y rápida, lo mismo en el niño que en el anciano. Es an hecho nota-
ble qae el líquido seroso de las meningitis jamás es aglutinante ; lo mismo
ocurre con el de las pleuresías granúlicas ó hemorragias graves ó serosas
mortales, y en cambio el de las pleuresías benignas lo es en alto grado.
Pleuresías a frigore^ tuberculosas, pleuresías ó pericarditis secas, enfisemas
ó bronqaitis crónicas con lesiones fibrosas muy discretas, peritonitis asci-
ticas, tuberculosis localizadas del intestino, tubercalosis articulares, gan-
glionares benignas, etc., tales son las formas en las qae la aglatinación es
la regla, y casi siempre elevada.
En una tuberculosis ganglionar, gravísima y extensa, de forma de adeni-
tis, no se observa la serorreacción ; todo lo contrario ocurre en las formas
localizadas de adenitis cervicales, que curan casi siempre. Además, se ve
con frecaencia qae la propiedad aglutinante, nala al principio de una afec-
ción tuberculosa (pleuresía), aumenta á medida que se afirma la curación,
y, recíprocamente, dicha propiedad puede desaparecer al aproximarse el
desenlace fatal.
Finalmiente, la experimentación en el animal, con taberculosis de dife-
rentes virulencias, confirma cnanto llevamos expuesto. El desarrollo del
principio aglntinante, en los animales, se halla al parecer en razón inVersa
de la virulencia de la infección y directa de la resistencia del sujeto ó de la
especie taberculizada. Es verdad qae, en práctica, en el hombre la aglati-
nación fuerte no presagia necesariamente la curación. Se ven con frecaen-
cia sujetos afectados gravemente y cuya serorreacción es intensa; pero son
por lo general personasqne resisten relativamente bien,óde8de hace mucho
tiempo, á ana infección muy virulenta. La intensidad de la aglutinación no
significa siempre «victoria^, sino casi siempre «resistencia' del sujeto, re-
sistencia cuya importancia puede compararse con la gravedad de la infec-
ción, tal como la revelan los otros síntomas. En cambio, la poca intensidad
'ó la disminución de la aglutinación significan, ó bien <i infección intensa^,
ó < resistencia débil >.
d) ¿Persiste la aglutinación después de curadas las lesiones? La propiedad
aglutinante de los humores persiste después de la curación, igual que en
148
todas Ias infeceiones, ó al menos despaés de la caración aparente j tal
eomo Be obeenra en el hombre. En loe perros, á los qae hemos inoculado en
la pleara cnltÍYos de tabercnloeia, el principio aglntinante ha persistida
Tarias semanas despaés de corar la pleuresía, aunque al hacer la autopsia
no encontramos rastro de lesiones. A la larga la propiedad aglutinante
desaparece lo mismo en el hombre que en el animal tuberculisado j cura-
do. La estadística de Frbment prueba que la serorreacción es mis rara en
el anciano que en el adulto á cansa de la extinción de las lesiones tubercu-
losas, aunque se encuentre un foco cicatrizal al hacer la autopsia. Hemos
obserrado con frecuencia pequeñas cicatrices fibrosas de los pulmones sin
aglutinación reciente.
II. lia aglutinación en los sujetos sanos ó en los enfermos no
tnberonlosos en aparieDcia.— Nuestra estadística de 1900 da el 27 por
100 de serorreacciones positiyas en los sujetos sanos en apariencia (de yeinte á
treinta afios). Después hemos hecho inrestigaciones en 102 soldados robus-
tos, al incorporarse en filas, obteniendo los resultados siguientes:
59 reaceíonet francameoKe nagatiTM, ó tea 58 por 100.
Si " poátÍTMyÓMa tS'S —
11 — dadoflM,ótea 18'6 —
A los tres afios estos sujetos fueron examinados de nucTo. La morbilidad
fué ligera en las tres categorías ; de los 24 en los que la reacción fué poei-
tÍTa, 8 eran tuberculosos ; de los 19 de reacción dudosa, 2 eran también
tuberculosos; de los 59 de reacción negatiya, 2 padecían tuberculosis, j 5
bronquitis sospechosas. Sacamos de estos hechos las conclusiones siguien-
tes, insertas en la tesis de Balme :
c El serodiagnóstico positiyo, en personas de yeinte afios, no indica la
tuberculosis graye, sobre todo si no existen signos clínicos. Desde el punto
de yista de la tuberculización, la reacción positiya en las personas sanas
indica más bien lesiones insignificantes , ó en yías de curación. En los
adultos sanos la reacción ppsitiya no tiene al parecer importancia práctica
más que cuando ya acompañada de algunos síntomas sospechosos^.
En los nifios no tuberculosos el suero no posee la menor propiedad aglu-
tinante (Deseos) en indiyiduos de menos de ocho á diez afios; en los de más
edad se obserya una propiedad aglutinante ligera (reacción incompleta á
1 por 1 y 1 por 8) que aumenta hasta llegar á la edad adulta. Puede de-
cirse, por lo tanto, que el yalor de la reacción aglutinante en un grado dado
disminuye de un modo absoluto con la edad. En los nifios de menos de ocho
afios conyiene tener en cuenta el esbozo más ligero de aglutinación, al me-
nos como indicación; en los de ocho á diez afios la serorreacción es aprecia-
ble á contar de 1 por 8 ; finalmente, en el adulto, sobre todo de los yeinte á
los treinta afios, el límite es más difícil de establecer á causa de la fre-
cuencia de la aglutinación en los sujetos sanos, pero no es inferior á
1 por 5.
En los enfermos no considerados como tuberculosos desde él punto de vista cU*
fitco.^La frecuencia de la serorreacción positiya es mayor (85 á 40 por 100).
Esta frecuencia es debida probablemente á la de la tuberculosis en los en-
fermos de hospital.
149
En la fiebre tifoidea^ la Berorreacción tubercalosa es, con mucha freoaen-
oia, poeitiya (75 por 100 en nnestra estadistica de más de 80 casos).
Al parecer, las enfermedades agadas, excepto la fiebre tifoidea, no co-
munican al suero ana propiedad aglutinante especial respecto al bacilo de
Koch. En los enfermos crónicos de los hospitales (nerviosos, brlghticos, et-
cétera), la serorreacción tubercalosa es, por el contrario, frecuentísima,
sin duda, á causa de la tuberculización, tan fácil y común en estos indivi-
duos. La frecuencia de tuberculosis latente es casi la misma en los adultos
no tuberculosos, al parecer, á juzgar por los resaltados del serodiagnóstioo
y de la tuberculina.
Aplicaciones diaonóstioas. — Deben hacerse con gran sentido clínico
comparando la reacción con los otros signos, y no de un modo ciego y, por
decirlo asi, mecánico. La serorreacción no tiene importancia más que en
los casos de sospecha fundada de tuberculosis. En estos casos, la sero-
reacción positiva constituye un signo de gran valor. La serorreacción ne-
gativa tiene menos importancia en sentido inverso, igual que todos los sig-
nos negativos.
1.* Serodiagnóatico general (con la sangre). — ^No sirve para diagnosticar la
localización, é indica por la impregnación del organismo, la tuberculosis
presente ó pasada. Su importancia es grandísima :
a) En el niño, en el que las tuberculosis, reveladas por la serorreacción y
los demás medios de diagnóstico, se encuentran casi siempre en actividad ;
b) En el anciano, en el que los focos antiguos curados no producen de or-
dinario la curación y en el que indica mejor los focos activos ;
c) En las tuberculoeis crónicas de marcha lenta y, con frecuencia, benigna,
en las que el problema diagnóstico dura mucho tiempo, siendo la resolu-
ción importantísima para la conducta terapéutica;
d) En ciertas tuberculosis localizadas (piel, ganglios, articulaciones, intes-
tino, etc.), en las que el problema se plantea entre diagnósticos muy limi-
tados;
e) En gran número de tuberculosis latentes ó enmascaradas, cloroanemias
sintomáticas, reumatismo tuberculoso, etc. (con todas las reservas indica-
das anteriormente).
En una palabra, mantenemos la fórmula que defendemos desde 1898 en
unión del Dr. Arioing : «El serodiagnóstico positivo, en un caso sospechoso,
es un signo de gran valor en pro de la tuberculosis'.
2.* Serodiagnóstico local. — 6e funda en la aglutinación por el liquido de
los derrames de las serosas, y permite hacer el diagnóstico de localización.
Los derrames meníngeos jamás son aglutinantes.
En práctica : 1.^ La serorreacción positiva, á contar de 1 por 5 con un
líquido pleurítico, es un signo importantísimo en pro de la naturaleza tu-
berculosa de la pleuresía. La comparación minuciosa de la serorreacción
con la citología y la inoculación al conejillo de Indias, prueban la concor-
dancia completa de estos tres métodos para el diagnóstico. El serodiagnós-
tico es en este caso facilísimo (bastan unas cuantas gotas de líquido, aun-
que se hayan extraído hace varios días) y muy rápido. 2.° La serorreacción
negativa no constituye más que una presunción contra el diagnóstico de la
tuberculosis. En estos enfermos es preciso repetir el experimento. 8.® La
150
inyestigación de la propiedad aglatioante del Baero y, de su intensidad sa*
ministra datos interesantes qne pueden servir de término de comparación
con los de la secÜón plenritica. El serodiagnóstico general completa mu*
eluuiTeoeB el local y reciprocamente.
Loe liqaidos de las hidrartrosis y de los hidroceles son también aglati-
nantes en los casos de tuberculosis, pero el valor de la serorreaoción para
el diagnóstico de las hidrartrosis y de los hidroceles nos parece menos se-
guro. Cuanto á las cistitis, pueden aplicárselas nuestras conclusiones sobre
el serodiagnóstico de las pleuresías.
8."* Serodioffnóetico retrospectivo ó patogénico»-- La propiedad aglutinante
de la sangre que persiste cierto tiempo después de la curación, ó al menoa
de la curación aparente de las lesiones tuberculosas, puede servir para
descubrir un» tuberculosis curada, ó contribuye á precisar el origen de una
lesión orgánica post ó paratuberculosa.
Sbbopbonóstioo. — La propiedad aglutinante de los humores en la tuber-
culqsis se halla en razón directa de la resistencia del sujeto, é inversa de
la virulencia de la infección. La serorreaoción falta, sobre todo, en las
formas gravísimas ó muy avanzadas de tuberculosis y llega al máximum
en las formas en vías de curación; puede disminuir y desaparecer al apro-
ximarse la muerte, y elevarse con las mejorías y la curación. A veces es
elevada en las formas graves, pero que han sido precedidas de un largo
periodo benigno, en las que el enfermo está dotado de una gran resistencia.
Indica al parecer las reacciones de defensa y de lucha del organismo.
En la práctica, el estudio de la serorreaoción y de sus variaciones pue-
de servir en ciertos casos para el pronóstico. Para las pleuresías tuberculo-
sas en particular, el aumento de la propiedad aglutinante de la serosidad
es de buen pronóstico, y sobre todo la falta de serorreaoción debe hacer te-
mer, en un plazo más ó menos remoto, un desenlace fatal.
El Dr. L. d' Astros: He experimentado la serorreaoción en 94 individuos,
10 niños sanos, 11 de algunos días de edad y sanos, aunque procedían de
madre tuberculosa y 73 niños de dos á doce meses. De éstos, sólo 58 eran tu-
berculosos ; los 20 restantes padecían diversas enfermedades agudas. Los
diagnósticos dudosos, desde el punto de vista clínico, fueron comprobados
por distintos medios de laboratorio ó por la autopsia.
Hemos observado lo siguiente :
1.° Al contrario de lo que ocurre con el adulto, el niño sanojf'atiuw agluti-
na el bacilo de Eoch, sea cual fuere su proporción.
2.® En el hijo de madre tuberculolsa no se observa la reacción positiva al
nacimiento, ni aun al 1/1.
3.® La reacción aglutinante es, en general, menos intensa en el niño que
en el adulto.
4.<> La forma clínica de la tuberculosis influye al parecer sobre la moda-
lidad de la reacción aglutinante. La pleuresía, la peritonitis, la tubercu-
losis latente sin lesión extensa y sin más manifestación que ^una miero-
poliadenia generalizada, producen de ordinario reacciones típicas é intensas
en ciertos casos. En la adenopatía traqueobronquial hemos obtenido una
reacción más bien débil cuando la enfermedad se hallaba al (parecer limi-
tada estrictamente á los ganglios bronquiales. La aglutinación fué más in-
151
tensa ouando existía otro foco, eD el palmón por ejemplo, por minimo que
fuera.
Podemoe deducir de estoe hechos que uua de las condiciones necesarias
para que se produzca la reacción fuerte es que el organismo se halle bien
impregnado por las toxinas, condición que* realizan perfectamente las for-
mas indicadas, exeeptd4a adenopatia traqueobronquial, que puede ser con-
siderada en ciertos casos como una tuberculosis localizada, al menos du-
rante algún tiempo.. Este hecho se ha sefialado ya para las tuberculosis
quirúrgicas. *
Las tuberculosis de marcha rápida, las granulias, las formas de focos
múltiples, las generalizadas, nos han dado, en nifios de cinco A ocho afios,
reacciones : nula una Tez, débil en los demás casos y sin exceder de 1 por 5.
La miningitis tuberculosa merece figurar aparte, á causa de la poca ener-
gía de la reacción. Esta ha sido de ordinario nula con el liquido cefalorra-
quídeo (excepto una Tez) en nuestra obserTación, y siempre débil ó nula
en el suero sanguíneo.
5.* En los nifios indemnes de tuberculosis, la reacción aglutinante apa-
rece bajo la influencia de enfermedades agudas; por ejemplo, fiebre tifoi-
dea, neumonía, bronconeumonía, gripe, infección indeterminada acompa-
fiada de púrpura hemorrágica y seguida de curación. Nos limitaremos
á indicar las particularidades siguientes :'
a) Esta propiedad aglutinante sobre el bacilo de Eocb ha sido á veces
elevada en nuestros enfermitos, sobre todo en la fiebre tifoidea, y á pesar
de la poca edad del nifio.
b) En las infecciones que no son la fiebre tifoidea, esta propiedad aglu-
tinante desaparece al hacerlo la enfermedad.
c) En las infecciones de neumococos, desaparece con rapidez al disminuir
la rirnlencia de este microbio. En la neumonía no hemos conseguido obte-
nerla tres ó cuatro días después de la defervescencia. En tres casos de
bronconeumonía la hemos visto desaparecer á los doce días de enfermedad,
aunque la afección; que dura más tiempo y reviste la forma subaguda, hace
temer la tuberculosis. La curación confirma el resultado negativo del se-
gundo y tercer serodiagnóstico hechos en el curso de la enfermedad.
Dedúcese de esto que es útil recurrir al serodiagnóstico y practicarle va-
rias veces cuando se duda de la naturaleza de una bronconeumonía infan-
til de larga duración.
El Dr. E. Hawtbobn : Con el fin de hacer un estudio de comprobación, he
tratado de la misma manera los cultivos homogéneos y diversas emulsiones
de bacilos de Koch por sueros de tuberculosos, y me he convencido de que
estas emulsiones tienen el triple inconveniente de precipitarse muy pronto
y de una manera espontánea, de abundar en aglomeraciones falsas, lo que
dificulta la comprobación microscópica, y de no ser tan abundantes en ma-
teria aglutinable como los cultivos homogéneos. Creo, por lo tanto, que
para estudiar el serodiagnóstico tuberculoso es indispensable seguir con
toda exactitud la técnica de Arloing y Courmont.
Cnanto á las reacciones positivas observadas en los sujetos que padecen
enfermedades no tuberculosas, es verdad que á veces dependen de una tu-
berculosis latente ó en vías de desarrollo, y que coexiste con la enfermedad
162
que preocupa al clínico. Es también indudable que direraaa enfermedades
infecciosas pueden proTocar, en la sangre del hombre, la aparición de una
propiedad aglutinante típica con el bacilo de Eoch. El hecho es innegable
para la fiebre tifoidea; creo que está demostrado también, para muchas
otras enfermedades, escarlatina,* gripe, y sobre todo para las infecciones de
neumococos, porque en dichos casos, é insisto sobre este hecho, la aglutina-<
ción desaparece de ordinario poco tiempo después de la deferrescencia ; ¿no
es la mejor prueba de que la tuberculosis no interriene en la génesis del
fenómeno?
En los casos de esta naturaleza la persistencia de la serorreaoción duran-
te ó después de la convalecencia constituye, por lo tanto, un dato de peso
en favor de la tuberculosis. Estas consideraciones no pueden aplicarse á la
fiebre tifoidea, porque en todos los casos en que el bacilo de Eoch se halla
aglutinado, dicha reacción persiste meses enteros después de la convalecen-
cia. No he podido determinar la época de su desaparición por haber per-
dido de vista demasiado pronto á los enfermos.
En resumen, el valor diagnóstico de la serorreaoción tuberculosa en los
estados agudos es una cuestión compleja. Para saber si coexiste la tuber-
culosis latente ó crónica con la enfermedad intercurrente, es preciso inves-
tigar la serorreaoción varias veces, antes y después de la defervescencia,
en los casos en que el resultado es primero positivo. El resultado negativo
en la primera prueba ep poco discutible y no hay necesidad de repetir el
experimento.
Si se trata, por el contrario, de diagnosticar la granulia, conviene utili-
zar los datos que suministra la serorreaoción, porque de todos modos es po-
sible la confusión, pues la aglutinación puede producirse ó no, como ocu-
rre en la fiebre tifoidea, la grippe, etc. En cambio en los sujetos apiréticos
ó que no presentan signos de enfermedad aguda extraña á la tuberculosis,
la s'erorreacción positiva constituye una presunción en favor de la tuber-
culosis.
El Dr. L. GuiNARD : Deseo únicamente indicar hechos observados con
Rumpf que hemos comprobado después varias veces. Los procedimientos de
aglutinación de las materias bacilares aglutinadas, según las indicaciones
de Eoch, son de empleo más difícil, de observación más minuciosa y más
insegura que los cultivos homogéneos Arloing-Gourmont. Con estos culti-
vos, en los casos de resultados macroscópicamente dudosos, se tiene además
la ventaja de la comprobación microscópica de la aglutinación de los baci-
los. La sero-aglutinaciÓQ, conforme á lo que se ha dicho, nos ha parecido
interesantísima por las modificaciones y variaciones que presenta en las
diferentes formas de tuberculosis y según la marcha de la enfermedad, de
la mejoría y del tratamiento. Hemos comprobado que en los enfermos de
sanatorio la propiedad aglutinante aumenta de una manera notable en la
primera mitad de la cura y disminuye ó desaparece al fin de una buena
cura. Hemos comprobado también desde 1902 que las inyecciones terapéu-
ticas de tuberculina, en los casos que parecen favorables, aumentan nota-
blemente la capacidad aglutinante del suero.
El Dr. Tkissirr : Me ha sorprendido la frecuencia de la serorreacción en
dos afecciones : 1.*, en la estrechez mitral tipo Pptain; 2.*, en ciertos casos
t^
163
de albnminaria infantil, bien determinados desde el panto de rista clínico
y que curan espontáneamente en dos ó tres afioe. He llegado á considerar
en estos casos de albaminuría la serorreacción positiva como signo de buen
presagio desde el panto de vista del pronóstico. No me es posible dar ana
explicación, pero someto á yaestro juicio la siguiente hipótesis. ¿Se inmu-
nizan espontáneamente los niños de familias de herencia tuberculosa ó que
padecen paratuberculosis? ¿No recibirán toxinas, puesto que los bacilos son
detenidoe por la placenta?
El Dr. Gharrik : Hay desacuerdo aparente en este asunto, puesto que en ^
loa conejillos de Indias de poca edad se observa la serorreacción tuberculo-
sa, que no existe, en cambio, en los niños en los primeros afios de. su exis-
tencia.
El Dr. Hknbijban: He demostrado en mi laboratorio que la placenta de-
tiene los bacilos y deja pasar las toxinas. La diferencia de los resultados
que se observan en el nifio y en el conejillo de Indias joven depende, al pa-
recer, de que en los animales sometidos á la experimentación se emplean
dosis de tubérculo mayores que las que existen en nuestros enfermos.
El Dr. Gharrin: El papel de detención de los microbios por la placenta, y
la defensa que ejerce este órgano, merecen ser tenidos muy en cuenta, pero
conviene no olvidar la de las materias minerales de la economía. Respecto
á este partícular se vislumbran datos interesantes. \,
El Dr. Dbkis : La cuestión capital consiste en saber cuál es el producto
que determina la aglutinación. De los estudios hechos en mi laboratorio
resulta que este papel es desempeñado por los principios que quedan en el
cuerpo del bacilo. Por consiguiente, si en los recién nacidos de padres tu-
berculosos no existe la aglutinación, es porque la placenta materna no deja
pasar los microbios y sus propiedades aglutinantes. Sólo pasan las toxinas.
El Dr. Ghárrin : No me satisface esta explicación, porque la aglutina-
ción se observa en los conejillos de Indias cuyos padres son tuberculosos, y
en estos animales la herencia bacilar, si existe, es rara.
El Dr. OouRMOHT : Creo que es preciso diferenciar la substancia agluti-
nante del suero de la madre y las toxinas del mismo suero. La substancia
aglutinante es detenida leu parte por la placenta y no pasa al feto en pro-
porción notable. Es indudable que entre las toxinas maternas son deteni-
das también por la placenta las aglutinógenas, puesto que en el feto no se
observa aglutinuria. Pero el filtro placentario puede ser deficiente en al-
gún punto y dejar pasar sin excepción la substancia aglutinante ó las
substancias aglutinógenas.
El Dr. Widal: Guando la madre padece fiebre tifoidea, sólo en casos ra-
ros se observa la propiedad aglutinante en el nifio y en estos casos el suero
materno es aglutinante en alto grado. Quizá esta cuestión de la dosis ma-
terna exista también en la tuberculosis.
El Dr. Laoriffoül: Mi estadística comprende más de 600 casos. En los
enfermos tuberculosos, según la clínica, la serorreacción fué positiva en el
92 por 100 de los casos. Los resultados negativos se obtuvieron en las for-
mas graves (granulia, neumonía caseosa, tuberculosis con cavernas). No
hay, por lo tanto, seropronóstico de la tuberculosis. En los sujetos sanos en
apariencia 85 por 100 de casos positivos. En los enfermos no tuberculosos
19
162
que preocupa al clínico. Es también indudable que diveraas enfermedades
infeccioeaB pueden prorocar, en la sangre del hombre, la aparición de ana
propiedad aglutinante tipica con el bacilo de Eoch. El hecho es inneg^able
para la fiebre tifoidea; creo que está demostrado también, para machas
otras enfermedades, escarlatina* gripe, y sobre todo para las infecciones de
neumococos, porque en dichos casos, é insisto sobre este hecho, la aglutina-
ción desaparece de ordinario poco tiempo después de la deferTcscencia ; ¿no
es la mejor prueba de que la tuberculosis no interyiene en la génesis del
fenómeno?
En los casos de esta naturaleza la persistencia de la serorreaocíón doran-
te ó después de la convalecencia constituye, por lo tanto, un dato de peso
en faTor de la tuberculosis. Estas consideraciones no pueden aplicarse á la
fiebre tifoidea, porque en todos los casos en que el bacilo de Eoch se halla
aglutinado, dicha reacción persiste meses enteros después de la conralecen-
cia. No he podido determinar la época de su desaparición por haber per-
dido de vista demasiado pronto á los enfermos.
En resumen, el valor diagnóstico de la serorreacción tuberculosa en los
estados agudos es una cuestión compleja. Para saber si coexiste la tuber-
culosis latente ó crónica con la enfermedad intercurrente, es preciso inves-
tigar la serorreacción varias veces, antes y después de la defervescencia,
en los casos en que el resultado es primero positivo. El resultado negativo
en la primera prueba ep poco discutible y no hay necesidad de repetir el
experimento.
Si se trata, por el contrario, de diagnosticar la granulia, conviene utili-
zar los datos que suministra la serorreacción, porque de todos modos es po-
sible la confusión, pues la aglutinación puede producirse ó no, como ocu-
rre en la fiebre tifoidea, la grippe, etc. En cambio en los sujetos apiréticos
ó que no presentan signos de enfermedad aguda extraña á la tuberculosis,
la s'erorreacción positiva constituye una presunción en favor de la tuber*
culosis.
El Dr. L. GuiKARD : Deseo únicamente indicar hechos observados con
Rumpf que hemos comprobado después varías veces. Los procedimientos de
aglutinación de las materias bacilares aglutinadas, según las indicaciones
de Eoch, son de empleo más difícil, de observación más minuciosa y más
insegura que los cultivos homogéneos Arloing-Gourmont. Con estos culti-
vos, en los casos de resultados macroscópicamente dudosos, se tiene además
la ventaja de la comprobación microscópica de la aglutinación de los baci-
los. La sero-aglutinación, conforme á lo que se ha dicho, nos ha parecido
interesantísima por las modificaciones y variaciones que presenta en las
diferentes formas de tuberculosis y según la marcha de la enfermedad, de
la mejoría y del tratamiento. Hemos comprobado que en los enfermos de
sanatorio la propiedad aglutinante aumenta de una manera notable en la
primera mitad de la cura y disminuye ó desaparece al fin de una buena
cura. Hemos comprobado también desde 1902 que las inyecciones terapéu*
ticas de tuberculina, en los casos que parecen favorables, aumentan nota-
blemente la capacidad aglutinante del suero.
El Dr. TsissiBR : Me ha sorprendido la frecuencia de la serorreacción en
dos afecciones : 1.*, en la estrechez mitral tipo Pptain; 2.*, en ciertos casos
153
de albnminaria infantil, bien determinados deede el panto de vista clinico
y que oaran espontáneamente en dos ó tres afios. He llegado á considerar
en estos casos de albuminuria la serorreacción positiva como signo de buen
presagio desde el punto de vista del pronóstico. No me es posible dar una
explicación, pero someto á vuestro juicio la siguiente hipótesis. ¿Se inmu-
nizan espontáneamente loe niños de familias de herencia tuberculosa ó que
padecen paratuberculosis? ¿No recibirán toxinas, puesto que los bacilos son
detenidos por la placenta?
El Dr. Ghárbiv : Hay desacuerdo aparente en este asunto, puesto que en *
loa conejillos de Indias de poca edad se observa la serorreacción tuberculo-
sa, que no existe, en cambio, en los niños en los primeroe años de su exis-
tencia.
El Dr. HlBNRiJBAÑ: He demostrado en mi laboratorio que la placenta de-
tiene los bacilos y deja pasar las toxinas. La diferencia de los resultados
que se observan en el niño y en el conejillo de Indias joven depende, al pa-
recer, de que en los animales sometidos á la experimentación se emplean
dosis de tubérculo mayores que las que existen en nuestros enfermos.
El Dr. Gharrin: El papel de detención de los microbios por la placenta, y
la defensa que ejerce este órgano, merecen ser tenidos muy en cuenta, pero
conviene no olvidar la de las materias minerales de la economía. Respecto
á este particular se vislumbran datos interesantes. \,
£1 Dr. Denis : La cuestión capital consiste en saber cuál es el producto
que determina la aglutinación. De los estudios hechos en mi laboratorio
resulta que este papel es desempeñado por los principios que quedan en el
cuerpo del bacilo. Por consiguiente, si en los recién nacidos de padres tu-
berculosos no existe la aglutinación, es porque la placenta materna no deja
pasar los microbios y sus propiedades aglutinantes. Sólo pasan las toxinas.
El Dr. Oharrin : No me satisface esta explicación, porque la aglutina-
ción se observa en los conejillos de Indias cuyos padres son tuberculosos, y
en estos animales la herencia bacilar, si existe, es rara.
El Dr. OoüBMOHT : Creo que es preciso diferenciar la substancia agluti-
nante del suero de la madre y las toxinas del mismo suero. La substancia
aglutinante es detenida en parte por la placenta y no pasa al feto en pro-
porción notable. Es indudable que entre las toxinas maternas son deteni-
das también por la placenta las aglutinógenas, puesto que en el feto no se
observa aglntinuria. Pero el filtro placentario puede ser deficiente en al-
gún punto y dejar pasar sin excepción la substancia aglutinante ó las
substancias aglutinógenas.
El Dr. Widal: Guando la madre padece fiebre tifoidea, sólo en casos ra-
ros se observa la propiedad aglutinante en el niño y en estos casos el suero
materno es aglutinante en alto grado. Quizá esta cuestión de la dosis ma-
terna exista también en la tuberculosis.
El Dr. Lágriffodl: Mi estadística comprende más de 600 casos. En los
enfermos tuberculosos, según la clínica, la serorreacción fué positiva en el
92 por 100 de los casos. Los resultados negativos se obtuvieron en las for-
mas graves (granulia, neumonía caseosa, tuberculosis con cavernas). No
hay, por lo tanto, seropronóstico de la tuberculosis. En los sujetos sanos en
\ apariencia 85 por 100 de casos positivos. En los enfermos no tuberculosos
19
154
(en apftríeneU ai menos) U aerorreaceión pnede ser posiÜTa. Merece men*
ción específtl en este sentido la fiebre tifoidea. En 60 enfermos de esta eia-
se he TÍsto á la serorreaceión de Arimng-Ooarmont producir resultados po-
sitiTos en el 90 por 100 de ios casos. Es imposible, por lo tanto, distingoir
la graonlia de la fiebre tifoidea por medio de la serorreaceión. Esta paede
ser útil principalmente en las tnberenlosis apiréticas.
En resumen, j como conclusiones :
Desde el punto de rista general, el serodiagnóstico sirre para demostrar
la frecnencia grandísima de las tuberculosis latentes.
Desde el punto de rista práctico, los hechos pueden ser considerados del
modo siguiente: la serorreaceión positiya indica un ataque por el bacilo de
Koch. Este resultado puede ser debido á la enfermedad actual, por la que
se emplea el serodiagnóstico, pero no necesariamente. Puede también re-
conocer por causa un foco más ó menos latente de tuberculosis que no tie*
ne relación alguna con la enfermedad actual.
Para resoWer este problema se necesitan loe datos obtenidos por la di*
nica ó los otros métodos de laboratorio.
La serorreaceión negatira indica que el organismo está indemne de tuber-
culosis ó afectado grayemente por el bacilo de Eoeh, j en este caso los
otros síntomas permiten en general hacer el diagnóstico.
La existencia ó la falta de serorreaceión no permiten por si solas afirmar
la naturaleza ó no naturaleza tuberculosa de la enfermedad ; es sólo un
elemento de diagnóstico más que viene á sumarse á los otros elementos su-
ministrados por la clínica ó el laboratorio. El clínico debe fundar su opi-
nión en el conjunto de estos datos y no sólo en el serodiagnóstico.
El Dr. Boissoh: El uso metódico de las pesadas, que se ha hecho regla-
mentario en el ejército, permite conocer en seguida á los indinduos que
se hacen sospechosos de tuberculosis. En estos individuos las modificacio-
nes de los ruidos respiratorios permiten hacer el diagnóstico procos de la
tuberculosis, pero en otros la tuberculosis no suministra dato alguno.
El Dr. Arloivo: Existe un hecho experimental sencillísimo. Se toma un.
animal sano, un bórido, se le inyectan algunos bacilos y se obtiene así suero
aglutinante. Este animal, si se le sacrifica, no presenta signos macroscó-
picos — y muchas Teces ni aun microscópicos — de tuberculosis. La aglu-
tinación es sencillamente signo del paso más ó menos lejano de un bacilo
en su organismo. En la práctica, en la clínica, el hecho no es tan sencillo.
El clínico necesita toda su sagacidad para interpretarle.
Sífilis; estada actual de su sstudis experimental.-^El Dr. Hbhbubah: Aun-
que es imposible en la actualidad afirmar el papel patógeno del treponema
pallidum en la etiología de la sífilis, aunque nada pueda afirmarse de una
manera absoluta mientras que no se consiga aidlar el parásito, cultivarle
en serie en estado de pureza y reproducir la sífilis por medio de estos culti-
vos, aunque, en una palabra, nuestros conocimientos presentes no bastan
para llevar al ánimo la convicción, estamos, sin embargo, autorizados para
concluir que el papel del irepanema pallidum en la etiología y patogenia de
la sífilis es muy verosímil. La inoculación de la sífilis á los monos ha per-
mitido estudiar algunos puntos relacionados con la profilaxis y la terapéu-
tica de la infección sifilítica.
155
1.*" Prkybnoióm. — Los Dree. Metchnikoff y Roax han demostrado expe-
rimeñtalmente qae si una hora y hasta ana hora y tres enartos despnés de
hacer ana inoonlación yirnlenta al mono sé fricciona con angaento merca-
rial doble ó con la pomada de calomelanos la región inocnlada, no se pro-
dace accidente alguno local y el animal signe siendo susceptible de con-
traer la sifílis si se le hace ana nneva inocnlación, lo que prueba que la
primera contaminación ha sido ineficaz en absolnto. Gracias á la fricción
mercnríal el rirus ha sido destruido in situ. Las lociones con la disolución
de sublimado al 1 por 1.000 han sido insuficientes.
Metchnikoff y Rouz han observado también que, extirpando Teinticna-
tro horas despnés de la inoculación la parte inoculada de la oreja de un
macaco, se evita todo accidente y el animal queda susceptible de contraer
la sífilis si se le inocula de nuevo.
Sometiendo el punto inoculado durante cuarenta minutos á la tem|>era-
tnra de 48*, lo que se logra por medio de un baño, no se consiguió en un
cinocéfalo impedir el desarrollo del accidente local.
2.^ Inmunización. — Al contrario de lo que se ha creído durante mucho
tiempo, la experimentación en el hombre y en el mono ha demostrado que
la inmunidad contra la sífilis no se obtiene ni con gran facilidad ni con
mucha rapidez. Metchnikoff y Roux inocularon un orangután y despnés
un chimpancé, primero con virus sifilítico procedente de monos itiferiores,
de macacos, virus que se suponía estaba atenuado y poseía propiedades de
vacuna. Después inocularon virus humano al primero á los diez días y al
segundo á los dieciocho. Esta segunda inoculación dio resultados positivos
en ambos casos, lo que prueba que los animales no estaban vacunados.
Queyrat ha demostrado también que en el hombre la auto-inoculación del
chancro sifilítico es eficaz á veces hasta diez y doce días después de apare-
cer el primer chancro, es decir, más de tres ó cuatro semanas después del
contagio, lo que prueba que Us tentativas de inoculación del organismo
contra el virus sifilítico no es todavía completa á los diez días de la apari-
ción del chancro.
Ijas tentativas de inmunización hechas con productos terciarios, detritus
de un goma ó virus sometido durante treinta minutos á una temperatura
de 48^, han sido ineficaces.
8.* SxROTXRAFiA. — Dosdc los prímcros trabajos sobre la seroterapia de las
enfermedades infecciosas se ha intentado preparar sueros antisifilíticos. Se
han inyectado á diversos animales productos sifilíticos con la esperanza de
comunicar á su suero propiedades preventivas ó curativas. Se ha ensayado
también la acción de la sangre (Neisser) y del suero (Finger y Landstei-
ner) de sifilíticos en el período de evolución de la enfermedad ó curados.
Todas estas tentativas han sido ineficaces.
La inoculabilidad de la sífilis á los monos abrió una nueva vía en este
orden de ideas, y Metchnikoff y Roux supusieron que quizá los monos infe-
riores que contraen con tanta facilidad el accidente primario y curan en
poco tiempo, suministrarían un suero más activo que el obtenido de caba-
llos y de otros animales domésticos. Para convencerse de ello inocularon
la sífilis á macacos y cinocéfalos y después les inyectaron debajo de la piel
sangre virulenta de sifilíticos en plena roseóla. El suero obtenido de ani-
156
males tratados asi durante más de qaioce meses, produjo resaltados poco
satisfactorios, qae paeden resumirse como si^e :
1.^ En todos los eiperímentos el tuero inyectado debaio de la piel fué tnae-
tivo contra el yiras introducido en el organismo.
2.* La mezcla previa in vitro del suero y del viras hizo á reces á éste in-
ofensivo, pero de una manera inconstante.
3." Aplicando sobre los pantos inoculados el polvo del suero desecado se
contiene, al parecer, en ciertos casos la evolución de los accidentes.
Estos hechos prueban que los sueros preparados de la manera indicada
poseen una actividad insuficiente, porque sus efectos no son constantes.
Sin embargo, los resultados obtenidos no carecen de interés, lo que animó
á Metchnikoff y Rouz á intentar obtener un suero mis enérgico prepa-
rando nuevos monos por inyecciones intravenosas. Hasta ahora se desco-
nocen los resultados.
Gippolina,de Qénova,ha hecho recientemente, en colaboración con Risso,
tentativas de seroterapia en el hombre, empleando suero de un animal
inyectado con sangre desfíbrinada de sifilíticos en el periodo secundario,
suero adicionado de una cantidad poquefia de glóbulos rojos del mismo
animal en disolución hemolitica. Estos autores han obtenido resultados fe-
lices en lesiones secundarias, y particularmente en las terciarias en vias de
alceraciód, sin contar la acción reconstituyente sobre el organismo sifi-
lítico.
Hoy podemos intentar la definición etiológica de la sífilis y decir con
Metchnikoff que es, al parecer, una esperilosis crónica producida por el
epiraehoBte paluda, ó epironema pallida^ ó treponema pallidum^ de Schaudin,
patógeno sobre todo para la especie humana, para los antropoides y para
algunas variedades de monos inferiores.
Afiadiremoe que, si bien estos descubrimientos que esclarecen de un
modo tan notable la sífilis, enfermedad infecciosa y contagiosa por esen-
cia, nos permiten esperar en el porvenir un tratamiento inmunizador, pre«
ventivo ó curativo, hasta ahora no hemos conseguido resolver el problema.
No obstante los descubrimientos recientes, merecen por su gran interés
llamar la atención del mundo médico y científico.
El Dr. Hallo PEAU (Conclusiones): 1.' La producción, durante el desarro-
llo de la sífilis, de lesiones múltiples, de caracteres diferentes, sólo puede
explicarse por una evolución del treponema ; la influencia del medio que
podría invocarse no explica estos hechos porque es secundaria á una modi-
ficación en las condiciones de nutrición del parásito; su única interpreta-
ción posible es la intervención de toxinas diferente»; si estos prbductoese
modifican, tienen que modificarse también por necesidad sus generadores.
2.* Conviene conocer las modificaciones que experimenta el parásito, no
sólo ep los diferentes períodos del chancro duro, como han hecho Erzyzta-
lowicz y Siedlecki, sino también en las manifestacionoB secundarias y ter-
ciarias de la enfermedad.
8.' Estas modificaciones son ligeras, porque todos los sifilomas inocula-
dos á sujetos sanos determinan en ellos la aparición del treponema típico.
4.* En todos los sifilomas hay proliferación local del treponema; este
proceso merece el nombre de intra-inoculación ; domina toda la patogenia
167
de la enfermedad; esté ea contradicción completa con la imposibilidad
obserTada hasta ahora de reproducir por auto*inocnlación estas lesiones
especíñcas; es necesario repetir las tentatiyas de aato-inocalación en el
hombre y en los antropomorfos; si siguen dando, como ha ocurrido en dos
de nuestros experimentos, resultados negatiros, la hipótesis más yerosimil
es qae las proliferaciones locales están subordinadas, en la sífilis, á la im-
pregnación toxinica del tejido, procedente de un depósito inicial ; es fácil
comprobarla experimentalmente.
Ineeiiidad de les polvos procodontos do la dosooaclón do-los esputos tuborou-
loooo. — El Dr. Oadéáo: Los polyos procedentes de la desecación de los ,
esputos tuberculosos son inofensivos para las vías digestivas y para las
respiratorias. Sabemos que no existe un solo hecho experimental que de-
muestre la transmisión de la tuberculosis por inhalación de ios polvos
recogidos en los locales habitados por tuberculosos. Hemos demostrado
que es casi impoeible hacer que se desarrolle esta enfermedad por la inha-
lación de los polvos puros procedentes de los esputos tuberculosos deseca-
dos en la obscuridad. La ingestión de estos polvos á la dosis de 25, 50 y 75
miligramos y hasta de 1 y 2 centigramos, es también inofensiva para los
conejillos de Indias . Más de cien animale^^ de esta especie han resistido la
absorción de polvos de este género á dosis superiAres á las que son sus-
ceptibles de contaminar los alimentos, las frutas y las bebidas. Es nece-
sario hacer ingerir 10 centigramos de estos polvos para producir, y esto en
casos excepcionales, lesiones tuberculosas.
La desecación y la conversión rápida de los esputos en polvos moviliza-
bles, son medios naturales de preservación contra la infección tubercu-
losa.
Tratamloato olotomátioe do la apondlcitlo por el timol. — El Dr. Ooiart: La
apendicitis es casi siempre de origen parasitario, y para curarla basta ad-
ministrar un vermífugo. Es preferible el timol á dosis elevadas, seguido
de un purgante salino, con cuyo tratamiento he obtenido siempre la cura-
ción; tiene la ventaja de ser aplicable á todos los casos de apendicitis, sin
que sea necesario el examen previo de las materias fecales para buscar en
ellas loe huevos de los vermes intestinales.
El timol debe administrarse en polvo y á dosis elevadas, 2 á 8 gramos
por día, en sellos de 1 gramo, que se toman en una pequeña cantidad de
agua caliente y con una hora de intervalo. Se repite el tratamiento por
espacio de tres días, durante los cuales el enfermo sólo beberá agua.
El timol es bien tolerado por los enfermos, que pueden continuar su vida
y su alimentación normales. Únicamente se les prohibirá tomar aceite,
glicerina, ácido acético, cloroformo, éter, y en particular alcohol. El timol
es, en efecto, soluble en estos líquidos, lo que hace posible su absorción y
el envenenamiento.
La medicación timolada es aplicable al iaratamiento de la apendicitis y
de la fiebre tifoidea, á la expulsión de los vermes intestinales, de los an-
quilostomas, de las anguilulaa y aun de las tenias.
{Le Bulletin Medical), — F. Toledo.
158
PERIÓDICOS
Auteultación tral como procodlmionto diagnóstico. — En la clinica de Móde-
na ha Uatnaao el Dr. Galvagni la atencióo sobre la anscultación de los rai-
dos respiratorios practicada directamente én la boca del enfermo, procedí*
miento que aconseja principalmente en aquellos casos en que cuesta ira*
bajo distinguir el roce pleuritico de los estertores.
También couTiene este procedimiento para escachar loe estertores que
se prodncen en las partes centrales del pulmón.
En cambio los raidos pleuríticos, por la distancia á que se producen y
más que por esto, por la dificultad con que son conducidos por los bron-
quios, no se perciben ó se perciben muy mal por medio de la ausoultación
oral. — {Riforma medica), — R. del Valle.
Una operación ooncllla contra las bomorroidot.— El Dr. H. Randell, acon-
seja el método siguiente : Después de limpio el recto con un enema se sien-
ta al enfermo sobre un^orinal, lleno de agua caliente, para que salgan las
hemorroides y después se anestesia al paciente. Se cogen las hemorroides
con una pinza y se las liga con catgut fuerte, lo más cerca posible de la
base. 8i el tumor es muy grueso, se hace la transfixión y se liga en doe
partes. Las hemorroides se extirpan después con tigeras cerca de las liga-
duras, se aplica an supositorio de morfina y se traslada el enfermo al lecho.
Al dia siguiente, se administra un laxante que se repite, si es preciso,
reinticuatro horas después. El enfermo puede dedicarse á sus ocupaciones
casi siempre antes de una semana.
La curación rápida es debida á las causas siguientes : la ligadura con
cat^t fuerte rompe la túnica interna de los vasos, asi que cuando se ex-
tirpa la hemorroide y se desprende la ligadura no hay hemorragia, y que-
dan heridas limpias que caran con rapidez. El laxante expulsa la sangre
contenida en el recto y previene la hiperemia. Este método es eficaz, y en
800 casos, sólo ha observado el autor una hemorragia, que se contuvo con
un tapón aplicado al ano durante veinticuatro horas.
{Revue. de ther. medico-chirurgicale^ 15 julio 1906).— F. Toledo.
Tratamiento do la bronqaitio crónica con loo rayoo ROntgon. — En el último
Congreso alemán de medicina interna, el Dr. Teodoro Schilling refirió
haber tratado varios casos de bronquitis crónica con los rayos Rdntgen,
empleando casi siempre tubos duros. En todos los enfermos, excepto ano,
disminuyó más ó menos la secreción bronquial. Hasta en casos que ya te-
nían varios meses de antigüedad se observó, como consecuencia inmediata
del tratamiento, el alivio, y á veces de un modo paulatino, la supresión
completa de la expectoración, sin que se presentara al mismo tiempo nin-
gún fenómeno accesorio desagradable. Además, mejoraron el estado obje-
tivo, y sobre todo, las molestias asmáticas de los pacientes.
En la discusión promovida con motivo de esta comunicación, el doctor
159
Bteffan dijo Iiaber tratado cttsos de asma bronqaial con los rayos X y estar
satisfecho del resaltado obtenido. En cambio, el Dr. De Jaksch dijo que la
mejoría que él también observó en casos análogos fué pasajera.
(Zeniralblatt für innere Medizin). — R. del Valle.
Empleo terapéutice del acide protoeetrárioo. — El ácido protooetrárico es
un derivado de la cetrarina, obtenida del liquen de Islandia (cetraría islán-
dica). Fué descrito primeramente por Enopp y Schnedermann y estudia-
do después por Hesse. Sus efectos antieméticos fueron utilizados prime-
ramente en la clínica de Hachard por Brissemoret y Degny {Journal des
practieiena, 12 septiembre 1897). Ghevalier (Bulletin general de therapeuli^
gue^ 28 mayo 1906), ha llamado la atención sobre la utilidad de este medica-
mentó contra el mareo. Contiene las contracciones espasmódicas y la irrita-
bilidad del estómago y ejerce una acción marcada sobre el sistema nerrio-
so central. A dosis elevadas obra como paralizante bulbomedular; á dosis
terapéuticas su acción no es evidente, pero es indudable que esiste, puesto
que contiene los vómitos de la tabes y del embarazo que son de origen cen-
tral. La disolución alcohólica (0*16 á 1 cent, cúb.), puede emplearse á la
dosis de 25 á 60 gotas varias veces al día, equivalentes á 5 ó 6 centigramos
de ácido protocetrárico en las veinticuatro horas. La disolución puede to-
marse vertiendo las gotas en na terrón de azúcar.
( Medical News, !.• septiembre 1906).— P. Toledo.
La tensión arterial en el estada patalógica. — El Dr. Torchio resume el re-
sultado de sus investigaciones acerca de la tensión arterial en loe siguien-
tes términos :
Para disminuir la presión arterial muy elevada, el medía mejor es el
reposo ; también son útiles la dieta láctea y el yodo, tanto administrado al
interior como inyectado hipodérmicamente bajo la forma de yodipina.
En los nefríticos se consigue á veces con an baño de vapor disminuir la
tensión arterial, sin que se debilite al mismo tiempo la energía cardiaca.
En la uremia, la sangría hace bajar rápida y considerablemente la presión
sanguínea, pero también de un modo muy fugaz. De los medios que aumen-
tan la presión sanguínea, la digital, el estrofanto y la esparteína dan re-
sultados muy inseguros; en cambio, la adrenalina y la disolución fisiológi-
ca de sal común en inyección subcutánea son medios muy seguros para
hacer subir la presión sanguínea.
Las toxinas tuberculosas son principalmente de naturaleza hipotensiva;
pero la hipotensión de los tuberculosos no es constante, puesto que cuando
el proceso tu^berculoso coincide con lesiones arterio-esclerósicas ó renales
ó con anomalías del metabolismo nutritivo, se observan á veces elevaciones
moderadas de la presión sanguínea. — (Oaxz, degli 08pedali),^R, del Valle.
Fórmula para la administración de la santonina on la infancia.— Para evitar
la intoxicación por la santonina aconseja Kuchenmeister administrarla en
1 os niños asociada al aceite de oliva. Gomo esta mezcla es mal aceptada por
los niños. J. Ferreira prefiere combinar la santonina con el aceite de ricino,
que tiene además la ventaja de expulsar ios ascárides. Para enmascarar el
160
"^MK^r de U mesóla U asooia con otras substancias. En loe nifios de
dl«s afi^ iMreecnbe la fdrmula úgaiente :
^atvJttiMu 10 eeotígramos.
^«•««ciM de badiana 10 gotas.
Aml«d*ri«ao. 20 gramos.
Sdikctlago de pióos Crispos 40 —
fiirmnla pnede emplearse en los nifios de cualquier edad, variando
U d^^ : la santonina se emplea á la de I centigramo por año de edad, el
ac^íti» de ricino, á la de 2 gramos y la esencia, á la de 1 gota.
(La Prease Medícale, 15 septiembre 1906). — F. Tolkdo.
Intoiicicién con carne de cordero. — Refiere el Dr. F. Zalplachta que en
uu pueblo de Rumania cayeron enfermas, con síntomas grares de into*
xtüacjón seguidos en algunos casos de muerte, unas yeinte personas qne
habiai» comido juntas carne de un mismo cordero. Estas intozicacicfbes se
han observado en Rumania con alguna frecuencia últimamente, pero el
análisis químico y bacteriológico no logró descubrir la causa en el caso
actuáK y por lo tanto, cree el autor que se trata de una afección no bien
eoDQCÍtia del animal respectivo, afección que sería análoga á la observada
por investigadores alemanes en vacas y en caballos (bac. énteriditis Gart-
Der, bac. énteriditis mucosus, etc.).
De tidos modos el hecho es interesante por cuanto puede explicar qui-
zá muchos casos de ^estómago sucio' de fiebre tífica, etc.
(Spüalul). — R. DEL Yallb.
VaciinBOlén«de les angiomat. — En los casos de angioma aconseja el doctor
Ha 118 en Hacer alrededor y sobre los tumores escarificaciones poco profundas
y frotar encima linfa vacuna. De este modo se forman pústulas de vacuna
en las iomediaciones y sobre el angioma que es eliminado, quedando en
su lugar ana cicatriz. Este tratamiento está indicado en los angiomas ca-
tánaoa y de la piel del cráneo, excepto la región palpebral. Bi existen va-
rios apgiomas, se tratan todos á la vez.
(IliP. de thier. Medico- chirurgicale, 15 septiembre 1906). — F. Tolbdo.
IfiloxÍGtción eon el purgan. ^ Refiere el Dr. Holz, que habiendo tomado él
mistnii el purgen, medicamento que se prepara con la fenolftaleína, en can-
tidad de 17 tabletas de diverso tamaño y en el espacio de seis semanas, se
lo preBetitaron fenómenos irritativos muy violentos de parte del intestino
con oclusión de éste, grandes dolores de ríñones y presencia desangre y
albámina en la orina. Otros autores refieren también haber observado sig-
noe de intoxicación fenicada en la orina con el uso del purgen.
(^Berl, Klin. Wochenschr), — R. dbl Valls.
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
UN NUEVO REMEDIO DEL MAL DE BRiGTH
roRn
DR. D. EMILIO PÉREZ NOQUERA
Médico del Catrpode Sftoidftd MiliUr.
Entre la multitud de medicamentos recomendados en estos últimos
años contra las nefritis agudas y crónicas, merecen particular men-
ción, por los grandes beneficios que algunas veces proporcionan el
bromuro de litio, la nitroglicerina, la electricidad bajo forma de co-
rrientes galvánicas y el azul de metileno.
El primero de dichos agentes medicamentosos ha sido empleado
por Polakow en 22 enfermos de nefritis parenquimatosa aguda
y crónica, consiguiendo siempre el aumento de la diuresis, la des-
aparición de los edemas y la disminución de la cantidad de albúmi-
na eliminada en veinticuatro horas. Este último resultado comienza
á manifestarse á las tres ó cuatro semanas de tratamiento, continúa
acentuándose cada vez más durante cierto plazo y permanece des-
pués estacionario por tiempo indefinido. Para obtener entonces una
nueva disminución de la cantidad de albúmina urinaria, se hace
preciso suspender la medicación por dos ó tres días, volviéndola á
comenzar, después de este corto periodo de descanso, á las mismas
dosis que se empleara anteriormente, ó mejor aún, en cantidades un
poco más elevadas.
De las 22 observaciones recogidas por el autor, tres correspondían
á nefritis gravidicas, y en otro caso se trataba de una eclampsia
puerperal que había resistido al empleo de los baños, de la morfina
y del cloroformo. Los accesos convulsivos desaparecieron, no obs-
tante su extraordinaria rebeldía, á las cuarenta y ocho horas de tra-
tamiento por el bromuro de litina.
Afio XXX. - Tomo LXXIII. — Núm. 913^—1 Noviembre, 1S08. 18
162
Según manifiesta el indicado Profesor, la tolerancia es perfecta en
la inmensa mayoría de los enfermos. Sin embargo, en uno produjo
náuseas y vómitos, y en otro, de nefritis aguda, hubo necesidad de
suspender el bromuro Utico por haberse presentado algunas hema-
turias.
He aquí la fórmula recomendada por Polakow:
Bromuro de litina 1 gr. 25 cent. & 2 gramos.
Bicarbonato de sosa 4 gramos.
Agua destilada 210 —
Esencia de menta 2 gotas.
Para tomar de 8 & 4 cucharadas de las de sopa al dia.
La nitroglicerina ha sido recomendada por Mayo Robson, después
de haberla empleado sistemáticamente durante todo un año en mu-
chísimos casos de nefritis crónica paren qui matosa.
Los resultados fueron casi siempre muy satisfactorios. Un hombre
de cincuenta ^y seis años, con grandes edemas, palidez de la piel del
rostro, pulsQ duro y lento, arterias superficiales duras y rígidas, hi«
pertrofia cardíaca, respiración difícil, orina escasa (80 centilitros al
día) y albuminuria muy exagerada, comenzó é mejorar, no obstan-
te tratarse de una enfermedad de cuatro años de duración, desde que
se hizo uso de la solución de trinitina al centesimo, en cantidad de
59 milímetros cúbicos cada media hora.
Una vez iniciada la mejoría, con gran aumento de la diuresis y
considerable disminución de la albuminuria, se elevó la dosis del
medicamento hasta 100 milímetros, pero dándolos tan sólo tres ve-
ces en las veinticuatro horas, hasta conseguir la completa des-
aparición de todos los síntomas.
El autor refiere otros diez hechos análogos.
Por otra parte, Burzhuiski ha publicado una Memoria muy deta-
llada y completa sobre el mismo asunto, en la que después de haber
consignado sus observaciones personales, termina reasumiendo la
opinión que le merece dicho tratamiento en las conclusiones si-
guientes:
1.* La albuminuria disminuye siempre y en proporciones bastan-
te notables bajo la influencia del medicamento administrado en pe-
queñas dosis. *
2.*^ La nitroglicerina aumenta también la cantidad de orina eli-
minada en veinticuato horas.
3.^ El aumento gradual de las dosis de dicha droga influye en
sentido restrictivo sobre la cantidad de albúmina urinaria.
163
4/ El único síntoma molesto producido por la medicación es una
cefalalgia muy pasajera.
Reating Hart^ después de numerosos ensayos clínicos y de repeti-
dos experimentos en los conejos, deduce que el tratamiento eléctri-
co es un poderoso modificador de las lesiones renales que acompa-
ñan á la nefritis crónica, obrando de dos maneras: por su acción
intrínseca vasodilatadora y diurética y por sus efectos electrolíticos,
•ocasionados por la descomposición del cloruro de sodio al nivel de
los polos de la corriente, con penetración de sus elementos en el
organismo á través de la piel.
El modo de obrar de dichas aplicaciones varia considerablemen-
te según la forma en que se ejecuten, pues mientras las fuertes in-
tensidades negativas y las débiles positivas actúan como vasocons*
tríctoras, las fuertes intensidades positivas y las débiles negativas
Bon vasodilatadoras. Además, las corrientes intensas con el polo
negativo aplicado sobre la nuca son diuréticas, mientras que las
débiles sólo desenvuelven esta misma acción cuando es el polo po-
sitivo el que se aplica en el occipucio.
En cuanto á la técnica operatoria preferida por el autor, fué la
«iguiente: polo positivo sóbrela nuca, inmediatamente por debajo
de la apófisis occipital, y polo negativo un poco por debajo de la
región lumbar. Electrodo positivo muy pequeño ; electrodo negativo
bastante grande (9 por 20), ambos empapados en solución saturada
y caliente de cloruro sódico. Duración, media hora tres á cuatro
veces por semana. Intensidad 10 á 15 miliamperes.
Los baños de aire caliente ha sido otro de los remedios más reco-
mendados contra las nefritis en estos últimos tiempos. Kuss los con-
Bidera como un procedimiento de los más infalibles y heroicos en el
periodo agudo de la enfermedad, y mantiene su opinión con el re-
iato de 12 observaciones de mal de Bright, bastante avanzado, que
curaron por completo en pocas semanas sin más medicación que
los referidos baños.
Para practicarlos, el autor se sirve de un tonel, dentro del cual
coloca al enfermo, y cuya abertura superior se cubre con una
manta ajustada al cuello del paciente, pues este último debe perma-
necer con la cabeza fuera del aparato. En el interior de la cuba se
colocan algunas lamparillas de alcohol, que son suficientes para ca-
lentar el aire. De cuando en cuando se renueva éste, dejando salir
el ácido carbónico y vapor de agua acumulado.
En cuanto al lactato de estroncio, considerado por algunos auto-
164
res como medicamento casi específico de la nefritis crónica, no hft
tardado mucho tiempo en desacreditarse. Bronowski lo ha empleado
en diez casos (tres de forma parenquimatosa aguda, seis de forma
parenquimatosa crónica y uno de intersticial), sin conseguir otro
beneficio que un aumento más 6 menos acentuado He la diuresis^
pero sin modificación apreciable en la cantidad de albúmina elimi-
nada en veinticuatro horas.
En la variedad intersticial acompañada de considerable diuresis,,
no pudo observarse modificación de ningún género, cuantitativa ni
cualitativa.
Últimamente, creyendo el Dr. Netchaeff (de Moscou) que la mayor
parte de las nefritis están determinadas por la acción de diversas
bacterias, capaces de producir profundas alteraciones en los ele-
mentos histológicos del riñon, y teniendo además en cuenta que el
azul de metileno, cuyos efectos bactericidas han sido plenamente
demostrados por diversos experimentadores, se elimina con gran*
rapidez por las orinas sin sufrir transformaciones de ninguna clase,,
hizo uso de la referida droga en tres casos del indicado padeci-
miento, consiguiendo un considerable aumento de la diuresis acom-
pañado de disminución, también muy pronunciada, de la cantidad
de albúmina. Esta última llegó á desaparecer por completo, así
como los cilindros urinarios y las células epiteliales procedente»
del riñon.
Las dosis prescritas por el colega ruso fueron muy pequeñas (30
centigramos en tres fracciones en las veinticuatro horas, pero sola
un día si y otro no).
Por si los beneficios obtenidos dependían exclusivamente de una
acción diurética poco conocida del medicamento, el autor lo ensa^
yó en varios casos de hidropesías cardíacas y hepáticas con consi-
derable disminución de la cantidad de orina, sin conseguir la más
insignificante mejoría.
Neustar ha hecho uso de la misma medicación en 24 enfermos de
nefritis aguda (16 de ellos á consecuencia de escarlatina),. consi-
guiendo resultados excelentes, pues desde los primeros días de tra-
tamiento aumentó la diuresis, disminuyó la cantidad de albúmina,,
desaparecieron los edemas y las hemorragias y mejoró el estado
general.
Semoine ha tratado 7 casos de nefritis parenquimatosa por medie
del azul de metileno, consiguiendo curar por completo á 3 y aliviar
considerablemente á todos los demás; Kramer ha logrado la cesa-
165
«ion de las hematurias, la desaparición de la albúmina de las orinas
y la rápida mejoría del estado general en 4 enfermos de nefritis he-
tnorrágica, administrando el píoctanino azul á dosis elevadas; Del-
icio y Einhorn aseguran haber comprobado los buenos efectos refe-
ridos por Netchaff, y Guillet de Grandumont refiere la historia de un
«ujeto afectado de mal de Bright, con retinitis y gran cantidad de
albúmina, cuyos trastornos desaparecieron casi por completo á los
pocos días de tratamiento con la expresada droga.
Por una feliz casualidad he podido conyencerme de los notables
•efectos producidos por el pioctanino azul, cuando se prescribe como
tratamiento de las nefritis parenquimiatosas, pues al emplearlo en el
-caso que se describe á continuación, todavía no había leído las ob-
servaciones de Netch^eff, Neustab, Semoine, Kramer y Guillet.
He aquí la historia clínica de referencia:
El moro Abdelamalek Ben Hamed, de la kábila de Capdana, in«
:gresó en el Hospital de Chafarinas, el día 18 de noviembre, con gran
•derrame ascítico; edema generalizado, pero mucho más visible en
los párpados y en las extremidades inferiores; oliguria y disnea. Ha-
<^ia cuatro meses que se encontraba en el mismo estado. Orina muy
•albuminosa (500 á 300 gramos al día, con 10 gramos de albúmina por
litro). La falta de medios para llevar á cabo un examen microscó»
pico, nos impidió averiguar si había ó no cilindros granulosos y cé-
lulas epiteliales procedentes del riñon.
Instituímos desde luego la dieta láctea absoluta, pero sin los gran-
des beneficios que teníamos derecho á esperar. Algo disminuyó el
•edema de las extremidades inferiores y algo aumentó también la
cantidad de orina eliminada en veinticuatro horas; pero el derrame
escítico y la hinchazón dé la cara*permanecieron invariables, y la
proporción de albúmina siguió siendo la misma con muy pequeñas
oscilaciones.
Sin suspender la dieta de leche, administramos durante varios
días (cerca de dos semanas), una poción con yoduro sódico, fosfato
<le cal y acetato de potasa. El enfermo continuó lo mismo. Cambia-
mos entonces esta prescripción por unos sellos que contenían lacto-
sa y cloruro de sodio, sin observar ninguna mejoría. Teniendo en
•cuenta los antecedentes palúdicos del sujeto, comenzamos á admi«
oistrar un gramo diario de quinina con un centigramo de ácido ar-
senioso; pero hubo que suspender al poco tiempo dicha medicación
156
males tratados asi darante más de qaioce meses, produjo resaltados poco
satisfactorios, qae pueden resumirse como sigue :
1.^ En todos los etperimeutos el mero inyectado debajo de la piel fué inac*
Hvo contra el yiras introducido en el organismo.
2.^ La meascla preria in vitro del suero y del yiras hizo á yeces á éste in«
ofensiyo, pero de una manera inconstante.
8."* Aplicando sobre los puntos inoculados el poWo del suero desecado se
contiene, al parecer, en ciertos casos la eyolución de los accidentes. ,
Estos hechos prueban que los sueros preparados de la manera indicada
poseen una actiyidad insuficiente, porque sus efectos no son constantes.
Sin embargo, los resultados obtenidos no carecen de interés, loque animó
á Metchnikoff y Rouz á intentar obtener un suero más enérgico prepa-
rando nueyos monos por inyecciones intrayenosas. Hasta ahora se desco-
nocen los resaltados.
Gippolina,de Génoya,ha hecho recientemente, en colaboración con Risso,
tentatiyas de seroterapia en el hombre, empleando suero de un animal
inyectado con sangre desfíbrinada de sifilíticos en el periodo secundario,
suero adicionado de una cantidad pequeña de glóbulos rojos del mismo
animal en disolución hemolitica. Estos autores han obtenido resultados fe-
lices en lesiones secundarias, y particularmente en las terciarias en yias de
alceraciód, sin contar la acción reconstituyente sobre el organismo sifi-
lítico.
Hoy podemos intentar la definición etiológica de la sífilis y decir con
Metchnikoff que es, al parecer, una esperilosis crónica producida por el
epirachoBte pallida, ó epironema palli¿Uij ó treponema pallidum, de Schaudin,
patógeno sobre todo para la especie humana, para los antropoides y para
algunas yariedades de monos inferiores.
Afiadiremos que, si bien estos descubrimientos que esclarecen de un
modo tan notable la sífilis, enfermedad infecciosa y contagiosa por esen-
cia, nos permiten esperar en el poryenir un tratamiento inmunisador, pre-
yentiyo ó curatiyo, hasta ahora no hemos conseguido resolyer el problema.
No obstante los descubrimientos recientes, merecen por su gran interés
llamar la atención del mundo médico y científico.
El Dr. Hállopbaü {Condueiones): l^ La producción, darante el desarro-
llo de la sífilis, de lesiones mdltiples, de caracteres diferentes, sólo puede
explicarse por una eyolución del treponema ; la infiuencia del medio que
podría inyocarse no explica estos hechos porque es secundaria á una modi-
ficación en las condiciones de nutrición del parásito; su única interpreta-
ción posible es la interyención de toxinas diferentes^; si estos prbductosse
modifican, tienen que modificarse también por necesidad sus generadores.
2.* Gonyiene conocer las modificaciones que experimenta el parásito, no
sólo ep los diferentes períodos del chancro duro, como han hecho Krsysta-
lowicz y Siedlecki, sino también en las manifestaciones secundarias y ter-
ciarías de la enfermedad.
8.* Estas modificaciones son ligeras, porque todos los sifilomas inocula-
dos á sujetos sanos determinan en ellos la aparición del treponema típico.
4.* En todos los sifilomas hay proliferación local del treponema; este
proceso merece el nombre de intra-inoculación ; domina toda la patogenia
167
de U enfermedad; está en contradicción completa con la imposibilidad
obeerrada hasta ahora de reproducir por aato*inocalaoión estas lesiones
especíñcas; es necesario repetir las tentatiras de anto-inocalación en el
hombre y en los antropomorfos; si signen dando, como ha ocnrrido en dos
de nuestros experimentos, resaltados negatiros, la hipótesis mis verosimil
es qne las proliferaciones locales están subordinadas, en la sífilis, á la im-
pregnación tozinica del tejido, procedente de un depósito inicial ; es fácil
comprobarla ezperimentalmente.
Ineeuidad de les polvos proeedentes de la deteoaoión de Jos esputos tubercu-
leses. — ElDr. Gadéao: Los polvos procedentes de la desecación de los ,
esputos tuberculosos son inofensÍTOS para las vías digestivas y para las
respiratorias. Sabemos que no existe un solo hecho experimental que de-
muestre la transmisión de la tuberculosis por inhalación de los polvos
recogidos en los locales habitados por tuberculosos. Hemos demostrado
que es casi imposible hacer que se desarrolle esta enfermedad por la inha-
lación de los polvos puros procedentes de los esputos tuberculosos deseca-
dos en la obscuridad. La ingestión de estos polvos á la dosis de 25, 50 y 75
miligramos y hasta de 1 y 2 centigramos, es también inofensiva para los
conejillos de Indias. Más de cien animales^ de esta especie han resistido la
absorción de polvos de este género á dosis superiAree á las que son sus-
ceptibles de contaminar los alimentos, las frutas y las bebidas. Es nece-
sario hacer ingerir 10 centigramos de estos polvos para producir, y esto en
casos excepcionales, lesiones tuberculosas.
La desecación y la conversión rápida de loe esputos en polvos moviliza*
bles, son medios naturales de preservación contra la infección tubercu-
losa.
Tratamiente sistemátioe de la apendleitis por el timol. — El Dr. Güiart: La
apendicitis es casi siempre de origen parasitario, y para curarla basta ad-
ministrar un vermífugo. Es preferible el timol á dosis elevadas, seguido
de un purgante salino, con cuyo tratamiento he obtenido siempre la cura-
ción ; tiene la ventaja de ser aplicable á todos los casos de apendicitis , sin
que sea necesario el examen previo de las materias fecales para buscar en
ellas los huevos de los vermes intestinales.
El timol debe administrarse en polvo y á dosis elevadas, 2 á 8 gramos
por día, en sellos de 1 gramo, que se toman en una pequeña cantidad de
agua caliente y con una hora de intervalo. Se repite el tratamiento por
espacio de tres días, durante los cuales el enfermo sólo beberá agua.
El timol es bien tolerado por los enfermos, que pueden continuar su vida
y su alimentación normales. Únicamente se les prohibirá tomar aceite,
glicerina, ácido acético, cloroformo, éter, y en particular alcohol. El timol
es, en efecto, soluble en estos líquidos, lo que hace posible su absorción y
el envenenamiento.
La medicación timolada es aplicable al tratamiento de la apendicitis y
de la fiebre tifoidea, á la expulsión de los vermes intestinales, de los an-
quilostomas, de las anguilulas y aun de las tenias.
{Le Bulletin Medical), — F. Tolbdo.
168
subjetivos del lado derecho, ofreciendo al mismo tiempo un estado
vertiginoso y dolor hemicráneo correspondiente al mismo lado. En
este sujeto, el tratamiento yodurado acabó con la hemicránea y el
vértigo, pero dejó en el mismo estado las parálisis del acústico y del
facial.
De la sordera siñlltica lenta ó rápida, sin participación de la pa-
rálisis del facial, tenemos registrados gran número de casos, sobre
todo en lo que hace referencia á la sordera por manifestación sifllf*
ca hereditaria tardfa; pero consideramos que tales agrupaciones
no son para englobadas en el epígrafe del Dr. Lannois.
Dice el autor, que semejante asociación es raramente registrada
en la literatura y se complace en citar las observaciones de Th.
Barr, de Fournier, de Bouveret, de Binger, de parálisis múltiple de
los nervios craneales, de Brühl y de Rugani, apoyándose en la es»
casez de observaciones, para publicar cinco casos de su práctica
personal, en los que con bastante constancia se dan parecidos ca*
racteres clinicps.
Del estudio realizado, deduce las conclusiones siguientes :
1.^ La sífilis puede atacar aisladamente el nervio acústico y el
facial; pero también puede interesar simultáneamente los dos tronc-
eos nerviosos.
2.* Estas parálisis pueden presentarse en todas las etapas de la
sífilis.
3.^ Su patogenia es muy variable, pudiendo estar relacionados
con lesiones terciarias, como exostosis del conducto auditivo inter-
no, gomasen el trayecto de Jos nervios, meningo-encefalitis de la
base, debiéndose más frecuentemente á intoxicación especial del
agente sifilítico.
4 '^ El pronóstico es desfavorable para el oído y menos funesto
para la parálisis del facial. ^
II. En el último Congreso Médico internacional ha presentado
nuestro distinguido amigo el Dr. Tapia un trabajo en^el que se re-
vela el noble afán del investigador ilustrado que desea el enrique-
cimiento de la ciencia.
En esta publicación, meritoria por el fino análisis clínico, se ad-
mira al laringólogo que, con ilustración superior, quiere elevarse á
ia noción etiológica y patogénica, pero no se puede estar en confor-
midad con la conclusión.
Después de hacer el autor la exposición de los síndromas de Ave-
llis, de Schmidt y de Jackson, estudia cuatro observaciones clínicas
1
169
de su práctica particular, de las que pretende sacar un sindrooie
nuevo con existencia autónoma flsiopatológica.
Para que nuestros lectores, no versados en la materia, formen jui-
cio de la cuestión, les diremos que, el síndrome de Avellis consiste
en la simultaneidad de los hemiparálisis laríngea y del velo palati-
no; que el síndrome de Schmidt estriba, en la unión de la parálisis
del estemo-cleido-mastoideo y del trapecio con las hemiparálisis del
síndrome anterior, y, finalmente, el síndrome de Jackson consiste
en la conjunción de la hemiparálisis lingual ó la mencionada de la
laringe y velo palatino, acompañándose ó no de la correspondiente
á la rama externa del espinal.
£1 síndrome nuevo, que el Dr. Tapia pretende vitalizar, consisti-
ría en la conjunción de las hemiparálisis laríngea y lingual, sin par-
ticipación del velo palatino, existiendo ó no la parálisis de los mús-
culos esterno-cleido-matoideo y trapecio, inervados por la rama ex-
terna del espinal.
Para fundamentar su conclusión, expone cuatro historias cllni-
-cas, que dada la importancia del asunto, vamos á copiar en sus
puntos esenciales.
1.^ Un torero recibe una herida en la parte lateral derecha del
•cuello y presenta los fenómenos linguales de hemiparálisis que, se-
gún el Dr. Tapia, demuestran que el hipogloso ha sido seccionado;
añadiéndose á esto que, la cuerda vocal del mismo lado se presenta
en posición cadavérica, lo que al autor le demuestra que el pneu-
mogástrico ha sido seccionado por debajo de la emergencia del
faríngeo superior, apreciándose también la parálisis y reacción de-
generativa en las zonas inervadas por la rama externa del espinal.
2.^ Un joven, en una operación practicada por el Dr. Recluspara
la extirpación de un epitelioma bronquial, sufre la sección del
pneumogástrico, del hipogloso y del simpático. Las consecuencias
operatorias son la hemiparálisis laríngea y de la lengua.
3.^ Un sujeto con una tumoración infraparotidea del tamaño de
una mandarina, es afectado de hemiparálisis laríngea y lingual, sin
que, desgraciadamente, la autopsia pueda ser realizada.
i° Un torero recibe una herida de 10 centímetros en el lado dere-
cho del cuello, y el Dr. Tapia supone, con fundamento, que pudo ser
herido el recurrente al mismo tiempo que el hipogloso del mismo
lado, cual lo comprueba la hemiparálisis laríngea y lingual.
Apuntado lo que podemos llamar el alcaloide de las observaciones
del Dr. Tapia, nos parece que no está justificada la creación de un
170
nuevo síndrome. Para qae en la clínica pueda tener autonomía un
determinado cuadro sintomático, precisa que los elementos que lo
constituyan sean engendrados de un modo sistemático y por un
modo ñsiopatológico siempre idéntico, de tal manera que, al pre-
sentarse á nuestra observación, podamos elevarnos sin duda alguna
al concepto patogénico. Comprendido de otro modo el síndrome, no
representa sino la conjunción accidental de varios signos, que puede
dar lugar á inflnitos cuadros sintomáticos.
En el sistema nervioso es donde, precisamente, la sistematización
físiopatológica tiene mayor oportunidad de realización, pues obe-
deciendo su estructura á un plan topográfico sieYnpre idéntico, las
lesiones de que es afectado ofrecen con frecuencia una disposición
sistemática, cuyas manifestaciones periféricas constituyen síndro-
mes preciosos para el diagnóstico de las alteraciones centrales.
La sintomatología expuesta por el Dr. Tapia, ¿corresponde á esta
idea? Evidentemente no; las historias referidas son ejemplos de las
varias lesiones que los traumatismos pueden realizar sin que exista
conexión alguna físiopatológica, imperando solamente el capricho
de la suerte. Una herida del cuello lo mismo puede producir la hemi*
parálisis laríngea en conjunción con la del hipogloso» que la he-
miparálisis laríngea y la de cualquier sección del plexo braquial» 6
estar unida con una lesión del simpático ó con una parálisis radicu-
lar cualquiera, sin que esto pueda representar un síndrome.
El capricho del traumatismo es el que impera, y en modo alguno
puede fundamentarse un cuadro sindrómico que nos eleve á un
concepto patogénico sistemático.
El sujeto de la historia 3.* del Dr. Tapia, con una neoplasia del
cuello, puede asimilarse bajo este concepto á un traumatismo, pues
la invasión de una neoplasia maligna no reconoce norma alguna, y
simplemente por accidente interesa estructuras que no tienen entre
sí conexión alguna físiopatológica.
III. Los Dres. Lermoyez y Mahu, después de haber ensayado hace
cuatro años las inyecciones hipodérmicas de tiosinamina en solu-
ción alcohólica al 15 por 100, con objeto de procurar el reblandeci-
miento del tejido de cicatriz que caracteriza la lesión de la otitis
media adhesiva, y visto el fracaso completo, han ensayado última-
mente los baños cuotidianos del oído, con la misma substancia apli-
cada durante diez minutos. De ocho enfermos han mejorado seis
considerablemente, teniendo que deplorar en dos la reaparición de
la supuración.
171
Sin declararnos pesimistas absolutos en la materia, nos confesa-
mos escépticos, y sobre todo caando ese mismo efecto lo hemos
notado muchas veces en nuestra práctica personal empleando la
glicerina fenicada, que ha hecho reaparecer la supuración agotada
y ha procurado un aumento considerable en la audición, por un
efecto física fácilmente comprensible.
"IV. Entre las múltiples aplicaciones que el radium va adquiriendo
en la terapéutica, tenemos que llamar la atención sobre las que se
han ensayado en nuestra especialidad; encontrándonos en este te-
rreno con una meritoria publicación del Dr. Botey, aparecida en
Los Archivos latinos de Laringología, y reproducida en Les Annales
des maladies de Voreille del mes de agosto.
Haciendo constar el autor primeramente que, bajo el punto de
vista terapéutico, hay que establecer una distinción entre la irradia*
ción y la emanación de las sales de radium, indica que en nuestra
especialidad tiene aplicación exclusivamente la irradiación.
Con el objeto de hacer práctica su aplicación á los diferentes ór-
ganos, ha ícleado una porción de instrumentos, cuyo mecanismo no
es comprensible sino con la exposición detallada y los grabados
que al trabajo acompañan, por lo que tenemos \que conformarnos
con remitir al lector al original.
El radium que se presta perfectamente, empleando el instrumen-
tal adecuado para ser introducido por las primeras vías, puede
compararse á una diminuta ampolla de Róntgen, que puede ser co-
locada en el interior de las cavidades. Hasta la fecha parece com-
probado que la influencia del radium no se deja sentir sino en las
capas superñciales de los tejidos.
Según el Dr. Botey, los 19, casos en que lo ha empleado^ son lo
bastante para juzgar de sus efectos en oto-rino-laringologia. En pri-
mer lugar la influencia favorable del radium sobre la cicatrización
de ciertas neoformaciones malignas y tuberculosas superflciales y
poco extensas, parece evidente, siendo maravilloso su efecto en el
>epitelioma cutáneo de la nariz. Idéntico poder electivo ha mostrado
para el lupus nasal ulcerado poco extenso y no muy profundo.
ÉL pesar de que el radium se presta mucho mejor que los rayos
Róntgen para actuar en el interior de las cavidades, podemos con-
siderar su efecto como nulo en todas las neoformaciones que no
sean superñciales.
Los efectos curativos del radium son completamente nulos sobre
el acné rosáceo, pero tiene un poder evidente en la curación de la
172
ieucoplasia bucal. El Dr. Botej ha curado un caso de acUaomícosis
6D el espacio de cuatro semanas. Bu un caso ha podido comprobar
el poder acelerador que posee sobre la epidermización de la caTÍdad
resultante en el vaciamiento mastoideo.
El radium puede ser aplicado cotidianamente, y empleando el
de 500.000 actividades, no hay inconveniente en aplicarle hasta dos
y tres horas por día.
Aunque el radium dentro de nuestra especialidad parece tener
aplicación superior á la Rdntgen terapia, hay que hacer constar que
sólo algunos centigramos de una sal de radium de 500.000 activida-
des cuesta 2.000 francos, lo que & nuestro juicio constituirá un obs-
táculo considerable para su difusión en la práctica.
V. Se han multiplicado tanto las publicaciones sobre la actinomi-
cosis, que se comprende debe ser una enfermedad de mayor frecuen-
cia de lo que aparenta y que pasa desapercibida por la incuria de
los observadores. Asi, por ejemplo, en nuestro pala las publicado*
nes sobre la materia son muy escasas, sin que podamos admitir que
existan razones especiales de localidad que la hagan menos frecuen-
te que en otros paises.
Al Dr. Castañeda, distinguido y sabio especialista, aurista y larin-
gólogo de San Sebastián, debemos una reciente historia clínica que
ha visto la luz en la Revue hebdomadaire de Laryngologie, d'OíakH
gie et de Rinologie^ que por su importancia, asi como por ser un tra-
bajo nacional, queremos transcribir con el mayor detalle posible,
dado el carácter de nuestras revistas.
Un sujeto de cincuenta y nueve años nota cierta dificultad en los
movimientos del cuello, observando más tarde cierta dureza en el
lado derecho, formándose una tumoración que dificulta un tanto la
respiración, poniendo también la voz velada.
Consultado el Dr. Castañeda, notó tres tumoraciones : una en la
región lateral derecha, entre el borde posterior del esterno-cleido-
mastoideo y el trapecio, por encima de la clavicula, presentando un
volumen como una medía naranja, cubierta de piel normal y adhe-
rente y siendo dura ó inmóvil; otra, situada en la región infrahioi-
dea, se ex.tiende desde la parte superior del tiroides á la región es-
ternal, donde forma un relieve muy prominente, duro, inmóvil y ad-
herida á los tejidos, de tal modo que hacia imposible los movimien-
tos de ascensión de la laringe; y la tercera, más pequeña y del mis-
mo aspecto de las anteriores, situada en la región lateral izquierda
del cuello.
173
Todos eran indolentes y no se notaban infartos ganglionareis. Las
cuerdas vocales estaban un poco rojas, sin estenosis alguna; de
modo que la dispnea que acusaba el paciente era atribuíble á com-
presión del árbol aéreo en una zona que la laringoscopia no podía
precisar. ^
La incisión franca de la induración anterior desde el hueso hioi-
des hasta la orquilla del esternón, descubre un tejido ligeramente
amarillento que infiltra las masas musculares llegando hasta la
tráquea, y deja escapar un liquido seroso sanguinolento con algu-
nas partículas amarillentas.
El examen microscópico demostró la existencia del actinomices
con todos sus caracteres morfológicos.
Como los fenómenos estenósicos no cedían, colocó el autor una
cánula traqueal, notando que las paredes traqueales estaban inva-
didas por la infiltración actinomicósica, la que se extendía á las ra*
mificaciones bronquiales.
El caso expuesto por el Dr. Castañeda ofrece la particularidad de
presentar una aparición primitiva en el cuello sin que la mandíbula
y mucosa bucal hayan tomado parte en el proceso, pues sabido es
que el origen maxilar de la actinomicosis es la regla lo mismo en la
infección bovina que en la humana.
VI. La anquilosis crico-aritenóidea es un capitulo poco manosea-
do enlos tratadistas de la especialidad y que la bibliografía corrien-
te registra con rareza, por lo que consideramos de interés llamar la
atención sobre cualquiera publicación sobre la materia. Segura-
mente que pocos laringólogos habrán tenido ocasión de observar
la artritis crico-aritenóidea que precede á la anquilosas, pues en mi
práctica personal, algo extensa, sólo he tropezado con dos casos,
uno de los que hace muchos años publiqué en la Revista del doctor
Moure, y otro que actualmente tengo en observación en una enfer-
ma de la sala de clínica médica del Dr. Maríani.
En estos dos casos personales, se trata de la infección sifilítica,
que los autores registran con mayor frecuencia como la causante de
artritis crico-aritenóidea; sin ocuparnos de otras artritis de orden
secundario, ocurridas en el curso de la evolución de un proceso ul-
ceroso sifilítico, tuberculoso ó canceroso, que por propagación llega
á interesar los tejidos de la articulación, pues tal clase de artritis
es de observación diaria y del conocimiento de todos los especia-
listas.
Pero sin duda alguna que la artritis reumática ó gotosa con an-
/ 174
quilosis fínal crico-aritenóidea 68 mucho más rara todavía y muy
pocos han tenido ocasión de observarla.
Ai hablar de artritis reumática, no debemos confundirla, con la
dificultad en la movilidad de una mitad laríngea que puede ocurrir
en el transcurso de una simple laringitis catarral y que es atribuible
á deficiencia en la acción muscular de los grupos crico-aritenóideos,
pues tal manifestación, que algunos publicistas exagerados con-
sideran como manifestación articular, no representa sino un hecho
muy frecuente en la evolución de las lesiones catarrales.
El Dr. Henry Perkins (del Manhattan, Eye, Bar and Throat Hos-
pital) publica un trabajo sobre la materia en el New -York Medical
Journal (septiembre de 1906), en el que limita su atención á las de-
terminaciones articulares de orden reumático ó gotoso, apoyando
sus consideraciones con la exposición de un caso de su práctica
personal, que es como sigue:
Un individuo de veintiséis años, descendiente de reumáticos, que
padece con frecuencia ligeros dolores por enfriamiento y estados
congestivos faringo-laringeos, predispuesto á la ronquera con los
esfuerzos vocales y que queda afónico al menor enfriamiento, sufre
en abril de 1905 una rinitis aguda, seguida bien pronto de completa
afonía, demostrando entonces el examen laringoscópico ligera con-
gestión del interior de la laringe. La cuerda vocal izquierda estaba
fija en la línea media, sin pérdida de tensión é inmóvil, así en los
ensayos fonatorios como en la inspiración profunda. La región
aritenóidea izquierda estaba tumefacta y roja. El examen de su es-
tado general demostró un estado de normalidad visceral. -Visto el
enfermo en consulta con el Dr. Bosworth, se convino en que se tra»
taba de una anquilosis de la articulación crico-aritenóidea.
Un tratamiento local apropiado consigue la desaparición del esta-
do catarral de la mucosa sin modificarse la inmovilidad del arite-
noides. El autor considera fundamentado su diagnóstico en las si-
guientes razones: l.\ absoluta inmovilicíad de la articulación; en
los ensayos de fonación, la presión que el aritenoides sano ejerce
sobre el lado enfermo no conseguía moverle de su sitio, como hubie-
ra sucedido si se hubiera tratado de una parálisis nerviosa; 2.', la
apariencia tumefacta de la articulación permaneció invariable du-
rante varios meses; 3.^ la conservación de la tensión de la cuerda
es argumento en contra de la existencia de una parálisis; 4.*, la fal-
ta de todo padecimiento en la trayectoria del nervio recurrente.
i 175
BIBLIOGKAFÍA
M» U
DR. D. RAFAEL DEL VALLE Y ALDABALDE
Médico, por 0(»o»lci¿o. dal HotplUl ProvineUl. Madrid.
I. Alturas sh las GiBaci\B mAdioab bk bl bbiso El-Ardaluz, por el doc-
tor D. Antonio González Prats, y discurso de contestación por el doc-
tor D. Luis Gomenge Ferrer. ün tomo en 4.^ de 169 páginas. Barce-
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Dr. D. José Blanc y Benet. Folleto en 8."* de 86 páginas. Barcelo-
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'III. DOLOBBS'OASTBIOOS. PbIMBBA PABTR : DIAOBÓ8TICO B8PBCIAL T DITBBBHOIAL,
por el Dr. D. R. Luis y Yagüe. Folleto en 4.® de 91 páginas. Ma-
drid, 1905.
IV. La Oficina db Fabmaoia bspaAola, según Dorvanlt. Vigésimosezto su-
plemento de la segunda serie, por D. Joaquin Olmedilla y Puig y don
Filiberto Soria y Sánchez, ün tomo en 4.^ de 248 páginas. Madrid.
En este discurso, que ha escrito el Catedrático de la Facultad de
Medicina de Barcelona, Sr. González Prats> para su ingreso en la
Real Academia de Medicina y Cirugía de dicha capital, se hace una
reseña bastante extensa y muy detallada, por lo que á la enumera-
ción personal se refiere, de los médicos que florecieron en el reino
El-Andaluz, desde la invasión de los árabes en España hasta su ex-
pulsión.
Representa un trabajo enorme de investigación histórica y muy
meritoria, por otra parte, la labor del nuevo Académico, no sólo por
lo que se refiere al asunto concreto de que se trata en su erudito
discurso, sino también porque con él llama la atención hacia los es-
tudios historicomédicos en general, y muy especialmente á aquellos
que se relacionan con nuestra patria y con su cultura médica.
Claro está que al rebuscar el autor las noticias históricas que
constituyen el fondo de su discurso, habla de tropezar con afirma-
ciones algo contradictorias acerca del valor relativo de las culturas
arábiga, cristiana y también judía; pero en último término, cuando
se estudia el pasado sin más ánimo preconcebido que el de descu-
brir la verdad, como lo ha hecho el Sr. González Prats, no se puede
hacer ningún reproche por encontrar en los datos recogidos se-
mejante aparente contradicción. Esto no obstante, debo decir que
1T6
no aparece con bastante claridad en el diacarao del nneTO Aca-
démico la savia grie^ j la alejandrina qae, como dice el doctor
Comenge, encargado del diacorso de contestación, trajo el árabe á.
nuestra Penfnsola caando ya dicha savia habfa penetrado en ella
por sendas septentrionales.
En este mismo discurso de contestación, correcto j castizo en sn
lenguaje y digno complemento del notable trabajo del Dr. González
PratB, hace constar el Dr. Comenge que los módicos arábigos influ-
yeron también en la cultura de la región catalana, pero no tanto
como en el centro de la Península.
Bastan estas indicaciones para demostrar que ambos discursos
prueoan la competencia de sus autores en lo que á la historia médi-
ca de nuestra patria se reflere, y pueden servir de base y orienta-
ción para los que deseen dedicarse á esta clase de estudios.
II
Lo que caracteriza principalmente á este discurso, leído en la se-
sión'que se celebró para inaugurar el curso próximo pasado en la
Sociedad de San Cosme y San Damián, es en primer término la bon-
dad de su doctrina, y en segundo la precisión de su lenguaje, preci-
sión que revela en el autor una educación filosófica sólidamente
cimentada, cualidad por desgracia poco común en los tiempos que
corremos.
Estudiar lo que es el hábito; en qué difiere éste del instinto; hasta
qué punto — tema tan discutido como interesante — puede ser trans-
mitido por herencia ; comparar el hábito en el hombre y en los ani-
males para hacer resaltar las analogías y diferencias que existen
en ambas clases de seres; estudiar los efectos del hábito, sus venta-
jas é inconvenientes y la manera de dirigirle y de utilizarle para el
perfeccionamiento de la especie humana y del individuo en particu-
lar, tales son los puntos que examina el Dr. Blanc en su bien medi*
tado discurso, por el que le doy mi más cordial enhorabuena.
Quien lea sin ánimo prevenido el trabajo del Dr. Blanc, no podrá
menos de reconocer cómo á la luz de la antigua filosofía escolásti-
ca,^tan menospreciada hoy por algunos, como mal conocida, se
pueden dilucidar los problemas que plantea la moderna psicología
fisiológica.
III
El dolor de estómago, lo mismo que la cefalalgia, puede tener sig-
nificación tan variada, que bien merece un estudio especial como el
177
que ha hecho en el folleto á que se dedican estas lineas el reputado
gastrólogo Dr. Luis y Yagüe.
Después de algunas consideraciones generales, estudia el autor
los caracteres del dolor de estómago, ó sea su forma, momento de
aparición, localización, intensidad, duración y difusión, terminando
esta primera parte con una clasificación de las gastropatlas dolo-
rosas.
Seguidamente pasa revista, y por cierto muy detenida y minucio-
sa, á las distintas afecciones en que se pueden presentar dolores
•gástricos, apurando hasta el último extremo la enumeración de
los caracteres propios del dolor en cada una de dichas dolencias
y los diferenciales que distinguen dichos estados patológicos de
aquellos con que pudiera confundirse.
El estudio es tan completo, que si algún defecto pudiera señalár-
sele seria el de serlo con exceso, pero no hay motivo para ponerle
tal tacha. Es muy natural, y por lo tanto inevitable, que la compa-
ración sucesiva de cada entidad patológica con sus afines dé oca-
sión á repetidas referencias. En cambio, esta particularidad hace
más fácil el estudio diagnóstico de cada afección dolorosa del estó-
mago en un momento de dificultad para el práctico; pues al fin, si
el folleto del Dr. Luis y Yagüe es de lectura útil para todo médico,
lo ha de ser más especialmente para el que se encuentre en presen-
cia de alguno de esos casos de diagnóstico difícil, que no son nada
infrecuentes en la práctica médica. ^
IV
Bn el presente vigésimosexto suplemento á la Oficina de Farmacia
española, según Dorvault, la novedad principal, porque la misma
naturaleza de las cosas hace que no pueda ser muy frecuente, es el
extenso articulo que los Sres. Olmedilla y Soria dedican á la última
edición de la Farmacopea española, de cuya obra toman también
algunas fórmulas.
Muy interesantes y á la vez numerosas son las noticias referentes
á ensayos y análisis de medicamentos y venenos; pero más intere-
santes aún son para el médico las nuevas fórmulas que trae este
suplemento y el estudio que en él se hace de los perboratos y del
percarbonato potásico, con los cuales se puede preparar agua oxi-
genada. También merece especial mención el capitulo dedicado á
lo^extractos acéticos.
Noticias son no menos dignas de ser consignadas las referentes á
14
178
los procedimientos de que se hace mérito para analizar orinas,
aguas y substancias alimenticias; la descripción de un nue^o pro-
cedimiento para llenar y esterilizar ampollas con líquidos destina-
dos á inyecciones hipodérmicas, los detalles y noticias que se incla*
yen acerca de los opios artificiales de Esmirna, y por último, la
descripción de un aparato automático que advierte la presencia del
óxido carbónico, aparato cuya utilidad no es necesario encarecer.
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Enteritis folicular ó disenteriforme y su tratamiento. — El Dr. J. Aguilar,
publica el siguiente articulo en la Revista Valenciana de Ciencias médicas :
€ Se caracteriza, como todo el mundo sabe, por la frecuencia y poca
abundancia de las deposiciones, acompañadas de tenesmo y gritos que acu-
san el dolor que proTOcan. Las heces están formadas por materias mucosas,
sanguinolentas y basta puriformes ; hay algunas veces fiebre, que persiste
algunos días y aun durante toda la evolución, con más ó menos intensidad;
el vientre aparece más bien hundido que metereorízado; los vómitos, que
sólo se presentan al principio, desaparecen pronto; los fenómenos nerviosos
(estupor comatoso ó convulsiones) no son raros. Estos son los síntomas de
la colitis aguda disenteriforme en su forma pura ¡/primitiva^ que puede reves-
tir gravedad ó ser benigna. Las formas benignas sólo determinan una es-
casa reacción febril y nerviosa, y curan pronto cuando el tratamiento se
instituye pronto y de manera conveniente. Las formas graves, aunque pne*
den curar también, se complican á menudo con accidentes de infección
general, de broncopneumonia, de meningitis, de nefritis, de supuraciones
cutáneas, que pueden <ier mortales. La autopsia demuestra una congestión
intensa del intestino grueso y tumefacción de los folículos linfoides, que á
veces están ulcerados (enteritis folicular); sin embargo, no se ven grandes
ulceraciones como en la disentería verdadera.
Esta colitis aguda es rara en los primeros meses de la vida, y muy ñre-
cuente después de la época del destete.
En esta afección, como en todas las demás del aparato gastro-intestinal
de carácter agudo, comienza el tratamiento por la institución de la dieta
hidrica^ que infaliblemente disminuye la intensidad de los fenómenos morbo-
sos. Sin embargo, no hay que esperar en estos casos los excelentes resulta*
dos que se obtienen en la gastro-enteritis aguda coleriforme y sus simila-
res, sin duda porque aquí, en la colitis disenteriforme, se trata menos de
una infección originaria del contenido intestinal, que de lesiones radican-
tes en la pared del intestino grueso. En cambio, tenemos en la terapéutica
179
de e0te proceso un remedio qae no dudo de calificar de heroico : el wlfcUo
de 909a, Debe prescribirse desde que se instituye la dieta hidrica, á la do9Í9
d^ 2 d 4 gramo9 cada ocho horcu durante do9 diae^ d lo9 niñoe desde uno y medio
á seie añoe. Al tercer día de tratamiento se suspende el sulfato de sosa y
«e da la inftaión de ipecacuana^ muy eficaz también á dosis débiles y frac-
cionadas; por ejemplo, la fórmula siguiente :
Polvo de rali de ipeca 0*25 eentígnmoB.
Agaa hirriendo SOgramot.
Jarabe de cortezas de naranjas ; . . . . 20 —
para tomar á pequefias cucbaraditas cada hora hasta terminar. El calóme-
Wno siempre ha sido ineficaz, por lo menos en los casos tratados por mí.
Terminada la dieta hidrica, que no debe prolongarse más de yeinticna-
Xto á treinta y seis horas, se recomienza la alimentación con suma pruden-
«la por la leche y las decocciones de farináceos (harina de arroz, trigo can*
deal, fosfatina), y sobre todo malteados por la adición después de hecha la
papilla de una cucharada de buen extracto de malta.
En los primeros periodos de la afección, cuando ésta se encuentra en la
fase aguda, es decir, durante los tres ó cuatro primeros días, jamás usamos
de los layados intestinales, práctica yulgar muy corriente, que en esta
ocasión además de carecer de real utilidad, son sumamente dolorosos ; en
<sambio, transcurrido este primer período, aconsejamos se practique uno ó
dos á lo sumo, con agua heryida caliente, simplemente salada, ó adiciona-
da de 5 gramos de hipoetdfito dé sosa, seguidos de una inyección rectal con
flonda blanda, de la fórmula siguiente :
Agua oxigenada á 12 volúmenes 25 gramos.
Bicarbonato de sosa 0*50 centigramos.
Agna destilada tOO gramos.
Guando este tratamiento se sigue con rigor y constancia, es raro que la
enfermedad no cure, sin dejar como residuo más que una tendencia á la
constipación. En otros casos, sin embargo, después de cesar la fase aguda,
queda una diarrea crónica que adelgaza rápidamente al nifio y que puede
terminar por la muerte ; esta diarrea se debe á las ulceraciones folicularee.
Las heces son entonces glerosas, mucosanguinolentas y puriformes. En tales
períodos el sulfato de sosa y la ipecacuana no son tan eficaces como en los
brotes agudos, y si bien entonces el snbnitrato de bismuto, el tanígeno, la
tanalbina y demás astringentes disminuyen la diarrea, no la hacen desapa-
recer sin embargo. La fórmula de Comby siguiente me ha dado buenos re-
sultados en algunos casos ;
Raíz de colombo t gramo.
— ipeca •.• 0'25 centigramos.
Agna hirviendo •• 60 gramos.
Hágase infusión, ñltrese y añádase :
Poción gomosa 30 gramos.
Subnitrato de bismuto 4 -^
Una cucharada de cafó cada dos horas.
De los lavados con soluciones de nitrato argéntico nada puedo decir.
180
Bespecto de la dieta, en estos casos hay que suprimir la leche y alimen*
tájaselo con decocción de farináceos y ensayar el uso de la carne cruda, re-
gún las reglas propuestas por Weisse, de San Peters burgo, y antes por
Trousseau.
Rápidamente las indicaremos. Se toma un pedazo de fílete de ternera 6
camero, se corta en trozos muy pequeños, que en un mortero se couTÍerte
en una papilla espesa, la que se pasa por un tamiz de agujeros finos. De
este modo sa recoge de la cara externa un yerdadero puré de carne. Algu-
nos niños lo toman sin repugnancia, pero á otros hay que dárselo sazonado^
con sal ó azúcar, almíbar, y hasta un poco de chocolate hecho con agua.
Bespecto de la dosis, debe comenzarse por unos 15 á 20 gramos en dos 6
tres veces en el día ; al día siguiente se dobla la dosis y llega en yarios días
á 100 ó 150 gramos. No es raro encontrar en las heces los primeros días al-
gunos trozos de carne sin digerir, lo cual no debe ser causa de cesar en la
medicación, á menos que esta indigestión ó la extremada fetidez de las
heces sean continuas ^.
Plés planos y en valgus. — Los Dres. Palacios y Ríosalido publican en la
Revista Ibero' Americana de Ciencias médicas el caso clínico siguiente :
cMujer fuerte, colorada, y como de unos yeintitantos años, manifestaba
unos pies excesiyamente aplanados, rodados hacia adentro (en vQlgus\
muy dolorosos é inseryibles para la marcha y el sostén de la pobre enfer-
ma; manifestaciones todas de pies planos en valgus, dolorosos, y más acan-^
tuadas en el lado derecho.
Se trataba de un caso en el que no cabía más recurso que la interven»
ción cruenta : restauración de la bóveda obrando sobre el elemento óseo y
haciéndola fija, y desaparición del valgas con la corrección forzada.
El Dr. Palacios encargóse de intervenir sobre uno de los piós, y el doctor
Bíosalido en otro; y como ambas operaciones y el curso post operatorio ha
sido el mismo con ligeras variantes, y como, por fortuna, el resultado has-
ta ahora ha sido bueno, haremos una descripción con la misma horma y á
la medida de ambos pies.
Todos los procedimientos que actúan sobre el hueso para la curación del
pié plano son mediotarsianos ; sólo Trendelemburg, que dirige sus cortes al
cuello inferior de la tibia y peroné, y Oleich, que secciona el calcáneo en
sentido anteroposterior para hacer resbalar hacia adelante el fragmenta
más postero-inferior, los demás cirujanos han resecado una cufia que com-
prendía todo el escafoides, como hace Bird, ó todo el astrágalo ( Vogt), ó el
escafoides entero, cabeza del astrágalo y- una viruta de los primeros cunei-
formes, según Lejars, ya la cabeza y cuello del astrágalo, práctica de Sto-
kes, ó, por fin, apuntando el procedimiento de Ogston, cufia tan ligera que
era exclusivamente un refrescamiento de la articulación astrágalo eseafói-
dea. Nosotros, siguiendo el criterio de Schwartz, que subordina el sitio y
la cantidad de cufia que se ha de resecar al juicio del cirujano y á la mejor
corrección de la deformidad, intervenimos de este modo :
Hecha una desinfección minuciosa de todo el pié, y descansando éste so-
bre el borde externo, se hizo sobre el interno una incisión á fondo, para*
lela á la planta del pié, de unos seis centímetros de larga, y que compren*
181
dia en aa panto medio la articnlación astragalo-escafóidea ; descnbierta
^ta, se denudaron de on periostio los dos hneaos que la forman, y se pro-
-cedió á resecar la cnfia ósea, una yez que con dos separadores quedó per-
fectamente al descnbierto la articulación. Dos cortes de escoplo, uno que
atacando el escafoides de dentro á fuera y ligeramente de delante á atrás,
y otro que haciéndolo sobre el astrágalo también hacia afuera y de atrás á
«delante, fueran á reunirse ambos en la profundidad del tarso, limitaron
de este modo una cufia que comprendía dos tercios de escafoides y una del-
gada lámina de astrágalo. Se cortaron algunas ataduras ligamentosas que
sujetaban el trozo resecado, y se extrajo éste con unas pinzas.
Esto fué todo; después algunos pequeños detalles, cómo nirelación de
«nperfícies, extirpación de restos de cartílago, mayor refrescamiento de
•astrágalo en un pié más que en otro el resultado fué el mismo : en am*
bos quedaron dos superficies, lo suficientemente regalares para soldarse
más tarde y formar una bÓTcda fija. Se ligaron algunas arteriolas, y se
procedió á la colocación del rendaje escayolado, el mejor medio para obte-
aer la consolidación de las dos superficies refrescadas. Puesto el aposito, y
mientras un ayudante, cogiendo el pié por los dedos y el talón, acentuaba
él vana y aproximaba el borde interno del repetido pié sobre él mismo,
hasta forzarlo, hasta sentir el contacto de las dos caras óseas, otro colocaba
«1 rendaje inamorible desde mitad de la pierna á la punta, de los dedos,
manteniéndolo después el primer ayudante en la posición forzada, hasta
▼er la escayola completamente endurecida.
Más tarde se operó el pié derecho, y el mismo día, bajo la acción del clo-
Toformo, se colocaba en el izquierdo un Tendajo enyesado, corrigiéndolo en
varus para facilitar la operación cuando en él se hiciera.
Veinte días después se operaba el otro y se levantaba la cura del prime«
TO, Tiendo que habla consolidado, pero que para mayor seguridad Tolrióse
á inmovilizar.
A las dos semanas se abrió una Tentana en el aposito enyesado del iz-
quierdo para tqt cómo se encontraba la herida : también, por fortuna, ha-
bía cicatrizado, é iba la soldadura camino de la consolidación; cerramos la
Tentana, y así quedaron ambos pies dentro de sus vendajes respectivos has-
ta últimos del mes de abril, en que se quitaron definitivamente, y fueron
reemplazados por plantillas de aluminio para sostener dos bóvedas con dos
callos jóvenes.
A los tres meses de su ingreso en la sala salía la enferma, sin haber te-
nido durante su estancia en ella la más ligera fiebre; sin dolores, con bó*
Teda plantar y andando en muy buenas condiciones». — Sababia.
182
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
8$9ión del dia 9 ds Octubre dé 1906,
Li Sífilis de ias mujeres honradas. ~ Al terminar mi comanicación en li^
sesión anterior decía que los hechos de contagio lejano se explicaban por
nn dato recientemente adquirido : las sífilis secandarias tardías. Terciaria
por }a época, la sífilis conserva algunas veces la fisionomía secundaria, ad-
quiriendo como expresión sintomática tipos de modalidad usual mente se-
cundaria, como erupciones erítematosas ó pápulo-escamosas y sifílides mu-
cosas, genitales ó bucales, especialmente bucales, absolutamente idénti-
cas á la placa mucosa de las primeras etapas de la sífilis. Estas invasiones
tardías de los tipos secundarios, transportadas de esta suerte á la etapa
terciaria de la enfermedad, se verifican en épocas *muy diversas ; con má»
frecuencia, es cierto, en los primeros años del terciarismo, pero á menuda
también un poco más tarde, algunas veces mucho más tarde, diez, doce,
quince ó veinte años después de la infección y aun más allá. Entre estos
accidentes secundarios tardíos figuran algunas veces sintonuu cofUagiosos^
cuya contagiosidad no está atenuada ni agotada por su invasión tardía. La
placa mucosa, genital ó bucal, no es menos contagiosa al décimo año de la
enfermedad que en el primero ó en el segundo.
Ya se comprenderá que estos contagios tardíos llevan consigo peligros
para el matrimonio. Para la profilaxia se presentan dos indicaciones á
cumplir: una constituye para nosotros, médicos, un deber; es á saber: edw
car á nuestros enfermos en lo que se refiere á los peligros del contagio siñUtico
tardío. La otra indicación se desprende de la que precede; hela aquí: Creo
y hasta afirmo que todo sujeto sifilítico que vaya á casarse tiene la obliga-
ción moral, si es fumador y sobre todo gran fumador, de renunciar al ta-
baco. He aquí en qué me fundo. Inútil es recordar que^ de un modo gene-
ral, el tabaco es un gran provocador de accidentes bucales éf^ la sífilis. El
tabaco es el que despierta por excelencia las sifilides secundarias que^n-
vaden la boca en pleno período terciario y á lejanos plazos. Sin temor á
equivocarme, á él es á quien incumbe la responsabilidad de la extraordina-
ria frecuencia de las sifilides bucales de forma secundaria, mucho más allá
del período secundario. De mis observaciones se puede decir en cifras re-
dondas que en las etapas avanzadas de la enfermedad, los accidentes que
conservan la modalidad secundaria son casi cinco veces más frecuentes en
la boca que en los genitales. De donde se desprende que, en las sífilis anti-
guas, la boca es más peligrosa que el pene. Por esto he dicho que el sujeto
183
sifílitioo qae se va á casar tieoe la obligación moral de renunciar al tabaco,
lo caal es tan fácil de enunciar como cUficil de conseguir.
Otros dos rasgos tiene loqne he llamado sífilis de las majeres honradas y
ipngnno de los dos hace honor ai sexo masculino. He aquí el primero :
Toda mujer contamincuia de sifilis por su nutrida está condenada^ salvo raras
excepciones^ á ser insuficientemente tratada^ y queda^ por esto mismo, expuesta á
los peligros de las sífilis mal frotadas. En efecto, salyo raras excepciones,
toda mujer contaminada por su marido se la trata con seguridad, pero muy
sobriamente, nada más que el tiempo necesario para pasar la esponja, como
suele decirse, por los accidentes yisi bles y asegurar un bienestar provisio*'
nal, pero no se la trata el tiempo necesario para constituir una seria ga-
rantía en el porvenir ; por esto el terciarismo suele ser el epilogo de estos
tratamientos incompletos. El segundo se formula asi : Toda mujer contami-
nada por su marido corre el riesgo de sífilis ignorada. ¿Por qué? Por la sim*
pie razón de que su marido, para disimular el mal que la ha contagiado,
hace cuanto es posible y porque en esta obra de disimulación toma parte
con frecuencia el médico como cómplice. ¿Podria el médico declinar la sin-
gular situación de tratar una enferma con la misión de disimularle la na-
turaleza de su enferiáedad? Esta es una cuestión muy especial que no entra
en mis propósitos discutir por ahora. Lo que en todo caso no es discutible
es que, si el médico acepta dicha situación, se transforma de repente en
cómplice del marido, tomando parte en una conspiración del silencio y
hasta de la mentira ante su dienta, puesto que él tiene la misión (según
encargo del marido) no sólo de no declarar á la enferma que ella padece la
sífilis, sino que también de persuadirla de que no la padece. Por lo tanto,
si el plan imaginado por el marido tiene éxito, la mujer ignorará su sífilis
toda su vida, lo cual será de una gravedad extraordinaria si esta mujer á
los diez, quince, veinte ó veinticinco afios ó más tarde es victima de un ac-
cidente terciario y no existen ni su marido ni el médico de referencia para
diagnosticar la especificidad. Y se comprende que así sea, tanto porque la
enferma negará enérgicamente, si es en este sentido interrogada, puesto
que dirá que su médico anterior le aseguró que no padecía la sífilis, como
por las dificultades que rodean el diagnóstico de la naturaleza sifilítica de
una lesión visceral y como por la sugestión moral del medio donde el mé-
dico se encuentra, y á la cual no escapa, en el seno de una familia honrada
y que respira honestidad y virtud. En todo caso, el error es fácil y se come-
te con frecuencia, con mucha frecuencia debiera decir. Quién de nosotros
no podría citar casos de este géne'ro, en que el médico se ha dejado enga-
ñar y sorprender de esta suerte por la sífilis de las mujeres honradas ; y esto
por haber olvidado un instante que se trata de una sífilis de los inocentes
que representa un lazo incesantemente tendido á los pies del médico.
En síntesis; de lo que acabo de decir se desprenden dos verdades que re-
sumiré así : I. Guando se tiene la sífilis es bueno saberlo para tratársela en
toda ocasión y para evitar contagiarla á otro; es decir, que el médico tiene
el deber de no engañar á su cliente en este punto, mientras sea posible,
y no consentir ante ella una reticencia ó a fortiori una disimulación más
que en lo9 casos en que se está rigurosamente obligado. II. Es necesario
considerar como cierto que los errores abundan en la práctica relativa-
184
mente á las consecuenoiai terciarías de las sífilis ignoradas, las onaieB,
como última conclasión, dirá qae están por todas partes, pero en ninguna
son más cómanos qae en el campo de las mnjeres honradas qae han sido
contaminadas por sas mandos. — Codiva GastbllyI.
8O0IBDAD DB GIRÜOÍA DB PARÍS
8€Mh MdiaíOde Octubre dé 1906 (1).
Tres cases de invaginación intestinal infantil. ^ El Dr. Lwabs: Las tres
obseryaciones de qae voy á ocaparme han sido dirigidas á la Sociedad por
el Dr. Szczypiorsld. La primera se refiere á nn nifio de caatro meses qae
presentaba á la derecha, y algo por encima del ombligo, ana tnmefaceidn
acompañada de fenómenos de oclnsión intestinal. La laparotomía se pr»e*
tico diez horas despaés de principiar los accidentes. Se encontró inyagioA^
ción ileocólica, qae faé redaciUa sin difícaltad, carando el enfermo.
En el segando caso se trat^'ba de nn nifio de cinco afios qae presentab*
síntomas de oclnsión. La laparotomía no se practicó hasta loe doce diaa.
La inyaginaoión era considerable y estaba localizada en el colon trann*
yerso. Fué fácil redacirla y el nifio caro. Estos casos tardíos son, se^ún
sabemos, rarísimos en los adultos.
£1 tercero, qae recayó también en nn nifio de seis afios, es más bien un
ejemplo de pseudo-oclasión, qae se manifestó por yómitos, dolor y on ta-
mor blando, sensible y del tamafio de nn haeyo de gallina; ocapaba el lado
derecho del ombligo. Practicada la laparotomía, se descabrió hacia la ter-
minación del íleon ana tnmefacción de nn asa intestinal, dará y en forma
de cilindro macizo. Sospechando el Dr. Szczypiorsld qae era de nataralesa
tabercalosa, extrajo la tumefacción y la incindió; el intestino estaba ya-
ció, pero sn mncosa se hallaba sembrada de grannlaciones miliares. En
yez de extirparla se limitó á tocarla con agna oxigenada, reaniendo des-
paés ios labios de la herida por medio de tres planos de satura. A loa
pocos días despareció la fiebre y el enfermo estaba carado. Recordaré qae
otros casos de este género han curado sólo con la laparotomía.
£1 Dr. Kirmibson: Felicito á nuestro colega por estas intenrenciones,
que son frecuentísimas en Inglaterra, pero no en Francia, porque el cira-
jauo ye á los enfermitos cuando es ya demasiado tarde. El diagnóstico debe
hacerse pronto y es fácil, porque de 100 casos de oclusión intestinal en los
nifioe, 99 yeces se trata de inyaginación. Es un dato que deben tener may
en cuenta los médicos. Afiadiré que en los nifios, lo mismo que en los adul-
tos, se obserya también la forma subaguda y que, á pesar de la operación,
el resultado es la muerte. Esta es debida, no á la peritonitiSt sino ala sep-
ticemia intestinal.
El Dr. Bbooa: La operación debe ser precoz; sólo he yisto morir á los
enfermos que han tardado en ser operados. Hace poco tiempo, un nifio üe
mi clínica fué operado á las seis horas de presentar síntoma de oclusión
(1) Primera del eurto aoadémioo actual.
185
intestinal; durante dos días tuvo 40* de temperatura. La existencia de
una diarrea yerde explicó el fenómeno. A pesar de esta complicación, el
enfermo curó.
El diagnóstico de las inyaginaciones crónicas es difícil en ciertos casos.
He yisto en consulta con el Dr. Moizard un nifio en el que no pudimos pre-
cisar la afección que padecía. Guando le operé encontré el intestino en tal
grado de atonía, que creí conyeniente resecar 80 Centímetros. ¿Hubiera
producido una septicemia intestinal si no tengo la precaución de resecarle?
He obseryado que estas inyaginaciones crónicas son más frecuentes en in-
dividuos de menos de un año.
El Dr. Tbhoiv: Creo útil referir el caso siguiente, aunque se trata de
una enferma adulta. Tres semanas después del parto, la mujer objeto de
esta obserración sintió en el hipocondrio izquierdo dolores fuertes. Estos
dolores se repitieron yarias yeces en el transcurso de algunas semanas; las
deposiciones persistieron en los períodos de calma. Be sospechó una lesión
renal. Los dolores se hicieron continuos, y entonces fui llamado para yer á
esta enferma. Se hallaba caquéctica y tenía una tumefacción por encima
del ligamento de Poupart. El fondo de sacoyaginal izquierdo estaba tam-
bién tenso y doloroso. Creyendo que existía una salpingitis supurada, abrí
el yientre y encontré el intestino distendido de un modo colosal; había
inyaginación de todo el intestino grueso y esfacelo de la pared enyolyente.
Resequé casi todo el intestino grueso, lo que fué fácil, pero la enferma
murió de septicemia ,al día siguiente.
El Dr. Dklbit: IBfe obseryado un enfermo de dieciocho afios cuyo diag-
nóstico fué difícil. Padecía desde mucho tiempo antes crisis dolorosas ab-
dominales, sin fenómenos de oclusión. Descubrí una pequefla hernia um-
bilical, que sospeché era la causa, é hice la cura radical. Los dolores yol-
rieron á presentarse, y habiendo descubierto una hernia inguinal la operé
por creer que era la causa de los sufrimientos del enfermo. El resultado
tampoco fué satisfactorio, porque los dolores reaparecieron y el enfermo
enflaqueció paulatinamente. Me decidí entonces á practicar la laparoto-
mía y encontré una inyaginación del ciego que estaba rechazado debajo
del hígado, lo que explicaba no se apreciara nada á la palpación. No exis-
tía lesión peritoneal, lo que me hizo sospechar si se trataría de un inyagi-
nación intermitente que proyocaba las crisis. Para impedir que se repror
dujera la inyaginación hice, por medio de hilos transyersales, que el intes-
tino tomara la forma columnar. Qracias á este medio la curación persiste
desde hace yarios años. Afiadiré que en mis experimentos practicados en
perros he obseryado que es imposible reducir la inyaginación tirando del
<sabo inferior; para conseguirlo es preciso rechazar por expresión el seg-
mento inyaginado.
£1 Dr. Bbooá: Es el único método que suele emplearse en las clínicas
de nifios ; las reducciones se obtienen por expresión de abajo á arriba.
Ruptura de la sfnflsls puliiana. — El Dr. Lejí^bs: El Dr. Szczypiorski nos
ha Gomuniéado también la obseryación de un niño de doce afios que fué
atropellado por un carruaje, sufriendo la ruptura de la sínfieis pubiana y
de la uretra y el hundimiento de las costillas 8.*, 4.% 5.* y 6.* Nuestro co-
lega buscó el extremo posterior de la uretra, restablecióla continuidad de
186
este conducto y esperó yarios varios meses para iotervenir sobre el tórax.
La interyención consistió en poner al descabierto las costillas ; tres de
ellas estaban fracturadas; la ruptura y el hundimiento desapareció.
F, ToucDo.
80GIBDAD DE TEBAPÍüTICA D£ PABÍS
SeMÍán del dia 10 de Oc(uhre de 1906 (1). |
Ei automovilismo desde el punto do vista lilgiénico y terapéutico. — El Dr. Lb
Gkndrb: En 1898 y en 1894, en los Congresos de la Asociación francesa
para el adelanto de las ciencias, habló de los efectos de la bicicleta en la
salud de los jóvenes, y hoy quisiera esbozar un estadio análogo manifes-
tando las reflexiones que me ha sugerido la demostración de las miU tiplea
influencias del uso de los automóviles. El análisis de los elementos consti-
tutivps del automovilismo, tal como se practica de ordinario en nuestros
dias, permite reconocer los siguientes : la velocidad del vehículo, su trepi-
dación, la ducha de aire que percute incesantemente el cuerpo, el enfria-
miento, el polvo, la inmovilidad prolongada y el estado psíquico del con-
ductor y el de los otros viajeros. Los aparatos y funciones que pueden ser
influidos, en distintos grados, por las diversas condiciones precedentemente
enumeradas, son, según mi observación, la piel, ciertos órganos de los sen-
tidos, las vías aéreas, la circulación y la hematosis, el aparato digestivo,
el aparato locomotor y el sistema nervioso, y. en consecuencia, la nutrición
general se encuentra necesariamente modificada.
En la piel sana, la intensidad de la corriente de aire, merced al espasma
de los capilares y de las arteriolas, produce una sensación generalmente
agradable de fresco, seguida de una reacción de calor cuando el vehícula
se detiene, reacción que puede llegar hasta la picazón y el escozor. Si la
piel, al partir, está cubierta de sudor, se pueden observar los estados pato-
lógicos consecutivos á todos los enfriamientos bruscos por evaporación su-
doral. Sabido es cuál es la intensidad de la pérdida de calórico por la piel
en las carreras en automóvil y cuánto importa ir muy abrigado. Pero el
hábito se adquiere fácilmente, y cuando se es friolero por naturaleza se
puede curar, por medio del auto, de esa molesta sensibilidad al frío. Hay
dermatosis de la cara y de las manos y también hiperemiae conjuntivaUs y
otras afecciones oculares^ por las que es necesario temer la acción del viento-
y del polvo. He observado la desaparición en pocos dias, bajo la influencia
de un viaje en auto, de un prurito generalizado^ intolerable y rebelde, en un
artrítico y nenropático. He visto dos personas predispuestas á la urticaria
que han tenido que renunciar al auto descubierto, puesto que les recidi-
vaba el proceso después de cada carrera un poco rápida; en cambio, co-
nozco un neuro-artrítico que le molesta menos dicho proceso desde que se
dedica al automovilismo; La influencia de la corriente de aire no es nociva
(I) Primera del curto académico actual.
i»>
187
pftra las mueotaa sanas. A los mfisematqsaa simpleé^ sin catarro broaqiiial,
les sienta de ordinario bien el anto mientras no usen más que una veloci-
dad moderada. Los atmáticoé nerviosos^ beneñciándose de la distracción j
de las modificaciones generales de la nntrición inherentes á una ozigena^-
ción más activa, pueden ir en anto y obtienen á menudo mejorías. Uno de
mis olientes, qne padecía accesos asmáticos de una violencia extraordina-
ria, curó de ellos por el automovilismo. Desde luego se ha de prohibir el
auto á todos los íuberculosoé /ebridtantes ó que hayan tenido hemoptisis de
repetición, y hasta á loe que han tenido una sola hemoptisis algunos meses
antes. Pero se puede autorizar á los que tienen lesiones discretas de primer
grado sin i^ndencia congestiva. He visto muchos tuberculosos antiguos en
evolución silenciosa, aunque persistiendo cierto grado de catarro muco-
purulento, á quien ha sentado bien el uso moderado del auto, á condición
de ir protegidos por un cristal delantero y escoger el tiempo más couve*
niente.
Eil auto conviene á los anémicos y á los cloróticos^ con la condición de que
el vehículo sea muy confortable y que no sufran una larga inmovilización;
se limitarán á carreras de dos horas, separadas por intervalos de reposo.
