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Full text of "Revista de medicina y cirugía prácticas"

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REVISTA  DE  MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


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REVISTA 


DE 


iDin  Y  CHÍA  ñlmm 

fuulún  utDS»  (hgo)— iNrmmo  ínítúmico  mm  m) 

AULEt  K  nsTErnaA,  «REnrATÍA  r  p»ATriA  (un) 


DIBBOIOB-ntonXTABIO-FDIIDADOB 


p.   Rafael    U 


APABL     ULECIA     y     LARDONA 


TOMO  LXXII 


MADRID 

IMPBENTA   T   LIBBEBÍA   DB  NICOLÁS  MOTA 

0«r«ilM«,  •  y  OamfeM,  •• 
1906 


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•  ••  •••  •••••• 


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V 


Giítoí  J.  C.  Cebriar. 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


OCLUSIÓN  INTESTINAL 

GttBEGirmA  A  UHi  FORIA  AHATODCA  BABA  HE  BSTEHOSU  DEL  OmSTUO 

voft  n 

DR.  D.  JOSÉ  GOYANES 

Clr^uio  d«  BÚB^rOy  por  opotldén,  d«l  HotptUl  proTincUI;  ProfMor  ftoxlltar  d«  b  FM«ltad 
de  Medieinft  de  Madnd. 


No  hace  muchos  dias  fui  llamado  con  toda  urgencia  al  Hospital 
provincial  para  ver  á  un  pobre  paciente,  enfermero  de  la  casa,  que 
presentaba  el  grave  cuadro  de  la  oclusión  intestinal  aguda.  Las 
particularidades  de  la  lesión  del  intestino,  observadas  en  el  acto 
operatorio,  y  el  gravísimo  daño  producido  al  enfermo  por  un  trata- 
miento anterior  desacertado,  son  bastante  motivo  para  exponer  el 
caso  en  la  prensa  profesional. 

El  enfermo  era  robusto  y  bien  conformado,  de  cuarenta  y  dos 
años,  que  sufría  de  tiempo  en  tiempo  trastornos  gastro-intestinales 
de  aspecto  de  cólico,  con  estreñimiento,  vómito,  dolor  y  meteoris- 
mo, que  iba  sorteando  sin  detrimento  para  la  nutrición  y  demás 
fnnciones. 

«El  día  4  de  marzo,  después  de  una  indigesta  comida  (lata  de  pi- 
mientos), comenzó  á  sentir  molestias  parecidas  á  las  de  anteriores 
accesos,  pero  con  dolor  intensísimo  en  el  mesogastrio,  meteorismo 
y  estreñimiento  absoluto  para  gases  y  heces  fecales.  En  el  trans- 
curso de  tres  días  le  fueron  administrados  tres  fuertes  dosis  de  pur- 
gantes salinos  y  oleosos  (aceite  de  ricino),  y  como  no  hablan  produ- 
cido deposición  alguna,  la  familia  del  paciente,  por  indicación  de 
un  médico,  le  aplicó  un  enema  de  agua  carbónica^  introduciendo  para 
ello  una  sonda  de  goma  en  el  recto  y  vaciando  en  el  intestino  el  con- 
Afio  XXX.  -  Tomo  LXXII.  -  Núm.  0V7.  -  7  Julio,  1906.  1 


tMki^é¿ÚA¿ífátii¿tiiv^de  Selti  enchufado  á  la  sonda,  enema  que 
produjo  al  enfermo  intolerables  dolores  de  vientre. 

BI  día  7  por  la  tarde  vi  al  paciente  en  estado  de  intensa  gravedad, 
con  vómitos  fecalóideos  reiterados,  descenso  de  la  temperatura 
(36^,4),.  facies  abdominal,  pulso  pequeño  y  frecuente^  y  secreción  es- 
casa de  orina.  Los  síntomas  regionales  consistían  en  meteorismo 
difuso,  sobre  todo  en  la  parte  alta  y  central  del  abdomen,  zona  he- 
pática algo  rechazada  hacia  el  tórax  y  dolor  intenso  en  el  vientre, 
sobre  todo  en  el  mesogastrio. 

Un  enema  de  aceite  á  poca  presión  que  puse  al  enfermo  con  un 
tubo  de  goma  y  un  embudo,  produjo  dolores  intensos  y  no  fué  de- 
vuelto, por  lo  cual  y  visto  el  estado  de  gravedad  (fleus  de  probable 
localización  en  el  intestino  delgado  por  su  curso  agudo  y  por  domi- 
nar el  meteorismo  en  la  zona  central  del  vientre,  y  determinado 
quizás  por  una  estrechez  intestinal  crónica),  decidí  practicar  la  la- 
parotomía, después  de  reanimar  al  enfermo  con  inyecciones  de  sue- 
ro y  cafeína. 

Abierto  el  vientre  por  la  línea  media  mesohipogástrica,  encon- 
tramos tres  ó  cuatro  asas  intestinales  meteorizadas  y  congestiona- 
das, hicimos  una  punción  cbn  un  trocar  fino  para  vaciarlas  de  su 
contenido  gaseoso  y  exploramos  la  zona  baja  del  abdomen,  con  la 
gran  sorpresa  de  notar  un  fuerte  olor  á  materias  fecalóideas  y  acei- 
te, y  descubrir  estas  substancias  en  la  porción  declive  de  la  cavi- 
dad abdominal.  Nos  convencimos,  por  lo  tanto,  de  la  existencia 
de  una  perforación  intestinal  y  para  descubrirla  mandamos  intro- 
ducir un  insuflador  de  termocauterio  en  el  ano;  el  aire  inyectado 
pasaba  á  la  cavidad  del  abdomen  á  través  de  unei  per  foración  de  la 
pared  anterior  del  recio  en  la  zona  de  transición  al  colon  pelviano; 
las  paredes  rectales  estaban  rasgadsis  en  una  gran  extensión  y  la 
mucosa  perforada  se  herniaba  á  través  de  ellas;  estae^ lesiones  fue* 
ron  evideniemenie  producidas  por  una  explosión  rectal  determinada 
por  el  enerna  de  agua  carbónica. 

Suturada  la  perforación  de  la  pared  del  recto,  procedimos  á  bus- 
car la  lesión  determinante  de  la  íleus.  Esta  radicaba  en  el  intestino 
delgado,  á  unos  50  cm.  del  ángulo  íleocecal,  y  estaba  representada 
por  una  estreches  circunscrita^  rodeada  de  un  anillo  lipomatoso  ar- 
borescente,  que  partía  de  una  de  las  caras  del  mesen terio  para  ter- 
minar en  la  otra.  El  mesenterio  presentaba  á  todo  lo  largo  de  la 
inserción  entérica  una  multitud  de  lóbulos  adiposos  arborescentes, 
parecidos  á  gruesos  y  apretados  apéndices  epiplóícos,  y  en  todo  el 


resto  de  su  extensión  una  espesa  capa  adiposa  entre  las  dos  hojas 
peritoneales.  Por  encima  de  la  estrechez  el  asa  intestinal  aparecía 
enormemente  dilatada  y  de  gruesas  paredes  (hipertrofia  muscular 
entérica  bien  conocid%  y  constante  en  las  estrecheces  del  intestino) 
y  con  éxtasis  venoso ;  por  debajo  del  anillo  estrictural  el  asa  se  ha- 
llaba yacía,  colapsada  y  de  color  rosado.  Practicamos  sin  pérdida 
de  tiempo  una  entero-anastomosis  lateral,  siguiendo  la  técnica  co- 
rriente, y  cuando  creímos  terminado  lo  más  importante  de  la  ope* 
ración,  descubrimos  á  unos  20  ó  25  cm.  por  encima  de  la  estrechez 
inferior  otra  segunda,  exactamente  igual,  que  hicimos  desaparecer 
practicando  la  enteroplastia  á  lo  HeineckeMikulicz.  La  incisión 
longitudinal  de  la  estenosis  nos  permitió  observar  que  el  calibre  del 
asa  á  su  nivel  era  igual  al  de  una  pluma  de  ave,  que  la  mucosa  es<- 
taba  atróflca,  pero  no  ulcerada,  la  muscular  hipertrofiada  por  en- 
cima de  la  estrechez  y  sustituida  por  tejido  esclerótico  al  nivel  de 
-ésta,  y  la  serosa  reemplazada  por  las  vegetaciones  lipomatosas. 

Después  de  lavar  el  peritoneo  con  abundante  cantidad  de  disolu- 
ción salina  fisiológica  y  colocar  un  desagüe  á  lo  Mikulicz  en  el  án- 
gulo inferior  de  la  herida  hasta  la  pared  rectal  perforada  y  cosida, 
cerramos  el  abdomen  en  el  resto  de  la  incisión. 

El  paciente  decayó  mucho  durante  la  última  fase  operatoria  y  fa- 
lleció veinte  horas  después. 

Sirva  de  escarmiento  este  caso  (que  quizá  se  hubiera  salvado  sin 
la  grave  complicación  de  la  peritonitis  perforativa)  para  aquellos 
médicos  que  no  se  paran  en  poner  en  práctica  procedimientos  ver- 
daderamente brutales.  Roturas  del  intestino  determinadas  por  los 
-enemas  de  agua  carbónica  se  hallan  y  a  consignadas  en  la  literatu- 
ra médica  (casos  de  Jalaguier  y  Lebec),  y  con  las  inyecciones  de  hi- 
drógeno, propuestas  por  Senn,  se  han  producido  también  en  tres 
casos  de  Bryant.  Es  en  verdad  sorprendente  que  el  autor  de  este  úl- 
timo procedimiento  alegue,  para  demostrar  la  inocuidad  de  su  mé- 
todo, que  las  paredes  del  intestino  resisten  una  presión  de  4  á  6  at- 
mósferas. 

La  posibilidad  de  una  rotura  intestinal  me  obliga,  pues,  á  elevar- 
me enérgicamente  contra  el  empleo  sistemático  de  los  enemas  de 
agua  carbónica  á  alta  presión  y  de  las  llamadas  mezclas  gasígenas 
-en  las  oclusiones  del  intestino. 

Pero  el  caso  referido  merece  también  comentarios  desde  el  punto 
de  vista  anatómico,  puesto  que,  recorriendo  la  exposición  que  los 
Pintores  clásicos  de  enfermedades  intestinales  hacen  de  la  anatomía 


8 

de  las  estenosis  del  íleon,  no  he  encontrado  descrita  la  forma  ana- 
tómica observada,  á  la  que  me  atrevo  &  cAliñesLr  áe  estenosis  anular 
Upomatosa  (véase  la  figura).  La  lipomatosis  del  borde  mesentérico 
había  invadido,  como  hemos  ya  dicho,  la  superficie  libre  del  intesti- 
no en  forma  de  anillo  de  2  cm«  de  ancho  por  1  á  2  de  espesor;  la  mu- 
cosa estaba  atrofiada  y  la  muscular  reemplazada  por  tejido  escleró- 
sico de  infiltración.  Por  lo  demás,  la  invasión  lipomatosa  mésente- 
rica  era  perfectamente  limitada,  y  en  el  resto  de  la  superficie  del 
Íleon  no  se  veía  vegetación  epiplóica  alguna,  que  es  lo  que  en  con- 
diciones normales  sucede. 

La  superficie  externa  de  las  estenosis  intestinales  se  halla  descrita 
muy  parcamente  en  los  tratados.  Nothnagel  {Die  Erhrankungen  de» 


Esquema  de  la  estenosis  lipomatosa  anular.  —  a,  o,  anillos  lipomatoso» 
estenósicos ;  6,  mesenterio ;  e,  asa  aferente ;  (2,  asa  eferente. 

Darms  und  des  Peritoneum^  Wien.,  1898,  pág.  266),  después  de  algu- 
nas consideraciones  sobre  las  causas,  número  y  longitud  de  las  es- 
trecheces, dice  que  <en  la  superficie  externa  de  las  mismas  existen 
con  mucha  frecuencia  engrosamientos  peritoníticos  y,  con  frecuen- 
cia también,  adherencias  con  otras  asas  intestinales  y  con  otros 
órganos  (bazo,  hígado,  etc.)*. 

Menos  explícito  es  todavía  Boas  en  su  conocido  tratado  {Dianostik 
und  Therapie  der  Darmkrankheiten,  1899,  pág.  427),  aunque  hace  re- 
ferencia á  los  trabajos  de  Riedel  sobre  las  estenosis  producidas  por 
la  retracción  mesentérica,  la  cual  puede  originar  no  tan  sólo  el  vól- 
vulo  de  la  S  ilíaca,  sino  también  estenosis  del  yeyuno-íleon,  cuando 
la  retracción  peritoneal  se  localiza  en  el  mesenterio  del  intestino  del- 
gado. Pero  estas  lesiones  son  completamente  distintas  de  la  obser- 
vada por  nosotros. 


9 

En  un  trabajo  de  los  más  recientes  y  completos  sobre  las  estenosis 
intestinales,  con  especial  referencia  á  las  tuberculosas,  publicado 
por  el  profesor  Wieting  en  la  Deutsche  Zeitschrift  für  Chirurgie, 
tomo  78,  pág.  341 :  Beitrag  zur  Pathogenese  und  Anatomie  der  auf 
entzündlicher,  namentlich  tubero.  Basis  entstand.  Darnistrikturen, 
etcétera,  tampoco  se  halla  descrita  ni  representada  en  las  numero- 
sas figuras  del  texto  esta  invasión  anular  del  tejido  adiposo  del  me- 
senterio. 

Bn  el  tumor  ileocecal  tuberculoso,  las  masas  adiposas  que  á  ve- 
ces existen,  no  son  de  naturaleza  productiva,  sino  restos  de  los  apon* 
dices  epiplóicos,  y  en  el  intestino  delgado  la  serosa  de  la  estrechez 
puede  hallarse  ulcerada  (estenosis  tuberculosas  principalmente),  y 
desprovista  de  epitelio  peritoneal  y  retraída. 

Por  desgracia,  la  falta  de  autopsia  no  permitió  en  nuestro  caso 
averiguar  la  naturaleza  de  las  estrecheces,  dato  que  á  veces  escapa 
aun  á  la  investigación  microscópica  más  detenida,  y  por  lo  tanto, 
determinar  la  índole  primaría  ó  secundaria  de  la  vegetación  lipo- 
matosa  arborescente.  Claro  es  que  no  se  puede  negar  ni  afirmar  que 
en  la  observación  expuesta  las  estenosis  fueran  de  naturaleza  tu- 
berculosa (faltando  antecedentes  de  traumatismo,  herencia,  sífilis, 
tifoidea,  disentería,  etc.,  quedan  excluidos  los  respectivos  procesos 
ulcerosos  con  estenosis  subsiguiente),  hablando  en  favor  de  la  natu- 
raleza fímica  de  la  estrechez  su  localización  en  el  íleon  y  su  multi- 
plicidad (12  estenosis  del  intestino  delgado  en  un  caso  de  Hofmeis- 
ter:  BerL  klin.  Woch,,  1896,  pág.  227;  9  en  otro  de  Wieting,  loe. 
cit.;  10  en  uno  de  Soerensen  :  Deutsche  med.  Woch.,  V.  B.,  núm.  2), 
mientras  que  la  falta  de  tuberculosis  de  otros  órganos  y  de  ulcera- 
ciones tuberculosas  en  el  intestino  no  la  excluyen  en  modo  alguno. 

En  definitiva,  la  lesión  observada  en  el  caso  expuesto  es  muy  inte- 
resante y  rara,  y  merece  la  pena  dirigir  una  investigación  biópsica 
y  necrópsica  para  descubrir  alteraciones  análogas.  Si  la  estrechez 
es  consecutiva  á  la  invasión  de  la  pared  intestinal  por  los  lóbulos 
adiposos  del  mesenterio  (la  enorme  diferencia  que  existe  entre  la 
longitud  del  intestino  en  el  lado  de  la  inserción  mesentérica  y  la  del 
lado  libre  puede  considerarse  como  un  precedente  fisiológico),  esta- 
mos autorizados  á  considerar  como  nueva  forma  anatómica  la  este- 
nosis  lipomatosa  anular.  Si  la  invasión  de  la  grasa  mesentérica  es 
secundaria  y  subsiguiente  á  alteraciones  de  la  serosa  de  la  zona  es- 
tenosada,  la  lesión  tiene  menos  interés,  pero  el  suficiente  para  lla- 
mar sobre  ella  la  atención. 


10 

En  cuanto  al  tratamiento  de  las  estrecheces^  la  enteroplastia  debe 
reservarse  para  las  estenosis  sencillas  y  de  tejidos  relativamente 
sanos;  la  anastomosis,  con  exclusión  del  asa  6  asas  estenosadas, 
debe  practicarse  en  los  enfermos  muy  decaídos  por  afección  crónica 
ó  aguda  (íleus)  y  la  resección,  con  sutura  ó  botón  de  Murphy,  en 
todos  los  demás  casos. 


REVISTA  DE  TERAPÉUTICA  Y  FARMACOLOGÍA 

DR.  D.  EMILIO  PÉREZ  NOGUERA 

Médico  d«l  Caerpo  da  Staldftd  MUiUr. 


SuMABio  t  I.  Dos  nuevos  anestesióos  locales.»  II.  Empleo  de  la  sal  marina 
oontra  el  reumatismo  crónico. ~III.  Acción  diurética  de  las  irrigaciones 
rectales.^IV.  Los  rayos  X  como  remedio  de  algunas  neuralgias.— Y.  ün 
buen  tenífugo  para  los  niños. 

I.  Des  nuevos  anettótices  lecaios.— El  importante  grupo  farmacológi- 
co de  los  anestésicos  locales^  á  cuya  cabeza  figuran  medicamentos 
tan  activos  y  de  tanta  utilidad  en  la  práctica  médica,  como  la  co- 
caína, la  acoina,  la  eucaina,  el  ortoformo,  la  estovaina  y  la  anes- 
tesina,  acaba  de  enriquecerse  con  dos  nuevos  productos  sintéticos, 
dotados,  al  parecer,  de  gran  energía  medicamentosa,  y  que  han 
sido  introducidos  en  terapéutica  con  las  denominaciones  comercia- 
les de  Alypina  y  Novocaína. 

La  primera  es  un  clorhidraio  de  benzoil-tetrameiil'diamino^penia'' 
nolf  que  sólo  se  diferencia  de  la  estovaina  {clorhidrato  de  benzoU- 
dimeiil  amínO'pentano[)  por  contener  un  grupo  amino-dimetilado. 
Az<^^,  más  que  este  último,  según  puede  apreciarse  comparando 
las  fórmulas  de  constitución  correspondientes  á  dichos  cuerpos. 


s 


CH'-Az<ggI  CH»-Aí<ggÍ 

C«H»-CÜ-C0C«H».HC1  C»H»-00— C0C«H».HC1 


CH' 


CH»-Az  <  g^ 


EttOTaCna.  AiiplM. 

Se  presenta  bajo  forma  de  polvo  blanco,  cristalino,  fácilmente  so- 
luble en  el  agua  y  en  el  alcohol;  fusible  á  los  169^;  que  precipita  de 


II 

sus  disoluciones  acuosas  por  los  reactivos  generales  de  los  alcaloi- 
des y  por  el  yoduro  de  potasio;  que  puede  soportar  sin  descompo- 
nerse temperaturas  superiores  á  100**,.  prolongadas  durante  diez 
minutos,  y  que  posee  una  acción  fisiológica  exactamente  igual 
á  la  de  la  estovaina,  pero  mucho  más  intensa,  sobre  todo  cuando 
se  introduce  en  el  organismo  por  medio  de  inyecciones  intra* 
venosas.  ^ 

Introducida  debajo  de  la  piel  ó  aplicada  sobre  una  mucosa  en  so- 
lución al  4  por  100,  produce  una  completa  insensibilidad  de  todos 
aquellos  tejidos  con  quienes  se  pone  en  contacto,  por  parálisis  de  las 
terminaciones  periféricasde  los  nervios  correspondientes;  pero  como 
sucede  con  la  cocaína  y  con  la  misma  estovaina,  esta  parálisis  se 
desarrolla  también  en  los  centros  y  en  los  troncos  nerviosos  cuando 
el  medicamento  de  que  se  trata  se  pone  en  contacto  directo  con  ellos. 

Para  anestesiar  la  conjuntiva  y  la  córnea  bastan  soluciones  al  2, 
pero  tiene  el  inconveniente  de  determinar  una  intensa  hiperemia  de 
todos  los  tejidos  del  ojo,  debida  á  sus  pronunciados  efectos  vaso- 
dilatadores. 

La  acción  tóxica  de  la  alipina  se  traduce  por  una  parálisis  más  ó 
menos  completa  del  sistema  nervioso  central  (según  la  importancia 
de  la  dosis  administrada)  con  iocalización  muy  especial  en  el  bulbo 
y,  sobre  todo,  en  el  centro  respiratorio.  Esta  parálisis  va  precedida 
de  un  periodo  de  excitación  caracterizado  por  convulsiones  tónicas 
y  clónicas,  acompañadas  algunas  veces  de  alucinaciones  é  hiperes- 
tesia. La  muerte  sobreviene  en  todos  los  casos  por  asfixia. 

Sobre  el  aparato  circulatorio  actúa  disminuyendo  la  frecuencia  y 
la  energía  de  las  contracciones  cardiacas,  pero  donde  principal- 
mente se  manifiesta  su  influencia  es  en  la  presión  vascular,  que  des- 
ciende bruscamente  hasta  8  y  10  milímetros  de  mercurio  á  los  pocos 
segundos  de  haber  practicado  una  inyección  intravenosa  con  solu- 
ción al  2  por  1.000  de  la  expresada  droga.  La  dilatación  de  los  vasos 
es  un  fenómeno  que  se  observa  siempre  después  de  la  aplicación  del 
anestésico,  lo  mismo  que  sucede  con  la  estovaina;  pero,  al  contra- 
rio de  lo  que  ocurre  con  esta  última,  pueden  modificarse  sin  peligro 
alguno  dichas  propiedades  vasodilatadoras,  con  sólo  añadir  á  sus 
soluciones  acuosas  algunas  gotas  de  adrenalina  al  milésimo. 

La  solución  diluida  al  1  por  100  carece  de  acción  tópica  irritante  y 
no  modifica  el  estado  de  la  pupila,  las  funciones  de  acomodación 
ni  la  presión  intravascular;  pero  las  concentradas  al  4  ó  5  por  igual 
proporción,  irritan  fuertemente  los  tejidos  que  tocan  y  dan  origen  á 


12 
una  midriasis  bastante  pronunciada  que  suele  prolongarse  cerca  de 
una  hora. 

En  cuanto  á  su  coeficiente  de  toxicidad  por  kilogramo  vivo,  puede 
evaluarse,  según  se  desprende  de  los  estudios  experimentales  de 
Impens  y  Chevalier,  en  7  centigramos  por  vía  subcutánea,  en  6  por 
vía  intraperitoneal  y  en  2  miligramos  bajo  forma  de  inyecciones 
intravenosas. 

Hasta  ahora  sólo  se  ha  empleado  en  laringología,  urología,  oftal- 
mología y  operaciones  dentarias,  utilizando  soluciones  acuosas 
cuya  concentración  ha  variado  entre  2  y  4  por  100.  En  la  práctica 
quirúrgica  ordinaria  no  ha  llegado  á  generalizarse,  pues  para  obte- 
ner una  anestesia  algo  duradera  se  necesita  hacer  uso  de  soluciones 
al  4,  las  que  inyectadas  debajo  de  la  piel  suelen  dar  origen  á  gran- 
des fenómenos  de  irritación  local  y  hasta  algunas  veces  á  verdade- 
ros focos  de  gangrena. 

Estas  mismas  propiedades  irritantes  contraindican  formalmente 
su  empleo  en  la  práctica  de  la  anestesia  medular  por  medio  de  in- 
yecciones intrarraquídianas. 

En  resumen ;  el  medicamento  de  que  se  trata  es  un  anestésico 
local  de  acción  fisiológica  muy  semejante  á  la  de  los  demás  com- 
puestos farmacológicos  del  mismo  grupo,  sobre  todo  á  los  de  la 
esto  vaina  y  cocaína,  pero  de  propiedades  terapéuticas  muy  inferio- 
res á  las  de  dichos  cuerpos.  Del  primero  se  distinguen  por  desenvol- 
ver mayor  irritación  local  y  poseer  un  coeficiente  de  toxicidad  mu- 
cho más  grande ;  del  segundo,  ó  sea  de  la  cocaína ,  por  desarrollar 
efectos  vasodilatadores  bastante  acentuados  y  ser  más  irritante, 
menos  anestésico  y  algo  menos  tóxico  (sobre  todo  cuando  se  admi- 
nistra por  vía  subcutánea). 

El  segundo  compuesto  medicinal  de  que  hoy  tenemos  que  ocupar- 
nos, es  la  Novocaína  6  clorhidrato  ácido  de  p-aminO'benzoil^eiil-- 
amino-eihanal^ 

C-NH«.H01 

HC.  yQU 

C— COO.C*H*N(C«H»)» 

obtenido  por  primera  vez  por  Einhorn  y  Uhfelder,  y  que  se  presenta 
bajo  la  forma  de  finas  agujas  incoloras,  fusibles  á  156,  solubles  en 


13 

su  peso  de  agua  fría  y  en  30  partes  de  alcohol  ordinario.  Las  solu- 
ciones acuosas  de  este  nuevo  remedio  pueden  someterse  durante 
quince  ó  veinte  minutos  á  temperaturas  de  ebullición,  sin  que  se  al- 
teren ni  descompongan  en  lo  más  mínimo. 

Según  se  deduce  de  los  experimentos  practicados  por  Bíeberpel 
(de  Breslau),  la  novocaína  desenvuelve  ya  una  acción  anestésica 
bastante  pronunciada,  con  soluciones  al  0'25  por  100 ;  pero  nunca 
produce  efectos  secundarios  desagradables,  ni  aun  haciendo  uso  de 
soluciones  muy  concentradas  (al  20  por  100).  No  desenvuelve  acción 
tópica  irritante,  pues  puede  aplicarse  sin  inconveniente  alguno 
bajo  forma  de  polvo  sobre  los  tejidos  más  delicados,  y  no  ocasiona 
ningún  trastorno  de  la  respiración  ni  de  la  circulación  cuando  se 
administra  por  vía  subcutánea  en  cantidad  de  15  á  20  centigramos 
por  kilogramo  del  animal  sometido  á  la  experiencia. 

Dosis  más  altas  desenvuelven  los  mismos  fenómenos  que  la  co- 
caína, la  esto  vaina,,  la  alipina  y  demás  medicamentos  del  mismo 
grupo,  pues  hacen  descender  la  presión  sanguínea  y  paralizan  los 
centros  nerviosos,  ocasionando  la  muerte  por  asñxia;  pero  para 
llegar  á  producir  tan  graves  accidentes  se  necesitan  cantidades 
muy  elevadas  de  este  nuevo  anestésico,  desde  el  momento  que  su 
dosis  tóxica  mortal  puede  calcularse  en  35  á  40  centigramos  por  ki- 
logramo vivo. 

Las  indicaciones  de  la  novocaína  son,  en  general,  las  de  los 
compuestos  análogos,  pero  muy  especialmente  la  anestesia  quirúr- 
gica y  las  extracciones  de  dientes,  á  causa  de  su  débil  toxicidad 
y  de  carecer  casi  en  absoluto  de  acción  tópica  irritante.  Brandt  ha 
llevado  á  término  150  operaciones,  sin  más  anestesia  que  la  deter- 
minada por  este  nuevo  producto  medicamentoso,  no  obstante  figu- 
rar en  dicha  estadística  algunos  casos  de  uranoplastias,  estañlorra- 
flas,  gastrostomías  y  entérostomías. 

Como  se  trata  de  un  compuesto  vasodilatador,  es  conveniente 
para  evitar  grandes  hemorragias  en  los  actos  quirúrgicos,  añadir  á 
la  solución  de  novocaína  pequeñas  cantidades  de  adrenalina,  se- 
gún se  detalla  en  las  fórmulas  siguientes: 

Núm.  1.    Novocaína 10  centigramos. 

Bolación  salina  fisiológica 10  gramos. 

Solución  de  adrenalina  al  milésimo. . .    X  gotas. 

Núm.  2.    Novocaína 10  centigramos. 

Solución  salina  fisiológica 5  cent.  cúb. 

Solución  de  adrenalina  al  milésimo...    X  gotas. 


14 

Esta  última,  que  corresponde  á  una  solución  al  2  por  100,  está 
principalmente  indicada  en  los  casos  de  extracciones  dentarias  6 
de  operaciones  muy  largas  y  dolorosas;  en  todos  los  demás  bastan 
las  soluciones  al  centesimo,  como  las  representadas  por  la  fórmula 
núm.  1. 

En  resumen:  la  novocaína  parece  ser  un  anestésico  ideal,  de 
acción  terapéutica  tan  duradera  y  acentuada  como  la  cocaína, 
desprovisto  por  completo  de  acción  irritante  local  y  mucho  menos 
tóxico  que  todos  los  demás  medicamentos  análogos  empleados 
hasta  ahora,  excepción  hecha  de  la  esto  vaina. 

Esperemos,  sin  embargo,  á  que  nuevos  estudios  experimentales 
vengan  á  confirmar  tan  halagüeñas  promesas. 

II.  Empleo  de  la  eal  marina  contra  el  reumatismo  erinlee.  —  Hace  ya  mu- 
cho tiempo  que  se  emplea  empíricamente  en  Rusia  por  las  gentes 
del  pueblo  un  tratamiento  muy  eficaz  del  reumatismo  crónico,  que 
consiste  en  friccionar  las  articulaciones  enfermas  con  sal  común 
ligeramente  humedecida.  Dichas  fricciones  se  repiten  dos  ó  tres  ve- 
ces al  día  y  se  prolongan  durante  quince  minutos,  envolviendo  des- 
pués la  parte  friccionada  en  un  trozo  'de  bayeta  caliente  ó  en  una 
gruesa  capa  de  algodón. 

Teniendo  en  cuenta  los  buenos  resultados  obtenidos  con  tan  sen- 
cillo procedimiento,  el  Dr.  N.  Falipie  ha  hecho  uso  de  la  sal  marina 
en  solución  concentracía  y  bajo  forma  de  compresas,  en  once  casos 
de  reumatismo  articular  crónico.  Después  de  aplicar  la  compresa 
bien  empapada  en  la  solución  de^al,  sobre  la  articulación  invadida, 
la  rodea  de  franela  y  de  tafetán  gomado,  renovando  las  aplicacio- 
nes cada  cuatro  horas. 

Todos  los  enfermos  tratados  de  esta  suerte  curaron  por  completo 
en  un  plazo  relativamente  corto,  pues  rara  vez  solfa  exceder  de  tres 
septenarios.  Además,  el  dolor  y  la  tumefacción  desaparecían  muy 
rápidamente,  sin  que  en  ninflUin  caso  pudiera  comprobarse  la  exis- 
tencia de  fenómenos  de  irritación  local. 

III.  Acción  diurétiea  de  las  irrigaciones  rectales.  —  Según  un  articulo 
publicado  en  el  British  Medical  Journal^  los  enemas  de  solución 
fisiológica  de  cloruro  de  sodio  desenvuelven  un  efecto  estimulante 
sumamente  acentuado  sobre  las  funciones  renales,  determinando 
un  aumento  tan  rápido  y  seguro  de  la  cantidad  de  orina  como  el 
que  producen  los  diuréticos  más  activos  de  nuestra  materia  médica. 

Gracias  á  esta  acción  especial  se  consiguen  dos  importantes  re- 


15 

soltados:  el  aumento  de  la  cantidad  de  orina  y  la  disminución  de 
las  congestiones  renales,  observándose  en  el  primero  dos  periodos 
distintos  que  corresponden  á  una  aceleración  refleja  de  la  circula- 
ción sanguínea  y  &  una  mayor  actividad  en  la  absorción  y  filtra- 
ción del  liquido  por  parte  de  }as  células  propias  del  órgano. 

La  experiencia  clínica  ha  demostrado  que  cuando  la  tensión  arte- 
rial está  muy  elevada,  las  irrigaciones  rectales,  producen  súbita- 
mente un  ligero  aumento,  pero  sólo  se  trata  de  un  fenómeno  muy 
pasajero  que  no  tarda  en  ir  seguido  de  considerable  disminución, 
gracias  al  desarrollo  de  una  abundante  diuresis  unida  á  una  mayor 
actividad  de  las  funciones  intestinales.  Dicho  descenso  de  presión 
sanguínea  va  acompañada  de  gran  sensación  de  bienestar  y  á  ve- 
ces de  sueño. 

He  aquí  el  método  que  el  Dr.  Coleman  Kemp  recomienda:  colocado 
el  enfermo  en  el  lecho  en  posición  lateral  y  con  las  piernas  dobladas, 
se  introduce  en  el  recto  una  cánula  de  doble  corriente;  se  adapta  á 
ella  el  tubo  de  un  irrigador  de  varios  litros  de  cabida  lleno  de  solu- 
ción décimonormal  de  cloruro  sódico  caliente,  y  se  regula  la  presión 
de  manera  que,  aunque  la  referida  solución  entre  y  salga  de  conti- 
nuo en  el  intestino,  permanezca  siempre  en  él  una  cantidad  aproxi- 
mada á  500  gramos.  Oe  este  modo  deben  inyectarse,  durante  cada 
sesión,  unos  30  litros  de  dicho  suero  artificial. 

Si  fuera  necesario,  no  hay  inconveniente  en  repetir  las  irrigacio- 
nes cada  tres  ó  cuatro  horas,  y  gracias  á  tan  sencillo  procedimiento, 
que  bien  pudiera  llamarse  de  corriente  continua,  se  obtiene  el  má- 
ximum de  absorción,  que  el  autor  ha  calcula  en  1  litro  porcada  3  ó 
4  que  se  irrigan. 

IV.  Los  rayes  X  eomo  remodio  de  algunat  neuralgias.— Sabido  es  que  uno 
de  los  más  constantes  y  valiosos  efectos  de  los  rayos  Róntgen,  cuan- 
do se  aplican  contra  los  tumores  malignos,  es  la  producción  de  una 
analgesia  más  ó  menos  intensa  y  duradera,  pero  que  no  falta  nun- 
ca. Partiendo  de  este  hecho  plenamente  demostrado  por  todos  los 
especialistas,  el  Dr.  Leonard  ha  tenido  la  idea  de  aplicar  dichos 
efectos  anestésicos  al  tratamiento  de  las  neuralgias,  obteniendo 
hasta  ahora  resultados  que  pueden  calificarse  de  muy  satisfacto- 
rios, pues  entre  oíros  éxitos  de  menor  cuantía,  cuya  descripción  ca- 
rece de  interés,  presenta  la  observación  de  dos  casos  crónicos  y  re- 
beldes completamente  curados,  después  de  haber  resistido  durante 
mucho  tiempo  á  toda  clase  de  remedios  antineurálgicos,  tanto  ex- 
ternos como  internos. 


16 

El  primero  se  reñere  á  ud  enfermo  de  neuralgia  suborbitaria  con- 
secutiva á  la  gripe:  después  de  haber  hecho  uso  inútilmente  de  mul- 
titud de  medicaciones,  recurrió  al  empleo  de  los  rayos  ROntgen,  ini- 
ciándose la  mejoría  desde  la  primera  sesión,  de  tres  minutos,  y  lle- 
gando á  curar  por  completo  algunas  semanas  más  tarde.  El  otro 
corresponde  á  un  individuo  que  venia  sufriendo  desde  hacia  siete 
meses  una  neuralgia  muy  aguda  de  los  dos  nervios  dentales  y  que 
antes  la  había  padecido  en  diferentes  ramos  del  trigémino.  Tres  se* 
siones  de  á  cinco  minutos  cada  una,  repetidas  un  día  sí  y  otro  no, 
bastaron  para  determinar  el  alivio  de  los  fenómenos  dolorosos,  y  la 
curación  fué  definitiva,  á  partir  de  la  octava,  sin  que  en  dos  años 
hayan  vuelto  á  manifestarse  nuevos  ataques. 

Además,  el  autor  añrma  que  la  radioterapia  puede  ser  útil  hasta 
en  ciertas  formas  de  neuritis,  fundándose  para  hacer  tal  afirmación 
en  el  caso  de  una  mujer  asistida  por  él,  y  que  no  obstante  hallarse 
afectada  de  neuritis  del  facial  con  degeneración  del  nervio,  conse- 
guía verse  libre  de  dolores  durante  toda  la  tarde  y  una  parte  de  la 
noche  que  seguían  á  la  aplicación  de  dicho  remedio.  En  otro  enfer- 
mo con  tic  doloroso  de  la  cara,  cuyas  crisis  se  reproducían  cada 
cinco  minutos,  privándole  del  sueño  y  del  descanso,  la  beneficiosa 
influencia  de  los  rayos  X  se  hizo  sentir  casi  en  seguida,  manifestán- 
dose por  la  cesación  de  los  dolores  y  por  la  desaparición  de  las  cri- 
sis convulsivas. 

El  mismo  autor  ha  tenido  ocasión  de  observar  efectos  análogos 
en  otra  multitud  de  dolores  independientes  de  las  neuralgias  y,  so- 
bre todo,  en  los  provocados  por  la  gota  y  por  el  reumatismo  articu- 
lar crónico. 

V.  Un  buen  tenffugo  para  Im  nlflot.  —  El  Dr.  Guida  recomienda: 

Aeido  salioilioo 60 centigramos. 

Extracto  etéreo  (le  helécho  macho 75  ^ 

Qoma  arábiga 8  f^ramos. 

Jarabe  simple 60       — 

Ai^na  destilada • 100       — 

Esencia  de  canela X  Kotas. 

Para  tomar  toda  la  fórmala  en  ayunas  en  dos  fracciones  con  una  hora 
de  intervalo. 

Otros  prefieren : 

Extracto  etéreo  de  helécho  macho 4  gramos. 

Goma  arábiga  en  polvo 4       — 

Jarabe  de  éter 40       — 

Airna  destilada  de  menta 100       — 

Para  tomar  por  la  mañana  en  ayunas  en  nna  ó  dos  veces. 


n 

También  pueden  administrarse  las  ñores  de  Kouso(10ól5  gra- 
mos de  polvo  mezclados  con  20  ó  30  de  azúcar) ;  el  semen  contra  muy 
recomendado  por  Chaussur: 

Calomelanos  al  vapor 10  centigramos. 

Semencontra • 20  ^ 

Alcanfor - 15  — 

Jarabe  de  goma 80  — 

6  la  esencia  de  trementina,  que  suele  dar  en  ciertos  casos  rebeldes 
resultados  superiores  á  los  dem&s  tenífugos: 

Esencia  de  trementina 6  gramos. 

Poción  gomosa 100       — 

Para  tomar  de  una  vei. 


bibliografía 

POR    K 

DOCTOR  RODOLFO  DEL  CASTILLO 


SioHAOVLA  MKDiooBVM  ocvLABTOBVM,  por  Mr.  Emílío  Espérandiou. 

La  epigrafía  en  todos  los  tiempos  ha  tenido  gran  importancia  por 
los  interesantes  datos  que  ha  suministrado  á  la  historia  y  á  la  fllo- 
iogia.  En  sus  comienzos,  dio  preferencia  al  estudio  de  los  epígra- 
fes griegos  y  latinos,  pero  más  adelante  y  á  principio  del  siglo  pa- 
sado penetra  en  el  Oriente,  y  aquellos  pueblos  que  hasta  entonces 
habían  sido  arca  cerrada  á  nuestras  investigaciones,  presentan- 
noslo  á  nuestros  ojos  con  todas  las  maravillas  de  su  espléndido  pa- 
sado. A  las  inscripciones  Coptas  debieron  Champollion  y  otros  el 
conocimiento  de  la  vida  del  antiguo  Egipto,  de  igual  suerte  que  á  los 
descubrimientos  de  Layard,  en  Ninive,  debemos  á  Smith  el  que  nos 
haya  revelado  la  espléndida  civilización  Asirio-Caldea. 

De  todas  las  inscripciones,  las  más  estudiadas  han  sido  las  latinas, 
y  á  ellas  pertenecen  las  de  los  llamados  sellos  de  oculistas  roma- 
nos, que  en  poco  tiempo  ha  venido  á  constituirse  en  una  especiali- 
dad, que  ha  testimoniado  lo  que  la  oftalmología  era  en  los  tiempos  de 
Augusto,  y  si  bien  Sichel,  Grotefend,  Klein,  Villefosse,  Thedenat  y 
otros  habían  ya  publicado  numerosos  é  interesantes  trabajos  refe- 
rentes á  ellos,  es  lo  cierto  que  al  sabio  Mr.  Emilio  Espérandieu  dé- 
bese la  obra  más  completa  hasta  hoy  publicada,  con  su  libro  titula- 

9 


18 

do  Recueil  des  cacheta  d'oculistes  romainn^  en  el  cual  su  autor  da  á 
la  estampa  todas  las  inscripciones  de  aquellos  sellos  hasta  entonces 
catalogados,  con  los  nombres  de  los  oculistas,  el  de  los  colirios,  sus 
aplicaciones  en  las  diversas  afecciones  de  los  ojos,  etc.,  y  termina 
su  obra  con  una  bibliografía  de  lo  más  completa  de  cuantos  traba- 
jos se  habían  publicado  desde  los  de  Juan  Smet,  en  1678,  hasta 
nuestros  días. 

Cuando  esta  obra  se  publicó  en  1893,  fué  objeto  su  autor  de  Iqs 
plácemes  más  entusiastas,  y  se  le  consideró  como  uno  de  los  epigra- 
Astas  más  distinguidos  de  la  Francia,  pues  su  obra  era  la  síntesis 
de  cuanto  se  había  dicho  y  discutido  referente  á  unos  monumentos 
que  venían  á  esclarecer  la  historia  de  la  oculística  en  los  dominios 
de  Roma. 

No  estimamos  impertinente  el  que  se  diga  que  Mr.  Espérandieu  no 
es  médico,  ni  oculista,  sino  un  ilustre  oñcial  del  ejército  francés,  y 
que  los  ocios  que  le  permite  la  milicia  los  emplea  en  el  estudio  de  la 
arqueología,  en  la  que,  como  ya  hemos  dicho,  ha  conquistado  nom- 
bre y  fama,  y  tan  es  así,  que  los  alemanes,  que  son  hoy  los  que  ca- 
minan á  la  cabeza  de  los  estudios  de  la  epigrafía  latina,  le  han  con- 
ñado  el  trabajo  de  agrupar  todas  estas  inscripciones,  que  han  de 
servir  para  el  volumen  XIII  del  Corpus  inscriptionum  laiinorum. 

De  este  trabajo  ha  hecho  Mr.  Espérandieu  un  libro  por  separado 
que  titula  Signacula  medicarum  oculariorum,  en  el  que  comienza  di- 
ciendo :  «Las  inscripciones  especiales  que  empleaban  los  médicos 
oculistas  se  hallan  descritas  en  multitud  de  folletos,  de  los  cuales 
sólo  haré  aquí  mención  de  aquellos  que  estimo  de  mayor  interés, 
pues  de  los  demás  creo  que  bastará  con  citar  los  lemas  que  llevan 
cada  uno  de  los  sellos»;  á  continuación  va  enumerando  las  inscrip- 
ciones de  estos  sellos,  indicando  la  substancia  de  que  se  componen, 
sus  dimensiones,  forma  geométrica,  año  y  lugar  en  que  fueron  ha- 
llados, número  de  inscripciones  y  sitio  en  que  van  grabadas,  las  que 
se  reproducen  con  exactitud  por  delicadas  improntas.  Las  inscrip- 
ciones de  muchas  barras  de  colirios  encontradas  en  su  mayoría  en 
una  tumba  romana  en  Reims,  allá  por  el  año  de  1854,  como  la  de  mu- 
chos vasos  de  los  destinados  por  los  oculistas  para  conservar  los 
colirios»  hacen  un  total  de  231  inscripciones,  que  son  hasta  hoy  las 
conocidas.  Como  estos  sellos  eran  muy  variados,  como  ya  hemos 
dicho,  el  autor  del  libro  los  describe  en  capítulo  separado,  y  á  me- 
dida que  va  indicando  sus  particularidades,  les  señala  el  número  de 
orden  para  mejor  comprensión  del  lector. 


19 

Después,  y  por  orden  alfabético,  da  á  conocer  los  nombres  y  cog- 
nemes  de  los  oculistas  que  figuran  en  él,  los  colirios  y  las  enferme- 
dades en  que  debían  aplicarse  éstos. 

Varios  capítulos  indican  después  los  nombres  de  los  lugares  en 
donde  fueron  hallados,  museos  y  centros  científicos  en  que  se  en- 
cuentran, como  los  que  se  hallan  en  poder  de  particulares,  y  por  úl- 
timo, termina  tan  interesante  obra  con  un  atlas  de  los  facsímiles  de 
los  sellos  descritos. 

Para  terminar,  diremos  que  el  autor  ha  dado  á  su  libro  un  corte 
clásico  y  en  él  refleja  sus  profundos  conocimientos  y  gran  erudición 
en  rama  tan  difícil  de  los  conocimientos  humanos,  y  por  ello  no  he- 
mos de  regatearle  nuestra  modesta  felicitación  por  tan  meritfsi- 
ma  obra. 

REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

BEAL     ACADEMIA    DE    MEDICINA     DE    MADRID 
8e$ión  del  dia  i2  de  Mayo  de  Í90fí. 

Profilaxis  de  la  tuberculosis.  —  El  Dr.  Hernández  Briz,  al  reanadarBe  este 
debate,  dice  que  en  el  imporfcaotisimo  asuato  de  la  taberculosis  había  que 
tener  presente  dos  puntos  de  mira:  el  primero,  la  lucha  contra  el  esputo, 
procurando  por  todos  los  medios  posibles  combatir  el  germen  especifíco,  la 
semilla  tuberculosa,  pues  sin  el  germen  ó  semilla  no  hay  enfermedad,  como 
lo  prueban  aquellas  poblaciones  donde  no  existía  todavía  la  tuberculosis, 
por  no  haber  llegado  á  ellas  dicho  germen.  Al  efecto,  recuerda  lo  expuesto 
por  el  Dr.  Larra  al  hablar  de  una  población  que  estuvo  muchos  años  siendo 
desconocida  esta  dolencia,  hasta  que  ahora  la  padecen  por  haber  llegado 
á  ella  la  semilla  de  la  enfermedad;  que  lo  mismo  ocurre  en  un  pueblo  de 
la  Sierra,  Peguerioos,  á  1.600  metros  de  altitud,  que  no  la  padecen  hasta 
que  es  llevada  por  alguno.  Que  desgraciadamente  no  habrá  ningún  pueblo 
quesea  refractario  á  esta  plaga,  asi  como  tampoco  habrá  ninguna  edad 
de  la  vida  en  que  no  se  padezca  esta  enfermedad;  que  desdo  el  niño  recién 
nacido  hasta  el  anciano  de  más  edad,  en  todas  las  épocas  se  contrae  y  se 
padece  esta  dolencia,  que  ataca  á  todos  los  tejidos  de  la  economía,  y  de 
aquilas  numaroáisimas  variedades  que  presenta. 

El  segundo  punto  de  mira  es  macho  más  importante  que  el  primero :  es 
hacer  estéril  el  terreno  humano  para  que  no  germine  en  él  la  semilla  tu- 
berculosa ;  mantener  despiertas  y  activas  las  defensas  orgánicas ;  sostener 


20 

la  perfecta  nutrición  celnlar ;  rigorízar  el  organismo  y  la  raza  por  todoB  lo» 
medios.  Que  hay  que  combatir  el  alcoholismo  y  la  si/ilis  que  contribuyen 
poderosamente  A  favorecer  los  estragos  de  la  tuberculosis ;  que  el  sifilítico 
que  adquiere  la  tuberculosis  es,  como  ha  dicho  un  gran  clínico,  una  reía, 
que  se  consume  por  los  dos  extremos  para  desaparecer  rápidamente. 

Para  yigorizar  y  fortalecer  al  hombre,  hay  que  empezar  desde  el  na- 
cimiento; que  la  alimentación  y  crianza  del  niño  tiene  que  reglamentarse,, 
pues  en  todas  las  clases  sociales  hay  un  desconocimiento  absoluto  en  toda 
cnanto  á  este  importantísimo  asunto  se  refiera.  Dice  que  mucho  antes  del 
nacimiento  hay  que  dirigir  nuestra  mirada  por  los  hijos  del  alcohólico  y 
sifilítico ;  son  seres  raquíticos  y  miserables,  como  decía  elocuentemente  el 
genial  Letamendi ;  de  esos  padres  ntieerdn  borradores  de  hijos,  incapaces  de 
ponerlos  en  limpio  la  diosa  H¡/gea  con  todo  su  poder. 

Hay  que  multiplicar  las  instituciones  de  las  Chtas  de  leche^  como  la  fun* 
dada  por  el  Dr.  ülecia;  pablicar  cartillas  y  dar  conferencias  en  escuelas  y 
colegios,  etc.,  y  hacer  propaganda  de  estas  ideas. 

Debe  combatirse  toda  enfermedad  tuhercuUgena,  como  el  sarampión^  la 
coqueluche  y  la  gripe,  las  cuales  despiertan  y  abonan  el  terreno  para  que  en 
él  germine  la  tuberculosis  que  estuviese  latente  en  la  conralecencia  d& 
estas  enfermedades,  pues  cree  el  Dr.  Briz  que  las  toxinas  del  bacilo  de 
estas  tres  enfermedades  tienen  muchos  puntos  de  contacto  con  la  toxina  de 
la  tuberculosis.  Que  hay  que  ocuparse  de  la  grandísima  mortalidad  de  los 
nifios  menores  de  doce  afios,  y  que  por  miles  se  cuentan  los  que  sucumben 
en  Madrid  de  meningitis,  probablemente  la  mayoría  de  ellos  de  naturaleza 
tuberculosa  y  de  otras  clases  de  meningitis  bulbares,  rápidamente  mortales, 
que  hace  falta  estudiar,  citando  lo  que  ocurría  en  un  colegio  de  esta  corte,. 
'  que  había  producido  justificada  alarma  los  casos  presentados,  pues  en  horas 
morían  algunos  nifios  sin  dar  tiempo  á  que  los  riera  el  médico,  y  con  un 
síndrome  más  ó  menos  parecido  á  la  meningitis  cerebro-espinal. 

Dice  que  está  conforme  con  cuanto  había  dicho  el  Dr.  Toloea  respecto 
á  los  sanatorios  marinos,  que  debían  multiplicarse,  porque  contribuían  po- 
derosamente á  fortalecer  al  nifio,  curándole  sus  enfermedades  pretubercu- 
losas,  y  que  ahora  se  ocuparía  de  la  acción  terapéutica,  indicaciones  y  con- 
traindicación es  del  clima  de  montaña.  Que  la  experiencia  personal  durante 
diecisiete  años  seguidos  en  el  verano  y  parte  del  otoño,  en  la  sierra  de 
Guadarrama,  zona  granítica  de  la  prorincia  de  Madrid,  le  había  permitido 
observar  la  acción  verdaderamente  prodigiosa;  que  tenia  hechos  qne  veía 
confirmados  por  los  principales  clínicos  é  higienistas  de  Europa. 

Añade  que  es  tan  accidentado  el  terreno  de  nuestra  península,  que  no 
teníamos  que  envidiar  á  nadie  para  poseer  el  clima  que  nosotros  necesitá- 
semos; que  sin  salir  de  Madrid,  sin  perder  de  vista  la  torre  de  Santa  Cruz, 
estaban  representados  los  principales  climas,  pues  desde  el  punto  más 
alto,  qne  es  la  Peña  Lara,  hasta  el  más  bajo,  que  está  en  la  confluencia  del 
Tajo  con  el  Algodor,  hay  un  desnivel  de  cerca  de  2.000  metros;  que  con 
este  sólo  dato  se  viene  en  conocimiento  de  lo  desigual  de  su  territorio. 

La  Sierra  llamada  comunmente  de  Guadarrama  es  una  estribación  de  la 
cordillera  Carpetobetónica,  que  se  estudia  desde  saliente  á  poniente,  ce- 
rrando el  norte  y  con  exposición  al  mediodía;  que  está  en  la  zona  graní- 


21 

tica  de  la  provincia  y  qae  tiene  namerosos  pueblos  perfectamente  urba- 
nizados; que  desde  Miraflores  de  la  Sierra,  El  Espinar,  Guadarrama,  El 
Escorial,  San  Lorenzo,  basta  San  Martin  de  Yaldeiglesias,  Las  Navas,  et- 
cétera, podían  utilizarse  perfectamente  por  encontrarse  en  la  altitud  del 
clima  de  montaña. 

El  clima  de  montaña  ha  de  tener  una  altitud  de  1.000  á  1.800  metros  de 
altura  media,  la  mejor  de  todas,  según  todos  los  observadores,  pues  las  dé* 
biles  disminuciones  de  presión  que  corresponden  á  esta  altitud  no  tienen 
contraindicaciones  y  es  donde  deben  instalarse  los  sanatorios  de  montaña; 
que  á  esta  altura  es  más  amplia  y  rápida  la  respiración,  que  el  tórax  se  di- 
lata mejor,  el  anhídrido  carbónico  de  la  sangre  disminuye,  y  que  los  actos 
respiratorios  son  habitualmente  mejor  estimulados,  según  las  observacio- 
nes de  Veragut,  Beguerd,  A.  RobÍQ,.Binet,  etc. 

Entre  loe  muchísimos  niños  menores  de  once  años,  que  en  los  diecisie  - 
te  años  había  observado  (teniendo  en  cuenta  que  sólo  á  El  Escorial  con* 
currian  en  los  veranos  unos  8.000  próximamente),  en  todos  ellos  se  obser- 
vaba, hasta  por  las  personas  indoctas,  la  mayor  oxigenación  de  la  sangre; 
-que  llegaban  pálidos,  anémicos,  y  á  los  pocos  días  su  piel  se  coloraba  de 
carmín,  la  mirada  era  más  viva,  el  apetito  aumentaba,  el  sueño  era  mayor, 
•en  una  palabra,  que  la  nutrición  era  más  activa. 

Hay  que  tener  presente  que  en  el  clima  de  montaña  son  varios  los  facto- 
res quiS  le  daban  carácter  y  especialización. 

1.*  La  altitud  media  ya  indicada. 

2.<*  La  mayor  luminosidad  de  la  atmósfera ;  que  la  luz  en  toda  esta  re* 
gión  es  más  viva;  que  los  rayos  químicos,  los  ultravioletas,  son  más  in- 
tensos y  numerosos;  que  experimen  taimen  te  había  comprobado  que  la 
placa  fotográfica  necesitaba  mucha  menos  exposición  en  esa  altura  que  en 
los  sitios  bajos.  Que  es  tan  importante  esta  acción  del  agente  luminoso, 
«jerce  tan  maravillosa  influencia  en  el  organismo  humauo,  que  una  parte 
grandísima  de  sus  beneficios  se  debe  indudablemente  á  esto.  Cita  las  ob- 
servaciones recogidas  en  los  artilleros,  que  subieron  á  las  alturas  del  Puerto 
de  Malagón  y  meseta  del  arca  de  San  Juan  (1.600  y  1.786  metros),  sitios  de 
atmósfera  fría,  y  que  se  observó  el  fenómeno  del  desprendimiento  de  la 
epidermis  de  la  cara. 

La  luz  solar  dice  que  tiene  una  acción  verdaderamente  mineralizadora, 
iónica  en  alto  grado,  efectos  terapéuticos  de  todos  conocidos. 

£1  tercer  factor,  y  de  una  importancia  excepcional,  descubierto  reciente- 
mente, es  la  radio-actividad  de  la  atmóefera.  Que  el  aire  atmosférico  ha  de-  . 
mostrado  el  profesor  Saake,  en  1904,  que  contiene  substancias  radio  acti- 
vas, habiendo  visto  que  el  aire  es  de  tres  á  cinco  veces  más  rico  en  substan- 
cias radio-activas  eu  estas  alturas  que  en  los  valles;  que  como  la  diferencia 
de  tensión  eléctrica  entre  el  aire  y  el  suelo  aumenta  á  medida  que  nos  ele- 
vamos, debe  haber  en  las  montañas  una  acumulación  sobre  la  superficie 
del  cuerpo  humano  de  substancias  radio -activas  más  considerable  que  en  la 
llanura;  añade  que  si  no  sería  éste  el  secreto  de  la  influencia  favorable  so- 
bre el  organismo  de  las  altitudes;  que  empezaban  á  esbozarse  ahora  estos 
estudios  y  que  el  tiempo  lo  aclararía. 

El  cuarto  factor  es  el  suelo  y  los  vegetales  que  lo  pueblan.  Que  en  esta 


22 

sierra  el  snelo  es  guHs  y  granito;  qae  su  regetación  es  Tariadisíma,  exis- 
tiendo 1.062  especies  silvestres  y  asilvestrados  de  plantas,  abundando  las 
aromatico-bal(>ámicas  y  las  coniferas;  que  hay,  por  tanto,  el  quinto  de  la 
vegetación  de  Espafia;  que  unido  esto  d  la  pureza  de  sus  aguas  de  manan- 
tial, que  procedentes  del  derretimiento  de  las  nieven  que  en  el  invierno  cu* 
bren  las  alturas,  y  filtradas  por  el  granito,  nacen  purísimas, casi  destiladas, 
por  no  disolver  apenas  sales,  y  muy  frescas.  Que  el  aire,  impregnado  del 
aroma  de  las  plantas  resi no-balsámicas,  le  hace  tónico  y  excitante  en  ex- 
tremo. 

El  quinto  factor  lo  forman  los  fenómenos  meteorológicos.  Que  la  seque- 
dad de  la  atmósfera  en  verano  y  otofto  es  grande,  pues  apenas  hay  lluvias 
en  esta  época,  cayendo  algnna  agua  en  otoño,  muy  poca.  Que  el  cielo  es 
despejado  y  de  una  transparencia  y  limpidez  asombrosa,  que  se  dibuja  el 
contorno  de  las  rocas  en  sus  menores  detalles  sin  bruma  alguna.  Que  en 
invierno  cae  toda  el  agna  y  su  primavera  es  muy  desigual  y  ventosa,  sien- 
do, por  tanto,  el  verano  y  otoño  la  mejor  época,  y  la  que  se  debe  aprovechar 
para  la  cura  de  montaña. 

*  La  acción  antiséptica  del  aire  á  estas  alturas,  que  no  contiene  gérme- 
nes ni  bacterias,  es  grande,  pues  Eoch,  Mittchell,  Groch,  etc.,  han  de- 
mostrado experimental  mente  la  desaparición  de  los  bacilos  en  los  espu- 
tos expuestos  á  la  luz  en  estas  alturas. 

En  el  Bcal  sitio  de  San  Lorenzo  el  centro  de  sus  observaciones  está  si- 
tuado á  la  mitad  próximamente  de  altura  de  la  falda  de  la  sierra  Carpe- 
tana,  con  una  altitud  de  1.027  metros  sobre  el  nivel  del  mar,  habiendo  en 
la  actualidad  numerosísimos  caminod  forestales  que  tienen  un  recorrido  de 
80  kilómetros,  construidos  unos  por  la  Escuela  do  Montes  y  otros  por  la  In- 
tendencia de  Palacio,  que  suben  en  zis  zas  por  la  montaña  con  pendientes 
muy  pocas  veces  accesibles  para  las  señoras  y  los  niños,  y  por  donde  se 
puede  s^bir  á  alturas  como  el  Puerto  de  Malagón  (1.600  metros)  la  meseta 
del  arca  de  San  Juan  (1.7d6  metros),  teniendo  dos  caminos  horizontales  de 
muchos  kilómetros  de  extensión,  y  si  se  agrega  á  esto  los  millones  do  pinos 
plantados  que  para  la  repoblación  de  estas  faldas  tiene  puestosia  Escuela 
de  Montes  y  la  Intendencia  de  Palacio,  que  gracias  al  entusiasmo  del  mar- 
qués de  Borja  tantas  mejoras  tiene  hechas  que  han  transformado  este  Real 
Sitio,  con  virtiéndolo  en  un  Sanatorio  natural  de  primer  orden,  se  compren- 
derá perfectamente^ las  múltiples  aplicaciones  que  pueden  sacarse  de  estas 
ventajas. 

El  tratamiento  climatoterápico  de  la  anemia,  linfatismo,  escrofulismo 
(adenoideos,  ganglíooares,  debilitados,  etc.),  neurópatas  irritables,  con- 
valecencia do  las  enfermedades  infecciosas  (sarampión,  coqueluche,  tifoi- 
dea, etc.),  estados  todos  ellos  que  pueden  considerarse  como  pretubercfdo- 
809,  se  curan  admirablemente,  bien  por  la  estancia  durante  una  temporada 
en  estos  parajes,  por  la  climatoterapia,  que  es  superior  á  toda  clase  de  dro- 
gas para  combatir  tales  estados. 

Que  en  los  últimos  Congresos  de  Medicina  y  Pediatría  se  habían  puesto 
de  manifiesto  estos  hechos;  qne  en  Suiza,  bajo  la  genial  idea  del  Padre 
Byon,  se  han  organizado  Colonias  escolares  de  vacaciones^  generalizadas  hoy 
por  todos  los  cantones;  en  Inglaterra,  con  su  Convalescen'Insíitution  difnn- 


23 

didos  por  todo  el  pais;  en  Francia  también  con  sus  Ooloniaa  escolares,  cayo 
defensor  más  entusiasta  es  Oottinet;  en  Alemania  con  sos  escursiones  eaca» 
iarea  permanentes  á  los  alrededores  de  Berlín;  en  Bélgica  sosteniendo  las 
Colonias  escolares  con  suscripciones  populares,  etc.,  etc.;  que' en  todos 
estos  países  se  han  comprobado  las  inmensas  ventajas  y  los  grandísimos 
beneficios  que  reportan  para  la  salud  pública  la  vida  al  aire  libre  y  los  cli- 
mas de  montaña,  haciéndose  de  este  modo  verdadera  proBlaxis  de  la  tnber- 
oalosis. 

En  Espafia  se  deben  aumentar  los  {Sanatorios  marinos  y  hacerse  en  diver- 
sas ragiones  Sanatorios  de  montaña^  y  que  respecto  á  lo  que  se  refiere  á  la 
provincia  de  Madrid,  pueden  establecerse  en  cualquier  parte  de  esta  extensa 
sierra,  verdadero  pulmón  de  Madrid,  tan  sana  y  de  condiciones  tan  excep- 
cionales, d  fin  de  que  esos  pobres  niños  del  Hospicio,  Asilo  de  las  Mercedes, 
San  Bomardino,  etc.,  etc.,  pertenecientes  á  la  Diputación  Provincial,  al 
Municipio,  sociedades  particulares,  etc. ,  pudieran  permanecer  durante  los 
veranos  y  otoños  en  estos  lugares,  donde  se  fortalecerían  y  se  curarían  todos 
estos  estados  pretuberculosos,  y  su  organismo  fuerte  y  robusto  resistirla 
perfectamente  todas  las  causas  debilitantes  de  las  grandes  poblaciones  y  no 
serían  víctimas  de  la  tuberculosis,  reduciéndose  su  mortalidad  muchísimo 
con  sólo  hacer  esto,  que  por  otra  parte  resultaría,  á  la  par  que  muy  huma- 
nitario, muy  económico,  pues  el  viaje  podrían  hacerlo  á  pie,  los  alimentos 
les  saldrían  más  económicos  que  en  Madrid,  y  con  construir  unos  sencillos 
pabellones  quedaba  todo  hecho. 

Dice  el  Dr.  Briz  que  tiene  el  clima  de  montaña  hasta  una  acción  curativa 
sobre  ciertas  formas  de  tuberculosis,  citando  varios  casos  clínicos,  y  de  aquí 
la  fama  que  tiene  esta  sierra,  que  se  la  llama  el  Pao  ticosa  del  Guadarra- 
ma, y  de  la  que  el  ilustre  cirujano  Federico  Rubio  tenía  recogidas  obser- 
vaciones de  curas  prodigiosas  en  esta  región. 

Gomo  contraindicación  solamente  ha  vistp  que  los  cardiacos  mal  campen' 
gados  y  los  que  padecen  de  miocarditis  les  sienta  mal  esta  altura,  presen- 
tándose la  asistolia  que  les  obliga  á  regresar  á  Madrid;  que  en  las  formas 
congestivas  y  kemorrágicas  de  la  tuberculosis  también  les  sienta  mal  esta 
altara;  que  fuera  de  estos  casos  no  ha  visto  contraindicación  de  ningún 
género,  pues  hasta  en  los  ancianos  la  acción  t/^aica  y  reconstituyente  de  estos 
climas  les  prueba  admirablemente. 

Para  terminar,  denuncia  una  grave  falta  de  policía  urbana,  cual  es 
los  millares  de  verduleros  y  fruteros  ambulantes  que  encierran  en  sos 
casas  la  mercancía,  y  muchos  de  ellos  no  tienen  como  vivienda  más  que 
una  habitación,  y  debajo  de  las  camas  y  en  los  rincones  dejan  las  banastas, 
cestas,  etc.,  llevan  las  frutas  y  verduras  expuestas  á  todas  las  emanaciones 
de  niños  con  viruela,  difteria  y  enfermos  de  tuberculosis;  que  esas  verdu- 
ras y  frutas  que  se  comen  crudas  las  sacan  á  la  venta  al  día  siguiente. 
I  Cuántos  casos  de  contagio  no  se  transmitirán  por  este  medio!  Que  urge 
que  el  Municipio  habilitase  locales  donde  estas  verduras  fuesen  deposita- 
das por  sus  dueños  para  que  no  se  contagien  de  nada  y  se  conserven  bien ; 
y  ya  que  los  cobran  un  impuesto,  en  aquellos  que  no  pueden  guardarlos  en 
buenas  condiciones  higiénicas,  se  les  facilite  este  depósito  gratis.  Que  se 
Vigilen  las  tiendas  de  comestibles,  carnicerías,  etc.,  donde  ocurre  algo 


24 

parecido,  y  de  este  modo  se  «minorarán  no  poco  los  casoe  de  transmisión  de 
la  tuberculosis. 

El  Dr.  Espina  manifiesta  que  para  que  la  lucha  contra  la  tuberculosis 
cuente  con  el  apoyo  de  las  clases  sociales  acomodadas,  más  que  á  su  ñlan- 
tropia  debe  acudirse  á  su  egoísmo,  haciéndolas  entender  el  peligro  que 
corre  su  salud  y  su  vida  estando  rodeados  de  tuberculosos. 

Se  muestra  partidario  de  la  declaración  obligatoria  de  la  tuberculosis,  y 
afirma  que  en  el  dia  nadie  admite  la  tuberculosis  sin  germen,  debiendo,  sin 
embargo,  darse  el  valor  que  corresponde  al  terreno  en  que  ha  de  ctoIucío* 
uar  la  enfermedad;  considera  como  factores  indispensables  para  la  lucha 
antituberculosa  :  1.%  la  alimentación,  que  debe  ser  sana,  abundante  y  ba- 
rata, toda  Tez  que  la  miseria  es  la  principal  tributaria  de  la  tuberculosis ; 
2.'*,  la  construcción  de  casas  higiénicas,  acerca  de  lo  cual  nada  se  había 
realizado  hasta  el  presente  de  verdadera  transcendencia,  debiendo  llevarse 
la  acción  de  la  piqueta  ai  centro  mismo  de  las  poblaciones  circundadas  de 
calles  y  casas  antihigiénicas;  8.",  reforma  de  la  legislación  en  cuanto  al 
matrimonio  para  evitar  la  tuberculosis  hereditaria  ó  una  descendencia 
apta  para  contraerla ;  4.^,  una  activa  propaganda  contra  el  alcoholismo  y 
nicotinismo;  5.°,  reforma  de  la  ley  de  reclutamiento  en  el  ejército  y  marina, 
en  el  sentido  no  sólo  de  eximir  del  servicio  á  los  tuberculosos,  sino  á  los 
predispuestos,  y  que  si  bien  hoy  es  difícil  el  diagnóstico  precoz  de  la  tuber- 
culosis, tienen  gran  valor  para  formar  juicio  las  relaciones  entre  el  períme- 
tro torácico  y  la  talla,  entre  ésta  y  las  dimensiones  del  pecho,  así  como  la 
espirometría  y  la  radiografía,  que  permiten  hacer  una  exclusión  racional 
de  individuos  que  no  debieran  ir  á  las  filas  del  ejército. 


ACADEMIA  MEDIOO-QUIBÚRQIOA   ESPAUTOLA 
8«Mn  del  dia  7  de  Mayo  dé  1906, 

OHalmoplegia  eompliüada.—  El  Dr.  Fernández  Sauz  dijo  que  la  enferma 
cuya  historia  expone  á  la  Academia  era  una  mujer  de  cincuenta  y  cuatro 
afios,  casada,  sin  antecedentes  hereditarios.  No  ha  estado  embarazada  nun- 
ca. Menstruación  regular.  Fenómenos  congestivos  en  menopausia.  Hábitos 
alcohólicos. 

En  diciembte  de  1894  notó  sacudidas  bruscas  involuntarias  en  el  brazo 
izquierdo  con  sensación  de  adormecimiento,  que  le  daban  dos  ó  tres  veces 
al  día  y  le  duraban  varios  segundos.  En  febrero  de  1906  notó  de  improviso 
adormecimiento  en  el  miembro  inferior  derecho :  los  tres  dedos  internos  y 
el  borde  interno  del  antebrazo  derecho,  adormecidos  también,  se  acompa- 
saban dd  hormigueo  é  hiperestesia.  En  fin  de  febrero  paulatinamente  se 
produjo  la  caída  del  párpado  superior  y  visión  doble,  que  ha  ido  en  gradual 
aumento;  al  mismo  tiempo  dolor  en  la  parte  media  izquierda  de  la  frente, 
ojo  y  mejilla  del  mismo  lado. 

Examen, — Buen  estado  de  nutrición.  Pulso  débil,  pequeño,  lento;  ruidos 
cardíacos  normales,  sobre  todo  el  primero. 


25 

MoTiLiDAD.— Pt03ÍB  paralitíca  eii  el  ojo  izquierdo,  que  está  desliado  ha- 
oia  afuera ;  morimientos  del  globo  hacia  dentro,  arriba  y  abajo,  impoeibles; 
los  hacia  abajo  y  afuera,  dificiles.  Midrians,  pupila  con  rigidez  absoluta. 
DeéTíacióu  secundaria  del  ojo  derecho  (sano)  cuando  mira  hacia  la  dere- 
cha. Comisura  hucal  desviada  hacia  la  .izquierda,  y  surco  nasogeniano  iz- 
quierdo mis  pronunciado  que  el  derecho;  no  obstante,  los  movimientos  del 
facial  inferior  izquierdo  más  torpes  que  en  el  derecho.  Facial  superior  iz- 
quierdo, normal. 

Miembros  auperiores. — Todos  los  movimientos  son  posibles,  disminuida  la 
fuerza  del  derecho  comparada  con  la  del  izquierdo  (antes  era  lo  contrario). 
Sacudidas  convulsivas  rápidas  en  el  brazo  izquierdo. 

Miembros  iníerioree.—  Todos  sus  movimientos  son  posibles,  pero  débiles. 

Lengua. — Desviada  hacia  la  derecha ;  movimientos  Íntegros. 

Reñejoa,  —  Los  rotulianos  y  los  de  Aquiles  exaltados,  pero  mucho  más  el 
derecho  que  el  izquierdo;  clonus  del  pié  en  ambos  lados  (más  á  la  derecha). 
Plantares  exaltados  (más  á  la  izquierda),  con  teudencia  á  flexión  dorsal. 
Los  del  miembro  superior  (tendinosos,  sobre  todo  el  del  codo)  exaltados, 
más  á  la  derecha. 

Sensibilidad.— Normal  en  cara  y  tronco. 

Miembro  superior  derecho.  —  Hiperestesia  táctil,  térmica  y  dolorosa,  más 
marcada  en  la  mano;  diferenciación  de  contactos  simultáneos  á  5  centíme- 
tros (en  la  mano).  Parestesias,  adormecimientos,  frialdad,  hormigueo  en  los 
tres  dedos  internos,  borde  cubital  de  la  mano  y  antebrazo. 

Miembro  superior  izquierdo,  —  Sensibilidad  cutánea  normal;  dolor  en  el 
codo  sin  ningún  signo  físico;  ha  tenido  picoteo  en  la  mano  y  antebrazo. 

Miembros  inferiores. — Normalidad  sensitiva;  sensibilidad  profunda 
normal. 

Sentido  estereognástico. — Conservado  en  ambas  manos. 

Sentidos.  — *  No  hay  diplopia  más  que  en  el  momento  de  abrir  el  ojo  iz- 
quierdo; fondo  del  ojo  normal  en  ambos  lados;  dolor  periorbitario  sordo  in- 
termitente. 

Inteligencia.Sormñí;  buena  memoria. 

Incoordinación.  —  No  la  hay;  temblor  fino  rápido  en  la  mano  izquierda. 

A  fines  de  abril  afasia  transitoria  que  desapareció  á  las  pocas  horas. 

Diagnóstico. — Es  imposible  explicar  todos  estos  síntomas  por  una  sola  le- 
sión ;  es  preciso  admitir  por  lo  menos  dos,  una  cortical  y  otra  en  el  pedúncu- 
lo cerebral.  La  naturaleza  de  estas  lesiones  cree  que  sea  vascular,  de  natu- 
raleza alcohólica;  fallan  toda  clase  de  antecedentes  y  estigmas  sifilíticos. 

El  tratamiento  ha  consistido  en  la  estricnina  y  aplicaciones  galvánicas 
muy  débiles. 

Los  Dres.  Oayarre,  Arredondo  y  Jitarros  intervienen  en  la  discusión  para 
aeiarar  algunos  conceptos. 

Stbre  ttn  ease  ile  laringetsmla  per  fraelura  de  la  íarínge  y  dislseaeión  de  un 
•artllage  arit6neides.--El  Dr.  Kübda  :  En  mi  calidad  de  laringólogo  del  Hos- 
pital de  la  Princesa,  encargado  al  mismo  tiempo  de  un  servicio  clínico  de 
cirugía  general,  donde  los  traumatismos  siempre  están  á  la  orden  del  día, 
he  tenido  ocasión  de  realizar  el  estudio  quirúrgico  y  laringoscópico  de  un 
caso  de  fractura  de  la  laringe,  siendo  de  apreciar  muy  particularmente  el 


26 

Begnndo  concepto,  paeeto  qne  la  inmensa  mayoría  de  los  caeos  que  la  lite- 
ratará  registra,  ó  han  sido  observados  en  la  época  prelaríngoscópica,  ó  lo 
faeron  por  cirujanos  no  expertos  en  laringoscopia. 

En  el  caso  qae  comunico  á  la  Academia  aparecen  anotados  al  detalle  loe 
signos  laringoscópicos  que  dan  plena  razón  de  la  marcha  del  padecimiento. 

ün  sujeto  de  yeintiséis  afioe  que  recibe  sobre  el  cuello  y  mandíbula  la  coz 
de  un  caballo  que,  seguramente  comprimiendo  el  armazón  laríngeo  contra 
la  columna  vertebral,  llegó  á  traumatizarle  ein  considerable  lesión  cutá- 
nea, es  afectado  en  el  acto  de  tos,  ronquera  y  espuición  sanguinolenta,  sin 
perder  conocimiento  ni  presentar  signo  alguno  de  estenosis  laríngea. 

Ingresa  al  poco  tiempo  en  la  sala  de  San  Joaquín,  á  mi  cargo,  con  un 
enorme  enfisema  del  cuello,  que  oculta  todos  los  relieves  anatómicos,  y  or- 
denamos lo  que  en  síntesis  podemos  considerar,  como  dieta  fonatoria,  dieta 
alimenticia  líquida  y  dieta  respiratoria,  sin  realizar  intervención  alguna 
por  estar  exento  de  estenosis. 

Por  no  molestar  la  atención,  no  anotaremos  el  diario  laringoscópico,  sig- 
nificando tan  sólo  que  en  el  primer  examen  vimos  !a  mitad  izquierda  larín- 
gea ocupada  por  una  considerable  tumefacción  blanda,  de  color  rojo  vino- 
so, que  encubría  aritenoides,  repliegue  ariteno-epiglótico,  mitad  izquier- 
da de  la  epiglotis,  ocultando  la  cuerda  vocal  correspondiente,  aunque  po- 
día distinguirse  que,  por  debajo,  existía  sangre  coagulada.  Toda  la  zona 
lesionada  permanecía  en  absoluta  inmovilidad.  El  lado  derecho  de  la  larin- 
ge era  normal.  Comprimiendo  la  laringe  al  exterior  podía  notarse,  á  pesar 
del  enfisema,  cierta  tumefacción  dolorosa  y  honda  correspondiente  A  la 
zona  del  cricoides,  por  lo  que  desde  luego  diagnosticamos  la  fractura  de 
este  cartílago  con  equimosis  submucoso  y  rotura  de  la  mucosa  á  nivel  de  la 
rima  glotis. 

Bien  pronto  estos  fenómenos  fueron  borrándose,  hasta  el  punto  de  que  á 
los  quince  días  podía  apreciarse  perfectamente  que  el  cartílago  aritenoides 
estaba  dislocado  y  como  lanzado  hacia  el  plano  medio,  viéndose  la  cuerda 
vocal  blanca  é  inmóvil,  y  como  la  voz  era  normal,  habiendo  desaparecido 
el  enfisema,  la  tos,  la  espuición  sanguinolenta,  y  no  presentando  fenómeno 
doloroso  alguno,  consentimos  la  salida  del  enfermo,  aunque  advirtiéndole 
nuestro  recelo  respecto  á  su  estado. 

A  los  pocos  días  volvió  á  ingresar  con  estenosis  laríngea  pronunciada, 
siendo  traqaeotomizado  de  urgencia  por  el  médico  de  guardia,  Dr.  Flores, 
que  ejecutó  una  traqueotomía  alta. 

Pensando  en  la  posibilidad  de  un  secuestro  cricoideo  y  vista  la  enorme 
tumefacción  edematosa  intralaríngea  que  impedía  toda  intervención  por 
vía  natural,  decanulamos  al  enfermo  para  explorar  la  laringe  por  la  región 
subglótica,  en  la  esperanza  de  extraer  por  esta  vía  los  productos  necrosa- 
dos ,  pero  no  vimos  otra  cosa  que  cierta  cantidad  de  pus  que  descendía  á 
lo  largo  de  la  tráquea.  Diagnosticamos  pericondritis  supurada  del  foco  de 
fractura,  y  consideramos  indicada  una  laringofísura,  que  á  las  veiticuatro 
horas  se  hizo  de  urgencia,  porque  se  declaró  un  estado  bronquial  con  fiebre 
de  9S^fi  y  espuición  fétida. 

En  tal  situación  operamos  el  paciente,  procediendo  primeramente  á  clo- 
roformizarle por  la  cánula  y  realizando  una  traqueotomía  baja,  puesto  que 


27 

la  colocación  elevada  de  la  cánula  dificultaba  la  intervención  sobre  la 
laringe. 

Practicamos  la  laringofísnra  según  el  ritual,  y  nna  vez  abierta  la  larin- 
ge, colocamos  la  cabeza  en  la  posición  de  Rose  para  evitamos  la  canala- 
tapón,  y  taponamos  la  tráquea  con  gasa  aséptica,  viendo  qne  la  mucosa  en 
la  zona  snbglótica  estaba  desprendida  y  contenia  nn  coágulo  sapnrado,  es* 
tando  destruida  la  mitad  izquierda  del  cricoides,  que  estaba  sustituido  por 
fungosidades  envueltas  en  escasa  cantidad  de  pus.  Extrajimos  el  coágulo^ 
raspamos  las  fungosidades  y  regularizamos  el  cric<Mde8,  resecando  con  una 
pinsa  las  porciones  sospechosas. 

De  este  modo  pudimos  practicar  la  operación  sin  penetración  de  sangre 
en  la  tráquea. 

Oonio  se  trataba  de  un  foco  infectado  dejamos  taponada  la  tráquea  con 
gasa  aséptica,  y  taponamos  el  foco  de  pericondritis  y  hematoma,  saliendo 
ambas  gasas  por  la  herida,  que  dejamos  sin  suturar  en  evitación  de  la  re- 
infección broncopulmonar. 

Las  consecuencias  operatorias  en  el  foco  laríngeo  fueron  tan  sencillas 
como  favorables  durante  la  quincena  de  historia  que  siguió;  desapareció  el 
dolor  cricoideo,  las  gasas,  al  ser  renovadas,  salían  limpias,  la  tumefacción 
intralaríngea  desapareció  totalmente,  y  en  los  ensayos  de  respiración  y  fo- 
nación comprobamos  que  ambas  podían  realizarse  con  facilidad  al  cabo  de 
una  semana  en  que  la  aproximación  de  las  láminas  del  tiroides  era  comple- 
ta. Pero  ya  hemos  dicho  que  anteriormente  á  la  laringotomía  existían  fe- 
nómenos bronquiales  pronunciados,  significados  por  estertores  mucosos  di- 
fusos, aunque  más  pronunciados  al  lado  izquierdo.  Este  estado  se  agravó 
considerablemente  á  los  pocos  días  de  la  operación,  estableciéndose  nna  ex- 
tensa pneumonía  izquierda  que  no  cedió  á  tratamiento  alguno  empleado, 
siendo  un  caso  más  que  demuestra  cómo  en  la  operatoria  laríngea  el  verda- 
dero peligro  está  en  el  pulmón. 

En  la  labor  terapéutica  realizada  consideramos  que  sólo  un  punto  es  dis- 
cutible, el  de  la  oportunidad  de  empleo  de  la  cánula  traqueal.  En  este  caso 
vinimos  á  emplearla  tardíamente,  en  el  sentido  de  que  esperamos  á  que  se 
pronunciase  la  efitenosis  laríngea. 

¿Cuál  debe  ser  el  criterio  en  este  punto?  Dado  el  escaso  número  de  ob- 
servaciones que  la  literatura  registra,  y  la  deficiencia  en  el  estudio  larin- 
goscópico,  es  difícil  edificar  una  teoría,  y  sólo  guiándonos  por  razones  cien- 
tíficas a  priori,  podemos  señalar  la  orientación  que  en  nuestro  juicio  debe 
ser  adoptada. 

Es  claro  que  el  hecho  de  la  estenosis,  por  ligera  que  sea,  impone  la  tra- 
queotomía  de  urgencia,  porque  ya  sabemos  que  las  fracturas  laríngeas  de- 
ben ser  en  su  mayoría  consideradas  como  complicadas  con  herida  de  la  mu- 
cosa, y  es  de  esperar  la  rápida  tumefacción  de  los  tejidos,  haciendo  impo- 
sible la  respiración;  pero,  si  no  existe  fenómeno  alguno  de  estrechez,  opino 
debe  permanecerse  en  una  paz  armada,  estudiando  el  caso  de  cerca  sin  in- 
tervenir hasta  que  la  estenosis  se  declare.  Ahora  bien,  en  el  caso  histo- 
riado vino  á  complicarse  la  cuestión  por  la  aparición  de  una  pericondritis 
supurada,  y  nos  preguntamos:  ¿qué  hubiera  podido  hacer  una  traqueotomía 
profiláctica  realizada  en  los  primeros  momentos  del  accidente,  para  impe- 


28 

dir  la  BaparaciÓD  del  foco  de  fraotora  ?  Segarameate  nada  en  sentido  faro* 
rabie,  paes  que  hubiera  sido  un  cuerpo  extraño  más  para  ayudar  á  la  in- 
fección. 

Más  científico  nos  parece,  en  el  caso  de  que  el  examen  laringoscópico  nos 
demuestre  la  inminencia  de  infección  del  foco  de  fractura,  proceder  desde 
luego  á  practicar  la  laringofísura,  ateniéndonos  al  principio  quirúrgico 
general  de  la  práctica  moderna  en  estos  casos;  es  decir,  ejecutar  la  amplia 
apertura  del  foco  para  aseptizarlo  conrenientemente,  pues  que  la  historia 
actual  nos  demuestra  que,  si  de  un  lado  podemos  estar  siempre  oportunos 
para  la  colocación  de  una  cánula  traqueal  cuando  la  estenosis  se  realice,  de 
otro  lado  nos  demuestra  que  la  laringofísura  puede  llegar  muy  tarde, 
cuando  el  foco  de  fractura  ha  supurado  y  el  pulmón  se  encuentra  en  inmi  - 
nencia  de  sepsis. 

En  conclusión,  dos  son  los  peligros  serios  en  las  fracturas  de  la  laringe : 
1.*,  la  estenosis,  contra  la  que  siempre  podemos  llegar  á  tiempo  por  la  tra- 
queotomía;  2.*,  la  infección  del  aparato  respiratorio,  contra  la  que  siempre 
debemos  temer  llegar  demasiado  tarde,  y  contra  la  cual  sólo  una  laringoto- 
mia  temprana,  con  todas  las  condiciones  de  la  cirugía  antiséptica,  puede 
constituir  una  seria  profilaxis. 

El  Dr.  Ootanbs  :  Mis  ideas  con  respecto  á  este  asunto  son  radicales:  dea- 
de  el  momento  en  que  se  diagnostica  una  fractura  debe  hacerse  la  tra* 
queotomia  profiláctica;  esta  es  la  opinión  de  Hiiter,  á  la  que  me  adhiero, 
porque  las  complicaciones  que  sobrevienen,  sobre  todo  si  hay  rasgaduras  de 
la  mucosa,  son  :  formación  de  hematomas,  supuración  y  pericondritis,  ede- 
mas lanriogeos,  etc.,  y  estas  complicaciones  se  evitan  con  la  traqueotomía, 
que  además  pone  en  descanso  el  órgano.  La  laringofisura  debe  hacerse  en 
otra  sesión,  para  corregir  los  defectos  ulteriores. 

En  suma,  el  criterio  que  hay  que  tener  en  cuenta  es  la  conservación  del 
libre  acceso  del  aire  hasta  los  pulmones,  y  la  corrección  de  la  cavidad  la- 
ríngea, si  lo  necesita,  para  evitar  trastornos  ulteriores. 

El  Dr.  Tapia  :  Creo  que  la  conducta  ha  de  variar  según  se  trate  de  frac- 
tura completa  ó  incompleta,  cerrada  ó  abierta.  Si  el  enfermo  respira  bien, 
no  tiene  enfisema  ni  hay  hematoma,  creo  que  es  demasiado  radical  traqueo- 
tomizar  para  evitar  la  asfixia  por  accidentes  que  pueden  no  presentarse, 
máxime  si  el  enfermo  puede  estar  bajo  la  vigilancia  armada.  81  hay  dislo- 
cación no  muy  pronunciada  de  los  fragmentos,  ó  si  no  habiéndola  no  puede 
estar  vigilado  el  enfermo,  puede  empleársela  intubación,  para  reducir  las 
fracturas  en  el  primer  caso,  y  como  profilaxis  en  el  segundo.  Aunque  no 
tengo  experiencia  personal,  puesto  que  no  he  visto  un  solo  caso  de  frac- 
tura de  la  laringe,  menciono  la  intubación,  por  ser  el  Dr.  Urufiuela  el 
primero  que  la  ha  utilizado  con  este  fin,  y  porque  me  parece  útil  en  ciertos 
casos. 

Si  hay  enfisema,  fractura  abierta  por  dentro  ó  gran  desviación  de  frag- 
mentos, debe  hacerse  la  traqueotomia,  y  en  la  misma  sesión  la  laringofisu- 
ra, para  hacer  las  correcciones  necesarias,  vaciar  el  hematoma  si  le  hay, 
extraer  trozos  de  cartílago  si  están  sueltos,  etc.,  etc.,  evitando  así  tan  gra- 
ves contingencias  como  las  que  aparecieron  en  este  caso. 

El  Dr.  Rueda  no  se  muestra  partidario  de  la  traqueotomia  en  todos  los 


29 

caBoe,  porque  si  el  enfermo  está  en  nn  hospital,  siempre  hay  tiempo  de  tra- 
qneotomizar.  Y  en  cnanto  á  la  intubación,  cree  que  es  más  perjudicial  que 
útil,  porque  ha  de  contribuir  á  mortificar  los  tejidos  ya  inflamados.  En 
sumA,  dice,  no  es  posible  aún  hoy  indicar  una  conducta  precisa. 


SOCIEDAD   GINECOLÓGICA   ESPAÑOLA 
8é9Íán  eientifica  eelebrada  él  día  9  de  M<nfO  dé  2906. 

Tas  etnvulsiva  gripal.  —  E  Dr.  Carato  dice  que  no  está  conforme  con  el 
contenido  del  escrito  que  por  encargo  del  Dr.  Cardenal  leyó  un  ilustrado 
socio,  pues  en  él  se  asegura  que  el  microbio  de  Pfeiffer  es  muy  difícil  de 
tefür,  cuando  él  cree  lo  contrario,  y  por  consiguiente  se  ratifica  en  lo  dicho 
en  la  sesión  anterior,  aduciendo  yarias  razones. 

Otra  de  las  razones  d^por  qué  este  microbio  se  encuentra  con  facilidad 
en  los  exudados,  es  nacida  de  su  grandísima  abundancia,  pues  constituye 
verdaderos  montones,  según  Brouardel  y  Netter,  y  se  encuentra  en  grandí- 
simas cantidades  en  los  exudados,  según  Cajal  y  Hermano. 

Para  terminar,  dice,  que  todo  microbio  qne  se  tifie  bien,  como  éste,  se 
encuentra  con  facilidad,  y  si  es  abundante  en  los  exudados,  como  el  de 
Pfeiffer,  en  la  primera  ó  segunda  preparación  qne  se  haga  se  encontrará, 
y  que  es  imposible  ver  un  microbio,  por  muy  grande  que  sea,  si  no  conta- 
mos con  substancias  que  le  tifian,  y  ésto  cuenta,  según  el  Dr.  Cardenal^ 
con  muchas,  según  la  lista  que  so  ha  leído. 

Y  en  cuanto  á  la  fiebre,  asegura  que  en  la  tos  ferina  no  hay  fiebre. 

El  Dr.  Bemtez  dice  que  no  esperaba  que  su  tema  diese  lugar  á  esta  dis- 
cusión, pues  su  objeto,  como  ya  dijo  y  repite,  era  solamente  del  diagnós* 
tico  clínico  diferencial  de  la  tos  ferina  y  tos  couTulsiva  de  la  gripe. 

El  Dr.  Oarazo  ha  traído  citas  de  autores  y  esto  no  basta,  pues  los  párra- 
fos sueltos,  muchas  yeces  parece  que  dicen  lo  que  no  quieren  decir,  y  para 
saber  lo  que  realmente  quieren  decir,  es  preciso  leer  el  artículo  entero. 
Además,  no  está  plenamente  demostrado  que  el  microbio  descripto  por 
Pfeiffer  sea  el  agente  de  la  gripe,  pues  este  bacilo  se  encuentra  en  otras 
enfermedades  y  es  preciso  recordar  con  Pasteur,  que  para  que  un  microbio 
sea  agente  específico  de  una  enfermedad,  es  preciso  que  sea  él  sólo  el  que 
la  produzca  y  siempre  se  encuentre  en  la  misma  enfermedad  y  sólo  en  di- 
cha afección. 

Y  á  pesar  de  esas  lecturas,  en  la  forma  que  le  ha  conyenido  al  Dr.  Ca- 
razo,  cree  que  todos  los  autores  están  conformes  en  el  tamaño  pequeñísi- 
mo inferior  al  de  la  septicemia  de  los  ratones,  y  sobre  la  opinión  de  todos 
está  la  mejor  prueba,  que  es  la  do  que  cumpla  el  ofrecimiento  que  hizo  de 
hacer  la  preparación,  fácilmente  yisible  á  600  diámetros,  pues  hoy  existen 
muchos  griposos  y  le  será  muy  fácil  recoger  esputos.  Y  respecto  de  la  fiebre, 
recuerda  que  hay  casos  de  gripe  con  hipotermia  y  de  coqueluche  con  fiebre, 
pues  no  sólo  los  ha  yisto,  sino  que  muchos  tratadistas  lo  aseguran,  porque 
realmente  la  tienen  al  principio  del  mal. 

En  resumen:  qne  él  sólo  trató  del  estudio  clínico  diferencial  de  la  tos 


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gripal,  y  ya  de  discutirse  las  dimensiones  del  bacilo,  lo  m¿s  práctico  es 
traer  las  preparaciones,  como  había  prometido  el  Dr.  Carazo. 

El  Dr.  Garda  López  (D.  Adrián)  abanda  en  las  mismas  ideas  del  doctor 
Benítez,  y  dice  qae  el  Dr.  Carazo  quiso  demostrar  ana  cosa  y,  desgraciada* 
mente,  sólo  ha  logrado  demostrar  todo  lo  contrario. 

El  Dr.  Carazo  se  ratifica  en  lo  dicho  en  la  sesión  anterior,  insistiendo  que 
para  diferenciar  la  tos  ferina  de  la  coqueluche  gripal,  puede  hacerse  primero 
por  la  fiebre ;  la  toa  ferina  rara  yez  ya  acompafiada,  dice,  de  fiebre;  ha  asis- 
tido el  yerano  pasado  en  Miraflores  de  la  Sierra  más  de  trescienios  canos  (I) 
y  en  ninguno  la  fiebre  pasó  de  87^,  ó  á  lo  más  S7*,5,  y  apareciendo  en  el 
periodo  catarral  y  debido  al  catarro  bronquial  que  la  caracteriza,  no  pu- 
diendo,  por  tanto,  confundirse  de  ninguna  manera  con  las  temperaturas 
de  88  y  89  ó  40  grados  que  caracterizan  la  influenza. 

El  Dr.  Benitez  insiste  en  manifestar  que  esa  misma  diferenciación  y  no 
otra  hizo  al  exponer  su  opinión,  para  lo  cual  puede  yerse  el  acta  del  día  18 
(yéase  pág.  885  de  la  RByiBTA  db  Medicina  y  CiBonU  prAotioab). 

El  Dr.  Sarabia  disculpa  su  interyención,  y  lamenta  que  el  Dr.  Carazo 
haya  traspasado  las  buenas  costumbres  de  esta  Sociedad. 

Desde  el  punto  de  yista  microbiológico,  dice  que  el  bacilo  de  Pfeiffer  no 
se  puede  yer  con  un  aumento  de  600  diámetros,  y  ruega  al  Dr.  Carazo  que 
traiga  la  preparación  para  conyencerse  de  lo  contrario;  y  este  punto,  ad- 
yierte,  no  fué  el  objeto  de  la  discusión,  pues  el  tema  del  Dr.  Benltez  era 
puramente  clínico  y  no  bacteriológico,  y  ya  que  de  Clínica  se  trata,  y  el 
Dr.  Carazo  ha  asistido  á  una  epidemia  tan  numerosa,  más  yaliera  que,  de 
tantos,  trajera  sólo  anos  cuantos  de  esos  enfermos  de  coqueluche  para  dis- 
cutirlos en  la  Sociedad. 

HSl  Sr.  Presidente  dice  que  esta  cuestión,  á  fuerza  de  diluirse,  ya  perdien- 
do su  importancia,  y,  por  consiguiente,  da  por  terminado  el  asunto,  puesto 
que  éste  es  solamente  cuestión  de  tamaño,  y  esto  sólo  con  yerlo  basta. 


PERIÓDICOS 


Un  naevo  ■sofagoscopíti.— En  El  Siglo  Médico  publica  el  Dr.  D.  Francisco 
Huertas  el  resaltado  del  empleo  de  un  nueyo  esofagoscopio  en  dos  casos 
do  extracción  de  cuerpos  extraños,  practicados  por  él  con  el  nneyo  esofa- 
goscopio del  Dr.  Glücksmaon,  eo  la  clíuica  priyada  do  .este  reputadísimo 
médico,  antiguo  asistente  de  Rosenheim. 

En  el  primer  caao  se'trataba  de  una  mnjor  de  cuarenta  y  seis  años  y  en 
completo  estado  de  salad.  Había  tragado  un  trozo  do  clialeta.  qne  ella  cre- 
yó desproyisto  de  hueso,  y  que  al  pasar  por  el  esófago  prodújole  un  dolor 
intensísimo,  dolor  que  á  más  de  grandes  difícaltados  para  deglutir,  sufría 
cuando  ingresó  en  la  clínica  dos  días  después  del  accidento. 

Después  de  quitarla  dentadura  postiza  que  usaba  la  enformí,  'y  preyia 
una  anestesia  todo  lo  extensa  posible,  hecha  con  una  solución  al  10  por  100 


31 

de  eucain-laetie,  introdujo  el  esofagoscopio  y  eomenzó  á  practicar  el  reeo- 
nocimiento. 

A  28  centímetros  d^  loe  incislTos,  en  la  parte  izquierda  del  esófago,  per- 
cibió ana  masa  enclavada  en  ana  zona  inflamatoria. 

Empujada  ligeramente,  notó  que  era  morible,  y,  cerrando  la,  pinza  del 
esofagoscopio,  cogiendo  entre  sus  ramas  el  cuerpo  extrafio,  se  desprenctió 
j  salió  fácilmente. 

Era  un  trozo  de  costilla,  de  unos  2  centímetros,  lleno  de  aristas,  con  las 
que  se  había  fijado  á  la  pared  esofágica. 

Segundo  caso :  ün  hombre  de  sesenta  y  siete  años,  alcohólico  y  enñsema^ 
to9o\  refiere  que  estando  durmiendo  se  tragó  dod  dientes  que  tenía  postizos 
y  que  desde  entonces  notaba  gran  dificultad  al  comer  y  mucho  escozor.  El 
enfermo  fué  á  la  clínica  á  los  cuatro  días  de  haber  tragado  el  cuerpo  ez- 
trafto. 

Hecha  la  esofagoscopia,  tío  en  la  parte  posterior  del  esófago  y  á  unos  80 
centímetros  de  los  íucísítos,  una  zona  inflamatoria  rodeando  un  cuerpo  en 
ella  situado. 

Estaba  muy  poco  movible,  pero  poco  á  poco  se  fué  desprendiendo,  y  por 
fin  fué  extraído.  Era  una  pieza  dental  de  malísima  coustracción  y  con  unos 
rebordes  metálicos  irregulares. 

Estos  casos  citados  son  bastante  demostratiyos  de  la  utilidad  de  una  in- 
terrención  que,  practicada  con  serenidad^  resulta  inofensiva  y  relativamen- 
te fácil,  aunque  muy  relativamente  en  su  opinión. 

El  esofagoscopio,  con  el  que  ha  practicado  estas  esofagoscopias,  es  el  re- 
cientemente construido  por  el  Dr.  Glücksmann,  da  magníficos  resultados 
y  es  muy  sencillo. 

Consta  de  nn  tubo  metálico,  dentro  del  cual  va  otro  tubo,  que  es  el  que 
tiene  un  sistema  de  lentes  y  un  ocular. 

El  primer  tu  bol  le  va  en  an  extremo  una  llave,  que  sirve  para  impelir 
agua  á  una  pelota  de  goma,  con  la  que  se  dilata  el  esófago,  y  dos  enchufes 
para  coger  corriente  del  acumulador. 

El  otro  extremo  está  dividido  en  dos  mitades,  y  en  cada  mitad  va  ence- 
rrada una  lamparilla  eléctrica  de  macha  potencia;  estas  dos  mitades  se 
abren  y  cierran  mediante  el  tornillo  y  sirven  de  pinzas;  la  forma  de  las 
lámparas  y  el  cómo  están  colocadas  impiden  su  rotura. 

Sacando  el  tubo  puede  inyectarse  agua  para  lavar  el  campo,  agua  que 
entra  y  sale  por  la  llave. 

Tiene  ademáa'este  instrumento  una  preciosa  aplicación,  y  es  que,  qui- 
tando el  tubo,  puede  introducirse  otro  tubo  en  cayo  extremo  va,  en  lugar 
de  ocular,  nn  disco  giratorio  que  contieno  una  máquina  fotográfica,  con  la 
que  se  obtienen  buenísimas  fotografías. 

Es  necesario  reconocer  la  utilidad  de  la  esofagoscopia,  no  solamente  en 
casos  de  cuerpos  extraños,  sino  como  medio  vsual  do  diagnóstico  y  explora- 
ción, y  es  necesario  también  procurar  convencer  á  los  pacientes  del  poco 
peligro  que  corren  al  someterse  á  una  maniobra  muy  útil,  pero  que  aun 
en  estas  tierras  de  promisión  científica  está  muy  poco  generalizada. 

S  A  KA  BU. 


32 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOQEDADES  CIENTÍFICAS 

80CISDAD    DE    OIRUOÍA    DE    PARÍ8 
8eMñ  del  dim  80  dé  Mayo  dé  i906. 

Heridas  pulmonares  por  arma  de  fuego.*— El  Dr.  Tuffier  cree  qae  en  la  ma- 
yor parte  de  loe  caeos  las  heridas  del  pulmón,  por  bala,  onran  sólo  por  la 
oclusión  aséptica  de  la  herida  con  inmoyilización  del  herido.  En  ciertos  en- 
fermoe  el  derrame  sanguíneo  intraplouritico  se  infecta  y  hay  necesidad  de 
recurrir  á  la  toracotomia  esoundaria  para  eyacnar  y  desaguar  la  pleura.  En 
algunos  casos  excepcionales  puede  imponerse  la  interrención  primitiya,  á 
causa  del  estado  dp  grayedad  ezcesiya  del  herido. 

En  una  mujer  joyen  que  había  recibido  un  tiro  de  reyólyer  en  la  región 
precordial  y  que  presentaba  neumotorax  izquierdo  total  acompañado  de 
enfisema  subcutáneo  extenso  y  de  fenómenos  asfisicos  grayes,  el  Dr.  Tuffier 
fué  llamado  para  practicar  una  toracotomia  de  urgencia.  En  el  fondo  de  la 
herida  encontró  el  pericardio  intacto  y  una  gran  cantidad  de  sangre  en  la 
pleura.  Apareció  en  la  herida  una  lengüeta  pulmonar,  que  cogió  y  atrajo 
al  exterior;  esta  lengüeta  se  hallaba  perforada  por  un  gran  orificio,  en  el 
que  podía  introducir  el  dedo  índice,  y  de  cuyo  orificio  salia  sangre  en 
abundancia.  Ligadura  doble,  limpieza  de  la  pleura,  desagüe,  á  pesar  del 
cual  sobreyinieron  accidentes  septicémicos  que  ocasionaron  la  muerte  al 
tercer  día.  Como  no  pudo  ser  hecha  la  autopsia,  fué  imposible  precisar  el 
origen  de  esta  septicemia. 

El  Dr.  Delanne  recordó  que  en  1898  habla  aconsejado  formar  una  yentana 
torácica,  tanto  para  el  tratamiento  de  las  pleuresías  antiguas  como  para  el 
de  las  heridasdel  pulmón  complicadas  con  hemorragias  grayes  y  las  del  co- 
razón. Estas  hemorragias  grayes,  alarmantes,  se  obseryan  sobre  todo  en  las 
heridas  pulmonares  centrales  ó  paracentrales,  próximas  al  hÜio,  es  decir, 
en  las  del  territorio  de  los  yasos  gruesos.  En  estos  casos,  pero  sólo  en  ellos, 
cree  el  Dr.  Delorme  que  el  método  preferible  es  la  formación  de  una  yen- 
tana torácica  y  la  interyención  audaz  (liRadura  ó  compresión  directa). 

El  Dr.  Guiñará  dijo  que  estaba  completamente  de  acuerdo  con  el  doctor 
Delorme,  desde  el  punto  de  yista  teórico;  pero  ¿qué  debe  entenderse  por 
hemorragia  graye?  ¿Hay  signos  que  permitan  afirmar  que  una  hemorragia 
del  pulmón  ya  á  contenerse  espontáneamente  ó,  por  el  contrario,  á  matar 
al  enfermo?  Hace  poco  tiempo  fué  conducido  al  Hotel-Dieu  un  maestro  de 
armas  que  había  recibido  una  estocada  en  el  pulmón  izquierdo.  Tenia  he- 
morragia por  la  boca,  neumotorax  y  trastornos  respiratorios  y  circulatorios 
grayes.  A  pesar  de  estos  fenómenos  alarmantes,  el  Dr.  Guinard  se  decidió 
por  la  abstención,  y  el  enfermo  salió  del  hospital  curado  completamente  de 
su  neumotorax. 


33 

El  Dr.  Delhet  manifestó  qne  no  es  en  general  partidario  de  lá  interven- 
ción en  las  heridas  torácicas :  machos  «nfermos  cnyo  estado  parecía  grayi- 
simo  y  alarmante,  curaron  perfectamente  sin  operación,  y  por  otra  parte, 
DO  se  les  favorece  siempre  operándoles.  En  nn  joven  herido  por  hala  de  re- 
vólver en  la  región  precordial^  qne  estaha  asfíxico  y  con  la  cavidad  de  la 
pleura  llena  de  sangre,  el  Dr.  Delbet  abrió  una  ventana  torácica,  descu- 
brió una  herida  de  la  punta  del  corazón  y  otra  del  pulmón,  las  cuales  sutu- 
ró. El  enfermo  murió  á  los  dos  ó  tres  días,  á  causa  de  una  nueva  hemorra- 
gia, procedente,  según  demostró  la  autopsia,  de  otra  herida  situada  en  la 
parte  posterior  del  pulmón. 

El  Dr.  Michaux  recordó  haber  referido  en  el  Congreso  de  Cirugía  uno  de 
los  casos  raros  de  curación  á  beneficio  de  la  intervención  quirúrgica  por  he- 
rida del  pulmón.  Después  ha  observado  bastantes  casos  de  heridas  del  pe- 
cho por  arma  blanca  ó  de  fuego,  y  casi  todas  curaron  solas  ó  sin  interven- 
ción quirúrgica  inmediata,  aunque  había  hemotórax  considerable.  La  in- 
tervención quirúrgica  en  los  casos  de  herida  del  pulmón  debe  ser,  por  lo 
tanto,  excepcional  y  reservarse  sobre  todo,  como  dice  el  Dr.  Delorme,  para 
las  heridas  de  la  región  del  hílio pulmonar,  en  las  que  s^ sospecha  está  in- 
teresado el  corazón  ó  la  mamaría  interna.  En  loe  casos  restantes  se  tendrá 
al  herido  en  observación,  vigilándole  con  cuidado.  Esta  abstención  es  coro- 
nada de  éxito  las  más  de  las  veces. 

Gangrena  y  .perforación  uterina.  —  El  Dr.  Picqué  leyó  un  informe  sobre  la 
observación  siguiente,  comunicada  por  el  Dr.  Lapointe : 

El  7  de  febrero  último  ingresó  en  el  Hospital  de  San  Antonio  una  joven 
de  veintitrés  afios,  en  plena  perítonitis  generalizada.  El  interrogatorio  y  el 
examen  de  la  enferma  permitieron  diagnosticar  una  peritonitis  post  abor- 
tum,  consecutiva  á  la  perforación  traumática  ó  á  la  peritonitis  séptica.  El 
Dr.  Lapointe  practicó  sin  perder  tiempo  la  laparotomía,  y  encontró  asas 
intestinales  distendidas  y  rojizas,  que  nadaban  en  un  líquido  sucio  y  féti- 
do. El  útero,  del  volumen  del  puño,  presentaba  en  su  cara  posterior  una 
extensa  zona  esfacelada.  Histerectomía  supravaginal ;  desagüe  por  el  abdo- 
men 7  por  la  vagina ;  muerte  por  septicemia  á  los  quince  días.  Al  recono- 
cer el  útero  extirpado,  se- vio  que  la  zona  esfacelada  tenía  la  extensión  de 
un  duro,  y  presentaba  en  su  centro  una  perforación  de  la  forma  de  un  crá- 
ter abierto  por  la  cavidad  peritoneal,  de  bordes  desiguales  y  desgarrados, 
por  la  que  podía  introducirse  un  catéter  del  núm.  27.  La  escara  compren- 
día todo  el  espesor  de  la  pared  y  formaba  una  cufia  de  base  periférica,  que 
principiaba  á  desprenderse  de  los  tejidos  inmediatos. 

Eflta  observación,  dijo  el  D^.  Picqué,  plantea  dos  problemas  :  1.^  el  del 
mecanismo  de  la  perforaciói^y  de  la  gangrena  en  este  caso;  2.'',  el  del  pro- 
nóstico y  diagnóstico  de  las  perforaciones  uterinas  post  abortum  y  el  del 
tratamiento  más  indicado  en  tales  circunstancias. 

L*  Respeto  al  mecaniémo  de  la  perforación  en  el  caso  (eferido,  aunque  á 
primera  vista  podría  creerse  que  se  trataba  de  una  gangrena  circunscripta 
alrededor  de  una  perforación  traumática,  la  reflexión  hace  admitir  más 
bien  la  existencia  de  una  perforación  secundaria  á  una  gangrena  circuns- 
cripta primitiva.  La  perforación  fué  la  consecuencia  inmediata,  si  no  me- 
diata de  las  maniobras  intra-uteriuas  á  que  se  sometió  la  enferma  para  pro- 

8 


34 

Yoc&r  el  abo^ :  estas  maniobras  produjeron  la  metritis  séptica,  qae  termi- 
nó por  gangrena  circunscripta  segnida  de  perforación  de  la  pared  uterina. 
La  existencia  de  esta  gangrena  perforante  post  abortiva  está  hoy  perfec- 
tamente demostrada  por  varias  obseryaciones. 

2.<^  El  pronóstico  de  las  perforaciones  uterinas  post  abortum  varia  según 
los  autores;  unos  las  consideran  como  benignas  de  ordinario  (Rebreyend), 
otros  como  graves  (Mauclaire);  la  verdad  se  encuentra  entre  las  dos  opi- 
niones, puesto  que  la  gravedad  depende  de  varios  factores,  estado  séptico 
del  útero,  época  de  la  intervención,  etc. 

El  diagnóstico  es  evidente  en  ciertos  casos  (procidencia  del  intestino  y 
del  epiplón).  ¿En  qué  signos  debe  fundarse  el  diagnóstico  en  los  casos 
restantes?  La  fetidez  del  derrame  no  constituye  un  signo  de  valor ;  el  ca- 
teterismo uterino  constituye  un  medio  peligroso  é  infiel ;  otro  tanto  puede 
decirse  de  la  inyección  intra-uterina ;  la  comprobación  directa  de  la  perfo- 
ración por  medio  del  tacto  intra-uterino  suele  ser  muy  delicada.  En  reali- 
dad, la  laparotomía  es  muchas  veces  el  único  medio  de  hacer  el  diagnóstico 
seguro;  en  estos  casos  es  á  la  vez  exploradora  y  curativa. 

La  laparotomía  tonstituye  en  la  actualidad  el  único  tratamiento  de  las 
perforaciones  uterinas  post  abortum  una  vez  hecho  el  diagnóstico :  no  debe 
esperarse  para  intervenir,  como  se  hacía  antes,  á  que  se  hayan  desarro- 
llado accidentes  perítoneales.  Abierto  el  vientre  se  procederá  de  distinto 
modo,  según  que  la  perforación  esté  complicada  ó  no  con  infección  de  la 
pared  del  útero. 

Guando  no  está  infectada  la  pared  basta  en  rigor  hacer  sólo  la  sutura  de 
la  herida  uterina;  pero  cuando  lo  está  no  es  posible  la  duda  y  debe  extir- 
parse el  útero. 

El  Dr.  Picqué  cree  que  es  preferible  la  histerectomía  total  á  la  parcial, 
porque  facilita  el  desagüe  por  la  vagina. 

Los  resultados  obtenidos  hasta  ahora  por  la  histerectomía  abdominal  en 
las  perforaciones  uterinas  post  abortum  no  son  muy  brillantes  :  8  muertes, 
en  12  casos ;  pero  se  debe  á  que  se  ha  intervenido  siempre  cuando  existían 
ya  accidentes  perítoneales.  Estos  hechos  abogan,  por  lo  tanto,  en  favor  de 
la  intervención  inmediata  y  de  la  utilidad  de  la  incisión  exploradora  en  los 
casos  dudosos. 

El  Dr.  Potherat  dijo  que  respecto  al  tratamiento  de  las  perforaciones 
uterinas  está  completamente  de  acuerdo  con  el  Dr.  Picqné,  para  aprobar 
la  conducta  seguida  por  el  Dr.  Lapointe.  Tocante  á  las  perforaciones  cree 
debe  sefialarse  otro  mecanismo  más  no  indicado  por  el  Dr.  Picqué  :  es  la 
gangrena  determinada  por  el  contacto  de  líquidos  cáusticos  con  la  pared 
uterina.  Acaba  de  observar  en  su  clínica  del  hospital  Broussais  un  caso 
de  gangrena  uterina  localizada  debida,  al  parecer,  á  esta  causa. 

El  Dr.  Mauclaire  cree  que  desde  el  punto  de  vista  del  tratamiento  debe 
tenerse  en  cuenta  eí  sitio  de  la  perforación,  que  se  halla  localizada  en  la 
cara  del  istmo,  en  las  laterales  ó  en  el  fondo  del  órgano.  Estas  últimas  son 
las  más  graves  y  exigen  la  histerectomía  Supravaginal,  mientras  que  las 
otras  pueden  ser  tratadas  por  la  sutura.  Ha  insistido  siempre  sobre  la  ne* 
cesidad  frecuente  de  la  laparotomía  exploradora  inmediata,  aunque  antes 
se  creía  que  las  perforaciones  debían  ser  tratadas  por  la  espectación. 


35 

YeyoNStemía  oii  Y  eon  torsión  dt  la  boea  del  yeyuno,  r-  El  Dr.  Guínard  leyó 
an  informe  sobre  doe  operaciones  de  este  género  practicadas  por  el  doctor 
Sonligonx. 

La  primera  fué  practicada  en  an  hombre  de  sesenta  afios,  diagnosticado 
de  estenosis  cancerosa  del  piloro.  La  laparotomía  demostró  qne  el  estóma- 
go se  bailaba  invadido  por  la  neoplasia  en  la  dos  caras,  y  que  la  gastro- 
enterostomia  era  impracticable  en  absoluto.  El  Dr.  Souligouz  se  decidió, 
por  lo  tanto,  á  hacer  la  yeyunoetomia  en  Y  por  el  procedimiento  de  Maydl, 
pero,  para  asegurar  la  continencia  de  la  boca,  dio  media  Tuelta  al  cabo  in- 
ferior é  hizo  permanente  esta  torsión  por  medio  de  una  sutura  con  seda, 
aplicando  asi  á  la  yeyunostomia  el  procedimiento  que  ha  ideado  hace  algu- 
nos afios  para  la  gastrostomla.  Durante  los  diez  días  que  el  enfermo  sobre- 
títíó  (murió  de  caquexia),  la  continencia  fué  perfecta. 

En  la  segunda  obserración  se  trataba  de  un  hombre  de  treinta  y  nueve 
afios,  con  neoplasia  Yoluminosa  del  cardias;  el  tumor  se  extendía  por  las 
caras  anterior  y  posterior  del  estómago.  La  gastrostomia  era  impractica- 
ble, y  el  Dr.  Souligoux  recurrió  ?á.  miümo  procedimiento  que  en  el  caso  an-  * 
terior.  En  este  enfermo  tampoco  se  observó  incontinencia  de  la  boca  del 
yeyuno  mientras  vivió  el  paciente. 

A  propósito  de  estos  dos  casos,  preguntó  el  Dr.  Guinard  si  cuando  est¿ 
indicada  la  yeyunostomia — operación  que  sólo  debe  practicarse  cuando  es 
imposible  practicar  la  gastro-euterostomia  y  la  gastrostomia— conviene  re- 
currir á  la  yeyunostomia  lateral  simple  ó  al  procedimiento  en  Y  de  Maydl, 
completado  por  la  torsión  de  Souligoux.  Cree,  á  causa  del  estado  gravísi- 
mo de  los  enfermos  en  quienes  debe  practicarse  la  yeyunostomia,  que  la 
operación  más  sencilla  es  la  mejor:  propone,  por  lo  tanto,  recurrir —y  lo  ha 
hecho  dos  veces  con  resultado  excelente — á  la  yeyunostomia  lateral,  com- 
pletada por  la  torsión  de  Souligoux. 

El  Dr.  Terrier  cree,  como  el  Dr.  Guinard,  que  no  deben  complicarse  las 
operaciones  de  yeyunostomia,  porque  á  los  enfermos  en  quienes  se  practi- 
can se  les  prolonga  poco  la  vida.  Por  lo  demás,  la  continencia  obtenida  á 
costa  de  ciertos  procedimientos  complicados  no  es  siempre  durable,  según 
ha  observado  varias  veces  en  la  gastroctomía. 

El  Dr.  Delhet  dijo  que  las  incontinencias  ulteriores  son  debidas  á  las  son- 
das que  suelen  dejar  aplicadas  más  ó  menos  tiempo  los  enfermos  ó  los 
que  les  asisten.  En  las  condiciones  ordinarias,  es  decir,  cuando  no  se  colo- 
ca la  sonda  más  que  en  el  momento  de  la  comida,  se  observa,  por  el  contra- 
rio, más  bien  tendencia  á  la  estrechez  de  la  boca  que  á  la  dilatación. 

AbsciSi  erónico  intradural.  —El  Dr.  Delbet  presentó  el  enfermo  objeto  de 
esta  observación.  Se  trata  de  un  absceso  intradural  desarrollado,  sin  per- 
foración de  la  dura  madre,  á  consecuencia  de  una  contusión  por  bala  de 
revólver,  que  siguió  un  trayecto  oblicuo  entre  la  dura  madre  y  el  hueso. 
El  pus  de  este  absceso,  probablemente  poco  séptico  al  principio,  era  esté- 
ril en  absoluto  en  el  momento  de  la  intervención.  El  absceso  se  hallaba 
situado  en  su  mayor  parte  en  las  meninges,  y  era  difícil  decir  si  penetraba 
en  la  substancia  cerebral.  El  diagnóstico  de  absceso  intracerebral  se  hizo 
fundándose  en  los  dos  únicos  síntomas  que  presentaba  el  enfermo  después 
del  accidente :  cefalea  predominante  en  el  lado  derecho,  que  se  exacervaba 


36 

por  la  posición  horizontal,  y  ligera  midriasis  derecha.  No  habla  elevación 
de  la  temperatura,  modificaciones,  ni  trastornos  visuales,  auditivos,  etcé- 
tera. La  trepanación  del  cráneo  y  el  desagüe  del  absceso,  practicados  siete 
semanas  después  del  accidente,  fueron  seguidos  de  curación  completa, 
f  (La  Presse  Medícale). -^V.  Tolbdo. 


SOOIBDAD    D£    OBSTETRICIA    DE   LONDRES 
8uián  dd  día  6  de  Junio  de  1906. 

Contracción  uterina  sin  retracción;  liiperpirexia  nerviesa.— El  Dr.  Hermán 
narró  un  caso  de  parto  prematuro  en  el  cual  el  avance  del  feto  se  contuvo, 
durante  más  de  veinticuatro  horas,  aunque  el  útero  se  contrajo  con  regu- 
laridad, el  conducto  genital  estaba  completamente  dilatado,  la  criatura  era 
pequeña  y  las  dimensiones  de  la  pelvis  normales.  La  causa  del  retraso  fué, 
según  cree,  la  falta  de  retracción  uterina.  Este  caso  puede  considerarse 
como  ejemplo  de  la  diferencia  que  existe  entre  contracción  y  retracción 
del  útero.  El  parto  fué  seguido  de  elevación  de  la  temperatura,  que  duró 
más  de  quince  días,  sin  que  existiera  signo  físico  alguno  de  enfermedad, 
ni  debilidad  ni  demacración,  pudiendo  ser  considerada  por  lo  tanto  como 
de  origen  puramente  nervioso.  Se  han  referido  algunos  casos  de  este 
género. 

El  Dr.  Willianuon  cree  que  no  hay  prueba  evidente  de  que  no  existiera 
retracción  uterina  en  este  caso.  Las  definiciones  de  retracción  del  útero 
dadas  por  Galabin,  Dakin  y  Pajot  son  poco  satisfactorias.  La  contracción  * 
y  la  retracción  son  concomitantes  aun  en  el  primer  período  del  parto,  se- 
gún se  ha  observado  estudiando  los  cortes  hechos  en  cadáveres,  congelados 
de  mujeres  que  murieron  en  este  período.  La  retracción  es  esencial  para 
que  se  dilate  el  cuello  uterino.  Si  esta  opinión  es  exacta,  el  Dr.  Hermán 
está  en  un  error  al  decir  que  hubo  falta  de  retracción  del  útero  en  su  eu- 
ferma*  El  simple  hecho  de  estar  completamente  dilatado  el  conducto  cer* 
vical  es  prueba  de  que  hubo  retracción. 

El  Dr.  Lewers  manifestó  que  el  Dr.  Hermán  no  está  en  lo  cierto  al  afir- 
mar que  la  elevación  de  la  temperatura  era  de  origen  nervioso.  Se  trataba 
de  un  caso  puerperal  en  el  que  hubo  varios  calofríos  repetidos  é  hipertermia 
que  duró  bastante  tiempo.  El  parto  no  careció  de  complicaciones,  puesto 
que  fué  preciso  extraer  la  placenta  con  la  mano.  Conviene  recordar  que  no 
es  posible  siempre  dejar  las  manos  completamente  estériles.  Cree  que  un 
caso  que  presente  los  caracteres  clínicos  que  el  del  Dr.  Hermán,  debe  con- 
siderarse como  de  flebitis  uterina.  Esta,  opinión  era  la  sostenida  hace 
varios  afios  por  el  antiguo  profesor  Sir.  J.  Williams ;  después  ha  visto 
varias  enfermas  de  esta  clase.  Los  fenómenos  característicos  son  la  falta  de 
signos  físicos,  la  persistencia  del  aumento  de  temperatura  y  los  calofríos. 
En  algunos  de  estos  casos  el  diagnóstico  fué  después  comprobado  por  la 
flebitis  que  propagó  á  la  vena  principal  y  produjo  la  tumefacción  del  miem- 
bro correspondiente.  Varias  enfermas  se  encuentran  bastante  bien  en  el 


37 

período  que  media  eatre  los  calofríos  y  comen  con  buen  apetito.  Una  gran 
proporción  de  casos  cura  completamente. 

El  Dr.  Griffith  indicó  estaba  conforme  con  lo  expuesto  por  el  Dr.  Wi- 
lliamson.  Admite  desde  hace  alganos  afios  que  la  retracción  es  una  fun- 
ción de  todos  los  músculos  vivos,  y  que  por  lo  tanto  un  músculo  largo  es 
capaz  de  recobrar  su  longitud  primitiva  después  de  la  contracción  ó  esti- 
ramiento, y  otro  hueco,  de  adaptarse  á  su  contenido  á  beneficio  de  una  con- 
tracción ligera  con  un  mínimum  de  cansancio  muscular,  quedando  asi  dis- 
puesto para>  contraerse  ó  dilatarse  de  nuevo  más  fácilmente.  El  retraso  en 
el  nacimiento  de  la  criatura,  en  el  caso  del  Dr.  Hermán,  fué  debido  á  la 
falta  de  contracción  eficaz  más  que  á  la  de  retracción,  como  cree  este  autor. 

El  Dr.  Horrocka  dijo  que,  en  un  trabajo  publicado  hace  cuatro  años,  ha- 
bía discutido  el  problema  de  la  retracción  del  útero,  la  que  define  como 
c contracción  seguida  de  relajación  (es  decir,  desaparición  de  la  coiHrao- 
ción  activa),  pero  no  de  extensión'.  Todos  los  músculos  del  organismo  tie- 
nen antagonistas  que  las  más  de  las  veces,  aunque  no  siempre,  son  también 
músculos.  El  antagonista  del  bíceps,  por  ejemplo,  es  el  tríceps.  Además, 
según  sabemos,  ninguna  fibra  muscular  del  organismo,  sea  voluntaria  ó 
involuntaria,  estriada  ó  lisa,  es  capaz,  después  de  acortarse  por  contracción, 
de  recobrar  espontáneamente  sus  dimensiones  primitivas.  Esto  se  consigue 
por  BU  antagonista.  Ahora  bien,  durante  el  embarazo  el  útero  se  contrae 
sin  que  la  enferma  lo  note,  porque  las  contracciones  no  son  dolorosas.  Du- 
rante estas  contracciones  aumenta  la  presión  intra  amniótica,  y  cuando 
cesa  la  contracción  activa  este  aumento  de  presión  entra  en  juego  y  obliga 
á  la  pared  uterina  á  recobrar  su  estado  primitivo.  Desempeña  el  papel  de 
un  antagonista  y  no  hay  retracción.  Pero  en  el  parto  las  membranas  prin- 
cipian á  ensanchar  el  conducto  cervical  y  cada  contracción  del  útero  es 
segaida  de  extensión  imperfecta  y  de  engrosamiento  ligero  (retracción). 

El  Dr.  A*  Rotith  preguntó  si  el  feto  nació  con  caput  succedaneum^  y  si  al 
practicar  la  versión  se  observó  retracción  del  anillo  de  Bandl.  Dijo  que 
había  observado  varios  casos  de  calofríos  y  de  hiperpirexia  sin  causa  evi- 
dente, unos  indudablemente  de  origen  nervioso  y  otros  debidos  á  la  flebitis 
uterina. 

El  Dr.  Boxall  cree  que  la  retracción  está  relacionada  con  la  tonicidad. 
Es  muy  posible  que  en  ciertos  casos  falte  la  retracción,  aunque  se  produz- 
can contracciones.  Ha  observado  que  en  los  casos  en  que  el  útero  se  retrae 
con  energía  inmediatamente  después  de  terminar  el  parto,  á  las  doce  ó 
veinticuatro  horas  el  útero  es  menos  duro  y  menos  voluminoso,  lo  que  in- 
dica que  la  contracción  no  persiste.  Ha  visto  varios  casos  de  infección 
séptica  aguda,  en  los  qae  las  huellas  del  veneno  se  encontraron  princi- 
palmente en  el  aparato  vascular  sanguíneo  con  manifestaciones  locales  li- 
geras ó  nulas. 

Qlieosuria  durante  el  embarazo.  —  El  Dr.  W.  H.  B.  Brook  narró  cuatro 
casos  de  este  género.  En  el  primero  la  enferma  eliminaba  por  la  orina,  en 
el  quinto  mes  de  su  segundo  embazo,  2  y  Vt  por  100  de  glucosa  y  una  can- 
tidad pequeña  de  lactosa.  La  orina  de  las  otras  dos  enfermas,  que  se  halla- 
ban en  el  sexto  mes  de  la  gestación,  contenía  mucha  más  cantidad  de  glu- 
cosa. La  segunda  enferma  era  primípara  y  la  última  se  hallaba  embarazada 


38 

por  tercera  Tez.  Lae  tres  mujeres  ilegaron  al  término  de  sn  embarazo  y  la 
glneoea  desapareció  de  la  orina  después  del  puerperio.  Las  tres  fneron 
sometidas  al  régimen  antidiabético;  los  medicamentos  empleados  fueron 
la  aspirina,  el  salicilato  sódico,  la  aniipirina  y  alguna  dosis  de  masa  pilu- 
lar  hidrargirica. 

El  Dr.  Champneys  dijo  que  la  diabetes  del  embarazo  es  distinta  de  la 
glucosuria  ligera,  llamada  c diabetes  de  absorción '«  debida  á  que  se  ab- 
sorbe el  azúcar  de  la  leche  retenida  en  las  mamas.  La  diabetes  del  emba- 
razo sigue  á  veces  una  marcha  completamente  benigna,  pero  en  otros  casos 
produce  con  rapidez  la  muerte.  Lo  diñcil  es  el  pronóstico,  y  no  se  conoce 
método  alguno  satisfactorio  que  permita  hoy  por  hoy  hacerlo  con  seguridad. 

El  Dr.  Fairbaim  refirió  un  caso  observado  recientemente.  La  enferma 
se  encontraba  en  el  sexto  mee  de  so  embarazo.  El  análisis  de  la  orina  con 
la  fenilhidracina  y  el  polarimetro,  demostró  que  el  azúcar  era  glucosa.  La 
cantidad  de  orina  no  había  aumentado  y  el  peso  especifico  era  sólo  algo 
mayor  que  el  normal.  Cree  también  que  la  glucosuria  ligera  de  la  mujer 
embarazada  es  distinta  de  la  diabetes  verdadera.  La  pequeña  cantidad  de 
orina  eliminada,  y  la  falta  de  otros  sintomss  diabéticos,  permite  incluir 
estos  casos  en  otra  categoría  completamente  distinta. 

El  Dr.  Griffith  citó  un  caso  de  diabetes  que  ha  tenido  ocasión  de  obser- 
Tar  por  espacio  de  varios  años.  La  enferma  quedó  embarazada  hace  cuatro 
meses,  y  ni  en  el  embarazo  ni  en  el  parto  presentó  signo  alguno  de  peligro. 
Cree  que  este  caso  es  intermedio  entre  los  de  glucosuria  temporal  referi- 
dos por  el  Dr.  Brook  y  los  gravísimos  citados  por  el  Dr.  Mattbews  Duncan. 

{The  Britiah  Med.  Jaumal),--  F.  Toledo. 


IMPKRIAL   T   REAL   SOCIEDAD    DE   LOS    M1ÍDI008   DE   YIENA 
8€$ión  del  dia  4  de  Mayo  de  Í906, 

Priapisme  de  origen  ieoeémics.  —  El  Dr.  Víctor  Blum  presenta  un  joven  de 
veinte  afios  que  se  despertó  hace  seis  días  con  una  erección  del  pene  que 
dura  todavía.  Hace  seis  meses  se  cayó  de  una  escalera  sobre  el  periné,  su- 
friendo  como  consecuencia  una  epididimitis.  No  ha  padecido  ninguna  in- 
fección venérea.  El  pene  se  halla  en  erección  máxima,  muy  duro  y  con  una 
longitud  de  21  centimetros,  pero  la  erección  no  afecta  al  glande  ni  al 
cuerpo  cavernoso  de  la  uretra.  La  piel  del  pene  está  intacta,  no  hay  excita* 
ción  sexual,  poluciones,  ni  ningún  trastorno  nervioso.  El  enfermo  está 
muy  pálido  y  presenta  infarto  esplénico  enorme  y  de  los  ganglios  ingaina- 
les  y  axilares.  En  un  milímetro  cúbico  de  sangre  ee  cuentan  565.000  leu- 
cocitos y  8,285.000  eritrocitos. 

En  la  literatura  se  registran  otros  diez  casos  de  priapismo  leucémico, 
pero  acompañado  de  grandes  dolores,  que  faltan  en  el  caso  actual.  Se  ha 
atribuido  este  priapismo  á  trombosis  y  otros  trastornos  circulatorios  de  los 
cuerpos  cavernosos,  ó  bien  á  irritaciones  de  los  nervios  erectores  á  causa 
de  las  condiciones  de  la  sangre  ó  de  presión  ejercida  por  ganglios  infarta- 


39 

dos  sobre  los  nerrios  del  plexo  pndendo.  En  el  easo  actnal  debe  de  tratar- 
se de  una  trombosis  blanda  de  los  caerpos  cayernosos,  como  también  suce- 
dió en  el  único  caso  en  el  que  se  hizo  la  autopsia  y  que  refiere  Kast. 

El  pronóstico  es  dudoso,  puesto  que  puedea  sobrevenir  supuraciones  de 
loe  caerpos  caTernosos  con  piohemia  subsiguiente.  En  este  caso,  el  único 
medio  de  saWar  la  yida  seria  una  intervención  quirúrgica  rápida.  El  pro- 
nóstico se  ajusta  al  de  la  enfermedad  fundamental.  El  autor  ya  á  recurrir 
en  el  caso  actual  á  los  rayos  X. 

Immtr  vesical  inflamado.  —  El  Dr.  Ifana  de  Haberer  presenta  un  individuo 
de  treinta  años  que  fué  operado  el  año  1902  de  hernia  inguinal :  en  marzo, 
del  lado  derecho,  y  en  noviembre,  del  izquierdo,  sin  que  en  ambas  opera- 
ciones hubiese  ocurrido  nada  de  particular.  En  cambio,  desde  hace  catorce 
dias  venia  sintiendo  el  paciente  una  presión  continua  en  la  región  vesical. 
Nunca  ha  habido  fiebre,  pero  últimamente ,  el  enfermo  se  ha  demacrado  y 
ha  perdido  el  apetito.  Nada  de  antecedentes  venéreos.  La  orina  estaba 
clara,  pero  contenía  indicios  de  sangre.  Con  la  palpación  se  percibía  á  la 
derecha  y  por  encima  de  la  sínfísis  un  tumor  del  tamaño  del  puño  de  un 
niño,  de  superficie  lisa  y  de  bastante  consistencia.  El  tumor  se  podía  dis- 
locar en  sentido  lateral  y  no  era  nada  sensible  á  la  presión.  Con  el  cistos- 
copio  se  vio  que  la  pared  posterior  y  derecha  de  la  vejiga  sobresalía  en  el 
interior  de  ésta  como  an  tumor  mayor  que  una  nuez.  En  lo  más  culmi- 
nante del  tumor  había  dos  puntos  necrosados  que  sangraban  al  menor  con- 
tacto. Se  sospechó  un  tumor  maligno,  probablemente  un  sarcoma  intramu- 
ral  próximo  á  abrirse,  y  como  del  tumor  partía  un  cordón  que  llegaba  has- 
ta el  ombligo,  se  pensó  en  cierta  conexión  con  el  uraco. 

Previa  anestesia  espinal  de  Bier,  se  practicó  la  talla  hipogástrica  y  se 
encontró  un  tumor  inflamatorio  de  la  pared  izquierda  de  la  vejiga,  de  cuyo 
tumor  partía  un  cordón  calloso  que  ascendía  en  la  línea  media.  Incindido 
el  tumor,  se  penetró  en  una  gran  cavidad  llena  de  masas  necrosadas  y  de 
pus  estéril.  A  la  derecha  se  tocaba  la  cicatriz  de  Bassini.  8e  vació  la  cavi- 
dad con  la  cucharrilla  cortante  y  se  estableció  un  amplio  desagüe. 

tíe  trataba,  por  lo  tanto,  de  un  tumor  en  parte  paravesical  y  en  parte 
intramural,  de  naturaleza  inflamatoria,  y  cuyo  origen  se  puede  relacionar 
sin  violencia  alguna  con  la  cicatriz  de  Bassini  antes  mencionada. 

( Wiener  klinieche  Bundechau).  —  R.  dbl  Valle. 


PERIÓDICOS 


La  albaminuria  desde  el  punto  de  vista  diagnóstica  y  terapéutico.— Wright  y 

Roes  sostienen  que  puede  existir  una  calbnminuria  fisiológica»,  es  decir, 
que  puede  producirse  una  trasudación  de  linfa  en  los  tubillos  uriníferos 
sin  que  existan  lesiones  renales  graves.  Aconsejan  para  corregir  esta  for- 
ma  de  albuminuria,  aumentar  la  coagulabilidad  de  la  sangre  por  la  adn^- 
nistración  de  una  sal  de  calcio.  Emplean  el  lactato  á  la  dosis  de  18  decí- 


40 

gramos,  en  una  doeis  ó  en  tres.  El  lactato  calcico  sirve  no  sólo  para  cnrar 
la  albuminuria,  sino  para  hacer  el  diagnóstico  entre  la  fisiológica  y  la  de- 
bida á  una  enfermedad  renal.  La  primera  disminuye  con  rapidez  ó  desapa* 
rece  con  el  lactato  de  calcio,  mientras  que  si  es  debida  á  una  lesión  del  ri- 
lión,  este  medicamento  es  completamente  inútil. 

(The  Therapeinic  Gazette^  15  marzo  1906).— P.  Toledo. 

Supervivoneia  después  de  la  aparición  de  ia  retinitis  albuminArica.— La  reti- 
nitis se  presenta  próximamente  en  el  80  por  100  de  todos  los  casos  de  mal 
de  Bright.  Su  pronóstico  quoad  viiam  yaria  según  se  trate  de  enfermos  de 
hospital  ó  particulares.  En  los  primeros  resultó  una  superriyencia  media 
de  cuatro  meses  á  contar  de  la  comprobación  de  las  lesiones  de  fondo  de 
ojo,  según  el  Dr.  Miley.  En  loe  segundos,  dicha  supervivencia  ha  sido  de 
unos  doce  meses  por  término  medio,  según  el  Dr.  Snell. 

De  todos  modos,  la  retinitis  albuminúrica  siempre  es  un  signum  pesim 
omifUSj  si  se  exceptúan  los  casos  de  nefritis  gravidarum. 

iíancet).—B,.  del  Valle. 

Acción  de  los  amarges.^  Los  amargos  no  son  suficientes  por  si  solos  para 
aumentar  la  secreción  del  jugo  gástrico,  pero  si  cuando  se  ingieren  á  con- 
tinuación alimentos.  Este  hecho  ha  sido  demostrado  experímentalmente 
en  el  perro  por  el  Dr.  Straschenko.  Dos  médicos  de  Bucharest,  los  doctores 
Nano  y  Nironesko,  han  observado  que  los  amargos,  en  particular  la  tintu- 
ra de  quina,  administrados  al  hombre,  no  sólo  aumentan  de  un  modo  nota- 
ble el  jugo  gástrico  cuando  se  hacen  ingerir  en  seguida  alimentos,  sino  que 
dicho  jugo  contiene  mayor  cantidad  de  ácido  clorhídrico.  Dedúcese  de  este 
hecho  que  en  la  hipoclorhidria  los  amargos  son  medicamentos  útilísimos, 
según  prueban  la  experiencia  clínica  y  las  investigaciones  de  laboratorio. 

(New  York  Méd.  Journal).— F.  Toledo. 

Valer  clínloc  de  la  reacción  del  azul  de  motliene.— El  Dr.  Russo  cree  que  la 
reacción  del  azul  de  metileno  puede  sustituir  muy  bien  á  la  reacción  dia- 
zóica  de  Ehrlich.  El  azul  puesto  en  contacto  con  orina  patológica  la  tiñe 
de  ñn  color  verde  esmeralda,  y  esta  reacción,  que  es  constante  en  los  casos 
de  fiebre  tifoidea,  no  tiene  ninguna  relación  con  la  reacción  del  indican. 

La  reacción  del  azul  de  metileno  aventaja,  en  concepto  del  autor,  á  la 
reacción  diazóica  de  Ehrlich,  tanto  bajo  el  aspecto  clínico,  como  bajo  el 
pronóstico,  sobre  todo  en  el  tifus  abdominal :  su  aparición  marca  exacta- 
mente el  periodo  de  la  enfermedad  y  su  desaparición  la  curación  de  la 
misma.  Técnicamente  es  más  fácil  y  más  sencilla  que  la  reacción  diazóica, 
y  el  número  de  enfermedades  en  que  se  presenta  es  también  menor. 

(Ri forma  Medica).— B..  del  Valle, 


-^"^^^-^^ 


REVISTA 

DB 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


GASTRALGOKENOSIS 


DOCTOR  D.  RAFAEL  DEL  VALLE  Y  ALDABALDE 

MMlM,  por  opodddm  d«l  Hoipltal  Prariadiü.  Madrid. 


En  la  primera  decena  del  mes  de  julio  del  año  pasado  fui  consul- 
tado por  escrito,  por  D.  M.  M.,  vecino  de  Cabra,  de  cuarenta  y  cinco 
años,  interventor  de  ferrocarriles,  casado  y  con  dos  hijos. 

Siempre  habla  estado  sano  y  robusto  hasta  hace  cosa  de  un  año,  en 
cuya  época,  hallándose  en  Bilbao,  tuvo  un  padecimiento  de  los  in- 
testinos, que  quebrantó  en  alto  grado  su  salud  y  que  le  obligó  á  estar 
sometido  á  dieta  láctea  durante  seis  meses. 

Su  padecimiento  actual  se  remonta  al  10  de  marzo  del  año  pasa- 
do, en  cuya  fecha  sintió,  á  las  dos  horas  de  haber  comido,  una  pun- 
zada ó  contracción  interior,  que  el  enfermo  no  puede  precisar  bien 
si  radicaba  en  el  pecho  ó  en  la  parte  alta  del  epigastrio.  Dicha  pun« 
zada  fué  de  muy  corta  duración,  casi  intantánea,  pero  asustó  mu- 
cho al  paciente,  porque  en  el  acto  de  sentirla  parecía  que  el  corazón 
se  detenia  algo,  latiendo  después  por  un  corto  tiempo  con  alguna 
celeridad.  Esto  úo  obstante,  los  tres  médicos  que  asistían  al  sujeto, 
después  de  detenido  reconocimiento,  dijeron  que  se  trataba  de  un 
fenómeno  nervioso  sin  importancia,  puesto  que  en  el  corazón  no 
habla  nada  anormal. 

La  punzada  se  repitió  después  en  los  meses  de  abril,  mayo  y  junio, 
pero  con  menor  fuerza  que  en  marzo,  siendo  de  advertir  que  á  los 
pocos  dfas  de  haberse  presentado  dicho  síntoma  se  alteró  el  sueño, 
despertando  el  enfermo  muchas  veces  y  pasando  algunas  noches  en 
vela,  cuando  en  estado  normal  dormía  la  noche  en  un  sueño.  Tam- 
bién empezaron  por  entonces  los  trastornos  del  estómago. 
Afio  XXX. 'Tomo  LXXIl.-Núm.  998.-14  Julio,  1906.  4 


42 

Segáa  el  relato  del  interesado,  que  estoy  copiando  casi  literalmen- 
te, lo  característico  de  su  enfermedad  era  lo  siguiente : 

Necesidad  apremiante  de  tomar  alimento  con  frecuencia,  con  in- 
tervalos de  dos  horas  cuando  tomaba  leche,  y  de  tres  si  tomaba  un 
huevo  batido  y  un  vaso  de  leche. 

Gran  angustia,  desfallecimiento  y  una  especie  de  temblor  en  el 
estómago  en  el  acto  de  entrar  el  alimento,  temblor  que  duraba  unos 
veinte  á  treinta  minutos,  irradiándose  á  veces  á  los  muslos  y  pier- 
nas y  produciendo  flojedad. 

La  molestia  del  estómago  era  constante,  pero  el  enfermo  se  encon- 
traba mejor  cuando  la  viscera  estaba  llena  de  alimento  y  en  la  hora 
que  seguía  á  su  ingestión. 

Cuando  el  estómago,  á  las  dos  horas  de  haber  tomado  la  leche,  em- 
pezaba á  vaciarse,  se  iniciaban  las  angustias,  el  desfallecimiento,  la 
intranquilidad,  él  dolor  y  una  sensación  especial  gueparecia  ser  de 
necesidad  y  que  le  obligaba  á  tomar  alimento  nuevamente.  No  era 
apetito  lo  que  sentía,  sino  necesidad  ;  los  alimentos  no  le  repugna- 
ban ni  le  sabían  mal,  pero  no  los  comía  con  gusto  ni  con  la  satisfac- 
cióVi  del  apetito  normal. 

A  la  caída  de  la  tarde  y  por  la' noche,  sentía  el  enfermo  llenura  y 
abultamiento  estomacal  muy  molestos,  como  consecuencia  de  una 
ingestión  tan  repetida  de  alimentos  casi  totalmente  líquidos. 

Se  acostaba  á  las  doce  de  la  noche,  tomando  á  esta  hora  un  huevo 
batido  y  un  vaso  de  leche.  A.  las  cuatro  ó  cinco  de  la  mañana  le 
despertaba  una  gran  necesidad,  que  le  obligaba  á  tomar  leche.  A 
las  siete  tomaba  otro  vaso,  y  así  continuaba  alimentándose  cada 
dos  ó  tres  horas. 

Todo  el  epigastrio  estaba  muy  doloroso  y  con  intensa  sensación  de 
malestar,  por  cuya  causa  no  le  era  posible  hacer  inspiraciones  pro- 
fundas, porque  al  entrar  el  aire  le  dolía  mucho. 

Bn  los  tres  meses  y  medio  que  llevaba  de  enfermedad  no  había 
tenido  diarrea  ni  estreñihiiento;  el  excremento  era  abundante  y 
con  olor  muy  fuerte,  distinto  del  natural. 

Obraba  una  vez  por  la  mañana,  y  asi  como  á  la  hora  otra  vez« 
Bn  esta  segunda  solía  expulsar  sin  ningún  dolor  de  vientre  unos 
materiales  muy  parecidos  á  la  clara  de  huevo,  unas  veces  con  chis- 
pas de  sangre  y  otras  sin  ellas. 

No  tenia  eructos  ni  acedías;  tampoco  le  repetía  la  comida  ni  tenía 
ardores  producidos  por  el  alimento. 

Por  las  mañanas  al  levantarse,  y  á  veces  por  la  tarde  y  noche,  ge- 


43 

aeralmente  cuando  el  estómago  estaba  vacío,  tenia  muchas  arcadas 
y  conatos  de  Vomitar,  pero  sin  echar  nada  más  que  saliva;  cuando 
tomaba  alimento  cesaban  las  arcadas. 

Por  lo  general,  los  alimentos  que  tomaba  eran  líquidos.  A  veces  no- 
taba en  la  boca  acidez,sobte  todo  después  de  tomar  leche.  También 
solía  tomar  al  medio  día  puré  de  habas  ó  de  lentejas,  merluza  coci* 
da  y  pollo.  Las  horas  en  que  peor  se  sentía  el  enfermo  eran  de  cinco 
A  nueve  de  la  mañana. 

A  pesar  de  tanta  molestia,  en  vez  de  desnutrirse  había  aumentado 
de  peso,  puesto  que  de  72  á  74  kilos  que  pesaba  en  el  estado  de  salud 
ha  subido  &  78  el  3  de  junio,  y  cuando  escribió  esta  consulta  no  pe- 
saba menos  de  dicha  cifra. 

De  donde  resulta  que  el  enfermo,  á  pesar  de  estarlo,  asimilaba  y  se 
nutría,  tenía  buen  color  y  su  aspecto  general  es  de  sano.  Esto  no  obs- 
tante, estaba  inútil  para  todo  trabajo  regular,  y  no  podía  empren- 
der estudio  que  requiriesen  atención  sostenida  y  continuada.  Cuan- 
do pesaba  73  kilos  era  un  hombre  útil  para  todo;  ahora  que  pesaba 
78  á  80,  decía  el  enfermo  que  no  servía  para  nada. 

En  las  veinticuatro  horas  venía  á  tomar:  dos  huevos  batidos  en 
caldo,  cuatro  yemas  también  batidas,  un  plato  de  puré  de  habas  y 
-cerca  de  seis  cuartillos  de  leche,  distribuida  toda  esta  alimentación 
en  diez  comidas,  comenzando  la  primera  á  las  cinco  y  media  de  la 
mañana  y  terminando  la  última  á  las  doce  y  media  de  la  noche. 

La  lengua  estaba  cubierta  de  una  capa  blanca  y  á  veces  amari- 
llenta. Las  orinas  eran  normales,  según  análisis: 

No  podía  leer  alto,  porque  cuando  leía  ó  hablaba  alto,  parecía  que 
se  estrechaba  y  achicaba  la  garganta,  produciendo  molestia  y  tra- 
bajo los  esfuerzos  para  emitir  la  voz. 

El  médico  decía  que  se  trata  de  una  afección  nerviosa  del  estoma* 
go.  El  médico  de  Bilbao  dice  que  es  una  gast^algokenosis. 


A  la  consulta  anterior  di  la  contestación  siguiente: 
Se  trata,  en  efecto,  de  un  caso  de  gastralgokenosis  ó  vacuidad  do- 
lorosa  del  estómago.  (Boas,  tomo  II,  pág.  377  de  la  traducción  espa- 
ñola; Penzoldt  y  Stintzing,  tomo  IV,  pág.  45(3  de  la  traducción  espa- 
ñola). 

Convendrá  investigar  si  ha  habido  excesos  de  trabajo  ó  de  otro 
género,  vigilias  prolongadas,  desórdenes  en  el  régimen  alimenticio 
<en  cantidad  ó  calidad,  comer  precipitadamente,  muy  caliente  ó 


44 

muy  frío,  trabajar  después  de  comer,  etc.),  6  bien  si  han  influido- 
causas  morales,  como  disgustos,  preocupaciones,  emociones  violen- 
tas, etc.  Todo  ello  para  alejar  en  lo  posible  tales  causas,  no  sólo* 
ahora,  sino  también  en  lo  porvenir. 

También  conviene  saber  si  se  trata  de\in  individuo  neurasténico» 
ó  por  lo  menos  nervioso,  para  emplear  el  tratamiento  general  ade- 
cuado, á  la  vez  que  el  que  se  propone  en  este  escrito. 

Es  indudable  que  la  cantidad  de  alimentos  es  excesiva,  ó  por  la 
menos  que  con  menor  cantidad  podría  cubrir  el  enfermo  sus  necesi- 
dades orgánicas  habituales. 

Además,  la  calidad,  mejor  dicho,  proporción  de  las  distintas  subs* 
tancias  alimenticias,  es  anormal;  hay  sobra  de  principios  nitroge» 
nados  y  quizá  de  grasas  y  falta  de  principios  hidrocarbonados  (fe* 
culentos,  amiláceos,  azúcar,  etc.). 

Así  se  explica  que  el  sujeto  engorde,  y  sin  embargo,  se  sienta  mal 
de  su  estado  general. 

Por  otra  parte,  es  una  alimentación  demasiado  líquida;  de  ahí  el 
encharcamiento  del  estómago,  que  con  el  tiempo  puede  acarrear  la 
dilatación  del  órgano ;  y  como  además  se  trata  de  alimentos  en  ge- 
neral de  fácil  digestión,  al  acostumbrarse  el  estómago  á  ellos,  cae 
en  cierta  atonía,  y  más  tarde  podría  no  digerir  bien  los  alimento» 
de  uso  corriente. 

Todo  esto,  además  de  las  molestias  que  siente  el  enfermo,  son  mo- 
tivos que  obligan  á  tratar  su  padecimiento. 

Para  ello  se  aconsejan  tres  clases  de  medicamentos:  los  opiados^ 
los  bromurados  y  los  arsenicales. 

Al  emplearlos,  como  luego  se  dirá,  ademad  de  calmar  las  moles- 
tias del  enfermo,  nos  proponemos  que  el  número  de  sus  comidas  sea 
menor,  y  que  su  régimen  se  vaya  aproximando  paulatinamente  al 
habitual  del  sujeto  cuando  se  hallaba  en  estado  de  salud. - 


Un  cuarto  de  hora  antes  del  desayuno  de  las  ocho,  debe  tomar 
una  pildora  de  un  centigramo  de  extracto  tebáico  y  otra  de  extrac- 
to de  belladona.  Con  esto  se  espera  que  el  segundo  desayuno  se  pue- 
da aplazar  á  las  once  y  media,  por  ejemplo. 

Antes  de  este  segundo  desayuno  tomará  ocho  ó  diez  gotas  de  una 
mezcla  á  partes  iguales  de  tintura  de  canela  (ó  agua  de  menta  pi- 
perita) y  licor  de  Fowler. 

Un  cuarto  de  hora  ó  media  hora  antes  de  la  comida  del  medio  día. 


45 

que  86  podrá  aplazar  quizá  hasta  las  dos,  tomará  en  un  vasito  de 
agua  uáos  polvos  compuestos  de  un  gramo  de  bromuro  sódico  y  otro 
de  bromuro  amónico. 

Un  cuarto  de  hora  antes  de  la  primera  merienda,  que  será  á  eso  de 
las  seis  de  la  tarde,  las  gotas  arsenicales  que  se  administraron  para 
el  segundo  desayuno. 

Un  cuarto  de  hora  ó  media  hora  antes  de  los  dos  vasos  de  leche, 
que  tomará  á  las  ocho  y  media,  los  polvos  de  bromuro. 

A  las  once  menos  cuarto,  un  cuarto  de  hora  antes  de  lo  equiva- 
lente á  la  cena,  una  pildora  de  opio  y  belladona. 

Desde  esta  hora  hasta  el  primer  desayuno,  conviene  que  tome  la 
menor  cantidad  posible  de  alimento;  pero  si  no  se  puede  pasar  por 
otro  camino,  tomará  un  vaso  de  leche  cada  tres  ó  cuatro  horas,  ó 
aea  uno  á  las  dos  y  otro  á  las  cinco. 

Al  principio  no  se  debe  variarla  cantidad  en  cada  toma,  ni  la  ca- 
lidad de  los  alimentos ;  pero  si  el  enfermo  mejora,  como  es  de  espe- 
rar, conviene  ir  reemplazando  algunos  vasos  de  leche  por  leche  con 
tapioca  ó  acompañada  de  una  ó  dos  galletas,  pero  no  de  las  llama- 
das Marías  ni  las  de  vainilla;  son  preferibles  las  llamadas  Albert, 
poco  azucaradas. 

De  este  modo  también  se  puede  ir  disminuyendo  la  cantidad  total 
de  leche. 

Como  régimen  de  transición  al  habitual,  hay  que  mencionar  los 
sesos  cocidos,  no  fritos,  las  criadillas,  el  pan  tostado  y  los  purés  de 
patatas,  lentejas,  etc. 

En  resumen :  al  principio  se  debe  conservar  el  régimen  alimenticio 
actual  en  su  calidad,  pero  no  en  su  cantidad,  puesto  que  merced  al 
empleo  de  los  medicamentos  indicados,  se  espera  poder  reducir  el 
número  de  las  comidas. 

Después  se  debe  pasar  á  modificar  la  composición  de  éstas,  aspi- 
rando durante  bastante  tiempo  á  establecer  un  régimen  que  pudiera 
ser,  poco  más  ó  menos,  el  siguiente :' 

A  las  ocho :  un  huevo  batido  en  caldo,  un  vaso  de  leche  y  pan  tos* 
tado  ó  galletas. 

A  las  once :  un  vaso  de  leche. 

A  la  una  ó  una  y  media :  sopa  de  tapioca,  de  sémola  ó  de  fideos 
{preferibles  arpríncipio  las  dos  primeras). 

Segundo  plato :  sesos  ó  croquetas  de  gallina  ó  jamón  en  dulce. 

Tercer  plato:  bisteck  muy  picado  ó  merluza  ó  dos  huevos  pasados 
por  agua. 


46 

Postre :  un  vaso  de  leche  con  galletas,  ó  mejor,  compota  ó  dulce 
de  ciruela  ó  manzana  asada.  Además  pan  tostado. 

A  las  seis  ó  seis  y  media  un  vaso  de  leche. 

De  ocho  y  media  á  nueve  una  tortilla  á  la  francesa,  y  mejor  aún^ 
souflée,  ó  un  par  de  huevos  pasados  por  agua  ó  un  plato'  de  sopa, 
como  al  medio  dia. 

De  segundo  plato  alguno  de  los  citados  en  la  comida  del  medio  á\hy 
y  como  postre  también  se  tomará  alguno  de  los  mencionados  en  la. 
misma  comida. 

A  media  noche  un  vaso  de  leche  si  es  preciso. 

» 
*  • 

Claro  está  que  en  este  escrito  no  se  trazan  ni  pueden  trazarse  má» 
que  las  lineas  generales  del  tratamiento. 

Sólo  diré,  para  terminar,  que  los  medicamentos  habrán  de  irse 
suspendiendo  en  el  orden  siguiente :  primero  los  de  las  comidas  del 
centro  del  dia,  y  en  especial  los  de  las  once  y  merienda;  después  los- 
del  ó  de  los  desayunos;  y  por  último^  los  de  la  cena. 

Pero  en  esto  la  observación  de  los  efectos  habrá  de  servirle  de- 
guia  al  médico  de  cabecera  mejor  que  mis  consejos. 

Y  lo  mismo  digo  en  la  preferencia  por  los  medicamentos,  por  máa 
que  yo  me  inclino  á  suspender,  primero  los  opiados,  después  los  ar- 
senicales,  y  últimamente  los  bromuros. 

« 

Como  contestación  á  este  escrito,  recibí  la  nueva  consulta  siguien- 
te: «El  enfermo  es  de  temperamento  nervioso,  siendo  muy  conve- 
niente se  indique  el  tratamiento  general  adecuado  para  aplicarlo  á. 
la  vez  que  el  otro. 

Siente  excitabilidad  nerviosa,  creyendo  encontrar  en  ella  la  cau- 
sa del  padecimiento  que  sufre.  «  » 

Se  desea  .saber  además  si  convendrá  quietud  ó  reposo  absoluto,  6 
que  haga  algún  ejercicio  ó  movimiento  al  aire  libre. 

^Será  conveniente  la  asistencia  á  círculos  de  recreo  ó  tertulias? 

El  enfermo  gusta  de  ir  donde  hay  poca  gente,  porque  la  atención 
continuada  á  lo  que  hablan  los  demás,  cuando  son  muchos,.óel  ha- 
blar mucho  él,  generalmente  le  fatiga,  porque  cree  que  con  ello  se 
le  aumenta  la  excitabilidad  nerviosa  y  la  molestia  que  siente  en  el 
estómago. 

BI  pulso  se  encuentra  frecuente. 

El  sueño  lo  tiene  alterado,  como  se  ha  dicho  ya». 


47 

Ck>nte8iación  á  esta  segunda  oonsulta. 

De  la  lectura  de  la  segunda  consulta  se  infiere  que  el  enfermo  es, 
además  de  gastrálgico»  neurasténico»  sin  que  se  pueda  deducir  de 
los  datos  referidos  cuál  de  las  dos  afecciones  se  ha  desarrollado 
primero.  Pero  lo  que  es  indudable  es  que  hoy  tienen  que  ser  tratadas 
las  dos  simultáneamente,  y  que  influyen  la  una  sobre  la  otra  agra- 
vándose. 

El  análisis  del  jugo  gástrico  seria  conveniente,  pero  hoy  no  lo  juz- 
go indispensable.  Más  aún,  por  la  historia  del  enfermo  y  por  lo  que 
96  sabe  de  estas  cosas,  se  puede  afirmar  que  se  trata  de  un  hiperclor- 
hfdrico  con  más  la  hiperalgesia,  causa  de  la  gastralgokenosis. 

La  naturaleza,  ó  por  lo  menos  la  asociación  neurasténica  de  la 
enfermedad  gástrica,  obligan  á  rectificar  un  poco  el  tratamiento 
farmacológico  aconsejado  en«l  primer  escrito.  En  efecto,  como  en 
los  neurasténicos  se  deben  dar  pocos  medicamentos,  convendrá  su- 
primir lo  más  pronto  que  se  pueda  los  que  había  aconsejado,  y  muy 
especialmente  las  pildoras  de  opio  y  belladona. 

En  cambio,  hay  que  dar  mayor  importancia  á  los  medios  de  carác- 
ter higiénico. 

(Comenzando  por  el  ejercicio,  diré  que  el  enfermo  debe  hacer  ejer- 
cicio físico,  pero  moderado,  al  aire  libre,  sin  llegar  al  cansancio  y 
cuidando  siempre  de  no  hacerlo  después  de  comer. 

No  le  conviene  á  este  enfermo  frecuentar  reuniones,  ni  hablar 
mucho,  ni  que  le  hablen  á  él  mucho  tiempo  seguido.  Pero,sobre  todo, 
seria  muy  conveniente  que  suspendiera  todo  trabajo  intelectual  un 
mes  por  lo  menos  para  que  se  restaure  su  sistema  nervioso. 

En  el  extranjero,  y  muy  particularmente  en  Alemania,  estos  en- 
fermos se  tratan  con  mucho  resultado  en  Sanatorios  especiales, 
donde  todo  está  regulado  bajo  una  dirección  facultativa  compe- 
tente. 

En  España  no  hay  nada  de  eso.  Sin  embargo,  existe  un  estableci- 
miento balneario,  el  de  Solares  (Santander),  cuyas  aguas  prestan 
muy  buen  servicio  precisamente  en  las  afecciones  digestivas  de  na- 
turaleza ó  con  complicación  nerviosas.  Además,  las  condiciones  de 
clima  y  de  instalación  le  hacen  muy  recomendable  para  tales 
casos.  En  este  establecimiento  se  deben  tomar  aguas  y  baños;  las 
primeras  para  curar  la  afección  digestiva;  los  segundos  para  modi- 
ficar el  estado  neurasténico. 

En  el  caso  presente  conviene  por  de  pronto  seguir  el  plan  aconse- 
jado, con  las  modificaciones  indicadas  en  este  escrito,  por  lo  me- 


48 
nos  durante  un  mes.  Adem&s,  deberá*  el  enfermo  tomar  un  baño  ge- 
neral tibio,  antes  de  cenar  ó  dos  ó  tres  horas  después,  diario  si  pue- 
de ser,  y  sí  no  al  m^nos  dos  veces  por  semana. 

Terminado  el  mes,  si  el  enfermo  Vnejora,  hay  que  seguir  con  el 
tratamiento,  mitigándolo  en  lo  medicamentoso,  pero  continuando 
lo  mismo  en  lo  higiénico  y  en  los  baños.  La  discreción  del  médico  de 
cabecera  será,  sin  embargo,  la  mejor  guia  para  saber  cuándo  se  ha 
de  cesar  en  el  tratamiento  y  cómo  se  ha  de  ir  suspendiendo  de  un 
modo  gradual. 

Por  el  contrario,  si  al  cabo  de  un  mes  del  tratamiento  aconsejado 
en  estos  escritos  el  enfermo  no  mejorara,  habría  que  pensar  en  So- 
lares, sujetándose  al  plan  que  trace  el  médico  del  Establecimiento 
en  lo  que  se  refiere  al  Usp  de  aguas  y  baños,  y  haciéndole  presente  el 
plan  que  lleva  en  lo  relativo  á  régimen  alimenticio  y  á  régimen  hi- 
giénico. 

No  hay  que  olvidar  que  en  los  balnearios  muy  concurridos  la  mu- 
cha concurrencia  tiene  sus  incon  venientes  para  estos  enfermos,  pero 
dichos  inconvenientes  se  pueden  evitar  llevando  una  vida  tranquila 
y  hasta  retirada. 

« 
•  « 

En  resumen,  primero  se  debe  insistir  en  el  tratamiento  aconseja- 
do en  el  escrito  anterior,  pero  procurando  usar  poco  de  los  medica- 
mentos, adoptando  un  régimen  de  vida  de  reposo  en  lo  psíquico,  y 
dé  ejercicio  moderado  en  lo  físico,  y  empleando  además  los  baños. 

Únicamente  si  se  ve  que  con  este  tratamiento  no  mejora  el  enfer- 
mo, ó  mejora  muy  poco,  es  cuando  se  debe  aconsejarle  que  vaya  á 
Solares  á  pasar  una  temporada,  que  no  deberá  bajar  de  tres  sema- 
nas si  se  quiere  que  produzca  algún  resultado. 

«  • 

Deseando  saber  el  resultado  del  tratamiento,  escribí  al  interesado 
á  mediados  de  diciembre  último,  recibiendo  como  contestación  la 
carta  cuyos  párrafos  principales  voy  á  transcribir: 

cBn  el  día  19  de  julio  empezó  el  tratamiento,  y  gracias  á  él,  aun- 
que con  trabajo,  se  inició  la  posibilidad  de  ir  reduciendo  paulatina- 
mente el  número  de  comidas,  que  llegaban  entonces  hasta  10  y  11, 
quedando  reducidas  el  16  de  agosto  á  cinco.  Con  estas  cinco  comi- 
das seguí  hasta  el  24  de  septiembre,  y  desde  entonces,  unos  días  con 
cuatro  y  otros  con  cinco,  continué  hasta  el  10  del  actual,  en  que  han 
quedado  reducidas  á  cuatro. 


^9 

Los  baños  tibioB  los  empecé  á  tomar  el  día  26  de  julio  á  30"  centi* 
grados  y  de  diez  minutos  de  duración;  diariamente,  y  antes  de  la 
cena,  hasta  el  20  de  septiembre,  en  que  se  cambió  al  medio  día,  antes 
de  comer.  Desde  noviembre  el  baño  es  alterno,  tomándolo  ahora  dos 
veces  por  semana,  á  32^  y  también  de  diez  minutos. 

La  medicación  se  ha  ido  disminuyendo  paulatinamente  á  medida 
que  se  fué  aminorando  la  necesidad  de  tomar  alimento.  Los  bromu- 
ros los  sigue  tomando  dos  veces,  pero  en  menor  cantidad.  Al  prin- 
cipio, según  la  prescrippión  de  usted,  tomaba  un  gramo  de  bromuro 
sódico  y  otro  de  amónico  en  cada  papel;  después  el  médico  redujo  la 
dosis  á  medio  gramo  de 'cada  bromuro  por  papel,  y  ahora  esta  can- 
tidad de  un  gramo  se  divide  en  tres  papeles,  tomando  uno  antes  del 
almuerzo  y  otro  antes  de  la  comida. 

De  las  gotas  tomo  solamente  tres,  antes  de  la  merienda.  Y  de  las 
pildoras  de  opio  y  belladona,  una  antes  de  la  cena. 

Bl  estado  actual  es  el  siguiente:  1.^,  el  pulso  ha  vuelto  á  ser  com- 
pletamente normal,  según  el  médico;  2.^  el  vientre,  natural;  obro 
una  vez  por  la  mañana  sin  estreñimiento  ni  diarrea;  3.",  el  sueño  se 
ha  restablecido  casi  por  completo  á  su  estado  normal:  me  acuesto 
á  las  once  y  cuarto  ú  once  y  media,  me  duermo  y,  por  regla  gene- 
ral, aunque  despierto  alguna  vez,  vuelvo  á  dormir  hasta  las  seis  y 
cuarto  ó  siete  de  la  mañana.  Antes  de  la  medicación  sólo  dormía  el 
primer  sueño,  de  tres  á  cuatro  horas  á  lo  sumo,  y  en  despertando 
no  volvía  á  dormir;  4.%  el  estado  general  también  ha  ganado  en 
agilidad,  ánimo  y  fuerza;  ya  empiezo  á  leer  con  gusto  los  periódi- 
cos, pudiendosin  trabajo  sostener  la  atención  en  lo  escrito,  cosa 
que  antes  me  era  imposible;  pero  aún  no  puedo,  sin  cansarme,  leer 
alto,  ni  hablar  alto  mucho  tiempo  seguido,  ni  andar  muy  deprisa; 
5.^  el  peso,  que  había  aumentado  considerablemente  antes  del  plan 
de  usted,  ha  disminuido,  encontrándome  ya  casi  con  el  peso  que  he 
tenido  siempre;  6.^  en  cuanto  al  estómago,  aunque  menos,  aún  está 
doloroso;  casi  siempre  tengo  en  él  todavía  algo  de  molestia  ó  dolor. 
Este  estado  doloroso  del  estómago  se  va  haciendo  más  intenso  á  las 
tres  horas  y  media  de  haber  tomado  alimento,  ocurriendo  con  fre- 
cuencia que  á  las  cinco  horas  de  haber  comido  tengo  á  veces  me- 
nos dolor  de  estómago  que  á  las  tres  horas  y  media.  Además,  en  el 
intervalo  de  la  comida  del  medio  dfa  á  la  merienda,  suele  estar  el 
estómago  algo  más  doloroso  que  en  el  intervalo  de  la  merienda  á  la 
cena.  Con  el  baño  desaparece  el  dolor,  tanto  que  al  sentarme  á  la 
mesa  después,  parece  que  no  volvería  á  presentarse.  Empiezo  la  co- 


50 

mida  tomando  el  alimento  con  mucho  gusto  y  sin  casi  molestia, 
pero  después  de  la  comida  reaparece  la  molestia,  que  dura  unos 
cuarenta  á  cincuenta  minutos.  Sin  embargo,  este  malestar  que 
siento  en  el  estómago  después  de  comer  va  siendo  menor  que  an- 
tes, asi  como  también  se  va  aminorando  la  intonsidad  del  dolor  de 
estómago  cuando  éste  va  quedando  vacio. 

La  comida  me  sabe  oien,  pero  después  de  comer  me  queda  mal 
gusto  de  boca  y  noto  en  la  lengua  que  está  asi  como  áspera. 

La  capa  blanca  de  la  lengua  dice  el  médico  que  se  va  aclarando 
cada  vez  más  y  que  lleva  camino  de  limpiarse.  Cuando  se  notan 
ruidos  dfi  gases  en  el  estómago  ó  en  el  vientre,  disminuye  el  estado 
doloroso  del  estómago. 

Mi  alimentación  la  constituyen  en  la  actualidad:  puré  de  habas  ó 
de  lentejas,  sopa  de  sémola  ó  de  tapioca,  huevos  batidos  en  caldo  ó 
leche,  croquetas  de  carne  de  gallina  muy  picada,  merluza  cocida, 
almíbar  de  ciruela  ó  de  cabello,  galletas  Albert  y  natillas  de  leche 
y  tapioca  ó  de  sémola  y  leche.  El  pan  lo  tomo  tostado,  y  no  bebo 
agua,  porque  nunca  tengo  sed. 

Por  las  tardes,  invariablemente,  si  el  dia  está  despejado,  me  mar- 
cho al  campo  á  las  dos  y  no  vuelvo  hasta  las  cinco,  cuando  el  sol 
se  pone  Este  ejercicio  me  sienta  muy  bien. 

Por  lo  expuesto  observará  usted  que  en  lo  que  be  adelantado  mu- 
chísimo es  en  la  reducción  del  número  de  comidas,  que  es  casi  el 
normaL  Si  se  llegara  á  conseguir  la  desaparición  completa  del 
estado  doloroso  del  estómago,  el  triunfo  sería  colosal,  porque  el 
trastorno  que  sentía  era  muy  grande». 

Como  contestación  á  esta  consulta,  aconsejé  al  enfermo  que  no 
abandonara  los  baños,  antes  bien  que  los  tomara  más  á  menudo» 
V.  gr.,  dos  días  sí  y  uno  no,  para  calmar  el  dolor  constante  del  estó- 
mago. Y  para  combatir  la  exacerbación  de  dicho  dolor,  que  se  pre- 
senta á  las  tres  horas  y  media  de  haber  comido,  le  aconsejé  que 
tomara  á  esa  hora  un  papel  de  magnesia  calcinada  y  creta,  aumen- 
tando la  cantidad  de  la  primera  si  hay  estreñimiento  y  la  de  la  se- 
gunda si  se  presenta  diarrea,  empezando  por  80  centigramos  de 
cada  cosa  y  aumentando,  si  es  preciso,  hasta  medio  gramo.  Si  aun 
asi  el  dolor  se  mostrara  rebelde,  se  añadirá  á  cada  papel  uno  ó  dos 
centigramos  de  clorhidrato  de  cocaína,  disminuyendo  ésta  y  lle- 
gando, por  último,  hasta  suprimir  la  creta  y  la  magnesia  á  medida 
que  vaya  también  disminuyendo  la  mencionada  exacerbación  del 
dolor  de  estómago. 


51 

Poco  be  de  añadir  &  la  historia  clinica  que  acabo  de  exponer.  Con 
el  nombre  de  gastralgokenosis,  palabra  compuesta  de  y«^P*^Tí>« 
dolor  de  estómago,  y  ^eoo^,  vacio  ó  sea  vacuidad  dolorosa  del  está- 
mago,  designa  Boas  •  á  los  dolores  gástricos  ó  á  'la  sensación  dolo- 
rosa  de  peso  en  el  epigastrio,  que  se  presenta  eicciusivamente  cuan- 
do el  órgano  se  vacia,  y  se  alivian  rápidamente  con  las  comidas». 
La  atribuye  el  autor  mencionado  á  t  contracciones  excesivamente 
fuertes  del  piloró,  que  se  exacerban  hacia  el  fin  de  la  digestión  des- 
pués que  se  licúan  los  ingesta  y  se  retardan  verosímilmente  cuando 
de  nuevo  se  ingieren  alimentos». 

'  Los  casos  que  cita  el  autpr  se  parecen  en  sus  líneas  generales  al 
reseñado  en  este  articulo,  y  hasta  se  asemejan  en  el  hecho  de  que, 
gracias  á  la  repetida  ingestión  de  alimentos,  que  á  pesar  de  todaa 
las  molestias  se  digieren  y  asimilan,  los  enfermos  llegan  á  aumentar 
de  peso. 

También  se  conñrma  en  el  caso  presente  lo  que  dice  Boas,  de  que 
se  encuentran  estigmas  de  neurastenia  en  esta  clase  de  pacientes, 
pues  en  el  actual  el  estado  neurasténico  está  bien  manifiesto. 

En  cambio  el  enfermo  historiado  no  padeeia^da  ejlie&tiniapto,. 
que  según  el  autor  mencionado  se  observa  casi  siempre  en  estos 
casos,  y  por  otra  parte  el  dolor  de  estómago  es  continuo,  aunque  se 
exagera  con  la  vacuidad,  á  diferencia  de  los  citados  por  Boas,  en 
qae  sólo  se  presenta  con  esta  última. 

La  afección  no  debe  ser  muy  frecuente,  por  cuanto  en  la  literatu- 
ra médica  de  estos  últimos  años,  se  tropieza  rara  vez  con  casos  de 
la  misma. 

Respecto  á  su  patogenia,  yo  creo  que  tanto  ó  más  que  á  las  con- 
tracciones dolorosas  del  piloro,  hay  que  atribuir  los  dolores  de  estoa 
enfermos  á  cierto  estado  de  hiperestesia  de  la  mucosa  gástrica,  hi- 
perestesia que  aun  en  la  misma  hiperclorhidria  común  desempeña 
un  papel  tan  importante,  que  hoy  en  día  la  mayoria  de  los  autores 
llegan  á  creer  que  sin  este  factor  no  es  capaz  el  exceso  de  HCl  de  de- 
terminar los  síntomas  que  se  le  venían  atribuyendo,  á  no  ser  quizá 
en  el  caso  de  ser  muy  considerable;  más  aún,  se  cree  que  basta  la 
simple  hiperestesia,  sin  hiperclorhidria  para  ocasionar  la  mayor 
parte  de  los  síntomas  de  esta  entidad  patológica. 

Respecto  al  tratamiento,  creo  con  veniente  exponer  las  razones  en 
que  se  funda  el  que  he  aconsejado  en  el  caso  presente. 

Ck>menzando  por  el  régimen  alimenticio,  eje  sobre  el  que  tiene  que 
girar  siempre  el  plan  terapéutico  de  todo  enfermo  del  estómago^ 


52 

casi  no  tengo  necesidad  de  añadir  nada  á  lo  expuesto  en  la  historia. 

Basta  su  lectura  para  comprender  que  el  enfermo  comía  dema- 
siado, que  ingerta  excesiva  cantidad  de  substancias  albuminóideas 
y  que  la  alimentación  era  demasiado  liquida.  Mas  como  para  corre« 
gir  estos  defectos  de  régimen  bromatológico  era  menester  calmar 
los  dolores  que  hablan  traído  al  enfermo  á  este  extremo,  obligándo- 
le para  calmarlos  á  alimentarse  muy  á  menudo  con  manjares  de 
muy  fácil  digestión,  era  necesario  aliviar  dichos  dolores  y  calmar  la 
hiperestesia  que  lo  ocasionaba. 

El  opio,  el  gran  calmante,  tiene  la  ventaja  de  su  superioridad  en 
este  concepto,  pero  no  se  puede  usar  de  un  modo  exclusivo  en  estos 
casos,  por  tres  razones  principales:  1.^,  porque  habría^necesidad  de 
administrarlo,  á  dosis  peligrosas  en  cuanto  al  hábito  que  podrían 
ocasionar,  ya  que  se  trata  de  un  estado  morboso  casi  siempre  de 
larga  duración ;  2.%  porque  provoca  el  estreñimiento,  que  en  esta 
clase  de  enfermos  tiene  muchos  inconvenientes,  y  3.^,  porque  según 
las  investigaciones  modernas,  tanto  esperimentales  como  clínicas, 
el  opio  y  su  alcaloide  principal  exageran  la  acidez  del  jugo  gástri- 
co, y  por  lo  tanto  aumentan  la  hiperclorhidria.  Y  aunque  el  doctor 
Boas  dice  que  muchos  de  estos  enfermos  no  son  hiperclorhídricos, 
no  creo  que  esta  afirmación  se  puüda  aplicar  al  caso  actual.  El  he- 
cho mismo  que  nos  refiere  en  su  última  consulta,  de  que  el  dolor  se 
le  exageraba  ó  presentaba  últimamente  á  las  tres  y  media  horas  de 
haber  comido,  es  un  síntoma  casi  típico  de  los  hiperclorhídricos,  y 
no  diré  que  exclusivo  de  ellos  porque  Einhorn,  de  Nueva  York,  dice 
haberlo  observado  también  en  casos  de  aquilia  gástrica. 

La  asociación  de  la  belladona  al  opio  ha  tenido  por  objeto,  en  el 
caso  actual,  neutralizar  el  efecto  astringente  del  primero  y  también 
su  estímulo  de  la  secreción  clorhídrica,  pues  la  belladona  está  pro- 
bado que  es  antagonista  del  opio  en  ambos  conceptos,  aunque  muy 
inferior  á  él  como  sedante  del  dolor. 

Los  arsenicales  satisfacen  también  la  indicación  antigastrálgica> 
por  más.que  no  nos  expliquemos  bien  tal  virtud  terapéutica,  y  por 
eso  se  han  empleado  para  coadyuvar  al  tratamiento  opiado. 

Por  último,  los  bromuros  los  he  aconsejado  más  que  por  su  efecto 
local,  que  es  inferior  al  de  los  medicamentos  antes  citados,  por  su  ac* 
ción  general,  sospechando  que  pudiera  tratarse  de  un  neurasténico. 
Sospecha  que  confirmaron  la  segunda  consulta  y  también  el  éxito 
de  los  baños  templados,  tan  notable,  que  el  mismo  enfermo  mani- 
fiesta  que  con  el  baño  desaparece  el  dolor. 


63 

También  para  combatir  el  estado  neurasténico  influyente  en  la 
afección  gástrica  y  quizá  influido  á  su  vez  por  ella,  era  necesario 
prescribir  el  descanso  psíquico  y  el  ejercicio  físico,  pero  moderado. 
Respecto  á  este  último,  creí  del  caso  insistir  en  la  necesidad  de  que 
no  se  practicara  inmediatamente  después  de  comer,  porque  si  el  re- 
poso es  conveniente  en  estos  momentos  á  todo  enfermo  de  estóma- 
go, es  indispensable  á  los  hiperclorhfdricos  y  á  los  gastrálgicos,  y 
mucho  más  á  los  que  reúnen  ambas  condiciones  patológicas. 

Las  reglas  generales  de  alimentación  no  las  Toy  á  razonar,  pues- 
to que  son  las  corrientes  en  todo  caso  de  hiperclorhidria.  Sólo  sf 
diré  que  como  en  este  enfermo  no  había  ni  sed  ni  estreñimiento,  lo 
cual  no  deja  de  ser  un  poco  extraño,  no  hubo  necesidad  de  hacerle 
ciertas  prescripciones.  Me  refiero,  respecto  á  la  sed,  á  los  enemas  de 
agua  que  algunos  aconsejan  para  suplir  por  la  absorción  rectal,  lo 
que  no  se  debe  exigir  de  la  intestinal,  ya  que  sabemos  que  el  esto* 
mago  apenas  absorbe  agua.  Por  mi  parte,  rara  vez  he  tenido  nece- 
sidad de  apelar  á  este  medio;  mientras  los  enfermos  están  someti* 
dos  á  dieta  láctea  ó  á  su  inmediatamente  sucesora  (  papilla,  huevos 
pasados  por  agua,  etc.),  porque  con  ios  alimentos  ingeridos  recibe 
el  organismo  la  suficiente  cantidad  de  agua,  y  cuando  el  régimen 
ya  puede  ser  más  consistente,  porque  á  estas  alturas  generalmente 
ha  desaparecido  la  sed  exagerada. 

Respecto  al  estreñimiento,  el  iiso  de  las  substancias  grasas  y  en 
particular  el  aceite  de  olivas,  tiene  en  los  hiperclorhfdricos  la  do- 
ble ventaja  de  facilitar  las  evacuaciones  albinas  y  de  combatir  la 
misma  afección  fundamental ;  pero  como  en  el  caso  presente  no  ha- 
bía, por  fortuna,  necesidlBid  de  regularizar  la  función  ventral,  sólo 
se  tuvo  en  cuenta  la  posibilidad  de  que  la  medicación  la  pudiera 
perturbar,  retardándola,  para  combinar  el  plan  terapéutico  de  ma- 
nera que  no  diera  origen  á  la  astricción  de  vientre. 


"  ^  «8' Vi^  " 


54 


bibliografía 

DOCTOR  D.  JOSÉ  CODINA   CASTELLVl 

Védleo  d«  número,  por  opodelte,  d<l  Hoapltel  PrarlaelaL  Kadrld. 


La  BIOIBHB  DB  los  COHVALKOIEHTRS  MEHBSTEBOBOB  BH  EsPAtA  DUBAHTB  LOS  SI- 
GLOS XYI  T  XYII ;  DATOS  HisTÓBicos,  por  ol  Dr.  D.  An^el  de  Larra  j 
Cereso. 

No  he  de  presentar  al  Dr.  Larra,  de  ilustre  abolengo  en  la  histo- 
ria de  las  letras  españolas ;  por  fortuna,  él  y  sus  trabajos  son  bien 
conocidos ;  en  la  Real  Academia,  en  la  Sociedad  Española  de  Higie- 
ne, en  la  Academiti  militar,  en  la  prensa  profesional  y  política,  en 
todas  partes,  ha  dado  y  da  constantemente  pruebas  valiosas  de  la 
gran  profusión  de  sus  conocimientos,  aunque  de  un  modo  particu- 
lar cultive  con  acendrado  amor  y  prolijo  esmero  el  vastísimo  cam- 
po de  la  higiene. 

Pero  sf  tengo  á  grande  honor  presentar  á  los  lectores  de  la  Re- 
vista un  trabajito  mtíy  pequeño,  insignificante  si  se  quiere  desde  el 
punto  de  vista  material  (16  páginas  en  octavo  pequeño),  pero  muy 
grande,  verdaderamente  voluminoso  por  la  idea  fundamental  que  le 
informa  y  por  el  improbo  trabajo  que  representa  escribir  aquel  nú- 
mero exiguo  de  páginas,  cualidades  que  le  hacen  acreedor  á  que  se 
le  dediquen  algo  más  que  cuatro  líneas  para  dar  cuenta  de  su  pu- 
blicación. 

El  opúsculo  en  cuestión  trata  de  un  asunto  higiénico  de  los  de  ma- 
yor actualidad,  sobre  todo  en  las  grandes  poblaciones,  aunque  como 
su  título  indica,  no  dedique  ninguna  página  ala  mencionada  actua- 
lidad como  problema  palpitante  del  día.  Y  en  esto  estriba;  á  mi 
modo  de  ver,  el  gran  valor  que  encierra,  puesto  que  á  cuantos  se- 
pan leer  algo  más  que  los  caracteres  impresos,  descubrirán  que  los 
datos  históricos  que  se  mencionan,  no  sólo  sirven  para  demostrar 
que  á  España  le  corresponde  la  gloria  de  la  prioridad  en  un  asunto 
higiénico  de  inmensa  importancia,  sino  que,  además,  pueden  servir 
de  acicate  para  que  se  coloque,  ya  que  no  delante,  como  en  aquellos 
siglos,  cuando  menos  al  lado  de  las  demás  naciones  que  rinden  fer- 
voroso culto  á  la  diosa  Hígea. 

De  los  datos  que  ñguran  en  este  boceto  histórico,  que  tienen  todas 


55 

las  garantías  de  la  más  escrupulosa  precisión,  se  desprende  que  en 
Bepana  ae  fundaron  hospitales  para  convalecientes  en  Madrid,  don- 
de ef  famoso  hermano  Bernardino  de  Obregón  fundó  el  primero  en 
1567,5egovia  (1579),  Sevilla  (1590-98),  Barcelona  (1629),  Madrid  (1649), 
Valencia  (1670),  Zaragoza  (1677  á  86)  y  Toledo  (1691),  datos  que  de- 
muestran,  en  forma  irrebatible,  que  andan  bastante  lejos  de  la  ver» 
dad  histórica  aquellos  autores  que  atribuyen  la  prioridad  europea 
de  esta  clase  de  tan  higiénicos  como  convenientes  y  necesarios  no- 
socomios al  que  fundó  en  París  la  Sra.  Fieubet  en  el  año  1640. 

La  oportunidad  de  tal  publicación  la  considero  superior  á  todo 
encomio,  no  sólo  porque  en  otras  naciones,  por  la  simple  pero  pode- 
rosa razón  de  humanidad,  se  preocupan  en  la  creación  de  asilos 
para  los  convalecientes  menesterosos,  sino  porque  aquí  en  España, 
y  sobre  todo  en  Madrid,  á  la  par  que  estos  asilos  llenarían  una  mi- 
sión obligatoria  por  humanitaria,  resolverían  de^paso  el  pavoroso 
y  antihigiénico  espectáculo  de  la  aglomeración,  mejor  dicho,  del 
amontonamiento  de  enfermos  en  nuestras  salas  de  hospital. 

Reciba  el  incansable  Dr.  Larra  mi  cordial  felicitación. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIKDADES  CIENTlFIGAS 

REAL     ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    MADRID 
Sesión  del  dia  i9  de  Mayo  de  1906 

Relmeiones  entre  el  numero  de  anquilostomas  y  el  estado  de  la  sangre  en  la 
anemia  de  los  mineros.  —  El  Dr.  Codika  :  Los  datos  que  presenté  el  año  pa- 
sado en  esta  Academia  con  el  epígrafe  de  Resitmen  de  Casuiatica  anquilos' 
tomiáMca^  se  prestan  á  estadios  parciales  de  distiotos  órdenes,  y  el  que 
hoy  roe  ya  á  ocupar  es  el  referente  á  las  relaciones  que  existen  eotre  el  nú- 
mero de  anqtiilostomas  y  la  composición  de  la  sangre. 

Gn  la  anquilostomiasis,  los  caracteres  histológicos  de  la  sangre  tienen 
unos  rasgos  tan  particnlares  qne  representan  nn  factor  diagnóstico  de  gran 
importancia,  el  qne  reúne  mayores  probabilidades  de  acierto,  descartando 
el  yaloT  diagnóstico  que  podríamos  llamar  especifico  y  qne  está  represen- 
tado por  la  presencia  de  los  liucros  de  anquilostoma  en  los  excrementos. 
En  efecto,  tanto  en  los  glóbnlos  rojos  como  en  los  blancos  se  descubren  ca- 


56 

rActeres,  cayo  conjunto  resolta  muy  elocaente  para  presumir  el  diagnós- 
tico de  anqoilostomiasis. 

Por  lo  qne  se  refiere  á  los  hematíes,  aunque  no  se  encuentran  formas 
poikilocitósicas,  es  común  que  el  estroma  sea  más  blanco  y  no  presenten  la 
fisiológica  tendencia  á  reunirse  en  pilas,  ó  sea  menos  manifiesta  dicha  ten* 
denoia  que  en  estado  normal.  Pero  los  factores  diagnósticos  más  importan- 
tes hállanse  en  su  descenso  numérico  y  en  el  descenso,  si  no  proporcional, 
muy  marcado  de  su  ralor  hemoglobfnico.  El  número  de  glóbulos  rojos  des- 
ciende á  cuatro,  tres,  dos  y  hasta  un  millón,  y  la  cantidad  de  hemoglobina 
está  generalmente  por  debajo  del  60  por  100  y  en  algún  caso  ha  descendido 
hasta  la  pequefia  cifra  del  25  por  100. 

Este  descenso  paralelo,  aunque  no  proporeionalmente  uniforme,  puesto 
que  hay  caaos  en  que  es  más  notable  la  disminución  de  la  hemoglobina  que 
la  de  loe  hematíes  y  riceyersa,  no  es  el  propio  de  la  clorosis  donde  lo  fun- 
damental de  la  alteración  patológica  hállase  en  el  gran  descenso  hemoglo- 
bínico,  sin  exagerada  disminución  globular,  trastorno  de  composición 
análogo  en  todas  las  anemias  primarias,  sin  el  característico  de  la  llamada 
anemia  graye  perniciosa,  puesto  que  en  ésta  el  enorme  descenso  globular 
ya  acompafiado  de  un  aumenta  en  el  yalor  hemoglobínico  de  cada  hematíe, 
como  si  los  glóbulos  rojos  que  quedan  se  apropiaran  la  hemoglobina  de  los 
desaparecidos. 

Por  lo  que  se  refiere  á  los  glóbulos  blancos,  tanto  la  cantidad  como  las 
recíprocas  proporciones  entre  sus  distintas  especies,  suministran  factores 
diagnósticos  de  indudable  utilidad.  El  número  de  leucocitos  está  general- 
mente aumentado  y  oecila  alrededor  de  los  ocho  ó  nneye  mil  y  en  algunos 
casos  sube  á  doce,  catorce  y  hasta  dieciocho  mil,  cifra  que  representa  una 
leucocitosis  moderada  y  que  la  separa  de  las  yerdaderas  leucemias,  en  que 
estos  elementos  globulares  llegan  á  las  altas  cifras  de  ochenta  y  cien  mil. 

En  cnanto  á  las  recíprocas  proporciones  en  que  se  halla  cada  especie  leu- 
cocitaria,  llama  la  atención  la  constante  eosinofilia.  El  aumento  de  los 
eosinófilos  es  pocas  yeces  insignificante,  casi  siempre  llega  al  20  ó  80  por 
100  del  total  de  leucocitos,  y  en  ocasiones  sube  al  40,  50  y  hasta  el  60  por 
100  en  detrimento  constante  de  los  polinucleares  neutrófilos. 

Los  caracteres  histológicos  principales  de  la  sangre  que  en  la  anquilosto- 
miasis  pueden  concretarse,  pues,  en  descenso  correlatiyo  de  los  hematíes  y 
de  la  hemoglobina,  en  moderada  leucocitosis  y  muy  manifiesta  eosinofilia, 
caracteres  cuyo  coninntonose  eneueDtra  tal  yes  más  que  en  otra  anemia 
helmintiásica;  la  anemia  botriocefálica,  cuya  etiología  general  es  muy  dis- 
tinta de  la  correspondiente  á  la  anemia  anquilostomiásica. 

Ahora  bien;  conocidos  dichos  caracteres  hemos  tratado  de  ayeríguar  las 
modificaciones  que  pudieran  sufrir  en  relación  con  el  número  de  anquilos- 
tomas  que  cada  indiyidno  albergara  en  su  intestino.  En  el  cuadro  que 
tengo  el  honor  de  presentar,  del  cual  ha  sacado  dos  hermosas  negatiyas 
mi  distinguido  amigo  y  tan  excelente  médico  como  amatmír  fotográfico,  e) 
doctor  Hernández  Briz  (  yéase  el  adjunto  grabado),  y  que  á  su  yez  está  di- 
yidido  en  dos  cuadros  desiguales,  se  yen  en  el  mayor  los  datos  de  la  composi- 
ción sanguínea  correspondientes  á  cada  obseryaoión,  con  la  cifra  de  los  an- 
quilostomas  que  expulsaron  al  pié  de  cada  una;  dichas  obseryaciones  están 


57 

reanidas  en  dÍ8tÍDto6  grnpoe,  seg^n  los  centenares  de  anqailostomas  expul- 
sados; y  en  el  cuadro  menor,  las  graneas  que  representan  las  cifras  de  los 
términos  medios  obtenidos  con  aquellas  observaciones  en  cada  uno  de  los 
mismos  grupos. 

Desde  luego  llama  la  atención  en  el  primer  cuadro,  ó  sea  en  el  que  están 
gráficamente  expuestos  los  datos  particulares  correspondientes  á  41  obser- 
Taciones,  la  yariabilidad  de  las  cifras  obtenidas  dentro  de  cada  uno  de  los 
siete  grupos  en  que  está  dividido,  partiendo  de  la  base  del  número  de  an- 
quilostomas  expulsados.  En  vista  de  dicha  variabilidad,  y  con  objeto  de 
obtener  datos  más  significativos  y  que  se  prestaran  á  ser  fácilmente  inter- 
pretados, dividimos  la  suma  de  las  cifras  de  cada  grupo  por  el  número  de 
observaciones  que  contenia,  y  con  los  cocientes  obtenidos,  verdaderos  tér- 
minos medios,  bemos  formado  las  gráficas  del  segundo  cuadro. 

^jJxutímÉS  ímítt  J  Hu^ni^  tU  tmjiuíttfmúé   u  «/  tínOut^  di-  ¿A    jM4tau 


TamÜr/i^t  é!.í^H&  di    í^j^^tafid^j 


f^dUiái  di    üj¿a*f4^j 


ú 


l^^MÍe  p^i  ¿4*^    ^     á^^*tj^fés4t*iA 


Como  puede  verse  y  demuestran  elocuentemente  dichas  gráficas,  no^son 
idénticas  las  relaciones  que  e*xÍ8ten  entre  el  número  de  anquilostomas  y  los 
hematíes  ó  los  leucocitos.  En  efecto ;  en  el  primer  grupo  (de  1  á  100  anqui- 
lostomas expulsados)  corresponde  una  cifra  media  de  glóbulos  rojos  muy 
próxima  á  los  cuatro  millones ;  en  el  segundo,  tercero  y  cuarto  grupos  (se- 
gunda, tercera  y  cuarta  centena  de  anquilostomas  expulsados),  la  cifra  me- 
dia está  próxima  á  los  tres  millones ;  en  el  quinto  y  sexto  grupos  se  man- 
tiene alrededor  de  loe  dos  millones  y  medio;  y  en  la  séptima  (1.180  an- 
quilostomas expulsados)  desciende  á  un  millón.  Por  lo  tanto,  bien  puede 
afirmarse  que,  sin  que  sea  la  relación  proporcional,  el  número  de  hematiea 
éétá  en  reladán  inversa  del  número  de  anquUoetomaa  albergados  en  el  intestino. 

Por  lo  que  se  refiere  á  la  cantidad  ^ocentual  de  hemoglobina,  la  máxi- 
ma corresponde  al  primer  grupo  (52  por  100)  y  la  mínima  al  séptico  (80  por 

5 


58 

100 ;  pero  en  los  grupos  intermedios  hay  oscilaciones  crecientes  y  decre- 
cientes qoe  no  permiten  una  conclusión  tan  categórica  como  la  referente  á 
los  hematíes;  de  todas  modos,  las  cifras  obtenidas  autorizan  á  consignar 
que  la  hemoglobina  disminuye  en  general,  tanto  más  cuanto  mayor  es  el  número 
de  anguilostomas,  aunque  el  descenso  de  aquélla  con  respecto  á  éstos  es  irre- 
gular en  los  cinco  grupos  intermedios  comprendidos  entre  101  y  600  anqui- 
lostomas. 

Ni  el  número  de  glóbulos  blancos  ni  el  procentual  de  eosinófílos  parece 
que  se  modifica  de  un  modo  muy  manifiesto  en  relación  con  el  número  de 
anquilostomas,  aunque  persifirte,  como  es  natoral,  siempre  el  car&cter  gené- 
rico de  la  moderada  leucocitceis  y  eleyada  eosinofilia.  Las  cifras  medias 
leucocitarias  varian  muy  poco,  puesto  que  con  7.000  leucocitos  en  el  primer 
orrupo,  sube  á  8,000  en  los  grupos  segundo  y  tercero,  desciende  á  los  7.000 
en  los  grupos  cuarto,  quinto  y  sexto,  y  sólo  se  eleva  á  un  nivel  superior  á 
10.000  en  el  último;  por  la  tanto,  la  única  conclusión  que  parece  despren- 
derse de  estos  datos,  si  es  que  realmente  la  autorizan  tan  exiguas  diferen- 
cias, es  que  cuanto  mayor  es  el  número  de  anquilostomas^  tanto  más  intensa  es 
la  reacción  leucocitaria. 

Las  cifras  medias  de  eosinófilos  van  progresivamente  en  aumento  del 
primero  al  cuarto  grupo,  con  los  niímeros  18,  22, 28  y  81  por  100,  pero  en  el 
quinto  desciende  á  28,  baja  todavía  á  10  en  el  sexto, 'y  asciende  de  nuevo 
hasta  16  en  el  séptimo,  sin  que  llegue  á  alcanzar  la  cifra  eosinófíla  del 
primer  grupo.  Si  mayor  número  de  observaciones  confirmaran  estos  datos, 
podría  deducirse  la  siguiente  conclusión  •'  La  eosinofilia  aumenta  en  razan 
directa  al  número  de  anquilostomas,  mientras  éstos  no  llegan  á  medio  millar; 
desde  esta  cifra  en  adelante,  la  eosinofilia  disminuye. 

Estas  conclusiones,  como  se  comprenderá,  no  pueden  aceptarse  como 
absolutas  y  definitivas,  sino  como  un  boceto  relativo  y  circunstancial;  el  es- 
caso número  de  observaciones  en  algunos  grupos  (cuatro  en  el  cuarto  y  quin- 
to, y  sólo  una  en  el  sexto  y  séptimo)  y  el  vacío  que  existe  entre  el  grupo  de  los 
600  y  el  de  1.100,  representado  por  cinco  grupos  de  un  centenar  de  parásitos 
cada  uno,  son  motivos  suficientes  para  no  aceptarlas  sin  reservas  y  sin  ha- 
cer todo  géyro  de  salvedades.  Ahora  bien;  si  los  resultados  obtenidos  en 
otro  mayor  número  de  casos  concordaran  con  los  que  he  tenido  el  honor  de 
exponer,  podría  entonces  afirmarse  que  las  relaciones  que  existen  entre  ol 
número  de  anquilostomas  y  la  composición  de  la  sangre  en  la  anemia  de  los 
mineros,  no  son  un  supuesto  teórico,  sino  un'hecho  real  y  demostrado,  las 
cuales  consisten,  en  tesis  general,  en  una  influencia  inversa  ó  progresiva* 
mente  decreciente  entre  los  parásitos  y  los  hematíes,  y  la  hemocclobina  di- 
recta ó  progresivamente  creciente  entre  aquéllos  y  los  leucocitos  y  los  eosi- 
nófilos; en  otros  términos,  y  siempre  en  tesis  general,  á  mayor  número  de 
anquilostomas,  menor  número  de  glóbulos  rojos  y  de  cantidad  de  hemoglo- 
bina, y  mayor  número  de  leucocitos  y  de  eosinófilos. 

Como  no  se  ocultará  á  los  Sres.  Académicos,  los  datos  que  acabo  de  ex- 
poner y  las  conclusiones  que  de  ellos  se  desprenden,  se  prestan  á  conside- 
raciones de  índole  diagnóstica  y  de  índole  patogénica,  sobre  todo  en  favor 
de  la  teoría  tóxica  del  proceso  anétnico,  que  no  voy  á  explanar,  porque  son 
fáciles  de  inducir  y  porque  no  quiero  molestar  por  más  tiempo  á  la  Acade- 


59 

mia,  quedándole  sumamente  reconocido  por  la  gran  atención  qne  me  ha 
preeiado. 

Profilaxis  de  la  tuberculosis.— El  Dr.IglenaB,  al  reanudar  este  debate,  ma- 
nifiesta que,  en  su  opinión,  no  hay  profilaxis  especial  de  la  tuberculosis, 
«ino  que  aquélla  es  el  resultado  del  cumplimiento  fiel  y  exacto  de  los  prin- 
cipios generales  de  la  Higiene,  considerando  como  el  desiderátum  de'dicha 
profilaxis  el  remoyer  y  auyentar  toda  la  debilitación  orgánica,  debiendo 
prestarse  tanta  atención  al  terreno  como  al  germen,  abogando  porque  se 
dicten  leyes,  disposiciones  é  instrucciones  populares  y  cuanto  pueda  con- 
ducir á  preyenir  este  verdadero  azote  social. 

Que  con  razón  se  habla  lamentado  el  Dr.  Espina  de  que  en  el  cuadro  de 
exenciones  para  el  ejérciso  sólo  se  consignen  como  eximentes,  en  cuanto  á 
la  entidad  morbosa  de  que  se  trata,  la  tisis  laríngea  ó  la  pulmonar  confir- 
ma4a«  creyendo  que  en  esto  se  había  sufrido  un  lamentable  retroceso,  toda 
Tez  que  en  el  cuadro  de  exenciones  de  1855  se  consideraban  como  causas  de 
exclusión,  no  sólo  los  estados  de  tuberculosis  confirmada,  sino  la  predispo- 
sición orgánica  ó  hereditaria. 

Termina  el  Dr.  Iglesias  manifestando  la  necesidad  de  que  las  Corpora- 
<3Íone8  que  tratan  de  estos  asuntos,  recaben  del  Gobierno  la  modificación 
del  cuadro  de  exenciones  para  el  serricio  militar  en  el  sentido  de  que  se 
incluya  en  él  la  pretuberculosis  y  la  predisposición  manifiesta  á  la  tisis 
pulmonar. 

El  Dr.  Toloaa  afirma  que,  al  tratar  de  resol yer  los  problemas  médicos  se 
oWida  la  personalidad  humana ;  qne  desde  hace  quince  ó  veinte  años  se 
•está  hablando  de  Sanatorios  sin  que  hayan  llegado  á  implantarse,  por  cuya 
razón  se  deja  al  pobre  tuberculoso  en  el  más  terrible  desamparo,  rechaza- 
do por  todos  y  sin  tener  dónde  refugiarse;  que  en  España  no  tienen  eco  ni 
resonancia  las  campañas  encaminadas  á  la  creación  de  Sanatorios  que, 
•como  las  Ootas  de  Uche  y  otras  instituciones,  arrastran  en  nuestra  patria 
una  vida  penosa. 

Respecto  á  los  Sanatorios  marinos  dice  que,  contra  lo  que  generalmente 
ae  supone,  el  mar  tiene  muy  pocas  contraindicaciones,  puesto  qae  ni  los 
bemoptóicos  ni  aun  los  reumáticos  empeoran.  Ensalza  las  cQpdiciones  tó- 
nicas del  mar  y  su  influencia  en  el  organismo,  afirmando  que  uno  de  los 
factores  para  la  curación  de  la  tuberculosis  es  hacer  resistente  el  sistema 
nervioso,  de  donde  se  deduce  la  importancia  de  la  vida  genésica. 

Abogando  por  que  se  evite  á  todo  trance  el  abandono  del  niño,  relata  el 
rasgo  conmovedor  de  una  señora  que  ai  visitar  la  Inclusa  de  New- York  se 
sorprendió  al  ver  que  un  niño,  adelantándose  hacia  ella,  la  dijo: 

c¿Eres  tú  mi  mamá?» 

cNo,  hijo  mío>. 

Y  como  la  señora  manifestase  su  extrafieza  á  persona  del  estableci- 
miento que  la  acompañaba,  ésta  manifestó  que  jamás  se  decía  á  los  niños 
que  eran  incluseros,  sino  que  estaban  esperando  á  que  sus  padres  fuesen  á 
recogerlos. 

Manifiesta  además  el  Dr.  Tolosa  que  allí  á  los  que  aprohijan  estos  niños 
se  les  exige  juramento  de  que  nunca  han  de  revelarles  su  origen. 

Termina  el  Dr.  Tolosa  añadiendo  que  la  profilaxis  contra  la  tubercu- 


60 

losifl  debe  tener  como  base  el  mejoramiento  físico,  moral  y  social  de  la 
raza  humana,  protegiendo  á  la  mujer  y  al  niño,  poniendo  al  alcance  de  las 
clases  pobres  la  alimentación  sana,  propagando  los  8anatoriss  y  los  Gon- 
sultoríoe  para  nifios,  emprendiendo  enérgicas  campañas  contra  el  alcoho* 
lismo,  y  procurando  por  todos  los  medios  atenuar  el  germen  de  la  tubercu- 
losis. 


ACADEMIA  MEDIOO-QUIRÚRGICA   ESPAITOLA 
Sitian  del  dia  21  de  Mayo  de  1906. 

Herida  del  nervio  mediano.— El  Dr.  Fernández  Sanz  felicita  al  Dr.  Gayarre 
por  su  caso,  aun  cuando  ve  que  no  ha  dejado  el  terreno  de  las  hipótesis,  de 
que  es  tan  enemigo.  Esperaba  el  Dr.  Fernández  8anz  haber  oido  algo 
acerca  del  estado  actual  del  asunto  de  la  regeneración  de  los  nervios  des* 
pues  de  separados  de  sus  centros  tróficos.  El  afio  pasado,  con  motivo  de 
análoga  discusión,  hizo  él  consideraciones  sobre  este  punto;  entonce^  se 
presentaba  como  muy  fundada  la  teoría,  sostenida  como  cierta  por  Van 
Qeutchen,  que  admitía  que  los  nervios  periféricos  seccionados  ae  regenera- 
ban autóctonamente.  Los  neuronistas,  Gajal  á  la  cabeza,  se  han  defendido 
y  han  publicado  trabajos  én  los  que  demuestran  que  1^ regeneración  es  de 
origen  central;  los  separatistas,  en  cambio,  ya  transigen,  ya  hacen  distin- 
gos, y  dicen  que  experimental  mente  no  han  conseguido  encontrar  cilindros 
ejes  en  el  extremo  periférico,  y  que  si  se  verifica  la  regeneración,  ó  sea  la 
maduración  de  Kenedi,  es  preciso  que  esté  en  relación  con  el  centro  para 
recibir  su  influjo  por  contacto  directo  ó  indirecto. 

Termina  preguntando  al  Dr.  Gayarre  si  se  han  hecho  análisis  histológi- 
cos y  pidiéndole  que  explique  detalles  de  la  operación. 

El  Dr.  Fernández  Seco  interviene  en  la  discusión  para  poner  de  mani- 
fiesto que,  por  regla  general,  los  cirujanos  no  exploran  la  sensibilidad 
después  de  la  sección  quirúrgica  de  los  nervios,  y  sería  conveniente  lo 
hiciesen  para  dar  luz  á  estos  estudios. 

El  Dr.  Gayarre  dice  que  es  amigo  de  las  dipótesis  cuando  vienen  á 
cuento;  y  precisamente  una  de  las  razones  de  haber  presentado  su  caso  en 
porque  viene  á  destruir  la  moderna  hipótesis  del  autor  inglés  citado. 

De  las  ideas  de  regeneración  de  los  nervios  habló  de  pasada  nada  más, 
porque  ya  en  otra  ocasión  las  expuso  extensamente. 

Y  respecto  de  la  operación,  dice  que  el  Dr.  Goyanes  resecó  cuatro  centí- 
metros del  nervio,  estiró  sus  cabos  para  aproximarlos  y  los  suturó  con 
seda ;  el  trozo  de  nervio  extirpado  está  pendiente  de  análisis.  Cnanto  al 
efecto  de  la  sutura,  todavía  es  pronto  para  ser  apreciado,  pues  se  necesitan 
cerca  de  quince  semanas  para  ello. 

Gastroontorostomfa  por  úlcera  slmple.—El  Dr.  Yagüe  presenta  un  enfermo 
de  cuarenta  y  cinco  años,  casado,  de  Afcobendas,  hortelano  y  guarda  de 
campo.  Intemperante  de  siempre,  sólo  hacía  dos  meses  que,  por  el  sufri- 
miento que  le  ocasionaban,  había  dejado  las  bebidas.  Bu  padre  murió  á 
los  setenta  afios,  de  hemorragia  cerebral,  y  su  madre  de  sobreparto. 


61 

Sin  antecedentes  dignoe  de  mención,  comenzó  hace  seis  ú  ocho  afios  á 
tener  á  temporadas  dolores  de  estómago  al  hacer  la  digestión  de  la  comida 
principal,  qae  le  calmaban  con  alcalinos;  los  sufrimientos  f nerón  irregu- 
lares, progresivos  y  alguna  yez  Tomitaba  la  comida,  preyio  gran  ardor  y 
aguas  de  boca;  esto  también  le  calmaba  el  dolor;  nunca  ha  vomitado 
sangre. 

En  octubre  comenzó  á  sufrir  gran  dolor  epigástrico,  intenso  y  continuo, 
después  de  haber  tenido  una  indigestión,  y  cuatro  dias  antes  de  ser  obser- 
Tado  vomitó  la  cabida  de  una  jofaina  de  liquido  obscuro,  como  café.  El 
vientre  siempre  le  ha  movido  perezosamente,  sin  sangre  ni  moco,  pero  al- 
^na  vez  de  color  obscuro,  sin  medicamento  á  que  atribuirlo. 

Exarmn. — Vientre  duro  por  defensa  muscular,  sobre  todo  de  los  rectos 
superiores  derechos,  que  aumentaba  con  la  presión,  que  era  dolorosisima  y 
hacia  imposible  la  investigación  del  elapotage ;  había  punto  epigástrico  y 
dorsal  bien^ manifiestos;  estómago  de  dimensiones  y  capacidad  normales 
y  ningún  infarto  ganglionar ;  el  color  y  la  nutrición  eran  satisfactorios. 

Diagnóstico.^ÚicertL  simple  en  hiperdorhidrico. 

Tratamiento.— THeíA  láctea  absoluta,  bismuto  á  altas  dosis  y  alcalinos 
larga  mano.  Mejoró;  pero  en  seguida,  sin  causa,  como  él  afirma,  ó  por 
transgresión  del  régimen,  según  aseguran  allegados,  volvieron  los  sufri- 
mientos con  tal  violencia  que  no  fué  posible  calmarlos  ni  aun  con  nitrato 
de  plata  y  los  opiáceos. 

La  necesidad  de  su  restablecimiento,  necesario  para  que  con  el  trabajo 
pudiera  subvenir  á  su  subsistencia,  en  vista  de  la  ineficacia  del  trata- 
miento médico  y  de  la  intensidad  del  sufrimiento,  que  le  llevaba  á  hablar 
del  suicidio,  ingresó  en  el  Instituto  Rubio  para  ser  operado,  donde  en  la 
visita  general  de  los  jueves  hubo'  algún  Profesor  que  creyó  percibir  una 
tumoración  en  la  parte  inferior  derecha  de  la  región  epigástrica.  El  riesgo 
del  cateterismo  en  un  enfermo  que  no  podía  ser  vigilado  contraindicaba 
las  investigaciones  químicas;  pero  una  vez  hospitalizado  se  extrajo  el  jugo 
gástrico,  y  el  Dr.  Duran  encontró  2^920  de  acidez  clorhídrica  por  1.000 
y  S'6  de  acidez  total,  cifra  análoga  á  la  encontrada  por  el  Dr.  Yagüe  al 
mismo  tiempo;  las  dudas  se  desvanecieron,  y  el  enfermo  fué  operado  por 
el  Dr.  Cervera  de  una  gastroenterostomía  trasmesocólica  con  yeynnoyeyu- 
noetomía  (procedimiento  de  Rouz).  Hallóse  una  extensa  perigastritis 
adhesiva  de  toda  la  cara  anterior  y  una  úlcera  simple  crónica  en  la  cara 
anterior  del  antro  pilóríco.'  Desde  el  primer  momento  cesaron  las  moles- 
tias, y  está  curado  y  trabajando  en  su  pueblo. 

Sería  absurdo  pretender  sacar  conclusiones  de  un  sólo  caso,  y  no  lo  pre- 
tende ;  llama  la  atención  acerca  de  la  evolución  progresiva  de  la  terapéu- 
tica quirúrgica  en  los  ulcerosos,  puesto  que  hoy  se  establece  como  línea  de 
conducta  el  hacer  intervenir  todas  aquellas  en  que  fracasa  el  tratamiento 
médico  severo  y  largamente  establecido,  siempre  que  su  estado  lo  permita, 
/lio  dejándoles  sucumbir  sin  intentar  su  salvación  por  vía  quirúrgica,  que 
será  precoz  si  el  enfermo  es  pobre  y  no  puede  eximirse  del  trabajo. 

Avalora  los  datos  del  quimismo  hiperdorhidrico  de  este  caso  la  circuns- 
tancia casual  de  ser  hipoclorhídríco  otro  que  estaba  al  mismo  tiempo  en  la 
sala  afectado  de  estenosis  del  cardias,  diagnosticado  clínicamente  de  úlcera 


62 

BÍmple,  pero  que  la  esofagoscopia  hecha  por  el  Dr.  Tapia  demostró  ser 
neoplásioa. 

El  Dr.  GoNZÁLKS  Campo:  En  cuanto  á  la  comprobación  áelclapotage,  que 
en  este  caso  tenia  poco  valor,  puede  hacerse  aun  cuando  estén  contraidos 
los  rectos;  una  de  las  obras  clásicas  de  la  especialidad  recomienda  en  tales 
ocasiones  empujar  con  la  palma  de  la  mano  izquierda  el  estómago  para  di  - 
rígirlo  hacia  este  lado  por  debajo  del  músculo  y  provocar  ese  ruido  en  este 
punto.  El  enfermo  presenta  síntomas  claros  de  hiperclorhídrico,  á  los  que 
siguieron  los  de  úlcera,  y  después  de  emplear  ó  recomendar  el  tratamiento 
médico,  por  su  ineficacia,  propuso  la  intervención.  Ya  hace  algún  tiempo 
que  se  recomienda  la  operación  en  la  úlcera  por  si  se  resiste  á  un  tiempa 
prudencial  de  tratamiento  médico,  sin  limitarse  á  operar  las  complicacio- 
nes (estenosis  pilórica,  biloculación,  perforación,  etc.).  Esto  ha  de  hacerse 
más  en  el  pobre  que  en  el  acomodado,  pues  aquél  ha  de  vivir  de  su  trabajo 
y  no  dispone  de  elementos  para  costear  su  alimentación  láctea,  mientras 
éste  puede  dedicarse  sólo  al  restablecimiento  de  su  salud.  Respecto  al  casa 
sefialado  incidental  mente  dice  que  si  su  historia  gástrica  era  antigua,  pudo 
pensarse  en  una  ulceración  que  degeneró  en  cáncer,  y  pudo  ser  hiperclor- 
hídrico en  los  primeros 'tiempos,  hipoclorhídrico  ó  aclorhídrico  después. 

El  Dr.  Yagüe  manifestó  que  se  viene  interviniendo  desde  hace  tiempo  en 
enfermos  ulcerosos ;  pero  para  ver  el  progreso  que  en  esta  materia  se  está 
efectuando,  dice  que  Hartmann,  en  su  Oirugia  del  eatámago,  publicada  en 
1899,  no  daba  más  indicaciones  de  intervención  en  los  ulcerosos  que  las 
complicaciones  de  la  úlcera,  y  en  sus  trabajos  de  1906,  da  como  regla  que 
deben  ser  intervenidas  todas  cuando  fracase  el  tratamiento  médico,  lle- 
gando á  señalar  como  tiempo  que  debe  esperarse  el  de  un  mes.  Claro  que 
en  esto  último  hay,  sin  duda,  exageración  patente,  pues  sólo  las  circuns- 
tancias de  enfermo,  de  proceso  y  aun  de  medio  social,  pueden  permitir  de- 
terminarlo exactamente  en  cada  caso;  pjoro  bueno  será  ir  haciendo  conocer 
los  que  se  vean  para  la  más  exacta  delimitación  de  las  indicaciones.  En 
cuanto  al  procedimiento  de  que  habla  el  Dr.  González  Campo  para  inves- 
tigar el  bazuqueo,  no  hubiera  sido  útil  en  este  enfermo  por  su  sensibilidad 
exagerada  y  porque  la  perigastritis  no  hubiera  permitido  la  dislocación  de| 
estómago;  esto,  no  obstante,  no  cabe  duda  de  que  es  un  procedimiento  que 
puede  ser  útil  en  otros  casos. 

Algunas  consideraciones  de  la  anatomía  normal  del  oído.  —El  Dr.  Villa 
(D.  J.)  hace  un  estudio  precioso  de  <Kcómo  el  oído  entra  en  la  arquitectura 
del  cráneo 3>.  En  la  resistencia  á  las  presiones  verticales,  el  oído  es  susten- 
tador de  la  bóveda  craneal,  toma  importantísimo  papel  en  la  resistencia  á 
las  presiones  laterales,  obrando  como  una  cuña ;  tampoco  interviene  para 
nada  en  la  resistencia  del  cráneo  á  las  presiones  autero- posteriores.  Las 
fracturas  se  transmiten  al  oído  y  se  propagan  en  él  según  la  dirección  que 
traen  de  la  bóveda;  en  poco  influye  la  estructura  del  temporal. 

Caja  del  tambor.  —  El  9inu9  timpani  se  continúa  algunas  veces  (dos  en  su 
colección )  por  dentro  de  la  pirámide  y  del  facial.  Ha  encontrado  la  pirá- 
mide, bien  terminada  abajo  en  una  cavidad  puntiaguda,  bien  redondeada. 
En  algunos  temporales,  terminando  muy  cerca  de  la  bóveda  yugular.  Las 
dehiscencias  del  acueducto  de  Falopio  no  han  sido  encontradas  en  sus  pre* 


63 

paraciones.  El  músculo  del  martillo  siempre  en  canal  óseo,  no  en  conducto 
como  señala  Huguier,  y  si  está  en  conducto,  la  pared  externa  seria  tan  del- 
gada que,  prácticamente,  es  como  sí  no  existiera. 

Posición  del  facial.  —  Pasa  entre  el  caracol  y  el  vestíbulo  primero,  más 
cerca  del  primero  que  del  segundo,  distante  unos  S  milímetros  de  la  extre* 
midad  anterior  del  conducto  superior ;  el  facial  pasa  por  debajo  del  con* 
ducto  semicircular  externo,  y  sólo  se  hace  vertical  2  milímetros  más  atrás. 
Su  posición  vertical  forma  curva  de  concayidad  externa;  por  lo  tanto,  huye 
del  antro.  En  sus  preparaciones,  sólo  en  los  dos  temporales,  cuyo  ainvs  ftm- 
pani  se  prolonga  hacia  atrás,  el  nervio  se  hace  completamente  vertical  y 
queda  en  un  plano  más  externo  que  el  conducto  vertical  horizontal ;  cree 
que  la  relación  con  la  membrana  está  un  poco  más  baja  que  el  centro  de  su 
contorno  posterior. 

Topografía  del  laberinto, — El  conducto  semicircular  posterior  sobresale 
atrás  lo  menos  2  milímetros  del  externo,  y  corresponde  á  la  pared  interna 
del  antro.  El  externo  está  colocado  en  el  aditus,  pero  de  tal  modo>  que  su 
extremidad  anterior  es  más  alta  que  la  posterior.  El  superior  por  encima 
de  éste  corresponde  al  aditus  á  la  pared  interna  del  antro.  La  extremidad 
anterior  del  superior  está  á  2  milímetros  del  pico  de  cuchara  y  á  1  por  en- 
cima del  facial.  La  extremidad  anterior  del  externo  corresponde  al  facial 
debajo  del  anterior.  La  posterior  del  externo  también  al  facial  1  milímetro 
más  atrás.  La  extremidad  inferior  del  posterior  al  sinut  timpani.  El  vértice 
dbl  caracol,  inmediatamente  por  debajo  del  músculo  del  martillo,  á  la  mis- 
ma entrada  de  la  trompa,  en  el  codo  de  la  carótida. 


PERIÓDICOS 


Caso  clínico  do  placenta  previa  central.— En  el  Boletín  del  Colegio  de  Mé- 
dicos de  Gerona,  publica  D.  Bonifacio  Garriga  la  siguiente  observación: 

<( Mujer  plurípara,  de  veintisiete  años  de  edad,  y  de  constitución  robus- 
ta, cuyos  dos  anteriores  embarazos  y  consiguientes  partos  habían  sido  muy 
felices.  Llegado  el  octavo  mes  de  su  tercera  gestación,  sin  causa  apreciable 
(caída,  traumatismo,  esfuerzo),  se  le  presenta  una  ligera  hemorragia,  algo 
más  copiosa  y  de  mayor  duración,  también  sin  dolor,  la  cual  se  cohibió  con 
la  Suspensión  de  los  quehaceres  domésticos  y  el  reposo  en  cama.  Cuatro 
días  después  sobreviene  una  tercera  hemorragia,  en  las  mismas  condicio- 
nes que  las  anteriores,  aunque  más  abundante,  la  cual,  además  de  tratar- 
se por  el  reposo  absoluto  en  el  lecho  y  la  aplicación  de  compresas  de  oxicra- 
to  en  el  bajo  vientre,  nos  indujo  á  la  administración  del  hidrastis  cana- 
densis  al  objeto  de  cohibir  más  pronto  la  hemorragia  y  ver  si  se  lograba 
que  la  mujer  pudiese  ir  conllevando  su  estado,  sin  tener  que  abandonar 
las  faenas  domésticas,  ni  permanecer  en  cama  en  completa  inmovilidad. 

Cohibida  de  nuevo  la  tercera  hemorragia,  continuó  la  mujer  en  estado 
satisfactorio  unas  tres  semanas,  después  de  las  cuales,  una  hemorragia  vino 
á  turbar  su  relativo  bienestar,  acompañada  esta  ves  de  dolores  en  la  re- 


64    . 

gión  sacra,  cuya  noredad  hizo  creer  que  Be  iniciaba  el  trabajo  del  parto, 
por  haber  alcanzado  la  majer  el  término  natural  de  su  embarazo. 

Para  confirmar  el  hecho,  procedió  al  examen^  señalando  la  palpación  que 
el  feto  se  hallaba  en  presentación  de  T¿rtice  y  la  auscultación,  que  gozaba 
de  Yida;  el  tacto  yaginal  hizo  notar  el  cuello  uterino  alargado,  reblandeci- 
do, y  entreabierto  su  orificio  interno,  que  estaba  cubierto  en  su  totalidad 
por  la  placenta,  cuya  superficie  inferior  pudo  tocar  con  el  dedo,  indicando 
que  la  placenta  previa  diagnosticada  desde  un  principio^  pertenecía  á  la 
variedad  central. 

El  pulso,  bastante  debilitado,  era  de  95  pulsaciones  por  minuto ;  la  tem- 
peratura axilar,  normal. 

Atendiendo  al  diagnóstico  formuladp,  el  pronóstico  que  siempre  es  grave 
para  el  feto  en  general  y  algunas  veces  para  la  madre  en  particular,  lo  era 
mucho  más  en  el  presente  caso,  dada  la  variedad  de  placenta  previa  central 
qne  estableció,  puesto  que  no  sólo  peligraba  la  vida  del  feto,  si  que  también 
se  hallaba  amenazada  la  de  la  madre,  la  cual,  habiendo  perdido  mucha 
sangre,  experimentaba  ya  los  síntomas  de  la  anemia  aguda :  decoloración 
de  la  piel  y  mucosas,  enfriamiento  de  las  extremidades,  zumbido  de  oídos, 
decaimiento  general,  pulso  filiforme,  pupilas  dilatadas.  Por  ello  fué  qu» 
despuéa  de  advertida  la  familia  del  peligro  que  corría  la  parturiente,  ace- 
lerando el  trabajo  del  parto,  que  debía  forzosamente  aumentar  el  flujo,  re- 
clamamos la  intervención  de  otro  comprofesor,  para  obrar  con  mayor  segu- 
ridad y  menor  responsabilidad  por  nuestra  parte.  * 

Por  no  disponer  de  la  necesaria  cantidad  de  gasa  yodofórmica  para  prac- 
ticar dicha  maniobra,  echa  mano,  para  no  perder  tiempo,  del  proceder  an- 
tiguo mediante  el  algodón  hidrófilo  en  pequeños .  fragmentos  sujetos  con 
hilos  en  forma  de  cola  de  cometa,  y  untados  con  manteca  caliente  recién 
fundida,  para  asegurar  mejor  la  obturación  y  asepsia.  Colocada  la  mujer 
en  la  posición  Obstétrica,  y  previo  lavado  de  los  genitales  y  desinfección  de 
nuestras  manos,  practica  el  taponamiento  indicado,  hasta  quedar  bien  re- 
pleto el  conducto  vaginal. 

Ejecutado  el  taponamiento,  que  resultó  algo  molesto  y  doloroso  para  la 
mujer,  quedó  cohibida  la  hemorragia  y  calmado  loe  dolores  iniciados,  du* 
rante  algunas  horas.  A  las  seis  horas  de  aplicado  el  tapón,  se  presentaron 
los  dolores  expuUivoe,  indicando  qne  el  trabajo  del  parto  se  adelantaba 
rápidamente.  Entonces  aplica  una  inyección  hipodérmica  de  ergotina 
Ivon,  para  prevenir  en  lo  posible  la  hemorragia  poet  partum^  que  en  estos 
casos  suele  sobrevenir,  y  otra  dé  éter,  para  evitar  ó  combatir  el  síncope  que, 
por  otro  lado,  amenazaba  la  vida  de  la  parturiente.  Retirado  en  seguida  el 
tapón  vaginal,  las  contracciones  uterinas  adquirieron  mayor  energía,  sa- 
liendo pocos  momentos  después  el  feto  muerto,  que  se  abrió  paso  á  través 
de  la  placenta,  quedando  ésta  casi  partida  en  dos  mitades  y  expulsLándose 
simultáneamente  con  aquél  en  toda  su  integridad. 

La  matriz  se  contrajo  luego  rápidamente,  sin  presentarse  nueva  hemo- 
rragia, ni  sobrevenir  durante  el  puerperio  la  infección  séptica  á  que  de  un 
modo  especial  se  halla  expuesta  la  mujer,  por  estar  la  herida  placentaría 
constantemente  bañada  por  los  loquios.  Oracias  á  la  limpieza  y  alimenta- 
ción escogidas,  á  los  veinticinco  días  la  puérpara  pudo  salir  de  casa  sin  otra 


/  65 

molestia  qne  U  debilidad  consiguiente  á  las  pérdidas  sanguíneas  determi- 
.  nadas  por  la  ectopia  placentaria. 

Era  la  lógica  conducta  seguida  en  este  caso  clínico  de  hemorragia  por 
inserción  riciosa  de  la  placenta,  dejando  que  terminara  el  parto  por  los 
Bolos  esfuerzos  naturales,  puesto  que  si  lo  hubiese  forzado,  desprendien- 
do ó  atravesando  la  placenta,  para  hacer  una  aplicación  de  fórceps,  es  muy 
probable  que  la  mujer  que  había  ya  perdido  mucha  sangre,  hubiese  su- 
cumbido, y  que  tampoco  se  habría  podido  salvar  la  vida  del  feto>. 

Sarabia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


S0C1EI)ADES  científicas 

ACADEMIA    DS    HEDICIMA    DE    PARÍS 
S*$iin  dtltUaíSd»  Junio  de  1906. 

s 

Consulloriot  de  oiRot  dt  pecho.— £1  Dr.  Budín:  Desde  la  creación  de  estos 
consultorios,  en  1892,  se  ha  procurado  que  cada  semana  se  vean  los  niños 
hasta  la  edad  de  dos  años,  con  objeto :  1.°,  de  examinarles,  pesarles  y.  acon- 
sejar á  sus  madres ;  2.^,  de  inclinar  á  la  lactancia  materna;  y  S."",  cuando 
las  madres  no  podían  criar  por  insuficiencia,  de  distribuir  en  cantidad  per- 
fectamente determinada  leche  esterilizada  de  buena  calidad.  En  las  ciuda- 
des de  limitada  población,  si  los  nifios  que  acuden  á  los  consultorios  mue- 
ren menos,  esto  debe  repercutir  sobre  la  mortalidad  infantil  de  toda  la  re- 
gión, y  los  buenos  resultados  obtenidos  son  entonces  indiscutibles.  Esto  es, 
en  efecto,  lo  que  se  observa  generalmente.  El  Dr.  Alexandre,  alcalde  de 
Arques  (Pas- de- Calais)  fundó  un  consultorio  á  principios  de  1903;  durfinte 
loe  cinco  afíos  precedentes,  la  mortalidad  infantil  era  de  190  por  1.000,  y 
ahora  ha  descendido  á  112  y  á  101 ;  á  SaintPol  sur-Mer,  la  mortalidad  des- 
cendió de  288  á  151  por  1.000;  á  Yarengeville  (Seine-Inferieur),  de  145  á 
77  por  1.000.  Lo  mismo  ha  ocurrido  en  un  gran  número  de  poblaciones  del 
Pas-de«Oalais  y  del  Tonne,  como  lo  demuestran  las  cifras  publicadas  por 
Yiret  y  Mavoir,  inspectores  provinciales. 

Estos  hermosos  resultados  son  debidos  á  muchas  causas,  y  particular- 
mente al  restablecimiento  de  la  lactancia  materna,  que  iba  desaparecien- 
do por  todas  partes.  Si  se  demuestra  bien  á  las  madres  las  ventajas  que 
pueden  reportar  á  sus  hijos,  ellas  mismas  los  crian;  el  Dr.  Panell  (Rouen) 
ha  visto  aumentar  esta  clase  de  lactancia  de  1  á  60  por  100;  los  doctores 
Bresset  y  Oarrel  (París),  de  40  y  61  á  81'4  por  100;  Ausset,  de  22  á  77  por 
100  en  Saint-Pol-sur-Mer;  Blin  (de  ElbeuO,  de  O  á  87*5  por  100;  y  Pou- 
pault,  en  Yarengeville-sur-Mer,  de  O  á  75  por  100.  EÍ  Estado  y  ciertos 
directores  de  industrias  animan  á  los  personas  que  emplean  á  seguir  el 


66 

camino  de  la  lactancia  materna.  Estas  ideas  se  difunden  cada  día  más,  y 
hoy  se  ve  en  París  á  nn  cierto  número  de  patronos  qne  antorisan  á  sn^  . 
obreras  á  lacUr  á  sns  hijos.  Los  consnltorios  de  niños  de  pecho  todavía 
tienen  otra  ventaja,  y  es  qne  pneden  adaptarse  á  mnchas  otras  institucio- 
nes, por  ejemplo,  á  las  casas  canas  y  á  la  vigilancia  de  los  nifios,  en  virtud 
de  la  ley  Roussel.  Las  mutualidades  maternales  los  han  fundado  en  gran 
número  en  el  departamento  del  Sena,  y  los  nifios  se  admiten  y  se  vigilan 
durante  dieciocho  meses.  Las  últimas  cifras  publicadas  por  Poissineau 
demuestran  que,  en  estas  nuevas  condiciones,  el  87  por  100  de  las  madres 
han  lactado  á  sus  hijos;  esta  proporción  es  considerable  en  los  medios  obre- 
ros, donde  se  considera  en  general  que  las  mujeres,  por  su  condición  social , 
se  encuentran  en  la  imposibilidad  de  lactar. 

Los  consultorios  de  nifios  de  pecho  prestan,  pues,  reales  servicios ;  actual- 
mente existen  en  gran  número  en  ciertos  departamentos;  en  el  Yonne 
(106),  en  el  Pas-de-Calais  (IfllX),  en  la  Gironde,  etc.  Por  todas  partes  se 
fundan  algunos,  y  en  particular  en  el  Rhóne,  en  los  Alpes-Maritimes,  en 
el  Norte,  etc.  Su  difusión  invade  también  el  extranjero,  como  lo  demues- 
tran los  diversos  informes  presentados  hace  tres  semanas  en  el  Congreso  de 
la  Asistencia  pública,  celebrado  en  Milán.  » 

Sufusién  sanguínea  brusca  á  hematoma  súbito  de  la  úvula.  —  £1  Dr.  Fabrb  : 
En  la  úvula  se  desarrolla  algunas  veces  bruscamente  una  sufusión  sangui* 
nea,  una  verdadera  apoplegía  local,  qne  ocasiona  una  sensación  de  cosqui- 
lleo, de  presencia  de  cuerpo  extrafio,  seguida  de  una  necesidad  inconscien- 
te de  deglutir  y,  con  más  frecuencia,  de  expulsar  del  fondo  de  la  boca  el 
cuerpo  extrafio ;  entonces  se  presentan  accesos  de  tos,  verdaderas  quintas» 
deseos  de  vomitar,  náuseas,  violentos  esfuerzos  de  vómito,  y  el  vómito  mis- 
mo, con  objeto  de  expulsar  aquel  falso  cuerpo  extrafio,  representado  por  un 
pequefio  hematoma  de  forma  generalmente  globulosa,  una  verdadera  bola, 
una  cereza  que  se  encuentra  suspendida  del  velo  del  paladar.  Este  acciden- 
te, que  he  observado  cinco  veces  en  treinta  y  cuatro  afios,  á  intervalos  más  ó 
menos  lejanos,  se  ha  presentado  después  de  quintas  de  tos  ó  después  de  un 
pequefio  traumatismo,  por  nn  fragmento  de  corteza  de  pan  tragado  brusca- 
mente ó  complicando  una  angina  gripal ;  en  dos  casos  se  ha  presentado  sin 
cansa  aparente. 

He  observado  esta  apoplegía  de  la  úvula  tres  veces  en  el  hombre  (á  los 
diecinueve,  cuarenta  y  cinco  y  cincuenta  y  ocho  afios)  y  dos  veces  en  la 
mujer  (á  los  treinta  y  cinco  y  cuarenta  y  ocho  afios).  Los  fenómenos  predo- 
minantes que  han  presentado  la  mayoría  de  estos  enfermos  son,  sobre  todo, 
de  la  esfera  nerviosa:  ligera  inquietud  primero  y  después  ansiedad  más 
marcada,  angustia,  azoramientOc 

No  trataré  de  precisar  la  patogenia  ni  la  etiología,  y  me  limitaré  á  hacer 
constar  que,  en  cuanto  al  tratamiento,  ha  bastado  tres  veces  puncionar  la 
neoformación  vascular  para  hacerla  desaparecer,  aconsejando  inmediata- 
mente después  el  uso  de  gargarismos  ¡astringentes  con  alumbre,  tanino  ó 
ratania.  En  dos  casos  hubo  ulceración  del  apéndice  uvular,  seguido  rápi- 
damente de  curación  sin  otro  fenómeno  ulterior;  no  he  observado  inflama- 
ción de  la  ÚTula,  uvulitis  (como  dice  Morell-Mackenzie),  á  consecuencia  de 
la  apoplegía  de  este  órgano. 


67 

En  sama:  etiología  obscura;  diagnóstico  no.  menos  fácil;  síntomas  más 
bien  desagradables  qne  peligrosos;  pronóstico  benigno,  y,  en  fin,  trata- 
miento fácil  con  los  gargarismos  astringentes.  Esto  es  á  1q  qne  se  reduce, 
desde  el  punto  de  yista  nosoiógico,  la  historia  del  hematoma  de  la  ÚTula, 
historia  qne  h^  referido  breyemente  en  razón  de  su  rareza,  y  sobre  todo  del 
silencio  que  guardan  los  autores  especiales  acerca  de  este  accidente. 

Tifloeolitis  maeomembranosa  y  apendleítis.  —  El  Dr.  Lb  Dbktü:  £1  error 
que  sefiala  el  Dr.  Dieulafoy  se  habrá  cometido  indudablemente  gran  nú- 
mero de  Teces,  pero  desde  luego  no'  tantas  como  él  supone.  Los  hechos 
sobre  los  cuales  se  apoya  les  falta  rigor  y  precisión.  Numerosos  casos  per- 
sonales me  permiten  creer  en  la  beneficiosa  influencia  de  la  apendicecto- 
mia  sobre  la  tiflocolitis,  aunque  á  menudo  dicha  influencia  es  nula  ó 
temporal.  El  examen  superficial  y  macroscópico^'de  un  apéndice  no  basta 
para  afirmar  que  no  ha  sufrido  lesiones  serias  algún  tiempo  antes  de  la 
operación,  ni  que  no  existan  en  el  momento  de  verificarla.  El  diagnóstico 
diferencial  entre  la  apendicitis  y  la  enterocolitis  es  con  frecuencia  muy 
difícil;  cuando  la  fijeza  de  los  síntomas  permite  un  semidiagnóstico  y 
cuando  la  salud  está  muy  comprometida,  la  incisión  exploradora  es  legí- 
tima. 

El  Dr.  Retitisb:  Creo,  como  el  Dr.  Dieulafoy,  que  un  dolor  agudo  en  el 
punto  de  Mác-Burney  no  bastan  si  faltan  los  demás  síntomas,  para  afirmar 
la  existencia  de  una  apendicitis;  pero,  en  cambio,  difiero  de  su  opinión  en 
cuanto  á  las' relaciones  que  pueda  haber  entre  la  apendicitis  y  la  entero- 
colitis. En  muchos  casos  personales,  tres  especialmente,  una  apendiceoto- 
mía  ha  hecho  desaparecer  las  crisis  de  enterocolitis  mncomembranosa.  Y 
es  qué  esta  enfermedad  no  es  una  enfermedad  del  intestino,  sino  un  reflejo^ 
nn  espasmo,  cuyo  punto  de  origen  difiere  según  los  enfermos  (útero,  ora- 
rio,  rifión  móril,  etc.),  y  en  ciertos  casos  es  claramente  de  origen  apendi- 
cular.  El  examen  microscópico  justifica  casi  todas  las  interyenciones  en 
los  casos  en  que  el  apéndice  no  presenta  nada  de  anormal  á  simple  vista. 

El  Dr.  Richblot:  El  punto  peligroso  de  la  doctrina  sostenida  por  el 
Dr.  Dieulafoy  está  en  el  antagonismo  que  trata  de  establecer  eiitre  la 
apendicitis  y  la  colitis  mncomembranosa.  En  la  sesión  precedente  he 
citado  una  observación  que  prueba  lo  contrario,  y  he  recibido  una  de  unq 
de  mis  antiguos  internos,  del  Dr.  Mauricio  Hepp,  que  también  lo  prueba, 
y  que  tiene  más  valor  porque  es  su  propia  historia  clínica.  Leyéndola  se 
asiste  á  la  evolución  ordinaria  de  la  apendicitis:  infección  disentérica  en 
primer  lugar,  contaminación  del  apéndice  después  y  progresión  lenta  de 
sus  lesiones  histológicai>,  y  por  fin,  desarrollo  de  los  fenómenos  nerviosos 
reaccionales,  de  la  neurosis  secretoria  y  motriz,  llamada  colitis  mncomem- 
branosa, sostenida  por  la  presencia  del  apéndice  enfermo  y  desaparecida 
con  la  extirpación  de  éste.— Codina  Castsllví. 


68 


8O0IEDAD    DE    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
jSéiión  d«l  día  6  de  Junio  de  1906. 

YayanattomfiU — El  Dr.  Quénu  dijo  que  para  obtener  una  boca  contínente 
«n  la  yeyaoostomia  aconseja,  en  yez  de  desembocar  directamente  el  cabo 
inferior  del  yeyuno  en  la  piel,  cerrarle  y  bacer  después,  á  corta  distancia  del 
fondo  de  saco  yeyunal  formado  asi,  una  incisión  lo  más  pequeña  posible, 
incisión  que  se  fija  por  cuatro  puntee  de  sutura  á  uno  de  loe  ángulos  de  la 
herida  cutánea.  Esta  boca  del  yeyuno  se  forma,  en  resumen,  en  las  mismas 
^condiciones  que  la  gástrica  en  la  gastrostomia,  por  el  procedimiento  más 
sencillo  y  más  r^ido.  En  un  caso  en  que  empleó  esta  técnica  obtuvo  el 
Dr.  Quénu  una  boca  continente  por  completo  hasta  la  muerte  de  su  ope- 
rado, que  falleció  de  caquexia  (se  trataba  de  nn  cáncer  del  estómago 
extendido  por  las  dos  caras  del  órgano). 

Heridas  pulmonares  por  arma  de  fuogo.— El  Dr.  Routier  cree,  en  contra  de 
los  Dres.  Delorme  y  Michaux,  que  aun  en  las  heridas  del  pulmón  por  arma 
de  fuego,  que  van  acompañadas  de  hemorragia  abundante,  es  preferible 
<)asi  siempre  no  intervenir,  á  causa  del  estado  generalmente  grave  de  estos 
heridos,  para  los  que  una  intervención  como  la  toracotomia,  con  ó  sin 
ventana,  corre  el  riesgo  de  ser  mortal,  ün  herido  que  el  Dr.  Routier  ha 
tenido  ocasión  de  tratar  recientemente  en  estas  condiciones,  es  decir,  con 
herida  del  pulmón  por  bala  de  revólver,  complicada  de  hemotórax  abun- 
dante, de  neumotorax  y  de  entisei^a  subcutáneo  extenso,  hubiera  induda- 
blemente muerto  á  causa  de  la  intervención  operatoria,  porque  al  ingresar 
en  la  clínica  se  hallaba  en  un  estado  casi  sincopal.  Este  individuo  sobrevi- 
vió; bastó  una  simple  punción  aspiradora,  que  dio  salida  á  más  de  litro  y 
cuarto  de  sangre  y  bastante  aire,  para  que  desaparecieran  casi  por  com- 
pleto todos  los  trastornos  circulatorios  y  respiratorios.  Es  verdad  que  hasta 
ahora  no  puede  considerarse  como  curado  á  este  hombre ;  pero  el  doctor 
Routier  cree,  cuando  menos,  que  le  prestó  un  gran  servicio  no  operándole 
inmediatamente  á  pesar  de  la  gravedad  de  a  hemorragia,  que  exigía,  al 
parecer,  la  operación  inmediata. 

Traumatismo  doi  carpo.  —  El  Dr.  Delbet  leyó  un  informe  sobre  una  obeer^ 
vación  dirigida  á  la  Sociedad  por  el  Dr.  Dujarier,  y  que  se  relaciona  con 
la  discusión  sostenida  acerca  de  los  traumatiemos  del  carpo.  En  esta  dis- 
cusión sostuvo  el  Dr.  Delbet  que  en  dichos  traumatismos  el  primer  grado 
de  la  lesión  no  está  constituido,  como  se  dice,  por  la  luxación  del  semilu- 
nar hacia  adelante,  sino  más  bien  por  la  del  hueso  grande  hacia  atrás.  El 
eemilunar  es,  por  el  contrario,  el  hueso  del  carpo  que  conserTa  sus  cone- 
xiones normales  con  el  radio,  mientras  que  el  hueso  grande  arrastra  con- 
sigo, al  luxarse  hacia  atrás  y  arriba,  al  escafoides  y  al  piramidal.  Es  lo 
que  ocurrió  en  el  caso  del  Dr.  Dujarier,  lo  cual  apoya  la  descripción  que 
ha  hecho  el  Dr.  Delbet  de  estas  lesiones.  Este  caso  es  interesante  también 
desde  el  punto  de  vista  terapéutico.  El  enfermo  del  Dr.  Dijarier  fué  tra- 
tado en  vano,  durante  más  de  un  mes,  por  el  amasamiento,  mientras  que 
con  la  resección  del  semilunar  se  obtuvo  un  éxito  completo.  Este  individuo 


69 

recobró  cod  gran  rapidez  la  integridad  casi  completa  de  los  morimiento» 
de  la  mufieca  y  él  uso  de  la  mano,  qne  habla  quedado  hasta  entonce» 
inmorilizada,  como  clavada  sobre  el  antebrazo. 

Iltosigmoidaetomfa  con  exclHsién  dol  intestino  gruoso.  —  El  Dr.  Bazy,  pro- 
poniéndose suprimir  en  uno  de  sus  enfermos  un  ano  cecal  establecido  de 
urgencia  en  plena  oclusión  intestinal,  consecutiva  á  un  cáncer  del  colon 
transverso,  practicó  la  ileosigmoídectomia  con  exclusión  del  cabo  terminal 
del  intestino  delgado  y  de  todo  el  intestino  grueso.  La  operación  la  prac- 
ticó según  el  procedimiento  de  Souiigoux.  Este  procedimiento,  del  que  su 
autor  se  ha  ocupado  recientemente  y  que  sólo  se  habla  practicado  en  los 
perros,  consiste  en  su  esencia  en  excluir  el  intestino  grueso  y  en  ligar  sólo- 
eete  último,  en  vez  de  seccionarle,  á  pocos  centímetros  de  la  boca  ileo- 
rectal. 

En  el  caso  del  Dr.  Bazy  la  aplicación  de  este  procedimiento  fué  segui* 
da  de  un  fracaso  casi  completo,  en  el  sentido  de  que,  aunque  el  éxito  ope- 
ratorio i\xé  feliz,  la  continuidad  del  intestino  delgado  se  restableció  al 
poco  tiempo  y  los  excrementos  sallan  lo  mismo  por  el  ano  cecal  que  por  el 
cecal. 

Tamor  dol  enollo.— El  Dr.  Walther  presentó  una  enferma  que  tenia  en  la 
región  del  cuello  un  tumor  cuya  aparición  data  de  diez  años.  81  tumor  es 
del  volumen  de  una  naranja  y  de  consistencia  blanda  por  igual.  Cree  que 
hay  una  sensación  falsa  de  fluctuación  y  que  se  trata  de  un  tumor  en  su 
mayor 4>arte  sólido,  lipoma  *congénito  ó  linfangioma  con  mezcla  de  lipo- 
ma, pero  DO  de  un  tumor  con  gran  cavidad  quistica. 

Los  Dres.  KirmUson  y  Demoulin  dijeron  qne  se  trataba  de  un  linfangio* 
ma  y  que  estaba  indicada  la  extirpación. 

El  Dr.  Broca  manifestó  que,  á  su  juicio,  el  tumor  era  un  quiste  dermoide 
de  pared  gruesa  y  de  contenido  lactescente,  y  que  era  preciso  extirparle. 

El  Dr.  Le  Dentu  indicó  que  no  admitia  el  diagnóstico  de  linfangioma^ 
sino  más  bien  el  de  tumor  congénito  complejo,  que  convenía  extirpar. 

(Za  Fresae  Medícale). —Y,  Tolicdo. 


SOCIEDAD    DE    MEDICINA    DE    BERLÍN 

8uión  del  dia  16  de  Mayo  de  Í906. 

¿Es  el  lilstorlsmo  una  nonropatfa  funcional?  — El  Dr.  P,  Kronthal  im- 
pugna la  opinión  corriente  de  que  el  histerismo  es  una  neurosis  funcional, 
ó  sea  una  enfermedad  nerviosa  sin  causa  anatomopatológica  demostrable. 
6e  ha  aducido  en  apoyo  de  esta  opinión  el  hecho  de  que  en  el  histerismo 
se  trata  de  reacciones  anormales  de  las  células;  sin  embargo,  ni  esta  cir- 
cunstancia ni  el  modo  especial  de  conducirse  en  la  esfera  psíquica  se  pue- 
den utilizar  á  favor  de  las  ideas  hoy  en  boga.  En  efecto,  el  dato  de  la 
reacción  anormal  más  bien  debe  interpretarse  á  favor  de  una  enfermedad 
de  las  mismas  células,  que  no  como  una  afección  del  sistema  nervioso,  y 
como  la  psiquis  debe  considerarse  ( en  concepto  del  autor)  no  sencilla- 


70 

mente  como  ana  función  del  cerebro,  sino  como  sama  de  los  reflejos,  tam- 
poco bay  motÍTO  bastante  para  explicar  el  trastorno  psiqaico  como  conse- 
cuencia de  una  enfermedad  cerebral.  El  cerebro  parece  estar  enfermo  en 
los  bistéricos,  porque  las  célalas  de  éstos  reaccionan  de  un  modo  anormal, 
no  á  la  inversa,  como  afirman  loe  que  sostienen  la  opinión  contraria. 

Lo  que  caracteriza  al  bisterismo  es  que  no  está  ligado  al  trayecto  del  sis- 
tema neryioso.  Otro  motivo  más  para  creer  que  no  se  trata  de  una  neuro- 
patía funcional.  También  es  típico  el  cambio  continuo  en  los  síntomas. 

En  resumen :  el  bisterismo  es  una  reacción  morbosa  y  fácilmente  mu- 
dable de  las  células. 

Consecuencia  de  esta  manera  de  concebir  la  enfermedad  es  que  debemos 
atender  en  ella  á  la  rigorízación  de  las  células,  procediendo  en  la  forma 
que  se  viene  baciendo  desde  bace  mucbo  tiempo.  Nos  encontramos  abora 
con  el  becho  sorprendente  de  que  el  tratamiento  tradicional  del  histerismo 
y  que  ha  consagrado  la  observación  es  el  acertado,  á  pesar  de  no  serlo  la 
teoría  reinante  acerca  de  la  patogenia  de  la  enfermedad. 

El  Dr.  A/.  Rothmann  está  conforme  con  el  preopinante  en  que  en  el  bis- 
terismo no  se  ba  podido  encontrar  ninguna  lesión  del  sistema  nervioso, 
pero  es  lo  cierto  que  tampoco  se  ba  encontrado  la  afección  celular  de  que 
habla  el  Dr .  Eronthal. 

Tratamiento  de  fa  tuberculosis  de  las  mucosas.  —  El  Dr.  E.  Bollander  da 
cuenta  del  resultado  que  ha  obtenido  en  diez  afios  con  el  tratamiento  de  la 
tuberculosis  de  las  mucosas.  A  medida  que  se  ha  ido  vulgarizando  y  adop- 
tando su  método  de  cauterización  con  aire  muy  caliente,  ha  ido  acudiendo 
un  número  cada  vez  mayor  de  tuberculosos,  sobre  todo  de  tuberculosos  de 
las  vías  respiratorias  superiores.  En  contraposición  á  la  tuberculosis  se- 
cundaria consecutiva  á  tisis  primitiva  del  pulmón,  ha  creado  el  cuadro 
clínico  de  la  tuberculosis  ascendente  primitiva,  en  el  que  las  puertas  de 
entrada  son  la  boca  ó  la  nariz,  propagándose  entonces  la  tuberculosis  por 
la  vía  linfática  y  de  un  modo  palatino  á  lo  largo  del  paladar,,  de  la  fa- 
ringe y  de  lá  laringe,  hasta  llegar  á  los  pulmones.  Este  cuadro  va  acompa- 
ñado algunas  veces  de  lupus  de  la  piel.  Las  formas  anatomopatológicas  de 
ambas  categorías  pueden  ser  idénticas,  de  tal  suerte  que,  dada  la  igualdad 
de  la  etiología,  hay  que  hacer  desaparecer  en  este  caso  la  diferencia  entre 
el  lupus  y  la  tuberculosis  de  las  mucosas.  El  autor  llama'  además  la  aten- 
ción acerca  del  pronóstico,  generalmente  favorable,  que  presenta  la  forma 
ascendente  de  la  tuberculosis,  aun  después  de  bien  manifiesta. 

De  todos  los  remedios  que  ha  empleado,  los  que  le  han  prestado  mejores 
servicios  son  el  empleo  del  calor,  sin  tocar  para  nada  las  superficies  afec- 
tadas. , 

También  en  otras  partes  del  cuerpo  ha  curado  el  autor  un  gran  númerp 
de  tuberculosis  de  las  mucosas,  mediante  la  cauterización  con  aire  muy  ca- 
liente: laringe,  ojo,  recto,  articulaciones,  etc. 

Mas  como  quiera  que  no  siempre  es  posible  ni  tampoco  necesario  un  pro- 
cedimiento quirúrgico,  ha  ensayado  el  autor  otros  medios  químicos,  ha- 
biendo conseguido  muy  buenos  resultados  con  el  siguiente  método :  Duran- 
te uno  Ó  dos  días  se  hace  tomar  al  interior  una  disolución  de  yoduro  sódico 
al  5  por  100,  y  después  se  aplica  calomel  al  foco  morboso.  El  efecto  curati- 


71 

Toee  obtiene  en  los'proceeos  olceroeoB  por  una  acción  cáustica  electiva  y 
por  la  impregnación  quimiotáxica  con  el  yodo.  Donde  se  han  logrado  éxi- 
tos más  notables  con  este  medio  ha  sido  en  los  casos  de  tuberculosis  ve* 
sical. 

Herida  ptr  arma  de  fuego  del  cerebro  y  de  la  médula  espinal;  euraeién.  --- 
El  Dr.  F,  Krauie  da  cuenta  de  un  caso  de  heridas  múltiples  por  arma  de 
fuego,  presentando  además  figuras  relatiyas  al  mismo  por  medio  del  apa- 
rato de  proyecciones.  Una  bala  habla  penetrado  por  detrás  del  oído;  otra, 
por  el  cuello.  La  primera  había  dado  origen  á  un  absceso  cerebral;  la  se- 
gunda á  una  lesión  unilateral  de  la  médula  espinal  (parálisis  de  Brown- 
Séquard),  supuración  de  las  yértebras  cervicales  con  necrosis  de  las  mismas 
y  compresión  de  la  porción  cervical  de  la  médula.  Extracción  de  secuestros; 
después  de  esto  vuelven  la  fiebre  y  los  síntomas  de  compresión,  producidos, 
en  concepto  del  autor,  por  una  meningitis  serosa  espinal.  Curación. 

{Deutsche  Medizinal  Zeitung).—^,  dbl  Valle. 


SOCIEDAD   ALEMANA    DE   CIRUGÍA 

Reunían  XXXV celebrada  en  Berlín  del  4  al  7  de  Abril  de  1906. 

(ContinnariAn). 

Estrechez  y  muerto  do  origen  tfmioo.  —  El  Dr.  Rrhn,  de  Francfort  sobre  el 
Mein  :  Los  casos  de  estrechez  y  muerte  de  origen  timico  son  muy  raros  ;  he 
observado  cinco  y  operado  dos.  Han  puerto  tres,  de  los  cuales  dos  acaso  se 
hubiesen  salvado  mediante  la  operación.  Respecto  á  la  patogenia,  ha  sido 
Kopp  el  primero  que  en  1829  atribuyó  los  accesos  de  laringismo  estridnloso 
á  un  aumento  de  volumen  del  timo  y  á  la  compresión  ejercida  por  éste  so- 
bre la  tráquea.  Esta  opinión,  que  Kopp  manifestó  como  resultado  de  algu- 
nas observaciones  anatómicas,  fué  impugnada  por  otros  autores,  entre  ellos 
por  Frídleben  en  1858,  quien,  después  de  haber  examinado  el  timo  en  un 
gran  número  de  cadáveres  de  individuos  sanos,  sacó  en  conclusión  que  di- 
«ha  glándula  do  podía  ocasionar  tales  accesos  asmáticos  por  compresión. 
Ahora  bien,  ambos  autores  han  exagerado  el  alcance  de  sus  respectivas 
observaciones,  pues  por  una  parte,  es  indudable  que  hay  casos  de  estrechez 
producida  por  el  timo  hipertrofiado ;  lo  único  que  es  dudoso  es  la  frecuen- 
cia de  esta  causa.  El  timo  crece  hasta  fineá  del  segundo  año  y  más- tarde 
aún,  aumentando  de  longitud  á  costa  de  su  espesor.  Hacia  la  época  de  la 
pubertad  suele  atrofiarse  por  completo  ó  quedar  reducido  á  un  residuo  in- 
significante. Sin  embargo,  en  casos  excepcionales  persiste  aun  en  la  edad 
adulta,  y  en  los  de  bocio  se  encuentra  á  veces  un  timo  grande. 

El  timo  está  envuelto  en  una  cápsula,  situada  detrás  del  mango  del  es- 
ternón, sobre  los  grandes  vasos  de  la  abertura  superior  del  tórax,  y,  apli- 
cado á  la  tráquea,  desciende  hasta  el  pericardio.  En  la  literatura  he  en- 
contrado 28  autopsias  en  las  que  se  descubrieron  en  la  tráquea  impresio- 
nes producidas  por  la  compresión  del  timo ;  en  estos  últimos  tiempos  se 
han  publicado  más  casos  de  esta  naturaleza.  También  puede  ser  compri- 


72 

mido  por  el  timo  el  mismo  esófago.  En  1«  mayoría  de  los  casos  la  glándula 
hipertrofiada  dificulta  la  inspiración.  £1  timo  asciende  y  desciende  con  los 
moTimientps  respiratorios ;  en  la  inspiración  desciende  y  obra  como  una 
oclusión  valvular ;  en  cambio,  en  la  expiración  asciende  y  deja  libre  el 
paso  del  aire.  Hay  casos  en  los  que  el  timo  está  muy  adherido  á  la  tráquea ; 
cuando  tal  sucede,  también  está  dificultada  la  expiración.  Una  tercera 
forma  de  asma  tímico  es  su  aparición  aguda  con  interralos ;  á  veces  ya 
sobreviene  la  terminación  mortal  en  el  primer  acceso.  Se  trata  de  un  an- 
gostamiento  que  sobreviene  de  un  modo  agudo»  en  el  mediastino.  £1  timo 
estrecha  la  tráquea,  y  esta  estrechez  se  acentúa  mucho  más  cuando  se  do- 
bla la  cabeza  hacia  atrás.  Aun  tratándose  de  hombres-  robustos,  pueden 
sobrevenir  tales  accesos  ;  en  estos  casos  se  trata  seguramente  de  uDa  tu- 
mefacción aguda  de  la  glándula,  tumefacción  que  se  explica  por  la  dispo- 
sición de  los  vasos.  También  se  han  encontrado  quistes  en  el  timo,  y  des- 
pués de  enfermedades  infecciosas  agudas  se  han  observado  tumefacciones 
agudas.  En  una  muchacha  joven  que  había  sido  operada  por  padecer  mal 
de  Basedow,  sobrevipo  la  muerte  súbitamente  á  causa  de  un  timo  de  ta- 
mafio  extraordinario  que  no  se  había  diagnosticado  antes  de  la  operación. 
Se  ha  hablado  de  la  aparición  con  carácter  familiar  del  estridor  inspirato- 
rio  y  de  la  muerte  de  origen  tímico.  También  están  expuestos  á  este  peli- 
gro la  segunda  infancia  y  la  edad  adulta.  Yo  he  visto  algunos  nifios  que  ya 
desde  su  nacimiento  presentaban  hundimiento  de  la  horquilla  esternal  en 
el  momento  de  la  inspiración  ;  cuando  se  excitaban  y  hacían  una  inspira- 
ción enérgica,  se  presentaban  cianosis  y  disnea,  y  en  cambio,  tan  pronto 
como  se  tranquilizaba  el  nifio,  desaparecían  todos  los  fenómenos  alarman- 
tes. No  hubía  ningún  motivo  para  pensar  en  un  espasmo  de  la  glotis,  y  en 
cambio,  mostraba  el  reconocimiento  que  en  el  momento  de  la  expiración 
aparecía  un  tumorcito,  el  timo.  £1  examen  radiográfico  ilustra  todas  estas 
particularidades.  Todos  los  casos  de  estridor  inspiratorio  hay  que  atribuir- 
los á  una  hipertrofia  del  timo,  que  seguramente  no  está  exenta  de  peligros, 
puesto  que  en  estas  circunstancias  ana  simple  bronquitis  puede  acarrear 
la  muerte.  £n  estos  casos  está  absolutamente  indicada  la  extirpación  del 
timo,  enucleando  esta  glándula  de  su  cápsula.  No  es  necesario  quitar  toda 
la  glándula,  porque  esta  operación  sería  muy  difícil ;  basta  con  extirpar  la 
payor  parte. 

£1  Dr.  Fr.  Eónio,  de  Altona :  He  practicado  la  extirpación  del  timo  dos 
veces.  Se  trataba  de  nifios  de  pocos  meses  que  venían  padeciendo  desde  su 
nacimiento  de  perturbaciones  respiratorias  y  de  accesos  de  estridor  inspi- 
ratorio y  expiratorio.  Percibí  en  la  horquilla  esternal  la  prominencia  pro- 
ducida por  el  timo ;  además,  el  tórax  estaba  un  poco  combado  en  la  part-e 
superior.  Después  de  la  operación  desaparecieron  los  accesos.  No  me  atrevo 
á  resolver  si  las  perturbaciones  respiratorias  serían  debidas  á  un  aplasta- 
miento mecánico  de  la  tráquea  ó  á  la  presión  ejercida  sobre  vasos  y  nervios. 
En  el  segundo  caso  sólo  fué  resecado  el  lóbulo  izquierdo  del  timo,  pero 
persistieron  las  molestias  y  también  fué  infructuosa  la  traqueotomía.  En- 
tonces se  extirpó,  en  una  segunda  operación,  todo  el  resto  del  lóbulo* iz- 
quierdo, habiendo  sido  necesario  quitar  tan^bién  un  trozo  del  mango  del 
esternón  para  desplegar  la  glándula.  Con  esto  desaparecieron  por  completo 


73 

los  accesos,  pero  el  nifio  quedó  con  la  voz  singular  que  ya  tenia.  En  la  ope- 
ración ejecutada  el  año  1897  se  trataba  de  un  nifio  de  tres  meses ;  en  este 
caso  se  encontró  el  timo  formando  prominencia  y  adherente  al  esterno- 
cleidomastoideo.  Posteriormente  se  desarrolló  en  este  nifio  un  intenso  ra- 
quitismo, tanto  que  hasta  los  cuatro  afios  y  medio  no  comenzó  á  andar. 
Gomo  quiera  que  la  función  del  timo  continúa  siendo  todaTía  bastante 
enigmática  y  es  muy  posible  que  se  relacione  con  la  formación  de  tejido 
óseo,  creo  que  no  conviene  extirpar  dicha  glándula  y  que  bastará  segura- 
mente con  atraerla  hacia  arriba  y  fijarla,  por  medio  de  sutura,  en  esta 
nuera  situación. 

El  Dr.  Krtmm^  de  Oarlsru)ie,  refiere  el  caso  de  un  nifio  de  tres  afios  que, 
después  de  haber  pasado  el  sarampión  ó  la  escarlatina,  padeció  de  disnea 
respiratoria.  Con  la  traqueotomia  no  se  logró  ninguna  ventaja  y  el  nifio 
sucumbió  en  un  acceso  de  disnea.  En  la  autopsia  se  encontró  un  tumor 
quistico  del  timo,  que  contenia  próximamente  una  cucharada  de  un  liqui- 
do viscoso.  • 

Una  nieva  fresa  para  trepanación.— El  Dr.  Barehardt^  de  Berlín,  presenta 
una  fresa,  por  medio  de  la  cual  se  consigue  abrir  el  cráneo  sin  que  pueda 
aobreyenir  una  lesión  de  la  dura  madre. 

Balazo  do  la  médula ;  operación ;  curación.  —  El  Dr.  Braun^  de  Berlín,  re- 
fiere un  caso  de  balazo  recibido  en  la  médula  espinal.  Se  procedió  á  la  ex- 
tracción de  la  bala,  con  lo  cual  desaparecieron  los  síntomas  de  déficit  que 
se  habían  presentado  á  consecuencia  de  la  lesión. 

Cirugía  de  la  úlcera  dol  estómago.  —  El  Dr.  Kr'ónlein,  de  Zurich,  empieza 
manifestando  que  el  tratamiento  médico  no  consigue  en  un  buen  número  de 
casos  curar  la  úlcera  del  estómago,  y  que  en  los  éxitos  inmediatos  que  pro- 
porciona hay  muchisimoe  casos  en  los  que  quedan  obscurecidos  más  tarde 
por  la  reaparición  de  los  slntopaas  patológicos  ó  por  graves  estados  conse- 
cativos  de  la  úlcera  gástrica.  Estos  fracasos  se  pueden  calcular,  examinan- 
do muy  detenidamente  ios  resultados  tardíos,  en  un  cuarto  próximamente 
de  loe  casos  tratados,  y  van  seguidos  de  una  mortalidad  de  un  10  á  un  18 
por  100.  Está  además  bien  comprobado  que  muchos  de  los  enfermos  que  no 
habían  podido  ser  curados  con  un  tratamiento  interno,  lo  hablan  podido 
ser  después,  ó  por  lo  menos  habían  mejorado  considerablemente,  con  un 
tratamiento  quirúrgico. 

Respecto  á  cuando  está  indicado  este  último,  se  puede  contestar  como 
ya  lo  hacia  Mikulicz  en  1897  :  El  tratamiento  quirúrgico  de  la  úlcera  del 
estómago  merece  pensarse  en  él,  cuando  un  tratamiento  médico  continua* 
do,  y  si  es  preciso  repetido,  no  da  ningún  resultado  ó  sólo  proporciona  un 
resultado  transitorio,  y  cuando  á  causa  de  esto  el  enfermo  sufre  grave  que- 
branto en  BU  capacidad  para  el  trabajo  ó  en  el  disfrute  de  la  vida,  por  con* 
secuencia  de  graves  perturbaciones,  de  los  dolores,  de  los  vómitos  y  de  la 
dispepsia.  Hay  casos  en  que  hay  que  tener  en  cuenta,  además,  las  circuns- 
tancias especiales  del  enfermo.  En  términos  muy  diferentes  se  expresó 
Leube  en  el  Congreso  de  1897,  en  su  resefia  de  400  casos  sometidos  á  tra- 
tamiento médico.  Entonces  se  limitaba  á  los  resultados  inmediatos  obteni- 
dos, de  cuatro  á  seis  semanas  después  de  terminada  la  cura.  Pero  estos  re- 
sultados no  son  base  suficiente  para  una  estadística;  hace  falta  para  ello 

6 


74 

resultados  á  más  largo  plazo.  Según  Leabe,  se  sarán  definitlyamente  tres 
cuartos  de  los  casos  y  se  consiguió  una  mejoría  notable  casi  en  un  cuarto; 
sólo  4  por  100  quedan  sin  curarse  y  la  mortalidad  es  de  2*4  por  100.  Oon  es- 
tos datos  habría  que  considerar  la  úlcera  del  estómago  como  una  >afección 
de  poca  monta.  Mas  es  lo  cierto  que  los  resultados  definitivos  son  muy  di- 
ferentes ;  antes  no  se  conocían ;  sólo  en  estos  últimos  tiempos  se  han  colec- 
cionado. Así  Warren,  de  Boston,  refiere  que  de  125  casos  en  los  que  (de  187 
en  total)  se  pudieron  conocer  los  resaltados  definitivos,  se  averiguó  que 
las  curaciones  duraderas  fueron  el  34*4  por  100,  y  las  recidivas  el  43*2  por 
100,  es  decir,  que  los  éxitos  duraderos  y  transitorios  representaron  el  77*6 
por  100  y  los  fracasos  el  22*4  por  100.  Y  Schulz,  de  Breslavia,  refiere  qi^e 
entre  291  casos  hubo  157  éxitos  de  carácter  permanente,  y  que  después  de 
un  resultado  inmediato  obtenido  después  de  la  cura,  hubo  89  por  100  de 
curaciones  y  4  por  100  de  fracasos.  Resultados  duraderos  después  de  seis 
meses  por  lo  menos  :  resultado  satisfactorio  77  por  ICO  (de  ellos  58  por  100 
completamente  curados),  fracasó  un  15*2  por  100  y  muertes  por  complica- 
ción 7*6  por  100,  ó  sea  en  conjunto  23  pof  100. 

Las  muertes  sobrevenidas  como  consecuencia  inmediata  del  tratamiento 
quirúrgico  de  la  úlcera  del  estómago  han  disminuido  muchísimo  en  estos 
últimos  afios,  y  en  la  actualidad  se  puede  calcular  que,  según  el  método 
que  se  elija  y  la  limitación  de  la  indicación,  habrán  de  ser  de  un  8  á  un  10 
por  100  próxhnamente.  Los  resultados  tardíos  en  los  que  se  curan  de  la 
operación  son  sumamente  lisonjeros;  la  curación  completa  en  61  por  100; 
una  mejoría  notable  en  24  por  100,  ó  sea  en  totalidad  un  81  por  100,  venta- 
ja positiva  si  se  compara  con  la  alcanzada  en  afios  anteriores.  Las  muertes 
tardías  son  muy  escasas  y  debidas  en  su  mayor  parte  á  la  aparición,  siem- 
pre muy  poco  frecuente,  de  un  carcinoma  en  la  úlcera  (8  por  100).  Y  no 
hay  que  olvidar  además  que,  en  más  de  la  mitad  de  los  casos,  la  enferme- 
dad tenía  muchos  afios  de  fecha  y  que  únicamente  se  operaron  aquellos  que 
habían  fracasado  con  el  tratamiento  interno,  á  pesar  de  que  algunos  de  és- 
tos habían  sido  tratados  por  especialistas  ó  en  hospitales.  El  autor  ha  ope- 
rado 112  casos  en  los  años  1887  á  1906,  de  ellos  84  con  resultado  completo 
después  de  la  operación.  Para  determinar  con  exactitud  los  resultados  de- 
finitivos, no  ha  incluido  más  que  72  casos,  ó  sea  aquellos  que  han  sido  ope- 
rados hasta  el  afio  1904.  De  ellos  67  han  sido  vueltos  á  reconocer  ahora,  ha- 
biéndose comprobado  que  han  quedado  libres  por  completo  de  toda  moles- 
tia 41  (61  por  100),  con  ligeras  molestias  16  (24  por  100),  y  sin  curar  8  (12 
por  100);  dos  fallecieron  de  complicaciones.  Bu  los  casos  del  autor,  el  diag- 
nóstico siempre  se  había  hecho  con  toda  exactitud,  quedando  dudoso  tan 
sólo  el  punto  de  si  la  úlcera  existía  sola  ó  complicada  con  alguna  de  sos 
consecuencias,  y  especialmente  la  estrechez  del  plloro.  En  cerca  de  la  mi- 
tad de  los  casos,  se  trataba  de  una  úlcera  solitaria;  en  la  otra  mitad,  de 
una  úlcera  múltiple. 

La  curación  de  la  úlcera  gástrica,  mediante  la  operación,  se  refiere  por 
una  parte  á  la  cicatrización  de  la  úlcera  abierta,  y  por  otra  al  restableci- 
miento de  las  funciones  normales  del  estómago,  tanto  motoras  como  secre- 
torias. De  las  investigaciones  del  Dr.  Erenzor  (Clínica  quirúrgica  de  Zu- 
rich),  se  deduce  en  el  último  concepto  lo  siguiente:  a)  Si  antes  de  la  opera- 


76 

ciÓD  existia  gastrectasia^  ésta  se  rednce  casi  siempre  hasta  recobrar  el  órga- 
no sa  Yolumen  normal  ó  poóo  más,  verificándose  esta  reducción  con  tanta 
mayor  lentitud  cuanto  mayor  hubiese  sido  la  dilatación  estomacal;  si  per- 
siste una  dilatación  bieo  manifiesta,  entonces  el  resultado  operatorio  deja 
bastante  que  desear,  b)  La  función  secretoria  alterada  antes  de  la  opera- 
ción, presenta  sus  caracteres  normales,  al  cabo  dé  algún  tiempo,  en  la  ma- 
yoría de  los  casos  operados,  c)  La  acidez  exagerada  desciende  en  todos  los 
casos,  á  menudo  hasta  la  cifra  normal ;  en  no  pocos  casos  por  debajo  de  la 
misma,  pero  para  volver  á  ella  al  cabo  de  cierto  tiempo,  d)  Si  la  acidez  esta- 
ba disminuida  antes  de  la  operación,  después  de  ésta  se  hace  normal  ó  au- 
menta un  poco;  es  más  raro  que  se  mantenga  igual  ó  que  disminuya  toda* 
Yla  más.  é)  En  la  inmensa  mayoría  de  los  casos  también  se  encuentra  ácido 
clorhídrico  libre  después  de  la  operación,  genialmente  en  menor  cantidad 
que  antes  de  ella ;  en  un  pequeño  número  de  casos  falta  en  la  primera  época 
que  sigue  á  la  operación,  para  reaparecer  algún  tiempo  después.  /)  En  los 
casos  en  que  no  había  nada  de  ácido  clorhídrico  libre  antes  de  la  opera- 
ción, se  encuentra  casi  siempre  después  de  ésta,  siendo  muy  raro  que  siga 
faltando.  La  acidez  subnormal  y  la  falta  de  ácido  clorhí^ico  libre,  no  es 
de  rigor  que  ccasionen  molestias  subjetivas,  y  tampoco  se  las  puede  califi- 
car como  inconvenientes  ó  perjuicios  ocasionados  por  la  operación,  puesto 
qué  dicha  falta  no  es  otra  cosa  que  consecuencia  de  la  mayor  facilidad,  y 
también  mayor  velocidad,  con  que  pasa  el  contenido  gástrico  al  intestino 
por  Tirtud  de  U  intervención  quirúrgica,  g)  El  reflujo  de  bilis  al  estómago, 
que  se  observa  en  muchos  casos,  no  produce  ninguna  molestia  ostensible  y 
parece  que  cesa  al  cabo  de  mucho  tiempo,  h)  El  reflujo  de  jugo  pancreático 
al  estomagóse  comprueba  con  relativa  rareza. 

Respecto  á  la  elección  de  método  operatorio,  hay  que  preocuparse  en  el 
caso  actual,  no  tan  sólo  de  eliminar  la  úlcera  por  medio  del  bisturí,  sino 
más  bien  de  crear  condiciones  favorables  para  que  cicatrice  rápidamente  la 
úlcera  y  se  restablezca  la  función  normal  del  estómago.  Dichas  condicio- 
nes se  satisfacen  de  tal  modo  que  se  impide  la  estancación  y  á  menudo  tam- 
bién la  descomposición  del  contenido  estomacal.  Sin  embargo,  la  operación 
que  satisface  de  un  modo  más  cumplido  esta  indicación,  y  que  además  de 
esto  la  realiza  con  el  menor  peligro  es  la  gastroenterostomía,  sobre  todo  la 
posterior  retrocólica  hecha  según  el  método  de  v.  Hacker.  Esta  operación 
es,  por  lo  tanto,  la  que  se  debe  considerar  como  el  procedimiento  normal  en 
el  tratamiento  quirúrgico  de  la  úlcera  del  estómago.  Los  éxitos  consegui- 
dos con  esta  operación  son  tanto  más  brillantes  cuanto  más  se  complique 
el  cuadro  patológico  de  la  úlcera  del  estómago  con  las  alteraciones  antes 
mencionadas  de  las  funciones  gástricas  (retención  y  descomposición  del 
contenido  estomacal,  insuficiencia  motora,  gastroectasia),  y,  por  lo  tanto, 
muy  principalmente  en  los  casos  de  estrechez  muy  graduada  del  píloro  y  de 
extensas  adherencias  callosas  del  estómago  con  los  órganos  inmediatos,  ver-  . 
bigracia,  el  hígado,  el  páncreas,  etc.  Pero  también  ha  resultado  eficaz  la 
gastroenterostomía  en  muchos  casos  en  que  existían  otras  complicaciones, 
tales  como  en  los  casos  de  hemorragia,  y  especialmente  en  los  de  la  llama- 
da úlcera  callosa  del  estómago.  La  excisión  de  la  úlcera  gástrica  sólo  muy 
excepcionalmente  habrá  de  practicarse,  bastando  para  hacernos  desistir  de 


tal  propósito  la  circaDstancia  de  que  la  úlcera  gástrica  sea  múltiple  en 
machos  casos,  la  de  que  sa  diagnóstico  típico  sea  del  todo  imposible,  muy 
á  misnndo  aun  después  de  puesto  el  estómago  al  descubierto,  y,  por  último, 
la  de  que  la  operación  de  la  excisión  puede  tropezar  con  dificultades  insu- 
perables. Además  de  esto,  coa  la  operación  se  satisface  mncho  peor  la  in- 
dicación causal  que  con  la  gastroenterostomia,  tanto  que  pata  pretender  el 
▼alor  de  un  método  racional  siempre  debe  ir  acompañada  de  esta  última. 
La  piloroplastia  y  la  gastrolisis  ya  no  tienen  ningún  motivo  que  justifique 
su  existencia.  La  resección  del  píloro  en  los  casos  de  estrechez  pilórica  y  de 
úlcera  del  píloro  sólo  puede  estar  justificada  cuando  la^nduración,  el  tu- 
mor calloso,  nos  hagan  sospechar  la  existencia  de  un  cáncer.  De  lo  contra- 
rio, también  en  estos  casos  hay  que  pensar  en  la  gastroenterostomia. 

Toda  estrechez  pilórica  bien  comprobada,  sea  cualquiera  su  grado,  debe 
ser  tratada  quirúrgicamente.  En  los  casos  de  insuficiencia  funcional  ó  mo- 
tora de  grado  considerable  (gastrectasia  atónica,  gastrectasia  y  gasiropto* 
sis)  puede  estar  justificada  una  intervención  quirúrgica  (gastroenterosto- 
mia) cuando  se  Tea  que  el  tratamiento  interno  no  ha  dado  grandes  resulta- 
dos y,  por  otra  parte,  la  condición  social  del  paciente  exija  urgentemente 
una  mejoría  de  su  estado.  La  aparición  de  hemorragias  pequeñas,  pero  que 
recidiTan  muy  á  menudo,  en  el  curso  de  la  úlcera  gástrica,  refuerza  la  in- 
dicación general  y  exige  la  gastroenterostomia,  y  sólo  esta  operación.  En 
los  casos  de  hemorragias  peligrosas  para  la  rida  y  fulminantes,  el  riesgo  de 
aguardar  y  de  aplazar  la  operación  hasta  el  momento  en  que  el  paciente  se 
ha  repuesto  un  poco  de  la  pérdida  sangaínea,  parece  ser  menor  que  el  de 
la  intervención  quirúrgica  inmediata.  Pero,  caso  de  intervenir,  también 
hay  que  hacerlo,  en  la  mayor  parte  de  los  casos,  con  la  gastroenterostomia, 
siendo  preferible  ésta  á  la  tentativa  de  una  hemostasia  directa.  La  opera- 
ción precoz  de  la  úlcera  gástrica  simple,  que  tanto  han  preconizado  últi- 
mamente algunos  cirujanos,  carece  de  fundamento  sólido. 

(DeutMche  Meditinal  Zeiíung). — R.  dbl  Vallb. 

(Continuara). 


nCPSRIAL   T   BSAL   SOCIEDAD    DE   LOS  MÉDICOS  DE  VIENA 
Señan  del  dia  íl  de  Mayo  de  1906, 

Eaolorodornila.  —  El  Dr.  Gustavo  Singer  presenta  una  enferma  en  la  que 
ya  hará  unos  doce  años  se  hizo  notar  una  tumefacción  del  cuello,  acompa- 
ñada de  un  aumento  de  volumen  de  los  ojos.  La  afección,  que  ha  motivado 
ahora  la  intervención  médica,  se  ha  desarrollado  hará  cosa  de  dieciocho 
meses,  en  cuya  época  empezó  á  aumentar  de  tal  modo  el  volumen  del  cue- 
llo que  se  hizo  difícil  la  respiración  y  al  mismo  tiempo  ruidosa.  Dicho 
aumento  de  volumen  proviene  de  una  tumefacción  de  la  glándula  tiroides, 
y  sobre  todo  de  una  hipertrofia  del  lóbulo  derecho.  El  laringoscopio  puso 
de  manifiesto  una  estrechez  traqueal.  Existe,  además,  un  ligero  exoftal- 
mos.  Hay  indicación  del  síntoma  de  Stellwag  é  insuficiencia  en  la  conver- 


77 

gencift;  temblor,  de  ondulaciones  pequeñas,  de  las  manos,  glicosuria 
alimenticia  y  aceleración  del  pulso.  Es  indudable  que  en  este  caso  existen 
los  sintomas  del  mal  de  Basedow.  Pero  lo  que  llama  la  atención  en  esta 
enferma  es  una  alteración  muy  notable  que  se  ha  presentado  en  las  mamas 
y  en  la  piel  de  la  pared  anterior  del  tórax,  al  mismo  tiempo  que  «e  acentuó 
el  bocio  y  que  se  inició  la  menopausia.  Según  refiere  la  paciente,  la  hin- 
chazón fué  más  blanda  al  principio,  pero  se  fué  transformando  poco  á  poco 
en  una  infiltración  esclerosante  de  dureza  lapídea,  de  color  moreno,  y  qué 
ha  iuTadido  el  tejido  celular  subcutáneo.  Afecta  de  preferencia  á  la  mama 
izquierda,  y  en  menor  grado  á  la  derecha ;  invade  toda  la  piel  de  la  pared 
anterior  del  pecho;  alcanza  por  el  limite  superior  hasta  la  linea  que  une 
las  dos  articulaciones  escápulohnmerales,  marcando  dicho  limite  varias 
placas  duras,  lívidas  y  dispuestas  por  grupos.  Hace  unos  seis  meses  se 
desarrolló  una  hinchazón  semidura  en  la  extremidad  superior  izquierda. 

El  autor  cree  que  se  trata  de  una  alteración  esclerodérmica,  muy  poco 
común,  de  la  piel  del  pecho. 

En  la  discusión  manifestaron  varios  clínicos  que  vienen  observando  la 
enferma  desde  hace  algunos  años,  que  la  afección  debe  interpretarse  como 
nn  caso  de  cáncer  primitivo  de  la  mama,  con  metástasis  en  la  congénere, 
en  la  glándula  tiroides,  en  los  ganglios  linfáticos  axilares  y  en  las  vías 
linfáticas  de  la  piel;  todo  lo  demás  es  edema  por  estancación. 

Resseeión  y  prótesis  del  maxilar  inferior.  ^  El  Dr.  Hans  Pichler  presenta 
dos  enfermos  en  los  que,  después  de  practicada  una  resección  en  la  conti- 
nuidad del  maxilar  inferior,  se  empleó  un  tratamiento  protético. 

En  el  primer  caso  se  trataba  de  un  hombre  de  sesenta  y  cuatro  años,  que 
padecía  un  epitelioma  del  suelo  de  la  boca,  de  crecimiento  muy  rápido  y 
seguido  de  invasión  de  la  mitad  izquierda  del  maxilar  inferior.  El  16-de 
enero  último,  previa  socavación  de  los  ganglios  linfáticos  submaxilares,  se 
extirpó  el  tumor,  haciendo  pasar  la  sierra,  en  el  lado  derecho  por  el  alveolo 
del  canino  y  en  el  izquierdo  por  el  del  segundo  molar.  Terminada  la  he- 
mostasia,  se  procedió  á  la  protesis  inmediata  por  el  método  de  Fritzsche. 
Una  pieza  de  estaño,  que  se  había  fundido  según  el  modelo  de  un  maxilar 
de  cadáver,  de  forma  y  tamaño  adecuados  y  de  la  «extensión  del  trozo  de 
maxilar  que  se  iba  á  resecar,  carece  de  apófisis  alveolar  y  lleva  en  ambos 
extremos  férulas  de  hoja  de  lata  taladradas,  las  cuales,  después  de  cuidar 
mucho  de  la  articulación  de  los  dientes  que  han  quedado  con  los  del  maxi- 
lar superior,  se  cosen  firmemente  con  alambre  á  los  muñones  óseos.  Dichas 
férulas  no  están  unidas  de  un  modo  inseparable  con  el  cuerpo  de  estaño, 
sino  sólo  por  medio  de  una  ranura  y  vastagos  enclavados  de  tal  manera, 
que  si  fuera  necesaria  una  inspección  minuciosa  de  la  herida  es  posible 
quitar  temporalmente  la  protesis  de  estaño.  Pero  en  estos  casos  el  curso 
que  siguió  la  curación  no  dio  motivo  para  ello.  Esta  particularidad  de  estar 
constituida  la  protesis  inmediata  de  tres  partes,  tiene  también  la  ventaja 
de  que  en  el  caso  de  una  resección  más  extensa  de  lo  que  se  pensaba  de 
antemano,  durante  la  misma  operación  se  pueden  cambiar  rápidamente 
las  férulas  por  otras  más  largas. 

A  las  cuatro  semanas  de  la  operación  se  quitó  la  protesis  inmediata  y  se 
colocó  la  pieza  de  repuesto.  Consta  ésta  de  un  duplicado  de  la  pieza  de  es- 


78 

taño  con  el  que  está  unida  la  pieza  que  sustituye  á  la  apófisis  alreolar  y  á 
los  dientes,  y  llera  en  ambos  extremos  prolongaciones  en  forma  de  ala, 
hechas  con  goma  dura  y  que  cubren  las  uniones  del  maxilar.  La  protesis 
defínitira  consta,  según  esto,  del  duplicado  metálico  de  la  protesis  inme- 
diata y  de  una  placa  de  goma  dura  que  cubre  el  maxilar  sano  y  que  susti- 
tuye á  la  apófisis  alveolar  perdida  con  sus  dientes.  Los  cinco  dientes  ante- 
riores que  han  quedado  son  rodeados  por  dos  abrazaderas  de  oro.  Estas  dos 
mitades  de  la  protesis  están  unidas  entre  si  por  medio  de  una  capa  de  cau- 
cho blando,  con  lo  cual  se  evita  que  en  los  movimientos  de  la  mandíbula 
sufran  los  dientes  sacudidas  y  tracciones  excesivas.  El  volumen  y  el  peso 
de  esta  protesis  molestaban  al  paciente  tanto  y  hacían  tan  difíciles  los  ac- 
tos de  quitarla  y  ponerla,  que  el  autor  encargó  otra  de  goma  dura,  que  es 
la  que  lleva  ahora  el  sujeto  sin  ninguna  dificultad.  Esta  protesis  consta  de 
dos  mitades,  derecha  é  izquierda,  que  se  introducen  fácilmente  cada  una 
de  poV  sí  y  pueden  unirse  después,  ya  dentro  de  la  boca,  por  medio  de  un 
ganchito.  Esta  protesis  ha  impedido  la  derivación  y  también  han  conser- 
Tado  su  forma  normal  el  mentón  y  el  carrillo.  La  desfiguración  se  limita  á 
las  cicatrices  cutáneas  y  á  una  ligera  parálisis  facial.  También  se  conser- 
van de  un  modo  muy  satisfactorio  en  los  dos  casos  la  palabra,  la  mastica- 
ción y  la  deglución. 

El  segundo  caso  se  refiere  á  una  criada  de  veintiocho  afios  á  la  que  le 
desarticuló  Eiselsberg,  el  14  de  febrero  último^la  mitad  izquierda  del  ma- 
xilar inferior  hasta  el  canino  izquierdo,  á  causa  de  un  sarcoma  de  células 
gigantes,  exulcerado,  que  había  invadido  dicha  mitad  y  que  iba  acompaña* 
do  de  metástasis  ganglionares  bilaterales  y  submaxilares.  En  este  caso  la 
protesis  inmediata  sólo  en  un  lado  pudo  unirse  al  muflón  por  medio  de  su- 
tura. El  otro  extremo,  ó  sea  la  apófisis  condilóidea  artificial  se  colocó  en 
la  cavidad  articular. 

Extirpación  de  una  gran  parta  del  intestino.—  El  Dr.  Hans  Lorem  presenta 
á  un  hombre  de  cincuenta  y  cinco  afios,  que  padecía  de  un  neoplasma  y  al 
que  por  esta  causa  le  extirpó  el  28  de  marzo  último  la  mitad  del  intestino 
delgado  y  una  buena  porción  del  grueso. 

8e  trataba  de  un  cáncer  primitivo  del  ciego  que  había  ocasionado  la 
formación  de  un  tumor  ganglionar  metastático,  voluminoso,  pero  perfecta- 
mente circunscrito.  Este  tumor  se  había  fundido  con  el  primitivo  hasta 
formar  un  todo  único;  además  había  invadido  el  borde  libre  del  omento 
mayor  y' la  pared  anterior  del  vientre.  De  las  asas  intestinales  correspon- 
dientes al  tumor  intestinal  metastático,  dos  muy  distantes  habían  sido 
atraídas  por  el  tumor  primitivo  y  se  habían  adherido  á  él  de  un  modo  muy 
íntimo;  pero  todavía  quedaban,  á  partir  del  pliegue  duodenoyeyunal,  unos 
280  á  290  centímetros  de  intestino  delgado.  Fué  necesario  resecar  el  intes- 
tino ciego  que  albergaba  el  carcinoma,  el  colon  ascendente  y  la  flexura 
hepática,  y  además  un  ovillo  de  intestino  delgado,  que  ya  en  estado  flácido 
medía  292  centímetros.  Las  porciones  restantes  de  intestino  delgado  y 
grueso  se  unieron  extremo  con  parte  lateral.  Después  de  algunas  com- 
plicaciones, se  repuso  el  paciente  y  recobró  el  apetito  tan  rápidamente,  que 
pudo  dejar  la  cama  el  día  14  y  volver  á  su  país  natal  pocos  días  después* 
Además  de  éste  resistió  á  una  erisipela,  que  le  sobrevino  con  fiebre  alta  y^ 


79 

calofríos  á  las  cuatro  semanas  de  la  operación.  El  paciente  se  ve  qae  tole- 
ra bien  la  pérdida  de  una  tan  gran  porción  de  intestino,  como  la  qne  se  le 
ha  extirpado.  La  consistencia  de  las  heces  fecales  es  de  papilla  blanda  ó 
espesa,  y  últimamente  parece  haber  hecho  ya  deposiciones  duras.  Además 
el  paciente  ha  aumentado  de  peso. 