Se autorizará á los cardiacos cuyas lesiones óricas estén compensadas; les
considero como contraindicaciones las congestiones pulmonares y hepáti-
cas, las primeras por la corriente de aire y el polvo y las segundas por la
trepidación. No es necesario indicar que un cardíaco no debe dirigir él
mismo el auto, por la fatiga física y la tensión nerviosa que exige la direc-
ción. Los enfermos que padecen insuficiencia aórtica, los grandes ateromato-
sos, los que padecen la dilatación aórtica de Bogdson^ expuestos muy parti-
cularmente á los sincopes, deben renunciar á la dirección. Los aneurismas^
en particular los de la aorta, constituyen desde luego una contraindicación
absoluta del automovilismo.
En varias ocasiones he observado que los automovilistas sentían altera-
ciones cardiacas con dolores torácicos cuando se ponían en marcha después
de una comida muy copiosa ó muy poco higiénica. Una inhibición de la diges-
tión gástrica y los reflejos gastro-cardíacos, exagerados por la trepidación»
la corriente de aire y la tensión nerviosa de la dirección, pueden explicar
perfectamente dichas alteraciones. Yo me he preguntado si ciertos acciden-
tes no podrían explicarse por este género de inhibición gastro-cerebro-car-
díaca. Para las personas que padecen un estado varicoso muy acentuado de
los miembros inferiores, hay inconvenientes en que pasen días enteros en
un auto, donde están con las piernas inmovilizadas en flexión; á los hemo-
rroidarios tampoco les sienta bien. Entre los estados patológicos del tubo
digestivo, benefician del anto los siguientes: la anoreana, las dispepsias ató-
nicas y ñatulentas y ciertas gastralgias de orden- neuropático. Desde luego le
contraindican las gastritis ulcerosas que han determinado hematemesis, lo
propio que, de entre las enteropatias, las que pueden tener tendencia á la
hemorragia ó que se acompañan de diarrea ó de dolores á la palpación y
que aumentan con la marcha. Algunos extreñidos me han manifestado que
sus deposiciones eran más fáciles y regulares cuando ejercían el auto. En-
tre las numerosas colopatias nwcomembranosas que hemos de tratar, hay al-
gunas que, por fuera de las crisis dolorosas, benefician del auto, el cual les
1
188
proporoiooa distracción al aire libre. Las litiasis hepática^ rencU y vesical rS'
cístUssj acompañadas de fenómenos de inflamación ó de congestión, las cis-
titis, las prostatitis y las tnberonlosis génito-nrinarías, son agravadas por
la trepidación del anto. Entre los albuminúricos se pnede permitir á los que
no tienen accesos congestivos del rifión. La misma distinción hago á pro-
pósito de las afecciones genitales de la mujer; pero siempre aconsejo la abs -
-tención durante el período menstrnal.
En el grnpo de las enfermedades de la nutrición admiran las grandes
ventajas que proporciona el auto. De un modo general se obtiene un au-
men^ de las combustiones por U ventilación más intensa del aparato res*
piratorio y por la acción ejercida sobre el sistema nervioso por la ducha de
aire largo tiempo prolongada. Los gotosos y los otros artríticos, en particu-
lar los diabéticos en su período florido, me ha parecido que han obtenido
grandes ventajas del automovilismo. Respecto del aparato locomotor sólo
señalaré las precauciones que han de tomar ciertos reumáticos^ que deben
evitar con cuidado los eofriamientos, pero no dejaré de señalar, desde el pun-
to de vista de la higiene general, la tendencia creciente y bastante natural
de muchos automovilista á abstenerse de caminar, lo cual representa un
inconveniente serio, especialmente para los obesoe^ si no se compensa la in
movilidad de las horas pasadas en auto por una suma suficiente de ejercicios
físicos activos. En cuanto á la influencia sobre el sistema nervioso, puede
asegurarse que es considerable y pnede, en consecuencia, ser útil ó nocivo,
segdn el estado particular del individuo. Según mis investigaciones perso-
nales, los neurasténicos y los psicasténicos obtienen en general buen resulta-
do; pero me parece, salvo error, que los efectos complexos del automovi-
lismo difieren enormemente, según que se trate del conductor ó del que se
deja conducir. Por lo tanto, si podemos lógicamente aconsejar el automo-
vilismo á los que tienen necesidad de olvidar y reposo del espíritu, no debe
perderse de vista que existe una numerosa categoría de excitados de los
que se llaman c cerebrales', que soo incapaces de usar con moderación
todo lo que puede procurarles una variedad de embriagues y que en ciertos
casos se convierten en un peligro público. Para ser completo, es necesario
decir algunas palabras acerca de la influencia nociva que pueden ejercer
en la higiene pública las nubes de polvo levantadas en los pueblecitos y en
los campos por el número creciente de los autos sobre las carreteras no
embreadas aún, polvo capaz de diseminar los microbios patógenos y al
cual no pueden escapar ni aun en los bosques, en otras épocas apacibles»
los infortunados ó no muy afortunados peatones, obligados además i res-
pirar los gases mal olientes de los autos que queman mal.
iBull. Méd., núm. 81). — Godiha GASTBXvf.
189
80CIBDAD DB OBSTETRICIA DK LÓNDRES*
SMán dü día 8 ás Octubre d§ 1906 {W.
Tumor utorine Intralioamwtise. — El Dr. Edén refirió el caso siguiente,
obeerrftdo en unión del Dr. Lionel ProTÍs: La enferma, de cincaenta y
cinco afios, soltera, ingresó en el hospital quejándose de tumefacción del
abdomen y de flujo rectal mncoide. La menstruación cesó á los cuarenta y
ocho afios. Durante once meses tuyo una úlcera en la pierna izquierda. La
tumefacción del abdomen apareció en 1898 y últimamente aumentó con ra-
pidez de volumen. Al reconocerla se descubrió en la cavidad abdominal
un tumor voluminoso, de consistencia elástica, que se extendía casi hasta
el apéndice xifoides, de superficie lisa y en el que podía apreciarse el estre-
mecimiento catarlo. Al tacto vaginal se encontró el cuello uterino disloca-
do hacia arriba y oculto debajo de la sinfisis del pubis; en el fondo vaginal
izquierdo y en el seno de Douglas, una tumefacción dura y de contorno
redondo. Fué imposible precisar la posición del útero. 8e diagnosticó quis-
te ovárico multilocular, con porción semisólida en el seno de^Douglas.
El 14 de febrero se practicó la celiotomía. El tumor era un fíbromioma
del útero que se extendía hasta el ligamento ancho izquierdo y elevaba bas-
tante el peritoneo de la pared pelviana lateral izquierda y las paredes del
abdomen. EL tumor y el útero fueron extirpados, practicándose la histereo-
tomia parcial. Durante ocho días la enferma mejoró; pero al noveno la
temperatura se elevó á 88*, el número de pulsaciones á 116 y el de movi-
mientos respiratorios á 88. En el vérthse del corazón se oía un ruido de roce
pericardiaco. A los dos días este ruido había desaparecido y la enferma
empezó á mejorar, hallándose convaleciente veintiséis días después de ope-
rada. Al día siguiente empeoró de pronto, tuvo vómitos y la temperatura
se elevó casi á 40^ centígrados. Cuarenta y ocho horas después los vómitos
cesaron, pero la enferma quedó postrada en el lecho, su temperatura mati-
nal era de 88^ y por las tardes se hacia casi normal. Permaneció en este
estado una semana, durante la cual tuvo varios ataques de coma, en uno
de los cuales la temperatura se elevó á 42*, y se oyó en la punta del cora*
zón un ruido sistólico fuerte ; los ruidos cardíacos eran antes claros. Al-
gunos días después perdió de repente el conocimiento y quedó hemiplégioa,
muriendo al otro día. Fué imposible hacer la autopsia.
La causa inmediata de la muerte fué, al parecer, una hemorragia ó una
embolia cerebral; pero es difícil relacionarla con la operación. Quizá la
úlcera de la pierna izquierda produjera una endocarditis ulcerosa y ésta,
secundariamente, la embolia cerebral. El tumor pesaba más de 12 kilos, y
es uno de los mayores de su género que se citan. Estaba adherido á la parte
inferior del borde lateral del útero por un pedículo de 25 milímetros de
grueso. El útero medía 50 milímetros. La superficie cortada del tumor de-
mostró se trataba de un fibroma quistico voluminoso en vías de degenera-
(t) Primera del eano aoadémico actoal.
190
ción, diagnófltico que confirmó el examen histológieo. Lo extenso de U de*
generación qoiBtica se explica, probablemente, por el aumento rápido de
Tolnmen.*
Toberealitie prfanitifa M Mila eltfiM. — El Dr. Erie Totaig narró el caso
de ana mujer de reintieeia aftoe, ñn anteaedentee pat<dógicoe, madre de
tres hijos, el menor de dos afios 7 medio, todos los cuales disfrutan exce-
lente salad. Hace seis meses su menstruación, que habia sido siempre re-
gular, se transtomó, perdiendo más sangre que de costumbre 7, por último,
hace cinco senvtnas se presentó un flujo raginal amarillo 7 fétido, notando
á la Tez la enferma dolor persistente en la parte inferior del abdomen 7 en
la región sacra.
Esta mujer es nerriosa 7 excitable. Sus pulmones están sanos 7 los espu-
tos no contienen bacilos. Practicando la palpación profunda sentía la en-
ferma algo de dolor en las regiones hipogástrica ó ilíaca izquierda. No ha-
bía infarto de los ganglios inguinales» El cuello uterino estaba endurecido
7 mu7 aumentado de volumen ; su superficie era desigual, ulcerada en unos
puntos 7 nodulosa y papulosa en otros, pero no friable. El útero eraper-
fectamente movible.
La naturaleza sospechosa de la enfermedad obligó á practicar la histe-
rectomía vaginal. En la actualidad, seis meses después de la operación,
esta mujer se encuentra en perfecto estado. La afección no se ha repro-
ducido.
La lesión puede considerarse, indudablemente, como tuberculosis primi-
tiva del cuello uterino.
El Dr. Rwiih dijo que este hecho 7 otros análogos obligarán á los gine-
cólogos á modificar su opinión respecto á la frecuencia relativa de la tuber-
culosis primitiva de la trompa de Falopio, comparada con la del cuello
uterino.
El Dr. Etywood Smith manifestó que quizá se tratara de un caso de hiper-
plasia areolar del cuello del útero.
El Dr. Letvers indicó que este caso se asemeja, por ciertos caracteres, á
otro que presentó hace varios afios á la Sociedad. En este caso la tubercu-
losis estaba limitada exclusivamente al cuello uterino. Los casos de este
género son rarísimos. La histerectomía vaginal es el mejor tratamiento.
Mi enferma se encuentra bien desde hace varios afios que fné operada.
El Dr. Gcdabin dijo que es ma7 difícil distinguir en algunos afios el tu-
bérculo del cuello uterino del cáncer. El diagnóstico es más difícil cuando
el tubérculo va acompañado de hemorragia. Ha observado un caso de este
género en el que estaba afectado todo el cuerpo del útero. 8e practicó la
histerectomía con éxito completo.
BjI Dr. Ruesell Andrews manifestó que había observado i^n caso de úlcera
del cuello uterino que se asemejaba por unos caracteres al tubérculo 7 por
otros al cáncer 7 que resultó ser sifílític^a.
{British Med, Journal). — F. Tolkdo.
191
SOCIEDAD 6INSC0LÓ6ICA AMERICANA
81.* «MI dn on«o2 ctiebrada «n Hot Springn tH 22, 23 y 24 de MaifO de 1906.
Trtmbetlt y embolia otnt«eotivtt á Itt •peracUnot abdtmintlot.-- El doc-
tor J, Taber Johmon dijo que tanto la trombosid como la embolia son fre*
cnentes después de la histerectpmia saprayagínal por miomas. Se han ob-
seryado, no obstante, después de otras operaciones abdominales, en parti-
cular á consecuencia de la suspensión del útero. Son más comunes en la
▼ena femoral izquierda, si bien pueden afectarse sucesivamente la de uno
y otro lado. Los síntomas no se presentan en ciertos casos hasta dos ó tres
semanas después de practicada la operación. Existen varias causas, incluso
la infección preexistente y el traumatismo de los vasos inferido al operar.
No hay, sin embargo, causas esenciales, y hasta no pueden, al parecer, te-
ner reladón alguna con el acto operatorio. La tromboflebitis es la compli-
cación piímitiva. Rara vez son seguidas de supuración, y la curación, aun-
que lenta á veces, es el resultado ordinario. La embolia es una de las con-
secuencias posible. Puede ser pulmonar, cardiaca ó cerebral y producir la
muerte fulminante. La posibilidad de esta complicación bastante después
de operadas las enfermas, obliga, cuando están débiles, á no permitirlas
levantarse en mucho tiempo.
Embolia post tporatoria. — El Dr. E. Boise manifestó que esta complica-
ción se observa las más de las veces en la arteria pulmonar y sus ramas.
La sangre normal no se coagula en un vaso sano, y un émbolo presupone
un trombo, del que se ha desprendido. Para la formación de un trombo se
necesita fíbrinógeno y sales de calcio, que existen enestadonormal en la san-
gre, y un nucleoprotéido, que jamás existe en la sangre normal, sino que se
forma de las plaquetas y leucocitos degenerados. La anemia, la clorosis, la
sepsis, el exceso de sales de calcio, la lentitud de la corriente sanguínea, el
traumatismo, la inflamación de las paredes vasculares, la compresión y
otras varias cansas pueden contribuir á la formación de trombos; las opera-
ciones ponen en juego algunas de estas causas. Los fíbroides, por ejemplo,
cuya extirpación es seguida muchas veces de trombosis y de embolia, puede
decirse que predisponen á estas complicaciones á causa de su coincidencia
frecuente con un exceso de sales de calcio en la sangre, la degeneración del
miocardio, las contracciones imperfectas consiguientes, la lentitud de la
circulación y la tendencia á los coágulos intracardiacos. Estos últimos se
han observado á menudo en las cavidades cardíacas derechas, y son segui-
dos de embolia pulmonar mortal. Los signos de la trombosis son debilidad
del pulso y aumento del número de pulsaciones y de la temperatura. Los
medios profilácticos contra la coagulabilidad anormal de la sangre son el
alcohol y el ácido cítrico administrados en abundancia, la supresión de la
leche y la prevención de la hemorragia ^l operar ; conviene también evitar
cuando se practica la operación los movimientos y la excitación. Contra la
embolia pulmonar debe administrarse en abundancia el oxigeno.
El Dr. Currier condenó la costun&bre que tienen algunos cirujanos de
. permitir levantarse á las enfermas á los dos ó tres días de operadas y de dar-
192
las de alta antes de curar la herida. Si se ha formado ya nn trombo, es fá*
cil comprender qne sobrerenga-la embolia por no guardarse la quietad ne*
cesaría después de un trastorno tan grande del equilibrio físico.
El Dr. Watkins cree qne la trombosis es una prueba de infección y que
üo suele producirse en las enfermedades no infecciosas. Las bacterias, se*
gún sabemos, pueden penetrar en los tejidos intactos; no es necesario, por
lo tanto, para su entrada en ellos, que estén lesionados.
El Dr. Baldy dijo qne hay predisposición á la tromboñs en las operacio-
nes por mioma, y también, aunque en menor grado, en las que se practican
por afecciones inflamatorias. Aunque no cree couTeniente dejar que las en-
fermas se levanten poco después de la operación, no ha observado que la
trombosis sea mucho más coxnún en las que se levantan á poco de ope-
radas.
El Dr. Clark cree que existen varias ciases de trombosis, por ejemplo, el
traumatismo de los vasos, la discrasia sanguínea, la hemorragia, etc. No
considera la sepsis como una de las causas frecuentes y en muchos casos no
es posible descubrirla;
El Dr. Duhrssen manifestó que estaba de acuerdo con los que consideran
la discrasia sanguínea como una causa de trombosis, pero no con los que la
atribuyen á la sepsis. No es partidario de que las enfermas se levanten k
los dos ó tres días de operadas.
El Dr. EdéhohU dijo qne había observado diez casos de trombosis princi-
palmente después de operaciones sobre el riñon ; esto pruel>a que dicha com-
plicación se obserVa después de otras intervenciones operatorias que las que
se practican sobre los órganos pelvianos y los genitales. No considera
la sepsis como una causa de trombosis, ni los casos qne ha observado pue-
den atribuirse á levan carse muy pronto después de la operación.
El Dr. Neivman consideró como causas de la trombosis la susceptibilidad
del enfermo al traumatismo y el estado de la sangre. La infección en estos
casos es un término relativ<ry cree que la trombosis puede sobrevenir des-
pués de una operación completamente aséptica.
Dilatación artificial del euelle aterine. Indloaolonet y métode.— El Dr. G. T.
Harrison dijo que la dilatación artificial del cuello del útero se halla indi-
cada en loe estados morbosos locales, incluso la inflamación crónica, la in-
duración sifilítica, el carcinoma, la hipertrofia, la eclampsia, el prolapso del
cordón umbilical, la placenta previa parcial, cuando el feto está muerto
y hay hiperemia incipiente,- etc. Debe practicarse también en las presenta-
ciones viciosas y en la separación prematura de la placenta con hemorragia
oculta. Respecto á los métodos de dilatación, los manuales son útiles cuan-
do se practican de buena manera. No debe recurrirse al de Hicks, excepto
cuando el orificio uterino es lo suficientemente dilatable para permitir la
introducción de la mano. Los dilatadores hidrostáticos son de ordinario efi-
caces-, el conducto cervical suele desgarrarse con todo método de dilatación.
El metreurioter es un instrumento muy útil, pero ineficaz en ciertos easoe.
El dilatador de Bossi tiene el inconveniente de obrar de una manera antifi*
siológica y suele producir desgarros si, al ser introducido, no existe ya cier-
to grado de dilatación del cuello. La misma objeción puede hacerse al de
rris. Eb imposible decir de antemano, en un caso dado, hasta qué punto
193
paede dilatarse el conducto cerrical sin desgarrarle. La operación cesárea
vaginal es nn recurso eficacísimo cuando está indicado el parto rápido.
Dilatación del útero durante el parte. — El Dr. P. A. Barría dijo que desde
hace Tcintidós años emplea la dilatación del útero parturiente con la mano
ó con un instrumento de su inyención. !E1 método lo describió por Tez pri-
mera en el Congreso Médico Pan^Americano de 1898. 8u método permite
ejercer sobre el útero un esfuerzo tónico mayor que con todo otro método
manual y con menos fatiga para el operador. La fuersa dilatadora es ejer-
eida por los músculos flexores de los dedos y manos. No debe practicarse
la dilatación forzada cuando existe en el cuello del útero cáncer ó tejido
cicatrizal consecutiyo á un parto anterior ó á una operación practicada
sobre esta parte de la matriz. El tiempo medio para dilatar sin peligro el
jconducto cervical hasta que adquiera un diámetro de 27 á 80 centímetros
es de cuarenta y cinco minutos. Si el cuello no está borrado se necesita
hora y. media. La mano, como agente dilatador, no es siempre muy conve-
niente, porque el tiempo necesario para conseguir la dilatación es muy lar-
go y expone á la introducción de substancias sépticas en la vagina y en el
útero. El instrumento que emplea se introduce con facilidad y dilata todo
conducto cervical dilatable. Está provisto de un dinamómetro que registra
con seguridad la presión que se ejerce, é indica si el anillo cervical se di-
lata. Empleándolo de buena manera es imposible producir un desgarro.
Ventajas de la dilataoión manual del Atere grávido é parturiente. ^ El doctor
J. Cn Edgar dijo que ningún método de dilatación manual puede suplantar
por completo al instrumental y á la incisión, aunque ésta rara vez es ne-
cesaria. Los métodos de dilatación que se emplean hoy comprenden el ta»
pon vaginal y uterino, los dilatadores duros é hidrostáticos, las incisiones
del cuello superficiales y profundas y la operación cesárea vaginal. Todos
ellos son aplicables á casos especiales. La dilatación por las bolsas hidroe^
táticas, por los dedos de una ó de las dos manos y por los instrumentos de
acero compuestos de varias ramas, son casi siempre preferibles á las inci-
siones. El mejor método de dilatación es el que más imita á la Naturaleza.
Los dedos de las dos manos son preferibles á los de una sola para practicar
la dilatación, y puede completarse con el instrumento de Bossi. La opera-
ción cesárea vaginal es defectuosa porque no permite la dilatación de la
vagina. El Dr. Edgar prefiere la dilatación bimanual á todos loe demás
métodos. Puede continuarse cuando ha sido extraída ya una parte del feto.
Dilataoión ó incisión del Atere grávido. — El Dr. Orandin dijo que las inci-
siones no deben hacerse cuando es posible esperar. La dilatación está indi'
cada en la estrechez pelviana, en la toxemia inminente y en la mayor par-
te de los casos de placenta previa. La incisión lo está en la toxemia aguda
y en los casos urgentes de placenta previa. La incisión abdominal se halla
indicada en la estrechez pelviana cuando no hay seguridad de que pueda
terminar el parto por dilatación ó incisión vaginal. Es preferible una mano
práctica al dilatador de Bossi. La operación cesárea vaginal es preferible
á la incisión cervical en los pocos casos en que son necesarias una ú otra.
Operación cesárea vaginal. — El Dr. Dührssen dijo que describió por vez
primera esta operación en 1895. Be hace primero una incisión vaginoperi-
neal, cuando es necesario, y después se incinden las paredes anterior y
15
194
posterior del conducto cerrical, comprendiendo en las incisiones el orifíoio
interno. Despnés, según las indicaciones, se extrae el feto por yersión Ó con
el fórceps. La operación está indicada en los casos en qne el conducto cer-
yical es inexfcensible, pero se necesita cierta habilidad por parte del ope-
rador. El obstáculo al parto en estos casos es absoluto ó relatiyo. La ope-
ración se halla indicada en la eclampsia, porque ésta es debida á una
intoxicación y conTiene interyenir con rapidez. La placenta previa es tam-
bién una indicación. La operación no ya acompañada de hemorragia
excesiya. Las incisiones ceryicales pueden emplearse en yez de la opera-
ción cesárea en los casos poco urgentes. Guando la mujer ha muerto, la
operación cesárea yaginal permite salyar la yida del feto. El método de
dilatación de Bossi es peligroso, porque predispone á desgarros fatales y
á la infección. Con la operación cesárea yaginal se consigue casi siempre
salyar la yida de la madre y del hijo, y está recomendada en los casos de
estrechez pelyiana ligera.
El Dr. Reamy cree que la dilatación manual del conducto ceryical es
eficacísima empleando los dedos en forma de cufia. Aconseja este método
desde 1872.
El Dr. Fry prefiere la dilatación bimanual y rechaza el uso de los ins-
•trumentos de tipo idéntico al de Bossi. La operación cesárea yaginal es el
mejor procedimiento operatorio si hay necesidad de terminar el parto con
rapidez, como ocurre en la eclampsia y en ciertos casos de placenta preyia,
cuando es inaplicable, por cualquier causa, el método de Braxton Hicks.
' El Dr. Oordon dijo que se necesita más habilidad para la operación cesá-
rea yaginal que para la abdominal, y que en la primera hay también pro-
babilidades de que la hemorragia sea abundante.
El Dr. DavU manifestó que los métodos de dilatación lenta son conye-
nientes en ciertos casos, por ejemplo, cuando hay retención de la placenta
ó del feto muerto. Las dimensiones de la yagina deben ser tenidas en
cuenta. La sangría, el taponamiento, etc., son medios auxiliares de la di-
latación lenta. No es partidario del uso del dilatador Bossi en la placenta
preyia, y la presión por las bolsas hidrostáticas no es siempre fayorable. La
dilatación manual debe aplicarse de acuerdo con las condiciones en un caso
dado. No cree que la operación cesárea yaginal tenga yentaja alguna sobre
la abdominal.
El Dr. Norris dijo que el tratamiento debe yariar en cada caso según
las condiciones de la enferma. La eclampsia, según cree, no exige siempre
la dilatación rápida. Es preciso también tener presente, respecto á la ope-
ración cesárea, que la mortalidad puede ser eleyada en cada yariedad. La
placenta previa, aunque yaya acompañada de rigidez del cuello y de h^
morragia profusa, puede ser tratada eficazmente por otros medios, además
de la operación cesárea yaginal. Una de las indicaciones más claras de
esta operación es la hemorragia accidental con falta de dilatación del cue-
llo. Puede emplearse el instrumento de Bossi para la dilatación de 7 á 8
centimetros, pero para la dilatación mayor prefiere emplear bolsas, termi-
nando el parto con la yersión ó el fórceps.
El Dr. Hctrrü cree que con su método de dilatación bien empleado no se
rompen las membranas. En ciertos casos la operación cesárea yaginal es
195
efieacisima. Las bolsas hidroetáticas no son oonTenientes á cansa de la
lentitnd con que obran.
El Dr. Ecígar prefiere el dilatador de Boesi al de Harris, porque éste es
más complicado. Las bolsas tienen el inconyeniente de poder romperse y
producir traumatismos grares.
El Dr. Dührssen citó estadísticas para demostrar que la mortalidad de
la operación cesárea abdominal es mayor que la de la Taginal. La objeción
de que en la operación cesárea vaginal no se ve bien lo que se hace, es in-
fundada siempre que se opere de buena manera , y es menos peligrosa.
Resultados de la seseién vaginal y del desagOe en la gestación ectépioa inoU
plante. — El Dr. Ford refirió el caso de una mujer (^on gestación ectópica
que tuvo una hemorragia grayisima consecutiva á la sección vaginal y á la
incisión del saco. La cavidad se rellenó con gasa en la primera operación,
y cuando se extrajo una semana después sobrevino otra nueva hemorragia.
La enferma curó. El Dr. Ford ha practicado esta operación en otros doce
casos, obteniendo en todos resultados satisfactorios. Cree que. está indicada
lo mismo en los casos sépticos que en los no sépticos. Conviene' hacer el
diagnóstico precoz y extirpar el tumor antes de la ruptura del saco.
El Dr. Henrotin admite que este método es útilísimo en ciertos casos,
pe^o que no conviene generalizar su uso. Jamás ha operado por la via va-
ginal un caso de embarazo tu bario ; el peligro de hemorragia no es muy
grande. Si hay seguridad de que el feto ha muerto, está permitida la inci-
sión vaginal.
El Dr. Watkina cree que la incisión y el desagüe está permitido cuando
sólo hay hematocele pelviano, pero no si existe un saco intacto. El método
aconsejado por el Dr. Ford es peligroso por exponer á la hemorragia y á la
sepsis.
El Dr. Sume piensa que es peligroso rellenar la cavidad con gasa, por-
que no se sabe qué hay detrás.
El Dr. Mann manifestó que el método operatorio descrito expone á he-
morragias, que pueden ser incoercibles. Rara vez conviene incindir á tra-
vés de la vagina un saco de gestación ectópica.
El Dr. Ooffe cree que las objeciones que se han hecho deben aplicarse á
la incisión á través del seno de Donglas, pero no á la que se practica á tra-
vés de la bóveda vaginal anterior. El problema que necesita resolverse es
si el caso de que se trata es ó no adecuado para el tratamiento vaginal. 8i
el embarazo cuenta menos de tres meses, conviene atacarle por la vagina.
Asi es posible emplear el método conservador sobre los órganos pelvianos.
El Dr. Noble acostumbra á tratar el hematocele por la incisión á través de
la parte posterior de la bóveda vaginal posterior, pero cree que las más de
las veces es necesaria una operación abdominal complementaria. La mor-
talidad ee así casi nula. Los casos fatales de operación por embarazo tuba-
rio suelen ser los que se tratan de mala manera. Por el método vaginal es
preciso generalmente sacrificar todos los órganos genitales pelvianos.
El Dr. Dühresen concuerda con el Dr. Noble en la conveniencia de prac-
ticar la incisión en la parte posterior de la bóveda vaginal en el hemato-
cele, reservando hacerla en la anterior en otras afecciones. Por este méto-
do, la trompa enferma puede ser extirpada fácilmente y sin peligro de he-
196
morragia. Oaando el embaraso data de dos meses y medio, es preferible la
▼ia abdominal. Oree que en ningún caso debe tenerse en cuenta la vida del
baeTo; estos casos exigen el tratamiento radical, lo mismo qne si se tratara
de ana afecci^^n maligna. 8i el diagnóstico es dudoso, debe practicarse una
incisión vaginal para esclarecerlo.
El Dr. Newman no cree que debe condenarse en absoluto el tratamiento
del embarazo tubario por el método vaginal, porque en ciertos casos es
conveniente.
Bl Dr. Ford dijo que el método aconsejado es también útil en el hemato-
cele infeccioso. La mayor parte de los casos tratados eran de embaraaos tu-
barios de fecha reciente. El taponamiento con gasa y el desagüe pueden
producir la infección, pero el hecho importante es que todas sus enfermas
han curado.
Aotrtamiente de ios ligamentts redendts en les eenduotes inguinales á trates
de una oimple Ineisión eiprapnbiana, transversal é lengitudinal media.— El doc-
tor Feterson dijo que la operación de Aiexander es satisfactoria en la ma-
yor parte de los casos. Rara vez ha visto que produzca dolor en la vejiga y
jamás ha observado distocia consecutiva. Tiene la desventaja de ser eficaz
sólo cuando el útero es movible, y como el diagnóstico de las adherencias
uterinas suele ser prácticamente imposible, se desconocen las dificultades
que pueden sobrevenir al practicar una operación que se supone ha de ser
sencilla. En ciertos casos es seguida de dolor y molestia, y á causa de las
dos incisiones, hay una doble probabilidad de supuración. Estos inconve-
nientes se salvan operando á través de una incisión abdominal, transversal
ó media de 75 milímetros de longitud, merced á la cual se abre el abdomen
y se acortan los ligamentos en los conductos inguinales, donde quedan fá-
cilmente al descubierto. Al abrir el abdomen se procurará no abrir la ve*
jiga. una vez abierto el abdomen del^en examinarse los apéndices uteri-
nos, operándoles si es necesario. Es preciso también poner al descubierto
y proteger el nervio ileoinguinal, y que un ayudante rechace hacia atrás el
cuello uterino con un dedo introducido en la vagina, para evitar la retro-
versión que resulta á veces de la tensión exagerada sobre los ligamentos
redondos.
Se forma un lazo con el ligamento en el conducto, se le sutura con cat-
gut y la incisión abdominal se cierra por medio de suturas para evitar la
acumulación de serosidad en la herida.
El Dr. EdebohU dijo que nada hay tan eficaz como la operación de
Aiexander en los casos de retroversión no complicada y, hasta en muchosi
complicada. Ha hecho uso con frecuencia de una incisión transversa semi-
circular, en vez de recta; el colgajo lo diseca hacia arriba. Oree que ia in-
cisión media de la aponeurosis es el punto débil de la operación propuesta
por el Dr. Peterson. Introduciendo el dedo en el anillo externo, puede se-
guírsele hasta el útero y apreciar el estado de éste. En la operación de
Aiexander no hay peligro de que sobrevenga la supuración, siempre que se
practique de buena manera.
El Dr, Watkitu prefiere la incisión media longitudinal para el acorta*
miento de los ligamentos redondos, porque permite apreciar el estado de
los órganos pelvianos. Prefiere también no desprender el ligamento de su
197
peritoneo porque asi se debilita. Si hay prolapso del útera se corrige á la
▼ez que la retroflezión.
El Dr. Oordan manifestó que ha abandonado la operación de Alexander.
Alexander mismo le ha dicho qne prefiere la operación de Gilliam, en la
qne se practica una incisión longitudinal y se forman con los ligamentos
lazos.
El Br. Newman dijo que prefiere la operación descrita por Bennett, de
Chicago, en la qne se practica una incisión media longitudinal y los liga-
mentos se dirigen hacia arriba y fijan en la linea media.
El Dr. Noble indicó que no es propio comparar la operación de Alexan-
der con aquellas otras útiles en los casos en que existen complicaciones.
Ojree couTeniente emplear cualquier variedad de operación siempre que
esté indicada.
El Dr. Aíann prefiere la operación de Alexander en los casos no compli-
cados, pero si hay adherencias abre el seno de Douglas, rompe las adheren-
cias y practica después la operación de Alexander.
El Dr^ Dükrssen dijo que los procedimientos de Peterson son idénticos á
Tos aconsejados en Alemania por Eüstner y Pfannenstiel, aunque este úl-
timo recomienda hacer una incisión sólo á través de la aponeurosis. Prefiere
hacer una incisión vaginal anterior, gracias á la cual puede tratar, si es
necesario, cualquier estado que exista además de la retroflexión.
Deoapsttiaoión renal. — El Dr. Edebohls refirió el caso de una mujer á la
que operó poco después de haber principiado el parto. La enferma se en-
contraba cloroformizada y en colapso. Los rifíones, que eran gruesos, como
son en la enfermedad de Bright, fueron sometidos á la decapsulación.
Antes de la operación la enferma turo varias convulsiones, una mientras
era operada y dos después. Recobró el conocimiento á las veinticuatro ho-
ras, notando incontinencia de orina y de excrementos que persistió cuatro
días. Veintitrés días después se encontraba completamente curada. En la
actualidad, un afio después de la operación, se encuentra bien y en. el oc-
tavo mes de un nuevo embarazo. Este y otros casos análogos prueban que
el parto forzado no es el único recurso que puede emplearse en la eclamp-
sia. Cuando se presenta ésta en los primeros meses del embarazo, se ob-
tienen resultados excelentes con la decapsulación renal. Ha operado cuatro
casos de este género con éxito para las madres.
El Dr. Edgar manifestó que merece tenerse en cuenta todo lo. referente
al tratamiento de la eclampsia, cuya patogenia es tan obscura. Hoy se re-
conocen dos tipos clínicos de eclampsia propios del embarazo, el hepático
y el nefrítico. La mortalidad en el primero es próximamente de 100 por 100 ;
en el segundo es algo menor. La mortalidad es más elevada en la eclamp*
sia antipartum, menos ^n la intrapartum y menos en la poetpartum. Zwei-
fel ha demostrado por medio de estadísticas que cuanto más grave es la in-
tervención durante la eclampsia más elevada es la cifra de mortalidad. Ri-
der ha sacado idénticas conclusiones. Los mejores resultados se han obte-
nido vaciando lo antes posible el útero y prestando la atención necesaria al
estado de los intestinos, de la piel, etc.
El Dr. Dührsun dijo que Zweifel cree como él qne en la eclampsia están
indicadas las incisiones cervicales y la operación cesárea vaginal.
198
HiparMfrtma. — El Dr. Bovée dijo qae los hipemefromas saelen ir aooiii-
pafUdoe de hematnría, cilindros renales y pinria. El diagnóstico es siem-
pre dudoso. Deben distinguirse de la tuberculosis renal y de la pionefrosis.
Desde que sabemos que el glucógeno es uno de los elementos químicos del
tumor, su descubrimiento permite distinguir los hipemefromas de otros
tumores. El pronóstico es bueno, excepto en la Tariedad maligna del tu-
mor. Todos los tumores renales deben ser e^irpados. La tía extraperito-
neal es preferible á la transperitoneal para aproximar el tumor, porque
exige menos manipulaciones y no lesiona tanto la neoplasia y los tejidos
contiguos.
El Dr. Edébohlé llamó la atención sobre la frecuencia con que se encuen-
tra el tejido aberrante en el área suprarrenal.
El Dr. Pclk aconsejó practicar una incisión exploradora lo antes posible
en las neoplasias renales de carácter dudoso. Recomendó la incisión trans-
Tersal como la más útil para aproximar el rifión.
El Dr. Bovée dijo que muchos tumores que se creía antes procedían del
tejido del riíLón, se sabe hoy que proceden de islotes del tejido suprarrenal
incluidos en este órgano. Estos depósitos de tejido renal son comunes en
las YÍBñ génito-urinarias y, aunque benignos, pueden experimentar la do-
generación maligna, por cuya razón couTÍene extirparlos en cuanto proda-
cen síntomas. — {Ntw York Med. JoumaC^.—Y. Tolbdo.
PERIÓDICOS
Cenilieta que debe ebsenrarse en las eentnsienes abdominales.-— En las con-
tusiones del abdomen el traumatismo puede parecer benigno, y sin embar-
go existir una lesión Tisoeral. El práctico, dice el Dr. Y. Pauchet, debe
saber en estos casos:
1.® Que puede haber un desgarro del hígado, del bazo, de un Taso me-
sentérico, ó ruptura ó mortificación del estómago ó del intestino, lesiones
casi siempre mortales.
2.* Que estas lesiones exigen la intervención inmediata. El enfermo pue-
de morir en pocas horas por hemorragia interna, ó en tres ó cuatro días por
peritonitis.
8.* Bí la peritonitis se anuncia por rómitos, meteorismo, frecuencia del
pulso (cuando se espera treinta y seis horas), la i nter Tención quirúrgica
rara vez es eficaz.
Es preciso diagnosticar lo antes posible la lesión yisceral segura ó pro-
bable, y prepararlo todo para interrenir, reanimando en tanto al enfermo
por una inyección de cafeína, calmando su angustia con la morfina y rigi*
lando el pulso. Si á las dos ó tres horas el colapso ha desaparecido y el yien-
tre flexible se deja palpar sin reaccionar, si la facies es buena y el pulso
lleno y lento, es inútil interrenir. En cambio debe operarse en las cinco ó
seis primeras horas, si se obserfa uno tolo de los síntomas siguientes:
199
A. Defema muscular. — Palpar el yient^e con precaución y snayidad. El
abdomen se contrae, se defiende y se pone doro á la presión.
B. Pequenez y frecuencia del puUo.^Qi el pulso se hace más blando, si se
acelera, es prueba de que existe una hemorragia interna ó una contusión
grare del intestino.
O. Meteoriemo. ^ No debe esperarse al abombamiento que anuncia, cua-
renta y ocho horas después, la peritonitis, sino á que se inicie la tendencia
á él. Ño hay más que diferencia de grado con el estado normal, y esto basta
para temer una lesión grave.
D. Macicez iliaca, — Si a} percutir superficialmente se nota macicez ó
Bubmacicez en una de las fosas ilíacas, es prueba de que existe una hemo-
rragia.
E. Scfiido claro prehepáüco* — Limítese con cuidado la zona normal del
hígado y percútase ligeramente sobre ella. Bi el sonido macizo normal ha
disminuido ó desaparecido el intestino está roto y se han repartido por la
serosa del abdomen algunos gases.
F. Anuria. — La orina puede estar suprimida ó disminuida. Este fenó-
meno se halla en relación con el descensa de la tensión arterial que corro^
hora el estado del pulso.
G. Faciee, — El enfermo conserra la facies que el colapso produce poco
después del accidente ; cara pálida, sudores fríos, respiración corta, mira-
da angustiosa. Todos estos síntomas indican una lesión visceral susceptible
de matar por infección ó por hemorragia.
De todos estos síntomas el más fácil de descubrir y el más importante es
la contractura defensiva de la pared del abdomen. Oada vez que se observa
después de una contusión ó herida abdominal, debe practicarse la laparo-
tomía de urgencia, para obtener la hemostasia ó suturar el intestino ó el
estómago lesionados. — {La Clinique, 20 junio 1906). — F. Tolbdo.
La aiimontaoién intof Icionto en les dispépticos y en los nerviosos. •— Según
loe Dres. Mathieu y O. Roux, lo0 sujetos neuropáticos disminuyen su ra-
ción alimenticia á poco que sientan molestias digestivas, con lo cual se
debilita su organismo, y á su vez se agrava de nuevo su estado general,
perdiendo el apetito, el sueño, etc. Sobreviene con esto un estado de ina-
nición relativa. La prueba de que la ingestión de alimentos es insuficiente,
nos la da no sólo la demacración general, sino también la disminución de
volumen que se observa en el hígado.
En algunos de estos enfermos está muy debilitada la sensación del ham«
bre ; en otros está tan exagerada que hasta constituye una verdadera mor-
tificación, y sin embargo de esto, tan pronto como tragan un bocado ó un
par de sorbos, se calma el hambre y se presenta una sensación muy molesta
de saciedad y de plenitud. Hay casos en que es dolorosa la sensación del
hambre, siendo entonces frecuente que desaparezca con rapidez para ser
reemplazada por una constricción ó un espasmo igualmente dolorosos. En
todos estos casos el resultado final es el mismo : los enfermos reducen su
alimentación, y con esta conducta, lejos de mejorar, no hacen más que em«
peorar y agravarse.
Otras consecuencias de la inanición son la atonía gástrica y la lengua
200
blanca y cargada, don nn régimen alimenticio bien dirigido, combinado
8i es preciso con el reposo, se limpia la lengua y se consigue que la capa
muscular del estómago recobre su tono. La alimentación insuficiente ha*
bía agravado el estado nervioso.
Los autores establecen diferencia entre la simple neurastenia, el histe-
rismo, la degeneración hereditaria y las ideas fijas; en estos últimos casos,
al reyes de lo que sucede en los de neurastenia y de histerismo, son mucho
menores las probabilidades de alcanzar *un buen resultado.
• {Árchiv. für Verdaug8rkankh€iten).-^B,. dbl Vallb.
El aloobol MI use tipies. *--El Dr. Raphael ha empleado con éxito el alco-
hol en varios procesos infecciosos. Utiliza las aplicaciones tópicas de alco-
hol de 90 á d5*, que aplica por medio de una torta de algodón que cubre
con hule de seda para evitar la evaporación. Ha tratado de este modo ocho
casos de apendicitis, perdiendo sólo un enfermo. Los dolores desaparecie-
ron con rapidez, modificándose de nn modo notable los síntomas de toze-
mia. Cuando se observa irritación de la piel se suspende el uso tópico del
alcohol, aplicando en su lugar salicilato de bismuto. Los flemones, los pa-
nadizos, curan así con rapidez y hasta se observa la regresión de las ade-
nopatías cervicales extensas. Los naevus cutáneos se transforman con este
tratamiento en un tejido cicatrizal de coloración normal. En loe casos de
retención plaoentaria y de fiebre puerperal dan resaltados excelentes los
lavatorios intrauterinos con alcohol al 45 ó 50 por 100. Be inyectan poco á
poco en la cavidad uterina 200 á 800 cent. cú.b. de esta mezcla. Si es bien
tolerada puede emplearse para las inyecciones alcohol de 90*; en este caso
se protegen los órganos genitales externos untándolos con vaselina. Des»
pues del lavatorio se introduce y deja aplicado en la vagina un tapón em-
papado en alcohol. El Dr. Raphael ha empleado tópicamente el alcohol en
dos tíficos con peritonitis por perforación. Los dos enfermos curaron. Este
tratamiento está contraindicado en los niños porque la inhalación de vapo-
res alcohólicos puede prodncir^rastornos graves.
(Rev, de ther, mediccchirurgicale^ 1.* octubre 1906).— F. Toledo.
Impertanóia elínioa del grade de viseotidad de It sangre.— Délas investiga-
ciones hechas por el Dr. J. Bence por medio del aparato de Hirsch y Beck
en enfermos cianóticos, resulta que la sangre de estos enfermos tiene un
grado de viscosidad superior al normal en un 25 á un 52 por 100. Este au-
mento de viscosidad implica 'una mayor resistencia en la circulación de
la sangre, y mayor trabajo para el corazón. Con las inhalaciones de oxí-
geno se consigue disminuir dicho exceso de viscosidad, tanto que en algu •
nos casos recobra su grado normal.
(Zeitschrift für klin. MedUin). — R. dkl Vallb.
-4^JIPW«-
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
RIÑON MÓVIL
BBEVE6 OOireiDEBAOIOKSS BOBBE SU PAT06BNIA T TBATAMIENTO
DBDU0IDA8 DE 31 OB8EBVA0I0NB8
POR U DOCTOR
D. MANUEL BARRAGÁN Y BONET
EapeeUlitU «n «nfarm^dadct de 1m ▼íaa urioailM.
En el número 748 de esta Revista, correspondiente al 21 de junio
de 1902, nos ocupamos de una enferma que ingresó en el Hospital de
la Princesa en diciembre de 1901, con síntomas tan alarmantes de
orden abdominal y de tal signiflcación clínica, que nos obligó á
practicar la laparotomía á las pocas horas de ingresar la enferma
en el establecimiento, creyendo que se trataba de una apendicitis.
Resultó un riñon hidronefrósico situado en el flanco derecho abdo-
minal, precisamente en la linea transversa que une el ombligo con
la espina ilíaca anterior y superior. Se trataba, por tanto, de un
riñon flotante cdn hidronefrosis intermitente, cuya presencia en
plena región apendicular, síntomas peritoníticos y generales, simu-
laban perfectamente el cuadro clínico de una apendicitis de repeti-
ción (1);
En aquel articulo sólo nos ocupamos del historial de la enferma
—para sincerarnos del error cometido-— y de las causas que generan
la hidronefrosis intermitente ; ofreciendo al terminar, dar cuenta
más tarde del tratamiento médico— fajas contentivas— y del quirúr-
gico de la movilidad anormal del riñon— nefropepsia, nefrotomía,
ureteroplastia — .
Con deliberado propósiÉ) aplazamos lo ofrecido, porque quería-
mos—antes de emprender esta labor — tener suficientes hechos prác-
(1) La enferma habla tenido yarios ataqnes semeJAntes.
Afio XXX. -Tome LXXIII.-Núm. 954.-14 Noviembre, 1906. 16
202
ticos basados sobre la propia experiencia; á ñn de que el trabajo
resultará más personal que prestado y más clínico que teórico.
Hemos de advertir, que en estos últimos años vimos más enfermas
con cambios de estática renal ó hicimos más fijaciones de riñon
que en los dieciséis años que, dejitro de lo quirúrgico, hemos venido
consagrando nuestras aficiones á la especialidad de las vías urina-
rias; frecuencia que no extrañará si se tiene en cuenta que, actual-
mente, se diagnostica mejor, se busca más el riñon y acuden mayor
número de enfermos á nuestras consultas ; unos, con el diagnóstico
hecho, otros, con el diagnóstico probable; proceder que está funda-
mentado en la suficiente cultura urológica de la clase médica en
general, en el conocimiento, cada vez más preciso, de sus síntomas,
y en los medios reglados de exploración manual : no sólo en lo que
respecta á la manera de buscar el riñon, sino en lo que atañe & las
apreciaciones de la sensibilidad táctil, para poder asegurar que lo
que se toca ó se palpa es el riñon desprendido. Por otra parte, el co-
nocimiento, cada vez más preciso, de los tumores del mesent-erío,
del intestino y del hígado, bazo y anexiales, contribuyen de una ma-
nera positiva y cierta á sentar el diagnóstico por exclusión.
Etíologia y patogenia, ^ Una causa aislada no se puede conside-
rar como capaz para explicarnos la génesis del riñon móvil, pues si
excepcional mente un factor sólo — por ejemplo, e\ traumatismo —
puede producir en determinadas circunstancias el desplazamiento
renal, esa misma causa, actuando en otros individuos, no puede
producirlo. Tenemos, por consiguiente, que admitir en la patogenia
causas predisponentes y causas ocasionales.
Excepcional el riñon móvil en personas obesas, hecho que podrá
tener su explicación en el gran desarrollo de la atmósfera que lo en-
vuelve—riñon bien cubierto — , se observa ordinariamente desde los
quince años á los sesenta. Más frecuente en las mujeres que en los
hombres, en una proporción que no bajará de 9 por 1, el riñon mó-
vil se presenta casi siempre á la derecha. Los embarazos repetidos,
los procesos anexiales, los cambios de estática uterina, la influencia
que el período menstrual ejerce sobre la circulación renal, aumen-
tándola, la extirpación de voluminosas neoplasias intra-abdomina-
les y el mayor grado de movilidad renal fisiológica en la mujer, son
datos bastantes para explicarnos el por qué es mucho más frecuente
la nefroptosis en la mujer.
203
Conceden algunos autores gran importancia al uso del corso (1).
No hemos de borrar en la casuística de la ectopia renal adquirida
•este factor, pero sí tiernos de quitarle importancia para concedér-
sela á los iraumatiamos tanto directos como indirectos de la región
iumbo abdominal^ á cuyo factor los autores le conceden poquísima
importancia, tanto que algunos ni lo mencionan, y otros, al hacerlo^
indican á continuación que lo máis que puede producir es una luxa*
cidn, que por otra parte no deja de ser el primer grado de la topsis
renal.
Las causas predisponentes que actúan para que la topsis renal sea
casi siempre á la derecha, son de orden anatomoñsiológico (2).
La hoja anterior de la fascia perirrenal en el lado izquierdo, es
más resistente que en el derecho, como lo son las adherencias de la
cápsula suprarrenal en el mismo lado. La vena suprarrenal dere-
cha vierte su sangre directamente en la cava; la izquierda en la
vena renal. Esta última condición da por resultado mayor sujeción
en la cápsula suprarrenal izquierda y riñon correspondiente; por
último, la atmósfera cóiulo-adiposa es más ñrme en la izquierda que
en la derecha.
Las relaciones del riñon derecho con el hígado, las congestiones
y tumefacciones de esta viscera, unida á la dilatación también muy
frecuente del estómago, hace que el hígado ejerza una presión ex-
céntrica sobre las costillas falsas, presión que encontrando una re-
sistencia hacia arriba y hacia afuera, ha de manifestar su potencia
sobre el riñon de arriba hacia abajo, haciéndole descender (Bou-
chard).
No hemos de discutir aquí ni la teoría de Glenard, que considera
al riñon móvil como un episodio de la enteroptosis ; ni la de Alba-
Trán, como un estigma de degeneración. Los dos tienen sus razones
fundamentales, por cierto no despreciables, y que deben tenerse
muy en cuenta; porque no hay cosa más perniciosa tanto en medi-
cina como en cirugía que los exclusivismos. Es cierto que el descen-
so renal en la mayoría de los casos es un hecho aislado, pero tam-
bién lo es que en otros va acompañado de la caída ó descenso del
intestino y otras visceras abdominales; y se comprende que así sea,
(1) Acabo de leer un trabí^ o reciente de Tockaki, de Alejandría, en el cual
dice que ha encontrado 42 casos de riñon móvil en las mujeres árabes, las
caales, como se sabe, no nsan corsé, sino algana el ointnrón hipo^&strico.
(2) Boskam: Le rein mobile et son traitement (Societé medicin-ehirurgieale
de Liégé, 1901).
?-:^^
204
porque el riñon no se ha de excluir de la relajación general de los
ligamentos viscerales. Del mismo modo también es cierto que, en
algunos casos de enteroptosis, se encuentran estigmas de degenera^
eión muy marcados/ como hemos podido comprobar en dos de nues-
tras enfermas tratadas con las fajas contentivas; pero en la mayo-
ría, por más que hemos buscado y estudiado bien los casos, no pu-
dimos encontrar, ni en el enfermo ni en sus ascendientes, ningúD
estigma somático de degeneración (1).
Sintonías. — Nada más variable que los síntomas producidos por
la caída del riñon. Desde aquellos casos en que el descenso renal se
descubre al azar en el momento de una exploración abdominal, has-
ta los que provocan crisis alarmantes de verdaderos sufrimientos;
hay una serie de modalidades distintas, imputables al terreno donde
la enfermedad evoluciona, y á las facilidades de producirse la ocla*
sión momentánea del uréter por acodamientos y torsiones del mismo.
Fijo, ó más bien, casi fijo normalmente el riñon á los lados de la
columna vertebral, para que las vías conductoras — uréteres —
cumplan con la función que les está encomendada con arreglo á las
leyes biológicas é hidrodinámicas; claro es que, cuando el riñon
abandona su posición normal, cuando sufre un cambio de estática»
no extrañará que puedan perturbarse primero la excreción, segun-
do la función secretora, y más tarde, si las cosas se repiten ó conti*
núan, el parénquima renal. Esto en lo que respecta á la secreción y
excreción de la orina; además hemos de tener presente que el riñon»
en su excursión abdominal, está expuesto á roces, á traumatismos, y
el uréter á Torsiones y acodamientos. Por otra parte, la presencia
del riñon en sitios ajenos á él, ha de provocar protestas de mayor
ó menor intensidad, según el órgano sorprendido. Estas molestias
distintas y en relación con el órgano comprimido ó rechazado, ha-
ciéndole variar su directriz normal, constituyen \oh sintomms sub^
jetioos^ siendo el más alarmante, el más intensivo y de mayor sig-
niñcación clínica, el áolor^ producido, en nuestro concepto, por la
compresión del plexo solar. El va unido á las anomalías funcionales
de los órganos inervados por el pneumogástrico, esplánico y fréni-
co-- disnea, corazón tumultuoso, ansiedad epigástrica, vómitos, fe-
nómenos peritoníticos, etc.—- para formar el cuadro clínico de las
crisis que observamos y nos refieren estos enfermos.
(1) Tockaki, en el trabajo citado, indica qne en los 42 casos de eotopia re-
nal adquirida encontró estigmas de degeneración. Wash y Comby piensan
del mismo modo qne Albarrán.
205
Estas crisis doiorosas aisladas^ no son siempre producidas por tris-
pianismo; ea algunos casos son provocadas por un ataque de kidro*
nefrosis intermitente^ más frecuente en los dos primeros grados,
por ser más fácil las acodaduras entre la parte ñja y móvil del uré-
ter. Estos ataques de hidronefrosis, intermitente, como lo essucau-
sa, aparecen bruscamente con vómitos y lipotimias, el riñon se
abulta y es doloroso á la más dulce presión; la secreción urinaria
se suspende ó disminuye de una manera considerable, para termi-
nar con una emisión abundante; los síntomas subjetivos desapare-
cen y el enfermo recobra su tranquilidad. Con los síntomas descri-
tos y la exploración del riñon siguiendo la técnica de Guyon, Israel,
Olenar, etc., haremos un diagnóstico exacto de la ectopia renal
accidental.
« *
Tratamiento, ^^2iT9i, las nefroptosis, como para las hernias, el úni-
co procedimiento radical es el quirúrgico; sin embargo, creemos que
ni todas las hernias deben operarse, ni todos los ríñones desplazados
reclaman la intervención quirúrgica. Cuando la hernia se contiene
bien con un buen braguero— y obsérvese que somos intervencionis-
tas—cuando éste se tolere y no produzca molestias, más que las inhe-
rentes á la presión del aparato, no vemos la necesidad de la inter-
vención. Del mismo modo, cuando la ectopia renal adquirida es si-
lenciosa, cuando los enfermos la soportan bien y las molestias lige-
ras ceden con una faja contentiva ó con los procedimientos médicos,
que después hablaremos, dejarlas, que tiempo tenemos de operarlas
si las necesidades lo exigieran. Una salvedad tenemos que hacer á
6Sta regla. Los enfermos, tanto de hernias como de riñon, que por su
posición social se ven obligados á ganarse el sustento con el trabajo
corporal, no vacilaremos en la intervención quirúrgica, pues que es-
tos enfermos están constantemente expuestos á tener un fracaso,
lleven ó no braguero, tengan ó no faja contentiva.
Tratamiento médico. — Los procedimientos internistas se redu-
cen : á calmar el dolor en las crisis, al masaje, duchas y las fajas
contentivas. Compréndese que tanto las duchas como el masaje sólo
son aplicables á los dos primeros grados del descenso renal. Las fa-
ja» y cinturones contentivos los utilizamos cualquiera que sea el gra-
do de descenso.
En el momento de las crisis aconsejaremos el reposo en la posición
horizontal y decúbito dorsal, la medicación calmante y reduciremos
«1 ríñón, si es posible, á su posición normal.
206
El masaje, aplicable principal mente á los casos de relajación ge«
neral de las paredes abdominales y ligamentos viscerales, y las du--
chas en los neuropáiieos, son recursos recomendables.
Cuando coincide el riñon móvil con la eventración de las paredes
abdominales, son preferibles las /aya« re forzadas, Bienáo innecesa-
ria, por inútil, la pelota, asi como en los enfermos de paredes ab->
domínales enormemente grasosas y cuyo gran omento forma ar-
monía con el desarrollo general del tejido adiposo.
Los cinturones [con pelota contentiva convexa y oval son los más
asados. Estos aparatos se construyen hoy por todos los ortopédicos
con arreglo¡á los modelos de Gienard, Tufñer, etc., y después de co-
locados, el mismo enfermo indica las modificaciones y variaciones,,
tanto de la pelota como del cinturón, que el constructor tiene <}ue
rectificar para su buen resultado y tolerancia. Cuando á pesar de
poner en juego todos estos recursos, el riiión sigue molestando, hare-
mos la nefropexia con la tranquilidad de conciencia de no hacer las
cosas de un modo sistemático.
Tratamiento quirúrgico. Nefropexia. — Intervención sencillísima^
tan sencilla como lo es el diagnóstico en los casos sin complicación,
inofensiva y de éxito casi (Siempre seguro; hecha por primera vez
por Halm, de Berlín, en 1881; muy bien estudiada después, y quizás
demasiado practicada en los doce años últimos; puede hacerse por
la vía intraperitoneal ó extraperitoneal.
La primera ó transperitoneal, utilizada por algunos en los albores
de la nefrorrafia, ha sido con justicia abandonada; sólo por excep-
ción seguiremos este camino, obligados por la necesidad de practi-
car alguna intervención ureteral antes de fijar el riñon. La segunda
ó lumbar es lá que siguen todos los cirujanos, por ser la más prácti-
ca y segura.
Antes de abordar el riñon, debemos recordar las relaciones gene-
rales de la cara posterior del mismo, ó sea la zona quirúrgica en
donde evolucionan la mayoría de las intervenciones renales, Imagi-
nemos un cuadrilátero cuyo lado superior sea una línea transversal
tangente á la última costilla; su lado inferior, por otra horizontal á
la cresta iliaca y ligamento iliolumbar; su lado interno, por una
vertical que corresponda al borde externo de los músculos espinafes,
y el externo por otra en la región lateral del abdomen. En el área de
este cuadrilátero se encuentran, de atrás á adelante:
207
1.® Piel, tejido celular subcutáneo y aponeurosis superficial, pri-
mer plano,
2.^ Plano. Dorsal ancho por dentro y oblicuo mayor por fuera.
3.^ Plano. Aponeurosis del oblicuo menor con su músculo.
4.^ Plano. Transverso hacia afuera y sus tres hojas aponeuróticas
hacia adentro, las cuales limitan dos espacios, uno posterior para los
músculos espinales y otro anterior para el cuadrado lumbar. Entre
la hoja anterior del transverso ó aponeurosis del cuadrado de los lo-
mos y la atmósfera grasosa del riñon, se encuentran los nervios
abdomino-genital mayor y menor, cuya dirección es oblicua hacia
abajo y afuera.
La incisión para la nefrorrafla, no importa que sea oblicua ó cur-
va; cada uno hace la que más le place: nosotros damos la preferen-
cia á las incisiones oblicuas, porque dan más campo operatorio y
hacen más fácil las maniobras de fijación. Si es curva, comen-
zaremos en el ángulo supero-interno del cuadrilátero descrito; si-
guiendo su lado interno, haciéndola curva antes de llegar al ángu*
lo inferior y posterior, para hacerla recta siguiendo el lado inferior.
La oblicua está representada por la diagonal, de dentro á afuera y
de arriba á abajo de dicho cuadrilátero. Curva ú oblicua, después de
incindir el primer plano, á beneficio de otra incisión á fondo, que
comprende el segundo y tercer plano, llegamos al cuadrado lumbar,
músculo que nos servirá de guia para llegar con el dedo al aloja-
miento renal. En estas maniobras debemos tener cuidado de no sec-
cionar el nervio ab'domino-genital mayor y menor, para no vernos
sorprendidos en el curso post operatorio por la anestesia de la zona
por 61 inervada, como nos ocurrió con la enferma de la observación
4.* La sección de estos nervios es imposible con la incisión oblicua,
cuya dirección es paralela y por encima de estos ramos nerviosos.
Puesta al descubierto la grasa perirrenal, la cual se reconoce por
BU color amarillo pálido y gran movilidad, antes de incindirla, y so-
bre todo al hacer la resección de la misma, hemos de tener cuidado
con el peritoneo; pues aunque hoy, felizmente, la herida de esta se-
rosa no reviste gravedad, no hay para qué poner á la gran cavidad
intraperitonitica en comunicación con el exterior, porque podria
por cualquier circunstancia comprometer el éxito post operatorio.
Recordaremos, además, que el peritoneo, en casos excepcionales,
en vez de cubrir sólo la cara anterior del riñon, puede avanzar y en-
volver el borde convexo y la cara posterior, pudiendo llegar á for-
mar un verdadero me9one/rón^ de cuya anomalía la literatura mé-
208
dica registra algunos casos. Nosotros no hemos tenido ocasión de
observarla entre los operados. En el enfermo de la observación 5.\
el peritoneo avanzaba á la cara posterior; pero estaba adherido con
la cápsula adiposa al riñón^ y tuvimos necesidad de desprender di*
chas adherencias para pasarlos hilos fijadores; pero esto hay que
conceptuarlo como un hecho patológico^ no anatómico. Dedúcese de
lo expuesto, que antes de incindir la cápsula adiposa es preciso re-
chazar y contener el peritoneo con una valva corta al borde exter-
no de la incisión; abriremos en seguida dicha cápsula previo un
pellizco con la pinza en T, acercándonos lo más posible al borde
cóncavo del riñon ; resecaremos el segmento interno y después el ex-
terno sin escape de tijera, pues á pesar de la valva contentiva, el
peritoneo puede salir de su prisión obligado por los movimientos ins*
piratorios. En la observación 3.% contando con la seguridad de se-
paración por la valva, olvidamos esta contingencia y al resecar el
segmento externo de la cásula adiposa, hubimos de incindir el peri-
toneo, que fué suturado, y no perturbó el éxito operatorio. Mas no
creemos que las cosas sucedan siempre del mismo modo, porque de
todos es sabido que al herir el peritoneo existen dos muy fundamen-
tales motivos de inquietud: uno, el herirla serosa sin necesidad, y el
otro, la probabilidad muy remota, pero posible también, de una in-
fección.
Segundo tiempo, ---Fijación del riñon. No debemos de preocupamos
mucho cuando por circunstancias especiales nos vemos obligados á
fijar el riñon más abajo de su posición normal; lo importante es con-
seguir la inamovilidad, sea donde sea, un poco más bajo ó más alto,
sin trasp^ar los limites de la prudencia, á fin de conservar la per-
meabilidad ureteral ; pues como hemos dicho, la movilidad anormal
del riñon es el primer eslabón, generador fundamental de todos los
síntomas alarmantes que torturan al enfermo. En nuestras nefro-
rrafias siempre hemos practicado el procedimiento típico, según lo
hace Guyon, pero con incisión oblicua; sólo en dos observaciones
hemos utilizado la curva. Elevado y empujado el riñon, por un ayu-
dante experto, hacia los bordes de la herida, se procede al paso de
los hilos fijadores que se tendrán preparados, asi como una gran
aguja curva, con mango ó sin él, pero que reúna la condición de
traumatizar poco el parénquima renal : las Hagedor son muy á pro-
pósito. El catgut (rrueso del núm.;4, 5 ó 6, se enebra doble y de ]lon-
gitud más que suficiente, 35 á 40 centímetros.
Tres hilos son bastantes y cada uno debe comprender una buena
209
cantidad de la convexidad de la glándula: el superior, el inferior y
el medio. Guyon, á fin de evitar la sección del parénquima por la
compresión del catgut ~ práctica que hemos seguido^ una vez pa-
sado el hilo doble, corta el asa que forma de un lado y anuda los
dos cabos de entrada y de salida muy cerca de ellas. Quedan doce
cabos libres : seis anteriores y seis posteriores. De Ids seis ante-
riores, uno de los cabos del superior, se pasa por debajo y detrás
de la última costilla, teniendo cuidado de que la aguja no compren-
da \ñ,pleura^ para lo cual, con cuidado, denudaremos el periostio
rasando la costilla con un costotomo; hecho esto, se anuda con un
cabo gemelo; de esta manera el polo superior del riñon queda ñjo á
la última costilla. El cabo doble superior y posterior, uno de sus hi-
los se pasa por las masas musculares profundas todo lo más alto
posible, comprendiendo una buena cantidad de masa muscular, es-
pecialmente del cuadrado de los lomos, anudándose con su compa-
nero. Lo propio se hace con los cabos inferiores y medios, anterio-
res y posteriores.
Con la sutura muscular y la de la piel, con ó sin desagüe, y el
aposito conveniente, terminamos el acto operatorio ; haciendo ob-
servar al que coloque el vendaje no olvide poner una buena pelota
de algodón en la parte anterior y lateral del riñon ñjado.
La decorticación de la cdpaula renal^ ó avivamiento de riñon an-
tes de fijarlo, modificación hecha al procedimiento típico por Lloyd,
Tuffler y Delagenier; práctica seguida por cirujanos españoles de
reconocida competencia, no la hicifnos, ni creemos haga falta, es-
tando demostrado por la observación y las necropsias que el riñon
se adhiere bien y con solidez, sin necesidad de avivar su superficie
posterior con la avulsión de su cápsula propia; sin embargo, cuan-
do el descenso renal tiene complicaciones, como sucede en aquellos
casos en que las repetidas crisis de hidronefrosis aumentando la
presión intrínseca renal, producen perturbaciones funcionales de la
glándula primero, y más tarde estructurales; en estos casos,Aomo
la presión se ejerce casi toda en el parénquima por la poca elastici-
dad de su cápsula, debe hacerse la decorticación de la misma, de
igual modo que se hace en las nefritis albuminúricas.
La prisión y fijación del riñon entre los labios de la herida lum-
bar ó exonefropexia, procedimiento especial de Jaboulay, no hace-
mos más que mencionarlo á fin de que se tenga presente, porqué
pudiera sernos útil en alguna ocasión.
El curso postoperatorio en las nefrorrafias es generalmente apiro-
210
tico, sobre todo en las nefropexías paras, 6 sea sía lesi6ii estracta*
raL En el caso 6.® hubo un pequeño flem6n sin consecuencias, asi
como en; la obsenración 7.*
Después de la operación aconsejaremos el reposo horizontal en Iwl
cama durante un mes por lo menos. Sin embargo, como las sorpre*
sas, tanto en medicina como en cirugía, están siempre á la ordeo
del día, la enferma de la observación 9.* se levantó al noveno día y
siguió levantándose los días consecutivos— claro es, que sin nuestro
permiso y sin quitarle su buen vendaje abdominal — ; pues bien, la
paciente curó y no curó mal; hecho comprobado unas cuantas ve*
ees, porque la enferma vive en Madrid y no la perdemos de vista.
Los¡resultados lejanos de las nefropexias en las observaciones
que exponemos fueron positivos; aunque asf sea, no creemos que las
cosas sucedan siempre con resultandos tan lisonjeros (1). Según las
estadísticas que tenemos presentes, los resultados son variables, se*
gún los casos y según los sujetos, y con tener esto presente nos bas-
ta para no hacer promesas antes de la intervención.
Hemos podido reunir, consultando nuestros apantes, 31 observa-
ciones de riñon móvil, de las cuales 11 fueron seguidas de nefro-
De las í)einte que fueron tratadas por los proeedimienias médicos
—todas mujeres — encontramos: cuatro de los quince á los veinte
años, dos de ellas doncellas, con enieropiosis y síntomas gástricos
acentuados. Ocho de los veinte á los cuarenta, seis de ellos con des-
censo uterino. Cuatro de los cuarenta á los sesenta, una con eventra^
eión y otra á los sesenta y ocho años con una neoplasia maligna
pilórica. Todas han sido tratadas por el ciníurón con pelota eonten-
tioa, exceptuando las enteroptósicas y el caso de eventración que lo
fueron con la fm'a abdominal. A la última sólo le aconsejamos mu-
cha iftorflna, por conceptuar el tumor inoperable.
De estas veinte observaciones, eiete no volvimos á verlas; las res*
tantos hemos continuado la observación y no van mal, tanto que
ninguna ha reclamado la intervención quirúrgica, á pesar de saber
que la operación no es grave y de éxito seguro casi siempre.
De los casos de interoeneión quirúrgica, diez mujeres y un hom-
(1) Son pocos OASofl para tentar conolasionM. •
(2) Machas más obtervacionas padiera citar, pero no oonaervo historial
de ellae.
211
bre; conservamos mayor número de datos, de los que entresacamos
las notas clínicas siguientes (1):
Observación 1.^ — Deaceñáo renal^ primer grado, -^ Joven de dieci-
nueve años^ de Madrid^ doncella, dismenorréica, costurera, tenien-
do que coser á máquina diez ó doce horas al día, ingresó en el hos-
pital en abril de 1897 (sala de San Fernando).
Cauea ocasional probable. --TreLbs,}o excesivo de máquina.
Siniomas de más eigniflcaeión clínica, — Dolores en la región epi-
gástrica 6 hipocondrio derecho, que se extienden á la fosa iliaca y
extremidad correspondiente. — Mareos y pérdida del conocimiento.
—Capacidad vesical, aumentada.— La cantidad de orina en relación
con su densidad : unas veces mayor, otras menor.^Sedimento nulo.
Nefropexia en abril de 18S/7. — Hubo que levantar el aposito al
segundo día, por la gran cantidad de exudados y una pequeña ele-
vación térmica. — La herida bien, pero persistía la fiebre; orina un
poco sanguinolenta.-— Un purgante seguido de irrigación intestinal.
Desaparece la fiebre. — Se levantó á los veinticuatro días, previa
colocación de un vendaje abdominal. — Resultado definitivo con
éxito.
Observación 2.* — Riñófi móvil, tercer grado. — Mujer de cuarenta
años, de Ceclavin — Cáceres — bastante desmejorada, enterocolitis
repetidas.
Causa ocasional. — Desconocida^
Siniomas de más significación clínica. — Cistitis y ureteritis; esta
última comprobada por el tacto vaginal y aumento del reflejo ure-
teral del mismo lado.
Ne/rbpeapMi.— Día 31 de enero de 1899. — Incisión parabólica, pro-
cedimiento típico de Guyon.
Curso posl operatorio. — Apirético, hematuria durante seis días.—
Se levantó al treinta. — Resultados lejanos, positivos.
Observación Z.^-— Riñon potente. — Mujer de cuarenta y cuatro
años, de Córdoba, de mi clientela particular; hacía dos años que
venia quejándose de su riñon izquierdo y del bajo vientre. — Retro-
versión uterina y anexitis izquierda, uretritis y. leucorrea.
Causa ocasional. — Un esfuerzo para levantar un saco de trigo, en
cuyo momento sintió un dolor intenso en el lado derecho.
Siniomas de más significación clínica. — Crisis de dolor gástrico
(1) Para evitar exageradas repeticiones, suprimiré en las observaciones
la comprobación del cambio de estática renal por la exploración manual ó
bimannal, sobre todo en los casos de descenso sin complicaciones.
212
con vómitos, más frecuentes y más intensos al acercarse el f>erfodo
menstrual.
Nefroperia en octubre de 1901. — Al incindir la cápsula adiposa
herimos el periioneo, que fué suturado inmediatamente.
Curso posi operatorio, — Apirético.— Resultado definitivo, positivo.
Observación 4.* — Deséense renal de tercer (/ro^ío.— Mujer de vein-
ticuatro años, natural de Mandayona (Guadalajara), casada, meno-
rréica; ingresó en el Hospital de la Princesa en noviembre de 1902
(sala de Santa Águeda).
Causa probable y^KiM^ñOB de tos seca durante cinco años.
Síntomas de más significación c/intca.— Dolores lumbo-abdomina-
les derechos. — Capacidad vesical, normal, «asi como la cantidad y
la calidad de la orina.— La enferma se queja de dolores en la región
espinosa, á nivel de las últimas dorsales y primeras lumbares,
acompañados de hormigueos en la pierna derecha, notándose un
poco borrada la linea morfológica del vacío derecho y doloroso á la
presión bimanual.
Nefropexia en 9 de diciembre de 1902.— Al llegar al borde extemo
del cuadrado de los lomos é incindir su aponeurosis, nos encontra-
mos con un tumor duro, resistente, que incindido, dio salida á bas-
tante cantidad de pus espeso, dejando una cavidad amplia cuyo
límite superior lo formaba el diafragma. — Flemón de la cápsula
suprarrenal. — Saneada esta cavidad, se ñjó el riñon sin sutura
muscular ni de piel. — Relleno con gasa. — Al levantar el día 13 el
aposito con el fin de renovar la gasa de relleno, nos encontramos
con una zona anestésica en el flanco derecho, por debajo de la linea
transversa umbilical.- Sección del nervio abdóminogenital mayor.
—El día 31 se le dio el alta por curación. — Resultado definitivo con
éxito, aunque persistiendo la anestesia citada.
Observación 5/ — Riñon móvil de segundo grado con hidronefrosis
intermitente.— Hombre de cuarentaydos años, de Tribaldos — Cuen-
ca—, que ingresó en el Hospital (sala de San Isidro) en abril de 1902,
Causa ocasional. — Desconocida.
Síntomas de más significación clínica, — Crisis frecuentes de dolor
intensísimo en el flanco derecho abdominal, acompañadas de vómi-
tos, abultamiento de vientre y fiebre. — Capacidad vesical dismi-
nuida, así como la densidad de la orina, albúmina 1/2 por 1.000,
aumentada la cantidad y disminuida la densidad.
Nefrotomía y nefropexia. — Por la primera se dio salida á unos
500 gramos de orina aséptica, primera particularidad del caso. Otra
213
particularidad, el encontrar el peritoneo, ftucia perirrenal y cápsula
propia formando una sola capa, que envolvía casi por completo el
riñon, teniendo necesidad y siendo posible de aislar el peritoneo
antes de incindir el riñon. — Resultados definitivos, positivos.
Este caso se encuentra publicado extensamente en esta Rbvista,
tomo Lvi, página 133.
Observación 6.* — Descenso renal^ segundo grado de Glenard. ^Jo-
ven de dieciocho años, de nuestra visita particular, de Madrid, liníá-
tíca, dismenorréica, de buena salud habitual.
Causa oeasionaL-^Caida de un coche, recibiendo el traumatismo di-
rectamente sobre el lado derecho.
Síntomas de más signijleación clínica. — Dolores vivos en los hi*
pocondrios, principalmente en el lado derecho, acentuados en el
periodo menstrual, en la estación vertical y después de largos pa-
seos. — Intolerancia para el corsé. — Síntomas de cistitis, no cons*
tan tes, sino intermitentes. — Orina clara, transparente y en gran can-
tidad unas veces; y otras turbias, sedimentosas y en pequeña canti-
dad.— Su análisis en estas condiciones dio por resultado : sedimen-
to, células del epitelio vesical, primera capa, hematíes, leucocitos
y moco en gran cantidad.
Nefropexia el 6 de junio de 1903.
Curso post operatorio. — Pequeño ñemón parietal al tercer día. —
Seda mal esterilizada de la sutura muscular.— Se levantó al 24.^ día,
colocándole una faja abdominal.— Resultados deñnitivos, positivos.
Observación 1.^ — Riñon flotante con pielonefritis supurada desea»
mativa. » Mujer de cuarenta y ocho años, de Benquerencia— Bada-
joz—casada, multípara, once partos, delgada y demacrada, que in-
gresó en el Hospital de la Princesa el 5 de agosto de 1903 (sala de
Santa Águeda).
Causa ocasionaL^Esfuerzos al perseguir la langosta.
Síntomas de más significación clínica, — Dolores por crisis en los
vacíos, que se calmaban al acostarse; micciones frecuentes doloro-
sas'y con hematuria al terminar. — Riñon abtRtado y exagerada-
mente doloroso á la presión.— Análisis de la orina. — Cantidad, 1.600
gramos ; reacción alcalina, turbia, 2 por 1.000 de albúmina.
Miero«rd/)(co.— Glóbulos de pus, leucocitos, hematíes en gran can-
tidad, células del epitelio renal y vesical, moco y cilindros granulo-
grasosos, prueba con el azul de metileno, eliminación retardada.
Nefrotomía y nefropexia el 13 de agosto.
Curso post operatorio. — Fiebre de 39^ durante seis días. — Orinas
214
suciaf?. sanguinolentas y con fuerte olor Amoniacal.—- Flemón pa-
rietal.—Curación el 10 de octubre. — Resultado definitivo, positivo.
ObserDación S.*-^ Riñon móoil^ segundo grado. — Mujer de veinti-
siete años, doncella, de Badajoz, delgada y pálida. Desde hace nue-
ve año^ 3e queja de dolores vivos en todo el hipocondrio derecho,
dolores que en forma de crisis aparecen actualmente antes de las
reglaB, con fiebre, pérdida del apetito y oliguria.
Causa probable. — Desconocida. — Capacidad vesical disminuida,
micciones frecuentes. — La cantidad de orina aumentada 2.200 gra*
mos, poliuria provocada por el riñon derecho, dato comprobado con
el gr'paraílorde Luys.
Nefropexia el día 24 de mayo de 1904. — Riñon muy friable, te-
nienrio necesidad de colocar cuatro hilos de suspensión.
Curso po8Í operatorio.^OñneL sanguinolenta y sedimentosa. — Re-
sultfidos íleBuitivos, desconocidos.
Obser&ación 9.'— fíiwí» flotante. Hidronefroais intermitente. --Mm^
jer úB veintiocho años, de Manzanares, bien constituida, robusta y
de buen color, nada de eventración.
Causa ocasional probable. — Parto laborioeisimo y transgresiones
de régimen en el puerperio.
Síntomas de mds signi/leación eliniea.^Crisin dolorosas sin locali-
zación en el lado derecho, sino difusas, acompañadas de vómitos y
péniiiU <ie[ apetito.— Cistitis de cuello con hematuria. — La separa-
ción déla orina con el aparato de Luys en el momento de la crisis
dio por rr^síultado una disminución de la cantidad en el lado derecho
con pequeña cantidad del albúmina. — Fuera de las crisis la secre-
ción era tgual para cada riñon.
Neíropexia. — Mayo 1905 en nuestra clínica particular.
CarsQ post operatorio. — Apirético, cicatrización por primera in-
teneiun. — Esta enferma abandonó la clínica al décimo dia, aconse-
jándole qne persistiera en la cama hasta los veintiocho ó treinta;
pero ni b^ acostó ni se sentó, sino que hizo cuanto le vino en ganas;
y á pesíir ie todas estas imprudencias, la enferma curó y continúa
con un riaón adherido al sitio donde se emplazó.
Obserc'icíón lO.^^Descenso renal, segundo yrado.— Mujer de vein-
tiocho años, de nuestra visita particular, enjuta de carnes, casada,
multípara, bien reglada, sin antecedentes.
Causa ocasionaL^Caida de una silla sobre el lado derecho.
Sintonías de mds significación c/Mtea.~Gastralgias y vómitos unas
Teces, vértigos y lipotimias otras; molestias que se atenuaban y
215
llegaban á desaparecer con el reposo horizontal.— Capacidad vesi-
cal normal, orina emitida en las veinticuatro horas 1.500 gramos,
débilmente acida y disminuida la urea y los cloruros, sedimento
nulo.
Nefropexia.^ 3 anio 1905 —Resultados definitivos, desconocidos.
Observación W.^— -Riñon flotante, -Mixjer de cuarenta y dos años,
dedicada á las faenas del campo, de Cáceres; ha padecido de cóli-
cos nefríticos frustrados; sólo se queja de ligeras molestias en el
lado derecho, indicando que algunas veces el dolor en dicho lado es
intenso y que al propio tiempo se ha tocado un bulto en el sitio del
dolor. El corsé le exagera las molestias; no puede tolerarlo, pero
sólo á intervalos.
Causa deaeonoeida.^OñnBL normal, asi como la capacidad vesical.
Nefropexia ep julio de 1906.
Curso post operatorio.— Sin compromisos.— En observación.
- NOTAS clínicas DE APARATO DIGESTIVO
DOCTOR D. R. L. Y YA(ÍÜB
ProfftAr RQxilUr del DUpenaarlo de enfarinededee de ette apérelo ee e( Inatitato Reblo;
Jefe del miamo en le PolieUelee CerTere, ate., ele.
SoMÁRio: Origen de la especialidad. — Las razones de in existencia. — Di-
fusión teórica excesiva y difusión clínica insnficiente.— Sns perjaicios.—
Motivos para el aumento de la difusión clínica; motivo patolójcioo; mo-
tivo clínico. — Ventajas de las exposiciones clínicas. — Modesto fin y
anhelo de estas notas.
Desde que Kusmaul, en 1867, logró hacer entrar el lavado gástrico
en la terapéutica, y Ewald en 1874 y Leube en el 76, sustituyeron la
bomba gástrica por la sonda blanda, y merced á ella se estudiaron
de manera reglada las afecciones del estómago, cambiaron por com-
pleto las nociones fundamentales sobre que descansaba su patolo -
gía, y surgió un sinnúmero de observadores que, aprovechando los
datos susceptibles de ser obtenidos por su aplicación cuidadosa al
estudio de la digestión normal y patológica con ayuda de comidas
determinadas cuya extracción se efectuaba á tiempo fíjo, fueron
216
aportando constantemente datos nuevos, con cuyo conjunto los más
afanosos crearon un cuerpo nuevo de doctrina.
La continuidad de ésta era de producción científica activa, la nul-
tipiicación de los medios de exploración con técnica especial y el
abundantísimo material de estudio, obligaron á la segregación re-
lativa del conocimiento de este grupo de afecciones, del ejercicio co-
mún de la Medicina. Tal es la historia sucinta del origen de la gas*
tropatologfa como especialidad médica. Su aceptación común y su
arraigo, dan, de otra parte, la razón social de su existencia, y vie-
nen probando de modo claro y decisivo que corresponde á la de una
necesidad general, antes mal ó incompletamente satisfecha.
De entonces acá se han menudeado de tai modo las obras didácti-
cas, y continúa de manera tan activa su publicación, que bien á las
claras se ve responde más á difusión de conocimientos, que á la con-
tinua producción de hechos nuevos y renovación de las verdades,
que forman en la actualidad el cuerpo de doctrina considerado como
cierto. Si hiciera falta probarlo, bastaría citar, desde la obra de
Ewald^ primer cuerpo serio de doctrina científica después de la épo-
ca exclusivamente clínica en que el tratado de enfermedades del
estómago de Brinton se destaca en algunos capítulos (úlcera y cán-
cer) como maravilla de observación precisa y concienzuda, y sin
pretender recordarlas todas, la eminente de Bouveret, las deSanso
ni, Mathieu, Boas, Robert, Robin, Einhorn, Royo, Fraenkel, Hayem,
Soupauld, Hartmann, etc., y las numerosas que en las enciclopedias
han hecho personalidades, casi siempre de segundo orden, pero al-
gunas muy afortunadas en la exposición de materia.
Con poco esfuerzo es dable, sin embargo, observar que esla labor
copiosísima ha tenido por campo casi absoluto el de la patología, y,
por excepción, el de la clínica particular y exclusiva, tal y como es
dado vivirla á los que con exclusión de las demáús la ejercen. De este
hecho, tan sencillo como general, arrancan ciertas dificultades par^i
que las verdades más comunes y firmes y las prácticas más fructí-
feras, se generalicen.con la rapidez y eittensi.ón necesarias á la tera-
péutica usual y diaria; impidiendo que sea dable, siempre y á todos,
disfrutar de los beneficios positivos que la gastropatología ha apor-
tado al diagnóstico y tratamiento de numerosas dolencias. Y es que
de este silencio nacen pequeñas y enojosas dificultades para la apli-
cación particular y concreta de los medios, no indicadas ni solven-
tadas en las reglas generales, incapaces de individualizar la
práctica.
217
Los motivos son bien fáciles de comprender y explicar. La patolo-
gía crea> con la suma de síntomas más comunes observados en los
individuos afectados de una dolencia, la representación de la especie
morbosa» y guarneciéndola de ios más ñnos detalles, que toma de
casos diferentes, describe un tipo comprensivo tan completo, acaba-
do y perfecto, que estudiándolo parece tarea sencillísima su cons-
tante reconocimiento en la clínica, y sólo posibilidad rara y extraor-
dinaria el desconocimiento y confusión con ninguno de cuadro sintó-
mico semejante; pero jayl que estos patrones creados para la ense-
ñanza rara vez existen más que en los libros, pues en la práctica la
constante variedad de los organismos, siempre diversos dentro de
la misma especie, hace que por sus condiciones particulares, las de
la causa morbosa ó las del medio en que viven, desenvuelvan de
modo distinto su dolencia, revistiéndola de mo4alidades sintomáti-
cas tan diferentes, variadas ó incompleta8,[que si se las compara con
el modelo, más parecen distintas afecciones que variedades de una
misma. Comprobando así lo que tantas veces y con tanta verdad se
ha dicho: que la patología enseña enfermedades, en tanto que en la
clínica no existen más que enfermos.
Cierto que cuando la práctica personal es numerosa y las condi-
ciones sociales del médico y de los enfermos consienten que sea de-
tenida, es dable á cada uno llegar á hacer, con la ayuda de la
observación y los libros, el conjunto de conocimientos necesarios
para constituir información y criterio suficiente, con ayuda de los
cuales poder conocer con facilidad cada especie morbosa y llegar á
agrupar junto á ella, con seguridad y certeza, sus variedades más
comunes, y con menos frecuencia las raras, logrando la destreza
obligada y precisa para el diagnóstico; base sin la cual todo trata-
miento carece de las seguridades racionales é indispensables de con-
veniencia y utilidad. Mas por excepción acontece esto, pues las más
de las veces falta el número suficiente de enfermos, es tan excesivo
ó debe ser atendido en condiciones tales de diseminación de tiempo
y de lugar, que no consienten obtener de ellos las necesarias ense-
ñanzas, si no viene en su ayuda el relato de las variadas observa-
ciones ajenas que, cuando no existen, son poco numerosas ó difícil-
mente accesibles, dejan al práctico estudioso en difícil y penoso
desamparo.
Acrecen no pocas veces és^ las dificultades para el tratamiento.
En efecto, las materias médicas le describen el agente terapéutico,
marcan sus dosis, señalan sus incompatibilidades é indican las do-
lí
218
lencias en que puede ser empleado y las circunstancias en que no
está permitido su uso; datos que complementa la patología enume*
rando en el tratamiento de cada afecto los medios físicos, fármaco*
lógicos 6 quirúrgicos más adecuados en sus distintas fases y com-
plicaciones; pero una y otra, 6 señalan sistemáticamente limitados
agentes, 6 los dejan á su elección sin darle todas las indicaciones
necesarias para que pueda saber las circunstancias y el momento
más oportuno de su aplicación, ni reglas exactamente precisas para
conocer en qué casos unos son más convenientes que los otros, ca»
llándole detalles con los cuales puede tropezar más adelante, funda*
mentaciones que le den orientación para las asociaciones más efica-
ces y signos tan sencillos, claros y precisos como fuese posible para
poder apercibir con rapidez las contraindicaciones particulares.
De estas dos necesidades que á la patología ni á la terapéutica es
dable satisfacer, arranca la de la publicación de las observaciones
Individuales de enfermos con descripción exacta de lo visto, refe-
rencia detallada de cuanto con los mismos se ejecutó y obtuvo, y
deducción complementaría de las enseñanzas posibles. Tal es la
clínica que, teniendo por sujeto único al enfermo, le observa, lo es-
tudia sin atenerse para nada al tipo didáctico, que recuerda sólo
paraseñalar cuando lo cree conveniente las igualdades ó diferen-
cias, destaca las variedades morbosas dentro de la misma especie
marcando sus rasgos particulares, aplica el remedio indicando la
manera justa de efectuarlo, las condiciones de oportunidad de su
empleo, las reglas indispensables para su buen uso, las circunstan-
cias por qué y los momentos en los cuales los unos deben ser prefe-
ridos á los otros, destacando los datos que para ello y sus contrain-
dicaciones pueden servirnos de guía y llevando á cabo con el debi-
do cuidado el ensayo de cuantos medios racionales van siendo pro-
gresivamente propuestos, expone sus resultados..
Sus descrípciones son tan precisas que, al referir, retratan con
fidelidad y exactitud sólo lo existido y lo hecho, para que pueda
servir de guia seguro, con ayuda del cual, hasta donde sea dable,
sean evitados, vencidos ó sorteados los escollos del ejercicio y faci-
litada constantemente la práctica, con beneficio del que padece, fin
único y positivo de la medicina. De ahí la gran utilidad de la clíni-
ca, su necesidad constante y la conveniencia de la gastropatológica,
tan infrecuentemente publicada.
No tienen ni pueden tener estas observaciones, tan exentas de
presunción como llenas de buen deseo, la pretensión inaudita de
219
ilenar este vacio^ que con certeza quedará íntegro después de ellas
para ser llenado por quien tenga el valor y saber indispensables;
pero no porque, sin falsas modestias, me sienta incapaz de realizar-
lo he de renunciar á su relato sencillo, puesto que han sido, son y
serán siempre el manantial más copioso de enseñanza y pueden re-
flejar algo de lo que son susceptibles de dar á conocer, transcribien-
do lo más corriente y usual de la práctica.
Pero como la clínica no es ni ha sido nunca un conjunto de rare-
zas, sino un común de enfermos parecidos, entre los que surge de
tiempo en tiempo alguno más desemejante, ni el ejercicio de la medi-
cina una sucesión de aciertos brillantes sin error posible, de aquí que
no habrán de ser cuidadosa rebusca en que presentar sólo los que por
sus particularidades puedan cautivar por lo exótico ó sorprender por
lo extraordinarios, justamente los menos observables, sino la des-
cripción casi constante de los tipos comunes con perfecto parecido
en sus líneas sintomáticas á los más triviales y vulgares; ni deben
ser el relato de las raras é infrecuentes adivinaciones afortunadas,
sinp más á menudo délos errores conocidos (¡quién podrá presumir
de saber todos los.que comete!), porque fuerza es repetirlo: nada
enseña tanto como el error que se conoce.
Bien lejos de mi ánimo tratar de enseñar nada á nadie con estas
notas, su ñn es más modesto y se reduce á exponer fielmente lo vis-
to, señalar con claridad lo hecho y fijar de modo permanente lo
pensado para sistematización, disciplina y saneamiento de los pro-
pios más que de los ajenos conocimientos.
Sólo en un particular las anhelo vivamente eficacia: en el de que
tuvieran la fuerza de estímulo suficiente para empujar á los maes-
tros en la clínica española, tan comunes y valiosos como puedan
serlo donde más, á arrancarse á escribir los libros aún casi en
blanco de la clínica médica española de las especialidades.
-4^«Pm^-
220
BIBLIOGRAFÍA
rom n
DOCTOR D. JOSÉ RIBERA Y SANS
Ostcdrátloo d« Oliiüw qiitr«T|lw 7 Dlraelor dd Hoivltal d«l Hito J«i«a d« IbdiM.
Teatado ds oiRüeíA olíhioa t opseatoeia, pablioado bajo la direooión de
Bergmann, Bmns, Miknlios, eto.
La casa Espasa ha tenido el buen acuerdo de hacer traducir eata
monumental obra, reflejo del estado actual de la cirugía alemana,
encargando la traducción al distinguido Catedr&tieo de Cirugía de^
la Universidad de Barcelona, Dr. D. Gil Saltor y Lavall.
Es sumamente difícil exponer en pocas líneas el juicio crítico que
pueda merecer una obra de tal importancia, tanto más cuanto que
se trata de un Tratado que se puede calificar de verdaderamente
regional, digno continuador, en lo que & la parte topogr&fica se re-
fiere, de aquellas Enciclopedias de cirugía dirigidas por Billroth y
Pitta y por Billroth y Lucke, de las cuales en la parte especial no-
desmerecen en nada, si bien en la comparación del conjunto tal vez
salgan estas últimas con más prestigios, porque en ellas se abarca-
ban y se discutían todos los problemas de la cirugía general y de
tejidos además de lo regional, y el Tratado que estamos analizande
se ocupa únicamente de la cirugía de regiones, sin que puedan com-
pensar tal deficiencia el Tratado de Cirugía general de Lexer, a!
cual no se puede calificar sino de Manual, á pesar de cuantos elo»
gios hace de é) Bergmann en el prólogo de esta última obra. Pero
esta objeción es sólo á lo que al plan se refiere, no al contenido de
la cirugía clínica, porque aun cuando en ella apenas si se da cabida
más que á lo alemán, hay que afirmar de una manera rotunda que
en la actualidad no hay ningún Tratado de cirugía de regiones que
le iguale, ni mucho menos que lo supere, y si no fuera por la cos-
tumbre de hablar algo del contenido, aquí podría dar fin al juicia
crítico que me merece la obra de Cirugía elíniea de Bergmann, etc.
La primera y segunda parte del primer tomo están dedicadas a>
estudio de las lesiones y enfermedades del cráneo y de su conteni-
do, y como es natural, gran parte de estos dos capítulos se deben &
Bergmann, y digo es natural, porque no hay que olvidar los impor-
tantes artículos acerca de este asunto publicados en la Enciclopedia
221
Mzlemana de Cirugia y debidos á Bergmann cuando era Profesor de
Cirugía de Dopart. Por esto hay que llamar la atención acerca de
las fracturas y heridas del cráneo y conmoción y compresión cere-
bral, el capitulo de contusión y heridas del cerebro de Kronlein, los
-libscesos cerebrales por Bergmann^ el articulo modernísimo de
Schlatter acerca de la trombosis de los senos venosos, sin que, & mi
-entender, lleguen al valor de los citados los artículos destinados &
la epilepsia traumática, á las enfermedades mentales consecutivas
A las lesiones de cabeza y al tratamiento quirúrgico de los tumores
«cerebrales, debido tal vez á la manera concisa como Bergmann ha
tratado de estos asuntos y en el afán que se nota en toda la obra de
prescindir en lo posible de literatura que no sea alemana; y no cabe
•duda que acerca de estos asuntos por una parte los cirujanos mili-
tares franceses y por otra la escuela de Ñapóles, representada por
D'Antona, han dado origen á trabajos notabilísimos, que cuando
menos tal vez no hubiera estado demás que se hubieran tenido en
•cuenta ; como también, aun estando bien escrito, me parece muy
<;onciso el artículo de Kronleín acerca de la trepanación y la topo-
grafía craneocerebral.
Sigue después el estudio de las deformidades congénitas, trauma-
iismos y enfermedades quirúrgicas de la cara y operaciones plásti-
-cas, debido á C. Lexer ; las neuralgias de la cabeza, que, como es
natural, han sido tratadas magistralmente por Krause ; las lesiones
y enfermedades de las glándulas salivales, por Kuttner, y aquí, y
«n lo que se reñere á las operaciones en la parótida, los cirujanos
•españoles echaremos algo de menos, que no es nuestra del todo la
culpa, si desde el año 32 Argumosa extirpaba la parótida y no he-
mos conseguido que por ahí fuera se enteraran de ello.
Las lesiones y afecciones de los maxilares y de la cavidad bucal
han sido tratadas por Partsch, la de la nariz y cavidades acceso-
rias por Kumel, y ambos Profesores se han ocupado de las enfer-
■medades y lesiones de la faringe, sin que sea posible entrar en de-
talles que nos dieran idea de tales artículos, por no ser esto posible
-en una bibliografía.
El segundo tomo está destinado á las lesiones y enfermedades qui-
rúrgicas del cuello, del tórax y de la columna vertebral. Merecen
especial mención en las del cuello las lesiones traumáticas de las
•arterias, venas y nervios, por más que en el conjunto no pueda uno
por menos de recordar la notable monografía acerca de las lesiones
del cuello en la Enciclopedia de Billroth y Lucke debida al profesor
222
FJBcher. Como punto de discusión, merece leerse lo que se refiere &
los tumores de los ganglios y á los del cuello.
El estudio de las lesiones y enfermedades de la laringe y de la trá-
quea constituyen uno de los buenos capítulos del segundo tomo, de-
bido á los profesores Brunsy Hoffmeister; Eiselsberg se ha acupado
de las enfermedades del cuerpo tiroides, y asi como satisface el es-
tudio del bocio, en cambio se encuentra algo, si no de deficiencia,
muy someramente tratado, lo que al bocio exoftálmico se refiere ;
verdad que se puede discutir si es ó no enfermedad quirúrgica, pero
por esto mismo tal vez hubiera sido conveniente que algo más se
hubiera dicho acerca de tan curiosa enfermedad.
El estudio de las enfermedades del esófago se debe principalmente
á V. Hacker, y además de lo que ya puede considerarse como clíni-
co y admitido por todos, merece una mención especial cuanto se
refiere á operaciones, tanto en los cuerpos extraños, como en las
estrecheces y en los tumores del esófago, asunto éste tratado por
Lotheissen.
En el capítulo acerca de los traumatismos y enfermedades qui-
rúrgicas del tórax y de su contenido, debido á Riedinger y á Kum-
mell, se encuentran una porción de hechos de los que pudiéramos
decir que caracterizan en gran parte á la cirugía actual y novísi-
ma; tal es lo que se refiere á las heridas del pulmón, pericardio y
corazón, á las operaciones que pueden requerir las enfermedades
de la pleura, la técnica general de las operaciones quirúrgicas en
el pulmón y el estudio bajo el aspecto quirúrgico de los abscesos del
pulmón, gangrena, bronquiectasia, tuberculosis^ etc., asi como las
operaciones en el pericardio y corazón, asuntos todos que constitu-
yen uno de los capítulos más novísimos de la cirugía actual. En los
aneurismas de la aorta, si no se habla de arteriorrafia, la idea, teó-
ricamente, allí se encuentra indicada. '
Sigue después el estudio de las enfermedades y lesiones de las
glándulas mamarias, el de la médula y columna vertebral, mención
especial de lo que á la lammectomía se refiere, á las lesiones trau-
máticas, tratamiento del mal vertebral de Pott, etc.
Termina este tomo con el estudio de las deformidades, traumatis-
mos y enfermedades de la pelvis, debido á Steinthal.
El tomo tercero está dedicado á la cirugía abdominal. Si alguno
de los tomos de esta obra pudiera considerarse como de más interés
que otro, sin duda alguna que ocuparía el primer lugar el tomo ter-
cero : para demostrarlo, bastarán algunos enunciados y el nombre
^223
de lo8 autores. Las enfermedades quirúrgicas y traumatismos del
peritoneo han sido descritas por Korte, resultando magistral la des-
cripción de la peritonitis, y sin embargo, y aun cuando se mencio-
nan las peritonitis que van acompañadas de septicemia generaliza"
da^ ó en Alemania se observan pocos casos de septicemia peritoneal
sobreaguda, que mata en veinticuatro horas, ó falta la descripción
de esta forma, que no se parece en nada á la peritonitis común. Las
generalidades acerca de la laparotomía se deben á Mikulicz y
Kausch, asi como las lesiones traumáticas y afecciones quirúrgicas
del estómago y del intestino, incluyendo en este grupo la técnica de
las operaciones del conducto gastro-intestinal. Este capitulo es un
tratado completo y perfecto dados nuestros conocimientos; por des-
gracia, quedan muchos puntos que resolver, y principiando por las
septicemias peritonenles agudísimas, tampoco descritas entre las
complicaciones, siguen las complicaciones broncopulmonares, alas
cuales dedican los autores un párrafo ligero, no sé si porque allí, al
contrario de lo que ocurre entre nosotros, la cosa no merece más, ó
porque en cuaüto á génesis y causas del accidente están tan á obs-
curas en Alemania como estamos nosotros.
La oclusión intestinal y las enfermedades del apéndice son des-
critas por Schlange, y con decir que las enfermedades quirúrgicas
del hígado, vesícula biliar, bazo y páncreas han sido descritas por
Kehr, huelga todo elogio, dada la competencia no discutida de di-
cho autor, principalmente en lo que se reñere á las enfermedades
de las vías biliares.
El profesor Graser, de Erlangen, ha escrito un verdadero tratado
de las hernias, y con ellas termina el tercer tomo.
El cuarto tomo está dedicado al estudio de las lesiones traumáti-
cas y enfermedades de las extremidades superiores é inferiores , las
del hombro y del brazo han sido descritas por Screiber y Hofmeis-
ter, debiendo hacer mención especial de los traumatismos de los
nervios del hombro, de las lujaciones del hombro; un buen capítulo
de medicina operatoria lo constituyen las operaciones que se prac-
tican en dicha región ; siguen después las deformidades, traumatis-
mos y enfermedades del brazo y operaciones que en él se ejecutan ;
las del codo y antebrazo, constituyendo un capítulo muy interesante
debido á Wilms ; las de la muñeca y mano escritas por Friedreich.
El estudio de la patología quirúrgica de la cadera y muslo ha
sido hecho por Hoffa ; de ahí que no pueda extrañar que el capítulo
dedicado á la lujación congénita de la cadera sea uno de los más
224
notables de este tomo» sin que esto signifique que desmerezcan en
lo más mínimo los capítulos destinados & las lujaciones y fracturas
del fémur. Detallado es cuanto se refiere al estudio de las enferme-
dades de la cadera ; sin embargo, son tantas las variedades de in-
flamaciones no tuberculosas que describe, que no me atrevo á decir
si tal multiplicidad y división será ventajosa para el estudio del
conjunto ó producirá tal vez alguna confusión. En cambio, hay que
buscar y rebuscar mucho para encontrar algo que se refiera á la
llamada coxalgia histérica, que si bien no es muy frecuente, no deja
de observarse, y son los casos de los más interesantes para el diag;-
nóstico y para el tratamiento.
Siguen los traumatismos y enfermedades de la rodilla y pierna,
asi como las operaciones que se ejecutan en estas regiones, estudio
debido á Reichel, terminando este tomo con los artículos de Nasse
y Borchardt, que se refieren á las enfermedades, lesiones y operacio-
nes que se pueden ejecutar en la articulación tibiotarsiana y en el
pié. Lo único que referente á este tomo debo hacer constar, es que
siendo todo un ejemplo de estudio clínico, es relativamente obscuro
lo que se refiere á la técnica operatoria, tal vez debido á plan pre-
concebido de no ocuparse más que de medios y procedimientos ale*
manes : eso si, tiene la ventaja de no establecer dudas en el ánimo
acerca de cuál de los procedimientos es más aceptable, porque no
hay discusión, y la exposición es, más Ziue de métodos, de procedi-
mientos determinados. No hay donde elegir, lo cual supone que se
considera como lo más perfecto lo que se describe.
El tomo quinto y último se ocupa de las enfermedades del recto y
ano, de las del aparato genito>urinario, y en un apéndice de las del
oido.
Las enfermedades del recto y del ano han sido estudiadas por
Rotter : si bien todos los capítulos merecen ser leídos, hay que lla-
mar la atención acerca del dedicado al tratamiento del cáncer del
recto ; las lesiones traumáticas y enfermedades quirúrgicas de la
vejiga y de la próstata han sido descritas por el profesor Sonne-
burg ; basta tal enunciación para comprender que debe ser y es uno
de los artículos más interesantes de toda la obra ; pero aun dentro
del valor absoluto, hay que singularizar principalmente el capitulo
destinado á los vicios de conformación de la vejiga urinaria : en
este punto me parece más comprensible el nombre de extrofia de la
vejiga que el de fisura vesical que le da el traductor.
A Schede se debe el articulo acerca de los traumatismos y enfer-
225
medades quirúrgicas de los ríñones y de los uréteres : en esta Mo-
nografía no sabe uno qué elegir, porque todo se puede decir que es
mejor: hay que leerla toda; pero si se debe llamar la atención acer-
ca de algunos capítulos, bueno será recomendar los capítulos en
que expone las generalidades sobre los métodos de recWiocimiento
de los ríñones, sobre las operaciones del ríñón y de los uréteres, los
neoplasmas del riñon y de la pelvis renal, etc. Braman se ocupa de
las enfermedades quirúrgicas de la uretra y del pene, escroto, tes-
tículo, etc., siendo su colaborador el Dr. Rammstadt : mencionare-
mos el capítulo referente ai epispadias é hipospadias, las estreche-
ces de la uretra, por m&s que en conjunto nada- ha superado hasta
hoy á la Monografía de Dittel, terminando la obra un estudio que
podemos llamar quirúrgico de las enfermedades del ofdo, debido á
Rummel.
Tal es, expuesto á grandes rasgos, el contenido de la Cirugía elir
m,ica dirigida por Bergmann, etc., sin que por la índole de estos tra-
bajos sea posible entrar en detalles que permitan al lector formar
por sí mismo un juicio acerca del valor de dicha obra, que sólo en
un estudio bibliográfico se puede apreciar en conjunto ; mi manera
de pensar ya la he expuesto : creo que hoy por hoy no hay ningún
libro que iguale, ni mucho menos supere, al de que me ocupo en
cuanto se refiere & la patología y clínica quirúrgica regional, es de-
cir, es el mejor tratado de patología quirúrgica que conozco ; y en
cuanto & la operatoria quirúrgica, encuentro que el conjunto forma
un excelente manual conciso, preciso, pero limitado, por regla ge-
neral y salvo algunov^apítulos, á la operatoria nacional, permíta-
seme la frase, resultando tal vez el conjunto de la obra demasiado
exclusivista, como si los autores se hubieran propuesto exclusiva-
mente exponer el estado actual de la cirugía alemana ; pero como
hay que convenir que hoy marcha á la cabeza, hay que convenir
también que la casa Bspasa ha prestado un excelente servicio á la
Clase médica española al ordenar la traducción de dicha obra, que
debe servir de consulta átodo médico ilustrado.
-^^^»V#^-
226
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
Tratamiento de la agripnia.— En El Criterio Católico en las Ciendae Médi-
cas pnblica el Dr. D. Francisco Carbonell y tíolés lo sigdente:
cltefíérome á la forma peor de agripnia: al desvelo ó pervigilium^ qne
suele resistir á los medios farmacológicos con más tenacidad qne la moda-
lidad pasiva constituida por el simple insomnio.
El desvelo esencial es ana manifestación irritativa en tanto no va á ter-
minar en la nenrastenia, y recae por regla general en individuos cnya nu-
trición es defectuosa: hipoacidez urinaria, fosfaturia relativa, hipercloru-
ría, etc. Son dispépticos, y tal vez del tubo digestivo tomen origen los
productos anormales que mantienen luego en ejercicio permanente á los
centros nerviosos. El paciente no siente sueño ni deseo de dormir, y le es
imposible llegarlo á conciliar. Algunos días, no rara vez seguidos sin inte-
rrupción, logra, apenas acostado, quedarse dormido; masen vano se cree
curado: vuelve de nuevo á pasar noche tras noche sin dormir, mejor dicho,
sin llegar á conciliar el sueño, pues toda la dificultad parece radicar en el
principio, en el punto de transición de la vigilia al estado dormido: falta
la soñolencia.
En estos casos de agripnia simple surgen indicantes diversos y complejos
después del interrogatorio y examen del paciente. Conviene ser prolijo y
enterarse de la ocupación ó profesión á que se dedique, la clase de alimen-
tos que tome, la rapidez con que los mastique, las emociones á que esté
sujeto, etc., etc.; y desde luego, para la estabilidad de la curación, hay
que reglamentar y corregir todo lo que pueda aseipirar la potencia digesti-
va y levantar el tono orgánico. Será, pues, de aconsejar el ejercicio mode-
rado, la permanencia al aire libre, el uso de una solución clorhidropépsíca,
el cuidado en masticar bien, el empleo de la electroterapia (galvanización
cerebral, ó bien ducha electrostática), de la hidroterapia tónica bajo la
forma de dachas frías, y al principio, mejor que éstas, se podrán aconsejar
los baños tibios (de 88^ á 85° centígrados) prolongados (veinte minutos),
tomados dos horas antes de acostarse. En cuanto á régimen, es menester
poner vigilancia en que no peque por demasiado azoado, pero es contrapro-
ducente también el reducirlo á la cocina vegetariana, porque las condicio-
nes de la nutrición de los pacientes que padecen desvelo esencial son, como
ya se ha indicado, bastante malas, y por lo mismo no se pueden equiparar
en absoluto estos casos con aquellos otros de insuficiencia renal y análogos
en que dicho régimen ofrece ventajas considerables.
El plan higiénico, el régimen alimenticio y los agentes físicos, á pesar
de su eficacia á plazo largo, son á menudo impotentes para romper el
circulo cerrado del desvelo con la rapidez que el paciente reclama. Es pre-
ciso, pues, echar mano de las drogas. En otras ocasiones me he ocupado de
227
algunas de las recientemente introducidas en la farmacología; en esta nota
citaré sólo el último, con el cual he practicado algunos ensayos: el iaopraL
Este hipnótico es el alcohol triclorisopropilico, cuerpo parecido al doral,
cristalizable bajo el tipo prismático, sabor picante y olor á alcanfor. Es
soluble en el agua, en el alcohol y el éter; fácil de absorber, por consi-
guiente, aunque se tome en tabletas, como es lo ordinario, por ser la forma
que garantiza mejor su estabilidad, puesto que se sublima á la tempera-
tura ordinaria y funde á menos de 50^ centígrado.
Se elimina pronto bajo la forma de ácido glicorurónico, y resulta poco
tóxico, menos que el doral, y macho más actiyo que éste, casi el doble, en
igualdad de peso. El sueño que suscita es tranquilo y profundo, siendo las
respiraciones menos frecuentes, pero más profundas que en lo normal. Una
dosis algo fuerte hace dormir un gato durante dos ó tres días. Para el
hombre, la dosis suficiente para procurar el suefio durante 'seis ú ocho
horas es de medio á un gramo, y ezcepcionalmente de dos gramos.
8in duda el campo más extenso de aplicación del isopral está en los ma-
nicomios, pero en la agripnia simple su empleo no parece haya de ser me-
nos constante. 6us ventajas peculiares en el desTelo esencial estriban en la
escasa toxidad, eficacia de dosis relativamente cortas, y sobre todo la cir-
cunstancia de carecer de efectos colaterales y de no acumularse apenas»
Actúa, al parecer, por impresión rápida dentro de la economía, y tal vez
por eso su efecto es bastante uniforme, sin que sea menester aumentar
progresivamente la dosis una vez, por tanteo, se ha llegado en cada caso á
fijar la capaz para producir el sueño. Al contrario, conforme la higiene, la
alimentación, la electroterapia y la hidroterapia especial de estos casos
modifica el tono orgánico del paciente, es posible reducir la dosis, ó pasar
días sin tomarlo, ya que no es raro que una sola toma asegure el sueífo, no
sólo la misma noche, sino las dos ó tres siguientes.
Tocante al funcionalismo renal, cuyas modificaciones es preciso conocer
siempre, el isopral, lo mismo que otros hipnóticos modernos, resulta algo
diurético; pero esta cualidad, y con decir cualidad huelga el decir qae no
ofrece desventaja en la mayoría de casos clínicos en que haya indicación
de dicho hipnótico, no basta para justificar la indicación, que en este con-
cepto y con el apoyo de la necesidad de procurar deséanso al enfermo, po*
dría verse en las afecciones cardiovasculares, en las cuales todos los hip-
nóticos á base de cloro deben ser proscritos. El isopral mismo, pese á su
toxicidad escasa, no deja de provocar algún descenso de la presión arterial.
En principio, el hipnótico de elección para los cardiópatas es la morfina ó
sus derivados.
Gracias, pues, al mecanismo sencillo por virtud del cual actúa el isopral,
que parece impresionar el organismo asi como de paso, sin dejar huella en
los órganos en estado normal, resulta, aunque su poder hipnótico sea más
suave que intenso, el preparado de elección en la agripnia, bien que no en
el concepto de curativo, sino de recurso inicial y transitorio en tanto las
indicaciones fundamentales primeramente mencionadas sean cumplidas en
cada caso concreto y lleguen á surtir su efecto. De lo contrario, el isopral,
como los demás hipnóticos, conduciría al fracaso^. — Barabia.
228
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
▲ CADBMIA DB MEDICINA DB PARÍS
8uián del cUa 16 de Octubre de 1906,
Cii#l#ilA f profilaxia actualat doi paludismo. — El Dr. Laybrak: En la eo-
matiitaeiúu que hizo el Dr. Kelsch el dia 2 del comente, se declara parti-
d^li> conTenoido de la nueva etiología del paludismo, ó eea de la transmi-
»t^a de Ift enfermedad por loe mosqnitoB del género ÁnapkeUs, pero estima
que U doctrina anophéiica no puede explicar todos los hechos conocidos, j
cree qne loa partidarios de esta doctrina no tienen en cuenta suficiente*
mente las ensefianzas de la epidemiología. Luego la cuestión que se plan*
tea 69 U siguiente: ¿Los anopheles son siempre los agentes de transmisión
del paludismo, ó bien la infección puede yerifioarse por otras yías? Ouea-
tión ea ésta de las más importantes desde el punto de Tista práctico, pues-
to que las medidas profilácticas á tomar contra el paludismo deben derirmr
de nuestros conocimientos acerca de su modo de propagación.
¿Ea exacto que la distribución geográfica de los anopheles no correspon-
de liempre á la del paludismo y que se han encontrado focos actiroe de
fiebre donde no existían estos culicidas? La yasta investigación que se ha
«mt^endido en todos los países ha dado, en general, resultados muy faro-
rablep á ta doctrina anophéiica; todas las obseryaciones que yo, por mi
parte, be reunido desde 18d9, yienen en apoyo de dicha doctrina. He de-
mostrado la existencia de los anopheles en todas las localidades insalubrea
que he yisítado y en todos los lotes de culicidas recogidos en país palustre
de los que me han sido enviados. La eyolueión anual de los anopheles tiene
con la de las fiebres palustres relaciones indudables. En los países templa-
dos j hasta en los cálidos, en que las estaciones son bien marcadas, las fie-
brea palúdicas de primera inyasión^no se presentan hasta los comienzos del
verano, precisamente en la época en que los anopheles salen de su sueño
i uvero al j se multiplican. En los países tropicales, los anopheles se encuen-
tran en major número en la estación de las lluvias ó insalubre. Antes de
declarar que el paludismo reina en una localidad donde no existen anopbe*
ÍQBt es necesaria una detenida investigación; con frecuencia se fundan las
afirmaciones en investigaciones ligeras y datos vagos suministrados por loe «
habitantes. Es necesario sentar que los casos de paludismo han sido con-
traídos en la localidad y no en otra, como sucede con frecuencia con los
obreros agrícolas durante los trabajos de la vendimia, con el ejército du-
rante iaa marchas, maniobras, etc.; la investigación del Índice endémico
eo loe ni&oB pequeños que no han salido nunca de la localidad, presta en
este sentido grandes servicios; por otra parte, también es necesario que la
busca de loa culicidas sea dirigida por una persona experimentada qne vi-
atará los lugares apropiados, y no se pronunciará sino después de haber
buscado los anopheles alados y sus larras en rarios puntos y en diferentes
épocas del afio, principalmente durante la estación insalubre. Son muchos
los ejemplos de este género que se podrían citar, en los que los inyestiga-
dores últimos han encontrado los anopheles en localidades palúdicas donde
antes no se los habla encontrado.
Los anopheles no son por si mismos peligrosos, y no lo son mientras no
se infecten chupando la sangre de los palúdicos, siendo necesario además
que las eToluciones climáticas permitan la cTolnción del JET. Malarice en el
cuerpo de estos culícidas. Es, pues, fácil de comprender que una región
pueda sanearse á pesar de persistir los anopheles; cuando una población
es pobre y títc en malas condiciones higiénicas en país palúdico, los en-
fermos son numerosos, se cuidan mal y los anopheles se infectan fácilmen-
te; si las condiciones de higiene general se mejoran, el número de enfer-
mos disminuye, se consulta al médico desde que se presenta un caso de
fiebre, la quinina se distribuye ampliamente, y los anopheles, que no pue-
den infectarse, dejan de ser peligrosos. Más difícil de explicar es cómo hay
en ciertos países localidades bastante salubres á pesar de existir numero-
sos anopheles; la rerdad es que no todas las especies de anopheles son
igualmente aptas para propagar el fl. Malarioe, Ninguno de estos hechos
creo que suministren ni un argumento en faror de la multiplicidad de las
Tías de infección del paludismo.
ün gran número de obserradores ha admitido que las emanaciones del
suelo y el polvo que invade la atmósfera en los grandes movimientos de tie-
rras, desempefian un papel importante en la etiologia del paludismo. Pero
esta es una interpretación de hechos que pueden explicarse de otro modo.
La prueba de que los obreros son infectados, no por los polvos que respiran
ó que ingieren durante el día, sino por los mosquitos que les pican por la
noche, la suministra el hecho de que no contraen la fiebre cuando se les co-
loca al abrigo de las picaduras de los mosquitos. 8i el polvo que invade la
atmósfera pudiera provocar la fiebre, es evidente que la protección de la
habitación por medio de telas metálicas serla ilusoria, y es bien sabido que
un gran número de hechos hablan en favor de su eficacia profiláctica. Por
lo que se refiere á las epidemias pequefias en sitios no palúdicos concer-
nientes á hechos antiguos, creo que es muy difícil llegar á una exacta con-
clusión; una investigación retrospectiva es imposible; sólo loe hechos nue-
vos, sometidos á una investigación rigurosa, podrán demostrar si los movi-
mientos de tierras pueden provocar la explosión de epidemias de paludismo
sin la intervención de los anopheles. Si el polvo procedente del suelo es
capaz de producir el paludismo, ¿cómo explicar que se pueda sanear com-
pletamente una localidad destruyendo los mosquitos? Y en este sentido, la
experiencia de Ismailia es bien demostrativa ; lo propio puede decirse de
la Habana y de otras localidades, donde aquella destrucción ha ido seguida
de la desaparición del paludismo.
Respecto á que las fiebres palúdicas debieran figurar en primera linea
de las enfermedades contagiosas, si los anopheles fueran los principales
agentes de transmisión, indicaré que varios casos de contagio han sido ci-
tados por los autores, que las pequefias epidemias familiares no son raras
232
inflaencia etiológioa. En ciertos caaos que he obserTado las extírpaciones
del apéndice no fueron segaidas de incidente alguno.
£1 Dr. GhnvABD: Me ha sorprendido oir afirmar que estas flebitis post
apendiculares son raras. Quizá ocurra así en la infancia pero no en la edad
adulta, uno de mis discípulos ha reunido en su tesis gran número de oh*
servaciones de flebitis anteriores ó posteriores á la apendicectomia, algu*
ñas seguidas de embolia y de muerte. Recuerdo una operación de este gé-
nero practicada en frió; el enfermo murió de repente á consecuencia de
una embolia. Este caso debe incluirse en el grupo de las flebitis infecciosas
profundas.
El Dr. Walthkr: He obserrado pocas reces estas flebitis en las grandes
infecciones apendiculares. Pero en las infecciones ligeras consecutivas á la
apendicectomia practicada en frío, son frecuentes y se manifiestan por sin*
tomas acentuados, á Teces sin que haya.habido eleyación de la temperatura
ni supuración de la herida. Son flebitis subagudas más frecuentes á la is-
qnierda. No me sorprende que se desconozca muchas reces su existencia.
He risto en tres casos sobrerenir la muerte por embolia diez días después
de la operación, cuyas consecuencias fueron apiréticas. Conozco otro caso
que terminó por la muerte, aunque no se practicó la apendicectomia.
El Dr. Fblizbt: En la infancia, la flebitis post apendicalar es rarísima.
El Dr. Broca : Todos estamos de acuerdo acerca de este último punto. En
el único caso que he obserrado había exudación de la herida, lo que hace
suponer una infección. Cuanto á la etiología, se desconoce; el hecho de que
las enfermedades generales afectan de preferencia el lado izquierdo y ha»
cen del hombre dos mitades, hasta cierto punto independientes, es inne-
gable ; la hipótesis de una infección de la rena epigástrica no explica todos
los casos.
Utilidad de la reparsolén en des tiempes de los tranmalismes del eendattt
uretral. — El Dr. Lboübu : En las rupturas de la uretra se aconseja suturar
el conducto uretral. Es lo que se hace siempre. Ahora bien, si se analizan
los resultados lejanos que se obtienen así, se obserra que son casi siempre
defectuosos. Lo he comprobado en un gran número de casos. Con la inter-
rención inmediata se obtiene la reunión, por primera intención, de la piel,
y en gran parte del conducto uretral ; pero cuando se suprime la sonda per-
manente queda un trayecto fistuloso, los tejidos se impregnan de orina, y
á consecuencia de esta impregnación se forman nudosidades y callosidades
y una estrechez tan acentuada del conducto, que á los dos ó tres meses es
imposible practicar el cateterismo. Es la regla, según he obserrado muchas
reces en enfermos que habían sufrido en rano rarias operaciones reparado-
ras ó en otros que ingresaron en el hospital algunos meses después del acci-
dente.
Para subsanar este inconreniente puede hacerse la reparación en dos
tiempos: en el primero se buscan los dos cabos de la uretra y seles fija en
la piel. El posterior es á reces difícil de encontrar, y en este caso se prao*
tica el cateterismo retrógrado, que no agrara la situación, y durante algu-
nas semanas se deja al enfermo orinar por la herida. Después, en un segun-
do tiempo, se cortan dos colgajos laterales y se forma un conducto
tegumentario interpuesto entre los dos extremos de la uretra. Procediendo
233
asi 86 enta U infiltración de los tejidoe y la formación nlterior de ana es*
trechez. El periné queda flexible, sin induraciones y. se asegura la curación
definitira. Los resaltados superficiales y profundos son excelentes.
El Dr. Bazt: No creo que esta conducta deba generalizarse^ Aunque en
algun9S casos no debe intentarse, como hacemos todos hace mucho tiempo,
practicar la sutura inmediata de la uretra, en otros puede practicarse sin
inconreniente. He procedido asi varias Teces y las consecuencias han sido
satisfactorias; lo mismo ha sucedido con ciertas estrecheces traumáticas.
Algunas de ellas son análogas á ciertas estrecheces blenorrágicas, que es
imposible curar por la dilatación. Sabemos, por otra parte, que es posible
extirpar varios centímetros de tejido indurado, y obtener, no obstante,
buenos resultados.
El Dr. Fblizbt: Todos.sabemos que á veóes es difícil encontrar, entre
los tejidos inflamados, el cabo posterior de la uretra. Deseo preguntar
al Dr. Leguen cómo consigue encontrar dicho cabo y fljarlo á la piel.
El Dr. Lbodiü: He encontrado siempre el cabo posterior sin emplear
procedimiento alguno especial, excepto en un nifio. Si es imposible encon-
trarle, practico el cateterismo retrógrado. Responderé al Dr. Bazy que me
refiero principalmente á las rupturas totales de la uretra y á las grandes
pérdidas de substancia. Mis resultados han sido buenos.
El Dr. FsuzKt: Sigo creyendo, como consecuencia de mis comprobacio •
nes en el cadáver y en el nifio, que no es posible encontrar el cabo poste-
rior de la uretra.
El Dr. Habtmann : Acepto la opinión del Dr. Broca. Cuando hay ruptura
de la uretra, la mayoría de los cirujanos se contentan con incindir primero
el periné sin ocuparse de hacer el cateterismo retrógrado. Es imposible en-
contrar el extremo posterior del conducto uretral en medio de los coá-
gulos.
El Dr. Poibibr: No soy partidario del cateterismo retrógrado; acabo de
practicarle hace tres semanas en un caso de ruptura de la uretra y de la
vejiga.
El Dr. Broca: Este caso es distinto, porque nos ocupamos ahora sólo de
las rupturas de la uretra.
£1 Dr. Lnouxu : He hecho el cateterismo retrógrado en un niño que pre-
sentaré, obteniendo uno de mis resultados más brillantes.— F. Toledo.
XIX CONGRESO FRANCÉS DE CIRUGÍA-
Celebrado en ParU del !• al 6 de Oetvbre de 1906.
Cirugía de los gruesos troncos venosos. — El Dr. Lkjabs (ponente) : La li-
gadura de los gruesos troncos renosos da resultados yariables, según los
casos; asi, la de la Tena porta es fatalmente mortal; en seis casos que exis-
ten de ligadura de la Tena caTa inferior, cuatro curaron y dos fallecieron
á los pocos instantes, por lo cual es preferible, siempre que se pueda, re-
currir mejor á la sutura que á la ligadura, aunque sea lateral.
En las ligaduras de la subclaTia, tronco braquiocefálico y yugular inter-
18
236
con adherencias que haría imposible llerario á las bolsas; j siendo mis
discutible si en las retroparietales se debe interrenir, cosa qae no eree el
ponente.
SvQ$to8 en que se debe practicar la orquidapexia. -* Todo snjeto qne tiene
falta de descenso testicular sólo y la glándula se encuentre detenida en el
conducto inguinal, debe operarse y hacer la fijación cruenta del testícolo,
teniendo el máximum de indicación en la época de la pubertad y debiendo
hacerse en los adultos con objeto estético.
Sujetos que es necesario castrar, — Para esta operación es necesario tener
en cuenta la biiateralidad de las lesiones y la edad.
Guando el sujeto está en la segunda mitad de la TÍda no se debe tener
reparo en practicar la castración, pero en la primera mitad las indicacio-
nes son las siguientes : dificultades anatómicas, lesiones considerables de
los elementos del cordón, sobre todo la atrofia del parénquima.
Orquidopepsia, Procedimientos, — Para operar una ectopia testicular es
necesario descender el testículo y fijarlo.
Encontrado el testículo, su descenso debe ser el primer tiempo de toda
interyención de la ectopia, siendo muy numerosos y peligrosos los obstáou-
los que se oponen á este tiempo operatorio, porque si bien las adherencias
á la glándula y los residuos del gubemaculum son inconyenientes fáciles de
destruir, no ocurre lo mismo con la cortedad de los vasos y el cordón.
En 1902, Mignon presentó su ingenioso y audaz procedimiento, en el qne
preconizaba la sección completa de todos los elementos del cordón, excepto
el conducto deferente, con lo que quitaba el obstáculo vascular ganando
varios centímetros.
El alargamiento del conducto deferente por los procedimientos de Bid*
wed y Wood es menos aceptable qne el procedimiento de Mignon*
Pasando revista á los métodos empleados para fijar el testículo, deduce
que si se fija á las bolsas los puntos de sutura pueden dar origen á la in-*
fección de la glándula y del escroto, y qne como el punto perfora la albu-
gínea puede producir complicaciones serias.
No cree debe fijarse el testículo al del otro lado, porque no se debe expo-
ner la glándula Sana á complicaciones.
En cuanto á los procedimientos ideados para hacer la extensión conti-
nua, si bien son muy ingeniosos, en la mayoría de los casos no producen
utilidad alguna.
La fijación del cordón es un procedimiento más quirúrgico y más digno
de confianza, siendo el mejor el de restaurar el conducto inguinal por el
procedimiento de Bassini y fijar en esta restauración el conducto deferente.
Para las ectopias anormales no hay procedimientos, por ser atípicos.
* Resultados puncionalbs. — Fenómenos dolorosos.— Ba}0 este punto de vista
los resultados son perfectos, excepto en los casos excepcionales en qne
después de mucho tiempo han reaparecido los dolores obligando á la cas-
tración.
Reflejos genitales y virilidad. — Para que sean concluyentes las observa-
ciones, deben serlo en ectopias bilaterales. Parecen dar resultado las inter-
venciones bajo el punto de vista del desarrollo macroscópico del teattoulo
á condición de que la intervención se practique antes de la pubertad.
2S7
En la mayoría de los casos paralelamente al desenYolyimiento del testl-
cnlo eyolneiooa la yirilidad.
Fecundación,— TSo existe ninguna obseryación en la que un enfermo es-
téril antes de la interrención sea fecundo después de ella, y no sólo eso,
sino que analizado el semen no se encuentra en él espermatozoides.
Tratamiento de lae complicacianee.—lokñ complicaciones dolorosae son, pro-
piamente hablando, un síntoma un poco anormal que exige la intervención,
siendo la orquidopexia el tratamiento de elección cuando se puede hacer
descender el testículo, y cuando esto no es posible hay que recurrir á la
castración.
Estrangulación de la hernia concomitante, — Las complicaciones que pue-
den sobrevenir por la hernia que acompaña á la ectopia reclaman de ordi-
nario una conducta radical. En efecto, como ha hecho notar Moliere, la
estrangulación tiene por causas en estos casos múltiples bridas, necesitan:^
do una abertura amplia del conducto inguinal, complicando el testículo
ectopiado las maniobras hasta tal punto que en la generalidad de los casos
es necesario la castración.
Los accidentes por la torsión revisten de ordinario forma tan grave, que
necesitan la castración, excepto en los casos en que se puede intervenir ,
pronto, esto es, antes que el esfacelo amenace la vitalidad del testículo. En
las torsiones muy pronunoíadas, cuando existen adherencias muy numero-
sas, se está obligado á quitar todo por la doble razón de que la disección
es muy difícil y la imposibilidad de liberar el testículo para hacerle des-
cender, y sobre todo por idstar muy comprometida la vitalidad de la
glándula.
Si la torsión es poco acentuada y los elementos del cordón están en es-
tado de congestión sin esfacelo alguno, es necesario obrar como en los
casos ordinarios.
Inñamación, — Las inflamaciones del testículo en ectopia son en algunas
ocasiones causa de accidentes difíciles de precisar y que necesitan la ínter-
vención quirúrgica.
En los casos de orquitis con estrangulamiento testicular, ai loe síntomas
son de gravedad media, se puede recurrir á los medios más sencillos, re-
poso, hielo, cataplasmas, baños, sanguijuelas, etc., y si no retroceden los
accidentes rápidamente, es necesario intervenir.
La punción de la vaginal distendida ha mejorado y curado algunos enfer
mos, pero es necesario en general incindir la región donde está alojada la
glándula inflamada, con lo cual se podrá reconocer si existen lesiones del
intestino.
Si el testículo ectopiado está acompañado de hidroceUy se impone la in-
tervención quirúrgica. No puede ser defendido el tratamiento por la pun-
ción, siendo necesario la cura radical.
La degeneración del testículo ectopiado es la complicación, en la que está
más indicada la Castración, siendo necesario operar lo más pronto y am-
pliamente posible. — M. Arqubllada.
{Continuará),
236
con adherencia que haría imposible llevarlo á las bolsas; y siendo mis
discntible si en las retroparietales se debe interrenir, cosa que no cree el
ponente.
SiQetos en que se debe practicar la orqtUdopexia. -* Todo sujeto qne tíene
falta de descenso testicular sólo j la glándula se encuentre detenida en el
conducto inguinal, debe operarse y hacer la fijación cruenta del testículo,
teniendo el máximum de indicación en la época de la pubertad y debiendo
hacerse en los adultos con objeto estético.
Sujetos que es necesario castrar. — Para esta operación es necesario tener
en cuenta la bilateralidad de las lesiones y la edad.
Guando el sujeto está en la segunda mitad de la vida no se debe tener
reparo en practicar la castración, pero en la primera mitad las indicado*
nes son las siguientes : dificultades anatómicas, lesiones considerables de
los elementos del cordón, sobre todo la atrofia del parénquima.
Orquidopepsia. Procedimientos, — Para operar una ectopia teeticular es
necesario descender el testículo y fijarlo.
Encontrado el testículo, su descenso debe ser el primer tiempo de toda
interyención de la ectopia, siendo muy numerosos y peligrosos los obstácu-
los que se oponen á este tiempo operatorio, porque si bien las adherencias
á la glándula y los residuos del gubemaculum son inconyenientes fáciles de
destruir, no ocurre lo mismo con la cortedad de los rasos y el cordón.
En 1902, Mignon presentó su ingenioso y audaz procedimiento, en el que
preconizaba la sección completa de todos los elementos del cordón, excepto
el conducto deferente, con lo que quitaba el obstáculo rascular ganando
varios centímetros.
El alargamiento del conducto deferente por los procedimientos de Kd*
wed y Wood es menos aceptable que el procedimiento de Mignon.
Pasando revista á los métodos empleados para fijar el testículo, deduce
que si se fija á las bolsas los puntos de sutura pueden dar origen á la in-
fección de la glándula y del escroto, y qne como el punto perfora la albu-
gínea puede producir complicaciones serias.
No cree debe fijarse el testículo al del otro lado, porque no se debe ezpp-
ner la glándula sana á complicaciones.
En cuanto á los procedimientos ideados para hacer la extensión contí*
nua, si bien son muy ingeniosos, en la mayoría de ios casos no producen
utilidad alguna.
La fijación del cordón es un procedimiento más quirúrgico y más digno
de confianza, siendo el mejor el de restaurar el conducto inguinal por el
procedimiento de Bassini y fijar en esta restauración el conducto deferente.
Para las ectopias anormales no hay procedimientos, por ser atípleos.
'^ Bbsültados Punción alies. — Fenómenos dolorosos,^Bñ,]o este punto de vista
los resultados son perfectos, excepto en los casos excepcionales en qne
después de mucho tiempo han reaparecido los dolores obligando á la cas-
tración.
Reñejos genitales y virilidad. — Para qne sean conduyentes las obserra-
ciones, deben serlo en ectopias bilaterales. Parecen dar resultado las inter-
venciones bajo el punto de vista del desarrollo macroscópico del testículo
á condición de que la intervención se practique antes de la pubertad.
237
En U mayoría de loB caaos paralelamente al deBenvolvimiento del teati-
cnlo erolnoiODa la yirilidad.
Fecundación,-^ TSo existe ninguna obserración en la que un enfermo es-
téril antes de la interrención sea fecundo después de ella, y no sólo eso,
sino que analizado el semen no se encuentra en él espermatozoides.
Tratamiento de las comp/icocfotMff.— Las eomplicaeumes dolaroeas son, pro-
piamente hablando, un síntoma un poco anormal que exige la intervención,
siendo la orquidopexia el tratamiento de elección cuando se puede hacer
descender el testículo, y cuando esto no es posible hay que recurrir á la
castración.
Estrangulación dé la hernia concomitante, — Las complicaciones que pue-
den sobrevenir por la hernia que acompaña á la ectopia reclaman de ordi*
nario una conducta radical. En efecto, como ha hecho notar Moliere, la
estrangulación tiene por causas en estos casos múltiples bridas, necesitan:^
do una abertura amplia del conducto inguinal, complicando el testículo
ectopiado las maniobras hasta tal punto que en la generalidad de los casos
es necesario la castración.
Los accidentes por la toreión revisten de ordinario forma tan grave, que
necesitan la castración, excepto en loe casos en que se puede intervenir
pronto, esto es, autos que el esfacelo amenace la vitalidad del testículo. En
las torsiones muy pronunciadas, cuando existen adherencias muy numero-
sas, se está obligado á quitar todo por la doble razón de que la disección
es muy difícil y la imposibilidad de liberar el testículo para hacerle des-
cender, y sobre todo por estar muy comprometida la vitalidad de la
glándula.
Bi la torsión es poco acentuada y los elementos del cordón están en es-
tado de congestión sin esfacelo alguno, es necesario obrar como en los
casos ordinarios.
Inñamadón.-^loíB inflamaciones del testículo en ectopia son en algunas
ocasiones causa de accidentes difíciles de precisar y que necesitan la inter-
vención quirúrgica.
En los casos de orquitis con estrangulamiento testicular, si los síntomas
son de gravedad media, se puede recurrir á los medios más sencillos, re-
poso, hielo, cataplasmas, bafioe, sanguijuelas, etc., y si no retroceden los
accidentes rápidamente, es necesario intervenir.
La punción de la vaginal distendida ha mejorado y curado algunos enfer-
mos, pero es necesario en general incindir la región donde está alojada la
glándula inflamada, con lo cual se podrá reconocer si existen lesiones del
intestino.
Si el testículo ectopiado está acompafiado de hidrocele^ se impone la in-
tervención quirúrgica. No puede ser defendido el tratamiento por la pun-
ción, siendo necesario la cura radical.
La degeneración del teeticulo ectopiado es la complicación, en la que está
más indicada la Castración, siendo necesario operar lo más pronto y am-
pliamente posible. — M. Abqubllada.
(Continuará),
236
con adherencias que haría imposible UeTarloálae boleas; y siendo más
diecntible si en las retroparietales se debe interrenir, oosa qne no cree %l
ponente.
St^étoa en que ee debe practicar la orquidopexia» — Todo snjeto qne tíene
falta de descenso testicnlar sólo y la glándula se encnentre detenida en el
conducto ingaínal, debe operarse y hacer la fijación ementa del testiciilo,
teniendo el máximum de indicación en la época de la pubertad y debiendo
hacerse en los adultos con objeto estético.
Sujeto» que es necesario castrar, — Para esta operación es necesario tener
en cuenta la bilateralidad de las lesiones y la edad.
Guando el sujeto está en la segunda mitad de la TÍda no se debe tener
reparo en practicar la castración, pero en la primera mitad las indicaeio*
nes son las siguientes : dificultades anatómicas, lesiones consideraUee de
los elementos del cordón, sobre todo la atrofia del parénqnima.
Orquidopepsia, Procedimientos. — Para operar una ectopia taBÜcolar es
necesario descender el testículo y fijarlo.
Encontrado el testículo, su descenso debe ser el primer tiempo de toda
interyención de la ectopia, siendo muy numerosos y peligrosos los obstéen-
los que se oponen á este tiempo operatorio, porque si bien las adherencias
á la glándula y los residuos del gubernaculum son inconrenientes fáciles de
destruir, no ocurre lo mismo con la cortedad de los yasos y el cordón.
Bu 1902, Mignon presentó su ingenioso y audaz procedimiento, en el qne
preconizaba la sección completa de todos los elementos del cordón, excepto
el conducto deferente, con lo que quitaba el obstáculo taseular ganando
Tarios centímetros.
El alargamiento del conducto deferente por los procedimientos de Bíd-
wed y Wood es menos aceptable que el procedimiento de Mignon.
Pasando rerista á los métodos empleados para fijar el testículo, dednee
quQ si se fija á las bolsas los puntos de sutura pueden dar origen á la in-
fección de la glándula y del escroto, y qne como el punto perftva la albu-
gínea puede producir complicaciones serías.
No cree debe fijarse el testículo al del otro lado, porque no se debe ezpch
ner la glándula sana á complicaciones.
En cuanto á los procedimientos ideados para hacer la extensión coatí*
nua, si bien son muy ingeniosos, en la mayoría de loe casos no producen
utilidad alguna.
La fijación del cordón es un procedimiento más quirúrgico y más digno
de confianza, siendo el mejor el de restaurar el conducto inguinal por el
procedimiento de Bassini y fijar en esta restauración el conducto deferente.
Para las ectopias anormales no hay procedimientos, por ser atipicce.
*' Resultados funcionales. — Fenómenos dolorosos*— Ba}0 este punto de rísia
los resultados son perfectos, excepto en los casos excepcionales en que
después de mucho tiempo han reaparecido los dolores obligando á la cas-
tración.
Refinos genitales y virilidad, — Para que sean concluyentee las obserra*
clones, deben serlo en ectopias bilaterales. Parecen dar resultado las intsr-
▼enciones bajo el punto de rista del desarrollo macrosoópioo del UMsolo
á condición de que la interyención se practique antes de la pubertad.
238
BSAL SOCIEDAD MEDIOÓ-QUIBÚBQIOA DE IX>NDBB8
8e»i¿n da día 28 de Oe(tt6r« de 1906 (1).
Oilttaelén d«l etrazón. — El Dr. A. M. Gossage dijo que la dilatación del
corazón depende de la pérdida de tonicidad de bus fibras masculares. La
contracción cardiaca es de origen muscular. Las propiedades del miocardio
son la excitación rítmica, la excitabilidad, la conductibilidad, la contrac-
tilidad y la tonicidad, que pueden aumentar ó disminuir por el influjo
nervioso ó por otras causas y afectarse aisladamente. La contracción prin-
cipia en los grandes troncos venosos; igual que la excitación puede produ-
cirse con mayor rapidez en este punto, pero es posible estudiar el ritmo en
los yentriculos, para lo cual basta excitarlos artificialmente con la rapidez
necesaria. La dilatación cardiaca es debida á la disminución de tonicidad
y está asociada con un aumento en la energía de la excitación, de la exci-
tabilidad y quizá de la contractibilidad. La tonicidad puede ser aumen-
tada por ciertos medicamentos, por ejemplo, la digital. Este aumento es
seguido de disminución del grado de la excitación, de la excitabilidad y,
en ciertos casos, de la contractilidad y conductibilidad.
El origen del ritmo cardiaco normal en las grandes venas se explica por
la tonicidad excesiva de los ventrículos, que supera á todas las demás pro*
piedades del miocardio, lo que hace que la excitación se produzca con gran
lentitud. Al perder la tonicidad los ventrículos se hacen más excitables
que el resto del corazón, lo que origina los sístoles extraventriculares, y
con la pérdida excesiva de la tonicidad la excitación puede producirse con
mayor rapidez en loe ventrículos y el ritmo nace en ellos. La idea de que
la tonicidad es mayor en los ventrículos, se funda en el trabajo más consi-
derable que deben ejecutar y en los resultados de los experimentos practi-
Qados con la antiarina, la que obra sobre los ventrículos con mucha mayor
energia que sobre el resto del corazón ; la antiarina obra principalmente
aumentando la tonicidad.
El Dr. A. Moriaon cree que la dilatación cardiaca es debida á la pérdida
de tonicidad del miocardio, pero esta teoría no es nueva. 8u causa no se
ha precisado aún. En la función de cada viscera interviene más de un
factor. La pérdida de la tonicidad coincide siempre con trastornos del
riego sanguíneo y de la inervación. Los órganos de función más rítmica
son los que mejor provistos están de elementos nerviosos. No cree que la
contracción cardíaca sea de origen miógeno.
El Dr. E. /. SpriggB dijo que la dilatación cardiaca es debida á más de
un factor mecánico.
El Dr. J. Hay negó que cuando aumenta la tonicidad disminuyan las
demás funciones. La disolución sódica, transfundida á través del corazón,
se ha demostrado que aumenta, no sólo la tonicidad, sino también la fre-
cuencia de las contracciones de este órgano. Las disoluciones poco con-
centradas de digital, empleadas de la misma manera, hacen primero más
(i)¿Prímera del enno académieo aotoal.
239
leátfts estas oontraociones, después más rápidas j por último más fuertes.
La lentitud de las oontracoiones se ha demostrado que es debida á la acción
*del medicamento sobre las terminaciones cardíacas terminales del neumo-
gástrico. No puede apreciarse si la tonicidad es de igual naturaleza que la
contractilidad.
El Dr. Wenckebiieh dijo que era partidario de la teoría miógena. ¿Onál
es el excitante de la contracción cardiaca? ¿Procede dé los nerrios ó del
miocardio? Las propiedades del miocardio pueden alterarse independiente-
mente una de otra. No se ha demostrado que la pérdida de tonicidad sea
el término final de toda acción cardíaca; no es una cualidad bien definida,
V se desconoce la relación de la tonicidad con la contractilidad.
(Tké BriHsh Med. Joumal)- — F. Tolbdo.
PERIÓDICOS
Peligres de la punsióii de les quistes de equlnscsees. — El Dr. Zickelbaeh
refiere dos casos en que la punción de quistes de equinococos fué seguida
de síntomas graves. En el primero (equinococo del pulmón derecho) á la
hora de haber practicado la punción sobrevinieron opresión, disnea, náu-
seas y debilidad de la función cardíaca; al poco tiempo elevación de tem-
peratura 7 sofiolencia,' y á las nueve horas de la punción falleció el enfermo.
En el segundo caso (equinococo del hígado), la intervención quirúrgica
fué seguida más rápidamente aún de síntomas todavía más graves, y aunque
se procedió en el acto á operar al enfermo, no sólo no se alivió éste, sino que
se agravaron los síntomas y acarrearon la muerte al quinto día.
En estos casos, los graves síntomas que se presentan deben reconocer por
causa la toxicidad del líquido quistico.
( Wiener Klin, Wochenachrift), — R. dbl Vallb.
Tratimlente de la angina de pecho. — Lo primero que debe procurarse en
estos casos, dice el Dr. G. A. Oibson, es descubrir la causa productora
para suprimirla á ser posible. Entre las causas que ocasionan la angina de
pecho 'merecen citarse la distensión abdominal, los trastornos de la circu-
lación pulmonar y la supresión de las secreciones cutánea y renal, que obran
aumentando la presión sanguínea. Durante el acceso es necesario aliviar al
enfermo lo antes posible, siendo importantísimos los medicamentos que
rebajan la presión sanguínea, por ejemplo, los nitritos y los yoduros. El
más eficaz de todos por la rapidez de su acción es el nitrito de amilo. El
nitrito de butilo y el yoduro de etilo en inhalaciones á la dosis de 5 go-
tas, son también eficaces. Tienen el inconveniente de provocar cefalalgia
y malestar. El Dr. Oibson recoinienda, como medicación eficaz contra el
ataque de angina de pecho, la asociación del yoduro de etilo y del clorofor-
mo ; pueden administrarse en cápsulas á la dosis de 5 gotas del primero,
por 10 del segundo. Son útiles también los estimulantes, alcohol» acetato
240
ftmónioo, etc., y el calor aplicado sobre el pecho« El enfermo se coloeaié
de modo que respire con comodidad aire, lo m&s puro posible.
£d los interyalos de los ataques se emplea qd régimen qne STite la fia**
tnlencia. £1 enfermo hará ejercicio moderado (en caso de imposibilidad
será sometido al amasamiento), editando el trabajo intele<}taal excesiyo.
El tratamiento farmacéatico raría según la causa. En las anginas de cau-
sa orgánica se emplean los yoduros asociados al arsénico, para evitar el yo-
dismo. Para rebajar la presión sanguínea se usan loe yasodilatadores. La
nitroglicerina es de gran utilidad. 6i se observan síntomas de debilidad del
corazón se emplean los tónicos cardiacos, por ejemplo, el estrofanto eom*-
binado con la nuez TÓmica, y se obliga al enfermo á permanecer en repoao.
En la angina de pecho refleja, después de areriguada y suprimida la
causa, cuando es posible, se administran los bromuros, que disminuyen la
irritabilidad nerviosa. 6i la enfermedad reviste la forma vasomotora, los
medicamentos más útiles son los nitritos. El Dr. Oibson ha empleado con
éxito el extracto tiroideo en un caso de angina de pecho que presentaba
síntomas análogos á los de la enfermedad de Rayoaud.
{Thé PraeUtkmer, septiembre 1906). — F. Toledo.
Intexieasión eos el erteferme. — Refiere el Dr. A. Schmidtque en un caso
de úlcera de la pierna sumamente dolorosa, en que se empleó el ortoformo
como analgésico y antiséptico, cesaron los dolores á los pocos minutos, dn*
raudo esta calma unas diez horas. Habiéndose continuado con este trata-*
miento dos semanas, se desarrolló uña erupción de pápulas grandes y rojas
y de placas eritematosas por casi todo el cuerpo. La úlcera se volvió gan-
grenosa y la piel circundante se puso amarilla y edematosa. Al mismo
tiempo aumentaron considerablemente la temperatura y la frecuencia del
pulso, y se presentó cefalalgia. Todos estos síntomas se aliviaron tan pros*
to como se suprimió el ortoformo.
(Montreal med. jaumai). ^ B. del Vallb.
Tratamiente abertivs de Iss ffsrúnesles.— El tratamiento abortivo délos
forúnculos recomendado por el Dr. A. Vikentiev es eficacísimo, según este
autor. Consiste en jabonar enérgicamente el forúnculo con la tintura de
jabón potásico; luego se lava con alcohol de 40 á 50 grados y se extiende
sobre la lesión una capa, lo más delgada posible, de algodón hidrófilo em-
papado en el mismo alcohol empleado para el lavatorio. El algodón se deja
aplicado hasta que se evapora por completo el líquido. Después se jabona de
nuevo el forúnculo, pero esta vez se deja la espuma jabonosa y no se aplica
cura alguna. En la mayor parte de los casos, basta una intervención de eeie
género para que aborte el forúnculo, si no ha supurado. Otras veces es
preciso repetir el tratamiento, que es eficaz, aunque el forúnculo haya sa-
purado, porque hace más breve el período de supuración.
(Eev. di Ur. medico- chirurgicaU^ 1.® octubre 1906).— F. Tolbdo.
REVISTA,
MEDICINA Y cirugía PRÁCTICAS
. NOTAS CLÍNICAS
DOCTOR D. RAFAEL DEL VALLE Y ALDABALDE
Médico de número, por opoelelóa, del HoepiUl provineUl de Madrid.
I. ün caso de erisipela. — IL ün caso de pielitis del embarazo»
N. N., de diecisiete años, natural y vecino de Madrid, dependien-
te de comercio, de constitución bastante robusta y de muy buena sa-
lud habitual, cayó enfermo con una angina ligera, de forma al pa-
recer catarral, el 17 de septiembre de 1906. '
En sus antecedentes personales y en Ios-de su familia, no habla
ningún dato que pudiera relacionarse con el padecimiento referido
ni tampoco con el que sobrevino después: Pues es el caso que á los
tres dfas de iniciada la angina se presentó un brote de erisipela en
el carrillo derecho.
Como se trata de un enfermo que no asistí desde el primer mo-
mento, no he podido llegar á averiguar si la afección erisipelatosa
se debia considerar como consecuencia ó propagación de la angina
ó como dolencia que por Casualidad sobrevino después de esta últi-
ma. Me inclino, sin embargo, á la primera hipótesis, no sólo porque
es sabido que hay erisipelas, y yo he visto algún otro caso de éstos,
que se inician por una afeccióp tonsilar, sino también y muy prin-
cipalmente porque la afección bucofaríngea persistió aun después
de iniciada la erisipela. De todas suertes, esta última tampoco pre-
sentó nada de particular en todo su curso. Más aún, no obstante la
gravedad que el caso llegó á adquirir, la afección cutánea, ni por su
intebsidad ni por su duración— unos ocho días— ni por su extensión,
Afio XXX.— Tomo LXXIII.-Núm. 0S5.-flI Noviembre, 1905. 19
242
difirió de otras machas que eTolacionan sin ningún síntoma alar-
mante. Y hasta se ven casos de erisipelas localmente de peor aspec-
to y con síntomas generales mucho más benignos que los del caso
actual.
Tratada la enfermedad con embrocaciones de colodión ictiolado,
y para combatir la fiebre, que nunca llegó á 40^, con la quina y la
quinina, no revistió gravedad en los tres ó cuatro primeros dias;
mas pasado este plazo, el delirio alto y persistente, el estupor y el
aplanamiento hicieron temer por el éxito finaUy motivaron de parte
de la familia la reclamación del concurso de algún otro colega para
la asistencia del paciente. Llamado por esta causa, propuse, y fué
aceptada mi propuesta, el empleo del clora! para hacer dormir al
enfermo, á fin de proporcionar á su sistema nervioso siquiera el des-
canso nocturno, tan reparador en todos los estados, y más princi-
palmente en los de excitación continua, sea la que fuere su causa.
Al proponer el hidrato de doral, no obstante venir quedando un
poco relegado al olvido este medicamento de algún tiempo á esta
parte, me indujeron á ello las consideraciones siguientes: Primera-
mente su solubilidad, que le hace más pronto y fácilmente absorbi-
ble que muchos de los hipnóticos modernos insolubles ó poco menos,
y en segundo término el hecho de que esta misma cualidad favorece
su administración en forma líquida, ventaja no pequeña en los enfer-
mos que se resisten á tomar toda clase de medicamentos. Respecto
al temor de afectar al corazón, temor que tiene mucho menos funda-
mento del que se ha supuesto, pues administrando el doral con pru-
dencia no sobreviene por tal motivo el menor percance, había para
desecharle en el caso actual las circunstancias favorables de tra-
tarse de un joven sano y robusto, y muy principalmente la de que
la acción del corazón se mantenía enérgica, pues el pulso no era
excesivamente frecuente y se conservaba regular y lleno.
Mas como quiera que á pesar de haberse logrado, aunque nada
más que en parte, el efecto de hacer dormir al enfermo, continuaba
el delirio alto y persistente y el estado adinámico, se pensó en el sue-
ro antiestreptocócico, y mientras éste se adquiría, en la hidroíe-
rapia.
No era muy alta la temperatura, como ya se ha dicho, pero sí
muy sostenida, pues aun por la mañana apenas bajaba algún día
de 39^ pero es sabido que los baños en las enfermedades febriles no
se usan tan sólo pera rebajar el calor. Obran también manteniendo
la función de la piel, activando la diuresis y como tónicos y á la vez
243 ^
redantes del sistema nervioso; mo ti vos», sobre todo el último, más
que suficientes para decidirme á proponer un baño á la caída de la
tarde, el primer dfa de 30^ centígrados y diez minutos de duración,
y los días siguientes de 28^ centígrados y la misma permanencia en
•el agua.
El efecto de la balneación fué evidente, pero poco duradero. La
<salma que el agua fría proporcionaba al sistema nervioso era bas-
tante pasajera, y una vez disipado el efecto benéfico, la situación
•era la misma que antes, mejor dicho, cada día era- peor que el an-
terior. '
Como á todo esto no fué posible adquirir un suero estreptocócico
^e confianza, me resolví á emplear otros dos medios : el gorro de
tiieio y las sanguijuelas al ano; estas últimas tan sólo una noche.
' Pensar que el delirio febril pueda ser ocasionado por la conges-
tión cerebral, no se me ocurrió ni por un solo momento. Hoy es la
opinión corriente, y á ella me adhiero sin restricción alguna, la de
^ue el delirio en estos casos es de origen' tóxico-infeccioso. Las to-
xinas, cuya existencia hay que admitir por lo que nos enseña la
experimentación, m^s aún que. por lo que nos dice la clínica, son,
«in duda, la causa fundamental del trastorno nervioso febril, asi
como de otros muchos de los que sobrevienen en el curso de las pi-
rexias. La elevación de temperatura no debe ser, sin embargo, aje-
na á la génesis de tales trastornos y en especial del delirio, puesto
que lo mismo en el caso actual que en otros muchos análogos, basta
un descenso térmico provocado por la hidroterapia, y, aunque no
tanto, por otros medios, para hacer desaparecer el delirio ó dismi-
nuir por lo menos su intensidad. Y no es de creer que^bre el des-
censo térmico neutralizando toxinas; por hoy, al menos, no hay ra-
2ón suficiente para pensar asi. Parece lo más natural suponer que
gracias al descenso de temperatura, el cerebro se hace menos im-
presionable á la acción de los principios tóxicos de origen infec-
•cioso.
Sólo por no ser incompleto, no quiero dejar de decir que acaso se
haya tratado en este enfermo de un individuo de esos que deliran
■aun teniendo poca fiebre. Pero no hay que olvidar tampoco que no
era sólo el delirio lo que alarmaba, sino, sobre todo, el estado de
adinamia que coincidía con él.
Ahora bien, si interpreto el delirio como producido por la infec-
ción y no por la congestión cerebral, ¿por qué razón creí útiles las
emisiones sanguíneas á las márgenes del ano? Pues sencillamente
230
y que los indiyidaoB palúdicos pueden importar la eDÍermedad á localida-
des hasta entonces salubres, si en ellas existen anopheles y las condiciones
climáticas son favorables. Los partidarios de la doctrina anophélica no
tienen necesidad de menospreciar las ensefianzas del pasado; al contrario,
por mi parte, me he esforzado en demostrar que aquélla estaba de acuerdo
con éstas. La temperatura tiene una influencia considerable sobre la evo-
lución de la endemo-epidemia palúdica, lo cual concuerda muy bien con
nuestros conocimientos actuales acer/sa del papel de los mosquitos en la
propagación del paludismo. La influencia bien conocida de las lluvias
abundantes sobre la recrudescencia de la endemia palustre, se explica tam-
bién porque dichas lluvias multiplican los depósitos de aguas estancadas
propicias al desarrollo de los mosquitos. La doctrina anophélica confirma
y explica por qué conviene huir, en los países palúdicos, de las hondonadas
y establecerse en las alturas; los anopheles prefieren los valles hondos, don*
do el aire circula mal, y la vecindad de las corrientes de agua, y en cambio
huyen de las alturas bien ventiladas. La seguridad de que se goza en el
centro de las poblaciones, mientras el paludismo devasta los campos veci-
nos, también se explica fácilmente, puesto que se sabe que los anopheles
penetran rara vez en el centro de las aglomeraciones urbanas. De antiguo
se sabe que en pais palúdico es peligroso salir de noche y, sobre todo, dor-
mir al aire libre, lo cual explica la doctrina anophélica, puesto que estos
mosquitos no pican más que por la tarde ó durante la noche, y ios que
duermen están más expuestos á las picaduras de los mosquitos que ios que
están despiertos, puesto que no se defienden contra dichos insectos.
En resumen: ninguna de las objeciones hechas á la doctrina anophélica
es irrefutable; ninguno de los hechos invocados por el Dr. Kelsch demues-
tra la necesidad de admitir, aparte de la transmisión por ios anopheles,
otro medio de propagación del paludismo. A los experimentos rigurosísi-
mos, que no permiten poner en duda el papel de los anopheles, los parti-
darios de la etiología telúrica no oponen más que he^os poco precisos y
antiguos, lo que hace toda investigación etiológica imposible. Esto no
quiere decir que nada quede que añadir á las recientes adquisiciones de la
ciencia ; sería muy presuntuoso y muy imprudente el que declarara que las
' condiciones en las cuales se propaga el paludismo no retienen ningún secre-
to para nosotros. — Godina Gastkllví.
SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
Séaién del dia 16 de Octubre dé 1906,
Invaginación intestinal infantil. — El Dr. Eirmisson: En prueba de que la
operación debe ser precoz en el niño, según recomendaba en la sesión an-
terior, citaré el caso de una niña de veintiún meses que ingresó en mi clíni-
ca esta semana. La enfermita tuvo enteritis en agosto y en septiembre. El
6 del mes actual presentó fiebre, dolores abdominales, y dos días después
expulsó sangre por el ano. Al día siguiente los accidentes se agravaron,
231
complicándose con vómitos ; fué conducida al hospital en estado grare. Se
practicó sin perder tiempo la laparotomía, descubriéndose una inyagina-
ción en el lado izquierdo, la que se corrigió fácilmente y sin que hubiera
esfacelo intestinal. 8in embargo, la nifia murió diez horas después de la
operación, que se practicó á las cuarenta y cinco de principiar los acciden-
tes. Este retrajo fué sin duda la cansa de la muerte.
Nunca se repetirá bastante que es preciso operar sin perder tiempo, como
se hace en la hernia estrangulada y las apendicitis y el éxito será así satis-
factorio.
ApendlcscUmli.-^El Dr. Broca: El profesor Dieulafoy n^ ha comuni«
cado la obserración de un hombre de veintitrés años, operado después del
tercer ataque de apendicitis. La operación fué fácil y la herida curó sin
supurar. A los trece días de operado este enfermo el Dr. Dieulafoy observó
un ligero derrame de serosidad san^^uinoienta en un punto de la cicatriz, y
descubrió además flebitis del miembro inferior izquierdo. Estas flebitis del
miembro inferior se han interpretado de distinto modo. El Dr. Dieulafoy
cree que puede culparse á la movilidad relativa en que se deja al miembro
inferior izquierdo durante las curas y el periodo de reposo. He observado
varias veces esta complicación después de kelotomías practicadas en el
lado derecho; desconozco el motivo y el invocado por nuestro colega es
discutible.
El Dr. RouTiEB : El afio anterior operé una apendicitis pasado el perio-
do de agudeza. La operación duró sólo unos cuantos minutos, y no hubo
después fiebre. A los ocho días separé los hilos de sutura, y á las pocas ho-
ras la enferma, una joven, presentó accidentes graves de embolias, sin que
se hubiera observado el menor indicio de flebitis. Tres días después hubo
un nuevo ictus que se repitió á los ocho días; finalmente se presentaron
signos de flebitis, primero en el lado izquierdo y después en el derecho, y
en cuanto adquirieron su máximum de desarrollo cesaron las crisis.
El Dr. Pothbrat: No he observado más que un caso de flebitis después
de la apendicectomía. El enfermo, de cuarenta y cinco años, tenía un foco
purulento considerable y flebitis doble que había principiado en el lado iz-
quierdo. Esté caso era de origen infeccioso indudable.
El Dr. Tdffibr: Como la flebitis es manifestación de una enfermedad
general, no debe sorprender que aparezca en el lado izquierdo, porque sa-
bemos que en estas enfermedades es dicho lado el que se interesa. Convie-
ne manifestar que dichas flebitis son de ordinario tan poco intensas que sue-
le desconocerse su existencia.
El Dr. Lbgubu: Creo que es necesario distinguir las flebitis que sobre-
vienen en el curso de las grandes infecciones, de las que aparecen más ó
menos tiempo después de una apendicectomía operada en frío, operación
que es en general simple y no exige maniobras complicadas; en estas con-
diciones sorprende la flebitis. No he observado más que dos ejemplos. Res*
pecto á la etiología la desconozco en absoluto.
El Dr. Eiumisson: Esta complicación es rarísima en la infancia; jamás
la he observado. A propósito de la etiología recuerdo haber leído que cier-
to autor alemán culpa á ana herida de la vena epigástrica.
El Dr. Routier: Es fácil invocar la infección, pero es difícil probar su
230
y que los individuos palúdicos pueden importar la enfermedad á localida-
des hasta entonces salubres, si en ellas existen anopheles y las condiciones
climáticas son favorables. Los partidarios de la doctrina anophólica no
tienen necesidad de menospreciar las enseñanzas del pasado; al contrario,
por mi parte, me he esforzado en demostrar que aquélla estaba de acuerdo
con éstas. La temperatura tiene una influencia considerable sobre la evo-
lución de la endemo-epidemia pahídica, lo cual concuerda muy bien con
nuestros conocimientos actuales acer/sa del papel de los mosquitos en la
propagación del paludismo. La influencia bien conocida de las lluvias
abundantes sobre la recrudescencia de la endemia palustre, se explica tam-
bién porque dichas lluvias multiplican los depósitos de aguas estancadas
propicias al desarrollo de los mosquitos. La doctrina anophélica confirma
y explica por qué conviene huir, en los países palúdicos, de las hondonadas
y establecerse en las alturas; los anopheles prefieren los valles hondos, don-
do el aire circula mal, y la vecindad de las corrientes de agua, y en cambio
huyen de las alturas bien ventiladas. La seguridad de que se goza en el
centro de las poblaciones, mientras el paludismo devasta loe campos veci-
nos, también se explica fácilmente, puesto que se sabe que los anopheles
penetran rara vez en el centro de las aglomeraciones urbanas. De antiguo
se sabe que en país palúdico es peligroso salir de noche y, sobre todo, dor-
mir al aire libre, lo cual explica la doctrina anophélica, puesto que estos
mosquitos no pican más que por la tarde ó durante la noche, y los que
duermen están más expuestos á las picaduras de los mosquitos que los que
están despiertos, puesto que no se defienden contra dichos insectos.
En resumen: ninguna de las objeciones hechas á la doctrina anophélica
es irrefutable; ninguno de los hechos invocados por el Dr. Kelsch demues*
tra la necesidad de admitir, aparte de la transmisión por loe anopheles,
otro medio de propagación del paludismo. A los experimentos rigurosísi-
mos, que no permiten poner en duda el papel de los anopheles, los parti-
darios de la etiología telúrica no oponen más que he<?hos poco precisos y
antiguos, lo que hace toda investigación etiológica imposible. Esto no
quiere decir que nada quede que añadir á las recientes adquisiciones de la
ciencia ; sería muy presuntuoso y muy imprudente el que declarara que las
' condiciones en las cuales se propaga el paludismo no retienen ningún secre-
to para nosotros. — Godina Gastkllví.
SOCIEDAD DE CIRÜQÍA DE PARÍS
S€»%ón del día 16 de Octubre dé 1906.
Invaginación intestinal infantil. — El Dr. Eibmisson: En prueba de que la
operación debe ser precoz en el niño, según recomendaba en la sesión an-
terior, citaré el caso de una niña de veintiún meses que ingresó en mi clíni-
ca esta semana. La enfermita tuvo enteritis en agosto y en septiembre. El
6 del mes actual presentó fiebre, dolores abdominales, y dos días despaés
expulsó sangre por el ano. Al día siguiente los accidentes se agravaron,
231
oomplicándose con vómitos ; fué conducida al hospital en estado grare. Se
practicó sin perder tiempo la laparotomía, descubriéndose una inyagina-
ción en el lado izquierdo, la que se corrigió fácilmente y sin que hubiera
esfacelo intestinal. 8in embargo, la nifia murió diez horas después de la
operación, que se practicó á las cuarenta y cinco de principiar los acciden-
tes. Este retrajo fué sin duda la causa de la muerte.
Nunca se repetirá bastante que es preciso operar sin perder tiempo, como
se hace en la hernia estrangulada y las apendicitis y «1 éxito será asi satis-
factorio.
Apendieeotsmii.— El Dr. Bbooa: El profesor Dieuiafoy n^ ha comuni«
cado la obseryación de un hombre de veintitrés años, operado después del
tercer ataque de apendicitis. La operación fué fácil y la herida curó sin
supurar. A los trece dias de operado este enfermo el Dr. Dieuiafoy observó
un ligero derrame de serosidad san^^uinolenta en un punto de la cicatriz, y
descubrió además flebitis del miembro inferior izquierdo. Estas flebitis del
miembro inferior se han interpretado de distinto modo. El Dr. Dieuiafoy
cree que puede culparse á la movilidad relativa en que se deja al miembro
inferior izquierdo durante las curas y el periodo de reposo. He observado
varias veces esta complicación después de kelotomias practicadas en el
lado derecho; desconozco el motivo y el invocado por nuestro colega es
discutible.
El Dr. RouTiEB : El afio anterior operé una apendicitis pasado el perío-
do de agudeza. La operación duró sólo unos cuantos minutos, y no hubo
después fiebre. A los ocho días separé los hilos de sutura, y á las pocas ho-
ras la enferma, una joven, presentó accidentes graves de embolias, sin que
se hubiera observado el menor indicio de flebitis. Tres días después hubo
un nuevo ictus que se repitió á los ocho dias; finalmente se presentaron
signos de flebitis, primero en el lado izquierdo y después en el derecho, y
en cnanto adquirieron su máximum de desarrollo cesaron las crisis.
El Dr. Potbbrat: No he observado más que un caso de flebitis después
de la apendicectomía. El enfermo, de cuarenta y cinco años, tenía un foco
purulento considerable y flebitis doble que había principiado en el lado iz-
quierdo. Esté caso era de origen infeccioso indudable.
El Dr. Toffibr: Como la flebitis es manifestación de una enfermedad
general, no debe sorprender que aparezca en el lado izquierdo, porque sa-
bemos que en estas enfermedades es dicho lado el que se interesa. Convie-
ne manifestar que dichas flebitis son de ordinario tan poco intensas que sue*
le desconocerse su existencia.
El Dr. Lbgubu : Creo que es necesario distinguir las flebitis que sobre-
vienen en el curso de las grandes infecciones, de las que aparecen más ó
menos tiempo después de una apendicectomía operada en frío, operación
que es en general simple y no exige maniobras complicadas; en estas con-
diciones sorprende la flebitis. No he observado más que dos ejemplos. Res-
pecto á la etiología la desconozco en absoluto.
El Dr. KiitMiSBOK: Esta complicación es rarísima en la infancia; jamás
la he observado. A propósito de la etiología recuerdo haber leido que cier-
to autor alemán culpa á ana herida de la vena epigástrica.
El Dr. RouTiflK: Es fácil invocar la infección, pero es difícil probar su
232
influencia etiológica. En ciertos casos que he obserrado las extirpaciones
del apéndice no faeron seguidas de incidente alguno.
ElDr. GHtihabd: Me ha sorprendido oir afirmar que estas flebitis post
apendicnlares son raras. Quizá ocurra asi en la infancia pero no en la edad
adulta, uno de mis discípulos ha reunido en su tesis gran número de ob-
servaciones de flebitis anteriores ó posteriores á la apendicectomia, algu-
nas seguidas de embolia y de muerte. Recuerdo una operación de este gé-
nero practicada en frió; el enfermo murió de repente á consecuencia de
una embolia. Este caso debe incluirse en el grupo de las flebitis infecciosas
profundas.
El Dr. Walthkr: He observado pocas reces estas flebitis en las grandes
infecciones apendicnlares. Pero en las infecciones ligeras consecutivas á la
apendicectomia practicada en frió, son frecuentes y se manifiestan por sín-
tomas acentuados, á veces sin que haya.habidó elevación de la temperatura
ni supuración de la herida. Son flebitis subagudas más frecuentes á la iz-
quierda. No me sorprende que se desconozca muchas veces su existencia.
He visto en tres casos sobrevenir la muerte por embolia diez días después
de la operación, cuyas consecuencias fueron apiréticas. Conozco otro caso
que terminó por la muerte, aunque no se practicó la apendicectomia.
El Dr. Fblizbt: En la infancia, la flebitis post apendicnlar es rarísima.
El Dr. Broca : Todos estamos de acuerdo acerca de este último punto. En
el único caso que he observado había exudación de la herida, lo que hace
suponer una infección. Cuanto á la etiología, se desconoce ; el hecho de que
las enfermedades generales afectan de preferencia el lado izquierdo y ha-
cen del hombre dos mitades, hasta cierto panto independientes, es inne-
gable ; la hipótesis de una infección de la vena epigástrica no explica todos
los casos.
Utilidad de la reparacién en des tiempes de les traumatismes del candiste
uretral. — El Dr. Lbgubü : En las rupturas de la uretra se aconseja suturar
el conducto uretral. Es lo que se hace siempre. Ahora bien, si se analizan
los resultados lejanos que se obtienen así, se observa que son casi siempre
defectuosos. Lo he comprobado en un gran número de casos. Con la inter-
vención inmediata se obtiene la reunión, por primera intención, de la piel,
y en gran parte del conducto uretral ; pero cuando se suprime la sonda per-
manente queda un trayecto fistuloso, los tejidos se impregnan de orina, y
á consecuencia de esta impregnación se forman nudosidades y callosidades
y una estrechez tan acentuada del conducto, que á los dos ó tres meses es
imposible practicar el cateterismo. Es la regla, según he observado muchas
veces en enfermos que habían sufrido en vano varias operaciones reparado-
ras ó en otros que ingresaron en el hospital algunos meses después del acci-
dente.
Para subsanar este inconveniente puede hacerse la reparación en dos
tiempos: en el primero se buscan los dos cabos de la uretra y seles fija en
la piel. El posterior es á veces difícil de encontrar, y en este caso se prac-
tica el cateterismo retrógrado, que no agrava la situación, y durante algu-
nas semanas se deja al enfermo orinar por la herida. Después, en un segun-
do tiempo, se cortan dos colgajos laterales y se forma un conducto
tegumentario interpuesto entre los dos extremos de la uretra. Procediendo
233
Mi Be enU U infiltración de loe tejidos y la formación nlterior de una es*
trechez. El periné queda flexible, sin induraciones y. se asegura la ouración
defínitir^. Los resultados ^superficiales y profundos son excelentes.
El Dr. Bazt: No creo que esta conducta deba generalizarse^ Aunque en
algun9S casos no debe intentarse, como hacemos todos hace mucho tiempo,
practicar la sutura inmediata de la uretra, en otros puede practicarse sin
inconreniente. He procedido asi Tarias veces y las consecuencias han sido
satisfactorias; lo mismo ha sucedido con ciertas estrecheces traumáticas.
Algunas de ellas son análogas á ciertas estrecheces blenorrágicas, que es
imposible curar por la dilatación. Sabemos, por otra parte, que es posible
extirpar yarios centímetros de tejido indurado, y obtener, no obstante,
buenos resultados.
El Dr. Fklizbt: Todossabemos que á reces es difícil encontrar, entre
los tejidos inflamados, el cabo posterior de la uretra. Deseo preguntar
al Dr. Leguen cómo consigue encontrar dicho cabo y fijarlo á la piel.
El Dr. Liousü: He encontrado siempre el cabo posterior sin emplear
procedimiento alguno especial, excepto en un nifio. Si es imposible encon-
trarle, practico el cateterismo retrógrado. Responderé al Dr. Bazy que me
refiero principalmente á las rupturas totales de la uretra y á las grandes
pérdidas de substancia. Mis resultados han sido buenos.
El Dr. Fblizk^: tíigo creyendo, como consecuencia de mis comprobado •
nes en el cadáver y en el niño, que no es posible encontrar el cabo poste-
rior de la uretra.
El Dr. Hartmakn : Acepto la opinión del Dr. Broca. Guando hay ruptura
de la uretra, la mayoría de ios cirujanos se contentan con incindir primero
el periné sin ocuparse de hacer el cateterismo retrógrado. Es imposible en-
contrar el extremo posterior del conducto uretral en medio de loe coá-
gulos.
El Dr. PomiSR: No soy partidario del cateterismo retrógrado; acabo de
practicarle hace tres semanas en un caso de ruptura de la uretra y de la
vejiga.
El Dr. Brooa: Este oaso es distinto, porque nos ocupamos ahora sólo de
las rupturas de la uretra.
El Dr. Laauxu : He hecho el cateterismo retrógrado en un niño que pre-
sentaré, obteniendo uno de mis resultados más brillantes.-— F. Toledo.
XIX CONGRESO FRANCAS DE CIRUGÍA'
Celebrado en Parie del L'^ al 6 de Octubre de 1906,
Cirugía do les gruesos troncos venosos. — El Dr. Lbjars (ponente) : La li-
gadura de los gruesos troncos renosos da resultados rariables, según los
casos; así, la de la Tena porta es fatalmente mortal; en seis casos que exis-
ten de ligadura de la yena cava inferior, cuatro curaron y dos fallecieron
á los pocos instantes, por lo cual es preferible, siempre que se pueda, re-
currir mejor á la sutura que á la ligadura, aunque sea lateral.
En las ligaduras de la subclaria, tronco braquiocefálico y yugular inter-
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A los niños se les asegura en el Orfelinato : alojamiento sano, vida
al aire libre, toda vez que se les dedica á la agricultura, alimenta*
ción higiénica y abundante, limpieza^ trabajo reglamentado y mo-
derado. A los trece años dejan de ir á la escuela y se les destina, se-
gún sus aptitudes, á jardinería, viticultura ó agricultura. El valor
de la estancia, incluyendo íq¿Lo gasto, no pasa de 1'25 francos.
Los resultados de esta vida han sido patentes. La tuberculosis es
casi desconocida en San Martín; sólo han muerto en tan largo pe-
ríodo cinco niños, tres de ellos tuberculosos; uno ingresó estando
enfermo, y otro estaba ya contaminado. Hoy, ante raros accidentes,
no se permite la entrada á los enfermos. Aparte de este efecto in-
mediato, la acción lejana, que es la más interesante, se ha revelado
favorablemente : de los niños salidos, sólo dos no han sido aprecia-
dos luego; de los demás, únicamente dos sucumbieron á la tubercu-
losis. Esta estadística, que abraza un largo período, quita importan-
cia á la heredopredisposicíón y autoriza para afirmar que las hijos
de tuberculosos^ educados en condiciones higiénicas convenientes^
ofrecen una probabilidad de supervivencia igual á 97 : 100.
De los 25 niños que había en el Orfelinato al hacerse el estudio, 20
son de origen tuberculoso, y sus hermanos, verdaderos testigos, han
sucumbido á la tuberculosis.
Estos datos, reveladores de una verdadera experimentación, son
en extremo elocuentes y confirman lo dicho por Grancher: cpara
combatir victoriosamente la tuberculosis en el obrero hay que ade-
lantarse á ella, no seguirla ».
Las colonias agrícolas son un medio tan eficaz como económico.
Añado que por su buena educación moral y profesional son solicita-
dos como obreros agrícolas.
IL La infección puerperal es causada ordinariamente por estrep-
tococos y contra ella hay hoy medios suficientes; siendo raros los
casos mortales, pero la producida por estafilococos, por fortuna in-
frecuentísima, es por regla general muy grave y contra ella esta-
mos casi desarmados. Un buen caso clínico de esta última variedad,
terminado en la muerte, ha sido narrado por el Dr. Lop, de Marse-
lla {Gaz. des hóp,^ 1906); una de sus características es la intensidad
y precocidad (horas) de la infección.
Con este motivo reúne todas las publicadas, quince, de las cuales
siete acabaron mal, ignorándose cómo terminaron cuatro de las
ocho restantes. Por fortuna, si la terapéutica es casi inútil, la pro-
filaxis, bien empleada, puede evitar infección tan sería.
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III. La diversidad de formas clínicas, la distinta evolución y gra»
vedad de la anemia anquilostomiásica, la falta de relación entre el
número de anquilostomas y el grado de la anemia y el prestigio de
que gozan hoy las intoxicaciones en toda suerte de padecimientos
infectivos, han traído al campo científico la hipótesis tóxica de la
anquilostomiasis. Bsta hipótesis fué iniciada desde poco después del
descubrimiento del parásito y ha sido objeto de numerosos estudios.
Si, como acto vital, vierte el anquilostoma una substancia tóxica
en el intestino, ésta puede obrar directamente sobre la sangre, des-
truyendo los hematíes, y sobre los órganos hematopoiéticos, inhi-
biéndolos y perturbando su función hasta el punto de.hacerlos insu-
ficientes para reparar las hemorragias, si es que no obra también
sobre el quimismo digestivo y produce una mala asimilación.
Los experimentos sobre la toxicidad de la orina y suero de los an-
quilostomiásicos; las investigaciones sobre los cambios nutritivos»
el poder hemolítico del suero, del jugo glandular de los enfermos
(Alessandrini) ó del cuerpo mismo del parásito, confirmaron, en prin-
cipio, la hipótesis, si bien divergieron en cuanto al modo de expli-
car la acción tóxica, admitida sencillamente por unos, tenida por
otros como hemolltica (Qabbi y Vadalá, Alessandrini, etc.)« por al-
gunos como inhibidora de la hematopoiesis (Schupfer y De Rossi);
sólo unos pocos niegan la influencia de la hemorragia, que es para
Liefmann la única causa de la anemia.
Desde otro punto de vista, experimentando con otros helmintos,
Weiland observó que el jugo de tenia entorpecía la acción de algu-
nos fermentos digestivos; pero este hecho no ha sido demostrado
para el anquilostoma.
Por último, ciertos fenómenos morbosos que aparecen en la hel-
mintiasis (enteritis por irritación mecánica con todas sus consecuen-
cias : trastornos digestivos y de absorción, aumento de procesos
fermentativos, etc., Allaria) son los causantes de los hechos. Ade-
más, Cao, Naab y otros no admiten la toxicidad de los helmintos.
En vista de tantas discrepancias, C. Poggio (Anchiloaiomiasi e an-
ehüosiomoanemia.^Il Tomnuui^ 1906), aprovechando seis enfermos,
sin tara alguna, ha emprendido investigaciones biológicas y ex-
perimentales muy bien hechas. Narra muy detenidamente cada uno
de estos casos clínicos, en todos los cuales ha estudiado muy bien
la sangre y las materias fecales en todos conceptos, así como los
resultados de sus experimentos en otros enfermos y en anímales.
De su hermoso estudio deduce :
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cLa anemia puede existir sin enteritis, sin enfermedades concomio
tantes, en individuos que antes de la invasión estaban en condicio-
nes completamente normales; no hay más que dos íatores que exis-
tan indudable y constantemente én la anquilostomiasis : la hemo-
rragia y la intoxicaeión.
>A ellos hay que añadir con frecuencia la cooperación de varios
factores puramente individuales, que por su constancia^ por la fa-
cilidad con que se prestan á explicar los varios casos y síntomas
clínicos, deben ser considerados en su conjunto como la causa prin-
cipal del proceso anémico. Admitiendo tal mecanismo, se explica
cómo la anemia no es con frecuencia proporcional al número de
anquilostomas y cómo presenta ora el tipo escuetamente clorótico,
ora el de la anemia secundaria, ora, en ñn, el de la anemia grave
esencial.
«Tales variedades dependerán de que prevalezca una ú otra de
estas causas. ^
• Por ahora no puede establecerse de qué modo la toxina desarro-
lla su acción : hay muchos hechos que permiten aceptar su existen-
cia,.pero la prueba directa de su acción hemoiítica, admitida por
varios autores, no existe todavía».
IV. Entre otros riesgos, los establecimientos que albergaiísaiños y
las escuelas de toda categoría son fuente de propagación de enfer-
medades infecciosas, siendo las oculares las que deben ocupar la
primera ñla. G. Gérard trata de esta importante materia {Les affet*
tions oculairea coniagieusea dans les créches et les ¿coles publi*
ques. Projei de créaiton dHnJírméries scolairee. ^ V Echo méd, du
Nord, 1906).
Divide dichos establecimientos en dos grupos : 1.^ liceos, colegios
y otros superiores, que son los mejores atendidos, sea por los padres,
sea por los directores, siendo raro que se conviertan en foco de in-
fección, pues de ordinario el primer caso es aislado en la casa del
alumno ó en la enfermería, ya que casi todos los niños ó jóvenes
son de la clase media; 2.°, casas-cunas, asilos, escuelas maternales^
' escuelas primarias, etc., que reciben obligatoriamente los niños de i
las clases más pobres, los huérfanos y abandonados, etc. En las |
cascie-cunas son endémicas las afecciones conjuntivales, hay siem- -
pre conjuntivilie aguda contagiosa (el autor se reñere á la casa-cuna
del hospicio general de Lille), de cuando en cuando epidémica, y
no es rara la oftalmía purulenta.En Ibs escuelas primarias y mater^
nales, no son infrecuentes estos dos padecimientos, así como la con^
I
253
juniioitis granulosa, la pneumoeóciea y la diftérica; pero la vigilan-
cia médica suele evitar malas consecuencias.
Ante estos riesgos, propone el autor, adem&s de la más severa vi-
gilancia módica, no siempre secundada por los directores^ que los
niños enfermos, cuyos padres no siempre los atienden bien y que de
ordinario pasan el día én la calle diseminando el estado infectivo,
los dos medios siguientes :]1.^« que los maestros eduquen teórica y
prácticamente á los alumnos en cuanto se refiere á profilaxis y lim-
pieza; 2,^, que se creen enfermerías escolares á donde vayi^n diaria-
^ mente los niños á ser curados y en donde puedan permanecer todo
el día hasta su curación,
V. Behring opina que es tal la predisposición de los niños de pe-
cho para la tuberculosis, que por regla general entonces es cuando
la adquieren y tras largo tiempo de latencia puede aparecer con sus
manifestaciones características.
Se ha procurado robustecer esta opinión con investigaciones ana-
tómicas y métodos biológicos. Aquéllos han de limitarse al cadáver
y no valen nada de ser negativas, habiendo demostrado Weichsel-
baum y Bartel que puede un organismo estar hace años infecto por
los bacilos tuberculosos y no encontrarse en la autopsia lesiones
características. Bstoshan sido ensayados por Beitzke, quien busca-
ba el bacilo en la sangre, pero las cantidades que manejara eran
muy pequeñas y sus resultados negativos no deben ser tenidos en
cuenta* y por Schlossmann, quien se valía de la peligrosa tuber»
culina.
Salge {Jahrb, f. Kinder., 1906), ha recurrido á la aglutinación tal
como la practica Koch. De ella se ha dicho que puede faltar en ca-
sos no dudosos de tuberculosis y que puede existir sin que la autop-
sia confirme la infección. Ha estudiado, no un suero sólo, sino va-
rios simultáneamente para diferenciarlos mejor. En 80 niños, sólo 9
^ mayores de un año, ha encontrado la reacción en 20 casos, pero no
siempre la tuberculosis al hacer la autopsia, hecho que indica que
al principio de la lucha sólo hay la aglutinación. Deduce que la in-
fección tuberculosa es frecuente en el niño durante la lactancia,
que no siempre produce lesiones anatómicas y que la opinión de
Behring no es confirmada en todos los casos con la autopsia,
VI. El Dr. H. Ferré estudia en su tesis (París, 1906) un importante
y embrollado asunto {De ceriaines infeciions aecondaires d*origine
buccale), formulando estas conclusiones :
1.* En todas las estomatitis se encuentra* no una especie micro*
254
tñana espeeiñea, sino ana aaociacíóD de microbíoe eaprófitos. Los
unos, aanqae constantes (asociación f oso-espírílar de Vincent), no
parecen susceptíbles de generalizarse ; los otros (pnenmococo, es-
treptococo, enterococo, etc.) son capaces de difundirse por e! orga-
nismo. Sólo la estomatitis aítosa (fiebre aítosa de los bÓTÍdos) es ana
estomatitis especifica debida al microbio invisible de Lóffler y
Uhlenhat.
2.* La estomatitis ulceromembranosa es la forma anatómica qoe
resnme la infección bucal j comprende todas las estomatitis (esto-
matitis mercurial, estomatitis llamadas tóxicas: plomo, bismuto,
fósforo), gingivitis, artritis aWeolodentaria, accidentes infecciosoa
de la muela del juicio. Es inoculable y contagiosa.
3.* Las supuraciones peribucales (osteítis, adenitis, flemones del
suelo de la boca), ciertas sinusitis, ciertas meningitis, son debidas á.
una estomatitis.
4/ La pulmonía, las broncopneumonfas, algunos casos de gan-
grena pulmonar, algunas dispepsias crónicas, algunas enteritis, son
causadas por una exageración de la virulencia de uno ó de varios
gérmenes saprofitos de la boca.
5.* El reumatismo articular agudo parece ser una infección por
microbios saprofitos, cuya puerta de entrada es bucal, tal como de-
muestran recientes investigaciones bacteriológicas, epidemiológi-
cas y hematoiógicas.
6.* La diabetes, que parece ser en algunos casos de origen infec-
cioso, no es contagiosa por sí misma, pero la piorrea alieoloden ta-
na, causa frecuente de la diabetes, sí es contagiosa.
7/ La albuminuria puede ser producida exclusivamente por la
piorrea alveolodentaria.
8.* En ciertos casos las manifestaciones de la artritis pueden tener
como causa primitiva una infección de origen bucal.
9.* La profilaxis de todas las infecciones consiste esencialmente
en la asepsis rigorosa de la cavidad bucal, tanto en el niño como en
el adulto.
VIL Un hecho clínico, muy bien estudiado por el Dr. Féré, con-
tribuye á demostrar que la precocidad, preludio frecuente de una
evolución anormal, puede ir seguida de una impotencia sexual pre-
matura.
Trata, además, de la influencia del estado de los padres en el acto
del coito sobre los hijos, no siendo raro ver que, sin herencia, hay
una neuropatía ó una psicopatía con tara somática, que debe atri-
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buirse á una convalecencia, al cansancio, ¿kreaíizar el acto más por
deber que por deseo.
Un padre, robusto, tiene cuatro hijos sanos y un quinto imbécil ;
no hubo herencia infecciosa, pero si un estado de agotamiento del
padre por infidelidad conyugal.
Un matrimonio de veintidós años de fecha (cincuenta y uno el pa-
dre y treinta y ocho la madre), sin antecedentes nerviosos ni tara
alguna, permanece doce años infecundo. En jpos de un accidente
yendo en coche, que produce conmoción violenta, queda el marido
impotente. A los diez años, después de inútiles tentativas, una serie
de sortilegios y otros procedimientos análogos producen erección y
fecunda ásu esposa; el embars^o y parto normalell, no hubo más
coito después de este relámpago^ el niño nació sano y siguió una
evolución normal hasta que, transcurridos varios años, sufrió una
detención física é intelectual, apareciendo algunos signos de idiocia.
Este último caso despierta una duda : ¿se deberla el retardo más
que á esa cópula, provocada con tanto artificio, á la edad del padre?
Y esta duda motiva una pregunta : ¿ hasta qué edad la fecundación
puede dar un producto normal? Esta edad no parece tener límite de-
terminado. Féré ha visto hijos nt^rmales de padres de setenta'y dos
y setenta y cinco años, que podían cumplir sin esfuerzo el acto del
coito ; en cambio, hay jóvenes, hombres de cuarenta años, que ne-
cesitan estímulos para poder realizarlo.
Sea como sea, á la fecundación no debe irse agotado, y menos
bajo la acción de toda suerte de afrodisiacos. (Anuales des maladies
des organes génito-urinaires^ 1906).
Ylll. La epidemia de meningitis cerebro espinal sufrida por Sile-
sia ha motivado investigaciones que confirman la idea del origen
faríngeo de la meningitis meningocócica.
A. Ostermann (Deuts. med, Wochens.^ 1906) ha estudiado el hecho
en seis familias, en todas las cuales hubo enfermos. En los indivi-
duos que se libraron de la infección, ha tomado una pequeña canti-
dad de moco nasofaríngeo y ha hecho siembras, comprobando en
varios de ellos la presencia de los meningococos, sin género alguno
de duda. En algunos había á la sazón\;atarro nasofaríngeo, en otros
había existido, en otros no se notó ni antes ni después.
Continuando sus investigaciones, ha podido demostrar que los
portadores de meningococos con rinitis han contaminado á sus com-
pañeros de taller ó de escuela, constituyendo el punto de partida de
focos epidémicos en puntos hasta entonces libres de meningitis. Ex-
256
perímentos en extremo ingeniosos han demostrado que estos indiyi-
duos^ tosiendo, estornudando y hasta hablando, pueden proyectar
microbios hasta medio metro de distancia y motivar el desarrollo
de colonias típicas de meningococo en cajas de agar-ascitís, coloca-
das á esta distancia de la boca.
Varías tentativas hechas han demostrado que no hay medio de
hacer desaparecer el meningococo, pudiendo este microbio perma-
necer largo tiempo en la cavidad nasofaríngea sin que sea dable
desalojarlo de ella.
El autor, en vista de sus estudios, acepta sin titubear que esta me-
ningitis es una localización secundaría por vía de circulación gene-
ral, y establece en consonancia* los preceptos higiénicos que estima
convenientes.
REVISTA ESPAÑOLA
PERIÓDICOS
La batldna. — El Dr. D. Emilio* Pérez Noguera publica en Los Nuevos
Remedios el articulo siguiente:
cEs una combinacióii muy BoAible de cafeína y quinina, ideada por
Kreidmann, con objeto de poder administrar grandes dosis del segundo de
dichos alcaloides en inyecciones bipodérmicas, pues si bien la quinopirína
j[ el clorhidrato carbamidado de quinina reunían las condiciones necesarias
de solubilidad para responder á dicho objeto, la primera desarrollaba una
acción bastante peligrosa sobre el corazón, y la segunda, enteramente des-
provista de tales inconvenientes, desenvolvía efectos medicinales muy poco
activos.
El producto que estudiamos contiene dos partes de quinina y una de ca«
feína, se disuelve en todas las proporciones de agua, y sus soluciones, que
se conservan indefinidamente sin praoipitar, presentan un color amaríllen*
to. Los álcalis y los ácidos las descon^ponen.
Pero lo más interesante de dicho compuesto es la propiedad que posee de
admitir en disolución muchos alcaloides activos, tales como^ la atropina,
hiosciamina, pilocarpina, eserina y estricnina en cantidad necesaria para
llenar todo género de indicaciones terapéuticas, adquiriendo propiedades
unas veces muy semejantes á las de las antitoxinas y otras análogas á los
medicamentos del grupo de la digital ó de los opiáceos.
Por otra parte, combinada con la berberina, el cornezuelo de centeno, la
zarzaparrilla, el hierro, el arsénico y los extractos narcóticos, desarrolla
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efectos de carácter especiñco en gran número de enfermedades crónicas.
Dichas combinaciones de basicina pneden administrarse por la. boca en
inyecciones hipodérmicas ó bajo forma de fricciones sobre la piel.
He aquí algunas fórmulas publicadas por el autor en el Deutsche Medi-
ciniecke Wochefuchrifi:
Solfato de atropina i centigramo.
Basicina • •••!
AguadertilMl. |d.e.c.lOgrM»ot.
Atropina 25 millgramoa
Basicina 5 gramos.
Agua destilada 10 —
Para inyecciones hipodérmicas contra la difteria de los nifioe.
Nitrato de eatricnina 6 oentlgramot.
Basicina )
Agnadestilada I ^- ^^*- ^ »^^^'
Para inyecciones hipodérmicas.
Clorhidrato de püocarpina. 10 centigramos.
Basicina | , ^.^
AgnadestUada M' *• ^- 7*50 gramos.
Para muchos enfermos estas soluciones resultan demasiado concentra-
das, y para evitar este inconreniente Kreidmann prepara una solución de
reserva á partes iguales, con la que puede obtener, según las necesidades,
solutos medicamentosos en diversos gradeas de concentración desde 1 á 8.
Para fricciones recomienda la preparación siguiente :
Basicina 5 gramos.
Cloroformo • , 37*50 —
Alcohol 12»50 —
Aceite de olivas 45 —
En las enfermedades agudas se practicarán de tres á cuatro fricciones
diarias, y una sola cada veinticuatro horas en las enfermedades crónicas.
Hastia ahora se ha recomendado el citado producto en la tuberculosis,
enfermedades mentales, procesos febriles, neuralgias, insomnio, paludismo
y reumatismo agudo; pero, según el autor, existen otras muchas indica*
clones que se propone demostrar más adelante.
^ Una sola inyección de Vt gramo de basicina al día basta para hacer des-
aparecer temperaturas hipertérmicas de 40*. La solución de atropina en
basicina posee una acción narcótica tan enérgica como la morfina y mucho
menos peligrosa que la de esta última.
El nuevo remedio que nos ocupa parece resultar inofensivo, aun cuando
se prolongue su uso durante largo tiempo. £1 autor asegura viene toman-
do, desde hace diecisiete años, de Vt á 1 gramo de basicina por día, sin
experimentar el menor trastorno, á pesar de haber ingerido durante este
tiempo unos 6 kilogramos, por lo menos, de la expresada droga.
SO
258
No ha podido fijar la doeia tóxica en el hombre; pero
ctiyidad terapéutica se manifieeta entre Vt ^ 1 gramo en
considera qne bu
actividad terapéutica se manifiesta entre Vt ^ 1 gramo en las yeinticnatro
horas.
La administración de la quinina j la cafeína libres no producen loe mis-
mos resultados que la basicina, pues se trata de una combinación química
especial que se diferencia de loe alcaloides que la constituyen por su punto
de fusión y por su modo de obrar en el organismo.
En cuanto á la intensidad de sus efectos, 60 centigramos equiralen á 1
gramo de quinina y 20 centigramos á 80 de oafeina. Tampoco desenvuelve
ninguno de los fenómenos de intolerancia característicos de dichos alca-
loides.
Creemos debe esperarse la aparición de nuevos trabajos experimentales
que confirmen las maravillas relatadas por el autor; pero aun prescindien-
do de cuantas exageraciones pudiera haber en las apreciaciones antes ex-
puestas, siempre resultará que la basicina es una preparación muy soluble
de quinina, de efectos terapéuticos mucho más constantes y acentuados, y
cuyo empleo puede sernos muy útil en calidad de antitérmico y antipalú-
dico, sobre todo cuando se trate de formas graves ó perniciosas de la ma-
laria^.
Hldrocele. Rslura espontánea de fa albugínea. — El Dr. Camps y Mercadal,
médico en 8an Cristóbal, de Menorca, publica en El Criterio Católico en
las Ciencias médicae^ el siguiente caso, interesantísimo por su rareza :
eA primeros del pasado septiembre se me presentó Vamo Biel , de Fe-
rrerlas, de unos cincuenta y cinco afios de edad, labrador, robusto, casado,
y que creí sin tara ninguna apreciable, hasta que me exhibió un hidrocele
de gran tamafio. Venía para que le practicase la punción ; le recomendé
intentar la cura radical, ejecutada cuanto antes; convino eñ ello, y me citó
para uno de aquellos días, diciéndomó al despedirse : —El afio pasado por
estas fechas estaba como ahora el tumor, qne me había empezado con el
afio, y á consecuencia de un esfuerzo que hice durante el coito, ae me fun-
dió. Los médicos que consulté cinco meses más tarde, para que me lo pnn-
clonaran, pues se volvió á llenar, no quisieron creerme. — Bien, os oreo yo,
le dije; pero no es de esperar se repita el fenómeno. ^
Y efectivamente, para ensefiarme de pronósticos, el fenómeno se repitió
casi en el mismo día aniversario del primero y con el mismo esfuerzo. Creía
se le había roto la cinta del suspensorio. Se me presentó el hombre, y en el
sitio del hidrocele encontré algo de ingurgitación serosa, muy notable en
el pene, que pinché con la cánula de la jeringuilla de Pravas ; pero nada
de hidrocele : se había fundido^ como decía Vamo Biel La extravasación
hidroserosa le causó unos días de vago malestar, tuvo sudores abundan-
tes y abundante diuresis, y á los pocos días quedó el escroto como si le
hubiesen practicado punción y vaciado bien hechos.
¿Se volverá á llenar la albugínea?.... Claro que sí. ¿Se volverá á rom-
per? No seré yo quien lo niegue en redondo : con un pronóetko que no
se cumplió, me basta >. -^Sababu.
269
REVISTA EXTRANJERA
SOCIBDADBS CIENTlnCAS
80GIBDAD DB OIBUOÍA DB PABÍ8
S$Mn del dia 24 dé Octtábré dé 1906.
hivaglnadón Intestinal recidivante. — El Dr. Maüolaxbb : He observado dos
isasoB de inyaginación ÍDteetiDal recidiyante. El primero recayó en un nifio
de dos afi.08 que padecía inyaginación coloiliaca. Practiqué la laparotomía
7 desinyaginé el intestino sin dificultad alguna. A los dieciocho días se re-
produjo de nueyo la iuTaginacióo. VoM á operarle con idea de practicar
una colopexia ó una mesopexia para eyitar una nueya recidiya, pero el mal
-estado en qtie encontré el intestino me obligó á . practicar su resección. El
enfermito murió al poco tiempo. En el segundo caso se trataba de una jo-
ven de quince afios que padeció dieciocho meses antes inyaginación intes-
tinal, la que curó espontáneamente. Los fenómenos de inyaginación se re-
produjeron, y á los ocho días de presentarse ful llamado para yer á la en-
ferma. La inyaginación estaba localizada en la última parte del intestino
•delgado y se complicaba con peritonitis generalizada. A causa del mal es*
tado del intestino, tu ye que practicar la resección intestinal con anastomo-
sis laterolateraL La enferma murió al dia siguiente.
Apendicitla y flebitis de las extremidades lofariorot.— El Dr. Toussaint: Oreo
interesante citar un hecho que acabo de obseryar. El enfermo era un mili-
tar joyen. Padeció apendicitis, que fué tratada porJos medios médicos. A
las seis semanas, y cuando estaba ya casi curado, se presentaron los signos
•clásicos de una flebitis del miembro inferior izquierdo, contra la cual se
emplearon los medios que se recomiendan en tales casos. Cuarenta días
después, cuando la flebitis se había propagado hasta el triángulo de^Scar-
pa, se presentaron de repente síntomas grayes de embolia pulmonar, re-
produciéndose los síntomas de apendicitis. La orina era albuminosa. Prac-
tiqué la laparotomía y encontré un absceso peri-apendicular, del que salie-
ron 250 gramos de pus. No pude descubrir el apéndice y me limité á hacer
•el desagüe, con lo que curó mi enfermo. Deduzco de este hecho que cuando
existe un foco infeccioso capaz de producir la trombosis de las Tenas inme*
•diatas, debe interyenirse sin perder tiempo.
Tubereulama (ieocecal hipertrófico.— El Dr. Hartmank : El Dr. Michon ha
remitido á la Sociedad la obseryación siguiente, única en su género. La en-
ferma, de yeintiséis años, sintió de repente, ocho días antes de ingresar en
el hospital, dolores agudos en la fosa ilíaca derecha, dolores que iban acom-
pafiadoe de yómitos y reacción típica de defensa muscular cerca del punto
de Mac Burney. Esta crisis duró cuarenta y ocho horas y cedió á beneficio
del tratamiento clásico, persistiendo sólo algo de dolor. Algunas semanas
260
deepnés, creyendo qne el periodo de agudeza de esta apendicitis, pnee eomo
tal Be diagnosticó, había pasado, practicó la laparotomía con idea de ex-
tirpar el apéndice, pero rió qae no se trataba de apendicitÍB, sino de un ta-
mor que interesaba los últimos 5 centímetros del íleon. Resecó esta parte
del intestino y restableció la continuidad intestinal por medio de la entero-
anastomosis. El examen del tumor demostró que se trataba de un tnber-
enloma hipertrófico de la terminación del íleon. El ciego estaba completa*
mente sano, pero los ganglios retroceoales se hallaban hipertrofiados. La.
estenosis no era muy acentuada. Toda la pared del íleon, pero sobre toda
la túnica submucosa, se hallaba sembrada de tubérculos típicos que conte-
nía en abundancia' bacilos de Eoch. La mucosa no estaba ulcerada y so
aspecto era casi normal. Este caso es interesante por yarios conceptos : pri-
mero porque hasta ahora semejante forma de tuberculoma hipertrófico es-
tenosante sólo se ha obsenrado en el colon ó en el ciego; segundo porque Im^
enferma en cuestión carecía de antecedentes que hicieran sospechar la tu-
berculosis; y tercero porque los síntomas fueron tan confusos que hideroi»
sospechar se trataba de una apendicitis.
El Dr. Routikr: He observado un caFo análogo al del Dr. Michon. L»
enferma presentaba los mismos síntomas. Practiqué la laparatomía y en-
contré un tuberculoma del Íleon propagado hasta el recto, que traté por la^
resección ileocecal. La enferma se encontró bien por el pronto, pero á laa
pocas semanas se formó en la cicatriz un absceso, que fué necesario abrir;
quedó una fístula, que no he conseguido curar.
El Dr. Bbrokb: He observado también un tuberculoma del íleon hiper-
trófico y estenofiante. Gomo era imposible extirparle á cansa de su volu-
men, me limité á practicar la anastomosis ileocólica. El enfermo mejora
durante un afio, pero sucumbió al fin á consecuencia de la generalización
de las lesiones por todo el abdomen.
Cuatrs casos de geslaeióo extrauterina sin ruptura.— El Dr. J. L. Faubb:
El Dr. Lapeyre, de Tolosa, ha observado cuatro casos de este género. En
el primero se trataba de un embarazo tubario. A los dos meses y medio la
enferma expulsó una caduca. A los cinco meses sintió dolores abdominales
y hemorragias uterinas, y hubo necesidad de intervenir; la bolsa fetal fué
extirpada en bloque, curando la enferma. La segunda mujer tenía un em-
barazo peritoneal, que produjo accidentes graves hacia el séptimo mes.
Practicada la laparotomía se encontró un feto de seis meses, muerto hacia
algún tiempo. Se extirpó el feto y la placenta, marsupializándose la bolsa
fetal, con lo qne se obtuvo la curación. El tercer caso era de embarazo tu-
bario, que llegó casi á su término sin que fuera posible hacer el diagnós-
tico exacto. Como la enferma tenia vómitos incoercibles, consultó con uu
tocólogo, que intentó en vano provocar el parto. El Dr- Lapeyre tuvo que
operar de urgencia á esta enferma, y al hacerlo necesitó incindir la pla-
centa, lo que produjo una hemorragia abundante; el feto fué extraído vivo,
pero murió al poco tiempo. La enferma curó después de haber presentada
accidentes post operatorios gravísimos, entre ellos parálisis de los cuatro
miembros. La cuarta enferma era una mujer de veintisiete años ; á las seis
semanas de ingresar en el hospital tuvo un parto natural. Ingresó en el
hospital á causa de un tumor de la fosa ilíaca derecha, que se diagnosticó
261
de qabte del OTario. Alganas semanaB despaés del parto se practicó la la-
paratomia, encontrándose un qniste, que ee extirpó entre dos ligadnras.
Abierto el quiste, se vio que contenía un feto de cuatro meses, muerto
hacia algún tiempo. ^
Cree el Dr. Lapeyre que en este último caso se trataba de un embarazo
normal, que sobrevino después de otro tu bario, contenido en su marcha
por la muerte del feto, ó á un embarazo normal que sobrevino en el curso
de otro tubario en plena evolución (superfetación), y cuyo feto murió des-
pués. Creo que se trata de un embarazo gemelo, y que ambos fetos se des-
jirrollaron á la vez, en la trompa uno y en el útero otro.
Quiste hidatídics hepático abierto en las vías biliares.— El Dr. Tbrbibb: La
«uferma objeto de esta observación padecía dolores, que simulaban có*
lieos hepáticos, é ingresó en el hospital con ictericia y tumefacción en el
hipocondrio derecho. Practicada la laparatomia, se encontró la vesioul»
biliar distendida, y al punzarla salió abundante líquido bilioso y purulen-
to. El cateterismo de las vías biliares permitió extraer lodo biUar y mem-
branas hidatídioas. 6e colocó un tubo de desagüe en el colédoco y se ta-
ponó la herida. La enferma murió en la mesa de operaciones. Al practicar
la autopsia se encontró en el interior del hígado una gran cavidad quística
^ue comunicaba con la rama izquierda del conducto hepático, en la que se
«bren casi siempre dichos quistes.
. Sarooma ciáties recidivante. — El Dr. Walthbr: El sarcoma voluminoso
del nervio ciático que presento me ha obligado á practicar ayer mismo la
desarticulación de la cadera. Esta enferma fué operada hace siete meses
por el Dr. Potherat, quien extirpó el tumor disociando las fibras del ner-
yio. — F. Toledo.
XIX CONGRESO FRANCÉS DE CIRUGÍA
Celebrado én Parit del i.« al 6 de Octubre de 1906.
(Conoluaión)
Afecoisnes quirúrgleas del abdomen.— El Sr. iin/ray ha intervenido en siete
«asos de heridas del estómago, habiebdo obtenido cuatro curaciones y tres
muertes. Insiste principalmente en la necesidad de crear una amplia aber-
tura en el epiplón gastrocólico, siendo én^muchos casos insuficiente para ex-
plorar la pared posterior del estómago, y para lo cual es necesario practi-
car la gastrotomia, á pesar de que esta maniobra agrava el pronóstico de
la intervención.
El 8r. Saramand cree que la mejor vía para llegar á la cara posterior del
^tómago, es la transcondrocostal, que es la vía de acceso al hipocondrio iz-
quierdo.
£1 6r. Zawaski (de Varsovia) dice que en 20 casos en que ha interveni-
do por herida gástrica, en todos ha podido explorar la pared posterior por
Tía transepiplóica.
El Sr. Leguen refiere tres observaciones de herida del hígado por armas
^ítl
étmérm ¿se tMrrmUwm •%«% 3*0 pars¿0 'mw\f9 ú j» «vcaa. ári»
e>m3f I— IBCK 41 f^vrítfe Ixíeem^ ^et flutaenL.^ ¿«^ caá» 2m&: dk tsa fnn
IM l>>ff# >>0 4Úer«¿r>f«s por delKás iie la Ta¿;íaa^
B -^^ i.np€frt t^^m^.j^ rmmnu á la i'ufffniwtiwi mb¿ in'—'c— d
Hw^ M fi'l^ icríV/ «■ d c«»> de cxscrpaé^ ie imitJig» flBcñk
La ]Hti^^>|>«p«ía praetíeada wuyif fete da maa pem*3aixMÍáa pa
ia^ «IM i« ^í«4d4 ea ñz'» covplHar eoa d dmaje de Dcwgiaa.
B ^. Fffr7m€ f4rÍ4sre d» olaerraeioaef de carríafii pnKGTodel (
rf// e//a f/>nii«€J<Pa«e e^irkr«pitelíalea, qae diaicaaMake et caiaeicmn
•a* mÉ\'\%uMUA tfm graa npÁdez á la raddira y gna tra<iffia á la f
El Hr. fjmberti ha obeerrado n eaw iatetoaate de
maíf/rUáM\tA'm tranerereo* qaa trató por la i7riieipwe¿írtíM—'e,
El m%ítffmf9 fftUhm oraj delgado, can raqultíeo, preeeataado i
de eirefjlad//o íot«eiioal, demoetrando el examen la ezisteaeia de dos í
mc9U, el oiy> T<>lQmÍDoe^/, al DÍrel del eoloo traaereno, j el otro, «áe ]
qoefl//, •'^/re el eiego. Hiendo impoeiUe la extirpación, ee biso naa i
nufUUdrmi/i^ tfm exclneión nnilateral del ínteetino; tree i
deeepareeteroo loe iomoree j el enfermo ee reetaUeeió en poeo <
El Hr. Bii/mín (de Bardeoe) refiere un caeo de embarazo abdaadmai oaa
riiituH/m fital (U veintiún añas. 8e trata de una majer que ya habla tenido
nii nifto á loe diedooere afioe j un aborto á loe Teinticnatro, y rotfió á que-
dar emberaseda á loe treinta y tree. En el tercer mee de en embaraño pra-
eentó eeeldentee graree de hematocelee, qne se repitieron, atenuadas, al
enarto mee; el embarazo eontinnó, eintiéodoee los movimientos del nifio j
loe latidos del corazón ; al noreno mes falso trabajo de reinticoatro horas y
263 : . . . "
mnerte del feto, qne estaro yeintiún afloe en la caridad abdominal, deter*
minando traatornoe insignifioantes; pero al cabo de tres meses determinó
dolores muy yíyos, etc.; qne obligaron á practicar la laparotomía, la cual
permitió extraer nn feto muy adherido, muriendo la madre tres meses des-
paés de oclusión intestinal.
El Sr. JayU llama la atención sobre algonas estenosis 6 atrepsia espontánea
del cuello uterino ó del conducto oeryical, sobreyenida en las mujeres que han
tenido uno ó yarioe niños, pero que no han sufrido cauterización on el
cuello del útero.
£1 Sr. Delangre (de Tournai) aconseja la resección del cordón en la cura
radical de algunas hernias inguinales yoluminosas. La rejiroducción des-
pues de la cura radical es debida al hecho de que las risceras empujan
contra la pared que se encuentra distendida, porque el cordón está sobre-
cargado de grasa, dejando una yia rirtual que, oonyertida en real, da sali-
da al intestino ó al epiplón. En esto se funda el efecto útil de la resección
del cordón para asegurar la oclusión completa de la brecha inguinal. Cita
tres casos en apoyo de su manera de pensar.
El 6r. Prisenteaü (de Burichauz) ha obseryado cinco casos y operado tres
de hernia epigástrica en d niño. Estas hernias son debidas á un defecto de
desenyolyimienco de alguna de las inserciones internas de los músculos
rectos. Como técnica aconseja la sutura en acabalgamiento de los labios del
orificio para las hernias pequefias;. para las grandes utiliza un colgajo apo-
neurótico, con el cual cierra el orificio.
El Sr. Bandet da á conocer un procedimiento para curar las amplias
eyentracciones abdominales, que consiste en rolyer á reponer, por medio
de suturas, las aponeurosis de inserción de loe dos músculos oblicuos
mayores.
Breneoesofageteepla. —El Sr. Ouisoz da á conocer sus últimos casos de
broncoesofagoscopia, siendo la sexta yez que ha podido extraer cuerpos
extraños de los bronquios por hroncoscopia.
Presenta además un joren de dieciseis años, al que, por medio del esofa-
goscopio, ha operado un estrechamiento yalyular congénito del esófago.
Tralainioiilo de las gibtsidadts péttieas. — £1 Sr. P. Redará presenta la
estadística de ocho años, indicando los resultados obtenidos por el método
de enderezamiento forzado en el tratamiento de las gibosidades pótticas.
Este enderezamiento forzado da excelentes resultados cuando la deforma-
ción es al principio reductible. Está contraindicada en las gibosidades
antiguas y en las anquilosis. Aplicadas con su técnica, están exentas de
todo peligro empleando, ó el et^lerezamiento fozado^ ó la posición del rostas
en hiperesfensión.
El enderezamiento forzado se obtiene con su aparato de extensión, que
actúa sobre las extremidades del sujeto colocado en posición yentral sobre
una tabla horizontal, fijando en nn yendaje enyesado la corrección obte-
nida.
La hiperestensión en las lordosis se realiza por medio de un aparato muy
sencillo constituido por dos arcos metálicos que se fijan por sus extremos
en diferentes puntos de la mesa y por medio de loe cuales con gran facili-
dad se modifica la lordosis.
f^^*M«i|/> 4» «ikv 4^ «rf."/* <í •»:.!'> «mc^jc, «aanw¿^ Iris 1
Vm^. ffíH^Ar, ^, émpntmeí^/m ^ »aj tvX ea los i
H« ^\0^, hmiur «1 ftáflMTo d« \fm tircnUm wtotogm aiáaali
f^<|n4 4rxí jC^ su* fr*» cmntíáMá ée p««l. j fe debes de raeal
d^z fr*f* /|04 p^rmíUñ U i^MnV/D de lee enerdee de U i
dregíe M l4rex.^Kl Hr. Fi>iila9t Cde Tol^) eree o^ perm Uecar al c^»-
d// d« U e^^a ie debe tallar oa eoig^je eoaUi de baae extena j maMar d
eeter o//a, p^/r'^in^ de eeta maBera ee obtiene na graa campo qmt pefiu
íaehmr tfmitm lae benrv/rra^iae de la regíóa. Coa lelaciÓB á la dragia dd
f/nw/Jm^ áiM haber poblíeado reaoltadof íeüeea, y aeoaaeía para llegar á
la retrí^/O an e^/if^ajo paraettemal izquierdo de baae externa, que uiMptaa
da la ter/;era« coarta j qoiota eoetillae.
Eo 1 15 ean^M qoe ha operado de afeedocee del hígado, ha ^pleado la
ría t^/ráeiea eo W,
Kl Hr, JUficktl (de Eftraeborgo) preeooiza para laa pUmrtMúu crámicn pa-
ruUntwi^ ampliae refeeeiooee de la pared torácica, praciicaáiaa en dietiataa
•effionee*
El i^. I)ej/ag4 ee partidario de la poiicióa veotral para las iaterreacioiiea
ifitrat^/rácieaii porque facilita la aneeteaia, la reepiradóa y A deeagñe
püiierifir.
El Hr. tSfftmlif (de Nantee) ee partidario de laa amplias reeeecioaeB eoeia-
let 60 lae pleiiretíae poroleotas, ineietiendo en la necesidad de dejar poco
fragmeoto costal posterior.
265
8egún Delageniire^ las dos cnestioneB que dominan U cirngia plenro-
pulmonar son la del neamotórax y la infección de la cayidad pleural. El
primero puede ser combatido por una abertura pequefia de la pleura y la
introducción lenta del aire en su interior, seguido de la aspiración, como
lo ha demostrado el autor; también se puede recurrir á los complicados
aparatos de Sauerbruk ó Braner, padiéndose considerar como dominado
quirúrgicamente el neumotorax en la actualidad ; no asi la infección de la
pleura, y con relación á la que cree poder sacar las siguientes conclusiones
de los 46 casos por él operados.
1.^ Para hacer un desagüe perfecto debe corresponder al fondo costo-
diafragmático. 2.^ Este desagüe debe hacerse por medio de dos tubos, lo
bastante largos para que lleguen al fondo de la cavidad que se ya á des-
aguar. 8/ Para eyitar la formación de fístulas es indispensable resecar las
costillas alrededor del fondo de saco costodiafragmático. 4.* Es necesario
resecar las costillas desde el ángulo posterior hasta su extremidad ante-
rior, y deben ser la octaya, la séptima y la sexta, y en algunos casos la
quinta y la noyena. 5.^ En el espacio ocupado por la octava costilla es el
punto donde se debe abrir la pleura, debiendo permitir la introducción de
la mano y el brazo para facilitar la exploración completa del pulmón y
descubrir las lesiones. 6.^ Si una lesión pulmonar necesita otra abertura
de la pared, esta abertura debe hacerse de manera que pueda fijarse el
pulmón á la pared y ser accesible á las curas. Y 7/ Es necesario en todos
los casos asegurarse del buen desagüe de la pleura.
£1 Sr. Villar adopta para las afecciones del mediastino anterior la vía
anterior con amplia resección del esternón.
EU Sr. Faure da la preferencia, para intervenir en el esófago torácico, á
la vía transmediastlnica posterior con resección de la primera costilla, es-
tando indicada solamente la via transpleural para la extracción de cuerpos
extraños.
EctopiA teslíeular y sns complicaeionss. — - El Dr. Kirmísson ha operado 80
casos de ectopia testicular desde el año 1898.^n los casos en que siendo el
testículo pequeño é imposible de bajar, no ha insistido.
La fijación del testículo al escroto no tiene ningún valor, siendo necesa-
rio hacer una sutura muy exacta de todos los elementos del cordón, desde
el testículo hasta el orificio inguinal.
Treinta y cinco veces ha podido volver á ver á sus operados, y de estos
35, en 15 el testículo estaba en buen sitio, en 10 había ascendido hasta la
raíz del pene, y en los otros 10 estaba en el conducto inguinal, habiéndose
descubierto por completo sólo en tres casos, y en dos casos desapareció por
completo.
£1 Sr. CHrae (de Berna) cree que es preciso operar temprano, porque en-
tonces se coloca el testículo en condiciones de poder desarrollar con más
facilidad su función espermatógena.
Fija el testículo á su compañero por medio de un amplio colgajo de la
albugínea.
El Sr. Forgue insiste en que la movilización completa del testículo ecto-
piado es la condición de su fijeza en las bolsas. Las adherencias que fijan
loe elementos del cordón al conducto vaginoperitoneal en la mayoría de los
•"■v
266
caaos, retienen el testieolo, y por io tanto U téeniea operatoiiA eonaiatir4
en h«eer la operación como ana cara radical de hernia.
El 8r. Depage ha tratado 20 caaos de ectopía, existiendo én la generali-
dad ana hernia; el método aplicado es cara radical de la hernia, liberación
de loa elementoa del cordón y colocar en aa aítio el teaticaio en el interior
de ana yaginal, y fijación en el lado de laa boleas.
De 10 enfermos qae ha listo despaés de operados, ea 7 estaba el testícn*
lo en baena posición y en apariencia normal, y en 8 el resaltado íaé in-
completo. Bajo el panto de TÍsta de la TitaHdad del testieolo, está el sí-
gaiente carioso y raro caso: Habiendo tenido necesidad de quitar en an
caso la glándala al terminar la cara radical de la hernia, colocó en sa sitia
el testicalo qae había estado sobre an platillo, siendo éí resaltado exce-
lente bajo el panto de rista moraL
El Sr. Bausqu€t fórmala las condoaiones sigaientes:
1.^ En presencia de an sajetocoa ectopia hay necesidad de interrenir lo
más pronto posible, porqae la operación hace cesar las crisis d<^orosas, fai-
Toreciendo el desarrdlo del órgano y sobre todo el del aojeto.
2.* Laa operacionea, aon laa mejor conclnidaa, no dan todaa las satisíae-
ciones necesarias bajo el panto de rista estético. De ordinario el testieala
asciende cerca del pabis, pero i pesar de esto se obserya ana mejoría real
en la salad del sajeto.
El 8r. Watther ha podido obtener siempre el descenso del testicalo di-
secando el cordón hasta el interior del abdomen.
Oree indispensable la cara radical de la hernia, qae contribaye en anik
gran parte á la fijación del cordón. Para fijar las glándalaa, hace ana in-
ciaión en el tabique de las bolsea, y á trarée de la abertnra pasa el testica-
lo i la otra bolsa, manteniendo el órgano en esta sitaación y fijo solamen-
te el cordón, con lo coal obtiene excelentes resaltados.
El Sr. Tailkefer emplea para el tratamiento de la ectopia ana técnica
naera, qae consiste en continaar la estractara de la pared del condacto
inguinal hasta el fondo de la bolsa escrotal, obteniendo con esta técnica
an excelente resoltado definitivo en an nifio de dos años, qae teoía ana
ectopia inguinal doble.
Oree que la edad en que se debe empezar á operar los niños con ectopia
es á los dos afios. — M. Abqubllada.
SOCIEDAD FBANCSSA D£ ESTUDIOS CIENTÍFICOS
DE LA TUBERCULOSIS
TrttaMiente de It Hiberealeaia per la reetletfietsiés, segas el Méletfe M det-
ter P. Ferrisr. -El Dr. L. RAnon: El Dr. P. Ferrier dio á conocer el afio
último en el Congreso de la tuberculosis ua método de tratamiento de esta
enfermedad por la recalcificación.
Administrar cal á los tuberculosos no es una noredad, porqnedesde hace
mucho tiempo los fosfatos y los glicerofosfatos forman parte del tratamien*
to clásico de las afecciones hacilares, y el Dr. A. Bobin ha insistido con
261
justo motivo sobre la deamineralizaoióD y remineralizaoión de los taberca*
lóeos. «•
El Dr. Ferrier indica como base de esta medicación el examen del estado
de los dientes, porque, según él, existe una relación Íntima entre la incrus-
tación calcárea del esqueleto y la de los dientes, cuya calidad es fácil de-
terminar. El estado de los dientes suministra datos, no sólo sobre la calci*
fícación del esqueleto, sino sobre la marcha progresiya ó retrógrada de la
calcificación general.
Ha obserrado, además, el Dr. Ferrier, una relación innegable entre la
tuberculosis y la pérdida de sales calcáreas, porque los tuberculosos cura-
dos tienen dientes de buena calidad, y los que tardan poco en morir los tie-
nen en mal estado. 8u esqueleto contiene tan pocas sales calcáreas como
sus dienten, y, según ha demostrado el Dr. Oalippe, el peso especifico de los
dientes concuerda con su proporción de cal. El Dr. Ferrier, para probar la
decalcificación averigua el peso específico de los huesos. Elte es, para él,
idéntico á la densidad del cuerpo, y para demostrarlo emplea la prueba del
agua. Las personas cuyos dientes son de mala calidad no se sumergen en
el. agua, nadan sin trabajo, notan la sensación de ser rechazados hacia arri*
ba si quieren nadar entre dos aguas y á veces hasta no pueden sumergirse
en el fondo de una bafiera. Los individuos cuyos dientes son de buena cali-
dad se hunden, por el contrario, en el agua. En los individuos cuya decal-
cificación es demostrada por este medio, ha visto el Dr. Ferrier coincidir
los brotes de tubérculos con la caries dentaria y los periodos de pérdida de
sales calcáreas, y mejorar, en cambio, la tuberculosis administrando dichas
sales.
La pérdida de sales calcáreas se produce bajo la influencia de los ácidos
introducidos en el organismo. La acción de los ácidos minerales, el sulfúri*
co, el clorhídrico y el fosfórico es innegable. Hacen soluble el fosfato tri-
calcico del esqueleto, apoderándose de una ó de dos moléculas de cal, y
forman fosfato bi ó monocálcico. Loe ácidos orgánicos, por ejemplo, los de
las frutas, ácidos cítrico, málico, etc., producen la decalcificación probable-
mente por el ácido carbónico, puesto que este ácido y el agua son los últi-
mos términos de sus transformaciones; pueden convertirse también en áci-
do láctico dotado de la misma acción sobre el fosfato trícálcico. La decaloi-
ficaoión es á veces innegable sobre los dientes (producción de caries aguda)
á consecuencia del consumo de ensaladas, de naranjas, de sidra acida. Las
sales acidas, snlfatos y fosfatos ejercen una acción idéntica; el agua sulfa-
tada calcica posee propiedades decalcificantes enérgicas. Es necesario cul-
par también á las fermentaciones gástricas, porque dejan en libertad en el
estómagoácidos, por ejemplo, el láctico, el butírico; se producen, sobretodo,
en los tuberculosos, á causa del abuso irracional de la sobrealimentación.
Apoyándose en estos datos, manifiesta el Dr. Ferrier que las malas den-
taduras se encuentran en las regiones privadas normalmente de saUs cal
careas y en las que se bebe sidra acida, que concurre á la decalcificación;
en las regiones calcáreas no sucede así, si no existen otras causas adiciona-
les, por ejemplo, las malas digestiones.
El método de tratamiento de la tuberculosis recomendado por el doctor
Ferrier se funda en datos interesantes y consiste en su esencia en prescri-
268
|pír mIcs de cal, iasoblet ó K^nUei, j «b aozOúr al mi^iaii—i paxmi
▼aríai.
üe Tacia d estomago media hora aatea de cada eonida, ]
aleafennooo vaao de agua bicarboaaladacileica fuerte (Povgvet ó Saial-
Craiflúer > (1). Deap«éi, á aiítad ó al fio de la comida, se iooia mmo de loa
aeikM «craientes :
CtfboaalD 4e cal f .
Fovbteletnbááflodecal .: «**
Cloraf o de sodM Sgr.Se
Viwiátm €n 10 seliof.
tti la feerectóo elorhidríea ea iaaaficieiite, se administra además, dnfaota
las comidas, an WMao de on agua mineral de las antes citadas, ó una cocha-
radita de la preparación sigaieote:
Clorofo «fe eakío S|
Ago» «feüUsda. IOS —
La alimeataciÓB se ordenará con toda severidad, no permitiéndose comer
más de tres reces al día, y prohibiendo por completo el Tino, sidra, cerré*
za, alcohol, manteca de Tacas, grasas, aceites j todos les ácidos orgánicos
7 minerales. El azúcar y Iss pastas deben permitirse en poca cantidad; no
se permitirá más qne dOO gramos de pan por día. Todos los demás alimen-
tos están permitidos.
Tal es U medicación qne aconseja el Dr. Ferrier. En apoyo de sn eficacia
en la tabercniofis, cita el autor nna coincidencia curiosa: la presencia del
bicarbonato de cal en las aguas de las estaciones reputadas para la cura de
la tuberculosis por el aire, hace que esta cura sea Terdaderameute hidro-
mineral, no sospechada hasta ahora. En apoyo de este método pueden citar-
se los hechos curiosos de inmunización de los obreros de los hornos de cal
y de cemento, que he referido en la Sociedad Médica de lo9 katpitaUs de Pa-
rís, y que han sido obserTados también por otros médicos.
Pueden hacerse dos objeciones al tratamiento del Dr. Ferrier. La prime-
ra eo que todos los tuberculosos no pierden sales calcáreas, y, por lo tanto,
no es necesario administrárselas. Para responder á esta objeción es nece-
sario examinar un gran número de enfermos, sTeriguar por el estado de
sus dientes y de su peso especifico, por el procedimiento del agua (no exis-
ten otros), si verdaderamente coincide la decalcifícación con la tuberculo-
sis; en estos enfermos está indicada la administración de sales caleáreas.
La segunda objeción es el empleo de sales de cal insolubles que puedan
atravesar el aparato digestí to sin ser absorbidas. El Dr. Ferrier ha demos-
trado que los experimentos de Weiske y los de Lehmann, citados por Cha-
brié en su tesis (Fenámenoe quimicoe de la osificación^ 1895), prueban la gran
importancia del carbonato de cal en el desarrollo y la composición de Ips
huesos. Pnede citarse en favor de la utilidad del fosfaoto de cal, la predi-
lección de los carnívoros por los huesos frescos ; los dientes de estos anima-
les son atacados de caries cuando se suprimen los huesos en su alimenta-
(1) En Kapafla puadeo emplearte Uw de Alhama de Aragón, de Qranadaóde Marfia,.
^ Ut de AIzoIb, NanoUref de Ooa, Sierra Alamina ó Alange.
269
oión; el foefato de cal existe además en la leche, do en forma soluble, sino
#eegún indica el Dr. Boarquelot, cómo fosfato insolable en pequeñas masas
amorfas, que se mantienen en suspensión gracias á la caseína.
El Br. Ferrier ha empleado su método en gran niimero de tuberculosoSt
y los resultados obtenidos merecen ser citados porque ha yisto, bajo la in-
fluencia del tratamiento calcico, desaparecer los fenómenos congestivos,,
normalizarse el apetito y mejorar los enfermos de nn modo notable. El doc-
tor E. Sergent cita casos análogos que datan de dieciocho meses. He ob-
servado en mi clínica, en algunos enfermos elegidos y tratados por el doc-
tor Ferrier, resultados idénticos; á pesar de lo difícil que es hacer se-
guir á los enfermos de hospital un régimen severo de alimentación. En el
periodo de vacaciones, durante el cnal la medicación fué suspendida, esto»
tuberculosos perdieron con rapidez los beneficios de la calcifícación, y
cuando volvió á emplearse el tratamiento, su estado mejoró de una mane-
ra notable. En un enfermo de la clientela privada el resultado fué notabi-
lísimo á los dos meses de tratamiento. Consideré el caso como desesperado,,
pero hoy este enfermo se halla en plena vía de curación.
Los experimentos del Dr. Ferrier deben ser enfiayados de una manera-
metódica y durante mucho tiempo; creo que su método merece ser conoci-
do, porque es completamente inofensivo y se funda en hechos interesantí-
simos de observación. El porvenir dirá si resiste á la prueba del tiempo,
única piedra de toque de las medicaciones antitubercnlosas.
El Dr. A. RoBiK : La teoría del Dr. Ferrier está en contradicción com-
pleta con algunos puntos perfectamente comprobados de la fisiología pato-
lógica dé los tuberculosos. Me ocuparé de estas contradicciones, porque de-
muestran que la teoría del Dr. Ferrier es cuando menos muy atrevida.
1.® Esta teoría se funda esencialmente en la frecuencia de la fosfaturia
en los tuberculosos. Ahora bien, la fosfatnria en estos enfermos es un
mito, en el que he creído, pero que no tiene base fundada. He coleccionad(^
850 casos de tuberculosis pulmonar, en todos los grados de la enfermedad v
he hecho más de 1.200 análisis de orina, y á pesar del gran número de ob-
servaciones, jamás he encontrado foetaturia en estos enfermos.
El ácido fosfórico se elimina en los tuberculosos del modo siguiente : En
el período pretuberculoso la eliminación de este ácido (representando él
término medio efectivo de 50 casos análogos) fué de 20^,2, de ello»
0'56 de ácido fosfórico combinado con bases terreas y la relación j^ ^^^.
fné de 20*4. Estas cifras demuestran que el pretuberculoso no es en gene«^
ral fosfatúrico. .
En la tisis confirmada he encontrado los valores siguientes:
Primer f rado.
Secando frado.
Tercer grado.
PiO» total f . .
2*30
0«76
. 16*20
1*38
0'50
11*05
1*27
pto» combinado con sales terreas
P*0B
0'S3
12'60
Nloul
210
8e Te que, se« eiisl faere U BuaerB como m eoosderen estos ci€nfl de
snálielí, DO hftj, en úngán período de la iaberenlons, ai d¡eaiÍBVCí¿B ex-
eesire del ácido foefóríeo, ni fosíeiariA totol, ni foefatonn térran, ni fos^-
iarÍA relatíTft (en relaeión eon U elimineeite de nitrógeno).
2/ Coniideremoe ebors U eliminación de la eal y de la magnesia en loe
diferentes periodos de la tabercnlosís.
He estodiado los cambios nrínaríos de cuatro tabercnlosos, todos los
cuales padecieron tiñs pocos afios deqmés; en tres la tíos signió nna mar-
eba rápida. Los análisis de orina se hicieron en nna época en la qne la ia*
bercnlosis polmonar no existiaf al perecer; los enfermos eran tratados
como si padecieran anemia, cansancio, nenrsstonia. El estndio de las rela-
ciones de los cambies en estos pretnbercnlosos me rereló desmineralización
calcica y sobre todo magnésica; el exceso de cal y de magnesia elinünadas
no procedia de la alimentación; los pretnbercnlosos snstraian de sus pías-
mas j de sns tejidos 0*'',0008 de cal y 0*^,0023 de magnesia por reinti-
cnatro boras, por kilogramo de peso riro.
En el primer periodo de la tisis be Tisto, en dos enfermos, persistir la
desmineralizacióo y basto aameotar, pero esto rea la desmineralixa-
ción calcica superaba á la magnésica; los enfermos snstraian de sns te-
jidos 0^,002 de cal y 0^,002 de magnesia por kilogramo de peso.
En el segnodo grado de la tisis la desmineralización aumento sobre todo
en lo referente á la cal. Según lo que be obserrado en tres enfermos. He*
ga á O^'-fOO? de cal y á 0^',0Q2S de magnesia por kilogramo de peso.
Finalmente, en el torcer período de la tisis no se obserra desminersUza-
ciÓD á causa de que el enfermo ha perdido en los períodos precedentes de
la tabercnlosis todas Iss sales terreas que podía perder.
La desmineraliaaeión es, por lo tonto, según rengo sostoniend!5 bace
mucho tiempo, un elemento fundamental del torreno tuberculoso; sin em-
bargo, no acepto la hipótesis del Dr. Ferrier, para quien la pérdida de sa-
les calcáreas es debida á la acción de los ácidos ingeridos ó formados en el
estómago; he obserrado, en efecto, que los tuberculosos pierden sales cal-
cáreas, aunque no padezcan el menor trastorno gástrico.
Por otra parto, no debe toneri<e en cuenta sólo la desmineralizadón calci-
ca, porque la magnésica desempeña un papel ton importanto ó más que el de
aquélla; la tomperatura debe toner muy en cuenta esto hecho, con tanto
más motiro cuanto que el organismo carece de reserras de magnesia; todo
el mundo conoce, por el contrario, la importancia de las reserras calcicas
de los huesos; la remineralización magnésica debe procurarse á la rea que
la calcica; es una indicación de la que no se ocupa el Dr. Ferrier.
8.* Además no es posible creer que se consiga remineralizar á un enfer-
mo haciéndole tomar sales de cal y de magnesia; los ensayos numerosísi-
moB que he hecho me han demostrado cuan dificil es conseguir se fijen en
el organismo las sales terreas que se administran ; es una ley general apli-
cable no sólo á los tuberculosos, sino á todos los sujetos desmineraliaados
y en particular á los osteomalácicos. El problema terapéutico comprende
dos indicaciones: suministrar al enfermo el medio de que no pierda su oal
y permitirle fijar la que se le administra.
En la ostoomalacia he obtonido buenos resultados gracias á un trato-
271
miento recalcifícante combinado con la medicación arsenical; esta terapéu-
tica puede también ser útil en la tuberculoeis; creo que el arsénico obra, no
sólo como medicamento de ahorro, sino también fayoreciendo la fijación de
las sales terreas.
El Dr. F. Bbsah^ok : No puedo referir caso alguno para probar la acción
de las salea de cal en la terapéutica de la tuberculosis, pero he obBerTad.0
que la administración del cloruro de calcio á dosis eleyada puede modifi-
car, en ciertas condiciones, la crasis sanguínea; asisto desde hace mucho
tiempo á un enfermo de púrpura periódica que eyolncionaba por ciclos de
eeis meses; la medicación calcica ha roto el ciclo; desde que se administra
el cloruro de calcio, los accidentes hemorrágicos no han yuelto i reproducir*
ae, 7 creo que el desarrollo óseo de este indiyiduo, sujeto joren, es mejor.
El Dr. G. Kuss : El Dr. Ferrier admite que la tubeculoeis cura espontá-
neamente por incrustación calcárea de la lesión y cree que un organismo
«uyos tejidos contienen en abundancia sales de cal resiste yietoriosamente
la tuberculosis, á causa de esta buena calcificación.
Estas afirmaciones son al parecer difíciles de aceptar; en la mayor parte
de los casos los tubérculos que curan están esclerosadoe, no calcificados;
en cambio en los bóyidos y en el cerdo, las formas grayes y progresiyas da
la tuberculosis suelen ir acompafiadas de infiltración calcárea acentuada de
los tubérculos, infiltración calcárea que no es en modo alguno indicio de
un proceso fayorable ni de la tendencia á la curación.
Por otra parte, el Dr. Ferrier no ha probado que en el hombre los tubér-
culos de eyolución desfayorable yayan siempre acompañados de pérdida
grande de sales calcáreas, ni que un organismo priyado de estas sales sea
incapaz de resistir á la tuberculosis. Hasta que estos puntos esenciales no
sean demostrados por la experimentación ó por obseryaciones numerosas,
su teoría no pasará de ser una pura hipótesis.
. No obstante, creemos que será conyeniente para los médico» que tratan
tuberculosos tener en cuenta los hechos interesantísimos citadoá por el doc-
tor Ferrier; estos hechos, bien estudiados por un obseryador de conciencia,
son completamente nueyos para los tisiólogos. Demuestran que en condi-
ciones especiales, mal conocidas aún, existe una relación íntima entre
ciertos brotes tuberculosos y los signos exteriores de decalcificación ; que
en estos casos, un tratamiento dirigido contra la decalcificación ejerce una
influencia fayorable sobre la marcha de la tuberculosis.
El hecho merece ser consignado sin pretender explicarlo por una teoría.
Se admite desde hace mucho tiempo la importancia de una buena diges-
tión en ios tuberculosos. El Dr. Ferrier nos ensefia que las fermentaciones
digestiyas, además de todos sus inconyenientes ya conocidos, ejercen una
acción decalcificante muy desfayorable ; este hecho merece ser tenido en
cuenta; es, para nosotros, un motiyo más para averiguar el estado de la
digestión en nuestros enfermos ; si la digestión es mala y no mejora bajo
la influencia de la cura de aire y del reposo, está indicado eyitar la so-
brealimentación é impedir que los alimentos se estanquen en el estóma-
go. Los medios que el Dr. Ferrier aconseja son excelentes desde este punto
de yista; afirma que se recalcifican los dientes y el organismo suministran-
do sales de cal á los enfermos sometidos á su método de tratamiento; estoy
2t2
persuadido de la ezactitad de esta opinión. Hace ya algunos afios que em-
pleo contra la dispepsia hiperáoida nna mezcla de sales de cal y de mag-
nesia. Este procedimiento tiene ante todo la ventaja de mejorar de un
modo manifiesto la digestión, según ha demostrado el Dr. A. Robín, pero
además permite recalcificar i sujetos que han perdido en abundancia salee
calcáreas.
En otras palabras, si bien la teoría del Dr. Ferrier no es al pktecer apli*
cable á los tuberculosos en general, suministra cuando menos indicacionee
utilisimas para el tratamiento de los tuberculosos que padecen trastornee
gástricos y sobre todo dispepsias acidas; merece, por lo tanto, ser conocida
y ensayada siempre que se observen en un enfermo hiperclorhidria ó fer-
mentaciones digestirás ó signos de decalcifícación que se revelan por caries
ó blandura de los dientes.
El Dr. A. RoniN : Puede admitirse que los hiperclorhidricos pierden salee
calcicas y magnésicas por formación de ácidos en el estómago, y que, en
estos casos la saturación gástrica produce buenos resultados; pero en loe
tuberculosos no sucede asi: la desmineralización se revela en ellos por un
trastorno profundo de la nutrición y no por fermentaciones gástricas; \m
administración de cal y de magnesia no corrige este trastorno nutritivo; en
un enfermo las sales terreas ingeridas son eliminadas sin fijarse en el or-
ganismo. Añadiré que no se ha demostrado que la composición qulmiea de
los dientes experimente variaciones paralelas á las de los huesos, como cree
el Dr. Perrier. «
El Dr. Villbmin: La hipótesis del Dr. Ferrier no se comprueba en loe
niños de poca edad ; en efecto, en los raquíticos, á pesar de existir altera-
ciones óseas considerables, los dientes apenas se modifican.
El Dr. Barbirr: Es indudable que los tuberculosos no curan, de ordi-
nario, por calcificación, sino por esclerosis. Otro argumento que puede opo-
nerse á la teoría del Dr. Ferrier, es la cantidad insignificante dé cal que
contienen los alimentos que, como los huevos ó la carne cruda, producen
en general resultados excelentes, cuando forman parte de la ración ali-
menticia de un tuberculoso; si se sustituyen estos alimentos por una can-
tidad equivalente de leche, no se observan los mismos efectos favorables,
aunque la leche contiene una proporción mucho mayor de sales calcáreas;
en los sujetos desmineralizados conviene, por lo tanto, ante todo, restituir al
organismo las albúminas necesarias para retener las substancias minerales.
He leido con gran interés la obra del Dr. Ferrier, y me ha sorprendido
una observación muy justa que hace el autor: c Abandonemos francamen-
te, dice, el principio de la continuidad de la fosfaturia; ésta existe en cier-
tos momentos y durante un tiempo variable, y si se la busca entonces se
la encuentra; pero hay periodos de mejoria en los que no se observa la foe-
faturia ni aun en un sujeto osteomalácico». Acepto en absoluto esta opi-
nión : observando tuberculosos durante mucho tiempo y estudiando de una
manera continuada suf orina suele observarse que la fosfaturia desaparece
en ciertos períodos, durante los cuales la composición de la orina es normal.
El Dr. O. Kuss: La observación hecha por los Dres. Ferrier y Barbier
explica, sin duda, por qué ciertos autores no han conseguido descubrir la
desmineralización calcica de los tuberculosos, sacando conclusiones contrm-
_ 273 l
rías en absoluto á las del Dr. A. Bobin. Ott ha estudiado detenidamente la
eliminación de la cal, dosificándola en todas las ingesta y excreta de varíos
taberculosos en diferentes periodos de la enfermedad, despnés de haberles
colocado fin estado de equilibrio azoado. Ha yisto que estos enfermos ex-
cretan la misma cantidad de cal que ingieren. Gomo estos experimentos,
muy difíciles y muy laboriosos, po duran más que algunos dias, puede creer-
se que la desmineralización calcica liaya existido en estos enfermos en
otros momentos.
El Dr. A. Robín : Dada la cantidad mínima de cal eliminada cotidiana-
mente, es casi imposible hacer el balance nutritívo sobre ella ; es fácil que
escapen del análisis algunos miligramos, y esta pérdida prolongada duran-
te un largo periodo constituye una causa importante de decalcifícación.
Creo, por consiguiente, que no puede sacarse conclusión exacta de un ex-
perimento como el del Dr. Ott. ¡
El Dr. L. Guiñabd: En 1904 el Dr. Ferrier examinó ante mí la dentición
de Tarios tuberculosos, y hizo pronósticos fundados en el estado aparente
de calcificación de los dientes. Confieso que tales pronósticos no fueron con-
fitmados por la cTolución ulterior de la tuberculosis en estos enfermos.
Patogenia de la tuberealosis. — El Dr. Vallée presentó las piezas anatómi-
cas recogidas al practicarla autopsia de las terneras sometidas durante
más de tres meses al contagio tuberculoso por ingestión cotidiana de leche
yacunlfera, después de haber sido destetadas. Se las sacrificó á las cuatro
semanas del destete; tenían lesiones tuberculosas de los ganglios del me-
diastino, sin alteracioDCS aparentes de los ganglios mesentéricos ni del in«
testino. En las piezas presentadas por el Dr. Vallée se ve, en efecto, que el
aspecto macroscópico de loe ganglios mesentéricos es normal por completo.
En cambio los ganglios escalonados á lo largo del mediastino están au •
mentados de volumen y presentan lesiones caseocretáceas muy acentuadas.
Cuanto á los pulmones, unos están indemnes y otros contienen como lesión
única un nodulo miliar su bpleurítico más reciente que las alteraciones
ganglionares.
Insistió también el Dr. Vallée sobre el hecho de que la contaminación
por las Tías digestivas se produce en los bóvidos con grandísima facilidad,
lo que contrasta notablemente con los resultados negativos de los experi-
mentos de inhalación de polvos bacilíferos, secos ó húmedos, cuando se in-
troducen los bacilos directamente en las vías respiratorias después de la
traqueotOQiía.
Los experimentos como los de Nocard y Bossignol, en los que las pulve-
rizaciones de bacilos han hecho contraer la tuberculosis á los animales,
deben interpretarse en el sentido de la contaminación por las vías digesti-
vas, porque en estas condiciones experimentales los animales degluten gran
número de microbios.