(  Wiener  kliniscJie  Rundschau).  —  R.  dkl  Vallb. 


PERIÓDICOS 


Ucaiizaeién  final  del  mercurio  en  ei  organismo.  —  Dedúcese  de  los  experi- 
mentos de  los  Dres.  Con  ti  y  Zuccola,  que  el  mercurio,  sea  que  se  adminis- 
tre por  la  boca  ó  en  inyección  hipodérmica,  es  conducido  por  los  glóbulos 
blancos  de  la  sangre  y  depositado  princi palme ü te  en  el  hígado,  los  riñones 
y  los  intestinos,  por  cuyo  medio  se  asegura  la  eliminación  y  aislamiento  de 
los  órganos  más  importantes.  En  otros  órganos — glándulas  salivales,  pán- 
creas, testículos,  etc. — ,el  mercurio  sólo  se  deposita  constantemente  cuan- 
do las  TÍsceras  referidas  están  saturadas.  El  mercurio  que  se  encuentra  en 
la  saliva  bucal  y  no  en  la  vertida  por  el  conducto  de  Sbenon,  procede  de 
los  pulmones,  desde  donde  es  conducido  por  los  leucocitos.  Se  localiza  en 
el  núcleo  de  la  célula  más  qne  en  el  cuerpo,  lo  qne  corrobora  al  parecer  la 
hipótesis  de  los  que  sostienen  que  el  mercurio  se  encuentra  en  el  organis- 
mo en  forma  de  nncleinato.  Las  vías  principales  de  eliminación  son  los  in- 
testinos, los  pulmones  y  los  riñones;  la  eliminación  por  la  saliva  es  de  im- 
portancia secundaria.— (i^ft/'ofma  Medica^  17  marzo  1906).— F.  Toledo. 

Valor  terapéutioo  de  las  emanaoiones  dei  radio.— Gomo  es  imposible  emplear 
en  el  interior  de  los  tumores  las  emanaciones  que  desprende  el  radio,  el 
Dr.  A.  Braunstein  utiliza  en' este  caso  inyecciones  de  un  agua  radio-activa 
obtenida  por  destilación  de  una  disolución  de  radio.  En  los  cánceres  de  la 
laringe,  del  esófago  ó  del  estómago  en  que  no  se  pueden  practicar  tales 
inyecciones,  se  emplea  bismuto,  que  se  ha  hecho  previamente  radio-activo, 
dejándole  durante  tres  á  cinco  días  en  un  frasco  cerrado  y  lleno  de  disolu- 
ción de  radio.  Empleando  uno  de  ambos  procedimientos,  el  de  la  inyección 
ó  el  de  la  ingestión  por  la  boca,  observó  el  autor  en  ocho  casos  de  cáncer 
una  reducción  en  el  tamaELo  de  los  tumores.  En  un  caso,  con  inyecciones 
repetidas  de  agua  radio  activa  se  consiguió  qae  un  tumor  maligno,  duro  y 
del  tamaño  de  un  huevo  de  palóna,  se  reblandeciera  é  hiciera  fluctúan  te, 
extrayéndose  de  su  contenido  un  líquido  que  al  principio  era  sanguinolen- 
to, después  amarillo  claro  y  siempre  estéril,  quedando  á  todo  esto  intacta 
la  piel. 

Según  el  autor,  las  emanaciones  del  radio  tienen  sobre  las  radiaciones 
de  este  metal  las  ventajas  siguientes  :  1.*  Mientras  con  las  radiaciones 
no  podemos  obrar  profundamente  en  la  masa  del  tumor,  es  posible  conse  - 
gnir  esto  inyectando  en  la  trama  del  neoplasma  agua  con  emanaciones  de 
radio.  2.*  Estas  emanaciones,  empleadas  en  la  forma  que  lo  hace  el  autor, 


80 

DO  perjudican  á  los  tejidos  normales  y  no  determinan  la  ulceración  de  la 
piel  saprajacente,  como  ocurre  no  raras  veces  con  las  radiaciones.  8/  La 
aplicación  de  las  emanaciones  es  fácil  en  tumores  que  no  se  prestan  de  nin  • 
gún  modo  al  empleo  de  las  radiaciones. 

Por  último,  las  emanaciones  poseen  las  tres  propiedades  siguientes: 
1/,  destructora  de  los  tejidos;  2.%  bactericida,  y  8/,  activadora  de  las  fer- 
mentaciones. —  {Therapie  der  Gegenwart).  —  R.  del  Vallf. 

Tratamiento  de  la  neumonía.— En  los  caso&de  neumonía  franca,  el  medica- 
mento ideal,  según  el  Dr.  Scheffer,  es  el  alcanfor,  que  emplea  de  preferen- 
cia en  poción,  reservando  las  inyecciones  hipodérmicas  para  los  casos  en 
que  hay  debilidad  cardiaca.  Aconseja  tomar  al  dia  6  á  16  cucharadas  de  la 
poción  siguiente  : 

Alcanfor 1  gramo. 

Tintura  de  quilaya i       .      _^ 

GUcerina i 

Jarabe  de  tolú 100      — 

•—      de  azahar 50      — 

Agua  destilada,  c.  s.  para  formar 310      — 

La  medicación  produce  efectos  notables  y  antes  de  los  siete  días. suele 
obtenerse  la  defervescencia,  que  jamás  va  acompañada  de  poliuria,  sudo* 
reSi  epistaxis,  etc.  De  18  enfermos  en  quienes  se  empleó  este  tratamiento, 
sólo  murieron  2,  un  brightico  y  un  sujeto  de  ochenta  y  dos  años. 

(La  Medicine  Modeme,  21  marzo  1906).— F.  Toledo. 

Signifieaeiin  elínlsa  de  la  fírmala  bacilar  tuberculosa.— De  las  observacio- 
nes recogidas  por  el  Dr.  Mircoli,  deduce  las  conclusiones  siguientes : 

1.*  Los  casos  en  que  se  encuentran  en  los  esputos  recientes  bacilos  tu- 
berculosos que  asemejan  estreptococos,  siguen  una  marcha  favorable,  so- 
bre todo  cuando  los  bacilos  son  muy  delgados  y  largos.  En  estos  casos  hay 
inmunización  del  terreno  nutritivo  orgánico  y  la  terminación  es  por  escle- 
rosis. 

2.*  Guando  los  bacilos  son  cortos  y  gruesos,  la  marcha  es  desfavorable. 

8.*  £1  hecho  de  encontrar  un  gran  número  de  bacilos  tuberculosos  pare- 
cidos á  estreptococos  en  el  campo  del  microscopio  tiene  una  significación 
menos  desfavorable  que  el  de  encontrar  pocos  bacilos,  pero  cortos  y  gruesos. 

4."  De  las  alternativas  y  cambios  de  estas  formas  fundltmentales,  ó  por 
el  contrario,  de  la  persistencia  de  una  de  ellas  en  el  campo  del  microscopio, 
se  pueden  sacar  datos  pronósticos,  tanto  para  juzgar  de  la  eficacia  de  un 
tratamiento,  sobre  todo  especifico,  como  respecto  á  la  suerte  ulterior  del 
enfermo.  —  {Gatt,  degli.  ospedali).  —  R.  del  Valle. 


-^^tB^^- 


REVISTA 


MEDICINA  Y,  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


PRIRCIPALSS  niDICACIOHES  DE  Li  CDRA  TERIAL  BH  ROTAT 


rOEBL 


DOCTOR  D.  FEDERICO  LÓPEZ 

(d«  Royat). 

Nos  hemos  propuesto  exponer  con  la  mayor  brevedad  y  claridad 
posibles  las  propiedades  de  las  aguas  de  Royat,  y  en  un  primer  ar- 
tículo han  de  ser  grandes  sus  deficiencias,  por  lo  que  pedimos  indul- 
gencia al  lector. 

En  cualquier  Guía  de  Royat  se  pueden  encontrar  todos  los  deta- 
lles que  interesen  respecto  á  su  situación  geográfica  y  condiciones 
climatéricas;  bástenos  decir  que  Royat  forma  parte  del  grupo  de 
estaciones  termales  de  Auvernia,  de  las  que  las  principales  son  el 
Mont-Dore,  la  Bourboule,  Chatel  Guyon,  Royat,  Vichy/etc, 

Situado  en  un  valle  al  pié  de  los  Montes- Dome,  á  450  metros  de  al- 
titud, la  temperatura  media  de  Royat  es  de  11^,  su  suelo  volcánico 
absorbe  con  gran  rapidez  el  agua  de  las  lluvias,  y  una  verdadera 
barrera  de  montañas  la  protege  contra  los  vientos.  Dejemos  este 
terreno  para  abordar  la  cuestión  médica. 

Las  aguas  de  Royat  son  termales,  car^ogro^^oso^,  bicarbonatadas 
mixtas  y  ferruginosas,  y  además  contienen  una  notable  proporción 
de  litina  y  arsénico;  más  adelante  publicamos  un  cuadro  completo 
del  análisis  de  estas  aguas. 

Desde  hace  muchos  años  Royat  ha  llamado  la  atención  del  cuerpo 
médico,  y  todas  las  afecciones  que  la  escuela  francesa  agrupó  du- 
rante algunos  años  bajo  el  nombre  de  neuro-artritismo^  encuen- 
tran en  Royat  el  alivio  que  ha  hecho  su  reputación.  Si  bien  hoy  día 
^1  neuro-artritismo  se  nos  presenta  como  una  familia  algo  confusa 
Afio  XXX:-Tomo  LXXII.  -  Núm.  9».-21  Julio,  l»e.  1 


82 

ó  poco  precisa,  las  entidades  mórbidas  persisten,  y  por  lo  tanlo,  las 
indicaciones  de  Royat  también. 

Hubo  un  tiempo  en  el  que  cada  fuente  de  Royat  tenía  una  aplica- 
ción particular  en  el  decir  del  público.  Ejemplo:  Eugenia,  para  los 
bronquíticos  y  los  diabéticos;  Saint-Mari^  para  los  gotosos;  Saint- 
Víctor^  fuente  de  los  anémicos  por  su  arsénico  y  hierro;  y,  en  fin,  á 
César^  cuya  mineralización  y  termalidad  estimulan  la  secreción 
del  jugo  gástrico  y  el  apetito,  se  la  ha  llamado  fuente  de  los  dispép- 
ticos.    ' 

Pero  hoy  que  el  estudio  de  los  aguas  termales  y  de  su  acción  ha 
dado  un  gran  paso  y  que  el  descubrimiento  del  poder  radiante  de 
las  aguas  minerales  nos  abre  nuevos  horizontes,  no  podemos  admitir 
que  en  un  grupo  termal  como  Royat  cada  fuente  sirva  para  un  cier- 
to número  de  enfermedades  ñjas  é  inv^iables.  La  clínica  nos  ense- 
ña todos  los  días  que  la  combinación  de  estas  cuatro  fuentes  y  su^ 
manipulación  para  bebida  ó  baños  constituye  la  especialidad  del 
médico  de  aguas  minerales.  Hay,  en  efecto,  en  las  aguas  de  Royat 
asociaciones  tales  como  las  de  las  sales  de  sosa  y  cal,  escala  ascen- 
dente de  mineralización  (2'5  á  5'50  gramos  por  litro)  y  presencia  del 
ácido  carbónico  (esta  cuestión  nos  detendrá  más  adelante)  en  gran 
cantidad,  termalidad  variable,  etc.;  estas  condiciones  particulares 
hacen  que  la  cura  pueda  variarse  indeñnidamente,  según  los  en- 
fermos. * 

Hasta  hace  tres  años,  la  gran  mayoría  de  los  enfermos  de  Royat 
pertenecía  al  antes  citado  grupo  de  neuro<artríticos,  es  decir,  ^cata- 
rrosos, gotosos,  reumáticos  anémicos,  neurasténicos  deprimidos, 
eczematosos,  etc.,  y  el  éxito  de  estas  aguas  ha  sido  tal,  que  de  paí> 
ses  muy  lejanos  vienen  los  enfermos  á  buscar  alivio  á  sus  males. 

El  profesor  Landouzy,  en  una  conferencia  dada  en  Royat  en  1904 
durante  el  viaje  de  estudios  medicalee^  resume  en  íos  términos  si- 
guientes las  indicaciones  terapéuticas  de  las  aguas  de  Royat. 

«Es  menester  tener  presente,  respecto  á  las  indicaciones  de  Royat, 
lo  siguiente:  la  especialización  general  de  Royat  es  la  de  los  aririti' 
eos  deprimidos  y  anémicos;  la  especialización  funcional  puede  eiiun- 
ciarse  en  la  forma  que  sigue  :  en  primer  lugar  los  reumáticos  y  goto^ 
sos  con  manifestaciones  en  un  punto  cualquiera  de  su  organismo 
articular  ó  visceral,  los  tabéticos  anémicos. 

La  especialización  que  está  llamada  á  tener  un  gran  porvenir  es 
la  especialización  funcional  cardiovascular, 

I."*  En  resumen,  los  gotosos  anémicos^  en  el  intervalo  de  las  crisis 


83 

agudas,  los  reumáticos  crónicos,  sobre  todo  los  que  sufren  de  las 
urtieulaciones  pequeñas^  los  diabéticos  asténicos^  los  hiperclorhidri* 
«09,  los  que  tienen  manifestaciones  en  el  aparato  respiratorio,  larin- 
ae^  asmáticos  y  bronquitis  catarrales  crónicas^  artríticos  con  mani- 
lestacíones  cutáneas  {eczemas^  psoriasis^  acné). 

2.^  La  segunda  indicación  de  Royat  es  la  tabes^  y  como  lo  enseña  el 
profesor  Brissaud^  en  el  período  preatáxico,  los  baños  carbogaseo- 
80S,  sobre  todo  los  de  César  y  Saint-Mart,  atenúan  los  dolores  y  las 
perturbaciones  de  los  esfínteres,  y  detienen  la  marcha  de  la  enfer- 
«nedad. 

En  el  periodo  de  incoordinación,  la  piscina  de  Duchenne  de  Bou- 
logne,  ftdemás  de  la  acción  del  ácido  carbónico  y  míneralización 
<!el  agua,  gracias  al  principio  de  Arquímedes,  permite  la  aplicación 
del  método  de  Fránkel. 

3.°  Finalmente^  las  enfermedades  del  aparato  cardiovascular  cons- 
tituyen una  de  las  principales  indicaciones  de  estos  baños. 

La  primera  vez  que  el  baño  carbogaseoso  se  empleó  de  una  ma- 
nera científica  fué  en  1835,  en  que  Aug.  Schott  (1)  publicó  la  fórmu- 
la, permitiendo  preparar  un  baño  carbogaseoso  artificial  en  la  casa 
misma  del  enfermo.  La  experimentación  de  este  nuevo  método  tera- 
péutico dio  tales  resultados,  que  los  principales  médicos  del  mundo  lo 
adoptaron  con  gran  rapidez,  y  no  citando  sino  los  principales,  men- 
tsionaremos  además  de  los  principales  médicos  alemanes,  Heine- 
mann,  Thorne,  Campbell,  Robertson,  etc.,  en  Inglaterra;  Sakharoff, 
Jakimoff/^tc,  en  Rusia;  Tyson,  Sátherwáite,  etc.,  en  América;  Ba- 
tistini,  en  Italia. 

En  Francia,  M.  Huchard,  en  1897,  indicó  este  nuevo  método  tera- 
péutico; M.  G.  Merklen  lo  emplea  desde  hace  bastantes  años  en  el 
hospital  con  éxito  constante. 

En  un  trabajo  ulterior  pensamos  insistir  sobre  esta  importante 
cuestión  de  actualidad  terapéutica,  y  sobre  el  mecanismo  de  la  ac- 
ción de  estos  baños  en  las«cardiopatías  crónicas,  bástenos  decir  que 
en  todos  los  casos,  y  son  numerosos^  en  los  que  se  desea  aliviar  el 
<M>razón,  permitiéndole  vaciarse  mejor,  la  vasodilatación  es  el  modo 
más  seguro  de  obtenerlo,  y  el  baño  carbogaseoso  indicado,  por  lo 
tanto,  en  los  casos  en  que  la  presión  arterial  es  inferior  ó  algo  supe- 
rior á  la  normal,  el  baño  carbogaseoso  es  la  medicación  que  se  debe 
emplear,  las  simples  nociones  de  Fisiología  del  corazón  y  de  la  cir- 

(1)  «Zar  Therapie  der  ohromsohen  Herzkrankheint .  Bérliner  JT/tn, 
Woeh^  1885. 


t 


84 

culacióD  bastan  para  comprender  el  por  qué  la  presión  tiende  Á  la 
,^ '  /  normal  por  medio  de  este  tratamiento. 

Quiero  insistir,  antes  de  terminar,  sobre  un  punto  de  suma  impor- 
tancia; Royat  es  el  único  establecimiento,  que  yo  conozca,  en  el  que 
se  puedan  dar  baños,  con  agua  corriente  á  su  temperatura  normal,, 
sin  ningún  artiñcio,  y  para  aquellos  que  conocen  la  importancia  que 
tiene  el  administrar  las  aguas  minerales  tales  cuales  salen  de  las 
profundidades  de  la  tierra,  hago  esta  observación. 

Las  deficiencias  de  este  articulo  son  numerosas;  más  tarde,  si  la 
hospitalidad  de  esta  brillante  Revista  me  lo  permite,  me  propongo 
tratar  la  cuestión  del  efecto  ñsiológico  del  baño  carbogáseoso. 


ANTROPOLOGÍA    CpiMINAL 


LAS  ANOMALÍAS  DE  MATEO  MOKKAL 

roE 

ANTONIO  LECHA-MARZO 

Interno  d«l[LtborAtorio  d«  Medlcin»  legal  de  la  UnUenidad  de  Valladolld. 


Desde  el  trágico  suceso  de  la  calle  Mayor  se  habla  constantemen- 
te de  la  persona  de  Mateo  Morral.  Bastante  conocemos  de  su  psico- 
logía y  algo  de  varias  anomalías  reveladas  por  la  autopsia  y  des- 
critas por  el  egregio  profesor  Maestre  algunos  días  después  en  Et 
Liberal.  Creemos  por  esto  oportuno  traer  á  las  páginas  de  esta  Re- 
vista algunos  datos  sobre  la  frecuencia  é  importancia  de  dichas 
anomalías,  en  la  creencia  siempre  de  que  otros  pudieran  haberlo 
hecho  con  mejor  criterio  y  más  autoridad  que  nosotros. 

Las  cejas  de  Morral,  adelantándose  sobre  el  rostro,  daban  al  con- 
junto de  la  cara  un  aspecto  siniestro  (Maestre).  Esta  disposición,  á 
la  cual  ha  asignado  Lombroso  una  importancia  característica,  re- 
produce en  el  hombre  un  carácter  anímalesco  inferior.  Los  senos 
frontales  muy  prominentes  se  encuentran  en  los  criminales  con  una 
frecuencia  casi  doble  que  en  los  normales  (en  26*7  por  100  y  en  el  11 
por  100  respectivamente),  y  según  el  profesor  Carrara  (de  Turín)  (1),. 

(1)  M.  Carrara :  L^Antropologia  crimínale  nei  snoi  rapporti  oon  la  medí* 
oina  légale.  Edición  italiana  del  Mannale  di  Medicina  légale  de  F.  Strast- 
mann,  p&g.  1.008.  Tarín,  1901. 


85 

son  signo  de  fuerza  y  de  exagerados  movimientos  del  cuerpo,  tanto 
•que  su  mayor  desarrollo  distingue  muchas  formas  salvajes  ó  anti* 
^uas  de  las  domésticas  ó  actuales,  el  caballo  salvaje  del  doméstico 
y  el  oso  de  las  cavernas  del  actual.  Y  tienen  mayor  significado  cuan- 
do su  desarrollo  aumenta  en  perjuicio  de  la  cavidad  cerebral. 

Sobre  la  frecuencia  del  excesivo  desarrollo  de  los  senos  frontales, 
Juan  Marro  (de  Collegno)  da  una  proporción  algo  menor  que  la  db 
Lombroso :  un  23  por  100  en  los  delincuentes.  Manuel  Mirabella  (de 
Favignana)  (1),  que  ha  publicado  recientemente  un  magistral  estu- 
dio sobre  los  caracteres  físicos  y  psíquicos  de  84  delincuentes,  rein- 
cidentes y  casi  todos  asesinos,  ha  encontrado  la  prominencia*  de  los 
■senos  frontales  en  la  proporción  del  48'88  por  100.  En  las  mujeres 
ssta  proporción  baja  al  18  por  100. 

El  mentón  era  saliente  y  la  mandíbula  robusta  y  bien  formada; 
los  dientes  de  ésta  rebasaban  á  los  del  maxilar  superior,  que  no 
quedaban  acabalgados.  Esta  anomalía,  conocida  en  antropología, 
con  el  nombre  de  progeneismo^  se  observa  en  el  38  por  100  de  los  cri- 
minales masculinos  y  en  el  21  por  100  de  las  mujeres  criminales,  no 
llegando  entre  los  normales  más  que  al  28  por  100  en  los  hombres  y 
al  10'30  por  100  en  las  mujeres  (2). 

El  gran  desarrollo  de  la  mandíbula  podría  explicarse,  según  Lom- 
broso, admitiendo,  ademáis  del  atavismo  y  del  mayor  desarrollo  de 
sus  sistemas  muscular  y  ligamentoso,  la  repetición  del  gesto  espe- 
cial del  hombre  que  se  ha  propuesto  llevar  á  cabo  una  resolución 
•enérgica  ó  madura  una  venganza,  gesto  que  es  en  un  todo  semejan- 
te (Darwin)  al  esfuerzo  que  practicamos  al  apretar  la  boca  para 
prestar  á  los  músculos  puntos  de  apoyo.         \ 

Las  orejas  de  Morral  eran  asimétricas ;  la  izquierda  normal  y  la 
derecha,  dice  Maestre,  estaba  desdibujada  en  su  concha  y  lóbulo, 
ofreciendo  un  aspecto  pitecoide  muy  evidente.  La  ausencia  de  héli- 
ce y  el  pabellón  liso,  es  decir,  escaso  desarrollo  de  pliegues  cartila- 
^nosos,  son  los  rasgos  de  la  oreja  de  Morel.  Se  nota  por  las  foto- 
grafías que  las  orejas  no  están  muy  separadas  del  cráneo  (pequeño 
ángulo  céf alo-auricular),  no  son  verdaderas  orejas  en  asa^  que  se 
encuentran  en  el  28  por  100  de  los  reos  y  en  el  25  al  36  por  100  de  los 

(1)  Mirabella  1 1  caracteri  degenerativi  di  84  delinqaenti  nati.  Archivio  di 
JPlñehiairia,  vol.  XXVII,  fase.  I-II,  p&gs.  1-29, 1906. 

(2)  Peli :  Sal  tipo  progeneo.  Areh.  di  PHeh.,  1896,  yol.  XIX,  fase.  L— Cama- 
S6t  I  De  rabsence  da  chevaaohement  abitael  de  la  parte  antérieare  des  ar« 
eadas  dentaires  como  stigmate  de  dégénéresceDce.  Annale$  m¿d,  piychoL^ 
1894,  voL  LII,  núm.  SJ  Areh.  di  Ptieh.,  XYI,  168. 


86 

dementes;  pero  son  largas  y  tienen  el  lóbulo  bastante  adherido, ca» 
racteres  éstos  que  se  han  observado,  como  la  concha  lisa,  írecuen* 
temente  en  los  criminales.  El  lóbulo  adherente  ó  empalmado  (oreja 
sésil)  se  observa  en  el  7'38  por  100,  según  Mirabella  (1)  y  en  el  2*90 
por  100,  según  Gradenigo  (2).  Marro  (3),  que  ha  observado  en  los  cri- 
minales 11  anomalías  de  orejas,  ha  encontrado  el  9  por  100  con  ore- 
jas larcas. 

La  nariz  era  rectilínea,  torcida  desde  su  origen  hacia  la  derecha,. 
y  la  raíz  tan  profunda,  que,  según  un  descritor  de  la  fisonomía  de^ 
Morral,  en  ella  se  podía  encunar  un  dedo :  estos  caracteres,  según 
Lombroso,  distinguen  la  nariz  del  criminal  de  la  del  hombre  nor- 
mal. La  desviación  hacia  el  lado  derecho  seguramente  estaría  acom- 
pañada de  la  desviación  del  tabique  de  las  fosas  nasales,  que  en 
este  caso  tendría  la  cara  derecha  cóncava  y  la  izquierda  convexa. 
Tal  desviación  ha  sido  encontrada  por  el  profesor  Ottolenghi  (de 
Roma)  en  el  48  por  100  de  los  delincuentes  y  en  el  23'92  por  100  de  loa 
normales  (4). 

La  cara  era  asimétrica,  carácter  al  cual  Lombroso  concede  algu» 
na  importancia.  El  tórax  estrecho  y  de  mezquino  desarrollo  (Maes- 
tre). La  delicadeza  torácica  se  observa  frecuentemente  en  los  estu- 
pradores y  en  los  falsarios. 

(1)  Mirabella  s  Loco  eUatOf  p&g.  11. 

(2)  Grade^go  i  Le  deformaxioni  del  padiglione  del  orecchio  nei  ñor  malí», 
negii  alienati  e  nei  delinqnenti.  Areh.  di  Psich.f  X,  425;  XI,  258;  XII,  475; 
XlIIy  9.  —  ídem  :  Lo  svilnppo  delle  forme  del  padiglione  deiroxecchio  con 
rignardo  alia  morfología  e  teratología  del  medesimo.  Arck,  per  la  ffCMm* 
mediche^  1888.  —  ídem :  Le  pavíllon  de  Toreílle  an  point  de  vne  anthropolo- 
giqae.  Annalet  de$  mal,  de  l'oreille  et  du  larynxy  1889.  —  ídem  t  Zar  Morpholo- 
gie  der  Ohrmaschel  bei  gesnnden  a.  geísteskranken  Menschen  n.  bei  Delin» 
qaenten.  Arch.  U  Ohrénheilk,,  1890.  —  ídem  :  üeber  die  Formanomalien  der 
Ohrmaschel.  Arch,  f,  Okrenheük,,  1891.  —  Véase  también  Frigerio:  L'oreille 
externe,  étade  d'antrhop.  criminelle.  Arch,  de  VAnthrop,  erimineUet  1888 ; 
Arch,  di  PHeh,,  IX,  296,  680.  —  Lombroso  s  Le  orecchie  nelle  atrofie  degli 
emisferi.  Arch,  di  Ptich.^  IV,  512.  —  Pailhast  Da  payillon  de  Toreille.  Esta- 
dio de  antropología  criminal.  Arch,  di  Ptieh,^  XVIII,  lb97,  p&g.  1.  —  Bilis  t 
The  ear  in  crimináis.  The  Lanceta  1890. 

(8)  Marro  i  Los  caracteres  de  los  delincaentes.  Biblioteca  antropológico- 
jiirídica.tTarín,  1887. 

(4)  Ottolenghi:  Scheletro  e  forma  del  naso  nei  criminali.  Archivio  di  /Vi* 
chiatria,  yol.  IX,  fase.  8.  —  Belsanti  x  Oaratteri  regresivi  della  ossa  nasali.. 
Archivio  per  VAntrop.  $  rMnol,^  XVI,  fase.  7.  —  Bertillon :  Forme  de  nez. 
Revue  d* Anthropologie^  15  marco  1887.  —  Valenti  y  Oarrara  i  Ossa  sapranu* 
merarie  del  nasso  in  an  l^dro,  Archivio  di  P«teAta<ría,  XIII,  p&g.  486.— Morí  t 
Alcani  dati  statistici  salla  formazione  e  salí'  índice  nasale  dei  delínqaen- 
te  italiani.  Archivio  per  VAntrop.  e  VEtncl,,  XXIX,  fase!  8. 


87 

Las  manos  simias,  por  lo  largas  y  comprimidas,  como  sucede  en 
loe  estupradores,  ladrones,  rateros  y  estafadores.  Claude  y  Vidocq 
han  indicado  la  frecuencia  de  las  manos  gruesas  y  largas  en  los 
grandes  asesinos. 

La  constitución  de  Morral  era  robusta  y  musculosa,  especialmen- 
te la  de  las  piernas,  pero  no  dio  grandes  muestras  de  agilidad  y 


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destreza,  como  el  septuagenario  Vilella,  el  ladrón  La  vieja^  la  la- 
drona y  prostituta  María  Ferino  y  otros  muchos  criminales. 

De  las  anomalías  anotadas  en  Mateo  Morral,  sólo  tres  nos  pare- 
cen de  bastante  importancia :  el  progeneismo,  la  prominencia  de 
los  senos  frontales  y  la  desviación  de  la  nariz.  Estos  tres  caracteres 
anormales  degenerativos  hacen  de  Morral  un  tipo  criminal  deLom- 
broso. 


88 

Merecen  taint)ién  ser  tenidas  en  cuenta  las  anomalías  observadas 
en  el  pabellón  auricular^  pero  de  ningún  modo  concederlas  un  valor 
que  no  tienen.  No  llegamos  tampoco  al  extremo  opuesto,  como  Lan- 
nois  (1),  que  después  de  haber  examinado  cierto  número  de  deteni- 
dos en  la  cárcel  de  San  José,  de  Lyon,  hizo  la  afirmación  de  que  sus 
reconocimientos  no  le  habían  suministrado  más  anomalías  de  la 
oreja  de  las  que  habría  encontrado  en  un  número  igual  de  personas 
de  conciencia  limpia  y  sin  clasificación  judicial.  A  una  afirmación 
hecha  sin  grandes  fundamentos,  oponemos,  además  de  los  estudios 
de  Lombroso,  las  observaciones  de  Morel,  Gradenigo,  Frigerio  y 
Pailhas. 

Las  anomalíae^de  Morral,  ¿son  de  una  importancia  tai  que  auto-, 
rizan  para  considerarle  irresponsable?  Consideramos  muy  fundada 
la  respuesta  dada  en  sentido  negativo  por  el  Dr.  Maestre ;  además, 
en  el  cerebro  de  Morral  no  ha  encontrado  el  distinguido  profesor  de 
San  Carlos  ninguna  anomalía  de  carácter  atávico ;  era  un  cerebro, 
macroscópicamente,  bien  conformado.  Lombroso,  Benedikt,  Giaco- 
mini,  Tenchini,  LegiardiLaura,  Varaglia,  Ladame,  Tovo,  Marchi, 
Mondio,  etc.,  no  han  co inseguido  demostrar  que  el  criminal  posee 
un  cerebro  distinto  del  que  tiene  el  hombre  normal,  pero  han  sabido 
señalar  ciertas  anomalías  en  la  superficie  cerebral  y  aun  en  la  es- 
tructura de  la  corteza  (estudios  de  Roncoroni)  que  acompañan  fre- 
cuentemente á  la  delincuencia  y  á  la  suspensión  de  desarrollo,  de 
las  cuales  son  expresión.  Nada  de  esto  nos  ha  mostrado  el  cerebro 
del  anarquista  de  la  calle  Mayor. 

Las  zonas  rolándicas,  ó  sean  las  zonas  motoras  del  cerebro,  se 
muestran  bastante  desenvueltas^  como  signos  de  una  impulsividad 
enérgica  y  pronta  (Maestre). 

Por  el  desarrollo  de  sus  lóbulos  frontales,  creemos  se  puede  hacer 
constar,  pero  sólo  probablemente,  un  buen  poder  intelectual.  No 
puede  hacerse  tal  afirmación  de  una  manera  categórica,  pues  en 
ocasiones  se  observan  lóbulos  frontales  pertenecientes  á  individuos 
de  pobre  inteligencia,  con  las  circunvoluciones  largas,  anchas,  ^^^ 
xuosas  y  ricamente  incindidas.  Sordomudos  de  nacimiento,  idiotas 
que  no  podían  hablar  (Caiori),  locos,  criminales,  en  fin,  individuos 
de  inteligencia  obtusa,  presentaban,  ^xcepcionalmente  y  adquirida 
por  herencia,  una  circunvolución  de  Broca  (centro  del  lenguaje  ar- 
ticulado) tan  complicada  é  incindida  como  la  del  lado  derecho  del 

(1)  LaDDois :  De  l'oreille  au  point  de  vae  anthropologiqne  et  medioo*lé- 
gal.  Arch.  dé  VAnthrop,  eWm.,  1887; 


89 

gran  orador  Gambeta  (1).  Los  cerebros  de  nuestras  sal^s  de  disec- 
ción presentan  generalmente  los  lóbulos  frontales  bastante  compli- 
cados. En  el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos  no  podemos^ 
pues^  emitir  un  juicio  riguroso,  por  el  examen  de  varias  circunvolu- 
ciones, acerca  del  poder  intelectual  de  un  individuo. 


REVISTA  DE  HIGIENE 

DOCTOR  DON  RAFAEL  RODRÍGUEZ  MÉNDEZ 

Cfttadrático  d«  Hlfiené  en  la  FaenlUd  de  Medlcinft  de  BareelMs, 


SuvABio:  L  Leo&e  fermentada  de  loa  búlgaros.  ~  II.  Aumento  de  la  morbo- 
sidad diftérica.  —  III.  Relaciones  entre  las  infecciones  maternas  y  las  in- 
fantiles. —  I?.  Tabaco :  efectos.  ^Y.  Campo  de  aislamiento  de  emigrantes 
en  Hamburgo.  — YI.  Las  moscas  como  vehículo  del  cólera  y  de  la  disen- 
teria. — YII.  Bacilos  tuberculosos:  sus  clases;  deducciones  prácticas, 

I.  Stamen  Grigorofí  ha  estudiado  en  el  Laboratorio  de  Bacterio 
logia  y  Seroterapia  de  Ginebra,  á  cargo  del  profesor  Massol,  una  le- 
che fermentada  comestible,  muy  usual  en  Bulgaria,  hasta  el  punto 
de  ser  el  alimento  casi  exclusivo  de  las  gentes  rurales  en  unos  pun- 
tos y  ser  consumida  durante  el  verano  en  otros. 

Eb  una  leche  cuajada,  conocida  en  búlgaro  con  el  nombre  de  KU* 
sélo-mléko  (leche  agria)  y  preparada  de  este  modo:  hiérvese  la  le- 
che, se  la  deja  enfriar  hasta  40^  ó  45^  y  entonces  se  la  siembra  con 
KissélO'mléko  del  día  anterior  y  mejor  de  más  fecha;  para  evitar 
que  el  frío  retarde  la  fermentactón,  se  rodea  la  vasija  de  cuerpos 
malos  conductores.  A  las  ocho  ó  diez  horas,  según  la  temperatura 
ambiente,  la  leche  se  ha  cuajado  y  forma  en  el  fondo  una  pasta 
blanca  compacta,  que  cuando  está  intacta  no  deja  salir  ó  expri- 
me poco  suero.  El  fermento  usado  se  designa  con  el  nombre  Podk' 
wusa  y  procede  de  una  operación  anterior. 

Examinada  en  el  microscopio  una  preparación  teñida  de  esta  le- 
che agria,  se  nota  una  flora  microbiana  variada  y  abundante,  en  la 
cual,  tras  minuciosas  investigaciones,  ha  encontrado  Grigoroff,  en* 
tre  otras  varias,  tres  especies  aerobias-anaerobias  facultativas: 

Un  bacilo  largo,  inmóvil,  aislado  ó  dispuesto  en  serie  lineal,  que 

<1)  Herré :  La  circunvolution  de  Broca.  Tesis  de  París,  1888. 


90 

86  desarrolla  bien  en  los  medios  azucarados,  coagula  la  leche  por 
formación  de  ácido  láctico,  no  porque  produzca  cuajo,  tiene  su  má- 
ximum de  actividad  |t  45^,  á  cuya  temperatura  coagula  la  leche  á. 
las  cinco  horas  (á  37°  tarda  diez  ó  doce),  á  los  50°  es  menos  activo 
y  á  los  60°  muere  en  una  hora.  Pertenece  al  grupo  de  los  denitrijl- 
cantes  verdaderos  de  Grimbert,  ó  sea  á  los  que,  como  el  piociánico^ 
desprenden  nitrógeno  en  solución  pep tonada  sin  el  concurso  de 
substancias  amideas,  mientra&i}ue  los  deniiriflcantes  indirectos  ne- 
cesitan de  estas  últimas. 

Un  micrococo,  ya  solo,  ya  en  diplococos,  ya  en  pelotones,  cdQ  mo- 
vimientos brownianos,  cultivable  en  todos  los  medios,  también  dení- 
trincan  te 'verdadero,  coagulante  de  La  leche  por  fermentación  lác- 
tica, no  por  cuajo  y  capaz  de  producir  por  sí  sólo  la  Kissélo^mléko  á 
37°  y  en  un  lapso  no  menor  de  veinticuatro  horas;  á  45°  tiene  su 
mayor  energía  (siete  ú  ocho  horas  para  la  coagulación),  resiste  á 
50°  y  muere  á  los  60°  en  una  hora. 

Un  esireptobacilo^  en  forma  de  bastoncillos  cortos,  reunidos  en  ca- 
denas de  4,  5,  6, 10  elementos  y  hasta  15  y  20  en  algunos  casos.  Salva 
en  la  gelatina  lactosada,  se  desarrolla  bien  en  los  medios  azucara- 
dos. Coagula  la  leche  por  formar  ácido  láctico,  y  no  produce  cuaja 
ni  caseasa.  Es  denitriñcante  verdadero,  se  conduce  en  cuanto  á  su 
energía  respecto  al  calor  como  los  precedentes,  salvo  que  no  muere 
hasta  los  70°  {Reoue  méd.  de  la  Sutsse  romande^  1905). 

II.  G.  Mya  hace  notar  (Lo  Sperimeniale)  que  en  Florencia,  Turin,. 
Siena,  Roma  y  otros  puntos  va  en  aumento  la  morbosidad  de  la  dif- 
teria; el  hecho  se  debe,  en  su  concepto,  á  que  ha  menguado  con  la 
seroterapia  la  mortalidad  y  quedan  en  las  vías  respiratorias  de  los 
curados  bacilos  de  Lóffler,  que  los  convierten  en  nuevos  focos  d^ 
infección.  Este  mismo  hecho  explica  las  frecuentes  recaídas. 

Se  evitaría  esto  no  echando  en  olvido  la  medicación  local.  Mien- 
tras no  se  descubra  un  suero  que,  además  de  and  tóxico,  sea  también 
bactericida,  hemos  de  preocuparnos  de  destruir  los  gérmenes  en  loa 
diftéricos  y  no  limitarnos  á  curar  los  enfermos.  Mya  aconseja:  em- 
plear una  medicación  tópica  enérgica  y  seguir  la  desinfección  naso- 
faríngea hasta  que  los  cultivos  sean  estériles;  obligar  al  empleo  del 
suero  como  medio  preventivo  á  los  que  hayan  de  cuidar  diftéricos, 
en  tanto  dure  el  período  de  contagio;  prohibir  el  ingreso  en  las  es- 
cuelas de  los  niños  curados  de  difteria  mientras  tengan  bacilos  de 
Lóffler  en  la  faringe  y  secreciones  nasales.  Procediendo  asi  ha  logra- 
do hacer  que  cese  el  contagio  en  el  hospital  Mayer  y  que  baje  mu- 


91 

cho  la  morbosidad  diftérica  en  el  barrio  en  qu^  se  halla  instalado. 

III.  Es  conocida  la'  frecuencia  con  que  las  infecciones  maternas 
son  transmitidas  al  recién  nacido  en  los  primeros  días  que  siguen  al 
parto;  pero  era  conveniente  precisar  esa  frecuencia,  y  esto  es  lo 
hecho  en  la  tesis  de  Quedec,  preparada  en  el  servicio  de  Budin  {Rap- 
porU  entre  les  infections  maiernelles  ei  lea  infectiona  infantilea  pen- 
dant  lea  auiíea  de  cóuchea^  París,  1905),  expresándola  mediante  cur- 
vas que  siguen  paralelas  los  movimientos  de  las  infecciones  mater- 
nas é  infantiles,  hasta  en  las  grandes  oscilaciones. 

Los  corizas  y  la  oftalmía  del  niño  pueden  determinar  infecciones 
mamarias  en  la  nodriza,  y  las  galactoforitis  de  ésta,  gastro-enteritis, 
estafllococia  y  abscesos  múltiples  en  el  recién  nacido.  La  grippe  de 
las  madres  puede  causar  bronco-'pneumonías  en  los  hijos,  muy  gra- 
ves, especialmente  si  son  prematuros  débiles.  Las  epidemias  puer- 
perales de  las  maternidades  pueden  causar  víctimas  también  en  los 
niños,  por  paso  del  germen  á  éstos,  debiendo  notarse  que,  cómo  cada 
paso  aumenta  la  virulencia,  es  en  éstos  más  grave.  En  todos  estos 
casos,,  sobre  todo  en  los  últimos,  es  necesario  aislar  á  las  mujeres  de 
los  niños,  pues  no  siempre  se  sabe  el  punto  de  partida  de  la  in- 
fección. 

IV.  El  pro  y  el  contra  del  tabaco,  todavía  en  discusión,  han  sido 
examinados  por  varios  autores  ingleses  en  The  Practitionner  (1905). 

Lauder  Brunton  estudió  ios  efectos  en  el  corazón  y  la  circulación. 
En  los  animales  las  dosis  pequeñas  retardan  primero  y  luego  acele- 
ran los  latidos  cardíacos;  á  dosis  grandes  hay  retardo  pero  con  un 
aumento  de  presión  cardíaca  casi  igual  á  la  que  produce  el  extracto 
de  cápsulas  suprarrenales,  y  se  debe  casi  sólo  á  la  contracción  de 
las  arteriolas.  Dada  la  nicotina  á  dosis  tóxicas,  hay  gran  rapidez  del 
pulso  por  parálisis  de  los  ganglios  inhibidores  intracardlacos.  Las 
lavativas  de  tabaco,  antes  usadas  para  relajar  los  vasos,  han  sido 
abandonadas  por  peligrosas. 

Pero  el  tabaco  no  es  empleado  como  medicamento.  El  usado  para 
fumar  ó  en  rapé  no  contiene  casi  nicotina  y  los  síntomas  de  intoxi- 
cación han  de  ser  raros.  Fumando,  la  nicotina  pura  no  llega  á  la 
boca,  pero  si  el  [producto  de  la  destilación  seca  del  tabaco,  la  piri- 
dina  y  las  bases  picolinas,  cuya  proporción  varía  según  el  modo  de 
fumar:  con  el  cigarro  se  forma  poca  piridina,  pero  sí  colidina,  y 
con  la  pipase  produce  mucha  de  aquélla;  con  el  narghileh  y  el  ci- 
garrillo se  inspira  con  [más  frecuencia  el  humo,  lo  cual  es  nocivo 
con  éste,  pero  nocon  aquel  que  está  provisto  de  una  especie  de  frasco 


92 
lavador;  además,  los  fumadores  de  cigarrillos  suelen  consumir  ma- 
yoT  cantidad  de  tabaco. 

Fumar  moderadamente  no  parece  ser  nocivo  á  los  adultos,  pero 
«i  á  los  jóvenes.  En  aquéllos  el  tabaco  parece  ser  un  estimulante  ce- 
rebral y  un  calmante  de  ciertas  excitaciones:  la  acción  estimulante 
«e  debe  probablemente  á  la  irritación  bucal  causada  por  el  humo, 
•que  obra  por  acto  reflejo  sobre  los  vasos  cerebrales;  la  calmante  la 
atribuye  Lauder  Brunton  á  la  necesidad  de  respirar  rítmicamente 
mientras  se  fuma.  De  todos  modos  el  humo  altera  la  circulación, 
•como demuestran  las  palpitaciones,  los  dolores  delaregión  cardíaca, 
que  pueden  llegar  hasta  á  la  angina  de  pecho,  y  las  irregularidades 
cardiacas  frecuentísimas,  síntomas  que  dependen  en  buena  parte 
de  la  clase  de  tabaco  y  que  no  cesan  ha^ta  varios  meses  después  de 
haberlo  suspendido. 

El  humo  aumenta  la  secreción  salivar.  No  están  sujetos  los  fuma- 
dores al  catarro  gástrico  crónico,  y  no  se  sabe  si  el  tabaco  influye 
•en  las  secreciones  gástrica,  biliar  y  pancreática.  Cerso  cree  que  dis- 
minuye las  secreciones  por  obrar  sobre  los  nervios  glandulares. 
Paralizando  el  pneumogástrico,  reduciría  la  motilidad  gástrica  y 
podría  determinar  insuficiencia  motriz  y  dilatación;  pero  hay  que 
aceptar  estos  hechos  con  reserva,  pues  no  se  nota  una  mayor  pre- 
disposición á  estos  daños  en  los  fumadores.  Dalton  y  Allbutt  opinan 
•que*el  fumar  produce  hiperclorhídria,  pero  por  modo  indirecto,  por 
la  abundante  cantidad  de  saliva.  Después  de  las  comidas  el  fumar 
puede  comprometer  la  digestión,  porque  la  llegada  de  mucha  saliva 
después  del  período  amilolítico,  puede  neutralizar  el  ácido  y  dete- 
ner la  acción  del  jugo  gástrico.  Révillout  atribuye  al  tabaco  dos 
•casos  de  dispepsia  nerviosa  grave  curados  con  la  supresión.  No  está 
comprobada  la  idea  vulgar  de  qué  el  tabaco  regulariza  las  deposi- 
•clones,  antes  bien  es  posible  que  el  abuso  produzca  depresión  ner- 
viosa y  movimientos  irregulares  del  intestino. 

Respecto  al  sistema  nervioso.  James  Taylor  habla  de  la  gran  to- 
lerancia de  ciertos  individuos  y  de  individuos  que  sólo  dan  mués* 
tras  de  actividad  intelectual  abusando  del  tabaco;  pero  éstos  son 
casos  excepcionales.  Lo  ordinario  es  que  provoque  trastornos  ner- 
viosos muy  apreciables.  El  temblor  es  frecuente;  es  ligero,  rítmico, 
no  constante,  pero  con  tendencia  á  ser  persistente.  Causa  trastor- 
nos vasomotores,  enfriamiento  de  las  extremidades  y  hasta  ciano- 
sis, palidez  de  la  cara,  transpiración  de  la  cabeza.  Para  Rénon,  eU 
abuso  puede  llevar  á  la  arterio-esclerosis.  El  insomnio  no  es  raro,  se 


93 

presenta  después  del  primer  sueño^  dura  dos  ó  cuatro  horas  y  luego 
duerme  el  enfermo  con  sueño  agitado.  Taylor  cree  que  el  cigarrillo^ 
por  la  facilidad  con  que  de  él  se  abusa,  es  el  peor  para  el  sistema 
nervioso^  La  acción  en  la  mucosa  bucal  y  en  la  lengua  se  revela  por 
excoriaciones,  por  glositis  superficial,  glositis  crónica,  de  que  son 
expresión  la  leucoqueratosis,. la  leucoplasia  y  el  psoriasis,  por  ve- 
rrugas con  prolongación  de  las  papilas,  entre  las  cuales  prolifera 
el  epitelio;  por  debajo  de  éste  se  amontonan  células  redondas  que 
producen  ligera  induración.  Esta  y  el  principio  de  ulceración  indi- 
can el  comienzo  del  epitelioma.  También  se  forman  fisuras  y  cha- 
pas induradas  en  los  labios,  sobre  todo  cuando  se  usa  la  pipa,  en 
cuyo  caso  el  calor  parece  aumentarla  acción  nociva  del  tabaco.  La 
boca  debe  ser  examinada  cuidadosamente  por  si  se  llega  á  tiempo,, 
con  la  supresión,  de  que  no  avancen  los  procesos ;  en  caso  de  conti- 
nuar, aparte  de  la  antisepsis»  hay  que  recurrir  al  tratamiento  opor- 
tuno: excisión,  no  cauterizaciones. 

V.  La  pequeña  epidemia  de  cólera  sufrida  en  Alemania  (Prusia 
oriental,  región  de  Hamburgo)  durante  el  verano  anterior^  da  mo- 
tivo al  Dr.  P.  Cornet  para  ocuparse  en  los  caracteres  de  la  zona 
invadida  y  en  el  fenómeno  de  la  emigración,  una  de  las  circunstan- 
cias más  especiales  de  la  misma.  {Le  Progrés  Medical,  1905). 

L^  zona  infecta  es  la  inmensa  frontera  ruso-polonesa,  con  un 
gran  rio  de  penetración  (Vístula),  llanuras  lacustres  cortadas  en 
todos  sentidos  por  arroyos  y  canales,  clima  versátil  y  sobre  todo 
lluvioso.  Este  pedazo  de  tierra  está  siempre  en  estado  de  receptivi- 
dad y  reclama  medidas  higiénicas  permanentes,  más  precisas  toda- 
vía ante  el  gran  número  de  emigrantes  que  abocan  de  todos  puntos» 

En  efecto,  hay  un  ingreso  y  salida  constante  de  emigrantes,  re- 
presentados por  grandes  masas  que  proceden  de  Rusia,  Polonia, 
Austria,  Galicia,  Servia,  Rumania,  Italia,  Grecia  y  Persia.  En  1904 
fueron  107.434  los  emigrantes  embarcados  en  Hamburgo,  y  algunos 
en  Cuxhaven  y  Brunnshausen.  El  movimiento  continuo  y  progre- 
sivo de  estas  masas,  que  convergen  hacia  las  pantanosas  llanuras 
del'Elba,  está  reglamentado  por  las  leyes  de  Hamburgo  (1887)  y  del 
imperio  (Í897)  y  vigilado  por  las  autoridades  locales  y  un  Comisario 
imperial. 

Además  de  las  estaciones  de  comprobación,  instaladas  en  las 
fronteras  y  en  los  caminos,  dada  la  trágica  experiencia  de  1892,  se 
ha  suprimido  todo  contacto  de  los  emigrantes  con  la  capital  del 
Estado  libre,  que  como  se  sabe  está  gobernado  por  un  Senado  bajo 


94 

la  tutela  y  dependencia  de  Alemania,  no  de  Frusta.  Para  ello,  la 
gran  compañía  concesionaria  de  los  servicios  de  emigración,  la 
Hamburg-America'Linie  (modesta  al  empezar ^en  1847  y. hoy  la  ma- 
yor del  mundo,  con  150  vapores  y  160  barcos  menores),  abandonó 
las  primitivas  barraca8>  instaladas  en  la  pequeña  isla  del  Elba,  lla- 
mada Steinvórder  y  estableció  un  campo  de  aislamiento  de  25.000  m' 
en  otra  isla  del  mismo  rio,  la  Wedder,  frente  á  Hamburgo,  campo 
ya  insuficiente  y  que  se  va  á  ensanchar  hasta  duplicarlo. 

Actualmente,  los  Ausoandererhallen  ó  depósito  de  emigrantes 
están  unidos  por  ferrocarriles  directos  á  la  estación  de  llegada 
(Wilhemburg)  y  al  embarcadero  de  la  CoinpañÍa<.  Los  viajeros  per- 
manecen en  ellos  de  cuatro  ¿  ocho  días  en  tiempo  normal  y  no  se 
permite  ni  que  salgan  ni  que  reciban  visitas;  es  decir^  el  aislamiento 
es  completo.  Caben  en  ellos  1.000  individuos. 

Están  dividiüos  en  dos  secciones  distintas. 

Una,  de  ingreso^  comprende  las  oficinas  de  inscripción  y  de  infor- 
mes, la  estancia  provisional  durante  veinticuatro  horas,  los  baños 
(12  baños-duchas  para  los  hombres  y  seis  baños-duchas  y  cuatro 
pilas  para  las  mujeres,  con  los  cuales  se  puede  dar  servicio  en  una 
hora  á  120  hombres  y  68  mujeres),  la  desinfección,  vestidos  y  equi» 
pajes.  Durante  el  baño  se  efectúa  el  examen  médico:  los  sospecho- 
sos van  al  lazareto,  los  enfermos  son  transportados  á  los  hospitales 
de  Hamburgo  y  los  sanos  ingresan  ^en  la  segunda  sección  clasifica- 
dos por  nacionalidad,  religión  y  sexo. 

La  segunda,  campo  de  aislamiento  propiamente  dicho^  comprende 
nueve  pabellones,  ocho  de  ellos  agrupados  por  pares  mediante  una 
gran  sala  común,  resultando  asi  en  forma  de  H;  las  alas  son  dormi- 
torios de  20  á  22  camas  y  la  cubicación  es  de  14  m'  por  individuo. 

El  sistema  de  desagüe  es  el  de  todo  á  la  cloaca,  con  tres  fosos 
para  desinfección  química  (cloruro  calcico)  antes  de  comunicar  con 
las  cloacas  de  la  urbe;  la  ventilación  se  hace  por  el  techo  y  por  el 
suelo;  el  calentamiento  es  central  y  el  alumbrado  eléctrico.  En  los 
water-closets  ha  parecido  mejor  el  sistema  de  letrinas  con  descarga 
de  agua  en  común  para  todos  los  retretes,  y  no  individual,  en  pre- 
visión de  habérselas  con  ignorantes  y  torpes.  Los  tubos  abductores 
están  provistos  de  rejilla  para  detener  las  ropas,  así  como  los  cada" 
veres  de  niños  que  pudieran  arrojar  los  emigrantes. 

Los  refectorios  son  distintos  para  cristianos  y  judíos.  Hay  peque- 
ñas tiendas  ó  bazares,  en  donde  encuentran  á  bajo  precio  artículos 
de  tocador  y  de  viaje.  La  iglesia  es  católica  por  un  lado  y  pro- 


95     ' 

testante  por  el  otro;  los  judíos  disponen  de  un  local  especial  para 
sus  ritos. 

El  servicio  entero  (alojamiento,  comida,  baño,  criados)  es  baratía 
simo:  un  marco  diario  para  los  adultos  y  medio  para  los  niños.  Los 
de  mejor  posición  pueden  disponer  de  habitaciones  particulares 
con  cuartos  de  cuatro  camas,  lavabo  y  toater-cloaets  independien- 
tes. Los  pobres  no  pagan  nada. 

Cuenta,  además,  la  Compañía,  para  el  caso  de  epidemia,  con 
buques-cuarentena  instalados  lejos  de  los  puertos,  en  él  Elba  infe- 
rior; dura  la  observación  dieciséis  días.  Esta  medida  ha  sido  im- 
puesta por  América.  En  épocas  normales,  cuando  no  hay  epidemias 
y  se  ha  hecho  la  inspección  en  la  frontera  de  los  emigrantes  proce* 
dentes  de  países  no  contaminados,  pueden  habitar  en  Hamburgo, 
en  casas  de  huéspedes  (Logirhduaer),  reglamentadas  y  vigiladas 
por  las  autoridades  sanitarias. 

VL  Chantemesse  y  Borrell  sostienen  que  las  moscas  son  con  fre- 
cuencia vehículo  del  cólera.  Observaciones  análogas  han  hecho  los 
médicos  de  la  armada  japonesa  durante  la  última  guerra,  pero  con 
relación  á  la  disenteria.  Estos  insectos  invadían  los  barcos  cada 
vez  que  se  acercaban  á  ellos  los  transportes  con  carbón  y  siempre 
que  se  inspeccionaba  algún  junco  chino.  Hubo  151  casos;  peroja 
epidemia  fué  bruscamente  detenida  destruyendo  las  moscas  y  pro- 
hibiendo el  uso  de  alimentos  crudos.  (A.  Demmler,  Le  Frogrés  Mé" 
dieal,  1905). 

VIL  El  servicio  sanitario  imperial  alemán  ha  publicado  el  resu- 
men de  sus  trabajos  sobre  la  tuberculosis,  hecho  por  H.  Kossel  y 
R.  V/éber( Deüts.  Med,  Woch,,  1905).  He  aquí  lo  más  importante: 

Hay  dos  clases  de  bacilos  tuberculosos  en  los  animales  de  sangre 
caliente:  los  de  los  mamíferos  y  los  de  las  aves. 

Los  de  los  mamíferos  comprenden  dos  tipos  distintos  :  el  humano 
y  el  bovino,  diferenciables  esencialmente  por  su  aspecto  morfológi- 
co, cultivos  y  virulencia. 

La  transformación  del  bacilo  tipo  aviario  en  bacilo  mamario  no  se 
ha  logrado  nunca,  como  tampoco  la  del  humano  en  bovino. 

Las  gallinas  no  tienen  receptividad  para  el  bacilo  de  los  mamífe- 
ros; no  ocurre  lo  mismo  con  los  pájaro»  :  en  dos  loros  tuberculosos 
ha  sido  aislado  el  bacilo  humano. 

En  ios  bóvidos  no  se  ha  visto  más  que  el  bacilo  bovino  y  nunca  el 
humano,  ni  aun  inoculándolo.  En  los  cerdos  tuberculosos  casi  sólo 
existe  el  bovino ;  en  un  lechón  con  tuberculosis  de  los  ganglios  me- 


96 

sentérícos  fué  aislado  el  aviario;  dando  grandes  cantidades  de  baci» 
los  humanos  á  cerdos  en  el  período  de  la  lactancia  se  puede  provo» 
car  una  tuberculosis  lenta. 

El  bacilo  bovino  es  inoculable  á  la  oveja  y  á  la  cabra. 

En  67  casos  de  tuberculosis  humana  se  vio  en  56  el  bacilo  humana 
solo,  en  9  el  bovino  solo  y  en  2  los  dos  juntos.  Cuando  existía  el  prime- 
ro únicamente  se  trataba  de  localizaciones  muy  distintas  y  de  indivi- 
duos de  edades  diferentes;  cuando  había  el  bovino  sólo  se  referia  á 
niños  menores  de  ocho  años,  y  en  seis  de  ellos  se  demostró  lá  puerta 
de  entrada  intestinal,  siendo  las  lesiones  intestinales,  délos  ganglios 
roesentéricos  y  del  cuello,  con  más  dos  casos  de  granulia. 

Los  bacilos  bovinos  aislados  en  el  hombre  son  enteramente  iguales 
al  encontrado  en  los  bóvidos. 

Conclusiones  práctteas.—l,*  La  tuberculosis  bovina  causada  por  el 
bacilo  bovino  tipo  se  transmite  con  frecuencia  de  bóvido  á  bóvido; 
también  puede  serlo  por  el  puerco»  camero,  cabra  y  más  rara  vez 
por  eí  hombre. 

2  '^  La  del  cerdo  procede  generalmente  del  buey  y  alguna  vez 
del  hombre.  La  fuente  de  infección  reside,  sobre  todo,  en  los  restos 
de  carnes  de  animales  tuberculosos  y  en  la  leche  de  vacas  tubercu- 
losas. 

3.^  La  tuberculosis  de  los  otros  animales  domésticos  es  causada 
generalmente  por  el  bacilo  tipo  humano. 

4.^  En  el  hombre  la  transmisión  es  de  ordinario  al  hombre.  El  ba- 
cilo tipo  bovino  puede  serle  comunicado  con  la  carne  y  la  leche,  y  sus 
lesiones  asientan  comunmente  en  el  punto  de  inoculación  y  ganglios 
correspondientes,  pero  se  puede  generalizar  y  causar  la  muerte ;  por 
eso,  especialmente  para  los  niños,  son  peligrosas  la  carne  y  la  leche. 
Se  impone  la  vigilancia  de  la  carne  y  de  las  vacas  lecheras.  La  leche 
puede  utilizarse  después  de  ebullición  prplongada. 


•^Mt^V^-a^.^ 


97 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOaKDADES  CISNTIFIGAS 

REAL    ACADEMIA    DE    MEDICINA   DE   MADBID 
SeMn  del  dia  Í6  de  Mayo  dé  1906  (1). 

At«eiaei«ne8  belmintiásieas  en  la  anquilóstsmiasis.— El  Dr.  Codina:  Sabido 
68  que  no  se  coDsidera  como  an  hecho  raríaimo  la  asociaciÓD  helmintiásica. 
Aunque  no  se  observe  con  frecuencia,  no  es  raro  encontrar  en  un  mismo  in- 
diriduo  dos  especies  de  tenia,  por  ejemplo,  y  lo  que  ocurre  con  los  cestodes 
obsérrase  tal  vez  más  á  menudo,  aunque  nunca  con  frecuencia,  con  los  pa- 
ráÁtoB  cilindricos  ó  nematodes.  Las  asociaciones  de  estos  helmintos  menos 
xaras  son  :  la  del  asearía  lumbricoides  con  el  oxiurus  rermicnlarís  y  del  an- 
quilostoma  duodenal  con  la  angnillula  íntestinalis,  ó  sea  la  forma  adulta 
de  la  angnillula  estercoralis.  ' 

Los  Sres.  Académicos  saben  que  estamos  estudiando  en  nuestra  clínica 
1&  anqnilostomiasis,  y  ya  podrán  suponer  que  no  hemos  olvidado  la  investi- 
gación referente  al  interesante  asunto  de  las  asociaciones  del  anquilostoma 
coD  los  otros  parásitos  intestinales,  y  habiendo  llegado  ya  el  número  de 
nuestras  observaciones  personales  á  la  cifra  de  100,  creemos  que  ha  llegado 
también  la  oportunidad  de  dar  cuenta  á,la  Academia  del  resultado  de 
nuestras  investigaciones,  las  cuales  son  de  todo  punto  bien  sencillas,  bre- 
ves para  exponer  y  fáciles  de  interpretar. 

En  efecto,  de  las  100  observaciones  en  cuestión  sólo  en  tres  hemos  encon- 
trado asociación  helmintidsica,  en  la  29,  en  la  92  y  en  la  100,  con  la  parti- 
cularidad especialisima  de  que  en  cada  una  de  las  tres  el  anquilostoma  es- 
taba asociado  con  un  parásito  intestinal  distinto,  aunque  en  todas  ellas  se 
tratabade  especies  comprendidas  en  laclase  de  los  nematodes;  las  tres  aso- 
ciaciones han  sido,  pues,  de  vermes  cilindricos. 

La  asociación  correspondiente  á  la  observación  29  fué  la  que  se  conside- 
ra como  más  frecuente,  cuando  no  única,  en  los  anqailostomiásicos;  la  del 
anquilostoma  con  la  anguillula  intestinalis.  La  presencia  en  el  intestino  de 
este  último  parásito  la  descubrimos  porque,  al  lado  de  los  huevos  de  anqui- 
lostoma, en  los  excrementos  recién  expulsados,  se  encontraban  en  relativa 
abundancia  embriones  muy  desarrollados  y  algunas  larvas  libres  que  cons- 
tantemente se  movían  en  el  campo  microscópico;  además,  el  enfermo  pade- 
cía diarrea^  fenómeno  muy  frecuente  en  la  anguilluloéis  y  muy  raro  en  la 
angtnU>9tamicuia.  Se  trataba  de  un  individuo  con  menos  de  2.000.000  de  he- 
matíes, procedente  de  las  minas  de  Linares,  como  los  otros  dos  enfermos,  y 
que  expulsó  184  parásitos. 

En  la  observación  92  los  anquilostomas  iban  asociados  al  oxiurus  vermicu- 

(I)  En  la  resefta  de  la  sesión  anterior  (pág*  22,  línea  28),  se  incurrió  en  un  error  al 
decir  iioess  osees  aecesíMes,  en  vez  de  muy  suaves,  accesíMes. 

8 


98 

laris.  ExamÍDados  loe  excrementos  del  enfermo,  sólo  se  encontraron  haevos 
de  anqailostoma;  se  le  administró  ana  medicación  que  estábamos  ensayan- 
do, y  que  resalta  ser  may  poco  eficas,  y  expalsó  an  parásito  único,  y  este 
parásito  no  faó  an  anqailostoma,  sino  an  oxiaro;  más  tarde,  sin  ezptQsár 
otros  ozinros,  con  la  medicación  apropiada,  eliminó  149  anqnilostomas. 

En  la  obserración  100,  los  anqnilostomas  estaban  asociados  al  iricocefaluM 
diipar.  En  los  excrementos  del  enfermo  no'encontramos  los  bnevos  carac- 
terísticos de  este  parásito,  probablemente  porqne  en  cnanto  vemos  algunos 
buevos  de  anqailostoma  ya  no  continaamos  la  investigación,  dando  como 
positivo  el  diagnóstico  de  anemia  anqailostomiásica. 

Administrada  la  medicación  correspondiente,  el  primer  dia  expalsó  86 
anqnilostomas*  el  segando  39  y  el  tercero  dos  y  an  tricocéfalo  dispar^  parási- 
to que,  por  sa  rareza  entre  nosotros,  be  traído  para  qne  pnedan  examinarle 
loe  Sres.  Académicos. 

Tales  son  los  becbos  observados,  los  cnales  no  be  de  aprovechar  para  des- 
cribir los  caracteres  de  dicbos  parásitos  y  las  formas  especiales  del  conta- 
gio respectivo,  pnesto  qae  todo  ello  lo  conoce  la  Academia  macbo  mejor 
que  yo.  Sólo  me  limitaré  á  sefialar  qae  de  las  tres  asociaciones,  en  doe 
se  trataba  de  parásitos  qae  viven  en  tramo  intestinal  distinto  del  en  qae 
babitan  loa  anqnilostomas,  pnesto  qae  así  como  éstos  viven  en  el  intestino 
delgado,  lo  propio  qae  las  angaillalas,  en  cambio  los  oxiaros  babitan  en  el 
ciego,  en  el  colon  ó  en  el  recto  y  márgenes  del  ano  y  permanece  constante- 
mente en  el  ciego  el  tricocéfalo. 

Por  lo  qae  se  refiere  á  la  intervención  patogénica  qae  esos  parásitos  aso- 
ciados puedan  tener  en  la  anemia  de  los  pacientes,  se  pnede  afirmar  con 
toda  seguridad  que  fué  nala  en  las  observaciones  92  y  100,  tanto  por  lo  que 
se  sabe  de  su  acción  patógena  como  por  la  cantidad  exigua  de  parásitos  en- 
contrados, y  probablemente  muy  poco  manifiesta  en  la  observación  29, 
puesto  que  no  se  concede  un  gran  poder  patógeno  á  las  anguillulas  si  no  se 
encuentran  en  gran  número  en  el  intestino. 

Resulta,  pues,  de  los  datos  expuestos  que  las  asociaciones  beimintiásioas 
en  la  anqniiostomiasis  de  loe  mineros  espafioles  son  muy  poco  frecuentes 
(8  por  100),  carecen  de  intervención  patogénica  en  la  génesis  de  la  anemia 
y  han  correspondido  á  gasanos  cilindricos,  como  los  anqnilostomas. 

La  pelagra.^El  Dr.  Cortejarena,  reanudando  el  debate  acerca  de  la  pela- 
gra, llama  la  atención  sobre  los  errores  de  diagnóstico,  citando  el  caso 
de  Landouzy  que,  habiendo  venido  formando  parte  de  una  comisión  para 
estudiar  la  enfermedad,  declaró  la  existencia  de  ésta  en  Espafia,  no  siendo 
exacto,  y  viéndose  obligado  el  Dr.  Cortejarena  á  rectificar  esta  idea. 

El  Dr.  Alonso  Sañudo  manifiesta  que  podía  referirse  la  pelagra  á  ciertas 
formas  de  mielitis  tóxicas  combinadas  que  describen  los  autores;  que  la  in- 
toxicación pelagrosa  comprende  muchas  variedades,  puesto  que  tiene  dis- 
tinta sintomatología  en  unos  enfermos  que  en  otros. 

Que  en  opinión  del  Dr.  Azúa,  persona  tan  competente  en  estos  asuntos, 
se  ha  exagerado  más  de  lo  debido,  pensando  que  unas  veces  el  alcoholismo 
y  otras  la  suciedad  y  la  sífilis  suelen  dar  á  ciertos  individuos  el  aspecto  de 
miseria  orgánica  propio  de  los  pelagroeos  y  que  basta  en  la  piel  más  fina» 
ó  sea  en  el  dorso  de  las  manos,  pueden  presentarse  eritemas. 


99 

Manifiesta  despaés  el  Dr.  Safiado  que  había  visto  pelagrosos  hacia  cerca 
de  treinta  y  seis  afíos  en  los  hospitales  de  Madrid,  en  las  clínicas  de  la  Fa- 
cultad y  en  Aragón,  donde  hay  machos,  diferenciándose  de  los  pelagrosos 
italianos  en  qne  éstos  más  bien  corresponden  al  manicomio  qne  al  hospi- 
tal, ocurriendo  con  dicha  enfermedad  lo  qne  con  la  fiebre  tifoidea  cnando 
adopta  carácter  epidémico,  citando  un  carioso  caso  de  tifas  pelagroso 
•que  cnró. 

Se  hace  cargo  de  la  influencia  del  maíz  enfermo  y  de  otras  causas  debi- 
litantes; trata  de  la  harina  de  almortas,  qne  produce  alteraciones  medula- 
res. Se  ocupa  de  la  lucha  antipelagrosa,  y  afirma  que  las  causas  de  la  pe- 
lagra son  muy  variadas,  figurando  entre  ellas  la  alimentación  insuficiente 
7  sobre  todo  el  uso  del  maíz  averiado,  qne  contiene  un  principio  tóxico, 
admitiendo  una  alteración  medular  con  disminución  de  la  presión  sanguí- 
nea en  los  pelagrosos. 

El  Dr.  Codina  manifiesta  que,  según  recordarán  los  «Sres.  Académicos, 
«n  la  comunicación  presentada  por  el  Dr.  Huertas  llegó  este  sefior  á  las 
.conclusiones  de  que  la  pelagra  existía  en  Madrid,  de  que  estaba  íntima- 
noente  unida,  desde  el  punto  de  vista  etiologico-pfitogénico,  con  la  alimen- 
tación de  los  que  se  dedican  á  la  hiaca,  y  después,  desde  el  punto  de  vista 
«ocial,  trata  de  la  lucha  antipelagrosa. 

De  estos  tres  punto^,  á  cual  más  interesantes,  dice  que  sólo  se  iba  á 
ocupar  del  segundo,  tanto  para  molestar  el  menor  tiempo  posible  la  aten- 
ción déla  Academia,  como  porque  los  otros  dos  puntos  habían  sido  la  base 
principal  de  la  brillante  disertación  del  Dr.  Sañudo,  á  la  que  absoluta- 
mente nada  podría  añadir,  permitiándose  únicamente  afirmar  el  hecho  de 
que,  á  su  modo  de  ver,  exinte  en  Madrid  la  pelagra,  que  en  ios  casos  por 
^1  observados  comienza  por  eritema  del  dorso  de  las  manos,  eritema  que  se 
recrudece  y  que  va  acompañado  de  trastornos  del  aparato  digestivo  y  del 
sistema  nervioso,  y  que  la  enfermedad  va  progresando  hasta  llegar  á  los 
fenómenos  de  esas  mielitis  tóxicas  combinadas  de  qne  hablaba  el  Dr.  Sa- 
findo,  á  la  degeneración  mental  y  á  la  caquexia. 

Respecto  á  este  punto  nada  más  tenía  que  añadir,  aunque  sí  manifestar 
que,  según  tenía  entendido,  el  Dr.  Azúa,  citado  por  el  Dr.  Sañudo,  esti- 
maba que  no  existía  la  pelagra  en  Madrid,  sino  que  lo  que  existían  eran 
forma»  pelagroides ;  que  de  esto  se  había  tratado  en  una  sesión  de  la  Aca- 
demia Medico -quirúrgica  por  personas  en  su  concepto  competentísimas  en 
estos  asuntos,  tales  como  el  Dr.  Valle  y  otros,  conviniendo  en  que  no  exis* 
tía  la  pelagra,  sino  casos  de  eritema  pelagroide. 

Entrando  en  el  segundo  puntó,  dice  es  necesario  convenir  que  de  todos 
los  trabajos  publicados  se  desprendía  qne  las  cansas  que  producen  la  pela- 
gra varían  de  un  modo  extraordinario,  agradándole  sobremanera  el  oir  la 
comunicación  del  Dr.  Huertas,  en  la  que  se  aporta  á  la  etiología  de  la  pe- 
lagra en  Madrid  un  nuevo  factor,  que  era  la  alimentación  especial  de  les 
que  se  dedicaií  á  la  industria  vulgarmente  llamada  de  la  busca. 

Cuando  se  recapaeita  que  especialmente  Lombroso  había  defendido  des- 
de todos  los  puntos  de  vista  que  la  causa  de  la  pelagra  era  el  bacterium 
maidis,  y  se  ve  producirse  esta  enfermedad  en  regiones  donde  los  enfermos 
no  han  comido  nunca  maíz  ni  sano  ni  enfermo;  en  poblaciones  donde  el  des- 


100 

arrollo  de  la  enfermedad  se  limita  á  ciertas  clases  sociales  qne  tienen  una 
alimentación  insuficiente,  y  probablemente  alterada,  y  aquí  en  Madrid,  en 
donde  se  la  ve  unida  con  esa  alimentación  especial  de  los  que  se  dedican  4 
la  industria  llamada  de  la  busca,  hace  pensar  que  todas  estas  condiciones 
etiológicas  no  efan  más  que  Tehiculos  del  producto  patógeno. 

Estima  difícil  resolver  de  plano  si  el  proceso  morboso  es  provocado  f)or 
un  tóxico  ó  por  un  agente  infeccioso. 

En  contra  de  la  hipótesis  de  un  proceso  infeccioso  existia  para  él  una 
serie  de  condicionales  que,  si  no  tenia  un  valor  decisivo,  cuando  menos  in- 
clinaba el  ánimo  en  contra  de  semejante  opinión,  como  lo  demostraba  la 
limitación  y  localización  en  determinados  territorios,  como  ocurre  en  Astu- 
rias, el  desconocerse  un  periodo  de  incubación,  el  ser  atribuida  á  distintoa 
gérmenes  (bacterium  maidis,  penicilluny  glaucum,  etc.),  el  curso  intermi- 
tente de  la  enfermedad  y  otros  tantos  datos. 


PRESIÓN    ARTERIAL   EN    LA   PELAGRA 


NÚMERO 

/Húmero 

de  dian  d« 

obMrra» 

clon. 

IIÚIERO  DE  días  en  QUE  U  PRESIÓN  ARTERIAL  FUÉ  DE 

DB   LAB    CAUAB 

9 

10 

i 

11 

12 

V 

13 

9 

14 

15 

1 

16 

3 

17 

9 

IS 

19 

i 

» 

Sala  30,  núm.  16. --Pela- 
gra con  broDOOlieanionía, 
edemM,  derrames  en  el 
peritoneo  y  pleura,  etc.; 
ún  albúmina  en  la  orina 
(bSafios) 

' 

• 

Sala  30.  ntlm   17.  — Pela- 
gra en  período  caquécti- 
co (iSaftos) 

/ 

16 

9 

» 

» 

9 

2 

7 

o 

I       1 

1 

3 

9 

w 

Sala  30,  nüm.  31. ^Pela- 
gra, con  catarro  bron- 
quial crónico  r63  afios}. . 

97 

9 

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9 

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1 
5 

U 

27 

16 

9 

5 

2 

En  cambio,  más  bien  hablan  en  favor  de  una  intoxicación,  además  délas 
referidas  indicaciones,  una  serie  de  inrestigaciones  experimentales  toxico- 
lógicas,  el  estado  de  la  nutrición  de  estos  enfermos,  y  hasta  su  presión  ar* 
teriai.  Becuérdense,  á  este  efecto,  los  experipientos  de  Babés  y  Manicalide» 
de  los  cuales  parece  desprenderse  que  en  el  suero  de  los  individuos  curados 
de  la  pelagra  existe  una  S|ibstancia  especifica  (¿una  antitoxina?)  que  se 
opone  á  la  acción  tóxica  del  maiz  averiado,  con  el  cual  habíap  intoxicado 
á  otros  animales,  y  los  experimentos  de  Carlos  Geni,  de  Beggio  Emilio,  el 
cual,  inyectando  suero *de  pelagrosos  en  la  clara  de  huevos  de  gallina,  obtu- 
vo una  perturbación  y  retraso  en  la  evolución  embriogónica.  La  nutrición 
de  estos  enfermos  también  está  perturbada,  sobre  todo  en  lo  que  se  refiere 


101  .[■;.:    \^^:':Vjy.. 

á  las  substancias  hidrocarbonadas,  pnesto  que,  según  se  desprende  de  los 
experimentos  de  Lacateilo,  t aliándose  de  la  acetonnria  experimental,  exis- 
te en  los  pelagrosos  una  alteración  real  en  los  cambios  de  los  hidratos  de 
carbono,  en  el  sentido  de  ser  incompletamente  utilizados.  Por  fin,  la  pre- 
sión arterial  está  generalmente  disminuida,  según  se  desprende  de  las  in- 
Testigaciones  4^  Zwilinger  primero,  de  Parhon  y  Ranitesco  después,  y  las 
que  yo  he  Ueyadu  á  cabo  en  mi  clínica,  á  raiz  de  la  publicación  de  estas 
últimas. 

Gomo  se  puede  Ter  en  el  cuadro  de  la  pág.  100,  el  número  máximo  de 
días  corresponde  en  los  tres  enfermos  á  presiones  arteriales  inferiores  á  la 
normal,  en  relación  con  su  edad  respectiva. 


ACADEMIA   MEDIOO-QÜIBÚROICA   £8PA!T0LA 
8€nán  del  dia  21  de  Mayo  de  1906. 

Un  case  de  mastitis  corada  por  el  proeedimiento  de  Bier.-^El  Dr.  Ooyaneé 
presenta  una  enferma  curada  de  mastitis;  he  aquí  su  historia  y  el  trata- 
miento empleado:  joven  de  veintiséis  años  que  en  diciembre  pasado  tuvo 
ana  mastitis  puerperal  con  formación  de  flemón  y  absceso  que,  al  abrirse 
«n  la  piel  quince  días  después,  dejó  varios  trayectos  fistulosos,  fuente  in- 
agotable de  pus,  situados  en  la  parte  posterior  de  la  mama  derecha.  A  pe- 
sar de  emplear  iodos  los  tratamientos  recomendados  en  estos  casos,  la 
supuración  seguía  abundante  y  no  se  notaba  señal  alguna  indicadora  de 
favorable  terminación.  En  vista  del  fracaso  de  todos  los  tratamientos  usa- 
dos durante  tres  meses  y  medio,  comenzó  Groyanes  á  aplicar  el  procedi- 
miento de  Bier-Klapp  hace  quince  días,  observando  que  á  la  cuarta  sesión 
la  fístula  ya  no  exudaba  nada  de  pus,  sino  algunas  gotas  de  sangre,  y  que 
á  la  quinta  sesión  las  fístulas  estaban  cerradas  completamente  y  la  lesión 
carada. 

Gomo  se  ve,  los  resultados  obtenidos  no  han  podido  ser  más  favorables. 
Klapp  emplea  un  aparato  especial,  pero  el  exponente,  que  carecía  de  él,  lo 
improvisó  del  siguiente  modo:  en  la  parte  estrecha  de  un  embudo  de  cris- 
tal enchufó  un  tubo  de  goma,  y  el  otro  extremo  de  este  tubo  en  un  aspira- 
dor Potain,  ó  en  su  defecto  en  una  jeringa  de  cura.  Oon  ésta  ó  con  aquél  se 
hace  enrarecer  el  aire  del  embudo  aplicado  á  la  superficie  fistulosa  de  la 
mama.  De  este  modo  practicó  sesiones  diarias  de  media  á  una  hora  de  du- 
ración. 

Oon  el  método  de  Bier  puro  se  hace  una  hiperhemia  por  éxtasis  (jBtannghi" 
perkemie  de  los  alemanes),  en  tanto  con  el  procedimiento  de  Bier-Klapp 
se  produce  una  hiperhemia  por  aspiración  sanghiptrheme). 

Estudia  después  el  mecanismo  íntimo  de  los  efectos  producidos  y  las 
teorías  expuestas  hasta  hoy  para  interpretarlos. 

OftaliBaplegias.  —  El  Dr.  6alas  Vaga:  Entre  los  ejemplares  que  fueron 
presentados  en  sesiones  anteriores  referentes  á  distintas  localiza<3Íones 
anatómicas  de  las  parálisis  oculares,  ofrece  verdadero  interés  una  de  las 
«nfermas,  que  observada  por  los  Sres.  Académicos  pudieron  comprobar 


i'.'"-  '.;-:  ;  •     ■;  102 

.      • ••     '• 

UBa  lesión  unilateral  de  la  base  qne,  afectando  el  ócaloinotor  común  del 
lado  derecho,  sin  respetar  ninguna  de  sus  ramas,  se  acompañó  de  gran  mi- 
driasis  paralitica;  cosa  poco  frecuente  cuando  se  trata  de  una  lesión  nu* 
dear  progresiva  crónica  que,  como  en  uno  de  los  enfermos  ocurría,  la 
midriasis  es  siempre  mediana  y  de  marcha  progresiva  como  los  demás  sín- 
tomas paralíticos.  De  estos  dos  enfermos  se  hace  sólo  mención  para  poner 
de  relieve  su  diferencia  diagnóstica  por  la  sintomatología  visible. 

Bl  tercer  casó,  el  más  interesante  de  todos  y  al  que  ha  de  referir  su  co- 
municación, es  un  niño  de  tres  años  de  edad,  sin  antecedentes  patológicos 
por  parte  de  los  padres,  habiendo  perdido  dos  hermanos  de  convulsiones  y 
ataques  á  la  cabeza ;  el  enfermo  ha  padecido,  entre  otras  afecciones  de  U 
infancia,  un  sarampión  reciente.  En  noviembre  pasado  se  notó  en  el  en- 
fermo dificultad  motora  de  la  mano  y  brazo  izquierdo,  hasta  el  punto  de 
quedar  imposibilitado  de  marcha  y  prehensión ;  síntomas  que  á  los  pocos 
días  se  completaron  con  fenómenos  de  parálisis  ocular  del  ojo  derecho» 
Guando  Salas  le  observó  presentaba  hemiplegia  con  brazo  péndulo,  mar- 
cha difícil  arrastrando  la  punta  del  pié,  reflejos  exaltados,  integridad  sen- 
sitiva. Paresia  completa  del  motor  ocular  común  derecho  en  su  inervación 
extrínseca,  quedando  indemne  la  pupila  con  integridad  de  reacción  á  la 
luz,  acomodación  y  acción  medicamentosa.  Todo  el  síndrome  se  acompaña 
de  una  manifiesta  paresia  del  facial  inferior  del  lado  izquierdo.  La  visión 
es  normal  y  la  reacción  eléctrica  no  presenta  alteración  manifiesta. 

La  complejidad  sintomática  que  produce  una  lesión  encefálica  origi- 
nando un  síndrome  de  hemiplegia  con  parálisis  ocular  4^1  lado  contrario, 
despierta  la  idea  de  la  asociación  paralítica  de  localización  péduncular  ó 
síndrome  de  Weber;  pero  en  él  resultan  lesionadas  las  fibras  motoras  de 
las  extremidades  antes  de  su  cruzamiento;  las  del  motor  ocular  común» 
después  de  este  cruzamiento,  cuando  reunidas  ya  se  agrupan  formando  laa 
fibras  radiculares  interpedunculares,  produciéndose  en  todos  los  casos,  por 
'  pequeñas  que  sean  las  lesiones,  la  parálisis  completa  del  motor  ocular  co- 
mún en  el  mismo  lado  de  la  lesión.  £1  no  ocurrir  los  fenómenos  en  el  caso 
observado  y  la  asociación  rara  de  la  parálisis  del  facial  inferior  en  el  lada 
de  la  hemiplegia,  hace  desechar  el  síndrome  en  cuestión,  por  muy  atípica 
que  pudiera  presentarse. 

Ni  en  la  corteza  cerebral,  recordando  Ja  probable  meningitis  responsable 
de  la  muerte  de  los  hermanos,  puede  existir  una  lesión  responsable  del 
cuadro  morboso  que  intentamos  interpretar,  puesto  que,  si  bien  la  hemi- 
plegia con  su  asociación  paralítica  del  facial  del  mismo  lado  pudiera  ex- 
plicarse por  ella,  no  habría  argumento  fácil  en  que  apoyar  la  parálisis 
unilateral  completa  del  motor  ocular  común,  dado  que  las  oftalmoplegias 
de  origen  cortical  son  síndromes  paralíticos  asociados. 

De  igual  modo  hemos  de  desechar  la  lesión  en  la  base,  porque  en  estos 
casos,  por  el  hecho  de  afectarse  el  nervio  formado  ya,  puede  ser  unilateral, 
pero  siempre  completa,  afectando  todas  las  ramas  de  distribución  perifé- 
rica, cual  ocurre  en  uno  de  los  enfermos  presentados. 

Wi  la  región  nuclear  del  óculomotor,  porción  tegmerUal  del  pedúnculo,  al 
nivel  de  los  tubérculos  cuadrigéminos  próximos  á  la  línea  media  y  al  aoue- 
duoto  de  Hylvio,  hemos  de  buscar  las  lesiones,  que  destruyendo  porciones 


103 

aisladas  del  núcleo,  respetando  otras,  sean  las  responsables  del  síndrome 
de  este  enfermo. 

Siendo  esta  región  la  predilecta  de  las  encefalitis  hemorrágicas  y  adap- 
tándose el  enfermo  al  tipo  superior  de  esta  lesión,  no  halla  inconyeniente 
en  incluirle  entre  las  poco  frecuentes  oftalmoplegias  de  Wemioke.  Entre 
loe  síntomas  de  foco  que  producen  estas  lesiones  figuran  en  primer  término 
las  parálisis  oculares  sin  regla  determinada,  que  presentándose  desde  el 
principio  ó  después  de  los  primeros  síntomas  de  la  enfermedad,  pueden 
afectar  á  cualquiera  de  los  motores  oculares  con  predominio  de  alguna 
de  sus  ramas  periféricas,  dejando  indemne  en  algunas  circunstancias  el 
músculo  ciliar  y  el  esñnter  del  iris,  acompañándose,  por  el  contrarío,  de 
hemiparesia  de  las  extremidades  y  del  facial  inferior  del  lado  opuesto. 

La  diferenciación  entre  esta  forma  que  estudiamos,  la  de  Strummpell  y 
la  infección  bulb|ir  se  establece  por  los  síntomas  de  irritación,  conrulsio- 
nes  curadas,  contracturas  y  movimientos  coréicos  preparaliticos  de  hemi- 
plegias  y  completas  monoplegias ;  y  con  la  segunda  por  los  trastornos  di- 
sártricos,  de  deglución,  laríngeos,  parálisis  del  Telo  y  nervios  faciales  que 
caracterizan  la  forma  bulbar.  ' 

Los  factores  etíológicos  que  integran  la  oftalmoplegia  de  Wemicke',  si 
bien  hay  que 'buscarlos  en  las  alteraciones  vasculares  lentas  que  producen 
las  intoxicaciones,  no  dejan  de  intervenir  las  endocarditis,  ligadas  á  las 
afecciones  agudas,  entre  las  que  el  sarampión,  sufrido  por  este  enfermo, 
puede  ser  responsable. 

El  Dr.  Mansilla  dice  haber  observado  que  en  la  sesión  anterior  el  doctor 
Fernández  Banz,  y  en  ésta  el  Dr.  Salas,  llaman  oftalmoplegia  á  la  parálisis 
de  cualquier  nervio  motor  del  ojo,  y  cree  él  que  esto  es  un  error;  para  que 
haya  oftalmoplegia  es  preciso  que  estén  paralizados  dos  nervios  de  un  ojo, 
ó  de  cada  lado.  Este  es  el  clásico  concepto,  y  el  que  se  debe  seguir. 

El  Dr.  Sterling  lamenta  que  el  Dr.  Salas  no  haya  dicho'cómo  ha  explo- 
rado á  este  enfermo,  si  con  vidrios  rojos,  para  ver  si  la  parálisis  es  homó- 
nima, etc.  Explica  la  manera  de  hacer  estas  exploraciones  en  la  Clínica 
de  Lapersone.  Respecto  al  tratamiento,  dice  que  como  la  parálisis  del  mo- 
tor ocular  común  es  de  origen  sifilítico  casi  siempre,  ha  debido  dar  trata- 
miento mercurial. 

El  Dr.  Sauz  Blanco  se  declara  conforme  en  un  todo  con  el  Dr.  Salas. 
Dice  al  Dr.  Sterling  que  el  objeto  de  todos  los  procedimientos  es  averiguar 
cuál  de  los  dos  ojos  es  el  enfermo,  y  tratándose  de  nn  nifto  de  tres  afios  es 
imposible  obtener  datos  acerca  de  cuál  es  la  imagen  coloreada,  etc.,  etc. 

Oree  que  es  peduncular  el  sitio  de  la  lesión,  y  afirma  que  los  casos  de 
parálisis  de  Wemicke  se  acompañan,  como  éste,  de  parálisis  del  facial 
inferior  y  son  ocasionados  por  el  sarampión  ó  la  escarlatina. 

El  Dr.  Fernández  Sanz  interviene  para  recoger  las  alusiones  del  doctor 
Hansilla.  Este  sefior,  dice,  ha  hecho  hincapié  en  la  cuestión  de  saber  á  qué 
debe  llamarse  oftalmoplegia,  y  sostiene  lo  de  los  dos  músculos  que  Brun* 
ner  dijo  en  1868.  Etimológicamente,  la  palabra  oftalmoplegia  significa 
parálisis  ocular,  sin  especificar  número  de  músculos ;  además,  todos  loe 
autores  modernos  la  emplean  ya  en  este  sentido,  y  no  hay  para  qué  retroce- 
der á  lo  que  se  afirmaba  en  1858. 


104 

El  Dr.^lSalas  es  de  la  opinión  del  Dr.  Fernández  Sanz  respecto  á  la  deno- 
minación de  oftalmoplegria  en  el  amplio  sentido  qae  hoy  se  acepta.  Res- 
pecto á  Sterling,  dice  que  hablando  á  nna  Academia^  creyó  qne  bastaba 
decir  el  hecho  obseryado,  sin  explicar  cómo  lo  averigaó ,  siendo  las  parálisis 
oculares  un  hecho  que  todo  el  mundo  sabe  explorar  bien.  El  esquema  y  el 
método  de  los  cristales  coloreados,  expuesto  por  Sterling,  está  también  en 
la  mente  de  todos. 

Si  no  empleó  el  tratamiento  mercurial,  fué  porque  creyó  y  cree  que  no 
se  trata  de  lesión  sifilítica,  según  claramente  e:^uso. 

Un  caso  de  sección  del  nervio  mediano.— >  El  Dr.  Oayarre  presentó  un  caso 
Tulgar  en  si,  pero  que  resultó  interesantísimo  por  la  admirable  maestra 
exposición  que  de  él  hizo  el  disertante.  Un  hoQibre  que  recibió  una  puña- 
lada en  el  antebrazo,  que  produjo  como  resultado  la  parálisis  de  la  terce- 
ra falange  del  índice  y  pulgar,  la  pronación  de  la  mano  y  toda  la  zona  de 
distribución  del  nervio  mediano.  Este  enfermo  había  sido  operado  pocos 
días  antes  de  hoy  por  el  Dr.  Groyanes,  que  hizo  la  sutura  del  nervio. 

Oon  motivo  de  este  caso,  hizo  Oayarre  una  minuciosa  investigación  de 
toda  la  zona  inervada  por  este  nervio,  examinando  la  resección  de  degene- 
ración de  los  músculos  que  inerva,  del  estado  de  la  sensibilidad,  haciendo 
notar  qne  la  sensibilidad  superficial  estaba  abolida,  pero  que  la  profunda 
persistía  en  parte  :  explicóse  este  fenómeno,  recurriendo  á  hechos  fisiológi- 
cos actualmente  en  estadio,  á  propósito  de  la  conductibilidad  sensitiva  de 
los  nervios  motéres  y  del  simpático,  y  estudió  las  hipótesis  de  un  notable 
neurólogo  inglés  que  ha  escrito  una  voluminosa  obra  acerca  de  esto,  y  que 
para  comprobar  y  estudiar  los  hechos  que  en  ella  expone,  se  hizo  seccionar 
su  nervio  mediano,  con  lo  cual  no  está  de  acuerdo  el  caso  suyo. 

Habló  después  de  las  teorías  para  explicar  la  restitutio  ad  integrun^  y  dijo 
que  aún  no  está  devuelta  la  función  del  nervio  en  este  caso,  porque  para 
ello  se  necesitan  de  cinco  á  diez  meses.  Lo  primero  que  reaparece  es  la  sen- 
sibilidad, después  la  motilidad,  y  por  último,  la  excitabilidad  eléctrica  del 
nervio.  Todo  esto  empleando  la  electricidad,  el  masaje  y  los  baños,  para 
oponerse  á  la  atrofia  muscular. 


SOCIEDAD   GINEOOLÓGICA    ESPAÑOLA 
Sétián  eientifiea  celebrada  el  dia  16  de  Mayo  de  1906. 

Dos  easos  do  muerto  liabitual  del  foto.  —  El  Dr.  Botella  dice  que  ha  traído, 
para  que  puedan  examinar  los[sefiores  socios,  unas  preparaciones  de  pla- 
centas, que  son  interesantes  por*lo6  conceptos  que  va  á  exponer. 

Se  trata  de  dos  casoelde  muerte  habitual  del  feto,  y  aunque  desgracia- 
damente no  son  muy  raros  estos  casos,  hace  interesante  este  asunto  el  que 
en  muchas  ocasiones  no  sepamos  la  causa  á  que  eso  obedece  y  á  que  la  pa- 
tología de  la  placenta  esté  por  hacer. 

El  aportar,  aunque  sólo  sea  un  grano  de  arena  al'eetndio  de  este  asunto, 
le  ha  animado  á  daros  cuenta  de  sus  trabajos.  En  uno  de  los  casos  se  trata 


105^ 

de  una  señora  qae  ha  pocos  dias  ha  tenido  sa  octavo  parto.  Los  siete  ante- 
riores terminaron  con  la  expulsión  de  fetos  de  término,  muertos,  que  por 
los  síntomas  observados  por  la  sefiora  y  lo  poco  avanzado  de  la  maceración, 
remontaba  su  muerte  á  tres  ó  cuatro  dias.  Sólo  uno  nació  vivo,  el' que  ha- 
cia el  número  seis,  y  éste  nació  con  enfermedad  azul,  viviendo  sólo  treinta 
j  seis  horas. 

Ni  la  sefiora  ni  su  esposo  tienen  antecedentes  sifilíticos,  ni  nada  que 
pueda  hacer  sospechar  esta  infección ;  son  personas  sanas  y  bien  constitui- 
das, y  no  existe  ninguna  de  las  causas  que  suelen  ocasionar  muertes  del 
feto,  ni  el  alcoholismo,  ni  tuberculosis,  ni  enfermos  de  corazón;  los  emba- 
razos son  buenos.  Como,  á  pesar  de  la  falta  de  datos  por  parte  de  lós  padres, 
los  fetos  eran  voluminosos,  de  cutftro  kilogramos  y  más,  las  placentas  de 
los  que  yo  pude  examinar,  ó  sean  sexto  y  séptimo,  eran  grandes,  hiper- 
tróficas, y  determiné  provocar  el  parto  antes  de  la  época  habitual  de  la 
muerte  del  feto  y  someter  la  sefiora  de  que  trato  á  un  régimen  específico,* 
El  marido  consultó  con  el  Dr.  Gutiérrez,  nuestro  querido  consocio,  y  es- 
tuvo conforme.  La  embarazada  ha  estado  sometida  unos  dos  meses  á  tra- 
tamiento mercurial  y  de  yoduros,  y  á  los  nueve  meses  justos  de  su  último 
periodo,  asegurándome  de  que  el  feto  estaba  vivo,  provoqué  el  parto,  pri- 
mero con  gasa  glicerinada,  taponando  el  cuello  é  insinuándolo  entre  las 
membranas  y  el  segmento  inferior.  No  provocó  esto  sino  ligeros  dolores,  y 
al  día  siguiente  introduje  una  sonda  bien  desinfectada  éntrelas  membranas 
y  el  útero,  y  la  hice  tomar  un  gramo  de  sulfato  de  quinina  en  dos  sellos; 
á  las  doce  horas  próximamente  dio  á  luz  un  feto  vivo  masculino,  de  8.750 
gramos  de  peso  y  presentando  una  hipertrofia  del  timo,  que  nos  alarmó  ios 
dos  primeros  dias,  pues  en  ciertas  posiciones  le  producía  accesos  de  asfixia. 
Todo  fué  cediendo,  y  hoy  este  niño,  que  tiene  treinta  y  tres  dias,  se  va 
desarrollando  y  sólo  presenta  unas  lesiones  en  la  raíz  ungual  de  varios 
dedos,  que  por  parecerme  de  índole  sifilítica  he  aconsejado  lo  vea  el  doctor 
Azúa,  cuya  competencia  en  esta  materia  es  de  todos  conocida.  Por  torpeza 
de  las  criadas,  no  op  puedo  presentar  preparaciones  de  la  placenta  última, 
que,  microscópicamente,  tenia  el  mismo  aspecto  que  la  anterior,  de  la  que 
son  los  cortes  que  habéis  visto. 

Deseando  conocer  la  opinión  de  persona  competente  en  histología,  ha 
tenido  la  bondad  de  ver  estas  preparaciones  el  Dr.  Sala,  y  he  aquí  su  pa- 
recer: I."*,  la  sangre  de  los  vasos  y  senos  maternos  presenta  gran  abundan* 
da  de  fagocitos,  solicitados  probablemente  por  alguna  substancia  quimio- 
táxica  positiva  (¿toxina?);  2.'',  el  tejido  placentario  materno  con  gran 
multiplicación  de  núcleos  de  las  células  conjuntivas  y  disminución  del  ca- 
libre de  los  vasos;  8.**,  vellosidades  córlales  que  presentan  las  siguientes 
alteraciones:  A^  tejido  del  estroma  con  gran  cantidad  de  núcleos,  muy 
denso.  B,  sincitium  con  tendencia  á  despegarse  del  tejido  subyacente. 
C7,  en  algunos  sitios  el  corte  de  los  vasos  de  las  vellosidades  deja  ver  au- 
mento también  de  fagocitos.  X),  retracción  general  de  los  senos  maternos, 
presentando  escasa  amplitud  en  relaci|f3n  á  la  mata  de  vellosidades.  Me 
parece  notar,  además  de  esas  lesiones,  que  el  revestimiento  sinsicial  de  las 
vellosidades  es  más  completa  de  lo  que  á  término  se  ven  en  placenta  nor- 
mal, tomando  los  núcleos  la  coloración  muy  fuerte  y  las  vellosidades  un 


106 

poco  máfl  grandes,  existiendo  tanto  en  los  senos  como  en  los  vasos  gran 
cantidad  de  sangre,  como  si  existiera  éxtasis  sanguínea. 

Como  veis,  no  son  los  caracteres  qae  se  asignan  á  la  placenta  sifilítica.^ 
Begún  Fraenkel,  si  es  de  origen  paterno,  las  rellosidades  son  las  solas  ata- 
cadas, están  degeneradas  y  llenas  de  granulaciones  que  producen  la  obli- 
teración de  los  vasos ;  si  es  materna,  las  lesiones  son  las  de  endometritiíl 
gomosa.  Sinety  cree  encontrar  siempre  en  la  placenta  siñlitica,  la  hiper- 
trofia y  la  degeneración  fibrosa  de  la  vellosidad  é  islotes  caseosos. 

El  segundo  caso  tiene  la  historia  siguiente :  sefiora  de  cuarenta  y  dos 
afios,  sin  antecedentes  específicos,  artrítica  y  de  familia  toda  con  diversas 
manifestaciones  de  artritismo.  Su  médico  de  cabecera,  persona  muy  com- 
petente, cree  que  su  corazón  no  es  un  órgano  completamente  sano,  aunque 
no  tenga  soplo  ni  alteraciones  de  sus  ruidos,  su  circulación  no  es  entera- 
mente fisiológica.  Primer  embarazo,  terminado  por  aborto  de  cuatro  me- 
ses. Segundo  embarazo,  albuminuria  y  expulsión  á  los  ocho  meses  de  un 
feto  muerto.  Persistió  la  albuminuria  en  pequefia  cantidad  algunos  meses, 
desapareciendo  después  completamente.  El  último  embarazo  fué  normal; 
nose  encontró  albúmina,  ni  por  el  calor  ni  por  el  reactivo  de  Esbach,  en 
los  múltiples  análisis  que  se  hicieron.  Los  latidos  del  corazón  fetal  perma- 
necieron normales  hasta  seis  días  antes  del  parto,  que  fué  la  última  ves 
que  la  ausculté.  Fui  avisado,  por  empezar  á  sentir  los  primeros  dolores,  y 
al  reconocerla  no  pude  encontrar  los  latidos  fetales ;  esto,  unido  á  que,  se- 
gún manifestó  la  parturiente,  hacía  tres  días  no  sentía  los  movimientos 
del  feto,  me  hizo  diagnosticar  su  muerte. 

Parto  de  un  feto  muerto  y  con  maceración  incipiente,  pequeño,  y  no  tuvo 
apenas  líquido  amniótico,  placenta  pequefia  y  sembrada  de  infartos  blancos. 

Al  examen  microscópico,  según  el  Dr.  Sala,  se  observa  lo  siguiente:  las 
arterías  uterinas  en  la  serótina  presentan  como  modificación  esencial  la 
formación  de  tres  capas  distintas,  que,  á  partir  de  la  luz  del  vaso,  son  una 
interna,  limitante,  constituida  de  tejido  denso  donde  predominan  las  fibraa 
conjuntivas  y  escasean  los  núcleos;  otra  zona  subyacente  que  podremos  lla- 
mar intermedia,  donde  el  tejido  presenta  grandes  espacios  lacunares,  infil* 
tractos  de  materia  plasmática,  y  otra  más  extensa  en  que  el  tejido  va  pau- 
latinamente apretándose,  y  podía  llamarse  zona  externa  ó  de  resistencia^ 
porque  probablemente  ese  es  su  papel ;  resiste  el  empuje  del  plasma  extra- 
vasado haciendo  sentir  el  contragolpe  sobre  la  pared  del  vaso  que,  apretado 
entre  la  capa  intermedia  y  el  líquido  sanguíneo  por  dentro^  se  condensa  y 
forma  esa  capa  de  tejido  apretado.  Avanzando  el  fenómeno,  se  observan 
las  siguientes  modificaciones:  1.*,  va  haciéndose  más  densa  y  apretada  la 
zona  intermedia  ó  de  infiltración,  y  por  fin  queda  el  vaso  obstruido  y  el  te- 
jido de  la  serótina  en  una  masa  esclerosada. 

Las  vellosidades  córlales  tienen  una  infiltración  ó  edema  visible,  espe- 
cialmente por  la  esponjosidad  del  tejido  coríal ;  el  sincitium  muéstrase  muy 
adherido  al  tejido  subyacente  y  forma  con  el  substratum  inmediato  una  capa 
periférica  á  la  vellosidad,  que  resalta  como  una  cascara  en  los  cortes  de 
las  vellosidades. 

Gomo  veis,  el  aspecto  macroscópico  y  en  algunos  caracteres  del  micros- 
cópico, parece  una  placenta  de  nefrítica,  pero  en  una  embarazada  que 


107 

nniica  preseDtó  albúmina  por  los  medios  de  investigación  que  he  citado/ 
claro  que  no  se  pnede  negar  que  existiera  alguna  albnmosa  que  podia  ha- 
ber precipitado  con  otros  reactivos;  pero  como  no  se  notara  ningún  fenó- 
meno que  me  pusiera  en  guardia,  me  contenté  con  los  clásicos  de  Esbach  y 
el  calor.  Estos  cortes,  que  espero  reconozcáis  y  me  deis  vuestro  parecer,  los 
he  creído  interesantes  para  ayudar ,  aunque  sea  poco,  al  esclarecimiento 
de  las  causas  de  la  muerte  habitual  del  feto ;  que  si  cuando  se  trata  de  una 
sífilis  obtenemos  resultados  tan  brillantes  como  seguramente  habéis  obte- 
nido en  clientes  vuestros,  y  yo  también  podría  citaros  casos  notables,  no  su- 
cede lo  mismo  cuando  desconocemos  la  causa  ó  ésta  no  podemos  combatirla» 

El  Dr.  Eecasens  felicita  al  Dr.  Botella  por  haber  traído  á  la  Sociedad  Gi  • 
necológica  un  tema  tan  interesante,  como  es  el  de  la  anatomía  patológica 
de  la  placenta,  ya  que  sobre  constituir  estos  asuntos  especulativos,  estudios 
Terdaderamente  científicos,  elevan  el  nivel  de  las  discusiones  de  la  Socie- 
dad«  huyendo  de  enojosos  personalismos. 

Del  examen  que  ha  realizado  de  las  preparaciones  histológicas  presenta- 
das por  el  Dr.  Botella,  no  puede  sacar  deducciones  coucluyentes  sobre  la 
naturaleza  del  proceso  que  ha  determinado  en  la  primera  historia  relatada, 
la  repetición  de  los  partos  prematuros,  lamentándose  que  las  preparacio- 
nes histológicas  hayan  recaído  en  las  porciones  de  placenta  más  próximas 
al  amnios  y  no  en  el  punto  correspondiente  á  la. serótina,  que  es  donde  las 
lesiones  sifilíticas  se  observan  con  mayor  intensidad.  Cree  que  las  lesiones 
que  en  las  placentas  determina  la  sífilis,  son  de  diferentes  especies,  y  que 
8Í  bien  las  lesiones  descritas  por  los  clásicos  como  esclerósicas,  son  muy 
frecuentes,  no  son  las  únicas,  sino  que,  como  ha  observado  Frassi,  Fraenkel 
y  otros,  la  atrofia  de  las  estructuras  deciduales  es  un  fenómeno  que  se  ob- 
serva con  gran  frecuencia  y  que  á  ello  es  debido  la  muerte  prematura  de 
los  fetos  en  las  mujeres  afectas  de  esta  enfermedad,  en  tanto  que  las  lesio- 
nes esclerósicas  con  destrucción  del  sincitium  y  de  la  capa  celular  de  Lan- 
ghaus,  son  las  determinantes  de  las  adherencias  placentarias  que  obligan 
á  practicar  en  muchas  ocasiones  el  alumbramiento  artificial. 

En  la  preparación  histológica  presentada  por  el  Dr.  Botella,  no  reconoce 
más  lesiones'que  el  desprendimiento  á  modo  de  colgajo  de  algunas  masas 
plasmodiales,  pero  advirtiendo  que  él  ha  observado  este  mismo  fenómeno 
en  preparaciones  de  placentas  completamente  normales,  por  lo  que  no  se 
atreve  á  darles  en  este  caso  una  significación  patológica;  la  existencia  de 
leucocitos  polinucleados  los  considera,  al  igual  que  el  Dr.  Botella,  como  in- 
dicio de  una  defensa  antitóxica  del  organismo. 

Del  segundo  caso  presentado  por  el  Dr.  Botella,  dice  que  no  puede  hacer 
observaciones  por  no  haber  tenido  tiempo  de  examinar  la  preparación, 
pero  reconoce  la  exactitud  de  la  interpretación  dada  por  el  distinguido  to- 
cólogo disertante,  dados  los  caracteres  anatomopatológicos  descritos. 

El  Dr.  Botella  da  las  más  expresivas  gracias  al  Dr.  Recasens  por  las  muy 
benévolas  frases  que  ha  tenido  para  su  modesto  trabajo,  hijas  de  la  amis- 
tad que  le  profesa,  y  á  las  que  sabe  corresponder. 

La  preparación,  dice,  que  ha  examinado  es  efectivamente  de  la  cara  fe- 
tal de  la  placenta,  pero  hay  otras  más  profundas  hasta  alcanzar  la  serótina» 
y  las  lesiones  son  las  mismas. 


108 

Corle  epitelloma  típico.—  El  Dr.  Outiérrez  presentó  anas  preparaciones 
microscópicas  de  corio-epitelioma  típico,  muy  cariosas  por  la  historia  clíni- 
ca qtie  las  motivó,  y  de  gran  enseñanza  reápecto  á  la  génesis  de  dicha  pro- 
ducción patológica. 

El  caso  se  refiere  á  una  cliente  del  Dr.  D.  Rnperto  Sánchez,  socio  de  la 
Ginecológica;  dicha  sefiora,  de  cuarenta  y  ciniío  afios  de  edad,  casada  y 
residente  en  Madrid,  ha  tenido  seis  partos  completamente  normales,  como 
los  puerperios,  habiendo  lactado  á  todos  sas  hijos.  El  último  parto  tavo. 
lagar  hace  ocho  afios  (el  20  de  jalio  de  1898). 

Recuerda  bien,  y  lo  mismo  el  médico  que  la  asistió  en  su  trance,  que  en 
todos  fué  espontánea  y  completa  la  expulsión  de  la  placenta. 

Nunca  tuvo  abortos.  Sus  reglas  desaparecieron  hace  seis  afios,  pero  en 
distintas  épocas  ha  venido  notando  desde  entouces  que,  sin  regularidad, 
pierde  pequeñas  cantidades  de  sangre,  repitiéndose  últimamente  las  man- 
chas cada  diez  ó  doce  días,  sin  que  por  ello  se  haya  resentido  el  estado  ge- 
neral de  la  enferma  ni  se  hayan  presentado  dolores. 

Hace  dos  meses  consnltó  con  el  Dr.  D.  Ruperto  Sánchez,  quien  pudo 
apreciar  que  el  cuello  uterino  estaba  muy  dilatado,  pero  sin  que  ofreciera 
degeneraciones  ni  trastorno  alguno  el  hocico  de  tenca,  ni  ulceraciones,  ni 
el  cuerpo  uterino  estuviera  excesivamente  aumentado  de  volumen.  Enton- 
ces propuso  y  practicó  un  raspado,  llevando  al  laboratorio  algunos  produc- 
tos del  mismo  para  su  análisis.  El  Dr.  Duran,  jefe  del  laboratorio  del  Ins- 
tituto Rubio,  hizo  algunas  preparaciones  de  las  pequeñísimas  partículas 
que  le  remitió  el  Dr.  Sánchez,  y  pudo  notar  con  gran  extrañeza  que  éstas 
isontenian  elementos  coriales  en  diversos  estados,  por  cuyo  motivo  quiso 
conocer  la  opinión  del  Dr.  Gutiérrez ;  éste  examinó  dichas  preparaciones, , 
y  quedó  no  menos  sorprendido  que  el  Dr.  Duran,  al  comprobar  la  existen- 
cia de  un  corio-epitelioma  típico.  En  efecto;  recomienda  todos  los  cortea 
que  presenta  al  examen  de  los  señores  socios:  se  ven  numerosas  vellosida- 
des, unas  cortadas  al  través,  otras  más  ó  menos  oblicuamente,  que  en  unos 
pantos  ofrecen  una  constitución  histológica  completamente  normal,  con  su 
capa  de  Langhaus  intacta  en  casi  todo  su  contorifo,  iniciándose  en  otros 
ana  proliferación  que  duplica  y  aun  triplica  la  línea  de  los  elementos  cela* 
lares,  pareciendo  en  algunos  como  que  se  verifica  la  transformación  de  és- 
tas en  sincitium,  que,  por  lo  demás,  no  se  observa  como  formando  la  capa 
externa  de  la  vellosidad,  cual  sucede  en  las  placentas  jóvenes.  En  el  inte- 
ñor  de  ésta  aparecen  en  unos  sitios  numerosas  vacuolas  formando  la  tra- 
ma, en  cuyas  mallas  se  ven  numerosas  células  conjuntivas;  en  otros  pun- 
tos, la  proliferación  de  los  elementos  celulares  es  tan  considerable,  que 
llena  por  completo  el  interior  de  la  vellosidad,  habiendo  sufrido  efraccio- 
nes  la  capa  de  Langhaus  y  aun  desaparecido  en  absoluto,  permitiendo  la 
proliferación  excéntrica  y  la  diseminación  de  sus  elementos  aislados,  ó  por 
^^posó  masas  que  en  abundancia  se  venen  todo  el  campo  de  la  preparación. 
Estas  vellosidades,  en  diversas  fases  de  evolución,  están  separadas  por  un 
substratum  formado  por  elementos  sanguíneos,  y  en  el  cual  se  destacan 
también  agrupaciones  celulares  desprendidas  de  la  capa  de  Langhaus, 
constituyendo  nodulos  más  ó  menos  grandes  (y  esto  es  lo  notable  del  caso) 
que,  en  determinados  sitios,  llega  á  adquirir  proporciones  considerables. 


109 

Estos  nodulos,  por  la  disposición  de  los  elementos  celulares,  que  toman  la 
forma  poliédrica,  y  por  los  caracteres  de  la  substancia  intercelular,  repre- 
sebtan  el  tipo  del  epitelioma. 

£lDr.  Gutiérrez  presentaba  el  caso  como  una  curiosidad  científica,  pues 
datando  el  último  embarazo  de  esta  sefiora  de  ocho  afios,  no  es  f¿cil  expli- 
car cómo  han  permanecido  dormidos  tanto  tiempo  estos  elementos  córlales 
en  la  trama  del  tejido  uterino  para  erolncionar  al  cabo  en  el  sentido  de  la 
malignidad  que  acusad  estas  preparaciones.  Las  estadísticas  de  todos  los 
autores  relacionan  la  aparición  del  neoplasma  maligno,  llamado  deciduoma 
maligno  por  unos,  sincicioma  por  otros,  placen  toma  maligno  por  algunos,  y 
corioma  j  corio-epitelioma,  que  es  la  denominación  qué  cuadra  al  caso  pre- 
sente, con  el  embarazo  (parto  ó  aborto)  y  con  la  mola  hidatiforme ;  pero  la 
fecha  de  aparición  con  respecto  al  embarazo,  suele  ser  en  dichas  estadísti- 
cas de  dos  meses  á  dos  años,  cuando  más,  ó  dos  y  medio. 

¿Influiría  en  este  caso  la  menopausia  por  los  mismos  motivos  que  lo  hace 
en  las  demás  producciones  malignas  del  útero? 

El  hecho  positivo  es  que  en  la  matriz  de  esta  sefiora  se  han  encontrada 
vellosidades  coriales^j,  procediendo  de  la  proliferación  jdé  los  elementos 
celulares  de  la  capa  de  Langhaus,  existen  también  nodulos  epiteliomato- 
sos.  Y  como  este  hallazgo  hace  suponer  que  el  proceso  está  en  plena  evo- 
lución maligna,  aunque  no  sea  posible  afirmarlo  en  absoluto,  el  tratamien- 
to que  se  impone  es  la  histerectomía  vaginal  seguida  del  examen  macro  y 
microscópico  del  útero,  como  casa  más  que  agregar  á  los  muchos  publica- 
dos, y  más  curioso  por  las  circunstancias  que  en  él  concurren  y  que  son  ex- 
cepcionales. 

El  Dr.  Sánchez  (D.  Ruperto):  Los  datos  necesarios  para  completar  la 
brillante  exposición  del  caso  de  coríó*  epitelioma,  aquí  traído  por  el  doctor 
Gutiérrez,  son  los  que  se  refieren  á  ios  recogidos  por  mí  en  el  acto  del  ras- 
pado del  útero;  éstos  son  los  siguientes:  el  cuello  estaba  dilatado  hasta  el 
punto  de  permitir  hacer  el  raspado,  sin  previa  dilatación,  con  laminaria^ 
ni  ayudarse  de  los  tallos  de  Hegar,  permitía  la  entrada  en  la  matriz  del 
dede  índice,  y  por  allí  sin  dificultad  penetró  la  legra.  Al  menor  contacto 
este  cuello  daba  sangte,  pero  procedía  del  orificio  uterino,  no  de  la  parte 
exterior.  La  matriz  era  grande  (siete  centímetros  y  medio)  para  lo  que 
corresponde  á  una  menopáusica,  y  descendía  poco  y  mal  al  hacer  traccio- 
nes con  las  pinzas.  Las  paredes  del  útero  eran  gruesas  y  el  raspado  puda 
hacerle  con  bastante  detenimiento  y  raspando  bastante,  á  pesar  de  lo  cual 
Bólo  salieron  pequeñas  partículas  envueltas  en  los  coágulos,  que  después  de 
bien  lavados  recogió  para  llevarlos  al  examen  microscópico,  y  cuyas  prepa- 
raciones histológicas  han  servido  de  base  á  la  hermosa  conferencia  del  doc- 
tor  Gktiérrez.  Después  del  raspado  la  enferma  ha  continuado  bien  y  pien- 
sa aprovechar  la  enseñanza  del  caso  en  beneficio  de  la  enferma,  haciéndola 
la  histerectomía. 

£1  Dr.  Becasens  se  complace  en  tomar  parte  en  la  discusión  del  intere- 
sante caso  presentado  por  el  Dr.  Gutiérrez,  ya  que  la  observación  de  una 
preparación  histológica  como  la  que  acompaña  á  la  deaeripcióii  del  aaao  pre- 
sentado, reviste  los  caracteres  de  una  verdadera  rareza  anatomopatológica» 

Que  la  preparación  corresponde  á  un  corioma,  no  cabe  la  menor  duda. 


lio 

pues  no  hay  en  el  orcraDismo  normal  ningún  tejido  qne  pueda  confandirse 
con  laB  vellosidades  que  en  él  se  obserran ;  la  integridad  de  la  capa  celnlar 
de  Langhaas  qne  forma  en  alganas  de  las  rellosidades  que  en  la  prepara- 
ción se  observan  una  capa  verdaderamente  continua,  envolviendo' á  una 
masa  epitelial  con  sus  células  poliédricas  características,  con  sus  núcleos 
perfectamente  teñidos,  cree  que  pueden  permitir  la  aseveración  que  el  co- 
rioma  e^  una  neoplasia  de  origen  exclusivamente  ovular,  ya  que  la  inte* 
gridad  de  la  capa  de  Langbaus  demuestra  hasta  la  evidencia  que  la  proli- 
feración es  endovellosa  y  que  ninguna  parte  pueden  tener  los  tejidos  deci- 
duales  en  su  producción.  La  falta  de  elementos  conjuntivales  en  el  centro 
déla  vellosidad,  le  hacen  ver  una  relación  entre  este  proceso  y  el  molar, 
ya  que  asi  en  el  uno  como  en  el  otro  es  la  atrofia  y  la  disolución  del  tejido 
conjuntivo  el  que  precede  y  acompaña  al  proceso  de  proliferación  epitelial. 
Oree  asimismo  que  la  pieza  presentada  en  la  sesión  de  hoy,  como  otras  que 
tiene  el  Dr.  Recasens  en  su  colección,  permiten  afirmar  la  naturaleza  epi- 
telial de  las  células  de  Langbaus,  desechando  la  idea  sustentada  por  algu- 
nos de  considerarlas  como  del  tejido  conjuntivo  modificadas  en  su  forma. 
La  disolución  del  tejido  conjuntivo  del  ceutro  de  la  vellosidad  se  ve  bien 
en  algunas  de  las  que  se  observan  en  la  preparación  presentada  por  el  doc- 
tor Gutiérrez,  hasta  el  punto  que  al  observar  dicha  preparación  creyó  el 
Dr.  Recasens  que  podria  tratarse  de  una  mola  hidatiforme ;  el  examen  de 
otras  vellosidades  hizole  modificar  el  concepto  diagnosticando  un  corioma, 
diagnóstico  que  corroboró  la  historia  del  caso  expuesto  por  el  Dr.  Ou- 
tiérrez. 

Si  el  corioma  es  benigno  ó  maligno,  no  se  atreve  á  afirmarlo  de  modo 
categórico,  pero  atendiendo  á  la  edad  de  la  enferma  y  al  carácter  decidida- 
mente maligno  que  tienen  las  neoplasiks  epiteliales,  no  vacila  en  aceptar 
la  indicación  de  la  histerectomía  propuesta  por  el  Dr.  (Gutiérrez,  ya  que 
según  su  opinión,  practicándole  la  operación  por  vía  vaginal,  tiene  un  d9 
por  100  de 'pro  habilidades  de  curación,  evitándole  el  peligro  que  representa 
el  esperar,  ó  sea  de  llegar  después  tarde  á  la  misma. 


PERIÓDICOS 


Un  cato  de  pieloeittitlt  tratada  per  el  belmitel.  —  El  Dr.  Benjamín  Romo 
publica  en  La  Clínica  Moderna,  de  Zaragoza,  el  siguiente  caso  : 

cC.  B.,  casado,  de  sesenta  años.  Sin  antecedentes  morbosos  en  el  apara- 
to urinario,  recuerda  tan  sólo  que  hace  algún  tiempo  notaba  frecuentes 
ganas  de  orinar,  con  ligero  escozor  al  final  de  la  micción,  que  atribuía  á  la 
alimentación  especiada  de  ciertos  días  ó  á  ligeros  excesos  en  el  uso  de  be- 
bidas alcohólicas.  tJn  día  después'  de  haberse  acostado  sin  novedad,  des- 
pertóse súbitamente  con  deseos  de  orinar,  pesadez  en  el  bajo  vientre  y 
ligeros  escalofríos. 

La  retención  de  orina  era  completa  y  después  de  varios  ensayos  infruc- 
tuosos, se  acentuaron  los  dolores  hipogástricos,  extendiéndose  hacia  la  re- 


111   ' 

gión  lumbar  y  sscrocoxigea.  Se  aplicaron  de  momento  cataplasmas  emo- 
lientes en  el  hipogastrio,  bafios  generales  y  semicupios  calientes,  y  en  riata 
de  la  inutilidad  de  estofa  medios  se  procedió  al  cateterismo  de  la  uretra  por 
medio  de  una  sonda  Porges  núm.  10,  con  todas  las  precauciones  de  antisep- 
flia  necesarias  en  estos  casos.  Sond»  permanente.  Dieta  láctea.  Se  prescri- 
ben al  enfermo  unos  paquetes  con  salicitato  de  fenol  (salol),  0*50  centigra- 
mos; benzoato  de  sosa,  0'50  centigramos;  bicarbonato  sódico,  0'50  centi- 
gramos de  tres  á  cuatro  paquetes  al  día. 

A  los  tres  días  el  enfermo  no  acusa  dolores :  sigue  orinando  por  la  sonda 
fija.  Análisis  de  la  orina.  Gran  cantidad  de  glóbulos  de  pus.  Algunos  he- 
matíes. Reacción  alcalina.  El  examen  bacteriológico  demuestra  la  presen- 
cia de  estreptococos. 

Se  diagnostica  de  pidocUtiti»  aguda  con  praatalitis. 

Dos  días  después  se  retira  la  sonda  fija.  El  enfermo  pasa  veinte  horas  sin 
orinar.  Se  proceda  de  nuevo  al  cateterismo.  La  orina  eliminada  es  turbia 
y  Bangui nolenta.  El  olor,  fuertemente  amoniacal.  Re  acuerda  retirar  la 
sonda  permanente  para  evitar  el  contacto  de  la  mucosa  de  la  vejiga  con 
el  instrumento.  La  ratección  urinaria  sigue  siendo  absoluta. 

Se  sustituyen  los  t>aquetes  bemoico-saloladoa  por  la  esencia  de  sándalo  en 
cápsulas.  El  enfermo  sigue  en  el  mismo  astado. 

El  tenesmo  vesical  ha  aumentado  notablemente. 

Es  preciso  sondar  al  enfermo  cada  dos  horas  y  la  orina  eliminada  es  en 
pequeña  cantidad  y  con  grandes  dolores.  Hay  reacción  febril  todas  las  no- 
ches, que  llega  hasta  89*  y  décimas,  escalofríos  y  pulso  pequefio,  frecuente 
y  deprimido.  Se  administran  grandes  y  frecuentos  lavados  vesicales  con  lí- 
quidos indiferentes  ó  ligeramente  antisépticos  (agua  hervida  ó  boricada). 
Se  suprime  el  sándalo  y  se  prescribe  la  urotropina  en  cachets  á  la  dosis  de 
2  á  8  gramos  por  día. 

El  tenesmo  vesical  se  acentúa  cada  vez  más.  La  introducción  de  la  son- 
da produce  violentos  dolores  y  el  enfermo  la  desea  y  la  teme  al  mismo 
tiempo.  La  orina  es  escasa  y  presenta  los  mismos  caracteres  indicados. 

La  contracción  del  cuello  de  la  vejiga  continúa  y  como  consecuencia  la 
retención  de  orina.  Se  suprime  la  urotropina  y  el  enfermo  empieza  á  tomar 
seis  tabletas  de  helmitol  de  0*5  gramos, 

A  los  trece  días,  seis  tabletas  de  helmitol.  Siguen  los  lavados  —  régimen 
lácteo— -y  administración  abundante  de  líquidos:  dos  litros  diarios  de  agua 
de  cebada  al  interior. 

Han  disminuido  las  ganas  de  orinar,  así  como  el  tenesmo  y  los  dolores. 
El  análisis  de  la  orina  acusa  una  notable  disminución  en  los  glóbulos  de 
pus  y  desaparición  completa  de  hematíes.  Durante  una  deposición  el  en- 
fermo ha  expulsado  una  pequefia  cantidad  de  orina  espontáneamente. 

Los  deseos  de  orinar  van  siendo  menos  frecuentes  cada  vez.  No  se  ha 
sondado  al  enfermo  más  que  para  los  lavados  de  la  vejiga,  pues  sigue  ori- 
nando espontáneamente,  habiendo  desaparecido  casi  del  todo  el  dolor  de 
la  micción. 

El  aspecto  de  la  orina  ha  cambiado  completamente :  el  color  es  claro  y 
el  examen  demuestra  la  presencia  de  una  pequefia  cantidad  de  leucocitos ; 
desaparición  del  pus  y  reacción  casi  normal. 


112 

Desde  esta  fecha  la  mejoría  es  rápida  y  la  dolencia  puede  darse  por  do- 
Bxinada.  El  enfermo  continúa  tomando  seis  tabletas  de  helmitol  «hasta  los 
treinta  y  cinco  días  de  haber  empezado  la  enfermedad,  en  que  se  da  de  alta. 

Lo  notable  de  este  caso  clínico  es  la  eficacia  demostrada  por  el  uso  del 
helmitol,  pues  al  segundo  ó  tercer  día  de  su  administración  y  después  de 
diecisiete  días  de  retención  absoluta  de  orina,  el  enfermo  orinó  espontá- 
neamente y  el  análisis  y  examen  demostró  por  primera  vez  una  doble  dis- 
minución en  la  cantidad  de  pus,  que  no  se  había  logrado  á  pesar  de  cuan- 
tos medios  se  habían  empleado.  El  enfermo  se  halla  actualmente  restable- 
cido del  todo  y  la  restitutio  ad  integrum  es  completa  ^.  —  Barabia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


80aEDAÍ)ES  CIENTÍFICAS 

ACADBBl^IA    DE    MEDICINA    DE    PARÍS 
SeMn  dd  día  19  de  Junio  de  1906. 

Tiflecolitit  y  apendicitis.  —  ElDr.  Dibülafot:  He  sido  el  campeón  más 
ferviente  de  la  intervención  quirúrgica  en  la  apendicitis  verdadera,  pero 
me  he  creído  en  el  deber  de  levantarme  contra  los  errores  operatorios  y  los 
de  diagnóstico  que  la  histología  se  encarga  de  absolver  á  espaldas  de  la 
clínica.  Aseguro  al  Dr.  Cornil  que  tengo  en  mucha  estima  á  la  histología, 
pero  yo  no  puedo  tener  en  cuenta  en  la  clínica  lesiones  apendiculares  que 
no  constituyen  más  que  una  apendicitis  microscópica^  es  decir,  una  falsa 
apendicitis,  una  apendicitis  dinicamenU  inexistente.  La  argumentación  de 
loe  oradores  precedentes  se  ha  movido  sobre  las  relaciones  que  existen  en- 
tre la  tiflocolitis  y  la  apendicitis,  y  me  han  opuesto  una  colección  de  excep- 
ciones á  las  cuales  podría  añadir  dos  nuevos  casos.  Pero  en  cambio  se  pue- 
den citar  centenares  y  más  centenares  de  casos  de  tiflocolitis  mucomembra* 
nosa,  que  han  sido  seguidos  por  sus  médicos  durante  muchos  afios  y  que 
nunca  han  tenido  la  apendicitis.  Recuerdo  la  estadística  de  Potain  de  103 
enfermos  de  tiflocolitis  sin  haber  padecido  nunca  la  apendicitis,  y  yo  afiado 
una  estadística  personal  de  200  casos  de  tiflocolitis,  entre  los  cuales  no  he 
encontrado  ni  una  sola  vez  la  apendicitis.  Es  necesario  que  las  numerosas 
personas  que  padecen  la  tiflocolitis  y  pueden  tener  una  apendicitis,  sepan 
que  esta  asociación  constituye  una  muy  rara  excepción.  Yo  pido  álos  ciruja- 
nos que  me  digan  cuáles  son  los  síntomas  que  les  autorizan  á  operar  una 
apendicitis  microscópica;  para  mí  es  imposible  diagnosticar  una  cosa  que 
no  existe  clínicamente.  Mi  comunicación  creo,  en  fin,  que  ha  tenido  su  uti- 
lidad, como  lo  han  manifestado  con  su  autoridad  los  Dres.  Le  Dentu  y  Bá- 
chelot. 


113 

Valtr  del  eteaUl  y  M  Indican  an  la  trina.  —  Los  Dres.  Dabsmbkr  y  Ps- 
HOT :  El  encatol  j  el  indican  contenidos  en  exceso  en  la  orina  suponen  una 
alteración  en  las  funciones  del  rifión  y  del  hígado.  De  600  orinas  ezamina- 
da8«  18  contenían  un  exceso  de  indican  azul;  de  estos  18, 10 pertenecían  á 
albuminúricos  con  cantidad  de  albúmina  doeificable  y  7  á  individuos  con 
indicios  de  albúmina.  Por  otra  parte,  de  estas  600  orinas,  13  contenían  un 
exceso  de  rojo  escatólico;  de  estos  18,  7  contenían  albúmina  dosificable  y  4 
indicios  de  albúmina.  Por  lo  xanto,  el  95  por  100  de  las  orinas  que  conte- 
nían un  exceso  de  escatol  ó  de  indican  eran  orinas  albuminosas.  Pero  como 
que  Sólo  un  cuarto  de  los  albuipinúricos  observados  tenían  en  sus  orinas  el 
exceso  de  escatol  ó  de  indican,  es  de  pensar  que  las  alteraciones  del  rifión 
no  bastan  para  explicar  estos  excesos  pigmentarios.  Teniendo  en  cuenta, 
por  otra  parte,  que  dichos  excesos  se  encuentran  en  las  orinas  ictéricas,  es 
lógico  pensar  que  son  necesarias  para  que  se  manifiesten  alteraciones  re- 
nales y  alteraciones  hepáticas.  Por  fin,  de  nuestras  observaciones  se  des- 
prende que  el  indican  y  el  escatol  urinarios  no  son  debidos  á  fermentado, 
nes  intestinales  exageradas. 

Uo  caso  de  pié  de  madura  nostras.—  El  Dr.  Rbykixb:  Trátase  de  un  caso 
de  pié  de  madura  en  un  hombre  que  nunca  ha  salido  de  Europa;  es  el  pri- 
mero observado  en  Francia  y  el  segundo  en  Europa.  £1  pié  de  madura  es 
nna  enfermedad  de  los  países  cálidos,  donde  los  habitantes  caminan  con 
los  pies  desnudos,  y  está  constituido  por  tumores  parasitarios  provocados 
por  micetomas.  Los  agentes  descritos  son:  el  micetoma  de  granos  negros  y 
el  micetoma  de  granos  blancos,  el  cual  es  más  frecuente.  En  el  caso  que 
he  observado  se  trataba  de  un  hombre  de  cincuenta  y  un  afios,  que  estaba 
sirviendo  y  que  nunca  había  salido  de  París.  En  1892  le  apareció  una  am- 
polla en  el  pié  por  la  que  salió  un  poco  de  serosidad ;  le  vio  el  Dr.  Danlos, 
pensó  en  la  sífilis  y  le  aplicó  puntos  de  fuego.  Dos  afios  después,  el  pade- 
cimiento fué  acompafiado  de  dolores;  en  1908  entró  en  mi  enfermería  y  te- 
nía una  ulceración  bastante  extmia  con  fístulas  numerosas;  las  articula- 
ciones estaban  libres;  este  tumor  hacía  pensar  sobre  todo  en  la  posibilidad 
de  la  actinomicosis;  pero  el  tratamiento  dio  resultados  negativos.  Hice  la 
amputación  por  el  tercio  inferior  de  la  pierna  y  los  huesos  estaban  absolu- 
tamente sanos,  al  contrario  de  lo  que  se  observa  en  la  actinomicosis.  En 
medio  de  loe  tejidos  esclerosados  se  veían  nodulos  que  contenían  en  el  cen- 
tro un  grano  rodeado  de  pos.  Cada  grano  se  encontraba  enroscado  á  modo 
de  los  excrementos  de  las  lombrices  terrestres,  y  estaba  constituido  por  un 
cordón  formado  por  un  espeso  tejido  de  tubos  de  micelio  que  terminaban 
por  un  abultamiento. 

£1  Dr.  Lavbbák  :  La  denominación  de  pié  de  madura  debería  desapare- 
cer y  sustituirse  por  el  de  micetoma.  Estudiando  un  tumor  no  ulcerado  de 
esta  clase,  no  he  encontrado  más  que  el  hongo,  y  ninguna  especie  de  mi- 
crobios, contrariamente  á  la  afirmación  de  algunos  autores. 

GODIHA  GaSTKLLVÍ. 


114 


REAL   SOCIEDAD   MEDIOO-QUIEÚRGICA  DE   L017DRE8 
Séiián  dü  dia  26  dé  Junio  dé  1906. 

Apendicltia  y  gangrena  del  apéndice  eemo  enfermedades  distintas.  —  El  doc- 
tor </.  D,  Malcolm  dijo  que  en  algunos  casos  de  enfermedad  del  apéndice 
vermiforme,  la  lesión  inicial  es  la  formación  de  ana  placa  de  gangrena  en 
la  pared  de  esta  parte  del  intestino;  este  estado  aa  asocia  machas  reces  con 
una  apendicitis  que  principia  en  la  membrana  mucosa,  pero  que  puede 
existir  independientemente.  De  una  serie  de  casos  de  muerte  por  enferme- 
dad aguda  del  apéndice  vermiforme,  en  una  tercera  parte  próximamente 
habla  perforaciones  de  su  pared  sin  el  menor  indicio  de  localizacíón  del 
padecimiento  por  adherencias.  Respecto  al  tratamiento,  conviene  vigilar 
loe  casos  en  los  que  la  inflamación  del  apéndice  principia  por  sú  membrana 
mucosa;  pero  es  imposible  operar  demasiado  pronto  ó  en  los  casos  de  gan- 
grena ó  complicados  con  ella. 

El  Dr.  ÁJha  Doran  aludió  á  las  causas  de  gangrena  del  apéndice,  en  par- 
ticular á  la  obstrucción  vascular  del  meso-apéndice,  y  citó  un  caso  en  el 
que  existían  en  el  meso-apéndice  colecciones  de  grasa  que  se  atribuyeron 
á  la  nutrición  defectuosa  y  que  originaron  la  obstracción  arterial. 

El  Dr.  C,  B.  Lockwood  cree  que  en  el  85  por  100  cuando  menos  de  los 
casos,  la  apendicitis  principia  por  la  mucosa.  Respecto  á  la  supuesta  forma 
que  empieza  en  el  peritoneo,  necesitan  tenerse  pruebas  evidentes  de  que 
no  existen  ulceraciones.  Es  probable  que  las  bacterias  infecciosas  pasen 
desde  el  apéndice  por  una  ulceración  superficial  de  este  género  y  que  ori- 
ginen la  gangrena.  Ko  puede  ser  considerada  como  gangrena  espontánea. 
El  aumento  del  número  de  pulsaciones,  de  la  temperatura  y  de  la  leucoci- 
tosis,  son  síntomas  que  pueden  existir  e%loe  primeros  periodos  de  la  apen- 
dicitis. 

El  Dr.  A.  Baldwin  refirió  un  caso  de  gangrena  de  loe  dos  extremos  del 
intestino,  en  una  anastomosis  intestinal,  y  la  comparó  á  la  apendicitis  gan- 
grenosa, atribuyendo  ambas  á  las  bacterias. 

Extirpación  submueosa  de  iae  desviaciones  y  espolenes  del  tabique  nasal.  — 
El  Dr.  Si,  Clair  Thomion  dijo  que  el  objeto  de  esta  operación  es  extirpar  el 
cartílago  y  hueso  que  obstruye  las  fosas  nasales  en  forma  de  espolones, 
pero  conservando  intacta  la  mucosa  en  ambos  lados.  Los  resultados  inme- 
diatos y  remotos  de  la  operación  no  pueden  ser  más  satisfactorios,  porque 
se  evita  la  deformidad,  no  se  reproduce  la  obstrucción  y  se  consigue  así 
la  curación,  que  no  es  posible  obtener  por  otros  procedimientos. 

(Se  suspenden  las  sesiones  hasta  eltneíde  Octubre), 

{The  British  Med,  Journal),— F.  Toledo. 


115 

SOCIEDAD  DE  MEDICINA  DE  BERLÍN 
8eMn  del  dia  23  dé  Mayo  de  1906. 

De  la  bldretarapia  en  las  enfarmedadet  lofaoclatas  fabrllee.— El  Dr.  S.  Mun- 

ter,  después  de  haoer  una  breye  resefia  histórica  de  la  hidroterapia  en  los 
tiempos  pasados,  y  de  recordar  que  dicho  método  terapéíitico  do  ha  venido 
á  desarrollarse  de  ana  manera  científica  hasta  qne  Brandt  introdujo  el 
tratamiento  de  la  fiebre  tifoidea  por  el  agna  fría,  hace  constar,  además,  que 
deade  entonces  se  viene  combatiendo  la  fiebre,  y  especialmente  la  tifoidea, 
con  procedimientos  hidropáticos  los  más  variados.  Pero  el  éxito  que  con 
tales  procedimientos  se  consigne,  aunque  no  puede  negarse  que  es  debido 
en  parte  á  la  sustracción  del  calor,  tampoco  cabe  atribuirlo  exclusivamen- 
te á  este  factor. 

Sabemos  en  la  actualidad  que  la  elevación  de  la  temperatura  orgánica 
auxilia  de  un  modo  muy  poderoso  i  la  acción  que  ejercen  las  substancias 
defensivas  naturales  que  posee  el  organismo;  sabemos  también  que  aumen- 
ta la  alcalinidad  de  la  sangre  cuando  la  fiebre  sube  de  un  modo  paulatino, 
pero  no  cuando  atiende  de  una  manera  brusca.  Esto  no  obstante,  ensefia 
la  clínica  que  la  fiebre  muy  alta  ó  muy  persistente  significa  para  el  orga- 
nismo un  grave  peligro.  De  todo  esto  sacamos  la  ensefianza  de  que,  en  gene- 
ral, la  fiebre  no  debe  ser  objeto  de  tratamiento  más  que  en  aquellos  casos 
en  que  es  muy  elevada  ó  de  mucha  duración. 

El  tratamiento  de  la  fiebre  tiene  dos  objetos :  por  una  parte  disminuir 
la  producción  de  calor ;  por  otra  aumentar  la  emisión  del  mismo.  Este  últi- 
mo objeto  se  puede  eonsegair  mejor  que  el  primero,  y  precisamente  para 
lograr  tal  resultado  se  presta  muy  bien  el  tratamiento  hidroterápico.  Para 
modificar  poco  la  fiebre  sirven  las  afusiones  frías;  en  los  casos  de  fiebre 
.elevada  están  indicados  los  bafios  frescos;  sin  embargo,  hay  que  tener  pre* 
sante  que  estos  bafios  aumentan  la  producción  de  calor  y  que  para  un  en- 
fermo con  gran  fiebre  siempre  constituyen  un  tratamiento  muy  enérgico, 
para  el  que  es  preciso  que  esté  bien  preparado  el  organismo.  De  lo  contra- 
río se  debe  ir  enfriando  gradualmente  el  baño  de  28''  á  20»  C.  También  se 
recomiendan  las  afusiones  frías  en  el  bafio  seguidas  de  frotaciones.  A  los 
enfermos  que  se  escalofrían  con  facilidad,  les  es  más  conveniente  los  bafios 
de  agua  cargada  de- ácido  carbónico.  Es  innegable  que  todas  estas  prescñp- 
ciones  ejercen  una  influencia  favorable  sobre  el  corazón,  los  vasos  y  el  siste- 
ma nervioso,  y  también  sobre  los  órganos  digestivos.  La  mejoría  en  la  cir- 
culación se  manifiesta  por  el  aumento  en  la  diuresis,  que  se  observa  después 
del  bafio.  A  pesar  de  esto  disminuye  la  excreción  de  urea  y  de  ácido  úri- 
co, porque  se  corrige  el  éxtasis  de  los  órganos  y  con  esto  disminuye  la  des* 
tracción  de  los  tejidos. 

El  autor  termina  estudiando  extensamente  la  acción  de  los  baños  sobre 
los  diferentes  órganos. 

RÍBOplastia.— El  Dr.  J,  Israel  refiere  que  en  un  enfermo  que  tenía  des- 
trucción total  de  la  naríz  á  causa  de  un  lupus,  consiguió  hacer  desaparecer 
la  deformidad  del  modo  siguiente :  por  medio  del  escoplo  talló  y  sacó  de  la 


116 

tibia  an  colgajo  oeteoperióstioo,  de  la  misma  forma  del  eondncto  nasal;  in- 
gerto diobo  colgajo  debajo  de  la  piel  del  brazo,  y  caando  ya  habla  prendi- 
do bien  el  ingerto  en  dicho  sitio,  transplantó,  seis  semanas  más  tarde,  un 
colgajo  cntáneo  perióstico,  según  el  ihétodo  italiano,  ó  sea  un  colgajo  pe- 
diculado  con  el  brazo  fijado  á  la  cabeza.  Bl  éxito  obtenido  ha  sido  excelen- 
te. EU  método  empleado  tiene  la  ventaja  de  que  no  deja  ninguna  cicatriz 
en  la  cara,  que  proporciona  un  armazón  óseo  y  que  en  caso  de  necesidad 
puede  Repetirse.  Por  todo  lo  cual  cree  el  autor  que  es  el  método  del  porre- 
mr.'—{DeuUche  Medizinal  Zeitung).  —  E.  dbl  Yallb. 


IMPERIAL   T   KKélL  SOCIEDAD   DS   LOS   MEDIÓOS   DE  VIBNA 
SéHAn  dddiaiadé  ¿fayo  de  1906. 

Etelerodermia.  —  El  Dr.  Arturo  SchülUr  presenta  una  joren  de  reintiún 
afios  que,  sin  antecedentes  hereditarios  y  hallándose  al  parecer  sana,  cayó 
enferma  en  enero  de  1905  con  sensación  de  frío  y  palidez  de  las  manos  y  de 
la  cara.  Atribuyó  esta  enfermedad  á  haber  estado  trabajando  por  mucho 
tiempo  en  un  local  frío.  En  los  meses  9iguientes  se  presentaron  dolores  en 
la  espalda  y  en  las  extremidades,  y  la  piel  de  todo  el  cuerpo  se  puso  more- 
na y  en  muchos  puntos  rígida  y  dura.  El  peso  del  cuerpo  disminuyó  mucho 
y  se  suprimió  la  regla.  En  diciembre,  la  dureza  de  la  piel  era  tal,  que  casi 
todo  el  cuerpo  se  hallaba  rígido  é  inmóvil.  En  la  clfhica  de  Nothnagel  le 
dieron  hasta  cinco  pastillas  de  substancia  tiroidea  al  día;  con  este  trata- 
miento, asociado  á  los  bafios  y  al  masaje,  se  consiguió  una  ligera  mejoría. 
Desde  hace  dos  meses  se  encuentra  la  enferma  en  la  clínica  neurológica, 
donde  le  dan  dos  pastillas  diarias  de  substancia  tiroidea  y  le  han. hecho 
diez  inyecciones  intramusculares  de  fíbrolisina.  Con  este  tratamiento  ha 
mejorado  mucho  el  estado  de  la  enferma;  ha  disminuido  considerablente 
la  infiltración  rígida  de  la  cara,  de  los  hombros  y  de  los  brazos;  ha  aumen- 
tado la  moTilidad  del  espinazo  y  de  las  articulaciones  de  la  mandíbula  y 
de  las  extremidades,  y  ha  ganado  también  el  peso  d^  cuerpo.  Además  no 
se  ye  que  haya  avanzado  el  proceso  en  ninguna  parte  del  organismo.  Oon 
el  examen  radiológico  se  aprecia  una  atrofia  difusa  y  muy  acentuada  de  los 
huesos,  incluso  de  aquellos  que  están  cubiertos  por  piel  muy  poco  alterada. 
La  atrofia  interesa  más  á  la  substancia  esponjosa  que  á  la  compacta ;  es  de- 
bida á  una  halisteresis  muy  pronunciada,  conservándose  la  estructura  fina 
del  hueso.  Por  último,  merece  citarse  el  hecho  de  que  existen  en  este  caso 
el  fenómeno  de  Chwosteck,  del  facial. 

^Preparaciones  de  etpirtcete  pálido.  —El  Dr.  Salomón  Ehrmann  recuerda 
que  hasta  ahora  se  ha  encontrado  el  espirocete  pálido  en  todos  los  produc- 
tos sifilíticos,  excepto  en  los  gomas  terciarios  y  en  la  linfangitis  primitiva. 
En  vista  de  esto,  el  autor,  asociado  con  Reines  y  Lipschütz,  se  ha  dedica- 
do á  examinar  el  cordón  linfático  en  cuatro  sifilíticos.  Ahora  bien ;  después 
de  exámenes  muy  detenidos  de  varias  series  de  cortes,  relativas  á  dichos 
casos,  han  obtenido  resultado  positivo  en  dos;  sin  embargo,  difieren  algo 


117 

los  oaracteres  del  microbio  de  los  que  se  le  suelen  atribuir,  y  habrá  que 
achacar  tales  diferencias  á  productos  de  modificación  ó  en  su  caso  de  dege* 
neraciÓB  del  espirocete  pálido. 

Aneurisma  de  la  cubital.— El  Dr.  Hugo  dé  Frisch  presenta  una  preparación 
procedente  del  mismo  enfermo,  que  ya  había  hecho  comparecer  el  27  de  abril 
á  causa  de  un  aneurisma  de  la  arteria  cubital,  fiste  ha  sido  extirpado,  y 
para  prerenir  la  objeción  de  que,  por  tratarse  de  un  hombre  de  sesenta  y 
cuatro  años,  el  aneurisma  había  de  reconocer  por  causa  la  arterioesclero- 
sis,  se  sacaran  radiografías  de  las  extremidades,  y  se  practicaron  varios 
cortes  en  serie  del  trozo  de  arteria  aferente  al  aneurisma  que  se  extirpó 
juntamente  con  éste.  Lo  mismo  estas  investigaciones  que  la  exploración 
muy  minuciosa  que  se  ha  hecho  de  todo  el  aparato  circulatorio,  no  han  reve- 
lado el  menor  signo  de  arterio- esclerosis.  Este  resultado  viene  á  apoyar  la^ 
hipótesis,  fundada  en  la  anamnesia  y  en  la  locali^ación  del  aneurisma,  de 
que  éste  debe  haber  sido  producido  por  traumatismos  repetidos  con  carác- 
ter crónico. 

Tnmer  de  la  perelén  eervicai  del  etplnaze.  —  El  Dr.  Rodolfo  Sehreiber  pre- 
senta un  sujeto  que  ya  hizo  comparecer  hace  dos  afios  con  un  tumor  de  la 
porción  cervical  del  espinazo. 

Este  individuo  cayó  enfermo  por  Navidad  de  1902  con  dolores  en  el  hom- 
bre izquierdo,  que  simularon,  durante  algunas  semanas,  una  afección  reu- 
mática. En  febrero  de  1908  estaban  las  últimas  vértebras  cervicales  un 
poco  sensibles  á  la  presión,  y  en  la  misma  zona  aparecía  algo  engrosado  el 
cuello.  Los  movimientos  de  la  cabeza  estaban  limitados.  Los  dolores  no 
tardaron  en  acentuarse  hasta  convertirse  en  neuralgias  violentas,  que  se 
presentaban,  unas  veces  espontáneas  y  otras  al  moverse  la  mitad  superior 
izquierda  ó  al  girar  la  cabeza.  Todos  los  cirujanos  que  examinaron  por  en- 
tonces al  paciente  diagnosticaron  el  caso  de  espondilitis.  El  tumor,  que  entre 
tanto  se  fué  desarrollando  rápidamente  sobre  las  vértebras  cervicales  infe- 
riores, era  bastante  consistente  y  claramente  fluctuante.  Una  corbata,  lejos 
de  ser  tolerada,  acentuó  los  dolores  -,  el  paciente  se  vio  obligado  á  guardar 
cama.  La  morfina  fué  el  único  remedio  que  le  aliviaba.  En  el  lirazo  izquier- 
do se  presentaron  parestesias,  y  al  poco  tiempo  una  paresia  muy  acentua- 
da con  atrofia  notable  de  la  extremidad  superior  izquierda.  Un  día  se  pre- 
sentaron convulsiones  tónicas  de  todo  el  cuerpo,  después  de  lo  cual  quedó 
por  mucho  tiempo  una  debilidad  de  todo  el  miembro  inferior  izquierdo.  A 
todo  esto  el  tumor  había  crecido  rápidamente ;  mientras  en  febrero  de  1904 
el  perímetro  mayor  del  cuello  medía  86  centímetros,  en  junio  del  mismo 
afio  había  llegado  á  44  centímetros.  Por  este  tiempo  estuvo  el  enfermo  unas 
cuatro  semanas  en  la  enfermería  de  Schnitzler,  quien  ya  hacía  mucho  tiem- 
po que  venía  pensando  en  un  neoplasma.  Pero  éste,  en  vez  de  reblandecer- 
se como  se  esperaba,  se  fué  haciendo  más  duro,  haita  adquirir  una  consis- 
tencia ósea.  En  otoño  de  1908  empezaron  á  calmarse  las  neuralgias  y  el 
tumor  ya  creció  muy  poco. 

El  paciente  pudo  abandonar  el  lecho,  desaparecieron  todos  los  síntomas  del 
sistema  nervioso  y  el  estado  subjetivo  mejoró  de  un  modo  visible.  En  mayo 
de  1904  compareció  aquí  el  enfermo.  El  examen  radiológico,  hecho  enton- 
ces por  Holzknecht,  reveló  lo  siguiente :  en  la  cara  dorsal  de  la  parte  infe- 


118 

TÍor  de  la  porcióa  cerTÍcal  del  espinazo  se  encontró  un  tumor  óseo,  oasi  es- 
férico, del  tamaño  de  un  puño;  dicho  tumor  descansaba  por  su  base  en  los 
arcos  y  apófisis  espinosas  do  la  porción  ceryical  del  espinazo,  y  en  cambio 
quedaban  libres  el  condacto  yertebral,  las  apófisis  transversas  y  los  cuer* 
pos  de  las  vértebras.  El  tumor  contenia  en  su  interior  tejido  óseo  de  estruc- 
tura laxa  y  estaba  envuelto  por  una  cápsula  ósea  y  compacta  de  espesor 
rariablo,  que  sólo  en  algunos. puntos  era  muy  delgada  ó  estaba  perforada. 
El  estado  del  enfermo  persistió  sin  ninguna  alteración.  El  tumor  desapare- 
ció visiblemente  9in  ningún  tratamiento;  en  un  año  se  redujo  el  perímetro 
mayor  del  caello  de  44  centímetros  4  87'8,  que  es  la  cifra  actual.  El  rebul- 
tado del  último  examen  radiológico,  hecho  en  abril  dé  1906,  es  el  siguien- 
te: Asi  como  hace  dos  afios  las  últimas  cuatro  vértebras  cervicales  estaban 
envueltas  por  un  tumor  constituido  por  un  tejido  óseo  esponjoso  con  una 
cápsula  más  compacta,  tumor  á  través  del  cual  era  muy  difícil  distinguir 
las  distintas  vértebras,  del  tumor  óseo  del  tamafio  de  un  puño  sólo  se  ve 
una  parte  correspondiente  en  lá  cara  dorsal  de  este  cuerpo  yertebral,  mien- 
tras que  ya  no  se  pueden  ver  con  los  rayos  X  las  dos  partes  que  rodeaban 
lateralmente  las  últimas  vértebras.  En  cambio,  las  vértebras  mencionadas 
ya  no  se  diferencian  ahora,  sino  que  se  han  transformado  en  una  masa  ósea 
indescifrable,  de  grandes  mallas  y  esponjosa.  Como  en  la  actualidad  pue- 
den excluirse  lo  mismo  la  caries  qne  un  neoplasma  maligno,  debe  tratarse 
de  un  neoplasma  benigno,  probablemente  de  una  forma  mixta  de  tumor  de 
tejido  conjuntivo.— ( fFiener  klinische  Rundichau).'—R.  dkl  Vallb. 


PERIÓDICOS 


Infartes  de  It  mama.  —  El  Dr.  A.  Clark  ha  publicado  un  trabajo  acerca 
del  diagnóstico  y  tratamiento  de  los  infartos  de  la  mama  :  I.""  Neuralgia. 
Rara  vez  se  observa  infarto,  excepto  on  las  mujeres  neuróticas  jóvenes,  las 
que  creen  tener  un  abultamiento  mamario.  El  tratamiento  general  y  el 
convencimiento  de  que  no  se  trata  de  un  cáncer,  son  los  únicos  medios  ne- 
cesarios. 2.^  Mastitis,  La  variedad  aguda  se  diagnostica  fácilmente  por  los 
síntomas  generales  febriles.  Es  puerperal,  pero  puede  observarse  en  el 
cursóle  la  parotiditis  ó  durante  la  pubertad.  La  mastitis  crónica  se  dife- 
rencia más  difícilmente  del  cáncer.  Para  hacer  el  diagnóstico  suele  ser  ne- 
cesario practicar  una  incisión  exploradora.  8.**  Absceso.  Cuando  es  agudo 
BU  diagnóstico  no  presenta  dificultad  alguna.  El  absceso  crónico  localizado 
puede  simular  por  completo  un  cáncer  y  exige  la  incisión  anestesiando  an- 
tes á  la  enferma.  4.^  Adenoma  y  fibroadenoma.  El  primero  está  compuesto 
de  tejido  mamario  puro,  y  el  segundo  de  una  mezcla  de  tejido  mamario  y 
fibroso.  5.°  Quistes»  Son  cansas  frecuentísimas  de  infartos^ mamarios,  a)  El 
galactocele  ó  quiste  lechoso  se  observa  generalmente  en  las  mujeres  que 
amamantan  y  es  un  quiste  por  retención.  Su  causa  más  común  es  una  úlcera 
del  pezón.  Tiene  próximamente  el  tamafio  de  una  nuez,  es  movible,  de 
forma  redonda,  está  situada  cerca  del  pezón  y  es  únice.  Puede  desaparecer 


119 

j 
espontáneameDte  y  aparecer  de  nueTO.  Está  indicado  el  desagüe  después 
de  la  incisión.  ¿)  Quistes  de  inrolacióiit  qne  se  presentan  hacia  la  meno- 
pausia, y  son  debidos  á  la  obstrucción  de  un  conducto.  Contienen  un  «líqui- 
do seroso  daro.ó  pardo  rojizo  y  viscoso.  Suelen  estar  localizados  á  mayor 
profundidad  que  el  galactocele  y  su  volumen  es  muy  variable.  6.*^  Cáncer. 
Existen  dos  variedades,  a)  Cáncer  acinoso  ó  glandular,  y  b)  Cáncer  del 
conducto.  Los  términos  escirro  y  encefaloide  no  son  usados  ya  por  loe  pa- 
tólogos. —  (British  Med.  Journal),— ¥.  Tolboo. 

Neeesidad  de  las  dosis  elevadas  en  determinados  eases.  —  El  Dr.  L.  Einis 
recuerda  que  la  acción  de^  los  medicamentos  depende  mucho  de  la  dosis, ' 
aun  en  personas  de  la  misma  edad  y  sexo,  y  qne  en  aquellos  casos  en  que, 
empleado  un  medicamento  á  dosis  pequeñas  6  medias,  no  produce  el  efecto 
apetecido,  se  debe  aumentar  la  dosis  antes  de  abandonarlo  y  de  pasar  á  otro. 

En  prueba  de  lo  dicho,  cita  el  autor  los  casos  siguientes :  uno  de  reuma- 
tismo grave,  en  el  que  después  de  muchos  tanteos  infructuosos,  se  adminis- 
tró el  salicilato  sódico,  primero  á  la  dosis  diaria  de  6  gramos  y  después  á  la 
de  9,  consiguiéndose  con  esta  última  una  curación  completa;  un  caso  de 
cefalalgia  que,  después  de  haber  sido  tratado  inútilmente  con  la  fenacetina, 
se  curó  al  fin  con  este  mismo  medicamento,  con  sólo  subir  la  dosis  diaria 
de  15  decigramos  á  86;  un  caso  de  fiebre  intermitente  larvada  de  forma  ce- 
falálgica,  en  el  que  se  estufo  empleando  mucho  tiempo  la  quinina  sin  re- 
sultado, hasta  que  se  aumentó  mucho  la  dosis  del  medicamento,  con  lo  cual 
se  logró  una  curación  completa. 

También  refiere  el  autor  varios  casos  rebeldes  de  pleuresía  exudativa, 
que  se  curaron  con  el  salicilato  sódico  á  altas  dosis,  después  de  haberlo  em- 
pleado sin  éxto  á  dosis  medias  y  por  mucho  tiempo.  Puede  citar  también 
muchos  casos  de  psoriasis,  en  los  que  la  afección  sólo  cedió  á  grandes  dosis 
de  arsénico.  Por  último,  refiere  varios  casos  de  sífilis  de  marcha  grave  que 
habían  resistido  por  mucho  tiempo  aun  tratamiento  moderado,  y  en  cam- 
bio se  modificaron  favorablemente  cuando  se  procedió  con  más  energía. 
(Allgem,  Wiener,  med.  Zeitung),  —  R.  dbl  Vallb. 

El  hierro  vogotai.—  En  una  de  las  últimas  sesiones  de  la  Sociedad  de  Bia- 
logia^  de  París,  se  han  ocupado  los  Dres.  Gilbert  y  Lerebonllet  de  las  plan- 
tas que~contienen  hierro  en  proporción  dosificable,  entré  las  cuales  merece 
mención  especial  el  rumex  criepus;  sus  raíces  tienen,  en  efecto,  la  propiedad 
de  fijar  del  suelo  el  hierro,  que  se  transforma  en  la  planta  en  hierro  orgá- 
nico en  estado  de  combinación  poco  estable  y  se  acumula,  sobre  todo,  en  la 
raíz;  por  medio  del  cultivo,  modificando  la  abundancia  de  hierro  en  el  sue- 
lo, lo  que  se  consigne  regándole  regularmente  con  una  disolución  de  carbo- 
nato ferroso,  se  consigue  aumentar  de  un  modo  considerable  la  cantidad  de 
dicho  metal  transformado  asi  en  la  planta.  Las  raices  del  rumex  criepue  tra- 
tadas  de  esta  manera,  llegan  á  contener  hasta  15  decigramos  de  hierro  por 
100  gramos.  Los  Dres.  Oilbert  y  Lerebonllet  han  empleado  el  polvo  obte- 
nido de  esta  raíz,  á  la  dosis  de  1  á  8  gramos,  en  la  clorosis,  las  cloro  ane- 
mias y,  en  particular,  en  la  doro-anemia  tuberculosa  y  en  las  anemias  sin- 
tomáticas. Bajo  su  influencia  mejora  casi  siempre  el  estado  general,  ob- 


120  ^ 

seirándose  md&ifícftciones  hematológicaB  importaDies.  El  rumex  crieput^ 
por  8u  grao  abundaocia  de  hierro  yegetal  en  combinación  poco  estable  ; 
por  la  facilidad  con  que  puede  aumentarse  merced  al  cultiro,  merece  «n 
lugar  especial  entre  los  agentes  de  la  medicación  ferruginosa. 

(Le  Bull.  Medical,  núm.  48, 1906).^  F.  Toledo. 

bspral.  —  Este  medicamento,  introducido  en  la  terapéutica  por  Krae- 
pelin  y  Nihil,  y  recomendado  recientemente  por  ürsteni,  Muthmann  y 
otros,  es  un  alcohol  triclorítopropilico,  y  según  refiere  el  Dr.  Pini  ha  dado 
muy  buen  resultado  comq  hipnótico  y  sedante  en  todos  los  estados  psíqui- 
cos de  excitación  en  que  se  ha  empleado  en  la  clínica  psiquiátrica  de  Piiui. 

La  dosis  es  de  5  decigramos  á  2  gramos  por  dia,  y  se  administra  en  pas* 
tillas,  sellos  ó  en  disolución  alcohólica. 

No  produce  ningú^  efecto  accesorio  de  mal  género  ni  tampoco  se  acumu- 
la su  acción.  Esta  es  notable  en  los  casos  de  agripnia  melancólica,  delirio 
alcohólico,  delirio  hipocondriaco  y  estados  de  excitación  de  naturaleza 
epiléptica. 

Es  digna  de  notar  la  acción  tónica  del  medicamento  sobre  las  fibras  del 
corazón,  pues  gracias  á  ella  se  puede  emplear,  con  buen  resultado,  en  los 
casos  de  miocarditis  degeneratiTa. — iOazz>  deglú  ospedaliX-^R.  del  Vallb. 

Prepladtdes  da  un  suerc  tntitifeldea  abtenlda  de  la  cabra.  —  El  Dr.  Alian 
Mac  Fadyen  ha  publicado  sobre  este  asunto  un  trabajo,  cuyas  conclusio- 
nes son  las  siguientes :  La  inyección  intrayenosa  de  la  cabra  con  los  jugos 
celulares  tóxicos  del  Bacillué  iyphoeue,  en  dosis  pequeñas  y  cuidadosamente 
reglamentadas,' produce  una  endotoxina  actiyísima,  puesto  que  Vw  centí- 
metros cúbicos  del  suero,  neutraliza  80  dosis  mortales  de  la  endotoxina  ti- 
foidea; 8  cent.  cúb.  del  suero  normal  de  la  cabra  no  poseen  esta  propiedad. 
El  suero  obra  cuando  se  inyecta  simultáneamente,  pero  por  separado  de 
la  toxina,  y  también  inyectado  al  principio  de  los  síntomas  tóxicos.  I^  ad- 
ministración subcutánea  es  asimismo  eficaz.  El  suero  posee  no  sólo  pro- 
piedades antiendotóxicas,  sino  tambi  én  aglutinantes  y  bactericidas,  y  su 
acción  es  en  cierto  modo  específica,  puesto  que  neutraliza  la  endotoxina 
tifoidea,  pero  no  la  del  cólera. 

(Brüieh  Med.  Journal,  21  abril  1906).  —  F.  Toledo. 

Rapidez  de  abserclón  da  las  medicamentos  togún  la  vía  empleada  para  su  ad- 
ministración.— ^De  los  experimentos  realizados  por  los  Dres.  Meltzer  y  Auer 
con  la  adrenalina,  el  curare,  la  fluorescina  y  la  morfina,  resulta  que,  en  ge- 
neral, la  absorción  por  el  tejido  intramuscular  es  casi  tan  rápida  como  por 
la  Tía  intravenosa,  y  muchísimo  más  rápida  que  por  la  subcutánea. 

{Joum.  ofexperimen.  med,). — (R.  del  Valle. 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


LOOUEA  CONGESTIVA 


DOCTOR  D.  VICENTE  0T8  Y  ESQÜBRDO 

ReofAlofo  7  MenUlliU  á»  Madrid. 


La  doctrina  de  la  unidad  etiológica  de  la  parálisis  general  progre 
siva,  defendida  en  la  actualidad  valiente  y  tenazmente  por  la  ma- 
yoría de  los  mentalistas  franceses,  parece  que  va  ganando  ci^dadia 
mayores  prosélitos  y  tiende  con  progresivo  avance  á  dominar  en 
absoluto  la  noción  causal  de  la  peri- meninge- encefalitis  crónica,  in- 
tersticial y  difusa,  entrevista  por  Esquirol. 

En  el  último  Congreso  Internacional  de  Medicina  celebrado  en 
Madrid,  vimos  á  Brissaud  convertirse  en  paladín  entusista  y  con- 
vencido de  la  unidad  siñlitica  de  todas  las  parálisis  generales.  No 
faltaron  en  aquellas  sesiones  doctrinas  más  ó  menos  antagónicas, 
como  la  emocional  del  malogrado  alienista  Sánchez  Herrero. 

Mas  no  siendo  mi  propósito  examinar  en  la^  presente  nota  clínica 
los  conceptos  existentes  acerca  de  la  determinación  causal  de  esta 
locura  orgánica,  voy  á  limitarme  á  consignar  que  la  unidad  etioló- 
gica sifilítica,  aprobada  recientemente  por  la  Academia  de  Medicina 
de  París,  se  encuentra  con  frecuencia  desmentida  por  la  clínica  y 
que  ésta  nos  sugiere  en  la  solución  de  problemas  diagnósticos  como 
el  que  planteó  la^  necesidad  de  desenterrar  conceptos  nosológicos 
sobre  los  cuales  habíamos  colocado  la  losa  del  olvido,  para  poder 
explicar  hechos  no  razonados  y  justificados  dentro  de  estas  nocio- 
nes patogénicas. 

Sólo  de  pasada  y  como  objeción  seria  contra  la  doctrina  de[la  uni- 
dad invocaré  el  dato  aportado  por  Alrheimer,  de  que  el  proceso  his- 
Afio  XXX.-Tomo  LXXII.  -Núm.  940.-28  Julio,  1906.  10 


122 

tológico  de  la  parálisis  general  se  caracteriza  por  la  presencia  de 
plasmazellen  y  mastzellen  en  el  inñltrado  perivascular,  mientras 
que  en  la  síñlissólo  existen  linfocitos;  yeí  no  menos  inconcuso  deque 
existen  casos  do  parálisis  exentos  de  antecedentes  sifilíticos  en  sus 
ascendientes: 

Sí«  ante  estos  hechos  se  invoca  el  supuesto  de  que  un  precedente 
en  el  árbol  geneológico  del  paralitico  haya  sido  siñlitico,  entonces 
la  discusión  lógica  y  razonada  no  es  posible,  porque  con  sentar  la 
supuesta  premisa  de  que  la  cromatina  de  los  óvulos  de  Eva  fuesen 
infectados  por  la  espirocaeta  pálida  de  Schaudin,  tenemos  la  posibi- 
lidad de  que  toda  la  humanidad  puede  ser  paralitica  por  previa  in- 
fección siñlitica. 

Y  voy  ahora  á  circunscribir  mi  pluma  á  la  enseñanza  clínica  que 
motiva  el  presente  trabajo. 

Infinidad  de  veces  hevtenido  ocasión  de  observar,  en  mi  práctica 
particular  y  manicomial,  enfermos  que  ofrecían  todos  los  síntomas 
somáticos  de  los  paralíticos  generales  y  que  sólo  por  mostrar  los 
conceptos  delirantes  de  un  modo  velado  y  no  calcados  dentro  de 
esas  clásicas  características  psicológicas  de  Falret,  me  hacían  va- 
cilar en  el  momento  acerca  de  la  índole  paralítica  del  trastorno 
mental  y  afirmar  más  tarde  en  la  convicción  de  que  tales  pacientes 
debían  filiarse  en  otro  grupo  distinto  de  frenopatfas. 

La  evolución  del  padecimiento  vino  después  en  todos  estos  casos 
por  mi  tratados  á  confirmar  este  criterio  dualista,  marchando  la  en- 
fermedad progresiva  y  paulatinamente  hacia  la  curación,  sin  dejar 
vestigio  ni  rastro  de  la  pasada  perturbación  mental. 

Podría  insertar  aquí  varios  casos  de  mi  práctica  demostrativos  de 
este  aserto,  que  no  harían  otra  cosa  sino  dar  mayor  extensión  á  este 
trabajo,  y  para  no  salirme  de  la  concisión  en  que  me  propongo  des- 
envolver mi  pensamiento,  me  limitaré  á  consignar  á  grandes  rasgos 
una  de  las  historias  clínicas  más  concluyentes. 

Hace  dos  años  traté  uu  enfermo  de  cuarenta  años  de  edad,  que 
sin  antecedentes  de  familia,  ni  sifilíticos  y  con  el  solo  precedente  de 
rebelde  agripnia  y  acentuada  amnesia,  ofrecía  la  siguiente  sintoma- 
tología  :  exaltación  física,  acompañada  de  ligera  paresia  y  temblor 
fibrilar;  dificultad  en  la  pronunciación,  con  fonación  algo  nasal,  y 
temblor  del  orbicular  de  los  labios;  desigualdad  pupilar;  excitación 
sexual;  insomnio;  locuacidad  extraordinaria;  agitación  incohordi- 
nada  é  inconsciente,  que  le  obligaba  á  no  permanecer  quieto  un  mo- 
mento, y  conceptos  delirantes  de  persecución  y  negación. 


123 

De  atenerme  en  este  caso  á  los  síntomas  somáticos,  ligeramente  es- 
bozados^ seguramente  hubiera  llegado  á  la  aceptación  del  diagnós- 
tico de  la  parálisis  general;  pero,  como  el  delirio  era  lógico  y  ra- 
zonado, basado  en  supuesto  morboso  y  en  la  perturbación  cenes- 
tésica  sufrida  por  el  paciente  y  además  no  revestía  ni  por  asomo  la 
filiación  de  pueril,  móvil,  contradictorio  é  incoherente,  de  aquí  que 
yo  rechazase  de  plano  la  existencia  de  una  parálisis  general  y  me 
afirmase  en  la  convicción  de  habérmelas  con  una  locura  conges- 
tiva. 

Bastaron  tres  iheses  de  medicación  sedante  y  revulsiva  para  devol- 
ver la  higidez  á  aquel  cerebro  y  hoy  lleva  ya  cerca  de  dos  años  de- 
dicado á  su  profesión,  sin  el  menor  desorden  ó  alteración  intelec- 
tual, ni  aun  siquiera  con  debilitación  alguna  de  su  mentalidad. 

Repito  que  pudiera  añadir  otros  casos  prácticos,  y  considerando 
<iemo8trativo  el  expuesto,  me  abstengo  de  consignarlos. 

La  existencia  de  este  dualismo  patogénico  en  las  locuras  orgáni- 
cas fué  defendido  elocuentemente  por  Baillarger  en  el  apéndice  á 
la  traducción  francesa  de  la  segunda  edición  alemana  del  Tratado 
de  Enfermedades  mentales,  de  Griesinger,  y  la  expresa  en  los  si- 
guientes términos  (1):  <  Es  cierto  que  las  locuras  congestivas  son  cu- 
rables en  determinados  casos  y  esta  posibilidad  de  curación  consti- 
tuye un  primer  hecho,  que  será  invocado  más  tarde  para  separarla» 
<le  la  demencia  paralítica  primitiva». 

Esta  noción  fundamental  en  la  distinción  de  un  grupo  de  locuras 
similares  por  la  apariencia  somática  con  la  parálisis  general  y  di- 
ferenciada por  el  distinto  pronóstico,  ya  que  su  característica  evo- 
lutiva se  marca  con  frecuencia  por  una  reintegración  en  la  salud 
mental,  condición  no  observada  en  la  otra  locura,  ha  sido  en  mi 
opinión  injustamente  olvidada  en  nuestros  días,  por  supeditar  en 
absoluto  las  dominantes  concepciones  nosológicas  á  los  dictados  y 
enseñanzas  del  laboratorio,  desdeñando  y  menospreciando  el  ase- 
soramiento  de  la  clínica. 

No  es  posible  que  el  progreso  de  una  rama  de  la  medicina,  de  una 
especialidad,  se  realice  sólo  y  exclusivamente  por  las  nuevas  orien- 
taciones marcadas  por  el  laboratorro.  Es  preciso  é  indispensable 
que  estos  nuevos  derroteros  se  hermanen  y  compenetren  con  los  re- 
sultados de  la  observación  clínica,  para  que  el  avance  sea  estable, 
duradero  é  inconmovible,  porque  si  uno  y  otro  caminan  divorciados 

<1)  TraiU  des  Moladles  Mentalss.  Griesinger,  Parla,  1865.  pig.  786. 


124 

y  aislados»  cábenos  la  casi  segura  probabilidad  de  no  lograr  una 
positiva  conquista  beneficiosa  á  lc^salud|del  paciente,  única  deman- 
da que  la  humanidad  doliente  reclama  de  nosotros. 

Asi  pues^  yo  estimo  y|afirmo  que  es  necesario  en  nuestros  dias  el 
hacer  resurgir  la  doctrina  de  Baillarger  y  conceder  un  puesto  aisla* 
do  en  la  nosología  frenopática  á  sus  locuras  congestivas,  si  preten- 
demos librarnos  de  un  seguro  fracaso  pronóstico,  porque  confundi* 
das  dentro  del  criterio  de  la  unidad  etiológica  siñUtica,  con  un  gru- 
po de  frenopatías  incurables  y  además  mortales  en  breve  plazo,  e» 
positivo  que  la  ulterior  marcha  de  la  enfermedad  contradirá  nues- 
tras afirmaciones  pronóstici^. 

No  negaré  que  entre  las  locuras  congestivas  y  la  parálisis  gene- 
ral, existen  muchos  puntos  de  contacto  y  diversos  lazos  de  unión. 
El  primer  período  de  esta  última  enfermedad,  y  especialmente  en  las 
que  revisten  la  forma  maniaca  ó  de  excitación  maniaca,  hállase 
marcado  por  una  fase  esencialmente  congestiva.  Ya  Doutrebente 
indicó  á  mediados  del  siglo  pasado  que  las  congestiones  [cerebrales 
en  los  ascendientes  se  traducen  en  los  descendientes  por  la  determi- 
nación de  la  parálisis  general.  Bn  el  Congreso  de  Copenhague;  de 
1884,  demostró  Regis  la  existencia  de  lesiones  orgánicas  cerebrales 
en  los  ascendientes  de  la  mayoría  de  los  paralíticos.  Y  podría  aña- 
dir otros  datos  y  observaciones  demostrativos  del  parentesco  exis- 
tente entre  ambas  locuras,  acerca  de  los  cuales  no  insisto  por  con- 
siderar sobrados  los  expuestos. 

De  todos  modos,  é  independientemente  de  este  lazo  de  unión,  de- 
muestra la  clínica  la  imprescindible  necesidad  de  individualizar  en 
territorios  nosológicos  no  conexos  estas  dos  formas  de  afecciones 
mentales,  y  que  esta^islinción  es  importante  y  conveniente  para  el 
clínico,  bien  probado  queda  con  lo  indicado  anteriormente. 

Para  terminar,  sólo  consignaré  á  modo  de  conclusión,  que  precisa 
reservar  en  las  clasiflciones  psiquiátricas  un  puesto  independiente  & 
la  locura  congestiva  de  Baillarger,  para  no  desmentir  las  enseñan- 
zas  de  la  observación  clípica. 


-^MP<^- 


125 


HEMILARINGEGTOMIA  POR  CÁNCER  LARÍNGEO 

POR   KL 

DR.  D.  LUCIANO  BARAJAS 

Oto-rino-Urinfólofo  de  U  B«aefie«nela  Maniclpal  de  Madrid. 


Tiempo  hace  que  el  tratamiento  quirúrgico  del  cánper  laríngeo  va 
tomando  en  España  sólida  cimentación,  comenzada  con  grandes 
«.lientos  por  mi  querido  maestro  D.  Federico  Rubio  en  el  último  ter- 
cio del  siglo  anterior,  y  continuada  bastante  posteriormente  por  los 
laringólogos  y  cirujanos  modernos  Dres.  Sota  y  Lastra,  Cisneros, 
Botey  y  algún  otro  que  sentiré  no  recordar,  imponiendo^sus  ñrmes 
convicciones  cientiñcas  contra  el  anatema  general,  que  sólo  consi* 
deraban  estas  intervenciones  como  temeridades  quirúrgicas. 

Aunque  es  un  hecho  indiscutible  para  los  laringólogos  la  necesi- 
dad de  las  intervenciones  prontas  en  los  tumores  malignos  del  órga- 
no fonético,  voy  á  molestar  brevemente  la  atelición  de  los  lectores 
de  la  Revista  con  un  caso  clínico  que  demuestra  una  vez  más  las 
ventajÍEis  (\o  estas  intervenciones  en  enfermos  que  fatalmente  están 
condenados  á  sucumbir  y  que  pueden  sustraerse  de  tan  infausto 
destino  si  el  médico  general  les  aconseja  sabiamente  una  interven- 
ción quirúrgica  tan  pronta  y  extensa  como  se.a  necesaria. 

La  enferma  objeto  de  esta  historia  clínica  (1)  es  una  muchacha  de 
veinticuatro  años  de  edad,  natural  de  Córdoba,  mal  nutrida  desde 
niña,  con  la  triste  herencia  de  haber  muerto  sus  padres  tuberculo- 
sos, de  treinta  y  cuatro  y  treinta  y  seis  años  respectivamente,  con 
perturbaciones  de  gran  intensidad  en  su  aparato  respiratorio;  obli- 
gándola á  permanecer  largas  temporadas  en  el  campo,  pues  en  el 
momento  en  que  volvía  á  la  ciudad  volvían  á  presentársele  todo  el 
cortejo  de  síntomas  alarmantes,  de  tos,  expectoración,  cansancio  y 
desnutrición,  que  ponían  en  grave  riesgo  su  desmedrada  natu- 
raleza. 

Posteriormente  la  ronquera,  como  síntoma  insólito,  fué  tomando 
ex  tensas  proporciones,  hasta  que,  coincidiendo  con  la  aplicación  de 
un  cáustico,  aquélla  se  acentuó  de  un  modo  más  pertinaz  é  intenso. 

(1)  Faeron  presentadas  la  paciente  y  la  pieza  anatómica  con  sus  prepa- 
racionesjhistológioas  correspondientes,  en  la  sesión  del  29  de  marzo  de  1906 
del  Ateneo  üódiooFarmacéatico  Municipal. 


126 

En  tal  estado  se  trasladó  á  Madrid  en  diciembre  de  1905,  presen- 
tándose en  mi  consulta  pública  de  la  Clínica  del  Carmen,  pudíendo 
conñrmar  todo  lo  anteriormente  indicado,  á  más  de  intensa  deco- 
loración  de  piel  y  mucosas,  con  disfonia  muy  acentuada  y  con  gran 
disnea  laríngea. 

Los  datos  antedichos,  su  tos  quintosa  y  expectoración  sanguino- 
lenta, darían  el  cuadro  clínico  de  una  tuberculosa,  si  el  laringosco- 
pio no  nds  proporcionase  datos  más  seguros  6  informes  más  evi- 
dentes, que  hiciesen  modificar  el  diagnóstico. 

Nada  faríngeo  existía  á  excepción  de  la  palidez  mate  de  su  muco- 
sa palatina;  el  espejo  laríngeo  reflejaba  un  voluminoso  tumor  duro,, 
liso  y  redondeado,  que  ocupaba  dos  tercios  de  la  laringe,  que  com- 
prendía toda  la  porción  glótica  y  subglótica  derecha,  sin  alcan- 
zar al  aritenoides  ni  repliegue  ariteno^epiglótico  del  mismo  lado,  de- 
jando sólo  una  pequeña  hendidura  por  la  porción  izquierda  que, 
merced  á  un  movimiento  de  báscula  del  tumor,  la  ensanchaba  al- 
gún tanto,  en  los  movimientos  respiratorios,  para  dejar  pasar  una 
pequeña  cantidad  de  aire  que  á  duras  penas  servía  de  fluido  vital  á 
esta  desgraciada. 

Sólo  existía,  como  dato  probable  de  que  aquello  fuese  un  tumor 
maligno,  la  parálisis  de  la  mitad  derecha  de  la  laringe  (signo  de 
Hunter-Mackenzie)  y  las  hemorragias,  pues  los  demás  datos  objeti- 
vos, euBÍ  como  la  edad,  sexo,  hábito  exterior,  falta  de  ganglios  y 
abalonamiento  laríngeo,  con' los  antecedentes  enumerados,  podría» 
desviarnos  del  certero  camino,  como  ocurrió  á  distintos  y  muy  dis- 
tinguidos compañeros  que  la  vieron,  cuyos  diagnósticos  fueron  di- 
ferentes y  ninguno  el  de  epitelioma. 

Previa  difícil  anestesia  laríngea,  se  extrajo  un  tumor  bien  profun- 
do, que  analizado  en  el  Laboratorio  de  San  Carlos  por  el  Dr.  Villa,, 
dice  así :  t  Sometido  á  un  atento  reconocimiento  el  trozo  de  tumor 
laríngeo  que  se  nos  remite  por  conducto  del  Dr.  Barajas,  resulta  es- 
tar formada  su  masa  por  un  estroma  conectivo  y  células  epitelia- 
les. Estas  son  grandes  y  en  algunas  se  ven  flguras  karioquinéticas. 
Se  agrupan  en  bandas  entre  el  estroma,  en  las  cuales  bandas  se 
ven  algunos  leucocitos,  y  las  células  tienden  á  la  disposición  con- 
céntrica. Por  todos  estos  caracteres  podemos  añrmar  se  trata  de  un 
epitelioma  con  tendencia  á  la  formación  de  globoF». 

Con  semejante  informe  propuse  la  operación  radical,  que  acepta- 
da en  principio,  acogió  con  menos  valor  después  de  la  extracción 
del  trozo  destinado  al  análisis,  pues  la  respiración  se  hizo  mucho 


127 

mejor  y  su  estado  general  prosperó  notablemente,  hasta  que  el  cre- 
cimiento asombroso  del  tumor  la  hizo  recaer  en  un  estado  tan  de- 
sastroso como  el  primitivo,  obligándome  á  practicar  la  traqueoto- 
mia  como  indicación  urgente. 

Una  vez  aceptada  y  decidida  la  operación  radical,  á  los  diez  días 
de  la  traqueotomia,  cuando  la  enferma  no  solamente  estaba  rehecha 
por  la  nueva  y  exuberante  respiración,  sino  por  el  tratamiento  di- 
namógeno  empleado  (suero,  cacodilato,  etc.),  que  habían  mejorado 
rápidamente  su  vigor,  se  practicó  la  hemilaringectomia  el  día  1.^  de 
febrero,  previa  sustitución  de  la  cánula  ordinaria  por  la  de  Tren- 
delenburg  y  en  la  posición  del  mismo  autor. 

Practicada  hábilmente  la  anestesia  por  el  Dr.  Redondo,  y  con 
¿4  aparato  de  su  invención,  modificación  del  de  Ricord,  que  se 
adapta  perfectamente  á  la  cánula,  y  con  la  presencia  y  cooperación 
de  los  doctores  y  ayudantes  Sres.  Fábregas,  Robles,  Sánchez  Calvo, 
Díaz  Gróngora,  Bueno,  Prada,  etc  ,  se  comenzó  la  operación  incin- 
diendo  la  piel  del  cuello  en  su  linea  media  por  un  corte  vertical  que 
partía  del  hioides,  llegaba  hasta  muy  próximo  de  la  herida  traqueal, 
que  previamente  se  hizo,  y  con  otro  corte  perpendicular  al  extremo 
superior  del  primero,  que  comprendía  la  piel,  aponeurosis  y  masas 
musculares  hasta  el  borde  anterior  del  esternocleidomastoideo,  se 
fué  descubriendo  toda  la  mitad  de  la  laringe  á  punta  de  tijera  hasta 
dejarla  completamente  limpia  y  denudada. 

Partido  con  fuertes  cizallas  el  cartílago  tiroides  en  su  línea  me- 
dia y  separados  los  dos  trozos  laríngeos,  anestesiando  el  fondo 
con  una  solución  de  cocaína,  adrenalina  y  fenol,  limpiando  con  esto 
la  laringe  y  evitando  los  reflejos,  pudimos  observar  la  presencia  de 
un  tumor  muchísimo  más  voluminoso  que  lo  que  acusaba  el  larin- 
goscopio, pareciendo  imposible  que  cupiese  en  aquella  pequeña  caja 
cartilaginosa,  y  prícipalmente  en  el  ventrículo,  que  era  el  punto 
más  principal  de  su  implantación. 

Con  la  hemostasia  más  absoluta  se  seccionó  la  membrana  crico. 
tiroidea  y  tirohioidea,se  extirpó  toda  la  lámina  derecha  del  cartílago 
tiroides  con  el  aritenoides  correspondiente  en  unión  de  toda  la  in- 
mensa masa  tumorosa,  que  próximamente  tendría  el  tamaño  de  una 
nuez  gorda,  separando  la  porción  posterior  del  esófago  con  gran 
cuidado,  para  lo  cual  previamente  introduje  una  sonda  esofágica 
que  me  servía  de  guía,  dejando  el  cricoides  en  su  totalidad,  puesto 
que  ni  remotamente  se  hallaba  invadido^  y  utilizándolo,  por  tanto, 
como  gran  armazón  para  la  restante  laringe. 


12S 

Cauterizada  la  superficie  cruenta  con  cloruro  de  zinc  al  10  por 
100,  se  hizo  un  detenido  reconocimiento  de  la  gran  cavidad  traumá- 
tica, viendo  la  perfecta  normalidad  en  los  tejidos  colindantes. 

Las  neumonías  por  deglución  consecutivas  á  los  grandes  trau- 
matismos en  la  laringe,  6  sea  el  paso  de  productos  sépticos  al  pul- 
món desde  la  zona  operada,  ha  sido  el  mayor  contingente  que  ha 
determinado  la  mortalidad  en  estas  intervenciones,  hasta  que  Pe- 
rier  y  Gluck  han  ideado  un  método  operatorio  que  aisla  ambas  zo- 
nas, valiéndose  de  una  barrera  orgánica,  ya  sea  con  piel  en  las  he- 
milaringectomlas,  ya  sea  suturando  la  sección  transversal  de  la 
tráquea  á  la  piel  del  cuello  en  las  extirpaciones  totales. 

Aprovechando  pensamiento  tan  laudable,  que  ha  disminuido  el 
contingente  de  mortalidad  desde  un  52  por  100  por  el  año  1881,  y 
un  46  por  100  en  el  91,  hasta  8  por  100,  según  comunicó  en  el  Ck)ngre- 
80  internacional  de  París  de  1900,  y  que  posteriormente  ha  descen- 
dido á  un  5;  pero  tratando  de  modificar  algo  el  procedimiento : 
1.^,  por  ser  la  zona  cruenta  más  pequeña  en  virtud  de  dejar  el  cri- 
coides;  2.^,  para  poder  cerrar  completamente  tanto  la  herida  tra- 
queal, como  la  laríngea,  circunstancia  que  no  ocurre  en  el  procedi- 
miento deGlück;  y  S.^porque  exigía  menos  cuidados, -á  mi  entender, 
el  aparato  resoiratorio  de  esta  enferma,  que  llevaba  diez  días  de 
amplia  respiración  sin  protestas  bronquiales,  decidí  en  virtud  de  las 
razones  antedichas,  utilizar  método  tan  sabio,  empleando,  como 
digo,  un  procedimiento  especial,  que  consistía  en  trazar  un  colgajo 
triangular  de  piel  del  lado  operado  con  el  vértice  en  la  porción  in- 
ferior, y  después  de  ran versado,  adaptarlo  á  la  superficie  cruenta  y, 
suturando  su  base  al  cricoides  y  porción  posterior  de  la  laringe,  lle- 
gando á  alcanzar  hasta  la  fosa  piriforme.  Tal  procedimiento,  que  en 
el  cadáver  había  resultado  bien,  aquí  no  pudo  utilizarse  por  retrac- 
ción del  colgajo  y  desprendimiento  al  segundo  día,  quedando,  por 
tanto,  la  superficie  cruenta  dentro  de  las  condiciones  normales  de 
la  práctica  corriente. 

Se  hizo  la  cura,  colocando  tapones  de  gasa  y  algodón  con  fiador 
en  el  anillo  cricoideo,  rellenando  de  gasa  la  laringe  y  dejando  la 
herida  abierta.  Alimentación  por  sonda  nasal  permanente,  y  posi- 
ción en  la  cama  con  gran  declive  en  la]  cabeza  y  extremada  eleva- 
ción en  los  pies.  Sea  por  la  posición,  portel  buen  estado  del  aparato 
respiratorio,  no  tuvo  la  menor  perturbación  en  su  convalecencia,  ni 
pasó  la  temperatura  de  37^,2,  á  excepción  de  una  alteración  gás- 
trica, que  cedió  con  un  purgante. 


129 

Se  retiró  la  cánula  de  Trendelenburg  al  quinto  dfa^  sustituyéndola, 
por  una  cánula  ordinaria;  se  suturó  la  herida  laríngea  en  dos  ca- 
pas, muscular  con  catgut  y  piel  con  seda,  estando  la  enferma  levan- 
tada, hablando  de  modo  inteligible  y  con  la  cánula  tapada  á  los 
quince  días,  en  cuya  situación  continúa  actualmente,  habiendo  re- 
gresado á  su  pueblo  completamente  curada  de  su  laringe  y  con  su 
estado  general  espléndido,  que  aleja  bien  claramente  la  idea  de 
toda  tuberculosis,  antes  sospechada,  que  ni  la  clínica  ni  el  micros- 
copio confirmó. 

Este  caso  tiene  una  circunstancia  especialisima  y  rara,  que  es 
precisamente  la  edad  de  la  enferma,  que  la  distingue  de  la  gene- 
ralidad, y  otra  también  muy  especial  que  he  observado  en  algu- 
nos casos  de  epiteliomas  laríngeos  en  enfermos  jóvenes,  que  sus 
individuos  son  endebles  y  raquíticos,  en  oposición  á  las  condiciones 
de  robustez  y  vigor  que  suelen  concurrir  en  los  cancerosos  de  cin- 
cuenta años  en  adelante,  activándose  en  estos  jóvenes  todas  las  es- 
casas resultantes  de  las  fuerzas  de  su  nutrición  en  la  evolución  rá- 
pida de  la  neoplasia,  circunstancia  por  la  que  he  visto  con  más  ra- 
pidez y  constancia  la  reproducción  tumoral  en  ellos  que  en  los  vie- 
jos. Esto  abona  las  intervenciones  extensas  cuanto  sea  posible,  y 
que  me  declare  altamente  partidario  de  las  resecciones  parciales  ó 
totales  de  la  laringe  y  nunca  de  las  laríngotomías,  á  pesar  de  las 
bondades  y  proclamas  de  Semon,  que  seguramente  es  su  más  ar- 
diente  defensor. 

Como  no  es  mi  objeto  en  la  presente  historia  clínica  entrar  en 
otras  disquisiciones,  y  solamente  utilizar  lo  que  enseña  la  enferma 
en  cuestión,  he  de  hacer  constar  los  beneficios  positivos  acaecidos 
por  dividir  la  operación  en  dos  tiempos  (traqueotomía  y  resección  la- 
ríngea), dejando  entre  ellos  un  lapso  suficiente  para  adaptar  el  apa- 
rato respiratorio  á  los  nuevos  estímulos. 

Al  molestar  vuestra  atención  sólo  me  propuse  añadir  un  factor 
más  á  la  estadística  de  la  cirugía  laríngea,  procurando  contribuir 
al  convencimiento  de  algunos  espíritus  rehacios  que  miran  como 
osados  atrevimientos  estas  intervenciones,  olvidándose  que  con 
sólo  restar  un  individuo  á  la  fatal  ley  á  que  se  halla  condenado  el 
canceroso,  debe  intentarse  esta  lucha,  con  más  grato  entusiasmo 
cuanto  mayores  sean  los  éxitos  conseguidos,  que  cada  día  van  sien- 
do más  evidentes. 


130 


BIBLIOGRAFÍA 

MR   Bt  MCTOa 

D.  SINFORIANO  GARCÍA  MAN8ILLA 

OcollttR  del  Hospital  Generml  y  Hospicio.   Profator  d«  Oftalmoloffa  en  la  Paenltad 
de  MedieÍBA  de  Madrid. 


I 


I.  Alouhos  datos  olíhioos  sobbb  rl  nitrato  dr  plata,  protabool  t  arot- 
ROL,  por  D.  Emilio  AI  varado,  de  Valladolid. 

II.   ¿EZIBTRH  LA  IRITIS  T  BL  OLAUCOMA  DIABÉTICOS?  por  el  mismO  AUtor. 

I 

El  Dr.  D.  Emilio  Alvarado,  reputado  oftalmólogo  de  Valladolid, 
ha  reproducido  en  un  folleto  de  32  páginas  un  trabajo  publicado  en 
loñ  Archivos  de  ofialmologia  hispanoamericanos^  sobre  el  nitrato  de 
plata  y  las  modernas  sales  de  este  mismo  metal. 

Este  artículo  es  una  rectificación  al  Dr.  Darier,  de  París,  partida- 
rio de  que  se  sustituya  ei  clásico  nitrato  de  plata,  tan  eficaz  para  el 
tratamiento  de  muchas  afecciones  de  la  conjuntiva,  por  el  argirol, 
protargol,  etc. 

El  Dr.  Al  varado,  deseando  conocer  la  opinión  de  los  oculistas,  res- 
pecto á  si  daban  la  preferencia  al  nitrato  de  plata  ó  á  las  sales  mo- 
dernas de  este  metal,  se  dirigió  á  multitud  de  comprofesores,  y  de  31 
que  contestaron,  30  prefieren  el  nitrato  de  plata. 

En  el  folleto  que  analizamos,  el  autor  expone  la  opinión  de  otros 
muchos  oftalmólogos  que  prefieren  la  vieja  sal  de  plata,  entre  los 
cuales  se  citan  Richery,  Scrini,  Morax,  Abadie,  Soemisch,  etc. 

En  este  trabajo  el  Dr.  Alvarado  refuta  los  argumentos  que  el  doc- 
tor Darier  hace  para  considerar  preferible  el  argirol  al  nitrato  de 
plata,  tanto  en  lo  relativo  á  la  intensidad  del  dolor  que  estos  medi- 
camentos producen,  cuanto  á  su  acción  microbicida. 

El  autor  opina  que  el  nitrato  de  plata  es  aún  insustituible  en  el 
tratamiento  de  la  oftalmía  purulenta  de  los  recién  nacidos. 

No  obstante  la  defensa  que  el  Dr.  Alvarado  hace  del  nitrato  de 
plata,  no  rechaza  el  uso  de  las  modernas  sales  argénticas,  sino  quei 
por  el  contrario,  las  emplea  en  algunas  enfermedades,  entre  ellas  laa 
inflamaciones  del  saco  lagrimal,  las  blefaritis  y  las  conjuntivitia 
agudas  ó  crónicas,  cuando  existen  ciertas  intolerancias  especiales 
para  el  nitrato  argéntico. 

Damos  nuestro  más  sincero  aplauso  al  Dr.  Alvarado  por  la  feliz 


131 

defensa  que  hace  de  uno  de  los  medicamentos  más  eficaces  que  po- 
seemos en  la  terapéutica  oftalmológica,  y  sin  el  cual  difícilmente 
trataríamos  las  conjuntivitis  purulentas. 

II 

•Otro  trabajo  del  Dr.  Alvarado  es  la  comunicación  hecha  á  la  se- 
gunda Asamblea  anual  de  la  Sociedad  Oftalmológica  hispano- 
americana. 

El  autor  hace  dos  preguntas  de  gran  interés.  La  primera  es  la  de 
si  existen  la  iritis  y  el  glaucoma  diabéticos,  y  la  segunda  es  la  de  si 
debe  practicarse  la  iridectomia  en  el  glaucoma  de  los  diabéticos. 

Respecto  á  la  primer  pregunta,  el  autor  la  contesta  en  sentido  afir- 
mativo,  citando  tres  historias  de  diabetes  C9mplicadas  con  iritis  ó 
con  glaucoma. 

Expone  además  la  opinión  de  Stefan,  Lagrange,  Chevallereau,  et- 
cétera, que  han  observado  también  casos  de  iritis  y  glaucomas  de- 
pendientes de  la  diabetes  sacarina. 

Cuanto  á  la  segunda  pregunta,  el  autor  la  contesta  también  en 
sentido  afirmativo,  apoyándose  en  la  autoridad  de  Graefe,  Stoeber, 
Galezowski,  etc.,  partidarios,  no  sólo  de  que«e  practique  la  iridec- 
tomia en  los  diifbéticos,  sino  también  de  que  se  extraiga  la  catarata 
en  ellos. 

Desde  luego  opina  que  no  debe  operarse  á  los  diabéticos  cuando 
han  llegado  al  marasmo. 

Este  trabajo  del  Dr.  Alvarado  es  tan  interesante  como  todos  los 
suyos,  y  debe  ser  leido  con  suma  atención. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


80GIRDADES  CRNTlFIGAS 


REAL    ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    MADRID 
Setián  del  día  2  dé  Junio  de  1906, 

Etsfagotcopio.  —  El  Dr.  Espina,  en  nombre  del  Dr.  Tapia,  presenta  nn 
eBofsgoscopio  inyentado  por  este  profesor,  ocupándose  con  este  motivo  de 
loe  últimos  perfeccionamientos  de  este  aparato,  que  ha  llegado  á  seryir 
para  el  diagnóstico  á  la  vez  que  para  el  tratamiento. 

Da  noticia  de  un  caso  de  esofagotomia  con  extracción  de  una  moneda 


132 

deglutida  por  nna  nifia,  en  la  que  el  cuerpo  extraño  se  había  detenido  en 
el  cardias,  manifestando  que  la  extracción  habii^3Ído  hecha  con  dicho  apa- 
rato por  el  Dr.  Goyanes,  en  menos  de  dos  n^inutos,  sin  producir  el  menor 
traumatismo  á  la  niña,  que  salió  inmediatamente  de  la  clínica,  sin  necesi- 
dad de  someterla  á  tratamiento  posterior  ninguno. 

Preséntala  fotografía  de  otro  caso,  en  que  se  trataba  de  un  tumor  de  la 
corvadura  menor  del  estómago,  operado  con  buenos  resultados. 

Consideracionet  pategénicas  sobre  dos  casos  de  hidrosalpinx.  —  El  Dr.  Rb- 
OASBNS  :  Los  motivos  que  me  han  inducido  á  presentar  á  vuestra  conside- 
ración loa  dos  casos  de  hidrosalpinx  anunciados,  son  el  haber  podido  se- 
guir el  curso  de  su  formación,  y  si  bien  el  hidrosalpinx  es  una  enfermedad 
frecuentemente  observada,  no  es  común  poder  seguir  su  evolución  forma- 
tiva.  Estos  casos  me  han  de  servir  para  hacer  algunas  consideraciones  de 
orden  anatomopatológico  y  patogénico,  ya  que  las  ideas  sustentadas  en  los 
libros  clásicos  no  tienen  ni  la  claridad  ni  la  unanimidad  necesarias  para 
poder  considerar  este  proceso  como  suficientemente  estudiado. 

Trátase  de  dos  enfermas  reoperadas  á  los  pocos  meses  de  haber  sido  la- 
parotomizadas  por  procesos  genitales.  La  primera  enferma  padecía  hace  dos 
años  una  retroversión.  adherente  del  útero,  que  traté  por  el  acortamiento 
intraperitoneal  de  los  ligamentos  redondos;  las  trompas  en  aquella  fecha 
tenían  una  situación  retrou terina;  pero  aun  cuando  afectadas  de  un  proce- 
so per isalpingi tico  concomitante  con  la  perimetritis,  ofrecían  el  pabellón 
completamente  permeable,  por  cuyo  motivo  decidí  su  conservación.  La  cu- 
ración operatoria  se  realizó  sin  accidente  alguno,  y  aun  cuando  el  útero  que 
dó  en  su  posición  completamente  normal  por  efecto  de  la  operación,  se  puede 
afirmar  que  no  llegó  á  considerarse  nunca  curada  del  todo,  ya  que  los  dolores 
que  la  indujeron  á  venir  al  hospital  continuaron  con  nna  intensidad  casi 
igual.  Las  menstruaciones,  que  al  poco  tiempo  de  operada  parecían  ser  me- 
nos dolorosas,  volvieron  á  producir  crisis  tales,  que  á  los  cuatro  meses  de  ser 
dada  de  alta  volvió  á  solicitar  nueva  operación  que  la  librara  de  sufrimien- 
tos. Reconocida,  pude  observar  que  el  útero  se  mantenía  en  la  ante  versión  en 
que  le  había  colocado  yo  con  el  acortamiento  de  los  ligamentos  redondos ; 
pero  á  los  lados  del  mismo  se  percibían  de  modo  claro  dos  tumoraciones  : 
la  derecha  ocupando  el  fondo  de  saco  de  Douglas,  y  la  izquierda  remon- 
tando hasta  las  proximidades  del  ombligo. 

A  pesar  de  reconocer  que  se  trataba  de  una  salpingitis  quística,  rehusé 
de  momento  practicar  la  operación,  y  sometí  á  la  enferma  al  tratamiento 
por  el  reposo,  las  irrigaciones  vaginales  calientes  y  el  ictiol  intus  et  extra. 
Ninguna  mejoría  experimentó  la  enferma,  y  cuatro  meses  después,  ó  sean 
ocho  desde  la  primera  operación,  reabrí  el  vientre,  encontrando  dos  hidro- 
salpÍQX  voluminosos  :  el  izquierdo,  libre  por  completo  de  adherencias,  es- 
taj[>a  como  flotando  en  la  cavidad  abdominal,  entre  las  asas  de  intestino 
delgado,  en  tanto  que  el  hidrosalpinx  derecho  ocupaba  el  fondo  de  Dou- 
glas  y  se  hallaba  íntimamente  adherido  á  los  órganos  vecinos. 

Como  quiera  que  los  ovarios  presentaban  asimismo  alteraciones  flogísti- 
cas  y  que  el  perimetrio  estaba  muy  alterado  por  la  inflamación,  practiqué 
la  castración  total,  curando  ton  ello  completamente  la  enferma. 

El  segundo  caso,  muy  parecido  á  éste,  ha  sido  operado  y  reoperado  en 


133 

este  mismo  curso.  Se  trata  de  nna  joven  de  dieoifiéis  años  qne,  á  coDseonen- 
cia  de  una  gonococia,  padecía  ana  perimetrosalpingitis,  qnistica,  en  el  lado 
isquierdo  y  catarral  en  el  derecho;  por  tratarse  de  una  joven  de  tan  pocos 
afiOB  no  quise  practicar  la  castración  total,  y  extirpé  la  trompa  qnistica  y 
el  ovario  de  este  mismo  lado  y  respeté  el  lado  derecho,  reseqné  el  pabellón 
tnbárico,  qne  estaba  pclnido,  y  formé  uno  nuevo,  incindiendo  ampliamen- 
te la  cara  superior  del  oviducto  y  suturando  exactamente  la  serosa  con  la 
mucosa,  dejé  el  ovario  en  su  sitio,  y  después  de  fijar  de  modo  temporal  el 
litero  en  situaciÓ9  normal,  cerré  la  cavidad  del  vientre.  Al  igual  que  en  el 
caso  anterior,  la  curación  operatoria  fué  rápida,  pero  los  dolores  continua- 
ron, apareció  la  menstruación  muy  dolorosa  y  á  los  dos  meses  se  pudo  no- 
tar, por  el  tacto  combinado,  la  existencia  de  un  tumor  salpingo-ovaritico 
formado  en  el  troco  de  trompa  quer  habíamos  dejado  y  por  el  ovario  9un- 
tiguo. 

Después  de  un  mes  de  tratamiento  médico,  y  en  vista  de  su  ineficacia» 
procedimos  á  una  nueva  operación,  encontrando  un  voluminoso  hidrosal- 
pinx  formado  en  la  trompa,  que  conservamos,  y  un  voluminoso  absceso  in- 
traovárico.  Procedimos,  en  vista  de  estas  lesiones,  á  la  castración  total,  y 
la  curación  definitiva  se  logró,  aun  cuando  signifique  ella  la  mutilación 
genital,  sensible  siempre,  pero  mucho  más  en  un  caso  como  el  presente,  en 
qne  casi  puede  decirse  que  no  habia  entrarlo  esta  joven  en  el  período  de  su 
actividad  sexual.  » 

Estos  dos  casos  ponen  una  vez  más  sobre  el  tapete  la  cuestión  tan  deba- 
tida de  la  cirugía  conservadora  en  los  casos  de  lesiones  flogísticas  de  los 
anejos,  pero  esto  será  cuestión  de  otra  comunicación;  hoy  sólo  quiero  ocu- 
parme del  concepto  anatomopatológico  y  patogenético  de  esta  afección,  y  á 
modo  de  inciso  diré,  que  cada  día  soy  más  conservador  en  ginecología,  en 
el  sentido  de  evitar  las  operaciones,  pero  que  una  vez  bien  puesta  la  indi- 
cación y  llegados  al  extremo  de  abrir  el  vientre,  soy  de  día  en  día  más  ra  - 
dical  en  la  exéresis,  pues  por  algunos  casos  que  he  logrado  con  la  cirugía 
conservadora  que  se  haya  hecho  más  tarde  embarazada  la  mujer,  son  mu- 
chos los  que  han  sentido  luego  remordimientos  de  no  haber  extirpado  todo 
lo  enfermo,  pues  el  fin  que  se  habían  propuesto  las  mujeres  al  dejarse  ope- 
rar no  lo  han  logrado,  ya  que  los  dolores  han  persistido  y  en  algunas,  como 
en  les  casos  actuales,  han  tenido  qne  sufrir  una  segunda  operación,  que  se 
hubiera  evitado  á  haber  sido  más  radical  en  la  primera. 

Examinados  macroscópicamente,  presentaban  estos  hidrosalpinx  la  for- 
ma y  disposición  de  todos  los  tumores  de  esta  clase;  sus  paredes,  adelgaza- 
das hasta  el  punto  de  permitir  reconocer  por  transparencia  el  contenido 
seroso  de  los  mismos  con  los  pabellones  tnbáricos  ocluidos  y  con  acoda- 
mientos  en  la  porción  interna  de  la  tuba,  que  impedían  que  se  vertiera  su 
contenido  en  la  cavidad  del  útero. 

Examinadas  al  microscopio  sus  paredes,  no  daban  lugar  á  duda  alguna, 
respecto  á  ser  la  distensión  de  las  paredes  tnbáricas  las  que  producían  la 
colección  quística,  sin  que  interviniera  en  ello  proceso  neoformativo  algu- 
no. La  serosa,  ligeramente  inflamada, estaba  en  un  hidrosalpinx  (el  izquier- 
do de  la  primera  enferma)  completamente  libre,  en  tanto  que  los  otros 
presentaban  adherencias  por  neoformaciones  pentonitiGaa  que  sujetaban 


134 

la  trompa  á  los  órganofi  vecinos.  La  capa  muscalar  se  yeia  adelgazada  con 
sus  elementos  oelnlares  de  fibra  lisa  distendidos,  y  los  núcleos  alargados  y 
aplicados  exactamente  á  la  cubierta  de  1  a  célala;  muchas  fíbrocélnlas  pare- 
cían anadeares;  el  tejido  conjantivo  no  presentaba  sefiales  de  prolifera- 
ción, ni  en  ningún  punto  de  esta  capa  se  reían  agrupaciones  celulares  de- 
bidas á  infiltración  inflamatoria. 

La  mucosa  presentaba  el  epitelio  plano,  más  parecido  por  su  disposición 
á  un  endotelio  que  á  la  forma  cilindrica  ciliar  de  la  mucosa  de  la  trompa 
normal ;  en  algunos  puntos  se  podían  ver  repliegues  mucosos,  restos  de  las 
franjas  tubáricas,  que  se  hallaban  recubiertas  por  un  epitelio  más  alto  que 
el  que  cubría  el  resto  de  la  mucosa. 

En  realidad,  por  el  examen  microscópico  no  puede  en  modo  alguno  colo- 
carse este  proceso  anatomopatológico  con  los  que  caracterizan  la  inflama- 
ción, y  sin  embargo,  por  la  evolución  y  etiología  del  proceso  no  puede  ser 
colocado  en  otro  punto  más  que  entre  las  inflamaciones. 

¿Cómo  explicar  en  el  terreno  patogenético  esta  anatomía  patológica  tan 
distinta  del  hidrosalpinx  con  Ips  otros  procesos  de  naturaleza  fiogística  que 
se  observan  en  las  trompas?  Examinando  la  anatomía  patológica  de  los 
piosalpinx,  vemos  que  en  ellos,  si  bien  el  proceso  de  obturación  del  pabe- 
llón y  de  oclusión  del  extremo  interno  de  la  trompa  es  exactamente  igual 
al  del  hidrasalpinx,  en  el  espesamiento  de  las  paredes  del  ovidncto,  en  las 
infiltraciones  embrionarias,  en  la  hipertrofia  do  las  paredes  vasculares, 
principalmente  de  la  túnica  media  de  las  arterias,  y  en  la  hiperplasia  de  los 
elementos  fibrocelulares,  as  diferencias  son  enormes.  Por  otra  parte,  la 
mucosa  en  el  hidrosalpinx  ha  cambiado  su  epitelio  cilindrico  por  uno  pla- 
no, en  tanto  que  en  el  pioSalpinx,  aparte  de  las  pérdidas  que  de  ésta"  cu- 
bierta se  encuentran  en  algnnos  puntos,  en  el  resto  se  hallan  las  mismas 
célalas  cilindricas  que  en  el  estado  fisiológico;  además,  él  corion  mucoso  se 
encuentra  engrosado  y  con  infiltraciones  abundantes  embrionarias  que  se 
extienden  más  allá  de  la  túnica  mucosa.  ¿Es  posible  que  con  diferencias  tan 
marcadas  en  el  sentido  anatomopatológico  podadnos  aceptar  que  sean  pro- 
cesos análogos  el  hidro  y  el  piosalpinx,  sin  más  diferencia  que  la  intensi- 
dad de  la  reacción  al  agente  infectante  productor?  Creemos  que  no  es  acep- 
table esta  hipótesis.  La  idea  admitida  por  Robson  de  que  el  piosalpinx  re- 
presenta la  evolución  final  de  un  piosalpinx  que  se  produce  por  reabsorción 
de  los  elementos  sólidos  del  pus,  no  tiene  justificación  clínica  ni  anatomo- 
patológica ;  la  evolución  de  los  casos  que  presento  ii|dican  de  un  modo  evi- 
dente que  los  tumores  salpingianos  que  se  desarrollaron  después  de  la  pri- 
mera operación  fueron  desde  el  primer  momento  de  la  misma  naturaleza 
serosa  con  que  les  encontramos  al  practicar  la  segunda  operación.  Por  otra 
parte,  la  reabsorción  de  los  elementos  figurados  de  una  colección  purulenta 
y  la  conversión  del  pus  en  serosidad,  no  ee  observa  en  ninguna  parte  de  la 
economía  ni  en  ningún  proceso,  siendo,  por  el  contrario,  lo  que  se  observa 
el  espesamiento  de  las  colecciones  purulentas  por  reabsorción  de  los  ele- 
mentos líquidos. 

Examinando  la  etiología  de  gran  número  de  enfermas  de  este  proceso,  en- 
contramos en  muchas  datos  fehacientes  de  infecciones  gonocócicas  y  puer- 
perales; en  algunos  casos  hemos  visto  coexistir  el  proceso  salpingítico  puru- 


-4 


I 


135 

lento  de  un  lado  con  el  hidroBalpinx  del  opuesto.  Envarias  ocasiones  hemos 
hallado  datos  precisos  de  peritonitis  pelriana  de  origen  apendicular,  sin 
antecedente  gonocócico  ni  puerperal  alguno,  en  enfermas  que  preseotaban 
hidrosalpinz  yoluminosos. 

Del  examen  anatomopatológico  de  las  lesiones,  asi  como  del  estudio 
reaccional  que  las  mucosas  tienen  para  los  distintos  afectos  infectivos,  prin- 
cipalmente el  gonocócico  y  el  estreptocócico,  desechamos  la  idea  de  qae  el 
hidrosolpinx  pueda  ser  una  inflamación  intracavitaria  de  las  trompas,  ya 
que  en  ningún  caso  encontramos  los  síntomas  reaccionales  que  la  mucosa 
produce  en  presencia  de  los  agentes  microbianos  determinantes  de  la  infla- 
mación. 

Nosotros  no  podemos  en  modo  alguno  negar  la  influencia  que  estos  agen- 
tes tengan  en  la  producción  de  la  enfermedad  qae  estudiamos,  pero  consi- 
deramos su  acción  como  indirecta.  En  todos  los  casos  de  inflamación  aguda 
pelri-anexial  que  hemos  operado,  hemos  hallado,  á  cierta  distancia  de  los 
puntos  en  que  el  proceso  floglstico  asentaba,  colecciones  serosas  más  ó  me- 
nos enquistadas,  resaltado  no  directo  de  los  agentes  microbianos,  sino  pro- 
ducidos por  la  acción  qnimiotáxica  de  los  productos  segregados  por  dichos 
agentes ;  son  exudaciones  debidas  á  agentes  químicos  de  procedencia  micro- 
biana, pero  no  resultado  de  la  acción  directa  de  los  agentes  yíyos;  estas  co- 
lecciones líquidas  á  distancia  del  foco  inflamatorio  no  dan  nunca  en  culti- 
▼06  apropiados  colonias  microbianas.  8u  naturaleza  amicrobiana  se  com- 
prueba asimismo  por  la  ineficacia  de  las  inoculaciones  practicadas  en  el  pe- 
ritoneo del  conejillo  de  Indias,  si  bien  no  puede  negárseles  una  acción  irri- 
tante manifiesta. 

Ahora  bien,  dada  la  existencia  de  pelriperitonitis  y  de  perisalpingitis  en 
la  casi  totalidad  de  casos  operados  por  nosotros,  y  teniendo  en  cuenta  las 
obseryaciones  en  que  una  apendicitis  ha  determinado  por  vecindad  la  pro- 
ducción de  un  hidrosalpinx,  creemos  que  la  patogenia  de  la  hidropesía  tu- 
bárica  hemos  de  hallarla  en  los  agentes  químicos,  que  ya  la  secreción,  ya  la 
muerte  de  ciertos  agentes  microbianos,  ha  puesto  en  contacto  con  las  es- 
tructuras tubáricas. 

La  comprobación  de  esta  patogenia  exige  nuevas  investigaciones  de  or- 
den biológico  que  espero  poder  realizar  en  breve.  Hoy  por  hoy  sólo  me 
atrevo  á  negar  la  similitud  patogenética  de  los  procesos  hidrosalpingíticos 
con  los  del  piosalpinx,  considerando  á  éstos  como  resultado  directo  de  los 
agentes  microbianos  y  á  aquéllos  como  consecuencia  indirecta  de  los  mis- 
mos por  la  acción  de  los  venenos  químicos  segregados  por  ellos. 


ACADEMIA    MKDICO-QUIRdBGICA   ESPAÑOLA 
8é9ián  del  dia  28  de  Mayo  de  190C. 

Anatomía  normal  del  oído.—  El  Dr.  Tapia:  El  estudio  hecho  por  el  doctor 
Villa  en  la  anterior  sesión  es  perfecto  y  de  indiscutible  utilidad,  porque  si 
en  términos  generales  se  puede  ser  excelente  cirujano  siendo  mediano  ana- 


1 


136 

tómico,  tratándoee  de  oídos  hay  que  ser  nn  perfecto  aDatómico  para  poder 
ser  buen  cirujano. 

Conforme  con  él  en  lo  que  se  refiere  á  la  posición  del  facial  y  de  loe  con- 
ductos semicirculares,  aprovecha  las  nociones  anatómicas  para  marcar  de 
un  modo  preciso  el  sitio  por  donde  debe  abordarse  el  laberinto  para  su  tre- 
panación. Analiza  los  procedimientos  de  Janeen,  Hinsberg  y  Botey ;  en 
atención  á  las  Tecindades  anatómicas  no  es  partidario  del  primero,  y  afirma 
que  el  último  es  el  preferible,  tanto  más  si  se  emplea  el  protector  de  Bour- 
gnet,  aparato  basado  en  el  dato  anatómico  de  que  el  borde  inferior  del  con- 
ducto semicircular  externo  está  á  tres  milímetros  por  encima  de  la  yentanja 
oyal ;  por  lo  tanto,  una  lámina  metálica  pequefia  que  llcTe  un  tacón  para 
'  empotrarse  en  la  Tentana  oral,  punto  de  referencia,  y  una  escotadura  de 
tres  milímetros  por  encima  para  dejar  sitio  al  trépano,  sujeta  á  un  mango 
de  curra  apropiada,  permite  caer  en  el  sitio  preciso  sin  temor  de  herir  el 
facial. 

Respectó  de  la  situación  de  la  yugular  y  de  la.  carótida,  hay  que  hacer 
constar  la  frecuencia  de  sus  anomalías,  sobre  todo  de  la  primera,  hasta  el 
punto  de  citarse  multitud  de  casos  en  que  se  han  herido  aun  operando  con 
las  reglas  clásicas ;  él  tiene  un  temporal  en  el  que  la  yugular,  cubierta  de 
finiñma  capa  ósea,  eleva  la  pared  postero  inferior  de  la  caja  y  no  habría 
sido  posible  hacer  la  miringotomla  sin  herirla/ 

El  Dr.  Villa,  en  vista  de  la  conformidad  habida  entre  Tapia  y  él,  nada 
tiene  que  decir. 

Dos  casos  de  Alcera  gástrica  crónica  no  hallada.— El  Dr.  Yaque:  Los  casos 
de  que  va  á  ocuparse  son  los  que  presentó  á  esta  Academia  en  la  sesión  de  8 
de  abril.  C.  L.,  de  treinta  y  siete  afios,  de  Madrid,  soltero,  cesante,  poco 
ordenado  en  su  vivir,  de  intemperancia  alcohólica  anterior  habitual  y  de 
temperancia  absoluta  actual,  obligado  pqr  el  sufrimiento,  se  presentó  en  su 
consulta  en  18  de  marzo  de  1908.  Su  padre  murió  de  cincuenta  y  nueve 
afios,  á  consecuencia  de  angina  de  pecho,  y  su  madre  á  la  misma  edad,  de 
cáncer  de  la  mama;  tiene  como  antecedentes  personales  los  infantiles  co- 
munes y  blenorragia  á  los  quince  años;  la  enfermedad  actual  comenzó  ha- 
cía catorce  afios  por  pesadez  gástrica  á  temporadas  y  á  las  tres  ó  cuatro 
horas  de  comer,  que  cesaba  tomando  bicarbonato  de  sosa,  pero  que  fué 
luego  haciéndose  progresivamente  mayor,  sin  que  éste  las  aliviara,  apare- 
ciendo vómitos  raros,  pocas  veces  alimenticios  y  casi  siempre  de  aguas 
agrias,  cuya  expulsión  calmaba  el  sufrimiento;  las  temporadas  de  moles- 
tias fueron  cada  vez  más  largas  y  cercanas ,  teniendo  un  afio  antes  de  ser 
observado,  un  vómito  negro.  Cuando  le  observó,  el  dolor  era  continuo,  no 
había  vómitos,  existía  gran  estreñimiento,  el  vientre  estaba  retraído,  había 
puntos  dolorosos  epigástrico  y  dorsal,  defensa  muscular  en  la  parte  izquier- 
da y  superior  del  epigastrio,  estómago  no  grande  á  la  percusión  y  con  bazu- 
queo bien  perceptible. 

Se  le  diagnosticó  de  úlcera  simple  en  plena  actividad,'  y  se  le  dispuso 
régimen  lácteo  exclusivo,  alcalinos  á  altas  dosis  y  nitrato  de  plata  en  solu- 
ción, advirtiéndole  del  peligro  de  una  hemorragia  si  comía.  Lo  hizo  y  so- 
brevino ésta  en  forma  de  gran  hematemesis,  y  entonces  se  regimentó  seve- 
ramente, obteniendo  con  ello,  y  el  bismuto  á  altas  dosis,  mejoría  grande 


137 


I 


pero  poco  estable,  y  como  no  faé  posible  oonvertir  en  curación,  le  indnjo 
á  aconsejarle  la  interTención,  practicándole  el  Dr.  Cerrera  el  24  de  no- 
viembre de  1905,  la  gafitroenterostomia  por  el  procedimiento  de  Roax, 
dándosele  el  alta  por  curación  en  10  de  diciembre.  Al  operar  se  halló  as- 
citis  moderada,  que  aunque  no  habla  oiiT^ulación  abdominal  subcutáneat 
aumento  de  bazo,  ni  síntoma  ninguno  de  hígado,  hubo  que  relacionar  con 
algo  hepático,  por  no  haber  alteración  urinaria  apreciable;  no  se  encontró 
úlcera  alguna.  Los  resultados  operatorios  no  han  podido  ser  más  satisfac- 
torios :  las  molestias  han  cesado,  aunque  reapareciendo  con  pequefia  inten- 
sidad de  tiempo  en  tiempo,  no  impidiéndole  su  trabajo,  y  ha  ganado  de 
peso  notablemente. 

J.  G.  M.,  de  yeintiún  afios,  de  Madrid,  soltero,  dependiente  de  comercio 
y  de  temperancia  absoluta,  lo  vio  Yagüe  en  septiembre  último.  Su  padre 
murió  á  los  cuarenta  y  siete  afios,  de  congestión  cerebral,  y  su  madre  á  los 
cuarenta  y  cinco,  de  repente;  padeció  las  eofermedades  de  la  infancia,  y  di* 
cele  haber  sido  gástrico  de  siempre,  pero  sufriendo  desde  hace  un  afto 
grandes  dolores  de  estómago  en  cuanto  comía,  que  no  cesaban  hasta  que 
'  Tomitaba,  derolTiendo'  más  que  tomaba  en  una  sola  comida,  y  siendo  al- 
gunos días  el  YÓmito  repetido ;  los  dolores,  sin  tener  temporada  alguna  de 
remisión,  fueron  aumentando  en  intensidad,  sin  otra  diferencia  que  la  de 
sentirlos  en  pleno  abdomen,  en  lugar  del  epigastrio,  que  los  tenía  al  prin- 
cipio. Se  estaba  tratando  por  la  electricidad  cuando  en  23  de  septiembre 
tñTO  gran  hematemesis  sin  melena  notable,  que  no  repitió. 

Bu  aspecto  era  el  del  anémico  agucío,  con  sufrimiento  continuo  intensísi- 
mo, puntos  dolorosos  dorsal  y  epigástrico,  sin  defensa  muscular  estimable, 
estómago  enorme,  desc^endido,  hasta  estar  su  curvadura  mayor  cuatro  tra- 
Teses  de  dedo  por  debajo  del  ombligo,  con  bazuqueo  extenso,  fácil,  bajo  y 
ligeras  ondulaciones  epigástricas. 

Se  diagnosticó  úlcera  simple  en  estenósico  cicatricial  del  píloro,  y  se  es- 
tableció tratamiento  análogo  al  anterior;  pero  ante  su  ineficacia  fué  inter- 
venido de  igual  modo  que  el  anterior  por  el  Dr.  Cerrera  en  fin  de  diciem- 
bre, curando  sin  incidente  alguno.  En  la  operación  se  comprobaron  esteno 
sis  y  dilatación,  pero  no  se  halló  la  úlcera. 

El  enfermo  está  completamente  curado,  grueso,  hasta  casi  la  obesidad, 
y  la  intervención  no  sólo  le  ha  serrido  para  cm^arse,  sino  para  ser  declarado 
inútil  para  el  servicio  militar. 

Las  consideraciones  han  de  ser  mny  breves;  fuera  de  las  erosiones  gás- 
tricas, secundarias  siempre  á  otras  gastropatiaf«,  y  de  las  cuales  Einhorn 
pretende  hacer  una  especie  patológica,  casi  seguramente  con  injusticia,  y 
de  las  úlceras  sintomáticas  que  de  momento  no  nos  interesan,  el  estómago 
sufre  dos  clases  de  úlcera  bien  determinadas  anatomopatológica  y, clínica- 
mente: la  úlcera  aguda,  que  Dielafoy  ha  estudiado  y  separado  con  el  nom- 
bre de  exulcíratio  simple^  que  sólo  interesa  la  mucosa,  tiene  bordes  lisos  y 
blandos  y  sintomatologia  aguda,  obscura  y  poco  precisa;  y  la  úlcera  cróni- 
ca, el  ulcus  rodena  de  Gruveiller,  que  puede  interesar  todas  las  capas  del  es  * 
tómago,  es  de  bordes  gruesos  y  duros  y  se  caracteriza,  clara  ^precisamen- 
te las  más  de  las  veces  por  síntomas  hiperclorhidricos  anteriores,  dolor 
circnnscrito,  intenso  y  paroxístico,  vómitos  y  hematemesis. 

U 


138 

De  la  forma  aDatomopatoló^ca,  que  ñi  la  primera  puede  no  ser  hallada, 
la  segunda  se  bailará  siempre  cuando  la  hay  y  si  se  la  busca. . 

Y  ahora  bien ;  como  eq  estos  enfermos  el  cuadro  sintomático  era  com- 
pleto y  típico  y  no  fué  hallada  la  úlcera  crónica,  cabe  preguntar:  ¿Es  que 
sucede  con  frecuencia  asi?  Porque  si  tal  sucediera,  habla  que  pensar  que  la 
relación  actual  establecida  entre  las  úlceras  y  sus  cuadros  sintomáticos 
podría  no  ser  completamente  exacta. 

El  Dr.  G.  Campo:  El  Dr.  Yagüe  hizo  operar  á  sus  dos  enfermos,  porque 
en  ambos  existían  signos  clínicos  bastantes  para  diagnosticar  la  úlcera  gás- 
trica, no  modificada,  á  pesar  del  tratamiento  médico  sostenido  y  racional. 
Con  su  conducta  está  conforme,  si  bien  no  lo  está  tanto  con  la  afirmación 
de  que  en  uno  de  los  enfermos  el  yolumen  del  estómago  no  se  hallaba  au- 
mentado, según  demostraba  la  percusión;  no  lo  estaría,  pero  ese  medio  no 
basta  para  demostrarlo,  y  para  ello  es  preciso  apelar  á  la  insuflación  que 
haga  dibujarse  el  órgano  bajo  la  pie^  del  yientre,  ó  á  la  repleción  con  agua 
que  por  su  cantidad  indique  es  majror  de  lo  normal  la  capacidad  de  la  tís- 
cera;  con  estos  medios  y  con  algún  otro  podrá  hablarse  del  yolumen  del 
estómago,  pero  no  con  la  percusión. 

A  G.  Campo  no  le  llama  la  atención  que,  durante  el  acto  operatorio,  no  se 
encontrara  la  úlcera, eso  es  lo  corriente;  no  se  ye  siempre,  porque  para  ello 
seria  preciso  hacer  la  antop3Ía  del  órgano  ó  inyertirlo  totalmente,  y  el  re- 
conocimiento detenido  no  es  prudente  en  operación  que,  para  dar  buen  re- 
sultado, reqniere  prontitud  y  ejecutadla  y  manosear  poco  los  órganos.  LSs 
autores  citan  casos  de  úlceras  en  los  que  se  realizó  la  gastroenterostomía  y 
que,  á  pesar  de  la  interyencíón,  sucumbieron  los  enfermos;  en  estas  oca- 
siones, no  habiéndose  hallado  la  lesión  en  el  acto  quirúrgico,  fué  confír* 
mada  en  la  necropsia. 

En  cuanto  á  que  en  uno  de  los  enfermos  continuaran  las  molestias  des- 
pués de  la  operación,  no  le  extrafia,  pues  muchas  yeces  cicatriza  una  úl- 
cera, se  produce  otra,  ya  que  con  la  gastroenterostomía  no  desaparecen  las 
causas  generadoras  de  la  enfermedad  de  Cruyeilhier;  además,  si  el  indiyi- 
duo  era  hiperclorhídrico,  según  hacían  presumir  los  síntomas  que  prece- 
dieron á  la  úlcera,  pudo  seguir  siéndolo  y  las  molestias  obedecer  exclusi- 
y amenté  á  la  hiperclorhidria.  La  gastroenterostomía  no  modifica  siempre 
el  quimismo  primitiyo;  si  el  contacto  prolongado  de  los  ingesta  determina 
una  irritación  de  la  mucosa,  causante  de  la  alteración  secretoria,  ésta  se 
normalizará  por  la  operación ;  pero  si  se  han  producido  lesiones  glandula- 
res, no  retrogradan  estas  alteraciones  y  el  quimismo  apenas  se  modifica. 

El  Dr.  Arredondo  hace  algunas  obseryaciones  con  respecto  á  los  resul- 
tados operatorios  en  las  úlceras  de  estómago.  8i  la  úlcera  es  rebelde  á  los 
tratamientos  médicos  porque  la  circulación  del  estómago  es  mala,  como 
debía  ocurrir  en  el  primer  caso,  en  que  el  alcoholismo  habla  producido 
hepatitis,  ascitis  y  trastornos  circulatorios,  no  desaparecerán  los  trastor- 
nos con  la  operación,  puesto  que  ésta  no  los  modifica;  por  eso  aquí  la  in- 
teryencíón merece  más  reseryas,  lo  mismo  que  si  su  persistencia  es  por 
razón  de  causa  general.  '  • 

una  razón  de  estática*  justifica  la  operación,  y  es  la  que  hay  porque  su 
persistencia  sea  debida  á  su  topografía,  pilórica,  por  ejemplo,  pues  el  estí- 


139 

tuqIo  de  1m  oontracoionefl  la  hace  persistir,  y  no  hay  nada  mejor  que  la 
frastroenterostomía. 

Y  ea  estos  casos  hay  qne  coütar  con  que  en  el  intestino.se  puede  produ- 
cir la  úlcera  péptica,  máxime  si  á  él  llega  el  quimo  ácido,  al  que  no  está 
acostumbrado  el  intestíno;  la  diarrea  post  operatoria  indica  un  estimulo 
exagerado  por  el  quimo  áeido. 

La  principal  rebeldía  de  estas  ei\fermedades  por  el  quebrantamiento  del 
régimen,  pues  no  hay  que  olvidar  que  estos  enfermos  tienen  buen  apetito. 

Ha  notado,  además,  qne  el  Dr.  Yague  no  ha  citado  para  nada  ciertos 
remedios,  como  la  cocaína,  belladona,  etc.,  que  no  sólo  calman,  si  que 
también  modifican  la  secreción. 

El  Dr.  Goyanea  dice  «que  el  haber  operado  cinco  ulcerosos  le  permite 
aportar  algún  dato  á  esta  disensión,  si  bien  son  tan  recientes  que  no  le 
permiten  hacer  deducciones  sobre  el  quimismo. 

En  el  aeto  operatorio  no  ha  visto  la  úlcera  nunca;  y  esto,  que  Yagüe 
créela  excepción,  él  lo  conceptúa  la  regla;  sólo  se  encuentran  sus  vesti- 
gios: adherencias  al  hígado,  al  opiplón,  etc.  Oeneralmente  se  cudnta  con 
«1  diagnóstico  clínico  bien  hecho,  y  el  cirujano  no  tiene  para  qué  malaxar 
«i  estómago  buscando  la  úlcera.  Por  otra  parte,  aun  en  los  casos  en  que 
hay  que  buscarla  por  hemorragia  intensísima,  cuesta  mucho  trabajo  en- 
contrarla, y  eso  no  contando  con  lo  difícil  que  es  explorar  la  cara  posterior, 
eobre  todo  si  hay  adherencias.  Todos  los  autores  citan  casos  en  que  no  se 
pudo  encontrar,  aun  abriendo  ampliamente  el  estómago. 

Otro  extremo  importante  es  la  influencia  del  contenido  ácido  en  los  in- 
testinos. Todos  sabemos  que  el  quimo  ácido  excita  en  el  duodeno  la  secre- 
ción biliar,  que  por  ser  alcalina  le  neutraliza;  pues  bien,  en  la  operación 
de  Boux  queda  un  segmento  de  yeyuno,  por  el  que  pasa  jugo  ácido,  que 
puede  determinar  su  ulceración.  Con  la  operación  de  Eocher  no  sucede 
esto;  el  físiologismo  queda  intacto:  esta  es  una  operación  ideal  que  él 
piensa  practicar  en  la  primera  ocasión  que  se  le  presente. 

£1  Dr.  Yagüe  dice  que  si  los  resultados  operatorios  no  han  sido  tan  com- 
pletofken  el  primer  caso,  lo  explica  el  que  no  había  estenosis  pilórica,  con- 
tra cuyos  trastornos  mecánicos  tiene  los  más  brillantes  resultados  la  inter- 
vención. Si  las  molestias  subsistieren  no  puede  atribuirse  ala  hiperclorhi- 
dria,  puesto  que  el  análisis  del  recogido  de  la  comida  de  prueba  de  Ewald, 
i  la  hora  de  su  ingestión,  dio,  en  80  de  abril  último:  acidez  clorhídrica 
por  1.000, 1'46;  acidez  total,  1*54;  cifras  que,  sobre  todo  la  segunda,  difie- 
ren poco  de  las  normales. 

El  Dr.  ChmáUs  Campo  no  concede  gran  valor  á  la  percusión  para  la 
delimitación  del  estómago,  y  sí  á  la  insuflación  ó  repleción,  que  facilitan 
la  percusión,  haciendo  más  evidente  el  contraste  entre  el  estómago  y  las 
partee  circunyacentes. 

Es  cierto  que  el  estómago  no  puede  ser  visto  por  completo;  pero»  su  ma- 
nualización  en  lo  accesible  permite  tocar  la  úlcera  crónica,  cuando  la  hay 
j  se  busca;  las  menos  veces  podrá  pasar  en  estas  condiciones  desaper- 
cibida. 

La  hemorragia  ¿el  primer  enfermo  no  es  atribníble  á  la  afección  hepá- 
tica, porque  no  había  obstáculos  á  la  circulación  porta,  y  no  es  posible 


140 

mdmitir  el  éxtasis  de  ésta  sólo  en  el  s/gmento  gástrico,  cuando  además  son 
en  las  cisórrícas  las  venas  esofágicas  las  hemorrágicas,  y  sobre  todo  porqne- 
entre  las  hematemeeis  y  la  peqnefia  ascitis  encontrada  habo  dos  afios  d» 
fecha. 

No  es  posible  discutir  ahora  por  completo  la  determinación  del  tiempa 
que  debe  tardarse  en  apelar  al  tratamiento  quirúrgico  de  la  úlcera;  el  de 
doB  afios,  transcurridos  en  el  primer  enfermo,  si  peca,  es  seguramente  de 
excesiyo. 

Sin  pretender  dar  reglas  generales,  cree  que  éste  puede  ser  entre  tres  j 
seis  meses,  cuando  el  tratamiento  médico  no  da  resultados,  siendo  el  títo 
sufrimiento  del  enfermo  garantía  del  exacto  empleo  del  régimen  y  medi- 
camentos. 

Los  alcalinos  fueron  dados  á  altas  dosis  en  el  período  dtge8tÍT0,'el  bis» 
muto  por  el  procedimiento  de  Fleiner,  el  nitrato  de  plata  por  el  de  Ro- 
senheim,  y  debió  decir  que  había  empleado  repetidas  veces,  sin  éxito,  lo» 
modificadores  de  la  secreción. 


PERIÓDICOS 


Un  case^de  bemiatrofia  facial.—  En  la  Revitta  Médica  Salmantina,  publica 
D.  A.  del  Cafiiso,  el  siguiente  caso  clínico : 

cEnferma  de  treinta  afios  de  edad,  es  soltera,  sirvienta  de  profesión  y  no 
no  tiene  antecedentes  patológicos  hereditarios  y  personales. 

Hace  seis  ó  siete  afios  empezó  á  sufrir  unos  dolores  neurálgicos,  inten* 
sos  y  .persistentes,  localizados  en  la  mitad  derecha  de  la  cara  é  irradiando» 
con  violencia  suma,  á  los  dientes  y  muelas  del  mismo  lado,  por  lo  que  al* 
gunas  fueron  sustraídas  por  un  dentista. 

Ninguna  presentó  huellas  de  caries,  ni  alteración  alguna  ostensible ;  las 
neuralgias  siguieron  y  las  extracciones  también,  hasta  que,  consecutiva- 
mente á  una  de  éstas,  se  presentó  una  inflamación  de  la  encía,  que  termi- 
nó con  la  formación  de  pequefios  accesos  gingivales  y  la  expulsión  de  algu- 
nos otros  dientes.  Posteriormente  no  ha  vuelto  á  sentir  dolor  ni  molestia 
alguna,  llamando  en  cambio  su  atención  la  deformidad  que,  lenta  y  pro* 
gresivamente,  invadía  la  mitad  de  su  cara. 

Al  observarla  el  Dr.  Cafiizo  lo  primero  que  se  advertía,  con  sólo  mirar 
la  paciente,  era  la  desigualdad  y  falta  de  simetría  de  las  dos  mitades  de  la 
cara,  encontrándose  el  lado  derecho  como  achicado  y  hundido,  sobre  todo 
en  sn  parte  inferior. 

Los  relieves  óseos  del  pómulo  y  la  mandíbula  aparecían  más  prominen- 
tes que  en  el  lado  sano;  por  palpación,  podía  notársela  falta  del  tejido 
adiposo  subcutáneo  y  la  piel,  tersa  y  apergaminada, se  adhería  de  tal  modo 
á  las  partes  duras  subyacentes,  que  era  casi  imposible  el  poder  plegarla 
entre  los  dedos;  apreciábase  igualmente  la  atrofia  de  la  mitad  derecha  de 
la  mandíbula,  cuyo  grosor,  sobre  todo  en  la  rama  horizontal,  estaba  muy 
disminuido  con  relación  al  lado  opuesto. 


141 

La  oreja  j  ojo  derechos  no  presentaban  alteración,  qne  tampoco  existían 
«n  la  mitad  homologa  de  la  frente,  ni  en  la  ceja  del  mismo  lado,  siendo  en 
«ambio  de  notarse  la  pérdida  de  cabellos  qne  desde  la  parte  alta  y  derecha 
del  frontal  se  extendía  por  nna  gran  porción  del  enero  cabellndo. 

La  mitad  derecha  de  la  lengua  aparecía  sumamente  peqnefia  y  arrugada, 
presentaba  desde  el  surco  medio  al  borde  libre,  próximamente  la  mitad  de 
Anchura  que  en  el  lado  isquierdo.  Cosa  análoga  ocdrrla  en  el  velo  del  pa 
ladar  y  sobre  todo  en  la  úvula,  la  cual  puede  decirse  que  habla  deaapare- 
<iido  por  completo,  dejando  sólo  como  vestigio  de  su  existencia  un  filamen- 
to ó  apéndice  flácido,  constituido  únicamente  por  la  envoltura  mucosa. 

La  sensibilidad,  en  el  lado  afecto  de  la  cara,  estaba  completamente  nor- 
mal ;  no  habla  alteración  del  sentido  del  gasto  y  la  carótida  y  temporal  de- 
Techos  pulsaban  con  absoluta  regularidad. 

No  habla  tampoco  ningún  entorpecimiento  para  la  pronunciación,  mas- 
ticación ni  deglución. 

La  exploración  general  del  sistema  nervioso,  asi  como  de  los  demás  apa- 
ratos, demostraba  su  completa  integridad  funcional. 
A  propósito  del  caso,  dice  entre  otras  cosas :  * 

cEil  cuadro  clínico  de  esta  afección,  variable  en  cuanto  á  rapidez  é  inten- 
sidad, se  reduce  en  esencia  á  la  atrofia  progresiva  de  una  mitad  de  la  cara, 
«n  cuyo  proceso  toman  muy  variable  participación  los  distintos  tejidos  y 
4Wl  se  ve  que  en  unos  casos  la  atrofia  invade  los  huesos  y  cartílagos,  mien- 
tras qne  en  otros  limita  su  acción  al  tejido  subcutáneo  y  partes  profundas 
del  dermis.  Los  músculos  de  la  cara,  excepto  los  masticadores,  son  ataca- 
dos rara  vez ;  la  lengua  y  velo  palatino,  que  constituyen  en  nuestro  caso  la 
parte  más  atrofiada,  son  también  invadidos  con  poca  frecuencia '. 

La  cuestión  verdaderamente  obscura  y  litigiosa  de  tan  curiosa  y  extraña 
enfermedad,  os  la  referente  á  su  patogenia,  para  cuya  explicación  se  han 
invocado  teorías  muy  diferentes : 

Unos  admiten  una  atrofia  privada  ó  aplasia  laminosa  del  tejido  conjunti- 
vo, es  hoy  rechazada  por  todos  porque,  á  más  de  dejar  oculta  la  razón  de 
-eeta  aplasia,  no  puede  dar  explicación  de  aquellos  casos  en  que  }a  atrofia 
invada  los  huesos,  músculos,  etc. 

Analiza  luego  las  teorías  nerviosas  ó  trofoneuriticas ;  pueden  clasificarse 
•en  dos  grupos :  según  unos,  la  atrofia  es  producida  por  alteraciones  del 
^ran  simpático. 

Todos  estos  datos,  unidos  al  hecho  de  que  algunas  hemiatrofías  faciales 
46  acompafian  de  alteraciones  importantes  de  los  vasos  del  lado  afecto,  pa- 
recen indicar  la  importancia  que  toma  el  simpático  en  la  patogenia  de  esta 
Afección. 

tíin  embargo,  los  trastornos  de  la  inervación  vascular  producen  efectos 
•como  el  edema  nervioso,  la  critomelaigia,  enfermedad  de  Reynaud,  etcéte- 
ra, que  no  tiene  ningún  parecido  clínico  con  la  hemiatrofía  facial.  Además, 
•cumo  ya  habla  hecho  notar  V ulpian,  las  lesiones  del  simpático  no  producen 
verdaderas  atrofias,  sino  solamente  detenciones  al  desarrollo  y  esto  cuando 
«e  opera  en  sujetos  muy  jóvenes  y  nnnca  de  una  manera  constante  y  acen- 
tuada. 

Según  la  hipótesis  más  admitida  en  la  actualidad,  la  hemiatrofia  de  la 


142 

cara  es  prodadda  por  lesiones  que  atacan  al  trigémino;  pero  mientas  qne 
anos  juzgan  estas  lesiones  como  periféricas  (neuritis),  otros  conceden  el 
papel  primordial  á  las  alteraciones  de  los  centros  bulboprotuberanciales. 

Merece  consignarse  que  en  este  caso  se  encontró  además  una  neuritis  del 
radial  izquierdo  y  una  atrofia  bilateral  del  norrio  óptico. 

Por  lo  tanto,  parece  lógico  admitir  que  la  neuritis  del  trigémino  sea  en^ 
algunos  casos  la  lesión  productora  de  la  hemiatrofia  facial. 

Las  lesiones  de  protuberancia  y  bulbo,  es  indudable  que  también  deben 
desempeñar  un  papel  de  gran  importancia;  estas  lesiones  bulboprotube- 
ranciales, unas  Teces  acompañan  á  las  tabes  y  á  la  siringomielia,  enferme- 
dades que  con  gran  frecuencia  dan  lugar  á  alteraciones  tróficas,  iguales  en 
BU  esencia  á  la  enfermedad  que  veniamos  estudiando.  Dejérine  y  Mirallié 
han  visto  coincidir  la  hemiatrofia  facial  con  la  siringomielia,  y  para  Bris- 
saud  la  mayor  parte  de  hemiatrofías  faciales  serian  sintomáticas  de  la  ci- 
tada enfermedad. 

Hay  algunos  casos  de  hemiatrofia  facial,  en  que  la  lesión  se  extiende  4 
partes  que  no  están  bajo  la  iuervación  del  trigémino,  lo  que  hace  pensar 
que  la  lesión  central  se  haya  extendido  á  núcleos  vecinos  (facial,  hipoglo- 
so,  etc.),  que  por  su  alteración  explican  los  síntomas  concomitantes. 

'Habrá,  pues,  que  considerar  á  la  hemiatrofia  de  la  cara  como  un  síntoma 
ó  conjunto  de  síntomas,  dependientes  de  lesiones  del  trigémino,  bien  sen 
en  sus  centros  ó  en  sus  armas,  evolucionando  unas  veces  de  manera  aisla- 
da y  acompañando  otras  á  enfermedades  de  mayor  generalización,  tabes  j 
siringomielia  principalmente  '.  —  Sababia. 

REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  aENTlFICAS 

SOCIEDAD    DE    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
Suión  del  día  18  dé  Junio  dé  1906, 

8epticonÍa  de  tetrágenos.  —  El  Dr.  Kirmisson  leyó  un  informe  acerca  del  * 
caso  siguiente,  comunicado  á  la  Sociedad  por  el  Dr.  Tillaye. 

Un  joven  de  veinticuatro  afios,  sin  antecedentes  patológicos  dignos  de 
mención,  sobre  todo  sin  el  menor  antecedente  urinario,  tuvo  durante  un 
mes  fiebre  continua  inexplicable,  hasta  que  el  Dr.  Tillaye  descubrió  un 
absceso  prostético  voluminoso,  cuya  incisión  dio  salida  á  más  de  150  gra- 
mos de  pus  espeso  y  bien  trabado.  La  temperatura  descendió  aquel  mismo 
día,  pero  al  siguiente  volvió  á  elevarse  y  apareció  un  infarto  doloroso  en  la 
región  parotídea  derecha.  El  enfermo  tuvo  además  por  el  recto  una  hemo-^ 
rragia  abundante,  que  se  contuvo  á  beneficio  del  taponamiento  y  de  laa 
inyecciones  de  ergotina  y  de  suero.  Al  día  siguiente  los  signos  de  supura- 


143 

ciÓD  parotidea  eran  manifiestos;  se  descubrieron  además  otros  dos  abscesos 
peqaefios  en  sl.braso  y  antebrazo  derechos.  Los  tres  fueron  incindidos.  £i 
examen 'bacterielógico  del  pas  reveló  ia  presencia  predominante  del  mi- 
crococo  tetrágono  y  de  algunos  grupos  de  estafilococos,  pero  no  colib^ilos 
ni  bacilos  de  Eberth  ó  de  Koch. 

A  los  pocos  días  fué  preciso  abrir  dtros  dos  nuevos  abscesos  que  se  ha- 
bían formado  en  la  pardtida  izquierda  y  en  la  cara  externa  de  la  pierna 
derecha.  Hubo  un  nuevo  periodo  de  calma,  pero  de  corta  duración,  porque 
al  poco  tiempo  se  formó  un  absceso  perinefritico  issqnierdo,  cuya  incisión 
dio  salida  á  250  gramos  de  pus.  Después  se  formó  en  el  lado  derecho  un 
nuevo  absceso  análogq,  que  se  abrió  también,  pero  cuya  supuración  fué 
más  abundante  y  prolongada.  El  enfermo,  caquéctico,  tuvo  qae  permanecer 
en  cama;  se  le  formaron  escaras  sacras,  y  por  último  murió.  El  proceso 
daró  menos  de  dos  meses. 

El  Dr.  Kirmisson  llamó  la  atención  sobre  este  caso  interesantisimo  para 
el  estudio  de  las  septicemias  de  origen  espontáneo  ó  interno,  por  oposición 
á  las  quirúrgicas,  cuya  historia  es  aún  mal  conocida.  £s  á  la  vez  un  dato 
de  gran  utilidad  respecto  al  papel  patógeno  de  los  microbios  tetrágonos 
que  se  encuentran  á  menudo  en  la  boca  y  en  las  vías  respiratorias,  y  cuya 
importancia,  como  agenta  de  septicemia  general,  está  todavía  mal  demos- 
trada. 

Intsrvencionas  en  los  quistes  hidatldlcos  pulmentres.  —  El  Dr.  Tuffítr  leyó 
un  informe  sobredes  casos  de  quistos  hidatídicos  del  pulmón,  operados  por 
«1  Dr.  Launay. 

El  primero  se  refiero  á  un  hombro  de  cuarenta  y  tros  aftos,  que  al  ingre* 
sar  en  el  hospital  presentaba  todos  los  signos  do  un  derrame  pleurítico  en  la 
base  derecha.  Varios  ataques  do  congestión  pulmonar  que  había  padecido 
este  individuo,  confirmaban  el  diagnóstico  que  se  hizo  do  pleuresía  tu- 
berculosa. Pero  la  punción  de  este  derramo  dio  salida  á  un  líquido  cagua 
de  roca',  lo  qvie  demostró  se  trataba  de  un  quiste  hidatídico.  Esto  quiste, 
situado  sólo  á  un  centímetro  de  profundidad  en  el  parénquima  pulmonar, 
fué  operado  sin  dificultad,  gracias  á  las  adherencias  pleuríticas  que  oxis- 
iian  en  aquél.  Fué  preciso  resecar  dos  costillas  é  incindir  el  pulmón.  La 
membrana  hidatídica  fué  expulsada  durante  un  acceso  de  toe.  El  Dr.  Lau- 
nay desaguó  la  cavidad  qaística,  y  d  los  dos  meses  estaba  completamente 
cerrada.  No  obstante,  queda  una  fistula  bronquial  secundaria. 

En  el  segundo  caso,  se  trataba  de  un  hombre  de  sesenta  y  cinco  afios;  el 
quiste  ocupaba  la  parte  inferior  del  pulmón  izquierdo.  En  este  enfermo  se 
sospechó  también  una  pleuresía  tuberculosa,  á  causa  de  las  hemoptisis  re 
petidas  que  había  tenido.  Lo  mismo  que  en  el  caso  anterior,  el  diagnóstico 
exacto  no  se  hizo  hasta  que  se  practicó  la  punción.  El  tratamiento  consis- 
tió en  la  incisión,  seguida  do  desagüe;  quedó  también  una  fístula  bron- 
quial secundaria  que  se  cerró  espontáneamente  á  los  pocos  meses. 

Además  de  estas  dos  observaciones  del  Dr.  Launay,  refirió  el  Dr.  Tuffier 
otra  de  su  práctica  que  merece  ser  conocida,  porque  so  incurrió  en  el  mismo 
error  de  diagnóstico  y  porque  la  curación  fué  retardada  también  por  una 
fístula  bronquial  secundaria.  Los  primeros  síntomas  clínicos  de  la  afección 
no  fueron  los  mismos  que  en  las  observaciones  del  Dr.  Launay,  porque  an- 


144 

tes  de  los  accidentes  que  obligaron  á  dicho  enfermo  á  ingresar  en  el  hospi- 
tal no  tavo  hemoptisis  ni  ataques  congestiyos  pulmonares.  De  repente,  á 
consecuencia  de  un  esfuerzo,  sintió  un  dolor  fuerte  en  el  codtado  izquierdo, 
con  disnea  intensa,  tos,  fiebre,  etc.,  síntomas  todos  que,  unidos  á  la  com- 
probación  dé  un  derrame  en  la  base  izquierda,  hicieron  diagnosticarla 
enfermedad  de  pleuresía.  El  supuesto' derrame  fuó  punzado,  y  sólo  enton- 
ces se  comprobó  que  se  trataba  de  un  quiste  hidatidico.  Acto  seguido, 
después  de  vaciado  por  completo  el  quiste,  se  inyectaron  en  su  cavidad  60 
gramos  de  licor  de  Van  Swieten.  A  consecuencia  de  esta  inyección  tuvo  el 
enfermo  edema  pulmonar  gravísimo,  que  puso  en  peligro  su  vida:  el  quiste 
supuró  después,  y  entonces  fué  cuando  vio  el  Dr.  Tuffíer  al  paciente.  Eíizo 
una  refección  costal,  encontróla  pleura  adherida  y  penetró  sin  dificultad  en 
el  quiste  supurado,  lo  incindió,  lo  desaguó,  consiguiendo  asi  que  el  enfermo 
curara.  La  curación  fué  retrasada  por  una  fístula  brpnquial  secundaria, 
que  se  cerró  espontáneamente. 

Cree  conveniente  el  Dr.  Tuffíer  reunir  estos  tres  casos,  porque  demues- 
tran cuan  fácil  ef  confundir  los  quistes  ñidatídicos  del  pulmón  con  las  le- 
siones tuberculosas  pulmonares,  en  particular  con  la  pleuresía  tubercu- 
losa ;  ambos  padecimientos  principian  por  accesos  de  tos  más  ó  menos  re- 
beldes, por  ataques  congestivos,  hemoptisis  repetidas,  fiebre  y  los  mismos 
caracteres  de  derrame  á  la  percusión  y  á  la  auscultación.  La  radiografía 
podrá  quizá  resolver  el  problema — como  ha  ocurrido  en  un  caso  del  doctor 
Tuftier— al  demostrar  la  forma  completamente  esférica  del  derrame. 

En  los  tres  casos  referidos  no  hubo  vómica  antes  de  la  intervención  ope- 
ratoria, complicacii^n  frecuente  en  los  quistes  hidatídicos  pulmonares.  Es 
de  notar  también  la  frecuencia  de  las  fístulas  bronquiales  secundarias  á  la 
operación,  cuya  patogenia  no  es  muy  clara;  estas  fístulas  curan  casi  siem- 
pre espontáneamente,  pero  algunas  son  definitivas.  Al  terminar  insistió  el 
Dr.  Tuffier  sobre  la  necesidad  de  proscribir  en  absoluto,  en  el  tratamiento 
de  ios  quistes  hidatídicos  pulmonares,  la  punción  seguida  de  inyección  de 
un  líquido  antiséptico,  á  causa  de  los  afccidentes  graves  que  pueden  resul- 
tar. La  punción  evacuadora  simple  es  completamente  ineficaz.  El  verdade- 
ro tratamiento  curativo  consiste  en  la  incisión  extensa*  del  quiste  seguida, 
de  desagüe. 

£1  Dr.  Foiherat  dijo  que  había  operado  á  un  enfermo  con  quiste  pulmo- 
nar, complicado  por  la  presencia  de  dos  derrames  pleurlticos,  uno  seroso  y 
otro  purulento,  que  exigieron  operaciones  secundarias :  el  enfermo  curó. 
Hasta  ahora  ha  operado  cuatro  veces  por  quistes  hidatídicos  del  pulmón  ; 
dos  de  estos  operados  tuvieron  fístulas  bronquiales  secundarias. 

Extirpación  dol  útero  cancereso  par  la  vía  vagina-abdominal.  •—  El  doctor 
J,  L,  Faure  leyó  un  informe  acerca  del  caso  aiguiente,  comunicado  por  el 
Dr.  Duval. 

La  enferma  fué  operada  por  el  Dr.  Quénu,  quien  practicó  la  histerecto- 
mía  abdominal  parcial  por  anexitis  bilateral.  Dos  afios  después  volvió  esta 
mujer  con  un  núcleo  epiteliomatoso  en  su  cicatriz  vaginal.  El  Dr.  Duval 
pensó  entonces,  para  extirpar  por  completo  esta  vagina  cancerosa  sin  peli- 
gro de  inocular  la  herida  durante  la  operación,  de  hacerla  en  dos  tiempos : 
on  el  primero,  perineal,  desinsertó  la  extremidad  vulvar  de  la  vagina,  la 


145 

diBeed  y  ia  preparó,  llegando  lo  máa  cerca  posible  do  su  fondo  de  saco;  ce- 
rró despnós  hermóttcamente  por  medio  de  uoa  sutura  la  abertura  inferior 
de  este  eaco  vaginal,  y  paaó  al  segundo  tiempo  de  la  operación,  el  abdomi- 
nal, que  le  permitió  extirpar  fácilmente  por  arriba  toda'la  vagina,  que 
contenia  en  su  interior  el  núcleo  canceroso.  La  enferma  curó  sin  compli- 
caciones. A  propósito  de  este  ciso  j  del  éxito  obtenido,  oree  el  Dr.  Duval 
qne  seria  ventajoso  aplicar  este  procedimiento  de  e;[tirpación  vagino- 
abdominal  á  todos  loe  casos  de  cáncer  uterino,  en  los  qne  está  indicada  lá 
ablación  del  útero;  habrá  asi  seguridad  de  extirpar  todos  los  órganos  geni- 
tales invadidos,  sin  el  menor  peligro  de  inocular  la  herida  operatoria  con 
los  productos  sépticos  y  neoplásicos  que  se  derraman  del  cuello  uterino. 

El  Dr.  Fanre  no  cree  qne  sea  esta  la  tentaja  principal  del  método  reco- 
mendado por  el  Dr.  Dnval;  á  su  entender,  es  preferible  al  procedimiento  de 
Wertheimer,  en  el  que,  despnés'de  desinsertar  sólo  por  la  vía  abdominal  la 
vagina  lo  más  extensamente  posible,  se  aplican  sobre  su  extremidad  inferior 
dos  pinzas-cepos  fuertes,  que  aseguran  la  oclusión  perfecta  y  pone  con  más 
seguridad  al  abrigo  la  herida  de  toda  inoculación  séptica  ó  neoplásica.  La 
gran  ventaja  del  método  vagino-abdominal  aplicado  á  la  extirpación  del 
útero  canceroso,  es,  según  el  Dr.  Faure,  que  facilita  de  una  manera  espe- 
cial esta  extirpación.  El  tiempo  más  difícil  y,  por  consiguiente,  esencial  en 
la  histerectomia  por  cáncer,  es  la  preparación  minuciosa  del  tejido  celular 
pericervical  y  la  dirección  de  los  uréteres.  Cuando  se  utiliza  sólo  la  vía 
abdominal,  este  tiempo  operatorio  es  muy  penoso,  á  causa  de  la  profnndí 
dad  en  que  es  preciso  trabajar,  puesto  que  el  cuello  queda  fijo  en  el  fondo 
de  la  pelvis  por  la  porción  inferior  perineal  de  la  vagina.  Si  en  cambio  se 
desinserta  previamente  esta  porción  inferior  eu  un  primer  tiempo  operato- 
rio ejecutado  por  la  via  vaginal,  es  mucho  más  fácil  en  el  segundo  tiempo, 
abdominal,  sacar  al  exterior  la  región  del  cuello  y  disecarla  de  buena 
manera. 

Desde  la  comunicación  del  Dr.  Duval,  el  Dr.  Faure  ha  extirpado  cuatro 
úteros  cancerosos  por  este  procedimiento,  sorprendiéndole  siempre  la  gran 
facilidad  con  que  ha  conseguido  practicar  la  extirpación.  Prueba  de  dicha 
facilidad  es  que  la  operación  dura  media  hora  menos  (tres  cuartos  de  hora 
en  vez  de  hora  y  cuarto).  Podría  reprocharse  al  método  vagino-abdominal 
el  inconveniente  de  que  un  primer  tiempo  (vaginal)  séptico  precede  al 
aséptico  (abdominal);  esta  objeción,  dice  el  Dr.  Faure,  carece  de  valor 
operando  con  guantes.  Las  cuatro  enfermas  que  operó  el  Dr.  Faure  por 
este  método  curaron  perfectamente. 

£1  Dr.  Walther  apoyó' lo  indicado  por  el  Dr.  Faure:  en  dos  casos  de  cén- 
cer  del  cuello  uterino  complicado  con  fibroma  del  cuerpo,  en  los  que  el 
acceso  á  la  región  cervical  hubiera  sido  diticilisimo  por  la  laparatomia 
simple,  pudo,  gracias  á  la  desinserción  previa  de  la  vagina  por  abajo, 
practicar  sin  dificultad  la  extirpación  radical,  en  bloque,  de  todas  las 
lesiones. 

El  Dr.  Bartmann  preguntó  al  Dr.  Fanre  si  sus  operadas  y  la  del  doctor 
Duval  padecieron  trastornos  vesicales  á  consecuencia  de  la  operación, 
trastornos  que  se  han  atribuido  á  la  supresión  del  punto  de  apoyo  qne  la 
pared  vaginal  presta  al  bajo  fondo  vesical. 


146 

El  Dr.  Faure  respondió  qne  nada  de  esto  habla  obseryado  en  sus  enfer- 
mas, pero  que  en  la  del  Dr.  Daval  layejiga,  intiltrada  por  la  neoplasia,  fué 
desgarrada  al  disecar  la  vagina.  El  desgarro,  enturado  aeio  continuo,  no 
produjo  coinpli<ykción  alguna. 

£1  Dr.  Aíanprofit^  que  no  es  partidario  de  la  interyención  en  el  cáncer 
del  útero  más  que  en  los  casos  incipientes,  cuando  está  limitado  al  cuello, 
sin  infiltración  del  origen  de  los  ligamentos  anchos,  cree  que  la  operación 
aconsejada  por  los  Dres.  Duyal  y  Faure  es  lógica  si  es  necesario  intervenir, 
aunque  exista  infiltración  perivascular.  Sin  embargo,  ásn  entender,  la  su- 
tura hermética  de  la  vagina  no  debe  ser  fácil,  y  la  garantía  que  ofrece  con- 
tra infección  del  campo  operatorio  es  quizá  ilusoria. 

El  Dr.  Segond^  que  participa  en  absoluto  de  la  opinión  del  Dr.  Monprofit 
respecto  á  las  indicaciones  limitadísimas  de  la  intervención  en  el  cáncer 
uterino,  preguntó  cómo  la  técnica  operatoria  indicada  por  los  Dres.  Duval 
y  Faure  puede  facilitar  la  extirpación  del  útero,  puesto  que  éste  se  halla 
sostenido  únicamente  por  el  pié  de  los  ligamentos  anchos,  y  su  liberación 
en  e^te  sitio  es  más  fácil  por  el  abdomen  que  por  la  vagina. 

£1  Dr.  FcLure  respondió  que  el  útero  está  retenido  en  el  fondo  de  la  pel- 
vis, no  sólo  por  el  pié  de  loe  ligamentos  anchos,  sino  también  y  principal- 
mente por  la  inserción  perineal  de  la  vagina;  es  indudable  que  el  pié  de 
los  ligamentos  anchos  debe  ser  disecado  para  arriba,  pero  esta  liberación 
es  mucho  más  fácil  cuando  la  vagina  ha  sido  aislada  de  sus  inserciones 
inferiores.  —  {La  Presse  MedkaU).—F.  Tolbdo. 


80CIBDAD  DE  TERAPÍÜTIOA  DS  PARÍS 
Señan  del  día  13  de  Jwkio  de  1906. 

De  la  nedicaeién  sngo8tlva.—El  Dr.  Mathisu  :  Todos  los  médicos  emplean 
la  medicación  sugestiva  consciente  ó  inconscientemente,  y  yo  me  sirvo  de 
ella  todos  los  días  y  me  presta  muy  buenos  servicios,  sobre  todo  en  ciertos 
dispépticos  nerviosos.  En  estos  casq$  prescribo,  á  titulo  de  calmante,  el  vul- 
gar diente  de  león,  pero  como  extracto  de  tareucacan  den»  Uonia,  diciendo  á 
loe  enfermos  que  se  trata  de  un  medicamento  muy  activo.  De  esta  suerte 
obtengo  curaciones  admirables  de  sialorreas  nerviosas.  Recurro  á  las  apli* 
caciones  de  colodión  coloreado  con  azul  de  metüeno,  contra  los  dolores  que  los 
neurodispépticos  sienten  en  el  estómago.  Un  gramo  de  agua  clorofórtnica 
hace  dormir  los  enfermos  que  padecen  de  insomnio.  Este  resultado  es  aún 
más  frecuente  con  un  gramo  áe /be/ato  de  tosa  que,  en  loe  dos  tercios  de  loa 
casos,  obra  también  como  el  doral  y  hasta  he  llegado  á  preguntarme  si 
este  medicamento  no  poseerla  tina  acción  real  soporífera.  También  empleo 
las  inyecciones  de  morfina  P,  la  cual  no  es  otra  cosa  que  uoa  solución  fisio- 
lógica de  cloruro  sódico.  Esta  misma  solución,  pero  disfrazada  con  el  nom* 
bre  de  antifimoea^  empleada  también  en  pequefias  inyecciones  subcntáneaa 
repetidas  cada  dos  días,  me  ha  dado  mejorías  muy  manifiestas  en  los  tuber* 
lóeos,  los  cuales  comían  y  dormían  mejor,  cesaban  de  enflaquecer,  especto- 


147 

raban,  toflian  y  Budaban  menos,  y  hasta  aoasaban  ana  cierta  mejoría  de  los  ^ 
signos  físicos  de  sus  lesiones  pulmonares,  todo  lo  cual  nada  tiene  de  sor- 
prendente, puesto  qae  los  tubercnloeoe,  forzosamente  algo  descuidados  en 
nna  sala  de  hospital,  conciben  algunas  esperanzas  desde  que  se  ocupan  de 
elloe. 

Hablando  de  los  resultados  que  me  da  la  medicaoión  sugestiva,  no  pre- 
tendo ensefiaros  nada  nuero.  Mi  comunicación  más  bien  tiene  un  objeto 
patológico  que  terapéutico.  £1  punto  sobre  el  que  deseo  insistir  particular- 
mente es  el  de  que  la  medicación  sugestiya  nos  permite  con  frecuencia  re* 
conocer  la  naturaleza  puramente  nerviosa,  psíquica,  de  una  manifestación 
morbosa.  He  mencionado  ya  las  sialorreas  que,  cuando  son  de  origen  psí- 
quico, ceden  á  la  medicación  sugestiva)  Desde  este  punto  de  vista  voy  i 
citar  un  ejemplo  referente  á  una  mujer  á  la  vez  tabética  é  histérica.  Esta 
enferma  sufría  crisis  gástricas  de  dos  clases  diferentes :  las  unas,  de  origen 
francamente  tabético,  acompañadas  de  disminución  en  la  cantidad  de  ori- 
na, resistían  á  las  inyecciones  de  morfina  ^;  y  las  otras,  de  naturaleza  his- 
térica, acompañadas  de  poliuria,  cedían  á  dichas  inyecciones.  Para  termi- 
nar, haré  observar  que  los  resultados  de  mi  medicación  sugestiva  en  los  tu- 
berculosos dan  un  criterio  para  apreciar  el  valor  de  los  nuevos  sueros  y 
otros  medios  preconizados  contra  la  tuberculosis.  Para  que  puedan  recono- 
cerse como  eficaces  es  necesario  que  estos  tratamientos  hagan  más  y  mejor 
que  lo  que  es  posible  obtener  por  la  acción  psíquica  y  fisiológica  (según  Che* 
ron)  de  las  pequeñas  inyecciones  de  cloruro  de  sodio  concurrentementf»  con 
la  modificación  favorable  del  ambiente  de  los  enfermos. 

£1  Dr.  Barbibr  :  Para  apreciar  el  efecto  de  un  tratamiento  en  la  tu- 
berculosis, es  preciso  guiarse,  sobre  todo,  por  el  aumento  de  las  masas 
musculares,  la  reconstitución  de  la  sangre  y  la  disminución  de  los  esputos 
y  de  los  J[>acilos;  tampoco  debe  olvidarse  que  la  mejoría  aparente  de  los  sig- 
nos físicos  es  con  frecnencia  el  resultado  de  una  simple  disminución  de  los 
fenómenos  congestivos  de  alrededor  de  las  lesiones  tuberculosas. 

El  Dr.  La  Gbnobb  :  Gomo  el  Dr.  Mathieu,  estoy  convencido  de  la  impor- 
tancia de  la  sugestión  «n  terapéutica  y  en  particular  en  las  enfermedades 
crónicas.  He  curado  parálisis  histéricas  con  pildoras  de  azul  de  metileno. 
En  la  medicación  sugestiva  es  necesario  distinguir  dos  elementos :  la  su- 
gestión común  y  el  efecto  psíquico  particular  de  los  nuevos  medicamentos 
y  tratamientos.  El  hombre  es  un  animal  que  vive  de  la  esperanza;  hay  en- 
fermos qae  se  sienten  mejor  cada  vez  que  toman  un  nuevo  medicamento  ó 
que  consultan  á  otro  médico.  Convendría  que  tuviéramos  á  nuestra  diapo- 
sición toda  nna  gam¿  de  agentes  de  la  medicación  sugestiva. 

(Le  BvlL  Méd.y  núm.  48).— Copina  Gastellví. 


148 

BOOIKDAD    DE    MEDICINA    DE    BERLÍN 
8uión  del  día  30  de  Mayo  de  Í906. 

Tumoras  de  la  médula  espinal  operados  een  éxito.  —  El  Dr.  H.  Happenkeim 
refiere  dos  caaos  que  demuestraD  cnanto  han  contribuido  loe  progresos  del 
diagnóstíso  ioeal  paca  ¿arerecer  los  resultados  de  laa  interrenciones  tera- 
pénticas. 

En  el  primer  caso  se  trataba  de  una  mujer  de  treinta  y  tres  afios,  que  se 
presentó  en  noyiembre  del  1905  quejándose  de  que,  desde  julio  del  1904, 
padecía  de  dolores  entre  los  hombros  y  la  nuca;  en  octubre  del  mismo  afio 
se  presentaron,  además,  dolores  y  sensación  de  debilidad  en  el  miembro  su- 
perior izquierdo.  Había  estrechez  de  la  pupila  izquierda,  síntomas  de  pa- 
rálisis en  la  extremidad  mencionada,  más  marcada  en  el  tríceps  y  en  los 
músculos  de  la  mano  y  de  los  dedos,  y  muy  principalmente  en  los  músculos 
pequeños  de  la  mano.  También  la  había  en  la  porción  costal  del  pectoral 
mayor.  Ligera  disminución  de  la  excitabilidad  eléctrica;  moderada  reac- 
ción de  degeneración ;  parestesias  y  embotamiento  de  la  sensibilidad  en  el 
brazo;  el  miembro  iiiferior  izquierdo  arrastra  algo  al  andar  y  presenta  pa- 
resia espasmódica  ligera,  pero  nada  de  atrofia  ni  de  trastornos  vasomoto- 
res. No  hay  nada  de  sífilis.  En  el  lado  derecho  está  muy  disminuida  la  sen- 
sibilidad (dolorosa  y  térmica),  hasta  el  nivel  de  la  segunda  costilla.  El  pro- 
ceso morboso  rerela  la  existencia  de  una  neoplasia  de  origen  meningeo,  á 
nivel  de  las  apófisis  transversas  de  las  vértebras  cervicales  sexta  y  sépti- 
ma. En  dicho  punto  habia  también  sensibilidad  á  la  presión  y  debilitación 
á  la  percusión. 

Los  rayos  X  no  revelarotí  ninguna  alteración  en  la  columna  vertebral. 
La  paciente  no  consintió  en  la  operación,  pero  habiendo  empeorado  mucho 
después,  volvió  en  septiembre  de  1905  con  parálisis  completa  de  las  extre- 
midades inferiores,  más  acentuada  en  la  izquierda,  gran  excitabilidad  re- 
fleja, y  además,  fenómenos  espasmódicos  en  el  lado  derecho.  También  es- 
taban paralizados  los  esfínteres.  Por  lo  tanto,  la  compresión  do  la  médula 
«ra  completa,  pero  habían  cesado  los  dolores,  hecho  que  no  es  raro  obser- 
var en  este  período  de  la  enfermedad. 

El  23  de  septiembre  fué  operada  la  enferma  por  Borchardt,  habiéndose 
encontrado  el  tumor  en  ol  sitio  previsto.  Al  extirparlo  se  vio  que  era  in- 
fradural,  habiendo  sido  necesario,  para  extraerlo,  quitar  los  arcos  vertebra- 
les sexto  y  séptimo.  En  dicho  punto  la  médula  espinal  habia  sido  aplasta- 
da por  la  compresión,  hasta  convertirse  en  una  especie  de  cinta.  El  tumor, 
cuyo  diámetro  mayor  siempre  había  sido  vertical,  resultó  ser  un  fibrosar- 
coma.  Al  poco  tiempo  de  la  operación  se  inició  la  mejoría,  empezando  por 
el  tríceps ;  la  parálisis  espasmódica  se  convirtió  en  Üácida.  A  los  cuatro 
dias  se  empezaron  á  mover  un  poco  las  extremidades  inferiores,  sobre  todo 
la  derecha.  Después  se  fué  acentuando  la  mejoría  hasta  tal  punto,  que  la  . 
parálisis  de  los  esfínteres  desapareció  á  primeros  de  octubre,  y  que  la  en- 
ferma pudo  hacer  algunos  ensayos  de  progresión.  También  mejoró,  aunque 
poco,  la  parálisis  del  miembro  superior  izquierdo;  posteriormente  se  pre- 


149 

sentaron  contractaraB  en  flexión  de  la  mano  y  de  los  dedos.  La  enferma^ 
anda  ahora  perfectamente  bien,  presentando  tan  sólo  ligeros  residnos  de  la- 
parálisis  de  Brown-Seqnardp  El  brazo  derecho  funciona  normalmente,  pera 
en  el  miembro  homónimo  hay  atrofia  mnacnlar.  > 

El  segando  caso  se  refiere  á  nn  inspectoir  de. contribuciones,  de  cuarenta 
y  nneye  afios  de  edad,  quien  se  presentó  en  la  policlínica  el  28  de  julio  de 
1905.  Enfermó  en  otoño  del  1904,  iniciándose  el  mal  con  parestesia  en  las 
extremidades  inferiores,  seguida  más  tarde  de  dolores  en  las  mismas,  en  la 
espalda  y  en  el  vientre,  y  posteriormente  de  debilidad  y  rigidez  en  dichaa 
extremidades,  con  debilidad  vesical  é  impotencia.  La  exploración  dio  á  co- 
nocer la  existencia  de  debilidad  en  el  miembro  inferior  derecho,  con  rigi* 
áez  muscular  y  exageración  de  los  reflejos  tendinosos.  En  ambos  lados^ 
ataxia  motora  y  alteración  de  la  sensibilidad,  especialmente  de  la  térmica, 
que  está  completamente  abolida  en  el  lado  derecho  hasta  el  nivel  de  la 
séptima  costilla;  en  el  izquierdo  está  menos  acentuada.  Con  los  movimien- 
tos se  presentan  dolores  en  la  región  dorsal  media.  También  se  descubre 
sensibilidad  á  la  presión  á  nivel  de  la  quinta  vértebra 4orsal. 

£1  diagnóstico  fluctnaba  entre  una  neoplasia  en  el  conducto  vertebral  6 
una  parálisis  de  los  cordones  laterales  posteriores.  Con  estas  dudas  el  au- 
tor ensayó  el  masaje  y  otros  procedimientos  que  proporcionaron  una  mejo- 
ría muy  pasajera,  seguida  de  agravación  en  los  síntomas  motores  y  sensiti- 
vos. Entonces  diagnosticó  el  autor  un  tumor  á  nivel  de  la  quinta  vértebra 
dorsal  y  propuso  el  tratamiento  quirúrgico,  que  fné  ejecntado  el  22  de 
marzo  por  Borchardt.  El  tumor  se  encontró  en  el  sitio  previsto,  resultó  ser 
un  fíbroearcoma  y  su  extirpación  exigió  resecar  tres  arcos  vertebrales.  La 
extirpación  del  tumor  hubo  que  hacerla  á  trozos  porque  era  muy  delezna- 
ble. En  los  días  siguientes  se  presentó  una  gran  mejoría,  después  nn  corta 
periodo  de  agravación  con  aumento  de  temperatura  é  rncontineneia  de  ori- 
na, pero  desde  el  sexto  día,  la  mejoría  fué  haciendo  continuos  progresos. 
Lo  que  más  llama  la  atención,  aun  hoy  en  día,  es  cierto  grado  de  ataxia» 
pero  como  sólo  hace  dos  meses  que  ha  sido  operado  el  paciente,  es  de  espe- 
rar que  lleguen  á  desaparecer  los  últimos  restos  de  parálisis. 

El  Dr.  Borchardt  dice  que  la  operación  expone  á  dos  peligtos  :  el  de  la 
hemorragia  y  el  de  la  evacuación  de  liquido  cefalorraquídeo.  Para  evitar 
una  gran  hemorragia,  se  ha  propuesto  la  operación  en  dos  tiempos,  pero 
operando  rápidamente  y  teniendo  ayudantes  que  sepan  hacer  el  tapona- 
miento, la  hemorragia  es  peqnefia.  Se  evita  la  gran  etacuación  de  liquido 
cefalorraquídeo,  colocando  al  paciente  en  decúbito  abdominal  y  con  la  pel- 
vis elevada.  Se  ha  propuesto  la  resección  temporal  de  los  arcos  verte brales» 
pero  es  preferible  quitar  éstos.  El  peligro  de  la  infección  secundaria  es  de- 
bido á  que  á  causa  de  la  hemorragia  posible  y  de  la  salida  de  liquido  ce- 
falorraquídeorhay  que  dejar  abierta  la  herida,  la  cual  se  ensucia  fácilmen- 
te con  la  evacuación  involuntaria  de  orina  y  heces  fecales.  Contra  este  pe* 
ligro  no  cabe  otra  defensa  que  un  aseo  extremado,  y  renovar  el  vendaje  tan 
pronto  como  se  humedezca,  si  es  preciso  cada  dos  horas.  Para  evitar  la  úl- 
cera por  decúbito,  que  en  estos  enfermos  sobreviene  con  la  más  mínima 
presión,  hay- que  mantener  alejada  toda  causa  nociva  que  pueda  ocasionar 
semejante  lesión.  En  estos  enfermos,  á  pesar  de  la  asepsia  más  rigurosa» 


150 

puede  eaceder  que  el  cateterismo  uretral  dé  origen  á  una  cistitis,  pero  ésta 
desaparece  á  las  pocas  horas. 

El  primer  paciente  fué  operado  el  28  de  diciembre  del  1905.  Hecha  una 
incisión  yertical  desde  la  cuarta  yértebra  ceryieal  hasta  la  segunda  dorsal, 
y  disecada  á  ambos  lados  la  capa  muscular,  se  taladraron  los  arcos  yerte* 
brales,  é  introducidos  por  los  orificios  los  extremos  de  una  pinza  cortante, 
se  seccionaron  y  extKjeron  dichos  arcos.  Diyidida  la  dura  niadre,  apareció 
á  la  yista  el  tumor,  y  se  aisló  y  desprendió  con  instrumento  romo.  Sutura 
de  los  músculos  con  catgut  y  de  la  piel  con  seda. 

En  el  segundo  caso,  la  gran  sensibilidad  á  la  presión  de  la  quinta  yértc" 
bra  dorsal,  indicaba  dónde  había  que  trazar  la  incisión.  Después  de  diyi- 
dida la  dura  madre  fué  cosa  fácil  extirpar  el  tumor,  y  la  herida  curó  con 
tal  rapidez,  que  pudo  darse  de  alta  al  paciente  á  las  seis  semanas. 

Posteriormente  operó  el  autor  otro  caso.  Se  trataba  de  una  sefiora  muy 
obesa,  en  la  que  trazó  una  incisión  de  25  centímetros  de  largo,  extirpando 
después  el  tumor,  que  estaba  un  poco  á  la  izquierda  y  á  la  altura  de  la  sex- 
ta yértebra  dorsal,  «á.  los  dieciséis  días  estaba  curada  la  herida. 

La  mortalidad  de  la  operación  de  calcula  en  un  50  por  100. 

El  Dr.  Oppenhéim  presenta  fotografías  de  cinco  tumores  que  él  había 
diagnosticado  y  que  han  sido  operados.  Las  probabilidades  de  éxito  de  la 
operación  son  fayorablea  cuando  no  se  aplaza  mucho.  Los  tumores  de  la 
médula  espinal  son  menos  raros  de  lo  que  se  cree,  y  á  yeces  se  interpretan 
como  CASOS  de  mielitis  crónica,  etc. 

El  Dr.  Fick  presenta  seis  preparaciones  de  tumores  de  la  médula  espi- 
nal. La  primera  se  refiere  á  un  tumor  procedente  de  la  misma  yértebra, 
que  es  la  forma  más  frecuente.  Este  enfermo  murió  en  abril  y  la  autopsia 
confirmó  el  diagnóstico.  El  segundo  tumor  radicaba  en  el  espacio  epidural ; 
se  trataba  quizá  de  un  goma.  Los  tumores  tercero  y  cuarto  prorienen  de 
la  dura  malre,  y  se  han  desarrollado  en  el  espacio  subdural  (fibro-endote- 
liomas).  El  quinto  caso  es  de  gliosis,  y  el  sexto,  de  tumor  melánico  de  la 
médula  espinal,  tumo^que  hay  que  calificar  de  primitiyo  porque  no  se  en- 
contró ningún  otro  en  el  resto  del  cuerpo.  Esta  particularidad  se  explica 
recordando  que  la  piel,  el  ojo  y  la  médula  espinal  se  desarrollan  á  expen- 
sas de  la  meninge  blanda. 

El  Dr.  Fedor  Krausa  dice  haber  operado,  de  19  casos  de  tumor  de  la  mé- 
dula, 18;  cinco  sucumbieron  como  consecuencia  de  la  operación,  y  uno  al- 
gunas semanas  más  tarde  de  pulmonía.  Perjudica  mucho  á  estos  enfermos, 
el  hecho  de  permanecer  mucho  tiempo  echados  sobre  el  corazón,  por  lo 
cual  el  autor  cuida  de  que  descansen  principalmente  sobre  los  hombros, 
para  que  el  tórax  quede  lo  más  libre  posible.  Tampoco  es  partidario  de  la 
operación  en  dos  tiempos  ni  de  la  resección  temporal  de  los  arcos  yértebra- 
les  que  reseca,  incluso  el  del  atlas,  si  es  preciso,  puesto  que  es  injustificado 
el  temor  á  interyenir  quirúrgicamente  en  las  yértebras  ceryicales  superio- 
res, mucho  más  si  se  tiene  en  cuenta  que  se  trata  de  afecciones  que  aban- 
donadas á  sí  mismas,  es  seguro  que  terminan  en  poco  tiempo  xon  la  yida 
del  enfermo. 

El  Dr.  Hort  refiere  que  en  la  Caridad  falleció  hace  algún  tiempo  un  in- 
diyiduo  que  había  sufrido  la  extirpación  de  un  tumor  melánico  del  core- 


151 

bro,  Tiéndoee  en  la  aaiopoi«  que  habia  máB  tamoreB  en  dicho  órgano,  y  qae 
en  esinbio  no  se  encontraron  en  otros  donde  es  frecuente  hallarlos  (ojo, 
piel^  intestino);  en  cambio  se  encontró  en  nna  cápsnla  suprarrenal  nn  tu- 
mor mayor,  que  sin  duda  era  el  primitiyo,  siendo  digno  de  mención  que  en 
los  tumores  cerebrales  descubrió  el  mierosoopio  acumulaciones  celulares 
que  recordaban  la  estructura  de  la  cápsula  suprarrenal. 

{Deutsche  Medizinal  ZeUung).--^.  del  Vallb. 


SOCIEDAD    ALEMANA    DE   CIRUGÍA 
Retmión  XXXV  celebrada  en  Berlín  del  4  al  7  de  Abril  dé  1906. 
.  (Continuamón). 

Ciragfa  de  la  Aleara  del  estómago  (CbTatnuactV^).  —  El  Dr.  Rydioibb  (de 
Lemberg) :  Gomo  no  conocemos  la  causa  remota  de  la  úlcera  gástrica,  do 
hay  tampoco  ninguna  operación  que  pueda  evitar  su  recidiva.  La  resección 
no  puede  compararse  con  la  gastroenterostomia,  porque  se  ejecuta  mucho 
menoB,  pero  en  principio  no  puede  negarse  que  la  operación  que  ofrece  más 
probabilidades  de  curación  es  aquella  que,  como  la  resección,  coloca  al  ór- 
gano en  condiciones  más  normales.  Verdad  es  que  hay  casos  de  úlcera  múl* 
tiple,  pero  son  los  menos  frecuentes,  y  aun  en  ellos  cabe  extirpar  las  úlce- 
ras que  presenten  peores  condiciones.  La  resección  coloca  al  estómago  en 
mejores  condiciones  de  evacuación  que  la  gastroenterostomia;  el  contenido 
gástrico  se  mezcla  con  los  jugos  pancreático  y  biliar  en  el  sitio  normal ; 
como  consecuencia  de  la  gastroenterostomia  se  observan  no  rara?  veces  úl- 
ceras pépticas,  y  después  de  dicha  operación  puede  suceder  que  úlceras  con 
bordes  callosos  determinen  la  muerte  por  perforación  y  hemorragia,  y  en 
cambio  la  resección  las  hace  desaparecer.  Verdad  es  que  después  de  la 
resección  pueden  sobrevenir  hemorragia  y  perforación  por  úlceras  que  han 
pasado  inadvertidas,  pero  con  la  gastrotomia  se  dejan  inteocionalmente 
dichas  úlceras.  Después  de  esta  última  operación  es  frecuente  que  queden 
adherencias  que  provocan  estiramientos  y  fuertes  dolores. 

De  8&  pacientes  á  los  que  practicó  Glairmont  la  gastroenterostomia  por 
úlcera  gástrica,  ocho  sucumbieron  desda  luego.  De  los  25  restantes,  nueve 
recobraron  la  salud,  ocho  no  se  curaron,  seis  murieron  y  de  dos  no  se  ha 
vuelto  á  saber  de  ellos  en  dos  á  cinco  años. 

En  las  estadísticas  de  la  gastroenterostomia  se  ha  borrado,  sin  razón,  de 
la  lista  de  éxitos  funestos  los  casos  que  fallecieron  más  tarde  de  carcinoma, 
pues  éste  pudo  haberse  desarrollado  sobre  el  fondo  de  la  úlcera,  y  en  esto 
precisamente  lleva  mucha  ventaja  la  resección,  única  operación  que  puede 
prevenir  tal  eventualidad,  cuya  frecuencia  varia  según  las  estadísticas 
entre  un  5  y  un  80  por  100.  Por  lo  mismo,  es  también  la  resección  la  ope 
ración  indicada  en  el  carcinoma  incipiente.  Cierto  es  que  los  defensores 
de  la  gastroenterostomia  dicen  que  se  debe  de  hacer  la  refección  cuando 
se  sospeche  un  carcinoma;  pero  ¿cómo  se  diagnostica  éste?  Por  otra  parte, 
el  peligro  de  la  resección  en  los  casos  de  úlcera  no  es  tan  grande  como  se 


152 

ha  afirmado,  y  do  se  puede  cotnparar  con  el  que  implica  en  los  casos  de 
tumores  malignos;  además,  con  una  técnica  más  perfecta  son  mejores  aún 
loe  resultados  de  la  resección.  También  tiene  mucha  importancia  el  trata- 
miento dietético  consecutivo. 

Aquí  presento  una  mujer  de  cincuenta  y  cinco  afios,  á  la  que  le  he  prac- 
ticado la  resección  del  estómago,  á  causa  de  úlcera,  hace  yeinticinco.  La. 
función  motora  del  estómago  es  normal ;  la  secretoria  no  tanto.  La  úlcera 
era  muy  extensa  y  penetraba  hasta  el  páncreas.  Esta  enferma  ha  tenida 
▼arios  hijos  después  de  haber  sido  operada. 