El Dr. G. Peta dijo que con los experimentos de inhalaciones de cultivoe
bacilares que ha practicado en perros el Dr. Leudet, no se ha conseguido
tuberculizar á estos animales, á pesar de emplearse gran cantidad de baci-
los pulverizados; estos experimentos demuestran con cuánta eficacia se
defienden los animales contra la inhalación de bacilos virulentoe.
El Dr. F. Besangon manifestó que el experimento del Dr. O. Petit no
SI
—^V-írr^
274
pnede interpreimree en este sentido ; si los bacilos faeran TerdaderansBie
yirnlentoa para los animales sometidos á la experimentación, no se eom-
prende por qa¿ éstos no hablan de contraer la taberonlosis por iogestíón.
El Dr. Lttulle llamó la atención sobre la frecuencia de la integridad per-
fecta de las Tias digestivas en los tisicos; es un hecho importante que con*
▼iene tener muy en cuenta; sea cual fuese la explicación que se dé, con-
cuerda mal con la hipótesis del Dr. Oalmette, que atribuye los brotes de
tuberculosis de los tisicos á los bacilos deglutidos, que penetran por el in*
testino al sistema linfático y pasan, por último, al torrente circulatoria
£1 Dr. O, At2«^ manifestó que las lesiones del mediastino en los ani-
males sometidos á la experimentación por el Dr. Vallée, no están super-
puestas á las lesiones de los ganglios bronquiíilee y pulmonares, que soa
generalmente la primera localiaación aparente de la tuberculosis en el nifto
de poca edad.
El Dr. F. BssAN^ON : He seguido con tanto más interés los experimen-
tos de los Dres. Yallée, Oalmette y sus discípulos, cuanto que deede hace
muchos años estoy conyencido del origen hematógeno de un gran número
de afeccioDCS pulmonares, en particular la tuberculosis y la pulmonía; eo
un articulo publicado en 1899 sobre las determinaciones articularee del
neumococo en el curso de las infecciones generales, después de demostrar
que, para las articulaciones, lo que constituye la localización del germen
no es su puerta de entrada, sino su grado dé Tirulencia ó el de receptíbili-
dad del sujeto, decía que lo mismo ocurre con el pulmón, donde se fija el
bacilo de Eoch, sea cual fuere su puerta de entrada, cuando el animal ata-
cado pertenece á ciertas especies relatÍTamente resistentes, por ejemplo, el
conejo. Lo mismo acontece con la neumoniaf que se ha atribuido sin moti-
To á la emigración canalicular descendente del neumococo saliyal, y que al
contrario de las bronconeumonias, es una afección puramente pulmonar,
una alveolitis localizada en un segmento perfectamente limitado del pul-
món, sin lesiones concomitantes del árbol bronquial.
El Dr. Cornil dijo que esta integridad de las Yias respiratorias por fuera
del bloque neumónico no es constante ; en muchos casos de neumonía lo-
bular franca se observa un proceso más ó menos extenso de bronquitis di-
fusa en otras zonas del pulmón, además de la hepatieada.
El Dr. F, Btsangon indicó la exactitud de la existencia de estas lesiones
bronquiales, pero son sobreañadidas, secundarias y no dominan la locali-
zación pulmonar como en las bronconeumonias.
{Lé BulL Medical). — F. Toumo.
275
OfPXBIAL T BXAX 8O0ISDAD DIB LOS M^DIOOB DIB YIBNA
8€9ián éUldiaiBde Oci^br$ de 1906 (1).
NMrMéfalo, otplnt bffMt y •IffíUt •OBoéfeHa.— ffl Dr. (ktrloi Bochihger
presento una nifia de nneve meees que tiene un hidrócéíklo enorme, espina
bífída en la región lambosacra y condiiomas sifíiltioos en la región ano-
genital. La nifia nació eon la oabesa normal j con nna coriza de secreción
pnralenta que dnró seis semanas. Bn la región sacra había un tnmor como
un pnAo, que se abrió espontáneamente á la tercera semana, dando salida
á nn liquido acuoso y cerrándose á fines del tercer mes. Desde el cuarto
mes em(>ezó á crecer el tamaño de la cabeza más de lo regular, pero más
especialmente en los últímos dos meses. Existen además síntomas de con*
tractura y de parálisis, originados por el hidroeéfalo y por la espina bífída.
La hidrocefalia debe considerarse en este caso como una afección gennl-
namente sifilítica, resultado de una ependimitis y de una meningitis serosa
de la misma naturaleza: La espina bífída hay que interpretarla como nna
perturbación de desarrollo de naturaleza paraheredosifílitica.
El Dr. Julio Zappert dice que el hidroeéfalo tiene el tipo del sifilítico,
pero que no hay que olvidar lo frecuente que es la coexistencia del hidro-
eéfalo y de la espina bífída, y también la frecuencia con que la oclusión,
espontánea ó proToeada, de esta última, da origen al desarrollo de la hi-
drocefalia. Podría tratarse de la aparición casual de ambas afecciones en
una nifia sifilítica, pero cabe también dudar de la existencia de la sífilis y
atribuir el desarrollo de los condiiomas á la parálisis de los esfínteres y á
la anestesia cutánea, ocasionadas por la espina bífida, y que con mucha
' firecuencia son causa de la presentación de úlceras cutáneas TCgetantes,
muy parecidas á los condiiomas.
El Dr. Guülermo KnopeUnaeher refiere haber tratado recientemente un
caso de hidroeéfalo crónico tan roluminoeo como el actual por medio de la
punción lumbar, que ha practicado dos Teces. Se atrere á considerarlo
como curado, puesto que han desaparecido por completo los síntomas de
compresión cerebral, se han cerrado las suturas y de un afio acá no ha au-
mentado el volumen de la cabeza más que en un centímetro.
Gangrena del pié: diainéstiee del sitio ds la ebslrnecién arterial.— El doctor
Luis Maszkomcz presenta dos enfermos para dar á conocer el procedimiento
que emplea con objeto de descubrir el sitio de la obstrucción arterial en
los casos de gangrena del pié.
Un enfermo, de cincuenta y tres afioe, padece desde hace uno de claudi-
cación intermitente, la cual reconoce como causa una estrechez del calibre
de las arterias respeetivas, producida por endoarteritis obliterante ó por
organización de trombns. El otro enfermo, de treinta y siete afios, perdió
hace cuatro los dedos cuarto y quinto del pié izquierdo á consecuencia de
gangrena y padece ahora de dolores en las extremidades inferiores. 8u
afección pertenece al grupo del mal de Raynaud.
(J) Primera del curso actual.
276
Después de mantener eleyada U extremidad por nn poco de tiempo, se
aprieta el muelo con una renda de goma, de tal modo qae se obtenga ana
anemia completa del miembro. A los cinco minutos se quita la renda, ob-
serrándoee entonces que en vez de restablecerse rápidamente la circula*
ción no 16 hace así en la zona correspondiente al raso ó rasos obstruidos.
£1 síutonia es tan claro, que puede serrir para precisar el nirel á que debe
de hacerse la amputación ; sólo cabe la duda de si la circulación de los te-
jidos profundos se efectúa de un modo paralelo á la de la pieL
El Dr. Alfredo Fucha cree que el procedimiento del exponente es útil
también para los casos dudosos de oclusión rascular relatira.
El Dr. Antonio de Eüadlferg refiere un caso de gangrena del pié, ooneeca-
tira á arterio-esderosis, én el que la aplicación del nuero procedimiento
demostró la necesidad de amputar la pierna, encontrándose, en efecto,
obstruida la arteria principal en un punto muy alta
£1 Dr. Julio SchnitzUr dice que además del reparo que ya ha hecho
el mismo Mqszkowicz, fundado en que puede haber diferencias entre la cir-
culación cutánea y la profunda, hay que recordar que la hiperhemia linfaa*
gltica que se observa á menudo en los casos de gangrena senil llega hasta
el mismo borde del tejido gangrenado, ó sea á una aona en que, según en-
sefia la experiencia, no se puede operar.
El Dr. Hermann Teleky dice que en los casos de claudicación intermiten-
te consecutiva á oclusión ó estrechez rascular se obserra, á diferencia de
lo que sucede en los que reconocen otra causa, una sensación muy penosa
de frió en la extremidad respectiva, acompaflada de un descenso real de la
temperatura en la misma.
El Dr. Emilio Schwart hace notar que algunos casos de claudicación inter-
mitente tienen por causa la esclerosis de las arterias, que no les permite la
dilatación que exige todo esfuerzo muscular. De aqui el espasmo de los va- •
sos musculares, que sobreviene con la contracción muscular, con lo cual te
nresenta el dolor espasmódico á la manera de la angina de pecho, que se
observa en loe casos de esclerosis coronaria. En estos periodos no daría re*
saltado positivo el experimento de Moszkowicz, y por lo tanto, serviría mny
poco para el diagnóstico.
El Dr. Luis Moszkowicz dice que entre la gangrena y la elaudioaeión in*
termitente existen, sin duda, grandes relaciones, puesto que en algunos sa-
jetos que presentaban dicha claudicación se observó el obstáculo á la hi-
perhemia de un modo muy marcado.
Autoplastla eraneal doble.— El Dr. Pablo Clairmont presenta un hombre de
diecinueve años, que el 6 de junio último se cayó de una altura de 16 me-
tros, produciéndose á causa de esto una fractura complicada del cráneo.
Guando ingresó en el hospital se le extrajeron las esquirlas correspondiea-
tes á dos fracturas por impresión. Después de tres días recobró el enfermo
el conocimiento, pero con parálisis de la extremidad superior derecha,
alexia, agrafía, parafasia y amnesia. A los dos meses estaban cerradas las
heridas de las partes blandas. En septiembre existian aún dos defectos per-
forantes en la caja craneana: uno en la zona del parietal isquierdo y otro
en la mitad izquierda de la escama del occipital. En ambos defectos htbía
hundimiento, pulsación, oscilaciones respiratorias, etc. Al indinane el pa-
«7
oieiite hacia adelante eentia rértígos: habia, además, paresia ligera de la
porción bncal del facial en el lado derecho. El paciente conocía laa letras,
pero leía mal las palabras.
El 22 de septiembre procedió el antor á la operación. Bn ánimo era on-
brir un defecto con hueso del mismo cráneo y el otro con un trocito de ti-
bia, pero el paciente no se prestó á esto último. Despn^ de escindidos la
cicatriz cutánea y el tejido cicatrizal snprayacente á la dura madre, se re-
frescó el defecto óseo. Hecho esto, se talló un colgajo osteoperióstico, por
él método de Hacker- Durante, á espensas de las partes prósimas, para lo
cual se empezó tallando un colgajo de partes blandas por medio de una in*
cisión arqueada y disecándolo hacia adelante y afuera. £1 periostio vuelto
hacia afuera se fijó por medio de algunos puntos de catgut al periostio del
defecto, y la piel se unió esactamente por encima. El segundo defecto se
cubrió con una placa dé celuloide, según el método de Alejandro Fránkel,
empezando por perforar la placa en rarios puntos y ajuetándola después
con el mayor cuidado. La piel snprayacente se unió por medio de sutura
abotonada. Las dos autoplastias se lograron bien, no percibiéndose pulsación
en ningún punto. El paciente dice que cuando se inclina hacia adelante le
parece que se leranta la placa de celuloide, pero la palpación hacia yer que
no sucede nada de esto.
Saturnismo en anudadoras de ftooos. — £1 Dr. Luis Tdeky presenta dos anu-
. dadoras de flecos que padecen de saturnismo crónico.
£1 Dr. Julio Zappert dice que hace algunos años presentó el hijo de una
anudadora de flecos que padecía de parálisis saturnina de las estremidades
inferiores. Estas intosicaciones son debidas á que la seda negra con que se
anudan los flecos está cargada de acetato de plomo, y como esta clase d^
obreras trabajan en su casa, de aquí la posibilidadde que también sein-
tosiquen personas de su familia. ,
Lesión ocasionada por la oloetrleldad.— El Dr. Luis Teleky presenta foto-
mafias relativas á una lesión producida por la corriente eléctrica. El 80 de
agosto, un obrero que mantenía con la mano una barra de hierro que estaba
en conexión con la tierra, tocó con el dorso del dedo pequeño la parte de una
máquina por donde pasaba la corriente eléctrica. A pesar de tratarse de una
corriente continua de 110 voltios, se produjo en el punto de entrada (dorso
del dedo meñique) una herida del tamaño de un céntimo y en el de salida
(lado de flexión del dedo meñique) una herida de 1 centímetro de largo y 2
milímetros de ancho. Fellinek insiste mucho en que las lesiones ocasionadas
por la corriente eléctrica suelen ser más profundas de lo que parece, y se
curan con mucha lentitud. Así ha sucedido en el caso actual. A los diecio-
cho días de ocurrido el accidente, las heridas, sobre todo la del lado de la
flexión, son un poco mayores que al día siguiente del percance.
( Wiener Klinische Rundschau). ^B.. dbl Valle.
278
PEBIÓDICOS
El alcohol eoino allmonto. — £1 Dr. Jorge Booenfeld, de BreslaTÍa, dednee
de BOB experimentos que el alcohol no ejerce ninguna influencia perjudicial
demostrable sobre el metabolismo uutritiyo y que economiza la albdminA
un poco mejor que igi^al cantidad de azúcar. En un organismo en el que no
ha obrado como tóxico sobre el cambio nutritiyo y en el que tampoco ht
producido síntomas de embriaguez bien ostensibles, menoscaba en un 25
por 100 determinados actos de la inteligencia, disminuye próximamente
en igual proporción la fuerza muscular bruta y afecta grayemente al cora-
zón, aumentando sn excitabilidad y perjudicando i su capacidad de restau-
ración funcional. *- (Zentralblatt Jür innere Medizin). — R. dbl Valls.
Tratamiento do la dispepsia hiporooténlea eon farmootaeionos áoidao. ^ En
esta forma de dispepsia, dice ei Dr. A. Robin, conyiene emplear el trata-
miento sedante. Consiste en la alimentación apropiada compuesta orind-
pálmente de leche y yegetales, y en el uso de medicamentos sedantes y de
polyos absorbentes destinados á suturar el exceso de ácidos. Pueden co-
merse patatas, legumbres secas, ensaladas cocidas, pescados de carne blan-
ca y hueyos, pero sin abusar de éstos, porque son á Teces excitantes. El
pan debe tomarse en poca cantidad y tostado. La mejor bebida es el agua
pura. Después de comer debe tomarse una tacita de infusión aromátíca
muy caliente (anis, menta, manzanilla), para calmar la excitación gástrica
y fayorecer la eyacuación del contenido del estómago. ,
Los medicamentos tienen por objeto disminuir la acción estimulante que
ejerce la masa alimenticia sobre el estómago y moderar la excitabilidad de
este órgano. Se consiguen estos resultados tomando en un poco de agua,
cinco minutos antes de las comidas, cuatro á siete gotas de la mixtura ai-
giüente : • *
Tintara de belafto , \
^ tebaioa jaaO gramot.
— de belladona /
El estómago segrega en exceso y el contacto de los alimentos aumenta
esta secreción, asi que al fin de la comida el contenido gástrico es muy ácido
y es preciso saturarle para impedir ó moderar el espasmo de las fibras mos-
culares del píloro. Se consigue haciendo tomar en una pequeña cantidad de
agua el contenido de uno de los papeles siguientes :
Magnolia hidratada I
Bioarbonatodetofa. |aa 4 gramos.
Azúoar blanoa
Carbonato de oal precipitado i ^
Oleoeacaruro de anís . • t —
Divídate en 12 papeles.
A las cuatro horas de la comida, los dolores suelen presentarse de nuoTO
y adquirir su máximum de intensidad. Es preciso entonoeo tomar en un
279
poco de agua la preparaeión siguiente, repitíéodola inedia hora deepaés, n
el dolor no se mitiga :
Magneóa hidratada 16 decigramos.
Bicarbonato de «osa \ j ^ «ramo
Aiücar blanca S
Oodelna • 5 mUigramoe.
Carbonato de cal precipitado... * ' ' " U 8 dedgramoe.
Subnitrato de bismuto • I ^'
Oleosacaruro de menta. . . • , 5 oentígramos.
Méielese. * ^
Estas fórmalas son complejas, pero cada nno de loe medicamentos de qne
se componen tienen su razón de ser y sn atilidad. La magnesia hidratada
fo^ma con loe ácidos clorhídrico y láctico, cloruro y lactato de magnesia,
qne estimolan las fibras musculares y que, en el intestino, ejercen una ac-
ción laxante, corrigiendo la atonía muscular. El azúcar sirre para enmas-
carar el mal sabor de las preparaciones alcalinas. El bicai^bonato de soea
produce una sensación de alivio más rápida que todos los demás alcalino-
térreoe. El subnitrato de bismuto ejerce una acción moderadora sobre la*
secreción gástrica y compensa el efecto purgante, exagerado á reces, de la
magnesia. El carbonato de cal precipitado obra saturando los ácidos gás-
tricos. La codeina calma la sensibilidad gástrica y modera la excitabilidad
del plexo solar.
Si persiste el estreñimiento se combate por medio de un enema ó de las
pildoras siguientes :
Aloes del Cabo.... 7 centigramos.
Qoma guta 3 —
Turbith vegetal. 2 -*
Extracto de belladona í
- <]«bele&o |aa5ni.Ug«mo..
Jabón medicinal.... c. s.
Para una pildora. 8e toma una al acostarse, aumentando la dosis si es ne-
cesario. — (BulL gen. de therapeutique^ 15 octubre 1906). — F. Tolbdo.
'Bstttlismo. — Refiere el Dr. Collat^ qne en el año pasado enfermaron en
Darmstadt veinte personas por haber consumido una ensalada de judias,
habiendo fallecido diez de los atacados. El examen bacteriológico compro-
bó la existencia del bacillns botulinus en la ensalada, siendo asi que hasta
ahora solóse habla encontrado en intoxicaciones con embutidos. El autor
•asistió á cuatro de las personas atacadas : una de ellas lo fué muy levemen-
te por haber comido poca ensalada; dos llegaron á estar muy graves y la
cuarta, que es la que habla comido más del manjar susodicho, se murió.
Después dcslntomas leves por parte del estómago y del intestino acom-
pañados de malestar de cabeza y vértigos, se presentaban fenómenos muy
alarmantes por parte del sistema nervioso, paresia bul bar y oftalmoplegia
extema é interna. También se presentaron síntomas irritativos en la esfe-
ra de la sensibilidad y parálisis de un brazo. En vista de que el tratamien-
to sintomático en que entraban la estricnina, la digital y el estrofanto no
280
daba ningún resaltado, se decidió el antor en los dos casos de graredad me-
dia á emplear nn tratamiento especifico cuando se presentaron los sintonías
alarmantes. A la enferma menos grare, y que ya estaba en conyalecencia,
le extrajo por medio de la sangría, 80 gramos de sangre y después inyectó
el suero de ésta á las otras dos pacientes.
Con este tratamiento empezó á mejorar en el acto el estado general y
pasado cierto tiempo ireapareció el sueño. A partir de este momento se foé
acentuando la mejoría y después de una conTalecencia muy lenta se resta-
blecieron las enfermas. A los cuatro meses no quedaba de los síntomas
paralíticos más restigio que una ligera debilidad enla acomodación.
iBerlimr Klin. Woeheruchri/t). — R. db Yallb^
Trstsniisttts ds les bubss^ taparadss. — El Dr. B. Tan Oroensu reco-
mienda un tratamiento que, según su autor, es más eficaz que todos los
empleados hasta ahora. Consiste en aplicar sobre los chancros, con objeto
de destruir el bacilo de Ducrey, una disolución de agua oxigenada al tf por
100, á la que se adiciona ácido clorhídrico en la proporción de 5 por 1.000.
^ Después de incindido el bubón y extraído el pus, se introduce en lacayidad
una lincha de gasa empapada en esta disolución. Encima se aplica una
cura ordinaria. — (Rev, prat. des mcUadieé eutanées, mayo 1906).— F. Tolbdo.
Msrtslldad hstpitalarla ds la fiebre tifsidss. — El Dr. M. F. Barjou ha
recogido los datos estadísticos relatiyos á los casos de fiebre tifoidea tra-
tados en el flóiel-Dieu, de Lyon, durante los años 1894 á 1900, ambos in-
cIusítc, y ha comparado esta estadística con la de cinco afios, á partir del
1860, y con la de nueye afios, á partir del 1880^
En los afios 1860 y siguientes la mortalidad fué en el hospital menciona-
do de 26*2; en los afios 1880 y siguientes, en que se introdujo el método de
Brand y en que se puso en práctica con gran celo y esmero, tanto por los
médicos como por el personal subalterno, la mortalidad de la fiebre tifoi-
dea fué de 7 á 8 por 100; por último, fué de U por 100 en la época de 1894
ál900.
El autor explica tales diferencias por el hecho de que las probabilidades
de curación eran peores antes de plantear el método de Brand; en cambio,
cuando éste estaba en su auge el adiestramiento del personal y el esmero
y cuidado que se ponían en la administración de los bafios, casi siempre de
temperatura bastante baja, redundaron en beneficio de los enfermos. El
aumento de la mortalidad en estos últimos, afios se debe á que se ha aban-
donado^algo la balneoterapia y también á que por un falso sentimiento de
humanidad se ha aumentado la temperatura de los bafios.
iLyon medicáC), — R. dbl Yallb.
REVISTA
DB
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS.
ÜN CASO DE EPISPADIAS EN LA MUJER
D. SERAFÍN HUDEB
Médico d« la BeaefieencU Manlelpal de Pamplona.
Diversas consideraciones hacen interesante el caso que motiva
estas lineas y justifican plenamente su publicación. En primer lu-
gar, la afección que las ocupa es rarísima; desde que en 1882 publicó
Núñez el primer caso, son contadisimas las observaciones publica-
das, y todas ellas en el extranjero. En España no tengo noticia de
que se haya publicado ningún caso, y este es un motivo que por sí
sólo exige que el observado por mf vea la luz pública.
Por otra parte, son poquísimas las obras de Medicina ni de Ciru-
gía que hablan de ella, y no conozco ninguna que detalle su trata-
miento, es decir, que describa la operación que se debe practicar
para corregir tan grave defecto. Así es que, cuando yo traté de ope-
rar á mi enferma, me vi perplejo y confuso, no sabiendo cómo ha-
cerlo; acudí á distintos cirujanos de gran valer científico, casi todos
de Madrid, incluso un sabio Catedrático de Patología quirúrgica,
pidiéndoles un consejo, una indicación, un plan que me guiase para
este caso, pero no lo obtuve, y no fué por falta de buena voluntad,
sino por lo desconocido de la afección. Desde luego me declararon
todos ellos que no habían visto en su clientela particular ni hospita-
laria ningún caso.
En vista de esto y de que el estado de la enferma exigía que se in-
tentase algo, me decidí á operarla confiando solamente á mis pro-
pias iniciativas el modo de hacerlo, y pueden comprender mis lec-
tores las poquísimas esperanzas que abrigaba de salir airoso de la
empresa. Pero me equivoqué, el éxito de la operación fué completo,
Afio XXX.-Tomo LXXIII.-Núm. «36.-98 Noviembre, 1906. «
282
y no quiero dejar pasar en silencio el modocómolo obtave^ por si al-
gún lector se encuentra en parecidas circunstancias y le puede ser-
vir de algo mi ejemplo.
En el Consultorio módico que en esta ciudad tenemos establecido
mi distinguido compañero D. Eduardo Martínez de Ubago y yo,
presentóse á nuestra observación Eduarda Machiñena;de veintisie-
te años de edad, soltera y natural de Lizaso (Navarra), el 5 de oc-
tubre de 1905. Acude á nosotros, porque desde su nacimiento tiene
una incontinencia absoluta de orina, acerca de la cual no ha con-
sultado nunca con ningún médico, y dicho se está que tampoco ha
hecho tentativa alguna de curación.
Igual de día que de noche, y un poco menos en la posición ho-
rizontal que en la vertical, se le escapa la orina continuamente y
babeando, sin que en toda su vida haya experimentado ganas de
orinar. Reconocida la región, se encuentra el clftoris dividido en
dos mitades, entre las cuales hay un canal que en la parte supe-
rior llega hasta la comisura vulvar anterior, que no existe, por-
que los labios mayores y menores, atronados, no se reúnen para
formarla. Inferiormente, este canal, que ya es conducto en esta
parte, llega hasta la pared vesical anterior, que está intacta. La
pared inferior de este conducto, que, como se habrá comprendido
ya, es la uretra, estaba formada por una lámina ó brida que unfa
las dos mitades del clltoris á modo de puente. Pero como estas dos
mitades no eran iguales, sino que la derecha era más corta que la
izquierda, resultaba que la lámina ésta se insertaba más inferior-
mente en el lado derecho que en el izquierdo, asimetría que, como
se verá más adelante, tuvo importancia en el momento de la ope-
ración, y más todavía para el resultado de ella.
Constituida así la uretra, se ve que carecía de pared superior, y
que merced á ello su luz era grande, tanto que permitía introducir
holgadamente el dedo meñique hasta la pared anterior de la vejiga.
La piel de la pared interna de ambos muslos estaba cubierta de le-
siones irritativas é infecciosas, producidas por el constante contac-
to de la orina y rascaduras consecutivas.
Ante sintomatología tan clara, diagnosticamos fácilmente un
cepispadias retrosinñsario», y propusimos la intervención quirúr-
gica, que fué aceptada con gusto por la enferma y su familia, á pe-
sar de que nada prometimos como resultado de la operación. El
triste estado en que se hallaba la enferma, justifica el que obrasen
de este modo.
283
Decidido, como más arriba indico, á hacer la que mi pobre inge*
nio quirúrgico me sugiriese en el momento de la operación (aunque»
como se comprenderá perfectamente, bajo un plan detallado y tra-
zado con anterioridad entre mi compañero y yo), practicamos la
operación el 23 de abril del presente año.
Anestesiada por el cloroformo la enferma y desinfectada todo lo
más cuidadosamente posible la región, practiqué dos incisiones pa-
ralelas, aunque á distinto nivel por la asimétrica inserción de la lá-
mina ó brida que formaba la pared inferior de la uretra, que par-
£SQU£MA DE CNA OPERACIÓN DE EPI8PADIAS EN LA MUJER
1, 1, Mitades del olitoris.— 2, Fondo del canal uretral.— 8. Brida que forma-
ba la pared inferior de la nretra.~a,d,c,c2,o, Trazado ae las incisiones.—
I» {, {, t, Líneas que indican los pantos de sutura.
tiendo del fondo de este conducto en las proximidades de la vejiga
urinaria, y á lo largo de su pared inferior en los puntos de su inser-
<ción en las dos porciones clitoridianas, venían á terminar en los pun-
tos a-b, en dirección perpendicular á la superficie cutánea. De estas
incisiones no va representado en el esquema adjunto más que su ter-
minación, porque, dada su dirección, es imposible hacerlo, como lo
comprenderá perfectamente el lector. Empezando en los mismos
puntos a- 6, tracé otras dos incisiones también paralelas, pero per-
pendiculares á las dos anteriores y formando ángulo recto con ellas,
que siguiendo á lo largo de la cara interna de ambas porciones cli-
toridianas l-l, fueron á terminar en los puntos cyd.YÁ partir de los
dos extremos anteriores de estas últimas incisiones, tracé otras
dos, C'O y ¿-0, que fueron á reunirse en ángulo agudo en la parte
284
inedia y superior del canal uretral. Todas estas incisiones interesa-
ban solamente la mucosa y limitaban toda la que recubría lo que
debía ser pared inferior de la uretra.
Empezando de estas incisiones y marchando de la periferia al cen*
tro« disequé toda la mucosa comprendida entre ellas hasta los Ifmí*
tes de la pared vesical anterior, y cuando estuvo hecho esto, de un
tijeretazo separé la porción disecada todo lo más profundamente
posible.
Procedí en seguida á la sutura de la superficie cruenta, de la ma-
nera siguiente: paralelamente en todo á las dos incisiones primera-
mente descritas, di un punto de sutura entrecortada, con seda, como-
todos los demás, y con aguja de Reverdin, que, interesando toda la
mayor cantidad de tejido blando que se pudo para llegar al fondo-
de la uretra, la cerró por su parte superior al anudarlo, i«constru-
yendo la pared que faltaba y dejando constituida la uretra por un
estrechísimo conducto. Paralelamente á este punto de sutura, pase-
otros tres en la misma forma, pero á menos profundidad cada vez;
las líneas ¿-/ de la figura los representan. Anudados todos, quedó re-
construida la uretra y convertida la superficie cruenta en una línea
de sutura, con las paredes perfectamente adosadas por la profundi-
dad de los hilos. La reconstrucción del clítoris no resultó tan perfec-
ta, porque como la incisión b^d era más larga que la a^c, no pude
evitar que quedase alguna bolsa, que impidió la unión exacta de las
dos porciones en que se hallaba dividido. En el conducto uretral co-
loqué una sonda de Nélaton, del número 12, con el carácter de per-
manente, y cubrí finalmente la herida con un aposito aséptico.
Toda la operación resultó bastante molesta, porque la especia)
sensibilidad de la región hizo que, á pesar de la profunda anestesia
á que se sometió á la enferma, ésta la sintiese y se movía constante-
mente. No hubo que ligar más que una pequeña arteriola; pero la
hemorragia capilar fué bastante abundante. Lo más difícil de eje-
cutar fué la aplicación del primer punto de sutura, en el cual cifra-
ba yo todo el resultado de la operación. Quería que cogiese todos lo»
tejidos blandos comprendidos entre la superficie cutánea y la pared
vesical anterior, para que, adosándolos perfectamente, impidiese
que la orina se introdujera á su salida en algún orificio ó receso que
quedase abierto por descuido y destruyese ó impidiese la reunión de
la herida por primera intención, dejando abierto otra vez el canal
uretral anteriormente existente, y destruyendo al mismo tiempo la
pared uretral superior de nueva formación. Afortunadamente no su-
285
cedió así, á pesar de lo difícil que fué la xsolooación de los hilos en la
aguja de Reverdin^ por lo estrecho y profundo déla uretra. Para fa-
<2ilitar esta maniobra con un separador de Farabeuf, que cabía per-
fectamente, sostenía y deprimía el ayudante la pared uretral infe-
rior; si no, no hubiera sido posible el conseguir lo que me proponía^
De esta manera quedaron cumplidas las dos indicaciones que hay
<l ue llenar en el tratamiento del epispadias, que son : rehacer la ure-
tra y devolver su aspecto normal al aparato genital externo, si bien
'esto último ya hemos dicho por qué razón no se logró tan bien como
hubiera deseado.
Durante tres días estuvo la enferma con sonda permanente, y al
<^abo de ellos ya se vio que retenía muy bien la orina, hasta que se
la sondaba cada cuatro horas. Ya desde este momento empezó á ex-
perimentar ganas de orinar cuando se llenábala vejiga, y á los diez
<lías se suprimió todo sondaje. La cicatrización se hizo por primera
intención y el resultado ulterior de la operación ha sido inmejora-
'ble. La enferma orina actualmente con absoluta normalidad, rete*
niendo la orina durante muehas horas, hasta que las ganas de ori-
nar la obligan á expelerla voluntariamente. Se dedica á llevar la
<5orrespondencia entre los pueblos del valle tnontañoso en que vive,
y á pesar de las grandes marchas que efectúa retiene perfectamente
3a orina.
«EFIEMES ACERCA BE ÜN CASO DE DERMATITIS VACINIFORME INFANTIL
DR. D. ANTONIO LEDO
Dínetor de U ConsalU dermatolófl^lea del HotplUl de Naestre Seftora de Etf oara
(Valledolid).
La observación que necesariamente nos impone nuestra labor
fiospitalaria, me permite presentar un caso por todos conceptos ins-
tructivo, que difiere del eritema papuloso post-erosioo, con el cual
tiene semejanzas estrechas, y que fué objeto de estudio por mí en
-esta Revista (1).
El examen de ambos casos nos pone de manifiesto la necesidad de
proceder con calma antes de establecer un diagnóstico serio, pues
<1) Número 860, noviembre, 1904.
286
fácilmente nos llevaría á interpretaciones erróneas» por eso au<^
menta mi creencia, se hace preciso una vez m&s, establecer el pa-
ralelo entre afecciones de identidad tan marcada como la dermatí"
tis üacinifbrmé infantil; el eritema papuloso post- erosivo; el eetima
infantil ulceroso del recién nacido^ y la sifilide eritemato-papulou^
y pápulo^erosita.
Hoy me es factible presentar la observación recogida en un niño
de cinco meses, nacido á término, lactado por su madre, de excelen-
te salud hasta el presente, aunque de nutrición deficiente, y que lo»
antecedentes patológicos de los padres nada específico aportan.
La madre nos refiere que la aparición de las lesiones actuales tie-
nen mes y medio de fecha, y que unos días antes se presentó una
diarrea verde, deduciendo además, por el interrogatorio, que el niño
permanecía largo tiempo sin que se cambiasen las ropas humede-
cidas por la orina.
El examen objetivo de las lesiones nos revela como elementoa
iniciales pequeñas manchas de eritema ó nudosidades, del tamaño
de una lenteja ó dos reales, que bien permanecen aisladas ó se con-
funden con otras, teniendo como carácter especial el presentarse en
seríes lineales y paralelas, y en el fondo y bordes de los pliegues de
flexión, ofreciendo en el centro de aquéllas la existencia de una
vesiculíta, que se rompe y deprime en su centro, dando lugar á una
ligera exudación, y más tarde á una exulceración de una coloración
marcadamente plateada y circundada por un borde rosado.
Las lesiones se localizan en las ingles, región pubiana, bolsas es-
crotales, surco interglAteo y regiones poplíteas y en aquellas super-
ficies en que hay contacto en la piel de los muslos, debiendo hacer
notar la existencia de algunos elementos reparados que se hacían
obstensibles, tan sólo por sus manchas morenuzcas, pero sin huella
cicatricial alguna.
La presencia de fisuras comisurales, invadiendo la mucosa, y que
se hicieron sanguinolentas al ser entreabierta por la madre la boca
del niño, y con ellas, la existencia de lesiones que á primera vista
parecían propias á la sifilide, eritemato-papulosay pápulo-erosiva«
pudieron fácilmente inducirnos á reputarlas como sintomáticas de
una sífilis hereditaria precoz, pero la ausencia del pénflgo, coriza»
placas mucosas, facies y sarcocele sifilítico, predominio de sus ma-
nifestaciones cutáneas en las nalgas, coloración de jamón, subsis-
tiendo á la presión, son hechos negativos que confirman la no espe-
cificidad del proceso objeto de nuestro estudio, avalorándolo más la
287
rapidez de su curación sin tratamiento especf ñco, el carácter obje-
tivo de las lesiones^ con su disposición lineal, su superficialidad,
umbilicación y coloración plateada de los elementos propios al eri-
tema vaeini forme infantil^ y que difieren del eritema papuloso post-
erosivo (como ya apunté al historiar este caso), en el cual su locali-
zación se hace en las nalgas y parte posterosuperior de los muslos,
siendo las pápulas redondeadas de coloración roja, húmedas al tac-
to, dejando observar en su periferia, un fino plegado del epidermis
en forma radiada, y además en que la papulación que se establece
por la irritación y reacción del dermis puesto al descubierto, se hace
con posterioridad á la aparición de las vesículas y erosiones.
Establecida la diferencia que entre sí tienen afecciones al parecer
tan afines, réstanos señalar la necesidad de distinguirlas del ectima
infantil ulceroso del recién nacido, que como aquéllas goza del pri-
vilegio de afectar á los niños en los primeros meses de la vida, de
manifestarse con localizaciones análogas, siendo las lesiones de
forma ulcerosa, y reconociendo la acción irritante de la orina á
más de la parasitaria, como factor etiológico determinante, pero un
estudio atento con tales elementos de juicio, nos permitirá señalar
que en el ectima las lesiones tienen su asiento en las partes salientes
y no en los pliegues, como en el eritema laciniforme, que en éste no
se estiman la limpieza de los bordes de las úlceras talladas á pico,
ni ganan en profundidad las superficies ulceradas, ni dejan como
reliquia cicatrices indelebles, ni es tan perezoso en su curación como
aquél.
Como término á nuestro trabajo, haré constar que el enfermo his-
toriado fué dado de alta por curación á los doce días, limitándose
el tratamiento á simples lavados con agua hervida, barnizamientos
con una pomada á base de ictiol, ácido salicílico, lanolina, y vaseli-
na, espolvoreando las regiones afectadas con el polvo de talco, ácido
bórico y subnitrato de bismuto, haciendo el encargo especial á la
madre, tuviera una vigilancia estrecha para renovarlas curas, tan
pronto las viera humedecidas, y evitar el contacto de las superficies
ulceradas mediante la aplicación de tiras de gasa hidrófila.
Y como complemento al estudio analítico hecho, presentaré el
cuadro comparativo adjunto, que hará factible á primera vista la
posibilidad de establecer un diagnóstico diferencial de las afeccio-
nes apuntadas.
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289
REVISTA DE UROLOGÍA
DOCTOR DON ÁNGEL PULIDO Y MARTIN
Prohior •oxiliar de U Faealtad de Madlelna d« Madild.
I. Tratamiento quirúrgico de la epididimxtis blenorrágioa agada.— IL De-
mostración en el vivo de tres aréteres é infección gonocócioa de ano de
ellos. — III. Cólicos nefríticos artificiales como medi6 de diagnóstico —
lY. Los ríñones dorante el embaraso.
I. Datan de larga fecha las ínterveDciones quirúgicas sobre la
glándula genital masculina en casos de blenorragia aguda. Piro-
goff, en 1852« puncionaba el testículo con orquitis. Vidal de Cassis
abría la túnica albugínea, conducta sancionada por Ricord, y, por
último, H. Smith, animado por los felices resultados de una opera-
ción análoga que llevó á cabo en un enfermo en quien sospechó
erróneamente un absceso del testículo, refería en The Lancei (1864)
haberla repetido en mil casos (I). Watson, fundándose en analogías
anatómicas entre el ojo y el testículo y en los buenos efectos de la
iridectomía y punción de la esclerótica, recomendaba la. punción de
la albugínea. Spencer Watson (1867) reconoce que la punción de la
vaginal parece más provechosa que la de la túnica albugínea.
W. T. Belñeld, citado por F. R. Hagner, de Washington, en un cu-
rioso artículo publicado sobre este tema en el Medical Record^ afir-
ma que ha visto en muchos casos de epididimitis blenorrágica una
exudación en la vaginal y edema de la piel, pus en el epidídimo.
Hagner ha encontrado también pus con muchos gonococos en un
enfermo con ligero hidrocele y sin edema cutáneo. Baerman deduce
de 28 casos de epididimitis : 1.^ No son raros los abscesos en el epidí-
dimo. 2.® Suelen ir seguidos de hidrocele. 3.^ En los focos del epidídi-
mo se encuentran gonococos aun después de pasados varios años
desde la infección uretral. 4.° La punción temprana puede evitar la
oclusión del conducto deferente. 5.^ Debe puncionarse el hidrocele
para favorecer la circulación. 6.^ Debiera ser más frecuente la inci-
sión y el desagüe del epidídimo infectado.
Hagner admite que la mayor parte de los casos curan sólo con tra-
tamiento médico, pero fundándose en seis observaciones persona-
les, cree que el restablecimiento en los casos graves es más rápido
y completo con la operación, á la que fué inducido por la analogía
290
entre la epididimitis y las artritis blenorrágicas^ y los resultados ob-
tenidos éh éstas con la apertura seguida de irrigación. He aquf la
técnica de Hagner.
Se prepara el enfermo como para una operación importante y me
le anestesia. No debe emplearse la cocaína por el dolor que provo-
can las maniobras preliminares del acto quirúrgico. Hace en el es-
croto, sobre la unión del testículo y del epidfdimo, una incisión de 6
á 10 centímetros de larga, según la inflamación, y penetra hasta la
▼aginal, que es abierta en dicho límite epidídimotesticular. Se eva*
cua todo el fluido existente en aquella serosa, y el epidídimo, unido
al testículo, se saca de la vaginal, envolviéndolo en paños calientee.
Entonces se examina el epididimo; á través de su cubierta fibrosa
se hacen múltiples punciones con un tenotomo, sobre todo en. los
sitios donde es mayor la tumefacción. El tenotomo debe penetrar
bastante para que llegue hasta el tejido conjuntivo infiltrado, lo que
se conoce porque disminuirá la resistencia de la cápsula fibrosa. Si
sale pus por alguno de los orificios de las punciones, se agrandan
éstas con una sonda dirigida en la dirección del pus; asi cree Hag-
ner corren los tubos del epididimo menos peligro de ser lesionados.
Se completa la evacuación del pus con ligero masaje de la región
del absceso, que se lava con una disolución de sublimado corrosivo
al 1 por 1.000, seguido de otra fisiológica de sal, inyectadas con una
jeringuilla de punta delgada. Se vuelve á colocar entonces el testí-
culo en su posición normal, se lava la vaginal con la disolución de
bicloruro, seguida de la disolución normal de sal, y se cierra esta
serosa con una sutura continua de catgut, dejando sobre la incisión
un desagüe de gasa del tamaño de un cigarrillo. Un alambre de
plata sirve para la sutura subcutánea del escroto, dejando en la ex-
tremidad inferior de la herida paso para el desagüe. Encimase apli-
ca un papel de plata y el aposito esterilizado, soportando el total con
una venda en T.
En todos los casos operados por Hagner había líquido en la túnica
vaginal (desde algunos gramos hasta dos onzas); cuanto mayor era
la tumefacción más líquido. Este liquido se parece al de las artritis
blenorrágicas, ligeramente sanguinolento y con cantidad variable
de fibrina y leucocitos. La túnica parietal de la vaginal aparece con-
gestionada; la congestión es mayor aún en la parte que envuelve el
epididimo, donde parece han tenido lugar hemorragias puntiformes.
En un caso, todo el epididimo estaba recubierto por una falsa mem-
brana semejante á las diftéricas; su desprendimiento ocasionó una
291
hemorragia. Esta membrana estaba formada de fibrina, pocos leu-
cocitos y restos de células; en la membrana no se encontraron go-
nococos, pero si en el pus obtenido con las punciones del epididimo.
No iiubo pus en tres de los seis casos operados, pero en la túnica va-
gina) de uno de aquéllos se encontraron gonococos; también se en-
contraron estos microbios en dos de ios otros tres casos con pus.
El epididimo es muciio más grueso á la palpación, sobre todo en la
región de la cola, donde tiene una dureza pétrea.
La punción determina allí de ordinario la salida de sangre de co-
lor obscuro. El sitio más invadido después de la cola, es la cabeza,
donde Hagner ha encontrado en dos casos el pus con gonococos.
La mejoría después de la operación parece tan grande cuando hay
pus como cuando no lo hay, indudablemente por la disminución de
tensión que determinan las punciones del epididimo, la evacuación
del liquido de la vaginal y el desagüe. Los casos operados eran gra-
ves, con vivísimos dolores que desaparecieron inmediatamente des-
pués de operados. Al segundo día, si hay exudación, se cambia el
desagüe y se muda el aposito. Se quita el desagüe á los cuatro ó seis
días, y á los ocho ha curado la herida y el enfermo se entrega á sus
ocupaciones ordinarias. Es notable la rapidez con que desaparece la
induración, no sólo del epididimo, sino del conducto deferente.
El número de leucocitos disminuyó en un caso durantQ. cuarenta
y ocho horas desde 18.600 hasta 9.000, y al mismo tiempo se norma-
lizaron la temperatura y el pulso. No hubo infección consecutiva ai
acto quirúrgico, recidiva, atrofia del testículo, ni ninguna otra com-
plicación ó consecuencia desagradable.
Practicar la operación encases de epididimitis blenorrágica,.es,
según Hagner, seguir una conducta racional en consonancia con la
ciencia patológica. La operación puede ser ejecutada con poco ries-
go para el enfermo. La infiltración del epididimo desaparece más
rápidamente con el tratamiento operatorio que con cualquier otro.
Disminuye el peligro de lesión permanente del testículo y del epidi-
dimo. Cuando los enfermos despiertan de la anestesiarse encuentran
absolutamente libres de dolor. El tratamiento médico es de ordina-
rio seguido de mejoría relativa y acaso no de curación permamen-
te, porque quedan los agentes infecciosos; el camino más racional
para expulsarlos es la incisión seguida de irrigación y desagüe.
II. De la importancia práctica de las anomalías uretéricas nos
convence el curiosísimo artículo publicado por Bransford Lewis, de
San Luis, en el Medical Record^ de Nueva York, el 6 de octubre del
292
presente año, trabajo que demuestra la necesidad en que el especia-
lista se encuentra de poseer todos los recursos de exploración.
Era el caso observado un enfermo de veinticuatro años de edad,
que desde 1900 padecía de repetidos ataques de uretrítis blenorr&gi-
ca, contra los que se habían agotado, en vano, todos los recursos te-
rapéuticos pertinentes. A cada mes que pasaba, el enfermo vela re*
producirse, sin nuevo contacto sexual, el flujo de la uretra, que con-
tenía abundantes gonococos. Durante los repetidos análisis hechos
por los ayudantes de Lewis en el transcurso de las dos primeras se-
manas de tratamiento, dedicadas á la desinfección de las vías uri-
narias inferiores, se observó que los gonococos existentes en el flujo
uretral ó en el expulsado de la próstata, eran menos numerosos que
los encontrados en el sedimento de la orina. La cistoscopia demos-
tró dos desembocaduras uretéricas en el lado izquierdo, en la línea
interuretérica, separadas entre sí Vie ^^ pulgada, y un solo orificio
uretérico en el lado derecho. Se supuso que las dos aberturas del
lado izquierdo eran las de un uréter duplicado ó bifurcado, pero el
cateterismo de ambos uréteres del mismo lado, llegando hasta una
profundidad que dejaba suponer se había alcanzado el riñon, no
permitió la sensación de contacto entre ambas sondas. Se dejó para
más adelante el sondeo del lado derecho. Por el desagüe de los dos
uréteres izquierdos, se vio que el que estaba á la extrema izquierda
funcionaba con más actividad. Las orinas que salían por las dos
sondas no parecían tener entre sí la menor relación. Bi ritmo de sa-
lida del líquido era distinto ; la periodicidad en la expulsión de orina .
diferente; mientras por el extremo izquierdo evacuaba tres veces,
el otro, que pudiéramos llamar el del medio, sólo una; el peso espe-
cíñco de la orina del extremo izquierdo era de 1.005, y el de la del
medio 1.010; la del primero era mucho menos coloreada, turbia, con
copos; la segunda parecía más normal. BI examen microscópico
de la orina del uréter izquierdo descubría mucho pus y epitelios, al-
gunos glóbulos rojos, y en muchas de las células del pus, colonias
de un diplococo análogo al gonococo, que teñía el azul de metileno
y decoloraba el Gram. En la orina del uréter mediano ni pus ni mi-
croorganismos.
Después de obtenida la cantidad de orina necesaria para practi-
car las investigaciones dichas, se inyectó por el catéter del lado
izquierdo una disolución coloreada de plata; la pelvis renal recibió
tres dracmas de líquido, sin que el enfermo acusase la menor mo-
lestia; mientras tanto, el catéter, que sondaba el meato central.
293
seguía como antes dejando salir orina, que no estaba teñida con el
color de la disolución argéntica, ni presentaba alterado su ritma
de expulsión, lo que constituía nueva prueba de la independencia
de ambas fuentes de orina. Cuando se inyectó la disolución de
plata por el catéter del orificio medio, bastaron 15 mínimas para
provocar un dolor cólico en la región renal izquierda, demostrando
que la capacidad de esta pelvis renal era mucho menor que la del
otro uréter.
Dos días después se hizo la investigación del uréter del lado dere*
cho, juntamente con un nuevo sondeo del uréter infectado (extremo
izquierdo). Bn la orina del lado derecho no había ni pus ni organis-
mos patógenos; la secreción de orina era más activa que en el lado
izquierdo y mejor su calidad (peso especifico, 1.010). La cantidad de
pus que salió del uréter izquierdo durante su segundo sondeo fué
menor, y, lo que es más importante, tampoco se encontraron en él
gonococos. Se lavó de nuevo la pelvis con la disolución de plata.
Tres días después se hizo una radiografía de los tres uréteres por
el procedimiento de Kolischer y Schmidt, pasando por el catéter,
que sondaba cada uno, un mandril de plomo para obtener la opaci-
dad en la línea del uréter. La radiografía demostraba que el uréter
del lado derecho era en absoluto independiente. La dirección gene-
ral de los uréteres del lado izquierdo era la del uréter normal, pero
se cruzaban al nivel del estrecho superior de la pelvis, terminando
como consecuencia el uréter que empezaba en el extremo izquierdo
de la vejiga, más próximo á la línea media que el que tenía meato
central; aquél era el infectado con gonococos.
Así se explicaba la repetición de blenorragias durante cinco años,
sin que el enfermo se hubiera expuesto á nuevas infecciones.
Las irrigaciones de la pelvis renal con la disolución argéntica hi-
cieron desaparecer todo vestigio de infección. El enfermo marchó á
su casa, pasada una semana, con la orina clara, y sin que después,
durante siete meses transcurridos, se hayan vuelto á presentar las
molestias.
' Es notable en este caso, muy bien descrito por Lewis y aclarado
por curiosos grabados, el diagnóstico, durante la vida, de la exis?
tencia de tres uréteres y la infección de uno de ellos quedando libre
el inmediato. Los experimentos hechos demuestran la independen-
cia absoluta de las dos pelvis renales del mismo lado, pero el térmi-
no feHz de la infección nos deja en la duda de si se trataba de un
solo riñon con dos pelvis distintas, caso relativamente frecuente, se-
S94
gún he podido comprobar por el gran número de ejemplares que he
estudiado en varios Museos de Anatomía patológica» 6 de dos ríño-
nes independientes con sus pelvis y uréteres propios.
III. Es sabido que la distensión artificial de la pelvis del riñon de-
termina dolores vivísimos, según comprobaron los alumnos de la
Facultad de Medicina, en cuya presencia hice, el curso pasado, al-
gunos lavados de pelvis renal. La distensión de esta cavidad hasta
provocar doler se emplea ordinariamente para medir su capacidad,
y su uso corrietite ha permitido reconocer la frecuencia, no sospe-
chada antes, de dilataciones pélvicas. Henri T. Hutchins aprovecha
también el dato dolor provocado con fin diagnóstico, y en The Ame-
rican Journal of Obsteírics expone una serie de 100 casos de provo-
cación de cólicos nefríticos. Prepara al enfermo para un examen
cistoscópico, según el método de Kelly, diciéndole que van á verle
la vejiga, pero no que le provocarán dolor renal alguno durante el
examen.
Colocada la paciente en la posición genutorácica se le intro-
duce en la vejiga un cistoscopio de Kelly (que pertenece al tipo de
los de aire) y enfocada la desembocadura del uréter se cateteriza
este conducto, introduciendo la sonda por el meato uretérico y em-
pujándole con lentitud y atención. Es necesario que el orificio inter-
no de la sonda llegue á penetraren la pelvis renal. Entonces saca
el cistoscopio y permite á la enferma adoptar postura más cómoda
acostada sobre el dorso ó sobre un lado. Un catéter de cristal intro-
ducido en la vejiga, da salida al aire que penetró durante la eistos-
copia, y permitirá luego comprobar si entre la sonda uretérica y
este conducto escapa el líquido que se inyecte por aquélla, que, na-
turalmente, irá á la vejiga. Las disoluciones que se empleen pueden
estar teñidas para mayor evidencia. Se hace penetrar con mucho
cuidado el líquido en la pelvis del riñon hasta que la paciente em-
piece á sentir dolor; Cuando éste toma un carácter definido, se deja
escapar la inyección y la enferma experimenta una mejoría instan*
tánea.
El dolor producido es tan característico, que los enfermos, en
un 98 por 100 de los casos, afirmaban con seguridad si era ó no el
mismo dolor que padecían de ordinario. Hutchins divide los cien
casos estudiados en cuatro grupos : t.^ Dolor provocado en un riñon
normal : no es el mismo que molesta al enfermo en otras ocasiones;
se pueden excluir enfermedades renales. 2.® El dolor provocado es
el mismo que el que aqueja el enfermo; se confirma el diagnóstico
295
de enfermedad renal 6 uretéríca. 3.** Dilatación de la pelvis renal^
estrechez del uréter. 4.® Casos dudosos y equivocaciones.
El grupo primero comprende 23 casos; en todos ellos la inyección
de líquido en la pelvis renal provocó un cólico renal típico. El dolor
tenía una localización definida en el triángulo lumbar superior. En
ninguno de los casos, sin embargo, el dolor provocado tenía la me-
ñor semejanza con el dolor que antes habla atormentado al enfer-
tno, y quedaba eliminada del diagnóstico toda enfermedad que pu-
diera producir una dilatación permanente ó intermitente de la pel-
vis renal. El diagnóstico fué confirmado en la operación. El segun-
do grupo incluye 50 casos. En todos estos casos se reprodujo el cóli-
co renal típico ó un dolor referible al riñon, que el enfermo recono-
cía ser el que aquejaba de ordinario y el que determinó su ingreso
en la clínica. En 35 casos, 25 del lado derecho y 10 del izquierdo, el ri«
ñon era móvil y se le sujetó. En ocho casos, cuatro de cada lado, era
la causa el riñon móvil, pero se rechazó la operación. En dos casos,
uno de cada lado, se empleó el tratamiento con cinturónes. En tres
casos se practicó la nefrotomía, que hizo desaparecer los síntomas.
En un caso se fijó el útero y en el otro se extrrpó el apéndice, sin que
ninguna de estas operaciones calmara el dolor. El grupo tercero
abarca 17 casos; en 10 no se operó; el embarazo fué la contraindi-
cación de un caso, la enfermedad era bilateral en otro, y en un ter-
cero, el enfermo expulsó espontáneamente un cálculo. Siete enfer-
mos rechazaron la operación. De los siete casos restantes, se fijó el
riñon y plegó la pelvis en uno, se fijaron el estómago, el hígado y el
riñon en otro, se extrajeron cálculos uretéricos en dos, se trans-
plantó el uréter en la vejiga en un caso; á un caso le liberaron el
uréter y se quitó el riñon en otro. El grupo cuarto cuenta 10 casos,
que son los que indican las limitaciones dé este método diagnóstico.
En seis casos, eran tan vagas, tan indefinidas las respuestas de los
enfermos, sobre localización del dolor, que no se pudo llegar á un
diagnóstico positivo. En tres casos se reprodujo el dolor del enfermo;
su localización era precisa y los enfermos padecían, uno, adheren-
cias del omento; otro, cálculos hepáticos, y en el tercero no se vio
enfermedad del riñon. Estos tres casos son considerados como erro-
res. Tres de los enfermos habían sufrido antes, sin resultado, opera-
ciones para suprimir el dolor. En un caso había en el costado dere-
cho un tumor abollonado, que se suponía sarcoma del riñon ; la au-
topsia demostró que era de origen hepático, pero íntimamente unido
al riñon. El enfermo refería al tumor su dolor.
296
Hatchins termina asegurando qae la capacidad de reproducir ar-
tíflcialmente el dolor que atormenta á un enfermo, ea siempre un^
gran auxiliar diagnóaiico. La distennta forzada de la peWia del ri-
ñon con un liquido suave provoca siempre un dolor renal (cólico re-
nal) claro, típico.
En la inmensa mayoría de los casos, los enfermos pueden diferen-
ciar el dolor causado por el método de la inyección, del que tiene
otras causas. Este método permite con frecuencia hacer diagnósti-
cos en muchos casos de sintomatologfa obscura, antes no diferen*
ciados por los médicos. Eéte método permite también medir la ca-
pacidad de la pelvis renal y obtener los datos interesantes que tal
medida lleva consigo.
IV. Riñan del embarazo. Así se expresa el conjunto de modifica-
ciones que experimentan aquel órgano y su función como efecto de
los diversos factores que actúan sobre tal glándula durante la pre-
ñez. En el embarazo, el riñon sufre una congestión activa porei au-
mento de trabajo que debe realizar: congestión fisiológica. Además,
la matriz, al crecer, ejerce presión sobre la vena cava y renales,
produciendo una congestión renal pasiva, más acentuada en los dos
primeros embarazos. Consecuencia de estas congestiones es la de-
generación del epitelio renal, que va acompañada de una disminu-
ción del poder eliminador, causa del mayor acumulo de substancias
tóxicas en el cuerpo de la madre. Los productos del catabolismo fe-
tal y materno al atravesar el epitelio renal en las condiciones ya
expuestas de menor resistencia, actuarán como irritantes. Según
Williams funa función anormal de los ríñones, que seria de poca im-
portancia en circunstancias ordinarias, puede ser seguida de graves
consecuencias durante el embarazo».
El capitulo del riñon del embarazo es muy extenso y distinto del
que discute las relaciones entre la enfermedad de Bright y la preñez;
tampoco incluye la eclampsia, toxihemia que puede ser la última
etapa del riñon del embarazo, pero que en ocasiones existe sin que
parezca interesado este órgano. Prentiss, de Washington, en el New^
York Medical Journal, divide los casos de riñon del embarazo en tren
grupos, en consonancia con la gravedad de las lesiones, aunque se
recuerde que aqui, como en todas las clasificaciones patológicas,
hay casos intermedios. Primer grupo: Riñon fisiológico del embara-
zo, ó ligera congestión pasiva. Segundo grupo: Gran congestión pa-
siva con degeneración turbia. Y tercer grupo: Nefritis parenqui ma-
tosa avanzada.
297
1.^ Riñon Jlsiológieo del em6araK0.— Ligera congestión pasiva con
pocos cambios en la estructura de las célalas epiteliales y en su ac-
tividad. Rara vez hay albúmina en la orina y no 0e encuentran ci-'
lindros. Los fenómenos nerviosos de los primeros meses del emba-
razo acaso sean debidos, en parte, á la disminución en la eliminación
•de los productos del organismo. Algo más del 50 por 100 de todas las
«embarazadas no presentan otros cambios; los únicos síntomas que
•ofrecen son los usuales del embarazo, mareo por la mañana, per-
versiones del apetito, etc.
2.^ Oran congestión con degeneración turbia. — En la orina se des-
•cubren indicios de albúmina y algunos cilindros hialinos; la evolu-
<sión de la degeneración turbia conduce á la adiposa y la orina re-
vela un aumento en la cantidad de albúmina y de elementos orga-
nizados; células epiteliales con granulaciones y cilindros hialinos y.
■granulosos. Al lado de los cambios descritos en ia orina, hay sínto-
mas claros de insuficiencia renal que afortudamente no son graves,
pero tienen graq valor porque dan al médico la señal de alarma; los
más pronunciados son: ligero dolor de cabeza, cansancio, edema de
la cara y de las extremidades, disminución de la secreción urinaria;
•en algunas enfermas aumenta ligeramente la presión sanguínea.
Los casos de este grupo se manifiestan como tales hacia la mitad del
•embarazo. El 85 por 100, sobre poco más ó menos, permanece esta-
cionario hasta el parto, y una vez desaparecida la causa, curan rá-
pidamente. El 15 por 100 empeoran y constituyen el grupo tercerc^El
pronóstico es grave, pero suele haber restablecimiento.
3.^ Nefritis parenguimatosa avanzada,— ^o se diferencia de la
producida por otras causas. La orina contiene en gran cantidad al-
iDúmina, cilindros de varias clases, epitelio granular y adiposo, y con
frecuencia sangre. Los síntomas son : gran dolor de cabeza, trastor-
nos oculares, edema evidente, muy disminuidas la cantidad de orina
y de urea excretadas, alteraciones nerviosas y mentales, como in-
-somnio, delirio, coma, sacudidas musculares, convulsiones; en una
palabra, uremia. La presión sanguínea es siempre superior á la nor-
mal y llega á ser muy alta cuando se desarrollan los síntomas uré-
micos. Este grupo comprende un 6 por 100 de los embarazos. Algu-
nos de estos casos terminan en eclampsia.
Sólo el examen de la orina hace posible el diagnóstico al princi-
pio. En todo caso de embarazo debe analizarse la orina en el mo-
mento en que la mujer se presenta al médico, y después con inter-
valos regulares. Debe decirse á las embarazadas que notifiquen al
298
médico la presencia de edemas, de dolor de cabeza, de dísmiDaeiói»
. de visión, etc. Bi esfigmomanómetro es un gran auxiliar del clfnieo.
T. C. Janewaj resomienda se averigüe la presión sanguínea duran-
te el embarazo, ai mismo tiempo que se hace el análisis de la orina.
Preciso es reconocer, sin embargo, que no hay, ni mucho menos,
unanimidad de opiniones sobre el dato de presión sanguínea du-
rante el embarazo, según el Dr. Prentiss. T. C. Janeway dice: «En-
contramos á Quirrel y Raynaud asegurando que existe la hiperten-
sión, y va aumentando durante todo el embarazo hasta el parto;
Wiessner afirma que el aumento de presión sanguínea ocurre duran-
te los últimos meses, mientras Vaquez y Millet, GoJdwater, y Cook y
Briggs no encontraron nunca una presión de la sangre mayor de la
normal hasta que empezaron las contracciones uterinas». Prentiss,
que ha determinado la presión sanguínea en varias embarazadas
en distintos períodos de su gestación, la vió aumentada sólo en dos
casos, que al mismo tiempo presentaban considerable cantidad de
albúmina y otros signos de insuficiencia renal. Es sabido que & las
variaciones de la presión sanguínea acompaña los cambios de pa^
rénquima renal, aumentando paralelamente á sus alteraciones. Hoy
se puede afirmar (Prentiss) que en los embarazos normales no es
mayor esa presión.
Si en todos los casos de embarazo se hiciera el detenido examen
recomendado por Prentiss en su artículo, disminuiría mucho la
morbilidad y mortalidad por uremia y eclampsia; toda grávida
debe observar las prescripciones higiénicas propias de su estado;
tan pronto aparezca albúmina en la orina, haya dolor de cabeza
persistente ó aumento de presión 8anguínea,^eberá la mujer dismi-
nuir ei ejercicio y tomar alimentación sencilla con poca carne. Se
mantendrá libre la función de la piel y la de los intestinos. Si á pe-
sar de este tratamiento permanece estacionario el estado de la en-
ferma, ó empeora, se acudirá á procedimientos más enérgicos: des-
canso absoluto en la cama, dieta de leche descremada, purgantes y
sudoríficos; y si no mejora la paciente, los síntomas son graves y el
niño es viable, está indicada la provocación del parto prematuro.
Esto último es lo que hizo el autor en un caso que, según él, empezó
por congestión pasiva, seguida de degeneración turbia y luego de
nefritis parenquimatosa. Después del parto, provocado en el octavo
mes, desaparecieron todos los síntomas de la madre, y el niño, que
al principio no crecía, pronto se repuso. Dados los progresos que
hizo la enfermedad durante los ocho meses, se puede suponer quede
299
continuar el embarazo hubiera aumentado en gravedad, y tal vez
86 hubiese presentado la uremia ó la eclampsia; los peligros para
el niño eran también mayores á medida que pasaba el tiempo.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENTÍFIGAS
ACADEMIA MEDICO-QUIBÚBGICA BSPAÍ^OLA
Serian inaugural del dia 13 de Octubre dé 1906.
Manifottaeiones ecuiaros del histerismo.— El Preaideot6,Dr. D. Sivforiaito
García Massilla : El histerismo, trastorno fnncional del sistema nerTÍo-
80, que carece de lesión ó nos es desconocida, no podía dejar de presentar
maqif estación es en nn aparato como el de la visión, compuesto de tantos
órganos y tejidos encargados de ejecutar multitud de actos que contribu-
yen á realizar la función risual.^
Las manifestaciones que el histerismo determina en el aparato visual
pueden acompañar á otras de las diversas regiones orgánicas, ó alternar
con ellas, por lo cual su estudio es de gran utilidad, no sólo para el oftal-
mólogo, sino también para el neurólogo.
Las manifestaciones del histerismo en el aparato visual, no sólo afectan
al globo ocular, sino también á sus anexos, y lo mismo pueden referirse á
la motilidad que á la sensibilidad ó que á la función visual.
De ahí que para el estudio metódico de las manifestaciones oculares del
histerismo las dividamos en cuatro grupos : 1.^, las que afectan á ia esfera
motora del aparato de la visión ; 2.*, las que interesan á la sensibilidad ge-
neral; 8.^, las que modifican las secreciones, y 4.*, las que se refieren á la
esfera visual.
Después haremos algunas consideraciones sobre la etiología, fisiología,
patología y tratamiento de las manifestaciones oculares del histerismo.
1." MaNIFBSTaOIOKSS motoras del HISTBRISMO BN KL APARATO DB LA VISIÓN.
— Todos los músculos que forman parte del aparato de la visión pueden ser
afectados por el histerismo, lo mismo el elevador del párpado superior y el
orbicular, que los extrínsecos é intrínsecos del globo ocular.
Orbicular dk los párpados. — Este músculo es atacado con frecuencia de
e9paBmo en el histerismo, pudiendo ser clónico ó tónico.
El espcísmo clónico consiste en un temblor fibrilar de los párpados, que se
manifiesta principalmente durante la contracción de éstos y en el sueño
hipnótico.
El espasmo tónico del orbicular de los párpados, llamado también blefa-
rospasmo, es generalmente unilateral, y del lado de la anestesia cutánea.
300
cnando coexiste con esta manifeetación histérica y cuando es doble, es más
manifiesto del tado de aquélla.
Si el blefarospasmo es muy intenso, impide al paciente abrir los ojos,
constituyéndose un ptosis, llamado pseudoparalitico por Parinaud.
El blefarospasmo histérico presenta exacerbaciones que pueden ser pro-
rocadas por la excitación de las zonas histerógenas y suprimidas por la
presión sobre las zonas moderadoras. Puede ó no ser doloroso; en cd pri-
mer caso, existe una zona de hiperestesia que rodea á la órbita; en el se-
gundo, dicha zona es anestésica. La ceja correspondiente al lado del ble-
farospasmo está más baja. A Teces se asocia al blefarospasmo la ambliopfa
histérica, y otras los trastornos dé los músculos motores del ojo.
Elbyadob dkl pIrpado superior. — El espasmo histérico de este músculo
no se menciona por todos los autores, no obstante que ya fué descrito por
Dalrinple y modernamente por Berger, que ha observado un caso muy ca-
racterístico.
Durante el espasmo del elevador del párpado superior el ojo está fuerte-
mente abierto, presentando el mismo aspecto que en el bocio exoftálmico
en su período inicial.
Dicho espasmo es pasajero ^ cede con facilidad por medio de la suges-
tión.
Músculos bxtbínssoos ubl ojo. — El histerismo presenta manifestaciones
en los músculos que mueven el globo ocular. . ^
El espasmo de éstos provoca la diplopia y con frecuencia precede á los
ataques convulsiros. Se ha observado durante los ataques la desviación
conjugada espasmódica de los ojos, que puede, como los otros espasmos de
los músculos motores del ojo, persistir después de dichos ataques.
El espasmo del recto interno es el que se observa con más frecuencia y
aparece cuando se fija la mirada para un objeto próximo.
Además de los espasmos, se observan, aunque con menos frecuencia que
éstos, las parálisis de los músculos extrínsecos. Asi se ha observado la pa-
rálisis ilel recto externo, la del recto inferior, la del oblicuo menor y la
del recto superior, asociadas á veces á la del elevador del párpado superior.
En ocasiones no se ha hecho un diagnóstico preciso entre. el espasmo de
los músculos extrínsecos y la parálisis de sus antagonistas, por lo cual al-
gunos de los casos publicados como parálisis histéricas, no son, sin duda
alguna, más que de espasmo, hecho que ha sido comprobado por Borel.
Hay casos en los que existiendo una parálisis de algunos de los movi-
mientos voluntarios de los ojos, se conservan, sin embargo, los movimien-
tos reflejos de estos mismos músculos.
Entre las parálisis histéricas la más frecuente es el ptoeis y la parálisis
del recto externo, aunque es difícil diferenciar ésta del espasmo de su an-
tagonista.
El ptosis puede depender de parálisis del elevador ó de espasmo del ot-
bicular. En el primer caso, el ptosis es casi siempre unilateral y en el se.
gundo bilateral. Además, según Charcot, se distinguen una y otra afección
por el síntoma llamado de la ceja. Si del lado del ojo cerrado hay descen-
so de la ceja, se trata de un espasmo» y si aquélla se encuentra elevada, se
trata de un ptosis paralítico. '
801
La oftalmoplegia extrinsica completa, de naiaraleza histérica, se ha des»
crito por Bdder, pero su enfermo presentaba con freenencia ana contracción
de todos los músculos del ojo que producía su inmoyilidad.
La oftalmoplegia extrinsica completa^ de naturaleza histérica, se carac- *
teriza por la abolición de los moyimientos voluntarios de todos los múscu-
los motores del ojo y la conservación de los inconscientes.
Los movimientos del globo son imposibles cuando los solicita la volun-
tad, pero á causa de un ruido, una impresión luminosa, etc., se presentan
por acción refleja. La oftalmoplegia es debida á parálisis de los centros
corticales psico-n^otores de los músculos del ojo.
El estrabismo espástico histérico es muy raro fuera de los ataques;
existen, sin embargo, casos publicados por Borel, Lapersonne, etc. Casi
siempre interesa al recto interno, pero otras al recto superior, al oblicuo
menor, etc.
Todos los trastornos musculares del histerismo pqeden provocarse por la
sugestión. Asi Borel provocó el ptosis, el estrabismo, etc., si bien en estas
experiencias es menester ser muy prudentes, pues estos trastornos pueden
hacerse permanentes.
La insuficiencia de los rectos internos ó una parálisis de la convergencia
se observa con frecuencia en los histéricos.
El nistagmua puede preceder al espasmo de la convergencia y existir du-
rante un ataque de histerismo, pero es fenómeno pasajero; el nistagmus
verdadero no es dependiente del histerismo.
La pérdida del sentido muscular de los músculos motores del ojo, ha sido
demostrada por Borel. Los enfermos no saben darse cuenta de la posición
de sus ojos cuando se les hace mirar por un tubo. En estos experimentos
conviene que el individuo no mire á objetos conocidos por cuya situación
pueda formarse idea de la posición de sus ojos.
Iris. — En este músculo se presentan con frecuencia manifestaciones del
histerismo. Las modificaciones del diámetro y forma de la pupila son las que
generalmente se observan. Las alteraciones espasmódicas ( miosis y midria-
sis espasmódicas) se observan con más frecuencia que las paralíticas (mió
sis y midriasis paralíticas) y casi siempre son unilaterales.
Aunque en las histéricas la pupila conserva generalmente su diámetro
normal, así como las reacciones luminosa y consensual, estas reacciones se
manifiestan por contracciones pasajeras y repetidas, análogas al signo de
Gowers. El hippus se observa á veces en el histerismo.
La pupila se contrae durante el primer período del ataque de histerismo
y se dilata después, y durante este segundo período la reacción á la luz es
poco manifiesta. A veces se observa la inmovilidad pupilar durante el acce-
so, si bien es inconstante en los diversos ataques convulsivos.
En general, se observa la rigidez de la pupila durante el periodo de con-
tracciones de los ataques y puede precederlos y aun seguirlos. Dicha rigi-
dez se acompaña de dilatación pupilar, si bien el diámetro de las pupilas
puede ser normal y aun estar reducido.
Midriasia. — La midriasis se presenta en los histéricos acompaftando á la
ambliopía, aunque no existe relación entre ambos síntomas, y puede exis-
tir con agudeza visual normal. Respecto á la midriasis histérica, esmenes-
302
ter tener en cuenta la poeibilidad dé qne paeda ser simalada por la insti-
lación de algún midriásico. ^
La midriasis histérica se obseira más que la miosis. Es de natimdesa es-
pasmódica y se debe al espasmo del máscalo radiado del iris inerrado
por el gran simpático; así qne la eserina no produce efecto alguno sobre la
pupila.
En los casos observados de midriasis histérica sin ambliopía, la acomp*-
fiaban la reducción del campo risual y la discromatopsia.
En la midriasis histérica la papila es sensible á la acción de la lux y de
la acomodación, pero en menor grado que en estado normal.
La parálisis histérica del esfinter del iris es excepcional.
Mion». — Es más rara la miosis histérica que la midriasis. La papila
aparece pequeña y apenas se dilata en la obscuridad; se presenta en la
ambliopía histérica y va acompañada de contractura del músculo acornó*
dador.
Anisocoria, — También puede obseryarse en el histerismo la anisocoria ó
desigualdad pupilar, la cual puede ser fija ó varia ble. Existe una yariedad
de anisocoria en que ésta cambia de sentido, pues la pupila dilatada prece-
dentemente se estrecha y la reducida se dilata. Estos hechos de anisocoria
han sido estudiados en Alemania con el nombre de Springende Mydriasis^ y
por Frenkel, de Tolouse, con el de midriasis á báscula^ si bien ya fueron se-
ñalados por Orteffe en 1857.
En la histeria, Bchaumann ha observado tres veces la midriasis á báscu-
la y Biswange una, pero se trata siempre de un síntoma excepcional en di-
cha neurosis.
Músculo acomodador. — EiSte músculo también puede presentar mani-
festaciones del histerismo, ya aisladamente, ya acompañadas de manifesta-
ciones papilares. Puede ser atacado de paresia ó de parálisis, y en uno y
otro caso ser uni ó bilateral.
Tanto éstas como la miosis ó, midriasis que las acompañan, son de carác-
ter transitarlo. La paresia de la acomodación suele asociarse á la parálisis
de la convergencia.
El músculo acomodador sufre también espasmos, que se presentan en el
momento de la fijación de un objeto próximo, al mismo tiempo que tiene
lugar el espasmo del recto interno.
Según Berger, dicho espasmo complica á veces á la ambliopía histériea
unilateral, y cuando es doble es más acentuado del lado en que el campo
periférico está más reducido.
El espasmo del músculo acomodador ocasiona una miopía transitoria que
obliga al uso de lentes cóncavas para la visión lejana. Scha1i>el ha compro-
bado en algunos niños que disminuyendo poco á poco la fuerza de los vi-
drios cóncavos necesarios para la visión lejana, puede conseguirse que el
individuo vea toda la escala de Snellen con lentes planas. Según este autor,
esta observación prueba que se trata de niños histéricos. En éstos es á ve-
ces tan intenso el espasmo del acomodador, que Loeser cita un niño histé-
rico de catorce años que llegó á 25 dioptrías.
Los trastornos de la acomodación en los histéricos explican los fenóme-
nos de micropsia y megalopsia que se presentan en ellos. Como el tamaño
303
de Io8 objetos qae Temos se aprecia segán su distancia al ojo, y ésta según
«1 esfaerzo de aoomodación necesario para fijarlos, en el espasmo del más-
calo acomodador, dicho esfnerso es menor que en la paresia ó paráüais.
Las histéricas estiman que los objetos son más peqnefios cnando están más
lejanos que el panto para el caal creen haber hecho la acomodación ; por
•el contrario, les parecen mayores caando los objetos están más próximos
qae el panto aparente para el qae han hecho sa esfaerzo acomodatiyo.
La poliopia monocnlar es también nn síntoma qae acasan las histéricas.
Este síntoma, si bien depende en ocasiones de^trastornos cerebrales, como
yeremoe más adelante, paede en otras explicarse por ana falsa acomoda-
•ción del ojo.
La poliopia monocnlar es de gran importancia para el «diagnóstico del
iiisterismo, siempre qae paedan exclairse las lesiones de la. córnea del iris
j del cristalino, qae por an mecanismo paramente físico paeden ocasio-
narla. ^
Con el nombre de kapiopia histérica ha sido descrito por Fcsrster an esta-
do en qae las histéricas acasan nn conjnnto de sensaciones di Tersas darán-
te la yisión de cerca, y qae se parecen jk las de la astenópia acomodativa.
Oonsisten en dolores en la frente y regiones inerradas por el trigémino,
sensación de qnemadara en el globo ocnlar, dolores y tirantez de los ojos
«n la órbita, sensibilidad á la laz artificial, etc.
Gomo estos fenómenos son paramente snbjetivos, la exploración no des-
•cabré alteración algnna. Por lo demás, todos ellos desaparecen dnrante la
noche y siempre están en relación con el estado general de los pacientes.
La kopiopia histérica se atribaye por FoBrster á ana hiperestesia refleja
de los nervios óptico y trigémino conseoativa á ana excitación de los ple-
xos nerviosos peri-nterinos. Dicha afección no desaparece sino con loe afioe
y debe tratarse cnidando del estado general, evitando la laz viva y la vi-
sión de cerca. ^
2.* Manifbstaoionbs sensitivas del uistbbismo bn el aparato de la vi-
sión. — La sensibilidad de la conjantiva y de la córnea se encaentra con
írecnencia modificada en las histéricas.
La anestesia se observa en la conjantiva balbar y en la tarsiana inferior,
j en ocasiones se extiende á la córnea. La anestesia de la piel de los pár-
pados es rara en el histerismo, pero may frecaente en la tabes dorsalis.
También se presenta en la conjantiva y en los párpados la hiperestesia^ y
6obre todo las parestesias , por lo caal las histéricas se quejan de sensacio-
nes de calor, frío, quemadura y cuerpos extraños en los ojos. Igualmente
presentan á veces neuralgias del trigémino.
En la conjantiva y en las vías lagrimales pueden existir zonas histeróge-
-nos, EjS suficiente en algunas histéricas introducir una sonda en las vías
lagrimales para producir un ataque convulsivo, que se reproduce cuantas
veces se practica la misma operación.
Otro síntoma del histerismo en la esfera sensitiva, señalado por Babins-
ky, es la jaqueca oftálmica. Bn ocasiones, los accesos convulsivos de la his-
teria son precedidos de un ataque de jaqueca oftálmica, y á veces ésta sus-
tituye á aquéllos. La pr^ión sobre los ovarios puede, además, provocar la
hemicránea, la cual paede acompañarse de bola histérica.
304
Por medio de hipnotismo, Babinskj proroca ó hace cesar an ataque d»
jaqueca oftálmica.
Ciertos casos de hemiauopsia homónina pasajeros^escritos por Roaen*
thal j otros, no son otra cosa que jaquecas oftálmicas con escotomaa cen-
telleantes, de una mitad de los campos yisuales homónimos.
8.* MaNIFKSTAOIONKS SBORBTOBIAS DBL HISTBBIBMO SK BL APABaTO DE LA TI-
siÓN. — Bien conocidas son las manifestaciones que el histerismo imprime-
en las secreciones orgánicas, aumentándolas, disminuyéndolas ó supri-
miéndolas.
La secreción lagrimal, que tanto se modifica en todos los estados emo*
clónales, no podia dejar de modificarse en los histéricos, cuya impresiona-
bilidad es tan exagerada, que con gran facilidad y por la más insignifican-
te causa, pasan de la alegría á la tristeza, de la simpatía ó cariño más exa-
gerado á la antipatía ó al odio más intenso.
Se observa en los histéricos con alguna frecuencia la tpifofra ¿'lagrimeo^
que casi siempre es unilateral, y cuando es bilateral es más intensa del ladO'
de la hemianestesia. Dicha epiforá, que es muy molesta, depende de la hi-
persecreción lagrimal y se presenta lo mismo en la histeria grave que en la
le?e, y suele acompañarse de anestesia de la conjuntiva y de blefarospas^
mo tónico, conservándose permeables las vías de excreción lagrimal.
En la actualidad tratamos una señora con espasmos histéricos del recio^
externo, que presenta abundante lagrimee del mismo lado, estando inte-
gras las vías lagriipales.
Importa mucho establecer el diagnóstico para no emplear sondas ó in-
yecciones que pudieran utilizarse en el caso de atribuir la epifora á una
obstrucción de los conductos excretores.
Por lo demás, en una histérica puede existir lagrimeo dependiente d»
una afección de estas vías de excreción, sin que tenga nada qne ver oon el
histerismo.
La epifora histérica se manifiesta, ya en forma de grandes crisis de da*
criorrea, ya en forma de un pequeño pero continuo lagrimeo; pero, en am-
bos casos, la secreción lagrimal no aumenta con la acción del frío, del
viento, del humo, etc. , como sucede con la epifora dependiente de una obs*
trucción de las vías lagrimales. El lagrimeo que alterna con la sequedad de
la conjuntiva es de naturaleza histérica.
La disminución de la secreción lagrimal es también una alteración secreto-
ria que se observa en las histéricas. Las pacientes se quejan de sequedad
en los ojos, síntoma muy molesto y que acompaña con frecuencia á la ko*
piopia histérica. La sequedad ocular, en el histerismo, nunca llega á oca-
sionar la queratomalacia, es más intensa por la noche, pues cuando la en-
ferma pretende leer ó escribir, el calor del foco luminoso aumenta la eva-
poración de la lágrima y la sequedad de la conjuntiva es más acentuada.
Para terminar los transtornos secretorios que se han observado en el
histerismo, señalaremos el fenómeno llamado cromidrosis ó sea la formación
de sudor de color azul en la piel de los párpados. Dicha coloración se atri-
buye á la presencia de indican en el liquido segregado.
4.* Altbbaoionbs visualkcs en el histerismo. — La histeria tiene una pre*
dilección especial por la función visual, ocasionando con frecuencia rnani*
305
feataeionea, en este sentido, mucho más importantes que l«s de U motili-
dad, sensibilidad general y secreciones qae acabamos de exponer.
Dichas manifestaciones se refieren: A^ al campo periférico de la risión;
j8, al sentido cromático; C, á la agudeza visual ; D, á la hiperestesia reti-
niana, y ^, á las alucinaciones visuales.
A. Campo períféric&'de la visión, — En el histerismo, el campo periférico
de la Tisión está reducido, tanto para el blanco como para los colores.
Dicha reducción es concéntrica, y la demostración de su existencia es im*
portantísima para el diagnóstico del histerismo.
La reducción es más acentuada en el ojo ambliope que en el que conser*
ya la agudeza normal ; además, puede ser solamente para el blanco, para,
el blanco y los colores ó sólo para los colores. Según Parínaud, la reducción
del campo periférico es precedida de una ambliopía de las regiones perifé-
ricas de la retina.
Guando el campo periférico de la risión es poco marcado, el individuo no
tiene conciencia de él, sobre todo si es monocular.
El campo periférico de la yisión puede ensancharse por ptiedio de la su-
gestión ó por una Tiya atención del paciente ; por el contrario, la fatiga,
puede ocasionar una considerable reducción.
También se reduce el éampo periférico de la yisión durante el eiamen
campimétrico, de tal modo que, si se unen por una línea las extremidadea
de los diversos meridianos, no se observa un circulo, sino una espiral. Este
fenómeno se explica por el rápido agotamiento de la retina ó de los centroa
cerebrales durante la observación.
Entre el estrechamiento del campo visual en el histerismo y el que oca-
sionan las lesiones orgánicas, hay una diferencia esencial. El histérico no
tiene conciencia de la reducción de su campo visual, y, aun en los casos en
-que está muy acentuada, puede conducirse perfectamente, lo que implica
la percepción, sea ó no consciente, de mucho mayor espacio que el marcado
por el perímetro.
Durante el examen con este aparato se coloca al individuo en condicio'
nes artificiales, en las que de un lado la fijación del ojo y de otro la aten-
ción que debe prestar, determinan el agotamiento nervioso, que se mani*
fiesta por una reducción del campo periférico, mayor de la que existe en
condiciones ordinarias.
En las reducciones del campo visual dependientes de causas orgánicas,
la pérdida de la facultad de orientarse está en relación con el grado de es-
trechez que marca el perímetro.
El escotoma central ha sido observado rara vez en la histeria. Es menester
excluir del histerismo aquellos casos de escotoma que se desarrollan en la
convalecencia de las enfermedades microbianas y los que producen la into-
xicación por el alcohol y por el tabaco. Según Berger, el puntum coecum en
el histerismo es normal.
El campo periférico de la visión se reduce á veces en el histerismo en
forma de hemianopsia homónima, si bien en grado diferente en los doa
ojos; la reducción es más notable en el lado de la anestesia. Al paso de
una corriente eléctrica, los enfermos ven aparecer en obscuro su escotoma.
La hemianopsia puede ser absoluta y el enfermo no ve nada en las dos
306
mitades del campo yisnal ó relatiya y percibe los objetos, en las dos mita-
des homónimas, como á trarés die una gasa 6 nnbe, es decir, qne se trata
de la hemi-ambliopia.
En todos los casos de hemianopsia histérica, la gndeza yisnal está dis-
minnida.
Guando los ataqnes de hemianopsia histérica se repiten, se presenta, du-
rante el acceso, la acromatopsia en la mitad heminópsica, y la discrom»-
topsia en la otra mitad.
Gomo dato que importa tener en cuenta relatiyo al asiento de la histeria,
citaremos el hecho obseryado por Ramos, de Méjico, relatiyo á un caso de
hemianopsia histérica sin la rigidez pupilar hemianópsica de Wernike, lo
que indica que la causa de la rigidez pupilar está en los centros corticales
y no en los centros ópticos ni en los centros primarios.
La hemianopsia histérica se diferencia de la debida á una lesión de la
cinta óptica por la insensibilidad de la conjuntiya en la primera, cuyo sín-
toma falta en la segunda.
La extensión del campo yisnal para los colores se reduce muchas yeces
en el histerismo. Los limites del azul, que en estado normal están fuera
del rojo, pasan por dentro de este color, siendo esta reducción un signo de
gran yalor para el diagnóstico del histerismo.
La reducción del campo periférico lo mismo se obserya en la histeria
traumática, que en las tóxicas, ó en las de cualquier otro origen y sea cua*
lesqniera el sexo de la persona que la padezca.
La reducción del campo periférico, aunque persistente en el histerismo,
ofrece una moyilidad notable en su intensidad de un día á otro y aun en
diyersas obseryaciones del mismo dia ; toda yez que las emociones morales,
la fatiga, etc., influyen en la extensión del campo yisnal.
B. Sentido cromático.^En el estado normal, no todas las partes del cam-
po yisual tienen la misma aptitud para percibir los colores. Hay unos para
los que el campo yisual fisiológico es más extenso que para otros, y estas
diferencias se reproducen en todos los sujetos, según cierto orden. Asi el
azul tiene el campo periférico más extenso ; sigue á éste el amarillo, luego
el anaranjado, el rojo, el yerde, y por último, el yioleta, que es de campo
más circunscrito, pues sólo es percibido por las partes más centrales de la
retina.
En el histerismo, estos caracteres del estado normal sufren grandes ya*
riaciones ; asi, los diversos circuios que en la exploración corresponden á
los límites del campo visual para cada color, se reducen de una manení
concéntrica, siguiendo cierto orden en relación con el estado fisiológico.
El circulo del violeta, color central por excelencia, se reduce tanto que
llega hasta desaparecer, aunque el paciente distinga todos los otros colo-
res. Después desaparece el yerde, color también central; más tarde el rojo,
el amarillo, y por último, el azul, que son colores periféricos.
Los colores dejan, por lo tanto, de verse en el siguiente orden : violeta,
amarillo, rojo y azul. En este orden de desaparición es inyerso á como tiene
lugar en la tabes dorsalis.
Hay, sin embargo, excepciones á estas reglas, encontrándose histéricos
que siguen yiendo el rojo aunque hayan dejado de^percibir el azul y el na-
307
ranjado. Pero en general puede decirse que los colores centrales, yioleta y
verde, dejan de [>ercibírse antea que desaparezca la noción del encamado
y de loB otros colores.
En los grados elevados de ambliopia histérica pueden dejar de percibir-
se los colores, viéndose todos loe objetos con su forma propia, pero como
nna acuarela á la sepia. Esta acromatopsia total es muy rara en el histe-
rismo.
Las alteraciones cromáticas se observan primeramente en el ojo del lado
de la anestesia, y aunque en el otro ojo también está reducido el campo
visual para I09 colores, es en menor grado.
Así, hay histéricos que con el ojo izquierdo, por ejemplo, correspondien-
te al lado de la. hemianestesia, sólo perciben el azul y el rojo (colores pe-
riféricos) y con el derecho los perciben todos, excepto el violeta (color
central).
Las alteraciones cromáticas tienen la misma movilidad que todas las
manifestaciones del histerismo; aparecen y desaparecen repentinamente y
pueden hacerse permanentes. Asi, una discromatopsia puede desaparecer
después de un ataque ó convertirse en acromatopsia.
Aplicando un imán ó una placa de metal (oro, cobre, estaño) sobre la
frente, vuelven á ser percibidos los colores, pero en un orden inverso á
como habían desaparecido.
Segdn Charcot, en la eDCrucijada sensitiva (parte posterior de la cápsu-
la interna) punto en que las lesiones orgánicas producen anestesia senso-
rial y sensitiva, debe estar el asiento de las lesiones dinámicas del histeris-
mo, pues las lesiones en foco de dicha encrucijada producen, en el lado
opuesto, la misma disminución de campo periférico de la visión y discro-
matopsia que en el histerismo.
La agudeza visual en la acromatopsia suele estar disminuida, una fuer*
te excitación de los nervios ópticos por medio de vidrios rojos, á través de
los cuales se hace mirar al paciente, puede, según Feré, hacer normal la
agudeza visual y la percepción de los colores; en cambio, una excitación
muy prolongada puede disminuirla.
La percepción de los colores disminuye en razón del grado de ambliopia
y de la reducción del campo periférico y puede estar completamente aboli-
da en los casos graves de ambliopia.
Por medio de un disco giratorio, semejante al de Newton, Charcot y
otros autores han comprobado en las histéricas ciertos hechos paradógicos
de difícil explicación. Dicho disco presenta sectores altcruativamente ro-
jos y verdes, que, como es sabido, son colores complementarios. Después de
asegurarse 'de que la enferma no aprecia el verde, que le cree gris, se hace
girar rápidamente el disco, y en contra de lo que pudiera creerse, la enfer-
ma, afecta de discromatopsia por el verde, hace la síntesis de este color y
del rojo, y declara que ve blanquecino el disco giratorio.
Mostrando á la misma paciente dos discos,, uno con sectores rojos y ver-
des y otro con sectores rojos y blancos, no encuentra entre ellos diferencia
apreciable, puesto que es ciega para el verde; pero baciéndolos girar rápi-
damente ve blanquecino el primero y rojo pálido el segundo, cual corres-
ponde á una apreciación normal de los colores.
308
8i i ana histérica cod discromatopaia para el rojo se le hace mirar aten-
tamente nn cuadro rojo sobre fondo blanco, lo ye grí?; pero después de
corto tiempo de mirar atentamente empieza á percibir la imagen conseou-
tiya en forma de un cuadrado de iguales dimensiones, pero de color yerde,
es decir, del color complementario del que no yeia.
Si se examina separadamente la facultad cromática de cada ojo, se ob-
serya en ciertas histéricas que son ciegas para un color determinado, por
ejemplo, para el yioleta, y sin embargo puede suceder que este color e»
aprecie perfectamente cuando se emplee la ñsión binocular. Este hecho hik
sido obseryado por Parinaud y comprobado por Ramos, de Méjico.
iConcluirá),
PERIÓDICOS
Recidiva de cáncer del labia curada een les rayes RSotfen.— En la RctMa
de Medicina y Cirugía de Barcelona publican loe Dres. O. Gomas y A. Pri6
el siguiente caso:
«Jaime M., de cuarenta y tres afioe de edad, casado, jornalero, de buenik
salud y constitución, sin antecedentes patológicos personales de importan-
cia; ofrece en su anamnesis hereditaria el hecho de que su madre murió
de un cáncer de la mama. Según manifestación del paciente, á mediados
del afio 1902 se le formó una pequeña úlcera en el lado derecho y borde
interno del labio inferior, que fué tratada con yarios tópicos medicamen-
tosos, y también cauteriza, sin obtenerse el más pequeño resultado. La le*
sión tomó incremento y fué indicada muy pronto al paciente la necesidad
de proceder á una interyención quirúrgica radical con la mayor premurik
posible, ün tratamiento antiaiñlitico intensiyo, empleado por yia de
prueba (faltaban e^ absoluto antecedentes de esta naturaleza) no modifi-
có en lo máS" mínimo el curso de la enfermedad. Ingresó el indiyiduo en el
Hospital de la Santa Gruz con el cuadro clínico característico de un cán-
cer del labio; á pesar de no haberse practicado el examen histológico no
podía dudarse de la naturaleza del proceso, abonada además por el'anteoe-
dente hereditario ya apuntado, por la edad del paciente y por la ausencia
de toda enfermedad que pudiera hacer dudar del diagnóstico. El proceso
había eyolucionado, en su último período, con rapidez y malignidad, pre-
sentándose infartos ganglionares en las regiones submaxilar, ceryical y
supraolayicular derechas, habiendo decaído, por otra parte, de una mane-
ra alarmante, el estado general del enfermo.
El día 1.' dé septiembre de 1908 fué operado por el Dr. A. Rayentóe^
quien extirpó ampliamente el foco neoplásico y persiguió á los ganglios in-
fartados hasta sus más apartadas ramificaciones ; pero á pesar de la escru-
pulosidad empleada no se pudo eyitar la reproducción de la neoplana, la
que no se hizo esperar, reyistiendo un carácter yerdaderamente graye. Los
bordes de la herida operatoria no llegaron á cicatrizar por completo, infil-
309
trándoae y ponióndose edematosoB hasla el panto de que parecían querer
«altar algunos de Iob puntos de sutura que todavía quedaban; los tejidos
más próximos se presentaban tnmefactos, fofos y amoratados y se despren-
día de la herida un pus sanioso y fétido. A últimos de septiembre la re-
producción era evidente y en eirtremo alarmante. En estas condiciones nos
fué dirigido el paciente con objeto de intentar, con la rdntgenoterapia, ob-
tener una moderación ó paliatíro, en lo posible, de la inyasión cancerosa.
Desconfiamos en el primer momento de obtener otro resaltado, tan grave
nos pareció el caso, dudando hasta de alcanzar algún beneficio en el sen-
tido indicado.
La primera irradiación fué practicada el dia 5 de octubre de 1908, en la
forma que ordinariamente acostumbramos á emplear, protegiendo las par-
tes inmediatas á las que debían ser irradiadas con planchas de plomo y
yerifícando sesiones en días alternos. En las primeras sesiones se empleó
un tubo Oundelach y en las últimas un tubo MüUer, accionados por el
carrete de inducción de 50 centímetros de chispa. La distancia del tubo á
la piel varió entre 10 y 12 centímetros, con intensidad de la corriente de 4
á 5 amperes y exposición de 10 á 15 minutos. Una sola irradiación se prac-
ticó con tubo Coflsor.
Del día 5 de octubre al día 19 del mismo se practicaron ocho nuevas se-
siones, irradiando toda la región enferma. Después de la séptima sesión
aparecieron los primeros fenómenos reactivos, adquiriendo ya entonces los
tejidos mejor aspecto y disminuyendo la infiltración de los mismos. En 19
de octubre se observaba claramente el eritema reactivo (más visible toda-
vía con la iluminación azul cobalto), con desecación de la superficie y li-
gera sensación de tirantez. Suspendióse entonces el tratamiento, quedando
el enfermo en observación. La reacción se acentuó en los días sucesivos,
€on marcada sensación de escozor, no presentándose otros fenómenos que
los antes indicados, permaneciendo luego el eritema y el escozor estaciona-
narios (Tarante algunos días, para decrecer luego con bastante rapidez,
hasta el punto de apenas existir á últimos de noviembre y haber desapare-
cido por completo en los primeros días de diciembre, época en que pudo re-
anudarse el tratamiento. La herida operatoria se presentaba en esta últi*
ma fecha completamente cicatrizada, sin la menor infiltración de los tejidos
próximos y habiendo adquirido éstos un color sonrosado de excelente y
agradable aspecto. El día 9 de dicieo^^bre se practicó la novena irradiación,
pero limitándola á las regiones cervical y supraclavicular de la cicatriz,
siguiéndola una serie de otras cinco irradiaciones, verificadas los días 11,
14, 16, 29 y 81 del mismo mes; en los intervalos de estas sesiones se prac-
ticaron tres que comprendieron toda la región enferma (días 18, 21 y 24 de
diciembre). La reacción se hizo notar primero en la región cervical, mar-
cándose más especialmente en su parte superior, que había quedado más
próxima al foco anticatódico. El día 11 de enero de 1904 la reacción era
bastante viva, con eritema, escozor y depilación de toda la parte irra-
diada.
Suspendidas las irradiaciones, se tuvo al paciente en observación hasta
el día 30 de marzo. En 26 de enero los fenómenos reactivos empezaron á
declinar, y en 10 de febrero apenas se notaban.
310
A últimos de marzo no qnedaba el más peqnelj^o rastro de la reaeción. El
Dr. A. Rayentós pudo practicar fácilmente ana interyención plástica,
encaminada á agrandar en lo poeiUa la abertura de la boca, que había
quedado reducida á poco menos de la mitad. Después de esta segunda in-
teryención se yerífíearon tres irradiaciones más, loa días 7, 9 y 12 de abril,
con carácter preyentiyo (una de ellas con tubo Gossor), j limitándolas ex-
dusiyamente á la comisura derecha operada.
La reacción sólo se manifestó por una acentuada desecación de la ^arte
irradiada, la que cicatrizó rápidamente, quedando muy pronto en perfecta
estado.
En el mes de, mayo del mismo afio fué presentado el paciente á la Real
Academia de Medicina y Oirugla (sesión del dia 16) y á la Academia y
Laboratorio de Ciencias Médicas de Oatalufia (sesión del día 18), comple-
tamente curado. Se habían practicado, en conjunto, 20 irradiaciones.
Hemos continuado obseryando y vigilando al paciente hasta la fecha da
la publicación del presente artículo, sin que se haya presentado la menor
sefial de recidiya en todo este tiempo, ó sea en los dos afios que han trans-
currido desde la última irradiación. Oreemos, pues, que puede darse el
caso como completa y definitiyamente resuelto.
Accidentalmente, durante el curso del tratamiento, apareció un eczema
en la pared anterior del tórax, que fué tratado también con las irradiacio*
nes Rr>ntgen, y que desapareció por completo después de tres seaionee,
practicadas con tubo MüUer, blando. El prurito que acompañó al eczema
desapareció en absoluto después de la primera irradiación^. — Bababia.
KEVISTA EXTKANJERA
SOGIRDADES CIENTÍFICAS
AOADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
8éMn M dia 28 de Octubre de i906.
El sudor miliar y la rata de campo. — Los Dres. Chavtbmbssb, Marchoux
y Haurt : La región inyadida por el sudor miliar es precisamente la que
ha sido deyastada, dos afios antes, por loa aryicolas. Aunque el número
de estos roedores hubiese disminuido mucho desde 1904, se han yisto en
muchas localidades ratas de campo numerosas en el curso del pasado in*
yierno y primayera, especialmente en Vaux, Royillac y en Matha. Un pro-
pietario, en Genac, labrando su campo ha descubierto tres ó cuatro nidos
por surco ; en Voecharte ha ocurrido un hecho análogo, hasta el punto que
los cultiyadores han temido sembrar, temerosos de perder la semilla. Pues
estos roedores, que tan numerosos eran en inyierno y en el mes de abril.
311
han desaparecido tan de repente y por completo qne, á pesar de todas
nuestras pesquisas y todos los esfnerzoj'del alcalde de Matha, nos ha sido
imposible capturar ni ano solo en el mes de janio, y por lo tanto no hemos
podido obtener la prueba directa de que eran Tictimas de una epidemia.
Visitando las casas de Genac, doq^e habitaban los primaros que enfer*
marón del sudor, hemos visto que sobredi cuerpo de ellos abundaban de
un modo extraordinario las picaduras de pulga, de lo cual se preocupaban
bien poco, y no derla extraño que suq, casas hubiesen sido invadidas por
pulgas infectadas, sin que Üe ello se dieran cuenta, aunque muchos se ha-
bían fijado en su exageración, atribuyéndola á la invasión de sus casas por
las ratas de agua que escapaban á la inundación. En efecto, los inmuebles
que han dado los casos más graves están levantados á lo largo de un arroyo
que atraviesa el pueblo de Genac. Bajo la influencia de las lluvias abun-
dantes del invierno pasado, el nivel del arroyo se elevó á fines de abril, al
mismo tiempo que la c¡|pa subterránea se abría en la superficie en muchos
puntos.
Estos datos permiten suponer: los arvícolas, expulsados por el agua de
sus madrigueras, han penetrado en el pueblo y se han metido en las casas.
Si este año padecían dichos animales una epidemia especial, han podido
contaminar las pulgas de las casas ó dejar en ellas algún insecto capaz de
picar al hombre; la enfermedad se ha extendido entre estos roedores, como
sucede ordinariamente con las ratas, y huyendo del contagio los animales
enfermos han llevado el virus á los terrenos vecinos. Ante esta hipótesis,
ocurre pensar: si esta suposición fuera exacta, los sitios más frecuentados
por los arvícolas tendrían que haber sido los más castigados, y esto es pre-
cisamente lo que nosotros hemos observado, por ejemplo, eu Vaux, Rou-
villao, Matha, Yoecharte, etc.
Los pueblos situados en las regiones bajas y húmedas de los bordes del
Oharente no han sido invadidos sino después de las aglomeraciones en los
puntos elevados, es decir, á fines de mayo y en el mes de junio, en el mo-
mento en que la sequía había colocado las zonas declives en condiciones
'más favorables para albergar los arvícolas. Los pueblos qne se han libra-
do de la epidemia son los mismos que en 1904 no sufrieron la invasión de
los arvícolas. Las razones qne les han protegido contra estos roedores ¿no
serían las mismas que les han garantido este afio contra el sudor? Taled son
los argumentos que hemos querido exponer referentes á la etiología del su*
dor miliar, aunque para la tesis que sostenemos no valen lo qne una prue-
ba experimental ; sin embargó, los damos á conocer para llamar la atención
de los investigadores, puesto que las epidemias de esta enfermedad tienen
una marcha tan rápida que será necesario no perder la ocasión de su co-
mienzo para comprobar nuestra hipótesis.
Transformación del canear en te]ldo conjuntivo bajo la Inftueneia de la can-
croína. — El Dr. Adamkibwicz : Las células cancerosas, muertas por la can-
croína, son eliminadas por el organismo como si se tratara de cuerpos ex-
traños. Macroscópicamente se observa una disminución de volnmen ó una
completa desaparición de la neoplasia, ó una transformación purulenta, se-
gún qne el proceso eliminatorio es activado más ó menos mecánicamente ó
por los fagocitos. Microecópicamente el proceso sigue tres fases: 1.*, las cé-
312
InUfl esDceroMS desspareeen y dejao Isguoas qne en IO0 cortea dsn al teji-
do el aapeeto de an tamiz ; 2/, estas lagañas se llenan de elementos plis-
ticos, es decir, se dejan infiltrar por peqnefUs célalas; j 8.\ este tejido de
infiltración se transforma en an tejido conjantiyo qae se posesiona del sitio
del cáncer, terminando de este modo^l proceso anaiómieo de cnradón.
El Dr. LanoBBSAUx : £ara nosotros no es ana prneba de la cnración del
cáncer la desaparición de las célalas epiteliales, paes ya Blllrotb habla dl-
«ho qae ciertas enfermas de cáncer de la mama sncombian cnando el tu-
mor no tenia más qae tejido conjanlíTO.
El Dr. RacLüs : ¿Podria decimos nnestro colega caál es su estadística
actoal referente á lofl resaltados del tratamiento según los órganos afectos?
El Dr. Adamkikwics : May difícil me seria, por no decir imposible, ex-
poner la estadística qae se me pide. Lo único qae paedo afirmar es qae be
tratado con éxito an gran número de cánceres de casi todos los órganos.
CODIHA GaSTELLTÍ^
SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE PARÍS
Suión da día 81 dé Octubre dé 1906.
Heridas intestinales per arma ds fue|0.— El Dr. Ricard: El Dr. Sejonr nos
ba comunicado la obserración de an joTen de quince afíos, al qae necesitó
bacer la laparotomía á causa de una berida por arma de fuego. El proyec-
til, bala de reTólrer, penetró en el yientre á la izquierda de la línea
media. La familia no consintió que el berído fuera operado, basta que á
las dieciocbo boras se presentaron síntomas de peritonitis. EL Dr. Sejour
encontró cinco perforaciones intestinales que suturó. Las consecuencias post
operatorias fueron benignas, pero á los ocbo días, al separarse las saturas
cutáneas, se produjo una eventración á consecuencia de an golpe de tos, y
los intestinos formaron bernia á través de la berida. Se introdujeron de
nuevo en la cavidad abdominal, y se cerró la abertura por medio de tres
saturas con alambre de plata. No hubo más complicaciones.
Oreo conveniente añadir á esta observación algunas palabras á propósito
de los diversos modos de sutura. La vez primera se babía becbo una sutu-
ra en tres planos, lo que no impidió producirse la desunión; la segunda se
bizo en un solo plano, y se mantuvo perfectamente. Es una nueva prueba
de la eficacia de esta última sutura.
El Dr. Guinard: Sólo be observado un caso de eventración en un enfer-
mo, al que separé las suturas al séptimo día. Desde entonces acostumbro á
no separarlas basta loe diez días. Respecto á los modos de sutura son indi*
ferentes, porque se obtienen buenos resultados lo mismo cuando se baceo
en uno que en tres planos.
El Dr. PoiRiKB : He empleado ambos modos de sutura, pero boy sólo uti-
lizo la reunión en tres planos ; recuerdo, sin embargo, que el Dr. Duplay
bacía suturas en un plano con alambre de plata. La reunión era siempre
sólida á los ocbo días y jamás sobrevino un caso de eventración.
313
El Dr. QuÉNc: A propósito de las erentraciones oonviene distinguir las
que se producen inmediatamente de las tardías. Respecto á las primeras
es difícil fijar una fecha para la separación de las su taras ; éstas deben per-
manecer aplicadas más tiempo en los sujetos mal nutridos; en estos casos
he visto no obtenerse la reunión en catorce días. Me sorprende que se pre-
fiera la sutura en un plaoo. La he empleado, y comparados los resultados
obtenidos por este método con los que obtengo con la sutura en tres planos,
no puedo menos de afirmar que esta última es preferible; sin embargo,
. para que la coaptación sea buena es preciso suturar bien los músculos.
El Dr. Routibr: Después de haber hecho la reunión plano por plano, he
vuelto á la sutura en un plano empleando alambre de aluminio. Creo que
es excelente. He observado antes sólo dos eventraciones ; en general, son
benignas. Para las eventraciones consecutivas creo que debe invooarse^nte
todo el estado de los enfermos.
El Dr. MovoD : Al hacer la sutura-en un plano, tenía la precaución de
abrir la vaina de los músculos rectos y de resecar la línea alta. A pesar de
esto be tenido una eventración; asi que he abandonado dicho método y
empleo la reunión capa por capa.
El Dr. ^ijFFiBR : En los casos de reunión incompleta debe tenerse en
cuenta un factor, la infección, por ligera que sea. Practico de ordinario la
sutura en tres planos, lo más cuidadosamente posible. He observado algu-
nas eventracioQes, pero las consecuencias fueron siempre benignas.
El Dr. Rkyhibr: He observado varias veces eventración con suturas en
uno y en tres planos. En la actualidad sólo empleo la sutura en un plano,
que tiene la ventaja de exponer menos á los hematomas intersticiales, ex-
cepto en los sujetos obesos, en los que es preferible reunir por separado
peritoneo, músculos y piel, apretando bien los hilos de catgut, porque á
veces se aflojan los nudos. Entre las causas de fracaso de la reunión, ade-
más de la infección, que creo innegable, añadiré las adherencias epiplói-
cas. He observado un ejemplo en un caso de histerectomia vaginal practi-
cada por uno de nuestros colegas. Se obtuvo la reunión vaginal, pero una
noche, durante el coito, la herida se abrió y el epiplón apareció en la va-
gina. Hice la laparotomía y resequé una porción de epiplón que estaba ad-
herido á la pared vaginal.
EL Dr. Ghapdt: He observado con frecuencia eventraciones en el perro,
y creo que en las mujeres las hernias epiplóicas contribuyen á su forma-
ción. Para las suturas empleo todos los hilos; creo preferible el catgut á
condición de reunir el peritoneo, la vaina de los músculos separadamente
y de colocar un tubo subcutáneo de desagüe.
El Dr. Walther: Jamás he observado eventraciones primitivas infra-
umbilicales, cuyas causas más importantes son la infección y el estado
caquéctico de los enfermos; pero he visto sobrevenir algunas supra umbi-
licales á consecuencia de las gastrostomías. Cuando se hacía la sutura en
un plano sin abrir la vaina de los músculos, se ven sobrevenir eventracio-
nes; no se observan hoy, que se abre la vaina muscular antes de hacer la
sutura. No obstante, prefiero la sutura en tres tiempos, que es más flexi-
ble ; la practico con catgut después de seccionar las vainas de los mús-
culos.
314
Bi Dr. HABTMAm: Oreo que U canas de que no se renna la herida del
abdomen no ee la infección, sino mis bien la eaqnexia. He ofaeerrado sólo
do0 casoe de eyentración: nno después del empleo de alambcs de plata j
otro en un diabético, después de la sutura en tres planos.
* El Dr. Sbqovd: Es preciso diferenciar las eyentraciones inmediatas de
las tardías. He obseryado tres ejemplos de las primeras: dos recayeron en
enfymas en las que se habia practicado la castración cuando este trata-
miento se recomendaba tanto contra los fibromas uterinos; el tercero se
refiere á una mujer á la que no conseguí curar. Oreo que no se debe ser •
exclusirista en demasía respecto al mejor modo de sutura. Aunque parti-
dario de la sutura en un tiempo, comprendiendo poca piel, bastantes
músculos y poco peritoneo, me parece que en ciertos casos es preferible la
otra.
El Dr. Rioard: De esta discusión, ó mejor dicho, de esta enumeración
de las diferentes prácticas, puede deducirse que loe dos modos de sutura
son buenos, siempre que se apliquen bien. A pesar de esto, hay enfermos
en los que la reunión fracasa, hágase lo que se haga.
Prostateetomia transveéical. — El Dr. SAyARiAun : En un tcabajo ante-
rior, el Dr. Legueu se ocupó de esta interyención, que he pradlicado dos
yeces recientemente, uno de mis enfermos tenía hematuria é infección
yesical ; el cateterismo era imposible. Inciüdi la yejiga, en la que sobresa-
lía el lóculo de la próstata ; en yano intenté la enucleación después de in«
cindida la mucosa, y tnye que recurrir á la fragmentación. Después saturé
y desagüé la yejiga. Las consecuencias operatorias fueron buenas, aunque
la cicatrización fué lenta. En el segundo enfermo la yejiga estaba también
infectada y el cateterismo era doloroso. Practiqué la incisión transyeaical
y enucleé sin dificultad la próstata. Aunque no condeno la ablación con
tijeras, creo que empleando este método pueden pasar inadyertidos peque-
ños adenomas, que se descubren perfectamente por la palpación bimanual.
Es uno de los motiyos qué me hacen preferir la enucleación digital, más
segura, más rápida y más quirúrgica. Oreo necesario un buen desagüe y
una sonda permanente. La incontinencia pasajera de orina la he obseryado
pocas yeces, y jamás he yisto formarse fístulas persistentes. — F. Tolsdo.
SOCIEDAD DE PEDIATRÍA DE PA&fS
8e9ión del dia í€ de Octubre de 1906 (1).
Amlotrofla espinal difusa. — El Dr. A. Dbullb : He practicado la autopsia
de un niño con amiotrofia progresiya que inyadió los cuatro miembros, el
tronco, y por último los músculos respiratorios, dejando á saWo sólo la
cara; el nifio sucumbió después de crisis repetidas de asfixia. Al hacer la
autopsia se encontraron atrofiadas todas las células estrelladas de las astas
anteriores de la médula ; las de las astas posteriores se hallaban intactas,
igual que las del cordón de Glarke, Los músculos estaban muy atrofiados;
(1) Primera del curso académico aotuaK
315
loB hacecillos prímitÍTOs, annqae conseryaban su forma estriada, se halla-
baD muy redacídos de volumen. Había degeneración de los nervios intra-
mnscalares, pero no de los cutáneos. Estas lesiones prueban que se trata-
ba de una atrofia muscular anterior progresiva.
Ní^tagmus familiar. — El Dr. Apbrt : Presento en mi' nombre y en el del
Dr. Dudóse, una familia compuesta de la madre y de cinco hijos, todos los
cuales padecen nistagmus que puede incluirse en el tipo descripto por Le-
noble y Aubineau, como mioclonia de los músculos del ojo y que designan
con el nombre de nistagmus mioclónico. Otros cinco hijos no padecen esta
afección, pero tres de ellos, que murieron de pocos meses, quizá la hubie-
ran padecido. La afección no es congénita, sino que se desarrolló á los po-
cos afios á consecuencia de una enfermedad aguda. En algunos de estos
enfermos están exagerados los reflejos rotulianoS, sobre todo en el lado de-
recho. Ninguno de ellos tiene temblor de la cabeza ó de los miembros,
ni sacudidas fíbrilares ó eléctricas, fenómenos observados por Lenoble y
Aubineau en varios de sus enfermos. Estos autores han recogido sus obser-
vaciones en Bretaña y consideran la afección como propia de la raza bre-
tona, regla que confirma nuestra observación, porque la enferma es de
, dicho pais.
Enfermedid de Littie. — El Dr. Ausset : Se describen con el nombre de
enfermedad de Littie, casos de naturaleza compleja que sólo tienen de co-
mún la rigidez espasmódica de los miembros inferiores que sobrevienen
desde la más tierna edad. Al lado de los tipos más comunes de la enferme-
dad pueden agruparse casos parecidos que difieren de los clásicos por pre-
sentar además síntomas anormales. He observado un niño con contractura
de los miembros inferiores que databa desde los primeros años de la yida;
lai rodillas estaban inmóviles en semiflexión y los pies contraidos afecta-
baiQ la forma de una Z. Los miembros superiores se hallaban también
afectados de espasmo. La inteligencia de este niño estaba poco desarrolla-
da, lo que prueba que la lesión cerebral era en él más extensa que en los
casos clásicos de enfermedad de Littie. El hecho de estar afectados los
miembros superiores permite incluir este caso en^re las diplegias espasmó-
dicas ; el poco desarrollo de la inteligencia hace más complicada la sintoma-
tología.
Anasarca eomo complicación del impéti|o. — El Dr. GmNON : He observado,
en unión del Dr. Pater, tres niños de pecho con eczema impetiginoso, el
cual se complicó con nefritis, albuminuria y anasarca. Es indudable que
eu estos casos las lesiones eczematosas de la piel fueron la puerta de entra-
da de los gérmenes patógenos, que al localizarse en el riñon ocasionaron la
nefritis.
Dos casos de diienterfa grave tratada por el suero antidisentérico. — El doc-
tor OuiNON : He tratado recientemente por el suero antidisentérico dos
enfermos procedentes de Rusia, y que habían sufrido grandes privaciones
durante su viaje. No pudieron tolerar el Kha Sam, que devolvieron en se-
guida. Inyecté á cada uno de ellos 280 cent. cúb. de suero antidisentérico,
dosis que á pesar de ser elevada no produjo accidente seroterápico alguno.
Uno de los enfermos curó, pero el otro murió á consecuencia de una bronco*
neumonía, cuando la afección intestinal estaba ya casi corregida.
316
) m la InaiiMciéfl iiHiiinL— El Dr. Tbaü : He <
do de inregíiiAciÓD inteetínal á un oifio de cineo meeet. La ioTa^ueciós
ee reprodajo á Ue yeiotíBeifl horas j tare qae operar de iiiieTo al eoferviOL
EneoDtré el intetiiao eo coatraeeíón é ioragioado eo ciertoa ñtioo. B nük»
mnríó, j al practicar la aatopsia se tío qae el espasmo ioiestiiial habia
desaparecido, siendo Dormal el calibre del ioiestíoo. Es pasible qae el es-
pasmo desempefte an papel importante en la inraginación 7 qae la parte
del iniestíno retraída se inragine en la dilatada. Este mecanisioo sólo pae-
de ¡DToearse en el tito, lo qae expliea por qaé no se ha obserrado harta
ahora dicha forma de invaginaeión. — F. Toledo.
SOCIEDAD DB MEDICIHA DB BERLÍN
SétUn dd24dé Octubre ds ¡906 (1).
SaretMt pliMesUrls iMnerráfles f MéNipIs. — El Dr. ii. Sehlminger pre-
senta nn hombre qae padece la afección consi^nAda en el epigrafe. Con-
siste en la aparición en la piel de papólas múltiples hemorrigieas 7 en
algunos pantos pigmentadas. En el caso actual, además de ana pápala
aislada en la mocosa del labio inferior, existen alganas en las eztremida*
des inferiores. Pero en otros casos están diseminadas por todo el caerpo 7
hasta existen en los órganos interiores. Las pápalas no tienen ningana
tendencia á la destrocción, sino más bien á la regresión, 7 tampoco dan
origen á infartos ganglionares. Estos hechos no revelan, clínicamente, un
carácter maligno. En cambio, anatómicamente pertenecen á los sarcomas.
En estos casos es notable el gran desarrollo de la arterio- esclerosis, que á
veces se limita taír sólo á las extremidades enfermas, 7 qae qaizá 00 deje
de tener su importancia en la producción de las hemorragias múltiples.
Como tratamiento, puede pensarse todo lo más en el arsénico; pero en
el caso presente no ha dado todavía ningún resaltado.
El Dr. Ledermann dice haber obtenido beneficio en an caso con el aso
del arsénico, continuado por mucho tiempo.
Cuerpo extrañe en un brenqule. — El Dr. Lehr refiere el caso de un hom-
bre de sesenta y un afios que aspiró un trocito de hueso. A los cinco dias,
cuando la expectoración era fétida, acudió al orador. Este practicó la bron-
coscopia 7 consiguió qué se colocara en el tubo el cuerpo extrafio, que es-
taba alojado en el bronquio del lóbulo inferior derecho. Sin embargo de
esto, no se pudo verificar la extracción, porque el hueso estaba encajado, 7
al tratar de desprenderlo salió sant^re do la mucosa hinchada 7 sobrevine
nn golpe de tos que impidió proseguir con la broncoscopia. Se introdujo de
nuevo el tubo, se logró que se deshinchara la mucosa en la proximidad
del trocito de hueso, gracias á la adrenalina, 7 entonces fué expulsado el
cuerpo extraño con un golpe de tos.
En vista de lo ocurrido en este caso, aconseja el autor acudir á la bron-
(I) Primera del eurso actual.
317
ooecopia siempre que se sospeche la existencia de no cuerpo extrafio en un
bronqnio, y aunqae no la revelen los rayos R5nigeD.
Rlnoescleroma. — El Dr. Edmundo Meyer presenta an machacho qne ya
hÍ20 comparecer el afio 1902. La enfermedad habla progresado macho
desde dicha época; en la nariz, en el paladar, en las fauces y en el labio
superior se hablan presentado tumores grandes y en vias de descomposi-
ción. Oon un tratamiento enérgico y muy prolongado con los rayos Rünt-
gen — 182 -sesiones hasta el dia de la fecha — se ha logrado una mejoría
muy notable.
Erltrscitosis (pellehomia rejí meialoatpfiniea). — El Dr. Sénator hace una
breve descripción de esta enfermedad, que dio á conocer por primera vez
Vaquez, de París. Lo esencial de la misma se consigna en su propio nom*
bre. Sus signos visibles son una coloración rojo*obscura de la piel y de las
mucosas. Los enfermos padecen de vértigos, de debilidad progresiva, de
epistaxis y de hemoptisis; los dos enfermos observados por el autor tenían,
además, hipertrofia cardíaca y albuminnria.
Como quiera que el autor ha podido realizar en sus dos casos análisis de
la sangre y estudios del metabolismo nutritivo, cree conveniente comuni-
car los resultados de dichas investigaciones.
Lo esencial en los caracteres de la sangre es el aumento en el número de
glóbulos rojos en la unidad de volumen. La cifra llega hasta 10 millones
por milímetro cúbico y «u forma no presenta ninguna alteración esencial.
La proporción de hemoglobina corresponde al aumento en el número de
eritrocitos. f"^
La cifra de leucocitos no está muy alterada, los linfocitos son un poco
más escasos qu§ normalmente, y en cambio es algo mayor la proporción de
eosinófílos y de células cebadas. Gomo elementos anormales , se' han en-
contrado mielocitos.
El peso específico de la sangre es el normal, y lo mismo acontece con ia
concentración molecular.
La presión sanguínea está aumentada en ambos casos (hipertrofia car-
díaca). <
El residuo seco del suero sanguíneo és el normal, pero la proporción de
albúmina de la sangre está un poco aumentada.
El metabolismo del nitrógeno no presenta anomalía en ninguno de los
dos casos. En cambio, las investigaciones que ha hecho A. Loewy del cam-
bio gaseoso siempre revelaron un aumento del volumen de aire respirado.
Las cantidades de O absorbido y de GO* eliminado alcanzaron, por lo me-
nos, el límite máximo de la cifra normal, y generalmente sobrepasaron
dicho límite.
La causa de la enfermedad puede consistir en un menor consumo ó en
una mayor producción de glóbulos rojos.
La proporción de urobilina de la orina, que se suele considerar como
producto de destrucción de la hemoglobina, está disminnída; pero este
hecho no es suficiente para sentar ninguna conclusión, por cuanto son
muy escasos todavía nuestros conocimientos acerca del origen de la urpbi-
lina. Es mucho más probable que se trate de una producción exagerada de
glóbulos rojos. Así parece demostrarlo la hiperplasia de la médula que se
318 ^
encontró en U autopsia en tres casos, la aparición de mielocitos en la san-
gre y el aumento en la proporción de eosinófílos y de células cebadas. La
causa hay que buscarla quizá en un infarto del bazo.
El tratamiento de estos casos es bastante precario. Se deben ensayar
las inhalaciones de oxigeno y la dieta vegetal.
Es muy posible que esta enfermedad venga á rehabilitar el concepto de
la plétora verdadera, aunque en forma científicamente mejor fundada que
en otros tiempos, concepto que, como el de la sangría, que á él iba ligado,
se creyó que se debía abandonar en vista del resultado de investigaciones
experimentales conducidas con todo rigor (Oonheim).
iDeustche Medieinal-Zeitwig), — R. dbl Yallb.
PERIÓDICOS
Un nuevo ei|no do anourioma de li aorta. — El Dr. G. Wilson ha observa-
do el signo estetoscópico siguiente en. varios casos de aneurisma del cayado
aórtico y de dilatación aneurismática de la aorta con insuficiencia aórtica.
Se aplica el estetoscopio en el primer espacio intercostal derecho, lo más
lejos posible del esternón, y mientras habla el enfermo, se aproxima poco á
poco el instrumento al borde esternal ; cuando se llega á unos 12 milíme-
tros del esternón se nota una modificación brusca del timbre de la voz* que
llega al oído del observador con más claridad, de timbre más elevado y
algo gangosa. En los casos de aneurisma propiamente dicho, estas modifi-
caciones de la voz se notan con toda claridad en una zona de 5 centímetros
á cada lado de la línea media en los primóos espacios intercostales.
{La Freeae MedicaU, 26 septiembre 1906). — F. Tolbdo.
Raqaitlsmo tardío.— El Dr. H. Ourschmann, de Heidelberg, refiere el caso
de una muchacha que, siendo de familia en que había raquitismo, y sin
haber presentado nunca síntomas de raquitismo precoz, cesó de crecer á
los catorce afios. Tres afios después se presentaron en el curso de un trimes-
tre y con dolores al andar, abultamiento de las epífisis en las costillas, de-
formación raquítica de la pelvis, abultamiento de las epífisis de las extremi-
dades superiores é inferiores, sobre todo de las periféricas y corvadura más ó
menos acentuada de los grandes huesos largos, y en particular de las tibias*
Con el reposo en la cama, el aceite de hígado de bacalao fosforado y los
bafios salados se logró detener la marcha del mal al cabo de unos dos ó
tres meses y hacer retrogradar algunos transtornos, pero sobre todo qne
mejorara de un modo considerable el estado general.
Guando en la edad de la pubertad se presentan trastornos en la marcha
no explicables se debe pensar siempre en el raquitismo tardío.
El autor ha observado además otro caso que confirma la opinión de lií-
kulicz de que el genuvalgum de los adolescentes, qne parece ser una afee-
eión monosintomática es, sin embargo, manifestación parcial de an raqui-
319
tísmo tardío, cayos demás síntomas son menos acentuados qne en los casos
típicos de raquitismo precoz j generalizado. En los casos de genu-valgum
7 rarum de los adolescentes nunca se debe omitir el tratamiento interno
especifico del raquitismo, que consiste en el reposo en la cama, el fósforo,
el aceite de hígado de bacalao y en algunos casos la hidroterapia. Se em-
pleará tal tratamiento muy especialmente en el periodo inicial, constitu-
yendo en los casos más leyes, que exigen corrección ortopédica y no opera-
toria, por lo menos un medio auxiliar muy importante del tratamiento
quirúrgico.
{Mituitkngin au8 den GrenzgehUten der Med, u. Chir). — R. dbl Valli.
Accién teripéutlea de les yodaros.— Él Dr. /. Bumett cree que los yoduros
llenan las siguientes indicaciones terapéuticas: Aneurisma. Bl efecto bené-
fico de los yoduros es debido probablemente á su propiedad de farorecer la
coagulación de la sangre. El saco aneurismático se retrae al formarse un
coágulo duro. La administración de los yoduros por la boca no produce
efecto alguno sobre el número de pulsaciones ni sobre la presión sanguínea
arterial. Lo mismo ocurre cuando se administran en inyección hipodérmica.
Los efectos benéficos de estos medicamentos son debidos tambtlSn á que
favorecen la eliminación de los venenos que producen la degeneración arte-
rial y de las substancias patológicas que se depositan en las túnicas vas-
culares durante la enfermedad. De .este modo, las paredes de los vasos re-
cobran su elasticidad, y el saco aneurismático puede retraerse. Árterioescle*
roste. Los yoduros obran en la arterioesclerosis por su acción eliminadora,
que permite á la sangre expulsar las substancias irritantes y los productos
de consunción, facilitando de este modo la circulación por los vasos escie-
rosados. Tienden también á disminuir la excreción de ácido úrico. Angina
de pecho. Es debida probablemente al espasmo de ios vasillos del corazón,
lo que produce anemia y dolor. Los yoduros ejercen una acción antiespas-
módica específica. Sus buenos efectos en el asma y en la bronquitis crónica
son debidos también á la misma acción antiespasmódica. Sífilis. Los yodu-
ros son más útiles cuando existen lesiones sifilíticas de las mucosas, de los
huesos y del sistema nervioso. Deben administrarse á grandes dosis en to-
das las afecciones de origen sifilítico, sobre todo en la atatia locomotriz.
En el reumatismo crónico son eficaces por su efecto sobre la excreción de
ácido úrico. En los casos de derrame y en todas las infiamacionee cróni-
cas debe utilizarse la acción eliminadora de estos medicamentos. En el bo-
cio exoftálmico obran favorablemente por sus efectos directos sobre la
glándula. {The Lancet, 8 septiembre 1906). — F.'' Toledo.
El yoduro do arsénico en la osorof uloolo y en la oocréf ulotuborculooio. — El
Dr. Rousseau St Fhilippe refiere haber empleado con éxito el yoduro de
arsénico (As P) en más de 200 casos de escrofulosis y de escrófulotuber-
culosis.
Es medicamento difícil de preparar y que én el comercio suele ir acom-
pañado de impurezas. El mejor método para prepararlo es el siguiente,
propuesto por Bamberger y Philipp; á una disolución clorhídrica de hidra-
to de arsénico se afiade en caliente otra disolución acuosa de yoduro pota-
320
sico; el cloruro potásico que se precipita al mismo tiempo, se /Mpara dei
yoduro de arsénico mediante disolnción en snlfíiro de carbono.
El autor da el medicamento en disolución al 1 por 100, comenzando por
una gota por la mafiana y otra por la tarde, y aumentando la dosis hasta
llegar á 40 gotas de cada yez. £1 yoduro de arsénico no sólo da buenos re*
sultados en las afecciones escrofulosas de todo género, en los nodulos lin-
fáticos infartados y supurados y en las inflamaciones crónicas de loe oidos,
de los ojos y de la piel, sino que además es útil en la tuberculosis de los
huesos y hasta en la tuberculosis pulmonar incipiente.
(Journal de tned, de Bordeaux). — B. del Vallb.
Dlainéstico diferencial entre la ilbuminurli ertottática y la nelrftiea.— En el
Congreso que acaban de celebrar en Berlín los médicos de las Oompafiias
de Seguros sobre la yida, el Dr. Hingston Fox, de Londres, ha dado á co-
nocer un procedimiento que permite distinguir con seguridad la albuminn*
ría benigna, hematógena, llamada también ortostática y fisiológica, de la
renal, que es siempre graye. Consiste en hacer ingerir lactato de cal, el qne
en la albuminuria ortostática debida á la disminución de la coagnlabilidad
de la sangre, hace desaparecer con rapidez la albúmina de la orina, aanqne
el enfermo no sea sometido al reposo en el lecho ni al régimen lácteo; este
medicamento es completamente inútil en la albuminuria debida á una
nefritis. — (L« Btdl. Medical, 29 septiembre 1906). — F. Tolbdo.
La Qélatini Ifqnidí oeme intidiarrélce y estemiquice.— El Dr. E. Oohn pre-
para en el aparato de esterilización, y por medio de la calefacción sosteni-
da durante seis horas, una gelatina que sólo se coagula en la heladora.
Esta gelatina presta muy buen serricio para combatir las diarreas de los
niños y también las de los adultos. Además es un buen estomáquioo.
Se puede preparar de la manera siguiente :
Gelatina 10 gramos.
Cuezase durante seis horas con agua destilada para que se conserye li-
quida y qae queden 80 gramos.
Fíltrese en frío y afiádase :
Acido dtríoo 1 grano.
Jarabe da cortesa de naranja hasta oompletar 100 gramos.
Media cucharada cada dos horas (para un nifio), ó bien
Gelatina 20gramo«.
Cuezase durante seis horas con agua destilada para que se conserye lí*
quida hasta que qu^en 180 gramos.
Fíltrase en frío y afiádase ;
Acido cítrico 2 gramos.
Una á dos cucharadas cada dos horas (para un adultoX
(Therapie. der Oegenwart). — R. dbl Vallb.
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
EL REUMATISMO ARTICULAR CRÓNICO PRIMITIVO
Y SU TRATAMIENTO
DOCTOR PH. HAUSER
El reumatismo articular crónico primitivo es, con^o su nombre in-
dica, aquel que se presenta desde el primer momento de su apari-
ción con los caracteres de cronicidad, en oposición al reumatismo
articular, que pasa al estado crónico después de haber evoluciona-
do bajo la forma aguda, con ñebre alta y complicaciones viscerales
eventuales.
' Aunque aquel fué conocido ya por Sydenham como una entidad
morbosa distinta del reumatismo articular agudo y que además
fué descrito magistralmente con todos sus detalles por los gran-
des maestros en Medicina del siglo xix, pertenece al grupo espe-
cial de dolencias del vasto campo de la patología que queda todavía
por explorar, pues á pesar de los grandes progresos realizados en
las ciencias médicas durante los últimos cincuenta años, uo se ha
llegado todavía & un acuerdo completo entre los patólogos más no-
tables de los distintos países, respecto á la naturaleza del reuma-
tismo articular crónico primitivo.
Basta recorrer los trabajos de los numerosos autores que se han
ocupado de esta enfermedad en el transcurso del pasado siglo, para
convencerse de que nuestros conocimientos relativos á su patogenia
y á su naturaleza, no han alcanzado la precisión y la claridad ne-
cesarias para poder establecer un tratamiento racional y eficaz.
Sydenham, el primero que lo ha descrito, dice: «Muchas veces
se lo ha confundido con la gota, porque lo mismo que ésta, se pre-
senta sin fiebre y poco tiempo después de su invasión, se desarrollan
Affo XXX.-Tomo LXXIlI.-Núm. OSH.-I Diciembre, 1906. 95
322
nodasidadeSj sobre todo del lado interior de ios dedos; las articula-
ciones parecen muchas veces dislocadas; persiste generalmente
durante meses, y unas veces muchos añps, y no rara vez durante
toda la vida; vuelve & aparecer, después de intervalos más ó me-
nos largos de descanso, por nuevos accesos que agravan el es-
tado anterior de las articulaciones; los dolores articulares son
muy intensos, y aunque suelen cesar por si mismos, dejan las partes
afectadas privadas de movimiento, que rara vez vuelven al estado
normal».
La primera monografía relativa á esta enfermedad apareció en
el año 1799. Fué Landré-Beauvais (1), interno de Pinei-en La Salpé-
triére, quien hizo de ella un estudio anatomopatológico en su.tesis de
^ doctorado en 1800, con el titulo : ¿ Debe admitirse una nueva especie
de gota con el nombre de gota asténica primitioal En este trabajo in-
siste el autor sobre el carácter crónico de esta enfermedad y su ma*
yor frecuencia en la mujer, llegada á la edad critica. También afir-
ma que termina muchas veces por la deformación de las articula-
ciones y por la destrucción de los cartílagos. El trabajo de Beauvais
no tardó de encontrar eco en Inglaterra, pues en 1804, Heberden (2)
publicó un escrito con el nombre de Digitorum Nodi^ donde describe
una enfermedad crónica de las articulaciones que se caracteriza por
nodosidades de los dedos, que no empieza por el dedo gordo como
la gota, y que se distingue también del reumatismo por el hecho de
suprimir de una manera más completa las funciones de los miem-
bros. En 1805, Haygarth (3) publicó un trabajo análogo con el nom-
bre de Nodosity of ihe Joints, donde expone de una manera ciara y
precisa la naturaleza de las nodosidades propias del reumatismo
articular crónico, distintas de las de la gota.
Posteriormente á estos trabajos, no se publicó ningún escrito im-
portante sobre esta materia hasta el año 1833, cuando Lobstein (4)
catedrático de Anatomía patológica en Estrasburgo, describió el
reumatismo crónico desde el punto de vista anatomopatológico, se-
ñalando particularmente las lesiones y las vegetaciones de las arti-
culaciones óseas que distinguen esta forma de reumatismo. Llamó
también la atención sobre el estado ebúrneo de las superficies ar-
ticulares, que presentan á veces la dureza del esmalte. Dice, haber
(D Landré-Beaavaís : Goatte aathéniqae primitive. Théae de JParis, 1800.
(2) Heberden : Gommentaries, 1804.
(8) Hay^at th s Glinical History of Diseasea, 1805.
(4) Lobstein : Traite d'Anatomie pothoiogique, page,848, 1883.
323
'encontrado esta alteración en la cabeza y en los cóndilos del fémur,
de la tibia y de los huesos del metacarpo.
En 1839 aparecieron en Inglaterra trabajos muy notables de Co-
lles (1) y Adams (2), que confirman la opinión de I^obstein, demos-
trando además por medio de grabados anatomopatológicos, que en
la evolución de este mal obran simultáneamente dos procesos mor-
bosos distintos, el uno, de absorción del hueso antiguo y de su car-
tílago, y el otro, de formación de un hueso nuevo. En los años 1843,
1849 y 1852, se publicaron en Inglaterra nuevos estudios sobre el
reumatismo crónico por Todd (3), Redfern (4) y FuUer (5), que des-
pués de ampliar con hechos nuevos la opinión de los médicos del
continente, confirman que esta enfermedad, en su aspecto clínico,
•presenta síntomas propios, tanto de la gota como del reumatismo.
En resumen, todos los autores que se ocuparon del reumatismo
crónico en la primera mitad del siglo pasado, están conformes en
que se trata de una enfermedad que en la .mayoría de los casos se
presenta bajo la forma apiréticá y crónica desde el primer mo-
mento.
El primer estudio clínico basado al mismo tiempo sobre numero-
sas observaciones de anatomía patológica, se debe á Charcot (6),
-quien, habiendo estado algunos años interno en las salas de La Sal-
pétriére, aprovechó las numerosas autopsias hechas por él en enfer-
mos de las salas de incurables, donde abundan los que sufren de
reumatismo articular crónico, para un estudio muy concienzudo
que publicó en su tesis inaugural en el año 1853, En ésta describe el
reumatismo crónico con mano maestra, tanto desde el punto de vista
^natomopatológico, como clínico, y para dar mayor realce á su te-
sis, la acompañó de láminas demostrativas, probando que los dolo-
res de los enfermos son debidos generalmente á la alteración si-
«nultánea de la sinovial, de los cartílagos y de las epífisis.
Casi al mismo tiempo se publicó otra tesis por Trastour, con el
nombre de Reumatismo goioso^ que se inspiró en el mismo criterio
<iue Charcot, reconociendo una causa diatésica en la patogenia de
-esta enfermedad.
(1) Oolles : Gyclop. of. Anat, and Phya., 1888.
(2) Adams : A. Treat on Bamat. Gout., 1856.
(8) Todd : Chronic BhenmatÍBm of the Joints, 1848.
Í4) Bedfern : Edin. Monthly Jonrnal, 1849.
(5) Faller : Bhenmatio Goat., 18S2.
<6) Charcot : Thése de Paria, 1858.
324
Trousseaa^ en sus Lecciones clínicas de 1865, dedicó á esta enfér*
medad un capítulo entero con el ' nombre de Reumatismo nodoto,
pues dice : « Son las nodosídadee de las articulaciones qne caracte-
rizan la enfermedad »« y añade que las nodosidades no son debidas
en todo á la tumefacción de los huesos^sino también al relajamiento,
adelgazamiento de los ligamentos y á la salida de las cabezas óseas
deformadas en parte por pequeños osteofitos.
Merece también mencionar los trabajos de Broca sobre la artritis
seca, en el año 1850, que describe como una forma del reumatismo*
crónico, con la particularidad que afecta una articulación sola.
Esta forma es también conocida con el nombre de artritis senil.
Garrod publicó, en 1863, un trabajo muy notable sobre la natura-
leza y el tratamiento de la gota y del reumatismo gotoso, y después
de entrar en consideraciones muy fundadas sobre la patogenia del
reumatismo crónico, se inclina en favor de la denominación de ar-
iritis reumaioides^ en vez de reumatismo gotoso.
Charcot, en sus Lecciones clinicas sobre enfermedades de los viejos
y enfermedades crónicas^ publicadas en 1874, ha vuelto á ocuparse
del mismo asunto, consagrando varias lecciones al estudio del reu-
matismo crónico. En éste admite tres tipos fundamentales :
í° El reumatismo articular crónico progresivo^ llamado también
reumatismo nodoso;
2P El reumatismo articular crónico parcial;
3/* El reumatismo de Heberden (1).
Cada uno de estos tres tipos tiene caracteres distintos en su evo»
lución.
Reumatismo articular crónico progresivo. — Este invade con prefe-
rencia las pequeñas coyunturas y las de las manos en particular.
Desde el principio, se presenta con los síntomas característicos : ru-
bicundez, tumefacción, calor y dolor. Algún tiempo después se le
agrega otro fenómeno, el de la retracción espasmódica de los múscu-
los, que producen una actitud singular y es la deformación del miem-
bro afectado. En el segundo período los desórdenes nutritivos se ha-
cen más pronunciados y toman progresivamente mayor desarrollo;
la tumefacción se extiende á los tejidos fibrosos y serosos, producien-
do, ya hidrartrosis, ya engrosamiento de la sinovial y del tejido sub-
seroso. A veces afecta las partes duras, produciendo crestas hueso-
sas, hiperostosis y erosiones de los cartílagos que deforman la cabe-
(1) Heberden : Commentariea, 1804, cap. iztiii.
325
za de los huesos, y« ñnalmente, subiuxaciones articulares. Se obser-
va á veces crujidos en los movimientos articulares, lo que es debido
•á la eburnificación de las superficies huesosas; otras veces se esta-
blece la rigidez de los miembros, producida por la anquilosis com-
pleta ó incompleta de las superficies articulares y de la retracción
de los tejidos fibrosos y los ligamentos hipertrofiados. Generalmente
4K>n las pequeñas articulaciones de las manos y de los pies, que son
las primeras invadidas y que están más deformadas, presentando al
•exterior tuberosidades redondeadas. También son, por lo general,
las extremidades superiores donde se inicia la enfermedad. Hay otro
ienómeno que distingue el reumatismo nodoso : es la simetría en la
marcha de la invasión; pues, generalmente, son dos extremidades
homologas que son cogidas á la vez, lo contrario de lo que ocurre
^n la gota, que se localiza generalmente en una extremidad sola.
Además, en ésta es el dedo gordo del pié, en la gran mayoría de los
casos, donde se inicia la enfermedad, mientras que en el reumatis-
mo nodoso son las articulaciones metacarpofalangianas del dedo
Índice y del mediano, que son las primeras invadidas, y eso en los
dos lados á la vez, aunque ocurre alguna vez que ya en el primer
ataque, el mal se localiza en una gran articulación, tal como la ca-
bera, la rodilla y el codo, pero este fenómeno es todavía más raro
•en la gota. Todavía hay otro fenómeno distintivo de esta enfer-
medad; la gota busca sus víctimas entre los hombres que han lle-
vado una vida activa y que eran aficionados á la buena comida,
mientras que el reumatismo n<^doso tiene su predilección para el
isexo femenino, que se encuentra agotado, ya por el exceso de tra<
bajo físico ó mental, ya por los partos ó por las complicaciones con-
-comitantes de la edad critica.
Una vez que la enfermedad ha entrado en el estado crónico, se
observan alteraciones nutritivas permanentes de los tejidos, que
son : la atrofia muscular, la atrofia de los huesos, que tienen por
^consecuencia la paresia de los miembros respectivos. Algunos mé-
•dicos consideran la producción de las desviaciones como el resulta-
do de la posición viciosa tomada instintivamente pQr los enfermos,
mientras que Charcot es de opinión contraria; en la mayoría de los
<ca60s, dice, estas deformaciones son la consecuencia natural de las
^contracciones musculares espasmódicas, ó mejor dicho, convulsi-
vas, que se producen por una especie de acción refleja, cuyo punto
de partida se halla en las articulaciones enfermas.
Charcot, con el objeto de darse mejor cuenta de la relación de
326
esta enfermedad con la gota, ha sometido un gran número de su»
enfermos á un análisis químico de la sangre y de las orinas, y jama»
ha logrado descubrir, ni en la una ni en la otra, un exceso de ácido
úrico. En cambio, cita algunos análisis hechos por Boeker, que han.
arrojado una disminución notable de fosfato de cal en la orina y un
aumento cuadruplo de esta substancia en la sangre.
Charcot admite además dos formas distintas dentro del mismo-
tipo del reumatismo articulad crónico, una de evolución rápida y
otra de evolución lenta. La primera se presenta generalmente en
sujetos jóvenes de dieciséis á treinta años de edad, y en mujeres du-
rante el embarazo ó el puerperio. En estos casos, se' observa que la.
invasión afecta un número mayor de coyunturas á la vez, que las-
retracciones musculares son más acentuadas, que los dolores son.
más intensos, que la rubicundez y la tumefacción son más vivas, y
que la reacción está acompañada por una elevación de temperatu-
ra; en una palabra, este tipo inviste la forma del reumatismo ar-
ticular agudo, el cual pasa gradualmente al estado crónico, presen-
tando todas las deformaciones propias del reumatismo nodoso.
Estos casos, bastante raros, retroceden después de algún tiempo y
concluyen generalmente por una curación completa. En cambio, el
reumatismo crónico de evolución lenta ocurre en individuos de edad
avanzada, de cincuenta á sesenta años, coincidiendo, en general, en
las mujeres, con la época de la menopausia. En estos casos, las arti-
culaciones son invadidas sucesivamente, la reacción es menos viva,,
hay menos rubicundez, menos dolor y menos tumefacción ; en cam-
bio, las deformaciones se hallan más pronunciadas.
Reumatismo articular crónico parcial,^ É»ie afecta generalmen-
te una articulación y de preferencia la cadera. Fué denomina*
do distintamente, según los autores. Cuando se localiza en la ca-
dera, le llaman Morbos coxoe senilis, y cuando afecta otra articu-
lación, le dan el nombre de artritis senil ó artritis seca; también
le llaman artritis deformante á causa de las deformidades muy
características que presenta. Esta enfermedad, hallándose locali*
zada en una sola articulación, presenta muchas veces grandes difí*
cultades para el diagnóstico; puede simular una luxación, una frac-
tura y muchas veces un tumor blanco, y por esta razón ha sido
estudiada más bajo el punto de vista de patología externa. No obs-
tante, no se puede negar que es la expresión de un estado diatésico;
pues se presenta algunas veces en sujetos que han padecido ante-
'«ente de reumatismo articular agudo. Aunque en el primer
327 , '
tiempo de su aparición es insidioso en su marcha, una vez bien des-
arrollado, reviste el carácter del tumor blanco ó de la artritis de-
formante. Otras veces, la artritis deformante parcial reviste en sus
comienzos la forma aguda, pero durante su desarrollo revela el tipo
de la artritis seca, y su diagnóstico da á veces lugar á dudas du-
rante largo tiempo, hasta el momento en que se presentan dolores
simétricos en ambas manos que evolucionan con los caracteres del
reumatismo nodoso. En otros términos, una vez se presenta bajo
la forma parcial localizada en una articulación y termina por ge-
neralizarse, y otras veces se presenta á raiz de un reumatismo poli-
articular agudo. ^
Reumatismo de Heberden.^Eñiei forma especial de reumatismo
crónico, conocida bajo el nombre de nodosidades de Heberden, fué
confundido por muchos autores con la gota. No obstante, Heberden
mismo, en sus «Comentarios», dice: «¿Cuál es la naturaleza de esos
pequeños nodulos del tamaño de un guisante que se encuentran fre-
cuentemente en los dedos, sobre todo un poco encima de sus extre-
mos, cerca de la coyuntura? Estos no tienen ninguna conexión con
la gota». Estas pequeñas nodosidades tienen su asiento al nivel de
las articulaciones de las falangetas. En general, la extremidad digi-
tal está poco desviada, ya á derecha, ya á izquierda. Existen dos no-
dulos al nivel de la coyuntura que parece algo más ancha; presenta
algunas veces rigidez, pero nunca crujidos. Se observa á veces en
los individuos afectados de este mal, accesos de tumefacción de las
partes blandas, acompañada de rubicundez y de calor. Charcot,
quien ha hecho numerosas autopsias de estos enfermos en La Sal-
pétriére, encontró: 1.®, que los tumores pisiformes descritos por He-
berden no son más que los tubérculos huesosos que se hallan normal-
mente en la extremidad inferior de la segunda falanje en la parte
dorsal, hallándose considerablemente aumentados de volumen á
causa de la formación de nuevas capas huesosas ; 2.^, que no presen-
tan ni huellas de urato de sosa ni en los cartílagos ni en las partes
blandas de las articulaciones; 3.*, que los cartílagos presentan la al-
teración de la artritis seca y las superficies articulares se hallan cu-
biertas de una concha huesosa ebúrnea. Estas nodosidades son, sin
duda, según Charcot, la expresión de un estado constitucional que
es la diátesis reumática ; es una enfermedad hereditaria, pudiendo
manifestarse entre varios miembros de una misma familia. A veces
se encuentra que los unos prefli|ntan el reumatismo de Heberden,
los otros el reumatismo crónico generalizado y los otros el reuma-
328
tísmo cr6nico parcial, lo que es una prueba evidente del parentesco
que existe entre las tres formas del reumatismo crónico.
De lo que precede resulta:
1.^ Que las distintas formas del reumatismo articular crónico pre-
sentan al mismo tiempo unos síntomas semejantes á los de la gota
y otros comunes al del reumatismo poliarticular agudo, con la dife-
rencia que éste se inicia por un proceso inflamatorio agudo y una
alteración nutritiva rápida de los tejidos sólidos y blandos de las
articulaciones, que vuelven generalmente á su estado normal des-
pués de haberse extinguido la inflamación, mientras que aquél se
distingue por un proceso destructor lento y progresivo de los tejidos
articulares, que rara vez vuelven á su integridad anatómica y fisio-
lógica.
2.° Que ambos obedecen á una causa constitucional, llamada por
Charcot y otros autores, diátesis reumática. Los autores ingleses,
guiados por Garrod, no estando conformes con la opinión que atri-
buye al reumatismo crónico progresivo el mismo origen diatésico
. que al reumatismo poliarticular agudo, le han denominado artritis
reumatoideSf con el cual quieren expresar que no tiene más que la
apariencia del reumatismo. Los autores alemanes han ido todavía
más lejos, pues han suprimido completamente el término reumatis-
mo y han adoptado con preferencia el nombre de artritis de forman*
te^ reservando el término de reumatismo articular crónico á aquel
que es consecuencia del reumatismo articular subagudo que se pre-
senta por brotes sucesivos y obedece á la misma causa que el reu-
matismo'agudo, siendo sólo más lento en su evolución. Aunque no
se puede desconocer que todas las afecciones articulares crónicas,
de distinto origen y de distinta naturaleza, tales como la artri-
tis blenorrágica, sifilítica y tuberculosa, suelen conducir con al
tiempo á la deformación, los procesos deformantes de \di artritis no-
dosa son tan característicos que hay que reconocer su entidad mór-
bida independiente, conservándola el calificativo de deformante.
ETIOLOGÍA T PATOGENIA DEL REUMATISMO ARTICULAR CRÓNICO
En todos los tiempos, desde Hipócrates acá, se ha considerado el
frío húmedo como causa patogénica del reumatismo articular agu-
. No obstante, la estadística colonial del ejército inglés arroja da-
tos contl*ario8 á esta opinión» pues bajo el clima riguroso, húmedo y
irlo de la Nueva Bscocia, la cifra de los atacados de reumatismo no
llega más que & 30 por 1.000 enfermos, mientras que en el Cabo de
Buena Esperanza, la patria de los geranios, alcanza 57 por 1.000. Por
otro lado, la experiencia diaria confirma la opinión que admite la
influencia nociva de una estancia prolongada en una habitación
húmeda. Miles de historias clinicas demuestran que las viviendas en
piso bajo, los cuartos húmedos y obscuros, las habitaciones subte-
rráneas, las casas recientemente construidas no habiendo recibido
una insolación suficiente durante el tiempo de su construcción, y en
particular los cuartos de estas casas con exposición al Norte, son
acusados siempre por los enfermos de ser causa patógena del reu-
matismo articular, tanto agudo como crónico. Para armonizar es-
tos dos hechos aparentemente opuestos, hay que admitir forzosa-
mente que no es el clima frío húmedo la causa patógena del reuma-
tismo, sino más bien el aire confinado de las habitaciones húmedas
privadas de sol y de una buena ventilación. Su influencia es tanto
más nociva, en cuanto los que las habitan son individuos mal ali-
mentados y que viven en condiciones biológicas poco favorables á la
conservación de la salud, es decir, sujetos dotados de una resistencia
vital mediana para poder luchar con ventaja contra las circunstan-
cias hostiles á la existencia humana. En efecto, todas las causas de-
primentes de la resistencia vital pueden constituir una causa pató-
gena predisponente al reumatismo articular, tanto agudo como
crónico, y con mucha más razón cuando se trata de sujetos con
predisposición individual hereditaria ó adquirida. Asi se explica
por qué la clorosis forma un terreno favorable al desarrollo del reu-
matismo articular crónico progresivo, llamado nodoso, y por qué
ciertas mujeres, durante el embarazo, puerperio y el periodo de la
menopausia, se hallan expuestas á contraer la misma enfermedad,
pues es sabido que en la edad critica, con la cesación del período
menstrual, la hematosis se verifica de un modo imperfecto y expone
á la mujer que no vive en las condiciones biológicas normales á su-
frir de la clorosis lo mismo que durante el periodo de la pubertad.
Igual influencia ejerce el embarazo en la mujer que presenta una
predisposición hereditaria; pues no rara vez se ven mujeres emba-
razadas invadidas por inflamaciones articulares leves que desapa-
recen con pequeños cuidados para hacer explosión de nuevo des-
pués del parto bajo la forma de reumatismo articular crónico de-
formante.
330
En corroboración de esta tesis, ▼amos á citar el hecho sigaiente:
Uno de nuestros enfermos, hombre de cuarenta y cinco años de
edad, de estatura alta, de apariencia muy robusta, habiendo disfru-
tado siempre de buena salud, ha sufrido, á consecuencia de gran-
des contrariedades de fortuna y disgustos de familia, congestiones
hepáticas acompañadas de inapetencia; y apenas habla mejorado
de los trastornos digestivos, cogi6 un enfriamiento que empezó por
unas anginas tonsilares sencillas y terminó por un reumatismo ar-
ticular agudo muy intenso, acompañado de fiebre muy alta y de
sudores muy copiosos.
Después de un mes de tratamiento desaparecieron las calenturas
y los sudores, pero las articulaciones de los pies quedaron tan tume-
factas y edematosas, que presentaban el aspecto de elefantiasis. Bl
enfermo atribuyó su acceso de reumatismo á la circunstancia de
habitar una casa de campo situada cerca de un rio, y, por consi-
guiente, húmeda. Con este motivo se trasladó á una casa seca den-
tro de la ciudad. En efecto, después de un mes de tratamiento apro-
piado logró curar. Su estado general se había mejorado considera-
blemente por el uso del yoduro de hierro y las corrientes eléctricas.
Una vez restablecido de sus dolencias y entrado en su estado nor-
mal, el enfermo volvió á su casa de campo, volviendo á ocupar las
mismas habitaciones de antes. No obstante, no ha vuelto á resentir-
se de su reumatismo desde hace más de tres años, lo que prueba de
una manera evidente que no es la humedad por sf sola, sino auxi-
liada por la influencia psíquica deprimente, que había predispuesto
el enfermo al primer acceso de reumatismo; pues desde los célebres
experimentos de Pasteur transmitiendo el carbunco á las aves des-
pués de haberlas sumergido en agua de 35^ de temperatura, es ad-
mitido, en patología, que todas las causas deprimentes, debilitan-
do la resistencia vital, predisponen el organismo para toda clase de
gérmenes infecciosos y al desarrollo de una diátesis latente. Inspi-
rados en este criterio, los patólogos más autorizados consideran el
reumatismo articular agudo como una enfermedad infecciosa, in-
vocando en apoyo de esta opinión los hechos siguientes':
1.^ Numerosas enfermedades infecciosas, tales como la escarla-
tina, la difteria, la erisipela, la piohemia, la fiebre puerperal, la
blenorragia y la sífilis, suelen complicarse de inflamaciones arti-
culares, presentando síntomas análogos al reumatismo articular
agudo;
2.^ Los síntomas clínicos propios del reumatismo articular, revis-
331
ten el carácter de una enfermedad infecciosa, tales como la tempe--
ratura elevada acompañada de sudores copiosos, las complicacio-
nes inflamatorias de las cavidades serosas que lo acompañan mu-
chas veces, y finalmente, la acción especifica eficaz de un antisépti-
co tan poderoso como el ácido salicllico ;
3.® El hecho que la angina tonsilar precede con frecuencia á la
invasión del proceso reumático, parece ser una demostración de que
las tonsilas son la puerta de entrada del germen infeccioso, sirvien-
do al mismo tiempo de foco de proliferación á las bacterias.
Es verdad que no se ha logrado aún hacer la demostración direc-
ta de la existencia de bacterias especificas en las articulaciones y
las cavidades serosas enfermas. A esto, los defensores de la doctrina
parasitaria contestan que los resultados negativos en la explora-
ción del contenido articular, no están en oposición con la teoría de
la existencia de toxinas en la sangre segregadas por las bacterias
en el foco de su colonización.
(Continuará),
REVISTA DE OFTALMOLOGÍA
rOft ML DOCTOR
D. 8INF0R1AN0 GARCÍA MAN8ILLA
OevlUU do) Hofpttel Gmoral y Hooplelo. Profotor «lo Oflolmolo^ía do la FaovlUd
do Modletu do Madrid.
SuMABio s I. La parálisis del molor ocular externo en el curso de las otitis.
— II. Afecciones oculares dependientes de los trastornos dentarios.— III.
Empleo del argirol en oftalmología. * IV. El tatasje en oftalmología.—
y. La tabercalosis ocular en el nifto.
I. Los Dres. Tersen (de Toulouse) y A. Terson (de París) han he-
cho una comunicación á la Sociedad francesa de Oftalmología sobre
la parálisis del motor ocular externo en el curso de las otitis.
Es sorprendente ver aparecer en el curso de una otitis, y sobre
todo en un niño, una parálisis total de un músculo del ojo. Se su-
pone la aparición de una tromboflebitis ó una meningitis. Sin em-
bargo, aislada ó acompañada de neuritis óptica, la parálisis cura
ordinariamente con la otitis. El sexto par es atacado con más fre-
cuencia que los otros nervios oculomotores.
Los Dres. Terson han comunicado dos observaciones de esta clase.
332
Las dos se refieren á niños que en el curso de una otitis media supu-
rada han sido atacados de parálisis total del motor ocular extemo
del mismo lado. Bsta parálisis no ha sido acompañada de complica-
ciones intraoculares y ha curado con la otitis.
Se encuentran en la literatura oftalmológica hechos análogos,
aunque raros, debidos á Gervaes, Bettmann, Keller, Styx y Schu-
bert ; la parálisis tuvo lugar en el mismo lado de la otitis, con ó sin
neuritis óptica uni ó bilateral.
La hipótesis de una parálisis refleja debe ser desechada. La evo-
lución de la parálisis» su origen, su manera de iniciarse, su duración,
la coexistencia frecuente de una neuritis óptica, son causas para
no aceptarla.
Lo que hay necesidad de discutir es la manera cómo la infección
de la caja del tímpano llega al sexto par.
En general, no se trata de una meningitis consecutiva á una ne-
crosis ósea ó á un absceso cerebral : este mecanismo es excepcional.
Una fijación de toxinas sobre los nervios es pdsible, pero es más
probable que una disposición anatómica especial del sexto par fa-
vorezca en estos casos su parálisis. Los trabajos de Van Troltsch,
Grubert, Styx y Meier han demostrado la posibilidad de una infec-
ción intracraneana por el canal carotídeo á consecuencia de una
otitis. La caja del tímpano está ligada por muchas venas, linf áticos
y filetes nerviosos á un plexo venoso que rodea la vaina de la caró-
tida en el canal carotídeo. Estos órganos anastomóticos pasan por
los conductos carotideosimpáticos y por ellos se propaga la infla-
mación de capa en capa. Pero en el seno cavernoso el sexto pares
el único nervio directamente adosado á la carótida.
Hay, por lo tanto, hechos anatómicos de gran importancia para
explicar la parálisis del sexto par en el curso de las otitis y su ma-
yor frecuencia que la de los otros nervios oculomotores.
El pronóstico y la patogenia de esta complicación de las otitis me-
recen, pues> Ifií atención de los oftalmólogos, otólogos y médicos.
(La Clinique ophtalmologigue^ núm. 12, 1906).
II. En ciertas cataratas idiopáticas el Dr. Wibo ha observado la
relación bastante frecuente que parece establecerse entre el princi-
pio de la opacidad y ciertas neuralgias de origen dentario anterio-
res á dicho principio. El autor recuerda las íntimas relaciones ana-
tómicas, fisiológicas y patológicas que unen el aparato visual y b\
dentario.
El refiejo oculodentario puede hacerse por vía trigémina refleja 6
333
por vía infecciosa ; en este último caso, la infección se propaga por
vía yenbsa ó por contigüidad (periostio^ hueso, senos). Porotra par-
tease han. descrito trastornos oculares determinados por las afec-
ciones de la nariz, del oído y de la piel circundante, y experimen-
talmente se ha comprobado que la excitación de un punto cualquie-
ra del trigémino produce una acción vasodilatadora sobre el globo
ocular, al mismo tiempo que la pupila se contrae y que la sensibili-
dad del ojo aumenta.
Además, los hechos patológicos y también las deducciones tera-
péuticas que de ellos se desprenden, vienen en apoyo de estas añr»
maciones ; el autor pasa revista á cierto número de síntomas y de
trastornos oculares en relación más ó menos demostrada con le*
sionés dentarias.
Apoyándose en la teoría de Jacquet sobre la pelada, recuerda que
los reflejos oculares morbosos señalados juntamente con las áreas
peládicas pueden presentarse igualmente con las afecciones gingi-
vodentarias ; los trastornos ocularefa observados á continuación de
la alopecia en áreas no deben ser atribuidos á ésta, y los dos órde-
nes de manifestaciones peladas y manifestaciones oculares encon-
trarían una patogenia común en la irritación dentaria.
En suma, las múltiples vias de comunicación, y principalmente
las vias de conducción nerviosa/ determinan relaciones importantes
entre los aparatos visual y dentario : de aquí resulta una repercu-
sión frecuente de éste sobre las membranas del ojo. Según el autor,
el reflejismo puede ser más intenso y modificar la textura del cris-
talino ; publica varias observaciones que tienden á probar con he-
chos que la catarata de origen dentario es una realidad, pues nin-
gún otro factor etiológico parece haber podido intervenir en su
desarrollo, y la intensidad de la irritación inicial y las relaciones
cronológicas permiten semejante deducción. {Archivos de Medicina
y Cirugía especiales^ núm. 1, 1906).
III. Bl argirol presenta sobre las otras sales de plata la ventaja de
DO ser irritante aun empleado en soluciones de 20 á 30 por 100.
La sola precaución que hay que tener es la de proteger la disolu-
ción de la acción química de la luz, porque la experiencia ha de-
mostrado que entonces esta sal de plata es irritante, sin que por eso
pierda sus propiedades bactericidas. Su empleo en terapéutica ocu-
lar merece, pues, ser generalizado.
^1 autor no está, sin embargo, conforme con la aplicación del ar-
girol en la conjuntivitis purulenta de los recién nacidos, pues le pa-
3á4
rece temerario renunciar al nitrato de plata sin que haya otro me-
dicamento que le pueda sustituir.
Las otras indicaciones del argirol son las siguientes :
El argirol está indicado en la conjuntivitis bajo todas sus formas^
en las úlceras de la córnea, la blefaritis y las afecciones de las vías
lagrimales.
En la conjuntivitis, la fuerza de la solución y la frecuencia de las
aplicaciones debe ser diferente según la gravedad de los casocu
En la conjuntivitis catarral benigna de poca intensidad ae insti-
larán en el saco conjuntival ires ó cuatro veces poír dia algunas go-
tas de la disolución al 10 por 100.
En la conjuntivitis granulosa es menester instilar el colirio al 20
por 100 dos, tres ó cuatro veces por día, según la abundancia de la
secreción. Cuando ésta es abundante, se invierten los párpados y se
bañan una vez al día con el colirio al 30 por 100, brochando bien la
superficie conjuntival. En los casos de menor intensidad y cuando
la secreción es mínima, no es necesario barnizar, siendo suficiente
instilar un colirio al 20 por 100.
El argirol será tanto más útil en la conjuntivitis granulosa cuanta
más secreción haya, pero cuando ésta cesa, es menester recurrir á
los toques con el sulfato de cobre.
Instilando gotas de un colirio al 20 por 100 se disminuye rápida-
mente la secreción purulenta, y esto sin ninguna irritación para el
ojo. En los casos graves se Karán instilaciones de este colirio al 20
por 100 cada hora, pero de ordinario cada dos, tres ó cuatro horas
es suficiente. Antes de instilar el argirol debe hacerse un abundante
lavado de la conjuntiva con ácido bórico para separar todas las
secreciones.
Para las úlceras infecciosas de la córnea puede usarse la siguien-
te pomada :
Argirol..... jí^*50 gramos.
Holocaína 0*05 —
Salfato de atropina OK)a —
Vaselina 8 . —
Un poco de pomada en el saco conjnntival dos ó tres veces por día*
La pomada al disolverse se extiende sobre la superficie de la cór-
nea y obra sobre la úlcera. La holocalna calma el dolor y además
es bactericida. La combinación del argirol, la holocalna y la atro-
pina tiene un poderoso efecto bactericida, analgésico y sedante.
335
En todas las formas de blefaritis^ juiciosamente empleado^ el ar-
giról es favorable. Para ello se emplea un pincel de crin corto y
fuerte, con el que se hace el brochado de los párpados con un coli-
rio al 30 por 100. Es menester brochai^ hasta que el borde ciliar sea
bien impregnado, teniendo cuidado de separar antes todas las cos-
tras. En los casos graves se hace el brochado mañana y tarde, des-
pués una vez al día y al ñn en dias alternos.
En las afecciones de las vías lagrimales el argirol es un precioso
agente terapéutico.
Instilado en el saco conjuntival, la solución pasa al saco, al con-
ducto nasal y á la nariz de tal modo, que cuando el enfermo se sue-
na, mancha el pañuelo, lo que les asusta si de ello no están preve-
nidos.
Cuando el conducto nasal no está obstruido, se puede emplear
también el argirol.
Se ha pretendido que el argirol no teñía la conjuntiva ; la expe-
riencia no conñrroa esta pretensión. El uso prolongado del argirol
produce en ciertos casos la coloración de la conjuntiva. Se la ha
observado después del tratamiento durante seis á doce meses. Sin
embargo, esta tendencia á teñir la conjuntiva es menor que para
otras sales de plata. Esto se observa rara vez, pero es menester te-
nerlo presente. {Le Medicin praticien^ núm. 14, 1906).
IV. Los Dres. Salas y Ribas han publicado en la Revista Médica^
de Sevilla, núm. 5, 1906, un trabajo sobre el tatuaje en oftalmo-
logía.
Sabido es que esta sencilla operación tiene por objeto disimular
las manchas blancas ó blanco-amarillentas que constituyen los al«
bugos, nefelium y leucomas, los estañlomas, queratoconos y catara-
tas complicadas. Es, pues, un efecto estético buscado por el práctico
para ocultar una mancha visible. En muchos casos el tatuaje puede
mejorar el efecto de una iridectomia óptica haciendo impermeable
la mancha corneal á los rayos luminosos, evitando la formación de
círculos de difusión y, por último^ haciendo que las imágenes for-
madas por las porciones transparentes de la córnea sean más claras.
Las substancias que se emplean para tatuar son : tinta de China,
negro de humo, azul de Ultramar, tanato de cobalto, grafito, tierra
de Siena, polvos japoneses negros, azul marino, amarillo obscuro ó
rojo, según el color que deseemos imitar.
Los instrumentos que empleamos son una aguja de Bowmann ó
cuatro agujas fijas colocadas en un estuchito, paralelas en un mis-
336
mo plano, separadas por espacios de menos de un milímetro, y en
ñn, podemos emplear la aguja hueca de Wecker.
El manual operatorio es el siguiente : Anestesiado el ojo con una
solución al 3 por 100 de holocaína, que tiene la ventaja sobre la co-
caína de no destruir el epitelio comeano, y hecha la asáfisía rigu-
rosa del campo operatorio, aplicamos el blefarostato y hacemos una
serie de rayitas perpendiculares entre sf, 6 bien un punteado más 6
menos extenso, cuyas rayas 6 puntos no deben profundizar más
que el tejido propio de la córnea. Hecho este primer tiempo de la
operación, si la substancia colorante está en disolución, instilamos
una gota sobre los surcos ó puntos, extendiéndola con la cucharilla
de Crichett y haciendo ligeras presiones para que se infiltre. El ojo
debe dejarse abierto, mediante el blefarostato, durante quince mi-
nutos. En ñn, se aplica un vendaje contentivo, que se quita al tercer
día. La operación puede repetirse á la siguiente semana.
Armaignac se sirve de un embudito ancho, que tiene en la perife-
ria de la abertura menor tres puntas agudas para fijarle sólidamen-
te. El embudo tiene un mango que sirve para sostenerlo con la
mano, y practica el tatuaje haciendo un punteado oblicuo á la pe-
riferia corneal, sirviéndole de apoyo el borde y paredes del embudo,
en el que deposita una gota de tinta china.
Iballh se vale del negro de humo para dibujar la pupila y el azul
de Ultramar ó el tanato de cobalto si pretende figurar el iris.
Cofler practica el tatuaje cromático, que tiene por objeto simular
el iris y la pupila en aquellos sujetos afectados de extenso leucoma,
usando diferentes mezclas, según el color que se propone imitar.
Además, practica el tatuaje del borde palpebral cuando faltan las
pestañas. Lo sencillo de la operación no la excluye de serias compli-
caciones. En efecto, el tatuaje no debe practicarse más que en leu*
comas antiguos, para evitar nuevos procesos flógisticos.
La curación perfecta de la úlcera es condición indispensable eo
toda intervención de esta índole.
Tersen señala el término medio de un año para operar en un ojo
que ha estado inflamado.
Las afecciones de las vías lagrimales, las de la conjuntiva, las de
los párpados, la existencia de inyección periquerática y la hiper-
tensión del ojo, contraindican la intervención.
Las pinzas de diente de ratón, dislacerando la conjuntiva, produ-
cirían un tatuaje irremediable, por lo cual se aconseja el empleo de
pinzas de bordes romos y recubiertas de cautchouc.
337
A ña dé evitar la iridociclitis y aun la oftalmía simpática (Panas),
no se tatuarán los leucomas muy adherentes, ó á lo menos la parte
de iris enclavada en la cicatriz, siendo conveniente en estos. casos
practicar previamente una iridectomla antiglaucomatosa.
V. El Dr. Herbert Parsons (de Londres) ha publicado en la Clini"
que Ophtalmologique^ núm. 8, 1906, un trabajo sobre la tuberculosis
ocular en el niño, estudiando el modo de presentarse en las diversas
partes que integran el globo ocular.
Cony unhoa.^ La tuberculosis de la conjuntiva es rara; por térmi-
no medio se observa un caso por 2.700 enfermos áp ojos.
Se presenta bajo diversas formas : l.V pequefias ulceraciones mi-
liares, que en general sufren la degeneración caseosa y puede unirse
formando una extensa ulceración. Se presenta generalmente sobre
la conjuntiva palpebral; 2.*, nodulos subconjuntivales, grises ó
amarillos, que tienen apariencias de granulaciones tracomatosas ;
3.\ excrecencias, que tienen la fornut de crestas de gallo, situadas
en el fondo de saco conjuntí val, y se acompañan de tumefacción de
la parótida y del ganglio preauricular ; 4.*, tumores polipoides, for-
ma rara ; 5.^ en fin, la ulceración tuberculosa, que puede ser la
consecuencia de un lupus.
Cdrnea.— La tuberculosis primitiva de la córnea es sumamente
rara.
/rú.— La tuberculosis del iris se presenta bajo tres formas : 1.% la
tuberculosis miliar; los nodulos están diseminados sobre toda la
superficie de la membrana, pero sobre todo á nivel del pequeño
circulo arterial y del borde ciliar. Pueden desaparecer ó aumentar
en tal número, que el Iris quede transformado en una masa granu-
losa. En este caso la córnea es invadida y se produce una perfora-
ción del limbo ; 2.*, tubérculo confluente. Se observa un tumor ama-
rillo, bien distintQ del iris, frecuentemente acompañado de tumores
más pequeños ; Z.^, iritis tuberculosa.
En la mayoría de los casos el tumor del iris es secundario, y por
consiguiente, endógeno.
Cuerpo ciliar.-^hB, tuberculosis del cuerpo ciliar es en general una
extensión de la tuberculosis del iris ó de la coroides.
Coroides. — La tuberculosis de la coroides puede ser aguda ó cró-
nica. Cohnheim la ha observado frecuentemente en enfermos ata-
cados de tuberculosis miliar del pulmón. Se desarrolla poco tiempo
antes de la muerte. Su número es muy variable. Los dos ojos pue-
den estar afectados al mismo tiempo y los nodulos pueden situarse
96
338
sobre una región cualquiera de la coroideB. Su Tolumen Taria desde
el tamaño de una cabeza de alfiler á 2 mili metros de diámetro. For-
man prominencia en general hacia la retina y algunas veces hacia
la esclerótica.
La tuberculosis crónica de la coroides reviste generalmente dos
formas : 1.*, una inflamación difusa que afecta la coroides en parte
ó en totalidad y caracterizada por el desarrollo de tejido granuloso;
2.V la presencia de una masa circunscrita, que tiene el aspecto de
un giioma. La tuberculosis crónica de la coroides progresa lenta-
mente, puede invadir sucesivamente las otras membranas del ojo y
provocar la perforación y pérdida del órgano.
Reiinm. — En la mayoría de los casos, la tuberculosis de la retina
es secundaria á una afección del tractus uveal ó del nervio óptico.
Nervio dptoo. — La tuberculosis primitiva del nervio óptico es su-
mamente rara. Puede ser secundaria á una tuberculosis de la coroi-
des ó desarrollarse á continuaeión de una meningitis tuberculosa.
En este último caso se encuentran tubérculos miliares en las vainas
y en el septum del nervio.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA M£DIC0-QUIRT}R0ICA ESPAlfOLA
Stnán inaugural del día 12 de Octubre de 1906.
MtnifetttoltBM tcttltret del hitlsrirat (C(meluMn).^C. Agudeza vimtal.—
La agudeza visual se modifica considerablemente en el histerismo, ya dia-
miiinyéndose lo que constituye la ambliopía, ya suprimiéndose por com-
pleto, dando lugar á la amaurosis.
Ambliopia histérica. — La disminución de visión puede ser en un sólo ojo
ó en ambos, y en este caso puede ser desigual, siendo más acentuada en el
lado correspondiente á la hemianestesia.
La ambliopía histérica es susceptible de muchas variaciones, ya aumen*
tando, ya disminuyendo ó desapareciendo bruscamente.
La alteración del sentido cromático acompafia casi siempre á la amblio-
pia histérica. La percepción del azul es la que más se altera, y la del rojo
la que menos. Loe enfermos confunden cuando se practica el examen, se-
gún el método de Buli, el azul y el verde.
339
OiertaB histéricas, aunque tengan yisión binocular, no pueden apreciar
^ relieve de los objetos, del mismo modo que aunque por medio del senti-
do del tacto aprecian la aspereza ó suavidad de los cuerpos que tienen en
la mano, son incapaces de determinar su forma.
En ciertas histéricas no existe la visión estereoscópica. Es difícil en mu-
chos casos precisar si una histérica ha abandonado la visión binocular por-
que un ojo es ambliope, ó si por el contrario un ojo se ha hecho ambliope
porque no servía para la visión binocular. Esta puede existir á pesar de la
pérdida de la visión estereoscópica (apreciación del relieve); asi, en un
•caso publicado por Antonelli existia la visión binocular para la lectura,
pero faltaba para las figuras de relieve.
En la ambliopia histérica no existe lesión alguna de fondo de ojo; loe
Teflejos pupilares se conservan íntegros y el campo periférico de la visión
-suele estar reducido. Aparece la ambliopia histérica en ocasiones de un
modo brusco, después de una impresión violenta ó de un traumatismo, y
(puede curar espontáneamente por medio de la sugestión.
Cuando es unilateral pueden los enfermos ignorar su existencia.
Amaurosis histérica, — Es sin duda la manifestación más importante del
bisterísmo en el aparato de la visión. Es más rara que la ambliopia, puede
fier uni ó bilateral y es más frecuente la de un ojo que la d^ loe dos.
La amaurosis bilateral (ceguera histérica) puede aparecer bruscamente
y desaparecer de un modo repentino, pero también puede sobrevenir de un
modo lento en el curso de los días ó de algunas horas.
Durante la amaurosis, la pupila conserva su reacción á la luz y á la obs-
curidad. Por medio de la compresión del ojo amaurótico pueden provocar-
-se á veces fosfenos, pero otras faltan estos fenómenos.
La amaurosis histérica puede durar algunos minutos, horas ó algunos
•días, pero hay casos en los cuales la duración fué de algunos meses. Dieu-
lafoy cita un caso de diez meses de duración y Openheim otro de dieciocho.
Hay casos de amaurosis histérica unilateral en que la afección sólo ezis-
te cuando el otro ojo está cerrado; el examen por medio del estereóscopo
prueba que existe la visión binocular. En otros casos la amaurosis unilate-
Tal existe aunque el otro ojo esté abierto.
La ceguera histérica puede observarse en sujetos que ya han tenido otras
manifestaciones claras de histerismo, entre ellas ataques convulsivos, pero
también puede presentarse en personas que no han tenido ninguna otra
manifestación de dicha neurosis. En este caso se trata de una histeria mo-
nosintomática que ocasiona grandes dudas para el diagnóstico.
Para establecerle debe tenerse en cuenta lo que Dieulafoy llama triada
sintomática de la ceguera histérica.
Esta triada la constituyen los tres síntomas fundamentales de la amau-
rosis histérica: ceguera absoluta de principio brusco, conservación de re-
cejos pupilares é integridad del fondo del ojo. -
La ceguera histérica puede ser precedida de cefalea y de otros síntomas
•de histerismo, pero otras veces no va precedida de trastorno alguno, y la
pérdida de la visión se verifica de un modo brusco ó de una manera lenta.
En todo caso la amaurosis es absoluta, los enfermos no perciben la cla-
ddad ni la obscuridad.
340
Lft pa|ñU paeda etUr eoo el diámetro Bonnel, en Biidrusii ó en bíobs,
pero el Bintoaui f andAineiiial es el de cooflerraree los reflejos aoraeleiv tas-
to par» U luz natural eomo para U artifieíal, asi eomo peisiatii d lefleio
eoosensoal.
El examen oftalmoscópico demnestn U perfecta integridad del fondo
del ojo.
A U amaurosis bistéríea snelen aeompafiar otros síntomas oenlares de la
esfera motora, eontraetnrm de los orbienlares y de ios snperdliares, con*
traetora del reeto interno, etc.
La amaarosís histérica rara res reeidÍTa, sí bien Chnchet cita el caso de
nn indiTÍdno en qne se presentaron nnere ataques de ceguera en pocos
meses, y Bonrlier otro de dos en cinco meses^ Cuando hay rarios accesos,
los siguientes son de menor duraeián que el primero.
El pronóstico de la ceguera histérica es siempre íaTorable, pero no pue-
de precitarse nunca la duración del padecimiento, por lo cual se debe ser
siempre muy reserrado respecto á determinar la época en que ha de resta-
Uecerse la risión.
Esta se recobra en general de la misma manera que se perdió, y por lo
común se cumplen ciertas reglas generales que ha establecido Keneis.
Dichas reglas son :
1/ 8i la ceguera apareció repentinamente, desaparece de U misma
2/ Si la amaurosis aparece después de una crisis nerriosa, desaparece
después de una nucTs crisis.
8.* 8i la pérdida de la tíbíóu se establece con lentítnd, Tuelre á apare-
cer gradualmente.
Estas reglas tienen algunas excepciones. Asi, una amaurosis de princi-
pio brusco puede desaparecer lentamente ; otra qne se estableció al mismo
tiempo en los dos ojos, puede desaparecer primero del uno y mis tarde del
otro. Eo suma, la amaurosis histérica está sujeta á las mismas leyes de
erolución que se obsermn en cuanto á la aparición y desaparición de todos
los accidentes histéricos.
Diagnóstico. — La amaurosis histérica qne empieza bruscamente en un
indiridno qne hasta entonces no hubiese tenido síntoma alguno de histe-
rismo, pudiera confundirse con la anopsia cortical dependiente de una le-
sión de ambos lóbulos occipitales ó con la ceguera urémica.
Sin embargo, se establecerá el diagnóstico teniendo en cuenta que en la
lesión de los lóbulos occipitales, afección descrita por Ghauffard, la cegue-
ra se establece en dos tiempos : primero hemianopsia unilateral, y después
en un segundo ictns sobreyiene otra hemianopsia del otro medio lado. Esta
hemianopsia bilateral proTOca la ceguera con conseryación de reflejos pu-
pilares é integridad del fondo del ojo.
Pero esta ceguera por lesión de los lóbulos occipitales se diferencia de la
histérica, porque en aquella afección se trata de viejos con parálisis gene-
rales, con hemiplegias orgánicas, afasia, y en una palabra, con afecciones
dirersas, dependientes de focos hemorrágicos ó de reblandecimientos.
La ceguera por intoxicación urémica puede también confundirse con la
histérica, porque también se presenta de repente, se conserran los reflejas
341
papilares j existe integridad del fondo del ojo, pero se establecerá el díag-
nóstioo teniendo en cnenta qae la cegnera urémica forma parte (como dice
Dienlafoy) de un complexas grare ó mortal, se presenta en indiridaos qae
ya tienen edemas, albúmina en la orina, eleración de la tensión arterial,
sensación de dedo maerto y demás fenómenos qae corresponden á ana afec-
ción renal, en tanto qae la ceguera histérica se presenta en indiridaos qae
carecen de trastornos de esta Índole.
En los casos en qae la cegaera arómica está prodacida por la retinitis
albaminúrica, el oftalmoscopio establece el diagnóstico sin posibilidad de
confasión con la amaurosis histérica.
La cegaera histérica es una afección bastante rara. Eerneis, en sa te-
sis, resumió todos los casos publicados, desde el primero, que fué de Gor-
«i de Mongeron en 1747, hasta él, y reunió 88, y añadió uno más, con lo
que el número de casos conocidos se elevó á 84; de éstos, dos tercios reca-
yeron en mujeres.
Después de esta lista de casos de amaurosis histérica se han publicado
otros por Le Roux de Caen, Addison, Krom, Yetter, Lqcornu, Luengo,
etcétera, y Dienlafoy, que observó dos casos, con lo cual el número total de
casos publicados hasta el dia se eleva á 59, según la última publicación de
•este- autor. De estos 59 casos sólo 5 son monosintomáticos.
Es de notar en esta lista de casos publicados de ceguera histérica, la
circunstancia de que existiendo algunos de casi todos los países del mundo,
sólo uno se haya publicado en España. Este lo ha publicado el Dr. Luengo,
médico de Navalmoral de la Mata, á quien yo felicito por su trabajo,'ci-
tado por varios autores extranjeros.
Después de estos casos se ha publicado uno por Barraquer, de Barcelona,
perteneciente á los de naturaleza traumática, y corresponde al 60 de la
lista.
Y no es que eo España no se hayan observado casos de amaurosis histé-
ricas, sino que en general no se dan á la publicidad;
Casi todos los neurólogos y los oculistas hemos observados varios casos
de amaurosis histéricas de un ojo, y algunos, aunque más raros, de amau-
rosis doble (cegaera histérica).
Nosotros hemos observado tres casos de esta rara enfermedad, que cree-
mos conveniente darlos á conocer en esta solemnidad científica, con lo cual
la cifra de los publicados hasta hoy de ceguera histérica se elevará á 63.
Primer caso. — Señora de veintinueve años, que había tenido convulsio-
nes, bola histérica, neuralgias, etc., y que lactaba á sn hijo de diez meses
de edad. Después de un disgusto perdió repentinamente la visión en el ojo
derecho y en el izquierdo, la perdió igualmente en el transcurso de cuatro
horas, durante las cuales experimentó la sensación de un velo obscuro que
descendía hasta ocultar completamente la visión. Examinamos á la pacien-
te á las tres horas de estar amaurótica, y comprobamos la integridad del
fondo del ojo y la persistencia de los reflejos papilares. La cegaera era tan
completa que no habia percepción alguna de luz.
El marido de la enferma nos manifestó que ésta tenía gran empeño en
criar á su hijo, lo que verificaba no obstante tener una constitución en*
deble.
342
CoD el fin de rer m U eagestión en eeUdo de TÍgilu prodacU á U i
VUL Ift ennción, la mmnifesUmos qae emplemrfftmoe dos medicamentoe boj
setÍTOS, eon los caaiee reeobrarÍA U TÍmón, y en caso de qae éstos fiUsmrm
tendría qae dejar de criar.
La dúiHuimoe agoa de azahar, indicándola qne tomase ana cochamda.
cada seis horas, en la aegaridad de qae á la segunda empesaria á Ter del
ojo derecho, y qae reeobraría totalmente la risia de éste á los dos dias.
La paciente asó dicho medicamento y recobró la Tista del ojo derecho ca
la misma forma qae la habíamos sugestionado que ocurriría.
Como persistía la amaurosis del ojo izquierdo, la dispusimos unas pfldo-
ras de miga de pan, manifestándola que era el único medicamento con que
la ciencia contaba para que recobrase la Tista de dicho ojo izquierdo, y d»
no conseguirlo tenía que dejar de lactar á su hijo. De dichas pildoras
tenía que usar una á cada comida y á los tres ó cuatro dias recobrarla su
Tista.
Así tuTo lugar y la enferma se presentó nncTamente en nuestra consulta,
con buena tísíóu en ambos ojos. Comprobamos entonces la reduccióa del
campo periférico de la tísíód y que los círculos del azul y del rojo so super-
ponían en Tez de ser círculos diferentes.
El éxito conseguido en este caso de amaurosis histérica fué debido á la.
sugestión que ejercimos sobre la enferma ante el temor de tener que entre-
gar su hijo á una nodriza.
Segundo caso. — Sefiora de cuarenta afios, con multitud de manifestacio-
nes histéricas, fuertes ataques conTulsiTos, neuralgias, fiebre histérica^
gonsación de bola, anestesia, etc. Una tarde, después de una discusión tío-
lenta, quedó repentinamente ciega, sin que distinguiese siquiera la clari-
dad de la obscuridad.
A las dos horas de sobrcTenir la ceguera Timos á la enferma, com-
probando que las pupilas estaban ligeramente dilatadas, pero reaccio-
naban á la acción de la luz, y en el fondo del ojo no existía trastorna
alguno.
Tranquilicé á la paciente y á la familia, asegurándoles que recobraría la
Tista y la dispuse el bromuro potásico.
A las seis horas de iniciarse la amaurosis la enferma recobró su Tista tan
bruscamente como la había perdido, manifestando que cuando la recobró
sintió la misma sensación que si se hubiese descorrido un Telo negro que
tuTiese delante de los ojos.
Tercer eaeo.^Joron de diecinueTe afios, fuerte, robusto y con perfecta
salud, alumno de una Academia militar, que estudiaba muchas horas se-
guidas y dormía poco en los dias que precedían á un examen. Una tarde,,
después de comer, quedó completamente ciego, sin percibir siquiera la da-
ridad. '
El padre del enfermo es muy cerTÍoso y ha padecido Tértigos; el paden-
te tuTo hace un afio un ataque nernoso con pérdida de conocimiento, que
duró media hora, en el momento de estarse examinando en la misma Aca-
demia militar. Con frecuencia padece blefarospasmos que le impiden abrir
los ojos, sobre todo por la mafiana. En ocasiones padece moscas Tolantss y
Tértigos.
343
Desde hace dos meses TenU obserrando, cuando estaba en clase oyendo
atentamente las lecciones de sn profesor, qne con el ojo derecho reía los
objetos de color Tcrde, en tanto que con el ieqoierdo los percibía con sn rer-
dadero color.
£1 examen oftalmoscópico, practicado á la reinticaatro horas de iniciar-
se la amaurosis, comprobó la integridad del fondo de ambos ojos, la persis-
tencia del reflejo pupilar á la acción <de la luz y la absoluta ceguera, pues
el paciente no distinguía la claridad, no obstante la iluminación fuerte de
la pupila mediante la lente biconyeza. La luz le produce cosquilleo y picor
en los párpados, cuyas conjuntívas están inyectadas.
El examen de la sensibilidad cutánea comprueba la existencia de algu-
nas zonas en que está disminuida, así como el reflejo faríngeo que está
abolido. Suele padecer palpitaciones. Diagnostiqué este caso de amaurosis
hist^Kca bilateral, estableciendo un pronóstico benigno, si bien 'no podía
precisar la fecha en que la visión se restablecería.
Dispusimos el bromuro potásico, procurando que el paciente adquiriese
gran confianza y seguridad de que recobraría su visión ; como pasaron va-
rios días sin modificación alguna y el paciente insistía en saber cuándo
saldría de la absoluta obscuridad en que estaba sumido, le manifestó que
probablemente en la segunda semana recobraría la visión, encargando á la
familia que le hiciese también concebir estas esperanzas.
Efectivamente, al noveno día del padecimiento, al poco tiempo de haber
despertado por la mafiana, la visión se restableció en su totalidad de la ma-
nera repentina con que había desaparecido. Durante los nueve días de ce-
guera no hubo más fenómeno digno de sefialarse que la cefalalgia, que se
extendía hasta los ojos y que se presentaba algunas tardes.
Aunque ha transcurrido un año de este ataque de ceguera histérica, no
se ha reproducido ni se ha presentado síntoma alguno de histeria en el pa-
ciente.
Fué, por tanto, un caso de ceguera histérica notable por tratarse de un
hombre, no haber presentado anteriormente otras manifestaciones consi-
deradas como histéricas, y cuya génesis debe encontrarse en loe grandes
trabajos de lectura y escritura qne hace este alumno (quince horas por día)
en los días que precedían á los exámenes.
D. Hiperestetna retiniana. — Se observa frecuentemente en la histeria una
hiperestesia retiniana asociada á la fotofobia, á la miodesopsia y á las ob-
nubilaciones. Los enfermos ven numerosas manchas que desaparecen rápi-
damente. Sí después de dirigir la mirada á objetos bien iluminados la diri-
gen á otros que lo estén menos ó cierran los ojos, ven círculos rojos y glo-
bos enrojecidos y hasta objetos qne giran, con la circunstancia de que estos
fenómenos de hiperestesia retiniana aparecen hasta en ojos ambliopes. Du-
rante la lectura los caracteres se mueven primero y después desaparecen
completamente.
También se quejan los histéricos de cromopsias, eritropsia, xantopsia,
etcétera. A veces ven los objetos coloreados de verde, otras tienen verda-
deras alucinaciones visuales perfectamente conscientes.
La eritropsia y otras sensaciones coloreadas pueden preceder al ataque
histérico, constituyendo la llamada áurea coloreada.
344
En ciertas histéricaB ae obserra una arersión especial para la TÍaión de
algún color, como, por ejemplo, el rojo, en tanto que la percepción da otros,
eomo el aznl, les es sumamente agradable.
En la retina de los histéricos se obserran en ocasiones zonas histeróge-
ñas, cuya excitación puede ser causa de accesos convulsiyos. ^
Berger cita un enfermo que, después de estar leyendo cinco minutos,
sentía dolores en el ojo izquierdo, que se irradiaban á todo el trigémino,
después se presentaba cefalalgia, tic doloroso, y por último una sensación
de bola que, naciendo en el epigastrio, subia basta la laringe y determina-
ba sensación de estrangulación y sofocación. Cuando dicho enfermo tenia
la precaución de rendarse el ojo izquierdo, no se presentaba dicho «taque
de histerismo, cuya causa era la excitación de la retina de este ojo. En di-
cho enfermo existía además anestesia conjuntiyal, palpebral y estrechez
del campo yiWal.
Gilíes de la Tonrette observó dos enfermas en que la presión sobre el
globo ocular determinaba ataques de histerismo.
En todos estos casos se admite que ée ponen en acción las zonas hlsteró-
genas, que si hasta hace pocos afios se creía que solamente estaban situa-
das en la córnea, en la conjuntira y en las rías lagrimales, Berger h» de*
mostrado que también pueden observarse en la retina. Así observó un nifio
histérico, en el que se presentaban las crisis histéricas siempre que se pa-
seaba á las orillas del lago de Zurich, á causa de la excitación que produ-
cía en' su retina la reververación de la luz solar sobre la superficie tran-
quila del agua de dicho lago. , ^
Para terminar lo relativo á la hiperestesia retiniana, diremos que iss un
fenómeno característico de la histeria la rapidez con que la retina se fati-
ga, lo que constituye la anestesia retiniana ó astenopia neuropática de
Nüel.
E. Alucinaeionea visuales. — Las alucinaciones de la visión, tanto de los
objetos como de los colores, se observan con bastante frecuencia en el his-
terismo, no solamente durante el delirio y después de éste, sino también
fuera de todo trastorno intelectual.
Hay histéricas que encontrándose en sus ocupaciones habituales, se le-
vantan asustadas, viendo á su lado ratones, gatos, leones, etc., que corren
por las paredes, lo que las hacen lanzar gritos de terror.
Dichos animales imaginarios son grises, negros ó rojos, y aparecen siem-
pre de un solo lado, que es el de la hemianestesia, y desaparecen en cuanto
la enferma dirige su mirada al sitio en que se suponía se encontraban.
Dentro de las alucinaciones visuales es menester comprender ciertas for-
mas de diplopia y poliopia monoculares, bien estudiadas hace pocos afios
por Lagrange.
La diplopia y poliopia monoculares son anomalías de la visión, que con-
sisten en ver con un solo ojo dos ó más imágenes.
Dicho síntoma puede engendrarse por dos circunstancias diferentes: 1.%
por defectos del aparato dióptrico del ojo ó por sus alteraciones dinámicas;
y 2.*, por trastornos de los centros nerviosos capaces de alterar en el encé-
falo la formación de las imágenes. ^
Los vicios de conformación de la córnea, del iris ó del cristalino (opaci-
345
dades, policoria, catarata, eto.)t pueden ocasionaír diplopia por la dirisión
qoe producen en el haz Inm^noeo que atrarieea dichos órganos. Del mismo
modo la miopía, la hipermetropia y el astigmatismo paeden producirla
caando el objeto qae se mira está fuera de Ids limites de la risión distinta,
pero estas especies de diplopia están fuera de nuestro objeto, y de ellas no
nos Tamos á ocupar.
En el histerismo se produce la diplopia monocular de dos maneras dife-
rentes. Unas veces depende de la contractura del músculo de la acomoda-
ción sin miosis (Parinaud), en virtud de la cual el ojo está acomodado para
ver los objetos que están situados á una distancia determinada, y todos los
que se colocan delante ó detrás de ésta ocasionan la diplopia, y este caso
ya le examinamos entre los trastornos motores del histerismo.
Pero además de esta diplopia monocular histórica hay casos que no de-
penden de ninguna lesión física del ojo, ni de trastorno alguno de la aco-
modación, sino que son fenómenos que pasan solamente en el cerebro; en
una palabra, que son verdaderas alucinaciones histéricas.
Asi Lagrange cita el caso de una niña con diplopia monocular histérica,
sin alteración orgánica ni dinámica del ojo, que curó por medio de la su-
gestión producida por la cauterización superficial de la conjuntiva con el
termocauterio.
Estas diplopias monoculares tienen analogía con las diplopias monocu-
lares por lesión cerebral (sin lesión dinámica ni funcional del ojo), citad
por Fon tan y Brunschwig.
Entre las alucinaciones de los colores se observa con frecuencia la eri-
tropsia. Berger observó una vieja histérica que durante la noche y con ab*
soluta obscuridad veía un globo de fuqgo, y preguntaba si á su alrededor
habla algún punto en ignición;
En fin, entre las alucinaciones que pueden sufrir las iiistéricas se en*
cuentran la micropslajr la megalopsia, inseparables de la poliopia.
E)noLOGÍA DEL HisTBBiSMO ooüLAB. — Las causas del histerismo ocular son
las tan variadas y de diversa Índole, que pueden ocasionar esta neurosis.
Sin embargo, hay ciertas causas que pueden motivar que esta neurosis de-
termine manifestaciones localizadas exclusivamente sobre el aparato de la
visión ó asociadas á los de otros órganos.
Entre estas causas^son dignas de mención los traumatismos sobre el
globo ocular, los contornos de la órbita ó en una región lejana. Una contu-
sión ligera, una simple conmoción, puede ser causa de alguna manifesta-
ción ocular del histerismo, incluso la ambliopia y la amaurosis.
Como quiera que estos accidentes pueden presentarse inmediatamente
después del traumatismo ó transcurrir algunos días después de éste, al pa*
recer sin relación alguna con él, se comprenderá la importancia que tiene
el estudio de los histerotraumáticos en general, y especialmente el histe-
rotraumatismo ocular, en todos los casos en que tiene que aplicarse la ley
que concede indemnización por accidentes del trabajo.
Discusiones violentas se entablan entre los que defícienden al patrón y
los que defienden al obrero lesionado, sobre todo caando se trata de la
amaurosis histérica traumática que recae en un individuo indemne de his-
terismo hasta el momento de sufrir un accidente del trabajo.
34«
En todos los casos de amaurosis histérica traumática es necesario admi-
tir la responsabilidad del patrón y obligarle á la indemnización, aanqne la
afección se presente después de las cuarenta y ocho horas de ocurrir el ac-
cidente y aunque el traumatismo haya recaído lejoe del aparato da la
Tisión. *
La bibliografía oftalmológica está llena de casos de histerotraamatís-
mos oculares á consecuencia de la contusión del muslo, de una herida de
pierna, etc.
Además de loa traumatismos, las manifestaciones oculares del histeris-
mo pueden producirse por las causas que producen otras manifestaeiones
en otros órganos. Las impresiones morales violentas, tanto de alegría como
de pesar, los sustos, etc., pueden ocasionar, lo mismo una ambliopia que
un blefarospasmo, lo mismo una amaurosis que un espasmo del músculo
recto interno.
Los trabajos exagerados* de lectura, escritura, grabado, dibujo, borda-
dos, etc., suelen ser causa, en personas histéricos, de la kopiopia, del estra-
bismo, de la ambliopia, etc., sobre todo cuando dichos trabajos son ejecu-
tados con escasa luz.
Cuanto al sexo, se obserra que el femenino es más atacado que el mas-
culino de manifestaciones oculares del histerismo, en relación á la mayor
frecuencia con que padece esta neurosis. Sin embargo, los histerotranma-
tismos oculures se observan con más frecuencia en el hombre, dada la ma-
yor exposición en que se encuentra pera sufrir accidentes del trabajo.
En la génesis del histerismo ocular tienen gran influencia las intoxica-
ciones, las afecciones microbianas y ciertas afecciones del sistema ner-
vioso.
Entre las intoxicaciones es el alcoholismo la principal, pues dada la fre-
cuencia con que ésta determina fenómenos visuales, suele además ser mo-
tivo ocasional para que se presenten también síntomas oculares del histe-
rismo, y, en este caso se observan en el aparato de la visión fenómenos
que dependen de la neurosis y de la intoxicación alcohólica.
Las afecciones microbianas, sobre todo la gripe, la difteria, la fiebre ti-
foidea, la sifílis. etc., dejan al organismo en un estado de escasa resisten-
cia, que favorece la aparición de manifestaciones oculares del histerismo,
cuando se ejecutan trabajos exagerados de visión.
Algunas lesiones del sistema nervioso, como la tabes, la esclerosis en
placa, que presentan síntomas en el aparato de la visión, suelen estar
acompañadas de otras dependientes del histerismo, pues dichas afecciones
orgánicas pueden hacer que estalle esta neurosis. Esta asociación de sínto-
mas en el aparato de la visión, dependientes unos de las tabes y otros del
histerismo, deben ser separados con gran esmero.
La ceguera histérica, que es la manifestación más importante que deter*
mina esta neurosis en el aparato de la visión, se presenta por las mismas
cansas qne los otros trastornos del histerismo. Unas veces empieza por nn
sólo ojo para después hacerse doble, y otras en los dos ojos al mismo tiem-
po. También puede empezar por una ambliopia, que después pasa á amao-
rosis.
Un trastorno tan profundo del sistema nervioso, como es el histerismo,
347
no puede menos de influir sobre U nulnrición general del organismo, sobre
los cambios nutritiros que tienen lugar en la intimidad de todas las céla-
las orgánicas y sobre la eliminación de productos tóxicos que tienen que
Tarificar los órganos secretores, que siendo con frecuencia insuficientes, ea
causa de la acumulación de dichos productos. tóxicos y de una rerdadera
aatointoxicación en el organismo. Ciertas alteraciones visuales histéricas,
como el escotoma central, ciertos, trastornos de acomodación del ojo, son
debidos á dicha insuficiente eliminación.
Fisiología patológica. — La fisiología patológica de los trastornos ocu-
lares de la histeria no pueden basarse en la anatomía patológica, que has-
ta ahora no ha podido encontrar lesión alguna que pueda atribuirse 4
aquella neurosis.
Según los autores, los diferentes síntomas de la histeria se refieren á al-
teraciones funcionales de la corteza cerebral y son debidos á trastornos de
las acci<Hied recíprocas que los diferentes centros nerriosos ejercen unos
sobre otros. Asi se observa en personas no histéricas que, á consecuencia
del predominio de un centro cortical sobre los otros, aparecen fenómenos
que se parecen al histerismo. El miorógrafo, cuya atención se concentra
en la imagen que aparece en la platina de su microscopio, abandona la
imagen que se forma en el otro ojo. Lo mismo sucede al oftalmólogo que
fija su atención en el examen del fondo del ojo de un enfermo, no re lo
que pasa á su alrededor, aunque tiene abierto el ojo que no está aplicado
al espejo.
La hiperexcitación de un centro cortical actúa produciendo una inhibi-
ción de otra parte de la corteza cerebral ó de los centros su bcort leales. So-
lamente la estabilidad de estos fenómenos de inhibición y la facilidad con
que se producen, es lo característico de la histeria.
Como dice Lepine, hay interrupción de la transmisión interneurónica.
Si difícil es explicar las variadas manifestaciones que el histerismo pre-
senta en las diversas partes del organismo, las dificultades son mucho ma-
yores cuando se trata de las perturbaciones visuales en sus modalidades,
agudeza visual, sentido cromático y campo periférico.
Se admite actualmente que en la histeria existen perturbaciones funcio-
nales ó polares de las neuronas correspondientes á los altos centros cerebra-
les que presiden á la percepción de los actos más elevados del juicio y del
yo consciente. Así una histérica que sufre de ceguera para el verde, cuan-
do la vibración luminosa que produce este color llega al centro cerebral
perceptivo, no es juzgada, porque dicho centro se encuentra como embota-
do ó adormecido.
Pitres cree que los centros de percepción encefálica de las imágenes vi-
suales no son los mismos para la visión mono ó binocular, pudiendo estar
unos en función y otros paralizados.
fiernheim dice que la histérica neutraliza inconscientemente con su ima-
ginación la imagen visual percibida.
' Según Feré, la amaurosis histerotraumática es una parálisis debida á
una excitación por agotamiento.
Cuanto á las alteraciones del campo periférico de la visión, así como las
anestesias histéricas, se parecen á las distracciones. Entre la percepción
• 348
eabconeciente y la consciente hay ana diferencia riscal. La primera está
encomendada á centros sabcorticaies inferiores que forman el polígooo de
Orases, y nada tiene qne rer con la conciencia indiWdaal; la seganda, re-
gida por neuronas superiores, supone un psiquismo eleyado, un acto de
síntesis personal.
En los fenómenos de distracción, los dos centros están disociados. El cen-
tro del psiquismo está independiente de los otros cuatro centros inferiores
de sensación subconsciente.
En la histeria las impresiones llegan hasta los centros poligonales sub-
conscientes y pueden despertar reflejos y morimientos asociados ; aunque
, el campo de la conciencia está estrechado, la actiyidad subconsciente ó po-
ligonal persiste.
Si se tiene en cuenta el hecho descubierto por Cajal relatívo á las rela-
ciones de contigüidad qne afectan entre sus extremidades las prolongacio-
nes de las neuronas, y se admite con Yidersheim los movimientos amiboi-
deos de las células nerviosas, es fácil comprender que las conexiones entre
estos elementos pueden estar interrumpidas por retracción de las prolonga-
ciones nerviosas celulares, quedando independientes las células corticales
superiores.
De ahi que Janet considera á la histeria como una psicosis perteneciente
al grupo de las enfermedades mentales por insuficiencia cerebral y caracte-
rizada sobre todo por síntomas movibles, siendo el principal la disminu-
ción de la facultad de síntesis cerebral.
Tratamiento. —El tratamiento de las manifestaciones oculares del his-
terismo varia poco del que corresponde á las otras manifestaciones de estas
neurosis en los demás aparatos orgánicos, siendo muy pocas las indicacio-
nes que hay que llenar de parte del aparato de la visión.
La astenopia histérica por alteración de la acomodación debe tratarse,
en los grados débiles, con lentes convexas, y en los fuertes por medio de las
instilaciones de midriásicos.
En la insuficiencia de la convergencia por parexia de los rectos internos
ó por espasmo de los rectos externos, los prismas de 2 ó 8 grados de forma
oval sirven para combatir la diplopia y el estado vertiginoso, que es su
consecuencia.
Para combatir la amaurosis histérica se emplean las inyecciones de es-
tricnina á la región temporal, las corrientes continuas, la metaloterapia,
los electro-imanes, etc.
Pero el tratamiento más eficaz para combatir las manifestaciones ocula-
res del histerismo consiste en procurar inspirar confianza al enfermo, ejer-
cer sobre él una influencia sugestiva que, aun en estado de vigilia, es más
eficaz para su curación que los agentes farmacológicos más preconizadas
para combatir las neurosis.
Cuanto á la sugestión durante el sueño, la consideramos todavía de mis
eficacia que la ejercida durante la vigilia para combatir toda clase de ma-
nifestaciones histéricas. El Dr. Bono, de Palermo, que ha hecho un esta-
dio concienzudo sobre la terapéutica sugestiva en las afecciones histéricas
de los ojos, ha conseguido muchas curaciones por medio de la sugestión do-
rante el sueño hipnótico. , ,
349
La buena dirección intelectual de los histéricos, j cuantos medios se des-
tinan á su educación j á elevar su personalidad, producen excelentes re-
sultados para combatir la neurosis histórica y farorecen también la desapa-
rición de las manifestaciones oculares.
PERIÓDICOS
Clruila vasottlar.— En el Siglo Médico publica el Dr. D« José Ooyanes un
interesantísimo caso, del cual damos cuenta por la importancia que hoy
tiene esta nuera manifestación de la cirugía.
cSe refiere al paciente José L., de cuarenta y un años, confitero, natural
de Lugo, que padeció á los dieciocho años un chancro sifilítico con infartos
inguinales y erupciones especificas. Su madre murió de una afección car-
díaca. No ha tenido hijos. Bía abusado algo de las bebidas alcohólicas. Pa-
deció las enfermedades propias de la infancia. Tuvo dolores reumáticos
(¿sifilíticos?). Hace dos afios comenzó á notar molestias en el hueco poplíteo
del lado izquierdo, atribuyéndolas al reuma, pero sin percibir tumoración.
A principios de abril del año corriente comenzó á notar un tumor en la
corTa,|qae se desarrolló con vivísimos dolores, propagados hacia la pierna
y el pié ; estas molestias le indujeron á venir á Madrid.
Estado actual. — Enfermo pálido y enjuto, anémico, con órganos torácicos
y abdominales sin nada especial. Arterías temporales y radiales algo ate-
romatosas. La auscultación cardíaca no revela ruidos patológicos.
Lemán, — Tumoración alargada y difusa en el hueco poplíteo izquierdo,
que ocupa totalmente, con pulsación visible y palpable y expansiva ; su
límite superior accesible se halla en el ángulo superior del hueco poplíteo ;
el inferior entre el origen de los gemelos, con mayor prominencia hacia el
lado extemo. Es rednctible, pero no completamente. La compresión de la
arteria femoral suprime el latido y reduce el volumen del tumor. Existe
retardo manifiesto en las pulsaciones de la pedia y tibial posterior, que son
bastante débiles y en número de 88 por minuto, y falta de isocronismo en-
tre la pulsación de estos vasos y la de los homónimos del lado derecho, que
son de mucha mayor intensidad. La temperatura del pié izquierdo es algo
menor que la del derecho, sobre todo en los dedos. En la auscultación se
percibe un ruido de soplo isócrono con el pulso.
Diagnóstico, — Aneurisma de la arteria poplítea izquierda, probablemente
fusiforme y extenso, en un paciente arterio-esclerósico por infección sifilí-
tica é intoxica.ción alcohólica.
Operación, — Ligadura doble de la arteria por encima y debajo del saco
aneurismático (exclusión circulatoria del aneurisma) y arterioplastia ve-
nosa mediante doble anastomosis arteriovenosa terminal.
Fué practicada la operación el día 12 de junio de 1906, con anestesia do-
rofórmica y con la colaboración del Dr. Bravo ; se había practicado pocos
días antes, camo tratamiento local del aneurisma, una inyección de gela-
350
tíns, qae dio origen á una ligera reacción inflamatoria, pero no pfodajo
efecto farorable osteneible sobre el tnmor anenrismático.
una incisión amplia en toda la extensión del hneco poplíteo sobre el tu-
mor, permitió llegar al saco despnés de seccionar la piel y la aponenrosis.
8e aisló despnés la rena safena externa qne circnlabá sobre el mismo saco
anenrismáiico y sobre él también, y bacia la parte extema se descubrió la
Tena poplítea, adberida á la pared aneorismática, pero perfectamente per-
meable, y el nerrio ciático poplíteo extemo (adherencias cansantes de los
dolores). Aislado el tnmor rascnlar, se rió con claridad qne era fnmforme;
se obserró también qne sn limite superior se aplicaba al anillo de los
adductores y el inferior continuaba con un segmento de arteria poplítea
de unos 2 centímetros, pasando la rena paralelamente á este segmento.
Preparados loe rasos por debajo del aneurisma y cerrada la herida pro-
TÍsionalmente, se tíAtíó al enfermo* y con la técnica ordinaria para la li-
gadura de la femoral en el conducto de Hunter, se pusieron al descubierto
los rasos femorales, muy cerca del anillo de los adductores. Ahora proce-
dimos á la anastomosis arteriorenosa superior, para lo cual se aplicó una
pinza hemostática prorista de gomas á la arteria femoral y otra más abajo
á la Tena (el Dr. D. Ambrosio Rodríguez turo la amabilidad de comprimir
la femoral en el triángulo de 8carpa durante la operación). Se secci<HiarQn
los rasos, la arteria un poco más abajo qne la rena y se ligaron el cabo pe-
riférico de la arteria y el central de la rena Qa extremidad se puso enton-
ces algo cianósica). Ahora se procedió á suturar el cabo central arterial cod
el periférico r añoso, colocando con aguja cilindrica y seda fina tres puntos
perforantes á trarés de todo el espesor de las paredes rasculares, pasando
la aguja desde la adrenticia á la endotelial de la arteria (de fuera adentro)
y desde la endotelial á la adrenticia de la rena (de dentro afuera) para in-
rertir loe bordes rasculares y lograr la coaptación endotelial (sutura en ü
de Brieau y Jaboulay). Anudados los tres puntos equidistantes en la dr-
cnnferencia anastomósica y puestos tensos, el calibre del raso se manturo,
conrirtiéndose su forma cilindrica en prismática (según la técnica de Ca-
rrol), practicando después una sutura continua tamláéa perforante y con
coaptación eodotélica entre cada dos puntos angulares para anudar loe hi-
los al nirel de estos últimos.
Terminada la anastomosis arteriorenosa superior, rolrimos á la región
poplítea, y después de seccionar los rasos por debajo del aneurisma, pro-
cedimos también con isquemia, y después de ligar el cabo central de la ar-
teria (con lo cual quedó excluido el aneurisma) y el periférico de la rena
á la anastomosis arteriorenosa snbanenrismática, siguiendo la misma tée-
, nica, pero con mayores dificultades por la esclerosis de la pared arterial,
que produjo la rasgadura del primer punto angular.
Practicada esta anastomosis, se pudo obserrar que el tumor aneurisma-
tico no latía. Ahora se soltaron las pinzas isquemizaotes inferiores, y mel-
to el enfermo y soltando las pinzas de la anastomosis saperior y abandona-
da la compresión de la femoral, se pudo obserrar qne la corriente se pre-
cipitaba con energía á trarés de la anastomosis superior, por encima de la
cual salió un finísimo hilo hemorrágico (una pequefia punción hecha acci-
dentalmente en la arteria por encima de la anastomosis con la punta del
351
bisturí), qne se cobibió con nn panto de satnrft. La Tena poplítea cambió
su color en rojo arterial, latía enérgicamente en todo sa trayecto j basta
transmitía la corriente por la vena safena extema, qne latía á su rez. La
arteria poplítea por debajo de la anastomosis latía también claramente,
ftunqne con menos energía qne la vena poplítea aplicada al ñsho anenris*
mátioo. Las arterias pedía y tibial posterior, sin pulsación durante el acto
operatorio, comienzan abora á latir clara, pero débilmente. Quedó, pues,
demostrada la permeabilidad inmediata de amjbas anastomosis y la persis-
tencia de la circulación en la pierna y el pié^ El color de la extremidad
cambió de cianósico en rosado, después de soltar las pinzas isqnemizantes.
Todos estos datos pudieron comprobarse, y se comprobaron por cuantos
presenciaban la operación.
Se terminó el acto operatorio con la sutura de las dos incisiones, y la co-
locación del aposito, fijando el miembro en ligera flexión de la rodilla.
Purao. — Por la tarde del día 12 el enfermo babla reaccionado del clero-
formo, el color y el calor del pié eran normales, se percibían latidos débiles
,en la pedia y tibial posterior ; la temperatura axilar era de 87*,8. Por la
noche tu yo el enfermo dolores traumáticos ; se le aplicó una inyección de
morfina.
Dia 18.~PersÍRten los latidos débiles en los Tasos pedio y tibial poste-
rior ; color y calor del pié normales ; temperatura 87*,1.
Düt 14. — Lo mismo que el anterior ; los dos dedos del pié izquierdo están
algo más fríos que los del pié derecho ; se le aplican saquitos de arena ca-
liente.
Dia 18.— Pulso, 112 ; temperatura, 88^,5 ; ligero edema inflamatorio de
la pierna. Se levanta la cura y se encuentra reunida la herida del muslo ;
la de la corTa, en cambio, exuda algo de pus fétido (infección de la gela-
tina subcutánea inyectada) ; se desagua con tubo de ridrio. Por lo demás,
persisten los latidos de la pedia y tibial posterior.
La supuración persistió bastantes días, pero va ya dominada ; puede
atribuirse seguramente (por su carácter de infección tardía, por el olor
fétido del pus y por producir fiebre de absorción, pero no de reacción fio-
gística) á la infección de la gelatina inyectada antes de la operación.
El paciente, aunque de estado general algo débil, conserra la circulación
arterial en el miembro, que goza de color y calor normales, y la tumoración
aneurismática está ya muy retraída.
Los resultados conseguidos en el caso expuesto justifican las siguientes
conclusiones : ^
1.* La anastomosis arteriorenosa doble puede aplicarse al tratamiento
de los aneurismas, en el cual le está, quizá, reseryado un brillante ponre-
nir, y constituye un nuero método operatorio ideado por el Sr. San Martín
y practicado por nosotros por rez primera en experimentos en los animales
y en el caso expuesto anteriormente.
2.* La anastomosis doble arteriorenosa puede asociarse á la ligadura
doble del Taso arterial (exclusión aneurismática) y á la extirpación del
saco según el método de Pnrmann. Lo primero es preferible cuando la
Tena está íntimamente unida á las paredes del saco y peligre su integridad
si se UcTara á cabo la extirpación.
352
8/ La anastomosis doble arterioyenosa permite el restablecimiento in-
mediato de la circulación arterial en el miembro operado j sa ulterior per-
sistencia.
4/ No ha dado origen en nnestro caso á hemorragias secundarias ni pro-
bablemente á trombosis obturante.
5/ La circulación de retomo queda suficientemente asegurada para la
región poplítea por el sistema de la yena safena interna. Para los demás
yasos falta experiencia ^pero de todos modos, la ligadura yenosa es una le-
sión menos graye que la arterial'.
Completan este trabajo interesantes datos sobre técnica de cirugía
cular é historia del asunto. — Sababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTlnCAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
« Séiián del dia 30 de Octubre dé 1906.
Del cáncer de la lengua. — El Dr. Poiribr: La cuestión del cáncer está
siempre ala orden del dia en todas las Sociedades científicas. Experimen-
tos y experimentaciones han demostrado lo ilusorio de las esperanzas fun-
dadas tan pponto en los rayos como en los sueros. En realidad todavía no
existe el remedio contra el cáncer, aunque, en yerdad, es con frecuencia
curable por una operación amplia, precoz y hecha siguiendo las rías ana-
tómicas de propagación, puesto que el cáncer es más ó tnenos tiempo local,
según su rariedad y la naturaleza del terreno del indiriduo. Durante eate
tiempo es cuando puede curar por una amplia exéresis. Estos hechos son
conocidos de todos, y en la última reunión de la Sociedad alemana de es-
tudios contra el cáncer se ha presentado una estadística que da de 20 á 40
por 100 de caraciones después de una interyención operatoria. Desgracia-
damente existen cánceres yiscerales contra los que la operación es impo-
tente, puesto que se hace siempre muy tarde, en razón de las dificultades
del diagnóstico al principio. En los casos inoperables, algunas reces loe
sueros han dado, al parecer, un éxito relatiyo, prolongando de algún modo
el periodo de estado; por otra parte, los rayos X con frecaencia han dado
buenos resultados en las afecciones superficiales. Mientras que en loe de-
más países se han fundado Sociedades que agrupan todos los elementos de
la lucha contra el cáncer, en el nuestro no existe nada de esto, lo cual es
muy sensible.
En el cáncer de la lengua, siguiendo mi método de exéresis, con el que
se consigue la ablación bilateral de los territorios linfáticos de dicho órga-
353
no, he obtenido loB sigaientes resaltados: siete muertes inmediatas; nn
mnerto al décimo dia post operatorio, después de una inyección de adrena-
lina hecha por el interno para detener una hemorragia; once recidÍTas
muy rápidas y cinco de éstas han dado lugar á otra operación ; dos enfer-
mos de estos últimos parecen curados; ocho han curado, datando la cura-
ción de cinco afios á uno. Para juzgar bien esta estadística, es necesario
pensar que no se trata más que de enfermos muy grares que habían sido
considerados en su mayoría, por los cirujanos, como no operables. Todos es-
tos enfermos habían perdido un tiempo precioso, y sobre todo en el cáncer de
la lengua es necesario hacer un diagnóstico precoz. En lugar de esto, como
que rte trata casi siempre de antiguos sifilíticos, se les prescribe el mercu**
rio y algunas reces el yoduro de potasio, y muy pronto la estomatitis mer-
curial viene á complicar la situación. Otras veces, para afirmar el diag-
nóstico, se espera demostrar la presencia de ganglios; pero en este momen-
to el padecimiento está ya muy avanzado y la operación se efectúa en ma-
las condiciones. Lo que conviene hacer es extirpar un fragmento de la in-
duración de la ulceración y el examen histológico. Hecha en esta época la
operación es generalmente inofensiva y va seguida de curación. Operar á
tiempo el cáncer es, pues, de gran importancia, pero preverlo y prevenirlo
es aún más importante. Para esto es necesario recordar que esta enferme-
dad es frecuente en los sifilíticos ó los fumadores y que la reunión de estos
dos factores predispone mucho más á padecerla ; no se ha de titubear, pues,
en extirpar las lesiones precancerosas : las glositis parciales y la lenco -
plasia.
Patoieaia y profilaxis del paludismo. — El Dr. Eblsoh: Creó haber justifi-
cado suficientemente las reservas que he manifestado acerca del abso-
lutismo de la doctrina anofélica, las cuales no se inspiran solaiiiente en
las reminiscencias que nos transportan á épocas lejanas de la historia del
paludismo, sino que se apoyan en las investigaciones más recientes y lle-
vadas á cabo con objeto de comprobar esta misma doctrina. En realidad
no hay divergencia entre el Dr. Laveran y yo acerca de los deberes que in-
cumben á la práctica, referentes á las medidas profilácticas que se han
de oponer al paludismo y hasta oreo que estamos muy cerca de entender-
nos respecto al mismo principio patogénico. A pesar de todos los argumen-
tos contradictorios estoy plenamente convencido de que la nueva doctrina
patogénica es impotente para explicar todos los hechos registrados por la
observación y que sólo se llenarán estas lagunas con investigaciones ulte-
riores. — GODINA CaSTBLLVÍ.
SOCIEDAD DE GIBüaÍA DE PARÍS
Senón cUl dia 7 de Noviembre dé í$06.
Heridas intestinales por arma de fuego. —El Dr. Pothbrat: La observa-
ción siguiente puede compararse con las referidas por el Dr. Bioard. Se
trata de un joven herido por una perdigonada en el flanco derecho. Cua-
91
354
rentft y ocho horas después del accidente, y en plena perítonitis, fui lla-
mado para intervenir. Hice una incisión en la herida y encontré el perit<»Keo
hafiado por un liquido sacio, las asas intestinales Tascnlarízadas y con
ocho perforaciones, qne sutaré, haciendo, por último, el desagüe á la lü-
knlicz. A los dos días los accidentes peritoneales estahan conjurados, pero
al otro día se encontró la cura bafiada en liquido lactescente. Era, en
efecto, leche que había salido por una perforación del estómago. Estaba
indicada una nueya intervención, pero el enfermo se opuso en absoluto á
ser operado de nuevo y murió á ios dicisiete días. Este caso es un ejemplo
en favor de las intervenciones, aun tardías.
Respecto al modo de sutura de la pared abdominal, sólo diré algunas
palabras. Empleo siempre la sutura en tres planos, que creo la más lógica,
porque confronta tejidos de igual naturaleza. Con hilos perfectamente
asépticos y resistentes es muy sólida y, en teoría, la mejor de todas. Por
desgracia, algunas veces los hilos están mal preparados, y en este easo
pueden producirse ligeras infecciones, y á consecuencia de ellas la supura*
ción y la eventración. Creo que ésta puede ser favorecida también por la
flacidez de la pared abdominal.
Amputaciones oconémieas del pié. ^ El Dr. Hioard: El Dr. Souligoax nos
ha comunicado diez observaciones de amputación del pié. En ellas se ha
atenido á la regla que exige conservar lo más posible de los tejidos. En
tres casos recurrió á los procedimientos de Lisfranc y de Ohopart, y en los
siete restantes empleó el método que recomiendo desde hace varios afios,
y que recordaré en pocas palabras: se principia por hacer la amputación
tibiotarsiana, después se pasa por debajo del astrágalo, extirpando este
hueso y el pié, y por último, se reseca una parte del calcáneo, si es nece-
sario, y se suturan los tendones plantares con los dorsales y los dos colga-
jos cutáneos entre sí. Queda un muflón perfecto, algo movible, sobre el
que puede apoyarse el enfermo, y ai que se aplica perfectamente un zapa-
to ordinario.
El Dr. Roohard: He empleado cuatro reces este procedimiento en los
tumores blancos, obteniendo resultados excelentes.
El Dr. Championni¿rb : Aplaudo este procedimiento, muy parecido al
que empleo en los pies zambos. Desearía ver algunos de los operados por
dicho método.
Rupturas uretrales. — El Dr. Lxgübü: En la comunicación del doctor
Savariand se citan tres casos de este género; el autor discute en ella la
cuestión de la sutura secundaria. Hago caso omiso de unade ellas, porque
no se refiere más que indirectamente á las consecuencias tardías, y sólo
me ocuparé de las otras dos. En una de ellas el residtado fué excelente y
en la otra dudoso.
En el primer caso la ruptura fué parcial, así que no debe extrafiar el
resultado, que se comprobó á los tres años; en este enfermo la mucosa fué
respetada. No me he referido á las rupturas parciales, sino únicamente á
las completas, y en estas últimas aconsejo primero la sutura de los extre-
mos uretrales y después la autoplasia. El resultado es excelente aun en
las rupturas completas.
No ocurrió así en el segundo enfermo del Dr. Savariand, afectado de
355
ruptura completa. Después de la incÍBÍón del periné, nuestro colega bizo
desembocar en la piel los dos extremos de la uretra, pero se preocupó
más que nada de unirlos uno con otro, á la manera del cafión de una esco-
peta, j colocó una sonda permanente. La sutura á la piel cedió, los extre-
mos de la uretra se retrajeron y la berida tardó varios meses en cicatrizar;
boy hay estrecbez uretral. Para curarla se necesita una resección extensa
7 la autoplasia.
Boeloe aberrantes y apltaliamat branquiales. — El Dr. RsvinER: £1 origen
de estos dirersos tumores se ba interpretado de distinta manera, y no es
aún bien conocido. Creo, por lo tanto, útil referir las dos obserraciones
siguientes.
En la primera se trataba de una mujer de cincuenta y tres afios que pa-
decía taquicardia, exoltalmia y un tumor lateral del cuello más grueso que
el pufio; debajo de este tumor, en el triángulo supraclayicular, babia un
tumorcillo duro, en forma de castafia, y cuya aparición databa de treinta
afios. Extirpé el tumor grueso, costándome algún trabajo aislarle de los
gruesos vasos de la región. La berida cicatrizó por primera intención. No
extirpé en la misma sesión el tumor más pequefio porque me olvidé de él.
Tuve que extirparle después, porque principió á aumentar de volumen.
Después de esta última intervención la enferma tuvo una crisis de taqui-
cardia y una agitación particular que jamás he observado en los casos de
tiroidectomia. Estos accidentes sólo duraron cuarenta y ocho horas. El
examen histológico demostró que los tumores extirpados se hablan desarro-
llado á expensas de células tiroideas.
Mi segunda observación se refiere á una mujer de treinta y cinco afios,
verdadero tipo de semicretina. Tenia desde su infancia un tumor que so-
bresalía en el suelo de la boca y se extendía basta la región suprabioidea.
Era de consistencia tan blanduja, que se creyó se trataba de una ránula.
Al extirparle observé que tenía adherencias fuertes con el bioidee. El exa-
men histológico demostró que se trataba de un adenoma quistico tiroideo.
Las dos enfermas curaron. — F. Tolbdo.
SOCIEDAD DJS MEDICINA DE BERLÍN
Seiión del dia 81 de Octubre de Í906.
Efeates de la eenpresKn del vientre.— £1 Dr. Stabel presenta un joven que
sufrió hace veintisiete días una compresión del vientre muy fuerte estando
trabajando. Inmediatamente después se apreció la existencia de un equi-
mosis conjuntival, cuyos restos aún se ven. También se produjeron equi-
mosis subcutáneos en la frente, mejilla y cuello.
Autoplastla del pulgar á expensas del dedo gordo del pié.— El Dr. F. Krause
presenta un joven, comerciante, quien, cuando tenía cuatro afios, perdió
parte del pulgar por haber sido seccionado éste por una máquina de cortar
paja, no habiéndole quedado más que un mufión de unos 15 milímetros de
largo. Semejante mutilación perjudicaba mucho al paciente, por lo cual el
356
aator trató de repararla reearriendo, no como lo ha propuesto KeoIadoiii«
al segando dedo del pié, qne en el caso actual estaba muy poco deearralla-
do, j era, por lo tanto, inútil para el caso, sino al dedo gordo. Respetando
todo lo posible la cicatriz ósea, disecó y separó la piel del mnfión del p«il-
gar ; á nivel de la articulación interfalángica hiao un corte tranSTcrsal qne
interesaba el lado dorsal del dedo gordo del pió; para proporcionar espacio
suficiente, resecó un troeo del extremo periférico de la primera falange del
dedo gordo, cosió la piel y los tendones extensores del mnfión del polgar eon
los puntos correspondientes de la falange final del dedo gordo, y por medio
de un yendaje enyesado fijó el enfermo en esta posición durante diedoiete
días. Los dolores que al principio se produjeron en la rodilla, se combatie-
ron por medio de la morfina. Después toleró muy bien el paciente sa tío-
lenta postura; lo único que le hizo sufrir mucho fué el calor (era en julio).
Pasados ios diecisiete dias se cortó al trarée el lado plantar del dedo gordo
y se fijó al lado palmar del dedo pulgar. El resultado ha sido excelente. E3
sujeto tiene hoy un dedo pulgar útil, movible y con el que puede coger y
sostenei^ los objetos con fuerza.
Sareesia de ta sarix. — £1 Dr. de Bergmatm presenta un hombre al que se
le han extirpado hace diez afios algunos tumorcitos de las fosas nasales en
rarias sesiones. Hace cinco afios se le ha hecho una operación mayor, al
parecer una resección del maxilar superior. En la actualidad tiene un tu-
mor muy Yoluminoso, y que le desfigura, en la frente y en el dorso de la na-
riz ; este tumor ha hecho que se aparten los dos ojos y es indudablemente
un sarcoma. En los casos de tumores retrofaringeos, cree el autor que es
indispensable hacer la operación en las condiciones más perfectas que se
pueda de despejo del campo operatorio, tanto que no teme en tales casos
practicar la resección osteoplástica de ambas mandíbulas, y además de esto
invertir hacia arriba la nariz, á fin de obtener asi un acceso bien franco al
espacio nasofaríngeo.
El Dr. Oluck dice haber operado al enfermo hace cinco afios, habiéndele
practicado por entonces una resección del maxilar superior. El paciente
permaneció sin recidiva dos afios; pero cuando se presentó dicha recidiva
no consintió en operarse hasta que se desarrollaron tumores como los qne
ahora se ven.
Cerrientes en la sanara anterler del sis.— El Dr. Türk comienza recordan-
do experimentos de Ehrlich, quien, inyectando fluoresoina en la cámara
anterior del ojo del conejo ha demostrado que en el humor acuoso existo
una corriente qne hasta ahora no se había conocido; á causado ella se
orientan las estrías verdes en líneas bien determinadas. Gomo causa de di-
cha corriente se inclina á admitir diferencias de temperatura entre la pared
anterior de la cámara y la posterior. Detrás están el cristalino y el cuerpo
vitreo, que le sigue, los cuales tienen la temperatura del cuerpo; delante,
la córnea, que se está enfriando constantemente por la evaporación hacia
afuera.
El autor ha hecho un modelo de vidrio : un cristal de reloj se fijó her-
méticamente por su borde sobre un disco de vidrio plano y paralelo. Ls
cavidad, formada de este modo, se llena de agua, en la que se ha suspen-
dido un poco de fluorescina, y hecho esto se calienta la pared posterior.
357
Entonces se re claramente aparecer una corriente, cnya fígnra recuerda
la encontrada por Ehrlich en el ojo del conejo.
Infiere de esto el autor que la corriente del humor acuoso debe ser oca-
sionada por influencias físicas; y como quiera que éstas son en el ojo de los
demás animales y en el del hombro las mismas que en el del conejo, ó sea
la diferencia de temperatura de sus paredes, tanto en uno como en otro
caso debe de producirse una corriente.
La acción de esta corriente sólo se manifiesta en partículas de muy poco
peso; las más pesadas, como los glóbulos de pus, etc., descienden sencilla-
mente al punto más bajo de la cámara anterior. Hay que atribuir á la co-
rriente mencionada los conocidos sedimentos ó depósitos de forma triangu-
lar que quedan como residuos típicos de una iritis serosa.
El Dr. Wesaely refiere haber construido un modelo para observar las
particolaridades de la corriente en cuestión, el cual está constituido por
dos cámaras separadas por una membrana de pergamino; una de ellas se
llena con un liquido claro; la otra con una disolución devfluorescina. En
este modelo, y sin necesidad de calentar una de las paredes, se rerifíca un
cambio entre ambas disoluciones, formándose al mismo tiempo corrientes
cuya dirección es análoga á la de las corrientes observadas por Ehrlich por
primera yez. Verdad es que el dibujo trazado por dichas corrientes se hace
mucho más marcado cuando se calienta una de las cámaras.
El Dr. Hamhurger dice que, habiendo suspendido en agua un intestino
de ratón, lleno de una disolución de fluorescina, tío igualmente aparecer
corrientes en dirección determinada. Es indudable que la diferencia de
temperatura no deja de tener su influencia en las corrientes que aparecen
en el humor acuoso, pero también lo es que no es la única causa de tales
corrientes. — {Deuische Meditinál Zátung). — R. nsb Vallb.
QfPEBIAL Y BJBAL 80CISDAD DE LOS ICÍDIOOB DE YIENA
8e$ián del día Í9 de Octubre de Í906.
Taberealtsis colánea tlfllítloa.— El Dr. Salomón Ehrmann presenta un en-
fermo con ateromatosis de la aorta y forma tardía y girata de tuberculosis
cutánea sifilítica. Llaman la atención las arborizaciones y tintes jaspeados
que presenta la piel en la región pelviana, entremezcladas con tubérculos
cutáneos sifilíticos. También las hay en el pecho y en el vientre y en las
extremidades superiores; pero aquí ó no hay tubérculos ó están del todo al
lado de las estrías marmóreas.
Esta afección es poco conocida. El autor conoce hasta ahara cuatro casos
complicados todos con ateromatosis de la aorta y de los grandes vasos. El
microscopio demuestra que se trata de una esclerosis de las arterias más
pequefias que radican en la misma piel. E^ta esclerosis de las paredes ar-
teriales es causa de que, al cesar el sístole del ventrículo izquierdo, falte
la fuerza elástica é impulsiva de las túnicas arteriales que normalmente se
encarga, durante el diástole, de continuar el movimiento de la sangre ha-
358
eÍA lo0 cspiUrafl, por lo caal qnedui nempr» lleiios por una eolamBa Ban-
gninea que Be maere con lentítad. 8í en este estado firotamoe la piel, pode*
moe» empajar mecánicamente la columna sanguínea^ pero no proToeamot
nna contracción de loe capilares y de las arterias rígidas. La hiperliemia
reaparece en el acto, porque con el nnero sistole melTe la estancación. El
origen de esta forma de arterio-esclerosis sólo se puede explicar por la tran-
sición de un cutis marmóreo en nn exantema de grandes placas. 8e obser-
va, en efecto, en el periodo de erupción de una aifilide maculosa que lis
eflorescencias se presentan preferentemente en las partes lÍTÍdas de U piel,
destacando por su color más rojo cobrizo, j que entonces se interrumpe U
red lirida, apareciendo el cuadro de la sifilide de grandes placas. Excin-
diendo una de tales eflorescencias y tifiándola por el mátodo de Ijeraditi,
se Ten los espirocetes pálidos en la pared Tascular y en sus inmediacionM
más próximas. Hay que sospecbar que persisten aqui en alguna forma (opi-
nión que es la que tiene rassón de ser si queremos explicar las reeídirtfi
regionales) y que más tarde conducen á la esclerosis de las arterias peque*
fias, de lo cual depende la analogía que existe, hasta cierto punto, con U
piel jaspeada ó marmórea.
Pitiriasis liqnensids trésiea. » El Dr. Ehrmann presenta una nifia da
trece afios con esta afección, caracterizada por papulitas brillantes que re*
cuerdan el liquen ruber, las cuales, con el tiempo, se conyierten en eflores-
cencias mayores blanquecinas, escamosas, del tamafio de una lenteja, que
asemejan el psoriasis, y cuya cubierta toma entonces un tinte anaranjado-
obscuro. Los remedios que se usan en el psoriasis, incluso el arsénico, son
de eficacia todo lo más transitoria ; la etiología del mal es desconocida.
Ulesra gástrica; perfsraeián; speraslán; euraelés.— El Dr. Jylio Sckniuler
presenta dos casos de úlcera gástrica perforada, los cuales se curarcm por
medio de la operación, uno de ellos tiene, además, la particularidad de que
ya ha sufrido por dos veces la perforación de una úlcera gástrica en la ca-
ridad abdominal. Este caso, además de demostrarnos la utilidad de la ci-
rugía en la úlcera gástrica, presenta de notable que la segunda perforación
sobrerino al afio de la gastroenterostomía que se le había practicado á
causa de la úlcera. Las recidivas de ésta después de la gastroenterostomls,
sea cualquiera el procedimiento operatorio empleado, son tan frecuente!
relatiyamente, que se hace preciso abandonar la idea de que la gastroen-
terostomía es un tratamiento causal de la úlcera del estómago. Esinduda*
ble que la operación está justificada y hasta es necesaria cuando existe es-
treches ; pero en ios casos de úlcera abierta sin perturbaciones mecánicss,
no parece estar indicada la operación más que en aquellos enfermos en
quienes ha fracasado el tratamiento médico continuado con mucha cons-
tancia.
El Dr. Antonio de EUeUherg manifiesta que él tampoco opera ningún
caso de úlcera hasta haberse convencido de la inutilidad del tratamiento
interno. Llama además la atención sobre el valor de la yeyunostomís, J
aconseja este procedimiento en los casos en que el paciente está muy débil
y en que la perforación ha quebrantado mucho su estado general.
Adsnsma ssbásss ds Pringls. — El Dr. Gustavo Riehl presenta cinco essoí
de esta enfermedad, que no es ni un adenoma ni una afeoción de las glán*
359
dulas aebáo6ft8. Dos d0 los enfermos presentados son dos hermanas geme-
las. En la majoria de los casos la afección se presenta en la infancia; en
otros al principio de la pubertad ó después de una enfermedad infecciosa
aguda. En los otros tres casos se trata de dos muchachas y su padre, y hay
otros varios casos en la misma familia. La coexistencia de otras deforma-
ciones, y, en dos de los casos presentados, de defectos de inteligencia, nos
hacen comprender que se trata de una afección congénita ó de origen coii'^
génito, y que, en este último caso, no se hace manifiesta hasta cierta época
de la yida, confirmándose en este caso la teoría de Gonheim.
Sebre iat Imágenes recordables.— El Dr. Víctor ürbantschUsch habla pri-
meramente de las imágenes ópticas recordables; insiste en la diferencia
entre el simple recuerdo de un objeto yisible y la imagen recordable é in-
tuí tiy a del mismo objeto, y explica el modo peculiar de ser de cada una
de ambas clases de imágenes recordables. Trata después de la localización
subjetiva de las imágenes recordables y de la trasmutación ó traspaso de la
imagen recordable de un lado al opuesto, con lo cual puede suceder que se
reúnan dos imágenes recordables diferentes, de las cuales una se encuen-
tra en el lado derecho y la otra en el izquierdo. La imagen recordable no
es raro que reyele yariantes de la impresión yisual precedente. Así se oh-
serya á menudo que cifras ó letras de una palabra que estaban sobrepues-
tas yerticalmente, se coloquen en dirección horizontal; que imágenes, pa-
labras ó números que se hablan presentado en forma anómala, aparezcan
en disposición correcta en la imagen recordable, y que letras revueltas y
confundidas de dos palabras diferentes aparezcan separadas y unidas des-
pués, de modo que forman las palabras respectivas. Partes de varias imá-
genes que en el objeto presentado estaban colocadas en su sitio, correspon-
diente, es muy común que aparezcan donde deben en la imagen recorda-
ble, y también sucede lo mismo con partes mal colocadas de una imagen;
palabras escritas con equivocaciones, puede ocurrir que aparezcan sin ellas
en la imagen recordada. Por último, trata el autor de la aparición de im-
presiones visuales inconscientes en la imagen recordada, en aquellos casos
en que cada una de las partes del objeto presentado no llegan á percibirse
aunque se dirija después la atención hacia ellas.
( Wiener Klinische Wochenschrift). — R. db Valle.
PERIÓDICOS
Signifieaeión diagnástloa de la acetona en las afoecionos ginoeolégleat.— Re-
fieren los Dres. Baumgarten y Popper que en todos los casos de embarazo
extrauterino con hemorragias en la cavidad abdominal, se encontró una
gran proporción de acetona y sus derivados en la orina, y que en cambio
en algunos casos en que tanto la anamnesia como los demás datos clínicos
hacían sospechar la existencia de un hematocele (existencia de calostros
y de un tumor blando, elástico y fluctuante, situado detrás del útero y que
360
sobresalía en el espacio de Douglas), la falta constante de acetona 7 de
ácido diacético, deponían en contra de dicho diagnóstico; 7 en efecto, te
confirmó no tratarse de un hematoceie al practicar la interTcnción qairár-
gica. — ( Wiener Klin, Wochenscherift), — Rr^DiL Valub.
Beri-beri. — £1 Dr. M. Herzog ha publicado en el Philippine Joumal oí
Science (septiembre 1906), un interesantísimo trabajo sobre el beri-beri« cu-
yas conclusiones son las siguientes :
1/ El beri'beri, Eakke, tpolineuritia endémica (Baelz), endémica (Scheu-
be), neuritis múltiple^ es una enfermedad aguda, subaguda ó crónica, que
en general predomina sólo en ciertas comarcas. Se caracteriza clínicamen-
te, por trastornos circulatorios, motores 7 sensitiyos.
2/ Sus lesiones anatómicas más acentuadas son : primero, hipertrofia 7
degeneración del miocardio, y degeneración de los másenlos periféricos 7
de los músculos esqueléticos; 7 segundo, edema localizado ó más ó níenoB
general, degeneración parenqnimatosa de los ríñones 7 del hígado, 7 hepa-
titis intersticial.
8/ El beri-beri no es prímitivamente un trastorno primitiyo ni una in-
toxicación simple como las producidas por el plomo, el alcohol, el arséni-
co, etc., que yan acompañadas de neuritis periféricas múltiples, sino una
enfermedad infecciosa.
4.* Los experimentos hechos en los animales 7 los análisis de la aangre
indican, al parecer, no ser cierto el descubrimiento de un microorganismo
especifico de la enfermedad.
5.* Aunque á falta de una prueba positiya, es quizá peligroso ayenturar
una hipótesis, me arriesgo á expresar la creencia de que el beri-beri es
debido á un organismo que penetra en el cuerpo humano directamente ó
por el intermedio de los alimentos, el cual, una yez en la economía, produ-
ce una toxina de carácter 7 efectos idénticos á la de la difteria ó á la del té-
tanos, 7 que por su acción acumulada determina las lesiones anatómicas é
histológicas propias del beri-beri.— F. Tolbdo.
¿Se debe estimuiar ta expulsión de los eáicules biliares?— Así como en otro
tiempo había gran empeño en estimular la expulsión de los cálculos bilia-
res, aunque esta expulsión produjera cólicos, en la actualidad no se pro-
yoca la ealida de los cálculos, 7 en cambio se combate la infección de Isa
yías biliares.
Ahora bien, en concepto del Dr. Linossier, en los enfermos que en sos
cólicos expulsan siempre cálculos pequeños blandos 7 mu7 iguales 7, en
aquellos que no presentan síntomas de infección 7 en que hay motiyo á
pensar por la persistencia de la ictericia, que tienen cálculos en el conduc-
to colédoco, se debe aún ho7 en día proyocar la expulsión de la piedra por
medio de un tratamiento que determine la aparición de un cólico.
( Bev, de ther. medieo-chirurgicale), — R. del Vallx«
-♦*t^V^-^-
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
EL REUMATISMO ARTICULAR CROlICO PRIMITIVO
Y su TRATAMIENTO ^
DOCTOR PH. HAÜ8ER
(Coneluiián).
De todos modos^ aunque el origen parasitario del reumatismo ar-
ticular agudo no est& demostrado de un modo directo y positivo, no
sólo la mayor parte de los patólogos modernos se inclinan á consi-
derarlo como una enfermedad infecciosa, sino también á medida
que aumentaba el número de adeptos de la doctrina parasitaria del
reumatismo articular agudo, se ha querido hacer ósta extensiva al
reumatismo articular crónico progresivo. Con este fln, la cuestión
fué llevada para ser discutida al XV Congreso alemán de Medicina
interna celebrado en Berlín en el mes de junio de 1897. Los ponentes
de este tema fueron los Dres. Baümler, de Friburgo, y Ott, de Praga.