El  Dr.  KuMMKLL  (de  Hamburgo):  La  resección  es  una  intervención  in- 
comparablemente más  grave  que  la  gastroenterostomia,  y  no  siempre  hace 
desaparecer  la  úlcera,  sobre  todo  si  ésta  es  múltiple.  El  peligro  de  que  se 
desarrolle  un  carcinoma  disminuye  con  la  gastroenterostomia,  porque  ésta, 
al  facilitar  la  evacuación  del  estómago,  suprime  la  acción  irritante  que 
ejerce  el  contenido  de  la  vísccera.  Importa  mucho  alimentar  pronto  á  lo» 
oj^erados.  Hay  casos  en  que,  después  de  bien  hecha  la  operación,  sucumbe 
el  paciente  en  un  estado  de  nutrición  muy  deplorable.  Por  esta  razón  ali- 
mento muy  bien  á  los  operados  desde  un  principio;  además,  para  impedir 
que  sobrevenga  el  vómito  post  operatorio  empleo  la  anestesia  con  la  esco- 
polamina.  Doy  desde  luego  huevos  y  leche,  y  con  esto  he  obtenido  una 
restauración  de  fuerzas  muy  rápida  hasta  en  pacientes  que  estaban  muy 
decaídos. 

He  practicado  la  gastroenterostomia  por  úlceras  60  veces,  con  nueve 
muertes  á  consecuencia  de  embolia  y  pulmonía.  De  cuatro  pacientes  á  los 
que  practiqué  la  resección  por  tener  estómago  bilobulado,  perdí  uno.  Con 
los  rayos  X  se  establece  con  bastante  seguridad  el  diagnóstico  diferencial 
entre  el  cáncer,  la  úlcera  y  el  estómago  bilobulado.  De  17  casos  de  perfo- 
ración aguda  salvé  siete  con  la  operación  practicada  en  las  primeras  horas 
siguientes  al  accidente. 

El  Dr.  Kbluno  (de  Dresde)  :  Desde  1899  hasta  fin  de  1904  he  hecho  74 
operaciones  por  úlcera  crónica  del  estómago,  con  tres  fallecimientos.  Pre- 
fiero la  gastroenterostomia  posterior  con  enteroanastomosis.  Tres  cuartas 
partes  de  los  casos  se  curaron  de  un  modo  definitivo.  En  seis  casos  sobrevi- 
no recidiva  con  hemorragia,  pero  sin  terminación  mortal.*  En  seis  casos  con- 
tinuaron las  molestias  por  tratarse  de  sujetos  neurasténicos.  En  un  caso  se 
desarrolló  una  úlcera  péptica  del  duodeno,  y  en  otros  dos  se  formó  más  tar- 
de un  cáncer  gástrico  de  cuya  existencia  no  se  había  percibido  el  menor  in* 
dicio  durante  la  operación. 

En  el  sexo  masculino  una  de  las  causas  más  frecuentes  de  la  úlcera  es  la 
arterio- esclerosis;  en  el  femenino,  el  espasmo  vasomotor  en  la  época  del 
desarrollo  y  en  la  de  la  menopausia.  Las  causas  más  frecuentes  de  que  no 
se  cure  la  úlcera  son  :  su  localización  desfavorable  en  el  píloro,  las  malas 
condiciones  de  su  fondo,  v.  gr.,  cuando  lo  forman  el  hígado  ó  el  páncreas, 
la  gastroptosis  muy  acentuada  y  ciertos  factores  de  índole  constitucicnal, 
tales  como  la  anemia  y  la  neurastenia.  Es  evidente  que  no  está  en  nuestra 
mano  evitar  con  seguridad  las  recidivas,  pero  es  también  indudable  que  el 
curso  de  éstas  es  mucho  mejor  en  los  enfermos  á  los  4ue  se  les  ha  practica- 
do la  gastroenterostomia. 


153 

El  Dr.  KooHER  (de  Berna) :  Pnedo  dar  noticia  de  loe  éxitoe  definitivos  ob* 
senradoe  en  92  casos  de  gastrotomia  operados  por  mi.  Dos  fallecieron  de  he- 
morragia secnndaria  por  la  úlcera,  después  de  la  operación;  otro  de  bemo* 
rragia  tardía,  y  otro  de  carcinoma.  Los  demás  casos,  ó  sea  el  95*6  por  100, 
se  curaron.  La  gastroenterostomia  es  una  operación  sencilla  y  eficaz;  la  re- 
sección es  mucbo  más  difícil  en  los  casos  de  úlcera  que  en  los  de  cáncer, 
porque  en  los  primeros  está  mucho  más  difundida  la  infiltración  de  la  pared 
estomacal.  Verdad  es  que  después  de  la  gastrostomía  han  enfermado  de 
cáncer  dos  pacientes  y  que  cuatro  siguen  quejándose  de  molestias,  muy  no- 
tables en  unos  é  insignificantes  en  otros,  porque  la  úlcera  aún  no  está  cu- 
rada. El  método  operatorio  más  sencillo  es  el  que  da  los  mejores  resulta- 
dos; en  este  concepto,  el  que  figura  en  primer  término  es  la  gastroenteros- 
tomia antecólica  anterior,  le  sigue  la  gastroenterostomia  retrocólica  poste- 
rior (método  T.  Hacker),  y  en  tercer  lugar  la  gastrodnodenostomia,  con  la 
que  también  se  consiguen  buenos  resultados.  El  método  en  cuestión  no  es 
tan  bueno,  porque  con  los  procedimientos  sencillos  son  menos  de  temer  las 
complicaciones,  y  en  especial  la  pulmonía  y  las  adherencias. 

El  Dr.  Eaüsch  (de  8ch{^neberg) :  En  mi  concepto,  se  han  juzgado  con 
demasiada  severidad  la  gastrolisis  y  la  piloroplastia  de  Eronlein.  Con  am- 
bos procedimientos  he  logrado  buenos  resultados  en  casos  en  que  estaban 
indicados,  pero  no  deben  emplearse  más  que  en  éstos.  Fuera  de  ellos  pre- 
fiero la  gastroenterostomia  antecólica  de  Eocher,  que  es  el  procedimiento 
que  expone  menos  á  la  formación  de  una  úlcera  péptica. 

El  Dr.  NoBTZEL  (de  Francfort,  sobre  el  Mein) :  Según  las  estadísticas  de 
los  casos  de  úlcera  gástrica  en  que  se  procedió  á  la  operación,  se  salvaron 
próximamente  la  mitad.  También  en  Francfort  se  curaron  siete  y  fallecie- 
ron seis.  Yo  practiqué  esta  operación  en  ocho  casos;  su  técnica  varía  según 
las  condiciones  de  cada  uno.  En  dos  de  los  casos  no  había  peritonitis;  en 
los  otros  ya  se  había  desarrollado.  Esta  peritonitis  es  más  maligna  que  la 
cecal.  En  estos  casos  se  debe  proceder  siempre  á  la  extirpación  de  la  úlcera 
y  al  lavado  de  la  cavidad  abdominal.  Importa  mucho  proceder  pronto  á 
alimentar  bien  al  operado,  pues  de  lo  contrario  sucumbe  éste  á  la  postra- 
ción de  fuerzas.  Seis  de  los  pacientes  que  se  salvaron  han  podido  ser  exa- 
minados posteriormente ;  en  todos  ellos  existia  una  sensación  subjetiva  de 
bienestar;  en  dos  se  encontró  disminuida  la  acidez.  También  se  hizo  la  ex- 
cisión, siempre  que  fué  podible,  en  los  casos  de  úlcera  no  perforada,  é 
igualmente  la  piloroplastia. 

El  Dr.  K'órte  (de  Berlín)  da  cuenta  de  86  casos  de  perforación  de  la  úlcera; 
dicha  perforación  se  realizó  24  veces  en  la  cavidad  abdominal  libre  y  12  en 
el  espacio  snbfrénico.  El  pronóstico  de  la  operación  depende  de  la  prontitud 
con  que  se  ejecute,  á  partir  del  momento  de  la  perforación.  En  las  prime- 
ras veinticuatro  horas  se  obtienen  buenos  resultados ;  pasado  dicho  plazo, 
el  pronóstico  es  malo.  Conviene  lavar  muy  bien  la  cavidad  abdominal.  El 
autor  ha  operado  en  145  casos  de  úlcera;  en  12  casos  hizo  la  resección  por 
sospecha  de  cáncer  y  úlcera  cólica,  con  dos  fallecimientos.  La  resección  no 
conviene  por  el  peligro  de  la  hemorragia  y  porque  la  cicatriz  puede  ser  pun- 
to de  origen  de  un  carcinoma.  Además,  tampoco  preserva  dicha  operación 
del  peligro  de  las  recidivas,  que  el  autor  ha  observado  dos  veces. 

li 


154 

El  Dr.  Eatzbnstkik  (de  Berlin) :  Al  jazgar  del  yalor  de  U  gaatroenteroá- 
tomia  en  los  casos  de  úlcera  gástrica,  no  se  ha  teoido  hasta  ahora  muy  en 
caenta  la  influencia  qne  dicha  operación  ejerce  en  el  quimismo  estomacal , 
pues  si  bien  es  verdad  que  alganos  autores,  como  Kausch,  han  hecho  ensa- 
yos con  la  comida  de  prueba  en  sujetos  á  los  que  se  les  había  practicado  la 
gastroenterostomia,  no  nos  han  ilustrado  acerca  de  este  punto,  porque  no 
han  seguido  los  procesos  químicos  más  qre  hasta  cierta  época.  Asi  que  para 
dilucidar  este  punto,  he  establecido  fístulas  gástricas  en  unos  cuantos  pe- 
rros y  he  estudiado  en  estos  animales  el  quimismo  gástrico  antes  y  después 
de  la  gastroenterostomia.  Después  de  hecha  esta  operación,  sea  por  el  mé- 
todo anterior  ó  por  el  posterior,  y  con  botón  ó  sin  él,  el  contenido  del  intes- 
tino delgado  pasa  de  un  modo  regular  al  estómago  y  lo  hace  en  períodos 
que  se  acomodan  á  determinadas  fases  de  la  digestión.  La  consecuencia  de' 
este  paso  de  jugo  intestinal  alcalino  al  estómago  llenp  de  contenido  ácido, 
no  es  otra  que  una  disminución  ó  desaparición  de  la  acides ;  pero  este  pro- 
ceso se  debe,  según  lo  han  demostrado  experimentos  realizados  od  Aoc,  no 
sólo  á  un  cambio  químico,  sino  muy  principalmente  á  fenómenos  nernosoB 
de  naturaleza  refleja. 

Como  el  fermento  gástrico  que  digiere  la  albúmina  no  obra  masque  en 
disolución  acida,  de  aquí  que  la  primera  consecuencia  de  la  gastroenteros- 
tomia sea  la  deficiente  digestión  de  la  albúmina,  deficiencia  que  se  suple 
en  parte  con  la  tripsina  del  jugo  pancreático.  Además  de  esto  he  encontra* 
do  en  el  estómago,  después  de  la  gastroenterostomia,  un  nuevo  proceso,  á 
saber,  una  digestión  muy  manifiesta  de  las  substancias  grasas,  digestión 
que  reconoce  por  causas  la  propiedad  emulgente  de  las  grasas,  de  la  bilis  y 
el  fermento  que  contiene  el  jugo  pancreático.  Según  esto,  después  de  la 
gastroenterostomia  se  conduce  el  estómago,  respecto  á  la  digestión  de  algu- 
nos alimentos,  de  un  modo  distinto  á  como  se  conduce  el  estómago  normal, 
pues  mientras  para  éste  son  de  digestión  difícil  los  manjares  grasos,  el 
estómago  gastroenterostomizado  los  digiere  muy  bien,  tolerando  hasta  la 
misma  mayonesa,  que  no  puede  tolerar  un  estómago  normal.  En  cam- 
bio, los  principios  albuminóideos  puros  que  este  último  digiere  fácil- 
mente, lo  hace  con  mucha  dificultad  el  estómago  que  ha  sufrido  la  gastro- 
enterostomia. 

En  resumen  :  1.^  La  gastroenterostomia  no  determina  la  curación  de  la 
úlcera,  como  se  venía  creyendo,  por  el  hecho  de  provocar  una  evacuación 
más  rápida  del  estómago,  puesto  que  yo  he  demostrado  que  los  ingesta 
permanecen  en  el  estómago  gastroenterostomizado  tanto  tiempo  como  en 
el  normal.  La  curación  de  la  úlcera  se  debe  más  bien  á  ciertas  modificacio- 
nes químicas  y  muy  principalmente  á  la  disminución  ó  desaparición  de  la 
hiperdorhidria  antes  existente.  Según  esto,  la  gastroenterostomia  viene  á 
ser  un  tratamiento  causal  en  los  casos  de  úlcera  gástrica.  2.^  Gomo  trata- 
miento consecutivo,  aconsejo,  en  vista  de  estos  hechos  experimentales  y  de 
otros  de  carácter  clínico,  que  se  dé  la  preferencia  á  los  alimentos  grasos 
(desde  el  primer  día  nata,  después  manteca,  tocino,  etc.),  para  que  dichas 
substancias  grasas  se  combinen  ó  neutralicen  con  la  bilis  y  el  jugo  pancreá- 
tico existentes  en  el  estómago,  disminuyéndose  de  este  modo  el  vómito  post 
operatorio.  Además  de  esto,  á  consecuencia  del  abundante  desdoblamiento 


155 

de  laa  grasas  qae  se  realiza  en  el  estómago,  se  asimilan  rápidamente  dichas 
snbstanciast  y  el  enfermóse  nutre  también  con  mayor  rapidez. 

El  Dr.  Lorenz  (de  Yiena)  se  declara  partidario  de  la  gastroenterostomia. 
La  excisión  de  la  úlcera  no  conviene  más  que  en  casos  excepcionales,  y  no 
da  resultado  si  no  va  seguida  de  la  enterostomia.  Al  intentar  la  resección, 
es  muy  fácil  que  pase  inadvertida  alguna  úlcera  muy  oculta.  El  orador  da 
cuenta,  en  pocas  palabras,  de  90  gastroenterostomias  practicadas  en  la  clí- 
nica de  Hochenegg ;  seis  pacientes,  cuyas  fuerzas  estaban  muy  quebranta- 
das, sucumbieron  después  de  la  operación ;  otros  tres  fallecieron  de  compli- 
caciones pulmonares. 

El  Dr.  Fiebig  (de  Viena)  refiere  haber  observado  el  efecto  curativo  de  la 
gastroenterostomia  en  perros,  á  los  que  había  hecho  contraer  una  úlcera 
gástrica.  La  curación  se  obtenía  al  muy  poco  tiempo  de  haber  hecho  la 
gastroenterostomia. 

El  Dr.  Lauenétein  (de  Hamburgo)  hace  observar  que  la  nueva  aglutina- 
ción de  adherencias  no  se  puede  evitar  por  medio  de  la  asepsia;  sólo  deja 
de  presentarse  cuando  después  de  cortadas  las  adherencias  queda  una  gran 
tensión.  La  multiplicidad  de  la  úlcera  puede  tener  gran  significación  cuan- 
do existe  perforación.  Asi,  en  la  autopsia  de  una  joven  que  ingresó  en  el 
hospital  con  síntomas  de  peritonitis  por  perforación,  pero  que  no  fué  ope- 
rada por  estar  con  un  colapso  extremo,  se  encontraron  dos  úlceras  perfora- 
das, una  en  la  pared  anterior  del  estómago,  y  otra  en  la  posterior.  El  autor 
aconseja,  cuando  no  hay  ningún  neoplasma,  limitarse  á  la  sutura  de  la  úl- 
cera perforada,  porque  dicha  intervención  nunca  es  tan  grave  bomo  la  exci- 
sión de  la  úlcera. 

El  Dr.  Oraser  (de  Erlangen)  refiere  haber  hecho  190  operaciones  en  el 
estómago  en  los  últimos  cinco  afios.  ün  paciente  con  úlcera  péptica  del 
yeyuno  se  murió  á  la  media  hora,  en  la  clínica,  por  hemorragia.  En  estos 
últimos  afloe  ha  renunciado  al  botón  de  Murphy  en  la  gastroenterostomia. 
Loe  síntomas  de  la  estrechez  pilórica  no  son  á  veces  tan  ostensibles  como 
suele  decirse.  Asi  en  un  caso  en  que  se  sospechaba  dicha  estrechez  y  en 
el  que  un  clínico  como  8ahli  no  se  atrevía  á  establecer  un  diagnóstico, 
después  de  seis  semanas  de  observación,  se  vio  al  fin,  en  la  operación 
practicada  por  el  autor,  que  había  una  estrechez  pilórica  del  calibre  de  un 
cafión  de  pluma. 

La  operación  en  ípsilon,  de  Roux,  la  ha  practicado  el  autor  diez  y  seis 
veces  seguidas  y  con  buen  resultado,  y  aunque  es  algo  complicada,  puede 
terminarse  en  menos  de  una  hora;  pero  es  preciso,  para  garantir  el  éxito, 
seguir  exactamente  la  técnica  aconsejada  por  Roux.  El  autor  ha  renun- 
ciado á  la  piloroplastia,  porque  en  tres  casos  exigió  operaciones  secunda- 
rias. La  resección  la  ejecuta  por  el  método  de  Eocher;  en  tres  casos  adoptó 
un  m'odo  mixto  de  Eocher- Billroth.  Como  después  de  una  gran  excisión 
queda  el  estómago  muy  pequeño  y  es  difícil,  por  lo  tanto,  unirle  á  él  el  in- 
testino, el  autor,  lo  que  hace  en  estos  casos,  es  unir  el  estómago  al  yeyuno. 

El  Dr.  Clairmont  (de  Yiena)  se  muestra  poco  propicio  á  adoptar  las  ideas 
de  Eronlein,  en  vista  de  lo  que  se  ha  observado  en  la  clínica  de  Eiselsberg. 
De  91  casos  de  gastroenterostomia  sólo  en  un  50  por  100  se  logró  la  cura- 
ción. En  un  85  por  100  no  se  obtuvo  ningún  resultado.  Para  el  éxito  de  la 


156 

gasiroeniaroftoiiiiA  es  de  importoneU  dedsiTa  el  sitio  de  U  úlcera;  si  ésU 
rsdica  cérea  del  piloro,  el  resaludo  es  faT<»aUe;  si  radica  más  arriba* 
ya  00  lo  es,  y  habrá  eotooces  que  apelar  á  otros  métodos,  á  ooa  comH- 
nseióo  con  otras  interrenciones,  tales  como  la  exelosíón  del  piloro  y  la  ye- 
ynnostomia  á  las  doce  semanas.  En  los  casos  de  hemorragias  ¿rayes  está 
indicada  la  resección. 

El  Dr.  BartA  (de  Daozig)  dice  haber  operado  en  cinco  casos  de  úlcera 
del  dnodeno;  con  la  gsstroenterostomia  se  consigne  la  curación.  El  diag- 
nóstico diferencial  con  la  úlcera  del  estómago  es  dificilísimo;  el  pronóstico 
de  la  úlcera  no  operada  es  absolutamente  desfayorable. 

El  Dr.  De  Backer  (de  Graz)  y  en  su  nombre  un  ayudante,  dice  que  en 
Meases  de  úlceras  se  empleó  casi  siempre  la  gastroenterostomia ,  con 
una  mortalidad  de  un  18  por  100.  En  los  casos  de  úlcera  de  la  pared  ab- 
don^nal  está  indicada  la  excisión.  La  gastroenterostomia  siempre  fué  la 
retrocólica  posterior. 

Opcraeisses  plásticas  sa  d  slstssii  billar.  —  El  Dr.  De  StubenrauehJiáe  Mu- 
nich )  refiere  el  caso  de  un  hombre  de  cuarenta  y  seis  afios  que,  habiendo 
caído  enfermo  el  afio  190é  con  calofríos,  dolores  y  Tómitos,  presentó  des* 
pues  ictericia.  Uás  tarde  fueron  desapareciendo  poco  á  poco  todos  los  sín- 
tomas, pero  el  27  de  abril  de  1905  se  presentaron  de  nuevo  dolores  muy 
TÍolentos,  y  el  1.*  de  mayo  fué  operado  el  paciente,  encontrándose  que  ha- 
bía una  estrechez  del  conducto  colédoco  producida  por  una  pancreatitis. 
El  27  de  junio  se  practicó  una  operación  autoplástica  para  cubrir  la  fístula. 
Tratamlsnts  qHirúrgiss  de  la  aleara  del  estémags.  —  El  Dr.  Braun  (  de  Go- 
tinga)  impugna  la  resección  á  causa  de  la  frecuente  multiplicidad  de  la 
úlcera  gástrica.  Asi  sucedió  que  un  paciente  falleció  de  hemorragia  por  una 
uloerita  que  había  quedado  después  de  practicada  la  resección.  Los  bordes 
callosos  de  la  úlcera  tampoco  indican  esta  operación,  puesto  que  desapare- 
cen después  de  la  gastroenterostomia;  las  mismas  adherencias  tampoco  son 
de  gran  importancia. 

El  Dr.  De  Wreden  (de  San  Petersburgo)  hace  algunas  obserTaciones  res- 
pecto á  la  técnica  de  la  gastroenterostomia.  Es  muy  común  que  los  pacien- 
tes lleguen  á  la  operación  en  un  estado  muy  deplorable.  En  este  caso  les 
inyecta  15  miligramos  de  morfina  y  practica  después  la  gastroenterostomia 
bajo  la  acción  de  la  cocaína  y  empleando  el  botón  de  Murphy.  La  opera- 
ción resulta  asi  muy  fácil,  y  el  autor  la  ha  hecho  con  éxito  28  veces. 

El  Dr.  Heidenhain  (de  Worms)  llama  la  atención  acerca  de  la  combina- 
ción frecuente  de  la  úlcera  gástrica  con  el  catarro  de  yértice;  dicha  combi 
nación  indica  la  intervención  quirúrgica.  Después  de  la  gastroenterostomia 
ha  visto  sobrevenir  recidiva  en  algunos  casos.  El  hecho  de  que  el  operado 
quede  sin  ninguna  molestia  no  es  prueba  segura  de  que  se  ha  curado  la  úl- 
cera; ésta  puede  subsistir,  aunque  latente,  y,  por  lo  tanto,  convieneVeguir 
examinando  las  heces  fecales  por  si  aún  contienen  algo  de  sangre.  Sólo 
cuando  no  se  encuentra  ésta  después  de  estar  sometido  el  paciente  á  un  ré- 
gimen alimenticio  exento  do  carne  y  al  mismo  tiempo  de  materias  no  blan- 
das, es  cuando  se  puede  deducir  con  seguridad  que  está  curada  la  úlcera. 
El  Dr.  Kadir  (de  Cracovia)  aconseja  que  después  de  la  gastroenterosto- 
mia se  introduzca  un  tubo  blando  de  desagüe  por  la  nariz,  de  modo  que 


157 

Uegae  hasta  el  intestino.  Este  tubo  se  dejará  colocado  durante  cierto  tiem- 
po. También  recomienda  la  anestesia  espinal  con  tropococaina. 

El  Dr.  BrodniU  (de  Francfort,  sobre  el  Mein)  hace  observar  que,  á  pe* 
sar  de  la  yeynnostomia,  es  mny  abundante  la  secreción  de  ácido  clorhídrico 
en  el  estómago,  y  que,  por  lo  tanto,  dicha  operación  no  preserva  á  la  úlce- 
ra. La  gastroenterostomia  anterior  proteje  contra  el  desarrollo  de  una  úlce- 
ra péptica. 

El  Dr.  Se€fi$eh  (de  Berlín)  dice  que  con  la  gastrolisis  rara  vez  se  logra  el 
objeto  propuesto,  sobre  todo  en  los  casos  de  adherencias  en  superficie,  pero 
tampoco  suele  servir;  cuando  las  adherencias  son  en  forma  de  brida.  En  uno 
de  estos  casos  sobrevino  recidiva,  y  también  la  ha  observado  á  menudo  des- 
pués de  la  piloroplastia.  En  la  gastroenterostomia  emplea  la  sutura;  si  se 
quiere  usar  el  botón  de  Murphy  hay  que  adoptarla  gastroenterostomia  re- 
trocólica;  de  este  modo  no  cae  el  botón  en  el  estómago. 

El  Dr.  Kvhn  (de  Oassel)  insiste  en  que  en  la  gastroenterostomia  tiene 
mucha  importancia  la  magnitud  de  la  incisión  hecha  en  el  estómago.  No 
debe  hacerse  una  abertura  muy  grande,  porque  en  el  acto  de  la  operación 
se  encuentra  el  órgano  en  contracción.  Las  consecuencias  de  incisiones  de- 
masiado  grandes  son  las  operaciones  secundarias;  basta  con  una  abertura 
muy  pequeña  en  el  estómago.  Después  de  la  gastroenterostomia  antecólica 
nunca  ha  visto  un  círculo  vicioso.  ^ 

Trasr  pílese  del  estémgo.— El  Dr.  De  Bramann  (de  Halle)  presenta  una 
preparación  procedente  de  una  nifia  de  diez  afios,  la  cual  había  recibido 
hacía  un  afio  una  contusión  en  la  región  epigástrica,  que  estaba  muy  dolo- 
rosa.  Aumentando  la  sensación  de  compresión  tuvo  que  guardar  cama;  no 
había  habido  vómito  ni  ninguna  perturbación  funcional  del  estómago. 
Poco  á  poco  se  fué  desarrollando  un  tumor  del  tamaño  de  un  puño  á  dos 
dedos  por  encima  del  ombligo.  El  tumor  era  poco  dislocable,  y  el  sonido  de 
percusión  por  encima  de  él  se  percibía  obscuro;  el  apetito  y  la  digestión  se 
conservaban  bien.  Al  inflar  el  estómago  desaparecía  el  tumor  y  lo  mismo 
al  inflar  el  intestino.  El  autor  no  acertaba  á  descifrar  la  naturaleza  de  la 
neoplasia.  Se  hizo  la  laparotomía,  y  se  vio  entonces  que  la  pared  anterior 
del  vientre  estaba  adherida  al  colon,  al  estómago  y  al  hígado.  Una  vez  des- 
prendidas las  adherencias  de  la  pared  anterior  se  incindió  el  estómago  y  se 
vio  que  el  tumor  contenido  dentro  de  éste,  y  que  representaba  un,  molde 
completo  del  mismo,  era  un  tumor  piloso  que  enviaba  una  prolongación  es- 
trecha hacia  el  piloro  y  el  duodeno.  Llama  la  atención  que  la  enferma  no 
sintiera  en  el  estómago  otras  molestias  que  una  ligera  presión  al  estar  en 
pié  y  que  no  hubiese  salido  ningún  pelo  con  las  deposiciones.  El  tumor  es 
negro,  aunque  la  enferma  es  rubia,  pero  esto  se  explica  porque  había  to- 
mado muchos  ferruginosos  á  causa  de  su  supuesta  anemia.  La  curación  se 
efectmS  sin  ningún  incidente. 

Cierpe  extraBe  eu  el  abdomen.^  El  Dr.  De  Bramann  (de  Halle),  presenta 
una  aguja  de  siete  centímetros  de  largo  que  se  había  tragado  una  mucha- 
cha seis  meses  antes  de  haberse  presentado  al  orador.  Al  hacerle  la  opera- 
ción se  vio  que  la  aguja  estaba  alojada  en  una  infiltración  de  la  fosa  ilíaca 
derecha;  había  salido  del  yeyuno  por  el  pliegue  yeyunal,  y  con  su  extremo 
puntiagudo  penetraba  todavía  en  dicha  porción  del  intestino.  Después  de 


158 

extraids  0e  eerraron  hm  orífieios  por  nedio  de  satura.  Al  lado  derecho  del 
duodeno  ezíetia  una  deairiz  ealloaa.  Era  eiídente  qne  la  agnja  haUa  pa- 
iado  por  el  eeiómago,  que  deepaée  habia  perforado  la  rama  deeeendente 
del  daodeno,  y  que,  por  último,  habia  llegado  hasta  el  jejooo.  Existía  un 
hematoma  retroperitoDeaU 

Eiirptsiéfl  áe  la  vsjifa  y  flfaeiéa  ie  les  válsrss  se  la  flezva.  —El  doctor 
WiltM  (de  Leipzig),  presenta  un  hombre  al  que  le  ha  hecho  la  operación 
indicada,  á  cansa  de  tener  un  tnmor  Tesical.  La  mayoria  de  estos  operados 
no  han  sobrerirido  á  la  operación ;  sólo  mny  pocos  han  TÍTido  algunos 
afios  más.  La  operación  se  hizo  sin  ningún  contratiempo;  los  uréteres  se 
fijaron  sencillamente  en  un  ojal  practicado  en  el  intestino,  de  tal  manera 
que  sus  extremos  sobresalían  de  tres  á  cuatro  centímetros  en  el  interior  de 
este  último,  formando  alrededor  algo  de  mesenterio  para  eyitar  la  flexión 
angulosa  y  la  formación  de  fístulas.  El  estado  del  sujeto  es  muy  satísfac- 
torío:  puede  trabajar,  y  es  capaz  de  retener  la  orina  tres  ó  cuatro  horas 
seguidas  por  el  día  y  sin  necesidad  de  lerantarse  durante  toda  la  noche. 

Csetssiéa  dsl  pásersas;  sperscién;  esraeiés.  ^  El  Dr.  BUeher  (de  Bran- 
den burgo)  presenta  un  hombre  que  hace  dos  meses  habia  recibido  una 
eoz  en  el  rientre.  A  las  yeinticuatro  horas,  Tómitos,  dolores  TÍoIentoS  en 
el  abdomen  y  colapso.  Guando  el  orador  rió  al  paciente  había  síntomas  de 
hemorragil^ interior,  percibiéndose  cierta  resistencia  en  el  epigastrio  p<Mr 
encima  del  estómago;  no  había  nada  de  peritonitis.  8e  trataba,  por  lo 
tanto,  de  una  hemorragia  enquistada,  procedente  probablemente  del  pán- 
creas. El  autor  hizo  la  laparatomía,  y  después  de  incindir  el  mesocolon 
llegó  á  una  caridad  hemorrágica,  encontrando  entonces  una  rasgadura  en 
la  cara  posterior  del  páncreas,  una  vez  hecho  el  taponamiento,  el  sujeto 
se  repuso  rápidamente  y  en  la  actualidad  está  perfectamente  curado.  A 
los  tres  días  de  la  operación  se  encontró  azúcar  en  la  orina.  La  mejor  ma- 
nera de  llegar  basta  el  páncreas  es  pasando  á  través  delligamento  gastro- 
cólico. — [Deutsche  Medizinal^Zeitung),  —  R.  del  Vallb* 

{Continuará). 


PERIÓDICOS 


Catarata  de  erigen  artrftics.  —El  Dr.  O.  Doljan,  de  Bucarest,  refiere  tres 
casos  de  catarata  de  origen  artrítico  que  se  curaron  con  un  tratamiento  al- 
calino. 

En  el  primer  caso  se  trataba  de  un  hombre  de  setenta  y  dos  afios,  que 
▼enia  padeciendo  de  cólicos  nefríticos  desde  hacía  seis,  habiéndose  someti- 
do con  este  motivo  á  una  cara  con  aguas  alcalinas.  Guando  interrumpió 
esta  cura  se  desarrolló  una  catarata  doble  de  color  blanco-amarillento. 
Al  tomar  de  nuevo  las  aguas  alcalinas  mejoró  su  estado  y  á  las  dos  sema- 
nas recobró  la  vista  por  completo. 

En  el  segando  caso,  relativo  á  un  artrítico  de  cincuenta  y  seis  afios,  hacía 
dieciséis  qae  venia  padeciendo  de  arenillas  en  la  orina  y  de  cólicos  nefríti- 


159 

eoB,  y  también  de  cuando  en  cnando  de  trastornoB  de  la  TÍsta,  qne  duraban 
algunas  semanaa.  Por  último,  se  desarrolló  una  catarata  doble,  la  cual 
mejoró  tanto  con  el  uso  de  las  aguai  minerales  alcalinas,  que  el  paciente 
pudo  dedicarse  de  nueyo  á  sus  ocupaciones. 

ün  curso  análogo  siguió  el  tercer  caso,  en  el  que  se  trataba  de  un  enfer- 
mo de  cuarenta.y  dos  afios.  —  iSpitaM).  —  R.  dbl  Valub. 

AlflMBoo  prsbiemas  relacienades  cen  el  tratamiente  de  ia  neumenla.—La  pér- 
dida de  la  acción  rasomotora  es,  según  el  Dr.  Le  Ferré,  el  peligro  princi* 
pal  en  la  neumonía,  y  conriene  poner  de  acuerdo  las  opiniones  discordan* 
tes  respecto  al  valor  de  ciertos  estimulantes  cardiorasculares  cuando  pier* 
den  su  resistencia  las  arterias  y  arteríolas  y  se  trastorna  el  equilibrio  cir- 
culatorio, aunque  el  yentriculo  izquierdo  se  contraiga  con  fuerza  relativa. 
La  sangre  pasa  con  rapidez  al  árbol  venoso  y  las  arterias  quedan  casi  va- 
cias. £1  aumento  de  presión  en  las  venas  y  la  rapidez  de  los  movimientos 
respiratorios  distienden  la  aurícula  derecha.  El  ventrículo  derecho,  debi* 
litado,  no  puede  vencer  el  aumento  de  presión  sanguínea  pulmonar,  hay 
dilatación  é  insuficiencia  de  las  cavidades  derechas  del  corazón,  tenden- 
cia á  la  trombosis  cardiaca,  edema  pulmonar  y  deficiencia  respiratoria. 
Para  combatir  este  estado  se  aconseja  la  nitroglicerina,  por  creer  que  fa- 
vorece la  acción  del  corazón  al  dilatar  las  arterias.  Esta  creencia  es  infun- 
dada, y  el  Dr.  Le  Fevre  ha  obtenido  malos  resultados  con  el  uso  de  la  ni- 
troglicerina y  de  los  nitritos  en  tales  casos.  La  nitroglicerina  sólo  está  in- 
dicada cuando  hay  aumento  de  la  tensión  arterial  y  contracciones  rápidas 
del  corazón,  como  ocurre  en  la  arterio- esclerosis  y  en  la  nefritis. 

Contra  la  pérdida  de  la  acción  vasomotora  pueden  emplearse  dos  clases 
de  estimulantes:  1.*  Los  que  obran  sobre  los  centros  medulares— estricni- 
na, cafeína,  atropina,  cocaína.  2/  Los  que  obran  directamente  sobre  el  te- 
jido muscular  de  las  arterías— digital,  cornezuelo  y  extracto  de  las  cápsu- 
las suprarrenales.  Guando  hay  además  debilidad  y  extenuación  de  los  cen- 
tros medulares,  que  se  revelan  por  movimientos  respiratorios  poco  profun- 
dos y  rápidos,  cianosis  y  apatía  del  enfermo,  está  indicada  la  estricnina  á 
la  dosis  y  con  la  frecuencia  necesaria  para  aumentar  la  excitabilidad  de  di- 
chos centros,  pero  vigilando  sus  efectos,  que  pueden  ser  contraproducentes. 
La  atropina,  la  cocaína  y  la  cafeína  pueden  usarse  contra  los  accidentes 
que  se  presentan  en  la  convalecencia,  pero  si  la  estricnina  es  ineficaz,  lo 
son  también  estos  estimulantes.  Bi  hay  insuficiencia  respiratoria  paeden 
emplearse  la  cocaína  y  la  atropina,  á  causa  de  su  acción  sobre  el  centro 
respiratorio.  El  Dr.  Le  Fevre  prefiere  la  cocaína,  qne  aplica  sobre  el  tabi- 
que nasal  por  medio  de  una  pulverización  ó  con  un  pincel.  Si  el  centro  va- 
somotor no  responde  á  la  estricnina  ó  si  este  centro  se  debilita  antes  que 
los  otros  y  la  estricnina  le  estimula  indebidamente,  deben  emplearse  la 
digital,  el  cornezuelo  ó  el  extracto  de  las  cápsulas  suprarrenales,  por  su 
acción  sobre  los  vasos  sanguíneos.  La  digital  es  el  medicamento  más  útil 
contra  el  colapso  vascular,  inminente  en  la  neumonía.  Si  hay,  además,  sín- 
tomas de  extenuación  de  los  otros  centros,  se  emplea  combinada  con  la 
estricnina.  El  cornezuelo  está  indicadísimo  en  la  neumonía  con  descenso 
de  la  presión  arterial.  En  los  sujetos  alcohólicos,  sin  arterio  esclerosis  ni 


160 

nefritis,  el  alcohol  deprime  el  centro  yaaomotor  y  traetoma,  por  lo  tanto, 
la  circulación  capilar.  En  los  neumónicos  alcohólicos  hay  lividez  especial 
de  la  piel,  que  no  depende  de  la  cianosis  por  insuficiencia  circulatoria.  £1 
pulso  es  muy  débil  y  los  esputos  son  sanguinolentos  y  obscuros,  poro  no 
del  color  herrumbroso  ordinario.  El  cornezuelo,  al  tonificar  el  sistema  Tas- 
cular,  corrige  los  síntomas  más  alargantes.  En  algunos  neumónicos  alco- 
hólicos, la  estricnina  mejora  la  circulación,  pero  aumenta  el  delirio  y  la 
agitación ;  es  necesario  entonces  administrar  el  alcohol  y  los  narcóticos  para 
tranquilizar  y  hacer  dormir  al  enfermo,  porque  dichos  síntomas  son  suscep- 
tibles de  trastornar  más  la  circulación  periférica.  Los  narcóticos  deben  ad- 
ministrarse por  la  vía  hipodérmica,  adoptando  las  precauciones  asépticas 
necesarias.  £1  extracto  de  cápsulas  suprarrenales  ó  el  cloruro  de  adrenali* 
na  obran  sobre  los  rasos  sanguíneos  de  una  manera  rápida  y  enérgica, 
pero  sus  efectos  son  fugaces.  Están  indicados  contra  el  colapso  yascular 
repentino,  cuando  se  necesita  conjurar  el  peligro  inmediato,  porque  en  la 
neumonía  ne  debe  perderse  la  esperanza  hasta  que  el  enfermo  está  muer- 
to. Los  estimulantes  difusibles — alcanfor,  almizcle,  espíritu  aromático  de 
amoníaco,  anodino  de  Hoffmann — son  medicamentos  de  urgencia. 

(The  Therapeutic.  OazetU,  15  mayo  1906).— F,  T9LBD0. 

Valor  terapéutico  de  loo  climis  relajantes.  —  En  concepto  del  Dr.  L.  Wi- 
lliams, los  climas  relajantes,  cuyas  condiciones  meteorológicas  son  poca  al- 
titud, mucho  abrigo  del  viento,  muchas  horas  de  sol  y  un  alto  grado  de 
humedad  que  favorece  la  uniformidad  de  la  temperatura,  asi  como  no 
sientan  bien  á  las  personas  sanas,  prestan  buen  servicio  en  determinados 
estados  patológicos,  v.  gr.,  las^afecciones  crónicas,  pulmonares,  cardíacas  y 
renales,  y  las  enfermedades  crónicas  del  sistema  nervioso  que  requieren  un 
tratamiento  más  sedante  que  estimulante.  Los  climas  mencionados  convie- 
nen no  sólo  á  los  tísicos,  sino  también  y  muy  especialmente  á  los  enfise- 
matosos.  —  (Edinhurgh,  nied,  jour.).  —  R.  del  Valué. 

Un  signo  ffsieo  de  adherencia  de  la  placenta.  —  Según  el  Dr.  Strassmann, 
existe  un  signo  que  permite  conocer  si  la  placenta  se  ha  desprendido  ó  si- 
gue adherida  á  la  matriz.  Basta  percutir  ligeramente  el  fondo  del  útero, 
teniendo  sujeto  con  la  otra  mano  el  cordón  umbilical.  Si  la  placenta  está 
adherida,  se  nota  con  toda  claridad  en  el  cordón  una  sensación  de  ola  que 
se  transmite  desde  el  punto  percutido  á  lo  largo  de  la  vena  umbilical,  y  se 
repite  á  cada  nueva  percusión.  Lfi  falta  de  este  fenómeno  indica  estar  ya 
desprendida  la  placenta.—  (Le  Bull.  Medical,  12  mayo  1906).—  F.  Tolbpo. 


REVISTA 


MEDICINA  Y-  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


CONTRIBUCIÓN  AL  ESTUDIO 

I 

DB   LAS 

FORMAS  ATIPICAS  DE  LA  ENFERMEDAD  DE  PARKIN80N 

DOCTOR  CÉSAR  JÜARR08 

Médico  primero  do  SoaUUd  HlUUr. 


La  idea  de  que  la  parálisis  agitante  sea  una  neurose,  cada  día  va 
contando  con  menos  partidarios.  Opinase  hoy  que  dicha  enfermedad 
puede  ser  realizada  por  distintas  lesiones  que,  según  el  punto  donde 
asienten,  su  intensidad  y  naturaleza, darán  lugar  ádiíerentes  moda- 
lidades clínicas  (Lamarche  (1),  Martha  (2),  Valery  (3),  etc.).  Por  esto 
tiene  gran  interés  sistematizar,  dentro  de  lo  posible,  las  variedades, 
con  el  fin  de  ver  si  puede  lograrse  el  ideal  de  conocer  qué  modalidad 
sindrómica  corresponde  á  cada  una  de  las  variantes  lesiónales.  Las 
formas  atfpicas  que  designó  Charcot  (4)  con  el  nombre  de  frustra- 
das, no  lo  son,  sino¡símplemente  formas  incompletas  (Brissaud)  (5) 
que  pueden  multiplicarse  indefinidamente,  ya  que  como  ha  demos- 
trado Valery  (6),  cada  uno  de  los  síntomas  puede  existir  aislado, 
aun  los  de  menor  significación  clínica,  como  la  facies  (Lecorche 
y  Talamon  (7),  Lacoste  (8),  Rouvillois  (9). 

(1)  Lamarobe  t  Th.  Montpelher,  1899. 

(2)  Martha  t  Th.  París,  1888. 
(Q  B.  Valery  s  Th.  París.  1004. 

(4)  Oharcot  t  Lepons  olíníqaes,  t.  i. 

(6)  Brissaud  :  LeQons  sur  les  m.  nerv.,  1896. 

(6)  Loe.  eU. 

(7)  Talamon-Lecorehe  :  ¿tndes  medícales,  1882. 

(8)  Laooste  i  Th.  París,  1886. 

(9)  BoavíUois:  Th.  Lyon,  1898. 

Afio  XXX.-Tomo  LXXII.-Kúin.  9I1.-1  Agosto,  1906.  18 


162 

Bechet  (1)  es  el  que  mejor  ha  clasificado  las  formas  atfpicas  divi* 
diéndolas  en  tres  grupos.  En  el  primero  incluye  las  formas  que  se 
apartan  del  cuadro  común  por  la  ausencia  6  modificación  de  alguno 
de  los  dos  síntomas  fui^damentales,  comprendiendo  tres  subdivisio- 
nes :  l.'^,  las  formas  sin  temblor  ó  sin  rigidez  muscular;  2.\  las  for- 
mas  en  que  existe  el  temblor,  pero  cuya  intensidad,  ritmo  6  ampli- 
tud y  su  existencia  ó  su  exageración  en  loe  movimientos  volunta- 
rios (2)  modifican  el  síndrome;  y  3.^,  formas  en  que  la  rigidez  pre- 
senta caracteres  especiales  :  tipo  de  extensión  en  lugar  de  tipo  de 
flexión  (Charcot)  (3);  extensión  con  la  cabeza  dirigida  hacia  atrás 
(Dutil)  (4),  ó  hacia  un  lado,  simulando  la  tortfcolis  (Bechet)  (5);  ex- 
tensión del  tronco  y  de  Jos  miembros  con  flexión  de  la  cabeza  y  del 
cuello  (Bidón)  (6). 

En  un  segundo  grupo  reúne  los  casos  que  se  desvian  del  patrón  or- 
dinario por  la  localización  ó  modo  de  invasión  de  los  síntomas;  for- 
mas mopoplégicas,  hemiplégicas  (7)  ó  paraplégicas  (Meneroti)  (8), 
Meinard  (9),  etc.,  etc. 

El  tercero  y  último  grupo  de  la  sistematización  de  Bechet,  es 
aquel  en  el  que  se  incluyen  las  formas  anormales  por  la  presencia  de 
fenómenos  raros  (10). 

Los  casos  cuya  historia  clínica  leamos  á  relatar  figuran  todos  den- 
tro del  primero  y  segundo  grupo. 

Observación  l.^~M.  G.,  de  setenta  y  tres  años  de  edad,  natural  de 
Galapagar  (Madrid), soltero,  pastor  (11).  Su  padre  murió  de  hemo- 
rragia cerebral,  su  madre  en  un  fuego.  Carece  de  todo  antecedente 
neuropático  familiar.  Durante  toda  su  vida  ha  gozado  de  excelente 
salud,  salvo  el  haber  padecido  dos  veces  erisipela  leve  y  anginas  de 
tarde  en  tarde. 

Hace  tres  años,  estando  una  noche  guardando  el  ganado,  estalló 
una  tormenta  qfue  le  obligó  á  salir  del  chozo,  para  evitar  que  se  des- 

(1)  Bechet  :  Th.  Paria,  1892. 

(2)  Brisiiaad  i  Jowr.  dé  L,  Champianniéref  1894. 
—  Baymondi  8oo.  de  Nenrol.,  6  julio  1905. 
(8)  Charcot  i  Loe,  cü. 

(4)  Dátil :  Th.  París,  1891. 

(5)  Bechet :  Loe.  eit 

(8)  Bidón :  Retme  dé  Méd.,  1891. 

(7)  Berthomiea:  Th.  Toalouse,  1895. 

(8)  Measerott :  Rassegna  d%  aciétuie  médiehét  1889  (cita  de  Giili). 

(9)  Meinard  :  Ocu.  de$,  »c.  méd,  de  Bordeaux,  1888  (cita  de  Bechet). 

(10)  Baymond :  Soc.  de  neuroL.  6  de  jallo  de  1905. 

(11)  Esta  observación  y  la  sif^aiente  ñieron  recogidas  en  la  clínica  del 
Dr.  Oodina. 


163 

bandasen  las  ovejas,  permaneciendo  una  media  hora  aguantando  la 
lluvia.  Al  retirarse  otra  vez  á  su  cabana  sintió  un  fuerte  dolor  en  el 
brazo  derecho;  pero  como  había  tirado  algunas  piedras  con  la  hon- 
da, lo  atribuyó  á  este  ejercicio  y  no  le  dio  importancia:  á  ios  ocho 
<lfa8  apareció  el  temblor  en  la  mano  derecha  y  á  los  dos  años  en  la 
izquierda. 

Desde  entonces  se  han  ido  acentuando  los  síntomas  hasta  llegar  al 
•estado  actual,  en  que  presenta  un  temblor  menudo  y  rápido  en  am- 
bos brazos,  completamente  característico,  de  40  oscilaciones  por  se- 
■gundo,  y  que  se  asemeja  á  la  modalidad  que  se  compara  con  el  acto 
de  tocar  el  tambor.  La  cabeza  no  participa  del  temblor,  aun  cuando 
pudiera  hacer  pensar  en  ello  los  movimientos  que  la  imprimen  la 
agitación  de  los  brazos.  El  temblor  se  detiene  durante  los  movimien- 
tos activos  ó  pasivos,  conservándose  en  estos  últimos  tiempos  du- 
rante el  sueño  hasta  ser  causa  de  insomnio. 

La  rigidez  existe,  aunque  muy  poco  acentuada.  Los  músculos  in- 
-vadidos  por  el  temblor  dan  al  tacto  la  sensación  de  estar  contraídos, 
4o  que  se  observa  también  en  la  región  posterior  del  cuello,  proban- 
do asi,  una  vez  más,  la  certeza  de  la  afirmación  de  algunos  autores 
respecto  á  que  la  rigidez  puede  asentar  en  músculos  respetados  por 
«1  temblor.  Hay  una  marcada  lentitud  y  limitación  de  los  movimien- 
tos. La  cara  de  este  enfermo,  sin  ser  la  característica  de  los  parkin- 
sonianos,  la  recuerda  mucho  por  la  poca  movilidad  de  la  expresión 
y  la  ñjeza  indiferente  de  la  mirada.  La  palabra,  aunque  lenta,  mo- 
nótona, sin  matices  y  obscura,  tampoco  es  la  que  suele  encontrarse 
en  la  enfermedad  de  Parkinson.  Este  mismo  carácter  de  poca  acen- 
tuación de  los  síntomas  márcase  aún  más  en  la  actitud,  en  que  sería 
bastante  difícil  precisar  si  es  sintomática  de  la  enfermedad  ó  propia 
de  la  edad  avanzada  á  que  ha  llegado  el  historiado.  La  marcha  no 
tiene  ninguno  de  los  rasgos  típicos,  pues  ni  los  pasos  son  cortos,  ni 
los  pies  se  separan  más  de  lo  ordinario,  ni  está  aumentado  el  ángulo 
de  abertura.  Los  reñejos  tendinosos  y  cutáneos  se  hallan  exagera- 
dos, no  existiendo  trastornos  sensitivos.  La  necesidad  de  moverse  se 
halla  muy  poco  clara,  pues  aun  cuando  en  todo  el  día  no  cesa  de 
traginar,  este  ir  y  venir  no  obedece,  al  parecer,  á  una  sensación  pe- 
nosa de  impaciencia  muscular.  No  hay  sensación  de  calor  ni  de  ele- 
vación de  la  temperatura  periférica.  No  existen  trastornos  vaso-  i 
motores  ni  sialorrea.  Tensión  arterial,  11.  Las  funciones  de  la  vida  | 
orgánica  parecen  hallarse  normales.  Su  estado  intelectual  corres-  ¡ 
ponde  bastante  exactamente  al  descrito  por  Brissaud,  estando  ca-  I 


164 

racterízado  principalmente  por  la  falta  de  exteriorización.  La  puN 
flión  es  muy  poco  ostensible.  Existen  calambres  y  hormigueos  en  am- 
bos brazos.  Fuerza  dinamométrica  en  el  brazo  derecho,  16  ;  en  el  iz- 
quierdo,  13. 

Observación  2.^  —  C.  G.,  de  sesenta  y  dos  años,  natural  de  León 
soltero,  jornalero  del  campo.  Carece  de  antecedentes  hereditarios  y 
familiares.  A  los  siete  años  tuvo  viruela^;  á  los  ocho,  sarampión;  a 
los  catorce,  escarlatina ;  á  los  dieciséis,  meningitis  (?);  á  los  veinte, 
pulmonía;  á  los  cuarenta,  paludismo  (tercianas). 

En  marzo  del  año  1904,  llevando  un  baúl,  se  paró  á  descansar 
junto  á  una  fuente,  de  la  que  bebió  agua  sin  haber  cesado  aún  de 
sudar,  sintiéndose  paralizado  bruscamente  de  ambas  piernas;  tras, 
ladado  á  una  casa  próxima  se  reanimó  algo,  mediante  unas  friccio** 
nes,  pudiendo  ir  á  su  domicilio,  aunque  trabajosamente;  guardó- 
cama  ocho  días,  y  al  levantarse  se  encontró  con  una  gran  debilidad 
en  ambas  piernas,  que  si  bien  le  permitía  moverse,  le  impedía  todo> 
trabajo;  al  año,  dicha  debilidad  apareció  bruscamente  también  en 
ambos  brazos,  sin  causa  á  que  poder  ser  atribuida.  Desde  entonce» 
empezó  á  iniciarse  la  rigidez. 

Su  estado  actual  es  el  siguiente :  No  existe  temblor  tal  como  es  co- 
rriente describirlo  en  la  enfermedad  que  nos  ocupa,  hallándose  en 
cambio  un  ligero  titubeo  al  iniciarse  los  movimientos  voluntarios» 
que  recuerda  el  temblor  intencional  de  la  esclerosis  en  placas.  En 
cambio  llena  toda  la  sintomatologia  la  rigidez  muscular  que  ad- 
quiere el  valor  de  síntoma  capital;  todos  los  músculos  del  plano  de 
ñexión  aparecen  contraídos  y  casi  leñosos  al  tacto  el  trapecio  y  el 
biceps  braquial,  cuyos  movimientos  son  causa  de  dolor,  siendo  éstos 
limitadísimos  y  de  una  gran  lentitud.  La  rigidez  es  tal,  que  permite 
al  enfermo  conservar  una  misma  posición  durante  largos  períodos 
de  tiempo.  Su  facies  es  absolutamente  característica;  la  mirada 
fija,  indiferente  é  invariable;  el  enfermo,  como  dice  Hirt,  parece  es- 
tar á  salvo  de  toda  emoción.  La  palabra  es  lenta,  obscura,  opaca» 
monótona  y  la  actitud  obedece  á  la  fórmula  clásica  de  inclinación 
de  todos  los  ejes  segmentarios  del  cuerpo.  La  mano  está  desviada 
hacia  su  borde  cubital.  Los  reflejos,  tanto  tendinosos  como  cutá- 
neos, están  disminuidos.  Existen  calambres  en  la  mano  y  pierna  iz- 
quierdas y  hormigueos  en  ambos  muslos.  La  pulsión  es  muy  mani- 
flesta,  habiendo  la  necesidad  de  moverse,  pero  no  la  sensación  de 
calor  que  está  sustituida  por  ramalasoé  alternativos  de  calor  y  frío 
á  lo  largo  de  los  miembros,  sin  elevación  de  la  temperatura  ni  tras- 


165 
^rno8  vasomotores.  Tensión  arterial,  18.  No  hay  nistagmus.  El  es- 
tado intelectual  mucho  más  acentuado  aún  que  en  el  caso  anterior. 
Fuerza  dinamomótrica  en  el  brazo  derecho,  26;  en  el  izquierdo,  24. 

Sensibilidad  normal.  Sialorrea,  aunque  poco  abundante. 

Obseroación  3.*  (1).  ~  S.  L.,  de  cuarenta  y  seis  años,  natural  de 
Toro  (Zamora),  casada.  Su  padre  murió  de  pulmonía;  su  madre  de 
un  proceso  vesical. 

Ha  tenido  once  hijos  y  dos  abortos,  que  atribuye  á  impresiones 
morales.  Sólo  le  viven  tres,  que  tienen  buena  salud.  No  ha  padecido 
otras  enfermedades  sino  paludismo  y  un  cólico  nefrítico.  Hace  cinco 
meses,  al  levantarse,  advirtió  que  el  brazo  derecho  la  temblaba, 
y  pasados  unos  días  notó  en  el  mismo  una  sensación  de  frío  de  for- 
ma continua.  A  los  dos  meses  de  su  aparición  el  temblor  invadió  la 
<2abeza. 

Actualmente  se  la  observa  un  temblor  horizontal  típico,  que 
asienta  en  la  cabeza  y  brazo  derecho,  que  no  se  modifica  por  in- 
fluencia del  acto  de  cerrar  la  mano,  que  los  movimientos  volunta- 
rios hacen  cesar  y  no  In  idea  de  realizar  un  acto.  Bl  temblor  es  de 
oscilaciones  menudas  y  rápidas,  que  alcanzan  la  cifra  de  30  al  se- 
cundo. Al  tacto  se  observa  en  el  biceps  braquial  una  ligera  sensa- 
ción ée  músculo  sano  contraído.  Los  reflejos  rotulianos  y  cutáneos, 
normales.  No  se  observan  deformaciones  ni  actitudes  viciosas.  La 
oabeza  se  halla  ligeramente  flexionada.  No  hay  propulsión,  ni  debili- 
-dad,  ni  atrofia  muscular.  El  dinamómetro  marca  24  en  el  lado  dere- 
cho y  22  en  el  izquierdo.  Los  movimientos  del  brazo  derecho  son  al- 
agunas veces  dolorosos;  á  la  presión  despiértanse  dolores  en  el  biceps 
foraquial  y  trapecio  del  lado  derecho  y  en  los  extensores  del  raquis. 
La  enferma  no  acusa  calambres,  pero  si  hormigueos  en  el  brazo  en- 
fermo si  se  detiene  el  temblor.  En  dicho  lado  sensación  de  calor  exa- 
gerado, sin  aumento  de  la  temperatura  periférica,  faltando  la  sialo- 
rrea  y  los  edemas,  presión  arterial  12.  Tres  años  antes  de  comenzar 
•el  temblor  tuvo  vértigos,  que  la  han  durado  hasta  hace  poco;  la  ce- 
falalgia que  los  acompañaba,  aún  subsiste.  No  hay  elevación  de  las 
-cejas  ni  nada  de  especial  en  la  fisonomía,  ni  nistagmus,  y  sí  bas- 
tante adelgazamiento.  Sensibilidad  objetiva  normal. 

Obseroación  4.^  (2).  —  E.  M.,  de  sesenta  y  siete  años  de  edad,  natu- 
ral de  Robledo  (Madrid),  casado  y  de  oficio  jornalero.  Carece  de  an- 
tecedentes hereditarios,  no  ha  tenido  hijos  y  le  faltan  todo  género 

(1)  Observación  debida  á  la  bondad  del  Dr.  Oodina. 

(2)  Beoogida  en  la  olinioa  particular  del  Dr.  Gereda. 


166 

de  antecedentes  personales^  pues  nunca  padeció  enfermedades  de 
ningún  género. 

Hace  tres  años,  estando  sudamio,  se  enfrió^  y  poco  después  comen- 
zó á  sentir  hormigueos  en  el  brazo  izquierdo,  hormigueos  que  le  du» 
raron  cinco  meses,  presentándosele  alternativa  y  caprichosamente* 
Pasado  este  tiempo  comenzó  á  perder  fuerzas  en  dicho  brazo,  y 
coincidiendo  con  esta  pérdida,  hizo  su  aparición  el  temblor.  Hac& 
cuatro  meses  todos  estos  fenómenos  se  fueron  instalando  en  el  bra- 
zo derecho. 

Su  estado  actual  es  el  siguiente  :  de  aspecto  algo  caquéctico»  pre- 
senta un  temblor  generalizado  en  ambos  brazos.  Menudo  durante 
el  reposo,  bastante  rápido,  consta  de  oscilaciones  verticales,  recor- 
dando el  clásico  «emiettement»  del  pulgar.  Se  exagera  cuando  los. 
miembros  no  están  apoyados.  La  actitud  realiza  el  tipo  de  flexión 
con  la  cabeza  proyectada  hacia  adelante,  con  el  mentón  tocando 
casi  en  el  esternón,  brazos  pegados  al  cuerpo»  antebrazos  semine- 
xionados  y  las  primeras  falanges  flexionadas.  Los  miembros  infe- 
riores y  la  columna  vertebral  se  conservan  intactos.  Los  movimien- 
tos de  los  miembros  superiores  son  muy  lentos,  estando  la  cabeza, 
casi  inmovilizada.  No  obstante,  la  cara  apentts  si  inicia  elaspecta 
caracterlsco  de  la  enfermedad  que  nos  ocupa.  No  siente  calor  ni 
frío  patológicos.  Las  masas  musculares  de  los  miembros  superiores, 
son  poco  voluminosas,  pero  sin  llegar  á  la  atrofia.  La  rigidez  es  muy 
poco  acentuada.  Los  reflejos  tendinosos  de  los  miembros  superiores, 
se  hallan  exaltados  y  normales  los  del  resto  del  cuerpo.  Nada  de 
trastornos  sensitivos.  Falta  la  aialorrea  y  la  pulsión.  No  se  apre- 
cian trastornos  psíquicos.  Todas  las  demás  funciones  se  reaiizáa 
normalmente. 

La  etiología  de  estos  cuatro  enfermos  tiene  varios  aspectos  suma* 
mente  interesantes,  pues  si  bien  en  tres  de  ellos  parece  hallarse  de 
acuerd</con  lo  que,  respecto  á  la  edad  de  aparición,  afirman  los  au- 
tores, rompe  en  cambio  con  la  idea,  bastante  generalizada,  de  que 
la  herencia  juega  en  la  enfermedad  de  Parkinson  un  importante  pa- 
pel, dando  la  razón  á  Oppenheim  (1)  cuando  dice  que  la  herencia 
no  tiene  en  esta  dolencia  importancia,  no  obstante  las  observacio- 
nes de  Weber,  Borgherini,  Bechet,  Clerici  y  Medea  (2),  Bury  y  la 
más  reciente  de  Papinio  Pennato  (3). 

(1)  Oppenheim  I  Tratado  de  enfermedades  nerviotat  (edición  española  K 

(2)  Olerici  y  Medea:  Rév.  neurol.,  1899. 

(8)  Papinio  Pennato  t  Riforma  «lédtea,  1906  (B.  M.). 


167 

De  mucho  más  interés  que  la  etiología  es  la  comparación  de  estos 
síndromes  con  las  formas  clásicas.  )Jna  primera  particularidad  es 
el  predominio  excesivo  de  un  síntoma  sobre  los  deibás:  en  las  obser- 
vaciones 1.%  3/  y  4.'  el  temblor,  en  la  2/  la  .rigidez.  Claro  es  que  esto 
ino  tiene  nada  de  nuevo  ni  de  sorprendente,  puesto  que  Oppenheim  (1) 
ha  insistido  mucho  sobre  las  formas  en  que  falta  el  temblor,  y  Ra- 
bot  y  Bechet  (2)  sobre  aquellas  otras  que  tienen  su  fisonomía  clínica 
basada  en  la  falta  de  rigidez. 

Mucho  más^curioso  es  la  especial  manera  dé  empezar  que  ha  te- 
ñido el  proceso  en  cada  uno  de  los  cuatro:  monoplégico  en^tres,  pa- 
raplégico  en  otro  y  en  tres  bruscamente,  contra  la  opinión  de  Char* 
cot  y  de  Stewart  (3),  que  ha  llegado  á  intentar  clasificar  los  sínto- 
mas prodrómicos  y  en  favor  de  los  casos  relatados  por  Moutier  (4), 
Gilli  (5),  etc. 

Las  formas  monoplégicas  no  son  muy  abundantes  ni  hay  gran 
acuerdo  sobre  ellas,  aun  cuando  Berber  (6)  crea  que  se  presentan 
en  un  35'7  por  100.  Para  algunos  (7)  trátase  de  una  base  de  Ja  en- 
fermedad, y  asi  parecen  probarlos  nuestros  casos,  de  un  modo  de 
comienzo.  No  obstante,  hay  ocasiones  (8)  en  que  el  proceso,  lejos 
de  generalizarse,  conserva  siempre  su  carácter  hemiplégico,  no  de- 
biendo confundirse  tales  cuadros  clínicos  con  las  enfermedades 
parkinsonnianas  post  hemiplégicas  (9),  en  las  que  el  antiguo  paralí- 
tico se  vuelve  parkinsonniano  (10),  acaso  sin  que  el  segundo  sín- 
drome dependa  directamente  del  primero.  La  observación  2.*  es, 
en  lo  relativo  á  este  asunto,  la  qíie  presenta  mayor  rareza  en  su 
comienzo,  pues  la  forma  paraplégica  es  muy  poco  frecuente,  mere- 
ciendo la  nuestra  figurar  junto  á  las  de  Messeroti  (ll),Mesnard  (12), 
Berber  (13),  Ordenstin  (14),  etc.,  etc.,  con  el  distintivo  de  lo  brusco 

(1)  Oppenheim  t  Loe,  eit, 

(2)  Beohet:  LoL  cU. 

(8)  Stewart :  Lane§t,  1898  (citado  por  Grasset). 
(4)  Bíoutiers  Soo.  neurol.,  8  junio  1905. 
(6)  J.  M.  Oilli  i  Th.  Paria,  1900. 

(6)  Berber:  Qax.  A«6d.,  1891. 

(7)  Gilli  1  Loceü. 

(8)  Moutier  t  Loe,  eit. 

(9)  Bicooz  I  Th.  Nanoy,  1882. 

(10)  Mannelides]  Club  medical  de  Gonstantinopla,  1904  (Bev.  neurol,^  nú- 
mero 6, 1905;. 

(11)  Messeroti:  In  Ila999ffna  diseienee  médieke^  1889  (citado  por  Gilli). 

(12)  Mesnard :  Gas.  de$  te.  med,  de  Bordeaux,  1888  (citado  por  Bachet). 

(13)  Berber :  Loe,  eit, 

(14)  Ordenstein:  Th.  París,  1867  (según  Gilli). 


168 

de  la  aparición  y  la  relativamente  pronta  invasión  de  loe  miembros 
superiores.  ^ 

De  los  demás  síntomas  que  señalan  los  tratadistas,  la  mayoría 
falta  en  nuestros  enfermos.  Asi,  por  ejemplo,  los  dolores  señalados 
por  Ordenstein  (1)  sólo  se  presentan  en  uno  y  con  escaso  relieve, 
sin  alcanzar  la  preponderancia  del  caso  tipo  relatado  por  Seint  Le- 
ger  (2).  La  caquexia  tampoco  existe,  ni  los  edemas,  ni  la  sialorrea, 
pues  no  merece  el  nombre  de  tal  el  aumento  de  secreción  salivar  de 
laob8ervac¡ón2.\  con  loquesesuma  un  argumento  máa  en  favor  de  la 
opinión  de  Mazataud  (3),  siendo  además  digno  de  hacerse  notar  que 
se  presenten  en  el  que  predomina  la  rigidez  muscular,  lo  que  hace 
pensar  si  será  debida  á  rigidez  de  los  músculos  de  los  labios,  men- 
tón, lengua  y  faringe,  como  piensa  Católa  (4)  contra  la  teoría  bulbar 
de  Bruns.  No  hay. tampoco  en  ninguno  de  los  cuatro  equimosis  es- 
pontáneos de  los  señalados  por  Honeix  de  la  Brousse  (5)  ni  asociacio- 
nes reumáticas  (Charcot)  (6),  ni  históricas  (Dutil)  (7),  ni  trastor- 
nos de  la  nutrición  general  (Alquier)  (8),  faltando  en  dos  la  sensa- 
ción  de  calor  sustituida  en  la  observación  2.^  por  alternativas  de 
calor  y  frk).  La  necesidad  de  moverse  no  hace  más  que  iniciarse.  • 
No  se  halla  elevación  de  la  temperatura  periférica. 

Esta  misma  variabindad,  esta  separación  de  los  cuatro  casos  del 
tipo  clásico  y  de  cada  uno  de  ellos  entre  si,  viene  á  probar  una  vez 
más  que  el  Dúmero  de  formas  puede  ser  inñnito,  acaso  porque  aquí, 
como  en  la  esclerosis  en  placas,  el  síndrome  dependa  más  del  asien- 
to y  agudeza  del  proceso,  que  de  éste  en  sí  mismo.  Según  todas  las 
probabilidades,  las  lesiones  del  síndrome  de  Parkinson  asientan  en 
el  istmo  del  encéfalo,  siendo  cada  síntoma  función  de  una  lesión  lo- 
calizada (9). 

(1)  Ordenstein  I  Th.  Parle,  1867  (según  Gilli). 

(9)  Seint  Lefcers  Th.  París,  1879  (citado  por  Gilli). 

(8)  Masataud:  Th.  Paria,  1898. 

(4)  Católa:  Soc  neorol.,  12  enero  1906. 

(6)  Honeix  de  la  Brousse:  Th.  Paris,  1888. 
<6)  Oharcot:  Le^ons  da  mardi,  1861. 

(7)  Dutil  t  Th.  París,  1891. 

(8)  Alquier  I  Th.  París,  1906. 

(9)  Valery :  Loe,  dt. 

I 


169 


REVISTA  DE  OTO-RÍNO- LARINGOLOGÍA 

nm.  ML 

DOCTOR  D.  FRANCISCO  RUEDA 

Diraclor  d«  !•  Coualte  oto-rlno-lMiafológlc*  d«l  ÜMpltal  d«  U  PrincMa. 


ñauAMio  :  I.  La  aaioplastia  del  conducto  auditivo  extemo  en  la  cura  radi* 
oal  de  la  otorrea.  -^  II.  Oontribución  al  estudio  del  signo  de  Oradenigo.— 
III.  Origen  de  los  pólipos  mucosos  retronasales.  •- lY.  Sobre  el  uso  de  la 
parafina  en  rinologia.  -—  V.  Traqueotomia  y  tirotomla.  —  VI.  £l  cloruro 
de  calcio  como  agente  hemostático  preventivo. 

I.  Aunque  la  materia  de  que  vamos  á  tratar  parece  resuelta  por 
la  práctica  en  todos  sus  puntos,  ño  nos  parece  inútil  fijar  algunas 
ideas  en  el  ánimo  de  los  menos  expertos,  aprovechando  las  conclu- 
fliones  señaladas  por  el  Dr.  Moure  en  la  última  reunión  de  la  Socie- 
dad francesa  de  Laringología,  etc.,  que  representan  la  enseñanza 
adquirida  en  700  operaciones  mastoideas  que  lleva  ejecutadas. 

Para  orientación  de  los  menos  enterados  en  la  cuestión,  diremos 
que  en  la  operatoria  radical  de  las  supuraciones  crónicas  del  oído 
medio,  existe  un  tiempo  que  consiste  en  acomodar  el  conducto  audi- 
tivo cartilaginoso,  de  tal  modo,  que  el  conducto  óseo,  la  caja  timpá- 
nica y  el  espacio  mastoideo,  constituyen  una  sola  cavidad,  y  de  tai 
manera,  que,  resultando  el  meato  auditivo  muy  ancho,  consienta 
fácilmente  por  él  la  curación  de  la  cavidad  operatoria. 

Después  de  varios  tanteos  en  este  sentido. realizados  por  diversos 
autores,  cuyos  procedimientos  de  autoplasia  del  conducto  registran 
ios  tratados  clásicos,  resolvió  el  Dr.  Moure  hace  tiempo 'i*eunir 
completamente,  y  en  el  acto  operatorio,  la  herida  retro- auricular, 
sea  cual  fuere  la  causa  de  la  otorrea,  maniobrando  sobre  el  con- 
ducto, de  tal  modo,  que  siempre  pueda  consentir  las  curaciones  por 
tal  vfa. 

Para  conseguir  este  propósito,  el  Dr.  Moure  ha  propuesto  en  unos 
casos  la  resección  total  del  conducto,  en  otros  la  resección  de  un  col- 
gajo después  de  haber  incíndido  longitudinalmente  el  conducto;  en 
ocMiones  prolonga  la  incisión  hasta  la  misma  concha,  sobre  la  que 
ejecuta  incisión  crucial  en  T,  sujetando  con  catgut  los  dos  colgajos 
resultantes'á  las  porciones  superior  é  inferior,  respectivamente,  de 
la  herida  retro-auricular.  Con  estas  diferentes  maniobras  bien  eje- 


170 

culadas  se  consigue  el  espacio  suficiente  para  la  curación  é  inspec- 
ción¡del  foco  operado. 

En  ¡circunstancias  especiales,  obreros  poco  cuidadosos,  focos  de 
colesteatoma,  reemplaza  Moure  el  procedimiento  llamado  de  Sie* 
benmann,  por  la  resección  pura  y  simple  de4ina  porción  del  carti» 
lago  de  la  concha,  con  lo  que  se  obtiene  toda  la  amplitud  deseada. 

II.  La  ocurrencia  de  una  parálisis  del  motor  ocular  externo  en  el 
curso  de  una  otitis  media  aguda  séptica,  constituye  el  signo  de  Ora- 
denigo,  del  nombre  del  especialista  italiano  que  más  se  ha  ocupado  . 
en  la  dilucidación  de  éste  fenómeno. 

El  número  de  casos  que  actualmente  registra  la  literatura,  que  no 
llega  á  30,  y  la  falta  de  datos  necrópsicos,  hace  imposible  edificar 
una  teoría  que  satisfaga, siendo  los  datos  clínicos  realmente  tan  con- 
tradictorios, que  más  sirven  para  extraviar  que  para  aclarar  la 
cuestión. 

Por  esto,  el  recoger  los  nuevos  casos  publicados  tiene  interés,, 
pues,  representan  los  elementos  sobre  que  el  edificio  ha  de  de  funda* 
mentarse. 

Contrasta  sobremanera  en  la  evolución  de  la  enfeirmedad  el  he» 
cho  de  que,  en  la  mayoría  de  los  casos  (19  en  2V^^  la  curación  ha  so- 
brevenido sin  consecuencias  en  el  transcurso  de  varias  semanas» 
mientras  que  en  unos  pocos  se  ha  declarado  un  estado  meningitico 
con  terminación  funesta.  De  aquí  que  unos  observadores  hayan 
pensado  para  la  explicación  del  fenómeno  en  reflejos  nerviosos, 
fáciles  de  traer  á  la  escena,  y  otros  hayan  apelado  á  la  meningitis 
serosa  ó  purulenta,  según  los  casos. 

La  observación  que  el  Dr.  Jacques  (de  Nanzy )  publica  en  el  núme- 
ro de  junio  de  los  Annalea  des  maladies  de  l^oreille,  etc.,  es  de  inte* 
res  á  este  propósito,  aunque,  en  verdad,  tampoco  sirve  para  susten- 
tar una  teoría,  pues  le  falta  la  necropsia,  ya  que  los  datos  biópsicos 
que  aporta  no  son  lo  bastante  claros  con  respecto  al  signo  clínico 
en  cuestión. 

Encabeza  la  observación  con  el  siguiente  epígrafe:  Paresia  pro* 

gresioa  del  elevador  del  párpado  y  después  del  motor  ocular  externo, 

.en  el  curso  de  una  otitis  media  supurada  aguda  no  complicada.  Afe- 

ningiiis  generalizada  con  flujo  abundante  de  liquido  cefalorraquídeo 

*  por  el  oidOy  quince  dias  después  del  principio  de  la  parálisis.  Muerte^ 

Un  niño  de  siete  años  sufre  los  fenómenos  corrientes  de  una  otiti» 
aguda  que  se  perfora  espontáneamente,  y  cuya  perforación  es  dila^ 
toda  por  el  bisturí  del  especialista.  Más  tarde  presenta  ptosis,  y  en 


171 

vista  de  que  se  agrega  un  estado  febril  que  pasa  de  39*^  y  se  presen- 
tan los  fenómenos  propios  de  una  oftalmoplegia  externa,  se  con- 
cluye que  el  paciente  se  encuentra  en  gran  inminencia  de  peligro 
para  la  vida,  corroborada  esta  idea  por  la  circunstancia  de  que  los 
tapones  de  algodón  colocados  á  la  entrada  del  ofdo  se  imbiben  de 
un  liquido  incoloro,  muy  abundante,  seroso,  que  se  acumula  en  la 
concha,  llenándola  en  pocos  instantes,  agregándose  á  esto  una  cons- 
tipación absoluta  y  un  vientre  retraído,  con  rigidez  de  la  nuca  y 
vómitos  repetidos. 

Decidida  una  intervención  de  urgei\pia  para  en  lo  posible  detener 
la  invasión  de  la  meningitis  que  evoluciona,  se  vacian  las  mastoi- 
des  y  caja  timpánica  sin  encontrar  acumulaciones  sépticas  ni  tra- 
yecto fistuloso  endocraneal  que  explique  lo  sucedido,  por  lo  que  se 
continúa  la  exploración  resecando  la  bóveda  de  la  caja  y  del  antro 
mastoideo,  con  lo  que  descubriendo  sana  la  dura  madre  se  incinde  y 
se  procura  salida  de  una  notable  cantidad  de  líquido  seroso. 

El  curso  post  operatorio  ha  sido  el  de  una  leptomeningitis,  que  ha 
conducido  á  la  muerte  en  coma,  después  de  fenómenos  convulsivos 
repetidos. 

El  examen  del  líquido  raquídeo  extraíjdo  por  la  punción  lumbaF 
practicada  antes  de  la  operación,  ha  dado  leucocitos  abundantes 
mono  y  polinucleares  y  un  cultivo  puro  de  un  microorganismo  que 
corresponde  á  la  descripción  del  enterococo  de  Thiercelin. 

Según  el  criterio  del  autor,  la  causa  de  la  parálisis  del  abductor 
del  globo  ocular  ha  residido  en  un  foco  flogístico  que  ha  compren- 
dido la  trayectoria  del  motor  ocular  externo. 

Concluye  que,  en  el  terreno  pronóstico,  el  signo  de  Gradenigo 
debe  ser  siempre  mirado  como  un  indicio  de  inminente  gravedad, 
que  obliga  á  permanecer  armados  contra  todo  evento. 

lII.SEn  oposición  á  los  pólipos  mucosos  de  la  nariz,  que  en  su  gran 
mayoría  tienden  á  salir  por  la  abertura  anterior,  existan  otros  que 
son  arrastrados  hacia  las  coanas,  invadiendo  la  nasofarínge,  donde 
toman  cuerpo  y  donde  la  rínoscopia  posterior  los  revela  apoyados 
sobre  el  velo  del  paladar.  Bajo  ningún  concepto  científico  pueden 
diferenciarse  unos  de  otros,  perteneciendo  todos  á  la  categoría  de 
neoplasiasde  estroma  fibroso  de  grandes  mallas  ocupados  por  se- 
rosidad infiltrada,  y  á  veces  constituyendo  verdaderas  lagunas  quís-  * 
ticas. 

Lo  que  oDliga  á  considerar  estos  pólipos  en  grupo  separado  es:  de 
un  lado,  1&  mayor  dificultad  para  ser  diagnoticados;  de  otro  lado. 


172 

su  original  punto  de  procedencia,  y  ñnalmente  la  mayor  dificultad 
que  ofrecen  para  su  extracción. 

Sobre  el  segundo  punto,  publica  el  Dr.  Killian  (de  Friburgo)  un 
trabajo  en  los  Annalea  dea  maladiea  de  Coreille,  etc.,  del  mes  de 
mayo,  en  el  que  expone  ideas  con  las  que  mi  observación  particular 
coincide,  por  lo  que  voy  á  transcribirlas  brevemente. 

La  experiencia  de  Killian,  que  comprende  22  casos,  le  bace  admi- 
tir que  los  pólipos  retronasales  son  ordinariamente  únicos  y  unila- 
terales, piriformes,  muy  alargados,  cuyo  pedículo,  como  estirado,  es 
intranasal,  y  cuyo  extremo  terminal,  abultado,  pende  en  el  espacio 
nasofaríngeo.  La  observación  minuciosa  de  varios  casos  le  autori- 
zan para  admitir  que  estos  pólipos  nacen  en  el  interior  del  seno 
maxilar,  donde  crecen  en  estado  latente  basta  bacer  su  salida  por 
el  oeiium  natural  ó  uno  accesorio,  en  cuyo  punto  sufriría  una  es* 
trangulación,  que  explica  la  delgadez  del  pedículo  que  se  aprecia  al 
ser  operado,  asi  como  la  considerable  extensión. 

Para  cerciorarse  antes  de  la  operación,  precisa  cocainizar  fuer- 
temente la  zona  del  canal  medio  y  emplear  el  espéculum  de  Killian 
para  la  rinoscopia  media,  con  el  que,  rechazando  el  cornete  medio 
contra  el  tabique  nasal,  puede  verse  aparecer  el  pedículo  lateral- 
mente por  detrás  de  la  región  de  la  apófisis  unciforme.  Con  un  esti- 
lete curvo  es  posible  rodear  el  pedículo  y  cerciorarse  que  el  orificio 
accesorio  por  donde  sale  es  notable  por  su  diámetro. 

Aplicando  el  aprietanudos  bien  sobre  la  raíz,  y  procediendo  por 
arrancamiento,  se  nota  que  la  porción  antral  es  á  veces  considera- 
ble y  hasta  de  3  y  4  centímetros. 

Ei  Dr.  Killian  ha  notado  la  existencia  de  un  surco  transversal  en 
el  pedículo,  así  como  también  la  resistencia  que  opone  al  arranca- 
miento y  la  circunstancia  de  que  al  verificarse  suele  ir  acompañado 
de  un  derrame  de  liquido  seroso ;  por  lo  que  supone  con  razón  que 
en  el  interior  del  antro,  el  pedículo  es  grueso  y  quístico,  que  resulta 
estrangulado  á  su  paso  por  el  orificio,  y  que  la  rotura  del  quiste  in- 
trasinusal  explican  lo  membraniforme  del  pedículo  y  el  escape  de 
líquido  seroso 

IV.  A  pesar  del  tiempo  transcurrido  desde  que  Gersuny  inició  el 
empleo  de  la  parafina  en  inyecciones  intersticiales,  todavía  los  au- 
tores no  llegan  á  una  conclusión  uniforme  respecto  á  ciertos  detalles 
de  técnica,  obteniendo  resultados  contradictorios  en  muchos  casos. 

En  la  reunión  del  mes  de  mayo  de  la  « Société  frangaise  d*otologie, 
de  Laryngologie  et  de  Rhinologie »,  se  han  ocupado  de  esta  cuestión 


173 

personas  de  tanta  experiencia  en  la  materia  como  Brindel  (de  Bur- 
deos) y  Broeckaert  (de  Gante),  manifestándose  en  discrepancia 
respecto  al  uso  preferente  de  las  dos  parañnas,  la  liquida  y  la  06* 
lida. 

Bl  Dr.  Brindel,  ensayando  el  empleo  de  la  paraflna  sólida  fusible 
de  45  á  50®,  tan  calurosamente  ponderada  por  Broeckaert,  en  el  tra- 
tamiento del  ozena,  ha  visto  frecuentemente  producirse  la  elimina* 
ci6n  espontánea  de  la  substancia  por  esfacelo  de  la  mucosa,  aunque 
la  cantidad  inyectada  haya  sido  muy  pequeña. 

De  la  comparación  que  establece  con  la  paraflna  caliente,  ea  de- 
cir, inyectada  fundida,  se  desprende  la  superioridad  incontestable 
de  ésta  en  el  tratamiento  del  ozena. 

Bl  Dr.  Mahn  considera  que  la  paraflna  sólida,  es  decir,  fria,  re- 
sulta superior,  si  se  tiene  la  precaución  de  calentar  la  jeringa  y  la 
aguja,  de  modo  que  siendo  la  materia  pastosa  penetra  en  los  tejidos 
sin  comprimirlos  ni  mortificarlos.  ' 

Ocupándose  Broeckaert  del  valor  curativo  de  las  inyecciones  de 
paraflna  en  el  ozena,  aflrma  que  en  39  fosas  nasales  enfermas, 
ha  obtenido  23  curaciones  completas,  7  mejorías  y  10  fracasos,  en- 
tendiendo por  curación  la  ausencia  persistente  de  fetidez  y  costras 
sin  necesidad  del  empleo  de  las  irrigaciones  nasales. 

Se  explica  este  resultado,  según  el  autor,  por  la  producción  de 
ana  esclerosis  de  la  mucosa  que  comprime  y  destruye  las  glándulas 
origen  de  la  secreción  fétida,  cuyo  resultado  aparece  comprobado 
por  el  estudio  histológico  de  cortes  de  la  mucosa. 

Nosotros,  revisteros  imparciales  de  toda  innovación,  cumplimos 
nuestra  obligación  apuntando  estas  cifras,  sin  comentarios,  pues  ya 
en  otro  lugar  hemos  significado  nuestro  criterio  sobre  la  materia. 

Y.  Aunque  se  trata  de  un  asunto  algo  manoseado,  como  nunca  lo 
bueno  sobra,  nos  vamos  á  ocupar  en  sintetizar  las  ideas  últimamen- 
te vertidas  por  el  Dr.  Moure,  respecto  á  la  oportunidad  de  ejecución 
déla  traqueotomia,  juntamente  con  la  tirotomía;  la  gran  experien- 
cia adquirida  poreiste  maestro  da  valor  á  sus  conclusiones. 

Sentando  como  principio  que  las  circunstancias  en  que  somos  lla- 
mados á  intervenir  son  bastante  diferentes,  piensa  que  la  conducta 
debe  ajustarse  á  cada  caso. 

Cuando  se  trata  de  cuerpos  extraiios  enclavados  en  la  laringe  ó 
de  tumores  benignos  que  han  de  ser  poco  hemorrágicos,  es  posible 
practicar  la  abertura  laríngea  sin  traqueotomia  previa. 

Cuando  se  trata  de  tumores  malignos  de  ancha  implantación. 


174 

piensa  el  Dr.  Moure  que  la  colocación  de  una  cánula  traqueal  es 
preliminar  necesario  antes  de  incindir  el  tiroides,  proporcionando 
las  ventajas  de  facilitar  la  cloroíormizaeión  y  garantir  contra  la 
penetración  de  sangre  en  el  árbol  respiratorio,  pudiendo  trabajar 
libremente  el  operador  sobre  la  laringe  abierta  y  ayudándose  de  la 
aplicación  tópica  de  cocaína  y  adrenalina. 

Considera  también  que  la  traqueotomfa  debe  ser  temporal,  y  que 
una  vez  terminada  la  intervención,  debe  precederse  á  la  sutura 
laringotraqueal,  exactamente  como  si  la  traqueotomfa  no  se  hubie- 
ra practicado. 

Al  objeto  de  facilitar  la  reunión  inmediata  de  la  herida  traqueal, 
aconseja  el  empleo  de  cánulas  aplastadas,  que  separan  poco  los  ani- 
llos traqueales. 

En  ideas  semejantes  abunda  también  el  Dr.  Lermoyez,  quien  dice 
que  la  laringotomla  sin  traqueotomfa  es  una  mediana  operación,  y 
que  la  práctica  contraria  es  excelente,  sintetizando  su  criterio  en 
una  imagen  que  encontramos  excelente :  «Cuando  se  quiera  traba- 
jar en  seco  sobre  el  lecho  fie  un  rio,  se  deriva  el  curso  de  la  co- 
rriente». ^         " 

VI.  Como  ya  hace  algún  tiempo  que  por  varios  experimentadores 
se  vienen  comprobando  los  efectos  hemostáticos  del  cloruro  de  cal- 
cio administrado  al  interior,  no  debemos  pasarlo  en  silencio,  aunque 
personalmente  tengamos  que  confesarnos  un  tanto  escépticos  sobre 
tan  relevante  cualidad,  que.  por  lo  menos  dentro  de  nuestra  espe- 
cialidad, serla  preciosa,  por  lo  que  simplificaría  una  porción  de  ope- 
raciones. 

El  Dr.  Toubert  (de  Montpellier)  afirma  haber  obtenido  resultados 
notables,  comprobando  la  cualidad  que  este  medicamento  posee  de 
aumentar  la  coagulabilidad  de  la  sangre.  Esta  propiedad  la  consi- 
derada interés,  sobre  todo  cuando  son  de  esperar  las  hemorragias 
en  sábana  y  son  de  temer  los  hematomas  post  operatorios. 

El  cloruro  de  calcio  lo  prescribe  en  poción  á  la  dosis  cotidiana  de 
2  á  3  gramos,  uno  ó  dos  dfas  antes  de  la  operación,  siendo  siem- 
pre bien  tolerado.  Hace  notar  el  autor  su  incompatibilidad  con  la 
leche. 

Su  empleo  le  ha  proporcionado  excelentes  resultados  en  las  si- 
guientes operaciones :  trepanaciones  mastoideas,  fraccionamiento 
de  amígdalas,  extirpación  de  vegetaciones  adenoideas,  operación 
de  crestas  del  tabique  nasal,  intervenciones  sobre  el  seno  maxilar  y 
el  etmoides. 


•  175 

Ha  podido  practicar  las  intervenciones  sin  interrumpir  la  manio- 
bra para  ocuparse  de  la  hemostasia,  sin  necesidad  de  taponamien* 
toa  posterioras,  reduciendo  el  número  de  las  ligaduras  perdidas  y  no 
^ocasionándose  hematomas  en  el  curso  post  operatorio* 


bibliografía 

ro»  n. 

DR.  D.  RAFAEL  DEL  VALLE  Y  ALDABALDB 

Médico,  por  opoolelóo,  dol  HotpIUl  ProTlneUl.  Madrid.  ' 

I    

-\ 
I.  OoMPBVoio  DI  FiszoLoeiA»  por  E.  Hedon,  traduooión  de  la  4.*  edición,  oo- 

rrei^da  y  aumentada.  Barcelona,  ün  tomo  en  8;*  de  624  páginas. 
II.  Lbociovib  BLaiiBirTALM  DB  FibiolooÍa  t  HioxBVB,  por  Carlos  S.  Porter. 
Valparaíso.'  ün  tomo  en  4.*  menor,  de  124  y  €8  páginas  respeotiyaA 
mente. 

Como  la  Fisiología,  tanto  general  como  humana,  ha  hecho  gran- 
des progresos  en  estos  últimos  tiempos,  y  si  no  todos,  una  buena  par- 
te de  dichos  progresos  conviene  que  sean  conocidos  aun  por  el  mé- 
dico más  engolfado  en  el  tráfago  de  la  práctica  diaria,  es  útil  la  pu- 
blicación de  obritas«comp  la  presente,  que  en  reducido  espacio  sir- 
ven para  refrescar  nociones  á  veces  olvidadas  de  puro  sabidas,  y 
para  dar  á  conocer  las  nuevas  adquisiciones  que  se  han  realizado  en 
el  domnio  de  la  Ciencia  de  la  vida. 

En  general,  cumple  bien  este  cometido  la  obra  actual,  puesto  que 
con  claridad  y  concisión  se  exponen  en  ella  los  hechos  y  alguna  vez 
hasta  las  teorías  que  más  importan  conocer  en  Fisiología.  Un  espí- 
ritu suspicaz  pudiera  echar  de  menos  algunas  novedades  que  pue- 
den tener  su  utilidad  práctica,  v.  gr.,  alguna  alusión  á  la  digestión 
de  las  grasas  por  el  jugo  gástrico  y  hasta  recordar  que  los  tres  co- 
lores fundamentales  en  la  teoría  de  Young  y  Helmoltz,  son  el  rojo, 
el  verde  y  el  violeta^  no  el  €uul  como  dice  el  autor,  pero  son  detalles 
estos  de  poca  monta  que  no  quitan  al  libro  su  valor  indiscutible,  y 
que  es  de  esperar  sean  corregidos  en  ediciones  sucesivas. 

Esto  mismo  debo  decir  de  cierto  descuido  en  la  traducción,  que 
s\n  quitar  claridad  al  texto  le  hace  poco  castizo  en  bastantes  oca- 
siones. 


176 


II 

La  obra  actual  consta  de  dos  partes :  la  primera  comprende  la  Fi- 
siología, mejor  dicho,  una  parte  de  ella,  porque  el  librito  está  sin  ter» 
minar;  la  otra,  escrita  por  el  Dr.  Grossi,  trata  de  la  Higiene. 

Ambas  tienen  un  carácter  elemental,  como  escritas  para  los  aspi- 
rantes á  oficiales  de  la  Armada  chilena.  En  tal  concepto,  satisfacen 
cumplidamente  su  objeto.  Bn  la  Fisiología,  además  de  un  texto  cla- 
ro y  comprensivo  de  aquellas  nociones  que  debe  poseer  todo  hombre 
de  cierta  cultura^  y  mucho  más  el  que  ha  de  intervenir  de  un  modo 
más  ó  menos  directo  en  el  cuidado  y  dirección  de  muchos  de  susse- 
mejantes,se  encuentran  bastantes  figuras,en  mayor  número propor- 
cionalmente  que  en  otras  obras  de  más  pretensiones.  Y  debo  hacer 
constar,  además,  que  dichas  figuras,  originales  muchas  de  ellas,  es- 
tán muy  bien  hechas,  constituyendo  así  un  buen  complemento  del 
texto. 

En  cambio  en  la  Higiene  sólo  se  encuentra  una  lámina,  pero  real- 
mente no  puede  hacerse  por  esto  ningún  reproche  al  autor,  pues 
dado  el  carácter  elemental  de  su  trabajo,  no  hacía  gran  falta  en  él 
semejante  complemento. 

El  texto,  metódico  y  bien  escrito,  da  idea  suficiente  de  los  conoci- 
mientos higiénicos  que  necesita  poseer  un  futuro  oficial  de  la  Arma- 
da, sin  que  por  eso  deje  de  ser  también  útil  á  todo  aquel  que  quie- 
ra ponerse  al  corriente  de  los  conocimientos  más  fundamentales  en- 
tre los  que  constituyen  hoy  el  dominio  de  la  Ciencia  de  la  salud. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIKDADBS  CUNTtnCAS 

BKAL   ACADEMIA   DE  MEDICINA   DE   MADRID 
SéMn  dddiaBde  Junio  dé  190$. 

De  la  paNiira.  --  El  Dr.  Codina  dice  que  se  levantó  en  la  sesión  anterior 
después  de  presentar  el  cuadro  donde  resumía  las  inyestigaciones  persona* 
les  que  habla  llevado  á  cabo  acerca  de  las  presiones  arteriales  en  los  pela- 
grosoB,  y  cuando  se  disponia  á  manifestar  que  de  todos  los  datos  que  habla 
aducido  surgía  la  creencia,  no  la  prueba  irrefutable,  de  que  la  pelagra  no 


177 

er»  oü  proceso  infeccioso  sino  un  proceso  tóxico.  Ahora  bieo,  y  este  es  el 
panto  cnlminante  jdel  problema  patogénico,  ¿se  trata  de  nna  intoxicación 
ixógena  6  de-  una  intoxicación  endógenal  Pandándonos  en  las  ideas  corrien- 
tes, parece  resnelto  el  problema :  se  tratarla  de  ana  intoxicación  exógena 
extema,  y  cnya  paerta  de  entrada  se  encontrarla  en  el  aparato  digestivo. 

Paes  bien,  á  esta  solución  corriente  y  tradicional  es  á  la  que  creo  qae 
paeden  oponerse  mny  grayes  y  serios  reparos,  fundados  en  la  característica 
general  de  todas  las  intoxicaciones  exógenas.  Sabido  es  que,  cuando  éstas 
son  agudas,  la  supresión  del  tóxico  ya  seguida  de  la  curación  más  ó  menos 
rápida  de  los  accidentes,  y  cuando  son  crónicas  dicha  supresión,  si  no  ya  se- 
guida de  curación,  determina  por  lo  menos  una  mejoría  progresiva  y  per- 
sistente. Asi  sucede  con  el  plomo,  mercurio  y  hasta  el  alcohol,  y  si  en  estas 
intoxicaciones  crónicas  ouedan  residuos  patológicos  después  de  suprimido 
el  tóxico  y  bien  tratada  la  intoxicación,  ligados  indudablemente  á  procesos 
que  podríamos  llamar  paratóxicas^  como  los  hay  parasifíliticos  y  paratuber- 
culosps  (es  decir,  parainfecciotos)^  siempre  se  obtiene  una  mejoría  en  el 
conjunto  del  cuadro  clínico  y  la  curación  absoluta  de  alguna  manifestación 
sintomática,  mejoría  y  curación  persistentes,  si  no  Yuelve  á  obrar  de  nucTO 
el  tóxico;  y  esto  es  precisamente  lo  que  no  ha  sucedido  en  los  casos  de  pela- 
gra que  yo  he  ñsto,  en  los  cuales  la  marcha  ha  sido  fatalmente  progresiva* 
aunque  la  duración  haya  sido  más  ó  menos  larga,  á  pesar  de  sustraer  á  los 
enfermos  de  l&s  focos  primitivos  donde  podían  haberse  intoxicado,  á  pesar 
de  mejorar  las  condiciones  de  ambiente  y  alimentación  y  á  pesar  de  some- 
terles á  tratamiento. 

Estas  diferen\BÍas  de  la  c^aracterlstfca  patolójgica  fundamental  me  han 
hecho  pensar  que  muy  bien  podría  eDContrarse  lácausa  de  la  pelagra  en  una 
intoocicaeián  endógena^  y  me  parecía  vislumbrar  argumentos  en  su  favor, 
aunque  no  argumentos  irrebatibles,  por  una  parte,  en  los  grandes  vacíos 
que  aún  existen  en  la  fisiología  y  en  la  patología  de  muchos  órganos,  y  en 
particular  de  las  llamadas  glándulas  vasculares  sanguíneas,  y  por  otra,  en 
la  semejanza  de  curso  más  ó  menos  intermitente,  marcha  progresiva,  ter- 
minación funesta  y  trípode  sindrómico  de  trastornos  nutritivos,  de  la  piel  y 
del  sistema  nervioso  que  existo  entre  la  pelagra  y  machas  enfermedades  li- 
gadas etiológica  y  patogénicamente  á  la  patología  de  dichas  glándulas 
(mixedema  y  enfermedad  de  Addisson,  por  ejemplo).  Si  realmente  existiera 
en  la  alteración  de  un  órgano  determinado  la  fuente  única  de  la  intoxica- 
ción pelagrosa,  entonces  se  explicaría  perfectamente  la  pluralidad  de  cau- 
sas que  pueden  hacer  enfermar  aquel  órgano,  y  el  por  qué  unas  veces  el 
maíz  averiado  y  otras  el  sano,  y  otras  la  alimentación  de  la  busca  y  otras 
ninguna  de  estas  cansas  provocan  la  pelagra,  y  el  por  qué  en  otras  ocasio- 
nes los  mismos  factores  etiológicos  no  la  provocan.  Se  trataría  sencillamen- 
te, como  en  tantos  otros  procesos  patológicos  sucede,  de  que  el  órgano,  in- 
cógnita en  estos  momentos,  tuviera  una  aptitud,  una  susceptibilidad  mayor 
ó  menor,  heredada  ó  adquirida,  á  enfermar  y  hasta  á  enfermar  siempre  en 
determinada  forma,  revelada  sintomáticamente,  también  siempre,  por  el 
mismo  cuadro  clínico  fundamental. 

De  ser,  pues,  la  intoxicación  endógena,  ocurre  preguntar:  ¿cuál  es  el  ór- 
gano alterado?  ¿Cuál  la  función  alterada?  Dificil  es  dar  hoy  cumplida  con- 

U 


178 

testación  á  estas  pregnotas.  Desde  el  punto xle  TÍsta  sintomático,  no  pare- 
ce admisible  que  los  fenómenos  de  la  piel  sean  la  cansa  de  los  del  aparato 
digestivo  y  de  los  del  sistema  nervioso  ó  yiceversa,  y  en  cambio  parece  mny 
lógico  y  razonable  que  todos  dependan  de  nn  mismo  órgano  alterado,  que 
todos  tengan  nn  mismo  origen  orgánico  y  rayan  presentándose  sncesiTa- 
mente  en  la  escena  patológica  á  medida  que  progresad  proceso  fundamen- 
tal y  único  en  el  órgano  responsable.  Desde  el  punto  de  vista  anatomopato- 
lógico  se  conocen  perfectamente  la  atrofia  general  de  casi  todos  los  órga- 
nos, hecho  que  he  comprobado  algunas  veces,  y  las  lesiones  de  mielitis  en- 
dógena y  de  la  corteza  cerebral,  especialmente  en  el  lóbulo  frontal,  altera- 
ciones anatómicas  que  nada  predicen  acerca  del  órgano  origen  del  proceso 
pelagroso.  ¿Tendrán,  sin  embargo,  algún  valor  en  la  resolución  de  este  pro- 
blema las  recientes  investigaciones  de  Finotti  y  Tedeschi?  Sabido  es  que 
estos  autores,  inducidos  á  examinar  las  cápsulas  suprarrenales  de  loe  pela- 
grosos,  por  haberlas  encontrado  lesionadas  en  un  caso  en  que  la  pelagra  es- 
taba asociada  á  la  enfermedad  de  Addison,  las  encontraron  casi  todaacon 
lesiones  más  ó  menos  importantes,  y  que  consistían  principalmente  en  una 
infiltración  de  células  pequeñas,  en  proliferación  del  tejido  conjuntivo  y 
algunas  veces  hasta  en  necrosis.  Aunque  no  tengan  un  gran  valor  demos- 
trativo, por  faltarles  el  aliciente  del  examen  histológico,  he  aquí  los  datos 
obtenidos,  con  respecto  al  peso  de  loe  principales  órganos  de  un  pelagroso 
que  falleció  en  el  núm.  16  de  mi  clínica,  y  cuya  autopsia  hice  el  día  21  de 

enero  de  1905 : 

« 

Peso  en  gramos  de  los  órganos  normale$  y  del  pelagroso. 

Encéfalo ^ I  380        1.230 

Cuerpo  tiroides 30  18 

Bazo 195  185 

Hígado 1.450        1.250 

Páncreas * 70  62 

RiAón  izquierdo 90  140 

Rifión  derecho \  90  128 

Cápsulas  suprarrenales  (cada  una} 1  10 

I 

Por  estos  datos  vése  claramente  que  dicho  pelagroso  tenía  todos  los  ór- 
ganos atrofiados,  menos  los  ríñones  y  las  cápsulas  suprarrenales,  lo  cual, 
con  no  decir  nada  en  concreto,  no  deja  de  llamar  vivamente  la  atención  y 
ser  bastante  significativo.  ¿Son  acaso  suficientes  loe  datos  expuestos  para 
considerar  descubierto  el  órgano  responsable  y  demostrada  la  intoxicación 
endógena?  Creo  sinceramente  que  no;  pero  también  creo  que  la  nueva 
orientación  que  loe  referidos  datos  señalan  á  las  futuras  investigaciones 
nos  llevarán  á  descubrir  la  verdadera  naturaleza  de  la  pelagra,  y  nos  ex- 
plicarán entonces  satisfactoriamente  el  por  qué  de  la  pluralidad  de  causas 
ante  una  misma  reacción  orgánica  patológica. 

En  resumen :  en  mi  humilde  opinión,  el  maíz  sano  ó  averiado,  la  ali- 
mentación de  la  busca^  etc.,  etc.,  son  causas  provocadoras  de  la  pelagra  de 
igual  valor  positivo  ó  negativo  genérico,  no  específico;  para  que  la  provo- 
quen es  necesario  que  obren  sobre  un  individuo  que  poseía  en  un  determi- 


n9 

nado  órgano  (no  precisable  hoy  con  exactitud)  una  aptitnd  especifica  para 
«ofermar  en  una  forma  dada,  cnya  característica  sintomatológica  seria  el 
«nadro  clínico  de  la  pelagra,  aptitnd  específica  ó  rirtnal  enfermedad  qoe, 
ana  yez  conyertida  en  real  proceso  patológico,  podría  curar  ó  seguir  el 
«urso  intermitente  de  mejorías  y  agrayaciones,  ó  seguir  una  marcha  fatal- 
mente progresiya,  según  las  circunstancias  del  ambiente  que  rodeara  al 
•enfermo,  según  su  propia  naturaleiEa  orgánica  y  hasta  según  la  mayor  ó 
menor  oportunidad  terapéutica. 

El  Dr.  Huertas  manifiesta  que  en  su  comunicación  se  había  propuesto 
demostrar:  l.^  que  la  pelagra  existe  en  Espafia,  y  sobre  todo  en  Madrid, 
Asturias,  Ghilicia  y  otras  regiones;  2.**,  que  la  pelagra  no  tiene  causa  espe- 
cífica conocida;  y  8.%  que  negando  la  influencia  maícica  se  sigue  la  tradi- 
•oión  de  clínicos  eminentes. 

Afirma  la  existencia  de  la  pelagra  como  entidad  morbosa,  que  empieza 
por  trastornos  cerebroespinales  y  termina  en  la  parálisis;  que  la  pelagra 
presenta  en  la  clínica  el  cuadro  morboso  descrito  por  Calmarza;  que  pa- 
decen la  enfermedad  muchas  personas  que  no  comen  maíz,  y  que  la  pelagra 
•ee  un  proceso  morboso  especial  distinto  de  los  demás,  y  que  no  podía  ad- 
mitir las  ideas  hipotéticas  del  Dr.  Codina. 

El  Dr.  Codina  rectifica,  exponiendo  que  en  realidad  nada  tenía  que  de- 
cir, pero  que  se  encontraba  en  una  situación  anormal,  porque  el  doctor . 
Huertas  le  había  atribuido  conceptos  que  no  había  expuesto;  que  si  todos 
loe  pasos  del  progreso  no  se  hubieran  iniciado  por  hipótesis  y  no  se  hu- 
biera procurado  conyertir  estas  hipótesis  en  hechos  positiyos,  estaríamos 
muy  atrasados;  que  decía  esto  porque  todos  los  grandes  descubrimientos 
qae  han  hecho  ayanzar  á  la  humanidad  en  todos  los  órdenes  han  sido  ini- 
ciados por  una  hipótesis,  sobre  todo  puando  ésta  ya  seguida  de  una  serie 
de  inyestigaciones.  Que  al  fin  y  al  cabo  las  hipótesiss,  cuando  se  inician  con 
nn  serie  de  argumentos,  debían  exponerse  en  sitios  como  la  Academia, 
donde  las  ideas  por  él  expuestaa  en  este  asunto  pueden  dar  lugar  á  nueyas 
inyestigaciones. 

Respecto  á  la  lesión  histológica,  tanto  medular  como  cerebral,  princi- 
palmente de  corteza  del  lóbulo  frontal,  había  que  confesar  que  no  todos  los 
entores  estaban  conformes  en  haber  encontrado  la  misma  lesión  en  los  ca 
sos  de  pelagra,  y  que  no  repugnaba  á  la  razón  el  admitir  como  hipótesis 
U  alteración  de  ciertos  órganos,  entre  los  que  se  hallan  las  cápsulas  supra- 
rrenales y  los  ríñones. 


PERIÓDICOS 


Eszoma  proteíforme,  rebelde,  curado  por  los  efluvios  de  alta  frocuencia.—  En 
la  Revista  de  Ciencias  Médicas,  de  Barcelona,  D.  José  Anfruns  publica  el 
•iguiente  caso  clínico: 

c  Jaime  O.,  de  yeintisiete  afios,  antiguo  obrero  de  la  cerrajería  de  Ma- 
fiach,  con  paréntesis  corto  pasado  en  los  talleres  de  la  compañía  T.  B.  F., 


180 

alumno  darante  algnnüB  afiOB  en  la  Eecaela  proTÍncial  de  Artes  y  Oficio» 
(clases  de  noche).  Padeció  erupción  morbilosa  en  ia  infancia,  dos  ó  tres^ 
anginas  catarrales  y  algún  trastorno  gástrico  leTe  en  lo  sncesiyo  han  sido- 
las  enfermedades  que  le  han  obligado  á  gnardar  cama  media  docena  de  Te- 
ces; pero  nunca  ha  debido  parar  el  trabajo  más  de  una  semana:  una  gono- 
coccia  puramente  localizada,  completa  la  sección  patológica  de  su  yida. 

Su  padre,  bien  desarrollado,  albañil,  falleció  arterfoescleroso  en  1908  por 
hemorragia  cerebral.  Su  madre  tubo  en  una  pierna  una  úlcera  crónica,  de 
la  que  curó  en  el  espacio  de  algunas  semanas;  pasados  dos  ó  tres  afios  su- 
frió por  bastante  tiempo  gastropatia  con  hematemesis ;  á  la  vuelta  de  un 
periodo,  no  muy  largo,  en  que  parecía  todo  conjurado,  se  presentaron  fe- 
nómenos reumáticos  con  trastorno  cardiaco  que  duró  meses,  y  disipado  esto,, 
se  iniciaron  fenómenos  de  degeneración  de  los  centros  nerviosos,  que  na 
han  progresado  constantemente,  si  bien  los  retrocesos  han  sido  cortos  en 
cantidad  y  duración ;  hoy  tiene  el  raciocinio  debilitado  y  el  moyimiento- 
bastante  limitado. 

En  mayo  del  afio  pasado  se  presentó  en  el  joven  una  mancha  roja  que 
ocupaba  el  limite  frontal  en  relación  con  la  región  superciliar  derecha,  en 
la  cual  mancha  no  sentía  más  que  ligero  calor. 

En  una  semana  se  cubrió  de  películas  y  aparecieron  tres  ó  cuatro  más  en  , 
la  frente;  á  los  quince  ó  veinte  días,  á  fin  de  mayo,  aparecía  una  costra 
blanda  y  amarillenta,  no  muy  gruesa  y  con  varios  desniveles.  Durante  el 
mes  de  junio  se  afiadieron  distintas  placas  en  la  parte  superior  de  la  cabe- 
za, que  se  reunieron  hasta  el  punto  de  que,  á  mediados  de  julio,  no  había, 
discontinuidad  desde  los  párpados  en  linea  circular  hasta  la  protuberancia, 
occipital.  El  aspecto  en  unos  sitios,  especialmente  en  los  inferiores,  era. . 
escamoso  seco,  de  escama  grande,  de  base  resistente ;  en  otros,  en  el  vérti- 
ce, era  costroso,  adivinándose  el  asiento  exulcerado ;  no  determina  dolor 
la  presión,  y  la  sensación  subjetiva  única  era  de  prurito  á  ratos.  Era  rojo 
el  color,  allá  donde  se  traslucía. 

El  tratamiento  por  loe  remedios  clásicos  establecido  flaqueó  por  su  base» 
Durante  el  verano  no  se  corrigió  ni  se  detuvo  la  invasión.  Los  lavados  con 
jabones  emolientes  ó  titulados  antisépticos;  los  aceites,  vaselinas  y  gliceri- 
nas;  el  ictiol,  la  resorcina,  el  azufre,  etc.,  poco  ó  nada  influyeron  en  la. 
marcha  de  la  afección.  En  octubre  ésta  so  presentó  «con  mayor  empuje  in- 
vasor, con  inflamación  por  todo  el  circuito;  placas  diversas  en  las  mejillas^ 
en  la  nariz,  en  los  labios,  en  las  orejas,  en  el  cuello  y  en  el  pecho,  en  1& 
nuca  y  en  el  dorso,  con  algún  puntito  en  las  manos,  traían  al  pobre  á  mal 
traer  y  era  difícil  dominar  algo  su  tremenda  inquietud. 

Continuó  los  remedios  aconsejados  ó  experimentados  y  racionales;  emo- 
lientes, cuando  parecieron  útiles;  reductores  y  aseptizantes  casi  siempre^ 
conHa  adición  de  medicamentos  interiores,  arsénico,  etc.  Pero  ningún  efec- 
to obtuvo,  y  á  fin  de  afio  estaba  sordo,  molestado  en  la  vista  por  estar  en- 
fermos los  párpados  hasta  sus  bordes,  y  enferma  toda  la  superficie  de  la  ca- 
beza,  con  infiltración  que  convirtió  sus  tejidos  en  inmóviles,  el  cuello  y 
parte  del  tronco. 

El  día  1.*  del  corriente  año  principia  con  los  efluvios  del  resonador  mo* 
nopolar  con  pincel  de  cinco  centímetros  de  diámetro,  colocado  á  igual  día- 


181 

taocia  del  tegamento  y  en  dirección  á  la  oreja  y  regiones  circandantes,  du- 
rante siete  á  ocho  minatos,  en  cada  lado.  En  estos  sitios,  muy  inflamados 
y  dolorosos  ya,  el  eczema  era  fluente  y  costroso:  en  los  restantes  habla  de 
todas  formas,  maculoso,  papulóideo,  pitiriásico,  impetiginoso,  psoriasifor- 
me  y  seborréioo.  Fné  bien  tolerada  la  aplicación  y  sin  consecuencias;  repi- 
tióse los  días  8  y  7  con  aplicación  de  tiempo  hasta  veinticuatro  minutos,  y 
de  lugar  paseando  el  pincel  de  una  ó  otra  región  mastoidea  por  la  frente  y 
por  el  occipucio.  Al  volver  el  enferxAo  el  día  9,  oia  la  voz  ordinaria,  y  des- 
de entonces  el  oído  ha  quedado  restablecido.  Hasta  el  2  de  febrero  se  prac- 
ticaron catorce  sesiones,  que  produjeron  la  desaparición  de  los  síntomas  in- 
flamatorios y  la  de  todas  las  placas  desde  el  cuello  abajo,  la  de  la  mayor 
parte  de  las  de  la  cara  y  la  de  la  secreción  fluida  en  estas  regioned,  en  la 
mastoidea,  en  el  pabellón  y  en  el  conducto  auditivo.  Por  tan  notable  alivio 
acordamos  suspender  los  efluvios,  á  fin  de  economizar  el  tiempo.  Le  pres- 
•cribe  embrocaciones  de  aceite  con  brea,  que  verificó  dos  noches,  y  hubo 
que  suspenderlas  por  reaparecer  inflamación  y  nueva  extensión.  Fueron 
necesarios  nueve  días  para  volver  al  estado  anterior  y  renovó  las  apli- 
caciones con  exclusión  absoluta  de  todo  medicamento,  limitándonos  á 
las  prácticas  de  limpieza.  Doce  sesiones  idénticas  practicadas  hasta  el 
15  de  abril,  eu  cuyo  día  cesó  el  tratamiento,  dejaron  la  cabeza  sin  otra  hue- 
la que  la  infiltración  ligera  y  la  rubicundez  que  sucede  de  momento  á  la 
proliferación  y  vasodllatación  habida  en  los  terrenos  fuertemente  inflama- 
mado3.  A  mediados  de  mayo  restaban  pocas  manchas  en  los  bordes  palpe- 
lirales,  en  el  límite  inferior  del  lado  derecho  de  la  región  frontal  y  en  algún 
otro  sitio,  y  á  mitad  de  julio  nada^hace  sospechar  el  mortificante  proceso, 
que  durante  meses  se  elaboró  en  los  tejidos  mencionados. 

En  este  caso  fueron  manifiestos  los  efectos  sobre  la  sensibilidad  y  la  cir- 
•culación;  remitieron  pronto  y  a  Insolutamente  el  prurito  y  los  fenómenos 
<M>ngestivoflogistico8.  Estos  efectos  han  de  tener  inmediato  eco  en  la  nutri- 
ción, y  así  se  puede  ver  en  corto  plazo  verificada  toda  la  eficacia  comproba- 
da en  los  efluvios  del  resonador  por  el  autor  citado. 

Los  resultados  fisiológicos  que  causa  el  alta  frecuencia  son  los  que  han 
de  guiar  al  clínico  en  la  determinación  de  las  indicaciones,  y  en  la  comple- 
jidad de  ellos  hallará  motivo  para  el  útil  empleo  de  dichas  corrientes  alter- 
nativas en  procesos  de  muy  diverso  origen^.  —  Sarabia. 


-^^i»^^^ 


182 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOaEDADSS  CIENTfFICAS 

8O0l£DAD    DE    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
Suián  da  día  20  dé  Jvnu^^dé  1906. 

Yeyunostomla.  —  El  Dr.  IjéjarB  lamentó  que  en  la  discasión  reciente  so- 
bre la  yeynnostbmfa  se  hayan  tenido  en  cuenta  las  indicaciones,  juzgán- 
dose el  valor  terapéutiao  de  esta  operación  sólo  según  los  resultados  que 
da  en  el  cáncer  del  estómago,  es  decir,  en  las  personas  afectadas  de  una 
enfermedad  de  evolución  fatal,  que  se  hallan  casi  siempre  en  un  estado  d» 
caquexia  avanzada  cuando  son  operadas  á  veces  in  exiremis  y  en  las  que 
la  supervivencia  no  puede  ser  de  larga  duración.  Más  interesante  hubiera 
sido  estudiar  el  valor  de  la  yeyunostomla  en  otras  enfermedades  no  neo- 
plásicas,  del  estómago  y  del  duodeno,  en  ciertos. casos  de  quemaduras,  d» 
úlcera  ó  en  las  gastritis  ulcerosas  que  determinan  una  intolerancia  gástri- 
ca absoluta  para  todos  los  alimentos,  sean  los  que  fuesen. 

El  Dr.  Maydl  no  emplea  la  yeyunostomla  más  que  en  estos  casos  y  es 
partidario  entusiasta  de  ella.  El  Dr.  Lejars  la  ha  practicadoen  tres  caso» 
de  gastritis  dolorosa,  rebelde  á  todo  tratamiento,  obteniendo  en  dos  d» 
ellos  resultados  muy  satisfactorios.  En  los  dos  casos  se  trataba  de  adultos^ 
que  padecían  desde  algunos  meses  antes  intolerancia  gástrica  absoluta  con 
vómitos  casi  continuos,  pero  sin  síntomas  de  estenosis  pilóríca.  Estos  en- 
fermos, que  se  quejaban  de  grandes  dolores  y  no  podían  alimentarse,  se 
encontraban  en  un  estado  lastimoso.  La  yeyunostomla,  al  dejar  el  estóma- 
go en  reposo  y  permitir  á  los  operados  alimentarse  convenientemente,  co- 
rrigió  en  poco  tiempo  los  fenómenos  gástricos,  mejorando  el  estado  general» 
En  el  primer  enfermo  dejó  el  Dr.  Lejars  cerrarse  la  fístula  espontáneamen- 
te á  los  cinco  meses;  en  la  actualidad,  quince  meses  después  de  la  opera- 
ción, el  enfermo  se  encuentra  bien  y  digiere  todos  los  alimentos.  El  segun- 
do enfermo  abandonó  el  hospital  á  los  ocho  meses  de  operado,  alimentáp- 
dose  perfectamente  por  la  boca,  aunque  persistía  la  fístula. 

El  resultado  de  la  yeyunostomla  no  fuá  tan  excelente  en  el  tercer  caso. 
Era  un  enfermo  tan  caquéctico  que  casi  se  imponía  el  diagnóstico  de  cán- 
cer del  estómago.  Al  operarle  no  se  encontró  neoplasia,  pero  sí  engrosa- 
miento  general  considerable  de  las  paredes  del  estómago.  Con  la  opera- 
ción mejoraron  algo  los  síntomas  por  espacio  de  algunos  meses,  pero  des- 
pués aparecieron  de  nuevo  los  trastornos  gástricos,  casi  con  la  misma  in- 
tensidad, el  enfermo  enflaqueció  y  volvió  á  ponerse  caquéctico,  y  murió  á 
las  tres  ó  cuatro  semanas,  á  pesar  de  haberse  practicado  una  gastroente- 
rostomía  secundaria.  A  la  autopsia  se  encontró  la  mucosa  del  estómago 
gruesa  y  ulcerada,  pero  sin  neoplasia;  existía  una  gastritis  alcohólica  ul- 
cerosa antigua. 


183 

En  estas  gastritis  ulcerosas  las  indicaciones  de  la  yeyanostomía  no  son 
muy  ciaras;  el  resaltado  obtenido  por  el  Dr.  Lejars  en  su  enfermo  prueba, 
entre  otras  cosas,  que  no  basta  dejar  en  reposo  el  estómago  para  contener 
la  marcha  de  las  lesiones  gástricas.  Donde  la  yeyonostomia  da  resultados 
verdaderamente  brillantes,  es  en  ciertas  quemaduras  extensas  del  estóma- 
go, en  las  que  no  está  indicada  la  gastrostomia  ni  la  gastro  enterostomía. 
Maydl  y  yon  Eiselsberg,  han  referido  casos  de  operados  que  signen  ali- 
mentándose sin  inconveniente  por  su  boca  yeyunal. 

La  yeyunostomla  no  debe  ser  considerada  siempre  como  un  c  pasatiem- 
po», sino  que  constituye  á  veces  una  buena  operación.  Queda  por  determi- 
nar la  mejor  técnica  qne  puede  emplearse.  Precisamente  no  se  hace  indica* 
ción  en  la  última  discusión,  aunque  es  bastante  bueda :  es  el  método  de 
Biselsberg,  que  su  autor  ha  empleado  en  68  casos  y  que  el  Dr*  Lejars  ha  uti- 
lizado con  éxito  en  ocho^asos.  Consiste  en  aplicar  á  la  yeyunostomla  la 
técnica  de  la  gastrostomia  por  el  procedimiento  de  Witzel.  La  sonda  se 
deja  colocada  durante  unos  diez  días  en  el  túnel  subseroso  de  la  pared  del 
yeyuno  y  después  sólo  se  introduce  para  las  comidas.  La  fistula  que  resulta 
de  la  operación  es  continente.  El  Dr.  you  Eiselsberg  ha  publicado  casos  de 
enfermos  en  los  que  esta  continencia  persistía  á  los  quince  meses  de  forma* 
da  la  fistula.  En  los  ocho  operados  del  Dr.  Lejars,  sólo  hubo  un  fracaso  que 
atribuye  á  un  defecto  en  la  técnica. 

El  Dr.  Quénu  dijo  que  habla  tenido  ocasión  de  practicar  una  yeyunosto- 
mla en  un  sujeto  que  padecía  gastritis  con  hiperclorhidria  exagerada  y  te- 
nia trastornos  gástricos  exagerados  refractarios  á  dos  gastro  en terostomias 
consecutivas.  La  yeyunostomla  corrigió  los  trastornos  gástricos  por  un  me- 
canismo distinto  del  que  se  creía. 

Estenosis  pHórica  consecutiva  á  una  quemadura.  —  Kl  Dr.  Tuffier  leyó  un 
informe  acerca  de  un  caso  de  este  género,  presentado  á  la  Sociedad  por  el 
Dr.  Robineau. 

Un  joven  de  dieciséis  años  bebió  por  equivocación  un  vaso  de  ácido  clor 
hidrico.  Tuvo  primero  faringo-esofagitis  intensa  que  le  impidió  durante 
varias  semanas  alimentarse  por  la  boca.  Al  mes  y  medio  del  accidente, 
cuando  por  el  examen  directo  y  por  la  esofagoscopia  no  se  descubrían  le  • 
sienes  de  la  faringe  ni  del  esófago,  excepto  una  brida  cicatrizal  á  lo  largo 
de  la  pared  posterior  de  este  órgano,  el  enfetmo  principió  á  presentar  sig- 
nos de  estenosis  pilórica,  que  se  acentuaron  hasta  vomitar  cuantos  alimen- 
tos tomaba.  Guando  lo  vio  el  Dr.  Robineau  se  encontraba  en  un  estado 
lamentable. 

La  laparotomía  puso  de  manifiesto  una  induración  pilórica  con  varias 
adherencias  periféricas;  no  existía  lesión  alguna  en  las  dos  caras  del  estó- 
mago. £1  Dr.  Robineau  pudo  )'esecar  el  píloro  para  restablecer  la  conti- 
nuidad normal  del  aparato  digestivo,  pero  la  duración  mayor  la  exponía  á 
ser  peligrosa  á  cansa  del  estado  de  debilidad  en  que  se  encontraba  el  en- 
fermo, y  prefirió  recurrir  á  la  gastro-enterostomla.  La  operación  fué  segui- 
da  de  éxito  completo. 

A  propósito  de  este  enfermo  y  de  otros  análogos,  manifestó  el  Dr.  Tuffier 
que  en  muchos  casos  de  ingestión  de  líquidos  cáusticos  la  única  lesión 
comprobada  es  una  estenosis  pilórica,  no  presentando  alteración  alguna 


184 

apreoiable  la  boca,  la  faringe  ni  el  esófago.  Ea  90  casos  de  quemaduras  del 
aparato  digestivo  coleccionados  por  el  Dr.  Quénu,  83  yeces  habia  sólo  este- 
nosis del  piloro  y  en  7  esta  estenosis  coincidía  con  lesiones  de  la  faringe  ó 
del  esófago. 

Desde  el  punto  de  vista  de  la  marcha  de  las  lesiones,  indicó  el  Dr.  Tuf- 
tier  que  la  estrechez  del  esófago  se  observa  en  general  mucho  antes  que 
la  estenosis  pilórica ;  ésta,  al  contrario  de  lo  que  ocurrió  en  el  caso  del  doc- 
tor Robineau,  tarda  de  ordinario  bastante  en  aparecer  (cinco  afios  y  me- 
dios, Tuffíer;  cinco  añoé,  Dujardin-Beaumetz;  cuatro  afios,  Quénu,  etcé- 
tera). Las  e^itenosis  pilóricas  por  quemaduras  pueden  ser  tratadas  por  t^^es 
clases  de  operaciones ;  la  piloroplastia,  la  resección  pilórica  y  la  gastro- 
enterostomia.  La  primera  debe  ser  desechada,  porque  expone  á  recidivas. 
La  segunda  no  es  practicable  siempre  á  causa  del  estado  grave  en  que  se 
encuentran  algunos  enfermos,  á  los  que  no  debe  exponerse  á  una  operación 
tan  larga.  En  realidad,  la  operación  preferible  es  la  gastro-enterostomia, 
con  la  que  se  obtienen  en  estos  casos  resultados  excelentes. 

Hernia  inguinal  estrangulada  de  la  trompa  derocba.—  El  Dr.  Broca  leyó  un 
informe  sobre  el  caso  siguiente,  observado  por  el  Dr.  Graudier. 

Ingresó  en  el  hospital  una  niña  de  cojatro  afios  y  medio,  con  una  hernia 
inguinal  derecha,  que  padecía  desde  pocos  días  después  de  su  nacimiento. 
Ocho  días  después  de  su  ingreso,  se  observó  que  el  tnmor  inguinal  se  ha- 
bia puesto  tenso  y  doloroso,  y  tenía  el  tamafio  de  un  huevo  de  gallina.  No 
había  vóipitos  ni  estrefiimiento.  Abierto  el  sacóse  descubrió  un  volumino- 
so coágulo  sanguíneo,  de  la  forma  del  saco  y  estrangulada  en  el  anillo  in- 
guinal externo  la  trompa  negruzca  y  del  tamaño  del  dedo  mefiique.  Rese- 
có la  trompa  y  el  saco,  y  suturó  el  anillo  hemiario;  la  enferma  curó  per- 
fectamente. 

A  propósito  de  este  caso  líarnó  la  atención  el  Dr.  Broca  sobre  la  rareza 
de  las  hernias  de  la  trompa  en  nifias  de  tan  poca  edad  como  la  operada  por 
el  Dr.  Gaudier. 

Pericolitis  adhesiva  y  estenosante.—El  Dr.  Fotherat  refirió  la  observación 
de  dos  enfermas  que  padecían,  desde  hacía  más  ó  menos  tiempo^  trastornos 
ntestinaies  caracterizados,  sobre  todo,  por  estrefiimiento,  inapetencia,  en- 
flaquecimiento, y  en  las  que  el  conjunto  de  estos  síntomas,  unido  á  los  sig- 
nos objetivos  comprobados  á  la  exploración  abdominal— tumefacción  irre- 
gular, dura,  poco  móvil  eu  el  colon  ascendente—hicieron  diagnosticar  la 
enfermedad  de  neoplasia  del  intestino  grueso.  La  laparotomía  reveló  como 
única  lesión  en  los  dos  casos,  adherencias,  bridas  pericolícas,  que  unían  el 
«colon  ascendente  con  los  órganos  inmediatos :  hígado,  epiplón.  Las  dos  en- 
fermas curaron  perfectamente,  bastando  para  ello  romper  las  adherencias, 
resecando  además  en  un  caso  el  apéndice  sospechoso  y  practicando  la  ente- 
ro-anastomosis entre  el  colon  transverso  y  el  íleon,  á  causa  de  la  denuda- 
ción operatoria  muy  extensa  del  colon. 

¿Cuál  era  el  origen  de  estas  adherencias  patológicas  pericólicas,  de  esta 
ücpericolitis  adhesiva  estenosante»^  como  la  llama  el  Dr.  Potherat?  El  ori- 
gen ,es  difícil  de  descubrir  en  los  dos  casos  referidos,  porque  en  ellos  no 
existia  síntoma  alguno  de  inflamación  anterior  del  colon,  del  hígado  ó  del 
epiplón,  capaz  de  explicar  dichas  lesiones. 


185 

TraUnianto  de  la  tuberottiotlt  artioular  por  las  inyecciones  esoiertgenas.-- 

fil  Dr.  Walther  presentó  una  mujer  de  treinta  afios,  qne  padeció  en  1891 
tamor  blanco  de  la  rodilla  derecha  y  de  la  izquierda  en  1896.  El  trata- 
miento consistió  las  dos  veces  en  hacer  en  la  rodilla  inyecciones  escleróge- 
ñas  de  cloruro  de  ainc,  según  el  método  de  Lannelongue.  Hoy  pueden  juz- 
garse los  resultados  maraTÜlosos  del  método.  Este  enferma  anda  perfec- 
tamente, los  moTÍmentos  de  ambas  rodillas  son  normales  y  no  existe  el  me- 
nor signo  de  recidiTa. 

El  Dr.  Chapul  dijo  que  un  nifio  que  padecía  tumor  blanco  de  la  rodilla, 
-que  se  inmovilizó  durante  dos  afios  con  un  aposito  de  escayola,  curó  per- 
fectamente, conservando  la  articulación  sus  movimientos. 

£1  Dr.  Ltteai-Champiofmiere  manifestó  que  el  resultado  obtenido  por  el 
l>r.  Walther  es  excelente,  pero  qne  algunos  casos  aislados  de  éxitos  obte- 
nidos por  un  método  terapéutico,  son  insuficientes  para  apreciar  su  verda- 
dero valor. 

£1  Dr.  Lcíbbé  declaró  que  los  casos  que  ha  visto  confirman  la  existencia 
•del  método  esclerógeno  de  Lannelongue,  aplicado  al  tratamiento  de  la  tu- 
berculosis articular. 

El  Dr.  Broca  manifestó  que  en  el  caso  del  Dr.  Valther  se  trataba  de  una 
tuberculosis  bilateral  de  la  rodilla.  Se  ha  observado— sin  que  pueda  expli- 
<uir8e  la  razón  del  hecho^que  las  tuberculosis  bilaterales  de  la  rodilla  son 
por  lo  general  benignas,  al  contrario  de  lo  que  ocurre  con  las  de  la  cadera. 

iLa  Fres»e  Medkaleh-'F.  Tolbdo. 


SOCIEDAD    DK    TERAPÉUTICA    DE    PARÍS 

Suián  da  día  27  dé  Junio  de  1906. 
\ 

Estenesit  del  pilero  y  riflón  flotante.  —El  Dr.  P.  Galloib:  La  patogenia  de 
las  estenosis  del  pilero  es  todavía  una  cuestión  controvertida.  Sabido  es  que 
según  Glénard  y  Bouveret,  las  ptosis  viscerales  son  susceptibles  de  determi- 
nar una  estrechez  pilórica,  lo  cuál  no  es  admitido  por  otros  clínicos.  He  te- 
nido, sin  embargo,  ocasión  de  observar  un  caso  que  parece  confirmar  la 
opinión  de  Gléoard  y  Bouveret.  Se  trataba  de  una  joven  con  riñon  flotante 
j  gastro-ectasia;  el  límite  inferior  del  estómago  estaba  situado  entre  el 
ombligo  y  el  pubis  y  por  debajo  del  ombligo  también  se  encontraba  un  ri- 
fión  ectopiado  que  era  perfectamente  reducible.  Practicando  la  palpación 
del  estómago.dilatado  sentía  cómo  este  órgano  se  contraía  y  vertía  después 
au  contenido  en  el  intestino,  y  habiendo  aprendido  la  enferma  misma  á  ha- 
cerse la  expresión  gástrica  y  á  reducirse  el  rifión  flotante,  se  libró  de  este 
modo  de  las  alteraciones  gastro-intesti  nales  y  nerviosas  que  padecía  desde 
afios  antes. 

El  Dr.  Lb  Gkndhe:  La  observación  del  Dr.  Galléis  ca  demostrativa  para 
este  caso  particular,  pero  no  creo  que  la  génesis  de  este  proceso  sea  el  que 
debe  aceptarse  en  general.  Siendo  la  dilatación  del  estómago  más  frecuen- 
te que  el  rifión  flotante,  no  parece  lógico  considerarla  como  la  consecuen- 
eia  de  este  último.  Por  otra  parte,  la  ectopia  renal,  frecuente  en  la  mujer. 


186 

es  excepcional  en  el  hombre,  j  por  fin,  la  mayoría  de  rífiODes  flotantes  no 
se  ectopian  del  mismo  modo,  sino  que  adoptan  toda  clase  de  posiciones,  qn» 
hasta  Tarian  en  el  curso  de  an  m*ismo  día. 

El  muérdago  en  el  tratamiento  de  la  bomoptisit.  —  El  Dr.  Gaultibr  :  Ha- 
biendo llegado  á  mi  conocimiento  qae  se  habla  cortado  la  hemoptisis  en  do» 
enfermos  cen  el  aso  del  muérdago  de  roble,  empleado  por  los  consejos  d» 
una  curandera,  he  emprendido  una  serie  de  ensayos  de  tratamiento  por  esta 
planta  en  las  hemorragias  pulmonares, contra  las  cuales,  según  se  desprende 
de  inis  indagaciones  literarias,  habla  sido  ya  empleada  por  algunos  médico» 
ingleses  y  americanos.  Me  he  servido  del  extracto  etéreo  del  muérdago  en 
pildoras,  que  prescribí  á  la  dosis  de  0*80  gramos  por  día  á  ocho  tuberculoso» 
hemoptóicos.  En  siete,  la  hemoptisis  fué  rápidamente  suspendida,  y  sólo  una 
vez  el  resultado  fué  nulo.  En  la  autopsia  de  este  ultimóse  encontró  que  su 
hemorragia  pulmonar  era  debida  á  la  rotura  en  una  caTerna  de  un  voluini- 
noso  aneurisma  de  Rasmussen,  que  no  podía  ser  favorablemente  influido- 
por  ninguna  medicación.  £n  estos  enfermos  también  he  obserTado,%ajo  la 
influencia  de  la  medicación,  un  descenso  maniñesto  de  la  presión  arterial 
con  aceleración  del  pulso ;  el  mismo  efecto  he  observado  en  animales  á  lo» 
que  inyecté  en  las  venas  un  cocimiento  acuoso  del  muérdago.  Loe  efecto» 
antihemoptóicos  parecen,  pues,  ligados  al  descenso  que  provocan  en  la  pre- 
sión arterial. 

El  gonosan.  —  El  Dr.  Hknaclt  :  Recientemente  he  practicado  algunos  en» 
sayos  con  el  tratamiento  exclusivamente  interno  de  la  blenorragia  aguda,, 
por  medio  del  gonosan.  Este  medicamento  es  una  combinación  de  esencia 
de  sándalo  pura  y  extracto  de  kava  (Piper  methysticum),  el  cual,  como  lo 
han  demostrado  las  observaciones  del  Dr.  ¿aveaux,  ejerce  una  acción  anes- 
tésica sobre  los  árganos  y  vías  urinarias.  Empleada  en  combinación  con  el 
extracto  de  kava,  tampoco  la  esencia  de  sándalo  provoca  fenómenos  de  in- 
tolerancia de  parte  de  los  órganos  de  la  digestión  (eructos,  inapetencia,, 
dispepsia)  y  de  los  rifiones  (dolores  lumbares),  lo  cual  permite  adminis- 
trarla á  dosis  elevadas  y  prolongar  su  uso;  al  mismo  tiempo  el  extracto  d» 
kava  ejerce  una  acción  calmante  sobre  los  dolores  y  las  erecciones.  He  tra- 
tado con  el  gonosan  10  blenorrágicos  agudos  con  gonococos.  En  seis  días  h» 
obtenido  en  ocho  la  cesación  de  los  dolores  á  la  micción  y  las  erecciones 
dolorosas,  y  tres  ó  cuatro  días  después  la  secreción  estaba  reducida  á  algu» 
ñas  gotas.  Dos  enfermos  parece  que  han  sido  completamente  curados  de  su 
blenorragia,  puesto  que  no  tienen  secreción  ni  siquiera  fllamentos  uri- 
narios. —  CODINA  Castbli.vI. 


XV    CONGRESO   INTERNACIONAL    DE    MEDICINA 

Celebrado  en  Lieboa  del  19  al  26  de  Abril  de  1906, 

(Continuación). 

Contrlbooién  al  estudio  clínico  de  la  parálisis  general  en  EspaAa.—  El  doctor 
A.  Rodríguez  Morimi  (.Conclusianes) :  1.*  El  interés  que  siempre  ha  desper- 
tado entre  los  alienistas  el  estudio  de  la  parálisis  general,  justifica  el  apor- 


187 

tar  toda  clase  de  datos  que  pnedan  setrii  para  esolareoer  los  punios  qae 
iodaria  están  en  litigio  sobre  esta  enfermedad. 

2.*  Hasta ^ora,  los  trabajos  de  médicos  espafioles  sobre  la  parálisis  ge- 
neral, son  tan  escasos  j  tan  incompletos,  que  es  muy  difícil  sacar  de  ellos 
algnna  utilidad. 

8/  Las  estadísticas  españolas  sobre  las  enfermedades  mentales,  publica- 
das hasta'el  día,  no  contienen  ninguna  indicación  qne  se  refiera  á  la  fre- 
cuencia comparada  de  la  parálisis  general.  Una  s¿lo  perteneciente  al  Ma- 
nicomio de  San  Baudilio  (1902),  indica  el  tanto  por  ciento  de  los  paralíti- 
cos generales  existentes  en  este  Asilo. 

4.^  Este  trabajo  está  inspirado  en  datos  recogidos  personalmente  en  el 
Manicomio  de  San  Baudilio  y  en  los  proporcionados  por  los  Directores  de 
los  principales  Asilos  de  alienados  de  Espafia.  Aquéllos  comprenden  un 
periodo  de  cinco  afios,  y  éstos  se  refieren  á  diferentes  épocas. 

5.*  Todos  ellos  están  basados  en  el  moderno  concepto  clínico  de  conside- 
rar á  la  enfermedad  de  Bayle  como  nn  süidrome  morboso  común  á  varías 
entidades  nosológicas. 

6.*  En  la  mayor  parte  de  los  Manicomios  espafioles,  sólo  el  5  ó  6  por  lOQ 
de  los  hombres  enajenados  ofrecen  el  síndrome  paralítico  general.  En  ios 
Asilos  del  Norte  de  la  Península,  la  proporción  dé  paralíticos  aumenta  (8 
por  100),  debido  á  la  frecuencia  del  alcoholismo  en  estas  regiones.  En  las 
mujeres  la  proporción  no  pasa  del  1  por  100. 

7.*  Los  síndromes  paralíticos  generales  se  desarrollan  en  Espafia  catre 
los  treinta  y  dos  y  los  cuarenta  y  ocho  afios.  Son  muy  raros  los  casos  en  que 
la  enfermedad  aparece  antes  de  los  veinticinco  afios  ó  después  de  los  cin- 
cuenta. 

8.^  La  frecuencia  de  la  enfermedad  es  doble  en  los  individuos  que  pro- 
ceden de  las  grandes  poblaciones,  que  entre  los  que  proceden  del  campo. 
También  es  más  frecuente  en  los  casados  que  en  los  solteros.  En  cuanto  á 
las  profesiones,  es  mayor  entre  los  que  ejercen  carreras  liberales,  y  gene- 
ralmente, entre  las  personas  ilustradas.  La  parálisis  general  conyugal  es 
muy  rara. 

9.'  La  si^lis  es  el  principal  factor  etiológico  en  el  90  por  100  de  los  casos, 
produciendo  siempre  la  forma  clásica  de  la  parálisis  general  progresiva. 

10.  El  alcohol  obra  como  causa  determinante  en  el  8  por  100  de  los  en- 
fermos con  síndromes  paralíticos  generales,  determinando  la  mayor  parte 
de  las  veces  formas  de  pseudoparálisis  no  progresivas,  y  en  las  qne  no  es 
diñcil  obtener  la  curación. 

11.  En  el  2  por  100  restante  no  ha  sido  posible  descubrir  la  causa  pro- 
ductora del  síndrome  paralítico  general,  habiendo  sido  probablemente  al- 
guna intoxicación  infecciosa  agnda. 

12.  Como  consecuencia  de  la  naturaleza  sifilítica  de  la  dolencia,  el  90 
por  100  de  los  enfermos  con  síndromes  paralíticos  presentan  la  forma  clá- 
sica de  la  meningo- encefalitis  difusa,  de  evolución  progresiva  hacia  la  de- 
mencia y  de  término  fatal  en  un  período  de  dos  ó  tres  afios. 

18.  El  restante  8  ó  10  por  100  de  los  alienados  que  presentan  síndromes 
paralíticos,  no  sufren  la  verdadera  parálisis  general  y  si  sólo  ana  pseudo- 
enfermedad  de  Bayle,  que  en  muchas  ocasiones  no  es  progresiva. 


188 

CoBÜriiiaeiéo  de  la  iomiinidad  de  lee  yeeeres  y  ealeree  reepeete  á  la  lebereo- 
letie  pulnenar.  —  El  Dr.  G,  Fisac  {Canelunones) :  A)  Las  indastrias  de  loe 
yeseros  y  caleros  haceo  iomones  á  loe  obreros  empleados  en  ellas,  según 
prnebaD  las  estadísticas  formadas  durante  los  meses  de  mayo,  jnnio  y  julio, 
y  presentadas  en  octubre  al  Congreso  de  la  tubereuloeis^  celebrado  en  París 
el  año  último. 

B)  Esta  inmunidad  ha  sido  ratificada  con  gran  número  de  obseryaciones 
clínicas;  y  por  multitud  de  estadísticas  formadas  por  varios  médicos  ru- 
rales. ' 

C)  El  polTO  de  cal  ó  de  yeso  aspirado  es  un  medicamento  de  la  tubercu- 
losis pulmonar. 

D)  El  reconocimiento  de  la  fuerza  preseryatiTa  de  este  medicamento  es 
necesario,  puesto  que  el  bacilo  de  Eoch  y  los  estados  de  pretuberculons 
abundan  bastante  y  producen  yarias  yíctimas  porlatuberculos¡s,y  hay  una 
clase  social —  la  que  aspira  estos  polyos  —  la  cual  tiene  el  priyilegio  de  in- 
munidad, por  más  que  arrastra  una  yida  miserable  y  tí  ye  en  contacto  con 
otras  clases  de  la  sociedad,  entre  Las  cuales  la  aspiración  de  otra  especie  de 
polyo  produce  la  muerte  de  gran  número  de  obreros  herreros,  molineros, 
carpinteros,  jornaleros,  etc.,  que  habitan  en  las  mismas  localidades  y  i 
causa  de  la  misma  enfermedad. 

*  E)  Deducimos  de  esto  que  el  polro  de  cal  y  de  yeso  aspirado  es  un  me- 
dicamento curatiyo  de  la  tuberculosis  pulmonar.  A  causa  de  su  acción  ino- 
fensiya  para  las  rías  digestiyas  y  respiratorias,  puede  ser  empleado  siem- 
pre en  estos  casos. 

F)  uno  de  los  medios  que  pueden  emplearse  para  inmunizar  las  gene- 
raciones y  disminuir  los  casos  de  tubero  ulosis  pulmonar,  es  elegir  para  las 
colonias  y  yaeaciones  los  sitios  en  que  hay  hornos  ó  fábricas  de  cal  ó 
de  yeso. 

G)  La  acción  preseryatiya  de  la  aspiración  de  la  cal  ó  del  yeso  es  inne- 
gable, según  conñrman  todas  las  estadísticas,  en  las  que  figuran  las  muje- 
res muertas  á  causa  de  la  tuberculosis  pulmonar  y  que  no  pertenecían  á 
familias  de  caleros  ó  yeseros;  es  decir,  que  no  sólo  éstos,  sino  sus  familias 
están  al  abrigo  de  las  tuberculosis.  El  hecho  se  explica  por  yiyir  en  sitios 
en  los  que  se  aspira  el  mismo  poWo. 

La  inyección  liipodérmica  de  oxígeno. —Los  Dres.  J.  J.  Dómivb  y  J.  Cuabas 
{Conclusiones) :  1.^  La  inyección  hipodérmica  de  oxigeno  fué  practicada  por 
primera  yez  en  Valencia  por  uno  de  nosotros,  Dómine,  en  1900,  y  su  teoría 
y  técnica  fué  expuesta  oficialmente  en  la  tesis  de  Chabás  (1902),  y  por  éste 
al  último  Congreso  internacional  (Madrid,  1908). 

2.*  La  absorción  de  oxigeno  inyectado  eu  el  tejido  celular  subcutáneo 
es  muy  rápida  y  sus  efectos  muy  inmediatos.  Estos  últimos  corresponden  á 
la  doble  acción  mecánica  (local)  y  química  (general).  Nunca  hemos  notado 
accidente  alguno :  el  método  está  exento  de  peligros. 

S.*  Todo  estado  asfítico  ó  neurítico,  local  ó  general,  es  justiciable  de  su 
aplicación:  desde  el  ántrax  ó  la  ciática,  hasta  la  anoxhemia  más  graye. 

4.^  El  método  de  su  aplicación  es  muy  sencillo. 

5.^  El  aparato  Inyector  extractor  de  líquidos  y  gases,  patente  Dámim,  reúne 
todas  las  exigencias  de  su  aplicación. 


189 

laiíalaoiéfi  preventiva  de  la  lubereulesit  polmenar.^-El  Dr.  G.  Fisac:  La  inha- 
1  ación  preTentiva  á  que  me  refiero  ea  practicada  casi  continuamente,  y  á  la 
▼es  en  cortas  épocas  del  alio,  por  mnltitod  de  obreros,  bien  al  aire  libre 
(hornos)  ó  en  habitaciones  cerradas  (fábricas)  con  verdadero  éxito  y  siem- 
pre sin  más  dirección  que  la  marcada  por  los  recursos  de  la  naturaleza  y 
sin  más  limitación  que  la  debilidad  física. 

No  desprecio  el  valor  inmenso  de  las  inyecciones,  de  las  inoculacioneSt 
de  las  prácticas  seroterápicas  y  de  otros  varios  métodos  de  tratamiento  de 
esta  enfermedad.  El  Dr.  Verdes  Montenegro,  ocupándose  del  estudio  de 
loe  fermentos  orgánicos,  ha  sacado  la  convicción  de  que  «disponemos  de  un 
tratamiento  suficiente  para  aumentar  de  un  modo  considerable  el  número 
de  curaciones  de  la  tuberculosis^.  Calvo  Oambon  afirma  que  da  propiedad 
esencial  del  remedio  antituberculoso  será  la  regeneración  de  la  célula  le- 
sionada, propiedad  que  no  es  exclusiva  de  las  taberculinas  y  de  los  sueros, 
sino  de  substancias  de  otro  origen'. 

(}reo  que  el  problema  dificilísimo  de  la  tuberculosis  debe  ser  resuelto 
por  todos  los  medios  posibles,  en  particular  por  los  que  están  al  alcance  de 
todo  el  mundo,  y  que  no  exigen  manipulaciones  ni  preparaciones  farmacéu- 
ticas costosas;  además  se  recomienda  la  medicación  por  sus  ventajas  en  las 
vias  de  absorción  que  la  naturaleza  emplea  para  prevenir  y  tratar  la  tuber- 
culosis y  otras  enfermedades.  Las  inyecciones  traqueales  son  siempre  efica- 
ces. La  medicación  directa — decía  el  Dr.  8ouza — es  la  más  racional  que  se 
conoce  para  modificar  los  padecimientos  de  los  bronquios  y  de  los  pulmo- 
nes. Conviene  siempre  no  cansar  el  estómago,  y  yo  empleo  en  las  bronqui- 
tis pretubercalosas  inhalaciones,  á  partes  iguales,  de  polvo  de  yeso  y  de 
cal  durante  quince  á  veinte  minutos.dos  veces  por  dia. 

Trousseau  decía  que  el  fosfato  de  cal  disuelto  por  el  ácido  carbónico, 
atraviesa  las  membranas  y  organiza  todos  los  elementos  del  plasma.  Hac- 
quer,  de  Francfort,  ha  publicado  recientemente  un  artículo  interesantísi- 
mo sobre  la  importancia  del  yeso  en  el  tratamiento  de  la  tuberculosis. 

¿No  sería  conveniente  emplear  la  inhalación  de  estas  sales  de  cal  en  la 
profilaxis  y  en  el  tratamiento  de  la  tuberculosis,  á  fin  de  hacer  el  terreno 
estéril  é  impedir  el  desarrollo  de  la  tuberculosis? 

Sigamos  el  camino  que  nos  ensefia  la  naturaleza,  y  digamos  que  los  yese- 
ros y  caleros  jamás  padecen  la  tuberculosis,  y  que  ésta  cura  haciendo  expe- 
rimentar al  tubérculo  la  degeneración  calcárea. 

Necresis  del  tejido  adlpese.—El  Dr.  Cbiari  :  Las  necrosis  del  tejido  adipo- 
so, sefialadas  primeramente  por  Balzer,  en  1882,  y  después  por  Fitz,  por 
Langerhans  y  por  mí,  han  sido  desde  entonces  bien  estudiadas  en  lo  que  se 
refiere  á  la  química,  á  la  histología  y  á  la  etiología.  La  experimentación 
ha  demostrado  que  las  necrosis  de  este  tejido  son  producidas  por  el  jugo 
pancreático,  y  en  particular  por  sus  fermentos  proteolítico  y  lipolítico.  Es- 
tas investigaciones  han  demostrado,  además,  que  las  alteraciones  patológi» 
cas  de  que  depende  al  parecer  la  necrosis  del  tejido  adiposo,  hacen  posible 
el  derrame  del  jugo  pancreático  fuera  del  parénquima  glandular. 

¿Cuál  es  la  naturaleza  de  las  alteraciones  patológicas  susceptibles  de  per- 
mitir el  derrame  extraglandular  del  jugo  pancreático?  Precisamente  en 
este  caso  interviene  el  fermento  proteolítico,  el  cual,  en  ciertas  circnnstan- 


I 


190 

cías  es  capaz  de  digerir  el  tejido  del  páncreas,  antodigestión  análoga  á  la 
del  estómago  y  que  se  produce  no  sólo  después  de  la  muerte,  sino  durante 
la  Tida.  El  jugo  pancreático  que  se  derrama  asi  es  susceptible,  á  causa  de 
la  acción  especial  de  su  fermento  lipolítico,  de  producir  la  necrosis  del  te- 
jido adiposo  en  el  páncreas  y  fuera  de  él.  Existe,  por  lo  tanto,  una  rela- 
ción de  causa  á  efecto  entre  la  antodigestión  tríptica  del  páncreas  y  las  ne- 
crosis del  tejido  adiposo.  El  fenómeno  esencial  es  la  antodigestión  del  teji- 
do pancreático,  proceso  aui  generia.  Creo  que  las  pancreatitis  agudas  hemo- 
rrágicas  y  gangrenosas  idiopáticas,  son  en  realidad  una  antodigestión  del 
páncreas.  Las  causas  de  este  proceso  son  variadas:  lesiones  traumáticas 
del  páncreas,  trastornos  de  la  circulación  local,  falta  de  excreción  del  jugo 
pancreático  ó  aumento  de  su  actividad  bajo  la  influencia  de  una  kinasa« 
Sea  lo  que  fuere,  conviene  tener  muy  en  cuenta  las  relaciones  que  existen 
entre  el  páncreas  y  la  necrosis  del  tejido  adiposo,  porque  en  este  estado 
morboso  la  intervención  quirúrgica  es  la  única  que  puede  salvar  al  enfermo. 

El  Dr.  R.  DOS  Santos:  El  factor  etiológico  de  la  necrosis  del  tejido  adi- 
poso es,  indudablemente,  el  jugo  pancreático  que  obra  por  sus  fermentos 
tríptico  y  lipolítico.  Todo  lo  que  determina  la  extravasación  d^l  jugo  pan- 
creático activo  en  el  tejido  adiposo,  puede  ocasionar  la  necrosis  de  éste  con 
descomposición  de  la  grasa  contenida  en  las  células.  Todo  lo  que  disminuye 
la  resistencia  vital  de  este  tejido  ó  aumenta  la  actividad  digestiva  del  jugo 
pancreático,  hace  más  extensa  ó  más  grave  dicha  lesión.  Las  lesiones  muy 
.  extensas  del  tejido  adiposo  suponen  un  derrame  de  jugo  pancreático  tan 
(  abundante,  que  no  es  sorprendente  encontrarlas  asociadas  á  lesiones  gra- 
ves y  más  ó  monos  generalizadas  del  páncreas. 

Respecto  al  papel  de  la  bilis  en  la  necrosis  diseminada  del  tejido  adi- 
poso, he  podido  convencerme  de  qae  el  líquido  biliar  fisiológico  es  incapaz 
por  si  sólo  de  producir  esta  variedad  de  necrosis.  Sin  embargo,  es  suscepti- 
ble de  favorecer  la  generalización  de  la  necrosis  que  ocasiona  el  jugo  pan- 
creático. Cuando  la  necrosis  diseminada  del  tejido  adiposo  no  coincide  con 
lesiones  extensas  del  páncreas,  existen  alteraciones  concomitantes  de  las 
Tías  biliares  (colelitiasis  y  derrame  de  bilis  en  la  cavidad  del  abdomen). 
Aun  cuando  no  es  posible  afirmarlo  de  una  manera  concreta,  hay  motivos 
para  creer  que  la  bilis  favorece  en  cierto  modo  la  acción  del  fermento  lipo- 
lítico del  jugo  pancreático. 

Tripanosomiasis.  —  El  Dr.  Martini:  Creo  que  conviene  unificar  la  fiebre 
tripanosomiásica  y  la  enfermedad  del  suefio,  designándolas  con  el  nombre 
de  tripanoiomiasis  africana  del  hombre.  Lo  mismo  puede  decirse  del  Kala- 
azar,  la  esplenomegalia  tropical  febril  y  la  caquexia  febril  sin  hipertrofia, 
que  conviene  uniñcar  y  dar  el  nombre  de  Kola- atar. 

Respecto  á  la  tripanosomiasis  africana,  queda  todavía  por  fijar  la  topo- 
grafía de  la  extensión  de  este  azote,  para  lo  que  conviene  examinar  el  con  - 
tenido  de  los  ganglios  linfáticos  infartados,  sobre  todo  de  la  nuca,  ó  la  san- 
gre de  cuantos  se  supone  padecen  tripanosomiasis  y  todos  los  insectos  que 
ge  sospecha  están  Infectados  de  tripanosoma.  Es  preciso  también  estudiar 
el  desarrollo  sexual  de  los  tripanosomas  en  los  insectos  y  determinar  el 
modo  de  producción  de  las  lesiones  en  el  hombre;  es  decir,  si  los  tripanoso- 


¡  mas  obran  por  acción  mecánica  ó  por  producción  de  toxinas. 


191. 

Desde  el  punid  de  rista  práctico  es  necesario  encontrar  los  medios  de 
destruir  los  insectos  ó  de  hacer  inofensiyas  sus  picaduras.  Cronriene  conti- 
nuar los  ensayos  con  diferentas  medicamentos  principiados  por  Layeran, 
Mesnil,  Erhlich,  Shiga,  etc.,  y  ^ntinnar  también  los  ensayos  de  inocala- 
•ción  antitripanosomiásica. 

En  cnanto  al  Kala-azar  es  necesario  resoWer  los  mismos  problemas,  es- 
tudiando sus  relaciones  con  la  úlcera  de  Delhi  y  ayerignando  el  modo  de  con- 
tagio y  el  yehlculo  del  rirus. 

El  Dr.  LAysBAV:  Creo  qne  el  Dr.  Martini  ha  incurrido  en  un  error  al  asi- 
milar el  Kala-azar  á  las  tripanosomiasis.  El  parásito  de  Leishman-Dono- 
Tan  (que  proáuce  el  Kala-azar)  es  endocelulár,  y  aunque  en  los  cultiyos 
«e  obseryan  formas  flageladas,  éstas  no  tienen  todos  los  caracteres  de  lo3  tri- 
panosomás,  sino  que  se  asemejan  más  á  las  Herpetomonas.  No  me  creo  au- 
torizado á  clasificar  el  parásito  de  Leishman-Donoyan  entre  los  tripanoso- 
mas,  y  me  inclino  á  creer,  como  Roas,  que  se  trata  de  un  parásito  de  un  gé- 
nero nueyo. 

El  Dr.  Martini:  Mucho  antes  del  descubrimiento  de  los  corpú^ulos  de 
Leishman-DoDoyan,  los  Dres.  P.  Manson  y  Leishman  manifestaron  que  el 
Kala-azar  es  una  tripanosomiasis  humana.  No  he  creído,  por  lo  tanto,  in- 
<siair  esta  enfermedad  entre  las  tripanosomiasis. 

El  Dr.  LAyBRAK:  Es  indudable  que  Jos  tripanosomas  tienen  foritias  her- 
petomonas en  los  cultiyos  ó  en  el  aparato  digestiyo  de  los  parásitos  chupa- 
dores de  sangre  qne  propagan  la  tripanosomiasis,  pero  respecto  al  parásito 
Leishman- Donoyan  no  se  conoce  la  forma  tripanosomiásica  yerdadera.  Hay 
qne  esperar  á  que  se  conozca  la  eyolución  completa  del  parásito  para  clasi- 
ficarle debidamente. 

El  Dr.  A.  Kopkb:  En  cincuenta  y  do3  casos  diagnosticados  clínicamente 
de  enfermedad  del  suefio  he  encontrado  siempre  el  Trypanoeoma  gambienee. 

En  los  cuarenta  enfermos  que  he  sometido  á  la  pnnción  lumbar,  el  eza- 
ilien  del  liquido  cefalorraquídeo  me  ha  permitido  descubrir  siempre  en  él 
dicho  flagelado.  Las  inyestigaciones  practicadas  en  la  sangre  han  dado  re- 
sultados menos  fayorables  é  inferiores  de  los  obtenidos  por  la  punción  de 
los  ganglios  tumefactos  del  cuello. 

Inoculaciones  contra  las  enfermedades  de  protozoarios.  —  El  Dr.  LAyERAV : 
La  inmunización  por  medio  de  inoculaciones  preyentiyas  se  relacionan  de 
una  manera  intima  con  el  estudio  de  la  inmunidad  natural,  y  ante  todo 
hay  que  preguntar  si  las  enfermedades  de  protozoarios  (paludismo,  piro- 
plasmosis  y  tripanosomiasis)  confieren  ó  no  la  inmunidad. 

Respecto  al  paludismo  sabemos  que  un  primer  ataque  no  confiere  la  in 
mnnidad.  El  Dr.  Koch  ha  observado  la  frecuencia  de  este  estado  morboso 
en  los  niños  indígenas  de  Jaya  y  de  la  Nueya  Oninea  alemana  y  la  resis- 
^tencia  de  los  indígenas  adultos  á  la  infección  en  estas  regiones  y  en  la  costa 
de  África,  y  deduce  de  estos  hechos  que  los  habitantes  de  los  países  palú- 
dicos pueden  adquirirla  inmunidad  contra  esta  endemia.  Pero  realmente, 
la  inmunidad  de  los  negros  adnltos  no  es  más  qne  relativa,  porque  se  trata 
tan  sólo  de  una  resistencia  particular  á  la  infección.  No  puede  esperarse, 
por  lo  tanto,  inmunizar  al  hombre  contra  esta  enfermedad^inoculándole  nn 
yirus  atenuado.  Todas  las  tentativas  en  este  sentido  hechas  hasta  ahora. 


192 

han  sido  ÍDeñcaces.  El  Dr.  Gelli  ba  hecho  inyecciones  con  el  suero  de  con- 
valecientes de  fiebre  palúdica  y  con  el  de  individuos  que  habían  adquirido,, 
al  parecer,  la  inmunidad  contra  el  paludismo  i  causa  de  un  primer  ataque, 
y  los  resultados  fueron  negativos.  El  misms^  fracaso  de  los  ensayos  de  in* 
munisación  con  el  suero  de  bóvidos  y  los  de  la  opoterapia  de  distintos  ór* 
ganos  de  estos  animales  (  baso,  médula  dsea,  etc. ).  En  resumen :  el  única 
procedimiento  que  ha  producido  buenos  resultados  consiste  en  el  emplea 
preventivo  de  la  quinina,  pero  no  se  trata  de  una  inmunización  propia- 
mente dicha,  y  en  cuanto  se  suspende  el  empleo  del  medicamento  desapa* 
rece  la  resistencia  del  organismo  á  la  infección. 

En  lo  referente  i  las  piroplasmosis,  los  mejores  resultados  se  obtienen 
en  la  piroplasmosis  ordinaria  ó  fiebre  de  Tejas. 

Se  han  hecho  investigaciones  numerosas  para  descubrir  un  procedi* 
miento  de  inmunización  conti^a  las  tripanosomiasis,  pero  los  resultado» 
obtenidos  han  sido  hasta  n^olra  poco  satisfactorios.  La  aeroterapia  ha 
fracasado  por  completo.  La  atenuación  de  los  virus  es  difícil  de  obtener,  y 
los  bóvidos  inoculados  conservan  durante  mucho  tiempo  en  su  sangre  tripa* 
nosomas  y  |pn  un  foco  de  infección  muy  peligroso  para  los  animales  sanos, 
si  existen  en  la  región  moscas  susceptibles  de  propagar  la  enfermedad  con 
sus  picaduras. 

El  Dr.  Mabtini:  Oreo  que  los  hechos  observados  por  el  Dr.  Eoch  en 
Nueva  Guinea  demuestran  con  toda  claridad  que  lo  que  el  Dr.  Laveran 
llama  resistencia  particular  de  los  negros  al  paludismo,  es  realmente  una 
inmunidad  adquirida  durante  la  infancia. 

Citelegfa  dol  tofo  gotose.  —El  Dr.  ÍSicard:  El  depósito  de  urato  de  sosa 
en  los  casos  de  gota  humana  va  acompañado  de  un  proceso  de  reacción 
doble,  local  y  general.  El  primero  se  caracteriza  por  arteritis,  por  hemo- 
rragias intersticiales  y  principalmente  por  raacrofagia,  debida  i  células 
multinucleares,  de  tipo  gigante  y  plasmódico,  que  circunscriben  los  focos 
recientes  del  depósito  tofáceo  y  favorecen  su  absorción,  destruyendo  por 
fagocitosis  en  sn  interior  las  agujas  uráticas.  En  cambio,  alrededor  de  los 
focos  antiguos  no  existe  dicha  lucha,  porque  los  macrófagos  han  sido  sus- 
tituidos por  tejido  fibroso  denso.  La  reacción  general  se  revela  en  la  san- 
gre por  mononucleosis  de  gruesos  mononucleares. 

Tratamiento  de  la  tuberculesis  abdeminal.  —  El  Dr.  Broca :  Para  sentarlas 
indicaciones  generales  del  pronóstico  y  tratamiento  de  la  tuberculosis 
abdominal,  hay  que  dividirla  en  dos  clases:  una,  en  la  que  sólo  está  afec- 
tado el  pulmón,  y  otra  en  que  existen  i  la  vez  lesiones  generalizadas  agu- 
das, subagudas  ó  crónicas.  El  diagnóstico  es  fácil,  por  el  examen  del  pul- 
món, en  los  casos  subagudos  ó  crónicos,  pero  no  tanto  en  los  agudoe  cuando 
predominan  los  síntomas  abdominales,  en  cuyo  caso  hay  motivos  para 
preguntar  si  existe  graniíiia  limitada  al  peritoneo.  En  estos  últimos  casoe 
está  iüdicada  en  general  la  abstención  operatoria.  La  fiebre  persistente  no 
es  un  indicio  absoluto  de  una  granulia  fatal,  pero  para  loe  enfermos  con 
fiebre  y  ascitis  se  necesita  una  observación  minuciosa  y  prolongada,  á  fin 
de  conocer  si  está  afectado  sólo  el  peritoneo. 

Algunas  tuberculosis  quirúrgicas  pueden  asociarse  ó  sucederse,  sin  que 
á  pesar  de  esto  los  casos  sean  desesperados  desde  el  punto  de  vista  opera- 


193 

torio.  La  ley  de  abstención  se  aplica  en  realidad  aólo  i  las  lesiones  pnimo^ 
nares  si  la  peritonitis  coincide  con  taberculosis  generalizada,  pero  no 
siempre,  porque  toda  alteración  pulmonar  no  es  una  contraindicación  ope* 
ratoria.  Es  preciso  admitir  dos  casos,  según  que  las  lesiones  pulmonares 
aean  primitiras  y  graves  ó  secundarías  y  de  poca  importancia.  Estas  últi- 
mas, en  yez  de  constituir  una  contraindicación,  inejoran  al  curar  la  peri*- 
tonitis. 

Las  indicaciones  locales  se  deducen  de  la  eyolución  anatomopatológica 
de  la  tuberculosis  peritoneal.  Hay  en  dicha  tuberculosis  upa  gran  variabi- 
lidad de  las  lesiones  en  su  localización  y  aspecto  clínico,  de  lo  que  re- 
sultan formas  especiales,  limitadas,  tanto  mis  interesantes  para  el  ciru- 
jano cuanto  que  en  ellas  se  cometen  con  frecuencia  errores  de  diagnóstico. 
Además,  estas  formas  se  complican  á  veces  con  oclusión  intestinal,  por 
ejemplo,  que  constituye  una  indicación  operatoria  absoluta. 

La  a£citis,  igual  que  el  derrame  en  la  pleuresía,  es  un  mcdo  de  reacción 
inflamatoria  alrededor  de  las  lesiones  bacilares  y,  lo  mismo  que  en  la  pleu- 
resía, el  líquido  se  absorbe  con  frecuencia.  No  debe  sorprender,  por  lo 
tanto,  las  curaciones  numerosas  obtenidas  después  de  las  laparotomías. 
Los  médicos,  teniendo  en  cuenta  la  curación  espontánea,  han  procurado 
Cavorecerla  punzando  el  abdomen  con  un  trocar.  Este  método  es  peligroso, 
porque  puede  haber  algún  asa  intestinal  fija  por  adherencia. 

Creo,  por  lo  tanto,  que  en  las  formas  ascíticas  no  debemos  apresurarnos 
á  operar:  primero,  porque  en  el  período  inicial,  febril,  no  hay  necesidad  de 
practicar  la  laparatomía  por  una  granulia  subaguda;  segundo,  porque  en 
el  período  de  estado  se  obtiene  muchas  voces  la  curación  por  los  medios 
médicos;  y  tercero,  porque  las  investigaciones  experimentales  prueban  que 
la  precocidad  de  la  incisión  no  es  una  condición  de  éxito.  A  los  medios 
que  se  emplean  de  ordinario  contra  la  tuberculosis  deben  agregarse  en  este 
caso,  como  susceptibles  de  acción  local,  las  fricciones  sobre  el  vientre  con 
ungüento  mercurial,  con  jabón  moreno,  los  toques  con  tintura  de  yodo, 
aplicando  encima  una  capa  de  colodión ;  el  amasamiento,  rechazado  por  el 
Dr.  Pribram,  lo  adoptan  los  Dres.  Weinster  y  Durante.  Mas,  dígase  lo  que 
se  quiera,  las  indicaciones  operatorias  persisten  en  esta  forma.  La  la- 
paratomía no  es  grave  por  si  misma.  Debe  consistir  en  una  incisión  pe- 
queña, sin  lavado  del  peritoneo  y  con  reunión  sin  desagüe.  Todos  los  enfer- 
mos que  he  tratado  asi,  curaron ;  su  único  inconveniente  es  la  posibilidad 
-de  una  ulceración  fungosa*en  la  línea  de  la  cicatriz.  En  tres  casos  desgra- 
ciados que  cita  el  Dr.  Aldibert  entre  65,  uno  fué  debido  á  la  peritonitis 
séptica,  que  pudo  depender  de  la  operación  practicada  del  modo  referido; 
pero  los  otros  fueron  consecutivos  á  la  perforación  intestinal  por  defecto 
operatorio  ó  por  lesiones  adhesivas  fíbrocaseosas,  contra  las  que  puede 
decirse  casi  nada  consiguen  los  médicos  ni  los  cirujanos.  Esta  forma  es 
susceptible  de  curar  haciéndose  fíbroadhesiva,  pero  la  curación  no  es  la 
regla,  como  en  la  forma  ascítica. 

¿En  qué  casos  justifican  la  tentativa  quirúrgica  estas  lesiones?  A  veces 
casi  al  principio,  cuando  hay  todavía  ascitis  notable,  pero  esto  es  excep- 
cional. En  otros  casos  más  numerosos,  aunque  no  mucho,  cuando  se  for- 
man entre  las  adherencias  bolsas  serosas  ó  purulentas  que  precisa  evacuar 

15 


194 

ó  desaguar  para  suprimir  los  trastornos  producidos  por  la  compresión  ó  los 
fenómenos  febriles.  Aunque  se  citan  ejemplos  de  curación  por  ruptura  de 
un  absceso  en  el  intestino,  oreo  que  no  debe  esperarse  esta  terminación, 
sino  que  es  preferible  desaguarle  en  cnanto  se  diagnostica.  Oontra  estos 
abscesos  fríos,  y  más  todavía  oontra  las  bolaas  de  ascitis  enquistadas,  se 
emplea  la  punción,  método  peligroso,  porque  se  ignora  con  exactitud  el 
sitio  que  ocupan  las  asas  intestinales. 

¿Qué  enseñanza  puede  sacarse  de  los  casos  operados  por  error  dediagnósti* 
co  ó  por  accidentes  que  han  obligado  á  operar?  La  operación  practicada  con 
prudencia  es  relatiyamente  poco  grave ;  además,  muchos  de  estos  enferiQOB 
si  no  han  curado,  mejoraron  bastante,  lo  que  permite  deducir  que— aunque 
raras  veces— cuando  el  tratamiento  médico  es  ineficaz  y  se  observa  que  el 
estado  general  y  el  de  las  visceras  es  excelente,  hay  derecho  á  operar  cier- 
tas peritonitis  fibromas  y  fíbrocaseosas.  El  cirujano  necesita  proceder  con 
gran  prudencia  para  descubrir  los  pequefios  focos  asciticos  y  romper  las  ad* 
herencias.  El  desagüe  está  indicado  casi  siempre.  Entre  loe  accidentes  post 
operatorios  merecen  citarse  las  fístulas  estercoráceas  por  perforación  se- 
cundaría del  intestino,  ulcerado  sin  duda  de  antemano.  Algunos  de  estoe 
enfermos  han  curado  por  completo. 

En  resumen,  no  creo  que  en  las  peritonitis  tuberculosas  el  cirujano  deba 
limitarse  siempre  á  combatir  algunas  complicaciones  especiales  ó  á  come- 
ter errores  de  diagnóstico.  Es  verdad  que  los  que  creen  indicada  la  laparo- 
tomía en  toda  peritonitis  tuberculosa  sostienen  un  error;  pero  tampoco 
debe  creerse  en  la  eficacia  casi  constante  de  los  medios  médicos  solos :  la 
cirugía  está  indicada  en  las  diversas  formas  anatómicas  de  esta  enfer- 
medad. 

Quizá  se  me  objete  no  precisar  las  indicaciones;  pero  para  esto  se  nece- 
sita estudiar  á  fondo  cada  enfermo  á  fin  de  saber  en  cada  caso  el  momento 
preciso  en  que  el  cirujano  debe  sustituir  al  médico.  Los  que  respondían 
hace  quince  afios  nunca  cometen  el  que  los  que  respondían  siempre. 
(Continuará),  F.  Toledo. 


SOCIEDAD    Dfi    MEDICINA    D£    BERLÍN 

Sétián  del  día  13  de  Junio  de  i906. 
é 

Prefilaxia  y  tratamiente  de  las  infeecionet  digitales  de  les  médicet.  —  El  doc- 
tor Pablo  RichUr  recomienda  para  proteger  los  dedos,  cuando  éstos  tienen 
lesiones  pequeñas,  como  grietas,  heridas  superficiales,  etc.,  cubrirlas  con 
leucoplasto.  Si  dichas  lesiones  están  inflamadas  y  son  dolorosas,  se  cubren 
con  paraplasto  de  Beiersdorf,  ó  sea  un  emplasto  compuesto  de  paragoma  y 
al  que  se  le  ha  añadido  mercurio  y  ácido  fénico.  Sobre  el  emplasto  se  ex- 
tiende un  dedil  de  cuero  de  eo8^  el  cual  está  preparado  con  un  cuero  muy 
fino  que  tiene  además  las  cualidades  de  ser  impermeable  al  agua  y  muy 
duradero. 

Determinaeién  del  azúcar  en  la  erlna.^El  Dr.  S.  Bosenberg  dice  que  al 
poco  tiempo  de  haber  dado  á  conocer  Sahli  su  método  de  titulación  de  la 


195 

orina  diabética,  método  que  permitirla  al  médico  realizar  ia  determinación 
enantitatiya  del  azúcar  Bíi  pocos  minutos,  no  faltó  quien  expresara  sos  da- 
das acerca  de  la  segnridad  de  dicho  método.  El  autor  lo  ha  sometido  á 
comprobación  y  ha  yisto,  en  efecto,  que  en  un  buen  número  de  casos  da 
resultados  que  difieren  muchísimo  de  los  obtenidos  con  otros  métodos.  En 
lista  de  ello,  se  propuso  indagar  la  causa  de  tales  diferencias  y  someter 
también  á  comprobación  los  demás  procedimientos  que  se  suelen  emplear 
para  determinar  el  azúcar. 

Poniendo  el  ejemplo  de  un  caso  concreto,  recuerda  el  autor  la  marcha 
que  suelen  seguir  los  médicos  cuando  tratan  de  buscar  el  azúcar  en  la  orí-* 
na.  Esta,  cuando  es  diabética,  presenta  un  peso  específico  elevado  y  da  re- 
sultado positivo  con  la  reacción  de  Trommer.  La  reacción  de  Nylander  se 
ha  visto  que  es  muy  poco  segura,  porque  hay  otras  muchas  substancias 
que  pueden  dar  un  resultado  positivo.  Supongamos  que  ahora  se  titula  la 
orina  en  cuestión,  siguiendo  exactamente  las  prescripciones  de  Bahli  y  que 
se  encuentra  un  6  por  100  de  azúcar.  En  este  caso  hay  dos  motivos  de 
error :  uno,  la  circunstancia  de  que  el  líquido  de  Fehiing  no  precipite  de  un 
modo  uniforme ;  y  otro  que  se  observa  diferencia,  según  que  el  liquido  em- 
pleado para  la  titulación  se  deje  caer  á  gotas  ó  todo  de  una  vez  (Soxhlet). 

En  efecto,  la  orina  analizada  no  contiene  nada  de  azúcar,  puesto  que 
otra  porción  de  la  misma  que  se  había  sometido  i  la  prueba  de  la  fermen- 
tación, había  dado  un  resultado  completamente  negativo.  En  cambio,  con- 
tenia  pentosas  y  cociéndola  con  ácido  floroglucinoclorhídríco  toma  un  color 
rojo  cereza. 

Las  pentosas  aparecen  también  en  la  orina  después  del  consumo  de  riño 
hecho  con  frutas,  como  lo  ha  demostrado  Jaksch.  Tienen  tan  poca  signi- 
ficación patológica  como  los  ácidos  glicurónicos,  que  también  simulan  la 
reacción  del  azúcar  y  que  se  presentan  en  la  orina  con  el  uso  de  ciertos 
medicamentos,  tales  como  el  alcanfor,  el  hidrato  de  doral,  é  igualmente, 
según  lo  ha  observado  el  autor,  después  de  hacer  colutorios  con  tintura  de 
mirra. 

Las  pentosas  y  los  ácidos  glicurónicos  no  sólo  pueden  influir  en  el  resul- 
tado de  la  titulación,  sino  también  en  todos  los  análisis  de  azúcar  que  se 
fundan  en  las  propiedades  reductoras  de  éste.  8i  se  quiere  determinar 
exactamente  la  cantidad  de  azúcar,  es  preciso  titular  la  orina,  hacerla  fer- 
mentar y  volverla  á  titular  de  nuevo.  La  diferencia  entre  las  cifras  obteni- 
das con  ambas  titulaciones  nos  da  el  verdadero  valor  cuantitativo  del 
azúcar. 

¿6on  seguros  los  resultados  de  la  polarización?  No  olridemos  que  antes 
de  emplear  este  procedimiento  hay  que  clarificar  la  orina  y  que  para  tal 
clarificación  se  emplean  muchas  veces  acetato  de  plomo  ó  carbón  animal, 
substancias  ambas  que  pueden  arrastrar  consigo  parte  del  aziicar.  Este  ori- 
gen de  error  se  evita  empleando  para  la  clarificación  el  acetato  neutro  de 
plomo,  no  el  básico.  El  hecho  de  que  una  orina  desvíe  la  luz  polarizada  á  la 
derecha  no  es  prueba  inequívoca  de  la  presencia  de  la  glucosa,  porque  tam-: 
bien  gozan  de  igual  propiedad  el  azúcar  de  cafia,  que  pudo  haber  ensucia* 
do  casualmente  la  vasija,  la  lactosa,  v.  gr. ;  cuando  hay  retención  de  leche 
en  una  nodriza,  la  dextrina,  la  glicerina,  etc.  También  puede  ser  alterado 


196 

el  resaltado  del  examen  por  U  presencia  de  sabstanciás  lerógiras,  qne  en 
el  caso  necesario  Ber¿  menester  separar.  De  todos  modos  siempre  se  debe 
hacer  fermentar  la  orina  y  examinarla  do  nnero  con  la  luz  polarizada,  á  fin 
de  determinar  si  con  la  fermentación  se  modifica  el  resaltado  obtenido  y 
hasta  qaé  panto. 

Al  practicar  la  prneba  de  la  fermentación  hay  qne  cuidar  de  qae  la  le» 
Tadara  esté  bien  fresca  (comprobación  con  ana disol ación  de  azúcar);  tam- 
bién tiene  importancia  la  temperatara,  paes  sucede  que  á  la  temperatura 
de  Irf  incubadora  aún  sigue  fermentando  la  leradnra»  y  por  otra  parte,  el 
sacarimetro  usual  de  Lohnstein  da  cifras  demasiado  bajas  á  la  temperatu- 
ra de  las  habitaciones.  También  hay  qoe  cuidar  de  qne  la  orina  no  dé  reac- 
eión  alcalina,  puesto  que  la  orina  alcalina  se  apodera  del  ácido  carbónico. 

Bi  se  tienen  presentes  todas  las  particularidades  mencionadas,  resalta  de 
mucha  utilidad  el  aparato  de  Lohnstein.  Oonyiene,  además,  que  sea  el 
mismo  médico  quien  haga  el  análisis,  pero  á  condición  de  que  conozca  las 
causas  de  error  en  que  puede  incurrir  y  que  trate  de  excluirlas  en  lo  posible. 

Oomo  demostración  de  las  graves  consecuencias  que  puede  traer  la  omi- 
sión  de  las  prerenciones  aconsejadas,  cita  el  autor  yarios  ejemplos,  que  ha- 
cen resaltar  de  un  modo  patente  los  errores  á  que  dicha  omisión  puede  dar 
origen.  —4^Deiasche  Mtdizinal  Zeiiung).  —  R.  dkl  Vallb. 


IMPERIAL   T   BSAL   SOCIEDAD   DE  LOS  HEDIÓOS  DE  VIENA 
Sétián  dü  día  I."*  dé  Junio  d€  190$. 

Qingrona  aspeatánea  de  la  pleJ.  —  El  Dr.  Oabor  Nobl  hace  comparecer  una 
joven  de  reinte  afios,  que  á  fines  de  mayo  de  1905,  después  de  sentir  ardor 
y  calor,  acompañados  de  rubicundez  en  zonas  extensas  de  la  piel,  se  le 
presentaron  numerosas  resiculas  en  el  tórax  y  en  la  mama  izquierda.  A 
las  yeinticuatro  horas  de  esto  aún  existían  yesiculas  con  contenido  espeso, 
otras  cuya  cubierta  se  había  roto  y  cuya  superficie  tenia  una  capa  fibrinosa 
y  algunas  escaras  hundidas  y  obscuras.  Había  además  hemi -anestesia  del 
lado  derecho,  reducción  del  campo  yisnal  del  ojo  del  mismo  lado  y  puntos 
dolorosos  á  la  presión  en  la  mama.  Al  día  siguiente  nueyo  brote  de  yesíca- 
las  en  la  axila  y  en  el  brazo  izquierdos,  y  en  cambio  la  mayor  parte  de  las 
yesiculas  del  tórax  se  habían  convertido  en  focos  necrosados.  El  7  de  ju- 
nio otro  brote,  pero  de  menos  importancia;  eliminación  de  las  .escaras.  A 
los  catorce  días  de  permanencia  en  el  hospital,  estaban  cicatrizadas  las 
superficies  ulceradas.  Tres  semanas  después,  y  con  los  mismos  pródromos, 
nuevo  brote  vesiculoso  en  el  brazo  izquierdo,  la  mama  y  la  garganta  del 
pié  derecho.  Como  se  repitieron  los  brotes,  se  sometió  la  enferma  á  una 
gran  vigilancia  desde  mediados  de  julio  á  fines  de  agosto.  Esta  vez  se  cu- 
brió la  mitad  superior  del  cuerpo,  durante  varias  semanas,  con  vendajes 
contentivos  que  se  renovaban  cada  cuatro  días.  Por  debajo  de  ellos  se  des« 
arrollaron  repetidas  veces  focos  gangrenosos,  cuyos  residuos  son  los  que- 
loides  que  hoy  se  ven. 

Esta  enferma  se  clavó  una  aguja  hace  tres  afios  en  la  palma  de  la  mano 


197 

derecha,  y  íaé  neeesario  extraerla  eo  yaríos  fragmentos,  pero  oo  es  posible 
decir  hasta  qué  panto  habrá  relación  entre  dicho  accidente  y  la  afección 
actnal. 

Los  Dres.  Spiegler  y  WeMechnsr  dicen  que  bien  pudiera  tratarse  de  ana 
erupción  proTocada  artificialmente. 

£1  Dr.  Nobl  contesta  qae  en  sa  caso,  lo  mÍBmo  qne  en  los  experimentos 
de  Kreibich,  se  confirma  la  posibilidad  de  ana  inflamación  de  origen  an- 
gionenrótico. 

El  etplrecete  pálido  en  el  tejide  nervioso.  —  El  Pr.  Salomón  Ehrmann  re- 
ooerda  qae  las  lesiones  comprobadas  por  el  examen  histológico  inducen  á 
creer  que  el  yiras  sifilítico  se  propaga  por  las  lagunas  de  los  tejidos,  incluso 
del  muscular  y  del  neryioso.  También  ha  yisto  corpúsculos  de  Pacini  alo- 
jados en  Infiltraciones  que  contenían  muchos  capilares  de  nueya  forma- 
ción. Igualmente  está  probado  que  los  espirocetes. caminan  á  lo  largo  de 
las  lagunas  del  tejido  conjuntiyo  y  de  las  fibras  musculares.  En  prepara- 
ciones presentadas  por  el  autor  se  yen  claramente  espirocetes  en  los  ner- 
yioa  y  en  las  yainas  de  éstos.  Es  posible  que  siguiendo  esta  yía  neryiosa 
puedan  llegar  hasta  la  médula  y  originar  afecciones  como  la  tabes.  En  tal 
casó,  qoizá  llegue  á  estar  justificada  por  esta  causa  la  excisión  precoz  del 
chancro  sifilítico. 

El  Dr.  Ricardo  Paitan fhtkce  notar  que,  al  parecer,  el  espirocete  se  puede 
encontrar  en  diferentes  células  y  tejidos. 

El  Dr.  Oabor  Nobl  entiende  que  la  localización  de  los  espirocetes  en  las 
▼ainas  de  los  neryioe  no  debe  mirarse  como  un  hecho  excepcional. 

El  Dr.  Ehrmann  contesta  á  Paltauf  que  en  la  sífilis  hereditaria  el  espi- 
rocete se  encuentra  en  casi  todos  los  tejidos,  pero  en  la  adquirida  está  lo- 
calizado. A  Nobl  le  dice  qae  no  se  ha  encontrado  en  el  tejido  conjuntiyo 
que  acompaña  á  loe  neryios,  sino  en  el  interior  de  éstos,  entre  las  mismas 
fibras  neryioeas. 

Intoxicaeién  saturnina  do  origen  torapéatioo.  —  El  Dr.  Julio  Weisa  presenta 
un  individuo  que  padece  intoxicación  saturnina  por  haber  tomado  tres  do- 
sis diarias  de  8  centigramos  de  acetato  de  plomo  durante  un  mes,  ó  sea 
nnos  27  decigramos,  cantidad  pequefia  comparada  con  la  que  necesita  un 
obrero  para  intoxicarse  por  motiyo  profesional.  Ello  es  que  el  enfermo  ac- 
tual tiene  una  afección  cardíaca  eyidente,  y  la  orla  saturnina  en  las  encías. 
Mas  aún;  á  pesar  de  que  hace  un*mes  que  el  sujeto  ya  no  toma  plomo,  per- 
sisten los  síntomas  cardiacos,  aunque  amortiguados. 

Tetania  paratirooprlva.^El  Dr.  Jacobo  Erdheim  recuerda  la  historia  de 
la  tetania  consecutiya  á  las  extirpaciones  del  cuerpo  tiroides  y  de  la  caque- 
xia estrumipriya  estudiada  por  Veiss,  Reyerdin  y  Eocher.  Desde  entonces 
se  habló  de  una  tetania  estrumipriya,  cuya  existencia  fué  confirmada  por 
inyestigaciones  posteriores.  Después  de  esto  se  empezó  á  conceder  impor- 
tancia á  las  glándulas  paratiroideas  ó  cuerpos  epiteliales,  á  cuya  extirpa- 
ción atribuyeron  algunos  autores  la  tetania,  y  en  cambio  achacaron  la  ca- 
quexia á  la  extirpación  de  la  glándula  tiroides  propiamente  dicha.  Pero 
como  respecto  á  esta  distinción  no  están  conformes  los  autores,  el  orador 
se  resolyió  á  practicar  con  el  galvanocauterio  la  extirpación  de  los  cuer- 
pos epiteliales  en  la  rata,  comparando  los  resaltados  obseryados  en  estos 


\ 


198 

animales  con  loe  obtenidoe  en  otras  ratas,  i  las  que  se  les  hizo  la  tiroidec- 
tomia  parcial,  pero  respetando  los  cuerpos  epiteliales. 

El  resaltado  final  de  los  experimentos  ha  sido  que  la  tetania  es  debida* 
no  i  la  pérdida  de  la  glándnla  tiroides,  sino  á  la  de  los  cuerpos  epiteliales. 

Con  la  paratiroidectomia  total  los  animales  sucumben  de  caquexia  y  de 
inanición  al  cabo  de  dos  á  cinco  meses  y  medio,  siendo  debida  la  inanición 
i  la  imposibilidad  de  ingerir  alimentos  á  causa  de  trastornos  tróficos  que 
se  producen  en  los  dientes  caninos,  trastornos  que  recuerdan  la  calda  de 
pelos  y  de  ufias  que  se  ha  observado  no  rara  yea  en  la  tetania  del  hombro. 
En  l^s  ratas  atacadas  de  tetania  se  han  presentado  también  opacidades  del 
cristalino  que  recuerdan  la  catarata  que  se  presenta  alguna  yez  como  con- 
secuencia de  la  tetania  humana. 

En  el  conejo  la  extirpación  de  los  cuerpos  epiteliales  no  produce,  al  pa* 
recer,  el  mismo  resultado,  pero  es  porque  además  de  loe  ya  conocidos  exis- 
ten  otros  accesorios  en  la  glándula  timo  que  no  eran  extirpados  en  dichos 
experimentos. 

En  el  hombre  no  se  habia  podido  confirmar  hasta  ahora  que  la  tetania 
fuese  debida  á  la  extirpación  de  los  cuerpos  epiteliales  y  no  á  la  pérdida 
de  la  glándula  tiroides ;  pero  en  tres  casos  observados  por  el  autor  se  ha 
podido  aducir  la  prueba  anatómica  de  que  la  tetania  es  debida  ala  extir- 
pación de  los  cuerpos  epiteliales,  puesto  que  en  dichos  tres  casos,  en  los 
que  se  habia  practicado  la  estrumectomia  bilateral  parcial  y  en  que  so* 
brerino  á  muy  poco  tiempo  de  la  operación  una  tetania  típica  seguida  de 
muerte  más  ó  menos  pronto,  la  autopsia  confirmó  la  existencia  de  una  can- 
tidad suficiente  de  tejido  tiroideo  bien  oonservado  y  la  falta  ó  destrucción 
de  los  cuerpos  epiteliales. 

Según  esto  ya  no  se  puede  hablar  de  una  tetania  estrumipríva,  sino  de 
una  tetania  paratireopriva,  y  si  hoy  ya  no  se  observa  con  tanta  frecuencia 
como  antes  la  tetania,  después  de  la  extirpación  del  bocio  se  debe  esto,  no 
á  la  conservación  de  un  resto  de  dicho  bocio,  sino  á  que  con  dicho  resto  so 
conservan  también  los  cuerpos  epiteliales,  al  mends  en  parte.  Oómo  resul- 
tado de  sus  investigaciones  anatomopatológicas  establece  el  autor,  en 
vista  de  lo  expuesto,  la  necesidad  absoluta  de  respetar  los  cuerpos  epitelia- 
les aun  en  los  casos  de  estrumectomia  unilateral,  puesto  que  ni  hay  que 
contar  con  una  hipertrofia  compensadora  de  los  cuerpos  epiteliales  que  se 
dejen,  ni  sabemos  tampoco  si  dichos  cuelrpos  habrán  sido  atrofiados  por  la 
compresión  mecánica  ejercida  por  el  bocio. 

Además,  hay  casos  en  que  los  tres  ó  quizá  los  cuatro  cuerpos  epiteliales 
están  en  un  solo  lado  del  cuello. 

Para  respetar  los  cuerpos  mencionados  en  el  acto  de  la  operación,  lo  me- 
jor de  todo  es,  según  el  estudio  anatómico  que  ha  hecho  el  autor,  respetar 
bien  el  nervio  recurrente,  porque  es  en  la  zona  de  éste  donde  se  encuen- 
tran casi  siempre  los  cuerpos  aludidos.  Para  ello  son  preferibles  los  proce- 
dimientos de  Mikulicz  (resección  cuneiforme)  y  Eocher  (resección  y  enu- 
cleación ),  que  evitan  la  zona  del  recurrente,  al  de  Billroth,  que  diseca  este 
nervio,  separando  por  lo  tanto  los  corpúsculos  epiteliales,  que  por  lo  común 
se  le  adhieren  de  un  modo  intimo. 

(  Wiener  klinieehe  Rundschau),^ R.  del  Vallb. 


199 


PERIÓDICOS 


Un  remedí»  eentra  el  célere.— Ussher  emplea  el  sulfato  de  qaiaina  contra 
el  cólera,  fundindose  en  el  hecho  obseryado  por  Koch  de  que  el  TÍbrión 
colérico  muere  á  los  diez  ó  treinta  minutos  en  una  disolución  de  quinina  al 
1  por  1.000  ó  por  2.500.  Administra  este  medicamento  i  la  dosis  de  60  cen- 
tigramos de  hora  en  hora,  hasta  que  las  deposiciones  pierden  el  carácter 
ríciforme  y  se  hacen  biliosas.  Contra  la  anuria  emplea  el  calor,  las  fric- 
ciones y  el  nitrato  amónico  al  interior.  Si  desaparece  el  pulso  de  la  radial, 
deben  hacerse  inyecciones  salinas.  Si  persiste  la  irritacióu  intestinal  des- 
pués de  hacerse  biliosas  las  deposiciones,  se  administra  una  poción  anti- 
diarréica.'  Si  continúa  la  diarrea  fétida,  se  hace  tomar  al  enfermo  cada  dos 
á  cuatro  horas  una  mezcla  á  partes  iguales  de  sulfofenato  de  zinc,  de  cal- 
cio y  de  sodio.  Oon  este  tratamiento  ha  curado  el  90  por  100  de  los  enfer- 
mos, algunos  de  ios  cuales  se  hallaban  casi  moribundos. 

(Rev.  de  ther.  medico  chirurgicale,  1  abril  1906).— F.  Toledo. 

RéginaB  allnieatlcle  en  les  eatet  de  Aleera  M  ottónage.— Mientras  t.  Leu- 
be  y  Ziemssen  recomiendan  mucha  parsimonia  en  la  alimentación  en  los 
casos  de  úlcera  reciente  del  estómago,  Lenhartz  aconseja  empezar  más 
pYonto  oon  una  alimentación  muy  nutritiva,  aunque  de  poco  volumen 
—  leche^  hueyos,  carne  raspada— á  fin  de  robustecer  el  organismo  y  de 
apresurar  la  curación. 

El  Dr.  Senator,  en  una  comunicación  hecha  en  una  de  las  últimas  sesio- 
nes de  la  Unión  médica  de  Berlín,  propoue  combinar  las  ren tajas  de  ambos 
tratamientos,  asociando  i  pequeñas  cantidades  de  albúmina  la  gelatina,  la 
grasa  y  el  azúcar.  La  gelatina  reúne  las  ventajas  de  su  gran  valor  nutriti- 
vo, fácil  digeetibilidad  y  virtud  hemostática  local ;  la  grasa  calma  la  irrita- 
ción y  obra,  por  lo  tanto,  como  sedante,  y  además,  lo  mismo  que  el  azúcar, 
neutralizando  el  ácido.  Lo  mejor  de  todo  es  administrar  en  veinticuatro 
horas  un  cocimiento  de  15  á  20  gramos  de  gelatina  blanca,  en  200  de  agua 
con  15  á  20  de  oleosacaro  de  limón,  administrando  además  medio  cuartillo 
de  nata  y  80  gramos  de  manteca,  que  se  toma  muy  bien  congelada.  Más 
tarde  se  emplean  la  leche,  los  huevos,  y  cuando  ha  transcurrido  una  semana 
después  de  una  hemorragia,  se  añade  carne  raspada.  En  lugar  del  cocimien- 
to de  gelatina  se  pueden  administrar  jaleas  de  manos  de  ternera,  de  cola 
de  pescado  ó  de  leche,  y  en  vez  de  la  manteca,  leche  de  almendras  ó  emul- 
sión de  las  mismas.  —  (Zentralblatt  fúr  innere  Mtdizin).  —  R.  dbl  Vallb. 

Nueve  signe  de  la  arlerie-eseleresis.— En  los  arterio-esclerosos,  sobre  todo 
en  los  que  padecen  insuficiencia  mitral,  cuando  se  comprime  la  arteria  ra- 
dial hasta  el  punto  de  suspender  sus  pulsaciones,  siente  en  la  palma  de  la 
manOy  al  nivel  del  arco  palmar,  un  soplo  ligero,  una  especie  de  picadura  ó 
la  sensación  del  paso  de  una  mosca.  En  los  individuos  sanos  ó  con  hiper- 
tensión vascular,  pero  sin  alteraciones  de  las  paredes  vasculares,  nada  ano- 


200 

malo  se  observa  en  el  arco  palmar.  El  Dr.  Cappiello,  que  ha  hecho  estas 
obserraciones,  cree  que  el  origen  de  dicho  signo  es  doble  y  depende  de  las 
alteraciones  yascalares  y  de  la  compresión  de  la  radial,  pnes  la  sangre,  al  no 
poder  circnlar  por  el  vaso  comprimido,  reflnye  á  la  radial.  Esta  nueva  can- 
tidad de  sangre,  agregada  i  la  que  lanza  al  mismo  vaso  el  sistole  del  ven- 
trículo izquierdo  hipertrofiado,  acelera  en  dicha  arteria  la  rapidez  de  la 
onda  sanguinea,  aumentando  asi  la  intensidad  del  roce  de  la  sangre  en  el 
arco  palmar. — (Nueva  rivüta  cliruco-terapeutica^  abril  1906). — F.  Tolsdo. 

Valer  prenóstioe  de  la  reacción  diazóiea  en  la  fiebre  tifsldea.^De  las  obser- 
vaciones hechas  por  el  Dr.  J.  B.  Rolleston  en  65  casos  de  fiebre  tifoidea,  re- 
sulta que  la  reación  diazóiea  aparece  hacia  el  cuarto  día  de  la  enfermedad,  y 
desaparece  á  fines  de  la  segunda  semana  ó  en  el  cur^o  de  la  tercera;  sólo  en 
casos  muy  graves  persiste  por  más  tiemjK).  El  hecho  de  que  sea  muy  inten- 
sa no  indica  por  si  sólo  que  la  afección  ha  de  ser  grave.  La  liéis  coincide  ó  se 
presenta  poco  después  de  la  desaparición  de  la  reacción.  Si  á  pesar  de  esto 
persisten  fenómenos  patológicos  muy 'manifiestos,  es  señal  de  que  hay  una 
infección  secundaria  ó  de  que  los  riñónos  no  son  capaces  de  eliminar  las 
substancias  diazóicas.  En  las  recidivas  y  en  las  complicaciones  ocasionadas 
por  el  bacilo  especifico,  puede  suceder  que  se  presente  de  nuevo  la  reacción 
diazóiea.  La  desaparición  brusca  de  ésta,  coincidien<^o  con  la  agravación 
del  estado  general,  es  un  mal  signo  pronóstico. — {Lancei^—Tl.  del  Yaixb. 

Bsbldas  talinat  en  la  fiebre  tifoidea.^  Uno  de  los  tratamientos  más  racio- 
nales y  eficaces  que  pueden  emplearse  contra  la  fiebre  tifoidea,  según  el 
Dr.  J.  B.  Todd,  es  la  administración  de  bebidas  salinas.  Obran  favorecien- 
do la  eliminación  de  las  bacterias  y  de  sus  toxinas,  conservando  la  compo- 
sición molecular  de  la  sangre  y  rebajando  la  temperatura.  Conservan  las 
propiedades  germicidas  del  liquido  sanguíneo,  aumentando  su  alcalinidad 
ó  bien  obrando  sobre  los  albuminatoe  del  suero.  En  la  fiebre  tifoidea  es 
preciso  prestar  una  gran  atención  al  sistema  linfático,  porque  el  resultado 
favorable  depende  de  la  actividad  fagocitaria,  para  la  que  conviene  admi- 
nistrar desde  el  principio  de  la  enfermedad  la  cantidad  necesaria  de  líqui- 
dos y  sales  alcalinas.  El  Dr.  Todd  aconseja  la  siguiente  bebida  atemperan- 
te :  60  centigramos  de  cbruro  sódico  y  80  de  bicarbonato  de  potasa,  disuel- 
toe  en  240  gramos  de  agtra,  á  cuya  disolución  se  agrega  una  cucharadita  de 
zumo  de  limón,— (l/«iica/  Becord,  14  abril  1906).— F.  Tolkdo. 


REVISTA 


DE 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


APENDICOSTOM  í A 

DOCTOR  R.  MARTIN  GIL 

4«  Mál««¿. 


Eeta  operación  la  ideó  el  Dr.  R.  W.  Weir,  de  Nueva  York,  hace 
cuatro,  años  (1),  cuando  iba  á  practicar  una  cecostomia,  y  al  encon- 
trar el  apéndice  sano  pensó  que  podia  hacer  fáciles  lavados  del  in- 
testino por  este  órgano^  evitando  las  molestias  y  lo  sucio  que  resulta 
la  existencia  de  la  operación  que  antes  se  proponía. 

No  fué,^n  verdad,  muy  reconocida  ni  apreciada  la  utilidad  de  la 
apendicostomia,  como  suele  acontecer  con  los  procedimientos  nue- 
vos, hasta  que  Mr.  C.  R.  B.  Keetley  presentó  un  importante  trabajo 
á  la  Asociación  Médica  Británica  el  año  pasado  (2),  encomiando 
sus  ventajas  y  precisando  las  indicaciones. 

Por  la  escasa  atención  que  hasta  ahora  se  le  ha  prestado,  no  pa- 
san de  una  docena  las  operaciones  que  se  conocen.  Recientemente, 
Sir  William  H.  Bennett  ha  presentado  una  ^ferma  atacada  de  co- 
litis ulcerosa  en  una  conferencia  dada  en  el  hospital  de  San  Jorge, 
de  Londres  (3),  que  operó  el  Dr.  Ewart  de  apendicostomía  con  buen 
resultado,  y  ha  descrito  el  modus  operandi  y  sus  indicaciones,  de 
las  cuales  me  voy  á  ocupar. 

La  operación  es,  en  circunstancias  normales,  de  las  más  sencillas 
que  se  practican : 

Se  hace  una  incisión,  como  de  cuatro  centímetros  de  largo,  en  la 
dirección  de  las  fibras  del  músculo  oblicuo  externo,  en  el  punto  de 

(1)  New'  York  Medieaí  Record,  agosto,  9,  1902. 

(2)  Brtl.  Méd.  Júur,,  octubre,  7, 1905. 
(8)  Thé  Lancett  febrero,  17, 1906. 

Affo  XXX.  -  Tomo  LXXII.  -  Núm.  949.  -  14  Agosto,  1906.  16 


202 


elección  para  extirpar  el  apéndice.  La  aponeurosís  y  el  tejido  mus- 
cular subyacente  se  incinden,  y  el  peritoneo  se  corta  en  la  forma 
que  de  ordinario  se  hace.  Los  bordes  de  la  herida  perítoneal  se  su- 
jetan con  pinzas  y  se  introducen  uno  ó  dos  dedos,  y  sq  atrae  fuera 
el  apéndice.  Bien  sencilla  es  la  maniobra  si  este  órgano  está  libre; 
pero  si  existen  adherencias  deben  destruirse  hasta  aislarlo  del  todo. 
Se  saca  el  apéndice  por  la  herida,  hasta  que  su  base  esté  en  con- 
tacto con  el  peritoneo  parietal,  y  se  ñja  con  un  punto  de  seda  ó  de 
catgut  delgado,  que  pase  por  el  meso- apéndice  y  los  bordes  de  la 
herida  del  peritoneo,  cuidando  que  no  se  doble  ni  se  tuerza  sobre  su 
eje.  El  punto  de  sutura  se  atará  de  modo  que  reduzca  la  abertura 
del  peritoneo. 

Si  no  es  urgente  terminar  la  operación,  la  abertura  del  apéndice 
se  deja  para  el  dia  inmediato,  y  se  fijan  dos  alfileres  de  los  llamados 
imperdibles,  que  atraviesen  po^  entre  las  capas  muscular  y  serosa, 
como  aparece  en  la  figura  adjunta;  pero  si  conviene  completarla 
operación  en  el  acto,  se  fijará  entre  el  apéndice  y  la  pared  abdo- 
minal un  punto  de  sutura  por 
cada  lado.  En  uno  y  otro  caso 
se  corta  el  apéndice  como  á 
un  centímetro  cerca  de  la  piel. 
Los  alfileres  y  los  puntos  de 
sutura  antedichos  aseguran 
que  el  muñón  apendicular  no 
se  retraiga  y  desaparezca  de 
los  bordes'de  la  herida. 
En  la  enferma  operada  por  Mr.  W.  Bwart  no  se  presentó  reacción 
alguna  ni  tuvo  dolor  en  la  herida,  y  á  los  cuatro  dias  de  operada 
no  sentía  nada  anormal  en  el  vientre.  Entonces  se  le  introdujo  una 
sonda  de  goma  blanda  por  el  apéndice  sin  dolor  alguno,  y  el  esfinter 
cecal  la  sujetaba,  de  modo  que  se  hizo  un  lavado  de  todo  el  intes- 
tino grueso  sin  que  penetrara  líquido  alguno  por  la  herida. 

Los  que  han  hecho  irrigaciones  por  heridas  de  colotomfas  O  ceco- 
tomias,  recordarán  con  disgusto  lo  sucio  de  estas  curas,  el  mal  olor 
que  exhalan  los  pobres  enfermos  y  las  irritaciones  de  la  piel,  produ- 
cidas por  el  escape  inevitable  del  contenido  intestinal.  En  la  apen- 
dicostomia  lo$)  enfermos  no  se  ensucian  durante  los  lavados,  y  se 
mantienen  limpios  con  un  simple  vendaje  abdominal  entre  las  cu- 
raciones. No  es  indiferente  también  la  ventaja  que  ofrece  la  opera- 
<;ión  de  que  me  ocupo  sobre  los  otros  métodos  mencionados,  y  es 


203 

que  la  cicatrización  de  esta  boca  adventicia  es  más  segura  y  rápida 
•que  todas  las  otras  que  se  hacen  sobre  el  inteslino.  Lo  mismo  ofrece 
ventajas  sobre  la  cecotomfa,  en  la  que  al  llegar  el  contenido  intes- 
tinal del  íleon  á  la  herida  sale  al  exterior,  evitando  la  completa  asi- 
milación de  los  alimentos,  lo  cual  es  motivo  de  mayor  debilidad  en 
estos  sujetos,  caisi  siempre  extenuados. 

Bajo  cuatro  aspectos  clínicos  puede  considerarse  al  presente  esta 
nueva  operación :  1.^  Para  facilitar  el  tratamiento  de  ciertas  enfer- 
medades del  íleon  y  del  colon.  2.^  Para  combatir  alguna  forma 
persistente  de  distensión  intestinal.  3.^  Como  un  medio  de  alimenta- 
<;ión'  artificial.  4.^  En  sustitución  de  la  cecostomía. 

En  la  colitis  mucosa,  la  disentería,  la  constipación  crónica;  en 
la  intusucesión  íleocecal,  las  ulceraciones  sifilíticas  ó  del  colon 
de  otra  índole,  será  la  apendlcostomía  de  positivos  resultados.  El 
Dr.  Ewart  ha  ideado  lavar  el  ciego  por  la  abertura  apendicular  y 
penetrar  con  una  sonda  de  caucho  por  la  válvula  íleocecal,  para 
tener  ¿cceso  al  íleon  y  establecer  un  tratamiento  local  en  la  fiebre 
entérica,  por  ejemplo.  Desde  luego  puede  reconocerse  el  ciego  dila- 
tando el  apéndice,  y  ha  ideado  que  con  un  espéculun,  forzando  el 
«sfinter  del  ciego,  se  puede  ver  el  interior  del  mismo  y  apreciar  sus 
lesiones,  lo  mismo  que  enfilar  una  sonda  por  la  válvula  íleocecal. 
Pero  la  dilatación  forzada  del  esfinter  puede  relajar  tanto  sus  fibras, 
•que  deje  de  cerrarse  y  se  produzca  la  regurgitación  del  contenido 
intestinal  por  el  muñón  del  apéndice,  cosa  que  se  debe  evitar.  De 
las  experiencias  que  ha  hecho  en  el  cadáver,  asegura  que  es  fácil 
introducir  una  sonda  curva  por  la  válvula  del  íleo,  y  las  fibras  del 
•esfinter  ceco-apendicular  son  susceptibles  de  una  considerable  dila- 
tación (1). 

Desde  luego  se  me  alcanza  que  con  una  sonda  provista  de  luz 
•eléctrica,  equivalente  al  cistoscopio,  por  ejemplo,  habrá  de  facili- 
tarse los  reconocimientos  y  las  curaciones  que  con  la  apendieosto- 
mia  se  puedan  realizar. 

En  la  constipación  crónica  es  indudable  que  la  apendícostomía 
puede  proporcionar  buenos  resultados,  porque  se  practicarán  irri- 
gaciones eficaces,  y  se  pueden  introducir  medicamentos  que  no 
atraviesen  todo  el  tubo  digestivo  y  favorezcan  la  expulsión  del  in- 
testino grueso  sin  tener  que  practicarse  una  colostomía. 


(1)  De  cien  exkmeneu poH'mortem  practicados  en  el  Hospital  de  San  Jorge^ 
«e  han  encontrado  dos  apéndices  solamente  obstruidos  por  induración,  y 
otros  dos  reducido  sn  diámetro  &  al  de  una  cerda  de  jabalí. 


204 

Después  de  algunas  operaciones  del  abdomen  se  produce  un  me- 
teorismo extraordinario,  á  causa  de  un  estado  tóxico»  que  se  asocie 
á  otra  enfermedad  aguda,  v.  gr.,  &  la  pulmonía  de  ciertos  operados. 
En  estos  casos  1&  distensión  del  tubo  digestivo  resulta  intratable» 
porque  es  una  paresia  Infecciosa  de  la  fibra  lisa  del  intestino. 

Aquí  la  apendicostomfa  tiene  preciada  indicación,  porque  sirve  el 
esflnter  cecal  de  válvula,  que  puede  dejar  pasar  los  gases,  y  con  un 
tubo  de  goma  hacer  la  succión  de  ellos.  Además,  puede  servir  para 
alimentar  artificialmente  ai  enfermo. 

En  cuanto  á  la  alimentación  por  el  apéndice,  es  indudable  que 
ofrece  ventajas  á  la  que  en  ciertos  estados  se  hace  por  el  recto,  por^ 
que  los  alimentos  se  pueden  introducir  por  una  parte  del  intestino 
que  tiene  más  eficaz  absorción  para  mantener  y  nutrir  al  enfermo. 

No  todos  los  enfermos  soportan  bien  los  alimentos  ingeridos  por 
el  recto,  echándolos  fuera  en  seguida  de  inyectados,  y  en  las  opera- 
ciones del  estómago,  en  las  gastrostomias  y  en  las  afecciones  del  pi- 
lero, que  necesitan  dejar  por  un  tiempo  determinado  en  reposo  al 
estómago,  prestará  también  esta  operación  muy  buenos  servicios. 

Por  último,  en  muchos  casos  de  colostomía  cecal  debe  empezarse 
por  practicar  una  apendicostomla,  para  hacer  lavados  del  tubo  di- 
gestivo hacia  el  íleon  y  el  colon,  que  podrán  quitar  la  oclusión  del 
intestino,  si  es  una  intusucesión.  En  todo  caso,  siempre  puede  con- 
vertirse esta  sencilla  operación  en  una  cecostomía,  haciendo  dos  in- 
cisiones á  los  lados  del  apéndice. 

Tales  son,  al  presente,  las  indicaciones  más  sencillas  que  la  apen- 
dicostomía  puede  reconocer;  el  talento  de  los  cirujanos  y  las  indi- 
caciones infinitas  que  la  práctica  enseña,  colocarán  esta  nueva 
operación  en  el  puesto  que  deba  ocupar. 

Cualquiera  que  sea  el  resultado^  aparecerá  que  un  órgano  que  en 
estos  días  casi  rutinariamente  venimos  destruyendo  por  creerlo  inú- 
til y  perjudicial,  se  presenta  ahora  con  fueros  de  permanencia,  por 
la  utilidad  que  debe  prestar  y  perlas  funciones  fisiológicas  que  se  le 
asignan,  según  acaba  de  publicar  mi  amigo  el  Dr,  Yagüe,  en  la  Re* 
vista  Ibero* Americana,  como  muy  importantes  para  la  digestión  in- 
testinal. 


"^^dfiíVtf '  •^ " 


205 


LA  "GOTA  DE  LECHE,,  DE  NAOñlO 

Y  LA  PROPAGACIÓN  DE  ESTA   INSTITUCIÓN   EN   ESPAÑA 


bforoie  leido  al  primer  GoBfnso  latenudonal  de  U  "GoU  de  Leche,, 
verificado  en  Paria  el  20  j  21  de  octabre  de  19(U> 

D.  RAFAEL  ULECIA  Y  CARDONA 

FaBd«dor  d«l  Piimsr  Cootallorlo  do  aíAot  do  pocho  «  (2oU  do  Loeht  •  do  Madrid. 


Cuando,  en  1902,  me  hicieron  miembro  de  \9.  Junta  municipal  de 
Sanidad  de  la  capital  de  España,  fui  comisionado  por  ésta  para  re- 
dactar un  informe  acerca  la  mortalidad  infantil,  en  Madrid,  sus 
causas  principales  y  medios  de  combatirla.  Di  por  terminada  mi  ta- 
rea al  leer  el  referido  trabajo  el  6  de  marzo  de  1903,  y  cuyo  resumen 
expongo  á  continuación : 

RESUMEN  de  la  merUlidad,  en  Madrid,  da  loa  aiaa  1896  á  1902 


Menos  de  un 
afio 

Delá4.iiños 
cumplidos. 

De  5  años  en 
adelante. . 

1896 

1897 

189a 

1899 

1900 

1901 

1902 

TOTAL 

4.086 

8.026 

10.990 

8.184 
2.442 
8.988 

8.484 
2.716 
9.077 

4.4¿d 
1.714 
9.666 

3.278 

8.910 

10.218 

8.780 

8.850 

10.204 

8.094 
2.884 
8.988 

25.289 
19.542 
68.076 

18  102 

14.564 

15.277 

15.868 

17.406 

17.284 

14.411 

112.90? 

Menos  de  un  año 25.289  ó  sea  22,09  por  100 

De  1  á  4  afios  cumplidos 19.542  ó  sea  17,80  por  100 

De  O  días  á  4  años  cumplidos  ...     44.881  ó  sea  89,70  por  100 


Presenté  también  el  cuadro  siguiente,  que  establece  la  diferencia 
notable  que  existe  en  el  crecimiento  de  población  de  varias  capita- 
les*  y  por  el  cual  se  ve  que  únicamente,  en  Madrid^  disminuye  el  nú- 
mero  de  habitantes  en  vez  de  aumentar. 


206 


MOVIMIENTO 
1              de 
poblaelÓB. 

CAPITALES 

POBLACIÓN 
media. 

1898  á  1902 

TOl 

1.000  ha 

Wodm<Mto« 

rAL 

bltantea. 

DtfMMeimm.  ' 

1 

Racmieatos. 

Deftuciones 

INfereiicia. 

Londres 

4.614.171 

661.281 

428.088 

4-288.148 

1      28*6 

18*8 

New- York.. 

».562.B12 

458.619 

871.297 

4-  82.822 

1     25*4 

20*8 

París 

2.511.629 

291.094 

250.788 

4-  40.241 

28*1 

19'9 

Berlín 

1.822.409 

287.^51 

159.679 

4-  78.272 

26*1 

17*5 

Viena 

1.688.409 

255.714 

166.852 

-+-  89.862 

81*2* 

20*8 

San  Peters 

burgo 

1.191.291 

161.811 

148.450 

4-  12.861 

27*0 

24'9 

Glasgow 

752.817 

121.725 

79.841 

4-  42.884 

82*8 

21'0 

Hamburgo. . 

691.657 

102.544 

60.140 

4-42.404 

296 

17'8 

Bnda-Pesth. 

684.57o' 

116.509 

72.728 

4-48.786 

84*0 

21'2 

VarBOTÍa . . . 

645.415 

128.769 

71.581 

4-  52.288 

88*8 

22'1 

Liverpool .  . 

646.096 

118.414 

79.121 

4-  84.898 

85*1 

24*4 

Bruselas .  . . 

565.708 

66.286 

46.868 

4-  19.418 

21*6 

16*6 

Manchester. 

546.919 

86.861 

61.810 

4-  25.541 

81*7 

22*4 

BirmÍDghfln. 

519.479 

86.592 

52.706 

4-  88.886 

88*8 

20'2 

MADRID.... 

515J17| 

78.261 

80.228 

—  1.962 

80*8 

81'1 

Al  Congreso  de  Deontologia  Médica^  que  se  reunió  en  Madrid  del 
3  ai  5  de  mayo  de  1903,  presentó  un  informe  referente  á.  la  mortali- 
dad  infantil,  en  el  cual  hice  ver  que  la  mortalidad  general  en  Espa» 
ña^  en  el  año  1900,  fuó  la  siguiente  : 

MartalLdad  general. 

En  invierno 154.285 

En  verano 188.774 

En  otoño 5 126.562 

En  primavera 122.145 

Mortalidad  de  loa  nlfitt  menaret  da  6  aflot. 

En  verano 68.984 

En  invierno 58.496 

En  otoño 52.542 

En  primavera 49.876 

ó  sea  un  42J3  por  LOO  de  la  mortalidad  general. 


207 

Estudiando  en  los  dos  trabajos  mencionados  las  causas  de  esta 
mortalidad  excesiva  en  España,  añrmaba  que  las  principales  son  : 
la  ignorancia  de  las  madre»,  en  cuanto  á  la  higiene  de  los  niños  se 
reflere,  y  la  falta  de  recursos  para  procurarse  buena  leche  cuando 
no  pueden  amamantar  ellas  mismas  á  sus  hijos. 

Como  medios  para  combatir  esta  terrible  mortalidad  infantil,  he 
propuesto  en  mis  escritos,  entre  otras  cosas  : 

1.®  La  creación  de  Consultorios  para  niños  de  pecho^  donde  reci* 
ban  las  madres  saludables  consejos  y  donde,  además,  se  les  facilite 
buena  leche  con  que  criar  á  sus  hijos. 

2.*  La  publicación  de  folletos  y  cartillas  con  los  preceptos  de  hi- 
giene infantil.  ^ 

3.^  La  vulgarización  de  los  conocimientos  de  higiene  privada  y  de 
higiene  pública,  mediante  conferencias  populares. 

Deseando'predicar  con  el  ejemplo,  me  entregué  con  ardor  á  una 
campaña  en  favor  de  la  primera  infancia.  En  un  principio  redacté 
una  Cartilla  de  higiene  para  las  madres^  en  la  cual  condensé,  en  for- 
ma breve  y  sencilla,  las  reglas  más  indispensables  á  que  se  han  de 
ajustar  los  cuidados  del  niño,  á  ñn  de  que  pudiera  servir  de  guia  á 
las  madres. 

Se  distribuyeron  gratuitamente  en  Madrid  60.000  ejemplares,  cos- 
teados :  10.000,  por  el  Municipio;  12.000,  por  la  Dirección  general  de 
Sanidad ;  y  el  resto,  de  mi  bolsillo  particular. 

Esta  Cartilla  obtuvo  un  éxito  extraordinario,  pues  varios  Muni- 
cipios y  ñlántropos  de  todos  puntos  de  España  hicieron  ediciones 
especiales,  y  numerosos  periódicos,  tanto  profesionales  como  politi- 
eos  y  literai^ios,  nacionales  y  extranjeros,  la  reprodujeron  integra. 

Se  puede  asegurar  que,  hasta  el  día  de  hoy,  se  habrán  impreso 
más  de  500.000  ejemplares  de  la  misma. 

No  juzgando  suñciente  esta  campaña  por  medio  de  la  pluma,  de- 
cidí crear  en  Madrid  un  Consultorio  para  niños  de  pecho,  en  unión 
con  la  Gota  dé  Leche.  Hice  participes  de  mi  proyecto  á  dos  parientes 
de  mi  esposa:  el  marqués  y  la  marquesa  de  Casa  Torre,  poseedores 
de  una  fortuna  considerable,  que  está  siempre  al  servicio  de  sus 
sentimientos  nobles  y  caritativos.  Entonces,  seguro  ya  de  que  con- 
taba con  su  protección,  me  decidí  venir  á  Francia  para  darme  bien 
cuenta  de  esta  Institución,  que,  como  sabéis,  debe  su  origen  á  nues- 
tros sabios  comprofesores  los  Dres.  Budin  y  Dufour. 

En  junio  de  1903  realicé  mi  viaje  á  Francia,  visitando  las  Gotas  de 
Leche  establecidas  en  Fécamp,"en/Rouen,  en  Versalles  y  en  [Saint- 


208 

Germain^  la  Pouponniére  de  Porchefontaine,  la  Consulta  de  niños 
de  pecho  del  Dr.  Budín  en  la  Maternidad  y  la  del  Dr.  Bresset  de  la 
calle  Oudinot,  el  Dispensario  de  Belieoille,  del  Dr.  Variot,  y,  por  úl- 
timo, pasé  &  Bélgica,  para  visitar  la  Lechería  maternal  del  Or.  Lust, 
en  Bruselas,  y  la  Gota  de  Leche  establecida  en  Hodimont  por  iní- 
ciatiya  de  M.  Cerehex. 

Con venien  cemente  informado  de  todos  ios  detalles,  tanto  científi- 
cos como  mecánicos,  de  estos  establecimientos,  volví  &  Madrid,  con- 
sagrando toda  mi  actividad  á  los  trabajos  preparatorios  para  la  ins- 
talación del  primer  Consultorio  para  niños  de  pecho  y  Gota  de  Le*  ^ 
che^  en  la  calle  de  San  Bernardo,  núm.  83. 

Mas  comprendiendo  que  esta  hermosa  Institución,  tan  humanita- 
ria y  caritativa,  tenia  necesidad  del  concurso  de  todas  las  ciases  so- 
ciales, acudí  en  un  principio  á  S.  M.  la  Reina  D.^  María  Cristina,  la 
cual  me  ofreció  al  instante  su  protección  y  aceptó  gustosa  la  presi- 
dencia de  la  Junta  de  damas  protectoras  de  la  Institución,  en  núme- 
ro de  22.  Me  dirigí  también  á  Sociedades  bancarias,  comerciales,  & 
Corporaciones  y  á  particulares,  obteniendo  en  todas  partes  muy 
buena  acogiaa. 

La  inauguración  del  Consultorio  se  verificó  el  22  de  enero  de  t904, 
con  asistencia  de  S.  M.  la  Reina,  los  Príhcipes  de  Asturias,  la  Infan- 
ta D.^  Isabel,  el  Príncipe  de  Ba viera  y  su  esposa  la  IrifantaJ).*  Paz, 
el  Excmo.  Gobernador  civil  de  la  provincia,  el  Alcalde  de  Madrid, 
los  Inspectores  de  Sanidad,  altos  dignatarios  de  la  Corte,  damas  de 
la  Nobleza,  gran  número  de  médicos,  etc.,  etc. 

El  acto  alcanzó  las  proporciones  de  un  verdadero  acontecimien- 
to; los  periódicos  literarios,  tanto  políticos  como  profesionales,  se 
ocuparon  extensamente  de  él  con  grandes  elogios. 


El  Consultorio  consta  de : 
1.®  Un  vestíbulo. 
2.^  Sala  de  juntas. 
.S.""  Antesala. 

4.^  Sala  de  pesadas,  con  balanza  de  Exupére  y  báscula. 
5.°  Sala  de  consulta. 

tí.°  Gabinete  de  esterilización,  con  aparato  Hignette  para  I.OüO  bi- 
berones. 
7.^  Salapara  llenar  ios  biberones,  con  aparato  auto-stop  de  Copin. 


209 

8.^  Sala  para  la  limpieza  de  los  biberones^  operación  que  se  hace 
con  el  aparato  giratorio  de  Laune,  de  París. 

9.^  Gabinete  para  la  distribución  de  los  biberones  en  cestillos  de 
alambre. 

10.  Una  habitación  con  armarios  para  envolturas  y  vestidos  de 
niños.  ^ 

11.  Habitaciones  de  la  Gerente  y  del  personal  del  Consultorio.        ^ 

12.  Cuarto-almacén  ó  depósito  de  biberones,  de  harinas^  de  medi- 
camentos, etc. 


Los  trabajos  del  Consultorio  están  distribuidos  de  la  siguiente  ma- 
nera : 

Lunes,  —  A  las  nueve  se  recibe  á  las  madres  pobres  que  van  en 
busca  sólo  de  consejos  para  criar  á  los  niños,  ya  al  pecho,  ya  con 
biberón.  Esta  consulta  dura  hasta  la  una  y  está  á  mi  cargo. 

Una  vez  pesados  los  niños,  son  éstos  llevados  á  la  sala  de  consul- 
ta, y  todas  las  mujeres  escuchan  las  observaciones  que  les  hago  se- 
gún los  diíeren  tes  casos  particulares. 

Miércoles.'-'Se  recibe  á  las  madres  inscritas  en  la  Gota  de  Leche; 
es  decir,  á  las  que'  utilizan  para  la  lactancia  de  sus  hijos  la  leche 
esterilizada  de  la  Consulta. 

'  También  estoy  yo  encargado  este  dia  de  la  consulta,  ayudado  por 
el  Dr.  D.  Jesús  Sarabia,  pediatra  distinguido,  el  cual  examina  al 
niño  en  casos  de  enfermedad  y  prescribe  la  medicación  conveniente. 

Jueves. — Es  el  dia  que  se  recibe  á  las  madres  de  la  clase  rica^  que 
vienen  únicamente  en  busca  de  consejos,  ó  que  en  la  Gota  de  Leche 
forman  la  primera  categoría,  esto  es,  pagan  una  peseta  diaria. 
Siempre  está  muy  concurrida  esta  consulta,  desempeñada  por  el  re- 
nombrado pediatra  el  Dr.  Jules  Robert. 

Las  señoras  dan,  como  limosna,  lo  que  quieren  para  la  caja  del 
Consultorio. 

Además,  el  martes,  jueves  y  sábado,  hay  consulta  para  niños  en-- 
termos^  de  la  cual  están  encargados :  de  las  enfermedades  de  los 
ojos,  la  Dra.  Arroyo;  garganta,  nariz  y  oídos,  el  Or.  Rueda;  cirugía 
general,  el  Dr.  Pérez  Ortiz;  medicina  general,  los  Dres.  Benítez,  Sa- 
rabia y  Tolosa  Latour. 

Las  categorías  establecidas  en  la  Sección  Gota  de  Leche  son  : 

1.*  Los  ricos; 

2.*^  Laclase  media; 


210 

3.^  La  elase  obrera; 

4.^  Los  pobres. 

La  primera,  paga  por  su  ración  diaria  de  leche  uña  peseta. 

La  segunda,  (>5  céntimos. 

La  tercera,  30  céntimos. 

La  cuarta  recibe  ia  leche  mediante  Bonos  que  se  obtienen  por  tres 
pesetas,  y  que  son  valederos  por  treinta  y  un  dfa. 

A  las  madres  de  la  tercera  y  cuarta  categorías  inscriptas  en  la 
Gota  de  Leche  se  les  suministra  además,  gratuitamente^  harinas  para 
hacer  sopas,  jugos  de  carne  (á  las  de  lactancia  mixta),  medicamen- 
tos, etc.,  y  á  las  que  cumplen  bien  sus  deberes  maternos,  con  más 
celo,  se  las  recompensa  con  envolturas,  vestidos,  etc.,  para  los 
niños. 

La  idea  de  establecer  la  consulta  especial  del  jueces  ha  sido  para 
hacer  acudir  á  la  consulta  á  las  madres  ricas,. á  ñn  de  que  éstas» 
recibiendo  consejos  higiénicos,  y  al  ver  por  experiencia  los  buenoa 
resultados  obtenidos,  se  conviertan  en  fervientes  propagandistas  de 
nuestra  Institución,  contribuyendo  asi  á  aumentar  el  número  de 
suscriptores  para  el  sostenimiento  de  la  fundación.  Y  asi  es,  en  efec- 
to, lo  que  ocurre. 


Nuestra  estadística,  aunque  no  es  muy  extraordinaria,  acusa,  sin 
embargo,  una  cifra  ya  algo  respetable. 

Desde  la  inauguración  del  Consultorio  {22  de  enero  de  1904),  hasta 
el  30  de  septiembre  de  1905,  hubo  el  siguiente  número  de  inscrip- 
ciones : 

A  la  Consulta  del  lunes 449 

—  —      del  miércoles 258 

—  —      del  jueves 449 


Lo  que  hace  un  total  de 1 .151 

La  clase  de  lactancia  ha  sido: 

!  Lactancia  al  pecho 88  por  100 
—       mixta 86      — 
—       con  biberón ....     25      — 


Jueves  (clase  rica).  ■ . 


Lactancia  al  pecho 66  Vi  po'  1^0 

—       mixta 24         — 

I        —       con  biberón 9  Vs     — 


211 

A  la  Gota  de  Leche  del  miércoles  acudieron  255  niños,  alimen- 
tados con: 

Lactancia  materna 6 

—  mixta 111 

—  con  biberón , 127 

Total 244 

Las  que  por  diversos  motivos  no  tomaron  lecbe«  fueron  11. 

Como  se  ve  por  esta  estadística,  las  madres  madrileñas  tienen 
una  predilección  marcada  por  la  lactancia  materna  ó  la  lactancia 
mixta;  no. recurren  á  la  lactancia  artificial  sino  en  casos  de  absotu- 
ta  necesidad. 

El  entusiasmo  despertado  en  Bspaña  en  favor  de  las  Gotae  de  L«- 
che  es  tan  grande,  que  ya  varias  poblaciones  importantes  poseen 
establecimientos  de  esta  clase;  por  ejemplo : 

Barcelona, 

Bilbao, 

San  Sebastián, 

Logroño. 

Allí  donde  no  fué  posible  crear  esta  clase  de  establecimientos,  se 
han  fundado  Consultas  para  niños  de  pecho;  por  ejemplo  : 

En  Tortosa, 

En  Pamplona, 

En  Valencia. 

Además,  se  han  emprendido  trabajos  preparatorios  para  estable- 
cerlas en  : 

Zaragoza, 

Mahón, 

Vitoria. 

*  • 

Aunque  el  número  de  los  niños  criados  con  biberón  sea  muy  infe- 
rior al  de  los  lactados  por  sus  madres  ó  criados  con  lactancia  mix- 
ta, la  mortalidad  infantil  en  Madrid  es  verdaderamente  aterrado- 
ra, como  vemos  por  los  resúmenes  expuestos  al  comienzo  de  este 
informe.  Esto  demuestra  que  una  de  las  principales  causas,  si  no  la 
primera,  de  dicha  mortalidad,  consiste  en  la  ignorancia  de  las  ma- 
dres.  Convencido  de  la  certeza  de  esta  afirmación,  proclamo  la  ne- 
cesidad, ante  todo  y  sobre  todo,  de  propagar  la  creación  de  Cónsul' 
torios  de  niños  de  pecho^  escuelas  educadoras  para  las  madres,  don- 
de éstas  aprenden  el  arte  de  criar  bien  á  sus  hijos,  no  sólo  en  el  pe- 
ríodo de  la  lactancia,  sino  también  durante  los  primeros  años  de  la 


212 

vida  del  niño.  Pero  como  todas  las  madres  no  pueden  laetv  &  sus 
hijos,  y  como,  además,  la  falta  de  recursos' no  les  permite  tener  una 
nodriza  ni  criar  á  sus  hijos  con  biberón,  conviene  fundar,  como 
anejo  á  estos  Consultorios,  Gotas  de  Leche^  á  fin  de  suministrarlasHe- 
che  de  excelente  calidad  y  á  precio  al  alcance  de  todas  las  fortunas. 

Nadie  podrá  negar  qué  suministrando  leche  de  buena  caljdad  se 
llega  á  disminuir  la  mortalidad  infantil;  pero  yo  creo  firmemente 
que  esta  disminución  representaría  una  cifra  insignificante.  En  mi 
humilde  opinión,  lo  esencial,  lo  que  ejerceria  una  influencia  verda- 
deramente notable,  seria  la  educación  de  las  madres  y  de  las  nodri- 
zas respecto  á  la  higiene  infantil,  po^  medio  de  una  campaña  muy 
activa  sobre  todo  en  favor  de  la  lactancia  materna^  á  fin  de  au* 
mentar  el  número  de  las  madres  que  amamanten  ellas  ^nismas  á  sus 
hijos,  siguiendo  un  buen  método  en  armonía  con  las  reglas  de  hi- 
giene establecidas  por  la  ciencia. 

Para  demostrar  de  una  manera  evidente,  de  modo  que  no  quedé^ 
ninguna  duda  acerca  de  lo  que  acabo  de  decir,  voy  á  exponer,  aho- 
ra, los  resultados  obtenidos  en  la  Inclusa  de  Tortosa,  ciudad  espa- 
ñola de  la  provincia  de  Tarragona,  en  Cataluña. 

El  director  de  este  establecimiento,  que  hace  veinticinco  años  lo 
es  el  Dr.  Vilá,  ha  tenido  la  feliz  idea  de  poner  en  práctica,  durante 
el  año  1904,  las  reglas  formuladas  en  mi  Cartilla  de  higiene  para  las 
madree  (1). 

Comparando  la  estadística  del  referido  año  1904  con  la  de  los  vein- 
ticuatro años  precedentes,  he  aquí  lo  que  resulta : 

Estadística  hecha  en  la  Casa  provincial  de  Caridad  de  Tcrtota 
(Dcpartancnto-inclusa)  en  los  26  últimos  aSos. 


RESIDENCIA 


En  el  Establecimiento. 

En  el  campo 

Total 


ANTES 


S 


564 
807 


1871 


380 
824 
704 


67^8 
40'04 


51'0 


DESPUÉS 


i3 


88 
188 
216 


21 
17 


11 


24'0 
85*1 


17'5 


TOTAL 


647 
940 


1587 


401 

8n 


742 


8| 

ú 


62*1 
86»2 


467 


(1)  Véase  la  CUnique  infantiU  (Journ.  de  méd.  de  Tenfance^  núm.  18,  15 
septiembre  1904)  y  el  Progré*  Medical,  núm.  87, 12  septiembre  1906. 


^. , 


218 


1 

JUICIO 
1                   tvOCÁ 

¡ 

KNTBBOCOims 

ATBKPSU 

TOTAL 

1 

i 

1 

■3 

á 

i 

4 
1" 

1 

-3 

1  ^ 

Antes * 

88 

427 

14 

757 

S2l 

n 

567 
10'8 

748 
23 

132'0 
27'8 

119'Olj 

DeBpnéa  ...  * 

* 
Total 

1 

647 

441      68'1  1 

1 

5ro 

771 

Sí>mejante  éKilo,  confirma  mi  persuasión  de  que  para  restolver 
victonosameDte  el  grave  problema  ¡le  la  mortalidad  infariiil  es  com- 
pletamente necesario  é  indispensable  ! 

I.*'  Propagar  la  creación  á^  Consuiiarios  de  niño^  de  pecho,  diri- 
gidos por  médicos  competentes. 

2.^  Fundar,  como  anejo  á  cada  consulta,  uuRGota  de  Leche^  A  ñn 
de  suministrar  buena  leche,  ya  cruda,  hervida  y  pasleurizada,  ma- 
te rn  izad  a  ó  esterilizada,  á  las  madres  que  no  pueden  amaníantar  á 
«US  hijos. 

3."  Divulgar  por  medio  de  conferencias  populares,  de  folleto*?  ó  de 
opúsculos,  ó  por  intermedio  de  la  Prensa,  los  conocimientos  genera- 
les de  higiene,  y  muy  particularmente  loí5  qtie  tratan  de  higiene  de 
la  primera  infancia. 

REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIRNllFlCAS 

REAL    ACADEMIA     DE    MEDICINA    üE    MADRID 
Seíión  dfl  dia  16  de  Jnniü  de  íBOS, 

EAtádJslíca  sinitaria  del  ejército  español.  —  El  Dr.  Larra  hace  uso  de  la 
palabra  pam  exporipr  alíTUM»?  conaideríicinnes  aci^rca  de  la  estsidi&tica  sa- 
Dltaris  del  ejército  espaQrd  íti  r.Kl4,  estadísticas  qne  &e  hacen  cq  España 
con  arreglo  á  un  couTeaiD  iiitertiftciorial,  siendo  ó?ta  de  qiií'  se  trata,  muy 
t<atÍ9factr7ria  eomparadü  con  la  de  otros  a5os. 

Man  i  ti  estaque  desde  VM\\  la  mortalidad  va  di^minuveQdo,  puoatnqueaa 


"1. 


214 

dicho  afio  estaro  representada  por  un  6  y  pico  por  1.000;  en  1902  descendió 
á  poco  más  de  un  5,  y  en  1908  á  3*80  y  tantos  por  1.000,  habiendo  snbido 
algo  en  1904  como  consecuencia  de  nuestras  campañas  coloniales: 

Compara  despnés  el  estado  sanitario  de  nuestro  ejército  con  el  de  otras 
naciones,  complaciéndose  en  decir  que  el  estado  de  nuestro  ejército  es  sa- 
tisfactorio, pues  que  mientras  nosotros  hemos  pasado  poco  de  una  mortali- 
dad de  poco  más  de  4  por  1.000  en  1904,  en  el  ejército  de  tierra  de  los  Esta- 
dos Unidos  fué  de  un  6*75  por  1.000  y  en  las  tropas  de  mar  un  6  por  1.000 
en  el  mismo  afio. 

Afirma  que  en  casi  to^os  los  distritos  de  la  península  ha  descendido  la 
mortalidad^  encontrándose  solamente  en  Melilla  en  una  proporción  de  10 
por  1.000  á  causa  de  una  epidemia  palúdica. 

En  cuanto  á  la  mortalidad  en  los  diferentes  meses  del  a&o  á  que  venia 
refiriéndose,  dice  que  el  más  favorable  fué  el  de  noviembre,  en  que  aqué- 
lla sólo  estuvo  representada  por  24  centésimas  por  1.000,  y  el  más  desfavora- 
ble el  mes  de  abril,  en  que  la  proporción  llegó  á  50  centésimas,  relacionan* 
do  esto  con  las  malas  condiciones  en  que  se  encuentra  el  recluta  por  ser  la 
época  de  incorporación  á  las  filas,  lo  que  trae  consigo  cambio  de  régimen, 
alimentación  y  aun  aclimatación  por  pasar  de  unas  á  otras  regiones  de  la 
península,  ocurriendo  lo  mismo  en  todas  partes. 

Las  enfermedades  que  en  dicho  afio  habían  dado  mayor  contingente  hos- 
pitalario fueron  las  dermatosis,  bronquitis,  chancro  blando,  sífilis  y  tuber- 
culosis. 

Las  enfermedades  que  diezman  á  nuestros  soldados  son :  el  tifus,  la  fie- 
bre tifoidea  y  la  tuberculosis,  y  que  aun  cuando  es  un  obstáculo  en  este 
sentido  nuestro  vigente  reglamento  de  exenciones,  se  va  consiguiendo  algo* 
y  espera  que  se  llegará  á  una  cifra  reducida  de  mortalidad  por  tubercu- 
losis. 

Actualmente  ha  leído  un  trabajo  de  un  médico  militar  francés  en  que 
se  ocupa  de  los  déiiles  en  aquel  ejército,  en  el  que  se  aprecian  las  mismas 
deficiencias. 

En  cuanto  al  tifus  y  á  la  fiebre  tifoidea,  hace  algunos  afios  causaba  en 
España  menos  estragos  que  en  Italia  y  en  Francia,  pero  que  en  estos  países 
se  han  tomado  precauciones  que  han  hecho  disminuir  allí  esta  enfermedad, 
y  que  si  en  nuestro  ejército  se  ha  logrado,  como  queda  dicho,  disminuir  la 
morbosidad  y  mortalidad  de  otras  enfermedades,  no  puede  decirse  lo  mis- 
mo respecto  á  la  fiebre  tifoidea,  porque  no-es  posible  impedir  que  los  solda- 
dos la  contraigan  fuera  del  cuartel,  y  que  asi  la  mortalidad  por  dicha  en- 
fermedad hay  que  achacarla  á  las  malas  condiciones  higiénicas  de  la  po- 
blación civil. 

En  dicho  afio  1904  no  murió  ningún  soldado  por  difteria,  y  de  viruela 
sólo  falleció  uno. 

En  cuanto  á  las  dem^s  enfermedades  epidémicas,  apenas  han  producido 
mortalidad,  siendo  de  notar  que  aun  cuando  el  tifus  exantemático  castigó 
á  algunas  poblaciones  de  España,  el  ejército  sólo  perdió  dos  hombres  por 
dicha  enfermedad. 

En  cuanto  á  los  éxitos  de  la  vacunación  en  el  ejército,  ocupamos  el  se- 
gundo lugar  entre  las  naciones  europeas,  puesto  que  sólo  nos  supera  Ale- 


215 

inania,  lo  enal  constituye  una  honra  para  el  Instituto  de  Sanidad  militar. 

No  se  había  presentado  en  el  ejército  ni  an  sólo  caso  de  tracoma. 

En  cnanto  al  snicidio,  está  en  nuestro  ejército  en  menor  proporción  que 
en  los  demis,  lo  que  demaestra  que  en  Espafia  el  servicio  militar  no  es  tan 
penoso  y  duro  como  en  otras  naciones,  especialmente  en  Alemania,  que 
tiene  fama  de  ser  el  pueblo  que  peor  trata  á  sus  soldados,  por  cuya  razón 
allí  el  suicidio  en  1904  alcanzó  una  proporción  de  42  centésimas  por  1.000, 
mientras  que  en  nuestra  patria,  en  igual  afio,  estuTO  representado  por  14 
centésimas. 

Termina  el  6r.  Larra  afirmando  que  el  ejército  que  tiene  una  proporción 
más  faTorable  de  mortalidad  es  el  espafiol. 

Supuesta  incompatibilidad  deles oalomelanos.— El  Dr.  Rodríguez  Carracido 
recuerda  lo  que  se  ensefiaba,  en  su  época  de  estudiante,  respecto  á  la  in- 
C9mpatibilídad  de  los  calomelanos  y  del  cloruro  sódico,  creyendo  que  aquél 
se  convertía  con  facilidad  en  cloruro  mercúrico;  concepto  que  le  parece  «^ 
siempre  absurdo,  desde  el  punto  de  vista  de  las  teorías  químicas  reinantes 
á  la  sazón,  y  teniendo  en  cuenta  además  que  el  organismo  contiene  ploruro 
de  sodio,  y  ácido  clorhídrico  el  jugo  gástrico. 

Alade  á  las  teorías  de  los  equilibrios  químicos  y  de  las  reacciones  par 
cíales  ó  limitadas,  y  da  lectura  á  párrafos  de  una  obra  en  que  se  sostiene 
la  incompatibilidad  de  los  calomelanos  y  del  cloruro  sódico,  y  de  otra  en 
que  se  asegura  que  la  formación  del  sublimado,  ni  es  tan  segura  ni  de  pro- 
porciones que  inspiren  grandes  temores. 

Partiendo  del  hecho,  por  todos  admitido,  de  que  el  amoniaco  produce 
un  precipitado  blanco  en  las  soluciones  de  cloruro  mercúrico,  da  noticia 
de  las  investigaciones  que  ha  realizado  en  su  laboratorio  de  química,  lle- 
gando á  demostrar  el  cloruro  mercúrico  en  la  proporción  de  1  por  40.000 
<un  gramo  de  sublimado  por  40  litros  de  agua),  formándose  un  anillo 
blanco;  y  habiéndose  puesto  cloruro  mercúrico,  sin  nada  de  magnesia,  no 
ha  habido  reacción  si  no  se  hacía  la  concentración  al  décimo,  ó  sea  en  la 
proporción  de  1  por  20.000,  en  que  se  ha  presentado  un  anillo  blanco. 

El  Dr.  Oarracido  afiade,  como  resultado  de  sus  investigaciones,  que 
puestas  en  contacto  las  soluciones  de  cloruro  sódico  con  calomelanos,  hay 
producción  de  cloruro  mercúrico,  pero  en  proporciones  infinitesimales,  que 
no  pueden  ocasionar  efectos  tóxicos;  que  empleando  un  protoplasma  rico 
en  oxidasa,  como  la  parte  más  extrema  de  la  patata,  se  forma  igualmente 
cloruro  mercúrico  en  cortas  proporciones,  y  que,  por  lo  tanto,  sin  y  con 
protoplasma,  la  mezcla  de  cloruro  mercnrioso  y  de  cloruro  sódico  produce 
cloruro  mercúrico,  pero  en  proporciones  que  no  son  tóxicas. 

Respecto  al  ácido  clorhídrico,  su  acción  es  análoga  á  la  del  cloruro  só  • 
dico,  formándose  cloruro  mercúrico  en  contacto  con  los  calomelanos,  pero 
en  cantidades  muy  inferiores  á  las  de  las  dosis  tóxicas. 

Estudiando  la  acción  de  los  calomelanos  y  del  cloruro  sódico,  cuando  pe- 
netran en  el  intestino  delgado,  sostiene  que  el  cloruro  mercúrico  que  se 
forma  excita  la  secreción  de  la  bilis,  en  tanto  qae  los  calomelanos  estimu- 
lan la  excreción  y  obran  como  purgante;  que  para  determinar  ambos  efec- 
tos, será  preciso  asociar  el  cloruro  sódico  á  los  calomelanos ;  que  el  cloruro 
mercúrico  es  estimulante  de  las  acciones  oxidantes  de  las  cimasas,  si  ac- 


216 

túa  en  cantidades  may  peqnefias  ó  fraecipnes  de  gota,  sucediendo  lo  con- 
trario si  obra  en  mayores  cantidades,  pues  en  tal  caso  ya.no  será  estimu- 
lante de  las  oxidasas,  como  sucedía  con  las  pequefias  proporciones. 

El  Dr.  Puerta  interyiene  en  el  debate,  y  dice  .que  se  proponía  hacer  al- 
gunas obserTaciones  á  la  interesante  comunicación  del  Dr.  Carracido, 
aunque  no  estaba  preparado  con  trabajos  de  laboratorio,  que  es  como  se 
resuelTcn  estas  cuestionen  prácticas. 

La  molécula  de  cloruro  mercurioso  es  poco  estable,  y  fácilmente  se  al- 
tera por  varias  acciones.  Por  la  luz  se  reduce  á  mercurio  metálico,  formán- 
dose cierta  cantidad  de  cloruro  mercúrico ;  por  la  acción  del  calor  también 
sufre  disociación,  y  en  contacto  del  ag^a  caliente  se  altera  igualmente. 

Por  la  acción  de  los  cloruros  alcalinos,  especialmente  el  cloruro  amónico, 
se  couTierte,  en  parte,  en  cloruro  mercúrico,  é  igual  transformación  expe- 
rimenta por  el  ácido  clorhídrico. 

El  ácido  cianhídrico,  aunque  esté  diluido,  forma  con  los  calomelanos  sal 
mercúrica,  y  de  aquí  la  incompatibilidad  señalada  por  todos  los  autores  en 
la  asociación  de  calomelanos  con  el  looc  blanco  y  agua  de  laurel  cerezo, 
por  la  mínima  cantidad  que  estos  medicamentos  contienen  de  ácido  prú- 
sico, observándose,  al  hacer  la  mezcla,  que  aparece  un  polvillo  gris  de 
mercurio  reducido. 

Además  de  éstas,  señalan  los  autores  la  incompatibilidad  de  los  calome- 
lanos con  los  álcalis,  carbonatos  alcalinos,  bromaros  y  yoduros,  que  produ- 
cen descomposición  manifiesta,  por  lo,  cual  no  creo  necesario,  dice,  ocu- 
parme de  ellas.  También  se  indica  la  incompatibilidad  con  el  azúcar  y  las 
materias  albuminóideas  en  presencia  de  la  humedad,  y  sobre  todo  recuerda 
que  hace  años  examinó  unas  pastillas  de  calomelanos  y  contenían  indicios 
de  cloruro  mercúrico,  que  se  reveló  por  el  reactivo  hidrógeno  sulfurado, 
que  es  muy  sensible. 

El  caso  concreto  expuesto  por  el  8r;  Carracido,  de  la  transformación 
parcial  del  cloruro  mercurioso  en  mercúrico,  por  la  acción  del  cloruro  de 
sodio,  la  citan  todos  los  autores,  y  él  mismo  nos  ha  dicho  que  la  ha  com- 
probado; pero  como  la  cantidad  de  cloruro  mercúrico  que  se  forma  es  tan 
pequeña,  cree  que  no  hay  que  temer  sus  efectos  tóxicos.  En  estas  acciones 
debe  tenerse  en  cuenta  que  la  solución  de  cloruro  de  sodio  disuelve  algo  de 
X  cloruro  mercurioso,  como  disuelve  también  al  cloruro  de  plata. 

Por  fin,  en  los  líquidos  del  organismo  existe  cloruro  de  sodio,  y  en  el  es- 
tómago pequeña  cantidad  de  ácido  clorhídrico,  por  lo  cual  en  la  ingestión 
de  los  calomelanos  debe  formarse  algo  de  cloruro  mercúrico,  cnya  mínima 
cantidad  no  produce  efectos  tóxicos,  habiendo  quien  cree  que  la  acción  te- 
rapéutica del  cloruro  mercurioso  es  precisamente  debida  á  la  corta  canti- 
dad de  cloruro  mercúrico  que  se  forma,  no  tan  sólo  por  la  acción «^de  los 
cloruros,  sino  también  por  las  materias  albuminóideas  del  organismo. 

El  Dr.  Codina  manifiesta  que,  aun  cuando  tal  vez  pareciera  raro  á  la  Aca- 
demia que  pidiera  la  palabra  para  intervenir  en  un  asunto  que  parecía  ee- 
pecializado  por  la  Química,  era  tal,  á  su  modo  de  ver,  el  interés  qu^ desper- 
taba la  comunicación  presentada  por  el  Dr.  Oarracido,  y  tenía  consecuen- 
cias de  tan  grande  importancia  para  las  aplicaciones  médicas  y  para  el  ejer- 
cicio profesional,  que  le  parecía  que,  aun  siendo  el  último  de  los  médicos 


217 

qae  se  honraba  sentándqae  en  los  esoafios  de  la  Corporación,  podia  ha- 
blar de  nn  asunto  de  este  género,  por  entender  qne  no  debían  pasar  en  si- 
lencio dicha  comunicación  los  médicos  que,  como  él,  se  ocnpan  diariamente 
en  el  ejercicio  profesional. 

Qne  después  de  estas  palabras  de  disculpa,  las  primeras  qne  había  de 
pronunciar  las  dedicaba  á  felicitar  de  todo  corazón,  y  con  verdadero  entn- 
BÍasmo,  al  Dr.  Carracido,  por  creer  qne  estos  son  los  trabajos  qne^  más  in- 
teresan á  todas  las  Academias,  pnesto  que  se  trata  de  pruebas  de  hechos 
contrarios  á  las  doctrinas  aceptadas  en  Medicina,  por  lo  que  entendía  que 
era  de  la  mayor  importancia  ahondar  en  esta  clase  de  investigaciones,  y 
qne,  merced  á  las  que  el  Dr.  Carracido  había  efectuado,  se  contaba  con  un 
medio  más  sensible  para  la  determinación  cuantitativa  del  cloruro  mercú- 
rico en  una  solución,  puesto  qne  llegó  á  determinar  el  1  por  40.000. 

Con  gran  oportunidad  había  manifestado  el  Dr.  Carracido  que  quería  dar 
á  sus  investigaciones  la  mayor  analogía  posible  con  lo  que  puede  ocurrir  en 
el  interior  del  organismo  humano,  y  esto  le  había  hecho  pensar  en  que  tal 
vez  podrían  llevarse  más  allá  las  investigaciones,  puesto  que,  si  bien  las 
consecuencias  de  estos  experimentos  se  desprenden  con  toda  lógica,  le  pa- 
recía que  habían  de  encontrar  dificultades  en  la  práctica  médica  por  las 
arraigadas  tradiciones  que  existen,  fundamentadas  ó  falsas,  en  cuanto  á  la 
combinación  del  cloruro  sódico  con  los  calomelanos. 

Estimaba  que  el  problema  se  había  planteado  por  el  Dr.  Carracido  en 
condiciones  demasiado  químicas,  pareciéndole  qne  no  estaría  demás  que  se 
hicieran  las  experiencias,  no  con  cuerpos  puros  como  los  empleados  por  el 
Dr.  Rodríguez  Carracido,  sino  con  cloruro  sódico  impuro,  como  el  que  ge- 
neralmente se  emplea  en  la  práctica  usual.  Además,  señala  el  Dr.  Co- 
dina  la  necesidad  de  que  se  completara  la  investigación  añadiendo  á  las 
substancias  experimentadas  los  fermentos  digestivos  y,  sobre  todo,  acu- 
diendo á  la  experimentación  fisiológica  ó  animal,  á  la  experimentación  in 
vivo,  única  forma  de  que  las  conclusiones  que  se  dedujeran  pudieran  acep- 
tarse en  el  ejercicio  práctico  de  la  Medicina  sin  dudas  ni  temores,  sino  con 
resolución  y  confianza. 


PERIÓDICOS 


Abtoeto  meníngeo  oonseoutivo  á  una  otitis  media  snpnrada.  —  En  la  Oaeeta 
Médica  del  Norte^  publica  el  Dr.  Aparicio  el  caso  siguiente,  relativo  á  una 
nifia  de  once  años  de  edad,  natural  de  Madrid,  de  temperamento  linfático 
y  sin  antecedentes  hereditarios. 

Como  historia  personal  patológica,  sólo  aporta  la  otorrea  crónica  (siete 
afioe  de  fecha),  que  parece  ser  la  causa  del  presente  estado  patológico.  La 
otorrea  dicha  ha  seguido  en  este  lapso  de  tiempo  el  curso  propio  de  este  gé- 
nero de  efectos;  es  decir,  que  han  alternado  las  remitencias  y  agravacio- 
nes; afirmando  la  madre  que  en  las  épocas  de  casi  supresión  del  flujo  pu- 
rulento, la  nifia  se  encontraba  peor.  Desde  hace  diez  días  la  supuración  es 

17 


218 

mny  escasa,  pero  los  dolores  de  oídos  con  irradiación  á  toda  la  cabeza  son 
tan  intensos,  que  han  hecho  perder  el  ape,tito,  produciendo  náuseas  y  aun 
algún  YÓmiio.  La  fiebre  es  de  40°,  el  pulso  frecuente  y  pequefio.  La  marcha 
insegura,  difícil.  La  inteligencia  está  íntegra  y  en  la  motilidad  y  sensibi- 
lidad generales  no  se  nota  nada  de  anormal,  aun  cuando  la  marcha  parece 
algo  difícil ;  sin  duda  obedece  al  estado  febril  y  de  debilidad  en  que  se  en- 
cuentra la  niña.  El  examen  de  la  región  mastoidea  no  revela  otra  cosa 
que  un  vivo  dolor  en  la  parte  correspondiente  al  antro  mastoideo  y  una 
muy  ligera  tumefacción  y  enrojecimiento  de  la  piel. 

En  vista  de  lo  expuesto,  diagnosticó  mastoiditis  consecutiva  á  la  oti- 
tis crónica,  sin  afirmar  la  existencia  de  absceso  purulento  en  los  sitios  clá- 
sicos, es  decir,  meninges,  cerebro  y  cerebelo,  por  cuanto,  como  queda  di- 
cho, no  existia  síntoma  alguno  de  foco. 

Acordó  practicar  inmediatamente  la  trepanación  mastoidea.  Afeitada  la 
cabeza  y  aseptizada  convenientemente,  trazó  una  incisión  horizontal  como 
de  4  centímetros,  dirigida  hacia  atrás  y  cuyo  punto  de  partida  era  la  parte 
más  alta  del  surco  retro- auricular  derecho.  A  pocos  milímetros  de  éste 
trazó  una  incisión,  que  comenzando  en  el  punto  de  partida  del  anterior, 
termina  en  el  vértice  de  la  apófisis  mastoidea.  Trazado  este  colgajo  angu- 
lar con  el  perióstomo,  desprendió  todos  los  tejidos  blandos,  periósteo  in- 
clusive, dejando  al  descubierto  toda  la  apófisis  mastoidea  y  parte  ósea  del 
conducto  auditivo  externo.  Con  el  escoplo  y  martillo  levantó  el  cuadrado 
clásico  en  la  trepanación  de  la  mastoidea,  esto  es,  lado  interno  á  4  milí- 
metros de  la  pared  posterior  del  conducto;  lado  superior  formando  ángulo 
con  el  precedente  y  á  nivel  de  la  espina  de  Henlle  paralelo  á  la  línea  su-r 
pramastoidea;  lado  externo  paralelo  al  interno  y  lado  inferior  paralelo  al 
superior :  las  dimensiones  del  cuadrado  eran  próximamente  de  6  milíme- 
tros de  lado. 

El  efecto  operatorio  inmediato  fué  curioso ;  en  seguida  que  se  levantó  la 
capa  ósea  superficial  de  la  apófisis  empezó  á  fluir  á  oleadas  isócronas  con 
el  pulso  un  pus  amarillo,  sanguinolento,  botante  fétido  y  en  cantidad  de 
25  gramos  próximamente. 

Terminada  la  excavación  y  puesto  el  antro  al  descubierto,  sondó  muy 
suavemente  con  un  estilete,  penetrando  en  la  fosa  cerebral  media,  como  á 
unos  4  centímetros  próximamente.  Ni  antes  ni  después  del  sondaje  salió 
substancia  alguna  que  tuviera  parecido  con  la  cerebral.  Con  la  cucharilla 
de  Vokman,  raspó  bien  las  células  mastoideas  y  algo  de  la  caja,  sacando 
bastantes  fungosidades,  terminando  la  limpieza  con  abundante  irrigación 
de  la  solución  acuosa  ^e  cloruro  de  zinc  al  1  por  100.  Gomo  el  agua  salía  y 
entraba  bieo,  tanto  por  el  antro  como  por  el  conducto  auditivo  externo, 
no  pasó  á  practicar  la  operación  de  Stacke.  Con  gasa  yodofórmica  se  tapo- 
nó el  antro  y  conducto  auditivo.  No  se  hizo  sutura  alguna. 

Al  día  siguiente  de  la  operación  (26),  descendió  la  fiebre  para  no  volver 
más;  desaparecieron  los  dolores,  se  reanimó  la  niña  y  empezó  á  nutrirse, 
saliendo  casi  curada  y  sin  experimentar  contratiempo  alguno,  al  cabo  de 
mes  y  medio.  Quedando  una  exudación  muy  escasa,  serosa  más  bien  que 
purulenta,  continuó  asistiendo  al  consultorio  de  nifios,  en  donde  completó 
su  curación. 


219 

El  presente  cafio  pone  de  maniñesto  una  rez  máe  la  gravedad  de  las  oti- 
tis crónicas  y  la  necesidad  imperiosa  con  que  se  impone  la  trepanación 
mastoidea,  á  las  menores  sospechas  de  complicación,  ya  radiquen  éstas  en 

las  célalas  mastoideas,  en  las  meninges  ó  en  la  masa  cerebriil.  —  Sarabia. 

i 

REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  OENTÍFICAS 

ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    PARÍB 
8enán  del  día  26  de  Junio  de  1906. 

Tillooolitit  y  apondioitis.  —  El  Dr.  Rkolus:  Es  eridente,  como  ha  dicho 
-el  Dr.  Dienlafoy,  que  son  sobre  todo  los  médicos  los  que  encuentran  más  á 
menudo  los  casos  de  enterocolitis;  pero  en  Francia  y  en  el  extranjero,  mé- 
dicos y  cirujanos  están  unánimes  en  proclamar  las  relaciones  que  unen  es- 
trechamente enterocolitis  y  apendicitis.  No  pudiendo  aportar  una  estadís- 
tica personal,  presentaré  la  del  Dr.  Bernard  (de  Plom hieres),  quien  declara 
que  de  1.100  casos  de  enterocolitis  ha  encontrado  76  de  apendicitis  demos- 
trada, ósea  una  proporción  aproximada  de  7  por  100.  La  estadística  de  Ta- 
lamon  da  una  proporción  de  29  enterocolitis  en  80 casos  de  apendicitis;  por 
lo  tanto,  es  de  pensar  que  en  cada  cinco  ó  seis  enfermos  se  encuentra  cuando 
menos  uno  con  enterocolitis  y  apendicitis.  ¿Se  operan  enfermos  por  apen- 
•dicitis  que  no  tienen?  Esto  es  absolutamente  evidente  para  mi,  que  he  de- 
clarado varias  reces  que  se  opera  precipitadamente.  Cuando  menos,  sobre 
-est^  punto,  estoy  de  acuerdo  con  el  Dr.  Dieulafoy. 

El  Dr.  Pinabd:  Desde  hace  veinte  años  examino  á  mis  enfermos  desde 
el  punto  de  vista  de  la  enterocolitis  y  apendicitis,  y  en  un  número  conside- 
,  rabie  de  ellos,  sólo  he  encontrado  muy  pocas  veces  esta  relación. 

El  Dr.  Dibdlafoy:  Me  encarga  el  Dr.  Duret  presentar  á  la  Academia 
nn  trabajo  referente  á  la  cuestión  que  nos  ocupa,  y  en  este  importante  tra- 
bajo cita  casos  de  apendicitis  verdadera  que  deben  operarse  en  individuos 
predispuestos  á  la  enterocolitis,  y  refiere  otros  de  apendicitis  crónica  ver- 
-dadera  que  han  sostenido  alteraciones  intestinales  que  han  desaparecido 
«on  la*operación ;  pero  insiste  sobre  la  tiflocolitis  tomada  erróneamente  por 
apendicitis,  y  llega  á  la  siguiente  conclusión:  o: El  hecho  clínico  enunciado 
por  el  Dr.  Dieulafoy,  es  de  una  verdad  indudable».  Mi  comunicación  no 
lia  tenido  otro  objeto  que  pedir,  en  nombre  de  la  clínica,  que  se  prestara 
más  atención  á  los  diagnósticos  con  objeto  de  evitar  errores  operatorios. 
Habremos  diferido  de  opinión  en  cuestiones  de  detalle  ó  de  interpretación, 
pero  hemos  estado  absolutamente  de  acuerdo  sobre  el  punto  esencial  del 
debate,  ó  sea  acerca  del  gran  número  de  individuos  que,  sólo  padecien- 
do una  tiflocolitis  mucomembranosa,  son  inmediatamente  operados  para 
<ombatir  una  apendicitis  que  no  tienen. 


220 

La  vacunación  en  ia  Guinea  francesa.  —  El  Dr.  Ebemobgoüt:  La  yirnela. 
«xiste  en  el  estado  endemo- epidémico  en  esta  región  del  África  y  es  soste- 
nida por  la  variolización,  muj  en  boga  entre  los  focelahs  y  los  mnsalma- 
nes.  En  1905  fné  la  primera  vez  qne  se  vacunó  metódicamente  en  dicho- 
país.  El  Dr.  Martin  ha  verificado  varios  viajes,  en  el  curso  de  los  cuales 
nunca  le  ha  faltado  la  linfa  vacuna,  gracias  á  las  siembras  sucesivas  prac- 
ticadas en  terneras  que  le  seguían  y  en  las  que  podía  recoger  vacuna  fresca 
á  los  cuatro  ó  cinco  días  de  haberlas  inoculado.  El  número  de  vacunacio- 
nes practicadas  se  ha  elevado  á  19.700,  con  un  tanto  por  ciento  de  éxitoa 
que  varió  entre  70  y  90. 

Los  aneurismas  de  ios  grandes  vasos  y  su  tratamiento  por  el  suero  geiatlniza- 
do. —  El  Dr.  Lakokreaüx:  La  arterio- esclerosis  generalizada  ó  endarteritis,. 
sólo  excepcional  mente,  va  seguida  de  aneurisma  de  los  grandes  vasos.  Laa 
condiciones  patológicas  de  estos  procesos  están  ligadas  á  las  periarteritis^ 
que  ganan  en  profundidad  y  acaban  por  perforar  la  membrana  elástica  de 
las  arterias.  Descartado  el  traumatismo,  sus  causas  tienen  un  origen  infec- 
cioso, y  las  que  nosotros  desde  luego  conocemos  son  los  agentes  de  la  tu- 
berculosis, de  la  sífilis  y  del  paludismo.  La  rotura  es  la  forma  de  termina- 
ción fatal  de  los  aneurismas  de  los  grandes  vasos,  cuando  no  so  verifica  la. 
coagulación  espontánea  de  la  sangre  en  el  saco  aneurismático.  Siendo  muy 
rara  esta  coagulación  espontánea,  la  indicación  formal  es  de  tratar  pro- 
vocarla, y  á  ella  responden  el  método  de  las  inyecciones  de  suero  gelatini- 
zado.  Tehiendo  esto  método  la  propiedad  de  favorecer  la  coagulación  de  la. 
sangré  en  el  seno  de  los  aneurismas  verdaderos,  so  opone,  en  consecuencia^ 
á  su  rotura  si  el  enfermo  tiene  cuidado  de  evitar  los  esfuerzos  muy  violen- 
tos. Contrariamente  á  lo  que  se  ha  predicho  por  algunos  autores,  el  méto- 
do de  las  inyecciones  de  gelatina  no  expone  á  ningún  peligro,  á  condiciÓD 
de  que  el  suero  empleado  sea  perfectamente  aséptico.  Su  indicación  es  tan- 
to más' formal  en  los  aneurismas  de  los  grandes  vasos  cuanto  que  la  inter- 
vención quirúrgica  es  con  frecuencia  imposible  ó  peligrosa,  y  no  se  conoce^ 
hasta  ahora  cuando  menos,  ningún  otro  medio  de  detener  seguramente  lo» 
progresos  de  estos  graves  desórdenes.  —  Codika  Oastkllví. 


80GISDAD    DB    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
Setión  del  dia  27  dé  Junio  dé  1906, 

Pericolitis  adiiesiva. — El  Dr.  Sieur  refirió  el  caso  de  un  soldado  joven  que* 
desde  algunos  años  antes  se  quejaba  de  estrefiimiento  rebelde  con  dolor 
pungitivo  en  el  hipocondrio  derecho.  Presentó  de  repente  síntomas  de 
oclusión  intestinal,  que  por  sus  caracteres  especiales  —  vómitos  líquidoa 
biliosos  abundantes,  dolor  á  la  presión  y  macicez  en  el  hipocondrio  izquier- 
do, falta  de  abombamiento  abdominal — hicieron  creer  que  la  oclusión  ra- 
dicaba en  la  última  parte  del  duodeno.  La  laparatomía  confirmó  la  exac- 
titud del  diagnóstico:  el  ángulo  yeyunoduodenal  estaba  muy  acodado  por 
adherencias  inflamatorias  pericólicas,  que  al  parecer  rodeaban  completa- 
mente el  estómago  y  el  hígado.  El  Dr.  Sieur  se  limitó  á  romper  estas 


221 

.adherencias  lo  mejor  posible  y  despaés  cerró  el  abdomen,  dejando  un  tnbo 
<de  desagüe  para  conjurar  todo  accidente  de  perforación  del  duodeno,  caya 
pared,  mny  friable,  estaba  al  parecer  lesionada  en  su  vitalidad. 

Loa  snceso3  le  dieron  la  razón ;  el  duodeno  se  perforó  en  varios  puntos  y 
-el  enfermo  murió  á  los  ocho  días.  La  autopsia  reveló  la  existencia  de  adhe- 
rencias pericólicas  que  se  extendían  desde  el  codo  infrahepático  del  intes- 
tino grueso  hasta  el  nacimiento  de  la  S.  iliaca;  el  hígado,  el  estómago  y  el 
bazo  estaban  rodeados  en  parte  por  estas  adherencias.  Las  vías  biliares  se 
encontraban  en  estado  normal.  En  cambio,  la  mucosa  del  intestino  grueso 
fle  hallaba  inñamada  y  ulcerada  en  ciertos  puntos.  En  la  última  parte  del 
duodeno  había  cinco  perforaciones.  En  resumen:  se  trataba  en  este  caso 
•de  una  peritonitis  esolerofíbrosa  adhesiva,  dependiente  de  una  enterocoli- 
tis crónica,  que  determinó  la  oclusión  estrangulando  el  asa  yeyunoduo- 
<denal. 

Estenosis  pilórica  cicatrizal.  —  El  Dr.  Quém  narró  el  caso  siguiente,  que 
Acaba  de  observar.  Se  re&ere  á  una  mujer  de  cuarenta  y  seis  años,  que  in- 
girió por  error  una  disolución  concentrada  de  ácido  clorhídrico.  Los  pri- 
meros síntomas  —  dolor,  disfagia,  vómitos  y  fiebre  —  causados  por  la  que- 
madura de  las  mucosas  bucal,  faringo-esofágica  y  gástrica,  fueron  de 
•corta  duración,  y  al  segundo  día  pudo  esta  mujer  dejar  el  lecho  y  alimen- 
tarse por  la  boca.  Mas  los  vómitos  tardaron  poco  en  reproducirse,  y  sus 
•caracteres  indicaban  con  toda  claridad  que  dependían  de  una  estenosis 
pilórica.  La  enferma  enflaqueció  con  rapidez,  y  seis  semanas  después  del 
4u:cidente  fué  preciso  practicar  la  gastro-enterostomia.  Por  desgracia,  esta 
mujer,  que  se  encontraba  estenuada,  fué  acometida  de  un  síncope  apenas 
había  hecho  el  Dr.  Quénu  una  incisión  en  la  pared  del  abdomen.  La  res- 
piración artificial  y  el  amasamiento  transdiafragmático  del  corazón  fueron 
inútiles,  y  la  enferma  sucumbió.  Para  la  cloroformización  se  empleó- el 
Aparato  de  Roth  Drager. 

Al  practicar  la  autopsia  se  descubrió,  como  se  esperaba,  una  estrechez 
4u;entuadísima  del  piloro,  que  permitía  á  lo  sumo  el  paso  de  un  estilete 
metálico;  la  mucosa  pilórica  estaba  completamente  destruida.  No  había 
otras  lesiones  macroscópicas  aprecia  bles  del  estómago.  El  esófago  era  el 
único  que  presentaba  á  lo  largo  de  su  pared  posterior  algunas  bridas  ci- 
catrizales blanquecinas  y  poco  profundas. 

Vólvulo  del  ciego.  —  El  Dr.  Quénu  refirió  un  caso  de  vólvulo  observado  en 
un  hombre  de  veinte  años.  Desde  cuatro  años  antes  este  enfermo  había 
padecido  varias  crisis  abdominales  que  simulaban  por  completo  las  de 
Apendicitis.  8e  diagnosticó  apendicitis  de  repetición,  y  el  Dr.  Quénu  acon- 
sejó esperar  á  que  desapareciera  el  período  de  agudeza  para  operar. 

Se  hizo  una  incisión  de  Jalaguier  y  se  buscó  directamente  el  recto,  pero 
fué  imposible  encontrarle  en  su  sitio  ordinario;  la  fosa  ilíaca  estaba  com- 
idetamente  ocluida.  El  Dr.  Quénu  buscó  entonces  el  colon  transverso,  y 
utilizándole  cerno  gui^  couclnyó  por  encontrar  el  ciego  oculto  en  el  hipo- 
condrio izquierdo,  debajo  del  bazo,  donde  estaba  retenido  por  adherencias, 
envuelto  en  peritoneo  y  sin  meso.  El  apéndice  se  hallaba  también  retenido 
por  adherencias,  y  fué  resecado.  Cuanto  al  ciego,  fué  vuelto  á  la  fosa 
ilíaca  derecha,  donde  se  le  fijó  en  la  pared  abdominal  por  medio  de  algu- 


222 

no6  pantos  de  satura.  El  enfermo  marió  á  los  pocos  días  con  síntomas  d» 
tozemia. 

La  aatopsia  demostró  qae  el  ciego  estaba  acodado  en  ángalo  recto  sobre^ 
el  colon  ascendente,  enroscado  además  al  colon  transverso  y  distendido  por 
materias  consistentes  y  de  color  obscaro.  No  había  indicio  de  peritonitis. 
La  cara  interna  del  ciego  presentaba  aiceraciones  superficiales  de  la  mu- 
cosa. El  apéndice  tenía,  por  el  contrario,  la  mucosa  sana,  sin  más  lesión 
que  una  ulcerilla  superficial  de  la  serosa. 

Cree  el  Dr.  Qnénu  que  la  patogenia  de  los  accidentes  en  su  caso  ha  sido- 
la  siguiente:  la  flexión  del  ciego  estancó  los  excrementos  en  su  interior,  y 
eáta  estancación  provocó  alteraciones  de  la  mucosa,  las  que  á  su  vez  origi- 
naron peritonitis  localizada,  que  se  reveló  por  adherencias  persistentes,  es- 
decir, por  la  fijación  definitiva  del  acodamiento  cecal.  La  toxemia,  á  la. 
que  sucumbió  el  enfermo,  fué  consecuencia  de  la  coprostasis  cecal  perma- 
nente. 

Desde  el  punto  de  vista  de  lit  terapéutica  de  estas  lesiones,  pueden  estar 
indicados  dos  métodos  operatorios:  la  resección  del  ciego  ó  la  cecopexia. 
El  Dr.  Quénn  recurrió  en  su  caso  á'esta  última  operación  porque  le  había, 
dado  buen  éxito  en  otro  enfermo  con  ciego  móvil  oculto  debajo  del  higado- 
y  que  se  confundió  con  una  vesícula  biliar  distendida.  8i  hubiera  podido* 
suponer  que  en  el  caso  presente  estaba  ulcerada  la  mucosa  cecal,  quizá, 
hubiese  extirpado  el  ciego.  —  (La  Presée  Medícale). — P.  Tolbdo. 


SOCIEDAD    DB    OBfi»T£TBIClA    D£   LONDBBS 
Sétión  del  día  4  de  Julio  de  1906. 

Cáneer  primitivo  del  ovario.  —  La  Dra.  L.  Me  Ilroy  dijo  que  el  cáncer  pri- 
mitivo del  ovario,  no  sólo  se  observa  hacia  la  menopausia  ó  después,  sino 
también  en  enfermas  jóvenes;  en  este  último  caso  es  influida  la  menstrua- 
ción suspendiéndose  el  flujo  menstrual.  Los  partos  no  ejercen  influencia  al- 
guna en  el  desarrollo  de  la  enfermedad.  El  dolor  no  es  un  síntoma  marca- 
do, y  lo  único  que  obliga  á  las  enfermas  á  dejarse  operar  es  el  abultamien- 
to  del  abdomen.  En  la  mayor  parte  de  los  casos  hay  ascitis.  Las  metastasia 
dependen  de  la  duración  de  la  enfermedad  y  de  la  integridad  de  la  cápsula 
del  tumor.  Las  probabilidades  de  recidiva  son  grandísimas.  El  carácter 
maligno  de  la  enfermedad  rara  vez  se  sospecha  antes  de  la  operación. 

Los  dos  ovarios  suelen  afectarse,  pero  la  enfermedad  se  halla  más  avan- 
zada en  uno  que  en  otro.  Al  principio  la  cápsula  es  resistente,  después  se 
rompe  y  el  tumor  prolifera  á  través  du  las  aberturas.  El  epitelio  germinal 
suele  faltar.  No  se  encuentran  folículos  de  Oraaf  ni  cuerpos  amarillos.  Laa 
formas  más  comunes  de  cáncer  del  ovario  son  la  glandular  quística  y  la  al- 
veolar con  aumento  de  tejido  conjuntivo.  La  neoplasia  se  encuentra  casi 
siempre  cerca  de  la  superficie  y  en  los  pliegues.  El  tumor  procede  de  las  cé- 
lulas de  los  folículos  y  de  las  germinales.  Los  llamados  huevos  por  los  pa* 
tólogos  alemanes  son  masas  de  protoplasma  degenerado,  productos  regre- 
sivos de  las  células  del  folículo.  La  carioquinesis  no  es  muy  acentuada  ea 


223 

estoa  cánceres  celnlares.  Las  oélnlas  que  se  encueotran  en  el  cáncer  del  ova- 
rio se  asemejan  á  las  de  las  neoplasias  benignas,  pero  difieren  por  su  dis- 
tribución, por  su  disposición  irregular  y  por  sn  proliferación. 

Estrechez  pelviana.—  El  Dr.  Nepean  Longridge  leyó  un  trabajo  basado  en 
64  casos  de  estrechez  pelviana,  observados  durante  el  año  anterior  en  el 
Hospital  de  la  Reina  Carlota.  El  resultado  en  todos  estos  casos  fué  satis- 
factorio respecto  á  las  madres,  porque  no  hubo  en  ellas  ni  muerte  ni  com- 
plicación grave ;  murieron  ocho  niños,  tres  de  los  cuales  tenían  vicios  de 
conformación  incompatibles  con  la  vida.  En  14  casos  el  parto  fué  espontá- 
neo, siendo  el  más  notable  el  de  una  primípara  que  dio  á  luz  en  diez  horas 
un  feto  vivo  que  pesaba  más  de  2.000  gramos.  De  estas  mnjeres  nueve  eran 
'  primíparas  y  cinco  multíparas;  nacieron  muertos  dos  fetos,  uno  macerado 
y  uno  hidrocefálico.  El  parto  fué  provocado  por  candelillas  en  17  multípa- 
ras y  en  seis  primíparas.  La  fecha  de  la  provocación  se  determinó  calculan- 
do las  dimensiones  relativas  de  la  cabeza  del  feto  y  de  la  pelvis  de  la  ma- 
dre. Nacieron  17  niños  sin  auxilio  alguno,  cinco  fueron  extraídos  con  el 
fórceps  y  uno  por  la  versión;  uno  de  ellos  nació  muerte  y  uno  murió  tres 
días  después  con  imperforación  del  ano.  El  tiempo  transcurrido  entre  la  in- 
troducción ^e  las  candelillas  y  el  nacimiento  del  feto  fué,  por  término  me- 
dio, de  noventa  y  dos  horas  seis  minutos.  La  versión  se  practicó  en  seis  ca- 
sos, muriendo  dos  niños.  A  la  operación  cesárea  se  recurrió  en  nueve  casos, 
muriendo  un  niño  y  salvándose  todas  las  madres.  En  una  de  estas  enfermas 
la  operación  se  practicaba  por  segunda  vez. 

En  las  estrecheces  pelvianas  sólo  puede  elegirse  entre  la  provocación  del 
parto  y  la  operación  cesárea.  La  estadística  del  Hospital  de  la  Reina  Gai^ 
Iota  tiende  á  demostrar  que  el  primero  de  estos  métodos  es  satisfactorio  con 
un  diámetro  conjugado  de  87  milímetros  y  medio  ó  más,  y  en  cambio  la  ope- 
ración cesárea  es  el  procedimiento  preferible  en  las  mujeres  con  diámetro 
conjugado  de  75  milímetros  ó  menos. 

Adenoma  del  labio  mayor.— El  Dr.  Wüliamaon  refirió  el  caso  de  una  mujer 
que  padecía  adenoma  de  uno  de  los  grandes  labios.  El  tumor,  diagnostica- 
do de  epitelioma,  lo  extirpó  el  Dr.  Ghapneys,  en  1908,  sin  que  desde  enton- 
ces haya  habido  recidiva.  Es  probable  que  estos  tumores  se  desarrollen  en 
las  glándulas  sudoríparas. 

El  Dr.  Hebert  Spencer  no  cree  que  estas  neoplasias  son  raras.  Ha  observado 
dos  casos.  Su  origen  es  dudoso.  El  Dr.  Lawreñce  cree  que  proceden  proba* 
blemente  de  las  glándulas  sebáceas  en  los  sitios  en  que  tienen  una  estruc- 
tura marcadameiite  lobulillar,  y  los  tubillos  tienen  una  disposición  arraci- 
mada tan  típica  que  no  cabe  la  menor  duda  de  que  proceden  de  glándulas 
tabulares. 

El  Dr.  Wüliaméan  manifestó  que  los  tumores  de  que  habla  él  Dr.  Spencer 
son  adenomas  sebáceos  y  pertenecen  á  una  clase  completamente  distinta 
del  que  ha  descrito. 

(Se  8u»pende  las  sesiones  hasta  si  mes  de  octubre)» 

{The  British  med.  Journal).^F,  Toledo. 


224 

SOCIEDAD* ALEMANA   DE   OIBUGÍA 

Reunión  XXXV celebrada  en  Berlín  del  4  al  7  dé  Abril  dé  190$, 

(Oondutión) 

Aii«st«sift  «special  con  la  «scopelamina  «n  las  laparatomfas.— El  Dr.  Krónig 
(de  Fribargo),  dice  que  con  el  solo  hecho  de  ser  sajetados  y  de  hacerse  cargo 
de  las  órdenes  que  reciben  los  ayudantes  y  enfermeros,  experimentan  los 
pacientes  nn  éhock  psíquico,  sin  necesidad  de  qae  se  les  haya  sometido  á  la 
anestesia  general,  bastando  tan  sólo  con  la  anestesia  de  Bier,  practicada 
con  inyecciones  en  el  conducto  yertebral.  De  aquí  resulta  que  este  último 
procedimiento,  por  muy  beneficioso  que  sea,  no  deja  de  ser  inhumano. 
Para  eyitar  este  inconveniente,  emplea  el  autor  una  combinación  de  la 
anestesia  especial  con  el  sueño  incompleto  que  producen  las  dosis  peque- 
ñas de  escopolamina.  Con  tal  combinación,  los  pacientes  perciben  vaga- 
mente lo  que  ocurre  durante  la  operación,  pero  lo  olvidan  por  completo 
cuando  despiertan  de  su  estado  semi-inconsciente. 

8e  hace  dormir  al  paciente  dos  horas  antes  del  momento  en  que  se  ha  de 
practicar  la*  laparatomia.  Como  quiera  que  las  impresiones  sensoriales, 
muy  vivas,  sobre  todo  las  visuales,  pueden  perturbar  el  estado  de  modorra 
en  que  se  halla  el  sujeto,  se  aconseja  emplear  gafas  negras  para  excluir  di- 
chas impresiones;  también  se  deben  evitar,  en  lo  posible,  las  impresiones 
acústicas  intensas. 

El  autor  ha  hecho  60  laparatomias  con  este  procedimiento,  cnyas  venta- 
jas consisten  en  qne  las  enfermas  permanecen  muy  tranquilas  y  después 
no  se  acuerdan  de  nada  de  lo  ocurrido.  Para  evitar  qne  se  formen  trombos, 
conviene  que  las  enfermas  se  levanten  lo  más  pronto  posible,  al  segundo,  y 
to4o  lo  más  tarde  al  sexto  día  después  de  la  operación.  No  es  raro  que  se 
presenten  dolores  de  cabeza  de  seis  á  ocho  días  después  de  la  operación, 
pero  desaparecen  por  completo  pocos  días  después.  En  cambio,  no  se  ali- 
vian con  los  anti  neurálgicos. 

£1  Dr.  Kader  (de  Cracovia),  dice  haber  empleado  la  analgesia  espinal 
para  practicar  la  extirpación  de  bocios  y  de  cánceres  de  la  laringe.  Emplea 
siempre  una  inyección  de  tropacocaina  al  2  por  100  é  inyecta  media  hora 
antes  un  poco  de  morfina  (1  á  2  centigramos)*  Hace  ll^punción  por  debajo 
de  la  primera  vértebra  lumbar  ó  de  la  décimasegunda  dorsal ;  la  dosis  de 
tropacocaina  es  de  12  centigramos.  A  los  diez  minutos  se  puede  empezar  á 
operar.  El  autor  no  ha  tenido  que  lamentar  ningún  fracaso  ni  ha  observado 
ningún  síntoma  desagradable. 

Invostlgacioifes  bacteriolágícat  acerca  de  la  asepsia  quirúrgica.— El  doctor 
Doederlein  (de  Tiibinga),  dice  que  es  imposible  conseguir  una  asepsia  com- 
pleta; qae  en  las  heridas  existen  bacterias  desde  el  primer  momento,  y  que 
los  guantes  de  tricot  que  aconseja  Mikuliczse  ensucian  al  poco  tiempo  con 
bacterias,  las  cuales  provienen,  parte  de  la  herida  y  parte  de  la  piel  de  las 
manos.  El  hecho  de  que,  aun  así,  se  curan  las  heridas  por  primera  inten- 
ción, demuestra  que  dichas  bacterias  ya  no  son  patógenas.  Los  cirujanos, 
no  satisfechos  con  la  antisepsia  y  con  las  tentativas  de  asepsia  hechas  has- 


225 

ta  ol  dia  de  hoy,  se  han  decidido  por  el  uso  de  guantes  de  goma  y  de  paños 
también  de  goma  para  cubrir  las  partes  blandas  limítrofes  al  campo  de  la 
operación.  £1  autor  ha  realizado  investigaciones  referentes  á  este  extremo 
en  cien  laparatomias,  y  ha  visto  que  la  protección  que  se  consigue  con 
dicho  procedimiento  contra  las  bacterias  que  se  encuentran  desde  el  pri- 
mer momento  en  las  heridas,  es  próximamente  la  misma  que  se  logra 
cuando  no  se  emplea  la  goma  en  las  operaciones  asépticas.  Aonqne  se  han 
reducido  en  lo  posible  las  condiciones  de  infección,  no  por  eso  llegamos  i 
hacemos  dueños  del  origen  principal  de  la  infección  de  las  heridas,  ó  sea 
la  piel  del  mismo  campo  de  la  operación.  Ahora  bien;  como  no  hay  ningún 
medio  que  logre  librar  á  dicha  piel  de  los  microorganismos  que  ou  ella  se 
Anidan,  debemos  de  acudir  á  otros  procedimientos  si  queremos  hacer  pro- 
gresos en  la  desinfección  quirúrgica.  El  autor  acabó  al  fin  por  adoptar  un 
procedimiento  que  hace  inofensivos  los  gérmenes,  confinándolos  en  la 
misma  piel.  En  efecto,  barniza  ésta  con  tintura  do  yodo,  que,  como  es  sa- 
bido, constituye  un  buen  desinfectante,  el  cual  curte  además.  Encima 
aplica  una  disolución  aséptica  de  goma.  Ensayos  de  cultivo  han  demos- 
trado que  con  este  procedimiento  se  consigue  que  la  piel  quede  completa- 
mente libre  de  gérmenes. 

El  Dr.  Brvhn  (de  Tubinga)  ha  hecho  experimentos  paralelos  y  ha  visto 
que  existen  diferencias  muy  notables  entre  los  distintos  campos  operato- 
rios- Asi,  en  la  operai^ión  de  bocio,  se  tropieza  con  muy  pocos  gérmenes, 
por  cuya  razón  en  este  caso  no  hacen  falta  medidas  especiales  de  precau- 
<sión ;  en  cambio,  en  las  operaciones  de  cáncer  do  la  mama  la  cantidad  de 
gérmenes  que  se  encuentra' es  muy  considerable.  El  autor  ha  comprobado 
«n  60  casos  que  las  medidas  qhe  se  vienen  aconsejando  hasta  la  fecha,  in- 
cluso la  de  desinfectar  las  mados,  no  son  capaces  de  hacer  desaparecer  los 
gérmenes  del  campo  operatorio,  y  que,  en  cambio,  el  procedimiento  de  fija- 
ción de  los  gérmenes  que  aconseja  Doderlcin  da  muy  buenos  resultados. 

El  Dr.  HeúBner  (de  Barmen)  ha  empleado  la  bencina  yodada  para  la  des- 
infección de  la  piel,  y  dice  estar  muy  satisfecho  con  este  procedimiento,  que 
representa  un  gran  progreso.  No  es  acertado  lavar  la  piel  con  agua  y  alco- 
liol,  puesto  que  se  observa  que  cuanto  más  se  lava  el  tegumento  tantos  más 
gérmenes  salen  de  él.  Por  esta  razón  el  autor  emplea  tan  sólo  la  bencina 
jodada  y  no  usa  para  nada  el  agua.  Como  la  bencina  quita  demasiado  bien 
la  grasa,  y,  por  lo  tanto,  no  siempre  se  debo  usar,  porque  la  grasa  es  nues- 
tra defensa  natural,  hay  que  añadirle  un  poco  de  aceite  de  parafina. 

El  Dr.  Dé  Oettingen  (de  Steglitz,  Berlín)  hace  notar  que  como  en  campaña 
y  en  el  hospital  de  sangre  no  se  puede  lavar  ni  desinfectar  la  piel,  se  ha  de- 
cidido por  barnizar  las  inmediaciones  de  la  herida  con  una  disolución  de 
resina,  dejando  colocada  encima  una  toruoda  de  algodón.  E^te  aposito  tie- 
ne la  ventaja  de  que  no  se  desliza.  Se  disuelven  íO  gramos  de  almáciga  en 
^  de  cloroformo  y  se  añaden  20  gotas  de  aceite  de  linaza. 

El  Dr.  Hevsn$r  (de  Barmen)  dice  que  en  vez  de  dicho  líquido  conviene 
más  una  disolución  alcohólica  de  trementina  de  Venecia. 

El  Dr.  Herhold  (de  Altona)  hace  observar  que  el  primer  aposito  se  com- 
plica con  el  procedimiento  de  Oettingen,  siendo  así  que  debe  ser,  por  el 
contrario,  muy  sencillo. 


226 

f 
Lesiones  trenmátieas  del  cerazén;  sotara  del  eorattn.  —  El  Dr.  SuUan  (d» 

Leipeick)  refiere  haber  tratado  dos  lesiones  traamáticas  del  coraaóo  por 
medio  de  antara.  ün  paciente  puede  presentarlo  ya  curado;  el  otro,  en 
cambio,  falleció  de  complicaciones.  En  el  primero,  que  fué  tratado  por  el 
aator  i  mediados  de  enero,  se  encontró  entonces  nna  herida  pnnzante  á  la 
izquierda  y  por  encima  de  la  tercera  costilla.  No  existía  ningún  síntoma  de 
lesión  traumática  intratorácica:  el  estado  general  era  bueno,  y  el  paciente 
ya  se  habla  restablecido  del  desmayo  que  había  sufrido  en  los  primeros  mo- 
mentos. Al  día  siguiente  se  encontró  un  hemopneumotórax,  el  pulso  era. 
bueno  y  los  sonidos  cardíacos  se  oían  puros.  Al  quinto  día  del  accidente  el 
sujeto  se  aplanó  de  pronto,  el  pulso  se  hizo  imperceptible  y  la  macicez  car- 
díaca excedía  2  centímetros  del  borde  derecho  del  esternón.  En  el  acto  se 
practicó  una  incisión  longitudinal  por  encima  de  la  tercera  costilla,  se  pnse 
al  descubierto  la  pleura  y  se  resecó  la  tercera  costilla,  yiéndose  entonce» 
que  habla  una  herida  punzante  en  el  cuadrante  superior  izquierdo  del  pe- 
ricardio. Con  las  costillas  cuarta  y  quinta  se  formó  un  colgajo  que  se  inrir- 
tió;  el  pericardio  apareció  muy  distendido  por  un  hematoma,  y  apenas  se 
percibía  el  latido  cardíaco.  Be  ensanchó  el  ojal  que  había  en  el  pericardio- 
hasta  darle  una  longitud  de  10  centímetros,  se  extrajeron  de  él  unos  800 
giramos  de  sangre,  y  se  vio  entonces  que  en  el  Tentrículo  izquierdo  había 
una  herida  de  unos  7  milímetros,  por  la  que  salía  sangre.  Be  practicó  la  su- 
tura, pero  habiendo  cortado  los  hilos  la  pared  cardíaca  fué  necesario  repe- 
tirla, cuidando  de  hacer  pasar  los  hilos  á  bastante  más  distancia  de  los  bor* 
des  de  la  herida.  Con  esto  se  cohibió  la  hemorragia,  se  cosió  el  pericardio  y 
se  introdujo  un  tubo  pequeño  de  desagüe  que  se  hizo  salir  al  exterior.  Aloe 
seis  días  de  haber  quitado  este  tubo  el  paciente  estaba  completamente 
curado. 