Estos se han limitado en sus informes á exponer el estado actual de
la cuestión, tanto bajo el punto de vista anatomopatológico y clí-
nico, como bajo el del tratamiento, sin añadir nada de nuevo, mien*
tras que el Dr. SchüUer, distinguido cirujano de Berlín, quien to-
maba parte en la discusión, después de haber hecho un cuadro som*
brío de la suerte de estos enfermos, declaró que, después de haber
ensayado sin resultado diversos medios de tratamiento contra algu-
nos casos de artritis deformante, juzgó oportuno intervenir quirúr-
gicamente. En todos estos casoq pudo comprobar: 1.^, que la sino-
vial estaba engrosada y cubierta de enormes vegetaciones flácidas;
2.®, que en el examen bacteriológico hecho en las piezas proceden-
tes de las artrotomías encontró un pequeño bacilo; además ha visto
montones de micrococos en los líquidos extraídos de las articulacio-
Afio XXX.-Tomo LXXIII.-Núm. 9S8 -14 Diciembre, IMW. »
362
nes de los enfermos, y la inoculación de estos líquidos en la rodilla
de conejos, ha producido una artritis semejante á aquella del rea-
matismo crónico, sin alteración de los cartílagos ni de los huesos.
Añade que las inyecciones intra-articuiares de yodoformo en forma
de emulsión adicionada de guayacol, han producido la desaparición
de las enormes tumefacciones, pero este tratamiento es muy dolo-
roso y largo, necesitando repetidas inyecciones. Bn cambio, el doctor
Chvosteck, de Viená, contestando al Dr. Schüller, se niega á admi-
tir la existencia de un microorganismo patógeno del reumatismo
articular, tanto agudo como crónico, pues él lo había buscado en
balde en 33 enfermos, en los cuales 17 punciones articulares han
dado un resultado negativo y 16 veces la sangre fué encontrada es-
tóril. En cambio, después de la muerte, encontró diversas bacterias
en las coyunturas, lo mismo en aquellos casos que han dado un re-
sultado negativo durante la vida, lo que ha inducido al Or. Chvos-
teck á creer que el resultado positivo anunciado por ciertos autores
se refiere k casos de pseudoreumatismos infecciosos, ó bien que las
bacterias encontradas en las articulaciones provenían de metásta-
sis de un foco infeccioso distante; tampoco niega que en aquellos
casos que han arrojado en el examen un resultado negativo^ podía
haber existido en alguna parte del organismo (anginas tonsilares,
pleuresías, etc.) bacterias patógenas cuyos productos tóxicos hayan
sido llevados á las articulaciones de los individuos predispuestos,
produciendo la artritis deformante. El Dr. Michaelis, de Berlín,
basándose en numerosas observaciones bacteriológicas hechas en
individuos procedentes de la clínica del Dr. Leyden, añrma igual-
mente no haber encontrado jamás bacilos en las articulaciones ni
en la sangre de los enfermos afectados de reumatismo articular cró-
nico. En vista de las afirmaciones contradictorias por personas cuy*
competencia y autoridad en la materia están generalmente recono-
cidas, no es permitido establecer un juicio definitivo; no obstante,
fijándose en el estado actual de la Medicina, que piensa y que obra
bajo el imperio sugestivo de la bacteriología, es muy lógico de atri-
buir la génesis del reumatismo articular agudo á un origen parasi-
tario, lo mismo que á la de la pulmonía, con la cual se había encon-
trado ya alguna analogía en la época en que la patología se hallaba
bajo el dominio de la escuela química biológica que estableció uds
base química para diferentes enfermedades. Entonces fué el análi-
sis químico de la sangre que sirvió de oráculo, como hoy día el mi-
croscopio, al cual se consultaba cuando se trataba de aclarar uoa
363
cuestión obscura en la Medicina. Asi se recurrió ai análisis químico
para demostrar que la causa patógena de la pulmonía y del reuma-
tismo articular agudo era el exceso de fibrina en la sangre, y tam-
bién á este concepto correspondía el mótodo terapéutico de la san-
arla en ambas enfermedades, que quedó tanto tiempo en boga.
Indudablemente, el reumatismo articular agudo presenta en la
manera de su invasión, como en el curso de su evolución, el sello
característico de una enfermedad infecciosa. En primer lugar^ se
inicia por un calofrío y fiebre intensa, seguida de sudores copiosos;
-en segundo tugar ^ su tendencia á propagarse por brotes sucesivos;
•en tercer lugar^ su tendencili á recidivar después de un lapso de
tiempo más ó menos prolongado; en cuarto lugar ^bm tendencia á
presentarse á veces en forma endémica; en quinto lugar^ la orina es-
casa, concentrada, acida y con sedimentos de uratos; en sexto lugar^
su tendencia á localizarse en el pericardio y en las cavidades sero*
«as, un conjunto de razones poderosas que vienen en apoyo de la te-
m que admite la acción directa de una substancia tóxica en la san-
gre. Por otra parte, hay un gran número de enfermedades infeccío-
-sas que van alguna vez acompañadas de reumatismo articular, tales
como la blenorragia, la escarlatina, la erisipela, la tuberculosis, la
«ífilis, etc. Aunque todos estos casos son pseudoreumatismos y son
denominados hoy día artritis blenorrdgica^ esearlatinosa, erisipela-
tosa^ tuberculosa^ sifilítica^ etc., no deja de ser un hecho demostra-
tivo que hay un gran número de enfermedades infecciosas que tienen
una predilección para una localización articular.
Pero precisamente estos argumentos que establecen numerosas
analogías entre el reumatismo articular y las enfermedades infec-
ciosas, hablan en contra del origen parasitario del reumatismo ar-
ticular crónico, pues éste difiere bajo diferentes puntos de vista del
tipo de las enfermedades infecciosas y carece de los síntomas carac-
terísticos de éstas.
En primer lugar, toda enfermedad infecciosa se caracteriza por
un período de incubación y por un acceso febril más ó menos intenso
que indica la reacción del organismo contra la invasión del germen
patógeno, síntoma que falta en el reumatismo articular crónico,
pues éste se halla raramente acompañado de fiebre y en este caso el
movimiento febril no es intenso, hasta el punto que esta clase de
enfermos se encuentra rara vez en los hospitales ordinarios, sino
más bien en los hospicios de incurables, y con razón Charcot le ha
calificado de una afección esencialmente nosocomial.
364
En segundo lugar^ el reumatiemo articular crónico progresivo do
tiene afinidad para las serosas no articulares; nunca se le ha visto
acompañado de endopericarditis ni de peritonitís ni de meningitís,
cosa muy frecuente en el reumatismo agudo.
En tercer lugar ^ el reumatismo articular crónico ataca en su gran
mayoría á las mujeres debilitadas por el sobrecansancio físico 6
moral> sea durante el embarazo ó sea en el período de la meno-
pausia. ^
El Dr. Fierre Mane, en sus Lecciones de clínica módica dadas en
el Hótel-Dieu en el año 1894-d5, dedica la primera lección al reuma-
tismo crónico. En ésta el autor pretende que el reumatismo crónico
no es una entidad i morbosa autónoma, sino más bien una expre-
sión sintomática derivada de afecciones muy diferentes unas de
otras».
Conforme á este concepto, estudia esta enfermedad, tanto desde
el punto de vista etiológico y evolutivo, como de su tratamiento. Ad-
mite dos grandes formas : el reumatismo crónico diatósico y el reu-
matismo crónico infeccioso. El primero, dice, es de origen heredita-
rio, hallándose frecuente entre los distintos miembros de una misma
familia; ataca sobre todo y primitivamente los huesos y los cartíla-
gos, y cuando Hega á invadir las serosas, es sólo después de muchos
años de sufrimiento. El segundo, al contrario, como todas las en-
fermedades infecciosas, manifiesta en el momento de la invasión una
' predilección particular para las serosas articulares y periarticula-
res, y de allí resulta mayor gravedad de las leieijones que ocasiona;
los movimientos son mucho más limitados y más dolorosos, y á cau-
sa de la destrucción de las serosas y ulceración del cartílago, la an-
quilosis es más completa y los músculos, tanto por falta de movi-
miento, como á causa de la neuritis que la acompaña, sufren una
atrofia más pronunciada. Esta forma se distingue además por la
circunstancia de haber sido precedido muchas veces de un estado
infeccioso catarral, tal como una amigdalitis flegmonosa ó una ble*
norragia ó un estado puerperal. En efecto, el Dr. Charrin, en la
Asociación francesa para el adelanto de las ciencias, en agosto de
18M, presentó un caso de reumatismo crónico deformante que se des-
arrolló durante la convalecencia de una amigdalitis.
Algunos eminentes patólogos, tanto en Alemania como en Ingla-
terra, tales como Remak, Senator, Ord, Sir Oyce Duckworth,6n
oposición con los autores anteriores, teniendo en cuenta el hecho de
la fijeza del reumatismo crónico en las articulaciones invadidas, su
365
carácter aBtónico y su tendencia progresiva, admitieron la existen-
cia de una alteración nutritiva de los centros nerviosos, dando lugar
á lesiones tróficas de las articulaciones, tanto de los tejidos blandos
como sólidos, y á exudaciones plásticas intra y extra-articulares con
todas sus consecuencias.
Bl Dr. G. A. Bannatyne, en su libro Rheumaioid arihriiié (1), ha
hecho serias objeciones á esta teoría, pues las lesiones del sistema
nervioso tienen que ser una de estas tres formas: central, perifé-
rica ó refleja. En el primer caso, es decir, tratándose de una lesión
de los centros nerviosos, ésta no puede ser otra que una alteración
medular, sea de la substancia gris ó de los cuernos posteriores de la
misma substancia; pero hasta ahora no se ha descubierto ninguna
alteración nutritiva sensible de los centros medulares en las autop-
sias practicadas en los hospitales con, este objeto. En el segundo
caso, una lesión de los nervios periféricos no puede ser otra que la
consecuencia de una neuritis. En efecto, ésta se encuentra frecuen-
temente en toda clase de artropatías, y sobre todo en la artritis
deformante, pero en este caso la neuritis es más bien la consecuen-
cia del proceso inflamatorio articular que la causa. Pitres y Vail-
iiard (2) han confirmado la existencia de una neuritis muy pro-
nunciada en varios casos de reumatismo articular crónico, y consi-
deran muy probable que hay una relación entre la neuritis y el
desarrollo de los trastornos tróficos. Por otra parte, Dupley y
Cazin (3) han encontrado igualmente síntomas inflamatorios en los
nervios que animan las articulaciones.
Pero ahora falta por determinar la naturaleza del agente pató-
geno que produce lesiones tróficas tan extensas y tan variadas en
el sistema nervioso periférico.
El Dr. Ord (4) opina que los trastornos tróficos articulares no son
debidos á una lesión central, sino que son producidos por una acción
refleja; el punto de partida, según él, seria algún padecimiento
visceral, y particularmente el aparato genital. Este autor admite
que la irritación de este órgano se refleja sobre los centros nervio-
sos medulares, cuyo impulso irradia á su vez sobre los nervios peri-
féricos de las articulaciones.
Desgraciadamente, esta teoría no se funda ni en una ley fisioló-
(1) Gibert A. Bannatyne: Bhenmatoid artkritis. Londres, 190á, pág. 72.
(2) Pitres 7 VailUard: Bwue dé Médéciné^ núm. 6, 1887.
<6) Dapley y Cazin t Aroh. gónóralea, janyier, 1891.
(4) Ord: Brit. Méd. Journal^ vol. ii, 1884, pág. 268.
366
gica ni en un hecho clínico, pues si bien es verdad que una lesión
de los centros nerviosos puede dar lugar á lesiones tróficas de la»
articulaciones, tales como se encuentran en la tabes, siringomielia,.
etcétera, y que una lesión visceral puede ocasionar por vía reflqa
trastornos funcionales en otro órgano, no existen hechos que de-
muestren que una acción refleja puede engendrar alteraciones tro-
Jleas del sistema nervioso periférico. La etiología neurotróñca del
reumatismo encontraría sólo una explicación lógica, basada en he-
chos clínicos, si se admite al mismo tiempo otro factor auxiliar, tal
como la acción provocadora de una toxina preexistente en el orga-
nismo, la cual constituiría el agente patógeno que influye directa*
mente sobre la nutrición del sistema nervioso periférico; pero tal to-
xina no puede ser de origen parasitario, ó sea infeccioso, por las ra-
zones ya expuestas en las páginas que anteceden, y tiene forzosa-
mente que ser uno de los numerosos productos tóxicos formados en
el intestino del organismo mismo, ó sea una substancia nociva en-
gendrada por insuflciencia de una de las secreciones internas que
constituyen los principios de defensa del organismo. En efecto, en la
reunión general de los médicos suizos, celebrada en mayo de 189S
en Lausanne, el profesor Revillod, de Ginebra, emitió la opinión que
ciertas formas de reumatismo son debidas á las distrofias glandula-
res. En el año 1905, basándose en este mismo criterio, el Dr. Parhon,.
médico del hospital de Bukarest, publicó un artículo en la Preses
Médicale relatando dos casos de reumatismo crónico deformante»
tratados con éxito por el extracto tiroideo, de lo que resulta que la
hipofunción tiroidea puede crear condiciones especiales, propicias
al desarrollo del reumatismo articular crónico ó deformante.
No se puede negar la relación que existe entre esta enfermedad y
la supresión de las funciones de las glándulas genitales, pues sa
aparición frecuente en la mujer en la época de la menopausia es un
hecho indiscutible. Por otra parte, resulta de algunos hechos publi*
cados por Hertoghe y Gautier, que existen relaciones antagonistas
entre los ovarios y el cuerpo tiroideo. Cuando aquéllos dejan de
funcionar ó sus secreciones disminuyen, éste les suple, funcionando
en demasía, y viceversa, sólo ocurre que después que la glándula
tiroidea ha funcionado durante algún tiempo con exceso, su facul-
tad secretoria va disminuyendo gradualmente hasta llegar á la hi-
pofunción. Los experimentos de hipertiroidización de animales»
practicadas por los Dres. Ballet y Enriquez, han puesto este hecho
en evidencia.
367
Mucho tiempo antes que los estudios experiméntales de Brown-
Sequard y las observaciones clínicas demostraran que las glán*
dulas de secreción interna, tales como el cuerpo tiroideo» las glán-
dulas suprarrenales constituyen un sistema de defensa del organis-
mo, M. Bouchard (1), en sus lecciones clínicas sobre las auto-intoxi-
caciones en las enfermedades, estableció, por medio de numerosos
experimentos, que una de las más importantes funciones del hígado
consiste en destruir las numerosas toxinas formadas en el intes-.
tino.
Por consiguiente, cuando por una causa cualquiera ésta glándula
de secreción interna llega á ser incapaz de cumplir debidamente sus
funciones, las toxinas se acumulan en la sarigre y ejercen una ac-
ción tóxica sobre el organismo. En este caso, son los ríñones llama*
dos á venir en auxilio del organismo, eliminando las toxinas por
la orína, y en el caso de que los ríñones se hallen igualmente insufi-
cientes, las toxinas quedan retenidas en la sangre, dando lugar á
trastornos de la nutríción. Por lo tanto, una insuficiencia de la cé-
lula hepática favorece la acumulación de toxinas en la sanare, que
á su vez ejercen una acción nociva sobre los nervios tróficas de las
articulaciones, dando lugar al desarrollo del reumatismo articular
deformante en individuos con predisposición hereditaria, lo queocu-
rre muchas veces durante el período de la menopausia, sobre todo
en las mujeres que se hallan agotadas por padecimientos físicos ó
morales, habitando además pisos bajos, húmedos y mal ventilados.
En corroboración de esta tesis, basta fijarse en los hechos si-
guientes:
1.^ Casi todos los enfermos que padecen de reumatismo articular
deformante, presentan síntomas de insuficiencia hepática: atonía
gastro-intestinal con tendencia al estreñimiento, insuficiencia renal
con alteración de cantidad y de calidad de la orína y su saturación
con sedimentos de uratos. Además, aquéllos arrojan frecuentemen-
te en sus evacuaciones alvinas cantidades considerables de mucosi-
dades, presentando algunas veces todos los síntomas de la colitis
mucomembranácea con hiperestesia rectal.
2.^ Estos enfermos, cuando se hallan sometidos durante algún
tiempo á un régimen lactovegetal, siguiendo al mismo tiempo una
medicación encaminada á restablecer las funciones gastrohepáti-
cas, no tardan en experimentar una mejoría considerable, tanto
(1) BoQokard: Le9on8 sur les anto-intoxications, 1E87,
368
respecto á los dolores como á la tumefacción de las artícuiaciones y
á los movimientos de los miembros.
3.^ La mejoría en el estado general y local de estos enfermos coin-
cide siempre con un aumento de la secreción urinaria y elimina-
ción de fosfato de cal.
Estos hechos indiscutibles autorizan á admitir que el reumatismo
articular crónico es una enfermedad de la nutrición que tiene su ori^
gen en una desviación del organismo de las condiciones biológicas de
la hematosis, debido probablemente á una oxidación incompleta de las
peptonas y aun metabolismo anómalo que engendra las toxinas^ cuya
propiedad fíociva se manifiesta por su acción inhibitoria sobre los ner-
üios tróficos del sistema articular. Mirado bajo este punto de vista,
el reumatismo articular crónico tiene más parentesco con la gota
que con el reumatismo articular agudo, con la diferencia que en la
gota la materia pecante que perturba la nutrición es conocida por
la acumulación de ácido úrico en la sangre, mientras que en el reu-
matismo crónico el exceso de uratos y la falta de fosfatos que se ob-
servan muchas veces en la orina es más bien consecuencia que cau-
sa de la nutrición viciada.
Considerando las circunstancias que acompañan la génesis del
reumatismo articular crónico, las analogías que presentan otras en-
fermedades de la nutrición, las diferencias que existen entre la ma-
nera de su evolución y la de las enfermedades infecciosas, además
su tendencia á recidivas y su marcha progresiva, nos es forzoso de
admitir la doctrina del Hepatismo de Glónard como la más lógica y
la que se ajusta más á los hechos inherentes á la evolución de esta
enfermedad, colocándola en el grupo de enfermedades de la nu«
trición, cuya patogenia es debida á un funcionamiento vicioso de
la célula hepática.
En resumen, la patogenia del reumatismo articular crónico de-
formante está lejos de ser demostrada. Por consiguiente, tenemos
que limitarnos á la enseñanza de los hechos clínicos^ cuyo con-
junto demuestra que existe un concurso de factores, de los cuales
unos predisponen y otros determinan el desarrollo de esta enfer-
medad:
1.^ La constitución individual y ios antecedentes hereditarios reu-
máticos.
2.* Insuficiencia hepática y asimilación defectuosa de las materias
azoadas,
3.^ Los distintos periodos de evolución de la vida genital de la
369
mujer, tales como el embarazo, el puerperio, la lactancia y ia me-
nopausia.
4.® Sobrecansancio físico y moral.
5.® Malas condióiones higiénicas de la habitación, sobre todo el
frío húmedo.
TRATAMIENTO
Dada le obscuridad que reina en el campo de la patología sobre ia
naturaleza y la patogenia del reumatismo articular crónico defor-
mante, el tratamiento, no pudiendo ser uniforme ni ser dirigido
contra una causa patógena determinada, tiene forzosamente que
corresponder al ci^iterío que el médico^ llamado á tratar uno de es-
tos casos, se haya formado de la naturaleza del padecimiento. Char-
cot (1), que habla consagrado muchos años de estudio á esta cuestión
en las salas clínicas de La Salpétríére, considera qué existe una rela-
ción entre esta forma de reumatismo y la diátesis reumática ; y par-
tiendo de este principio, preconizó los alcalinos á altas dosis, pero
asociándolos á la quinina. tHe prescrito muchas veces, dice, de 30 á
40 gramos de bicarbonato de sosa diarios durante muchas semanas
con resultados favorables. Jamás he visto producirse losslntomasde
nuAdíaolución de la sangre^ según la opinión generalmente acredita-
da sobre este particular; al contrario, los enfermos me han parecido
muchas veces tener una tendencia á engordar. Con este tratamiento
se logra, lo menos, procurar gran alivio al enfermo durante las
exacerbaciones del mal».
Laségue y Trousseau, que consideran igualmente el reumatis-
mo articular nodoso como una enfermedad diatósica, preconizan
el empleo de la tintura de yodo frescamente preparada. Dicen haber
obtenido efectos muy ventajosos con este medicamento contra la tu-
mefacción dolorosa de las articulacibnes. Han empezado con 10 go-
tas de la tintura en una cepita de agua azucarada, dos veces al día,
acabado de Qpmer, y han aumentado progresivamente la dosis has-
ta llegar á 5 y 6 gramos por día, sin que los enfermos hayan senti-
do ninguna molestia en el estómago. Pretenden aún haber obser-
vado que la digestión estomacal ha sido más activa. No obstante,
admiten que no todos los enfermos pueden soportar una dosis tan
grande. En efecto, si juzgamos por nuestra propia experiencia, nin-
gún enfermo ha podido llegar á 60 gotas sin quejarse del estómago.
(1) Oharcots Lepons cliniques sur les maladiea dea yieillards. Parla, 1874,
2* édition, p. 246.
370
Trousseau recomienda igualmente» como medida eficaz y calmante,
baños de arena calientes, cuya temperatura debe alcanzar has-
ta 60^. Añade que« para estar seguro del éxito^ hay que prolongar
estos baños, durante una á dos horas, dos veces al día. Además es
necesario mantener la temperatura todo el tiempo al mismo grado.
Autores más modernos recomiendan el yoduro potásico en dosis
progresivas de 1 á 3 gramos diarios. Charcot, entre las numerosas
medicaciones ensayadas contra esta enfermedad tan tenaz, habla
de la tintura amoniacal de guayaco^ que le ha dado en muchos ca-
sos buen resultado. Aunque al principio parecía que los acciden-
tes locales se habían exasperado, poco tiempo después los enfer-
mos notaban un alivio muy grande, y tanto la hinchazón como la
movilidad de las coyunturas experimentaron un cambio favora-
ble. Los médicos ingleses, tales como Bradsley, Fuller y Garrod, lo
mismo que algunos médicos franceses, tales como Beau y Guéneau
de Mussy, pretenden haber empleado con éxito el arsénico contra
el reumatismo articular deformante. Charcot, que ha recurrido
igualmente á esta medicación en numerosos enfermos de La Salpé-
triére, dice que en cierto número de casos obtuvo resultados muy
satisfactorios, mientras que en otros lo^ resultados fueron nulos, y
en algunos casos inveterados el efecto fué contraproducente, pues
los dolores, que habían quedado dormidos, desde algún tiempo, se
han despertado de nuevo, y en algunos otros ha visto, bajo su in-
fluencia, presentarse brotes nuevos.
Aquellos patólogos que consideraban el reumatismo articular
crónico como una enfermedad infecciosa, preconizan con mucho
calor los medicamentos antisépticos, tales como la creosota, el car-
bonato de guayacol, el benzol y sobre todo el salol. Según ellos, es*
tos medicamentos contribuyen á favorecer al mismo tiempo el esta-
do general que local.
En cuanto al tratamiento del estado local, se han empleado toda
clase de revulsivos, las cantáridas, la tintura de yodo, los botones
de fuego, etc., todos con resultado poco satisfactorio, más bien ne-
gativo.
Es muy natural que los médicos, después de haber agotado todos
los recursos del arle de curar, hayan pensado en las aguas terma-
les. En efecto, no hay agua termal desde las llamadas indiferentes
hasta las más hipertermalizadas, tanto salinas como sulfurosas, que
no haya sido ensayada contra el reumatismo articular crónico, pero
generalmente con poco éxito. Fueron, sobre todo, las aguas suifu-
371
rosas que se han señalado como inútiles y muchas veces nocivas*
Las únicas que se distinguen particularmente por su eficacia son
las de La Bourboule y Bourbon Lancy, en Francia; las primeras
son, además de clorurosódicas, arsenicales. |A qué será debida la
acción terapéutica favorable de estas aguas? |Es á su mineraliza-
ción especial, á su alta termalidad, ó á su radio- actividad? El es-
tado actual de la ciencia no permite todavía dar ufna contestación
categórica y satisfactoria sobre la razón de la acción curativa de
las aguas minerales. Lo único que parece racional admitir es que
la acción salutífera de estas aguas en baños se ejerce sobre los
puntos terminales del sistema nervioso cutáneo, despertando las
fuerzas latentes del organismo, y mejorando las condiciones gene-
rales de la nutrición, y las del sistema nervioso en particular. Cier-
tamente esta virtud la posee sólo cierta clase de aguas termales
que la experiencia ha puesto en evidencia. Hay que esperar que el
progreso de las ciencias fisicoquímicas dará en un tiempo no muy
lejano la razón científica de este hecho.
De lo que precede, resulta que no existe un medicamento de acción
específica contra el reumatismo articular crónico progresivo, y sólo
el conjunto de medidas higiénicas y dietéticas y una medicación
apropiada, teniendo por objeto de mejorar la circulación y las con-
diciones generales de la nutrición, son capaces de atenuar ó de im-
pedir la marcha progresiva de la enfermedad. Garrod preconiza
mucho las preparaciones ferruginosas y el aceite de hígado de ba-
calao. Desgraciadamente, la experiencia ha demostrado que estos
enfermos, condenados á la inmovilidad, no pudiendo disfrutar del
aire libre, sobre todo en el invierno, padecen muchas veces de ina-
petencia y sus órganos digestivos no tienen aptitud para digerir y
asimilar una gran cantidad de alimentos y mucho menos aceite de
hígado de bacalao y los preparados ferruginosos.
Hay una medicación externa, la cual bien aplicada, ha dado re-
sultados muy satisfactorios, tanto respecto á las condiciones gene-
rales de la nutrición como al estado local de las articulaciones: es
la electroterapia. El primero que llamó la atención sobre el empleo
de las corrientes continuas contra las artropatlas, fué Remak en
, 1860, en su notable obra sobre la Galvanoterapia. Después fué el
Dr. Chéron, quien publicó en la Gazzete des fíópitaux^ en 1869, una
serie de observaciones de casos de reumatismo crónico tratados por
372
corrientes contipuas con un éxito sorprendente. Poeteriormente ú.
esta fecha, la electroterapia foé ensayada con buenos resaltados en
un gran número de casos por los médicos de los distintos países,
aunque no se puede negar que hay casos que son rebeldes á todo
tratamieoto, y también á la electricidad, sobre todo cuando las le-
siones son muy antiguas y profundas.
Hemos tenido ocasión de emplear en unos diez caaos la galvanote-
rapia y siempre con buen éxito durante los primeros dos años, pero
á medida que la enfermedad iba progresando desde los tejidos ex-
temos hacia los internos, es decir, extendiéndose desde el periostio,
los ligamentos y los cartílagos hasta la sinovia, la electroterapia
ejercía un efecto más favorable sobre el estado general que sobre
el estado local, y eso se explica fácilmente; pues en caso de sinovi-
tis crónica, con ulceración de los cartílagos, es necesario aplicar
corrientes fuertes de 20 hasta 30 milliamperes para que modifiquen
la nutrición de los tejidos profundos, y generalmente estos enfermos
presentan una sensibilidad cutánea muy grande que impide la apU-
cación de corrientes tan fuertes, aunque interponiendo capas muy
gruesas de algodón en rama. De todos modos, hay que reconocer
que si bien es unánime la opinión en favor de las corrientes galvá-
nicas en el reumatismo articular crónico, para que el resultado ob-
tenido con ellas sea duradero, es necesario que su aplicación se pro»
lODgue durante muchos meses, hasta un año, tres veces por semana,,
con intervalo de quince días cada dos meses, y hay pocos enfermos
que se someten á un tratamiento tan largo.
En estos últimos tiempos, se ha puesto en boga otro procedimíen*
to terapéutico extemo, el cual, habiendo sido empleado por médicos
de gran autoridad en Alemania y en Inglaterra, ha dado resultados
muy satisfactorios: es el tratamiento local por el aire caliente, es
decir, calentado á 110 grados y aplicado exclusivamente á la parte
enferma por medio de un aparato ad hoc. Este tratamiento fué pues-
to en práctica por primera vez por el profesor Bier, de Bonn, quien
se ha hecho tan célebre por sus curaciones rápidas de artritis tuber-
culosa por medio de la hiperemia venosa artificial.
De tiempo inmemorial se conoció la aplicación del calor como
medio curativo de tejidos y órganos enfermos y dolorosos, y algunos
balnearios alemanes, tales como Carisbad, Marienbad y Franzens*
bad, se distinguen por la aplicación de un fango especial calenta-
do á alta temperatura. Se ha atribuido generalmente su acción tera>
péutica á la dilatación de los capilares de los tegumentos externos.
373
que 86 manifíesta por la rubicundez de la piel, facilitando asi la cir-
culación en la superficie y descongestionando de este modo los teji-
dos profundos enfermos. En una palabra^se ha considerado la acción
del calor como un medio revulsivo, obrando como estimulante de los
nervios cutáneos vasomotores ; pero los numerosos experimentos
hechos por Bier, tanto en animales como en hombres, han puerto en
evidencia que lejos de descongestionar los tejidos internos, el aire
caliente los pone en estado de hiperemia, pero no una hiperemia
pasiva, sino arterial, con aceleración de la circulación. Donde este
fenómeno salta más á la vista, es con el aire calentado de 100 á 114®.
A primera vista parece increíble que una parte del cuerpo humano
pueda ser sometido á tan alta temperatura sin sufrir una alteración
nutritiva; sin embargo, no deja de ser un hecho puesto en eviden-
,cia en innumerables casos. Esto tiene su explicación en que la cir-
culación rápida de la sangre, á través de los capilares, sirve de me-
dio refrigerante y protectivo contra la quemazón. Además, los capi-
lares dilatados por el calor, al mismo tiempo que facilitan el paso
de una cantidad mayor de sangre arterial en un tiempo dado, favo-
recen la traspiración, asi como la evaporación por la piel. Asi se
explica que la piel tolere un aire seco calentado á 114® sin perjuicio
y sin sensación desagradable durante una hora y más, mientras que
no puede sufrir una temperatura de 50® de calor húmedo sin sentir
la impresión de la quemazón y los efectos de una verdadera infla-
mación. Basados en este principio, los Dres. Bier (1), Mendelsohn (2),
Krause (3) y Schreiber (4), en Alemania, Walsh (5) y Tallerman, en
Inglaterra, fian empleado con éxito en numerosos casos de reuma-
tismo articular crónico el aire sobrecalentado por medio de apara-
tos construidos ad hoc. Entre éstos hay algunos muy ingeniosos, más
ó menos complicados, sirviéndose como fuente de calor, unos del
gas, otros del alcohol y otros de la electricidad; el aparato más sen-
cillo es el del Dr. Bier, pero todos están provistos de termómetro y
(1) Bier ! Die Behandlung des chronischen Gelenkrhenmatismns darch
Heisslaftapparate. Münch med. W. 1896.
(2) MendeUohn : üebei die therapentische Verwendnng sehr hober Tem-
perataren Verh. d. 16. Kongreeses für innere Med., 1096.
(8) Krause I Erfahrangen über therapeutisohe Verwendag tLberhitzter
Luft. Yerh. d. deutschen Gessellsohaft für Ghirnrgie, 1899, 18 Kongres II.
8.280.
(4) Schreiber: über Heissluftapparate and Heisslaftbehandlang, Zeitsoh-
rift f&r di&tetisohe. a. physikalisohe Therapie Y Band, 2 Heft.
(5) Walsh I Hot air treatment of eosematoos goaty, rheamatio and other
affections. TAt Limett^ 1900. 8. 481.
374
de UD mecanismo qae facilita la circulación igual del aire dentro
del espacio del cajón, que previene el peligro de quemar la piel y
que absorbe el sudor del miembro encerrado en el cajón.
Todos los, que han utilizado los aparatos de aire caliente son ua&
nimes en que éste ejerce una acción muy favorable en numerosas
formas de artritis crónica, tanto contra la hidrartrosis, como contra
la rigidez de los miembros y de las articulaciones, particularpiente
en los casos que son de origen traumático. El Dr. Bier pretende que
ha conseguido iguales resultados favorables contra el renmaUsmo
crónico poliarticular deformante. Añade que le bastaba muchas ve-
ces sometec una articulación sola al procedimiento del aire caliente
para obtener simultáneamente una mejoría en las otras. Además^
reconoce que no es conveniente para ciertos enfermos someter va-
rías articulaciones en el mismo dia á este tratamiento, por ser de-
bilitante para aquellos que han perdido mucha fuerza á causa de la
duración larga de la enfermedad y de la inmovilidad forzosa que
les impide respirar al aire libre. Por el mismo motivo recomienda
para los enfermos debilitados con preferencia la aplicación de la
hiperemia venosa por medio de compresión con una venda dé goma
ó aparato de aspiración, la cual, aunque sus efectos curativos tarden
mucho más en manifestarse que por el procedimiento del aire ca-
liente, no ejerce ninguna acción debilitante sobre el enfermo, sien-
do su acción más local que general.
Bn resumen, de lo que precede resulta que la naturaleza y la pa-
togenia del reumatismo crónico descrito por los autores del si-
glo XVIII, bajo el nombre de reumatismo gotoso, y por los del si-
glo X4X, bajo el nombre de reumatismo nodoso ó deformante, cons-
tituyen un problema muy complejo cuya solución deflnitiva está re-
servada á los médicos del siglo xx. La única cosa en que todos están
de acuerdo es que es una enfermedad distrófica que afecta sobre
todo los sujetos debilitados y con predisposición hereditaria á la diá-
tesis úrica ó reumática, bien que presente desemejanzas muy pro-
nunciadas con la gota y el reumatismo. Guéneau de Mussy la ha
calificado, con mucha razón, de metis patológica, á cuya produc-
ción concurren varios factores que son elementos morbosos consti-
tucionales. Según él, son las constituciones mórbidas individuales
que hacen variar sus formas, presentando una modalidad constitu-
cional distinta, según los antecedentes de los individuos. Asi se ven
375
jóvenes de padres linfáticos debilitados, ya por enfermedades ante-
riores, ya por excesos, ya por privaciones, emociones, contraer el
reumatismo crónico deformante bajo una forma completamente dis-
tinta de aquella que se encuentra en los sujetos descendientes de
familias gotosas, agotados igualmente por causas patógenas diver-
sas. Mientras que en aquéllos la artritis se localiza más en los teji-
dos óseos y en la sinovia, tomando muchas veces un carácter fun-
goso, en éstos se limita más á las partes externas y blandas de la
articulación. Reviste igualmente una forma distinta en el enfermo
que desciende de padres de los cuales uno padece de la diátesis go-
tosa y el otro está tachado de linf antismo ; en este caso se ve con
frecuencia que el reumatismo articular está acompañado, en unos,
de bronquitis y de una alteración profunda de la nutVición general
del individuo y que suele terminar por la tuberculosis pulmonar, y
en otros, las articulaciones sufren un proceso hiperplásico lento y
progresivo, dando lugar á dolores muy intensos, terminando por una
deformación completa, muchas veces irreparable. En cambio, el reu-
matismo articular crónico en las personas avanzadas de edad se dis-
tingue por su localización mono-articular y por ausencia de derrame
sinovial, y de ahí su nombre de artritis seca senil, que se caracteriza
por crujidos muy dolorosos en los movimientos articulares. Esta for-
ma de artritis conduce algunas veces á la destrucción completa de
los cartílagos con eburnificación de las superficies óseas y á la for*
mación de estalactitas óseas y de osteides alrededor ó en el interior
de la cavidad articular.
En cuanto á la marcha de esta enfermedad, aunque alguna vez
se presente después de un largo intervalo en un individuo que ha
sufrido un ataque de reumatismo articular agudo, generalmente re-
viste la forma crónica desde la primera vez de su aparición, pues se
halla constituido por una cadena larga de accesos que se presentan
en intervalos más ó menos largos, acompañados de reacciones fe-
briles ligeras, localizándose al principio en articulaciones pequeñas
y extendiéndose, á medida que progresa, á las articulaciones mayo-
res, sobre todo á los codos y á las rodillas.
Aunque el acuerdo no existe aún entre los patólogos respecto al
parentesco entre esta enfermedad y el reumatismo articular agudo,
todos están conformes en que se halla constituido por un proceso
inflamatorio lento y progresivo, subordinado á una predisposición
constitucional propicia al agotamiento de la inervación del sistema
articular, y conduciendo progresivamente^á una alteración de los
376
nervios tróficos que animan los tejidos fibrosos y serosos de todo el
aparato articular.
Tocante al tratamiento de esta enfermedad que se caracteriza
por su marcha lenta y progresiva, según el estado actual de la cien-
cia y los conocimientos adquiridos por las observaciones clínicas,
no es posible establecer una medicación uniforme para todos los
casos; pues el carácter de esta enfermedad varia según la constitu-
ción individual y los antecedentes de los enfermos. No obstante,
aunque no exista un remedio ó una medicación especifica contra la
enfermedad misma, la experiencia que hemos adquirido sobre esta
enfermedad en el transcurso de los últimos treinta años, nos permi-
te de fijar algunas indicaciones precisas que hay que llenar para
modificar el terreno en que ha nacido. Estas indicaciones responden
á dos estados patológicos precisos siempre presentes en el reumatis-
mo articular crónico progresivo, que son: 1.^, la insuficiencia hepá*
tica asociada á un aflojamiento de la circulación en la red de la
vena porta, dando lugar á una alteración del metabolismo celular;
2.^ la debilidad del sistema nervioso en general y especialmente la
de la inervación del aparato articular. Partiendo de esta base, so-
metemos el enfermo á un régimen alimenticio lactovegetal y á la
acción alterante de las sales neutras ó mejor de las sales de Caris-
badt, durante quince á veinte días, hasta haber conseguido de me-
jorar las funciones digestivas al mismo tiempo que una diuresis
abundante. Una vez logrado este objeto, procuramos tonificar el
sistema nervioso por medio de preparaciones fosfatadas y de ar-
seniatos, alternando alguna vez con preparaciones de yodo ó de
yoduros en el caso de que el estómago los tolere.
Al mismo tiempo, recurrimos á la aplicación de las corrientes gal*
vánicas, tanto de la columna vertebral como de las articulaciones
mismas, y cuando liega la estación del verano, la aprovechamos
para enviar los enfermos á las aguas termales de La Bourboule.
Entre los ocho enfermos que hemos tenido la ocasión de tratar du-
rante los últimos años, hay dos que merecen fijar la atención.
Primereado.— :Sra. D.^ P..., veinticinco años de edad, tempera-
mento linfático, ha disfrutado siempre de buena salud, no ha su-
frido jamás de enfermedad grave, excepto una fiebre tifoidea á los
ocho años de edad y algunas fiebres eruptivas propias de la in-
fancia. Se casó á la edad de veintitrés años, quedó en cinta seis ma-
ses después; vomitó con frecuencia durante los primeros tres fue-
ses del embarazo, después mejoró gradualmente recobrando el ape-
377
tito. No obstante, á causa de los grandes calores propios al Medio-
día de España, donde habitaba, prefería ocupar el piso bajo por
ser más fresco, pero también era más húmedo. Al llegar al mes de
septiembre, contrajo un reumatismo articular acompañado de ac-
cesos febriles ligeros que no tardaron en desaparecer; su apeti-
to mejoró también. Su embarazo llegó á término en condiciones
completamente normales. Pero, poco tiempo después del parto, se
encontró bastante endeble á consecuencia de pérdidas sanguíneas
prolongadas durante el puerperio, y volvió á quejarse de dolores
agudos en las articulaciones de los codos y de las muñecas, que
fueron seguidas de hinchazón articular y de rigidez muscular. Este
estado se prolongó algunos meses, cuando la enferma fué enviada
á las aguas sulfurosas de Archena. pero volvió ásu casa en el mis-
mo estado de sufrimiento y tan endeble como antes. Fué el mes de
marzo del año siguiente cuando vimos por la primera vez la enfer-
ma. El estado en que la encontramos era el siguiente: sujeto linfa"
tico, temperamento bilioso, de aspecto cloro-anémico, hígado con-
gestionado, orinas escasas, saturadas de uratos, corazón normal,
atonía gastro-intestinal con tendencia al estreñimiento, menstrua-
ción irregular. Además, las articulaciones de los codos y de las
muñecas tumefactas y muy dolorosas y las articulaciones tibiofe-
morales igualmente hinchadas y muy sensibles al tacto. Dos perso-
nas eran necesarias para hacer cambiar de posición á la enferma
en su cama.
El tratamiento que hemos adoptado consistió, primero, en mejorar
las funciones digestivas y en levantar las fuerzas orgánicas. Des-
pués de haber conseguido éste fin, aplicamos corrientes galvánicas
en la columna vertebral y en las articulaciones enfermas. Después
de tres meses de tratamiento, las hinchazones de las articulaciones,
así como los dolores, habían desaparecido; sólo los ligamentos han
quedado en estado de relajamiento, de modo que la enferma se en-
contró con aptitud de andar, pero sus movimientos no eran comple-
tamente libres, andaba como los patos. Al llegar el verano, fué á un
puerto de mar, donde tomó baños de mar calientes, que contribuye-
ron mucho á mejorar su estado general y local, al punto que se halló
dispuesta de ocuparse de los asuntos de su casa sin resentirse en
nada de su padecimiento anterior. No obstante, al invierno siguien-
te, habiendo sido muy lluvioso, la enferma no pudo disfrutar de aire
libre, y en consecuencia empezó á resentirse de dolores articulares
que fueron seguidos de nuevos brotes inflamatorios que la obligaron
99
378
á guardar cama algdn tiempo y qaedar clavada en un sillón darán-
te el resto del invierno. Afortunadamente, gracias á un tratamiento
enérgico, la enferma volvió á restablecerse y encontrarse con apti-
tud de salir á la calle; pero el resultado no fué tan brillante como el
año anterior, pues los movimientos no eran completamente libres
para poder quedarse largo tiempo de pié ó hacer paseos largos. Al
llegar el verano, por temor que el invierno empeore su situación, la
aconsejamos una cura termal en La Bourboule. A causa de circuns-
tancias particulares, la enferma no pudo ponerse en camino antee
de fines de agosto, y llegó á La Bourboule los primeros días de sep-
tiembre, encontrando un tiempo muy lluvioso y frío. No obstante,
pudo seguir la cura completa todo el mes. Regresó á su casa en oc-
tubre. Cuando hemos vuelto á verla, la enferma pretendía no haber
conseguido grandes ventajas. Fué sólo á fin de octubre cuando se
empezó á acentuar una mejoría muy sensible, que siguió progresan-
do, al punto que á mitad de noviembre la enferma sintió un bienes-
tar tan grande que se creyó completamente curada. En efecto» al
reconocerla hemos podido confirmar que las hinchazones articula-
res habían completamente desaparecido, y que los movimientos de
sus miembros habían recobrado casi toda su integridad funcional.
La historia clínica de esta enferma es muy interesante, tanto bajo
el punto de vista de la evolución del reumatismo articular crónico
como bajo el de su tratamiento.
En primer lugar, se trata de una mujer todavía joven que habla
gozado antes de buena salud. El único antecedente en su familia es
que un hermano suyo murió de una enfermedad del hígado, y otra
hermana de la enfermedad de Bright. La causa predisponente en ella
era únicamente un embarazo acompañado de tres meses de vómitos
y la causa determinante de haber dormido en un cuarto húmedo en
el piso bajo. No obstante, á medida que se mejoraron sus funciones
digestivas, durante los meses del embarazo, mejoró también de su
reumatismo. Este ha vuelto á aparecer algunas semanas después
del parto, á consecuencia de las pérdidas sanguíneas y loquiales
abundantes que debilitaron la resistencia vital de la enferma.
En segundo lugar, la falta de acción terapéutica de las aguas ter-
males sulfurosas contra el reumatismo articular crónico es demos-
trado por la ineficacia de las aguas de Archena en este caeo,
puesto que su eficacia está demostrada en las formas crónicas del
reumatismo articular agudo.
En tercer lugar, el éxito del tratamiento, encaminado á mejorar
379
las condiciones generales de la nutrición y de estimular los nervios
tróficos de las articulaciones por medio de la electricidad, demues-
tra que la debilitación del organismo y la disminución de la resis-
tencia vital del individuo constituyen la verdadera causa predispo*
nente del reumatismo articular crónico, y que la humedad de la
habitación obra sólo como agente provocador.
En cuarto lugar, el hecho de la curación completa de todas las
manifestaciones articulares, que se manifestó un mes después de la
cura termal en las aguas de La Bourboule, es una demostración elo-
cuente en favor de la eficacia de estas aguas termales contra el
reumatismo articular crónico, en el sentido que modifican las con-
diciones generales de la nutrición, al mismo tiempo que neutralizan
la causa patógena de esta enfermedad.
Segundo caso. — Señora R , de cincuenta y seis años de edad,
ha disfrutado siempre de buena salud y ha llevado una vida muy
activa hasta la edad de cincuenta años, época de la menopausia,
•cuando empezó á sufrir de las primeras manifestaciones de reuma-
tismo articular en los hombros, codos y muñecas, que fueron inva-
<iido8 sucesivamente, sin haber sido jamás acompañadas de accesos
febriles fuertes. No obstante, cada ataque, aunque haya sido de
üoriB, duración, dejaba á la enferma siempre con una torpeza mayor
^e los miembros. El tratamiento que había seguido, lo mismo que
ias aguas termales distintas á que habla recurrido durante el ve- '
rano, no hicieron más que mitigar sus dolencias, sin haber impedido
nuevos brotes durante el otoño, lo que la ha decidido á ensayar los
baños de fango de Dax ; pero, desgraciadamente, éstos, lejos de pro-
curar algún beneficio á la enferma, han provocado nuevos brotes en
las extremidades inferiores. Se le hincharon las rodillas, y las vér-
tebras cervicales han quedado muy doloridas á cada movimiento,
al punto que la enferma perdió no sólo el apetito, pero también el
sueño se interrumpió con mucha frecuencia á causa de los dolores
que sentía á cada cambio de posición, lo que dio por resultado un
sacudimiento muy grande de todo el sistema nervioso, dando lugar
á accesos neurálgicos faciales y occipitales, que fueron acompaña-
dos de movimientos febriles vespertinos. Tal era la situación de la
enferma cuando la visitamos por primera vez, en enero de 1904. En
el reconocimiento que hicimos encontramos el hígado muy con-
gestionado y muy sensible al tacto; además, la función renal era
insuficiente, la cantidad de orina secretada en veinticuatro horas
alcanzaba apenas 700 gramos, contenía además copiosos precipita-
380
dos de aratoB al enfriarse. La enferma presentaba también tenden*
cia á un estreñimiento tenaz, y en cada defecación arrojaba canti-
dades considerables de mxicosidadefl, cuya expulsión producía un
espasmo muy doloroso en el recto.
El tratamiento que hemos adoptado en este caso consistía en so-
meter la paciente á un régimen lácteo durante diez días, haciéndole
tomar al mismo tiempo todas las mañanas dos cucharaditas de
sales de Carlsbad. Después de haberse normalizado las funcione»
intestinales y renales, la hemos sometido á ur régimen alimen-
ticio toníñcante y á una medicación de fosfatos asociados al arse-
niato de sosa. Al mismo tiempo le hemos aplicado corrientes eléc*
tricas.
Este tratamiento dio por resultado que la enferma ha adquirida
mayor libertad en sus movimientos, al punto de poder hacer pa-
seos cortos al aire libre. El verano siguiente fué á las termas de La
Bourboule, donde siguió un tratamiento termal durante tres sema-
nas. A su regreso á Madrid se encontraba tan aliviada, que el mes
de noviembre pudo hacer un viaje á París por asuntos que exigie-
ron un gasto considerable de fuerzas físicas. No obstante, no se re-
sintió de sus dolencias antiguas, y pasó el invierno bastante bien, á.
pesar de los cambios de temperatura y de lluvias copiosas de la pri-
mavera, y durante el verano ha vuelto á las termas de La Bour-
boule, que produjeron igualmente un resultado muy satisfactorio.
Desgraciadamente, la enferma, á su regreso á su casa, fué acome-
tida de un acceso gripal muy fuerte, cuya prolongación la debilit6
bastante, y en su consecuencia se recrudeció el antiguo padeci-
miento, produciéndose nuevos brotes en las articulaciones tibio-
femorales, dando lugar á exudaciones sinoviales de consideración.
Al mismo tiempo fué invadida por distintas neuralgias; primero
una ciática doble en ambas piernas, y al mitigarse ésta, por una
neuralgia intercostal derecha acompañada de una zona, que le pro-
dujeron molestias grandes durante tres meses de invierno. Al llegar
la primavera, su estado había mejorado suficientemente para poder
trasladarse en julio á las aguas de La Bourboule; pero esta vez, sea
por el cansancio del viaje, ó sea 4>or otro motivo, al llegar á la ea*
tación balnearia sufrió un gran recrudecimiento en las articula*
clones tibiofem orales, que había empeorado todavía con los prime-
ros baños.
La enferma, aterrorizada de hallarse en tal estado fueradesu casa»
se decidió de suspender el tratamiento y volver á España para rea-
381
oirse con su familia. Pasó.prímeramente una temporada á las ori-
llas del mar^ y regresó á primeros de septiembre á su casa, en un es*
tado peor del que se fué, pues no sólo las articulaciones tibiofemo-
rales, sino también las coxofemorales fueron igualmente afectadas.
Además, poco tiempo después sufrió un cólico hepático muy inten-
so, debido á una congestión del hígado con obstrucción de las vías
biliares.
La medicación empleada con objeto de combatir la afección hepá-
tica ejerció una acción muy favorable sobre las artropatias, ha-
biendo desaparecido por completo los síntomas inflamatorios de las
articulaciones coxofemorales, y disminuido considerablemente la
•exudación sinovial en las tibiofemorales, al punto de que cualquier
movimiento de los miembros producía crujidos bastante dolorosos
•cuando la enferma se ponía de pié, es decir, revistió el carácter de
la artritis seca. En cuanto al estado general, ha mejorado conside-
rablemente, pues duerme bastante bien, sin molestias, come con más
apetito y digiere bastante bien lo que come, y hay que esperar que
•cuando sus fuerzas digestivas permitan someterla á un tratamiento
toniñcante, mejorará también el estado local, para lo cual nos pro-
ponemos recurrir á la cura del aire calentado á 114^.
Este caso diflere completamente del primero, pues se trata de una
señora que ha llegado á la edad de la menopausia, sin que hubiera
«ufrido antes ninguna manifestación reumática. Aunque había vi-
vido en condiciones muy favorables de bienestar, por causa de
exigencias profesionales se ha visto obligada de habitar un piso bajo,
el cual, sin estar húmedo, era mal ventilado. Bastaba el sobrecan-
«ancio del oñcio para que la supresión de la función menstrual
haya provocado los primeros accesos de reumatismo crónico de-
formante.
Se distingue además en que la exacerbación del estado local ha
«ido acompañado, en las distintas etapas de su evolución, de con-
gestiones hepáticas muy pronunciadas, manifestándose por cólicos
intensos seguidos de orinas escasas, concentradas y de color aza-
franado, y que la mejoría de las artropatías ha coincidido igualmen*
te con la desaparición de la ínsuflciencia hepática y renal.
Encierra también otra enseñanza, y es que, mientras los brotes
de los primeros años eran debidos á un origen endógeno, ó sea dia-
tésico, obedecieron al tratamiento termal y electrogalvánico, pero
cuando se asoció á la causa patógena primitiva otra secundaria
«xógena, es decir, un agente infeccioso de fuera, tal como la gripe.
382
la acción terapéutica de la electricidad y de las aguas termalfss
quedaron sin efecto, lo que llegaría á confirmar el criterio del doc-
tor Fierre Maríe, que distingue dos causas patógenas en el reuma-
tismo crónico, la una diatésica y. la otra infecciosa.
BIBLIOGRAFÍA
POB Mí
DOCTOR DON JERÓNIMO PÉREZ ORTIZ
M éáleo d«l Cacrpo de SaaUlad «UiUr. Madrid.
EvBSOL. Tesis presentada & la Facultad de Medicina y Farmacia de Lyon^
por el Dr. Loáis Loqnin. Lyon, 190S.
La aplicación subcutánea del mercurio fué ensayada por primera,
vez por Hebra, pero en realidad no se introdujo en la práctica cb-
rriente hasta después de las publicaciones de Scarenzio, de Pavía
(1864) y Lewin^ de Berlín (1867). El número de combinaciones mer-
curiales que se han recomendado para las inyecciones hipodérmi-
cas es muy considerable, tanto de los preparados de sales solubles»
como las insolubles, y desde ia antigua fórmula de Lang (aceite gris»
1886) y la de Lewin (bicloruro), la química moderna está realizando
cada vez más progresos en el estudio y experimentación de nuevo»
preparados farmacéuticos, entre ellos el que ha sido últimamente
estudiado y objeto de una tesis del Dr. Loquín, antiguo interno del
Hospital General de Dijon, que le bautiza con el nombre de enesot
(de tvEaic, inyección). El enesol es un compuesto mercurial inyecta»
ble, obtenido tratando el salícilato básico de mercurio en suspensión
en el alcohol por el ácido methylarsínico y que resulta un salicylar»
sinato de mercurio. La eliminación de esta sal se efectúa por la
orina, empezando su eliminación dos horas después de la inyección
y continuando durante las treinta y seis á sesenta y cuatro horas
siguientes. Aun administrado á dosis algo elevadas, no produce nin-
guna alteración renal. Las inyecciones son intramusculares, bien
en el punto indicado por Smirnoff (foseta retrotocanteriana), ó en
las masas musculares de la región lumbar. De una manera general,
dice el autor de la tesis, estas inyecciones (después de haberlas prac-
ticado) no hemos observado que sean dolorosas, y hechas en condi-
clones de asepsia, no hay inflamación cutánea ni formación de abe-
383
cesos, el enfermo siente algunas veces un ligero nodulo debajo de la
piel que desaparece durante tres días, bien espontáneamente» bien
haciendo uso de compresas calientes. Desde el punto de vista de to-
lerancia del organismo, no sólo el Or. Loquin, sino Bretón, Golds-
tein y Coignet, han observado rara vez la gingivitis j nunca los
trastornos gastro intestinales.
La dosis por inyección pu^de variar de 0^,03 á 0^,06. La dosis co-
rriente es de Or'fOS por cent. cúb. Del estudio clínico y terapéutico
del enesol, basándose el autor en 40 observaciones clínicas, persona-
les unas, y otras recogidas, la mayor parte en el servicio del doctor
Bretón, y el resto por comunicaciones directas hechas por Prunae
(Montpellier), Gailleton, Habrieh, Tremontani (Milán), Lannois
(Lyon), Bloch (Berlín) y Goldstein, puede decirse que la acción del
enesol es constante en los efectos curativos de la síñlis, inyectando
cada cinco días 0^,06 de la expresada sal mercurial, tanto en los ac-
cidentes primarios como en los terciarios. El enesol, sin embargo,
parece que tiene una acción electiva sobre los elementos nerviosos,
modificando los accidentes cerebrales de origen sifilítico, la tabes,
la parálisis general, tanto por su acción especifica como tónica, por
la asociación del arsénico con el mercurio; por otro lado, el no pro-
ducir dolor las inyecciones, es un buen preparado, según Tremon-
tani, en la clínica infantil y constituye un medicamento de primer
orden en pediatría.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
80CIBDAD GINEOOLÓOICA ESPAÑOLA
SéHón cieiUifiea celebrada él día 23 de Mayo de 190$ (1).
Un cato de fístula vetieovaglnal.— El Dr. Castillo: Se trata de una en-
ferma que hace catorce años faé operada por el Dr. Latorre, y con éxito,
de una fístula yesicoTaginal, y hace unos enantes meses ha dado á luz
naevamente y ha sufrido otra fistala. La yagina es infnndibuliforme, no
(t) El aeta de esta sesión se publica con retraso por ser la ultima celebrada por la So-
ciedad antes de las vacaciones de verano y ser precisa su aprobación en la primera cele-
brada en el mes de noviembre del afto corriente.
384
se encontraba el útero ni se vela la fístula. Ante estos inconrenientes Un
grandes para la satura, practicó la colpocleisis.
A las cuarenta y ocho horas de operada, la vejiga sufrió una irritación
tan grande, á pesar de cuidadosos lavados y de haber dejado una sonda de
Petser, que la enferma toItíó á orinar por la vagina; ante esta situación,
opina el disertante que debe practicársele un meato hipogástrico.
El Dr. Garda Arias pide detalles que se refieran á la situación y rela-
ciones con el útero.
El Dr. Castillo dice que la vagina era un cono, cuyo vértice corresponde
atrás, sus dimensiones eran de 2 á 8 centímetros, que detrás del cono se
encontraba la matriz pequefia, y supone que aun detrás del vórtice habla
algo de vagina. Se trata, pues, de un caso de vagina cónica, y no le cree
muy á propósito para hacer incisiones.
El Dr. García Arias critica la operación y sostiene que con una vagina
de esas dimensiones, debió desbridarse y procurar poner al descubierto el
útero y aun separar la vejiga sin tener miedo al tejido retráctil, pues él ha
operado en pleno tejido retráctil y ha practicado suturas con buen éxito.
El Dr. Castillo dice que las ideas expuestas demuestran su opinión de
hace algún tiempo. Dice que ha practicado la colpocleisis, aunque üo es
muy partidario de ella, por creer que no se pudiera hacer otra coea mejor.
El Dr. Sánchez dice que el caso de colpocleisis presentado por el Dr. Cas-
tillo, demuestra lo que hace tiempo dijo el Dr. Abascal, y es que esta ope-
ración debe reservarse para aquellos casos en que por falta de pared vagi-
nal anterior y hasta de uretra no son susceptibles de otras operaciones de
más éxito, pues la colpocleisis, aun saliendo bien, es un desdoro para la
ginecología, porque coloca á la mujer en condiciones sociales detestables,
y además no debe hacerse sin el permiso del esposo y de la enferma, y ex*
ponerles claramente que su vida genésica queda anulada. £1 Dr. Abascal
tuvo una enferma que á los cuatro años de hecha con éxito la colpocleisis,
volvió con su marido á que la reabrieran el conducto vaginal.
El caso del Dr. Castillo tenía vagina, y él mismo ha podido hacer otra
cosa mejor en beneficio de la enferma, antes que la colpocleisis, que nata*
raímente no ha unido, porque detrás de la uretra quedaba un gran reman-
so de orina que se ha abierto paso.
Nueve méteile de sutura en las fístulas vesieevaginales.^El Dr. Garda
Arias dice que aprovecha el momento de que se habla de flsculas vesieo-
Vaginales para exponer un método de sutura que emplea desde hace al-
gún tiempo, y hasta la fecha, con resultados tan satisfactorios, que acon-
seja su empleo.
Consiste el primer tiempo en hacer el desdoblamiento por el método de
Ricard y Quenu; en el segundo hace una sutura entrecortada, con hilo de
plata, de la mucosa vesical de idéntica manera que la practica Jonnesoo
en el vientre, retorciendo los hilos á cinco ó seis centimetroe por encima
del corte dado para verificar el desdoblamiento de ambas mucosas, y en el
tercer tiempo hace sutura continua con seda de la herida correspondiente
de la vagina.
385
PERIÓDICOS
MoDodt detonidt sn el sséftgo. — El Dr. A. G. Tapia publica en El Siglo
Médico el caso presente, que hace el número 5 de sus obseryaciones de
caer pos extraños del esófago en las cuales ha teuido ocasión de emplear la
esofagoecopia directa, y le da ocasión para hacer algunas consideraciones
á propósito de la técDÍca especial j de la conducta más adecuada que se
debe seguir en la extracción de los cuerpos extraños por medio del esofa-
goecopio.
N. N., de dos afios y medio. El dia 14 de judío tragó una moneda de
•cinco céntimos que tenia jugando en la boca; en los primeros momentos le
produjo difíóttltad respiratoria, que pasó rápidamente; pero desde enton-
ces no pudo ingerir otra cosa que líquidos, y aun asi la deglución era do-
lorosa.
Una radiografía demostró la existencia del cuerpo extraño en el esófago,
á la entrada de la abertura torácica, y por el radiograma se Teía claramen-
te la situación de la moneda.
Hallábase ésta detenida, como ocurre generalmente, en el origen del
segmento torácico del esófago. En este caso ocultaba la última vértebra
cerTical, la primera dorsal y el principio de la segunda.
Al día siguiente se llevó á cabo la extracción. Se cloroformizó el enfer-
mo y se colocó en decúbito supino y la cabeza colgando fuera de la mesa.
Introducción de un tubo de 20 centímetros de largo por 9 milímetros de
diámetro, armado con su correspondiente mandrín.
Al llegar al cartílago cricoide alejó el mandrín, continuando la intro-
ducción bajo la dirección de la vista; en el sitio donde la moneda radicaba,
á unos 15 centímetros de la linea dentaria superior, el esofagoscopio se
detuvo; entonces pudo veria moneda en medio de un campo constituido
de este modo: por delante y por los lados, por una elevación tumefacta de
la pared del esófago, de color rojo intenso, inflamada; por detrás, por un
pliegue más pálido que octiltaba el borde superior de la moneda ; de ésta
sólo se veía una faja transversal de su parte media. Indudablemente, en-
tre el tercio superior de la moneda y el extremo del esofagoscopio, habíase
pellizcado un pliegue de la mucosa de la pared posterior del esófago. Re*
tiró algo el esofagoscopio, y al volver á empujarle el pliegue fué pellizcado
de nuevo. Quiso introducir un esofagoscopio dilatador; pero su diámetro,
de 18 milímetros, propio para adultos, no pudo ser introducido á este niño
de dos años y medio. Introdujo de nuevo el tubo de 9 milímetros, y con
mucha paciencia, y después de algunos movimientos de alejamiento y de
introducción, conseguió poner á la vista el borde superior de la moneda,
logrando extraerla inmediatamente.
Los resultados post operatorios fueron excelentes. No volvió á sentir la
menor molestia al efectuar la deglución.
La coincidencia de este caso, en el que se ha patentizado una vez más
el resultado admirable de la esofagoecopia en los cuerpos extraños, con
386
otro caso faDestiBÍmo, le obligan á insistir en que debe desterrarse en ab-
soluto la extracción ciega.
¿Puede la esofagoscopia averiguar siempre la ezistenoin del cuerpo ex*
traño? ETÍdentemente ; todo en la esofagoscopia es cuestión de tiempo, de
paciencia y de Tista penetrante.
A yeces ocurre que el tubo se desusa entre el cuerpo extrafio y la pared
anterior del esófago, llegando hasta el cardias sin apercibirle; pero al ex*
traer lentamente el esofagoscopio, puede yerse con facilidad el caerpo
extrafio. Para eyitar esto, que sólo puede ocurrir en los cuerpos extrafios
situados en el comienzo del esófago, debe introducirse el esofagoecopio
hasta la estrechez cricoidea, y en este preciso momento, fácil de percibir
por la especial sensación de resistencia yencida, se retira el mandrín y se
ya introduciendo el tubo bajo la dirección constante de la yista. De este
modo y ése el esófago desde su origen, y procurando centrar bien la luz del
tubo, el cuerpo extrafio no se escapará á nuestra exploración.
También ha fallado la esofagoscopia por dificultades que imposibilitaron
la introducción del tubo. No deben existir tales dificultades. cTodoe los
indiyiduos de conformación normal son esofagoscopizables'. Por mi parte,
dice el Dr. Tapia, en cerca de treinta casos en que hasta hoy he tenido oca*
sión de explorar el esófago por este medio, he podido conseguir la intro-
ducción del tubo con gran facilidad; sólo en un caso de estenosis cicatri-
cial muy pronunciada, situada á la entrada de este conducto, la introduc-
ción del tubo no fué posible; pero la dificultad estriba en que el obstáculo
patológico era inyencible; por tanto, este caso no inyalida la afirmación
de Müller.
Si el cuerpo extrafio radica en la estrechez cricoidea, es decir, en el co-
roienzo del esófago, y la introducción del tubo encuéntrase dificultada por
la imposibilidad de utilizar el mandrín, entonces se utilizará con Tentaja
la espátula tubular de Eillian.
Fuera de estos casos, afirma Kirstein qu£ hay uu dato para saber de an-
temano si un sujeto es fácilmente, difícilmente ó no es esofagoscopizable;
según él, el grado de esofagoscopizabilidad está en relación con el grado
de autoecopizabilidad. El Dr. Tapia ha tenido ocasión, sin embargo, de
eeoíagoscopizar fácilmente sujetos á quienes no pudo hacer la auiosco*
pia (1). Para saber si él indiyiduo á quien yamos á examinar es fácilmente
esofagoscopizable, se sirye de un procedimiento muy sencillo : después de
anestesiada la faringe y la base de la lengua, hace que el enfermo coloque
la cabeza en extensión forzada, y con un estilete porta-algodón de alambre,
recto, de 2 milímetros de diámetro por 25 centímetros de largo* proeede á
anestesiar la entrada del esófago, y entonces ye si penetra bien el estilete
y por dónde mejor, si por la linea media ó por los ángulos de la boca. De
donde dedoce, no sólo la introducibilidad del tubo, sino el sitio por donde
debe introducirle, ó sea si debe hacer esofagoscopia media ó lateral.
Esto tiene, además, la yentaja de que el enfermo se habitúa, y no le
hace tan mal efecto pensar en que se le ya á introducir el esofagoscopio.
(1) Atttofioopia de la laringe e« el examen directo de eato órgano. Como ae Te, la ét'
nominación es ian impropia que exige eita nota como aclaración.
387
También puede ocurrir, como ocarrió en el coso motÍTo de este mriicalo,
que se arrastre, entre el extremo del eeofagoscopio j el cnerpo extraño, un
pliegne del esófago, que ademis de difícnltar la extracción, puede pelliz-
carse 7 traumatizarse; para estos casos, el efagoscopio dilatador de las
paredes del esófago puede ser útil desplegando el pliegue pellizcado, ó si
no, sencillamente se hará retroceder el tubo y el pliegue desaparecerá.
Cuanto á los aparatos de iluminación, termina diciendo el Dr. Tapia,
nos servimos indistintamente del mango de Casper ó de la lámpara de
Eirstein ; cuando hay exceso de saliva ó de muco en el esófago, que exige
la introducción constante de estiletes algodonados, ó cuando las maniobras
de extracción requieren el manejo de instrumental complicado, asas, etc.,
preferimos la lámpara de Kirstein. Y como fuente de luz utilizamos la co-
rriente urbana, disminuyendo los voltios necesarios por medio del reostato
que tuvo el honor de presentar al XIII Congreso Internacional de Medi-
cina.
El instrumental accesorio, pinzas, ganchos, etc., que utilizamos, es el
mismo que emplea Killian. Como anestésico local utilizamos la estovaina.
Sababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOaEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
SeMn del diaSdé Noviembre de 190$.
La tubsrsulotis gangliopulmonar sn las eseuolas de París. — El Dr. Oran-
^HBR (1) : Si la tuberculosis gangliopulmonar del nifio es curable, lo cuál
creemoé nosotros firmemenis^ es necesario para curarla, segán se desprende de
^nuestras investigaciones en las escuelas parisienses, lo siguiente: 1.^ Re-
conocerla desde el comienzo del principio por un examen que permita, di-
sociando los signos fisicos, diagnosticar la primera, segunda y tercera etapa
que preceden al primer periodo clásico. En esta fase de germinación es
cuando la tuberculosis ofrece más garantías de curación. 2.<^ Hay que des-
cartar el tratamiento hecho en la escuela por la adición de una comida re*
glamentaria, puesto que apenas mejora la situación de algunos niños, deja
en estado estaciouario á la mayoría y no impide que algunos empeoren.
3.* Se ha de hacer un esfuerzo más serio y más prolongado, que sus padres
son incapaces de llenar con sus propios recursos; por lo tanto, conviene
acudir en su ayuda si se quiere combatir la tuberculosis en sn origen y en
el nifio, lo cual sólo puede hacerlo útilmente el Municipio.
(t) En colaboración eon varioi médicos de Parto.
388
Dos métodos son los que paede elegir : 1.^ Colocar los niños que padecen
tuberculosis ligera y cerrada en familias del campo, que serian preTenidas
acerca de que el niño está enfermo, aunque no es contagioso, y que recibi-
rían una mensualidad suficiente para asegurar el tratamiento hi^énico
dietético, la aereación continua y la sobrealimentación. El niño se^airia
los cursos de la escuela municipal y los ejercicios de esta escuela en la me-
dida que permitiera el médico encargado de su vigilancia, lo cual debiera
ejercerse sobre todo con objeto de prever el momento en que el bacilo,
puesto en libertad, convirtiera al niño en contagioso. Y en efecto, cooTeo -
dria prevenir este momento para no contaminar la familia que le hospeda*
ra. El peligro de contaminación es la gran objeción á este método de dis-
tribución familiar, objeción capital, puesto que casi es imposible, hasta
para un médico muy experto, puntualizar el momento en que serán elimi-
nados los bacilos ; en este sentido pueden tenerse sorpresas que invaliden
todos los pronósticos. 2.^' Por este motivo y también para asegurar ttn tra-
tamiento mejor, mis colaboradores y yo preferimos el segundo método, que
se podría ensayar durante algunos años en un pequeño núníero de nifios,
para ampliarlo en seguida si los resultados fueran favorables. Los nifios
reconocidos enfermos serían enviados al ci^mpo en un sanatorio-escaela,
donde continuarían sus estudios, bajo la estrecha vigilancia de un médico,
el cual, verdadero médico de sanatorio, reglamentaria, no sólo la aereación
y la alimentación necesarias á la cura, sino que también las horas de tra-
bajo, recreo, gimnástica, etc. En dos ó tres años sabríamos á qué atener noa
respecto á los efectos obtenidos. Dos escuelas suburbanas, una de niftaa y
otra de nifios, bastarían para este ensayo. Se las podría llamar, si se qni-
siera, iscíielas al aire libre y serían un internado de cura para los nifios ba*
cilíferos.
Al Municipio de París corresponde mirar por la salud de los nifioe enfer-
mos de nuestras escuelas, semillero inagotable de tuberculosos adultos,
incurables. Esta asistencia preventiva de la infancia, además de representar
la forma más apropiada de emplear los fondos de nuestro erario, ahorrarla
muchas vidas humanas.— Godina CastkllvI.
REAL 800IEDAD MEDIOO-QUIBtfBGICA D£ LONDBBB
Séiión del dia 13 de Noviembre de 190$,
Tratamiento operatorio de la úlcera gástrica.— El Dr. W, Hale WhUs dijo
que cuando ocurre la perforación de la úlcera gástrica es preciso operar sin
retraso. La operación es también necesaria en casi todos los estados qne
pueden confundirse con la úlcera perforada, excepto la pancreatitis hemo-
rrágica aguda y el histerismo ; asi que conviene operar aunque el diagnós-
tico sea erróneo. Se ha dicho que no debe operarse durante un ataque de
hemorragia gástrica grave annque lasangre proceda indudablemente de una
úlcera. En la hemorragia gástrica abundantísima que procede de una exu-
dación sanguínea general, y no de una úlcera, la hemorragia se contiene
389
casi siempre con el tratamieDto médico. La mnerte ha seguido con fre-
ouencia á la operación annqae se haya contenido la pérdida de sangnre. Las
adherencias coosecatiyas á la úlcera gástrica y que unen el estómago con
loB órganos inmediatos, son nna cansa frecuente de dolores abdominales
que se corrigen casi siempre con la operación. Según toda probabilidad las
adherencias que unen el estómago con el intestino son las que producen
más dolor, á veces de carácter parozistico.
IjOS casos en que las hemorragias repetidas con ó sin dolor y dispepsia,
quebrantan de tal modo el estado general que ponen en peligro la vida, de-
ben ser operados si el tratamiento médico ha sido ineficaz. A veces la ali-
mentación rectal se prolonga indebidamente en estos casos; es siempre una
alimentación de inedia. La alimentación subcutánea, como auxiliar de la
rectal, no suele emplearse lo que debiera.
La dilatación excesiva del estómago cuando no depende del cáncer, es
debida casi siempre á una úlcera situada cerca del piloro. En estos casos
el tratamiento médico suele Ser ineficaz, obteniéndose en cambio algün re*-
sultado con la gastroyeyunostomía. Las dilataciones menos acentuadas que
no dependan de una ulceración, se corrigen casi siempre *con el tratamien-
to médico.
Respecto á las operaciones en general no hay una sola que no exponga á
algún peligro. Unas veces la operación va seguida de alivio y otras hay
después de la gastroyeyunostomía, vómitos por regurgitación. El trata-
miento operatorio está más indicado cuando sé trata de un enfermo de más
de treinta años, que presenta síntomas evidentes de úlcera. Las operacio-
nes sobre el estómago por síntomas independientes de úlcera ó de neopla*
sia no son eficaces, y á veces hasta empeoran el estado del enfermo.
El Dr. Mayo Robaon manifestó que había practicado más de 600 opera-
ciones gástricas y que se ocuparía de las indicaciones, limitaciones y re-
sultados ulteriores de la operación, en la úlcera del estómago, y en doe ó
tres de sus complicaciones principales.
La úlcera gástrica es una enfermedad mucho más grave de lo que suele
suponerse y se cree más de lo debido en la eficacia del tratamiento médico.
Leu be dice que la mitad ó las tres cuartas partes de los casos de este gé-
nero curan en cuatro ó cinco semanas de tratamiento; pero si no curan en
este tiempo, no son susceptibles de curar por el tratamiento médico sólo.
Esta afirmación ha sido refutada por Bulstrode, quien en 500 casos de úl -
cera observados en el London Hospital desde 1897 á 1902, ha visto morir el
18 por loó de loe enfermos sometidos al tratamiento médico. En esta esta-
dística no se incluyen los casos de úlcera con complicaciones graves, este-
nosis pilórica, etc. Del 82 por 100 de los casos curados, calcula Bulstrode
que en las doá quintas partes suele haber recidiva, porque de los 500 enfer-
mos tratados, 211 cuando menos volvieron á padecer úlcera una á cuatro
veces. Las observaciones más modernas hechas por Paterson y Rhodes en
el London Temperance Hospital en 150 enferúios de las clínicas de Soltau
y Fenwick, son más convincentes, porque prueban que la proporción de cu-
raciones verdaderas en los casos de úlcera gástrica, aun después del trata-
miento prolongado por la alimentación y la quietud en el hospital, es i ufe*
rior al 25 por 100.
390
Desde el punto de rista del tratamiento, las úlceras gástricas te diridea
en agudas y crónicas. En las primeras el tratamiento debe ser ^ principio
médico; pero si después de cuatro ó seis semanas de dieta láctea, seguido de
un período de dos ó tres meses de alimentación moderada, no cura el en-
fermo, d^be pensarse en la interTención quirúrgica. En la úlcera crónica ó
recidivante, si el tratamiento médico es ineficaz ó hay recidiva despaéa de
una ligera mejoría, debe recurrirse líos medioe quirúrgicos.
El tratamiento quirúrgico de la úlcera gástrica puede ser directo ó inde-
recto. El primero comprende la extirpación de la úlcera ó de la zona ul*
corada. Por tratamiento indirecto se comprende la gastroenteroetomia ó sus
modificaciones, operaciones destinadas á corregir la obstrucción y á mante-
ner en quietud fisiológica el estómago.
La operación directa fué practicada primeramente en 1881 por Bydigier.
En 9 operaciones de'ezcisión de la úlcera practicadas por el Dr. MayoRob-
son. obtuvo la curación inmediata, pero en 2 hubo recidiva y en 1 se ignora
el resultado.
Mansell Moullin, Keetty y Sinclair White citan también recidivas des*
pues de esta operkción.
Cree Mayo Robson que la extirpación de la zona ulcerada se practicará
más cada vez, porque según manifestó en su Brad»haw Lecturt^ en el
59^S por 100 de sus casos de cáncer del estómago había antecedentes de úl-
cera crónica. Graham dice que se han descubierto antecedentes de úlcera
en el 86 por 100 de los casos de cáncer gástrico operados en la clínica Bo-
chester, y pruebas evidentes de cáncer desarrollado sobre una úlcera en el
80 por 100 de las últimas 40 gastrectomías parciales. Es un argumento de
gran peso en favor de la operación radical.
La piloroplastia inventada en 1886 por Heinecke y perfeccionada pdr Hí>
kulicz en 1887, aunque excelente en principio y satisfactoria y sencilla en
la práctica, suele ser seguida de recidiva en bastantes casos. Mayo Robson
ha practicado 28 piloroplastias con éxito inmediato en 27; 1 enfermo murió
á los quince días. El resultado sólo fué perfecto en 16; 8 tuvieron (|ue ser
operados de nuevo; 1 recayó y murió de tetania aguda, y 2 padecieron cán-
cer gástrico. De 21 de W. J. Mayo, 7 exigieron una nueva operación. Ru*
therford Morison ha observado 4 recidivas en 28 casos.
La modificación de la piloroplastia inventada por Finney y mejorada por
Gould, de Boston, por la que se obtiene una abertura mayor del estómago
en el duodeno, está aún en ensayo; es, al parecer, una operación grate
cuando existen grandes adherencias entre el piloro y el duodeno. En 58
casoe operados por W. J. y G. Mayo, la mortalidad fué de 7 por 100, y de
9 por 100 en 112 casos coleccionados por Finney, Mayo Robson no tiene ex-
periencia personal respecto á la operación de Finney, puesto que prefiere
la gastroenterostomía; pero Munro, de Boston, la ha abandonado por inefi-
caz, y W. J. Mayo dice que sólo es útil en ciertos casos.
La gastroenterostomía practicada primero en 1881 por Wdfler á ioatsa-
eia de Nicoladini, en un caso de obstrucción cancerosa del piloro, ñié en*
picada primeramente por Doyen en 1898 en el tratamiento de la úlcera, y
por Taima en el mismo afio; ambos cirujanos sacaron, independientemeoi^
^ de otro, la conclusión de que la estenosis espasmódica del piloro es el
391
factor principal que mantiene la hiperacidez y la falta de quietud que im-
piden la curación de las dlcerae gástricas.
Los resultados ulteriores de la operación en la úlcera del estómago y del
duodeno, son notables. El dolor desaparece, los alimentos son retenidos en
el estómago, los vómitos cesan y el estado general tarda poco en mejorar.
Los resultados desfavorables que, según se dice, sobrevienen después de la
operación, pueden evitarse empleando una técnica correcta. La muerte por
astenia es imposible, porque puede principiarse á alimentar al enfermo
inmediatamente después de operado. El peligro de la hemorragia primitiva
se evita completamente por las suturas continuas que rodean los bordes de
la abertura entre las dos visceras. La hemorragia secundaria por úlceras
preexistentes no es posible siempre evitarla. La única complicación quizá
inevitable, pero, por fortuna, rarísima, es la úlcera pépsica del yeyuno,
debida, al parecer, al jugo gástrico excesivamente ácido que pasa directa-
mente al yeyuno. Mayo Robson sólo ha observado un caso de úlcera pepsi-
ea duodenal en 200 gastroenterostomias posteriores, lo que prueba que este
peligro es muy remoto. A su juicio, puede evitarse haciendo la abertura
suficientemente amplia para evitar la estancación de los alimentos en el
estómago, administrando substancias alimenticias adecuadas y empleando
después de la operación el tratamiento de la hiperclorhidria.
Las complicaciones son más frecuentes después de la gastroenterosto-
mia anterior que de la posterior, porque en el primer caso el asa del yeyu-
no es más larga. Respecto á la técnica, no cree Mayo Robson que la incisión
debe ser elíptica; basta que tenga 5 centímetros de diámetro y que esté lo
más cerca posible del borde inferior del estómago. Tampoco es preciso ex-
tirpar la mucosa, pero si que la del estómago y la del yeyuno se pongan en
contacto íntimo por medio de una sutura marginal continua que, con fines
hemostáticos, debe comprender todas las túnicas.
Para calcular la mortalidad de la gastroenterostomia en la úlcera sim-
ple, cree Mayo Rohson conveniente separar los casos de úlcera complicada
con hemorragia ó estómago bilobulado. La estadística siguiente comprende
los resultados de la gastroenterostomia por úlcera y sus complicaciones
(excluyendo la peritonitis por perforación), según el plan seguido, en el In-
forme del Hospital de Santa María, Rochester, Minnesota.
W. J. Mayo ha practicado 807 gastroyeyunostomías por úlcera simple,
con una mortalidad de 6 por 100; en las últimas 81 operaciones de la serie,
sólo perdió un enfermo. En el Informe del Hospital de Santa María (1905),
en 100 gastroyeyunostomías por úlcera, la mortalidad fué de 1 por 100.
En la British Medical Association (1905), Moynihan expuso los resultados
de su experiencia hasta dicha fecha. En 171 gastroyeyunostomías por úl-
cera crónica tuvo 2 muertes; en 27 casos en los que la hemorragia fué el
síntoma predominante hubo 4 muertes: en 8 casos de estómago bilobulado,
en los que practicó la gastroyeyunostomía, murieron 3 enfermos. En total,
206 casos de úlcera complicada con 9 muertes, ó sea el 4*^ por 100. Res-
pecto al resultado final, hubo 82 por 100 de curaciones y el 14 por 100 de
alivios. Hartmann cita en su práctica el 6 por 100 de muertes y el 90 por
100 de curaciones. Yon Eiselberg ha obtenido el 90 por 100 de curaciones;
Kotgans, de Amsterdam, indica como peligro inmediato de la operación.
392
en BU prictica, el 5 por 100, y de curación permanente el 80 por 100. Majo
Robson ha practicado la gastroenterotftomia posterior en 210 caeos, de los
que curaron 202, loque da una mortalidad operatoria de 8*8 por 100. Ochs-
ner, Murpliy, Deaver, Eocher, Munro, Brewer, Littlwood, Montprofit y
otros cirnjanos, han obtenido también resultados excelentes.
Mayo Robson cree que las únicas complicaciones de la úlcera en las que
merece discutirse el tratamiento operatorio son : la perforación, la hemo-
rragia, la contracción del estómago en forma de reloj de arena, la dilata*
ción debida á la estenosis pilórica, la tetania y la perigastritis.
Según algunos autores, la perforación ocurre en el 12 á 23 por 100 de los
casos de úlcera gástrica, y es fatal el 95 por 100 de las Teces si no se em-
plean los medios quirúrgicos. En los casos operados en las doce horas des-
pués del accidente, la mortalidad es de 25 á 28 por 100, de 68 por 100 en
los que se operan de las doce á las yeinticuatro horas, de 86 por 100 en los
operados en las veinticuatro á treinta y seis horas, y de 95 i 100 por 100 en
los que se operan después; el tratamiento puramente médico da las mis-
mas probabilidades de curación. En 11 casos operados el afio último á poco
del accidente, el Dr. Tk. Sinclair-Eir no perdió un solo enfermo.
No cree Mayo Robson que sea preciso extirpar la úlcera al operar. Basta
doblar bien loe borde? de la ruptura, confrontarlos perfectamente por me-
dio de una sutura serosa continua, y si es posible aplicar encima un inger-
to de epiplón. La cavidad del peritoneo la lara con una disolución salina
normal caliente, y hace el desagüe suprapubiano. Como en una tercera
parte de los casos fatales se encontró más de una úlcera, y en el 20 por 100
de las úlceras perforadas las perforaciones eran múltiples (Finney) y mu-
chos casos que curan de la operación padecen después síntomas gástri-
cos y hasta una nueva perforación, merece pensarse la conveniencia de
practicar á la vez la gastroenterostomia. Los casos en que Re ha practicado
esta operación son poco numerosos, pero los resultados no han podido ser
más satisfactorios. La úlcera gástrica simple se complica con hemorragia
en el 50 á 80 por 100 de los casos, y ésta es fatal en el 8 al 11 por 100. Desde
el punto de vista del tratamiento, conviene dividir los casos en dos clases:
1.* Los ataqaes agudos, siempre alarmantes, y á veces, aunque raros,
fatales, que sobrevienen sin síntomas prodrómicos de la úlcera ; cuando
recaen en mujeres anémicas jóvenes, suelen cesar espontáneamente ó á
beneficio del tratamiento y no tiepden á la recidiva.
2.* Los ataques asociados ó precedidos de síntomas evidentes de úlcera,
que pueden ser : a) agudos rápidamente mortales; b) agidos que desapare*
cen temporalmente y se reproducen á las pocas horas ó días ó después de
periodos más largos; c) hemorragias crónicas, á veces poco abundantes,
pero que conducen á la anemia por su repetición.
El tratamiento quirúrgico de la hematemesis puede ser directo ó indirec-
to. Se entiende por tratamiento directo : a) la excisión de la úlcera ó de la
zona ulcerada; b) la contención de la hemorragia por ligadura de los vasos
que dan sangre, por cauterización de la úlcera ó por ligadura de la mucosa
en masa. El método indirecto es la gastroenterostomia.
En estos casos deben tenerse en cuenta las reglas siguientes de trata**
miento :
393
1.* Bu caso de hematemesiB agada por úlcera ó eroeión cuando el prin-
cipio de la hemorragia es repentino y no hay antecedentes de úlcera, de-
ben ensayarse loe medios médicos y generales, y si la pérdida de sangre se
contiene á consecnencia de la quietud y del tratamiento general, no deben
emplearse los medios quirúrgicos, pero si continuar el tratamiento hasta la
curación ^de la úlcera.
2/ Guando la hemorragia recidiya ó persiste á pesar del tratamiento» es-
tán indicados los medios quirúrgicos.
8.* En la hemorragia abundante ó no por úlcera crónica, está indicado
el tratamiento quirúrgico, tanto para contener la pérdida de sangre, como
para curar la úlcera.
4.* Gomo el peligro de la operación es menor en los intervalos que du-
rante la hemorragia, conviene contener ésta antes de operar; pero si la
pérdida de sangre es persistente, no debe diferirse la operación porque
puede hacerse imposible d se retrasa.
Ha operado cuatro casos durante la hemorragia, curando los cuatro, y
22 en los intervalos; de los 22 enfermos murió uno por extenuación á la se-
mana de operado.
En la estenosis pilórica y dilatación gástrica consecutiva, cuando los sín-
tomas son ligeros, se obtiene algún alivio con la alimentación semilíquida
y el lavado del estómago, pero en cuanto los síntomas se acentúan, es per-
der el tiempo perseverar en el empleo de estos medios, excepto cuando la
estenosis es consecutiva á una úlcera sifilítica ó á un goma, que tardan poco
en curar por el tratamiento especifico. El tratamiento quirúrgico es el
único eficaz porque suprime la causa de la estenosis ó forma un nuevo con-
ducto por el que el contenido del estómago pasa al intestino.
Es posible en ciertos casos suprimir la causa de la estenosis dividiendo
las bridas ó adherencias peritoneales ó extirpando un tumor que obstruye
el plloro, pero las más de las veces es preciso ensanchar el orificio pilórico
estrechado ó practicar la gastroenterostomla.
Las operaciones más eficaces son : 1.^, la pilorodiosis ó dilatación forzada
del plloro; 2.% la piloroplastia ; 8.", la operación de Finney; 4.% la gastro-
duodenostomla de Eocher; 5.*, la pilorectomia; 6/, la gastroyeyunostomia.
La mayoría de los cirujanos concuerdan en que la gastroyeyunostomia es
el procedimiento preferible en estos casos, no sólo por ser menos peligrosa,
sino por los resultados satisfactorios que se obtienen con ella, porque la
mortalidad es inferior al 8 por 100 y los casos aliviados ó curados se elevan
al 90 por 100.
Aunque la pilorectomia ó gastrectomia parcial es una operación mucho
más grave que la gastroenterostomla, hay, no obstante, cierta clase de ca-
sos de estenosis pilórica complicada con tumor en los que no puede decirse
si éste es ó no canceroso. Guando la obstrucción del plloro coincide con un
tumor, debido á una enfermedad inflamatoria, es casi seguro que ha con-
traído adherencias con la cara inferior del hígado ó el páncreas, y entonces
la pilorectomia es dificilísima y arriesgada. En estos casos es preferible la
gastroenterostomla en la esperanza de que con la quietud se obtenga la re-
solución del tumor.
Respecto á la pilorodiosis, aunque recomendada y practicada por Loreta
80
394
en algunos cmob de estrechez eicatrízal del pfloro, es un procedÍBdenkoqiie
no debe recomendarse, pues si bien ha prodacido bnenoe resaltados en Ti-
rios espasmos pilóneos simples, es más peligrosa qne la gasiroenteroslomift
7 que la piloroplastia. Mayo Robson cree qae la operación de Lweia sólo
está indicada en la estenosis congénita del plloro.
El tratamiento dto la tetania gástrica, nombre que aplicó el Dr. líayo
Robson á todos los casos de tetania j de espasmos tetanóideo8« dependien-
tes de enfermedades del estómago, es esencialmente quirúrgica, según d^
mostró por yez primera dicho cirujano en un articulo publicado en 7%é
Lancet (26 noyiembre 1898). La tetania gástrica, tratada por los medioe
médicos, es casi siempre fatal, fin cambio los medios quirúrgicos corrigen
siempre la enfermedad, permitiendo al estómago raciar su contenido. Para
corregir la obstrucción son necesarios los medios quirúrgicos. En los easoe
sencillos son preferibles la piloroplastia ó la gastroenterostomia; en los
malignos debe practicarse la gastrectomia parcial ó la gastroenterostomia,
según las circunstancias.
El estómago bilobulado debe su origen á una enfermedad orgánica — ^úl*
cera gástrica crónica, cáncer ó perigastritis, — ^pero en la mayor parte de loe
casos es debido á la retracción cicatrizal consecutiya á una úlcera. Puede
ser también congénito, pero Mayo Robson no ha obserrado un caso de este
género en más do 1.000 operaciones que ha practicado en la parte superior
del abdomen, en las que pudo Terse el estómago.
El tratamiento quirúrgico es el único eficaz en esta enfermedad. Pueden
practicarse : 1.*", la gastroplasia ; 2.<*, la gastroenterostomia; 8.*, la gaeiro-
lisis; 4.*, la gastrogastrotomia; 5.*, la extirpación del área ulcerada ó la
gastrectomia parcial; 6.**, la dirulsión de la estrechez; y 7.*, la yeyunoe-
tomia.
Como esta enfermedad suele estar asociada á una ulceración aetira en
el centro del estómago, la operación, para que sea eficaz, necesita asegurar
el desagüe de las dos bolsas gástricas, á fin de que puedan curar las úlce-
ras. Mayo Robson ha practicado la gastroenterostomia posterior en siete
casos de estómago bilobulado, curando todos los enfermos. La gastroplasia
la ha practicado en diez enfermos. Todos ellos curaron de la operación.
Seis disfrutan excelente salud tres á seis años después de operados; en uno
se desconoce el resultado; uno tuyo que ser operado de nuero de gasiroen*
terostomia á los dos aftos ; uno disfrutó buena salud por espacio de cuatro
afios, pero se reprodujo la ulceración y murió de hematemesis; uno padece
de cuando en cuando gastralgias, si bien no necesita asistencia médica.
Puesto que la gastroplasia ha sido seguida del 25 por 100 de recidiyas y
la gastrotomia del 80 por 100, mientras que la gastroenterostomia sola da
mejores resultados y la combinación de las dos primeras operaciones con la
gastroenterostomia es siempre eficaz, es indudable que, sea cual fuere el
procedimiento que se adopte para abrir una comunicación entre las dos
cayidades gástricas, la gastroenterostomia debe formar siempre parte de
la operación, para que la úlcera, que origina la enfermedad, pueda curar.
La perigastritis es una de las complicaciones más importantes de la úl-
cera, á causa de las adherencias que origina. Las adherencias deben des*
truirse, pero suelen yolyer á formarse, excepto cuanda los superficies
395
ementas se eabren de un ingerto de epiplón ó de peritoneo. La gastrolisís
simple, ó rotura de las adherencias, es inofensiva, y en machos casos pro-
duce resultados excelentes ; en los casos grayes suele ser seguida de recidi*
ya, 7 entonces la gastroenterostomia posterior es útilísima; cuando las
adherencias son muy extensas é interesan la pared posterior, la operación
de Ronx, anterior, es el procedimiento preferible.
El Dr. Dyce Duckworth dijo que en la hemorragia gástrica de las muje-
res jóvenes casi nunca es necesaria la intervención operatoria. Es raro que
esta hemorragia sea fatal, como ocurre con la hemoptisis. La pérdida de
sangre se contiene con el tratamiento ordinario. Procede más veces de
una erosión que de fisuras ó puntos hemorrágicos de la mucosa gástrica. La
gastroenterostomia es un buen recurso en muchos padecimientos gástri-
cos, incluso la úlcera crónica, la dilatación, etc. No cree que la alimenta-
ción rectal sea deficiente y conduzca á la inedia. El tratamiento de la
úlcera gástrica debe prolongarse mucho más de lo que suele hacerse.
El Dr. Moynihan presentó una estadística de los casos de úlcera simple
del estómago que ha operado hasta septiembre de 1906. La forman un total
de 884 operaciones. Tuvo 27 casos de úlcera perforada; de los 18 primeros
murieron 7 enfermos y de los 14 últimos 2. Llamó la atención sobre el
hecho de que cuando ocurre la perforación, aunque el dolor sea excesivo
no hay colapso, el número de pulsaciones no se eleva, ó se eleva ligera-
mente, y no se observa rigidez abdominal. Estos síntomas no se presentas
• hasta dos horas ó más después del accidente. El diagnóstico debe hacerse
por los antecedentes de la úlcera: aparición repentina y persistencia de un
dolor intolerable, limitación de Jos movimientos abdominales al respirar,
sensibilidad de la piel del abdomen y resistencia á la palpación profunda.
En la mayor parte de los casos es preciso apreciar con exactitud el sitio de
la ulceración y hacerse la incisión á la derecha ó á la izquierda, según sea
mejor para poner la úlcera al descubierto.
La gastroenterostomia, además de la oclusión de la úlcera, es necesaria
siempre en la perforación duodenal y en los casos en que la oclusión de la
úlcera produce estrechez del estómago, pero no en las demás circunstan-
cias. Sólo ha practicado seis veces la gastroenterostomia, curando cinco
enfermos.
La hemorragia hace precisa la operación inmediata únicamente en los
casos en que recidiva á intervalos cada vez más cortos y en mayor abun-
dancia. La gastroenterostomia ha bastado en muchos casos para contener
la pérdida de sangre; á ser posible, debe extirparse la úlcera, y mejor aún
reuniría como si estuviera perforada. Sus operaciones de esta serie com-
prenden 88 casos con seis muertes.
En la úlcera crónica del estómago sólo ha empleado de ordinario la gas-,
troenterostomia, de preferencia la posterior. Bi la úlcera está situada en
ó cerca del piloro y produce obstrucción, la gastroenterostomia da resul-
tados excelentes. Todas las úlceras del duodeno y las del estómago próxi-
mas al pilero deben plegarse. Las de la curva menor deben plegarse ó ex-
oindirse.
La gastrolisís es una operación poco útil ; si las adherencias dificultan
los movimientos del estómago son preferibles otras operaciones, y si no los
j
396
diticaltan, la gastrolisis es innecesaria. Jamás ha practicado la piloroplaa-
tía. Esta serie comprende 248 operaciones con dos mnertes, ó sea el 0^8
por 100 de mortalidad. En las últimas 151 operaciones no ha perdido üd
solo enfermo. De estos 248 enfermos operados curaron 234, el resultado fáé
indiferente en 10 y nulo en 4. Ha operado 26 yeces enfermos con estómago
bilobnlado, lo que prueba que esta complicación es más coman de lo qae
se cree, aunque es una de las que pueden y deben ser eyitadas.
(Thé BritUh Med. Journal),— ¥. Toledo.
800IBDAD DB MEDICINA DB BBSLÍN
8€tián del 7 de Novimnbré de Í906.
Cáleulo vesical do origen externo.— El Dr. Roihéchild presenta un joyen de
yeintiún afios, el cual solicitó su asistencia hace algunas semanas, porque
yenla padeciendo de dolores muy yiolentos en la región del periné y de la
rai£ del pene, que hablan quebrantado mucho su estado general y de in-
continencia continua de orina. Esta contenia pus y sangre, y también saliA
algo de sangre por el ano. La sonda de Nelaton penetró sin dificultad, pero
en la yejiga no cabían 80 centímetros cúbicos de líquido. Con el empleo de
los narcóticos y los layados yesicales se aclaró la orina y aumentó la capa-
cidad de la yejiga; pero á todo esto seguían los dolores y alguna que otra
yez aún salía por el periné un poco de sangre. Entonces fué cuando confe-
só el paciente al fin que hacia mucho tiempo se había introducido en la
uretra un tubo blando lleno de cera, habiendo quedado dentro esta última
al sacar el tubo. Con el examen radiográfico se comprobó la existencia de
una concreción. El autor practicó la talla hipogástríca, extrajo el cálculo
y cosió la yejiga. El éxito fué completo y el paciente está curado del todo.
Estreciioz do la uretra y rotoneián nrlnaria.— El Dr. B^rgmann da cuenta
de un caso de estrechez uretral, en el que después de la dilatación gradual
de la misma descubrió por casualidad un cálculo, cuyo origen había que
atribuirlo á parafina que había penetrado en la yejiga.
En Bruselas había tratado una mujer de combatirla estreches por medio
de la inyección de parafina.
Qneratitls paronquimatosa.^El Dr. 4%Ad/«r 'presenta una enferma oon
queratitis parenqui matosa curada. La afección no es de origen sifilítico y
se la teme mucho por su rebeldía. En el caso presente se hizo pasar una
corriente galyánica á trayés de la opacidad; dos agujas de catarata, cuyas
puntas fueron sumergidas, la una en mercurio y la otra en tintura de yodoi
sinrieron como electrodos. La corriente tenía la intensidad de dos miliam-
perios. Muy 'pronto empezó á aclararse la opacidad, y á los catorce días la
enferma estaba completamente curada.
Lesión traumática eolootiva ocasionada por loo rayos eléotrlcos.— El doctor
CrMitzer refiere el hecho siguiente: En una fábrica se hacían soldaduras
por medio de la electricidad, utilizando para ello corrientes eléctricas mvLf
fuertes. Para ello se hacía pasar á trayés de una gran pieza de hierro in-
397
tereaUda en el circaito, un arco yoltáico muy intenso y muy caliente, que
partía de nn Táatag^o de carbón. Estos trabajos se ejecutaban ai aire libre
en un ángulo del patio de la fábrica. A nnos cinco metros de dicho sitio
pasa él camino que conduce al retrete. De los obreros que hablan pasado
como transeúntes por dicho camino, no de los que se habían ocupado en la
mencionada tarea, enfermaron 12 en la noche siguiente con violentos dolo-
res de ojos. A la mafiana siguiente se presentaron dichos obreros al autor,
quejándose todos ellos de dolores muy intensos, fotofobia, lagrimeo, hin-
chazón de la conjuntiva y de los párpados y además de una muy ligera opa-
cidad de la córnea; los medios refringentes estaban intactos y el fondo del
ojo un poco rubicundo. Se trataba en todos los obreros del cuadro clínico
bien conocido de la oftalmía eléctrica, afección que retrogradó á los po-
008 días.
Se deduce de este sucedido que en fábricas como la mencionada hay qu6
poner loe medios necesarios para resguardar de tales accidentes, no sólo á
loe obreros que se ocupan en semejantes tareas, sino además á los que tie-
nen que pasar no muy lejos de la aona peligrosa.
La prueba mejor de que en los casos referidos la oftalmía no ha sido pro*
Yocada por loe rayos caloríficos, la tenemos en que se presentó, no en los
obreros que estaban muy cerca del sitio donde se trabajaba, sino en aque*
líos que pasaban á alguna distancia del mismo. Hay que pensar más bien
en loe rayos químicos ultravioletas y á ello nos induce también la circuns-
tancia de que en ninguno de los casos observados se presentaron imágenes
consecutivas.
Bl Dr. Hirschberg dice que en su concepto todos los rayos pueden afectar
al ojo de un modo perjudicial y que en las profesiones que son peligrosas
por la causa mencioDada, se deben emplear mecanismos protectores.
Tamor dol lóbulo occipital; oporacián; curtoián.— El Dr. H, Oppenheim na-
rra el caso siguiente : Ün comerciante de treinta y cinco años enfermó en
marzo del año corriente, con dolores en la cabeza y más especialmente ^n
el occipucio, nuca y dorso. Guando le vio el autor por primera vez el 25 de
abril, el resultado de la exploración del sistema nervioso fué negatiyo. El
8 de mayo se descubrió una hemorragia retiniana en el ojo izquierdo ; al- '
gunoe días después neuritis óptica en el mismo ojo y durante el ataque un
retardo evidente del pulso. Se presentaron además vómitos, estancación en
ambas papilas, hemianopsia izquierda, alucinaciones visuales, alexia y
agrafía. En vista de todo esto, diagnosticó el autor una afección del lóbulo
occipital, y como quiera que no dieron ningún resultado el mercurio y el
yoduro, se inclinó á la idea de un tumor y propuso la operación, que fué
ejecutada por F. Eranse. En efecto, se encontró un tumor del lóbulo occi-
pital posterior, tumor que se disecó con instrumento romo. Después de la
operación se acentuaron por de pronto las alucinaciones ópticas; pero no
tardaron en irse debilitando; poco á poco fueron retrogradando todos los
síntomas, incluso el de la hemianopsia, y por fin se consiguió una curación
tan completa que puede calificarse de ideal.
El Dr. F. Krauae hace ver por medio del aparato de proyecciones la mar-
cha de la operación, que realizó en dos tiempos con intervalo de catorce
días de uno al otro. E^ tumor es un sarcoma fusocelular enquistado, del
398
tamafio de nn hneyo de paloma; radicaba en la i>arte intona del lóbolo oe>
eipiUl izquierdo y se extendía hasta la cafia. 8a disección y aialandento,
con instramento romo, se efectuaron sin nada de hemorragia. Deapaés de
la operación sobreTino ana eleración térmica mny marcada, qae do agni*
ficaba fiebre, sino tan sólo la consecaencia de qne la operación se b«bfa
hecho en la inmediata proximidad de la médnla oblongada. El cuno poai
operatorio no preeeotó el menor incidente.
Transmiflién de tumores malignos ea la espaeio caokia por medio do las rali-
ciónos sexnalos. — El Dr. Siieker comienza recordando obsenraciones i
gidas por antigaos obserradores acerca de la transmisibüidad del <
ma en el hombre y también sns propios experimentos, en los qne llegó 4
conseguir la transmisión de sarcomas de perro á perro. Ahora ha obsenra*
do esta misma transmisión de sarcomas en la especie canina, pero no como
resaltado de inocalacióo, sino en circanstancias fisiológicas. A ana perra
qae padecía de sarcoma (en yia de destracción) de la vagina, la ha hecho
cabrir en diferentes épocas por caatro perros, y en dos de éstos se desarro-
lló, en efecto, un sarcoma del pene.
( Deutsche Medizinal Zeiiung ). ^ R. dkl Yalui.
IMPEBIAL Y BEAL 80CIBDAD DE LOB KlÍDIOOa 1>M TUNA
Señan del día 26 de Oetuhre de 1906.
Cirnffa do la Aleora gástrica.— El Dr. Julio Hochenegg presenta an IndÍTÍ-
dao qae ha sido operado dos Teces á caasa de ana afección gástrica.
Con este motiro hace constar el antor qae discrepa de Hehnitaler, y eatá,
en cambio, de acaerdo con Mikalicz, acerca de qae, en sa opinión, no se
debe demorar macho la operación en los casos de úlcera gástrica. En sa
concepto, se debe operar caando nn tratamiento interno bien condacidono
da resaltado ó sólo lo da transitorio, y, por otra parte, el enfermo llera una
Tida may penosa ó se le hace casi imposible el trabajo i cansa de las mo-
lestias qae safre, de los dolores, de los vómitos y de la dispepsia.
Las condosiones del aator son las sigaieates: 1.* En la úlcera gásMca y
en sns consecnencias (aparición may repetida de hemorragias, accesos de
dolor, Yómitos), es conyeniente la operación. 2.* Como tal fignra, en pri-
mer término, la gastroenterostomia, pnesto qae hace desaparecer las con-
secaencias de la estrechez, ejerce ana acción salada ble sobre la úlcera flo-
rida, impide casi siempre la hemorragia y, caando hay perforación, crea
Condiciones qae acarrean su caración sin necesidad de más interTcnciones.
8.^ Como método de gastroenterostomia aconseja el qae él ha indicado
por primera vez, y qne publicó más tarde Petersen, pnesto qae da baenos
resaltados y parece preyenir la formación del círcnlo yicioso y de la úlcera
pépsica.
El Dr. Julio SchniUler dice que la gastroenterostomia está indicada de nn
modo absoluto en los casos de úlcera gástrica en qne hay estrechez pilórica,
pero que ya no sucede lo mismo en los casos de gastrorragia, pueoto qae
399
cuando ésta poae desde luego en peligro la yida, ios resaltados de laopera^
eión son may malos. Ya son más satisfactorios en ios casos de hemorragias
pequefias y may repetidas, pero tampoco e0 ninguna rareza que aparezcan
nueyas hemorragias después de la gastroenterostomia. Bespecto i la técni-
ca de ésta, dice el autor que tampoco el método de Hooheaegg garantiza
contra la eyentualidad del circulo yicioso y de la úlcera pépsica. Hasta
hace un afio no había yisto Sohlesinger ninguna recidiya entre loe enfei^
mos operados por el autor á causa de úlcera gástrica (gastroenterostomia);
pero en el último afio no se consiguió con la operación ningún resultado
persistente en cinco casos. Asi que el autor se ha hecho mucho más escép-
tico acerca del éxito del tratamiento quirúrgico en ios casos de úlcera gás-
trica.
£1 Dr. Hermann SchUsinger dice que ya á hablar desde el punto de yista
de la medicina interna. La operación es indispensable en los casos de per-
foración de la úlcera en la oayidad abdominal y también en los de yómitos
que estenúan y acarrean la inanición. Es igualmente precisa d^ todo punto
cuando existe una estrechez pilórica. En cambio no opina como Hoche-
negg de que la operación debe de hacerse en todo caso de úlcera cuando
ésta ya acompañada de hemorragias pequefias y recidiyantes, puesto que
el mismo Hochenegg confiesa que ia mortalidad en sus operados ha sido de
un 5 á un 7 por 100, de tal suerte qae el riesgo de la operación es mucho
mayor que el del tratamiento expectante. No hay que pWidar además que
á pesar de la gastroenterostomia es frecaente observar recidiyas y el des-
arrollo de un carcinoma sobre el fondo de la úlcera.
En resumen, el orador es de opinión de que en todos los casos en los que
no exista una indicación yitai de la operación, se debe aplazar ésta todo lo
posible.
El Dr. Bóchenegg contesta que los casos operados por él han sido precisa-
mente loe más grayes, aquellos que hablan sido tratados por mucho tiempo
médicamente ; en cambio, las estadísticas de los internistas comprenden
también los casos leyes. Tampoco se elige para la operación la época más
oportuna; de lo eontrario, no sucedería que algunos de los enfermos que
acuden ai cirujano están sumamente decaídos y casi en los huesos. El car-
cinoma es una afección tan frecuente que no debe sorprendernos que al-
guna yez se observe en sujetos que han sufrido la gastroenterostomia, pero
el autor tiene la convicción de que gracias á esta operación se ha evitado
en muchos casos que la úlcera se convirtiera en cáncer.
El Dr. Hermann Teleky rechaza el cargo de que en los médicos es frecuen-
te que enyíen demasiado tarde los casos de úlcera á los cirujanos.
( Wiener Klinieche Rundechatt).—B,. dbl Valle.
400
PERIÓDICOS
U atropina y la aanidrina an las afa^aaas laatra-iafattlaalaa.— fl doctor
fiftgeo, partiendo de loe experimentoe hechos por Jacoby y Magnna, de
loB cuales resalta que la atropina á dosis pequeñas estimula los morimien-
tos peristálticos del intestino, interpreta en el mismo sentido los resulta-
dos faTorables que ha obtenido en diversas afecciones intestínales con di*
cho alcaloide y con la eumidrina, de acción análoga. Ambos medicamentos
rencen las formas más yariadas de alteraciones del peristaltismo j resta-
blecen la normalidad de estos moyimientos.
£1 autor ha obtenido muy buenos resultados en el íleo, en el Tómito
pertinaz, en la colelitiasis y en la peritiflitis con la eumidrina á la dosis de
un miligramo y hasta cree que gracias á este tratamiento se puede evitar
en muchos casos la operación.
(Deutschea Arehw.fúr ¡din. Medizin). — R. dbl Valle.
Tratamianta i» la naananfa agada par al snHura da earfcana.— El Dr. Mas-
ciangioUi ha ensayado con éxito feliz el sulfuro de carbono en cuatro casos
de neumonía aguda, uno de ellos gravísimo. El medicamento lo administró
en poción, haciendo tomar al enfermo, de hora en hora, una cucharada de
la fórmula siguiente, diluida en un poco de agua:
Sulfuro de carbono • t
Agoa 100 —
Eienoia de menU piperita S gotas.
En todos estos casos sobrevino la crisis del tercero al cuarto día. Oree el
Dr. MasciangioUi que el sulfuro de carbono se elimina en su mayor parte
por la mucosa de las ylas respiratorias y que ejerce una acción baeterieida
enérgica sobre los neumococos, impidiendo su desarrollo.
{La Eiforma Medica, núm. 87, 1906).— F. Tolbdo.
Tratamlaata dal mal da Basadaw eon laa rayaa X. — De la observación de
tres casos tratados por el Dr. Stegmann deduce éste, que sometiendo la
glándula tiroides á la acción de los rayos X se modifica muy favorablemen-
te el mal de Basedow y hasta llega á curarse. El autor atribuye dicho re-
sultado á una modificación del epitelio glandular del cuerpo tiroides, mo-
dificación que á su vez altera en cantidad y calidad la secreción del órgano.
{Wientr. Klin, Woc1*enschrif't). — R. dbl Vallb).
»^»;Vf -•r^
REVISTA
MEDICINA Y CIRUGÍA PRÁCTICAS
HERIDA DEL ESTÓMAGO
UPAROTOaU A US nEGBEU HOBAS DESPDB8 DEL AGCOiBlITB.— CDRAOOH
D. ANTONIO MORALES PÉREZ
Catedrático de !• Feealted de Medicine de BeicelOM.
Por el mucho interés que presenta esta historia clínica, y aunque
sea en breves lineas, deseat>a publicarla, para demostrar que vale
más operar corriendo peligros, por graves que éstos sean, pues el
éxito corona felizmente la empresa en algunos casos, que no seguir
una expeciacittn^ que lleva al herido á una muerte casi segura» por
no decir con toda seguridad ¡ que quizás sea lo más cierto I
En la mañana del dfa 10 de junio pasado, en tanto que pasaba vi-
sita en la Casa de Salud de Nuestra Señora del Pilar, recibo una
carta de uno de los médicos de Vilasar de Mar, en la que me mani-
festaba que marchase lo más pronto posible á dicho pueblo, con todo
lo necesario para practicar una laparotomía, indicada por una he-
rida gravísima de vientre.
Mi hijo, ayudante de la Clínica, preparó todo lo necesario, y or-
dené al individuo que trajo la carta, que marchase inmediatamente
á Vilasar, para que todo estuviese convenientemente preparado al
objeto de no perder tiempo para la operación. Hay que tener en
cuenta que en Vilasar hay profesores muy prácticos y poseen un
magníñco laboratorio, en el que las esterilizaciones y preparaciones
de suero se hacen con toda pericia y extremado escrúpulo.
Llegamos mi hijo y yo, y en efecto, estaba todo preparado, aunque
había tenido que fumigarse con especial cuidado una habitación, en
donde estaba el herido y había que operarlo en la misma por no ha-
ber otra disponible, contigua á una saleta anterior, en donde había
pasado la flebre sarampiosa una niña. Esta habitación también se
fumigó con especial cuidado. Los profesores de Vilasar, doctores
Afio XXX.- Tomo LXXIII.-Núm. 950 -SI Diciembre, 1908. U
402
Martin Forteza, Masriera, Chia y Sellas—éste último de Llavaneras,
pueblo de donde era natural el herido — sirvieron admirablemente
en el acto operatorio, en términos que á. sus cuidados asépticos se
debe indudablemente la mayor parte del éxito. Un sentimiento de
justicia me oblign á esta declaración, que con gusto hago. Teniendo
siempre en cuenta que para operar ó ser ayudantes en una opera-
ción es necesario practicar la rigurosa asepsis^ estando plenamente
convencidos de la virtud de la misma, que no practicarla con indi-
ferencia y por el solo empuje de la rutina.
Tuvimos una consulta previa y los médicos me explicaron que á
las once de la ñocha anterior venia Juan Oalmau, de veintisiete
años de edad, natural de San Andrés de Llavaneras, guiando un
carro de su propiedad, que conducía frutas al mercado de Barcelo-
na, al objeto de llegar por la mañana temprano á su destino. AI pa-
sar por la riera de Argén tona—entre Mataré y Vilasar— le salieron
al encuentro dos ladrones, los que le robaron dos duros; y viendo
seguramente la poca cantidad^ uno de los bandidos, además de insul-
tarle, con un cuchillo le infirió una terrible puñalada en el vientre,
huyendo después de tan repugnante hazaña.
Media hora después del accidente fué recogido p8r unos indivi-
duos que pasaron por dicha carretera, conduciéndolo en gravísimo
estado al pueblo de Vilasar.
La descripción que me hicieron los médicos fué la siguiente, que
transcribo casi de una manera literal : las ropas empapadas en san-
gre, muy pálido, angustioso, anhelante, cubierto de sudor frío y pe-
gajoso, con mucha dificultad para hablar y pulso sumamente pe-
queño. En la primera visita tuvo un gran vómito de sangre y de
alimentos; los que se repitieron con bastante sangre coagulada.
Reconocido el vientre, se le observó una herida incisa de tres cen-
tímetros, á cinco del ombligo, hacia el lado derecho, en línea hori-
zontal. Había una gran hernia epiplóica con bastante hemorragia.
Se lavó la herida con una solución de sublimado, se anudó la her-
nia epiplóica, y se fijó con puntos de sutura provisionales, aplican-
do un aposito protector y aséptico, en tanto que se determina la fa-
milia por la laparotomía, indicada por los profesores, en vista déla
lesión de las visceras. La familia duda y vacila y deja pasar el tiem-
po lastimosamente. Estas vacilaciones se vinieron repitiendo, pues
el emisario que vino á Barcelona me dijo textualmente lo que sigue:
¡Si el enfermo se ha de morir á qué operarlo ; venga usted nada más
que para una consulta ! No sé si el enfermo vivirá ó se morirá, si se
403
opera, le dije, lo que se puede asegurar es que si no se opera la
muerte es segura; y respecto de ir á ver al enfermo para no operar-
lo, y ser testigo de su triste estado, sin acudir al recurso que la cien-
cia quirúrgica aconseja, no voy. Busque á. otro que sea prudente y
de los que dicen que los cirujanos del dia todo lo quieren operar.
Al cabo de tres horas volvió el emisario, dejando libre toda mi
iniciativa. Nos trasladamos mi bijo y yo á Vilasar y todo estaba
preparado.
El estado en que me encontré al herido era en extremo deplora-
ble : una profunda sideración de fuerzas, pulso pequeñísimo y en
una situación verdaderamente lamentable. Muchos vecinos estaban
•en las puertas de sus casas, esperando recibir la noticia de la muer-
te del herido ante una operación tan arriesgada, y en extremis;
•como después pude enterarme.
Olvidaba anotar: que viendo los médicos de Vilasar el estado
gravísimo del herido, ordenaron inyecciones de éter y de suero, así
•como la Extremaunción, en la primera visita que le hicieron.
Procedió mi hijo á. la termo-eterización, poniendo el aparato á. 40*,
•con lo que se pudo reanimar algo al moribundo. Se practicó una
minuciosa limpieza en las paredes del vientre, y se le aplicaron sá*
bañas perfectamente esterilizadas, sobre un catre con tablas, que
me sirvió de mesa operatoria. Separé los puntos de sutura y salió
un pedazo de epiplón ensangrentado y hemorrágíco con grandes
coágulos adheridos.
Por la disposición de la herida creí que había — adem&s de la le-
gión de estómago diagnosticada— heridas intestinales. Saqué casi
todo el intestino delgado, y colocado sobre compresas asépticas,
practiqué un minucioso reconocimiento, viendo que estaba íntegro,
así como el colon ascendente y parte del transverso; dilaté amplia-
mente las paredes abdominales y busqué el estómago, pudiendo en-
contrar la herida, de unos tres centímetros, en la cara anterior, por
donde salían gases con bastante ruido y sangre de sus bordes, es-
tando la mucosa gástrica evertida, como si fuese un grueso rodete.
Invertí la mucosa y practiqué tres planos de sutura con los puntos
utrás^ quedando lineal y sin fruncimientos. ,
Hice una toilette en el vientre con el mayor escrúpulo posible, re-
sequé una gran parte del epiplón y suturé el vientre en tres planos.
Aplicado un aposito conveniente se trasladó el herido á su cama,
y por efecto de la termo-eterización, el operado reaccionó en muy
buenas condiciones. Acto continuo se le inyectó un litro de suero.
4M
D«pcrt6 el ñnmemmáo^ ga wómamjmm mñlrmmr.PmA^wKi^
t— ta ale b-íea, darauesdo á ratcML
Ai dídi ff^okste de Im operaeí6ii« 6 am el 11 de jsaáo, fia par la
flMaaaa t3^ p'-ilsaeíooea j S^3 de teatperamnL Bv la cavie O^
y ^17*^. Eo todo el día no tooió más qae pedaciloa de hseio y par la
soche «e le aplicó una ínyeeeíóD de ■afro de 2^>J j
ÍlUftua ue. J5-,7.
rmrém 140 WTfi.
JSoch» 190. JBTA.
Por haber tenido algún dolor y haber pasado la aoche iatruiqai»
la, se le aplicó ona inyección de nxirfina y atropina, eoyo empleo a»
acordó en la consulta post operatoria.
^^^^'— (Kochs 108 STA^
Por la mañana se le cambia por primera vez el apóetlo. «loon-
trando la herida en muy buen estado. El manón epiplóieo sojeto ú.
la herida empieza á momificarse. No hay timpaniamo ni dolor eo
todo el Tienire. Empieza á tomar pequeñas eantidadea de leche he-
lada, que tolera muy bien.
llUlUns 101 ST.
^'^ '*•"•< Nochs 108 87*.
Tiene el operado una deposición con sangre negra y coagulada.
iMsftans lOi srx
Tiene otra deposición de la misma naturaleza.
iMaftans. 108 ,. 87*^
-^•^^••"í Noche 112 87*A
Se levanta el aposito y se encuentra la herida en muy buenas con*
diciones.
jlísftsns 100 87*.
^^"•'^ •• ÍNoche 108 88»,8.
Hace una deposición normal. Sigue tomando la leche en las mis-
mas condiciones.
{Msflsns 98 87*.
^''^*-- -I Noche 102 88*.
Toma una tapioca.
iMaftana 100 87»,6.
^*^^-- -(Noche UO 87»^.
Toma una sémola.
Z^ia i?0.... Palsaciones... 90. Temperatura. 87*.
Se le cura de nuevo, hallándose la herida en buenas condiciones.
405
Desde el 20 en adelante se le cura en días alternos, porque el des-
prendimiento del muñón epiplóico lo exige; éste se desprendió, que-
dando una granulación de buen aspecto. Como tópico se empleó el
^lutolf cuyo medicamento me ha dado siempre muy buenos resulta-
dos como antiséptico y cicatrizante.
Al día siguiente— ó sea el 21 de junio— se presenta una parotiditis
«n el lado izquierdo, que supuró, ocasionándole muchas molestias y
deprimiendo mucho el estado moral del paciente. Esta complicación
se pudo combatir al cabo de algunos días.
En el día 7 de julio se trasladó á su domicilio de Llavaneras, es-
tando la herida casi cicatrizada. El día 21 del mismo mes se le da de
4ilta completamente curado.
A muchos comentarios y reflexiones clínicas se presta esta histo-
ría, pero me voy á limitar á la diferente conducta que debe seguir
«1 cirujano en las heridas del estómago, cuando éstas son incisas ó
por armas de fuego. En las primeras basta una sutura doble ó de
tres planos á. pocos milímetros de los bordes, porque éstos no han de
<esfacelarse y son aptos para una buena cicatrización. En cambio,
•en las heridas por armas de fuego no se deben aplicar los puntos de
sutura cerca de los bordes, sino muy lejos y fuera de la zona proba-
ble de esfacelo, para que cuando éste se efectúe queden ya cicatri-
zadas las paredes serosas, y la sacara ó los detritus caigan dentro
del estómago y no en la cavidad peritoneal, cuyo accidente produce
ia muerte rápida y de una manera fatal.
En el Boletín elinieo de la Casa de Salud de Nuestra Señora del
Pilar^ me ocupé de la muerte del Presidente Mac-Kinley. Este reci-
bió un balazo que le perforó el estómago. Le practican la laparoto-
mía; hacen la sutura. El operado parecía que iba en buenas condi-
ciones hacia la cicatrización. Al octavo día, por la mañana, los
partes telegráficos manifestaban ^que el herido estaba fuera de peli-
gro y que iba á tomar una sopa, y aquella misma tarde muere en
muy pocas horas. >
No se explica la muerte de otro modo, ni su estado satisfactorio
uparenie^ sino por haber ocluido la sutura los bordes de la herida en
los primeros días, y caer la escara, al desprenderse la parte morti-
ficada por el proyectil, en la cavidad peritoneal y producir las fata-
les consecuencias que esto trae consigo.