En  el  segundo  caso  se  trataba  de  un  hombre  de  yeintiocho  afios,  quien, 
con  ánimo  de  suicidarse,  se  infirió  dos  heridas  punzantes  por  debajo  del 
pezón  izquierdo.  Había  un  considerable  hematórax  y  un  colapso  profundo. 
El  autor  talló  un  colgajo  torácico  con  resección  de  las  costillas  quinta» 
sexta  y  séptima,  y  se  encontró  en  el  pericardio  una  herida;  dilatada  ésta,  se 
halló  una  herida  punzante  en  el  rentrículo  izquierdo.  Butura;  á  las  cuaren- 
ta y  ocho  horas  muerte,  en  medio  de  un  colapso  profundo.  El  paciente  su- 
cumbió probablemente  de  hemorragia  procedente  de  la  arteria  mamaria 
interna. 

Cirugía  del  eoraxán.—  El  Dr.  Wendel  (de  Marburgo)  refiere  haber  cosido- 
nna  herida  pnnzante  del  corazón,  en  el  campo  y  á  la  luz  de  una  linterna^ 
ün  gafián  de  diecinueve  afios  se  cayó  sobre  un  cuchillo.  El  médico  encon- 
tró una  herida,  que  daba  mucha  sangre,  en  el  cuarto  espacio  intercostal  iz- 
quierdo; la  comprimió,  y  con  esto  el  paciente,  que  estaba  desmayado,  re- 
cobró el  conocimiento.  A  las  tres  horas  llegó  el  orador,  en  automóvil^ 
acompañado  de  un  enfermero,  y  vio  que  el  herido  todavía  conservaba  sa 
conocimiento.  Los  sonidos  cardíacos  eran  apenas  perceptibles,  enmascara- 
dos como  estaban  por  un  ruido  de  molino  muy  intenso;  se  trataba,  por  lo 
tanto,  de  una  lesión  traumática  del  corazón.  Dilatada  la  herida  cutánea  y 
formado  é  invertido  un  colgajo  torácico,  previa  resección  de  las  costilla» 
cuarta  y  quinta,  se  dilató  también  la  herida  del  pericardio  que  apareció 


227 

entonces  al  descubierto,  TÍéndoee  asi  ana  herida  punzante  en  el  Tentricu- 
lo  izqniq^do.  Entonces  Y>rocedió  el  aator,  con  su  mano  enguantada,  á  sa- 
car algo  afuera  el  corazón,  y  colocó  una  satura  de  catgut,  operación  que 
se  realizó  con  mucha  facilidad.  Después  de  anudado  el  primer  hilo  cesó  la 
hemorragia.  Hecho  esto,  se  cerró  el  pericardio,  se  colocó  un  tapón  poco  , 
apretado  que  salía  en  parte  al  exterior  y  se  atendió  debidamente  á  la  he- 
rida operatoria  superficial.  A  los  tres  días  trajeron  el  enfermo  i  la  clínica; 
en  el  curso  ulterior  no  hubo  el  menor  contratiempo,  y  i  las  cuatro  semanas 
pudo  el  paciente  abandonar  el  lecho. 

Heríilts  del  eoraztn  por  arma  de  fuege.--  £1  Dr.  Gobeü  (de  Kiel)  dice  que 
la  mayor  parte  de  las  heridas  del  corazón,  por  arma  de  fuego,  que  se  obser- 
van en  tiempo  de  paz,  reconocen  por  causa  una  tentativa  de  suicidio  y  son 
producidas  por  un  revólrer  de  calibre  de  5  i  8  mm.,  de  tal  suerte  que  la 
bala  queda  algunas  reces  alojada  en  el  mismo  corazón,  como  puede  demos- 
trarse por  medio  del  examen  radiográfico.  Otros  balazos  ni  siquiera  atra- 
viesan el  pericardio,  limitándose  á  hacer  penetrar  éste  en  el  corazón ;  por 
fin,  hay  casos  en  que  si  bien  la  bala  ha  atravesado  el  pericardio,  ha  rebo- 
tado en  el  corazón  á  causa  de  estar  éste  muy  duro  en  el  momento  del 
sístole. 

Acerca  del  pronóstico  de  estas  heridas  no  están  conformes  los  autores. 
¿Según  una  estadística  francesa,  de  110  heridas  de  corazón  por  arma  de  • 
fuego  no  curaron  más  que  tres;  en  cambio  Konig  refiere  que  de  nueve  ca- 
sos de  esta  naturaleza  no  sucumbieron  más  que  la  tercera  parte.  Además 
de  esto,  el  diagnóstico  es  dificil.  Aunque  el  balazo  haya  interesado  la  re- 
^ón  precordial  no  siempre  afecta  al  corazón;  dada  la  actitud  en  que  se  co- 
loca el  cuerpo  al  hacer  el  disparo,  puede  suceder  que  el  corazón  se  haya 
desviado  á  la  derecha.  El  ruido  de  molino  se  observa  también  en  los  casos 
de  hemopneumotórax  y  por  lo  tanto  no  es  característico  de  la  lesión  trau- 
mática del  corazón. 

El  tratamiento  debe  de  ser  siempre  conservador,  al  principio.  Si  hay 
colapso,  púncese  el  pneumoiórax,  porque  el  colapso  puede  ser  debido  á 
éste.  8i  la  panción  es  ineficaz,  la  indicación  vital  exige  la  operación. 

El  orador  presenta  un  hombre  al  que  operó  el  28  de  junio  de  1905,  á  v 
causa  de  una  herida  cardíaca  por  arma  de  fuego ;  la  bala  había  entrado  por 
el  ventrículo  izquierdo  y  había  salido  por  tres  centímetros  más  atrás.  Cu- 
ración completa  después  de  haber  saturado  la  herida  del  corazón. 

El  Dr.  2>0  Braekel  (de  Libau)  refiere  un  caso  de  lesión  traumática  del 
pericardio  y  del  corazón,  producida  por  un  casco  de  granada  que  había 
chocado  con  el  esternón  á  nivel  del  cuarto  espacio  intercostal.  El  paciente 
llegó  al  lazareto  á  los  diez  días  de  ocurrido  el  accidente.  La  macicez  car- 
diaca estaba  muy  ensanchada,  sobre  todo  á  la  derecha;  el  pulso  casi  no  se 
percibía  y  loe  sonidos  del  corazón  no  se  oían.  Se  procedió  á  la  operación  en 
el  acto.  El  antor  hizo  la  incisión  de  Kocher  á  lo  largo  del  orificio  de  entra- 
da, resecando  el  lado  izquierdo  del  esternón.  Se  puso  al  descubierto  el  pe- 
ricardio; la  lesión  de  éste  se  había  cerrado  por  conglutinación  y  se  abrió  de 
nuevo,  con  lo  cual  se  dio  salida  al  contenido,  que  ya  estaba  descompaesto. 
En  el  pericardio  se  encontraron  el  casco  de  granada,  trozos  de  tela  que  éste 
había  arrastrado  y  la  porción  de  esternón  que  había  recibido  el  choque;  en 


228 

el  cono  del  corazón  estaba  desgarrada  la  capa  mnacaUr.  El  palso  mejoró 
inmediatamente,  la  temperatura  bajó  y  el  paciente  se  repuso  con  bastante 
rapidez.  Onando  dejó  la  cama  se  comprobó  la  existencia  de  atia  pulmonía 
del  lado  derecho  y  de  una  pleuresía  seca  simultánea,  afecciones  que  sobre- 
vinieron á  los  quince  días  de  la  operación  y  siguieron  una  marcha  favo- 
rable.  . 

£1  Dr.  De  Zawadaki  (de  Varsovia)  refiere  el  caso  de  un  hombre  de  die- 
cinueve años,  que  se  disparó  uo  tiro  de  revólver  en  el  cuarto  espacio 
intercostal.  Guando  le  vio  el  autor,  al  poco  tiempo  del  accidente,  el  pul- 
so era  regular;  después  de  colocado  el  vendaje  fué  llevado  el  paciente  al 
hospital.  La  radioscopia,  practicada  tan  pronto  como  llegó,  reveló  la 
existencia  de  una  sombra  en  la  región  cardiaca ;  no  habia  ningún  derrame 
sanguíneo  en  el  pericardio.  Con  un  tratamiento  conservador  se  restablecifS 
muy  bien  el  paciente.  Un  nuevo  examen  radiográfico,  hecho  á  los  catorce 
días,  dio  á  conocer  la  existencia  de  dos  proyectiles  sobrepuestos  en  la  re- 
gión cardiaca.  Se  trata  seguramente  de  un  solo  proyectil  que  se  ha  partido 
en  dos  trozos. 

El  Dr.  Borchardt  (de  Berlín)  dice  haber  suturado  con  éxito  una  herida 
penetrante  del  ventrículo  izquierdo,  que  se  habia  inferido  un  muchacho  al 
caerse  sobre  la  punta  de  upa  verja. 

El  Dr.  Jaífé(áe  Posen)  hace  observar  que  mientras  se  está  practicando 
una  sutura  del  corazón,  sobreviene  i  menudo  una  copiosa  hemorragia  y  la 
viscera  cesa  de  latir.  Para  evitar  esta  detención,  que  reconoce  por  causa  la 
vacuidad  del  órgano,  ha  inyectado  el  autor  grandes  cantidades  de  disolu- 
ción fisiológica  de  sal  común  en  el  interior  del  corazón,  con  lo  cual  éste 
comienza  á  latir  de  jiuevo. 

Estudios  experiméntalos  sobre  la  capacidad  de  la  plsura  para  ser  Infecta- 
da.— El  Dr.  Noetzel  (de  Francfort  sobre  el  Mein)  recuerda  que  hasta  la  fe* 
cha  se  viene  creyendo  que  la  pleura  posee  poca  capacidad  de  resistencia 
contra  la  infección.  Para  comprobar  este  dato  ha  hecho  el  autor  experi- 
mentos en  animales,  inyectando  en  su  cavidad  pleural  estafilococos  muy 
virulentos.  Ahora  bien,  con  tales  inyecciones  no  se  produjo  una  pleuresía 
purulenta,  pero  sobrevino,  en  cambio,  cuando  se  había  ocasionado  previa- 
mente un  neumotorax.  Segiín  esto,  la  pleura  tiene  tanta  capacidad  de  re- 
sistencia contra  la  infección  como  el  peritoneo. 

Operación  de  los  cánceres  reotalos  altos.— El  Dr.  Kraéke  dice  que  los  mé- 
todos combinados  son  los  únicos  que  han  permitido  alcan;;ar  mejores  resul* 
tados  en  la  extirpación  de  los  cánceres  rectales  altos,  en  los  que  no  basta  el 
método  sacro,  que  no  consigue  extirpar  los  glanglios.  Ya  Volkmann  había 
hablado  de  este  método  combinado,  pero  sólo  se  empezó  á  emplear  última- 
mente, aunque  más  bien  como  último  recurso  en  casos  desesperados,  por  lo 
cual  no  es  extraño  que  en  tales  casos  hubiese  dado  malos  resultados.  Pero 
cuando  se  convirtió  en  método  reglado  se  comprendió  la  conveniencia  de 
empezar  por  la  laparotomía,  que  facilita  la  extirpación  del  cáncer,  el  ope- 
rar sin  ensuciarse  las  manos  y  el  poder  diagnosticar  la  extensión  del  tu- 
mor, hasta  qué  punto  ha  invadido  los  ganglios,  y  por  lo  tanto,  si  la  opera- 
ción es  ó  no  posible.  En  este  último  caso  renunciamos  á  la  vía  sacra  y  nos 
limitamos  á  establecer  un  ano  preternatural. 


229 

La  incisión  abdominal  debe  permitirnos  unn  bnena  inspección  de  la  peí- 
▼Í8  menor.  El  enfermo  se  colocará  con  la  pelvis  elevada,  y  el  corte  se  hará 
en  la  linea  media,  como  para  el  ano  preternatural  ó  combinando  ambas 
incisiones.  El  resto  de  la  operación  variará  según  los  casos.  En  Francia  se 
empieza  estableciendo  un  ano  iliaco  y  extirpándolo  todo  á  partir  del  esfín- 
ter. Este  método,  que  tiene  la  ventaja  de  que  simplifica  las  curas  de  la  he- 
rida, no  se  sigue  en  Alemania,  y  con  razón,  puesto  que  la  continencia  y  la 
conservación  de  la  función  intestinal  se  conservan  mejor  con  el  método 
combinado  que  con  el  sacro. 

La  resección  del  recto  la  aconseja,  sobre  todo,  Trendelenburg.  Desde  la 
cavidad  abdominal  se  hace  movible  la  porción  enferma,  se  llega  á  la  ampo- 
lla y  se  amputa.  Por  desgracia,  hay  muchos  casos  en  que  es  imposible  em- 
plear este  procedimiento,  á  causa  del  tamafio  del  tumor  y  de  los  ganglios 
interesados.  En  estos  casos,  después  de  la  laparotomía  hay  que  emplear 
también  el  método  sacro,  combinación  que  ha  puesto  en  práctica  el  autor 
muchas  veces  desde  el  año  1899;  pero  asi  como  al  principio  movilizaba  el 
tamor  sin  abrir  el  intestino,  resulta  más^ácil  la  operación  cuando,  después 
de  abrir  la  cavidad  abdominal,  se  secciona  el  inteátino  por  encima  del  tu- 
mor empleando  el  termocaüterio.  Del  extremo  superior  del  intestino  se  en- 
cargan los  ayudantes;  el  inferior  se  invagina  y  cose.  De  este  modo  se  pue- 
de disecar  el  tumor  con  mucha  más  facilidad  por  la  vía  sacra.  8e  ligan  los 
vasos  hemorroidales,  y  con  esto  la  operación  resulta  poco  cruenta.  Se  pue- 
den ligar  además  las  hipogástricas,  con  lo  cual  so  alarga  algo  la  operación. 
Además  debe  evitarse  esta  última  ligadura,  si  se  conserva  la  porción  infe- 
rior del  intestino.  Después  de  movilizado  el  tumor,  se  coloca  el  paciente  en 
decúbito  lateral  y  se  traza  la  incisión  sacra.  Hecho  esto  se  extirpa  el  tumor 
desde  el  vientre.  La  operación  es  más  fácil  en  la  mujer  que  en  el  hombre. 
Después  de  la  resección  so  practica  la  sutura  sacra  y  se  coloca  el  aposito. 
La  operación  la  han  hecho  también  Sonnenburg,Kümmell,Hotter  y  otros. 

Por  ahora  no  se  puede  hablar  nada  del  resultado  definitivo  ni  tampoco 
del  inmediato,  porque  es  poco  numerosa  la  estadística.  Sin  embargo,  de  65 
casos  recopilados  por  Schloffer,  sobrevino  la  muerte  en  88.  El  autor  ha 
empleado  el  método  combinado  en  diez  casos  con  cuatro  muertes,  re- 
Btiltado  no  muy  favorable,  pero  no  hay  que  olvidar  qno  precisamente  se 
trata  de  casos  gravísimos,  que  de  otro  modo  estaban  abocados  á  una  muer- 
te próxima.  Dos  de  los  fallecimientos  fueron  por  colapso,  debido  sin  duda 
á  la  larga  duración  de  la  operación;  os  de  creer  que,  perfeccionándose  la 
técnica  y  también  la  práctica  del  cirujano,  se  evitará  mejor  tal  peligro.  En 
efecto,  la  mayor  parto  de  los  casos  mortales  del  autor  pertenecen  á  la  pri- 
mera época;  también  convendrá  abreviarla  enestesia,  y  acaso  se  pueda  pa- 
sar sin  la  anestesia  general,  ün  enfermo  falleció  de  oclusión  intestinal  por 
dislocación  del  omento  con  torsión  del  colon.  Para  evitar  esta  contingen- 
cia, el  autor  fija  ahora  el  omento  después  de  hecha  la  operación. 

En  el  sexo  femenino  la  intervención  es  menos  peligrosa.  De  los  diez  casos 
del  autor,  tres  eran  mujeres  y  ninguna  falleció.  Según  Schloffer,  de  trece 
hombres,  murieron  ocho,  y  de  diez  mujeres,  nada  más  que  una.  Esta  dife- 
rencia 80  explica  por  la  mayor  resistencia  orgánica  de  la  mujer  y  por  laa 
mejores  condiciones  locales  que  presenta  su  pelvis. 


230 

El  autor  termina  aconsejando  qne  se  emplee  más  á*  menudo  el  método 
combinado  abdominosacro  y  que  no  se  lo  reserre  para  loe  casos  más  difíci- 
les, y  como  último  recurso  bajo  la  forma  de  método  sacro*abdominal.  Pro- 
cediendo asi,  obtendremos  mejores  resultados  y  llegaremos  seguramente  á 
aumentar  la  cifra  de  las  curaciones  deñnitivas,  y  cuando  se  haya  perfec- 
cionado más  la  técnica,  á  disminuir  la  mortalidad. 

El  Dr.  Kümmeü  (de  Ham burgo)  dice  que  el  método  operatorio  tiene  que 
variar,  porque  los  casos  son  también  muy  diferentes.  En  loa  casos  leres  en 
que  son  movibles  el  carcinoma  y  sobre  todo  el  mesorrecto,  se  aconseja  dis- 
tender el  esfínter,  sacar  á  través  de  él  el  tumor  y  extirpar  después  éste.  El 
autor  operó  asi  en  seis  casos,  todos  con  éxito;  uno  de  ellos  vive  aún  á  los 
once  años  de  haber  sido  operado.  Si  el  tumor  penetra  mucho  en  la  excava- 
ción rectal  hay  que  atacarle  por  abajo  y  resecar  el  coxis,  tfi  el  tumor  eslá  alto 
hay  que  hacer  la  laparotomía  y  ligar  el  mesenterio.  La  operación  es  más  fá- 
cil en  la  mujer  y  muy  difícil  en  el  hombre  obeso.  El  desprendimiento  del 
mesenterio  debe  llegar  hasta  el  colon  transverso.  Después  de  dicho  despren* 
dimiento,  que  es  fácil,  podemos  seguir  dos  caminos:  ó  el  de  la  invaginación, 
aplicable  en  pocos  casos,  cuando  el  tumor  es  pequeño,  pero  irrealizable 
cuando  es  grande,  por  el  trastorno  de  circulación  que  detcfrmina,  ó  bien  en 
estos  últimos  casos  la  extirpación  previa,  talla  lateral  é  incisión  pararrec- 
tal.  De  catorce  cados  operados  asi  perdió  el  autor  nueve,  y  es  de  esperar 
que,  perfeccionando  el  método,  se  habrán  de  obtener  mejores  resultados. 

El'Dr.  Kocher  (de  Berna)  opina  que  aunque  el  método  combinado  repre- 
senta un  progreso,  no  es  fácil  que  sea  aplicable  á  los  casos  muy  graves  en 
que  expone  á  un  shock  muy  acentuado.  También  él  lo  ha  empleado  por  ex- 
cepción y  como  método  normal  cuando  el  carcinoma  radica  en  el  colon  pel- 
viano. No  hay  que  olvidar  que  por  la  vía  inferior  se  puede  llegar  muy  arri- 
ba. La  laparotomía  es  muy  ventajosa  cuando  se  respeta  el  esfínter.  Si  el 
tumor  se  halla  en  territorio  peritoneal  se  debe  no  tocar  el  esfínter  y  operar 
desde  arriba  con  el  botón  de  Murphy. 

El  Dr.  Lorenz  (de  Yiena),  en  nombre  de  Hochenegg,  manifiesta  que  el 
método  seria  un  gran  progreso  si  el  carcinoma  del  recto  no  se  pudiera  al- 
canzar por  el  sacro,  y  si  los  peligros  fueran  menores,  la  intervención  más 
fácil  y  los  resultados  definitivos  mejores,  cosa  esta  última  que  no  sucede. 
Hochenegg  ha  empleado  el  método  combinado  cinco  veces  con  tres  falleci- 
mientos, pero  la  laparotomía  se  practicó  como  último  recurso  por  no  poder- 
se cohibir  la  hemorragia  por  la  vía  posterior.  Según  lo  que  refiere  el  mismo 
Kraske,  los  resultados  no  son  mejores  qne  con  el  método  sacro,  por  lo  cual 
Hochenegg  continúa  fiel  á  este  último.  Sólo  estaría  indicado  el  método  ab- 
dominal en  el  cáncer  incipiente,  que  en  realidad  puede  diagnosticarse  con 
los  rayos  X.  Pero  el  cáncer  delYecto  permanece  latente  por  mucho  tiempo 
y  de  aquí  que  sea  llamado  el  médico  cuando  el  tumor  ya  es  muy  volumi- 
noso. Si  los  primeros  síntomas  que  preocupan  al  enfermo  son  los  de  estre- 
chez, entonces  el  cáncer  está  muy  bajo  y  puede  atacarse  por  detrás. 

El  Dr.  Foppert  (de  G^iesaen)  compara  la  resección  y  la  amputación  del 
recto  canceroso.  Después  de  la  resección,  los  resultados  son  muy  desfavora- 
bles y,  por  lo  tanto,  debe  sacrificarse  el  esfínter,  á  pesar  de  todos  los  incon- 
venientes de  esta  extirpación.  Kraske  adopta  una  actitud  del  todo  contra- 


231 

TÍa,  y  loe  hechos  ohserrados  en  U  olinica  de  Giessen  le  dan  razón,  puesto 
que  para  tres  casos  de  muerte,  en  85  amputaciones  no  hubo  más  que  una 
«n  20  resecciones. 

Se  dice  que  con  estaa  últimas  fracasa  oasi  siempre  la  unión  de  los  extre- 
mos del  intestino;  de  20  resecciones,  sólo  en  10 se  logró  la  curación  por  pri- 
mera intención,  y  en  cuatro  quedaron  fístulitas.  Según  Hochenegg,  el  re- 
saltado de  la  sutura  intestinal  es  bueno,  pero  Qersuny  no  es  tan  optimista. 
Parece,  en  rista  de  todo  lo  dicho,  que  es  preferible  la  resección  á  la  ampu* 
tmeión. 

El  Dr.  Háckenbruch  (de  Wiesbaden)  se  declara  partidario  de  la  opera- 
<^ión  del  cáncer  rectal  con  analgesia  espinal,  según  el  procedimiento  de 
Bier,  que  él  ha  empleado  en  varios  casos. 

Bl  Dr.  Leopoldo  Mayer  (de  Bruselas)  hace  notar  que  el  peligro  principal 
de  la  operación  es  su  larga  duración,  que  expone  al  colapso.  Depage  hace  la 
resección  del  coxis  por  el  procedimiento  de  Bardenheuer,  para  lo  cual  ape- 
nas se  necesita  media  hora.  El  enfermo  se  coloca  en  decúbito  prono ;  de 
este  modo  se  inspecciona  mejor  el  campo  operatorio,  la  hemorragia  es  me- 
nor y  la  anestesia  se  obtiene  en  buenas  condiciones. 

El  Dr.  Küster  (de  Marburgo)  cree  que  el  procedimiento  combinado  no 
da  buen  resultado  y  que  es  mejor  operar  en  dos  tiempos,  como  él  lo  ha  he- 
cho en  un  caso  con  éxito  feliz.  Se  abre  ampliamente  ^1  vientre  para  ver 
bien  lo  que  se  hace;  si  el  tumor  no  se  puede  extirpar  por  arriba,  se  esta- 
blece un  ano  preternatural  y  en  los  dos  días  siguientes  se  lava  el  intestino. 
Procediendo  asi,  resulta  muy  fácil  la  extirpación  por  la  vía  sacra,  que  el 
autor  ejecuta  con  anestesia  lumbar.  En  general,  siempre  que  sea  posible 
debe  hacerse  la  resección,  pero  hay  casos  en  que  se  hace  necesaria  ta  am- 
putación ;  tal  sucede  cuando  el  intestino  se  puede  atraer  fácilmente  hacia 
abajo.  Aun  asi,  no  debe  destruirse  por  completo  el  esfínter,  excepto  en 
aquellos  casos  en  que  está  invadido  por  el  proceso  canceroso. 

El  Dr.  Bardenhéiier  (de  Bochum),  para  defender  su  método,  trata  del 
desprendimiento,  con  instrumento  romo,  de  la  porción  cancerosa.  Con  el 
método  abdominal  ha  tenido  malos  resultados  en  dos  casos.  Se  pueden  qui- 
tar 40  y  hasta  50  centímetros  de  intestino,  sin  que  esto  afecte  al  éxito 
final.  lia  indicación  vital  es  de  suma  importancia  para  la  ejecución  de  la 
operación.  Al  autor  le  ha  dado  buen  resultado  la  amputación,  compren- 
diendo en  ella  el  esfínter.  Hace  la  operación  en  un  cuarto  de  hora  próxi- 
mamente, y  como  nunca  ha  necesitado  más  de  media  hora,  se  evita  asi  el 
colapso.  Se  debe  movilizar  hasta  el  colon  descendente.  Si  el  tumor  no  es 
movible,  no  se  debe  operar;  si  lo  es,  se  debe  operar  por  abajo. 

ElDr.  Brau  (de  Oottinga)  dice  haberse  servido  del  botón  de  Murphy 
para  la  operación  del  carcinoma  del  colon  pelviano,  pero  no  puede  aconse- 
jarse dicho  botón  para  todos  los  casos,  puesto  que  junto  á  él  se  endurecen 
las  heces  fecales.  Es  conveniente,  por  lo  tanto,  hacer  una  incisión  lateral 
temporal,  por  la  que  se  lava  el  intestino.  El  botón  sale  con  facilidad. 

El  Dr.  Schlcmge  (de  Hannover)  entiende  que  son  muy  raros  loe  casos  en 
que  no  se  puede  extirpar  el  cáncer  por  la  vía  abdominal  ó  por  la  sacra. 
Conviene  úiucho  establecer  provisionalmente  un  ano  preternatural  por  en- 
cima del  tumor,  unos  diez  á  catorce  días  antes  de  proceder  á  la  extirpa* 


232 

ciÓQ  de  éste.  Con  este  sistema  U  operación  es  más  limpia;  el  cáncer,  que 
estaba  iomoTÍIizado  por  consecnencia  de  la  estancación,  se  hace  más  mo- 
vible, se  pnede  atraer  mejor  hacia  abajo  y  se  convierte,  de  inoperable  que 
era  en  algunos  casos,  en  operable.  Después  de  la  extirpación  hace  el  autor 
la  sutura  intestinal  circular,  y  á  las  tres  ó  cuatro  semanas  cierra  el  ano 
preternatural. 

El  Dr.  Jaffé  (do  Posen)  hace  notar  la  gran  importancia  que  tiene  con- 
serrar  el  extremo  inferior  del  recto  cuando  el  cáncer  está  alto.  Sin  em- 
bargo, entre  sus  dO  casos  ha  observado  tres  de  metástasis  en  la  porción 
inferior  del  recto  que  aparecieron  al  cabo  de  semanas  ó  de  meses,  metásta- 
sis que  acaso  reconozoan  por  origfen  las  maniobras  de  exploración. 

El  Dr.  Konig  (de  Jena)  so  muestra  muy  sorprendido  de  la  rapidez  con 
que  Bardcnheuer  extirpa  el  cáncer  del  recto,  puesto  que  él,  en  casos  do 
adherencias,  ha  necesit&do  hasta  hora  y  media.  No  ha  empleado  la  sutura 
intestinal  circular.  Es  el  primer  autor  que  hace  afios  ha  empezado  á  utili- 
zar el  niétQdo  abdominosacro.  En  la  Bí61is  rectal  es  la  única  operación 
practicable  para  evitar  una  fístula  procedente  de  arriba. 

El  Dr.  Bardenheuer  contesta  que  él  ha  terminado  la  operación  en  na 
cuarto  de  hora  en  presencia  do  KOnig,  y  que  también  la  ha  hecho  en  pre- 
sencia do  otros  cirujanos,  tales  como  Depage. 

El  Dr.  Kortt  (de  Berlín)  dice  que  cada  cual  hace  la  operación  en  el 
tiempo  que  puede.  La  extirpación  del  cáncer  rectal  alto  es  de  las  opera* 
ciones  más  difíciles.  Sa  puedo  emplear  seguramente  el  método  abdomino- 
sacro, poro  exponiendo  al  enfermo  á  los  peligros  del  colapso  y  de  la  gan- 
grena. Por  otra  parte,  la  muerte  puedo  sobrevenir  con  cualquier  procedi- 
miento. 

El  Dr.  KrQBhe  (de  Fribnrgo)  dice  que  de  la  discusión  resulta  que  hay 
casos  en  que  tampoco  sirve  el  método  abdominosacro,  cuyo  porvenir  nos  lo 
dará  á  conocer  la  experiencia.  Kocher  y  Loreoz  se  demuestran  muy  hosti- 
les. £1  primero  opera  por  una  ó  por  otra  vía,  lo  cual  os  acertado  cuando 
son  practicables;  á  ser  posible,  se  el()girá  la  abdominal.  La  adición  de  la 
incisión  rectal  Se  ha  recomendado  para  aquellos  casos  en  que  no  hay  q no 
hacer  otra  cosa;  con  ella  iio  so  afecta  la  función  del  esfínter.  Según  Lo- 
renz,  el  método  combinado  sólo  se  presta  para  los  carcinomas  incipientes» 
pero  entonces  no  lo  necesitamos.  Schlange  defiende  la  celiotomia  prelimi- 
nar, que  ya  había  recomendado  Schede.  Pero  en  general  el  procedimiento 
no  ha  satisfecho  las  aspiraciones}de  sus  preconizadores;  el  curso  de  la  he- 
rida viene  á  ser  casi  el  mismo  que  cuando  no  se  ha  hecho  dicha  operación 
previa,  y  la  desaparición  ulterior  del  ano  preternatural  no  es  tan  fáoil 
como^  pudiera  creerse. 

Reaccidn  hemolftica  del  tuero  sangofnee  en  Itt  cancerosos. —El  Dr.  Ebllino 
(de  Dresde):  Si  se  inyecta  á  un  animal  albúmina  de  un  embrión  de  otro,  el 
suero  sanguíneo  del  primero  adquiere  la  propiedad  de  disolver  los  glóbulos 
rojos  de  las  especies  de  donde  proviene  la  sangre  inyectada.  Este  dato  bio- 
químico lo  utiliza  el  autor  en  apoyo  de  su  teoría  del  cáncer.  La  reacción  se 
funda  en  el  hecho  de  que  los  glóbulos  de  algunos  vertebrados,  y  en  especial 
de  la  gallina,  son  disueltos  con  más  energía  y  rapidez  por  la  sangre  de  los 
cancerosos  que  por  la  de  sujetos  sanos  ó  afectos  de  otra  enfermedad,  y  son 


233 

también  disueltoe  con  más  rapidez  y  energía  qne  loB  glóbulos  rojos  de  los 
demás  yertebrados.  Se  ha  yisto  tan^bién  que  esta  reacción  guarda  parale- 
lismo con  la  de  la  precipitina,  y  qoe  por  medio  de  ella  se  pueden  diagnos- 
ticar en  determinadas  condiciones  tumores  cancerosos  no  apreciable^  por 
la  palpación.  La  capacidad  hemolitica  especifica  es  constante  en  cada  su- 
jeto canceroso,  y  las  metástasis  reaccionan  lo  mismo  que  el  tumor  primi- 
tÍTO.  La  extirpación  del  tumor  hace  desaparecer  la  reacción;  ésta  á  su  yez 
es  independiente  de  la  forma  de  las  células  del  tumor.  La  reacción  se  puede 
obtener  también  inyectando  masas  neoplásicas  en  el  cuerpo  del  animal, 
pudiendo  distinguirse  en  este  concepto  dos  grupos  de  tumores:  unos  que 
reaccionan  á  los  glóbulos  rojos  de  los  vertebrados,  y  cuya  causa  atribuye 
el  autor  también  á  células  embrionarias  de  vertebrados,  y  otros  que  no 
reaccionan  y  cuya  causa  busca  el  autor  en  células  de  invertebrados.  El  au- 
tnr  propone  ensayar  esta  reacción  antes  de  operar  enfermos  afectados  de 
tumores  y  obtener  una  estadística  de  reacciones  bioquímicas,  según  los  ór- 
ganos y  según  las  formas  tumorales,  para  adquirir  datos  de  este  modo 
acerca  de  las  causas  del  desarrollo  de  los  tumores. 

Implantaoián  de  la  glándula  tiroides  en  el  baze.  —  El  Dr.  Payr  (de  Oráz)  ha 
empezado  hace  tres  afios  á  ensayar  la  implantación  de  la  glándula  tiroides 
en  el  bazo  de  perros,  gatos  y  conejos.  Empezó  implantando  tan  sólo  un  ló- 
bulo, el  cual  se  vio  que  se  encontraba  en  buenas  ct>ndiciones  de  nutrición 
en  su  nuevo  alcyamiento.  A  las  cuatro  semanas  implantó  el  segundo  lóbulo. 
De  esta  segunda  serie  una  parte  de  los  animales  se  murieron,  pero  los  su- 
pervivientes no  presentaron  ningún  síntoma  patológico  y  en  especial  nada 
de  tetania.  A  los  nueve  meses  se  les  extirpó  el  bazo,  observándose  que  ya  á 
las  doce  horas  había  sobrevenido  la  tetania.  La  hemorragia  ocasionada  al 
abrir  el  alojamiento  en  el  bazo  se  cohibía  con  la  misma  implantación  de 
cuerpo  tiroides ;  después  se  cosía  la  herida  espléniea  y  se  fijaba  sobre  ella 
el  omento  para  evitar  la  hemorragia  secundaria.  La  glándula  tiroides  se 
fundía  de  un  modo  tan  íntimo  con  el  bazo  que  sólo  quedaba  un  poco  de  te- 
jido conjuntivo.  El  bocio  del  perro  se  hace  siete  veces  más  pequefio  después 
de  la  implantación  de  trozos  de  la  glándula  tiroides. 

En  un  caso  adecuado  se  decidió  el  autor  á  repetir  el  experimento  en  la 
especie  humana.  Se  trataba  de  un  niño  de  seis  años  con  un  mixoedema  muy 
pronunciado,  el  cual  venía  siendo  tratado,  hacía  tres  afios  y  medio,  con  pre- 
paraciones de  glándula  tiroides,  y  sin  ningún  resultado.  La  madre  cedió  con 
este  objeto  un  trozo  de  su  glándula  tiroides  que  tenía  una  porción  pirami- 
dal muy  larga.  Previa  laparotomía  fué  implan tadftjdicho  trozo  en  el  bazo  del 
nifio  y  en  la  forma  antes  descrita.  La  operación  se  terminó  en  doce  minu- 
tos y  la  curación  ulterior  se  verificó  sin  contratiempo,  por  más  que  la  de  la 
herida  abdominal  se  retrasó  algo  por  haberse  humedecido  sus  bordes.  Este 
niño,  que  fué  operado  el  12  de  diciembre  último,  ha  mejorado  notablemen- 
te :  empieza  ahora  á  a^ndar,  toma  parte  en  los  hechos  que  le  rodean,  los  ras- 
gos de  su  semblante  ya  revelan  cierto  grado  de  inteligencia,  y  come  solo, 
cosa  que  antes  no  podía  hacer.  La  técnica  del  ingerto  de  la  glándula  tiroi- 
des en  el  )>azo  es  muy  difícil  y  se  trata  de  una  operación  no  exenta  de  pe- 
ligros, pero  justificada  seguramente  en  aquellos  casos  desesperados  en  que 
loe  demás  métodos  no  han  dado  resultado. 

18 


234 

El  Dr.  Kqcher  (de  Berna)  cree  que  do  bay  necesidad  de  hacer  tina  opera- 
ción tan  peligrosa,  pneeto  qae  él  ha  obtenido  bnenoe  resaltados  implantan- 
do trozos  de  cnerpo  tiroides  entre  el  peritoneo  y  la  pared  del  yientre  en  ca- 
sos en  qae  no  había  dado  tan  baen  resaltado  la  administración  al  interior 
de  dicha  snbstancia.  También  se  han  hecho  inyecciones  intrayenosas,  pero 
generalmente  con  resaltado  fanesto.  En  Tez  de  ingertar  grandes  porciones 
de  caerpo  tiroides  se  paeden  ir  inyectando  trozos  peqaeños  debajo  de  la 
piel,  poco  i  poco  y  en  dirersos  pantos,  según  lo  propone  Ohristiani. 

El  Dr.  Payr  (de  Oraz)  contesta  qae  el  ingerto  de  peqaeñas  porciones  de 
glándala  en  la  piel,  qae  ha  aconsejado  Ribbert,  tiene  el  inconyeniente,  de- 
mostrado por  Labarsch,  de  que  la  degeneración  ocasionada  en  dichos  trozos 
por  el  traumatismo  es  muy  grande  comparada  con  la  sección  transTersal 
de  dichos  trozos. 

Tratamiento  de  las  fracturas  artieulares.— El  Dr.  Bardenhmer  (de  Colonia) 
dice  que  en  los  casos  de  fracturas  del  extremo  superior  del  húmero  es  nece- 
saria la  extensión  para  eyitar  una  producción  excesiya  de  callo,  la  cual  im- 
pide mucho  la  moyilidad  de  la  articulación.  También  es  muy  eficaz  en  los 
casos  de  artritis.  En  los  casos  de  fracturas  articulares  del  húmero  la  exten- 
sión se  hace  hacia  arriba;  para  eyitar  la  rigidez  articular,  aconseja  el 
autor  moyimientos  precoces. 

Tratamiento  de  la  fractura  tiplea  del  radio. —El  Dr.  Lexer  (de  Kdnigsberg) 
recomienda  en  este  caso  reducir  la  fractura,  extensión  en  el  pulgar,  coloca- 
ción de  la  mano  en  flexión,  pronación  y  abducción  cubital,  y  aplicación  de 
una  yenda  de  franela  en  forma  de  hélice,  de  modo  que  el  sitio  de  la  fractu- 
ra quede  accesible  para  el  masaje.  La  curación  se  obtiene  próximamente  al 
cabo  de  una  semana. 

Destine  ulterior  del  alambre  de  plata  en  la  sotara  do  la  rttula.  —  El  doctor 
Brurm  (de  Tubinga)  dice  haber  examinado  12  casos  de  fractura  de  la  rótu- 
la en  que  se  habla  empleado  alambre  de  plata,  y  que  habían  sido  tratados 
en  estos  últimos  diez  afios.  Sólo  en  un  caso  había  unión,  ó  sea  sin  que  la 
sutura  hubiese  cortado  los  tejidos.  En  otro  los  había  cortado  ó  el  alambre 
se  había  roto;  en  un  tercio  de  los  casos  habían  penetrado  porciones  de 
alambre  en  la  articulación  sin  haber  ocasionado  generalmente  ningún  tras- 
torno funcional  en  ella;  sólo  en  un  caso,  con  gran  separación  de  loe  frag- 
mentos consecutiya  á  la  rotura  del  alambre,  proyocaron  los  trozos  de  éste 
dolores  en  el  seno  articular;  en  otros  dos  sólo  había  menor  capacidad  de  ex- 
tender el  miembro.  En  realidad,  no  es  qne  se  rompa  el  alambre  espontánea- 
mente; se  rompe  por  las  muchas  inflexiones  á  que  está  expuesto.*  Por  lo 
tanto,  en  estas  fracturas  debe  desecharse  el  alambre  de  plata  y  emplear  en 
en  su  lugar  la  seda,  como  ya  lo  propuso  Thiem  en  el  Congreso  anterior. 
{Deutsche  Meditinal  2Mung).  —  R.  del  Yallb. 


235 

IMPEBIAL   Y   BBAL   800IBDAD   DB  LOS   BffáDIOOS  DB  YIBNA 
8éMn  del  día  B5  dé  Mayo  dé  Í906. 

Iltturt  del  tendin  del  ontdrioeps.— El  Dr.  Pablo  Álbncht  presenta  un  hom- 
bre de  caarenta  y  naeye  aHos,  que  el  5  de  febrero  del  afio  pasado  sufrió  la 
rotara  de  loe  tendones  de  los  dos  caadriceps,  por  encima  del  borde  superior 
de  la  rótula.  El  8  de  febrero  se  practicó  la  sutura  al  descubierto  de  dichos 
tendones,  yiéndose  entonces  que  también  se  habla  rasgado  en  ambos  lados 
la  cápsula  de  la  articulación  hacia  adentro  y  hacia  afuera  en  algunos  cen- 
tímetros, y  que  también  se  halóla  abierto  la  bolsa  snprarrotuliana.  En  el 
lado  izquierdo  se  tío  claramente  que  el  borde  estrecho  del  tendón,  que  ha- 
bía quedado  junto  al  borde  de  la  rótula,  estaba  inyertido  hacia  adentro,  ó 
sea  hacia  la  cavidad  articular.  Al  día  siguiente  de  la  operación  se  empezó 
con  la  faradisación  de  ambas  extremidades;  una  semana  después,  cod  masa- 
je suave  y  hecho  ^on  mucha  precaución,  y  en  la  coarta  semana  siguiente  i 
la  operación,  se  comenzó  con  los  primereé  ensayos  de  ambulación.  Hoy  se 
ejecuta  la  extensión  de  ambas  piernas  de  un  modo  completamente  normal. 

Attasia  en  f erna  de  ataqne.  —  El  Dr.  Sigtnundo  Erben  presenta  nn  indivi- 
duo que  generalmente  puede  estar  de  pié  y  andar  desembarazadamente  y 
con  seguridad;  pero  tan  pronto  como  se  excita  no  puede  estar  en  pié  y  em- 
pieza á  temblar  y  á  bailar.  La  estancia  en  pié  es  interrumpida  por  movi- 
mientos de  baile  (donismo) ;  al  cabo  de  un  cuarto  i  medio  minuto  ya  se 
puede  tener  en  pié;  con  sus  piernas  rígidas  da  unos  cuantos  pasos  cortos 
hacia  adelante  para  no  caer.  Nuestro  enfermo  no  presenta  ningún  esfuerzo 
automático  de  balanceo;  lo  que  hace  es  dar  pasitos  en  la  dirección  en  que 
amenaza  caerse.  Se  trata,  por  lo  tanto,  de  un  cuadro  patológico  constituido 
por  dos  factores :  los  espasmos  temblorosos  en  forma  de  ataques,  y  la  inca- 
pacidad de  mantener  entonces  el  equilibrio  perdido  en  la  forma  habitual. 
Estos  dos  factores  constituyen  el  síndrome  llamado  astasia,  que  describió 
por  primera  vez  Blocq  hace  veinte  afios. 

Presentaeién  de  un  nene  eon  sffiile  generalizada.— Loe  Dres.  Rodolfo  Kraus 
y  Ricardo  Volk  presentan  un  macaco  (maoacus  rhesus)  que  sufrió  la  inocu- 
lacióo  sifilítica,  por  escarificación  en  la  ceja  derecha,  el  27  de  marzo.  A  los 
veinte  días  se  desarrolló  una  lesión  primitiva,  cuyos  restos  se  ven  aún  hoy 
en  día.  El  19  de  abril,  cuando  ya  se  había  desarrollado  de  un  modo  típico  la 
lesión  primitiva,  fué  reinoculado  este  mono  con  su  propio  virus,  habiéndo- 
se desarrollado  á  los  catorce  días  una  nueva  lesión  en  el  sitio  respectivo. 
El  8  de  mayo,  ó  sea  pasados  catorce  días,  no  se  apreció  ninguna  nueva  ma- 
nifestaciÓD.  Hace  tres  días  se  encontraron  en  el  brazo  derecho  y  en  el  labio 
superior  del  mismo  lado,  dos  eflorescencias  papulosas  cubiertas  de  costras. 
En  el  brazo  derecho  la  eflorescencia  está  cubierta  con  una  costra  delgada, 
quitada  la  cual  aparece  á  la  vista  una  úlcera  superficial,  plana  y  con  una 
capa  lardácea.  En  el  labio,  la  eflorescencia  está  rodeada  de  una  areola  ex- 
tensa y  cubierta  por  una  costra  gruesa.  Debajo  del  mentón  se  tocan  gan- 
glios del  tamafio  de  guisantes.  En  la  encía  del  labio  inferior  izquierdo  se 
ve  una  ulceración  circinada;  la  lengua  aparece  cubierta  en  su  punta,  en  su 


236 

parta  anterior  y  en  su  borde  izqnierdo  por  una  infiltración  blanqneeina  y 
chata. 

El  diagnóstico  de  sífilis  generalizada  se  f  anda  en  este  caso  exclnsiyamen- 
te  en  el  coadro  clínico.  Ulteriores  investigaciones  precisarán  si  existen  espi- 
rocetes  y  si  él  examen  bacteriológico  y  nneyos  experimentos  habrán  ó  no 
de  proporcionar  datos  bastante  segaros  para  el  diagnóstico  clínico. 

Cáne0r  del  raeto  an  ana  aabaraxada;  axtlrpaaién ;  curaaián.  —  El  doctor 
HoM  Loftnz  presenta  nna  majer  de  cuarenta  y  dos  afios,  que  ingresó  en  la 
clínica  de  Hocbenegg  á  mediados  de  marzo  del  año  pasado,  hallándose  en, 
el  séptimo  mes  de  su  décimo  embarazo,  y  con  un  cáncer  rectal  muy  alto. 
El  aator  extirpó  el  neoplasma  el  81  de  marzo,  á  los  diez  de  haber  provoca- 
do el  parto  prematnro«  en  la  clínica  de  Chrobak.  Procedió  por  la  Tía  dorsal, 
y  como  encontró  ana  S  ilíaca  mny  larga  y  moTible,  extirpó  todo  el  recto,  el 
colon  pelyianoqae  contenía  el  carcinoma  y  la  porción  inferior  de  la  8;  en 
junto  anos  80  centímetros  de  intestino.  El  resto  de  la  flexura  lo  hizo  pasar 
por  el  esfínter,  que  había  sido  respetado  (método  ¿eHochenegg),  y  laenfer* 
ma  no  sólo  se  curó  sin  ningún  accidente,  sino  que  de  desnutrida  que  se  ha- 
llaba, mejoró  de  un  modo  sorprendente.  Ya  hace  bastante  tiempo  que 
cuando  las  deposiciones  son  consistentes  las  puede  retener,  el  esfínter  se 
contrae  con  mucha  energía  cuando  se  introduce  el  dedo  en  el  recto,  y  es  de 
creer,  por  lo  tanto,  que  poco  á  poco  recobrará  la  enferma  la  continencia 
normal. 

Extirpacién  tatal  del  labarinta  y  aparaeién  radical  del  aída  media.— El  doctor 
Femando  Alt  presenta  una  nifia  de  seis  afios  á  la  que  le  ha  hecho  la  extir- 
pación radical  del  oído  medio  y  la  extracción  completa  del  laberinto  como 
secuestro  óseo. 

El  secuestro  comprende  todo  el  laberinto  óseo.  La  pared  del  promontorio 
está  perforada,  y  en  la  región  de  las  rentanas  oral  y  redonda  descubre  la 
sonda  tejido  de  granulación.  Los  conductos  semicirculares  superior  y  poste- 
rior aparecen  abiertos,  y  el  horizontal  falta  por  completo.  El  conducto  audi- 
tÍTO  interno  está  ocupado  por  granulaciones.  Al  día  siguiente  de  la  opera- 
ción la  nifialastaba  sentada  en  la  cama  y  jugando,  y  tres  días  después  anda- 
ba por  la  sala,  pero  con  cierta  inseguridad,  separando  las  piernas  y  no  pu- 
diendo  tenerse  sobre  un  pié  ni  con  los  ojos  cerrados,  aunque  se  apoya  en 
los  dos.  No  hay  yértigo,  nistagmus,  ni  trastornos  en  los  músculos  oculares. 
El  secuestro  yiene  á  ser  una  preparación  del  laberinto,  y  se  ha  producido 
sin  duda  por  la  oclusión  de  la  arteria  auditiva  interna.  El  neryio  facial 
conserva  su  conductibilidad  á  pesar  de  que  pasaba  á  través  del  secuestro.' 

Sin  embargo,  estaba  tan  reblandecido  en  el  conducto  auditivo  interno  y 
al  salir  del  conducto  de  Falopio,  que  el  autor  pudo  extraer  el  seculdstro  sin 
ninguna  dificultad,  y  al  mismo  tiempo  dividir  el  nervio  en  dos  puntos.  En 
la  preparación  se  ve  que  al  salir  el  tronco  nervioso  del  conducto  de  Falopio 
está  rodeado  de  granulaciones.  8e  comprende  que  después  de  la  operación 
tiene  que  haber  quedado  una  parálisis  completa  del  facial,  puesto  que  falta 
una  porción  de  este  nervio.  Para  corregir  dicha  parálisis  se  propone  el  autor 
ingertar  el  nervio  espinal  en  el  tronco  del  facial  pasada  una  semana. 

Eaibaiia  eraérlaa  y  aérea  an  ana  pnérpara.— El  Dr.  Maximiliano  Richierr^» 
fiare  el  caso  de  una  primípara  de  veintidós  afios  que  diez  días  antes  de  mo- 


237 

.  rirae  habla  tenido  an  parto  premataro  en  el  octavo  mes.  En  el  puerperio  no 
ooarrió  nada  de  particular,  excepto  cierto  mal  olor  de  los  loquio8,qae  con  un 
tratamiento  adecnado  se  hizo  desaparecer.  Fuera  de  esto,  la  mujer,  que  era 
de  tipo  fino  y  anémico,  se  encontraba  completamente  bien,  á  los  diez  días 
del  parto;  ¡en  la  tarde  del  16  del  corriente  la  enferma  estaba  sentada  en  la 
cama  y  comiendo.  Guando  casi  habla  terminado  de  comer,  se  puso  pálida, 
dijo  que  se  sentía  mal,  y  en  el  mismo  momento  vomitó  y  se  cayó  hacia 
atrás.  La  enfermera  fue  por  un  vaso  de  agua,  y  cuando  volvió  vio  que  la  pa- 
ciente hacia  algunos  gestos  con  la  cara,  y  en  esto  se  quedó  muerta. 

Gomo  no  se  pudo  establecer  un  diagnóstico  indudable,  se  hizo  la  autop- 
sia, viéndose  entonces  que  estaba  abultado  el  pericardio,  y  una  vez  abierto 
éste  se  encontraron  muy  distendidos  el  ventrículo  y  la  aurícula  derechos, 
teosas  sus  paredes,  timpánico  el  sonido  de  percusión  de  las  mismas,  y  al 
abrir  el  ventrículo  derecho,  debajo  del  agua  salieron  numerosas  burbujas 
de  aire,  algunas  de  ellas  del  tamaño  de  una  nuez.  La  sangre  estaba  liqui- 
da, de'  color  rojo  obscuro  y  no  espumosa.  La  arteria  pulmonar  y  sus  ramas 
estaban  ocupadas  por  coágulos  consistentes  de  color  gris  rojizo,  de  superfi- 
cie mate ;  el  mayor  de  dichos  coágulos  tenia  6  centímetros  de  largo  y  1  de 
grueso. 

La  autopsia  descubrió  el  origen  de  la  embolia  aérea  y  de  la  cruórica.  La 
vena  eepermática  derecha  estaba  distendida  por  un  gas,  y  también  lo  es- 
taba en  parte  el  plexo  pelviano.  Desde  un  vaso  de  2  á  8  milímetros  de  grue- 
so de  la  pared  del  útero,  y  situado  á  la  derecha  de  la  linea  media,  sé^odla 
penetrar  sin  ninguna  dificultad  con  la  sonda  á  través  de  la  zona  de  inser- 
ción de  la  placenta,  hasta  entrar  en  la  cavidad  uterina.  La  vena  esper- 
mática  izquierda  contenía  muy  poca  sangre  y  ésta  no  estaba  coagulada.  En 
el  plexo  venoso  del  lado  derecho,  que  estaba  constituido  por  cordones  del 
grosor  de  un  dedo,  se  encontraron  coágulos  de  color  gris  rojizo  y  muy  poco 
adheridos.  El  útero  estaba  muy  blando,  pacido,  poco  reducido  y  en  ante- 
flexión muy  exagerada.  8u  percusión  daba  un  sonido  vacio,  y  por  el  con- 
ducto cervical  se  podía  introducir  un  dedo.  Hay  que  mencionar,  además, 
la  particularidad  de  que  esta  mujer  presentaba  la  llamada  estrechez  con- 
génita  de  las  arterias;  sus  vasos  eran  de  poco  calibre,  de  pared  delgada  y 
muy  elásticos,  y  el  perímetro  de  la  arteria  sólo  media  8  centímetros. 

En  este  caso,  el  primer  accidente  fué  el  desprendimiento  de  coágulos 
procedentes  de  las  venas  pelvianas,  y  el  arrastre  de  dichos  coágulos  hasta 
la  artería  pulmonar,  accidentes  provocados  quizá  por  el  acto  del  vómito. 
Al  mismo  tiempo  fué  arrastrado  el  coágulo  de  la  vena  uterina  antes  men- 
cionada, caso  de  que  en  ella  hubiera  un  trombus,  y  entonces,  como  quiera 
que  al  caei^se  la  enferma  hacia  atrás  penetró  aire  por  aspiración  etí  el  inte- 
rior del  útero,  sobrevino  la  embolia  aérea.  También  es  interesante  en  este 
caso  la  particularidad  de  que,  no  obstante  estar  el  eorazón  muy  perturbado 
en  sns  funciones  por  la  obstrucción  de  la  arteria  pulmonar,  aún  pudo  as- 
pirar aire  de  la  cavidad  uterina. 

( Wiener  Klinisehe  Rundechau),  —  R.  del  Valle, 


238 


PERIÓDICOS 


ConsMiiMolas  mortates  d«  nn  «rzatlo.  —  Loe  Dres.  N.  Néstor  y  Si.  Oaln, 
de  Bucarest,  refieren  an  caso  en  el  que  sobrevino  la  muerte  á  consecuen- 
cia de  un  orzuelo.  De  éste,  del  plexo  venoso  retrobulbar  del  seno  caverno- 
so, que  presentaba  también  trombus,  y  por  último,  de  varios  infartos  su- 
purados del  pulmón,  se  pudieron  obtener  cultivos  del  estafilococo  piógeno 
dorado. 

Se  trataba  de  un  nifio  de  dies  afios,  en  el  que  siete  días  antes  de  su  in- 
greso en  el  hospital  habla  aparecido  un  orzuelo  en  el  párpado  superior 
izquierdo;  á  los  cinco  días  el  ojo  estaba  sumamente  hinchado  y  doloroso, 
no  se  podía  abrir  y  había  un  quemosis  considerable.  Sobrevinieron  sínto- 
mas meningíticos  y  lesiones  en  el  ojo  derecho,  análogas  á  las  de  su  congé- 
nere, y  á  los  tres  días  de  esto  falleció  el  enfermo. 

(iSSptto¿u¿).— R.  DBL  Valle. 

El  áoMo  vanádleo  y  su  omplsa  en  torapéotiea.  —  Hasta  ahora  se  habían 
empleado  los  vanadatos  de  sosa,  de  hierro,  de  litiná,  etc.,  pero  no  el  ácido 
vanádico.  Dos  químicos  distinguidos,  los  Sres.  Witz  y  Osmond,  han  de- 
mostrado la  propiedad  singular  que  tiene  el  ácido  vanádico  cuando  se 
encuentra  en  presencia  de  una  materia  orgánica  y  de  un  cuerpo  oxidante ; 
oxida  dicha  materia,  se  apropia  eu  seguida  el  oxigeno  del  cuerpo  oxidante 
y  le  vuelve  á  ceder  á  la  materia  orgánica,  repitiéndose  estos  fenómenos  de 
una  manera  continua.  Bl  ácido  vanádico  se  convierte  sucesivamente  en 
hipervanádico  é  hipovanádico  al  apropiarse  y  ceder  el  oxigeno,  pcurriendo 
así  un  fenómeno  análogo  al  que,  según  Beind  y  Schultz,  se  produce  entre  el 
oxigeno  y  el  arsénico. 

Bl  Dr.  Laran  ha  estudiado,  en  colaboración  con  Bernard  y  Pecourt,  las 
propiedades  químicas  y  fisiológicas  de  las  sales  de  vanadio.  Deducen  de 
sus  experimentos  que  estas  sales  obran  únicamente  por  el  ácido  vanádico 
y  que  además  tienen  la  desventaja  de  ser  inestables,  razón  por  la  cual  de- 
ben ser  desechadas.  Los  experimentos  que  han  practicado  con  el  ácido  va- 
nádico en  el  conejillo  de  Indias  tuberculoso,  no  pueden  ser  de  resultados 
más  satisfactorios,  puesto  que  dicho  ácido  contiene  de  una  manera  mani- 
fiesta la  marcha  de  la  tuberculosis  por  transformación  fibrosa  de  las  le- 
siones. 

Bl  Dr.  Le  Blond,  médico  del  hospital  de  San  Lárazo,  de  París,  ha  em- 
pleado el  ácido  vanádico  al  interior  y  en  uso  tópico.  Al  interior  lo  ha  usado 
con  buen  éxito  en  todos  los  estados  anémicos  y  caquécticos,  sobre  todo  en 
la  tuberculosis  pulmonar,  en  la  que  sus  resultados  son  sorprendentes.  Ad- 
ministra al  día  dos  cucharadas  de  una  disolución  de  15  miligramos  de  áci- 
do vanádico  en  un  litro  de  agua.  Obra  indudablemente  en  este  caso  sumi- 
nistrando oxígeno  á  los  elementos  del  organismo,  en  particular  á  las  células 
linfática^,  permitiéndoles  luchar  en  mejores  condiciones  contra  los  bacilos 
y  activando  el  proceso  esolerógeno,  que  ea  el  modo  habitual  de  curación 


239 

de  los  focoB  tuberculosos  poco  ayansados.  Tópicamente  le  ha  nsado  en  las 
heridas  accidentales  ó  quirúrgicas,  el  ántrax,  las  lesiones  tabercalosas  ó 
sifilíticas  macocatáneas  y  en  el  eczema  j  úlceras  varicosas.  Emplea  la  di- 
solución de  50  centigramos  de  ácido  yauádico  por  1.000  de  agua,  disolución 
i  la  que  llama  ozidasina,  que  diluye  en  diez  veces  su  volumen  de  glicerí- 
na,  para  las  lesiones  mucosas  ó  de  agua,  para  las  cutáneas.  Se  aplica  varias 
veces  al  día  sobre  la  lesión  con  un  pincel  ó  por  medio  de  compresas.  Los 
resultados  han  sido  bastante  satisfactorios. 

Este  tratamiento  ha  sido  eficacísimo  en  las  vaginitis.  Limpia  perfecta- 
mente la  vagina  con  agua  oxiginada  y  seca  con  algodón  hidrófilo  asépticos 
se  tapona  con  algodón  de  la  misma  clase  empapado  en  la  disolusión  acuosa 
indicada.  El  taponamiento  se  repite  á  las  veinticuatro  horas,  suspendién- 
dose sólo  durante  el  periodo  menstrual.  En  la  nretritis  de  la  mujer  ha  ob- 
tenido también  resultados  excelentes  con  esta  medicación.  Se  emplea  por 
medio  de  vastagos  de  cobre  rojo  de  8  á  16  centímetros  de  longitud,  sujetos 
i  mangos  de  acero  niquelado.  Por  medio  de  una  lima  se  forman  en  la  su- 
perficie del  hilo  de  cobre  algunas  asperezas  para  sujetar  el  algodón,  se  le 
flamea,  se  le  rodea  una  pequeña  cantidad  de  algodón  formando  una  espe- 
cie de  pincel  de  la  longitud  de  la  uretra,  se  moja  en  una  disolución  de  17 
centigramos  de  ácido  vanádico  por  un  litro  de  glicerina  y  se  introduce  por 
la  uretra,  imprimiéndole  un  movimiento  de  vaivén  cuando  está  ya  introdu- 
cido, extrayéndole  después.  La  enferma  debe  estar  echada  y  en  la  posición 
del  reconocimiento  vaginal.  Este  tratamiento  debe  repetirse  una  ó  dos  ve- 
ces por  día.  En  los  intervalos  se  introduce  y  deja  en  la  uretra  con  una  pin- 
za de  Kocher  un  tampón  cilindrico  de  algodón  mojado  en  la  disolución 
referida.  £1  tampón  es  expulsado  al  orinar  la  enferma. 

Ha  empleado  también  en  las  endometritis,  sobre  todo  blenorrágicas,  la 
disolución  glicerinada  de  ácido  vanádico  á  la  dosis  de  5  centigramos  por 
litro.  Colocada  la  enferma  en  decúbito  dorsal  sobre  el  lecho,  desinfectada  la 
vagina  con  agua  oxigenada,  dilatado  ó  no  el  conducto  cervical  según  sea 
necesario,  y  reconocida  con  el  histerómetro  la  posición  del  útero  y  la  direc- 
ción do  su  cavidad,  se  introduce  un  vastago  de  alambre  fiameado  y  envuel- 
to en  algodón  aséptico  mojado  en  la  disolución  referida,  imprimiendo  al 
portatópicos  movimientos  de  vaivén  en  varias  direcciones  para  que  el  medi- 
camento se  ponga  en  contacto  con  toda  la  mucosa  uterina.  Después  se  ex- 
trae el  portatópicos  y  se  introduce  en  la  vagina  un  tampón  mojado  en  la 
disolucióif  referida.  La  operación  se  practica  cada  dos  días,  suspendiéndola 
durante  la  época  menstrual.  En  los  casos  rebeldes  se  recurre  cada  ocho 
días  á  un  toque  intra  uterino  con  ácido  nítrico. 

{Le  Frogréa  Medical,  14  julio  1906).— F.  Tolbik). 

Edena  anglomiirAtico  de  las  Yías  respiratorias  snperioros.  —  El  edema  an- 
gioneurótico,  afección  análoga  á  la  urticaria,  no  suele  tener  más  que  un 
interés  puramente  dermatológico,  pero  cuando  radica  en  las  vias  respira- 
torias superiores,  puede  simular  la  difteria  y  hasta  provocar  síntomas  muy 
gravas. 

ElDr.  T.  Halsted  ha  observado  dos  de  estos  casos.  £1  primero  se  refie- 
re á  un  joven  que  de  pronto  sintió  molestia  y  dificultad  al  tragar  y  al  res- 


240 

pirar.  En  las  faacea  se  eDCODtró  una  tumefacción  amarillenta- pálida  en  los 
pilares  del  paladar  y  en  la  amígdala  del  lado  derecho.  La  anamnesia  dio  á 
conocer  qne  el  paciente  había  notado,  en  el  último  mes,  la  aparición  fre* 
cuente  de  tamefacciones  en  diversas  partes  de  sn  cuerpo,  tales  como  en  loe 
brazos,  en  los  pies  y  en  el  escroto.  Estas  tumefacciones  no  se  ponían  rubi* 
cundas,  no  ocasionaban  dolor  ni  picor,  desapareciendo  en  muy  poco  tiem- 
po, lo  más  tarde  al  cabo  de  cuarenta  y  ocho  horas.  El  autor  escarificó  las 
part^  hinchadas  de  la  mucosa,  con  lo  cual  desaparecieron  en  pocas  horas 
la  hinchazón  y  las  molestias.  Al  día  siguiente  estaba  cerrado  el  ojo  derecho 
por  hinchazón  de  los  párpados,  pero  también  esta  hinchazón  se  disipó  muy 
pronto. 

El  otro  enfermo  yiene  padeciendo  de  accesos  de  obstrucción  de  las  fosas 
nasales,  obstrucción  que  sobreyiene  de  pronto  con  intervalos  de  pocas  se- 
manas á  algunos  meses,  yendo  acompafiada  por  lo  general  de  molestias  res- 
piratorias. El  autor  reconoció  al  enfermo  durante  uno  de  estos  accesos  y 
encontró  que  la  mucosa  del  paladar  y  de  la  úvula  estaba  ocupada  por  una 
tumetacción  lo  mismo  que  en  el  caso  anterior.  Estos  accesos,  que  siempre 
terminan  en  las  primeras  veinticuatro  horas,  suelen  ir  precedidos  de  tume- 
facciones en  diversas  zonas  de  la  piel.  Ambos  pacientes  son  neuropáticos. 

La  causa  de  esta  enfermedad  es  rara.  Se  presenta  en  personas  nerviosas 
y  parece  provenir  de  una  especie  de  intoxicación ;  se  indican  como  cansas 
ocasionales  determinados  alimentos,  tales  como  las  fresas,  el  pescado,  loe 
helados  y  también  los  enfriamientos,  los  traumatismos  y  los  sustos. 

Tan  pronto  como  sobreviene  una  disnea  angustiosa  se  procederá  á  prac- 
ticar escarificaciones  que,  según  el  autor,  proporcionan  un  alivio  rápido. 
{Ámer.joum.  ofthemed.  Sciences). —  H,  del  Yallb. 

La  pmeba  del  alcohol  on  patología  gáttrlea.—  En  una  de  las  últimas  sesio- 
nes de  la  Sociedad  de  Biología,  de  París,  se  ha  ocupado  el  Dr.  P.  Garnot  de 
una  nueva  prueba  clínica,  susceptible  de  suministrar  datos  importantes 
respecto  al  valor  secretorio  del  estómago ;  consiste  en  provocar,  por  la  in- 
gestión de  una  cantidad  pequeña  de  alcohol,  la  secreción  gástrica  qne  ee 
analizada.  Los  estómagos  normales  reaccionan  casi  de  la  misma  manera, 
segregando  un  jugo  ácido  y  abundante  en  pepsina,  pero  en  los  enfermos  la 
reacción  es  diferente.  En  unos,  la  secreción  es  hiperácida  é  hiperpésica ;  en 
otros,  hipoácida  é  hipopépsica.  En  muchos  casos  (cirrosis  atrófica,  cáncer 
del  estómago),  la  reacción  de  las  glándulas  gástricas  con  el  alcohol  es  nula. 
En  algunos  casos  hay  disociación  funcional  (gastritis  etílica),  no  siendo 
la  secreción  acida  pero  sí  abundante  en  pepsina.  Finalmente,  en  otros,  la 
reacción  es  sólo  mucípara.  Al  parecer  la  prueba  del  alcohol  puede  indicar 
con  bastante  exactitud  el  estado  de  las  glándulas  gástricas  en  los  diversos 
estados  patológicos.— (Za  Presse  Mediaüe,  19  mayo  1906).— F.  Tolbdo. 


-4^taíi^- 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


OH  CASO  DE  CIANOSIS  CORGÉNITA  COR  NECROPSIA 


P.  CABRIÓN 

VnImot  cliniao  d*  b  Ptemltad  d*    (Miela*. 


M.  ARQUBLLADA 

del  Hospital  del  Nlfto  Jetúe  y  de  le  Beneftceaele 
mnalelpftl  f por  opoeielón). 


J.  B.,  de  ocho  años,  natural  de  Alcobendas  (Madrid),  ingresó  el 
dfa  6  de  enero  del  pasado  año  en  el  núm.  21  de  la  sala  de  San  Juan 
del  Hospital  del  Niño  Jesús,  á  cargo  del  Dr.  Fuentes. 

Antecedentes  familiares, —  El  padre  es  un  sifilftico  en  tercer  perio- 
do, y  la  madre  ha  padecido  varios  abortos. 

Antecedentes  individuales. -^ApensíB  nacido  tuvo  una  onfalorragia 
intensa,  presentando  en  toda  la  piel  y  mucosas  un  color  amorata- 
do; en  los  primeros  años  sufría  con  frecuencia  fatiga,  cansancio, 
aumento  del  tamaño  de  los  dedos,  frío,  etc.,  lo  que  obligó  á  su  fami- 
lia á  llevarlo  al  hospital. 

Espado  al  ingreso  en  la  clínica.  —  Lo  primero  que  llama  la  aten- 
ción es  el  color  azulado  de  todo  su  cuerpo,  más  marcado  en  los  la- 
bios y  manos.  La  cabeza  grande,  el  lóbulo  de  la  oreja  adherente, 
nariz  de  Hutchinson  (aplanada  en  su  base),  bóveda  palatina  ojival, 
dientes  de  Hutchinson  con  inversión  de  caninos,  dedos  de  las  manos 
y  pies  aumentados  notablemente  en  sus  extremidades  con  el  rebor- 
de elevado,  sobresaliendo  la  uña  como  el  vidrio  de  un  reloj. 

Existe  disnea,  32  inspiraciones  por  minuto,  que  aumenta  con  el 
ejercicio,  lo  mismo  que  el  color  azul,  sensación  de  frío  muy  intensa, 
mayor  en  manos  y  pies. 

Exploración  del  corasen.  —  Por  palpación  se  percibe  desviación  y 
descenso  de  la  punta  del  corazón,  por  fuera  de  la  línea  mamilar 
izquierda. 

La  zona  de  macicez  absoluta  sobresale  tres  traveses  de  dedo  del 
Aff  o  XXX.  -  Tomo  LXXII.  -  Núm.  04a  -21  Agosto,  1906.  '  19 


242 

borde  derecho  del  esternón,  continuándose  con  la  hepática,  que  se 
extiende  desde  el  limite  normal  superior  hasta  tres  traveses  de  dedo 
por  encima  del  ombligo. 

Existe  un  soplo  cardiaco  suave,  sistólico,  oyéndose  con  mayor  6 
menor  intensidad  en  toda  la  zona  de  macicez,  siendo  el  máximum 
en  la  parte  medía  del  esternón,  al  nivel  de  la  inserción  del  cuarto 
cartílago. 

Tiene  132  pulsaciones  por  minuto,  siendo  la  presión  sanguínea  en 
la  radial  de  10  milímetros. 

El  análisis  de  sangre,  hecho  por  el  Dr.  Velasco,  dio  6.400.000  gló- 
bulos rojos,  y  seis  mil  leucocitos  por  milímetro  cúbico. 

En  los  primeros  días  de  julio  aumentó  la  di8nea,/presentándo8e 
edemas  de  las  extremidades  inferiores,  seis  gramos  de  albúmina  por 
por  litro  de  orina,  oliguria,  sensación  de  frío  muy  intensa,  pequenez 
y  frecuencia  de  pulso,  aumentando  la  intensidad  de  estos  síntomas 
asistólicos,  hasta  que  falleció  el  29  de  julio  de  1905. 

El  tratamiento  á  que  estuvo  sometido  se  redujo  á  vida  higiénica, 
algunas  fricciones  de  pomada  mercurial,  pequeña  dosis  de  yoduro 
de  sodio,  algún  tónico  cardíaco,  etc. 

Necropsia  (1).— Levantada  la  pared  anterior  del  tórax,  se  encontró 
un  corazón  aumentado  notablemente  de  volumen,  á  expensas  del 
ventrículo  y  aurícula  derechos,  como  lo  hacían  ya  suponer  los  re- 
sultados de  la  percusión  en  vida;  desproporción  entre  la  arteria 
aorta  y  la  pulmonar,  la  primera  muy  dilatada  y  la  segunda  tan  re- 
ducida de  tamaño,  que  apenas  mide  medio  centímetro  de  diámetro; 
la  prueba  del  agua  demostró  que  las  sigmoideas  aórticas  eran  suñ- 
cientes.  La  pulmonar  estaba  obliterada,  no  dejando  pasar  un  es- 
tilete. 

Hechas  las  incisiones  clásicas  para  descubrir  las  cavidades  car« 
díacas,  se  vio,  por  lo  que  respecta  á  la  aurícula  derecha,  un  aumen- 
to extraordinario,  tanto  de  su  cavidad  como  del  grosor  de  sus  pare- 
des; el  agujero  de  Botal  no  sufre  ningún  carácter  extraño,  pues  aun 
cuando  pasa  un  estile  por  él,  esto  ocurre  normalmente,  por  lo  me- 
nos en  un  tercio  de  los  casos,  según  afirma  Testut. 

El  ventrículo  derecho  presenta  la  misma  exageración  en  cuanto  á 
cavidad  y  grosor  de  sus  paredes,  notándose  en  el  tabique  interven- 
tricular  una  escotadura  que  comprende  la  porción  posterior  del  seg- 
mento anterior  y  la  porción  membranosa. 

(1)  La  piesa  anatómica  se  conserva  en  el  Museo  de  Anatomía  patológica 
del  Hospital  del  Niño  Jesús. 


243 

El  infundíbulo  pulmonar  se  estrecha  hasta  llegar  á  obliterarse  en 
«1  punto  de  arranque  de  la  arteria  pulmonar. 

La  aurícula  izquierda  presentaba  una  notable  disminución  de  su 
cavidad,  que  viene  á  ser  aproximadamente  una  tercera  parte  de  la 
derecha. 

Las  paredes  del  ventrículo  izquierdo  son  menos  gruesas  quo  las 
del  derecho,  y  en  su  cavidad  se  ve  también  la  escotadura  del  tabi- 
•que,  y  que  la  aorta  está  desviada  ligeramente  hacia  el  ventrículo 
derecho  (fig.  1). 

Terminado  el  examen  de  cada  una  de  las  cavidades,  vasos  y  tabi- 
<{\xe,  lo  mismo  por  el  ventrículo  derecho  que  por  el  izquierdo,  nos  pa* 


Figura  1.  Figura  2. 

TOCIO  sería  muy  demostrativo  en  este  caso  dar  un  corte  vertico- 
transversal  que  pasara  por  el  origen  de  la  aorta  (como  el  que  se  pue- 
de ver  en  la  Anatomie  Humatne,  de  Testut),  y  fijándonos  en  el  seg- 
mento posterior  del  corte  (fig.  1)  veremos  que  la  aorta  está  á  caballo 
Bobre  el  tabique  interventricular,  que  esta  arteria  está  muy  aumen- 
tada de  volumen,  dejando  un  buen  espacio  desde  la  escotadura  has- 
ta el  origen  de  la  aorta  (17  milímetros),  siendo  lo  que  más  llama  la 
atención  la  fácil  comunicación  del  ventrículo  derecho  con  la  aorta; 
el  aumento  de  volumen  y  la  hipertrofia  del  ventrículo  derecho,  que 
indica  claramente  la  importancia  que  tuvo  en  el  mecanismo  de  la 
circulación. 

En  las  válvulas  y  orificios  se  presentaban  unos  nodulitos  del  tama- 
ño máximo  de  un  cañamón,  y  cuyo  tejido  es  inflamatorio,  como  lo 
demuestra  el  análisis  micrográfico  hecho  por  el  Dr.  Velasco. 


244 

Etiologia.-^Sienáo  el  padre  un  sifilítico,  y  teniendo  el  gujeto  de  Ift. 
observación  los  síntomas  de  la  sífilis  hereditaria,  es  lógico  pensar 
que  la  herencia  de  esta  enfermedad  es  la  que  ha  producido  la  de  este- 
sujeto. 

Diagnóstieo.-^Por  la  bóveda  ojival  los  dientes  semilunares  con  in- 
versión de  caninos,  la  nariz  aplastada  en  su  base  y  los  antecedente» 
paternos,  hay  que  diagnosticar  el  enfermo  de  heredoaiftlia;  pero  por 
el  color  azul  de  su  cuerpo,  má43  marcado  en  labios  y  manos  desde  el 
momento  de  nacer,  el  aumento  de  volumen  de  las  extremidades  dé- 
los dedos  en  manos  y  pies,  la  disnea  que  aumenta  con  el  ejercicio, 
la  sensación  de  frío,  la  desviación  de  la  punta  del  corazón,  ef 
aumento  hacia  la  derecha  de  la  zona  absoluta  de  macicez  cardíaca, 
hace  que  diagnostiquemos  Cianosis  eongénita  ó  enfermedad  azul. 

Ahora  bien,  como  nunca  se  debe  diagnosticar  por  síndromes  6 
síntomas,  es  necesario  que  expongamos  nuestro  criterio  antes  y  des- 
pués de  la  necropsia. 

El  aumento  de  macicez  del  corazón  en  sentido  transversal,  la  des- 
viación del  choque  de  la  punta  testifican  el  aumento  de  volumen  del 
corazón  derecho  y  nos  indican  claramente  que  se  trata  de  una  lesión 
del  corazón  y  no  de  cianosis  congé.nita  sin  lesión  cardíaca,  como  su- 
cede en  algunos  casos  (Vaquez). 

El  soplo  que  existía  en  nuestro  enfermo,  por  sus  caracteres  y  loca- 
lización,  no  tenía  valor  diagnóstico. 

Fundándonos  en  los  anteriores  datos,  dimos  como  probable  el 
que  se  trataba  en  nuestro  enfermo  de  una  estrechez  pulmonar  con 
comunicación  de  tabique  interventricular  ó  interauricular. 

El  hecho  de  no  presentar  el  soplo  con  los  caracteres  que  se  asigna 
á  la  estrechez  pulmonar,  no  tiene  nada  de  extraño  si  se  tiene  en 
cuenta : 

1.^  Que  la  ausencia  del  soplo  es  un  hecho  bastante  común,  porque 
en  algunos  casos  es  tan  pronunciada  la  estrechez,  que  la  cantidad 
de  sangre  que  pasa  no  es  suficiente  para  producir  el  soplo. 

2.°  En  otras  ocasiones,  por  estar  estrechado  el  tronco  de  la  arteria 
pulmonar  hasta  su  bifurcación,  la  sangre  pasa  por  este  conducto  sin 
tener  condiciones  para  producir  el  soplo,  como  el  caso  descrito  por 
Variot  y  Chambord. 

Algunos  autores,  como  E.  Weill,  dicen  que  la  existencia  de  hiper- 
trofia del  corazón  derecho,  aunque  sea  sin  soplo,  coincidiendo  con  la 
cianosis  congénita,  son  síntomas  más  que  suficientes  para  diagnos- 
ticar la  estrechez  de  la  arteria  pulmonar. 


245 

Para  hacer  el  diagnóstico  anatomopatoiógico  debemos  ñjarnos 
«n  el  resultado  de  las  necropsias  que  se  han  hecho,  y  asi  Fallo!  hace 
una  clasificación,  basada  en  55  autopsias  de  cianosis,  que  las  di- 
vide en  cuatro  grupos : 

Primero.  Caracterizado  por  estrechez  de  la  arteria  pulmonar, 
desviación  de  la  aorta  á  la  derecha,  comunicación  interventricular 
é  hipertrofia  concéntrica  del  ventrículo  derecho.  De  este  primer 
^rupo  describe  39  casos. 

Segundo.  Caracterizado  por  estrechez  de  la  arteria  pulmonar, 
•desenvolvimiento  completo  del  tabique  interventricular  y  persisten- 
cia del  agujero  de  Botal.  De  este  grupo  describe  siete  casos. 
'  Tercero,  Tiene  por  carácter  un  tronco  arterial  único,  que  después 
«e  divide  en  aorta  y  pulmonar.  De  este  grupo  describe  tres  casos. 

Y  el  cuarto,  del  cual  sólo  describe  un  caso,  y  que  está  caracteriza- 
do únicamente  por  la  persistencia  del  agujero  de  Botal. 

Además,  como  apéndice,  describe  tres  casos  con  obliteración  de  la 
arteria  pulmonar,  correspondiendo  dos  de  ellos  al  primer  grupo  y  el 
otro  al  segundo. 

La  obliteración  completa  de  la  arteria  pulmonar,  la  ligera  des- 
viación de  la  aorta  á  la  derecha,  la  comunicación  interventricular 
y  la  hipertrofia  concéntrica  del  ventrículo  derecho  que  presenta 
nuestro  caso,  hace  que  le  coloquemos  en  el  apéndice  que  hace  Fa- 
Jiot  al  primer  grupo  de  su  clasificación. 

Debemos,  pues,  notar  la  frecuencia  del  primer  grupo  de  Fallot, 
comprobada  por  Ranchguss,  que  en  192  casos  encontró  171  veces  el 
primer  grupo.  ^ 

Basado  nuestro  diagnóstico  probable  en  estos  datos,  y  confesando 
•que  no  pensamos  en  la  atrepsia  pulmonar,  vamos  á  establecer  el 
dii^nóstico  diferencial  y  explicar  el  soplo  que  podía  hacer  pensar 
en  la  enfermedad  de  Roger. 

¿La  comunicación  interventricular  con  estrechez  ú  obliteración 
•de  la  arteria  pulmonar,  da  siempre  lugar  á  soplo  como  en  la  enfer- 
medad de  Roger?  No  da  lugar  á  ningún  soplo  en  la  mayoría  de  los 
casos,  y  esta  observación,  hecha  por  todos  los  clínicos,  se  com* 
prende  fácilmente  cuando  se  nota  la  diferencia  que  existe  entre  la 
comunicación  interventricular  amplia  de  la  porción  posterior  del 
«egmento  anterior  y  la  comunicación  interventricular  llamada  en- 
iermedad  de  Roger.  En  ésta  se  trata  de  un  orificio  situado  general- 
mente en  el  segmento  membranoso  que  pone  en  comunicación  los 
dos  ventrículos;  las  condiciones  para  que  se  produzca  el  soplo  des- 


(.'. 


246 

<;ripto  por  Rpger  no  pueden  ser  mejores,  mientras  que  en  los  caso» 
como  el  nuestro  la  comunicación  se  restablece  por  una  escotadura 
que  mide  más  de  centímetro  y  medio  en  sentido  vertical,  por  otro 
tanto  ó  más  en  sentido  transversal,  con  el  origen  de  la  aorta  á  ca- 
ballo del  tabique,  mirando  el  orificio  de<  esta  arteria  mitad  al  ven- 
trículo derecho  y  mitad  al  izquierdo  (como  puede  verse  en  las  figu- 
ras). Bn  casos  que  corresponden  á  este  tipo,  Moussons  hace  I& 
siguiente  observación :  colocando  un  estilete  en  la  dirección  del  eje^ 
de  cada  ventrículo,  se  ve  que  se  cruzan  un  poco  por  encima  de  1& 
escotadura  interventricülar;  la  dirección  dada  al  estilete  representa 
la  columna  sanguínea  ascendente  que  se  forma  en  cada  ventrículo- 
en  el  momento  del  sístole,  las  dos  columnas  sanguíneas  se  encuen- 
tran y  se  fusionan  en  el  punto  de  arranque  de  la  aorta;  ahora  bien,, 
por  la  impulsión  adquirida  y  por  ofrecerles  la  aorta  (que  está  dila- 
tada) la  puerta  de  salida,  la  sangre  debe  de  tener  poca  tendencia  á 
pasar  de  un  ventrículo  á  otro,  y  si  esto  se  efectúa  debe  de  hacerse 
en  condiciones  poco  favorables  para  la  producción  de  un  soplo. 

Sin  embargo,  en  nuestra  observación  existía  un  soplo  suave> 
pero  no  tenía  los  caracteres  del  que  describió  Roger  (soplo  rudo,, 
puesto  que  empieza  en  el  sístole  y  enmascara  los  dos  tonos  nor- 
males del  corazón,  que  se  oye  en  la  parte  media  de  la  región  pre- 
cordial, propagándose  de  izquierda  á  derecha  en  sentido  horizontal 
y  acompañado  siempre  de  estremecimiento  catarlo). 

Varias  interpretaciones  se  han  dado  de  estos  soplos:  se  habla  de^ 
soplos  cardiopulmonares,  anemocianóticos,  como  los  llama  Duro- 
ziez;  sin  embargo,  no  es  posible  considerar  al  soplo  que  presen- 
taba nuestro  enfermo  en  esta  categoría  por  sus  caracteres  de  fijeza 
y  localización. 

Otros  han  supuesto  que  se  trataba  de  soplos  que  acompañaban  á 
la  estrechez  aórtica,  pero  en  las  autopias  se  encontraba  la  aorta 
dilatada  y  no  estenosada. 

Moussons  da  la  siguiente  explicación,  que  parece  más  lógica:  dice 
que  el  soplo  nace  en  el  momento  en  que  la  sangre  que  proviene  de 
uno  de  los  ventrículos  se  introduce  en  la  aorta;  sabido  es  que  la 
aorta  está  dilatada,  y  recordando  que  está  al  mismo  tiempo  á  ca- 
ballo sobre  el  tabique  interventricülar,  se  comprenderá  que  la  por^ 
ción  del  orificio  arterial  que  corresponde  á  uno  de  los  ventrículos 
puede  estar  relativamente  estrechada,  y  la  sangre  que  viene  de  este 
ventrículo  tiene  que  pasar  por  un  estrecho  formado  por  el  borde  de 
la  escotadura  y  la  parte  del  anillo  aórtico  correspondiente  á  este 


247 
▼entriculo;  franqueado  este  estrecho/ la  sangre  debe  producir  el 
soplo. 

Patogenia.  —  Son  dos  principalmente  las  doctrinas  que  se  dispu- 
tan la  patogenia  de  las  lesiones  congónitas  del'  corazón :  la  patoló"^ 
gica  y  la  íeraíolágica. 

La  primera,  patológica,  defendida  por  Cruveilhier,  Lancereaux, 
Grancher,  etc.,  supone  que  una  endocarditis  en  el  feto  produce  una 
estrechez  de  la  arteria  pulmonar;  sí  se  produce  antes  de  la  última 
semana,  es  decir,  cuando  no  se  ha  terminado  el  tabique  interven- 
tricular,  la  sangre  contenida  en  el  ventrículo  derecho  está  sometida 
&  una  mayor  presión  y  se  escapa  al  ventrículo  izquierdo,  impidiendo 
de  esta  manera  que  se  forme  todo  ó  parte  del  tabique  interven tricu- 
lar.  Explican  la  desviación  de  la  aorta  á  la  derecha,  diciendo  que 
lo  que  se  desvía  es  el  tabique  por  el  aumento  de  presión  del  ven- 
trículo derecho,  y  termina  Lancereaux  diciendo  que  la  teratolo- 
gía del  corazón  se  reduce  á  la  patología  del  árgano  en  la  vida  intra^ 
uterina. 

La  teratológica,  defendida  por  Rokitansky  principalmente  y  ad- 
mitida en  parte  por  E.  Weils  y  Moussons,  explican  incluso  la  estre- 
c(iez  pulmonar,  haciéndola  depender  de  un  defecto  del  desarrollo 
del  órgano. 

Para  comprender  bien  esta  doctrina,  recordaremos  que  la  divi- 
sión del  bulbo  aórtico  se  hace  por  el  desarrollo  de  un  tabique  que 
empieza  á  formarse  hacia  atrás  y  á  la  izquierda,  para  dirigirse 
adelante  y  á  la  derecha,  describiendo  una  curva;  de  esta  manera 
divide  la  circunferencia  del  bulbo  aórtico  en  dos  segmentos,  uno 
del  lado  de  la  convexidad,  atrás  y  á  la  derecha,  que  forman  la  aorta, 
y  el  otro  del  lado  de  la  concavidad,  adelante  y  á  la  izquierda,  que 
formará  la  arteria  pulmonar. 

Por  otra  parte,  el  tabique  interventricular  se  dirige  hacia  arriba 
al  encuentro  del  arterial,  describiendo  un  movimiento  de  torsión, 
haciendo  abocar  de  este  tnodo  el  orificio  aórtico  al  ventrículo  iz- 
quierdo. 

Veamos  ahora,  según  esta  doctrina,  cómo  se  explica  la  estrechez 
pulmonar  y  la  inoclusión  interventricular. 

El  tabique  arterial,  en  lugar  de  nacer  en  la  parte  posterior,  sobre 
la  pared  izquierda,  puede  tener  su  origen  en  el  centro  de  separación 
del  bulbo  y  dirigirse  en  línea  recta  hacia  adelante.  Entonces  estará 
la  aorta  á  la  derecha  y  la  pulmonar  á  la  izquierda,  resultando  una 
anomalía  de  posición. 


248 

El  tabique  puede  nacer  á  la  izquierda»  pero  con  la  concavidad 
mirando  completamente  adelante.  En  este  caso  la  aorta  está  ade- 
lante y  atrás  la  pulmonar»  resultando  una  interversión. 

Puede  ocurrir  que  se  ipodifique  la  dirección  del  tabique  en  rela- 
ción al  eje  del  bulbo»  desviándose  al  descender  acercándose  á  la 
pared  anterior  é  izquierda»  y  quedará  dividido  el  bulbo  arterial  en 
dos  partes  desiguales:  la  anterior  é  izquierda  (pulmonar)  estará  es- 
trechada» quedando  atrás  y  á  la  derecha  una  aorta  aumentada 
tanto  más  cuanto  menor  sea  la  pulmonar. 

No  hay  más  que  exagerar  esta  desviación  hasta  que  la  parte  an- 
terior é  izquierda  del  tabique  se  ponga  en  contacto  con  la  pared  del 
bulbo  y  se  tendrá  la  obliteración  de  la  pulmonar. 

La  inoclusión  del  tabique  interventricular  la  ei^)lican  porque  la 
dilatación  y  desviación  á  la  derecha  del  orificio  aórtico  hace  que  la 
porción  posterior  del  segmento  anterior  (interventricular)  sea  insu- 
ficiente para  contornear  el  orificio  aórtico  y  separarla  del  ventrícu- 
lo derecho»  y  el  resto  de  las  lesiones  se  van  formando  como/esul- 
tado  de  las  primeras  lesiones. 

La  misma  explicación  la  aplican  cuando»  en  lugar  de  estrechef^» 
existe  atresia  de  la  arteria  pulmonar. 

El  mismo  Rokitansky  explica  algunos  casos  de  obliteración  de  la 
arteria  pulmonar»  existiendo  ai  principio  una  estenosis»  y  sólo  des- 
pués» cuando  la  sangre  encuentra  más  fácil  camino  hacia  la  aorta» 
es  cuando  la  eliminación  de  función  hace  que  desaparezca  la  luz  de 
la  arteria  pulmonar. 

ObJecíones.-'A.  la  teoría  patológica  la  ha  hecho  Moussons  la  obje- 
ción de  que  no  se  ha  tenido  en  cuenta  la  sucesión  cronológica  de 
las  diferentes  fases  del  desarrollo  del  corazón.  Los  embriologistas 
están  de  acuerdo  en  que  el  tabicamiento  del  bulbo  aórtico  empieza 
en  la  tercera  ó  cuarta  semana  del  embarazo»  terminándose  en  la 
última;  por  otra  parte»  el  tabicamiento  interventricular  se  completa 
en  la  séptima  ú  octava  semana.  Para  que  la  arteria  pulmonar»  y  en 
particular  su  aparato  valvular»  sufra  las  consecuencias  de  una  en- 
docarditis» es  necesario  que  ésta  esté  constituida»  pues  de  lo  con- 
trario la  endocarditis  lesionaría  en  el  bulbo  aórtico»  aorta  y  pulmo- 
nar. La  arteria  pulmonar  se  forma»  pues»  pocos  días  antes  que  el 
tabicamiento  interventricular  se  termina.  Dice  Moussons  que  puede 
suponerse  que  la  pulmonar»  apenas  terminada»  sufra  el  ataque  de 
un  proceso  fiegmásico  y  que  ésta  produzca  una  estenosis  capaz  de 
impedirla  terminación  del  septum  interventricular  por  el  éxtasis 


,^J 


249  ,         ' 

circulatorio.  Es  decir»  que  la  endocarditis  estalla  en  época  fija«  entre 
la  sexta  y  la  séptima  semana  del  embarazo. 

Pero  como  lo  liace  notar  después,  si  éste  fuese  el  mecanismo  ha- 
bitual de  estas  lesiones  asociadas  (estrechez  pulmonar  é  inoclusión 
interventricular),  serian  muy  raras  comparadas  á  todas  las  que 
pueden  desarrollarse  durante*  el  resto  de  la  gestación,  siendo  asi 
que  las  estadísticas  prueban  todo  lo  contrario.  >^ 

No  se  comprende,  pues,  una  endocarditis  que  lesione  en  el  bulbo 
aórtico  exclusivamente  la  parte  anterior  é  izquierda  (lo  que  ha  de 
ser  pulmonar),  ni  tampoco,  como  lo  hace  notar  Weill,  que  la  endo- 
carditis aparezca  bruscamente  entre  la  sexta  y  séptima  semana, 
produciendo  en  pocos  días  una  lesión  como  la  estenosis,  que  aun  en 
conductos  más  estrechos  no  es  obra  de  pocos  días. 

Varias  objeciones  se  han  hecho  á  la  doctrina  teratológica;  así, 
Moussons  dice  que  si  bien  la  manera  de  pensar  de  Rokitansky,  ha- 
ciendo depender  la  inoclusión  del  tabique  interventricuiar  de  un 
defecto  en  Ift  división  del  bulbo  aórtico,  es  aplicable  en  algunos  ca- 
sos, no  debe  de^^eneralizarse  á  todos;  no  debemos  olvidar  que  exis- 
ten casos  de  inoclusión  del  tabique  sin  otra  lesión,  pudiéndose  muy 
bien  admitir  dos  defectos  embriológicos:  uno  en  el  tabique  del  bulbo 
aórtico  y  otro  para  el  interventricuiar;  esto  es,  el  desarrollo  simul- 
táneo de  varias  anomalías. 

Existe  un  hecho  que  á  primera  vista  podría  hablaren  favor  de  la 
teoría  patológica,  y  es  la  existencia  de  lesiones  inñamatorias  del  en- 
docardio encontradas  en  muchos  casos,  pero  la  mayoría  de  los  au- 
tores lo  explican  diciendo  que  las  malformaciones  del  corazón  son 
un  estímulo  para  la  endocarditis. 

En  favor  de  esta  manera  de  pensar  está  la  afirmación  de  Roki- 
tansky, de  que  las  alteraciones  del  endocardio  son  más  frecuentes  é 
.  importantes  cuando  la  autopsia  recae  en  niños  de  algunos  años,  con 
más  razón  en  los  adultos,  y  que  son  muy  raras  en  los  niños  recién 
nacidos. 

Expuestas  esquemáticamente  las  teorías  con  sus  principales  obje« 
Clones,  vamos  á  interpretar  la  patogenia  de  nuestro  caso. 

Conformes  con  la  objeción  de  Moussons  á  la  teoría  patológica,  no 
podemos  admitir  en  nuestro  caso  una  endocarditis  primitiva  capaz 
de  ocasionar  las  lesiones  primitivas.  Hay  que  pensar,  pues,  que  un 
cambio  de  situación  en  el  tabique  del  bulbo  aórtico,  inclinado  hacia 
adelante  y  á  la  izquierda,  dio  lugar  á  una  arteria  aorta  grande  y 
una  pulmonar  pequeña. 


850 

Que  la  inoclusión  del  tabique  interven tricular  se  deba  al  mecanis- 
mo que  expone  Rokitansky  ó  que  sea  una  anomalía  independiente 
del  tabicamiento  buíbar,  de  todos  modos  su  explicación  entra  den- 
tro de  la  doctrina  teratológica,  pero  de  todas  maneras  no  debe  de- 
jarse de  tener  en  cuenta  que  el  aumento  de  tensión  que  se  crea  en  el 
ventrículo  derecho  favorece  indudablemente  la  inoclusión  de  dicho 
tabique. 

¿Cómo  nos  explicamos  la  obliteración  de  la  pulmonar?  Estando 
esta  arteria  estenosada  y  teniendo  la  sangre  fácil  acceso  á  la  aorta 
por  la  escotadura,  la  función  de  este  vaso  disminuye  notablemente 
(Rokitansky);  en  estas  condiciones  aparece  la  endocarditis  (hecho 
indudable,  como  lo  prueba  el  análisis  microscópico),  que  es  la  cau- 
sa principal  de  la  atresia. 

En  resumen:  admitimos  la  teoría  teratológica  para  producir  la  es- 
trechez y  la  patológica  para  la  obliteración. 

La  desviación  de  la  aorta  á  la  derecha,  en  este  caso  no  es  más  que 
aparente.  Si  en  un  corte  vórtico transversal  de  un  corazón  normal 
se  suprime  la  parte  .del  tabique  interventricular  que  hace  abocar  la 
aorta  al  ventrículo  izquierdo  y  prolongamos  con  una  línea  de  pun- 
tos el  tabique  hacia  la  aorta,  veremos  que  entra  dentro  de  la  luz  de 
este  vaso;  en  estas  condiciones,  no  tenemos  más  que  recordar  que 
en  nuestro  caso  la  tensión  del  ventrículo  derecho  es  mayor  que  la 
del  izquierdo,  lo  que  hace  que  el  tabique  se  incline  hacia  el  ventrí- 
culo izquierdo. 

De  manera  que  la  falta  de  la  porción  del  tabique  que  normalmen- 
te se  dirige  de  izquierda  á  derecha  y  la  hipertrofia  y  aumento  de  ten- 
sión del  ventrículo  derecho,  dan  cuenta  de  que  no  existe  desviación 
de  la  aorta  á  la  derecha;  nos  parecería  mucho  mejor  decir  que  el  ta- 
bique está  desviado  á  la  izquierda. 

La  hipertrofia  del  ventrículo  derecho  se  puede  suponer  debida  á  liv 
estructura  que  indudablemente  existía  al  principio  en  la  arteria  pul- 
monar de  nuestro  enfermo,  pero  aun  en  estas  circunstancias  y  fiján- 
donos en  ia  fig.  1,  se  ve  que  la  sangre  tiene  por  la  escotadura  una 
gran  vía  de  derivación,  por  lo  cual  se  explica  mejora  como  lo  hace 
Debely,  diciendo  que  el  ventrículo  se  hipertrofia  por  tener  que  ven- 
cer el  aumento  de  tensión  de  la  circulación  aórtica,  como  lo  de- 
muestra el  que  la  hipertrofia  del  ventrículo  derecho  sea  concéntrica 
y  no  exista  dilatación,  siendo  por  estas  circunstancias  el  ventrículo 
derecho  el  verdadero  ventrículo  aórtico. 

Bn  resumen :  se  hipertrofia,  no  para  vencer  la  estrechez  pulmo- 


251 

nar^  sino  para  vencer  la  resietencia  de  la  tensión  sanguinea  aór^ 
tica. 

PUiologia  patológica,  —  La  manera  de  funcionar  este  corazón  es 
la  siguiente: 

La  sangre  llega  á  las  aurículas  con  una  notable  desproporción  en 
perjuicio  de  la  izquierda  y  á  favor  de  la  derecha^  pasando  por  los 
orificios  auriculoventriculares  á  los  ventrículos,  y  por  contracción 
de  éstos  á  la  aorta. 

Siguiendo  en  la  hipótesis  de  que  la  arteria  pulmonar  al  principio 
no  estará  más  que  estrechada  cuando  esto  ocurría,  lahematosis  es- 
tará asegurada  en  parte. 

En  los  casos  de  obliteración,  en  que  no  está  permeable  el  conducto 
arterioso,  la  circulación  pulmonar  se  verifica  por  las  arterias  bron- 
,  quiales  que  están,  como  en  nuestro  caso,  muy  desarrolladas.  En 
efecto,  las  anastomosis  de  las  arterias  bronquiales  con  las  pulmo- 
nares es  un  hecho  admitido  por  ios  anatómicos  Poirier  y  Testut,  des- 
pués de  los  trabajos  de  Zuckerkandl.  Pero  estas  anastomosis  varían 
mucho  de  un  individuo  á  otro,  considerándose,  como  opina  Zucker- 
kandl, como  residuos  de  numerosas  vías  de  comunicación  que  exis- 
ten en  la  vida  fetal;  es  decir,  como  verdaderos  condueíiUos  arte- 
riosos. 

Tres  factores  son  los  que  principalmente  se  han  considerado  como 
productores  de  la  cianosis:  1.®,  la  mezcla  de  las  dos  sangres;  2.^,  la 
estrechez  pulmonar,  y  3.°,  el  éxtasis  venoso,  y  como  en  este  caso  se 
reúnen  los  tres  factores,  es  explicación  más  que  suficiente  de  este 
síntoma. 

Pronóstico,— Como  dice  Cadet  de  Gassicourt,  en  los  casos  de  mal* 
formaciones  congénitas  del  corazón  los  años  de  vida  están  en  razón 
inversa  á  los  obstáculos  de  la  circulación;  por  lo  tanto,  la  oblitera- 
ción completa  de  la  arteria  pulmonar  es  casi  incompatible  con  la 
vida,  pues  el  66  por  100  mueren  en  el  primer  año. 

También  está  en  relación  con  la  evolución  de  la  enfermedad,  pues 
las  endocarditis  son  de  mal  pronóstico,  abreviando  rápidamente  los 
dias  de  enfermedad. 

Algunos  síntomas,  como  la  precocidad  é  intensidad  de  la  cianosis, 
sincopes  y  crisis  epilectóideas,  hemorragias,  sobre  todo  cuando  se 
repiten,  las  enfermedades  broncopulmonares,  y  por  último,  la  tuber- 
culosis pulmonar,  son  de  pronóstico  desfavorable. 

.  Otros  síntomas  hay  que  modifican  favorablemente  el  pronóstico : 
la  falta  ó  escasez  de  crisis  dispensa  la  comprobación  de  una  hiper- 


252 

globulia  permanente.  Cuando  el  sujeto  ha  pasado  la  adolescencia,  el 
pronóstico  es  mucho  mejor,  siendo  muy  difícil  en  estos  casos  preci- 
«ar  el  pronóstico,  pues  algunos  llegan  á  la  vejez. 

Traíamiento.-^E\  tratamiento  de  estos  enfermos  se  reducé  ^  cuida- 
dos higiénicos,  evitando  el  frío,  haciendo  que  respiren  aire' puro, 
fricciones  excitantes  de  la  piel,  y  poniendo  todos  los  medios  para  que 
no  se  tuberculicen. 

En  los  períodos  de  disnea,  oxígeno,  quietud,  y  como  medicación  el 
fosfato  de  cal,  el  yoduro  de  hierro,  y  en  los  periodos  asistólicos  los 
tónicos  cardíacos,  sobre  todo  digital. 

BIBLIOGRAFÍA 

(1)  A.  MotU9ons :  Maladies  congenitales  da  ccear. 

(2)  Clarrin  tt Lenoir:  Arch.  dephys.^  1891. 

(8)  E.  Dupré:  Communication  congénitale  de  deux  ccdars,  par  inoclusion 
da  septum  interyentricalaire.  Premier  obeervation  de  la  lesión  re- 
conoe  pendant  le  vie  at  yerifícó  aprés  la  mort  (Soc.  Anat.,  ja- 
lio,  1891). 

(4)  E,  Foumier :  Stigmatis  distro^quesde  l'héredo-syphüis. 

(5)  Fournier :  Étude  sur  las  perforatiooB  de  1' oclusión  interyeotriculaire 

(Th.  PariB,  1864). 

(6)  E,  Foumier:  4/ob8er.  da  persistencia  du  tren  de  Botal,  5.^oomma- 

nication  irteryentrículaire  et  9  de  maladie  bleu. 

(7)  E.  WHll:  Haladles  da  coear  daos  les  enfants  (Paris,  1895). 

(8)  Fallot :  Contri  buiion  a  Tanatomie  pathologique  de  la  maladie  blea. 

MaréHUe  med.,  da  feyríer  á  juillet,  1888. 

(9)  Haranger  :  De  Tendocardite  coogenitale  da  codur  gauche  (Th.  Pa- 

rís, 1882). 

(10)  Lanceréuux :  Des  auomalies  cardiaques  {Oax.  des  hop.^  1890). 

(11)  Larergne:  Contri  bation  á  Tétade  des  malformations  du  coBur  (Th.  Pa- 

rís, 1884). 

(12)  Marte:  Lepóos  da  clioique  méd.,  1896. 

(18)  Moulo :  Cyanose  blanche  ohez  no  enfaot  de  trois  mois  {Revué  des  mala- 
dies  de  lUnfance,  1888). 

(14)  Peacock:  On  malformation  of  the  human  heart.  2.'  edición.  Londres, 

1866. 

(15)  Hauchfuse:  Citado  por  Weill. 

(16)  Vaguez:  Bull.  med.,  mai  1892. 

(17)  Yariotet  Duval:  Soc.  med.  deshóp.,  1904. 

(18)  Variot  et  Chtcolot :  Soc.  de  Pediatrie  de  París,  1899. 

(19)  Variot  et  Chamborte:  Soo.  med.  des  hóp.,  7  mai  1890. 


253 

REVISTA  DE  HIGIENE 

DOCTOR  DO»  RAFAEL  RODRÍGUEZ  MÉNDEZ 

GaUdrátIeo  de  Hlfira*  en  Is  rMattad  d«  Medlclaa  d«  BmmIom. 


SuMABio  I  I.  La  senilidad :  hipótesi!  lobre  ■ni  caneai.—  II.  Al^unoi  datos 
acerca  de  la  confasa  etiología  del  cólera.— III.  El  craw-craw  y  la  fllario- 
sis :  varias  noticias.— IV.  Las  moscas  como  vehículo  probable  del  tifo- 
malaria.— V.  Epidemias  de  chancro  blando.—  VI.  Vacuna :  peligros  é  in- 
convenientes; vacuna  dénUfiea.^V  11.  El  tabaco  en  la  infancia  y  adoles- 
cencia. 

I.  Hace  cuatro  años,  Metschnikoff  formuló  una  hipótesis  sobre  la 
senilidad  :  las  células  viejas  son  ineptas  para  resistir  á  los  fagoci- 
tos. Esta  ineptitud  es  uno  de  los  muchos  defectos  que  tienen  las  cé- 
lulas viejas. 

En  su  concepto  son  tres  las  hipótesis  que  pueden  explicar  el  esta- 
do senil :  I.^Las  inflamaciones  sucesivas  y  repetidas  que  sufre  la 
célula  durante  la  vida,  producen  el  reemplazo  de  la  verdadera  subs- 
tancia de  aquélla  por  un  tejido  cicatricial,  inepto  para  las  funciones 
de  esta  substancia.  2.*  La  célula,  con  el  tiempo,  queda  incapacitada 
de  sostener  el  metabolismo  particular  necesario  á  sus  funciones  pro» 
pías.  3.^  La  célula,  con  la  edad,  pierde  las  propiedades  que  le  per- 
mitian  resistir  á  la  actividad  constante  de  los  microbios  y  de  las 
toxinas. 

Se  puede  objetar  á  la  primera  que  las  alteraciones  seniles  se  efec- 
túan independientemente  de  toda  flegmasía  anterior,  y  de  existir  no 
explicaría  la  pérdida  del  poder  regenerador  y  de  reproducción.  Las 
dos  últimas  contienen  parte  de  la  verdad,  pues  la  célula  senil  es 
deñciente  en  su  nutrición  y  en  su  resistencia. 

L.  Price  (Journal  ofthe  Amer.  med.  Ássoc.^  1905),  supone  que  en 
las  primer8U9  etapas  de  su  existencia  posee  la  célula  una  substancia 
específica,  la  bioplasmina,  esencial  para  el  cumplimiento  de  sus  fun- 
ciones, que  se  va  agotando  poco  á  poco  y  que  es  Ja  única,  de  sus 
materiales,  que  no  tiene  reemplazo  en  un  periodo  avanzado  de  la 
vida  de  la  célula;  cuando  desaparece  acaba  la  actividad  metabólica 
de  ésta.  La  edad  y  la  duración  de  I8U9  actividades  celulares  están  en 
relación  directa  con  la  cantidad  de  dicha  substancia,  y  esa  canti- 
dad debe  ser  muy  pequeña,  pues  el  análisis  no  revela  diferencias 


254 

entre  l8U9  células  jóvenes  y  las  viejas.  Su  naturaleza  no  cambia  du- 
rante toda  la  vida,  pero  su  actividad  disminuye  progresivamente,  y 
por  eso  se  inclina  á  una  substancia  albuminóidea  de  gran  molécula, 
capaz  de  desdoblar  alguna  substancia  esencial  al  metabolismo  nu- 
tritivo. Su  origen  debe  buscarse  en  los  procesos  más  precoces  que 
conducen  á  la  formación  del  embrión,  antes  de  que  sean  evidentes 
las  actividades  de  formación  y  de  crecimiento.  Juzgando  por  analo- 
gía, la  bioplasmina,  como  otras  substancia  relacionadas  con  el  me- 
tabolismo, cual  los  enzimas,  posee  una  materia  preliminar,  un  zi- 
mógeno,  el  bioplasminógeno^  á  cuyas  expensas  se  forma.  Este  apa* 
rece  en  el  momento  en  que  el  organismo  empieza  á  vivir  como  en* 
tidad  distinta,  es  decir,  en  el  acto  de  la  concepción.  La  gran  atrac- 
ción que  existe  entre  los  elementos  machos  y  hembras,  habla  en  pro 
de  una  fuerte  afinidad  química. 

De  acuerdo  con  Loeb  en  sus  curiosos  experimentos  sobre  los  hue- 
vos de  los  animales  inferiores,  admite  que  la  primera  influencia  de 
la  célula  macho  sobre  la  hembra  es  acción  de  ionización. 

A  la  química  fisiológica  corresponde  la  solución  de  este  problema. 
Quizás  algún  día  dé  con  la  fórmula'que  haga  posible  en  otros  tiem- 
pos venideros,  larga,  larguísima,  la  existencia  del  hombre. 

II.  De  día  en  día  se  proyectan  nuevas  sombras  sobre  la  aparición 
del  cólera.  Una  observación  muy  bien  estudiada  por  Prochnik  (TFce- 
ner  Klin,  Wochenschrift^  1905),  constituye  un  motivo  de  nuevas  zo- 
zobras :  el  vibrión  del  cólera  puede  existir  impunemente  en  el  intes- 
tino y  salir  con  las  materÍ8U9  fecales  dotado  de  virulencia  máxima. 
Así  lo  ha  comprobado  en  seis  peregrinos  que  se  hallaban  sufriendo 
cuarentena  en  el  lazareto  El  Tor,  Su  estado  hígido  era  completo,  no 
presentaban  trastorno  alguno.  Todos  los  otros  peregrinos  tenían 
también  un  estado  sanitario  excelente. 

III.  Sobre  el  craw-eraw  (dermatosis  papulovésicopustulosa  conco- 
mitante con  la  filariosis),  con  cuyo  nombre,  según  Brault,  designan 
los  negros  africanos  varias  erupciones  cutáneas,  ha  presentado  el 
Dr.  Antonino  Ferrari  á  la  Academia  de  Medicina  de  Río  Janeiro 
(noviembre  anterior),  una  memoria  interesante. 

O'Neill  observó  en  los  indígenas  de  la  costa  occidental  de  África, 
una  erupción  pápulovesiculosa,  pruriginosa,  que  luego  se  hacia  vé- 
sicopustulosa.  En  las  pústulas  halló  una  microfllaria. 

Los  primeros  casos  observados  en  el  Brasil  lo  fueron  por  Silva 
Araujo.  Tal  vez  sea  más  frecuente  de  lo  que  se  cree,  pero  el  micros- 
copio no  es  muy  usado. 


;1SBp¡w»l'*'*" 


255 

R.  Blachard  denominó  al  parásito  Rhabditis  Niellyi.  Parece  ser 
originario  del  antiguo  continente  y  transportado  á  América  duran* 
te  el  comercio  de  esclavos.  Hoy  su  gran  región  geográfica  compren* 
de,  por  el  Norte,  desde  España  y  Charlestón  (Estados  Unidos),  hasta 
por  el  Sur,  la  Argentina  y  Brisbane  (Australia) :  en  toda  esta  in- 
mensa zona  ha  sido  vista  la  fllariosis.  En  algunas  localidades  es 
muy  frecuente :  en  la  isla  Somoa  está  infecta  la  mitad  de  la  pobla- 
ción (Brancroft);  en  algunos  distritos  del  Sur  de  China,  la  tercera 
parte  (P.  Manson);  abunda  mucho  en  Argelia,  Bajo  Egipto,  Mada- 
gascar,  islas  Reunión  (Jeanselme).  Wucherer  la  halló  en  Bahía 
(1865),  por  vez  primera,  en  las  orinas  quilosas  de  varios  enfermos 
afectos  de  la  mal  llamada  quiluria  tropical,  y  Silva  Lima  y  Silva 
Araujo  en  Bahia  y  Rio  Janeiro. 

Bl  profesor  Severiano  de  Magalhftes,  de  Rio  Janeiro,  halló  en  el 
ventrículo  izquierdo  de  un  ñipo  una  filaría  distinta  de  la  de  Bran- 
croft y  de  las  conocidas,  hecho  que  aceptó  Manson  y  ahora  Ferrari 
hace  la  relación  de  un  nuevo  caso,  cuyos  caracteres  presentan  al- 
gunas  particularidades,  tal  vez  con  nuevos  estudios,  bastantes  á  ad- 
mitir otra  especie  filaríósica.  (Revista  medico- eirurg tea  do  Bra- 
sil. 1905). 

IV.  A.  Chantemesse  y  F  Borel  han  tratado  en  la  Academia  de  Me- 
dicina de  París  (sesión  del  17  de  octubre  de  1905),  del  papel  de  las 
moscas  como  vehículo  de  gérmenes  patógenos,  especialmente  del 
cólera.  Este  hecho  decide  al  Dr.  Thooris,  médico  mayor  de  Lille,  á 
estudiar  el  mismo  asunto  por  lo  que  hace  al  tifomalaria  (Hypothése 
sur  la  propagaiion  de  la  ihypomalaria  par  les  mouches,  —  Soc.  een* 
irale  de  Méd,  du  Nord^  10  noviembre  1906.— L'^c/io  méd,  du  Nord,  3 
diciembre),  pero  sólo  en  el  terreno  hipotético. 

Se  trata  de  la  campaña  del  Dahomey  de  1895,  en  que  hubo  70 
muertos  por  el  fuego  enemigo  y  8.000  por  el  tifomalaria,  ó  sea  casi 
la  mitad  del  cuepo  expedicionario.'  Los  insectos  que  molestaron  á 
las  tropas,  fueron  numerosísimos,  las  moscas  entre  ellos. 

Divide  esta  campaña,  para  su  objeto,  en  tres  fases,  marcadas  por 
la  altitud  del  campo  de  operaciones. 

Primera  fase, — Se  realiza  en  el  valle  de  la  Betzibouka  ó  de  Boéni. 
La  atmósfera  es  invadida  durante  el  día  por  las  moscas  y  durante 
la  noche  por  los  mosquitos.  Cuando  después  del  crepúsculo  algún 
desgraciado  habla  de  bajarse  las  ropas  para  hacer  una  deposición, 
quedaba  la  piel  como  frotada  con  ortig8U9.  A  los  quince  días  de  des- 
,  embarcar  hubo  soldados  grandemente  afectos  de  anemia  palustre. 


256 
con  la  cara^  el  vientre  y  las  piernas  hinchados,  accesos  comatosos» 
con  las  manos  edematosas  y  ulceradas  por  los  mosquitos,  pasando 
la  noche  alrededor  de  las  hogueras  sin  poder  dormir  y  con  las  ma- 
nos cerca  de  las  llamas  para  defenderlas  de  los  insectos,  de  que 
no  les  protegía  el  mosquitero  rudimentario. 

Como  apenas  habla  diferencia  térmica  entre  el  día  y  la  noche,  las 
afecciones  gastro* intestinales  fueron  raras,  y  las  moscas  no  pudie- 
ron encontrar  en  las  deposiciones  gérmenes  que  conducir.  El  tifo» 
malaria  y  las  otras  infecciones  de  origen  intestinal  fueron  excep- 
cionales y  nulos. 

Segunda  fase.— Se  efectúa  en  las  mesetas,  de  Suberbieville  á  An* 
driba.  Tiempo  muy  seco,  terreno  elevado,  gran  radiación  noctur- 
na, el  monzón  enfria  mucho  el  ambiente  durante  la  noche :  40^  me* 
día  térmica  durante  el  día,  18®  durante  la  noche. 

Cuando  todos  creían  que  nó  habría  fiebres,  el  paludismo  tuvo  una 
recrudescencia.  El  hombre,  hasta  entonces  refractario  á  la  malaria» 
perdió  su  inmunidad,  como  la  pierde  la  gallina  al  carbunclo  cuando 
se  la  enfrían  las  extremidades.  En  estas  mesetas  no  hay  mosquitos. 
El  frío  nocturno  produjo  catarros  intestinales  y  los  portadores  del 
colibacilo  y  del  bacilo  de  Eberth,  debilitados  por  las  marchas  y  el 
cansancio,  elaboraron  la  fiebre  tifoidea  y  en  sus  deposiciones  pudie* 
ron  las  dos  moscas  que  les  atormentaban  desde  el  amanecer  á  la 
noche,  la  común  y  la  mucafoui,  recoger  de  las  materias  fecales  gér- 
menes infectantes.  Para  formar  idea  de  lo  abundante  que  eran, 
baste  decir  que  al  destapar  un  vaso  con  agua  para  llevarlo  á  la 
boca,  por  rápidamente  que  se  hiciera,  caían  á  bandadas  en  el  líqui- 
do, si  es  que  no  penetraban  en  la  boca  á  montones;  la  siesta  era 
imposible;  el  calor  impedia  el  uso  del  mosquitero;  las  moscas  se  in- 
troducían en  las  fosas  nasales  y  en  los  conductos  auditivos,  causan- 
do molestias  insoportables.  La  mucafoui  sólo  aparecía  en  legiones 
imponentes  durante  los  dos  crepúsculos  y  dejaba  la  cara  acribilla- 
da de  picotazos,  de  cada  uno  de  los  cuales  salía  una  gota  de  sangre. 
Todas  estas  moscas  fueron  sin  duda  las  diseminadoras  de  la  pri- 
mera explosión  tifomalárica  en  el  valle;  y  ya  constituido  el  foco» 
volvió  hacia  atrás,  donde  no  había  existido,  llevado  por  los  enfer- 
mos que  retrocedían  hacia  los  puntos  de  embarque.  Mientras  tanto, 
en  la  vanguardia  los  casos  tifomaláricos  eran  raros :  correspondían 
á  una  zona  cuyas  moscas  no  estaban  contaminadas  todavía. 

No  puede  acusarse  al  agua  y  al  polvo,  tan  abundante  y  rojizo  que 
daba  con  el  sudor  á  la  cara  de  los  soldados  un  aspecto  sangriento. 


267 

pues  en  el  puesto  de  Andjiéjié  no  hubo  un  sólo  caso,  á  pesar  de  usar- 
se el  agua  malsana  del  r!o«  que  recibía  los  muertos  y  las  materias 
fecales,  y  de  haber  mucho  polvo;  pero  en  61  se  tomaron  precaucio- 
nes extremadísimas  contra  las  moscas,  entte  otras,  estar  á  obscu* 
ras  por  completo  en  las  chozas  construidas. 

El  tifomalaria  atacaba  más  á  las  tropas  en  reposo,  que  buscaban 
abrigos,  que  á  las  tropas  en  marcha  azotadas  por  los  monzones. 
Los  oficiales,  vestidos  y  alimentados  como  los  soldados,  sufrieron 
menos,  indudablemente  por  tomar  precauciones  contra  las  moscas. 
También  se  vieron  libres  los  que  transitaron  á  distancia  de  la  ruta 
militar,  pues  las  moscas  no  transportan  muy  lejos  los  gérmenes  in- 
fectantes (Chantemesse). 

Tercera  fase.-^En  la  meseta  de  Emyrne.  Las  mismas  condiciones, 
pero  la  gente  estaba  seleccionada  y  más  amaestrada. 

Saneada  rápidamente  la  ruta  por  el  sol,  las  moscas  perdieron  los 
puntos  de  carga  del  virus,  y  esas  malgachas  tan  temibles  en  1895, 
no  tuvieron  acción  morbífica. 

Estos  hechos  hacen  racional  la  hipótesis  del  papel  de  las  moscas 
en  la  transmisión  de  las  infecciones. 

El  autor  cita,  además,  en  apoyo  de  tal  suposición,  un  articulo  de 
Donrre  {Le  Cadueée,  1905),  en  que  se  da  cuenta  de  los  experimentos 
hechos  en  el  África  del  Sur  (junio  de  1904),  las  observaciones  reco- 
gidas por  Weeder  durante  la  guerra  hispano- americana,  los  estu- 
dios de  Netley,  Horrocks  y  Fisth,  que  demuestran  que  todo  el  cuer- 
po de  la  mosca  doméstica  puede  retener  el  bacilo  tifoideo  en  su  su- 
perficie, y  la  opinión  de  Smith,  que  dice  que  la  mosca  puede  producir 
por  el  ano  la  dotinenteria  y  la  disenteria. 

Malmejac,  Bretón  y  Combemale  aducen  hechos  demostrativos  del 
papel  de  las  moscas  como  propagadoras, 

V.  Leconte  (  UEeho  méd.  du  Nord,  3  diciembre  1905),  refiere  una 
epidemia  de  chancro  blando,  observada  en  Lille.  Hubo  una  en  1900, 
con  21  casos,  descrita  por  Bertin  y  Gillé.  Después  los  casos  han  sido 
raros.  Bruscamente,  en  agosto  anterior,  estalló  otra,  que  compren- 
de 39  casos  y  además  20  en  los  soldados.  En  las  mujeres  las  invasio- 
nes fueron  raras,  sea  porque  una  puede  infectar  á  varios  hombres, 
sea  porque  no  se  sometieron  á  la  inspección.  No  se  conoce  el  punto 
de  partida  de  esta  epidemia  :  se  sospecha  de  Is^  feria  anual  y  de  una 
casa  de  prostitución  de  la  más  ínfima  categoría,  en  cuyo  caso  una 
vez  más  demostrarla  el  chancro  blando  su  predilección  por  las  cla- 
ses más  pobres. 


258 

VI.  En  Francia  se  ordena  que  no  se  vacune  hasta  que  se  haya  he- 
cho la  autopsia  del  animal  vacunifero,  por  si  sufriera  tuberculosis 
ú  otro  padecimiento  infectivo:  esto  quiere  decir  que  se  emplee  la 
vacuna  de  tubo  ;  pero  también  se  prescribe  que  el  procedimiento  de 
elección  es  vacunar  de  ternera  á  brazo.  La  contradicción  es  palma- 
ria, pues  si  se  espera  á  la  autopsia  no  se  puede  tomar  el  virus  de  la 
ternera  y  la  toma  directa  no  es  entonces  el  procedimiento  de  elec* 
ción«  ó  si  no  se  espera,  por  creerlo  asi  mejor,  es  inútil  sacrificar  el 
animal. 

Contra  los  peligros  de  la  vacunación  de  ternera  á  brazo,  se  han 
levantado  voces  autorizadas :  S.  Bernehim  (Congreso  internacional 
de  Higiene  de  1900),  Barlerin  (varias  veces,  entre  otras,  en  el  BulL 
menauel  de  la  Soe.  d'Hyg.  de  Venfance^  1903),  y  otras  muchas.  E.  Chau- 
mier,  continuando  esta  campaña  higiénica,  publica  un  articulo  {Dee 
dangers  de  la  oaccínation  de  génisse  á  bras, —  La  Méd,  oriéntale^  10 
diciembre  de  1905),  en  el  que  prueba  que  la  vacunación  de  ternera  á 
brazo  es  peligrosa  y  anticientífica. 

A.  Peligrosa.  Lo  es  por  dos  hechos  :  1.^  por  la  posibilidad  de  ino- 
cular el  bacilo  tuberculoso,  estreptococos  (erisipela),  bacilo  tetánico 
(varios  casos  en  la  América  del  Norte),  estafilococos  y  otros  (vacuna 
ulcerosa,  flemones,  fagedenismo,  etc.),  de  que  hay  numerosos  ejem- 
plares, por  ejemplo,  la  epidemia  de  Estrasburgo  y  de  Alsacia —Gajr. 
méd,  du  Centre,  septiembre  1899 —  y  que  son  evitables  haciendo  que 
la  vacuna  envejezca  en  glicerina,  según  consejo  de  Leoni,  de  Roma, 
en  1890  y  1894),  la  fiebre  af tosa,  cuya  transmisión  al  hombre  se  ha 
realizado  varias  veces,  como  sucedió  durante  la  epidemia  de  virue- 
la de  París  en  1901^y  como  ocurre  á  las  veces  en  los  Institutos  de  va- 
cunación, que  se  ven  obligados  en  conciencia  á  inutilizar  grandes, 
cantidades  de  vacuna;  2.^  por  la  posibilidad  de  inocular  vacuna 
inerte  ó  muy  poco  activa,  hecho  más  común  de  lo  que  parece  y  que 
se  produce  aisladamente  ó  en  serie,  hasta  el  punto  de  haberse  teni- 
do que  cerrar  algunos  Institutos  (el  de  Dijón,  el  de  Auzin),  de  él  re- 
sulta la  posibilidad  de  que  muera  de  viruela  un  vacunado.  Por  eso 
hoy,  antes  de  entregar  la  vacuna  al  mercado,  se  la  ensaya  clínica- 
mente. 

B.  Aniicieniijlca,  tomándola  de  la  ternera  directamente,  la  vacu- 
na puede  ser  nociva.ó  inútil,  y  es  preciso  darla  :  1.^  exenta  de  peli- 
gros, ya  usando  la  glicerina  que  la  purifica  en  un  mes  ó  mes  y  me- 
dio (Leoni),  ya  sometiéndola  durante  algunas  horas  á  los  vapores  de 
cloroformo,  como  hace  Alan  Green,  del  Instituto  vacuno  del  Estado, 


259 

Londres,  el  más  grande  de  Europa;  2,°,  gran  virulencia  y  virulencia 
siempre  igual,  valiéndose  de  la  retrovacunación  empleada  en  Ale* 
mania  y  Austria,  del  paso  de  la  vacuna  por  el  conejo  (Calmette),  6 
por  el  asno  (E.  Chaumier);  puede  demostrarse  en  la  ternera,  en-  el 
•conejo  ó  en  el  niño,  siendo  éste  el  mejor  reactivo,  ya  que  vacunas 
que  son  virulentas  para  aquéllos  y  no  para  éste. 

La  preparación  cientifica  de  la  vacuna  debe  comprender  las  si* 
^uientes  preparaciones :  l.\  inoculación  á  la  ternera  de  una  vacuna 
de  gran  virulencia;  2  ^  recolección  todo  lo  aséptica  que  sea  posible; 
S,^,  análisis  bacteriológico  para  desechar  todo  la  que  contenga  gér- 
menes nocivos,  demostrados  en  el  laboratorio;  4.%  purificación,  li- 
brándola de  los  numerosos  microbios  que  en  ella  existen ;  5.*,  pro- 
barla clínicamente,  rechazando  la  que  no  sea  virulenta  en  el  grado 
debido;  6.^  seria  coii veniente,  en  cuanto  á  la  tuberculosis,  inyectar 
la  vacuna  al  conejito  de  Indi8U9  y  ver  si  el  animal  se  tuberculiza. 
Antes  debe  baberse  inyectado  la  tuberculina  á  la  ternera  y,  una 
vez  hecha  la  recolección,  hay  que  practicar  la  autopsia  por  si  su- 
friera una  enfermedad  infecciosa  no  sospechada. 

Estas  condiciones  demuestran  que  ha  progresado  la  obtención  de 
la  vacuna  y  que  se  acaba  el  empirismo  hasta  ahora  existente. 

En  los  20  ó  80  Institutos  alemanes  no  se  practica  la  inoculación  de 
ternera  á  brazo :  la  ley  no  la  permite.  El  Instituto  del  Estado  en  In 
glaterra,  sólo  expende  vacuna  purificada.  En  Suiza,  Bélgica,  Aus- 
tria, Italia,  Rusia,  Holanda  (salvo  La  Haya),  no  se  vacuna  de  terne- 
ra á  brazo  por  conceptuarlo  peligroso,  y  se  expende  únicamente  lin- 
fa purificada.  En  los  Estados  Unidos,  Chile,  Perú,  Turquía  asiática, 
Egipto,  etc.,  está  prohibida  la  inoculación  de  ternera  á  brazo.  En 
Francia  no  se  ha  entrado  en  la  nueva  y  buena  vía,  y  en  España 

VII.  G.  Petit  se  lamenta  de  los  graves  daños  que  el  uso  del  tabaco 
causa  en  los  niños  y.  adolescentes,  y  pide  la  prohibición  legal  antes 
de  los  dieciséis  años. 

Aconseja  que  el  padre  aleccione  á  su  hijo  sobre  los  perniciosos 
«fectos  del  tabaco  y  que  le  invite  á  no  (amar,  disuadiéndolo  si  ya  ha 
empezado  á  hacerlo;  que  en  l8U9  escuelas  y  en  la  casa  se  realice  la 
enseñanza  antitabáquica  por  todos  los  medios,  como  se  hace  con  el 
alcohol ;  que  se  lleve  al  ánimo  del  incipiente  fumador  la  convenien- 
cia de  la  templanza,  la  inñuencia  del  tabaco  sobre  la  moral,  sobre 
el  dinero  invertido,  sobre  la  salud  y  sobre  su  parentesco  con  el  al- 
coholismo; y  que  se  le  incline,  borrando  el  mal  hábito,  á  que  se  en- 
cariñe con  el  bien. 


260 

REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIKDADES  CIENTÍFICAS 

REAL   ACADEMIA   DE   MEDICINA   DE   MADRID 
Séiián  daéUa  23d9  Junio  de  1906. 

'Utalatottrapiaan  Padiatrfa.  —  El  Dr.  Tolosa  Latour  manifiesta  qne  1» 
talaBoterapia  es  uno  de  los  elementos  terapéaticoe  más  efícacesi  dependien* 
do  los  prejaicios  que  contra  ella  existen  i  su  inoportuna  aplicación,  debida, 
principalmente  i  que  no  se  yigila  y  estudia  con  la  atención  y  yigilancía 
que  se  aplica  á  las  aguas  mineralee. 

Preconiza  los  excelentes  resultados  de  la  atmósfera  y  el  agua  marina  en 
los  estados  de  astenia,  debilidad,  pretuberculosis,  en  las  manifestaciones 
tuberculosas,  óseas  y  articulares,  que  se  modifican  en  absoluto,  según  afir- 
ma Eirmisson,  y  especialmente  en  el  raquitismo  y  escrófula,* en  que  se  ob- 
tienen resultados  admirables  en  pocos  días. 

Dicho  medio  terapéutico  no  está  contraindicado  en  las  cardiopatias. 

Los  resultados  que  se  alcanzan  en  los  casos  de  caries  y  adenitis  supura- 
das son  maravillosos,  y  cita  á  este  propósito  un  caso  notable  de  un  nifio  cu- 
rado por  el  agua  del  mar.  También  se  corrigen  loe  estados  catarrosos  por 
debilidad  ó  astenia,  y  pueden  obtenerse  beneficios  en  el  histerismo. 

Dice  que  la  talasoterapia  tiene  muy  pocas  cootraindicaciones  cuando  se* 
aplicade  un  modo  reflexivo,  teniendo  en  cuenta  las  condiciones  atmosféricas 
y  las  diferencias  que  existen  entre  las  costas  del  Norte  y  las  del  Mediodía» 

Se  lamenta  de  qne  en  costas  tan  extensas  como  las  de  España  no  exista 
otro  sanatorio  marino  que  el  de  Ghipiona,  en  donde  las  temperaturas  mí- 
nimas son  de  11  á  16  grados,  sin  descender  ntiuca  á  0. 

Protesta  del  proyecto  que,  según  sus  noticias,  existia  de  dedicar  á  sana- 
torios marinos  antiguas  edificaciones  que  no  reúnen  las  condiciones  nece- 
sarias, pnesto  qne  han  estado  destinadas  á  lazaretos. 

Aboga  porque  las  cantidades  presupuestada|  para  habilitar  dichos  edifi- 
cios se  destinen,  procurando  ampliarlas,  á  la  construcción  de  estableci- 
mientos ad  hoc,  y  termina  manifestando  que  por  su  amor  á  esta  clase  de 
instituciones  y  por  el  temor  de  que  la  mala  aplicación  de  la  talasoterapia 
acarree  su  desprestigio,  pedia  á  la  Academia  que  influyera  en  las  esferas 
oficiales  para  evitar  que  so  destinen  á  sanatorios  marinos  edificios  que,  por 
su  emplazamiento  y  malas  condiciones,  carecen  de  las  condiciones  nece- 
sarias. 

El  Dr.  Alonso  Sañudo  hace  presente  que,  por  convenio  internacional,  Es- 
pafia  so  obligó  á  crear  dos  lazaretos:  uno  en  el  Cantábrico  y  otro  en  el  Me- 
diterráneo, y  que  elegidos  para  este  objeto  el  de  San  Simón  y  el  de  Mahon,. 
quedaban  sin  aplicación  ninguna  los  demás  edificios  del  Estado  destinado» 
á  lazaretos,  que  están  enclavados  en  ios  mejores  sitios,  especialmente  el  de 
Padrón,  que  lo  está  en  uno  de  los  más  bellos  que  pueden  encontrarse  en  la 


261 

«oeta  cantábrica,  y  qae  en  tal  situacién  fué  consultado  por  un  señor  minís* 
tro  y  un  subsecretario  acerca  del  empleo  que  podía  darse  á  los  menciona- 
•dos  edificios,  proponiendo  por  su  parte  que  se  destinasen  á  sanatorios. 

Termina  diciendo  que  sin  duda  al  Dr.  Tolosa  le  habían  facilitado  noti- 
cias equivocadas,  qae  le  habían  inducido  á  impugnar  un  proyecto  que  esti- 
maba beneficioso. 

El  Dr.  Tolosa  rectifica  manifestando  que,  según  informes  que  tenía  por 
Tcridicos,  pensaba  destinarse  i  sanatorio  el  lazareto  de  la  Oza,  que  carecía 
4e  condiciones  para  tal  objeto. 

El  Dr.  Espina  presenta  á  la  Academia  la' radiografía  de  uno  de  los  heri- 
<ios  en  el  atentado  anarquista  del  81  de  mayo,  cuyo  proyectil  se  hallaba  im* 
plantado  en  la  cabeza  del  astrágalo,  para  que  los  Sres.  Académicos  pue- 
dan apreciar  la  fuerza  de  penetración  de  los  proyectiles  de  la  bomba  expío- 
4iiva. 

El  Dr.  Larra  lee  unas  conclusiones  de  un  extenso  trabajo  del  Dr.  Sem- 
prún  acerca  del  tratamiento  de  la  tuberculosis  por  la  antipneumokochina. 

Ineompatibilidad  de  los  calomelanos.  —  El  Dr.  Iglesias,  reanudando  el  dó-' 
bate  sobre  la  supuesta  incompatibilidad  de  los  calomelanos  con  el  cloruro 
de  sodio,  dice  que  tanto  interés  entraña  en  su  opinión  las  conclusiones  so- 
bre la  supuesta  incompatibilidad  de  los  mencionados  agentes,  que  no  se 
podía  excusar  de  exponer  algunas  consideraciones  sobre  el  asunto,  después 
4e  unir  su  felicitación  á  las  que  otros  Sres.  Académicos  habían  tributado 
a1  comunicante. 

Ante  todo  había  de  exponer,  que  la  investigación  exclusivamente 
química  hecha  por  el  Dr.  Rodríguez  Carracido,  exigía  para  su  aplicación 
Á  la  terapéutica  otras  de  carácter  fisiológico,  excitando  con  este  motivo  á 
los  Sres.  Académicos  para  que  no  dejasen  pasar  una  materia  tan  trans- 
cendental sin  hacer,  en  obsequio  de  la  ciencia  y  esplendor  do  la  Academia, 
experiencias  de  carácter  fisiológico. 

El  problema  de  la  incompatibilidad  de  los  calomelanos  con  el  cloruro  de 
sodio  no  es  desconocido  en  Medicina,  pues  ya  en  1868  Capelle  manifestó 
que  la  unión  de  los  calomelanos  con  los  cloruros  alcalinos  daban  por  resul- 
tado un  compuesto  peligroso,  y  pocos  años  después,  Proust  consignó  que  de 
ia  unión  de  los  calomelanos  con  el  cloruro  resultaba  una  cantidad  de  clo- 
ruro mercúrico.  Poco  tiempo  después,  en  Alemania,  se  registró  un  caso  de 
«nvenenamíento  por  el  empleo  de  los  calomelanos  unidos  al  cloruro  amó- 
nico. Que  Petenkoffer  afirmó  también  que  de  la  unión  de  los  calomela- 
nos con  el  cloruro  sódico  resultaban  cantidades  de  cloruro  mercúrico,  y 
que  Mialhe,  en  1840,  después  de  un  caso  de  envenenamiento  en  un  niño, 
publicó  en  el  Diario  de  Farmacia  y  de  Química,  de  Francia,  un  interesante 
artículo,  consignando  igualmente  que  de  la  unión  del  calomel  y  del  clo- 
ruro de  sodio  resultan  proporciones  evidentes  de  cloruro  mercúrico.  Que 
•el  mismo  Mialhe,  algunos  años  más  tarde,  en  sus  estudios  sobre  las  aplica- 
aciones  de  la  química  á  la  fisiología  y  á  la  terapéutica,  amplió  de  un  modo 
considerable  sus  investigaciones  acerca  de  esta  interesante  materia,  y  con- 
tiguo el  fruto  de  sus  observaciones  en  un  libro  que  llamó  notablemente  la 
Atención  y  del  cual  existen  dos  ejemplares  en  la  Biblioteca  de  la  Academia. 

Estas  investigaciones  de  Mialhe  dieron  motivo  al  Dr.  Asnero  para 


262 

sa  demostración  acerca  de  loe  resultados  de  la  unión  de  los  calomelanos 
con  el  cloruro  mercúrico.  Qae  despnés  de  estos  estudios  no  cabe  dnda 
acerca  de  la  incompatibilidad  de  los  calomelanos  con  los  cloruros  alcali- 
nos, y  en  tal  sentido  se  consigna  en  todas  las  obras  modernas  en  qne  se 
trata  de  este  asunto,  expresándose  también  así  en  el  Tratado  de  Terapéu* 
tica  de  Trousseau  y  en  el  Formulario  de  dicho  ilustre  maestro,  en  la  que  al 
tratar  de  la  incompatibilidad  de  los  medicamentos,  se  dice  qne  los  calome- 
lanos son  incompatibles  con  los  cloruros  alcalinos,  con  el  ácido  cianhídrica 
y  todos  los  compuestos  que  contengan  este  ácido.  Que  la  misma  doctrina 
ha  sido  aceptada  por  todos  los  autores  de  Terapéutica  y  de  Farmacia,  en- 
tendiendo todos  por  incompatibilidad  de  loe  medicamentos,  los  resultados 
qne  produce  la  unión  de  dos  ó  más  substancias  que  por  sn  acción  química, 
determinan  la  formación  de  una  substancia  inactira  ó  un  cuerpo  tóxico  y 
peligroso,  admitiendo  tres  clases  de  incompatibilidades :  física,  química  j 
fisiológica. 

Come  consecuencia  de  esta  doctrina,  se  proscribe  en  todas  las  obras  la. 
nnión  de  los  calomelanos  con  los  clornros  alcalinos,  y  en  esta  situación  es- 
taba este  punto  de  doctrina  cuando  en  el  afío  1850,  en  la  Sociedad  de  Tera- 
péutica de  París  (sesión  del  25  de  julio  de  dicho  afio)  se  hicieron  algunas, 
manifestaciones  respecto  á  este  punto  de  doctrina,  declarando  que  si  se  for- 
maba cloruro  mercúrico  por  la  nnión  de  los  calomelanos  con  los  cloruros 
alcalinos,  era  por  el  contacto  con  el  aire,  y  que  la  proporción  de  esta  sal 
mercúrica  era  tan  pequeña,  que  no  podía  considerarse  el  cloruro  mercúrico 
qne  se  producía  como  agente  peligroso  en  el  tratamiento  de  las  enferme- 
dades. 

Hay  qne  considerar  que  un  profesor  tan  distinguido  como  Binler,  qne 
estudió  tan  profundamente  la  acción  medicinal  de  los  medicamentos,  con- 
signaba que  si  bien  es  verdad  qne  por  la  unión  de  los  calomelanos  y  de  los 
cloruros  alcalinos  se  produce  el  cloruro  mercúrico,  esta  acción  era  muy 
dudosa  y  que  eran  muchas  las  influencias  que  podían  determinar  la  pro- 
porción de  dicha  sal  mercúrica. 

Si  no  había  entendido  mal,  el  Dr.  Rodríguez  Carracido  manifestó 
que  había  demostrado,  sin  género  alguno  de  duda,  la  existencia  del  clo- 
ruro mercúrico  por  la  acción  del  cloruro  mercurioso  de  la  disolución  fisio- 
lógica del  cloruro  de  sodio,  y  que  aunque  no  entendió  en  qué  proporción 
se  producía  esta  sal  mercúrica,  cosa  á  su  entender  necesaria,  el  Dr.  Carra- 
cido dijo  que  la  cantidad  era  pequefia  y  no  llegaba  á  ser  tóxica. 

Qne  si  el  Dr.  Rodríguez  Carracido  había  declarado  que  efectiyamente 
se  formaba  el  cloruro  mercúrico  por  la  unión  del  cloruro  sódico  con  los 
calomelanos,  entendía  que  sus  afirmaciones  no  sólo  no  se  oponían  á  la  in<« 
compatibilidad  admitida  en  la  ciencia,  sino  que  más  bien  eran  funda* 
mentó  para  persistir  en  tales  ideas.  No  cabía  negar  que  se  habían  produ- 
cido enyenenamientos  por  la  administración  de  loe  calomelanos  unidos  4 
los  cloruros  alcalinos,  y  tampoco  cabía  poner  en  duda  que  la  experimenta- 
ción fisiológica  no  ha  demostrado  lo  contrario. 

Tampoco  puede  caber  duda  de  que  en  circunstancias  especiales  pue- 
de producirse  en  el  organismo  alguna  cantidad  de  cloruro  mercúrico,  y 
que  la  susceptibilidad  individual  es  otro  factor  importantísimo.  De  modo 


263 

que,  dadas  estas  condiciones,  nadie  pnede  estar  seguro  de  no  contraer 
gran  responsabilidad  asociando  los  calomelanos  á  los  clornroa  alcalinos;  y 
como  quiera  que  el  primer  deber  del  médico  ^  no  hacer  daño,  habiendo, 
como  hay,  casos  indudables  de  enyenenamiento  por  la  unión  de  los  cloru- 
ros alcalinos  á  los  calomelanos,  hasta  no  demostrarse  por  la  investigación 
qne  esa  proporción  de  cloruro  mercúrico  resulta  inofensiya,  entendía  qne 
debía  mirarse  con  mucho  cuidado  un  asunto  que  puede  ser  de  transcen- 
dentales consecuencias;  y  que  para  él  seguía  siendo  eyidente,  no  sólo  por 
las  doctrinas  de  que  había  hecho  mérito,  sino  por  las  mismas  manifesta- 
ciones del  Dr.  Carracido,  que  existía  dicha  incompatibilidad,  y  que  tenien- 
do en  cuenta  que  podía  yariar  considerablemente  la  composición  sanguínea 
con  las  circunstancias  individuales,  y  que  podían  variar  también  los  clo- 
ruros según  las  cantidades  que  haya  en  el  jugo  gástrico  y  la  alimentación; 
precisa,  mientras  datos  experimentales  no  demuestren  lo  contrario,  con- 
servar la  doctrina  admitida  déla  incompatibilidad,  que  tenia,  en  su  con- 
cepto, sólido  fundamento. 

Por  otra  parte,  hay  que  tener  en  cuenta  que  la  acción  de  los  calomela- 
nos,  yunque  para  algunos  muy  clara,  ofrece,  sin  embargo,  grandes  dificul- 
tades, porque  varían  considerablemente  las  condiciones  individuales  y 
rarian  también  de  un  modo  extraordinario  las  circunstancias  en  que  puede 
encontrarse  el  sujeto,  variación  que  puede  producir  grandes  modificacio- 
nes en  la  cantidad  de  sales  de  mercurio  que  dé  por  resultado  la  unión  del 
cloruro  mercúrico  con  los  calomelanos. 

Opina,  en  resumen,  que  los  datos  que  con  su  habitual  elocuencia  había 
expuesto  el  Dr.  Carracido,  no  sólo  no  contrariaban  la  doctrina  admitida 
por  la  ciencia  respecto  á  la  incompatibilidad  de  los  calomelanos  con  los 
cloruros  alcalinos  y  ácido  clorhídrico,  sino  que  antes  bien  le  confirman  en 
las  ideas  que  hasta  ahora  se  habían  admitido,  lo  cual  no  quiere  decir  en 
modo  alguno  que  los  trabajos  é  investigaciones  del  Dr.  Oarracido  no  sean 
dignos  de  toda  clase  de  consideración  por  parte  de  la  Academia,  diciendo 
lo  mismo  de  los  estudios  que  expuso  á  la  consideración  de  la  misma  el 
Dr.  Puerta,  siendo  tanto  los  de  éste  como  los  del  Dr.  Carracido  datos  pu- 
ramente químicos,  pero  que  los  médicos  no  podían  aplicar  sin  otros  datos 
'que  son  absolutamente  necesarios  para  formar  el  juicio  claro  y  definitivo 
que  se  debe  tener  respecto  á  un  punto  de  tanta  transcendencia. 


PERIÓDICOS 


Un  eato  de  fotforitmo  ertfnico. — D.  Miguel  Castañer  y  Viñeta,  publica  en 
la  Remata  Balear  de  Ciencias  médicas,  el  caso  clínico  relativo  á  un  enfermo 
de  cuarenta  y  cinco  años  de  edad,  temperamento  linfático,  constitución 
medianamente  robusta,  obrero  ocupado  en  la  confección  de  pasta  fosfórica 
para  cerillas,  á  cuyo  trabajo  hacía  diecinueve  años  se  dedicaba. 

Hace  unoe  nueve  años  adqnirió  hábitos  alcohólicos,  hasta  el  punto  que 
en  sus  alternativas  de  mayor  ó  menor  cousiimo  de  líquidos  espirituosos 
llegó  á  presentar  accesos  de  alcoholismo  agudo,  persistiendo  la  costumbre 


264 

con  moderación  en  loB  últimoe  años,  ya  que  no  bebia  más  qne  loe  domingos 
y  fiestas  solemnes. 

Ekce  afio  y  medio,  aproximadamente,  notó  qne  el  trabajo  de  su  arte,  sin 
ser  penoso  ni  reqnerir  grandes  esfuerzos,  le  producía  fatiga  bastante  acen- 
tuada y  cierto  abatimiento,  contrastando  esto  con  que  anteriormente  siem- 
pre lo  había  sobrellerado  sin  la  menor  molestia,  acentuándose  dicho  abati- 
miento lenta  y  progresivamente  en  los  periodos  catarrales  qne  con  harta 
frecuencia  padecía;  las  cosas  llegaron  al  extremo  de  verse  obligado  á  aban- 
donar la  ocupación  que  era  la  base  de  su  sustento.  Indicó  además  un  fenó- 
meno que  experimentaba  desde  que  tomó  el  cargo  de  manipulador  de  pasta 
fosfórica,  y  era  que  por  las  noches,  en  la  obscuridad,  su  aliento  era  fosfores- 
cente, cuyo  brillo  aumentaba  en  la  expiración  violenta  por  sacudida  de  toe. 

Al  observarle  el  Dr.  Castafier,  hacía  más  de  un  mes  guardaba  cama  á 
conse^^uencia  de  un  catarro  bronquial,  con  disnea  ó  dificultad  respiratoria 
que  le  obligaba  á  mantener  continuamente  día  y  noche  la  posición  senta- 
da; el  decúbito  supino  le  era  imposible,  porque  súbitamente  se  sentía  aco- 
metido de  gran  asfixia. 

A  la  inspección  era  de  notar  su  intensa  palidez  y  la  gran  dificultad  res- 
piratoria, que  afectaba  la  forma  de  aceleramiento  de  los  movimientos  de 
inspiración  y  expiración,  sin  acentuarse  los  rasgos  característicos  del  as- 
mático que  dibujan  los  esfuerzos  de  los  músculos  inspiratorios,  y  sugirién* 
dolé  intuitivamente  el  cuadro  que  se  trataba  de  un  cardíaco.  A  la  aus- 
cultación se  observan  en  ambos  pulmones  estertores  diseminados  de  gran* 
des  y  pequefias  burbujas,  y  otros  sibilantes,  murmullo  vesicular  poco  mar- 
cado, y  á  la  percusión,  sonoridad  en  los  ámbitos  de  los  dos  pulmones.  Tenia 
mucha  tos  y  la  expectoración  era  abundante,  viscosa  y  aireada. 

Explorado  el  aparato  circulatorio,  da  la  noción  de  aumento  pleximétrico 
de  la  zona  cardíaca,  con  debilitación  de  sus  ruidos  en  los  focos  de  auscul- 
tación, y  amortiguados  los  latidos;  taquicardia,  pulso  rítmico  y  sincrónico 
en  ambas  radiales  y  con  la  contracción  del  miocardio. 

Aparato  digestivo:  Lengua'saburral,  pastosa  y  sabor  aliáceo.  La  diges- 
tión gástrica  y  la  intestinal  en  la  actualidad  se  cumplen  bien;  en  otro 
tiempo  tuvo  diarreas,  y  en  algunas  épocas  inapetencia.  Los  anexos  del  apa- 
rato digestivo  ofrecían:  el  hígado  la  característica  de  aumento  de  volu- 
men, sin  abolladuras  ni  puntos  dolorosos,  y  el  bazo  estaba  ligeramente 
abultado.  El  aparato  renal  permanecía  intacto;  las  orinas  eran  más  bien 
escasas,  de  color  encendido  y  por  enfriamiento  depositaban  un  sedimento 
de  color  rojo. 

En  vista  de  este  síndrome,  instituyó  un  tratamiento  cardiotónico,  que 
en  una  forma  ú  otra  no  dejó  de  tomar  un  solo  día,  y  teniendo  4n* cuenta  su 
oficio  de  manipulador  de  pasta  fosfórica,  le  prescribió  la  esencia  de  tremen- 
tina, que  tomaba  á  la  dosis  de  gramo  y  medio  diario.  A  pesar  de  todos  los 
esfuerzos,  la  lesión  cardiaca  fué  progresando  paulatinamente ;  el  pulso  se 
hizo  pequefio,  difícil  de  percibir;  lo  mismo  que  el  corazón,  que  casi  no  de- 
jaba sentir  el  choque  de  su  punta  y  apenas  si  se  oían  sus  ruidos;  los  tegu- 
mentos cobraron  un  tinte  cianótico,  se  cubrieron  de  un  sodor  frío,  hasta 
que  por  último  sobrevino  el  colapso,  que  le  arrebató  la  existencia  el  26  de 
noviembre  de  1905.  —  Sababia. 


265 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADBKIA   DE    MEDICINA    DE   PAKI8 
8éMn  del  diaSde  Julio  dé  1906. 

TNtaeoUtit  y  apandieitis.— El  Dr.  Blanoiiabd  :  Estoy  conyencido  de  que  an 
gran  número  de  apendicitis  y  de  enterocolitis  no  tienen  otra  explicación 
qne  la  presencia  de  lombrices  en  el  interior  del  intestino.  Los  huéspedes 
habituales  del  intestino  son  loe  ascárides  lumbricoides,  los  oxiuros  y  loe  tri- 
cocétalos.  El  ascárides  Inmbrícoides,  que  normalmente  se  encuentra  en  el  in- 
testino delgado,  puede  descender  al  intestino  grueso  y  hasta  penetrar  en  el 
apéndice.  El  ascárides  no  es  inofensivo,  como  ordinariamente  se  cree,  sino 
que  puede  determinar  accidentes  debidos  á  la  erosión  de  la  mucosa  y  á  la 
penetración  de  su  cabeza  hasta  la  submucosa;  la  existencia  de  lesiones  de 
este  género  es  conocida  desde  hace  mucho  tiempo.  En  cuanto  al  oxiuro, 
también  rasga  la  mucosa  y  llega  hasta  la  submucosa,  y  en  contacto  con 
los  filetes  simpáticos  determina  dolores  extremadamente  violentos,  análo- 
gos á  los  de  la  enteritis.  En  los  tres  interesantes  casos  señalados  por 
Metchnikoff  se  trataba  do  enfermos  que  habían  sufrido  crisis  de  apendici- 
tis de  repetición;  se  iba  á  proceder  á  la  intervención  cuando  el  examen  de- 
liberado de  las  materias  fecales  permitió  descubrir  la  presencia  de  huevos 
de  tricocéfaloe  y  de  ascárides ;  los  enfermos  curaron  por  la  administración 
de  antihelmínticos.  Desde  entonces  se  han  citado  varios  casos  análogos. 

El  modo  de  acción  del  tricocéfalo  es  el  siguiente :  su  parte  anterior,  muy 
delgada  y  fina  como  una  aguja,  camina  por  debajo  de  la  mucosa,  se  man- 
tiene por  debajo  del  epitelio  y  llega  en  contacto  de  los  plexos  nerviosos  y 
de  los  vasos,  cuya  sangre  absorbe.  La  teoría  helmintiásica  de  las  afeccio- 
nes intestinales  explica  ciertos  casos  de  epidemias  estacionales  ó  familiares 
de  apendicitis,  sobre  todo  en  los  meses  de  calor.  De  estos  hechos  se  des- 
prenden reglas  de  profilaxis  y  de  tratamiento  :  1.^,  siendo  transmitidos  ios 
parásitos  de  este  género  por  las  aguas  de  bebida,  y  sobre  todo'por  las  aguas 
de  riego  y  de  pozo,  conviene  evitar  su  empleo ;  2.**,  es  necesario  someter  to- 
doe  los  casos  de  apendicitis  al  tratamiento  antihelmíntico.  Como  que  con 
más  frecuencia  se  trata  del  tricocéfalo,  es  necesario  recurrir  al  timol,  que 
los  nifios  soportan  tan  bien  como  los  adultos.  Además,  conviene  oponerse 
á  la  costumbre  que  tienen  los  hortelanos  de  ciertas  regiones  de  regar  las 
plantas  comestibles  con  diluciones  de  materias  fecales  humanas. 

El  Dr.  HcoHARü :  En  ciertos  casos  de  apendicitis,  el  dolor  se  localiza 
anormalmente  en  la  región  epigástrica.  Desde  este  punto  de  vista  recorda- 
ré un  enfermo  tratado  durante  dieciocho  meses  por  crisis  de  hipefclorhi- 
dría,  cuando  lo  que  tenia  era  una  apendicitis;  no  existía  el. punto  de  Mac- 
Bumey,  y  todo  el  cuadro  sindrómico  se  reducía  á  dolores  paroxísticos  en  el 


epigaatrio,  acompafiados  de  ninseas  y  TÓmitos.  La  operación  demostró  ud 
apéndice  enfermo  y  el  paciente  curó.  La  enterocolitis  es  con  frecuencia  una 
neuralgia,  un  espasmo,  una  alteración  secretoria  sin  ninguna  clase  de  in- 
flamación, igual  que  la  dismenorrea;  sólo  existen  lesiones  superficiales  del 
epitelio  glandular,  sobre  todo  en  las  glándulas  mucosa».  La  enterocolitis»* 
síndrome  morboso  cuyas  causas  son  numerosas  y  variadas,  no  puede  en  tal 
caso  propagarse  al  apéndice;  únicamente  es  capas  de  hacerlo  cuando,  ade- 
más de  las  alteraciones  secretorias,  hay  una  infección  verdadera  del  intes- 
tino, pero  en  este  caso  la  que  se  propaga  es  la  infección. 

CODIMA  GaSTBLLvI. 


SOCIEDAD    DE    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
8€9ián  dadiaédé  JuUo  dé  1906. 

Mtdificaeiéii  de  la  léeniea  de  la  prostataetoaifa  trantvetieal.  —  El  Dr.  Le- 

gueu  leyó  un  informe  acerca  de  un  trabajo  dirigido  á  la  Sociedad  por  el 
Dr.  P.  Duval.  Este,  necesitando  extirpar  una  próstfita  por  la  TÍa  transver- 
sal á  un  enfermo  de  cincuenta  y  seis  añus,  practicóla  operación  á  través 
de  la  vejiga,  ampliamente  abierta  y  mantenida  separada ;  la  próstata  fué 
extirpada  con  tijeras,  la  uretra  fué  cortada  á  la  vista  y  separada  con  un 
hilo,  y,  una  vez  que  se  extirpó  la  próstata,  suturada  á  la  vejiga  de  moda 
que  la  cavidad  que  resultó  de  la  ablación  prostática,  quedó  cubierta  com- 
pletamente de  mucosa.  Se  dejó  aplicada  una  sonda,  cerrándose  por  comple- 
to la  vejiga.  La  reunión  se  obtuvo  por  primera  intención,  la  sonda  se  su- 
primió á  los  once  días  y  desde  entonces  el  enfermo  orina  espontáneamente. 

A  este  propósito  hizo  el  Dr.  Legneu  una  critica  severa  de  la  conducta 
seguida  por  el  Dr.  Freyer  después  de  su  operación.  La  hemostasia  no  es 
perfecta,  y  confiar  en  el  agua  caliente  para  obtenerla  es  poco  quirúrgico; 
de  aquí  las  hemorragias  inmediatas  y  secundarias  mortales;  además,  á  pe- 
sar del  grueso  tubo  que  coloca  en  la  vejiga,  el  desagüe  está  mal  asegurado, 
y  la  cavidad  prostática  y  el  bajo  fondo  quedan  abiertos  á  la  infección.  Edi 
este  sentido,  la  tentativa  del  Dr.  Duval  constituye  una  buena  innovación 
respecto  á  lo  que  se  ha  hecho  hasta  ahora;  cubrir  con  mucosa  las  superfi- 
cies cruentas  es  cerrar  las  bocas  vasculares,  oponer  una  barrera  á  la  infec- 
ción y,  á  causa  do  esto,  los  cuidados  operatorios  pueden  simplificarse.  No 
obstante,  la  maniobra  es  algo  delicada;  exige  un  amplio  espacio,  y  aun  asi 
no  es  posible  siempre  ó  es  muy  difícil  en  los  enfermos  gruesos  ó  de  prósta- 
ta voluminosa.  En  ocasiones  hasta  puede  ser  peligrosa;  hay  enfermos  in- 
fectados que  sólo  pueden  curar  por  el  desagüe.  En  estos  casos,  el  Dr.  Le- 
guen tapona  la  cavidad  prostática  para  asegurar  la  hemostasia  y  evitar  las 
hemorragias  graves;  además  coloca  en  la  vejiga  el  tubo  doble  de  Guyon- 
Perier,  con  el  que  el  desagüe  es  excelente ;  por  último,  coloca  lo  antes  po- 
sible una  sonda  permanente,  que  es  uno  de  los  mejores  medios  de  desagüe 
vesical.  Desde  que  sigue  esta  práctica  no  ha  observado  accidente  alguno. 

Sea  la  que  fuere,  la  posibilidad  de  la  sutura  total  y  de  la  reunión  por 


267 

primera  intención  constituye  ana  nneya  saperioridad  de  la  prostatectomia 
transresical  sobre  la  perineal. 

Dfvartfculo  de  la  vejiga.— El  Dr.  Chaput  refirió  el  caso  de  ana  enferma  de 
cincaenta  afios,  que  desde  algunos  meses  antes  tenia  hemorragias  abun- 
dantes por  la  Tagina  y  deseos  frecuentes  de  orinar.  Al  reconocerla  se  ob- 
servó que  la  Tagina  estaba  llena  )^ot  un  tumor  yoluminoso,  duro,  desarro- 
llado á  expensas  del  cuello  uterino ;  por  la  palpación  bimanual  se  notaba 
que  el  cuello  del  útero,  duro  y  aumentado  de  Yoluroen,  sobresalía  varios 
trareses  de  dedo  por  encima  de  la  slnfísis  pubiana. 

Se  hizo  el  diagnóstico  de  fibromas  uterinos.  El  Dr.  Chaput  se  propuso, 
ante  todo,  extirpar  el  tumor  vaginal.  Pero  al  incindir  este  tumor  observó 
con  gran  sorpresa  que  no  se  trataba  de  un  fibroma,  sino  de  una  bolsa 
qnlstica,  cuyo  contenido  era  de  olor  urinoso  fuerte ;  la  cavidad  revestida  de 
mucosa  análoga  á  la  de  la  vejiga  y,  además,  infiltrada  de  sales  calcáreas, 
le  hicieron  pensar  se  encontraba  en  presencia  de  un  diverticulo  vesical, 
formado  en  el  bajo  fondo  de  la  vejiga  y  que  se  había  introducido  poco  á 
poco  en  el  cuello  uterino  por  disgregación  prog^resiva  de  los  elementos  de 
su  pared.  El  orificio  de  comunicación  de  este  diverticulo  con  la  cavidad  ve- 
sical no  pudo  ser  descubierto.  En  los  días  que  siguieron  á  la  operación,  la 
enferma  tuvo  fiebre  elevada  y  derrame  vaginal  fétido  esfacélico,  que  cedie- 
ron poco  á  poco  por  los  lavatorios  de  la  bolsa  con  agua  oxigenada.  La  bolsa 
fué  cerrándose  paulatinamente,  y  en  la  actualidad,  después  de  varios  me- 
ses, todo  indicio  de  diverticulo  va  desapareciendo ;  el  cuello  ha  recobrada 
su  volumen  y  consistencia  normales. 

El  cuerpo  del  útero  sigue  siendo  voluminoso  á  causa  del  fibroma  que 
contiene. 

El  diagnóstico  que  puede  hacerse  en  este  caso  —  rarísimo,  pero  no  úni- 
co—  es  el  de  quiste  de  la  vagina  abierto  secundariamente  en  la  vejiga,  y 
que  en  su  desarrollo  incluyó  el  cuello  del  útero,  pero  la  primera  hipótesis 
—diverticulo  vesical  desarrollado  secundariamente  en  el  cuello— es  más  ve- 
rosímil. 

Fractura  supramaleelar  víeiotamante  consolidada.  —  El  Dr.  Chaput  narró 
el  caso  de  un  enfermo  de  cincaenta  años  tratado  en  el  hospital  Laennec  en 
1904,  por  una  fractura  tibioperonea  inferior.  El  enfermo  fué  anestesiado  y 
se  colocó  un  aparato  de  escayola,  que  permaneció  aplicado  cuarenta  días. 
Al  separarse  el  aposito  el  pié  se  desvió  progresivamente  hacia  fuera,  y 
cuando  el  Dr.  Chaput  rió  al  enfermo  en  1905,  tenía  una  gran  desviación  en 
valgus  con  elevación  notable  de  la  región  maleolar  interna.  Hizo  una  re- 
sección cilindrica  del  peroné  por  encima  de  la  articulación  y  otra  cuneifor- 
me supramaleolar  en  la  extremidad  inferior  de  la  tibia  (8  centímetros), 
una  vez  extirpados  todos  los  tejidos  óseos,  fué  fácil  hacer  la  reducción.  El 
miembro  quedó  inmovilizado  por  espacio  de  cuarenta  días.  La  consolida- 
ción fué  perfecta  y  la  pierna  conservó  la  integridad  de  sus  movimientos. 

El  Dr.  Berger  preguntó  si  en  este  caso  una  simple  osteotomía  transversal 
de  los  dos  huesos  de  la  pierna  hubiera  permitido  la  reducción. 

El  Dr.  Chaput  contestó  que  intentó  limitar  su  intervención  á  esta  osteo- 
tomia  simple,  pero  que  fué  insuficiente,  y  tovo  que  recurrir  á  la  resección 
cuneiforme. 


268 

El  Dr.  Berger  dijo  qae  convenim  haber  completado  ia  OBieoiomia  simple 
por  la  sección  del  tendón  de  Aquiles. 

El  Dr.  Quénu  manifestó  que  había  tratado  varias  deformidades  de  este 
género,  necesitando  casi  siempre,  como  el  Dr.  Chapat,  hacer  la  resección 
más  ó  menos  extensa  de  la  tibia  y  del  peroné. 

La  cf  mprt sien  et mo  nedio  de  tratasHeato  del  tnasr  blanco  de  la  r edilla.-~El 
doctor  NéUUon^  á  propósito  del  enfermo  de  tumor  blanco  de  la  rodilla  tratado 
con  éxito  por  el  Dr.  Walther  por  el  método  esclerógeno,  citó  el  caso  de  nn 
joven  que  padecía  artritis  fangosa  de  la  rodilla  de  forma  de  hidrartrosis 
crónica,  en  el  qae  empleó  como  único  tratamiento  la  compresión  simple  al- 
godonada, que  prolongó  por  espacio  de  dieciocho  meses.  El  resaltado,  desde 
el  panto  de  vista  de  las  fanciones  articulares,  faé  tan  bueno  como  el  obte- 
nido por  el  Dr.  Walther  con  las  inyecciones  esclerógenas.  Este  joven 
acaba  de  ser  incorporado  al  ejército. 

El  Dr.  Walther  no  niega  que  la  inmovilidad  y  la  compresión  sean  sufi- 
cientes para  prodacir  baenos  resaltados  en  las  formas  atenuadas;  pero  su 
enfermó  padecía  lesiones  articulares  y  óseas,  las  que  no  existían  en  el  del 
Dr.  Nélaton,  y  en  estos  casos  relativamente  graves  está  indicado  el  método 
esclerógeno. 

Osteocf ndroma  de  la  mandíbula  iaforior.  —  £1  Dr.  Mcaidaire  presentó  un 
hombre  de  cincuenta  afios,  al  que  había  resecado  la  mitad  media  de  la  man- 
dibala  inferior  por  nn  tumor  bastante  voluminoso  desarrollado  en  pocos 
meses,  y  al  que  se  diagnosticó  de  sarcoma.  El  examen  histológico  demostró 
que  se  trataba  de  an  osteocondroma. 

El  Dr.  SebiUau^  á  propósito  de  este  caso  y  de  lo  difícil  que  suele  ser  diag- 
nosticar con  exactitud  los  tumores  de  la  mandíbula  sólo  por  los  eigndb  clí- 
nicos, cree  que  antes  de  practicar  una  operación  tan  mutiladora  como  la 
resección  típica  de  la  mandibala,  conviene  primero  hacer  una  incisión  ex- 
ploradora y  amoldar  después  la  conducta — resección  típica  ó  atípica,  eco- 
nómica ó  simple  raspado—según  los  caracteres  del  tumor  puesto  asi  al  des- 
cubierto. 

Ha  segaido,  y  no  tiene  por  qué  arrepentirse,  esta  conducta  en  tres  casos 
de  tumores  de  la  mandíbula  que  presentaban  signos  clínicos  de  sarcoma  y 
que  resultaron  ser  uno  fibroma  y  dos  quistes  del  maxilar. 

Estrocbei  cicatrizal  del  uréter.— El  Dr.  Legueu  presentó  una  enferma  cuyo 
uréter  había  sido  lesionado  durante  una  hieterectomía,  y  que,  á  consecaen- 
cia  de  este  accidente,  tuvo  una  fístula  ureterovaginal.  Esta  fístala  se  cerró 
poco  á  poco  por  retracción  cicatrizal  del  uréter,  pero  además  produjo  una 
uropionefrosis  que  obligó  á  intervenir.  El  Dr.  Legaeu  practicó  una  laparo- 
tomía lateral  subperitoneal  para  descubrir  el  sitio  donde  estaba  estrechado 
el  uréter,  pero  le  faé  imposible  descubrirlo,  y  para  consegairlo  necesitó 
abrir  el  peritoneo;  una  vez  desea bierto,  cerró  la  herida  peritoneal,  disecó 
el  uréter,  resecó  su  extremo  iaferior  cerrado  é  implantó  el  superior  en  otro 
punto  de  la  vejiga  (nreterocisto-neostomía  extraperitoneal).  La  operación 
dio  resultados  excelentes;  las  crisis  dolorosas  y  la  fiebre,  debidas  á  la  re- 
tención renal,  cesaron  al  punto  y  para  siempre.  El  estado  de  estalnujer  no 
puede  ser  más  satisfactorio,  lo  que  prueba  que  el  uréter  restaurado  funcio- 
na perfectamente. 


269 

Efieacia  del  agua  salada  en  las  tubarenlosls  artioulares  supuradas  abiertas.— 
El  Dr.  ReynUr  presentó  nn  enfermo  al  que  habla  resecado  el  codo  por  tu- 
berculosis supurada  abierta.  Para  combatir  la  supuración  secundaria 
abundante,  consecutira  á  la  operación,  empleó  los  bafios  salados  y  las  cu- 
ras con  agua  salada  (dos  bafios  de  brazo  por  dia,  de  tres  horas  de  duración 
cada  uno,  con  5  á  6  litros  de  agua  caliente,  mezclados  con  50  á  60  gramos 
de  ag^as  madres  de  8aliés ;  al  salir  del  bafio  el  miembro  era  euTuelto  en 
compresas  empapadas  en  la  misma  disolución).  En  este  caso  la  acción  exce- 
lente del  agua  salada  sobre  la  nutrición  de  los  tejidos  fué  maravillosa,  y  el 
Dr.  Reynier  recomienda  dicho  método  terapéutico,  de  preferencia  á  la  re- 
sección, en  el  tratamiento  de  las  tuberculosis  articulares  supuradas  abier- 
tas, que,  en  particular  cuando  se  trata  del  codo,  son  muy  graves. 

El  Dr.  Quénu  dijo  que  no  debe  dejarse  pasar  sin  protesta  esta  última 
afirmación  del  Dr.  Reynier.  La  resección  del  codo  por  tuberculosis  no  es 
peligrosa  ni  origina  más  que  supuraciones  post  operatorias  benignas,  y  sus 
resultados  terapéuticos  son  excelentes. 

Cáncer  de  la  porción  inferior  yuxtaveslcal  doi  uretor.— El  Dr.  Álbarran  pre- 
sentó la  pieza  patológica  extirpada  la  víspera  á  una  mujer  de  treinta  y 
cuatro  afios,  la  que  desde  dos  afios  antes  padecía  hematurias  de  caracteres 
neoplásicos  manifiestos.  La  citoscopia habla  permitido  descubrir  en  el  ori- 
ficio del  uréter  derecho  un  tumorcillo  epiteliomatoso.  Existían  signos  de 
retención  renal ;  el  rifión  estaba  algo  aumentado  de  voluraen  y  doloroso'  á  la 
presión.  La  operación,  que  consistió  en  resecar  por  la  vía  abdominal  subpe- 
ritoneal  la  porción  de  uréter  enferma  y  un  collar  vesical,  fué  bastante  di- 
fícil á  causa  de  las  adherencias  de  la  neoplasia  con  los  tejidos  inmediatos. 
Terminada  la  operación  fué  imposible  pensar  en  reimplantar  el  extremo 
inferior  del  uréter  en  la  vejiga  por  su  poca  longitud.  El  Dr.  Álbarran  se 
limitó  á  hacerlo  desembocar  en  el  ángalo  superior  de  la  herida  del  abdo- 
men; esta  fístula  ureterocutánea  es  provisional,  pues  el  Dr.  Álbarran  cree 
que  se  verá  obligado  á  sacrificar  el  rifión,  lo  que  no  ha  hecho  al  resecar  el 
uréter  por  el  mal  estado  de  la  enferma. 

El  Dr.  Guiñará  preguntó  al  Dr.  Álbarran  por  qué  no  había  preferido  la 
ureterocolostomía. 

El  Dr.  Álbarran  contestó  que  hubiera  sido  una  operación  más  larga  y  más 
peligrosa  que  la  nefrectomia.— (£a  Presae  Medicóle). — F.  Toledo. 


XY    C0MQRE80   INTERNACIONAL    D£    MEDICINA 

Celebrado  en  Lisboa  del  19  al  26  de  Abril  de  1906. 

(ContinuaciÓD). 

Tratamiento  de  la  luxación  congénita  de  la  cadera.  —  El  Dr.  Eirmibson  :  La 
redúcele^  incruenta  de  las  luxaciones  congénitas  de  la  cadera,  estando  el 
enfermo  cloroformizado,  aunque  da  pocas  veces  resultados  anatómicos  per- 
fectos, es  susceptible  de  producir,  desde  el  punto  de  vista  funcional,  resul- 
tados útiles.  Las  estadísticas  de  loe  diversos  autores  difieren  bastante 


270 

unas  de  otras.  Según  anas  estadisticas,  los  éxitos  llegan  al  70  y  hasta 
al  85  por  100,  mientras  que,  según  otras,  sólo  son  de  30  y  hasta  20  por  100. 
Aceptando  con  el  Dr.  Lorenz  el  término  medio  de  52  por  100  para  los  re- 
sultados anatómicos  favorables,  nos  aproximamos  más  á  la  verdad.  Con- 
Tendría  que  en  adelante  se  apreciaran  con  mayor  exactitud  los  resaltados  y 
se  llamaran  redacciones  sólo  á  los  casos  en  los  que  la  cabeza,  situada  en  la 
«ayidad  cotiloidea,  tiene  con  la  arteria  femoral  sas  relaciones  normales  y 
la  articulación  posee  la  integridad  de  sus  movimientos. 

Todos  los  cirujanos,  excepto  el  Dr.  Narath,  creen  que  el  pronóstico  de  las 
laxaciones  unilaterales  es  más  benigno.  En  las  luxaciones  dobles  sólo  en 
casos  excepcionales  el  resultado  es  igaalmente  favorable  en  ambos  lados. 
Se  observa  casi  siempre  que  se  obtiene  la  reducción  sólo  en  un  lado,  mien- 
tras que  en  el  opuesto  hay  únicamente  transposición  y  hasta  nueva  laxa- 
ción. Este  hecho  concuerda  con  lo  que  se  observa  en  la  evolación  de  la  la- 
xación bilateral  abandonada  á  la  naturaleza,  pues  muchas  veces  la  lesión 
cura  espontáneamente  en  un  lado  mientras  que  en  el  opuesto  continúa  su 
marcha  progreaiva*  El  examen  radiográfico  es  incapaz  casi  siempre  de  ex- 
plicar estas  diferencias. 

No  es  posible  precisar  en  qué  edad  debe  intervenirse,  puesto  que  se  han 
obtenido  éxitos  en  un  niño  de  dieciocho  meses  y  en  otro  de  quince  afios. 
Puede  decirse,  en  general,  que  la  edad  más  favorable  es  el  periodo  com- 
prendido entre  los  tres  y  cinco  años. 

Respecto  al  manual  operatorio,  creo  que  los  métodos  de  fuerza,  y  en  par- 
ticular las  tracciones  violentas,  deben  desecharse  en  absoluto.  Estos  me* 
dios  son  los  que  determinan  accidentes  graves,  fracturas,  desgarros  de  los 
tejidos  blandos  y  lesiones  nerviosas.  Lo  mejor  es  volver  á  la  idea  primitiva 
del  Dr.  Paci,  es  decir,  emplear  métodos  nada  bruscos,  como  en  el  trata- 
miento de  las  luxaciones  traumáticas  ó  patológicas. 

Sigo  fiel  á  la  técnica  aconsejada  por  el  Dr.  Lorenz,  es  decir,  á  la  redac- 
ción en  dos  tiempos,  siendo  colocado  el  miembro  primero  en  flexión  combi- 
nada con  abducción  en  ángulo  recto,  para  llegar,  por  último,  á  la  exten- 
sión asociada  á  la  rotación  hacia  dentro.  Es  el  procedimiento  más  seguro, 
porque  permite  la  retracción  de  la  parte  posterior  de  la  cápsula  y  evita  la 
nueva  luxación. 

En  vez  de  las  tentativas  muy  violentas  ó  prolongadas,  prefiero  repetir 
los  ensayos  de  reducción.  Si  se  comprueba  el  fracaso,  lo  mejor  es  recurrir 
al  método  cruento.  La  gravedad  en  este  caso  es  debida  á  la  formación  de 
la  cavidad  cotiloidea,  así  que  debe  evitarse  en  lo  posible,  contentándose, 
como  lo  hago  hace  mucho  tiempo,  con  la  artrotomla.  Guando  la  curación 
es  imposible  á  causa  de  la  edad  del  enfermo  ó  del  grado  de  la  luxación, 
presta  grandes  servicios  la  osteotomía  subtrocanteriana,  porque  permite 
colocar  el  miembro  en  posición  favorable. 

El  Dr.  Lorenz  :  Desde  que  di  á  conocer  hace  nueve  afios  mi  procedi- 
miento de  reducción  incruenta  de  la  luxación  congénita  de  la  cadera,  mi 
técnica  no  ha  variado.  Las  modificaciones  introducidas  son  insignificantes 
ó  contrarias  al  resultado  apetecido  y,  por  consiguiente,  más  bien  perjudi- 
ciales. Además,  el  método  empleado  para  obtener  la  reducción  importa 
^  conviene  que  el  cirujano  conozca  bien  todos  los  procedimientos  para 


271 

que  8i  fracasa  con  ano  paeda  recurrir  á  otro  ó  combinar  loa  dos  si  es  noce* 
aario. 

En  loB  nifioB  de  edad  se  emplea  de  preferencia  el  método  de  eztensiin. 
Como  posición  primitiva  se  elige  por  medida  de  precaución  la  abdncción  en 
ángulo  recto,  aunque  la  estabilidad  permitiera  adoptar  una  posición  menos 
molnsta.  Sólo  en  el  caso  de  estabilidad  primitiTa  insuficiente  se  inmoTiliaa 
por  el  pronto  el  fémur  en  ligera  biperoxteosióncon  abducción  regular,  que 
excede  de  90®.  Las  luxaciones  dobles  deben  ser  reducidas,  á  ser  posible,  en 
una  misma  sesión. 

£1  tiempo  que  debe  durar  la  inmoyilización  depende  de  la  edad  del  nifio 
j  de  la  estabilidad  primitiva  de  la  luxación.  En  una  edad*  relativamente 
avanzada  (cinco  años  ó  más)  no  es  necesario  prolongar  demasiado  la  inmo- 
vilización á  causa  del  peligro  de  anquilosis  que  corre  la  articulación;  no 
obstante,  una  mala  estabilidad  primitiva  exige  fijar  el  miembro  durante 
algún  tiempo.  En  los  nifios  más  jóvenes,  con  estabilidad  primitiva  defec- 
tuosa, la  posición  en  abducción  primitiva  puede  ser  mantenida  por  espacio 
de  un  afio  ó  más  sin  temor  á  la  anquilosis. 

El  objeto  que  nos  proponemos  alcanzar  por  el  tratamiento  post  operato- 
rio varia,  según  se  trate  de  enfermos  que  tengan  ó  no  más  de  cinco  ó  seis 
afios.  En  los  niños  de  menos  de  cinco  ó  seis  la  abducción  primitiva  en  án- 
gulo recto  se  corrige,  por  decirlo  asi,  espontáneamente  en  poco  tiempo, 
pero  esta  corrección  espontánea,  rápida,  aumenta  el  peligro  de  recaída.  El 
tratamiento  post  operatorio  en  este  caso  no  consiste  sólo  en  vigilar  la  co- 
rrección de  la  posición  primitiva,  sino  también  en  hacerla  más  lenta,  lo 
que  se  consigue  manteniendo  durante  bastante  tiempo  en  abducción  habi* 
tual  la  articnlución  reducida  por  medio  de  un  talón  de  1  á  2  centímetros 
j  medio  de  altura  en  el  lado  sano.  Conviene  asimismo  procurar  que  la  po- 
sición en  ángulo  recto  de  la  articulación  reducida  sea  siempre  fácil  de  res  • 
tablecer.  Se  emplea  con  este  objeto  un  aposito  de  escayola  (análogo  al  que 
se  emplea  en  el  tratamiento  de  la  espondilitis)  que  durante  la  noche  man- 
tenga la  pierna  en  abducción  en  ángulo  recto.  La  posición  primitiva  se 
restituye  también  por  la  gimnasia.^  Los  nifios  de  poca  edad,  en  quienes  se 
ha  practicado  la  reducción  doble,  pueden  sentarse  sobre  su  periné  con  las 
piernas  separadas  en  ángulo  recto. 

En  los  nifios  de  más  de  cinco  ó  seis  afios  las  articulaciones  reducidas  sue- 
len ser  atacadas  de  rigidez.  El  peligro  de  la  nueva  luxación  es  menor,  por 
consiguiente,  pero  en  cambio  es  más  difícil  corregir  la  abducción  primi- 
tiva. Por  este  motivo  permanecen  inmóviles  menos  tiempo  y  se  principia  el 
tratamiento  por  movimientos  acentuados  de  abducción.  A  veces  no  es  po- 
sible corregir  ésta  por  los  medios  gimnásticos  ó  mecánicos  sin  peligro  de 
producir  una  fractura.  En  este  caso  es  preciso  acortar  el  tratamiento  prac- 
ticando la  osteotomía  intertrocanteriana  del  fémur.  Si  á  consecuencia  de 
las  malas  condiciones  de  la  extremidad  superior  del  fémur  (acortamiento 
considerable  del  cuello  que  recuerda  la  configuración  del  húmero),  la  co- 
rrección gimnástica  de  la  abducción  primitiva  expone  á  la  recidiva,  es 
preciso  hacer  la  corrección  practicando  la  osteotomía  intertrocanteriana. 

Los  límites  de  edad  para  la  reducción  incruenta  son  hoy  mucho  más  ex. 
tensos,  gracias  á  las  mejoras  en  la  técnica  y  á  la  prudencia  con  que  se  em- 


272 

plea;  pero  la  experienoia  ha  demostrado  que  eo  Iob  nifioa  de  edad  relaÜTa- 
tnente  avanzada  la  operación,  aunqae  eficaz,  nunca  da  tan  buenos  resulta- 
do0  como  en  loe  más  jÓTones.  Desde  el  punto  de  vista  práctico,  pueden 
admitirse  tres  clases  de  resultados: 

1.*  El  resultado  ideal  es  la  verdadera  reducción  anatómica  concóntrioa. 
Suponiendo  la  restitución  completa  de  la  fuerza  muscular,  que  exige  bas* 
tante  tiempo  para  conseguirse,  estos  casos  representan  (exceptuando  la 
deformidad  ligera  que  persiste)  la  restitución  anatómica ;  es  la  restitución 
funcional  ad  integrum,  Begán  diversas  estadísticas,  la  proporción  de  estos 
excelentes  resultados  es  del  50  por  100  poco  más  ó  menos,  de  modo  que 
puede  decirse  que  casi  la  mitad  de  los  casos  curan  por  completo. 

2.*  En  la  mayor  parte  de  la  mitad  restante  se  observa  la  posición  subes- 
piñal  de  la  cabeza  del  fémur,  la  cual,  desde  el  punto  de  vista  funcional,  es 
satisfactoria,  sobre  todo  si  la  musculatara  se  halla  en  buen  estado. 

3.*  En  un  número  relativamente  limitado  de  casos  se  obtienen  resultados 
menos  favorables,  pero  que,  en  comparación  con  el  estado  anterior,  repre- 
sentan una  ventaja  importante  desde  el  punto  de  vista  de  la  resistencia 
para  la  marcha. 

Entre  estos  resultados,  en  cierto  modo  deficientes,  merece  citarse  en  pri- 
mer término  lajcaplícación  lateral»  de  la  cabeza  del  fémur  que  se  dirige  por 
debajo  y  algo  hacia  fuera  de  la  espina  ilíaca  anterior  superior,  y  dirigida 
hacia  adelante  por  su  polo  anterior,  mientras  que  el  trocánter  se  encaentra 
dirigido  hacia  atrás,  de  modo  que  toda  la  pierna  está  en  rotación  hacia 
fuera.  La  flexión  y  extensión  de  la  cadera  son  limitadas,  la  rotación  hacia 
dentro  nula,  porque  la  cabeza  del  fémur,  dirigida  hacia  adelante,  se  apoya 
directamente  contra  la  cara  lateral  del  hueso  iliaco. 

En  casos  extraordinarios  esta  aplicación  lateral  es  estable  y  la  cabeza  no 
se  luxa  hacia  atrás.  La  cojera  no  disminuye  gran  cosa  en  esta  posición, 
pero  la  facilidad  para  la  marcha  es  mucho  mayor  y  llena  las  exigencias 
moderadas.  Es  preciso,  por  lo  tanto,  aconsejar  dicha  posición  á  falta  de  otra 
mejor  en  todos  ios  individuos  que  se  encuentran  en  el  límite  de  la  reductibi- 
lidad  ó  que  le  han  pasado  ya.  Es  necesario  después,  por  medio  de  miorrexis» 
de  los  adductores,  colocar  la  articulación  en  abducción  y  en  extensión  exa- 
gerada por  el  enderezamiento,  mantener  el  fémur  inmovilizado  por  espacio 
de  tres  ó  cuatro  meses  en  esta  posición  que,  aun  en  el  caso  de  reducción  de 
una  luxación  doble,  permite  la  marcha. 

En  la  luxación  doble  irreducible,  la  lordosis  patológica  desaparece  en 
gran  parte,  y  hasta  por  completo,  una  vez  obtenida  la  aplicación  lateral. 

El  tratamiento  de  la  luxación  congénita  irreducible^  que  consiste  en 
transformar  la  contractura  en  adducción  y  flexión  (habitual  en  la  luxación 
inveterada)  en  actitud  contraria  (abducción  con  extensión  exagerada), 
puede  designarse  con  el  nombre  de  inversión.  Es  preferible,  desde  todos  los 
puntos  de  vista,  á  la  osteotomía  subtrocanteriana,  que  persigue  el  mismo 
fin,  pero  que  tiene  el  inconveniente  de  acortar  el  fémur  por  la  corrección 
excéntrica  de  la  contractura  de  la  cadera.  Es  de  necesidad  absoluta  evitar 
todo  acortamiento,  porque  la  desproporción  entre  la  longitud  del  tronco  y 
la  de  las  piernas,  es  uno  de  los  mayores  defectos  estéticos  en  los  enfermos 
afectados  de  luxación  doble.  Además,  la  osteotomía  subtrocanteriana  deja 


273 

U  cabesa  del  fémur  en  bq  porción  patológioa,  mientras  que  con  la  inTer* 
0ión  incruenta  queda  en  posición  más  faYOrable  y  tiene,  en  parte,  un  punto 
de  apoyo  óseo.  Finalmente,  la  inrersión  no  exige  ni  operación  cruenta  ni 
penhanencia  en  el  lecho. 

Bi  Dr.  G.  DB  Ldcá  :  Para  que  el  tratamiento  de  la  luxación  congónita  de 
la  cadera  sea  yerdaderamente  metódico,  útil  y  sistemático,  necesita  ser 
vprecoz.  Es  decir,  que  conviene  «e  Yulgarice  el  conocimiento  de  esta  defor- 
midad. En  la  mayor  parte  de  los  casos,  el  tratamiento  preferible  es  el  mé- 
todo de  Paci-Lorenz  más  ó  menos  modificado.  En  los  casos  diflcUes,  cuan- 
do las  maniobras  incni^ntas  han  fracasado,  puede  recurrirse  al  método 
cruento.  Cuanto  á  las  luxaciones  congénitas  irreducibles  con  todos  loe 
procedimientos  de  tratamiento,  consistirá  ep  corregir  ó  atenuar  la  actitud 
deficiente  del  miembro,  bien  por  amasamiento  de  loa  adductores  con  inmo- 
vilización en  posición  opuesta,  bien  por  osteotomía  subtrocanteriana  por  el 
método  de  Eirmisson. 

El  Dr.  Rkdard  :  Los  resultados  de  la  reducción  incruenta  de  la  luxación 
•ongénita  de  la  cadefa  son  tanto  mejores  cuanto  menor  es  la  edad  de  los 
enfermos.  En  el  70  por  100  de  los  casos  se  obtienen  reducciones  anatómi- 
cas ;  en  el  20  por  100  transposiciones  con  resultados  funcionales  bastante 
buenos,  y  en  el  10  por  100  mejorías  ligeras.  Insisto  de  una  manera  especial 
sobre  la  importancia  de  la  técnica  y  sobre  la  prudencia  con  que  deben  ser 
practicadas  las  maniobras  de  reducción.  OonTÍene  también  disminuir  lo 
posible  el  periodo  de  inmoYÜización  para  evitar  la  atrofia  muscular  y  la 
anquilosis.  He  curado  algunos  enfermos  manteniéndoles  inmóviles  en  un 
solo  aparato  durante  tres  meses. 

El  Dr.  Oodivilla:  Mi  experiencia  respecto  á  la  reducción  incruenta  de  la 
luxación  congénita  de  la  cadera  se  funda  en  853  casos  que  he  operado  des- 
de 1899.  Este  método  debe  ser  considerado  como  el  tratamiento  normal  de 
dicha  deformidad,  y  es  aplicable  á  todos  los  casos  siempre  que  estén  com- 
prendidos en  la  edad  más  conveniente,  según  creo  entre  los  dos  y  los  seis 
afios  para  las  luxaciones  unilaterales,  entre  los  dos  y  los  cii^co  para  los  bi- 
laterales. Según  mi  estadística  de  los  tres  afios  últimos,  en  el  85  por  100  de 
loe  operados  á  tiempo  se  obtiene  un  resultado  excelente  anatómico  y  fun- 
cional. Empleo  para  reducir  la  laxación  las  maniobras  de  Paci  y  después 
el  tratamiento  consecutivo  según  el  procedimiento  de  Lorenz. 

El  Dr.  Barbabin  :  Los  autores  están  de  acuerdo  acerca  de  los  resultados 
excelentes  obtenidos  por  la  reducción  incruenta,  pero  hay  respecto  á  ella 
dos  opiniones  contrarias :  unos  aconsejan  la  inmovilidad  en  abducción  for- 
zada, adoptando  progresivamente  una  posición  menos  exagerada  del  muslo, 
""y  en  cambio  otros  colocan  en  seguida  el  miembro  en  abducción  media  y  en 
flexión.  En  esta  última  actitud  el  contacto  de  la  caji^eza  del  fémur  con  la 
cavidad  cotih>idea  es  indudablemente  mucho  más  íntimo,  y,  por  lo  tanto, 
ésta  se  hace  antes  mayor.  Pero  decir  que  en  todos  los  casos  debe  adoptarse 
dicha  posición,  es  más  teórico  que  práctico.  Lo  mejor  es,  después  de  la  re- 
ducción en  abducción,  disminuir  ésta  lo  más  posible,  permitiendo  á  la  vez 
al  muslo  una  flexión  ligera.  Nunca  debe  colocarse  el  miembro  en  abducción 
y  en  hiperextensión  de  modo  que  el  muslo  quede  por  encima  del  plano  del 
cuerpo,  porque  en  este  caso  ó  la  cabeza  del  fémur  no  se  apoya  más  que  so- 

n 


274 

bre  la  parte  anterior  de  la  capéala,  6  bien  sobresale  de  la  cavidad  y  queda 
ea  traasposición  anterior.  A  propósito  de  la  transposición,  conviene  adyer* 
tir  que  la  radiografía  anteroposterior  hace  considerar  como  curación  ani^tó- 
mica  bastantes  casos  de  simples  transposiciones;  la  cabeza  del  fémur  se 
encuentra  bien  colocada  respecto  á  la  cavidad  cotiloidea,  pero  en  un  plano 
anterior. 

Es  necesario,  por  lo  tanto,  radiografiar  las  luxaciones  reducidas,  no  di* 
rectamente  de  delante  á  atrás,  sino  oblicuamente  de  atrás  á  adelante  j  de 
fuera  á  dentro. 

El  Dr.  GouRDON :  Creo  que  las  luxaciones  bilaterales  deben  ser  reducidas 
en  una  sola  sesión.  Con  las  reposiciones  anteriores,  á  las  que  es  preciso  re- 
currir cuando  es  imposible  la  reducción  anatónjica,  se  obtienen  en  general 
resultados  excelentes  desde  el  punto  de  vista  funcional  y  estético. 

Un  nuevo  síndrome.  Hemiplogia  de  la  laringe  y  do  la  lengua  eoa  6  sin  parálisis 
del  esternocleidomastoideo  y  del  trapecio. ~ El  Dr.  A.  Gaboí^  Tapia:  La 
hemiplegia  de  la  laringe,  del  velo  palatino  (faringe)  y  de  la  lengua,  son 
los  elementos  esenciales  cuya  combinación  constituye  los  síndromes  estu- 
diados hasta  ahora.  Hay  también  un  elemento  accesorio;  la  parálisis  del 
esternocleidomastoideo  y  del  trapecio  del  mismo  lado,  que,  sumada  á  las 
anteriores,  amplifica  los  síndromes  sin  que  sea  preciso  introducir  modifi- 
cación alguna. 

Examinemos  á  la  ligera  estas  combinaciones.  La  frecuencia  de  la  hemi- 
parálisis  de  la  laringe,  acompañada  de  la  del  velo  palatino  del  mismo  lado, 
ha  dado  á  dicho  síndrome,  estudiado  á  fondo  por  Avellis,  cierta  personali- 
dad con  el  nombre  de  este  ilustre  especialista  de  Francfort. 

A  esta  combinación  sintomática  se  ha  agregado  la  parálisis  del  esterno- 
cleidomastoideo y  del  trapecio  (síndrome  de  Schmidt),  que  no  es  sino  el 
síndrome  de  Avellis  con  participación  de  la  rama  externa  del  espinal.  Si  á 
la  hemiplegia  del  velo  y  de  la  laringe  se  suma  la  de  la  lengua,  el  síndrome 
constituido  así  se  llama  de  Jackson,  y  como  los  anteriores  puede  ir  ó  no 
acompañado  de  la  parálisis  de  los  músculos  del  hombro. 

No  explicaré  minuciosamente  los  casos  publicados  hasta  ahora ;  pero  sí 
expondré  algunos  cuya  característica  es  la  asociación  de  la  hemiplegia  de 
la  laringe  y  de  la  lengua,  pero  no  del  velo  palatino.  En  estos  casos  pueden 
estar  ó  no  paralizados  los  músculos  del  hombro. 

De  cuatro  casos  que  he  observado,  en  uno  había  hemiplegia  de  la  larin- 
ge y  de  la  lengua,  y  parálisis  del  esternocleidomastoideo  y  del  trapecio;  los 
otros  tres  sólo  padecían  hemiplegia  de  la  laringe  y  de  la  lengua.  Poli  cita 
tres  casos  más  en  los  que  se  observó  hemiplegia  de  la  laringe  y  de  la  len- 
gua. En  el  primero,  de  Schiffers,  no  pudo  averiguarse  la  causa  de  la  enfer- 
medad; el  segundo,  de  Leudet,  fué  debido,  al  parecer,  á  una  infección;  el 
tercero,  de  Hirt,  fué  precedido  de  un  ataque  de  apoplegía. 

En  realidad  en  estos  tres  casos,  aunque  el  resultado  final  fué  la  hemiple- 
gia glosolaríngea,  el  mecanismo,  sobre  todo  en  el  caso  de  Hirt,  no  es  exac- 
tamente igual  al  de  las  observaciones  que  he  recogido  (lesión  periférica). 
No  conozco  otros  casos  de  esta  combinación  sintomática;  no  obstante  me 
inclino  á  creer  que  no  son  los  únicos,  porque  en  el  cuello  hay  una  región 
conocida  de  todos,  en  la  que  los  traumatismos  y  los  tumores  son  suscepti- 


27S 

bles  de  destruir  los  nervios  que  presiden  la  moyilidad  del  lado  respectivo 
de  la  laringe  y  de  la  lengua. 

¿Los  casos  referidos  justifican  la  creación  de  un  nuevo  sindrome?  Gomo 
las  oombinacionos  de  loe  síntomas  que  pueden  observarse  en  la  práctica 
son  innumerables,  el  número  de  sindronies  que  podría  descubrirse  no  tie- 
ne limites;  pero  creo  que  el  que  propongo  tiene  personalidad  justificada 
por  las  observaciones,  y  porque  se  adapta  perfectamente  al  desarrollo  de  los 
síndromes  estudiados  basta  abora.  En  efecto,  tomando  como  guía  la  hemi- 
plegia  laríngea,  y  no  olvidando  quet  á  ésta  (casos  de  Erb,  Martius,  etc.)« 
igual  que  á  los  síndromes  conocidos,  puede  agregarse  como  elemento  aece- 
sorio  la  parálisis  de  los  músculos  del  bombro,  se  tendrá  la  serie  siguiente : 

Hemiplegia  de  la  larÍQge )  j    a     n- 

~         del  Telo  palatino {  ®''^^~'»^  ^**  ^^•"^•- 

Hemiplegia  de  la  laringe )  _    , 

-  d.UleDgaa ,       j  Síndrome nuero. 

Hemiplegia  de  la  laringe v 

~         del  velo  palatino |  Síndrome  de  Jackson. 

—  de  la  lengua . . ) 

81  á  las  agrupaciones  anteriores  se  agrega  la  parálisis  de  los  músculos 
del  bombro,  se  tendrán  los  mismos  síndromes  amplificados  con  este  nuevo 
elemento.  Mas  como  el  síndrome  de  Scbmidt  se  aplica  de  ordinario  al  de 
Avellis,  amplificado  por  la  rama  externa  del  espinal,  debe  conservarse  esta 
denominación  antigua. 

Aleebolisma  durante  el  embaraio  y  la  lactancia.  —  El  Dr.  A.  Muñoz  Ruit  de 
Pasanié  manifiesta  que  el  abuso  de  las  bebidas  espirituosas  ha  sido  motivo 
de  preocupación  constante  en  todos  los  momentos  bistóricos  y  pueblos 
del  mundo,  y  en  los  tiempos  actuales  más,  debiendo  merecer  preferente 
atención  el  alcoholismo  durante  el  embarazo  y  la  lactancia,  por  los  graves 
y  transcendentales  perjuicios  que  produce;  justifica  la  elección  de  este 
tema  diciendo  que  está  muy  arraigada  la  idea  de  que  el  vino  es  muy  con- 
veniente en  la  lactancia  y  aun  en  el  embarazo,  porque  se  cree  que  con  él  la 
mujer  conserva  mejor  sus  energías  y  se  le  aumenta  la  secreción  láctea,  y 
como,  á  su  juicio,  en  vez  de  convenir  perjudica,  y  el  error  tiene  gran  trans- 
cendencia social  por  los  peligros  que  encierra,  se  permite  hacer  esta  ligera 
comunicación  por  considerar  el  tema  de  verdadera  importancia,  tanto  más 
cuanto  que  los  errores  populares  son  muy  difíciles  de  extinguir,  especial- 
mente si  participan  de  ellos  las  clases  más  distinguidas  y  acomodadas, 
como  sucede  con  el  uso  del  vino  en  las  nodrizas,  pues  no  hay  casa  grande  ni 
modesta  en  que  no  se  les  dé,  aunque  no  le  tengan  afición,  á  menos  de  que 
no  se  haga  una  propaganda  enérgica,  bajo  la  base  de  lo  que  se  dice  y  se 
toma  en  consideración  en  las  Academias  y  sobre  todo  en  los  Congresos  in- 
ternacionales, y  entrando  de  lleno  en  el  fondo  de  la  cuestión,  afirma  que  el 
uso  del  vino  en  el  embarazo  y  la  lactancia  puede  perjudicar  á  la  mujer  en 
algunos  casos  y  al  nifio  siempre,  y  la  razón  es  muy  clara. 

A  la  mujer,  porque  además  de  poder  exagerar  la  costumbre  de  beber,  si 
la  tiene,  ó  de  adquirirla  en  caso  contrario,  es  fácil  que  al  eliminarse  por  el 


276 

rifiÓD  detennine  alteraciones  epítélicas  y,  por  oonaigaiente,  albaminariaa 
seguidas  de  nremia,  á  lo  qae  está  predispuesta  toda  mujer  embarazada,  de- 
terminando,  por  tal  motiyo,  muchas  Tepes  el  aborto. 

En  comprobación  de  esto  último  presenta  una  estadística  de  mujeres  que 
tenían  la  costumbre  de  hacer  uso  del  yino  con  exceso  durante  la  comida,  y 
no  pudieron  conseguir  tener  ni  un  solo  hijo,  pues  antes  de  llegar  al  séptimo 
mes  de  embarazo  abortaban,  yendo  precedido  el  aborto  de  albuminuria  y 
fenómenos  urómicos,  y  que  después  que  perdieron  tal  costumbre  tuYieron 
todas  hijos  en  las  mejores  condiciones  de  salud. 

En  esta  comunicación  el  Dr.  Pasanis  aborda  también  la  cuestión  de  si  el 
alcohol  es  ó  no  alimento,  y  después  de  discurrir  sobte  la  materia,  no  poco, 
se  declara  partidario,  de  que  es  un  estimulante  á  pequefias  dosis,  y  á  gran- 
des un  deprimente  y  hasta  un  aneetésico. 

El  Tino,  pues,  dice,  administrado  en  cantidades  prudenciales  á  la  hora 
de  las  comidas,  y  diluido  en  agua,  puede  aumentar  la  secreción  láctea  como 
la  de  todos  los  tejidos  glandulares;  pero  este  aumento,  ¿es  conTeniente  al 
nifio?  De  ningún  modo. 

El  alcohol  que  se  elimina  por  la  glándula  mamaria  mezclado  con  la  le- 
che, y  que  no  es  poco  según  los  trabajos  de  Niclouz,  puede  ser  cansa  de 
grandes  trastornos  del  aparato  digestí  yo  y  del  sistema  nerTioso,  toda  Tez 
que  el  nifio  está  predispuesto  á  padecerlos  durante  la  eyolución  dentaria,  y 
el  alcohol  los  produce  en  sujetos  que  no  tienen  gran  predisposición. 

Entra  también  en  consideraciones  spbre  la  posibilidad  de  que  la  im- 
pregnación etílica  que  sufre  el  organismo  del  nifio  por  medio  de  la  leche 
puede  serTÍr  de  fundamento  para  que  llegue  éste  más  tarde  á  ser  alcohóli- 
co, por  arrancar  el  alcoholismo  de  una  necesidad  orgánica  establecida  por  la 
costumbre,  y  más  toclaTía  si  la  impregnación  comienza  en  el  embarazo,  por 
pasar  el  alcohol  de  la  sangre  dría  madre  á  los  tejidos  del  feto ;  refiere  mu- 
chos casos  de  accidentes  sufridos  por  los  nifios  como  consecuencia  de  haber 
sido  amamantados  por  mujeres  que  hacían  uso  del  Tino  en  las  comidas,  y 
termina  formulando  la  conclusión  de  que  el  uso  de  toda  bebida  espirituosa 
debe  proscribirse  durante  la  lactancia  y  el  embarazo,  no  sólo  por  ser  muy 
perjudicial  en  todos  ios  casos  á  los  nifios,  y  en  algunos  á  las  mujeres,  sino 
también  porque  asi  se  atacaría  el  alcoholismo  en  sus  orígenes  quizá  más 
sólidos.  -  P.  ToLKDO.  (OanHnuará). 


8O0ISDAD  DB  MBDIOINA  DB  BBBLÍN 

Séiián  del  día  27  dé  Junio  dé  1906. 

Hernia  isquiátiea.  —  El  Dr.  SchonBtedt  presenta  un  enfermo  que  tiene  en  la 
región  del  agujero  isquiático  un  tumor  que  sobresale  cuando  hace  funcio- 
nar la  prensa  abdominal,  y  que  se  puede  reducir  por  completo.  A  causa  de 
las  molestias  que  determina  se  Ta  á  proceder  muy  en  brcTC  á  la  operación 
radical.  » 

Otteema  del  etmoidet.— El  Dr.  P,  Heymann  presenta  una  muchacha  que 
tiene  esta  afección,  y  que  á  causa  de  la  deformidad  que  produce  en  la  flso* 


277 

Domift  y  de  U  tendencia  á  crecer  qae  siempre  tienen  estos  tamores,  se  hace 
necesario  proceder  á  sa  extirpación. 

El  Dr.  De  Bergmann  hace  observar  que  en  estos  osteomas  es  frecuente  que 
se  presenten  precisamente  en  loe  mismos  sitios  en  donde  se  obserran  cefal- 
hematomas,  siendo  muy  común  que  subsistan  muchos  afios  después  de  estos 
últimos. 

Penetraeién  de  frirutas  de  hierre  en  ol  o]e.— El  Dr.  Tütk  presenta  un  hom- 
bre que  ha  sufrido  la  penetración  de  una  viruta  de  hierro  en  un  ojo.  *  El 
cuerpo  extrafio  perforó  la  córnea,  el  borde  de  la  pupila  y  el  cristalino,  y  se 
fijó  al  parecer  en  la  retina.  Por  medio  del  electro-imán  de  Haab  se  consi- 
guió hacer  visible  la  viruta  en  la  córnea,  y  desde  aquí  se  extrajo  con  el 
imán  de  mano  de  Hirschberg.  Posteriormente  fué  necesario  practicar  una 
discisión  ddl  cristalino.  Aun  hoy  en  día  el  iris  presenta  una  coloración  cla- 
ramente herrumbrosa.  La  vista  se  ha  conservado  bien. 

Tamer  varioeto  de  origen  traumático.  —  El  Dr.  Zondeh  refiere  el  caso  de 
una  joven  de  veintiséis  afios  que  hará  unos  seis  meses  llevó  un  golpe  en  la 
cabera  á  consecuencia  de  haberse  caído  por  la  escalera,  sin  sentir  por  de 
pronto  ningún  accidente  de  resultas  de  dicha  caída.  Pero  después  se  des- 
arrolló delante  del  oído  un  tumor  doloroso  y  del  tamafio  de  un  huevo  de 
paloma.  Es  de  advertir  que  este  tumor  sólo  se  hace  visible  cuando  la  pa* 
cíente  inclina  la  cabeza  hacia  adelante,  y  también  en  el  decúbito  lateral, 
sobre  todo  en  el  del  lado  iasquierdo.  El  tumor  se  deja  comprimir,  la  piel . 
que  le  cubre  está  normal,  y  cuando  la  enferma  está  de  pié  se  puede  hacer 
visible  comprimiendo  la  vena  yugular.  Si  se  comprimen  al  mismo  tiempo 
las  venas  temporales  y  craneales  exteriores  y  las  venas  del  cuello,  y  se  hace 
después  que  la  enferma  agache  la  cabeza,  también  sobresale  el  tumor,  de- 
duciéndose de  todo  esto  que  debe  de  comunicar  con  las  venas  intracra- 
neanas. 

La  causa  de  esta  dilatación  varicosa  de  las  venas  es  obscura ;  probable- 
mente tiene  alguna  relación  con  el  traumatismo  sufrido  anteriormente. 
Gomo  tratamiento  no  se  puede  hacer  otra  cosa  que  aconsejar  á  la  paciente 
que  se  agache  poco  y  que  lleve  en  la  parte  respectiva  una  pelota  que  la 
comprima. 

Espina  bfflda.--El  Dr.  Boekenheimer  presenta  varios  nifios  de  la  clínica  de 
Bergmann,  que  padecen  de  diferentes  formas  de  espina  bífída.  En  las  fisu- 
ras congénitas  del  dorso  hay  que  distinguir  las  siguientes  variedades:  a)  la 
raquúguiiis^  que  es  la  falta  completa  de  la  cubierta  de  todo  el  conducto 
medular;  esta  monstruosidad  no  tiene  interés  clínico,  porque  los  fetos  que 
la  presentan  no  pueden  vivir;  b)  el  mielocele^  en  el  que  también  falta  por 
completo  la  cubierta,  pero  tan  sólo  en  una  parte  de  la  médula.  Al  mismo 
tiempo  existen  parálisis  que  no  son  capaces  de  mejoría  aun  en  el  caso  de 
que  por  medio  de  una  operación  se  pudiera  curar  la  espina  bífída  como  tal. 
Estos  nifios  también  sucumben  muy  pronto ;  c)  el  mielocistocele,  que  no  se 
produce  hasta  después  de  cerrada  la  hoja  córnea,  y  por  lo  tanto  está  cu* 
bierto  por  piel.  La  dura  madre  está  herniada  á  manera  de  diverticulo. 
Oomprimiendo  el  saco,  mientras  no  está  separado  del  resto  del  saco  dural, 
se  consigue  provocar  la  distensión  de  las  fontanelas  y  la  aparición  de  sín- 
tomas de  compresión  cerebral.  En  estos  casos  no  hay  parálisis  y  la  piel  está 


278 

intacta,  mientras  no  se  altere  por  la  compresión.  La  operación  consiste  en 
la  extirpación  del  saco;  d)  meningocele.  Sólo  se  presenta  en  la  cola  de  caba- 
llo y  se  desarrolla  como  tamor  pednncnlado  de  la  región  sacra.  También 
en  estos  casos  está  intacta  la  piel  y  falta  toda  parálisisJ 

La  espina  bifída  oculta  no  merece  contarpe  como  ana  forma  especial, 
puesto  que  puede  desarrollarse  de  las  indicadas  con  las  letras  b^eyd. 

De  todas  las  formas  mencionadas,  el  meningocele  es  el  que  se  presta  me- 
jor á  la  operación,  con  tal  que  ésta  se  ejecute  en  tiempo  oportuno.  De  seis 
de  estos  casos  que  f nerón  operados,  todos  se  curaron.  De  20  mielooistoce- 
les  operados  se  curaron  14,  algunos  de  ellos  ya  de  varios  afios. 

Luxación  del  attrágalo.^El  Dr.  Kulick  presenta  dos  casos  de  luxación  del 
astr^gaio  sin  fractura  concomitante.  Ambos  casos  se  produjeron  por  el  he- 
cho de  que  el  cuerpo  se  cayó  hacia  atrás  mientras "íel  paciente  quedó  colga- 
do con  el  pié.  una  de  las  fracturas  fué  subscutánea,  la  otra  complicada; 
en  la  primera  se  consiguió  fácilmente  la  reducción,  en  la  segunda  fué  ne* 
cosario  para  ello  proceder  por  ría  cruenta.  Sobrevino  después  supuración 
que  obligó  á  proceder  á  la  extracción  del  hueso,  quedando  como  consecuen- 
cia una  posición  de  Taro  tan  exagerada,  que  fué  menester  resecar  ios  ma- 
leólos. A  consecuencia  de  esto  se  formó  una  anquilosis  con  ligera  tendencia 
del  pié  á  colocarse  en  posición  de  varo.  Sin  embargo  de  esto,  la  enferma 
puede  andar  perfectamente  con  una  bota  provista  de  férulas. 

{Deutsche  Meditinal  Zeitung),—^.  del  Valle. 


PERIÓDICOS 


El  radio  y  el  virus  rábico.—  Según  loe  Dres.  G.  Tiszoni  y  A.  Bongiovami, 
las  radiaciones  del  radio  actuando  á  una  temperatura  de  12  á  15*  sobre  virus 
rábico  contenido  en  un  tubo  de  reactivo,  destruyen  su  virulencia  en  muy 
corto  tiempo.  Si  la  acción  del  radio  ha  durado  una  hora,  los  animales  in- 
yectados con  este  virus  tardan  más  en  morir  que  los  testigos,  y  en  ves  de 
presentar  los  síntomas  ordinarios  de  la  rabia,  sucumben  más  bien  de  dema- 
cración lenta  (diez  días),  y  en  cambio  los  animales  testigos  mueren  con  los 
síntomas  de  la  rabia  paralitica. 

También  son  eficaces  las  radiaciones  del  radio  cuando  se  somete  á  ellas 
el  animal  en  el  momento  de  ser  contagiado,  lo  mismo  cuando  este  contagio 
se  verifica  por  oí  ojo  que  cuando  se  realiza  por  el  cerebro  ó  por  el  nervio 
ciático.  En  estos  animales  sólo  se  observa  una  ligera  elevación  de  tempera- 
tura, una  disminución  transitoria  de  peso  y  un  poco  de  rigidez  ó  de  debili- 
dad en  el  cuarto  trasero,  por  la  misma  época  ó  un  poco  despnés  en  que  ya 
han  perecido  los  animales  testigos.  Algunos  de  los  animales  del  grupo  tra- 
tado con  el  radio,  estaban  aún  completamente  sanos  á  los  treinta  y  ocho 
días  de  haber  sido  inoculados. 

Se  observó  además  que  la  aplicación  de  las  radiaciones  del  radio  al  ojo, 
ocho  horas  en  ocho  días  seguidos,  es  capaz  de  obrar  sobre  focos  de  infección 
hasta  muy  distantes  (ciático).  Se  obtiene  el  mismo  resultado  usando  el  ra* 


279 

dio  aoa  hora  despnés  de  efectuado  el  contagio,  pero  no  si  se  dejan  trans  - 
corrír  veinticoatro  horas. 

*  Después  emplearon  los  autores  el  radio  de  modo  que  su  acción  fuera  más 
intensa,  inyectando  debajo  de  la  dura  madre  04  cm'  de  yirus  diluido  con 
caldo  en  la  proporción  de  1  al  2  por  100,  haciendo  obrar  después  el  radio 
á  mayor  concentración  y  por  más  tiempo,  sin  que  por  ello  se  presentara  la 
menor  alteración  de  la  vista.  De  esta  manera  se  logró  salyar  animales  que 
fueron  sometidos  al  tratamiento  cuarenta  y  ocho,  ochenta  y  seis  y  noyenta 
y  cuatro  horas  después  de  haber  sido  inoculados,  ó  sea  cuando  la  enferme- 
dad ya  había  recorrido  V4  á  Vs  de  su  camino,  puesto  que  los  animales  tes- 
tigos murieron  generalmente  á  los  seis  días  de  inoculados.  El  tratamiento 
fué  útil  hasta  en  casos  en  que  ya  se  había  desarrollado  la  enfermedad,  «un- 
que  en  plazo  más  ó  menos  largo,  según  la  gravedad  de  los  síntomas. 

De  lo  dicho  se  deduce  que,  en  el  tratamiento  de  la  rabia,  el  empleo  del 
radio  merece  tanto  aprecio  como  la  vacunación  antirrábica. 

(FolicUmqueX  —  'R.  dbl  Valle. 

Slntomatologfa  en  ios  casos  gineeológlcei.— Harrison  cree  que  la  síntoma- 
t<4ogía  suministra  datos  importantes  para  hacer  un  diagnóstico  ginecoló- 
gico exacto.  La  menorragia  ó  metrorragia  indick  la  hiperplasia  del  endo- 
metrio,  Ó  una  ncoplasia,  benigna  ó  maligna,  ó  una  dislocación  del  útero. 
La  amenorrea  es  indicio  de  oclusión  de  las  rías  genitales,  de  un  desarrollo 
rudimentario  ó  de  la  falta  de  útero  ó  de  los  ovarios.  Significa  también  una 
enfermedad  constitucional  consuntiva.  La  dismenorrea  se  cree  que  es  una 
neurosis  en  la  que  existe  una  contracción  espasmódica  del  músculo  uterino, 
aceptándose  la  teoría  mecánica  al  menos  en  muchos  casos.  La  esterilidad 
puede  depender  de  un  estado  anormal  de  los  órganos  genitales  de  la  mujer, 
pero  otras  veces  la  causa  reside  en  los  órganos  masculinos.  El  estreñimien- 
to, frecuente  en  las  enfermedades  de  los  órganos  pelvianos,  es  un  resultado 
más  que  una  causa.  El  histerismo  consiste  muchas  veces  en  una  enferme- 
dad de  los  órganos  pelvianos  y  suele  curar  al  extirparse  el  órgano  enfermo. 

Bissell  afirma  que  el  dolor  lumbar  suele  atribuirse  erróneamente  al  pri- 
mer signo  objetivo  que  se  descubre.  Es  preciso  averiguar  cuidadosamente 
las  causas  y  reparar  las  lesiones  verdaderas  ó  supuestas  sólo  cuando  hay 
cierta  seguridad  de  que  tienen  importancia.  El  dolor  lumbar,  para  que  sea 
un  síntoma  de  valor,  necesita  ir  acompañado  de  ciertos  estados  morbosos. 
Los  traumatismos  de  los  órganos  genitales  pueden  constituir  este  síntoma, 
pero  las  enfermedades  de  los  apéndices  y  las  dislocaciones  uterinas  son  mu- 
chas veces  causas  más  importantes. 

(Medical  News,  2  junio  1906).  —  P.  Toledo. 

Peligros  de  la  sobroaiimentaoián  en  los  tuberculosos.— En  concepto  del 
Dr.  Monisset,  la  sobrealimentación  tiene  sus  peligros  en  los  tuberculosos, 
sobre  todo  en  los  adultos;  á  veces  produce  una  especia  de  intoxicación, 
disminuyéndola  absorción  y  la  asimilación  y  aumentando  la  fermentación 
y  los  residuos  en  el  intestino.  En  estos  casos  puede  suceder  que  el  aumento 
del  peso  del  cuerpo  coincida  con  una  agravación  de  las  lesiones  pulmona- 
res. En  un  tísico  febril  se  agravó  el  proceso  tuberculoso,  no  obstante  ha- 


280 

ber  aumentado  de  peso  20  libras  en  seis  meses.  Debe  considerarse  como 
suficiente  nn  aumento  de  250  gramos  por  semana.  Algunos  tuberculosos 
sobrealimentados  se  hacen  hiperclorhidricos  y  dispépsicos,  presentando 
también,  como  consecuencia,  no  del  mal  sino  del  régimen  alimenticio,  al- 
buminuria y  bronquitis. 

Son  buenos  alimentos  para  el  tuberculoso:  los  hucYoe  en  cantidad  mode- 
rada, la  leche,  pero  sin  llegar  i  los  dos  litros  diarios,  y  la  carne  cruda, 
pero  sólo  en  sustitución  de  la  cocida.  —  (Lyon  medical).  —  R.  dbl  Vállb. 

Deeinfeecián  de  las  manos. —  El  Dr.  Schumburg  deduce  de  sus  experi- 
mentos, que  la  práctica  antigua  de  lavarse'  las  manos  con  agua  y  jabón,  es 
más  perjudicial  que  útil,  porque  en  muchos  casos  hay  más  bacterias  en  las 
manos  después  del  lavatorio  que  antes,  i  causa  de  ser  atraídas  clesde  las 
criptas  glandulares  á  la  superficie.  El  lavatorio  con  sublimado  que  acos- 
tumbra á  haperse  después,  sólo  sirve  para  poner  áspera  la  piel.  Lavando 
las  manos  durante  minuto  y  medio  ó  dos  minutos  con  alcohol  rectificado, 
quedan  libres  casi  completamente  de  bacterias.  El  éter  empleado  de  igual 
matiera  no  es  tan  eficaz.  La  mezcla  de  dos  partes  de  alcohol  por  una  de  éter 
es  más  eficaz  que  el  alcohol  ó  el  éter  solos;  su  acción  mejora  afiadiendo  á 
esta  mezcla  el  Vt  por  100  de  HNO.  Para  la  limpieza  son  preferibles  las  to- 
rundas de  algodón  á  los  cepillos.  El  uso  de  un  antiséptico  después  del  la- 
vatorio es  poco  eficaz,  pero  la  disolución  de  peróxido  de  hidrógeno  al  5  por 
100  disminuye  en  ciertos  casos  el  número  de  bacterias.  Los  experimentos 
practicados  con  la  tintura  de  jabón  verde  prueban  que  elimina  el  90  por 
100  de  las  bacterias,  pero  Schumburg  cree  que  este  efecto  es  debido  al  al- 
cohol más  que  al  jabón. 

(The  Therapeutic  Oazette,  15  junio  1906).—  F.  Tolbdo. 

Tratamiento  médico  do  la  estreohei  diftérica  de  la  laringe.  —  una  parte  de 
los  casos  de  estrechez  laríngea  que  se  observan  en  la  difteria  es  debido,  no 
á  las  falsas  membranas,  sino  á  la  tumefacción  edematosa  de  la  mucosa. 
G  a  ando  se  emplea  el  suero  antidiftérico  pronto  y  á  dosis  suficiente,  se 
puede  confiar  en  que  se  llegará  á  vencer  el  obstáculo  respiratorio  en  las 
veinticuatro  horas  siguientes.  Con  tal  objeto,  recomienda  el  Dr.  Hecht 
practicar  varias  veces  al  día  pulverizaciones  laríngeas  con  el  pulverizador 
de  vapor,  y  si  es  preciso  con  una  disolución  de  cocaína  y  adrenalina,  y  para 
calmar  la  disnea  el  opio  al  interior.  De  este  modo  se  puede  evitar  la  trá* 
queotomía,  que  tiene,  entre  otros  inconvenientes,  el  de  que  suprime  la  res- 
piración nasal.  Esta  supresión  á  su  vez  favorece  la  implantación  y  desarro* 
lio  de  estreptococos,  pneumococos  y  de  otros  microbios  en  la  mucosa  respi-^ 
ratona,  infecciones  mixtas  que  pueden  acabar  con  un  organismo,  ya  sin 
necesidad  de  esto,  bastante  debilitado. 

{Therapeutiscke  Monatehefte).^^,  del  Valls. 


REVISTA 


DB 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


LA  ANESTESIA  aOROFÓRMIGA  T  LAS  CARDIOPATÍAS 

f 

»0B   n  DOCTOR 

D.  RICARDO  GONZALO  MARTÍNEZ 

Médico  segando  dol  Cuerpo  d«  Sanidad  mlliUr. 


Es  creencia  común  y  quizá  demasiado  vulgarizada  entre  algunos 
médicos,  la  de  que  la  anestesia  clorofórmica'se  halla  contraindica- 
da en  todo  cardiaco;  creencia  indudablemente  fundamentada,  y  no 
sin  razón,  en  los  accidentes  que  de  vez  en  cuando  se  observan  con 
el  cloroformo  en  enfermos  cardíacos,  y-  á  veces  en  otros,  que  sin 
apariencias  de  ello,  lo  son  igualmente, 

Pero  estudiando  detenidamente  el  gran  grupo  de  las  cardiopatfas, 
se  ve  desde  luego  que  no  todas  ellas  ofrecen  idénticos  peligros  á  la 
anestesia,  y  que  precisamente  aquellas  que  lo  ofrecen  en  más  alto 
grado,  son  las  de  más  difícil  diagnóstico;  razón  esta  última  que  tal 
vez  explique  el  por  qué  de  muchos  accidentes  cloroformices  y  aun 
el  de  algunas  muertes. 

Bajo  el  punto  de  vista  del  objeto  que  yo  me  propongo  en  este  es- 
tudio, podríamos  dividir  en  general  las  cardiopatías  todas  en  lesio- 
nes de  pericardio,  miocardio  y  endocardio,  y  podría  también  decir- 
se de  un  modo  general,  que  las  miocardíticas  precisamente  eran 
aquellas  de  más  difícil  diagnóstico  y  de  mayores  peligros  para  la 
cloroformización. 

Rara  vez  la  pericarditis  ha  sido  causa  de  accidentes  cloroformi- 
ces; si  es  seca,  porque  entraña  escasa  dificultad  á  las  contracciones 
cardíacas,  y  si  con  derrame,  porque  éste  se  diagnostica  pronto  y 
bien  y  en  tal  caso  no  se  anestesia  al  enfermo.  Únicamente  en  aque- 
llos casos  en  que  la  pericarditis,  por  ser  de  larga  fecha  ó  haber  pa- 
Affo  XXX.  -  Tomo  LXXII.  -  Núm.  944.  -  28  Agosto,  ISX».  29 


282 

Bado  desapercibida  en  el  curso  de  una  enfermedad  infecciosa  agu- 
da, se  ha  propagado  á  la  ñbra  muscular,  y  este  comienzo  ya  de 
miocarditis,  podríamos  decir  latente,  pudo  producir  algún  acciden- 
te cloroíórmico,  rara  vez  mortal. 

Algo  parecido  le  ocurre  al  endocardio,  pero  con  la  diferencia  que 
éste  puede  propagar  su  lesión  directa,  aunque  difícilmente,  al  mio- 
cardio, como  lo  hacía  el  pericardio,  pero  con  más  facilidad  y  por  su 
especial  disposición  á  las  válvulas  cardíacas. 

Ahora  bien,  ¿la  lesión  valvular  por  sí  sola  constituye  contrain- 
dicacióoTclorofórmica?  Indudablemente  no;  pues  si  el  miocardio  es 
fuerte  y  potente,  si  la  contracción  muscular  es  enérgica  y  vigorosa, 
si  existe  suficiente  miocardio^  es  decir,  si  la  lesión  está  bien  compen- 
sada, él  vencerá  los  cambios  de  presión  circulatoria  que  existen  en 
los  diferentes  períodos  de  la  anestesia;  pero  en  el  caso  contrario,  el 
sincope  primitivo  ó  tardío  será  la  consecuencia. 

Por  lo  tanto,  sólo  en  lin  período  de  la  enfermedad  valvular  es 
cuando  estará  contraindicada  la  anestesia  y  es  en  el  llamado  mró- 
valoular;  es  decir,  aqAiel  en  el  cual  las  cosas  han  llegado  á  tal  pun- 
to, que  el  mismo  enfermo  se  diagnostica  y  ningún  médico  segura- 
mente anestesia;  pues  en  aquel  otro  en  que  sólo  exista  la  lesión  val- 
vular más  ó  menos  extensa,  pero  aun  con  robusto  miocardio  y  sa- 
nas arterias,  muchas  veces  hasta  pasa  desapercibida  la  lesión  para 
muchos  cirujanos  poco  avezados  á  la  auscultación,  y  la  anestesia 
se  realiza  sin  peligro  ninguno. 

Vemos,  pues,  que  tanto  las  lesiones  pericardíticas,  como  las  en* 
docardíticas  y  valvulares,  sólo  constituyen  en  general  verdadera  y 
formal  contraindicación  para  la  anestesia,  cuando  su  lesión,  pro- 
pagada á  miocardio  en  las  endo  y  pericarditis,  ó  insuficiente  éste  y 
dilatado,  por  exceso  de  presión,  en  las  valvulares,  llega  á  consti- 
tuir un  punto  de  menor  resistencia,  que  muestra  su  flojedad,  cuan- 
do se  le  somete  á  prueba  con  las  variaciones  de  presión  sanguínea 
ó  exceso  de  estímulo  nervioso,  en  la  anestesia. 

Y  de  intento  dejé  para  el  flnal  el  estudio  de  las  contraindicaciones 
en  las  miocarditis,  por  ser  las  más  frecuentes  como  dije  antes,  las 
más  importantes,  las  de  más  difícil  diagnóstico  en  algunas  de  sus 
formas  y  las  que  podríamos  decir,  que  en  sí,  resumen  las  contrain- 
dicaciones todas  de  la  anestesia. 

Ya  señalé  más  arriba  algunas  de  las  formas  de  insuficiencia  de 
miocardio  de  fácil  diagnóstico,  como  la  propagada  de  peri  ó  endo- 
cardio, la  insuficiencia  miocardftica  de  final  de  lesión  valvular,  et- 


283 

cétera,  todas  ellas  de  grosero  y  í&cil  diagnóstico.  Pero  existen  otra 
porción  de  ellas,  de  causa  y  mecanismo  genético  distinto,  que  por 
«er  así,  y  por  no  ir  acompañadas  de  lesiones  extraaas  á  miocardio 
como  aquéllas,  sólo  dan  síntomas  de  ñbra  muscular  cardíaca,  y 
t^omo  es  natural,  funcionales  de  circulación ;  á  más  de  otros,  enla- 
zados coi^  la  causa  de  la  lesión,  en  diferentes  órganos;  razón  por 
la  cual  son  de  difícil  diagnóstico  á  la  par  que  de  extraordinaria 
gravedad  para  la  anestesia.  Y  se  comprende  que  así  sea,  pues  sien- 
-do  toda  la  lesión  de  ñbra  muscular  cardiaca  y  la  miocarditis  el  prin- 
cipal peligro  de  la  anestesia,  sólo  ella  será  la  que  responda  con  la 
-alteración  de  su  función,  y  en  ella  es  donde  más  Ajaremos  la  aten- 
ción, pues  que  ella  será  la  que  n;iayores  sorpresas  nos  producirá, 
cuando  sin  aparente  lesión  cardíaca,  la  anestesia,  no  obstante,  nos 
produzca  muertes,  para  algunos  cirujanos  incomprensibles  é  inex- 
plicables por  la  falta  de  una  detenida  y  anterior  exploración  car- 
díaca y  el  ir  acompañadas  de  síntomas  que  enmascaran  U  causa 
verdadera  de  la  muerte. 

En  efecto,  las  enfermedades  infecciosas  todas,  obrando  principal- 
mente sobre  miocardio,  las  intoxicaciones  y  auto-intoxicaciones  de 
clase  distinta,  haciéndolo  igualmente  sobre  mió  y  endocardio;  y 
unas  y  otras,  en  especial  las  últimas,  envejeciendo  vasos  y  esclero- 
sando  órganos,  son  causas  que  siempre  debemos  investigar  y  pesar 
su  valor,  entre  los  antecedentes  de  todo  enfermo,  pero  más  particu- 
larmente de  aquellos  cardíacos  que  tratamos  de  explorar  para  la 
anestesia. 

Podríamos  decir,  en  términos  generales,  que  de  dichos  dos  gran- 
eles grupos  etiológi'cos  de  angiocardiopatiaa,  cada  uno  de  ellos  ofre- 
ce especial  importancia  en  las  dos  formas  principales  de  miocardi- 
tis, y  asi  vemos,  que  la  miocarditis  aguda  se  manifiesta  en  el  curso 
de  las  enfermedades  infecciosas  (en  algunas  de  ellas  con  predilec- 
ción, como  la  tifoidea,  por  ejemplo)  y  rara  vez  ó  nunca  durante  ella 
se  ocurre  anadie  anestesiar,  y  la  miocarditis  crónica,  la  más  intere- 
sante á  nuestro  objeto,  es  lesión  de  sorda  evolución,  como  correspon* 
de  á  su  etiología  de  intoxicaciones  crónicas  y  auto-intoxicaciones 
repetidas,  extrasomáticas,  rara  vez  microbianas,  antiguas  miocar- 
ditis agudas  y  lesiones  valvulares  (alcoholismo,  tabaco,  plomo,  siñ- 
Hs,  etc.,  y  sus  consecuencias  arterio-esclerosiM),  así  como  también  á 
su  especial  manera  de  desenvolverse  por  sucesivas  aunque  obscu- 
ras etapas,  si  un  accidente  (angina  de  pecho,  rotura  arterial,  et- 
cétera), no  interrumpe  su  marcha. 


284 

Es,  por  tanto,  la  miocarditis  crónica  en  cualquiera  de  sus  perfo» 
dos,  la  principal  causa  de  accidentes  desgraciados  é  imprevistos  eo 
la  anestesia,  y  estudiando,  como  lo  vamos  haciendo,  su  etiología,  nos 
convenceremos  de  la  lamentable  frecuencia  con  que  la  muerte  en 
ciertas  anestesias  se  atribuye  á  procesos  que  enmascaran  la  causa 
verdadera;  como  estudiando  luego  su  sintomatología  nos  convence* 
remos  de  las  dificultades  que  encierra  su  diagnóstico  para  los  no 
acostumbrados  á  esta  clase  de  minuciosas  exploraciones  cardíacas» 
no  por  minuciosa^  desprovistas  de  una  grandísima  importancia  en 
toda  clase  de  cardiopatlas. 

En  efecto,  rara  vez  el  conjunto  de  todas  aquellas  intoxicaciones 
é  infecciones  que  antes  marcábamos  (sífilis,  alcohol,  tabaco,  infec- 
ciones anteriores,  etc.)»  lesionan  directamente  y  por  sí  mismas  la 
fibra  muscular  cardíaca  y  su  tejido  intersticial,  como  no  lesionan 
tampoco  de  este  modo  la  de  otros  músculos;  sino  que,  como  es  bien 
sabido,  todos  ellos  son  venenos  que  por  uno  ú  otro  mecanismo  de 
los  admitidos  (1),  llegan  á  lesionar  hondamente  las  paredes  vascu» 
lares,  originando  el  proceso  general  de  arterio-esclerosis,  regiona- 
lúado  luego  por  la  función  especial  de  cada  órgano;  siendo,  por 
tanto,  la  enfermedad  del  órgano,  en  la  mayoría  de  las  ocasiones, 
consecuencia  de  la  de  sus  vasos.  Es  asimismo  bien  sabido  el  por 
qué  á  proceso  tan  generalizado  como  el  arterio -escleroso,  corres- 
ponde un  cuadro  morboso  á  veces  tan  localizado  como  la  hemorra- 
gia cerebral,  la  angina  de  pechó,  la  cirrosis  hepática,  la  miocardi- 
•  tis  crónica,  la  parálisis  general,  etc.,  etc.;  paradoja  explicable  por 
el  examen  minucioso  de  los  motivos  que  hubo  en  cada  caso,  para 
que  un  órgano  manifieste  su  lesión  antes  ó  á  la  vez  que  otros,  cuya 
causa  de  enfermedad  es  la  misma.  Por  eso,  cuando  en  el  curso,  al 
fina)  ó  después  de  una  anestesia  clorofórmica  en  un  enfermo  arterio- 
escloroso,  éste  muere,  el  cirujano  suele  atribuir  la  muerte  á  los  sín- 
tomas más  ostensibles  que  manifiesta  el  primer  órgano,  á  veces  va- 
rios á  un  mismo  tiempo,  cuando  la  mayoría  de  las  ocasiones  no  son 
sino  las  hondas  y  silenciosas  lesiones  de  una  esclerosis  miocarditis 
ca  tas  verdaderas  causantes  de  la  muerte ;  pero  claro  está,  como  no 
es  sólo  el  miocardio  el  lesionado  en  sus  vasos,  sino  que  esclerosadas 
están  las  arterias  del  riñon,  hígado,  cerebro,  etc.,  y  por  tanto  en 
ellas  también  se  dejan  sentir  los  efectos  de  la  anestesia,  la  anuria, 
la  intoxicación  hepática,  las  congestiones  y  hemorragias  cerebra- 

(1)  VéaDse  laí  io^epioflas  teorías  expuestas  en  los  tratados  de  Medicina, 
para  explicar  el  proceso  f^eneral  arterio-esoleroso. 


285 

les^  el  delíríum  tremeas,  etc.^son  episodios  que  estallan  á  un  mismo 
tiempo  que  la  miocarditis  y  tapan  y  enmascaran  la  causa  más  gra- 
ye,  y  la  mayoría  de  las  veces,  aunque  no  todsts,  la  ilnica  que  origi- 
na la  muerte  en  tales  casos,  porque  es  innegable  que  en  semejantes 
momentos,  los  bulliciosos  y  alarmantes  síntomas  de  un  delirium 
tremens,  por  ejemplo,  llaman  aesde  luego  mucho  más  la  atención 
que  los  graves,  solapados  y  silenciosos  de  una  miocarditis  esclero- 
sa, y  es  indudable  que  ambas  lesiones  juntas  en  un  mismo  enfer- 
mo, como  no  es  infrecuente,  porque  poseen  igual  etiología,  sea  esta 
última  y  no  aquélla  la  causante  de  la  muerte,  y  por  tanto,  la  que 
más  debe  llamar  la  atención  del  cirujano  para  atenderla,  á  pesar 
<le  sus  escasas  ó  nulas  manifestaciones  exteriores. 

Ahora  bien;  si  en  lo  etiológico  nos  hemos  convencido  de  la  facili- 
dad con  que  en  las  anestesias,  procesos  más  leves,  aunque  de  sínto- 
mas más  exagerados  y  ostensibles,  ocultan  los  más  graves  y  de  sin- 
iomatología  menos  aparatosa;  creo  que  en  lo  sintomatológico  ha- 
bremos de  convencernos  también  de  las  dificultades  que  entraña  el 
diagnóstico  de  estos  últimos,  para  precaver  sus  desastres  con  opor- 
tunidad, ya  que  una  vez  producidos  son  tan  difíciles  de  combatir. 

Fiel  á  la  etiología  y  patogenia  que  se  asigna  á  esta  clase  de  proce- 
sos, la  sintomatología  de  la  miocarditis  crónica  se  amolda  de  ma- 
nera admirable  á  ellas;  y  asi  como  lesión  de  vasos  primero,  de  ór- 
gano después  y  parenquimatosos  al  final,  son  las  etapas  y  evolución 
general  del  proceso  arterio-eseleroso;  de  la  misma  manera  el  cora- 
zón, dentro  de  su  especial  manera  de  padecer,  en  la  miocarditis  cró- 
nica se  amolda  al  plan  general  y  la  sintomatología  de  la  arterio*es- 
clerosis  generalizada  es  su  preludio,  la  de  sus  propios  vasos  después 
( coronaritis)  y  la  de  su  parénquima  al  final,  con  la  propia,  claro 
está,  de  su  especial  anatomía  ( trastornos  valvulares). 

Por  eso  señálanse  en  Patología  y  se  ven  en  la  clínica  con  atento 
examen  tres  grandes  períodos  en  la  miocarditis  crónica:  arterial^ 
cardio-arierial  y  valvular]  cada  uno  de  los  cuales  posee  sintomato- 
logía propia,  clara  y  precisa,  y  gravedad  distinta  para  las  anes- 
tesias. 

Se  haría  labor  demasiado  extensa  á  mi  objeto,  si  de  una  manera 
detfillada  y  minuciosa  fuese  exponiendo  los  múltiples  y  preciosos 
síntomas  de  la  miocarditis  crónica  en  sus  distintos  períodos,  por 
otra  parte  de  todos  conocidos;  por  eso  sólo  haré  mención  de  un 
modo  general  de  los  más  interesantes,  haciendo  notar  y  demostran- 
do los  peligros  que  la  enestesia  entraña  en  cada  uno  de  ellos. 


286 

La  miocarditis  crónica,  mejor  llamada  esclerosis  del  miocardio  6 
cardio-esclerosis,  localización  regional  en  la  mayoría  de  los  casoa 
del  proceso  general  de  esclerosis  vascular,  no  puede  ofrecer  en  su 
primer  periodo,  cuando  es  de  tal  origen,  más  sintomatologia  que  la 
del  aparato  vascular  dominando  sobre  la  suya  propia,  excepto  á  la 
que  á  sus  propios  vasos  se  reñere ;  por  esta  razón  se  le  denomina  pe- 
ríodo arterial.  En  él  hállase  ya  constituido  el  proceso  general  angio- 
escleroso,  quizá  habiendo  ya  lesionado  órganos  tan  nobles  como  e\ 
cerebro  ú  otrps  de  no  menor  importancia,  constituyendo  las  formas 
asociadas  de  miocarditis  crónica  (cardiocerebral,*cardiorrenal,  car- 
diohepática,  etc.)  y  la  sintomatologia  vascular  con  aún  escasa  par- 
ticipación cardiaca,  á  lo  sumo  con  antecedentes  que  puedan  hacer- 
nos sospechar  que  en  el  corazón  se  va  á  localizar  lo  escleroso,  es  lo 
que  constituye  el  cuadro  clínico  de  este  primer  período.  Por  todas 
estas  razones,  su  sintomatologia,  como  es  bien  sabido,  la  constitu- 
yen por  parte  del  aparato  vascular  la  hipertensión  arterial  con  to- 
das sus  consecuencias  y  fenómenos  arteriales  y  orgánicos  perfecta- 
mente lógicos,  que  se  convierten  en  preciosos  síntomas;  razón  por 
la  cual,  el  pulso  es  duro,  tenso,  concentrado  y  á  veces  pequeño,  ca- 
racteres que  retrata  con  maravillosa  precisión  el  trazado  esñgmo* 
graneo;  la  orina  aumenta  en  cantidad,  hay  disnea  de  esfuerzo,  ten- 
dencia á  las  congestiones  viscerales  y  hemorragias  mucosas  (epix- 
tasis,  hemoptisis  ligeras,  etc.)»  algideces  locales,  cefalalgias,  vérti* 
gos,  etc.,  etc.,  y  por  parte  del  órfi^ano  cardíaco  pequeñas  modifica- 
ciones de  auscultación^  que  si  por  si  solas  nada  dirían,  unidas  á  todo 
lo  anterior  que,  como  dije,  es  lo  dominante  en  este  período  y  con- 
secuencia natural  de  la  hipertensión  arterial,  vienen  como  á 
anunciarnos  el  comienzo  del  proceso  miocardítico.  Nótase,  en  efec- 
to, por  los  avezados  á  la  auscultación,  no  ruidos  anormales,  pero  si 
modificaciones  de  las  condiciones  sonoras  normales  de  los  tonos 
cardíacos,  el  primero  de  los  cuales  es  más  prolongado  y  fuerte,  á  ve* 
ees  con  tendencia  al  desdoblamiento;  siendo  el  segundo  brusco,, 
fuerte,  más  acentuado  y  de  mayor  intensidad;  más  corto  el  peque- 
ño silencio  y  de  más  larga  duración  el  mayor,  y  vigoroso  el  choque 
de  la  punta  en  la  pared  costal. 

En  este  periodo  hállase  ya  contraindicada  la  anestesia  de  una 
manera  formal,  pues  que  los  cambios  bruscos  de  presión  á  que  la 
sangre  se  halla  sometida  en  sus  distintos  períodos,  en  este  estado  ya 
hipertensivo  suelen  ser  causa  de  sincopes  clorofórmicos,  primitivos 
ó  tardíos ;  á  más  de  que  con  certeza  no  podemos  saber  el  grado  ín- 


287 

tensivo  de  lesión  miocardítica  que  pueda  existir,  causa  verdadera 
del  síncope  cardíaco. 

Es  este  el  periodo  que  más  sorpresas  acarrea  á  los  cirujanos  y  el 
de  consecuencias  más  funestas,  pues  siendo,  como  se  ve,  el  de  sin- 
tomatologia  más  difusa,  por  decirlo  así,  es  el  de  más  difícil  diagnós- 
tico y  aquel  en  el  cual,  bajo  las  apariencias  de  una  integridad  car- 
diaca casi  perfecta,  existe  una  lesión  arterial,  quizá  profunda,  cau- 
sante de  la  muerte  en  la  mayoría  de  los  casos,  por  el  sencillo  mecat 
nismo  que  voy  á  exponer  y  de  todos  perfectamente  conocido. 

En  este  primer  periodo  arterial  de  la  miocarditis  crónica,  es  decir, 
en  este  momento  de  la  evolución  general  del  proceso  miocarditico, 
en  el  cual,  aunque  quizá  sin  lesión  verdadera  de  miocardio,  los  va- 
sos que  le  riegan  se  hallan  ya'lesionados  hondamente,  prodúcese  en 
el  corazón,  como  no  podía  menos  de  suceder  lo  que  vemos  ocurre  en 
todos  los  demás  órganos  cuando  el  proceso  general  arterio-escleroso 
va  lesionando  las  arterias  especiales  de  cada  uno  de  ellos;  la  endo- 
arteritis  generalizada,  primera  etapa  lesional  del  proceso  arterio- 
escleroso,  disminuye  notablemente  la  luz  vascular,  y  por  consecuen- 
cia, el  riego  sanguíneo  del  órgano  que  nutren ;  escasez  de  riego  san- 
guíneo que  no  puede  menos  de  traducirse,  por  una  disminución  en 
la  actividad  funcional  del  órgano,  y  de  aquí  las  primeras  manifes- 
taciones de  la  lesión  esclerosa  de  sus  vasos,  con  las  tan  conocidas 
insuficiencias  funcionales  renal,  hepática,  cerebral,  cardiaca^  etc. ; 
trastornos  ligeros,  pasajeros,  fugaces,  al  parecer  sin  importancia, 
como  corresponde  al  mecanismo  que  los  produce,  pero  lo  suficiente 
demostrativos  para  el  clínico  experto. 

Ahora  bien,  si  un  órgano  insuficientemente  regado,  por  lesión  de 
^sus  vasos,  muestra  su  insuficiencia  funcional,  ¿no  ha  de  mostrarla 
doblemente  y  con  más  riesgo  de  la  función  que  desempeña,  cuando 
el  organismo  ó  nosotros  le  exigimos  doble  cantidad  de  actividad^ 
Indudablemente  sí;  y  si  la  naturaleza  de  la  función  que  desempeña 
no  es  cual  la  del  hígado  ó  el  riñon,  sin  cuya  función  puede  vivirse 
algún  tiempo,  aunque  poco,  sino  como  la  del  corazón,  indispensable 
á  la  vida  en  todos  los  momentos,  comprenderemos  claramente  el 
por  qué  de  los  accidentes,  á  veces  de  la  muerte  misma,  en  los  en- 
fermos anestesiados  en  su  primer  período  de  miocarditis  crónica 
(coronaritis)  y  el  por  qué  estar  formalmente  contraindicada  la 
anestesia  en  dicho  periodo. 

Tal  explicación,  como  se  ve,  no  es  sino  la  misma  que  Potain  daba 
para  explicarlas  meiopragias  orgánicas;  los  órganos  lesionados  en 


sus  vasos,  son  órganos  ipeioprágieos,  cojos  en  su  función,  que  mues- 
tran su  cojera  funcional  cuando  el  propio  organismo  ó  artiñcial- 
mente  nosotros,  se  le  exige  mayor  función  que  la  ordinaria. 

Nada  vale,  pues,  en  este  periodo,  como  quieren  algunos  cirujanos, 
que  la  anestesia  se  haga  con  precauciones  exquisitas  y  exigua  can- 
tidad de  cloroformo,  pues  los  más  exquisitos  cuidados  no  pueden 
evitar  el  sincope  cardiaco  tardío,  como  tampoco  es  posible,  en  la  ma- 
yoría de  los  casos,  el  empleo  de  pequeñas  cantidades  de  cloroformo, 
por  tratarse  las  más  de  Sas  veces  de  sujetos  alcohólicos. 

Y  si  así  es  para  el  primer  periodo,  itendré  necesidad  de  demostrar 
que  doblemente  está  contraindicada  la  anestesia  en  el  segundo?  La 
ligera  exposición  del  cuadro  clínico  lo  hará  notar  mejor  que  nada. 
Ya  en  él  la  lesión  de  miocardio  es  honda  y  se  traduce  por  nuevos  fe- 
nómenos; el  choque  precordial  violento,  y  aun  fuerte,  hace  contras- 
te con  el  pulso,  ya  débil  y  pequeño;  hállase  descendida  y  desviada 
la  punta  cardíaca  hacia  abajo  y  afuera,  y  ambas  zonas  de  macidez 
son  más  extensas,  consecuencia  todo  de  su  hipertrofia;  la  lesión  de 
la  ñbra  muscular  cardiaca  hace  igualmente  al  pulso  irregular,  de- 
sigual é  intermitente;  la  taquicardia  ó  labrsulicardia,  el  pulso  bigé- 
mino  ó  trigémino,  etc.,  etc.,  son  síntomas  todos  de  este  período,  que 
se  refuerzan  y  complementan  con  los  más  preciosos  que  la  auscul- 
tación descubre  y  no  menciono  por  ser  sobradamente  conocidos. 

Es  este  periodo  el  más  rico  en  terribles  y  mortales  novedades,  pues 
el  edema  agudo  del  pulmón,  la  rotura  arterial,  el  agudo  dolor  pre- 
cordial, cuyo  grado  máximo  se  ve  en  la  terrible  angina  de  pe- 
cho, etc.,  son  accidentes  mortales  que  si  en  cualquier  momento  pue- 
den ocurrir  en  un  enfermo  vascular,  se  ofrecen  sobre  todo  en  este  de 
la  miocarditis  crónica,  pero  con  más  motivo  cuando  por  cualquier 
medio  exijamos  al  corazón  lesionado  mayor  trabajo  que  el  que  pue- 
da producir. 

Y  por  último,  en  vano  intentaría  demostrar  las  contraindicaciones 
de  la  anestesia  en  el  último  periodo  de  la  miocarditis  crónica;  pues 
las  lesiones  valvulares  ya  establecidas  por  mecanismos  y  evolución 
genera]  tan  distinta  á  las  lesiones  valvulares  endocardíticas  y  de 
todos  perfectamente  conocidas,  es  cuadro  clínico  final  miovalvular, 
de  la  mayoría  de  las  cardiopatlas,  en  el  cual,  como  dije  al  princi- 
pio, el  mismo  enfermo  se  diagnostica  y  á  ningún  médico  seguramen- 
te se  le  ocurre  anestesiar. 


289 


NOTAS  CLÍNICAS 


I.  Tratamiento  de  las  qnemadorae  oon  el  agua  oxigenada.—  IJ.  ün  caso 
de  polmonia.—  IIl.  Oomplioación  rara  del  sarampión. 


Nuestro  estimado  suscriptor,  D.  Orencio  Pellicer,  médico  titular 
de  la  Muela  (Zaragoza),  nos  da  cuenta  del  caso  siguiente : 

Un  sujeto  de  veinticuatro  años  se  cayó  &  una  caldera  de  agua  hir- 
viendo, y  &  consecuencia  de  este  accidente,  sufrió  una  quemadura 
de  todo  el  miembro  inferior  izquierdo,  quemadura  que  se  agravó 
por  haberle  quitado  sin  precaución  la  ropa  interior  y  el  peal,  antes 
de  haberse  presentado  nuestro  compañero. 

Por  razón  de  la  mucha  distancia  á  la  farmacia  más  próxima,  se 
decidió  &  curar  la  quemadura  con  vaselina  fenicada,  que  pudo  pre- 
parar en  el  acto,  y  al  quitar  al  df a  siguiente  la  cura  se  apreció  el 
levantamiento  de  la  epidermis  y  la  formación  de  flictenas  que  abrió, 
desprendiendo  dicha  epidermis  y  dejando  al  descubierto  el  dermis, 
á  fin  de  favorecer  la  mejor  limpieza  de  la  herida,  aun  á  trueque  de 
aumentar  ios  dolores.  Mas  lejos  de  suceder  esto  último,  los  dolores 
fueron  menos  intensos  que  el  día  anterior,  siendo  de  advertir  que 
además  de  la  vaselina  fenicada,  se  hacía  la  cura  con  gasayodofór- 
mica,  algodón  hidrófilo  y  vendas  de  gasa. 

Al  día  siguiente  toda  la  superficie  quemada  estaba  cubierta  de 
pus,  y  entonces,  para  facilitar  la  cicatrización,  acudió  el  Dr.  Pelli- 
cer  al  agua  oxigenada,  que  le  había  prestado  tan  buenos  servicios 
en  una  herida  por  arma  de  fuego,  que  consiguió  su  curación  en  ocho 
días,  gracias  á  dicho  tratamiento. 

Después  de  limpiar  la  superficie  quemada  con  una  disolución  de 
sublimado  al  1  por  1.000,  la  lavó  con  agua  oxigenada,  que  produjo 
por  de  pronto  un  grandísimo  escozor,  pero  en  cambio  se  logró  con 
ella  que  no  volviera  á  aparecer  más  el  pus,  iniciándose  á  los  dos 
días  la  cicatrización  y  curándose  la  herida  á  los  viente,  sin  ningún 
impedimento  funcional,  retracción  ni  más  deformidad  que  las  se- 
ñales características  de  estas  quemaduras,  que  en  este  caso  no  han 
sido  muy  ostensibles. 

El  Dr.  Pellicer  no  pretende  sobreponer  el  uso  del  agua  oxigena- 


290 

da  al  de  otros  medicamentos  que  también  se. han  aconsejado  en  los 
casos  de  quemaduras.  Su  único  objeto  es  dar  á  conocer  la  utilidad 
que  le  ha  reportado  en  un  caso,  y  animar  á  los  compañeros  á  que  lo 
ensayen  cuando  tengan  ocasión,  á  ñn  de  ver  si  se  confirman  sus 
buenos  resultados. 

n 

Nuestro  estimado  suscriptor,  D.  Daniel  Durango,  nos  da  cuenta 
del  caso  siguiente  : 

Un  labrador  de  buena  salud  habitual  y  sin  antecedentes  de  im- 
portancia, excepto  el  del  sarampión,  que  padeció  á  los  seis  años» 
quedó  de  resultas  de  dicha  infección,  muy  propenso  á  catarros 
bronquiales.  A  los  dieciseis  años  tuvo  una  pulmonía,  y  desde  enton- 
ces le  ha  repetido  esta  afección  casi  todos  los  años  por  febrero.  Bn 
el  mismo  mes  de  este  año,  nueva  invasión  que  se  localizó  como  casi 
todas  las  anteriores,  en  el  lado  derecho.  Todos  los  síntomas  eran 
realmente  de  tal  enfermedad:  el  calofrío,  el  encendimiento  del  ros- 
tro, la  tos  frecuente,  que  expulsaba  esputos  poco  abundantes,  no 
muy  aireados,  densos  y  pegajosos,  la  gran  frecuencia  de  respiración 
y  de  pulso,  el  dolor  de  costado  muy  intenso,  sobre  todo  en  la  tetilla 
derecha,  y  la  ñebre,  bastaban  para  establecer  el  diagnóstícp.  Pero 
además,  estaban  un  poco  elevados  los  espacios  intercostales  respec» 
tivos,  aumentadas  en  la  misma  zona  las  vibraciones  torácicas  y  la 
percusión  que,  lo  mismo  que  la  palpación,  era  dolorosa,  daba  un  so- 
nido macizo  desde  el  tercer  espacio  intercostal  derecho  por  delante, 
y  desdala  «spina  del  omoplato  por  detrás.  Auscultación  :  soplo  y  tos 
tubarios,  carencia  de  murmullo  vesicular  y  broncofonía.  Cefalalgia 
intensísima  y  quebrantamiento  general;  estado  nauseoso  y  peso  en 
el  estómago. 

Diagnosticada  una  pulmonía,  pues  la  falta  de  expectoración  he- 
rrumbrosa y  de  estertores  crepitantes,  no  eran  datos  suficientes 
para  desechar  tal  idea,  dispuso  el  Sr.  Durango,  en  vista  de  las  cir- 
cunstancias del  caso,  una  sangría  de  unos  200  gramos,  el  tártaro 
emético  y  papel  sinapizado  en  el  sitio  del  dolor,  hasta  producir  ve- 
xicación.  Al  día  siguiente  todo  el  conjunto  de  síntomas  había  dis- 
minuido notablemente,  incluso  los  signos  físicos.  Se  cambió  el  emé- 
tico, á  causa  de  las  grandes  náuseas  que  producía,  por  la  heroína  y 
una  poción  cordial,  y  por  la  tarde  ya  no  pasaba  la  temperatura 
de  37«,5. 

Al  día  siguiente  todo  había  vuelto  á  la  normalidad,  excepto  una 


291 

tos  que  ya  tenia  el  enfermo  antes^  como  consecuencia  de  un  catarro 
bronquial  crónico. 

¿Se  ha  tratado  de  una  neumonía  abortada  al  segundo  día?  Nues- 
tro compañero,  que  sólo  lleva  diez  meses  de  práctica,  no  se  atreve  & 
contestar  &  tal  pregunta,  y  se  limita  á  publicar  el  caso|porque  lo 
cree  merecedor  de  ello. 

III 

Nuestro  estimado  suscriptor,  D.  Ángel  Novalbos  y  Cofrade,  mé- 
dico titular  de  Beas  (Huelva),  nos  reñere  el  siguiente  caso  : 

Una  niña  de  tres  años  y  medio  presenta  los  síntomas  de  una 
amigdalitis  aguda  catarral,  que  es  tratada  localmente  con  toques 
de  resorcina  y  glicerina,  y  al  interior  con  antipirina.  Propuesta  y 
no  aceptada  la  incisión  de  las  amígdalas,  el  28  de  enero  de  1906,  & 
los  dos  ó  tres  días  de  iniciada  la  afección,  apareció  el  29  un  exan- 
tema morbiloso  en  la  cara,  que  al  día  siguiente  invadió  algo  pier- 
nas y  muslos,  pero  no  el  cuello  ni  el  pecho.  Con  una  aplicación  de 
sinapismos  á  las  piernas,  se  hizo  bien  maniñesta  la  erupción  en  és- 
tas, en  los  muslos  y  en  la  espalda. 

La  temperatura  oscilaba  entre  38  y  39^  y  con  un  baño  que  se  di6 
el  día  30  á  25®  centígrados,  de  diez  minutos  de  duración  y  rebajan- 
do á  20^  tres  minutos,  se  sostuvo  la  temperatura  &  38®  y  la  noche 
fué  tranquila.  Al  día  siguiente  fiebre  de  39® ,2,  y  se  inicia  la  desca- 
mación furfurácea,  prescribiéndose  la  euquinina  porque  la  familia 
no  quiere  más  baños. 

La  angina  decrece  en  intensidad,  manifestándose  entonces  una 
estomatitis  úlceromembranosa,  que  se  extiende  á  las  amígdalas  y 
que  se  trata  con  un  colutorio  boratado.  La  fiebre  se  mantiene  unos 
cuatro  ó  cinco  días  entre  38®,5  y  39® ,3,  y  se  rebaja  con  dos  baños 
diarios.  Iniciada  una  tumefacción  difusa  detrás  de  la  rama  del  ma- 
xilar inferior,  se  trató  con  sanguijuelas,  con  lo  cual  desaparece  en 
el  lado  izquierdo,  pero  no  en  el  derecho,  al  que  se  aplican  cataplas- 
mas de  harina  de  linaza  laudanizadas. 

Llamado  en  consulta  un  compañero,  se  convino  en  el  diagnóstico 
de  amigdalitis  flegmonosa  consecutiva  al  sarampión,  y  en  insistir 
en  la  euquinina  y  los  baños.  Propuestas  por  el  nuevo  compañero  las 
inyecciones  de  suero  antidiftérico,  por  si  acaso  inñuyera  en  el  pro- 
ceso el  bacilo  de  Lófler,  se  emplearon,  sin  que*á  pesar  de  ello  baja- 
ra la  fiebre  de  39  á  40®. 

Llamado  entonces  un  tercer  colega  el  13  de  febrero,  procedió  por 


292 

«u  propio  criterio  á  hacer  una  incisióa  por  debajo  y  detrás  del  án- 
gulo de  la  mandíbula,  dando  salida  á  un  líquido  siruposo;  cura  seca 
jodofórmica  y  desagüe  con  tubo  de  cristal.  Como  la  fiebre  no  baja- 
ra con  esta  operación,  dispuso  dicho  Profesor  llevar  la  enferma  á 
su  clínica;  pero  la  fiebre  continuó  siendo  alta  y  la  niña  se  murió  el 
día  IG,  habiendo  diagnosticado  este  compañero  la  enfermedad  de 
pulmonía  pasada. 

El  autor  de  esta  historia  cree :  que  si  se  hubiera  practicado  la  in- 
•cisíón  de  las  amígdalas  cuando  él  la  propuso,  tal  vez  se  hubiese  cu- 
rado la  angina,  y  que  debió  de  haberse  insistido  en  la  quinina  y  en 
los  baños  fríos;  en  cambio  opina  que  la  operación  últimamente 
practicada,  no  tenía  razón  de  ser,  dado  lo  difuso  de  la  tumefacción 
ret rom  axilar. 

Termina  el  Sr.  Novalbos  haciendo  consideraciones  de  carácter 
profesional,  que  ya  se  le  habrán  ocurrido  tambión  al  lector  de  esta 
historia. 

bibliografía 

DON  JERÓNIMO  PÉREZ  ORTIZ 

Méd'eo  d«t  CiMrpo  da  Suidad  mlUtar. 


I.  El  moEOBio  di  la  bípilib.  Oonferenoía  dada  por  el  Sr.  D.  José  Diaz  y 
Triana  en  el  Hospital  Provincial,  el  dia  29  de  marco  de  1906. 

II.    OOITBIBUCIÓS    AL  B8TUDIO   Ü'K   LA    ASATOmIa  Ji^   L08    ARCOS  PAL1CABB8,    pOr 

D.  Antonio  Lecha-Marzo.  Valladolid,  1906(25  páginas  con  grabados). 

III.   CbItICA   BAZOVADA   DB  lab  causas  DB  las  rlSTULAS  UBOOBBITALBS  !>%  OEl- 

GBB  OBSTÉTBico.  Memoria  premiada  por  la  Sociedad  Ginecológica  Ea- 
paftola,  por  el  Dr.  Julio  Larrú. 


Una  de  las  cuestiones  más  debatidas  en  la  actualidad,  es  la  del 
microbio  de  la  siñlis,  el  agente  etiológico  de  esta  enfermedad  que 
viene  siendo  el  azote  de{  muchas  generaciones,  á  ¡contar  desde  su 
aparición  en  Europa  en  el  siglo  xv;  parece  que  llega  el  término  de 
su  conocimiento  al  descubrirse  el  microbio  característico  de  este 
proceso  infeccioso,  como  ha  sucedido  con  los  de  la  tuberculosis,  la 
erisipela  y  el  tétanos,  gracias  á  los  diferentes  trabajos  llevados  á 
cabo  sobre  los  pretendidos  bacilos  del  mal  de  Venus. 


293 

En  la  conferencia  dada  en  el  Hospital  Provincial,  por  el  alumno 
interno  del  Hospital  de  la  Princesa,  D.  Juan  Díaz  Triana,  este  estu- 
dioso joven  ha  hecho  la  historia  del  descubrimiento  del  Spiroeaeia 
plida  y  sus  métodos  de  cultivo,  sentando  por  conclusión  á  su  tra- 
bajo, que  la  sífilis  puede  considerarse  como  una  espirilosis  cróni- 
ca dependiente  de  este  microorganismo. 

Es  digno  de  alabanza  el  trabajo  del  Sr.  Triana,  pues  indica  labo- 
riosidad y  afición  al  estudio  de  una  especialidad  que,  como  la  bac- 
teriología, es  hoy  la  ciencia  que  más  ha  contribuido  al  progreso  de 
la  medicina  y  cirugía  contemporánea. 

n 

Son  pocos  los  que  en  España  se  dedican  á  los  estudios  prácticos 
de  investigación  anatómica,  así  que,  cuando  aparece  un  trabajo  de 
esta  índole,  hay  que  felicitar  al  autor.  El  principal  objetivo  del  se- 
ñor Lecha,  es  exponer  las  teorías  emitidas  por  los  antiguos  y  mo- 
dernos anatómicos,  como  Fort  y  Testut,  acerca  de  la  formación  de 
los  arcos  palmares. 

Creen  estos  autores  que  en  su  constitución  toman  igual  parte  la 
cubital  y  la  radiopaimar;  otros,  como  Farabeuf,  Dujarier  y  Poirier, 
niegan  hasta  cierto  punto  la  intervención  de  la  radiopaimar  y  de  la 
cúbitopalmar.  El  Sr.  Lecha  se  extiende  en  consideraciones  sobre 
estas  dos  distintas  opiniones,  exponiendo  las  experiencias  persona- 
les en  comprobación  de  una  y  otra. 

Lástima  que  á  lo  bien  hecho  del  trabajo  no  corresponda  la  parte 
material  del  libro,  defecto  de  la  mayoría  de  nuestras  publicaciones, 
cuando,  como  la  del  Sr.  Lecha,  exigen  que  vayan  acompañados  de 
ilustraciones 

III 

El  premio  otorgado  por  la  Sociedad  Ginecológica  Española  al  doc* 
tor  Larrú  es  bien  merecido,  pues  hasta  la  fecha  no  se  ha  publicado 
sobre  este  asunto  un  trabajo  tan  completo  como  el  del  reputado  to- 
cólogo de  la  Beneficencia  municipal.  El  autor,  al  discutir  la  produc- 
ción de  las  fístulas  urogenitales,  demuestra  con  la  claridad  necesa- 
ria y  la  precisión  que  el  asunto  requiere,  que  la  distocia  puede  ser 
por  sí  sola  causa  de  estas  fístulas  en  partos  espontáneos  ajenos  en 
absoluto  á  toda  violencia,  como  asimismo  que  toda  intervención 
obstétrica  sin  las  condiciones  que  exige  puede  determinar  destrozos 


294 

que  ocasionan  tal  lesión^  y  por  consiguiente,  si  la  responsabilidad 
de  su  producción  corresponde  al  acto  operatorio  ó  á  la  distocia.  Este 
problema,  de  sumo  interés  y  que  no  ha  merecido  la  atención  suficien- 
te de  los  tratadistas,  el  Dr.  Larrú  que  procura  resolverlo,  consi- 
guiendo argumentos  de  gran  valor  sobre  la  evolución  genética  de 
la  lesión,  la  acción  técnica,  las  estadísticas  de  lo  que  á  cada  uno  de 
estos  factores  corresponde,  dando  á  la  distocia  lo  que  la  distocia  es  y 
4  la  intervención  lo  que  d  ésta  le  corresponde. 

Tal  es  el  plan  de  la  obra,  labor  extensísima  que  le  habrá  costado 
al  autor  mucho  trabajo  y  mucho  tiempo  de  estudios  previos,  para 
poder  confeccionar  un  libro  tan  nutrido  en  conocimientos  especia- 
les eñ  esta  materia.  Basta  leer  las  notas  bibliográficas  para  com- 
prender la  verdad  de  lo  que  decimos. 

Felicitamos  al  Dr.  Larrú  por  su  hermoso  trabajo,  y  á  la  Sociedad 
Ginecológica  por  la  justicia  con  que  ha  procedido  otorgándole  tan 
señalado  merecimiento. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 


REAL    ACADEMIA.   DE    MEDICINA    DE    MADRID 
Suián  dd  dia  80  de  Junio  dé  Í906. 

Supuesta  ineompatibílidad  do  fot  calomolanot.  —  El  Dr.  Puerta  :  Hago  oso 
de  la  palabra  para  dar  caenta  á  la  Academia  de  ios  experimentos  que  he 
hecho  con  motiyo  de  la  comanicación  del  'Dr.  Oarracido  acerca  de  la  in- 
compatibilidad de  ios  calomelanos.  Debo  adyertir  qae  en  loe  memorables 
trabajos  de  'Mialhe>  practicados  hace  más  de  sesenta  afios,  y  recordados 
aqni  con  gran  oportunidad  por  el  Dr.  Iglesias,  lo  que  empleó  dicho  experi* 
mentador  no  faé  clorare  de  sodio  solo,  sino  una  mezcla  de  partes  igaales 
de  dicha  sal  y  de  cloruro  amónico,  que,  como  diré  después,  actúa  con  más 
energía  y  transforma  mayor  cantidad  de  sal  mercuriosa  en  mercúrica. 

£1  primer  experimento  que  he  hecho  ha  sido  como  sigue :  un  gramo  de 
cloruro  mercurioso  (calomelanos  perfectamente  layados),  le  puse  en  con- 
tacto con  nn  gramo  de  cloruro  de  sodio  puro  y  80  gramos  de  agua  destila- 
da, agitándola  mésela;  al  dia  siguiente  el  líquido  filtrado  dio  con  algunas 
gotas  de  amoniaco  una  ligera  nebulosidad,  casi  imperceptible,  y  con  el  hi- 
drógeno sulfurado  dio  también  reacción  casi  imperceptible. 

En  yista  de  este  resultado,  a&adi  á  la  mezcla  un  gramo  más  de  cloruro 


295 

de  sodio,  y  en  otro  ensayo  dos  gramos,  con  objeto  de  yer  si  la  mayor  masa 
de  esta  sal  formaba  más  cantidad  de  cloruro  mercúrico,  y,  ¿n  efecto,  los 
reactivos  dieron  señales  de  algo  más  cantidad,  dependiendo,  por  tanto,  la 
transformación  de  la  sal  mercariosa  en  mercúrica  de  U  mayor  proporción 
de  cloruro  de  sodio,  hecho  qae  ya  fué  observado  por  Mialhe. 

Pero  como  la  cantidad  de  sal  mercúrica  resultaba  tan  mínima,  hice  otro 
experimento,  para  ver  si  la  temperatura  aumenta  la  velocidad  de  la 
reacción,  calentando  una  porción  de  la  misma  mezcla,  que  me  había  servi- 
do anteriormente,  hasta  unos  90^,  y  al  enfriarse  el  líquido  y  depositarse  el 
cloruro  mercurioso  ya  noté,  por  el  ligero  color  gris,  que  se  había  reducido 
algo  el  mercurio,  señal  evidente  de  la  transformación  de  parte  de  la  sal 
mercuriosa  en  mercúrica.  El  líquido  filtrado  después  de  frío  dio  con  el  amo- 
niaco opalinidad  perceptible  de  cloro- amiduro  de  mercurio,  y  con  el  hidró- 
geno sulfurado  la  reacción  tan  característica  de  precipitado  blanco  prime* 
ro,  amarillo  rojizo  después  y,  por  fin,  negro  de  sulfuro  mercúrico.  De  aquí 
resulta  que*en  el  organismo  humano,  cuya  temperatura  (S7<*)  es  mayor  que 
á  la  que  yo  operaba  (la  del  laboratorio  20°),  puede  formarse  algo  más  de  do* 
mro  mercúrico  que  la  obtenida  en  frío,  que,  como  he  dicho  antes,  resultó 
casi  insignificante. 

Otra  enseñanza  se  deduce,  de  gran  interés,  en  la  administración  de  loe 
calomelanos,  y  es  que  éstos  no  deben  mezclarse  con  líquidos  calientes  y  sa- 
lados, por  ejemplo,  con  un  caldo  que,  por  lo  general,  está  muy  caliente  y 
contiene  sal  común,  resultando  en  estas  circunstancia  incompatibilidad 
clara  y  manifiesta  entre  dicho  medicamento  y  el  cloruro  de  sodio. 

Por  fin,  hice  el  experimento  siguiente :  en  un  tubo  de  ensayo  puse  una 
corta  cantidad  de  calomelanos  con  solución  de  cloruro  amónico,  agitando  la 
mezcla  durante  algunos  minutos,  y  filtrado  el  líquido,  dio  las  reacciones 
propias  de  la  sal  mercúrica  formada.  Resulta  de  esto  que  el  cloruro  de 
sodio,  el  ton  mercurioso  en  ion  mercúrico,  y  así  me  explico  que  Mialhe  ob- 
tuviera &  miligramos  de  cloruro  mercúrico  de  60  centigramos  do  calomela- 
nos, puestos  en  contacto  con  60  centigramos  de  sal  común  y  otroA  60  de  sal 
amoniaco,  disueltos  en  10  gramos  de  agua,  durante  veinticuatro  horas,  á  la 
temperatura  de  20  á  25  grados;  y  también  me  explico  el  caso, citado  por  el 
mismo  Mialhe,  de  un  envenenamiento  ocurrido  en  Alemania  á  consecuen- 
cia de  haber  administrado  calomelanos  asociados  á  la  sal  amoníaco. 

La  causa  de  la  mayor  acción  del  cloruro  amónico  que  la  del  cloruro  de 
sodio  la  encuentro  en  que  esta  última  sal,  al  disolverse  en  agua,  solamente 
se  ioniza,  y  el  cloruro  amónico  se  hidrolíza,  separándose  cierta  cantidad  de 
amoníaco  y  de  ácido  clorhídrico,  y  en  estas  circunstancias  se  transforma 
más  fácilmente  la  sal  mercuriosa  en  mercúrica. 

Voy  á  ocuparme  ahora  de  la  insolubilidad  en  agua  del  cloruro  mercurio- 
so  ó  calomelanos,  admitida  generalmente,  á  pesar  de  que  se  disuelven  algo, 
como  otros  cuerpos  tenidos  por  insolubles.  Llama  la  atención  en  las  obras 
muy  modernas  de  Química,  una  tabla  con  el  epígrafe  de  «Solubilidad 
de  los  cuerpos  insolubles»,  que  á  primera  vista  parece  una  paradoja,  en 
cuya  tabla  figura  el  cloruro  mercurioso  con  una  solubilidad  de  8'1  miligra- 
mos en  litro  de  agua,  algo  más  que  el  cloruro  de  plata  y  el  sulfato  de  bario. 
Cuando  se  mezclan  los  calomelanos  con  agua,  y  lo  mismo  otras  sales  consi* 


296 

deradas  como  insolnbles,  se  ionizan  en  parte,  y  detenninando  la  conduotL 
bilidad  eléctrica  del  liquido,  que  se  halla  en  razón  directa  del  número  de 
iones^  se  ayerigua  la  solubilidad  de  la  sal. 

La  solubilidad  de  los  calomelanos  en  agua,  aunque  pequefia,  y  la  que  se 
origina  en  el  organismo  por  el  cloruro  de  sodio,  me  hace  creer  que  la  acción 
de  los  calomelanos  no  es  exclusiramente  debida  á  la  mínima  cantidad  de 
cloruro  mercúrico  que  se  forma,  como  dijo  Mialhe,y  se  admite  generalmen- 
mente,  sino  que  los  calomelanos  tienen  también  por  su  solubilidad  acción 
propia,  aunque  mAs  suave  y  más  dulce  que  la  del  cloruro  mercúrico  que 
pu^e  formarse.  (PoUaci  cree  que  los  calomelanos  deben  su  acción  al  sul* 
focianato  mercúrico  muy  soluble  que  se  forma,  y  mercúrico  reducido  por 
el  contacto  con  loe  sulfocianatos  alcalinos  del  organismo). 

Para  terminar,  recuerdo  lo  que  expuso  el  Dr.  Carracido  de  los  equilibrios 
químicos  que  se  yerifícan  en  estas  asociaciones  de  medicamentos,  diciendo 
que  en  toda  transformación,  en  todo  fenómeno  químico,  hay  equilibrio  más 
ó  menos  perceptible,  según  la  concentración  de  las  masas,  y  aun  creo  que 
en  estas  transformaciones  de  que  estamos  tratando  podría  aplicarse  la  nue- 
ya  ley  de  las  fases,  inyentadas  por  Gibs,  que  nos  aclararla  ciertos  hechos 
no  bien  conocidos  acerca  de  la  mezcla  de  medicamentos  y  de  su  acción 
terapéutica.  Yo  me  atreyo  á  hacer  esta  aplicación  sin  esperar  á  que  nos  la 
apunten  del  extranjero.  Conociendo  el  número  de  componentes  de  un  siste- 
ma químico  y  lo  que  Gibs  llama  fases  físicamente  homogéneas,  podemos  sa- 
ber las  yariantes  ó  grados  de  libertad,  ó  lo  que  es  lo  miemo,  si  el  sistema 
es  inyariante,  uniyariante,  biyariante,  etc.  El  equilibrio  subsiste  cuando 
la  suma  de  las  fases  y  grados  de  libertad  es  igual  al  número  de  componen- 
tes más  2,  esto  es,  F  +  L  =  O  +  2,  y  de  esta  ecuación  se  deduce  los  gra- 
d5s  de  libertad  ó  yariantes  del  sistema :  L  — >  G  +  2  —  A.  En  el  caso  que 
se  discute  creo  que  el  sistema  es  biyariante,  puesto  que  hay  tres  componen- 
tes :  el  cloruro  mercurioso,  el  cloruro  de  sodio  y  el  oxigeno  del  aire,  que, 
como  demostró  Mialhe,  interyiene  en  la  transformación;  y  tres  fases :  el 
cloruro  mercurioso  (sólido),  la  solución  del  cloruro  de  sodio  (liquido),  y  el 
oxigeno  de  aire  (gas);  resultando:  L  =  8  -h2  —  8  =  2;  y  aun  dentro  del 
organismo  podría  tener  aplicación  esta  teoría  para  explicar  ciertas  accio- 
nes, teniendo  en  cuenta  los  nueyos  componentes  y  fases  intraorgánicas  y 
las  yariaciones  del  sistema  por  la  temperatura,  estado  eléctrico,  presión  y 
otras  causas  tan  yariadas  en  el  complicado  y  misterioso  proceso  de  la  yida. 

El  Dr.  Olmedilla  cita  á  propósito  del  asunto  que  se  discutía,  el  caso  de  un 
niño,  pariente  suyo,  á  quien  prescribió  el  médico,  para  combatir  las  lom- 
brices que  padecía,  la  administración  de  los  calomelanos  á  la  dosis  de  10 
centigramos,  mezclados  con  una  pequeñísima  cantidad  de  almidón,  encar- 
gando que  lo  tomara  por  la  mañana  en  ayunas,  que  se  suspendiera  al  día 
siguiente,  y  que  al  otro  yolyiera  á  tomarlo. 

Que  dada  la  acción  conocida  de  los  calomelanos  sobre  los  oxiuros,  remi- 
tieron todos  los  síntomas  de  la  afección  después  de  la  primera  dosis,  pero 
que  á  las  cuarenta  y  ocho  horas,  cuando  se  iba  á  administrar  la  segunda,  el 
niño  se  yió  acometido  de  dolor  epigástrico  acompañado  de  todos  los  demás 
síntomas  de  intoxicación  mercurial,  lo  cual  se  explica  por  lo  que  el  doctor 
Puerta  habla  manifestado,  pues  que  pocas  horas  después  de  la  primera  do* 


297 

sis,  el  nifio  tomó  sopa  y  huevos,  estando  aquélla  seguramente  á  una  tempe- 
ratura de  80  á  90^,  siendo  el  cloruro  sódico  el  que,  combinado  con  los  calo- 
melanos, produjo  en  el  organismo  del  nifio  la  formación  de  cloruro  mer- 
cúrico. 

El  Dr.  Rodrigutz  Carraeido  sostiene  el  criterio  de  que  para  estudiar  loe 
asuntos  científicos  hay  que  disgregarlos  y  metodizarlos,  empezando  por  los 
factores  primordiales,  y  que  por  esto  había  dirigido  sus  inyestigaciones  en 
el  sentido  de  la  unión  de  los  calomelanos  con  diferentes  soluciones  de  clo- 
ruro sódico  y  de  las  oxidasas;  que  la  actiridad  de  éstas  sin  la  del  cloruro 
sódico,  puede  ser  causa  de  envenenamientos;  que  lo  mismo  sucede  con  los 
alcalinos,  pudiendo  formarse  igualmente  el  cloruro  mercúrico  sin  la  inter- 
Tención  de  la  sal  común;  que  no  falta  quien  atribuya  al  mercurio  que  se 
precipita  la  acción  de  los  calomelanos;  y  que  hay  gran  dificultad  en  los  tra- 
bajos de  laboratorio,  tratándose  de  Asuntos  tan  difíciles. 

Añade  que  se  había  propuesto  investigar  la  cantidad  de  cloruro  mercú- 
rico que  se  forma  al  unir  los  calomelanos  y  el  cloruro  sódico;  que,  según  la 
concentración  de  la  disolución  del  cloruro  sódico,  variaba  la  anchura  de  loe 
anillos  característicos;  que  la  cantidad  de  cloruro  mercúrico  que  se  produce 
en  tales  experimentos,  es  siempre  inferior  á  las  dosis  tóxicas:  y  que  en  el 
organismo  pueden  obrar  numerosas  causas  para  producir  intoxicación  des- 
pués del  uso  de  los  calomelanos. 

La  talasctcrapia  en  pediatría.  -—  El  Dr.  Galatraveño,  reanudado  el  debate 
sobre  este  tema,  manifiesta  que  durante  su  estancia  en  Portugal  con  moti- 
vo del  último  Congreso  internacional  de  Medicina,  estudió  la  organización 
de  Saüatoríos  marinos  en  el  vecino  reino;  que  existen  tres  situados  en  Lu- 
tao,  Carcabello  y  Santa  Ana,  todos  ellos  bien  dotados. 

Lee  estadísticas  relativas  al  Sanatorio  lusitano  de  Setubal,  que  prueban 
los  grandes  beneficios  alcanzados  por  los  nifios  sometidos  á  lá  cura  marina, 
habiéndose  alcanzado  una  notabilisima  disminución  en  la  mortalidad  de 
loe  enfermitos.  - 

El  tiempo  medio  de  permanencia  en  el  Sanatorio  es  de  unos  setenta  días, 
pudiendo  calcularse  el  gasto  diario  de  unas  dos  á  tres  pesetas  por  cada  nifio. 

Se  observan  allí  casos  de  curación  verdaderamente  maravillosos,  citando 
el  de  una  nifia  con  coxalgia  del  lado  izquierdo,  á  quien  bastaron  tres  me- 
ses de  permanencia  en  el  Sanatorio  de  Santa  Ana  para  que  desapareciera 
la  supuración,  cerrándose  los  trayectos  y  engrosando  20  kilos,  eiendo  de 
notar  que  la  enfermita,  antes  de  ingresar  en  dicho  Sanatorio,  estuvo  some- 
tida á  tratamiento  durante  cuatro  meses  sin  experimentar  ningún  alivio ; 
que  es  grande  el  número  de  estados  patológicos  que  allí  se  curan,  y  que  en 
los  estados  pretuberculoeos  y  enfermedades  de  la  vista,  se  obtienen  resul- 
tados sorprendentes,  así  como  en  la  escrófula  ganglionar  y  tuberculo- 
sis óseas. 

En  general,  para  obtener  tan  brillantes  éxitos,  los  enfermitos  deben  per- 
manecer seis  meses,  obligándose  á  los  nifios  á  que  hagan  vida  de  playa,  sin 
casi  emplearse  otros  medicamentos  que  la  acción  del  aire  marino,  el  aceite 
de  hígado  de  bacalao  y  los  preparados  yodotánicos  y  una  alimentación  su- 
culenta y  frecuente,  pues  los  nifios  hacen  cinco  comidas  diarias. 

De  este  modo  se  ha  logrado  disminuir  la  mortalidad  de  manera  prodi- 


.  298 

siosa  gracias  á  la  campaña  vigorosa  de  los  médicos,  de  la  prensa  secanda- 
da  por  las  clases  pudientes,  y  sobre  todo  por  la  Reina  Amelia,  que  se  ha 
poesto  al  frente  de  estas  instituciones  de  caridad. 

Termina  manifestando  que,  en  resumen,  las  estadísticas  de  los  sanato- 
rios portugueses  muestran  la  inmensa  utilidad  de  tales  instituciones;  hace 
rotos  por  su  desarrollo  en  España  y  dirige  una  excitación  á  nuestras  auto- 
ridades sanitarias  para  que  presten  ayuda  al  Sanatorio  Marino  de  Obipio*- 
na  y  se  atienda  á  la  creación  de  otros. 

El  Dr.  Tolosa  insiste  en  la  beneficiosa  influencia  de  la  permanencia  larga 
á  la  orilla  del  mar  para  la  curación  de  los  niños  afectados  de  los  procesos 
morbosos  ya  enumerados  en  el  curso  del  debate,  y  especialmente  para  ob  - 
tener  la  curación  de  las  lesiones  tuberculosas  de  los  huesos  sin  acudir  á  la 
cirugía.  En  Italia  se  había  observado  por  el  Qr.  Darclay  que  muchos  de  los 
niños  sometidos  sólo  dos  6  tres  meses  4 1»  cura  marina,  volvían  á  recaer* 
por  lo  que  se  estudió  allí  la  manera  de  que  los  enfermitos  pudieran  perma* 
necer  más  tiempo  á  la  orilla  del  mar. 

Se  ocupa  de  los  sorprendentes  resultados  que  se  obtienen  en  el  raquitis- 
mo, en  las  oftalmías  y  en  la  influencia  de  la  estancia  cerca  del  mar  en  la 
segunda  dentición,  según  había  podido  observarse  en  niños  de  nueve  á  diez 
años,  atribuyendo  esto  á  la  influencia  del  cloruro  de  sodio  y  á  la  acción 
aún  sin  estudiar  de  la  luz. 

Cita  una  notabilísima  observación  que  hizo  en  un  Sanatorio  cerca  de 
Amberes,  y  termina  rogando  nuevamente  que  la  Academia  tome  esta  cues- 
tión bajo  su  amparo,  para  que  contribuya  con  su  prestigio  á  la  difusión  de 
los  Sanatorios  Marinos  en  España. 

Dt  la  antipneumtkochina.—  El  Dr.  Codina  manifiesta  que  aun  cuando  el 
tiempo  de  que  podía  disponer  era  tan  escaso,  ya  que  había  pedido  la  pala- 
bra en  la  sesión  anterior,  después  de  leer  el  Dr.  Larra  las  conclusiones  del 
trabajo  del  Dr.  Semprún,  iba  á  decir  algunas  palabras,  lamentando  no 
poder  ser  más  extenso,  dada  la  naturaleza  del  asunto.        \ 

Que  había  tenido  ocasión  de  practicar  en  el  Hospital  Provincial  una  serie 
de  experimentos  en  sujetos  tuberculosos,  á  los  que  trató  con  el  formiatode 
albumen,  prbducto  preparado  también  por  el  Dr.  Semprún,  producto  que 
por  ser  español,  y  al  parecer  petfectamente  definido  y  sin  estigmas  de  ocul- 
tación del  modus  fadendi,  ensayó  en  los  tuberculosos  de  su  clínica,  obser- 
vando sus  efectos  con  el  mayor  rigor  científico  posible  para  formar  un  jui- 
cio completamente  imparcial,  y  que  como  éste  es  asunto  que  hace  necesa- 
ria una  exposición  detenida^  no  podía  abordarlo  en  aquel  momento  por 
estar  para  terminar  la  sesión ;  pero  que  sí  consignaba  que  la  lectura  que 
el  Dr.  Larra  había  dado  al  trabajo  del  Dr.  Semprún,  respecto  á  la  anti- 
pnenmokochina,  le  había  impresionado,  por  una  parte,  muy  favorablemen- 
te, al  ver  que  demostraba  el  autor  grandes  conocimientos  acerca  de  la  ma- 
teria, y  sobre  todo  de  las  defensas  orgánicas  y  del  proceso  curativo  del  tu- 
bérculo; pero  que,  por  otra  parte,  le  habían  impresionado  en  sentido  con- 
trario las  sombras  que  envuelven  la  preparación  del  mordiente^  la  asocia- 
ción de  éste  al  formiato  de  cal  y  á  la  albúmina,  los  resultados  exparimen- 
tales  obtenidos,  y  el  nombre,  aunque  sea  provisional,  con  que  ha  bautizado 
al  nuevo  producto. 


Í99 
PERIÓDICOS 


Dtl  ffluttal. — El  Dr.  F.  Berini,  publica  en  la  Revista  de  Medicina  y  Cirugía, 
de  Barcelona,  lo  siguiente : 

cSe  presenta  el  fluotal  (fíao-bromo-fenil  bismútico),  en  forma  pulveru- 
lenta, de  color  ligeramente  amarillo,  sin  olor  apenas,  insolnble  en  agua  y 
en  alcohol.  Por  las  propiedades  de  sus  componentes  ya  se  comprende  que 
debe  ser  un  antiséptico.  Lo  es,  en  efecto,  asi  como  también  ligeramente 
estimulante. 

La  particularidad  principal  está  en  la  presencia  del  flúor,  cuerpo  de  los 
más  enérgicos  que  se  conocen,  pues,  como  todos  sabemos,  ataca  casi  todo9 
loe  metales,  destruye  el  cristal  y  la  porcelana;  etc.  Su  manejo  es  suma- 
mente difícil  y  los  ensayos  que  con  este  cuerpo  se  habían  hasta  la  fecha 
practicado,  resultaron  un  fracaso;  recuérdese  las  inhalaciones  de  ácido 
fluorhídrico  contra  la  tuberculosis.  Y  sin  embargo,  todos  reconocen  en  el 
flúor  propiedades  antisépticas  de  primer  orden.  La  cuestión  estribaba  en 
snprimir,  ó  en  reducir  á  su  menor  expresión,  las  propiedades  cáusticas  que 
posee.  Parece  haberse  logrado  en  la  combinación  ó  conjugación  señalada. 

Mi  experimentación  se  refiere  á  tres  órdenes  de  procesos :  las  otitis  me- 
días  purulentas,  la  rinitis  atrófíca  y  los  abscesos  tuberculosos. 