406
DN CASO MÁS DE TABES DORSAL ESPASlODIGA KO HEREDITARIA
¿ ESGLEROSB UTCUL IMWLB
DON RICARDO GONZALO
Médico d«l Cuerpo de Saaidad alliUr.
S. G., de veintiún años de edad, soltero, natural de Riaño (León>
j de oficio labrador.
No refiere antecedente alguno familiar digno de mencionarse,,
salvo el parentesco de sus padres (primos carnales) ; y respecto á \t»
suyos, manifiesta haber padecido dos pulmonías á la edad de ocha
años y una infección tifoidea á la de catorce, á más de dolores ren*
mátícos en las articulaciones de rodillas y hombros principalmente»^
Su enfermedad actual comenzó hace próximamente quince me-
ses, siendo los primeros trastornos que fijaron su atención una graa
debilidad y pesadez en ambas piernas, que le dificultaba notable*
mente la progresión por su cansancio, y dolores, si bien no muy in-
tensos, á lo largo de los dos miembros inferiores.
Acentuóse gradualmente la debilidad, y las dificultades á la pro»
gresión fueron creciendo, mas nunca llegaron al extremo de que el
enfermo tuviese que servirse de muletas para caminar. Manifiesta
asimismo la sensación de tirantez que, cada vez con mayor inten-
sidad, experimenta en los momentos de la progresión y la dificultad
notable para verificar ésta al presente sin algún medio que le sirva
de apoyo.
En este mismo estado que ól refiere, sin nuevo trastorno que fije
su atención, permanece hasta el 9 de agosto del año pasado, fecha
en que tuve ocasión de verle por vez primera.
Tratábase de un joven bien constituido, en un buen estado de nu-
trición, de buena musculatura y talla media.
A la simple inspección, lo que primeramente llamaba la atención
de quien le observaba, era una serie de ligeras sacudidas de los
músculos de ambas piernas, más perceptible en los que constituyen
los muslos, y que aumentaban progresivamente de intensidad, has-
ta el extremo de convertirse en verdaderos espasmos clónicos» 4
medida que el enfermo fijaba su atención en ellos ó trataba de ha«
cer algún movimiento intencionado ó comunicado.
407
Al pretender el enfermo levantarse del lecho, no podía efectuarlo
sino apoyándose fuertemente en sus brazos y de este modo conse-
guía incorporar el tronco, pero al mismo tiempo que levantando
ambas piernas del plano de la cama, cosa que no podía lograr, si se
le mantenían sujetas. Puesto de pié, se notaba que los espasmos
musculares eran mayores, las piernas adquirían cierta rigidez,
marcándose con bastante claridad bajo la piel, los relieves muscu-
lares y el dedo gordo de ambos pies, separábase notablemente de
los otros hacia adentro y arriba.
Al intentar marchar, poníanse aún más de relieve los fenómenos
notados á la inspección. En efecto^ antes de levantar el enfermo del
suelo una de ambas piernas, para dar el primer paso de locomoción,
comenzaba por inclinar el tronco un poco hacia adelante y al lado
opuesto de la pierna que trataba de mover; levantaba ésta con difi-
cultad y ayudado por un movimiento de cadera hacia adelante y
volvía á verificar idénticos movimientos en sentido inverso, para
adelantar la pierna opuesta. Ya comenzada la marcha, con los de-
talles que la acabo de describir, se veía cómo los muslos se encon-
traban en una ligera adducción, próximas por tanto ambas rodillas
y formando ambas piernas un ligero ángulo abierto hacia abajo.
Su manera de andar, notablemente espasmódica y contractural,
hacía que la punta del pié suspendido fuese arrastrada sobre el suelo
en los momentos de avance perezoso, percibiéndose claramente al
final de unos cuantos pasos las notables contracciones clónicas de
todos los músculos de ambos miembros abdominales.
Ninguna otra particularidad otrecía á la inspección y exploración
de los demás aparatos.
Respecto al nervioso, pude comprobar un exageradísimo aumento
de todos los reflejos tendinosos de ambas piernas; bastaba un sim-
ple contacto para hacer contraerse todos los músculos, no sólo del
miembro tocado, sino hasta los del opuesto; igualmente se hallaban
exagerados los cutáneos, musculares y cremasteriano. Nada anor-
mal en lo que á las distintas clases de sensibilidades se refiere.
A la palpación de ambos miembros abdominales notábase la ten-
sión y contractura de todos sus músculos, pero más particularmen-
te de los que constituyen ambos muslos; contractura y tensión que
no desapareciendo durante el sueño normal ni el cloroformice, se
traducía en lo subjetivo, como dije al principio, por una sensación
de debilidad dolorosa y contractural que el enfermo aquejaba, pau-
latinamente creciente desde el comienzo de su enfermedad.
408
De todo lo expuesto se deduce : que por sus marcadas contracta-
ras permanentes^ por su marcha espasmódica, sus contracciones
(ibrilares, su exageración de reflejos y demás síntomas señalados,
asi como por la ausencia de aquellos otros que, cual la atrofia mus-
cular, los trastornos de vejiga y recto ó cerebrales, pudieran hacer
pensar en procesos distintos ó combinados con el que presentaba, de
la misma manera que por la falta absoluta de antecedentes claros
y precisos de intoxicaciones, únicos capaces de hacer pensar en
mielitis tóxicas, á más de su estado estacionario durante quince
meses, más bien progresivo, el sujeto cuya historia acabo de expo-
ner padece una tabes dorsal espasmódica no hereditaria; cuadro
clínico cuya lesión anatómica se halla representada, como general-
mente se admite, por la esclerosis ó degeneración de ambas vías pira-
midales»
Tai fué el diagnóstico que emiti, y á continuación expongo las
reflexiones médicas que el caso presente me sugiere.
Creo que, dada la claridad con que en este enfermo se nos ofrece
el cuadro clínico de la tabes dorsal espasmódica, asi como el es-
caso interés terapéutico que nos ofrece al objeto que me propongo,
son razones que me dispensan el haber suprimido en su historia su
diagnóstico diferencial, su pronóstico y su tratamiento.
De más utilidad considero el explicar ciertos detalles de la histo-
ria de este enfermo, que servirán para hacer comprender con cla-
ridad aquello que pudiera separarle de los demás enfermos de tabes
dorsal espasmódica, y ello es lo que voy á exponer.
En efecto, no es la edad de este Snfermo aquella en la que gene-
ralmente se nos ofrecen esta clase de padecimientos. Figurando»
como figuran, en la etiología de esta enfermedad causas tóxico-
infecciosas que, obrando larga y constantemente sobre el organis-
mo, llegan á determinar hondas lesiones nerviosas, como las que
caracterizan esta dolencia, era necesario que los años, sucediéndo-
se en larga serie, viniesen, por la acumulación de los múltiples epi-
sodios de la vida, á hacer la lesión profunda, nerviosa, de esta clase
de padecimientos; y en nuestro enfermo vemos, por el contrario,
que aun en edad relativamente temprana se ha originado la lesión,
habiendo, por lo tanto, una desproporción entre la edad del enfer-
mo y la intensidad de la lesión.
No posee tampoco, entre sus antecedentes, los de aquellas infec-
ciones é intoxicaciones que, cual la sífilis, el alcoholismo y el taba-
quismo, por ejemplo, aisladas ó juntas, hacen en mucho ó poco
409
tiempo reapectivamente lesiones hondas^ de cuya cuantía nos da-
rían claro testimonio.
Pero no obstante esta aparente discrepancia etiológica^ no por
eso deja de comprenderse bien este enfermo y explicarse suflciente-
mente y á satisfacción el por qué de su enfermedad, si considera-
mos : por un lado, el parentesco de sus progenitores, que ya de al-
gún modo pudo dejarse sentir, quizá, creándose en él, ya que no una
aplasia general, al menos algún aparato m&s débil y de construc-
ción más endeble que los otros, y ninguno más susceptible para ello
que el nervioso, dada su delicadeza estructural; y de otro, aquellas
infecciones, acaso pneumocócicas (dos pulmonías) de bacilo de
Eberth y reumáticas, que si cada.una de por si no es bastante para
hacer una lesión profunda de sistema nervioso, las tres juntas y
padecidas en temprana edad como nuestro historiado, y con sus
posibles huellas nerviosas heredadas, son más que suficientes para
darnos sobrada razón de los motivos que tuvo para enfermar y para
enfermar de tan grave lesión en edad tan temprana.
No existen iguales claridades en lo que á su patogenia se refiere,
pues asi como fácilmente se comprende y se explica la degeneración
descendente de un solo manojo piramidal, en la compresión de di-
cho manojo en cualquier punto de su trayecto (hemorragia de cáp-
sula interna, mielitis transversa, etc.)« asi es igualmente difícil
comprender en nuestro enfermo la clase especial de lesión que de
una manera tan escueta y exclusiva ha lesionado ambos manojos
piramidales, pues dado su cuadro clínico tan claro y preciso, es de
suponer tal lesión.
No existen síntomas cerebrales que nos hagan pensar en lesión
encefálica, asi como tampoco de compresión medular que pudieran
haber originado degeneración descendente de manojos motores y
ascendente de sensitivos, y será por tanto necesario pensar para
comprender su patogenia lesional y al mismo tiempo fundamentar
el diagnóstico, en la posible unión y combinación de las causas etio-
lógicas que hemos señalado.
Consideradas como causas originales de la enfermedad, ya vimos
que eran más que suficientes para darnos razón de los motivos de
la misma, asi como de sus especiales condiciones, edad del enfermo
é importancia de la lesión. Pues bien, consideradas ahora como
causas del mecanismo patogénico, sirven también para hacerlo
comprensible; pues no es forzoso el suponer que si la consanguini-
dad de sus padres influyó sobre la construcción de su sistema ner-
410
vioso príneipalmente, lo hiciese quizá con intensidad distinta en ios
diferentes sistemas de Abrás medulares, para que luego las causas
tóxico-infecciosas que sobre él obraron, dejaran sentir sus electos
con mayor intensidad en unos que en otros sistemas. Sólo asi puede
concebirse en este enfermo esa especial predilección que los agentes
tóxico-infecciosos tuvieron para lesionar exdusiTamente y con
tanta precisión ambos manojos piramidales.
Ahora bien, ¿el presente caso puede figurar como un apoyo mAs
en favor de la autonomía morbosa de la tabes dorsal espasmódicaf
Tal creo y como tal le presento, á pesar de no poder ir acompañado
de autopsia, como los dos últimamente presentados por Strampell y
Dejerine y Sottas, si bien el primero de ellos no presentaba el coa-
dro clínico de la tabes dorsal con la claridad y precisión que leofre*
cía este enfermo.
Partidario soy de la autonomía-morbosa de tal proceso; como tai
creo que debe ser considerado por poseer un cuadro clínico bien de-
' terminado, como lo demuestra éste y otros enfermos, su lesión tí-
pica y su concordancia con la fisiología patológica medular, pero
me llevaría muy lejos de mis propósitos el razonar suficientemente
tal manera de considerar esta lesión y por esta razón termino la pre-
sente historia clínica, en la que únicamente me proponía aportar
Un ea90 mds de tabes dorsal espasmádtea no hereditaria ó esclerosis
lateral doble.
KEVISTA DE HIGIENE
DOCTOR DON RAFAEL RODRÍGUEZ MÉNDEZ
Catedrático d« Hl^ene d« U FÉColtad de M«dkUift d« BwMloaa.
Sumario : I. Las ideas modernas sobre la etiología y epidemioloicia de la
fiebre tifoidea. — II. Limpieza y desinfecoión de la boca ; inoonveiiientes
del salo!.— III. Trastornos psíqnioos debidos á la insolación.— IV. Miasis
en el hombre. — V. Las cigarreras y sus partos y prole. — VI. Preceptos
higiénicos para después del parto.
I. Las ideas sobre la etiología y epidemiología de la fiebre tifoidea
han cambiado por modo notorio en estos últimos tiempos. La hipó*
tesis de Pettenkofer, relativa al papel del suelo y del agua telúrica,
está hoy abandonada con razón. La acción del agua como vehículo
411
«8 indudable, pero no representa ella toda la etiología ; y ei es ver*
dad que el mejoramiento del servicio de aguas potables ha dismi-^
nuido las epidemias, no lo es menos que las hay tqdavfa indepen-
dientemente del origen hidrico ó de otro alimento cualquiera, sobre
todo en los países rurales. En cambio, ganan terreno el contagio di^
recto por el enfermo mismo y el contagio indirecto por las evacua-
ciones 6 los objetos infectados por éstas.
Los individuos atacados de fiebre tifoidea ligera, muy ligera en
ocasiones, que no son tratados ni guardan cama, y en los cuales
^6\o es posible el diagnóstico mediante el examen bacteriológico,
son de lo más temible: Este, cuando ha sido hecho, ha revelado el
punto de partida de varias epidemias graves. En los niños es fre-
cuente la fiebre tifoidea ambulatoria.
Mas cuando aparecen casos, por decirlo así, autóctonos, cuesta
trabajo explicar esas larguísimas incubaciones, y se ha pensado en
que el bacilo goza en el suelo ó en el agua de una gran resistencia
á partir del día en que fué depositado por esos enfermos ambulan-»
tes ; pero esta hipótesis deja mucho que desear y no explica todos
los hechos.
Frosch, al iniciarse las investigaciones para combatir la epidemia
del ^ O. de Alemania, notó que había easas^ grupos de caaos de fle^
hre tifoidea^ en que sólo eran atacados los nuevos moradores, que-
dando indemnes los antiguos, y dio á este hecho el nombre de «in-
munidad regional contra la fiebre tifoidea». Supone que los bacilos
tifoideos siguen viviendo como saprofitos en los individuos antes
atacados y que las materias fecales y la orina de éstos puede pro-
ducir nuevos focos de infección. Cuando formuló esta hipótesis, las
observaciones que podían apoyarla eran escasas (Drigalski había
visto el bacilo en las materias fecales de un hombre sano hacía cua-
tro meses, y Dónitz en la orina de una mujer curada hacía siete).
Una vez llamada la atención sobre este punto, las investigaciones
han sido probatorias, especialmente en los puntos en que reina la
fiebre tifoidea. Lentz, en siete de estas zonas, halló, hasta el 31 de
enero de 1905, 98 individuos bacilíferos crónicos persistentes, ó sea
un 4 por 100 de los individuos examinados, sin que le fuera dable
averiguar en casi ninguno de ellos que hubieran tenido fiebre tifoi-
dea. El calificativo de baciliferos crónicos sólo se emplea después de
la décima semana de acabados todos los trastornos de la fiebre ti-
foidea ó de la recaída si la hubo. Dura la salida de bacilos de tres á
cuatro años, por término medio, pero la notó en un individuo nada
412
menos que á los cuarenta y dos años de curado. Los Ji>aciIo8 salen
en gran cantidad, alguna vez en estado de cultivo puro, siendo de
notar que hay pocos ó no hay colibacilos ; tienen todos los caracte-
res físicos, químicos y biológicos de los bacilos tifoideos; gozan de
virulencia, y si los individuos que los albergan no recaen de conti-
nuo, tal vez se deba á. cierta inmunidad hija del primer ataque y á
que los tejidos en que se alberga el germen poseen inmunidad local^
entendida ésta en el sentido que le dan Wassermann y Citrón, ó á.
que no llegan á. su residencia los denominados anticuerpos. Por úl-
timo, son más frecuentes en las mujeres que en los hombres (16 por
22), no poseemos medios para desembarazar al organismo de estos
microbios, pues el que más es de acción pasajera, y deben residir
en algún punto que los haga inaccesibles á los medicamentos.
Así las cosas y habida cuenta de que la vesícula biliar suele con-
tener el bacilo tifoideo hasta años después de la infección, se han
hecho investigaciones en este sentido y se ha visto que con frecuen-
cia existe en aquélla en estado de cultivo puro, que lo hay en los
cálculos biliares (operados) hasta sin haber antecedente alguno de
fiebre tifoidea y que no es raro en la colecistitis (Lenz, Forster,
Kayser). Por otra parte, la experimentación en los animales (ino-
culación sanguínea), hecha por estos autores y por Dórr, demuestra
que los bacilos quedan retenidos en la vesícula durante cuatro y
más meses, en la que suelen producir colecistitis, y que en ella do
tardan en instalarse. Aun cuando, por ser la fiebre tifoidea un pa-
decimiento exclusivamente humano, estos experimentos no tienen
valor absoluto, dada su concordancia con los otro» hechos, contri-
buyen á pensar que es la vesícula un depósito de bacilos que van
saliendo con las deposiciones. De este modo se explica que sean más
frecuentes en la mujer que en el hombre, pues también son más fre-
cuentes en ella las afecciones de la vesícula biliar, así como que
salgan los bacilos ya continua, ya intermitentemente, pues la cole-
cistitis tifoidea es crónica unas veces y con recidivas otras.
Es, pues, el hombre, el bacUifero crónico^ la fuente incesante de
toda infección nueva, directa ó indirectamente (agua, suelo, alimen-
tos). Asi se concibe los casos cuya etiología pasaba inadvertida, y
adquiere importancia la infección por contacto ; se concibe también
que cerrando pozos ó prohibiendo tomas de agua sospechosa se ha-
cia algo, pero no»se atacaba la causa de las epidemias, sobre todo
en las comarcas rurales.
Llamada la atención hacia este punto en virtud de las investiga*
413
clones hechas para combatir la epidemia del S. O. de Alemania^ lu-
cha entablada según los planes de Koch, éstas revelaron ante todo
el concepto de que es la fiebre tifoidea una de las infecciones más
contagiosas (1). Hay individuos que permanecen indemnes á pesar
de haber usado el agua^ leche, suelo, etc., que usaron los enfermos.
El papel principa] en el contagio corresponde á. éstos : excreta, ro-
pas, objetos que emplearon, etc., y sobre todo á las manos, que se
impurifican con cantidades mínimas de materias fecales, de orina,
de esputos, etc. (por eso es tan frecuente la fiebre tifoidea en los
niños).
Conocidos estos hechos, la profilaxis debe consistir : en aislar al
enfermo, destruir inmediatamente todos los excreta, desinfectar ro-
pas, ajuar, camas, etc., desinfección esmerada de las manos en los
que cuidan del infeclo, examen de las personas invadidas pero to-
davía no enfermas y de los bacilíferos crónicos, cuyas deposiciones
deben ser desinfectadas, y á quienes se les ha de prohibir toda in-
tervención en el comercio de la leche. Esto, hecho con constancia,
y las medidas generales de higiene, reducirán mucho la morbosidad
por fiebre tifoidea, ya que no es fácil acabar con ella. (Berlín. Klin.
TTocAciw., 1906).
II. El salol, tan usado en la antisepsis de la boca y de la piel, pre-
senta graves inconvenientes (Brocq), hecho confirmado por Carie y
Point (Lyon medical^ 1906), quienes reúnen un buen número de ob-
servaciones muy decisivas Hay entre ellas las de cinco individuos
de una familia, afectos de herpes labial hacía muchos meses, que
curaron pronto suprimiendo un dentífrico en que entraba el salol.
Por tanto, siempre que se trate de un herpes labial ha de investigar-
se si anda de por medio el salol. Igual es la opinión de Besnier y la
de Thibierge, para quienes este cuerpo es una substancia eczemató-
gena en alto grado. La erupción comienza, por regla general, en la
comisura, se acantona en ella más ó menos tiempo y al fin se ex-
tiende á los labios y en algunos individuos á las mejillas. Persiste
mientras dura la causa.
Otros. antisépticos tienen el mismo inconveniente: fenol, subli-
mado, etc.
(1) La epidemia empieza siempre por un caso de orÍA:eii conocido ó no ; á
las dos ó tres semanas (período de incnbaoión) son invadidas las personas
qoe estay ieron en contacto con el enfermo ; signen laego los de la misma
casa, los de las vecinas y, en fin, los alejadoB, hasta que se extingue la epi-
demia ó se pierde el rastro.
414
La antisepsis de la boca tiene mucho de ilusoria y el empleo de
desinfectantes es inútil, cuando no peligroso. Bn ciertas afecciones
los lavados antisépticos de la boca son provechosos, pero en la prác-
tica ordinaria la adición de un antiséptico es supérflua y de ordina-
rio es irritante.
Un buen dentífrico debe ser sobre todo de acción mecánica, y la
limpieza de los dientes es cuestión de cepillo. El mejor dentífrico es
el más sencillo ; por ejemplo :
Carbonato de ma^esia 10 f^amoi.
~ de oaloio 10 —
Eflencia de menta XX ffotas.
Se carga el cepillo con bastante polvo y se empieza por las caras
triturantes de todos los dientes, y luego las laterales de arriba abajo
para los superiores y de abajo arriba para los inferiores ; asf se lim*
pia también los intersticios y no se empuja los cuerpos extraños
bajo el cuello. La limpieza debe extenderse á las encías y dorso de
la lengua.
La operación ha de hacerse después de cada comida, cuando me-
nos mañana y noche, sobre todo de noche, pues durante ésta la sa*
liva es menos abundante, hay escasos movimientos y las fermenta-
ciones son más fáciles que de día. A la falta de limpieza nocturna
hay que atribuir las gingivitis y las caries dentarias. Rose, de Mu-
nich, ha dicho : • No te olvides, sobre todo, de limpiarte la boca de
noche. El que no se lava la boca más que por la mañana, se parece
á aquel que cierra la puerta del establo cuando ya ha salido la
cabra».
III. La insolación prolongada é intensa, cual la de la zona tórrida
y la que sufren en nuestras comarcas meridionales los agricultores
y los soldados, determina varios trastornos psíquicos : insomnio,
cefalalgia, ataques epileptíformes, torpeza intelectual, etc. Meiguié
{Théae de Bordeaux^ 1906) llama la atención sobre otro : la amnetia.
Esta amnesia, variable en sus formas y más ó menos absoluta, la
hay en todos los casos y de ordinario es intensa. Sólo existe tan
completa en la eclampsia y en la polineuritis. Puede ser retro jrada^
con sus dos variedades lacunar y difusa (ó crepuBcular) y anierógra-
da, ya de fijación^ ya actual. En unos casos la insolación es la única
causa, en otros va unida á otro factor : al alcoholismo, paludismo,
sífilis, etc.
IV. Los casos de miasis, ó desarrollo de larvas procedentes de
dípteros, son raros en el hombre (más comunes en las comarcas tó-
415
rrídas que en las nuestras), pero se les debe tener presentes para
explicarse ciertos hechos, cuyo génesis puede pasar inadvertido.
Dequen (tesis de París, 1906) ha estudiado este capitulo.
Las larvas de las moscajs han sido observadas en todos los puntos
accesibles á estos insectos y hasta en algunos que no era de prever:
piel y tejido celular subcutáneo de la piel del cráneo, frente, pecho,
miembros, espalda, conducto auditivo externo, fosas nasales, ojos,
conductos lagrimales, ombligo, ano, senos frontales y maxilares,
encías, dentro de las mejillas (Hope), faringe (Heysham), estómago
(Hope, Yule, Kirby, Thompson, Reeve, Kellie, etc.), intestinos (Ho-
pe, White, Brera, etc.), vejiga de una miíjer (Ziegler), uretra de un
hombre (Tumer, Breyset), vagina (Lallemand). En unos casos en-
tran las larvas con los alimentos (frutos averiados, carne pasada,
queso, etc.); en otros son depositadas insidiosamente y durante el
sueño.
Dequen se ocupa especialmente en las larvas caoicolaSj en las que
entran en las cavidades nasales, oculares, auriculares, senos fron-
tales y maxilares. Casi todos los casos se refieren á los múscidos y
algunos, dudosos, á los éstridos, y todqs recaen en individuos de
una suciedad repugnante, en borrachos, bulimicos, ozénicos y ulce-
rosos de toda jerarquía. Las larvas más frecuentes de la familia de
los múscidos han sido en América el género LucilUa^ y en Europa
el Sarcophila (Rusia) y el Sarcophaga (Francia). Las alteraciones
oscilan entre el picor, cosquilleo, etc., del principio hasta la muerte.
Hay que desembarazarse de ellas á toda costa, incluso el empleo de
Ja trepanación. En Rumania y en Inglaterra se usa por el vulgo el
beleño, fumigando é inhalando con hojas secas y frutos ó rociando
con el agua.
V. Es sabida la mala inñuencia de la intoxicación nicotínica so-
bre el embarazo. El Dr. J. Livon da'á conocer (Marseüle medical^
1906) sus observaciones.
Una mujer con 14 embarazos : 7, antes de entrar en la fábrica,
acaban bien, y 7 mal desde que entró. Otra : 10 embarazos ; todos
terminaron en aborto. Otra : 8 embarazos, de los cuales sólo con-
cluyeron bien los dos últimos por haber salido de la fábrica.
No menos evidente es la acción nociva del tabaco sobre los hijos
que nacen con vida, más pequeños, enclenques, de mala dentición
y poco residientes (Oelaunay, Quinquaud, Goyard). En el Havre, de
376 nacidos, murieron 223 (Piasecki) ; en Yglau^ de 453, hubo sólo 11
muertos al nacer, pero luego sucumbieron 206, de ellos 101 de enfer-
416
med&des cerebrales y medulares con convulsiones, 9 de meningitis
y 3 de hidrocefalia crónica (Kostíal). En otra estadística hay 110
muertos en los tres primeros meses, 160 en los seis siguientes y 181
varios meses después.
Los fallecimientos ocurren en su mayoría del segundo al caario
mes, época en que la madre vuelve á su trabajo y da á su hijo leche
«nicotizada» (Vinay), de olor de tabaco. La única manera de salvar
estos niños es abandonar la lactancia materna.
VI. Beuttner establece las siguientes reglas para la higiene des-
pués del parto (Soc. d'Obstét. et de Gynéc. de la Suisse romande^ 1906),
después de hacer la crítica de las divergentes opiniones que hay so-
bre la materia :
1^ Lavado de los órganos genitales extemos, una vez hecha la
toilette consecutiva al parto, mediante un simple riego de la valva,
mañana y noche, con una solución antiséptica ligera ó simplemente
agua esterilizada.
2.* Abstención de las inyecciones vaginales, más nocivas qoe
útiles.
3.* Usar la escupidera de cama, mejor la prolongada que la re-
donda, caletándola antes y desinfectando ios bordes.
4.* Comprobación del estado del útero, hecha por el mismo médi-
co, una ó dos horas después del parto.
5/ Permanencia en cama durante un tiempo que. ha de variar
según la constitución, posición, etc., de la mujer. En los caaos
completamente normales se puede permitir se levante al noveno
6 décimo día. Debe permanecer en decúbito supino los dos prime-
ros dias; á partir del tercero, se le puede conceder permanezca de
lado.
6.^ La habitación debe ser espaciosa, fácil de ventilar y de lim-
piar y á una temperatura de 18^ á 19^.
7.* La cama ha de ser accesible por todos lados.
8.* La ropa de cuerpo será amplia, blanda y apta para absorber
la transpiración.
9.* La alimentación consistirá, en los dos primeros df as, en leche,
huevos y caldo, reservándose la más substancial para después del
tercero ó cuarto, una vez evacuados los intestinos.
10. La parida debe orinar cada tres horas ; si hay retepeión, ma-
saje del bajo vientre, riego de la vulva con agua caliente y hasta
levantar á la puérpera especialmente mediante almohadas puestas
en la espalda. Si todo esto fracasa, hay que sondar.
417
11. Se procurará vaciar el intestino al tercer dia, pero no se usará
las aguas minerales en las mujeres que lactan.
12. Se tomará la temperatura y el pulso mañana y noche, y más
veces si es menester.
13. Para el tratamiento de las paredes abdominales se usará una
faja especial, aplicada seis horas después del parto.
14. Hay que recomendar la lactancia materna.
15. Las mamas serán cubiertas con una tela muy flna y limpia,
lavada con agua bórica, antes y después de cada tetada.
16. Ergotina, si no hay contracciones del útero ; si son dolorosas,
un ^nema laudanizado ó la aspirina recomendada por von Herff.
En la discusión consecutiva dijeron :
Bourcart : Que para restablecer el equilibrio abdominal, roto por
la expulsión y revelado por la flaxidez del regulador' (saco abdomi-
nal muscular y uterino) y por el éxtasis venoso del vientre, hay que
activar la circulación con un masaje centrípeto, excitar los centros
vasomotores del simpático y sostener los músculos con uña faja
elástica circular.
Rossier : Que, con arreglo á lo que se hace en Alemania, autoriza
en los casos normales á que se levante la parida á los cinco ó seis
días, previo un examen de la vagina hecho con guantes. No ha no-
tado inconveniente alguno. Además, no purga sistemáticamente al
tercer día.
Hastian : Que antes del parto ordena inyecciones con lisoformo,
pero no después del parto. Prescribe aceite de ricino en los dos dfas
primeros.
Muret : Que pone á las puérperas de lado desde el tercer día, épo-
ca en que está el útero contrafdo deñnitivamente ; que para favore-
cer la regresión de los músculos abdominales se ha de poner una
faja bien apretada, usar los purgantes en abundancia, no dar una
alimentación abundosa y ejercitar los músculos haciendo sentar á
la parida desde la primera semana. Para robustecer el suelo de la
pelvis usa inyecciones vaginales astringentes de alumbre ó de ace-
tato alumfnico ; si hay tendencia al prolapso ó á la retroflexión, co-
loca torundas empapadas en glicerina y acetato de plomo. Cree que
no debe durar más de quince dfas la permanencia en cama,
Bétrix : Que se ha de individualizar en estos casos, debiendo ser
de veinte dias como máximum y de doce á quince como mínimum
la permanencia en cama ; añade que la práctica alemana (Küstner)
ha sido impugnada por Olshausen. Respecto á la evacuación intes-
a
418
tínal, emplea un ligero purgante después del parto, críe ó no crie la
mujer. No recurre á la sonda sino en caso extremo, pues el catete-
rismo repetido produce cistitis.
Beuttner interviene de nuevo : la dilatación uretral es preferible
al cateterismo ; cuando recurre á éste emplea el helmitol.
Roux echa mano del clorato potásico en caso de tener que son-
dar, y añade que la orina es tanto más antiséptica cuanto más acida.
Muret, por último, procura que sus paridas ú operadas aprendan
á orinar estando acostadas. Purga desde el segundo día.
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA MEDIGO-QÜIRIÍROIOA ESPAÑOLA
Sesián del dia 19 de Nooiembre dé 1906.
Cirugía conservadora del tettíoulo.— El Dr. Goyanee, después de hacer una
brere reseña histórica de esta naciente cuestión, expone el interesante caso
siguiente : ün joven de treinta y dos afíos presentaba en la parte superior
externa del lado izquierdo del escroto un trayecto fístuloso por donde salim
exudado seropurulento; el testicalo estaba algo indurado, el epididimo en-
grosado y duro.
Tratábase de una tuberculosis localizada al epididimo, y habiendo leído
en los Archivos de Langenheck una operación aplicada á otros casos seme-
jantes, encaminada á conserrar la función testicular, se decidió á practicar-
la en el presente caso. Circunscribió la fístula con dos incisiones, abrió la
vaginal, desprendió el epididimo que estaba duplicado de vdumen y lo ex*
tirpó, respetando la arteria espermática para evitar la necrosis del dídimo;
extirpó un trozo del vas deferens y anastomosó el conducto deferente con la
rete testis. Para ello hizo una incisión profunda en el comienzo del cono
vasculoso de Haller; luego seccionó longitudinalmente el vaso deferente j
suturó con catgut los bordes á los de la incisión del cono vasculoso, cubrién-
dolo después con la túnica albugínea.
El resultado fué brillante ; el vaso deferente quedó normal y firmemente
fijado al testículo; np se puede saber si la función se ha restablecido, por-
que conserva el otro testículo. Pero piensa repetir la operación en otro en.
fermo con tuberculosis de ambos epididimos, en el cual será interesantísi-
ma, porque en él se podrá aclarar este punto.
Malgaigne ya había extirpado el epididimo aisladamente para conservar
el testículo, glándula de secreción interna muy importante. Bardenhaaer
419
•establecía la continuidad á expensas de la cápsula del epididimo, colocando
iiebras de catgut entre el testículo j la sección del conducto deferente y
enturando la cápsula epididímica por encima de las mismas.
Un autor italiano, Scaduto (de la Clínica de Durante, de Roma), ideó
practicar en los animales la anastomosis del Tas deferens con la red de
Haller (resección total del epididimo) y con la cabeza del epididimo (resec*
-oión parcial del mismo), obserrando que la continuidad se establecía y so
conserraba la función sexual.
Rasumowski, en los Archivos de Langenheck^ 1902, comunicó cuatro
K)peraciones de cirugía oonserradora, dos de resección total del epididimo
7 dos de resección parcial. También fueron casos unilaterales, y por eso no
pudo saberse si la función quedó couseryada.
En los casos de resección de la cola del epididimo, Scaduto anastomosó
por enchufe el conducto deferente, haciendo una especie de túnel en la ca-
beza del epididimo. Esto tiene su razón de ser, puesto que la naturaleza
tiene tendencia á restablecer la conducción del líquido espermático, y con la
anastomosis por enchufe se facilita, se ayuda esta tendencia conserradora.
La última operación conseryadora será la resección del yas deferens. En
•estos asuntos hay muy poco hecho, y sólo cinco obseryaciones que Goyanes
lia recogido no autorizan para sentar conclusiones defínitiras.
El Dr. Barragán^ después de felicitar al J)r. Goyanes y aplaudir sus ten-
dencias conseryadoras, cita cinco casos personales de extirpación del epi*
•dídimo conseryaodo la glándula testicular; pero, en yerdad, sin hacer la
•operación citada por Gbyanes.
El Dr. Cifuentee muéstrase también partidario de la cirugía conseryado-
ra de la función testicular, y más tratándose de sujetos jóyenes. Real-
mente, el ideal en estos casos es la operación citada y hecha por el Dr. Gk>-
janes.
Refiere un caso de extirpación del epididimo, en el cual practicó la ope-
ración á lo Bardenhauer; en él la anastomosis hubiera sido imposible,
porque el yaso deferente estaba lesionado y hubo que extirpar un gran
trozo, imposibilitándose la aproximación al testículo.
El Dr. Ooyanes ye con agrado que las tendencias conservadoras son acep-
tadas por sus colegas.
Sobre la epidemia actual de fiebre tifoidea. — El Dr. Vallk t Aldabaldb:
» Desde primeros de octubre de este afio yienen siendo tan frecuentes en Ma-
•drid los casos de fiebre tifoidea, que puede decirse sin exageración que se
trata de una epidemia. La aparición simultánea de casos en puntos muy
.distaaies de la población, induce á pensar en una causa general, tal como
la contaminación de las aguas del Lozoya. Verdad es que hay endemias y*
epidemias de fiebre tifoidea que se ha demostrado no son debidas al agua,
sino al suelo, y yo mismo conozco alguna comarca minera de Asturias don-
de esta última hipótesis es la más racional, puesto que se trata de personas
^ue consumen el agua potable de fuentes muy distintas y apartadas, y, por
otra parte, Ueyan entre sí tan poca relación, que no cabe pensar en un con-
tagio directo ; pero en Madrid no me atrevería á afirmar que el origen
de la infección es telúrico y no hídrico, mientras inyestigaciones muy de-
tenidas no diluciden este punto.
420
Tampoco he obeervado en la epidemia actual los llamados focos domésii*
eos ó epidemias de casa, que he risto en algana otra epidemia de esta mis-
ma capital.
Las formas qne he tenido y estoy teniendo ocasión de tratar, tanto en el
hospital como en la población, son leyes, y sin duda por eso la epidemia no
ha preocupado á la opinión, á pesar de su existencia indudable.
Presentan las fiebres actuales algunas particularidades que han sido el
motiro principal de mi comunicación.
Una de ellas es la frecuencia de la roseóla, y sobre todo, su intensidad^
y en algunos su difusión, habiendo habido más de un enfermo en que lle-
gué á dudar si se trataría del tifus exantemático, á pesar de que el haberse
iniciado el exantema por el tí entre, no haberse conrertido en petequial, y,
sobre todo, los demás síntomas, me inclinaron el ánimo al diagnóstico del
tifus abdominal.
En cambio, el infarto del bazo es en la epidemia actual poco común y
poco acentuado. Tampoco es muy frecuente la diarrea, sobre todo de lo»
casos no tratados con purgantes. Excusado es decir que por lo mismo que
se trata de formas leves, la cifra térmica asciende poco, y los fenómenos
nerviosos apenas se ponen de manifiesto. Tampoco han sido frecuentes las
epistaxis, pero en un caso llegaron á adquirir bastante intensidad.
Por lo mismo que muchos de los casos eran tan borrosos en su síntoma-
tología, apelé en el hospital al suero diagnóstico de Ficker, habiéndose en*
cargado de este examen uno de mis alumnos, el Sr. Marañen. Ahora bien;
en todos los casos, menos en uno, pero en cambio también en el de exante-
ma abundante y generalizado, se presentó la suerorreacción con carácter
positivo, y, por el contrario, dio resultado negativo con el paratifus B en
uno de los casos en que se hizo este examen de comprobación. También fué
positivo el resultado del examen hecho por el Sr. Marañón en otros casos
de otras salas del Hospital provincial, y en alguno del Asilo de las Merce- '
des, en que se recurrió á este medio de exploración. I
Un síntoma que creo puede tener alguna importancia, no obstante la I
que base dicho en contrario, es el gorgoteo en la fosa iliaca derecha, sobre
todo si se confirma que también se presenta, como yo he abservado en al- ¡I
gunos casos, sin existir diarrea, y no como se ha dicho, sólo cuando se pre-
senta este último síntoma.
He comprobado en algunos casos el síntoma de Bernard, ó sea la presen-
cia, apreciada por la palpación, de tumorcitos como almendras, de la foss
ilíaca derecha, que no deben ser otra cosa que los infartos ganglionares que
sabemos se producen en el tifus abdominal. Claro está que la exploración
necesaria para descubrir este signo ha de hacerse con cuidado si recorda-
mos que hacia dicha zona caen las asas de intestino donde más abundan
las lesiones propias de la tifoidea.
Del tratamiento poco he de decir. Tratándose de casos leves, casi basta
con la simple expectación, sin necesidad de acudir á los baños, ó todo lo
más uno á la caída de la tarde, más que como defervescente, para estimu-
lar las funciones de la piel y del riñon, como medida de limpieza y con el
objeto de favorecer el descanso nocturno.
En estos últimos tiempos se ha vuelto á hablar de la quinina en la fiebre
421
tifoidea. No la creo neceearia, y todo lo más entiendo que se puede usar
oomo'medio auxiliar de la hidroterapia, pero nunca por mucho tiempo Be-
bido.
Sólo he tenido un caso de recaída, y como ha sido precisamente un en-
fermo en el que anduTe un poco más de prisa que de costumbre en permi*
tir alimentación sólida y el abandono del lecho, creo que la recaída fué de-
bida á tales circunstancias y que este hecho nos ensefia una vez más la oir-
'Cunspeoción con que se debe proceder en el alimento y en el abandono de
la cama, aunque se trate de formas leres de tifus abdominal.
PERIÓDICOS
Placenta previa.— En El Confidente de las Cienciae Médicas^ de Jerez de la
Frontera, publica el Dr. D. Rodolfo del Oastillo y Ruiz el caso clínico re-
ferente á M. R., de cuarenta años de edad, casada, natural de Toledo, cuya
primera regla tuvo lugar á los quince afios, siendo de^de esta fecha sus
menstruaciones perfectamente regulares, solamente suspendidas durante
•cuatro embarazos Uerados felizmente á término y en los que los partos y
puerperios evolucionaron de una manera fisiológica, el último de los cuales
databa de cuatro años fecha. EU año próximo pasado se sintió de nuevo
embarazada y todo marchó á pedir de boca hasta el mes séptimo de su
nueva gestación (septiembre), en que un día al levantarse y sin haber no-
tado molestia alguna, se encontró manchadas las ropas de sangre, proce-
dente de una hemorragia genital no nada escasa ; guardó absoluto reposo
y á ios cuatro días pudo abandonar el lecho completamente restablecida;
poco duró este estado, pues la hemorragia reapareció al poco tiempo con
más intensidad, siendo combatida con reposo y un taponamiento que le
hizo el profesor que la asistía; desde esta fecha las pérdidas sanguíneas tan
pronto aparecían como cesaban, siendo este motivo suficiente para que su
médico le aconsejase la conveniencia de ser examinada por un especialista,
y en tal situación tuvo ocasión de explorar á esta señora, precisamente al
mes de haber tenido su primera metrorragia. El estado general de la pa-
ciente era bastante bueno, sin que las pérdidas sanguíneas que padeciera
hubieran hecho mella en su organismo suficientemente robusto; se trataba
de una embarazada en el octavo mes, presentando todos los signos propios
de la gestación en esa época ; el feto, cuyos latidos cardiacos no acusaban
sufrimiento alguno, aún no estaba encajado; el tacto vaginal denunciaba
un reblandecimiento muy marcado del cuello, que estaba ligeramente di-
latado, acompañado de un engrosamiento bastante manifiesto del segmen-
to inferior del útero, apreciable principalmente en el fondo del saco vaginal
izquierdo y mitad izquierda de los fondos anterior y posterior, lo que unido
A la falta de encajamiento del feto hacían difícil la percepción del peloteo
vaginal. Piensa el Dr. Castillo en una inserción baja de la placenta, y dado
«1 buen estado general de la embarazada, la ausencia de fenómenos de
422
parto 7 la relativa escasez de la hemorragia, se limitó á prescribirle re*
poso absoluto, irrigaciones yaginales calientes y enemas laudanizados, md-
yirtiéndole que si la hemorragia reaparecía con intensidad ó si su estado
general se alteraba, avisara inmediatanxente.
Cesaron aquéllas, hasta el 19 de noviembre que fué llamado con urgen-
cia por haber reaparecido el flujo sanguíneo con caracteres alarmantee,.
acompañado de contracciones uterinas dolorosas. Encontró á la enferma,
con una abundante metrorragia, efecto de la cual su estado general había
decaído de un modo considerable ; la vagina, por la que salía sangre mes-
dada con coágulos, estaba llena de éstos ; el cuello uterino dilatado, con
nn diámetro próximamente equivalente al de una moneda de dos pesetas^
á través del cual se apreciaban las membranas completamente intactas y
cotiledones placentarios en el hemicirculo izquierdo, el feto se presentaba,
de vértice en posición Olí A. ; las contracciones uterinas se producían cada
diez, cada cinco minutos. El parto, pues, había comenzado ; el diagnóstico*
de placenta previa no ofrecía duda.
Siguiendo la práctica de Pinard, desinfectó vulva y vagina y rompió laa
membranas extensamente con objeto de evitar nuevos desprendimientos-
placentarios y ver si conseguía que el ovoide cefálico se encajase y actuan-
do de tapón contuviera la hemorragia; por el momento ésta pareció eeear^
mas volviendo á reaparecer casi en seguida, se decidió á vaciar el útero^
practicando al efecto la versión podálica por maniobras internas, consi-
guiendo extraer un feto muerto, é inmediatamente hizo el alumbramiento
artificial.
La operación resultó fácil por tratarse de un cuello perfectamente dila-
table; seguidamente se le practicó un lavado intrauterino con agua este-
rilizada á 88"" centígrados y se le inyectaron 800 cent. cúb. de suero Hayea
en el tejido celular de la región infradavicular, con el fin de provocar ana.
pronta reacción, pues encontrábase la operada en un estado sincopa! gra-
ve; fué rodeada asimismo de calentadores, teniendo la suerte de ver al poco
tiempo iniciarse la reacción, que fué en aumento progresivo hasta comple-
tarse. El curso post operatorio, así como el puerperio, fueron excelentes t
todo hubiera marchado perfectamente á no ser por una ligera flegmasía.
alba dolens de la pierna izquierda, que se presentó al dozavo día de la ope*
ración y que eficazmente combatida mediante el reposo absoluto del miem»
bro afecto, tuvimos la satisfacción de dar de alta á nuestra puérpera com-
pletamente restablecida á los veintiocho días de operada.
A propósito del caso, dice el Dr. Castillo : En los últimos tres meses del
embarazo y como resultante de las contracciones uterinas indoloras qae
normalmente se producen (Pinard) y de la mayor amplificación del seg-
mento inferior del útero (Auvard), se desprenden las membranas ovalares
de la pared uterina, á mayor ó menor distancia y á partir del orificio in-
terno, desprendimiento que se continúa durante el parto y termina en el
alumbramiento; pues bien, si la placenta está inserta en el sitio donde este
desprendimiento se efectúa, sucederá, ó que la placenta se desinserte, dan-
do lugar á hemorragias más ó menos intensas, según la zona de despega-
miento, ó que la inserción placentaria resista y el córion atirantado ceda
y se rasgue, dando por resultado la rotura de las membranas, mas no se
423
limitan á esto las cosas, síqo qae tanto uno ú otro fenómeno al producirse
pueden dar origen á la expulsión prematura del huevo y de aquí la fre-
cuencia del parto prematuro en la placenta preria ; finalmente, ocupando
la placenta una parte del segmento inferior del útero, impide el encaja-
miento de la parte fetal y en su consecuencia es motiro frecuente de pre-
sentaciones viciosas del feto.
A estos cuatro fenómenos queda reducida la sintomatología de la inser-
ción baja, aparte de los signos físicos de todos conocidos, síntomas que se-
gún su presentación y su intensidad serán el punto de partida y base del
tratamiento que se debe de poner en práctica. Sin embargo, el más temi-
ble de todos los accidentes es la hemorragia, y puede decirse de ella qile
absorbe por completo la terapéutica de la placenta previa.
8i la hemorragia no es muy intensa, no altera el estado general de la
embarazada, el feto no acusa sufrimiento y el cuello está cerrado y no es
dilatable, máxime si esto acontece en época temprana del embarazo, la
conducta del tocólogo debe de limitarse á una expectación armada; se
prescribirán las irrigaciones calientes, el reposo absoluto y los enemas lau-
danizados.
Si, por el cpntrario, la hemorragia es intensa, cosa que generalmente
ocurre cuando el cuello comienza á desaparecer y á dilatarse, puesto que
la hemorragia es producto de desprendimientos placentarios consecutivos
á la mayor amplificación del. segmento inferior, que determina una falta
de paralelismo entre la torta placentaria y dicho segmento inferior de la
matriz; si la dilatación es grande, la hemorragia será intensa, y si peque -
fia, las pérdidas hemáticas no serán grandes, puesto que su intensidad está
en relación directa con la extensión de los desprendimientos ( excepción
hecha de las inserciones centrales ó parciales, afortunadamente raras y en
las que la hemorragia es gravísima), en esos casos se debe emplear una te-
rapéutica activa para salvar la vida de la madre y la del feto, aunque éste
en la mayoría de los casos es asunto perdido.
Conocida, pues, la génesis de las hemorragias, se rasgará ampliamente
las membranas, con el fin de precipitar el parto y evitar nuevos despren-
dimientos, pues entonces las contracciones uterinas dejan de actuar sobre
las envolturas fetales, las cuales se repliegan dejando de efectuar traccio-
nes de la placenta y el feto se encajará, verificándose el parto espontánea-
mente, cuando la presentación es de vértice.
Con este tratamiento se ha obtenido excelentes resultados. Sin embar-
go, este procedimiento, sólo aplicable á las presentaciones de vértice, falla
algunas veces, como en este caso ocurrió, y en presencia de lo cual el mé-
todo de Braxton-Hikcs es el mejor, puesto que con una dilatación que per-
mita la introducción de uno ó dos dedos y, dándose la coincidencia de acon-
tecer esto Qu enfermas con cuello dilatable, se puede introducir la mano,
hacer la versión podálica, sacar un pié y dejar que el parto se efectúe es-
pontáneamente, sin que con este proceder se produzcan las grandes rasga-
duras del cuello que son tributarias del parto forzado y que jamás debe de
emplearse. Si se tropieza con una enferma en que el cuello está dilatado
suficientemente ó es fácilmente dilatable, complétese la versión haciendo
la extracción rápida del feto; pero, entiéndase bien, siempre que el cuello
424
sea perfectamente dilatable y qae con naestra Interrención no prodosea*
mos graves rasgaduras uterinas.
Finalmente, cuando la inserción es central ó parcial, el remedio más efi-
caz, m¿8 científico y racional es la operación cesárea coneerradora, pro-
puesta por el Dr. Candela en el XIY Congreso internacional de Medicina
celebrado en Madrid. — Sababia.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PARÍS
Suián del dia i3 dé Noviemhre de 190$* ,
Disentería baoilar mortal; contagio probable per tejidos de origen exMieo. —
Los Dres. F. Widal y H. Martin : En una familia qne habita en uno de
los distritos más sanos de París, hemos observado dos casos de disenteria
bacilar mortal, desarrollados con algunos días de distancia en un padre y
en sn hijo, que vivían en condiciones higiénicas irreprochables. El nifio, de
tres años, tuvo deposiciones mucosas y sanguinolentas y murió en cnatro
días de disentería fulminante. Diez días después el padre tuvo síntomas
análogos; la temperatura se elevó inmediatamente, y al mismo tiempo qae
las deposiciones eran mucosas y sanguinolentas, evacuaba colgajos de ma-
cosa intestinal esfacelada; el enfermo murió al cabo de treinta y un días.
El examen de las deposiciones, practicado por Dopter al octavo día, h*
permitido aislar un bacilo que tiene los caracteres del que uno de nosotros
ha descrito aquí mismo por primera vez, con Ohantemesse, en la disente-
ría, y cuya muestra respondía al tipo aislado después por Shiga en las epi-
demias japonesas. He aqui, pues, dos casos de disentería cuyo diagnóstico
clínico no se prestaba á ninguna duda, y cuya naturaleza bacilar ha sido
demostrada por el examen de las deposiciones. La enfermedad ha tenido
la gravedad de las disenterías bacilares de los países cálidos y ha evolu-
cionado según el tipo gangrenoso.
El hecho de haberse sucedido estos dos casos graves en París, en ana
época en que la enfermedad no existía, llama desde luego la atención.
Nuestros enfermos no habían salido de París desde hacía mucho tiempo, y
vivían en condiciones muy confortables de dietética y de s^alubridad qae
no dejaban nada que desear. El agua de bebida no podía ser incriminada,
como en el curso de las epidemias que devastan toda una población ó una
comarca. Un foco aislado no puede nacer espontáneamente en medio de
una población indemne ; la razón de que apareciera debe buscarse en el
contagio, cuyo papel, como se sabe, ha sido revelado por Eelsch y Eaener.
425
La m¿8 mÍDnoioM inveistigacióii no ha permitido encontrar otro contacto
que el siguiente. Ocho días antes de que el niño hubiese tenido los prime-
ros síntomas de su padecimiento, el padre habla comprado á un Tendedor
ambulante tejidos que hablan llegado del Japón y con los cuales habla
jugado el nifio.
La disenteria puede considerarse actualmente como una de las más
transmisibles de las enfermedades infecciosas; si la propagación es más á
menudo directa, conviene ne perder de vista que los objetos que se han
manchado pueden también propagar de un modo indirecto la enfermedad
al cabo de mucho tiempo. En la investigación que se haga, pues, para
buscar la filiación etiológica de un foco disentérico aparecido inopinada-
mente en nuestras regiones, nunca se debe olvidar el averiguar si ha habi-
do ó no relación sospechosa con personas ú objetos de lejana procedencia,
ün contacto con tejidos venidos del Japón es lo único que nosotros hemos
podido encontrar en la etiología de nuestros enfermos, y nos ha parecido
interesante de poner este hecho en relación con la aparición de este foco
de disenteria familiar, desarrollado en pleno París, en las condiciones
anormales que hemos descrito.
El foco se extinguió en el mismo punto que naciera; pero si en lugar de
aparecer en el seno de una familia aseada se hubiese presentado en un
medio miserable, habría podido ser el origen de una generalización epidé-
mica. Por lo tanto, no estarla de más que nadie dejara dfe hacer desinfec-
tar esos tejidos que hayan pasado por medios cuyo estado sanitario es des-
conocido, dado que no se pueda pedir á los poderes públicos que asi lo
hagan.
Tratamionto del oáncar. — El Dr. Bbrgsr : La intervención quirúrgica en
el cáncer de la lengua es de las operaciones más graves de la cirugía, pero
hemos de confesar qne sólo la operación produce curaciones duraderas. De
cuatro cánceres, algunos muy extensos y sometidos al análisis histológico,
en los que obtuve la curación, ésta data de seis, ocho, diez, y más de didto
años. Por la operación, pues, puede obtenerse la curación de los cánceres
de la lengua; también es necesario operar muy ampliamente los casos en
que el cáncer es aún limitado. Las contraindicaciones se desprenden de la
propagación del cáncer alrededor de la epiglotis, de la invasión de los pila-
res, del velo del paladar y de la amígdala, de la adherencia al maxilar in-
ferior , de la invasión de los dos lados de la lengua, más allá de su mitad
anterior y de los infartos ganglionares, inflamatorios y difusos. Para el acto
operatorio sigo con corta diferencia las mismas reglas que el Dr. Poirier,
aunque sólo extirpo los ganglios del lado enfermo y no toda la cadena
ganglionar subyacente al esternomastoideo, aunque sí los situados en la
bifurcación de la carótida, hacia el cuerno mayor del hioides. Como vía de
acceso prefiero la incisión de la comisura bucal, á la sección del maxilar.
Oreo que la medicación interna y la seroterapia son ineficaces y la acción
dfe la radioterapia queda limitada á los casos superficiales. Pero si la ope-
ración permite obtener la curación de ciertos casos de cáncer, ella no es
un método de curación de esta neoplasia para encontrar el verdadero me-
dio de su tratamiento, creo que debe llevarse á la práctica la idea, emi-
tida por el Dr. Poirier, de nombrar un Oomité científico para el estudio
426
del cáncer, que centralizarla en Francia todas laa inyestigaciones y proYo-
caria la ejecución de trabajos acerca de este asunto.
De la disentsrfa.— El Dr. Vaillard : La etiología inrocada por el Dr. Wl-
dal en esta pequeña epidemia, me parece demostrada; hechos similares
registra la literatura médica. La disenteria es más frecuente en nuestro
país de lo que se cree, y esto ocurre porque se la desconoce, y se la deseo-
noce porque no siempre se presenta con sus caracteres clásicos; al contra-
rio, los casos incompletos con diarrea simplemente serosa son muy frecuen-
tes. La disentería es muy común en los nifios, y no sólo en rerano, sino
también en inyierno, en forma de una simple diarrea. Esta noción de la
continuidad de la disenteria en los nifios> permite encontrar el por qué de
la reaparición anual de la enfermedad en los adultos y en el rerano, puesto
que aquellas disenterías inyernales de los nifios son las que sostienen la
yirulencia del germen por pasos sucesiyos á trayés de sus organismos. Por
lo tanto, en las inyestigaciones á que dan lugar las epidemias de disente-
ría, se debe desde luego pensar en la eyentualidad de un origen local.
Ck>DIKA GASTKLLyí.
SOCIEDAD DE CIRUGÍA DE PABÍd
Setián del dia 14 de Noffiembre dé i906.
Prestatsctsmía transvasical.— El Dr. Leguen dijo que para descortesar la
próstata es necesario emplear el dedo, por ser el único capaz de hacerlo
bien. No cree, en cambio, que sea indispensable la introducción de un dedo
en el recto. Respecto á la reparación de la cayidad que queda despaés de
extirpada la próstata, cree conyeniente en ciertos casos cubrir con mucosa
las superficies cruentas.
La práctica recomendada por el Dr. Dnyal es díñcil. El Dr. Leguen pro-
pone, por el contrario, conseryar la porción prostática de la uretra para cu-
brir la cayidad prostática cruenta. Ha practicado esta operación en uno de
sus enfermos; cortó en la parte prostática dos grandes colgajos mucosos
que aplicó sobre las paredes de la cayidad. una yes asegurada así la hemo-
rragia cerró completamente la yejiga sin desagüe. El enfermo curó en bue-
nas condiciones y antes que los tratados por el método clásico. La sonda se
suprimió á los doce días; la micción fué normal. Esta práctica, por intere-
sante que sea, no debe generalizarse, porque la mayoría de los enfermos es-
tán infectados y es necesario el desagüe. Además, el taponamiento de la
cayidad prostática es útilísimo y disminuye bastanteel peligro dé la hemo-
rragia.
Invaginación intostinal.— El Dr. Tuffier leyó un informe acerca del caso
siguiente, comunicado por el Dr. Letouz.
8e trata de un niño de un mes, en el que la ligadura y el desprendinuen-
to del cordón nada tuyieron de particular; pero á los quince días se formó
en el ombligo un tumorcillo rojizo del yolnmen de una cereza, tumor que
aumentó poco á poco hasta adquirir el tamafio de un hueyo de gallina. Un
427
día salieroQ por el tamor materiaB fecales, fancionando desde entonces
como nn ano contranatural. Examinando dé cerca eltnmor ambilical, se
Tió que tenia dos orificios, uno situado á la izquierda, por el que sallan los
excrementos, y otro á la derecha, muy estrecho, y por el que apenas podía
introducirse una candelilla delgada, ün dia, este ano artificial dejó de
funcionar repentinamente y el enfermito presentó todos loe signos de una
oclusión intestinal completa. Todas las tentatiras de reducción y de cate<-
terismo del ombligo fracasaron, y el Dr. Letoux se decidió á practicar la
laparotomía^ Quedó al descubierto un asa de intestino delgado introducida
en un dirertículo intestinal implantado en el rértice de este asa, que se
abría en el ombligo. Esta invaginación se complicó con estrangulación del
intestino invaginado, y el Dr. Letoux necesitó desbridar el anillo umbili-
cal para corregirlo. El nifio murió á los pocos dias.
Al practicar la autopsia se obserró que la reducción persistía^ pero que
el asa había quedado adherida al ombligo por un pedículo fistuloso, que el
Dr. Letoux cree era un dirertículo de Meckel. Funda su opinión en el sitio
del pedículo, que ocupaba la porción terminal de íleon, y en su longitud,
que era de algunos centímetros. Desecha la hipótesis de una fístula intes-
tinal yerdadera consecutiva á una necrosis por pellizcamiento lateral de la
pared del intestino al ser ligado el cordón.
Después refirió el Dr. Tuffíer otro caso análogo al anterior, observado
por el Dr. Hue (de Roñen). En este caso se trataba de un nifio de catorce
días, que tenía en el ombligo un tumor formado por la mucosa intestinal
invertida. A los pocos días, el enfermo presentó fenómenos análogos á los
de la hernia estrangulada. Fué inútil cuanto se hizo para reducir el tu'
mor. El Dr. Hue no se atrevió á practicar la laparotomía á causa del esta-
do gravísimo del nifio, el cual tardó poco en morir. Al hacer la autopsia se
encontraron las mismas lesiones que en el enfermo del Dr. Letoux.
Tratamiento quirúrgico de las nefritis hematúrlcas.^El Dr. Fousson narró
los tres casos siguientes: El primero se refiere á una mujer que padecía
hemorragias renales abundantísimas. El Dr. Pousson practicó la nefrecto-
mía en 1898, y desde entonces esta mujer se encuentra completamente cu-
rada. El segundo enfermo tuvo de repente, encontrándose en perfecta sa-
lud, una hematuria abundante que duró varias semanas. El Dr. Pousson
practicó la nefrotomía á loa dos meses de ocurrir el accidente, obteniendo
la curación cfompleta y definitiva. En el tercer caso, las hematurias siguie*
ron una marcha rara; se presentaban con regularidad cada dos ó tres me- j
ses; eran precedidas durante dos ó tres dias de dolores localizados en la re- i
gión renal derecha y duraban bastante tiempo. Se practicó la nefrectomía
por encontrarse un rifión quístico voluminoso, en el que el paréoquima que
separaba los quistes se hallaba al parecer completamente degenerado. Este |
hombre, operado hace nueve meses, sigue bien. '
En estos tres enfermos el Dr. Pousson ha practicado dos veces la nefrec- j
tomía y una la nefrotomía. Esto no quiere decir que considere la nefrecto-
mía como la operación indicada con más frecuencia contra las nefritis he-
matúricas; todo lo contrarío. Practicó la nefrectomía; en su primer caso,
porque desconocía, esto ocurrió hace ocho años, el valor de la nefrotomía
en esta afección, y en el segundo porque el rifión parecía muy enfermo. En
428
realidad, la neirotomia conBtituye la operación electira en las nefritis he-
matúricas; suprime la tensión renal mucho mejor que la decapsnlación re-
nal ó la nefrolisis. Es la conclusión que saca del estudio de 82 interreacio-
nes operatorias por nefritis hematúricas que se han publicado. Estos S2 ca-
sos comprenden 11 nefrectomias, 15 nefrotomias completadas ó no por la
decapsnlación ó la nefrolisis y 6 decapsulaciones.
Los resultados de estas operaciones fueron los siguientes : la nefreeto-
míaS muertes (1 operatoria, 2 tardías); la nefrotomia sólo 1 muerte
operatoria, y la decapeulación O muertes. De los nefrectomixados que so-
breriyieron, sólo 1 ha visto reproducirse las hematurias en el rífión res-
tante ; de los nefrotomizados 5 han tenido también recidiras de sus hema-
turias, pero de todos estos casos sólo en uno la hemorragia procadia del ri-
ñon no operado; cuanto á las decapsulaciones, son muy recientes para
poder apreciar sus resultados. 8e deduce, por lo tanto, de estas cifras, que
la nefrotomia es, desde el punto de vista operatorio, menos grare, j desde
el terapéutico, tan eficaz como la nefrectomia contra las hematnrias de las
nefritis ; tiene sobre la decapsnlación y la nefrolisis la doble reniaja de
descongestionar mejor el rifión y de permitir explorar el interior del órgano.
El Dr. Reynier apoyó las conclusiones del Dr. Poussod y citó en £ayor de
ellas el caso siguiente observado en su clínica. Practicó la decapsulaeióo
á un enfermo que padecía hematuria; fué preciso practicar después la
nefrectomia, la que demostró que las hematurias eran cansadas por lesio-
nes bacilares del rifión. Si se hubiera practicado la nefrotomia, se hubiese
descubierto el sitio de esta lesión. Por este motivo el Dr. Reynier prefiere
á la decapsnlación la nefrotomia, que permite muchas veces reconocer j
suprimir la causa verdadera de las hematurias.
El Dr. Leguen manifestó que la nefrotomia es el tratamiento preferible
de las nefritis hematúricas. La nefrectomia debe desecharse por completo
eu tal caso, porque estas hematurias son transitorias por esencia y curan
por la nefrotomia ó la decapsnlación. El resultado no es siempre inmedia-
to y algunas veces la curación tarda bastante en obtenerse, en uno de sus
casos un año. El Dr. Leg.aeu completa siempre la nefrotomia que ejerce
una acción descongesiionante inmediata con la decapsnlación que tarda
más en ejercerla.
El Dr. Routier dijo que no se explicaba la acción hemostática de una ne-
frotomia al afio; ¿no será debida la supresión de la hemorragia á la evda-
ción natural de la nefritis?
El Dr. Tuffier cree que es preciso acoger con cierta reserva loe resulta-
dos obtenidos por la intervención quirúrgica en el tratamiento de las ne-
fritis hematúricas. En dos de sus enfermos la nefrotomia sólo produjo «n-
presión temporal de la hematuria que recidivó en un caso al afio y en el
otro al poco tiempo. Este enfermo tardó poco en morir de uremia. En otros
dos enfermos el Dr. Tuffier ha visto hematurias repetidas y abundantes
contenerse espontánea y definitivamente sin la menor intervención. &ta
curación espontánea y durable es probablemente la que ocurrió en el caso
del Dr. Leguen, porque no se explica bien que la nefrotomia tardara en
obrar un afio. Además, las nefritis hematúricas son mal conocidas y su tra-
tamiento es empírico por completo.
429
Eil Dr. Carlier dijo que habla practicado dos veces la nefrotomia por he-
maturías independientes de cálenlos y de tuberculosis del riñon ; en uno
de estos casos la operación corrigió la hematnria y los dolores; en el otro
la hematnria persistió, pero con menos abundancia, y fué preciso practicar
la nefrectomla secundaria. El enfermo siguió sangrando del rifión que le
quedaba, pero la hemorragia se contuvo espontáneamente á loe ocho días.
El Dr. Carlier deduce de esta observación que es difícil apreciar el valor
de la nefrotomia aplicada al tratamiento de las hematurias módicas; cree
que esta operación es preferible á la nefrectomla.
El Dr. Delbet manifestó que la cuestión de las hematurias renales esen-
ciales sigue siendo muy obscura. Ha observado dos casos de este género.
El primero lo diagnosticó de tuberculosis renal, á causa de la abundancia
de la hematnria, y practicó la nefrectomla, curando el enfermo; al hacer
el examen histológico no se descubrió en el rifión extirpado lesión alguna de
tuberculosis. En el otro caso se limitó á tener el enfermo en observación ;
las hemorragias se contuvieron espontáneamente y no han vuelto á pre-
sentarse desde hace varios meses. Este último caso prueba con toda clari-
dad que hay hematurias llamadas esenciales susceptibles de curar espon-
táneamente. Es muy probable que ocurriera así en el caso del Dr. Leguen,
en el que la nefrotomia para nada influyó al parecer en la curación.
El Dr. Fousson indicó que no abriga las dudas que los Dres. Tuffíer y
Delbet respecto al valor de la nefrotomia en las nefritis médicas. 8u acción .
se explica perfectamente. Conviene advertir ante todo que no son las ne-
fritis de la enfermedad de Bright las que producen las hematurias persis-
tentes y abundantes, sino las nefritis discretas, que interesan sólo algunos
glomérulos. La nefrotomia obra no sólo corrigiendo la congestión hemo-
rrágica, sino que al permitir á las lesiones discretas organizarse en masa
ñbrosa, contiene definitivamente las nefrorragias.
El Dr. Tuffier manifestó que las nefritis discretas de que habla el doctor
Pousson se observan en los arterioesclerosos y en los ancianos, mientras
que la mayor parte de las observaciones de nefritis hematúrica se refieren
á niños y á jóvenes. En realidad, la patogenia de esta última variedad de
nefritis queda obscura y la eficacia de la nefrotomia no se explica : es pre-
ciso, por lo tanto, no admitir más que con ciertas salvedades sus resultados
terapéuticos.
Pronóstico de las fracturas bimaloolares. — El Dr. Chapul dijo que había
observado dos casos de fracturas bimaleolares que se encontraban en buen
estado al suprimirse el aposito y que se desviaron después. Los Dres. Ber-
ger yRoutier han referido casos análogos. El Dr. Chaput ha examinado 12
fracturas bimaleolares antiguas (accidentes del trabajo) : en 6 habla des-
viación del pié (5 veces hacia afuera y 1 hacia adentro) y defecto fun-
cional; de las 6 restantes, en 5 había flexión defectuosa y dolores agudos ;
el otro enfermo curó perfectamente. La incapacidad de estos heridos varia
del 15 al 40 por 100.
Presentó también el Dr. Chaput tres radiografías de fracturas antiguas
mal consolidadas. En otros tres casos, las fracturas inmovilizadas en bue-
na actitud en un aposito de escayola no se redujeron bien, según prueba
la radiografía.
430
El pronóstico da estas íractaras se agrava cuando la desriación primiií-
ya es considerable y cuando hay diástasis peroneotibial anterior. Las frac-
turas por addnoción suelen ir acompafiadas de arrancamiento de la epífisis
y basta de lesión de la diáfisis que comprometen las funciones articulares.
La fractura supramaleolar tibial, oblicua hacia abajo y adentro, es irreda-
cible en absoluto. Las fracturas marginales posteriores comprometen t«m*
bien las funciones articulares. Las fracturas consolidadas en buena posi*
ción, pueden ir acompafiadas de dolores y de flexión defectuosa.
El Dr. Tuffier manifestó que las variedades anatómicas de las fraetaras
bimaleolares son numerosas, y se caracterizan todas por irreduotibilidad
casi constante. Guando se consigue reducirlas, la confrontación de los fra^
montos es siempre muy imperfecta. Las desviaciones primitivas más ó manos
acentuadas del pié, consecutiyas á las fracturas bimaleolares, son, par lo
tanto, frecuentísimas. Las desviaciones secundarias indicadas por el dootor
Ohaput, es decir, las que se producen después de la consolidación compro-
bada clínicamente, tampoco son raras. El Dr. Tuffier ha observado bastan-
tes casos. Son graves, porque son irreducibles por completo. Es preciso, por
lo tanto, prevenirlas, y para ello inmovilizar á estos fracturados más tiempo
del qae suele hacerse.
El Dr. Monod cree que mejorarían bastante los resultados de estas €rao-
turas reduciéndolas siempre, como lo hace, estando el enfermo cloroformi-
zado. ,
El Dr. Delhet dijo que de las fracturas del tercio inferior de la tibia no
se reducen bien más que las francamente transversales, aunque se cloro-
formice al enfermo. La cloroformización puede ser perjudicial, por ejem-
plo, en los alcohólicos, los que durante el periodo de agitación de la aneste-
sia pueden lesionarse el foco de la fractura, motivo por el cual el doetor
Delbet prefiere la raquiestovainización á la cloroformización.
Cnanto á las fracturas de Dnpuytren — fracturas bimaleolares por abdnc*
ción — son graves, difíciles de tratar, y es raro obtener en ellas un resnl*
tado perfecto. El Dr. Delbet Ua observado con frecuencia en estas fractu-
ras desviaciones secundarías. Las explica por el hecho de que el callo que se
forma en estas fracturas suele ser fibrocartilaginoso (á la radiografía apa-
rece transparente), igual que en las de la rótula, y carece, por lo tanto, de
la resistencia necesaria cuando el enfermo principia á andar, así que con-
viene prolongar mucho más tiempo la inmovilidad del lesionado. El doctor
Delbet mantiene aplicado el aposito inamovible cuarenta días, y obliga al
enfermo á permanecer en el lecho quince días más.
Respecto á la limitación de los movimientos de flexión seflalada por el
Dr. Chaput, á consecaencia de las fracturas de Dapuytren, cree el doctor
Delbet que es debida á dos causas : 1.% á que muchas veces no se corrige
la dislocación hacia atrás; en estas condiciones el astrágalo no recobra sus
relaciones normales con la extremidad inferior de la tibia, y la flexión que-
da limitada ; 2.*, á las hiperostosis que se desarrollan en la cresta libial
antero-inferíor. El Dr. Delbet ha observado tres casos de este género : uno
fué tratado por la resección, y en los otros dos las hiperostosis se descu-
brieron al practicar la radiografía. — {La Presse Medicalé),--V. Tolbdo.
431
SOCIEDAD DE TERAPlSUTICA DE PABÍS
8éMn dd dia 24 dé Oeíubré dé 1906.
Emplee de la novoeeeaíoa e» cirugía.— El Dr. R.Blondsl: Hace ocho ma-
868 que empleo la novooocaina en todas las intenrencionea quirúrgicas que
no requieren la anestesia general, las cuales ascienden i 21, y se refieren á
}0 raspados, 8 interTeneiones vaginales y perineales, 4 operaciones vesica*
les y 4 operaciones de pequefia cirugía general (dos extirpaciones de quis-
tes sebáceos, una extirpación de quiste sinovial del pié y una rectificación
de eioatriz viciosa). Lo que desde luego me ha llamado la atención es la
falta total de accidentes generales y la duración prolongada de la anestesia,
duración que me ha parecido mucho mayor que la obtenida con la cocaína
y la estovaína. A los veinte minutos y hasta á los veinticinco, he podido co-
locar puntos de sutura sin que los pinchazos de la piel fueran dolorosos,
aunque en el periné persiste un poco de sensibilidad ; pero todos los que
poseen la práctica de las períneorrafías saben que ningún anestésico, inclu-
so el cloroformo, suprime con seguridad y sin excepción y de un modo com-
pleto la sensibilidad de esta región.
Para el raspado he procedido como de ordinario procedo, dejando en la ca-
vidad uterina, durante los diez minutos antes de la intervención, una me-
eha impregnada de una solución de novococaína al 5 por 100. Todos los casos
que he visto pertenecían á metritis hemorrágicas, es decir, con desgarro de
la mucosa, y por la' tanto, con facilidad de absorber el anestésico. La sen-
sibilidad al raspado me ha parecido ser la misma que con la cocaína, es de-
cir, que nunca es absolutamente completa. La novococaína atenúa consi-
derablemente la sensibilidad, pero los cortes profundos de la cuchara aún
pueden ser muy dolorosos, lo propio que con la cocaína y la estovaína, y es
imposible que ocurra de otro modo, puesto que el músculo uterino tiene su
sensibilidad especial á la presión, que sólo hace desaparecer la anestesia
general. Esta casi anestesia no me parece menos ventajosa, puesto que per-
mite evitar los riesgos del cloroformo en una intervención tan corta como
simple.
Para la extirpación laboriosa de dos quistes del cuero cabelludo y de un
quiste sinovial de la articulación del dedo gordo, fui agradablemente sor-
prendido al ver que, al cabo de veinte ó veinticinco minutos, como he dicho,
podía terminar mi intervención, hacer mis suturas y rectificar finalmente
las superficies de sección con las pinzas, sin despertar ninguna sensibilidad.
La pérdida sanguínea en el curso de la intervención me ha parecido muy
moderada. Me he servido de soluciones al 2 por 100 á la dosis de 1 á 2 cen-
tímetros cúbicos, por pinchazos intradérmicos en la línea que ha de seguir
la incisión, como lo recomienda Bedus.
{Le BulL Aíed,^ núm. 86).— Codina Castbllví.
432
SOCIEDAD BB OBSTETRICIA DE LONDRES
Sétión del día 7 dé Noviembre dé t$0$.
Miemoetoinfa durante el embaraze. — El Dr. Alba Doran dijo qae la mío-
mectomia se ha practicado varias veces durante el embarazo con resulta-
dos satisfactorios. La gestación no se interrumpe por regla general y el
útero apenas pierde su fuerza expulsiva, aunque la herida de esta viscera
sea extensa, larga y profunda. Ha practicado con éxito feliz dicha opera-
ción en una mujer de treinta y tres años, embarazada por vez primera, á la
que extirpó un fíbromioma uterino calcificado.
Las primíparas de alguna edad toleran perfectamente la miomectomia.
Thring, de Sidney, ha extirpado con éxito feliz un fibroide necrósico inters-
ticial de la pared anterior del útero, i una primípara de treinta y ocho
años, qae se hallaba en el sexto mes de la gestación. J. Stewart, de Leed,
ha operado con éxito completo un gran fibroide uterino sexil, á una pri-
mípara de treinta y cinco años, que había llegado al sexto mes de au em-
barazo. Las dos enfermas dieron i luz con toda felicidad.
El Dr. Lewera refirió un caso en el que practicó la miomectomia en el
quinto mes del embarazo, á causa de un fibroide subperitonealdel iamafio
de una naranja. La gestación siguió su^curso y la enferma dio á lúa con
toda felicidad un niño de término. Operó i esta mujer creyendo que pade-
cía un quiste dermoide del ovario.
El Dr. Doran dijo que no siendo en circunstancias excepcionales, no re-
comienda extirpar durante el embarazo los fibroides del fondo ó de cual-
quier otra parte del útero, por encima del estrecho superior de la pelvis.
Versién externa. — El Dr. Riverg Follock manifestó que lo esenoiid para
practicar la versión externa, es suspender á la mujer por \w pies y colocarla
en posición vertical. De este modo se desencajan las nalgas del feto del es-
trecho superior. Para evitar que vuelvan i descender, se las comprime con
la mano. Después se coloca i la parturiente en decúbito dorsal y se termi-
na la operación de la manera ordinaria.
El Dr. Champneys dijo que el método recomendado por el Dr. Pollock, le
parece que exige alguna explicación y debe ser comparado con otros. Cree
que no es esencial la posición de las piernas ; lo necesario es colocar el troo*
co y sobre todo la pelvis en la debida posición. Bastando la mujer en pié el
estrecho superior de la pelvis forma con el horizonte un ángulo de 60*. Co-
locándola cabeza abajo, este ángulo es aun más inclinado. En la posición
genupectoral, el estrecho superior de la pelvis mira directamente hacit
abajo. Convendría saber qué ventajas tiene la posición invertida — suspen-
sión por las piernas— sobre la genupectoral.
El Dr. Hermán preguntó al Dr. Pollock en cuántos casos ha empleado sin
éxito la posición de Trendelenhurg y qué le ha inducido á suspender á It
parturiente por los talones. Cree que en la posición de Trendelenburg el
eje mayor del útero es horizontal y puede realizarse asi lo que el Dr. Po-
llok espera de la posición invertida.
El Dr. H, Speneer dijo que se ha ocupado siempre con interés de la ver
433
8ión cefálica, en loe casoe de presentación de nalgas. Hace cinco afioe pu-
blicó un trabajo recomendando practicar esta operación hacia el fin del em-
baraaOf y en particular, hacia los siete meses y medio. La operación en este
periodo suele ser fácil y á Teces se practica en pocos segundos, estando la
enferma en decúbito dorsal. Después de esta fecha, sobre todo en las pri-
míparas, la operación es mucho más difícil y se hace imposible al término
del embáraao ó durante el parto. La elevación de la pelvis facilita, al pa-
recer, la Torsión externa, pero ninguna de las mujeres en quienes ha em-
pleado el Dr. Pollock este método habían llegado al término del embara-
zo. ¿Se obtendría el mismo resultado favorable en el embarazo de término
ó durante el parto, que es cuando se tropieza con la verdadera dificultad?
No cree que este método sea completamente nuevo. La elevación de la pel-
vis y de las piernas y la versión cefálica durante el parto, fueron recomen-
dadas por Hipócrates, y en el siglo xvi aconsejaron varios autores colocar á
la parturiente en dicha posición é imprimir al feto movimientos de sacudi-
da ó giratorios.
El Dr. WüliamBon manifestó que ha empleado el método pero en forma
modificada. Hace pocas semanas vio á una primípara que había llegado
casi al término del embarazo. La presentación era de nalgas. Colocó á la
mujer en decúbito dorsal é intentó practicar la versión externa; las tenta-
tivas para lograrlo fueron ineficaces. En vista del resultado negativo, co-
locó á la mujer en la posición de Trendelenburg, sobre el respaldo de una
p^la y consiguió practicar sin dificultad la versión. Qaince días después
dio á luz esta individua; el feto nació en presentación de vértice.
Bl Dr. Nepean Langridge dijo que había practicado la versión externa en
numerosos casos de presentación de nalgas en las primíparas, empleando
en tres ocasiones la posición de Trendelenburg. Guando se ha roto la bolsa
de las aguas y derramado el líquido amnióticó, ¿permitirá la posición reco-
mendada por el Dr. Pollock introducir en el útero líquido amnióticó arti-
ficial que facilite la versión?
El Dr. Pollock manifestó que por consejo del Dr. Ghampneys había ensa-
yado la posición genupectoral en uno de sus casos sin conseguir que se mo-
viera el polo inferior del feto. En esta posición es más difícil rechazar el
feto hacia el fondo del útero. En los 15 casos en que empleó este método,
no se observó tendencia en el feto á recobrar la presentación de nalgas.
{The Britísh Med. Journal).-—^* Tolbi>o.
SOCIEDAD DE MEDICINA DE BERLÍN
Setión déldiaUdé Notnembré d0 Í906.
Cáneer prlnHhro del apéodloe veraHerne. — El Dr. Th. Landau toma por
base de su comunicación un caso que ha observado recientemente y en el
que con motivo de una operación de mioma, al revisar de paso el apéndice
vermiforme, se encontró con que éste tenía un engroeamiento en su punta.
En vista de esto extirpó el apéndice, y al examinarle, resultó que se tra-
88
434
taba de un earoinoma. Bl curso ulterior no prosentó nada de p«riiealir.
El autor ba conseguido encontrar en toda la literatura 58 caeos de cán-
cer del apéndice ; la cuarta parte próximamente de dichos casos fueron ha-
llazgos casuales de autopsia. De los operados, sólo en un caso se había he-
cho el diagnóstico antes de la operación.
El cáncer del apéndice puede ser nodular, insular ó anular. No siempre
Ya acompafiado de periapendicitis, pero si se ha encontrado siempre endo-
apendicitis concomitante. En más del 50 por 100 de los casos radicaba el
cáncer en la punta del apéndice ; en muchos de ellos habla fístulas qae
iban á parar á órganos inmediatos ; en dos comunicaban estas fístulas cod
el exterior ; en cinco casos se encontraron metástasis en dÍTersoe puntos.
Predominan los casos del sexo femenino, pero esto se explica bien por It
mayor frecuencia con que se practica la laparotomía en la mujer, raxóa
por la cual son también más frecuentes las ocasiones de tropezar eon el
apéndice.
La edad de los pacientes osciló entre los ocho afios j los ochenta j uno.
No puede hablarse en realidad de una sintomatologla pecaliar de esta
afección, puesto que el apéndice no tiene función conocida. Las consecuen-
cias del carcinoma son, generalmente, adherencias, y ésta es la causa de
que si llega á ser operado el carcinoma, lo es porque se ha creído habérse-
las con un caso de apendicitis.
Dolores frecuentes en la región cecal, que no se modifican en lo más mí-
nimo con el reposo ni tampoco con el calor, y que al parecer se hacen más
intensos por la noche, deben hacer sospechar la existencia de un carcinoou.
La operación no ha tropezado con grandes dificultades ; sólo en algunos
casos fué necesario resecar un trozo de ciego ó de íleon. De estos casos ma-
rieron cuatro.
Excepto uno, en ninguno de los operados se presentó reoidiya.
Guando nos hallemos en presencia de un caso en que quepa la duda de
que se trata de una afección ginecológica, debe tranquilizamos la reflexión
de que de todas suertes no puede ser perjudicial una interrención actira.
Dada la gran frecuencia de las enfermedades del apéndice y la facilidad
con que puede extirparse una rez abierto el abdomen por otro motiro, el
autor ha adoptado como regla de conducta, en todo caso en que la anam-
nesia ó el estado del apéndice permitan sospechar alguna lesión del mismo,
asociar á la operación fundamental la extirpación del apéndice. No ha sido
éste uno de los motiros menos importantes que ha tenido el autor pan
abandonar la Yía vaginal y decidirse por la abdominal. En ningún eaflo
debemos de contentamos con el simple desprendimiento de las adhereo-
cias, como han propuesto algunos autores.
La aeokanthsra sehlnperi sn las afoeoíenes earáfasas. — El Dr. Z, Ltiá»
refiere que en los estudios que yiene haciendo desde hace muchos años
acerca de los renenos de las flechas, los cuales, como ya se sabe desde haM
mucho tiempo, ejercen una acción muy enérgica sobre el corazón, ha cod-
seguido preparar un glucósido que tanto en lo químico como en lo toxico-
lógico, es completamente igual á la ouabaína que en forma cristdina his
aislado otros autores. La única diferencia es precisamente el carácter amor
fo de dicho glucósido, por lo que el autor lo denomina ouabaína amof ft.
435
8e encuentra en U madera de la aeokanthera Bohimperi, vegetal qne aban*
da en toda la eoetb oriental del África, y es uno de loe origenee máa impor-
tantes y más oopiosoe de loa renenos de las flechas.
La ouabaína retarda el número de pnlsaoiones, refuerza el impulso sis-
tólico, y de este modo aumenta la presión sanguínea.
{Deutsche Afediánal Zeitung),^R. dsl Vallb.
IMPBSBIAL T BSAL 800IBDAD DS L08 Mlf DIOOB DB TIBMA
8é9um4$ dé la$ diaa 2y9dé NonUmhre dé Í906.
Sffilif terekiria.— El Dr. ScUomón Ehrmatm presenta un caso de sífilis ter-
ciaria de forma intensa. El cuero cabelludo está sembrado todo él de úlce-
ras circunscritas sinuosas, que penetran profundamente hasta llegar al pe-
riostio, radican sobre una base sumamente infiltrada y socavada en mu«
chos puntos y aparecen con un fondo cubierto por una capa lardácea. 6u'
propagación serpiginosa, su limitación en forma de guirnalda y los bordes
gruesos y constituidos por una infiltración de color moreno, demuestran
que se trata, no de abscesos escrofulosos, sino de gomas. Es una forma no
sometida á tratamiento y sumamente avanzada de sífilis terciaria, como se
observa principalmente en comarcas que están muy alejadas de la civiliza-
ción europea.
El Dr. Eduardo Lang hace notar que estos procesos suelen terminar fa-
vorablemente en la mayor parte de loe casos, y refiere uno de una mujer á
la que le extirpó un trozo necroeado de la bóveda craneana, cuya extensión
era mayor que la palma de la mano ; la necrosis sifilítica había invadido
también la lámina vitrea, de tal suerte que en toda la extensión de la le-
sión se apreciaba la pulsación del cerebro. Para proteger éste ha dispuesto
el orador que la enferma lleve, un casquete de aluminio del tamafio corres-
pondiente.
El Dr. Franz Mracek cree que los casos de sífilis no tratada que se han
presentado á la Sociedad, pueden servir para llamar la atención sobre la
necesidad de una profilaxia rígarosa.
Dlagnóstiee diferencial entre la apendleltif y la prelez extrauterina.— El doc-
tor José Fabrieius presenta preparaciones que ofrecen particularidades in-
teresantes por más de un concepto, dado que e| diagnóstico diferencial en-
tre la prefiez extrauterina y la apendicitis es causa frecuente de equivoca-
ciones. En un caso existían un mioma, una prefiez extrauterina del lado
derecho, y cólico apendicnlar. En otro caso no había más que una prefiez
extrauterina del lado derecho: pero en cambio el apéndice vermiforme es-
taba situado en el seno de Donglas, como suspendido, y se hallaba tan sol-
dado por medio de adherencias múltiples á la trompa que contenía el feto
y que había reventado, que venia á formar un todo único con dicha trom-
pa. Tratábase en el tercer caso de una apendicitis complicada con una
prefiez de seis semanas; en este caso había varios síntomas, y además de
esto sobrevino una hemorragia, que indujeron á sospechar equivocadamen-
436
te U exÍBiencia de un émbaraaso extrantenno. Por fin, la última pfrepara*
ción Be refiere á nna prefiez eztraaterina, en la que la caridad se habift roio
TÍoleniamente; lo notable de este caso consiste en qne demneetra edmo qd
hneyo muy peqneflo es suficiente para provocar semejante rotara.
La radiografía en las afeeeieMs del eerobre y dd eráate. — El Dr. Jforú
Benedikt presenta varias radiografías referentes á casoe de afeceionea cra-
neales j cerebrales.
Tres casos se refieren á perturbaciones frontales del equilibrio. Loe en-
fermos pierden de pronto la facultad de tenerse de pié y se caen general*
mente hacia un lado ó se echan rápidamente sobre el suelo. El foco morbo-
BO causa de esta perturbación nos es desconocido hasta la fecha; ni aiquierm
sabemos si se trata de una afección cortical ó subcortical. De todas suertes,
radica por delante de la zona llamada psicomotora. En el primer oaeo, la
exploración radiográfica pone de manifiesto, como se re en las püieas res-
pectiyas, cómo en el corte frontal de la región de loe senos fí^ontales apa-
rece sumamente engrosado el hueso; en un lado con una ligera apariencia
de un seno frontal, que en el otro lado ha desaparecido por completo. En
ulteriores radiografías faltaban loe senos frontales en ambos lados. Al mis-
mo tiempo, el hueso era muy poco transparente, y esta ebumeación afec-
taba también á las partes laterales del cráneo. No hay que pensar en un
depósito óseo debido al embarazo, y tampoco hay ningún motivo para sos-
pechar la sífilis. Esto, no obstante, con la administración del yodo y del
mercurio se consiguió una notable mejoria, porque se hicieron menos fre-
cuentes los ataques frontales de perturbación del equilibrio.
Oon motivo de la presentación de estos casos, insiste el autor en que,
por lo general, la lámina externa de los huesos planos del cráneo es mucho
más transparente que la interna. En muchos casos, y muy especialmente
en loe de traumatismos del cráneo, la lámina externa se hace t«n poco
transparente como la interna. Este hecho parece tener una significadón
patológica absoluta. Otro hecho que merece consignarse, es el de que la
substancia esponjosa aparece claramente como una cinta bien marcada.
Para confirmar su opinión, presenta el autor la placa radiográfica tomada
de un hombre, que á la edad de dos afios habla recibido un golpe en el
sincipucio; en dicha placa se ven claramente, y á modo de cintas, las subs-
tancias esponjosas de loe huesos frontal y parietal.
En el segando caso de perturbación frontal del equilibrio se ven en It
placa radiográfica, además de una cinta bien manifiesta de substancia es-
ponjosa, un foco pequefio, no transparente y que se continúa con el hueso;
dicho foco está situado por delante de la región psicomotora, y acaso esie
dato pueda utilizarse para localizar el centro qne se busca.
En el tercer caso, se percibía por el tacto, una depresión del cráneo in-
mediatamente por detrás de la región de la fontanela anterior; como es na-
tural, dicha depresión aparece también en la placa radiográfica. Ademái
de esto, en el frontal no se ve más que una cinta bien manifiesta de sabs-
tancia esponjosa.
Presenta igualmente el orador placas radiográficas correspondientes i
casos de afecciones occipitales. En una de ellas se ve la imagen caraeteris-
tioa de un neoplasma del cerebelo, y en efecto, en la autopsia se eneon-
437
tro un tumor en la sabstancia blanca del órgano mencionado. Dicho tnmor
cblando», aparece también en la imagen radiográfica. En otro caeo se ve
nn foco que ha invadido toda la superficie del cerebelo y del lóbulo pos-
terior.
Termina el autor diciendo que eólo por defectos técnicos de las placas,
no resulta posible diferenciar entre sí los exudados, los abscesos y loe neo-
plasmas.
El Dr. Arturo SehülUr dice que, reservándose para otra ocasión trktar de
los hechos que ha dado á conocer el Dr. Benedikt, sólo se limita hoy á ma-
nifestar que no le parecen justificados los reparos que ha hecho Benedikt
al procedimiento de reproducción radiográfica. Bespecto á las indicaciones
de la exploración con los rayos X en los casos de enfermedades cefálicas,
se pueden establecer los grupos siguientes : a, traumatismos del cráneo
producidos por cuerpos extraños, proyectiles, etc. Hay que incluir, ade-
más, las fisuras, impresiones, depresiones, etc., del cráneo; 5, procesos des-
tructores del cráneo; c, alteraciones hipertróficas del cráneo que se reve-
lan como procesos locales ó difusos.
El Dr. Miguel Qroéamann da cuenta' de un caso de su práctica, en el que
gracias tan sólo á la exploración con los rayos Rdntgen, se pudo establecer
un diagnóstico seguro; opina que tampoco en el diagnóstico rinológico se
puede ya casi prescindir del método radiográfico de exploración, método
que posee la cualidad de aclarar por completo el diagnóstico en casos su-
mamente obscuros. — (JVimtr KlinUche Rundschau). — R. db Yalls.
PERIÓDICOS
Trataniente del reúna articular aguda sin sallellates. — El Dr. Hauffe re-
fiere que en cinco afios y medio han sido tratados en el hospital Gross-
Lichterfilde (Dr. Schweninger) 233 casos de reumatismo articular agudo
(138 hombres y 100 mujeres) con bafios calientes y movimientos de las ar-
ticulaciones enfermas, sin recurrir á los salicilatos. Los baños tienen una
temperatura de 38*42 á 45<» d. Su temperatura se va aumentando poco á
poco dejando correr agua caliente. El resentimiento doloroso de las arti-
culaciones disminuye en el acto en el bafio. Después de esto se abriga muy
bien el sujeto, pero no por más de una hora, y se rodean las articulaciones
doloridas con un fomento de gutapercha y aceite, que es un medio excelen-
te para provocar la hiperhemia. Tan pronto como se puede se sustituyen
los bafios generales por bafios locales ligeros. Las complicaciones no con-
traindican los bafios. Tan pronto como se ha calmado el resentimiento do-
loroso agudo en las articulaciones durante unas veinticuatro horas, se em-
pieza con los movimientos pasivos, que se practican en el mismo bafio ó
poco después, porque es cuando provocan menos dolor. La postura en la
cama conviene que se cambie á menudo' y los enfermos habrán de levan-
tarse lo más pronto posible. En este periodo puede sustituirse el vendaje
438
da gutapercha y aceita en los hombros, caderas y pacho« por al de ira-
mentina y gutapercha.
Una Tez desaparecida la fiebre y cuando no quedan más que dificuiiad
en los morimientos, procede apelar al chorro frío y á la ducha de llaria áñ
temperatura rariable. También oonyiene en este caso provocar ana gran
rubicundez cutánea. Loe individuos que, padeciendo de reuma artieolar,
no guardan cama, se suspenden en el bafio de aire.
Los resultados de este tratamiento son muy satisfaotorioa. Los cmaoa de
reumatismo blenorrágico se tratan lo mismo y á ninguno de ellos (28) le
ha quedado la menor rigidez articular.
(Therapié der Oegenioart). — R. dsl Vaixs.
Tratanienta de la tubartulasia gangllanar.-— El Dr. A. Robin, reeomienda
el tratamiento siguiente, en la tuberculosis ganglionar del cuello. En in-
vierno, y sólo cuando es bien tolerado, se administran 2 á 4 cucharadas
de aceite de hígado de bacalao con una gota de tintura de yodo.
En estío, el aceite de hígado de bacalao se sustituye por al jarabe yodo*
tánico.
Si el estómago funciona mal los arsenicales se administran en inyeedón
hipodérmica, empleando el cacodilato de sosa á la dosis de 5 centigramos;
la inyección se practica durante ocho días y se suspende por espacio de
otros ocho. 8i no hay trastornos gástricos se administra el arsénico por la
boca:
Acido arsenioso -• 1 miligramo.
Bicloruro de qainina... 5 oentígramos.
Nuez vómica en polTO t -»
Extracto blando de qaina 5 —
Para ana pildora.
Se toman 4 ó 5 en las veinticuatro horas, dosis máxima, durante quiaee
días. Se suspenden por espacio de diez días y se vuelven á tomar duraste
otra quincena. El periodo de eliminación del arsénico, que varía áe ocho á
doce días, regula estos intervalos.
Si el ácido arsenioso es mal tolerado, lo que acontece coa frecuencia, se
emplea el licor de Fowler en combinación con la tintura de Marta tarta-
rizada :
Licor de Fowler i . . „•*««.
«,. , m. jaaogramo».
Tintura de Marte tartanzada f
Cinco gotas dos veces por día, dosis que se eleva progresivamente hasta
25 gotas.
Los arseniales son mejor tolerados cuando se combinan con los amargos:
Licor de Fowler 5 graaios.
Tintura de ruibarbo 2 «-
Tres á cuatro gotas, tres veces por día. La dosis máxima en las veiati-
cuatro horas es de 15 gotas. El tratamiento local consista an ampl autos.
439
pomadaSf inyecciones Bnbontáneas de licor de Fowler y en las aplicaciones
radioteirápicas.
El emplasto de Vigo es inútil. Paede emplearse, para contentar á la fa-
milia, una pomada resolntira :
Yoduro de bario 20 eenUgramoa.
— • potáaieo 2 gramos.
Manteca ! *.... SO —
Para la inyección del Ucor de Fowler, se emplea la fórmnla siguiente :
Se inyectan dos gotas en el espesor de la masa ganglionar, adoptando
todas las precauciones asépticas necesarias. A los ocho días se inyectan cua-
tro gotas. Este medio sólo es eficaz en loe casos en que no hay tendencia al
reblandecimiento ó á la degeneración caseosa.
Es preferible la radioterapia. Se trata de que se absorba la mayor can-
tidad posible de rayos, conseryando la integridad de la piel. Para evitar
la radiodermitis, es preciso que entre la primera sesión de radioterapia y la
segunda medie un intervalo de ocho días; este intervalo será de doce á
quince días en las sesiones siguientes. Bajo la influencia de esta medica-
ción, los ganglios se aislan y disminuyen de volumen, al formarse tejido
cicatrizal fibroso. El tratamiento por los rayos X dura de siete á ocho se-
manas ; si pasado este tiempo no se observa mejoría* debe suspenderse la
radioterapia y emplear las inyecciones arsenicales. £1 estado general me-
jora además.
El Húmero de glóbulos rojos y de los grandes mononúdeares disminuye.
Pueden sobrevenir accidentes: eritema, pigmentación de la piel, caída de
la barba y del cabello, inconvenientes que se evitan alejando la ampolla,
aumentando el intervalo entre las sesiones, protegiendo las partes cubier-
tas de pelo, etc.
Se evitarán, por último, las infecciones bucales, que pueden influir sobre
el sistema ganglionar. Para obtener la antisepsia de la boca, se emplea el
colutorio siguiente :
Naftol p • 20 centígramoB.
Perborato de aosa 15 gramoi.
Aguademento 200 —
— hervida ^ c. s. para formar an litro.
Antes de emplear esta preparación debe calentarse al bafio maría. La
antisepsia del oido y de la nariz se obtiene con la misma preparación.
La antisepsia de las vías respiratorias se obtiene haciendo dos á tres ve-
ces por día, pulverizaciones con el líquido siguiente, teniendo la precau-
ción de colocar el aparato á cierta distancia de la boca y de la nariz :
Yoduro de alilo 1 gramo.
Aeido hidroflaoeilicioo 2 —
Qomenol 10 —
Gooimiento de liquen Carragahen e. i. para un litro.
Si es posible, los enfermos irán en marzo al Mediodía á tomar baños (un
440
kilogramo de Bal por 100 litros de agua). £d e^iio harán en la Bourbonle
la cara arsenical (agaa en bafioe y en bebida), y en septiembre TolTerán á
la costa. ^Zm Nauveaux Remédea^ 8 octnbre 1906).— F. Tcímdo.
La sooreterapia e« la palneiifa. — Bl Dr. De Renzi dipe qne lleva más de
diez afios empleando con éxito el snero antipnenmocócioo de Pane. En una
ocasión trató nn ^upo de pneamónieoe, el más grare con el snero, y el
otro con la terapéutica corriente, habiendo sido más fayorable el resnltado
obtenido en el primer grnpo qne el alcanzado en el segnndo.
Técnica : se inyectan sabcntáneamente 40 centímetros cúbicos del ene-
ro, la mitad por la mafiana y lá otra mitad por la tarde. Con esta dosis, por
violenta que sea la pulmonía, se cura el enfermo si antes estaba en baena
salud y si se empieza el tratamiento al tercer ó todo lo más al cnaito din
de enfermedad.
A laa yeinticnatro horas se revela el efecto en el estado general y en la
fiebre, y en menor grado en el proceso local. La mejoría más bien se vmfi-
ca por lisie que por crisis. — {Rifarma medica,) — R. dkl Yallb.
Una modifieación de la gastrestemfa. — Tavel aconseja modificar del modo
siguiente la técnica de la gastrostomla : 8e hace una incisión de 10 centí-
metros de longitud, de modo que Vs de ella se halle por encima del ombligo
y otro tercio por debajo. Abierto el abdomen, se elige un asa intestinal
muy vascularizada y provista de epiplón lo más largo posible; se reseca nn
trozo de este asa, de 15 centímetros de largo, se envuelve en gasa y se
unen los dos cabos inteetinales cortados. Se punzan el mesocolon y el epi-
plón, y se introduce el asa intestinal á travái de esta abertura, lo mismo
que se hace en la gastroenterostomía retrocólica. El cabo anal del trono
libre del intestino se une á una abertura practicada en la pared anterior
del estómago, y el otro cabo se une á otra abertura practicada en la parad
abdominal. De este modo puede alimentarse al enfermo sin manchar la he-
rida operatoria, porque se forma asi un nuevo esófago qne ejecuta movi-
mientos peristálticos en dirección al estómago, el cual retiene perfecta-
mente loa alimentos que se introducen en él. Bl Dr. Tavel ha practicado
esta operación con éxito feliz, primero en dos perros y, por último, en nn
hombre. Bn uno de estos caaos hubo vómitos.
iThe IkerapetUic-Oazette, 15 octubre 1906).— F. Tolbdo.
Adninlstraeión del mercarlo per la vía reetal. — El Dr. G. Andry aconseja,
para administrar el mercurio por la vía rectal, hacerlo bajo la forma de sn*
positorios, cada uno de los cuales contiene aceite gris en tal proporeióii,
que la de mercurio venga á ser de 2 á 4 centigramos.
{Ann, de dimuU,). — R. dkl Vallb.
-^^^^»^^
REVISTA
MEDICINA Y cirugía PRÁCTICAS
NOTAS CLÍNICAS
DOCTOR D. JOSÉ RIBERA Y 8AN8
Catedritieo en U Facoltad de Hadielna d« Madrid.
I. Ooieoisto-enteroftomia en caso de fistala biliar consecativa & nna colé-
oistostomiat cnraoión.^II. Exclasión de todo el yeyuno en un caso de neo-
plasma (probablemente epitelioma) del intestino delgado y del mesente-
rio s onración.
M. J. F., viuda^ de sesenta y cinco años de edad, natural de La Roda
(Albacete) ingresa en la Clínica quirúrgica, primer curso, el día 19
de febrero de 1904.
Es de buena constitución, y los antecedentes patológicos no tienen
el menor interés ni se relacionan con la enfermedad que la obliga á
ingresar en la Clínica.
La enfermedad actual se inició hace cinco años; sin causa para
ella apreciable y sin hechos precursores, dice la enferma que se puso
completamente amarilla, sin que tal hecho se acompañara de mo-
lestias muy intensas y sí tan sólo de algunos ligeros trastornos di-
gestivos y algún dolor que la obligaron & permanecer en cama du-
rante quince días, ai cabo de los cuales recuperó aparentemente la
salud, si bien persistieron algunos trastornos digestivos, que se
acentuaron dos años después, notando la enferma que el vientre
se le abultaba después de las comidas. Trasladóse de su pueblo á
Madrid en 1903, y desde entonces empezó & tener frecuentes vómi-
tos, dolor bastante intenso en el hipocondrio derecho, que se irra-
diaba, dando lugar, según expresión de la enferma, á cólicos que,
si al principio eran poco intensos, fueron acentuándose, y en di-
ciembre tuvo uno ya de relativa intensidad, acompañado de vómitos,
ASo XXX«-Tomo LXXIII.-Ntim. 900. -» Diciembre, 1906. 84
442
dolor intenso en el hipocondrio derecho con irradiaciones al brazo y
hombro derecho^ cólico que le duró cerca de dos horas. El 8 de fe-
brero tuvo otro cólico, pero mucho más intenso y duradero qae el
anterior, acompañado de abundantes vómitos biliosos, quedando
después un dolor sordo y continuo en el cinturón epigástrico. Por
entonces, el médico que la asistía notó la existencia de un pequeño
tumor por encima y á la derecha del ombligo, por cuya razón y
habiéndole aconsejado la operación, ingresó en mi Clínica en la fe-
cha citada.
La enferma está regularmente nutrida, con cambio ligero en la
coloración de la piel, más bien terrea que amarilla; está inapetente
y hay estreñimiento; dolor fijo y bastante intenso en el hipocondrio
derecho, con irradiaciones en la espalda y en el epigastrio.
Examinando el vientre, se advierte un ligero aumento de volumen
por encima y á la derecha del ombligo, palpándose un tumor del ta-
maño de una naranja pequeña; doloroso á la presión ; fijo y al nivel
del borde del hígado, macizo continuándose su macidez con la del
hígado.
Se hace el diagnóstico de litiasis biliar y la falta de ictencia nos
induce á admitir que los cálculos están en la vejiga biliar.
Operé esta enferma el día 23 de febrero de 1904: incisión lateral su-
pra- umbilical; incindido el peritoneo quedó al descubierto la vejiga
biliar, que se encontrarla muy distendida, y, por lo tanto, muy tensa.
Punción aspiradora con la jeringa de Pravaz; salida de líquido obs-
curo é incisión amplia de la vejiga, protegiendo con compresas asép-
ticas el pampo operatorio. Salió una cantidad regular de un líquido
amarillo, y juntamente con él unos cuantos cálculos pequeños; in-
troduciendo el dedo por la abertura de la vejiga y ayudado con las
pinzas, se dio salida á otros cálculos, en total 21, el mayor del tama*
ño de una avellana y los otros del tamaño aproximado de un gui-
sante. Se hizo una irrigación con ácido bórico tibio; con la sonda se
comprobó que el cístico y el colédoco estaban permeables. La vejiga
presentaba extensas adherencias con la cara inferior del hígado y
juzgué oportuno respetarlas.
La existencia del líquido turbio dentro de la vejiga me señaló el
camino más conveniente que debía seguirse; achicar con la sutura
la herida abdominal; reunir los bordes de la herida de la vejiga con
los de la pared abdominal; desagüe de la cavidad vesical por medio
de una tira de gasa y aposito aséptico, es decir, renuncié á la colé-
cistostomia ideal optando por la colecistostomia.
443
' El curso post operatorio no ofreció nada de partiéular; según los
<dato8 recogidos por el historiador Sr. Balda« la noche de la opera-
<;ión tuvo algunos vómitos; el primero y segundo hubo alguna ele-
vación de temperatura^ siendo la máxima el segundo día por la tar-
óle, que alcanzó & 38^,5; la fiebre desapareció por completo al tercer
•día. Se4evantó el primer aposito á los doce días; ia incisión abdo-
minal estaba cicatrizada, y por el orificio de desagüe salió una pe-
•quena cantidad de líquido análogo al que llenaba la vejiga al ser
operada; cinco días después se suprimía el desagüe, y el día 24 de
marzo salió la enferma de la Clínica, al parecer completamente
«curada.
Pero la curación, comd después se vio, no era más que aparente ;
<lurante el verano de 1904, y cuando ya se creía curada, empezaron
de nuevo los cólicos, sin ir acompañados de ictericia, y advirtió en
•el vientre un tumor más grande y más blando que el anterior; al
poco se abrió la herida operatoria, dando salida á una gran canti-
dad de bilis, cesando los cólicos, pero quedando constituida una fís-
tula biliar muy abundante. Esto la obligó á reclamar de nuevo
nuestra asistencia, acudiendo á la consulta pública á principios del
curso de 1904 á 1905.
Al examinarla nos encontramos con una fístula por la cual fluye
la bilis en bastante cantidad, y situada en la parte alta de la cica*
triz resultante de la laparatomia hecha anteriormente, y una hernia
^n la parte baja de dicha cicatriz.
No dando resultado, por una parte, el empleo de una serie de in-
jecciones que suelen aconsejarse en tales casos, ni el uso de una
faja que contuviera la hernia, juzgué de necesidad una nueva ope-
ración con el fin de procurar la curación de la fístula biliar y de la
•hernia ventral.
Operación, el 25 de febrero de 1905. Hice una incisión que bordea-
ba por el lado derecho la cicatriz anterior, con el fin de examinar
las relaciones que presentaba la vejiga biliar con dicha cicatriz,
penetrando con dicha incisión en la cavidad abdominal, viendo en-
tonces que la vejiga, presentaba extensas adherencias con dicha
cicatriz, además del punto en donde estaba la fístula biliar; otra
incisión, que bordeaba el lado izquierdo, permitió la extirpación de
la cicatriz antigua, excepto en el punto en donde estaba la fístula,
pero de esta manera quedaba ya libre la vejiga de la cicatriz de las
paredes y además quedaban extirpados los bordes del anillo de la
hernia, que ocupaba la parte inferior de dicha cicatriz. Por medio
444
de un punto de sutura cerré provisionalmente la abertura fistulosa
de la vejiga, y con el asa de hilo, usándolo como fiador, mantenía
dicha abertura fuera de los bordes de la herida /abdominal. Pude
observar que la vejiga de la bilis estaba adherida, por sus caras
principalmente, á la cara inferior de4 hígado y órganos próximos, j
que sólo quedaballibre una porción de vejiga, alargada indudable*
mente por las tracciones, y comprendida entre el borde libre de)
hígado y el punto de unión de la vejiga con las paredes abdomina-
les; pero dicha porción, sumamente friable, no se podía pensar en
utilizar del todo, quedando apenas unos dos centímetros útiles. Bra
preciso extirpar todo lo friable, como así lo hice, y de esta manera
quedaba una porción de vejiga libre, aunque corta, presentando en
su centro una abertura de más de dos centímetros de extensión. Las
fuertes adherencias no me permiten hacer la extirpación total de la
vejiga; dadas las condiciones de contenido y de paredes, no me pa-
recía prudente cerrar del todo la vejiga, así es que juzgué que lo
mejor sería anastomosar la vejiga á un asa intestinal, á pesar de
las dificultades que eran de esperar dado lo corto del manguito
(pase la expresión) que constituía la porción libre de la vejiga,Bas>
qué el principio del yeyuno, y atrayendo á la herida la porción de
asa más próxima á dicho punto, hice una anastomosis de la vejiga
con dicha asa; el borde posterior de la sección de la vejiga, cosido
por una sutura serosa, á la serosa del intestino colocado en direc-
ción transversal; abertura del intestino en el borde libre, ó sea
opuesto á la inserción del mesenterio en la extensión de la abertura
vesical; sutura muco-muscular posterior y después del borde ante*
rior, y una vez anudados los cabos, terminación de la sutura sero-
sa; es decir, hice una colecistoenterostomía que, en honor de la ver^
dad, no presentó gran^des dificultades. Reducción de los órganos
anastomosados y sutura del abdomen por medio de una sene de
puntos entrecortados que comprendían toda ht pared, y una sutura
superficial para adaptar bien los bordes cutáneos.
Los datos recogidos por el alumno historiador Sr. Estrada son los
siguientes: algunos vómitos, que cesaron con el uso del agua Ae
Seltz; la temperatura osciló entre 37^ y 38^, y sólo una tarde el ter-
mómetra marcó SO"". La administración de un purgante bastó para
que la temperatura descendiera á la normal.
No ocurrió otro accidente alguno, y parecía que todo seguía ana
marcha regular, puesto que ya la enferma empezó á hacer uso de
una alimentación variada, cuando el día 8 de marzo, al examinar-
445
la, y cuando ya se hablan quitado todos los puntos de sutura, nos
encontramos desagradablemente sorprendidos al ver el vendaje
manchado de bilis y de substancias alimenticias: al nivel de uno de
los puntos de sutura profundos se había constituido una fístula bi-
liar y excrementicia. Por fortuna, y como ocurre á veces con los
trayectos fistulosos, en vez de ir en aumento se vio á los pocos días
•que tenia tendencia á disminuir, y las curas repetidas y la limpieza
bastaron para que se corrigiera dicho accidente, y la enferma salió
de la Clínica el día 26 de abril curada de su fístula biliar. *
La observacTión, como se ve, no tiene nada de excepcional, por
más que tampoco se la puede considerar como de práctica corrien-
te, y mucho menos entre nosotros, puesto que las observaciones re-
ferentes á la cirugía de las vías biliares, por unas razones ó por
otras que no son del caso especificar, se pueden considerar casi como
excepcionales ; por lo menos así debo expresarme por lo que á mí se
refiere, y sin gran temor de equivocarme lo mismo se puede decir
les ocurre á la mayoría de los cirujanos españoles, de lo cual resulta
<|ue observaciones que serían corrientes en otros puntos, aquí son
raras; y si esto ocurre con lo que pudiera llamarse cirugía corriente
de las vías biliares, con más razón se puede decir de la colecisto-
•enterostomía, que no es de los hechos que se repiten con más fre-
<;uencia. Y esta es la razón, y teniendo en cuenta que en la actuali-
dad la cirugía intra-abdominal se caracteriza principalmente por
las anastomosis y las exclusiones, esta es la razón, repito, que me
faa inducido á exponer este caso de anastomosis, como razones aná-
logas me inducen á exponer el siguiente caso de exclusión.
n
Trátase también de una mujer, M. R., de treinta y dos años de
edad, casada, natural de Lopera (Jaén), que ingresa en la Clínica
quirúrgica, segundo curso, el día 20 de abril de 1905.
No tiene antecedentes hereditarios ni patológicos dignos de men-
-ción.
La enfermedad que le obliga á ingresar en la Clínica data del mes
de junio de 1904, en cuya fecha, y estando un día en el campo, em-
pezó repentinamente asentir dolores intensos de vientre en ta re-
gión umbilical. Este dolor persistió, si bien mitigado, pero presen-
tando exacerbaciones y acompañado de trastornos digestivos; di-
gestiones difíciles, vómitos frecuentes al poco tiempo de comer, vo-
mitando por lo general los alimentos que ingería, estreñimiento, y
446
una Tez tavo una hematemeais abondante. También le parecía á. I&
enferma notar la existencia de un tumor pequeño, movible en la»
proximidades de la región umbilical. La enferma se desmejoró ma-
cho á consecuencia de estos trastornos.
A su ingreso en la Clínica, á más de persistir los síntomas citados»
se aprecia en la región umbilical un tumor movible y poco doloroso»
sin que á simple vista se advierta aumento de volumen en el vien-
tre. Se la somete al régimen lácteo, que tolera bastante bien la en-
ferma, pues con él cesan los vómitos y disminuye bastante el dolor
abdominal.
A los pocos días, un nuevo reconocimiento hace dudar de la exis-
tencia del tumor, porque no se percibe á la palpación, y sólo parece
advertirse la existencia de una induración profunda en la región
epigástrica, que se propaga hacia la región hepática.
Con estos datos era difícil hacer un diagnóstico ; sin embargo, la
existencia indudable de trastornos digestivos, por más que tolerara
relativamente el régimen lácteo; y la existencia de un tumor, aun
cuando no se encontrara en todas las exploraciones, inducían A
admitir la existencia de un neoplasma del estómago, dando origen
á fenómenos no muy intensos de estenosis pilórica, puesto que tole*
raba el régimen lácteo. De todos modos, para mí no admitía duda la
necesidad de una operación.
Operación, el día 29 de abril de 1905. Laparotomía media supra-
umbilical. El estómago apareció normal; en el prejuicio de encon-
trar algo, dudaba de si había en el píloro una cicatriz que produjera
algo de estenosis; si la cabeza del páncreas estaba más dura y au-
mentada de volumen comprimiendo el píloro, ó si no existía en el
estómago nada anormal; pero como los trastornos funcionales y loa
dolores existían, juzgué que, á pesar de todas mis dudas, estaba in-
dicada una gastroenterostomía. Sin embargo, antes de ello juzgué
preciso un reconocimiento detenido de todo el paquete intestinal,
por cuya razón, colocando el estómago en su sitio, introduje la
m^no en el vientre para explorar el intestino, y entonces, y no sin
alguna sorpresa, encontré un tumor voluminoso que, atraído al ex-
teriot^ resultó constituido por un conglomerado de asas intestinales
del intestino delgado y por el mesenterio, formando nodulos con to-
dos los caracteres que se observan en los epiteliomas; sembrado el
mesenterio de ganglios y constituyendo el conjunto una masa tumo-
ral enorme, que empezaba en el yeyuno, á muy poca distancia del
duodeno, que comprendía todo el yeyuno y se extendía hasta el íleon;
447
* advirtiendo desde el primer momento que había un estrechamiento
muy marcado intestinal en el punto en donde principiaba el tumor,
y en cambio, el cabo duodenal estaba enormemente dilatado, y su
exploración daba á reconocer la existencia de cuerpos extraños de-
tenidos alli, sin duda, por la estrechez intestinal debida á la masa
neoplásica.
¿Qué camino seguir, dada la existencia de un tumor tan grande y
de tan extensas lesiones intestinales^ De no estar tan invadido el
mesenterio y tan inflltrados los ganglios mesentéricos, hubiera opta-
do por la extirpación, que debía haber comprendido lá mayor parte
del intestino delgado; pero como aun con ella no era posible extir-
par todo lo enfermo, me pareció que lo único razonable y factible
era hacer una enteroanastomosis, excluyendo toda la porción de
intestino delgado enfermo, es decir, restablecer la circulación de
las substancias alimenticias, dejando en reposo todo lo enfermo.
Así lo hice, procediendo del siguiente modo: se colocó una pinza que
comprimiera el intestino por encima del tumor, y en tanto que un
ayudante con sus dedos comprimía la porción duodenal; sección del
intestino por encima de la pinza, y entonces se pudo ver que la por-
ción enormemente dilatada del duodeno contenía una porción de
huesos de aceituna, de los cuales pudieron recogerse 36, siendo in-
dudable que quedaron muchos todavía en el duodeno, porque enr las
maniobras que se hacían para extraerlos retrocedían á las porcio-
nes primeras de dicho intestino. Limpio en lo posible el cabo supe-
rior, procedí á anastomosarle con el íleon por debajo del conglome-
rado de masas intestinales y tumor, haciendo una anastomosis la-
teral en el borde libre del intestino y siguiendo la técnica común y
corriente, y que, por lo tanto, no hay necesidad de describir. Quitan-
do la pinza que se había puesto por encima del tumor, se comprobó
la existencia de una estenosis pronunciadísima en dicho punto, lo
cual explicaba la dilatación superior del intestino y que en la dicha
porción duodenal dilatada se habían almacenado los huesos de acei-
tuna, quedado su tamaño, no podían pasar. Sutura en bolsa de la
sección periférica del intestino y reducción en el abdomen del pa-
quete intestinal. De esta manera quedaba en comunicación directa
la tercera porción del duodeno con el íleon, y todo el yeyuno excluí-
do en la forma de exclusión unilateral.
El curso post operatorio no ofreció nada de particular; según las
notas recogidas por el alumno historiador Sr. Isla, la enferma reac-
cionó bien, teniendo la tarde del día de la operación 37® y 112 pulsa-
448
ciones; el día 30 sigue bien, sin dolores; la temperatura de la maña-
na era 37^,2 y el pulso 96; por la tarde, temperatura 37*,4^ pulto 110.
Principia á tomar leche el día 1.^; el dia 2 hace espontáneamente la
primera defecación post operatoria, sin molestia alguna ni dolor, y
la temperatura y el pulso son normales. El día 9 de mayo se levantó
el aposito, encontrándose la herida cicatrizada.
Siguió alimentándose de una manera paulatina, y cuando aaüó de
la Clínica, el dia 16 de mayo, el estado general era muy aatísíacto-
rio y soportaba toda clase de alimentos.
El análisis de uno de los ganglios extirpados no dio resultado po-
sitivo alguno, asi es que no pudo resolver las dudas que haber pudie-
ra acerca de la naturaleza de la masa neopládca, que englobaba in-
testinos y mesenterio, por más que por todos los caracteres macros-
c ópicos pudiera creerse se trataba de un epitelioma.
Como se ve, también este caso, sin ser excepcional, no es de los de
la cirugía diaria, y esto y el estar estos asuntos á la orden del dfa«
son los que me inducen á publicarle sin entrar en más detalles ni
en las consideraciones pertinentes á las ventajas de la exclusión,
porque sólo me he propuesto, hoy por hoy, referir un caso más, de-
jando para otras ocasiones hacer un estudio de lo que se refiere á la
exclusión de partes del tubo digestivo.
CASO CLÍNICO NOTABLE DE TRAUMATISMO
D. ANTONIO MARTÍNEZ LÓPEZ
Médico titaUr d« GcadalU d« U Sierra (Madrid).
Se trata de un joven de diecisiete años de edad, natural de Nava-
lafuente, de esta provincia, bien constituido y con un desarrollo qae
está en relación con la edad que tiene.
En el mes de julio del pasado año, yendo montado en una caba-
llería mayor y á galope tendido, viniendo de las faenas de la trilla,
propias de la estación, sufre una caída del caballo, que según él
mismo refíere, fué en decúbito lateral derecho, recibiendo el traa-
matismo principalmente en la fosa ilíaca derecha. Inmediatamente
de la caída se levantó por su pié, terminando de llenar la misióii
449
que iba á desempeñar, marchándose andando á su casa, que dista-
rla unos 200 metros, sin que al parecer notara nada de. particular.
Por el momento no acusaba más dolor que el de la fosa iliaca dere-
cha, pero transcurridas que fueron unas tres horas (cuatro de la
tarde), tuvo que meterse en cama, porque las piernas no le tenían
y sentía malestar general, que según frase del mismo, no sabía qué
le pasaba, pues se encontraba muy mal.
Solicitado el auxilio médico, me personé en casa del paciente, que
dista cuatro kilómetros de mi residencia, y reconocido detenida-
mente, no pude apreciar cosa de particular alguna, nada más que
un trisplanismo grande, escasa elevación de temperatura (37^,4) y el
dolor grande en la fosa iliaca derecha.
Mis investigaciones fueron dirigidas principalmente á ver si al-
guna viscera ú órgano importante había sufrido rotura ó despren-
dimiento de alguna especie, haciendo las preguntas consiguientes
de si había habido hemorragia por boca, nariz, oídos, uretra, recto,
etcétera, siendo la respuesta negativa, apreciando también al mis-
mo tiempo que el dolor, la fosa ilíaca derecha más dura y abultada
que la izquierda.
Salí de casa del enfermo no muy bien impresionado por el estado
de conmoción visceral en que se hallaba, y haciendo saber á la fa-
milia mis temores de que pudieran presentarse fenómenos de impor-
tancia que comprometieran la vida del jovenzuelo.
Le dispuse fomentos constantes y calientes con la disolución de su-
blimado corrosivo al 1 por 1.000, locus dolenti^ y el plan correspon-
diente al estado general, y con encargo especial de que me avisaran
en cuanto notaran la cosa más insignificante.
A las dos de Ja madrugada del siguiente dfa vienen á buscarme
con premura, pues el enfermo seguía cada vez peor, alarmándoles
el que al verificar la micción, que no habla hecho desde el trauma-
tismo, saliera una abundante cantidad de sangre mezclada con la
orina, y además les parecía tenia más calentura.