En  la  otitis  media  purulenta  crónica,  cuyo  fondo  tuberculoso  es  eviden* 
te  en  muchas  ocasiones,  lo  he  ensayado  con  buen  resultado.  Después  de  los 
lavadoa  de  rigor  en  estos  casos  y  cuando  los  enfermos  habían  agotado  la 
lista  de  los  antisépticos  pulverulentos  ó  líquidos,  he  ordenado  en  varias 
ocasiones  las  insuflaciones  de  fluotal.  No  diré  que  la  supuración  desapa- 
reciera del  todo,  pero  sí  que  he  visto  en  la  mayoría  de  casos  una  modifica- 
ción favorable  en  la  cantidad  de  pus  que  sale,  en  el  aspecto  de  la  mucosa 
de  la  caja,  en  la  desaparición  de  las  pequeñas  granulaciones  que  dan  á 
aquélla  un  aspecto  aframl)uesado,  etc.  Los  resultados  son,  pues,  muy  ven- 
tajosos dada  la  cronicidad  y  rebeldía  de  la  afección. 

En  las  mismas  otitis  medias  agudas  ó  subagudas,  cuando  ya  finaliza  %\ 
proceso  flogistico  y  acostumbramos  emplear  la  cura  seca  de  Bezold  (insu- 
flación de  ácido  bórico  finamente  pulverizado),  he  sustituido  el  ácido  .bórico 
por  el  fluotal  con  muy  buenos  resultados. 

En  la  rinitis  atrófica,  este  proceso,  que,  como  ya  he  dicho  en  otra  oca- 
sión, pone  á  prueba  la  paciencia  del  enfermo  y  del  médico,  y  cuando  por 
circunstancias  especiales  no  he  podido  practicar  las  inyecciones  de  parafi- 
na,  he  ordenado  los  lavados  alcalino  antisépticos  que  se  acostumbran,  más 
las  insuflaciones  de  fluotal. 

Sin  poder  dar  una  opinión  categórica  sobre  su  resultado,  creo  poder  re- 
comendar este  producto,  pues  á  su  nula  acción  irritante  une  la  de  favo- 
recer la  secrección  de  mucosidad,  condición  favorable  para  impedir  la  de- 
secación de  las  costras,  con  más  la  de  disminuir  el  mal  olor  de  un  modo 
bastante  perceptible.  Dos  buenas  condiciones  que  creo  apreciarán  los  que 
ensayen  este  producto.  Una  precaución  quiero,  sin  embargo,  hacer  presen- 


300 

te,  y  68  la  de  limpiar  bien  antes  las  fosas  nasales  para  expulsar  todas  la» 
costras  y  macosidades  qoe  paeda  haber  en  ellas,  ya  qae  de  lo  contrarío  for- 
man costras  y  polro  que  ponemos,  nn  magma,  que  desecando  mis  aquéllas,, 
hace  más  difícil  su  expulsión. 

Pero  donde  mejor  resaltado  he  yisto  del  medicamento  que  me  ocnpa,  e» 
en  los  abscesos  fríos.  Dos  casos  he  tenido  ocasión  de  tratar  y  los  éxitos  ha» 
superado  á  mis  previsiones. 

El  primer  caso  hace  referencia  á  una  mujer  de  veinticinco  á  treinta  afios^ 
con  el  cuello  lleno  de  costurones.  Hará  cosa  de  mes  y  medio  ture  que  dilá^ 
tarle  un  absceso  francamente  tuberculoso  del  lado  derecho  del  cuello.  Des» 
pues  de  la  incisión  toqué  la  superficie  cruenta  con  una  solución  d^  cloruro 
de  zinc  y  después  taponé  con  Rasa  yodofórmica.  Las  curas  se  hacían  con  el 
cloruro  de  zinc  y  la  mencionada  gasa.  A  los  quince  dias,  la  úlcera  atónita,, 
tapizada  de  fungosidades  pequefías  y  sangrantes  al  menor  contacto,  no  pre* 
sentaba  trazas  de  cicatrizar.  Apelé  al  lápiz  de  nitrato  de  plata  y  al  bálsa- 
mo catiro  mangle  asociado  al  bálsamo  del  Perú.  Disminuyó  la  supuración^ 
presentó  la  úlcera  mejor  aspecto,  pero  no  cicatrizaba.  Tuve  que  incindir 
un  pequofio  recodo  y  entonces  fué  cuando  apelé  al  fluotal.  No  tardaron  mu- 
chos días  en  verse  los  benefíciosos  resultados ;  los  mamelones  presentaban 
buen  aspecto,  apenas  sangraba  la  úlcera  y  había  tendencia  manifiesta  á  la. 
curación.  Está  próxima  á  ser  dada  de  alta. 

En  el  segundo  caso  se  trata  de  un  nifio  escrofuloso  con  adenitis  cervical 
múltiple  y  con  algunos  ganglios  reblandecidos  que  incindí. 

Después  de  tocar  el  fondo  con  el  cloruro  de  zinc,  espolvoreé  las  herida» 
con  yodoformo  y  ordené  le  curaran  con  una  solución  de  bicloruro  hidrar- 
glrico  al  medio  por  rail  y  aplicación  de  yodoformo. 

Dada  la  lentitud  con  que  la  cicatrización  se  operaba,  sustituí  el  yodo* 
formo  por  el  flnotal  y  es  de  ver  en  el  espacio  de  ocho  ó  diez  días  los  cam- 
bios que  se  han  operado.  No  está,  es  verdad,  curado  (y  aun  le  falta  mucho),, 
pero  no  es  menos  positivo  que  los  cambios  operados  son  notables». 

Sábabia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CnüNTÍFICAS 

AOADSMIA    DE    MEDICINA    DE    PAfifs 
Suión  del  dia  10  dé  Julio  dé  1906. 

El  paludismo  en  Madagasear.  —  El  Dr.  Blanouard:  Las  defunciones  por 
paludismo  en  Madagascar  alcanzan  actualmente  una  cifra  muy -elevada. 
En  Tananarive  48  en  1900,  77  en  1901,  104  en  1902,  187  en  1908,  277  en 
1904,  686  en  1900  y,  en  fin,  por  cuatro  meses  de  1906,  980  por  40.000  habi- 


301 

tantea.  Por  lo  tanto,  existe  en  Tananarive,  hasta  ahora  mny  salubre  dada 
«u  altitud,  nna  epidemia  formidable,  especialmente  en  los  grandes  traba- 
jos públicos  ejecutados  recientemente  (carreteras  y  ferrocarriles).  Los  ho- 
yas, que  bajaron  de  las  altas  mesetas,  no  eran  palúdicos,  y  han  sido  diez- 
mados por  el  paludismo;  y  poco  á  poco,  á  medida  que  los  trabajos  avanza* 
ban,  el  ejército  de  anofeles  aumentaba.  Es  lo  mismo  que  ocurrió  con  la 
'  fiebre  amarilla  en  América  cuando  se  construía  la  linea  de  Veracruz  á 
Méjico.  A  medida  que  los  trabajos  se  yerifícaban,  los  obreros  eran  perse^ 
^dos  por  dos  especies  de  mosquitos,  hasta  entonces  ignorados  en  Tana- 
nariye  y  muy  difundidos  después:  el  pyretophorua  coétalia  y  el  myiompafu- 
netta.  Hasta  el  presente,  las  medidas  tomadas  contra  el  paludismo  son 
insuficientes,  y  tendrían  que  tomarse  las  propuestas  en  dos  ocasiones  por 
Layeran,  y  que  aplicadas*en  la  Habana  contra  el  agente  de  la  fiebre  ama- 
rilla, han  dado  excelentes  resultados:  1.*,  destrucción  completa,  por  relle- 
no y  riego  con  petróleo,  de  todos  los  nidos  de  mosquitos;  y  2.°,  colocación 
en  las  puertas  y  ventanas  de  telas  metálicas  de  mallas  de  un  milímetro. 

Prefiltxis  del  paludisme  y  de  la  fiebre  anarilla  en  el  Senegal.— £1  Dr.  Ksr- 
moroabt:  Lia  compañía  del  ferrocarril  de  Dakar  á  San  Luis  (Senegal)  ha 
adoptado  de  algunos  afios  á  esta  parte  medidas  para  proteger  á  sus  agen- 
tes contra  las  picaduras  de  los  mosquitos,  agentes  mbtores  de  la  fiebre 
amarilla  y  del  paludismo,  colocando  telas  metilicas  en  todas  las  aberturas 
<le  las  estaciones  y  de  las  habitaciones  de  su  personal.  Al  principio  ha  en- 
contrado entre  sus  empleados  muchos  recalcitrantes,  pero  las  dudas  de 
algunos  no  han  tardado  en  desaparecer  en  presencia  de  los  resultados  ob- 
tenidos ;  en  consecuencia,  la  compañía  se  propone  generalizar  la  aplicación 
de  las  medidas  que  han  dado  unos  efectos  tan  brillantes.  En  Ban  Luis, 
•en  1902  1908,  antes  de  proteger  las  habitaciones  con  las  telas  metálicas, 
se  sumaron  189  días  de  hospital  y  44  días  de  incapacidad  para  el  trabajo 
por  10  empleados  enfermos  de  dicha  estación.  En  1904-1905,  después  de  la 
protección  mecánica,  el  número  de  días  de  permanencia  al  hospital  ha 
descendido  á  18,  y  el  de  días  de  incapacidad  para  el  trabajo  ha  sido  de  13, 
por  dos  empleados  enfermos ;  las  mismas  proporciones  existen  en  las  otras 
estaciones. —- OoDiHA  OAsrnxyí. 


8001BDAD   DS  CIRUGÍA    DE   PARÍS 
8énándéld44»ííiU  JfdiodélSOe, 

Heridas  del  eerazón.  —  El  Dr.  Roohabd:  Voy  á  ocuparme  de  tres  casos  de 
este  género,  cuyas  observaciones  han  remitido  á  la  Sociedad  los  Dres.  Oa- 
mus  y  Lenormand.  No  insistiré  sobre  la  elección  y  formación  del  colgajo 
torácico.  El  Dr.  Lenormand.  ha  seguido  la  práctica  de  Fonton.  El  Dr.  Oa- 
mus  seccionó  los  cartilagoa  de  las  costillas  tercera,  cuarta,  quinta  y  sexta, 
para  llegar  al  ventrículo.  La  última  costilla  puede  ser  respetada.  En  cier- 
tos caaos  es  preciso  seccionar  la  segunda.  En  los  tres  enfermos  de  los  doc- 
tores Camus  y  Lenormand  la  herida  interesaba  el  ventrículo  derecho.  Las 


302       ' 

Butaras  se  hicieron  con  seda,  empleándose  el  desagüe.  Quizá  conrenga  su* 
prímirle,  porque  puede  ser  cansa  de  supuración. 

De  los  68  casos  tratados  por  la  sutura,  se  citan  17  curaciones,  11  sin  des- 
agüe y  6  con  él.  Algunos  enfermos  murieron  al  ser  operados,  asi  que  se 
plantea  el  problema  del  amasamiento  del  corazón.  Es  lo  que  hizo  el  Dr.  Le-^ 
normand  en  su  enfermo,  por  haberse  paralizado  temporalmente  la  respira* 
ción.  Además  de  los  medios  ordinarios  aconsejados  para  remediar  este  ao« 
cidente,  practicó  el  amasamiento  del  corazón  y  consiguió  que  so  contrajera 
de  nuevo  dicho  órgano.  El  enfermo  murió  cinco  horas  depués  á  causa  de  las 
perforaciones  gástricas  é  intestinales  producidas  por  el  proyectil,  que  habi& 
lesionado  el  ven  trienio  cardiaco. 

Volviendo  al  amasamiento  del  corazón,  puede  preguntarse  si  estará  indi- 
cado en  todos  los  accidentes  que  provoca  la  cloroformización  ó  la  eteriza- 
ción. Sabemos  que  pueden  seguirse  tres  vias  para  llegar  al  corazón:  la  es- 
ternocostal,  la  abdominotransdiafragmática  y  la  infradiafragmática. 

La  Tia  esternooostal  ha  sido  utilizada  en  17  casos ;  ha  producido  12  re-^ 
sultados  negativos,  cuatro  éxitos  transitorios  y  uno  completo.  Debe  ser 
abandonada,  y  lo  mismo  puede  decirse  de  la  via  abdominotransdiafrag- 
mática, con  la  que.  sólo  se  consiguen  fracasos.  La  infradiafragmática  es  1& 
única  que  merece  aconsejarse,  porque  de  cinco  casos  se  han  obtenido  tres 
resaltados  completos,  uno  transitorio  y  un  fracaso.  Como  se  comprende» 
no  debe  emplearse  más  que  después  de  fracasar  los  otros  medios  de  respi- 
ración artificial. 

El  Dr.  Dblormb:  He  leído  que  un  autor,  cuyo  nombre  no  recuerdo,  acon- 
seja otro  medio  para  despertar  la  contracción  del  corazón,  la  excitación  de 
su  pared  interna. 

El  Dr.  QuÉNU :  Se  ha  conseguido,  en  efecto,  que  el  corazón  lata  do  nuevo 
inyectando  en  la  cavidad  ventricular  agua  salada. 

Tumer  gangllonar  del  pliegue  de  la  Ingle.  —  El  Dr.  Broca:  El  Dr.  Gaudier 
nos  ha  comunicado  la  observación  de  un  nifio  que  tenia  un  tumor  volumi- 
noso en  la  ingle.  El  tumor  ocupaba  todo  el  triángulo  de  Scarpa.  Gomo  era 
imposible  por  los  caracteres  del  tumor  hacer  el  diagnóstico,  se  extirpó  un 
pequeño  fragmento  para  someterlo  al  examen  histológico.  Antea  de  toda 
tentativa  operatoria  se  ensayó  la  radioterapia,  con  la  que  se  obturo  la  cu- 
ración en  diez  sesiones.  A  los  tres  meses  no  quedaban  en  la  ingle  más  que 
algunos  pequefios  ganglios  infartados.  El  examen  histológico  no  fué  afir- 
mativo, porque  para  unos  se  trataba  de  simples  granulaciones  carnosas  y 
para  otros  de  tuberculosis  sin  bacilos. 

Nematema  sukperiteneal.  ~  El  Dr.  Tuffieb:  El  enfermo  objeto  de  esta 
obserración  era  un  hombre  de  cuarenta  años  que  habla  tenido  varias  crisis 
de  cólicos  hepáticos  sin  ictericia.  Hace  seis  afios  tuvo  dolores  fuertes  en  el 
hipocondrio  derecho  y  sufrió  una  calda,  lesionándose  la  región  lumbar;  du- 
rante varios  dias  hubo  hematurias.  El  dia  antes  de  ingresar  el  enfermo  en 
el  hospital  sintió  de  repente  un  dolor  agudísimo  en  el  hipocondrio  derecho 
y  tuvo  además  vómitos.  Al  dia  siguiente  tenia  80  pulsaciones,  estaba  muy 
pálido,  sentia  dolor  á  la  presión,  aunque  el  vientre  estaba  flácido;  en  el 
flanco  derecho  habia  tumefacción. 

Veinticuatro  horas  después,  en  vista  de  que  eran  mayores  la  palidez  del 


303 

enfermo  y  la  debilidad  del  pulso,  decidí  practicar  la  laparotomía  lateral. 
Abierto  el  vientre,  descubrí  que  el  peritoneo  estaba  intacto,  pero  que  el 
colon  ascendente  y  la  mitad  del  transverso  eran  de  color  negruzco,  debido 
á  una  infiltración  sanguínea.  Al  separar  las  bojas  epiplóicas  ¿alió  una  ola 
de  sangre  y  una  masa  friable  análoga  al  sarcoma,  que  procedía  de  un  tu- 
mor renal.  El  rifión  fué  extirpado. 

En  resumen:  se  trataba  de  un  hematoma  snbperitoneal  espontáneo,  de- 
bido á  la  ruptura  de  una  neoplasia  renal. 

El  Dr.  Bázt:  He  observado  un  enfermo  con  hematoma  perirrenal;  este 
individuo  había  tenido  alguna?  hematnrias.  Abrí,  limpié  y  desagüe  la  bol- 
sa. El  rifión  me  pareció  infectado.  El  enfermo  murió  á  los  pocos  días  y  la 
autopsia  no  permitió  descubrir  la  causa  de  la  muerte. 

£1  Dr.  MiCHAUx:  He  observado  un  caso  de  hematoma,  pero  antenor. 
Produjo  accidentes  agudos  y  alarmantes,  que  obligaron  á  practicar  la  lapa- 
rotomía. Entonces  descubrí  que  la  sangre  procedía  de  la  arteria  epigástrica 
ateromatosa.  El  enfermo  murió,  á  pesar  de  la  ligadura  doble  que  se  aplicó 
á  la  arteria. 

Epididimitit  agudas  tratadas  por  el  método  da  Bíor.  —  El  Dr.  Chafüt:  El 
enfermo  objeto  de  esta  observación  era  un  joven  de  veintisiete  afios,  que  pa- 
decía lesiones  tuberculosas  pulmonares  y  epididimitis  aguda  doble  con  ca- 
racteres de  degeneración  tuberculosa.  Habla,  además,  en  un  lado,  funicu- 
litis.  Nada  de  derrame  uretral.  Como  tratamiento  se  aplicó  por  la  noche 
una  ligadura  elástica  á  la  raíz  de  las  bolsas,  dejándola  aplicada  de  diez  á 
doce  horas.  A  los  quince  días  la  curación  era  completa,  lo  cual  me  hace  du- 
dar respecto  á  la  naturaleza  tuberculosa  de  la  afección. 

ElDr.  Hartmann  :  No  creo  evidente  la  naturaleza  tuberculosa  de  estas 
epididimitis,  y  por  otra  parte,  no  debe  olvidarse  que  en  ciertos  casos,  aun 
sin  tratamiento,  se  observa  una  fase  subaguda  que  desaparece  on  pocos 
días. 

El  Dr.  TorFiBR:  En  las  epididimitis  simples,  el  método  de  Bicr  es,  al  pa- 
recer, eficaz;  pero  en  las  tuberculosas  no  es  posible  precisar  su  valor. 

El  Dr.  Walthbk:  Hago  mía  la  anterior  afirmación,  afiadiendo  que  mu- 
chas veces  el  diagnóstico  es  difícil. 

El  Dr.  MicHAUx :  He  empleado  tres  veces  este  método,  manteniendo  apli- 
cada la  ligadura  durante  cinco  á  seis  horas  diarias.  El  resultado  ha  sido 
dudoso.  En  un  caso  se  formó  un  absceso  y  el  testículo  fué  eliminado. 

Herida  da  la  médula.  —  El  Dr.  RotmaB:  El  hombre  que  presento  recibió 
una  cuchillada  en  el  dorso,  hacia  la  tercera  apófisis  espinosa  dorsal,  y  cayó 
inmediatamente  en  tierra,  siéndole  imposible  mantenerse  en  pié.  A  su  in- 
greso en  el  hospital,  se  observó  que  todo  el  lado  izquierdo  del  cuerpo  estaba 
paralizado  por  debajo  de  una  linea  horizontal  que  atravesaba  la  región  ma- 
maria. Supresión  completa  de  los  reflejos,  hiperestesia  acentuada,  signo  de 
Babinsky  positivo.  En  el  lado  derecho  los  movimientos  eran,  por  el  contra- 
rio, normales,  aunque  había  anestesia  completa.  La  línea  media  marcaba 
con  exactitud  el  limite  de  las  dos  zonas.  Retención  de  orina.  Al  día  siguien- 
te, por  la  punción  lumbar  se  extrajo  una  jeringa  de  Pravaz  de  líquido  te- 
ñido de  sangre.  Los  movimientos  voluntarios  reaparecieron  casi  al  punto, 
los  trastornos  de  los  esfínteres  cesaron,  pero  persistieron  la  hemi anestesia 


304 

derecha  y  la  hiperestesia  izquierda.  JSste  estado  persiste  casi  sin  yariar  des- 
de el  24  de  junio  último,  fecha  de  ingreso  del  enfermo  en  el  hospital.  Este 
individuo  no  es  histérico.  La  interpretación  del  fenómeno  es  difícil.  Creí 
al  principio  en  la  hemisección  de  la  médula;  pero  hoy  me  parece  dudoso 
este  diagnóstico,  en  vista  de  que  la  parálisis  motora  desapareció  á  henefício 
de  una  simple  punción  lumbar. — F.  Toledo. 


SOCIEDAD    DE    PEDIATRÍA    DE    PABÍ8 
SeMn  del  dia  19  de  Junio  de  1906. 

Tratamiento  de  la  parálisis  diftérica.  ~  Los  Dres.  Guiñón  y  FcUer  refirieron 
dos  casos  de  parálisis  diftérica.  El  primero  se  refiere  á  un  niño  que  padecía 
parálisis  del  velo  palatino,  la  cual  se  generalizó  con  rapidez;  sobrevinieron 
fenómenos  cardíacos,  y  el  niño  murió.  Durante  los  cinco  días  que  perma- 
neció en  el  hospital  se  le  administraron  50  cent.  cúb.  de  suero  de  Roux.  El 
segundo  niño  padecía  parálisis  diftérica;  los  síntomas  paralíticos  mejoraron 
con  rapidez,  y  el  enfermo  curó.  En  este  caso  no  se  hicieron  inyecciones  de 
suero.  Aunque  sin  pretender  sacar  de  estos  dos  casos  conclusiones  genera- 
les  contra  el  tratamiento  seroterápico  de  las  parálisis  diftéricas,  puede 
deducirse  del  1  .^  que  este  tratamiento  no  impide  á  las  parálisis  producir  la 
muerte,  y  del  2."  que  pueden  sobrevenir  espontáneamente  mejorías  bruscas 
de  estas  parálisis,  como  las  que  el  Dr.  Gomby  atribuye  á  la  acción  del 
suero. 

El  Dr.  RÍ8t  dijo  que  el  suero  antidiftérico  es  antitóxico  únicamente  por 
los  productos  solubles  que  segrega  el  bacilo  diftérico,  porque  es  el  anti- 
cuerpo que  se  obtiene  inyectando  á  los  animales  estos  productos  solubles. 
Jamás  ha  sido  posible  obtener  experimentalmente  parálisis  diftéricas  con 
dichos  productos  solubles.  Para  producirlas  en  los  animales  ha  sido  preciso 
emplear  los  cuerpos  bactéricos  que  contienen  endotoxinas  insolubles  en  los 
caldos  de  cultivo,  y  que  no  neutraliza  el  suero  autidiftérico  ordinario.  Las 
parálisis  diftéricas  deben  atribuirse  á  estas  endotoxinas,  así  que  no  puede 
sorprender  que  el  suero  antidiftérico  sea  incapaz  de  prevenirlas  y  de  cu- 
rarlas. Es  necesario  recurrir  al  anticuerpo  de  las  endotoxinas.  El  Instituto 
Pasteur  prepara,  además  del  suero  antidiftérico  común,  otro  suero  anti- 
bactérico que  se  obtiene  de  los  cuerpos  bacilares.  Según  las  observaciones 
del  Dr.  Vincent,  que  lo  ha  empleado  en  Val-de-Gráce,  dicho  suero  es  sus- 
ceptible de  evitar  por  completo  las  parálisis  diftéricas. 

El  Dr.  Comby  manifestó  que  no  puede  negarse  la  propiedad  preventiva 
del  suero  respecto  á  la  parálisis  diftérica.  Esta  se  ha  hecho  tan  rara  que  no 
se  observa  en  las  clínicas  de  difteria ;  los  casos  que  he  observado  son  de 
parálisis  tardías  que  sobrevinieron  después  de  difterias  desconocidas  ó 
tratadas  de  mala  manera. 

El  Dr.  Rist  dijo  que  no  negaba  la  disminución  de  las  parálisiG^desde  que 
se  emplea  la  aeroterapia.  Se  debe  á  que  el  suero  disminuye  la  duración  del 
período  infeccioso;  pero  carece  de  propiedad  preventiva  directa  y  se  citan 
muchos  casos  de  parálisis  diftéricas  que  sobrevinieron,  aunque  se  emplea- 


306 

ron  dosis  eleyadas  de  suero.  ¿Por  qué  la  parálisis  diftérica  no  es  más  fre- 
cnente  en  estas  oondiciones?  Débese,,  sin  dada,  á  las  diferencias  grandísi- 
mas qne  existen  entre  los  diversos  bacilos  diftéricos  desde  el  panto  de  vista 
de  sa  abundancia  en  endotoxinas. 

Abseroión  de  li  grata  y  de  los  albttmlpeldes  en  les  niBes  sanos  y  dispópsicos. 
—  Los  Dres.  Nobbooübt  y  MuBKLEír :  Para  estos  estadios  couriene  conside- 
rar comparatiramente  la  cantidad  de  grasa  ingerida,  la  absorbida  y  el 
coeficiente  de  absorción.  En  qn  primer  grnpo  de  casos,  nifios  de  dieci- 
siete á  treinta  días  que  pesan  2.000  á  2.500  gramos,  amamantados,  qne 
aumentan  cotidianamente  21  gramos  y  que  ingieren  20' 17  gramos  de  grasa, 
absorben  19^92  gramos  y  tienen  un  coeficiente  de  absorción  de  97*80  gra* 
moB  por  100  de  grasa  ingerida.  En  otro  segando  grupo,  niños  de  la  misma 
edad  y  de  igual  peso,  pero  dispépsicos  mejorados,  que  ingieren  sólo  15*6i 
gramos  de  grasa,  absorben  i5*81  gramop,  y  tienen  un  coeficiente  de  97*51 ; 
aumentan  cotidianamente  20  gramos;  su  capacidad  de  absorción  de  la 
grasa  está,  pues,  disminuida.  Esta  capacidad  de  absorción,  ligera  al  prin- 
cipio, mejora  poco  á  poco.  La  misma  observación  se  ha  hecho  en  un  niño 
criado  con  leche  esterilizada;  en  la  primera  fase,  en  la  que  perdía  5  gra- 
mos diarios  de  peso,  ingería  19*87  gramos  de  grasa,  pero  sólo  absorbía 
15*81  gramos,  ó  sea  86*26  por  100;  en  otra  fase,  en  la  que  ganaba  cotidia- 
namente 47  gramos,  los  valores  eran  los  siguientes:  21*98  gramos,  20*89 
gramos,  95*28  gramos.  Es  conveniente,  por  lo  tanto,  calcular  en  los  nifios 
dispépsicos  la  capacidad  digestiva  para  las  grasas,  á  fin  de  reglamentar  su 
oantidad  en  el  régimen. 

Los  nifios  normales  de  ocho  días  á  un  mes,  de  2.000  á  2.500  gramos  de 
peso,  que  ingieren  7  gramos  diarios  de  albúmina,  excretan  0*15  gramos  de 
4irea  en  las  veinticuatro  horas,  ó  sea  1*86  gramos  por  100  de  la  albúmina 
ingerida  y  Q*04  gramos  por  kilogramo  de  peso.  En  los  nifios  que  padecen 
trastornos  dispépsicos  y  que  ingieren  9  gramos  de  albúmina  por  día,  los 
▼alores  respectivos  son  los  siguientes:  0*46  gramos,  5*10  gramos,  0*18  gra- 
mos; los  mismos  nifios,  una  vez  mejorados,  por  6*67  gramos  de  albúmina 
ingerida,  eliminan  0*68  gramos  de  urea,  ó  sea  0*60  gramos  por  100  de  al- 
búmina ingerida  y  0*20  gramos  por  kilogramo.  En  los  nifios  enfermos  cria- 
dos con  leche  esterilizada  que  ingieran  14*12  gramos  de  albúmina,  eliminan 
2*12  gramos  de  urea  por  día,  18*90  gramos  por  100  de  albúmina,  0*52 gramos 
por  kilogramo.  En  resumen,  mientras  que  los  nifios  normales  eliminan  poca 
urea  en  relación  con  la  cantidad  de  albúmina  ingerida,  los  que  padecen 
trastornos  digestivos  eliminan  una  cantidad  que  es,  con  relación  á  esta  al- 
búmina, de  tres  á  ocho  veces  superior;  este  valor,  el  más  elemental,  se  en- 
cuentra en  los  nifios  que  ingieren  una  cantidad  de  albúmina  dos  veces  ma- 
yor que  los  nifios  normales. 

El  Dr.  Bárbubr:  Los  análisis  de  este  género  dan  resultados  que  exigen 
la  interpretación,  y  para  ella  es  preciso  tener  en  cuenta  gran  número  de 
factores,  cuya  infiuencia  verdadera  no  puede  apreciarse  con  exactitud.  La 
¿antidad  de  urea  eliminada  no  depende  de  la  albúmina  ingerida,  sino  de 
la  digerida  y  utilizada,  y  es  imposible  saber  en  un  caso  dado  qué  propor- 
ción se  utiliza.  En  los  nifios  dispépsicos  ha  obtenido  el  Dr.  Nobecourt 
una  proporción  de  urea  que  corresponde  á  una  cantidad  de  albúmina  su- 


306 

perior  no  sólo  á  la  atilizada,  sino  á  la  ingerida.  En  dichos  niños  esta  área 
debe  proceder  de  los  tejidos:  se  hallan,  por  lo  tanto,  en  estado  de  aui^ofagia 
azoada.  Sin  embargo,  en  vez  de  enflaquecer,  la  mayor  parte  de  ellos  engor* 
dkn  unos  10  gramos  diarios.  Compensan,  por  lo  tanto,  y  con  exceso,  su 
pérdida  en  tejidos  azoados  por  ganancias  en  agua  y  en  substancias  terna- 
rias. El  aumento  de  peso  es,  por  lo  tanto,  un  signo  insuficiente  del  estado 
nutritiro.  Puede,  por  consiguiente,  preguntarse  si  el  gasto  de  tejidos  azoa> 
dos  es  obligatorio  para  sustituir  la  grasa,  que  se  digiere  de  un  modo  im- 
perfecto, porque  se  encuentra  una  proporción  elevada  en  los  excrementos. 
Haciendo  ingerir  substancias  sacarinas  para  compensa^  la  asimilación  in- 
suficiente de  las  grasas,  quizá  disminuirla  la  eliminación  de  úrea. 
(Se  suspenden  las  sesiones  ka^ta  el  mes  de  octubre). — F.  Tolbdo. 


XV    CONGRESO   INTERNACIONAL    DE   MEDICINA 

Celebrado  en  Lisboa  del  19  al  26  de  Abril  de  1906, 

(ContíDUaeióD). 

La  ••agulaeión  da  la  sangra.— El  Dr.  J.  R.  Carbaoido  :  En  el  último  de- 
cenio, y  cada  afio  con  mayor  interés,  han  sido  asunto  preferente  de  las  in- 
vestigaciones fisicoquímicas  los  cuerpos  coloides,  como  lo  patentiza  la 
abundancia  de  su  reciente  literatura;  y  siendo  el  plasma  sanguíneo  un 
liquido  en  el  que  coexisten  materias  coloides  y  cristaloides,  como  era  de 
esperar,  los  resultados  de  dichas  investigaciones  habían  de  ilustrar  el  obs- 
curo problema  de  la  coagulación  de  la  sangre,  el  cual,  sin  perder  todavía 
en  absoluto  su  carácter  biológico,  va  entrando  cada  vez  en  mayor  propor- 
ción en  los  dominios  de  la  Fisicoquímica. 

Existen  en  el  plasma  sanguíneo  tres  proteínas :  la  seroalbúmina^  la  sero- 
globulina  y  el  fibrinógeno. 

El  calor  coagula  la  primera  (ó  la  mezcla  de  las  varias  seroalbúminaa» 
según  Halliburton),  desde  1^  á  dé"";  la  segunda,  desde  6(f  á  75%  y  el  ter- 
cero, á  56"*. 

El  cloruro  sódico  no  coagula,  por  saturación,  laseroálbúmina;  pero  al 
80  por  100  coagula  la  seroglobulina,  y  al  15  por  100  el  fibrinógeno. 

Todos  los  coloides,  según  calificativo  de  Ostwald,  son  metaestables  en  el 
seno  de  los  líquidos  que  los  contienen ;  pero  de  loe  tres  contenidos  en  el 
plasma,  el  fibrinógeno,  que  es  el  que  transformado  en  fibrina  constituye  el 
coágulo,  es  el  menos  estable  en  su  asociación  con  el  líquido,  y,  por  consi- 
guiente, el  que  menos  resiste  á  los  agentes  de  la  coagulación. 

Pero  la  del  fibrinógeno  de  la  sangre,  ni  á  las  acciones  dichas  de  la -tem- 
peratura ni  de  la  concentración  salina  puede  atribuirse,  no  sólo  porque  ana 
y  otra  en  el  líquido  sanguíneo  distan  de  los  pantos  en  que  el  fenómeno  se 
produce,  sino  principalmente,  por  no  producirse  en  el  interior  del  aparato 
circulatorio. 

Es  unánimemente  aceptado  qoe  la  eoagplación  del  fibrinógeno  la  deter- 
mina ana  aimasa  exudada  por  las  plaquetas  (y  según  algunos  también. por 


307 

los  lencocitoB),  cnando  las  hieren  ragosidades  ó  asperezas  de  saperfícies 
que  destrayen  sn  deiicadisima  organización.  Es,  ademis,  indispensable  la 
existencia  del  calcio  en  la  sangre  para  que  su  coagalación  se  produzca,  por- 
que sabido  ^  que  los  oxalatos  y  fluoruros  alcalinos  precipitantes  de  dicho- 
radical  metálico  convierten  á  la  sangre  en  liquido  incoagulable. 

Arthus  y  Pagés  dedujeron  de  este  hecho  que  la  presencia  del  calcio  era 
imprescindible  para  la  coagulación;  pero  se  les  objetó  que  la  causa  de  no 
producirse  el  fenómeno  quizá  no  fuese  la  separación  del  calcio,  sino  la  ac- 
ción anticoagulante  de  las  mencionadas  sales  alcalinas.  Bordet  y  Gengou 
patentizaron  con  nuevos  experimentos  que  los  oxalatos  y  fluoruros  impi- 
den la  coagulación  por  el  único  motivo  de  precipitar  el  calcio,  confirmándo- 
la conclusión  sustentada  por  los  dos  investigadores  anteriormente  citados. 

Las  plaquetas  heridas  no  parecen  ser  las  únicas  capaces  de  producir  zi- 
masa  coagulante,  porque  los  trabajos  de  Delezenne  y  más  recientemente^ 
los  de  Oonradi  han  mostrado  que  por  traumatismo  dejos  tejidos  y  por  ex- 
presión de  los  órganos  resultan  productos  coagulantes  cuya  acción  es  ace- 
lerada por  el  cloruro  calcico.  Según  observaciones  de  E.  Duclaux,  las  can- 
tidades de  zimasa  coagulante  que  contienen  los  tejidos  y  la  contenida  en 
los  leucocitos,  están  en  razón  inversa. 

Supuso  Arthus  que  la  zimasa  tomaba  calcio  del  plasma  para  cedérsela 
al  fíbrinógeno  y  convertirlo  en  fibrina,  siendo  ésta  una  combinación  calci- 
ca de  aquél ;  pero  Hammarsten  patentizó  que  en  las  cenizas  del  fíbrinóge- 
no y  de  la  fibrina  está  contenida  la  misma  proporción  de  calcio. 

Ante  este  hecho,  Arthus  habo.de  aceptar  la  idea  de  Pekelharing,  según 
la  cual  la  susbtancia  exudada  de  las  plaquetas  no  es  la  zimasa  activa,  sino 
un  zimógeno  que  necesita  absorber  calcio  para  convertirse  en  aquélla  y 
ejercer  su  acción  sobre  el  fibrinógeno,  de  igual  manera  que  la  pepsina  in* 
activa  en  medio  neutro  se  convierte  en  agente  peptonizante  por  la  adición 
de  ácido  clorhídrico. 

El  zimógeno  es  una  nucleoalbúmina  que,  según  Pekelharing,  puede  ais- 
larse por  enfriamiento  á  0^  del  plasma  oxalatado  ó  del  peptonado,  del  cual 
se  separa  en  forma  granular.  Por  la  adición  de  sales  calcicas  adquiere  l& 
propiedad  coagulante. 

La  zimasa  calcica  es  la  verdaderamente  activa,  la  que  determina  la 
transformación  del  fíbrinógeno  del  plasma  en  la  fíbrina  del  coágulo. 

¿Oómo  actúa  la  zimasa  coagulante?  Sn  acción  es  la  de  todos  los  cataliza^ 
dores  que  obran  provocando  ó  acelerando  el  curso  de  las  reacciones,  y  de  la. 
cual  nada  sabemos  respecto  á  su  mecanismo  intimo,  sólo  e<mocemos  sus 
efectos.  El  intento  de  explicar  el  proceso  de  la  acción  de  dicha  zimasa  sería 
aquí  inoportuno,  porque  este  problema  especial  ha  de  plantearse  junta- 
mente con  él  de  la  acción  de  todas  las  zimasas,  y  resolverlo  respecto  á  una 
será  poner  en  claro  el  hoy  obscuro  papel  de  los  catalizadores  en  el  curso  de 
los  procesos  bioquímicos.  Revelar  los  mecanismos  de  las  acciones  zimási- 
cas  será  descifrar  la  clave  de  las  condiciones,  al  parecer  extraordinarias,  en 
que  se  efectúan  las  mutaciones  materiales  en  los  organismos. 

Bemitimos  el  problema  particular  de  la  zimasa  coagulante  al  genera)  de 
las  acciones  zimásicas,  cuya  resolución  despejará  la  gran  incógnita  de  la 
Biología,  y  me  limitaré  á  consignar  que  no  debe  sorprender  que  la  zimasa 


308 

«n  cQeatiÓQ  sólo  coagali^á  un»  de  las  tres  proteiaas  coezistentes  en  el  plas- 
ma, no  sólo  por  ser  la  más  coaf^olable,  según  queda  dicho,  sino  también  por 
ser  especifica  la  acción  de  todas  las  zimasas,  como  consecaencia  de  la  asi- 
metría de  sns  moléculas,  por  la  cual  ha  dicho  EL  Fisoher  que  deben  ser 
imaginadas  en  sus  relaciones  con  las  materias  fermentables  como  la  llaye 
Teepecto  á  la  cerradura. 

Por  la  acción  especifica  de  la  zimasa  coagulante  sobre  el  fibrinógeno  es 
por  lo  que  se  la  ha  denominado  fibrinofermento. 

Para  explicar  la  transformación  del  fibrinógeno  en  fibrina,  Tolramos  la 
yista  á  los  estudios  efectuados  por  los  químicos  sobre  la  coagulación  de  las 
disoluciones  (ó  mejor  dicho  de  las  seudodisoluciones)  coloides,  y  prescin- 
diendo, por  conceptuarlas  poco  aplicables  al  caso  presente,  de  las  teorías 
basadas  en  la  carga  eiectroestática  de  los  iones  procedentes  de  la  disocia- 
ción de  los  electrolitos,  estimándolas  á  lo  sumo  como  ezplicatiras  de  las 
acciones  determinantes,  pero  no  de  las  eficientes,  nos  fijaremos  en  las  teo- 
rías  químicas,  y  especialmente  en  la  formulada  por  J.  Dnclauz. 

En  el  estudio  de  las  condiciones  de  formación  del  ferrocianuro  cúprico 
afiadiendo  muy  paulatinamente  disolución  diluidísima  de  sulfato  de  cobre 
á  otra  de  ferrocianuro  potásico,  observó  que  en  el  primer  momento  se  ini- 
cia la  formación  de  un  ferrocianuro  potasicocúprico  que  queda  disuelto, 
constituyendo  disolución  coloide,  en  el  cual  es  mínima  la  proporción  de  co- 
bre, pero  á  medida  que  esta  ya  aumentando  por  la  adición  de  cantidades 
sucesiras  de  sulfato,  llega  un  punto  en  que  se  rompe  el  metaestabilismo 
de  la  disolución  coloide  y  aparece  el  precipitado,  el  cual  sigue  todavía 
transformándose  en  el  seno  del  líquido  en  el  sentido  de  ir  perdiendo  pota- 
sio y  ganando  cobre  hasta  el  límite  de  la  total  coaversión  del  ferrocianuro 
potásico  (Fe  C¡^  K^)  en  ferrocianuro  cúprico  {Fe  Cy^  Cu*). 

Bsta  gradual  transformación  entré  los  dos  indicados  extremos  se  efectúa 
siempre  de  manera  que  en  las  formas  intermedias  Fe  Cy*  KT"  Cur  las  pro- 
porciones de  potasio  y  cobre  han  de  sumar  las  cuatro  valencias  correspon- 
dientes á  la  saturación  del  radical  ferrocianógeno  {.Fe  Cy*""). 

De  este  hecho  y  de  otros  análogos  concluye  J.  Duclaux  que  da  composi- 
ción química  de  un  coloide  es  variable  entre  limites  distantes,  debiendo 
«er  considerada  como  una  función  continua  de  la  del  liquido  intergranular, 
al  cual  nada  se  puede  añadir  sin  que  el  coloide  se  apodere  de  algo». 

£1  proceso  relativo  á  la  coagulación  lo  subordina  J.  Duclaux  á  las  dos 
leyes  siguientes : 

1/  La  coagulación  de  un  coloide  va  siempre  acompañada  de  un  cambio 
de  composición  química. 

2.*  Este  cambio  consiste  en  la  sustitución,  en  proporciones  equivalentes, 
de  ciertos  radicales  del  coloide  por  los  de  la  substancia  coagulante. 

Tal  importancia  concede  el  investigador  de  las  precedentes  leyes  á  dicha 
sustitución,  que  llega  hasta  indicar  que  podrá  ser  utilizada  para  el  conoci- 
miento de  la  estructura  química  de  substancias  complejas,  efectuando  la 
sustitución  de  radicales  orgánicos  |por  radicales  metálicos. 

Veamos  ahora  la  transcendencia  de  las  ideas  precedentes  al  conocimien- 
to del  mecanismo  de  la  coagulación  de  la  sangre. 

Es  verdad  que  Hammarsten  patentizó  que  el  fibrinógeno  y  la  fibrina 


309 

oontienen  igaal  proporción  de  calcio,  pero  al  misn^  tiempo  paso  de  mani- 
fiesto que  la  segunda  contiene  mayor  proporción  de  materia  mineral  que  el 
primero,  aportando  con  este  dato,  aanqne  sin  hacerlo  notar,  un  nuevo  tes- 
timonio á  lo  observado  por  Frennd  respecto  á  los  fosfatos  contenidos  en  la 
fibrina. 

Bn  el  análisis  del  fibrinógeno  y  de  la  fibrina  de  la  misma  procedencia 
encontró  Hammarsten  las  siguientes  proporciones  de  cenizas : 

Oaalna  {k  100.  GmUmi  pb  100. 

Fibrinógeno  (a) 0,347      Fibrina  (a) 0,432 

Fibrinógeno  (b) 0,.310      Fibrina  (b) 0,570 

No  se  ha  fijado  la  atención  en  estos  datos  todo  lo  que  en  mi  sentir  debía 
fijarse. 

Siempre  forma  parto  de  la  materia  organizada  una  cierta  proporción  de 
náateria  miperal,  pequeña  en  los  tejidos  blandos  y  grande  en  los  tejidos 
duros. 

Gomo  término  medio,  los  músculos  contienen  1*2  por  100  de  sales  mine- 
rales, el  tejido  cartilagíneo  de  8  á  6  por  100  y  el  óseo  22  por  100. 

Es  digno  de  ser  notado  que  á  medida  que  aumenta  la  proporción  de  ma- 
teria mineral  se  ve  más  simplificada  la  constitución  quimica  de  la  materia 
orgánica.  La  del  tejido  muscular  tiene  toda  la  complejidad  de  las  proteí- 
nas, la  del  cartilagíneo  es  menos  compleja  que  la  de  aquél,  pero  mucho  más 
que  la  del  óseo ;  la  oseina  es  una  fracción  del  condromucoide. 

Reconociendo  que  en  la  materia  organizada  no  existe  el  supuesto  dualis- 
mo de  la  orgánica  y  la  mineral,  sino  que  todos  sus  componentes  forman 
armónico  conjunto,  á  semejanza  de  los  diferentes  radicales  que  integran 
las  moléculas  complejas,  cabe  suponer,  aplicando  al  génesis  de  la  materia 
de  los  tejidos  las  precedentes  ideas  de  J.  Duclaux,  que  ec  este  génesis, 
como  en  el  proceso  de  coagulación  de  los  coloides  disneltos,  hay  sustitución 
parcial  de  radicales,  reemplazando  en  proporciones  equivalentes  los  de  la 
materia  mineral  á  los  de  la  materia  orgánica. 

Aceptada  esta  suposición  que  concuerda  perfectamente  con  los  hechos 
conocidos,  y  recordando  que  la  proporción  de  materia  mineral  de  la  fibri- 
na es  mayor  que  la  del  fibrinógeno,  nada  violento  resulta  imaginar  la  coa- 
gulación de  la  sangre  como  un  principio  de  formación  de  materia  organi-» 
ada  á  expensas  del  más  fácilmente  coagulable  de  los  albuminoides  circu- 
lantes, motivando  el  tránsito  de  la  disolución  al  coágulo  un  comienzo  de 
sustitución  de  radicales  de  la  molécula  del  fibrinógeno  por  radicales  metá- 
licos. 

La  causa  determinante  de  esta  coagulación  debe  ser  la  catalizadora  del 
fibrinofer meato  actuando  á  la  manera  de  los  fermentos  intracelulares  que 
colaboran  en  los  procesos  bioquímicos  de  la  célula,  y  que  según  Hofmeis- 
ter  realizan  en  el  curso  de  su  producción  sucesiva  el  epigénesis  de  las  for- 
mas  organizadas. 

Siendo  el  fibrinógeno  una  globulina,  y  el  fibrinofermento  un  nucleopro- 
teido,  Xiueáe  considerarse  la  coagulación  de  la  sangre,  según  dice  Bottazzi, 
como  un  primer  vago  indicio  de  la  propiedad  plasmadora  de  las  globulinas 


310 

j  de  los  nucleoproteidA  Y  hasta  la  birefríngencia  de  los  filamentos  de 
fibrina  observada  por  Ekrmana,  rebela  la  producción  de  la  materia  anisó- 
tropa  formadora  de  todos  los  elementos  contráctiles,  desde  las  fibras  mioi- 
des  de  los  infasorioe  hasta  las  del  tejido  muscular  estriado. 

Guando  las  acciones  de  las  zimasas  que  determinan  la  producción  de 
materia  organizada  tienen  el  freno  de  la  autorregulación  del  proceso  fisio- 
lógico, sólo  se  ejercen  en  la  medida  de  la  nutrición  y  desarrollo  de  las  cé- 
lulas, pero  ejercidas  extemporáneamente  j  en  las  condiciones  violentas  de 
la  sangre  extravasada,  originan  coágulos  informes  de  materia  que  quími- 
camente se  asemeja  á^a  organizada,  pero  sin  la  forma  con  que  se  moldea 
«n  el  seno  de  los  elementos  celulares. 

Y  como  un  argumento  más  en  favor  de  esta  conclusión,  aunque  la  ma- 
teria formada  es  anhiita,  también  puede  tomarse  en  cuenta  la  intervención 
,del  agua.  Los  coloides  llamados  estables  (que  son  principalmente  las  ma- 
terias proteicas)  absorben  al  coagularse  mayor  cantidad  de  agua  que  los 
llamados  inestables  (que  son  los  minerales),  y  el  agua  retenida  en  el  coá- 
gulo que  antes  se  atribuía  á  la  imbibición  se  refiere  hoy  al  género  de  combi- 
naciones denominado  compuestos  dé  absorción.  Uno  de  estos  hidratos  es  el 
que  debe  formarse  en  el  coágulo  sanguíneo,  á  semejanza  de  los  formados 
en  la  intimidad  de  los  tejidos,  y  en  los  cuales  es  forzoso  suponer  que  loe 
albumioides  y  el  agua  están  unidos  químicamente  para  explicar  la  cons- 
tancia de  sus  proporciones  respectivas  en  el  curso  de  los  cambios  materia- 
les del  organismo. 

De  ser  cierta  la  supuesta  sustitución  de  algunos  radicales  de  la  molécula 
del  fibrinógeno  por  radicales  metálicos,  deben  quedar  en  el  líquido  en  que 
se  deposita  el  coágulo  de  la  fibrina  los  radicales  sustituidos,  y  la  demostra- 
ción de  su  presencia  sería  testimonio  incontestable  de  la  tesis  sustentada. 

Si  bien  no  es  posible  presentar  la  prueba  directa  que  en  este  caso  se 
pide,  pueden  citarse  algunos  hechos  que  parecen  confirmar  por  modo  indi- 
recto la  indicada  transformación  química. 

•  Observaron  Fredericq  y  Hammarsten,  y  lo  ha  confirmado  Arthus,  que 
en  las  disoluciones  de  fibrinógeno,  cuidadosamente  purificada^ de  seroglo- 
l)ulina,  al  ser  coaguladas  mediante  el fibrinofermento,  no  todo  el  fibrinó- 
geno se  convierte  en  fibrina,  sino  que  una  parte,  en  la  proporción  del  $0  al 
40  por  100,  queda  disuelta  y  convertida  en  una  nueva  materia  albuminói- 
dea,  denominada  fibringlobulina  coagulable,  á  64''  (temperatura  distante  de 
la  de  56''  á  que  se  coagula  su  generador),  y  con  una  composición  elemental 
que,  según  análisis  de  Hammarsten,  aunque  difiere  poco,  no  es  completa- 
mente igoal  á  la  del  fibrinógeno  ai  á  la  de  la  fibrina. 

Por  otra  parte,  la  composición  elemental  de  estas  dos  materias  albumi- 

nóideas  tampoco  es  idéntica,  según  los  siguientes  datos  de  Hammarsten, 

referidos  á  100  partes : 

O  H  N  S  O 

FíbriDÓgeno 52,03        6,90        16,66         1,25         22,26 

FibrÍDa 52,6S        6,83        16,91  1.10         22,48 

Relacionando  estas  diferencias  con  la  anteriormente  indicada  de  ia  pro- 
porción de  ceDMatt  7  también  con  las  vistas  por  J.  Duclaux  en  el  proceso 


311 

de  la  ooagalación  de  los  coloidea  disneltos,  ¿no  resalta  lógico  admitir  una 
sudtitación  de  radicales  orgánicos  por  radicales  metálicos  en  el  tránsito  del 
íibrinógeno  á  la  fibrina?  Y  si  esta  sustitución  es  la  que  produce  la  materia 
constitutiva  de  los  elementos  organizados,  resulta  que  la  sangre  se  coagula 
á  consecuencia  de  la  transformación  química  oorrelatiya  á  un  yerdadero 
proceso  fisiológico;  pero  desarrollado  en  este  caso  en  condiciones  anorma- 
les, de  igual  manera  que  el  aumento  de  la  destrucción  intraorgánica  de  los 
eritrocitos  produce  el  infarto  del  hígado,  por  desempeñar  esta  glándula  en 
estado  normal  el  papel  de  catabolizar  la  hemoglobina. 

Podría  tratarse  aqní  de  la  acción  anticoagulante  de  las  al  humosas,  del 
suero  sanguíneo  de  la  anguila,  de  los  extractos  de  tejidos  y  del  extracto  de 
•sanguijuela;  pero  las  acciones  de  todas  estas ^ub^tancia8,  cuyos  efectos,  en 
general,  son  mucho  más  notables  in  vivo  que  ¿n  vitro^  se  refieren  hoy  al  des- 
conocido proceso  de  la  formación  de  los  anticuerpos  que  neutralizan  el  po- 
der Xsoagulante  del  fibrinofermento,  y  la  explicación  de  estos  fenómenos 
negativos  queda  reducida  á  suponer  la  anulación  del  poder  catalizador  de 
la  zimasa,  que  determina  la  producción  del  coágulo  de  fibrina  á  expensas 
del  fibrinógeno  con  el  concurso  de  sales  minerales. 

Conclusiones :  1/  La  coagulación  de  la  sangre  es  un  fenómeno  físicoquí- 
mico  como  el  de  la  coagulación  de  los  coloides  disueltos. 

2.*  El  zimógeno  exudado  por  las  plaquetas  es  el  que,  unido  á  la  cal, 
forma  el  catalizador  que  determina  la  producción  de  la  fibrina  á  expensas 
del  fíbrinóflreno  y  de  las  sales  disueltas  en  el  plasma. 

3.*  La  coagulación  de  un  coloide  disuelto  es  consecuencia  de  un  cambio 
de  composición,  en  el  que  son  sustituidos  algunos  de  sus  radicales. 

4.*  La  producción  déla  fibrina  es  consecuencia  de  un  ingreso  de  radica- 
les metálicos  en  el  fibrinógeno,  en  igual  forma  que  se  produce  la  materia 
organizada. 

5.*  La  coagulación  de  la  sangre  puede  conceptuarse  momento  inicial  de 
un  proceso  bioquímico,  cuyos  momentos  ulteriores  se  van  sucediendo  desde 
el  de  la  formación  de  la  materia  de  los  tejidos  blandos,  hasta  la  formación 
del  cartilagíneo,  del  óseo  y,  finalmente,  del  dentario.  * 

Feefaturla.— El  Dr.  A.  Muñoz  Ruit  de  Faaanis  defiere  mucho  de  lo  que  se 
ha  dicho  acerca  de  la  natnraleza  de  esta  enfermedad;  afirma,  como  otros 
lo  han  hecho  también,  que  precede  y  acompaña  á  la  tuberculosis  y  á  la 
glucosuria,  por  lo  que  las  pérdidaa  fosfáticas  son  consideradas  por  Teissier 
como  una  especie  de  diabetes  sacarina  latente,  y  admite  como  cierta  la  hi- 
pótesis de  que  la  fosfaturia  obedece  siempre  á  ¿n  trastorno  nutritivo  de 
verdadera  importancia,  pudiendo  aparecer  estando  el  rifión  en  la  mayor  in- 
tegridad fisiológica,  y  creyendo  además  que  las  alteraciones  del  filtro  renal, 
de  cierto  orden,  pueden  ser  causa  de  que  la  fosfaturia  aparezca  cuando  los 
sujetos  están  á  ella  predispuestos. 

Hace  la  historia  clínica,  con  riqueza  de  detalles,  de  algunos  casos  de  fos- 
faturia sobrevenidos  en  sujetos  con  predisposición  marcadísima  para  la  tu- 
berculosis, y  que  padecían  de  litiasis  renal,  después  de  haber  sufrido  un  có- 
lico nefrítico  y  arrojado  gran  cantidad  de  arenillas,  como  también  de  otros 
casos  de  fosfaturia  sobrevenida  después  de  una  albuminuria,  que  se  hi- 
cieron refractarios,  y  hasta  llegaron  á  ser  mayores  las  pérdidas  fosfáticas 


312 

con  el  régimen  que  los  grandes  maestros  recomiendan  en  esta  enfermedad, 
j  se  cararoD,  por  lo  menos  aparen  temen  te,  de  la  fosfatnria,  con  el  régimen 
lácteo  absoluto. 

También  refiere  qne  ha  risto  snjetos  con  fosfataría  primero  y  al bami na- 
na después,  terminando  este  interesante  trabajo  con  las  siguientes  concia* 
siones : 

La  existencia  de  la  albuminuria  sin  antecedentes  de  enfermedad  renal 
debe  ser  motivo  para  suponer  que  puede  estar  ligada  á  la  fosfaturia,  asi 
como  la  fosfaturia  puede  hacer  sospechar  su  origen  albuminúrico  ó  alguna, 
alteración  renal. 

Cuando  la  fosfaturia  no  desaparece,  á  pesar  del  régimen  higiénico  y  me- 
dicamentos más  indicados,  e\  enfermo  deberá  someterse  al  uso  exclusivo  de 
la  leche,  pues  hay  muchos  casos  en  los  cuales  la  dieta  láctea  sola  determi- 
na la  curación. 

Csfflpesieién  de  les  glóbulos  rejes  de  la  sanire.  --  El  Dr.  E.  Albrbcht:  La 
capa  snperflcial  de  los  eritrocitos  está  formada,  en  los  vertebrados,  por  unik 
substancia  lipoide  O^citina),  más  abundante  en  los  mamíferos.  La  propie- 
dad principal  de  esta  substancia,  como  todas  las  grasas,  es  una  afinidad 
especial  por  el  oxigeno  que  acumula  en  disolución  sólida  y  transmite  des- 
pués á  la  hemoglobina.  Acumula  también  y  sirve  de  vehículo  á  las  subs- 
tancias disueltas  en  el  suero  sanguíneo  que  tienen  más  afinidad  por  los 
lipoides  qne  por  el  agua  (alcohol,  cloroformo,  éter,  etc). 

El  interior  del  eritrocito  no  contiene  elementos  estructurales;  os  un 
fluido  más  ó  menos  homogéneo  en  el  que  está  disuelta  la  hemoglobina; 
para  qne  ésta  quede  libre  es  necesario,  no  sólo  qne  se  destruya  por  com- 
pleto ó  en  parte  la  capa  externa  lipoide  del  glóbulo,  sino  también  que  se 
altere  su  contenido,  fil  núcleo  de  los  eritrocitos  contribuye,  según  toda 
probabilidad,  á  la  producción  de  la  lecitina  superficial  y  quizá  también  á 
la  formación  de  la  hemoglobina. 

Por  consiguiente,  todo  lo  que  sabemos  actualmente  respecto  á  la  estruc- 
tura del  glóbulo  rojo  le  hace  considerar  como  un  cuerpo  oxigenóforo,  y  en 
general,  gasóforo  por  esencia.  —  F.  Toledo.  ^ 

(Continuará). 


SOCIEDAD    DS    MEDICINA    DB    BBRLÍN 

S$Mn  dü  dia  4  de  Julio  de  Í90€. 

Tumer  retrefarfngee.^El  Dr.  Af,  Listhauer  presenta  una  joven,  que  desde 
hace  cuatro  afios  venia  padeciendo  de  dificultad  en  la  deglución ;  cuando 
la  vio  el  autor,  estaba  sumamente  demacrada.  El  globo  ocular  isquierdo 
estaba  hundido,  la  pupila  reducida  de  tamafio.y  la  hendidura  palpebral  ' 
estrechada  La  paciente  estaba  ronca  y  respiraba  con  mucha  dificultad» 
En  las  fauces  había  un  tumor  retrufa* íngeo,  que  extirpó  el  autor  desde 
fuera  por  el  cuello.  La  herida  se  curó  sin  ningún  incidente,  aunque  sobre- 
vino parálisis  de  la  deglución  con  carácter  transitorio.  La  mitad  izquierda 
del  velo  del  paladar  está  paralizada  todavía,  y  también  persiste  aún  una. 


313 

paráliflisdel  recurrente  izquierdo;  Ambos  aintomas  hay  que  atribairloe  á 
i*  presión  ejercida  por  el  tumor,  sobre  el  tronco  del  neumogástrico.  Igual- 
mente persiste  el  hundimiento  del  globo  ocular,  hundimiento  que  es  debi- 
do á  la  presión  sufrida  por  el  simpático.  £1  examen  microscópico  ha  de- 
mostrado que  el  tumor  es  un  fíbrosarcoma. 

Esplreeetes  en  la  sffilie  terelaria.  —  El  Dr.  Benda  presenta  preparaciones 
de  espirooetes  procedentes  de  una  arteritis  cerebral  sifilítica,  ó  sea  de  un 
caso  de  sífilis  terciaría.  Muchos  de  los  espirocetes  están  deshechos  y  apa- 
recen como  granulaciones  ó  fragmentos;  otros  aparecen  largos  y  rectos. 

Cáleulee  billares  alejados  en  un  divertfeule  de  Meekei.  —  El  Dr.  HoUander 
refiere  que  en  un  caso  de  peritonitis,  practicó  la  laparotomía  á  las  diez  ho- 
ras de  haberse  iniciado  la  enfermedad,  y  creyendo  que  ésta  había  tenido  su 
punto  de  partida  en  el  apéndice  rermiforme  se  dirigió  á  buscarlo.  En  efec- 
to, estaba  alterado,  pero  sus  alteraciones  y  lo  mismo  las  adherencias  que 
le  rodeaban,  eran  evidentemente  más  antiguas  y  habí^  terminado  su  evo- 
lución. De  la  cavidad  abdominal  salía  pus,  y  al  reconocerla  por  medio  del 
tacto,  se  tropezó  en  la  cavidad  de  Douglas  con  una  asa  gangrenosa,  la  cual 
al  ponerla  más  á  la  vista,  se  vio  que  no  era  otra  cosa  que  un  divertículo  de 
Meckel  lleno  de  cálculos  biliares  y  perforado.  Se  extirpó  dicho  divertículo 
y  el  enfermo  recobró  su  salud,  ün  meteorismo  que  se  presentó  pasajera- 
mente, se  hizo  desaparecer  por  medio  del  lavado  del  estómago. 

Operación  extrema  6  interior  de  las  supuraciones  de  les  senes  nasales  aeoe- 
sorios.— El  Dr.  Max  Halle  dice  que  para  ilustrar  la  cuestión  relativa  á  las 
indicaciones  de  la  operación  extrema  ó  interior,  en  el  tratamiento  quirúr- 
gico de  las  afecciones  crónicas  de  loe  senos  nasales  accesorios,  investigó 
ante  todo  cómo  se  efectúa  la  curación  natural  en  los  casos  de  empiema  agu- 
do. Insiste  en  que  debe  ser  el  aire  respirado  el  que,  al  pasar  por  las  fosas 
nasales,  ejerce  una  presión  negativa  sobre  los  senos  y  aspira  el  pus,  y  al  sa- 
turarse el  aire  seco  que  penetra  en  las  fosas  nasales  con  el  vapor  de  agua, 
deseca  también  dichos  senos  y  de  este  modo  los  desinfecta.  Semejante  efec* 
to  es  más  intenso  aún  con  la  inspiración  forzada  y  en  el  acto  de  sonarse. 
Así  que,  cuando  este  acto  se  practica  con  fuerza  y  las  fosas  nasales  se  ha- 
bían limpiado  de  antemano,  sucede  muchas  veces  que  si  el  pus  es  muy 
líquido,  se  le  ve  salir  de  los  senos. 

El  autor  juzga  necesario  que  también  se  tenga  en  cuenta  este  efecto  en 
el  tratamiento  de  los  empiemas  crónicos,  y  se  propone  examinar  hasta  qué 
punto  obran  en  el  mismo  sentido  los  métodos  terapéuticos  usuales  y  su  gra- 
do de  eficacia  para  obtener  la  curación. 

La  operación  del  seno  maxilar  desde  un  alvéolo  es  operación  que  toda- 
vía se  practica  mucho.  La  apertura  de  la  cavidad  en  el  punto  más  bajo, 
que  es  el  fin  de  dicha  operación  para  facilitar  el  desagüe  del  seno,  resulta 
de  ilusorios  resultados,  porque  se  hace  preciso  introducir  en  el  acto  un  ob« 
turador  en  la  abertura  practicada,  con  lo  cual  el  seno  vuelve  á  estar  ce- 
rrado por  todas  partes  y  sólo  se  abre  en  los  momentos  de  los  lavados.  Pero 
con  esto  la  abertura  en  el  punto  más  bajo  es  inútil,  en  el  concepto  quirúr- 
gico,, puesto  que  viene  á  ser  indiferente  que  una  cavidad  se  la  lave  desde 
arriba  ó  desde  abajo.  Más  aún,  se  dificulta  la  desecación  del  seno  y  obran 
como  irritantes  los  lavados  y  el  obturador. 


314 

Lft  únie»  TesUjs  de  máe  método^  1*  deqseiepraiU  iBC)orá« 
d*  por  d  núaio  eof ermo,  w  pseda  eoBS^oir  de  otre  Buaerm  coa  la  i 
eoflBodided  j  eos  m^or  reenltedo.  En  efeeio,  ke  rcenhedoB  del  nétodo  de 
Cooper  mo  mm  maj  DoteUes  en  loe  eeeoe  de  empienm  crónico,  pneeto  qne 
es  mn j  freeoente  qne  loe  enformoe  eetén  tometídoe  Teños  efioe  á  tiwtn* 
ndeofto,  sin  conecgnír  en  cnndón  definittTa.  El  antor  ha  tratado  jeorado 
á  mnehoe  de  eetoe  enfermos  por  la  Tia  endonasal. 

La  operación  por  la  íbea  canina  tiene  loe  nusmoe  iaconTenientes  qne  la 
de  Cooper,  pero  en  ma/or  escsli ;  en  cambio,  permite  examinar  perfecta- 
mente el  interior  áú  seno.  Por  lo  tanto,  debe  ser  considerada  siempre  como 
mnj  adecnada  para  las  operadonee  radicales  de  qne  abora  se  trata;  esto 
no  obstante,  por  loe  motÍTos  antee  expresados  conriene  mnchiaimo  qne  se 
cierre  el  seno  lo  máe  pronto  posible  para  qne  la  cnración  se  efectúe  en  las 
mejores  condiciones. 

El  método  de  Miknlicz-Exanse,  ó  sea  el  de  la  perforadón  por  el  meato 
nasal  inferior,  satisface  en  parte  al  principio  reconocido  como  de  mncba 
importancia,  pero  el  tratamiento  consecntiyo  es  d<4oroso  y  oUiga  dema- 
siado ai  paciente  á  depoider  del  médico.  El  antor  cree,  conforme  en  esto 
con  otros,  qne  es  ma/  conreniente  abrir  ampliamente  el  seno  por  el  meato 
nasal  inferior  para  poder  lograr  nna  eracnaeión  duradera  del  pns  ó  en  sn 
caso  ana  aspiración  del  mismo  j  para  qne  el  paciente  pueda  tratarse  á  si 
mismo.  El  aator  abre  el  antro  con  una  fresa  de  trépano,  por  medio  de  la 
cnal  también  se  puede  quitar  el  bueso  hasta  llegar  al  suelo  de  las  fosas 
nasales. 

Abre  el  esfenoídes  deede  adentro  por  medio  del  escoplo  y  según  la  ex- 
tensión del  proceso  morboso  quita  toda  la  pared  ó  tan  sólo  una  parte,  em- 
pleando en  el  primer  caso  una  fresa  de  extremo  romo  y  morida  por  la  elec- 
tricidad. 

El  etmoides  es  yaciado  desde  adentro  y  conrertido  hasta  donde  es  posi- 
ble en  una  gran  caridad  que  después  se  cura  sin  grandes  dificultades.  Las 
células  anteriores  del  etmoides  se  abren  lo  mismo  que  el  seno  frontal. 

El  autor  afirma  que  se  pueden  sondar  todos  los  senos  frontales  afectados 
de  lesión  crónica.  Se  han  hecho  dirersas  tentatiras  para  proporcionar  de- 
sagüe al  pus,  bien  dilatando  el  conducto  excretor  ó  creando  uno  artificial, 
pero  hasta  ahora  han  sido  poco  fructuosas  dichas  teotatíras.  Gonriene  re- 
cordar que  el  conducto  nasofrontal  siempre  está  limitado  lateralmente,  de 
un  modo  directo  ó  casi  directo  por  la  lámina  papirácea  y  por  detrás  por  la 
lámina  interna.  Por  delante  sobresale  mucho  una  espina  nasofrontal  inter- 
na que  empaja  el  conducto  hacia  atrás.  Esta  espina  puede  quitarse  sin 
ningún  peligro.  Para  ello  el  antor  desliza  sobre  la  sonda  introducida  un 
protector  flexible,  y  costeando  éste  penetra  hacia  adelante  y  arriba  con 
uoa  sonda  morida  por  la  electricidad,  procediendo  siempre  con  una  rigi- 
lancia  muy  escrupulosa. 

Oaando  la  abertura  es  tan  amplia  que  ya  puede  pasar  por  ella  la  punta 
de  la  fresa,  se  cambia  ésta  por  otra  de  punta  roma,  se  dilata  con  ella  el 
conducto  hasta  que  pueda  introducirse  en  él  otra  fresa  piriforme  de  extre- 
mo también  romo,  con  la  cual  sólo  se  paede  quitar  hueso  hacia  abajo.  Con 
esta  fresa  se  puede,  sin  peligro  alguno,  quitar  hueso  hasta  abrir  ampUiH' 


316 

mente  el  seno  frontal  y  garantizar  el  desagüe  franco  de  un  modo  definiti- 
vo. Las  prominencias  pequefias  se  qaitan  con  escoplos  especiales.  De  este 
modo  se  quitan  también  radicalmente  todas  las  células  etmoidales  ante- 
riores y  podemos  ya  orientarnos  mejor  para  operar  las  posteriores. 

El  autor  presenta  ocho  preparaciones  de  otros  tantos  casos  operados  por 
el  procedimiento  que  aconseja  é  insiste  muy  especialmente  en  el  principio 
de  operar  por  dentro,  reservando  las  operaciones  por  afuera  para  aquellos 
caaos  en  que  no  es  suficiente  el  tratamiento  interno. 

El  Dr.  Af .  Senator  dice  que  en  otro  tiempo  empleó  la  barrena  movida 
por  la  electricidad,  pero  hubo  de  abandonarla,  porque  las  heridas  que  hace 
no  son  lisas,  desgarra  la  mucosa  y  puede  fácilmente  dar  origen  á  la  forma- 
ción de  esquirlas  ó  de  fisuras;  además,  no  es  posible  orientarse  mientras 
se  está  operando,  y  por  otra  pa]:te,  como  varían  algo,  según  los  individuos 
la  situación  del  seno  frontal  y  de  su  conducto  excretor,  no  deja  de  tener  sus 
peligros  el  operar  á  ciegas.  Asi  no  es  extrafio  que  haya  habido  casos  en 
que,  con  este  procedimiento  se  han  producido  grates  lesiones  accesorias 
seguidas  en  un  enfermo  de  meningitis  traumática. 

El  Dr.  Ritter  llama  la  atención  acerca  de  las  dificultades  con  que  tropie* 
za  el  diagnóstico  de  las  supuraciones  de  los  senos  frontales,  porque  inme- 
diatas á  éstos  se  encuentran  las  células  infundí bulifor mes  del  etmoides. 
Guando  en  las  autopsias  se  abren  por  afuera  los  senos  frontales,  se  com- 
prueban los  errores  que  se  pueden  cometer  en  estos  casos.  La  abertura 
con  la  barrena  desde  las  fosas  nasales  no  está  exenta  de  peligros,  porque  la 
forma  de  los  senos  frontales  es  muy  variable.'  Sólo  en  un  75  por  100  de  casos 
todo  lo  más,  se  consigue  sondar  dichos  senos  é  introducir,  por  lo  tanto,  el 
protector.  Pero  aunque  éste  se  pueda  introducir,  no  protege  en  realidad, 
porque  para  ello  seria  necesario  que  el  conducto  nasofrontal  fuese  vertical, 
y  esto  no  sucede  siempre  ni  mucho  menos.  Asi  que  cuando  los  demás  mé- 
todos que  acostumbran  emplearse  para  curar  un  empiema  de  los  senos 
frontales,  no  sean  suficientes  para  ello,  es  preferible  proceder  por  afuera. 
De  este  modo  se  logra  en  realidad  una  curación  completa,  sin  que  la  ope- 
ración deje  en  pos  de  si  cicatrices  antiestéticas. 

El  Dr.  Peyeer  pregunta  qué  es  lo  que  ocurre  con  los  empiemas  de  origen 
puramente  dentario  y  teme  que  pueda  pasar  fácilmente  inadvertido  un  tu- 
mor maligno  del  maxilar  superior,  si  no  se  abre  ampliamente  el  seno  ma- 
xilar. Los  senos  frontales  no  siempre  se  pueden  sondar. 

El  Dr.  Bochner  presenta  una  radiografía  que  hace  ver  cómo  una  sonda 
que  se  ha  hecho  penetrar  muy  arriba  en  las  fosas  nasales  no  se  ha  introdu- 
cido, sin  embargo,  en  el  seno  frontal. 

El  Dr.  Halle  rectifica. 

(Deutsche  MedUinal  Zeiíung).  —  R.  dkl  Vallb. 


316 


IMPERIAL  T   REAL  800ISDAD   DS  L08  MEDIÓOS  DB  YIBNA 
SeMn  da  día  15  de  Junio  de  1906. 

Tuiíitrot  dtMrrolladot  después  da  la  aplioaoión  da  las  rayas  X.  —  El  doctor 
Otutavo  Riehl  presenta  preparaciones  de  un  cáncer  epitelial  y  de  nn  sarco- 
ma fosocelnlar,  tumores  ambos  que  se  desarrollaron  en  una  misma  enfer- 
ma y  sobre  una  cicatriz  consecntíra  al  tratamiento  de  un  lupus  por  medio 
de  ios  rayos  X. 

También  presenta  un  enfermo  con  lupus  vulgar  y  además  con  un  carci- 
noma rodeado  de  infiltraciones  luposas.  Este  enfermo  parece  que  ha  sido 
también  tratado  con  los  rayos  Rontgen. 

El  Dr.  Saloman  Ehrmann  no  niega  la  posibilidad  de  que  los  rayos  X  pue- 
dan ser  causa  de  un  epitelioma;  pero  también  es  difícil  negar  el  origen  es- 
pontáneo de  este  último  en  casos  como  Ioa  presentados. 

El  Dr.  Ouido  Hcltknecht  dice  que  desde  el  trabajo^  publicado  por  Unna 
sabemos  que  pueden  desarrollarse  cánceres  sobre  úlceras  producidas  por 
los  rayos  X,  pero  á  condición  de  que  estas  úlceras  contengan  restos  epite- 
liales, cosa  que  no  sucede  en  loe  casos  presentados. 

El  Dr.  Qahor  Ndbl  hace  obserrar  que  como  no  es  raro  que  los  rayos  X  pro. 
Toquen  el  desarrollo  de  una  afección  muy  parecida  al  xeroderma  pigmen- 
tario, no  debe  eztrafiamos  tampoco  que  pueda  dar  origen  á  un  carcinoma, 
pues  sabemos  que  el  xeroderma  predispone  muchísimo  á  esta  enfermedad. 

La  pieoianasa  aa  al  tratamianta  da  la  maniniitis  aarabre-asplaal  y  da  otras 
afeaeianea.  —  El  Dr.  Teodoro  Eicherích  recuerda  que  entre  los  cuerpos  bac- 
tericidas y  no  nociros  para  los  tejidos  se  cuentan  loe  procedentes  de  la  au- 
tolisis  de  las  bacterias.  La  piocianasa  procedente  del  bacilo  piociánico  goza 
en  alto  grado  de  dicha  propiedad.  De  los  ensayos  hechos  por  el  autor  se 
deduce  que  no  es  muy  útil  en  la  difteria  faríngea;  pero  que,  en  cambio,  la 
instilación  una  sola  Tez  de  cinco  gotas  de  piocianasa  en  cada  Tcntana  na- 
sal fué  útilísima  en  una  epidemia  de  gripe  que  se  obserTÓ  en  una  enferme- 
ría de  niños  de  pecho.  También  destruye  el  meningococo  cuando  éste  se  en- 
cuentra en  las  Tías  respiratorias.  Igualmente  fué  útil  en  inyecciones  intra- 
durales  de  8  á  5  centímetros  cúbicos  en  casos  de  meningitis  cerebro  espinal 
observada  en  nifios. 

Embaraza  axtra-uteriaa  aperada.  —  El  Dr.  O.  Th.  Lindmthal  presenta  una 
enferma  que  por  su  anamnesia  y  por  los  datos  de  la  exploración  se  creyó 
que  padecía  de  preñez  intra-uterina  y  quiste  OTárico  intraligamentoso.  En 
la  operación  se  tío  que  se  trataba  de  una  preñez  abdominal  genuína  y  que 
el  saco  embrionario,  después  de  haber  desplegado  las  dos  hojas  del  liga- 
mento ancho  del  mexosalpinx  y  del  mesorreclo,  se  había  desarrollado  den- 
tro de  dichos  ligamentos.  El  útero  estaba  Tacío. 

Tatanla  paratireapriva.  ^  Los  Dres.  Adler  y  Thaller  dan  cuenta  de  expe- 
rimentos que  han  realizado  con  el  objeto  de  esclarecer  la  patogenia  de  la 
tetania  de  las  embarazadas.  Para  ello,  en  hembras  preñadas  se  destruyeron 
parte  de  los  cuerpos  epiteliales,  presentándose  al  poco  tiempo  tetania  gra- 
Te;  en  cambio  no  se  presentó,  ó  sólo  en  forma  muy  Ictc,  cuando  se  hizo  la 


317 

mismA  operación  en  hembras  no  prefiadas.  Oaando  se  extírparoo  por  com- 
pleto los  dos  cuerpos  epiteliales  principales  sobreyino  nn  estado  grayc  de 
caquexia  tetánica  que  excluía  la  posibilidad  de  una  preñez  ulterior.  Cuan: 
do  no  se  extirparon  todos  los  cuerpos  epiteliales,  las  hembras  pudieron  yoI- 
Ter  á  hacerse  preñadas  una  ó  más  veces,  según  la  importancia  de  la  lesión, 
la  cual  influyó  también  en  que  apareciera  ó  no  la  tetania.  Esta  fué  prece- 
dida siempre  dé  alopecia,  que  también  se  ha  obseryado  en  la  tetania  huma- 
na, sobre  todo  en  la  de  las  embarazadas.  En  los  animales  en  los  que  se  ha 
experimentado,  nunca  se  toIyíó  á  presentarla  tetania  en  la  época  de  la  lac- 
tancia. « 

El  Dr.  Antón  de  EinUberg  reconoce  ahora,  contra  su  antigua  opinión,  que 
la  tetania  experimental  es  originada  por  la  falta  de  los  cuerpos  epiteliales. 
Pineles  explica  la  aparición  tardía  de  la  tetania  coincidiendo  con  la  recidiva 
del  bocio,  por  el  hecho  de  que  éste  llega  á  comprimir  los  cuerpos  epitelia- 
les; pero  como  la  clínica  enseña  que  en  la  mayoría  de  los  casos  con  el  nuevo 
crecimiento  del  bocio  desaparece  la  tetania,  hay  que  admitir,  por  el  con- 
trario, que  también  se  hipertrofian  los  cuerpos  epiteliales. 

Oon  este  motivo  cita  el  autor  el  caso  de  una  mujer  á  la  que  se  le  extirpó 
el  bocio  el  año  1886,  presentándose  al  cabo  de  cierto  tiempo  síntomas  de 
tetania,  que  fueron  reemplazados  después  por  una  caquexia  crónica. 

El  año  1887,  embarazo  sin  ningún  accidente.  El  1888  nuevo  embarazo,, 
durante  el  cual  se  desarrolló  un  tumor  en  el  mango  del  esternón,  desapare- 
ciendo al  mismo  tiempo  los  síntomas  caquécticos.  En  1891,  el  tumor  creció 
rápidamente  y  se  presentaron  dolores.  En  el  cuello  no  había  el  menor  indi- 
cio de  recidiva  del  bocio,  pero  sospechando  que  se  trataba  de  un  tumor  ma- 
ligno se  extirpó  la  neoplasia  en  el  año  1892,  viéndose  que  se  trataba  de  un 
cáncer  de  células  cilindricas  desarrollado  en  una  metástasis  del  bocio.  A 
los  nueve  días  de  la  operación  síntomas  de  tetania,  que  después  de  una  re- 
misión volvieron  á  presentarse.  Después  nueva  mejoría,  seguida  de  sínto- 
mas de  caquexia,  sin  que  ésta  se  hubiese  aliviado  por  la  aparición  de  un 
tumor  en  la  escápula.  En  noviembre  de  1898  la  enferma  dio  á  luz  un  niño 
sano,  y  al  poco  tiempo  de  esto  sucumbió  con  síntomas  de  caquexia. 

En  este  caso  és  de  creer  que  el  cuerpo  epitelial  accesorio  que  estaba  co- 
locado detrás  del  esternón  y  que  se  había  hipertrofiado  después  de  la  pri- 
mera operación,  fué  extirpado  coando  la  resección  esternal. 

El  autor  dice  que  en  la  clínica  de  Billroth  se  observaron  hasta  el  año 
1890  doce  casos  de  tetania  consecutiva  á  extirpación  total  del  bocio;  de 
ellos,  cinco  fallecieron  de  tetania  fulminante  y  tres  de  tetania  crónica;  dos 
quedaron  con  tetania  crónica  persistente;  de  los  otros  dos  de  tetania  tam- 
bién crónica,  uno  mejoró  al  recidivar  el  bocio  y  otro  curó  espontáneamen- 
te. En  estos  últimos  cinco  años,  de  856  operaciones  de  bocio,  sobrevino  te- 
tania en  16;  en  11,  ligerisima;  en  dos,  en  que  fué  algo  más  persistente,  se 
curó  con  tabletas  de  substancia  tiroidea.  En  dos  casos  ya  existía  la  tetania 
antes  de  la  operación. 

Vemos,  por  lo  tanto,  que  la  tetania  se  ha  hecho  mucho  más  rara  desde 
que  ya  no  se  extirpa  todo  el  bocio,  procedimiento  con  el  que  se  evita  tam- 
bién la  destrucción  completa  de  los  cuerpos  epiteliales. 

La  disección  cuidadosa  del  recurrente  y  la  ligadura  exacta  de  la  arteria 


318 

tiroidea  inferior  contri buirán  Umbién  á  este  resnliado.  Se  apelará  á  la  enu- 
cleación, á  la  enacleación  con  resección,  ó  á  la  extirpación,  que  puede  com- 
prender hasta  cuatro  quintos  del  bocio,  según  las  circunstancias  de  cada 
caso.  En  la  actualidad  tiene  tan  poca  importancia  la  tetania  post  operato* 
ría,  que  no  hay  motÍTO  para  modificar  los  procedimientos  adoptados. 

El  Dr.  Ricardo  Paltauf  hace  observar  que,  desde  1901,  yiene  atribuyendo 
la  tetania  á  la  falta  de  los  cuerpos  epiteliales  y  las  alteraciones  en  el  cre- 
cimiento, el  marasmo  y  la  caquexia  4  la  supresión  del  cuerpo  tiroides.  El 
autor  ha  observado  la  hipertrofia  compensadora  de  los  cuerpos  epiteliales 
en  cabras,  4  las  que#e  les  había  extirpado  el  cuerpo  tiroides  para  admi- 
nistrar su  leche  4  enfermos  de  mal  de  Basedow. 

El  Dr.  Max  Kassowitt  entiende  que  seria  prematuro  aplicar  los  datos 
obtenidos  con  la  tetania  experimental  para  explicar  la  patogenia  de  las  de- 
más formas  de  tetania.  Así  la  tetania  de  loe  niños  raquíticos,  que  es  muy 
frecuente  observar  en  invierno,  sobre  todo  á  su  terminación,  ataca  casi  ex- 
clusivamente 4  niños  que  tienen  la  edad  m4s  apta  para  contraer  el  raqui- 
tismo y  en  los  que  se  encuentran  casi  siempre  signos  evidentes  de  dicha  en- 
fermedad. Ahora  bien;  podía  suponerse  que  en  todos  los  casos  de  tetania 
los  centros  convulsivos  fuesen  irritados  por  substancias  tóxicas,  pero  que 
éstas  no  habría  de  ser  preciso  que  turíesen  siempre  el  mismo  origen.  Así  \ 
en  la  tetania  paratireopríva  serían  de  origen  endógeno  y  obrarían  á  causa 
de  no  ser  neutralizadas  por  la  secreción  interna  de  los  cuerpos  epiteliales. 
En  cambio  en  los  casos  no  operatorios  se  trataría  quizá  de  substancias  tó- 
xicas aspiradas  con  el  aire  exterior,  explicándose  así  el  efecto  rápido  del 
fósforo  que,  por  el  contrario,  es  inactivo  en  las  neurosis  de  origen  no  ra- 
quítico. 

Admitiendo  la  patogenia  indicada  se  explicaría  también  la  aparición  de 
la  tetania  en  determinadas  estaciones  del  año,  y  su  mayor  frecuencia  en 
profesiones  y  oficios  que  se  ejercen  en  locales  cerrados. 

(  WitfTi^r  klinische  Rundschau).  —  R.  dkl  Yallb. 


PERIÓDICOS 


Mode  de  oemprobar  la  diiestién  del  tejide  eenjuntive  por  medie  de  les  rayes 
RSntgon.  —  En  una  de  las  últimas  sesiones  de  la  Sociedad  vienesa  de  Medi- 
cina interna  y  de  Paidopatía,  el  Dr.  Gottvald  Schwarz  dio  á  conocer  el  si- 
guiente procedimiento  de  aplicación  de  los  rayos  Rdntgen  al  estudio  de  la 
digestión  del  tejido  conjuntivo. 

El  paciente  traga  15  decigramos  de  subnitrato  de  bismuto  envueltos  en 
una  película  de  tripa. 

Al  examen  radioscópico  el  bismuto  aparece  como  una  mancha  negra 
mientras  se  conserva  la  película,  pero  una  vez  digerida  ésta,  aparece  el 
subintrato  de  bismuto  como  una  sombra  difusa.  Ahora  bien ;  mientras  la 


319, 

pelioaU  de  tripA  se  disuelye  en  el  estómago  normal  á  las  siete  horas,  en  un 
easo  de  hiperacidez  se  disolyió  á  las  dos,  y  en  cambio  en  otro  de  ptoeis  del 
estómago  no  se  habla  disuelto  á  las  yeinte. 

iZentralblaít  f&r  inaere  A/«2tm).— R.  dbl  Valle. 

Tratanlanto  de  Ia4|eta.  —  Entre  los  medicamentos  más  útiles  para  elimi* 
nar  el  yeneno  gotoso,  el  mejor,  dice  el  Dr.  L.  Williams,  es  el  yoduro  potá- 
sico. Conyiene  emplearle  á  la  dosis  necesaria  y  combinado  con  otros  medi- 
camentos. La  combinación  siguiente  merece  ser  empleada : 

Qnayaoo  en  poWo |        aa^o^^í^ 

Yoduro  potásieo .^ I**   «  ^««gramofc 

Para  on  sello,  tres  al  düu 

81  el  guayaco  produce  efectos  purgantes,  se  reduce  la  dosis  á  la  mitad  ó 
se  agrega  á  cada  dosis  8  á  6  decigramos  de  creta.  Los  salicilatos  son  consi- 
dorados  por  unos  como  útiles  en  la  gota,  y  por  otros  como  perjudiciales.  Se 
les  objeta  producir  efectos  deprimentes  é  irritar  los  rifiones.  El  Dr.  Wi- 
lliams aconseja  la  aspirina  á  la  dosis  de  6  á  12  decigramos.  Los  salicilatos 
no  deben -administrarse  con  alcalinos,  sino  solos  ó  combinados  con  un  me- 
dicamento, como  la  nuez  yómica,  que  no  influya  sobre  el  medio  químico. 
El  ácido  fosfórico  es  muy  recomendado  por  loe  que  creen,  ateniéndose  á  los 
experimentos  de  Joulie,  que  las  manifestaciones  gotosas  son  debidas  á  la 
retención  en  la  sangre  de  substancias  cuya  eliminación  es  fayorecida,  no 
por  los  alcalinos,  sino  por  los  ácidos.  El  ácido  cítrico,  en  forma  de  sumo  de 
limón,  es  útil  en  el  tratamiento  de  la  diátesis  gotosa  y,  según  el  Dr.  Wi- 
lliams, puede  considerarse  como  uno  de  los  medios  más  eficaces  para  com- 
batir la  tendencia  á  la  gota.— (C/i/itca/  Journal),  — F.  Tolbdo. 

laftueneia  faverable  de  los  rayes  R9nt|en  en  las  adenopatfas  tubereulesas  ne 
•upiil'adas. —  El  Dr.  J.  Bergonió  refiere  cinco  casos  de  notable  mejoría  ob- 
seryada  en  infartos  ganglionares  tuberculosos,  no  supurados,  gracias  al 
empleo  de  los  rayos  Rontgen  con  interrupciones  de  una  á  dos  semanas, 
siendo*de  adyertir  que  dichos  infartos  habían  sido  rebeldes  á  todos  loe  de- 
más tratamientos.  En  cambio  los  rayos  Rontgen  no  modificaron  en  lo  más 
minino  el  estado  general  de  los  pacientes. 

(Compt  rendua  de  V Ácad.  des  «cíencss).— R.  dbl  Valle. 

Pvbleteinia  en  el  parto.—  Según  Aubert,  la  pubiotomía  está  exenta  de  las 
objecciones  que  se  hacen  á  la  sinfísiotomia  y  su  mortalidad;  aun  practicada 
por  cirujanos  poco  hábiles,  es  la  mitad  menor  que  la  de  la  operación  cesárea 
ejecutada  por  operadores  competentes.  Como  la  sección  no  se  practica  en  la 
linea  media,  los  sostenes  de  la  yejiga  y  del  uréter  no  corren  peligro  ni  son 
sometidos  á  la  tensión  tejidos  tan  delicados  como  el  clitoris.  El  músculo  es 
más  resistente  que  la  linea  media,  y  hay  menos  peligro  de  desgarro.  La  he- 
morragia jamás  es  abundante,  porque  se  eyitan  los  cuerpos  cayernosos.  La 
tensión  del  adductor  largo  y  del  recto  interno  impide  la  separación  exage- 
rada de  los  fragmentos.  La  unión  del  hueso  seccionado  es  rápida,  y  el  re- 


320 

saltado  mecánioo  siempre  perfecto.  Es  menoe  peligrosa  qae  el  parto  pre* 
maturo  en  pelTÍs  de  diámetro  conjugado  verdadero  inferior  á  siete  centi* 
metros,  y  puede  emplearée  sin  inconyeniente  en  miijeres  febriles.  La  ope- 
ración se  practica  del  modo  siguiente :  se  hace  una  incisión  á  lo  largo  del 
borde  superior  del  pubis  desde  la  linea  media  hasta  la  espina.  8e  deja  al 
descubierto  el  borde  superior  del  hueso,  y  se  introduce  detrás  del  pubis, 
pegada  ^  él,  una  aguja  curva  montada.  8e  hace  una  pequefia  incisión 
en  la  piel  debajo  del  pubis  y  se  saca  á  través  de  ella  la  aguja.  Se  une  al 
extremo  de  la  aguja  una  sierra  de  Gigli,  con  la  que  se  practica  la  sección. 
Las  heridas  pueden  cerrarse  sin  hacer  el  desagüe. 

(Rev,  Afedicale  de  la  SuUse  Romande),  —  F.  Tolsdo. 

Eetudlot  tebre  la  c cuarta»  enfermodad.— El  Dr.  O.  ünruh  cree,  por  loque 
ha  observado,  que  hay  motivo  para  admitir  la  existencia  de  la  enfermedad 
que  Filatow  y  Dnkes  han  denominado  c cuarta»,  por  parecerse  algo  á  los 
tres  exantemas  febriles:  sarampión,  escarlatina  y  alfombrilla.  Individuos 
que  ya  habían  pasado  el  sarampión  y  la  alfombrilla  contrajeron  después  la 
«cuarta»  enfermedad,  y  ésta  se  transmite  por  contagio  siempre  con  los 
mismos  caracteres. 

Sus  síntomas  son :  exantema  que  palidece  al  cabo  de  uno  ó  dos  días,  con- 
Üuente  en  el  tronco,  más  diseminado  ó  formando  grupos  en  el  rostro,  cons- 
tituido por  manchas  de  color  ligeramente  rojo  moreno  y  de  un  tamafio  que 
no  alcanza  el  de  las  manchas  de  alfombrilla ;  fiebre  de  uno  ó  dos  días  de 
duración,  no  muy  elevada  y  acompañada  de  poca  frecuencia  de  pulso  rela- 
tivamente, leve  tumefacción  de  los  ganglios  linfáticos  cervicales,  incolu- 
midad de  las  mucosas  y  falta  de  enfermedades  consecutivas. 

Es  enfermedad  casi  exclusiva  de  la  infancia;  la  predisposición  para  con- 
traerla es  menos  frecuente  que  para  contraer  la  escarlatina,  y  su  período  de 
incubación,  que  algunos  dicen  ser  de  nueve  á  doce  días,  fué  de  quince  en 
un  caso  bien  observado  por  el  autor. 

(Deutsche»  Árchiv.  für  klinische  Medidn), — R.  dbl  Vallx. 

Un  medie  de  anmatearar  al  saber  del  aceite  de  rieino.  —  Lqs  árabes,  cuando 
desean  tomar  aceite  de  ricino,  lo  vierten  gota  á  gota  sobre  un  vaso  de  leche 
caliente  y  agitan  la  mezcla  con  una  cuchara.  A  los  pocos  minutos  se  forma 
una  emulsión  perfecta,  á  la  que  puede  agregarse  algo  de  jarabe  de  azahar. 
El  aceite  de  ricino  tomado  de  este  modo  es  grato,  y  además  más  activo, 
puesto  que  son  suficientes  15  á  20  gramos  para  un  adulto. 

(Journal  de  med.  de  Parü).  —  F.  Toledo. 


-4^»V#-- 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


EFECTOS  DE  LA  DILATACIÓN, 

lA VADOS  Y  DESAGÜE  UTEBIKO   EN  LOS  ABORTOS  IKOOHFLETOS, 
^  METB0BRA0IA8  8UBIKV0LÜTIVA8  Y  EN  LAS  EVDOMBTBITIS 

IH>R  U   DOCTOR 

D.  ADOLFO  MARTÍNEZ  CERECEDO 

Tocólofo,  por  opotlei¿a,  de  U  BeBefteeneU  mvaielpal  do  Madrid. 


La  dilatación,  irrigación  y  desagüe  en  sustitución  del  legrado  en 
tas  endometritis  y  hemorragias  post  abortum  es  un  tratamiento 
«asi  siempre  heroico,  con  el  cual  se  pueden  ahorrar  muchos  raspa- 
dos de  la  matriz,  aun  en  los  casos  en  que  esta  intervención  parece 
mejor  indicada,  como  ocurre  en  las  metrorragias  posteriores  al 
aborto  ó  sintomáticas  de  endometritis  hiperplásicas  (OIshausen). 

Por  más  que  el  legrado  uterino  es  una  operación  sencilla  y  de 
.pronóstico  tan  íayorable,  que  puede  decirse  que  resulta  inocuo  el 
100  por  100  de  intervenciones,  no  obstante  puede  producir,  por  más 
que  raramente,  consecuencias  dolorosas,  si  no  se  establecen  bien  las 
indicaciones  y  contraindicaciones,  y  sobre  todo  si  la  mujer  está  muy 
<lóbil  por  pérdidas  sanguíneas  anteriores  á  la  operación. 

Es  indudable  que  el  raspado  produce  un  traumatismo  y  una  me- 
trorragia  cuya  enervación  y  anemia  rápida  ha  de  tener  su  eco  en  el 
organismo,  y  el  colapso  puede  ser  la  resultante  de  la  depresión  ner- 
viosa y  pérdida  sanguínea,  que  en  circunstancias  de  gran  debilidad 
de  la  enferma  y  de  muy  poca  resistencia  orgánica  produzca  la 
muerte  de  la  operada. 

Por  lo  tanto,  á  las  contraindicaciones  clásicas  apuntadas  por  los 
autores  hay  que  agregar  la  gran  debilidad  ocasionada  por  metro- 
rragias ó  por  otras  causas  en  que  el  ginecólogo  debe  de  ñjar  su 
atención  para  no  encontrarse  con  sorpresas  sensibles,  tanto  más 
Afio  XXX.  -  Tomo  LXXII.  -  Nüm.  945.  -  7  Septiembre,  1900.  S3 


322 

'Cuanto  que  nadie  habla  de  gravedad  post  operatoria  consecutiva  al 
raspado  de  la  matriz. 

La  expectación  armada  ante  los  abortos  inevitables  y  sus  conse- 
cuencias, debe  ser  la  regla  de  conducta  seguida.  Si  el  raspado  dé  la 
matriz  fuese  una  intervención  completamente  inocua,  el  vaciamien- 
to uterino  y  el  legrado  sería  siempre  la  operación'  que  estuviese  in«» 
dicada  en  una  gestación  interrumpida  en  los  primeros  meses. 

La  observación  de  un  caso  de  defunción  por  ahoeh  traumático  con- 
secutivo á  un  legrado  practicado  en  una  enferma  extenuada  por  le- 
sión crónica  del  aparato  respiratorio  y  por  abundantes  metrorra- 
gias  originadas  por  un  pólipo  uterino,  produjo  en  mí  cierta  reacción 
respecto  á  recurrir  á  la  legra  en  casos  de  abortos  incompletos  ó  de- 
hemorragias  por  subinvolución  ó  por  hiperplasia  del  endometrío,. 
que  hite  muy  poco  tiempo  todavía  constituían  para  mí  una  indica- 
ción precisa  y  absoluta  del  legrado  uterino. 

Posteriormente  á  este  caso  que  me  sirvió  de  gran  enseñanza  en  lo 
que  respecta  á  contraindicaciones  de  índole  general,  me  vi  en  la 
precisión  de  hacer  un  raspado  por  metrorragias  peligrosas  provo- 
cadas por  restos  placentarios  en  un  aborto  de  tres  meses,  y  dos  ho- 
ras después  del  legrado  era  tal  la  pequenez  del  pulso,  el  descenso  de 
la  temperatura  y  el  colapso;  en  una  palabra,  que  apresuradamente 
recurrí  á  las  inyecciones  de  suero,  pues  hubo  momentos  en  que  temi 
que  no  reaccionando  la  enferma  se  extinguiera  por  shock  traumá- 
tico y  anemia  aguda»  pues  perdió  mucha  sangre  en  la  operación  y 
hubo  que  dar  por  terminada  ésta,  sin  lograr  producir  en  la  pared 
posterior  el  grito  uterino  característico,  cuando  la  legra  ha  destruí- 
do  la  mucosa  y  se  halla  en  relación  con  la  capa  muscular.  Era  tal 
la  cantidad  de  sangre  que  salía  á  chorro  del  útero  al  legrar  la  cara 
posterior  de  su  cavidad,  que  tuve  que  suspender  la  operación  y  ta- 
ponar rápidamente  con  gasa  yodofórmica,  con  lo  cual  se  cohibió 
inmediatamente  la  metrorragia.  Este  caso  me  ha  resultado  ta^i- 
bién  muy  instructivo;  primero  porque  demuestra  que  no  siempre 
el  raspado  suspende  la  hemorragia,  y  segundo  porque  es  un  dato 
demostrativo  de  que  el  legrado  puede  ser  beneficioso  aun  sin  des- 
truir toda  la  superficie  y  espesor  de  la  mucosa,  pues  la  enferma  se 
curó  radicalmente  de  sus  flujos  hemorrágicos,  y  hoy  menstrua  nor- 
malmente, estando  casi  restablecida  de  la  gran  anemia  adquirida. 
Este  caso  trae  á  mi  memoria  el  recuerdo  del  primer  raspado  que 
practiqué  el  98  en  la  Princesa,  sección  del  Instituto  de  Terapéutica 
Operatoria.  En  aquella  enferma  que  estaba  próxima  á  la  menopau- 


323 

8ia  y  que  Bufrla  menorragias,  tampoco  se  pudo  conseguir  al  raspar 
la  pared  posterior  el  ruido  propio  del  contacto  de  la  legra  con  Ja 
Capa  muscular,  y  sin  embargo  se  curó  de  su  enfermedad,  pues  vista 
seis  años  después  no  se'habian  reproducido  las  molestias  que  deter- 
minaron la  intervención.  También  en  esta  enferma  recuerdo  que  la 
metrorragia  fué  considerable  en  el  momento  del  legrado.  Lo  que  en 
ambos  casos  me  quedó  sin  conocer  es  la  causa  de  la  ausencia  del 
ruido  especial  indicado,  y  por  lo  tanto  si  la  mucosa  estaba  excesi- 
vamente gruesa  y  vascularizada  en  dichos  puntos,  ó  si  la  capa  mus- 
cular estaba  anormalmente  reblandecida,  pues  por  lo  menos  en  el 
primer  caso  hay  que  alejar  la  hipótesis  de  una  degeneración  malig- 
na, porque  este  proceso  hubiera  continuado  su  marcha  destructora. 
Bn  ambas  enfermas  el  legrado  ha  sido  eñcaz,  no  obstante  de  haber 
sido  quizás  incompleto. 

El  recuerdo  de  contraindicaciones  de  orden  general  y  el  de  raspa- 
dos incompletos,  que  fueron,  no  obstante,  eficaces,  me  animaron  á 
extremar  la  expectación  en  los  tres  casos  que  suscintamente  voy  á 
referir. 

Hasta  hace  poco  tiempo  me  he  inspirado  en  la  conducta  de  Dole- 
ris  por  creerla  más  razonable  y  expedita  enfrente  de  las  reservas 
sostenidas  por  Tamier  y  Pinard,  que  objetaron  que  el  método  reco- 
mendado por  aquel  autor  era  imperfecto,  inútil  muchas  veces  y  en 
ocasiones  hasta  peligroso;  hoy  no  diré  que  sea  imperfecto  ni  peligro- 
so, porque  el  instrumento  con  que  se  practica  el  raspado  pueda  pro- 
ducir una  perforación;  pero  sí,  aleccionado  por  la  experiencia,  puedo 
afirmar  que  es  inútil  muchas  veces  y  peligroso  algunas  cuando  el 
mal  estado  general  de  la  enferma  lo  contraindica,  y  por  lo  tanto, 
que  antes  de  decidirse  por  la  operación  debe  cerciorarse  uno  del 
modo  de  ser  cardiaco  é  inervador,  esto  es,  consultar  la  resistencia 
orgánica  de  la  enferma. 

Bn  los  casos  de  aborto  complicado  con  infección  ó  hemorragia, 
puede  ser  urente  la  necesidad  del  raspado  de  la  matriz,  y,  sin  em- 
bargo, todavía  en  estos  casos  puede  ser  evitable  dicha  intervención 
si  con  asiduidad  recurrimos  al  lavado  y  desagüe  de  la  cavidad  ute- 
rina en  medio  de  la  más  minuciosa  y  perfecta  asepsia,  con  observa- 
ción atenta  del  efecto  logrado  en  la  fiebre  y  pérdida  sanguínea. 

Desde  que  el  colapso  ocurrido  en  algunos  casos  de  legrado  prac- 
ticado en  malas  circunstancias  generales  me  advirtió  el  peligro  de 
esta  pequeña  operación,  la  he  reemplazado  en  dichas  condiciones 
por  el  lavado  y  desagüe  uterino,  y  hoy  puedo  afirmar  que  mu- 


324 

chos  raspados  son  evitables  sostitayendo  esta  intervención  por 
aquellas  modestas  curas,  por  donde  puede  y  debe  empezarse  con 
más  frecuencia  para  llegar  al  legrado  en  caso  de  verdadera  indica^ 
ción  y  cuando  la  irrigación  uterina  resulte  insuficiente. 

Claro  está  que  no  se  debe  agotarla  expectación  en  perjuicio  de  la 
enferma  cuando  la  infección  ó  metrorragia  no  ceden  rápidamente, 
ó  cuando  el  mayor  volumen  uterino,  en  desproporción  con  la  época 
probable  del  embarazo,  unido  á  los  demás  síntomas,  nos  hace  pre- 
sumir la  existencia  del  mixoma  placentario  ó  degeneración  de  las 
vellosidades  coriales,  pues  en  este  caso  el  vaciamiento  rápido  de  la 
matriz  puede  ser  la  indicación,  y  hasta  su  extirpación,  si  se  tratara 
del  deciduoma  maligno. 


Voy  concisamente  á  narrar  tres  casos  de  aborto  incompleto,  com- 
pilcados  con  hemorragia  ó  ligera  infección,  curados  rápidamente 
sin  recurrir  al  legrado: 

1.^  A  las  doce  de  la  noche  de  un  día  del  invierno  pasado,  fuf  lia* 
mado  para  una  consulta  con  el  Dr.  D.  José  Soto,  Jefe  de  la  Casa  de 
Socorro  del  distrito  del  Hospital. 

Se  trataba  de  una  embarazada  que  con  una  metrorragia  conside- 
rable acababa  de  expulsar  un  feto  de  cuatro  meses.  Intenté  despren* 
der  la  placenta  con  los  dedos,  pero  me  fué  imposible  practicar  el 
vaciamiento  uterino.  Hícele  una  irrigación  vaginal  y  coloqué  un 
tapón. 

Doce  horas  después  extraje  el  tapón  vaginal,  y  como  la  placenta 
no  se  alcanzaba  con  los  dedos,  la  hemorragia  se  había  suspendido  y 
las  siete  décimas  que  tenía  al  expulsar  el  feto  habían  desaparecido, 
no  insistí  más  en  el  taponamiento  y  sí  exclusivamente  en  las  irriga* 
clones  vaginales  con  sublimado,  mañana  y  tarde,  durante  dos  se- 
manas, para  continuar  quince  días  más  con  lavados  con  agua  y 
ácido  bórico.  La  placenta  se  fué  desprendiendo  por  pequeños  trozos, 
y  ni  la  hemorragia  ni  la  fiebre  reaparecieron.  Han  transcurrido 
seis  meses  y  aquella  enferma,  debilitada  por  trastornos  digestivos 
anteriores  al  aborto  y  por  la  anemia  consecutiva,  está  hoy  comple- 
tamente curada,  sin  haber  empleado  otro  tratamiento  que  las  irri- 
gaciones dichas  y  la  ergotina. 

2.^  El  16  de  diciembre  próximo  pasado  vi  en  consulta  con  el  doc- 
tor Casuso,  de  la  Beneficencia  municipal,  una  enferma  en  la  calle 
del  Salitre,  núm.  28,  en  circunstancias  gravísimas,  hasta  el  punto 


326 

que  la  muerte  parecía  inminente.  Hacia  doce  días  que  habla  expul- 
sado el  embrión,  en  medio  de  abundantisima  pérdida  sanguínea.  La 
metrorragia  disminuyó  sin  desaparecer,  hasta  que  el  referido  día  16 
sufrió  una  hemorragia  tan  considerable  que  perdió  el  conocimiento, 
creyendo  la  familia  que  había  muerto. 

La  encontramos  sin  pulso,  que  sólo  después  de  300  gramos  de  in- 
yección de  suero  se  hizo  perceptible  y  ñliforme. 

La  cama  estaba  inundada  de  sangre,  y  la  vulva  y  vagina  ocupa- 
das por  coágulos  antiguos  y  recientes.  Desprendí  y  extraje  con  los 
dedos  los  trozos  placentaríos  que  pude  arrastrar»  y  dispuse'que  le 
hicieran  dos  irrigaciones  diarias  con  sublimado.  Al  día  siguiente  le 
repetí  la  inyección  de  suero,  y  como  al  tercer  día  apareciese  ñebre, 
que  llegó  á  38^,  le  hice  una  irrigación  uterina,  con  la  que  salieron 
restos  placentarios  muy  fétidos. 

La  ñebre  desapareció  y  continuó  con  las  irrigaciones  vaginales 
con  agua  sublimada  y  con  el  cornezuelo,  que  le  administré  para 
favorecer  la  involución  uterina  y  prevenir  así  una  nueva  metrorra- 
gia, que  la  enferma  no  hubiera  podido  resistir,  y  se  fué  reponiendo 
paulatinamente  de  su  gravísima  anemia,  hasta  el  punto  que  á  los 
dos  meses  no  la  conocí  al  presentarse  en  mi  consulta  completamente 
restablecida. 

En  este  caso,  el  legrado  digital,  por  m¿s  que  fué  incompleto,  por 
cuanto  han  quedado  trozos  placentarios  que  después  se  fueron  des- 
prendiendo, fué  suñciente,  y  la  enferma  no  hubiera  seguramente 
sobrevivido  al  legrado  instrumental  que  su  gravísimo  estado  gene- 
ral contraindicaba. 

3.**  A  principios  de  mayo  próximo  pasado  vi  con  el  Dr.  Piquer, 
tocólogo  de  la  Beneficencia  municipal,  en  la  calle  de  Campomanes, 
número  6,  un  caso  que  diagnosticamos  de  suspensión  de  gestación 
con  retención  fetal,  por  la  historia  y  los  caracteres  del  útero,  volu- 
men, blandura,  etc. 

El  6  de  mayo  abortó,  expulsando  un  feto  macerado,  y  como  la  me 
trorragia  fué  considerable  y  ya  empezaba  á  resentirse  el  estado  ge- 
neral, le  extraje  la  placenta,  introduciendo  los  dedos  índice  y  medio 
de  la  mano  derecha  en  la  cavidad  uterina,  auxiliando  al  desprendi- 
miento y  extracción  con  la  izquierda  á  través  de  la  pared  abdomi- 
nal, que  por  su  delgadez  favorecía  la  intervención.  Continuó  la 
primer  semana  bien,  sin  hemorragia,  y  únicamente  por  las  tardes 
subía  el  termómetro  cinco  décimas. 

En  la  segunda  semana  reapareció  el  flujo  sanguíneo,  y  continuó 


326 

con  dos  irrigaciones  vaginales  diarias  con  agua  sublimada  muy 
caliente,  y  además  la  sometí  á  la  benéfica  influencia  hemostática 
del  cornezuelo  y  analgeeina.  La  tercer  semana  después  de  la  expul- 
sión fetal  y  extracción  placentaria,  mejoró  visiblemente,  desapare- 
ciendo la  metrorragia;  pero  á  principios  de  junio  reapareció  de 
nuevo  con  caracteres  alarmantes,  limitándome,  no  obstante,  á  dila- 
tar, lavar  y  desaguar  la  matriz.  Pasé  fácilmente  los  diiatadores  de 
Hegar  hasta  el  núm.  13,  é  irrigué  y  taponé  tres  días  seguidos  la 
cavidad  uterina  con  gasa  yodofórmica  esterilizada,  logrando  que 
desapareciera  la  hemorragia.  Ck>ntinuó  una  semana  después  some- 
tida á  las  irrigaciones  vaginales  muy  calientes  y  al  cornezuelo,  con 
el  propósito  de  que,  adelantando  la  involución  uterina,  se  alejara  el 
temor  de  nuevas  metrorragias,  que  efectivamente  no  reaparecieron. 
Este  es  un  caso  en  que  parecía  clara  é  imperiosa  la  necesidad  del 
legrado,  y  no  obstante  se  pudo  prescindir  de  él,  siendo  sustituido 
con  ventaja  por  el  lavado  y  desagüe  uterino. 


Con  la  dilatación,  lavado,  desagüe  y  toques  en  la  mucosa  enferma 
con  tintura  de  yodo,  fenol  yodado  ó  formalina  he  tratado  y  visto 
tratar  en  el  Instituto  Rubio  con  verdadero  éxito  muchos  casos  de 
endometritis  hiperplásica  y  post  abortum  caracterizadas  por  meno 
y  metrorragias,  que  parecían  exigir  el  legrado  para  su  completa 
curación,  según  la  precisa  indicación  que  da  Olshausen  para  el  ras- 
pado de  la  mucosa  uterina. 

Voy  únicamente  á  referir  un  caso  interesante  de  endometritis  se- 
nil. Hace  tres  años  reconocí  á  una  enferma  de  sesenta  y  cinco  años, 
pluripara,  cuya  regla  había  desaparecido  á  los  cuarenta  y  cinco 
años  de  edad. 

Estaba  demacrada  y  se  quejaba  de  un  ñujo  amarillento  y  fétido, 
que  le  apareció  un  año  antes  de  este  reconocimiento,  y  de  trastornos 
digestivos,  principalmente  diarrea.  La  habían  visto  dos  distinguidos 
especialistas  de  esta  Corte,  los  que  unánimemente  le  manifestaron 
que  había  que  rasparle  la  matriz  y  analizar  los  productos  por  si  era 
preciso  otra  operación  más  importante.  Explorada,  se  notaba  la  in- 
volución iniciada  de  la  vulva,  vagina  y  cuello  uterino  con  estenosis 
del  orificio  externo.  Practicada  la  hísterometría,  medía  el  útero  8 
centímetros,  y  al  sacar  el  histerómetro,  salía  un  liquido  purulento 
muy  fétido. 

Le  puse  un  tallo  de  laminaria,  y  al  retirarlo  al  día  siguiente  salió 


327 

•del  útero  una  cantidad  de  pus  con  los  caracteres  dichos,  que  reva- 
«aria  seguramen  de  30  gramos.  Pasó  hasta  |el  número  11  de  los  di- 
latadores  de  Hegar,  lavó  con  agua  esterilizada,  toqué  |a  mucosa 
iU}n  tintura  de  yodo  y  rellené  la  cavidad  uterina  con  gasa  yodofór  - 
mica,  renovando  esta  cura  tres  días  seguidos  y  después  cada  cua- 
renta y  ocho  horas,  habiendo  logrado  una  completa  curación  des- 
pués de  la  séptima  cura,  sin  necesidad  de  recurrir  al  legrado.  La 
diarrea  cedió  con  la  dieta  láctea,  alcalinos,  subnitrato  de  bismuto  y 
morfina,  obteniendo  el  completo  restablecimiento  de  la  enferma  an- 
les  del  mes  de  comenzar  el  tratamiento  referido. 
Las  consecuencias  que  se  infieren  de  todo  lo  referido  son : 
1.^  Que  el  legrado  preventivo  en  los  abortos  incompletos  á  titulo 
de  medida  profiláctica  contra  la  hemorragia,  ó  la  infección  debe  des- 
echarse porque  en  muchos  casos  es  innecesario  y  en  otros  pueden 
evitarse  y  combatirse  ambas  manifestaciones  ó  complicaciones  con 
recursos  menos  violentos  y  peligrosos  que  el  raspado  de  la  matriz. 
2.^  Que  con  la  dilatación^  lacado  y  desagüe  uterino  se  puede  y  debe 
fiustituir  el  legrado  en  muchos  casos  de  aborto  incompleto  ó  com- 
plicado con  infección  ó  metrorragias,  que  constituyen  para  algunos 
una  indicación  absoluta  del  raspado  uterino. 

3.^  Que  aun  las  metrorragias  de  origen  subinvolutivo  ó4as  pro- 
vocadas por  endometritis  hiperplásicas,  caracterizadas  por  meno  ó 
metrorragias,  pueden  ser  combatidas  de  un  modo  heroico  por  el  te- 
oado,  la  desinfección  y  el  desagüe  de  la  mucosa  uterina,  debiendo  de 
recurrir  al  legrado  si  fracasan  aquellas  curas  más  modestas,  menos 
agresivas  y  tan  eficaces  como  el  raspado  de  la  matriz. 

REVISTA  DE  OFTALMOLOGÍA 

poa  n  DOOTOA 

D.  SINFORIANO  GARCÍA  MANSILLA 

OealUU  d«l  HocplUl  General  T^Hotpleio.  Profesor  de  Ofulmolof^a  de  la  FaenlUd 
de  Mcdieioa  de  Madrid. 


SüMABio  X  I.  Afecciones  de  los  ojos  por  aato-intozisaoión  gaitro-intestinai. 
—II.  La  alipina,  naevo  anestésico  ocnlar.— III.  Oftalmitis  metast&sica.— 
lY.  Naevo  tratamiento  del  desprendimiento  de  la  retina. 

L  El  Dr.  Friedrich,  de  Víena,  ha  publicado  un  trabajo  sobre  las 
enfermedades  de  los  ojos  y  la  auto-intoxicación  intestinal.  Es  un 


328 

hecho  conocido  que  en  las  enfermedades  de  la  vista  quedan  por 
descubrir  todavía  algunas  de  las  causas  que  las  producen.  Hay  for- 
mas de  escleritis,  queratitis,  neuritis,  iritis,  neuritis  retrobulbared^ 
cataratas,  alteraciones  del  vitreo,  hemorragias  del  vitreo,  hemiano- 
pias  y  o trosj trastornos  oculares,  en  los  que  la  amnesia  nada  descu- 
bre respecto  á  las  causas  que  las  determinan.    ; 

Existen,  por  el  contrario,  en  individuos  afectados  de  las  enfer- 
medades arriba  citadas,  datos  indudables  de  trastornos  digestivos» 
sensación  dolorosa  en  la  región  del  estómago,  hepática  y  esplénica; 
dolores  característicos  en  la  región  lumbar  é  interescapular,  con 
irradiaciones  hacia  los  hombros;  dolor  á  la  presión  en  los  puntos  de 
emergencia  de  los  nervios  intercostales,  del  plexo  cervical,  del  ner- 
vio supraorbitario;  dolores  en  las  regiones  frontal  y  temporal;  ce- 
falalgia de  forma  frontal,  trastornos  respiratorios  y  palpitaciones, 
violentas. 

En  ninguna  de  las  afecciones  arriba  citadas  se  demostró  altera- 
ción alguna  de  los  demás  órganos. 

En  un  caso  de  hemorragia  espontánea  del  cuerpo  vitreo  existía 
albúmina  en^la  orina.  Como  el  indican  se  produce  solamente  en  los> 
procesos  de  descomposición  intestinal,  me  creo  autorizado  para 
creer  que  en.  el  organismo  de  tales  enfermos  se  producen  venenoa 
intestinales,  que  más  pronto  ó  más  tarde  han  de  ejercer  su  perni- 
ciosa acción  sobre  otros  órganos  del  cuerpo  y  entre  ellos  los  de  la 
visión. 

El  Dr.  Blschniz  presenta  algunas  observaciones  sobre  el  mismo* 
asunto. 

Desde  hace  unos  diez  años  ha  observado  la  presencia  de  indican 
en  la  orina  de  enfermos  de  afecciones  gastro-intestinales,  el  cual 
considera  juega  un  papel  etiológico  importante  en  las  afecciones  da 
los  ojos.  Hasta  ahora,  la  auto-intoxicación  gastro- intestinal  sólo- 
en  muy  pocos  casos  se  ha  considerado,  excepción  hecha  de  las  en- 
fermedades del  sistema  nervioso,  como  causa  de  las  afecciones  dé- 
los ojos.  Según  las  observaciones  del  autor,  la  auto-intoxicación  in- 
testinal tiene  un  importante  papel : 

r.*'  En  las  enfermedades  del  sistema  nervioso  (oftalmoplegia  in- 
terna, músculos  externos  de  los  ojos,  afecciones  del  nervio  óptico). 
Respecto  á  estas  últimas,  las  intoxicaciones  por  el  tabaco  y  el  alco- 
hol contribuyen,  con  los  trastornos  gastro-intestinales,  á  produ- 
cirlas. 
2.**  Las  afecciones  corneo-escleróticas,  queratitis  recidivantes,  es- 


329 

cleritis  y  episcleritis  recidivantes  pasajeras,  hacen  su  aparición 
como  consecuencia  de  auto-intoxicaciones  gastro-ln tes tin ales. 

3.^  Enfermedades  de  la  úvea,  iritis  recidivante  y  muchos  casos  de 
iridociclitis  poco  manifiestas,  reconocen  igual  origen.  En  estas  dos 
categorías  últimamente  mencionadas  suelen  descubrirse  señales  de 
sífilis  hereditaria  que  no  ceden  al  tratamiento  antisifilitico.  Parece 
ser  que  como  consecuencia  de  la  sífilis  hereditaria,  tienen  lugar  cier- 
tas alteraciones  en  los  aparatos  glandulares  ó  de  inervación  del  in- 
testino, que  originan  trastornos  del  quimismo  digestivo,  descompo- 
siciones anormales  en  el  conducto  intestinal,  y  por  consiguiente,  au-' 
tO'intbxicaciones  intestinales.  En  los  casos  en  que  hace  referencia  el 
autor,  se  ha  prescrito  un  régimen  dietético  muy  prolongado  y  á  me- 
nudo se  ha  repetido  la  desinfección  intestinal,  con  lo  cual  siempre 
se  obtuvo  importante  mejoría  ó  la  completa  curación.-^La  Semana 
Médica,  de  Buenos  Aires,  diciembre  de  1905). 

II.  Los  químicos  no  dejan  de  hacer  progresos  en  terapéutica,  y  á 
cada  momento  nos  presentan  productos  nuevos,  cada  vez  más  per- 
fectos y  menos  tóxicos. 

El  éxito  de  la  cocaína  ha  sido  tan  grande  y  tan  duradero,  que 
cada  cual  trata  hoy  de  presentar  un  nuevo  anestésico :  la  holocaí- 
na,  la  eucalna,  la  estovaina.  Actualmente,  la  alipina  pretende  ser 
mejor  que  los  anteriores.  v 

La  alipina,  en  solución  al  4  por  100,  produce  la  insensibilidad  de 
la  córnea  &  los  dos  ó  tres  minutos,  sin  provocar  midriasis  ni  altera- 
ción de  la  acomodación. 

Estas  dos  interesantes  cualidades  han  sido  ya  reconocidas  en  la 
holocaína,  la  eucalna  y  la  estovaina.  No  son,  por  tanto,  cualidades 
nuevas,  y  la  anestesia  no  es  tan  profunda  ni  tan  duradera  como  con 
la  cocaína. 

De  todos  los  anestésicos  nuevos,  cada  uno  puede  llenar  distintas 
indicaciones,  dadas  las  múltiples  exigencias  de  la  clínica. 

Para  darse  cuenta  del  valor  de  un  anestésico,  no  basta  con  ensa- 
yarle en  algunos  casos  con  una  idea  preconcebida  y  sobre  enfermos 
que  nos  hayan  oido  hablar  de  las  cualidades  del  nuevo  producto, 
que  pueden  estar  más  ó  menos  sugestionados  ó  prevenidos»  como  el 
experimentador  mismo. 

Véase  cómo  ha  procedido  Darier.  Durante  seis  meses  reemplazó 
completamente  en  una  sala  de  la  clínica,  la  cocaína  por  una  solu- 
ción de  alipina  al  4  por  100,  y  véase  lo  que  ha  observado.  Algunos 
enfermos  se  quejan  de  un  escozor  muy  vivo;  los  que  anteriormente 


330 

han  experimentado  loa  efectos  de  la  cocaína,  encuentran  más  tívo 
el  escozor  producido  por  la  alipina,  pero  esta  sensación  desagrada- 
ble pasa  rápidamente. 

El  ojo  se  enrojece  un  poco,  lagrimea  y  á  los  dos  6  tres  minutos  se 
establece  la  anestesia,  la  cual  permite  la  extracción  de  cuerpos  ex- 
traños superñciales,  la  dilatación  del  punto  lagrimal,  etc.,  pero  es 
menestar  no  olvidar  que  esta  anestesia  es  de  poca  duración.  Si  se 
esperan  diez  minutos,  la  anestesia  ha  desaparecido,  y  una  nueva  ins- 
tilación  de  alipina  producirá  un  nuevo  escozor. 

Si  se  quiere  obtener  una  anestesia  más  profunda  y  más  dura*dera, 
es  menester  repetir  las  instilaciones  cuat)ro  ó  cinco  veces,  con  tres 
ó  cuatro  minutos  de  intervalo,  con  lo  cual  se  obtiene  una  insensi- 
bnidad  casi  igual  á  la  obtenida  con  la  cocaína,  sin  el  inconvenien- 
te de  la  midriasis  y  de  la  parálisis  de  la  acomodación. 

Para  practicar  las  inyecciones  subconjuntivales,  la  anestesia  por 
la  alipina  ó  la  estovalna  no  es  siempre  suficiente.  Mezcladas  con  la 
solución  que  ha  de  inyectarse,  la  alipina  disminuye  el  dolor  duran- 
te los  primeros  momentos,  pero  su  acción  es  menos  marcada  que  la 
de  la  cocaína  y  sobre  todo  mucho  menos  duradera  que  la  de  la 
acoina. 

Cuanto  á  las  operaciones,  las  que  se  practican  sobre  los  tejidos 
extrabulbares  son  susceptibles  de  ejecutarse  con  la  alipina  en  in- 
yecciones intersticiales.  Darier  ha  operado  chalaciones,  estrabis- 
mos, avanzamientos,  etc.,  sin  encontrar  diferencia  con  la  cocaína. 
Inyecta  media  jeringa  de  Pravaz  de  la  disolución  al  4  por  100,  y 
empieza  la  operación  á  los  cinco  minutos.  En  estos  cIMOs  se  observa 
después  de  la  operación  un  poco  de  midriasis,  más  marcada  del  lado 
en  que  se  ha  practicado  la  inyección. 

En  las  operaciones  que  se  practican  sobre  el  globo  ocular,  el  au- 
tor cree  que  es  preferible  la  cocainización  ó  la  combinación  de  los 
dos  anestésicos;  porque  la  alipina,  como  la  estovalna,  parece  que  no 
obran  sino  débilmente  sobre  la  sensibilidad  del  iris. 

Una  catarata  podrá  ser  extraída  con  la  alipina,  sin  iridectomfa, 
pero  para  practicar  una  iridectomía  es  menester  una  cocainización 
ai  menos  de  veinticinco  minutos,  ó  hacer  una  inyección  subconjun- 
tival  de  alipina  del  lado  donde  haya  de  hacerse  la  iridectomía. 

Darier  recomienda  esta  manera  de  proceder  cuando  se  trata  de 
practicar  una  iridectomía  antiglaucomatosa,  donde  la  cocaína  está 
contraindicada  á  causa  de  su  acción  midriásica.  Añade  en  este  caso 
una  pequeña  cantidad  de  adrenalina.  En  un  caso  de  este  género,  la 


331 

inyección  de  alipina  provocó  una  dilatación  papilar,  &  pesar  de  una 
instilación  simultánea  de  eserina. 

En  suma,  la  alipina  presenta  casi  las  mismas  propiedades  que  la 
estovatna  y  que  la  eucafna:  acción  anestésica  muy  rápida,  sin  ac- 
ción sobre  la  pupila  y  la  acomodación ;  su  toxicidad  es  dos  veces  me* 
ñor  que  la  de  la  cocaína. 

áu  composición  química  es  de  las  más  complicadas.  Es  un  deriva- 
do de  la  glicerina;  un  monoclorhidrato  de  benzoyle  l,3,tetramethiN 
diamina  2,  y  ethylisopropylahool,  muy  soluble  en  el  agua,  con 
reacción  neutra.  Las  soluciones  son  esterilizables  pqr  el  calor. 

La  alipina  puede  emplearse  para  todos  los  casos  en  que  hace  falta 
una  anestesia  de  corta  duración,  del  mismo  modo  que  la  estovaina, 
que  es  casi  de  una  acción  idéntica.  Cuando  se  quiera  una  anestesia 
por  infiltración  se  emplean  estas  mismas  substancias  asociadas  á  la 
cocaína  á  dosis  iguales. 

Para  la  operación  de  la  catarata  es  preferible  la  cocaína,  á  causa 
de  su  poder  anestésico  más  intenso  y  á  causa  de  la  relajación  del 
esfínter  del  iris,  que  hace  más  fácil  la  salida  del  cristalino.. 

En  resumen,  la  cocaína,  empleada  con  precaucióii  y  á  dosis  mo« 
deradas,  es  todavía  el  anestésico  local  más  corriente;  para  quien 
conoce  sus  defectos  y  sabe  evitarlos,  la  cocaína  presta  servicios 
inestimable»  para  provocar  la  anestesia  necesaria  á  toda  interven- 
ción quirúrgica  sobre  el  ojo  ó  sobre  los  párpados. 

Es  menester  también  saber  que  es  inútil  emplearla  en  colirio  á  do- 
sis superiores  al  2  ó  ai  3  por  100  al  máximum ;  es  preferible  repetir 
más  frecuentemente  las  instilaciones,  lo  que  tiene  ventajas,  pues 
obliga  á  vigilar  más  al  paciente  y  prevenir  la  desecación  del  epite* 
lium  corneano.  Para  las  inyecciones  intradérmicas  subcutáneas  ó 
subconjuntivales  no  se  emplearán  sino  soluciones  diluidas  al^l  por 
100,  ó  asociada  á  la  acoina,  que  no  tiene  toxicidad  apreciable.^Da- 
rier.  La  Clinique  Opihalmologique,  1906,  núm.  4). 

III.  En  el  Colegio  de  Médicos  de  Filadelfia,  el  Dr.  S7!hweinitz  leyó 
una  Memoria  acerca  de  un  caso  de  oftalmitis  metastásica  á  los 
treinta  y  un  días  después  del  parto. 

Se  trataba  de  una  mujer  de  treinta  y  nueve  años,  multípara,  quien 
doce  días  después  de  uu  parto  normal  tuvo  repentinamente  una  vio- 
lenta hemorragia  uterina.  Ninguna  complicación  tuvo  durante  los 
ocho  dfas  siguientes,  pero  al  noveno  comenzó  un  dolor  violento  en 
la  región  glútea  izquierda  (que  más  tarde  se  extendió  á  lo  largo  del 
nervio  ciático  y  también  á  las  caderas,  rodillas,  hombros  y  muñe- 


332 

cas.  Estos  fenómenos  iban  acompañados  de  fiebre  y  dolor  de  cabeza, 
pero  sin  escalofrío  inicial. 

Hubo  mejoría  de  estos  síntomas  durante  los  nueve  dias  siguien- 
tes, y  la  enferma  entraba  aparentemente  en  convalecencia  cuando 
se  le  presentaron  dolores  en  el  oja  derecho  y  en  contorno  de  la  ór- 
bita. La  visión  se  nubló  mucho,  pero  no  se  perdió,  y  el  examen  he- 
cho por  el  módico  de  cabecera  demostró  la  existencia  de  depósitos 
grises  en  el  Iris  y  en  la  cápsula  del  cristalino  con  enturbiamiento  de 
la  córnea. 

La  complicación  ocular  sobrevino  á  los  treinta  y  un  df  as  del  parto 
y  á  los  diez  de  empezar  los  dolores  articulares.  Empezó  rápidamen- 
te y  &  los  cuatro  días  tenia  el  aspecto  de  una  panoftalmitis.  A  los 
doce  dfas  se  rompió  la  esclerótica  y  la  paciente  fué  aislada  en  el 
Hospital  de  la  Universidad,  donde  se  le  hizo  la  enucleación  del  globo 
ocular.  El  examen  de  esta  enferma  no  reveló  la  existencia  de  lesiones 
cardíacas  ó  pulmonares;  no  había  anemia,  pero  sí  una  ligera  leuco- 
citosis. Había  albúmina  en  la  orina,  pero  no  cilindros,  y  el  examen 
de  la  región  pelviana^  hecho  por  el  Dr.  Clark,  no  evidenció  la  exis- 
tencia de  resto  alguno,  de  infección  puerperal;  el  útero  estaba  nor- 
mal, se  movía  libremente  y  no  había  lesión  alguna  de  los  ovarios  ni 
de  las  trompas.  No  había  alteraciones  visibles  en  las  articulaciones 
y  la  temperatura  no  subía  de  39*,5. 

El  examen  bacteriológico  de  la  materia  purulenta  del  interior  de 
ojo  demostró  la  presencia  de  estafilococos  y  numerosas  cadenas  de 
estreptococos. 

Al  microscopio  se  apreciaron  las  alteraciones  que  se  ven  de  ordi- 
nario en  la  panoftalmitis  invasora,  á  saber  :  infiltración  purulenta 
extensa  de  la  coroides,  destrucción  completa  de  la  retina,  infiltra- 
ción notable  del  iris  y  de  los  cuerpos  ciliares  por  células  mononu* 
oleares  y  desprendimiento  de  estos  cuerpos  de  la  esclerótica,  estando 
los  espacios  cistoides  así  producidos  llenos  de  un  exudado  albumi- 
noso. El  humor  vitreo  se  había  transformado  enteramente  en  una 
masa  purulenta,  siendo  las  células  polimorfonucleares  j  en  un  es- 
tado avanzado  de  degeneración.  La  esclerótica  se  encontraba  tam- 
bién muy  infiltrada,  y  en  los  cortes  se  veían  cadenas  de  estrepto- 
cocus. 

El  Dr.  Schweinitz,  conforme  á  la  clasificación  de  Axenfeld,  consi- 
dera las  oftalmías  metastáticas  purulentas  como  resultado  de: 
a)  piohemia  puerperal;  b)  piohemia  quirúrgica;  e)  séptico-piohemia 
criptogenética;  d)  enfermedades  infecciosas. 


333 

El  autor  cree  que  el  caso  examinado  puede  incluirae  entre  los  ca* 
sos  puerperales^  y  dice  que,  aunque  el  examen  pélvico  no  haya  re- 
velado ningún  resto  de  infección  puerperal,  ésta  no  puede  excluirse 
por  el  método  de  examen  seguido,  pues  es  bien  sabido  que  puede 
existir  un  pequeño  nido  en  la  pared  uterina  ó  membrana  mucosa, 
'  de  la  cual  puede  haberse  desprendido  una  embolia  séptica. 

El  trabajo'  del  autor  termina  con  una  revista  de  la  patogenia  de 
la  oftalmía  metastásica.—  (Anales  de  Oftalmologia^  de  Méjico,  julio 
de  ld05). 

IV.  El  Dr.  Stocké  ha  presentado  una  comunicación  á  ia  Sociedad 
de  Medicina  de  Gand  sobre  él  procedimiento  que  emplea  para  el 
tratamiento  del  desprendimiento  de  la  retina. 

Esta  enfermedad  constituye  uno  de  los  estudios  más  espinosos  de 
la  oftalmología.  Provocada  por  estados  morbosos  muy  diversos  del 
ojo,  todos  los  medios  de  acción  hablan/  hac(ta  ahora  completamente 
fracasado.  Actualmente,  &  pesar  de  los  progresos  de  la  terap&utica, 
el  desprenaimíento  de  la  retina  es  muy  temible. 

Segün  la  teoría  de  Leber,  la  retracción  del  cuerpo  vitreo  por  for- 
mación de  tractus  fibrosos,  constituye  la  causa  esencial  del  despren- 
dimiento retiniano. 

Se  distinguen  diversas  especies  de  desprendítniento  retiniano  : 

á)  Las  consecutivas  &  modificaciones  patológicas  intraoculares. 

b)  Las  ocasionadas  por  traumatismos  oculares  ó  perioculares. 

e)  Las  que  sobrevienen  en  el  curso  de  una  miopía  elevada,  gene- 
ralmente progresiva. 

Los  numerosos  tratamientos  que  se  han  sucedido  prueban  que  la 
afección  es  rebelde  &  toda  terapéutica.  Seria  demasiado  largo  el 
exponer  todos  los  que  se  han  propuesto,  por  lo  cual  el  autor  cita 
solamente  la  electrólisis,  que  ha  gozado  en  estos  años  últimos  de  un 
favor  que  parece  merecido. 

Pero  actualmente  las  inyecciones  subconjuntivales  concentra-  ' 
das  de  cloruro  de  sodio  al  10  y  hasta  al  20  por  100,  son  las  que  están 
en  más  uso,  después  de  los  trabajos  relativos  á  las  leyes  de  la  isoto- 
nia  y  de  la  presión  osmótica. 

Existen  pruebas  ciertas  que  demuestran  la  realidad  de  la  acción 
osmótica  de  estas  soluciones  concentradas  de  cloruro  de  sodio  á 
través  de  la  esclerótica  y  de  la  coroides. 

El  autor  ha  empleado  este  método  en  tres  casos  de  desprendimien- 
to miópico  reciente,  y  ha  obtenido  tres  éxitos. 

Uno  de  estos  casos  era  una  mujer  miope;  de  cuarenta  y  siete  años. 


334 

Tenia  desprendimiento  de  la  retina  del  ojo  izquierdo,  que  ocupaba 
todo  el  segmento  ecuatorial  inferior.  No  tenia  opacidades  del  vitreo, 
porque  el  desprendimiento  era  reciente.  Tratamiento :  inyecciones 
subconjuntivales  de  cloruro  de  sodio,  primero  al  2,  luego  al  5,  por 
fin  al  10  por  100.  Cada  inyección  subconjuntival  iba  acompañada  en 
este  caso,  como  en  todos  los  demás^  de  una  inyección  subcutánea  de 
1  centigramo  de  piiocarpina.  Reposo  completo  en  cama  durante 
tres  semanas.  El  resultado  fué  el  adosamiento  completo  de  la  retina 
y  el  restablecimiento  completo  de  la  visión. 

Lo  que  hay  de  especial  en  .el  método  del  autor  es  el  empleo  simul- 
táneo de  las  inyecciones  de  cloruro  d*e  sodio  y  de  piiocarpina,  sin 
ninguna  otra  intervención  operatoria. 

Este  procedimiento  es  sencillo,  fácil  de  ejecutar,  está  exento  de 
todo  peligro  y  cura  en  la  mayoría  de  los  casos  de  desprendimiento 
miópico  reciente,  sin  exceptuar  otras  formas  no  complicadas  de 
desprendimiento  de  la  retina.  —  (La  Clinigue  ophialmologique^  1906, 
número  4). 


bibliografía 

DR.  D.  RAFAEL  DEL  VALLE  Y  ALDABALDE 

Médico,  por  opotleiÓB,  d«l  HotptUl  ProTlnclal.  Madrid, 


I.  GsscHicHTB  DBR  MsDisni,  von  Dr.  Max  Neabar^er  (Historia  de  la  Medí* 
oina,  por  el  Dr.  Max  Neabnr^er,  en  dos  tomof :  tomo  primero,  de  40B 
páfcinas.  S.tattf^artt  1906). 
II.  La  TUBBR0DL08I8  PULMOHAR  BH  SL  bjArcito  B8PAftoi.y  por  Pederico  Gonzá- 
lez Deleito.  Tesis  doctoral  de  66  p&f(inas.  Madrid,  1905. 
III.  La  alimbntaciók  y  los  réoimbhbs  bk  bl  noyeaB  sabo  t  bb  los  bkfbrmos, 
por  Armando  Gantier,  traducido  del  francés  por  D.  Agustín  Fnster 
Fernández,  ün  tomo  de  624  páginas.  Madrid. 

I 

El  ñn  que  se  ha  propuesto  el  Dr.  Neuburger,  ya  bien  conocido  de 
nuestros  lectores,  al  dar  á  la  luz  pública  esta  Historia  de  la  Medi- 
cina es,  como  manifiesta  en  «el  prólogo  de  la  obra,  estudiar  princi- 
palmente la  relación  que  siempre  ha  existido  entre  la  cultura  gene^ 
ral  de  cada  época  y  la  Medicina,  Ajándose  en  la  evolución  que  han 
ido  realizando  las  ideas  en  esta  ciencia  y  no  prestando  atención  & 


335 

las  cuestiones  bibiiograflco-fllológieas  y  &  las  historico-literarías 
más  que  en  aquellas  ocasiones  en  que  se  ha  hec^o  indispensable. 

En  este  primer  tomo  de  la  obra,  después  de  uneis  cuantas  p&ginas 
dedicadas  al  estudio  de  la  Medicina  primitiva,  trata  el  Dr.  Neubur- 
ger  de  la  Medicina  del  Oriente.  En  el  capitulo  dedicado  á  la  Medi- 
cina del  'Antiguo  Testamento  hace  constar  el  autor  que  no  es  cierto, 
como  se  cree  por  muchos,  que  en  el  pueblo  judío  estuviera  vincula- 
do el  ejercicio  de  la  profesión  módica  en  la  clase  sacerdotal,  puesto 
que,  por  lo  menos  en  tiempo  de  los  profetas,  habla  médicos  propia- 
mente dichos. 

Al  estudiar  la  Medicina  de  los  indios,  insiste  el  autor  en  la  influen- 
cia que  aun  hoy  en  dia  ejerce  la  ciencia  de  aquellos  remotos  tiem- 
pos en  la  teoría  y  en  la  práctica  de  los  módicos  indígenas,  de  la  In- 
dia actual.  Recuerda,  por  otra  parte,  la  participación  que  ha  tenido 
la  Medicina  de  los  indios  en  el  desarrollo  de  ciertas  prácticas  acep- 
tadas ó  por  lo  menos  bien  conocideM  en  nuestros  países  de  Occiden- 
te, como  sucede,  v.  gr.,  con  el  hipnotismo. 

En  la  sección  de  la  obra  que  comprende  el  estudio  de  la  Medicina 
en  la  antigüedad  clásica,  al  tratar  de  Hipócrates  y  de  la  medicina^ 
hipocrática,  insiste  en  que  lo  que  se  venía  conociendo  como  «obras 
de  Hipócrates»,  se  sabe  hoy  á  ciencia  cierta  que  no  son  otra  cosa 
que  el  resultado  del  trabajo  de  varias  generaciones,  el  producto 
espiritual  de  autores  muy  diferentes,  cuyas  voces  ha  reunido  la  ca- 
sualidad para  formar  un  coro  no  siempre  muy  armónico.  Aun  así, 
Hipócrates  personiflca  la  reacción  del  sentido  práctico  enfrente  de 
teorías  superñciales  y  mal  enlazadas ;  también  le  caracteriza  el  res- 
peto á  la  tradición  en  lo  que  tiene  de  utilizable  para  la  práctica  mé- 
dica. Hipócrates  ha  sido,  además,  el  primero  que  elevó  la  Medicina 
al  rango  de  ciencia  independiente,  y  en  su  terapéutica  ha  sabido 
tener  muy  en  cuenta  las  fuerzas  de  la  Naturaleza  sin  abandonarse 
á  un  nihilismo  escéptico. 

De  Galeno  dice  nuestro  autor  que  fundó  su  patología  y  su  diag- 
nóstico en  la  proposición  de  que  no  puede  haber  trastorno  funcional 
sin  lesión  orgánica,  proposición  cierta  sin  duda  alguna,  pero  que 
aun  hoy  en  día  no  se  puede  demostrar  en  una  buena  parte  de  esta* 
dos«morbosos.  Su  aspiración  á  convertir  la  Medicina  en  una  Ciencia 
exacta,  es  ciertamente  muy  halagüeña,  pero  también  está  muy  lejos 
de  efectuarse,  si  es  que  cabe  la  esperanza  de  que  tal  deseo  se  pueda 
llegar  á  realizar. 
Creo  que  bastarán  estas  indicaciones  para  hacer  comprender  el 


m0sn%09  t^jff^itu^  i«  ia  '.^cft  ¿es  Dr.  5Sei¿-4xver,  j 
\my9í0á^sfkf%M,  q««  ▼<*  &a  :«z  p4.'%^tm  «¿  ímh>  sssrz&i»  ie 

n 

parlMdltM^^ü  i^lmMl  jpí<!>rKiraást«B7ÍAác:aeRrcise^3r»rxospro- 

üo  obutaot^  la  míe^ur^óo  cmAsl  vez  nuivor  ose  en  bien  de  Ia  hm^a- 
DÍija/i  j  4e  fa  nüima  uíí'A^íl  pnícú^^^n  los  méü^os  encargmios  de 
esc^  cofTi^ti'io,  es  lo  cierto  qae  eo  todos  ks  ejérriios,  j  ea  ei  ncestn» 
eo  so  menor  grado  qoe  es  los  demás,  son  bastante  frecuentes  los 
casos  de  tobercalosís  pulsMMiar  j  de  defoncioDes  por  ella  oeasio- 
nadas. 

El  Dr*  Deleito,  distinguido  médico  militar,  estadía  en  su  Memoria 
de  doctorado  la  frecuencia  de  la  tabereolosis  pulmonar  en  el  ejérd- 
to  español,  las  formas  qae  saele  presentar,  sus  cansas  j  el  modo  de 
combatir  el  desarrollo  j  la  propagación  del  mal  en  la  fuerza  arma- 
da«  Para  resolver  tan  múltiples  é  interesantes  problemas  apela  el 
autor  á  su  experiencia  personal,  á  las  estadísticas,  j  ea  especial» 
como  ya  se  comprende,  á  las  españolas,  no  siempre  tan  completas  j 
detalladas  como  seria  de  desear,  j  al  estudio  de  la  literatura  ree> 
pectíTa. 

Además  de  las  conclusiones  con  que  termina  la  Memoria,  y  que 
resumen  el  resultado  de  los  estudios  del  autor,  ha  incluido  éste  al 
flnal  de  su  trabajo  un  mapa  y  varias  gráficas,  donde  se  ponen  más 
de  manifiesto  la  comparación  de  los  distintos  datos  estadísticos  de 
que  se  ha  hecho  uso  y  mención  en  el  texto. 

Bl  trabajo  del  ilustrado  médico  es  muy  interesante  por  su  objeto  y 
por  la  forma  en  que  lo  ha  llevado  á  cabo.  Bien  merece  que  se  le  imi- 
te por  los  que  puedan  y  se  hallen  en  condiciones  de  hacerlo,  y  sobre 
todo  que  se  preste  atención  á  las  enseñanzas  que  del  mismo  se  de- 
ducen. Sólo  asi  se  podrá  llegar  á  conseguir  que  el  servicio  en  filas 
no  figure  entre  una  de  las  causas  que  contribuyen,  si  no  á  crear  tu- 
berculosos, por  lo  menos  á  agravar  los  que  ya  lo  están  al  ingresar 
en  el  ejército. 

ni 

Bl  enunciado  de  la  obra  es  de  los  que  prometen  y  el  contenido  de 
la  misma  de  los  que  cumplen.  Así  podía  esperarse  también  conocien- 


337 

do  el  nombre  del  autor^  reputado  como  de  los  más  competentes  en 
las  cuestiones  relativas  á  la  alimentación  y  á  los  regímenes  alimen- 
ticios. ^ 

Y  por  cierto  que  el  asunto  no  siempre  es  de  los  más  fáciles  de  re- 
solver^  como  se  comprende  recordando  que  para  decidir  qué  ali- 
mentos convienen  más  en  un  caso  particular,  hace  falta  conocer, 
además  de  las  idiosincrasias  que  existen,  aunque  no  con  tanta  fre- 
cuencia como  se  había  creído,  la  composición  química  de  cada  ali- 
mento, las  variaciones  que  dicha  composición  experimenta  con  las 
distintas  preparaciones  culinarias,  su  digestibilidad  en  el  sano  y  en 
los  distintos  estados  morbosos,  y  su  grado  de  utilidad  una  vez  asi- 
milados ó  incorporados  sus  principios  á  los  distintos  humores  y  te- 
jidos. 

Tres  partes  contiene  la  obra  del  Dr.  Gautier:  en  la  primera  se  tra- 
ta de  los  principios  generales  de  la  alimentación;  en  la  segunda  se 
hace  un  estudio  de  los  alimentos  y  en  la  tercera  de  los  diferentes  re- 
gímenes en  el  estado  de  salud  y  en  el  de  enfermedad. 

Basta  enunciar  las  tres  secciones  en  que  está  dividido  el  libro  para 
comprender  que  se  trata  principalmente  de  una  obra  de  consulta 
para  ayudar  al  práctico  en  la  resolución  de  problemas  que  en  oca- 
siones tropiezan  con  bastantes  diñcultades,  si  bien  éstas  tanto  ó 
más  que  del  conocimiento  más  ó  menos  cabal  de  la  composición  y 
cualidades  de  los  diferentes  alimentos,  provienen  en  muchos  casos 
de  nuestra  ignorancia  respecto,  á  la  patogenia  de  determinadas  en- 
fermedades de  la  nutrición. 

El  Sr.  Fuster  se  ha  esmerado  en  hacer  una  traducción  correcta,  y 
además  de  esto  también  ha  procurado  completar  el  libro  del  doctor 
Gautier  adicionando  algunos  datos  relativos  á  nuestra  nación.  Pero 
conflesa  él  mismo  que  no  le  ha  sido  posible  satisfacer  tal  exigencia 
en  el  grado  que  hubiera  deseado,  por  haber  sido  muy  escasos  los 
datos  que  con  dicho  fin  se  ha  podido  proporcionar  á  pesar  de  todas 
«US  gestiones. 

De  todos  modos,  el  libro  del  Profesor  de  la  Facultad  de  Medicina 
de  París  es  una  obra  que  también  en  España  no  ha  de  tardar  en  ha- 
cerse clásica,  pues  tiene  condiciones  sobradas  para  ello. 


338 


REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Las  inyeooienet  intratraqnealet.  —  El  Dr.  D.  H.  R.  Pinilia,  publica  en  El 
Siglo  Médico,  lo  siguiente  : 

cMÍ8  peqnefioe  conocimientos  en  la  especialidad  otorínolaringológica, 
débelos  á  mi  antigao  amigo  i  carifioso  colega  el  conocido  especialista  doc- 
tor Gompaired,  con  qnien  trabajé  algún  tiempo.  Y  fué  en  1895  cuando 
padeciendo  yo  una  traqueobronquitis  crónica,  me  sujeté  —  por  consejo  de 
mi  amigo  —  á  las  inyecciones  intratraqueales. 

A  cambio  de  otras  excitabilidades,  yo  poseo  una  tolerhndiñ  extremada  de 
mi  faringe  y  laringe.  Casi  podría  considerarme  como  un  laringofantum  tí- 
Tiente.  Merced  á  esta  cualidad  mia  y  á  la  pericia  del  Dr.  Compaired,  pudo 
éste  obscryarme  que  la  tráquea  en  sus  primeros  anillos  tenia  un  aspecto 
gris-  ceniza,  y  que  la  laringe  estaba  sana.  La  auscultación  demostraba  la 
existencia  de  ligeros  estertores  mucosos,  roncus,  diseminados,  sobre  todo 
en  el  lado  izquierdo. 

Habla  tomado  á  la  sazón,  y  con  objeto  de  curar  este  proceso  catarral, 
los  medicamentos  aconsejados  para  el  caso;  mas  la  tos  continuaba  y  la 
expectoración  de  mocopus  seguía,  preocupándome  y  produciendo  molestias 
positiyas. 

Decidímonos,  pues,  á  realizar  las  inyecciones  intratraqueales  por  medio 
de  la  jeringuilla  de  Ruault,  de  10  cent,  cúb.,  con  aceite  mentolado,  pen- 
sando en  ensayar  si  probarían  mejor  las  de  aceite  y  creosota. 

Sin  cocainización  previa,  el  Dr.  Gompaired  procedió  á  la  obra.  Sin  ele- 
var la  temperatura  del  liquido  inyectable — aceite  de  olivas  esterilizado  y 
mentol  al  10  por  100  — cargó  la  jeringa  con  10  cent,  cúb.;  procedí  yo  á 
sujetarme  la  lengua  en  suave  tracción  fuera  de  la  boca,  y  guiado  él  por  el 
espejillo,  condujo  la  cánula  curva  traspasando  la  glotis,  y  de  dos  golpes  de 
émbolo  —  para  lanzar  en  dos  veces  el  contenido  —  inyectó  el  líquido. 

La  primera  molestia  que  sentí  fué  la  ligera  sensación  de  carraspera,  pro- 
ducida por  unas  gotas  de  aceite  en  el  vestíbulo  de  la  laringe  y  e^  la  boca. 
Pero  inmediatamente  fué  sustituida  esa  incomodidad  por  el  ahogo.  El 
ahogo  obliga  á  levantarse  del  asiento,  buscando  otro  en  medio  de  la  habi- 
tación, si  es  posible ;  tras  del  ahogo,  que  si  bien  incomoda,  no  da  temor, 
surge  la  necesidad  de  toser.  Pero  ante  la  conveniencia  de  no  expulsar  la 
inyección  —  tiene  uno  la  idea  de  que  se  arrojaría  todo  el  líquido;  y  es  que 
la  tos  provoca  en  efecto  la  expulsión  de  cierta  cantidad  de  aceite,  cuyo  sa- 
bor disgusta,  si  es  que  no  provoca  náuseas,  en  cuyo  caso  se  favorecería  la 
expuición— se  logra,  por  medio  de  inspiraciones  cortas  y  rápidas,  dominar 
la  tos  y  el  ahogo. 

A  la  segunda  inyección  fui  ya  maestro,  quiero  decir,  que  dominé  mis  ner- 


339 

TÍ09.  Necesité,  como  siempre,  ponerme  de  pió ;  pero  inmediatamente  incli- 
naba el  tronco  á  la  izquierda,  es  decir,  del  lado  en  que  sentia  mi  catarro ; 
liacia  frecuentes  inspiraciones  por  la  nariz,  y  sentia  el  frió  del  mentol  en 
-el  lado  izquierdo  del  pecho,  lo  mismo  que  en  la  tráquea. 

Por  curiosidad  científica,  ó  porque  Gompaired  lo  encontrase  indicado, 
dos  días  la  inyección  fué  de  aceite  creosotado.  Recuerdo  que  me  molestó 
más  el  ahogo,  que  antes  duraba  unos  diez  segundos,  y  abandonamos  esas 
inyecciones.  A  ello  nos  incitaba  también  el  éxito  indudable  obtenido  con 
las  diez  inyecciones  que  me  practicó  con  el  aceite  mentolado. 

En  efecto,  al  día  inmediato  de  comenzar  el  tratamiento,  la  expectoración 
fué  menor,  y  el  color  de  la  mucosa  traqaeal  menos  grisáceo ;  á  la  tercera  ó 
cuarta  era  sonr9sado  pálido.  Yo  quedé  encantado  del  remedio. 

Algún  tiempo  después,  me  conyerti  de  paciente  en  actuante.  Hice  yo  á 
mis  enfermos  las  inyecciones  aludidas,  y  tras  algunas  equivocaciones  t-  re- 
sultaron inyecciones  esofágicas  muchas  reces — dominé  á  mi  yez  la  téc- 
nica, ese  t<nir  de  main,  que  aquí  consiste  en  mirar  al  espejillo,  ayeriguar  si 
la  punta  de  la  cánula  ha  franqueado  las  cuerdas  yocales,  en  elerar  la  mano 
que  Ueya  la  jeringa,  para  inclinar  el  chorro  hacia  adelante,  y  en  proyectar 
el  liquido  en  dos  golpes  de  pistón  y  no  con  demasiado  apresuramiento. 

Hace,  pues,  muchos  afios  que  en  España  se  emplea  este  recurso  terapéu- 
tico, y  que  hemos  aprendido  á  dirigir  esa  inyección  á  voluntad  hacia  el 
lado  ó  hacia  el  pulmóá  enfermo,  y  hace  ya  tiempo  que  podemos  afirmar 
«que  tal  medicación  es  útilísima  on  toda  traqueobronquitis  crónica,  tenga 
el  apellido  que  tenga. 

Sólo  afiadiré,  para  terminar,  que  me  causa  mucha  extrafieza  el  no  ver 
aconsejado  este  remedio  en  el  tratamiento  de  la  gangrena  pulmonar.  Esta 
omisión  la  cometen  al  menos  los  tratados  de  Brouardel-Gilbert,  Ebstein- 
flohswalbe,  yon  Mering,  Peuroldf,  Dieulafoy,  Bernheim  y  Zíemsen.  Es, 
sin  embargo,  útilísimo  y  más  hacedero  que  el  tratamiento  quirúrgico. 

Sarabia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    PARÍS 

Señón  dtl  dia  Í7  de  Julio  de  1906. 

VteuMoionet  y  rtvacunaoiones  en  Francia  en  1904.— El  Dr.  Kblsch:  De  los 
datos  que  he  tenido  ocasión  de  examinar  resulta  que  27  proyincias  no  han 
anministrado  ninguna  noticia  ni  estadística,  y  algunas  no  han  dado  más  que 


340 

cifras  8ÍD  ningún  comentario  y  aun  cifras  con  frecuencia  incompletas.  Los. 
casos  de  yirnela  observados  en  las  distintas  proyinoias,  demuestran  que  la. 
ley  acerca  de  la  vacunación  obligatoria  aún  no  ha  hecho  desaparecer,  des- 
graciadamente, la  yiruela  en  Francia,  sea  por  la  indiferencia  de  la  pobla- 
ción ó  sea  por  la  impunidad  ó  inercia  administratiya. 

El  paludismo  en  Madagascar. — El  Dr.  Blakchabd:  Para  combatir  la  epide- 
mia de  paludismo,  la  Administración  ha  ordenado  la  desecación  do  los  pan- 
tanos, la  destrucción  por  el  fuego  de  las  hierbas  parásitas,  etc.;  además  de 
las  conferenciae  médicas,  y  cartillas  repartidas  con  profusión,  se  han  em- 
pleado todos  los  otros  medios  posibles,  y  á  pesar  de  ello,  la  recrudescencia 
del  paludismo  es  siempre  considerable  en  la  estación  de  las  llui(ias,  recru- 
descencia que  también  se  obserya  en  el  Tonkin  y  en  la  Reunión,  lo  cual  es. 
debido  á  que  los  anofeles  han  ido  ganando  poco  á  poco  las  altas  llanuras,  ün 
buen  medio  para  luchar  contra  esta  plaga  es  la  de  colocar  las  telas  metáli- 
cas en  puertas  y  yen tanas;  pero  esto  sólo  se  puede  ordenar  para  los  locales 
colectivos,  y  hasta  en  estos  casos  es  algunas  yeces  irrealizable.  En  efecto,, 
los  mismos  soldados  no  han  querido  habitar  los  locales  cuyas  ventanas  es- 
taban protegidas  por  dichas  telas  y  las  han  destruido  á  bayonetazos;  con 
más  razón,  los  indígenas  no  aceptarían  esta  forma  de  profilaxis. 

El  Dr.  Laverán  :  Boy  partidario  de  las  medidas  propuestas  por  el  doctor 
Blanchard;  pero,  en  mi  opinión,  la  Academia  no  puede  inducir  á  los  pode- 
res públicos  á  que  deseque  y  trate  con  petróleo  todos  los  pantanos  de  Ma- 
dagascar. Las  medidas  propuestas  por  el  Dr.  Blanchard,  son  difícilmente 
realizables  en  un  país  cuya  extensión,  superior  á  la  de  Francia,  es  de 
600.000  kilómetros  cuadrados.  El  principal  cultivo  os  el  del  arroz,  que  lleva, 
consigo  la  presencia  de  aguas  estancadas;  el  petróleo  destruiría  el  arroz,  y 
loa  malgaches  morirían  de  hambre.  Las  telas  metálicas  no  pueden  tener 
más  que  aplicaciones  parciales.  En  fin,  hay  otras  medidas  más  importantes 
y  más  realizables  para  los  malgaches,  que  son  muy  miserables,  y  esta  mise- 
ria es  la  que  se  debe  combatir  especialmente,  y  en  particular  trasladando 
ciertos  villorrios  que  están  situados  demasiado  cerca  de  los  arrozales. 

El  Dr.  Blanchard  :  Los  documentos  administrativos  del  Dr.  Kermor- 
gant,  confirmando  las  cifras  que  he  presentado,  demuestran  la  marcha 
progresiva  del  paludismo  en  Madagascar.  La  existencia  de  los  arrozales 
implica  la  de  las  aguas  estancadas,  y  claro  es  que  no  hay  que  pensar  en 
destruirlos,  pero  es  necesario  desecar  los  estanques  situados  alrededor  de 
las  habitaciones  y  creados  por  la  mano  del  hombre.  La  obra  de  los  ameri- 
canos en  Cuba  ha  consistido  en  destruir  los  pequeños  estanques  y  las  oque- 
dades en  donde  las  aguas  de  lluvia  podía  acumularse,  y  estas  medidas  han 
ido  seguidas  de  un  éxito  perfecto. 

El  Dr.  Roox :  Seria  conveniente  que  se  nombrara  una  comisión  para  que 
nos  presentara  un  dictamen  en  la  sesión  próxima. 

El  Dr.  Chantbmbsse  :  Como  que  el  Dr.  Blanchard  propone  la  lucha  dá- 
sica  ensayada  con  éxito  en  varios  puntos,  podrían  hacerse  desde  este  punto 
de  vista  proposiciones  al  gobernador  de  Madagascar. 

(Le  BúLL  Med»^  núm.  56).—  Codika  Castbllví. 


341 

XV    CONGRESO    INTERNACIONAL    DE    MEDICINA 

Cütbrado  «n  LÍMboí»  del  19  al  26  dé  Abril  de  1906. 

(Cootinuaeión). 

Algniiat  consideraciones  ebstétricts  basadas  en  el  examen  ds  un  certe  sagital 
practicado  en  una  primípara  muerta  en  pleno  periodo  ds  expulsión.— El  doctor 
43.  Rboaskkb:  Ed  enoro  último  he  podido  practicar  an  corte  sagital  en  el 
cadáf  er  de  una  mujer  que  murió  en  pleno  periodo  de  expulsión  j  hacer  un 
estudio  anatómico  é  histológico  bastante  detenido  de  las  condiciones  en  que 
se  encuentra  el  útero  en  el  momento  del  parto,  y  aunque  sea  un  asunto 
bastante  discutido,  no  hay  un  acuerdo  unánime  en  la  apreciación  de  loe 
hechos  observados,  y  por  consiguiente  las  deducciones  que  se  han  sacado 
no  son  semejantes  bajo  el  punto  de  yista  fisiológico  ni  del  patológico. 

El  examen  del  corte  me  ha  hecho  ver  ciertas  diferencias  entre  algunos  de 
los  publicados  y  el  mío,  y  por  consiguiente  la  interpretación  de  ciertos 
fenómenos^  patológicos  observados  en  la  práctica  no  puede  ser  la  misma. 
He  aquí  el  motivo  que  me  ha  conducido  á  volver  sobre  un  asunto  tan  dis- 
•cutido  antes  y  que  á  pesar  de  ser  tan  antiguo  no  han  podido  riSunirse  en 
tina  opinión  única  la  de  todos  los  tocólogos. 

Be  trataba  de  una  mujer  muerta  en  pleno  periodo  de  expulsión,  con  el 
étero  completamente  borrado  y  dilatado,  o  mismo  que  la  parte  superior 
•de  la  vagina.  La  cabeza  llenaba  por  completo  la  excavación  y  la  bolsa  sero- 
sangui.uoa  so  encontraba  á  dos  travesee  de  dedo  de  la  vulva. 

Esta  mujer  había  muerto  de  un  ataque  de  asistolia,  á  las  catorce  horas 
de  principiar  el  parto.  Ignoro  las  circunstancias  que  impidieron  parir  á  esta 
mujer«  lo  que  he  podido  saber  es  que  se  trataba  de  una  primípara  cardíaca 
jqne  su  trabajo  había  durado  catorce  horas. 

.  El  cadáver  se  congeló  con  una  mezcla  frigorífica  de  hielo  y  sal  coniún/y 
i  las  cuarenta  y  ocho  horas  pudimos  practicar  una  sección  perfecta  que 
•dividía  exactamente  por  medio  el  cuerpo  do  la  mujer  y  del  feto. 

Lo  que  llamó  la  atención  sobre  todo  al  examinar  el  corte  fué  el  diferen-  \ 
te  grosor  de  las  paredes  del  útero;  por  detrás,  enel  punto  que  corresponde 
al  promontorio  y  en  relación  también  con  el  cuello  del  feto,  había  un  en- 
^roeamiento  muy  marcado,  que  no  es  otra  coaa  que  lo  que  so  llama  anillo 
de  contracción;  por  encima  y  debajo  de  este  punto  la  pared  del  útero  se 
adalgazaba  de  un  modo  progresivo,  sobre  todo  hacia  abajo  hasta  el  orificio 
externo  del  cuello,  donde  alcanzaba  el  mínimum  de  grosor. 

El  punto  más  grueso  tenía  una  disposición  circular  perfectamente  apre- 
«iable  al  tacto,  pero  aunque  circular  por  completo  la  diferencia  entre  el 
grosor  de  la  parte  posterior  y  el  resto  de  la  circunferencia  era  tan  acentua- 
da que  apenas  se  podía  distinguirle  en  la  pared  anterior  del  corte. 

¿Qué  significación  anatómica  y  fisiológica  tiene  este  anillo  de  contrac- 
ción? ¿Se  le  encuentra  siempre  al  mismo  nivel  7  ¿Esta  formación  es  un  he- 
«ho  puramente  funcional  ó  marca  el  limite  entre  el  cuerpo  y  el  cuello  del 
útero?  He  aquí  los  motivos  de  las  discusiones  y  de  las  mayores  divergen- 


V 


.^iipt»  4»  >A  fue  ttinia^  fe  Ifc  gagü 

pmÍ0t  ym  f«  ^icvt  &•«  ^tikm  fe 

iexú'A  ?c«  ívrBtto.  L»  e&^tfom  j  ^  obs^c  feí  Seo*:  c&  lAm^^B  ¿i¿  i 

fe  liftoL  Ert*  '^s*enraet'jc«  «c W«  ^  i-^e  ao  a»  W  ¿1*6:  »■«■■<«  Ia 
c»^  fe  >>f  «cv>««c  tfeM^  ;«f»  wfímrJbr'M 

tMmm  Mey/rwtm>».  ^stp^^jLm^tsAit  «a  las  feí  tmoe»: 

U  aM»>  pWA  pmctitM^  «as  t^w'^ík.  •<«  1 1 i^i  ?■■■■»  cl  cecal»  < 
á  ■aj''^  Altara*  er^rm^/vilfímáfj  «ac  al  p-^sio  <a  ^ae  «¿  feto  fe^  aa  ^ 
ea  <t  ''jae  |««ifee  i^indwáne  la»  ¿sna  ctcRaai  qac  i 

Co  alos''^*  caii'Q*  09  ír^mtam  taaibíéa  aríU-JB  de  eoasncc^a  ( 
timmhnmitatOf  caaado  ae  ha  tapoaado  e!  ditero  paia  coateací  aaa  ' 
naipa;  d^ade  la  ^aia  ao  ^^vaa  aa  caerpo  araj  coapacto. 
i;rM  eastiiiad  fe  fibiaa  atafcalans  j  f-Tnsaa  aaill^  fe 
pareei  <i<4  al  qa«  «e  obaerra  en  aaeairo  corte. 

Ef  iadudabl^  qae  «Ble  eíreiiio  coatrfetíl  ea  aa  fea<naeao  qae 
al  periodo  fel  parto,  pnrqnen  bíea  aatea  de  príocipiar  cale  laa  panfes  fel 
óiero  ao  tíeaeo  «o  groaor  asífonae,  Ua  difereadaa  aoa  Ua  liorna  qae,  ez- 
eept<>  el  paoto  fe  inaereí//o  fe  la  placeota.  apenaa  «i  se  laa  paefe  apreciar 
á  ai  mple  TÍsta.  8í  obaenráis  IcfS  dibajoa  de  loa  cortea  aagitalea  pablicadoa  por 
inaard*  Varoler,  Barl^oor,  Valdejer,  2.*  de  ftaane,  Bajer,  Caotoa,  Via- 
ft«r,  ete«,  de  majerea  nraertaa  antea  fe  príoeípiar  el  parto,  rereis  qae  es  im* 
poaí  ble  Indicar  el  panto  doofe  feberia  existir  el  efiviilo  contráetíL  Por  esto* 
M  ha  ereído  qae  el  aoillo  fe  eootraeeiónaiarcael  limite  exacto  entre  el  cuer- 
po j  el  eaello  fel  átero«  Analizando  coidadoaamente  loa  hechos  y  fijando- 
noa  en  loa  cortea  poblieadoB,  no  podemoa  aceptar  esta  interpretaeióa,  por 
lo  meuff»  en  lo  qoe  ce  refiere  á  an  gran  námero  de  casos. 

Las  medidas  tomadas  por  Mollar  y  Pínard  han  demostrado  hasU  la  eri- 
deneia  qae  el  eaello  del  útero  no  desaparece  antes  fe  qae  haya  comenzado- 
el  trabajo,  y  los  cortes  sagitales  nomero8isímos  qae  se  han  practicado  para 
femo«trar  la  persistencia  del  eaello  hasta  este  momento,  no  dejan  dafe  al- 
teóos con  respect^i  á  dicho  particular.  Aceptado  este  ponto,  si  recordamos 
la  sitaaci^in  «1  erada  donde  encontramos  el  anillo  de  contracción  en  loa 
casos  de  presen taci/;n  traosrersal,  abandonada,  coando  iutrodocimos  la 
mano  para  practicar  ana  rersión  ó  ana  embríotomia,  es  imposible  aceptar 
qae  una  distensión  tan  enorme  sea  el  resaltado  exclosíro  del  estiramiento 
de  las  fibras  del  eaello.  Eo  an  caso  medimos  la  distancia  entre  el  orificio 
externo  del  átero  y  el  anillo  de  contracción  situado  por  encima  de  lacabe- 
sa  del  feto  colocada  en  presentación  cefálica  izquierda  transrersa,  sienda 
mayor  de  20  centímetros  (la  majer  lleraba  dos  dias  de  parto). 

Por  otra  parte,  la  disposición  anatómica  de  la  rena  circular  perfecta- 
mente apreciable  en  la  mayor  parte  de  los  casos  publicados,  raria  en  reía- 


343 

ciÓQ  con  el  anillo  contráctil;  en  el  primer  corte  de  Branne,  está  situada  in- 
oaediatamente  por  encima  del  panto  más  culminante  del  circulo  de  con- 
tracción, mientras  que  en  el  nuestrolo  está  muy  por  debajo  de  él.  Esta  di- 
ferencia de  emplazamiento  nos  hace  creer  que  si  en  alg:unos  casos  el  anillo 
de  contracción  marca  el  punto  correspondiente  al  orificio  int^no  del  útero, 
no  siempre  es  asi. 

Oreemos  que  la  significación  de  este  anillo  de  contracción  no  es  de  or- 
den anatómico,  sino  físioli^gico,  resultado  de  la  acción  mecánica  que  el 
ovoide  fetal  determina.  En  el  parto  completamente  fisiológico,  la  presión 
uniforme  transmitida  por  el  liquido  amniótico  en  primer  lugar,  y  después 
la  presión  axil  cuando  está  rota  la  bolsa  de  las  aguas,  actúa  sobre  el  úni- 
co punto  del  útero  que  no  opone  resistencia  contráctil  y  determina  la  pro- 
gresión del  feto,  y  como  consecuencia,  el  estiramiento  de  la  porción  cervi- 
cal, sin  formar  el  anillo  contráctil  hasta  que  las  fibras  circulares  del  istmo 
que  han  experimentado  una  distensión  enorme  encuentran  en  el  ángulo  de 
flexión  que  forma  la  cabeza  y  el  hombro  correspondiente  del  feto  un  espa- 
cio ráelo  donde  introducirse;  entonces  principia  su  retracción  y  se  agrupan 
en  gran  cantidad,  formando  unengrosamiento  que,  al  contraerse,  determi- 
na la  aparición  del  anillo  contráctil.  En  estas  condiciones  de  físiologismo 
absoluto  es  muy  probable  que  el  anillo  de  contracción  y  el  limite  inferior 
del  cuerpo  del  útero  se  correspondan  de  un  modo  exacto. 

Todo  lo  contrario  sucede  cuando  por  alguna  irregularidad  de  presenta- 
ción ó  por  falta  de  equilibrio  entre  la  resistencia  del  cuello  y  la  disminu- 
ción de  la  cavidad  del  útero  producida  por  exageración  de  la  retractilidad 
del  músculo  que  principia  en  cuanto  sale  el  liquido  amniótico  debe  el  órga- 
no gestador  tomar  elementos  para  su  distensión  de  la  misma  substancia 
corporal;  entonces,  las  partes  más  próximas  al  istmo  por  ser  las  que  reci- 
ben de  un  modo  más  directo  la  presión  axil,  pierden  su  resistencia  y  se  de* 
jan  distender,  y  por  lo  tanto,  el  anillo  de  contracción  se  forma  inmediata- 
mente por  encima  del  punto  donde  terminan  las  fibras  del  cuerpo  distendi- 
das; en  estos  casos,  el  punto  á  donde  corresponde  el  orificio  interno  está 
muy  alejado  del  anillo  contráctil. 

En  la  presentación  transversal,  la  cantidad  de  elementos  contráctiles  del 
cuerpo  del  útero  que  toman  parte  qp  la  distensión  de  la  cavidad,  se  halla 
aumentada  en  proporción  progresiva  á  la  duración  del  trabajo,  y  el  anillo 
de  contracción  se  eleva  bastante;  en  estas  condiciones,  la  situación  del  ani- 
llo no  es  paralela  á  los.  planos  pelvianos,  sino  oblicua  con  el  punto  más 
elevado  que  corresponde  al  ángulo  de  flexión  que  forman  la  cabeza  y  el 
tronco. 

En  estos  casos,  la  disposición  de  la  vena  coronaria  es  también  completa- 
mente oblicua  al  plano  que  forma  dicho  anillo  muscular. 

A  veces,  el  istmo  no  es  el  que  sufre  las  presiones  del  polo  fetal  que  se 
presenta,  sino  las  partes  inmediatas ;  en  este  caso  se  produce  una  dilatación 
saciforme  del  segmento  inferior  del  útero,  sin  que  intervengan  en  su  for- 
mación las  fibras  del  cuello;  estas  dilataciones  sacciformes  recaen  en  cier- 
tos casos  en  la  cara  posterior  del  segmento  inferior,  pero  se  for/man  con  mu  - 
cha  más  frecuencia  á  expensas  de  la  cara  anterior  del  órgano.  Las  causas 
de  estas  dilataciones  sen  siempre  anomalías  en  la  dirección  de  las  presiones 


344 

ovalares:  la  anteTeraión  y  la  retroTersíóii  del  útero;  la  dispodcióii  irroga* 
lar  del  eje  uterino  por  efecto  de  ana  yentro  ó  taginofíjación ;  Us  anomalias 
de  presentación  del  feto,  etc.,  son  cansas  de  este  cambio  de  dirección  de  iaa 
presiones  oralares  y  las'determinantes  en  las  dilataciones  saceiformes  re* 
feridas.  Tene(pios  la  convicción  de  que  el  cuello  no  toma  parte  en  la  dilata- 
ción sacciforme  de  que  hablamos,  convicción  basada  en  la  adición  exacta 
hecha  en  un  caso  de  la  longitud  del  cuello  uterino  en  los  últimos  meses  del 
embarazo,  antes  y  después  de  formarse  una  dili^ación  sacciforme  de  la  pa- 
red posterior  del  útero  á  consecuencia  de  una  hiateropexia  abdominal. 

En  este  caso,  igual  que  en  las  presentaciones  viciosas,  el  anillo  de  con- 
traoción  se  halla  situado  bastante  por  encima  del  oriñcio  interno  del  útero 
y  presenta  también  una  disposición  oblicua  en  relación  con  los  planos  de  la 
pelvis. 

6i  del  examen  macroscópico  que  hemos  hecho  pasamos  al  microscópico 
de  las  porciones  extraídas  de  las  paredes  del  útero  en  el  sitio  correspon* 
diente  al  anillo  de  contracción  y  á  la  porción  adelgazada  que  existe  inme- 
diatamente por  debajo,  nos  convenceremos  cada  vez  más  de  que  los  térmi- 
nos orificio  interno  y  anillo  de  contracción  no  representan  siempre  la  mis- 
ma cosa. 

Hemos  cortado  tres  pequeños  trozos  de  la  pared  del  útero  en  los  pantos 
correspondientes  al  anillo  de  Bandl  y  á  2  centímetros  por  encima  y  por  de- 
bajo de  él;  después  de  fijos  con  una  disolución  débil  de  formalina  y  de  bien 
endurecidos  en  el  alcohol,  los  sumergimos  en  celoidina  durante  ocho  días; 
hicimos,  por  último,  los  cortes,  coloreándolos  por  los  medios  más  diversos. 
Al  examen  histológico  de  estos  cortes  no  se  notaba  diferencia  alguna  entre 
el  perteneciente  al  trozo  superior  y  los  del  medio  é  inferior;  igual  disposi- 
ción celular  de  la  linea  interna;  la  misma  disposición  de  las  fibras  masca- 
lares  en  la  capa  media,  de  las  que  las  más  internas  y  las  más  externas  se- 
guían la  dirección  longitudinal,  y  las  intermedias,  en  mayor  número,  la 
transversal  y  oblicua;  la  parte  más  exterior  del  corte  estaba  rodeada  por 
una  fila  de  células  planas  pertenecientes  al  peritoneo  que  forma  la  túnica 
externa  del  útero. 

Esta  disposición  igual  de  los  cortes  hechos  con  los  tres  trozos  contrastaba 
de  una  manera  notable  con  la  de  otro  trozo  tomado  de  la  porción  más  adel- 
gazada del  cuello,  situado  dos  traveses  de  dedo  por  debajo  del  anillo  de 
Bandl.  En  este  último  corte  se  veían  únicamente  fibras  n^usculares  corta- 
das al  través  y  en  cantidad  mucho  menor;  el  corte  de  células  correeptrn- 
diente  á  la  mucosa  estaba  muy  adelgazado,  pero  no  se  veían  en  él  las  grue- 
sas células  de  la  caduca  abundantes  en  los  otros  cortes;  la  diferencia  en- 
tre los  cortes  del  cuello  y  los  pertenecientes  á  las  paredes  del  cuerpo  era 
evidente,  pero  esta  diferencia  no  existía  entre  las  porciones  superiores  i 
inferiores  del  anillo  de  Bandl,  sino  en  las  más  lejanas. 

Para  esclarecer  este  punto,  convendría  examinar  preparaciones  frescas 
después  de  la  disociación  de  los  elementos  musculares,  pero  hasta  ahora  no 
hemos  hecho  esta  clase  d^  investigaciones. 

Debemos  indicar  otro  hecho  anatómico  que  observamos  en  nuestro  cor- 
te, y  que  se  halla  en  oposición  con  las  descripciones  que  se  haeen  general- 
mente del  fenómeno  de  la  desaparición  del  cuello  uterino.  Hablando  de  él 


345 

t 

flo  dice :  cuando  el  orificio  externo  del  útero  liega  al  máximum  de  dilata- 
ción, forma  un  pequefio  rodete  que  se  continúa  con  la  ragina  distendida. 
Esta  descripción  se  funda  en  el  examen  del  primer  corte  sagital  publicado 
por  Braune;  se  ye  sólo  un  pequeílisimo  rodete  circular  que  marca  el  limite 
entre  la  vagina  y  el  útero;  no  se  descubre  en  él  rastro  alguno  de  hocico  de 
tenca.  En  el  corte  sagital  que  hemos  hecho  se  notaba  que  la  parte  vaginal 
del  cuello  no  había  desaparecido;  no  quedaba  un  simple  rodete,  sino  toda 
la  porción  vaginal  del  cuello,  muy  adelgazada  y  perfectamente  aplicada  á 
las  paredes  de  la  vagina  con  sus  fondos  de  saco  fácil  de  reconocer;  el  pos* 
tenor  muy  profundo  y  el  anterior  mucho  menos. 

Guando  sacamos  el  feto  de  su  lecho  uterino,  después  de  la  sección  sagi- 
tal, el  aspecto  que  ofreció  esta  parte  era  el  que  se  describe  generalmente; 
una  elevación  pequefia  marcaba  el  limite  entre  la  vagina  y  el  útero,  pero 
haciendo  un  examen  minucioso  de  las  partes  vimos  qu6  lo  que  parecía  al 
principio  una  simple  elevación  estaba  constituido  por  una  lámina  delgadí- 
sima aplicada  con  exactitud  á  las  paredes  vaginales  con  una  anchura  de  2 
centímetros  y  medio  en  su  porción  posterior,  dimensiones  que  iban  siendo 
menores  al  aproximarse  á  la  parte  anterior,  en  la  que  eran  sólo  de  8  mili- 
metros.  Levantando  esta  lámina  delgada  se  veía  perfectamente  que  los 
fondos  de  saco  no  habían  desaparecido  por  completo;  quedaban  formando 
una  canal  profunda  que  por  aplicación  exacta  de  sus  paredes  forma  al  pa- 
sar el  feto  una  cavidad  virtual. 

Esta  persistencia  de  la  parte  vaginal  del  cuello  del  útero  nos  explica  de 
una  manera  clara  por  qué  inmediatamente  después  de  salir  el  feto  princi- 
pia á  rehacerse  del  hocico  de  tenca ;  como  esta  parte  no  desaparece,  y  sólo 
la  aplicación  exacta  á  la  pared  vaginal  es  la  que  da  la  sensación  de  su  aplas- 
tamiento completo,  tan  pronto  como  la  presión  del  feto  desaparece,  las  dos 
paredes  se  separan  y  es  posible  seguir  al  momento  el  contorno  del  cuello. 

Al  examinar  los  cortes  sagitales  de  von  Seaxinger,  el  de  Tibone  y  uno  de 
los  de  Pinard,  se  ve  ya  que  las  cosas  pasan  según  hemos  dicho,  aunque  por 
referirse  á  cortes  practicados  en  mujeres  en  las  que  la  dilatación  del  cuello 
y  de  la  parto  superior  de  la  vagina  no  era  completa,  carecen  de  la  claridad 
del  que  presentamos. 

Fijándonos  en  los  hechos,  se  ve  bien  que  no  puedo  ser  de  otro  modo;  las 
contracciones  uterinas  disminuyen  la  capacidad  de  este  órgano  y  hacen  pre- 
sión sobre  el  óvulo ;  como  éste  por  su  contenido  liquido  no  puedo  reducirse 
en  proporción  á  la  disminución  de  la  cavidad  uterina,  debe  tomar  elemen- 
tos de  la  región  cervical  para  su  distensión,  y,  por  consiguiente,  la  cavidad 
del  útero  se  agranda  en  la  parte  inferior  proporcionalmente  á  la  disminu* 
•ción  que  experimenta  la  porción  corporal. 

En  cuanto  la  distensión  del  cuello  llega  á  las  inserciones  vaginales,  éste 
órgano  principia  á  distenderse,  y  al  separarse  la  porción  del  cuello,  que  no 
está  aplastada,  es  decir,  el  hocico  de  tenca,  es  estirada  hacia  fuera  y  se 
hace  horizontal,  dando  al  dedo  que  practica  el  tacto  la  sensación  de  una 
desaparición  completa.  En  este  momento  la  bolsa  de  las  aguas  principia  á 
introducirse  en  el  orificio  externo,  y  al  obrar  como  una  cufia  aproxima  esta 
parte,  al  priAcipio  horizontal,  á  las  paredes  vaginales  y  la  hace  tomar  otra 
vez  su  posición  vertical. 


346 

No  existe  en  momento  alguno  del  parto  desaparición  completa  del  hocico 
de  tenca ;  hay  únicamente  cambio  de  posición  y  dilatación  máxima  del 
mismo.  Estos  fenómenos  no  son  completamente  iguales  en  la  parte  ante* 
rior  que  en  la  posterior;  en  esta  última  el  plano  resistente  que  forma  el  sa* 
oro  permite  la  aplicación  exacta  de  la  porción  correspondiente  del  cuello  4 
la  pared  vaginal,  mientras  que  en  la  parte  anterior  la  falta  de  un  plano 
óseo  permite  á  la  pared  raginal  su  distensión  exagerada  por  delante,  y  en- 
tonces la  porción  deí cuello  correspondiente  forma  un  pequeño  espolón  poco 
acentuado. 

La  persistencia  del  canal  que  forma  el  cuello  de  útero  y  la  ragina  en  el 
parto  fisiológico,  no  tij9ne  importancia  alguna;  su  conocimiento  es  muy 
importante  en  algunas  intérrenciones  obstétricas;  la  existencia  de  este  ca* 
nal  profando  en  los  limites  de  la  vagina  y  del  útero,  puede  explicar  al- 
gunas dificultades  que  se  encuentran  cuando  (con  infracción  de  todas  laa 
reglas  de  aplicación  del  fórceps)  se  quiere  aplicar  una  cuchara  de  éste  sin 
ser  guiadas  por  la  mano  ó  por  la  extremidad  de  los  dos  dedos.  Algunos 
desgarros  cervicales  consecutiYos  á  la  aplicación  del  fórceps  que  han  sida 
considerados  como  debidos  á  la  aplicación  de  este  instrumento  sin  estar  el 
cuello  dilatado  por  completo,  se  explican  indudablemente  por  la  introduc* 
ción  de  una  cuchara  en  este  fondo  de  saco  que  acabamos  de  describir. 

Del  estudio  anatómico  é  histológico  que  acabamos  de  hacer  deducimos 
que  la  dilatación  y  el  aplastamiento  del  cuello  es  un  fenómeno  exolusiya- 
mente  mecánico,  resultado  de  la  acción  de  la  bolsa  de  las  aguas  y  del  polo 
fetal  que  se  presenta ;  no  podemos  aceptar  acción  activa  alguna  de  las  fibras 
longitudinales  del  cuerpo  del  útero  como  determinantes  de  estos  fenóme- 
nos. La  dilatación  y  el  aplastamiento  son  dos  fenómenos  completamente 
pasivos;  la  cuña  que  forma  la  bolsa  de  las  aguas  y  el  ovoide  fetal  determi- 
nan el  aumento  inferior  que  necesita  producirse  á  medida  que  la  capacidad 
uterina  disminuye  por  la  acción  de  las  contracciones  del  útero. 

En  el  parto,  en  cuanto  las  contracciones  del  músculo  uterino  principian, 
se  produce  una  disminución  de  la  capacidad  total  del  órgano;  esta  dismi- 
nución ocasiona  una  compresión  sobre  el  huevo  que,  por  acción  refleja,, 
obra  sobre  todos  los  pantos  de  las  paredes  del  útero  como  presión  endocavi- 
taria ;  las  paredes  del  órgano  gestador  resisten  de  modo  diferente,  según 
su  oonstitución  anatómica;  en  el  cuerpo,  la  existencia  de  fibras  longitudi- 
nales y  oblicuas  refuerzan  de  un  modo  considerable  las  paredes,  mientras 
que  en  el  cuello,  la  casi  totalidad  de  los  elementos  contráctiles  tienen  una 
disposición  transversal,  y  por  consiguiente  ofrecen  una  resistencia  mucho 
menor  á  la  presión  que  el  ovoide  fetal  ejerce  sobre  ellos.  El  acortamiento 
de  las  fibras  se  hace  en  el  cuerpo  en  todos  sentidos,  y  la  resistencia  es  casi 
igual  en  toda  la  extensión  del  cuerpo  del  útero,  mientras  que  en  la  proxi- 
midad del  istmo  hay  casi  exclusivamente  fibras  transversales. 

La  existencia  de  un  agujero  en  esta  región,  la  debilita  aún  más,  y  en 
consecuencia  la  presión  endocavitaria  que  el  ovoide  fetal  determina  por 
ÍA8  contracciones  uterinas,  encuentra  un  punto  de  menor  resistencia  en  la. 
parte  inferior  del  órgano,  y  la  continuación  de  las  presiones  acaba  por  pro- 
duoir  la  inercia  de  estos  elementos  musculares;  entonces  el  Istmo  sumi- 
nistra elementos  para  la  distensión  del  útero,  pero  sólo  cuando  están  iner- 


347 

tes ;  la  acción  de  las  fibras  loogitadioales  del  cuerpo  no  contri bnye  en  nada, 
á  est^  efecto;  su  acción  es  únicamente  la  de  aumentar  la  resistencia  de  laa 
paredes  y  de  disminuir  la  capacidad  total  del  órgano  por  so  acortamiento. 
.  Si  examinamos  los  diferentes  cortes  publicados,  obseryaremos  que  la 
parte  posterior  del  cuello  suministra  muchos  más  elementos  de  distensión 
que  la  pared  anterior;  este  fenómeno  es  debido  al  hecho  anatómico  tan  co- 
uocido  de  la  menor  longitud  del  fascículo  ansiforme  en  la  pared  posterior 
del  útero  que  en  el  anterior,  por  cuya  razón,  la  resistencia  es  menor  en 
aquélla. 

A  medida  que  las  fibras  superiores  del  cuello  sou  vencidas  en  su  resis- 
tencia entran  á  formar  parte  de  la  caridad  total  del  útero,  recibiendo  en- 
tonces las  inmediatas  inferiores  las  presiones  procedentes  de  arriba;  cuan- 
do todas  las  fibras  del  cuello,  hasta  en  sus  inserciones  vaginales  han  con- 
tribuido á  la  formación  de  la  caridad  uterina,  el  huevo,  al  tener  necesidad 
de  un  espacio  mayor  (si  la  disminución  de  la  capacidad  del.  útero  conti- 
núa), se  intr(Muce  en  el  orificio  del  cuello  y  principia  á  formarse  la  bolsa 
de  las  aguas. 

En  los  casos  completamente  normales,  la  bolsa  de  lari  aguas  produce  la 
dilatación  completa;  pero  cuando  las  membranas  se  rompen  prematura- 
mente, es  la  presión  trasmitida  por  el  feto  la  que  produce  esta  dilatación. 
Toda  disminución  de  la  cavidad  del  útero  toma  el  carácter  definitivo  por 
efecto  de  la  retracción  del  músculo ;  el  sitio  perdido  por  el  feto  no  puede 
recobrarle;  la  retracción  aumenta  continuamente  y  el  efecto  final  debe  ser 
la  expulsión  total  del  feto  fuera  de  la  caridad  del  útero ;  en  los  casos  de 
obstáculos  extra-uterinos  á  la  progresión  del  feto  (presentaciones  transver- 
sas, pelris  riciadas,  etc.)  el  efecto  de  la  retracción  y  de  las  contracciones 
es  el  mismo,  pero  el  feto  no  puede  obrar  como  cufia  dilatadora  por  su  si- 
tuación elevada,  y  el  mecanismo  de  dilatación  se  produce  en  sentido  inver- 
so; en  estos  casos  es  el  útero  el  que  sube,  y  al  deslizarse  sobre  la  presenta- 
ción fetal,  ocasiona  la  abertura  del  orificio  del  cuello.  Este  mecanismo 
debe  ser  considerado  como  patológico  y  reclama  más  tiempo. 

Un  caso  do  sífilis  traqueal.  —  El  Dr.  A.  García  Tapia  :  La  enferma  objeto 
de  esta  comunicación  carecía  de  antecedentes  hereditarios.  En  diciembre 
último  tuvo  una  bronquitis  y  á  los  pocos  días  notó  dificultad  respiratoria  al 
subir  las  escaleras.  Persistió  la  tos  seca,  expulsó  algunos  esputos  sangui- 
nolentos y  la  disnea  fué  en  aumento.  Las  inspiraciones,  en  número  de  11 
por  minuto,  eran  lentas,  prolongadas,  poco  profundas,  ruidosas,  con  sensa- 
ción de  roce  distinto  del  de  huélfago  de  la  estenosis  laríngea.  La  voz  era 
clara.  Este  tipo  respiratorio  indicaba  un  obstáculo  en  las  primeras  vías, 
localizado  en  la  tráquea  á  juzgar  por  la  integridad  de  la  voz. 

El  examen  iaringoscópico  reveló  la  integridad  de  la  laringe.  Coloqué  á 
la  enferma  en  la  posición  recomendada  por  Killian  para  ver  la  tráquea,  y 
vislumbré  algo  profundo  que  obstruía  el  conducto  traqueal,  pero  cuyos  de- 
talles me  fué  imposible  precisar.  Practiqué  entonces  la  traqueoscopia  su* 
perior,  á  la  que  llamo  eatamatodial  (etoma^  boca;  ocba,  vía),  empleando  la 
espátula  tubular,  dividida  en  dos  ramas  laterales.  La  maniobra  fué  algo 
difícil  por  la  longitud  excesiva  de  los  dientes  de  la  enferma  y  por  la  difi- 
cultad respiratoria.  Guiado  por  la  espátula,  y  después  de  una  profunda 


848 

anestesia  local,  introdaje  un  tubo  de  9  milímetros.  Desmontó  y  extraje  la 
espátula  para  que  no  dificultara  las  maniobras.  Como  anestésico  local  em* 
pleé  una  disolución  de  2  gramos  de  estovaina  y  de  1  de  cocaina  en  20  cen* 
timetros  cúbicos  de  agua;  después  de  anestesiada  la  enferma  respiró  mejor, 
sin  duda  por  el  efecto  constrictor  de  la  cocaina. 

Descubrí  entonces  masas  rojizas  insertas  en  las  partes  posterior  y  latera- 
les de  la  tráquea,  cerca  de  su  bifurcación ;  llenaban  casi  por  completo  este 
conducto,  dejando  sólo  un  pequeño  orificio  por  el  que  el  aire  pasaba  con 
trabajo ;  sorprende  cómo  obstrucciób  tan  grande  era  compatible  con 
la  vida.  \ 

Observando  que  la  respiración  había  mejorado  bajo  la  influencia  de 
la  cocaÍDa ,  instilé  algunas  gotas  de  una  disolución  de  adrenalina  al 
1  por  1,000. 

Era  preciso  reconocer  la  naturaleza  de  la  lesión.  La  enferma  no  habla 
dado  antecedentes,  ni  heridatarios  ni  personales,  y  su  constitución  era 
buena.  Al  auscultar,  sólo  se  notaba  respiración  áspera  por  propagación  del 
ruido  traqueal.  El  lóbulo  de  la  oreja  izquierda  estaba  ulcerado  y  casi  des- 
truido. Esta  ulceración  lúpica  me  hizo  sospechar  la  sífilis.  Encontré  los 
ganglios  occipitales  y  sus  maxilares  de  ambos  lados  infartados  y  movibles, 
y  una  cicatriz  reciente  de  aspecto  francamente  sifílitico.  Aunque  sólo  pude 
obtener  datos  vagos  de  lesiones  ulcerosas  de  la  boca,  recientes  y  curadas 
por  el  clorato  potásico,  prescribí  el  tratamiento  mercurial  intenso. 

¿Qué  conducta  debía  seguir  ante  un  estado  local  tan  grave?  £1  obstáculo 
estaba  muy  abajo  para  suprimirlo  por  la  traqaeotomia,  y  creí  que  lo  mejor 
era  emplear  el  procedimiento  que  sigue  Piemazeck  en  el  escleroma  arterial, 
es  decir,  el  raspado  y  la  extracción  por  medio  de  cucharillas  largas  y  de 
pinzas  por  traqueoscopia  infe]:ior  ó  traumatodial  (trauma,  herida,  odos^  vía). 
No  pude  encontrar  cucharillas  para  raspar  la  tráquea  y  mandé  fabricarlas; 
pero  no  fueron  necesarias,  porque  bajo  la  influencia  del  tratamiento  mer- 
carial  empezó  á  mejorar  la  respiración  y  el  peligro  inminente  desapareció 
en  veinticuatro  horas.  Cuatro  días  después  la  respiración  era  casi  normal 
y  sólo  se  oía  el  ruido  áspero  traqueal  de  las  respiraciones  muy  amplias.  La 
lesión  de  la  oreja  había  mejorado  de  un  modo  visible.  El  tratamiento  con* 
firmó  el  diagnóstico  de  sífilis. 

Practiqué  una  nueva  traqueoscopia,  y  al  hacer  abrir  la  boca  á  la  enferma 
se  exacerbó  el  dolorcillo  que  sentía  en  los  maseteros.  £1  aspecto  de  la  trá- 
quea se  había  modificado  bastante;  las  masas  rojizas  habían  dismiuuido  y 
podía  verse  parte  do  la  bifurcación  del  conducto  traqueal.  Al  día  siguiente 
tenia  esta  mujer  algo  de  fiebre,  tumefacción  y  dolor  fuerte  en  los  maseteros, 
sobre  todo  en  su  inserción,  apenas  podía  abrir  la  boca.  6e  trataba  de  una 
miositis  masetérica  que  desapareció  con  el  tratamiento  yodurado.  Esta  mio- 
sitis  primitiva  es  rarísima  y  difícil  de  explicar.  Ko  debe  atribuirse  al  tra- 
bajo muscular  exagerado  durante  la  traqueoscopia,  porque  los  maseteros 
están  relajados  durante  este  examen.  Sea  lo  que  fuere,  es  preciso  tener  en 
cuenta  el  terreno  como  factor  primordial  en  su  producción,  porque  la  sífi- 
lis lo  explica  todo. 

Este  caso  es  interesante,  por  demostrar  una  vez  más  la  utilidad  de  la 
traqueoscopia,  por  tratarse  de  una  forma  nada  común  de  sífilis  traqueal. 


349 

por  la  acción  rápida  del  mercnrio  y  por  el  desarrollo  de  ana  complicación 
rara,  la  miositis  maaetérica. 

Oefinieión,  comptsiciin  química  y  estructura  del  protoplasma.  —  El  doctor 
O.  Maiin  :  El  concepto  de  Hago  Von  Mohl  de  qae  el  citoplasma  es  la  sabs- 
tancia  primordial  de  la  que  proceden  la  cubierta  y  el  núcleo  de  la  célaUt 
por  cuya  razón  Ia  Wñmtk  protoplasma^  es  insostenible  y  propongo  sustituir 
éste  por  el  de  plaitna. 

La  eyolución  exige,  como  condición  primera,  una  gran  estabilidad  de  la 
molécula,  sin  que  ésta  pierda  la  calidad  de  sus  reacciones  químicas.  Este 
resultado  es  obtenido  por  la  disminución  de  las  cualidades  ionizantes  de 
cada  molécula  y  por  nueyas  combiiMciones.  Toda  substancia  inorgánica 
tiende  á  formar  combinaciones  coloideas  por  un  número  de  unidades  agre- 
gado en  un  complejo  mayor,  cada  una  de  las  cuales  posea  una  potencial  de 
carga  eléctrica  igual  á  la  que,  en  el  origen,  hubiera  podido  desarrollarse  en 
ca^a  una  de  las  unidades  constitu tiras.  En  un  grado  más  avanzado  'de  la 
eyolución,  cada  unidad  se  hace  anfotérica,  es  decir,  posee  la  propiedad  de 
unirse  con  las  bases  y  con  los  ácidos.  Finalmente,  en  cada  molécula  el  ra- 
dical ácido  puede  combinarse  con  el  básico,  formando  asi  una  sal  interna 
que  posee  los  caracteres  pseudo-ácido  y  pseudo- básico»  Esto  último  com- 
puesto, la  sal  interna,  en  presencia  de  ácidos  ó  de  bases,  queda  neutro  y 
conserva  su  individualidad. 

Según  nuestros  antecesores  más  remotos,  las  parafinas  son,  desde  el  pun- 
to de  vista  químico,  inactivas,  pero  su  actividad  aumenta  más  y  más  por 
oxidaciones  progresivas,  hasta  transformarse  en  ácidos  grasos  de  la  serie 
inferior,  Al  convertirse  éstos  en  aminoácidos  pueden  combinarse  entre  si 
y  con  ácidos  y  bases  orgánicas.  La  formación  de  sales  internas  al  satisfacer 
en  tierto  limite  las  afinidades  químicas,  las  hace  inactivas.  En  estado  de 
reposo,  ia  mayor  parte  de  las  células  plásmicas  son  pseudo- básicas  y  pseu- 
do-ácidas. 

Lo  que  produce  la  vida  en  las  combinaciones  coloideas  es  la  presencia  de 
ácidos  más  enérgicos  que  los  del  grupo  carboxilo  y  de  bases  más  enérgicas 
también  que  las  del  grupo  amino.  Es  inaceptable  la  opinión  de  Oraham  de 
que  los  cristaloides  y  los  coloides  ocupan  los  dos  puntos  extremos  de  la  ma- 
teria. Creo  que  todos  los  coloides,  mientras  están  en  disolución,  son  verda- 
deros electrolitos,  porque  en  presencia  uno  de  otro  se  mneven  en  sentido 
opuesto  de  la  corriente  eléctrica  y  un  coloide  es  precipitado  por  otro  coloide 
de  sentido  eléctrico  opuesto.  El  exceso  de  uno  de  los  coloides  favorece  la 
disolución  de  los  precipitados  coloideos. 

Es  necesario  distinguir  entre  las  substancias  que  se  disuelven  y  las  que 
se  ionizan.  El  azúcar  se  disuelve  por  la  misma  razón  que  una  sal,  es  decir, 
á  causa  de  existir  una  diferencia  potencial  entre  el  disolvente  y  la  substan- 
cia que  ha  de  disolverse.  El  azúcar  no  experimenta  más  modificaciones 
después  de  disuelta,  pero  una  sal,  el  cloruro  de  sodio,  por  ejemplo,  se  di- 
socia en  iones. 

Otro  punto  interesante  es  la  actitud  de  ciertas  células  constituyentes» 
las  globulinas,  por  ejemplo,  en  presencia  de  sales  neutras,  entre  ellas  el 
eloi^uro  de  sodio.  Una  sal  verdaderamente  neutra,  como  el  sulfato  de  barí- 
j^«4S8Ín8oluble  en  agua  porque  sus  dos  componentes  radicales  poseen  afíni- 


^ 


350 

dadas  eléetricM  de  la  miama  inienaidad.  pero  de  signos  opuestos;  pero  el 
cloruro  de  sodio  es  soluble  porque  el  sodio  es  un  enérgico  cat-ion  y  el  doro 
un  an-ion.  La  afinidad  elécirica  del  sodio  no  satisfecha  permite  la  forma- 
ción  de  una  carga  electro-negatiya  en  las  particulas  coloides  de  la  globuli- 
na, lo  que  obliga  á  estas  partículas  á  separarse  unas  de  otras  á  causa  del 
descenso  de  tensión  de  superficie,  y  forman  un  agregado  inrisible  á  simple 
TÍsta.  En  cambio  la  separación  de  los  compuestos  de  globulina  se  obser- 
ran  en  Tarios  casos,  principalmente  en  el  núcleo,  en  los  cilindros  ejes  y  en 
ciertas  reserras  de  materia. 

El  fenómeno  de  precipitación  de  las  globulinas,  que  prueba  la  facultad 
de  perder  la  ionización,  es  un  ejemplo  de  la  ley  general :  que  las  moléculas 
de  la  misma  especie  se  aglomeran  juntas  cuando  la  facultad  de  ionización 
ba  desaparecido,  porque  no  existe  entre  ellas  diferencia  potencial.  Las  mo- 
léculas de  globulina  son  atraídas  de  una  manera  pasiva  por  la  acción  acti- 
ya  del  disoWente.  Guando  se  mezclan  dos  substancias  activas  y  pasiyas,  ó 
dos  pasivas,  se  forma  una  emulsión  ó  una  separación  en  dos  zonas  distintas 
que  tienen  una  superficie  común  producida  por  la  densidad  especifica  de 
los  componentes  de  la  mezcla;  los  granulos  de  Nissl  de  las  células  nervio- 
sas, los  del  zimógeno  de  las  glándulas  salivales,  los  depósitos  de  aleurona  y 
de  otras  substancias  de  reserva,  como  el  amilógeno  y  el  glucógeno,  son 
otros  tantos  ejemplos.  Las  fibrillas  nerviosas  y  las  radiaciones  de  los  centro- 
somas  son  aglomeraciones  transitorias  producidas  por  la  acción  coagu* 
lante  de  los  electrolitos. 

.  El  Dr.  E.  Albbsoht:  La  célula  animal  representa,  descartando  las  dife- 
renciaciones específicas,  una  cámara  pequeña  de  pared  sólida,  impregnada 
de  lipoides,  que  contiene  un  líquido  compuesto  de  coloides,  de  cristaloi- 
des y  de  agua.  Este  líquido  tiene  el  aspecto  de  una  emulsión  de  gotas,  de 
paredes  diferenciadas,  ó  aparece  dividida  en  un  número  mayor  ó  menor,  de 
pequefias  cavidades,  de  paredes  viscosas  y  que  contienen  un  liquido  dife- 
rente. Las  paredes  intracelulares,  en  ambos  casos,  contienen,  según  toda 
probabilidad,  la  casi  totalidad  de  las  substancias  mielinógenas,  que  proce- 
den en  parte  de  los  liposomas  persistentes  del  citoplasma.  El  núcleo  celu- 
lar pertenece  á  las  gotitas  celulares  de  superficie  mielinógena  y  se  baila  en 
intersección  constante  con  el  citoplasma. 

Aeelin  fisiológica  y  patológica  del  radie  sebre  el  oje. — El  Dr.  A.  Biboh 
Hirhohfbld:  Estudiaré  la  acción  del  radio  sobre  el  globo  ocular,  particu- 
larmente en  lo  que  se  refiere  á  la  conjuntiva,  córnea  y  retina.  Las  altera- 
ciones observadas  en  las  cubiertas  y  medios  del  ojo  después  de  la  aplicación, 
más  ó  menos  prolongada,  de  pequefias  partículas  de  radio  colocadas  en  con- 
tacto ó  próximas  al  globo  ocular,  demuestran  que  no  podemos  esperar,  por 
lo  menos  actualmente,  su  utilización  en  la  terapéutica  del  ojo;  en  cambio, 
por  sus  efectos  sobre  la  conjuntiva  (conjuntivitis),  sobre  la  córnea  (quera- 
titis ulcerada),  sobre  la  retina  (infarto,  deformación  y  vacuolización  de  las 
célalas  ganglionares,  alteración  del  núcleo),  y  sobre  el  nervio  óptico  (de- 
generación de  la  mielina),  podemos  considerarla  peligrosa. 

iSin  embargo,  se  ha  intentado  emplear  el  radio  en  el  tratamiento  del  tra- 
coma, á  causa  de  la  acción  regresiva  manifiesta  que  ejerce  sobre  los  folícu- 
los tracomatosos;  por  desgracia,  esta  acción  es  muy  transitoria:  al  poco 


351 

tiempo  86  reprodaoen  los  fol ionios  como  antes.  Las  sesiones  de  aplicación 
más  largas  producirían  qnizá  la  curación  deñnitiva,  pero  exponiendo  el  ór- 
gano de  l^  risión  á  graves  peligros. 

8l|nos,  tratamiente  y  eonsaooenoias  de  la  úlcera  benigna  del  dnedene.  ^Bl 
Dr.  M.  d'Aboy  Power:  Las  úlceras  del  duodeno  y  sus  consecuencias  no  han 
llamado  aún  la  atención  que  merecen  por  en  frecuencia  y  gravedad. 

Frecuencia. — Se  encuentran  en  0*4  por  100  de  todas  las  causas  de  muer- 
te; las  úlceras  gástricas  se  hallan  en  el  5  por  100  de  los  casos.  La  úlcera 
duodenal  es  tres  veces  más  frecuente  en  el  hombre  que  en  la  mujer,  mieu' 
tras  que  la  gástrica  és  dos  veces  más  común  en  la  ihujer  que  en  el  hombre. 

$üuacián.  —  De  149  casos,  la  úlcera  estaba  localizada  128  veces  en  la  pri- 
mera porción  del  duodeno,  16  en  la  segunda  y  sólo  dos  en  la  tercera.  ^ 

Caueae. — Las  mismas  causas  que  producen  la  úlcera  gástrica  puede  oca- 
sionar la  duodenal,  y  ambas  afecciones  coexisten  á  menudo.  Además,  el 
duodeno  está  expuesto  á  ulceraciones  de  la  misma  naturaleza  que  los  otros 
segmentos  del  intestino,  y  no  son  raras  en  estos  órganos  las  tíficas  y  tuber- 
culosas. 

Los  estados  sépticos  ó  piohámicos  pueden  ir  acompañados  de  estas  lesio- 
nes; asi  es  que  se  pueden  encontrar  en  casos  de  quemaduras,  sobre  todo 
cuando  van  seguidas  de  una  supuración  abundante.  WíUiam  Hunter  ha 
demostrado  que  puede  producirse  en  el  perro  la  ulceración  duodenal  por 
inyecciones  subcutáneas  de  tolueno-diamina.  Al  parecer,  hay  una  relación 
mal  establecida  entre  la  úlcera  del  duodeno  y  algunos  casos  de  lefritis  in- 
tersticial ó  epitelial;  por  otra  parte,  la  infección  carbuncosa  puede  afectar 
especialmente  al  duodeno. 

Variedades. — ^Las  úlceras  del  duodeno  revisten  tres  formas  clínicas:  per- 
forante, hemorrágica  y  cicatrizante.  Cada  una  de  ellas  tiene  sus  signos  y 
tratamiento. 

a)  Ulcera  perforante. —Tetwintk  de  una  manera  dramática.  Se  produce 
«n  sujetos  jóvenes  que  se  consideran  con  frecuencia  como  sanos  y  que  no 
han  tenidp  más  que  signos  poco  importantes  de  dispepsia.  La  úlcera  se  per- 
fora sin  pródromos  y  en  un  momento  se  encuentra  el  enfermo  en  peligro  de 
muerte.  Insisto  sobre  las  dificultades  del  diagnóstico  y  la  necesidad  de  una 
intervención  inmediata.  El  pronóstico  es  muy  sombrío,  porque  más  del 
50  por  100  de  los  enfermos  sucumben  por  colapso,  por  oclusión  incompleta 
de  la  úlcera  ó  por  error  de  diagnóstico  hasta  la  aparición  de  la  peritonitis. 
El  diagnóstico  se  hace  con  la  apendicitis,  la  neumonía,  la  úlcera  gástrica 
perforada,  la  pancreatitis  aguda.  El  pulso,  en  la  mayor  parte  de  los  casos, 
no  suministra  dato  de  utilidad;  la  temperatura  es  inferior  á  la  normal,  á 
causa  del  colapso. 

6)  La  forma  hemorrágica  también  va  acompañada  de  signos  poco  típicos, 
hasta  que  el  enfermo  se  debilita  á  causa  de  la  hemorragia  brusca,  debida  á 
la  erosión  do  uno  de  los  gruesos  troncos  arteriales  situados  por  fuera  del 
duodeno.  La  hemorragia  puede  ser  fatal  desde  el  principio.  Con  más  fre- 
cuencia el  enfermo  palidece,  pierde  el  conocimiento  sin  causa  aparente  y 
la  hemorragia  no  se  reconoce  más  que  por  las  hematemesis  y  por  la  melena 
consecutiva.  En  un  caso  de  este  género  las  hemorragias  eran  más  abundan- 
tes cuando  el  enfermo  estaba  en  el  lecho  y  á  dieta,  que  cuando  se  dedicaba 


352 

á  sas  ocapaciones  de  obrero.  En  este  caso  la  gastro-enterostomia  no  dio  re- 
saltado alguno. 

c)  La  foñrma  no  perforante  es  saniamente  difícil  de  reconocer  en  su  perio* 
do  activo,  pero  sus  consecaoncias  son  muy  evidentes :  estrecheces  del  duo- 
deno, dilatación  del  estómago,  muerte  por  inanición.  Muchos  de  estos  casos 
son  confundidos  con  cánceres  gástricos  jr  no  se  tratan.  Sin  embargo,  se  pue- 
de establecer  la  diferencia  entre  la  estrechez  del  duodeno  y  el  cáncer;  en 
▼arios  casos  he  hecho  el  diagnóstico  con  gran  beneficio  para  el  enfermo.  En 
estos  casos,  una  gastroyeyunostomía  posterior  fué  seguida  de  grandes  re- 
jultadoe,  habiendo  transformado  inválidos  cm  miembros  activos  de  la  so» 
ciedad,  por  medio  de  la  operación.  *  . 

Datos  para  ol  estudio  de  la  esplonactomía. — El  Dr.  Oaillaüd:  La  esplenec- 
tomía,  fácil  cuando  el  bazo  es  flotante,  se  hace,  por  el  contrario,  muy  di- 
fícil en  los  casos  bastante  numerosos  en  que  ol  órgano  fijo  en  su  cavidad 
por  adherencias  ó  poca  longitud  de  los  ligamentos,  no  es  posible  extraerle 
sin  desgarros. 

Guando  sé  presentan  estas  dificultades,  creo  que  el  mejor  medio  de  trían* 
far  de  ellas  consiste,  no  en  ejercer  tracciones  sobre  el  bazo,  lo  que  puede 
producir  hemorragias  graves,  ni  en  ligar  el  pedículo  en  bloque,  como  se  hace 
de  ordinario,  sino  en  descubrir  y  ligar  después  los  dos  gruesos  troncos  vas- 
culares (artería  y  vena  esplénicas)  antes  de  hacer  toda  otra  maniobra  sobre 
el  bazo.      \ 

Propongo,  por  lo  tanto,  la  maniobra  siguiente: 

1.^  Después  de  la  incisión  ordinaria  de  la  pared,  abrir  el  epiplóngastro- 
cólieo  lo  más  cerca  posible  de  la  cola  del  páncreas.  Por  esta  abertura  pene* 
trar  en  la  trsscavidad  de  ios  epiplones.  Reconocer  el  páncreas  y  su  extre- 
midad izquierda. 

2.*  Coger  el  ligamento  pancreático  esplénico  que  parte  de  la  extremidad 
izquierda  del  páncreas  y  se  dirige  al  hilio  del  bazo.  En  este  repliegue  peri- 
toneal  se  encuentran  los  dos  vasos:  arteria  y  vena  esplénicas.  Aplicar  dos 
pinzas  sobre  estos  vasos  y  cortar  entre  ambas  pinzas.  Romper  entonces  sin 
temor  todas  las  adherencias  que  puedan  existir  en  la  cara  externa  del  bazo. 
Llevar  este  órgano  lo  más  cerca  posible  de  la  línea  media.-  Cortar  el 
contorno  de  los  ligamentos  que  se  insertan  en  el  hilio  después  de  ligar  los 
vasos. 

La  compresión  do  las  vías  respiratorias  y  la  muorto  por  hipertrofia  del  timo.— 
El  Dr.  Rbhn  :  Se  discute  siempre  la  realidad  de  la  muerto  causada  por  hi- 
pertrofia del  timo.  Este  problema  no  podrá  ser  resuelto  definitivamente 
más  que  á  consecuencia  de  observaciones  clínicas  y  anatomopatológicas 
numerosas,  por  desgracia  demasiado  raras  actualmente.  Sin  embargo,  hay 
cierto  número  de  hechos  bien  establecidos. 

Es  indudable  que  un  timo  hipertrofiado  que  llena  más  ó  menos  con  sus 
dos  lóbulos  el  mediastino  anterior,  puede  provocar  en  él  fenómenos  de 
compresión  principalmente  sobre  las  vías  respiratorias,  mas  rara  vez  sobre 
el  corazón  y  los  gruesos  vasos.  Ast  lo  testifican  los  resultados  de  28  autop- 
sias y  las  comprobaciones  hechas  en  cinco  intervenciones  quirúrgicas. 

La  compresión  de  las  vias  respiratorias  por  el  timo  hipertrofiado,  se  pro- 
duce al  parecer  principalmente  en  la  inspiración ;  es  decir,  en  el  momento 


353 

en  qae  la  dilatación  de  la  caja  torácica  permite  á  la  mayor  parte  de  la 
glándula  descender  al  mediastino;  sin  embargo,  esta  compresión  puede  pro- 
ducirse en  el  acto  espiratorio  cuando  existen  adherencias  que  impiden  la 
eleración  del  timo. 

La  traqueo- bronquio- estenosis  producida  por  hipertrofia  del  timo,  puede 
manifestarse  por  síntomas  agudos,  que  se  revelan  muchas  veces  por  el  es  • 
pasmo  de  la  glotis,  ó  producirse  de  un  modo  gradual.  Por  lo  demás,  los  sin « 
tomas  varían  con  el  grado  de  estenosis.  No  es  raro  ver  presentarse  aQcesoe 
de  sofocación  pasajeros,  unas  veces  benignos,  otras  alarmantes,  en  nifios 
en  plena  salud,  á  consecuencia  de  un  acceso  de  cólera,  de  tos,  etc.  Se  ex- 
plican por  la.  congestión  pasiva  brusca  de  un  timo  l^i per trofíado,  cuya  exis- 
tencia se  desconocía.  He  visto  sobrevenir  esta  congestión  pasiva  en  un  en- 
fermo al  que  había  tiroidectomizadn  por  bocio ;  la  ligadura  de  las  gruesas 
venas  tiroideas  inferiores,  ocasionó  la  estancación  sanguínea  en  el  timo,  y 
el  enfermo  sucumbió  rápidamente  con  fenómenos  de  asfixia. 

El  diagnóstico  de  tranqueo- bronquio  estenosis  por  hipertrofia  del  timo  es 
con  frecuencia  difícil.  Herá  preciso  pensar  en  esta  complicación,  siempre 
que  no  haya  otras  razones  para  explicar  los  accesos  de  sofocación,  y  sobre 
todo  cuando  compruebe  la  existencia  de  una  tumefacción  redonda  más  ó 
menos  marcada  por  encima  de  la  horquilla  esternal. 

Hecho  el  diagnóstico,  es  preciso  no  vacilar  en  intervenir  con  urgencia,  no 
por  la  traqueotomía  simple,  que  es  insuficiente,  sino  por  la  timectomía, 
operación  fácil,  que  por  lo  demás  da  resultados  excelentes.  Es  el  único  me- . 
dio  de  conjurar  los  accesos  de  sofocación  futuros  y  de  colocar  definitiva- 
mente al  sujeto  al  abrigo  de  todo  peligro  de  muerte. 

Los  casos  de  muerte  atribuidos  á  la  hipertrofia  del  timo  loe  clasifico  en 
tres  grupos:  I."",  muertes  sobrevenidas  á  causa  de  fenómemos  prodrómicos 
de  estenosis  traqueobronquial ;  2.**,  muertes  producidas  sin  fenómenos  pro- 
drómicos en  medio  de  signos  manifiestos  de  asfixia;  S.<^,  muertes  fulminan- 
tes ó  sobrevenidas  sin  observación.  Considero  los  casos  incluidos  en  los  dos 
primeros  grupos  como  atribuí  bles  con  seguridad  á  una  compresión  por  el 
timo.  Los  del  tercer  grupo  son  discutibles,  porque  es  imposible  afirmar  que 
se  trata  en  dichos  casos  de  muerte  por  asfixia  brusca,  más  bien  que  por 
crisis  cardiaca  ó  por  cualquier  otra  causa. 

Datos  para  el  tratamionto  de  los  cuerpos  oxtraSos  del  osif age.  —  El  doctor 
SüÁRKz  DB  Mbhdoza  :  Mi  procedimiento  de  extracción  de  los  cuerpos  ex- 
trafios  del  esófago,  que  ha  sido  objeto  de  una  comnnicación  á  la  Acade- 
mia de  Medicina  y  á  la  Sociedad  de  Cirugía  de  París,  consiste,  cuando  un 
cuerpo  extrafio  no  puede  extraerse  con  el  cesto  de  Grsefe  ó  el  gancho  de 
Kirmisson,  en  dilatar  lo  más  posible  el  esófago  inmediatamente  por  de- 
lante del  cuerpo  extrafio  por  medio  de  una  sonda  terminada  en  un  globo 
pequeño  parecido  al  del  dilatador  del  cuello  uterino,  después  en  intentar 
extraer  á  la  vez  el  globo,  el  cuerpo  extrafio  y  el  instrumento  —  de  Grsfe  ó 
de  Eirmiason  —  que  engancha  este  último.  -7-  F.  Tolkdo. 

(Contímiftrá). 


n 


354 

800IBDAD   DB   MSDIOIMA   DB    BERLÍN* 
8uUn  del  día  íí  dé  Julio  dé  1906. 

Aparate  para  Inopoecionar  la  uretra  posterior.  —  El  Dr.  Goldsehmidt  pre- 
senta uo  aparato  que  se  iatroduce  en  la  aretra  fácilmente  y  sin  dolor,  y 
que  permite  examinar  más  de  8  centímetros  de  la  aretra  posterior,  disten- 
dida. El  paso  de  liquido  á  la  vejiga  se  erita  por  la  circanstancia  de  qae  el 
tubo  introducido  ocupa  la  uretra  por  completo. 

Fraotora  de  un  hueso  tosamóideo.—El  Dr.  Muskat  presenta  un  hombre  que 
padece  de  una  fractura  de  uno  de  los  huesos  sesamoides  del  dedo  gordo  iz- 
quierdo. Dicha  fractura  fué  producida  por  haber  quedado  el  paciente  sus- 
pendido por  un  pió.  Olinicamente  sólo  se  comprobó  una  hinchazón  del  dedo 
^y  sólo  el  examen  radiológico  fué  el  que  descubrió  la  fractura. 

Curaclén  do  un  canoroido  cod  el  arsénioo.  —  El  Dr.  lAuaar  presenta  un  caso 
de  oanorcdde  pequeño  de  la  cara  que  se  curó  con  sólo  tomar  el  arsénico  al 
interior  por  espacio  de  varias  semanas. 

La  vacunaoién  y  ol  epiema. —  El  Dr.  Lcuaar^  con  motivo  de  un  caso  que 
presenta  de  eczema  generáliaado,  hace  constar  lo  conveniente  que  es  apla- 
zar la  vacunación  en  un  nifio  que  padece  de  eczema,  hasta  que  se  haya  cu- 
rado éste.  Es  interesante  el  hecho  de  que  la  vacuna  generalizada  sólo  se 
observa  en  las  primeras  semanas  siguientes  á  la  vacunación ;  después  pa- 
rece que  los  nifios  quedan  inmunes  respecto  á  ella.  Como  tratamiento  tie* 
ne  mucha  influencia  la  estancia  del  nifio  en  un  cuarto  iluminado  con 
luz  roja. 

Xeroderma  pi0nientado.—  El  Dr.  Leudar  presenta  un  nifio  con  xeroderma 
pigmentado.  El  nifio  proviene  de  familia  sana.  Los  numerosos  tumores 
malignos  de  la  piel,  oabcroides  ó  sarcomas,  que  aparecen  en  esta  enferme- 
dad, es  conveniente  tratarlos  con  el  radio  y  tocar  con  el  termocauterío  las 
manchas  pigmentadas  que  quedan  después. 

El  Dr.  A,  Baginsky  recuerda  un  caso  que  presenté  hace  tiempo  de  vacu- 
na generalizada  de  carácter  grave  en  el  que  no  había  sido  el  niño  enfermo 
el  vacunado,  sino  una  hermana  suya,  la  cual  habla  contagiado  la  vacuna 
á  su  hermanito. 

Tratamiento  do  las  fraoturas  por  ol  método  do  Bardonhouor.— El  Dr.  Frctnek 
hace  ver,  presentando  para  ello  una  gran  serie  de  figuras,  cómo  se  tratan 
las  diversas  fracturas  por  el  método  de  extensión  de  Bardenheuer,  y  pre- 
senta varías  radiografías  que  demuestran  los  excelentes  resultados  que  se 
obtienen  con  dicho  método.  Bardenheuer  parte  del  supuesto  de  que  la  ma- 
yor parte  de  las  fracturas  no  se  pueden  reducir  por  muy  enérgicas  que  sean 
las  maniobras  empleadas  con  tal  objeto,  y  que  la  distensión  de  los  fragmen- 
tos sólo  se  consigue  por  medio  de  una  tracción  gradual  y  constante.  La 
extensión  debe  practicarse  en  distintas  direcciones.  Para  las  fracturas  de 
la  extremidad  superior,  ha  hecho  construir  Bardenheuer  aparatos  portáti- 
les, en  los  que  loe  pesos  están  sustituidos  por  la  tracción  elástica.  Las  fuer- 
zas que  se  hacen  intervenir  tienen  que  ser  muy  enérgicas  para  que  puedan 
veneer  la  contractura  elástica  del  músculo,  que  es  causa  principal  de  la 


%    365 

dislocación,  y  los  rendajes  se  deben  de  colocar  de  modo  qne  pennitan  mny 
pronto  los  moyimientos  tanto  activos  como  pasÍYos. 

Influencia  do  los  fonómenss  anf mieos  en  la  seeroolén  dol  páncreas.— El  doc- 
tor Pewsner  (de  Moscou)  refiere  haber  provocado  diversas  emociones  en  nn 
perro  qne  tenia  nna  fístnla  pancreática  á  lo  Pawlow.  Para  ello,  en  anos 
casos  le  presentaba  á  la  vista  alimentos,  después  de  tenerle  hambriento, 
impidiendo  al  mismo  tiempo  que  pudiera  apoderarse  de  dichos  alimentos ; 
otras  veces,  después  de  sujetarle  previamente,  le  presentaba  un  gato  para 
encolerizarle,  ó  una  perra  para  excitar  su  instinto  sexual,  después  de  haber 
provocado  la  secreción  pancreática  haciéndole  ingerir  alimentos.  Todas 
estas  emociones,  excepto  el  ansia  de  comer,  hicieron  disminuir  la  secreción 
pancreática. 

En  otra  serie  de  experimentos  ha  tratado  de  precisar  el  autor  la  influen- 
cia que  ejercen  las  distintas  aguas  minerales  en  la  secreción  del  jugospan- 
creático. 

Análisis  do  la  sangro  proeodonto  do  distintas  zonas  do  la  piel.— El  doctor 
F.  NageUchmidt  refiere  el  resaltado  de  los  análisis  de  sangre  procedente  de 
distintos  focos  morbosos  de  la  piel,  y  compara  dichos  análisis  con  los  de  la 
sangre  extraída  de  la  circulación  general.  Se  ha  observado  con  este  motivo 
que  en  los  focos  luposos  el  número  de  glóbulos  blancos  monohncleares  está 
aumentado  á  expensas  de  los  polinucleares,  y  que,  en  cambio,  la  sangre  de 
la  circulación  general  presenta  caracteres  enteramente  normales  en  esta 
clase  de  enfermos.  En  los  focos  de  la  sífilis  terciaria  está  invertida  dicha 
proporción,  puesto  que  está  aumentada  la  cifra  de  los  elementos  polinu- 
cleares y  está  disminuida  la  de  los  polinucleares.  Estas  particularidades 
podrán  ser  utilizadas  en  determinados  casos  para  establecer  el  diagnós- 
tico diferencial  entre  el  lupus  y  la  sifílis. 

(Deutsche  Afedizinal  Zeitung). — R.  dbl  Vallk. 


SOCIEDAD   MEDICA   DE   FILADELFIA 
Séfioneséé  lo8  dios  28  de  Febrero  y  14  de  Marzo  do  1906, 

Inelsián  modiffieada  para  poner  ai  doscubiorto  la  apófisis  mastoidos.^El  doc- 
tor L,  J,  Hammond  dijo  que  la  incisión  en  vez  de  ser  recta  ó  ligeramente 
circular,  debía  ser  triangular  y  principiar  á  12  milímetros  detrás  de  la  in- 
serción post  auricular  superior,  extendiéndose  á  través  de  todos  los  tejidos 
hacia  atrás  y  abajo,  á  lo  largo  del  borde  del  cabello,  hasta  un  punto  situa- 
do por  debajo  de  la  parte  media  del  borde  posterior.  Desde  este  punto  la 
incisión  se  prolonga  hacia  arri-ba  y  abajo  hasta  el  borde  posterior  de  la  fosa 
digástrica.  Haciendo  esta  incisión  se  evitan  todos  los  vasos  y  nervios  post 
auriculares,  excepto  quizás  algunas  ramillas  occipitales,  y  aun  éstas  pue- 
den evitarse  si  la  incisión  inferior  del  triángulo  no  se  extiende  demasiado 
oblicuamente  hacia  abajo.  Esta  incisión,  además  de  no  lesionar  los  vasos  y 
nervios,  tiene  la  ventaja  de  dejar  al  descubierto  una  superficie  extensa  del 
hueso.  Permite  también  rellenar  la  cavidad  del  hueso^  separando  por  com- 


356 

pleto  el  colgajo  del  borde  externo  hasta  que  la  infección  se  contiene  gra- 
cias al  desagüe,  y  entonces  se  satura  6  se  deja  que  la  herida  cnre  por  gra- 
nulación. EL  desagüe  de  la  cavidad  ósea  es  perfecto,  porque  la  incisión  in- 
ferior del  triángulo  se  extiende  de  arriba  á  abajo,  lo  cual  permite  desaguar 
toda  la  superficie  mastoidea.  El  colgajo  tiene  la  misma  forma  que  la  apó- 
fisis mastoidea,  j  cuando  se  cree  conveniente  aplicarlo  inmediatamente 
después  de  la  operación,  queda  en  contacto  directo  con  la  cayidad  ósea  y  fa- 
Torece  asi  la  formación  rápida  de  dermis. 

Chasere  extragenital  y  uretrai.— El  Dr.  F.  Crozer  KnowUs  refirió  cinco  ca- 
sos de  este  género.  En  dos  las  lesiones  estaban  localizadas  en  el  labio  infe- 
rior, á  la  izquierda  de  la  línea  media ;  en  el  tercero  el  chancro  ocupaba  la 
base  de  la  cara  dorsal  del  dedo  índice  derecho;  en  el  cuarto,  era  uretral  y  se 
hallaba  á  87  milímetros  detrás  del  meato;  en  el  quinto,  existían  lesiones 
extr|genitales  múltiples  en  las  mamas.  En  todos  éstos  casos  la  erupción 
confirmó  el  diagnóstico. 

El  Dr. «/.  F.  Schamberg  dijo  que  los  chancros  extragenitales  son  frecuen- 
tes y  de  diagnóstico  difícil.  Entre  otros  obserrados  el  afio  anterior,  recuer- 
da uno  desarrollado  en  el  mentón  de  una  muchacha.  Dados  los  anteceden- 
tes de  la  enferma,  cree  que  adquirió  la  lesión  inocentemente. 

El  Dr.  H.  Ai,  ChrisHan  sefialó  la  frecuencia  del  chancro  extragenital  y  la 
necesidad  de  someter  á  una  rigilancia  rigurosa  á  los  sifilíticos  para  evitar 
que  propaguen  la  sífilis. 

El  Dr.  A,  E.  Bou$el  manifestó  que  los  chancros  extragenitales  son  hoy 
más  frecuentes  que  antes,  lo  que  atribuye  á  que  en  las  casas  de  lenocinio, 
las  prostitutas  se  entregan  á  ciertas  prácticas  relativamente  desconocidas 
hace  algunos  años. 

El  Dr.  Knawles  dijo  que  en  Rusia,  el  chancro  de  la  amígdala  es  frecuen- 
te entre  las  clases  pobres,  lo  que  atribuye  á  que  en  muchas  casas  hay  sólo 
una  cuchara,  con  la  que  comen  todos  sin  lavarla. 

Eczema  ocular  infantli.  — El  Dr.  F.  Krauss  dijo  que  el  eczema  ocular  in- 
fantil es  una  afección  que  se  manifiesta  como  una  enfermedad  inflamato- 
ria, catarral,  aguda  ó  crónica  de  la  piel  de  los  párpados  ó  de  la  conjunti- 
va, y  á  veces  de  la  córnea.  8e  halla  caracterizada  al  principio  por  eritema, 
pápalas,  vesículas  ó  pústulas,  ó  por  la  combinación  de  estas  lesiones  con  in- 
filtración y  engrosamiento  variable.  De  los  niños  asistidos  en  el  Hospital 
de  San  Cristóbal,  821  de  los  que  acudieron  á  la  clínica  oftalmológica,  ó  sea 
el  21  por  100,  padecían  eczema  ocular.  Este  eczema  es  más  común  en  el 
segundo  afio  de  la  vida,  y  después  disminuye  su  frecuencia ;  el  enfermo 
más  viejo  que  acudió  con  eczema  ocular  á  dicha  clínica  tenía  dieciseis 
afios.  La  enfermedad  predomina  durante  los  meses  de  mayo,  junio  y  abril, 
en  el  orden  indicado.  El  estafilococo  se  encuentra  con  mucha  frecuencia  en 
las  lesiones  eczematosas. 

Los  síntomas  son  ios  del  eczema  complicados  con  conjuntivitis  catarral  y 
flictenosa  y  con  queratitis.  No  es  raro  encontrar  eczema  en  otras  regiones 
del  cuerpo. 

El  pronóstico  del  eczema  ocular  infantil  es  benigno  siempre  que  se  em- 
plee el  tratamiento  pronto  y  con  energía.  Guando  la  ulceración  se  hace 
profunda,  y  en  particular  si  sobreviene  la  perforación,  el  pronóstico  en  lo 


357 

referente  á  la  Yiata  se  agrava.  Sobreviene  casi  siempre  el  estafiloma  de  la 
córnea  y  si  la  perforación  ha  sido  extensa  el  iris  suele  adherirse  á  la  super- 
ficie posterior  de  la  córnea.  Estos  casos  graves  son  debidos  psobablemente 
á  alguna  infección  bactérica  adicional.  Cuando  menos  profunda  es  la  ul- 
ceración de  la  córnea,  con  más  rapidez  desaparecen  las  opacidades.  Una 
consecuencia  muy  frecuente  es  el  astigmatismo  irregular,  difícil  de  reme- 
diar en  muchos  casos,  y  cuya  persistencia  origina  una  blefaritis  marginal, 
crónica  y  grave.  Las  recidivas  son  frecuentes  si  no  se  continúa  el  trata- 
miento después  de  curado  el  enfermo. 

fil  tratamiento  de  esta  variedad  de  eczema  es  importante  y  se  divide  en 
tres  clases :'!.%  higiénico;  2.'',  medicinal;  y  8.^  tópico. 

El  primero  consiste  en  aire  puro,  alimentación  tónica  y  sana,  bafios  sali- 
nos frecuentes,  y  en  los  casos  graves  en  la  quietud  en  el  lecho. 

Oomo  tratamiento  medicinal,  se  usarán  los  tónicos  y  los  alterantes.  Si 
hay  eetrefiimiento,  están  indicados  los  calomelanos  á  pequefias  dosis.  La 
fórmula  siguiente  e^  útilísima,  porque  obra  como  tónico  y  alterante : 

Jambe  de  yoduro  ferroso IS  gramos. 

— •    de  ácido  yodihídríoo SO      — 

— -    de  hipofosfitos  (simple  ó  oompaesio  segúo  el  caso).    45      ^ 

Una  eiieharadita  en  agua  antee  de  las  comidas. 

En  los  enfermos  escrofulosos  ó  sifilíticos  es  útil  el  jarabe  de  ácido  yodi- 
hidrico.  En  algunos  casos  el  arsénico  á  pequefias  dosis  obra  casi  como  un 
específico.  En  los  nifios  débiles  son  útiles  las  fricciones  generales  con  aceite 
de  hígado  de  bacalao. 

Es  preciso  tratar  el  eczema  de  otras  partes  del  cuerpo,  en  particular  de 
las  fosas  nasales,  que  va  acompafiado  de  flujo  purulento.  Contra  este  ecze- 
ma son  útilísimos  un  lavatorio  alcalino  y  la  pomada  de  ácido  bórico. 

Oomo  tratamiento  local,  en  los  casos  de  eczema  benigno  de  la  conjuntiva, 
basta  un  lavatorio  simple  con  ácido  bórico,  al  que  puede  agregarse  una 
cantidad  pequeña  de  cocaína  y  adrenalina  si  hay  prurito  ó  congestión. 

Acido  bórico 15  decigramos 

Clorhidrato  de  cocaína 3  — 

Disolooión  de  adrenalina  al  t  por  1.000 4  gramos. 

Agua  destilada • 60      — - 

8e  instilan  en  el  ojo  5  gotas^  tres  veces  por  día. 

Cuando  está  interesada  la  córnea,  aunque  sea  en  su  periferia,  conviene 
inmovilizar  el  cuerpo  ciliar  por  medio  de  un  midriásico,  de  preferencia  la 
atropina.  Las  flictenas  desaparecen  con  rapidez  introduciendo  por  la  noche 
entre  los  párpados  una  cantidad  pequefia  de  pomada  de  ózi^o  amarillo  de 
mercurio  (óxido  amarillo  de  mercurio  6  centigramos,  petróleo  8  gramos). 
No  debe  emplearse  este  medio  al  principio  de  la  enfermedad,  cuando  la 
lesión  de  la  córnea  ha  llegado  á  las  capas  profundad  ó  cuando  el*ojo  se 
'irrita  con  facilidad.  Es  útilísimo  una  vez  que  se  ulcera  el  vértice  de  las 
flictenas.  El  enfermo  debe  usar  lentes  negras  á  causa  de  la  fotofobia. 
Después  que  pasa  el  periodo  agudo  son  útiles  las  insuflaciones  de  calo- 


358 

melanof  ó  de  yodoformo  en  la  úleen ;  ei  Dr.  Kraafls  prefiere  loe  calome- 
lanos. ^ 

En  el  eczeipa  de  la  córnea,  cuando  la  tnmefacción  de  la  oonjanÜTa  ó  el 
derrame  son  ligeroe^  es  útil  un  yendaje  qne  evite  el  roce  de  los  párpados. 
La  inyección  sabconjantÍTal  de  la  disolución  salina  normal  no  es  al  parecer 
muy  útil,  excepto  en  loe  casos  traumáticos. 

Para  la  desaparición  de  la  cicatriz  que  queda  al  curar  las  lesiones  ecze- 
matosas,  son  útiles  las  disoluciones  de  clorhidrato  de  étilmorfina  al  4  ó  15 
por  100.  Debe  procurarse  que  haya  desaparecido  todo  rastro  de  inflama- 
ción ó  de  irritación  antes  de  emplear  las  disoluciones  concentradas  de  este 
preparado,  porque  algunas  recidÍTas  fueron  según  parece  debidas  á  esta 
causa.  En  ciertos  casos  es  preciso  cauterizar  la  úlcera  con  el  termocauterio, 
la  tintura  de  yodo  ó  el  ácido  fénico.  Las  compresas  calientes  ó  frías  son  de 
gran  utilidad,  las  últimas  en  los  primeros  periodos  del  eczema  de  la  córnea, 
mientras  que  las  primeras  farorecen  la  absorción  de  las  masas  linfáticas 
ó  flictenosas. 

En  el  eczema  de  los  labios  y  de  los  carrillos  ha  obtenido  el  Dr.  Erauss 
grandes  resultados  con  la  preparación  siguiente  : 

Acido  bórico I  gramo. 

Petróleo 15 á  90 gramos. 

Um  tópieo. 

Los  calomelanos  espolvoreada  sobre  las  úlceras  obran  á  veces  como  es- 
pecíficos. 

Peüneuritis  tleehéllea.  —  El  Dr.  O.  W.  Bvrr  dijo  que  la  polineuritis  alco- 
hólica puede  dividirse  en  aguda  y  crónica.  Esta  es  más  frecuente  en  los 
bebedores  de  edad  media  y  á  veces  sólo  se  revela  por  dolor  muscular.  En 
otros  casos  hay  más  ó  menos  parálisis,  sobre  todo  de  los  músculos  tibiales 
anteriores.  En  ocasiones  se  observa  pseudo-ataxia,  pero  no  trastornos  tró- 
ficos articulares.  Es  difícil  á  veces  distinguir  esta  forma  de  neuralgia  de  la 
ataxia  locomotriz.  Citó  después  10  casos  de  polineuritis  alcohólica  aguda 
en  los  que  los  factores  causales  fueron  la  sífilis,  el  puerperio  y  el  plomo. 
En  un  caso  una  neumonía  intercurrente  recrudeció  el  dolor  y  la  parálisis. 
Hablando  del  estado  mental  en  la  polineuritis  aguda  dijo,  que  en  1791, 
Lettsom  describió  con  toda  exactitud  el  estado  que  se  designa  hoy  con  el 
nombre  de  psicosis  de  Eorsakoff.  En  casi  todos  los  casos  agudos  hay  tras- 
tomos  mentales.  En  ocasiones  se  observa  sólo  impresionabilidad  ó  histe- 
rismo acentuado.  En  otros  existe  el  síndrome  tan  conocido  de  pérdida  de 
la  memoria,  relación  de  cosas  que  no  han  ocurrido  y  falta  de  apreciación 
de  los  sucesos. 

Tratamlente  de  la  artritis  defermante  per  los  rayes  X.— El  Dr.  J.  N.  Andera 
leyó  un  trabajo  escrito  en  colaboración  con  los  Dres.  Judson  Daland  y 
O.  E.  Pfahler.  Han  tratado  por  dicho  medio  dos  casos  de  artritis  defor- 
mante, observando  modificaciones  articulares  de  importancia.  Aconsejan, 
además  de  la  exposición  á  los  rayos  X,  el  amasamiento  y  los  movimientoe  ^ 
pasivos ;  estos  últimos  medios  son  útiles,  porque  los  rayos  X  aumentan  el 
metabolismo  articular,  y  el  amasamiento  favorece  la  absorción  del  exuda- 


359 

do.  El  dolor,  la  rigidez  y  la  tamefaoción  de  las  ariicalacioneB  desaparece, 
y  la  radiografía  revela  ana  mejoría  positiya  de  los  tejidos  articalares. 

El  Dr.  Junasen  Dáland  dijo  que  á  poco  de  estar  sometido  á  la  acción  de 
los  rayos  X  el  enfermo  puede  andar  sin  maletas,  y  nota  nna  gran  mejoría 
respecto  al  dolor.  Este  método  es  may  instructiyo  porque  los  rayos  X  per* 
miten  estudiar  la  patología  de  la  articulación  en  yida.  Oree  que  gracias  á 
dicho  método  podrán  clasificarse  mejor  las  afecciones  articulares  crónicas, 
consideradas  hasta  ahora  como  reumáticas. 

Tuberculides. — El  Dr.  M.  B,  Hartzeü  dijo  que  los  progresos  en  dermato- 
logía han  hecho  abandonar  algunos  de  los  nombres  antiguos  é  impropios 
por  otros  más  de  acuerdo  con  las  ideas  modernas,  respecto  á  la  etiología  y 
patología  de  la  tuberculosis  cutánea.  En  1896  Darier  propuso  dar  el  nom- 
bre de  tuberculides  á  una  serie  de  dermatosis  asociadas  con  la  tuberculo- 
sis, y  después  Hallopeau  designó  con  este  nombre  todas  las  afecciones  cu- 
táneas tuberculosas,  dividiéndolas  en  dos  grupos,  tuberculides  bacilares  y 
toxí tuberculides.  La  afección  á  la  que  Darier  dio  por  yez  primera  el  nom- 
bre de  tuberculide,  se  asigna  hoy  con  el  de  tuberculide  papulonecrósica,  y 
está  caracterizada  por  una  erupción  de  nodulos  líyidos  en  las  orejas,  cara 
dorsal  de  las  manos,  codos,  rodillas  y  pies.  Estos  nodulos  se  necrosan  en  su 
centro  y  dejan  cicatrices  deprimidas  como  las  de  la  yiruela. 

{New  York  Med.  Jaumaí)>—¥.  Tolbdo. 


PERIÓDICOS 


El  miorodrgaiiitnd  dal  beri-beri.— El  Dr.  J.  Tsuzuki,  médico  militar  japo- 
nés, pretende  haber  descubierto  el  microorganismo  del  beri-beri.  Es  uu 
diplococo  que  mide  de  0*4  á0*8  (a,  compuesto  generalmente  de  dos  globu- 
lillos, unidos  íntimamente,  á  veces  de  un  sólo  corpúsculo  ó  de  una  cadena 
de  tres  ó  cuatro  cuerpos.  Se  tifie  con  los  colores  de  anilina  y  por  el  Gram. 
Este  diplococo  inyectado  á  los  conejos  y  conejillos  de  Indias,  produce  en 
dichos  animales  todos  los  síntomas  del  beri-beri  y  las  lesiones  anatómicas 
características  de  esta  enfermedad.  Le  ha  dado  el  nombre  de  beri-beri  coco, 
y  lo  ha  encontrado  en  los  excrementos  de  los  que  padecen  el  beri-beri,  pero 
no  ha  conseguido  descubrirle  en  la  sangre.  Cree  el  Dr.  Tsuzuki  que  este 
microorganismo  existe  en  loe  conductos  intestinales  y  que  la  toxina  espe- 
cífica que  segrega  ataca  á  las  células  nerviosas  y  produce  los  síntomas  ca* 
racterísticos  del  beri-beri. 

(  Medical  News,  11  agosto  1906).  ~  F.  Tolbdo. 

Aooidn  del  rtdid  sobre  el  virus  rábioe.— De  los  experimentos  hechos  por  los 
Dres.  Tizzoni  y  Bongivan  resulta  que  el  radio  destruye  en  muy  poco  tiem- 
po el  virus  lísico  in  miro  y  á.la  temperatura  ordinaria. 

Además  de  esto,  si  se  someten  á  la  acción  del  radio  conejos  inoculados 
con  el  virus  por  la  vía  ocular  intracerebral  ó  por  el  ciático,  se  observa  la 
misma  acción.  Con  ocho  sesiones  diarias  de  aplicación  de  loe  rayos  del  ra* 


360 

dio  al  ojo  inoculado,  se  Balran  los  animales  respectiTOS,  en  tanto  que  se 
mneren  los  animales  testigos.  El  resaltado  es  el  mismo  cuando  la  inocula- 
ción se  hizo  en  el  cerebro  ó  en  el  ciático. 

Por  ahora  no  se  puede  decir  cuánto  tiempo  habrá  de  dudar  la  inmuni- 
zación alcanzada  con  dicho  medio. — (Riformá  A/ecfo'ca).— R.  del  Vallb. 

Aoeión  del  radio  on  glneeeldgfa.  —  Los  Dres.  Oudin  y  Verchere  se  han 
ocupado  de  este  asunto  en  la  Academia  de  Ciencias  de  Paris.  Bl  radio  se 
emplea  de  la  manera  siguiente :  Se  introducen  2  centigramos  de  bromuro 
de  radio  puro  en  un  tubo  de  cristal,  el  que  se  coloca  en  una  sonda  de  alu- 
minio, la  cual  se  deja  aplicada  en  la  cavidad  uterina  durante  diez  á  quin- 
ce minutos.  Han  usado  este  tratamiento  en  dos  enfermas  con  fibromas 
uterinos  hemorrágicos  graves  de  algunos  meses  de  antigüedad.  La  hemo- 
rragia se  contuvo  por  completo  en  poco  tiempo,  disminuyendo  de  volumen 
los  fibromas.  Se  ha  empleado,  á  causa  de  su  acción  microbicida,  en  metritis 
catarrales  antiguas,  obteniéndose  en  poco  tiempo  la  curación  rápida  y 
completa.  En  las  infecciones  blenorrágicas  de  la  uretra  se  han  conseguido 
con  este  tratamiento  mejorías  notables. 

(Le  Frogréi  Medical).  —  F.  Tolbdo. 

Diagnóttiod  diferencial  del  reomttisme  y  la  gota  por  medio  do  los  rayos  R6nt- 
gon.— Como  quiera  que  es  frecuente  la  coexistencia  de  los  tofos  gotosos  y 
de  las  deformaciones  reumáticas  de  las  extremidades  en  un  mismo  enfer- 
mo, los  Dres.  Courtois-Suffit  y  Beaufumé  han  ideado  emplear  los  rayos 
Rontgen  para  distinguir  ambas  clases  de  lesiones,  habiendo  comprobado 
de  este  modo  que,  mientras  que  los  tofos  y  los  depósitos  de  uratos  en  las  ar- 
ticulaciones y  en  los  huesos  aparecen  transparentes  á  dichos  rayos,  las  le- 
siones propias  de  la  artritis  deformante  se  observan  perfectamente  por  este 
medio  á  causa  de  no  dejarse  atravesar  por  los  rayos  mencionados. 

(Oixz,  dea  fíófiitavx).—^.  del  Valle. 

Cánoer  uterino  curado  por  el  radio.  —  El  Dr.  Schucking  ha  ensayado  el 
radio  en  un  caso  dé  cáncer  uterino  inoperable.  Aplicó  contra  la  masa  can- 
cerosa dos  cápsulas,  que  contenían  respectivamente  1  y  2  miligramos  de 
radio,  sosteniéndolas  con  gasa  que  se  renovaba  diariamente  variando  el 
sitio  de  las  cápsulas.  A  las  cinco  semanas  de  aplicación  continua  toda  la 
superficie  de  la  neoplasia  cancerosa  estaba  destruida  en  varios  centímetros 
de  profundidad.  En  el  borde  del  tumor  aparecía  tejido  normal  y  en  una 
gran  extensión  granulaciones  sanas.  £1  derrame  purulento  había  desapa- 
recido. Seis  á  nueve  días  después  de  suspenderse  la  aplicación  del  radio, 
la  superficie  que  ocupaba  el  tumor  había  cicatrizado.  El  resultado  fué 
mucho  mejor  que  el  que  podía  haberse  obtenido  con  el  cauterio  ó  la  cucha- 
rilla. El  microscopio  demostró  la  destrucción  de  los  vasos  sanguíneos  y  la 
proliferación  de  células  epiteliales.  Este  caso  prueba  los  efectos  benignos 
del  radio  aplicado  durante  mucho  tiempo  y  á  dosis  pequefiísimas. 

{The  Therapeutic  Gazeite,  15  junio  1906).— F.  Tolbdo. 


REVISTA 


DB 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


EL   FLUIDO   VITAL 

pon  U  DOCTOR 

i 

D.  ANTONIO  GOTA 

EsBédico  aamormrlo,  per  opoticfén,  de  U  BeneiceocU  ProvineUl  de  Z«nifota« 


Hace  m&8  de  2,400  años  que  los  orientales  practicaban  el  magne- 
netísmo  como  una  devoción  religiosa,  en  cuyas  experiencias  creían 
unirse  con  la  divinidad. 

El  sistema  usado  en  aquella  época  consistía  en  darse  pases  los 
iniciados  del  templo  unos  á  otros»  ejercicio  que  hoy  emplean  los 
magnetizadores  de  profesión,  los  yodjis  del  Thibet,  los  fakires  del 
lodostán  y  los  beni-aisuas  de  Berbería,  para  sumir  en  el  sueño  pro- 
vocado á  aquellos  en  quienes  experimentan. 

Otras  veces  llevaban  á  cabo  los  orientales  sus  prácticas,  ñ jando 
su  vista  por  espacio  de  cierto  tiempo  en  la  raíz  de  la  nariz,  del  mis- 
mo modo  que  en  la  actualidad  hipnotizamos  á  un  sujeto  con  la  fije- 
za de  la  mirada  en  un  objeto  brillante. 

Resulta,  pues,  que  por  ambos  procedimientos  lograban  los  anti- 
guos habitantes  de  Oriente  el  mismo  resultado,  el  sueño  artificial, 
como  se  sume  hoy  á  la  persona  en  el  estado  sómnico,  por  las  prác- 
ticas magnéticas  ó  hipnóticas. 

Cuando  Mahomed  II  tomaba  á  Constantinopla,  redujo  á  cenizas 
gran  parte  de  la  ciudad,  y  la  acción  devoradora  de  las  llamas  al- 
canzó á  sus  hermosas  bibliotecas.  Multitud  de  bizantinos  se  refugia- 
ron en  la  hospitalaria  Italia,  donde  vendieron  las  obras  que  hablan 
rescatado,  y  cuyas  materias  eran  poco  menos  que  desconocidas  en 
Occidente. 

Un  bizantino  llamado  Bliphas  vendió,  entre  otros,  un  libro  del 
arquitecto  Hierón,  sabio  alejandrino,  en  cuya  obra,  intitulada  los 
Aff o  XXX. — Tomo  LXXII.  -  Núm.  M6.  - 14  Septiembre,  vns,  2B 


362 

Autómatas  y  Neumáticos,  se  ocupaba  preferentemente  de  lo  que  él 
entendía  por  fuerza  magnética. 

En  los  comienzos  del  siglo  xii,  en  Francia,  en  Italia  y  Alemania, 
rivalizaban  las  mejores  inteligencias  por  asociar  su  nombre  al  de 
un  sabio  antiguo,  que  traducían  al  latín,  lengua  universal  por  en- 
tonces. De  este  número  era  el  joven  Johan  de  Poen,  que  á  los  veinti- 
cuatro años  desempeñaba  la  cátedra  de  matemáticas  de  París,  y  es- 
cribió una  obra  sobre  la  óptica  y  catóptrica  de  Euclides.  En  ésta  de- 
mostraba cómo  ciertos  hechos  reputados  por  el  vulgo  por  milagros, 
podían  explicarse  por  la  ciencia  hasta  aquella  época  conocida. 

A  mediados  del  siglo  xviii,  llama  Mesmer  la  atención  de  los  cen- 
tros docentes  y  academias,  sobre  su  famoso  flwáo  magnético^  cuya 
principal  propiedad  era  la  de  sumir  en  el  sueño  al  sujeto  someti- 
do &  él. 

Rechaza  James  Braid,  en  1842,  la  idea  del  fluido,  como  todos  sabe- 
mos, en  vista  del  éxito  alcanzado  mediante  la  fljeza  de  la  mirada ; 
y  se  atreve  á  calificar  el  fenómeno  sómnico  de  naturaleza  subjetiva, 
como  resumen  á  todas  sus  experiencias. 

Como  no  concordaban  las  opiniones  corrientes  de  aquel  tiempo 
con  la  hipótesis  del  magnetismo  animal,  cayó  ésta  en  el  mayor  des- 
crédito. 

Todavía  subsiste  hoy  la  teoría  de  Bráid,  al  menos  en  lo  que  res- 
pecta á  la  mayoría  del  elemento  oficial.  El  estrabismo  convergente 
determinaría  por  cansancio  de  las  neuronas  el  sueño  artificial,  fa- 
vorecido éste  por  el  completo  aislamiento  de  la  persona  de  cuanto 
le  rodea.  Estado  especial  el  del  sueño  provocado,  propicio  á  toda 
clase  de  sugestiones. 

Dos  escuelas  opuestas  todavía  representan  el  mundo  de  los  sa- 
bios: la  de  ^ancy  y  la  de  la  Salpetriére.  Ninguna  de  las  dos  se  en- 
tienden acerca  de  los  fenómenos  hipnomagnéticos.  La  primera,  re. 
presentada  por  el  malogrado  Liebault  y  defendida  actualmente  por 
Bernheim,  no  ve  en  éstos  más  que  sugestiones;  y  la  segunda,  inicia- 
da por  el  ilustre  Charcot  y  sostenida  por  varios  profesores,  cree  en 
una  perturbación  nerviosa  ó  cerebral. 

Vertidos  estos  conceptos,  veamos  si  existen  fundados  motivos  para 
admitir  ó  desechar  la  teoría  del  llamado  fluido  vital  ó  de  la  fuerza 
magnética,  después  que  procedamos  al  estudio  detenido  de  recientes 
experiencias,  dirigidas  por  psicólogos  distinguidos,  y  después  de  los 
relatos  oídos  á  personas  ajenas  á  la  biología,  pero  que  aseguran 
haberlas  presenciado. 


363 

Los  magnetizadores  de  todas  las  épocas^  los  psicólogos  experi* 
montadores,  algunos  hipnotistas,  los  amateurs,  los  profesionares»  y 
un  número  no  escaso  de  profesores  modernos,  entre  los  que  se  ha- 
llan Wilton,  Joire,  Baraduc,  Lupi  y  Watenville,  están  conformes  en 
adoptar  la  existencia  de  un  algo  que  se  desprende  del  organismo  del 
operador  6  del  sujeto,  en  el  momento  de  verificarse  los  fenómenos 
hipnóticos  ó  magnéticos.  Este  algo  no  seria  otra  cosa  para  dichos 
profesores  que  el /luido  vital.  Parece  ser  propio  éste  de  todos  los  se* 
res  vivos  y  susceptible  de  comunicarse  por  la  voluntad  á  nuestros 
semejantes.  El  modo  de  esta  comunicación  debe  ser :  ora  aplicando 
-el  magnetizador  las  manos  sobre  el  individuo,  objeto  de  sus  especia- 
^  les  prácticas  y  ejecutando  con  ellas  ciertos  movimientos  rápidos  lla- 
mados/>a«e«;  ó  bien  por  las  maniobras  hipnóticas  acostumbradas. 

Se  ha  convenido  en  llamar  sensitivo»  á  aquellos  sujetos  que  se  dis- 
tinguen por  una  hiperestesia  sensorial  extraordinaria,  circunstan- 
cia por  la  cual  perciben  muchos  de  ellos  distintamente  los^ejtuvios 
'humanos^  eljíuido  vital^  y  que  aseguran  proyectarse  fuera  del  cuer- 
po del  que  magnetiza,  del  que  hipnotiza  ó  de  otro  sensitivo.  Si  les 
preguntamos  hallándose  en  sonambulismo  lúcido,  nos  dirán  que  sa- 
len de  las  manos,  de  los  dedos,  de  la  boca  y  de  los  ojos  de  éstos  ér/fu- 
-vios  coloreados  ó  rayos  encendidos.  Hecho  singular  que  habla  esca- 
pado hasta  ahora  á  toda  comprobación  oficial. 

La  emergencia  de  los  efluvios  en  unos  casos  suele  ser  enorme,  y  en 
•otros  débil  ó  imperceptible,  según  los  mismos-sensitivos. 

Los  efectos  del  fluido  varían  según  las  circunstancias  del  sujeto 
^n  quien  se  opera  y  el  medio  en  que  se  llevan  á  cabo  las  experien- 
<^ias.  Son  dichos  efectos :  calor  suave,  somnolencia  ó  sueño  profun- 
do, transe^  éxtasis,  insensibilidad  en  unas  zonas  é  hiperestesia  en 
otras,  letargía,  estado  de  relación,  etc.,  por  parte  del  sujeto ;  y  hor- 
migueo en  los  dedos  y  manos,  una  especie  de  corriente  que  siente 
escaparse  el  operador  de  su  cuerpo,  é  inmediata  fatiga  á  las  referi- 
das prácticas  que  él  mismo  experimenta. 

Si  las  maniobras  ejercidas  durante  las  sesiones  producen  cierta 
laxitud  en  los  magnetizadores  y  aun  en  ciertos  hipnotistas;  si  se  han 
comprobado  sensaciones  extrañas  y  puesto  en  evidencia  las  varia- 
ciones del  poder  de  éstos;  si  vénse  obligados  á  renunciar  á  toda  in- 
tervención con  una  persona,  por  el  estado  del  tiempo  ó  de  su  salud, 
¿cómo  nos  explicamos  el  mecanismo  de  todo  ello,  sin  admitir  en  el 
profesor  ó  en  algunos  sensitivos,  un  algo  en  diversos  estados  de  des- 
arrollo, cualquiera  que  sea  su  naturaleza,  en  virtud  del  cual  ten- 


364 

drfan  lugar  los  fenómenos  transcendentes  que  van  &  ocupamos f 
Para  una  porción  de  observadores,  no  serla  el  fluido  más  que  los 
efluvios  eléctricos  de  que  en  1762  se  ocupaba  el  jesuíta  alem&n 
Yon  Hellz;  ó  el  mismo  fluido  magnético  de  Mesmer;  ó  la  Fuerza  Oá 
de  Reichembách,  que  en  1848  había  éste  apreciado  en  Viena  en  una 
sujeto,  y  comprobado  después  en  otras  más. 

El  fluido  vital^  en  el  supuesto  de  que  las  fuerzas  de  la  naturaleza 
se  reduzcan  á  una  sola,  según  las  modernas  teorías  de  la  Ciencia,, 
debe  ser  la  manifestación  genuína  de  esa  fuerza  humanizada,  llá- 
mese magnética,  eléctrica  ú  ódica,  que  no  deberla  á  ésta  dicho  flui- 
do sus  particulares  propiedades,  sino  al  terreno  vital  que  le  serviría 
de  base. 

El  efluvio  magnético  de  Yodko,  Ganmaro,  Albert  de  Rochas,  Ba- 
rety  y  Bofiero  es  el  tan  debatido  fluido  vital.  Efluvio  qua  éstos  han 
analizado  y  estudiado,  asi  como  sus  recíprocas  acciones  con  la» 
fuerzas  naturales,  y  que  poseería  para  el  Dr.  Sourbled,  catedrático- 
de  Filosofía  de  París,  y  para  otros  profesores,  la  nueva  propiedad  de 
los  cuerpos  radio-activos  (1).  Pero  por  encima  de  estos  nombres,  con 
justicia  celebrados,  hay  otro  más  grande  y  más  ilustre  que  se  añade- 
á  la  lista  de  los  partidarios  del  fluido.  Es  éste  el  del  sabio  William 
Crookes.  Sus  trabajos  sobre  el  oro,  su  invención  del  heliómetro  y  e! 
radiómetro,  sus  especiales  experiencias  acerca  de  la  espectroscopia 
y  sus  descubrimientos  del  thalío  y  la  materia  radiante,  nos  permiten 
augurar  felices  éxitos  en  los  estudios  experimentales  sobre  el  e/tu^ 
vio  néurico^  á  que  el  eximio  Presidente  de  la  Real  Sociedad  de  Lon- 
dres se  consagra. 

« 
•  « 

Cuantas  personas  se  ocupan  de  Psicología  experimental,  saben 
que  M.  de  Reichembach,  ese  químico  famoso  que  descubrió  la  para- 
ñna  y  la  creosota,  había  publicado  en  su  tiempo  el  resultado  de  sus 
observaciones  acerca  de  los  dinámidos  del  magnetismo,  de  la  elec- 
tricidad, del  calor,  de  la  cristalización  y  de  la  afinidad  química. 

Las  especiales  denominaciones  que  daba  el  descubridor  de  la  nue- 
va fuerza  —  que  en  aquel  tiempo  fué  objeto  de  conmiseración  y  de 
burlas  por  parte  de  los  científicos  oficiales— dependían  de  las  fuen- 
tes de  que  procedía.  Así,  por  ejemplo,  llamaba  Cristalód  á  la  ener- 

(1)  Léanse  i  Fenómenos  de  Elster  y  Geite  y  radiaciones  bamanas.  Tom* 
maeina.  Genova,  1905,  y  Comprobación  de  la  existencia  de  los  rayos  N  con 
él  aparato  de  Hoga  y  en  semejanaa  con  el  finido  hnmano.  Delme  Wind. 
Ütrecht,  1906,  Enero. 


,  365 

^ia  que  derivaba  de  los  cristales,  Bidd  á  la  procedente  de  los  seres 
vivos,  Termód  á  la  originada  por  el  calor,  Fotód  á  la  de  la  luz,  etc. 

Reichembach  aseguraba  en  su  tiempo  —  como  en  la  actualidad 
«confirman  una  porción  de  investigadores — que  ciertas  sonámbulas 
lúcidas  percibían  sobre  los  polos  de  un  potente  imán,  una  tenue  luz 
•de  color  rojizo  en  el  positivo  y  violeta  en  el  negativo  (1). 

El  sabio  director  de  la  Escuela  Politécnica  de  París,  M.  Albert  de 
Rochas,  escribe  en  1891  una  obra  Les  Fluides  des  magnetisaeurs^  don- 
de detalla  minuciosamente  los  mismos  hechos  que  habla  descrito  el 
•químico  austríaco  cincuenta  y  siete  años  antes. 

La  objetividad  de  los  efluvios  coloreados  indicadores  de  una  de  las 
formas  de  la  energía  ódica  en  los  cristales,  ha  podido  comprobar  con 
4ina  sensitiva  este  último,  en  unión  del  profesor  matemático  Waten- 
ville.  En  un  grueso  cristal  de  espato  de  Islandia,  la  coloración  era 
rojiza  en  la  mitad  derecha  del  sentido  longitudinal  del  prisma  con 
relación  al  plano  anterior  de  la  vidente  y  violeta  en  la  mitad  izquier  • 
<{a.  Con  tabletas  prismáticas  de  sulfato  calcico,  lograron  resultados 
idénticos.  Y  no  sólo  observaron  tal  propiedad  en  los  cristales,  sino 
que  confirmaron  asimismo  en  el  hombre  dicha  cualidad,  porque  la 
mitad  derecha  del  cuerpo  de  algunos  sujetos  emitía  efluvios  rojos, 
visibles  para  la  citada  sensitiva,  y  violeta  la  izquierda. 

En  el  achimenes,  gardenia  y  otras  plantas  en  su  zona  floral,  hán- 
S0  comprobado  efluvios. 

El  cuerpo  humano  es  jnuy  sensible  al  magnetismo  terrestre.  La 
•orientación  del  lecho  en  algunos  sensitivos  tiene  su  importancia.  Si 
están  acostados  en  la  dirección  N.  S.,  es  decir,  con  la  cabeza  hacia 
el  Norte  y  los  pies  al  Sud,  tienen  sueño  tranquilo.  Si  es  S.  N.  la 
•orientación,  sufren  pertinaz  insomnio,  pesadillas,  cefalalgia  y  un 
malestar  general.  Las  posiciones  E.  O.  y  O.  E.  suelen  ocasionarles 
vahídos,  tendencias  sincópales,  vómitos  y  crisis  histero-epilépticas. 

Muchos  histéricos  y  neurósicos— sujetos  sobrecargados  de  fluido — 
que  se  quejan  en  cuanto  penetran  en  ciertas  iglesias,  es  debido  á 
que  la  mayor  parte  de  estos  edificios  se  hallan  orientados  en  la  di- 
rección E.  O. 

Existen  personas  que  durante  la  vigilia  atraen  la  aguja  imantada 
por  su  polo  austral  y  la  repelen  por  su  polo  boreal;  y  en  el  sonam- 
bulismo provocado,  las  atracciones  y  repulsiones  son  mucho  más 
acentuadas. 

<1)  PhenomenM  ódiqaes  et  radiations  noavelles.  Jales  Begnaalt,  pági- 
na lU,  1905,  París. 


366 

La  susodicha  facultad  de  ver  determinados  individuos  los  efluvio» 
humanos,  fué  reseñada  en  1846  por  Arago.  Descrita  en  1848  por  Pi- 
ñau  en  una  sonámbula.  Confirmada  en  1859  por  Bailly  y  otra  vez  ea 
en  1864  en  su  memoria  presentada  á  la  Academia*de  Ciencias  de^ 
t^arls,  en  la  que  sostenía  la  existencia  de  una  fuerza  desconocida  en 
el  hombre.  Puesta  en  evidencia  en  1879  por  Barety.  Comprobada  en 
1881  por  M.  Louys  en  un  trabajo  acerca  de  la  visibilidad  directa  de- 
las  radiaciones  cerebrales.  Definida  por  Albert  de  Rochas  en  1890  en 
su  libro  Exteriorisation  de  la  Sensibilitéy  que  tanto  llamó  la  aten- 
ción. En  1895,  el  Dr.  Karl  du  Prei  describía  en  su  famosa  obra  Det^ 
Magnetismus  al»  Naturewissenachafí^  esa  propiedad  en  ciertos  suje- 
tos puestos  en  el  estado  de  relación.  La  misma  idea  manifestaba  el- 
director  de  la  Escuela  Normal  de  Maestros,  profesor  Broguiard,  d^* 
Berna,  en  1899,  después  de  sus  notables  estudios  experimentales^ 
M.  Charles  Ferez,en  1900,  en  su  articulo  Aureoles  neuropathiques  de 
la  Revue  de  Aáedecine  del  10  de  abril,  mantiene  su  particular  opinión 
sobre  la  percepción  distinta  de  los  efluvios.  En  VAction  du  fluide  de» 
fakir»  »ur  les  vegeiaux  del  Bulletín  dk  Vlnsiiiut  Genérale  Peichoto- 
gique  de  marzo  de  1904,  el  profesor  Marcel  Depinay  hace  lo  propio. 
Y  en  Le»  efíuve»  ódiques  de  la  Revue  Scientiflque  del  20  de  junio  der 
1905,  sustenta  la  misma  creencia  que  sus  predecesores  el  Dr.  Hypo- 
lyte  Baraduc. 


Alrededor  de  cadaiiombre,  como  alrededor  de  cada  imán,  existe 
para  ciertos  experimentadores  un  campo  magnético,  especie  de  at- 
mósfera nerviosa  que  llevaría  consigo  aquél  por  todas  partes.  Cada 
sujeto  sería  en  tal  caso  influido  por  otro  sujeto,  por  los  imanes  ó  por 
otras  substancias,  modificándose  de  este  modo  su  campo  magnético. 

Los  efectos  de  la  electricidad  atmosférica  en  ciertos  sensitivo» 
manifestados  bajo  la  forma  ordinaria  del  rayo  ó  de  la  de  bolas  d» 
fuego»  no  solamente  demuestran  —  al  decir  de  los  observadores  ci- 
tados —  la  realidad  del  fluido  humano,  sino  también  la  existencia 
del  campo  magnético,  en  el  cual  influiría  el  meteoro.  Los  fenómeno» 
descritos  á  continuación  deben  tener  sin  duda  una  gran  semejanza 
con  determinadas  propiedades  para  el  hombre  por  ahora  descono- 
cidas del  referido  fluido.  En  efecto :  en  octubre  de  1882,  Mons.  Felice 
de  Marrocordato  tuvo  que  refugiarse  en  Para,  término  de  Perugia». 
sorprendido  por  una  formidable  tempestad.  Bruscamente  apareció 
en  la  estancia  de  la  posada  donde  este  señor  se  había  albergado,  un 


,   367 

globo  de  fuego  del  tamaño  de  una  naranja,  ique  se  dirigió  junto  á  la 
mesa  en  cuyas  inmediaciones  estaban  sentados  M.  Felice  y  la  fami- 
lia del  mesonero,  dando  tres  completas  vueltas  el  meteoro  alrededor 
del  cuerpo  de  la  hija  mayor  del  último,  sin  tocarle  en  lo  más  míni- 
mo ni  aun  la  falda  exterior  (1).  Marchó  luego  el  globo  de  fuego  en 
dirección  á  una  alta  ventana  cerrada  por  la  que  había  entrado  por 
una  rendija,  y  desapareció  al  fin,  produciendo  una  detonación  se- 
mejante á  un  pistoletas^)  (2). 

El  hecho  citado  de  las  repulsiones,  tiene  mucho  parecido  con  el 
fenómeno  natural  de  la  propulsión  de  personas,  animales  ó  cosas, 
por  el  rayo  y  á  mayor  ó  menor  distancia. 

Es  un  hecho  también  curioso  la  elección  de  apariencia  caprichosa 
de  dicho  meteoro  por  ciertas  regiones  del  cuerpo  humano,  por  de- 
terminlidos  sujetos,  por  algunos  animales  y  aun  por  varias  especies 
de  plantas  (3);  y  si  no  nos  es  posible  por  ahora  explicar  el  mecanis- 
mo del  hecho,  es  más  que  probable  que  favorezca  su  realización  en 
la  forma  referida,  el  campo  magnético  de  que  hablábamos. 

A  veces  se  ha  dado  el  caso  de  haber  arrancado  el  rayo  la  lengua, 
orejas,  pelo,  etc.,  etc.,  de  varias  personas,  y  en  otras  no  ha  causado 
el  menor  daño.  Influye  asimismo  el  sexo  —  como  está  demostrado  — 
en  la  atracción  del  meteoro;  con  más  frecuencia  son  las  mujeres 
atacadas  por  él  que  los  hombres,  y  de  éstas  las  histéricas  principal- 
mente. La  desigual  repartición  del  fluido  en  ciertas  zonas,  ó  el  estar 
saturados  algunos  sujetos  del  mismo,  es  el  motivo,  para  varios  ob- 
servadores, que  da  lugar  al  fenómeno. 

El  hecho  interesante  que  no  pocos  psicólogos  experimentadores 
designan  con  el  nombre  de  sensibilización  de  la  materia,  padece 
evidenciarnos  la  existencia  del  fluido  vital  y  del  campo  susodicho. 

Veamos  algún  caso. 

Madame  Ketti,  de  Baltimore  (4),  sensibiliza— sumida  en  sonambu- 
lismo profundo  —  con  su  mano  el  cold-cream  contenido  en  un  tarri- 
to  de  tocador,  sin  tener  la  menor  conciencia  de  ello.  Cada  vez  que 
el  magnetizador  Mister  Edmond  Wallier  se  introduce  los  dedos  en 

(1)  Joven  marcadamente  histérica  en  concepto  del  médico  de  la  familia 
Dr.  Jaoomo  Tiioni. 

(2)  Les  Frontieres  de  la  Boienoe.  Jalee  Eamsay,  p&fc*  ^i  ^^^^  Parle. 

(8)  En  el  Oran  Bosque  de  Sehleweiu  de  Lipe-Demolt,  cayeron  en  veinti- 
dóranos  287  centellas.  Los  pinos,  catalpas  y  fresnos,  apenas  safrieron  da- 
ños de  importancia;  en  cambio  los  arces,  y  sobre  todo  las  hayas,  llevaron 
la  peor  parte.  Le  Foodre  par  Emile  Sextier,  p&g.  200, 1804,  París. 

(4)  Les  Frontieres  de  la  Science.  Jules  Ivert,  pág.  81,  lOOOrParis. 


368 

la  boca  después  de  haber  tocado  dicha  sabstancia  graaa^  expeñ- 
menta  ana  especial  sensación  napseosa  la  Ketii,  hasta  que  vomita 
ai  fin. 

Otro  caso  interesante. 

Duerme  á  Hed  j  Kaar  el  profesor  Porter^  de  Liverpool,  por  los  cla- 
sicos pases  en  otro  lugar  referidos^  sentada  ésta  en  un  sillón  forrado 
de  peluche  (1).  Porter  lé  ordena  sentarse  en  otro  sillón,  y  ai  cabo 
de  algunos  minutos,  clava  el  doctor  un  alfiler  hasta  la  cabeza,  en  el 
asiento  abandonado  por  la  Hedy.  Lanza  en  tal  momento  ésta  un  ge- 
mido lastimero,  y  levántase  en  seguida  del  sillón  en  que  estaba  sen- 
tada la  vez  segunda.  Comienza  entonces  el  profesor  á  pasarla  mano 
lentamente  por  el  asiento  abandonado  por  la  Kaar,  como  si  tratara 
de  acariciar  á  un  animal  doméstico,  y  se  enrojece  la  sujeto  al  prin- 
cipio, algo  después  se  rie  sin  poderse  contener.  Al  poco  rato  Se  sien- 
ta  M.  Porter  en  el  mismo  sillón,  y  se  muestra  la  Hedy  muy  moles- 
tada. ¿Qué  le  pasa  á  usted ?,  pregunta  el  profesor  á  ésta.  Usted  ya 
lo  sabe,  contesta.  ¿Pues  qué  es  ello?,  le  interroga  de  nuevo  el  doc* 
tor.  La  Kaar  responde :  ni  soy  gato  para  que  usted  me  acaricie,  ni 
tampoco  mueble  para  que  se  recueste  usted  encima  de  una.  A  los 
siete  minutos  dejaba  el  sillón  de  estar  sensibilizado. 

Otro  más. 

Consigue  el  profesor  Lauríol,  celebrado  magnetizador  de  Londres, 
sensibilizair  con  la  sujeto  Madame  Dinard  Graetgel  una  flor  de  gar- 
denia retenida  un  buen  rato  en  su  mano  y  en  estado  de  sonambu- 
lismo lúcido.  Experiencia  llevada  á  cabo  en  los  locales  de  la  Escuela 
Psicológica,  Chelsea  Bild-Hall  Square  14,  ante  un  buen  número  de 
socios  (2). 

Presentaba  la  flor  una  aureola  luminosa  en  el  centro  que,  vista  á 
media  luz  por  todos  los  concurrentes,  ofrecía  un  aspecto  fantás- 
tico (3).  Las  punturas  practicadas  c^n  un  alfiler  por  Mister  Lauríol 
en  los  pétalos  centrales— capa  sensible— fueron  perfectamente  perci- 
bidas  por  la  Dinard  dormida.  Y  ejecutando  la  misma  operación  en 
sus  dos  brazos,  cuando  hubo  perdido  la  gardenia  su  luminosidad, 
habíanse  tornado  éstos  anestésicos.  Observaciones  semejantes  se 
practican  actualmente  en  París  con  la  misma  sujeto. 

(1)  Le  Goni^réslde  Payohologie  á  Borne.  L'impregnation  d'objete  par  le 
flaide  vital.  Vine  Haale.  Trad.  del  WorPa  Work,  par  Etienne  Joardan. 
Deo.  1905,  London. 

(2)  Rwué  OunéraU  du  Seiencet.  Henrri  Gamel,  80  oct.  1900,  Paria. 

(8)  Pública  experiencia  en  la  que  fneron  por  primera  vei  vistos  los  efla- 
vios  por  todos  los  concurrentes. 


369 

Otro  de  los  fenómenos  importantes  que  confirman  la  existencia 
del  Auido  y  del  campo  magnéticos,  es  el  de  la  transferencia  de  ciertas 
afecciones  nerviosas,  de  algunas  condiciones  mórbidas  ó  de  deter- 
minados estados  emotivos,  de  un  sujeto  á  otro  y  merced  á!  los 
imanes. 

Obtuvo  el  Dr.  Louys  (1),  en  1883,  la  transferencia  de  una  neural- 
gia oftálmica  de  una  joven  histórica  á  otra  normal,  á  beneficio  de 
aquéllos  é  instantáneamente.  El  procedimiento  fué  colocando  el 
imán  un  buen  rato  sobre  la  zona  doloroea  de  la  paciente  y  en  segui- 
da en  la  región  idéntica  de  la  segunda  sujeto. 

Coloca  el  profesor  Jullien  Lepsic  (2)  un  imán  grande,  en  forma  de 
herradura,  sobre  la  cabeza  de  Anne  Pillen,  enferma  núm.  8  de  la 
sala  de  Santa  Catalina  del  Hospital  Trous8eau,que  lo  adapta  por  un 
sistema  combinado  de  correas  y  tornillos.  A  las  seis  horas  lo  quita 
de  ésta  y  lo  traslada  á  la  cabeza  de  Benóit-Gudin,  joven  de  aspec- 
to varonU^  pero  habitualmente  anestésico  é  hipnotizable.  Sufría  la 
paciente  una  intensa  y  rebelde  cefalalgia,  además  presentaba  me- 
lancolía, delirio  persecutorio  y  ciertas  anomalías  del  carácter.  Todas 
las  aplicaciones  del  imán  fueron  seguidas  en  los  primeros  momen- 
tos de  un  rAativo  alivio  en  la  Pillen.  En  el  Gudin  apareció  algo  des- 
pués fuerte  dolor  de  cabeza.  Y  un  día  que  M.  Lepsic  tuvo  la  idea  em- 
pírica de  dejar  el  imán  más  de  treinta  horas  sobre  la  cabeza  de  Be- 
nóit,  las  anomalías  mentales  que  presentaba  eran  en  un  todo  idén- 
ticas alas  que  se  hablan  apreciado  en  Anne.  Hay  que  advertir  que 
hablaba  Benóit,  cuando  sobre  su  cabeza  mantenía  el  imán,  con 
•ademanes  y  en  tono  femeniles,  como  esta  última. 

Merced  á  estas  particulares  prácticas,  son  considerados  los  ima- 
nes por  varios  médicos  especialistas  como  valiosos  recursos  en  el 
tratamiento  de  ciertas  enfermedades  nerviosas,  si  bien  todos  ellos 
convienen  en  que  todavía  se  ha  observado  poco  sobre  el  particular, 
y  que  á  este  respecto  mucho  les  queda  por  hacer.  Para  el  catedráti- 
co de  New- York,  Dr.  Graham,  sería  la  energía  del  imán  un  agente 
modificador  del  estado  molecular  del  fluido  humano. 

A  veces  no  es  el  imán  el  medio  transmisor  de  los  estados  morbosos 
de  una  persona  á  otra,  sino  cualquiera  substancia.  He  visto,  decía 
Lafontaine,  á  una  sensitiva  sumida  en  profunda  hipnosis,  rascarse 
insistentemente  las  manos,  por  sentirse  en  ellas  enormes  comezones 

(1)  Oomünication  á  la  Société  de  Biologie.  Séanoe  dn  14  novembre  1884. 
Paris. 

(2)  AoiM  dé  PhiU9&phié,  Dr.  Leptio.  1.**^  deoembre  1902.  París. 


370 

con  motivo  del  contacto— ignorado  por  ésta^de  la  corbata  pertene- 
ciente á  un  enfermo  de  liquen  localizado  en  las  manos. 


La  fotografía  ha  sido  otro  medio  demostrativo  de  la  realidad  del 
fluido. 

En  la  Revue  Scientijique  del  28  de  octubre  de  1905  vienen  descritas 
las  experiencias  relativas  á  esta  cuestión.  M.  Poulet,  catedrático  de 
Física  experimental  de  la  Universidad  de  Anvers,  presentó  al  Con- 
greso de  Radiología  de  Lieja  los  resultados  obtenidos  con  dos  sensi- 
tivas y  un  sonámbulo  (1).  Al  tratar  los  clichés  un  día  por  el  oxalato 
férrico  vio  que  existían  en  éstos  unos  trazos  nunca  aparecidos,  que 
revelaban  sin  duda  los  efluvios  proyectadosf  iiera  del  cuerpo  del  úl- 
timo. Para  asegurarse  M.  Poulet  de  que  no  procedían  las  marcas  de 
la  mala  composición  del  baño  revelador,  desarrolló  al  mismo  tiem- 
po una  buena  placa,  que  resultó  transparente  después  de  haberla 
fijado.  Los  trazos  eran  idénticos  á  los  obtenidos  fotografiando  las 
descargas  eléctricas  semi-obscuras. 

Los  profesores  físicos  Lassar,  de  Berlín,  Dieffembach,  de  New- 
York,  y  Rossi,  de  Ñapóles,  también  han  logrado^  á  comienzos  de 
año,  fotografiar  el  fluido  humano. 

Este  especial  fenómeno  de  grabarse  los  efluvios  en  las  placas  fo- 
tográficas, ¿no  tiene  cierta  semejanza  con  el  hecho  de  aparecer  al- 
gunas marcas  ó  trazos  especiales,  y  aun  la  imagen  de  los  objetos 
próximos,  en  el  cuerpo  de  determinados  sujetos  heridos  por  el  rayot 

El  descubrimiento  del  radio  y  del  thorio,  que  emiten  radiaciones 
que  pueden  ser  almacenadas,  la  comprobación  de  la  existencia  de 
los  rayos  pesados  por  Gusta  ve  de  Lebon  estudiando  la  disgregación 
de  la  materia,  y  la  demostración  de  los  rayos  N  experimentalmentet 
ha  dado  motivo  á  que  una  buena  porción  de  observadores  ilustres 
estudien,  exentos  de  todo  prejuicio,  la  cuestión  tan  discutida  del 
fluido  vital. 

M.  Mascart,  en  la  sesión  celebrada  el  15  del  pasado  enero  por  la 
Academia  de  Ciencias  de  París,  dijo  que  hallándose  la  semana  an- 
terior en  Nancy,  pidió  á  M.  Blondlot  que  hiciera  en  su  presencia  al- 
gunos experimentos  con  los  rayos  N.  «No  sólo  he  visto  resultados 
que  alejan  de  mi  toda  duda  acerca  de  la  existencia  de  los  susodichos 

(1)  Travanz  da  Congrés  International  de  Badiologie  et  dlonisatíon,  10-18 
septembre  1805.  Liége.  President.,  M.  H.  Karborn.  Secret.,  £.  Gariel.  Pri- 
miéreseotion. 


371  I 

rayos— terminó  M.  Mascart— sino  que  quise  operar  por  mí  mismo  y 
obtuve  una  demostración  concluyeme». 

En  opinión  del  eminente  profesor  M.  Guebhard,  es  el  fluido  una 
evidente  manifestación  de  la  fuerza  magnética  humana^  que  posee 
propiedades  radio- activas,  y  según  un  fisiólogo  de  nota,  M.  d'An- 
sorval,  nuestro  organismo  emite  análogas  radiaciones  á  las  del 
radium,  capaes  de  hacer  fluorescentes  placas  recubiertaa  de  plati- 
no-cianuro de  bario,  sobre  las  cuales  vienen  á  caer.  Al  entrar  en 
contracción  un  músculo  aumentan  estos  rayos  en  intensidad,  lo  que 
prueba  que  no  son  extraños  al  influjo  nervioso  ó,  por  decirlo  de  una 
vez,  al  fluido  vital.  Otros  experimentadores  han  comprobado  que 
la  actividad  nerviosa  es  inseparable  de  dichos  rayos,  merced  á  otras 
delicadas  experiencias.  Todo  lo  cual  nos  evidencia  que,  á  pesar  de 
las  obstinadas  negaciones  de  una  infinidad  de  sistemáticos  profeso- 
res, el  fluido  vital  va  teniendo  su  puesto  en  la  ciencia. 


Dedúcese  de  cuanto  antecede,  que  tanto  las  antiguas  creencias 
orientales,  como  las  teorías  mesmeriana  y  de  Reichembach,  como 
los  conceptos  emitidos  acerca  del  fluido  que  acabamos  de  referir 
— que  son  una  misma  cosa— comienzan  á  llamar  la  atención  de  los 
hombres  independientes,  de  los  espíritus  amantes  de  la  crítica  seria. 

Convenzámonos  de  que  la  ciencia  de  nuestros  días  ha  de  dar  una 
demostración  cierta  6  irrefutable,  no  en  muy  largo  tiempo,  del  flui' 
do  vital  magnético,  neúrico,  eléctrico,  fuerza  od  ó  como  pretenda 
llamársele. 

La  tan  debatida  hipótesis  fluídica  vuelve  hoy  á  resucitar,  va  sa- 
liendo de  su  descrédito,  y  no  ha  sido  antes  porque  la  mayor  parte 
de  las  gentes  siempre  tuvieron  como  ridicula  tal  opinión  y  los  hom- 
bres de  ciencia  han  considerado  á  las  prácticas  referidas  como  en- 
tretenimientos de  mal  gusto. 

Dos  sabios  observadores,  MM.  Charles  Richet  y  Joseph  Maxvell, 
catedráticos  de  Medicina  de  París  y  Burdeos,  respectivamente, 
han  abordado  el  problema  del  susodicho  fluido,  dando  un  gran  paso 
hacia  la  solución,  acumulando  multitud  de  hechos,  comprobados 
además  de  ellos  por  una  porción  de  experimentadores;  hechos  que 
les  han  obligado  á  asegurar  la  circulación  de  una  especial  corrien- 
te en  ciertos  sujetos,  cuando  se  hallan  agitados,  de  una  fuerza  em- 
pleada en  la  producción  de  los  mismos,  y  que  describen  con  toda 
minuciosidad  de  detalles. 


372 

No  seria,  pues,  un  mito  ese  algo  á  que  aludimos,  como  han  venido 
creyendo  la  mayoría  de  los  cientiñcos,  sino  una  cosa  real,  positiva, 
demostrable. 

Como  todo  lo  nuevo  asusta,  porque  echa  por  tierra  teorías  queri- 
das y  sistemas  viejos  edificados  sobre  antiguas  creencias,  no  es 
extraño  que  la  idea  del  Jluido  vital^  como  todos  los  descubrimientos 
y  las  grandes  innovaciones,  fuera  por  tanto  tiempo  desechada;  y  si 
únicamente  admitiéramos  los  hechos  que  concuerdan  con  las  opi- 
niones corrientes,  habría  que  rechazar  casi  todas  las  conquistas 
alcanzadas  en  el  dominio  de  las  ciencias  positivas. 

Esto  es  precisamente  cuanto  ha  venido  sucediendo  respecto  del 
Jluido  humano,  Reisembach,  como  Hellz,  como  Mesmer  y  como  una 
infinidad  de  investigadores,  no  han  recibido  durante  sus  azarosas 
vidas  más  que  injurias  y  menosprecios;  y  sin  embargo,  unos  y  otros 
han  contribuido  á  aumentar  el  bagaje  intelectual  del  pasado.  ¿Qué 
más  habían  de  hacer  éstos  que  dar  á  conocer  una  nueva  manifestar 
ción  de  cierta  energía  ignorada  hasta  entonces  en  la  naturaleza t 

Es  la  hiiitoria  de  siempre.  Cuando  se  reflexiona  sobre  las  opera- 
ciones del  pensamiento,  con  frecuencia  maravillosas,  que  de  si  han 
dado  los  descubrimientos  que  han  contribuido  á  cambiar  la  faz  del 
mundo;  cuando  se  considera  la  suma  del  saber  condensada  y  pues- 
ta en  orden  en  los  libros  de  estudio,  nos  hallamos  muy  cerca  de 
tener  un  concepto  elevado  de  la  humanidad.  Pero  la  mayoría  de 
veces,  el  concepto  que  nos  vemos  precisados  á  formular  de  ella  es 
bien  miserable.  Efectivamente,  la  misma  historia  de  las  ciencias 
así  nos  lo  dice.  Por  ésta  vemos  que  el  número  de  inteligencias  ver- 
daderamente superiores  siempre  ha  sido  muy  limitadoi  que  tuvieron 
que  luchar  contra  las  mayores  dificultades,  y  que  los  representan- 
tes de  la  ciencia  oficial  de  cada  siglo  han  considerado  como  anti- 
científico lo  que  no  se  acomodaba  con  sus  particulares  apreciado* 
nes.  Por  eso  el  que  descubre  la  verdad  se  halla  ante  la  dificultad 
aplastante  de  tener  que  convertir  á  todos  sus  adversarios  y  de 
hacer  tabla  rasa  con  todos  los  prejuicios. 