Personado lo más pronto posible en la casa, y en vista de la he-
maturia, investigué la causa de la misma con resultado negativo;
pues ni en ríñones, vejiga, uretra anterior y posterior, presentaba
síntomas de rotura, ni siquiera de inflamación. El dolor en la fosa
ilíaca derecha seguía siendo lo mismo, constante, permanente y má«
fuerte á la presión, existiendo cierto meteorismo que se extendía á
la fosa ilíaca del lado opuesto "y hasta el epigastrio. La fiebre ya se
había elevado algunas décimas más, pues el termómetro marca-
450
ba 38^, todo esto acompañado de algunos vómitos y el estado gene-
ral no era nada satisfactorio. A la percusión abdominal daba el so-
nido timpánico en toda la mitad izquierda y en el derecho, región
traumatizada, sonido macizo completo.
Mandé suspender ios fomentos constantes y calientes de sublima-
do que tenía dispuestos desde el primer momento, y prescribí el plan
correspondiente al estado general, y en cuanto al local, fricciones
repetidas con la pomada de belladona y mercurial doble^ alternan-
do con una mezcla de aceite de manzanilla alcanforado, éter acéti-
co y bálsamo tranquilo y además cuatro irrigaciones intestinales,
todo esto con el objeto de ver si lograba hacer desaparecer ó dísmi-
nuir el gran meteorismo que ponía en peligro la vida del paciente,
prometiendo volver por la tarde, aunque mediaba la distancia ja
dicha, lo primero porque me inspiraba serios temores el enfermo y
lo segundo por el caso tan curioso que se me presentaba en mi prác-
tica profesional.
Por la tarde aún le encontré peor, pues habían aparecido nuevos
síntomas que comprometían más su vida : uno, que á las dos horas
de marcharme los vómitos tomaron el carácter de íecalóideos^ eva-
cuó el intestino y salió mezclada con la deposición cierta cantidad
de sangre negra; la fiebre había ascendido á 40^2 y el meteorismo
aún mayor, pues ya comprendía todo el abdomen. Dos ó tres veces
que volvió á orinar, la segunda era clara y en cambio la última
mezclada otra vez con sangre obscura, y todo esto sin aquejar do*
lor en el estómago, cabeza, recto, uretra, etc., salvo la fosa iliaca
traumatizada.
Llamaba mi atención la postura que adoptaba en la cama; dec6-
bito lateral izquierdo, con el miembro abdominal dereQho en adduc-
ción, tropezando el muslo con el abdomen, formando ángpilo con la
pierna, sin duda para relajarlas fibras musculares y atenuar un
tanto el dolor de la fosa iliaca. Esta posición, unida á los síntomas
mencionados, me hizo pensar en una peritonitis agudja ó en apen-
dicitis, ambas producidas por el traumatismo, y para cerciorarme
más de la apendicitis, busqué lalinea|de Mac-Burney, pero inútil,
porque cada vez que intentaba hacerlo, el enfermo reforzaba sus
ayes de dolor y era imposible por completo descubrir la línea dolo-
rosa, dada la sensibilidad tan exagerada de todo su abdomen y es-
pecialmente en la tan mencionada fosa.
También llamaba mi atención el que deslizando la mano suave-
mente en sentido vertical por todo el abdomen hasta el hipogastrio.
451
86 percibía un gorgoteo, más acentuado aún en el lado derecho, pero
no gorgoteo como se observa en la fosa ilíaca derecha cuando se
trata de una infección intestinal, sino que hasta me parecía percibir
líquidos mezclados con gases en los movimientos de deslizamien-
to de la mano, que por percusión en cambio no se apreciaba líquido
alguno, y como si estos líquidos y ga^es estuvieran entre el perito-
neo y capas musculares. Me retiré muy mal impresionado, hacien-
dó á la familia un .pronóstico fatal.
Al día siguiente, tercero de enfermedad, y en la visita de la ma-
ñana, me dijo la familia que había pasado una noche malísima, que
hubo momentos que estuvo luchando entre la vida y la muerte, lle-
gando hasta el extremo de sufrir colapso, pero cuál no seria mi sor-
presa al encontrarme con una remisión notable de todos los sínto-
mas, incluso la ñebre, 37^,3 y el estado general más satisfactorio que
el día anterior.
Los vómitos no habían vuelto á presentarse, la orina era ya
completamente clara y las deposiciones muy fétidas, pero sin pre-
sentar el aspecto obscuro de sangre digerida de la primera que ve-
rificó después del traumatismo.
Por la tarde no me satisfizo del todo, pues tuvo su correspondien
te acceso de fiebre, presentando los mismos síif tomas que el día an-
terior, pero no con tanta intensidad.
Al día siguiente por la mañana le encontré |mejor y por la tarde
también tuvo el acceso de fiebre, pero menos que el día anterior, y
en esta situación estuvo tres días más, remitiendo considerablemen-
te los síntomas, hasta que desapareció por completo la fiebre, em-
pezando á tomar fuerzas, dedicándose á los doce días á las faenas
propias del verano.
Caso es este que se presta á consideraciones y reflexiones de im-
portancia, porque entre el cortejo de síntomas presentados hay al«
gunos de ellos que no tienen explicación satisfactoria, como son: la
hematuria, melena, vómitos, meteorismo, gorgoteo.
¿Cuál ha sido su patogenia no existiendo síntomas de rotura de
^6JigA# uretra, herida del pene, lesión del riñon, estómago, ni otra
viscera importante, asa intestinal, etc.?
Por fuerte, por intensa que sea la congestión, ¿puede producir he-
morragia suficiente para salir al exterior en cantidad no desprecia-
ble, como en este caso ha ocurrido, sin que los órganos congestiona-
dos sufriesen otras alteraciones de mayor importancia que las refe-
ridas? Y esta es, á mi juicio, la explicación más satisfactoria que
452
puede admitirse. Congestión intensa de las mucosas gástrica, intes-
tinal, vesical ó rotura de algún capilar con pequeño derrame sao-
guineo, que por algún sitio tenia que salir y natural fuese por don-
de habla comunicación con el exterior.
¿Puede producirse rotura intestinal, por grande, por intenso que
sea el traumatismo, no habiendo herida ai exterior, gozando de una
movilidad tan exagerada como tienen las asas intestinales*
¿Por qué se presentaron en este caso los vómitos que pudiéramos
llamar fecalóideos, el meteorismo tan exagerado y el gorgoteo que
se percibía como si fuera mezcla de líquidos y gases entre el peri-
toneo y capas musculares, percibiéndolo sólo en los movimientos de
deslizamiento en sentido vertical y no á la percusión, en las regio-
nes y a dichas? Y sin embargo, no había rotura intestinal en este caso,
porque entonces fatalmente hubiera terminado por la muerte y no
por la curación completa, pues se hubiera presentado la peritonitis
aguda, consecuencia inmediata de la rotura, y no obstante creo fir-
memente que en el caso presente han aparecido síntomas de la
misma.
Puntos son estos que dejo y someto á la ilustrada consideración
de mis dignísimos compañeros.
bibliografía'
DOCTOR DON JESÚS SARABIA Y PARDO
ProÍMor Ú0 •ofaraiedadeB d« loe Nifioi en el lottltato R«Mo*
I. Mortalidad infantil y bstadística dimocibafioa samitabia dsi. dbcsvio
DB 1895 1 1904, por D. León PalaoioB Car reno. Almería, 1906.
II. iBSTBUCOIOBBa HIOXÉNICA8 AOBBCA DB LA LIMPIBZA, pOF el Dr. OarlOB Fe-
rrand y López. Palenoia, 1906.
III, TbATAMIBBTO DB LA TDBBBCÜLOBIB POB LOB PBODÜGTOB BAOXLABBS, pOr Sl
Dr. D. Jobo Verdes Montenegro. Madrid, 1908.
I
Con remitir al lector al prólogo de esta obra, escrito por el doctor
D. Modesto Lapuente con gran acierto respecto del juicio total de
este trabajo y expresión de su mérito y de las cuestiones en ella
planteadas, quedaba satisfecha esta nota bibliográfica. Pero con*
453
viene saber que las materias desarrolladas son las oportunas y de-
ductivas del estudio perfecto de la estadística demográfica sanitaria
de un decenio en Almería y las que es preciso remover para tratar
el problema importantísimo de la tiaortalidad infantil.
Las causas radican en el medio social y en las condiciones de hi-
giene y cultura de la madre y del hijo, y á base de esto el Dr. Pala-
cios propone medios adecuados, razonados con ciencia y acierto, al
objeto de alcanzar el efecto que se busca. Como dice el Dr. Lapuen-
te, la obra del Dr. Palacios cabarca y razona casi todos los proble-
mas que guardan estrecha relación con la higiene pública en su tri-
ple aspecto científico, filosófico y social».
Este trabajo, premiado en certamen científico literario, merece
todo el aplauso que se dedica á lo bueno y útil ; por eso nos compla«
cemos en felicitar al Dr. Palacios Carreño con el mayor gusto, de-
seándole nuevos triunfos, pues con ellos ha de reportar grandes be-
neficios á la sociedad y á la Clase médica.
n
Es verdaderamente curiosa esta cartilla, en la cual el Dr. Ferrand
y López demuestra conocer á fondo la cuestión higiénica que en-
traña la limpieza.
Este hábito, necesario al hombre en cuanto influye en su bien-
estar y salud, es de los que se hallan aún bastante descuidados, y
es preciso educar en esta forma de propaganda para que por la cul-
tura se imponga el uso de la limpieza corporal, tan necesaria en
los pueblos que, faltos de condiciones higiénicas de otra índole, ne-
cesitan la ayuda individual para abordar el problema higiénico de
todos los tiempos, que es la profilaxis de las infecciones.
La limpieza en la casa y en el individuo son los extremos sobre
que giran los muy atinados consejos consignados en esta cartilla,
que resulta científica, sencilla y, por lo tanto, de gran utilidad.
III
Son ya muchos los trabajos publicados por el Dr. Verdes Monte-
negro acerca de estos asuntos, y en éste, como en aquéllos, queda
demostrada su competencia.
Basta relatar el índice de los capítulos contenidos en él para com-
prender lo completo de su publicación. La técnica de la preparación
de dichos productos; la técnica de administración de la tuberculina
en su comienzo, en el curso del tratamiento; la susceptibilidad
454
ndÍTÍdoal á la tabercalina, es tratado con el juicio clínico tan
▼ero de su autor.
De loe numerosos enfermos tratados en el Oispennaiio haee i
dio para analizar lo que es la resistencia org4nica y lo que iígniflca
la fiebre, j da cuenta, como síntesis, de los resultados obtenidoa en
la expectoración, sadores, fiebre, etc.
Nos parece el trabajo altamente científico y digno de que sea ecH
nocido por la Clase médica para que juzgue de la Terdad de <
asunto*
REVISTA ESPAÑOLA
SOCIEDADES CIENUFICAS
▲CADEKIA MSDIOO-QUI&XtBQIGA ESPAÑOLA
80dón déldiaSSéU Noviembre de 1906.
Flskrs tlftldtt iContÍ7maci¿n).^Eí Dr. Saku Vaca celebra 1* oportunidad
del Dr. Valle, y aportando al asnnto loe resultados de su práctica hospita-
laria y particular, entieade que la fiebre tifoidea, siendo endéndca en Ma-
drid, sufre agudizaciones á temporadas, y que en la actualidad se encuen-
tran los casos muy esparcidos, como lo prueba el tener á su cargo la asisten-
cia de enfermos en los puntos más opuestos de la población; la clientela de
hospital, es un fiel reflejo de lo que ocurre fuera, y es prueba de ello, que
casi con simultaneidad se. ha empezado á notar el ingreso de esta dase de
enfermos, con la necesidad de su asistencia domiciliaría.
Eü la actual epidemia no se Te clara la etiología hídríca, afectando ba-
rrios y zonas de población, pero no puede negarse ser éste el medio más
frecuente de transmisión.
En los caracteres clínicos por los que se manifiesta el proceso, hay una
dÍTersidad de tipos, que aun siendo análogos en lo fundamental de su se-
meiótica, difieren, mucho de los cuadros clásicos asignados á los procesos
eberthianos. Todos sabemos cuánta importancia se daba á la curra tér-
mica, á las manifestaciones intestinales, á la postración nenriosa, á la de-
presión y demás fenómenos que caracterizaban los procesos tifosos; pues
bien, desde hace tiempo, y casi entiende que desde que pudimos obserrar
la epidemia de tifus exantemático, la confusión en los cuadros Tenia en tal
manera, que si se olrida lo clásico de las descripciones, para estudiar en la
clínica, la duda subsiste durante los primeros periodos y hasta en la mar-
cha de los procesos que menciona; nada hay más claro en su apoyo que el
gran número de fiebres tifoideas de principio brusco, de hipertermia y de
formas hipertóxicas. Los cuadros anómalos por su benignidad, por la irre-
455
gnlarídad de la carra térmica y por la falta de los síntomas de postración
que caracteriza las enfermedades tíficas son frecnentes también, como lo
demuestran los enfermos á quienes se refieren las gráficas que presenta, en
los que, su indiscutible naturaleza tifoidea, eyolncionó con tales caracteres
de atipia y benignidad/ que sólo por la sueromaeción pudo afirmarse la na-
turaleza del proceso.
Al hablar de este elemento de diagnóstico, muy necesario, y por él cons-
tantemente empleado, dice que teniendo gran ralor cuando es positiro,
nada dice cuando por no ser tifoidea el caso en cuestión, ó cuando siéndolo
el enfermo no tiene aún creadas las aglutininas que producen el fenómeno
aglutinante, falta éste, quedándonos con la duda, que sólo desaparecerá en
análisis sucesivos.
No debe olvidarse — afirma — que la aglutinación que responde á un
fenómeno biológico y de energía defensiva, no tiene todo el valor que al-
gunos suponen, pues siendo muchos los gérmenes de caracteres biológicos
y patogénicos parecidos al bacilus de Eberth (paratíficoe), la reacción aglu-
tinante en ellos ha de producirse, teniendo necesidad de diferenciar en
todo caso la aglutinación de grupo y la de especie; siendo, por tanto, el
fenómeno un signo positivo en relación con la proporción del poder agluti-
nante del suero del enfermo.
Hace elogio del Dr. Duran, á quien debe estas ensefianzas, haciendo
mención del diplococus por él encontrado en los enfermos de tifus, y al que
se debe muchas formas de infección atlpica estudiadas por el disertante
en enfermos cuyo análisis é historia clínica figuran entre las observaciones
de las infecciones de estos últimos tiempos.
Siendo relativamente benigno el pronóstico, llega ai tratamiento, recor-
dando algunos de los medios de uso corriente, pero declarándose partidario
de una sueroterapia en estudio, y recordando que en casos tales, si de
otro suero no puede disponerse, es práctico el empleo de sueros normales
(caballo, cabra), que sólo por su condición de aléxicos estimulan activida-
des orgánicas é integran defensas normales.
El Dr. O. Sánchez Calvo: De la diversidad de opiniones emitida? p9r los
afamados clínicos que han intervenido en esta disensión, deduce que no
existe aún acuerdo ni en lo que á la etiología se refiere (él es partidario
del contagio por el aire), ni en lo que afecta al diagnóstico y tratamiento
de ese grupo ó familia eberthiana, que á juzgar por la diversidad de sus
formas y manifestacioDCS, parece una familia muy mal avenida.
El Dr. González Campo dice que actualmente se padecen fiebres tifoideas
y tifus exantemático que no deben confundirse por ser entidades patológi-
cas absolutamente distintas, y no tienen de común sino el nombre de tifus
con que indebidamente se conoce á ambas; los casos que no corresponden
al tifus cree que son verdaderas tifoideas, que no se presentan siempre con
todos sus earacteres clásicos intensos, sino en forma atenuada, que hace
I dudar á veces del diagnóstico. ^
Gomo Boas dice que cen la actualidad sólo tiene interés histórico el gor-
I goteo íleocecal de la tifoidea, acerca de cuya completa falta de significación
reina acuerdo unánime entre los médicos ilustrados», y esto lo ha traduci-
do el Dr. Valle en el Tratado de Enfermedades del intestino^ pregunta á este
456
sefior sa opinión sobre el particular, ya ^ae citaba el gorgoteo entre loe sin*
tomas de sus enfermos. El gorgoteo pnede producirse normalmente.
Ha TÍsto en esta epidemia tifoideos con epistaxis y sin ella, con y sin
fiebre alta, con y sin síntomas nerviosos, y caeos tan grayes como uno en
qne sobreyino la mnerte por peritonitis consecntiya á perforación intesti-
nal. Bl bazo es palpable en anos casos y en otros no, pareciendo existir
relación, como se ha dicho, entre su yolnmen y la gravedad de la infección.
En general, sí parece realmente ser la actual epidemia relatiyamente be*
nigna, pero hay que tener presente qne la enfermedad, sea por condiciones
del agente infeotiyo, sea por beneficios del tratamiento, es en nuestra épo-
oa, en la mayoría de los casos, menos graye que la de tiempos «nterioree.
Muéstrase partidario de la teoría hídrica.
Existen bacilos qne parecen ser eslabones de la cadena rota entre el de
Eberth y el coli : son los paratífícos il y ^. Se necesita para diferenciarlos
atender á sus caracteres biológicos, por no ten ec características diferencia-
les morfológicas.
El mejor medio de diagnóstico de la tifoidea está en la sueroagiutina-
ción facilitada por la casa Merk, qne prepara el estuche de Ficker, utilia»*
ble sin laboratorio, y conyirtiendo así en clínico el procedimiento. Pero b*
de tenerse en cuenta que los bacilos paratífioos son aglutinados por el sue-
ro tífico, aunque más débilmente que el de Eberth, como también agluti-
nan el suero paratifíco y el tífico, si bien éste menos que aquél. De suerte
que si se duda si lo que padece el enfermo es tifoidea y el suero no aglntine
ó aglutina poco el Eberth, se inyestigará si aglutina ó aglutina más un
cultivo paratífioo.
El bacilo Á es vecino del de Eberth, el B del coít, y éste es el más fre-
cuente. Según Widal, estos bacilos son paracoli bacilos. .
Respecto al tratamiento, cree peijudicial la quinina, sin que los benefi-
cios de la baja temperatura que, si se logran, es con dosis grandes, com-
pense los inconvenientes de su acción tópica en una mucosa enferma, hipe-
remiada y con ulceraciones. En cambio, según parece, el piramidón no
perjudica y casi con seguridad baja la fiebre.
Los enemas, en su concepto, obran como antisépticos mecánicamente,
que es el único modo posible de obrar estos medios; y no es razón el qne el
organismo esté ya infectado para no emplearlos con tal objeto, porque con
su uso se evitará la entrada de nuevas bacterias y la absorción de sus toxi-
nas, por lo cual se hallan indicados siempre, no en forma de enemas, bibo
de irrigación intestinal.
La hidroterapia estimula el sistema nervioso, favoreciendo el metab<4ÍB-
mo nutritivo, levantando la tensión arterial, favoreciendo la respiración y
la diuresis y rebajando la temperatura.
No debe dejarse levantar al enfermo hasta bien avanaada la convalecen-
cia, días después que haya empezado á comer, porque loe movimientos son
peligrosos en enfermedad que puede originar perforaciones del intestino.
La alimentación habrá de ser líquida, mientras pase la temperatura de
ST á cualquier hora, no creyendo conveniente que estos enfermos coman
antes, por benigna qne parezca la infección.
El Dr. Yaoüb : La oportunidad y el acierto de la comunicación del doc-
467
tor Valle son grandes, por lo debatido del proceso y lo Dumerosos qae ao-
tnalmente son estos enfermos.
Los motÍTOS de confusión arrancan en partioolar de lo borroso de los
cnadros clínicos, bien lejanos de los clásicos y precisos con que era dable
obserTar la fiebre tifoidea hace reinte afios, y menos Teces en algunas lo*
calidades.
De los enfermos que nos ha sido dable ver, hemos podido deducir que se
les puede reunir en tres grupos : uno, el más numeroso, afectados de fiebre
tifoidea, con formas ragas, mal definidas y algunas veces tan lentas, que
se hacen penosísimas para enfermo y médico ; otro, formado por menor nú-
mero, de tifus exantemático, las más de las veces bien caracterizable y al-
gunas de síntomas menos precisos ; y un tercero, de raros casos de fiebre
de Malta, comprobable por las necesarias investigaciones de laboratorio ;
y aunque en estos grupos las formas bien definidas y delimitables fueran
las menos, forzoso asimilar á ellas las menos precisas y considerar como ti-
foideas, puesto que sobre todo lo contraprueba la anatomía patológica, las
formas menos caracterizadas.
En cuanto á tratamiento, casi más que lo que hay que hacer, es necesa-
rio saber de lo que hay que abstenerse. 8in valor positivo los antisépticos,
sólo pueden considerarse como útiles los purgantes empleados con modera-
ción, al comienzo y en relación con los particulares de cada caso, y las irri-
gaciones intestinales con sonda y escasa presión. De los medicamentos, la
quinina, á dosis tónica, puede ser quizás, no sostenida, la más conveniente-
Considera indispensable insistir en el reposo y la alimentación sólida
tardía después de la cesación completa de la fiebre, por temor á la perfo-
ración y la recaída, casi constante cuando no se extreman los cuidados en
la gradación alimenticia.
El Dr. Bbmítbz: El cuadro clínico de la dotienenteria,tan distinto en las
diversas formas, acarrea dificultades diagnósticas á veces insuperables.
Muchos son los casos en que, desde el punto de vista clínico, sólo por la
curva térmica y por exclusión pueden clasificarse de fiebre tifoidea. El se-
rodiagnóstico nos da á conocer la fiebre tifoidea producida por el bacilo de
Eberth, la colibacilar y las intermedias ó paratíficas A y B^ cuyos causan-
tes parecen ser respectivamente los bacilos Brion y Eayser y de Schoftmu-
Uer. Estas fiebres serodi agnóstica bles por dar aglutininas semejantes y va-
riables según el grupo á que pertenece el bacilo correspondiente y con ti-
tulaciones de sueros ya estudiados, tienen también un curso clínico seme-
jante, aun dentro de la variabilidad dependiente de su duración y gravedad.
Pero frente á estas fiebres parece ser que desde hace algo más de dos afios
se padece otra afección febril que clínicamente puede diferenciarse de aqué-
llas por aparecer súbitamente, con fiebre elevada, y algunas veces, y du-
rante algunos días, con intermitencias tan exageradas que se asemejan á
los accesos de origen palúdico; por la hiperemia conjuntival, neuralgias
periféricas diversas y en repetidos casos erupciones roseólicas más ó menos
extensas ó tardías y en ocasiones hemorragias. El curso febril durante el
período estacionario so parece al de la fiebre tifoidea. Faltan los síntomas
importantes de origen abdominal, hasta el punto que los enfermos no
aquejan á la presión una sensibilidad mayor que la normal en la fosa ilíaca
85
458
derecha, ni saele percibirse machas Teces infarto del bazo, ni tampoco la
diarrea es frecuente. El estado general, satisfactorio nnas reces y otras
graye, da al enfermo en la mayoría de los casos una fisonomía especial de
afecto infeccioso. Yo he tenido ocasión de asistir enfermos de éstoe diag^
noeticados por otros clínicos de fiebre tifoidea ó de paratifus, y como en al-
gunos se hizo por el Dr. Duran la investigación de la sangre, de la orina y
de las heces fecales, comprobándose la existencia del diplococo dado á co-
nocer por él, creo poder deducir que además de la fiebre tifoidea y de loe
diferentes paratifus existe, confundiéndose muchas Teces con éstas, otra
afección completamente distinta ; clínicamente, por su modo de inradir el
organismo, por su síntoma tologla, por su patocronia y por su modo de ter-
minar; y bacteriológicamente por no dar la franca aglutinación que corree-
ponde á las fiebres con quienes pndiera confundírsela, ni encontrarse aque-
llos bacilos, sino el referido diplococo patógeno, no asociado, en las heces
fecales, en la orina y con abundancia en la sangre.
Partidario de los tratamientos farmacológicos sencillos y de la balne»-
ción, considera la seroterapia como el recurso más racional y científico con-
tra la fiebre tifoidea, y á este propósito cita también el suero obtenido por
los Dres. Salazar y Duran para combatir la enfermedad, en la que, lejos
de encontrarse el bacilo Eberth, ó el coli, ó lo9 paratlficos, se encuentra en
la sangre, en las heces y en la orina el repetido diplococo patógeno.
En cuanto á la etiología, dice que habiendo obserTado con rara excep-
ción casos de las enfermedades de que acabo de hablar, en los que sistemá-
ticamente hacen uso del agua filtrada, creo se debe aconsejar esta medida
profiláctica.
PERIÓDICOS
El auttn: detinfeocién por el tldehfdf fórmico.— Bl Dr. Carbonell ha pn-
blicado en los Archivos de Ginecopatia, Obatetrida y Pediatria^ un articnlo
ponderando las excelencias de este nucTO desinfectante. De tan interesante
trabajo entresacamos los siguientes párrafos :
cEl óxido de metileno, conocido con el nombre de aldehido fórmico, es
un gas cuya molécula está constituida por cuatro átomos: uno de carbón,
otro de oxígeno y dos de hidrógeno; y cuando su solución acuosa (la del
comercio, ó formol, es al 40 por 100) es UcTada más allá del punto de sata-
ración, la composición de la molécula cambia, constando de doce átomos:
tres de carbón, tres de oxígeno y seis de hidrógeno, y toma la forma crista-
lina, que es el producto conocido con la denominación de paraformo.
La desinfección por medio de las soluciones de aldehido fórmico es actí-
Tisima; los gérmenes fáciles de destruir lo son por las soluciones atenua-
das hasta el 1 por 100.000, y los de más resistencia son esterilizados por la
solución al 1 por 1.000, cuya acción de contacto sobre la piel de las manos
es nulo aun siendo prolongado.
Se ha de tener presente que, siendo el autan una preparación de aldehi-
469
I
<lo fórmi€0 que deja á éste en libertad al reaccionar con el agua, es pre-
ciso qae esté bien conseryado. Esta circunstancia de desprender el autan
aldehido fórmico lentamente oon el contacto de la humedad del aire, per^
mite aproyecharlo para mantener una atmósfera germinicida alrededor de
loe enfermos de infecciones que puedan ser influidas fayorablemente por el
formaldehldo, ó en todo caso, como desodorante y con objeto profiláctico
para loa que cuidan ó se acercan al paciente. En consonancia coif esto, si
la cantidad de agua que se epplee para mezclar con el autan es insufícien*
ie, la reacción es también menos yira y más durable, pudiéndose así aco^
modar la rapidez del desprendimiento al fin que se persiga.
La cantidad necesaria de autan por metro cúbico es de 85 gramos; pero
ei se trata de aposentos de gran capacidad puede reducirse á 80 y aun á 25
gramos por metro cúbico, porque no es la capacidad absoluta, sino las su-
perficies las que se han de desinfectar. Dicha cantidad de autan produce
V4 de miligramo de aldehido fórmico por litro de aire á los veinte minutos
de la reacción ; y para lograr igual resultado precisa emplear 15 gramos de
4ddehído fórmico en lugar del autau.
t Los experimentos de laboratorio con el autan confirman una yez más la
sorprendente eficacia germinicida del aldehido fórmico ; los algodones hi-
drófilos impregnados de pus y de excreciones de enfermos infectivos resul-
tan estériles; los estafilococos secados en papel de filtro y metido» en ua
eobre de carta cerrado, son igualmente destruidos. Cualquiera puede com-
probar esa actividad destructora de los microbios, aun con pequefias canti-
dades de autan, operando en espacios reducidos y sin más aparatos que un
<saldo estéril y un cultivo de una bacteria que no sea exigente en tempera-
tura alta y constante para su desarrollo, como, v. gr., el diplococo de la
pneumonía, y aun el bacilo de la fiebre tifoidea mientras se haga el ensayo
«n verano, en que la temperatura no baja de 18 á 20* O.
Por consiguiente, dada la sencillez del procedimiento del autan^ y la
perfección de las condiciones que precisa reúnan todos los procedimientos
de desinfección por el aldehido fórmico, creemos que será fácil y definitiva
la generalización del método de Eichengrün».
Tuberculosis estM-artlcular. — El ilustre profesor de la Facultad de Me-
dicina de Sevilla, Dr. D. Manuel Panizo, ha publicado un notable trabajo
-en la Gaceta Médica de aquella capital, acerca de este asunto, el cual resu-
me en las siguientes conclusiones :
el.* El estudio de la tuberculosis de los huesos y articulaciones consti-
tuye hoy uno de los problemas más interesantes que el médico tiene que
resolver, porque estos procesos tuberculosos diezman á la humanidad, y de
la localización del tubérculo en un hueso ó en una articulación se pasa á
la infección visceral, siendo la tuberculosis del pulmón la forma más fre-
cuente.
2.* La patogenia de la tuberculosis, lo mismo la de los huesos y articu-
laciones que la visceral, es única, encontrándose el bacilo de Koch en to.
das ellas, y aunque se admiten formas pseudotuberculosas confundidas
con la escrófula, éstas constituyen la excepción.
3.* En la potogenia de las tuberculosis articulares, admitimos las formas
460
microbianas, las puras y las mixtas ó asociadas, asi como sn mayor ó ms-
ñor grado de yirnlencia y por tanto su más ó menos malignidad.
4/ La etiología de las osteo-artritis tuberculosas es la misma qne la de
todas las lesiones tnbercnlosas en general. La herencia, el conjkagio, el gé-
nero de rida, la alimentación, aireación y los medios sociales en qne ee
desarrolle y yíto el indiyidao, contri boyen mnchq cuando éstos son anti-
higiénicos al desarrollo de la tuberculosis.
5.* Contribuye también al desarrollo de la tuberculosis en los huesos,
como causa predisponente local la estructura de ciertas epífisis de los hue-
sos largoSt como el tejido esponjoso, originándose yerdaderoe nidos de tien
ósea, que luego se propagan á la articulación y á las diáfísis.
6.* Respecto á la transmisión de la tuberculosis y su entrada en el orga-
nismo, está demostrado que el bacilo se encuentra en todas partes, en todo
cuanto nos rodea, en el aire, en los esputos desecados, en la leche, etc., y
las Tías de introducción especialmente son las respiratorias y digestiyas, la
piel, etc., siendo más frecuente por las primeras.
7.* Siendo uno el proceso tuberculoso, si llamamos tuberculosis quirúr-
gica á la de los huesos y articulaciones, es porque son del dominio de la
terapéutica operatoria, al paso que la tuberculosis pulmonar es del domi-
nio del médico, por más que se hayan ^echo tentatiyas operatorias en esas
yísceras, que no han dado resultado.
8/ La tuberculosis de los huesos es más frecuente en las epífisis de éstos
en los niños, al paso que la diafísaria es más común en los adultos.
En la epífisis aquellas que tienen más tejido areolar y menos compacto
son las más inyadidas.
8.* En la sintomatología de las osteo-artritis tuberculosas encontramo'
tres períodos, el primero que es insidioso, el segundo de supuración y el
tercero de fístulas y de infecciones asociadas.
10.* En el último período de las artritis tuberculosas obeeryamos no sólo
las fístulas, sino el acortamiento del miembro, las luxaciones patológicas
y las actitudes viciosas.
11.* La marcha, duración y terminación de estos procesos suele ser len-
ta, insidiosa y crónica, no siendo raras las recidiyas, la infección general á
las yísceras, la tuberculosis pulmonar consecutiya, y á yeces consistente
ya con la lesión ósea ó articular. Por lo general las artritis tienen una evo*
lución más lenta qne las lesiones óseas, y terminan por la curación, ó per
quedar anquilosado un miembro.
12.* En el diagnóstico de estos procesos no basta con fijarnos en el pe-
ríodo en que se encuentra la lesión, sino en el conmemoratiyo y en el esta-
do general del enfermo la edad, su profesión, etc., así como el periodo de
eyolución del proceso, su marcha, etc., para no confundir ciertas neopU-
sias discrásicas con el proceso tuberculoso.
18.* El pronóstico de las osteo-artritis tuberculosas depende de la forva
anatómica, de la forma microbiana y de sus yariedades clínicas.
14.* El tratamiento puede ser médico ó farmacológico, higiénico y sotos
todo quirúrgico. Los medios higiénicos deben ser los primeros porque mu*
chas yeces, acudiendo á éstos, no necesitamos ni ^os farmacológicos ai los
quirúrgicos.
461
15/ Entre Iob medioB externos qne empleamos para la tuberculosis os-
teo' articular merecen ser adoptados el masige, los baflos salinos y sulfu-
rosos, además de la cura al aire libre en el campo, en las playas, etc.
16/ El tratamiento quirúrgico comprende los métodos no cruentos y los
cruentos ú operatorios. Los primeros y á los que se les da la preferencia
son la inmovilización, la compresión, la reyulsión, las inyecciones intersti-
ciales y la electrólisis.
17.' Los métodos cruentos están representados por el raspado ó curetaje
y por }a excisión de las parte enfermas. En las lesiones tuberculosas de los
huesos el raspado y la cauterización con el termo, los layados con el cloru-
ro de zinc al 10.® y el relleno con la gasa yodofórmica merecen la prefe-
rencia.
18.* En las artritis tuberculosas, cuando fracasan los medios incruentos,
debe darse la preferencia á la artrotomla para iuYestigar el estado de la
articulación, y si las alteraciones que encontramos son de tal naturaleza
que no baste con la artrotomla y el layado de la articulación, se impone la
artrectomía ó extirpación de la sinoyial y demás tejidos de la articulación,
respetando las partes sanas.
19.* Las resecciones deben dejarse para los casos en que las lesiones óseas
sean de tal naturaleza que no bastando el raspado ó estando las epífisis
muy destruidas, se haga precisa la resección, pero hemos de ser muy reser-
yados, sobre todo en los nifios.
20.* La amputación debe dejarse para aquellos casos en que el miembro
se encuentre afectado de una osteomielitis tuberculosa, primitiya ó conse-
cutira á la lesión articular, el estado general se agraye por los progresos
de la infección y sea necesario sacrificar un miembro para saWar la yida^.
Sababu.
REVISTA EXTRANJERA
SOCIEDADES CIENTÍFICAS
ACADEMIA DE MEDICINA DE PAKI8
8eMn deldiaSOdé NovUmbre de 190$.
.Da la ditantsrfa bacilar.— El Dr. Ghantsmbssk: Es indudable que la di-
senteria de los ejércitos en campaña y la disentería epidémica de los países
europeos, sólo proyoca muy rara yez los abscesos del higado, mientras que
estos abscesos son muy frecuentes en la disentería de ciertos países cálidos
y además tienen un aspecto anatómico particular. Se sabe hoy que esta úl-
tima dase de disenteria es debida á una yariedad especial de amibos, y que
la sangre de dichos pacienties no aglutina el bacilo disentéiico. La otra ya-
riedad, la de nuestros países, también existe en ciertos países cálidos; por
462
lo tantOf la división de las disenterías en epidémicas, endémicas y de los
países cálidos, no significa nada. Es necesario abstenerse de esas palabra»
ragas y hacer entrar en la definición la etiología bacteriológica. Al lado d*
la disentería de amibos, hay la disentería bacilar. Esta se propaga á menu*
do en forma epidémica, y la sangre de los enfermos qne la padecen aglati*
na el bacilo disentérico.
Como ha dicho el Dr. Lancereanx, esta disenteria de nnestroe paiae»
también alguna rez, aunque rara, provoca abscesos del hígado, como la
prueban estas piezas anatómicas que os presento. En un enfermo C09 ulce-
raciones disentéricas del colon se desarrollaron adherencias entre el ángulo-
derecho del colon y la cara inferior del hígado; la ulceración disentérica se
propagó por contigüidad á la glándula hepática, y el enfermo sucumbió á.
una supuración del hígado. El microbio que encontramos era semejante «I
que había aislado con Widal en 1888, y que habíamos presentado á la Aca-
demia como el germen específico de la disentería epidémica.
Del cáncer. —-El Dr. Cornil: El cáncer, que en clínica se le reconoce por
BU extensión, por su propagación á los ganglios y por las metástasis leja-
nas, está constituido, desde el punto de vista anat'omopatológico, por una
serie de variedades definidas, que cada una tiene su gravedad propia, la
cual es, por lo demás, variable según el tejido y el órgano en que se des-
arrolla. 6i se trata de graduar, teniendo en cuenta cada variedad anatomo-
patológica, su malignidad especial, es necesario, pues,, tener en cuenta,
también su localización. Los sarcomas, por ejemplo, muy graves en loa
miembros, en los huesos y en el periostio, lo son mucho menos en el der-
mis; el sarcoma de mieloplaxos puede no redicivar después de la ablación.
El sarcoma tiene muchas afinidades con el fibroma, y un tumor de la pared
abdominal extirpado y que presenta los caracteres del fibroma podrá reci*
divar en forma histológica de sarcoma. Esta variedad puede complicarse
de un verdadero epitelioma ó de un condroma. El epitelioma tubulado
y glandular es la forma más grave, y, sin embargo, cuando se presenta
como un escirro atrófico de la mama, puede, aunque sea rara vez, ser com-
patible con una supervivencia de diez, quince ó veinte afios, haya ó no
haya sido operado. El epitelioma tubulado ó lobulado con células de Mal-
pighio, tan temible en la lengua, en el labio y en el ano, no tiene, al con-
trario, peligros grandes en la piel de la mejilla, de la nariz y de la frente..
El epitelioma con células cilindricas, tan rápido en su evolución, fatal en
el estómago y en el recto, es casi benigno en la mama.
Los quistes del ovario (epitelioma mucoso papilar) que no recidivan des-
pués de la ablación, se generalizan algunas veces al peritoneo y van segni*
dos de muerte. El condroma, de ordinario benigno en las glándulas saliva-
res, puede dar metástasis lejanas, pulmonares, cuando está localizado en
la raíz de los miembros.
Es necesario, pues, qne todo tumor sea examinado con cuidado y ésta
será la primera condición de un Instituto anticanceroso para dirigir la asta*
dística completa, por la observación de los enfermos pasados tres, cinco 6
más años si sobreviven. El laboratorio de un Instituto de esta clase deberá
examinar y determinar el género y la variedad de cada neoplasia,que le será
enviada y debe ser impersonal y abierto para todos, contando, al lado de
463
un departamento de estadística, con nn laboratorio de investigaciones bac.
teriológicas y experimentales.
£1 Dr. Hallopbad: Sobre todo importa prevenir el desarrollo de las lea-
ooplasias, en las que se ingerta el cáncer de la lengua, puesto que se trata
de deuteropatías sifilíticas, es decir, alteraciones qae se producen bajo la
influencia de la sífilis para evolucionar después independientemente de su
causa provocadora. El tratamiento especifico debe ser impotente necesa-
riamente contra estas leucoplasias una vez desarrolladas, mientras que es
eficaz contra los sifilomas linguales que representan el punto de partida y
pueden recidivar durante muchos a&os. Es necesario destruir en su co-
mienzo á cada una de estas localizaciones, lo cual se consigue con un tra-
tamiento principalmente local y que consiste en cauterizaciones con el ni-
trato ácido de mercurio, ó en la ingestión de 15 á 20 pastillas dé un mili-
gramo de sublimado que se disuelven sucesivamente en la boca, con lo cual
se consigue una especie de bafio prolongado de la lengua en una solución
de esta sal y constituye un poderoso medio de acción á la vez local y ge-
neral.
Desgraciadamente estas medidas profilácticas serán omitidas por la ma-
yoría de los interesados, como lo son diariamente los simples medios de no
contraer la sífilis. Por lo tanto, el peligro señalado por el Dr. Poirier es in-
xninente y de gran necesidad la creación de su liga anticancerosa.
GODIMA CaSTKLLVÍ.
SOCIEDAD D£ CIRUGÍA DE PARÍS
Setión del dia 21 dé Noviembre de 1906,
Fraetttras bf maleolares. — El Dr. Luccu-Chcmpionmere dijo que estaba de
acuerdo con el Dr. Delbet respecto á la imposibilidad de la reducción per-
fecta dfi estas fracturas, pero no en lo que se refiere á la cloroformización.
Ha obtenido siempre buenos resultados á condición de adoptar todas las
precauciones necesarias para prevenir los accidentes que puede producirla
agitación preauestésica, en los alcohólicos, por ejemplo; basta mantener á
estos heridos bajo la acción suficientemente prolongada de la morfina.
Otro punto sobre el que el Dr. Ghampionniére no está de acuerdo con
el Dr. Delbet, es el del sitio en que debe hacerse la operación rectificadora
en los casos de deformidad de la pierna consecutiva á estas fracturas.
El Dr. Delbet cree que debe pasar por el foco de la fractura. El Dr. Gham-
pionniére cree, por el contrario, que debe practicarse por encima de este
foco. Dicho método ha producido siempre los mejores resultados.
Difiere también de la opinión del Dr. Delbet respecto á la' patogenia de
estas deformaciones secundarias de la pierna, de las que ha observado va-
rios casos, y que sobrevienen aun después de reducciones ejecutadas con la
mayor corrección posible y después de un tratamiento suficientemente pro-
longado, y aun cuando al andar el enfermo la consolidación de la fractura
parecía perfecta. El Dr. Ghampionniére cree que estas desviaciones son
464
debidas á U insuficiencia del callo por defecto de nutrición del hueso in-
moyilizado durante mucho tiempo en un aposito. Para remediar la defi^
ciencia de la nutrición es necesario emplear lo antes posible el amasamien-
to y la movilización pasira, y aun así no puede afirmarse que np sobreTon-
ga al fin una desyiación secundaria.
El Dr. Sehwartz cree que para eritar en lo posible las desyiaeiones se-
cundarias del pié á consecuencia de las fracturas bimaleolares, es preciso
observar las siguientes reglas de tratamiento:
1.* Reducirlas lo Antes posible, si es necesario cloroformizando al enfer-
mo. Guando hay inflamación, aplicar el aposito de férulas y almohadilla de
Dupuytren y dejarle aplicado hasta que la inflamación haya desaparecido
casi por completo, y sustituirle después por un aposito fuerte de escayola.
2.' Dejar aplicado este último aposito durante cuarenta ó cincuenta dias,
vigilando su adaptación exacta.
8.* Tratar al herido por la movilización y el amasamiento sólo cuando la
consolidación sea completa y vigilarle en las primeras semanas que se le
permita andar, previniéndole la posibilidad de las desviaciones secan-
darias.
Fraetura de Malsennauve.— El Dr. Quena presentó una radiografía de esta
variedad rara de fractura que ha tenido ocasión de observar recientemen-
te. Esta lesión consiste en una fractura del peroné, localizada más ó me-
nos, por debajo de la cabeza del hueso y producida por la simple diástsais,
sin fractura de los maleólos.
El Dr. Routier dijo que hace algunos años publicó dos casos de fractura
del peroné de este género, es decir, por diástasis peroneotibial anterior.
El Dr. Potherat manifestó que habla observado un caso tipleo que coró
por la aplicación de un aposito simple de escayola.
El Dr. Sieur dijo que había observado también dos casos que curaron
perfectamente por los baños, el amasamiento y la contención de la ariioii-
laoión tibiotarsiana. Sólo se hizo en uno de ellos la radiografié, que de-
mostró la integridad de los maleólos.
TratamísDts del cáncer del caells uterius per la blstsrsetsmfa abdeaietl. —
El Dr. J, L. Faure expuso los resultados ulteriores de la histerectomia ab>
dominal en los casos de cáncer del cuello uterino.
Desde el 5 de agosto de 1896, fecha de su primera operación, ha practi-
cado 40 histerectomias abdominales por cáncer. La técnica operatoria ve-
rió en los distintos casos. Esta técnica ha pasado por tres periodos: en ei
primero, que comprende hasta fines de 1901, la técnica fué insegura j
el Dr. Faure practicó operaciones irregulares de tanteo; á principios de
1902 comenzó á emplear la técnica de Wertheim, y desde los primeros me-
ses del afio actual ha ejecutado cierto número de histerectomias por el mé-
todo vagino-abdominal.
Durante estos tres periodos sucesivos, la gravedad de la intervención
operatoria ha ido disminuyendo sin cesar. La primera serie comprende
15 casos con 9 muertes (60 por 100 de mortalidad); la segunda, 13 casos
con 6 muertes (S8 por 100 de mortalidad); la última, 7 casos con una sola
muerte (14 por 100 de mortalidad). La gravedad operatoria considerable
de las dos primeras series de operaciones se debe principalmente, según
465
cree el Dr. Faure, á que i>pet6 enfermas con lesiones demasiado extensas
que exigieron grandes destrozos y disecciones largas y molestas. Todas las
mnertes, excepto nna, fueron consecutivas á la hemorragia ó á los acciden-
tes septicémicos.
De las 24 enfermas que sobreriyieron á la operación deben eliminarse
las seis últimas operadas, la que más hace seis meses, fecha muy reciente
para sacar deducciones : dos de ellas, que tenían lesiones grayisimas y que
fueron sometidas á una operación incompleta, se hallan en plena recidiva;
las otras cuatro disfrutan excelente salud.» Las 18 operadas restantes per-
tenecen seis 4 la primera serie y 12 á la segunda. Las seis primeras com-
prenden: una enferma perdida de vista ; tres recidivas rápidas ; una re-
cidiva á los seis años (esta enferma, que fué operada por vez primera hace
ocho afios y dos meses, vive aún); una curación que data de siete años y
siete meses. Las 12 de la segunda serie comprenden: una perdida de vista;
una recidiva rápida; una recidiva seguida de muerte á los veintitrés me-
ses ; nueve curaciones (una desde hace un año y dos meses; una desde hace
un afio y cuatro meses; una desde hace dos años y cuatro meses; una desde
hace dos afios y diez meses ; una desde hace dos afios y cuatro meses; una
desde hace tres afios y seis meses; una desde hace cuatro afios; una desde
hace cuatro afios y cinco meses; una desde hace cuatro afios y seis meses).
Por consiguiente, aun contando las dos enfermas desaparecidas como
muertes por recidiva, se ve que de 18 hay 10, ó sea el bb por 100 que ha so-
brevivido bastante tiempo á la operación y muchas con curaciones que pa-
recen durables. Considerando sólo las enfermas operadas por el método de
Wertheim, se ve que de 12 que han sobrevivido á la operación, en nueve no
se ha presentado la recidiva en un periodo que varía de un afio y dos me-
ses á cuatro afios y seis meses. La operación de Wertheim es larga, difícil,
molesta, pero el resultado que permite obtener prueba que recompensa con
creces al cirujano el trabajo que da. Las enfermas sometidas á esta opera-
ción tenían todas lesiones avanzadas y dos ó tres podían considerarse casi
como inoperables.
Si á pesar de esto se han obtenido en dichos casos buenos resultados, hay
motivo para creer que operando pronto y con buena técnica, se obtendrán
éxitos más brillantes aún, como ocurre en el cáncer mamario. Es necesario
que se convenzan de ello los médicos, que son los primeros que ven los cán-
ceres del útero.
Hipertrofia mamaria funelonal anormal.— El Dr. Chapul presentó una joven
parida hace cinco meses y cuyas dos mamas aumentadas anormalmente de
volumen tienen además una consistencia lefiosa, con abolsamientoe y ulce-
raciones que podrían hacer creer á primera vista que se trataba de una
neoplasia maligna bilateral. Había infartó ganglionar en ambas axilas. En
! realidad, según el Dr. Ghaput, no se trataba en este caso más que de una
I simple hipertrofia funcional exagerada de las glándulas mamarias. Las tu-
mefacciones aparecieron en los últimos meses del embarazo y después del
parto han disminuido considerablemente de volumen bajo la acción de un
vendaje compresivo.
Hidropesía da ia vesícula billar. — El Dr. Routier presentó una vesícula bi-
liar extirpada por colecistectomía. Estaba muy distendida á causa de la
466
hidropesía debida á cálculos biliares enclarados en el cnello del órgano. El
resto de las vías biliares era permeable. Este caso de vesicola biliar dia-
tendida por líquidos ineoloros á consecuencia de una simple obstrucción
calculosa de su cuello, es una excepción manifiesta i la ley de CourTuisier-
Terrier.
El Dr. ffartmann cree que la dilatación de la vesícula no debe hacer pen*
sar en una neoplasia del páncreas más que cuando va acompañada de icte-
ricia. Ha observado y operado varios casos de mucocele de la vesícula.
(La FrMe ^dedicóle). — F. Toledo.
SOCIEDAD DE PEDIATRÍA DE PABÍ8
Setián del dia SO dé Noviembre de Í906,
Competición químiea de la leelie de mujor. — Los Dres. Barbikr y Boihot :
6e observan grandes variaciones en la composición química de la leche de
mujer, y es imposible^formar una escala por ser múltiples las influencias
que originan estas variaciones. Sólo puede decirse aproximadamente que la
leche contiene menos caseína y manteca al fin de la lactancia que en loe
pñmeroe meses. La leche de ciertas mujeres contiene, aun después de ocho
y diez meses de lactancia, proporciones enormes de caseína y de manteca,
y al contrario.
La leche de una misma mujer experimenta en el mismo día variaciones
grandísimas que interesan la manteca y la caseína y en menor grado la
lactosa. En un caso la proporción de manteca varió, de 14 gramos á las seis
de la mafiana, á 72 gramos á las tres de la tarde. Generalmente la cantidad
de manteca es mínima en las mamadas de la mafiana, y máxima hacia las
cuatro ó las cinco de la tarde ; la caseína varía en el mismo sentido, pero
eu menor proporción. Durante una misma mamada la primera leche es más
clara que la última.
Hemos estudiado la influencia de la alimentación, sustituyendo al régi-
men ordinario unas veces un régimen vegetariano hidrocarbonado, otras
una sobrealimentación azoada, aumentando á la ración ordinaria un suple-
mento de carne. Con el régimen hidrocarbonado la manteca aumenta en
general, la caseína disminuye y la lactosa queda sensiblemente estaciona-
ria. Con la sobrealimentación azoada, la manteca aumenta algo y la oasei-
na mucho más. Una mujer que tenía leche en abundancia amamantaba á
su hijo de ocho meses, tan poco desarrollado que parecía tener cuatro, aun-
que la lactancia estaba perfectamente ordenada; el análisis demostró que
la leche contenia caseína en abundancia. Elsta mujer fué sometida al régi-
men vegetariano y crió perfectamente á su hijo.
Las variaciones grandísimas de la leche durante un mismo día y aun du-
rante una mamada, demuestran que el análisis de una leche, si ésta no se
recoge metódicameote, nada prueba. Los Dres. Budin y Michel habían de-
mostrado ya este hecho y recomendado hacer el análisis sobre una mezcla
de 10 centímetros cúbicos de leche recogidos al principio de la mamada de
467
la mañana, otros 10 extraídos á mitad de la mamada del medio día, j otros
10 al fin de la última mamada. De este modo se tiene ana leche sensible-
mente media. Oreo preferible hacer dos análisis : uno de la leche de la pri-
mera mamada, qne indica la cantidad mínima de caseína y de manteca de
la leche, y otro de la leche de las cnatro de la tarde, ^ne indica la cantidad
máxima.
El Dt. Mért : Estamos todavía en pleno empirismo respecto á las reglas
de la lactancia. En ciertos casos parece qne las dispepsias de los nifios de
pecho son debidas á un exceso de manteca más qne de caseína.
X El Dr. .Yariot : He hecho machas Teces analizar la leche de las mujeres
cuyos hijos Tomitaban. Jamás he encontrado relación constante entre la
proporción de manteca y de caseína de la leche y el estado didpépsico de
loe nifios de pecho. Muchos de estos nifios tenían vómitos, aunque la com-
posición de la leche de su madre no difería sensiblemente de la normal.
En cambio ocurre qne, niños bien reglamentados, se crían perfectamen-
te aunque la leche de la madre contiene proporciones extravagantes de
manteca ó de caseína. Lo mismo sucede con el eczema, que se supone es
debido á una alimentación abundante en manteca; esto no es exacto siem-
pre. El análisis químico de la leche nada indica acerca de su proporción en
fermentos ó en toxinas, ni sobre la forma clínica de las materias albumi-
nóideas que contiene. Lo que no analizamos en la leche es, sin duda, más
importante que lo que analizamos. Sólo así puede explicarse que algunas
leches de composición normal sean mal toleradas, mientras que otras cuya
proporción en manteca y caseína varían bastante, no producen trastorno
alguno.
El Dr. Babbibr : No he dicho que la composición química de la leche de
la madre explique todas las dispepsias de los niños de pecho. He dicho úni«
camente que basta á veces cambiar la alimentación de la nodriza para mo-
dificar la composición de su leche y corregir los trastornos digestivos del
nifio. Es necesario, por lo demás, saber antes sacar partido de los análisis
químicos, si la leche ha sido recogida en las condiciones que he indicado
para eliminar las variaciones fisiológicas tan grandes.
La aspirina en el reumatismo sscarlatinoso. — Los Dres. HallA y Wbil-
Hallb : En 486 escarlatinosos tratados el año último en el pabellón del
Hospital de Nifios Enfermos, 14 padecieron reumatismo. Los tres primeros
fueron tratados por el salicilato de sosa á dosis de 8 á 4 gramos diarios; el
resultado no fué satisfactorio. En los otros 11 se empleó la aspirina á la
dosis de 1 gramo por día. Influyó al parecer de un modo eficaz sobre los
fenómenos pseudprreumáticos activando su curación.
El Dr. Gdinon : Creo que la aspirina está indicada principalmente en
los pseudorreumáticos infecciosos, y en general en todas las manifestado*
nes dolorosas de las infecciones, incluso el dolor local de las anginas.
El Dr. RioHABDi¿aB : He obtenido con la aspirina resultados excelentes
en las artralgias seropáticas.
Vómitos acetonómicos y enterocolitis. — El Dr. Ausesr : He observado 174
nifios con enterocolitis y 17 que tuvieron vómitos cíclicos ; en 12 de estos
últimos los vómitos coincidieron con enterocolitis. Mi opinión sobre el pa-
rentesco entre las dos afecciones no se funda sólo en esta estadística, sino en
468
el estadio sintomático de ellas. No es cierto que loe Tómitos acetonémicos
aparezcan bruscamente en plena salad. Las crisis son casi siempre, igaal qae
las de colitis, precedidas de an periodo de eaefio agitado, de llanto, de estre-
fiimiento; la lengaa está sacia, la piel algo amarilla y el aliento es ya ace-
tonémioo ; se observan eritemas, éirophulus; he risto, con frecaenoia, á ma-
dres observadoras preveer asi la aparición de ana crisis y he podido anan-
ciarla con veinticnatro horas de anticipación. En an caso la orina contenia
ya acetona.
He analizado once reces la orina de estos enfermos en plena crisis de
vómitos; la reacción de lieben fné positiva once veces. He hecho 41 ana*
lisis de la orina durante la crisis de enterocolitis, encontrando siempre ace-
tona en el llqaido urinario; en cinco de estos enfermos y en ano de vómi-
tos acetonémicos, se presentaron síntomas apendiculares. He observado
también que la enterocolitis suelen padecerla á la vez varios nifios de una
misma familia.
Tanto en la enterocolitis como en ios vómitos acetonémicos, el estrefii-
miento y la intoxicación esteroorácea desempeñan, al parecer, un papel
predominante, pero sólo cuando encuentran un terreno neuro*artrltíco. E3
tratamiento en los períodos de calma debe tener por objeto la desinfeccite
intestinal. He obtenido así resultados satisfactorios. •
Tótanes durante los sabaftones uleerados.— El Dr. A. Delülereñiió un caso
de tétanos que sobrevino en un nifio con sabafiones ulcerados, en loe que
se encontró el bacilo de Nicola'ier.
El Dr. Ouinon narró un caso observado en unión del Dr. Yiellard. Se
trata de un nifio que padeció tétanos consecativo á una herida del pié pro-
ducida por un clavo. La forma de contractura de los miembros inferiores
simuló la tetania, de forma de pseudotétanos de Escherich. 8e hizo usa in-
yección epidural de suero antitetánico y el nifio curó.
Nueve signe de insufieioneia aértiea. •— El Dr. Varíot presentó un nifio
afectado de insuficiencia aórtica. Este enfermo presentaba una ampliación
rítmica de la pierna sincrónica con el pubo y fácil de apreciar cogiendo la
pantorrilla del enfermo con la mano. Este signo es tanto más perceptible
cuanto menos edad tiene el nifio.
Fenémenes nervleses eenseeutlves á la ingastién do liníts. — El Dr. Ouitum
comunicó, en nombre del Dr. Dufour (4e Fécamp), dos observaciones de
este género en las que los fenómenos nerviosos, que se presentaron de re-
pente después de una comida, desaparecieron con gran rapidez al expulsar
con las deposiciones una especie de oruga^ viva en el primer caso, muerta
en el segundo. En la primera observación se trataba de una nifia de seis
afios, linfática, pero de buena salud habitual, la que después de una cola-
ción hecha sobre la hierba, deglutió, á la vez que un trozo de chocolate,
algo anormal que no tuvo tiempo de reconocer. A los pocos momentos faé
acometida de convulsiones, rechinamiento de dientes, extravismo y con*
tracturas diversas. Se puso un enema á la enferma y expulsó una especie
de oruga de 4 centímetros de longitud y viva. Los accidentes nerviosos
desaparecieron por completo.
En la segunda observación, el enfermo, nifio de cinco afios, fué aoome*
ido en condiciones análogas, es decir, inmediatamente después de anaco-
469
midft, de fenómenos conynlsiYOB brascos Begoidos de un estado semicoma*
toso. 8e administró al pnnto un enema que produjo ana evacuación intes-
tinal; entre los excrementos se encontró muerta una oruga de cabesa obs-
cura. El enfermo curó.
Cree el Dr. Dufour que los accidentes nerviosos observados en estos dos
nifios, que curaron al ser expulsada la larva deglutida hacía poco tiempo,
deben ser considerados como reflejos provocados por la presenciare ^n
cuerpo extraño en el intestino, sea cual cual fuere su naturaleza.
El Ür. Variot comparó estos accidentes con los producidos por la presen»
eia de los helmintos, ascárides en particular, en el aparato digestivo y re-
cordó los trastornos morbosos diversos que puede provocar en los herbívo*
ros la absorción de animalillos ingeridos á la ves que los vegetales que les
sirven de alimento.
Deformación ctrdfaca.— El Dr. Víeillard presentó un corazón interesantí-
simo. Hay transposición de la aorta y de la arteria pulmonar. La aorta,
muy voluminosa, recibe las coronarias y nace del ventrículo derecho. La
arteria pulmonar, delgada, nace del ventrículo izquierdo. No hay conducto
arterial. El tabique interventricular está perforado por dos orificios grue-
sos. El mayor, de forma oval, so halla limitado por bordes carnosos grue-
sos; el otro es más pequefio y sus bordes son fibrosos y están provistos de
cordones tendinosos que unen las válvulas tricúspide y mitral.
P. Toledo.
REAL SOCIEDAD MEDIOO-QUIRÚBGJCA DE LONDBE8
8uián del 27 de Noviembre de 1906,
Tratamisnte eperaterio de la úlcera gástrica. — El Dr. Norman- Af core dijo
que lo que debía discutirse es si la operación constituye el mejor método
de tratamiento de la úlcera gástrica. La respuesta varía según la clase de
úlcera. Durante los diez años últimos ingresaron en el Hospital de San
Bartolomé de Londres 828 enfermos de menos de treinta afios que padecían
úlcera gástrica; de éstos murieron 6, y 28 de 188 enfermos del mismo géne-
ro que tenían más de treinta afios. De los enfermos de menos de treinta
años, 808 eran mujeres y 117 de los de más de treinta afios. Estos casos pue-
den dividirse en los siguientes grupos: los que recayeron en mujeres pálidas
y jóvenes, los consecutivos á la ingestión de substancias corrosivas, las ul-
ceraciones tuberculosas y las asociadas á una degeneración vascular. Las
adherencias pilóricas son raras, excepto las consecutivas á una úlcera* y
á otras enfermedades. De 2.038 autopsias, sólo en dos había adherencias
(excluyendo el cáncer, la tuberculosis y la peritonitis general), indepen-
dientes de úlcera gástrica. En 15 casos con adherencias había úlcera. La
sangre,que al practicar la autopsia se encuentra en el estómago procede de
la úlcera gástrica, de la cirrosis hepática ó del pulmón. En el primer grupo
de casos, casi nunca es necesario operar ; es preciso emplear por espacio de
diez días la alimentación rectal y mantener á la enferma en reposo duran-
470
te largo tiempo, TÍgilaado U acción oardiAC». En la ingestión de Bubetan*
cías corroeiYafl está indicada la gastroyeynnostomia. En las úlceraa por
degeneración rascnlar, empleando el tratamiento médico preoos se erita
mnohas veces recurrir á los medios qniriirgicos.
El Dr. H. J. Fatérwm dijo qne había visto con agrado que el Dr. Mayo
Bobson aceptara su hipótesis, expuesta en las Lecciones Buntenamu^ de qne
la úlcera gástrica es nna complicación susceptible de eyitarse y debida al
tamafio insuficiente de la gastroyeyunostomla. Hizo un análisis dalos casos
de úlcera gástrica que ha coleccionado; esta estadística prueba que la pro-
porción de curaciones verdaderas no excede del 25 por 100.
La úlcera aguda, excepto sus complicaciones, rara vez exige la interven-
ción quirúrgica. Respecto á la úlcera crónica, las indicaciones para la ope-
ración, expuestas en las lecciones referidas, son las siguientes: cSi después
de seis semanas de reposo absoluto y de dieta láctea, seguidas de otro pe-
riodo de seis semanas de dieta láctea y de reposo relativo, al que debe se-
guir un nuevo periodo de tres meses de alimentación cuidadosa, no desapa-
recen los síntomas característicos, ó si después de la curación aparente hay
una recidiva, la operación es, según toda probabilidad, el mejor tratamien-
to que puede emplearse». Respecto á la extirpación de la superficie ulcera-
da para prevenir el desarrollo futuro del cáncer^ cree que se necentan
pruebas nuevas antes de someter los enfermos al nuevo peligro de la
excisión.
La mortalidad por hemorragia gástrica no excede probablemente del
5 por 100, mientras que la operatoria, durante la hemorragia, fluctúa entre
66 y 70 por 100. Aan en los casos felices cabe preguntar cuál hubiera úáo
la suerte de los enfermos no operándolos. Los hechos observados le hacen
dudar de la eficacia de la operación durante la hemorragia gástrica. Llamó
la atención sobre el hecho de que en la úlcera aguda suele producirse una
segunda hemorragia de reacción ó recidivante, debida á la separación del
coágulo por administrar demasiado pronto estimulantes ó someter al
enfermo á movimientos intempestivos. En estos cados suele haber una ó más
probabilidades de curación por los medios naturales, sin necesidad de
recurrir á la operación. En la úlcera crónica la recidiva de la hemorragia
es debida, no al desprendimiento mecánico del coágulo, sino á su desorga-
nización séptica, y es probable, por lo tanto, que la hemorragia se repro-
duzca. Si esta segunda hemorragia es abundante, está indicada la opera-
ción para evitar el resultado, probablemente fatal, de una nueva pérdida
de sangre. En las hemorragias que, aunque ligeras, se repiten con fre-
cuencia, la operación está indicada antes que el enfermo se quede anémico
en demasía.
I Respecto á la perforación, es dudoso que una operación precoz influya
¡ sobre la mortalidad en el grado que se supone. Aunque la operación eslá
muy indicada, deben tenerse en cuenta otros factores importantes, por
ejemplo, abundancia y naturaleza del derrame, existencia de otras úlcersi
y perfección del acto operatorio. Cree que se obtendrán resultados jnás ss-
tisfactorios cuando se coasidere la gastroyeyunostomia como parte del tra-
tamiento ordinario de la perforación. Esta afirmación se funda en las ra-
zones siguientes :
471
La gastroyeynnostomia disminaye el peligro en loe casos en que se des*
conoce la existencia de nna segunda perforación, el de la perforación de
una segunda úlcera, y el de la hematemesis después de la operación, faro-
rece la curación más rápida de la linea de sutura, disminuyendo asi el pe*
ligro de arrugamiento, permite alimentar antes al enfermo y administrar
UD purgante cuya acción fayorece, asegurando de este modo el derrame más
eficaz de la cavidad peritoneal. La muerte no suele ser debida al colapso,
sino á las complicaciones torácicas y á la peritonitis; de aquí la importancia
de obtener cuanto antes las deposiciones intestinales.
Respecto á los resultados ulteriores de la gastroyeyunostomia, ha obser-
vado en 143 enfermos que el éxito ha sido completo en el 82 por 100 de los
casos. La operación es tan eficaz que corre peligro de ponerse de moda.
Espera que uno de los resultados de esta discusión sea contener la marea
ascendente de la gastroyeyunostomia, definiendo con más claridad sus usos
y las limitaciones de la operación. No es una panacea contra todos los pa-
decimientos gástricos, y cuando se practica en afecciones del estómago que
no van acompañadas de síntomas clínicos definidos y de signos químicos,
puede caer en el descrédito, mientras que en los casos adecuados es una
operación con la que se obtienen éxitos brillantes.
El Dr. H, P, Hawhina citó una estadística de 556 casos de úlcera gástri-
ca y de sus consecuencias, observados en el Hospital de Santo Tomás, de
Londres. El 95 por 100 de los casos se dieron de alta como curados, pero el
25 por 100 de estos individuos volvieron con úlcera recidivante y las. muer-
tes recayeron en dichos enfermos. En los casos que no curan por completo
con el tratamiento médico prolongado durante seis meses y cuando hay re-
cidiva, debe recomendarse la gastroenterostomía. La muerte por hemorra-
gia en estos 556 casos no llegó al 4 por 100, por cuyo motivo la operación
no está indicada mientras existe aquélla. La peritonitis localizada suele cu-
rar practicando la gastroyeyunostomia. La operación contra las adheren-
cias no es muy satisfactoria.
El Dr. S. H. Habershon indicó que la operación está indicada en los ca-
sos crónicos. Los síntomas que hacen necesaria la operación son los vómi-
tos abundantes, el dolor, la hemorragia recurrente, la dilatación gástrica
con sus síntomas concomitantes, la formación de un absceso localizado ó
subdiafragmático consecutivo á la perforación de una úlcera y el espasmo
pilórico. Este espasmo se considera como una indicación de la gastroye*
yunostomía posterior. Los vómitos recurrentes pueden tratarse por la dúo-
denoenterostomía.
El Dr. C. Aíaruell Moullin expuso estadísticas del Hospital de Londres
formadas por casos anteriores y posteriores á la adopción del tratamiento
quirúrgico en la úlcera gástrica. En 500 casos anteriores á este tratamien-
to, hubo una mortalidad de 18 por 100, pero de éstos en el 42 por 100 se tra-
taba de recidivas. Todos los casos agudos deben ser sometidos al tratamien-
to médico prolongado. La operación rara vez está indicada en la hemorragia
aguda. En todos los casos en los que el tratamiento médico es inútil ó poco
eficaz, debe practicarse una operación exploradora. La operación ideal es
la excisión; pero ésta rara vez es practicable, por cuyo motivo debe recu*
rrirse á la gastroenterostomía posterior con anastomosis lateral inferior al
472
laso. La mayor parte de los casos de úlcera crónica no curan sin opera*
ción. La cuestión es de diagnóstico y el mejor modo de hacerle es practi-
car, sin perder tiempo, una incisión exploradora.
(The BriHsh Mid. Jaumal), — F. Tolbdo.
SOCIEDAD D£ MEDICINA DE BERLÍN
8ui6n del día 28 dé I^otnewthre dé Í90€,
Dos casos raros. — El Dr. De Bergmann presenta loados casos siguientes:
I/, una sefiora con muy vistosas patillas que no aparecieron hasta des-
pués de haber dado á luz ol primer hijo, y 2.**, un enano muy bien propor-
cionado y en el que á pesar de haberse detenido el crecimiento á la edad de
catorce afios, se yen los cartílagos epifísarios en la imagen r6ntgenográfica.
Litiasis sn ambos riBones : doble oporaelóD. — El Dr. P. Roeenstein refiere
que en una muchacha á la que hubo de extirparla el rifión derecho á cau-
sa de litiasis del mismo, encontró también cálculos en el izquierdo. Como
la joyen solicitaba una segunda operación, el autor, aunque con repug-
nancia, se decidió á complacerla. Después de poner al descubierto el ri-
fión izquierdo, trazó una incisión de autopsia en éste, previa su anemia,
y extrajo 85 cálculos de cistina. Cosa rara ; el rifión apenas estaba aumen-
tado de volumen y en cambio el parénqaima estaba muy adelgazado. Cosió
la incisón renal, estableció el desagüe de la pelvis y cerró la herida, excep-
to en el punto correspondiente al tubo de desagüe. En los dos primeros
días no salió ni una gota de orina, el corazón estaba muy débil y la enfer-
ma muy excitada. A partir del tercer dia se restableció la secreción uri-
naria. La enferma sanó, y hoy por hoy, puede considerarse como salvada.
En los tres meses siguientes á la operación se ha restablecido por comple-
to y, en la actualidad, la secreción urinaria es normal, cuantitativa y cua-
litativamente.
Rinoplastia. — El Dr. Joaeph presenta tres casos de rinoplastia, á saber :
uno de empequefiecimiento de una nariz hipertrofiada, mediante la exci-»
sión de un gran trozo del tabique nasal cartilaginoso; otro caso de nariz
en forma de silla de montar, corregido por ingerto endonasal de un trono
osteoperióstico tomado de la tibia; y un tercer caso de la misma deformi-
dad, corregido por ingerto endonasal de trozos cartilaginosos tomados de
las alas de la nariz hipertrofiadas.
Chancro dei pezón y del labio inforior.—El Dr. H, /moc presenta una joven
que tiene dos chancros sifilíticos, uno en el pezón y otro en el labio infe-
rior. La aparición de una roseóla confirma la naturaleza sifilítica de la afec-
ción. El autor cree que el número de casos de contagio extragenital de la
sífilis ha aa mentado muchísimo en estos últimos afios, y que convendría
hacer una investigación colectiva para comprobar este hecho.
La acokantbora tchimpori en las enfermedades cardíacas. — El Dr. Stad^-
mann ha hecho ensayos con el nuevo medicamento por indicación de L. Le-
win. Primeramente usó una infusión-decocción del lefio en la proporción
473
de 0*5 por 150, pero se tío deapaés qae esta doeis es demasiado baja. La
maeeración y otras preparaciones resultaron ineficaces. Tanteando con las
precanciones necesarias en si mismo y en algnnos enfermos, ha llegado por
fin á dar con la dosis conyeniente y con la fórmula más adecuada, que es la
siguiente :
Infasión de aookanthera 1 gramo por 160
Jarabe simple 30 —
Agua de menta piperita 10 —
Bajo esta forma se toma muy bien el medicamento, cuyo sabor es un poce
amargo, y casi siempre lo tolera bien el estómago.
De la fórmula se hace tomar una cucharada cada dos horas, y en con-
junto, de 4 á 5 botellas. Si aun asi no se obtiene ningún resultado, no hay
que insistir en el uso del medicamento. Sin embargo, hay casoe en que no
se apreciaron sus efectos hasta que ya se hablan consumido rarias botellas.
El autor ha tratado con la nuera droga 29 casos, entre los cuales los ha-
bla de las formas más dirersas de enfermedades cardiacas, con y sin ne-
fritis.
En unos casos no se modificaron nada el pulso y la presión sanguínea; en
otros, de un modo muy considerable, lo mismo que acontece con la digital.
* La secreción urinaria aumentó mucho en algunos casoe y también es fre-
cuente que mejore mucho el estado general.
En suma, la acokanthera es un buen sucedáneo de la digital y del digale-
no, cuya eficacia sobrepuja en unos casos y no alcanza, en cambio, en otros.
Tiene sobre la digital la ventaja de que la proporción de substancia activa
no Taría aunque esté la droga guardada por mucho tiempo.
Antes de entregar el medicamento al mercado, deben hacerse más en-
sayos en las clínicas.
El autor ha empleado también las inyecciones de disolución de ouabaina
0'004 por lO'O, que no ocasionan ninguna molestia ó muy pocas: una jerin-
guilla, tres ó cuatro veces al día. El resultado parece ser muy hermoso,
pero hasta ahora las observaciones recogidas son poco numerosas. Si se
confirma la eficacia del medicamento seria una gran adquisición, porque
obra con rapidez y no produce los grandes dolores que han obligado á aban-
donar las inyecciones de digaleno.
El Dr. Briiger refiere haber extraído de los venenos de flecha una subs-
tancia cristalizada de acción triple de enérgica. Duda de la pureza quími-
ca de la ouabaina amorfa preparada por Lewin, y opina que en Medicioa
nunca debieran usarse más que cuerpos químicamente puros. Ahora bien,
sólo nos da garantía de pureza química una substancia cristalizada, y to-
dos nuestros esfuerzos deben tender á obtenerla y prepararla. Oon el nom-
bre de ouabaina se obtienen hoy en día varios cuerpos que no son idénti-
cos entre sí. También circulan en el comercio diversas variedades de aco-
kanthera.
El Dr. Bicktl evoca el recuerdo de sus investigaciones relativas á loe ve-
nenos de flecha.
El Dr. Franz MülWr pregunta si se han hecho investigaciones con el fin
8S
474
de dilucidar si la ouabaína tiene, á diferencia de la estrofantina, may poca
acción sobre la pared de los rasos y si se acnmnlan sos efectos.
El Dr. L. Lemn, en sn rectificación, insiste en sus primeras afirmaciones.
{DeutBche Medizinal Zn/un^).— R. del Yalle.
'imperial t beal sociedad de los k^dioos de yiena
Suián del dia 16 de Noviembre de 190$.
Movimientos voluntarios do otráoter axeopeienal. — El Dr. Eans de Haberm-
presenta un hombre de treinta y dos afios, que gracias á la inerración enór^
gioa de la porción muscular de la pared del vientre en su mitad superior,
pttede dislocar el intestino delgado hacia arriba; como además puede ele-
var mucho el diafragma, llega á colocar el intestino en la cavidad torácica.
Con el mecanismo inverso consigue empujar el intestino hacia la pelvis,
con lo cual adopta el vientre la misma configuración que tiene con el úte*
ro grávido en los últimos meses de embarazo. También es capaz de hacer
sobresalir el músculo oblicuo externo y de establecer un movimiento onda-
latorio continuo en su pared abdominal anterior, mediante contracciones
que se suceden rápidamente en dicha pared. Contrayendo la porción medís
del diafragma atrae hacia dentro la porción inferior del esternón, proda-
ciendo asi artificialmente el llamado pecho de zapatero. Con las contraccio-
nes de los músculos del dorso consigue este sujeto producir diversas formas
de escoliosis, etc., que se mantienen aun después de ejecutados movimientos
con el tronco. También puede, gracias á la inervación de los músculos es-
ternotiroideos y esternohioideos, hacer que descienda' mucho la laringe.
Otras habilidades que tiene este hombre, tales como la de dislocar el co-
razón, dilatar la pupila y comprimir la arteria subclavia hasta hacer cesar
el pulso radial, no se pueden demostrar á distancia.
Esolorodema. ^ El Dr. Rodolfo Neurath presenta un nifio de seis semanas
con escleredema muy pronunciado. La tumefacción se inició á fines de Is
primera semana de la vida. Existe un edema extenso y turgente que com-
prende la mitad inferior del cuerpo y cuyo limite superior, bastante mar-
cado, casi coincide con el nivel del ombligo. No interesa el pecho y muy
poco á las partes periféricas de las extremidades superiores, que ha invadi-
do hace muy pocos días. También desde la misma fecha parece que está la
cara algo abotagada. Las partes edematosas están muy engrosadas, trans-
lúcidas como la porcelana, más bien pálidas ó amarillo-rojizas que cianósi-
cas, frías, y no prestándose á formar pliegueR. Aunque se haga con el dedo
una compresión muy enérgica, queda una huella poco profunda. Las partes
más interesadas por el escleredema son el dorso del pié, la pantorrilla, el
pene y el escroto.
Enfermodad de Barlow. — El Dr. Teodoro Escherich presenta dos casos de
esta enfermedad, llamada también escorbuto infantil. En ambos la afec-
ción no está más que en sus comienzos, entre los cuales la hematuria tiene
una gran significación diagnóstica. Lo interesante de ambos casos conainie
475
«n que en eiloe se ha iratado indudablemente de nna calimentación dafio-
aa>, pero no por en cantidad ni por ñu calidad, sino por sa monotonía ex-
-oesiya. Las manifestaciones clÍAÍcas de este trastorno de la nutrición se
asemejan á las del raquitismo, pero difieren de las de éste en qae afectan
preferentemente á las partes del esqueleto donde es más actiVo el crecimien-
to y en que van acompañadas de una alteración de la sangre parecida i la
•que se presenta en el escorbuto del adulto, por lo cual Escherich ha llama-
do á esta enfermedad escorbuto infantil. Oon un cambio oportuno en el ré-
gimen alimenticio se obtuvo muy pronto una mejoría muy notable.
Dtfenüidades oengénitas. —El Dr. Alfredo Eaener presenta un nifio de
^inoo días con fisura media del labio superior ; levantando éste, se ve que
de la fisura parte un frenillo para cada lado. También está hendido el ma*
xilar superior en la linea media, donde cae la linea de unión de los dos hue*
aos intermazilares. Presenta también este nifio nariz de perro dogo y un
quiste en la lengua, que puede llamarse cefalocele esfenofaringeo. El caso
es único en su género.
Parálisis saturnina. — El Dr. Pdlak presenta un caso que por su etiolo-
^a puede hacer pendant con los que ha presentado Teleky hace un mes, y
cuya parálisis afectaba la misma región. El caso es notable por haber trans-
currido muy poco tiempo entre la intervención de la causa y la aparición
de graves síntomas de intoxicación (tres afios), puesto que lo general es
•que para presentarse tales síntomas transcurran de trece á catorce afios.
Disnea parsxístloa per lensién excesiva.— El Dr. Jacoho Pal distingue dos
formas de disnea paroxística por tensión excesiva, una de naturaleza car-
díaca, idéntica á ciertas formas de asma cardíaco, y otra de naturaleza ce-
rebral (síntomas de compresión cerebral). Ambas formas de disnea se disi-
pan cuando baja la presión arterial, con la diferencia de que, mientras la
disnea cardiaca por alta tensión cesa en el acto, la cerebral se va aliviando
poco á poco.
Ostssmalacia. — El Dr. Carlos Katholiekp, de Brünn, presenta fotogra-
fías, rdntgenografias y preparaciones en alcohol y macroscópicas de un caso
raro de osteomalacia de Paget. Oon el examen de las preparaciones óseas
no se puede resolver si se trata de un caso típico de osteomalacia deforman-
te crónica é hipertrófica de Paget ó de una forma intermedia entre esta
afección y la osteítis deformante fibrosa de Recklinghausen.
El Dr. Alejandro Kqliako hace notar que la diferencia entre el proceso en
cuestión y la osteomalacia común, consiste principalmente en la adición de
lesiones inflamatorias, con lo cual se producen engrosamientos hiperoetó-
sicos muy considerables.
El Dr. Ouillermo LaUko opina que para juzgar de las lesiones patológi-
cas de loe huesos no basta con el examen morfológico de las mismas, sino
que hace falta considerar su etiología anatómica. Así que por mucho que
se asemejen la osteítis deformante de Paget y la osteítis deformante con
formación tamoral de Recklinghausen, no por eso deja de tratarse de
dos procesos diferentes. Así en uno de dos casos observados por el autor,
existía un carcinoma de células gigantes ; en el otro, de una enfermedad
muy afine á la osteomalacia genuína, aunque á primera vista se asemejara
á la osteítis deformante de Recklinghausen. El caso presentado por Eatho-
476
lieky parece más bien pertenecer á este grapo de las enfermedadee oatao-
malácicas. .
El Dr. Carlo$ Sternberg^ que ha hecho el examen histológico del caso de
Eatholicky, no ha encontrado nada de formación sarcomatosa.
El Dr. Kolisko recuerda qne el cáncer de eélnlas gigantes ocupa nn lu-
gar poco definido entre los tumores y hasta puede curar espontáneamente.
El Dr. BcmB de Haherer confirma esto mismo en yista de un caso en el
que el examen histológico demostró que los tumores que habla en las ca-
ridades quisticas eran sarcomas de células gigantes.
lavaginaeión Intestinal. ~ El Dr. Federico de Friediander presenta tres pre-
paraciones de inyaginaciótt intestinal, obtenidas por medio de resección.
El Dr. Bans Lorent hace observar que hace ya cerca de dos años ha ex-
presado la opinión de que la mayor parte de las iuTaginaciones ileoeecale»
en las que no se encuentra ninguna causa anatómica apreciable, tal como
un pólipo ó cosa análoga, reconocen por causa, sobre todo en la infancia,
una inYSginación primitiva del ciego en el colon ascendente, no fijado como
es lo normal sino completamente libre, y que por lo tanto, en la mayor par-
te de los casos no es la abertura ileocecal la que avanza en la punta de la
invaginación, como se admite generalmente, sino el ciego invertido, por lo
cual esta forma merece en la mayoría de los casos el nombre de invagina-
ción cecocólica. La exactitud de esta opinión la ha confirmado posterior*
mente en algunos casos que ha tenido ocasión de operar después de dicha
fecha.— (ÍFí«i«* KlinUche i?t/iu2«cAau). — R. dkl Valle.
SOCIEDAD M1£dICA DE FILADELFIA
Señan del dia ÍO dé Octubre de 1906 (1).
Tratamiente de la esteemlelitie per el rellene osee een yedefernie. — El doo-
tor O. M. Dcrrance indicó las desventajas de los métodos usuales del trata-
miento de la osteomielitis, y describió el método de relleno con el yodo-
formo, empleado primeramente por Moorhof. Las ventajas atribuidas á
este método, son que el yodoformo no obra como cuerpo extrafio, se obtie-
nen con él todos sus efectos medicinales, sin producir síntomas tóxicos, as
absorbido gradualmente y sustituido por granulaciones, y á loe tres ó cua-
tro meses por tejido óseo nuevo. £1 Dr. Dorrance ha empleado con éxito
este tratamiento en casos de osteomielitis tuberculosa crónica de la tibia,
de osteomielitis séptica del cubito, consecutiva á una fractura complicada
y de osteomielitis tifoidea de la sexta costilla y del maxilar inferior. En
algunos de estos enfermos se habian empleado sin éxito otros procedimien*
tos quirúrgicos. El Dr. Dorrance cree que el tratamiento de la osteomieli-
tis por el relleno con yodoformo, constituye un verdadero progreso en la
terapéutica de esta afección.
(I) Primera del corto actual.
477
lUtaHailo del oíanan do Itt sjti de lee ettudiotoi en la UoivereMid de Pea-
sOvaeto. — El Dr. R. Tai Me Kentie, director del Departamento de exa-
men físioo de la Universidad de Peneilvania, leyó nn trabajo éacrito en co-
laboración con el Dr. W. Campbell. Eete trabajo se fnnda en el examen de
^88 alumnos de dicha Universidad. 'El examen ocular fné complemento de
estndio perfecto del estado físico general de cada individuo. Desde que se
corrigieron ios errores de refracción, ha habido pocas faltas por enferme-
dad j menos interrupciones de loe estudios. Se ha demostrado que el au-
mento de la pérdida visual puede prevenirse cuidando debidamente loe
ojos. De los estudiantes reconocidos el 80'84 por 100 tenían defectoe de la
visión en uno ó en los dos ojos. De los 888 reconocidos el 1470 por 100 eran
miopes 7 el resto hipermétropes ó emmétropes. En el estudio comparativo
hecho acerca de la influencia de la edad y del estudio sobre la refracción,
ee observó que entre 68S estudiantes de las dos clases inferiores el 87'25 por
100 eran hipermétropee y el 1275 por 100 miopes, mientras que de 261 de
las clases superiores el 80'25 por 100 eran hipermétropes y el 1975 por 100
miopes.
De loe 888 estudiantes reconocidos, 609 tenían la agudeza visual comple-
ja en loe dos ojos, 94 sólo eo un ojo, y en 180 era deficiente en ambos ojos.
De loe que padecían cefalalgia, en el 7'59 por 100 la visión era deficiente,
mientras que en el 98*41 por 100 restante, la agudeza visual era normal.
La escoliosis existía en el 6*68 por 100 y entre ellos la visión de un ojo era
manifiestamente inferior á la de sus compafieros en el 1879 por 100. Estas
cifras prueban la importancia de incluir el examen minucioso del ojo en el
reconocimiento de todos los estudiantes.
Fótfere ergánice en el tratamiente de varias enfermedades oenrlosas. — El
Dr. A. Oordon leyó un trabajo sobre este asunto. La proporción de fósforo
del organismo depende de la cantidad de alimentos ingeridos. Los descu-
brimientos de Grobley y Liebreich respecto á la existencia de combinaciones
orgánicas de fósforo en el cerebro ó en el resto del sistema nervioso y la
eliminación de combinaciones inorgánicas de fósforo por las heces fecales
y la orina se considera como pruebas de que los compuestos fosforados
orgánicos son descompuestos en los tejidos. En esta destrucción el sistema
nervioso toma, según se dice, una parte importantísima. La nueva forma-
ción del fósforo orgánico es una verdadera necesidad en los padecimientos
consecutivos del sistema nervioso. Gomo el organismo sólo utiliza los com-
puestos orgánicos de fósforo, el Dr. Gordon ha practicado una serie de in-
vestigaciones en 56 casos de enfermedades nerviosas, en las que ha admi-
nistrado fósforo orgánico con resultados completamente satisfatorios.
Efeetes de las substancias eenservaderae de lee alimentes sebre la digestiéo
pépsiea. — El Dr. </. Sailer expuso los resultados de una serie de experi-
mentos practicados por el método de Mett para determinar hasta qué punto
modifican la digestión pépsiea las substancias empleadas para conservar ios
alimentos. De estas substancias el ácido bórico y el bórax no ejercen ac-
ción modificadora alguna. El formaldehído sólo la ejerce en disoluciones
más concentradas que al 1 por 100. El alcohol obra en disolución al 20 por
100 ó más. En disoluciones más débiles es inactivo. El ácido salicílico y el
flalicilato de sosa, no empleando disoluciones muy débiles, ejercen un efec-.
478
to moderador enérgico; lo mismo puede decirse del ácido bemsóieo, del
benzoato de sosa y del snlfito sódico. Este último produce la inlúbieión
total en disoluciones al 1 por 100. La resorcina ejerce un efecto moderador
ligero y el carbonato de guayacol nulo. La creosota en disoluciones fuerte»
produce una acción inhibitoria enérgica.
Estos resultados sólo son verdaderos con las disoluciones de dichas subs-
tancias en el jugo gástrico artificial. Se ha obsenrado que si los tubos da^
Mett se someten á la acción de las disoluciones preservatiyas y se les su-
merge después en el jugo gástrico artificial, los resultados son distintos.
Bn estas circunstancias el efecto de la'formalina es enérgico, pero el del
ácido salicilico, snlfito sódico y benzoato de sosa son, en cambio, enégioos^
{New, York Med. Journal). — F. Toledo.
PEBIÓDICOS
La eaffefoa en la pulmenfa. — Para combatir el colapso en la pulmonía,
aconseja A. Fraeukel, con preferencia á la digital, las inyecciones hipo-
dérmicas de una disolución de cafeína al 10 por 100, cada dos ó tres h(nrs0>
ó más á menudo. Su acción es más rápida que la de la digital, no se aeu*
muía y combate mejor la parálisis de los vasomotores. A veces hay que sus-
pender la cafeína porque produce una gran excitación cerebral. Tampoc<>
es útil cuando la frecuencia del pulso pasa de 180.
( Therapie der Gegenwart). — R. dsl Valle.
Cisteoele y su tratamients quirArgics. — El Dr. G. O. Child ha leído en la.
Sociedad fíe Obstetricia de Nueva York (sesión del 24 de mayo último), un
trabajo sobre los diversos procedimientos operatorios empleados en los úl-
timos cien afios contra el cistocele. A principio de 1800, Jobert recomendé
cauterizar la membrana mucosa y coser después los bordes de la herida»
La primera operación por denudación de la pared vaginal anterior fué
practicada en 1828 por Geranrdin, quien extirpó un trozo longitudinal de
mucosa. Fué seguido por Dieffenbach, Hemming, Velpeau y Hall, quie-
nes practicaron denudaciones de diversas formas. Todas estas operaciones
fueron abandonadas, hasta que volvió á ponerlas en práctica Marión Sima
en 1858. En este intermedio, Lightfoot, de Inglaterra, denudó y cosió todo
el aparato vaginal, dejando un peqnefio orificio para mantener abierto el
conducto. Baker Brown, en 1858, recomendó también una operación en 1»
que se extirpa un trozo longitudinal posterior de mucosa y dos anteriores,
exactamente por dentro del orificio de la vagina, formando así un puente
de tejido, sobre el que descansa el cistocele. La operación primitiva de
Sims fué una denudación en forma de herradura, la que modificó Emmet.
Stoltz aconsejó por aquella época la operación que lleva su nombre.
A principio de 1887, las operaciones en las que la vejiga se separa del
cuello uterino fueron propuestas primero por Hadra, quien después de se-
479
parar completamente loB doB órganos, cosía la vejiga á la cara anterior del
útero. En 1892, Skene aconsejó separar la vejiga y el cuello uterino á través
de una peqnefia abertura practicada en la pared anterior, en la unión de
la vejiga y de la uretra. La pared vaginal se reunía después, quedando así
un borde de mucosa que servia para sostener la vejiga.
Se han aconsejado diversos procedimientos para separar y tratar la ve-
jiga. Oersuny, por ejemplo, arruga la vejiga por medio de una sutura con-
tinua, y Martin por varias líneas de sutura interrumpida. Watkins abre la
cavidad peritoneal, y después de elevar la vejiga dirige el útero hacia ade-
lante y cose los pliegues vaginales al fondo uterino y á los ligamentos an-
chos. Reynolds extirpa las porción A superfinas de la pared vaginal.
En 1902, Dudley aconsejó un procedimiento algo diferente. En 1904, Gof-
fe recomendó abrir la cavidad del peritoneo por' medio de una incisión lon-
gitudinal practicada en 1» pared anterior de la vagina y después elevar la
▼ejiga, suturándola al útero y á los ligamentos anchos. Byford, Lawson
Tait, Tnffier, Demorest y Laroyenne trataron también al cistocele por la
Via abdominal. Byford hizo la transfísión del sulcus vaginal por medio de
suturas que atravesaban los conductos inguinales. Demoret y Laroyenne
practicaron la fijación eztraperitoneal, y Tuffier aconsejó la vía intraperi-
toneal. Lawson, en 1898, acortó el uraco y los cordones hipogástricos, pero
á causa de su inseguridad anatómica aplicó un colgajo peritoneal á lá re-
flexión de la vejiga, suturándole á la vaina común del recto. Finalmente,
en 1908, Dickinson practicó la suspensión y la fijación ventral en el pro-
lapso del útero y de la vejiga, utilizando para ello una incisión abdominal
media. — {New- York Med. Journal, 20 octubre 1906). — F. Toledo.
Estreebsi del píioro tratada con. la tleslDimlna. — El Dr. Oaudvell refiere
el caso siguiente : Una mujer de treinta y cinco aflos, padecía de hipertro-
fia del píioro con estrechez. A consecuencia de la imposibilidad de alimen-
tarse bien y del vómito frecuente se había demacrado en muy poco tiempo.
Antes de resolverse por la operación se practicaron inyecciones de tiosina-
mina al 10 por 100, á la dosis de diez gotas diarias primeramente, después
en días alternos, y por último, dos veces por semana. Al cabo de un mes
la mejoría era evidente, puesto que habían desaparecido el dolor, las náu-
seas y los vómitos. A los tres meses la enferma había recobrado su peso
normal y estaba completamente restablecida.
{BriU Med. Journal). — R. del Valle.
U loche como bomottátieo. — El Dr. Solt ha observado el caso de una jo-
ven de quince afios, extenuada por metrorragias repetidas, refractarias á
todo tratamiento; para combatir el estado de adinamia, puso á esta enfer-
ma un enema de leche ligeramente salada. La metrorragia cesó como por
encanto. Sorprendido por este éxito, ha empleado los enemas de leche en
otras hemorragias (pulmonares, gástricas y uterinas), y siempre con resul-
tados satisfactorios. La leche debe inyectarse, no importa á qné tempera-
tura, pero á la dosis de un litro cuando menos. El enfermo debe adoptar el
decúbito lateral y, si por haber perdido el conocimiento, no puede retener
la leche inyectada, se evita su salida comprimiendo el orificio anal. Para
480
lainjección es preferible el clÍBobomba al book, porqoe al parecer, m efee-
to mecánioo fayoreoe la exGitación de los reflejos. EaUsinyecoia&es no pro-
dacen más efecto molesto qae en ciertos casos algo de meteorismo. Bl
efecto hemostático no se obtiene más qae administrando la leche por la
Tía, rectal ; en el estómago es digerida y la digestión la hace perder sns pro*
piedades hemostáticas especiales, debidas, según el Dr. Solt, á la gran can*
tidad de sales de cal qne contiene.
(Riwte. de iher. medico-chirurgicale^ l.*noTÍembre 1906).— F. Tolxdo.
TraUnleoto do la fieliro tifoidea oso el plranidéD.— Según el Dr. H. Sabar-
thez, el piramidón es el mejor medicamento para tratar la fiebre tifoidea:
del todo inofensivo, sin níngnna contraindicación, antipirético j elimina-
dor en alto grado, su acción es macho más enérgica qne la de todos los de-
más febrifagos, y con sa empleo en 85 casos no ha habido más qne ana de-
fanción por hemorragia intestinal.
Modo de administración: an gramo diario en caatro papeles, para tomar
ano cada seis horas.— (JircA. genérales de méd), — B. del Vallb.
Modo de aeoión y eiIninaeiéD del ácido oalicfiloe.— Bl Dr. Ralph Btorkman,
profesor de Materia médica en la universidad de Glasgow, ha hecho inves-
tigaciones interesantes respecto á este asante. Jamás ha encontrado indi-
cios de salicilato de sosa en la saliva, y sólo á veces cantidades mínimas en
el sador ; le ha encontrado, en canAio, en el liquido articalar, en la serosi-
dad de los vejigatorios, en el moco bronqaial y en los derrames plenréticos
cuando se administra dicho medicamento á las dosis ordinarias. Para
determinar si el ácido saiicilico ejerce sa efecto terapéatico después de
convertido en ácido salicilúrico, ha administrado éste en casos en qoe
estaban indicados los salicilatos, y ha visto que dicho ácido es una subs-
tancia poco enérgica. La disolución de ácido saiicilico impide la fermenta*
ción del azúcar por la levadura de cerveza cuando se emplea una disolución
del referido ácido al 1 por 2.000; el ácido salicilúrico sólo contiene por poeo
tiempo la fermentación, empleado en disolución al 1 por 600; al 1 por 1.000
es ineficaz. Administrado á grandes dosis á los animales no produce los
síntomas que los salicilatos y se encuentra sin modificar en la orina. Le ha
empleado á la dosis de 4 gramos y medio en un caso de reumatismo agudot
ain producir el efecto más ligero; el enfermo curó con rapidez á beneficio
del salicilato sódico administrado á la misma dosis. Los salicilatos obran
en el organismo de dos maneras. En el reumatismo articular agudo ejer-
ciendo probablemente un efecto nocivo sobre el microorganismo productor
de la enfermedad, y en el reumatismo crónico y estados gotosos diatésicoa
influyendo sobre el metabolismo orccánico.
{The Therapeutie OaieUe, 15 noviembre 190S).— F. Tounm.
'4^•^W^
índice del tomo Lxxia
Abdomen (Afeociones quirúr*
gioasdel) 261
Acetona ea iae afecciones gi-
necológicas (Significación
diagnóstica dé la; 859
Acido protocetráñco (Empleo
terapéutico del) 159
— saiicilato (modo de usar-
lo y eliminación del). 480
Acokanthera schimperi en las
afecc." cardiacas (La).. 484, 472
Acortamiento de loe tegumen-
tos redondos 196
Actinomicosia primitiva del
cuello con propagación rápi-
da traqueobronquial 172
Adenoma sebáceo de Pringle. 858
Afecciones oculares depen-
dientes de los trastornos den-
tarios 882
Afusiones frías en el delirium
tremene (Las) 80
Agripnia (TraUmiento de la). 226
Albuminuria ortostática y la
nefrítica (Diagnóstico entre
la) 820
Alcohol como alimento (El) . . 278
— en uso tópico (El) 200
Alimentación en las enferme-
dades agudas 118
— insuficiente en los dis-
pépticos y nerviosos
(La) 199
Altura de las ciencias médicas
en el reino El Andaluz 175
Ambliopia química 79
Amiotrofia espinal difusa. . . . 814
Amputación plasticocinétíca
(Un nueyo método de) 264
Amputaciones económicas del
pié 854
Anasarca como complicación
del impétigo 815
Anemia aplástica 114
— perniciosa (Insuficien-
cia tricúspide en la). 76
Aneurisma de la aorta (ün
nuevo signo de) 818
Angina de pecho (Tratamien-
todela) 28f
Ang^omas (Vacunación de
los) 160
Anqnilosis cricoaritenóidea
de origen reumático.. 178
— espontáneas y en parti-
cular de las vertebra-
les (Patogenia de las). 68
Anquilostoma duodenal (Un
nuevo remedio del) 19
An^uilostomas (Sobre la ac-
ción tóxica de los) 251
Aorta (Un nuevo signo de
aneurisma de la) 818
Apéndice vermiforme (Cáncer
primitivo del) 488
Apendicectomia 281
Apendicitis por el timol (Tra-
tanuento sistemático
déla) 157
— y flebitis de las extre-
midades inferiores. . . 259
— y la preñez extrauteri-
na (Diagnóstico dife-
rencial entre la) 485
Argiról en oftalmología (Em-
pleodel) 888
Arma de tuego (Heridas intes-
tinales por). 812
Arterioesclerosis y nicotina. . . 75
Asociación de médicos ameri-
canos 72, 111
— Asociación francesa pa-
ra el progreso de las
ciencias. 22, 58,102, 142
Aspirina en el reumatismo es-
carlatinoso (La) 467
Atropina y la eumidrina en las
afecciones gastro-intestina-
les(La) 400
Auscultación oral como proce-
dimiento diagnóstico 158
Autan(El) 458
482
Aatomonlifimo desde el punto
de Tisis higiénico t terapéa-
tico(Bl) 186
Antoplastia craneal doble 276
— del pulgar 8&5
Ayances nrológicoe 98
Azul de metileno en la taber-
culosis quirúrgica (Empleo
del) 16
Basicina (La) 256
Beri-beri 860
Boca (Limpieza y desinfección
déla) 418
Bocio exoftálmico por una ci-
totoxina espeolnca (Trata-
miento del) 117
Bocios aberrantes y epitelio-
mas branquiales 855
Bolutismo 279
Bronco-esofagosoopia 268
Bronquio (Ouerpo extrafio en
un). 816
Bronquitis crónica con los ra-
Jos Róntgen (Tratamiento
ela) 158
Bubones supurados (Trata-
miento de los) 280
Cafeína en la pnlmonia 478
Cálculo Tesical de origen ex-
terno 896
Cálculos biliares? (¿Se debe
estimular la expulsión de
los) 860
Cáncer(Del) 462
— del cuello uterino por la
histerectomía abdo-
minal (Tratamiento
del) 464
— del labio curada con los
rayos R(5ntgen (Reci-
divade) 808
— de la lengua (Del)..... 852
— en tejido conjuntivo
bajo la influencia de
la cancroina (Trans-
formación del) 811
— primitÍTo del apéndice
rermiforme ... 488
— (TraUmiento den 425
— uterino inoperable (La
desinfección en el). . . 79
Cancroina (Transformación del
cáncer en tejido coníuntiyo
bajo la influencia de la) ... . 811
Cardiacas (Lá acokanthera
schimperi en las afeccio-
nes) 484, 472
Casos clínicos (Dos) 55
Cerebro (La radiografía en las
afecciones del) 486
Chancro del pesón y del labio
inferior 472
Cigarreras y sus partos y prole
CLas) ; 415
Cirugía clínica y operatoria
(Tratado de) 220
— vascular 849
Cistocele y su tratamiento qui-
rúrgico 478
Cloruro de calcio en el trata-
miento de las úlceras (Valor
del) 40
Cólicos nefríticos artificiales
como medio de diagnóstico . 294
Compf^ión del vientre (Efec-
tos de la) 856
Conducto uretral (Utilidad de
la reparación en dqs tiempos
de los traumatismos del) ... S82
Congreso francés de Caru-
gUi 288, 261
Contusiones abdominales
(Conducta que debe obser-
varse en las) 196
Corazón (Dilatación del) 288
Cordero (Intoxicación por la
carne de) 160
Corea aguda (Trastornos men-
tales en la) 112
Cráneo (La radiografía en las
afecciones del) 436
— (Un caso de fractura de
la bóveda del) 140
Cuello uterino (Dilatación ar- 4
tificialdel) 192
— — por la bistereetomía
abdominal (Tra-
tamiento del can-
cerdel) 464
— — (Tuberculosis pri-
mitiva del) 190
Chierpo extrafio en un bron-
quio 816
Decapsulación renal 197
Deformación cardíaca 460
Deformidades congénitas 475
Deliríum tromens (Las afusio-
nes frías en el) 80
Dermatitis vaciniforme infan-
til (Reflexiones acerca de un
caso de) 28^
Desinfección en el cáncer ute-
rino inoperable (La) 79
Diabetes sacarina y hemacro-
matosis 11^
Diagnóstico diferencial entre
la apendicitis y la prefies ex-
trauterina 4»
Difteria grave tratada por el
suero antidisentérico (Dos
483
eñBOñ de) 815
Digestión pépsica (Bfeotos de
las aabstancias conservado-
ras de los aiímeotos sobre la) 477
Dilatación artificial del cuello
uterino 192
-7- del útero darante el par-
to 198
V — man nal del útero gráyi-
do ó parturiente (Ven-
tajasdela) 198
— ó incisión del útero grá-
vido 198
Disentería 426
— bacilar (Déla) 461
— — mortal 424
— — (Una epidemia de). 94
Disnea paroxistica por tensión
ezcesiTa 475
Dispepsia hiperestónica con
fermentaciones acidas (Tra-
tamiento de la) 278
Dolores gástricos 176
Dos casos raros 472
Bctopia testicular y sus com-
plicaciones 285, 265
Edema pulmonar recurrente
agudo 72
Electricidad (Lesión ocasiona-
da por la) 277
Embarazo (Miomectomia du-
rante el) 482
— (Los rifiones durante el) 296
Embolia post operatoria 191
Enesol 882
Enfermedad de Barlow 474
— deLittle 815
Enfermedades p a n c r e á ti c as
(La prueba del núcleo en
las) 115
Enterocolitis folicular ó disen-
teriforme 7 su tratamiento. 178
Epididimitis blenorrágica a^u-
da (Tratamiento quirúrgico
déla) 289
Epispadias en la mujer (ün
caso de) 281
Equinococos (Peligros de la
punción de loe quistes de). • 289
Erisipela (Un caso de) . 241
Eritrocitosis 817
Escarlatina á recidivas 84
Escleredema 474
Esclerosis diseminada 111
Escrofulosis (El yoduro de ar-
sénico en la) 819
Escrofulotuberculosis (El yo-
duro de arsénico en la). ... . 819
Escuelas (Las afecciones ocu-
lares contagiosas en las) ... . 252
Esófago (Moneda detenida en
el) 885
Espiroquetos (Naturaleza de
los) 116
Esputos tuberculosos (Inocui-
dad de los polvos proceden-
tes de la desecación de los). 157
Estómago (Actividad digesti-
va jde la pepsina en
el) 115
— (Heridadel) 401
Estrechez de la uretra y reten-
ción urinaria 896
Estreptococia (Un caso de). . . 188
Eumidrina y la atropina en
las afecciones gastro-intes-
tiuales(La) 400
Extremidades inferiores
(Apendicitis yflebitis de las) 259
Farmacología (Kevista de). . . 12
Fiebre ganglionar 115
— tifoidea... 454
— — con el piramidón
(Tratamiento de
la) 480
— — (Las ideas moder-
nas sobre la etio-
logía y epidemio-
logía de la) 410
— — (Mortalidad hospi-
talaria de la).... 280
— — (Sobre la epidemia
actual de) 419
Fístula vésico vaginal (Un ca-
so de) 888
Fístulas vésicovaginales
(Nuevo método de sutura
enlas) 884
Formicina 18
Forúnculos (Tratamiento abor-
tivo de los) 240
Fósforo orgánico en el trata
miento de varias enfermeda-
des nerviosas 477
Fractura de la bóveda del crá-
neo (Un caso de) . .^. . 140
— de Maisonnen ve .....'.. 464
Fracturas bimaleolares 468
— — (Pronóstico de las). 429
Gastro^entiñtis infantiles (La
levadura de cerveza en las). 79
Gastro intestinales (La atro-
pina y la erimidrina en las
afecciones) 400
Gastroptosis (Tratamiento de
la) •. 87, 88
Gastrostomia (Una modifica-
ción de la) 440
Gelatina líquida como antidia-
rréico y estomáquico (La) . . 820
484
OestAoióo eciópica (ReBoltodoB
de la Bección yaginal
7 del desagüe en la). 195
— eztraaterina sin rapta-
ra (Oaatro casos de). 260
Oibosidades pótticas (Trata-
miento de las) 268
GK>ta con los rayos Rfíntgen
(Tratamiento de la) 40
Hábito (La faerza del) 176
Hemacromatosis y diabetes sa-
carina 118
Hemoptisis (Tratamiento de
la) 89
Hemorragia cerebral (Relacio-
nes entre la metereologia y la) 88
Hemorroides (Una operación
sencilla contra las) 158
Herida del estómago 401
Heridas intestinales por arma
defaego 812, 858
Hidrato de doral y el tóta-
nos(El) 89
Hidrocéfalo, espina bifída y si-
filis congénita 275
Hidrocele 258
Hidropesía de layesicala biliar 465
Higiene (Revista de). 88,249, 410
Hiperclorhidria gástrica (Tra-
tamiento de la) 120
Hipernefroma 198
Hipertensión arterial crónica. 76
Hipertrofia mamaria fancional
anormal 465
Histerectomia abdominal (Tra-
tamiento del cáncer del sae-
lio uterino por la) 464
Histerismo ( Manifestaciones
ocnlaresdel).... 299, 888
^ simalando el mal de
Pott 20
Imágenes recordables (Sobre
las).. 859
Impétigo (Anasarca como com-
plicación del) 315
Impotencia sexual y los pro-
ductos de la concepción (La). 254
Infección puerperal causada
por estafilococos 250
Infecciones secundarias de ori-
gen bucal 258
Inmunización antituberculosa. 82
Insuficiencia mitral (Presión
sanguínea en la) 74
— tricúspide en la anemia
perniciosa. . « 76
Intestino grueso (Tuberculosis
del); 22
Intoxicación con el purgen. . . . 160
— - por la carne de cordero. 160
Inraginación intestinal.. 426, 476
— — infanta 184, 280
— — (Papel del espasmo
enla) 816
— - — recidivante 259
Insolación (Trastornos psíqui-
cos debidos á la) 414
Laringología (Revista de). . . . 167
Larvas (renómenoe nerviosos
consecutivos á la ingestión
de) 468
Leche á los niños de pecho (Su-
ministro de) 119
— como hemostático (La). 479
— de mujer (Composición
anímica de la) 466
3el cáncer de la) ... . 852
Levadura de cerveza en las
gastro enteritis infantiles
(La) 79
Ligamentos redondos (Acorta-
miento de los) 196
Limpieza (Instrucciones higié-
nicas acerca de la) 458
lisol como anti-anémico y ape«
ritivo(El) 40
Lóbulo occipital (Tumor del). 897
Mal de Basedow con los ra-
yos X (Tratamiento
del) 400
— de Bri jfht (Un nuevo re-
medio del) 161
^ de Pott (Histerismo si-
mulanao el) 2i
Masaje y la gimnasia médica
en el tratamiento de la pará-
lisis espinal infantil (Ea). . . 49
Medicina clínica y terapéutica
(Tratado de) 58
Meningitis cerebro-espinal .... 116
— — epidémica (Origen
nasofaríngeo de
la) 266
Mercurio por la vía rectal (Ad-
ministración del) 440
Miasis en el hombre 414
Miomectomfa durante el em-
barazo 482
Moneda detenida en el esófago. 886
Mortalidad infantil en Alme-.
ría 469
Motor ocular externo (La pa-
rálisisdel) ., 881
Movimientos voluntarios de
carácter excepcional 474
Muérdago como medicamento
hemostático (El) 16
Nariz (Sarcoma de la) 9^
Nefritis hematúricas Cl^rata-
miento quirúrgico de las). . . 4S7
485
Nefropezia (Un nueyo prooa-
dimiento de) 41
Neumonía agnda por el salfnro
de carbono (Tratamiento de
la) 400
Nicotina y arterioesclerosie. . . 75
NifiOB de pecho (La tnbercolo-
eisen ios) 258
— — (Sa ministro de le-
che á los) 119
— ~ (Sobre las horas de
snefíode los).... 89
Nistagmns familiar 8l5
Notas clínicas * 441
— — del aparato diges-
tiro 215
NoTOcaína en cirngia (Empleo
déla) 481
Oficina de Farmacia (La) .... 177
Oftalmología (Empleo del ar-
írirol en) 888
— (El tatnage en) 885
^ (Revista de) 881
Ojo (Corrientes en la cámara
anterior del). . . .^ 856
Ojos de los estudiantes en la
üniyersidad de Pensil rania
(Resultado del examen de
los) 477
Operación cesárea vaginal. . . . 198
Operaciones abdominales
(Trombosis y embolia conse-
cntivas á las) 191
Orfelinato agrícola de San
Martín 249
Ortoformo (Intoxicación por
el) 240
Osteomalacia 475
Osteomielitis por el relleno
óseo con yndoformo (Trata-
miento de la) 476
Otitis (La parálisis del motor
ocular externo en el
curso de las) 881
— media adhesiva (ün en-
sayo en el tratamien-
to de la) 170
Otología (Revista de) 167
Paludismo (Etiología y profi-
laxia actuales del). . . 228
— (Patogenia y profilaxis
del) 858
Parálisis del motor ocular ex-
terno en el curso de
las otitis (La) 881
— espinal infantil (El ma-
saje y la gimnasia mé-
dica en el tratamiento
déla) 49
— saturnina 475
Parálisis simultánea del facial
Ír del acústico de origen sifi-
ítico 167
Parásitoto (Generalidades so-
bre) 98
Parto (Dilatación del útero da-
rante el) 198
— (Preceptos higiénicos
para después del) .... 416
Pié (Amputaciones económi-
casdel) 854
Pielitis del embarazo (ün caso
de) 245
Píloro con la tiosinamina (Es-
trechez del píloro tratado con
la) 479
Piramidón (Tratamiento de la
fiebre tifoidea con el) 480
Penetrómetro de Benoist mo-
dificado 87
Pepsina en el estómago (Acti-
vidad digestiva de la) 115
Perborato de sosa (El) 12
Perforación intestinal sin do-
lor (ün caso de) 81
Peristalsis gástrica é intesti-
nal 118
Pescadores de esponjas (La en-
feí^medad de los) 90
Pies planos y en valgus 180
Pitiriasis liquenoide crónica. . 858
Placenta previa 421
Práctica sanitaria (Mannal de) 188
Prefiez extrauterina (Diag-
nóstico diferencial entre la
apendicitis y la) 485
Prostatectomía transvesi-
cal 814, 426
Presión sanguínea én la insu-
ficiencia mitral 74
— venosa y arterial 74
Prurito general sin lesiones. . 118
Pulgar (Autoplastia del) 855
— (La sneroterapia en la). 440
Pulmonía (Cafeína en la) 478
Pnrgen (Intoxicación con el). 160
Queratitis parenquimatosa. • . 896
Quiste hidatidico hepático
abierto en las vías biliares. 261
Radiografía en las afecciones
del cerebro y del cráneo (La) 486
Radium en otorino laringolo-
gía (El) 171
Raquitismo tardío 818
Rayos eléctricos (Lesión trau-
mática colectiva oca-
sionada por los) 896
— Rdntgen (Recidiva de
cáncer del labio cura-
da con los) 808
486
Rayos Bóntgen (Tratamiento
de la bronqnitÍB
crónica con loa). 158
— — (Tratamiento del
reuma Y de la gota
conloe) 46
— "X (Tratamiento de las
enfermedades de
loB órganos hema*
topo 7 éticos por
los). 102
— — (Tratamiento del
mal de Basedow
con los) 400
— — y suero leucémico. . 114
Reacción agí atinante en los tu-
berculosos (Valor semeioló-
ffico de la) 145
Relleno óseo con yodoformo
(Tratamiento de la osteomie-
litis por el) 476
Reuma articular agudo sin sa-
licilatos (Tratamiento del). 487
Reumatismo articular agudo
(Significación de
loe soplos cardia-
cos que se oyen en
el curso deí) 80
— — crónico prímitiyo
y su tratamiento
S21, 861
— escarlatinoso (La aspiri-
na en el) 467
Reuma y de la gota con los ra-
yos Rontgen (Tratamiento
del) 40
Revista de Farmacología 12
— de Higiene. ... 88, 249, 410
— de Laringología 167
— de Oftalmología 887
— de Otología 167
— de Rinología 167
— de Terapéutica 12
— de Urología 289
Rinoescleroraa 817
Rinología (Revista de) 167
Rinoplastia 472
Rifión móvil 201
Riñon es durante el embarazo
(Los) : 296
Ruptura de la sínfísis pubia-
na 185
Rupturas uretrales 854
Sabañones ulcerados (Tétanos
durante los) 468
Salicilatos (Tratamiento del
reuma articular agudo sin). 487
Salicilarseniato de mercurio en
el tratamiento de la sífilis
(El) 79
Sangre (Importancia clínica
del grado de viscosidad de
la)..... 200
Santonina en la infancia (Fór-
mula para la administración
déla) 169
Sarcoma ciático recidivante. . 261
— de la nariz 856
— pigmentario, hemorri-
gico y múltiple 816
Saturnismo en anudadoreade
flecos 277
Sepsis puerperal (Tí pos de). . . 80
Serodiagnóstícode la tubercu-
losis ( Datos para el estudio
del) 142
Sífilis de las mujeres bonradas
(La) 100, 1»
— (El salicilarseniato de
mercurio en el trata-
miento de la) 79
— estado actual de su es-
tudio expetimental. . 154
— terciaria 485
Síndrome nuevo? (¿Un) 168
Sínfisis pubiana (Ruptura de
la).... 186
Sociedad francesa de estudios
científicos déla tuber-
culosis 266
— Ginecológica americana 191
Solurol 16
Soplos cardíacos que se oyen en
el curso del reumatismo ar-
ticular agudo (Significación
délos) 80
Sudor miliar y la rata de cam-
po(El) «O
Suefio de los niños (Sobre las
horasde) 89
Suero disentérico (Dos casos de
disentería grave tra-
tados por el) 815
— leucémicoy rayosX. . .. 114
Suerotcrapia en la pulmonía
(;La) 440
Sulfuro de carbono (Trata-
miento de la neumonía agu-
daporel) 400
Tabes dorsal e^pasmódica no
bereditaria ( CTn caso de ) . . • 406
Tatuaje en oftalmología (El). 885
Tensión arterial en el estado
patológico (La) 159
Terapéutica (Revieta de) 12
Testículo (Cirugía conservado-
ra del) 418
Tétanos durante loe sabañones
ulcerados 468
— é bidrato de doral (£1). 89
487
Timol (Tratamiento Bistemáti-
■ I co de la apendicitis por el). .
Timpánica (Rara taberculo6Í8
^de la membrana)
Toracentesis (Peligros de la) . .
Tórax bajo el pnnto de vista
operatorio(y las y me-
dios de acceso al). . . .
— (Ciragíadel)
Traqneotomía in extremis. . . •
Traumatismo (Caso clinicono*
tablede)
Trombosis y embolia oonseca-
Jltiyas á las operaciones abdo-
minales
Tabercnloma íleocecal biper*
trófico
Tubercnlosis catánea sifilítica .
— (Datos para el estndio
del serodiagnóstico de
U)
— de la membrana timpá-
nica
— del intestino gmeso
— en los nifios de pecho
(La)
— ganglionar (Tratamien-
to de la)
— gangliopnlmonar en las
escuelas de París (La)
— (La terapéutica especi*
ficade la)
— ocular en el ni fio (La). .
-*- osteo-articnlar
— (Patogenia de la)
— por loe productos baci-
lares (Tratamiento de
!•)
— por la recalcifícación
(Tramiento de la). . . .
— primitiva del cuello ute-
rino
— quirúrgica (Empleo del
azul de metileno en
la)
Tuberculosos (Valor semeio-
lógico de la reacción agluti-
tinan te on los)
167
5
76
284
264
99
448
191
259
857
142
5
22
258
489
887
58
887
459
278
458
266
190
16
145
469
898
40
Tumor del lóbulo occipital. . . 897
— uterino intraligamen-
toso 189
Tumores malignos en la espe-
cie canina por medio de las
relaciones sexuales (Trans-
misión de) 898
Ulcera gástrica 858
— — (Tratamiento ope-
ratorio de la) 888,
— — (Cirugía de la). . . .
Ulceras (Valor del cloruro de
calcio en el tratamiento de
las)
Uréteres (Demostración en el
títo de tres) 291
Uretra ( Estrechez de la) 896
Urología (Revista de) 289
Útero grávido (Dilatación ó in-
cisión del) 198
— — ó parturieote (Ven-
tajas de la dilata-
ción manual del).
Vacunación de los annomas. •
Venosos (Cirugía de los grue-
sos troncos) 288
Vesícula biliar (Hidropesía de
la)
Vía rectal (Administración
del mercurio por la)
Vías biliares (Quiste hidatí-
dico hepático abierto en
las)
Vientre (Efectos de la com-
presión del) 855
Vómito pituitoso hemorrágíco. 117
Vómitos acetonémicos y ente-
rocolitis 467
Yodina (Datos fisiológicos y te- .
rapéuticoe acerca de la). . . • 121
Todoformo (Tratamiento de la
osteomielitis por el relleno
óseo con) 476
Yoduro de arsénico en la es-
crofalosís y en la escrófulo-
tuberculosis (El) 819
Yoduros (Acción terapéutica
délos) 819
198
160
465
440
261
488
uuqM k ln couMUNin m ui muuN nnuosn b rbbr im
B«m^áD 7 Bonet (D. lianael), Es*
pecialisto de enfermedmáet de las
Tias nrioarias. Madrid.
Oodina Oastellrl (D. José), Médico,
por oposición, del Hospital Pro-
TÍDCÍal de Madrid.
Oarcia MaDsilla (D. Stnforíano},
Oculista del Hospital y Hospicio
Proyincial de Madrid.
Gonzalo Martines (D. Ricardo),
Médico del Cuerpo de Sanidad
Militar.
Qoyanes (D. José), Cirujano de nú-
mero, por oposición, del Hospital
Prorincial de Madrid.
Haaser (D. Felipe), Doctor en Me-
dicina. Madrid.
Hader (D. Bersfin), Médico de la
Beneficencia Municipal de Pam-
plona.
L^o (D. Antonio), Director de la
consulta dermatológica del Hos-
pital de Nuestra Señora de Es-
güera, Valladolid.
Madinareitia (D, Jnan), Médico de
número, por oposición, del Hospi-
tal Provincial de Madrid. "
Martin Arguellada (D. Ani.^^o),
Profesor de número, por oposición,
de la Beneficencia Municipal de
Madrid.
Martin Menéndez(D. Antonio), Ex-
médico del Hospital Militar de
Mahón.
Martínez López (D. Antonio), Mé-
dico titular de Ouadalix de la
Sierra (Madrid).
Monmenen (D. José), Vicepresidaa-
te de la Junta ProTÍncI*l de Sa-
nidad, Madrid.
Montes San Agustín (D. José), Mé-
dico en Cebolla (Toledo).
Morales Pérez (D. Antonio), Cate-
drático de la Facultad de Medi-
cina de Barcelona.
Pérez Noguera (D. Emilio), Mé-
dico del Cuerpo de Sanidad Mi-
litar.
Pérez Ortiz (D. Jerónimo), Médico
del Cuerpo de Sanidad Militar.
Pulido 7 Martin <D. Ángel), Profe-
sor auxiliar de la Facultad de
Medicina de Madrid.
Ribera y Sans (D. José). Catedráti-
co de la Facultad de Medicina de
Madrid.
Rodríguez Méndez (D. Rafael), Ca-
tedrático de la Facultad de Medi-
cina de Barcelona.
Rueda (D. Francisco^ Director de
la Consulta oto riño laringdógiea
del Hospital de la Princesa. Ma-
drid.
Sarabia (D. Jesús), Profesor dsl
Instituto Rubio. Madrid.
Toledo (D. Federico), Idceneiado
en Medicina y Cirugía. Madrid.
Tripels-Dentzkof (D. Enrique),
Masajista, Madrid.
Valle (D. Rafael del). Médico, por
oposición, del Hospital Prorinmal
de Madrid.
Yagüe (D Ramón Luis), Profesor
del Instituto Rubio. Madrid.
GRABADOS PUBLICADOS EN ESTE TOMO
Gráficas de eliminación de la yodina, páginas 128. 1S2
Esquema de una operación de epispadias en la mujer, página 288
1
1906 oitugia pratlocLS. 3381^^^^^^^^^^
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