Probar  de  visu  la  existencia  de  los  efluvios  humanos  ó  el  Jluido  vU 
tal,  es  un  acontecimiento  de  importancia  que  merece  lo  señalemos 
con  asombro.  Así  lo  han  afirmado — como  hemos  visto — profesores 
serios,  cuya  competencia  é  integridad  científica  están  por  cima  de 
toda  sospecha,  y  otras  personas  ajenas  á  la  ciencia  que  no  tienen 
interés  ninguno  en  admitir  ó  desechar  la  existencia  de  ese  fluido. 


373 


BIBLIOGRAFÍA 


\    POCTÜR  DON  JESÚS  SARABIA  Y  PARDO 

ProfMor  4e  •nfvnMáuáv»  d»  los  HUn  «n  el  InttlUto  R«Mo. 


I.  uto  bigiAhico  i>wl  agua,  por  D.  Manuel  Oorral  y  Kairi.  Linares. 
II.  OoaTRiBUciÓH  AI*  S8TÜD10  DB  x*A  TUBSBOUI.O8X0,  por  D.  José  Verdes  Monte- 
negro. Madrid,  190&. 
III.  La  bpidbmia  db  yibubla  bb  190M,  por  el  Dr.  D.  Jote  Monmeneu  y  Ló- 
peí  Beynoso.  Madrid,  1904. 


Contribuye  este  trabajo  &  la  útilísima  labor  emprendida  por  va- 
rios escritores  de  propagar  la  higiene  publicando  Monografías  que 
ya  han  enriquecido  el  capitulo  de  higiene  popular,  tan  provechoso 
para  la  cultura  general  y  para  sanear  al  individuo  y  &  la  sociedad. 
Por  eso  tienen  tanta  aceptación,  por  su  forma  clara  y  lacónica  de 
exponer  asuntos  de  verdadero  interés  social. 

Esta  del  Dr.  Corral  tiene  formado  ya  su  juicio  estimable  el  premio 
que  la  concedió  el  Circulo  literario  de  Almería. 

Se  ocupa  del  agua,  para  señalar  científicamente  su  uso  higiénico 
al  interior  y  al  exterior,  y  lo  desarrolla  en  forma  de  cartilla  higié- 
nica muy  bien  ordenada  y  en  condiciones  tales  que  ilustra  y  agrada 
su  lectura. 

De  estos  trabajos  hace  falta  que  se  publiquen  con  frecuencia,  pues 
el  progreso  social  estriba  en  la  cultura,  y  sobre  todo,  en  la  cultura 
de  la  higiene,  base  de  salud  de  los  pueblos  y  de  su  bienestar. 

Es,  pues,  digna  de  la  mejor  acogida  esta  publicación  del  Dr.  Co- 
rral, á  quien  felicitamos  cordialmente. 

n 

Al  frente  del  Dispensario  antituberculoso  de  Madrid,  el  Dr.  Verdes 
Montenegro  ha  podido  formar  un  conocimiento  lo  más  perfecto  po- 
sible de  esta  enfermedad  en  sus  causas,  evolución  y  tratamiento,  y 
por  este  motivo  el  trabajo  que  ahora  publica  es  fiel  expresión  de  sus 
observaciones  personales  respecto  á  las  diversas  cuestiones  que  es 
preciso  resolver  tratándose  de  esta  enfermedad. 

Describe  la  manera  de  funcionar  el  Dispensario  antituberculoso 


j 


374 

8in  omitir  detalle,  para  ocuparse  después  de  la  clínica  del  tubercu- 
loso,  estudio  basado  en  mil  historias  de  confirmados  ó  sospechosos 
registrados  en  los  libros  de  dicha  Institución. 

Estudia  la  enfermedad  en  relación  con  la  edad,  peso,  talla,  profe- 
sión, sexo,  etc.,  y  en  sus  síntomas  precoces  y  de  confirmación  de 
lesión. 

Los  capítulos  que  dedica  al  estudio  de  la  tuberculización  y  sus 
condiciones  son  de  una  admirable  exposición  y  critica  de  las  ideas 
m&s  debatidas  hoy  en  la  ciencia.  El  dedicado  á  estudiar  el  mecanis- 
mo del  contagio  y  el  curso  y  tratamiento  de  la  enfermedad,  es  de  lo 
más  completo  y  razonado  que  se  puede  apetecer,  y  da  más  realce 
al  mérito  de  este  trabajo. 

No  otra  cosa  se  podía  esperar  de  la  competencia  del  Dr.  Verdes 
Montenegro  en  esta  materia. 

ni 

Este  informe,  presentado  á  la  Excma.  Junta  provincial  de  Sanidad 
de  Madrid  por  su  digno  Vicepresidente,  constituye  un  interesante 
estudio  higiénico  de  cuanto  á  la  necesaria  profilaxia  de  la  viruela 
se  reflere. 

Todos  los  trabajos  que  conocemos  del  competentísimo  y  distingui- 
do escritor  médico  el  Dr.  Monmeneu,  revisten  un  aspecto  de  ciencia 
y  oportunidad*  tal,  que  su  utilidad  es  bien  notoria  para  la  ciencia  y 
para  los  fines  sociales  que  el  autor  trata  de  satisfacer. 

Ocúpase  en  el  actual  de  lo  que  significa  la  existencia  de  la  viruela 
en  nuestra  sociedad  como  expresión  de  falta  de  cultura  y  de  negli- 
gencia censurable,  que  permite  una  mortalidad  bochornosa  en  los 
actuales  tiempos  y  desproporcionada  en  relación  con  otros  países 
cultos.  Analiza  la  mortalidad  por  viruela  en  varios  años,  y  da  á 
conocer  lo  que  hizo  con  tanto  acierto  la  Junta  provincial  de  Sa- 
nidad de  Madrid  ante  la  epidemia  de  1903,  y  cuál  fué  el  resultado 
de  tan  acertadas  disposiciones,  tan  perfectamente  secundadas  por 
las  autoridades  y  médicos,  deduciendo  cómo  la  vacunación  fué  el 
medio  seguro  de  librarse  del  contagio,  por  la  práctica  á  domicilio  y 
en  varios  centros,  por  más  que  no  fué  todo  lo  suficientemente  prac- 
ticada, al  punto  de  no  pasar  de  65.000  los  vacunados  y  revacunados. 

En  el  defecto  de  esta  práctica  en  el  resto  de  la  población  estriba 
la  causa  de  la  persistencia  de  esta  enfermedad  endémica  ó  epidémi- 
camente, pues  quedaron  sin  vacunar  más  de  las  dos  quintas  partes 
de  la  población  de  Madrid. 


375 

La  declaración  obligatoria  es  la  base  profiláctica  dé  toda  epide- 
mia; y  fijo  en  esta  idea«  explana  la  conveniencia  de  llenar  esta  prác- 
tica con  todo  rigor,  asi  como  la  necesidad  de  hacer  obligatoria  la 
práctica  de  la  vacuna  y  de  implantar  reformas  de  higiene  al  efecto 
de  una  amplia  profilaxis. 

Bste  informe  fué  aprobado  por  unanimidad  por  la  Junta  provin- 
cial de  Sanidad,  como  era  de  esperar,  en  atención  á  su  carácter 
práctico  y  científico,  y  por  el  Gobierno  civil  se  han  dictado  disposi- 
ciones encaminadas  al  cumplimiento  de  cuanto  en  dicho  informe  se 
expresa. 

El  Dr.  Monmeneu  merece  plácemes  y  gratitud  por  su  excelente 
trabajo. 

REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Raspado  dal  útero.  Fljaoión  del  órgano  oon  la  sonda  do  Dolorio.^En  el  Bole- 
Un  oficial  del  Colegio  de  Médicos  de  Cáceres^  publica  D.  FraDcisco  G.  Mén* 
dos  el  caso  clinico  BÍguiente,  relatÍTO  á  una  enferma  que  hacia  ochoo.  dias 
sufría  metrorragiaa  que  en  nada  habían  alterado  sus  ocupaciones  ordina- 
rias por  eupoca  imporiancia,  pero  que  ya  avisaban  por  ser  más  grandes. 

'Es  esta  mujer  de  cuarenta  afioo,  de  temperamento  nerrioso,  buena  cono- 
tituciÓD,  sin  antecedentes  patológicos  y  ha  tenidp  siete  embarazos  llegados 
á  término.  Sn  función' menstrual  ha  sido  normal,  excepto  el  mes  anterior  que 
hubo  falta. 

Pulso  débil  T  frecuente,  ligera  liyidez  del  semblante,  temperatura  nor- 
mal, con  intermitencia,  siente  dolores  en  la  región  lumbopacra,  con  sen- 
sación de  dolor  y  peso  poco  marcados  en  la  pelvis  y  periné :  por  la  rulva 
rezuma  sangnre  roja,  que  aumenta  con  los  dolores.  El  tacto  yaginal  aeosa 
dilatación  mny  marcada  del  cuello  uterino. 

No  cabe  dudar  estarse  laborando  un  aborto,  debido  quizás  á  excesos  de 
trabajo  cometidos,  ayudados  por  un  yiaje  á  caballo,  cuando  ya  existía  me- 
trorragia.  No  siendo  en  este  momento  alarmante  la  hemorragia,  aconsejó 
quietud  en  la  cama  y  prescribió  una  poción  de  ergotina. 

Pasó  la  noche  bien,  después  de  echar  un  embrión  que  por  sus  caracteres 
representa  ser  de  seis  á  ocho  semanas,  asegurándole  (la  familia)  al  mismo 
tiempo  que  el  producto  de  la  concepción  salió  enruelto  encuna  bolsa  que 
enterraron. 

A  loo  doe  días  toItíó  la  hemorragia. 

Sospechando  pudiera  ser  causa  de  la  hemorragia  la  presencia  de  algún 


376  '' 

coágulo  en  el  útero  (aparte  algún  exceso  cometido),  yisto  qae  loe  dolores 
expolsÍTOB  melren  á  manifestarse,  aunque  la  hemorragia  no  es  alarmante, 
desde  Inego  se  dispuso  á  efectuar  an  layado  intrauterino  que  pueda  hacer 
desaparecer  la  cansa.  ^ 

Todo  dispuesto  para  el  larado  uterino  y  la  enferma  en  posición,  al  explo- 
rar la  vagina,  la  encuentra  llena  de  coágulos,  que  extrae  con  el  dedo, 
ayudado  de  una  irrigación,  con  la  solución  de  cloruro  mercúrico  y  ácido 
tártrico  al  1  por  2.000,  excepto  uno  roluminoeo,  que  por  el  tacto  se  ohser- 
va  es  piriforme,  resistente,  de  superficie  lisa  y  muy  adherido  al  reborde  del 
cuello  por  grueso  pedículo. 

Con  el  biyalTO  de  Ousco,  se  re  que  el  turnar  es  de  la  forma  descrita,  ne- 
gruzco y  como  si  esturiera  envuelto  por  fina  membrana.  ' 

Oon  el  histerómetro  le  punza,  por  apenas  oponer  Resistencia  al  intru* 
mentó,  conyenciéndoee  se  trata  de  otro  coágulo  po$t  men^anMO^  y  con 
ello,  que  la  eoM  no  fué  expulsada  tan  completamente  como  creyó ;  esto  es, 
que  existían  restos  de  caduca,  que  deteniendo  la  sangre  en  su  salida  á  la 
ragina,  habían  faTorecido  la  formación  de  un  coágulo  enquUtado, 

Así  las  cosas,  y  como  el  estado  de  la  enferma  no  obligaba  terminar  la 
intervención,  procedió  á  la  destrucción  del  coágulo  aprisionado,  una  rez 
conseguido  en  su  porción  vaginal,  bien  limpia  ésta,  vio  el  conducto  cervi- 
cal, taponado  por  el  resto  del  coágulo  que,  si  continuaba  en  el  útero,  y 
como  la  hemorragia  fuese  nula  y  bueno  el  estado  de  la  enferma,  deja  las 
cosas  en  tal  estado,  respetando  el  tapón  natural,  confiando  á  la  fuerza  ex- 
pulsiva del  útero,  que  seguía  manifestándose,  la  terminación  del  trata- 
miento, no  obstante  estar  preparados  para  intervenir  de  nuevo,  si  la  ter- 
minación se  retardaba  ó  sobrevenía  accidente. 

A  las  diez  de  la  noche,  no  obstante  las  seis  horas  transcurridas  desde  la 
intervención,  la  enferma  seguía  bien,  aunque  sin  expulsar  el  tapan;  pero  á 
las  dos  de  la  madrugada  la  encuentra  con  malestar  general,  semillante  en- 
rojecido, vista  centelleante,  pulso  muy  frecuente  y  duro,  cefalalgia,  náu- 
seas, dolor  en  todo  el  vientre,  que  se  exacerba  al  más  ligero  contacto,  me- 
teorismo y  88^,8.  Todo  fué  precedido  de  escalofríos. 

La  aplicó  un  enema  abundante  (hacía  tres  días  que  la  enferma  no  defe- 
caba), grandes  compresas  de  agua  fría  al  vientre  y  una  poción  de  cafeína 
y  benzoato  de  sosa,  no  obstante  edtar  todo  dispuesto  para  si  la  gravedad 
aumentaba,  terminar  la  intervención.  Procedió  á  la  limpieza  completa  de 
la  cavidad  uterina. 

Colocada  la  enferma  en  posición  pudo  observar  que,  desde  la  interven- 
ción anterior  la  hemorragia  había  sido  casi  nula.  Hecha  la  irrigación  anti- 
séptica con  el  espéculum  de  Cusco,  vio  el  cuello  dilatado  y  á  su  través  la 
superficie  de  seccián  del  coágulo,  en  parte  destruido  antes,  y  la  fiuxión  de 
alguna  sangre ;  pero  no  ya  roja,  sino  moreno-obscura  y  muy  fluida. 

Hace  el  cateterismo  de  la  cavidad  á  través  del  cuerpo  extrafio,  pene- 
trando el  instrumento  9  centímetros.  A  la  vez  que  explora  procura  disgreí 
gar  el  coágulo,  y  conseguido  en  parte  con  la  sonda  de  Doleris,  procede  al 
lavado,  no  sin  antes  separar  sus  ramas  todo  lo  posible,  á  fin  de  que,  dila- 
tado el  cuello,  permita  el  fácil  paso  de  los  cuerpos  extraños  á  la  vagina. 

Como  la  disgregación  *con  el  histerómetro  tenía  que  ser  incompleta,  y 

r 


377 

como  coa  la  irrigación  se  presentaran  en  el  cuello  irosos  de  membranas, 
ya  no  habla  más  qae  echar  mano  á  la  cnoharilla. 

Al  retirar  la  sonda  para  fijar  el  útero  con  la  pinza-erina,  se  le  ocnrrió 
probar  si  lo  conseguiría  con  la  sonda. 

Para  ello,  forzó  an  poco  más  la  separación  de  sus  ramas,  notando  al  ha- 
cer peqnefias  tracciones  del  instrumento,  que  el  útero  le  seguía  en  sus  mo- 
vimientos de  descenso,  sin  que  las  ramas  cambiaran  de  posición. 

Ante  tal  resultado,  introdujo  la  cucharilla  cortante  de  Thomas  á  trayós 
del  cuello  así  dilatado,  haciendo  con  gran  facilidad  y  fijeza  absoluta  de  la 
Tíscera  el  raspado  completo  del  fondo  y  caras.  Para  terminar  con  los  bor- 
des, no  tuvo  más  que  después  de  retirada  la  cucharilla,  cerrar  las  ramas 
de  la  sonda,  comunicarla  un  movimiento  de  rotación  de  cuarto  de  circulo 
sobre  su  eje,  separarlas  de  nuero  y  con  la  misma  facilidad  que  antes,  ter- 
minar el  raspado. 

Durante  la  operación,  no  cesó  la  irrigación  á  media  corriente  con  la  solu- 
ción de  sublimado  y  ácido  tártrico  al  1  por  8.000,  lo  que  facilitaba  el  arras- 
tre á  la  ragina  de  los  cuerpos  extraños,  según  eran  desprendidos  por  la 
cucharilla. 

Como  resultado :  A  las  cuatro  horas,  todo  había  entrado  en  orden :  la 
temperatura  descendió  á  lo  normal,  desapareciendo  el  meteorismo  y  los 
dolores,  acusando  la  enferma  un  bienestar  absoluto,  y  por  lo  tanto,  vol- 
viendo la  alegría  á  una  familia,  ya  que  lo  creyó  todo  perdido  y sobre 

todo,  la  tranquilidad  al  médico  que,  por  confiar  demasiado  en  las  fuerzas 
'  naturales,  estuvo  á  punto  de  perder  una  enferma. —  Bababia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  aENTlFICAS 

80CIBDAD    DE    CIRUGÍA    DB    PARÍS 
8é$ián  del  dia  18  dé  Julio  de  1906, 

Amasamlenti  del  csrazón.  —  El  Dr.  Mauelaire  se  ocupó  de  este  asunto 
desde  al  triple  punto  de  vista  de  sus  indicaciones  generales  (colapso  car- 
díaco anestésico,  producido  en  las  intervenciones  quirúrgicas  sin  anestesia, 
consecutivo  á  una  herida  del  corasón  ó  del  pericardio,  embolia  pulmonar, 
asfixia  por  colgamiento,  muerte  aparente  de  los  recién  nacidos),  de  los 
métodos  operatorios  empleados  y  de  los  resultados  obtenidos.  La  vía  infra- 
diafragmática  es  la  que  debe  seguirse  primero,  á  condición  de  recurrir  en 
caso  de  ineficacia  á  la  transdiafragmática,  que  ha  sido  el  primero  en  reco- 
mendar. Después  resefió  los  otros  métodos  empleados  para  reanimar  el  cora- 
zón :  picadura  simple  ó  eléctrica,  punción  evacuadora  de  las  cavidades  de- 
rechas, insuflación  traqueal  y  pulmonar,  respiración  artificial,  etc.,  y  por 


378 

últímo,  Aquellos  otros  por  los  qne  se  procura  excitar  el  corazón  por  las  irri- 
gaciones intrarascnlares  ó  intracardiacas  de  suero  salino  isotónico  ó  de  lí- 
quidos irritantes :  disolución  de  adrenalina  al  1  por  50.000,  sangre  yenosa 
oxigenada,  etc.  Loe  fisiólogos  han  obtenido  éxitos  en  los  animales  con  es- 
tos métodos,  y  es  de  suponer  que  producirán  loe  mismos  resultados  en  el 
hombre. 

El  Dr.  Tufñer  dijo  que  ha  ensayado  rarias  reces,  en  los  casos  de  sincope 
clorofórmico,  las  irrigaciones  intravascnlares  de  suero  fisiológico  y  siempre 
sin  éxito  alguno. 

Aneorisna  del  trenes  tibiepersaes.  —  El  Dr.  DemauUnlejó  un  informe  so- 
bre un  caso  comunicado  á  la  Sociedad  por  el  Dr.  Legrand.  Se  trata  de  un 
aneurisma  poplíteo  espontáneo  del  tamafio  de  un  hueyo  de  gallina;  el  tu- 
mor aneurismático  ocupaba  el  tronco  tibioperoneo  por  debajo  del  origen 
de  la  tibial  anterior  y  cuya  extirpación,  difícil  por  las  adherencias  del  saco 
á  los  tejidos  inmediatos,  fué  seguida  de  curación  perfecta,  sin  que  resul- 
tara el  menor  trastorno  circulatorio  en  el  miembro.  El  Dr.  Demoulin  cree 
que  este  resultado  feliz  -^  tanto  más  notable  si  se  considera  que  la  extirpa- 
ción de  los  aneurismas  del  tronco  tibioperoneo  ocasionan  casi  siempre  la 
gangrena  de  la  pierna  —  es  debido  no  sólo  á  la  conserración  de  la  tibial 
anterior,  sino  también  á  las  anastomosis  rasculares  formadas  entre  la  re- 
currente tibial  y  el  círculo  arterial  peri- articular,  que  han  bastado  para 
asegurar  la  nutrición  dé  la  pantorrilla.  La  consoryación  de  la  tibial  anterior 
no  es  indispensable  para  asegurar  esta  nutrición,  según  prueba  un  caso  de 
Jurara.  Este  cirujano  extirpó,  en  efecto,  un  aneurisma  del  tronco  tibio- 
peroneo  del  tamafio  de  la  cabeza  de  un  feto,  y  aplicó  la  ligadura  inferior 
por  encima  del  origen  de  la  tibial  anterior.  A  pesar  de  esto  el  enfermo  curó 
sin  la  menor  amenaza  de  gangrena. 

Estos  dos  casos  prueban  que,  en  contra  de  la  opinión  clásica,  la  extirpa- 
ción de  los  aneurismas  del  tronco  tibioperoneo  es  una  operación  que  puede 
ser  seguida  de  éxito,  porque  existen  en  la  pierna  anastomosis  yasculares 
suficientes  —  unas  conocidas  é  ignoradas  otras  —  para  asegurar  su  nutri- 
ción, aunque  se  aplique  una  ligadura  por  encima  del  sitio  en  que  se  bifur- 
ca este  tronco  arterial. 

El  Dr.  Baty  manifestó  que  la  extirpación  de  un  aneurisma  está  tanto 
más  expuesta  á  ser  seguida  de  gangrena  del  miembro  cuanto  más  yolnmi- 
noso  es  el  tumor  aneurismático.  El  rolumen  considerable  de  un  aneurisma 
indica,  en  efecto,  que  la  circulación  más  allá  del  tumor  es  nula  ó  insignifi- 
cante por  ser  muy  actiya  por  las  colaterales;  en  estas  condiciones  las  liga- 
duras del  tronco  arterial,  ocupado  por  el  aneurisma,  influye  muy  poco  so- 
bre la  nutrición  ulterior  del  miembro. 

El  Dr.  Arrou  dijo  que  había  confirmado  el  hecho  expuesto  por  el  doctor 
Bazy  en  un  caso  de  extirpación  de  un  aneurisma  poplíteo  yoluminoso  que 
habla  suprimido  los  latidos  en  la  pedia  y  en  la  tibial  posterior. 

Llnitls  plástica.  —  El  Dr.  Quénu  presentó  dos  pieeas  de  gastrectomías,  una 
de  ellas  casi  total,  practicadas  por  linitis  pUsticas.  Los  dos  operados,  un 
hombre  y  una  mujer,  sobreririeron  una  yeinticuatro  y  otro  treinta  y  tres 
meses,  y  después  murieron  uno  á  consecuencia  de  pleuresía  hemorrágica 
probablemente  de  naturaleza  cancerosa,  otra  de  recidiya  local.  El  examen 


379 

Ihistológieo  de  las  piezas  patológicas  reveló  la  existencia,  en  zonas,  en  él 
«spesor  de  la  pared  estomacal,  engrosada  dé  núcleos  de  degeneración  neo- 
plásica  especial,  á  saber,  de  elementos  epiteliales  qae  hablan  experimen  • 
iado  la  degeneración  mucosa.  Estos  mismos  elementos  se  encontraron  en 
«Ignnos  ganglios  extirpados  al  primer  enfermo;  en  la  mujer  existían  ade- 
más, acá  y  allá,  mezcladas  con  estos  elementos  macosos,  célalas  cancerosas 
de  tipo  indiferente.  Estos  dos  casos,  unidos  á  otros  muchos,  prueban  la  na- 
turaleza cancerosa  de  la  linitis.  En  el  recto  se  encuentra  el  mismo  tipo  de 
«ánoer. 

El  Dr.  Momprofit  presentó  una  pieza  de  linitis  plástica,  obtenida  por 
gastrectomia  y  presentada  á  la  Sociedad  en  1897.  El  examen  histológico 
hecho  por  Pilliet  probó  que  se  trataba  de  un  tumor  completamente  benig- 
no. El  operado  murió  un  año  después  á  consecuencia  de  una  recidiva  can- 
•cerosa  local. 

Quisto  ovárico  raeomoss.—  El  Dr.  Btchelot  refirió  el  caso  de  una  mujer  jo- 
Ten,  la  que,  á  consecuencia  de  un  parto  normal,  turo  abultamiento  del  ab- 
domen, inapetencia  y  estreñimiento.  Después  de  purgantes  y  enemas  repe- 
tidos, el  abdomen  disminuyó  de  volumen  y  pudo  descubrirse  en  el  hipogas- 
trio un  grueso  tumor  trilobulado,  indudablemente  de  origen  ovárico,  pero 
que  no  presentaba  ni  loe  caracteres  ordinarios  de  los  quistes  multilocula- 
res  ni  de  los  vegetantes.  La  laparotomía  permitió  descubrir  un  tumor  for- 
mado de  quistes  serosos,  de  dimensiones  variables,  agrupados  en  racimos 
y  que  se  implantaban  en  los  anejos  izquierdos.  Su  aspecto  era  análogo  por 
completo  al  de  los  quistes  racémosos  del  ovario,  diagnóstico  que  fué  confir- 
mado por  el  microscopio.  , 

Bala  de  revólver  extraída  del  corebre.  -  El  Dr.  Potherat  presentó  una 
bala  de  revólver  extraída  del  lóbulo  frontal  izquierdo  de  un  individuo  que 
se  disparó  un  tiro  en  la  sien.  Fenómeno  curioso;  la  radiografía  revelóla 
existencia  de  dos  balas :  una  entre  la  bóveda  craneana  y  la  dura  madre,  y 
otra  en  pleno  cerebro,  y,  sin  embargo,  el  herido  afirmó  que  sólo  se  había 
disparado  una.  En  realidad,  ésta,  al  ponerse  en  contacto  con  el  hueso,  se 
había  dividido  longitudinalmente  en  dos  fragmentos  parecidos,  los  cuales 
«e  extrajeron.  El  enfermo  se  halla  en  vías  de  curación. 

(La  Fres8é  MedkaU). — F.  Tolbdo. 


XT   CONGRESO   INTERNACIONAL    DE    MEDICINA 
*  Celébrmdo  «»  lÁAoa  dál  19  al  26  de  Abrü  de  1906. 

(CoDtiniiaeión). 

Tratanientes  de  le»  aneurismas.— El  Dr.  R.  Lozano:  Mi  casuística  consta 
•de  cinco  enfermos  que  padecían  aneurismas  en  las  regiones  indicadas  por  el 
epígrafe  de  la  comunicación  que  tengo  el  honor  de  presentar  al  XV  Con- 
greso Internacional  de  Medicina. 

En  todos  ellos  se  comenzó  la  operación  con  el  propósito  de  practicar  la 
urUriorrafia,  según  la  técnica  concebida  y  realizada  por  el  profesor  Rodolfo 


380 

Matas,  de  Nuera  Orleans.  Dicha  técnica  no  será  aqni  descrita  para  no 
alargar  la  comunicación. 

De  los  dos  enfermos  con  aneurismas  de  la  artería  poplitica  qne  fueron 
operados  por  medio  de  la  arteríorrafía,  el  uno  cnra  radicalmente ;  el  otro 
cara  después  de  haber  sufrido  la  amputación  de  la  pierna,  exigida  por  la 
gangrena  que  se  presentó  en  el  pié  correspondiente  á  la  lesión  y  como  con- 
secuencia inmediata  de  la  intervención  quirúrgica. 

El  primero  de  estos  dos  enfermos  curó  con  integridad  funcional  de  la 
pierna  y  del  pié  hasta  tal  grado,  qne  tres  meses  después  de  la  operación  se 
dedicaba  á  su  oficio  de  albafiil. 

E3  enfermo  con  aneurisma  de  la  arteria  subclavia  curó  radicalmente  de 
su  aneurisma  y  adquirió  la  integridad  funcional  del  brazo. 

El  enfermo  de  aneurisma  de  la  arteria  aorta  abdominal  murió  ocho  horas 
después  de  haberse  terminado  la  operación.  La  causa  de  la  muerte  fué  el 
ihok. 

En  el  aneurisma  arteriovenoso  de  la  arteria  femoral  fué  imposible  prac* 
tícar  la  arteriorrafía,  porque  en  el  reconocimiento  precesor  de  la  operación 
no  se  consiguió  distinguir  la  arteria  principal  de  las  múltiples  venas  que 
rodeaban  el  saco  aneurismático.  Temiendo  hacer  mala  técnica,  preferí  la 
extirpación  del  saco.  Este  enfermo  curó  radicalmente  y  con  integridad  fun- 
cional del  miembro  enfermo. 

De  mis  cinco  enfermos,  cuatro  han  sido  tratados  por  arteriorrafia. 

De  éstos,  dos  han  curado  radicalmente,  uno  ha  curado  después  de  sufrir 
la  amputación  de  la  pierna,  y  otro  ha  muerto  consecutivamente  á  la  opera- 
ción. ^ 

En  cuanto  al  enfermo  que  sufrió  la  amputación,  pienso  que  se  pudo  bar- 
bería evitado  respetando  la  vena  poplítea,  que  fué  sacrificada  durante  el 
acto  operatorio  y  fué  también  la  causa  de  la  gangrena  del  pié  que  se  obser- 
vó en  este  paciente. 

El  shok  que  arrebató  la  vida  del  enfermo  operado  en  la  aorta  abdominal, 
reconoció  por  causa  principal  la  hemorragia  que  se  presentó  durante  el  acto 
operatorio.  Esta  hemorragia  aconteció  al  desgarrarse  la  arteria,  que  sufrió 
de  degeneración  calcárea,  al  ser  comprimida  por  la  pinza  para  obtener  la 
hemostasia  preventiva. 

Conclusiones.  —  1.*  La  arteriorrafia  cura  los  aneurismas  tan  radicalmen- 
te como  la  extirpación  del  saco  aneurismático. 

2.*  La  arteriorrafia  está  exenta  de  la  mayor  parte  de  las  complicaciones 
post  operatorias  que  acompañan  á  otros  procedimientos  empleados  para 
combatir  los  aneurismas  y  principalmente  la  hemorragia.  ^ 

8.*  La  arteriorrafia  se  puede  hacer  en  todas  las  regiones  orgánicas  del 
cuerpo  humano,  pero  la  extirpación  no  se  puede  hacer  en  todas. 

i,*  La  arteriorrafia  es  el  procedimiento  operatorio  que  más  facilita  la  cir- 
culación supletoria  colateral,  porque  todas  las  maniobras  operatorias  se 
hacen  dentro  del  saco. 

5.*  La  arteriorrafía  en  la  subclavia  es  de  fácil  ejecución  y  la  extirpación 
del  saco  la  creo  difícil  y  peligrosa. 

6.'  La  arteriorrafía  en  la  subclavia  deberá  ir  precedida  de  la  ligadura  de 
la  arteria  en  el  sitio  inmediato  al  saco. 


381 

7/  La  arteríorrafia  de  la  poplítea  ea  fácil  y  no  necesita  ligadura  previa. 
Deberá  eiempre  respetarse  la  rena  poplítea. 

8/  La  arteriorrafía  en  la  aorta  abdominal  es  el  único  procedimiento  ca- 
paz de  curar  radicalmente  su  aneorisma. 

9/  La  ezürpacif^n  del  aneurisma  de  la  aorta  abdominal  creo  que  es  im- 
practicable. Los  demás  procedimientos  son  inseguros  y  no  son  radicales. 

10.  La  técnica  de  la  arteriorrafía  en  este  aneurisma  debe  ser  mejorada 
y  construir  un  aparato  en  forma  de  media  luna,  recubierto  de  caucho, 
para  hacer  la  hemostasia  preyentíra  por  medio  de  la  compresión  entre  el 
aparato  y  la  colunma  rertebral. 

11.  La  hemostasia  preyentiTa  en  la  aorta  por  medio  de  pinzas,  degarra 
la  arteria  que  está  degenerada.         • 

12.  La  ligadura  preyia  es  dificil,  peligrosa  é  inutiliza  muchas  arterias 
que  podrían  servir  para  establecer  la  circulación  colateral. 

Ur  nuevo  nétodo  de  tratamlonto  do  las  neuralgias.  —  El  Dr.  Babdbnheubb: 
Las  neuralgias  dependen  de  una  hiperemia  venosa  cuya  causa  puede,  por 
lo  demás,  ser  muy  variable :  intoxicación,  arterio- esclerosis,  inflamaciones, 
traumatismos,  etc.  Los  dolores  dependen  de  la  estrangulación  y  de  la  com- 
presión del  nervio  por  la  vaina  de  los  vasos  ectasiados  que  le  rodean,  hecho 
que  he  podido  comprobar  en  todas  mis  intervenciones.  La  hiperemia  y,  por 
consiguiente,  los  dolores,  se  exageran  por  las  contracciones  musculares 
{masticación,  mímica).  Be  deduce  que  en  el  tratamiento  de  las  neuralgias 
rebeldes  á  los  medios  médicos  no  es  necesario  resecar  el  nervio,  sino  ais- 
larle en  un  trayecto  suficiente  de  la  ganga  vascular  que  le  aprieta. 

En  16  casos  de  ciáticas  rebeldes  que  he  tratado  de  esta  manera  he  obser- 
vado 16  curaciones  que  datan  de  seis  á  ocho  afios;  en  cinco  casos  de  neural- 
^as  del  trigémino  he  obtenido  cinco  curaciones  desde  hace  tres  á  catorce 
meses.  Sólo  en  uno  de^'estos  casos  hubo  una  recidiva  por  adherencia  ulte- 
rior del  nervio  al  maxilar  inferior  fracturado;  una  nueva  operación,  que 
<:onBÍstió  en  desprender  el  nervio,  fué  seguida  de  curación,  que  dura  desde 
hace  ocho  meses. 

Manifestaré,  para  terminar,  que  mi  procedimiento  tiene  siempre  la  ven- 
taja, en  caso  de  ineficacia,  que  jamás  he  observado,  de  poder  completarse 
después  por  una  resección  nerviosa  ó  ganglionar. 

Cautoriiaeión  do  las  bomorroides.— El  Dr.  Kojouraroff:  Todos  los  proce- 
dimientos actuales  del  tratamiento  de  las  hemorroides  pueden  clasificarse 
en  dos  grupos :  radicales  y  paliativos.  Los  primeros  comprenden  la  caute- 
rización con  el  termocauterio,  la  ligadura,  la  extirpación.  Ninguno  de  ellos 
está  exento  de  inconvenientes.  Es  preferible  la  cauterización,  que  presen- 
ta el  mayor  número  de  ventajas  y  el  menor  de  inconvenientes.  Las  venta- 
jas son  :  rapidez  de  la  operación,  que  se  practica  sin  pérdida  de  sangre ; 
seguridad  de  una  asepsia  relativa;  corta  duración  de  la  anestesia.  Los  in- 
convenientes son :  hemorragias  y  estrecheces  secundarias ;  las  primeras 
pueden  evitarse  aplicando  dos  ó  tres  puntos  de  sutura  sobre  las  super- 
ficies cauterizadas,  los  últimos  son  siempre  resultado  de  una  técnica  de- 
fectuosa. 

En  10  casos  de  hemorroides  tratadas  por  la  cauterización  he  obtenido 
buenos  resultados  inmediatos  y  lejanos. 


382 

ABMtMotb  lastrt-iirtMtiRalef  é  lirtettMit-fartMlisalM.— El  Dr.  8cHu>r 
Voy  á  ocuparme  prineipalmeiiie  de  la  técnica,  las  indicacioDCB  y  loe  reauU 
tados  de  la  gastro-enteroetomia. 

Respecto  á  la  técnica,  soy  partidario  de  la  gastro-enterostomia  posterior 
y  sólo  practico  la  anterior  cuando- por  razones  anatómicas  ó  me  parece  im- 
practicable aqaélla  ó  no  es  posible  practicarla  en  bnenas  condiciones. 
Empleo,  para  hacer  la  anastomosis  gastro-intestinal,  nnas  reces  la  sntnra,. 
pero  cgsi  siempre  el  botón  de  Mnrphy;  las  objeciones  teóricas  qne  se  han 
hecho  á  este  aparato  tienen  menos  raior  qne  los  bnenos  resultados  prác- 
ticos. 

En  lo  qne  se  refiere  á  las  indicaciones  de  esta  operación  creo  que,  no  sola 
debe  practicarse  en  las  estenosis  pilancas  benignas  y  en  las  malignas  en 
qne  no  está  indicada  la  resección,  sino  también  en  la  mayor  parte  de  lo» 
casos  de  úlceras  del  estómago  que  no  están  complicadas  con  estenosis  pi- 
lórica.  Los  enfermos  obtienen  un  gran  beneficio  de  este  reposo  del  estó- 
mago desde  el  punto  de  rista  de  la  cicatrización  de  la  úlcera. 

He  practicado  119  gastro-enterostomias :  66  en  casos  de  cánceres  y  &8  para 
afecciones  benignas  del  estómago.  Las  66  interrenciones  por  cáncer  me 
han  dado  nna  mortalidad  total  de  21  por  100,  pero  en  estos  dos  últimos 
afios  ha  disminuido  hasta  el  7  por  100.  En  lo  que  se  refiere  á  lasreseccionea 
por  cáncer,  la  mortalidad  fué  casi  del 50  por  100.  En  las  5S gastroenteros- 
tondas  practicadas  por  afecciones  benignas  del  estómago  (17  anterioreb  y 
86  posteriores,  de  las  cuales  d4  se  hicieron  con  el  botón  de  Murphy),  he  te- 
nido sólo  dos  muertes.  De  estos  casos  21  eran  de  estenosis  benigna  de  pi* 
loro  y  82  de  úlceras  más  ó  menos  confirmadas. 

Los  resultados  de  las  anastomosis  intestino-intestinales  loe  comparo  á  los 
del  ano  artificial  y  de  exclusión.  Soy  poco  partidario  de  esta  última  opera- 
ción* 

El  Dr.  A.  OB  Vasconcbllos  :  Empleo  de  preferencia  en  la  gastro- 
enteroetomia  el  procedimiento  de  Yon  Hacker  :  aplicación  de  la  anastomo- 
sis oblicuamente  sobre  la  pared  anterior  del  asa  intestinal  y  sutura  en  dos. 
planos.  Cuando  practico  la  gastro-enterostomia  anterior  adapto  el  asa  ye- 
yunal  al  estómago  en  la  dirección  del  peristaltismo  intestinal  y  rechazo  to- 
dos los  procedimientos  de  Tálrulas,  de  aplastamiento  y  todos  los  aparatos. 

En  lo  que  se  refiere  á  las  anastomosis  intestinales,  prefiero  la  entero- 
anastomosis  clásica  ó  la  sección  transversal  del  intestino  por  encima  de  la. 
estenosis,  con  oclusión  de  los  extremos  por  aplastamiento  y  anastomosis 
lateral,  según  los  casos. 

El  Dr.  DoYBM  :  Creo  que  el  procedimiento  de  las  suturas  es  superior  ai 
del  botón ;  es  más  seguro,  y  casi  tan  rápido,  cuando  se  emplea  una  buena 
técnica. 

Tratsmiinti  ds  las  fracturas  per  la  sxtentién  csn  petos  é  rssortos.— El  doc- 
tor Babdenhedib  :  Todas  las  fracturas  de  los  miembros,  incluso  las  de  las 
falanges,  las  trato  por  medio  de  la  extensión  con  pesos  ó  aparatos  de  re- 
sorte. 

En  las  fracturas  con  dislocación  de  los  fragmentos  aplico,  con  ayuda  de 
medios  especiales,  la  extensión  en  direcciones  diferentes,  á  fin  de  corregir 
la  dislocación  en  todos  los  sentidos,  tanto  longitudinal  como  transversal- 


383 

meóte  y  en  el  de  U  rotaoión.  De  esta  manera  obtengo  de  ud  modo  seguro 
ana  buena  redacción  y  evito  toda  deformación  y  callo  exuberante. 

Goando  no  hay  dislocación  de  los  fragmentos  empleo  el  mismo  tratamien- 
to en  este  caso  para  evitar,  no  sólo  la  formación  de  un  callo  exuberante, 
sino  los  dolores  y  los  trastornos  tróficos  en  las  articulaciones,  y  para  facili- 
tar los  ejercicios  de  movilización  de  éstas. 
Estos  ejercicios  se  practicad,  cuando  es  posible,  desde  los  primeros  días. 
La  aplicación  de  mis  aparatos  es  algunas  veces  muy  difícil,  por  ejemido, 
en  las  fracturas  de  las  falanges,  de  la  rótula,  del  olécranon ;  sin  embargo, 
es  posible  con  algo'  de  ingenio.  En  ningún  caso  be  tenido  que  recurrir  á  la 
sutura  ósea. 

La  excelencia  de  este  modo  de  tratamiento  de  las  fracturas  se  demuestra 
por  los  buenos  resultados  que  he  obtenido  en  varios  miles  de  casos  en  que 
le  he  aplicado;  nunca  he  observado  pseudoartrosis  ó  hipertrofia  del  callo. 
Cirugía  del  gran  simpático.  —  El  Dr.  Th.  Jonnbsco  :  Desde  el  17  de  agosto 
de  1896,  fecha  en  que  practiqué  mi  primera  resección  del  simpático  cer- 
vical, he  operado  159  casos :  16  resecciones  del  ganglio  cervical  superior 
(simpaticeptomia  8uperior),áoa  de  los  ganglios  superior  y  medio  (simpaücepto" 
tma  súbtotal)^  y  141  de  los  tres  ganglios  cervicales  con  ó  sin  el  primero  torá- 
cico (simpaticeptomia  cervical  total  6  cervicotorádca).  En  dos  casos  la  resección 
fué  unilateral,  en  los  otros  dos  bilateral.  'Por  consiguiente,  he  extirpado 
814  simpáticos  cervicales  sin  muerte  alguna  operatoria. y  sin  trastorno  tró*- 
fíco  secundario. 

He  aqui  los  resultados  terapéuticos  según  el  género  de  enfermos  ope- 
rados: 

Por  bocio  exoítálmico  he  operado  25  enfermos:  2  resecciones  subtotales, 
12  cervicales  totales  y  11  cervicotorácicas.  En  todos  los  casos  se  trataba  de 
enfermedad  de  Basedow  primitiva  completa  ó  incompleta  y  con  frecuencia 
de  formas  graves.  Esta  enfermedad  es  el  triunfo  de  dicha  operación,  por- 
que todos  mis  operados  curaron.  Todos  los  trastornos  desaparecieron :  bo- 
cio, exoftalmía,  taquicardia  y  temblor.  La  única  operación  racional  en 
estos  casos,  es  la  resección  cervical  total  ó  la  cervicotorácica,  que  propu- 
se en  1896,  y  la  única  que  puede  destruir  los  filetes  cardíacos  del  simpático 
(Pr.  Fíanck). 

Para  el  glaucomaj  la  resección  del  ganglio  cervical  superior,  que  he  sido 
el  primero  en  pra/bticar  (80  de  octubre  de  1897)  y  que  he  repetido  14  veces, 
ha  sido  muy  utilizada  por  los  especialistas.  La  estadística  de  Rahmer  (de 
Nancy)  comprende  88  operaciones  con  61  curaciones  ó  alivios  persistentes, 
22  resultados  nulos  y  5  agravaciones.  Es  la  operación  que  debe  elegirse 
para  el  giaucoma  simple,  el  hemorrágico  y  la  hidroftalmía  congénita. 

Para  la  epilepsia  he  practicado  la  resección  cervical  total  en  117  casos. 
Los  resultados  terapéuticos  son  medianos,  porque  no  he  obtenido  más  que 
12  curaciones  definitivas. 

Parala  neuralgiadd  /rt^^ino  he  resecado  dos  veces  el  ganglio  cervical  supe- 
rior con  una  curación  desde  hace  cuatro  afioe  y  seis  meses  respectivamente. 
En  un  caso  de  jaqueca  simple  de  forma  clásica  en  una  muchacha  de  diez 
afios,  la  resección  cervical  total  ha  producido  una  curación  que  dura  desde 
hace  seis  años. 


384 

Sólo  una  res  be  pr«ctieado,  ria  éxito  alguno,  el  iunaBamimto  MpUzo  «o- 
lar  para  traatornoe  doloroeoe  ragoe  del  abdomen. 

Por  último,  en  siete  caeos  be  practicado  la  reMeeeión  total  y  büaUral  del  «úr- 
pálieo  $aero  por  la  Tia  abdominal  para  afecciones  dirersas:  ciática  rebelde, 
raginismo,  crisis  tabéticas,  neuralgias  pelTianas,  satíríasiB,  con  resultados 
terapéuticos  excelentes. 

El  Dr.  Salaxab  vm  Booza  :  La  resección  del  simpático  puede  dar  resul- 
tados, algunas  Teces,  en  la  epilepsia;  pero  estos  resultados  son  muj  dudo- 
sos para  que  sea  posible  recomendar  la  simpaticeptemia  más  que  como 
un  ultimtim  refugíum  en  los  casos  completamente  rebeldes  al  tratamiento 
médico. 

En  la  enfermedad  de  Basedow  los  resultados  de  la  simpaticeptomia  son 
muy  superiores  á  los  de  la  tiroidectomia,  excepto  en  los  casos  de  bodo  ba- 
sedowniano,  en  los  que  es  preferible  esta  última  operación. 

En  el  glaueama^  la  resección  del  simpático  da  sobre  todo  buenos  resulta- 
dos en  la  forma  subaguda  y  crónica,  en  cuyos  casos  es  preferible  á  la  iridec- 
tomia.  En  el  glaucoma  bemorrágico  los  resultados  ban  sido  también  muy 
satisfactorios. 

En  la  neuralgia  facial,  las  intervenciones  sobre  el  simpático  producen 
siempre  buenos  resultados  terapéuticos,  curación  defínitiya  é  atenuación 
más  ó  menos  acentuada  de  los  dolores. 

Por  último,  en  lo  que  se  refiere  á  las  operaciones  sobre  el  plexo  sacro  y 
útero  OTárico,  puede  decirse  que  los  resultados  que  ban  producido  en  el 
yaginismo,  ciática,  orarialgias  eine  materira,  son  favorables  por  completo. 

El  Dr.  Gabé:  En  el  glaucoma  la  simpaticeptomia  dista  mucbo  de  tener 
una  acción  tan  eficaz  como  se  afirma.  Axenfeld,  por  ejemplo,  no  es  parti- 
dario de  esta  operación,  y  en  las  clínicas  de  oftalmología  alemanas  jamás 
se  practica. 

El  Dr.  JovBKSoo:  Abadie  y  Dor,  fundándose  en  numerosas  observaciones 
personales,  son  muy  partidarios  de  la  simpaticeptomia  como  medio  de  tra- 
tamiento del  glaucoma. 

Patelegía  y  terapéutica  de  la  lepra.—  El  Dr.  Ukka:  Es  necesario  combatir 
el  excepticismo  que  existe  aún  entre  muchos  médicos  respecto  á  la  curabi- 
lidad  de  la  lepra.  Las  curaciones  que  se  han  indicado,  dicen,  no  son  más 
que  remisiones  espontáneas  de  la  afección ;  indudablemente  existen  remi- 
siones, pero  se  distinguen  muy  bien  de  las  mejorías  considerables  y  de  las 
curaciones  completas  obtenidas  por  un  tratamiento  apropiado.  Este  trata- 
miento no  debe  ser  único,  sino  variar  según  los  casos-,  á  menudo  es  nece- 
sario modificarle  en  nn  mismo  individuo,  porque  hay  formas  de  lepra  ó  más 
bien  leprosos,  refractarios  en  absoluto;  pero  se  observa  lo  mismo  en  la  sí- 
filis, y  porque  los  diferentes  modos  de  tratamiento  mercurial  fracasan  en 
ciertos  individuos,  ¿se  puede  deducir  que  la  sífilis  es  incurable?  Igual 
sucede  en  la  lepra.  En  ésta  las  dificultades  de  tratamiento  dependen  de 
causas  diferentes  que  son  ante  todo  la  hipertrofia  y  el  estado  atónico  de  los 
tejidos  leprosos  que  impiden  á  los  medicamentos  depositados  sobre  la  su- 
perficie de  la  piel,  ejercer  su  acción  sobre  los  bacilos  contenidos  en  la  pro- 
fundidad; es  preciso  agregar  en  este  caso  la  obstrucción  de  las  vías  linfá- 
ticas por  los  mismos  bacilos  que  impiden  de  este  modo  la  acción  á  distan* 


385 

€ia  de  los  medicamentos.  Tenemos  á  nnestra  disposición  por  fortuna  ranos 
medios  para  vencer  estas  dificultades. 

Poseemos  desde  hace  mucho  tiempo,  por  el  empleo  del  calor,  de  la  com- 
presión 7  del  amasamiento,  solos  ó  combinados*  un  medio  excelente  de  des- 
prender los  bacilos  de  la  lepra  de  las  capas  de  tejidos  que  les  rodean.  El 
mejor  medio  de  emplear  el  ealor  es  en  forma  de  cbafios  de  tinta»  (sulfato 
de  hierro  y  tanino)  á  30*,  que  se  utiliza  con  tantos  éxitos,  sobre  todo  en  las 
lepras  con  parestesias  extensas  ó  acompasadas  de  complicaciones  descama- 
tiras,  tales  como  la  psoriasis.  La  compresión  y  el  amasamiento  deben  prac- 
ticarse con  prudencia,  si  no  queremos  exponernos  á  rechazar  los  bacilos  al 
torrente  circulatorio,  y  producir  de  este  modo  una  infección  generalizada; 
Así  es  útil  combinar  la  presión,  por  ejemplo,  en  forma  de  curas  compresi- 
Tas,  con  la  aplicación  de  substancias  bactericidas,  como  el  pirogallol,  la  orí- 
sarobina,  etc.  El  calor  y  la  compresión  pueden  utilizarse  con  ventaja  en  el 
tratamiento,  pasando  un  hierro  caliente  sobre  las  lesiones  leprosas  pre- 
viamente cubiertas  con  varías  capas  de  franela;  este  tratamiento  debe  re- 
petirse todos  los  días  durante  mucho  tiempo.  El  empleo  de  temperaturas 
muy  elevadas  (termocanterio)  debe  reservarse  para  casos  especiales. 

Por  lo  demás,  se  pueden  aislar  los  bacilos  de  las  capas  adiposas  que  les 
rodean,  recurriendo  al  empleo  de  loe  cáusticos  alcalinos  ;  éstos  están  prín- 
cipalmente  indicados  en  la  lepra  de  las  mucosas.  Pero  las  cicatrices  resul- 
tantes producen  con  facilidad  queloides ;  es  verdad  que  actualmente,  por 
medio  de  las  inyecciones  de  tiosinamina,  tenemos  un  modo  de  remediar 
estos  queloides. 

Cuando  por  los  diferentes  medios  citados  se  ha  llegado  á  cdescubrir'  los 
bacilos,  es  necesario  atacarles  directamente  con  substancias  bactericidas. 
En  primera  linea  de  dichos  medicamentos,  figuran  los  llamados  reducto* 
res:  pirogallol,  resorcina,  ácido  fénico,  crisarobina,  azufre  é  ictiol.  En  la 
mayor  parte  de  los  casos  se  emplea  el  pirogallol;  sobre  todo  en  pomada. 
8e  le  puede  emplear  á  dosis  muy  elevadas,  porque  poseemos  un  contrave- 
neno excelente :  el  ácido  clorhídrico.  La  resorcina  tiene  una  acción  me- 
nos enérgica  y  está  más  bien  indicada  para  los  individuos  de  piel  sensi- 
ble, como  las  mujeres  y  los  niños.  El  ácido  fénico  en  disolución  al  2  por  100 
se  utiliza  geralmente  en  inyección  en  los-  nodulos  leprosos  aislados.  La  crí- 
sarobina,  cuya  acción  es  completamente  superficial,  no  se  emplea  más  que 
contra  las  formas  ligeras  de  la  lepra;  es  preciso  proteger  bien  los  ojos  del 
enfermo.  Las  pomadas  de  azufre  prestan  excelentes  servicios  para  calmar 
las  infiamaciones  consecutivas  á  la  acción  de  remedios  más  enérgicos.  Lo 
mismo  sucede  con  el  ictiol,  que  se  utiliza  también  en  los  edemas,  en  forma 
de  vaselina  ictioiada  contra  las  lesiones  leprosas  de  la  nariz,  en  forma  de 
colodión  ictiolado  contra  las  adenopatias,  en  la  de  emplasto  contra  las  ar- 
tropatías  dolorosas. 

Gomo  medicamentos  internos,  las  inyecciones  de  ictiol  y  de  alcanfor  son 
muy  útiles  para  mejorar  el  estado  general.  El  medicamento  que  merece 
mejor  el  titulo  de  c especifico  de  la  lepra»  es  el  aceite  de  Ghaumolgra,  que 
puede  administrarse  al  interior,  sin  peligro  para  el  estómago,  en  forma  de 
pildoras  jabonosas.  También  se  le  puede  emplear  en  enemas  (Hallopeau), 
pero  no  en  inyecciones  subcutáneas,  porque  son  muy  dolorosas.  Del  miamo 


386 

modo  he  empleado  el  salol  con  éxito  en  ciertas  formas  de  lepra  may  dolo- 
rosas. 

Sífilis  oxperÍneiital.~El  Dr.  Metohkikoff:  Los  brillantes  resaltados  ob- 
tenidos desde  hace  macho  tiempo  en  el  estadio  de  la  sífilis  son  debidos  en 
gran  parte  á  la  aplicación  al  hombre  del  método  experimental.  Pero  las  ex- 
periencias en  el  hombre  hace  correr  peligros  á  menado  may  grandes;  de 
hecho  la  clínica  de  la  sífilis  se  ha  redaoido  i  la  simple  obnerración.  La  in- 
safioiencia  de  este  método  de  investigación  ha  llevado  á  ciertos  sifiliógra- 
fos  á  bascar  algún  animal  sasceptible  de  adqairir  la  sífilis  experimental. 

Loe  ensayos  intentados  en  namerosas  especies  animales,  no  han  prodaci- 
do  más  qae  resaltados  negativos ;  se  ha  experimentado  en  monoe  á  cansa 
de  sa  parecido  con  la  especie  hnmana. 

Entre  estos  animales,  los  únicos  qae  tienen  ana  sensibilidad  absolata 
para  la  sífilis  son  los  monos  antropoides.  Ningún  chinpancé  ni  orangatán 
qae  he  inocalado  con  viras  sifilíticos  de  origen  diverso  ha  sido  refractario. 
Neisser,  Baermann  y  Halberstatter  han  obtenido  el  mismo  resaltado  con 
chinpancés,  orangatanes  y  cinocéfalos. 

La  sífilis  experimental  d^  los  monos  antropoides  presenta  la  mayor  ana- 
logía con  la  del  hombre.  El  accidente  primario  qae  aparece  despaés  de  an 
periodo  de  inocnlación  de  treinta  días  por  término  medio,  es  completamen- 
te análogo  al  chancro  sifilítico  hnmano.  Presenta  la  indaración  típica  y  el 
aspecto  de  ana  lesión  cabierta  de  ana  capa  de  barniz  obsoaro.  Pocos  días 
despaés  de  aparecer  el  chancro  en  el  panto  de  inocnlación,  se  prodace  ana 
hipertrofia  considerable  de  los  ganglios  de  la  región  inocalada.  El  paqaete 
ganglÍQnar  es  móvil,  indoloro  y  forma  eminencia  en  la  saperficie  de  la  piel. 
El  accidente  primario  persiste  varias  semanas  y  acaba  por  cnrar  espontá* 
neamente. 

Los  monos  antropoides  son  los  únicos  animales  en  loa  qae  se  observa  la 
sífiles  secandaria,  y  aan  los  orangatanes  sólo  presentan  rara  vez  accidentes 
secandarios  poco  desarrollados.  El  chinpancé  es  de  todos  los  antropoides  el 
más  expnesto  á  los  accidentes  secandarios ;  en  las  investigaciones  qae  he 
practicado  con  Ronx  en  este  mono,  hemos  podido  observar  varias  veces  la 
psoriasis  palmar,  pápalas  catáneas  secas  y  niceradas,  y  placas  mucosas  de 
la  boca. 

En  cambio,  jamás  hemos  observado  accidentes  terciarios.  En  varias  oca- 
siones hnbo  trastornos  nerviosos  en  forma  de  paraplegias,  hipertrofia  del 
bazo,  pero  no  fenómenos  clínicos  de  otros  órganos  internos. 

El  viras  sifilítico  es  may  alterable;  apenas  se  conserva  algnnas  horas 
fuera  del  organismo ;  desecado,  pierde  su  viralencia;  aan  conservado  á  tem- 
peratura baja,  cesa  pronto  de  ser  viralento;  calentado  á  48°  no  prodace  la 
sífilis ;  no  atraviesa  los  filtros  de  porcelana. 

El  virus  sifilítico  es  un  espirílo  descubierto  por  8chaudinn  y  descrito  por 
él  en  colaboración  con  Hoffmann.  Apenas  ha  transcurrido  un  afio  desde  la 
primera  publicación  de  estos  dos  autores  y  se  han  publicado  numerosos  tra- 
bajos sobre  este  asanto.  El  espirílo,  llamado  Treponema pallidum  por  Schau- 
dinn,  ha  sido  encontrado  en  numerosos  casos  de  sífilis.  Be  le  ha  encontrado, 
no  sólo  en  el  chancro  primario,  donde  está  con  frecuencia  mezclado  á  otros 
microbios,  entre  ios  que  se  reconoce  el  Spirochaete  refrigena,  de  Schandinn, 


387 

sino  también  en  los  accidentes  secnndaríoe,  pápalas  cutáneas,  placas  mu* 
cosas  7  roseóla.  En  cambio,  el  microbio  de  la  síñlis  no  ha  sido  encontrado 
en  los  gomas  terciarios.  i 

La  presencia  casi  constante  del  Treponema  pallidum  en.  los  productos  si- 
filíticos primarios  y  secundarios,  asi  como  en  la  placenta  materna  y  fetal  y 
su  abundancia  en  la  sífilis  hereditaria,  indican  de  un  modo  sufícieifte  su  pa- 
pel etiológico.  En  la  sífilis  experimental  de  loe  monos  se  ha  encontrado  el 
Treponema  muchas  yeces. 

El  descubrimiento  de  la  inooulabilidad  de  la  sífilis  á  los  monos,  asi  como 
el  del  microbio  de  esta  enfermedad,  constituyen  progresos  importantes  en 
el  estadio  de  la  sífilis ;  esta  enfermedad  ha  salido  del  dominio  puram^ente 
clínico  y  se  ha  colocado  al  lado  de  tantas  otras  enfermedades  microbianas. 

Inmediatamente  después  del  descubrimiento  de  la  acción  preyentiva  y 
ouratiya  de  ciertos  sueros,  se  ha  procurado  buscar  un  suero  antisifilítico, 
sin  llegar,  no  obstante,  á  un  resultado  satisfactorio. 

El  descubrimiento  de  la  sífilis  experimental  de  los  monos  ha  permitido 
dar  á  estas  inyestigaciones  más  precisión.  Sin  embargo,  hasta  ahora  los  en- 
sayos de  sueroterapia  antisifilítica  en  el  mono  no  han  producido  resultados 
satisfactorios;  quizá  se  obtendrán  mejores  cuando  sepamos  cultiyar  el  Tre- 
ponema pallidum  in  vitro. 

Cicatrización  rápida  dei  cliancro  indurado  per  un  tratamiente  local.  —-El  doc- 
tor SiLyA  Jomes  :  Poseemos  en  el  bálsamo  mercuri?!  de  Plenck  un  medio 
de  obtener  la  cicatrización  rápida  en  pocos  días  de   chancro  sifilítico. 

La  preparación  de  este  bálsamo  es  la  siguiente :  se  toman  7  gramos  de 
mercurio  y  4  de  trementina,  se  trituran  hasta  la  extinción  del  metal,  des- 
pués se  afiaden  hasta  22  gramos  de  manteca  y  84  de  bálsamo  de  Arceo  y 
1*50  gramos  de  mercurio  dulce. 

El  modo  de  emplearlo  es  muy  sencillo :  basta  embadurnar  el  chancro  con 
el  bálsamo  y  cubrirlo  con  algodón  hidrófilo. 

Proyocando  la  cicatrización  precoz  de  los  chkncros  sifilíticos,  quizá  la 
sífilis  eyolucione  de  un  modo  más  benigno. 

Sffiiie  Intestlnai.  ~  El  Dr.  SdJLbbz  db  Mkndoza  (  Conelueionee) :  1.*  La  sí- 
filis intestinal  es  una  afección  mucho  menos  rara  de  lo  que  se  cree. 

2.^  Se  localiza  de  preferencia  en  la  porción  terminal  del  intestino  delga- 
do y  en  el  grueso. 

8.'  Se  manifiesta  por  síntomas  tan  poco  numerosos  y  tan  diferentes,  que 
su  diagnóstico  es  dificilísimo. 

4.*  Los  errores  de  diagnóstico  son  debidos,  tanto  á  la  falta  de  síntomas 
típicos  de  la  sífilis  intestinal,  como  al  estado  cerebral  del  médico,  que, 
consciente  ó  inconscientemente,  niega  el  derecho  de  ciudadanía  á  osta  en- 
tidad morbosa,  y  atribuye  al  tratamiento  empleado  los  accidentes  gastro- 
intestinales debidos  á  la  infección  específica. 

5.*  Siempre  que  se  obserye  una  diarrea  crónica  refractaria  á  todos  los 
medios  terapéuticos  ordinarios,  conyiene  pensar  en  la  sífilis  hereditaria  ó 
adquirida,  y  una  yez  comprobada  su  existencia,  emplear  el  tratamiento 
conyeniente. 

6.*  Para  no  estar  obsesionados,  en  caso  desgraciado,  por  la  idea  de  ho- 
micidio por  omisión,  es  necesario,  aunque  el  enfermo  niegue  todo  antece- 


388 

dente  sifilítico,  someterle  al  tratamiento  enérgico  de  ensayo,  bien  por  las 
fricciones  mercnríales,  ó  lo  que  es  aún  preferible,  por  las  inyecciones  hipo- 
dármicas,  qne  permiten  dosificar  mejor  la  cantidad  de  mercurio  absorbido. 

DIagnéstiee  de  las  afeeeieaes  qiirArgiou  de  ies  rifiones.  —  Bl  Dr.  Kafsam- 
MBB :  Desde  el  principio  del  siglo  xz,  ningún  capitulo  de  la  cimgia  ha  ex- 
perimentado  transformaciones  tan  grandes  como  el  de  los  rifiones.  Lo  qne 
principalmente  ha  producido  estas  transformaciones  ha  sido  el  descubri- 
miento, en  1887,  del  cateterismo  cistoscópioo  de  los  uréteres.  Los  antiguos 
métodos  de  exploración,  en  los  que  se  ha  fijado  más  atención  en  estos  úl* 
timos  afios,  han  resultado  insuficientes  en  gra  número  de  casos,  aun  apli- 
cados por  los  especialistas  más  distinguidos.  Se  ha  recomendado  reciente* 
mente  la  acción  exploradora  de  los  dos  rifiones  puestos  al  descubierto  y 
hasta  su  incisión;  sin  embargo,  este  procedimiento  parece  inaceptable,  á 
causa  de  las  consecuencias  funestas  que  puede  acarrear,  y  porque  lesiones 
aún  graves,  son  susceptibles  de  pasar  inadvertidas  macroscópicamente. 

Sólo  un  examen  microscópico  permite  hacer  un  diagnóstico  exacto.  Pue- 
de hacerse  de  un  modo  tan  exacto,  por  el  método  moderno  d^  examen  de 
las  funciones.  Las  exploraciones  físicas,  químicas,  microscópicas  y  bac* 
teriológicas  de  las  secreciones  renales,  son  de  grandísima  importancia; 
no  deben  descuidarse  en  caso  alguno,  aunque  á  menudo  no  suministren 
una  base  segura  para  reconocer  la  extensión  de  la  enfermedad.  De  todos 
los  antiguos  métodos  de  diagnóstico  de  los  rifiones,  no  hay  uno  que  pueda 
por  sí  sólo  suministrar  datos  ciertos  de  que  podamos  fiarnos;  reuniéndolos 
es  posible  en  muchos  casos  obtener  cierta  seguridad,  pero  con  frecuencia 
conduce  á  ilusiones  fatales,  como  lo  prueban  los  numerosos  fracasos  publi- 
cados. 

La  cistoscopia  y  el  cateterismo  de  los  uréteres  es  el  método  por  excelen- 
cia que  forma  la  base  de  las  nuevas  conquistas,  fr^te  á  las  cuales  los  sepa- 
radores no  son  más  que  medios  inferiores  de  exploración. 

Entre  estos  métodos  que  tienen  por  objeto  hacer  el  diagnóstico  funcional 
de  los  rifiones,  la  crioscopia  de  la  orina  ó  de  la  sangre  no  ha  llegado  á  pro- 
curarnos resultados  diagnósticos  que  valgan  la  pena  de  ser  mencionados. 
La  poliuria  experimental  es  un  procedimiento  muy  complicado  para  la 
práctica.  Además,  los  resultados  pueden  ser  en  algunas  ocasiones  influidos 
por  la  poliuria  refleja  que  ocasión^.  Esta  poliuria  influye  también  en  la 
proporción  de  azúcar  eo  la  prueba  de  floridzina.  Por  lo  demás,  como  la  can- 
tidad absoluta  de  azúcar  jamás  puede  ser  determinada,  porque  por  muy 
arriba  que  se  lleve  el  catéter  en  el  uréter  pueden  deslizarse  por  un  lado  de 
él  cantidades  do  orina  y  caer  en  la  vejiga,  es  útil,  en  el  método  de  la  flo- 
ridziua,  indicar  bien  cuánto  tarda  en  aparecer  el  azúcar  :  cuanto  más  tarde 
en  aparecer,  tanto  más  grave  es  la  lesión  funcional  y  anatómica  del  rifión. 
La  nefritis  pareuquimatosa  es  una  excepción,  asi  como  para  las  pruebas  del 
azul  de  metileno  y  la  del  indigo-carmin. 

La  prueba  del  indigo-carmin  puede  producir  resultados  parecidos  á  la 
de  la  floridzina,  pero  no  está  aún  tan  perfeccionada. 

La  prueba  del  azul  de  metileno  es  sustituida  hoy  por  la  del  indigo-car- 
min, porque  tiene  numerosas  ventajas  sobre  aquélla.  El  indigo-carmin 
aparece  siempre  en  la  orina  como  materia  colorante,  mientras  que  el  azul 


389 

de  metileno  aparece  algunas  vecee  como  materia  incolora  (cromógeno), 
sin  que  sepamos  las  cansas  de  sus  cambios. 

El  TaloT  considerable  de  los  nuevos  métodos  se  demuestra,  sobre  todo, 
por  las  dos  circunstancias  siguientes:  1/,  permite  la  posibilidad  de  opera- 
ciones precoces;  2/,  fija  las  indicaciones  de  la  nefrectomla  aun  cuando  el 
otro  rifión  esté  también  enfermo. 

Para  apreciar  el  ralor  de  los  nucTOS  métodos  de  exploración  renal  ha 
servido  con  mucha  frecuencia  de  base  la  comparación  de  las  estadísticas 
actuales  de  las  operaciones  hechas,  según  los  nuevos  métodos  con  las  esta- 
dísticas igualmente  actuales  de  operaciones  practicadas  sin  el  auxilio  de 
ellos.  Este  método  de  comparación  no  tiene  gran  valor,  porque  aun  los  ope- 
radores  qne  permanecen  reservados  frente  álos  nuevos  métodos  obtienen  en 
la  actualidad  resultados  más  favorables;  en  efecto,  diagnosticando  las  en- 
fermedades de  loe  rifiones  sin  los  nuevos  métodos,  operan,  sin  embargo, 
bajo  la  influencia  de  los  conocimientos  adquiridos  por  ellos.  Para  apreciar 
bien  estos  métodos  modernoe  es  preciso  fijarse  en  que  en  la  actualidad  hay 
muchas  más  enfermedades  quirúrgicas  de  los  rifiones  que  pueden  ser  diag- 
nosticadas y  operadas,  mientras  que  antes,  como  podemos  ver  en  las  resefias 
de  las  autopsias,  la  mayor  parte  de  los  enfermos  atacados  de  padecimien- 
tos quirúrgicos  de  los  rifiones  morian,  sin  que  se  hubiese  hecho  diagnóstico 
alguno,  ó  bien  las  operaciones  eran  tan  tardías  que  podían  quisa  alargar  la 
vida  pero  no  curar. 

ElDr.  Albabbáv:  Desde  el  punto  de  vista  déla  práctica  quirúrgica, 
es  preciso  determinar:  1.*,  lo  que  valen  los  procedimientos  de  exploración 
de  las  funciones  renales,  sin  estudiar  por  separado  la  orina  de  ambos  rifio* 
nes ;  2.*,  el  mejor  procedimiento  de  estudio  de  las  dos  orinas  recogidas  se- 
paradamente. 

El  primer  grupo  de  procedimientos  comprende  principalmente  el  estudio 
del  á  sanguíneo  y  los  medios  de  eliminación  producida  por  el  azul  de  meti* 
leño  ó  la  floridzina.  He  demostrado  con  numerosos  ejemplos  que  todoe  estos 
procedimientos  nos  exponen  á  creer  suficiente  la  eliminación  renal  cuan- 
do no  lo  es  y  á  cometer  el  error  inverso.  Es  necesario,  sobre  todo,  saber  que 
el  A  sanguíneo  puede  ser  normal  y  las  eliminaciones  provocadas  verificarse 
de  una  manera  regular,  no  sólo  cuando  un  rifión  está  enfermo,  sino  también 
cuando  lo  están  los  dos.  Basta  para  comprenderlo  recordar  que  un  rifión 
puede  suplir  al  otro,  y  que  cuando  los  dos  rifiones  están  enfermos,  las  par- 
tes aún  sanas  de  cada  uno  de  ellos  pueden  bastar  para  las  eliminaciones. 
Entre  los  procedimientos  imperfectos  de  este  primer  grupo,  el  del  azul  de 
metileno  es  también  el  mejor,  aunque  no  puede  considerársele  más  que 
como  una  prueba  de  valor  muy  relativo. 

Guando  se  estudia  por  separado  la  orina  de  ambos  rifiones,  es  preciso  sa- 
ber que  los  dos  no  funcionan  simultáneamente  de  la  misma  manera ;  por 
ejemplo,  en  estado  normal,  entre  la  orina  del  rifión  derecho  y  la  del  izquier- 
do, puede  haber  una  diferencia  de  varios  gramos  de  urea  por  litro.  En  es- 
tado patológico,  toda  deducción  fundada  en  el  estudio  del  análisis  quimico, 
á  menos  de  diferencias  considerables  entre  ambas  orinas,  expone  á  erro- 
res. Aunque  en  general  las  eliminaciones  provocadas  se  hacen  peor  por  el 
rifión  enfermo,  se  puede  observar  también  que  dichas  eliminaciones  no  son 


390 

perfectas  por  el  Baño.  Nintn&n  procedimiento  de  estudio  fondado  en  la  oom* 
paración  de  las  dos  orinas  recogidas  durante  media  hora,  ó  ann  dorante 
mucho  tiempo,  es  susceptible  de  indicarnos  con  certidumbre  lo  que  vale  un 
rifión  comparado  con  el  otro,  y  menos  aún  precisar  si  uno  de  ellos  es  capas 
de  suplir  al  otro. 

Este  doble  problema  se  resuelTS  por  el  procedimiento'  de  la  poliuria  ex- 
perimental, procedimiento  que  consiste  en  comparar  las  dos  orinas  recogi- 
das por  el  cateterismo  ureteral  durante  cuatro  medias  horas  consecutiyas; 
al  principio  del  experimento  se  hace  una  inyección  subcutánea  de  2  centi- 
gramos de  floridzina,  y  al  terminar  la  primera  media  hora  se  hacen  beber 
al  enfermo  tres  grandes  rasos  de  agua.  Cada  muestra  correspondiente  á 
una  media  hora  se  estudia  aparte,  desde  el  punto  de  vista  de  la  cantidad 
de  la  orina,  de  la  concentración  molecular,  de  la  urea  y  del  asúoar.  Pojr 
esta  prueba  se  estudia  la  marcha  funcional  de  ambos  rifiones  y  se  obsenra 
que  la  función  del  rifión  es  tanto  mis  uniforme  cuanto  mis  enfermo  esti; 
el  rifión  sano  responde  i  la  excitación  poliúrica  y  presenta  en  su  curra  os- 
cilaciones extensas ;  el  enfermo  tiene  oscilaciones  tanto  menores  cuanto 
mis  gravemente  esti  lesionado. 

El  valor  de  este  procedimiento  se  demuestra  por  el  hecho  de  que  aún 
no  he  perdido  enfermo  alguno  de  nefrectomia  desde  hace  tres  afios  que  le 
empleo  sistemiticamente  antes  de  extirpar  un  rifión. 

Tratamients  de  la  hipertrsfia  de  la  pristata.  -  El  Dr.  F.  Lboübü:  En  pocos 
afios  la  prostatectomia  ha  vencido  i  todos  sus  métodos  rivales,  y  es  la  úni- 
ca que  merece  considerarse  como  método  absolutamente  curativo. 

I.  Los  resultados  que  produce,  en  efecto,  son  superiores  i  loe  suministra- 
dos por  cualquier  otro  método. 

En  las  retenciones  completas  crónicas  cura  en  los  cuatro  quintos  de  los 
casos.  Ni  la  edad  del  enfermo  ni  la  antigüedad  de  la  retención  son  obsticu- 
los  para  ello.  El  estado  general  mejora  i  la  vez  que  la  vejiga  se  vacia,  y  la 
curación  es  verdaderamente  completa. 

En  las  retenciones  incompletas  se  obtiene  casi  un  tercio  de  resultados 
perfectos,  otro  de  resultados  nulos  y  otro  de  mejorías.  Estas  diferencias,  sin 
embargo,  ja'mis  se  ven  i  consecuencia  de  la  prostatectomia  hipogistrica, 
que  produce  resultados  mis  iguales. 

En  las  retenciones  incompletas  con  distensión,  algunas  operaciones  afor- 
tunadas permiten  esperar  buenos  resultados. 

En  las  retenciones  agudas,  el  resultado  es  mis  perfecto  con  la  prostatec- 
tomia. 

II.  Alentados  por  estos  resultados,  puede  dar  mayor  extensión  i  las  indi- 
caciones de  la  prostatectomia.  ' 

En  la  hipertrofia  prostitica  sin  retención,  es  preferible  esperar  i  que  se 
presenten  los  trastornos  para  intervenir. 

Ed  las  hipertrofias  con  retención,  por  el  contrario,  la  prostatectomia  en* 
caentra  sus  indicaciones  mis  preciosas;  ante  todo,  en  las  retenciones  agu- 
das que  se  reproducen  y  debilitan  poco  i  poco  la  musculatura  vesical;  des- 
pués, en  las  retenciones  completas  crónicas,  en  las  que  el  enfermo  esti  con- 
denado irremisHilemente  i  la  sonda ;  por  último,  en  las  retenciones  incom- 
pletas el  enfermo  obtendri  gran  ventaja  en  aceptar  la  operación. 


391 

Entre  las  contra-indicaciones  es  necesario  insistir  sobre  las  lesiones  re- 
nales que  prodncen  con  frecnencia  la  mnerte  de  los  enfermos  despnés  de  la 
prostatectomia  y  qne  es  preciso  conocer  de  antemano;  la  fiebre  puede  ser, 
poir  el  contrario,  modificada  favorablemente  por  la  operación. 

m.  Elección  de  la  operctcián,  —  La  prostatectomia  perineal  es  muy  be- 
nigna; enU.080  casos  reanidoe  con  motivo  de  este  trabajo  hubo  90  muer- 
tes, ó  sean  8'7  por  100  de  mortalidad.-  Esta  benignidad  es  debida,  sobre 
todo,  á  que  es  una  operación  de  desagüe  declive. 

Por  el  contrario,  la  prostatectomia  perineal  es  difícil  con  las  próstatas 
gruesas.  Sobre  todo,  cuando  hay  en  la  vejiga  un  lóbulo  medio  prominente 
pediculado,  voluminoso,  la  extracción  es  con  gran  frecuencia  muy  laborío* 
sa  á  través  del  cuello  dilatado. 

Expone  á  herir  el  recto  y  á  fístulas  intermÍDables.  Por  último,  las  con* 
secuencias  son  largas;  la  fístula  perineal  tarda  mucho  en  cerrarse. 

La  función  genital  se  pierde,  ó  poco  menos,  porque  los  conductos  eyacn- 
ladores  son  siempre  lesionados,  excepto  en  la  operación  de  Young. 

Cuanto  al  resultado  terapéutico,  es  con  frecuencia  defectuoso ;  la  opera- 
ción ocasiona  á  veces  incontinencia  durante  cierto  tiempo.  Esta'cómplioa- 
ción,  de  ordinario  temporal  é  inconstante,  ha  sido  algunas  veces  persisten- 
te y  rebelde.  Después  persiste  la  retención  parcial  y  es  preciso  hacer  uso  de 
la  sonda;  este  resultado  se  debe  á  que  á  menudo  la  operación  es  incompleta. 

En  la  prostatectomia  transversal  de  Freyer-Fuller  se  extrae,  por  el  con- 
trario, toda  la  próstata  sin  fragmentar:  unas  veces  la  próstata  está  eá  blo- 
que, redondeada,  lisa,  con  fibras  lisas  en  su  superficie,  lo  que  expone  en 
alanos  casos  á  la  hemorragia;  otras  se  extrae  abierta, estrellada,  y  sus  dos 
lóbulos  reunidos  por  una  comisura  media.  Sólo  se  conserva  la  pared  ante- 
rior de  la  uretra  y,  después  de  la  curación,  el  hueco  prostático  forma  un 
divertículo  inferior  en  la  vejiga.  Los  conductos  eyaculadores  quedan  casi 
siempre  intactos. 

Asi  comprendida  la  prostatectomia  transvesical  es  más  fácil,  más  rápida, 
más  completa.  Las  consecuencias  operatorias  son  más  rápidas,  no  hay  fís- 
tulas y  se  conserva  la  función  genital.  El  resultado  terapéutico  es  en  gene- 
ral-perfecto, y  el  residuo  desaparece  completamente  á  consecuencia  de  la 
operación. 

Por  el  contrario,  la  prostatectomia  transvesical  es  una  operación  más 
grave  ^ue  la  perineal ;  su  mortalidad,  en  551  casos  es  casi  de  18  por  100* 
Las  causas  de  muerte  son :  hemorragia,  colapso  y,  sobre  todo,  el  estado 
séptico  que  resulta  de  una  herida  con  desagüe  insuficiente  ó  superior.  Los 
cuidados  post  operatorios  tienen  desde  este  punto  de  vista  una  importan- 
cia considerable.  Freyer  deja  en  la  vejiga  un  tubo  grueso  que  facilita  mu- 
cho el  desagüe.  Los  tubos  de  Gayón  Périer  son,  al  parecer,  también  muy 
útiles,  evitando  á  los  enfermos  el  inconveniente  de  estar  siempre  mojados. 
La  sonda  permanente  no  merece  la  reprobación  de  Freyer.  En  los  casos 
más  infectados  es  útil  desaguar  por  la  vía  inferior. 

Creo  que  la  prostatectomia  de  Freyer  debe  preferirse  á  la  perineal,  sobre 
todo  para  las  próstatas  que  están  muy  aumentadas  de  volumen,  y  por  con- 
siguiente son  muy  enucleables  en  los  individuos  resistentes  y  poco  infec- 
.  tedos. 


392 

Bt  Dr.  TüFFitt:  LO0  «€€10)611168  debidoe  á  Im  liip6fftrofiA  d6  Im  prósUU 
6zig6n  trfttftini«DÍ06  pr6T6iitÍTo,  prnlistiro  j  ennÜTo. 

El  método  d6660iige6tíoosiit6  coostítii j6  ol  trmiAimoBto  pnreaÜYO. 

EL  tratomionio  pslistíro  e6tá  ropresenUdo  por  él  cstokerisnio,  dobo  pne- 
tiairf6  únieamoBio  eaando  se  practíc*  de  nn  modo  regiiler«  ee  ejeeatado 
con  fsdlided  j  es  bien  tolerado.  Eq  el  caso  eontrario,  es  preeiscr  combatir 
las  complieaeiooes  temporales  que  paeden  dificultar  la  ejeeneióii.  Coo  ma- 
cha frecaeoeía  estas  complicadooes  ceden  á  un  tratamiento  sencillo  Uen 
apropiado,  y  mientras  no  amenacen  el  fnncionamiento  de  las  Tías  superio- 
res reno-nreterales  no  crean  indicación  operatoria.  Estos  peligros  son:  im- 
posibilidad definitira  de  eracnar  la  Tejiga,  hematniias  persistentes,  infec- 
ción Tcsical  crónica,  rebelde  á  todas  las  medicaciones,  á  todos  los  tópicos 
ensayados  concienzudamente,  segdn  los  preceptos  establecidos  por  el  pro- 
fesor Ghiyon.  El  cateterismo  es,  por  lo  tanto,  el  método  preferible  en  casi 
todos  los  enfermos. 

El  tratamiento  operatorio  tiene  por  objeto  seccionar  ó  snprímir  el  obs- 
téenlo. 

La  operación  de  Bottini,  perfeccionada  por  Prenden  berg,  da  la  misma 
mortalidad  qne  la  prostatectomia  y  no  evita  las  reddiTas. 
*  La  ablación  parcial  de  la  próstata  no  es  aplicable  más  qne  á  caaos  mny 
limitados,  en  los  qne  el  adenoma  se  ha  desarrollado  en  una  de  las  glándu- 
las perinretraleB  en  el  cnello. 

La  ablación  total  es  en  la  actualidad  el  método  preferible,  recomendable 
per  el  número  de  hechos  pnblicadoe  y  los  resaltados  terapéaticos  obtenidos. 
La  mortalidad  total  oscila  alrededor  del  4  por  100.  EL  restablecimiento  de 
la  micción  espontánea  y  la  desaparición  de  los  accidentes  infecciosos  vesica* 
les  son  la  regla  en  los  operados.  La  decadencia  genital  es  constante. 

Las  Tías  períneal  y  transTesical  tienen  sns  yentajas  y  sos  inconvenientes. 
Las  dos  combinadas  se  aplican  á  casos  especiales.  La  ablación  por  el  periné 
es  al  parecer  más  difícil,  quizá  un  poco  más  benigna,  y  va  seguida  de  una 
decadencia  genital  casi  segura.  La  sutura  total  de  la  uretra  es  un  perfec- 
cionamiento en  BU  técnica,  el  procedimiento  por  fragmentación  es  más  lar- 
go y  la  hemisección  más  rápida.  1^  complicaciones  operatorias  más  fre* 
cuentes  son  las  fístulas  urinarias.  La  mortalidad  es  de  4  por  100.  Los  reqml- 
tados  terapéuticos  son  al  parecer  menos  perfectos  que  después  de  la  abla- 
ción por  vía  alta ;  en  los  enfermos  de  retención  crónica  é  incompleta,  per- 
siste ésta  algo  después  de  operados. 

La  prostatectomia  transvesical  se  ejecuta  con  mucha  rapidez,  su  técnica 
es  fácil,  la  ablación  completa,  su  mortalidad  un  poco  más  elevada  (próxi- 
mamente 5  ó  6  por  100),  su  peligro  depende  de  la  infección  perivesical  por 
desagüe  insuficiente.  Sus  resultados  terapéuticos  son  perfectos,  la  evacua- 
ción completa,  espontánea  de  la  vejiga  es  la  regla,  y  la  polaniuriase  obser- 
va rara  vez;  en  la  mayor  parte  de  los  caeos  se  conserva  la  potencia  genital. 

Las  indicaciones  operatorias  se  fundan,  en  general,  en  el  peligro  de  una 
distensión  definitiva  ó  una  infección  de  la  parte  superior  de  las  vías  urina- 
rias, y  la  indicación  se  hace  imperiosa  cuando  la  retención  es  séptica.  Pero 
es  preciso  no  comprender  bajo  esta  denominación  masque  á  los  prostáticos 
que  no  pueden  ser  sondados  de  una  manera  regular,  y  cuya  infección  resis- 


393 

te  á  iodoB  nnestroe  medios  de  acción.  Se  ha  abosado  con  demasiada  fre- 
cuencia de  los  medios  sencillos,  y  al  primer  incidente  se  propone  y  se  prac- 
tica una  operación  qne  un  tratamiento  anodino  evitaría  con  segundad.  Es 
decir,  qne  la  intervención  debe  serla  excepción,  y  no  la  regla,  en  el  trata- 
miento del  fíbro-adenoma  senil  de  la  próstata.  Debe  practicarse  en  lo  posi- 
ble en  frío,  es  decir,  fuera  de  los  periodos  de  accidentes  y  de  complicacio* 
néñ  locales  y  generales.  La  edad  del  enfermo,  la  función  normal  de  sus 
visceras,  el  volumen  de  la  glándula,  la  antigüedad  de  los.  trastornos  de 
retención,  no  crean  contraindicación  alguna  operatoria,  y  no  pueden  hacer 
prejuzgar  el  resultado  terapéutico.  Por  el  contrario,  el  estado  de  los  rifio* 
nes,  bien  examinado,  los  estigmas  orgánicos  del  corazón,  el  higado,  el  pul- 
món, la  nutrición  general,  y  ciertos  estados  esclerosos  prostatovesicales, 
pueden  crear  contraindicaciones. 

La  elección  entre  las  rías  perineal  y  la  hipogástrica,  debe  decidirse  des- 
pués de  varias  observaciones :  ante  todo,  la  evolución  vesical,  habitual  ó 
perineal  de  la  neoplasia,  después  el  volumen  de  la  próstata,  las  próstatas 
pequeñas  esclerosas,  justifican  la  vía  perineal,  la  grosura  considerable  de 
los  operados,  que  reclama  también  esta  vía;  y  por  último,  la  costumbre  ó 
la  habilidad  del  operador.  En  condiciones  medianas,  las  dos  vías  dan  los 
mismos  fracasos,  pero  en  la  actualidad  la  vía  perineal  produce  resultados 
terapéuticos  menos  completos  con  una  mortalidad  algo  menor. 

El  Dr.  Babtos  :  La  hipertrofia  de  la  próstata  no  debe  considerarse  como 
una  entidad  morbosa,  sino  más  bien  como  un  síntoma  común  á  varias  en* 
fermedades  de  esta  glándula.  Este  síntoma  depende  con  la  mayor  frecuen- 
cia, en  los  ancianos,  de  los  adenomas  de  la  próstata,  de  la  prostatitis  cró- 
nica hipertrófica  ó  del  cáncer ;  el  adenoma  es  con  frecuencia  el  origen  de 
un  conjunto  sintomático,  que  nos  permite  en  la  mayor  parte  de  los  casos 
hacer  un  diagnóstico  seguro;  la  prostatitis  crónica  hipertrófica  es  la  causa 
más  frecuente  de  la  llamada  hipertrofia  de  la  próstata ;  el  cáncer,  por  últi- 
mo, cnya  sintomatología,  en  el  momento  en  que  empieza  á  desarrollarse 
es  aún  hoy  tan  poco  clara,  existe  con  más  frecuencia  de  lo  que  se  supone  de 
ordinario. 

En  el  estado  actual  de  nuestros  conocimientos,  el  enfermo  de  adenoma 
de  la  próstata  debe  ser  prostatectomizado,  porque  así  se  obtienen  buenos 
resultados  mediatos  é  inmediatos.  En  la  prostatitis  crónica  hipertrófica,  si 
las  lesiones  recaen  casi  exclusivamente  en  la  próstata,  la  proetatectomla  da 
tan  buenos  resultados  como  los  que  obtenemos  en  los  casos  de  adenoma ;  si 
además  de  las  lesiones  prostáticas  hay  lesiones  pronunciadas  de  la  uretra, 
debemos  abstenemos  de  practicar  la  prostatectomía,  con  la  que  no  se  ob- 
tienen más  que  resultados  muy  incompletos ;  si  hay  pericistitis  ó  periproe- 
tatitis  ó  si,  á  pesar  de  la  sensación  de  movilidad  absoluta  de  la  pared  del 
recto  sobre  la  próstata,  apreciable  por  el  tacto,  ésta  queda  inmovilizada  en 
el  espacio  bi-isquiático,  lo  que  nos  hará  suponer  el  carcinoma,  la  interven- 
ción se  halla  en  absoluto  contraindicada.  En  estos  dos  casos  debemos  recu- 
rrir, según  la  oportunidad,  á  los  tratamientos  paliativos  clásicos,  tanto  mé- 
dicos como  quirúrgicos.  Por  último,  en  el  carcinoma  supuesto  ó  confirma- 
do, no  podemos  emplear  en  la  actualidad  más  que  una  terapéutica  sinto- 
mática, y  no  una  curación  radical. 

80 


394 

Entre  todas  las  operaciones  propuestas  y  presentadas  como  cnraÜTas  de 
la  hipertrofia  de  la  próstata,  sólo  la  prostatectomia  debe  ser  considerada 
como  útil  en  realidad.  Otras  intervenciones  quirúrgicas  deben  ser  emplea- 
das como  terapéutica  de  urgencia  contra  los  graves  accidentes  dependientes 
de  ésta.  ■ 

De  todas  las  prostatectomfas  aconsejadas  hoy,  se  debe  preferirla  técnica 
de  FüUer,  con  la  propulsión  transrectal  de  Freyer,  y  que  comprende  los 
tiempos  siguientes :  a)  incisión  de  las  paredes  del  vientre  y  de  la  vejiga, 
bastante  extensa  para  poner  al  descubierto  el  tumor  prostático;  ¿)  incisión 
de  la  mucosa  que  la  cubre,  hecha  con  tijeras  y  bastante  extensa  para  per- 
mitir su  paso  ¿espnés  de  quedar  libre  el  órgano;  c)  decorteza^ento  hecho 
con  un  dedo,  ayudada  y  vigilada  por  dos  dedos  introducidos  en  el  recto;  d) 
colocación  y  fijación  de  los  tubos  de  Ouyon-Perier,  y  cuidados  consecuti- 
vos parecidos  á  los  de  una  talla  hipogástrica  con  cistotomia  temporal. 
{fkniimiaréki,  F.  Tolrdo. 


SOCIEDAD    DE    MEDICINA    DE    BERLÍN 
SuiAn  dd  día  22  dé  Julio  de  1906. 

Tratamiento  de  la  apondieitls.— El  Dr.  De  Bergmann  dice  que  va  á  tratar  de 
dos  puntos  tan  sólo  entre  los  muchos  que  implica  el  estudio  de  la  peritifli- 
tis.  Estob  dos  puntos,  de  suma  importancia  para  la  conducta  del  médico 
práctico,  son :  el  diagnóstico  del  ataque  perítiflitico  y  el  de  si  después  de 
haber  pasado  felizmente  éste,  se  debe  siempre  proceder  á  la  extirpación  del 
apéndice.  La  opinión  de  que  todo  ataque  agudo  va  preparado  por  una  in* 
flamación  crónica  precedente  del  apéndice,  parece  muy  discutible  á  juzgar 
por  las  investigaciones  anatómicas  de  estos  últimos  tiempos. 

El  Dr.  Kraus  recuerda  las  grandes  dificultades  que  se  presentan  para  de- 
ducir del  cuadro  clínico  las  alteracioues  anatómicas  que  deben  de  existir 
en  el  apéndice.  Hay  que  distinguir  el  ataque  agudo  clásico  y  la  apendicitis 
crónica.  En  el  primer  caso  tiene  mucha  importancia  el  dolor,  que  aun  sien- 
do un  síntoma  objetivo,  es  de  gran  valor  para  el  diagnóstico.  Ya  no  suce- 
de lo  mismo  cuando  el  curso  es  crónico;  en  este  caso,  no  es  raro  que  se  tra- 
te de  otra  cosa  que  de  perturbaciones  digestivas  con  dolores  localizados  en 
algún  punto  del  abdomen;  en  otros  casos  se  ven  tumores  gaseosos  en  la  re- 
gión íleocecal,  con  defensa  muscular  en  la  misma  región  y  sensibilidad  á 
la  presión. 

El  dolor  en  el  ataque  agudo  se  compone  de  la  enteralgia  ó  en  su  caso 
gastralgia  refleja  y  del  dolor  perítonítico  local  que  se  exagera,  ejerciendo 
compresión  en  las  regiones  íleocecal  ó  lumbar,  ó  bien  desde  el  recto,  y 
también  por  los  movimientos  del  cuerpo  ó  las  contracciones  musculares 
(de^íleopsoas).  - 

Gomo  ya  se  comprende,  además  del  dolor,  los  demás  síntomas  tienen 
también  su  importancia. 

En  la  mujer  hay  casos  en  que  es  difícil  decir  si  se  trata  ó  no  de  una  oofo- 


396 

rítis.  En  esta  afección,  el  dolor  á  ]a  presión  radica  en  un  punto  más  bajo, 
la  menstruación  exagera  los  dolores,  y  la  exploración  ginecológica  tiene 
una  importancia  decisiva. 

Para  distinguir  el  caso  de  una  afección  histérica,  basta  tener  presente 
que  en  esta  última  falt^in  la  fiebre,  la  leucocitosis  y  los  componentes  peri- 
tonlticos  del  dolor;  en  cambio,  la  exploración  descubre  una  zona  analgési- 
ca y  anestésica  en  la  región  umbilical.  \ 

Dieulafoy  ha  insistido  en  que  en  el  ataque  peritiflitico  se  descubre  una 
zona  hiperestésica ;  pero  esto  sólo  sucede  al  principio,  más  tarde,  hasta  se 
encuentra  en  la  misma  zona  que  se  ha  vuelto  anestésica. 

No  puede  negarse  que  en  muchos  casos  va  precedido  el  ataque  agudo  de 
un  periodo  crónico,  pero  en  otros,  sobre  todo  en  los  niños,  el  comienzo  del 
ataque  nos  sorprende  por  completo.  Aun  la  llamada  irritación  del  intesti- 
no ciego,  debemos  de  interpretarl^omo  un  ataque  crónico  ligero.  La  ope- 
ración en  este  caso  es  profiláctica  y  no  está  indicada  de  un  modo  inexcusa- 
ble; hay  que  proceder  según  las  circunstancias  de  cada  caso.  En  cambio, 
todo  caso  intermedio  que  va*  acompañado  de  supuración,  debe  ser  observa- 
do por  el  cirujano,  á  fin  de  que  se  pueda  proceder  á  la  operación  tan  pronto 
como  sea  necesario.  Cita  el  autor  varias  estadísticas  y  especialmente  las 
de  Sahli  y  Riedel,  de  las  que  se  deduce  que  la  mortalidad  es  terriblemen- 
te elevada  (40  á  50  por  100)  cuando  se  adopta  un  tratamiento  conserva* 
dor ;  que  en  el  adulto,  en  cambio,  está  justificada  esta  conducta  cuando  se 
trata  de  casos  leves,  pero  en  los  casos  graves  lo  que  procede  es  la  interven- 
ción quirúrgica. 

El  Dr.  Heubner  refiere  haber  visto  hace  poco  tiempo  un  nifio,  que  hallán- 
dose en.  la  clínica  á  causa  de  otra  enfermedad,  presentó  de  pronto  dolores 
y  repugnancia  á  los  alimentos,  faltando  todos  los  demás  síntomas  del  ata- 
que clásico.  En  vista  de  la  tensión  local  de  las  cubiertas  abdominales,  que 
por  cierto  no  siempre  se  puede  comprobar  bien  en  el  nifio,  del  comienzo 
brusco  de  los  síntomas,  del  ascenso  de  la  temperatura  á  38°  y  del  pulso  dos- 
de  78  á  108,  y  por  último,  de  la  ansiedad  del  semblante,  el  autor  se  decidió 
á  operar,  viéndose  entonces  que  existía  en  realidad  una  peritonitis  local 
incipiente  y  un  apéndice  libre  y  sin  ninguna  adherencia.  Esto  sucedía  á 
las  seis  hovas  de  iniciado  el  ataque.  El  microscopio  descubrió,  en  la  porción 
periférica  del  apéndice,  una  inflamación  hemorrágica  de  la  mucosa  y  entre 
ella  montones  de  bacterias.  Dieulafoy  ha  sostenido  que  las  hemorragias  no 
son  siempre  expresión  de  una  inflamación.  El  autor  ha  practicado  ligadu- 
ras del  apéndice  en  el  conejo,  y  ha  visto  que  pueden  dar  origen  á  hemorra- 
gias ;  pero  en  estos  casos  no  se  han  encontrado  ni  montones  de  bacterias  ni 
peritonitis  local. 

Para  terminar,  dice  el  autor  que  hasta  ahora  es  imposible  por  los  sínto- 
mas clínicos  hacer  un  diagnóstico  anatómico  de  las  lesiones  existentes  en 
el  apéndice. 

El  Dr.  Orth  va  á  referirse  á  las  investigaciones  realizadas  en  400  casos 
por  Aschoff.  En  ellas  se  procuró  colocar  el  apéndice  en  un  líquido  conser- 
vador lo  más  pronto  posible,  de  tal  suerte,  que  en  la  inmensa  mayoría  de  los 
casos  se  trata,  no  de  apéndices  sacados  del  cadáver,  sino  de  apéndices  ex- 
tirpados en  vivo.  Algo  difícil  es  juzgar  si  está  ó  no  enfermo  el  aparato  lin- 


396 

fátíeo;  sin  embargo,  no  noB  aqniroeamos  al  interpretar  como  patológieo  nn 
aamento  notable  de  loe  eentroe  germinatiros. 

Ahora  bien«  loe  eetndioe  de  Aschoff  han  puesto  de  manifiesto  que  en  9 
á  un  10  por  100  de  loe  apéndices  extirpadoe,  no  ee  encontró  ninguna  alte* 
ración  patológica,  á  pesar  de  haberse  observado  ataques  antee  de  la  extir- 
pación. Las  hemorragias  de  la  pared  no  son  prueba  de  inflamación;  muy  á 
menudo  no  son  otra  cosa  que  consecnencia  de  la  operación. 

No  es  raro  encontrar  en  el  cadárer  de  personas  de  alguna  edad  lesiones 
en  el  apéndice,  y  sobre  todo  obliteraciones,  sin  que  en  los  antecedentes 
conste  la  existencia  de  ningán  ataque;  más  aún :  son  tan  firecuentes  tales 
obliteraciones,  que  hasta  pudieran  considerarse  como  de  carácter  senil.  En 
oiroe  casos  se  hallan  callosidades  ó  cicatrices,  que  sólo  pueden  haber  pro- 
venido de  tejidos  de  granulación.  Pero  semejante  desarrollo  de  tejido  de 
granulación  en  la  pared,  siempre  es  de  naturalesa  secundaria  y  exige  la 
existencia  preria  de  procesos  de  supuración  ó  bien  la  de  una  inflamación 
pseudomembranosa  y  necrosante  de  la  mucosa.  Cuando  dichos  procesos  de- 
jan en  pos  de  si  cicatrices  Tisiblee  ú  otros  residuos,  tenemos  en  ello  una 
prueba  de  que  también  pueden  curar  las  lesiones  graves  del  apéndice.  Por 
otra  parte,  no  se  puede  desconocer  que  en  los  casos  en  que  existen  perfo- 
racipnes,  demuestra  la  exploración  qae  tienen  que  haber  precedido  lesio- 
nes graves. 

Resulta  de  todo  lo  expuesto,  que  las  particularidades  anatomopatológi- 
cas  no  siempre  están  en  armonía  con  los  hechos  observados  en  la  clínica, 
y  qne  mientras  las  cosas  se  hallen  en  este  estado,  la  consideración  y  apre- 
ciación basada  en  el  examen  clínico,  es  la  que  tiene  que  servir  de  guia  para 
nuestra  conducta  en  cada  caso  partícalar. 

(Deutsche  Medizinal  Zeitung).  —  R.  dbl  Vallb. 


IMPERIAL   T    RKAL   SOCIEDAD    DE   LOS   MEDIÓOS   DE  YIENA 
Senán  del  día  22  de  Junio  de  190$, 

Un  case  de  mal  de  Raynasd.—  El  Dr.  Federico  Necker  presenta  un  caso  de 
síndrome  de  Rayaaud  en  el  que  hay  la  particalaridad  de  estar  complicado 
con  tuberculosis  de  los  huesos  y  de  las  articnlaciones.  Se  trata  de  un  ma- 
chado enclenque  de  doce  años,  cuya  afección  de  Raynsnd  no  parece  haber 
sido  provocada  por  ningán  enfriamiento,  aunque  el  frío  la  agrava,  y  en 
cuyo  sistema  nervioso  no  se  ha  encontrado  uada  anormal,  á  no  ser  una  leve 
hiperestesia  en  el  territorio  de  las  falanges  enfermas. 

Un  oase  de  tetania.  —  El  Dr.  Hans  Kamgstein  refiere  que  en  el  examen 
anatomopatológico  de  un  caso  de  tetania  típica,  idiopática  y  muy  acentua- 
da, se  observó  que  los  cuerpos  epiteliales  se  teñían  de  un  color  moreno  más 
obscuro  que  en  circunstancias  normales. 

El  cáncer  de  la  mama  y  les  rayes  X.—  El  Dr.  Leopoldo  Freund  presenta 
una  mujer  de  sesenta  años,  la  cual  desde  hace  tres  y  medio  tenía  nn  cáncer 
de  la  mama,  ulcerado  de  nn  año  á  esta  parte.  También  estaban  interesados 


397 

los  ganglios  próximos.  La  enferma  estaba  caqnóotica.  Desde  28  de  diciem- 
bre último  al  19  de  febrero,  se  cometió  la  lesión  á  la  acción  de  los  rayos  X ; 
20  sesiones  de  seis  minutos  y  con  tnbos  dnros.  Sin  gran  reacción  fué  mejo- 
rando la  úlcera,  y  á  fines  de  abril  había  cicatrizado  por  completo.  También 
se  han  resuelto  los  infartos  ganglionares.  En  el  sitio  de  un  foco  metastáti- 
co  que  habla  cerca  del  primitivo,  se  ye  hoy  una  dilatación  teleangiectásica 
de  loe  Yasos  cutáneos. 

Lt  laparetemia  on  el  eánoer  del  Atare.— El  Dr.  Ernesto  Wertheim  dice  ha- 
ber operado,  de  más  de  cinco  afios  á  esta  parte,  unos  180  casos  de  cáncer  del 
útero,  pero  que  de  ellos  sólo  60  lo  han  sido  hace  más  de  cinco  afios ;  de  estos 
60  casos  han  quedado  exentos  de  recidiva  unos  60  por  100,  siendo  asi  que 
con  el  método  vaginal  las  estadísticas  más  favorables  dan  un  80  por  100. 
Hay  que  contar,  además,  con  que  el  autor  opera  la  mitad  de  los  casos  de 
cáncer  del  cuello  de  la  matriz,  siendo  así  que  en  otras  partes  no  se  opera 
más  que  la  sexta  ó  séptima  parte.  La  mortalidad  operatoria  fué  hace  dos 
afios  de  un  15  á  un  16  por  100,  pero  desde  hace  un  afio  no  ha  pasado  del 
9  por  100,  debido,  sin  duda,  á  que  ahora  no  procede  á  anestesiar  la  enferma 
hasta  que  ha  raspado  y  cauterizado  el  neoplasma.  Quizá  haya  influido  tam- 
bién el  empleo  del  aparato  de  Roth-Drager  para  inhalar  el  oxigeno.  Asi- 
mismo dio  muy  buen  resultado  la  anestesia  espinal  con  la  estovaína  que 
emplea  principalmente  en  las  ancianas  muy  decaídas.  Puede  asegurarse, 
por  lo  tanto,  que  la  operación  abdominal  ha  de  quedar  admitida  definitiva- 
mente en  el  tratamiento  del  cáncer  del  cuello. 

El  Dr.  Osear  Binger  dice  que  desde  hace  cinco  afios  ha  abandonado  tam- 
bién Schauta  el  método  vaginal,  empleando  el  abdominal,  pero  sin  extirpar 
los  ganglios,  y  que  ha  obtenido  resultados  tan  satisfactorios  como  Wer- 
theim. 

El  Dr.  Werüiem  dice  que  un  plazo  inferior  á  cinco  afios  es  demasiado 
corto  para  hablar  de  resultados  definitivos. 

Tettmia  paratirosprlva.^El  Dr.  Antonio  Weickselbaum  dice  que  en  la  elec-* 
ción  de  método  para  operar  el  bocio  hay  que  cuidar  de  que  se  respeten  los 
cuerpos  epiteliales,  y  no  basta  para  ello  con  no  extirpar  todo  el  bocio.  La 
demostración  que  ha  hecho  Erdheim  de  que  la  tetania  es  debida  á  la  extir- 
pación de  los  cuerpos  epiteliales  no  es  ociosa,  pues  aun  autores  muy  mo- 
dernos han  atribuido  la  tetania  á  la  extirpación  de  la  misma  glándula  ti- 
Voides.  También  ha  sido  muy  conveniente  la  demostración  experimental 
del  papel  que  dichos  cuerpos  tienen  en  la  deposición  de  la  cal  en  los  tejidos 
que  están  en  vías  de  crecimiento.  Todos  estos  hechos,  y  el  de  que  una  rata 
prefiada  se  hizo  tetánica  con  la  extirpación  de  una  parte  nada  más  de  los 
cuerpos  epiteliales,  son  de  mucha  importancia  para  los  cirujanos. 

El  Dr.  Victor  Frommer  dice  haber  hecho  experimentos  de  los  que  resulta 
que  los  cuerpos  epiteliales  tienen  una  función  antitóxica,  y  que  la  placenta 
humana  contiene  principios  tóxicos  que  son  neutralizados  por  antitoxinas 
en  estado  normal. 

El  Dr.  Teodoro  Eecherich  dice  que  para  que  puedan  tener  aplicación  á  la 
medicina  interna  los  estudios  sobre  la  tetania  paratireopriva  será  menester 
conocer  mejor  la  fisiología  de  loe  cuerpos  epiteliales.  Pregunta  además  si 
en  los  experimentos  se  ha  observado  una  influencia  de  la  extirpación  total 


398 

ó  parcial  de  dichoe  cnerpoe  sobre  el  crecimiento  de  los  hacaos  y  si  se  han 
hecho  investigaciones  sobre  la  reacción  eléctrica  de  los  nerrios  periféricos. 

El  Dr.  Arturo  Biedl  hace  constar  qae  ya  en  1891  observó  en  sus  experi- 
mentos qne  la  génesis  de  la  tetania  es  debida  á  la  extirpación  de  los  caer 
pos  epiteliales,  no  á  la  del  bocio. 

El  Dr.  Lolario  de  Frankl'Hochícart  adnce  varios  hechos  qne  demuestran 
la  imposibilidad,  en  clínica,  de  establecer  una  distinción  precisa  entre  la 
tetania  y  la  caquexia. 

El  Dr.  De  EieeUberg,  y  en  su  nombre  el  Dr.  Pablo  Clairmont,  dice  qae  la 
mayor  frecoencia  de  los  casos  de  tetania  en  Viena  es  debida,  no  al  proce- 
dimiento operatorio  empleado,  qne  es  el  mismo,  sino  sin  duda  á  la  diferen- 
cia de  los  casos  de  una  y  otra  región.  Oree  además  qae,  tratándose  de  una 
intervención  tan  difícil,  sólo  debe  ser  modificada  la  técnica  por  cirujanos 
muy  experimentados  en  ella. 

El  Dr.  Max  KaseowiU  refiere  que  loe  ensayos  que  ha  hecho  de  tratar  la 
tetania  con  substancia  de  los  cuerpos  epiteliales  han  dado  un  resultado 
desfavorable. 

El  Dr.  Federico  Pineles  recuerda  que  hace  dos  afios  hizo  presente  á  la  So- 
ciedad la  gran  analogía  clínica  que  hay  entre  todas  las  formas  de  tetania, 
y  hasta  les  son  comunes  dos  síntomas  que  se  observan  algunas  veces :  la 
catarata  y  los  trastornos  tróficos.  De  suerte  que  si  tiene  razón  Kassowitzen 
de6ir  que  la  etiología  de  las  distintas  formas  de  tetania  es  diferente,  ya  no 
sucede  lo  mismo  con  la  patogenia. 

El  Dr.  Jaeobo  Erdheim  contesta  á  De  Eiselsberg  que  el  hecho  de  que  la 
extirpación  de  los  cuerpos  epiteliales  en  los  animales  ocasiona  la  tetania  no 
se  podía  esperar  sencillamente  porlo  que  se  sabía  de  estas  cosas  hasta  la 
fecha.  Respecto  á  la  técnica  operatoria  de  la  operación  del  bocio,  si  ciru- 
janos experimentados  como  Eiselsberg  no  necesitan  una  pauta  para  encon- 
trar y  respetar  los  cuerpos  epiteliales,  no  sucede  lo  mismo  con  los  cirujanos 
que  tienen  pocas  ocasiones  de  hacer  dicha  operación. 

Respecto  á  la  repugnancia  que  tiene  el  Dr.  Kassowitz  á  asimilar  la  teta- 
nia infantil  con  la  de  origen  quirúrgico,  hay  que  recordar  que  De  Eiselsberg 
ha  encontrado  alguna  vez  en  niños  que  habían  nacido  asfixiados  hemo- 
rragias en  los  cuerpos  epiteliales.  Estas  hemorragias,  qne  se  curan  muy 
lentamen tente  y  que  el  orador  encontró  también  en  dos  casos  de  tetania 
infantil,  podrían  quizá,  en  unión  de  algún  agente  tóxico,  explicarnos  la  te-*: 
tania  de  los  niños. 

La  cuestión  de  la  hipertrofia  compensadora  de  los  cuerpos  epiteliales 
que  se  han  respetado,  no  está  aún  madura  para  nn  juicio  definitivo,  y 
tampoco  se  puede  decir  nada  terminante  acerca  de  la  pregunta  que  ha 
hecho  el  Dr.  Escherich  sobre  la  influencia  de  la  supresión  de  los  cuerpos 
epiteliales  en  el  desarrollo  de  los  huesos,  por  más  que  el  autor  ha  hecho 
experimentos  relativos  á  este  punto. 

El  autor  dice  que  no  ha  creído  necesario  mencionar  todos  los  trabajos 
que  se  han  publicado  sobre  la  tetania  de  origen  quirúrgico,  porque  mu- 
chos de  dichos  trabajos  no  han  hecho  adelantar  casi  nada  el  esclareci- 
miento de  la  cuestión  á  partir  de  lo  que  nos  habían  enseñado  Vasali  y 
Generali. 


399 

La  detención  de  deBarrollo,  consecntiFa  á  la  extirpación  del  bocio,  ea 
asunto  extraño  al  tema  tratado  por  el  autor.  La  caqaexta  tetánica  no  sa- 
bemos si  es  idéntica  á  la  paramente  esta  mi  priva.  Respecto  á  la  mayor 
frecuencia  de  la  tetania  en  las  operaciones  de  bocio  hechas  en  Viena,  el 
autor  insiste  en  las  diferentes  técnicas  dé  Biilrbth  y  de  Eocher  que  se 
siguen  en  Viena  y  Berna  respectivamente,  diferencias  que  explican  el  por 
qué  en  Viena  no  se  respetan  tan  bien  los  cuerpos  epiteliales  como  en  Ber- 
na, siendo  esta  la  causa  de  que  en  esta  última  población  sean  menos  fre- 
cuentes los  casos  de  tetania  quirúrgica  que  en  la  primera  de  dichas  capi- 
tales. 

Respecto  á  la  levedad  de  los  casos  de  tetania  observados  por  De  Eiisels- 
berg,  recuerda  el  autor  que  de  Frankl-Hochward  ha  demostrado  que 
siempre  se  trata  de  una  enfermedad  de  pronóstico  grave. 

£s  cierto  que  sólo  los  cirujanos  experimentados  deben  modificar  la  téc- 
nica operatoria,  pero  también  lo  es  que  las  investigaciones  anatomo-pato- 
lógicas  les  pueden  servir  de  mucho  para  tal  objeto,  y  en  el  caso  actual, 
para  saber  cómo  se  respetan  mejor  loe  cuerpos  epiteliales. 

Por  último,  en  la  comparación  de  los  casos  de  tetania  observados  por 
Kocher  y  por  De  Eiselsberg,  Glairmont  se  permitió  hacer  la  suposición 
gratuita  de  que  el  primero  no  había  incluido  en  sus  estadísticas  loe  casos 
leves. 

Termina  el  autor  manifestando  su  esperanza  de  que  en  lo  porvenir  nues- 
tros conocimientos  referentes  á  los  cuerpos  epiteliales  habrán  de  influir 
mucho  en  la  técnica  de  la  extirpación  del  bocio  y  en  bien  de  los  que  pade- 
cen detesta  enfermedad. —  (  Wiener  Kliniéche  Rundechau), — R.  dbl  Vallb. 


PERIÓDICOS 


Oeronesii. — ^^La  ocronosis,  dice  el  Dr.  L.  Pick,  es  una  forma  de  pigmen- 
tación melánica.  El  pigmento  se  asemeja  á  la  melanina  por  sus  caracteres 
químicos.  La  substancia  colorante  que  circula  con  la  sangre  es  absorbida 
primero  por  los  cartílagos  y  tejidos  cortilaginosos,  pero  puede  serlo  también 
por  el  tejido  conjuntivo  laxo  y  sus  células,  las  fibras  musculares  lisas  y 
las  estriadas,  sin  que  estos  tejidos  ó  células  se  debiliten.  La  pigmentación 
es  más  intensa  en  las  partes  que  han  sufrido  modificaciones  regresivas.  El 
pigmento  difuso  puede  formar  secundariamente  granulos.  El  pigmento  en 
ambas  formas  carece  de  hierro  y  en  ciertos  casos  puede  contener  grasa.  La 
melanina  de  la  ocronosis  es  producida  por  la  acción  de  la  tirosinasa  sobre 
la  tirosina  y  la  fenilanina.  La  ocronosis  exógena  se  produce  administrando 
durante  largo  tiempo  pequeñas  cantidades  de  fenol;  la  endógena  es  debida 
también  á  la  acción  de  la  tirosinasa  sobre  el  ácido  alcaptónico.  La  pigmen- 
tación ocronósica  puede  localizarse  en  las  partes  externas :  orejas,  escleró- 
ticas, piel  de  la  cara,  superficie  interna  de  los  labios  y  de  las  manos,  y  cons- 
tituye un  signo  diagnóbtico.  En  muchos  casos  la  materia  colorante  es  excre- 
tada por  la  orina  que  adquiere  entonces  un  color  obscuro  al  oxidarse  por 


400 

ezpoBÍción  al  aire.  En  loa  rífiones  puede  haber  pigmeDiacióo  ocronóeica 
difasa  de  todo  el  parénqaima,  y  masas  granulosas  en  el  interior  y  en  el  epi- 
telio de  los  tnbillos  rectos;  en  ciertos  casos  se  forman  también  quistes  epi- 
teliales macroscópicos  de  contenido  negro,  eliminándose  cilindros  renales 
con  pigmento.  En  ocasiones  falta  la  pigmentación  difusa.  En  los  casos  de 
ocronosis  limitada  á  las  partes  internas,  éstos  cilindros  constituyen  un 
signo  patognomónico,  igual  que  la  melanuria  ó  alcaptonuria  sin  pigmen- 
tación extema.  —  {Phüodelpia  Med.  Journal).-- Y.  Tolbdo. 

Sífilis  liereditaria  de  ferma  ganglioaar.  —  Entre  las  formas  muy  variadas 
con  que  se  puede  presentar  la  sífilis  hereditaria,  recuerda  el  Dr.  J.  Comby 
aquella  en  la  que  no  se  encuentra  más  manifestación  de  la  enfermedad  que 
la  existencia  de  ganglios  linfáticos  muy  abultados,  á  Teces  de  un  modo 
enorme  y  en  algunos  casos  hasta  supurados.  Al  principio  se  piensa  en  una 
tuberculosis  glanglionar,  pero  recogiendo  bien  los  antecedentes  se  descu- 
bre la  verdadera  naturaleza  de  la  enfermedad,  aunque  hay  casos  en  que 
sólo  la  revela  el  éxito  del  tratamiento  mercurial.  El  mejor  procedimiento 
para  administrar  el  mercurio  en  estos  enfermos  consiste  en  practicar  un- 
ciones con  pomada  mercurial  doble  á  la  dosis  de  dos  gramos  diarios.  Gomo 
9e  trata  generalmente  de  nifios  de  corta  edad,  no  se  presenta  estomatitis. 

El  autor  expone  las  historias  de  dos  nifios  de  pecho,  en  los  que  las  ade- 
nopatias  referidas  se  curaron  completamente  con  el  tratamiento  indicado. 
{Areh,  dé  Med,  des  enfánié).^B,.  dbl  Vallb. 

Praseataolén  eeoipitepesterier.  —  El  Dr.  A.  W.  Busell  aconseja  en  este 
caso  proceder  del  modo  siguiente :  1.*  Cuando  el  vértice  se  encuentra  por 
encima  del  estrecho  superior  debe  imprimirse  un  movimiento  de  rotación  á 
la  cabeza  colocando  á  la  enferma  en  posición  adecuada.  8i  no  se  consigue, 
se  practica  la  versión  podálica  ó  se  lleva  la  cabeza  á  la  excavación  con  el 
fórceps,  favoreciendo  la  rotación  ó  se  hace  girar  la  cabeza  por  medio  de  la 
manipulación  bimanual.  El  fórceps  se  extrae  y  se  aplica  de  nuevo  si  es  ne- 
cesario. 2.^  Si  la  cabeza  está  encajada  en  la  excavación  puede  ensayársela 
flexión  con  los  dedos  introduciendo  uno  en  el  recto  para  rechazar  hacia 
abajo  el  occipucio.  La  perforación  y  la  extracción  suelen  ser  necesarias.  En 
muchos  casos  se  consigue  imprimir  á  la  cabeza  un  movimiento  rotatorio 
con  el  fórceps  empleado  según  recomienda  Brodhead.  8.<>  Si  la  cabeza  está 
apoyada  contra  el  suelo  de  la  pelvis  el  parto  no  suele  terminar  espontánea- 
mente. En  un  multípara  con  el  periné  relajado  la  extracción  con  el  fórceps 
puede  conseguirse  en  la  posición  occipitoposterior,  pero  lo  mejor  es  apli- 
carle á  los  lados  de  la  cabeza  fetal  y  favorecer  la  rotación  por  tracciones 
intermitentes.  —  {Glasgow  Med.  Joitmal,  mayo  1906).  —  P.  Toledo. 


REVISTA 

DB 

MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


LAS  AZOURIAS  DE  LOS  ADOLESCENTES 


pon  KL  DOGTOB 


FEDERICO  GONZÁLEZ  DELEITO 

D«l  Caerpo  de  Sanidad  Militar. 


Bouchard separó  del  grupo  de  las  diabetes  insípidas  lo  que  él  llamó 
azouria  sin  poliuria»  reconoc^iéndola  como  variedad  digna  de  una 
descripción  especial  y  tal  vez  completamente  distinta  de  todas  las 
restantes  azourias  poliúricas  y  de  las  poliurias  anazoúricas.  Sin 
embargo «  pocos  han  llamado  la  atención  posteriormente  sobre 
esta  entidad  morbosa,  y  no  porque  escasearan  las  observaciones 
clinicas,  sino  por  ser  dolencia  en  la  que  destacan  más  otros  sín- 
tomas y  llaman  la  atención  otras  alteraciones  de  más  relieve  y  que 
han  servido  para  denominarlas  y  para  explicar  su  cuadro  sinto- 
matológico. 

Así  vemos  á  Laveran  y  Tessier  describir  entre  las  fosfaturias  esen- 
ciales la  íosfaturia  de  los  adolescentes,  enfermedad  poco  grave, 
cuya  etioloficía  va  unida  á  las  especiales  condiciones  del  desarrollo, 
unidas  á  concausas  de  fatigas  intelectuales  y  genitales,  que  son 
acampañamiento  muy  frecuente  de  este  período  de  la  vida. 

Robin  describe  azourias  con  fosfaturias  y  falsas  fosfaturias  azoú- 
ricas,  que  simulan  en  muchas  ocasiones  síndromes  neurasténicos  y 
las  pone  bajo  la  dependencia  de  la  dispepsia  hiperesténica,  pero  no 
fija  su  atención  en  esta  forma  juvenil. 

Los  autores  alemanes  no  hacen  mención  en  sus  obras  de  esta  azou- 
ría,  limitándose  algunos  á  señalar  las  fosfatudas  frecuentes  en  esta 
edad. 

La  existencia  de  fosfaturia  absoluta  ó  relativa,  que  esto  lo  estu- 
diaremos más  adelante,  la  mayor  facilidad  de  un  análisis  cuantita- 
Afio  XXX.  -  Tomo  LXXII.  -  Núm.  947.-31  Septiembre,  1906.  81 


402 

tivo  de  los  fosfatos  al  del  nitrógeno  total,  la  facilidad  con  que  se  ad- 
miten como  dependientes  única  y  exclusivamente  de  esta  fosfatu- 
ria,  la  inmensa  mayoría  de  los  síntomas  que  en  estos  enfermos  se 
observan,  la  predisposición  del  médico  á  buscar  exceso  de  fosfatos, 
y  no  de  urea,  así  como  la  extrema  diferencia  entre  las  azourias  po- 
liúricas  graves  y  mortales  en  breve  plazo  y  estas  otras  de  pronósti- 
co relativamente  benigno,  lo  que  contribuye  á  desorientar  el  ánimo 
del  observador,  son  las  causas  principales  de  que  -no  se  mencionen 
apenas  en  los  tratados  y  monografías. 

No  hemos  de  extrañar  esta  diversidad  de  formas  y  variedades  de 
azourias  que  la  clínica  enseña.  Entre  el  aumento  de  urea  en  la  ori- 
na consecutivo  al  exceso  de  ingestión  de  alimentos  azoados  y  que  se 
observa  tan  frecuentemente  en  los  que  abusan  de  los  placeres  de  la 
mesa.  A  este  exceso  de  ingestión  de  alimentos  debe  referirse  tam- 
bien  la  azouria  de  algunos  diabéticos  y  gotosos,  y  fácilmente  se 
comprende  que  cosa  tan  compleja  como  resulta  todo  lo-i^oncernien- 
te  á  la  asimilación  y  aprovechamiento  de  los  albuminóideos,  así 
como  su  desasimilación,  se  altere  obedeciendo  también  á  procesos 
múltiples  y  variados,  cambiando  por  consiguiente  en  cada  caso^  á 
compás  de  las  causas,  la  forma  de  la  enfermedad,  su  evolución  uU 
terior,  su  pronóstico  y  su  tratamiento.  Enfermedad  mejor  constitui- 
da como  entidad  nosológica,  cual  es  la  diabetes  azucarada,  se  ha 
visto  sometida  á  disgregaciones  semejantes  conforme  se  ha  ido  ha- 
ciendo un  estudio  completo  y  detenido  del  proceso  patogénico  de 
esta  enfermedad. 

Esta  diversidad  de  pronóstico  obliga  al  médico  á  conocerlas  cum- 
plidamente para  no  alarmarse  y  alarmar  á  la  familia  sin  causa  fun- 
dada, cuando  al  mandar  hacer  un  análisis  completo  de  orina  en  un 
adolescente  nos  encontremos  como  resultado  una  cantidad  quizá 
enorme  de  urea  que  nos  haga  pensar  en  una  azouria  de  grave  pro* 
nóstico,  marcha  rápida  y  terminación  fatal,  y  al  mismo  tiempo  debe 
tenerse  en  cuenta  la  existencia  para  buscar  en  ella  la  causa  de  tras- 
tornos poco  precisos  que  se  clasiflcan  de  estados  neurasténicos,  ana* 
mia  cerebral,  y  que  obedecen  á  una  desasimilación  exagerada. 

Dos  casos  observados  por  mi  recientemente  me  servirán  de  guia 
para  la  descripción  de  eéta  enfermedad. 

Observación  1.^  —  Joven  de  dieciocho  años,  de  antecedentes  linfa* 
ticos,  ha  padecido  en  su  niñez  frecuentes  ataques  de  anginas  y  otras 
diversas  manifestaciones  indicadoras  de  preponderancia,  de  tejido 
linfoideo.  Posteriormente  frecuentes  cefalalgias  que  se  exacerban 


403 

con  motivo  de  trabajos  intelectuales  y  tai  vez  de  excesos  de  onanis- 
mo.  En  estas  condiciones  y  á  raiz  de  una  preparación  para  exáme- 
ties,  aparecen  hematurias  frecuentes  y  repetidas  que  alarman  gran- 
demente á  la  familia,  acompañadas  de  depresión  general  de  fuerzas 
:y  exacerbación  de  la  cefalea.  . 

Reconocido  por  un  colega,  dispone  éste  una  preparación  de  glice- 
Tofosfatos  arsenicales  y  cloruro  sódico  como  tratamiento  general 
y  apenas  tratamiento  local,  con  cuya  medicación  el  enfermo  mejo- 
ra y  ve  desaparecer  las  hematurias  y  recobra  algo  las  fuerzas;  pero 
más  tarde  vuelve  á  recaer,  y  entonces  tengo  ocasión  de  observarle. 

El  enfermo  se  encuentra  algo  desnutrido,  no  obstante  su  buen 
apetito;  existe  algo  débulimia,  pues  apenas  termina  de  comerse 
-siente  con  ánimos  para  repetir  con  otra  comida,  pero  esta  sensación 
no  es  lo  bastante  intensa  para  obligarle  á  comer;  polidipsia  bastan- 
te acentuada,  las  funciones  digestivas  parecen  llenarse  normalmen- 
te, nada  en  el  aparato  respiratorio  y  circulatorio.  La  orina  se  des- 
t^ompone  con  gran  facilidad,  dejando  un  depósito  blanquecino  y  for- 
mándose en  la  superficie  una  película  irisada.  Inaptitud  para  el  tra- 
l)ajo  y  cierta  astenia  general.  El  análisis  de  la  orina  da  el  siguiente 
resultado:  reacción  alcalina  (horas  después  de  su  eliminnción,  pues 
al  expulsarse  de  la  vejiga,  la  reacción  es  acida);  urea,  18  gramos 
por  litro;  ácido  úrico,  50  centigramos;  relación  azoúrica  normal; 
fosfatos,  3  gramos  20  centigramos;  cloruro  sódico,  18  gramos  50  cen- 
tigramos; nada  de  albúmina,  cristales  de  fosfato  amónico  magné- 
-sico  y  de  carbonato  amónico. 

El  segundo  enfermo  era  muy  análogo  al  primero;  tan  sólo  se  dife- 
renciaban en  no  existir  en  éste  las  hematurias  que  en  aquél  exis- 
tían y  en  ser  un  poco  más  acentuada  la  azouria,  más  de  40  gramos 
-de  urea  por  litro,  y  la  fosfaturia,  4'80  gramos  por  litro.  Los  síntomas 
generales  eran  asimismo  análogos,  pero  aquí  llamaba  más  la  aten- 
ción cierta  disnea  á  los  esfuerzos  y  una  bronquitis  algo  prolongada, 
que  me  hicieron  auscultar  detenidamente  al  enfermo,  sin  que  apre- 
ciara en  él  ningún  indicio  de  lesión  pulmonar.  También  existían  in- 
dicios de  albúmina. 

Ambos  enfermos  mejoraron  bajo  la  inñuencia  de  idéntico  trata- 
miento. Arsenicales,  glicerofosfatos  y  régimen  dietético  de  leche, 
huevos,  carnes  blancas,  supresión  de  excitantes,  café,  té  y  cierto 
reposo  intelectual  y  genésico.  De  estos  enfermos,  el  segundo  aún  se 
encuentra  en  tratamiento,  aunque  mejorado;  el  primero  hace  más 
de  un  año  se  encuentra  totalmente  restablecido. 


404 

Como  he  dicho  anteriormenla»  Boaehmrd  describió  esta  diabetes 
azo6rica  señalando  sa  frecuencia  en  los  adolescentes,  sa  escasa 
gravedad,  poca  duración,  y  señalaba  sos  relaciones  con  la  clorosis. 
Hacia  notar  la  aosencia  de  trastornos  dispépticos,  la  constípadóo 
habitual  y  el  adelgazamiento  rápido  y  excesÍTO  que  presentaban  los 
enfermos.  Laveran  j  Tessier  hablan  de  ana  diabetes  fosfatúríca  de 
la  adolescencia^  qae  presenta  grandes  conexionescon  la  enfermedad 
descrita  por  Boachard ;  no  paran  mientes  en  la  cantidad  de  nitró- 
geno y  urea  eliminados,  j  sólo  se  fijan  en  el  aumento  de  los  fosfatos, 
en  la  presencia  de  indicios  de  albúmina  y  en  la  eliminación  de  on 
ligero  exceso  de  ácido  úrico.  Estos  enfermos,  según  Laceran  y  Tes- 
sier, serían  artríticos,  en  los  qae  no  tardaría  en  presentarse  la  gota 
ó  alguna  otra  manifestación  de  la  diátesis  úríca. 

Robin  no  menciona  esta  forma  de  azouría,  y  limitando  las  esen- 
ciales á  la  diabetes  insípida  de  forma  grave  y  rápidamente  mortal, 
habla  de  las  sintomáticas,  de  la  hiperestenia  gástrica,  del  artrítis- 
mo,  de  las  febriles,  etc.;  pero  sin  especializar  este  grupo,  que  segu- 
ramente serían  incluidos  por  él  en  las  azourias  sintomáticas  de 
gastropatfa  ó  de  artrítismo,  y  al  describir  aquéllas,  da  un  cuadro 
bastante  completo  de  esta  forma  que  estudiamos,  aunque  muy  re- 
cargado, y  en  el  que  aparecen  los  trastornos  gástricos,  que  aquí  son 
desconocidos.  Aparte  de  esto,  y  disminuyendo  la  intensidad  de  los 
síntomas,  se  tendría  una  descripción  completa  y  acabada  de  la  azou- 
ria  de  los  adolescentes  con  todas  sus  complicaciones  habituales. 


No  es  infrecuente  esta  enfermedad,  y  creo  abunda  más  de  lo  que 
se  cree,  sólo  que  no  siempre  se  diagnostica.  De  anemia  cerebral,  de 
neurastenia,  etc.,  se  diagnostican  muchos  enfermos  que  padecen 
esta  variedad  de  azouria,  y  aunque  en  bastantes  casos  la  orina  lla- 
ma la  atención  del  enfermo  y  del  médico,  es  para  buscar  tan  sólo  la 
presencia  de  un  exceso  de  fosfatos,  del  cual  se  hacen  depender  mu- 
chas veces  todos  Jos  demás  síntomas  generales  y  del  sistema  ner- 
vioso en  particular. 

Alteración  de  la  nutrición  del  organismo,  lógico  es  pensar  ha  de 
ser  frecuente  en  hijos  y  descendientes  de  artríticos,  gotosos  y  toda 
clase  de  enfermos  en  los  que  la  nutrición  se  encuentra  alterada. 
Probablemente  será  una  pequeña  advertencia  de  que  el  artrítismo 
existe  en  aquel  enfermo.  Las  perturbaciones  que  el  período  de  la 
pubertad  trae  consigo,  el  enorme  movimiento  de  asimilación  y  des- 


406 

asimilación  que  entonces  tiene  lugar,  la  aparición  de  nuevas  fun- 
ciones, son  ocasiones  propicias  para  que  estalle  y  se  desarrolle  la 
azouria.  Pueden  añadirse,  á  estas  circunstancias  intrínsecas  ah  pe- 
riodo de  la  pubertad,  las  extrínsecas  de  fatigas  intelectuales  y  geno- 
sicasque  con  tanta  frecuencia  acompañan á esta  fasedela  vida,  tam- 
bién muy  abonadas  para  favorecer  la  presentación  de  esta  dolencia. 
Predisposición  del  organismo,  congénita  ó  adquirida,  para  los  tras- 
iornos  de  nutrición,  fatigas  intelectuales  y  genésicas  muy  frecuen- 
tes, mas  todo  lo  que  en  el  orden  nutritivo  y  de  desarrollo  orgánico 
representa  ese  periodo  tan  critico  y  accidentado  de  la  pubertad,  son 
las  causas  que  pueden  señalarse  como  originarias  de  esta  enfer- 
tnedad. 

No  son  de  desdeñar  las  relaciones  entre  la  tuberculosis  y  la  azou- 
ria de  los  adolescentes.  Aparte  de  lo  que  favorece  la  explosión  de 
aquélla  en  terreno  previamente  desnutrido  y  en  el  que  las  pérdfidas 
«on  tan  considerables,  ya  otros  autores  han  estudiado  las  estrechas 
conexiones  de  la  diabetes  insípida  y  la  tuberculosis  pulmonar;  Seig- 
neurin  y  Lacroix  han  publicado  interesantes  trabajos  acerca  de 
«ste  asunto,  y  aunque  ambos  autores  hablan  reñrióndose  especial 
mente  á  la  diabetes  hidrúricay  azoilrica,  bien  pronto  veremos  cómo 
muchas  veces  son  sólo  diferencias  de  grado  las  que  separan  estas 
formas,  de  la  azouria  stn  poliuria  que  aquí  estudiamos.  Además  de 
la  tuberculosis  se  han  señalado  la  siñlis  y  la  convalecencia  de  otras 
infecciones  como  causa  de  esta  enfermedad. 

En  cuanto  á  la  inñuencia  que  las  neuropatías  puedan  tener  en  el 
origen  y  desarrollo  de  esta  enfermedad,  y  en  particular  sus  conexio- 
nes con  la  neurastenia  y  con  el  histerismo,  éste  más  bien  parece  ca« 
paz  de  producir  poliurias  prolongadas,  y  la  neurastenia,  que  se  ha 
querido  presentar  como  causa,  tal  vez  sea  más  acertado  conside- 
rarla como  efecto,  segiln  veremos  más  adelante. 

El  cuadro  sintomático  adolece  de  la  falta  de  precisión  que  tanto 
caracteriza  á  estas  alteraciones  de  la  nutrición ;  asi  se  ve  que,  en 
algunas  ocasiones,  el  síndrome  urológico  parece  aproximarse  al  de 
las  diabetes  insípidas,  mientras  que  en  otras  ocasiones  se  aleja  de 
ellas,  y  más  bien  parecen  fosfaturias  de  las  llamadas  esenciales.  Se 
encuentra  aumentada  la  urea  desde  24  gramos  por  litro,  cifra  media 
normal,  á  3G,  40  y  más  gramos;  y  como  no  existe  disminución  en  la 
cantidad  total  de  orina,  sino  más  bien  exceso  en  algunas  ocasiones, 
resulta  que  la  cantidad  de  urea  eliminada  es  vez  y  media  á  dos  ve- 
ces superior  á  la  normal.  Se  encuentra  disminuida  la  acidez  urina- 


406 

ria,  incluso  en  el  momento  de  la  expulsión,  de  donde  la  precipitacióD 
del  fosfato  amónico,  magnésico  y  del  carbonato  amónico,  que  en  al- 
gunas ocasiones  existe,  no  hay  apenas  aumento  en  la  cantidad  de- 
ácido  úrico,  que  si  es  algo  superior  á  la  normal,  en  cambio  es  infe- 
rior en  proporción  á  la  de  urea  eliminada,  lo  que  indica  que  la  des- 
asimilación no  recae  sobre  las  nucleínas  ni  demás  tejidos  que  daa 
como  residuo  este  cuerpo. 

Hay  grandes  variaciones  en  la  cantidad  de  fosfatos  eliminados,, 
pero  en  general  puede  afirmarse  que  si  bien  existe  aumento,  y  en 
nuestros  enfermos  existia,  no  aumenta  en  relación  con  la  urea,  por 
lo  que  A.  Robin  denomina  estos  enfermos  falsos  fosfatúricos;  más- 
bien  se  observa  que  disminuye  esta  relación,  lo  que  indica  que  son 
los  tejidos  ricos  en  fósforo,  los  que  más  se  conservan.  En  cambio- 
aumenta  en  grandes  proporciones  la  cantidad  de  cloruros  elimina- 
dos^ en  la  primera  de  nuestras  observaciones  alcanzaba  más  de  18^ 
gramos  por  litro. 

Dependen  estas  variaciones  de  las  materias  minerales  de  la  clase^ 
de  tejidos  que  sufren  de  modo  más  activo  el  proceso  de  desasimila- 
ción, pues  siendo  la  calidad,  cantidad  y  modo  de  estar  unidas  las- 
substancias  inorgánicas  á  las  albuminóideas  peculiares  en  cada 
uno  de  ellos,  es  natural  que  cambie  la  cantidad  y  calidad  de  molé- 
culas inorgánicas  puestas  en  libertad  por  la  desasimilación  exage- 
rada, según  recaiga  la  mayor  intensidad  de  este  proceso  en  unos  ó- 
en  otros.  Puede  afirmarse,  sin  embargo,  que  en  la  mayoría  de  lo» 
casos  las  relaciones  entre  n.  total  y  n.  en  forma  de  urea  y  entre  N. 
total  y  Ph.  son  normales  y  á  veces  esta  última  inferior  á  la  normal; 
mas  como  la  falta  de  acidez  en  la  orina  favorece  la  precipitación  de- 
cristales de  fosfato  amonico-magnésico,  asi  como  la  aparición  de 
una  película  superficial  irisada  constituida  por  fosfatos  y  á  las- 
veces  globulillos  de  grasa,  la  fosfaturia  asi  revelada  se  diagnostica 
antes,  y  á  veces  para  ahi  el  diagnóstico,  que  corroboran  buen  nú- 
mero de  síntomas  generales  y  un  análisis  incompleto  de  la  orina. 

Los  síntomas  generales  son  vagos  é  indeterminados:  cefalalgia  de 
poca  intensidad,  pero  muy  tenaz;  incapacidad  para  el  trabajo  inte- 
lectual, que  va  seguido  de  una  sensación  de  fatiga,  y  estenuamien- 
to,  abatimiento  general,  dolores  en  los  lomos,  fatiga  por  el  trabajo- 
muscular  no  muy  intenso,  constipación,  algún  trastorno  digestivo, 
aunque  no  constante,  á  veces  complicaciones  en  las  vías  urinariaa 
inferiores,  cistitis,  pieiocistitis,  hematuriaa:  he  aquí  los  síntomaa 
que  se  observan  con  mayor  frecuencia.  La  bulimia  es  rara'y  essus»^ 


407 

tituída  por  una  sensación  de  vacuidad  gástrica  á  poco  de  haber  co- 
mido, que  da  al  enfermo  la  creencia  de  que  podría  ingerir  nueva 
cantidad  de  alimentos,  pero  sin  acompañar  el  deseo  de  ingerirlos; 
más  frecuente  es  la  polidipsia,  aunque  tampoco  es  constante,  y 
acompaña  principalmente  los  casos  en  que  existe  una  eliminación 
muy  exagerada  de  los  cloruros. 

La  edad,  las  fatigas  intelectuales  y  genésicas  que  la  acompañan 
y  el  cuadro  de  abatimiento  y  debilidad,  de  verdadera  astenia  mus- 
cular y  nerviosa  que  presentan  estos  enfermos,  hacen  que  muchas 
veces  el  médico  poco  observador  caliñque  de  neurastenia  la  enfer- 
medad; contribuyen  á  hacer  más  verosímil  este  diagnóstico  la  cefa-* 
lea,  la  constipación,  los  trastornos  digestivos,  cuando  existen.  Pero 
en  estos  enfermos,  si  existe  astenia,  no  existe  ansiedad,  elemento 
indispensable,  con  aquél «  para  que  el  diagnóstico  de  neurastenia 
sea  exacto,  y  esto  basta  para  diferenciar  estas  enfermedades. 

Bouchard  hacía  resaltar  la  falta  de  fenómenos  dispépticos  en  es* 
tos  enfermos;  como  casi  todas  las  afirmaciones  absolutas,  ésta  no 
es  exacta,  pero  del  hecho  de  que  la  ligera  bulimia  que  presentan,  ó 
cualquier  otra  causa  concomitante  produzca  una  ligera  hipereste- 
nia  gástrica,  no  significa  que  dependa  de  ésta. 

Son  frecuentes  las  complicaciones  vesicales;  el  depósito  en  la  ve- 
jiga de  fosfatos  y  carbonates  alcalinos  determina  irritación  de  sus 
paredes  y  cistitis,  algunas  veces  acompañadas  de  hemorragias,  y 
la  facilidad  con  que  la  orina  entra  en  putrefacción,  así  como  los 
dolores  lumbares,  tan  frecuentes,  hacen  que  el  enfermo  se  crea  ata- 
cado de  una  enfermedad  renal.  Un  análisis  completo  de  orina  hace 
conocer  la  causa  del  mal,  y  entonces  la  cistitis  queda  relegada  á 
segundo  término  para  el  tratamiento. 

En  cuanto  al  pronóstico  de  esta  enfermedad  debemos  decir  que  es 
benigno,  al  menos  por  el  momento;  un  tratamiento  bien  dirigido 
hace  entrar  pronto  todo  en  orden.  Ahora  bien;  como  no  se  sigue  á 
estos  enfermos  durante  muchos  años,  es  difícil  afirmar  si  este  tras- 
torno nutritivo  no  será  revelador  de  otros  más  tardíos  y  graves, 
cosa  no  difícil.  Por  otra  perte,  el  estado  de  debilidad  general  en  que 
se  encuentran  estos  enfermos  hace  que  sea  preciso  vigilar  atenta- 
mente los  más  leves  procesos  infectivos,  que  adq^uirirían  en  ellos 
suma  gravedad;  sobre  todo,  debe  vigilarse  atentamente  el  esta- 
do de  los  pulmones :  una  tuberculosis  en  ellos  sería  rápidamente 
mortal. 

La  primera  indicación  que  es  preciso  llenar  es  el  reposo  del  en- 


408 

fermo;  muchas  veces  por  8f'43ola  basta  para  obtener  un  resultado 
bastante  satisfactorio;  moderando  los  cambios  nutritivos,  obra 
contra  la  causa  del  maJ  y  reduce  la  intensidad  de  los  fenómenos  de 
desasimilación  orgánica;  como,  por  otra  parte,  toda  clase  de  es- 
fuerzo de  una  fatiga  intensa  el  enfermo  por  si  propio  pone  en  prác- 
tica este  remedio.  Hay  que  luchar  algunas  veces  con  las  preocupa- 
ciones de  los  que  los  rodean  y  de  algunos  médicos  poco  observado- 
res que  recomiendan  al  paciente  una  vida  activa  y  de  sucesivas  y 
frecuentes  ocupaciones,  con  objeto  de  distraerle  y  entonar  sus  fuer- 
zas;  con  esto  sólo  conseguiríamos  agravarlo. 

Junto  con  el  reposo  es  preciso  instituir  una  alimentación  repara- 
dora, eliminando  los  alimentos  ricos  en  carbonates  alcalinos,  pata- 
tas frescas  y  otros  que  pudieran  entretener  esa  litiasis  alcalina  que 
hemos  señalado  anteriormente.  Al  |mismo  tiempo  se  impone  una 
medicación  que  refrene  la  desamilación,  y  en  este  concepto  al  arsé- 
nico corresponde  el  primer  lugar.  Moderador  de  los  cambios  Ínti- 
mos nutritivos,  desde  las  primeras  dosis  se  advierten  sus  beneficio- 
sos efectos ;  puede  administrarse  en  forma  de  granulos  de  ácido  ar- 
senioso, mejor  tolerados  siempre  que  los  licores  de  Fowler,  Peasson, 
etcétera,  ó  bien  en  combinaciones  orgánicas,  cacodilatos,  arrhenal, 
que  permiten  hacer  ingerir  mayor  cantidad  de  medicamentos  sin 
producir  efectos  tóxicos.  * 

Junto  al  arsénico  pueden  colocarse  los  hipofosñtos  y  ios  glicero- 
fosfatos,  no  á  titulo  de  medicamentos  que  suministren  fósforo,  cosa 
dudosa,  como  el  arsénico,  para  evitar  metabolismos  muy  activos; 
el  mismo  Robin,  que  tanto  ha  preconizado  los  glicerofosfatos,  sólo 
les  asigna  el  valor  de  restringir  las  pérdidas  de  fósforo  del  organis- 
mo, no  el  de  reponerlas. 

La  valeriana,  que  á  Trousseau  proporcionó  tantas  mejorías,  tam- 
bién podría  ensayarse,  así  como  el  opio,  que  también  modera  los 
cambios  nutritivos. 

En  cuanto  á  las  complicaciones  vesicales,  cistitis,  hematuria,  etc., 
emplearemos  un  tratamiento  paliativo  y  sintomático,  pensando 
que  sólo  la  desaparición  de  la  causa  puede  dar  lugar  á  una  cura- 
ción-completa y  absoluta. 

Por  último,  estimaremos  aue  estos  enfermos  son  futuros  artríticos 
y  les  daremos  reglas  de  higiene  que  les  pongan  al  abrigo  de  cual- 
quier ulterior  ataque,  que  seguramente  no  tendría  la  benignidad  de 
esta  primera  manifestación. 


409^ 


REVISTA  DE  HIGIENE 

DOCTOR  DON  RAFAEL  RODRÍGUEZ  MÉNDEZ 

Catadrátleo  d«  Higieoe  en  U  Faeoltad  d«  MA^leloa  d«  BMealoaa. 


SüMABio :  I.  Tuberculosis  y  layados  de  ropas ;  higiene  de  los  lavaderos.— II. 
La  lactancia  y  las  infecciones  ó  intoxicaciones.  —  III.  Asilo-Escuela  de 
Bicdtre :  educación  de  idiotas,  imbéciles,  etc.  -^  IV.  El  albayalde  y  los 
pintores.  —  V.  Psicología  de  los  coloniales  en  regiones  calientes.  —  VI. 
Amenorrea  y  matrimonio. 

I.  Nada  más  vulgar  hoy  que  la  idea  de  que  ciertas  profesiones 
exponen  á  la  tuberculosis,  figurando  entre  ellas,  como  de  las  prin- 
cipales, el  lavado  de  ropas  y  cuantas  manipulaciones  tienen  que  ver 
con  las  procedentes  de  «tísicos.  Esta  creencia  está  arraigadisima  en 
España  y  otros  países.  A  pesar  de  esto,  S.  Bernheim  y  A.  Roblot,  en 
un  articulo  (Tuberculose  et  blanchisserie.  Le  Unge  sale  cause  de  con- 
tagión tuberculeuse,—La  Médecine  oriéntale^  190ü),  se  llaman  \o%  pri- 
meros que  han  denunciado  (Congreso  de  Medicina,  París,  1905)  el 
peligro  de  los  lavaderos,  fundándose  en  el  hecho,  seguramente  cier- 
to, de  que  son  muchos  los  que  lavan  ropas  que  acuden  á  los  dispen- 
«arios  que  tiene  establecidos  en  París  la  Obra  de  la  tuberculosis 
bumana,  en  las  malas  condiciones  de  los  lavaderos,  sólo  remedia- 
bles instituyendo  establecimientos  industriales  en  que  se  haga  bien 
el  transporte  y  la  desinfección. 

Poco  después'  (octubre  de  1905)  Landouzy  hablaba  del  mismo 
asunto.  Decía  que  la  tuberculosis  de  los  lavanderos  sólo  por  excep- 
ción era  quirúrgica :  larvada  algunas  veces,  de  ordinario  clásica, 
reside  de  preferencia  en  las  vías  respiratorias  y  tiene  curso  agudo. 
Ataca  á  más  del  tercio  de  las  1.202  lavanderas  y  repasadoras  y  á 
menos  de  la  mitad  de  los  lavanderos.  La  mortalidad  es  grandísima : 
de  238  profesionales  de  uno  y  otro  sexo,  muertos  durante  un  quin- 
quenio en  el  Hospital  Laónnec,  143  sucumbieron  á  la  tuberculosis. 
En  1903,  en  dicho  hospital  la  morbosidad  tuberculosa  fué  de  697,  de 
los  cuales  71  lavaban  ropa;  la  mortalidad  total  fué  de  582  para  to- 
dos los  oficios  y  enfermedades,  la  tuberculosa  de  215,  la  general  de 
lavanderos  y  lavanderas  de  37  y  la  tuberculosa¡de  éstos  de  29.  Pa- 
recen los  hombres  más  atacados  que  las  mujeres  :  de  50  lavanderos 


410 
muertos,  38  lo  fueron  por  tuberculosis  (75  por  100),  y  de  187  lavan- 
deras hubo  105  que  fallecieron  tuberculosas  (58  por  100). 

Foá,  de  Milán,  ha  narrado  cinco  casos  de  inoculaciones  locales  en 
lavanderas,  en  forma  de  nodulos  tuberculosos,  tuberculomas,  que 
valen  tanto  como  hechos  experimentales. 

H.  Blocq  y  Plicque  (Congreso  de  Higiene  social  de  Arras),  han 
citado  numerosos  casos  de  contagio  por  el  mobiliario  de  tísicos.  En 
los  que  conducen  muebles  y  otros  objetos  al  Hotel  de  Ventas,  á  pesar 
de  ser  gente  fornida,  hubo  en  los  últimos  veinte  años  el  72  por  100 
de  muertos  por  tuberculosis.  Las  profesiones  más  expuestas  (médi- 
cos, 14  por  lüO;  hermanas  hospitalarias,  27;  enfermeros,  58)  no  lle- 
gan á  tanto.  En  las  lavanderas,  á  lo  menos  en  las  que  trabajan  al 
menudeo,  la  mortalidad  quizás  sea  tan  elevada  como  en  los  enfer- 
meros. 

Expuestos  estos  hechos,  S.  Bemheim  y  A.  Roblot  emprenden  una 
severa  critica  del  decreto  (4  de  abril  de  1905)  del  Ministerio  de  Co- 
mercio (Francia),  por  el  que  se  reglamenta  la  industria  del  lavado, 
y  sobre  todo,  la  manipulación  de  la  ropit  sucia  en  los  talleres  de 
lavado. 

Art.  1.^  Obliga  á  los  directores  de  los  lavaderos  á  que  adopten 
medidas  de  protección  y  salubridad.— Esto  es  fácil  en  los  grandes 
establecimientos;  pero  en  los  pequeños  y  particulares,  ¿cómo  se 
hace  y  á  quién  se  obliga? 

Art.  2.^  Impone  el  deber  de  que  las  ropas  sucias  ingresen  en  sacos, 
envoltorios  ú  otros  recipientes  cerrados  cuidadosamente  durante 
el  transporte.  —  Esto  es  fácil  de  decir,  pero  no  se  determina  el  modo 
de  efectuar  la  vigilancia  ni  la  penalidad.  Debiera  haber  un  modelo 
uniforme. 

Art.  3.^  Previene  que  antes  de  sacar  las  ropas  se  haga  la  desin- 
fección ó  la  ebullición  en  solución  alcalina,  y  á  falta  de  éstas  sea 
regado  el  contenido  para  que  no  se  desprenda  polvo  y  desinfectados 
ó  lexiviados  los  recipientes.  Si  las  ropas  proceden  de  hospitales  6 
establecimientos  análogos,  la  desinfección  es  obligatoria.  —¿Cómo 
hacer  esto  en  las  industrias  pequeñas  y  en  el  domicilio  particular? 

Art.  4.®  Se  impone  á  los  dueños  el  deber  de  que  provean  de  sobre- 
todos á  los  operarios  que  manejen  la  ropa  sucia,  de  que  los  tengan 
en  buenas  condiciones  y  sean  lavados  con  frecuencia  y  de  que  no 
contacten  con  los  departamentos  limpios,  ni  con  la  ropa  lavada.  — 
Puede  decirse  lo  mismo. 

Art.  5.®  Prohibe  manipular  ropa  sucia  no  desinfectada  ó  lexivia- 


411 

da  6D  las  salas  de  repaso  ó  en  donde  haya  ropa  lavada.— Beto  exige 
departamentos  que  no  existen. 

Art.  6.^  Las  aguas  de  enjabonar  y  enjuagar  deben  ser  conduci- 
das íuerajdel^taller  por  conducto  cerrado.  — La  misma  crítica. 

Art.  7.°  Se  fijará  en  sitio  muy  visible  un  reglamento  que  prescri- 
ba el  uso  de  vestidos  de  trabajo,  la  limpieza  del  personal  antes  de 
salir  dell taller  y  que  no  se  coma  en  los  departamentos  destinados  á 
la  ropa  sucia. — Ídem  id. 

Art.  8.°  Fija  en  seis  meses  la  fecha  para  empezar  á  cumplir  este 
decreto.y  en  tres  años  la  del  cumplimiento  de  los  arts.  5.°  y  6.^  ^  Pla- 
zo largo  en  demasía,  dado  el  peligro. 

Seguramente  hay  en  este  decreto  tendencia  plausible,  pero  es 
parsimonioso,  incompleto  y  no  establece  penalidad. 

La  ropa  sucia  debe  ser  depositada  en  cajas  de  hojadela  ó  en  sacos 
bien  cerrados,  que  se  recojerá  á  domicilio  y  que  se  devolverá  des- 
infectados. 

Al  llegar  al  establecimiento  la  ropa  sucia,  será  desinfectada,  sien- 
do preferible  hacerlo  antes  de  sacarla. 

El  departamento  de  llegada  y  de  desinfección  debe  estar  separa- 
do por  completo  de  todos  los  demás. 

Destinar  unos  coches  al  transporte  de  la  ropa  sucia,  que  serán 
desinfectados  despuós  de  cada  viaje,  y  otros  al  de  la  ropa  limpia. 

Estas  condiciones  son  las  que  proponen  Bernheim  y  Roblot  para 
los  talleres  de  cierta  importancia.  Mas  lo  higiénico  sería,  como  se 
hace  con  otros  servicios,  establecer  lavaderos  industriales  ó  muni- 
cipales, bien  dotados  y  dispuestos,  únicos  en  que  es  posible  llevar  á 
buen  término  los  preceptos  profilácticos.  Si  se  desinfecta  la  casa  y 
los  muebles,  ¿por  qué  no  iguales  medidas  antes  de  entregar  la  ropa 
sucia,  cuya  acción  nociva  está  demostrada  con  exceso? 

11.  De  antiguo  viene  la  idea  de  que  la  lactancia  obra  mengaando 
la  resistencia  orgánica  á  las  enfermedades;  pero  hasta  ahora  no  se 
había  escrito  un  trabajo  de  conjunto,  fundado  en  datos  clínicos  y 
experimentales.  G.  Vitry  ha  cumplido  en  buena  parte  esta  tarea 
con  su  tesis  de  París :  Physiologie  de  la  nourrice. 

La  nodriza  sufre  en  su  modo  de  ser  normal  una  ^erie  de  modifica- 
ciones, siendo  las  más  importantes  las  que  presenta  el  hígado:  his- 
tológicamente, sufre  sobrecarga  grasosa  ;  función almen te,  está  al- 
terado en  todos  conceptos,  como  demuestra,  para  la  glucogénesis, 
la  glucosuria  alimenticia,  para  la  antitoxis,  lo  que  ocurre  con  la  ni- 
cotina, para  la  adipogénesis  y  para  la  uropoiesis.  Jos  trastornos  ca- 


412 

racterísticos.  La  sangre  también  cambia:  ligera  disminución  del 
número  de  los  hematíes  y  leucocitosis,  apreciable  con  predominio 
de  los  mononucleares;  otro  hecho  notable  es  la  lactosuria,  debida  á 
la  absorción  de  la  lactosa  po^  el  epitelio  mamario,  que  produce  au- 
mento de  azúcar  en  la  sangre.  Adem&s,  es  m&s  lenta  la  nutrición 
general,  el  coeficiente  azotúrico  es  inferior  al  normal,  los  fosfatos 
son  eliminados  en  exceso  y  es  menor  la  alcalinidad  de  la  sangre. 

EUi  estas  condiciones  orgánicas,  ¿disminuye  la  resistencia  á  los 
agentes  patógenos?  Así  lo  demuestran  la  experimentación  y  la  clí- 
nica :  aquélla,  probando  que  las  hembras  en  lactancia  son  m&s  sen- 
sibles á  los  venenos  (estricnina),  y  á  ciertos  microbios  (piociánico, 
neumococo,  bacilo  de  Koch),  y  ésta,  sin  que  haya  estadística  que  lo 
compruebe  todavía,  revelando  que  el  organismo  es  menos  resisten- 
te á  la  infección  puerperal,  pulmonía,  paludismo,  difteria,  etc.  Res- 
pecto á  la  tuberculosis,  la  lactancia  parece  favorecer  su  aparición 
en  los  individuos  predispuestos  y  acelerar  su  evolución  en  los  lige- 
ramente atacados. 

III.  So  pena  de  hacer,  como  en  Esparta,  el  sacrificio  de  los  defor- 
mes de  cuerpo  y  espíritu,  de  esos  no-valores  sociales,  y  en  tanto  lle- 
gamos á  mejores  tiempos  de  la  higiene  práctica  en  que  se  evite  el 
génesis  de  esos  seres,  mediante  la  cultura  de  las  masas,  la  guerra 
al  alcohol,  la  protección  á  la  embarazada,  etc.,  hay  que  preocupar- 
se de  ellos.  Bourneville  lo  ha  hecho  en  gran  manera  y  una  de  sus 
obras,  el  Asilo- Escuela  de  Bicétre,  merece  sincero  aplauso.  No  es  de 
temer  que  al  ser  jubilado  el  gran  neurólogo  (1.^  de  enero  de  1906),  se 
extinga  la  inmensa  labor  realizada.  De  un  trabajo  de  Fouveau  de 
Courmelles  {Ann.  de  Méd.  eí  de  Ohír,  in/antiies,  1906),  aprovecho 
datos  para  dar  á  conocer  esa  especial  escuela  de  idiotas  ó  atra- 
sados, que  han  conseguido  en  ella  ser  gente  útil,  trabajadora,  en 
vez  de  pesada  carga  social. 

El  sábado  es  el  dia  de  visita  médica,  y  el  viernes  se  destina  á  con- 
sulta. 

A  las  nueve  y  media  de  la  mañana,  sesión  de  gimnástica  y  baile: 
muchos  niños  deprimidos,  indiferentes,  sin  expresión,  tontos,  toman 
parte  activa,  armónica,  en  estos  movimientos  y  cambian  durante 
ellos  de  aspecto.  Esta  gimnasia  los  desarrolla,  contribuyendo  no 
poco  á  la  reforma  la  administración  de  la  glándula  tiroides  á  los 
mixedematosos.  Con  la  radiografía  se  averigua  los  que  no  pueden 
sacar  provecho  de  esta  gimnasia,  es  decir,  los  que  tienen  soldadas 
las  articulaciones  vertebrales. 


413 

Si  no  curables,  todae  las  invalideces  son  mejorables,  y  se  pueden 
hacer  útiles  á  los  individuos  para  el  trabajo.  Los  ciegos  trabajan,  y 
en  Bicétre  hacen  sillas  é  instrumentos  de  música;  los  sordo-mudos 
leen  y  se  instruyen  en  multitud  de  asuntos.  Hay  todos  los  oficios,  y 
en  las  salas  de  trabajo  cada  objeto  tiene  puesto  su  nombre  en 
gruesos  caracteres  para  que  se  fije  bien  en  sus  cerebros,  cuyo  des- 
pertar se  inicia.  De  este  modo,  resultan  poco  onerosos  á  la  Adminis- 
tración. 

A  algunos  se  les  ha  de  enseñar  todo :  comer,  beber,  lavarse,  ha- 
cer sus  deposiciones  naturales;  los  muy  sucios  llegan  á  ser  semi- 
sucios,  y  éstos,  se  convierten  en  limpios;  todos  estos  progresos  son 
obra  de  una  gran  constancia  y  de  repeticiones  continuas.  Para 
fijar,  por  ejemplo,  la  idea  de  una  cuchara,  se  la  enseña,  se  la  dibu- 
ja, se  escribe  el  nombre,  etc.  A  los  mejores  se  les  pone  de  jefe  de  gru- 
po,  especie  de  monitores,  y,  ellos,  por  educación  mutua,  van  mejo- 
rando á  los  demás.  La  emqlacidn  es  un  poderoso  recurso.  En  ver- 
dad, es  prodigiosa  la  iniciativa  desplegada  para  hacerles  compren- 
der el  peso,  los  colores,  la  escritura,  etc. 

Poco  apoco  se  van  desarrollando  el  cerebro  y  las  aptitudes,  y  la 
cara  da  cuenta,  coii  su  distinta  expresión,  de  la  metamorfosis  rea- 
lizada. 

¿Por  qué  se  nace  idiota?  La  herencia  no  es  la  que  más  interviene  r 
el  cansancio,  las  enfermedades,  la  embriaguez,  las  excitaciones,  los 
estados  emocionales,  son  más  culpables,  y  asi  brotan,  de  padres 
sanos  hijos  débiles,  enfermizos,  degenerados,  tarados,  neurasténi- 
ODS,  predispuestos,  dementes,  monstruos En  el  acto  de  lá  concep- 
ción no  preside  elemento  favorable  alguno,  como  no  sea  obra  del 
acaso.  Durante  el  embarazo  no  todo  es  próspero  para  el  hijo.  Asi  se 
producen  los  idiotas  y  otros.  Sacudiendo  Dároste  los  huevos  durante 
la  incubación  ha  obtenido  pájaros  teratológicos. 

La  enseñanza  metódica  es  el  mejor  remedio,  la  mejor  atenuación 
de  las  degeneraciones.  Se  procede  de  lo  simple  á  lo  compuesto,  de 
lo  local  y  circunscrito  á  lo  regional  y  más  extenso;  las  lecciones  de 
cosas  al  aire  libre  son  la  base  de  la  reforma,  desde,  por  ejemplo,  la 
semilla  á  la  planta,  al  jardín,  procurando  que  el  alumno  lo  realice 
por  si  mismo;  desde  |el  gallo  y  la  gallina  al  huevo,  al  pollito,  etcé- 
tera. La  linterna  mágica  y  las  proyecciones  de  letras,  de  silabas, 
cuyos  sonidos  se  repiten  muchas  veces;  el  dibujo  es  un  poderoso  au- 
xiliar. 
Las  mujeres  son  más  educables  que  los  hombres. 


414 

La  ducha  tónica  es  diaria^  y  el  baño  general  una  vez  á  la  semana* 
No  se  obliga  á  ellos,  pero  la  presencia  sistemática  de  los  rebeldes 
acaba  por  reducirlos. 

Los  bronquíticos  y  tuberculosos  incipientes  son  aislados  sin 
demora. 

IV.  Uñ  poco  más  y  el  albayalde  es  inocente  p^ara  los  pintores.  El 
Senado  francés  nombró  una  comisión  para  estudiar  los  efectos  de 
dicha  substancia^  y  el  Dr.  Treille  ha  presentado  un  informe,  cuyas 
conclusiones  vienen  á  decir :  ^ 

De  174  pintores  asilados,  por  diversos  motivos,  en  los  hospicios  de 
Francia  en  1904,  sólo  27  tenían  lesiones  reputadas  de  origen  profe- 
sional. 

Suponiendo  que  sean  otros  tantos  los  pintores  no  hospitalizados, 
está  muy  lejos  la  intoxicación  plúmbica  de  ser  lo  frecuente  que 
se  cree. 

Está  por  demostrar  que  los  pintores  tengan  una  mortalidad  exce- 
siva por  razón  del  oñcio. 

La  mortalidad  saturnina  para  toda  Francia,  contando  con  gran 
exageración,  es  de  10  cada  año,  es  decir,  un  muerto  por  7.000  ú  8.000 
pintores. 

.V.  Escande,  de  Messiéres,  ha  publicado  un  E%iai  sur  la  psycholO' 
gie  dea  coloniaux^  en  que  destaca  bien  la  acción  del  calor  sobre  el 
estado  mental. 

En  pocas  páginas  muestra  la  acción  lenta  y  nefasta  del  demonio 
térmico^  que  anemia  el  cerebro  del  blanco,  hipertrofia  el  hígado  y 
el  bazo,  y  congestiona  el  tubo  digestivo  y  los  ríñones.  Poco  á  poco 
se  extingue  la  salud.  El  insomnio,  la  fiebre,  el  calor  que  aplana,  la 
pestilencia  de  los  establos  y  aguas  sucias,  la  forzada  ociosidad  de 
los  blockhauB^  la  inmensa  desolación  de  esas  regiones  malditas,  ma- 
lean  las  constituciones  más  robustas  y  convierten  los  hombres  fuer- 
tes en  precoces  viejos,  de  tinte  pálido,  arrugados  y  amaríMos  como 
limones  estrujados.  El  organismo  se  desmineraliza,  se  hiperestesia 
el  sistema  nervioso  y  la  conciencia  se  ennegrece  pronto  al  fuego  del 
ecuador. 

Todos  los  coloniales  están  más  ó  menos  afectos :  los  unos,  los  de 
temple  mejor,  reaccionan,  se  adaptan  al  medio,  hacen  callar  sus 
viejos  recuerdos  y  sacan  partido  del  presente;  los  otros,  los  débiles, 
los  sonadores,  esclavos  del  pasado  y  de  las  costujanbres,  no  se  habi- 
túan al  aislamiento  y  caen  en  el  marasmo  y  el  fastidio. 

En  estos  desalentados,  va  aumentando  la  anemia  cerebral,  exal- 


415 

tándose  el  yo  y  los  «ufrimientos,  hiperestesiándose  los  deseos  sexua- 
les  y  las  pasiones  anormales,  hipertrofiándose  el  yo  y  las  prerroga- 
tivas del  grado. 

Es  tal  la  intoxicación  de  la  idea,  que  el  menor  hecho  vulgar  ad- 
quiere  proporciones  gigantescas  y  es  la  fuente  de  esas  ferocidades 
inexplicables  del  centro  africano,  de  esos  asesinatos  misteriosos,  de 
esas  revueltas  que  espantan.  Nada  detiene  á  estos  agotados,  A  estos 
delirantes  en  estado  de  vigilia,  víctimas  del  clima  debilitante  de  los 
trópicos,  con  frecuencia  exaltados  por  el  alcohol  ó  el  opio. 

Debiera  cuidarse  mucho  de  evitar  la  remisión  de  soldados  no  se- 
lectos y  debiera  cuidarse  de  su  salud  física  y  moral,  huyendo  de  la 
ociosidad  como  del  agotamiento,  cuidando  de  la  alimentación,  pre- 
vinióndoJes  de  los  riesgos  del  alcohol  y  del  opio  y  repatriando' á  to- 
dos  los  envenenados  con  los  agenjos,  á  todos  los  intoxicados  que  el 
sol  convierte  en  locos. 

VI.  En  la  tesis  del  Dr.  Rómi  Vidal  iKménorrhée  et  mariage,  Bur- 
deos), entre  otras  cuestiones  se  trata  de  responder  á  esta  pregunta : 
mi  hija  no  está  reglada,  ¿pueden  aparecer  las  reglas?  ¿puede  ca- 
sarse? Sólo  el  examen  de  los  órganos  sexuales  es  capaz  de  resolver 
el  problema. 

Joven  sana,  proporcionada,  con  glándulas  mamarias  desarrolla- 
das, pelvis  de  buena  conformación,  órganos  sexuales  externos,  hen- 
didura  vulvar  permeable,  vagina  permeable,  existencia  del  útero 
y  fenómenos  congestivos  periódicos  en  la  pelvis.  Es  probable  que 
haya  ovarios  y  haya  ovulación,  á  pesar  de  la  anemia  del  flujo 
menstrual.  Esta  joven  podrá  cumplir  sus  deberes  conyugales  y  es 
muy  posible  que  la  excitación  provocada  por  el  coito  desempeñe  el 
papel  de  excelente  emenagogo.  Además  es  sabido  que  sin  reglas 
puede  haber  fecundación  con  tal  que  haya  ovulación.  En  este  caso 
es  realizable  el  matrimonio,  pero  la  delicadeza  impone  dar  cuenta 
al  futuro  esposo  del  hecho. 

Falta  de  menstruación,  ausencia  ú  oblileración  de  la  vagina;  de 
existir  el  útero,  ciertas  señales  pueíen  revelar  la  ovulación  y  hasta 
que  la  sangre  se  acumula  en  la  cavidad  uterina.  Si  una  operación 
no  puede  vencer  el  obstáculo  vaginal,  abrir  paso  á  las  reglas  y  á 
las  relaciones  sexuales,  el  matrimonio  no  debe  ser  aconsejado. 

Falta  de  reglas,  vagina  y  matriz.  Negativa  absoluta  (Raciborsky). 


416 


BIBLIOGRAFÍA 

MB  SI. 

DOCTOR  D.  EMILIO  PÉREZ  NOGUERA 

Médico  4*1  €«crpo  d«  Baldad  HUlUr. 


I.   TÉCMICA  DM  los  AMÁLISn  Qüf  MICOS  KtDICOS  *  nTDüSTBXALSS,  DB  PBODUOTOft 

▲LimMTicxos  T  FABMACÉmcos,  poF  B.  Tarboiuiech,  traducido  al  cas- 
tellano 7  adicionado  con  gran  número  de  notas,  por  el  Dr.  D.  Joaqnin 
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ly.   ApUBTBS  CLfBICOS  DB  UBA  BPIDBMIA  DB  TIFT7B  BXABTBMÁTICO,  por  Ol  Dr.  Don 

Santos  Bubiano.  ün  folleto  de  14  páginas.  Madrid,  1905. 


Esta  obra,  de  carácter  eminentemente  práctico,  está  hecha  con 
ebobjeto  de  servir  de  guía  á  los  médicos  y  farmacéuticos  en  los  aná- 
lisis químicos  que  tengan  necesidad  de  practicar,  y  representa  el 
fruto  de  una  larga  experiencia  de  laboratorio,  donde  en  el  transcur- 
so de  muchos  años,  se  han  ido  aquilatando  las  ventajas  y  poniendo 
de  manifiesto  los  inconvenientes  de  casi  todos  los  procedimientos 
analíticos  recomendados  hasta  ahora. 

Sin  perder  nunca  de  vista  el  fin  particular  que  persigue  y  las  con- 
diciones especiales  de  la  clase  médico-farmacéutica,  para  quien  fué 
hecho,  el  libro  que  analizamos  está  escrito  con  gran  concisión  y 
sencillez  de  lenguaje,  procurando  no  incurrir  en  tecnicismos  poco 
comunes,  recomendando  en  primer  lugar  los  procedimientos  más 
fáciles  y  más  rápidos,  y  prescindiendo,  en  todo  lo  posible,  de  opera- 
ciones que  exijan  el  empleo  de  complicados  aparatos  6  la  práctica 
de  manipulaciones  difíciles  y  delicadas. 

El  autor  sabe  muy  bien  que,  por  regla  general,  los  médicos  y  ios 
farmacéuticos  carecen  de  laboratorios  de  análisis  establecidos  en 
locales  bien  acondicionados  y  provistos  de  todos  los  aparatos  nece- 
sarios; asimismo,  no  ignora  que,  por  falta  de  práctica,  tropiezan 
casi  siempre  con  invencibles  dificultades  al  llevar  á  término  las  más 


417 

sencillas  operaciones  de  química  general^  y  como  todos  estos  incon- 
venientes suelen  ser  la  causa  de  que  en  el  ejercicio  de  la  profesión 
se  prescinda  casi  por  completo  de  la  poderosa  ayuda  que  tanto  los 
análisis  clínicos,  como  los  higiénicos  y  farmacológicos,  pueden  pro- 
porcionarnos, pone  particular  empeño  en  remediar  tan  lamentables 
deficiencias,  simplificando  todo  la  posible  no  sólo  el  instrumental, 
sino  también  el  proceder  operatorio,  describiendo  con  especial  cui- 
dado las  operaciones  fundamentales  que  se  han  de  repetir  después, 
del  mismo  modo,  en  todos  los  análisis;  prescindiendo  casi  en  abso- 
luto de  fórmulas  químicas  y  de  explicaciones  técnicas,  huyendo  con 
muy  buen  acuerdo  del  pernicioso  sistema  de  la  multiplicidad  de  mé- 
todos, es  decir,  del  más  apropiado  para.conf undir  y  desanimar  á  los 
principiantes,  poniendo  ejemplos  de  todos  los  cálculos  que  son  nece- 
sarios en  los  análisis  volumétricos,  explicando  con  gran  lujo  de  de- 
talles la  manera  de  preparar  los  principales  reactivos  y  describien- 
do, en  fin,  para  cada  operación  un  solo  método,  pero  después  de  ha- 
berse convencido  por  medio  de  repetidos  ensayos,  de  que  es  el  que 
reüne  mayor  sencillez  de  ejecución  y  mayor  exactitud  y  seguridad 
de  resultados. 

La  primera  parte  de  tan  interesante  libro  está  dedicada  á  las 
operacioness  generales  de  laboratorio,  haciendo  un  estudio  muy  de- 
tallado de  las  pesadas,  medidas  de  volumen,  medidas  de  los  gases, 
determinación  dedensidades,  filtración,  precipitación,  evaporación, 
desecación,  carbonización,  calcinación,  cálculo  de  los  análisis  pon- 
derales y  volumétricos,  y  preparación  de  reactivos  indicadores,  ge- 
nerales y  especiales.  Este  último  capitulo  es  verdaderamente  nota- 
ble, no  sólo  por  el  gran  número  de  reactivos  descriptos,  sino  por  el 
especial  cuidado  y  profusión  de  detalles  con  que  está  expuesta  la 
manera  de  prepararlos  y  la  técnica  especial  de  su  comprobación  y 
valoración. 

Bn  la  segunda  parte  se  ocupa  del  análisis  cualitativo  general, 
comenzando  por  describir  las  reacciones  características  de  las  ba* 
ses  y  de  los  ácidos,  para  seguir  después  con  el  estudio  de  las  que  po- 
nen de  manifiesto  á  los  principales  ácidos  y  sales  orgánicas,  sin  ol- 
vidar los  alcaloides  medicinales  y  algunos  glucósidos  y  cuerpos 
neutros  empleados  en  terapéutica. 

Bn  la  tercera,  no  se  trata  de  otra  cosa  que  de  los  análisis  indus- 
triales, acidimetria,  alcalimetría,  análisis  de  los  abonos,  de  las  tie- 
rras, de  las  potasas  comerciales,  del  estaño,  de  los  minerales  de  hie- 
rro, de  las  monedas,  de  las  aguas  industriales,  de  los  alcoholes  y 

83 


418 

aguardientes,  de  los  azdcares,  de  los  jabones,  de  las  sales  y  de  otros 
muchos  productos  análogos. 

La  cuarta  está  dedicada  por  completo  al  estudio  de  los  análisis 
de  las  substancias  alimenticias^  vinos^  cervezas^  sidras,  vinagres, 
leche,  aceite  de  olivas,  manteca,  agua  potable  y  harinas:  continúa 
ocupándose  en  la  parte  siguiente,  de  los  análisis  médicos  relativos  á 
los  productos  normales  y  patológicos  (orina,  cálculos,  jugo  gástri- 
co, etc.,  etc.),  y  termina  describiendo  en  el  capitulo  VI,  los  ensayos 
y  valoración  de  las  drogas  más  usuales  y  de  los  productos  farma- 
céuticos más  generalmente  usados. 

El  Dr.  Olmedilla,  cuyas  excepcionales  condiciones  de  escritor  elo- 
cuente y  correcto,  vastísima  ilustración  profesional  y  laboriosidad 
infatigable,  son  bien  conocidas  de  toda  la  clase  médico-farmacéuti- 
ca española,  ha  enriquecido  el  libro  que  analizamos  con  gran  nú- 
mero de  interesantes  notas,  ampliando  en  ciertos  casos  las  descrip- 
ciones del  autor,  consignando  alguúas  veces  las  enseñanzas  dedu- 
cidas de  su  propia  experiencia,  y  exponiendo  en  otras  muchas  su 
opinión  particular  sobre  determinados  asuntos  técnicos. 

II 

Creemos  que  el  Sr.  Cordonnier,  de  nacionalidad  francesa  y  pre- 
parador de  la  Escuela  Superior  de  Farmacia  de  París,  ha  prestado 
un  importante  servicio  á  la  literatura  médica  española,  dando  á  co- 
nocer el  curiosísimo  libro  Modus  faciendt,  escrito  en  la  primera  mi- 
tad del  siglo  XVI  por  el  sabio  farmacólogo  sevillano  Fray  Bemar- 
diño  Laredo. 

El  Sr.  Duran  Desunvila  ha  redactado  para  este  folleto  un  prólogo 
muy  interesante,  describiendo  á  grandes  rasgos  el  estado  de  pro- 
greso en  que  por  aquella  época  se  encontraban  las  Ciencias  Médi- 
cas en  nuestro  país,  y  ha  adicionado  buen  número  de  notas,  am- 
pliando ó  comentando  diversos  pasajes  del  trabajo.de  Cordonnier. 

Reciban  uno  y  otro  nuestra  más  cordial  felicitación  por  tan  sim- 
pática obra. 

III  4 

Se  describe  en  esta  monografía  un  nuevo  método  de  preparación 
del  oxígeno  por  medio  de  la  oxilita,  que  tiene  la  ventaja  de  producir 
dicho  gas  químicamente  puro,  con  muy  poco  coste,  y  sin  necesidad 
de  manipulaciones  largas  y  delicadas,  ni  de  aparatos  complicados  y 
costosos. 

Después  de  algunas  generalidades  sobre  los  progresos  efectuados 


419 

por  la  química  en  estos  últimos  años,  expone  el  autor 4os  principa» 
les  caracteres  del  oxigeno;  estudia  más  detenidamente  los  diversos 
procedimientos  que  se  han  recomendado,  hasta  ahora,  para  obte- 
nerlo; describe  con  toda  clase  de  detalles  el  de  Taubert,  sin  olvidar 
una  explicación  muy  minuciosa  de  ia  forma  y  manejo  de  los  apara- 
tos necesarios,  y  termina  con  la  exposición  de  ligeras  nociones  sobre 
^1  empleo  del  oxigeno  en  terapéutica. 

IV 

El  Dr.  Santos  Rubiano,  módico  primero  de  Sanidad  militar,  nos 
presenta  en  el  pequeño  folleto  de  que  se  trata,  un  estudio  clínico 
muy  interesante  de  varios  casos  de  tifus  exantemático  ocurridos  en 
la  guarnición  de  Melilla,  durante  el  mes  de  octubre.de  1901,  con  es- 
pecial indicación  de  los  caracteres  particulares  de  esta  epidemia  y 
del  tratamiento  farmacológico  empleado. 

El  trabajo  de  tan  distinguido  compañero  está  muy  bien  escrito  y 
dem'iestra,  no  sólo  los  grandes  conocimientos  cientiñcos  del  autor, . 
-sino  también  sus  relevantes  condiciones  como  observador  y  como 
<;linico.  ^ 

REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Ptouds-anquilodactitit  cengénita  con  falta  do  la  falangota  do  ambos  moHiquoo. 
— En  la  Medicina  de  loe  Niñae,  de  BarceloDs,  el  Dr.  D.  Luis  Moragas  Po- 
mar, publica  el  caso  clinico  relativo  á  ana  ni&a  de  cinco  semanas,  sin  ao- 
tecedentes  morbosos  propios,  ni  de  sus  padres;  el  embarazo  de  la  madre  fué 
en  extremo  normal,  lo  mismo  que  el  parto.  Pocos  dias  después  del  n acimien- 
to notó  su  madre  que  los  dedos  de  las  manitas  de  la  ni&a  no  tenían  el  mo« 
vimientode  flexión  propio  de  las  de  su  edad;  sus  dedos  aparecían  envara* 
dos;  en  vista  de  ello  acudieron  á  su  consulta,  y  examinándola  detenida- 
mente, noté  los  fenómenos  siguientes:  á  la  inspección  visual jie  ambas  ma- 
nos se  observa  que  los  dedos  mefliques  son  más  cortos  que  los  de  otros  ni- 
fios  de  la  misma  edad;  igual  observación  puede  hacerse,  si  bien  menos 
acentuada,  en  los  anulares;  además,  todos  los  dedos  de  las  manos,  excep- 
ción de  los  pulgares,  son  más  delgados  de  la  punta  que  del  resto,  faltando 
Á  la  vez  las  arrugas  propias  de  la  articulación  falángica-falangética. 

Los  movimientos  espontáneos  de  las  articulaciones  de  los  dedos  son  cu- 


420 

riosfsimos,  pues  eólo  se  yerifícan  los  metacarpo-falángicos  (flexión-exten* 
sión)  y  los  falangéticofalangino,  exceptuando  los  dedos  anulares,  que  casi 
están  envarados  del  todo. 

Al  imprimir  artificialmente  moyimientos  de  extensión  y  flexión  compro- 
bó la  falta  de  movimientos  en  las  articulaciones  mencionadas,  7  á  la  yes 
se  cercioró  de  que  faltaba  en  ambos  meñiques  la  falangeta,  quedando  sola 
las  articulaciones  metacarpo-falángica  y  falángica-falangina. 

La  aprehensión  de  los  objetos  se  hace  actualmente  por  la  flexión  en  ane- 
gólo agudo  ayudada  por  el  pulgar,  es  una  pretensión  grosera ;  en  la  parte 
muscular  no  hay  atrofia,  y  por  lo  tanto,  existe  la  fuerza  proporcional  á  la 
tierna  edad. 

Dada  la  rareza  del  caso,  que  califica  de  pseudo-anquilodactilia  congénita, 
con  ausencia  de  la  falangeta  de  ambos  meñiques,  lo  ha  presentado  en  el 
Instituto  Medico- Farmacéutico,  en  donde  ha  sido  examinado  con  atención» 
y  acoi^iendo  sus  indicaciones  los  Dres.  G.  Gomas  y  A.  Prió,  han  sacado  una 
instrnctiya  radiografía  de  sumo  interés,  con  cuyo  examen  nótase  en  primer 
término  la  falta  en  los  dos  meñiques  de  las  falangetas,  existiendo  solamen- 
te la  falange  y  la  falangina,  y  sólo  se  llega  á  apreciar  un  pequeñísimo  pun- 
to de  osificación  en  el  dedo  anular  derecho;  la  normalidad  y  proporcio- 
^  nalidad  de  los  metacarpianos  y  falanges,  mientras  que  las  falangetas  de  lo» 
dedos  índice  y  anular  se  hallan  sumamente  aproximados  á  las  falanges,  no 
dejando  casi  espacio  transparente  articular  como  sucede  en  los  dedos  pul- 
gares y  en  los  espacios  falanginofalangéticos  de  los  citacLos  dedos;  también 
es  digno  de  notar  la  unión  en  la  mano  derecha  de  los  huesos  de  la  mufieca, 
grande  y  ganchoso;  como  se  ye,  pues,  por  la  radiografía,  el  diagnóstico  por 
él  sentado  en  parte  se  confirma,  es  decir,  hay  ausencia  de  las  falangetas 
de  los  meñiques,  así  como  se  nota  falta  completa  en  el  dedo  anular  izquier- 
do y  sólo  un  minúsculo  punto  de  osificación  en  el  derecho ;  en  los  demá» 
dedos  se  notan  los  tres  segmentos  óseos  separados  por  tejido  transparente, 
indicio  de  articulación,  mas  en  los  dedos  Índice  y  medio  este  espacio  e& 
poco  manifiesto,  y  como  sólo  al  cabo  de  algún  tiempo  después  del  naci- 
miento aparecen  los  puntos  de  osificación  epifísarios,  hasta  entonces  na 
podrá  asegurarse  por  modo  concreto  si  la  articulación  está  bien  constituida 
ó  si  llegará  á  soldarse,  cosa  que  cree  probable  dada  la  condensación  del 
tejido  cartilaginoso  que  se  observa  en  la  articulación,  pues  á  pesar  de  los 
moyimientos  forzados  y  masaje  á  que  está  sujeta  la  niña,  no  se  observan 
indicios  de  movimientos,  en  especial  en  los  dedos  índices  y  medios;  sin  em- 
bargo, han  adquirido  más  agilidad  los  movimientos  de  flexión  y  extensión 
metacarpo-falángicos  y  falangéticos  falanginos ;  no  obstante,  cree  no  debe 
abandonarse  dichos  medios,  pues  dada  la  escasa  edad  de  la  niña  y  el  no 
estar  completado  el  desarrollo  articular,  puede  con  paciencia  llegarse  á 
obtener  algún*resultado,  cosa  no  probable,  mas  si  tal  sucediera  quedarla 
la  niña  imposibilitada  para  hacer  trabajos  delicados  á  causa  de  la  incom- 
pleta aprehensión,  así  como  el  coger  objetos  cilindricos  de  al^ún  tamaño  j 
peso  por  no  poder  curvar  los  dedos  en  forma  de  garra ;  sin  embargo,  por  la 
educación  y  una  gimnasia  bien  dirigida  se  consiguen  prodigios,  y  este  caso 
es  de  los  que  se  prestan  á  ello.  —  Sarabia. 


421 

REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENIlFICAS 

ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    PARÍS 
Seiián  del  dia  24  de  Julio  de  Í906  (1). 

Emigración  y  salud  pública.— Loa  Dres.  Chantbmxssb  y  Borbl:  Vamos  á 
demostrar  hoy  con  qué  facilidad  un  emigrante  enfermo  atraTieaa  la  fronte- 
ra terrestre,  y  los  peligros  á  qae  exponen  á  Marsella  los  emigrantes  orien- 
tales que  en  ella  permanecen  algún  tiempo. 

I.  Frontera  terrestre  y  viaje  en  ferrocarril.  Dos  ejemplos  bastarán:  840 
emigrantes  partieron  en  tren  especial  de  Gzernowitz  (Austria),  y  después 
de  seis  días  sin  reposo,  llegaron  el  9  de  mayo  último  á  la  estación  del  Este; 
del  vagón  salió  el  cadáver  de  un  niño ;  el  diagnóstico  de  la  causa  de  la 
muerto  que  hizo  el  médico  de  la  estación  fué  el  de  < miseria  fisiológica»; 
hasta  Pantin  no  se  supo  que  hubiese  muerto  dicho  nifio;  ¿qué  hubiera  ocu- 
rrido si  la  enfermedad  á  la  cual  sucumbió  hubiese  sido  el  cólera?  Hace 
pocos  meses  100  emigrantes  de  nacionalidad  alemana,  atravesaron  la  fron- 
tera francesa  en  Belfort,  y  llegaron  á  Marsella  tan  alarmados  y  en  malas 
-condiciones  que  se  amotinaron,  y  se  les  tuvo  que  llevar  rápidamente  á  bor- 
do y  se  les  sirvió  de  comer,  con  lo  cual  se  calmaron.  Si  esto  llega  á  ocurrir 
el  año  pasado,  cuando  el  cólera  reinaba  en  Alemania,  es  muy  probable  que 
algunos  de  los  emigrantes  lo  hubiesen  contraído  en  el  camino. 

II.  Procedencia  de  loe  emigrantes  de  Alareeüa  y  eu  estando,  en  esta  po- 
blación. Los  emigrantes  que  llegan  á  Marsella,  en  número  de  unos  1.500 
por  afio,  son  princinalmente  griegos,  sirios  y  armenios ;  embarcan  en  las  di- 
versas escalas  de  levante  y  en  este  momento  no  son,  desde  el  punto  de  vis- 
ta de  la  ley  francesa,  emigrantes,  sino  simples  pasajeros  del  puente,  donde 
se  les  tiene  sin  abrigo,  sin  resguardo,  amontonados,  etc.  El  médico  de  sa- 
nidad marítima  pasa  una  visita  más  ó  menos  sumaria  á  esa  masa  de  indi- 
viduos acumulados  en  el  puente,  el  buque  parte  y  la  travesía  se  verifica 
sin  dificultades,  á  no  ser  que  reinando  el  cólera  en  Siria  se  declare  una 
epidemia  entre  dicha  gente,  sin  haber  nada  á  bordo  para  conjurar  este  pe- 
ligro. ¿Cómo  viven  estos  emigrantes  durante  su  estancia  en  Marsella?  Des- 
pués de  fracasar  filantrópicas  intenciones,  viven  como  vivían  años  atrás, 
en  hospederías  reducidas  y  malsanas.  De  una  investigación  hecha  en  abril 
por  uno  de  nosotros  resulta,  por  ejemplo,  que  habiendo  muerto  unos  meses 
antes  el  propietario  de  una  de  estas  hospederías,  se  había  instalado  en  ella 
un  sucesor  que  ni  siquiera  había  hecho  su  declaración  á  la  policía;  nos  de- 
claró que  tenía  en  su  casa  60  emigrantes  y  nosotros  contamos  127  de  todas 
nacionalidades,  sirios,  armenios,  persas,  etc.  Las  habitaciones  mayores  me- 
dian 11  metros  de  largo  por  4'20  de  ancho  y  8  de  alto,  contenían  de  18  á  20 

(1)  La  lesión  del  día  31,  última  del  curso  aetoal,  se  levantó  en  señal  de  duelo  por  la 
del  Dr.  BrouardeU 


422 

emigrantes;  afortnnadamente  las  puertas  y  ventanas  casi  todas  estaba» 
rotas,  lo  cual  permitía  qne  el  aire  fuera  menos  irrespirable ;  en  toda  la  casa 
no  había  más  que  un  retrete.  En  todas  partes  reinaba  la  mayor  suciedad  y 
las  escaleras  estaban  todas  mojadas  de  orina.  Al  preguntar  al  propietario- 
qué  hacia  con  los  enfermoSt  contestó  qne  avisaba  á  la  inspección  de  policía^ 
si  juzgaba  que  la  enfermedad  valía  la  pena.  8i  algún  día  se  delarara  el  có* 
lera  en  una  hospedería  de  esta  clase,  no  es  dudoso  que  la  mayoría  de  Ios- 
habitantes  de  la  misma  y  de  las  casas  vecinas  serian  rápidamente  victiman 
del  padecimiento.  La  conclusión  de  esta  nota  no  debe  ser  la  petición  de 
una  reforma  local,  sino  la  de  estudiar  las  opiniones  emitidas  por  la  Acade- 
mia de  Medicina  hace  algunos  meses  respecto  á  la  necesidad  de  reformar 
enteramente  nuestra  legislación  acerca  de  la  emigración,  que  data  de  me- 
dio siglo. 

Do  la  asistencia  médica  en  Inda-China.  —El  Dr.  Eerhoroant  :  La  primera 
preocupación  de  la  Administración  ha  sido  la  de  asegurar  desde  el  prin* 
cipio  los  socorros  médicos  á  los  diferentes  personales  civiles  y  militares», 
tanto  europeos  como  indígenas,  que  ella  empleaba.  Después  de  la  pacifi- 
cación completa  de  todo  el  país,  se  han  extendido  las  obras  de  asistencia  4 
todos  los  indígenas.  Para  preservar  á  éstos  de  las  enfermedades  que  lea 
diezman,  se  ha  fundado  todo  un  sistema  de  vigilancia,  no  sólo  en  las  fron- 
teras marítimas  y  terrestres  y  en  los  caminos  de  penetración,  sino  que  tam- 
bién en  el  interior,  creando  correos  médicos  y  construyendo  hospitales  de 
aislamiento,  llamados  lazaretos  interiores,  6e  han  enviado  médicos  á  los  con- 
sulados de  China  y  8iam,  los  cuales  prestan  muy  grandes  servicios  ¿  nues- 
tras colonias  del  Extremo  Oriente,  porque  les  enseñan  la  marcha  de  la»  ' 
epidemias  en  los  países  vecinos  y  les  permite  de  este  modo  tomar  á  tiem- 
po las  medidas  necesarias  para  preservarse  de  ellas.  Además,  los  cuidados- 
que  prestan  á  los  indígenas  de  estos  países  constituyen  un  excelente  medio 
de  influencia  sobre  estas  diferentes  poblaciones.  También  se  han  fundada 
institutos,  centros  de  vacunación,  laboratorios  de  investigaciones,  estable- 
cimientos que  no  sólo  se  ocupan  de  las  enfermedades  propias  del  hombre,, 
sino  que  también  de  las  que  padecen  los  animales.  Las  aguas  de  la  alimen- 
tación también  han  sido  objeto  de  profundos  estudios,  y  gracias  á  las  ma- 
ternidades creadas  en  Oochinchina,  la  mortalidad  infantil  ha  disminuida 
sensiblemente. 

(Se  suspenden  las  sesiones  hasta  el  mes  de  octubre). — Godina  Castbllví. 


SOCIEDAD   DE   CIRUGÍA   DE   PARÍS 
8t9ión  del  dia  25  dt  Julio  de  1906, 

Amasamiento  del  corazón.  —  El  Dr.  Rochabd  :  En  la  última  sesión  el 
Dr.  Mauclaire,  á  propósito  del  amasamiento  del  corazón,  sobre  iodo  en  los^ 
casos  de  colapso  dorofórmico,  indicó  que  las  inyecciones  de  líquidos  irri-^ 
tantes  hechas  en  los  vasos  gruesos  del  cuello  han  sido  eficaces  en  los  ani- 
males, pero  inútiles  en  el  hombre.  Estoy  completamente  de  acuerdo  con 
él  en  lo  que  se  refiere  á  las  inyecciones,  pero  creo  que  para  el  amasamiento 


423 

del  corazón  la  mejor  vía  es  la  infradiafr^gmática,  porque  en  un  momento 
puede  abrirse  el  abdomen  y  aplicarse  la  mano  sobre  el  corazón. 

El  Dr.  MAUOLáiBB :  Este  procedimiento  merece  ser  empleado,  pero  no 
por  eso  debe  suspenderse  el  estudio  de  las  inyecciones  intrarasculares. 

El  Dr.  ThiAry  :  Existe  otro  medio  del  que  nadie  se  ha  ocupado  en  esta 
discusión;  es  la  traqueotomia  seguida  de  la  insuflación  directa  de  aire  en 
los  pulmones.  Este  procedimiento  merece  ser  ensayado,  puesto  que  con  él 
se  obtienen  éxitos  cuando  menos  en  las  dos  terceras  partes  de  los  casos. 

Perioolitit  adhesiva  estenesanto.  —  El  Dr.  Pothbrat  :  Voy  á  ocuparme  de 
nn  caso  comunicado  por  el  Dr.  Delangre.  La  enferma,  de  veintiún  años, 
sin  antecedentes  morbosos,  padecía  desde  hacia  bastante  tiempo  crisis  do- 
lorosas  abdominales.  Estas  crisis  se  repetían  cada  tres  meses  é  i  ban  acom- 
pañadas de  Yómitoa.  El  vientre  estaba  abombado,  los  dolores  eran  difusos, 
DO  habla  localización  en  el  punto  de  Mac  Burney.  Se  practicó  la  laparoto- 
mía lateral,  encontrándose  el  apéndice  sano  y  el  colon  ascendente  sujeto 
por  bridas  numerosas.  Destruidas  éstas,  el  intestino  recobró  su  volumen 
ordinario.  El  Dr.  Delangre  hizo  por  precaución  el  desagüe  y  á  los  dieci- 
ocho días  la  enferma  estaba  completamente  curada,  no  habiendo  vuelto  á 
padecer  las  crisis  dolorosas. 

Enterocelitis  y  tpendleitit.  —  El  Dr.  Broca  :  Esta  cuestión  interesante  ha 
sido  discutida  de  nuevo  en  la  Academia  de  Medicina.  Es  preciso  ante  todo 
saber  con  exactitud  lo  que  debe  entenderse  por  enteritis.  En  ciertos  casos 
los  síntomas  son  claros;  en  otros  no  sucede  así  y  uno  de  ellos,  en  particu- 
lar la  diarrea,  suele  depender  de  la  apendicitis  concomitante.  En  los  ni- 
ños, sobre  todo,  es  preciso  tener  en  cuenta  la  infección  que  se  sobreañade 
á  la  enteritis  de  marcha  aguda  ó  crónica.  Guando  se  practica  la  apendi- 
cectomla  se  ve  en  ocasiones  desaparecer  espontáneamente  la  enteritis;  en 
algunos  enfermos  es  necesario  recurrir  á  un  tratamiento  médico.  Es  muy 
difícil  decir  en  la  actualidad  en  qué  proporciones  coexisten  las  enteritis  y 
las  apendicitis,  y  cuál  es  la  proporción  de  éxitos  obtenidos  con  la  apendi- 
cectomla,  porque  existen  muchas  causas  de  errores  que  impiden  hacer  un 
diagnóstico  exacto. 

Herida  del  cuello  por  arma  do  fuego.  —  El  Dr.  Picqué  :  La  enferma  objeto 
de  esta  observación  recibió  en  la  región  cervical  izquierda  un  disparo  de 
revólver.  Media  hora  después  ingresó  en  el  hospital.  Se  comprendió  al 
punto  que  estaba  interesado  un  vaso  grueso  y  se  practicó  la  incisión  clásica 
de  la  ligadura  de  la  carótida.  Se  extrajeron  varios  coágulos  y  al  punto  se 
produjo  una  hemorragia  abundante  procedente  de  la  carótida  primitiva, 
que  estaba  seccionada  por  completo,  y  de  lá  yugular  interna  que  presenta- 
ba una  perforación  en  su  cara  anterior.  La  arteria  se  ligó  y  en  la  vena  se 
practicó  una  sutura  lateral ;  como  el  estado  de  la  enferma  era  alarmante 
á  causa  de  la  pérdida  de  sangre,  se  hicieron  inyecciones  intravenosas  de 
suero  artificial.  A  las  dos  horas  de  operada  la  enferma,  se  observó  hemi- 
plegia  del  lado  derecho.  La  hemiplegia  principió  á  desaparecer  á  los  quin- 
ce días  y  en  la  actualidad  esta  mujer  se  encuentra  casi  completamente 
carada. 
(Se  suspenden  leu  eeeUmea  hasta  el  mes  de  ocUiAre).  —  F.  Tolbdo. 


424 

i 

XV   CONGRESO   INTERNACIONAL    DE   MEDICINA 

Cdébrado  «n  LUhoa  del  19  al  26  de  Abril  dé  1906. 
(ContinuaeiÓD). 

Sebre  las  perforacionot  agudas  del  conducto  gattro-intattinal.  —  El  doctor 
TiLLMANN  :  Voy  á  exponer  loe  resnltados  de  mi  experiencia  basada  en  53 
intervenciones  practicadas  en  casos  de  perforaciones  agudas  del  estómago^ 
intestino  y  yesicula  biliar.  Mis  éxitos,  cada  Tez  más  numerosos  desde  que 
intervengo  de  un  modo  más  precoz,  demuestran  que  las  condiciones  del 
éxito  son  la  precocidad  del  diagnóstico  y  la  sencillez  de  la  operación. 

El  primer  síntoma  de  la  perforación  de  la  úlcera  gástrica  es  á  menudo 
una  sensación  de  plenitud  sentida  por  el  enfermo  en  la  región  epigástrica, 
sensación  que  hace  al  enfermo  tomar  un  purgante ;  loe  vómitos  existen 
también  al  principio,  pero  cesan  cuando  el  enfermo  toma  alimentos  ó  lí- 
quidos. En  la  perforación  del  apéndice  los  vómitos  repetidos  son  completa- 
mente característicos. 

Desde  el  punto  de  vista  etiológico,  el  traumatismo  no  desempeña  tan  gran 
papel  como  el  que  se  le  concede  de  ordinario. 

La  úlcera  de  estómago  presenta  en  la  mayor  parte  de  loe  casos  una  per- 
foración rodondeada  del  tamafio  de  una  lenteja,  cuyos  bordes  están  des* 
provistos  de  mucosa  en  una  extensión  de  varios  milímetros.  Así  que  cuan* 
do  se  quiere  suturar  tal  perforación,  es  necesario  hacer  una  incisión  exten- 
sa hasta  pleno  tejido  sano. 

La  perforación  del  apéndice  se  produce  con  frecuencia  por  estallido  del 
órgano  distendido;  asi  lo  comprueban  los  orificios  del  tamafio  de  una  ca- 
beza de  alfiler  que  se  observan  en  la  operación. 

Gomo  en  estos  casos  de  perforación  la  intervención  debe  ser  lo  más  rá* 
pida  y  sencilla  posible,  se  puede  preguntar  si  debe  completarse  con  gran- 
des lavados  del  peritoneo  con  la  disolución  fisiológica.  He  hecho  construir 
un  aparato  eléctrico  que  me  permite  tener  siempre  en  reserva  día  y  noche, 
á  la  temperatura  deseada,  dicha  disolución. 

Todas  las  perforaciones  que  he  podido  operar  en  las  sesenta  primeras  ho- 
ras han  curado.  En  los  8  casos  en  que  intervine  por  perforación  de  úlcera 
gástrica,  uno  sólo  que  operé  en  las  seis  primeras  horas  de  la  perforación 
curó;  otro  operado  á  las  veinticuatro  horas  y  que  tenía  una  vasta  úlcera, 
sucumbió  á  causa  de  la  hemorragia ;  otro  operado  á  las  treinta  horas,  vi- 
vió quince  días  y  murió  de  pihemia;  todos  los  demás  sucumbieron  de  peri- 
tonitis. 

En  resumen,  las  causas  que  se  han  invocado  hasta  ahora  para  explicar 
las  neumonías  que  suceden  con  tanta  frecuencia  á  las  laparotomías,  están 
lejos,  según  creo,  de  convenir  para  todos  los  casos.  He  observado  neumo- 
nías que  no  sobrevienen  á  consecuencia  de  lesiones  traumáticas  ú  operato- 
rias del  intestino,  y  creo  que  en  estos  casos,  por  lo  menoe,  se  puede  hacer 
intervenir  una  embolia  pulmonar,  cuyo  punto  de  partida  es  la  abertura  de 
los  conductos  quilíferos  y  que  sigue  la  vía  del  conducto  tor^ico. 


425 

El  prolapso  roctal,  tu  patogonlt  y  trataiiiioiito.*-El  Dr.  N.  Napolkou:  Con* 
Tiene  distinguir  el  prolapso  de  la  maeosa  rectal  7  el  prolapso  del  recto.  El 
primero  depende  siempre  de  ^a  inflamación  catarral.  El  tratamiento  debe 
ser  dirigido  contra  este  proceso.  La  simple  excisión  de  los  pliegues  maco- 
sos  prolapsados  snele  ser  insuficiente ;  se  obtiene  mejor  resaltado  por  la 
torsión  de  la  mucosa  á  180^ 

El  prolapso  del  recto  no  es  mis  que  una  hernia  perineo-rectal.  Las  con- 
diciones de  su  eTolución  son:  el  descenso  de  la  ezcayación  vésico-rectal,  la 
atonía  de  la  musculatura  del  recto  y  la  debilidad  de  los  músculos  de  la 
pared  inferior  de  la  pelris.  La  longitud  del  conducto  perineo- rectal,  que 
está  destinado  en  estado  fisiológico  al  paso  del  recto,  se  acorta  en  este  pro- 
lapso. 

En  el  cadáver  se  puede  producir  con  facilidad  el  prolapso  del  recto  au- 
mentando la  presión  abdominal  interna.  Para  el  tratamiento  se  recurre  al 
tipo  de  las  operaciones  radicales  de  hernias,  que  consiste  en  la  supresión 
del  saco  peritoneal,  en  la  plegadura  longitudinal  de  la  muscular  sobre  la 
pared  anterior  del  recto,  en  la  plegadura  transversal  j  en  la  sutura  de  los 
bordes  medios  de  los  músculos  elevadores  del  ano. 

Cirugía  arterial  y  venosa.  —  El  Dr.  Abct  Powkb:  Durante  los  últimos 
afios,  la  cirugía  de  los  vasos  sanguíneos  ha  realizado  indudablemente 
grandes  progresos,  gracias,  sobre  todo,  á  los  conocimientos  más  exactos 
del  mecanismo  de  la  circulación  sanguínea  y  de  la  manera  como  se  regula. 

El  primer  efecto  que  han  producido  estas  nuevas  nociones  ha  sido  escla- 
recer la  patogenia  del  shok  y  del  colapso  quirúrgico  y  hacer  más  racional 
el  tratamiento  de  estos  accidentes.  Desde  este  punto  de  vista  conviene  re- 
cordar las  investigaciones  de  Crile  sobre  la  acción  de  la  estricnina,  del  al* 
cohol,  del  nitrito  de  amilo,  de  la  digitalina,  de  las  inyecciones  de  la  diso- 
lución fisiológica  de  cloruro  sódico,  de  la  adrenalina,  etc.,  y  sobre  el 
empleo  del  <( traje  neumático'  como  medio  de  mantener  la  presión  sanguí- 
nea á  nivel  constante. 

Para  la  ligadura  de  las  arterias  prefiero  la  seda  enrollada  en  bobinas  de 
cristal,  y  que  se  ha  hervido  previamente  un  cuarto  de  hora  por  lo  menos. 
Desconfío  del  catgut,  aunque  haya  sido  preparado  cuidadosamente. 

En  lo  que  se  refiere  al  tratamiento  de  los  aneurismas,  un  método  nuevo, 
recomendado  hace  algunos  afios,  había  hecho  concebir  grandes  esperanzas. 
Me  refiero  á  las  inyecciones  subcutáneas  de  gelatina,  que  se  tiende  hoy  á 
abandonar. 

En  la  cirugía  de  las  varices,  la  operación  de  Trendelenburg,  sencilla  y 
rápida,  ha  realizado  un  gran  progreso.  Esta  intervención  no  está,  sin  em- 
bargo, indicada  más  que  para  las  varices  relativamente  poco  desarrolla- 
das; y  por  lo  que  á  mí  se  refiere,  no  he  obtenido  éxitos  en  casos  de  varico- 
sidades capilares  extensas,  cuando  toda  la  extremidad,  desde  el  muslo 
hasta  el  pié,  está  como  jaspeada,  ni  en  los  que  no  existían  más  que  una  ó 
dos  dilataciones  varicosas,  pero  muy  gruesas. 

Paralelamente  al  progreso  de  la  cirugía  de  las  varices  del  miembro  infe- 
rior, la  del  varícocele  ha  experimentado  también  una  modificación  radical 
desde  que  la  aplicación  de  la  antisepsia  y  de  la  asepsia  ha  permitido  abor- 
dar directamente  y  sin  peligro  los  vasos  venosos  y  sustituir  á  los  antiguos 


426 

tratamientos  la  ligadura  ai  desea bierto  de  los  plexos  dilatados,  con  ó  sin 
resección.  Desde  hace  algunos  afios  practico  la  ligadura  y  la  excisión  sobre 
las  Tenas  espermáticas  (incisión  al  nivel  del  anillo  inguinal  externo)  mejor 
que  sobre  los  plexos  pampiniformes. 

El  Dr.  Garbé  :  Para  las  ligaduras  prefiero  la  seda  muy  fina  heryida  en 
una  disolución  de  sublimado,  y  reservo  el  catgut  para  las  suturas  de  higa- 
do  y  rifión.  En  el  varicocele  practico  la  excisión  completa  de  las  venas  del 
cordón  con  ligadura  muy  alta. 

El  Dr.  Fbijóo:  Empleo  siempre  la  seda  hervida  en  disoluciones  fénica- 
das  ó  el  catgut  yodado. 

Intervenelén  quirúrgica  en  las  nofritit  médicts.— El  Dr.  A.  Poüsson  :  Estu- 
diaremos sucesivamente :  1.^,  el  tratamiento  quirúrgico  de  las  nefritis  agu- 
das; 2.^,  el  tratamiento  quirúrgico  de  las  nefritis  crónicas. 

I.  Tratamiento  quirúrgico  de  las  nefriHa  agudas.  —  Las  operaciones  que  se 
han  opuesto  contra  estas  nefritis  son :  la  nefrectomla  parcial  ó  total ,  la  ne- 
frotomia,  la  decapsulación.  "Ea  fácil  comprender  el  modo  de  acción  de  las  ne- 
frectomlas.  La  nefrotomla  obra  disminuyendo  la  tensión  intrarrenal  y  pro- 
vocando una  abundante  depleción  sanguínea,  y  la*  expulsión  de  restos  epi- 
teliales que  obstruyen  los  canalillos.  El  efecto  de  la  decapsulación  se  re- 
duce á  suprimir  la  compresión  del  rifión. 

La  mortalidad  operatoria,  relativamente  pequeña  (15*4  por  100),  y  la  per- 
sistencia de  los  resultados  terapéuticos,  legitiman  la  intervención  en  laa 
nefritis  agudas,  pero  sólo  en  los  casos  graves  y  después  de  fracasar  los  me- 
dios médicos. 

Las  indicaciones  y  contraindicaciones  de  la  intervención  no  pueden  ex- 
ponerse de  un  modo  definitivo  en  el  estado  actual  de  nuestros  conoci- 
mientos. 

La  nefrotomla  es  la  operación  preferible  en  el  tratamiento  quirúrgico  de 
las  nefritis  agudas,  porque  asegura  mejores  resultados  próximos  y  lejanos. 
La  nefrectomla  debe  reservarse  para  los  casos  en  que  existen  lesiones  pro- 
fundas y  extensas  de  un  solo  riñon.  La  decapsulación,  empleada  hasta  hoy 
muy  pocas  veces,  es  muy  inferior  á  la  sección  del  parenquima. 

II.  Tratamiento  quirúrgico  de  loa  nefritis  crónicas,  —  Este  tratamiento  es 
paliativo  ó  curativo. 

El  tratamiento  paliativo  se  propone  combatir  las  hematurias,  los  dolo- 
res, las  crisis  urémicas,  y  las  operaciones  de  que  dispone  son :  la  nefrecto- 
mla, la  nefrotomla,  la  nefrolisis,  la  decapsulación. 

El  modo  de  acción  de  la  nefrectomla  en  las  nefritis  hematúricas  y  dolo- 
rosas  se  comprende  fácilmente,  pero  es  más  difícil  comprenderle  en  las 
crisis  urémicas.  Se  explica  por  la  existencia  de  un  reflejo  renorrenai  que, 
suprimido  después  de  la  ablación  del  rifión  enfermo,  permite  al  compafiero 
volver  á  desempeñar  sus  funciones. 

La  nefrotomla  obra  en  las  nefritis  dolorosas  suprimiendo  la  compresión 
y  la  estrangulación  del  parenquima  en  su  cápsula.  En  las  nefritis  hemo- 
rrágicas  obra  también  suprimiendo  la  compresión  y  permitiendo  de  este 
modo  á  la  circulación  renal  regularizarse  en  todo  el  parenquima  y  resta- 
blecerse la  inervación.  En  las  crisis  urémicas  obra  también  principalmente 
suprimiendo  la  hipertensión  intraparenquimatosa,  que  trastorna  la  fun- 


427 

€ión  de  loB  epitelios.  La  nefrolisis  obra  corrigiendo  la  estraognlación  renal 
por  la  diflcisión  de  la  cápsula  adiposa  esclerosada  y  adherida  á  loe  tejidos 
próximos.  Por  último,  la  decapsalación  obra  disminuyendo  la  congestión 
renal  y  favoreciendo  el  desarrollo  de  una  yascularización  complementaria. 
Bl  tratamiento  quirúrgico  de  las  nefritis  dolorosas  y  hemorrigicas  ha 
pasado  en  la  actualidad  á  la  práctica.  La  nefrotomia  para  una  ú  otra  de 
estas  nefritis  debe  preferirse  á  la  nefrectomia  demasiado  radical,  á  la  ne- 
frolisis y  á  la  decapsul ación. 

La  intervención  en  las  crisis  urémieas  da  una  mortalidad  de  28'6  por  100, 
mortalidad  relativamente  pequefia  si  se  tiene  en  cuenta  el  estado  grave  de 
los  operados. 

Aunque  no  cura  de  un  modo  definitivo  la  enfermedad  de  Bright,  pro- 
duce mejorías  de  larga  duración.  La  operación  sólo  debe  practicarse  cuan- 
do hayan  fracasado  los  medios  médicos,  sin  esperar,  no  obstante,  á  que  sea 
acentuada  la  fase  tóxica  y  á  que  el  miocardio  en  particular  haya  sido  ata- 
cado. 

Aunque  la  mortalidad  operatoria  de  la  nefrotomia  sea  más  elevada  que 
la  de  la  decapsulación,  lo  que  se  debe  indudablemente  á  la  gravedad  de 
los  casos  incindidos,  debe  darse  la  preferencia  á  la  primera,  que  es  la  única 
que  combate  todos  loé  factores  patogénicos  de  las  crisis  urémieas.  Es  útil 
combinar  la  nefrotomia  con  la  decapsulación,  y  en  los  casos  de  interven- 
ción bilateral  se  harán  en  un  lado  las  dos  operaciones  y  en  el  otro  sólo  la 
decapsulación. 

El  tratamiento  curativo,  cuya  idea  pertenece  á  Edebohls,  se  funda  en  el 
papel  aislador  atribuido  á  la  cápsula  propia  del  rifión,  la  que,  suprimida, 
permite  á  los  vasos  periféricos  penetrar  en  su  parénquima  y  anastomosarse 
con  los  de  su  propia  substancia.  El  desarrollo  de  esta  red  anastomótica 
entre  los  rasos  del  rifión  y  los  de  su  cápsula  ha  sido  negada  por  numerosos 
experimentadores,  pero  la  han  observado  otros;  todos  estos  experimentos 
no  tienen  más  que  un  valor  relativo,  porque  no  se  puede  deducir  de  lo  que 
pasa  con  el  rifión  sano  de  un  animal  lo  que  ocurre  en  el  mismo  órgano  en- 
fermo del  hombre;  en  loque  se  refiere  á  las  pocas  autopsias  de  enfermos 
anteriormente  tratados  por  la  decapsulación,  todas  son  negativas,  excepto 
una  de  Edebohls. 

Los  resultados  inmediatos  de  la  decapsulación  en  el  período  de  estado 
de  la  enfermedad  de  Bright  son  de  6'66  por  100  en  las  estadísticas  hechas 
con  las  operaciones  practicadas  por  varios  cirujanos  y  de  9  por  100  en  la 
estadística  personal  de  Edebohls.  Los  resultados  lejanos  son  también  muy 
satisfactorios. 

La  decapsulación  es  la  única  operación  racional  que  permite  esperar  la 
cura  radical  de  las  nefritis  crónicas,  pero  será  útil,  con  objeto  de  asegu- 
rarse de  un  modo  más  rápido,  si  no  más  efectivo,  el  retorno  de  la  función 
renal,  practicar  la  nefrotomia  unilateral. 

£1  Dr.  GioBDANo:  La  medicina  pierde  sus  derechos  en  las  nefritis  cuando 
parece  impotente  para  conjurar  los  peligros  inmediatos  ó  detener  su  evo- 
lución. El  cirujano  interviene  eficazmente : 

I."*  Volviendo  á  su  sitio  los  rifiones  dolorosos  en  ectopia. 

2."  Desbridando  — ó  desprendiendo — la  cápsula,  contra  la  que  el  paren- 


428 

quima  ingurgitado  se  eairaogola  en  Us  üuet  agudas,  ó  que  esirangola  por 
reiraeei6n  al  parénqnima  en  las  formas  crónicas. 

8.*  lacindiendo  el  parénqnima. 

Los  buenos  efectos  de  la  intervención  son,  al  parecer,  debidos:  á  la  ma* 
lasEación  operatoria  del  órgano,  qne  desobstmje  mecánicamente  los  ca- 
naliilos  excretores;  á  la  sangría  local;  al  laiigato^  qne  acelera  la  cirenla* 
ción  j  la  función ;  al  desprendimiento  del  rifión  estrangulado  ó  dislocado. 
Los  métodos  que  tienden  á  dislocar  el  riftón  en  el  peritoneo  son  rechasables 
a  priari.  La  circulación  colateral  no  es  el  objeto  de  la  interrención,  aun- 
que la  nefrolisis  esté  indicada  en  ciertos  casos  de  adherencias  yicioeas, 
aunque  muy  Tascnlares. 

La  decapsulación  da  mejores  resultados:  en  las  formas  agudas  post  in- 
fecciosas que  pueden  ocasionar  la  anuria,  ó  producir  la  supuración,  ó  ha- 
cerse crónicas;  en  los  periodos  agudos  de  una  nefritis  crónica.  La  decapsu- 
lación está  indicada  también  en  las  nefritis  hemorrágicas  agudas  rebeldes 
al  tratamiento  interno.  En  las  hemorragias  crónicas  ó  recidivantes  es  pre- 
ferible recurrir  á  la  nefrotomia,  incindiendo  principalmente  el  polo  infe* 
ríor. 

En  las  formas  bilaterales  es  mejor  interrenir  en  ambos  lados.  La  rápidas 
de  la  interrención  da  un  coeficiente  elevado  de  éxitos:  rápida  alivia  el 
rifión;  prolongada  le  sobrecarga  de  trabajo  con  los  residuos  tóxicos  (nar- 
cóticos, cadáveres  y  toxinas  celulares)  introducidos  ó  puestos  en  libertad 
durante  las  maniobras  operatorias. 

El  Dr.  J.  Albabbah:  Es  posible  separar  algo  artificialmente  las  nefritis 
y  pielonefritis  agudas  infecciosas  y  las  toxémicas. 

En  las  pielonefritis  infecciosas  agudas,  uni  ó  bilaterales,  el  tratamiento 
médico  basta  las  más  de  las  veces  para  curar  los  enfermos.  En  caso  de  le- 
siones unilaterales  graves  con  abscesos  miliares  diseminados,  creo  que  la 
nefrectomia  es  casi  siempre  la  operación  preferible;  he  hecho  tres  veces  en 
estos  casos  la  nefrotomia,  y  á  los  pocos  días  tuve  que  practicar  la  nefrec- 
tomia; en  otro  enfermo  practiqué  desde  luego  esta  última  operación.  Los 
cuatro  enfermos  curaron.  En  la  pielonefritis  aguda  infecciosa  bilateral 
grave,  si  el  enfermo  es  joven,  puede  practicarse  la  nefrostomia  doble.  En 
los  individuos  con  afección  urinaria  antigua,  es  mejor  no  operar. 

He  practicado  la  nefrostomia  en  dos  casos  de  nefritis  sobreaguda,  uno 
de  anuria  escarlatinosa  y  otro  de  oliguria  consecutiva  á  la  intoxicación  por 
el  sublimado :  los  dos  enfermos  murieron  sin  que  la  operación  modificara 
su  estado. 

En  las  nefritis  agudas  ó  su  bagadas  toxémicas,  cuando  los  fenómenos  de 
oliguria  y  de  uremia  se  hacen  inminentes,  debe  recurriree  á  la  interven- 
ción quirúrgica,  de  preferencia  á  la  nefrostomia. 

En  las  nefritis  crónicas  hay  que  distinguir  las  parcelarias  de  las  difusas 
poco  avanzadas. 

En  las  nefritis  parcelarias  hemorrágicas  todas  las  intervenciones  produ- 
cen éxitos,  y  desde  hace  tiempo  opino  qne  obran  sobre  todo  por  las  modi- 
ficaciones nerviosas  que  determinan ;  en  estos  casos  practico  del  modo  más 
posible  el  deecortesamiento  del  rifión,  procurando  dejar  libre  el  pedículo 
para  practicar  la  enervación  parcial  de  dicho  órgano.  Creo  además  nece- 


429 

• 

sario  incindir  iBxtensamente  el  rifión  para  explorarle  y  comprobar  el  diag- 
nóstico. En  cinco  de  mis  operados  por  nefritis  parcelaria  hemorvágica  he 
observado,  despnés  de  contenida  la  pérdida  de  sangre,  la  continuación  de 
la  nefritis,  y  en  dos  enfermos  la  recidiva  ulterior  de  la  hemorragia. 

En  ciertos  casos  de  nefritis  crónicas  pnede  esperarse  que  la  interrenoión 
quirúrgica  modifique  los  episodios  agudos  de  uremia  más  rara  ves  que  sea 
útil  eo  loe  edemas  extensos.  La  mejor  operación  en  estos  casos  es  al  parecer 
la  nefrostomia.  En  tales  enfermos  la  operación  es  gravísima  y  sólo  esti 
justificada  cuando  los  accidentes  se  hacen  alarmantes  á  pesar  de  los  recur- 
sos de  la  Medicina. 

Excepto  en  las  fases  agudas  de  las  nefritis  crónicas,  en  los  accidentes  he- 
morrágicos  y  en  los  dolores  el  efecto  de  la  operación  sobre  la  marcha  ulte- 
rior de  la  nefritis  no  está  al  parecer  demostrado.  He  visto  en  tres  enfer- 
mos que  la  nefritis  seguía  su  marcha,  sin  que  la  enfermedad  fuera  modifi- 
cada por  la  intervención  operatoria. 

Los  resultados  que  he  obtenido  están  al  parecer  conformes  con  la  teoría; 
es  imposible  comprender  que  la  circulación  sanguínea  precaria  que  se  ve* 
rifica  á  través  de  la  cápsula  neoformada,  puede  modificar  el  proceso  de  ne- 
fritis que  no  depende  de  una  lesión  local.  Los  hechos  citados  no  permiten 
juzgar  definitivamente  el  valor  del  tratamiento  quirúrgico  de  las  nefritis ; 
estamos  en  el  período  de  registrar  qbservaciones,  pero  lo  que  he  visto  no 
me  ilusiona  para  que  podamos  detener  la  evolución  de  las  nefritis  crónicas. 

El  Dr.  Pastrad  :  Oreo  que  la  primera  deducción  que  debe  sacarse  de  las 
numerosas  observaciones  publicadas  hasta  aquí,  es  que  la  intervención 
quirúrgica  pnede  por  sí  sola  dar  buenos  resultados  en  ciertos  casos  de  ne- 
fritis médicas  en  las  que  todos  los  otros  medios  de  tratamiento  son  inac- 
tivos. Si  la  operación  no  cura,  por  lo  menos  es  capaz  de  contener  momen- 
táneamente la  evolución  de  las  lesiones  y  mejorar  el  estado  del  enfermo. 

Pero  la.decapsulación  no  basta  siempre,  aun  cuando  se  haya  practicada 
de  la  mejo^  manera  posible  y  cuando  hay  hematnria  grave,  piuría  abun- 
dante, anuria  ó  oliguría  muy  marcada,  es  preferible  afiadir  la  nefrostomia 
y  el  desagüe  de  la  pelvis  renal  á  la  decapsulación. 

En  casos  de  decapsulación  es  preciso  siempre  dejar  al  rifión  libre  de  su 
cápsula  adiposa  hasta  el  nivel  del  pedículo  y  después  separar  por  completa 
la  cápsula  propia  del  tejido  renal. 

Tratamiento  do  loo  fibromao  dot  útero.— Los  Dres.  Rodvillb  v  Tüpfieb  :  El 
tratamiento  médico  de  los  tumores  del  útero  es  sólo  sintomático  y  tiene 
por  objeto  calmar  el  dolor  y  contener  la  hemorragia,  lo  único  que  puede  es- 
perarse de  él.  Está  indicado  en  los  casos  de  contraindicaciones  transitorias 
ó  absolutas  del  tratamiento  quirúrgico.  Cuando  la  intervención  radical  era 
grave,  las  operaciones  paliativas  tenían  una  importancia  grandísima,  pera 
hoy  no  sucede  así  porque  el  pronóstico  de  dicha  intervención  es  más  be- 
nigno. De  todas  las  operaciones  paliativas,  la  que  se  emplea  y  seguirá  em- 
pleándose más  es  la  castración  ovárica. 

Respecto  al  tratamiento  curativo  de  los  fibromas,  sus  indicaciones  gene- 
rales pueden  resumirse  en  pocas  palabras.  Todo  fibroma  de  desarrolla 
rápido  debe  ser  extirpado.  Todo  fibroma  que  no  aumenta  de  volumen  ni 
produce  accidente  debe  ser  respetado.  Todo  fibroma  que  por  su  presencia 


430 

prorocm  fenómenos  de  compresión  Teeical,  oreterel  ó  inteetínml,  ó  qne  orí* 
gina  pérdidas  san^oeas  ó  serosas  abnndantfsimas  y  repetidas^  que  eom- 
prometen  la  salad  de  las  enfermas,  debe  ser  extirpado. 

Ai  lado  de  estas  indicaciones  sacadas  de  las  complicaciones  que  proroea 
el  fibroma,  debemos  colocar  las  contraindicaciones  generales  qne  resoltan 
del  estado  de  la  enfeyna.  Las  dos  complicaciones  más  frecnentes  son:  la 
*  albnminnría  y  la  caquexia,  qne  hacen  problemático  el  resaltado  de  toda  in* 
terrención  operatoria.  El  estado  funcional  del  rifión  se  impone  en  las  al* 
bnminúríeas  y  siempre  que  no  se  demuestre  que  este  filtro  basta  para  la 
eliminación  del  cloroformo  y  de  los  productos  de  desorganización  qne  ae 
expulsan  después  de  una  operación,  debe  desecharse  ésta,  sobre  todo  si  loe 
accidentes  que  la  exigen  no  son  de  urgencia  absoluta. 

La  anemia,  la  septicemia  lenta,  son  indicaciones  para  la  intervención 
rápida,  igual  que  ocurre  muchas  veces  con  los  trastornos  cardiacas.  No  es 
posible  dar  una  regla  fija  sobre  la  importancia  que  debe  concederse  á  la 
menopausia  desde  el  punto  de  vista  de  la  oportunidad  de  la  intervención; 
Taria  según  los  casos. 

En  la  actualidad  se  emplean  dos  métodos  curativos  de  los  fibromas.  La 
ablación  del  tumor  y  del  órgano  que  le  contiene,  es  decir,  la  histerectomía, 
que  se  practica  por  la  vagina  ó  por  el  abdomen.  La  ablación  del  tumor 
sólo  conservando  el  órgano  y  la  función,  es  decir,  la  enucleación,  que  pue- 
de ser  vaginal  ó  abdominal. 

El  tratamiento  conservador  debe  considerarse  como  preferible  en  loe 
casos  de  fibroma;  la  enucleación  debe  preferirse,  siempre  que  sea  posible,  á 
la  histerectomía,  -y  puede  practicarse  en  las  mujeres  jÓTenes  con  fibromas 
pequeftos  ó  medianos  y  poco  nnmerosoe.  La  enucleación  vaginal  debe  prac* 
ticarse  sólo  en  los  fibromas  que  sobresalen  en  la  cavidad  del  útero,  áloe 
que  es  £4eil  llegar  haciendo  una  incisión  cervical.  La  transvaginal  única- 
mente está  indicada  en  loe  fibromas  pequefios  supravaginales  anteriores  y 
posteriores,  accesibles  con  facilidad  después  de  la  incisión  del  fondo  de 
saco  correspondiente. 

La  enucleación  abdominal  tiene  indicaciones  más  extensas.  El  volumen 
del  fibroma  no  es  una  contraindicación.  La  localización  del  tumor  cerca 
de  1*  trampa  ó  «n  la  parte  posterior  y  lateral  del  cuello,  exige  alganas  pre- 
cancionast  macoed  áias  fioalas  es  posible  euuclearie  sin  peligros;  la  incisión 
uterina  de  acceso  debe  practicarse  lo  más  lejos  posible  de  los  pedículos 
vasculares  de  la  matris.  El  número  de  fibromas  no  puede  fijarse ;  lo  que 
importa  más  es  el  sitio  recíproco  de  los  tumores;  si  es  preciso  hacer  varias 
incisiones  muy  cerca  unas  de  otras,  es  indispensable  adoptar  grandes  pre- 
cauciones para  colocar  y  apretar  los  hilos  y  hasta  desechar  á  veces  la  ope- 
ración. Sólo  se  renunciará  á  la  enucleación  cuando  los  fibromas  múltiples 
sobresalen  debajo  de  la  mucosa  áel  útero  y  están  adheridos  á  este  órgano- 
en  uua  gran  extensión.  Las  relaciones  de  los  fibromas  con  el  parénqnima 
uterino  son  importantísimas;  las  induraciones  fibrosas  que  se  continúan 
por  todas  partes  con  el  parénqnima  del  útero,  sin  linea  divisoria,  exigen  la 
histerectomía  total.  En  la  induración  esclerofibroea  de  todo  el  órgano,  debe 
oracticarse  la  histerectomía  parcial.  El  estado  de  la  mucosa  merece  ser  te- 
do  en  cuenta  y  en  loe  casos  dudosos  es  indispensable  rasparla  antes  de 


431 

intervenir  y  hacer  el  examen  histológico  de  los  fragmentos;  la  histerecto- 
mia  total  se  impone  á  la  menor  dada. 

liOS  resaltados  inmediatos  en  la  enacleación  abdominal  son~faTorables; 
la  mortalidad  general  es  próximamente  de  275  por  100.  El  estadio  de  los 
resaltados  lejanos  prneba  qae  las  recidiyas  verdaderas  son  rarísimas,  y  qae 
la  majer  paede  concebir.  La  distocia  oonseoativa  á  la  operación  es  tan  rara 
qae  no  pnede  considerarse  como  ana  contraindicación. 

Las  indicaciones  de  la  histerectomia  yaginal  son  limitadísimas;  pnede 
practicarse  cnando  no  hay  complicación  por  parte  de  los  anejos,  el  útero 
fibromatoso  es  peqnefio,  móvil,  fácil  de  atraer  á  la  vagina,  ésta  es  amplia  y 
la  valva  dilatable;  es  preferible  á  la  histerectomia  abdominal  en  las  mn- 
jeres  obesas. 

La  histerectomia  abdominal  parcial  es  preferible  casi  siempre  á  la  total, 
por  ser  más  fácil,  más  rápida  y  menos  grave.  La  histerectomia  total  está 
indicada  cnando  el  cnello  se  halla  enfermo,  cnando  se  sospecha  la  degene- 
ración del  fibroma  y,  finalmente,  cnando  al  practicar  la  histerectomia  par* 
cial  se  rompe  ana  bolsa  pnralenta  qae  hace  necesario  el  desagüe  vaginal 
darante  macho  tiempo. 

Paede  elegirse  indistintamente  cnalqaier  procedimiento  al  practicar  la 
histerectomia  abdominal.  Debe  fandarse  en  la  distribnción  de  las  lesiones 
qae  se  descabren  despnés  de  la  laparotomía,  y  el  sentido  qnirúrgico  basta 
para  gaiar  al  operador.  Se  procarará  siempre  llegar  por  la  vía  más  fácil  á 
los  caatro  pedícalos  vascalares.  Los  anejos  enfermos  se  extirparán  antes, 
darante  ó  después  de  la  histerectomia,  según  sn  disposición,  sas  adheren* 
cias  y  la  naturaleza  de  sn  contenido.  La  conseryación  de  los  ovarios  es  dis- 
catible.  Deben  conservarse  si  la  majer  es  joven,  neurópata  y  si  parecen 
sanos.  La  coincidencia  de  nn  fibroma  con  el  embarazo  no  constituye  ana 
indicación  operatoria.  Si  el  tumor  no  ocupa  la  zona  uterina  que  debe  dila- 
tarse, no  suele  producir  accidente  alguno.  Loe  fibromas  que  han  provocado 
ya  un  parto  prematuro,  deben  ser  extirpados  por  enucleación,  á  ser  posi* 
ble,  y  estando  el  útero  vacio. 

Los  tumores  localizados  en  el  segmento  inferior  del  útero  deben  ser  enu- 
eleados  por  la  vagina,  aunque  machas  veces  no  dificultan  el  parto:  convie- 
ne, por  lo  tanto,  reconocer  de  cuando  en  cuando  á  las  enfermas  y  no  inter- 
venir hasta  el  momento  del  parto  si  queda  alguna  esperanza  de  evolución 
normal.  Guando  el  parto  no  es  posible,  se  impone  la  operación  cesárea,  y 
si  existe  un  sólo  fibroma  es  preferible  la  enucleación  á  la  histerectomia  in- 
mediata. 

El  Dr.  A.  Martín  :  Los  fibromas  del  útero  pueden  ser  tratados  por  el  mé- 
todo abdominal  ó  por  el  vaginal,  pndiendo  en  uno  ú  otro  caso  practicarse 
la  operación  radical  ó  la  conservadora.  El  método  abdominal  permite  exa- 
minar mejor  la  cavidad  del  abdomen,  y  á  causa  de  las  mejoras  introduci- 
das en  la  técnica  de  la  laparotomía,  presenta,  no  sólo  todas  las  garantías 
apetecibles  respecto  al  resultado  inmediato,  sino  que  permite  evitar,  hasta 
cierto  punto,  los  peligros  que  parecían  antes  inherentes  á  todas  las  opera- 
ciones abdominales.  La  sutura  metódica  de  las  paredes  del  abdomen,  capa 
por  capa,  é  incisión  abdominal  según  el  procedimiento  de  Pfannenstiel, 
han  disminuido  en  proporciones  considerable  el  número  de  las  hernias 


432 

poet  operatorias.  No  sacede  lo  mismo  con  otras  complicaciones  de  la  lapa- 
rotomía, adherencias  entre  el  epiplón  y  el  intestÍDo,  etc.  Aunque  fuera  po- 
sible evitar,  las  más  de  las  veces,  este  peligro,  no  es  menos  cierto  que  toda 
falta  de  asepsia  y  toda  manipulación  intempestiva  del  peritoneo  se  pagan 
caras  en  estos  casos. 

La  hlsterectomia  vaginal  exige  más  habilidad  por  parte  del  cirujano.  En 
cambio  permite  inspeccionar  en  su  mayor  parte  la  excavación  pelviana,  y  si 
se  practica  la  ventroscopia,  puede  examinarse  la  cavidad  del  abdomen.  Sea 
lo  que  fuere,  y  aunque  partidario  convencido  del  método  vaginal,  confiesa 
que  su  aplicación  debe  quedar  encerrada  en  ciertos  limites;  su  resultado  es 
problemático  cuando  hay  adherencias  en  la  parte  superior  del  tumor,  ad- 
herencias antiguas  y  resistentes  con  la  serosa  intestinal  ó  la  neoplasia  al 
ser  fragmentada  puede  originar  una  lesión  de  los  órganos  inmediatos.  Pre- 
fiero la  vía  abdominal  siempre  que  los  conmemorativos  y  el  reconocimiento 
de  la  enferma  (exploración  abdominal,  examen  de  la  temperatura  y  de  la 
sangre,  numeración  de  los  leucocitos,  etc.),  hacen  abrigar  algunas  dudas. 
La  estrechez  de  la  vagina  no  contraindica  por  sí  sola  el  empleo  del  método 
vaginal.  El  volumen  considerable  del  tumor  tampoco  es  un  obstáculo  para 
ello,  porque  el  inconveniente  se  remedia  fragmentando  la  neoplasia,  según 
aconsejaba  Pean. 

Excepto  en  los  casos  indicados,  creo  que  el  método  vaginal  es  mucho  más 
seguro  que  el  abdominal.  Las  operaciones  conservadoras  son,  á  mi  juicio, 
preferibles  á  las  radicales. 

El  Dr.  Pfannenstibl:  Boy  partidario  del  método  conservador  cuando  se 
trata  de  ovarios,  pero  no  participo  de  las  ideas  del  Dr.  Martin  en  lo  que  se 
refiere  al  útero.  Cuando  se  practica  sólo  la  enucleación  del  fibroma,  queda 
la  mucosa  enferma,  que  puede  ocasionar  hemorragias,  y  si  la  majer  concibe, 
es  susceptible  de  trastornar  la  inserción  del  óvulo  (inserción  velamentosa, 
placenta  previa).  Es,  por  lo  tanto,  preferible  extirpar  toda  la  mucosa  ute- 
rina, lo  cual  hecha  por  tierra  la  idea  de  la  operación  conservadora.  Convie- 
ne manifestar  que  el  resto  del  cuerpo  uterino  no  está  sano,  porque  los  fibro- 
mas se  desarrollan  en  úteros  afectados  de  inflamación  crónica.  Por  esta  ra^ón 
soy  partidario  del  método  radical,  pero  no  niego  que  en  algunos  casos  ex- 
cepcionales pueden  estar  indicadas  las  operaciones  conservadoras.  Respecto 
á  la  elección  entre  la  via  vaginal  y  la  abdominal,  creo  que  es  más  que  nada 
cuestión  de  hábito  del  operador.  Sin  embargo,  si  hay  infección  del  útero, 
la  vía  abdominal  está  contraindicada  en  absoluto. 

El  Dr.  SüÁRKz  DB  Gamboa  :  No  creo  que  la  enucleación  de  los  fibromas 
merezca  el  calificativo  de  operación  radical,  porque  su  ablación  no  previe- 
ne la  recidiva.  Respecto  á  la  coexistencia  del  fibroma  y  del  embarazo,  la 
considero  como  una  indicación  operatoria,  y  opero  en  cuanto  hago  el  diag- 
nóstico, práctica  que  prefiero  á  la  de  operar  durante  el  parto. 

El  Dr.  DoTBN  :  Los  fibromas  del  útero  deben  operarse  por  la  vagina,  re- 
servando la  vía  abdominal  para  los  casos  inoperables  por  el  método  vagi- 
nal. La  enucleación  del  fibroma  debe  reservarse  para  los  casos  en  que  sólo 
hay  un  tumor  y  es  fácil  su  enucleación  por  la  vaginal. 

El  Dr.  8.  Rbcasbns  :  Crbo  que  los  fibromas  deben  ser  extirpados,  más  que 
por  los  tumores  en  si,  por  las  complicaciones  que  originan.  Cuando  existe 


433 

nn  fibroma  que  no  origina  complicación  alguna  debe  practicarse  la  hifite- 
rectomla  parcial. 

El  Dr.  Oastillo  Rüu  :  En  cnestión  de  tratamiento  quirúrgico  de  los 
fibromas  uterinos  conriene  ser  ecléctico.  Oreo  preferible  la  extirpación 
por  la  vagina,  cuando  ésta  es  amplia  y  el  fibroma  poco  voluminoso^  siem- 
pre que  no  existan  adherencias  ni  complicaciones  de  los  anejos.  Prefiero  la 
histerectopdía  total,  que  pone  al  abrigo  de  la  degeneración  del  muflón. 

El^Dr.  J.  L.  Faurb  :  El  argumento  de  la  degeneración  cancerosa  del  mu- 
flón, que  se  invoca  contra  la  histerectomía  parcial  en  los  casos  de  fibroides 
uterinos,  tiene  poco  valor,  porque  sólo  se  presenta  en  el  1  por  100  de  los  ca- 
sos, 7  yo  jamás  la  be  observado.  Si  se  cree  que  el  desagüe  es  necesario— en 
los  fibromas  simples  lo  es  pocas  veces — no  hay  necesidad  para  ello  de  prac- 
ticar la  histerectomía  total,  porque  basta  cortar  de  un  tijeretazo  la  parte 
posterior  del  cuello  uterino  y  el  fondo  de  saco  vaginal. 

SigDificaeién  clínica  de  las  desviaoioDet  uteriDas.  —  La  Dra.  Luov  Waitb  : 
Para  estar  en  una  posición  normal  es  necesario  que  el  útero  sea  móvil,  y 
cuando  el  útero  móvil  no  está  afectado  de  metritis,  cuando  la  pelvis  se 
halla  en  estado  normal,  este  útero  puede  permanecer  en  cualquier  posición 
sin  que  se  presenten  síntomas  morbosos. 

Guando  se  lík  comprobado  una  desviación  uterina  posterior  se  necesita 
investigar  las  complicaciones,  como  la  metritis,  las  inflamaciones  circun- 
uterinas,  las  adherencias  consecutivas  ó  las  afecciones  de  los  ovarios  y  de 
las  trompas. 

El  diagnóstico  de  las  posiciones  del  úteft  no  puede  hacerse  por  los  sínto- 
mas subjetivos.  Así  la  menorragia,  los  dolores  en  el  dorso,  el  estrefiimien- 
to  crónico  y  los  dolores  pelvianos,  no  son  por  completo  síntomas  clásicos  de 
las  desviaciones  uterinas  posteriores,  porque  dichos  síntomas  se  encuentran 
en  gran  número  de  casos  de  desviaciones  uterinas  anteriores;  son  produci- 
dos por  complicaciones  sin  relación  con  la  posición  del  útero.  La  ameno- 
rrea, la  dismenorrea,  la  esterilidad  y  la  irritación  vesical,  no  son  síntomas 
clásicos  de  la  anteflexión,  como  se  dice  de  ordinario;  estos  fenómenos  son 
producidos  por  la  metritis  ó  por  la  inflamación  de  los  anejos  del  útero  que 
acompañan  á  la  anteflexión.  La  irritación  de  la  vejiga  es  producida  por  la 
cistitis,  consecuencia  de  la  congestión  pelviana  general. 

En  muchos  casos  de  dismenorrea  es  preciso  contar  con  el  estado  del  sis- 
tema nervioso  de  las  enfermas.  Se  observará  en  muchos  casos  que  la  flexión 
no  es  más  que  una  coincidencia.  Los  ginecólogos  deben  llevar  sus  investi- 
gaciones más  allá  de  la  pelvis  si  quieren  descubrir  la  verdadera  etiología 
de  muchos  síntomas,  de  los  que  los  más  marcados  se  manifiestan  quizá  en  la 
cavidad  pelviana. 

El  factor  principal  de  la  fijación  del  útero  son  las  adherencias  peritonea- 
les  y  perigenitales.  El  útero  puede  estar  asi  fijo  cuanto  á  la  posición  relati- 
va entre  el  cuerpo  uterino  y  el  hocico  de  tenca  por  la  inflamación  de  los 
mismos  tejidos,  es  decir,  por  la  metritis.  En  este  caso  el  tratamiento  ra- 
zonable que  debe  seguirse  cuando  la  matriz  está  fija  en  una  situación  pa- 
tológica, es  tratar  las  complicaciones,  que  son  la  verdadera  causa  de  los 
síntomas,  y  libertar  al  útero  para  colocarle  en  su  estado  original  de  mo- 
vilidad anatómica  y  fisiológica. 


434 

La  fijación  del  útero  por  medio  de  una  interyeBción  qnirúrgica  no  es 
más  que  la  anstitación  de  un  estado  patológlpo  por  otro. 

Tratamientt  dtl  oincer  del  eoellt  oterino.  —  El  Dr.  J.  L.  Faubb  :  Es  nece- 
sario renunciar  á  toda  tentativa  de  cnra  radical  del  cáncer  del  cuello  del 
útero  en  los  casos  en  que  la  movilidad  no  es  perfecta.  Cuando  el  útero  es 
muy  móvil  es  preciso  practicar  la  histerectomia  abdominal  total. 

Se  practicará  de  un  modo  sistemático  la  ligadura  de  las  arterias  hipogás- 
tricas  para  economizar  tiempo,  sangre  y,  sobre  todo,  para  ver  con  claridad 
durante  la  operación.  El  tiempo  capital  de  ésta  es  el  aislamiento  déla  re- 
gión pericervical  y  la  disección  de  los  uréteres,  que  es  necesario  ver.  Lii 
sección  de  la  vagina  se  hará,  siempre  que  sea  posible,  después  de  la  oblite- 
ración por  piDzas  cortas.  El  vaciamiento  pelviano  es  ilusorio  y  agrava  mu- 
cho el  pronóstico  operatorio.  Basta  extirpar  los  ganglios  laterales  si  pue- 
den descubrirse  sin  grandes  investigaciones.  La  extirpación  del  útero  y  de 
una  parte  de  la  vagina  después  de  la  desinserción  vaginal  en  un  primer 
tiempo  perineal,  facilita  mucho  la  extirpación  abdominal  de  loe  uréteres, 
porque  deja  al  útero  libre  de  sus  inserciones  inferiores  y  permite  atraerle 
hacia  arriba.  Es  quizá  la  operación  del  porvenir.  —  F.  Tolbdo. 

{OfjnelidrtS). 


800IBDAD   DB  MEDICINA   Dft   BEBLÍN 
Suión  dd  dia  26  de  Jtdio  de  1906, 

De  la  apendlcltis.  —  El  Dr.  Jaime  Israel  dice  que  respecto  al  problema  de 
si,  después  de  pasado  felizmente  un  ataque  de  apendicitis,  se  debe  operar  en 
frío,  hay  que  resolver  según  el  estado  del  paciente  en  dicho  intervalo  libre. 
Podemos  distinguir  dos  grupos :  el  primero  comprende  los  casos  en  que  el 
ataque  ha  dejado  residuos;  el  segundo,  aquellos  en  que  no  han  quedado. 
Ahora  bien,  asi  como  en  el  primer  grupo  los  residuos  que  hayan  quedado 
son  los  que  han  de  influir  en  nuestra  conducta,  en  el  segundo  sólo  una  es- 
tadística muy  numerosa  es  la  que  puede  enseñarnos  qué  grados  de  proba- 
bilidad existen  de  que  pueda  repetir  el  ataque. 

Aun  dentro  del  primer  grupo  podemos  distinguir  cuatro  casos:  1.%  los 
que  presentan  síntomas  crónicos  de  parte  del  apéndice ;  2.®,  aquellos  en 
que  á  pesar  de  no  haber  síntomas  subjetivos,  existe  sensibilidad  á  la  pre* 
sión  en  la  región  ileocecal,  con  ó  sin  distensión  gaseosa;  8.°,  los  casos  raros 
de  engrosamiento  persistente  del  apéndice  sin  otros  síntomas  objetivos  ni 
subjetivos;  4.°,  los  casos  acompasados  de  fístulas. 

El  primer  subgrupo  constituye  la  indicación  principal  de  la  operación. 
Estos  casos  son  proteiformes  y  pueden  simular  afecciones  gástricas,  coleli- 
tiasis,  afecciones  sexuales  ó  bien  enfermedades  de  los  órganos  vesicales  fe- 
meninos. 

En  el  segundo  subgrupo  la  indicación  operatoria  depende  de  la  fecha  del 
ataque ;  si  han  transcurrido  ya  tres  meses,  los  síntomas  hacen  temer  una 
recidiva,  y  por  lo  tanto,  está  indicada  la  operación. 


435 

En  el  tercer  aubgrnpo  existen  generalmente  extensas  adherencias  con 
los  intestinos  adyacentes,  de  snerte  que  es  muy  f&cil  qne  la  operación  oca- 
sione algana  lesión  intestinal.  Por  lo  tanto,  vale  más  no  operar,  y  si  se  ope- 
ra, conTiene  tardar  mucho  en  hacerlo,  porque  con  el  tiempo  suelen  aflojar- 
se las  adherencias,  no  es  tan  fácil  herir  el  intestino  ó  bien  se  practica  la 
antero-anastomosis,  para  dejar  á  un  lado  el  pelotón  de  asas  adheridas. 

Cuando  en  nn  caso  del  cuarto  subgrupo  se  trata  de  fístulas  interiores, 
no  hay  que  apresurarse  á  operar  como  no  obliguen  á  ello  las  molestias  que 
sufre  el  paciente,  lo  cual  es  muy  raro.  En  cambio,  en  los  casos  de  fístulas 
exteriores,  la  operación  es  el  único  medio  que  puede  curar  al  paciente. 

En  el  segundo  grupo  de  casos,  ó  sea  en  los  que  no  existen  síntomas  de- 
mostrables, es  difícil  resolver  si  procede  ó  no  la  operación.  En  este  caso  se 
plantean  tres  problemas :  1.*,  ¿podemos  saber  si  se  presentará  ó  no  una  re- 
eidiva?  2.*,  ¿  estamos  autorizados,  en  principio,  á  operar  todos  los  casos  en 
que  ha  habido  un  ataque  de  apendicitis?  y  8.**,  ¿ó  bien  debemos  de  esperar 
á  que  sobrcTenga  otro?  Respecto  al  primer  problema  debemos  confesar 
nuestra  impotencia  diagnóstica,  excepto  en  dos  casos :  1.*,  cuando  el  ata- 
que se  complicó  con  supuración,  en  cuyo  caso  rara  vez  sobreviene  recidiva, 
y  &.*,  cuando  el  paciente  no  ha  tenido  ninguna  molestia  en  los  dos  afios  si- 
guientes al  ataque,  puesto  que  pasado  dicho  plazo  la  proporción  de  reci- 
divas es  sólo  de  un  5  por  100. 

¿Y  en  los  demás  pacientes?  Nuestra  resolución  se  supedita  á  la  de  los 
cuatro  problemas  siguientes :  1.**,  cuantas  recidivas  se  presentan  después 
de  la  apendicitis  simplen;  2.^,  si  la  recidiva  es  más  peligrosa  que  el  primer 
ataque;  8.<*,  magnitud  de  los  peligros  de  la  operación  en  frío,  y  4.*,  si  tene- 
mos la  seguridad  de  que  los  individuos  que  aún  quieren  esperar,  se  han  de 
someter  á  la  operación  en  el  principio  de  la  recidiva,  caso  de  que  ésta  se 
presente.  Respecto  al  primer  problema,  hay  que  decir  que  hay  un  50  por  100 
de  probabilidades  de  que  se  presente  una  recidiva,  y  un  45  por  100  de  que 
lo  haga  en  loe  dos  afios  siguientes  al  ataque.  Respecto  al  segundo  punto, 
no  se  puede  decir  nada  concreto;  la  recidiva  puede  ser  leve  ó  grave.  Cuan* 
to  á  la  mortalidad  de  la  operación,  es,  según  la  estadística  del  autor,  de  0*5 
por  100  si  se  practica  en  el  intervalo,  y  de  2  por  100  si  se  ejecuta  en  las  pri* 
meras  cuarenta  y  ocho  horas  del  primer  ataque  agudo.  Análogas  son  las 
estadísticas  de  otros  cirujanos,  y  por  lo  tanto,  las  operaciones  en  frío  son 
manos  peligrosas.  Pero  como  en  la  mitad  de  los  fallecidos  por  haber  sido 
operados  en  frío  no  se  habría  presentado  recidiva,  según  las  estadísticas, 
ya  no  parece  que  hay  tanto  motivo  para  exponer  á  un  hombre  al  riesgo  de 
la  operación,  aun  siendo  pequefio  dicho  riesgo.  Bin  embargo,  esta  conclu- 
sión es  falsa,  porque  lo  es  una  de  las  premisas.  En  efecto,  se  parte  del  su- 
puesto que  los  casos  de  recidiva  se  habrán  de  operar  en  las  primeras  cua- 
renta y  ocho  horas,  y  esto  no  sucede  en  la  inmensa  mayoría  de  los  casos.  Y 
si  no  se  puede  operar  pronto,  el  esperar  expone  á  muchos  peligros,  puesto 
que  entonces  la  mortalidad  llega  y  excede  del  12  por  100  con  ó  sin  opera- 
ción, y  con  esto  también  resulta  que  el  riesgo  de  la  operación  en  frío  es 
mucho  menor  que  el  de  la  conducta  espectante. 

Los  motivos  de  que  la  mayoría  de  los  pacientes  no  sean  operados  á  tiem- 
po son :  I.®  £1  tardar  en  establecer  el  diagnóstico,  parte  por  culpa  del  pú- 


436 

blico  y  parte  por  la  del  médico,  sobre  todo  cuando  ee  trata  de  an  nifio  ó 
de  una  mujer;  en  el  primero,  por  la  falta  de  datos  sabjetiros,  y  en  la  se* 
ganda,  por  la  confusión  con  procesos  inflamatorios  de  los  órganos  sexuales. 
El  segundo  motiro  es  la  indolencia  del  público,  que  no  suele  consentir  en 
la  operación  hasta  el  último  momento.  El  tercero,  es  que  no  siempre  se  dis* 
pone  de  un  buen  cirujano  en  el  momento  oportuno. 

Está  también  muy  indicada  la  operación  en  frío  en  las  embarasadas  y 
en  las  mujeres  que  se  Tan  pronto  á  casar,  porque  la  coincidencia  del  em- 
barazo y  de  un  ataque  agudo  implica  grandes  peligros.  A  yeces  hay  razo- 
nes de  orden  económico  que  inducen  á  aplazar  la  operación  para  un  inter* 
ralo  libre,  para  eritar  asi  que  un  nuevo  ataque  agudo  yenga  á  perturbar 
las  ocupaciones  profesionales  ú  obligue  á  perder  una  colocación. 

En  resumen : 

1.*  La  operación  en  frío  es  innecesaria :  a,  después  de  haber  sufrido  una 
apendicitis  terminada  por  absceso,  y  que  no  hubiese  dejado  residuo;  ¿, 
cuando  hayan  pasado  dos  afios  después  del  ataque  sin  sufrir  ninguna  mo- 
lestia. 

2.*  Está  rigurosamente  indicada  la  operación  :  a,  en  loe  casos  de  apendi- 
citis crónica  con  molestia;  b,  en  los  de  fístulas  consecutivas  á  haber  que- 
dado el  apéndice  sin  extirpar;  c,  cuando  ha  habido  varios  ataques  en  un 
afio;  d^  en  las  embarazadas;  «,  en  los  nifios. 

8."  Constituyen  una  indicación  condicional  de  la  operación  subordinada 
á  la  duración  del  estado  patológico :  a,  las  fístulas  interiores  sin  molestias; 
¿,  los  casos  de  sensibilidad  del  ciego  á  la  presión  con  ó  sin  inflamación  del 
mismo,  y  rigidez  y  engrosamiento  del  apéndice  y  sin  molestias  espontáneas. 

4.^  Es  conveniente  la  operación  en  frío :  a,  cuando  se  espera  pronto  un 
embarazo;  6,  si  hay  motivos  fundados  para  temer  que  no  se  pueda  practi- 
car pronto  la  operación  en  un  próximo  ataque ;  d,  si  inducen  á  ello  moti- 
vos muy  graves  de  orden  económico. 

El  Dr.  Fedor  Krause  no  cree  que  sea  necesario  extirpar  el  apéndice  des- 
pués de  pasado  felizmente  un  ataque,  si  no  han  quedado  molestias  y  la 
exploración  no  revela  la  existencia  de  ninguna  alteración  patológica.  Oon- 
diciones  tan  favorables  no  se  observan  generalmente  más  que  después  de 
ataques  leves.  Si  se  formó  un  absceso  y  al  abrirlo  no  se  pudo  extirpar  el 
apéndice  y  no  ha  quedado  ninguna  fístula,  hay  que  proceder  á  la  operación 
radical.  Según  esto,  la  operación  no  está  justificada  tan  sólo  por  la  circuns- 
tancia de  que  ha  habido  un  ataque ;  son  necesarias  indicaciones  determi- 
nadas y  éstas  varían,  según  la  edad  y  la  actividad  profesional  del  enfermo, 
según  su  complexión  orgánica  y  según  que  existan  ó  no  otras  afecciones. 
En  los  sujetos  jóvenes  que  quieran  gozar  de  buena  salud  para  poderse  de- 
dicar á  trabajos  rudos  y  fatigosos,  sin  ninguna  preocupación  nos  decidi- 
remos por  la  intervención  quirúrgica,  aunque  no  existan  molestias.  Lo  mis- 
mo haremos  cuando  se  trate  de  un  nifio  sano  en  todo  lo  demás,  porque  en 
esta  edad  es  frecuente  que  los  ataques  sucesivos  sean  muy  graves.  En  cam- 
bio, tenemos  que  ser  más  circunspectos  en  los  ancianos  obesos,  sobre  todo 
en  los  varones  y  en  los  bebedores,  y  lo  mismo  hay  que  decir  cuando  coexis- 
ten otras  afecciones,  tales  como  bronquitis,  enfermedades  del  pulmón  ó 
\e\  rífión,  lesiones  valvulares  no  compensadas,  y  esto  aun  en  el  caso  de  que 


437 

las  molestias  qne  hayan  qaedado  despaés  del  ataque  sean  de  poca  intensi* 
dad.  Becordemos,  además,  los  casos  no  infreoaentes  en  loe  qaé,  sin  haberse 
presentado  nnnoa  un  verdadero  ataqne  de  apendiciiis,  las  lesiones  del 
apéndice  son  cansa  de  múltiples  y  Tañadas  molestias.  En  estos  casos  es 
frecnente  qne  la  operación  salve  la  vida,  como  lo  ha  yisto  el  autor  en  dos 
enfermos,  los  cuales  son  el  mejor  testimonio  de  qíie  no  siempre  hay  armo- 
nía entre  la  gravedad  de  los  síntomas  y  la  importancia  de  las  lesiones 
anatómicas. 

Cuando  nos  encontramos  en  un  caso  en  que  dudemos  si  después  de  nn 
ataque  pasado  felizmente  se  debe  ó  no  operar,  es  preferible  hacer  esto  úl- 
timo, á  no  ser  en  aquel  grupo  á  que  ya  se  ha  hecho  alusión,  en  que,  por 
existir  otros  padecimientos,  parece  demasiado  peligrosa  la  interyención 
quirúrgica. 

EU  Dr.  Botter  hace  obseryar  que  gracias  á  la  operación  precoz  se  ha  con- 
seguido reducir  la  mortalidad  del  tratamiento  quirúrgico  de  la  apendicitis 
á  2  por  100.  Pero  la  operación  precoz  exige  un  diagnóstico  también  precos, 
que  se  consideró  difícil,  pero  que  en  realidad  no  lo  es.  Según  Orth,  As- 
choff,  de  Mar  burgo,  encontró  sanos  el  10  por  100  de  los  apéndices  extirpa- 
dos con  la  operación  precoz;  esta  cifra  se  podrá  reducir  hasta  un  2  por  100. 
¿Y  no  sería  posible  que  á  Teces  el  equivocado  fuera  el  anatomopatólogo, 
por  tratarse  de  un  proceso  muy  en  sus  comienzos? 

Para  el  diagnóstico  precoz  conviene  tener  presente  que  de  un  15  á  un 
20  por  100  de  los  casos  empiezan,  no  con  síntomas  tumultuosos,  sino  con  do- 
lores indeterminados  de  vientre.  Al  explorar,  es  frecuente  encontrar  un 
dolor  á  la  presión  en  la  región  cecal;  estos  síntomas  pueden  pasar  ai  cabo 
de  uno  ó  dos  días  y  es  difícil  decir  entonces  si  se  ha  tratado  de  una  apendici- 
tis aguda.  Pero  hay  casos  en  los  que  este  período  va  seguido  de  una  afección 
crónica.  Este  período  previo  ó  precursor  es  de  gran  importancia  diagnósti- 
ca y  en  la  actualidad  se  cuenta  como  un  ataque.  El  ataque  clásico  se  inicia 
con  fenómenos  alarmantes,  pero  éstos  se  observan  también  en  la  gastro- 
ebterocolitis.  Para  el  diagnóstico  de  c apendicitis'  debe  existir  además  el 
dolor  á  la  presión  en  la  fosa  íleocecal ;  esta  exploración  debe  de  hacerse  ^ 
empezando  desde  el  lado  izquierdo.  Si  no  hay  dolor  á  la  presión,  hay  que 
aguardar  al  curso  ulterior;  si  existe,  ya  está  hecho  el  diagnóstico  y  esta- 
blecida con  esto  la  indicación  quirúrgica.  Pequefios  recargos  vespertinos  y 
la  tensión  muscular  apoyan  el  diagnóstico.  Aun  en  casos  más  avanzados 
sigue  siendo  el  dolor  á  la  presión  un  dato  de  mucha  importancia.  El  pulso 
muy  frecuente  indica  que  se  trata  de  un  ataque  muy  grave.  Gomo  quiera 
que  no  hay  congruencia  entre  los  síntomas  y  las  lesiones  anatómicas,  debe 
operarse,  aunque  el  ataque  sea  leve. 

El  Or.  Beck(áe  Nueva  York),  se  congratula  del  acuerdo  que  existe 
acerca  del  tratamiento  quirúrgico  de  la  apendicitis  entre  los  cirujanos  ale- 
manes y  los  americanos,  puesto  que  en  América,  tan  pronto  como  se  diag- 
nostica una  apendicitis  se  procede  á  la  operación.  Cierto  es  que  muchos 
casos  se  curan  definitivamente  por  obliteración  ó  de  otro  modo,  pero  como 
es  frecuente  que  los  síntomas  no  estén  de  acuerdo  con  las  lesiones,  de  aquí 
que  los  cirujanos  americanos  hayan  adoptada  la  conducta  indicada. 

Existe  una  forma  de  apendicitis,  la  apendicitis  gangrenosa  circunscrita, 


428 

quima  ingurgitado  se  estrangula  en  las  fases  agudas,  ó  que  estrangula  por 
retracción  al  parénquima  en  las  formas  crónicas. 

S.*  Incindiendo  el  parénquima. 

Los  buenos  efectos  de  la  interrención  son,  al  parecer,  debidos:  á  la  ma- 
laxación operatoria  del  órgano,  que  desobstruye  mecánicamente  los  ca- 
nalillos  excretores;  á  la  sangría  local;  al  latigazo,  que  acelera  la  circula- 
ción y  la  función ;  al  desprendimiento  del  rifión  estrangulado  ó  dislocado. 
Los  métodos  que  tienden  á  dislocar  el  rifión  en  el  peritoneo  son  rechazables 
a  priori.  La  circulación  colateral  no  es  el  objeto  de  la  intenrención,  aun- 
que la  nefrolisis  esté  indicada  en  ciertos  casos  de  adherencias  yiciosas, 
aunque  muy  vasculares. 

La  decapsulación  da  mejores  resultados:  en  las  formas  agudas  post  in- 
fecciosas que  pueden  ocasionar  la  anuria,  ó  producir  la  supuración,  ó  ha- 
cerse crónicas;  en  los  períodos  agudos  de  una  nefritis  crónica.  La  decapsu- 
lación está  indicada  también  en  las  nefritis  hemorrágicas  agudas  rebeldes 
al  tratamiento  interno.  En  las  hemorragias  crónicas  ó  recidivantes  es  pre^ 
ferible  recurrir  á  la  nefrotomia,  incindiendo  principalmente  el  polo  infe* 
rior. 

En  las  formas  bilaterales  es  mejor  intervenir  en  ambos  lados.  La  rapidez 
de  la  intervención  da  un  coeficiente  elevado  de  éxitos:  rápida  alivia  el 
rifión;  prolongada  le  sobrecarga  de  trabajo  con  loe  residuos  tóxicos  (nar- 
cóticos, cadáveres  y  toxinas  celulares)  introducidos  ó  puestos  en  libertad 
durante  las  maniobras  operatorias. 

£1  Dr.  J.  Albarkan:  Es  posible  separar  algo  artificialmente  las  nefritis 
y  pielonefritis  agudas  infecciosas  y  las  toxémicas. 

En  las  pielonefritis  infecciosas  agudas,  uni  ó  bilaterales,  el  tratamiento 
médico  basta  las  más  de  las  veces  para  curar  los  enfermos.  En  caso  de  le- 
siones unilaterales  graves  con  abscesos  miliares  diseminados,  creo  que  la 
nefrectomia  es  casi  siempre  la  operación  preferible;  he  hecho  tres  veces  en 
estos  casos  la  nefrotomia,  y  á  los  pocos  días  tuve  que  practicar  la  nefrec- 
tomia; en  otro  enfermo  practiqué  desde  luego  esta  última  operación.  Los 
cuatro  enfermos  curaron.  En  la  pielonefritis  aguda  infecciosa  bilateral 
grave,  si  el  enfermo  es  joven,  puede  practicarse  la  nefrostomia  doble.  En 
los  individuos  con  afección  urinaria  antigua,  es  mejor  no  operar. 

He  practicado  la  nefrostomia  en  dos  casos  de  nefritis  sobreaguda,  uno 
de  anuria  escarlatinosa  y  otro  de  oliguria  consecutiva  á  la  intoxicación  por 
el  sublimado :  los  dos  enfermos  murieron  sin  que  la  operación  modificara 
su  estado. 

En  las  nefritis  agudas  ó  subagudas  toxémicas,  cuando  los  fenómenos  de 
oliguria  y  de  uremia  se  hacen  inminentes,  debe  recurriree  á  la  interven- 
ción quirúrgica,  de  preferencia  á  la  nefrostomia. 

En  las  nefritis  crónicas  hay  que  distinguir  las  parcelarias  de  las  difusas 
poco  avanzadas. 

En  las  nefritis  parcelarias  hemorrágicas  todas  las  intervenciones  produ- 
cen éxitos,  y  desde  hace  tiempo  opino  que  obran  sobre  todo  por  las  modi- 
ficaciones nerviosas  que  determinan ;  en  estos  casos  practico  del  modo  más 
posible  el  descortezamiento  del  rifión,  procurando  dejar  libre  el  pedículo 
para  practicar  la  enervación  parcial  de  dicho  órgano.  Creo  además  nece* 


429 

• 

sarío  inoindir  extensamente  el  riñon  para  explorarle  y  comprobar  el  diag- 
nóstico. En  cinco  de  mis  operados  por  nefritis  parcelaria  hemorságica  he 
obserrado,  después  de  contenida  la  pérdida  de  sangre,  la  continuación  de 
la  nefritis,  y  en  dos  enfermos  la  recidiva  ulterior  de  la  hemorragia. 

En  ciertos  casos  de  nefritis  crónicas  puedo  esperarse  que  la  intervención 
quirúrgica  modifique  los  episodios  agudos  de  uremia  más  rara  ves  que  sea 
útil  en  los  edemas  extensos.  La  mejor  operación  en  estos  casos  es  al  parecer 
la  nefrostomla.  En  tales  enfermos  la  operación  es  gravísima  y  sólo  est4 
justificada  cuando  los  accidentes  se  hacen  alarmantes  á  pesar  de  los  recur- 
sos de  la  Medicina. 

Excepto  en  las  fases  agudas  de  las  nefritis  crónicas,  en  los  accidentes  he- 
morrágicos  y  en  los  dolores  el  efecto  de  la  operación  sobre  la  marcha  ulte- 
rior de  la  nefritis  no  está  al  parecer  demostrado.  He  visto  en  tres  enfer- 
mos que  la  nefritis  seguía  su  marcha,  sin  que  la  enfermedad  fuera  modifi- 
cada por  la  intervención  operatoria. 

Los  resultados  que  he  obtenido  están  al  parecer  conformes  con  la  teoría; 
es  imposible  comprender  que  la  circulación  sanguínea  precaria  que  se  ve- 
rifica á  través  de  la  cápsula  neoformada,  puede  modificar  el  proceso  de  ne- 
fritis que  no  depende  de  una  lesión  local.  Los  hechos  citados  no  permiten 
juzgar  definitivamente  el  valor  del  tratamiento  quirúrgico  de  las  nefritis; 
estamos  en  el  período  de  registrar  qbservaciones,  pero  lo  que  he  visto  no 
me  ilusiona  para  que  podamos  detener  la  evolución  de  las  nefritis  crónicas. 

El  Dr.  Pastkau  :  Creo  que  la  primera  deducción  que  debe  sacarse  de  las 
numerosas  observaciones  publicadas  hasta  aquí,  es  que  la  intervención 
quirúrgica  puede  por  sí  sola  dar  buenos  resultados  en  ciertos  casos  de  ne- 
fritis médicas  en  las  que  todos  los  otros  medios  de  tratamiento  son  inac- 
tivos. Si  la  operación  no  cura,  por  lo  menos  es  capaz  de  contener  momen- 
táneamente la  evolución  de  las  lesiones  y  mejorar  el  estado  del  enfermo. 

Pero  ladecapsulación  no  basta  siempre,  aun  cuando  se  haya  practicado 
de  la  mejor  manera  posible  y  cuando  hay  hematuria  grave,  piuría  abun- 
dante, anuria  ó  olignria  muy  marcada,  es  preferible  afiadir  la  nefrostomla 
y  el  desagüe  de  la  pelvis  renal  á  la  decapsulación. 

En  casos  de  decapsulación  es  preciso  siempre  dejar  al  rifión  libre  de  su 
cápsula  adiposa  hasta  el  nivel  del  pedículo  y  después  separar  por  completo 
la  cápsula  propia  del  tejido  renal. 

Tratamiento  de  los  fibromas  del  útero.— Los  Dres.  Rouvillb  t  Toffisb  :  El 
tratamiento  médico  de  los  tumores  del  útero  es  sólo  sintomático  y  tiene 
por  objeto  calmar  el  dolor  y  contener  la  hemorragia,  lo  único  que  puede  es- 
perarse de  él.  Está  indicado  en  loe  casos  de  contraindicaciones  transitorias 
ó  absolutas  del  tratamiento  quirúrgico.  Cuando  la  intervención  radical  era 
grave,  las  operaciones  paliativas  tenían  una  importancia  grandísima,  pera 
hoy  no  sucede  así  porque  el  pronóstico  de  dicha  intervención  es  más  be- 
nigno. De  todas  las  operaciones  paliativas,  la  que  se  emplea  y  seguirá  em- 
pleándose más  es  la  castración  ovárica. 

Respecto  al  tratamiento  curativo  de  los  fibromas,  sus  indicaciones  gene- 
rales pueden  resumirse  en  pocas  palabras.  Todo  fibroma  de  desarrollo 
rápido  debe  ser  extirpado.  Todo  fibroma  que  no  aumenta  de  volumen  ni 
produce  accidente  debe  ser  respetado.  Todo  fibroma  que  por  su  presencia 


430 

• 

provoca  feoómenoa  de  compresión  yeBÍcal,  ureteral  ó  intestinal,  ó  que  ori- 
gina pérdidas  sanguíneas  ó  serosas  abundantísimas  y  repetidas,  que  com- 
prometen \s^  salud  de  las  enfermas,  debe  ser  extirpado. 

Al  lado  de  estas  indicaciones  sacadas  de  las  complicaciones  que  provoca 
el  fibroma,  debemos  colocar  las  contraindicaciones  generales  que  resultan 
del  estado  de  la  enfe^a.  Las  dos  complicaciones  más  frecuentes  son:  la 
'albuminuria  y  la  caquexia,  que  hacen  problemático  el  resultado  de  toda  in- 
tervención operatoria.  El  estado  funcional  del  rifión  se  impone  en  las  al- 
buminúricas  y  siempre  que  no  se  demuestre  que  este  filtro  basta  para  la 
eliminación  del  cloroformo  y  de  los  productos  de  desorganización  que  se 
expulsan  después  de  una  operación,  debe  desecharse  ésta,  sobre  todo  si  los 
accidentes  que  la  exigen  no  son  de  urgencia  absoluta. 

La  anemia,  la  septicemia  lenta,  son  indicaciones  para  la  intervención 
rápida,  igual  que  ocurre  muchas  veces  con  los  trastornos  cardíacos.  No  es 
posible  dar  una  regla  fija  sobre  la  importancia  que  debe  concederse  á  la 
menopausia  desde  el  punto  de  vista  de  la  oportunidad  de  la  intervención; 
varía  según  los  casos. 

En  la  actualidad  se  emplean  dos  métodos  curativos  de  los  fibromas.  La 
ablación  del  tumor  y  del  órgano  que  le  contiene,  es  decir,  la  histerectomía, 
que  se  practica  por  la  vagina  ó  por  el  abdomen.  La  ablación  del  tumor 
sólo  conservando  el  órgano  y  la  función,  es  decir,  la  enucleación,  que  pue- 
de ser  vaginal  ó  abdominal. 

El  tratamiento  conservador  debe  considerarse  como  preferible  en  los 
casos  de  fibroma ;  la  enucleación  debe  preferirse,  siempre  que  sea  posible,  á 
la  histerectomía,  y  puede  practicarse  en  las  mujeres  jóvenes  con  fibromas 
pequefios  ó  medianos  y  poco  numeroso^.  La  enucleación  vaginal  debe  prac- 
ticarse sólo  en  los  fibromas  que  sobresalen  en  la  cavidad  del  útero,  á  loe 
que  es  fácil  llegar  haciendo  una  incisión  cervical.  La  transvaginal  única- 
mente está  indicada  en  los  fibromas  pequefios  supravaginales  anteriores  y 
posteriores,  accesibles  con  facilidad  después  de  la  incisión  del  fondo  de 
saco  correspondiente. 

La  enucleación  abdominal  tiene  indicaciones  más  extensas.  El  volumen 
del  fibroma  no  es  una  contraindicación.  La  localización  del  tumor  cerca 
de  la  trompa  ó  en  1*  parte  posterior  y  lateral  del  cuello,  exige  algunas  pre- 
caocionas,  marcedáias  onales  es  posible  enuclearle  sin  peligros;  la  incisión 
uterina  de  acceso  debe  practicarse  lo  más  lejos  posible  de  los  pedículos 
vasculares  de  la  matriz.  El  número  de  fibromas  no  puede  fijarse ;  lo  que 
importa  más  es  el  sitio  reciproco  de  los  tumores;  si  es  preciso  hacer  varias 
incisiones  muy  cerca  unas  de  otras,  es  indispensable  adoptar  grandes  pre> 
cauciones  para  colocar  y  apretar  los  hilos  y  hasta  desechar  á  veces  la  ope- 
ración. Sólo  se  renunciará  á  la  enucleación  cuando  los  fibromas  múltiples 
sobresalen  debajo  do  la  mucosa  del  útero  y  están  adheridos  á  este  órgano 
en  una  gran  extensión.  Las  relaciones  de  los  fibromas  con  el  parénquima 
uterino  son  importantísimas;  las  induraciones  fibrosas  que  se  continúan 
por  todas  partes  con  el  parénquima  del  útero,  sin  línea  divisoria,  exigen  la 
histerectomía  total.  En  la  induración  esclerofibrosa  de  todo  el  órgano,  debe 
practicarse  la  histerectomía  parcial.  El  estado  de  la  mucosa  merece  ser  te- 
nido en  cuenta  y  en  los  casos  dudosos  es  indispensable  rasparla  antes  de 


431 

intervenir  y  hacer  el  examen  histológico  de  los  fragmentos;  la  histerecto- 
mia  total  se  impone  á  la  menor  dada. 

Ijos  resaltados  inmediatos  en  la  enocleación  abdominal  son~ favorables; 
la  mortalidad  general  es  próximamente  de  2^75  por  100.  El  estadio  de  los 
resaltados  lejanos  praeba  qae  las  recidivas  verdaderas  son  rarísimas,  y  qaé 
la  mujer  puede  concebir.  La  distocia  conseontiva  á  la  operación  es  tan  rara 
que  no  puede  considerarse  como  una  contraindicación. 

Las  indicaciones  de  la  histerectomía  vaginal  son  limitadísimas;  puede 
practicarse  cuando  no  hay  complicación  por  parte  de  los  anejos,  el  útero 
fibromatoso  es  pequefio,  mÓTÍl,  fácil  de  atraer  á  la  vagina,  ésta  es  amplia  y 
la  vulva  dilatable;  es  preferible  á  la  histerectomía  abdominal  en  las  mu- 
jeres obesas. 

La  histerectomía  abdominal  parcial  es  preferible  casi  siempre  á  la  total, 
por  ser  mis  fácil,  más  rápida  y  menos  grave.  La  histerectomía  total  está 
indicada  cuando  el  cuello  se  halla  enfermo,  cuando  se  sospecha  la  degene- 
ración del  fibroma  y,  finalmente,  cuando  al  practicar  la  histerectomía  par- 
cial se  rompe  una  bolsa  purulenta  que  hace  necesario  el  desagüe  vaginal 
durante  mucho  tiempo. 

Puede  elegirse  indistintamente  cualquier  procedimiento  al  practicar  la 
histerectomía  abdominal.  Debe  fundarse  en  la  distribución  de  las  lesiones 
que  se  descubren  después  de  la  laparotomía,  y  el  sentido  quirúrgico  basta 
para  guiar  al  operador.  Se  procurará  siempre  llegar  por  la  vía  más  fácil  á 
los  cuatro  pedículos  vasculares.  Los  anejos  enfermos  se  extirparán  antes, 
durante  ó  después  de  la  histerectomía,  según  su  disposición,  sus  adheren- 
cias y  la  naturaleza  de  su  contenido.  La  conseryación  de  los  ovarios  es  dis- 
cutible. Deben  conservarse  si  la  mujer  es  joven,  neurópata  y  si  parecen 
sanos.  La  coincidencia  de  un  fibroma  con  el  embarazo  no  constituye  una 
indicación  operatoria.  8i  el  tumor  no  ocupa  la  zona  uterina  que  debe  dila- 
tarse, no  suele  producir  accidente  alguno.  Los  fibromas  que  han  provocado 
ya  un  parto  prematuro,  deben  ser  extirpados  por  enucleación,  á  ser  posi- 
ble, y  estando  el  útero  vacío. 

Loe  tumores  localizados  en  el  segmento  inferior  del  útero  deben  ser  enu- 
eleados  por  la  vagina,  aunque  muchas  veces  no  dificultan  el  parto:  convie- 
ne, por  lo  tanto,  reconocer  de  cuando  en  cuando  á  lab  enfermas  y  no  inter- 
venir hasta  el  momento  del  parto  si  queda  alguna  esperanza  de  evolución 
normal.  Cuando  el  parto  no  es  posible,  se  impone  la  operación  cesárea,  y 
si  existe  un  sólo  fibroma  es  preferible  la  enucleación  á  la  histerectomía  in- 
mediata. 

Bl  Dr.  A.  Martín  :  Los  fibromas  del  útero  pueden  ser  tratados  por  el  mé- 
todo abdominal  ó  por  el  vaginal,  pudiendo  en  uno  ú  otro  caso  practicarse 
la  operación  radical  ó  la  conservadora.  £1  método  abdominal  permite  exa- 
minar mejor  la  cavidad  del  abdomen^  y  á  causa  de  las  mejoras  introduci- 
das en  la  técnica  de  la  laparotomía,  presenta,  no  sólo  todas  las  garantías 
apetecibles  respecto  al  resaltado  inmediato,  sino  que  permite  evitar,  hasta 
cierto  punto,  los  peligros  que  parecían  antes  inherentes  á  todas  las  opera- 
dones  abdominales.  La  sutura  metódica  de  las  paredes  del  abdomen,  capa 
por  capa,  é  incisión  abdominal  según  el  procedimiento  de  Pfannenstiel, 
han  disminuido  en  proporciones  considerables  el  número  de  las  hernias 


442 

tas  ocasiones  son  fáciles  los  errores  de  diagnóstico  si  no  se  tiene 
muy  presente  el  polimorfismo  de  la  demencia  senil,  la  multiplicidad 
de  sus  variedades,  sobre  todo  en  el  periodo  inicial,  puesto  que  á  la 
larga  todas  vienen  á  coincidir  en  la  fase  última  de  demencia  con- 
firmada^ 

Es  el  objeto  del  presente  trabajo  la  exposición  de  una  forma  de 
psicosis  senil,  de  interpretación  difícil  si  no  se  tuvieran  en  cuenta 
las  consideraciones  que  acabo  de  hacer.  Después  de  expuesto  el 
caso  clínico,  haré  algunas  consideraciones  generales  acerca  del 
diagnóstico  de  las  formas  iniciales  de  la  demencia  senil  en  su  acep: 
ción  más  amplia. 

En  la  consulta  de  enfermedades  del  sistema  nervioso  que  en  el 
Hospital  de  la  Princesa  dirige  el  reputado  neurólogo  Dr.  Bzquerra, 
fué  presentado  por  mi  ilustrado  compañero  de  especialidad  Dr.  Sa- 
las, un  enfermo  de  sesenta  y  dos  años  que  nada  anormal  presentaba 
á  primera  vista.  De  estatura  más  que  mediana,  delgado,  pero  bien 
conservado,  de  color  sano,  de  mirada  viva,  de  expresión  apacible, 
entró  en  el  cuarto  de  consulta  saludando  amablemente  á  cuantos 
en  él  nos  encontrábamos,  permaneciendo  en  actitud  tranquila  y 
respetuosa  mientras  el  Dr.  Salas  hizo  su  presentación,  contestando 
después  correctamente  á  las  preguntas  que  se  le  dirigieron  acensa 
de  su  edad,  estado,  profesión,  domicilio,  familia,  etc.  El  examen  so- 
mático no  reveló  anormalidad  alguna;  las  pupilas  estaban  algo 
miósicas  y  reaccionaban  un  poco  perezosamente,  pero  esto  nada 
tiene  de  extraño  en  un  viejo.  No  había  perturbaciones  motoras  ni 
sensitivas,  ni  en  las  arterias  accesibles  á  la  palpación  se  encontra- 
ba alteración  alguna.  El  sujeto  se  prestaba  complacientemente  al 
examen  y  contestaba  muy  acertadamente  á  las  preguntas  que  acer* 
ca  de  sus  funciones  orgánicas  se  le  dirigían.  Su  orientación  era 
perfecta,  la  memoria  estaba  muy  bien  conservada,  lo  mismo  para 
los  hechos  recientes  que  para  los  remotos  y  el  tono  afectivo  era 
agradable,  placentero,  de  tranquilo  bienestar.  Hasta  entonces  todo 
parecía  normal  en  aquel  sujeto,  pero  al  ordenarle  que  expusiera  los  • 
motivos  de  haber  solicitado  la  asistencia  facultativa,  apareció  con 
toda  evidencia  el  trastorno  psicopático.  Nos  refirió  una  intermina- 
ble relación  de  sucesos  de  su  vida  interior,  expuestos  con  gran  lujo 
de  detalles,  sin  reservas  ni  reticencias,  con  absoluta  sinceridad.  En 
ese  relato  se  encierran  todos  los  hechos  mentales  anormales  que 
presentaba  el  enfermo,  y  como  por  este  motivo  es  el  fundamento 
principal  del  diagnóstico,  le  expondré  íntegramente  á  continuación. 


443 

copiando  al  pié  de  la  letra  una  autobiografía  escrita  por  el  mismo 
enfermo ;  á  renglón  seguido  analizaré  el  contenido  del  lenguaje^  li- 
mitándome ahora  á  exponer  las  particularidades  de  los  medios  de 
expresión. 

Hablaba  el  enfermo  con  una  fluidez  extraordinaria,  brotando  las 
palabras  de  sus  labios  sin  solución  de  continuidad,  sucediéndose  los 
conceptos  como  una  madeja  que  se  devana,  sin  pausas  ni  inflexio- 
nes.  La  articulación  era  correcta,  pero  la  entonación  uniforme,  sin 
modulaciones  adecuadas  á  las  ideas  expresadas ;  el  acento  era  re- 
posado, tranquilo,  aun  cuando  refería  los  supuestos  tormentos  que 
le  hacían  padecer.  Era  evidente  la  falta  de  armonía  entre  la  plácida 
expresión,  el  tono  suave  y  los  tristes  conceptos  emitidos.  Ni  la  ac« 
titud  ni  el  gesto  experimentaban  alteración  apreciable  durante  el 
relato,  persistiendo  la  misma  serena  beatitud.  En  suma,  faltaba  la 
reacción  afectiva  correspondiente  al  contenido  del  lenguaje. 

Véase  ahora  cuál  era  éste,  según  la  nota  redactada  por  el  mismo 
enfermo : 

« Dignísimos  doctores:  Enfermedad  que  padezco  y  síntomas  y  ata- 
ques sobervios  que  he  esperimentado  continuamente  hace  próxi- 
mamente cinco  años.  =  prencipié  ha  ver  al  santísimo  sacramento 
del  altar  por  el  suelo  adonde  quiera,  pero  muy  mal  y  eran  avisos 
del  señor  de  lo  que  tenia  dentro  del  cuerpo  contrario  á  sus  santísi- 
mas virtudes,  cuando  abia  una  ymagen  de  Dios  iba  hacer  oración 
me  venían  malos  pensamientos  como  de  dejar  la  imagen,  y  yo  de- 
cía. Dios  mió,  que  daño  me  has  hecho  después  que  me  has  criado  y 
redimido ;  un  dia  sentí  entrar  en  mi  cuerpo  muchas  luces  y  el  cuer- 
po me  hormigueaba  todo.  Cuando  hiba  á  rezar  se  me  trababa  la 
lengua  y  no  podía :  han  seguido  y  siguen  entrando  luces  y  salen  al- 
gunas veces  al  hacer  oración  :  la  cargacion  de  cabeza  en  un  prin- 
cipio fué  terrible»  con  ruidos,  matos  pensamientos,  todos  contra 
nuestro  Señor  Jesucristo  y  su  santísima  ley,  no  podía  dormir,  ma 
salían  y  salen  en  principio  muchas  chinas  negras,  continuamente 
veía  y  veo  muchas  cosas  negras  delante  de  los  ojos  y  diariamente 
se  me  carga  un  peso  en  las  espaldas  y  los  hombros  con  malos  pen- 
samientos y  en  la  cama  también  me  carga  un  peso  que  me  veo  de 
ahogar  y  entrar  y  salir  luces ;  la  luna  desde  que  tengo  este  padeci- 
miento siempre  veo  doce  ó  trece  lunas  juntas,  una  sola  no  he  podido 
ver  desde  dicho  tiempo  :  varias  noches  se  juntaban  en  el  jardín  mu- 
chos gatos  que  se  quedaban  parados  delante  de  mi,  la  cabeza  me 
hormigueaba  mucho  estando  ellos  delante  y  hasta  de  madrugada 


444 

que  rezando  se  marchaban.  =  Tengo  sospechas  muy  claras  de  una 
cuñada  llamada  E.  S.  con  mi  mujer  R.  M.  con  una  ella  llamada  de 
apodo  lor de  N.  de  P.  (Avila) :  yo  sentía  después  de  tomarlos  ali- 
mentos que  me  salían  unas  cosas  silvando  de  mi  cuerpo,  unas  cosas 
que  me  ponían  muy  malo,  y  yo  en  el  pueblo  de  N.  de  P.  no  sospe- 
chaba de  mi  mujer,  pero  al  venir  á  esta  corte  notaba  al  comer  que 
me  salían  unas  cosas  muy  malas  del  cuerpo  silvando  y  con  malos 
pensamientos  para  hacer  pruebas  fui  ft  comer  fuera  si  un  cocido  co- 
mía en  casa,  un  cocido  comía  fuera  y  no  me  pasaba  nada  ni  sentía 
nada,  una  noche  estando  ausente  mi  mujer  y  estando  yo  en  la  cama 
se  me  cargó  un  peso  encima  que  me  ahogaba  y  imperando  á  la  vir^ 
gen  santísima  pude  abrir  los  ojos  y  vi  á  mi  mujer  en  el  haire  en  cue- 
ros y  en  el  momento  desapareció ;  debiendo  significar  á  los  señores 
Doctores  que  en  misa  no  puedo  estar  de  los  malos  pensamientos  y 
parece  que  me  levantan  en  alto,  he  sido  Guardia  Civil  16  años  y  ten- 
go que  pagar  diez  céntimos  por  cada  guardia  que  muere  y  ahora  no 
puedo  pagar  las  hijas  pagarán  si  pueden  para  cuando  yo  muera  las 
hijas  y  la  vida  (viuda)  reciben  las  cuotas  que  arrojen  las  defuncio- 
nes, tengo  un  hijo  ciego  con  ataques  epilépticos  en  el  Hospital  ge- 
neral :  yo  tengo  también  en  la  cabeza  como  un  cincho  que  me  aprie* 
ta  mucho  =  dispensen  los  señores  la  molestia,  suyo  Afmo.  subordi- 
nado humilde  servidor  S.  V.  Ot. 

En  cuanto  á  los  caracteres  materiales  del  escrito,  obsérvanse  las 
siguientes  particularidades :  la  letra  es  grande,  redonda,  clara»  re- 
gular, los  renglones  rectos,  sin  indicios  de  temblor  ni  de  inseguri- 
dad en  los  movimientos  de  la  mano.  La  ortografía  y  la  sintaxis  son 
defectuosas,  pero  no  más  de  lo  que  suelen  ser  en  los  individuos  de 
su  clase  y  de  su  instrucción. 

Como  antecedentes  no  se  pudo  averiguar  más  que  lo  que  el  enfer- 
mo refirió,  y  esto  fué  muy  poco,  deducido  el  dato  del  hijo  ciego  con 
accesos  epilépticos,  sin  que  pueda  precisar  bien  la  naturaleza  ni  el 
origen  de  estos  accesos.  El  no  recuerda  haber  padecido  ninguna  en- 
fermedad de  importancia ;  no  ha  sufrido  afecciones  venéreas  ni  ha 
cometido  abusos  alcohólicos. 

Para  diagnosticar  el  trastorno  mental  que  padece  este  enfermo» 
me  servirá  de  base  el  escrito  que  acabo  de  copiar,  analizando  deta- 
lladamente su  contenido ;  examinaré  los  conceptos  aisladamente  en 
sí  mismos  y  en  su  conjunto,  en  su  mutua  relación,  y  terminaré  por 
interpretar  todos  los  demás  hechos  observados. 

Lo  mismo  al  oir  al  enfermo  que  al  leer  sus  escritos,  llama  sobre 


446 

todo  la  atención  la  existencia  de  un  gran  número  de  ideas  deliran- 
tes basadas  en  múltiples  alucinaciones  de  la  sensibilidad  general, 
de  la  vista  y  del  oído :  las  alucinaciones  más  abundantes,  más  va- 
riadas  y  de  más  importancia  son  las  de  la  sensibilidad  general, 
siendo  ellas  las  que  dominan  el  cuadro  morboso ;  consisten  en  sen- 
saciones de  hormigueo,  de  peso  sobre  las  espaldas  y  en  la  cabeza ; 
sobre  todo  se  agravan  estas  sensaciones  anormales  después  de  co- 
mer y  cuando  está  en  la  cama.  Las  alucinaciones  visuales  son  tam- 
bién numerosas ;  consisten  en  visión  de  luces,  de  lunas  negras ; 
otras  veces  experimenta  ilusiones  visuales,  visión  múltiple  de  un 
objeto  único  (luna,  gato) ;  son  también  muy  frecuentes  las  alucina- 
ciones combinadas  de  la  vista  y  de  la  sensibilidad  general,  luces  y 
oosas  indeñnidas  que  entran  y  salen  de  su  cuerpo.  Las  alucinacio- 
nes auditivas,  en  cambio,  son  muy  escasas  y  rudimentarias,  redu- 
cidas á  ruidos  confusos  que  acompañan  á  la  cargazón  de  cabeza  y 
á  silbidos  producidos  por  las  cosas  que  entran  y  salen  de  su  cuerpo. 
Las  ideas  delirantes,  basadas  en  estos  fenómenos  alucin aterios,  re- 
velan una  sistematización  muy  débil,  prueba  de  que  la  elaboración 
psíquica  es  deficiente.  En  dos  sentidos  se  orienta  la  representación 
ideativa  morbosa :  1.°,  en  el  de  un  delirio  místico,  de  humildad  y  de 
pecado,  caracterizado  por  la  religiosidad  exagerada,  la  lucha  con- 
tra los  malos  pensamientos,  el  temor  de  verse  vencido  por  ellos,  el 
desconsuelo  de  creerse  abandonado  por  Dios ;  2.^  en  el  de  un  delirio 
de  persecución,  demostrado  por  las  sospechas  de  que  su  mujer  y 
cuñada  sean  las  causantes  de  los  trastornos  que  experimenta :  estas 
acusaciones  son  persistentes,  pues  las  ka  reiterado  repetidas  veces, 
siempre  en  análogos  términos.  Pero  ni  uno  ni  otro  delirio,  ni  el  mís- 
tico ni  el  persecutorio,  constituyen  un  sistema  lógico,  fuerte  y  consis- 
tente ;  al  contrario,  son  ambos  confusos  en  su  expresión,  imprecisos 
en  su  determinismo  y  débilmente  defendidos  por  el  enfermo.  Ade- 
más, y  esto  es  un  hecho  de  importancia,  el  enfermo  no  los  relaciona 
entre  sí  de  un  modo  directo  é  inmediato  :  unas  veces  se  siente  per- 
seguido, atormentado  por  vagas  sensaciones  internas,  de  las  que 
hace  culpable  á  su  mujer,  sin  que  pueda  explicar  de  qué  medios  se 
vale  ésta  para  producirlas,  y  otras  veces  es  un  místico,  que  lucha 
contra  las  ideas  de  sacrilegio  que  nacen  en  su  mente,  sin  saber  tam- 
poco por  qué,  y  que  se  lamenta  de  ser  castigado  por  Dios  sin  motivo. 
La  sistematización,  por  lo  tanto,  no  puede  ser  más  rudimentaria, 
faltando  la  integración  superior  de  ambas  seríes  de  ideas  delirantes 
en  una  fórmula  única.  En  suma,  ideas  delirantes  escasas,  destina- 


446 

das  casi  exclusivamente  á  explicar  las  alucinaciones»  mal  elabora- 
das, mal  coordinadas,  con  deficiente  enlace  mutuo. 

Pasando  ahora  al  examen  de  las  reacciones  motoras  y  comenzan- 
do por  los  hechos  elementales,  debe  citarse  la  existencia  de  fenóme- 
nos de  inhibición  (se  le  traba  la  lengua  cuando  quiere  rezar)  y  de 
contradicción  (impulsionesá pegará  la  imagen  ante  la  cual  está  pos- 
trado); ambos  trastornos  se  relacionan  con  el  delirio  místico  y  tie- 
nen la  misma  significación  que  las  ideas  de  culpabilidad.  Estos  he- 
chos no  llegan  á  exteriorizarse,  pues  el  enfermo  reacciona  contra  el 
impulso  y  consigue  voluntariamente  vencerlo.  Fuera  de  esto,  no  se 
observa  en  la  esfera  motora  más  trastorno  que  una  cierta  tendencia 
á  las  actitudes  catatónlcas,  á  la  permanencia  por  largo  tiempo  en 
la  misma  postura,  de  preferencia  de  rodillas,  inmóvil,  abismado  en 
la  oración  ó  en  la  lucha  con  los  malos  pensamientos. 

Si  examinamos  en  conjunto  el  estado  de  la  conciencia  y  la  con- 
ducta del  enfermo,  sólo  encontraremos  datos  negativos.  La  orienta- 
ción es  perfecta,  lo  mismo  en  el  espacio  que  en  el  tiempo;  la  memo- 
ria se  conserva  íntegra  y  el  comportamiento  es  irreprochable.  Las 
ideas  delirantes  sólo  aparecieron  durante  el  interrogatorio,  cuando 
expresamente  se  le  preguntaba  sobre  ellas;  fuera  de  esto,  se  expre- 
saba correctamente  y  hablaba  con  gran  cordura  de  asuntos  gene- 
rales. 

El  tono  afectivo  era  placentero,  de  euforia  manifiesta;  la  expre- 
sión del  rostro  era  de  satisfacción,  de  bienestar,  según  he  dicho  an- 
teriormente, y  todos  sus  ademanes  señalaban  el  mismo  grato  estada 
de  ánimo.  He  aquí  un  dato  de  importancia  para  el  diagnóstico,  la 
contradicción  entre  el  contenido  de  las  representaciones  delirantes» 
ideas  de  persecución  y  de  culpa  y  la  reacción  afectiva,  tranquila  y 
agradable.  En  toda  la  conducta  del  enfermo  se  revela  la  misma  an- 
titesis entre  lo  que  piensa  y  lo  que  hace:  se  cree  abandonado  d& 
Dios,  lleno  de  malos  pensamientos,  él  tan  religioso,  pero  no  se  de- 
sespera por  ello,  no  trata  de  redimirse  por  la  penitencia,  no  se  in- 
flinge castigos  ni  privaciones;  se  cree  perseguido  por  su  mujer,  que  le 
causa  incesantemente  mil  molestias,  pero  ni  adopta  precaucionea 
defensivas  ni  en  sus  relaciones  con  su  esposa  demuestra  la  acritud 
ni  el  resentimiento  naturales  en  el  que  es  víctima  de  tan  maloa 
tratos. 

Esta  disociación  de  las  ideas  delirantes  y  del  tono  afectivo,  es  el 
primer  indicio  de  la  debilidad  mental,  de  la  disgregación  psíquica,, 
de  la  demencia,  en  una  palabra.  Asi  nos  lo  ha  enseñado  Krapelin  al 


447 

demostrar  que  en  la  demencia  precoz  podrán  parecer  muy  brillan- 
tes las  facultades  intelectuales  del  paciente,  pero  la  desármenla 
entre  el  contenido  de  las  ideas  y  la  reacción  emotiva  es  seguro  signo 
precursor  de  la  demencia  confirmada,  que  luego  ha  de  presentarse; 
así  se  ha  observado  desde  hace  mucho  tiempo  la  extravagante  y  pa- 
radógica  conducta  del  paralitico  general,  que  refiere  con  la  sonrisa 
en  los  labios  los  supuestos  tormentos  que  padece.  En  cambio,  en  las 
psicosis  sin  estado  demencial,  la  armonía  entre  la  idea  y  el  tono 
afectivo  es  perfecta,  como  lo  es  también  en  las  condiciones  norma- 
les. El  paranoico  místico  ajusta  fielmente  su  conducta  á  sus  repre- 
sentaciones delirantes,  hace  de  ellas  la  norma  de  todos  sus  actos,  y 
practicando  la  fecunda  predicación  del  ejemplo,  llega  á  imponerlas 
á  otros  individuos  (fundadores  de  religiones) ;  el  paranoico  persegui- 
do también  ajusta  todas  sus  acciones  á  su  delirio;  su  expresión  des- 
confiada, su  extremada  reserva,  es  fiel  reflejo  de  la  mente  del  que 
teme  siempre  las  asechanzas  de  sus  enemigos  y  toma  minuciosas 
precauciones  para  librarse  de  ellas  y  combina  ingeniosos  planes 
para  vengarse  de  los  que  le  atormentan. 

Para  terminar  la  discusión  de  los  síntomas,  sólo  me  resta  hacer 
constar  que  nada  anormal  se  apreció  en  lo  somático,  en  especial 
ningún  trastorno  motor  ni  sensitivo,  ninguna  alteración  manifiesta 
del  aparato  circulatorio.  Tampoco  de  los  antecedentes  familiares  ni 
personales  puede  inferirse  ninguna  deducción  de  importancia. 

Y,  sin  embargo,  á  pesar  de  la  aparente  integridad  física,  creo,  y 
con  esto  comienzo  á  enunciar  el  diagnóstico,  que  el  trastorno  men- 
tal de  mi  enfermo  tiene  una  base  orgánica;  fundo  mi  opinión  en  la 
preponderancia  de  las  alucinaciones,  que  han  sido,  en  mi  sentir,  el 
punto  de  partida  de  la  perturbación  mental,  y  que  son  actualmente 
16  más  saliente  del  cuadro  morboso;  en  la  naturaleza  de  esas  aluci- 
naciones visuales  y  de  la  sensibilidad  general  y  en  su  subordinación 
á  los  hechos  materiales,  su  modificación  por  los  sucesos  de  la  vida 
orgánica,  ingestión  de  alimentos,  acto  de  acostarse;  yo  me  explico 
la  génesis  de  esas  alucinaciones  de  la  sensibilidad  general,  supo- 
niendo que  son  provocadas  por  íntimos  cambios  en  la  estructura 
orgánica  que,  alterando  las  relaciones  de  las  visceras  con  el  cerebro, 
modifican  esas  sensaciones  ignoradas,  subconscientes  normalmen- 
te, que  constituyen  el  fondo  oculto,  latente  de  nuestro  estado  men  - 
tal;  esas  impresiones  orgánicas  no  llegan  al  campo  de  la  conciencia 
en  estado  jaormal  y  su  percepción  por  el  sujeto  es  un  hecho  patológico. 
Esto  no  quiere  decir  que  acepte  la  teoría  del  origen  periférico  de  las 


438 

en  la  que  se  encuentra  nn  cálcalo  en  el  apéndice.  En  esta  forma  el  estado 
del  paciente  es  pasadero  en  el  primer  período,  y  sin  embargo,  con  la  ope- 
ración se  encuentra  un  apéndice  negro  y  gangrenado.  El  cálculo  había  ido 
desgastando  lentamente  la  pared  del  apéndice  y  sin  grayes  sintonías  pre- 
cursores y  nos  encontramos  de  pronto  en  presencia  de  una  peritonitis  sépti- 
ca y  deletérea.  En  estos  casos  interveniniioe  siempre,  aunque  acaso  se  pueda 
curar  alguno  espontáneamente,  porque  no  podemos  nunca  prever  si  ocu- 
rrirá tal  contingencia.  Así  que  si  bien  es  posible  que  extirpemos  alguna 
Tez  un  apéndice  sano,  es  lo  cierto  que  operando  siempre  salyaremos  á  mu- 
chos que  hubiesen  sucumbido  de  no  haber  sido  operados. 

El  Dr.  L,  Landau  dice  que  en  la  mujer  las  complicaciones  son  causa  de 
que  el  cuadro  clínico  no  sea  siempre  muy  típico,  pero,  en  cambio,  es  más 
fácil  en  ella  la  exploración  bimanual,  y  por  otra  parte,  en  los  órganos  ge- 
nitales internos  debemos  hacer  operaciones  á  causa  de  síntomas  que  se  pa- 
recen mucho  á  los  de  la  apendicitis.  Sólo  que  el  apéndice,  por  el  movimien- 
to peristáltico,  da  ocasión  á  que  se  propague  la  inflamación  y  se  abra  paso 
al  exterior.  Los  síntomas  subjetivos  no  sirven  para  el  diagnóstico  diferen- 
cial ;  son  los  mismos  que  en  las  perturbaciones  genitales,  incluso  en  las 
histéricas.  Tampoco  vale  el  dolor :  el  mismo  punto  de  Mac  Burn  rara  ves 
corresponde  al  apéndice.  Los  cólicos  no  corresponden  á  los  órganos  en  que 
se  sienten.  Se  ha  dicho  que  han  aumentado  los  casos  de  apendidtlB  en  es- 
tos últimos  tiempos,  pero  la  estadística  del  ejército  prusiano  no  confirma 
esta  opinión.  El  autor,  de  todos  modos  se  declara  también  partidario  de  la 
operación  precoz,  lo  mismo  que  en  los  casos  de  piosalpinx,  etc.  Se  come- 
terán menos  errores  diagnósticos  que  si  se  opera  en  frío,  porque  en  este  úl- 
timo caso  hay  que  fundarse  principalmente  en  motivos  de  sospecha  más 
que  en  otra  clase  de  datos. 

El  Dr.  Olshauaen  entiende,  «n  contra  de  Landau,  que  el  diagnóstico  dife- 
rencial de  si  los  síntomas  provienen  de  los  órganos  sexuales  ó  del  apéndice 
no  es  difícil,  fíjándoee  bien  por  medio  de  la  palpación  en  el  sitio  de  los 
exudados  perceptibles.  Puede  suceder,  es  verdad,  que  se  atribuyan  al 
-  apéndice  síntomas  que  provienen  de  la  trompa  derecha,  pero  no  ocurre  el 
caso  contrario.  En  general,  la  resistencia  se  extiende  en  dirección  transver- 
sal si  se  trata  de  la  trompa  y  vertical  si  proviene  del  apéndice.  Es  raro  que 
una  afección  de  la  trompa  se  propague  al  apéndice,  ni  tampoco  en  sentido 
contrario.  En  los  casos  de  exudados  retroperitoneales  puede  caber  confu- 
sión. La  existencia  de  una  infección  blenorrágica  y  la  bilateralidad  de  los 
síntomas,  son  también  datos  de  mucha  importancia  para  pensar  más  bien 
en  afecciones  de  los  órganos  sexuales. 

(Deutsche  Medizinal  Zeitung).-^1EL  dbl  Valle. 


439 
PERIÓDICOS 


Estadid  dt  !••  rildts  etrdltett  dables  y  Moestrits.^  Según  el  Dr.  W.  P. 
Obrastzow,  con  la  auscaltación  inmediata  se  perciben  ciertoe  raidos  car- 
díacos, y  en  especial  los  duplicados,  qne  no  se  oyen  con  la  mediata.  La  dupli- 
cación del  primer  raído,  que  se  oye  muy  bien  cerca  del  esternón,  á  nivel  del 
espacio  intercostal  isquierdo,  cuarto  ó  quinto,  se  percibe  no  raras  veces  en 
individuos  cuyo  corazón  parece  estar  sano,  observándose  toda  clase  de  tran* 
siciones  entre  dicha  duplicación  y  el  ritmo  de  galope  patológico  y  típico. 
Oree  el  autor,  lo  mismo  que  O  Gerhardt,  que  en  caso  de  duplicación,  el 
primer  ruido  es  presistólico  y  auricular.  A  veces  la  duplicación  sólo  se  oye 
cuando  el  paciente  se  encuentra  en  decúbito  supino.  Es  frecuente  la  du- 
plicación ó  desdoblamiento  del  primer  ruido,  en  la  clorosis  y  en  la  neuras- 
tenia, y  cuando  no  existen  otros  síntomas,  se  la  debe  interpretar  como  un 
primer  grado  de  debilidad  cardíaca,  ó  por  lo  menos  de  que  el  corazón  tra* 
baja  más  de  lo  que  puede. 

La  duplicación  del  segundo  ruido  que  hay  que  distinguir  cuidadosamen- 
te del  cierre  no  isócrono  de  las  válvulas  semilunares  de  la  aorta  y  de  la  pul- 
monar, en  los  casos  de  estrechez  mitral,  constituye  el  ritmo  diastólico  de 
galope  y  es  debida  al  diástole  pasivo  (¿ó  activo?)  del  ventrículo,  como  con- 
secuencia de  la  penetración  rápida  de  la  sangre.  También  esta  duplicación 
se  observa  á  veces  en  corazones  al  parecer  sanos,  más  á  menudo  en  neuras- 
ténicos, pero  muy  especialmente  en  casos  de  hipertrofia  y  degeneración  del 
corazón. 

Además  del  ruido  de  galope  presistólico,  ocasionado  por  el  sístole  de  la 
aurícula,  existe  un  ruido  de  galope  propiamente  sistólico  debido  á  la  du- 
plicación del  primer  ruido.  Esta,  duplicación  reconoce  por  causa  la  disten- 
sión súbita  de  las  paredes  vasculares  por  la  sangre  que  ha  sido  arrojada 
por  el  ventrículo.  —(Zeitschrift  für  klin,  Medizin).-- R,  dbl  Vallb. 

Expectortntes.  —  Cuando  la  tos  es  seca  y  pertinaz,  aconseja  el  Dr.  Eich- 
horts  tomar  tres  veces  por  día  diez  gotas  de  la  preparación  siguiente  : 

Pot&to  de  oodelna 30  centigramos. 

Agna  de  almendras  amargas logramos. 

Si  la  tos  se  complica  con  estado  saburroso  de  la  lengua,  anorexia  y  náu- 
seas, se  emplea  la  codeína  en  la  forma  siguiente : 

Fosbto  de  oodeína . . .  • « • 30  gramos. 

Acido  fosfórico  medicinal. .; 5      — 

Disueltos  en  180  de  agoa. 

Jarabe  de  frambuesas 20  gramos. 

Tres  c  acharadas  por  día. 

La  codeína  calma  la  tos,  que  sostiene  y  aumenta  la  congestión  de  la 
mucosa,  de  las  que  disminuye  la  secreción  y  obra  así  como  expectorante  in- 


450 

chiátríe^  Jena,  1904),  insiste  en  la  multiplicidad  de  formas  de  la  de- 
mencia senil,  entre  las  cuales  incluye  los  estados  que  denomina 
paranóico-seniles,  que  comienzan  gradualmente  con  irritabilidad 
y  humor  taciturno,  desconfianza  de  los  deudos  y  allegados,  apare- 
ciendo después  numerosas  ideas  delirantes  de  perjuicio  y  de  perse- 
cución, pobre  é  incoherentemente  expresadas  ((íúr/íítyer  und  su8am' 
menhang  loser  A  rt  geáussert). 

Según  Berkley  (A  Treatise  on  mental  diaeasea,  London,  1901),  las 

ideas  delirantes  de  persecución  son  muy  frecuentes  en  las  psicosis 

seniles,  pudiendo  ser  consideradas  como  la  exageración  de  los  sen- 

'    timientos  de  desconfianza  y  sospecha,  tan  comunes  en  los  viejos;  las 

alucinaciones  son  más  numerosas  de  úoche,  impidiendo  el  descanso. 

El  diagnóstico  diferencial  pudiera  hacerse  extensivo  á  varias  psi- 
copatías que  ofrecen  más  ó  menos  remota  semejanza  con  la  que 
padece  el  enfermo  que  he  historiado;  pero  para  no  dilatar  más  to- 
davía la  extensión  de  este  trabajo,  sólo  atenderé  á  dos  de  ellas,  la 
psicosis  arterio-esclerosa  y  la  paranoia  persecutoria. 

Realmente  es  algo  ficticia  la  separación  entre  la  psicopatía  arte- 
rio-esclerosa  y  la  demencia  senil,  pues  como  he  dicho,  en  la  patoge- 
nia de  ésta  juegan  el  principal  papel  las  alteraciones  de  los  vasos 
asociados  á  otras  lesiones  orgánicas.  Debe  calific^hrse  una  psicosis 
de  arterio-esclerosa,  cuando  se  presenta  en  un  sujeto  que  no  ha  lle- 
gado á  la  vejez  confirmada,  y  que  sin  ninguna  otra  causa  á  que 
achacar  el  proceso  psicopático  presente  signos  evidentes  de  arterio- 
esclerosis.  En  el  caso  presente  el  enfermo  está  en  plena  edad  senil» 
y  no  se  advierten  en  sus  arterias  accesibles  á  la  exploración,  indi- 
cios de  esclerosis,  sin  que  tampoco  se  encuentren  en  su  historia  an- 
tecedentes de  infecciones  é  intoxicaciones  que  hayan  podido  dar 
lugar  á  lesiones  vasculares  distintas  de  las  debidas  simplemente  á 
la  involución  senil. 

Con  la  paranoia  persecutoria  la  diferenciación  es  obvia;  el  para* 
nóico  no  presenta  síntomas  demenciales,  sus  síntomas  delirantes 
están  sólidamente  construidos  y  enlazados  lógicamente;  hay  per- 
fecto acuerdo  entre  el  delirio  y  el  tono  afectivo,  y  las  alucinaciones 
*  son  preferentemente  auditivas.  Todos  estos  caracteres  son  opuestos 
á  los  que  presenta  la  psicopatía  de  mi  enfermo,  y  por  tanto  lo  mismo 
por  el  diagnóstico  directo  que  por  el  diferencial,  se  confirma  la  de- 
nominación de  delirio  persecutorio  senil. 


451 


REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Ctto  de  epitelieiiit  nttdlaríngeo  dxtendido  á  toda  It  bévtdt  ptlttint  y  tenes 
osfenoidalet.  Operación.  — El  Dr.  C.  Compaired  publica  en  El  Siglo  Médico 
loaigniente  : 

cOontra  la  opinión  de  casi  todos  los  especialistas  afirma  el  Dr.  Compai- 
red la  frecnencia  de  casos  de  esta  naturaleza,  pues  él  cuenta  con  80  publi- 
cados hasta  la  fecha,  además  del  que  ahora  relata  referente  al  limo.  Befior 
Obispo  de  P.  (Colombia),  de  cincuenta  y  ocho  años,  quien  biso  su  yiaje  á 
Espafia  para  someterse  al  tratamiento  que  le  dispusiera. 

Desde  dos  años  antes  advertía  una  mayor  frecuencia  en  adquirir  catarros 
nasales,  catarros  que,  además  de  la  obstrucción  respiratoria  nasal  y  demás 
molestias  propias  á  ellos,  determinaban  siempre  una  mayor  ó  menor  rino- 
rragia  y  tenían  una  duración  cada  vez  más  prolongada  é  insistente. 

Hacía  diez  meses  adquirió  uno  tan  intenso  que  desde  luego  le  fué  difícil 
la  respiración  nasal,  preferentemente  por  el  lado  izquierdo,  aumentando 
poco  á  poco  hasta  hacerse  en  absoluto  imposible  por  ambas  fosas. 

Fué  adrirtiendo  á  la  Tez  sensación  de  cuerpo  extraño^  sin  dolor,  en  la  ca- 
ridad nasofaríngea,  y  cuatro  meses  después  (otros  cuatro  meses  antes  de  su 
reconocimiento),  se  le  presentaron,  dice,  unas  ampollasen  el  centro  del  pa- 
ladar, ampollas  ó  abultamientos  que  se  le  reyentaron  el  17  de  octubre  si- 
guiente, dejando  en  su  lugar  una  pequefiita  perforación  que  aún  subsistía. 

La  sensación  de  estorbo  por  detrás  de  las  fosas  nasales  y  por  arriba  de  la 
garganta  fué  aumentando,  y  á  principios  de  diciembre  se  le  iniciaron  fuer- 
tes dolores  de  cabeza  en  la  región  occipital,  dolores  que  fueron  in  crescendo 
hasta  hacerse  extensivos  á  toda  la  cabeza  y  frente,  ininterrumpidos,  y 
privándole  del  sue&o,  del  apetito  y  de  todo  trabajo  intelectual  desde  hacía 
unos  dos  meses. 

Cuando  le  vio  el  Dr.  Compaired  le  encontró  en  un  grado  tal  de  debilidad 
y  de  marasmo  orgánico  por  falta  de  fuerzas,  de  no  comer  y  no  dormir  hacía 
tanto  tiempo,  que  parecía  un  esqueleto  viviente  con  ojos  apagados  por  el 
desaliento  y  el  incesante  y  vivo  sufrimiento  físico  y  moral. 

Las  fosas  nasales  estaban  rellenas  por  una  masa  tumorosa,  relativamen- 
te dura,  roja,  mamelonada,  que  no  basculaba  en  ningún  sentido  y  que,  por 
lo  tanto,  tenía  su  origen  en  la  porción  posterior  de  la  cavidad  nasal.  Al  re- 
conocerle con  el  estilete  daba  sangre. 

En  la  bóveda  palatina,  porción  central,  pero  correspondiendo  más  bien 
al  trozo  palatino  del  maxilar  superior  del  lado  izquierdo,  se  veía  una  pe- 
quefia  fístula  rodeada  de  un  reborde  duro,  azulado,  semifungoso,  pero  que 
no  sangraba  ni  al  tacto  ni  al  reconocimiento  con  el  estilete.  El  agujero  fis- 
tuloso, del  diámetro  próximamente  de  medio  centímetro,  parecía  comuni- 


462 

car  con  la  fosa  nasal.  A  trarés  de  éste,  como  de  las  fosas  nasales,  salía  un 
liquido  semipnralento,  de  mal  olor  y  á  reces  estriado  de  sangre. 

Por  el  tacto  retronasal  yrinoscopia  posterior  apreció  la  existencia  de  gran 
cantidad  de  masa  tumorosa  que  ocluía  ambas  coanas  y  reyestia  toda  la  re- 
gión posterosuperior  de  la  cayidad  nasofaríngea. 

La  iluminación  por  transparencia  acusó  claridad  en  ambos  senos  fronta- 
les y  maxilares.  No  había  infarto  ganglionar  en  ninguna  región  del  cuello 
ni  de  la  nuca.  No  había  tampoco  color  terroso  ni  amarillo-pajizo  de  la  piel 
ni  síntoma  alguno  de  caquexia.  £1  aparato  digestiyo  funcionaba  bien. 

Calificó  la  neoplasía  de  epitelioma,  pero  extrajo  un  trozo  para  su  exa- 
men histológico,  como  tiene  costumbre,  y  además  para  fijar  más  segura  y 
exactamente  el  diagnóstico,  toda  yez  que  en  Bogotá  (capital  de  Colombia) 
calificaron  la  neoplasia  de  maligna,  y  después,  en  New-Tork,  de  lupus. 

, Propuso  la  operación  como  único  recurso  temporal,  puesto  que  no  podía 
responder  de  la  reproducción  más  ó  menos  pronta,  y  eso  dado  que  ni  había 
caquexia  cancerosa  ni  siquiera  la  menor  señal  ni  vestigio  de  infarto  ganglio- 
nar en  ninguna  parte. 

Al  efecto,  cuatro  días  después,  reclinando  la  nariz  mediante  una  incisión 
en  el  surco  nasogeniano  de  ambos  lados,  para  extirpar  la  neoplasia  que  re- 
llenaba el  interior  de  las  fosas  nasales^  y  después,  mediante  largos  esco- 
plos, cizallas,  tijeras  fuertes,  osteotomos,  etc.,  etc.,  resecó  toda  la  bóyeda 
palatina,  extrayendo,  con  restos  de  tumoración,  las  porciones  palatinas  de 
los  maxilares  superiores;  operando  en  combinación  con  el  amplio  antro  na- 
sal preyiamente  abierto,  pudo  resecar  además  todo  el  yómer,  el  etmoides  y 
trozos  de  la  apófisis  pterigoides  del  esfenoides.  Al  extirpar  todo  el  yelo 
péndulo  del  paladar  y  pilares  anteriores  y  posteriores  de  la  faringe  para 
resecar  la  neoplasia  que  quedaba  en  la  porción  superoposterior  de  la  cayi- 
dad nasofaríngea,  yió  que  ésta  había  destruido  los  tabiques  anterior  y  de 
separación  ó  intersinusial  de  los  senos  esfenoidales,  los  cuales  se  hallaban 
repletos  de  tumoración,  por  lo  que  hubo  de  extirparle  resecando  cuanto 
pudo  de  esta  porción  del  cuerpo  del  esfenoides,  así  como  de  la  porción  ba- 
silar del  occipital. 

La  operación  fué  laboriosísima  en  extremo,  tanto  por  las  abundantes  he- 
morragias, cuanto  por  los  accidentes  del  cloroformo,  asfixia  por  ahogo  de 
sangre,  etc.,  etc.,  á  pesar  de  los  cuidados  con  que  se  iban  practicando  todos 
los  momentos  cruentos,  ora  suspendiendo  el  cloroformo,  ora  disminuyéndo- 
lo y  administrándolo  á  interyalos,  y  según  la  necesidad,  con  aparatos  diyer- 
sos,  bien  defendiendo  la  entrada  de  las  fauces  con  compresas  de  gasa  que 
detuyieran  la  caída  de  sangre,  pero  permitiendo  la  respiración  mediante  el 
doble  tubo  que  comunicaba  con  la  laringe  para  el  paso  del  aire  ó  de  los  ya- 
pores  de  cloroformo,  y  sosteniendo  siempre  la  boca  abierta  con  un  fuerte  y 
seguro  abre-bocas  mantenido  por  un  ayudante,  el  cual  estaba  á  la  yez  en- 
cargado de  elerar  la  cabeza  y  cuerpo  del  enfermo;  así  pudo  llegar  á  feliz 
término,  después  de  saWar  tantísimos  peligros  del  momento,  y  quedando 
el  operado  en  situación  graye  por  el  tiempo  transcurrido  en  el  acto  opera- 
torio, pérdidaade  sangre  y  cloroformo  respirado. 

El  operado  reaccionó  bien,  y  á  partir  de  aquella  noche  cesaron  los  inten* 
sos  y  constantes  dolores  de  cabeza,  reapareció  la  esperanza  y  la  alegría  del 


453 

enfermo,  comenzó  á  dormir  bien  y  á  nnirírse  mediante  alimentos  liquidoe, 
pero  natritivoe,  y  con  todo  esto  á  mejorar  en  su  manera  de  ser  física  y  mo- 
ral, hasta  el  punto  que  á  los  siete  ú  ocl\p  dias  se  encontraban  cicatrizadas 
las  heridas  exteriores  ó  dérmicas  y  pudo  abandonar  el  lecho  durante  aigu> 
ñas  horas,  yendo  avanzando  la  mejoría  en  todos  sentidos  de  una  manera 
franca  y  rápida. 

Sin  embargo,  el  pronóstico  no  podía  ser  tan  halagüeño  para  el  porvenir, 
puesto  que  el  resultade  del  análisis  histológico,  practicado  por  el  eminente 
Dr.  Oajal,  confirmó  él  diagnóstico  por  el  Dr.  Gompaired  establecido. 

£1  imponente  antro  que  quedó  en  su  bóveda  palatina,  formando  un  todo 
común  con  la  boca  y  garganta,  las  fosas  nasales,  cavidad  nasofaríngea  y 
senos  esfenoidales,  fué  cicatrizando  con  alguna  lentitud,  reclamando  algu- 
na que  otra  vez  sus  bordes  algún  raspado  y  cauterizaciones  con  el  teripo, 
por  aparecer  puntos  de  reproducción,  y  merced  á  un  aparato  protésico  pudo 
ocluírsele  para  mejorar  la  fonación  y  deglución. 

Finalmente,  repuesto  en  sus  fuerzas  físicas,  marchó  de  Madrid  á  los  tres 
meses  de  operado,  y  aun  cuando  al  mes  de  su  marcharse  habían  iniciado  de 
nuevo  los  dolores  de  cabeza,  indicio  de  una  probable  reproducción  del  epi- 
telioma,  es  lo  cierto  que  en  este  caso  se  logró  el  éxito  quirúrgico  de  salvar 
por  el  momento  al  enfermo,  prolongándole  sa  vida  unos  cuantos  meses,  y 
evitándole  acaso  una  muerte  rapidísima,  acompañada  de  crueles  y  angus- 
tiosos sufrimientos. 

Este  caso,  al  igual  que  los  demás  que  tiene  publicados  y  los  que  cita  en  su 
trabajo  Contribution  a  Vitude  clinique  dea  tumeurs  maligneedu  nasopharynx^  vie- 
ne á  confirmarle  una  vez  más  en  las  apreciaciones  que  tiene  establecidas  de 
que  cno  podemos— cuanto  al  pronóstico — dar  jamás  al  paciente  ó  á  sus  fa- 
milias la  menor  esperanza  de  curación',  aun  cuando,  como  en  este  enfermo, 
no  existan  ni  caquexia  cancerosa  ni  infarto  ganglionar.  Contento  podrá  ver- 
se el  cirujano  con  obtener  «una  mejoría  de  algvna  duración,  y  ésta  cuando 
logramos  extirpar  á  tiempo  todos  los  tejidos  enfermos  y  parte  de  los  tejidos 
sanos  que  los  rodean'. 

Y  respecto  al  tratamiento,  aun  siendo  el  únicamente  eñcaz  en  condiciones 
dadas  el  quirúrgico,  tampoco  podemos  dar  garantías  suficientes  de  la  no 
reproducción  operando  en  condiciones  excelentes,  no  en  razón  de  la  grave- 
dad mayor  ó  menor  de  la  neoplasia,  sino  por  las  condiciones  operatorias  de 
la  región  en  qne  se  implanta  '.  » 

Rinolito  Yoluminoto.  —  El  Dr.  Lazarraga  publica  en  la  Gaceta  Médica  de 
Granada  y  del  Sur  de  España  el  caso  clínico  siguiente  : 

«Ildefonso  Cabo,  de  cincuenta  años  de  edad,  comerciante,  domiciliado  en 
Melilla,  se  quejaba  de  grandes  molestias  en  la  nariz  y  cabeza,  imposibili- 
dad de  respirar  con  libertad,  sobre  todo  por  la  noche,  y  presencia  constan- 
te de  pus  en  la  garganta,  lo  cual  le  producía  náuseas,  inapetencia  y  altera- 
ciones del  estómago,  resultando  inútiles  cuantos  medios  había  puesto  en 
práctica  hacía  más  de  veinte  años  para  combatir  estos  síntomas  que  se  iban 
acentuando  cada  día  más. 

Su  boca  entreabierta,  su  manera  de  hablar  y  la  caída  de  las  alas  de  la 
nariz,  revelaban  la  obstrucción  de  las  fosas  nasales  en  este  enfermo.  En 


454 

efecto,  la  del  lado  dereoho  se  hallaba  completameDte  cerrada  por  nn  enor- 
me pólipo  carnoso,  rodeado  de  abundante  suparación.  La  luz  de  la  fosa  na- 
sal izquierda  se  hallaba  disminuida  extraordinariamente  á  causa  de  una 
gran  convexidad  que  en  esta  parte  presentaba  el  tabique,  el  cual  estaba 
normalmente  adherido  á  la  parte  media  del  suelo  de  la  fosa  nasal,  sin  hue- 
lla de  fractura  antigua;  también  esta  fosa  nasal  se  hallaba  bañada  de  pus, 
procedente  sin  duda  de  la  fosa  del  lado  derecho. 

Por  la  rinoscopia  posterior  se  yeía  la  abertura  derecha 'obstruida  comple- 
tamente por  la  cola  del  cornete  inferior  enormemente  hipertrofiada,  pues 
alcanzaba  hasta  tocar  el  cornete  del  lado  izquierdo;  la  abertura  del  lado 
izquierdo  se  hallaba  poco  permeable  por  la  misma  causa,  y  el  cavum,  asi 
como  la  faringe  bucal,  bailados  completamente  por  pus. 

Procedió  al  siguiente  día  el  Dr.  Lazarraga  á  desembarazar  la  fosa  nasal 
de  los  pólipos  que  la  llenaban,  y  después  de  extraer  con  el  asa  fría  seis  to* 
luminosos,  reconoció  con  el  estilete  la  presencia  de  un  cuerpo  duro,  gran- 
de y  movible. 

Gomo  el  enfermo  no  era  sifilítico  ni  había  sufrido  inflamación  alguna 
que  pudiera  explicar  la  presencia  de  un  secuestro,  y  como  por  otra  parte  no 
recordaba  el  enfermo  haberse  introducido  en  la  nariz  cuerpo  extrafio  de 
tal  calibre,  diagnosticó  por  exclusión  un  rinolito. 

Intentó  extraerlo  por  medio  de  una  pinza  sencilla,  pero  le  fué  imposible; 
en  vista  de  ello  introdujo  otra  pinza  más  resistente,  á  beneficio  de  la  cual 
pudo  felizmente  romper  el  cálculo,  logrando  empujar  uno  de  los  fragmen- 
tos á  la  faringe.  Al  siguiente  día,  y  previa  fuerte  cocainización,  pudo  ex- 
traer el  otro  trozo  por  la  parte  anterior,  lo  cual  le  costó  bastante  trabajo, 
pues  tuvo  que  cambiar  de  posición  al  rinolito  para  adaptar  la  parte  más 
alargada  á  la  forma  y  dirección  de  la  fosa  nasal. 

Los  dos  trozos  se  correspondían  perfectamente,  y  el  cálculo,  de  aspecto 
negruzco  y  cuya  composición  era  fosfato  de  cal,  pesaba  7*50  gramos. 
Desinfectó  cuidadosamente  la  fosa  nasal,  que  taponó  con  gasa  sublimada, 
y  en  días  sucesivos  extirpó  los  pólipos  que  rodeaban  el  sitio  donde  el  cálcu* 
lo  se  hallaba  asentado,  raspó  con  la  cucharilla  los  pnnt9S  de  implantación 
de  los  mismos,  amputó  con  el  asa  galvánica  la  cola  del  cornete  hipertrofia- 
do, y  practicó  cauterizaciones  eléctricas  de  ambos  cometes  inferiores,  que- 
dando el  enfermo  completamente  curado  al  mes  de  haberse  iniciado  el  tra- 
tamiento ^.  —  Sababia. 


-4^9Pc#►- 


455 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIICNTIFIGAS 

XV   CONGRESO   INTERNACIONAL    DE    MEDICINA 

CéUbrado  en  Luhoa  dd  19  al  26  dé  Ábrü  de  1906. 

(Gonoliuión) 

La  orientación  letal  y  la  ley  de  Pajot.-—  EU  Dr.  A.  Da  Costa:  Para  compro- 
bar la  exactitud  de  los  célebres  experimentos  de  Pablo  Dabois,  he  procu- 
rado repetir  los  ensayos  de  inmersión  de  cadáveres  fetales  en  condiciones 
qae  puedan  dar  más  tiempo  á  la  obseryación  del  fenómeno. 

Es  sabido  que  P.  Dubois  observó  que  los  fetos  sumergidos  en  grandes  ma- 
sas de  agua  caen  al  fondo  de  la  bañera  donde  se  practica  el  experimento,  to- 
catido  siempre  el  fondo  por  uno  de  los  hombros  ó  por  el  dorso,  de  donde  saco 
la  consecuencia  de  que  los  fetos  no  son  más  pesados  por  parte  de  la  cabeza 
que  de  las  nalgas.  Oreo  que  puede  demostrarse  con  facilidad  que  las  conclu- 
siones de  P.  Dubois  no  son  exactas.  Si  se  sumergen  fetos  que  conservan  en 
lo  posible  las  condiciones  intra-uterinas  (flexibilidad,  falta  de  signos  de 
maceración,  de  respiración,  etc.) en  agua  tibia  muy  salada,  se  les  ve  sobre- 
nadar. Si  después  se  afiade  gradualmente  agua  tibia  sola,  con  objeto  de 
disminuir  de  un  modo  progresivo  la  densidad  del  agua,  llega  un  momento 
en  que  el  feto  principia  á  sumergirse. 

Pero  no  se  sumerge  en  masa;  en  la  mayor  parte  de  los  casos  lo  hace  la 
cabeza,  mientras  que  las  nalgas  permanecen  á  flor  de  agua.  Otras  veces  su- 
cede lo  contrario.  Jamás  he  observado  que  se  sumerjan  por  el  hombro  ó  por 
el  dorso. 

A  causa  de  estos  resultados,  que  son  constantes  cuanto  á  la  diferencia 
de  peso  entre  la  cabeza  y  las  nalgas,  y  que  varían  sólo  cuanto  al  sentido  de 
esta  diferencia,  creo  que  hay  motivo  para  admitir  que  la  diferencia  de  pe- 
sos específicos  puede  ser  la  causa  ó  una  de  las  causas  más  importantes  de 
la  orientación  intrauterina  del  feto.  Indudablemente  no  es  la  causa  única, 
pero  tampoco  es  un  factor  despreciable,  como  pretendía  P.  Dubois  y  como 
pretenden  también  la  mayoría  de  los  tocólogos,  que  quieren  explicarlo  todo 
por  la  ley  de  acomodación  de  Pajot,  la  que  se  limita  más  bien  á  revelar  un 
hecho  que  á  dar  una  explicación  satisfactoria. 

Auto-intexlcacionet  en  el  embarazo.—  El  Dr.  O.  no  Pinho:  Los  venenos  del 
organismo  de  las  mujeres  embarazadas  son  endógenos  ó  maternos  y  exóge- 
no9  ó  fetales.  Los  primeros  proceden  de  un  retraso  de  la  nutrición  ó  de  una 
auto-intoxicación  de  origen  intestinal.  Los  productos  de  desasimilación  del 
feto  penetran  en  el  torrente  circulatorio  de  la  madre  y  aumentan  la  toxe* 
mia  gravídica.  El  organismo  materno  necesita  emplear  todos  sus  medios  de 
defensa  para  librarse  del  aumento  de  substancias  tóxicas  en  la  sangre. 


456 

Machos  de  estos  medios  de  defensa  están  más  ó  menos  comprometidos  á 
cansa  de  las  condiciones  fisicoquímicas  ó  mecánicas  qne  origina  la  presen- 
cia del  feto  en  el  útero.  La  estancación  del  contenido  intestinal,  la  dificul- 
tad con  qne  circula  la  sangre  por  los  vasos  del  abdomen  y  de  loe  miembros 
inferiores,  la  compresión  de  las  Tisceras,  la  disminución  del  campo  respira- 
torio, etc.,  representan  otros  tantos  obstáculos  para  la  actividad  normal  de 
las  defensas  del  organismo.  Fácil  es  comprender,  por  lo  tanto,  cuan  com- 
pleja es  la  intoxicación  gravidica.  No  admito,  como  hacen  otros  autores, 
que  dicho  estado  morboso  es  debido  al  trastorno  funcional  de  tal  ó  cual  ór- 
gano. Bou f fe  de  Saint-Blaise  le  atribuye  á  la  deficiencia  funcional  del  hí- 
gado; Dieus  á  la  del  corazón,  etc. 

Oreo  que  la  auto-intoxicación  gravidica  es  en  cierto  modo  el  resultado 
de  dos  corrientes  opuestas,  á  saber:  el  aumento  de  los  venenos  y  la  debili- 
dad del  organismo  por  extenuación  ó  por  falta  de  energía  congénita.  Me  pa- 
rece que  debe  ensancharse  el  cuadro  clásico  de  estas  intoxicaciones  puesto 
que  hay  accidentes  cardiacos,  enfermedades  del  feto,  etc.,  que  no  son  sino 
manifestaciones  de  la  misma  intoxicación.  Al  reconocer  á  una  enferma,em- 
barazada  deben  investigarse  con  el  mayor  cuidado  todos  los  signos  suscepti- 
bles de  revelar  la  eliminación  insuficiente  de  venenos  del  organismo,  sobre 
todo  los  reflejos  tendinosos,  la  albuminuria,  los  trastornos  del  intestino  y 
de  la  actividad  cardíaca. 

El  Dr.  S.  Rboasbns:  Las  auto- intoxicaciones  gravídicas  deben  dividirse 
en  dos  clases :  las  que  se  producen  en  los  tres  ó  cuatro  primeros  meses  de 
la  gestación,  y  que  se  revelan  por  vómitos,  ptialismo,  etc.;  las  que  apare- 
cen en  nna  época  más  tardía,  y  se  caracterizan  principalmente  por  convul- 
siones. En  los  primeros  meses  del  embarazo  el  veneno  proviene  del  óvulo, 
y  la  supresión  del  flujo  catamenial  desempeña  quizá  cierto  papel,  favore- 
ciendo la  retención  de  los  productos  tóxicos  que  en  estado  normal  se  eli- 
minan con  la  sangre  menstrual.  Las  del  último  período  dependen,  al  pare- 
cer, de  los  trastornos  funcionales  de  la  placenta. 

El  Dr.  Fbrrrira:  El  sistema  nervioso  desempefia  un  papel  importante 
en  estos  trastornos,  y  prueba  de  ello  es  que  muchas  veces  los  vómito  del 
embarazo  desaparecen  bajo  la  influencia  de  la  sugestión. 

El  Dr.  PiNHo:  No  creo  esencial,  como  el'Dr.  Recasens,  la  diferencia  en- 
tre las  auto-intoxicaciones  de  los  primeros  y  de  los  últimos  meses  de  la 
gestación,  puesto  que  el  origen  de  las  toxinas  es  el  mismo  en  ambos  casos, 
si  bien  en  la  segunda  mitad  del  embarazo  los  venenos  son  más  abundantes 
y  su  acción  más  enérgica.  Oreo  que  estas  toxinas  son  de  origen  intestinal, 
no  ovnlar. 

Indicaciones  y  tócnica  de  ia  operación  cotároa.— El  Dr.  A.  da  Costa:  Creo 
que  es  preciso  resolver  los  dos  problemas  siguientes  : 

1.®  Cuando  es  necesario  extraer  un  nifio  que  no  puede  pasar  por  las  vías 
naturales,  ¿debe  elegirse  la  operación  cesárea,  la  sinfísiotomia,  la  isquio- 
pubiotomía,  la  hebotomía  ó  la  embriotomía? 

2.®  Cuando  es  preferible  la  operación  cesárea,  ¿se  practicará  la  conserva- 
dora ó  la  mutiladora,  la  abdominal,  la  vaginal  ó  la  suprapubiana? 

8i  es  posible  elegir  en  igualdad  de  indicaciones  entre  la  operación  cesá- 
rea y  la  sinfisiotomía,  debe  decidirse  por  la  primera.  Cuando  se  duda  en 


457 

la  elección  de  ana  y  otra  se  preferirá  la  operación  cesárea,  recnrriéndose 
sólo  á  la  sinfísiotomia  en  los  casos  en  que  las  circnnstancias  especiales  de 
cada  enferma  (infección  ovalar  ó  uterina,  anemia  profunda,  caquexia,  et- 
cétera) hacen  peligrosas  las  consecuencias  de  la  operación  cesárea ;  salvo 
en  casos  excepcionales  difíciles  de  conocer,  la  placenta  previa  no  constitu- 
ye una  indicación  para  la  operación  cesárea. 

En  general,  el  momento  más  conTeniente  para  interrenir  es  al  principio 
del  trabajo  del  parto. 

La  técnica  de  la  operación  cesárea  es  sencillísima.  Para  la  incisión  ute- 
rina hay  que  guiarse  por  las  condiciones  especiales  de  cada  caso,  sin  idea 
preconcebida.  La  incisión  longitudinal  media  anterior,  cuando  no  hay  mo- 
tivo particular  que  se  oponga  á  ella,  parece  en  general  la  mejor.  Excepto 
en  los  casos  en  que  es  preciso  terminar  con  rapidez  la  operación,  es  preferi- 
ble no  incindir  el  útero  hasta  después  de  extraerlo  del  abdomen.  Antes  de 
abrir  la  matriz  conviene  que  un  ayudante  introduzca  dos  dedos  en  la  vagina 
de  la  operada,  á  fin  de  rechazar,  cuando  lo  ordene  el  operador,  la  parte  del 
feto  que  se  presenta.  Todas  las  suturas  uterinas  son  buenas,  siempre  que 
reúnan  las  cualidades  de  solidez,  confrontación  perfecta  de  los  bordes  in- 
eludidos  é  impermeabilidad  completa  al  paso  de  los  líquidos. 

Las  operaciones  cesáreas  mutiladoras  van  perdiendo  terreno  á  medida 
que  se  perfeccionan  las  técnicas  operatorias  g^inecológica  y  obstétrica.  La 
operación  de  Porro  y  la  histerectomía  total  sólo  están  indicadas  en*  los  ca- 
sos en  que  la  conservación  del  útero  puede  ser  peligrosa  para  la  mujer,  por 
infección,  tumores,  grandes  desgarros,  hemorragias  abundantes,  osteoma- 
lacia ó  tuberculosis. 

Respecto  á  la  operación  cesárea  extraperitoneal,  podía  tener  su  razón  de 
ser  cuando  el  peritoneo  era  la  pesadilla  de  los  cirujanos,  pero  hoy  no  debe 
recurrirse  á  ella  más  que  cuando  es  imposible  emplear  por  alguna  causa 
extraordinaria  la  vía  abdominal  ó  la  transperitoneal. 

El  bocio  exoftálmico  contidorado  como  enfermedad  y  como  síndrome.  —  El 
Dr.  y.  Machado  :  La  patogenia  de  la  enfermedad  de  Basedow  es  una  de  las 
cuestiones  más  debatidas  en  neuropatología,  á  la  vez  que  de  las  más  inte- 
resantes. La  anatomía  patológica,  aunque  no  ha  descubierto  aún  una  lesión 
específica,  la  experimentación  y  las  investigaciones  bioquímicas  han  sumi- 
nistrado en  ciertos  casos  datos  importantes  para  la  interpretación  del  sín- 
drome de  Basedow;  pero  las  más  de  las  veces  no  han  servido  más  que  para 
complicar  el  problema.  Tampoco  han  conseguido  resolverle  la  medicación 
opoterápica,  de  efectos  variados  é  inconstantes,  ni  las  diversas  interven- 
ciones quirúrgicas  (tiroidectomía,  oxitiropexia,  resección  del  simpático 
cervical). 

8e  han  invocado  varias  teorías  para  explicar  la  patogenia  de  la  enferme- 
dad de  Basedow.  Unos  la  consideran  como  una  neurosis.  Otros  (Basedow, 
Beau,  etc.)  como  de  origen  hemático  y  debida  á  la  irrigación  del  sistema 
nervioso  por  sangre  pobfe  ó  viciada.  Para  ciertos  autores  es  una  intoxica- 
ción, cuyos  efectos  se  localizan  sobre  el  sistema  nervioso,  en  particular 
sobre  el  gran  simpático. 

Ninguna  de  estas  teorías  es  capaz  de  invocar  todos  los  casos  clínicos. 
Kespecto  á  la  que  considera  dicha  eofermedad  como  debida  á  una  toxina 

83 


458 

de  origen  tiroideo,  aun  admitiendo  que  la  glándula  tiroides  y  las  parati* 
roides  desempeñen  cierto  papel  en  la  génesis  de  algunos  síntomas  de  este 
estado  morboso,  queda  por  demostrar  que  hay  siempre  en  la  enfermedad 
de  Basedow  alteraciones  orgánicas  ó  funcionales  de  dichas  glándulas,  que 
estas  alteraciones  son  siempre  primitiras,  es  decir,  que  su  aparición  coin- 
cide con  la  de  los  primeros  síntomas  del  mal>  y  por  último,  que  las  lesio- 
nes  glandulares  son  causa  y  no  efecto  de  los  trastornos  neryiosos. 

Existen,  en  efecto,  ejemplos  típicos  de  enfermedad  de  Basedow  sin  mo- 
dificación clínica  del  cuerpo  tiroides  y  otros  de  bocio,  que  no  han  sido  siem- 
pre el  síntoma  inicial  del  basedowismo.  Creo,  por  lo  tanto,  ateniéndome  á 
mi  experiencia,  que  la  enfermedad  de  Basedow  es  una  neurosis,  si  bien  no. 
niego  que  algunos  síntomas  observados  en  el  basedowismo  con  alteración 
del  cuerpo  tiroides,  son  debidos  quizá  á  modificaciones  cualitativas  ó  cuan- 
titativas del  jugo  tiroideo,  que  produce  en  estas  circunstancias  una  auto- 
intoxicación. 

La  observación  clínica  me  ha  conducido  á  considerar  como  un  síntoma 
basedowiforme,  que  simula  más  ó  menos  exactamente  el  bocio  esoftálmico: 
1.%  el  que  se  observa  en  los  bocios  simples  antiguos,  que  adquieren  loe  ca- 
racteres de  la  enfermedad  de  Basedow ;  2.^,  el  grupo  de  algunos  síntomas 
parecidos,  pero  no  idénticos  á  los  del  basedowismo,  y  que  son  consecutivos 
á  diversas  infecciones  (sífilis,  etc.) ;  3.<*,  el  síndrome  que  se  produce  cuando 
las  lesiones  orgánicas  pertenecientes  á  diversas  neurosis  se  pl-opagan  á  cier- 
tas regiones  del  sistema  nervioso  susceptibles,  cuyos  trastornos  funcionales 
se  asemejan  á  los  síntomas  del  basedowismo;  4.*",  el  síndrome  llamado  base- 
dowismo reflejo. 

El  Dr.  Ravmond:  Oreo  también  que  la  enfermedad  de  Basedow  debe  ser 
considerada  por  ahora  como  una  neurosis  bulboprotuberancial  de  origen 
cerebral.  El  período  del  padecimiento  lo  constituye  la  afectividad,  estado 
morboso  cortical.  El  tiroides,  perturbado  en  sus  funciones,  reacciona  á  su 
vez.  No  es  posible  que  haya  una  teoría  patógena  de  esta  enfermedad  exclu- 
siWsta. 

Ventafas  de  la  sutura  de  la  córnea  en  la  extracción  de  la  catarata.  —  El  doc- 
cor  F.  SdArbz  db  Mbvdoza:  En  la  operación  de  la  catarata,  al  lado  de  los 
éxitos  verdaderos,  es  decir,  de  los  casos  en  los  que  los  enfermos  pueden  ser 
considerados  como  curados  por  completo,  hay  otros  muchos  que,  aunque 
ven  con  claridad,  tienen  un  enclavamiento  del  iris,  una  soldadura  de  la 
pupila,  una  gran  pérdida  del  vitreo,  etc.  En  estos  enfermos  la  íridocoroi- 
ditis  supurada,  el  glaucoma,  el  desprendimiento  de  la  retina  pueden  anu- 
lar en  pocas  horas  los  éxitos  considerados  á  la  ligera  como  brillantes.  En 
una  comunicación  que  dirigí  hace  diez  afios  á  la  Academia  áfi  Medicina  y 
y  á  la  Sociedad  de  Oftalmología  de  París,  di  á  conocer  un  procedimiento 
de  sutura  que  he  inventado  para  prevenir  estos  accidentes.  He  empleado 
este  procedimiento  en  215  casos,  obteniendo  215  éxitos  inmediatos,  aunque 
dos  de  ellos,  á  causa  de  accidentes,  resultaron  al  fin  fracasos. 

Auto  intoxicacienes  intestinales.  —  El  Dr.  A.  Roviohi  {ConcluBionea): 
1.*  Las  investigaciones  clínicas  y  experimentales  prueban  la  acción  tó- 
xica de  los  productos  de  la  putrefacción  intestinal,  es  decir,  del  indol,  del 
cscatol  y  del  inol.  Estas  substancias  obran:  sobre  el  sistema  nervioso,  sobre 


469 

•el  hígado,  sobre  los  rifiones,  sobre  U  aengte  y  sobré  los  órganos  hemato- 
poiéticos; 

2/  Las  propiedades  tóxicas  del  liquido  arinario  y  sos  éteres  salfoconja- 
gados  aamentan  en  yarios  estados  patológicos  del  organismo,  por  ejemplo, 
en  la  epilepsia  y  en  la  melancolía,  con  estreftimiento  ó  con  trastornjO  en 
las  fnnciones  gastro-intestinales; 

8/  El  régimen  alimenticio  ejerce  una  gran  influencia  sobre  la  elimina* 
ción  de  los  éteres  snlfocoajngados ; 

4.*  Los  porgantes  salinos,  las  irrigaciones  intestinales  con  disoluciones 
bóricas,  el  régimen  lácteo,  y  en  particular  el  empleo  del  kéfir,  tienen  la 
propiedad  de  disminuir  la  putrefacción  intestinal ; 

5.*  La  eliminación  de  los  éteres  sulfocon jugados  yarla  en  las  diferentes 
faorae  del  día;  las  bebidas  abundantes  y  el  ejercicio  muscular  aumentan  la 
excreción  de  estos  productos  por  la  orina; 

6/  Todo  induce  á  creer  que  estos  productos  desempefian  cierto  papel  en 
las  dirersas  manifestaciones  morbosas  que  interesan  el  hígado  (congestión. 
4  hígada  dispépsico),  la  crasis  sanguínea  (anemia  de  las  escuelas,  de  los  que 
padecen  gastro  y^  enteroptosis,  enfermedad  de  Werlhoff ,  etc.),  ó  el  sistema 
nenrioso  (neurosis  y  ciertas  lesiones  de  las  células  grises  nerviosad)- 

Emples  del  subnitrate  de  bismuto  eo  las  gastropatías.— El  Dr.  G.  Hatkm:  Lae 
inyestigaciones  sobre  la  marcha  de  las  funciones  digestiyas  me  ha  demos- 
trado que  el  subnitrato  de  bismuto  produce  todo  el  beneficio  que  puede 
producir  sin  modificar  lo  más  mínimo  lo  que  los  autores  designan  con  el 
nombre  de  hiperclorhidria.  La  acción  del  subnitrato  de  bismuto  es  indepen- 
diente de  la  forma  química  del  trabajo  estomal.  El  subnitrato  de  bismuto 
es  el  medicamento  del  dolor  gástrico.  Produce  este  efecto  sin  irritar  ni 
molestar.  Es  superior,  por  lo  tanto,  desde  este  punto  de  yista,  á  todos  loe 
medios  anestésicos.  Es  tan  útil  en  los  hipopépsicos  y  apépsicos  como  en  los 
hiperpépsicos.  Está  indicado  de  una  manera  especial,  pero  no  exclusiya, 
-en  la  úlcera.  En  el  cáncer,  la  cura  con  el  bismuto  calma  los  dolores,  pero 
en  cuanto  se  suspende  la  medicación  aparecen  de  nueyo  é9U)s  y  los  enfer- 
mos piden  de  nueyo  el  medicamento;  se  hacen  bismutomanos. 

Para  que  el  bismuto  sea  eficaz  necesita  ser  administrado  á  la  dosis  de  15 
á  20  gramoe.  Al  contrario  de  lo  que  podría  creerse,  estas  dosis  eleyadas 
combaten  el  estreñimiento  y  hasta  producen  á  yeces  algo  de  diarrea.  Es 
lógico  creer  que  el  subnitrato  de  bismuto  extendido  sobre  la  superficie 
mucosa  obra  como  un  cuerpo  aislador  y  protege  las  terminaciones  ner- 
yiosas. 

La  acción  antiséptica  del  subnitrato  de  bismuto  en  el  intestino,  es  inne- 
gable; tarda  poco  en  hacer  inodoras  las  deposiciones.  Es  probable  que  esta 
acción  sea  menos  acentuada  en  el  estómago,  pero  suficiente  para  poder 
atribuirla  una  parte  importante  de  los  efectos  terapéuticos  obtenidos. 

Nuevos  signos  do  la  insuficiencia  pancreática.  —  El  Dr.  J.  Fkrrbira:  Para 
calcular  el  grado  de  insuficiencia  pancreática  empleo  dos  métodos :  uno 
destinado  á  comprobar  la  facultad  diastásica  y  el  otro  la  transformación 
integra  de  las  grasas  en  ácidos  grasos  y  glicerina. 

Un  glucósido,  la  salicina,  que  se  extrae  de  la  corteza  del  sauce,  se  des* 
«ompone  bajo  la  influencia  de  la  saliya,  á  20  ó  80^,  en  saligenina  y  gluco* 


460 

«a.  El  fermento  pancreático  le  descompone  también.  8i  se  hace  ingerir  á 
un  enfermo  salicina  contenida  en  cápsulas  de  gluten  (pueden  administrarse 
hasta  4  gramos,  puesto  que  esta  substancia  se  ha  empleado  antes  contra  la. 
fiebre)  y  la  función  pancreática  está  poco  ó  nada  alterada,  la  orina  pre- 
senta la  reacción  salicílica  y  reduce  ej  licor  de  Fehling.  La  reacción  del 
ácido  salicllico  es  típica,  porque  la  salicina  se  elimina  en  forma  de  ácidos 
salicÜico  y  salicilúrico  y  de  hidruro  de  salicilo.  Esta  reacción  es  puramen- 
te diastásica,  según  demuestra  con  toda  claridad  la  prueba  de  la  salira;  la 
aparición,  más  ó  menos  precoz,  en  la  orina  del  ácido  salicllico  y  de  la  glu- 
cosa, indica  el  grado  d^  insuficiencia  pancreática. 

En  el  segundo  método  hago  ingerir  en  ayunas  al  enfermo  lecitinas  r  aceite 
de  olirae,  prefiriendo,  para  que  no  repugnen,  la  fórmula  recomendada  por 
Ghauffard  para  el  tratamiento  del  cólico  hepático,  elerando  el  número  de 
yemas  de  huero  de  2  á  6. 

Aceite  de  oliTas .  • 900  á  400  gramos. 

,     Oofiao 15  ^ 

Yema^  de  huevo Número  6. 

Mentol 50  centí^ramoe. 

Guando  la  función  pancreática  está  poco  ó  nada  perturbada,  se  encuen- 
tran en  la  excreta  todas  estas  grasas  en  estado  de  glicerina  y  de  ácidos 
grasos.  Estos  últimos  deben  buscarse  en  las  heces  fecales  por  el  método  de 
Gamus  y  de  Jacobson,  fundado  en  la  acción  colorante  efectiya  de  los  co- 
lores básicos  de  anilina  sobre  dichos  ácidos. 

Entre  los  diferentes  signos  que  permiten  conocer  la  insuficiencia  pan*^ 
creática  hay  uno,  debido  á  Sahli,  que  ha  disfrutado  hasta  ahora  gran  yalor 
entre  los  clínicos:  es  la  reacción  del  salol.  Tiene,  en  verdad,  un  gran  inte- 
rés, pero  no  da  la  clave  de  la  energía  diastásica  del  fermento  pancreático. 
La  descomposición  del  salol  en  ácidos  fénico  y  salicllico  se  produce  en  el 
intestino,  y  nada  prueba  que  desempefie  en  este  caso  un  papel  preponderan- 
te y  exclusÍTo.  La  prueba  dominante  es  que  la  ptialina  no  descompone  el 
salol  y  sabemos  que  los  fermentos  saliyales  y  pancreáticos  son  similarea 
desde  el  punto  de  vista  diastásico. 

Pttegenia  de  It  diabetes.  — El  Dr.  W.  Pavy:  Para  que  haya  glucosuriaes 
preciso  que  haya  glucemia.  Es  de  necesidad  absoluta,  por  lo  tanto^  que  en 
el  hombre  en  estado  normal  los  hidrocarburos  sean  asimilados  antes  de  lle- 
gar á  la  sangre.  Mis  experimentos  prueban  que  los  hidrocarburos  son 
transformados  en  albuminoides  por  un  fenómeno  de  síntesis  bajo  la  influen- 
cia de  los  linfocitos,  de  las  yellósidades  intestinales  y  en  grasa  por  lae 
células  epiteliales  de  estas  mismas  yellósidades.  Los  que  se  libran  de  esta 
doble  transformación  son  conducidos  al  hígado  por  la  yena  porta  y  conyer- 
tidos  allí  en  glucógeno. 

El  trastorno  de  cualquiera  de  estas  tres  funciones  es  capaz  de  originar  la 
diabetes.  La  transformación  de  los  hidrocarburos  en  albuminoides  ó  en 
grasa  es  debida  á  una  enzima  cuya  existencia  está  relacionada  con  la  se- 
creción interna  del  páncreas.  El  azúcar  puede  también  aparecer  en  la  san- 
gre á  consecuencia  de  la  descomposición  de  la  molécula  compleja,  en  la  que 


461 

«1  aaÚGar  (procedente  de  los  alimentoa)  se  encuentra  en  estado  de  combi* 
nación. 

Estas  dos  clases  de  fenómenos  dependen  del  sistema  nervioso:  se  trata  de 
una  parálisis  motora  de  la  zona  qailopoiética  qne  favorece  además  la  glu- 
cemia alterando  el  curso  de  la  sangre  en  la  yena  porta,  oxigenándola  y 
transformando  asi  el  glucógeno  en  azúcar.  Esta  parálisis  vasomotora  es, 
«1  parecer,  de  origen  cerebral ;  la  diabetes  entra,  por  lo  tanto,  en  la  clase 
<le  las  neurosis,  con  la  variante  de  que  el  trastorno  funcional  no  interesa  la 
movilidad,  la  sensibilidad  ni  las  funciones  psíquicas,  sino  la  función  vaso- 
motora, igual  que  en  el  bocio  exoftálmico,  estando  localizado  el  trastorno 
«n  una  porción  del  sistema  vasomotor  (zona  quilopoiética  en  la  diabetes). 

ilitgiióttlce  de  Its  pericarditis  latentes  cen  derrame  poco  abundante.— El  doc- 
tor J.  Fsrbbira:  Para  descubrir  la  pericarditis  latente  con  derrame  poco 
Abundante,  basta  colocar  al  enfermo  en  la  posición  de  Trendelenburg,  y 
•entonces  se  observan  los  fenómenos  siguientes : 

El  derrame,  obedeciendo  á  las  leyes  de  la  gravedad,  se  dirige  hacia  la 
parte  declive,  es  decir,  hacia  la  base  del  corazón,  apareciendo  al  poco  tiem« 
po  la  disnea  á  causa  de  la  compresión  de  las  aurículas  y  de  los  gruesos  va- 
«09.  Puede  observarse  también  á  reces  disfagia  al  ser  comprimido  el  esó- 
fago por  el  fondo  de  saco  de  Haller.  Este  signo  no  tiene  el  mismo  valor  que 
la  disnea.  El  pulso  se  hace  pequefío  y  tiende  á  tomar  los  caracteres  del  pa* 
radógico.  Se  observa  después  que  la  macicez  del  vértice  coincide  con  el  im- 
pulso del  punto^  y  que,  por  un  fenómeno  de  inversión,  el  primer  ruido  se 
hace  normal  y  el  segundo  sordo. 

Si  la  posición  de  Trendelenburg  se  prolonga  durante  algún  tiempo,  en 
«uanto  el  enfermo  recobra  la  posición  inicial  puede  apreciarse  la  dilatación 
Áe  la  auríoula  derecha,  distensión  pasiva  que  se  explica  perfectamente  por 
sn  ligera  resistencia  á  la  compresión.  El  segundo  tono  pulmonar  se  acentúa 
bastante,  prueba  de  que  aumenta  la  tensión  circulatoria  en  el  territorio 
pulmonar.  Este  conjunto  de  signos  tiene  gran  importancia  por  tratarse 
de  casos  que  burlan  la  sagacidad  del  clínico  más  hábil. 

Consideracienos  prácticas  sobre  ia  trepanación  mastoldea.~El  Dr.  F.  SuÁ- 
BKz  DB  Mendoza  (Conclusionis) :  1.*  En  el  estado  actual  de  nuestros  cono- 
cimientos es  imposible  dar  reglas  fijas  respecto  al  momento  oportuno  y  al 
género  de  intervención. 

2.^  La  antrotomía  de  Schwartze  es  suficiente  en  ciertos  casos  para  conte- 
ner el  proceso  inflamatorio  de  la  región  mastoidea  y  para  prevenir  la  posi- 
Inlidad  de  lesiones  graves  é  irreparables.  En  ciertos  casos  la  operación  ra- 
dical debe  ser  considerada  como  un  procedimiento  inútil  que  no  está  jus- 
tificado en  modo  alguno. 

3/  En  otros  casos,  por  el  contrario,  las  indicaciones  de  la  antrotomía 
dadas  por  Schwartze  deben  ser  consideradas  como  limitadas,  porque  las  le- 
siones son  á  veces  tales  que  la  operación  es  insuficiente,  y  por  lo  tanto,  pe- 
ligrosa. En  estos  casos  es  preciso  recurrir,  según  las  circunstancias,  á  otros 
procedimientos. 

4.*  La  experiencia  y  el  sentido  clínico  dictarán  al  cirujano  la  elección 
del  procedimiento. 

5.*  Aunque  no  pretendo  sustituir  sistemáticamente  el  empleo  de  la  sie- 


462 

rra  tubular  al  de  la  gubia  y  el  martillo,  ereo  que  asociando  en  la  cinigi» 
del  oído  estos  diversos  instrumentos,  se  opera  con  más  rapidez,  precisión  y 
seguridad. 

6/  En  cirugía  mastoidea  el  tratanliento  post  operatorio  debe  ser  el  máa 
sencillo  posible. 

7/  No  es  preciso  inspirarse  demasiado  en  los  preceptos  de  la  cirugía  ge- 
neral para  condenar  las  curas  más  ó  menos  complicadas. 

8.^  El  relleno  de  la  cavidad  operatoria,  acoi^ejado  en  estos  años  últimos,, 
perturba  el  esfuerzo  natural  reparador  y  debe  ser  condenado  en  absoluto. 

Las  meningitis  eerebro-espinaies.  —  El  Dr.  A.  J.  Oabral  :  Las  meningitia 
cerebroespinales  se  dividen  eu  dos  grupos,  el  primero  de  los  cuales  está 
representado  por  la  meningitis  cerebral  epidémica,  cuyo  agente  especifiea 
es  el  núeroeocua  intracdlularU  tneningitides^  descubierto  por  Weichselbaum» 
Esta  forma  se  distingue  de  las  demás  meningitis,  no  sólo  por  su  etiología 
específica,  sino  por  ser  una  enfermedad  primitiva,  protopática,  y  por  re- 
Tsstir  el  carácter  epidémico. 

El  segundo  grupo  comprende  todas  las  meningitis  que  sobrevienen  coma 
epifenómenos,  como  complicaciones  secundarias  ó  determinaciones  deute- 
ropáticas  en  el  curso  de  otras  enfermedades.  Son  debidas  al  neumococo,  á. 
los  bacilos  de  Eberth  ó  de  Pfeiffer,  al  coli  bacilo,  al  microbio  de  Neisser,  al 
de  la  peste  ó  del  muermo,  la  meningitis  sifilítica,  la  reumática,  etc. 

Voy  á  oouparmerde  la  meningitis  cerebro-espinal  epidémica,  de  la  que  h» 
observado  180  casos  durante  la  última  epidemia  de  Algarve. 

El  modo  de  invasión  de  la  economía  es  muy  obscuro  y  sólo  pueden  hacer- 
se respecto  á  este  asunto  conjeturas  más  ó  menos  verosímiles.  Según  unoa 
autores,  la  infección  se  produce  por  las  vías  respiratorias,  y  según  otros  por 
las  digestivas,  constituyendo  Iqs  trastornos  gástricos  una  causa  predispo- 
nente. La  opinión  más  general  es  la  que  admite  que  el  microbio  penetra  en 
el  organismo  por  la  mucosa  de  las  fosas  nasales.  El  meningocoeo  llega  á  la. 
cavidad  craneana  atravesando  la  lámina  cribosa  del  etmoides  y  siguienda 
los  vasos  linfáticos  de  la  pituitaria. 

unos  patólogop  admiten  el  carácter  contagioso  de  la  meningitis  cerebro- 
espinal epidémica  y  otros  le  niegan.  Creo,  ateniéndome  á  lo  observado  en 
la  epidemia  referida,  que  el  enfermo  de  meningitis  es  un  elemento  de  pro- 
pagación de  la  infección,  bien  por  contacto  directo  ó  por  el  intermedio  de 
los  objetos  contaminados. 

Las  más  de  las  veces  la  meningitis  se  manifiesta  de  un  modo  brusco,  en 
plena  salud.  Los  síntomas  que  constituyen  la  triada  característica  son :  ca- 
lofríos, cefalalgia  y  vómitos.  En  algunos  casos  hay  pródromos  caracteriza- 
dos por  aplanamiento  general,  hormigueo  y  dolores  en  las  extremidades  in- 
feriores, cólicos  y  fenómenos  de  gastro-enteritis.  En  la  forma  raquidiana  el 
principio  es  lento  y  se  caracteriza  por  trastornos  sensitivos  y  motores.  A  la. 
invasión  brusca  de  la  enfermedad  sigde  un  período  corto  de  remisión « mi- 
tigándose los  fenómenos  iniciales  ó  convirtiéndose  en  estupor.  Este  perio- 
do, que  dura  unas  cuantas  horas,  principia  en  el  segundo  día  de  la  enferme- 
dad, á  veces  en  la  tarde  del  primero.  Los  vómitos  cesan  en  seguida,  pero  la. 
fiebre  aumenta  en  cambio  de  intensidad,  y  aparecen  fenómenos  excito- 
motores  y  psico  sensoriales,  predominando  las  convulsiones,  las  contractu- 


463 

ras,  el  opiBtótonoe,  el  delirio,  la  agitación  y  el  insomnio.  El  estrefiimiento 
es  rebelde  y  la  lengua  se  pone  pastosa,  aquejando  el  enfermo  anorezia  y 
sed.  Este  estado  persiste  unos  ocho  días,  principiando  1^  mejoría  en  los  ca- 
sos benignos. 

La  muerte  se  observa  en  el  40  por  100  de  los  casos,  variando  sus  causas 
inmediatas  según  la  forma  de  la  enfermedad^  En  los  casos  sobreagudos  el 
enfermo  muere  en  el  coma.  En  las  formas  convulsivas  la  muerte  es  debida 
á  la  asfixia  por  contracción  tetánica  del  diafragma  é  inmovilización  del  tó- 
rax. El  trastorno  nutritivo  de  los  centros  nerviosos,  originado  por  la  me- 
ningitis, produce  el  síndrome  bulbar  y  la  muerte.  Otros  enfermos  mueren 
á  causa  de  la  debilidad  del  miocardio,  de  la  congestión  y  edema  pulmonar, 
y  del  edema  de  la  glotis.  En  las  formas  prolongadas  de  la  enfermedad  la 
muerte  sobreviene  por  miocarditis,  astenia  general,  colapso,  coma,  inani- 
ción, etc. 

El  diagnóstico  de  la  meningitis  epidémica  es  de  ordinario  fácil.  En  loe 
casos  dudosos  debe  recurrirse  al  examen  bacteriológico  y  citosoópico  del 
liquido  cefalorraquídeo  extraído  por  punción  lumbar.  La  reacción  agluti- 
nante del  suero  sanguíneo  facilita  el  diagnóstico  en  ciertos  casos.  El  signo 
de  Kenig  es  uno  de  los  síntomas  más  frecuentes  de  la  meningitis  epidémi- 
ca, pero  no  tiene  el  valor  semeiológico  que  se  le  ba  atribuido.  Falta  en  al- 
gunos casos,  en  otros  su  aparición  es  tardía  y  es  tan  frecuente  en  la  menin- 
gitis cerebro-espinal  tuberculosa  como  en  la  epidémica. 

Las  lesiones  anatómicas  son  á  veces  congestivas  ó  hidrocefálicas.  Los  de- 
rrames pueden  ser  serosos,  serofíbrinosos  ó  purulentos.  La  supuración  es 
en  ciertos  casos  precoz  y  se  observa  ya  á  las  pocas  horas.  La  inflamación 
es  más  común  en  la  base  del  encéfalo,  donde  los  exudados  son  más  abun- 
dantes y  forman  una  capa  continua  ó  islotes.  Los  nervios  suelen  participar 
del  proceso  inflamatorio.  Los  exudados  respetan  al  parecer  casi  siempre  el 
trayecto  de  los  vasos  sanguíneos.  Las  hemorragias  meníngeas  son  frecuen- 
tes, igual  que  los  focos  hemorrágicos  en  el  tejido  del  cerebro  y  de  la  médula. 
En  la  cavidad  raquídea  la  lesión  más  común  es  la  presencia  de  falsas  men- 
branas  en  la  cara  posterior  de  la  médula.  Se  han  encontrado  en  ciertos  ór- 
ganos hemorragias  y  placas  necrósicas. 

El  tratamiento  más  racional  y  el  que,  al  menos  en  Portugal,  ha  producido 
mejores  resultados,  es  el  empleado. primeramente  por  el  Dr.  Franca,  es  de* 
cir,  el  empleo  sistemático  de  las  puaciones  lumbares  seguidas  de  inyeccio- 
nes de  líquidos  antisépticos. 

La  terapéutica  ioeal  en  las  enfermedades  fnfecciesas.— El  Dr.  A.  Oharrin: 
En  vista  del  éxito  terapéutico  de  ios  cirujanos,  debido  cuando  menos  en 
parte  á  las  condiciones  que  permiten  obrar  directamente  sobre  el  agente 
morbífico,  la  medicina  tiende  cada  vez  más  á  emplear  la  terapéutica  locaf 
en  ciertas  enfermedades  del  estómago,  del  intestino,  del  hígado,  del  bazo, 
de  los  ríñones,  de  las  serosas,  etc.  ESstas  tendencias  no  están  libres  de  exa- 
geraciones, á  causa  más  que  nada  de  olvidar  la  fisiología.  Conviene,  por 
último,  saber  que  las  conexiones  de  los  tejidos  vasculares,  y  sobre  todo  ner- 
viosas, hacen  rara  y  difícil  la  localización  absoluta  de  estas  intervenciones. 

Estos  procedimientos  son  variados.  Puede  destruirse  ó  expulsarse  un  pa- 
rásito, recurrirse  á  agentes  físicos,  al  amasamiento,  á  la  compresión,  al 


464 

frió,  al  calor.  Uha  hipertermia  ligera  activa  la  yitalidad  de  machos  tejidos, 
susceptibles,  por  lo  demás,  de  soportar  eleyaciones  que  lleguen  á  48,  50*"  y 
más,  aunque  ya  á  Los  42*  la  bacteridia  se  couTierte  en  yacuna.  Es  posible 
moderar,  localizar  la  acción  de  estas  temperaturas  de  igual  manera  que  la 
de  la  luz,  cuyas  irradiaciones  modifican  los  seres  viyientes;  los  cuerpos 
inorgánicos,  influyen  sobre  nuestros  órganos  y  nuestros  plasmas,  atenúan 
muchos  microbios  y  activan  la  función  de  nuestras  células.  Los  resultados 
obtenidos  con  los  rayos  X^en  los  tumores,  las  anemias,  las  esplenopatias, 
etcétera,  son  muy  eatisf actoríoii ;  lo  mismo  ocurre  con  las  emanaciones  del 
radio.  La  electricidad  obra  sobre  las  atrofias,  sobre  las  parálisis,  y  además 
de  su  acción  directa  produce  calor  ó  principios  químicos. 

Le  revulsión  dirige  los  microbios  á  una  zona  elegida  de  atemano,  casi 
siempre  de  importancia  fisiológica  secundaria.  Las  estancaciones,  los  ede- 
mas, las  hiperemias  circunscritas,  intervienen  de  un  modo  útil  por  sus  hu- 
mores mícrobicidas,  por  el  ácido  carbónico,  por  las  células,  etc. 

Hemos  demostrado  de  una  manera  experimental  que  en  el  territorio  en 
que  áe  determinan  estas  modificaciones  puede  destruirse  una  toxina.  En 
esta  zona,  gracias  á  los  leucocitos,  á  los  fagocitos,  á  las  serosidades  más  ó 
menos  abundantes  en  alexina,  y  á  veces,  sin  duda,  en  otros  principios  an- 
titóxicos ó  bactericidas,  esta  toxina,  y  hasta  los  agentes  patógenos,  se  ate- 
núan y  hacen  impotentes. 

La  noción  en  4a  existencia  de  microbios  patógenos  en  puntos  de  fácil 
acceso,  como  la  faringe  en  el  caso  de  difteria,  el  útero  en  el  de  infección 
puerperal,  etc.,  es  un  dato  capital  en  favor  de  estas  terapéuticas  locales. 
£1  esfuerzo  curativo  es  bastante  eficaz  mientras  estos  microbios  no  pene- 
tran en  el  torrente  circulatorio  y  se  ponen  fuera  de  nuestro  alcance.  Aun 
después  de  la  difusión  estas  terapéuticas  son  litiles  por  disminuir  el  valor 
del  factor  cantidad  que  influye  sobre  los  virus  igual  que  sobre  las  pon- 
zoñas. 

Otras  investigaciones  nos  han  conducido  á  conocer  la  importancia  de  loe 
antisépticos  insolnbles  incapaces  de  irá  donde  nada  tieoen  que  hacer; 
quedan  en  las  cavidades  ó  en  las  superficies  que  reclaman  su  acción,  prolon- 
gándose el  contacto  entre  el  medicamento  y  el  principio  nocivo.  Beta  in- 
solubilidad limita  los  efectos  nocivos  ejercidos  por  ciertos  antisépticos  que, 
excepto  los  específicos,  son  susceptibles  de  alterar  la  célula  de  la  econo- 
mía igual  que  la  bactérica. 

Una  serie  de  trabajos  nos  han  hecho  conocer  que  los  medicamentos,  aun 
los  solubles,  obran  durante  mucho  tiempo  sobre  los  tejidos  enfermos  y  á 
pequeñas  dosis,  aplicados  cerca  ó  en  el  seno  de  estos  tejidos.  Sabemos,  en 
efecto,  que  una  serie  de  cuerpos  se  unen  á  las  células  durante  más  ó  íneuos 
tiempo;  éstas  dejan  en  gran  parte  de  circular  y  se  convierten  hasta  cierto 
punto  en  partículas  sólidas.  Otros  experimentos  nos  han  enseñado  que  las 
substancias  químicas,  aun  introducidas  por  los  vasos  ó  el  aparato  digestivo, 
se  acumulan  de  preferencia  en  los  territorios  enfermos.  En  estos  territorios 
la  sangre  circula  con  más  lentitud,  los  capilares  están  dilatados  y  los  vasi- 
llos neoformados  carecen  casi  siempre  de  fibras  musculares;  la  coa  gestión 
y  la  inflamación,  patrimonio  de  estos  territorios,  tienen  la  particularidad 
de  hacer  que  pase  más  líquido  sanguíneo  con  menos  velocidad,  y  que  la 


( 


465 

diapedesis,  facilitada,  deje  salir  más  leacocitoe  aptos  para  transportar  tai 
ó  caal  prodaoto.  En  resamen,  la  terapéutica  general  tiende  á  hacerse 
local. 

Afiadiremos  qae  estos  datos  contribuyen  á  explicar  la  utilidad  de  diver- 
sos procedimientos  de  curación  localizados  en  un  espacio  limitado,  por 
ejemplo  la  revulsión,  ciertas  estancaciones  ó  hiperemias,  algunos  edemas, 
loe  abscesos  llamados  de  fijación,  que  atraen  á  un  tejido  poco  importante, 
agentes  morbíficos,  microbios  ó  venenos,  que  dejan  libres  los  órganos  im- 
portantes, y  que  por  eliminación,  gracias  á  un  exutorio  artificial  ó  agotan- 
do en  la  lesión  circunscripta  la  fuerza  del  adversario,  facilitan  por  una 
cura  local  una  afección  capaz  de  perjudicar  á  todo  el  organismo. 

Sebre  la  pontofla  de  ia  serpiente  Habou.—  £1  Dr.  Tomataro  Ishizaka:  Las 
serpientes  Habou  viven  en  las  islas  Sudoeste  del  Japón,  sobre  todo  en  Lin- 
kin  y  Oshina,  y  su  ponzoña  extremadamente  virulenta  las  hace  muy  temi- 
bles para  los  indígenas.  Las  investigaciones  que  he  practicado  con  esta  pon* 
zofia  me  permiten  sacar  las  conclusiones  siguientes:  el  principio  esencial 
de  la  ponzoña  de  esta  serpiente  es  una  hemarragina^  pero  además  contiene 
una  hemolisina,  una  aglutinina  y  una  cantidad  pequeña  de  neurotoxina. 

La  inyección  subcutánea  de  esta  ponzoña  provoca,  lo  onismo  en  los  ani- 
males de  sangre  caliente  que  en  los  de  sangre  fría,  en  el  sitio  de  la  inyec- 
ción, una  gran  hemorragia  intersticial;  las  inyecciones  intravenosas  produ- 
cen también  hemorragias  submucosas  ósubserosas  en  las  diferentes  visce- 
ras, estómago,  intestinos,  pulmones,  corazón,  etc. 

£1  veneno  ejerce  asimismo  una  acción  paralizante  sobre  el  aparato  mo- 
tor de  los  animales  de  sangre  caliente  y  sobre  el  corazón  de  los  de  sangre 
fría.  En  los  primeros  la  causa  directa  de  la  muerte  es  la  suspensión  respi- 
ratoria producida  por  parálisis  respiratoria. 

.  La  inyección  directa  del  veneno  en  los  centros  nerviosos  provoca  fenó- 
menos convulsivos  por  acción  mecánica  (hematomas  submeningeos). 

El  veneno  no  produce  efecto  hemolítico  alguno,  excepto  una  ligera  ac- 
ción aglutinante  sobre  la  sangre  del  conejo,  del  ratón  y  del  buey.  Su  acción 
hemolítica  sobre  la  sangre  del  perro  es,  por  el  contrario,  muy  enérgica;  es 
neutralizada  por  la  adición  de  colesterina.  Lavando  varias  veces  los  gló- 
bulos rojos  de  la  sangre  del  perro  pierden  en  absoluto  ó  casi  en  absoluto 
6US  propiedades  hemolíticas;  en  cambio  se  aglutinan  con  facilidad. 

La  disolución  de  ponzoña  calentada  á  7S*  durante  quince  minutos  pier- 
de por  completo  sus  propiedades  hemorragíparas ;  calentada  á  90**  por  es- 
pacio de  media  hora,  se  destruye  por  completo  su  hemolisina. 

La  emulsión  acuosa  de  la  ponzoña  tratada  por  el  cloroformo,  cede  á  éste 
toda  su  hemorragina,  pero  conserva  su  hemolisina  y  neurotoxina. 

Acoién  de  los  efluvios  electro -estáticos  sobre  los  gérmones  de  la  supuración.— 
Los  ^es.  J.  MiTJAViLA  y  A.  Morales  (Conclusiones):  1.*  En  ciertos  pro- 
cesos locales  supurados  donde  se  encuentran  los  gérmenes  vulgares  estafi- 
lococo y  piociánico,  ejerce  la  efiuviación  electro-estática,  acción  bactericida 
manifiesta. 

2.*  El  efluvio  disminuye  la  vitalidad  del  bacilo  piociánico  y  estafilococo 
dorado  y  retarda  su  desarrollo  en  caldo  y  agar;  pero  no  lo  mata  en  una 
hora  de  exposición  al  mismo. 


466 

8/  Loe  animales  (conejos)  qne  han  sido  inyectados  con  gérmenes  expues- 
tos á  la  acción  del  eflayio  no  han  acusado  alteración  patológica  apreoiahle 
con  dos  asas  de  cultivo  puestas  bajo  la  piel  del  yientre,  muriendo  en  cam* 
bio  ios  que  lo  faeron  con  el  mismo  no  atenuado  en  igual  cantidad. 

4.^  En  la  clínica  y  por  la  aplicación  de  la  efluyiación  se  han  curado  rápi- 
damente los  enfermos  que  fueron  tratados  por  este  nuevo  método,  sobre 
todo  las  adenitis  tórpidas  supuradas,  las  úlceras  atónicas  y  las  quemadu- 
ras infectadas. 

5.*  Clínicamente  no  son  comparables  los  efectos  obtenidos  mediante  la 
efluviación  electro-estática  con  los  efluvios  procedentes  de  la  alta  tensión 
y  frecuencia,  qne  ya  hablan  sido  estudiados  principalmente  por  D*Ar- 
sonval.  —  F.  Tolbdo. 


SOCIEDAD    DE    MEDICINA    DE    BERLÍN 
SéMn  del  día  S  dé  Ago$lo  de  1906. 

Sobro  la  apondioltio.—  El  Dr.  Guttatadt  dice  que  durante  el  afio  1903  han 
sido  tratados  por  tiflitis  y  apendicitis  en  los  hospitales  públicos  de  Pnisia 
8.412  personas;  de  ellas  4.769  hombres  y  8.648  mujeres,  habiendo  fallecido 
796  (490  hombres  y  806  mujeres),  lo  cual  representa  una  mortalidad  de 
9'46  por  100.  Fueron  operados  8.400  (1.924  hombres  y  1.476  mujeres),  ó 
sea  un  40*42  por  100,  y  de  estos  operados  fallecieron  466  (279  hombres  y  187 
mujeres),  ó  sea  un  18*71  por  100.  Las  cifras  del  afio  1904  son  las  siguien- 
tes: cifra  total  de  tratados,  10.798  (5.997  hombres  y  4.798  mujeres);  falle- 
cidos, 986  (588  hombres  y  408  mujeres),  ó  sea  un  9*14  por  100;  fueron  ope- 
rados 4.774  (2.588  hombres  y  2.186  mujeres),  ó  sea  un  44*28  por  100  con 
una  mortalidad  de  589  (820  hombres  y  219  mujeres),  ó  sea  de  11*29  por  100. 

Resulta  además  de  dichas  estadísticas,  qne  la  frecuencia  de  la  apendici- 
tis va  aumentando  hasta  la  edad  de  quince  á  veinte  afios,  y  después  va  dis- 
minuyendo poco  á  poco;  en  cambio  la  mortalided  va  en  disminución  desde 
O  á  1  afio  (80  por  100),  alcanzando  su  cifra  mínima  entre  los  veinte  y  los 
veinticinco  afios,  y  Tolyiendo  á  aumentar  en  los  afios  sucesivos. 

El  Dr.  A.  Bagintíky  dice  que  en  el  nifio  se  presentan  varios  problemas 
cuya  solución  es  de  mucha  importancia.  El  primero  es  el  de  si  la  apendi- 
citis del  nifio  es  una  enfermedad  de  comienzo  agudo  ó  va  precedida  de  ana 
fase  crónica.  En  concepto  del  autor  este  último  caso  es  el  más  frecuente. 
Además  de  esta  forma  hay  otra  esencialmente  crónica,  que  por  su  larga 
duración  quebranta  mucho  las  fuerzas  del  nifio,  sin  llegar  á  proTOcar  un 
ataque  agudo.  En  estos  casos  se  encuentra  como  síntoma  característico  una 
curva  térmica  especial  con  temperaturas  subnormales. 

¿Cómo  se  manifiestan  loe  ataques  agudos  en  los  nifios?  Por  medio  de  un 
dolor  súbito,  insoportable  y  espontáneo  en  la  fosa  ilíaca,  náusea  continua 
ó  vómito  frecuente,  acelerados  el  pulso  y  la  respiración  y  gran  sensibilidad 
á  la  presión  en  la  región  ileocecal.  Para  no  incurrir  en  error  al  examinar 
este  último  síntoma,  es  muy  couTeniente,  como  lo  aconseja  Rotter,  empezar 
la  palpación  por  el  lado  izquierdo. 


467 

¿Existen  también  formas  patológicas  de  comienzo  agudo?  Giertamente 
las  hay,  ▼.  gr.,  qae  ee  inician  con  ana  angina  tonsilar,  tanto  que  se  podría 
hablar  de  nna  angina  apendionlar.  Estos  ataques  agudos  sobrerienen  á 
Teces  con  síntomas  falaces,  t.  gr.,  simulando  una  afección  disentérica. 

¿Hay  paralelismo  entre  las  manifestaciones  clínicas  y  la  lesión  anatómi- 
ca? De  niiiguna  manera.  Son  muy  frecuentes  los  casos  en  que  se  descubre 
muy  poco  por  la  palpación,  y  hasta  los  hay  muy  peligrosos  cuando  Tan 
acompañados  de  ana  gran  frecuencia  de  respiración  y  de  pulso. 

¿Son  posibles  errores  en  él  diagnóstico?  Lo  son  sobre  todo  con  la  pleuri- 
tis y  el  empiema,  y  ha  habido  clínico  muy  experto  que  hasta  ha  confun- 
dido el  empiema  y  la  iuTaginación.  El  autor  refiere,  además,  otros  dos  casos 
muy  interesantes.  En  el  primero  se  había  diagnosticado  una  afección  apen- 
dicular,  y  se  encontró  una  peritonitis  de  pneumococos,  sin  nada  patológico 
en  el  apéndice.  El  segundo  caso  era  tan  semejante  al  anterior,  que  pensó 
el  autor,  en  vista  de  lo  ocurrido,  que  se  trataría  también  de  nna  peritonitis 
de  pneumococos,  mas  lejoto  de  ser  así,  se  encontró  un  apéndice  perforado. 

Respecto  á  si  se  debe  operar  y  cuándo,  el  autor,  que  en  otro  tiempo  no 
era  partidario  de  decidirse  pronto  por  la  operación,  ha  cambiado  de  crite* 
rio  en  vista  de  lo  que  le  ha  ido  ensefiando  la  experiencia.  Hoy  es  partida- 
rio de  la  operación  precoz  en  todo  caso  agudo ;  cuando  el  curso  es  más  cró- 
nico se  puede  aguardar  un  poco,  pero  también  se  debe  operar.  Respecto  á 
las  operaciones  en  frío,  conviene  atenerse  á  lo  que  resuelvan  cirujanos  muy 
experimentados  en  estas  cuestiones;  el  autor  se  inclina  á  operar  también 
en  estas  circunstancias. 

En  resumen:  en  principio  se  debe  operar  en  todos  los  casos,  y  lo  más 
pronto  que  sea  posible. 

El  Dr.  Nóggerath  dice  que  una  complicación  nada  rara  de  la  apendicitis 
es  la  hemorragia  en  las  paredes  del  apéndice.  Dicha  hemorragia  puede  ser 
puntiforme  ó  extensa  y  grave.  El  autor  ha  hecho  experimentos  en  animales, 
imitando  simplemente  la  apendectomía  y  en  otros  casos  maltratando  el 
apéndice.  En  el  primer  caso  se  encontraron  hemorragias  puntiformes  pe- 
quefias;  en  el  segundo  se  produjeron  hemorragias  muy  copiosas.  Según 
esto,  las  hemorragias  pequeñas  no  tienen  valor  patognomónico  y  las  gran- 
des no  son  siempre  de  origen  patológico,  puesto  que  pueden  reconocer  por 
causa  una  operación  muy  agresiva.  Sería  de  desear  que  los  apéndices  que 
se  remitan  en  lo  sucesivo  al  Instituto  anatomopatológico  vayan  acompa- 
ñados de  datos  anamnésicos  referentes  á  la  enfermedad  y  á  la  operación. 

El  Dr.  Netimann  cree  que  con  un  tratamiento  interno  precoz  y  bien  diri- 
gido se  puede  disminuir  mucho  la  necesidad  de  la  operación.  El  médico 
práctico  suele  tratar  los  casos  muy  al  principio,  y  por  lo  mismo  está  muy 
familiarizado  con  los  síntomas  precoces.  Entre  éstos  desempeña  un  gran 
papel  el  malestar  de  estómago;  no  es  raro  tampoco  encontrar  cierta  sensi- 
bilidad á  la  presión  en  la  región  ilíaca,  sensibilidad  que  conduce  al  diag- 
nóstico exacto.  En  estos  casos,  tratados  desde  el  primer  momento,  es  muy 
común  que  se  consiga  una  curación  definitiva  con  el  reposo  absoluto  en 
cama,  la  dieta  rigurosa  y  mantener  en  reposo  el  intestino.  En  cambio  hay 
que  abstenerse  de  purgantes  que  con  facilidad  agravan  el  estado,  ó  bien,  si 
sobreviene  mejoría,  son  causa  de  recidiva.  Para  el  diagnóstico  son  de  esen- 


468 

cial  importADcia  el  dolor  localizadoy  la  rapidez  y  eficacia  con  qae  obra  el 
opio.  Es  posiblo  qae  en  casos  tratados  tab  precozmente  se  incnrra  alguna 
yéz  en  errores  de  diagnóstico;  pero  aunque  asi  sea,  con  el  tratamiento  in- 
dicado nunca  se  puede  irrogar  el  menor  daño.  La  posibilidad  de  una  cura- 
ción hay  que  admitirla  dadas  las  fuerzas  de  defensa  de  que  dispone  el 
organismo.  £1  mismo  Orth  ha  manifestado  en  la  sesión  anterior  que  en  aU 
ganos  apéndices  se  encuentran  vestigios  de  lesiones  anteriores  que  se  ha- 
blan curado.  Aun  en  casos  de  cierta  fecha  en  que  la  madre  del  enfermo 
ya  había  recurrido  á  los  purgantes,  se  consigue  muchas  Teces  la  curación 
procediendo  de  un  modo  enérgico  á  poner  en  reposo  al  intestino  y  á  la 
aplicación  de  fomentos  helados.  Bn  estos  casos  debe  intervenir  el  cirujano, 
aunque  es  común  que  baste  con  la  simple  incisión.  También  deben  pasar 
desde  el  primer  momento  á  manos  del  cirujano  los  enfermos  que  tienen  un 
primer  ataque  violento  con  absceso  y  peritonitis.  El  autor  declina  también 
sus  poderes  cuando  se  percibe  la  «zistencia  de  un  enterolito  en  el  apéndice. 

Una  vez  pasado  el  ataque  es  superfina  la  intervención  quirúrgica,  si  es 
bueno  el  estado  general,  y  no  existen  ni  sensibilidad  á  la  presión  ni  dolor 
espontáneo.  Pero  si  las  condiciones  no  son  tan  favorables,  se  debe  operar 
en  frió. 

El  Dr.  EwcUd  confiesa  que  respecto  al  diagnóstico  discrepa  casi  en  abso* 
luto  de  Kraus.  Asi  ha  observado  el  comienzo  brusco  de  la  apendicitis  en  el 
79*5  por  100  de  sus  casos,  y  cree  que  el  diagnóstico  no  es  más  difícil  que  el 
de  las  afecciones  del  hígado,  del  riñon,  de  los  anejo^,  etc.  Pero  más  aún  que 
el  diagnóstico  importa  el  pronóstico,  y  éste  si  que  es  difícil,  puesto  que  á 
veces  se  curai^  sin  contratiempo  hasta  casos  en  que  había  grandes  exuda- 
dos. Las  oscilaciones  de  la  leucocitosis  no  tienen  ningún  valor  para  el  pro- 
nóstico. 

Los  cirujanos  abogan  por  la  operación  en  todos  los  casos,  pero  esta  opi* 
nión  no  está  justificada,  á  juzgar  de  los  resultados  obtenidos  con  el  trata- 
miento médico.  De  191  casos  del  Hospital  Augusta,  sólo  fueron  operados 
28;  de  los  168  restantes  sólo  murieron  4,  y  hay  que  contar  que  8  de  estos 
últimos  ingresaron  en  un  estado  desesperado.  Visto  que  tantos  casos  curan 
sin  incidente,  no  se  debe  de  operar  sin  necesidad,  sino  aguardar  á  que  se 
presenten  síntomas  graves.  El  momento  en  que  hay  que  operar  se  puede 
precisar  con  toda  seguridad  si  se  observa  escrupulosamente  al  enfermo;  de 
esta  manera  se  llega  siempre  á  tiempo.  Los  niños  constituyen  una  excep* 
ción  á  esta  regla;  en  ellos  se  debe  operar  lo  más  pronto  que  sea  posible, 
porque  pueden  sobrevenir  fenómenos  alarmantes  de  pronto  é  impensada- 
mente. No  hay  que  dudar,  por  otra  parte,  que  la  operación  tiene  sus  peli* 
gros,  ocasionados  por  el  cloroformo,  las  pulmonías,  las  hemorragias  secun- 
darias y  hasta  la  posibilidad  de  que  se  produzcan  lesiones  después  de  la 
operación.  También  son  factores  no  despreciables  la  preocupación  de  la 
familia  por  el  éxito  de  la  operación  y  los  gastos.  El  médico  práctico  es  el 
que,  observando  cuidadosamente  al  enfermo  y  adoptando  un  tratamiento 
adecuado,  en  los  casos  de  apendicitis  incipiente,  está  llamado  á  servir  de 
contrapeso  ai  cirujano.  También  hay  que  proceder,  según  las  circunstan- 
cias de  cada  caso,  respecto  á  la  operación  en  frío,  y  lo  mismo  hay  que  decir 
de  las  recidivas.  Respecto  á  estas  últimas,  no  se  ha  fijado  Lnrael  en  que 


469 

un  gran  número  de  ataques  repetidos  se  cara  fácilmente  sin  operación.  En 
eambio  se  debe  operar  siempre  en  los  casos  de  apendicitis  laryada,  que  ha 
descrito  por  primera  ves  el  autor. 

El  Dr.  Alhi  hace  notar  que  la  inmensa  mayoria  de  los  cirnjanos  es  parti- 
daria de  la  operación  precoz  en  las  primeras  veinticuatro  á  cuarenta  y  ocho 
horas.  Dicha  operación  exige  un  diagnóstico  también  precoz,  que  es  posi- 
ble establecer  con  seguridad  en  el  80  á  90  por  100  de  los  casos.  Conviene 
distinguir  bien  los  leves  de  los  graves.  Gomo  grabes  se  deben  de  calificar 
los  que  van  acompañados  de  fenómenos  peritonf ticos ;  pero  hay  que  tener 
presente  que  e^ta  significación  le  corresponde  no  á  un  solo  síntoma,  sino  á 
la  presentación  simultánea  de  varios.  En  este  número  hay  que  contar :  la 
fiebre  continua,  el  p^lso  muy  frecuente,  el  vómito  persistente,  la  resistencia 
que  va  aumentando  cada  vez  más  en  la  región  íleocecal,  el  aumento  de  la 
sensibilidad  á  la  presión  estando  relajadas  las  cubiertas  cutáneas,  la  con- 
vexidad de  la  piel  sobre  el  foco  patológico,  la  defensa  muscular,  la  inflama- 
ción local  del  ciego,  los  síntomas  de  compresión  por  parte  del  recto  y  de  la 
vejiga,  el  hipo  y  la  postración.  Oierto  es  que  también  hay  casos  en  que  se 
presenta  la  peritonitis  sin  síntomas  prodrómicos,pero  son  seguramente  muy 
raros.  Ahora  bien,  como  la  transición  brusca  de  los  fenómenos  leves  á  los 
graves  es  muy  excepcional,  de  aquí  que  no  sea  necesaria  la  operación  pre- 
coz en  todos  los  casos :  en  los  leves  no  lo  es  en  general.  Además,  la  opera- 
ción tampoco  está  exenta  de  riesgo,  ;|^  no  hay  que  olvidar  el  apotegma  de 
que  el  remedio  no  debe  de  ser  peor  que  la  enfermedad.  La  operación  inme- 
diata está  indicada  en  los  casos  agudos  en  que  se  sospecha  una  peritonitis 
por  perforación;  los  demás  se  suelen  curar  sin  operación. 

El  Dr.  Hermes  opina  también  que  no  siempre  se  debe  operar  en  las  pri- 
meras cuarenta  y  ocho  horas.  Lo  que  sí  se  debe  de  hacer  siempre  es  diag- 
nosticar si  se  trata  de  una  apendicitis  simple  ó  de  una  apendicitis  con  fe- 
nómenos peritoníticos,  pues  sólo  en  este  último  caso  es  cuando  procede  eje- 
cntar  la  operación  precoz. 

Respecto  al  diagnóstico  diferencial  entre  la  apendicitis  y  las  afecciones 
de  los  anejos,  hay  que  recordar  que  las  inflamaciones  procedentes  de  estos 
últimos  son  casi  todas  de  origen  blenorrágico  y  se  desarrollan  paulatina-  . 
mente;  en  cambio,  la  apendicitis  sobreviene  á  menudo  de  un  modo  brusco 
ó  va  precedida  de  molestias  gástricas.  Cuanto  más  tumultuosos  sean  los  sín- 
tomas, tanto  más  probable  es  que  se  trate  de  una  apendicitis.  Por  el  con- 
trario, la  bilateralidad  de  los  fenómenos  patológicos  depone  á  favor  de  una 
afección  de  los  anejos.  En  los  qasos  de  apendicitis  es  de  regla  la  leucocitosis. 

El  Dr.  Henke  dice  que  el  examen  que  ha  llevado  á  cabo  de  apendicitis 
recién  extirpados,  le  ha  dado  resultados  análogos  á  los  obtenidos  por  As- 
choff.  Los  cálculos  estercoráceos  desempeñan  un  gran  papel  en  el  desarro- 
llo de  úlceras  por  compr^ión.  Cuanto  á  las  hemorragias  pnntiformes  que 
se  han  hallado,  conviene  no  menospreciar  su  importancia  patológica,  pues 
es  lo  cierto  que  no  sabemos  cuál  podía  haber  sido  su  evolución  ulterior. 

El  Dr.  Seefisch  opina  que  después  de  todo  ataque,  si  no  se  ha  hecho  la 
operación  precoz,  se  debe  de  operar  en  frío,  porque  es  muy  frecuente  que  ya 
se  hayan  producido  en  el  apéndice  alteraciones  graves  que  no  se  revelan  por 
ningún  síntoma  especial. —  {Deutsche  Medizinal  Zeitung). —  R.  del  Valle. 


470 
PERIÓDICOS 


Patogenia  do  la  onfornodad  do  Dupuytron^—  El  Dr.  Testi  recuerda  que  ya 
el  afto  1S95  llamó  la  atención  acerca  de  la  relación  qne  hay  entre  el  mal  de 
Dopuytren  ó  contractnra  de  la  aponenrosis  palmar  y  la  siringomielia,  fun- 
dándose para  ello  en  la  autopsia  de  un  caso  relativo  á  un  enfermo  que  per- 
tenecía á  una  familia  en  la  que  habia  también  otros  de  la  misma  afección. 
En  efecto,  en  dicha  autopsia  se  encontraron  múltiples  cavidades  siringo- 
miélicas  en  las  comisuras  anterior  y  posterior,  algunas  de  cuyas  cavidades 
comunicaban  con  el  conducto  central  de  la  médula.  Habia,  además,  infil- 
tración gliomatosa,  y  á  pesar  de  todas  estas  lesiones  no  se  habían  observa- 
do durante  la  vida  más  síntomas  que  contracturas  de  las  aponenrosis  en  la 
mano  y  en  el  pié  y  atrofia  ligera  de  los  interóseos  y  de  las  eminencias  tenar 
é  hipotenar. 

Por  ahora  no  es  posible  afirmar  hasta  qué  punto  desempeña  algún  papel 
etiológico  en  esta  afección  el  traumatismo,  y  si  no  podrá  éste  dar  origen  á 
un  mal  de  Dupuytren  como  afección  local ;  de  todos  modos,  cuando  se  tra- 
te de  intervenir  quirúrgicamente  se  debe  investigar  muy  cuidadosamente 
si  existe  además  algún  siptoraa  medular. 

Recuerda  el  autor  con  este  motivo  los  panadizos  del  mal  de  Morvan,  la 
mano  suculenta  de  Marinesco  y  sobre  todo  los  casos  atípleos  de  siringomie* 
lia  en  que  no  se  observa  nada  de  disociación  de  las  distintas  sensibilidades. 
Cuanto  mejor  se  van  conociendo  la  anatomía  y  la  patología  de  la  médula 
espinal,  tanto  mejor  se  van  comprendiendo  la  naturaleza' de  ciertas  enfer- 
medades, como  el  mal  de  Dupuytren  y  el  mal  perforante,  que  se  venían 
considerando  como  entidades  patológicas  8ui  generis. 

{Ri/'orma  medica). — R.  dkl  Vallk. 

Tratamiento  de  loo  afecclonoo  crónioao  dol  corazón.  —  El  tratamiento,  dice 
el  Dr.  Hoffínan,  no  depende  muchas  veces  de  los  datos  obtenidos  por  el 
examen  del  corazón :  la  etiología  desempeña  un  papel  importante.  Es  pre- 
ciso averiguar  si  los  trastornos  observados  dependen  del  uso  del  café,  del 
tabaco,  del  alcohol  ó  de  una  afección  constitucional.  Averiguado  esto,  es 
necesario  conocer  cuál  de  las  tres  grandes  medicaciones  del  corazón,  digi  - 
tal,  yodhros,  agua  fría,  se  aplica  al  caso  en  estudio.  La  acción  de  la  digital 
no  es  bien  conocida.  Además  de  sus  efectos  sobre  el  miocardio,  contrae  los 
vasos  abdominales  y  produce,  por  lo  tanto,  la  dilatación  vascular  cutánea. 
Este  medicamento  normaliza  también  la  corriente  sanguínea  é  impide  qne 
la  sangre  se  acumule  en  las  cavidades  cardíacas  derechas  y  én  los  vasos  del 
abdomen.  La  digital  está  indicada,  por  lo  tanto,  en  las  afecciones  mitraTea 
y  eu  las  miocarditis.  En  ciertos  casos  las  afecciones  valvulares  aórticas  y 
la  arterio- esclerosis  son  influidas  favorablemente  por  ella.  En  cambio  otros 
enfermos  son  refractarios  á  esta  medicación :  aquellos  en  los  que  loe  según* 
dos  ruidos  de  la  base  son  más  débiles  que  los  primeros.  Para  conocer  esta 
categoría  de  enfermos,  conviene  emplear  el  estetoscopio  de  BíancfaL  Loa 


471 

yodaros  están  indicados  en  las  aaemias  con  hipertensión ;  en  éstos  el  segan- 
do mido  de  la  panta  es  macho  más  inerte  qne  el  primero.  Conviene  qae  los 
ríñones  estén  sanos  y  qne  no  haya  tendencia  á  ias  hemoptisis.  Hoffman  ad- 
ministra el  yodnro  darante  caatro  á  seis  semanas  oonsecativas  y  snspende 
laego  sn  aso  por  bastante  tiempo.  En  el  tercer  grnpo  de  enfermos,  los  rui- 
dos son  más  débiles,  sobre  todo  en  la  base :  este  carácter  es  más  acentuado 
en  la  enfermedad  de  Basedow.  En  estos  casos  las  aplicaciones  locales  del 
frío  producen  resultados  excelentes,  si  se  combinan  con  un  régimen  lacto- 
Tegetariano  (no  absoluto). 

Queda  una  categoría  de  cardiacos  crónicos  que  no  están  incluidos  en  los 
tres  grupos  indicados :  en  estos  enfermos  se  recurrirá  á  tres  medicaciones 
que  son  útiles  á  todos  estos  enfermos :  la  balneoterapia,  la  gimnasia  respi- 
ratoria y  la  higiene  del  corazón.  Los  bafios  carbogaseosos  atraen  la  sangre 
á  la  periferia  y  disminuyen  el  trabajo  del  corazón;  los  bafios  eléctricos  pro- 
ducen el  mismo  efecto.  Durante  este  tratamiento  el  enfermo  debe  aprender 
las  reglas  de  la  higiene  del  corazón,  que  son  tan  conocidas.  La  gimnasia 
respiratoria  no  es  apreciada  en  todo  su  valor  por  la  mayoría  de  los  prácti- 
cos. Nada  tonifica  un  corazón  débil  tanto  como  una  inspiración  profunda ; 
los  ejercicios  respiratorios  sistemáticos  y  bien  ordenados  prestan  grandes 
servicios. 

Queda  la  categoría  de  los  falsos  cardíacos,  que  pueden  hoy  diagnosticar- 
se mejor  gracias  á  loe  rayos  X.  Toda  acumulación  de  gases  en  el  estómago, 
rechaza  el  diafragma  á  la  izquierda  y  disloca  el  corazón.  La  medicación  en 
esos  casos  debe  tener  por  objeto  normalizar  las  funciones  digestivas. 

(La  Belgique  Medícale,  12  julio  1906).— F.  Touído. 

Errerot  en  el  diagnóttioo  del  quiroismo  estomacal.  —  El  Dr.  Bartenstein  ha 
observado  que  cuando  se  recoge  el  contenido  gástrico  en  dos  vasijas  dife- 
rentes es  muy  común  que  difiera  mucho  la  proporción  de  ácido  en  ambas; 
por  lo  general,  la  porción  últimamente  extraída  es  la  que  presenta  una  aci- 
dez mayor.  Opina,  por  lo  tanto,  el  autoi:,  que  todos  los  métodos  de  explora- 
ción, como  los  de  Mathieu  y  Rémond  y  el  de  Strauss,  que  se  fandan  en  la 
determinación  de  la  acidez  ó  del  peso  específico  de  una  pequeña  cantidad 
de  contenido  gástrico  extraída  en  una  sola  vez,  dan  resultados  erróneos. 
La  acidez  de  una  zona  del  estómago  puede  diferir  mucho  de  la  de  otra  zona 
de  la  misma  viscera.  Esta  circunstancia  explica  algunos  fracasos  de  nues- 
tras prescripciones  terapéuticas  y  también  el  hecho  de  que  con  los  métodos 
usuales  de  exploración  se  encuentre  en  muchos  casos  hiperacidez,  sin  que 
por  ello  el  paciente  hubiese  sentido  ninguna  molestia. 

(BérL  Klin.  Wochmschr).'-B,.  del  Vallb« 


/ 


ÍNDICE  DEL  TOMO  LXXII 


Abdomen  (Cuerpo  extrafio  en 
el) 157 

.  Abortos  inconii)leto9  (,  Efectos 
de  la  dilatación,  lavados  y 
desagüe  internos  en  los) 821 

Abs<;e80  crónico  intradnral ...      85 
—    meníngeo  consecativo  á 
una  otitis  media  snpu* 
rada 217 

Absorción  de  la  grasa  j  de  los 
albuminoides  en  los  niños  sa- 
nos y  dis{)épsicos 805 

Aceite  de  ricino  (Un  medio  de 
enmascarar  el  sabor  del)  . . .    820 

Acido  Tanádico  y  su  empleo  en 
terapéutica  (El) 288 

Adenoma  del  labio  mayor 228 

Adenopatias  tuberculosas  no 
supuradas  (Influencia  favora- 
ble de  los  rayos  K5ntgen.en 
las) :...    819 

Adiposo  (Necrosis  del  tejido).     189 

Agua  oxigenada  (Tratamiento 
de  las  quemaduras  con 
el) 289 

—  salada  en  las  tuberculo- 

sis articulares  supura- 
das abiertas  (Eficacia 
del) 269 

—  (Uso  higiénico  del)....     278. 
Alambre  de  plata  en  la  sutura 

de  la  rótula  (Destino  ulte- 
rior del) 284 

Albayalde  j  los  pintores  (El).    484 

Albuminuria  desde  el  punto  de 
TÍsta  diagnóstico  y  terapéu- 
tico (La) 89 

Alcohol  en  patología  gástrica 
(La  prueba  del) 240 

Alcoholismo  durante  el  emba- 
razo y  la  lactancia  • 275 

Alimentación  y  los  regímenes 
en  el  hombre  sano  y  en  los 
enfermos  (La) • 886 

Alipina,  nuevo  anestésico  ocu- 
lar(La) 829 


Amargos  (Acción  de  los) 40 

Amasamiento  del  corazón  877,    422 

Amenorrea  y  matrimonio 415 

Anastomosis  gastro-intestina- 

les  é  intestino  intestinales. .    882 
Anestesia  clorofórmica  y  las 

cardiopatias  (La) 281 

—  especial  con  la  escopola- 

mina  en  las  laparoto- 
mías     224 

Anestésicos  locales  (Dos  nue- 
vos)        10 

Aneurisma  de  la  cubital 117 

—  del  tronco  tibioperoneo.    878 
Aneurismas  de  los  grandes  va- 
sos y  su  tratamiento 

por  el  suero  gelatini  • 
zado  (Los) 220 

—  (TraUmiento  de  loe) . . . 
Anquilostomas  v  el  estado  de 

la  sangre  (Relaciones  entre 

el  número  de) 55 

Anquilostomiasis  (Aso^^iacio- 
nes  helmintiásicas  en  la). . . 

Apendicitis  (De  la) 484, 

—  (Tratamiento  de  la) ... . 

—  y  gangrena  del  apéndice 

como  enfermedades 
distintas 114 

—  y  tifiocolitis  mucomem* 

branosa 67 

Apendicostomia 201 

Apófisis  mastoides  (Incisión 
modificada  para  poner  al  des- 
cubierto la) 855 

Arcos  palmares  (Contribución 
al  estudio  de  la  anatomía  de 

los). 298 

Arsénico  (Curación  de  un  can- 
croide con  el) 854 

Arterío  esclerosis  (Nuevo  sig- 
no de  la) 199 

Artritis  deformante  por  los  ra- 
yos X  (Tratamiento  de  la). .     858 

Asilo- escuela  de  Bicetre 412 

Astasia  en  forma  de  ataque. . .    825 


879 


97 
466 
894 


473 


Asepsia  quirdrgica  (Investi* 
gaoionea  bacteriológicas 
acerca  de  la) 224 

Auto  intoxicación  gastro-in- 
testinal  (Afecciones  de  ios 
ojos  por) 827 

Anto-intozicaciones  en  el  em- 
barazo     455 

Anto-intoxicaciones  intestina- 
les     468 

Antoplastia  del  conducto  audi- 
tivo externo  en  la  cura  radi* 
cal  de  la  otorrea 169 

Azonrias  de  los  adolescentes 
(Las) 401 

Aznl  de  metileno  (Valor  clíni- 
co de  la  reacción  del) 40 

Azúcar  en  la  orina  (Determi- 
nación del) 194 

Bacilos  tuberculosos 95 

Bala  de  reTólyer  extraída  del 
cerebro 879 

Bazo  (Implantación  de  la 
glándula  tiroides  en  el) . . . .     288 

Bebidas  salinas  en  la  fiebre  ti- 
foidea      200 

Beri  beri  (El  microorganismo 
del).... 859 

Bier  (Epididimitis  agudas  tra- 
tadas por  el  método 
de) 808 

—  (Un  caso  de  mastitis  cu- 

rado por  el  procedi- 
miento de) 101 

Bocio  exoftálmico  considerado 
como  enfermedad  y  como  sín- 
drome (El) 457 

Cadera  (Tratamiento  de  la  la- 
xación congénita  de  la) ... .     269 

Cabra  (Propiedades  de  un 
nucTo  suero  antitifoideo  ob- 
tenido de  la) 120 

Cálculos  biliares  alojados  en 
el  divertículo  de  Meckel. . . .    818 

Calomelanos  (Supuesta  incom- 
patibilidad de  los).  215,261,    294 

Cáncer  de  la  mama  y  los  ifayos 

X(El)...^ 896 

—  de   la  porción  inferior 

yuxtayesical  del  uré- 
ter     269 

—  del  cuello  uterino  (Tra- 

tamiento del) 484 

—  del  recto  en  una  emba- 

razada     286 

—  del  útero  (La  laparoto- 

mía en  el) 897 

—  laríngeo  (Hemilarin- 

{^ectomia  por) 125 

—  primitivo  del  ovario...    222 


Cáncer  uterino  curado  por  el 
radio 860 

Cánceres  rectales  altos  (Ope- 
ración de  los) 228 

Cancroide  con  el  arsénico  (Cu- 
ración de  un) 854 

Carpo  (Traumatismo  del) ....      69 

Catarata  de  origen  artrítico.  • .    158 

—  (Ventajas  de  la  sutura 

de  la  cornea  en  la  ex- 
tracpión  de  la). 458 

Cerebro  (Herida  por  arma  de 
fuego  del), 71 

Chancro  blando  (Epidemias 

de) 257 

—  extragenital  y  uretral . .    856 

—  indurado  por  nn^rata- 

miento  local  (Cicatri- 
zación rápida  del) . . .    887 
Cianosis  congénita  con  necrc^ 

sia  (ün  caso  de) 241 

Ciego  (vólvulo  del) 221 

Cirugía  arterial  y  venosa 425 

Climas  relajantes  (Valor  tera- 
péutico de  los) f .     160 

Cloruro  de  calcio  como  agen^ 

hemostático  prev9ntivo(Bn,     174 
Coagulación  de  la  sangre  (La).    809 
Cólera  (Algunos  datos  acerca 
déla  con  fnsa  etiología 
del) 264 

—  (Las  moscas  como  ve- 

hículodel) 98 

—  (ün  remedio  contra  el).    199 
Compresión  como  medio  de 

tratamiento  del  tumor  blan- 
co déla  rodilla  (La) 268 

Conducto  auditivo  externo  en 
la  cura  radical  de  la  otorrea 

(La  antoplastia  del) 169 

Congreso  internacional  de  Me- 
dicina celebrado  en  Lisboa, 

186,269,806,841,424,    455 
Consultorios  de  nifios  de  pecho.      65 
Contracción  uterina  sin  retrac- 
ción   i 86 

Contusión -del  páncreas 158 

Corazón  (Amasamiento  del). . 

877,    422 

—  (Cirugladel) 226 

—  (Heridas  del) 227,    801 

—  (Lesiones  traumáticas 

del) 226 

—  (Tratamiento  de  las  afec- 

ciones crónicas  del). .    470 

Corio-epitelioma  típico 1(^ 

Corte  sagital  practicado  en 
una  primípara  muerta  en 

fleno  período  de  expulsión 
Algunas  consideraciones 


474 


obsiétricas   basadas  en  el 

examen  de  un).. 841 

Craw-craw  y  la  fílaríoeie  (El).  254 
Cnadricepe  (Rotara  del  tendón 

del) 285 

.cCaarta>  enfermedad  (Esta- 

dioasobrela) 862 

Cubital  (Anenriama  de  la). . .  117 
Caello(Tnmor  del) 69 

—  uterino  (Tratamiento 

del  cáncer  del) 484 

Cuerpoeztrafio  en  el  abdomen.    157 
Cuerpos  extraños  del  esófago 
(Datos  ]>ara  el  tratamiento 

dolos) 858 

Delirio  persecutorio  senil .441 

Desinfección  de  las  manos . . . ,    280 
Desriaciones  uterinas  (Signifi- 
cación clínica  de  las) 488 

Diabetes  (Patogenia  de  la) . . .    460 
Diftérica  (Aumentode  la  mor- 
bosidad)       90 

Disentería  (Las  moscas  como 

Tehiculo  de  la) 95 

Dosis  elevadas  en  determina- 
dos casos  (Necesidad  délas).    119 
Duodeno  (Signos,  tratamiento 
▼  consecuencias  de  la  úlcera 

benigna  del) 851 

Eczema  ocular  infantil 856 

—  proteiforme 179 

Edema  angipneurítico  de  las 

Tías  respiratorias  superio- 
res       289 

Eflnrios  electro-estáticos  sobre 
los  gérmenes  de  la  supura- 
ción (Acción  de  los) 465 

Embarazo  (Alcoholismo  du- 
rante el) 275 

—  (Olucosuria  durante  el).      87 

—  extrauterino  operado. . .    816 

—  (Auto-intoxicaciones  en 

el) 455 

Embolia  cruórica  y  aérea  en 

una  puérpera 286 

Emi{^ración  y  salud  pública..  421 
Emigrantes  en  Hamburgo 

(Campo  de  aislamiento  de).      98 
Enfermedad  de  Dupuytren 

(Patogenia  de  la) . . .    470 

—  de  Parkinson  (Contri- 

bución al  estudio  de 
las  formas  atipicas  de 

la) 161 

Enfermedades  infecciosas  fe- 
briles (De  la  hidrote- 
rapia en  las) 115 

—  infecciosas  (La  terapéu- 

tica local  en  las) 469 

Enterocolitis  y  apendioitis 428 


Bpididimitis  agudas  tratadas 
l>or  el  método  de  Bier 808 

Epitelioma  naso-faringeo  (Ca- 
sode) 451 

Escatol  y  del  indican  en  la 
orina  (Valor  del). 118 

Esclerodermia 76«    116 

Escopolamina  en  las  la^roto- 
míos  (Anestesia  especial  con 
la) 224 

Esófago  (Datos  para  el  trata- 
miento de  los  cuerpos  extra- 
fiosdel) 858 

ESsofagoscopio 181 

—  (ün  nuevo) 80 

Espina  bifída 277 

Bspirocete  pálido  en  el  tejido 

nervioso  (El)....    197 

—  —    (Preparaciones  de).    116 
Bspirocetes  en  la  sífilis  tercia- 
na     818 

Esplenectomla  (Datos  para  el 
estudiode  la) ..    852 

Esiifkdistica  sanitaria  del  ejérci- 
to español 218 

Estenosis  del  píloro  y  rifión  flo- 
tante      185 

—  pilórica  cicatrizal 221 

—  —     consecutiva  á  una 

quemadura 188 

Estómago  (Régimen  alimenti- 
cio en  los  casos  de  úl- 
cera del).. 199 

—  (Cirugía  de  la  úlcera 

del) 78,    151 

•  —    (Tratamiento  quirúrgico 

de  la  úlcera  del) 156 

—  (Tumor  piloso  del) 157 

Estrechez  cicatrizal  del  uréter.    268 

—  diftérica  de  la  laringe 

(Tratamiento  médico 
déla) 280 

—  pelviana 228 

—  y  muerte  de  origen  tí- 

mico 71 

Estudio  sobre   el   modus  fa- 

ciendi 418 

Etmoides  (Osteoma  del) 276 

Expectorantes 489 

Extirpación  de  la  vejiga  y  fija- 
ción de  los  uréteres  en  la 

flexura #•     158 

Farmacología  (Revista  de). ...      10 
Feto  (Dos  casos  de  muerte  ha- 
bitual del) 104 

Fiebre  amarilla  en  el  tienegal 

(Profilaxis de  la)....    801 

—  tifoidea  (Be  bidas  salinas 

enla) 200 

^    (Valor  pronóstico  de  la 


475 


reacción  diasóica  en  la). . . .  200 
Fibromas  del  útero  (IVata- 

miento  de  los) 429 

Fisiología  (Compendio  de) 175 

—  é  higiene  (Lecciones  ele- 

mentales de) 176 

Flstalas  urogenitales  de  origen 
obstétrico  (Oritica  razonada 

de  las  cansas  de  las) • . .    298 

Finido  vital  (El) 861 

Flnotal  (Del) 299 

Foefaturia .  . . ; 811 

Fosforismo  crónico  (ün  caso 

de) 268 

Fractura  snpramaleolar  yicio- 

samente  consolidada.     267 

—  típica  del  radio  (Trata- 

miento de  la) 284 

Fracturas  articulares  (Trata- 
miento de  las) 284 

—  de  un  hueso  sesamóideo.    854 

—  por  el  método  de  Barden- 

heuer  (Tratamiento  de 
las) 854 

—  (Tratamiento  de  las). . .  888 
Gangrena  espontánea  de  la 

piel....; 196 

—  y  perforación  uterina.  • .      88 
Gástrica  (La  prueba  del  alco- 
hol en  Patología) 240 

Gastroenterostomía  por  úlcera 

simple 60 

Ghistrolgokenosis 41 

Gastropatías  (Empleo  del  sub* 

nitrato  de  bismuto  en  las). .     459 

Gkschichte  der  Médizin 384 

Glándula  tiroides  en  el  bazo 

amplantación  d^  la) 288 

Glóbulos  ro^oB  de   la  sangre 

(Oomposición  de  los) 812 

Glucosuría  durante  el  emba- 
razo       87 

Gonosan  (El) 186 

cGoU  de  lechei»  de  Madrid  (La)    205 

Gk)ta  (Tratamiento  de  la) 818 

Gran  simpático  (Oirngia  del).  888 
Helmitol  (ün  caso  de  pielocis- 

titis  tratada  por  el) 110 

Hematoma  snbperitODeal 802 

Hemiatrofia  facial   (Un  caso 

de) 140 

Hemilaringectomia  por  cáncer 

laríngeo 125 

Hemoptisis  (El  muérdago  en  el 

tratamiento  de  la) 186 

Hemorroides  (Oauterizaciónde 

las) 881 

Herida  de  la  médula 808 

—  del  cuello  por  arma  de 

fuego 428 


182 


115 


54 
409 


Herida  por  arma  de  fuego  del 
cerebro  y  de  la  médula  espi- 
nal       71 

Heridas  del  corazón 801 

—  pulmonares  por  arma  de 

fuego 82,      68 

Hernia  inguinal  estrangulada 

en  la  trompa  derecha.    184 

—  isquiática 276 

Hidrosalpinx  (Consideraciones 

pa^génicas  sobre  dos  casos 

de) 

Hidroterapia  en  las  enfermeda- 
des infecciosas  febriles  (De 

la) 

Hierro  vegetal  (El) 119 

Higiene  de  los  convalecientes 
menesterosos  en  Espa- 
fia  durante  los  siglos 
XVI  y  XVII 

—  (Revista  de)...  89,258, 
Histerismo?  (¿Es  una  neuropa- 
tía funcional  el) 69 

Ileosigmoidectomia  con  exclu- 
sión del  intestino  grueso. ...      69 
Incisión  modificada  para  poner 
al  descubierto  laapófísismas- 

toldes 855 

Indican  en  la  orina  (Valor  del)  118 
Indo-China  (La  asistencia  mé- 

dicaen) 422 

Infartos  de  la  mama 118 

Infecciones  digitales  en  los  mé- 
dicos (Profilaxis  y  tra- 
tamiento de  las) 194 

—  maternas  y  las  infantiles 

(Relaciones  entre  las).      91 
Ingle  (Tumor  ganglionar  del 

pliegue  de  la) 802 

Insuficiencia  pancreática  (Nue- 
vos signos  de  la) 459 

Intestino  (Extirpación  de  una 

gran  parte  del) 78 

Intoxicación  saturnina  de  ori- 
gen terapéutico 197 

Inyección  nipodérmica  de  oxí- 
geno (La) 188 

Inyecciones  esclerógenas  (Tra- 
tamiento de  la  tuber- 
culosis articular  por 
las) 

—  intratraqueales  (Las). . 
Irrigaciones   rectales  (Acción 

diurética  de  las) 14 

Isopral .^ 120 

Laberinto  (Extirpación   total 

del) 236 

Labio  mayor  (Adenoma  del) . .  228 
Lactancia  (Alcoholismoduran- 

tela)..... 275 


185 
888 


476 


Lactancia  j  las  infecciones  é 
intoxicaciones  (La) 411 

Laparotomías  (Anestesia  espe- 
cial con  la  escopolamina  en 
las) 2U 

Laringe  (Hemiplegia  en  la). . .    274 

—  (Tratamiento  médico  de 

la  estrechea  diftérica 

déla) : 280 

Laringología  (Reyista  de> 169 

Laringotomia  por  fractura  de 

la  laringe  (So  ore  un  caso  de).      25 
Leche  fermentada  de  los  búl- 
garos        89 

Lepra  (Patología  y  terapéutica 

déla) 884 

Linitis  plástica 878 

Locura  congestiva 121 

Luxación  congénita  de  la  ca- 
dera (Tratamiento  de  la)    269 

—  del  astrágalo 278 

Mal  de  RaTnaud  (Un  caso  de) .     396 

Mama  (Infartos  de  la) 118 

Mandíbula  inferior  (Osteocon- 

dromade  la) 268 

Manos  (Desinfección  de  las) . .    280 
Mastitis  curada  por  el  procedí* 

miento  de  Bier  (Un  caso  de).    101 
Maxilar  inferior  (Resección  y 

protesis  del) 77 

Medicación  sugestiva 146 

Medicamentos  según  la  vía  em- 
pleada para  su  administra- 
ción (Rapidez  de  absorción 

délos) 120 

Médula  (Balazo  de  la) 78 

—  (Herida  de  la).... n....     803 

—  espinal  (Herida  por  arma 

de  fuego  de  la)...      71 

—  —    (Tumores  de  la)....     148 
Meningitis  cerebro-espinal  (La 

piooianasa  en  el  trata- 
miento de  la) 316 

—  cerebro-espinales  (Las).    462 
Mercurio  en  el  organismo  (Lo- 

calización  final  leí) 79 

Mono  con  sífilis  generalizada 

(Presentación  de  un) 235 

Morral  (Las  anomalías  de  Ma- 
teo)       84 

Moscas  como  vehículo  del  có- 
lera y  de  la  disen- 
teria (Las) 95 

—  —    probable  del  tifo- 

malaria  (Las)...  255 
Mucosas  (Tratamiento  de  la 

tuberculosis  de  las). 70 

Muérdago  eo  el  tratamiento  de 

la  hemoptisis  (El) 186 

Necrosis  del  tejido  adiposo....    189 


Nefritis  médicas  (Intervención 

quirúrgica  en  las) 426 

Nerrio  mediano  (Herida  del). .      60 
Nerrioso  (El  espirocete  pálido 

en  el  tejido) 197 

Neumonía  (Algunos  problemas 
relacionados  con  el 
tratamiento  de  la). . .     158 

—  (Tratamiento  de  la) 80 

Neuralgias  (Los  rayos  X  como 

remedio  contra  ^gu- 
nas) 15 

—  (ün  nuevo   método  de 

tratamiento  de  las)..    381 

Oclusión  intestina] 5 

Ocronosis 399 

Oftalmitis  metastásica 331 

Oftalmología  (Revista  de). ...     327 
Oftaimoplegia  complicada. ...      24 

Oftalmoplegias 101 

Oído  (Algunas  consideraciones 
sobre  la  anatomía  nor- 
mal del) 62,    135 

—  medio  (Extirfiación  to- 

tal del  laberinto  y  ope- 
ración radical  del).  • . .    236 
Ojo  (acción  fisiológica  j  tera- 
péutica delradiosobre 
el) 350 

—  (Penetración  de  virutas 

de  hierro  en  el) 277 

Ojos  por  autointoxicacisn  gas- 
trointestinal (Afecciones  de 
los) 327 

Operaoiones  plásticas  en  el  sis- 
tema biliar 156 

Operación  cesárea  (Indicacio- 
nes y  técnica  de  la) 456 

Orientación  fetal  v  la  ley  de 
Pajot(La) 455 

Orina  (Determinación  del  azú- 
car en  la) 194 

—  (Valor  del  escatol  y  del 

indican  en  la) 113 

Orzuelo  (Consecuencias  morta- 
les de  u  n  )  288 

Osteocondroma  de  la  mandíbu-. 

la  inferior 268 

Osteoma  del  etmoides ...  r ... .    276 

Otología  (Revista  de) 169 

Ovario  (Cáncer  del) 222 

Oxígeno  (La  inyección hi poder- 

mica  de) 188 

—  Nuevo  método  de  prepa- 

ración (El) 418 

Paludismo  en  Madagascar  (El) 

800,    340 

—  y  de  la  fiebre  amarilla  en 

el  Senegal  (Profilaxis 
del) 801 


477 


424 


Páncreas  (Gontasión  del) 158 

— -    Inflaebcia  de  loe  fenó* 
menos  anémicos  en  la 

secreción  del) 855 

Parafína  en  rinologia  (Sobre  el 

nso  de  la).  .^ 172 

Parálisis  diftérica  (Tratamien- 

todela) 804 

—  general  en  Espafia(Oon- 

tribación  al  estudio 
clínico  de  la) 186 

Pelagra  ^La) 98,    176 

Perforaciones  agudas  del  con- 
ducto kastro-intestinal  (So- 
bre las) 

Pericarditis  latentes  con  de- 
rrame poco  abundante  (Diag- 
nósticode  las) 461 

Pericolitis  adhesiva 220,    428 

—  —    y  estenosante 184 

Pié  de  madura  nostras  (Un 

caso  de) 118 

Piel  (Gangrena  espontánea  de 

la) • 196 

Pielocistitis  tratada  por  el  hel- 

mitol  (ün  caso  de) 110 

Piocianasa  en  el  tratamiento 
de  la  meningitis  cerebro  es- 
pinal y  de  otras  afecciones 

(La) 

Placenta  previa  central  (Caso 

clínico  de} 68 

—  (ün  signo  físico  de  ad- 

herencia de  la) 160 

Pleura  para  ser  infectada  (Es* 
tudios  experimentales  sobre 
la  capacidad  de  la} 228 

Polineuritis  alcohólica 858 

Pólipos  mucosos  retronasales 
(Origen  de  los) 171 

Presentación  occipitoposte- 
rior .•.     400 

Priapismo  de  origen  leucémi- 
co       88 

Prolapso  rectal  (El) 425 

Próstata  (Tratamiento  de  la 
hipertrofia  de  la) 890 

Prostatectomía  t  r  a  n  sves  i  cal 
(Modificación  de  la  técnica 
déla) 

Protoplasma  (Definición,  com- 
posición química  y  estructu- 
ra del) 

Protozoarios  (Inoculaciones 
contra  las  enfermedades  de). 

Pseudo  anquilosis  congénita.. 

Psicología  de  los  coloniales  en 
regiones  calientes 414 

Pubiotoraia  en  el  parto 819 

Pulmonía  (ün  caso  de) 290 


816 


266 


849 

191 
419 


Quemaduras  (Tratamiento  de 
las)....; 

Quimismo  estomacal  (Errores 
en  el  diagnóstico  del) 

Quiste  ovánco  racemoso 

Quietes  hidatidicos  pulmona- 
res (Intervenciones  en  los). . 

Radio  (Cáncer  uterino  cura- 
do por  el) 

'  —  en  ginecología  (Acción 
del) 

—  sobre  el  ojo  (Acción 

fisiológica  y  patológi- 
ca del) 

—  sobre  el  virus  rábico 

(Acción  del) 

—  (Tratamiento  de  la  frac- 

tura típica  del) 

—  (Valor  terapéatico  de 

las  emanaciones  del). 

—  y  el  virus  rábico  (El). . . 
Rayos  Rontgen  (Diagnóstico 

diferencial  del 
reumatismo  y  de 
la  gota  por  los) . . 
^  —  en  las  adenopatías 
tuberculosas  no 
supuradas  (In- 
ñuencia  favora- 
ble de  los) 

—  X  como  remedio  con- 

tra algunaa  neu- 
ralgias (Los) 

—  —    (El  cáncer  de  la  ma- 

ma y  los) 

—  —    (Modo  de  compro- 

bar la  digestión 
del  tejido  conjun- 
tivo por  medio  de 
los) 

—  —    (Tratamiento  de  la 

artritis  defor- 
mante por  los).../ 

—  —    (Tumores   desarro- 

llados después  de 
la  aplicación  de 

los) 

Reacción  diazóica  en  la  fiebre 
tifoidea  (Valor  pronóstico  de 

la) 

Recto  (Cáncer  del) 

Régimen  alimenticio  en' los 
casos  de  úlcera  del  estóma- 


go. 


Resección  y  protesis  del  maxi- 
lar inferior 

Retina  (Nuevo  tratamiento  del 
desprendimiento  de  la) 

Retinitis  albuminúríca  (Su- 
pervivencia  después  de  la 


289 

471 
824 

148 

860 
860 

850 

859 

284 

79 
278 


860 

819 

15 
896 

818 
858 

816 


200 
286 


199 

77 

888 


478 


aparición  de  la) 40 

BeamatiBmo  crónicp  (Bmpleo 
de  la  sal  marina  con- 
tra M) 14 

—  y  de  la  gota  por  medio 

de  los  rayoB  Rdntgen 
(Diagnóstico  diferen- 
cial del) 860 

Revista  de  Farmacología 10 

_    de  Higiene. ...  89,  258,    409 

—  de  Laringología 169 

—  de  Oftalmología 827 

—  de  Otología 169 

—  deBinología 169 

—  de  Terapéutica 10 

Rinolito  Tolnminoso 458 

Rinología  (Rerista  de) 169 

Rinoplastia 115 

Rifión  flotante  j  estenosis. . . .     185. 
Rifiones  (Diagnóstico  de  las 

afecciones  quirúrgicas  de 
los} 888 

Rodilla  (La  compresión  como 
medio  de  tratamiento  del  tu- 
mor blanco  de  la) 268 

Rótula  (Destino  ulterior  del 
alambre  de  plata  en  la  sutu- 
radela) 284 

Royat  (principales  medicacio- 
nes do  la  cura  termal  en). . .      81 

Ruidos  cardiacos  dobles  y  ac- 
cesorios (Estudio  de  los). . . .    489 

Sal  marina  contra  el  reumatis- 
mo crónico  (Empleo  de  la). .       14 

Sangre  procedente  de  las  dis- 
tintas zonas  de  la  piel  (Aná- 
lisis de  la) 855 

Sarampión  (Complicación  rara 
del) 291 

Senilidad  (La) 258 

Senos  nasales  accesorios  (Ope- 
ración extrema  ó  interior  de 
las  supuraciones  de  los). . .  •    818 

Septicemia  de  tetrágenos 142 

Serpiente  Habou  (Sobre  la 

Sonsofia  de  la) 465 
lis  (El  microbio  de  la) 292 

—  experimental 886 

—  hereditaria   de   forma 

ganglionar 400 

—  intestinal 887 

—  terciaria  (Espirocetes  en 

la) 818 

—  traqueal  (ün  caso  de). .     847 
Signacvla  medicorum  ocularío- 

rrm 17 

Signo  d.e  Ghradenigo  (Contri  bu* 

ción  ^al  estudio  del) 170 

Sintomatologia  en  los  casos  gi* 

necológicos 279 


279 
879 
459 


120 


Sobrealimentación  en  los  tu- 
berculosos (Peligros  de  la). . 
Sociedad  alemana  de  Oirugía, 
71, 151,  284, 806, 
Subnitrato  de  bismuto  en  las 
gastropatías  (Bmpleo  del). . 
Suero  antitifoideo  obtenido  de 
la  cabra  (Propiedades 
de  un) 

—  gelatinlzado  (Losaneu- 

rismas  de  los  grandes 
rasos  y  su  tratamiento 
por  el) 220 

—  sanguíneo  en  Ibs  cance- 

rosos (Reacción  bemo- 

líticadel) 282 

Snfusión  sanguínea  brusca  ó 
hematoma  súbito  de  la  ure- 
tra       66 

Tabaco  (Efectos  del) 91 

—  en  la  infancia  y  adoles- 

cencia (El) 259 

Tabique  nasal  (Extirpación 
submucosa  de  las  desTÍacio- 
nes  y  espoloaes  del) 114 

Talasoterapia  en  pediatría 
(La) 260,    297 

Técnica  de  los  análisis  quími- 
cos, médicos  é  industríales 
de  productos  químicos  y  far- 
macéuticos      416 

Tejido  conjuntivo  por  medio 
de  los  rayos  X  (Modo  de 
comprobar  la  digestión  del). 

Tendón  del  cuadríceps  (Rotura 
dO) 

TenítuffO  para  los  nifios  (Un 
buen) 

Terapéutica  (Revista  de) 10 

Tetania  paratireopriva. .  197, 

,  816,    897 

—  (üncasode) 896 

Tiflocolitís   mucoroembranosa 

y  apendicitis 67 

—  y  ai^endicitis.  112,  219,    265 
Tifomalaría  (Las  moscas  como 

yehiculo  probable  del) 255 

Tifus  exantemático  (Apuntes 

clínicos  de  una  epidemia  de).    419 
Timo  (La  compresión  de  las 
vías  respiratorias  y  la  muer- 
te por  hipertrofia  del) 852 

Tofo  gotoso  ( Citología  del). . .    192 

Tos  conTulsiva  gripal 29 

Traqueotomia  y  tirotomía.  • . .     178 
Trepanación  (Una  nueva  fresa 

para) 78 

—  mastoidea  (Considera- 

ciones prácticas  sobre 

la) 461 


818 

285 

16 


479 


Trípanoflomiáais 190 

Taberculides 359 

Tabaroulosa  (Bignifioaoión  oli- 

niea  de  la  fórmala  bacilar).      80 
Tubercalosia  abdominal  (Tra- 
tamiento de  la) 192 

—  artícnlar  por  las  inyec- 

ción eB  eeclerógenas 
(Tratamiento  de  la) . .     185 

—  (Oonfírmación  de  la  in- 

munidad de  los  -yese- 
ros y  caleros  respec- 
toltla) ;    188 

—  (Contri hnción  ai  estu- 

dio de  la) 828 

—  de  las  mucosas  (Trata- 

miento de  la) 72 

—  (Profilaxis  de  la)...  19,      59 

—  pulmonar  en  el  ejército 

español  (La) 886 

—  —    (Inhalación  preven- 

tiva de  la) 189 

—  y  lavados  de  las  ropas..    409 
Tuberculosos  (Peligros  de  la 

sobrealimentación  en  los) . . .    279 
Tumor  blanco  de  la  rodilla  (La 
compresión  como  me- 
dio de  tratamiento 
del) 268 

—  >  de  la  porción   cervical 

del  espinazo 117 

—  del  cuello 69 

—  .  ganglionar  del  pliegue 

de  la  ingle 802 

-*    piloso  del  estómago. ...     157 

—  retrofarlngeo 312 

—  varicoso  de  origen  trau- 

mático     277 

—  vesical  inflamado 39 

Tumores  de  la  médula  espinal 

operados  con  éxito. . .    148 

—  desarrollados  despaés  de 

la  aplicación  de  los 

rayos  X 816 

Ulcera  benigna  del  duodeno 
(Signos,  tratamiento 

Í  consecuencias  de  la).    851 
estómago  (Cirugía 


,de  la) 78,    151 

Uloera  del  estómago  (Régimen 
alimenticio  en  loe  ca 
sos  de) 199 

—  {(Tratamiento  quirárgi- 

ca  de  la) 156 

—  gástrica  crónica  no  ha- 

llada (Dos  casos  de). .     136 
Uréter  K^trechez  cicatrizal 

del) 268 

—  (Cáncer  de  la  porción 

inferior  yuxtavesical 

del) 269 

Uretra  posterior  (Aparato 

para  inspeccionar  la) 854 

Uterina  (Gangrena  y  perfora 

ción) 88 

Útero  canceroso  por  la  vía  va 
fi^no- abdominal  (Ex- 
tirpación del) 144 

—  (Raspadodel) 875 

—  (Tratamiento  de  los 

nbromas  del) 429 

Uvula  (Sufusión  sanguínea 
brusca  ó  hematoma  súbito 

déla) 66 

Vacuna;  peligros  é  inconve- 
nientes       258 

Vacunación  en  la  Ouioea  fran- 
cesa (La) 220 

—  j  el  eczema  (La). 354 

Vacuciones  y  revacunaciones 

en  Francia  en  1904 339 

Vejiga  (Diverticulo  de  la) ... .    267 

—  (Extirpación  de  la) 158 

Viruela  en  1908-4  (La  epide- 
mia de) 374 

Viras  rábico  (Acción  del  radio 

sobreel)x 359 

—  —    (Elradioyel) 278 

Vólvulo  del  ciego 221 

Xeroderma  pigmentado 354 

Yeseros  y  caleros  respecto  á  la 

tuberculosis  (Confirmación 
de  la  inmanidad  de  los) ....     188 
Yeyunoetomia 68,    182 

—  en  Y  con  torsión  de  la 

boca  del  yeyuno .35 


>>»>-»CCC< 


480 


uuaM  n  un  GOLiiouNiB  QR  SU  NiuuN  niiUHfli  ft  MBim  nm 


Arqaeliad*  (D.  Aarelio),  Médico, 

por  opoBición,  de  U  Benefícencia 

Proyincial  de  Madrid. 
Barajas  (D.    Luciano),   Oto  riño- 

laringólogo,  de  la  fienefíoencia 

Manicipaí  de  Madrid. 
Oarrión  (D.  P.),  Profesor  clínico  de 

la  Facultad  de   Medicina  de 

Madrid. 
Oodina  GastellTÍ  (D.  José),  Médico, 

por  oposición,  del  Hospital  Pro- 

yincial  de  Madrid. 
Fernández  Sauz  (D.  Enrique),  Mé- 
dico de  número,  por  oposición, 

del  Hospital  de  U  Princesa. 
Oarcia  Mansilla  (D.  Binforiano), 

Oculista  del  Hospital  y  Hospicio 

Proyincial  de  Madrid. 
Gk>nzálezDeleito(D.  Federico),  Mé- 

dicodel  Cuerpo  de  Sanidad  Militar. 
Gbnzalo  Martínez  (D.  Ricardo), 

Médico  del  Cuerpo  de  Sanidad 

Militar. 
Gk>ta  (D.  Antonio),  Exmédico  de  la 

Benefícencia  Proyincial   de  Za- 
ragoza. 
Gbyanes  (D.  José),  Ciruiano,  por 

oposición,  del  Hospital  FroYÍncial 

de  Madrid. 
Juarros  (D.   César),  Médico  del 

Cuerpo  de  Sanidad  Militar. 
Lecha-Marzo  (D.  Antonio),  Interno 


del  Laboratorio  de  Medicina  le^al 
de  la  Universidad  de  Valladolid. 

López  (D.  •Federico)  (de  Royat). 

Martín  Oil  (D.  Kamón),  Doctor  en 
Medicina,  Málaga. 

Martínez  Cerecedo  (D.  Adolfo)«  To- 
cólogo, por  opcMsición,  de  la  Bene- 
ucencia  Municipal  de  Madrid. 

t  Ots  y  Esquerdo  (D.  Vicente),  Neu- 
rólogo y  Mentalista. 

Pérez  Noguera  (D.  Emilio),  Mé- 
dico del  Cuerpo  de  Sanidad  Mi- 
litar. 

Pérez  Ortíz  (D.  Jerónimo).  Médico 
del  Cuerpo  de  Sanidad  Militar. 

Rodríguez  Méndez  (D.  Rafael),  Ga* 
tedrático  de  la  Facultad  de  Medi- 
cina de  Barcelona. 

Rueda  (D.  Francisco^  Director  de 
la  Consulta  oto  riño  laringológica 
del  Hospital  de  la  Princesa.  Ma- 
drid. 

Sarabia  (D.  Jesús),  Profesor  del 
Instituto  Rubio.  Madrid. 

Toledo  (D.  Federico),  Licenciado 
en  Medicina  y  Cirugía.  Madrid. 

Ulecia  y  Cardona  (D.  Rafael),  Di- 
rector de  la  Revista  db  Mcdioiha 

T  CiRUatA  PRÁOTtCAS. 

Valle  (D.  Rafael  del).  Médico,  i>or 
oposición,  del  Hospital  Provincial 
de  Madrid. 


GRABADOS  PUBLICADOS  EN  ESTE  TOMO 


Estenosis  intestinal,  página 8 

Esquema  del  número  de  anquilostomas  y  estado  de  la  sangre,  página.  57 

Retrato  de  Morral,  página 87 

Muñón  apendicular,  página 202 

Lesiones  cardiacas,  página 248 


REVISTA  DE  MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRACTICAS 


REVISTA 


DE 


HH  Y  ORÚ  PRldTIdiS 

PABELLÓN  MtDICO  0860)-iN?ITIiTIU)  MTOHICO  KUPíDOL  (M) 

AULU  K  NCTEmCIA,  OINECtrATÍA  T  fEMATriA  (IM) 


DIBBOTOB-FBOnKTÁBIO-rDHDADOB 


P.     -f^APAEL     U 


APABL     ULECIA     y     LARDONA 


TOMO  LXXIII 


MADRID 

IHPBENTA    T   LIBRERÍA    DE   NICOLÁS   MOTA 

OumIUm,  (  j  OuntM,  i. 

1906 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


RARA  TUBERCULOSIS  DE  LA  MEMBRANA  TIMPÁNICA 

COMPLICADA  CON  TUBERCULOSIS  TEREBRANTE  CRANEAL 

POR   EL 

DB.  D.  FRANCISCO  RUEDA 

Mreetor  d«  \%  conralU  oto^no-Urlnf  oléf  le«  d«l  Hotplul  d«  la  Priaeata. 


En  alguna  ocasión^  que  no  puedo  precisar,  me  he  ocupado,  en  una 
de  mis  revistas  trimestrales,  en  aventurar  alguna  idea  respecto  al 
papel  que  la  mucosa  del  oído  medio,  extendida  por  todos  sus  espa- 
cios pneumáticos,  puede  tener  para  servir  de  punto  de  entrada  á 
gérmenes  patógenos  que  irian  muy  lejos  á  ejercer  su  influencia,  sin 
dejar,  ó  dejando,  en  el  órgano  de  la  audición,  señales  manifiestas  de 
su  presencia.  Desde  que  en  mi  espíritu  se  fijó  idea  semejante,  no  he 
perdido  oportunidad  para  manifestarla,  considerando  que  en  los  de- 
más podrá  fructificar  y  suministrar  observaciones  de  interés,  útiles 
para  la  ciencia  y  la  profesión.  Recientemente,  en  la  sesión  primera 
del  cursillo  práctico  de  oto-rino- laringología  que  realizo  en  el  Hos- 
pital de  la  Princesa,  me  extendí  en  algunas  consideraciones  sobre 
la  materia,  pretendiendo  inculcar  en  los  oyentes  el  criterio  de  que  el 
órgano  del  oído  no  debe  ser  relegado  al  papel  de  arca  saata,  sólo 
abordable  y  digna  de  ser  conocida  por  el  especialista,  sino  que,  sa- 
liendo de  este  tradicional  concepto,  debe  pasar  al  conocimiento  del 
médico  en  general,  quien  debe  considerarlo,  más  que  como  un  teatro 
en  el  que  se  desarrollan  escenas  patológicas,  como  un  punto  vulnera- 
ble por  el  que,  con  gran  frecuencia,  se  realiza  la  invasión  bacteriana 
endocraneal  y^de  las  estructoras  peritemporales  y  acaso  muchas 
veces  del  organismo  entero.  Para  demostrar  esta  verdad  y  este  inte- 
rés dualista  del  órgano  del  oído,  en  verdad  que  no  podía  entonces  ni 
puedo  ahora  aducir  grandes  argumentos,  puesto  que,  hasta  la  fecha, 
Afio  XXX. -Tomo  LXXIIL -Núm.  949.-1  Octubre,  1906.  1 


6 

la  investigación  clínica  no  ha  sido  orientada  en  tal  sentido^  ni  la 
bacteriología  clínica  ha  marchado  por  este  camino;  pero  expuse  al- 
gunos ejemplos  sacados  principalmente  de  mi  práctica^  y  como  uno 
de  los  que  mayormente  me  habían  impresionado^  relaté  la  observa- 
ción clínica  que  voy  á  transcribir. 

Una  joven  casada,  de  veintiocho  años,  sin  antecedentes  de  familia 
ni  personales  de  tuberculosis,  comienza  hace  un  año,  durante  su  es- 
tancia en  una  aldea,  á  sufrir  de  violento  dolor  post  mastoideo  y  occi- 
pital, declarándose  pronto  una  tumefacción  circunscrita  que  fué  di- 
latada por  un  médico  de  la  localidad,  dando  salida  al  pus  contenido. 
Cuando  regresa  la  enferma  á  Madrid,  al  mes  de  este  suceso,  en  vista 
del  estado  fungoso  del  trayecto  de  la  fístula  que  conduce  á  una  cavi- 
dad subcutánea  también  fungosa,  y  en  vista  de  que  la  paciente  sien- 
te los  mismos  intensos  dolores  del  principio,  propongo  y  ejecuto  la 
dilatación  crucial  de  la  tumefacción,  descubriendo  hasta  el  hueso, 
en  la  conjunción  de  la  porción  mastoidea  del  temporal  con  el  ángulo 
postero-inferior  parietal  y  el  ángulo  lateral  del  occipital  en  el  lado 
izquierdo. 

Nada  llamó  mi  atención  en  el  tejido  óseo  y  pude  creer  que  con  el 
raspado  de  las  fungosidades  y  pincelación  de  la  superficie  con  clo- 
ruro de  zinc  al  10  por  100,  no  se  haría  esperar  la  curación  definitiva. 
Pero  á  los  veinte  días  de  tratamiento  llegué  á  tocar  con  estilete  y  á 
extraer  con  pinza  una  pequeña  esquirla  desprendida,  al  propio 
tiempo  que  dio  principio  el  fenómeno  que  motiva  este  trabajo,  y  es 
el  siguiente.  La  enferma,  á  quien  ya  en  otro  tiempo  había  examina* 
do  los  oídos  por  una  otitis  crónica  plástica  que  venía  ocasionando 
una  sordera  progresiva,  se  queja  de  un  incremento  repentino  del  de- 
fecto auditivo  en  el  lado  izquierdo,  con  la  aparición  de  ruidos  sub- 
jetivos y  cierta  sensación  de  tensión  dolorosa  en  el  fondo  del  con- 
ducto, quedando  yo  sorprendido  de  no  encontrar  al  examen  otos- 
cópico  signo  alguno  que  explicase  esta  situación,  pues  ni  siquiera 
podía  aducir  la  presencia  de  un  catarro  nasofaríngeo  que  hubiera 
interesado  la  trompa  eustaquiana  sin  lesionar  la  mucosa  de  la  caja 
timpánica.  Agravándose  tal  estado,  repetí  el  examen  otoscópico  á 
los  pocos  días,  encontrando  ya  una  inyección  radiada  de  la  mem- 
brana timpánica  que  comenzó  á  dar  la  perspectiva  de  abombamien- 
to. Fuese  pronunciando  el  color  rojo  de  la  membrana  timpánica, 
conservando  la  disposición  vascular  radiada  y  comenzó  á  resultar 
visible  un  punto  como  grano  de  sémola  por  detrás  del  extremo  infe- 
rior del  mango  del  martillo,  haciéndose  cada  día  más  visible,  hasta 


tener  que  considerarlo  como  uneLgranulaeión  gris  tuberculosa  típica. 
Durante  muchos  dias  pude  observar  los  progresos  hasta  la  fusión 
del  tubérculo,  que  dio  por  resultado  una  perforación  puntiforme, 
limpia,  como  hecha  con  sacabocados,  y  por  la  que  el  cateterismo  ó 
insuflación  tubárica  no  consiguieron  expulsar  sino  escasísima  can- 
tidad de  serosidad  depositada  en  el  fondo  de  la  caja»  siendo  el  ruido 
de  la  perforación  perfectamente  sibilante  tan  pronto  como  salió  la 
gota  de  serosidad.  En  modo  alguno  salió  pus  en  los  primeros  días, 
siendo  la  sibiiancia  de  la  perforación  perfectamente  limpia.  Es  ver- 
dad que  más  tarde  apareció  escasa  cantidad  de  pus  en  lacaja,  debi- 
do sin  duda  á  una  infección  parasitaria,  secundaria  á  través  de  la 
perforación.  Esta  infección  secundaria  pronto  pudo  dominarse  con 
el  empleo  de  la  formalina,  quedando  la  perforación  y  el  color  rojo 
de  la  membrana  timpánica  que  estaba  muy  gruesa. 

¿Qué  fué  en  este  tiempo  de  la  lesión  craneal?  Hemos  dicho  que  fué 
extraída  una  esquirlita,  y  añadimos  que  pudo  apreciarse  distinta- 
mente con  el  estilete  la  existencia  de  una  pérdida  de  substancia  en 
el  hueso,  á  través  de  la  que  se  tactaba  tejido  fungoso  sobre  un  ba- 
samento de  membrana  tensa  y  resistente  que  consideramos  sería  la 
dura  madre. 

Decidimos  una  segunda  intervención  para  limpiar  el  foco  tuber- 
culoso, y  aprovechando  la  primitiva  incisión  crucial,  descubrimos 
una  trepanación  espontánea  del  hueso^  de  la  extensión  de  media  pe- 
seta.  Resecamos  de  los  bordes  y  raspamos  la  dura  madre  hasta 
donde  nos  pareció  que  se  extendía  lo  patológico,  y  terminamos  con 
algunos  puntos  de  sutura  en  los  extremos  de  las  incisiones,  dejando 
una  gasa  yodofórmica  en  el  fondo. 

Después  de  una  peregrinación  de  varios  meses,  en  que  la  marcha 
tórpida  del  proceso  y  la  permanencia  del  trayecto  fistuloso  nos  de- 
mostró la  insuficiencia  de  la  intervención,  decidimos  una  tercera 
operación,  que  tuvo  lugar  al  año  de  haberse  iniciado  el  proceso.  Re- 
secamos ampliamente  con  la  pinza-gubia  cortante  los  bordes  de  la 
terebración  craneal,  extendiéndonos  por  arriba  á  lo  largo  del  borde 
posterior  del  parietal,  comoá  la  altura  de  un  duro, en  cuya  extensión 
fuimos  extirpando  el  tejido  fungoso  existente  entre  la  lámina  vitrea 
y  la  dura  madre,  y  llegando  por  abajo  hasta  por  encima  del  codo  del 
seno  lateral  en  la  proximidad  del  limite  entre  la  fosa  cerebral  me- 
dia y  la  cerebelosa,  donde  terminaba  la  lesión. 

Las  consecuencias  operatorias  fueron  las  de  una  marcha  no  inte- 
rrumpida hacia  la  cicatrización  rápida. 


8 

La  lesión  timpánica  también  progresó  rápidamente  hacia  la  cu- 
ración^  estando  la  perforación  perfectamente  cicatrizada  anterior- 
mente á  la  tercera  operación,  quedando  deprimido  todo  el  segmento 
posterior  de  la  membrana  timpánica  y  una  disminución  considera- 
ble de  la  audición,  cuya  valoración  no  es  pertinente  en  este  lugar. 
Consideracionea.  —  Un  hecho,  por  elemental  que  sea,  préstase  á 
consideraciones  varias,  que  si  se  midiesen  y  pesasen  todas,  resulta* 
rfan  temas  demasiado  extensos,  por  lo  que*  debemos  concretar 
nuestra  atención  á  la  circunstancia  más  saliente  que  le  hace  tener 
un  valor  especial  comparado  con  otros  de  índole  semejante.  Y  la 
circunstancia  que  en  este  caso  me  ha  llamado  la  atención  es  la  de  la 
coexistencia  de  dos  lesiones  de  índole  tuberculosa,  de  tal  manera 
situadas  y  en  tal  disposición  cronológica,  que  no  podemos  sustraer- 
nos á  la  idea  de  considerarlas  en  estrecha  dependencia. 

Este  es  el  método  lógico  de  raciocinio  que  aplicamos  á  la  interpre- 
tación de  una  multitud  de  lesiones  parasitarias;  un  adenoflegmón 
axilar  encuentra  su  explicación  en  una  erosión  infectada  de  un  dedo, 
encontraremos  la  razón  de  una  orquitís  en  la  existencia  anterior  de 
un  flujo  uretral ;  en  la  tuberculosis  mesentérica  tenemos  que  admitir 
su  origen  intestinal;  la  tuberculosis  laríngea  es  efecto  de  la  inocu- 
lación bacilar  acarreada  por  el  esputó;  un  adenoflegmón  del  cuello 
es  una  consecuencia  de  un  foco  séptico  dentario,  faríngeo,  auricu- 
lar, etc.;  y  así,  de  igual  modo,  interpretamos  multitud  de  procesos 
de  que  la  clínica  está  llena. ' 

Ahora  bien,  |cabe  admitir  que  entre  la  mucosa  del  oído  medio  y  el 
contenido  craneal  exista  una  solidaridad  patológica  explicable  por 
las  relaciones  anatomoñsiológicas  y  demostrable  por  la  observación 
clínica  y  la  experimentaciónf  Formulada  esta  pregunta  en  tal  ma- 
nera parece  una  puerilidad,  pues  bien  conocidas  son  las  relaciones 
venosas  y  linfáticas  que  establecen  comunicación  entre  ambas  ca- 
vidades y  la  casuística  de  las  complicaciones  endocraneales  en  la 
otitis  media  supurada,  está  registrada  con  tal  abundancia  durante 
los  últimos  treinta  años,  que  seguramente  es  infantil  ocuparse  de  tal 
materia.  Pero  realmente  no  nos  referimos  á  semejantes  modalida- 
des patológicas,  perfectamente  estudiadas,  en  las  que  er trazo  de 
unión  entre  lo  extra  y  lo  endocraneal  está  marcado  por  una  flstuli- 
zación  interna  ó  un  proceso  flebítico  séptico,  cuya  marcha  es  fácil 
seguir. en  el  acto  operatorio;  hacemos  alusión  á  otra  índole  flsio- 
patoiógica  en  la  que  el  punto  de  partida  puede  ser  desconocido  ó 
poco  aparente,  ó  disimulado  por  otras  lesiones  que  lo  encubran» 


9 
siendo  las  determinaciones  endocraneales  de  muy  difícil  hilación 
con  el  supuesto  punto  de  partida  exterior. 

El  caso  que  hemos  historiado  ha  servido  para  confirmarnos  en  las 
reflexiones,  que  de  largo  tiempo  venimos  haciéndonos,  sobre  el  pa- 
,  peí  que  las  cavidades  del  oído  medio  pueden  desempeñar  como  ca- . 
mino  ó  Via  de  paso  para  determinados  gérmenes  que  están  destina- 
dos &  recibir  alojamiento  en  los  órganos  peri-auricuiares,  donde» 
exaltada  su  virulencia,  pueden  manifestar  una  potencia  patógena 
que  no  tuvieron  en  su  emigración  &  través  del  oído  medip. 

Que  semejante  fenómeno  se  realiza,  ya  lo  tenia  probado  la  obser- 
vación clínica  ajena  y  la  mía  propia,  siendo  bien  conocida  por  los 
otólogos  la  mal  llamada  mastoiditis  primitiva,  cuya  entidad  no  pue- 
do yo  negar,  aunque  dándola  una  significación  muy  diferente  de  la 
clásica  antigua.  Sin  separarnos  de  este  ejemplo,  que  consideramos 
un  punto  de  partida  útil  para  la  sustentación  de  mi  tesis,  ¿qué  re- 
presenta la  mastoiditis  primitiva?  Sabemos  que  la  otitis  media  su- 
purada aguda  es  un  proceso  infeccioso  extendido  desde  las  vias  aé- 
reas superiores  á  través  de  la  trompa,  y  que  comprende  siempre  en 
mayor  ó  menor  grado  todas  las  dependencias  del  oído  medio,  revis- 
tiendo una  ú  otra  forma  clínica,  según  el  punto  en  que  el  agente 
flogógeno  experimenta  mayor  virulencia. 

Es  conocido  de  todos  que  el  estado  de  mastoidismo  se  declara  cuan- 
do, exaltada  la  virulencia  en  las  células  mastoideas  ó  retenido  el  pus 
dentro  de  ellas,  sobreviene  la  protesta  local  y  general  que  denomi- 
namos mastoiditis  aguda,  y  que  ocurre  muchas  veces  cuando  ya 
está  cerrada  espontáneamente  la  perforación  timpánica  y  no  existe 
pus  en  la  caja.  Pues  bien,  supongamos  una  exageración  en  estos  dos 
términos— poca  virulencia  ó  cesación  de  ella  en  la  caja  timpánica,  y 
exaltación  en  las  células  mastoideas— y  tendremos  una  mastoiditis 
aguda  con  escaso  ó  ningún  signo  objetivo  ni  funcional  de  parte  de  la 
caja  timpánica,  y  á  esta  modalidad  podemos  llamarla  mastoiditis 
primitiva,  resultando  con  esto  el  hecho  indudable  de  que  por  la  caja 
timpánica  puede  pasar  un  germen  sin  causar  sobre  ella  efectos  no- 
civos para  ejercer  más  lejos  su  influencia  patógena. 

Bastante  demostrativo,  en  el  terreno  de  que  nos  ocupamos,  es  el 
siguiente  caso  de  nuestra  práctica  personal,  que  por  su  notoriedad 
comuniqué  hace  muchos  años  á  la  Academia  Medico- Quirúrgica. 
Una  mujer  adulta,  por  circunstancias  quf  no  son  del  caso,  es  afec- 
tada de  una  erisipela  faringolaringea  que  ofrece  una  marcha  aseen* 
dente,  apareciendo  á  los  pocos  días  y  sin  que  hubiera  existido  pro-  


10 

(Mta  previa  de  parte  del  órgano  de  la  audición,  en  ambos  eondactoe 
auditivos  j  pabellones  aaríealares;  siendo  digno  de  notarse  la  ten- 
dencia invasora  rapídísínia  de  la  infección  que,  en  pocos  días,  reco- 
rrió la  cara,  piel  del  cráneo  j  espalda  hasta  el  cóccix,  ocasionando 
un  aborto  de  quinto  mes,  fiebre  puerperal  j  el  fallecimiento  de  la 
enferma.  Este  caso  interesantísimo,  lo  es  para  nuestro  fin,  por 
cnanto  demuestra  la  emigración  rápida  del  estreptococus  de  la 
erisipela  á  través  de  ambos  oídos  sin  provocar  en  ellos  los  fenóme- 
nos de  la  otitis  media  supurada  y  su  aparición  en  la  piel. 

En  la  práctica  del  Dr,  Luc  se  registran  dos  observaciones  de  abe* 
ceso  de  la  fosa  temporal,  á  cuya  evolución  precedieron  manifesta- 
cienes  congestivas  de  la  caja  timpánica  sin  llegar  á  la  supuración, 
y  que,  analizadas  en  el  sentido  que  tratamos,  son  también  demos- 
trativas de  la  teoría  que  sustentamos. 

Es  claro  que  no  podemos  multiplicar  mucho  los  ejemplos,  pues 
consideramos  que  la  investigación  en  este  sentido  carece  de  histo- 
rial, razón  por  la  que  consideramos  de  valoría  publicación  del  caso 
que  forma  el  fundamento  de  nuestro  trabajo. 

Los  ejemplos  que  hemos  traído  demuestran  cómo  por  la  caja  tim- 
pánica pueden  atravesar  gérmenes  patógenos  que  vayan  á  desarro- 
llar su  virulencia,  bien  á  las  regiones  más  profundas  del  oído  medio, 
ó  á  las  estructuras  peri^aurículares  extracraneales;  pero  nada  nos 
dicen  en  cuanto  á  su  propagación  al  endocráneo.  Poco  ó  nada  regis- 
tra la  literatura  en  materia  de  tanto  interés,  pues  si,  como  hemos 
dicho,  es  muy  clara  la  relación  entre  un  proceso  séptico  endocra- 
neal  y  una  determinada  lesión  séptica  auricular,  nada  sabemos  con 
respecto  ai  papel  que  pueda  tener  el  oído  medio  como  puerta  de  en- 
trada ó  punto  de  paso  de  agentes  de  otra  índole. 

I  Pretendo  yo,  con  esto,  iniciar  la  creación  de  un  capitulo  nuevo 
de  la  patología?  Bn  verdad,  no  tengo  idea  definida  sobre  la  materia, 
y  todo  lo  que  pudiera  imaginar  sería  gratuito  y  apoyado  en  miras 
puramente  teóricas;  pero  no  puedo  sustraerme  á  la  influencia  de 
una  sospecha,  y  es  la  siguiente: 

La  mucosa  del  oído  medio,  lo  mismo  en  estado  de  aparente  inte* 
gridad  fisiológica  que  en  estado  patológico  declarado,  debe  ser  un 
lugar  de  menor  resistencia  fácilmente  atacable  por  diferentes  gér- 
menes patógenos  venidos  del  árbol  aéreo  y  transplantados  por  vía 
venosa  y  linfática  al  endocráneo,  siendo  un  factor  de  gran  impor- 
tancia en  la  génesis  de  tantas  y  tantas  meningitis,  que  complican 
la  marciía  de  ciertas  enfermedades  infecciosas,  sin  despreciar  por 


11 

esto  ni  la  corriente  linfática  nasocraaeal  ni  las  corrientes  generales 
venosa  y  linfática. 

Analizado  el  caso  de  tuberculosis  que  hemos  historiado,  parece  un 
ejemplar  muy  sugestivo  de  semejante  sospecha,  sin  que  pretenda- 
mos hinchar  el  pavo,  dando  un  carácter  de  generalización  á  un  caso 
aislado,  pero  sin  desconocer  la  importancia  de  los  siguientes  hechos: 

1.°  Que  existia  un  foco  tuberculoso  aislado  subdural  en  las  proxi- 
midades  de  la  zona  temporal. 

2*  Que  posteriormente  á  la  evolución  de  tal  foco  endocraneal, 
apareció  una  granulación  gris  en  la  membrana  timpánica  del  mis- 
mo lado. 

3.°  Que  el  oído  medio  no  se  encontraba  en  condiciones  de  gran  re- 
ceptividad para  la  evolución  del  bacilo  de  Koch,  por  cuanto  la  ma- 
nifestación se  redujo  á  una  sola  granulación  que  curó  perfectamen* 
te  después  del  proceso  consiguiente  al  reblandecimiento. 

4.*  Que  no  debemos  considerar  ambas  localizaciones  con  las  cir- 
cunstancias de  lugar  y  de  cronología  indicadas,  como  una  mera 
casualidad ;  y 

5.*  Que  la  lesión  del  oído  debe  ser  considerada  en  este  caso  depen- 
diente de  una  exaltación  de  virulencia  del  bacilo  flmógeno,  emigra- 
do desde  las  fosas  nasales,  donde  es  habitante  frecuente,  sin  causar 
en  ellas  lesión  alguna  especial. 

Si  pretendemos  buscar  semejanzas  entre  el  caso  presente  y  otros 
que  la  clínica  diaria  ofrece,  las  encontraremos  lo  suficiente  nume* 
rosas  y  sugestivas  para  dejarnos  arrastrar  al  terreno  etiológico  que 
tenemos  apuntado.  Donde  la  clínica  ofrece  ejemplos  favorables,  es 
en  la  patología  infantil,  en  la  que  se  dan  la  frecuente  aparición  de 
la  meningitis  tuberculosa  y  la  persistencia  de  ciertos  restos  de  la 
disposición  fetal  del  temporal  juntamente  con  una  abundancia  de 
los  procesos  supurados  crónicos  del  oído  medio,  sobre  cuyo  fondo 
germina  el  bacilo  de  Koch.  Sabido  es  que  el  temporal,  hueso  único 
en  su  completo  desarrollo,  está  compuesto  de  tres  piezas  en  el  esta- 
do fetal,  quedando  entre  ellas,  antes  de  su  definitiva  soldadura,  es- 
pacios fisurales  intermedios,  ocupados  por  tejido  conjuntivo  y  que 
sirven  para  dar  paso  á  numerosas  comunicaciones  sanguíneas,  lin- 
fáticas y  nerviosas.  Sin  pretender  detallar  estas  cuestiones  de  orga- 
nogenia y  fisiogenía,  nos  importa  hacer  constar  la  frecuente  tardía 
oclusión  de  la  fisura  petro-escamosa,  en  la  que  la  mucosa  de  la  caja 
timpánica  y  la  dura  madre  están  en  inmediato  contacto,  y  por  don- 
de la  comunicación  sanguínea  y  linfática  entre  el  endocráneo  y  la 


12 
mucosa  del  oído  medio,  se  realiza  con  abundancia.  Dada  esta  cir- 
cunstancia en  el  niño,  y  teniendo  en  cuenta  la  frecuentísima  ocu- 
rrencia en  estas  edades  de  los  procesos  sépticos  del  oído  medio  que 
hacen  de  su  mucosa  un  locus  minorce  resiatentice^  y  considerando  la 
fácil  permeabilidad  de  la  trompa  de  Eustaquio  en  estas  edades, 
4 por  qué  no  hemos  de  admitir  que  el  oído  medio  es  el  punto  de  en- 
trada frecuente  de  la  meningitis  tuberculosa! 
«  Es  tan  sólo  una  sospecha  que  sin  inconveniente  puede  hacerse  ex- 
tensiva á  los  demás  procesos  meníngeos  infecciosos  realizados  en  el 
transcurso  de  las  enfermedades  generales  incriminados  etiológica- 
mente  6  posteriormente  á  su  evolución. 

Para  terminar,  considero  que  es  este  un  campo  abierto  á  la  inves- 
tigación, en  el  que  pueden  trabajar  en  consorcio  feliz  la  experimen- 
tación, la  bacteriología  y  la  clínica. 


REVISTA  DEf TERAPÉUTICA  Y  FARMACOLOGÍA 

roa   Bl  DOCTOR 

DON*  EMILIO    PÉREZ  NOGUERA 

MMIeo  dol  C««rpodo  Sanidad  mllilar.  Madrid. 


SuKAmro  t  I.  El  per  borato  de  sosa.  —  II.  Solarol.  —  IIÍ.  Empleo  del  asol  de 
metileno  en  la  tHberoQlotis  qnirúrgica.^IV.  El  mnórda^o  como  medica- 
mento hemostático.  — V.  Formioina.  —  YI.  ün  naevo  remedio  del  anqni* 
lostoma  daodenal. 

I.  El  perbortto  do  tota.  —  Este  nuevo  producto  farmacológico,  in- 
troducido en  terapéutica  por  A.  Robin  (de  París),  responde,  cuando 
está  puro,  á  la  fórmula  química  NaBOMH'O;  se  presenta  bajo  for- 
ma de  polvo  blanco  cristalino,  poco  soluble  en  agua  fría  (2'5  por 
100  á  15^),  y  se  obtiene  haciendo  actuar  el  ácido  bórico  sobre  el  pe- 
róxido de  sodio  ó  mezclando  el  biborato  de  la  misma  base  con  una 
lejía  de  sosa,  y  añadiendo  después  cierta  cantidad  de  agua  oxigena- 
da á  10  volúmenes. 

El  compuesto  de  que  tratamos  resulta  muy  estable  á  la  tempera- 
tura ordinaria;  se  transforma  por  calcinación  en  metaborato  sódico 
(NaBO*);  se  disuelve  con  gran  facilidad  en  el  agua  caliente,  pero 
sufriendo  entre  los  50  y  60^  una  ligera  descomposición,  que  se  hace 
mucho  más  rápida  y  acentuada  al  llegar  á  100^ ;  se  descompone 


13 

también^  desprendiendo  oxigeno,  bajo  la  influencia  del  bi-óxido  de 
manganeso;  da  lugar  ala  formación  de  ozono  cuando  se  pone  en 
contacto  del  ácido  sulfúrico  concentrado,  y  transforma  las  sales  fe- 
rrosas en  sales  férricas  y  el  sulfuro  plúmbico  en  sulfato  blanco  de 
plomo,  de  igual  manera  que  en  las  mismas  circunstancias  lo  veri- 
fican los  reactivos  oxidantes  más  enérgicos. 

Las  soluciones  acuosas  de  perborato  sódico  ofrecen  siempre  re- 
acción alcalina,  se  colorean  de  azul  intenso  cuando  se  las  añade  un 
cristal  de  bicromato  potásico  después  de  haberlas  acidulado  con 
ácido  sulfúrico  y  excepción  hecha  de  la  diferencia  de  reacción,  ofre- 
cen los  mismos  caracteres  químicos  é  idénticas  propiedades  tera- 
péuticas que  el  agua  oxigenada  ordinaria,  pues  espontáneamente, 
sin  necesidad  de  mezclarlas  con  ningún  ácido  ni  de  someterlas  á  la 
acción  de  una  elevada  temperatura,  dan  lugar  al  desprendimiento 
de  oxígeno  hasta  contenerlo,  en  estado  naciente,  en  la  proporción 
de  dos  veces  el  volumen  de  aquéllas,  ó  sea  en  cantidad  de  dos  litros 
de  dicho  gas  por  un  litro  de  solución. 

Sin  embargo,  como'la  solubilidad  del  perborato  puede  aumentar* 
se  de  un  modo  muy  considerable  gracias  á  la  adición  de  pequeñas 
cantidades  de  ácidos  cltrito,  tártrico  ó  sulfúrico,  ó  elevando  la  tem- 
peratura del  agua  hasta  39^  la  proporción  de  oxígeno  contenido  en 
las  referidas  soluciones  puede  aumentar  también  hasta  5, 10, 15  y  20 
volúmenes,  por  más  que,  en  grados  tan  altos  de  concentración,  no 
tiene  aplicación  ninguna  en  la  práctica  médica. 

Gracias  al  indicado  desprendimiento  de  oxígeno,  las  soluciones 
acuosas  de  perborato  sódico,  que  en  realidad  vienen  á  constituir 
verdaderas  aguas  oxigenadas  á  dos  volúmenes,  disfrutan  de  propie- 
dades antisépticas,  antipútridas  y  desinfectantes  sumamente  enér- 
gicas, que  las  hocen  muy  útiles  en  el  tratamiento  de  toda  clase  de 
heridas,  úlceras  y  abscesos, bajo  forma  de  irrigaciones  ó  lavados,  así 
como  en  la  cura  de  las  faringitis  catarrales,  anginas  pultáceas, 
amigdalitis  supuradas,  otitis,  rinitis  crónicas  y  ozena,  prescribién- 
dolas, según  el  asiento  de  la  enfermedad  que  se  trata  de  combatir, 
en  gargarismos,  embrocaciones,  pulverizaciones,  inyecciones  ó  du- 
chas nasales. 

Algunos  ginecólogos  las  recomiendan  también  en  inyección  vagi- 
nal caliente  contra  las  metritis  crónicas,  úlceras  del  cuello,  epite- 
liomas  uterinos  y  demás  enfermedades  de  la  matriz  y  de  sus  anejos; 
otros  las  consideran  muy  superiores  á  todos  los  demás  antisépticos 
recomendados  hasta  hoy  para  la  limpieza  de  la  piel,  de  la  boca,  de 


14 

la  vagina  y  de  las  fosas  nasales  en  estado  sano;  otros  las  prescriben 
como  medio  muy  activo  de  la  leucorrea;  y  otros  las  usan  con  gran 
entusiasmo  contra  las  caries  dentarias,  como  agente  desinfectante 
y  hemostático  después  de  la  extracción  de  muelas  y  como  medio 
muy  eñcaz  para  llevar  á  cabo  la  desinfección  de  los  canales  radicu- 
lares, recurriendo  en  este  caso  á  la  inyección  directa  de  cierta  can- 
tidad de  liquido  dentro  del  alvéolo. 

En  forma  de  polvo  se  ha  ensayado  contra  las  heridas  infectadas, 
otorreas  crónicas  y  úlceras  de  mal  carácter,  así  como  diluido  en  gli- 
cerina,  el  producto  que  estudiamos  ha  sido  propuesto  en  calidad  de 
sucedáneo  de  la  glicerina  yodofórmica  en  todos  los  procesos  morbo- 
sos en  que  ésta  se  emplea,  pero  la  forma  de  administración  más  útil 
é  importairte  del  perborato  sódico  es,  sin  duda  alguna,  la  solución 
acuosa  saturada  á  la  temperatura  ordinaria,  ó  sea  en  proporción  de 
25  por  1.000,  pues  de  este  modo  se  obtiene  un  liquido  fuertemente  an- 
tiséptico, incoloro,  desprovisto  por  completo  de  toxicidad  y  de  ac- 
ción tópica  irritante,  que  carece  en  absoluto  de  olor  desagradable  y 
que  constituye  en  suma  una  agua  oxigenada  á  dos  volúmenes,  pre- 
parada extemporáneamente  y  con  la  inmensa  ventaja  de  poseer  re- 
acción alcalina,  en  vez  de  la  reacción  acida  que  constantemente 
ofrece  el  antedicho  líquido  cuando  se  obtiene  por  los  procedimientos 
ordinarios. 

Ya  hemos  hecho  constar  que,  para  la  inmensa  mayoría  de  las 
aplicaciones  médicas,  basta  la  solución  de  perborato  al  2  Vt  P^r 
100,  equivalente  á  una  agua  oxigenada  á  dos  volúmenes  Sin  em- 
bargo, en  algunas  ocasiones  tal  vez  sea  indispensable  obtener  un 
líquido  que  contenga  de  10  á  20  volúmenen  de  oxigeno,  lo  cual  se 
consigue  sin  dificultad  alguna  por  la  simple  adición  de  pequeñas 
cantidades  de  ácido  cítrico  ó  tártrico  de  esta  manera: 

Agva  oxigenada  á  10  volúmenu. 

perborato  tódico 170  gramos . 

Acido  cítrico  en  polvo 60       — 

Agua  destilada  hervida IODO       — 

Agua  oxigenada  d  20  volúmtnéM. 

Perborato  sódico 210  gramos. 

Acido  cítrico  ó  tártrico  pulverizado 106       — 

Agua  destilada 700       ^ 

Estas  soluciones  deben  filtrarse  si  resultaran  turbias. 

En  cuanto  al  agua  oxigenada  á  5  volúmenes,  puede  obtenerse 


^ 


15  , 

sin  necesidad  de  ácido,  con  sóio  diluir  50  gramos  del  medicamento 
en  agua  caliente  á  40  grados. 

Conviene  no  confundir  el  perborato  sódico  medicinal  (NaB0'.4H'0) 
que  contiene  un  10  por  100  de  oxígeno  activo,  con  el  producto  prepa- 
rado por  Jaubert  con  la  denominación  de  perborax,  pues  su  fórmula 
química  diñere  bastante  de  la  del  compuesto  que  acabamos  de  estu- 
diar (Na*B*O'.10H«O)  y  su  contenido  en  oxígeno,  no  excede  de  un  5 
por  la  misma  proporción  antes  indicada. 

II.  Solurol.— Con  esta  denominación  de  pura  fantasía  se  ha  lanza- 
do al  comercio  el  ácido  nucleotinofosfórico  ó  timlnico,  producto 
obtenido  por  desdoblamiento  de  las  nucleínas  bajo  la  influen- 
cia de  reacciones  químicas  especiales,  que  tiene  por  fórmula 
C~H^A*0*».2Ph'0»  y  que  se  presenta  bajo  forma  de  polvo  amorfo^ 
de  color  amarillo  obscuro,  algo  deslicuescente,  insípido,  inodoro,  fá- 
cilmente solubl^  en  agua  fría  y  de  reacción  acida  muy  débil. 

Minkowski  supone  que  el  ácido  timíníco  es  el  disolvente  natural 
del  ácido  úrico  en  la  economía,  pues  tiene  la  propiedad  de  disolver 
un  peso  igual  al  suyo  de  este  último  cuerpo,  á  temperatura  de  20 
grados,  y  mayor  cantidad  aún,  cuando  la  temperatura  del  líquido  en 
que  ha  de  efectuarse  la  solución  se  eleva  hasta  37.  Bn  estas  condi- 
ciones, es  decir,  combinado  con  el  solurol,  el  ácido  úrico  no  precipita 
ya,  como  en  circunstancias  ordinarias,  por  la  adición  de  un  ácido. 

Teniendo  en  cuenta  los  grandes  beneficios  que  pueden  reportarnos 
estas  propiedades  especiales,  asi  como  la  falta  completa  de  toxici- 
dad y  de  efectos  cáusticos  en  el  medicamento  de  que  se  trata,  dicho 
Profesor  ha  realizado  diversos  experimentos  en  hombres  y  animales, 
observando  en  todos  ellos  una  abundante  eliminación  de  ácido  úrico 
después  de  haber  administrado  por  vía  gástrica  ó  subcutánea  pe- 
queñas dosis  de  la  expresada  droga,  y  deduciendo  de  sus  numerosos 
ensayos  que  el  solurol  está  muy  indicado  en  el  artritismo,  reumatis- 
mo crónico,  gota  y  litiasis  úrica,  pues  no  sólo  facilita  la  eliminación 
del  indicado  ácido  á  medida  que  se  va  acumulando  en  la  sangre, 
sino  que  puede  disolver  también  las  concreciones  toíosas  depositadas 
en  el  espesor  de  los  tejidos. 

Desde  el  punto  de  vista  terapéutico,  ha  sido  experimentado  por 
Bluth  y  Fenner  en  varios  enfermos  de  gota  subaguda  y  crónica,  ob- 
teniendo en  todos  los  casos  resultados  sumamente  satisfactorios.  El 
alivio  de  los  dolores  y  la  desaparición  de  los  fenómenos  inflamato- 
rios iba  siempre  precedida  ó  acompañada  de  abundante  eliminación 
de  ácido  úrico  por  las  orinas. 


,  16    ^ 

Las  dosis  recomendadas  por  dichos  autores  oscilan  entre  1  y  2  gra- 
mos al  día  en  fracciones  de  25  centigramos,  bajo  forma  de  sellos  6 
pastillas  comprimidas.  En  algunos  casos  graves,  Bluth  ha  llegado  á 
dar  hasta  4  gramos  en  veinticuatro  horas;  pero  haciendo  uso  de  can- 
tidades tan  elevadas  no  es  raro  se  desenvuelvan  síntomas  de  intole- 
rancia, caracterizados  por  fenómenos  de  excitación  cerebro-espinal 
bastante  intensos. 

IIL  Empleo  del  azul  de  notilono  on  la  tuberculosis  quirArgiet.— Después  de 
haber  reunido  gran  número  de  observaciones,  el  Dr.  Paulchancel 
file  cree  autorizado  para  añrmar  que  el  pioctanino  azul,  azul  de  me- 
tileno  ó  clorhidrato  de  tetrametilthionina,  es  el  medicamento  tópi- 
co que  tnejores  resultados  produce  en  toda  clase  de  tuberculosis 
quirúrgicas  supuradas,  sean  ó  no  abiertas,  y  muy  especialmente 
cuando  se  localizan  en  los  huesos  ó  en  los  ganglios  linfáticos. 

Para  el  empleo  de  la  referida  droga,  el  autor  establece  las  reglas 
siguientes: 

1.^  Cuando  la  colección  purulenta  es  cerrada,  se  debe  extraer  el 
pus  por  medio  de  una  punción,  inyectando  en  seguida  una  solución 
acuosa  de  pioctanino  al  5  por  1.000,  en  la  cantidad  que  sea  necesaria 
para  ocupar  toda  la  cavidad  del  absceso  y  distender  algo  sus  pare- 
des. De  este  modo,  una  ó  dos  inyecciones  son  casi  siempre  suficien- 
tes para  obtener  la  curación,  pues  la  piel  recobra  su  aspecto  normal 
en  muy  breve  plazo,  y  al  cabo  de  algunas  semanas  no  es  posible 
descubrirel  más  pequeño  indicio  de  esta  pequeña  intervención  ope- 
ratoria. 

2.^  Cuando  la  colección  es  abierta,  después  de  practicar  el  raspado 
de  las  paredes  del  foco  ó  de  las  porciones  de  hueso  que  se  encuentren 
enfermas  y  de  haber  extraído  todos  los  secuestros  en  caso  de  haber* 
los,  se  frota  la  superficie  interna  de  la  cavidad  del  absceso  con  una 
torunda  de  algodón  empapado  en  solución  de  azul  de  metileno  al 
4  por  100;  más  tardecse  practica  una  copiosa  irrigación  con  el  soluto 
diluido  al  5  por  1.000,  y  últimamente  se  rellena  dicha  cavidad  con  al- 
algodones  humedecidos  en  la  misma  solución  concentrada  de  que 
antes  hemos  hablado. 

La  cura  se  repite  cada  cinco  ó  seis  días  si  se  trata  de  pequeños 
abscesos;  pero  cuando  se  quieren  modificar  grandes  cavidades  su- 
purativas productoras  de  una  abundante  secreción  de  pus,  es  nece- 
sario renovarla  cada  cuarenta  y  ocho  horas. 

IV.  El  muérdago  como  modictmento  hemostático..— Después  de  largos 
años  de  olvido  y  abandono  casi  absolutos,  el  Dr.  Rene  Gaultier  (de 


17 

Paria)  ha  vuelto  á  introducir  en  terapótica  la  corteza  de  muérda- 
go (Fúcum  a¿6i<in  ó  viscum  quercinum)^  planta  parásita  conocida 
desde  la  más  remota  antigüedad  y  que  fué  empleada  por  Hipócra- 
tes, Dioscórides,  Galeno,  Avicena,  Culien  y  Tissot,  como  remedio 
astringente,  astiespasmódico,  emenagogo  y  antidiabético. 

Según  los  estudios  experimentales  llevados  acabo  por  Gaultier  en 
los  laboratorios  de  Dieulafoy  y  Grehant,  la  inyección  intravenosa 
de  una  infusión  de  corteza  de  muérdago  (25  f<ramos  de  esta  última 
por  100  cent.  cúb.  de  solución  fisiológica  de  cloruro  sódico  al  7  por 
1.000),  produce  siempre  un  descenso  masó  menos  duradero  y  acen- 
tuado de  la  presión  sanguínea,  con  constante  aceleración  de  los  la- 
tidos cardíacos.  La  intensidad  y  persistencia  de  ambos  efectos  está 
siempre  en  intima  relación  con  la  cantidad  de  medicamento  admi- 
nistrada. Tanto  es  asi,  que  con  6  cent.  cúb.  de  dicha  infusión,  equi- 
valente á  1  gramo  50  centigr.  de  planta  fresca,  la  tensión  arterial  de 
ijn  perro  de  mediana  talla,  desciende  desde  15  á  9  Vf  milímetros  de 
mercurio  y  con  5  cent.  cúb.  en  dos  fracciones,  con  veinte  minutos  de 
intervalo,  dicho  descenso  se  verifica  desde  18  á  10,  de  esta  manera : 

Antes  de  la  inyeoción 18 

Un  minuto  después 14 

Minuto  j  medio  después  • 10 

A  los  diez  minutos 10 

Administrado  en  dosis  tóxicas  (5  gramos  de  planta  fresca  ósea 
20  cent.  cúb.  de  la  infusión  antes  citada  para  un  perro  de  11  kilo- 
gramos y  medio),  el  muérdago  produce  la  muerte  por  parálisis  del 
corazón  en  diástole,  observándose  además,  en  este  caso,  intensas 
congestiones  pasivas  de  todas  las  visceras  del  abdomen,  copiosas 
hemorragias  intestinales,  anemia  pulmonar  y  sufusiones  sanguí- 
neas en  el  endocardio. 

Según  Lang,  Ponck  y  Payne,  autores  ingleses  que  ensayaron  el 
producto  farmacológico  de  que  se  trata  durante  los  años  1878,  1881 
y  1882,  el  extracto  de  viscum  estimula  la  actividad  contráctil  de  la 
fibra  iñuscular  de  la  matriz,  determinando  contracciones  intermi- 
tentes muy  enérgicas  del  referido  órgano,  exactamente  iguales  á  las 
contracciones  fisiológicas  que  se  desarrollan  durante  el  parto;  ace- 
lera los  latidos  del  corazón,  disminuye  la  excitabilidad  reñeja,  para- 
liza los  nervios  motores  y  sensitivos  y  dilata  la  pupila. 

Payne  asegura,  además,  que  cuando  se  administra  en  grandes 
dosis  por  Via  gástrica,  desenvuelve  efectos  irritantes  sumamente  in- 
tensos, sobre  el  tubo  digestivo,  caracterizados  por  vómitos  incoerci- 

% 


18 

bles,  grandes  dolores  abdominales,  diarreas  sanguinolentas,  pujo 
y  tenesmo,  y  Dixon,  que  pudo  observar  en  1874  un  caso  muy  notable 
de  envenenamiento  por  dicha  droga«  menciona  como  síntomas  más 
importantes  de  la  referida  intoxicación,  la  pérdida  de  la  sensibilidad, 
las  alucinaciones,  la  resolución  muscular,  la  frecuencia  del  pulso» 
la  dificultad  respiratoria  y  la  dilatación  de  la  pupila. 

En  cuanto  á  las  aplicaciones  terapéuticas  del  mismo  medicamen- 
to, aunque  los  antiguos  lo  consideraban  muy  útil  en  la  epilepsia,  en 
la  diabetes  sacarina  y  en  la  albuminuria,  Gaultier  sólo  lo  ha  em- 
pleado como  hemostático  en  ocho  casos  de  hemoptisis  congestivas 
de  los  tubérculos,  consiguiendo  en  siete  de  ellos  resultados  verdade- 
ramente notables,  pues  algunas  hemorragias  pulmonares  que  ha* 
bían  resistido  á  los  astringentes  y  vasocontrictores  más  enérgicos, 
incluso  á  la  adrenalina,  cesaron  por  completo  en  plazo  muy  breve, 
gracias  á  1^  administración  del  extracto  etéreo  de  viscum  álbum  á 
la  dosis  de  16  centigramos  el  primer  día,  12  el  segundo  y  8  el  terce- 
ro, bajo  forma  de  pildoras  dosificadas  á  2  centigramos. 

La  única  observación  negativa  de  que  hace  mérito  el  antedicho 
Profesor,  se  reñere  á  un  enfermo  de  tuberculosis  cavitaria,  en  pe- 
riodo de  caquexia,  muerto  á  las  treinta  y  seis  horas  de  haber  comen- 
zado la  medicación,  á  consecuencia  de  una  terrible  hemoptisis.  Se- 
gún se  pudo  comprobar  después,  en  la  autopsia,  esta  hemorragia 
fué  producida  por  la  ruptura  de  un  voluminoso  aneurisma  de  Ros- 
mússen. 

V.  Formteina.^Es  un  producto  de  la  condensación  del  formaldehi- 
do  con  la  acetonamina,  que  puede  obtenerse  cristalizado,  pero  que 
por  resultar  de  este  modo  bastante  delicuescente,  se  presenta  en  el 
comercio  bajo  forma  de  liquido  espeso,  incoloro,  de  1'24  á  1'25  de 
densidad  y  soluble  en  todas  las  proporciones  de  agua,  alcohol  y  clo- 
roformo. 

Las  soluciones  acuosas  de  f  ormicina  comienzan  á  desprender  for- 
maldehido  libre  en  cuanto  se  las  somete  á  una  temperatura  de  25^; 
pero  este  desprendimiento  se  verifica  de  una  manera  mucho  más 
rápida  y  acentuada  entre  35  y  40.  El  mismo  producto  puro  se  des- 
compone con  gran  rapidez,  formando  multitud  de  burbujas  y  de- 
jando escapar  entre  115  y  120  grados  casi  todo  el  aldehido  fórmico 
que  contiene. 

Gracias  á  la  lentitud  con  que  se  va  verificando  dicha  descomposi- 
ción, bajo  la  influencia  de  temperaturas  poco  elevadas,  el  indicado 
medicamento  disfruta  de  propiedades  antisépticas  bastante  activas. 


19 

^in  poseer  efectos  tóxicos  de  ninguna  clase,  ni  menos  aún  desarro» 
llar  la  acción  tópica  irritante  del  formaldehido  puro  ni  del  formol 
del  comercio,  cuyo  empleo  en  la  práctica  médica  sólo  puede  tener 
lugar  bajo  forma  de  soluciones  muy  diluidas. 

Por  todas  estas  razones,  Bartholdy  ha  hecho  uso  de  la  expresada 
droga  en  gran  número  de  artritis  y  osteoperiostitis  supuradas,  casi 
siempre  de  naturaleza  tuberculosa,  como  sucedáneo  de  la  glicerina 
yodofórmica,  y  casi  siempre  bajo  forma  de  inyecciones  intersticia- 
les, obteniendo  resultados  bastante  satisfactorios.  A  pesar  de  haber 
•empleado  en  todos  los  casos-soluciones  concentradas  (al  50  por  1.000), 
ningún  enfermo  acusó  grandes  dolores  en  el  momento  de  la  inyec- 
ción ni  después  de  haberla  efectuado. 

También  se  recomiendan  estas  mismas  soluciones  concentradas 
4il  50  por  1.000  para  la  desinfección  del  campo  operatorio  antes  de 
llevar  á  cabo  una  operación  quirúrgica,  para  combatir  la  fetidez  y 
•acelerar  la  cicatrización  de  las  úlceras  de  mal  carácter,  y  como 
uno  de  los  medios  más  eficaces  con  que  contamos  actualmente  para 
fiacer  desaparecer  la  supuración  de  los  grandes  ñemones  difusos  y 
-de  los  abscesos  muy  voluminosos,  cualquiera  que  sea  el  sitio  donde 
las  referidas  colecciones  purulentas  se  hayan  ido  desarrollando. 

No  falta,  en  fin,  quien  recomienda  la  formicina  .contra  las  cistitis 
•crónicas,  bajo  forma  de  irrigaciones  y  lavados;  pero  cuando  se  usa 
<;omo  remedio  de  la  antedicha  enfermedad,  es  necesario  no  prescri- 
birla más  que  en  soluciones  diluidas  al  2  por  100. 

VI.  Un  nuevo  remedio  dol  tnquilottonia  duodontl.  —  Teniendo  en  cuenta 
los  buenos  resultados  obtenidos  por  Hermán  (de  Bruselas)  en  el 
tratamiento  de  la  anquilostomíasis  por  medio  de  la  esencia  de  euca- 
liptus,  el  Dr.  Phillips,  profesor  de  clínica  médica  de  la  Escuela  de 
Medicina  del  Cairo,  ha  hecho  uso  de  la  referida  droga  en  44  casos 
de  la  misma  enfermedad,  consiguiendo  en  todos  ellos  la  desapari- 
ción completa  y  definitiva  de  dichos  parásitos  intestinales  desde  el 
segundo  ó  tercer  día  de  tratamiento,  cuando  más  tarde  á  los  cuatro. 

He  aquí  cómo  procede  el  indicado  colega:  Comienza  por  prescri- 
bir un  purgante  salino,  que  debe  tomarse  á  las  seis  de  la  tarde,  guar- 
dando después  dieta  absoluta  durante  todo  el  resto  de  la  noche. 

A  la  mañana  siguiente,  á  las  siete,  hace  tomar  en  dos  veces,  con 
medía^hora  de  intervalo,  una  mixtura  compuesta-de 

Btencis  de  euoaliptas 2  gramos  50  oentígramoB. 

Cloroformo 8       —      50  — 

Aceite  de  ricino 40       — 


20 

El  enfenno  debe  permanecer  en  la  cama  hasta  que  haga,  por  lo* 
menos,  una  deposición,  y  si  después  de  haber  tomado  la  primera, 
mitad  delmedicamento  se  presentan  trastornos  nerviosos  con  ma- 
nifiesta tendencia  al  síncope,  debe  suspenderse  la  administración* 
de  la  segunda  dosis.  Cuando  se  trate  de  sujetos  muy  jóvenes,  con- 
valecientes ó  anémicos,  será  mejor,  administrar  la  poción  ante» 
citada  en  tres  fracciones  con  veinte  minutos  de  intervalo  entre  cada 
una.  Si  fuere  necesario,  puede  repetirse  la  misma  fórmula  cada  do» 
ó  tres  días. 

En  todos  los  individuos  tratados  por  Phillips,  la  curación  puda 
considerarse  como  completa  y  definitiva,  pues  el  empleo  del  timo!  y 
del  helécho  macho  por  vía  gástrica  no  dio  lugar  á  la  expulsión  d& 
anquilostomas  con  las  heces  fecales.  En  21  casos,  tan  favorable 
resultado  se  obtuvo  después  de  haber  tomado  una  sola  poción,  e» 
decir,  al  priiíier  día  de  tratamiento;  en  16  después  de  haber  admi- 
nistrado dos  veces  la  misma  mixtura,  y  solamente  en  siete  fué  in- 
dispensable repetirla  tres  ó  cuatro  veces. 

• 

REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Histerismo  simulando  ol  mal  do  Pstt.--El  Dr.  D.  Aaionio  Martínez  Ángel, 
publica  en  la  Revista  IbenhAmericana  de  Ciencias  A/édicajf^  lo  siguiente : 

<c  Cuando  la  osteítis  vertebral  tan  sólo  se  diagnosticaba  en  el  período  ci- 
fósico,  el  error  diagnóstico,  inducido  por  esta  forma  de  mimiery  articularr 
vocablo  felicisimo  cod  el  que  los  ingleses  denominan  las  simulaciones  que 
el  histerismo  y  otras  neurosis  suelen  presentar  de  los  padecimientos  osteo- 
articulares,  era  muy  difícil. 

ün  póttico  jorobado  y  con  abscesos  osifluentes  abiertos  ó  cerrados  es  in- 
confundible con  ninguna  otra  clase  de  enfermos;  en  cambio  un  póttico, 
sobre  todo  si  lo  es  por  poliespondilitis,  en  el  cual  la  columna  no  presenta, 
aún  más  que  esas  rigideces  de  espalda  tan  gráficas  y  tan  típicas  para  quien 
sabe  ver  esta  clase  de  enfermedades,  pero  que  suelen  pasar  inadyertidae 
para  quien  no  las  busca  ó  préñente  en  la  actitud,  en  el  modo  de  estar  y  en 
la  manera  de  andar  del  enfermo,  puede  y  suele  confundirse  su  dolencia  con 
muchas  cosas,  sobre  todo  de  las  que  se  refieren' á  la  patología  interna  y  vis* 
coral. 

Entre  estas  confusiones  á  que  me  refiero,  una  de  ellas,  é  indudablemente 


21 

la  más  difícil  de  poner  en  claro,  es  co^bl  histerismo  cuando  toma  la  forma 
-de  mimicry  espóndil! tica. 

Cuantos  caracteres  asignan  los  autores  á  aquella  dolencia,  cuantos  sin- 
^maa  haya  podido  obserTar  el  lector  ensus  clientes  afectados  de  la  misma, 
otros  tantos  suele  presentar  esta  polifórmica  perturbación  del  sistema  ner- 
vioso. 

Dolores  en  cintura  ó  en  faja,  á  diversas  alturas  del  tronco,  ya  referidos 
al  pecho,  ya  al  estómago,  ya  al  vientre;  sensaciones  dolorosas  de  varia  in- 
tensidad y  forma  en  la  columna  vertebral,  más  ó  menoalimitadas  á  un  pun- 
^  de  ella,  unas  veces  espontáneas,  otras  provocadas  por  la  presión  sobre 
las  apófisis  espinosas  ó  por  los  movimientos;  incontinencias  ó  retenciones, 
bien  de  la  orina,  bien  de  los  excrementos;  parálisis  con  ó  sin  contracturas, 
•en  forma  paraplégica^  exaltación  de  los  reflejos  rotulianos,  taquicardias, 
neuralgias  de  forma  radicular,  ya  intercostales,  ya  irradiadas  á  los  miem- 
bros; en  fin,  hasta  la  cifosis,  aun  cuando  no  en  forma  tan  abrupta  como  en 
el  mal  de  Pott  verdadero,  todo  lo  simula  el  histerismo,  todo  puede  ofrecerlo 
^cha  enfermedad  cuando  se  presenta  en  forma  de  mimicry  ó  farsa  espondi- 
litica. 

Los  estigmas  que  se  tienen  por  más  ó  menos  clásicos  del  histerismo  son 
insuficientes  para  decidir  si  el  padecimiento  en  cuestión  es  histérico  ó  no  lo 
^8,  porque,  como  dice  muy  atinada  y  juiciosamente  Whitman,  puede  darse, 
y  se  da  en  muchas  ocasiones,  la  enfermedad  realmehte  póttica  en  una  his- 
térica ó  en  un  histérico.  Es  más:  cuando  dichos  estigmas  se  descubran  en 
un  paciente  supuesto  de  mal  de  Pott,  más  bien  debemos  desconfiar  de  ellos 
y  procurar  descartarlos  por  el  grave  error  de  tratamiento  que  representaría 
«1  tomar  por  simulados  los  caracteres  de  una  enfermedad  de  tan  deplora- 
bles consecuencias  cuando  se  desatiende  ó  se  trata  de  un  modo  irracional, 
^omo  lo  es  la  osteítis  de  las  vértebras,  sea  tuberculosa  ó  de  la  especio  que 
fuera. 

8in  que  en  general  la  fotografía  radiográfica  tenga  gran  valor  como  me* 
<lio  diagnóstico  en  las  espondilitis  á  no  ser  en  casos  avanzados  y  en  periodos 
•destructivos  de  las  mismas,  sin  embargo,  cuando  se  sospecha  la  simulación 
iüstérica  ó  neuropática  deben  hacerse  varias  radiografías  de  la  región  es- 
pinal, y  si  en  alguna  de  ellas  se  obtuviera  la  impresión  de  un  número  ma- 
yor ó  menor  de  vértebras  desdibujadas  y  deformes,  el  dato  sería  de  un  va- 
lor extraordinario  para  afirmar  la  existencia  del  proceso  inflamatorio. 

Otros  de  los  caracteres  en  el  que  el  práctico  debe  poner  mucha  atención 
es  en  el  del  predominio  de  los  trastornos  de  sensibilidad  sobre  los  de  mo- 
tilidad  que  en  las  extremidades  inferiores  ofrece  la  enfermedad  póttica  si- 
mulada. Asimismo  deberá  tener  muy  en  cuenta  el  que  en  estos  casos  los 
fenómenos  contracturaies  en  dichas  extremidades  son  muy  precoces. 

Denuncian  también  estos  estados  de  simulación  la  exageración,  la  vehe- 
mencia que  pudiéramos  decir,  de  los  síntomas  pótticos,  sobre  todo  de  la 
-exaltación  del  reflejo  rotuliano,  del  dolor  á  la  presión  en  las  apófisis  espi- 
nosas, hasta  el  punto  de  que  el  simple  contacto  de  nuestros  dedos  con  la 
•piel  que  los  cubre  produce  en  estos  enfermos  vivísimos  dolores.  Lo  mismo 
puede  decirse  en  cuanto  á  los  trastornos  gástricos,  respiratorios  y  cardíacos 
4ie  refiere  (la  taquicardia  es  casi  constante  en  esta  clase  de  pacientes). 


22 

Y,  sobre  todo,  el  carácter,  que  ék  mi  concepto  tiene  an  Talor  patogno- 
mónico,  de  la  simulación  neuropática,'  es  el  de  la  movilidad,  no  tan  8ólo> 
normal,  sino  exagerada,  de  la  columna. 

Contrastando  con  la  rigides  de  la  espalda,  más  ó  menos  extensa  según  el 
número  de  vértebras  afectadas  que  constantemente  ofirece  el  verdadero- 
póttico,  rigidez  que  no  desaparece^  al  contrario,  se  exagera  durante  los  ata- 
ques de  dolor  espontáneo  ó  provocado,  en  la  espondilitis  simulada,  aunque 
el  enfermo,  temeroso  al  dolor,  se  nos  presente  con  su  espinazo  rígido  é  in- 
.móvil  por  la  contractura  de  los  múscnlos  que  á  la  columna  vertebral  se- 
atan,  en  cuanto,  no  digo  comprimimos,  sino  tan  siquiera  rozamos  ligera- 
mente las  apófisis  espinosas  con  el  dedo,  prodúcese  una  serie  de  movimien- 
tos rápidos  y  repetidos  verdaderamente  lumbricóideoe  entre  todas  las  vér- 
tebras, desde  el  occipucio  hasta  el  sacro,  lo  mismo  en  sentido  anteroposte- 
rior  que  laterales,  tan  extensos  que  consiguen  estos  enfermos  neurósicos- 
movilizar  casi  tanto  la  porción  dorsal  como  la  cervical  y  lumbar,  movilidad 
que  sorprende  y  choca,  no  solamente  comparada  con  la  escasa  y  restrin^ida^ 
de  los  pótticos  inflamatorios,  sino  con  la  normal  y  fisiológica  de  la  columna, 
vertebral».  —  8ababia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIKDADBS  CIINTIFIGAS 

ASOCIACIÓN   FRANCESA   PARA   EL   PROGRESO   DE   LAS   CIENCIA» 
XXX  V  Bésión  aniud  celebrada  en  Lion  del  2  al  9  de  AgoBlo  de  1906. 

Tnbtrcolotit  del  intestino  grueso.  Indiotoionos  y  rosultadoo  de  la  Intorvonoié» 
quirúrgica.  —  Los  Dres.  Bbrabd  y  Patbl  :  Deducimos  lo  siguiente  de  nues- 
tras (observaciones  y  del  análisis  de  los  casos  publicados : 

1.*  En  ciertos  enfermos  la  tubercnlosis  del  intestino  grueso  evoluciona, 
sin  lesión  pulmonar,  sin  otra  localización  tuberculosa,  clínicamente  apre- 
ciable,  y  puede  curar  por  la  intervención  quirúrgica  en  más  de  la  mitad  de^ 
los  casos  operados. 

2.'  En  otros  enfermos  las  lesiones  pulmonares,  poco  acentuadas,  mejo- 
ran, y  por  último,  curan  completamente  á  beneficio  de  una  intervención,  al 
curar  las  lesiones  intestinales. 

8.^  Existen,  por  último,  enfermos  en  los  que  las  lesiones  pulmonares  é 
intestinales,  simultáneas  ó  secundarias  á  una  infección  primitiva,  del  pul- 
món ó  del  intestino,  siguen  una  marcba  fatal  hágase  lo  que  se  haga.  Soa 
lesiones  difusas  ya  desde  hace  mucho  tiempo,  antes  de  someterse  los  enfer- 
mos al  examen  del  médico. 


23 

I.  Anatomía  patológica.  —  Deben  distingairse  tras  tipos: 

1.*^  Taberculoeis  alcerosa. 

2.^  Tabercalosis  enteroperitoneal. 

8.<>  Tabercalosis  hipertrófica. 

].°  ToBEBCüLOBis  ULCEROSA.  —  Es  el  tipo  coioúQ  cOQOcido  hftce  más  tiem- 
po, 7  el  único  qae  describían  antes  los  médicos,  como  propio  de  los  tísicos 
palmonares.  Paede  reTestir  la  forma  miliar,  confluente  ó  localizada. 

2.®  ToBBBOULoeis  BMTBBOPBBiTOMBAL. —  Paedc  Ser  primitiya,  sobre  todo 
en  el  intestino  graeso,  pero  por  lo  general  es  consecnencia  de  los  otros  dos 
tipos,  en  particalar  de  la  tabercalosis  ulcerosa.  Lo  qae  la  caracteriza  es 
afectarse  el  intestino  ala  Tez  que  el  peritoneo;  la  infiltración  específica 
invade  hasta  los  mesenterios,  resultando  una  especie  de  neoplasia  tubercu- 
losa perfectamente  distinta  desde  el  punto  de  vista  topográfico,  clínico  y 
i«erapéutico. 

En  el  intestino  grueso  la  forma  enteroperitoneal  reviste  dos  formas  com- 
pletamente distintas,  según  que  los  productos  tuberculosos  tiendan  á  la 
degeneración  caseosa  y  á  la  supuración,  ó  por  el  contrario,  que  se  enqnis- 
ten  y  manifiesten  tendencia  á  la  transformación  fibrosa. 

a)  Tuberculosis  enteroperitoneal  ccueosa.  —  Esta  variedad  se  observa  casi 
exclusivamente  en  la  región  íleocecal.  El  tumor  tuberculoso  se  halla  cons- 
tituido por  la  aglomeración  de  asas  intestinales  y  de  idesos  infiltratos  de 
ganglios  voluminosos.  La  terminación  del  intestino  delgado,  el  apéndice, 
el  ciego,  se  hallan  envueltos  en  esta  masa  caseosa,  irregular  y  de  consisten- 
cia variable.  La  superficie  interior  del  intestino  está  ulcerada  casi  en  toda 
su  extensión ;  el  apéndice  suele  hallarse  destruido. 

b)  Tuberculosis  enteroperitoneal  fibrosa.  —  En  ésta  forma  el  proceso  tuber- 
culoso se  encuentra  ahogado;  la  lesión  queda  estacionaria  y  no  termina  por 
supuración.  Es  rara  en  el  intestino  delgado  y  más  común  en  el  grueso.  En 
el  ciego  se  han  encontrado,  en  la  infancia,  hipertrofias  ganglionares  enor- 
mes, forma  adenopática  de  Gérard-Marchant.  La  estenosis  intestinal  es 
poco  acentuada,  y  las  lesiones  ulcerosas  raras.  En  el  adulto  se  observa  una 
forma  análoga,  pero  la  hipertrofia  ganglionar  es  menor  y  á  veces  nula.  El 
peritoneo  es  el  que  reacciona  principalmente ;  se  cubre  de  granulaciones 
discretas  de  peritonitis  localizada. 

8.*  Forma  hipertrófioa.  —  Es  la  verdadera  forma  quirúrgica  de  la  tu- 
berculosis del  intebtino  grueso.  Es  por  lo  común  limitada,  primitiva.  Pue- 
de decirse  que  si  un  enfermo  tiene  á  la  vez  lesiones  tuberculosas  en  el  pul- 
món y  en  el  ciego,  estas  últimas  de  tipo  hipertrófico,  las  pulmonares  son 
más  recientes.  Paede  decirse  desde  el  puato  de  vista  clínico,  que  si  un  tu- 
berculoso pulmonar  presenta  lesiones  secundarias  del  intestino.  Se  trata  de 
ulceraciones,  no  de  tuberculosis  hipertrófica.  ^ 

Esta  forma  es  relativamente  frecaentísima  en  el  intestino  grueso.  La  tu- 
berculosis principia,  al  parecer,  en  el  ciego,  cerca  de  la  válvula  de  Bauhin; 
en  la  forma  hipertrófica  pura  el  ciego  es  el  único  invadido;  el  intestino 
delgado  queda  intacto.  Guando  la  hipertrofia  de  las  paredes  se  complica  con 
ulceraciones  de  la  mucosa,  la  tuberculosis  franquea  la  válvula  y  se  propa- 
ga al  intestino  grueso,  pero  la  que  se  propaga  es  la  ulceración  tuberculosa 
secundaría,  no  la  hipertrofia.  Esta  regla  es  absoluta.  Proponemos,  por  lo 


1 


24 

tanto,  llamar  tabercalosis  cecal  á  la  forma  hipertrófica,  ó  ileoceal  á  la  ul- 
cerosa» sea  primitiva  ó  oo.  La  primera  es  limitada;  la  segunda  se  halla  en 
yias  de  generalización. 

En  la  tuCercalosis  hipertrófica  cecal  existe  en  el  ciego  nn  tnmor  duro  j 
abolsado,  bastante  grueso  para  notarse  á  través  de  las  paredes  del  abdo- 
men; el  tumor  ocupa  primero  la  fosa  iliaca  derecha  y  está  rodeado  de  una 
ganga  espesa  de  tejido  grasoso.  Al  abrir  el  intestino  se  observa  engrasa- 
miento enorme  de  sus  paredes;  la  superficie  de  sección  presenta  nn  tejido 
lardáceo  y  calloso,  reblandecido  en  algunos  puntos,  que  corresponden  á  loe 
tubérculos  en  vias  de  fusión  caseosa.  La  hipertrofia  es  concéntrica  y  la  es- 
tenosis queda  constituida.  £1  trayecto  estrechado,  de  5  á  6  centímetros  de 
longitud,  es  tortuoso,  á  lo  que  se  debe  principalmente  la  estenosis.  La  su- 
perficie de  la  mucosa  está  cubierta  de  eminencias  más  ó  menos  voluminosas 
que  ocasionan  á  veces  la  oclusión  completa. . 

Tuherculoais  hipertrófica  del  colon. — En  el  colon,  la  tuberculosis  no  está  tan 
imitada  como  en  el  recto.  La  reacción  esclerolipomatosa  de  vecindad  es 
más  difusa,  lo  que  contribuye  á  realizar  transiciones  insensibles  con  la 
forma  enteroperitoneal  fibrosa.  Los  ganglios  están  afectados.  Presenta  como 
caracteres  esenciales:  ser  más  difusa,  menos  ulcerosa  y  propagarse  al  te- 
jido celular  subperitoneal;  es  rara  su  transformación  caseosa. 

Tuberculosis  hipertrófica  del  recto,— E\  recto  está  aumentado  de  volumen 
y  convertido  en  un  tubo  rígido,  espeso  y  resistente;  á  su  alrededor  hay  in- 
filtración adiposa,  más  abundante  en  tubérculos  que  en  el  ciego.  Gracias  á 
esta  envoltura,  el  recto  se  adhiere  á  los  órganos  inmediatos,  en  particular 
á  la  vejiga.  Las  paredes  del  intestino  son  may  gruesas,  acartonadas  y  sem- 
bradas de  foquillos  amarillentos  caseosos. 

Al  corte  se  encuentra,  algo  más  arriba  del  ano,  una  porción  estrechada  . 
que  forma  una  especie  de  virola  escirrosa.  La  mucosa  está  sembrada  de  ve- 
getaciones polipoides  poco  voluminosas  y  de  fisuras  y  úlceras  profundas 
cubiertas  de  una  capa  purulenta,  sinuosa  y  fétida.  Cerca  de  la  estrechez 
predominan  las  lesiones  de  rectitis;  las  ulceraciones  del  segmento  inferior 
son  extensas  y  pueden  originar  la  perforación. 

II.  Diagnóstioo.— ii.  Tobkbodlosis  dbl  oísoo. — 1."*  Tuberculosis  ulcerosa 
limitada. — Guando  la  ulceración  primitiva  se  halla  localizada  en  el  ciego  y 
es  de  peqaefias  dimensiones,  los  signos  son  los  de  la  enteritis  bacilar  ordi- 
naria: diarrea  mucosa  ó  con  estrias  sanguíneas. 

2.*  Tuberculosis  ileocecal  enteroperitoneal, —Ea  un  tipo  clínico  común.  El 
principio  recuerda  el  de  la  forma  localizada,  pero  los  síntomas  funcionales 
y  físicos,  muy  ligeros,  no  Uamanla  atención  ni  del  enfermo  ni  del  cirujano.  A 
veces,  los  primeros  signos  son  los  de  enteritis  tuberculosa  verdadera;  hay 
deposiciones  diarréicas  frecuentes,  abundantes  y  sanguinolentas.  De  cuan- 
do en  cuando  se  presentan  verdaderos  accesos  dolorosos  con  meteorismo  lo- 
calizado que  corresponden  á  los  brotes  peritoneales;  muchas  veces  se  cree 
que  son  crisis  de  apendicitis  ó  de  oclusión  intestinal.  Pero  la  marcha,  oró- 
nica  casi  siempre,  de  la  enfermedad,  es  un  dato  de  gran  valor  diagnóstico. 
Estos  enfermos  son  tuberculosos ;  tienen  calofríos  é  hipertermia  de  curva 
acentuada.  Loe  signos  pulmonares  vienen  de  ordinario  á  confirmar  todas 
las  presunciones  en  favor  de  la  baóilosis. 


25 

El  examen  hecho  en  el  periodo  de  estado,  permite  descabrir  en  la  fosa 
iliaca  derecha  ana  dureza  difuaa  que  puede  extenderse  desde  elarcodeFa* 
iopio  hasta  la  linea  media,  y  que  al  parecer  llega  hasta  la  excavación.  No 
es  raro  descubrir  esta  masa  por  el  tacto  rectal  ó  el  yaginal;  no  recuerda 
por  su  forma  á  ningún  otro  órgano;  es  de  consistencia  irregular,  blanda  en 
unos  sitios  y  resistente  en  otros,  con  zonas  sonoras  y  de  macicez.  Si  la  afec- 
ción se  abaldona  á  si  misma,  el  pus  tiende  á  abrirse  paso  al  exterior^  La 
abertura  cutánea  es  la  más  frecuente  y  se  forma  por  encima  del  arco  de 
Falopio,  resultando  uno  ó  más  orificios;  por  estas  aberturas  sale  pus  seroso 
mal  trabado  y  mezclado  con  excrementos ;  la  fístula  pioesterc<9iácea  queda 
formada  y  su  trayecto  irregular  y  tortuoso  pone  en  comunicación  el  intes- 
tino delgado  ó  el  ciego  con  el  exterior.  N 

Los  abscesos  pelvianos  producen  síntomas  que  en  la  mujer  pueden  con- 
fundirse con  los  de  una  supuración  de  origen  genital.  La  abertura  en  el 
intestino  es  frecuente ;  se  ve  coincidir  entonces  derrames  purulentos  por 
•el  ano  con  disminución  del  abultamiento  y  mejoría  de  los  síntomas 
funcionales.  El  absceso  puede  reproducirse  y  vaciarse  de  igual  manera  va- 
rias veces;  si  se  forman  entero-anastomosis  con  un  punto  elevado  del  Íleon, 
van  acompañadas  de  lienteria,  casi  siempre  incorregible.  La  abertura  en 
ia  S  iliaca  ó  en  el  recto  es  seguida,  al  parecer,  de  mejoría  de  larga  dura- 
•ción.  La  abertura  en  la  vejiga  es  más  funesta;  la  fístula  vesico- intestinal 
-que  resulta  es  gravísima.  En  casos  raros,  cuando  se  ha  formado  la  fístula 
intestinal,  los  síntomas  generales  mejoran  á  causa  quizá  de  que  las  masas 
•caseosas  se  esclerosan  y  de  que  la  supuración  disminuye,  pero  sin  cesar 
-completamente.  Es  más  común  que  los  signos  generales  se  agraven;  el  en- 
fermo se  debilita  á  consecuencia  de  la  tuberculosis  y  de  ia  supuración;  los 
signos  pulmonares  se  aceni<úan,  la  temperatura  se  eleva  y  sobreviene  la  ca- 
quoxia,  seguida  al  poco  tiempo  de  muerte. 

El  diagnóstico  de  la  tuberculosis  Ueocecal  es  relativamente  fácil,  porque 
los  signos  generales  de  caquexia  progresiva  ponen  en  la  pista.  No  obstan- 
te, al  principio  es  posible  la  confusión  con  las  exacerbaciones  de  la  apendi- 
•citis  crónica  que  van  acompañadas  de  peri-apendicitis ;  si  no  se  observa  re  - 
solución  de  la  masa  endurecida  en  la  época  en  que  suele  observarse  en  la 
apendicitis,  hay  motivos  para  sospechar  la  tuberculosis  cecal. 

8.^  Tuberculosis  hipertrófica.  ^  El  primer  período  es  muy  largo  y  no  se  re- 
vela más  que  por  signos  funcionales :  dolor  en  la  fosa  iliaca  derecha  y  tras- 
tornos digestivos.  En  el  de  estado  los  signos  funcionales  se  acentúan  y  se 
observan  signos  físicos  marcados  :  meteorismo  permanente  pori-umbilical 
y  peristaltismo  ligero  después  de  las  comidas. 

Al  palpar,  se  nota  á  la  derecha  del  ombligo  un  tumor  de  valor  diagnósti- 
co grandísimo.  Es  del  tamaño  del  puño,  oblongo,  sigue  la  dirección  del  cie- 
lito y  se  asemeja  por  su  forma  á  esta  órgano  cUstendido  por  una  inyección 
solidifícable.  Sus  paredes  son  lisas,  duras  y  de  consistencia  igual.  No  hay 
dolor  á  la  palpación.  Este  tumor  ocupa  de  ordinario  la  fosa  iliaca  derecha, 
pero  en  ciertos  casos  el  ciego,  infiltrado,  se  halla  debajo  del  arco  de  Falo- 
pio, en  el  seno  que  forma  la  pared  abdominal  y  la  fosa  ilíaca  interna,  y  en 
contacto  inmediato  con  los  planos  superficiales. 

B.  TuBBROuxosis  DKL  COLON. — Es  difícil  CU  Is  actualidad  precisar  la  sin- 


toiiiatol(>gia.  Las  lesiones  ulcerosas  localuadasse  reTelan  por  abscesos.  Las 
tabercalosis  hipertróficas  prodaeen  signos  funcionales  de  estreches  del  in* 
testino  grneso,  cnya  nataraleea  es  difícil  conocer. 

C.  ToBKBODLosis  DKL  RBOTo.  —  Las  alccraciones  anorrectales  se  obserran 
de  ordinario  en  los  tabercalosoe  confirmados;  se  conocen  al  examen  directo 
por  sos  caracteres  típicos. 

La  forma  hipertrófica  se  manifiesta  por  rectitis  con  dolor  Hn^do,  sobre 
todo  al  defecar;  Ta  acompañada  de  tenesmo  y  de  pnjoe.  Hay  i  la  vez  de*- 
rrame  por  el  ano;  el  derrame,  blanquecino  y  mucoso  al  principio,  se  hace 
sanguinol^ato  después  de  la  defecación ;  en  ocasiones  se  producen  verdade- 
ras rectorragias  incoercibles.  Después  fluye  en  abundancia  en  los  interya- 
los  de  la  defecación  pus  rojizo,  sanioso  y  fétido.  En  ciertos  casos  los  tras- 
tornos funcionales  son  ligeros  y  corresponden  á  lo  que  los  autores  antiguos 
designaban  con  el  nombre  de  período  latente.  Los  trastornos  de  origen  in- 
flamatorio tardan  poco  en  ser  seguidos  de  otros  mecánicos :  las  fibras 
musculares  se  debilitan  i  causa  del  esfuerzo  constante  y  la  defecación  se 
hace  cada  vez  más  difícil ;  la  estrechez  se  acentúa  por  espasmo  ó  por  recru- 
descencia de  las  lesiones.  El  enfermo  defeca  con  dificultad  á  posar  de  los 
enemas  y  de  los  lazantes  repetidos.  Los  excrementos  forman  otíUos  y  Tan 
aoompafiados  de  derrames  sanguinolentos  y  purulentos.  A  consecuencia 
de  este  estrefiimiento  puede  aparecer  diarrea  incoercible;  es  una  verdade- 
ra incontinencia  por  rebosamiento  debido  á  que  las  paredes,  al  perder  sa 
elasticidad,  no  pueden  ponerse  en  contacto  por  la  acción  del  esfínter  y 
transforman  el  recto  en  un  tubo  rígido. 

El  estado  del  enfermo  tarda  poco  en  hacerse  lastimoso;  es  el  período  de 
los  abscesos  perirrectales,  cuya  abertura  al  exterior  suele  ser  seguida  de 
alivio  inmediato;  es  la  oclusión  completa  siempre  amenazadora;  es  la  per- 
foración en  el  peritoneo;  es  la  generalización  rápida  y  fatal.  « 

Puede  decirse  que  la  tuberculosis  del  recto,  aun  en  su  forma  hipertrófi- 
ca, es  laque  sigue  la  marcha  más  rápida;  esta  gravedad  se  explica  por  la 
mezcla  de  los  accidentes  tuberculosos  y  septicémicos  con  los  de  oclusión. 

Los  medios  de  diagnóstico  de  esta  lesión  se  resumen  en  el  empleo  del 
examen  directo.  El  tacto  es  el  que  permite  principalmente  apreciar  con 
exactitud  el  estado  de  la  ampolla;  debe  practicarse  con  prudencia  cuando 
se  sospecha  que  existe  rectitis.  Después  de  franqueado  el  esfínter  se  en- 
cuentra un  conducto  rígido  y  fibroso  completamente  inextensible.  Las  pa- 
redes son  rugosas  y  sangran  con  facilidad.  Muchas  veces  es  imposible  lle- 
gar más  allá  del  sitio  de  la  estenosis;  si  se  consigue  salvar  este  panto,  el 
dedo  encuentra  una  gran  cavidad  llena  de  detritus  saniosos,  infectos,  y  de 
materias  fecales. 

A  veces  es  difícil  decidir  entre  un  cáncer  y  la  tuberculosis,  sobre  toda 
en  los  cánceres  anulares ;  el  diagnóstico  con  la  estenosis  sifilítica,  tan  du- 
doso ya  con  el  microscopio,  es  imposible  de  resolver  en  clínica.  Los  antece- 
dentes y  la  marcha  de  la  enfermedad  resolverán  la  cuestión. 

m.  Tratamiento.  —  1.^  Indicaciones  sacadas  del  estado  general,  —  Hay» 
desde  este  punto  de  vista,  dos  clases  de  enfermos;  en  unos  las  lesiones  se 
hallan  en  plena  evolución ;  están  interesados  varios  órganos  además  del 
intestino.  En  estas  formas  es  preciso  ser  parcos  para  practicar  intervencio- 


27 

nes  rftdieales;  basta  combatir  la  oclusión  y  dejar  el  órgan    afectado  eni  re- 
poso. 

En  otros  las  lesiones  han  quedado  limitadas  al  primer  segmento  intesti- 
nal invadido ;  predominan  los  trastornos  mecánicos  en  la  circulación  de  loa 
excrementos.  El  cirujano  debe  ser  más  atrevido,  aunque  el  diagnóstico  no 
sea  exacto;  es  preciso  interrenir  cuando  hay  signos  de  estenosis  permanen- 
te, coincidan  ó  no  con  la  existencia  de  una  masa  en  uno  de  los  segmentos 
del  intestino  grueso,  porque  asi  puede  contenerse  defínitiyamente  la  mar- 
cha de  la  afección ;  las  probabilidades  de  éxito  son  tanto  mayores  cuanto* 
antes  se  interyiene. 

El  cirujano  no  debe  ordenar  de  antemano  su  manual  operatorio.  Se  li- 
mitará á  considerar  las  eyentualidades  probables,  y  una  yez  abierto  el 
yientre  y  estndiada  la  lesión  de  visu  en  sus  relaciones  y  extensión,  adaptará 
su  técnica  á  las  exigencias  de  cada  caso. 

2.*  lndieacum¿9  Bocadas  de  loe  earaeteree  anatómicoé  de  loe  leeionee.-^ 
Á.  TuBBBOüLosis  DEL  oiBGo.  —  La  laparotomía  se  practica  en  la  linea  me- 
dia ó  en  el  borde  externo  del  recto  mayor.  Debe  quedar  un  espacio  bastan- 
té  grade  para  llegar  con  facilidad  á  la  lesión,  apreciar  bien  sus  límites,  sus 
adherencias,  su  aspecto  exterior,  etc.  Guando  el  intestino  enfermo  no  está 
adherido  ai  peritoneo,  existe  con  seguridad  una  ulceración  limitada  con  ó 
sin  reacción  hipertrófica.  Bí  las  adherencias  con  la  pared  son  extensas  y 
sólidas,  se  trata  de  la  forma  enteroperitoneal,  mucho  más  graye. 

a)  En  la  forma  hipertrófica,  la  enterectomía  (resección  del  segmento 
ileocecal)  es  la  operación  preferible.  Debe  resecarse  la  mayor  cantidad  po- 
sible de  intestino,  ün  ciego  que  parece  inmóyil  por  completo,  se  muyiliza 
fácilmente  una  yez  desprendido  el  peritoneo  parietal.  Es  una  interyención 
radical  y  relatiyamente  poco  gra^,  mientras  sólo  se  aplica  á  este  tipo  de 
lesiones ;  en  efecto,  el  estado  general  de  estos  enfermos  es  satisfactorio  du- 
rante mucho  tiempo.  Si  no  tienen  al  parecer  la  resistencia  suficiente  para 
soportar  la  resección,  es  porque  las  ulceraciones  progresan  y  tienden  á  di- 
fundirse. 

h)  En  la  forma  enteroperitoneal  no  se  intentará  obtener  la  curación  por  la 
enterectomía,  peligrosísima  y  penosa  á  causa  de  las  adherencias.  Es  prefe- 
rible recurrir  á  los  métodos  paliatiyos.  La  laparotomía  pura  y  simple  es  un 
paliatiyo.  Siempre  que  pueda  practicarse  sin  peligro,  es  decir,  casi  siem- 
pre, debe  dejarse  la  lesión  en  reposo,  haciendo  la  exclusión  unilateral, 
preferible  á  toda  entero- anostomosis,  ileocólica  ó  ileosigmoidea,  trátese  de 
tuberculosis  abiertas  ó  cerradas.  La  anastomosis  basta  para  restablecer  la 
libre  circulación  de  las  materias ;  deja,  no  obstante,  subsistir  el  contacto 
irritante  é  infectante  de  estas  materias  con  las  lesiones,  y  si  hay  una  fís- 
tula deja  que  subsista  sin  disminuir  el  derrame. 

En  las  lesiones  cerradas  preferimos  la  exclusión  unilateral  con  desembo- 
cadura en  la  S  ilíaca.  En  las  lesiones  abiertas,  la  exclusión  bilateral  está 
permitida;  el  orificio  de  la  fístula  patológica  es  suficiente  para  eliminar 
loe  produotoMe  secreción  del  intestino;  es  una  buena  operación  que  con- 
tiene por  completo  el  derrame  estercoráceo.  Tiene  el  inconyeniente,  aun  en 
el  caso  de  curación,  de  dejar  una  fístula  mucosa,  así  que  preferimos  la  ex- 
clusión unilateral.  Se  ha  reprochado  á  ésta  permitir  el  reflujo  de  las  mate- 


rUs  al  ciego  enfermo;  U  objeción  es  qnizá  f andada  si  se  hace  la  anastomo- 
flis  con  el  colon  iliaco  ó  el  transTerso.  Se  ha  dicho  también  qne  la  ezda- 
8ión  unilateral,  al  no  aislar  por  completo  la  lesión,  permite  la  inocnlación 
del  segmento snbyacen te  del  intestino;  pero  este  peligro,  real  sólo  en  la  tn- 
bercnloeis  en  CYolnción  activa,  ¿se  evita  por  la  oclusión  bilateral  que  abre 
á  los  bacilos  la  yia  sanguínea  y  la  linfática? 

Estas  reglas  generales  tienen  excepciones.  La  existencia,  por  ejemplo,  de 
un  absceso  de  la  pared  del  abdomen,  puede  exigir  la  incisión  directa  del 
foco  parietal  é  intestinal;  una  yez  que  cede  la  fiebre  se  procura  suprimir 
la  fisula  pió  estercorácea.  Los  trastornos  graves  de  oclusión  aguda  suponen 
á  veces  la  formación  rápida  de  un  ano  contranatural,  pero  es  mejor,  si  el 
enfermo  no  está  muy  débil  ó  intoxicado,  practicar  la  entero-anastomosis. 

En  la  invaginación  ileocecal  se  ha  practicado  con  éxito  la  desinvagina- 
ción. Si  es  crónica  sin  amenaza  de  esfacelo,  se  recurrirá  á  la  entero-anas- 
tomosis, gracias  á  la  cual  un  enfermo  de  Gzerny  sobrevivió  un  año.  La  re- 
sección total  ó  parcial  del  intestino  iiivaginado  no  se  ha  practicado  en  los 
casos  de  tuberculosis.  En  la  perforación  intestinal  el  tratamiento  ha  sido 
ineficaz. 

B.  TonsBOULOsis  dkl  rbcto.— Parece  que  en  la  tuberculosis  del  recto  se 
imponen  la  resección  ó  la  amputación  total  del  órgano  enfermo;  pero,  por 
desgracia,  las  lesiones  tuberculosas  se  complican  con  infecciones  secunda- 
rias que  influyen  de  una  manera  funesta  sobre  el  estado  general  y  que 
crean  complicaciones  locales  (flemones  isquiorrectales,  pelviperitonitis  ad- 
hesivas, fístulas);  la  cura  radical  tarda,  por  lo  tanto,  poco  en  ser  im- 
practicable. Aun  en  los  casos  favorables  en  apariencia,  la  extirpación  pri- 
mitiva es  grave  y  expone  á  infecciones  pelvianas  difusas  y  á  la  generaliza- 
ción tuberculosa  rápida.  Es  preciso  practicar  primero  la  colotomia  iliaca 
(Polosson,  Qérard-Marchant),  dejar  la  lesión  en  reposo  todo  el  tiempo  ne- 
cesario, tratarla  directamente  por  los  agentes  modificadores  y  no  intentar 
la  extirpación  secundaria  más  que  cuando  las  circunstancias  lo  permitan : 
recto  relativamente  móvil,  integridad  de  los  órganos  inmediatos,  etc. 

La  rectotomía  externa,  combinada  con  el  raspado,  con  la  cauterización- 
activa,  con  la  dilatación  metódica,  sólo  se  empleará  en  las  lesiones  linuta- 
das  ó,  por  el  contrario,  en  las  muy  graves,  para  intentaran  extirpación. 

C.  ToBiRCüLOsis  DKL  ooLov.  —  Oonoccmos  tan  mal  estas  lesiones  del  co- 
lon y  los  casos  operados  son  tan  poco  numerosos,  que  las  indicaciones  que 
pueden  formularse  son  teóricas.  Las  tuberculosis  del  intestino  grueso,  aun 
limitadas  á  las  formas  llamadas  quirúrgicas,  son  tan  variables  en  su  exten- 
sión y  marcha,  que  sólo  es  posible  hacer  una  reseña  general  sobre  la  grave- 
dad y  eficacia  de  los  métodos  terapéuticos.  Los  resultados  obtenidos  son  en 
conjunto  favorables  y  mejorarán  á  medida  que  se  perfeccione  el  diagnósti- 
co y  puedan  llenarse  mejor  las  indicaciones  operatorias.  La- mortalidad 
post  operatoria  ha  descendido  ya  á  15  ó  20  por  100  en  una  afección  que, 
abandonada  á  la  naturaleza,  termina^siempre  por  la  muerte,  y  hace  veinte 
años  se  consideraba  como  fuera  de  los  recursos  del  arte.         ¿ 

ElDr.  E.  Loison:  Indlcaoiones  operatorias. — A,  Opbraoionbs  dbvs- 
CESiDAD.— Existen  ciertas  operaciones,  llamadas  de  necesidad,  que  es  pre- 
ciso practicar  en  todos  los  enfermos,  excepto  cuando  á  causa  de  su  estado 


29 

desesperado  no  paeden  resistir  an  traumatismo,  por  ligero  que  sea.  La  obs* 
tracción  aguda  ó  crónica  exige  la  formación  de  nn  ano  artificial  por  enci-* 
ma  del  obstáculo.  La  peritonitis  supurada,  difusa  ó  el  absceso  enquistado, 
pueden  exigir  practicar  una  laparotomía  más  ó  menos  extensa,  á  fin  de* 
dar  salida  al  pus.  La  hemorragia  procedente  de  la  ulceración  de  un  Taso 
de  la  pared  intestinal  se  contiene  con  el  tratamiento  médico;  en  el  caso 
contrario,  se  practica  un  ano  artificial  por  encima  de  la  lesión  y  se  hacen 
en  el  extremo  inferior  irrigaciones  con  líquidos  hemostáticos. 
^  B.  Opbracionbs  db  oibcüvstaroias.  — No  hay  la  misma  unanimidad  de 
opinión  respecto  á  los  casos  de  tuberculosis  ulcerosa,  simple  ó  hipertrófica, 
que  no  entrañan  un  peligro  inmediato  de  muerte.  Es  entonces  una  opera- 
ción en  cierto  modo  preyentiya  que  se  practica  para  contener  la  extensión 
local  de  las  lesiones  ó  impedir  su  generalización.  Con  este  objeto  se  prac- 
ticaba antes  la  exéresis  completa  y  radical  de  todo  foco  tuberculoso,  siem- 
pre que  lo  permitieran  las  condiciones  anatómicas  y  fisiológicas  de  la  re- 
gión. Hoy  se  emplean  los  métodos  conseryadores  de  la  punción,  con  inyec- 
ciones modificadas,  de  la  reyulsión,  de  la  inmoyilización;  etc. 

La  tuberculosis  no  es  una  enfermedad  que  termina  siempre  por  la  muer- 
te como  el  cáncer.  Hasta  que  se  descubra  un  sueVo  antituberculoso  eficaz,  ' 
muchas  yeces  debemos  limitarnos  á  no  perturbar  los  esfuerzos  espontá- 
neos de  defensa  de  la  naturaleza,  reduciéndonos  á  ayudarla.  La  mayor  par- 
te de  las  tuberculosis  cutáneas  son  enrabies  por  la  medicación  general  y 
el  reposo  del  órgano  enfermo,  siempre  que  las  lesiones  no  estén  muy  ayan- 
zandas  y  los  microbios  de  la  infección  secundaria  no  hayan  asociado  su  ao* 
ción  nefasta  á  la  del  bacilo  de  Koch. 

En  la  tuberculosis  del  intestino  grueso  esta  última  influencia  existe  en 
casi  todos  los  casos,  á  causa  de  las  ulceraciones.  Sin  embargo,  ciertas  ope- 
raciones conseryadoras  permiten  la  regresión  de  la  lesión  local,  sin  necesi- 
dad de  la  exéresis;  estas  operaciones  deben  tener  por  objeto  dejar  en  re* 
poeo  el  segmento  inyadido  del  intestino,  ün  traumatismo  ligero  eyita  que 
se  exacerbe  una  tuberculosis  meníngea,  pulmonar,  renal,  etc.,  desconocida 
hasta  entonces,  y  que  puede  progresar  con  rapidez  á  causa  del  colapso  con- 
secutiyo  á  una  exéresis  importante. 

Antes  de  practicar  una  operación  conseryadora  ó  radical  debe  examinar- 
se detenidamente  al  enfermo  para  saber  si  están  afectadas  las  yísceras  esen- 
ciales. La  coexistencia  de  la  tuberculosis  pulmonar  constituye  contra- 
indicación operatoria  absoluta;  otros  creen  que  puede  operarse  siempre  que 
sólo  esté  inyadido  un  yértice,  y  los  síntomas  pulmonares,  poco  acentuados, 
sean  consecutiyoe  á  lesiones  tuberculosas  intestinales.  Extirpando  en  estos 
casos  todo  el  foco  intestinal  hay  probabilidad  de  que  cure  la  lesión  pulmo- 
nar. Es  preciso  desconfiar  de  las  diarreas  rebeldes  y  abundantes,  que 
coexisten  casi  siempre  con  úlceras  intestinales.  El  estado  general  del  en- 
fermo suministra  indicaciones  útiles;  en  todo  sujeto  bien  nutrido  puede  in- 
teryenirse  con  probabilidades  de  éxito. 

ModoB  de  intervención  y  resultadOB.  —  A.  Opxraciohxs  auxilia- 
BBS  Ó  PALiATiyAS. — Sou  dc  dos  clases :  laparotomías  y  mterostomiaa. 

a)  £aparofom/a.— Constituye  forzosamente  el  primer  tiempo  de  todas  las 
operaciones  que  describiremos;  puede  ser  también  la  única  que  se  practi- 


30 

ca  cuaodo,  ana  Tez  abierto  el  yientre,  ae  reconoce  qae  las  lesiones  ñoa  ex* 
tirpables.  Machas  Teces  se  practica  sistemáticamente^  sobre  todo  en  la  tn- 
beronlosis  del  ciego,  ulcerosa  ó  hipertrófica.  8e  obtienen  con  ella  buenos 
resaltados  imposibles  de  explicar.  Billón  emite,  respecto  á  esta  acción  fa- 
Torable,  yarias  hipótesis,  de  las  qae  citaremos  las  sigaientes : 

La  laparotomía  separa  las  asas  intestinales  y  rompe  adherencias  ligeras, 
lo  quQ  modifica  la  nntrición. 

Al  abrirse  el  yientre  cesa  la  compresión,  lo  que  proyoca  ana  hiperemia 
de  las  asas  de  efectos  tróficos. 

Cnando  se  emplea  la  laparotomía  es  preciso  que  pueda  cerrarse  el  yien- 
tre sin  hacer  el  desagüe  (Bérard  y  Patel).  Somos  de  la  misma  opinión  si  el 
peritoneo  está  libre;  pero  ai  el  ciego  se  halla  endarecido  y  rodeado  de  ad- 
herencias qae  borran  por  completo  la  cavidad  peritoneal  en  este  punto, 
oreemos  que  despaés  de  romper  lo  más  posible  el  tractos  fibroso  para  dejar 
libre  el  intestino,  conyiene  emplear  por  algún  tiempo  el  taponamiento,, 
desagüe  con  gasa,  alrededor  del  ciego,  para  que  se  reblandeaca  progresiya- 
mente  el  bloque  fibroso. 

b)  Enterostomta. — El  cirajano  se  propone  eyitarla  irritación  constante 
producida  sobre  las  lesiones  por  el  contacto  de  las  materias  y  dejar  en  re- 
poso la  parte  invadida,  suprimiendo  sus  contracciones.  Se  consigue  hacien- 
do derivar  el  contenido  intestinal  á  fin  de  que  no  pase  por  el  segmento  in* 
teresado.  Estas  operaciones  se  practican  otras  veces  á  causa  de  una  cicatriz 
ó  hipertrofia  concéntrica  del  intestino. 

1.*  Ano  artificiaL — El  ano  artificial  establecido  en  el  íleon,  el  ciego  ó  la  S 
ilíaca,  según  el  sitio  del  foco  tuberculoso,  permite  conseguir  este  resultado. 
La  operación  es  benigna  y  fácil  de  ejecutar;  á  veces  crea  una  deformi- 
dad molesta  que  debe  ser  tolerada  mucho  tiempo,  hasta  la  curación  com- 
pleta de  las  lesiones.  El  ano  contranatural  debe  reservarse  para  las  bpera- 
ciones  de  necesidad,  y  solo-constituye  el  primer  tiempo  de  una  intervención 
más  compleja. 

2.^  EnteroancLStomoais.  —  La  entero-anastomosis  permite  obtener  el  mis- 
mo resultado  que  el  ano  artificial,  desde  el  punto  de  vista  de  la  derivación 
del  curso  de  los  excrementos,  y  además  no  produce  deformidad  alguna  pe- 
nosa, puesto  que  el  ano  normal  sigue  desempefiando  sus  funciones.  Puede 
ptacticarse  la  entero- anastomosis  simple  por  el  método  de  Maisonneuve, 
anastomosando  el  íleon  con  el  colon  transverso  ó  la  S  ilíaca.  Es  indudable 
que  después  de  esta  operación,  en  muchos  casos,  si  no  en  todos,  una  parte 
del  conducto  intestinal  penetra  en  el  asa  de  la  que  ha  pretendido  derivarle. 
Es  necesario,  por  lo  tanto,  hacer  más  y  practicar  la  entero-anastomosis  con 
exclusión,  si  se  quiere  evitar  el  contacto  irritante  de  las  materias  sobre  las 
lesiones,  y  dejar  en  reposo  el  segmento  intestinal  enfermo.  La  exclusión 
será  uni  ó  bilateral,  cerrada  ó  abierta. 

En  la  exclusión  unilateral  se  secciona  el  intestino  por  encima  de  la  lesión 
y  á  cierta  distancia,  para  encontrar  tejidos  sanos;  se  sutura  el  cabo  inferior 
y  se  hace  desembocar  el  superior  por  debajo  y  á  distancia  suficiente  de  la 
lesión,  en  el  colon  transverso,  la  8  ilíaca  ó  el  recto.  Este  método  de  exdu* 
sión  tiene  inconvenientes :  permite  el  reflujo  y  la  acumulación  de  las  ma- 
terias fecales  en  la  parte  excluida,  y  mantiene  la  irritación  de  las  lesiones; 


31 

paede,  en  sentido  inyerso,  permitir  la  extensión  de  la  tuberculosis  á  las 
partes  del  intestino  situadas  por  debajo  de  la  nueva  boca  anastomótíoa. 

La  exclusión  bilateral  suprime  estos  inconyenientes;  la  cerra'da  tiene  la 
desTentaja  de  originar  la  retención,  y  es  preciso  adoptar  la  abierta  en  uno 
ó  en  los  dos  cabos.  Asi  pueden  tratarse  tópicamente  las  úlceras  de  la  muco- 
sa. Es  verdad  que  se  crea  una  deformidad,  pero  de  poca  importancia,  por- 
que no  se  trata  de  un  ano  contranatural,  sino  de  simples  fístulas  mucocutá- 
neas  de  secreción  poco  abundante. 

Estas  operaciones  están  indicadas  en  las  formas  de  tuberculosis,  uloeroea 
é  hipertrófica,  simples  ó  complicadas  con  estrecheces  ó  fístulas  purulentas 
ó  pio-estercoráces.  Son  consideradas  como  operaciones  defínitiyas  ó  como 
preliminares  de  i(na  interyenoión  radical  que  se  practica  después. 

B.  Operaciones  badioalbs.  —  No  conviene  ilusionarse  con  el  nombré  ra- 
die^ que  se  da  á  estas  operaciones,  porque  los  bacilos  quedan  en  la  econo- 
mía 7  pueden  multiplicarse  más  pronto  ó  más  tarde. 

Enterectoniia,  —  El  objeto  es  suprimir  lo  más  extensamente  posible  la 
porción  intestinal  enferma  y  restablecer  la  continuidad  del  aparato  diges- 
tivo por  la  desembocadura  términoterminal,  tórminolateral  ó  láterolate- 
ral.  Se  han  hecho  objeciones  numerosas  á  la  operación  radical;  la  lesión 
tuberculosa  puede  curar  con  menos  gasto,  se  corre  el  peligro  de  extirpar  le- 
siones inflamatorias  simples,  no  hay  seguridad  de  hacer  una  operación  com- 
t>leta,  las  extensas  superficies  cruentas  que  se  crean  predisponen  á  la  in- 
fección por  la  yia  sanguínea,  algunos  tumores  tuberculosos  muy  adheridos 
á  las  paredes  abdominales  ó  á  las  asas  inmediatas,  ó  complicarlos  con  fís- 
tulas múltiples  purulentas  ó  pio-estercoráceas  constituyen  una  contraindi- 
eaoión  absoluta. 

La  enterectomia  se  ha  practicado,  sobre  todo,  en  la  tuberculosis  ileoce- 
eal.  En  los  casos  en  que  se  ha  extirpado  sólo  el  apéndice  ó  resecado  parte 
del  ciego  quedó  una  fístula,  y  fué  preciso  intervenir  después  para  resecar 
el  ciego  y  á  veces  parte  del  colon  ascendente  y  del  íleon.  Se  citan  pocos  ca- 
sos de  resección  de  tuberculoma  del  colon  ó  S  ilíaca,  en  los  que  hubo  reci- 
diva en  los  mufiones. 

Sea  cual  fuere  la  región  del  intestino  grueso  invadida,  la  enterectomia 
puede  practicarse  en  dos  tiempos  ó  en  uno.  Si  se  opera  en  dos  tiempos, 
principia  por  hacerse  la  entero-anastomosis  con  exclusión  bilateral  abierta 
en  uno  de  los  cabos;  después^ cuando  el  curso  de  las  materias  se  ha  resta- 
blecido, sólo  queda  por  extirpar  el  segmento  excluido  desinfectándolo  pre- 
viamente. Es  preferible  este  método  á  la  operación  en  un  tiempo,  porque  el 
colapso  es  menor  y  muchas  veces,  después  de  la  primera  intervención,  cu- 
ran las  lesiones. 

En  el  recto  no  deben  diferirse  ni  abandonarse  las  operaciones  radicales. 
Contra  la  tuberculosis  ulcerosa  rectal  la  cecostomia  ó  la  sigmoidectomía 
prolongada  hasta  que  curen  las  lesiones,  constituye  el  tratamiento  preferí  • 
ble;  en  la  estrechez  cicatrizal  ó  el  tuberculoma  hipertrófico  sólo  debe  prac- 
ticarse la  resección,  después  de  formar  un  ano  ilíaco  temporal.  Observa- 
ciones numerosas  prueban  que  las  tentativas  de  dilatación  progresiva  y  las 
rectotomías  interna  y  externa  son  ineficaces.  La  entero- anastomosis,  aun 
Üeorreotal,  no  suele  ser  posible,  y  el  ano  contranatural  permanente  tiene 


32 

mnehaa  desyentftjas,  por  lo  que  la  resección  ea  preferible  en  estos  casos,  si 
el  estado  del  enfermo  y  la  extensión  de  las  lesiones  lo  permiten. 

Es  may  diñcil  comparar  el  Talor  de  las  diferentes  interrenciones  en  la 
tuberculosis  intestinal.  Las  cifras  siguientes,  tomadas  de  la  tesis  de  Orou- 
zet  (1905),  se  refieren  sólo  á  la  región  ileocecal. 

En  10  casos  tratados  por  la  laparotomía  simple  hubo  tres  muertes,  ó  se» 
el  80  por  100. 

En  17  casos  tratados  por  la  entero*anastomosis  no  hubo  muerte  alguna; 
en  doe  enfermos  se  practicó  la  exclusión  secundaria. 

En  28  casos  de  exclusión  hubo  cuatro  muertes,  ó  sea  el  14  por  100. 

En  71  casos  operados  por  la  resección  total  hubo  dieciséis  muertes,  ó  sea 
el  22'5  por  100. 

Según  esta  estadística,  descartando  la  laparotomía  simple,  la  mortalidad 
más  elevada  es  la  de  la  enterectomia. 

Inmunización  anlHubercultsa.— El  Dr.  Rafpin:  La  inmuniaación  antitu- 
berculosa debe  ser  considerada  como  posible  y  puede  obtenerse  por  dos  mé- 
todos que  se  inspiran  en  procedimientos  diferentes. 

El  primero  de  ellos  procura  inmunizar  el  organismo  por  el  empleo  directo^ 
del  bacilo  modificado  ó  de  sus  toxinas  (yacunación  y  toxinoterapia).  El  se- 
gundo tiene  por  objeto  obtener  un  suero  preparado  por  los  procedimientos 
que  se  emplean  de  ordinario  con  este  fin  (seroterapia) ;  en  otras  palabras, 
y  según  la  expresión  de  Ehrlich :  cuno  de  estos  métodos  procura  producir 
la  inmunidad  actiya,  el  otro  la  inmunidad  pasiya». 

Los  resultados  que  se  han  obtenido  por  uno  y  otro  medio  son  relativos. 
De  loe  hechos  observados  se  deduce,  en  último  análisis,  que  los  únicos  efeo* 
tos  verdaderamente  manifiestos,  y,  por  decirlo  así,  indiscutible,  que  se  han 
conseguido  hasta  ahora  con  estas  tentativas  de  inmunización  pertenecen  á. 
los  métodos  que  se  inspiran  en  el  principio  de  la  vacunación  por  los  virus 
atenuados,  y  que  para  luchar  contra  el  germen  tuberculoso  han  utilizado 
directamente  los  «cuerpos  bacilares^». 

Los  experimentos  que  he  practicado  en  unión  de  los  Dres.  Blaizot  y  Sou* 
brane  me  han  guiado  al  mismo  principio  general  de  vacunación ;  intentar 
producir  en  un  organismo  un  ataque  de  la  enfermedad,  lo  más  débil  y  be- 
nigno posible,  pero  suficiente  para  que  adquiera  así  una  resistencia  al  vi- 
rus, durante  más  ó  menos  tiempo.  Inyectando  al  perro  por  vía  intravenosa 
primero  dosis  iniciales  (0^,0004)  de  bacilos  humanos  desecados  en  el 
vacío,  aumentándolas  después  progresivamente  y  haciendo  las  inyecciones 
cada  mes  ó  cada  dos  meses,  por  espacio  de  un  año,  afio  y  medicó  más  tiem- 
po, se  consigue  así  inyectar  al  animal  dosis  cada  vez  más  elevadas  y  hasta 
1  y  2  centigramos  de  este  virus  atenuado.  De  este  modo  se  confiere  al  perro 
una  resistencia  verdaderamente  notable  que  le  permite  soportar,  durante 
mucho  tiempo,  la  inoculación  intravenosa  de  grandes  dosis  de  virus  en 
plena  actividad,  inoculación  á  la  que  sucumben  los  testigos  en  poco  tiempo 
y  con  todas  las  lesiones  de  la  tuberculosis  miliar  aguda  y  generalizada. 

Al  parecer,  en  estos  experimentos,  inyección  de  bacilos  modificados  á 
grandea  intervalos  y  por  la  vía  intravenosa,  se  consigue,  por  una  especie  de 
educación,  desarrollar  en  las  células  una  sensibilidad  quimiotácsica  máa 
activa  j  aumentar  la  acción  de  los  fermentos  diastásicos  que  disgregan  y 


33 

absorben  los  bacilos.  Parece  dificil,  en  presencia  de  estos  hechos,  no  admi- 
tir la  existencia  de  un  principio  que  comunica  á  las  célalas  fagocitarias 
propiedades  nneyas  y  las  permite  resistir /al  menos  durante  más  ó  menos 
tiempo,  á  la  acción  de  los  bacilos.  En  estas  tentativas  de  yaonnaoión  se 
procura  obtener,  no  sólo  un  proceso  de  defensa  puramente  anatómico  por 
formación  de  un  tejido  escleroso  ó  de  otro  género,  sino  también  una  reac- 
ción, en  cierto  modo  Tiya,  bajo  la  influencia  de  un  principio  nueyo,  en- 
sima  ó  fermento  diastásico,  elaborado  por  las  células  que  las  transforma  y 
hace  refractarias  al  proceso  infeccioso,  caracteres  propios  de  la  inmunidad 
actiya. 

Mas,  como  adyierte  el  Dr.  Behring  á  propósito  de  la  yacunación  de  loe 
bóyidoe,  seinejantes  métodos  no  pueden  aplicarse  directamente  y  sin  modi- 
ficaciones al  hombre,  y  es  imposible  someter  el  organismo  humano  á  una 
prueba  tan  peligrosa,  pero  puede  intentarse  realisarlo  dé  una  manera  in- 
directa. Es  lógico,  en  efecto,  creer  que  la  propiedad  yacuual  que  confiere 
al  animal  tratado  una  resistencia  tan  grande  á  la  infección  tuberculosa  ex- 
perimental, puede  poseerla  el  organismo  del  yacunado  y  ser  extraída  y 
transmitida  así  á  otros  organismos. 

Estas  consideraciones  nos  han  inducido  á  estudiar  ante  todo  las  propie- 
dades del  suero  de  los  animales  yacunados.  Pero  á  pesar  de  la  cantidad 
relatiyaraente  eleyada  de  cuerpos  bacilares  inyectados,  no  nos  parece 
que  el  suero  posea  propiedades  actiyas.  Esto  nos  ha  hecho  creer  que  el 
principio  de  la  yacuna  reside  más  en  las  celólas  de  los  órganos  que  en  los 
humores  del  organismo,  y  que  debe  intentarse  extraerle  de  estos  órganos 
para  aplicarle  al  tratamiento  especifico. 

Para  conseguir  este  objeto  pueden  utilisarse  diferentes  modos  de  prepa- 
ración, inspirados  en  los  que  se  emplean  en  el  método  llamado  de  loe  ex- 
tractos orgánicos,  cuya  aplicación  presta  seryicios  en  gran  número  de 
afecciones.  Por  el  empleo  de  estos  métodos  y  utilizando  procedimientos 
particulares,  se  yislumbra  la  posibilidad  de  transportar  sin  peligro  al  orga- 
nismo humano  la  substancia  de  la  yacuna  obtenida  así. 

Esta  preocupación  de  eyitar  ante  todo  la  utilización  directa  de  los  baci" 
los,  aun  modificados,  para  producir  en  el  organismo  humano  los  fenómenos 
de  yacunación  y  de  inmunización,  preyiniendo  así  los  peligros  que  dicho  mé- 
todo puede  hacer  correr,  es  eyidente,  sobre  todo  en  los  últimos  trabajos  de 
Behring,  y  la  serie  de  tentativas  que  ha  hecho  con  tal  objeto  demuestra  lo 
ingenioso  de  las  investigaciones  de  este  sabio.  Abandonó  el  empleo  de  com* 
puestos  susceptibles  de  obrar  con  demasiada  energía  sobre  el  bacilo  y  de 
destruir  los  cuerpos  bacilares,  cuya  actividad  quería  respetar,  y  empleó 
substancias  que  si  bien  privan  al  bacilo  de  sus  cubiertas  y  sólo  de  algunas 
de  sus  toxinas,  le  permiten  no  obstante  conservar  ciertas  propiedades  pa- 
tógenas. Después,  profundizando  más  en  el  fenómeno  interno  del  proceso 
de  la  vacuna,  ha  modificado  el  bacilo  haciéndole  perder  sus  últimas  propie- 
dades, sin  destruir  en  él  el  principio  activo,  y  ha  conseguido,  por  último, 
transformarle  en  una  substancia  T  O,  absorbí  ble  directamente  por  las  cé- 
lulas, y  que  determina  en  ellas,  como  término  final,  la  producción  de  la 
substancia  vacunadora  T  X. 

El  método  de  Behring  es  delicadísimo ;  así  que  su  autor,  después  de  ha- 

8 


34 

ber  trftntfarmado  ulteriormente  el  bacilo  en  una  sabstaneia  amorfi^  por 
preparaciones  caya  fórmula  no  ha  hecho  pública,  no  consiente  aún  en 
confiar  directamente  al  organismo  la  tarea  de  elaborar  esta  snbetancia  j 
de  conTertirla  en  Tacana.  Esta  metamorfosis  se  prodneefaera  del  <vganis* 
mo,  in  vitro^  y  hay  motiros  para  creer  que,  en  este  objeto,  utilixa  la  propie- 
dad qne  poseen  los  lencocitos  de  desempeñar  sos  funciones  fagocitariaa,  aan 
fuera  de  su  medio  natural. 

El  Dr.  F.  AuLonio:  La  demostración  'que  hicieron  en  1895  Behring  j 
Knor  de  la  existencia  de  una  antituberculina  en  la  sangre  de  los  animales 
impregnados  por  la  tuberculina,  es  la  basé  de  la  sueroterapia  antituber- 
culosa. Todos  los  experimentadores  procuran  dotar  á  los  sueros  que  prepa- 
ran de  virtudes  especificas  actiyas,  yariando  las  substancias  inyectadas  al 
sujeto  productor  del  suero  desde  los  bacilos  yirulentos  ó  no,  muertos  ó  tí- 
yos,  hasta  las  diversas  tuberculinas. 

(Tomo  la  antitoxina  es  un  producto  de  reacción  cuyas  cualidades  están 
unidas,  de  un  modo  más  ó  menos  íntimo,  con  las  substancias  que  han  con- 
tribuido á  su  formación,  parece  lógico  intentar  yariar  hasta  ^  infinito  los 
agentes  proyocadores  de  la  reacción  orgánica,  con  la  esperanza  de  descu- 
brir el  que  produzca  un  suero  más  antitóxico  y  más  antimicrobiano  que  los 
obtenidos  hasta  ahora.  Estos  excitadores  son  los  productos  abandonados 
en  los  cultiyos  por  los  diversos  bacilos  tuberculosos,  los  bacilos  ó  las  subs- 
tancias elaboradas  en  segundo  grado,  por  las  células  de  un  organismo  ta- 
berculisado  ó  tuberculinado. 

Esta  propiedad  antitóxica  puede  apreciarse  de  dos  maneras:  1.%  dosifi- 
cando la  mergia  arUitáxica  d^l  suero  respecto  á  la  tuberculina  en  el  cone- 
jillo sano,  y  tomando,  según  ha  propuesto  Maragliano,  como  unidad  antitó- 
xica (U  A),  la  cantidad  de  suero  que  protege  un  kilogramo  de  conejillo 
sano  contra  la  dosis  mínima  de  tuberculina  capaz  de  matarle;  2.%  utili- 
zando el  método  de  la  sero'oglutinación  áe  los  bacilos  tuberculosos  en  culti- 
yos homogéneos  de  8.  Arlonig  y  P.  Conrmont. 

En  general,  una  propiedad  anti tóxica  elevada  corresponde  á  una  propie- 
dad aglutinante  enérgica  del  suero.  Puede  decirse,  en  general,  que  loe  sue- 
ros más  antitóxicos  y  los  más  aglutinantes  son  los  provocados  por  las  in- 
yecciones subscutáneas  de  los  bacilos  vivos. 

Los  experimentos  han  demostrado  que  loe  efectos  bactericidas  y  bacte- 
riolíticos  de  los  sueros  antituberculosos  son  muy  variables  y  no  pueden 
producirse  de  una  manera  simultánea.  La  propiedad  aglutinante  de  un 
suero  puede  ser  independiente  de  las  lisógenas. 

Resulta  de  mis  experimentos  que  el  suero  antituberculoso  posee  propie- 
dades curativas  deficientes.  El  suero  especifico  antitóxico  es  el  único  me- 
dio que  poseemos  actualmente  para  conferir  sin  peligro  cierto  grado  de  in- 
munidad contra  la  tuberculosis.  Esta  inmunidad  es  pasiva,  es  decir,  insu- 
ficiente. Berá  sustituida  por  la  inmunidad  activa  el  día  en  que  salga  del 
dominio  experimental  y  entre  en  el  de  las  aplicaciones  prácticas.  La  inmu- 
nidad activa  se  obtiene  inyectando  á  un  individuo  bacilos  tuberculosos, 
que  producen  directa  ó  indirectamente  substancias  específicas.  Es  una  in- 
munización isopática,  una  verdadera  vacunación. 

El  problema  de  la  vacunación  antituberculosa  consiste  en  hacer  á  un 


35 

sujeto  inyeGcionea  de  baciloe  de  ▼imlencia  atenuada,  sin  crear  focos  tu- 
berculosos  no(vÍT08,  después,  aumentando  la  dosis  ó  la  rirulencia  de  los 
microbios,  en  conseguir  progresiTamente  hacerle  refractario  i  una  inyec* 
ción  de  bacilos  yirulentos,  cuyos  efectos  tuberculigenos  se  han  comprobado 
en  un  animal.  Ha  sido  resuelto  en  los  animales  por  Behring  (1901)  con  su 
boYOTacuna,  y  después  por  S.  Arloing.  En  el  hombre  sólo  ha  hecho  McBÜer 
algunas  tentatiyas  raras.  Esta  prudencia  se  comprende,  porque  es  preciso 
no  olyidar  que  la  yacunación  isopática  con  los  bacilos  más  ó  menos  modi- 
ficados de  la  enfermedad  que  se  propone  eyitar,  está  expuesta  siempre  á 
dos  clases  de  imperfecciones.  O  bien  los  bacilos  atenuados  obran  con  de* 
masiada  energía  en  los  sujetos  muy  susceptibles,  y  no  se  limitan  á  produ- 
cir una  enfermedad  atenuada ;  ó  bien,  por  una  causa  mal  conocida,  no  con- 
fieren la  inmunidad  ó  la  que  confieren  en  insuficiente. 

Las  yacunaciones  aplicadas  á  los  animales  producen  resultados  altamen- 
te satisfactorios,  á  pesar  de  sus  imperfecciones  ligeras  é  ineyitables.  Mas 
cuando  se  trata  de  aplicarlas  al  hombre,  es  preciso  tener  muy  en  cuenta 
dichas  imperfecciones,  por  cuyo  motiyo  se  espera  con  impaciencia  la  reali- 
zación de  las  esperanzas  que  Behring  hizo  concebir  en  el  último  Congreso 
de  la  tuberculosis. 

El  profesor  S.  Arloikg  :  La  idea  que  ha  guiado  mis  trabajos  tiene  rela- 
ciones íntimas  con  la  doctrina  de  la  inmunización  actiya  en  las  enferme- 
dades yirnlentas  por  el  empleo  de  los  yirus  atenuados.  ¿Puede  adquirir 
este  estado  el  yirus  tuberculoso?  Principié  á  demostrarlo  en  1888,  pero  la 
idea  tropezó  con  una  oposición  grandísima.  He  necesitado  diecinueye  afios 
para  hacer  aceptar  la  yariabilidad  del  yirus  tuberculoso  bajo  las  influen- 
cias que  encuentra  en  la  naturaleza. 

Eoch  planteó  el  problema  en  Londres  en  1901,  y  me  permitió  imponer 
mi  doctrina  de  la  yariabilidad  del  bacilo  tuberculoso.  Hoy  sólo  hay  diyer- 
gencias  respecto  al  grado  de. fijeza  ó  de  maleabilidad  de  los  tipos  diyersos 
en  la  escala  de  la  yirulenciá. 

Se  han  necesitado  cuatro  afios  más  para  hacer  aceptar  la  unidad  de  la 
tuberculosis— ó  las  yariaciones  en  la  unidad-^sin  la  que  la  yacunación  ca- 
recería de  interés  ó  seria  una  operación  puramente  empírica.  Se  objetaba, 
á  la  idea  de  la  realización  posible  de  la  yacunación  antituberculosa,  que 
la  yacunación  se  había  ensayado  contra  enfermedades  no  recidiyantes  y 
que  era  una  quimera  intentar  oponerla  auna  enfermedad  recidiyante,  y  ade- 
más que  los  casos  de  curación  espontánea  de  la  tuberculosis  no  son  raros.  La 
resistencia  latente  á  la  posibilidad  de  una  yacunación  actiya  de  la  tubercu- 
losis ha  cedido  poco  á  poco,  y  á  medida  que  se  confirmaba  la  ideado  la  cura- 
ción  espontánea  se  precisaba  más  la  de  la  inmunización.  Desde  este  punto 
de  yista  conyiene  admitir  yarios  grados  en  la  inmunización :  absoluta  y  re- 
latiya,  está  más  ó  menos  completa.  Así  es  que  Behring  ha  podido  decir  en 
Estockolmo— sin  hallar  contradictores— que  creía  haber  conseguido  yacu* 
nar  á  las  yacas,  cuando  en  realidad  las  había  hecho  más  resistentes  á  la 
infección  tuberculosa.  No  ha  sorprendido  esta  afirmación,  porque  en  1886, 
y  después  en  1895,  intentó  obtener  resultados  análogos ;  no  obtuyo  resul- 
tados satisfactorios,  porque  era  muy  exigente  respecto  al  grado  de  inmuni- 
zación, que  pretendía  fuese  absoluta. 


36 

Todas  estas  inyestigaoiones,  todos  estos  hechos  me  eonyenoieron  de  que 
era  posible  obtener  bacilos  poco  enérgicos,  y  qne  podían  ser  inoculados  á 
ciertas  especies  animales  y  por  ciertas  yias  sin  producir  lesiones. 

La  técnica  segnida  es  bastante  compleja.  Puede  resumirse  en  el  empleo 
de  diyersos  bacilos  humanos  poco  enérgicos,  administrados  en  serie  por 
orden  de  intensidad  á  bóridos  jórenes.  Obture  resultados  bastante  satis- 
factorios en  1902  y  en  1904.  Después  me  fijé  en  un  punto  más  importante. 
Había  creado  un  bacilo  profundamente  modificado  en  sus  propiedades  y 
Tirulenoias,  modificación  comprobada  por  numeroso^  experimentos  é  inres- 
tigaciones  anatomopatológicas  é  histológicas.  Este  bacilo,  lo  suficiente- 
mente débil  para  no  ser  tuberculizante,  dotado  de  este  carácter  transmisi- 
ble de  un  modo  indefinido,  es  una  yerd^dera  yacuna,  porque  reúne  los 
caracteres  esenciales,  la  aptitud  para  reproducirse  con  sus  propiedades 
indjicadas. 

He  procurado  obtener  otra  yacuna,  acostumbrando  los  bacilos  á  tempe- 
raturas eleyadas,  S9,  40  y  hasta  44^  8e  han  obseryado  modificacionos  de 
las  propiedades  fisiológicas,  á  contar  desde  la  octaya  generación,  y  de  la 
forma  desde  la  generación  décimacuarta.  He  preparado,  por  lo  tanto,  dos 
yacuñas  de  la  tuberculosis  experimental. 

¿Por  qué  yía  debe  introducirse  en  el  organismo  esta  yacuna  antitubercu- 
losa? 

Bou  posibles  tres  procedimientos  de  yacünación :  la  yía  sanguínea,  en 
particular  la  yenosa,  la  subcutánea  y  la  digestiya,  sobre  todo  cuando  se 
trata  de  rumiantes  jóyenes.  He  hecho  yarias  series  de  yacunaciones  por  la 
yía  subcutánea  en  la  ternera,  obseryando  diyersos  fenómenos  después  de  la 
primera  inoculación:  hipertermia,  reacción  con  la  tuberculina,  reacción 
aglutinante;  á  la  segunda  inoculación,  practicada  cuarenta  y  cinco  á  se- 
senta días  después  de  la  anterior,  la  reacción  es  mucho  más  acentuada,  la 
temperatura  se  eleya  de  un  modo  considerable,  pero  este  trastorno  es  fu* 
gaz,  el  estado  general  no  se  altera,  y  el  animal  sigue  comiendo.  A  los  po- 
cos meses  suele  desaparecer  gradualmente  la  reacción  con  la  tubercu- 
lina. 

¿8e  ha  conseguido  la  inmunización  ó,  si  se  prefiere,  la  yacünación?  Los 
resultados  lo  confirman,  puesto  que  el  animal  tolera  la  inyección  intrayas- 
cular,  en  yarias  yeces,  de  uno  y  hasta  de  cuatro  miligramos  de  bacilos  bo- 
yinos  actiyísimos. 

La  prueba  por  el  tejido  subcutáneo  no  produce  lesiones,  ó  éstas  son  míni« 
mas  y  quedan  localizadas  en  el  ganglio  inmediato.  Esta  inmunidad  dura 
uno  ó  más  afios  y  después  puede  desaparecer.  Es  fácil  conseryarla,  porque 
si  bien  la  yía  sanguínea  confiere  una  inmunidad  mayor,  la  inyección  sub- 
cutánea es  suficiente  para  prolongarla. 

Se  han  hecho  experimentos  de  yacünación  por  la  yía  digestiya  en  la 
Taca,  la  cabra  y  el  mono.  La  yacünación  antituberculosa  es  hoy  el  arma 
más  eficaz  y  en  la  que  más  puede  confiarse  en  la  lucha  contra  el  terrible 
azote,  si  bien  es  preciso  interpretar  los  resultados  y  esperar  algún  fraca- 
so, aunque  el  método  perfeccionado  sea  realizable  para  el  hombre.  Exis- 
ten indiyiduos  refractarios  por  algún  tiempo  á  la  yacuna.  Oon  la  yacuna 
jenneriana,  tan  empleada,  se  yen  fracasos  eyidentes.  Con  la  antitnbercu- 


37 

loea  oonrrirá  lo  mismo,  aunque  el  número  de  personas  refractarias  á  ella 
será  mny  peqnefio. 

En  resumen,  oreo  que  estamos  á  la  rista  del  puerto,  pues  el  resultado 
será  más  social  que  prÍTado.  —  F.  Tolbdo. 

(Continuará), 


8O0IEDAD   MiSdIOA   DE   FILADBLFIA 
Séiionei  de  I09  diat  tí  y  26  de  Abril  de  1906. 

Penetrémetro  de  Bonoist  modlfleado.— El  Dr.  O.  E.  PfaMer  dijo  que  el  pe- 
netrómetro  de  Benoist  consta  de  dos  escalas  inetálicas,  y  se  emplea  para 
calcular  el  grado  de  penetración  de  los  rayos  R^ntgen,  ó,  en  otras  pala- 
bras, para  determinar  la  calidad  de  loe  rayos  usados,  en  vez  de  emplear 
los  términos  indefinidos  y  confusos  de  c blando»  <cmedfo»  y  c duro >.  Este 
aparato  se  componii^  prímitiyamente  de  una  placa  de  plata  pura  de  grosor 
dado,  la  que  se  habla  comparado  con  placas  de  aluminio  de  1  á  12  milíme- 
tros de  espesor.  Los  rayos  atrayiesan  esta  escala  y  se  marcan  por  sombras 
sobre  una  pantalla  fluorescente.  Be  han  hecho  dos  objeciones  importantes 
al  uso  de  esta  escala  tan  sencilla.  Primera,  exponer  al  operador  á  los  rayos 
/cada  yes  que  practica  un  examen.  Segundo,  necesitarse  ocluir  el  tubo  y 
yolyerlo  hacia  el  operador  para  examinar  la  calidad  de  los  rayos.  Para  sub- 
sanar estas  deficiencias,  el  Dr.  Pfahler  ha  colocado  la  escala  al  extremo  de 
un  tubo  telescópico  con  la  pantalla  fluorescente  debajo  de  ella,  de  modo 
que  las  sombras  son  reflejadas  al  ojo  por  medio  de  un  espejo  inclinado  en 
ángulo  de  45*.  De  este  modo  el  obseryador  puede  examinar  el  tubo  mien- 
tras opera  sobre  el  enfermo,  permaneciendo  en  pié,  protegido  mientras 
hace  el  examen.  El  instrumento  es,  por  lo  taoto,  útilísimo  en  radiografía. 

Tratamiento  de  la  gastroptosls.  —  El  Dr.  il.  Philip  Frandne  dijo  que  en  po- 
cos padecimientos  crónicos  hay  mejores  probabilidades  de  aliyiar  los  sín- 
tomas que  en  la  gastroptosis.  Definió  ésta  como  un  síntoma  complejo  que 
consiste  en  dislocación  hacia  abajo  y  dilatación  de  la  extremidad  pilórica 
del  estómago,  dislocación  hacia  abajo  del  colon  transyerso  y  de  la  flexura 
hepática,  y  rífión  derecho  moyible,  que  están  asociados  con  síntomas  gás- 
tricos locales  y  neurasténicos  generales.  En  ciertos  casos  el  hígado  es  tam- 
bién moyible,  y  se  disloca  hacia  abajo;  el  bazo  lo  es  pocas  yeces.  En  las 
mujeres  multíparas  suele  haber  relajación  de  los  másenlos  rectos  del  ab- 
domen. Las  dislocaciones  uterinas  son  comunes. 

Las  indicaciones  del  tratamiento  son:  1.*  Aumentar  la  energía  motora 
del  estómago  y  suprimir  la  retención  de  alimentos  y  la  fermentación  con- 
siguiente del  contenido  gástrico.  2.*  Suministrar  un  punto  de  apoyo  á  las 
yísceras  abdominales  y  sostenerlas  para  que  una  yez  que  recobren  su  posi- 
ción normal  se  puedan  corregir  la  congestión  local  y  los  síntomas  de  peso 
y  estiramiento.  S.*  Tonificar  al  enfermo  y  mejorar  su  estado  mental. 

En  los  casos  en  que  hay  retención  del  contenido  gástrico  considera  el  la- 
yado del  estómago  como  indispensable  para  expulsar  el  residuo  fermenta- 
do; este  medio  es  útil  también  aun  en  los  casos  en  que  no  se  ha  demostra- 


38 

do  que  la  movilidad  de  esta  viBcera  sea  deficiente.  La  masticación  é  insali- 
yación  perfecta  de  los  alimentos  son  también  importantísimas.  De  igaal 
importancia  qne  el  layado  y  la  masticación  es  la  sujeción  mecánica.  El 
cintarón  debe  aplicarse,  no  con  idea  de  colocar  el  estómago  en  su  posición 
normal,  sino  de  sostenerle.  El  examen  de  gran  número  de  enfermos  qae 
han  empleado  cintarones  y  curado  por  completo  de  sns  síntomas,  le  ha  con- 
vencido  de  qne  el  estómago  jamás  recobra  por  completo  su  posición  normal. 
Los  músculos  abdominales  deben  robustecerse  y  mejorar  su  nutrición  por 
los  ejercicios  adecuados  y  el  amasamiento  para  que  de  este  modo  puedan 
desempeñar  en  lo  posible  su  función  normal.  Respecto  al  tratamiento 
quirúrgico,  cree  que  la  operación  de  Beyea,  completada  por  la  de  Webster 
cuando  es  necesaria,  es  la  más  racional  desde  el  punto  de  vista  fisiológico 
y  quirúrgico.  Antes  de  emplear  estos  medios  radicales,  deben  ensayarse  el 
tratamiento  higiénico,  dietético  y  farmacológico,  y  si  son  ineficaces  se  re- 
curre á  los  medios  quirúrgicos. 

Tratamiento  quirúrgiee  de  la  gastroptosis.  —  El  Dr.  H,  D.  Beyea  hizo  una 
ligera  reseña  del  tratamiento  quirúrgico  de  la  gastroptosis.  La  operación 
de  la  gastropexia,  elevación  quirúrgica  del  estómago  por  plegadura  de  loa 
ligamentos  gastrohepático  y  gastrofrénico,  fué  ideada  y  practicada  prime* 
ramente  por  él  en  abril  de  1898.  La  operación  se  funda  en  el  principio 
siguiente :  haciendo  tres  filas  de  sutura  entrecortada,  para  las  que  debe 
emplearse  la  seda,  de  arriba  á  abajo  y  de  derecha  á  izquierda,  á  través  de 
los  ligamentos  gastrohepático  y  gastrofrénico,  de  modo  que  comprendan 
los  tejidos  perítoneales  del  epiplón  gastrohepático,  se  forma  un  simple 
pliegue  transversal  ancho  en  loe  ligamentos,  y.  de  este  modo  se  acortan  ios 
ligamentos  suspensorios  del  estómago  y  se  eleva  esta  viscera,  recobrando 
así  la  posición  normal.  El  órgano  recupera  sus  relaciones  anatómicas  ordi- 
narias, se  corrige  la  causa  del  descenso  del  pÜoro  y  de  la  dilatación  gástri- 
ca, y  queda  en  disposición  de  desempeñar  sus  funciones  fisiológicas.  En 
14  casos  operados  por  el  método  del  Dr.  Beyea,  el  estado  de  los  enfermos 
mejoró  de  un  modo  notable,  curando  todos  los  pacientes  excepto  uno;  éste 
mejoró,  pero  volvió  á  recaer  á  causa  del  exceso  de  trabajo  producido  por  la 
asistencia  á  dos  tifoideos.  El  Dr.  Beyea  cree  que  la  operación  está  indicada 
en  todos  los  enfermos  refractarios  al  tratamiento  farmacológico;  pero  no 
puede  esperarse  la  curación  por  los  medios  quirúrgicos,  si  la  neurastenia 
es  la  causa  principal  de  la  enfermedad,  y  la  gastroptosis  es  de  importancia 
secundaria,  ni  cuando  los  síntomas  son  debidos  á  una  ptosis  visceral  gene- 
ral (esplacnoptoeis).  La  mortalidad  operatoria  no  excede  del  4  por  100. 

El  Dr.  «7.  Dutton  SteeU  dijo  que  la  gran  dificultad  para  formular  un  plan 
racional  de  tratamiento  de  la  gastroptosis  se  debe  al  hecho  de  que  ésta  no 
es  el  único  factor.  Cree  que  está  asociada  muchas  veces  con  síntomas  re- 
fractarios á  los  medios  quirúrgicos.  En  bastantes  casos  no  se  observa  sín- 
toma alguno,  y  no  es  raro  que  los  enfermos  curen  de  un  modo  permanente 
sin  que  varíe  la  posición  del  estómago.  Según  su  experiencia,  los  que  curan 
á  pesar  de  tener  dislocado  el  estómago  hacia  abajo,  son  aquellos  que  pre- 
sentan síntomas  nerviosos  generales  de  inestabilidad.  Los  síntomas  gástri- 
cos forman  parte  de  la  neurastenia  general.  Estos  enfermos  podrán  mejo- 
rar por  el  método  del  Dr.  Beyea,  pero  no  curan  completamente.  Si  se  ob- 


1 


39 

fcienen  buenos  resaltadoe  son  debidos  á  las  seis  semanas  de  reposo  en  el 
hospital.  Oree,  como  el  Dr.  Francini,  qae  el  layado  del  estómago  es  titi- 
lisimo. 

El  Dr.  H.  D.  Jump  encareció  la  importancia  del  hecho  indicado  ya  de 
que  la  gastroptoeis  es  ana  complicación  de  la  neurastenia,  no  causa  de 
ella.  Ha  obseryado  que  la  sujeción  del  estómago  por  yendajeó  adecuados  es 
muy  útil;  en  las  clases  proletarias,  el  corsé  recto  anterior  produce  buenos 
resultados.  Es  necesario  sostener  las  paredes  abdominales,  que  están  muy 
relajadas.  En  estos  casos  las  probabilidades  de  curación  son  mucho  mayo- 
res*. El  ejercicio  abdominal  bien  ordenado  es  también  útil. 

El  Dr.  Betfea  manifestó  que  sus  enfermos  sólo  han  permanecido  tres  se- 
manas en  el  lecho.  Todos  sus  operados  habían  estado  sometidos  antes  al 
tratamiento  médico.  Ha  obtenido  <;on  el  tratamiento  quirúrgico  resultados 
altamente  satisfactorios  en  la  gastroptoeis. 

{New  York  Med.  Journal).'— ¥.  Toledo. 


PERIÓDICOS 


El  tétanoo  y  el  hidrato  de  cleral.— En  un  caso  de  tétanos  cuyo  origen  y  du- 
ración del  período  de  incubación  fué  imposible  ayeriguar,  empleó  el  doc- 
tor  J.  Maberly  el  hidrato  de  doral  como  único  remedio  y  con  excelente  re- 
sultado. El  sujeto  era  un  hombre  robusto  de  yeintiún  afios,  y  Ueyaba  diez 
días  de  enfermedad.  En  once  horas  se  le  «administraron  16  gramos  de  hi- 
drato de  doral,  sin  que  ocurriese  ningún  contratiempo,  hecho  que  explica 
el  autor  suponiendo  que  el  medicamento  neutraliza  directamente  el  yene- 
no  tetánico.  En  cambio,  dosis  de  18  decigramos  que  se  le  yenían  dando  an- 
teriormente, hablan  sido  completamente  inútiles. 

iLancet),  —  R.  del  Valle. 

Tratamiento  de  la  hemoptisis.  —  La  hemoptisis,  dice  el  Dr.  Lawrason 
Brown,  puede  ser  contenida  aumentando  la  coagulabilidad  de  la  sangre, 
moderando  la  rapidez  de  la  corriente  sanguínea,  reduciendo  la  masa  de  li- 
quido en  los  yasos  y  la  tensión  sanguínea  ó  bien  proyocando  la  contracción 
de  los  yasos  afectados.  Los  medicamentos  que  aumentan  la  coagulabilidad 
de  la  sangre,  como  el  cloruro  de  calcio,  no  han  producido  resultado  alguno 
en  manos  del  Dr.  Brown.  La  digital  es  un  medicamento  infiel.  Los  que 
contraen  los  yasos  sanguíneos,  ergotina,  adrenalina,  etc.,  son  perjudicia- 
les, porque  aumentan  en  los  enfermos  la  presión  de  la  sangre  al  contraer 
los  sanos.  Es  indispensable  rebajar  la  tensión  pulmonar,  disminuyendo  la 
masa  sanguínea  en  circulación  y  para  ello  nada  mejor, que  los  nitritos  ^ue 
dilatan  los  yasos,  en  particular  de  la  cabeza,  del  cuello  y  del  área  esplácni- 
ca.  La  acción  de  los  nitritos  es  algo  yariable.  La  del  nitrito  de  amilo  es  ins- 
tantánea, pero  poco  duradera.  La  de  la  nitroglicerina  y  los  restantes  nitritos 
es  menos  rápida  y  menos  fugaz.  £U  de  acción  más  lenta  y  duradera  de  todos 
es  el  nitrito  de  eritrol.  Lo  mejor  es  administrar  primero  el  nitrito  de  ami- 


40 

lo,  repitiendo  su  adminiairttción,  si  es  necesario,  á  los  cinco  minutos,  hacer 
tomar  después  una  dosis  de  nitroglicerina  ó  de  nitrito  sódico  y  á  los  pocos 
minutos  otra  de  tetranitrato  de  eritrol,  con  lo  que  se  consigue  moderar  por 
cierto  tiempo  la  tensión  sanguínea  pulmonar.  La  causa  de  que  las  hemop- 
tisis se  presenten  con  más  frecuencia  por  la  mafiana  es  el  aumentar  al  des- 
pertarse el  tono  vascular  que  desaparece  durante  el  suefio.  Por  este  motiyo 
el  Dr.  Brown  aconseja  hacer  inyecciones  de  morfina  y  de  nitrito  sódico 
entre  la  media  noche  y  las  dos  de  la  madrugada. 

{American  Journal  ofthe  Medical  Science,  agosto  1906).  — F.  Toledo. 

Tratamiento  dol  reuma  y  de  la  gota  con  loe  rayos  RSotgon.  —  El  Dr.  E.  Mo- 

ser  deduce  de  numerosos  ensayos,  las  conclusiones  siguientes : 

En  las  afecciones  reumáticas  y  gotosas,  los  rayos  Bontgen  son  un  reme- 
dio  sumamente  eficaz. 

Ed  las  afecciones  gotosas,  y  sobre  todo  en  los  ataques  recientes  de  gota, 
las  primeras  sesiones  deben  de  ser  cortas,  como  de  un  minuto  de  duración. 
Las  afecciones  reumáticas  exigen  generalmente  sesiones  más  largas. 

Los  rayos  KOntgen  obran  en  ambas  enfermedades,  no  tan  sólo  como  cal- 
mantes del  dolor,  sino  más  bien  sobre  el  mismo  proceso  patológico. 

Aunque  hasta  ahora  no  se  puede  decir  nada  terminante  acerca  de  la  du- 
ración de  los  resultados  obtenidos,  puede,  si,  afirmarse  que  este  tratamien- 
to no  es  inferior  en  eficacia  á  todos  los  demás,  por  cuya  razón  se  debe  acu- 
dir á  él  en  los  padecimientos  referidos. 

{Fortechritte  auídem  Gebiete  der  lióntgen$trahlen).—^.  del  Valle. 

Valer  del  elorure  do  cálelo  en  el  tratamiento  de  lae  úleerae.--Los  buenos  re- 
sultados que  en  los  sabañones  ulcerados  ha  obtenido  el  Dr.  Q.  Arbour  Ste- 
phens  con  el  uso  interno  del  cloruro  de  calcio^  le  ha  inducido  á  ensayar 
esta  medicación  en  las  úlceras  crónicas  de  las  piernas.  Bajo  su  influencia  la 
fetidez  del  derrame  desaparece  en  pocos  días,  los  bordes  de  la  úlcera  pier* 
den  su  carácter  calloso,  se  cubren  de  granulaciones  y  cicatrizan  con  rapi- 
dez. Emplea  el  medicamento  ai  interior,  á  la  dosis  de  90  centigramos,  tres 
Teces  por  día.  Ha  ensayado  también  en  las  úlceras  sifilíticas,  el  yoduro  de 
calcio,  sal  muy  delicuescente  y  los  resultados  obtenidos  han  sido  satisfac- 
torios en  alto  grado.— (J9rtfM&  Aíed.  Journal,  21  julio  1906).— F.  Toledo. 

El  lisol  cerno  antlanémleo  y  aperitivo.— El  Dr.  Burger  refiere  que  habiendo 
empleado  con  éxtito  el  lisol  á  dosis  pequefias,  en  nifios  anémicos,  para 
arreglar  sus  funciones  digestivas,  no  sólo  logró  este  objeto  sin  molestar  al 
estómago  ni  á  los  rifiones,  sino  que  además  observó  que  aumentaba  el  ape- 
tito de  los  enfermos,  mejorando  con  esto  rápidamente  su  estado  general. 
{Aíúnchener  med.  Wochenschrifty.'-'R.  del  Valle. 


REVISTA 

DE 


MEDICINA"  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


UN  NUEVO  PROCEDIMIENTO  OE  NEFROPEXIA 


DR.  D.  JOSÉ  QOYANES 

Ctrajano  de  número,  por  opoelelón,  del  HoeplUl  proviaelel;  Profesor  eDxtlIer  de  \»  Fecnlted 
de  Medicine  de  Medrid. 


A  pesar  del  crecido  número  de  métodos  y  procedimientos  operato- 
rios de  neíropexia,  pocos,  en  verdad,  cumplen  el  ideal  de  lafíjación 
cruenta  del  riñon  movible,  representado  por  1§  obtención  de  las  si- 
guientes exigencias:  1.*,  que  la  ^jacíón  renal  sea  sólida  y  persisten- 
te; 2.%  que  permita  los  fisiológicos  movimientos  del  riñon,  de  gran 
interés,  probablemente,  para  la  circulación  intrarrenal  de  la  orina; 
y  3.*,  que  el  riñon,  al  ser  fijado,  recobre  su  topografía  y  relaciones 
normales. 

Una  fijación  sólida  y  persistente  no  puede  obtenerse,  como  han 
demostrado  los  estudios  clínicos  y  experimentales,  con  la  simple  su- 
tyira  de  la  cápsula  adiposa  renal,  según  el  primitivo  procedimiento 
de  Hahn  [Ceniralb.  f.  Chirurgie^  1881),  por  lo  cual  este  mismo  autor 
y  poco  después  los  italianos  Bassini  (1882)  y  Ceccherelli  (1884)  modifi- 
caron la  técnica,  pasando  los  hilos  suturales  á  través  de  la  cápsula 
fibrosa  ó  propia  del  riñon.  Un  nuevo  paso  e^  el  adelanto  de  la  téc- 
nica dio,  sin  duda  alguna,  Ivar  Swenson,  recomendando  compren- 
der el  tejido  cortical  del  riñon  en  la  sutura  de  la  cápsula;  y  con  el 
procedimiento  de  Guyon  se  ha  llegado  á  un  buen  grado  de  perfec- 
cionamiento en  la  nefropexia  cápsulorrenal  sin  decorticación,  y  si- 
guiéndolo, muchos  cirujanos  han  obtenido  aceptables  resultados  en 
cuanto  á  solidez  en  la  fijación. 

Mayor  fijeza  que  con  los  procedimientos  dichos  se  obtiene  con 
todos  aquellos  que  decortican  una  zona  más  ó  menos  extensa  del 
Afio  XXX.-Tomo  LXXIII.-Núm.  «50.-14  Octubre,  Ift».  4 


42 

riñon,  detalle  propuesto  ya  por  Lloyd  en  1887  y  convertido  en  pro- 
cedimiento por  Tufñer.  Este  autor,  conservando  las  ventajas  que  se 
obtiepen  al  atravesar  el  riñon  con  los  hilos  suturales,  añade  las  no 
menos  manifiestas  de  la  decorticación  parcial  del  borde  renal,  ga- 
rantía de  adherencias  más  sólidas  y  duraderas.No  tiene,  pues,  nada 
de  extraño  que  la  técnica  seguida  por  Tuffler  fuera  aceptada,  salvo 
diferencias  de  detalle,  por  cirujanos  como  Jonnesco,  Herzel,  Johns* 
ton,  Schilling,  Rose,  etc. 

Aunque  no  está  demostrado  que  la  penetración  de  los  hilos  sutu- 
rales asépticos  en  el  tejido  del  riñon  produzca  alteraciones  renales 
de  importancia  (infección  de  la'herida,  albuminuria  ó  hematuria 
post-operatorias),  algunos  cirujanos  pretenden  evitar  estas  contin- 
gencias suturando  solamente  la  cápsula  fibrosa  desprendida  del  ri- 
ñon. Gntre  los  procedimientos  de  decorticación  con  sutura  capsular 
figuran,  en  primera  línea,  el  de  Mazzoni  (//  Policlinico^  1894)  y  el 
casi  idéntico  de  Obalinsky  {Wiener  med.  Woch.,  1897);  en  ambos  una 
incisión  en  I,  cerca  del  borde  convexo  renal,  determina  la  forma- 
ción de  dos  laterales  colgajos  de  cápsula  y  una  zona  de  riñon  decor- 
ticada;  mientras  que  en  los  de  BüdingeryBaldvin  la  incisión  capsu- 
lar en  H  forma  dos  colgajos,  superior  é  inferior,  que  se  fijan  en  la 
fascia  superficial  después  de  pasarlos  á  través  de  ojales  musculares. 

Con  los  procedimientos  citados  se  consiguen  fijaciones  sólidas  y 
duraderas,  y  no  es  de  creer,  por  lo  tanto,  que  prosperen  y  alcancen 
indicaciones  generales,  sino  cuando  más  especiales  y  casuísticas, 
otros  propuestos  por  distintos  autores.  En  este  grupo  merecen  un  re* 
cuerdo  el  de  Pullet  y  Vulliet  (fijación  de  un  tendón  del  dorsal  mayor 
al  borde  convexo  del  riñon),  el  de  Sttocasa  (fijación  renal  de  un 
colgajo  muscular  del  cuadrado  de  los  lomos),  el  de  Mariani  (fijación 
del  periostio  de  la  costilla  duodécima  resecada)  y  los  de  Caterina  y 
Witzel,  que  consisten  en  envolver  el  riñon  en  una  red  de  alambre 
metálico  que  se  fija  á  la  última  costilla. 

Es  indudable  que  la  mayor  parte  de  los  métodos  citados  fijan  el 
riñon  por  debajo  del  borde  costal,  y,  por  lo  tanto,  en  un  lugar  im- 
propio, quedando  el  órgano  bajo  la  acción  de  los  agentes  contusivos 
exteriores  y  del  peso  y  compresión  de  las  ropas.  Preocupados  con  la 
idea  de  evitar  este  inconveniente,  Küster,  Tricomi  y  Riedel,  sobre 
todo,  idearon  procedimientos  ó  detalles  técnicos  de  bastante  valor. 

Los  tres  preceptos  siguientes  de  Küster,  fijar  el  riñon  por  el  polo 
inferior  exclusivamente,  elevarlo  á  su  zona  de  alojamiento  normal, 
y  emplear  como  material  de  sutura  el  hilo  de  plata,  son  aceptables. 


43 

«obre  todo  los  dos  primeros^  y  constituyen  el  fundamento  de  su  pro- 
cedimiento de  fijación  (descrito  en  su  obra  Die  Chirurgte  der  Niere^ 
4er  Harnteiter  und  Neóennieren  de  la  Deutsche  Chirurgte).  Menos 
aceptable  parece  el  procedimiento  de  Tricomi, porque  el  riñon  fijado 
4  través  de  un  ojal  del  cuadrado  ocupa,  sin  género  de  duda,  una  si* 
tuación  más  protegida  y  oculta,  pero  no  su  topografía  normal.  Con  el  , 
procedimiento  de  Riedel  (Berliner  Klinische  Wochenschrift^  1892, 
Dúmero  28)  se  trata  de  obtener, por  adherencia  de  inódulos  carnosos 
desarrollados  en  el  riñon  decorticado,  una  fijación  normal  al  dia- 
fragma y  al  cuadrado  lumbar. 

No  es  nuestro  deseo  describir  con  (íetalle  estos  procedimientos 
<quien  quiera  conocer  todos  los  propuestos  debe  consultar  la  mo- 
derna Monografía  de  Elmgren,  Ueber  operaiite  Befesíigung  derWan- 
<26rm'«re,  Berlín,*1903).  El  ideado  y  puesto  en  práctica  en  cinco  nef^o- 
pexias  por  nosotros  persigue,  como  los  de  Küster,  Riedel  y  Tricomi, 
la  fijación  topográfica  normal,  la  persistencia  de  la  movilidad  fisio- 
lógica, como  el  deKlister,y  utiliza,  como  el  de  Mazzoni-Obalinski,la 
formación  de  un  colgajo  capsular  con  simultánea  decorticación'; 
pero  la  confección  del  colgajo  en  el  polo  renal  inferior  y  su  fijación 
4  la  última  costilla  para  obtener  una  suspensión  del  órgano  son  de- 
talles por  completo  originales. 

La  descripción  del  procedimiento  ha  sido  hecha  en  una  reciente 
conferencia  dada  en  el  Ateneo  de  alumnos  internos  de  las  Benefi- 
cencias general  y  provincial,  y  los  casos  clínicos  fueron  presentados 
en  la  sesión  del  día  28  de  mayo  en  la  Academia  Médico-Quirúrgica 
Española. 

La  técnica  empleada  es  la  siguiente:  colocado  el  enfermo  en  de- 
cúbito lateral  con  un  rollo  cilindrico  en  el  flanco  opuesto,  ó  en  de- 
cúbito prono  y  anestesia  por  insuflación,  cuando  se  practique  la  ne- 
íropexia  doble,  se  hace  una  incisión  de  8  á  10  centímetros  que,  co- 
menzando en  el  ángulo  lumbocostal  (formado  por  el  borde  lateral  de 
la  masa  sacro! umbar  y  el  inferior  de  la  costilla  duodécima),  se  diri- 
ge hacia  abajo  y  fuera  más  próxima  á  la  dirección  horizontal  que  á 
la  vertical.  Seccionadas  la  fascia,  músculos  y  aponeurosis  y  descu- 
bierto el  borde  del  cuadrado  y  la  atmósfera  adiposa  renal,  se  diseca 
el  borde  superior  de  la  incisión  hasta  dejar  denudada,  pero  cubierta 
por  el  periostio,  la  costilla  última  en  una  extensión  de  algunos  cen- 
tímetros. El  ayudante  rechaza  con  energía  el  movible  órgano  hacia 
la  herida  lumbar  y  con  pinzas  hemostásicas  coge  el  operador  la  cu- 
bierta adiposa  y  eleva  el  riñon  hacia  el  diafragma  hasta  alcanzar 


44 

8u  polo  inferior,  por  debajo  del  cual  se  hace  un  enérgico  tapona* 
miento  con  gasa,  que  lo  mantiene  elevado  para  facilitar  las  manio- 
bras operatorias  y  aliviar  la  compresión  del  ayudante.  Ahora  se  co- 
mienza la  decorticación  adiposa  del  tercio  inferior  del  riñon,  empe- 
zando por  la  parte  interna  y  haciendo  uso  de  instrumentos  romos 
y  pinzas,  terminando  por  extirpar  la  capa  adiposa  del  tercio  infe- 
rior renal  hasta  el  borde  externo  del  órgano. 

Si  en  la  excisión  de  dicha  cápsula  se  abre  el  repliegue  peritoneal, 
debe  suturarse  inmediatamente  la  abertura  de  la  serosa.  Puesta  al 
descubierto  la  superficie  renal  posterior  en  su  tercio  inferior,  única 
porción  visible  por  debajo  de  la  costilla,  se  practica  en  la  cápsula 
fibrosa  ó  propia  del  riñon  una  incisión  de  convexidad  inferior  cuyo 
punto  más  bajo  diste  1  ó  2  centímetros  del  polo  renal;  con  la  di- 
sección de  esta  cápsula  fibrosa  se  obtiene  un  colgajo  capsular  de 
2  á  3  centímetros  de  altura  por  4  ó  5  de  ancho,  que,  invertido  hacia 
arriba,  se  aplica  por  su  cara  externa  sobre  la  costilla  duodécima. 
Se  fija  este  colgajo  al  periostio  costal  por  medio  de  cinco  ó  seis 
puntos  de  seda  fina  que  han  de  quedar  perdidos,  ^suturando  despufe 
el  borde  interno  de  la  incisión  capsular  con  un  par  de  puntos  de 
seda  á  la  aponeurosis  del  cuadrado  y  el  externo  á  los  bordes  mus- 
culares externos  de  la  incisión. 

De  esta  manera  queda  suspendido  el  órgano  por  el  colgajo  capsu- 
lar suturado  á  la  costilla  última,  pero  con  la  movilidad  suficiente 
alrededor  de  la  base  de  dicho  colgajo  para  poder  seguir  los  movi- 
mientos normales  de  descenso  inspiratorio  y  ascenso  expiratorio 
que  al  riñon  imprime  el  diafragma.  La  fijación  de  los  bordes  latera- 
les y  el  apoyo  en  la  herida  suturada  impiden  que  el  órgano  fijado 
bascule,  descendiendo  con  exceso  el  polo  renal  superior.  La  zona  de 
donde  se  ha  desprendido  el  colgajo  capsular  queda  decorticada  y  en 
disposición  de  adquirir  adherencias  sólidas  con  la  cicatriz  lumbar; 
la  escasa  extensión  superficial  decorticada  impide,  además,  que  se 
produzcan  lesiones  esclerosas,  difusas,  corticales.  El  colgajo  capsu- 
lar quedará  englobado  en  la  ulterior  cicatriz,  lo  cual  garantiza  una 
fijación  sólida  y  duradera. 

La  operación  queda  terminada  suturando  la  herida  parcialmen- 
te; la  parte  no  suturada  sirve  para  dar  salida  á  la  gasa  del  tapón 
subrenal,  que  debe  permanecer  m  siíu  ocho  ó  diez  días;  por  último, 
se  aplica  el  aposito  conveniente. 

El  tratamiento  ulterior  se  reduce  á  quitarla  gasa  taponadora  de 
los  seis  á  los  doce  días,  según  los  casos  y  el  estado  del  paciente,  y  á 


45 

fnvorecer  la  reunión  por  segunda  intención  del  hueco  eubrenai.  Bl 
operado  debe  permanecer  en  él  lecho  durante  tres  &  cuatro  semanas. 

La  exploración  de  los  casos  que  han  sido  operados  siguiendo  este 
procedimiento  demuestra  los  favorables  resultados  del  mismo.  Las 
ventajas  que  reúne  sobre  otros  muy  en  bogaeon  las  siguientes: 

1.^  Bl  acto  operatorio  es  de  corta  duración  y  de  poca  intensidad 
traumática,  por  lo  cual  dispone  escasamente  al  shock  ojperatorio. 
La  operación  puede  practicarse  en  quince  ó  veinte  minutos. 

2.*  El  riñon  adquiere  nuevamente  su  topografía  normal,  quedando 
aplicado  al  diafragma  y  bajo  la  influenccia  de  las  alternativas  de  la 
presión,  tan  favorables  á  la  circulación  intrarrenal  de  la  orina  (el 
•desarrollo  de  alteraciones  hidronefrósícas  después  de  nefropexias 
practicadas  por  otros  procedimientos,  demuestran  que  no  basta 
fijar  el  riñon  en  sitio  bajo,  sino  que  es  preciso  reponerlo  muy  arriba). 
Queda  además  fuera  de  la  acción  del  peso  de  las  ropas  y  do^la  com- 
presión del  útero  grávido. 

3.*  La  falta  de  suturas  penetrantes  renales  evita  los  inconvenien- 
tes de  las  mismas,  y  las  adherencias  de  la  zona  renal  decorticada  á 
la  cicatriz  lumbar  y  el  englobamiento  del  colgajo  capsular  en  la 
misma,  garantizan  la  persistencia  de  la  fijaoión;  y 

4.*  La  fijación  exclusiva  del  polo  inferior  aproxima  la  estática 
renal  obtenida  por  nuestro  procedimiento  de  nefropexia  á  la  del 
•órgano  en  condiciones  normales.  \ 

Los  casos  operados  según  este  procedimiento,  que  ha  merecido  el 
beneplácito  del  ilustre  maestro  D.  Alejandro  San  Martin,  en  cuya 
<^linica  practiqué  una  de  las  intervenciones,  han  sido  los  siguientes: 

Caso  1.  Rinón  movible  del  lado  derecho.  Nefropexia.— ü.  S.,  de  Si- 
gúenza,  de  veinticinco  años,  soltera,  sin  antecedentes  hereditai^ios 
de  interés.  Ha  padecido  tifus  exantemático  hace  un  año ;  desde  esa 
fecha  tiene  molestias  en  el  abdomen,  que  consisten  en  tirantez  y  do- 
lores en  el  flanco  derecho;  no  ha  tenido  vómitos;  las  deposiciones 
son  normales.  La  orina  es  de  calidad  y  cantidad  fisiológicas. 

Por  palpación  se  descubre  una  tumoración  redondeada  lisa,  algo 
dolorosa  á  la  presión,  en  el  vacío  derecho,  perfectamente  reponible 
y  de  consistencia  renal. 

Diagnóstico:  nefroptosis  de  segundo  grado  del  lado  derecho. 

Operación  (6  de  octubre  de  1905) :  anestesia  clorofórmica,  decúbi- 
to lateral  izquierdo,  colocando  una  almohada  cilindrica  en  el  vacío 
homónimo.  Incisión  oblicua  á  partir  del  ángulo  costomuscular ;  se 
rechaza  el  cuadrado  y  el  ayudante  comprime  el  riñon  hacia  la  he- 


46 

rida  lumbar.  Decapsulación  adiposa  del  tercio  inferior  renal.  Talla- 
do  del  colgajo  de  la  cápsula  fibrosa ;  disección  del  mismo  y  aplica- 
ción á  I9,  costilla  última;  sutura  del  colgajo  al  periostio  de  la  cos- 
tilla mediante  cinco  puntos  de  seda,  y  sutura  de  los  bordes  de  la  in- 
cisión capsular  al  cuadrado  lumbar  y  á  los  músculos  parietales  del 
abdomen;  taponamiento  subrenal.  Sutura  parcial  de  la  herida. 

Curso  normal  sin  reacción  febril.  Se  quita  el  tapón  á  los  ocha 
días;  granulación  de  la  herida  algo  atónica.  Alta  un  mes  después- 
de  operada. 

En  enero  de  1906,  la  paciente  se  halla  sin  molestias;  una  explora- 
ción detenida  no  permite  palpar  el  polo  inferior  renal  en  ningúa 
decúbito. 

Caso  II.  Nefroptosis  bilaieraL  Doble  nefropexia  en  una  sesión,  — 
R.  H.,  de  cincuenta  años,  de  Segó  vía,  casada;  ha  tenido  ocho  emba- 
razos nprmales.  Hace  dos  años,  al  cargar  un  pesado  fardo  sintió  un 
fuerte  dolor  en  ambas  regiones  lumbares,  que  disminuyó  con  el  re- 
poso, pero  se  hizo  persistente,  sobre  todo  durante  la  marcha.  Poco* 
después  notó  dos  tumoraciones  en  el  abdomen,  movibles  y  poco  do- 
lorosas* 

Estado  actual  (2  de  julio  de  1905):  paciente  enjuta,  con  órgano» 
torácicos  normales;  vientre  caído  y  relajado;  diástasis  de  los  mus* 
culos  rectos.  Por  palpación  se  descubren  dos  tumoraciones  redon- 
deadas, lisas,  poco  dolorosas,  muy  movibles,  que  descienden  hasta 
cerca  de  las  fosas  iliacas  y  son  reponibles  en  las  fosas  lumbares. 
Tiene  la  paciente  molestias  lumbares  durante  la  progresión.  Nin- 
gún trastorno  urinario. 

Operación  (11  de  diciembre  de  1905):  narcosis  clorofórmica.  En  de> 
cubito  prono  con  una  almohada  cilindrica  bajo  el  vientre,  se  prac- 
tica la  incisión  lumbar  en  el  lado  derecho;  se  eleva  el  riñon  atra- 
yendo la  grasa  perirrenal  y  por  compresión  del  ayudante,  y  despuéa 
de  denudar  la  costilla  duodécima,  se  talla  el  colgajo  de  la  cápsula 
ñbrosa,  que  se  fija  al  periostio  costal  y  al  ligamento  lumbocostal; 
sutura  de  las  incisiones  laterales.  Taponamiento  subrenal.  Sutura 
parcial  de  la  herida.  Con  igual  técnica  se  fija  el  riñon  del  lado  iz- 
quierdo. 

Curso  normal  sin  fiebre;  exudación  serosa  durante  algunos  días. 
Se  quita  el  tapón  subrenal  al  sexto  día.  Alta  el  día  25  de  enero 
de  1906. 

Explorada  la  enferma  el  15  de  mayo  de  1906,  no  se  consigue  pal- 
par los  ríñones  en  ningún  decúbito,  como  comprobaron  algunos  se- 


47 

ñores  Académicos  de  la  Medico*Quirtlrgica,  en  la  sesión  del  día  28 
de  mayo  de  este  año. 

Caso  III.  Nefroptosis  de  tercer  grado  del  lado  derecho.  Nefro- 
pexia.  »  G.  V.,  que  ocupa  una  de  las  camas  de  la  Sala  de  distingui- 
das del  Hospital  general,  de  veintidós  años  de  edad,  ha  tenido  un 
embarazo;  el  día  21  de  agosto  de  1905  sufrió  un  aborto  seguido  de 
fiebre;  á  los  diez  días  abandonó  el  lecho',  descubriendo  una  tumora- 
ción  redondeada  y  movible  sobre  la  fosa  iliaca  derecha.  Desde  en- 
tonces tiene  molestias  gástricas  y  dolorimiento  en  el  vientre. 

Estado  actual:  Paciente  de  delicada  complexión  y  enjuta,  órga- 
nos torácicos  normales.  En  el  abdomen  se  descubre  p^r  palpación 
un  tumor  de  forma  renal,  movible,  no  doloroso,  reponible  en  laiosa 
lumbar  y  situado  sobre  la  fosa  ilíaca  derecha.  En  posición  de  pié«e 
aproxima  á  la  pared  anterior  del  abdomen.  En  decúbito  horizontal 
se  palpa  el  polo  renal  Inferior  izquierdo. 

Operación  (26  enero  1906) :  Cloroformo.  La  misma  técnica  que  en 
los  casos  anteriores.  Al  extirpar  la  grasa  perirrenal  del  polo  inferior 
se  abre  el  peritoneo,  suturándole  inmediatamente. 

Curso  normal :  Se  quita  la  gasa  taponadora  á  los  diez  días.  La  por- 
ción de  la  herida  que  debe  reunir  por  segunda  intención,  lo  hace  con 
gran  lentitud  y  atonía,  tardando  cerca  de  dos  meses  en  terminar  el 
^  proceso  reparador. 

La  exploración  de  la  paciente  cinco  meses  después  de  operada, 
demuestra  que  el  riñon  ha  quedado  sólidamente  fijo  á  la  pared  lum- 
bar, pero  algo  más  bajo  que  en  las  nef ropexias  anteriores,  pudiendo 
palparse  gran  parte  del  órgano  en  decúbito  horizontal.  El  riñon  iz- 
quierdo ha  descendido  ahora  y  se  ha  hecho  movible. 

Caso  IV.  Nefroptosia  del  lado  derecho.  Nefropexia.  —  Ocupaba 
una  de  las  camas  de  la  Clínica  quirúrgica  del  Sr.  San  Martin,  una 
paciente,  en  la  cual  me  invitó  dicho  profesor  á  practicar  mi  proce- 
dimiento operatorio.  Padecía  una  nefroptosis  del  lado  derecho  de 
tercer  grado.  Era  una  joven  de  veinticuatro  años,  natural  de  Madrid 
y  casada.  En  1904  padeció  accesos  de  hiperclorhidria  y  ataques  his- 
téricos, que  han  desaparecido  desde  hace  medio  año;  ha  tenido  leu- 
correa. 

Estatus  praesens:  En  febrero  de  este  año  fué  reconocida  en  la  con- 
sulta del  Sr.  San  Martín,  donde  se  apreció  una  tumoración  notante 
en  el  lado  derecho  que  descendía  hasta  la  fosa  ilíaca,  de  consistencia 
renal,  reponible,  dolorosa  á  la  presión  y  de  volumen  algo  mayor 
que  un  riñon  sano,  por  lo  cual  se  sospechó  la  existencia  de  retención 


48 
urinaria  periódica  ó  hidronefrosis  intermitente.  Se  relacionaron  las 
crisis  dolorosas  gástricas  con  cólicos  de  retención  hidronefrósica  y 
se  afirmó  la  existencia  de  una  endometritis  y  anexitis,  probablemente 
gonocócicas^  proponiéndole  la  fijación  cruenta  del  riñon.  Practiqué 
la  nefropexia  por  el  procedimiento  ya  descrito  el  día  2  de  marzo, 
con  los  detalles  técnicos  citados. 

La  curación  de  la  herida  operatoria  fué  normal, aunque  algo  len* 
ta,  habiendo  desaparecido  las  molestias  gástricas  y  los  dolores  ab- 
dominales. Fué  dada  de  alta  el  día  25  de  marzo. 

Recientemente  (1.^  de  septiembre),  he  explorado  á  la  enferma,  no 
siéndome  posible  palpar  el  polo  inferior  del  riñon  en  ningún  de- 
cúbito. 

Caso  V.  NefropiosU  del  lado  derecho.  Nefropexia.  —  Consuelo  L., 
de  treinta  y  un  años,  de  Sevilla.  Casada  y  nulípr^ra.  Ha  padecido 
molestias  gástricas,  relacionadas,  quizá,  con  un  proceso  litiásico 
biliar  (cólico  hepático  seguido  de  ictericia  que  sufrió  hace  algunos 
años). 

Estatua  praeeens:  Explorando  el  abdomen  se  descubre  un  riñon 
flotante,  de  consistencia  y  volumen  normales,  reponible  en  la  fosa 
renal  derecha.  La  paciente  es  anémica,  padece  leucorrea,  reglas 
abundantes  y  de  ocho  días  de  duración  (endometritis)  y  trastornos 
digestivos.  y 

Operación  (3  de  julio  de  1906):  En  anestesia  clorofórmica  se  prac- 
ticó la  nefropexia  según  nuestro  procedimiento,  sin  otra  particula- 
ridad que  el  riñon,  de  volumen  pequeño,  pero  de  aspecto  normal,  se 
escondía  debajo  de  las  costillas  últimas  ai  suspenderle  por  el  col- 
gajo capsular;  tres  puntos  de  sutura  al  periostio  costal  y  dos  late- 
rales|á  la  aponeurosis  del  transverso  bastaron  para  fijarle. 

El  ¡curso  post-operatorio  fué  normal.  Séquito  ia]gasa  subrenal 
taponadora  á  los  diez  días,  y  ai  mes  fué  dada  de  alta  la  paciente, 
habiendo  desaparecido  las  molestias  que  sufría  y  quedando  sólida- 
mente fijo  el  rinón. 

Epicrisis:  Las  historias  clínicas  expuestas  confirman  las  reflexio- 
nes teóricas  anteriores.  Demuestran,  además,  la  irocuidad  del  pro- 
cedimiento operatono,  f^us  ventajas  sobre  los  que  fijan  el  riñon  por 
debajo  del  arco  costal  y  sin  su  beneficiosa  protección,  y  que  el  ór- 
gano alcanza  en  su  topografía  normal  readquiriHa  una  fijación  só- 
lida y  duradera.  El  descenso  ó  inclinación  hacia  adelante  del  polo 
superior  no  se  ha  observado  en  ninguno  de  los  casos  operados. 


49 


EL  MASAJE  Y  LA  GIMNASIA  MÉDICA 

EN  EL  TRATAMIENTO  DE  LA  PARÁLISIS  ESPINAL  INFANTIL 
'  Ó    PARÁLISIS   ATRÓFICA    DE   LA   INFANCIA 

(POLIOMIBUTIB  AKTKBIOR  AOUDa) 

pom  WL 

DOCTOR  EL  TRIPEL8-DENT2KOP 


Una  de  las  enfermedades  más  frecuentes  y  de  mayor  importancia 
desde  el  punto  de  vista  m6dico*social  es  la  parálisis  espinal  infantil, 
cuyo  nombre  suele  emplearse  para  designar  los  vestigios  del  pro- 
ceso patológico  que  encabeza  estos  mal  escritos  renglones. 

Afirmamos  la  importancia  aludida  por  la  sencilla  razón  de  que 
depende  de  un  tratamiento  adecuado  y  oportuno  ó  de  su  falta  para 
que  dichos  fenómenos  persistan  ó  no  durante  toda  la  vida  del  en- 
fermito  y  le  coloquen  en  un  estado  de  inferioridad  social,  cuando  no 
hagan  de  61  un  ser  inútil  ó  poco  menos. 

A  título  de  recuerdo  y  sin  querer  hacer  alarde  de  erudición  algu- 
na, empezaremos  por  decir  que  la  Poliomielitis  anterior  aguda  se 
produce  en  los  niiios  de  corta  edad  (rara  vez  en  adiHtos),  y  que  se 
presenta  como  enfermedad  infecciosa  aguda,  bajo  la  forma  de  una 
inflamación  perivascular  de  la  substancia  gris  de  los  cuernos  ante- 
riores de  la  médula. 

Luego  pasaremos  á  su  evolución :  al  principio  fiebre,  vómitos  y  de- 
lirios. Un  estado  grave  comatoso  que  puede  durar  algunos  días, 
después  la  mejoría  se  inicia;  entonces  se  comprueba  la  existencia 
de  una*  parálisis  flácida  de  los  brazos^  piernas  (rara  vez  del  facial), 
de  la  vejiga,  con  abolición  de  los  reflejos,  sin  dolores  ni  trastornos 
de  la  sensibilidad. 

Después  de  algún  tiempo,  variable  según  los  casos,  desaparecen 
cierto  número>  también  variable,  de  fenómenos  paréticos;  mientras 
otros  persisten  de  un  modo  definitivo  (más  á  menudo  en  un  sólo 
lado),  si  la  intervención  mecano terápica  no  se  dispone  con  oportu- 
nidad. 

Estos  fenómenos  constituyen  la  expresión  de  una  atrofia  cicatri- 
zal del  cuerno  anterior  correspondiente.  La  acción  de  los  antago- 
nistas produce  contracturas  en  los  miembros  afectados  y  éstos  su- 
fren un  retraso  ó  una  supresión  de  desarrolío. 


50 

Las  formas  más  frecuentes  de  estas  parálisis  son  :  la  parálisis  de 
los  extensores  peroneos  (pié  de  pina  varus  equino),  la  del  tipo  bra- 
quial  superior  (deltoides,  biceps,  braquial  posterior,  supinador  lar- 
go), las  parálisis  del  tipo  antibraquial  (tríceps,  extensores  de  1& 
mano)» 

Es  importante  establecer  el  diagnóstico  diferencial  con  la  pseudo- 
parálisis  de  Paget,  debida  á  una  sífilis  ósea,  pues  en  ésta  se  halla 
contraindicado  en  absoluto  el  masaje. 

Estas  parálisis  revisten  un  aspecto  inolvidable,  con  carácter  mar- 
cadísimo, son  nacidas,  sin  contractura  ni  exageración  de  los  refle- 
jos que,  al  contrario,  suelen  estar  disminuidos.  Finalmente,  la  sen- 
sibilidad se  conserva  íntegra  siempre. 

El  tratamiento  clásico  es  dé  reposo  al  principio,  baños,  aplicación 
de  sanguijuelas  en  la  espalda,  revulsión  intestinal,  diaforesis.  Más 
tarde  se  emplea  la  gimnasia,  y  tan  tarde,  que  ya  no  produce  los 
resultados  apetecidos;  finalmente,  los  medios  ortopédicos» 

El  procedimiento  quirúrgico,  que  consiste  en  empalmar  el  tendón^ 
del  músculo  paralizado  con  un  músculo  próximo  conservado,  des- 
empeña un  papel  importante. 
Las  tenotomías  han  proporcionado  resultados  favorables. 
Pues  bien,  podemos  ser  llamados  á  tratar  estos  enfermitos  en  lo» 
tres  periodos  (agudo,  parálisis,  atrofia).  En  el  periodo  febril  es  in- 
útil intervenir;  además,  no  estando  localizadas  las  lesiones  es  impo- 
sible precisar  nuestras  maniobras;  otras  veces  somos  llamados 
(como  sucede  casi  siempre)  en  el  periodo  atrófico,  es  decir ^  dema* 
siado  tarde;  pero  si  nuestra  acción  terapéutica  se  hace  manifiesta, 
sobre  todo  en  el  período  paralitico,  puede,  sin  embargo,  ser  todavía 
útil,  aun  cuando  la  degeneración  haya  empezado  su  obra  destruc- 
tora. 

Durante  el  periodo  paralitico^  los  cuernos  medulares  anteriores, 
destruidos  en  parte,  se  reparan  ó  se  reconstituyen  en  los  bordes  de 
los  focos  interesados;  y  á  esa  lesión  medular  corresponde  la  pará- 
lisis localizada  en  ciertos  músculos  ó  grupos  musculares  y  la  repa- 
ración de  algunos  otros. 

Amasamos  los  músculos  paralizados,  mantenemos  la  vitalidad 
de  cuerpos  musculares  que  pueden  recuperar  su  función,  y  por  ios 
ejercicios  pasivos  se  favorece  la  reparación  de  los  centros  motores 
y  tróficos. 

Durante  la  sesión  haremos  el  masaje  en  los  músculos  paralizados 
y  movilizaremos  las  articulaciones  correspondientes,  y  si  los  mus- 


51 

culos  poseen  todavía  algún  movimiento,  los  ejercitaremos  pasiva  y 
activamente.  Se  da  á  menudo  el  caso  de  descubrir  músculos  con* 
servados  en  los  límites  de  regiones  paralizadas  cuando  se  fija  el 
masajista,  y  se  comprueba  de  cuando  en  cuando  la  reaparición  de 
movimientos  perdidos.  Como  se  trata  de  músculos  débiles,  hay  que 
graduar  los  movimientos  en  relación  con  sus  fuerzas. 

En  el  periodo  atróflco^  nuestra  acción  es  muy  distinta.  Las  lesiones 
están  ya  constituidas  y  nuestro  triste  papel  se  reduce  á  obrar  sobre 
órganos  respetados  por  la  enfermedad  y  á  moderar  las  impotencias 
del  miembro  degenerado ;  y  asi  se  desacredita  injustamente  un  mé- 
todo terapéutico  tan  eficaz  en  esta  enfermedad^  por  no  aplicarlo  ár 
tiempo  debido. 

Por  eso,  aunque  nuestra  insistencia  sobre  este  })unto  parezca  pe- 
sada, no  nos  cansaremos  en  repetir  que  el  masaje  debe  intervenir 
cuando  no  hay  todavía  degeneración  muscular;  aunque  falte  la  in- 
fluencia nerviosa  ó  sea  insuficiente,  el  masaje  y  gimnasia  pasiva 
pueden  salvar  algunos  músculos,  y  si  la  influencia  nerviosa  se  resta- 
blece  más  tarde,  el  músculo  no  está  degenerado.  El  músculo  no  debe 
ser  abandonado  más  que  cuando  la  degeneración  grasosa  es  evi- 
dente, pues  hemos  tratado  casos  en  que  se  ha  conseguido  recuperar 
la  movilidad  después  de  dos  ó  tres  meses  de  tratamiento. 

Desgraciadamente,  si  nuestra,  intervención  es  tardía,  cuando  la 
influencia  nerviosa  reaparece  y  se  ejerce  sobre  un  músculo  degene- 
rado, el  nervio  degenera  por  consecuencia  y  sin  esperanza  alguna 
de  curación. 

Hecha  esa  advertencia,  pasemos  á  explicar  el  tratamiento  maso- 
terápico  y  kinesiterápico. 

En  el  pié  varus  equino,  tan  común,  practicamos  sucesivamente  : 
el  roce,  las  fricciones  y  presiones  en  el  trayecto  de  los  músculos  ex- 
tensor propio  del  dedo  gordo  y  el  largo  común  de  los  dedos,  el  pe-, 
roneo  y  el  tibial  anterior;  no  tocamos  para  nada  los  músculos  que 
acentúan  la  lesión,  como  son :  los  flexores,  el  tríceps  crural,  el  tibial 
posterior,  etc. ;  después  d¿  tres  ó  cuatro  días  del  masaje  indicado, 
añadimos  al  final  de  cada  sesión  percusiones  vibratorias  en  los  mús- 
culos manipulados.  Finalmente,  á  los  siete  ú  ocho  días  del  masaje 
diario,  empezamos  la  movilización  pasiva. 

Esta  consiste  en  colocar  el  pié  en  una  posición  opuesta  á  la  que 
la  lesión  le  obliga  á  tener,  se  emplea  el  enderezamiento  para  obte- 
ner la  corrección  del  varus  y  la  volución  del  pié;  para  verificarlo, 
se  coge  con  una  mano  el  retropié  y  la  tibiotarsiana,  y  con  la  otra  el 


52 

antepié,  y  se  apoyan  los  áo%  pulgares  en  la  parte  saliente  del  astrá- 
galo;  al  principio  se  trata  el  varos  y  después  se  combate  el  equiois- 
mo,  ejecutando  maniobras  pasivas  de  flexión  y  obligando  al  pié  & 
guardar  algún  tiempo  la  misma  posición  que  le  imprime  las  dos  ma- 
nos colocadas,  una  en  la  cara  plantar  y  la  otra  sujetando  la  parte 
inferior  de  la  pierna.  Esa  movilización  'debe  hacerse  gradualmente 
y  con  cuidado,  á  fin  de  evitar  los  reflejos  de  contractura. 

E\  tratamiento  es  largo  pero  eficaz. 

Bn  las  parálisis  del  tipo  braqui€l  superior,  practicaremos  las  mis- 
mas manipulaciones  de  masaje  en  los  músculos  interesados  y  coya 
enumeración  hicimos  de  los  que  suelen  serlo  en  la  mayoría  de  los 
casos. 

£1  orden  de  las  sesiones  es  igual  al  caso  precedente.  Si  el  deltoides 
está  particularmente  interesado,  la  movilización  después  de  cada 
masaje  consistirá  en  los  siguientes  movimientos  pasivos:  abducción 
del  brazo  hasta  la  posición  horizontal,  elevarlo  en  adelante  y  arri- 
ba, ponerlo  en  rotación  interna  y  externa ;  si  es  el  biceps,  consistirá 
en  flexión  del  antebrazo  y  supinación  de  la  mano;  si  el  braquial 
posterior,  la  extensión  del  antebrazo  y  aproximación  del  brazo  al 
cuerpo;  para  el  supinador  largo,  flexión  del  antebrazo. 

En  las  parálisis  del  tipo  antibraquial,  aplicamos  el  masaje  al  trí« 
ceps  y  á  los  extensores  de  la  mano,  haciendo  después  movimientos 
pasivos  de  extensión  del  antebrazo,  de  la  mano,  de  la  primera  fa- 
lange de  los  dedos,  extensión  del  pulgar  y  abducción  del  mismo,  y 
por  separado  extensión  del  dedo  meñique. 

Naturalmente  no  queremos  dar  á  entender  que  la  enfermedad 
afecte  exclusiva  é  invariablemente  los  grupos  musculares  citados, 
pero  consignamos  el  tratamiento  de  éstos  por  ser  los  más  frecuen- 
temente interesados. 

El  procedimiento  no  es  nuestro,  sino  del  profesor  Berger,  de  quien 
lo  hemos  aprendido  y  que  hemos  ampliado.  ^ 

Cuando  la  monoplegia  braquial  ha  llegi^do  al  período  de  garra 
cúbitomediana,  nuestra  intervención  es  inútil. 

Hemos  logrado  siempre  buenos  resultados  empleando  el  masaje  y 
la  gimnasia  médica,  en  el  periodo  paralítico  de  la  enfermedad;  el 
tratamiento  es  menos  eflcaz  si  lo  aplicamos  estando  ya  iniciada  la 
atrofia,  y  no  da  resultado  apreciabie  cuando  está  constituida  dicha 
degeneración.  Finalmente,  la  intervención  quirúrgica  no  constitu- 
ye una  contraindicación.  ^ 

Fácil  nos  seria  transcribir  aquí  una  elocuente  estadística  de  los 


53 

caso8  numeroBOS  que  hemos'  tratado  en  nuestra  práctica  diaria^ 
puesto  que  la  podríamos  sacar  de  nuestros  servicios  prestados  en  el 
Hospital  de  la  Princesa  y  en  el  Real  del  Buen  Suceso,  pero  nos  abs- 
tenemos de  hacerlo,  entendiendo  que  son  ios  hechos  los  que  conven- 
cen  y  no  las  palabras.       ^ 

Asi,  pues,  los  compañeros  que  quieran  comprobar  nuestro  asertó» 
pueden  mandarnos  enfermos  á  los  establecimientos  aludidos,  y  as( 
se  convencerán  mejor. 


BIBLIOGEAFÍA 


DB.  D.  RAFAEL  DEL  VALLE  T  ALDABALDE 

Médico,  por  oposietAn,  del  HoeptUl  Prorlndal.  Madrid* 


Tratado  di  medicina  clíhzca  r  tibapíütica,  publicado  bajo  la  dirección  de 
W.  iibstein  y  traducido  directamente  por  el  IXr.  D.  José  Qónf^ora  y  Ta- 
ñón.  Seis  tomos  en  4  ^  de  968  á  1.271  páginas  cada  uno. 

De  una  nueva  obra  enciclopédica  de  Medicina  interna  vamos  & 
dar  cuenta  á  nuestros  lectores,  aunque  ya  es  conocida  seguramen- 
te, de  nombre  al  menos,  por  todos  ellos,  por  la  circunstancia  de  ha- 
berse publicado  por  entregas,  y  por  lo  tanto,  de  venir  figurando 
hace  algún  tiempo  entre  las  obras  en  publicación. 

De  los  seis  tomos  que  componen  la  enciclopedia,  en  el  primero^ 
que  trata  de  las  enfermedades  de  los  aparatos  respiratorio  y  circu- 
latorio, uno  de  los  capítulos  más  interesantes  es  el  dedicado  á  gene- 
ralidades acerca  de  las  enfermedades  de  la  laringe.  En  el  estudio, 
indudablemente  muy  completo,  de  las  enfermedades  del  corazón,  se 
echa  de  ver  la  repetición  insistente  de  determinadas  nociones,  repe- 
tición exigida,  quizá  por  la  especial  distribución  de  materias  que  ha 
adoptado  el  autor  del  capítulo.  No  conozco  la  nueva  edición  ale- 
mana que  ya  se  está  publicando,  pero  sé  de  ella  que  es  más  corta 
que  su  precedente,  y  no  me  extraña,  pues  tanto  en  este  tomo  como 
en  algunos  de  los  siguientes,  cabe  muy  bien  alguna  reducción,  sin 
que  por  ello  se  menoscabe  el  valor  de  la  obra. 

En  el  tomo  segundo,  dedicado  á  las  enfermedades  de  los  vasos,  de 
la  sangre,  de  los  órganos  hematopoyéticos  y  del  tubo  digestivo,  uno 
de  los  capítulos  mejor  escritos,  y  sobre  todo,  con  criterio  más  prác- 


'    54 

tico,  es  precisamente  el  último  6  sea  el  que  trata  de  los  trastornos  di- 
gestivos de  los  niños  de  pecho. 

Comprende  el  tomo  tercero  las  enfermedades  del  hígado  y  anejos, 
las  de  los  órganos  urinarios  y  las  del  aparato  sexual  masculino.  En 
este  tomo,  como  en  toda  la  obra,  se  concede  la  importancia  debida 
al  tratamiento  quirúrgico  de  las  distintas  enferniedades  internas 
que  pueden  exigirlo  en  momentos  dados.  Mas  aún;  hay  capítulos 
que  podían  figurar  períectaihente  en  un  tratado  de  Cirugla,''sin  que 
esto  quiera  significar  que  sobren,  ni  mucho  menos,  en  el  tratado  di- 
rigido por  el  Dr.  Ebstein.  Van  siendo  tantos  los  asuntos  que  los  ale- 
manes han  dado  en  llamar  limítrofes  entre  la  Medicina  y  la  Cirugía, 
qixe  es  cada  vez  más  inevitable  semejante  invasión  recíproca. 

El  extenso  6  interesante  tratado  de  las  enfermedades  del  sistema 
nervioso,  comprendiendo  también  las  mentales,  es  el  objeto  del  tomo 
cuarto.  A  la  altura  de  todos  los  demás  por  la  riqueza  de  su  doctrina 
y  por  el  carácter  práctico  que  domina  en  toda  la  obra,  confieso^  sin 
«mbargo,  que  no  es  el  que  me  ha  dejado  más  satisfecho.  Es  posible 
que  esta  impresión  mía  sea  resultado  más  bien  que  de  la  lectura  del 
texto  de  la  escasez  de  figuras  que  le  ilustran,  escasez  que  si  se  deja 
«entir  un  poco  en  toda  la  publicación^  se  nota  mucho  más  en  este 
tomo  de  la  misma,  en  algunos  de  cuyos  capítulos  se  comprenderían 
mucho  mejor  ciertas  descripciones  con  la  adición  de  figuras,  siquie- 
ra fuesen  esquemáticas. 

La  compenetración  con  la  Cirugía  y  con  las  especialidades  vuelve 
Á  hacerse  muy  manifiesta  en  el  tomo  quinto,  y  repito  que  no  es  de 
lamentar,  v.  gr.,  que  entre  las  enfermedades  del  aparato  locomotor 
«e  encuentran  incluidas  las  quirúrgicas  de  huesos  y  articulaciones, 
cuyo  primer  período  son  más  veces  los  médicos  que  los  cirujanos 
quienes  tienen  que  tratarlo.  Respecto  á  las  dermatosis  sucede  algo 
análogo  :  por  su  frecuencia  muchas  de  ellas  y  por  su  relación  con 
padecimientos  de  carácter  médico  otras,  tampoco  se  puede  decir 
que  sean  extrañas  á  la  Medicina  interna,  por  más  que  en  nuestra 
nación  no  se  estudian  con  esta  cisignatura,  cuando  se  estudian  en 
las  aulas.  Respecto  á  las  afecciones  venéreas,  la  sífilis  especialmen- 
te, está  tan  ligada  su  evolución  con  el  desarrollo  de  un  sinnúmero 
de  afecciones  internas,  que  tampoco  huelga  su  inclusión  en  la  obra 
que  es  objeto  de  este  articulo. 

Las  enfermedades  infecciosas,  las  zoonosis,  las  enfermedades 
constitucionales,  las  intoxicaciones  y  un  estudio  sobre  el  ojo  y  el 
oído  en  sus  relaciones  con  la  Medicina  interna,  constituyen  las  ma- 


65 

terias  tratadas  en  el  tomo  sexto  y  último.  Dicho  sea  de  paso»  no  me 
ha  dejado  de  sorprender  en  el  capitulo  magistral  que  el  Dr.  Ebstein 
ha  escrito  sobre  la  gota  lá  afirmación  que  hace  dicho  autor  de  que 
el  reumatismo  articular  agudo  no  ataca  por  primera  vez  á  un  suje- 
to que  haya  pasado  de  los  cuarenta  y  cinco  años.  En  suma,  la  enci- 
clopedia de  Medicina  interna  dirigida  por  el  Dr.  Ebstein,  es  una  obra 
llamada  á  figurar  en  toda  biblioteca  médica  regularmente  surtida, 
pues  tiene  méritos  suficientes  para  ello  por  la  competencia  y  exten- 
sión con  que  están  escritos  los  distintos  capítulos  que  la  componen. 
A  mayor  abundamiento,  la  traducción  española  está  hecha  con  el 
esmero  que  caracteriza  á  todas  las  del  Dr.  Góngora,  quien  además 
de  esto  ha  enriquecido  el  último  tomo  con  dos  capítulos,  uno  relati- 
vo al  mal  del  sueño  y  otro  más  interesante  aún  para  nosotros,  sobre 
la  fiebre  de  Malta,  trabajos  ambos' que  no  han  venido  más  que  á 
confirmar  la  bien  sentada  reputación  del  Dr.  Góngora  de  clínico 
distinguido  y  de  profundo  conocedor  de  la  literatura  médica  con- 
temporánea. 

Por  último,  merece  también  elogios  la  parte  editorial,  y  en  parti- 
cular la  prolijidad,  y  cuidado  con  que  están  hechos  los  Índices  alfa- 
béticos de  los  distintos  tomos  de  la  obra. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Dos  eatot  clfnleot.— El  Dr.  Oortés  publica  en  la  Revista  Médica  de  Sevilla 
los  dos  cariosos  casos  clínicos  signientes : 

«I.  El  primer  caso  clínico  que  voy  á  referir  revela  por  su  naturaleza  la 
necesidad  que  tiene  el  médico  de  establecer  en  ocasiones  el  diagnóstico 
prontamente,  sin  cuyo  requisito  peligra  la  vida  de  un  enfermo. 

Se  refiere  el  presente  caso  á  una  mujer  de  treinta  y  ocho  años  de  edad, 
de  buena  constitución,  multípara,  de  tres  días  de  parida,  parto  fisiológico 
y  embarazo  normal. 

Repentinamente  y  sin  pródromos  de  ninguna  clase  experimentó  un  vio* 
lento  escalofrió,  seguido  de  una  elevación  de  temperatura  que  llegó  en  po- 
cas horas  á  40<». 

Simultáneamente  se  saprimieron  los  loquios,  apareció  cefalalgia  frontal 
intensa,  quebrantamiento  general,  mareos,  zumbidos  de  oídos,  lengua  an- 


66 

cha,  gruesa,  sabarrosa,  algo  de  fetidez  del  aliento,  sed  intensa,  TÓmito» 
biliosos  repetidos,  diarrea,  timpanismo  exagerado,  orina  escasa  y  sedimen- 
tosa, pulso  frecuente,  desigual  é  irregular  y  un  dolor  generalizado  por  el 
abdomen  y  localizado  por  su  intensidad  en  la  región  ovárioa. 

Inmediatamente  fué  arisado  el  médico,  y  á  mi  entender  con  muy  buen 
juicio,  tras  un  reconocimiento  detenido,  como  se  impone  en  estos  casos^ 
diagnosticó  septicemia  aguda  y  estableció  un  pronóstico  fatal. 

Recetó  los  calomelanos  á  dosis  pequeñas  y  repetidas,  irrigaciones  vagi- 
nales é  intestinales  y  pomada  de  belladona  con  mercurio,  principalmente 
al  sitio  del  dolor. 

La  visita  practicada  por  el  médico  al  dia  siguiente  le  llenó  de  sorpresa^ 
pues  se  encontró  con  que  todos  los  síntomas  que  presentaba  la  enferma  el 
^ia  anterior  hablan  desaparecido,  hallándose  la  paciente  en  estado  satís- 
factorio. 

¿Qué  diagnóstico  se  imponía  en  esta  segunda  visita?  ¿Seguiríamos  ere* 
yendo  que  la  enferma  padecía  de  septicemia  aguda? 

En  estas  circunstancias,  el  diagnóstico  establecido  en  un  comienzo  era. 
inadmisible.  El  tratamiento  consecutivo  vino  á  demostrar  sin  género  de 
dudas  que  se  trataba  de  una  forma  de  paludismo  pernicioso,  administrán- 
dosele á  la  enferma  8  gramos  de  sales  de  quinina,  gramo  y  medio  en  inyec- 
ción hipodérmica  y  otra  dosis  igual  en  ingestión  por  la  boca. 

A  la  misma  hora  del  primer  dia  apareció  un  nuevo  acceso  al  día  siguien- 
te, pero  notablemente  atenuado ;  el  mismo  tratamiento  del  día  anterior  y 
un  tercer  acceso  levísimo. 

Al  cuarto  día  de  tratamiento  desapareció  todo  el  cuadro  sintomático  del 
acceso  palúdico,  encontrándose  la  enferma  completamente  buena,  si  bien 
para  evitar  la  recidiva  ha  estado  sometida  la  enferma  á  tomar  durante 
ocho  días  un  gramo  de  quinina  diariamente. 

II.  Hay  entre  el  sistema  nervioso  y  el  tubo  digestivo,  sobre  todo  el  es- 
tómago, una  solidaridad  morbosa  indiscutible. 

La  clínica  confirma  diariamente  los  trastornos  violentos  por  parte  del 
aparato  digestivo  que  se  presentan  como  complicaciones  y  síndromes  en 
ciertas  afecciones  nerviosas,  como  igualmente  pone  de  manifiesto  que  cier- 
tos estados  neuropáticos  aparecen  á  consecuencia  de  dispepsias  morbosas 
más  ó  meno^  prolongadas. 

Mi  enfermo  es  la  representación  personificada  del  neuro-artritismo,  y  asi 
como  heredó  los  apellidos  paterno  y  materno,  recibió  de  sus  padres  la  he* 
renda  morbosa  neuropática  como  otros  tantos  estigmas  de  degeneración. 

Su  salud  en  apariencia  es  excelente ;  cuenta  treinta  y  seis  años  de  edad» 
constitución  mediana,  imaginación  viva,  decidido  y  activo  en  la  acción  y 
trabajador  en  demasía. 

Hace  próximamente  año  y  medio  empezó  á  notar  por  las  mañanas  al  le- 
vantarse mal  gusto  de  boca,  ligero  estado  nauseoso,  que  desaparecía  du- 
rante el  día,  y  al  que  no  concedió  importancia  alguna.  Su  apetito  era  bue- 
no, la  digestión  fácil  y  sus  evacuaciones  regulares. 

Cinco  meses  después  se  acentuaron  estos  síntomas  y  experimentó  con 
relativa  frecuencia  vértigos,  mareos  y  zumbidos  de  oídos,  seguidos  más 
tarde  de  un  violento  acceso  de  jaqueca  localizado  en  la  región  supra-orbi* 


57 

taria  y  temporal,  con  diplopia,  lagrimeo,  náusea,  á  veces  vómitos,  regargi- 
taciones,  acideces,  tos  seca,  palpitaciones,  frecnencia  de  pulso,  hormigueos 
eu  las  manos  y  amnesia  como  síntoma  transitivo,  con  una  hiperestesia  tal 
que  el  paciente  tenia  necesidad  de  sustraerse  á  la  acción  de  la  luz. 

Desde  la  aparición  del  primer  acceso,  guardaron  tal  regularidad  los  ac- 
cesos siguientes,  que  se  repetían  cada  dos  semanas,  siendo  su  duración  de 
trece  horas. 

Simplificando  la  etiología  del  padecimiento  de  este  enfermo,  se  puede 
asegurar  que  .el  estado  neuropático  especial  del  sujeto  por  una  parte,  y  el 
trabajo  intelectual  excesivo  después  de  las  comidas  por  otra,  habían  en- 
gendrado á  la  larga  un  estado  dispépsico  nervioso,  responsable  de  fermen- 
taciones anormales,  las  que  obrando  una  vez  absorbidas  como  agentes  tó- 
xicos del  sistema  nervioso^  ó  debido  quizás  á  reflejos  que  tenían  su  punto 
de  partida  en  la  cavidad  gástrica,  eran  sin  género  de  dudas  la  causa  esen* 
cial  de  ios  accesos  de  jaquecas  que  padecía  nuestro  enfermo.  Merced  á  un 
tratamiento  seguido  con  alguna  constancia  he  logrado  la  curación. 

Consistió  en  un  régimen  de  leche,  carnes  asadas  y  huevos,  supresión  de 
las  grasas  y  bebidas  alcohólicas,  poco  té  y  café,  vida  activa  y  reposo  su- 
ficiente. 

Por  la  mafiana  al  levantarse  una  taza  á  partes  iguales  de  infusión  de 
manzanilla  y  anís. 

Media  hora  antes  de  las  comidas  6  gotas  de  la  siguiente  fórmula  : 

Gotas  amargas  de  Beanmé 30  gotas. 

Tintara  alcohólica  de  quina.  ^ 2  gramos. 

Tintura  nuez  de  kola 3      — 

Mézclese. 

Una  hora  después  de  las  comidas  el  siguiente  papel  en  un  poco  de  agua: 

Carbonato  de  magnesia  y  bicarbonato  de  sosa 50  centigramos. 

Cartón  Belloc...   40         — 

Azúcar  de  leche « 1  gramo. 

En  el  momento  del  acceso  extiéndase  durante  cinco  minutos  en  la  región 
frontal  y  temporal  la  siguiente  pomada : 

Hidrato  de  doral 80  centigramos, 

Mentol 40         — 

Clorhidrato  cocaína 2.0         — 

Lanolina 15  gramos. 

Mézclese. 

En  caso  de  intenso  dolor  tómese  al  interior  la  fórmula  siguiente  : 

Bromuro  sódico. . . '. 6  gramos. 

Bicarbonato  de  sosa 4      — 

Analgemia 2      — 

Infusión  de  valeriana 130      -* 

Jarabe  de  azahar * 30      — 

Mézclese  i . 

Sarabia. 


58 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOaSDADES  CniNTÍFTCAS 

ASOCIACIÓN   FRANCESA   PARA   EL   PROGRESO  DE  LAS   CIENCIAS 

XXXV§esión  anual  celebrada  en  lAon  del  2  al  9  dé  AgoHo  dé  1906, 

(Gonlinvación). 

La  terapéutica  etpaeifiea  da  la  tubareulatlt.  —  El  Dr.  Mabaoliako:  La  te- 
rapéutica especifica  de  la  taberculoeis  tiene  hoy  bases  cientifioas  fuertes. 
La  existencia  de  materiales  específicos  antituberculosos  está  perfectamen- 
te demostrada.  Estas  substancias  antituberculosas  se  obtienen  introdu- 
ciendo en  el  medio  orgánico  de  los  animales  sanos  materias  tuberculosas. 
Las  he  obtenido  primero  por  la  inyección  de  todos  los  Tenenos  tuberculo- 
sos, es  decir,  los  que  existen  en  el  protoplasma  bacilar  y  los  que,  segregados 
por  los  bacilos,  se  encuentran  en  el  medio  en  que  yiyen.  Las  he  obtenido 
también  inyectando  los  cadáyeres  de  bacilos  desecados,  y  además  con  la 
pulpa  bacilar  y  el  juRfo  amicrobiano,  que  puede  obtenerse  por  mi  método, 
de  los  bacilos  víyos.  El  jugo  bacilar  es  tóxico  para  los  animales  á  quienes 
se  inyecta,  y  produce  en  ellos  substancia?  antituberculosas.  Es  posible 
también,  inyectando  bacilos  tíyos,  producir  substancias  antituberculosas, 
pero  creo  que  no  se  emplearán  en  el  hombre  con  un  fin  terapéutico,  ni 
para  la  inmunización  de  los  animales,  porque  jamás  se  conseguirá  intro- 
ducir en  el  medio  orgánico  humano  substancias  procedentes  de  un  ani- 
mal inyectado  con  bacilos  tívos. 

Las  substancias  especificas  antituberculosas  son  el  producto  de  la  lucha 
del  organismo  contra  los  venenos  del  bacilo  de*  Eoch,  como  ocurre  en  la 
defensa  del  organismo  contra  las  otras  bacterias  patógenas.  8e  las  encuen- 
tra en  los  humores  orgánicos,  y  sobre  todo  en  el  suero  sanguíneo ;  pero  no 
son  un  producto  humoral:  proceden  de  los  elementos  celulares  y  pasan  de 
éstos  á  los  líquidos  orgánicos.  Las  investigaciones  de  mi  discípulo  Figari 
prueban  que  estas  substancias  están  contenidas  principalmente  en  los  leu- 
cocitos. Existen  también  en  otros  elementos  de  los  tejidos.  Hemos  demos- 
trado que  se  encuentran  en  las  fibras  musculares,  en  los  huevos  de  gallinas 
sometidas  al  tratamiento  y  que  se  forman  en  los  tejidos  en  que  se  inyectan 
materias  bacilares.  Hemos  inyectado  los  cadáveres  de  bacilos  muy  virulen- 
tos debajo  de  la  piel  de  las  vacas,  produciendo  un  foco  inflamatorio.  En  el 
contenido  de  este  foco,  substancia  caseosa  abundantísima  en  leucocitos,  se 
encuentran  también  en  abundancia  materias  antituberculosas,  antitoxi- 
nas, aglutininas,  bacteriolisinas.  Su  extracto  da  muy  buenos  resultados 
como  medio  terapéutico  é  inmunizador. 

Manipulad  como  queráis  una  bacteria;  la  producción  por  el  organismo 
de  las  materias  defensivas  especificas  es  debida  siempre  á  la  acción  ofen- 


59 

8ÍTa  de  los  yenenos  baotérícoa.  Son  siempre  la6  mismas,  y  deben  serlo,  sea 
«nal  fuere  el  procedimiento  que  origine  sn  producción.  Puede  admitirse 
<lue  ana  técnica  perfeccionada  sea  capaz  de  producirlas  en  estado  más  puro 
y  de  mayor  actiyidad;  puede  explicarse  é  interpretarse  de  distinta  manera 
el  mecanismo  de  su  producción;  puede  designárselas  con  nombres  nucToa; 
pero  no  es  posible  hablar  hoy  de  un  nucTO  descubrimiento  de  materias 
antituberculosas  especificas,  porque  éstas  son  conocidas  desde  hace  bastan- 
tes afioe. 

Para  comprender  bien  los  términos  del  problema  terapéutico  de  la  tu- 
berculosis, es  preciso  conocer  las  etapas  de  la  infección  en  el  organismo 
«fectado  por  esta  enfermedad.  La  primera  etapa  de  la  infección  se  verifica 
•en  el  tejido  donde  el  bacilo  ha  penetrado.  Los  elementos  del  tejido  consti- 
tuyen la  primera  barrera  que  se  opone  á  la  iuTasión  del  bacilo. 

En  esta  primera  etapa,  si  las  energías  defensiyas  son  suficientes,  el  bacilo 
«s  destruido  y  el  organismo  no  tiene  conocimiento  de  la  invasión.  Pero  si 
no  son  bastante  activas  para  destruir  el  bacilo,  éste  se  multiplica  y  se 
forma  un  foco  tuberculoso.  Ocurre  muchas  veces  que  los  tejidos  que  le  ro- 
dean luchan  con  ventaja,  y  en  este  caso  el  foco  queda  aislado,  circunscrito, 
inofensivo,  y  puede  permanecer  asi  toda  la  vida  sin  revelar  su  presencia. 
Mas,  por  desgracia,  la  mayor  parte  de  las  veces  los  tejidos  inmediatos  se  de- 
bilitan, pierden  sus  condiciones  de  resistencia,  y  entonces  la  invasión  se 
propaga,  los  bacilos  se  multiplican  y  el  foco  se  hace  más  extenso.  En  un 
punto  más  lejano  los  tejuios  pueden  oponer  una  barrera  final,  y  si  es  salva- 
da, en  este  caso  el  organismo  apela  á  todas  sus  fuerzas  de  resistencia  para 
empefiar  el  combate  final.  Es  necesario  luchar  entonces  contra  dos  peli- 
gros: la  difusión  de  los  venenos  tuberculosos  y  su  acción  sobre  los  tejidos 
del  organismo;  la  toxemia  tuberculosa,  en  una  palabra.  Después  es  la  in- 
vasión de  los  tejidos  lejanos  por  los  bacilos,  es  decir,  la  infección  bacilar 
generalizada. 

Contra  estos  dos  enemigos  luchan  todos  los  elementos  del  organismo, 
tos  cuales,  con  auxilio  de  medios  extraordinarios  de  defensa,  neutralizan 
los  venenos,  resisten  á  los  bacilos,  los  hacen  inactivos,  los  matan.  Mientras 
quedan  victoriosos  en  la  lucha  podemos  tener  focos  tuberculosos  localiza- 
dos  en  un  punto  cualquiera  de  los  tejidos,  siendo  en  general  buena  la  nu- 
trición ;  hasta  puede  haber  obesidad.  Se  observan  con  frecuencia  sujetos 
con  focos  broncopulmonares  muy  extensos,  y  que  no  tienen  ni  fiebre  ni 
enflaquecimiento  y  se  encuentran  bien. 

Tenemos,  por  lo  tanto,  tres  murallas  de  defensa:  la  primera  está  repre- 
sentada por  el  tejido,  en  el  que  han  penetrado  los  bacilos;  la  segunda  por 
los  tejidos  inmediatos;  la  tercera  por  todo  el  organismo;  cuando  cede  esta 
última  muralla,  principia  la  ruina. 

Los  organismos  que  luchan  victoriosamente  contienen  substancias  anti- 
tuberculosas: antitoxinas,  aglutininas,  bacteriolisinas.  Los  individuos  cu- 
yos esputos  contienen  bacilos,  aunque  se  encuentran  en  condiciones  gene- 
rales excelentes,  poseen  hasta  300  unidades  antitóxicas  por  cent.  cúb.  de 
suero  sanguíneo,  con  un  grado  aglutinante  de  1  á  200.  Este  mismo  suero 
está  dotado  de  propiedades  bacteriolíticas  sobre  los  bacilos,  é  impide,  hasta 
cierto  punto,  el  desarrollo  de  los  cultivos. 


60 

En  loB  animales  infectados  con  pequefias  cantidades  de  bacilos,  y  cnyo 
estado  general,  á  pesar  de  la  infección,  es  bueno,  existen  dichas  sabstan- 
cias  antitnbercnlosas,  que  son  las  armas  con  que  la  naturaleza  lucha  contra 
la  infección  tuberculosa.  Estas  substancias  son  análogas  á  las  que  produci- 
mos en  los  animales  sanos,  y  que,  con  un  fin  terapéutico,  introducimos  en  el 
organismo  del  animal  enfermo.  Guando,  el  organismo  es  incapaz  de  prepa- 
rar estas  substancias  en  cantidad  suficiente,  introducimos  artificialmente 
en  él  otras  preparadas  ya  en  el  organismo  de  un  animal  sano,  y  excitan  en 
el  medio  orgánico,  donde  son  introducidas,  una  producción  extraordinaria 
de  nuevas  substancias  defensivas.  Si  se  inyecta  á  los  animales  y  al  hombre 
una  cantidad  exacta  de  unidades  antitóxicas  tuberculosas,  se  observa  á  loa 
pocos  días  que  se  han  multiplicado.  Lo  mismo  acontece  con  las  aglutininas 
y  bacteriolisinas.  No  se  trata,  por  lo  tanto,  de  un  simple  fenómeno  de  con* 
tacto  entre  las  substancias  introducidas  y  los  agentes  morbosos. 

Las  substancias  antituberculosas  pueden  ser  introducidas  en  el  organis- 
mo por  diferentes  vías :  por  inyección  subcutánea  ó  directa  en  los  focos  mor* 
bosos,  por  el  estómago  y  hasta  por  el  intestino.  La  vía  de  introducción  que 
da  mejores  resultados  con  menos  cantidad  de  substancias  antituberculosas 
es  la  subcutánea;  pueden  obtenerse  los  mismos  resultados  administrando* 
por  las  vías  digestivas  mayores  cantidades. 

Como  producto  prefiero  la  bacteriolisina,  que  se  prepara  del  modo  siguien- 
te :  He  filtran  los  bacilos  de  un  foco  muy  virulento,  se  les  tritura  en  un  mor* 
tero  añadiendo  pequeñas  cantidades  de  una  disolución  alcalina,  después  de 
lo  cual  se  filtra  el  liquido  y  se  repite  la  misma  operación  sobre  el  resídua 
que  queda  en  el  filtro.  Guando  no  queda  residuo,  se  reúnen  todos  los  líqui- 
dos de  filtración  y  se  pasan  por  el  aparato  de  Ghamberland.  M  líquida 
filtrado  es  amicrobiano  y  lo  aglutina  el  suero  de  los  animales  inmunizados. 
A  este  líquido,  que  es  un  verdadero  jugó  bacilar,  se  añade  otro,  también 
amicrobiano,  que  contiene  las  toxinas  bacilares.  Este  último  líquido  es  una 
disolución  de  cloruro  de  sodio  en  laque  han  vivido  durante  quince  días  ba- 
cilos virulentos  y  viejos,  procedentes  de  los  líquidos  originarios  de  cultivo. 
Se  lavan  los  bacilos  y  se  les  coloca  eu  la  disolución  clorurada,  en  la  que  vi- 
ven y  depositan  sus  secreciones.  Resultan  toxinas  disueltas  en  un  medio  lí- 
quido que  no  contiene  peptonas.  Los  dos  líquidos  se  mezclan  y  concentrao 
en  frío  hasta  reducirles  á  la  mitad.  Esta  mezcla  es  la  que  se  emplea  en  loB 
animales  para  obtener  la  bacteriolisina. 

Los  medios  antituberculosos  de  que  disponemos  ¿son  capaces  de  contener 
la  marcha  de  la  tuberculosis  en  los  animales  ó  en  el  hombre  infectados  y  de 
curarles?  Desde  el  punto  de  vista  científico  absoluto  la  respuesta  es  afirma- 
tiva, puesto  que  podemos  introducir  en  el  medio  orgánico  bacteriolisinas  y 
antitoxinas.  Pero  esta  cuestión  entraña  un  problema  cuya  resolución  no  ea 
tan  sencilla.  En  todo  estado  morboso  el  éxito  de  los  esfuerzos  terapéuticos 
depende  de  dos  clases  de  factores:  la  energía  de  los  medios  curativos  y  el 
concurso  favorable  del  organismo.  Uno  sólo  de  estos  dos  factores  no  basta 
para  curar  una  enfermedad  y  menos  la  tuberculosis;  son  necesarios  los  dos. 
Uno,  el  medio  curativo  antituberculoso,  es  constante,  pero  el  otro  no  lo  es» 
El  problema,  comp  veis,  se  hace  más  complejo;  del  laboratorio  pasa  á  la 
clínica  y  los  clínicos  son  los  únicos  capaces  de  resolverle. 


61 

He  estudiado  el  yalor  de  estas  substancias  antituberculosas  en  la  tuber- 
culosis experimental.  En  el  conejillo  de  Indias  y  en  el  conejo,  si  se  princi- 
pia el  tratamiento  pocos  dias  después  de  la  infección  (diez  4  quince),  es  po- 
6ible  obtener  la  curación,  y  en  cambio  la  misma  cantidad  de  bacilos  mata 
á  los  animales  no  tratados.  Si  se  principia  el  tratamiento  más  tarde,  las 
probabilidades  de  salvación  disminuyen  cada  rez  más  basta  bacerse  nulas. 
Infectando  la  pleura  de  uo  conejillo  de  Indias  con  un  cultiyo  de  tuberculo- 
sis humana  muy  virulento,  se  desarrolla  una  pleuresía  tuberculosa  exuda- 
tiva seguida  de  generalización  de  la  tuberculosis ;  en  cambio,  si  en  cuanto 
la  pleuresía  se  desarrolla  se  inyecta  en  la  cavidad  pleurítica  la  bacterioli- 
«ina,  el  animal  cura,  mientras  que  los  testigos  mueren. 

Merecen  mención  especial  los  experimentos  practicados  para  tratar  las 
tuberculosis  locales:  Marzagalli,  mi  jefe  de  laboratorio,  ha  inoculado  la  tu- 
berculosis en  la  ingle  de  los  conejillos  de  Indias,  tratándoles  después  cuan- 
do la  infección  estaba  más  ó  menos  avanzada.  Oon  los  tratamientos  preco- 
ces ha  obtenido  resultados  altamente  satisfactorios:  después,  cuando  la 
tuberculosis  se  hallaba  en  vías  de  evolución,  obtuvo  mejorías,  pero  no  con- 
siguió curar  ningútí  animal.  Mi  ayudante  Ghédini  ha  obtenido  resultados 
Análogos  con  las  inyecciones  locales  de  bacteriolisina  en  la  tuberculosis  au- 
ricular  producida  experi  mentalmente. 

Poseo,  por  lo  tanto,  datos  importantes  respecto  á  los  animales,  pero  no 
me  entusiasman ;  me  atengo  mejor  á  los  resultados  obtenidos  en  los  enfer- 
mos. Principiaré  por  las  tuberculosis  locales,  en  las  que  el  problema  tera- 
péutico es  más  sencillo. 

He  tratado  con  las  inyecciones  de  bacteriolisina,  en  los  focos  morbosos, 
una  serie  de  enfermos  de  tuberculosis  ósea  y  articular  y  de  linfadenitis  tu- 
berculosa. Los  resultados  fueron  notables.  En  la  tuberculosis  de  la  serosa 
^peritoneo  y  pleura)  el  problema  es  más  complicado,  aunque  se  trata  tam- 
bién de  tuberculosis  pura.  El  factor  orgánico  presta  en  tales  casos  un  con- 
curso limitadísimo;  á  pesar  de  esto,  el  tratamiento  específico  da  buenos  re- 
sultados. La  inyección  directa  de  la  bacteriolisina  en  las  cavidades  perito- 
neal  y  pleurítica  produce  de  ordinario  resultados  altamente  satisfactorios; 
á  los  pocos  días  se  ve  disminuir  paulatinamente  la  fiebre,  desaparecer  las 
exudaciones,  recobrar  fuerzas  el  enfermo  y  curar  las  más  de  las  veces. 

En  la  tuberculosis  del  pulmón  el  problema  es  mucho  más  complicado, 
porque  se  trata  de  una  tuberculosis  abierta.  Indicaré  lo  que  he  observado 
durante  cuatro  afios  en  los  enfermos  de  tuberculosis  pulmonar.  jSI  princi- 
pio empleé  mi  antitoxina.  Hoy  uso  la  bacteriolisina,  que  contiene  mayor 
cantidad  de  anticuerpos  y  que  es  más  activa.  La  he  ensayado  en  todas  las 
enfermedades  pulmonares  de  origen  tuberculoso.  He  visto  que  es  posible 
obtener  curaciones  completas  y  durables  en  tuberculosis  del  pulmón  en  las 
que  están  intactas  las  que  he  llamado  segunda  y  tercera  muralla  de  defensa, 
es  decir,  en  los  casos  en  que  el  tejido  pulmonar  impide  al  foco  morboso  ex- 
tenderse y  el  organismo  no  ha  entrado  aún  en  el  ciclo  morboso;  finalmente, 
eni aquellos  en  que  la  enfermedad  se  halla  perfectamente  localizada  y  no 
hay  fenómenos  de  toxemia.  Los  éxitos  de  que  hablo  son  y  deben  estar  natu- 
ralmente caracterizados  por  la  resiitutioad  iniegrum^  es  decir,  la  desapari- 
ción durable  de  todos  los  fenómenos  morbosos  generales  y  locales;  conviene 


62 

no  dar  importancia  á  la  macicez  debida  á  los  focos  de  esclerosis  y  qne  no> 
Tan  acompañados  de  estertores  ni  de  otros  fenómenos  activos.  Los  esoépti- 
008  consideran  estas  curaciones  como  espontáneas,  no  debidas  al  tratamien- 
to empleado.  La  objeción,  desde  el  pnnto  de  yista  teórico,  es  fandada,  pero> 
por  desgracia  la  curación  espontánea  no  es  la  regla. 

Veamos  ahora  lo  que  ocurre  en  los  organismos  en  los  que  ha  sido  destrui- 
da la  segunda  muralla,  en  los  que  el  proceso  infeccioso  invade  paso  á  pa8<^ 
el  pulmón,  y  en  los  que,  combatidos  en  la  tercera  muralla,  presentan  fenó- 
menos de  infección  y  de  intoxicación.  En  estos  enfermos  es  posible  obtener 
algunos  beneficios  proporcionados,  no  á  la  extensión  de  los  fenómenos  loca- 
les, sino  al  grado  de  resistencia  personal.  El  resultado  depende  de  la  acti- 
vidad que  desplega  el  organismo  bajo  la  influencia  de  los  medios  específicos. 
Hay  enfermos  en  los  que  es  posible  contener  por  completo,  ó  en  parte,  loa 
fenómenos  morbosos  dependientes  de  la  infección  é  intoxicación  tuberculo- 
sa. Los  fenómenos  de  toxemia  son  los  que  mejor  se  combaten.  Si  la  fiebre 
es  debida  á  la  intoxicación  tuberculosa,  desaparece,  pero  poco  á  poco,, 
por  décimas  de  grado.  Los  sudores,  los  fenómenos  distróficos  desaparecen 
también,  pero  en  cambio  los  fenómenos  morbosos  pulmonares  son  más  re- 
beldes. Los  focos  recientes  son  más  sensibles  al  tratamiento  que  los  anti- 
guos. Muchas  veces  persisten  los  síntomas  de  los  focos  aunque  el  estado  ge- 
neral es  excelente.  Esta  persistencia  suele  ser  debida*á  otros  microbios  que 
mantienen  la  actividad  de  los  focos  bronconeumónicos,  en  los  que  se  en- 
cuentran diplococos,  estreptecocos  y  estafilococos.  Hay  también  bacilos  de 
Koch  que  les  han  preparado  el  terreno. 

intimamente  he  principiado  á  introducir  la  bacteriolisina  en  los  foco» 
morbosos  del  pulmón.  La  inyección  se  hace  directamente,  á  través  de  laa 
paredes  torácicas,  en  el  punto  del  tejido  pulmonar  donde  el  examen  físico» 
y  mejor  aún  radioscópico,  demuestra  la  existencia  del  foco.  La  maniobra 
es  inofensiva  y  los  resultados  sorprendentes.  He  aplicado  este  método  en 
casos  en  los  que  la  bacteriolisina,  inyectada  debajo  de  la  piel  ó  administra- 
da por  las  vías  digestivas,  no  produjo  grandes  resultados  sobre  los  focoa 
pulmonares,  á  pesar  de  su  acción  benéfica  sobre  los  fenómenos  toxémieos  y 
distróficos. 

Sea  cual  fuese  la  vía  que  se  elija  para  introducir  la  bacteriolisina  en  el 
organismo,  puedo  asegurar  que  es  inofensiva  en  absoluto.  Jamás  ha  produ- 
cido consecuencias  funestas. 

He  aquí  mi  estadística  : 

De  1895  á  1900:  641  casos. 

Lesicmes  destructoras  con  cavertuu  :  98. — Ourados,  41 ;  mejorados,  11;  es- 
tacionarios, 24 ;  muertos,  17. 

ídem  id.  sin  cavernas :  83. — Curados,  9;  mejorados,  46;  estacionarios,  21; 
muertos,  V. 

ídem  difusas  con  fiebre  :^104.  —  Curados,  7;  mejorados,  55;  estacionarios^ 
82;  muertos,  10. 

ídem  id.  sin  fiebre  :  86.  — Curados,  4;  mejorados,  60;  estacionarios,  22; 
muertos,  0. 

ídem  circunscriptas  con  fiebre:  108.  —  Curados,  40;  mejoradas,  62;  eeta* 
cionarios,  6;  muertos,  0. 


63 

Lesiones  circunscriptas  sin  fiebre:  167.  —  OuradoB,  112;  mejorados,  45; 
esiaoioaaríofl,  10;  mnertoB,  0. 
De  1900  á  ld05:  521  caaos. 

Lesiones  destructoras  y  cavernas :  69.  —  Carados,  2;  mejorados,  29;  esta- 
eionarios,  28;  empeorados,  8;  maertos,  7. 

ídem  id.  sin  cavernas:  79.— Carados,  8;  mejorados,  84;  estacionarios,  26; 
empeorados,  9;  maertos,  2. 

Bronconeumonias  difusas  y  fiebre:  102.  —  Carados,  12 ;  mejorados,  64 ;  es- 
iacionarioB,  24;  empeorados,  2;  maertos,  0. 

Ídem  id.  sin  fiebre:  105.  —  Carados,  22;  mejorados,  65;  estacionarios,  18; 
empeorados,  0;  maertos,  0. 

ídem  id.  circunscriptas  con  fiebre:  88.— Carados,  28;  mejorados,  50;  esta- 
cionarios, 5;  empeorados,  0;  maertos,  0. 

ídem  id,  sin  fiebre:  BS.  —  CvLTAáoB,  88;  mejorados,  46;  estacionarios,  4; 
empeorados,  0;  maertos,  0. 

£1  Dt.  Dblorb:  La  inmunización  tabercalosa  es  el  medio  sapremo  de 
combatir  la  tabercalosis,  contra  la  qae  han  sido  ineficaces  otros  métodos 
terapéaticos.  £1  Dr.  Maragliano  ha  esbozado  ana  caestión  interesante,  la 
de  asociación  de  microbios  qae  el  bacilo  tieae  la  propiedad  de  agrapar  á 
sa  alrededor.  En  ana  nota  qae  presenté  ala  Academia  de  Medicina,  insis- 
tí sobre  el  carácter  nociyo  de  esta  asociación  de  microbios  qae  se  propagan 
por  la  economía  bajo  la  inflaencia  de  la  miseria,  del  hacinamiento,  etc., 
despiertan  la  tabercalosis  latente  y  modifican  su  marcha,  precipitando  el 
desenlace  funesto.  Yon  Schroen  atribuye  una  gran  importancia  á  un  grue- 
so micrococo  que,  según  él,  produce  las  cavernas  y  es  el  agente  tisiógeno 
principal.  Las  tentatiyas  de  inmunización  fracasan,  porque  sólo  son  efica- 
ces contra  el  bacilo  de  Eoch.  Auclair  ha  combatido  esta  opinión. 

Oharrin  ha  hecho  resaltar  el  papel  protector  de  la  placenta  contra  el  ba- 
cilo que  reside  en  la  sangre.  Es  vertido  en  el  torrente  circulatorio  por  los 
linfáticos,  cuyas  redes  constituyen  un  recipiente  grandísimo  en  el  que  se 
forma  la  simiente  tuberculosa.  La  placenta  es  un  compartimiento  en  el  que 
la  sangre  de  la  madre  y  la  del  feto  están  separadas  por  un  tabiqué  delgado. 
Cuando  está  sano,  los  microbios  maternos  son  englobados  por  los  leucocitos. 
Pero  si  sobreviene  una  distrofia,  la  defensa  cesa  y  el  microbio  atraviesa  el 
tabique  placentario. 

Baumgarten  sostiene  que  el  depósito  latente  existe  en  la  médula  ósea  y 
eü  los  ganglios.  He  visto  en  muchos  fetos  coxalgias  supuradas,  caries,  etc. 
Hay,  por  lo  tanto,  cambios  infecciosos  entre  la  sangre  de  la  madre  y  la  del 
feto,  y  así  se  constituye  la  herencia  de  familia.  La  morbilidad,  según  las  es- 
tadísticas de  las  autopsias  alemanas,  es  de  94  por  100.  Esta  cifra  elevada 
justifica  la  opinión  de  Poncet  respecto  á  la  influencia  de  la  bacilosis  en  las 
manifestaciones  inflamatorias. 

Patogenia  de  las  anquiletit  espontáneas  y  en  particular  do  las  vortobraloo.— 
Los  Dres.  A.  Poncict  y  R.  Lbrighe:  Se  admite  hoy  que  la  anquilosis  debe 
ser  considerada  como  la  reliquia  de  una  artritis.  Es  la  cicatriz  patológica 
de  una  inflamación  articular.  La  inmovilidad  prolongada  es  suficiente  para 
anquilosar  una  coyuntura,  pero  la  anquilosis  que  resulta  es  falsa,  fibrosa, 
no  óoea. 


64 

Se  admiten  tres  clases  de  anquilosis:  po8t  traumátiois,  de  curación  é  inña» 
matónos^  ó  mejor  dicho  infeccioaas. 

El  primer  grapo  corresponde  á  hechos  indiscutibles.  El  segundo  com- 
prende las  anquilosis  tuberculosas;  no  son  debidas  al  bacilo  de  Koch,  sino 
que  se  producen  á  pesar  de  este  microbio.  El  tercero  es  más  interesante. 
Comprende  dos  clases:  las  artritis  supuradas  y  las  no  supuradas.  Después 
de  la  supuración  las  partes  fibrosas  de  la  sinovial  inflamada  se  hacen  más 
gruesas,  los  exudados  se  organizan;  se  forman  adherencias  en  los  sitios  de 
erosión  y  se  forma  una  anquilosis  fibrosa  primero,  después  ósea,  algunas  Te- 
ces. Ciertas  artritis  infecciosas  ó  quizá  toxi- infecciosas  no  supuradas,  ter- 
minan de  igual  modo.  Se  las  llama  por  esta  causa  artritiB  anquüa$ante9  y  á 
las  soldaduras  que  resultai^on^ut'/om  espantánecu. 

Estas  dependen,  por  lo  tanto,  de  artritis  agudas  no  supuradas,  ó  mejor 
dicho,  pseudomembranosas.  Son  artritis  con  secreción  de  linfa  plástica.  En 
este  caso  la  congestión  inflamatoria  y  la  irritación  de  la  sinorial  sólo  deter- 
minan engrosamiento  notable  de  la  serosa,  que  produc^  un  exudado  larda* 
ceo,  blanco-amarillento,  de  aspecto  gelatinoso  sin  organización.  El  proceso 
es  puramente  plástico,  una  artritis  seca  aguda.  Las  falsas  membranas  se 
organizan  poco  á  poco  por  penetración  de  vasos  neoformados  y  evolución 
fibrosa  consiguiente,  formándose  así  adherencias.  La  sinovial,  infiltrada  y 
engrosada,  prolifera.  La  evolución  esclerosa  de  estos  tejidos  nuevos  contnr 
huye  también  á  la  producción  de  las  anquilosis  fibrosas.  El  proceso  no  es 
exclusivamente  sinovial  porque  participan  de  él,  en  más  ó  menos  grado, 
el  cartílago,  el  hueso  subyacente  y  los  tejidos  blandos  peri- articulares.  La 
localización  predominante  en  tal  ó  cual  sistema  produce  las  diferentes  va- 
riedades de  anquilosis. 

La  substancia  cartilaginosa  concluye  por  desaparecer  y  se  forman  entre 
las  superficies  del  hueso  estalactitas,  especies  de  puentes  óseos,  resultando 
la  sinostosis  completa  de  las  extremidades  óseas,  siendo  tanto  más  comple- 
ta la  fusión  cuanto  más  intimo  es  el  contacto  entre  las  superficies  articu- 
lares. Los  tejidos  extrasinoviales  adquieren  un  aspecto  lardáceo.  Cuando 
se  atenúa  la  virulencia  del  proceso  inflamatorio,  los  exudados  se  absorben, 
quedando  todos  estos  tejidos  esclerosados  y  retraídos.  En  otros  casos  se  osi- 
fican. Esta  forma  se  observa  con  más  frecuencia  en  el|raquis  en  la  especie 
humana. 

¿Cuáles  son,  desde  el  punto  de  vista  práctico,  los  tipos  etiológicos  de  las 
artritis  anquilosantes? 

Se  indican  en  primer  término  los  pseudoreumatismos,  en  los  que  existe 
la  tendencia  fibrinoplástica.  Respecto  al  reumatismo  agudo,  las  opinio- 
nes varían  entre  médicos  y  cirujanos.  OUier  y  Pingaud  han  intentado 
conciliar  estas  opiniones  haciendo  una  distinción  entre  el  traumatismo  y 
el  vicio  reumático.  Es  preciso,  dicen,  que  se  combinen  el  traumatismo  y  el 
reumatismo  para  que  resulte  la  sinostosis;  el  reumatismo  por  sí  sólo  no  ea 
plástico,  debe  su  tendencia  anquilosante  á  las  irritaciones  locales  repeti- 
das, á  los  movimientos  intempestivos. 

No  aceptamos  esta  hipótesis.  Hay  muchas  artritis,  de  apariencia  reumá- 
tica, tan  dolorosas,  que  es  imposible  hacer  la  exploración.  Se  inmoviliza  el 
miembro  durante  mucho  tiempo,  y  cuando  el  dolor  desaparece,  la  anquí- 


6á 

losis  es  completa,  aun  sin  traamatÍBmo  artioolar.  Sqn  las  artritis  plásticas 
observadas  por  Gosselin  y  caya  naturaleza  no  pado  precisar,  aunqae  sos- 
pechó que  era  reumática.  «¿Pero  por  qué,  preguntaba,  el  reumatismo  pro- 
duce unas  reces  artritis  simplemente  congestiras  y  otras  plásticas,  anqui- 
losantes?» MoUiére,  Nicaise,  Ollier,  Mauclaire,  Nélaton  y  otros  yarios  ci- 
rujanos han  referido  ejemplos  de  este  género,  en  los  que  no  podía  inyocarse 
el  traumatismo  articular.  La  artritis  se  hizo  espontáneamente  anquilo- 
sante. 

Hemos  visto  gran  número  de  estos  enfermos,  en  casi  todos  los  cuales 
conseguimos  descubrir  rastros  de  una  tuberculosis  antigua  en  actividad, 
según  demostró  la  serorreacción  y  la  prueba  de  la  tuberculina.  Puede  afir- 
marse, por  lo  tanto,  que  el  reumatümo  franco  jamás  termina  por  anquiloeie 
verdadera.  Las  supuestas  anquilosis  reumáticas,  la  mayor  parte  de  las  ar- 
tritis plásticas  anquilosantes,  dependen  de  la  tuberculosis,  pero  de  evolu- 
ción fibrosa. 

Para  que  el  estudio  sea  completo  debemos  sellalar  las  falsas  anquilosis 
de  la  poliartritis  deformante.  En  éstas  se  trata  más  de  dificultad  peri- arti- 
cular de  las  funciones  de  la  articulación  que  de  fusión  osteofíbrosa. 

El  proceso  de  la  poliartritis  es,  ante  todo,  atrófíco  y  medular.  Alrededor 
del  hueso  rarificado  y  granuloso  hay  ezoatosis  periférica  que  impide  el 
deslizamiento  de  las  superficies  articulares  fijas  ya  por  los  ligamentos  re*- 
traidos.  No  hay  anquilosis  verdadera,  y  si  hablamos  de  ellas  es  para  ex- 
cluirlas. 

La  patogenia  de  las  anquilosis  espontáneas  es  sencillísima.  Todas  son  de 
origen  toxi-infeccioso.  El  frió  húmedo,  el  tramatismo,  etc.,  son  sólo  causas 
ocasionales,  provocadoras  ó  localizadoras,  de  un  pseudorreumatismo.  Todos 
los  pseudorrenmatismos  tienden  á  la  anquilosis  cuando  no  producen  hidro- 
pesía. De  ellos  dependen  todas  las  artritis  plásticas,  la  mayor  parte  de  las 
'  cuales  se  explican  por  la  blenorragia,  y  sobre  todo  por  la  tuberculosis.  Sin 
proceso  toxi-infeccioso  no  hay  anquilosis  espontánea. 

Los  datos  que  acabamos  de  exponer  se  aplican  por  completo  á  la  patoge- 
nia de  las  anquilosis  vertebrales.  Desde  el  punto  de  vista  clínico  se  descri- 
ben dos  grandes  tipos  de  estas  anquilosis.  Uno  es  principalmente  ligamen- 
toso, el  otro  más  bien  osteo-articular.  El  primero  corresponde,  dice  Léri, 
á  una  meniscoligamentitis.  Puede  ser  general  ó  local.  General,  crea  la  espon- 
dilosis  rizomélica,  enfermedad  toxi- infecciosa-  Local,  produce  la  cifosis  de 
Bechtereu,  afección  heredotraumática.  El  segundo  tipo  corresponde  á  la 
osificación  total,  rectilínea,  del  raquis,  y  depende  del  reumatismo  crónico. 

Estudiaremos  estas  formas  en  detalle. 

En  el  primer  caso,  según  Marie  y  Léri,  están  osificados  casi  todos  los  li- 
gamentos de  la  columna  vertebral.  Las  apófisis  articulares  se  hallan  solda- 
das en  sus  contornos  y  forman  al  exterior  una  columnilla  moniliforme.  Los 
ligamentos  amarillos  se  encuentran  osificados  en  ciertos  sitios,  y  lo  mismo 
ocurre  con  los  costovertebrales.  En  la  parte  anterior  se  observa  osificación 
del  disco.  El  ligamento  vertebral  común  anterior,  igual  que  el  posterior,  se 
halla  intacto.  El  conducto  raquidiano  y  los  agujeros  intervertebrales  con- 
servan su  diámetro  normal.  Hay  aproximación  más  ó  menos  acentuada  de 
ciertas  extremidades  articulares  que  puede  llegar  á  la  soldadura  total  de 


66 

loB  haesos  inmediatoB.  Este  proceso  se  obserya  en  otras  articulaciones  da 
menisco  ó  de  rodete:  cadera,  hombro,  etc.  Finalmente,  pero  mny  tarde,  se 
generaliza  á  las  articulaciones  del  pié.  La  hiperosificación  se  produce  i 
expensas  de  nna  desosifícación  paralela,  en  otros  sitios  en  los  qne  los  haesos 
se  reblandecen  y  afectan  de  osteítis  rarificante.  Tal  es  el  aspecto  caraete* 
ristico  de  la  espondilosis  risomélica,  verdadera  entidad  anatomoclínica. 

La  cifims  heredotrawnátiea  descrita  por  Bechterea  con  el  nombre  de  rt- 
gidez  vertebral,  y  llamada  antes  enfermedad  de  Kümmel^  se  caracteriza  ana- 
tómicamente, según  Lérí,  por  cifosis  con  osificación  de  la  mayor  parte  de 
los  ligamentos  yertebrales,  los  que  forman  eminencia.  El  qne  más  se  afecta 
es  el  ligamento  «yertebral  común  anterior  3i,  pero  no  en  toda  su  longitud* 
La  fórmala  anatómica  de  esta  forma  puede  enunciarse  así:  anquilosis  lo- 
calizada en  la  concavidad  de  una  curva  cifótica.  Las  lesiones  en  el  reuma- 
tismo vertebral  son  distintas.  £n  este  caso  lo  que  predomina  es  la  soldadu- 
ra en  masa  y  en  el  sentido  rectilíneo  de  todo  el  eje  vertebral  ó  de  uno  de 
BUS  segmentos  (J.  Teissier).  Es  la  osificación  regular  de  los  ligamentos  an- 
teriores que  forman  puentes  rígidos  entre  los  cuerpos  vertebrales  inmovi- 
lizados en  un  bloque.  Es  la  presencia  constante  de  osteofítos,  á  veces  volu- 
minosos, sobre  todo  en  las  caras  laterales  del  raquis,  que  disminuyen  el 
calibre  de  los  agujeros  de  conjugación. 

En  resumen,  existen  dos  tipos  de  anquilosis  vertebral:  una  ligamentosa^ 
que  va  acompafiada  de  osteomalacia,  de  osteítis  rarificante ;  otra  osteoar- 
ticular  puramente  plástica.  El  primero  se  subdivide  en  dos  formas  clínicas: 
la  espondilosis  rizomélica  y  la  cifosis  heredotraumática.  El  segundo  de. 
pende  del  traumatismo  que  puede  ser  cervical,  cervicodorsal,  dorsolumbar 
ó  total.  Tal  es  la  opinión  de  Marie,  Lérí,  J.  Teiseier  y  Roque. 

Otros  autores,  Schlesinger  y  A.  Pie,  creen  que  se  trata  de  formas  apenas 
diferentes,  de  un  proceso  único.  Tal  es  también  nuestra  opinión. 

Todo  agente  causal  puede,  en  materia  de  reumatismo  crónico,  seguir  en 
las  articulaciones  dos  marchas  diferentes,  atrofies^  raríficante  ó  plástica. 
Estas  modalidades  se  observan  á  veces  en  el  mismo  enfermo.  Son  cuestio- 
nes de  virulencia  y  de  terreno  y  marcan  el  carácter  predominante  del  pro- 
ceso, no  BU  naturaleza.  No  es  posible  fundarse  en  ellas  para  hacer  distin- 
ciones patógenas.  Toda  toxi-infección  es  susceptible  de  producir  cualquier 
variedad  de  anquilosis;  en  un  individuo, capsul olí gamen tosa,  periférica;  en 
otro,  sinostosis  absoluta.  Todo  depende  del  modo  de  ataque  y  de  la  localiza- 
ción  predominante.  La  espondilosis  suele  revestir  el  primer  tipo,  porque 
en  la  columna  vertebral  las  anquilosis  son  casi  siempre  periféricas.  La  osi- 
ficación intervertebral  es  más  rara  porque  las  fusioi^es  intervertebrales 
completas  corresponden  sobre  todo  á  lesiones  sinoviales  y  á  ulceraciones 
cartilaginosas,  para  lo  cual  se  necesita  un  cartílago  delgado  y  una  serosa^ 
que  no  existen  en  el  raquis. 

Tampoco  puede  considerarse  como  carácter  patognomónico  de  la  lesión  la 
posición  de  la  anquilosis.  £n  el  raquis  la  rectitud  y  la  flexión  depende  de 
la  estática.  Guando  el  proceso  es  anquilosante  desde  el  principio,  la  colum- 
na queda  fija  bruscamente  en  su  forma.  Guando,  por  el  contrario,  lo  que 
ocurre  con  más  frecuencia,  existe  una  fase  transitoria  de  osteomalacia» 

neden  resultar  las  deformaciones  más  diversas.  El  reblandecimiento  óseo 


67 

permite  la  acción  de  las  cansas  mecánicas,  y  la  osteítis  condensan  te  termi- 
nal ó  la  ánquilosis  de  curación,  sorprenden  al  esqueleto  en  posición  anor- 
mal, qne  se  hace  defínitiTa.  La  anqnilosis  llamada  de  reumatismo  crónico 
es  en  extensión,  porque  es  total,  y  el  proceso  anquilosante  desde  el  princi- 
pio. La  de  la  espondilosis  y  la  de  la  cifosis  heredotraumática  son  en  parte 
yicioaas,  porque  el  agente  causal  ejerce  su  acción  durante  mucho  tiempo- 
en  la  periferia  y  en  el  esqueleto  propiamente  dicho  produce  primitiramen- 
te  sólo  reblandecimiento  inflamatorio,  asi  que  mientras  que  los  ligamento» 
se  osifican,  la  columna  se  aplasta  y  adquiere  la  forma  curra.  Ambos  pro- 
cesos Tan  acompafiados  de  fuertes  dolores  hasta  que  la  osificación  es  sufi- 
ciente para  inmoyilizar  el  raquis  en  posición  anormal.  En  este  caso,  como 
en  todas  las  afecciones  articulares,  la  inmoyilización  es  curatiya,  porque 
corrige  la  inflamación  y  calma  el  dolor. 

Los  caracteres  morfológicos  puros  no  permiten  diferenciar  los  dos  proce- 
sos, atribuyendo  uno  á  una  trofoneurosis  y  otro  á  una  infección.  Toda  an- 
qnilosis espontánea  es  resultado  de  una  infección  que  afecta  más  ó  menoa 
los  ligamentos  ó  los  huesos,  pero  nunca  unos  con  exclusión  de  otros.  Exis- 
ten, por  lo  tanto,  todas  las  formas  de  transición. 

¿Qué  factores  etiológicos  deben  invocarse?  El  frió,  el  traumatismo,  etc.,. 
uo  son  más  que  causas  ocasionales.  Be  necesita  una  infección  para  producir 
la  anqnilosis ;  pero  no  es  especifica  y  puede  ocasionarla  cualquier  microbio.  Loe 
más  comunes  son  dos,  el  gonococo  y  el  bacilo  de  Eoch.  Según  las  observa- 
ciones de  Pie,  Bombes  de  Villiers,  Thevenot,  Montet,  Oerspacher,  Hilton, 
Fagge  y  Teixidos  Bunor,  de  60  casos  de  espondilosis,  20,  cuando  menos, 
dependían  de  la  tuberculosis.  Estas  relaciones  de  la  tuberculosis  y  de  la  an- 
qnilosis vertebral  han  sido  confirmadas  recientemente  por  Lorenz.  De  174 
tísicos,  68  tenían  rigidez  vertebral,  y  de  éstos  el  55  por  100  no  hablan 
cumplido  cuarenta  afioe. 

La  tuberculosis  produce,  por  consiguiente,  anqnilosis,  una  de  cuyas  for- 
mas más  comunes  es  el  reumatismo  tuberculoso  anquilosante. 

El  Dr.  A.  Lkbi  :  Voy  á  ocuparme  principalmente  de  la  patogenia  de  laa 
anqnilosis  vertebrales.  Admito  la  importancia  primordial  de  las  afecciones 
inflamatorias,  articulares  y  periarticulares,  pero  insistiré  con  especialidad 
sobre  dos  modalidades  patógenas  poco  estudiadas  de  neoformaciones  óseas 
y  de  anqnilosis  debidas  á  la  osificación  de  los  ligamentos. 

A  consecuencia  de  un  traumatismo  los  ligamentos  pueden  desgarrarse, 
determinando  derrames  serosos  y  sanguíneos,  intra  ó  periarticulares,  arras- 
tran consigo  partículas  más  ó  menos  importantes  de  periostio,  hueso  ó  car- 
tílago; estas  lesiones  suelen  repararse  por  engrosamientos  periósticos  y 
neoformaciones  óseas.  Como  en  la  columna  vertebral  el  desarrollo  de  algu- 
nos ligamentos  es  mayor  qne  el  de  las  articulaciones,  el  papel  de  las  alte- 
raciones y  separaciones  ligamentosas  es  importantísimo  para  la  determina  • 
don  de  ciertas  anqnilosis  post  traumáticas.  Hay  una  causa  de  anqnilosis 
ósea,  cuyo  papel  se  ha  desconocido  y  que,  al  menos  en  lo  referente  al  ra- 
quis, es  importantísimo :  la  osificación  de  los  ligamentos  por  adaptación 
funcionaL  Un  trabajo  reciente  de  Holzknecht,  basado  en  numerosos  exáme- 
nes radiográficos,  permite  aplicar  al  tejido  conjuntivo  (tomado  en  su  sen- 
tido más  lato)  la  <iley  de  transformación  de  los  huesos^,  aplicada  por 


68 

J.  Wolff  al  estadio  del  tejido  óseo,  á  saber:  <cLa  presión  y  tracción  exage- 
radas, á  cansa  de  la  excitación  trófica  funcional,  y  en  interés  de  la  estática, 
conduce  á  la  formación  de  un  material  que  se  halle  en  estado  de  realizar  la 
resistencia  exigida^. 

Estas  dos  modalidades  se  observan  con  más  frecuencia  en  la  columna 
▼ertebral,  á  causa  del  desarrollo  relativo  de  los  ligamentos,  tanto  en  las 
anquilosis  locales  como  en  las  generales. 

En  las  anquilosis  locales  : 

En  las  tuberculosis  locales,  la  anquilosis  no  es  producto  de  la  infección, 
sino  resultado  de  la  osificación  de  los  ligamentos  estirados  para  las  necesi- 
dades de  da  adaptación  funcional^. 

En  las  escoliosis,  sea  cual  fuere  su  origen,  se  producen,  más  ó  menos  tar- 
diamente,  anquilosis  óseas  vertebrales  con  predominio  en  la  concavidad  de 
la  curvadura.  Tiene  dos  sitios  electivos :  el  borde  lateral  de  lós  discos  inter- 
vertebrales, y,  en  las  escoliosis  acentuadas,  la  unión  de  las  costillas  y  la 
eolumna  vertebral.  Esta  osificación  neoformada  es  resultado  de  la  tracción 
exagerada  de  los  ligamentos,  y  quizá  de  parte  de  los  tejidos  blandos.  Es  un 
efecto  de  la  adaptación  funcional. 

A  consecuencia  de  los  traumatismos  puede  producirse  una  anquiloelis  de 
la  columna  vertebral,  anquilosis  que  varia  según  el  sitio  en  que  obra  el 
traumatismo,  según  su  naturaleza  y  su  violencia,  y  según  que  vaya  ó  no 
acompañado  de  fracturas  ó  de  luxaciones. 

Entre  las  anquilosis  vertebrales  generales  merece  lugar  preferente  la  ci- 
fosis beredotraumática,  descrita  por  Bechtereu  y  P.  Marie.  Esta  afección 
sigue  una  marcha  especial.  A  consecuencia  de  un  traumatismo  sobre  la 
región  dorsal,  sobrevienen  dolores  y  abultamiento  raquidianos ;  mejoría; 
á  los  pocos  meses,  nuevo  período  de  dolores  con  cifosis  y  gibosidad,  que 
aumentan  y  se  hacen  definitivos;  la  curvadura  raquidiana  puede  mejorar 
por  el  reposo  horizontal  y  el  uso  de  un  corsé.  Esta  deformación  es  más 
común  en  los  sujetos  de  antecedentes  familiares  con  tendencia  á  la  cifosis. 
Se  ha  explicado  de  diversos  modos  esta  evolución  singular;  Eümmel  supu- 
so que  el  traumatismo  perturbaba  la  nutrición  de  los  huesos,  provocando  su 
reblandecimiento  consecutivo;  Mikulicz  y  Henle  admitieron  la  formación 
de  un  hematoma  traumático  por  dentro  6  por  fuera  de  la  dura  madre,  que 
originaba  el  reblandecimiento  de  las  vértebras  al  comprimir  las  raíces  y  los 
ganglios  espinales. 

La  patogenia  de  esta  afección  es  clara  y  su  marcha  se  explica  perfecta- 
iñente.  En  una  caída  hacia  atrás  sobre  el  dorso,  ó  en  la  caída  de  un  cuerpo 
pesado  sobre  la  región  dorsal  (son  las  dos  únicas  cansas  que  han  producido 
hasta  ahora  la  cifosis  beredotraumática)  la  convexidad  normal  de  esta  par- 
te del  raquis  se  endereza  bruscamente ;  algunos  ligamentos,  entre  ellos  el 
vertebral  anterior,  se  rompen  ó  desprenden;  es  un  «esguince^  de  la  columna 
vertebral.  La  consecuencia  de  estas  rupturas  ligamentosas,  y  también  sin 
duda  cierto  grado  de  contractura  de  los  músculos  perirraquidianos,  es  la 
formación  rápida  de  una  cifosis,  pero  de  una  cifosis  moderada,  reducible 
y  susceptible  de  mejorar  en  las  semanas  siguientes.  Después,  el  ligamento 
vertebral  anterior,  haya  ó  no  arrastrado  partículas  de  periostio  ó  de  cartí- 
lago, se  osifica,  y  esta  osificación,  al  producirse  en  una  región  ya  cóncava, 


69 

aumenta  progresiTamente  la  concaTÍdad.  Asi  se  forma  en  algnnas  semana» 
ó  meses  nna  gibosidad  cada  yez  mayor,  imposible  ó  difícil  de  reducir.  Puer 
den  romperse  también  otros  ligamentos,  que  se  reparan  por  neoformacio- 
nes  óseas  exuberantes  en  el  conducto  vertebral  y  en  los  agujeros  interyer; 
tebrales  por  fuera  del  raquis.  Asi  se  explican  los  dolores  agudos  y  persis-^ 
tentes,  á  i^eces  de  forma  neurálgica,  y  la  tendencia  á  los  espasmos  por  com- 
presión de  la  médula. 

De  estas  nociones  de  patogenia  se  deducen  dos  consecuencias  terapéuti- 
cas:  1.^  La  necesidad  del  enderezamiento  continuo  muy  precoz,  del  decúbi- 
to dorsal  y  sobre  todo  del  corsé  enyesado,  aplicado  de  preferencia  durante 
el  sueño  clorofórmico,  y  de  la  suspensión.  Este  tratamiento  debe  aplicarse 
cuando,  algún  tiempo  después  del  traumatismo,  se  ye  formarse  una  joroba, 
que  ya  en  aumento.  2.*  Sabiendo  que  los  accidentes  de  compresión  son  de- 
bidos á  nodulos  óseos  neoformados  en  los  ligamentos  anchos,  es  de  espe* 
rar  que  la  cirugía  pueda  combatirlos  con  buen  éxito. 

Las  dos  yariedades  más  comunes  de  anquilosis  raquidiana  verdaderamen- 
te general,  son:  el  reumatismo  vertebral  crónico  y  la  espondilosis  rizo- 
mélica. 

En  el  reumatismo  crónico,  el  ligamento  anterior  presenta  engrosamiento- 
moniliforme,  acentuado  hacia  los  discos  intervertebrales,  cada  uno  de  los 
cuales  se  marca  por  un  osteofíto  voluminoso,  mayor  en  la  región  lumbar.. 
Estos  oeteofítos  constituyen  el  carácter  más  notable  á  primera  vista  de  di- 
cha forma  de  reumatismo.  La  tendencia  á  la  hiperosifícación  elevada  se  ma- 
nifiesta en  todos  los  puntos  del  raquis.  La  osificación  puede  ser  general  ó- 
limitarse  á  una  zona.  En  el  primer  caso,  la  columna  vertebral  puede  estar 
encorvada  de  un  modo  variable ;  á  veces  es  más  rectilínea  que  en  estado 
normal. 

En  la  espondilosis  rizomélica  las  lesiones  son  completamente  distintas» 
Nada  distingue  á  primera  vista  un  raquis  espondilótico  de  otro  normal,  ex- 
cepto su  curvadura  regular  y  su  rigidez  absoluta.  Hay  osificación  de  los  li* 
gamentos,  pero  no  prominencias  ni  dilatación  anormal  de  los  cuerpos  ver- 
tebrales ni  hiperosificación  prominente  en  sus  contornos.  Los  discos- 
intervertebrales  quedan  gruesos  y  fibrocartilaginosos.  Los  agujeros  ínter- 
vertebrales  conservan  su  diámetro  normal.  Las  apófisis  articulares  y  espi- 
nosas están  soldadas  entre  sí  por  osificación  de  los  ligamentos.  Las  costillas 
se  hallan  unidas  á  las  vértebras  por  osificación  de  los  ligamentos  costoverte- 
brales  y  costotraosversales  que  conservan  su  forma.  La  importancia  de  la 
osificación  es  proporcionada  al  valor  habitual  de  cada  hacecillo  liga- 
mentoso. 

¿Hay  entre  estas  dos  formas  anatómicas  tan  diferentes  una  relación  pa- 
tógena? Este  problema  ha  sido  uno  de  los  más  discutidos;  para  resolverle 
es  preciso  considerar  sucesivamente  la  clínica,  la  etiología,  y  hacer  el  aná- 
lisis metódico  de  las  lesiones. 

El  reumatismo  vertebral  crónico  se  observa  casi  exclusivamente  después 
de  los  cincuenta  años.  Las  mujeres  le  padecen  quizá  con  más  frecuencia> 
que  los  hombres.  La  localización  vertebral  casi  nunca  es  la  primera  que  se 
observa,  porque  la  preceden  las  deformaciones  reumáticas  crónicas  de  lass 
manos  y  de  los  pies;  en  casos  más  raros,  están  afectadas  también  las  cade- 


70 

ras,  las  rodillas,  los  hombros,  todas  las  grandes  articalaoiones.  En  los  an- 
tecedentes  no  figura  de  ordinario  infección  ó  intoxicación  especial,  pero 
«omo.se  trata  de  ancianos,  es  mny'diñcil  afirmar  qne  no  haya  existido. 

La  espondilosis  rizomólica  es  nna  afección  qne  se  observa  casi  siempre  en 
la  infancia  y  al  principio  de  la  edad  adalta,  entre  los  Teinticinco  ó  cnaren- 
ia  afios.  Es  más  frecuente  en  el  hombre  qne  el  reumatismo  osteofítico  y 
ataca  rara  vez  á  la  mujer.  Sigue  en  la  columna  vertebral  una  marcha  pro- 
gresira,  de  ordinario  ascendente.  Las  caderas  se  anquilosan  casi  siempre 
más  ó  menos  á  la  vee  que  el  raquis;  la  anquilosis  se  extiende  de  ordinario, 
en  cierto  grado,  á  los  hombros,  las  rodillas  y  á  las  articulaciones  externo- 
claviculares  y  temporomaxilares.  Sólo  en  casos  raros  y  en  época  muy  tardía 
se  anquilosa  alguna  otra  articulación  periférica.  Este  hecho  fué  demostra* 
do  hace  mucho  tiempo  por  Btrümpell.  Los  dolores,  en  cambio,  son  mucho 
menos  limitados  y  se  extienden  á  todas  las  partes  del  cuerpo«  pero  conser- 
vando el  carácter  de  los  locales  y  sin  afectar  el  tipo  neurálgico.  Es  casi 
«iempre,  si  no  siempre,  consecutiva  á  una  infección,  de  ordinario  la  bleno- 
rragia. Se  presenta  por  lo  común  algunos  afios  después  de  la  blenorragia; 
pero  sobre  todo  después  de  las  blenorragias  repetidas  ó  de  la  que  deja  la 
gota  militar  ó  algo  de  enturbiamiento  de  la  orina,  que  indica  cierto  grado 
•de  cistitis.  Insistimos  sobre  este  ligero  trastorno  urinario,  porque  conocido 
á  tiempo  permite  emplear  el  único  tratamiento  preventivo  de  la  espondilo- 
sis ;  cuando  la  existencia  de  los  dolores  hace  sospechar  una  espondilosis  en 
vias  de  dcíbarrollo,  si  existe  el  trastorno  urinario  más  ligero,  debe  procu- 
rarse prevenir  el  periodo  anquilosante  ascendente  por  lavatorios  repetidos 
de  la  vejiga. 

La  tuberculosis  es  con  frecuencia  causa  de  la  espondilosis.  En  1899  cita* 
mos  JeA  observaciones  de  Sunol  y  de  Hilton  Fagge,  debidas  probablemente 
á  la  tuberculosis.  Poncet  y  sus  discípulos,  Thévenot,  Leriche,  Leret  y  Mon- 
iet  han  llamado  la  atención  sobre  la  frecuencia  de  esta  etiología;  Pic« 
Bombes  y  Oerspacher  han  referido  también  ejemplos  de  espondilosis  tu« 
berculosa;  hemos  observado  casos  que  reconocian  esta  etiología.  Creemos 
•con  Poncet  que  todas  las  infecciones,  blenorragia,  tuberculosis,  quizá  reu- 
matismo articular  agudo,  etc.,  obran  por  las  toxinas  microbianas. 

¿Resulta  de  esta  etiología  que  la  espondilosis  rizomélica  es  al  reumatis- 
mo vertebral  osteofítico  lo  que  el  psendorreumatismo  infeccioso  es  al  reu- 
matismo deformante?  Es  posible;  en  este  caso  la  distinción  anatómica 
entre  los  dos  tipos  morbosos  se  haría  por  la  localización  vertebral;  conven- 
dría hacer  respecto  á  los  miembros  la  misma  disociación  anatómica  y 
•clínica.  Hasta  ahora  no  es  posible  aceptar  esta  analogía  sin  salvedades. 

Lo  que,  para  nosotros,  domina  la  patogenia  de  la  espondilosis,  no  es  la 
artritis,  sino  la  osificación  de  los  ligamentos;  esta  osificación  se  produce 
fibra  por  fibra,  sin  proliferación  ósea  exuberante,  como  sucede  en  los  pro- 
•Cftsos  inflamatorios.  Se  asemeja  esencialmente  á  la  producida  después 
do  la  inflexión  de  la  columna  vertebral  consecutiva  á  una  fractura,  una 
laxación  ó  una  caverna  tuberculosa,  pero  lejos  del  foco  traumático  ó  infec* 
«i oso,  en  el  sitio  donde  los  ligamentos  están  sometidos  á  una  tracción 
fuerte.  Tiene  por  objeto  limitar  la  inclinación  de  la  columna  vertebral,  y 
•es  de  suponer  que  sea  secundaria,  exigida  por  la  adaptación  funcional, 


! 


71 

puesto  que  la  lesión  primitiya  es  una  tendencia  á  la  flexión,  nn  reblande^ 
cimiento  óseo.  Pneae  inTOcarse  también  en  fayor  de  la  rarefacción  ósea  en 
la  espondilosis,  la  cnrya  regular  y  siempre  acentuada  del  raquis,  su  reduc- 
ción fácil,  á  yeces  sólo  por  la  influencia  del  peso,  y  al  aplastamiento  cons- 
tante y  notable  del  tórax  y  de  la  pelyis. 

Béclére  ha  radiografiado  á  mis  instancias  la  columna  yertebral  de  dos 
enfermos,  uno  de  reumatismo  yertebral  crónico  y  otro  de  espondilosis  riso- 
mélica.  He  aquí  el  resultado  de  este  examen  radiográfico: 

Bbumatismo  yBRTBBRAL  oBÓKioo.  —  a)  C4>lumna  vertebral.  —  Primer  ca- 
rácter: deformación  del  cuerpo  de  las  yértebras  por  ensanchamiento  de  las 
extremidades  superior  ó  inferior  y  por  exageración  de  la  concayidad  cir- 
cular. 

Segundo  carácter:  los  discos  interyertebrales  son  más  transparentes  que 
los  cuerpos. 

Tercer  carácter:  la  banda  opaca  yertical  correspondiente  á  los  ligamen- 
tos falta,  ó  está  poco  acentuada. 

b)  Pelvis:  no  hay  deformación  notable  ni  transparencia  anormal  de  las 
fosas  iliacas  óseas. 

Espondilosis  bizoh¿lica.  —  a)  Columna  vertebral.— ''Primer  carácter:  no 
hay  deformación  de  loe  cuerx>os  yertebrales  casi  cilindricos. 

Segundo  carácter :  los  discos  no  son  más  transparentes  que  los  cuerpos. 

Tercer  carácter :  unos  y  otros  están  cubiertos  por  una  banda  ancha  de 
bordes  paralelos;  por  fuera  de  ella  sobresalen  las  partes  más  externas  de 
los  cuerpos  yertebrales,  notables  por  su  transparencia  anormal;  las  apófi- 
sis son  también  muy  transparentes. 

b)  Pelvis.  —  1.*  Deformación. 

2.*  Transparencia  normal  de  las  fosas  ilíacas  óseas. 

No  puede  haber  demostración  más  clara  de  los  dos  hechos  siguientes: 

1.*  El  reumatismo  yertebral  crónico  anquilosante  difiere  esencialmente 
de  la  espondilosis  rizomélica. 

2.*  Lo  que  predomina  en  la  espondilosis  rizomélica  es  la  rarefacción  ósea 
con  osificación  de  los  ligamentos;  puede  casi  decirse  que  da  espondilosis  es 
una  osteomalacia'.  La  osificación  de  los  ligamentos  es  una  tendencia  repa- 
radora, una  adaptación  funcional. 

El  yirus  toxi-infeccioso,  p¿roduce  la  osteopatía  yertebral  rarificante  y  la 
osificación  ligamentosa  consecutiya  de  la  espondilosis,  obrando  directa- 
mente sobre  el  raquis,  ó  por  el  intermedio  del  sistema  neryioeo?  Las  dos 
hipótesis  son  admisibles;  pero  la  falta  de  todo  trastorno  de  origen  nenrioso 
(neuralgias,  mialgias,  amiotrofias,  fenómenos  cardíacos  y  oculopupilares, 
tan  comunes  en  el  reumatismo  yertebral),  la  falta  de  toda  lesión  notable 
de  la  médula  espinal  y  de  sus  meninges  en  dos  de  nuestras  autopsias,  nos 
hace  considerar  como  mucho  más  yerosímil  la  primera  de  estas  hipótesis, 
la  de  la  acción  directa  del  yirus  sobre  el  raquis.  —  F.  Toledo. 

^Continuará). 


72 


ASOCIACIÓN    DE   MÉDICOS    AMERICANaS 
il  *  $tmiím  €mumí  celebrada  en  WtMhington  el  15  y  16  de  Mayo  de  Í906. 

t^MM  |Mil««nar  raeurranta  agudo. —  El  Dr.  D.  Rieaman  llamó  la  atención 
»^b^  UQ  tipo  especial  de  edema  pulmonar.  Este  edema  recidiva  de  caanda 
#IA  cuando  7  en  cada  ataqne  pone  al  enfermo  en  peligro  inminente  de 
«luerle.  El  principio  es  agado.  Los  pulmones  y  las  vías  respiratorias  se  lle- 
nan con  rapidez  de  liquido  que  sale  por  la  boca  y  por  la  nariz.  M  liqnida 
0»  seroso,  espumoso,  á  veces  teñido  con  sangre  y  se  asemeja  al  vinagre  de 
frambuesas.  La  disnea  es  grandísima;  el  enfermo  está  lívido  ó  cianósico  y 
necesita  agarrarse  para  respirar.  En  el  pecho  se  oyen  los  estertores  carac- 
terísticos del  edema.  El  pulso  de  la  radial  es  lleno  ó  imperceptible.  En  el 
apogeo  del  ataque  el  enfermo  parece  que  va  á  asfixiarse.  El  primer  ataque 
de  este  edema  agudo  es  capaz  de  producir  la  muerte,  igual  que  en  la  angi- 
na de  pecho,  pero  recidiva  con  más  frecuencia.  El  edema  pulmonar  agudo 
del  tipo  descripto  se  ha  observado  en  la  nefritis  crónica  intersticial,  en  la 
arterio-esclerosis,  en  la  angina  de  pecho  y  en  el  asma.  Otro  edema  especial 
que  por  la  rapidez  de  su  comienzo  y  la  gravedad  de  sus  síntomas  se  aseme- 
ja al  descripto,  es  el  que  se  observa  á  veces  después  de  la  toracentesis,  y  del 
cual  ha  referido  el  Dr.  Riesman  un  caso  con  el  título  de  expectoración  al- 
buminosa. Las  causas  de  estos  edemas  pulmonares  son  variadas.  Unos  son 
puramente  tóxicos  y  van  acompañados  de  trastorno  del  mecanismo  vaso- 
motor. En  otros  hay  debilidad  repentina  del  ventrículo  izquierdo.  El  tra- 
tamiento varía  según  la  causa.  Guando  hay  cianosis  y  pulsa  fuerte  con  ten- 
sión sanguínea  elevada  la  sangría  general  produce  un  alivio  inmediato. 
Contra  la  debilidad  cardíaca  están  indicados  la  atropina  y  los  estimulantes 
difusibles.  Las  ventosas  secas  son  útiles  en  ciertos  casos. 

El  Dr.  H,  Amory  Haré  dijo  que  la  causa  del  edema  del  pulmón  es  proba- 
blemente un  espasmo  vascular,  aunque  no  es  posible  decir  que  sea  vaso- 
motor. Bn  los  pulmones  el  aparato  vasomotor  está  compuesto  de  fibras 
nerviosas  del  simpático,  y  dichos  órganos  no  están  muy  bien  dotados  de 
músculos  ni  de  nervios.  Es  indudable,  por  lo  tanto,  que  estos  accidentes 
pulmonares  deben  ser  considerados  como  debidos  á  una  toxemia  más  que  á 
un  trastorno  del  gobierno  nervioso  de  los  pulmones. 

El  Dr.  S.  «7.  Meltzer  manifestó  que  la  exudación  de  suero  en  los  pulmo- 
nes es  debida  más  bien  á  una  modificación  de  la  permeabilidad  de  los  va" 
fi os  5 liü  guineos  que  áotro  factor.  8u  causa  es  t-óxica.  El  mejor  tratamiento 
es  el  empleo  de  la  nitroglicerina,  que  congestiona  el  área  esplácnica  y  hace 
descender  la  presión  sanguínea,  sin  que  haya  necesidad  de  sustraer  sangre 
al  enft^rmo.  En  algunos  casos  se  ha  usado  la  adrenalina,  aunque  loe  resul- 
tados experimentales  en  los  animales  no  son  favorables  á  su  empleo.  En 
efecto,  aate  medicamento  tiende  á  congestionar  los  pulmones,  y,  por  consi- 
guiente, no  debe  ser  empleado  en  el  hombre. 

El  Dr.  E  G.  Janeway  indicó  que  el  edema  del  pulmón  suele  ir  acompaña- 
'O  de  sudor  abundantísimo  ó  de  deposiciones  intestinales.  A  veces  sustitu- 


73 

yen,  al  parecer,  al  edema  pulmonar  y  lo  corrigen.  Bato  parece  indicar  nn 
aumento  de  permeabilidad  de  los  vasos  pulmonares. 

El  Dr.  Shattuck  dijo  que  el  edema  pulmonar  se  presenta  con  más  frecuen- 
cia en  los  casos  de  arterio- esclerosis.  Ha  obtenido  en  todos  sus  enfermos 
un  gran  resultado  con  la  nitroglicerina.  Muchas  Teces  al  administrar  el  me- 
dicamento se  oian  estertores  en  todo  el  pecho.  A  los  cinco  minutos  era  im- 
posible oir  un  estertor.  La  morfina  es  útil  también  en  estos  casos,  sobre 
todo  cuando  no  produce  resultado  la  nitroglicerina. 

El  Dr.  F.  P.  Kinnicun  indicó  que  la  adrenalina  podrá  estar  contraindi- 
cada en  teoría,  pero  que  la  ha  visto  producir  resultados  excelentes.  En  al- 
gunos casos  gravísimos  bastaron  15  gotas  de  adrenalina  para  corregir  loe 
síntomas  más  alarmantes. 

El  Dr.  Iforchkeimer  dijo  que,  según  su  experiencia,  la  adrenalina  es  útil 
siempre  que  haya  aumento  déla  presión  sanguínea  durante  el  ataque  de  ede- 
ma pulmonar.  Este  depende  de  varios  factores  etiológicos,  y  cada  tipo  de 
la  enfermedad  necesita  ser  tratado  según  las  indicaciones  especiales.  La 
experiencia  clínica  en  este  asunto  tiene  mucho  más  valor  que  los  experi- 
mentos en  animales. 

El  Dr.  Miller  dijo  que  los  animales  en  quienes  se  ha  experimentado  la 
adrenalina  mueren  por  edema  pulmonar.  El  medicamento,  en  teoría  al  me- 
nos, está  contraindicado  en  la  especie  humana  en  tales  casos.  Los  buenos 
resultados  referidos  hacen  sospechar  que  muchos  de  estos  enfermos  pade- 
cían asma,  en  la  que  la  adrenalina  produce  efectos  inmediatos. 

El  Dr.  Thayer  manifestó  que  la  adrenalina  apenas  modifica  la  presión 
sanguínea  pulmonar,  aunque  eleva  bastante  la  general.  Así  pueden  expli- 
carse algunas  de  las  discrepancias  citadas. 

El  Dr.  S,  Solis  Cohén  dijo  que  las  indicaciones  para  el  uso  de  la  adrena- 
lina no  son  muy  claras.  El  edema  de  la  laringe,  por  ejemplo,  se  trata  mu- 
chas veces  por  la  adrenalina,  aunque  al  parecer  es  á  menudo  causa  de 
esta  afección.  Ha  visto  curar  por  la  adrenalina  anginas  de  pecho  causadas 
por  dosis  excesivas  de  nitroglicerina.  El  médico  creyó  que  el  enfermo  pa- 
decía angina  de  pecho,  cuando  lo  que  padecía  en  realidad  ora  edema  pul- 
monar. 

El  Dr.  Meltzer  manifestó  que  en  todos  los  casos  en  que  se  han  obtenido 
buenos  resaltados  con  la  adrenalina,  la  acción  del  medicamento  fué  rápida 
y  á  veces  hasta  inmediata.  La  adrenalina  obra  con  lentitud  y  se  necesitan 
cuando  menos  de  quince  á  treinta  minutos  para  someter  el  enfermo  á  su 
influencia.  El  asma  y  sus  abundantes  estertores  húmedos  cura  á  veces  casi 
instantáneamente,  por  todo  lo  que  se  administra  al  enfermo.  La  acción  que 
se  atribuye  á  la  adrenalina  puede  ser  debida  en  realidad  á  la  sugestión. 

El  Dr.  Cahot  llamó  la  atención  sobre  el  hecho  de  que  á  veces  el  edema 
pulmonar  cura  con  rapidez  y  espontáneamente.  Por  desgracia,  á  causa  de 
nuestro  deseo  de  aliviar  á  los  enfermos,  desconocemos  la  marcha  normal  de 
muchas  afecciones. 

El  Dr.  F.  Billings  dijo  que,  al  parecer,  algunos  casos  de  edema  pulmo- 
nar son  de  pronóstico  alarmante.  Los  enfermos  que  arrojan  en  abundancia 
por  la  boca  y  la  nariz  moco  espumoso  sanguinolento,  parece  que  se  hallan 
en  peligro  de  muerte.  8in  embargo,  estos  individuos  no  están  cianósicos. 

e 


74 

La  respiración  no  68  acelerada,  y  á  pesar  de  an  temor  á  la  mnerte,  loa  ai n- 
iomaD  generales  no  son  alarmantes.  Algunos  de  estos  enfermos  tienen  sn- 
dor  abundante  y  poliuria.  Ha  obserrado  que  el  mejor  tratamiento  contra 
los  ataques  recurrentes  de  este  género  es  la  morfina  y  la  nitroglicerina  á 
pequeñas  dosis.  Antes  empleaba  la  estricnina  y  la  digital,  pero  son  inefi* 
caces. 

El  Dr.  Babcoek  indicó  que  la  atropina  es  el  medicamento  más  eficaz,  so- 
bre todo  cuando  el  edema  pulmonar  sobreriene  en  el  curso  de  la  neu* 
monia. 

El  Dr.  J.  Qi$on  indicó  también  que  la  atropina  es  el  mejor  de  todos  loe 
medicamentos^  particularmente  en  el  edema  pulmonar  consecntiyo  al  uso 
de  la  pilocarpina,  la  que  produce  un  edema  característico  de  los  pulmones 
cuando  se  administra  i  dosis  elevadas,  como  se  hacia  antes. 

El  Dr.  •/.  H,  Musser  manifestó  que,  según  su  experiencia,  el  mejor  me* 
dicamento  contra  el  edema  pulmonar  es  la  morfina,  y  después  la  nitrogli- 
cerina. Oree  que  el  edema  pulmonar  está  muchas  veces  intimamente  aso- 
ciado con  la  dilatación  aguda  del  corazón. 

El  Dr.  W.  H.  Thompson  dijo  que  hace  diez  años  expuso  lo  poco  que  se 
conoce  de  la  patología  del  edema.  Heideñhein,  que  ha  estudiado  con  más 
detenimiento  que  nadie  todo  cuanto  se  relaciona  con  el  edema  pulmonar, 
manifiesta  que  nada  sabemos  respecto  á  la  patología  del  edema.  Osler  ha 
dicho  también  que  uno  de  los  asuntos  que  menos  conocemos  es  el  edema, 
debido  á  la  circulación  venosa. 

El  Dr.  Eieiman  manifestó  que,  cuando  el  pulso  es  duro  y  lleno,  está  in- 
dicada la  sangría,  indicación  sobre  la  que  cree  conveniente  insistir. 

Prsiién  sanguínea  sn  la  insuficiencia  mitral.— El  Dr.  ^.  J.  McCallum  dijo 
que  la  presión  sanguínea  desciende  en  todos  los  casos  de  insuficiencia  mi- 
tral,  á  causa  de  la  distensión  de  los  vasos  pulmonares  al  terminar  el  sísto- 
le. A  consecuencia  del  retroceso  de  la  sangre  á  los  pulmones,  se  produce 
en  la  circulación  pulmonar  una  onda  de  reflujo.  No  se  observa  de  ordinario 
signo  alguno  que  pruebe  que  la  circulación  pulmonar  sea  influida  por  las 
ondas  de  este  género,  pero  en  la  insuficiencia  mitral  la  congestión  consecu- 
tiva es  muy  marcada. 

Prssién  sanguínea  venosa  y  artsrlai.— El  Dr.  H.  Sewall  refirió  una  serie 
de  experimentos  practicados  para  estudiar  la  presión  venosa  y  sus  relacio- 
nes con  la  arterial.  La  circulación  puede  dividirse  en  dos  áreas:  somática  y 
esplácnica;  la  presión  sanguínea  arteriales  influida  en  alto  grado  por  la  pre- 
sión en  el  área  esplácnica.  La  gravedad  aumenta  la  presión ;  por  este  mo- 
tivo es  mayor  cuando  el  individuo  está  en  pié  ó  eleva  las  manos  por  enci- 
ma de  la  cabeza.  Saca  de  sus  experimentos  las  conclusiones  siguientes:  La 
presión  sanguínea  en  las  venas  superficiales  depende  de  la  relación  entre 
el  aflujo  y  la  salida  de  la  sangre.  El  primero  es  exagerado  en  alto  grado 
por  el  ejercicio  muscular  y  algo  por  el  calor.  La  última  disminuye  por  el 
frío,  que  contrae  las  venas,  y  por  todo  obstáculo  que  se  oponga  á  la  entra- 
da de  la  sangre  en  el  corazón.  La  presión  sanguínea  se  eleva  en  unas  per- 
sonas y  en  otras  desciende  durante  la  digestión.  El  aumento  en  este  caso 
es  debido  probablemente  á  la  elevación  de  presión  por  obstrucción  en  la 
aurícula  derecha.  Los  movimientos  respiratorios,  además  de  su  efecto  as- 


75 

pirante  sobre  la  sangre  Tenosa,  tienen  nna  importancia  fundameotal  por 
favorecer  el  paso  de  la  sangre  defKle  las  arterias  á  las  Tenas.  Darante  la 
inspiración  profunda  las  venas  periféricas  se  distienden  y  la  presión  an* 
menta  en  en  interior.  A  veces  se  observa  el  mismo  fenómeno  darante  la 
inspiración  ordinaria.  Las  variaciones  cardiacas  y  respiratorias  de  la  pre- 
sión arterial  son  transmitidas  con  frecuencia  á  través  de  los  capilares. 

Nlcetina  y  artsrie-«selerssis.—  El  Dr.  /.  Adler  expuso  los  resultados  de  al- 
gunos experimentos  que  ha  practicado  en  unión  del  Dr.  O.  Heusel,  respec- 
to á  los  efectos  de  las  inyecciones  intravenosas  de  nicotina.  Estas  inyec- 
ciones producen  en  la  aorta  de  los  conejos  lesiones  casi  idénticas  á  las  can* 
sadas  por  la  adrenalina  y  la  digital.  La  regla  es  inyectar  en  una  vena  mi- 
ligramo y  medio  de  nicotina  pura.  Es  seguida  siempre  de  una  convulsión 
típica  y  violenta.  Respecto  á  este  particular  no  se  obtiene  tolerancia  ni  aun 
después  de  un  contenar  de  inyecciones.  Pero  á  los  pocos  minutos  el  animal 
se  restablece  por  completo  y  come  y  ejecuta  todos  sus  actos  como  de  ordi- 
nario. En  lo  referente  á  las  alteraciones  de  la  aorta,  unos  animales  son  in- 
munes en  absoluto  y  otros  muy  susceptibles.  En  algunos  se  observan  ya 
lesiones  i  la  décimaoctava  inyección,  mientras  que  en  otros  no  existen 
después  de  las  77.  Las  primeras  que  se  afectan  son  las  células  musculares. 
Las  fibras  longitudinales  quedan  sin  afectarse  y  sólo  padecen  las  fibras 
circulares  más  internas.  Cuando  el  estado  patológico  es  difaso,  sobreviene 
la  distensión  aneurismática.  Los  depósitos  calcáreos  son  muy  comunes.  Hay 
hipoplasia  de  la  túnica  intima.  Las  fibras  elásticas  desempefian  un  papel 
pasivo.  Ceden  después  de  algún  tiempo,  al  hacerlo  el  músculo,  pero  no 
existe  en  ellas  proceso  patológico  activo. 

El  Dr.  «7.  ¿.  Mller  dijo  que  ha  conseguido  producir  la  tumefacción  de  las 
fibras  elásticas  inyectando  cloruro  de  bario.  Coloreando  los  tejidos  afec- 
tados se  descubrió  en  ellos  la  degeneración.  Esta  forma  de  alteración  arte- 
rial es  muy  parecida  á  la  arterio-esclerosis  ordinaria  humana. 

El  Dr.  •/.  Collina  manifestó  que  la  inyección  intravenosa  de  nicotina  pura 
es  cosa  muy  distinta  de  la  absorción  de  esta  substancia  por  los  fumadores. 
Ha  practicado  una  serie  de  experiencias  en  conejos,  sometiéndolos  duran- 
te un  periodo  prolongado  á  la  inhalación  del  humo  de  tabaco.  Para  ello  los 
encierra  en  una  cámara  en  la  que  se  quema  esta  planta.  Los  animales  so- 
metidos á  estos  experimentos  no  han  tenido  convulsiones  ni  aumento  de  la 
presión  sanguínea. 

El  Dr.  B,  A,  Haré  indicó  que  estas  observaciones  practicadas  en  anima- 
les deben  ser  comprobadas  con  todo  rigor.  Un  ejemplo  típico  de  esta  falta 
de  comprobación  es  lo  ocurrido  hace  varios  afios  con  gatos  sometidos  á  la 
acción  del  cloroformo  para  conocer  los  efectos  de  este  medicamento  sobre 
los  ríñones.  Se  encontró  uoa  capa  grasicnta  debajo  de  la  cápsula  renal; 
pero  según  ha  observado  después  el  Dr.  Welch,  esta  capa  es  normal  en  los 
gatos. 

El  Dr.  Ádler  dijo  que  una  serie  de  experimentos  practicados  anterior- 
mente, han  demostrado  que  el  zumo  de  tabaco  administrado  por  la  boca, 
no  produce  efecto  alguno  sobre  la  aorta,  por  cuyo  motivo  varió  el  modo  de 
experimentación.  Ha  empleado  sin  éxito  varios  medicamentos  para  preve- 
nir las  convulsiones. 


76 

lütafieieiioia  trieAtpItfe  an  la  anaaia  parniclosa.  —  El  Dr.  R.  B.  PrMe  dijo 
que  en  an  enfermo  de  anemia  perniciosa  observó  palso  en  las  venas  yagu- 
lares.  La  insuficiencia  mitral  snele  observarse  en  esta  afección,  pero  la  tri* 
cúspide  no  habla  sido  observada  hasta  ahora.  Ha  visto  despaés  otro  caso, 
lo  qne  prueba  qae  dicha  insuficiencia  es  más  común  de  lo  que  se  cree.  No 
hay  edema,  ni  congestión  del  hígado,  ni  disnea,  ni  cianosis,  ni  alteración 
cardiaca,  de  modo  qae  es  fácil  distinguirla  de  un  verdadero  estado  patoló- 
gico de  la  válvula  tricúspide. 

Peligres  de  la  teraeoeentesls.—  El  Dr.  G,  G.  Seam  dijo  que  el  peligro  más 
grave  es  la  muerte  repentina.  En  10  casos  de  este  género,  7  de  los  enfermos 
eran  nifios.  En  algunos  de  ellos  habla  hepatización  pulmonar,  y  la  aguja 
del  aparato  aspirador,  al  ser  introducida,  irritó  las  fibras  del  vago  y 
ocasionó  la  parálisis  cardiaca.  Uno  de  los  peligros  que  se  citan  es  el  neu- 
motorax. Los  signos  de  éste  suelen  desaparecer  sin  producir  consecuencias 
graves.  Semejantes  accidentes  se  citan  con  mucha  frecuencia  en  la  litera- 
tura médica.  El  aire  no  penetra  en  la  cavidad  pleurltica  por  la  aguja  as- 
piradora, sino  desde  el  pulmón. 

El  Dr.  Koplik  manifestó  que  ha  visto  sobrevenir  el  neumotorax  á  conse- 
cuencia de  la  punción  exploradora.  En  un  caso  observado  recientemente, 
el  enfermo  quedó  cianósico  desde  que  se  practicó  la  panción  hasta  la  muer- 
te. Guando  hay  liquido  en  los  casos  de  neumotorax,  debe  ser  extraído. 

El  Dr.  Janeway  indicó  que  el  neumotorax  consecutivo  á  la  paraoenteais, 
es  mucho  más  común  de  lo  que  suele  creerse. 

El  Dr.  Futcher  dijo  que  el  Dr.  Emerson  ha  coleccionado  59  casos  de  neu- 
motorax, de  ellos  9  consecutivos  á  la  paracentesis. 

El  Dr.  Shattuck  dijo  que  en  la  mayor  parte  de  los  casos  de  muerte  repen- 
tina consecutiva  á  la  toracocentesis,  existía  probablemente  hepatiaación 
pulmonar,  y  que  el  colapso,  causa  de  la  muerte,  fué  debido  á  la  irritación 
producida  por  la  aguja  aspiradora. 

El  Dr.  A.  Stengel  refirió  un  caso  que  acaba  de  observar.  A  causa  de  la 
mala  ordenación  del  aparato,  en  vez  de  extraerse  el  liquido,  se  inyectó  aire 
en  la  cavidad  pleurltica,  observándose  el  accidente  á  causa  del  gorgoteo 
qne  se  produjo.  No  hubo  complicación  alguna,  y  el  enfermo  curó  perfecta- 
mente. 

El  Dr.  Thayer  citó  hechos  parecidos  de  inyección  forzada  de  aire  en  la 
cavidad  de  la  pleura,  por  error.  El  único  resultado  fué  la  molestia  para  el 
enfermo,  porque  el  aire  se  absorbió  sin  producir  incidente  alguno. 

El  Dr.  Billing  dijo  que  en  el  tratamiento  aconsejado  por  Murphy  contra 
la  tuberculosis,  que  consiste  en  inyectar,  en  la  cavidad  pleurltica,  primero 
aire  y  después  nitrógeno,  con  objeto  d^  inmovilizar  el  pulmón  afectado,  se 
han  observado  algunas  consecuencias  graves,  pero  rara  vez.  Los  accidentes 
puede  decirse  que  son  contadisimos,  aunque  el  tratamiento  se  ha  empleado 
en  varios  cientos  de  casos  y  durante  mucho  tiempo. 

El  Dr.  Meltter  manifestó  que  si  el  aire  penetra  en  la  cavidad  pleuritioa 
es  absorbido.  Cuando  la  pleura  está  enferma,  el  aire  no  se  absorbe  y  difi- 
culta así  la  función  pulmonar. 

Hipertensión  arterial  crónica.— El  Dr.  T.  Janeway  dijo  qne  la  hipertensión 
arterial  es  sólo  un  síntoma^  pero  bastante  importante  por  si  mismo,  además 


1 


de  loe  estados  en  que  se  observa.  Aanqne  suele  ser  compensadora,  hay  en 
ella  otros  elementos  que  merecen  ser  tenidos  en  cnenta.  ün  factor  qae  no 
se  ha  tenido  en  cuenta  en  el  estadio  de  la  arterio- esclerosis  es  la  nutrición 
deficiente  del  organismo.  Las  alteraciones  arterio  esclerósicas  de  las  coro- 
narías y  la  tendencia  á  las  degeneraciones  inherentes  á  la  vejez,  son  desfa- 
vorables para  la  formación  de  un  nuevo  miocardio.  Debe  también  tenerse 
en  cuenta  lo  que  el  organismo  exige  de  la  circulación,  y  la  posibilidad  de 
que  un  corazón  hipertrofiado  se  atrofie  á  causa  del  reposo  físico  y  mental 
en  la  sala  de  un  hospital.  Indudablemente  en  un  ndmero  reducido  de  en- 
fermos, en  los  que  la  arterío* esclerosis  hace  continua  la  presión  sanguínea 
elevada,  ésta  debe  ser  una  necesidad  fisiológica  para  mantener  en  buen  es- 
tado la  circulación  abdominal. 

£1  problema  de  la  hipertensión  nefrítica  es  mucho  más  complicado.  Los 
experimentos  fisiológicos  y  la  observación  clínica  han  hecho  desechar  to- 
dos los  mecanismos  más  sencillos  y  las  teorías  químicas  como  las  de  Trau- 
be,  Johnson,  etc.  La  nefrectomía  doble  no  eleva,  por  regla  general,  la 
presión  sanguínea,  y  la  hipertensión  es  más  frecuente  en  el  tipo  de  nefri- 
tis,  en  el  que  la  retención  de  productos  de  consunción  nitrogenados  es 
menor. 

Las  lesiones  anatómicas  producidas  por  intermedio  de  las  arterias  esplác- 
nicas  desempeñan  indudablemente  un  gran  papel  en  la  génesis  de  la  hi* 
pertensión  en  la  nefritis,  igual  que  la  hipertrofia  cardíaca,  pero  son  tam* 
bien,  según  toda  probabilidad,  secundarias.  6e  ha  observado  la  hiperten- 
sión en  las  veinticuatro  horas  siguientes  al  principio  de  la  nefritis  aguda 
esearlatinosa,  cuando  no  puede  invocarse  la  existencia  de  lesiones  anató- 
micas. Otro  argumento  de  gran  peso  contra  el  aumento  de  resistencia  pu- 
ramente anatómico  es  el  alivio  temporal,  rápido,  que  se  obtiene  con  la  ni- 
troglicerína  en  estos  casos,  aunque  su  administración  continuada  no 
produce  efecto  alguno  sobre  la  presión  en  general.  Este  hecho  indica  un 
tonus  vasomotor  elevado.  No  se  ha  demostrado  que  sea  debido  á  la  visco- 
sidad mayor  de  la  sangre.  La  hipótesis  primitiva  sostenida  por  Bríght  y 
Benator,  respecto  á  la  génesis  de  la  hipertrofia  cardíaca,  á  saber,  la  excita- 
ción primitiva  del  corazón,  no  explica  la  hipertensión  cuando  la  circulación 
esplácnica  es  normal. 

Según  la  última  teoría  emitida  por  Loeb,  de  la  clínica  de  Krehl,  la  hi- 
pertrofia es  concomitante  con  las  alteraciones  de  los  glomérulos,  y  depende 
probablemente  de  un  reflejo  general  consecutivo  al  tonus  vasomotor,  el  cual 
es  despertado  porque  la  vasodilatación  local  no  basta  para  asegurar  el 
riego  sanguíneo  necesario  á  los  glomérulos  enfermos.  Esta  constricción  re- 
fleja despertada  por  los  glomérulos  y  susceptible  de  aumentar  cuando  au- 
mentan en  la  sangre  los  productos  de  consunción  metabólica  que  necesitan 
ser  expulsados,  más  la  resistencia  periférica  constantemente  en  aumento, 
igual  que  la  fuerza  del  corazón,  secundarias  á  la  hipertrofia  de  la  pared 
arterial  y  del  miocardio,  concuerdan  perfectamente  con  loe  hechos  cono- 
cidos. 

El  único  mecanismo  que  puede  invocarse  para  explicar  estos  casos  son 
un  espasmo  artería!  persistente,  de  origen  tóxico,  incapaz  de  ser  producido 
en  los  experimentos  fisiológicos  y  el  aumento  del  tonus  vasomotor  debido 


78 

á  reflejos  del  encéfalo  ó  de  óteos  órganos  importantes.  Erehl  ha  eneontrar 
do,  al  hacer  las  autopsias,  lesiones  extensas  de  las  arterias  encefálicas. 

6ea  cnal  faese  sn  mecanismo  prodactor,  es  indudable  que  la  hipertensión 
reyela  nn  esfuerzo  del  organismo  para  mantener  un  riego  sangnineo  sufi- 
ciente en  el  rifión  ó  en  otro  órgano  importante,  riego  que  seria  imposible 
sin  ella  A  decir  verdad,  es  un  eintoma  de  enfermedad;  pero  no  es  menos 
cierto  que  indica  una  reacción  de  defensa  del  organismo  contra  la  enferme- 
dad. Este  concepto  es  la  base  de  un  tratamiento  racional. 

Mas  este  asunto  puede  ser  considerado  desde  otro  punto  de  yista  comple- 
tamente distinto.  La  persistencia  de  la  presión  sanguínea  elevada  ya  se- 
guida de  modificaciones  importantes,  tanto  en  la  estructura  como  en  la 
función  de  los  órganos  circulatorios.  Además  de  la  hipertrofia  del  Tentri- 
culo  izquierdo  y  de  las  lesiones  arteriales,  disminuye  la  distensibilidad 
de  las  arterias  cuando  se  eleva  la  presión  intra  arterial,  produciendo  un 
aumento  de  la  presión  sistólica  y  rapidez  de  la  onda  pulsátil  que  predispo- 
nen á  la  ruptura  de  cualquier  punto  débil.  Se  altera  la  regularidad  vaso- 
motora, y  al  exagerarse  el  aumento  fisiológico  de  la  tensiói)  normal  or- 
dinaria, suelen  iniciarse  ataques  de  angina  de  pecho.  Pueden  presentarse 
por  causas  poco  conocidas.  Crisis  de  hipertensión,  por  ejemplo,  la  uremia 
aguda.  El  peligro  que  más  debe  prevenirse  es  la  insuficiencia  del  ven- 
trículo izquierdo  con  la  estancación  venosa  pulmonar  y  general  por  una 
parte,  y  los  trastornos  de  la  circulación  capilar  por  otra,  fenómenos  que 
exageran  el  trastorno  primitivo. 

El  tratamiento  preventivo  tiene  por  objeto  contener  ó  mejorar  la  enfer- 
medad primitiva.  Consiste  principalmente  en  los  medios  generales  higiéni- 
cos y  dietéticos  aconsejados  contra  la  nefritis  crónica.  El  efecto  de  la  quie- 
tud y  del  régimen  lácteo  en  la»  exacerbaciones  de  la  nefritis,  se  aprecia 
perfectamente  por  el  esfigmógrafo. 

Antiguamente  se  procuraba  por  todos  los  medios  posibles  disminuir  el 
aumento  de  la  tensión  sanguínea.  Por  fortuna,  como  dice  Krehl,  estos  es- 
fuerzos resultaban  casi  siempre  inútiles.  Este  fracaso  de  loe  vasodilatado- 
res para  rebajar  el  nivel  general  de  presión  en  estos  casos,  ha  servido  más 
para  perder  fe  en  los-  medicamentos  que  para  conocer  la  lucha  del  organis- 
mo para  defender  la  vida,  á  pesar  del  médico.  El  descenso  de  la  presión 
'  sanguínea,  sin  otra  prueba  de  mejoría,  marca  de  ordinario  el  principio  de 
la  insuficiencia  cardíaca  y  exige  el  empleo  de  la  digital.  Las  indicaciones 
para  este  medicamento  son  las  mismas  con  hipertensión  que  sin  ella,  y  debe 
emplearse  cuando  existe  la  asistolia,  sin  tener  en  cuenta  el  estado  de  la 
presión  sanguínea.  El  aumento  de  la  presión  sanguínea  indica  muchas  ve- 
ces que  se  ha  triunfado  del  ataque. 

El  tratamiento  de  urgencia  comprende  todos  los  medios  útiles  en  estos 
momentos  dramáticos.  Los  vasodilatadores  están  indicadísimos  en  dichos 
casos  y  son  indispensables.  La  nitroglicerina  y  otros  nitritos  en  los  ataques 
de  angina  de  pecho  y  de  asma  cardíaca,  la  sangría  y  la  narcosis  blorofór- 
mica  ligera  en  la  uremia,  son  medios  bien  conocidos  de  todos.— F.  Tolbdo. 

(Coneluirá). 


79 
PERIÓDICOS 


Ambiitpía  qaíniea.  —  Refiere  el  Dr.  Miller  nn  caso  de  ambliopia  que  se 
presentó  en  nn  capitán  de  barco  á  consecuencia  de  haber  estado  tomando 
la  qninina  durante  varías  semanas.  La  agudeza  visaal  descendió  á  Vg  on 
ambos  ojos,  tanto  que  el  paciente  no  podía  ni  leer  ni  escribir.  Además 
existía  una  reducción  manifiesta  en  el  lado  externo  del  campo  yisual,  y  al 
examinar  el  fondo  del  ojo,  se  encontró  muy  pálida  la  papila  j  sumamente 
delgados  los  vasos  retiñíanos. 

El  restablecimiento  de  la  facultad  visual  se  logró  rápidamente,  suprí- 
miendo  la  quinina  y  administrando  la  nitroglicerina  al  interior. 

{Brit  Med,  Joum.).  — R.  del  Vallx. 

La  detinftccién  en  el  oineer  utertnt  intperable.  —  El  Dr.  H.  Fueth  ha  em* 
picado  un  nuevo  medio  de  desinfección  en  los  cánceres  uterínos  inopera- 
bles. Practica  irrigaciones  intra-uterínas  con  una  sonda  de  doble  corriente, 
por  uno  de  cuyos  conductos  se  inyecta  agua  oxigenada  (85  cent.  cúb.  de 
una  disolución  al  8  por  100  de  peróxido  de  hidrógeno  en  un  litro  de  agua), 
y  por  el  otro,  una  disolución  de  2  gramos  de  permanganato  de  potasa  en 
un  litro  de  agua  adicionada  de  5  cent.  cúb.  de  una  disolución  de  ácido 
acético  á  80  por  100.  Estos  dos  líquidos  no  se  mezclan  hasta  su  salida  de  la 
sonda  de  doble  corriente;  al  mezclarse,  se  produce  un  desprendimiento  ac* 
tivísimo  de  oxígeno  en  estado  naciente.  £1  ácido  acético  que  se  adiciona 
á  la  disolución  de  permanganato  sirve  para  neutralizar  la  potasa  caustica 
que  se  forma  en  contacto  del  permanganato  y  del  agua  oxigenada.  De  este 
modo  se  obtiene  una  acción  desinfectante  y  desodorante  enérgica. 

{Le  Bull.  Medical,  12  septiembre  1906).  —  F.  Tolboo. 

£1  aaltollarteoiatt  de  meraurie  (anasol)  an  al  tratamlanta  da  la  aífilia.  —  Bf 

enesol  ó  salicilarseniato  de  mercurio  es  setenta  veces  menos  tóxico  que  el 
yoduro  mercúrico,  y  mucho  menos  irritante,  de  tal  suerte  que  las  inyec- 
ciones intramusculares  de  sus  disoluciones  casi  no  ocasionan  dolor.  Ade- 
más tiene  propiedades  tónicas  y  dinámicas  que  debe  al  arsénico  que  entra 
en  su  composición. 

El  Dr.  Barbulescu  ha  usado  este  medicamento  con  éxito  en  diversos  pe- 
ríodos y  formas  de  la  sífilis,  v.  gr.,  en  la  iritis,  en  los  gomas  del  velo  del  pa- 
ladar y  en  varias  sifílides  secundarias,  y  lo  aconseja  en  vez  de  las  demás 
sales  de  mercurio.  La  dosis  diaria  es  de  6  á  12  centigramos,  y  cada  serie 
debe  ser  de  20  á  80  inyecciones. 

(  Revista  Sanitara  Militara).  —  R.  dbl  Valle. 

La  lavadara  da  aarvaia  an  las  gaatra-antaritis  Infantilaa.— £1  Dr.  P.  Sittler 
aconseja  en  las  gastro  enteritis  infantiles  la  levadura  de  cerveza  seca  di- 
luida en  agua  ó  en  la  infusión  fría  de  té  que  se  dulcifica  con  la  cantidad  ne- 
cesaria de  azúcar.  La  dosis  varía  de  1  á  8  gramos  de  levadura  por  día.  A  la 


80 

▼ez  debe  emplearse  la  dieta  hídñca  ó  ud  régimen  alimenticio  apropiado  se- 
gún  las  circnnstancias.  Con  esta  medicación  los  TÓmitos  tardan  poco  en 
cesar,  las  deposiciones  pierden  sn  fetidez  y  los  demás  trastornos  desapare- 
cen también.  Estos  resaltados  se  obtienen  ann  en  las  gastro-enteritís  gra- 
ves qne  yan  acompafiadas  de  fiebre.  Algunas  gastro-enteritis  refractarias 
i  los  calomelanos,  al  bismuto,  i  las  preparaciones  tánicas  y  loe  layatorioe 
del  intestino  curaron  con  la  levadura. 

[Bull.  Medical,  19  septiembre  1906).  —  F.  Tolrk). 

8i|iiifleteiéii  da  les  espíes  eardíaees  qae  se  eyen  ea  el  corsé  del  reosiatisflie 

articular  afode.— £1  Dr.  Roesi  demuestra  con  las  historias  de  varios  casos  de 
reumatismo  articular  agudo,  de  la  clínica  de  Genova,  que  antes  de  haber 
terminado  un  ataque  de  dicha  enfermedad,  no  es  posible  formar  juicio  acer- 
ca de  la  significación  ydel  valor  sintomático  de  los  ruídoe  cardíacos  de  so* 
pío  que  se  perciben  á  veces  en  el  curso  de  tal  padecimiento. 

(Qatt.  degli  ospedali  é  delU  clin,), — R.  dkl  Valije.  ^ 

Tlpes  de  eepeis  puerperal.— El  Dr.  W.  8.  Stone  divide  la  sepsis  puerpe- 
ral en  dos  clases  :  tozemias  é  infecciones  generales.  Las  toxemias  compren- 
den los  casos  que  resultan  de  la  absorción  de  los  productos  putrefactos  de 
las  bacterias  saprofíticas  y  de  los  productos  de  las  bacterias  patógenas.  Las 
primeras  comprenden  la  mayor  parte  de  los  casos  de  fiebre  puerperal.  Las 
segundas  son  también  muy  frecuentes.  Las  infeccioues  generales  las  divi- 
de en  tres  clases :  fiegmatia  alba  dolens;  los  tipos  llamados  generalmente  sep- 
ticemia, piemia  ó  septicopiemia;  y  el  tipo  peritoneal,  que  es  generalmente 
incurable  con  el  tratamiento  empleado  hoy.  Este  tipo  merece  un  estudio 
detenido,  que  permitirá  quizá  conocer  los  meiios  quirúrgicos  susceptibles 
de  curar  las  enfermas. — {The  Medical  Record,  11  agosto  1906). — F.  Toledo. 

Las  afttsienes  frías  en  el  delirium  tremens.  —  El  Dr.  Broadbent  refiere  ha- 
ber empleado  con  resultado  excelente  las  afusiones  frías  repetidas  en  los 
Casos  de  delirium  tremeus.  6e  desnuda  el  paciente  y  se  le  acuesta  sobre  una 
tela  impermeable ;  hecho  esto,  con  una  esponja  empapada  en  agua  helada, 
se  le  lava  rápidamente  la  cara,  el  cuello  y  el  pecho;  después  se  secan  con 
una  toballa  turca.  Esta  operación  se  repite  una  ó  dos  veces;  luego  se  vuel- 
ve el  paciente  boca  abajo  y  se  lava  y  seca  sn  cara,  su  superficie  dorsal,  de 
la  misma  manera.  Al  poco  tiempo  suele  tranquilizarse  el  enfermo  y  al  fin 
conciliar  el  sueño. 

El  procedimiento  es  muy  conveniente,  sobre  todo  en  las  casas  particula- 
res en  que  no  se  dispone  fácilmente  de  bafios  y  también  en  aquellos  enfer- 
mos en  que  no  parece  oportuno  el  empleo  de  los  narcóticos  á  causa  de  exis- 
tir albuminuria  ú  otras  afecciones  que  lo  impidan. 

Por  último,  el  hecho  de  sobrevenir  el  delirio  en  el  curso  de  una  pulmo- 
nía, no  contraindica  el  procedimiento  de  las  afusiones  frías. 

{Brit,  Med,  Joum,),  —  R.  DitL  Vallx. 


REVISTA 


DB 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


UN  CASO  DE  PERFORACIÓN  INTESTINAL  SIN  OOLOR 

DOCTOR  D.  JUAN  MADINAVEITIA 

Médko  da  número,  por  oposición,  del  HoeplUl  proTineUl  de  Madrid. 


Hace  tres  meses,  fui  llamado  en  consulta  para  ver  á  un  señor  de 
cincuenta  años,  que  padecía  una  tifoidea  de  poca  intensidad,  pero 
con  ligera  nefritis.  Siguió  un  curso  regular  durante  dieciseis  ó  die- 
ciocho días,  y  al  cabo  de  ese  tiempo,  me  llamaron  nuevamente, 
porque  se  había  presentado  un  accidente  grave. 

Unas  horas  antes  de  verle  yo  se  había  sentido  malo  repentina* 
mente,  y  los  compañeros  que  le  asistían  pudieron  comprobar  un  es- 
tado de  verdadero  colapso,  con  falta  dé  pulso.  Después  de  varias 
inyecciones  de  alcanfor,  cafeína,  etc.,  se  había  hecho  perceptible  el 
pulso,  que  era  pequeñísimo,  irregular  y  tan  frecuente,  que  no  se  po- 
día contar. 

¿Cuál  era  la  causa  de  este  estado?  ¿Era  de  origen  cardiaco  ó  po- 
dríamos encontrar  en  el  vientre  la  causa?  Me  dijeron  que  no  había 
dolor  ni  timpanización,  ó  más  bien  aumento  de  volumen  de  vientre. 
Al  reQonocerle,  pensaba  en  una  hemorragia  intestinal,  perforación, 
hemorragia  del  páncreas,  etc.  Podía  haberse  producido  la  hemorra- 
gia en  el  intestino  y  no  haber  salido  aún  la  sangre  al  exterior;  pero 
la  percusión  nos  hubiera  dado  sonido  mate,  y  en  este  caso  daba  soni- 
do claro,  así  es  que  desechamos  en  seguida  esta  idea.  Para  ver  si  ha- 
bía perforación,  fuimos  á  buscar  la  macidez  del  hígado,  y  vimos  que 
había  desaparecido.  Este  síntoma  tiene  toda  su  signiflcación  en  este 
j|áso,  porque  no  estaba  abultado  el  vientre.  Sabido  es  que  el  hígado 
gira  alrededor  de  su  eje  transversal,  y  que  cuando  hay  ascitis,  gran 
Aflo  XXX.  — Tomo  LXXIII.-Núm.  051.— «1  Octubre,  1900.  7 


82 

tímpaoizaelÓD  de  TÍentre  6  algo  que  pueda  reehazar  el  hfgado  ha- 
cía arriba,  ee  preeeeeota  á  Teees  eólo  el  borde  ínfeñor  contra  la  pa- 
red torácica,  j  en  eaoa  casca  desaparece  la  macidez  hepática,  am 
que  haya  aire  en  el  peritoneo.  Cuando  haj  neomotórax  en  ^  lado 
derecho,  poede  eaceder  lo  miemo,  por  on  mecaniamo  distinto. 

Al  diagnosticar  la  perforaci6n,  por  la  desaparición  de  la  macidez 
hepática,  tratamos  de  aTerígnar  las  condiciones  en  qae  se  habla 
producido  j  sapimos  que,  faltando  á  lo  que  se  le  había  ordenado, 
bajó  de  la  cama  para  defecar,  j  se  sintió  de  pronto  tan  mal,  que 
llamó  á  sus  hijos  creyendo  que  se  moría.  La  causa  de  la  perfora- 
ción era  mujr  evidente,  j  aun  cuando  faltaba  el  dolor  j  la  timpani- 
zacíón  grande  del  vientre,  no  dudamos  en  el  diagnóstico. 

El  problema  que  se  planteaba  inmediatamente  era  el  del  trata- 
miento. Sabido  es  que  hoy  se  aconseja  la  intervención  qairúrgica 
en  estas  perforaciones,  j  que  las  estadísticas  que  se  citan  son  cada 
vez  más  favorables,  en  los  casos  de  intervención  muy  inmediata  á 
la  perforación,  antes  de  qu#se  desarrolle  una  peritonitis  generali- 
zada; pero  ¿podíamos  aconsejar  la  intervención  con  la  depresión 
cardíaca  que  existía  en  este  caso?  Los  cinco  compañeros  que  nos 
reunimos,  opinamos  que  no  era  prudente  la  intervención,  á  pesar 
de  estar  convencidos  de  que  abandonado  á  sí  mismo  el  enfermo,  se 
moriría.  Se  insistió  en  la  necesidad  de  seguir  con  los  tónicos  cardía- 
cos y  los  opiáceos,  absteniéndose  de  darle  alimentos,  bebidas  ni  me- 
dicamentos por  la  boca.  Se  convino  en  ponerle,  cada  seis  horas,  un 
enema  de  250  gramos  de  agua  templada,  para  que  lo  at>8orbiera  y 
no  le  faltaran  líquidos  para  la  eliminación  délos  productos  tóxicos. 

Se  pronosticó  el  aumento  de  timpanización,  la  peritonitis  y  la  pro- 
babilidad de  que  se  desarrollara  pleuritis,  porque  la  pleuritis  acom- 
paña á  la  peritonitis  con  muchísima  frecuencia. 

A  las  cuarenta  y  ocho  horas  tenía  el  enfermo  un  aspecto  mejor, 
porque  había  desaparecido  el  colapso  cardíaco  y  se  había  regulari- 
zado el  pulso,  pero  mi  pronóstico  era  tan  malo  como  en  los  prime- 
ros momentos,  porque  había  más  timpanización,  algún  vómito, 
ruido  de  roce  pleurítico  en  el  lado  derecho,  en  el  sexto  espacio,  por 
delante;  120  pulsaciones,  para  38^,  lo  cual  correspondía  muy  bien  á 
su  peritonitis;  cara  abdominal  y  lengua  puntiaguda  con  las  papilas 
muy  marcadas.  Se  murió  del  cuarto  al  quinto  día  de  la  perforación. 

Yo  he  hecho  la  autopsia  de  otros  dos  tifoideos  que  se  murieron  de 
perforación  intestinal  y  los  dos  se  murieron  del  tercero  al  quinto  día.,  ^ 
La  perforación  pasa  desapercibida  en  muchos  casos  graves,  si  no  se 


83 

busca  con  cuidado.  De  esos  áoU  casos  uno  era  grave  y  otro  no,  pero 
los  dos  tuvieron  dolor,  uno  de  ellos  muy  intenso  y  el  otro  poco  acen- 
tuado. Se  pudieron  diagnosticar  bien  en  vida  por  la  desaparición 
•de  la  macidez  hepática. 

En  el  caso  descrito,  lo  más  notable  es  la  falta  de  dolor;  pero  yo  he 
iristo  bastantes  casos  de  peritoiiitis  (con  autopsia),  en  los  cuales  el 
dolor  es  muy  poco  acentuado,  tanto  el  dolor  espontáneo  cotíio  el 
provocado  por  la  presión.  Se  dice  que  las  visceras  abdominales  son 
insensibles  al  doldr  lo  mismo  cuando  se  cortan,  se  cauterizan^  etcé- 
tera, y  se  supone  que  sólo  el  peritoneo  parietal  es  sensible.  Teniendo 
•esto  en  cuenta,  no  deben  extrañarnos  estos  caso%  de  perforación 
«in  dolor,  aun  cuando  en  la  mayor  parte  de  ellos  hay  dolor;  porque 
antes  de  la  perforación  se  han  producido  inflamaciones  alrededor 
de  la  úlcera,  que  pueden  provocar  el  dolor  por  linfangitis  ó  cual- 
•quier  otro  mecanismo. 

Recientemente  he  hecho  yo  dos  autopsias  de  peritonitis  generali- 
zada. Uno  de  ellos  tenia  dolores  muy  intensos  espontáneos  y  á  la 
presión.  La  peritonitis  era  principalmente  parietal  y  habia  varias 
asas  intestinales  (del  yeyuno),  fuertemente  adheridas  á  la  pared 
anterior  del  vientre.  El  otro  tenia  ligera  peritonitis  generalizada  y 
muy  intensa  sobre  el  hígado.  Era  un  caso  típico  de  pericolecistitis, 
con  fuertes  adherencias  dala  vesícula  al  colon  transverso  y  al  duo- 
deno, producidas  en  un  ataque  anterior.  Dentro  de  la  vesícula  había 
13  cálculos.  Este  tenía  muy  poco  dolor  espontáneo  y  el  provocado 
'era  también  muy  poco  intenso.  Como  se  ve,  estos  dos  casos  concuer- 
dan  con  la  hipótesis  de  que  duele  el  peritoneo  parietal  y  poco  ó  nada 
«1  visceral. 

Teniendo  en  cuenta  el  caso  de  la  perforación  y  estos  dos  últimos, 
concederemos  cierto  valor  al  síntoma  dolor  en  la  peritonitis,  pero 
de  acuerdo  con  lo  que  hoy  se  dice,  no  negaremos  la  existencia  de  la 
peritonitis,  porque  falte  el  dolor. 


1 


-4^»^^^- 


84 


ESCARLATINA  A  ]^E0ID1VAS 

(SIETE  REINFECCIONES) 
D.  ANTONIO  MARTÍN  MENÉNDEZ 

Ex-médleo  d«l  Hofpttal  Militar  d«  Mahón. 


Ofrécenos  de  continuo  la  clínica  observaciones  tan  curiosas,  mu- 
chas de  ellas  desconocidas  hasta  un  momento  determinado,  que  aF 
hombre  más  estudioso  é  investigador  escapan,  sin  género  de  dudft 
alguna,  la  explicación  y  el  por  qué  de  ciertos  fenómenos  patológi- 
cos, no  siempre  de  fácil  solución,  por  no  consentirlo  la  índole  de  1& 
ciencia  biológica. 

El  caso  que  motiva  la  siguiente  historia  bien  merece  los  honores- 
de  la  publicación,  ya  que  seguramente  no  habrá  muchos  como  el 
por  mí  presentado.  Sin  yo  dudar  del  crédito  que  los  lectores  de  esta 
Revista  concederán  desde  luego  á  semejante  diagnóstico,  quiero» 
tan  sólo  para  honrar  más  este  trabajo  y  hacer  resaltar  doblemente 
su  importancia,  citar  los  nombres  de  los  profesores  médicos  que  tu- 
vieron ocasión  de  examinar  al  enfermo  aludido  en  distintas  épocas, 
siendo  aquéllos  los  Dres.  Gómez  Tornell,  Ustáriz,  Figueroa,  Sáez, 
Herguetfi^  Codina,  González  de  Castro,  Torregrosa  y  quien  tiene  el 
honor  de  suscribir  esta  historia.  Cada  uno  de  los  mencionados  pro- 
fesores.no  vacilaron  en  diagnosticar  la  enfermedad  de  exantema  es* 
carlaiinoso^  habiéndolo  formulado  igualmente  en  la  última  infección 
el  Dr.  Codina  Castellví,  ^uien  á  !a  indiscutible  competencia  y  auto- 
ridad cientiflca  de  los  restantes  comprofesores,  reúne  la  doble  cir- 
cunstancia de  haber  tenido  á  su  cargo  durante  varios  años  la  clí- 
nica de  enfermedades  eruptivas  en  el  Hospital  Provincial  de  Madrid 
y  ser  autor  de  una  notable  obra  que  trata  de  dichas  infecciones. 

Cuenta  nuestro  joven  enfermo  (hijo  del  eminente  y  malogrado  ci- 
rujano del  Hospital  General  Dr.  Gómez  Pamo)  veintiún  años,  y 
reñere  que  á  los  siete,*  y  en  el  mes  de  mayo,  fué  atacado  del  primer 
brote  de  escarlatina,  precedida  ésta  de  una  angina  eritematosa,  si- 
guiendo la  infección  un  curso  normal  y  benigno,  descamándose  en 
la  forma  peculiar  de  esta  afección,  ó  sea  en  grandes  porciones  de  epi- 
dermis. Terminada  la  descamación,  y  próximamente  á  los  cuaren- 


86 

ta  días  de  haber  enfermado,  le  dieron  un  baño  por  prescripción  fa- 
cultativa, á  temperatura  de  32^  á  33^,  y  según  manifiesta  el  paciente, 
al  salir  del  agua  ya  se  encontró  mal,  hasta  el  punto  de  tener  ese 
mismo  día  fiebre,  la  cual  fué  progresivamente  aumentando,  y  al 
«igufente  día  una  nueva  angina  sfrvió  de  comienzo  á  nuevo  brote 
de  escarlatina  (núm.  2),  máe(  intenso  que  el  anterior,  tanto  respecto 
ásu  duración  cuanto  á  la  extensión  del  exantema,  descamándose 
con  suma  lentitud  y  en  forma  tal,  que  recuerda  la  familia  del  histo- 
riado se  desprendían  los  trozos  de  epidermis  en  algunas  regiones 
completamente  enteros,  entre  ellos  los  dedos  de  las  manos  y  plantas 
4e  los  pies.  Ni  en  este  segundo  ataque  ni  en  e)  otro  hubo  la  más  pe- 
queña cantidad  de  albúmina  en  la  orina.  Restablecido  por  completo 
-de  esta  nueva  reinfección,  transcurrieron  diez  años  sin  novedad  al^ 
^una,  y  al  cumplir  los  diecisiete,  y  en  el  mes  de  febrero,  de  nuevo 
-el  germen  de  la  escarlatina  apareció  en  el  acondicionado  organismo 
del  sujeto,  haciendo  el  número  3,  precedido  igualmente  de  angina, 
siendo  la  erupción  más  extensa  en  las  manos  y  pies,  resultando  el 
periodo  de  descamación  si,  en  grandes  porciones  ó  trozos,  pero  muy 
Jento,  por  cuanto  duró  tres  semanas;  tampoco  en  este  ataque  se 
evidenció  cantidad  de  albúmina  alguna.  En  este  mismo  año,  y  en 
ios  últimos  días  del  mes  de  junio,  el  cuarto  ataque  de  escarlatina 
sorprendió  una  vez  más  al  enfermo  y  no  menos  á  la  familia  y  mi6di« 
eos  encargados  de  su  asistencia,  ofreciendo  aquól  la  particularidad 
de  no  existir  angina  de  periodo  de  invasión,  y  sí,  en  cambio,  una 
intensa  neuralgia  dentaria  y  también  frecuentes  y  violentos  vómi- 
tos la  víspera  de  aparición  del  exantema,  no  deteniéndonos  á  des- 
cribir el  curso  de  esta  reinfección  por  carecer  de  interés  clínico. 
Transcurrido  un  año,  y  en  el  mes  de  febrero,  el  estupor  en  todos  fué 
la  consecuencia  al  ver  reaparecer  en  el  enfermo  un  quinto  ataque, 
«ir viendo  á  éste  de  período  prodrómico  un  acceso  de  gripe,  con 
temperatura  elevada  (sin  angina  peculiar),  y  como  la  vez  última, 
irecuentes  vómitos;  en  cambio,  la  erupción  fué  acentuada,  siendo 
largo  el  período  de  descamación  y  de  convalecencia.  El  mes  de 
marzo  del  presente  año  fué  el  preferido  por  el  germen  escarlatinoso 
para  hacer  la  sexta  aparición  en  nuestro  castigado  enfermo,  pero 
«6ta  vez  sin  molestia  alguna  ni  fiebre,  apreciando  tan  sólo  el  pa- 
ciente el  color  rojo  subido  del  exantema  en  muñecas,  muslo  izquier- 
do y  labios  (que  se  inflamaron  bastante);  no  llegó  á  alterar  su  géne- 
ro de  vida  ordinaria;  se  hizo  analizar  la  orina  y  hubo  de  apreciarse 
tina  cantidad  de  albúmina,  no  dosificada,  pero  sí  muy  pequeña;  la 


86 

descamación  comenzó  á  iniciarae  en  pequeñas  porciones^  y  coanda 
aún  reataban  sitios  por  desprender  (piernas  y  pies);  y  habiendo  lle- 
gado en  estas  condiciones  el  df a  ^  del  pasado  abril,  sintióse  acome- 
tido de  ona  molestísima  y  pertinaz  neuralgia  dentaría,  y  sospechan- 
do pudiese  depender  de  la  caries  de  algún  hueso  de  la  boca,  hlzose^ 
examinar  dicha  cavidad  por  un  profesor  dentista,  el  cual  hubo  do 
prescribirle  un  calmante,  no  obstante  el  cual  no  cedió  la  neuralgia,. 
y  al  cumplir  las  cuarenta  y  ocho  horas  de  iniciarse  ésta,  la  tempe- 
ratura se  elevó  bruscamente  á  39^,  amaneciendo  al  siguiente  día 
con  el  séptimo  brote  de  escarlatina,  más  acentuada  en  la  mitad  iz- 
quierda de  la  cara,  lengua,  velo  del  paladar,  parte  superior  del  pe- 
cho, muñecas»  manos,  piernas  y  pies  (no  hubo  angina).  La  gráfica 
térmica  en*  esta  infección  presentó  la  particularidad  de  sufrir  un 
rápido  descenso,  pues  después  de  los  39^  bajó  al  siguiente  día  á  38®, 
á  37  t/2  al  siguiente,  y  de  aquí  en  adelante  se  mantuvo  apiréuco.  Loa 
dos  análisis  hechos  en  la  orina  no  acusaron  albúmina.  La  descama- 
ción esta  vez  comenzó  por  las  muñecas,  palmas  de  las  manos,  de- 
dos, talones,  etc.  Hoy,  día  20  de  septiembre,  se  encuentra  el  enfermo 
totalmente  restablecido,  aun  cuando  con  el  consiguiente  sobresalto- 
de  recibir  otra  vez  más  las  caricias  de  tan  inoportuno  huésped. 

Hemos  terminado  la  parte  expositiva  de  esta  excepcional  historia, 
la  cual  se  presta  desde  luego  á  ligeras  consideraciones  derivadas  do 
la  naturaleza  del  proceso;  dichas  consideraciones  se  refleren,  la 
primera,  á  investigar  la  razón  del  por  qué  de  la  inextinguibilidad 
vital  del  germen  escarlatinoso  en  este  enfermo,  vitalidad  demostra- 
da á  mi  entender  por  el  sólo  hecho  de  que  las  siete  infecciones  re- 
gistradas fueron  originadas,  la  primera  sin  tener  duda  en  ello, 
por  contagio,  pero  en  cambio  las  seis  restantes  sobrevinieron  por 
auto-infección  ó  infección  autógena,  y  claro  se  está  que  para 
ello  tuvo  que  mantenerse  en  estado  latente  el  germen  patógeno  en 
las  temporadas  que  mediaron  de  brote  á  brote,  reviviendo  por  con- 
secuencia de  las  favorables  condiciones  de  verdadera  idiosincrasia 
morbosa  del  sujeto  paciente,  y  como  no  creo  inverosímil  ni  despro- 
visto ^de  razonamiento  admitir  que  en  la  saliva  y  moco  de  la  cavi- 
dad bucal  en  sus  diferentes  regiones  anfractuosas  es  dónde  segura- 
mente perdura  el  agente  productor  del  exantema  referido  á  este  me» 
canismo  evolutivo,  debemos  atribuir,  repito,  las  seis  escarlatinas  su- 
fridas. Vienen  en  apoyo  de  esta  hipótesis  los  experimentosde  Hicker> 
experimentos  que  cita  muy  oportunamente  el  Dr.  Codina  en  su  obra 
de  enfermedades  eruptivas  y  que  se  refleren  aquéllos  á  demostrar 


87 

la  virulencia  y  contagiosidad  del  moco  de  la  garganta  y  boca  del 
escarlatinoBo  cuando  se  hacen  inoculaciones  en  la  piel.  Otra  parti- 
cularidad digna  de  anotarse  es  la  referente  á  la  intensidad,  forma 
de  invasión  y  sintomatologla  de  cada  uno  de  los  ataques  sufridos, 
por  cuanto  hemos  podido  observar  la  marcada  virulencia  de  algu- 
no y  en  cambio  la  extremada  benignidad  de  otros,  como  ocurrió 
con  el  sexto,  en  el  cual  el  enfermo  no  interrumpió  su  vida  ordina- 
ria; asimismo  la  forma  de  invasión  no  deja  de  ofrecer  particularida- 
des una  vez  que  el  comienzo  en  tres  ataques  se  manifestó  por  neural- 
gias dentarias  y  por  gripe,  y  en  lo  que  se  reñere  á  la  sintomatologla 
ésta  no  ha  podido  ser  más  atipíca,  y  lo  demuestra  asi,  tanto  las  par- 
ticularidades de  la  temperatura  cuanto  la  forma  de  descamación  en 
los  siete  ataques,  no  dejando  de  llamar  la  atención  la  reacción  al- 
buminosa de  la  orina,  pues  que  aquélla  sólo  hubo  de  manifestarse 
en  el  ataque  ó  brote  m&s  ligero.  Después  de  todo  lo  dicho  nada  ten- 
dría de  extraño  no  fuese  esta  la  última  vez  que  recidivase  la  escar- 
latina, máxime  cuando  á  mi  modo  dQ  ver  y  según  dije  ya,  el  germen 
persiste  en  estado  latente  en  el  moco  de  alguno  de  los  repliegues  de 
los  pilares  ó  quizá  en  las  fosas  nasales.  A  conseguir  la  destrucción 
completa  del  germen  infectivo  hemos  de  dedicar  nuestros  esfuerzos 
profesionales,  y  para  ello  trataré  de  emprender  una  enérgica  cam- 
paña de  desinfección  en  las  regiones  anatómicas  cuyas  mucosas  sir- 
ven de  apropiado  terreno  de  cultivo  al  agente -microbiano,  llegando 
hasta,  si  es  preciso,  á  la  pirocaustia. 

He  terminado  cuanto  de  nuevo  creo  encierra  la  presente  historia, 
no  sin  antes  consignar  una  gran  verdad  y  enseñanza  que  se  des- 
prende del  citado  caso,  á  saber:  que  en  medicina,  el  enfermo  es  un 
libro  abierto,  en  cuya  última  página  jamás  debe  estamparse  la  pa- 
labra fin. 


88 

REVISTA  DE  HIGIENE 

DOCTOR  DON  RAFAEL  RODRÍGUEZ  MÉNDEZ 

C«t«dritko  U  Hlglraa  •■  l«  fmtaHU  d«  MedSeiaa  d«  B«r«loM. 


8uM ABio :  I.  Relaciones  entre  la  metereología  y  la  hemorragia  cerebral.-* 
II.  8ol>re  las  horas  de  saeflo  de  los  niftos.— III.  La  enfermedad  de  los  pes- 
cadores de  esponjas:  hematomielia.— lY.  Generalidades  sobre  parásitos. 
—V.  Una  epidemia  de  disenteria  bacilar. 

I.  Las  relaciones  entre  la  meteorología  y  la  hemorragia  cerebral 
no  han  sido  objeto  de  estudios  muy  detenidos. 

R.  H.  Watter  llamó  la  atención  sobre  el  papel  que  en  la  apoplegia 
de  los  predispuestos  juega  una  presión  barométrica  elevada^  espe- 
cialmente después  de  una  depresión  más  ó  menos  continua;  la  ac- 
ción seria  nociva  sobre  arterias  ya  frágiles.  León  y  Barton  han  re- 
ferido el  hecho,  no  á  la  presión,  sino  á  las  oscilaciones  térmicas. 

Más*  recientemente  Russell,  habiendo  reunido,  con  otro  objeto,  to- 
dos los  casos  de  liemorragía  cerebral  recogidos  en  Birmingham  Ge- 
neral Hospital,  desde  1885  hasta  1902,  se  propuso  estudiar  las  rela- 
ciones entre  los  accidentes  meteorológicos  y  este  otro  accidente 
morboso,  pero  deduciendo  los  enfermos  anteriores  á,  1891,  pues  has- 
ta este  año  no  se  hizo  la  publicación  periódica  de  las  observaciones 
meteorológicas.  Quedaron,  en  suma,  66  casos  mortales,  en  los  cua- 
les la  autopsia  probó  el  hecho  de  hemorragia  cerebral,  y  62  no  mor- 
tales, cuyo  diagnóstico  no  es,  por  tanto,  tan  cierto. 

Siendo  la  presión  barométrica  de  73'44  milímetros,  por  término 
medio,  nota  Russell  que  de  los  66  casos  mortales,  37  ocurrieron  cuan- 
do la  presión  estaba  por  encima  de  la  media  y  29  por  debajo;  y  de 
los  no  mortales,  34  y  28  respectivamente.  En  resumen,  las  hemorra- 
gias cerebrales  son  más  frecuentes  (5 :  4  ó  más  exactamente  71 :  57), 
cuando  la  presión  es  elevada. 

Ha  investigado,  además,  si  aparte  de  la  altura  absoluta  del  baró- 
metro, tenían  influencia  las  variaciones  de  presión,  y  encuentra  71 
casos  mientras  la  columna  subía  y  57  mientras  bajaba.         > 

Respecto  á  la  temperatura,  el  autor  confirma  la  idea  de  que  son 
más  frecuentes  las  hemorragias  cerebrales  en  el  invierno  que  en  el 
verano.  De  241  casos  admitidos  en  el  Hospital  desde  1885,  hubo  134 
de  noviembre  á  abril,  y  107  de  mayo  á  octubre.  Mas  aparte  de  esta 


\ 


89  ... 

influencia  estacional^  no  cree  que  los  cambios  térmicos  tengan  va- 
lor etiológico  por  si  mismos:  apenas  si  se  nota  un  ligero  aumento 
cuando  el  termómetro  sube. 

En  cuanto  á  los  vientos»  los  de  baja  presión  son  los  más  íovora- 
bles  á  estas  hemorragias  (92  casos  por  36  en  que  la  presión  era  infe- 
rior á  la  media).  Un  viento  de  baja  presión  coincidente  con  alta  pre- 
sión barométrica,  parece  constituir  las  condiciones  más  favorables 
para  la  hemorragia  {The  Lancet,  1906). 

II.  En  el  país  de  los  sports^  en  Inglaterra,  los  más  eminentes  mé- 
dicos é  higienistas  han  pedido  á  The  Times  (diciembre  de  1905),  hos- 
pitalidad para  publicar  una  carta  relativa  al  reposo  de  los  escola- 
res, al  sueño  de  los  alumnos,  no  bien  entendido  ni  atendido  todavía. 
Demandan  nueve  horas  de  sueño  en  verano  y  nueve  y  asedia  en  in- 
vierno por  término  medio. 

El  perjuicio  que  se  causa  á  los  niños  que  trabajan  mucho  y  no 
duermen  lo  suñciente  en  la  época  del  desarrollo,  es  considerable: 
pierden  atención,  se  fatigan  pronto  hasta  en  los  juegos  y  recibe  su 
cerebro  un  ataque  del  que  tal  vez  no  se  reponga  nunca  y  que  podrá 
llevarles  á  la  impotencia,  quedando  menos  prestos  para  «la  lucha 
por  la  vidai. 

E.  Perier,  aprovechando  esta  ocasión,  insiste  sobre  el  tema  (Les 
heures  de  sommeil  dans  Venfance.^Ann.  de  Méd.  et  de  Chir.  infan- 
tiles, 1906).  ^ 

No  sabemos  lo  que  es  el  sueño,  pero  sí  que  nos  sirve  de  reposo  para 
todo  el  cuerpo,  cuya  actividad  queda  transitoriamente  suspensa; 
después  de  él  se  entrega  mejor  el  hombre  al  trabajo  intelectual  y  al 
manual  con  más  energía ;  representa  un  tercio  de  nuestra  vida,  re- 
para fuerzas,  permite  el  reposo  de  los  músculos,  sentidos  y  espíritu, 
y  lo  ^exige  la  vida  de  relación. 

Hufeland  {L'art  de  prolonger  la  oie)^  dice  que  está  destinado  á  de- 
tener el  curso  del  «consumo  vital»  y  á  impedir  una  destrucción  rá- 
pida; regulariza  la  vida  como  al  reloj  el  péndulo;  reposando  la  vida 
intensiva,  se  alarga  la  vida  total,  pues  aquélla,  prolongada,  es  ca- 
paz de  producir  una  especie  de  fiebre,  la  Jlebre  de  noche.  En  este  mo- 
mento el  sueño  acude  en  nuestro  socorro,  nos  pone  en  Atado  de  pa- 
sividad, detiene  el  torrente  del  consumo  vital  y  repara  las  pérdidas. 
Nada  nos  fatiga  y  abate  tanto  como  el  insomnio.  Los  mismos  deca- 
nos del  reino  vegetal,  los  árboles,  no  vivirían  tanto  si  no  durmieran 
durante  el  invierno.  «Quien  duerme,  come». 

Si  el  hombre  hasta  cierto  punto  puede  soportar  la  privación  del 


90 

sueño,  no  ocurre  lo  mismo  con  el  niño  y  el  adolescente,  cuyo  cuerpo 
trabaja  para  el  desarrollo  y  el  cerebro  se  mantiene  tenso  por  el  tra- 
bajo continuo.  Sin  61,  enferman  y  languidecen,  y  el  cerebro  es  me- 
nos resistente. 

A  los  higienistas,  no  á  los  maestros,  corresponde  fijar  las  horas 
de  sueño;  á  ellos  se  debe  que  en  los  Estados  Unidos  duerman  los  ni- 
ños más  que  en  Europa.  De  este  modo  logran  mayor  actividad  en  las 
mutaciones  nutritivas  y  mayor  energía.  tEl  sueño  es  el  mejor  cor- 
dial del  hombre»  (Locke). 

El  niño  recién  nacido  duerme  veintiuna  6  veintidós  horas,  y  asi 
puede  duplicar  su  peso  en  cinco  ó  seis  meses  y  alargar  su  cuerpo  20 
centímetros  en  un  año. 

Hacia  el,  fin  del  primer  año  duerme  de  doce  á  quince  horas,  y  poco 
á  poco  se  va  destetando  del  sueño  del  día,  y  es  el  de  la  noche  más 
prolongado  y  profundo,  especialmente  si  el  niño  está  sano  y  vigoro- 
so; así  agranda  4  á  5  centímetros  anuales  y  aumenta  2  ó  3  kilo- 
gramos. 

En  la  segunda  infancia,  hasta  los  seis  ó  siete  años,  dura  el  sueño 
unas  doce  horas  consecutivas,  y  diez  á  los  diez  años* 

Durante  la  adolescencia,  los  escolares  franceses  duermen  todo  lo 
más  de  siete  á  ocho  horas,  y  menos  los  externos  que  se  acuestan 
más  tarde.  Esta  ración  de  sueño  es  más  insuficiente  en  Francia  que 
en  Inglaterra,  y  se  necesita  el  concurso  de  todos  para  corregir  si- 
tuación tan  lamentable. 

III.  Un  enfermo,  pescador  de  esponjas  y  procedente  de  Sfax,  in- 
gresado en  la  clínica  del  profesor  Boudet,  de  Lyon,  constituye  un 
caso  raro  de  las  varias  formas  morbosas  que  pueden  presentarse 
en  los  buzos.  Es  una  hematomielia.  El  ingreso  fué  hecho  en  mayo  de 
1905,  con  paraplegia  completa  de  los  miembros  inferiores.  Era  bebe- 
dor, el  día  antes  del  accidente  se  había  embriagado  y  efectuado  el 
coito.  Había  descendido  la  segunda  vez  á  la  enorme  profundidad  de 
72  metros  y  permanecido  bajo  el  agua  cuatro  ó  cinco  minutos.  No 
sintió  molestia  alguna  hasta  dos  ó  tres  minutos  de  haber  salido  del 
traje  de  buzo;  entonces  hubo  ruido  de  oídos,  sensación  de  calor  en 
el  abdomen  con  náuseas  y  sin  vómitos  y  dificultad  para  andar,  que 
sólo  pudo  hacerlo  apoyándose  en  la  punta  del  pié.  No  perdió  por 
completo  el  conocimiento  y  después  de  hacerle  abluciones  frías  fué 
colocado  en  la  cama.  A  las  cuatro  horas  estaba  paralizado  de  loe 
cuatro  miembros,  tenia  espasmos  y  dolores  en  las  piernas  y  se  que- 
jaba de  sed  intensa.  La  orina  no  era  expulsada  por  completo.  La 


91 

parálisis  de  los  miembros  torácicos  cesó  á  los  quince  dfas,  pero  que- 
daron paraplegia  ñáxida  y  durante  un  mes  retención  de  orina  y 
diarrea.  Permaneció  en  cama  cuatro  meses  y  á  los  dos  se  inició  ri- 
gidez de  las  piernas  que  fué  aumentando  poco  á  poco;  á  la  retención 
sustituyó  la  incontinencia  de  orina  y  de  las  materias  fecales.  Hubo 
flictenas  en  el  cóccix  y  piernas  y  una  escara  en  el  sacro. 

Este  accidente  no  es  el  primero  que  ha  sufrido.  En  1901  padeció 
uno  semejante^  pero  transitorio. 

Boudet  decribe  minuciosamente  todos  los  síntomas  y  deduce  exis- 
te una  parálisis  espasmódica  con  anestesia  concomitante  provoca- 
da por  una  hematomielia  por  descompresión  rápida,  un  caso  de  en- 
fermedad de  los  buzos.  » 

En  esta  enfermedad  los  síntomas  son  numerosos,  pero  predominan 
'^  los  del  sistema  nervioso.  Catsaras,  que  ha  reunido  muchas  observa- 
ciones, los  divide  en  espinales  y  cerebrales.  Los  espinales  son :  par»- 
plegia  fláxida  ó  espasmódica  (fofma  central,  espinal,  lateral);  á  las 
veces  asociación  del  síndrome  espasmódico,  con  un  síndrome  fabó- 
tico  (forma  central,  espinal,  poisterolateral);  otras  síndrome  sólo 
sensitivo  con  desórdenes  del  sentido  muscular  con  abolición  de  los 
reflejos  de  los  miembros  inferiores  (forma  espinal  posterior),  ó  bien 
monoplegia  de  un  miembro  inferior  con  anestesia  del  otro  (forma 
intra-espinal),  en  fln,  parálisis  radiculares  del  plexo  braquial.  Los 
cerebrales  se  revelan  por  afasias  motoras  ó  sensitivas,  epilepsia 
jacksoniana,  hemiplegia,  manía  transitoria,  vértigo  de  Méniére  y 
pérdida  del  conocimiento ;  los  casos  mortales  son  siempre  apople- 
glas  cerebrales. 

Como  accidentes  extranerviosos,  Catsaras  señala  dolores  articu- 
lares y  musculares,  que  simulan  reumatismo  agudo,  hipertrofia 
hepática  con  ictericia,  enfisema  subcutáneo  generalizado  y  hemo- 
rragia del  cuerpo  tiroides. 

Los  experimentos  y  las  autopsias  han  dado  á  conocer  la  anatomía 
patológica:  se  trata,  sobre  todo,  de  pequeños  focos  de  hematomielia 
y  de  reblandecimiento.  En  un  perro  sometido  á  siete  atmósferas  y 
luego  á  descompresión  rápida  (quince  segundos),  Blanchard  y  Rey- 
naud  observaron  paraplegia  espasmódica  del  miembro  abdominal, 
que  desapareció  por  completo;  el  examen  microscópico  de  la  médu- 
la demostró  pequeños  focos  hemorrágicos,  unos  seis  ó  siete  y  sólo  en 
la  substancia  gris  y  en  toda  su  longitud  menos  en  el  abultamiento 
lumbar,  y  focos  de  mielitis  parenquimatosa,  muy  extensos  y  que 
predominaban  en  la  substancia  bl&nca  de  los  cordones  laterales. 


92 

Bn  todos  los  experimentos  las  hemorragias  eran  más  graves  y  fre- 
cuentes en  el  cerebro  que  en  la  médula  y  algunas  veces  sólo  existían 
en  aquél.  Si  en  las  autopsias  se  ve  más  reblandecimiento  que  hemo- 
rragia, es  poque  se  hace  tarde  la  investigación.  En  suma,  puede  ser 
afectada  toda  la  médula  menos  el  asta  gris  anterior. 

La  patogénesis  es  hoy  bien  conocida.  Lo  que  pasa  en  U  médula 
puede  ocurrir  en  otros  órganos.  Por  el  aumento  de  presión^  los  ga- 
ses de  la  sangre,  CO,  y  N,  se  disuelven  en  cantidad  anormal  (ley  de 
Dalton);  al  cesar  rápidamente  resultan  muy  abundantes  y  se  pro- 
ducen verdaderas  embolias  gaseosas  en  los  vasos  arteriales,  consti- 
tuidas casi  sólo  por  N,  según  Bert.  Determinan  detención  de  la  san  - 
gre,  isquemia  con  rablandecimiento  y  después  infarto  hemorrágico. 
J.  Lépine  ha  demostrado  que,  además  de  esta  hemorragia  por  hipe- 
remia colateral,  hay  otro  mecanismo :  la  rotura  vascular  por  rápi- 
do escape  de  los  gases,  es  decir,  habria  una  hematomielia  primitiva. 

En  el  enfermo  de  Boudet  la  etiología  fué  clásica.  Descenso  á  72 
metros  de  profundidad  ó  sea  á  presión  de  6'99  atmósferas,  borrache. 
ra  el  día  antes,  bebedor  habitual  y  excesos  venéreos.  Catearas  se- 
ñala, además,  entre  las  causas  predisponentes,  el  enfriamiento,  las 
afecciones  pulmonares,  la  comida  abundante  antes  de  la  inmersión, 
la  fatiga,  todas  las  cuales  se  oponen,  en  su  concepto,  á  la  elimina- 
ción del  exceso  de  gases  que  la  descompresión  deja  libres.  Los  pes- 
cadores de  esponjas,  al  final  de  la  campaña,  están  todos  predispues- 
tos á  ser  victima  de  accidentes*;  aquélla  dura  seis  meses,  y  según  el 
relato  de  los  interesados,  de  cada  doce  hombres  que  forman  la  tri- 
pulación del  barco,  al  acabar  hay,  por  término  medio,  cuatro  con 
fenómenos  nerviosos,  y  de  estos  cuatro  dos  terminan  mal,  en  la 
muerte. 

Es  notable  que  estos  paraplégicos,  cuando  todo  parece  conducir 
á  la  degeneración  secundaria  de  ios  cordones  piramidales,  curan  á 
la  larga  en  su  mayoría. 

Catearas  usa  una  terapéutica  muy  especial :  recompresión  á  15  ó 
20  meítos  de  profundidad  durante  quince  minutos,  seguida  de  des- 
compresión  lenta ;  así,  dice,  se  redisuelven  las  embolias  gaseosas 
capilares  y  la  sangre  arterial,  más  oxigenada,  regeqera  los  tejidos. 

Como  profilaxis,  debe  tenerse  en  cuenta :  1.^,  que  la  duración  de 
la  inmersión  sea  proporcionada  á  la  profundidad  á  que  se  desciende 
y  ha  de  variar  entre  una  hora  y  algunos  minutos,  no  debiendo  ser 
aquélla  mayor  de  45  á  50  metros ;  si  es  de  60  no  ha  de  durar  nunca 
la  inmersión  más  de  treinta  minutos ;  2.^,  que  la  descompresión  debe 


93 

ser  lenta,  ocho  ó  diez  minutos  por  cada  atmósfertf^  lo  que  no  se 
practica  casi  nunca ;  3.^,  que  como  las  inmersiones  demasiado  fre- 
cuentes son  peligrosas,  no  debieran  efectuarse  más  de  cuatro  ó  cinco 
diarias ;  4.^,  que,  según  la.  experiencia  enseña,  han  de  ser  evitadas 
las  causas  extrínsecas,  que  hacen  más  peligrosa  la  inmersión.  (Bo- 
lleiino  delle  Cliniché), 

IV.  Guiart  ha  dedicado  en  ^ste  curso,  su  primera  conferencia  de 
Historia  natural  médica  á  generalidades  sobre  parasitismo. 

Habla  de  la  lucha  por  la  vida  en  los  animales,  que  obliga  á  aso- 
ciarse^ ya  á  los  de  la  misma  especie,  ya  á  los  de  especies  diferentes. 
Cuando  varios  individuos  de  la  misma  especie  están  en  intimas  re- 
laciones unos  con  otros  y  tienen  uik)  ó  más  órganos  comunes,  for- 
man una  colonia  (coral,  tenia),  pero  si  están  libres  6  independien- 
tes, viviendo  en  común,  constituyen  una  sociedad  (abejas,  hormigas, 
hombres).  Pero  si  son  de  especie  difei^nte  y  viven  en  común,  resulta 
el  comensalismoy  el  muiualismo^  la  simbiosis  ó  el  parasitismo :  el  co- 
mensal pide  al  que  le  alberga  su  alimentación  y  hasta  con  frecuen- 
cia su  albergue  (Remora);  el  mutualista  retribuye  el  hospedaje 
(Adamsia  y  Bex^nardo  el  Ermitaño) ;  el  simbiótico  está  tan  unido  á 
otro  ser,  que  entre  los  dos  forman  uno  solo  (liquen,  simbiosis  de  un 
alga  y  de  un  hongo). 

£1  parásito  se  nutre  á  expensas  del  que  lo  lleva,  pero  en  lugar  de 
matarlo  para  alimentarse,  se  contenta  con  atacarlo  cuando  tiene 
hambre  ó  se  instala  á  permanencia  en  él,  llegando  hasta  desarrollar 
su  prole.  Se  le  puede  deñnir:  un  ser  vivo,  vegetal  ó  animal,  que 
pasa  parte  ó  toda  su  existencia  en  la  superficie  ó  en  el  interior  de 
otro  ser  vivo  más  poderoso  qu6  él  y  á  cuyas  expensas  vive. 

Los  parásitos  pueden  ser  accidentales^  es  decir,  que  pueden  vivir 
libres  ó  como  parásitos  (miriápodos  y  larvas  de  moscas),  6  parásitos 
propiamente  dichos^  cuyo  ciclo  vital,  aUn  cuando  sea  por  breve 
tiempo,  se  efectúa  como  parásito. 

Son  errantes  los  que  pasan  fácilmente  de  un  ser  á  otro,  ya  inier^ 
mitentes  (mosquito,  pulga),  ya  continuos  (piojo,  sarna) ;  son  fijos  los 
que,  teniendo  residencias  muy  limitadas,  no  pueden  pasar  espontá- 
neamente de  unos  á  otros  (gusanos  intestinales),  ya  temporarios^ 
que  viven  más  ó  menos  tiempo  en  el  ser  que  los  hospeda  (unos  cuan- 
do jóvenes,  como  las  larvas  de  moscas,  y  otros  cuando  adultos,  como 
el  anquilostoma  y  la  nigua),  ya  permanentes^  que  viven  en  él  toda 
la  vida  (triquina). 

Hay,  por  tanto,  todos  los  intermedios  entre  la  vida  libre  y. la  pa- 


»4 

rasítaría,  tiendo  dm  notar  que  á  medida  que  el  parantíamo  ae  ma- 
nífiesta^máa,  la  organiíación  ae  aímplífiea. 

Loa/Miráffiot  moaoseaof  (|m«oc,  nno  solo;  Stwc,  huésped)  son  aque- 
llos coya  evolación  ae  efectúa  en  un  solo  albergue ;  loa  keieraxemoB 
(cTepoc,  diferente)  aon  loa  que  necesitan  vafios  albergues  sacesivos, 
en  COJO  caso  se  dice  hay  generación  aliemanie.  Bl  ser  qne  atraTieaa 
el  parásito  dorante  ao  vida  larvaria  es  el  albergne  prooisional^  j 
dorante  la  adulta  el  definitivo.  Generalmente  el  proviaioaai  es  un 
animal  acuático  6  herviboro  y  la  larva  se  aloja  en  los  tejidos  pío- 
fundos  ó  en  cavidades  cerradas ;  el  definitivo,  por  el  contrarío,  es 
de  ordinario  carnívoro  y  el  parásito  r^de  en  los  órganos  que  co- 
munican con  el  exterior,  y  de  ese  modo  puede  expeler  los  huevos 
afuera  y  diseminar  la  progenitura.  Los  parásitos  más  interesantes 
no  son  siempre  los  que  tienen  al  hombre  como  huésped  deflniti¥0 
(quiste  hidatidico,  hematozoarfo  del  paludismo). 

Respecto  á  la  acción,  la  inocuidad  se  debe  en  gran  parte  á  la  resi- 
dencia (habitual);  también  influyen  la  virulencia  délas  toxinas  pro- 
ducidas y  las  posibles  inoculaciones  de  la  sangre  por  los  parásitos 
hematófagos.  (Le  Progrée  medical^  ;906). 

V.  Refiere  Duchesne,  de  Gournay-en-Bray,  una  epidemia  de  disen- 
tería bacilar  interesante  en  varios  conceptos  {Normandie  médieaie). 

Eli  las  deposiciondé  ha  sido  encontrado  por  el  profesor  Guerbet, 
de  Rouen,  el  bacilo  que  han  descrito  varios  autores,  y  especialmente 
Chantemesse  y  Widal,  Vaillard  y  Doptei*,  Auché,  confirmándose  una 
vez  más  la  especificidad  de  la  disentería  bacilar.  Duró  la  epidemia 
síeto  semanas,  hubo  38  casos,  8  de  ellos  mortales,  casi  todos  niños  y 
viejos. 

Ki  cuadro  clínico  clásico  fué  completo. 

Hecho  raro  en  estos  casos :  se  averiguó  el  origen  de  la  epidemia. 
El  primer  enfermo  fué  un  joven  de  dieciocho  años,  que  permaneció 
veinticuatro  horas  en  una  casa  en  que  había  estado  hasta  cuarenta 
y  ocho  antes  un  soldado  de  Compiegne  con  permiso ;  cuando  éste 
llegó  al  regimiento  estaba  enfermo  de  disenteria  y  fué  uno  de  los 
primeros  casos  de  la  epidemia  que  en  esta  capital  hubo,  tanto  en  la 
población  civil  como  en  la  militar. 

El  joven  presentó  los  'primeros  síntomas  á  los  seis  días  y  sembró 
alrededor  la  epidemia,  tanto  en  el  pueblecito  en  el  que  estuvo  los 
primeros  días,  en  el  que  hubo  tres  casos  casi  inmediatamente. 

Bl  agua,  como  vehículo,  si  ha  desempeñado  papel,  ha  sido  muy 
restringido,  pues  en  la  mayoría  de  casos  fué  de  todo  punto  imposible 


95 

determinarlo.  En  cambio,  la  rapidez  de  propagación,  los  focos  de 
ordinario  contiguos,  su  agrupamiento  en  un  perímetro  limitado, 
parecen  probar  que  se  diseminó  por  contagjo,  por  contacto  directo 
ó  indirecto^  con  personas  ú  objetos  contaminados.  Es  posible  tam- 
bién que  el  aire  transportara  gérmenes  procedentes  de  materiales 
infectos  vertidos  en  el  campo  ó  en  los  estercoleros.  Los  grandes  ca- 
lores (25  julio  á  20  agosto)  han'debido  contribuir  á  la  difusión. 

BIBLIOGRAFÍA 

DOCTOR  D.  JOSÉ  CODINA  CASTELLVÍ 

VMieo  d«  número,  por  opodolóo,  d«l  Hoiplul  ProTlnolaL  Madrid. 


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TU.   EtIOLOOIB,  PBOPHTLAXTB  BT  TBBAPBUTIQUB  DB  LA  TÜBBBCÜLOBB,  pOP  ol  doC- 

tor  J.  Ferr¿n.  París,  1908. 
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V.   IbMÜHISATIOH   DB8  00BATB8  CONTRB    LA    TUBBRCÜL08B,    pOr  J.    Fsrrán.  Pb- 

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Yl.  EtUDBS    8UB    LB   8APBOPH7TX8MB    DBS    BACILK8   TüBBBCULOOÉNüS,    por  J.  Fo- 
rran, 1905. 


Es  un  articulo  de  8  p&ginas  en  4.®  que  respira  energía  y  convic- 
ción, que  es  respetuoso  sin  perder  ocasión  de  rebatir  con  toda  cla- 
ridad el  argumento  contrario,  y  que,  apoyado  en  la  firme  base  de  los 
intereses  morales  de  la  dignificada  clase  de  los  dentistas  (que  el  se- 
ñor Subirana  es  de  los  que  más  la  honran,  por  sus  excepcionales 
condiciones  de  inteligencia  y  laboriosidad)  y  del  público  en  general, 
no  descuida  la  defensa  de  los  intereses  materiales  á  que  está  natu- 
ralmente obligada  toda  colectividad  profesional  si  no  quiere  perecer 
en  esta  constante  lucha  por  la  vida. 

n 

Folleto  de  12  páginas  en  4.°  y  cuatro  figuras  originales,  donde  su 
inteligente  autor  refiere  cinco  observaciones  y  alude  á  algunos  ca- 
sos que  demuestran  la  posibilidad  de  conservar  las  raices  de  los 


96  .jy 

dientes,  aun  en  las  excepcionales  condiciones  de  haber  sufrido  dife- 
rentes accidentes  ó  mutilaciones  que  en  otras  épocaa  y  tal  vez  en 
otras  manos  hubieran  sido  considerados  como  francas  iádicaciones 
de  avulsión. 

III 

Fruto  de  una  laboriosa  6  interesante  serie  de  investigaciones  per- 
sonales son  los  cuatro  opúsculos  que  ha  publicado  el  ilustre  bacte- 
riólogo Dr.  Ferrán,  de  los  cuales  vamos  á  dar,  en  forma  sintética, 
una  idea  al  lector. 

En  éste,  partiendo  de  la  pluralidad  etiológica  de  la  tuberculosis, 
admite  qt^ue  hay  un  grupo  de  bacterias  que  pertenecen  al  colibacilar 
y  que  llama  tuberculógenas,  cuyo  efecto  patógeno  consiste  en  una 
flegmasía  intersticial  del  bazo,  hígado  y  pulmones,  y  secundaria- 
mente en  una  acción  tuberculógena  adquirida  cuando  han  conse- 
guido vegetar  en  el  núcleo  de  los  leucocitos,  no  siendo  necesario  que 
sean  bacterias  acidas,  como  el  bacilo  de  Koch,  para  que  desarrollen 
bien  dióha  acción.  De  ahí  dos  razas  ó  dos  períodos  de  una  raza  de 
bacterias :  las  primeras  que  llama  tisiógenas  y  las  segundas  tuber- 
culógenas.  En  estas  ideas  funda  la  creación  artiñcial  de  una  inmu- 
nidad contra  la  flegmasía  pretuberculosa, inyectando  cultivos  muer- 
tos de  bacilos  tisiógenos,  no  ácidos  y  aun  no  aclimatados  á  la  vida 
endonuclear,  con  los  cuales  añrma  que  también  se  puede  obtener 
un  suero  curativo.  Termina  este  trabajo  detallando  la  forma  cómo 
debe  emplearse  el  suero  antifímico,  consignando  que,  para  que  se 
obtengan  con  él  buenoa.  resultados,  es  necesario  que  se  aplique  con 
oportunidad,  es  decir,  antes  de  que  aparezca  el  bacilo  de  Koch  en 
los  esputos. 

IV 

El  epígrafe  de  este  trabajo  revela  claramente  su  contenido  :  £00- 
lución  de  la  tuberculosis  provocada  en  los  cobayas  por  el  bacilo  tisió^ 
geno  ó  espermigeno  contenido  en  los  esputos  de  las  personas  que  pa- 
decen tuberculosis  pulmonar  y  género  de  alteraciones  tuberculosas 
que  pueden  eficazmente  combatirse  por  el  suero  antifímico  proceden- 
te de  los  animales  inmunizados  con  las  toxinas  de  dicho  bacilo,  Y  en 
efecto,  después  de  aflrmar  que  el  bacilo  tisiógeno  constituye  un  es- 
tado saprofítico  del  bacilo  de  Koch,  expone  detalladamente  la  evo- 
lución anatomopatológica  de  la  tuberculosis  provocada  por  el  ba- 
cilo tisiógeno,  y  acompaña  el  texto  con  12  microfotografías  este- 
reoscópicas en  lo  que  se  refiere  á  la  localización  pulmonar  del  pro- 


.97 

ceso.  De  sus  originales  ideas^  complemento  y  ampliación  de  las  ex- 
puestas en  trabajos  precedentes,  deduce  en  síntesis  que  la  ñegmasía 
inicial  6  pretuberculosa  se  evita  inmunizando  Iqs  cobayas  con  cul- 
tivos muertos  del  bacilo  tuberculigeno  y  se  cura  con  el  suero  de 
animales  hiperinmunizados  con  los  mismos  cultivos.  Por  fin,  des- 
pués de  algunas  consideraciones  referentes  4  la  complegidad  del 
problema  patogénico,  proñláctico  y  terapéutico  de  esta  terrible  en- 
fermedad, consigna  convencido  de  que  en  el  segundo  período  del 
proceso  un  suero  curativo  no  sólo  debe  contener  una  antituberculi- 
na,  sino  que  también  antitoxinas  especiñcas,  las  cuales,  según  ma- 
nifiesta su  ilustre  autor,  no  hay  ningún  suero  antituberculoso  de  los 
que  se  emplean  que  las  contenga. 


Es  una  nota  breve  presentada  al  Congreso  de  la  tuberculosis  que 
se  celebró  en  París  en  1905.  Fundado  en  las  ideas  propias  que  aca- 
bamos de  exponer,  y  ampliadas  en  el  sentido  de  que  la  ñegmasía 
pretuberculosa  es  provocada  por  toxinas  isolubles,  que  á  su  vez  son 
las  engendradoras  de  anticorps,  y  que  el  tubérculo  es  provocado 
por  toxinas  ñjas  que  no  determinan  la  formación  de  anticorps, 
afirma  que  ha  llegado  á  la  solución  práctica  del  problema  de  la  va- 
cunación, no  contra  la  tuberculosis,  sino  contra  la  infección  que  la 
precede  y  que  conduce  á  la  formación  de  los  tubérculos.  Termina 
exponiendo  algunos  hechos  experimentales  que  hablan  en  protle  la 
tesis  sustentada. 

VI 

Constituye  este  folleto,  presentado  también  al  Congreso  de  la  tu- 
berculosis* que  se  celebró  en  París  en  1905,  una  colección  de  notas 
acerca  de  esta  enfermedad/  entre  las  cuales  figura  la  que  hemos 
analizado  precedentemente,  y  cuya  lectura  pondría  al  lector  en  ca- 
mino de  conocer  fácilmente  la  parte  fundamental  de  la  obra  inves- 
tigadora y  experimental  llevada  á  cabo  por  el  ilustre  bacteriólogo 
catalán.  Para  evitar  repeticiones,  sólo  mencionaremos  la  nota  Vil, 
^  donde  afirma  que  entre  los  cobayas  no  sólo  no  se  transmite  la  tuber- 
culosis por  herencia,  sino  que  ni  la  predisposición  ;  al  contrario,  lo 
que  se  transmite  es  una  ligera  inmunidad,  afirmación  que  me  re- 
cuerda un  trabajo  del  Dr.  Lozano,  de  Madrid,  donde  se  hacía  aná- 
loga afirmación  con  respecto  á  la  especie  humana. 

8 


98 


BEVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


AfMCM  artIéfiCM.  —  El  Dr.  Pálido  j  Fernanda  bft  publicado  acercm  de 
«8te  Monto  nn«  interesante  Jf  emoria,  de  la  qne  eoiñamoe  las  eonclnsíones : 

c  Annqne  la  Índole  de  este  trabajo  bace  qne  no  |meda  ser  resnmido  en 
proposiciones  brcTcs,  capaces  de  condensar  la  materia  tratada  en  cada  uno 
de  sns  capítulos,  para  ajnstarme  por  completo  á  lo  dispuestos  en  el  Regla- 
mento vigente  sobre  Memorias  de  los  pensionados,  me  permito  establecer 
las  siguientes  conclusiones : 

1/  La  blenorragia  es  una  enfermedad  de  grares  consecuencias  indiri* 
duales  y  sociales.  8n  preTenci6n  más  eficaz  es  fruto  del  propio  esfuerzo. 
La  acción  restrictiTa,  forzosamente  limitada,  del  Estado,  debe  siempre 
inspirar  una  saludable  desconfianza.  A  los  Gobiernos,  Diputadones,  Ayun- 
tamientos 7  agrupaciones  que  gozan  de  autoridad  y  medios  para  imponer- 
la, corresponde  extender  entre  el  público  los  conocimientos  actuales  sobre 
la  blenorragia,  su  contagio  y  prcTención. 

2/  El  concepto  médico  sobre  la  blenorragia  se  encuentra  en  plena  evo- 
lución, y  son  muchos  los  puntos  obscuros  que  en  él  se  hallan.  Para  llegar 
á  un  acuerdo  anatomopatológico  y  terapéutico  precisa  todavía  el  esfuerzo 
de  muchos  especialistas. 

8.*  Continúa  siendo  indispensable  la  sonda  para  el  tratamiento  de  gran 
número  de  prostáticos,  aunque  es  necesario  admitir  que  los  progresos  de 
la  cirugía  especialista  han  abierto  nuevas  vías  de  curación  en  enfermedad 
que,  como  la  hipertrofia  de  la  próstata,  puede  acarrear  la  muerte  por  tan- 
tos y  tan  terribles  mecanismos. 

4.*  Es  mny  pronto  para  proclamar  en  absoluto  como  mejor  cualquiera 
de  los  procedimientos  operatorios  de  extirpación  de  la  próstata.  Es  de  creer 
que  la  elección  de  procedimiento  dependerá  de  las  indicaciones  que  haya 
de  llenar  en  cada  caso.  Los  adelantos  de  la  ciencia  quirúrgica  harán  menos 
peligrosa  esta  operación,  y  como  los  enfermos  acudirán  á  ella  en  estado 
menos  lastimoso,  sns  resultados  serán  más  brillantes. 

5.*  La  cistoscopia  es  un  método  de  exploración  indispensable  al  urólogo, 
qne  permite  diagnósticos  rápidos  incapaces  de  ser  establecidos  por  otros 
métodos. 

6.*  El  examen  de  la  función  renal  constituye  uno  de  los  más  transcen- 
dentales adelantos  de  la  especialidad  urológica.  El  cateterismo  de  los  uré- 
teres es  el  medio  más  científico  para  establecerlo. 

De  cuantos  métodos  de  examen  funcional  se  han  propuesto  hasta  el  día, 
el  de  la  floricina  y  el  de  la  poliuria  experimental  son  los  que  parecen  más 
eficaces.  La  transcendencia  de  estos  métodos  es  tal,  que  permite  decir: 
cNingún  operado  de  nefrectomía  debe  morir  de  insuficiencia  renal'. 


Traqueetenía  In  extremls.— £1  Dr.  D.  Santiago  Fatj^ó,  pnblica  en  La  Medi- 
cina de  loe  Niños ^  de  Barcelona,  el  caao  referente  á  F.  O.,  niño  de  diecisiete 
meses,  robusto  y  bien  desarrollado,  criado  primero  por  su  madre  y  más 
adelante  con  biberón;  tuvo  la  dentición  precoz;  dos  incisivos  á  los  cnatro 
meses,  en  la  actualidad  tiene  todos  los  incisivos  caninos  y  cuatro  mo- 
lares. No  ba  padecido  ninguna  enfermedad  de  importancia  basta  la  actua- 
lidad. 

La  enfermedad  empieza  por  un  simple  resfriado,  sin  alarmar  á  loe  padres, 
por  más  que  al  dia  siguiente  lo  llevaron  á  la  consulta  de  un  colega,  el  doc- 
tor B.  Guilera,  el  cual  no  encuentra  nada  de  importancia  en  la  primera 
visita. 

Oon  rapidez  apareció  al  dia  siguiente  la  tos  ironca  y  al  mismo  tiempo  la 
voz  se  apagó,  baciéudoae  ronca  también,  presentándose  un  cuadro  que 
«larmó  un  poco  á  la  familia,  y  al  ser  examinado  por  un  colega,  les  declaró 
en  el  acto  que  se  trataba  de  un  caso  grave  y  que  era  preciso  intervenir  con 
urgencia,  pues  los  síntomas  iban  precipitándose  con  suma  rapidez  por  pre- 
sentarse ya  un  poco  de  tirage;  á  todo  esto  no  aparecía  ninguna  falsa  mem- 
brana en  las  fauces ;  sólo  se  presentaban  claras  las  sefialesde  obstáculo  y  obs- 
trucción laríngea.  Como  el  niño  presentaba  tirage  completo  y  muy  acentua- 
do y  en  un  período  verdaderamente  asfíctico,  dispuso  que  se  hirvieran  los 
instrumentos,  y  mientras  se  preparaba  para  hacer  la  traqueotomía,  el  enfer- 
mito  quedó  colapsado,  sin  respiración ;  sin  ninguna  prjecaución  antiséptica, 
pues  el  caso  no  lo  permitía,  sin  tiempo  para  aguardar  á  que  hirviera  los 
instrumentos,  cogió  al  enfermito,  y  sin  ayudantes,  á  la  luz  de  dos  bujías  y 
encima  de  una  mala  cama,  se  dispuso  á  traqueotomizar;  hizo  la  incisión  en 
dos  tiempos  y  una  vez  que  creyó  haber  abierto  la  tráquea,  introdujo  el  dila- 
tador  de  dos  ramas;  acto  continuo  apretó  un  poco  el  pecho  del  paciente  y 
comprendió  que  salía  un  hilito  de  aire  por  el  agujero  traqueal ;  con  esto  se 
convenció  de  que  no  había  errado  el  golpe,  introdujo  inmediatamente  la  cá- 
nula, haciendo  acto  seguido  la  respiración  artiñcial ;  al  segundo  movimien- 
to de  brazos,  el  niño  ya  hizo  una  larga  inspiración  seguida  de  otra  y  otra, 
basta  volverse  á  normalizar  la  respiración.  Desapareció  luego  el  tinte  amo* 
ratado  de  su  rostro  y  labios,  y  todo  se  fué  normalizando.  Después  de  dejar- 
le un  rato  tranquilo,  colocándole  botellas  de  agua  caliente  para  reaccio- 
narle, sin  ser  necesaria  una  inyección  de  éter  que  ya  tenía  preparada,  le 
practicó  una  inyección  de  suero  Roux  (20  cent.  cúb.). 

Al  dia  siguiente  por  la  mañana  el  niño  seguía  bastante  bien ;  'ü^'^fi  de 
temperatura,  pulso  débil,  120  pulsaciones  por  minuto,  respiración  tranqui- 
la y  poco  frecuente.  Había  dormido  bastante.  La  orina  normal,  lo  mismo 
que  las  deposiciones.  En  la  garganta  habían  apat.ecido  dos  falsas  membra- 
nas que  cubrtan  la  parte  posterior  de  ambas  amígdalas.  En  el  aparato  res- 
piratorio estertores  mucosos  diseminados  y  abundantes  en  toda  la  parte 
posterior.  Le  limpió  la  cánula  y  le  dejó  con  la  misma  prescripción  del  día 
anterior. 

Por  la  tarde  seguía  el  mismo  estado  satisfactorio  de  la  mañana,  le  in- 
yectó nuevamente  10  cent.  cúb.  de  suero  Roux. 

A  la  mañana  siguiente  habían  desaparecido  las  placas  de  la  garganta,  y 
en  vista  del  estado  tan  satisfactorio  del  paciente  intentó  sacar  la  cánula. 


100 

pero  se  tío  obligado  á  colocarla  nneTamente  por  reaparecer  la  asfixia.  Los 
bordee  de  la  herida  traqueal  se  habían  cubierto  de  faleae  membranaa. 

Aei  contÍDuó  sin  ningún  contratiempo  y  al  coarto  día  por  la  mafiana. 
retiró  la  cánula  traqueal,  el  niño  respiraba  bien,  la  herida  estaba  limpi» 
de  falsas  membranas,  la  curó  j  le  dejó. 

Nada  más  de  particular,  la  herida  había  cicatrisado  á  loe  tres  días  d» 
retirada  la  cánula,  la  toz  fné  reapareciendo  muy  confusa  en  loe  primeros 
días,  bastante  clara  á  loe  ocho  ó  diez,  normalizándose  completamente  máe 
adelante. 

Ninguna  complicación  ha  reñido  á  dificultar  el  éxito  de  este  caso,  que  es^ 
de  aquellos  que  dejan  satisfecho  rerdaderamente  al  que  ha  interTcnido  y 
pagan  asi  las  angustias  que  se  pasan  durante  la  intervención. 

Este,  dice  el  Dr.  Fatjó  es  un  caso  como  hay  muchos  de  crup  prímitiTO, 
ervp  d*emblée  que  llaman  los  franceses,  difteria  muy  intensa  que  inradió 
primeramente  la  laringe  y  por  esto  no  pudo  ser  diagnosticada  claramente 
al  primer  momento  y  que  por  sn  gran  intensidad  produjo  con  la  rapidez 
que  ha  mencionado  (veintidós  horas),  la  asfixia  del  enfermito,  que  á  no  lle- 
gar oportunamente,  hubiera  concluido  con  su  yida.  Oracías  á  la  interren- 
ción  y  gracias  á  la  eficacia  del  suero  Boux,  este  niño  pudo  ser  arrebatado 
de  las  garras  de  la  muerte,  que  ya  había  hecho  presa  en  él.  —  Sarabia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFIGAS 

ACADEMIA   D£    MEDICINA    DE    PARÍS 
Séiián  del  día  2  de  Octubre  de  1906  (1). 

La  sífilis  de  las  mujeres  honradas.  —  El  Dr.  Fournikr:  En  la  clientela  oí- 
Til,  de  entre  las  mujeres  sifilíticas,  la  mujer  honrada  representa  el  quinto 
del  total,  proporción  considerable  é  inesperada;  pero  asi  resulta  de  una 
larga  y  cuidadosa  estadística.  Las  mujeres  casadas,  sifilíticas,  han  sido 
contaminadas  en  dos  condiciones  distintas;  en  una  el  marido  había  con- 
traído la  sífilis  antes  de  casarse,  y  en  la  otra  la  contrajo  después  del  casa- 
miento. La  primera  condición  es  mucho  más  frecuente  puesto  que  repre* 
eenta  dos  tercios  de  los  casos.  La  posibilidad  de  la  contai£nación  de  la 
mujer  después  de  casarse  es  de  lo  más  yariable;  se  la  ha  obserrado  desde 
el  primer  mes  y  poseo  casos  auténticos  en  que  la  sífilis  se  ha  presentado  en 
el  tercero,  cuarto  y  hasta  séptimo  año.  Estas  grandes  diferencias  entre  la 
data  de  las  contaminaciones,  nada  tiene  de  sorprendente  para  mí,  puesto 
que  son  debidas  á  la  diversidad  en  la  data  de  aparición  de  los  accidentes 
contagiosas  ei;i  el  marido  sifilítico.  Las  contaminaciones  precoces,  entre 

(I)  Primera  del  curto  académico  actual. 


101 

ias  que  sefialaré  an  caso  en  que  ae  presentó  á  los  yeinte  dias  del  casamien- 
to^ se  explican  por  la  frecnencia  de  las  erosiones  en  el  miembro  durante 
los  dias  snbsigoientes  á  la  boda,  en  que  él  coito  suele  ser  frecuente;  en 
otras  ocasiones  el  principio  de  un  accidente  especifico  es  considerado  como 
un  herpes,  al  cual  el  marido  no  presta  atención.  Algunas  veces  el  maM- 
monio  tiene. lugar  hallándose  el  marido  en  periodo  de  incubación  de  la  sífi- 
lis. En  tales  casos,  éste  ha  sido  contaminado  después  de  la  despedida  de  su 
▼ida  de  soltero,  es  decir,  poco  antes  del  matrimonio,  y  los  primeros  acci- 
dentes se  desarrollan  insidiosamente ;  el  marido  cree,  al  principio,  en  una 
rozadura,  en  una  vesícula  de  herpes,  en  cualquier  cosa,  por  la  que  no  se 
inquieta.  Alguna  vez  también  se  trata  de  individuos  que  se  han  ca9ado 
llevando  un  chancro  infectante. 

Sea  en  una  forma,  s^a  en  otra,  la  contaminación  de  las  mujeres  se  ve- 
rifica, en  la  inmensa  mayoría  de  los  casos,  en  el  primer  año  que  sigue  al 
matrimonio.  Un  punto  importante  es  la  determinación  de  la  edad  de  la  si- 
filis  del  marido  en  el  momento  del  matrimonio.  Es  inferior  á  tres  años  en 
los  dos  tercios  y  sólo  en  un  tercio  tiene  más  de  tres  afios,  lo  cual  era  de 
presumir,  pues  es  bien  sabido  que  sífilis  joven  es  sífilis  activa.  La  conse* 
cuencia  que  de  este  dato  se  desprende  es  que  los  sifilíticos  se  casan  muy 
pronto  en  relación  con  la  edad  de  su  sífilis.  ¿A  qué  es  debido?  A  los  mé- 
dicos en  una  mínima  parte  y  á  los  enfermos  en  la  casi  totalidad.  Al- 
gunos médicos  son  muy  accesibles  para  autorizar  el  matrimonio  á  los  sifi- 
líticos. 

ün  maestro  americano  se  contenta  con  exigir  dos  ó  tres  años  de  trata- 
miento; pero  es  poco.  Conviene  tener  presente  un  dogma:  es  necesario,  para 
que  un  sifilítico  no  sea  peligroso  y  pueda  casarse,  mucho  tiempo  y  mucho 
mercurio.  Antes  creía  que  eran  suficientes  tres  ó  cuatro  años  de  tratamien- 
to, pero  he  rectificado;  me  parecen  pocos.  Ahora  pido  cuatro  ó  cinco  afioe 
y  hasta  es  posible,  si  aún  vivo  algunos  años,  que  no  sea  esta  mi  última  pa- 
labra. 

En  cuanto  á  los  enfermos,  hay  primero  los  cínicos^  que  saben  los  peligros 
á  que  exponen  á  la  mujer  con  quien  van  á  casarse,  los  hijos  que  nacerán  de 
este  matrimonio,  y  que,  sin  embargo,  cometen  esta  mala  acción,  puesto  que 
alcanzarán  una  dote  que  les  permitirá  gozar  de  una  buena  posición.  Son 
más  numerosos  los  indiferentes.  No  tienen  accidentes  cuando  se  ha  de  reali- 
zar el  matrimonio;  han  olvidado  lo  que  se  les  había  dicho;  no  se  preocupan 
de  ello...  y  se  casan.  Los  ignorantes  forman  la  gran  masa.  Cuando  se  les  in- 
terroga, os  contestan:  «No  teniendo  nada,  yo  no  me  creía  enfermo;  nunca 
pensé  que  pudiera  hacer  enfermar  á  mi  mujer,  ni  tener  niños  enfermos'. 
Es  necesario  disipar  esta  ignorancia ;  es  necesario  levantar  una  cruzada  contra 
ti  peligro  venéreo.  Es  necesario  sostener  contra  la  sífilis  una  campaña  como 
la  que  se  sostiene  contra  el  alcoholismo,  tuberculosis,  etc.,  la  cual  ha  co- 
menzado ya  en  el  ejército,  gracias  á  nuestros  colegas  militares,  á  los  jefes, 
á  los  oficiales,  en  las  grandes  escuelas  del  Gobierno  y  en  la  Universidad.  Se 
han  dado  conferencias  populares  en  las  Alcaldías ;  es  necesario  que  este  mo- 
vimiento se  agrande  y  se  extienda  por  todas  partes.  Los  hechos  de  contagio 
lejano,  pues  existen  casos  auténticos  hasta  en  el  noveno  año  del  matrimo* 
nio,  se  explican  muy  bien  por  un  dato  recientemente  adquirido,  esto  es. 


102 

por  laB  sífilis  secnndmritf  tardías,  de  las  que  me  ocuparé  en  la  sesión 
próxima. 

De  Ift  etieleffa  del  paMisMe.— El  Dr.  Kblscii:  En  el  trabajo  que  presen* 
tose  Te  claramente  qne  la  distribución  geográfica  de  loe  anofeles  no  res- 
ponde más  que  imperfectamente  á  la  del  paludismo,  lo  cual  hace  pensar 
que  la  teoría  anofélic*  no  basta  para  explicar  todos  los  casos  de  pala- 
mismo.  ~(Bti//.  J/etf., núm.  78).— Codina  GAsnLLTi. 


ASOCIACÍÓM   FBAKCE8A   PABA   EL   PROGRESO   DE  LAS   CUBSCIAA 

XXXV$énón  anual  celebrada  en  Lian  del  2  al  9  de  Agoeío  de  1906. 

(Continnaisióii). 

Tratamiente  de  las  enfermedades  de  les  érfanee  bematepefétices  per  lee  ra- 
fes X.— El  Dr.  J.  Bklot  :  I.  LeucemiaB.  —  De  todas  las  enfermedades  de 
los  órganos  hematopoyétícos  las  influidas  de  un  modo  más  üaTorable  por  loa 
rayos  X  son  las  leucemias  crónicas.  Los  resultados  obtenidos  en  la  leuce- 
mia mieloides  y  en  la  linfática  son  del  mismo  orden,  aunque  no  idénticos 
por  completo.  Las  modificaciones  recaen  á  la  Tez  sobre  la  sangre,  el  bazo» 
las  adenopatías,  cuando  existen,  y  sobre  el  estado  general. 

Acción  sobrb  la  bahorie. — El  número  de  los  glóbulos  blancos,  aumentada 
de  un  modo  anormal,  disminuye  progresiTamente  con  más  ó  menos  rapidez, 
según  los  casos,  y  concluye  por  hacerse  fisiológico.  Aubertin  y  Beaujard 
han  demostrado  que  en  la  leucemia  mielógena  la  disminución  del  numera 
de  leucocitos  no  es  progresira  de  una  manera  regular.  En  cambio  en  laa 
leucemias  linfáticas  la  disminución  del  número  de  los  leucocitos  sigue  una 
marcha  progresira  bastante  regular  y  no  es  precedida  de  aumento,  una 
Tez  que  principia  la  disminución  del  número  de  leucocitos  continúa  si  el 
tratamiento  se  emplea  cod  regularidad;  persiste  en  el  intervalo  de  dos  se* 
sionos  semanales,  lo  que,  según  Beaujard,  indica  al  parecer  que  el  suero 
contiene  substancias  lencotóxicas. 

Las  modificaciones  del  estado  leucocitario  son  cualitatiTas  y  cuantitati* 
Tas.  Bajo  la  infiuencia  del  tratamiento,  el  número  de  los  polinucleares  su- 
pera poco  á  poco  al  de  las  formas  patológicas. 

En  la  leucemia  mieloide  el  número  de  los  mielocitos  desciende  con  rapi- 
dez y  el  de  los  polinucleares  aumenta  progresivamente.  En  la  leucemia  lin- 
foide  la  mejoría  cualitativa  tarda  más  en  producirse  .y  hasta  al  parecer  es 
consecutiTa  á  la  leucopenia.  Nunca  se  insistirá  bastante  sobre  el  hecho  si- 
gniente :  el  efecto  más  intenso  se  deja  sentir  sobre  los  mielocitos  en  la  leu* 
cemia  mielógena  y  sobre  los  linfocitos  en  la  linfoide.  A  la  Tez  que  dismi- 
nuye el  número  de  los  glóbulos  blancos  aumenta  el  de  los  rojos.  Ai  mismo 
tiempo  que  aumenta  el  número  de  los  glóbulos  rojos  aumenta  también  su 
proporción  de  hemoglobina  y  su  peso  especifico. 

AooiÓN  SOBRB  XL  BAZO,  —  Los  bazos  más  hipertrofiados  disminuyen  pro- 
gresiTamente de  Tolumen  y  concluyen  por  recobrar  las  dimensiones  ñor- 


I 


103 

males.  Be  observa  con  frecuencia  bazos  qne  llenan  la  mitad  del  abdomen, 
desde  el  diafragma  al  pnbis  y  al  ligamento  de  Ponpart,  que  sobresale  10 
I  á  12  centímetros  del  ombligo,  y  qae  recobran  sus  dimensiones  normales  en 

I  pocos  meses.  Uno  de  los  primeros  síntomas  de  la  disminución  de  yolumen 

de  este  órgano  es  de  ordinario  su  mayor  movilidad;  es  posible  movilizarlo 
ficilmente  por  la  palpación  abdominal. 

Acción  «obeb  los  ganglios.  —  La  regresión  de  los  tumores  ganglionares 
es  perfecta.  Aun  con  dosis  relativamente  débiles  se  ve  sobrevenir  con  ra- 
pidez una  disminución  indiscutible.  8e  observa,  en  primer  término,  dismi- 
nución en  globo  de  la  masa;  la  piel  está  menos  tirante,  el  tumor  más  blan- 
do y  más  movible;  los  diferentes  ganglios  de  que  está  compuesto  han  ad- 
quirido mutuamente  mayor  movilidad.  El  enfermo  se  da  cuenta  exacta  de 
la  mejoría ;  recobra  los  movimientos  que  babía  perdido.  Estos  fenómenos 
se  acentúan  progresivamente,  y  al  poco  tiempo  sólo  quedan  algunos  vesti- 
gios de  la  enfermedad.  Esta  acción  se  ejerce  aun  sobre  las  adenopatias  in- 
tratorácicas. 

Acción  sobrb  el  estado  general. — Uno  de  los  efectos  más  curiosos  de  la 
radioterapia  es  la  desaparición  de  la  fiebre  cuando  existe :  desaparece  de  or- 
dinario desde  el  principio  del  tratamiento  y  no  vuelve  á  presentarse  si  éste 
se  continúa.  Lo  mistao  acontece  con  los  sudores  nocturnos,  el  estado  apá- 
tico y  la  anorexia.  Todos  estos  resultados  se  obtienen  con  gran  rapidez.  A 
los  diez,  quince  ó  veinte  días  de  tratamiento  los  leucémicos  más  caquécti- 
cos adquieren  mejor  color ;  aumenta  el  apetito  y  disminuye  la  disnea ;  pue- 
den andar  y  subir  las  escaleras,  cosa  imposible  antes.  Los  dolores  se  cal- 
man, el  enfermo  puede  dormit,  recobra  sus  fuerzas...  y  animado  por  esta 
mejoría  continúa  con  regularidad  su  tratamiento. 

La  albuminuria,  cuando  existe,  desaparece  con  rapidez;  los  edemas  per- 
sisten más,  pero  concluyen  por  desaparecer  á  medida  que  disminuye  la  hi- 
pertrofia de  los  órganos;  es  probable,  en  efecto,  que  sean  debidos  en  parte 
á  la  compresión.  El  aumento  de  apetito  produce,  como  es  natural,  el  de 
peso.  Sin  embargo,  no  cabe  la  menor  duda  de  que  la  mejoría  del  estado 
general  es  al  parecer  más  constante  en  la  leucemia  mieloide  que  en  la  lin- 
foide. 

Se  obtienen  de  ordinario  los  mismos  resultados  excelentes  cuando  el  es- 
tado leucémico  se  fhanifiesta  por  la  presencia  en  la  sangre  de  leucocitos  de 
formas  patológicas,  ó  poruña  simple  modificación  de  equilibrio  leucocita- 
rio,  sin  aumento  del  número  de  glóbulos  blancos.  Hay,  por  lo  tanto,  dere- 
cho á  decir  que  los  rayos  X  constituyen  la  medicación  especifica  de  las  leu- 
cemias, pero  haciendo  la  salvedad  de  que  las  formas  mieloides  son  influi- 
das al  parecer  de  una  manera  más  rápida  y  favorable  que  las  linfoides.  Es 
excepcional  no  ver  mejorar  más  ó  menos  por  la  radioterapia  una  leucemia 
crónica  mieloide  ó  linfática;  en  cambio  el  fracaso  es  la  regla  en  loa  enfer- 
mos, por  fortuna  rarísimos,  de  leucemia  aguda  ó  subaguda.  La  acción  de 
los  rayos  X  es  nula  en  la  leucemia  aguda,  tanto  desde  el  punto  clínico  como 
del  hematológico ;  en  las  formas  su  bagudas  se  observan  modificaciones  he- 
matológicas  y  de  los  tumores,  pero  no  se  retrasa  de  ordinario  la  termina- 
ción fatal,  probablemente  á  causa  del  carácter  difuso  del  proceso.  Algunos 
enfermos,  aunque  mejoren,  mueren  al  fin  ;^  en  ellos  la  [radioscopia  no  hace 


104 

más  qne  retrasar  la  mnerte ;  estos  casos  se  harán  cada  yez  más  raros  á  me- 
dida que  se  emplee  antes  el  tratamiento.  En  otros  se  observa  mejoría  gran- 
dísima y  hasta  curación  aparente,  pero  después  de  una  remisión  más  ó  me- 
nos larga  aparecen  otra  Tez  los  accidentes;  el  tratamiento  empleado  de 
nuevo  contiene  los  fenómenos  morbosos  en  unos,  pero  en  otros  es  ineficaz 
por  completo  y  sobreviene  la  mnerte.  Otros  leucémicos  presentan  desde 
hace  mucho  tiempo  el  aspecto  de  carados. 
II.  Pseudoieucemias.— Divido  las  pseudoleucemias  en  tres  grupos: 

a)  Las  afecciones  en  las  que  el  síntoma  predominante  es  la  esplenome' 
gaita ; 

b)  Aquellas  otras  en  las  que  predominan  las  poliadenopatias; 

c)  Las  que  se  caracterizan  por  anemia  pronunciada. 
EsPLBNOMEOALiAs  ALBucÉMiCAS. —  Parcce  mujT  dudoso  a  priori  que  las  es- 

plenomegalias  debidas  á  la  degeneración  amiloidea,  á  la  estancación  san- 
guínea, á  la  hiperplasia  del  armazón  fibroso  ó  á  algún  otro  proceso  análo- 
go, sean  influidas  por  la  radioterapia;  otro  tanto  diré  de  los  bazos  sifilíti- 
cos y  palúdicos.  En  cambio,  puede  esperarse  la  mejoría,  más  ó  menos 
marcada,  más  ó  menos  rápida,  si  la  espíe nomegalia  es  debida  al  desarrollo 
anormal  del  tejido  adenoideo. 

Los  resultados  clínicos  confirman,  al  parecer,  esta  hipótesis;  hay,  por  lo 
demás,  derecho  á  preguntar  si  el  diagnóstico  era  ez.acto  en  las  afecciones 
mejoradas.  Las  esplenomegalias  combinadas  con  lo  que  se  llama  en  Ale- 
mania la  pseudoleucemia,  con  ó  sin  hipertrofia  de  los  ganglios,  infarto  de 
las  amígdalas,  son  casi  siempre  influidas,  con  más  ó  menos  rapidez,  por  la 
radioterapia;  el  substratum  anatómico  es  ^Q  linfoma. 

Erause  ha  tratado  tres  casos  de  anemia  esplénica.  Aunque  las  irradiacio* 
nes  fueron  continuadas  durante  mucho  tiempo,  no  se  observó  regresión  de 
la  esplenomegalia,  el  estado  general  quedó  estacionario,  el  número  de  eri- 
trocitos aumentó  algo  y  el  de  leucocitos  descendió ;  pero  la  afección  termi- 
nó por  la  muerte.  Bozzolo  y  Guerra  han  visto  en  la  enfermedad  de  Banta 
disminuir  el  volumen  del  bazo  bajo  la  influencia  del  tratamiento  radióte- 
rapice;  pero  queda  por  averiguar  de  qué  naturaleza  era  la  esplenomegalia. 
La  hipertrofla  esplénica  combinada  con  la  poliglobulia  no  es  influida,  al 
parecer  (Vaquér  y  Laubry). 

Finalmente,  entre  los  casos  de  esplenomegalia  de  (ISrigen  desconocido, 
unos  son  influidos  y  otros  no  se  modifican  lo  más  mínimo.  Esta  diversidad 
de  resultados  es  debida,  probablemente,  al  distinto  origen  de  la  hipertro- 
fia esplénica.  Creo  que  los  bazos  que  disminuyen  de  volumen  bajo  la  in- 
fluencia de  la  radioterapia,  son  tuberculosos.  Pero  ante  la  impotencia  habi- 
tual de  la  terapéutica  está  indicado  ensayar  el  tratamiento,  radioterápico 
en  todos  los  casos  de  esplenomegalias;  será  abandonado  si  á  los  dos  meses 
no  se  observa  mejoría. 

PoLiADSNOPATÍAH.  —  Esta  clasc  comprende  toda  una  categoría  de  enfer- 
mos en  los  cuales  se  encuentra,  cómo  síntoma  clínico  predominante,  la 
hipertrofia  crónica  de  los  ganglios,  sin  alteración  notable  de  la  sangre. 
Separo  el  linfosarcoma  que,  según  toda  probabilidad,  pertenece  á  las  neo- 
plasias;  creo,  no  obstante,  conveniente  indicar  cuan  difícil  suele  ser  el 
diagnóstico;  hasta  la  histología  es  en  ciertos  casos  impotente,  de  lo  que  se 


105 

dedace  qae  la  linea  dÍTisoria  entre  esta  afección  y  el  grupo  de  las  adenias 
no  es  tan  perfecta  cumo  pudiera  creerse. 

Entre  los  enfermos  de  poliadenitis,  algnnos  son  tuberculosos  pulmonares 
típicos,  7  en  ellos  se  impone  el  diagnóstico  de  adenopatias  bacilares;  pue- 
den hallarse  en  diferentes  periodos  de  evolución  en  un  mismo  enfermo.  La 
-existencia  de  ganglios  supurados  confirma  el  diagnóstico,  en  ocasiones  tau 
dudoso. 

Los  rayos  X  bien  aplicados  producen,  en  general,  pero  no  siempre,  la 
disminución  de  las  adenopatias  tuberculosas  crónicas  que  no  manifiestan 
tendencia  á  supurar;  es  raro  conseguir  la  regresión  completa.  La  ganga  de 
periadenitis  que  reúne  en  un  solo  tumor  varios  ganglios,  se  funde  con  más 
é  menos  rapidez ;  la  regresión  de  los  ganglios  es  muy  lenta.  Los  resultados 
•que  se  obtienen  en  las  adenitis  abiertas  y  supuradas  y  en  las  lesiones  que 
las  acompañan,  son  de  ordinario  muy  favorables;  la  cicatrización  es  rápida 
en  condiciones  estéticas,  á  veces  inesperada;  en  cambio,  este  tratamiento 
faTorece,  al  parecer,  la  degeneración  caseosa  de  las  adenitis  agudas ;  no 
debe,  por  lo  tanto,  recomendarse. 

Al  lado  de  estos  enfermos,  en  los  que  es  posible  precisar  la  etiología, 
-existen  otros  muchos  cop  poiiadenitis  más  ó  menos  voluminosas,  más  ó  me- 
nos simétricas,  que  van  acompañadas  ó  no  de  esplenomegalia,  de  anemia 
relativa  y  de  síntomas  generales  más  ó  menos  alarmantes,  fiebre,  disnea, 
anorexia,  etc.  En  algunos  se  sospecha  la  tuberculosis,  pero  nada  permite 
«firmarlo;  en  otros,  el  volumen  de  las  adenopatias,  su  evolución  rápida, 
hacen  sospechar  la  linfadenia.  No  se  sabe,  en  realidad,  á  qué  atribuir  los 
síntomas  que  se  observan.  Es  imposible  hacer  el  diagnóstico  exacto.  En 
ciertos  caaos,  la  prueba  de  la  tuberculina  permite  resolver  el  problema. 
Creo  preferible,  por  el  pronto,  designar  estas  afecciones,  quizá  muy  dife- 
rentes en  realidad,  con  el  nombre  genérico  de  adenias  (Trousseau). 

La  radioterapia  determina  con  frecuencia  la  regresión  de  estas  masas 
ganglionares  con  rapidez  sorprendente ;  los  fenómenos  generales  se  mitigan 
á  la  vez.  Al  lado  de  los  casos  en  los  que  el  tratamiento  produce,  si  no  la  cu- 
ración, al  menos  una  mejoría  inesperada  y  á  veces  durable,  hay  algunos  in- 
fluidos muy  pocos  y  otros  que  son  refractarios  por  completo.  Los  casos  in- 
fluidos de  un  modo  más  favorable,  son  en  realidad  las  leucemias  linfáticas 
incipientes,  en  las  que  la  fórmula  sanguínea  es  aún  normal  ó  está  poco  mo- 
dificada (aumento  ligero  de  la  proporción  leucocitaria),  por  ejemplo.  ¿Se 
trata  quizá  de  afecciones  diferentes?  Creo,  sin  embargo,  útil  manifestar 
que  cuanto  más  largo  es  el  tiempo  transcurrido  desde  la  aparición  de  las 
poliadenopatlas,  menores  son  las  probabilidades  de  éxito. 

Anemias. — Los  resultados  obtenidos  no  son  muy  satisfactorios.  £¡n  un 
«aso  de  anemia  perniciosa,  Krause  sólo  observó  disminución  progresiva 
del  número  de  eritrocitos,  á  pesar  del  tratamiento  enérgico.  Otro  enfermo 
mejoró,  ai  parecer;  pero  murió  al  fin  á  consecuencia  de  su  afección.  L.  Ré- 
non  y  L.  Tixier  han  referido  recientemente  un  caso  de  anemia  perniciosa 
tratado  con  éxito  por  la  radioterapia  y  las  inyecciones  de  suero  antitóxico. 
El  fracaso  es,  sin  embargo,  la  regla;  lo  único  que  se  consigue  en  ciertos  en- 
fermos es  retrasar  el  desenlace  funesto. 

Oreo  posible  resumir  como  sigue  los  resultados  que  produce  la  radiotera- 


106 

pU  en  el  imUínáento  de  Ime  peeadoleacemiAs;  el  método  ee  de  ordinaria 
poco  eficaz  en  las  eeplenomegalias  y  menos  en  las  anemias;  en  las  pollada- 
nopatias  los  resaltados  son  mnj  yaríables:  anas  Teces  son  nnlos,  otras  tar- 
dan bastante  en  obtenerse  j  son  poco  faTorables,  y  otraa«  por  último,  pne* 
den  compararse  casi  á  loe  qne  se  obtienen  en  la  leacemia  linfática,  en  1» 
qae  tan  eficaz  es  dicho  método. 

Mkoavismo.— No  es  posible  inTocar  la  acción  bactericida.  Los  rayos  Xdi»- 
minayen  d  número  de  leueoeüoe  que  circulan  con  la  eungrt.  Este  resaltado  no 
es  debido  á  qne  dichas  célalas  se  acamalen  en  ciertos  pantos,  sino  á  sa  des- 
tmcción.  Este  hecho  es  demostrado  por  el  anmento  de  ácido  úrico  y  la 
existencia  de  formas  degeneradas  en  la  sangre.  Los  fenómenos  de  degene- 
ración interesan  principalmente  el  núcleo,  qne  se  hace  irregalar  y  presenta 
Tacaolas  y  desgarros.  I4tf  grannlaciones  leacocitariasson  influidas  también. 
Beajard  ha  obsenrado  qae  en  el  lencémieo  sa  número  disminnye,  modifi- 
'  candóse  á  la  Tez  sa  afinidad  por  las  materias  colorantes. 

Los  elementos  morbosos  son  destruidos  en  todos  loe  pantos  á  donde  al- 
canza la  irradiación,  lo  mismo  en  el  bazo  qne  ios  gangiios,  la  médula  ósea 
y  hasta  en  la  sangre.  Además,  la  leucocitosis  sigue  descendiendo  mucho 
tiempo  de  la  sesión  de  radioterapia.  No  sólo  son  disminuidos  los  elementos 
morbosos,  sino  que  la  anemia  disminuye ;  el  número  de  glóbulos  rojos  y  la 
proporción  de  hemoglobina  disminuyen. 

¿Por  qué  no  admitir  que  en  las  afecciones  de  los  órganos  hematopoyéticoe 
la  destrucción  de  los  elementos  morbosos  suprime  una  causa  productora  de 
TcnenoB?  La  sangre,  libre  de  estas  toxinas,  tusItc  á  hacerse  normal,  y  el 
número  de  glóbulos  rojos  aumenta.  Esta  hipótesis  es  casi  confirmada  por  la 
ineficacia  de  la  radioterapia  aplicada  al  tratamiento  de  la  anemia. 

Debe  preguntarse  ahora  si  los  resultados  obtenidos  son  definitÍTos,  ee 
decir,  si  los  enfermos  curan  en  realidad.  Cierto  número  de  leucémicos  y  de 
pseudoleucémicos  presentan  desde  hace  Tarios  meses,  y  hasta  afios,  todos 
los  síntomas  de  la  curación.  Hay  motÍToe,  por  lo  tanto,  para  sostener  que 
no  se  trata  sencillamente  de  una  mejoría  pasajera ;  al  porvenir  corresponde 
resolTer  este  problema.  A  priori  no  parece  imposible  que  pueda  obtenerse 
un  resultado  definitivo.  No  hay,  por  lo  tanto,  derecho  á  afirmar  que  laa 
leucemias  jamás  curarán  por  la  radioterapia;  pero  para  obtener  este  resul- 
tado es  de  necesidad  absoluta  tratar  los  enfermos  lo  antes  posible,  cuando 
la  infección  es  todavía  relativamente  limitada.  Para  ello  es  indispensable 
examinar  sistemáticamente  la  sangre  de  los  enfermos  sospechosos  y  some* 
terlos  á  las  irradiaciones  si  el  examen  es  confirmativo.  Estoy  convencido  de 
que  esta  práctica  hará  más  numerosos  los  resultados  favorables,  puesto  que 
los  casos  menos  antiguos  son  al  parecer  los  iufluídos  de  un  modo  más 
rápido. 

AociDBNTiES.— Se  observan  á  Teces  durante  el  tratamiento,  sobre  todo  en 
la  leucemia  linfoide,  algunos  fenómenos  qne  dependen,  al  parecer,  de  una 
acción  tóxica.  Son  de  ordinario  pasajeros  y  se  evitan  procediendo  con  lenti- 
tud; otro  tanto  diré  de  los  dolores  esplénicos  que  se  observan  en  ciertos  ca- 
sos, y  son  debidos,  según  toda  probabilidad,  á  la  disminución  rápida  de  vo- 
lumen de  este  órgano. 

OoNOLUSiONKS. — La  radioterapia  constitnye  la  medicación  específica  de 


107 

las  leacomiaB;  loe  resultados,  más  favorables  en  las  formas  mieloidos,  soa 
no  obstante  ma y  satisfactorios  en  la  leacemia  linfática. 

La  mejoría  es  de  ordinario  más  tardía,  menos  regalar  y  menos  completa, 
en  las  pseudoleucemias;  entre  estas  últimas,  las  influidas  de  un  modo  más 
favorable  son  aquellas  cuyo  proceso  anatómico  es  un  linfoma:  algunas  pa- 
recen ser  refractarias,  pero  ante  la  impotencia  actual  de  la  terapéuticas 
está  indicado  ensayar  la  radioterapia. 

£s  necesario,  en  el  porvenir,  hacer  el  examen  de  la  sangre  de  igual  ma- 
nera que  se  hace  el  de  la  orina,  á  fin  de  someter  á  la  radioterapia  desde  d 
principio  de  su  afección,  á  los  enfermos  cuya  fórmula  sanguínea  está  modi- 
ficada. 

Creo  que  un  módico  que  priva  á  un  leucémico  de  esta  medicación,  come- 
te una  falta  tan  grave  como  el  que  no  administra  mercurio  á  un  sifilítico. 
El  Dr.  F.  Babjon  :  Todos  los  casos  tratados  con  éxito  por  la  radioterapia 
se  refieren  á  la  leucemia  crónica.  En  las  formas  agudas  y  subagudas  es  im- 
potente. La  marcha  de  la  enfermedad  es  demasiado  rápida  para  que  las  mo- 
dificaciones lentas  y  t)rogresivas  determinadas  por  los  rayos  X  tengan  tiem- 
po de  oponerse  ala  evolución  del  mal.  En  las  formas  crónicas,  por  el  con- 
trario, se  obtiene  casi  siempre  algún  beneficio,  excepto  en  los  casos  gravísi- 
mos que  se  someten  muy  tarde  al  tratamiento,  ó  en  los  enfermos  ya  débiles 
ó  en  los  caquécticos.  Los  resultados  no  son  siempre  idénticos  en  todos  los 
casos. 

Curación  aparente.— En  ciertos  casos  se  obtiene  la  transformación  com- 
pleta. Todos  los  síntomas  físicos  y  funcionales  mejoran  y  hasta  desaparecen 
por  completo.  Es  una  verdadera  resurrección.  La  prudencia  nos  obliga,  sm 
embargo,  á  no  afirmar  que  la  curación  es  más  que  aparente.  Digo  aparen- 
te, porque  la  desaparición  de  los  síntomas  no  garantiza  la  supresión  de  la. 
causa  de  la  enfermedad  y  queda  siempre  desconocida;  porque  no  es  raro 
observar  recidivas  después  de  estas  mejorías;  porque  en  los  casos  en  que 
no  sobrevienen  estas  recidivas,  los  enfermos  no  se  observan  el  tiempo  sufi- 
ciente para  que  pueda  responderse  del  porvenir.  Estos  resultados,  por  in- 
completos que  sean,  no  son  menos  felices  y  animosos  en  una  afección  en  la 
que  hasta  ahora  se  está  condenado  á  la  expectación. 

Remisión.  —  En  ciertos  enfermos  no  se  obtienen  resultados  tan  felices,  y 
la  mejoría  es  más  superficial  ó  queda  limitada  á  tal  ó  cual  síntoma.  El  bazo 
permanece  aumentado  de  volumen ;  el  número  de  glóbulos  blancos  sigue 
siendo  elevado,  aunque  disminuye  en  grandes  proporciones,  y  queda  inmu- 
table entre  40.000  á  50.000.  Los  polinucleares  no  recuperan  su  proporción 
normal.  La  enfermedad  experimenta  al  parecer  una  suspensión  favorable» 
y  esta  tregua  benéfica  puede  ser  utilizada  por  el  organismo  para  mejorar  el 
estado  general.  No  es  una  curación,  sino  una  remisión  que  equivale  á  va- 
rios meses  de  supervivencia. 

Muerte.— ÁXgxíXiOA  casos  graves  terminan  por  la  muerte,  á  pesar  del  tra- 
tamiento. El  desenlace  funesto  es  debido  de  ordinario  á  la  evolución  pro- 
gresiva de  los  síntomas  en  los  enfermos  débiles,  caquécticos,  albuminúri- 
cos.  En  ciertos  casos  raros,  la  muerte  sobreviene  á  pesar  de  la  mejoría 
sintomática  manifiesta,  lo  que  prueba  de  un  modo  evidente  que  la  desapa- 
rición de  algunos  síntomas,  aun  cardinales,  de  la  leucemia,  en  nada  modi- 


108 

^ca  BU  marcha  progresira  y  fatal.  La  disminación  grandísima  del  número 
-de  leucocitos  no  es,  por  lo  tanto,  siempre  un  síntoma  fayorable.  Enfermos 
-en  los  qne  se  consiguió  la  leacopenia,  murieron  á  pesar  de  estp  resaltado. 
Elementos  de  pronóstico. —  Los  olementos  de  pronóstico  deben  deducirse 
principalmente  del  estado  general  y,  como  han  demostrado  Rénon  y  Tizier, 
de  la  proporción  de  hematíes,  de  la  cantidad  de  hemoglobina  y  de  la  regn- 
iaridad  de  la  curra  térmica.  Para  que  un  enfermo  se  halle  en  condiciones 
favorables  es  preciso  que  el  número  de  glóbulos  rojos  siga  siendo  el  normal 
ó  aumente  si  es  inferior  á  la  proporción  fisiológica.  Es  preciso  qne  la  canti- 
dad de  hemoglobina  no  disminuya  y  que  persista  la  apirexia.  Si  no  existen 
estas  condiciones,  el  enfermo  muere  á  pesar  de  la  disminución  de  volumen 
del  bazo  y  del  descenso,  á  veces  enorme,  del  número  de  glóbulos  blancos. 
Bénon  y  Tixier  afirman  que  el  mantenimiento  del  equilibrio  leucocitario 
•es  más  importante  desde  el  punto  de  vista  pronóstico,  y  el  descenso  del  nú- 
mero de  leucocitos. 

Recidivas. — ^La  acción  de  los  rayos  X  en  los  leucémicos  es  con  frecuencia 
pasajera,  y  se  observan  recidivas  que  pueden  ser  parciales  ó  totales,  agudas 
^  crónicas,  únicas  ó  múltiples. 

Complicaciones, — Obsérvanse  en  ciertos  casos  complicaciones  diversas  en 
el  curso  del  tratamiento.  Entre  lasámputables  á  la  acción  de  los  rayos  X, 
•citaremos  la  pleuresía  además  de  los  accidentes  cutáneos  tan  conocidos,  y 
sobre  los  que  no  hemes  de  insistir. 

Técnica.  —  La  técnica  empleada  por  los  distintos  operadores  ha  variado 
poco  en  lo  referente  á  los  puntos  de  aplicación.  El  órgano  especial  y,  para 
algunos  autores,  el  único  so^re  el  que  deben  obrar  los  rayos  X,  es  el  bazo. 
Pero  la  mayoría  de  los  autores  admiten  que  no  deben  desdeñarse  la  irra- 
diaciones sobre  el  esternón,  las  extremidades  de  los  huesos  largos  (codos, 
rodillas)  y  los  ganglios  linfáticos.  Deben  emplearse  para  ello  rayos  suficien- 
temente penetrantes  (números  7  y  8  del  radiocronómetro  de  Benois);)  para 
llegar  á  los  órganos  profundos.  Cuanto  á  la  duración  y  frecuencia  de  las 
sesiones,  hay  acuerdo  perfecto.  Creo  que  es  imposible  dar  reglas  absolutas 
respecto  á  este  particular,  y  que  hay  que  tener  muy  en  cuenta  los  enfermos 
y  la  marcha  de  la  enfermedad.  Es  preciso  ser  prudentes  y  observar  con  todo 
detenimiento  á  los  enfermos  desde  el  punto  de  vista  clínico  y  hematológico. 
No  conviene  acelerar  las  cosas,  y  sería  desastroso  pretender  conseguir  la 
disminución  rápida  del  volumen  del  bazo  y  del  número  de  leucocitos,  sin 
tener  en  cuenta  el  estado  general.  Es  indispensable,  sobre  todo,  no  llegar 
á  la  leucoplenia,  que  corresponde  al  parecer  á  una  extenuación  del  orga- 
nismo, á  una  degeneración  de  los  centros  leucocitopoyéticos.  EU  tratamien- 
to debe  emplearse  con  paciencia  y  durante  mucho  tiempo.  Soy,  igual  que 
Bozzolo,  partidario  de  las  sesiones  en  serie  con  largos  intervalos  de  reposo. 
En  las  formas  crónicas  es  el  método  qne  produce  mejores  resultados.  Las 
formas  agudas  ó  subagudas  son  las  únicas  que  pueden  obligarnos  á  aban- 
donar esta  conducta ;  pero  es  inútil,  porque  en  estas  formas  los  resultados 
jamás  son  satisfactorios. 

El  Dr.  Lépinb:  El  Dr.  Barjou  ha  dicho  que  en  ciertos  casos  los  rayos  X 
aumentan  unas  veces  y  otras  disminuyen  el  número  de  glóbulos  blancos. 
Nada  más  exacto.  He  demostrado,  al  hacer  un  estudio  fisiológico  de  la  gln- 


109 

colisis,  que  estos  rayos  ejercen  dos  acciones  sncesiyas:  excitante  primero  j 
destmctora  después.  Lo  mismo  puede  decirse  de  la  acción  activa  del  radia 
y  probablemente  también  de  la  del  calor. 

El  Dr.  Yaqdbr:  Desde  el  punto  de  yista  teórico  : 

l.<*  La  radioterapia,  medicación  estrictamente  celular,  obra  sobre  los  ele- 
mentos que  circulan  aúormalmente  en  la  sangre,  provocando  la  histolisis. 
Esta  acción  se  ejerce  de  nna  manera  más  especial  sobre  loe  glóbulos  blan- 
cos, y  se  manifiesta  principalmente  sobre  las  células  de  origen  medular,  en 
particular  los  mielocitos.  La  acción  sobre  los  tejidos  productores  de  los  gló- 
bulos blancos  es  más  lenta  y  depende  del  mismo  proceso  citolitico. 

2.*  En  las  leucemias,  el  efecto  curativo  es  tanto  más  marcado  cuanto  más- 
lenta  es  la  forma  de  la  enfermedad  y  los  elementos  de  organización  más 
elevada  y  típica,  ó  si  se  quiere  menos  semejantes  á  los  del  sarcoma. 

•^.^  La  histolisis  que  en  los  casos  de  leucemias  mieloides  produce  las  mo- 
dificaciones regresivas  observadas  de  ordinario,  puede  interesar  todos  los 
elementos  anormales  que  circulan  con  la  sangre  y  bacer  que  ésta  recobre 
su  fórmula  normal  cualitativa  y  cuantitativa.  Esta  comprobación  nó  ba  po- 
dido hacerse  basta  ahora  en  los  tejidos  alterados,  y  en  los  casos  que  desde^ 
el  punto  de  vista  clínico  pueden  considerarse  como  curados,  el  examen  his- 
tológico ha  permitido  descubrir  en  los  órganos  hematopoyéticos  la  presen- 
cia de  focos  mieloides  en  plena  actividad. 

Desde  el  punto  de  vista  práctico: 

].°  La  radioterapia  es  el  medio  más  útil  que  puede  oponerse  á  kt  marcha^ 
de  la  leucemia,  sea  cual  fuere  su  forma.  En  los  casos  agudos  es  ineficaz; 
pero  en  los  subagudos,  y  sobre  todo  en  los  crónicos,  puede  contener  los  pro- 
gresos de  la  enfermedad. 

2.^  La  radioterapia  no  puede  ser  considerada  basta  ahora  más  que  coma 
una  medicación  sintomática,  y  como  no  ha  hecho  sus  pruebas  como  medi- 
cación especifica,  y  cuando  se  emplea  con  demasiada  energía  puede  ser  se- 
guida de  accidentes  graves  ó  trastornar  de  un  modo  insólito  la  marcha  de 
la  afección;  sólo  debe  seguirse  aplicando  hasta  que  desaparezcan  las  modi- 
ficaciones patológicas  de  la  sangre,  pero  sin  llegar  á  la  lencopenia.  Es  pre- 
ciso conocer  lo  antes  posible  toda  recaída  y  tratarla  de  la  misma  manera. 

8.*  Es  preciso  hacer  el  examen  metódico  de  la  sangre  para  asegurar  el 
diagnóstico  y  aplicar  sin  perder  tiempo  el  tratamiento,  empleándolo  lo  mis- 
mo en  el  período  activo  de  la  enfermedad  que  en  las  remisiones  ó  en  el  mo- 
mento de  las  recaídas  probables. 

El  Dr.  Laoriffoül:  Los  rayos  X  disminuyen  en  proporciones  considera- 
bles el  número  de  glóbulos  rojos.  La  mejoría  es,  no  sólo  cuantitativa,  sina 
cualitativa;  sin  embargo,  jamás  se  ha  visto  la  recuperación  completa  del 
estado  normal. 

La  disminución  se  produce  con  rapidez  variable  según  los  casos;  puede 
ser  muy  considerable  desde  las  primeras  sesiones  ó  tardar  bastante  en  ma- 
nifestarse ;  en  ciertos  casos,  cuando  se  ha  alcanzado  nna  cifra  numérica,^ 
15  ó  20.000,  por  ejemplo,  suele  ser  difícil  obtener  una  disminución  mayor. 
Si  el  estado  general  es  bueno  y  la  proporción  de  glóbulos  rojos  se  hace 
normal,  es  preferible  suspender  el  tratamiento  que  pretender  á  la  fuerza 
recobrar  la  cifra  normal,  resultado  que  no  se  obtiene  muchas  veces  más  que 


t)Oii  detrímentcí  del  estado  general  del  enfermo.  Se  obserra  con  frecaencU, 
inmediatamente  después  de  ana  sesión,  aumento  pasajero  de  los  glólmloe 
blancos;  pero  el  hecbo  no  es  constante  y  puede  obserrarse  también  la  difl- 
minución  inmediata.  Por  otra  parte,  bajo  la  influencia  del  tratamiento  au- 
menta el  número  de  los  glóbulos  rojos,  el  bazo  recobra  su  Tolumen  normal 
y  el  estado  general  aumenta  de  un  modo  notable.  ' 

El  tiempo  necesario  para  obtener  la  mejoría  máxima  es  Taríable;  se  ne- 
^sesitan  en  general  yaiios  meses.  El  tiempo  que  persiste  la  mejoría  es 
también  muy  variable  y  no  es  posible  emplear  la  palabra  curación;  U 
recidiTa  sobreviene  casi  siempre  á  los  cuatro  ó  cinco  meses,  unas  Teces  an- 
tes, otras  después. 

)S1  tratamiento  de  las  leucemias  por  los  rayos  X  debe  ser  en  cierto  modo 
intermitente.  Una  vez  obtenida  la  mejoría  máxima,  es  necesario  suspen- 
der el  tratamiento,  examinar  cada  quince  ó  veinte  días  la  sangre  del  enfer 
mo  y  principiar  una  nueva  serie  de  sesiones  cuando  la  proporción  de  gló- 
bulos blancos  vuelve  á  ser  considerable,  y  sobre  todo  cuando  el  estado  ge- 
neral se  resiente. 

En  la  enfermedad  de  Banti  y  en  la  anemia  perniciosa  progresiva,  el  tra- 
tamiento por  los  rayos  X  ha  sido  ineficaz  en  mis  enfermos. 

El  Dr.  Rroaüd:  He  estudiado,  en  unión  del  Dr.  Blanc,  la  acción  eateríli- 
zadora  de  los  rayos  X  en  animales  cuyos  testículos  fueron  sometidos  á  liB 
irradiaciones  de  dichos  rayos.  Elstos  animales  conservan  espermatozoides 
.  activos  durante  quince  días,  después  desaparecen  definitivamente.  Vk  fenó- 
meno es  debido  á  la  desaparición  de  las  células  de  toda  U  línea  seminal 
ó  espermatogonias.  Esta  destrucción  se  produce  desde  el  principio  de  lifl 
irradiaciones,  pero  no  se  hace  aparente  hasta  que  todos  los  espermatozoi- 
des en  vías  de  formación  acaban  de  desarrollarse  y  son  evacuados.  La  este- 
rilización es  desde  entonces  definitiva.  Esta  acción  electiva  de  los  rayos  X 
tobre  las  células  madres  de  la  línea  seminal  merece  llamar  la  atención.  El 
muy  posible  que  los  rayos  X  destruyan  ante  todo  las  células  más  jóvenes 
de  un  tejido,  como  acontece  con  el  epitelio  seminal. 

Gl  Dr.  Salomssrn  :  He  estudiado  los  efectos  hemolíticos  del  radio,  pero 
no  he  publicado  los  resultados  obtenidos.  Desearía  saber  si  se  han  hecho 
inrestigaciones  respecto  á  la  acción  de  los  rayos  X  sobre  la  sangre  fnen 
del  organisnA). 

El  Dr.  Bobdibr:  Se  ha  dicho  y  escrito  que  loe  rayos  X  transforman  It 
oxihemoglobina  en  metahemoglobina.  Las  radiaciones  del  radio  son  capt- 
ces  también  de  producir  esta  transformación.  Al  pretender  encontrar  el 
tipo  para  medir  la  cantidad  de  los  rayos  X,  capaz  de  h^er  aparecer  en  nnt 
dtaolución  calculada  de  hemoglobina  la  banda  de  metahemoglobina,  ob- 
servé que  era  imposible  obtener  dicha  banda,  sea  cual  fuere  la  dosis  de 
rajos  empleada.  Pero  diluyendo  con  un  poco  de  agua  la  sangre  que  quedi 
adherida  al  borde  del  recipiente  después  del  experimento,  se  obtiene  cod 
toda  claridad  la  banda  característica  de  metahemoglobina.  Oon  la  sangre 
no  sometida  á  los  rayos  X  y  que  se  deja  al  aire  libre  durante  el  mismo  tiem- 
po, las  partes  desecadas  en  loe  bordes  forman  la  misma  banda  en  el  rojo. 

Deduzco  de  lo  que  precede:  1.",  que  estos  rayos  no  tienen  la  propiedad 
de  transformar  la  hemoglobina  en  metahemoglobina;  2.®,  que  si  se  ha  eo- 


«ontrado  este  último  caerpo,  sn  presencia  es  debida  i  la  desecación  en  los 
bordes  de  la  superficie  libre ;  8/,  qae  probablemente  la  metabemoglobina 
en  la  sangre  sometida  á  las  radiaciones  del  radío  es  debida  á  la  misma 
cansa. 

El  Dr.  MABAGLiAKoXhijo):  He  yisio  tres'^enfermos  de  palndismo  trata- 
dos por  los  rayos  X.  Dos^casos  de  fiebre  cotidiana  curaron;  en  el  tercero, 
que  padecía  terciana,  no  se  obtuTo  resultado  alguno.  El  tratamiento  se 
empleó  desde  el  fin  del  acceso  y  consistió  en  aplicar  sobre  el  bazo  rayos 
fuertes.  No  es  posible  sacar  condusiooes  exactas  de  hechgs  tan  poco  nu- 
merosos, pero  el  tratamiento  merece  ser  ensayado. 

El  Dr.  Lassar:  Uno  de  mis  amigos,  habitante  en  una  gran  ciudad  de 
ios  Estados  Unidos,  donde  muchos  colegas  manejan  los  rayos  X,  me  ha  in* 
dicado  que  en  las  familias  de  estos  médicos  no  hay  nacimientos.  El  liecho 
merece  ser  conocido  hoy  que  el  problema  de  la  despoblación  está  á  la  or- 
den del  día.  —  F.  Toledo. 

(CanHnuará), 


ASOCIACIÓN   DE  Mi£dICOS   AMERICANOS 
2i.*  Menán  trnual  celebrada  en  Woihington  el  15  y  16  de  Mayo  de  1906,  ^ 

(Conolusión) 

Escisrtsit  diseminada.— El  Dr.  J.  Coüins  llamó  la  atención  sobre  el  he- 
cho de  que  mientras  en  Alemania  la  esclerosis  diseminada  figura  por  su 
frecuencia  después  de  la  ataxia  locomotriz  y  hasta,  según  Strümpell,  es  más 
frecuente  que  ésta,  y  Byron  Bramwell  ha  encontrado  110  casos  de  dicha 
enfermedad  en  5.500  enfermos  do  Inglaterra,  en  los  Estados  Unidos  se  con- 
sidera, por  el  contrario,  como  rarísima.  Los  síntomas  típicos  son  nistag- 
mus,  lenguaje  silábico,  temblor  y  paraplegia  espasmódica.  Algunos  casos 
son  completamente  atípleos  en  su  principio.  No  hay  razón  para  que  sea  más 
rara  en  el  Norte  de  América  que  en  otros  países,  y  la  causa  de  esta  rareza 
es  probablemente  el  no  diagnosticarla  bien.  El  Dr.  CoUíns  cree  que  la  pa- 
raplegia espasmódica  sin  reflejo  abdominal  debe  ser  considerada  siempre 
como  sospechosa.  En  los  enfermos  no  sifilíticos,  la  palidez  de  la  mancha  óp- 
tica, particularmente  en  su  mitad  temporal,  debe  considerarse  siempre 
como  muy  sospechosa  de  la  esclerosis  diseminada  incipiente. 

El  Dr.  Sachs  dijo  que  el  diagnóstico  de  la  esclerosis  diseminada  debe  ha- 
cerse siempre  con  exactitud.  La  falta  de  reflejo  abdominal  es  demasiado 
común  para  tener  una  gran  significación. 

El  Dr.  Wharton  Sinclair  indicó  que  la  esclerosis  diseminada  es  en  el  Nor- 
te de  América  mucho  más  común  de  lo  que  se  cree,  pero  que  su  diagnósti- 
co es  bastante  difícil. 

Espondilitis  tifoidea  (tyfoid  spino)  eon  depósitos  óseos.— El  Dr.  T.  Me  Croe 
refirió  el  caso  de  un  enfermo  que  padeció  fiebre  tifoidea  y  que  presentó  lo* 
dos  los  rasgos  clínicos  de  la  espondilitis.  Se  descubrieron  en  las  Tértebras 


112 

modifíoaciones  malrcadas  de  carAoter  óseo,  á  jnzgar  por  lo  qqe  demostró  el 
examen  con  los  rayos  X.  En  otro  enfermo  que  padeció  infección  paracólic» 
se  encontraron  también  en  las  yértebras  las  mismas  modificaciones.  En  este 
caso  el  diagnóstico  fué,  no  obstante,  mucho  más  difícil  por  los  anteceden- 
tes de  infección  gonocócicá,  causa  primitiva  de  la  espondilitis.  El  doctor 
Me  Crae  cree  que  en  otras  infecciones  existe  el  mismo  estado  patológico, 
aunque  en  menor  grado,  y  que  muchas  de  las  artritis  deformantes  son  de- 
bidas á  procesos  infecciosos  de  distinto  género.  Pero  hasta  ahora  no  se  ha- 
bía obserTado  caso  alguno  de  supuración  consecutivo  á  la  infección  de  esta 
clase  en  la  fíebr,e  tifoidea,  si  bien,  hay,  según  parece,  motivos  para  creer 
que,  en  ocasiones,  el  proceso  infeccioso  es  bastante  intenso  para  producir 
la  supuración. 

El  carácter  más  importante  de  la  espondilitis  tifoidea  es  el  sufrimienl^ 
grandísimo  del  enfermo ,  aunque  las  lesiones  son  relativamente  poco 
acentuadas.  Se  atribuye  de  ordinario  este  fenómeno  al  temperamento 
nervioso  del  sujeto.  Sin  embargo,  hasta  las  lesiones  raquídeas  más  ligeras 
suelen  ocasionar  en  las  personas  normales  síntomas  neurósicoe  graves  y 
casi  histéricos.  £1  dolor  de  la  espondilitis  quebraLta  al  parecer  más  que 
ningún  otro. 

El  Dr .  J  B.  Berrik  dijo  que  el  trabajo  del  Dr.  Me  Orae  permite  borrar 
la  espondilitis  tifoidea  de  la  lista  de  las  enfermedades  funcionales^  puesto 
que  existen  en  ella  lesiones  innegables. 

El  Dr.  Tkayer  manifestó  que  la  tendencia  á  exagerarse  los  sufrimientos 
se  observa  también  en  otras  afecciones  raquídeas,  por  ejemplo,  el  carcino- 
ma secundario.  Aunque  los  dolores  que  aqueja  el  enfermo  son  indefinidos, 
el  grado  de  sufrimiento  es  grandísimo. 

El  Dr.  J.  K.  Mtehell  refirió  el  caso  de  un  enfermo,  el  cual ,  durante  va- 
rios años,  no  pudo  adoptar  el  decúbito  dorsal,  á  causa  de  la  sensibilidad 
excesiva  de  su  raquis;  por  último,  se  descubrió  un  punto  de  necrosis  en  el 
vértice  de  una  apófisis  vertebral.  Se  extirpó  el  tejido  necrosado,  que  era 
poco  extenso,  obteniéndose  el  alivio  inmediato,  completo  y  duradero. 

El  Dr.  iS'.  Solté  Cohén  dijo  que  en  la  mayor  parte  de  estos  casos  de  sen- 
sibilidad excesiva  del  raquis  es  indudable  que,  además  de  la  espondilitis, 
existe  alguna  otra  alteración  raquídea. 

El  Dr.  Afc  Crae  manifestó  que  no  todos  los  casos  de  espondilitis  tifoidea 
presentan  estas  alteraciodes  orgánicas,  y  que  algunos  son,  según  toda  pro- 
babilidad, funcionales.  Sin  embargo,  en  estos  casos  la  racliografía  ha  de- 
mostrado la  presencia  de  formaciones  óseas  nuevas. 

Trastornos  móntales  en  la  corea  aguda.— El  Dr.  B.  Sache  dijo  que  en  8  ó  10 
casos  de  corea  que  ha  observado  pudo  desde  su  principio  considerar  la  en- 
fermedad como  gravísima  ó  casi  seguramente  fatal.  En  los  casos  de  este 
género  suele  haber  síntomas  mentales  que  son  casi  típicos  de  U'afección. 
Los  rasgos  característicos  más  notables  de  la  enfermedad  son  presentarse 
de  ordinario  en  personas  relativamente  jóvenes  y  tratarse,  al  parecer,  de 
una  infección  generalizada.  Algunos  de  estos  casos  pueden  principi^ar  como  • 
un  simple  incidente  consecutivo  á  un  raspado,  presentándose  después  sín- 
tomas que  exigen  lá  reclusión.  La  terminación  suele  ser  el  estupor  seguido 
de  coma  mortal. 


113 

El  Dr.  Sinkler  manifestó  que  loa  síntomas  mentales  no  agravan  necesa- 
riamente el  pronóstico  de  la  corea. 

El  Dr.  S.  Sdis  Cohén  dijo  que  la  corea  tiene  sn  remedio  especifico,  y  como 
sólo  tienen  específicos  las  infeccionas,  este  hecho  es  una  demostración  más 
de  su  carácter  infeccioso. 

£1  Dr.  Sachs  indicó  qae,  si  hien  la  corea  es  á  reces  infecciosa,  no  lo  es 
siempre,  y  que  en  ciertos  casos  depende  de  la  extenuación  nerviosa.  Los 
casos  gravísimos  son  indudablemente  debidos  á  la  infección  general. 

Peristalsls  gástrica  é  intestinal.  —  El  Dr.  F.  Pfaff  expúsolos  resalta- 
dos de  los  experimentos  qne,  en  colaboración  con  el  Dr.  Nelson,  ha  practi- 
cado en  perros  para  estudiar  la  peristalsis  gástrica  é  intestinal  después  del 
empleo  de  aperitivos.  Los  animales  fueron  anestesiados,  y  cuatro  horas 
después  se  hicieron  las  observaciones  poniendo  al  descubierto  las  visceras 
y  sumergiéndolas  en  una  disolución  salina.  Los  movimientos  peristálticos 
del  estómago  son  afectados  más  por  el  aceite  de  crotón  y  el  áloes.  Estas 
substancias  disminuyen  el  número  do  movimientos,  pero  en  cambio 
aumentan  su  intensidad.  La  podofilina  figura  en  tercer  lugar  por  su  in- 
fluencia sobre  los  movimientos  peristálticos.  La  escamonea,  aunque  se  en- 
sayaron varios  ejemplares,  no  produjo  efecto  alguno.  La  cascara  sagrada  y 
el  ruibarbo  afectan  la  peristalsis  de  los  intestinos  gruesos,  pero  no  del  es- 
tómago. 

El  Dr.  S,  S,  MelUer  dijo  que  la  peristalsis  en  un  baño  salino  no  es  la  mis- 
ma qne  en  condiciones  normales.  Las  observaciones  de  este  género  deben 
hacerse  con  la  piel  intacta,  único  medio  de  obtener  resultados  seguros. 

El  Dr.  Haré  manifestó  que  los  experimentos  del  Dr.  Pfaff  prueban  la 
poca  utilidad  de  las  observaciones  sobre  los  animales  en  ciertos  casos.  El 
elaterio  y  la  escamonea  son  dos  substancias  que  carecen  de  acción  sobre  loe 
animales*,  aunque  la  poseen  en  la  especie  humana.  Los  intestinos  están  do- 
tados indudablemente  de  una  acción  electiva  que  les  permite  dejar  pasar 
ciertas  substancias  y  retener  otras.  La  peristalsis  no  es,  por  consiguiente, 
un  simple  movimiento  mecánico  imperfecto. 

Homaeromatosis  y  diabetos  sacarina.  —  El  Dr.  T.  £,  Futcher  se  ocupó  de 
esta  asociación  relativamente  rara.  Hay  triada  sintomática  consistente  en 
pigmentación  de  la  piel  y  de  las  visceras,  cirrosis  hipertrófica  del  hígado  y 
diabetes.  La  pigmentación  es  debida  al  depósito  de  hierro  que  puede  des- 
cubrirse en  las  células  de  las  glándulas  sudoríparas,  en  otros  puntos  de  la 
piel  y  en  los  órganos.  De  los  enfermos  observados  uno  era  bebedor  y  otro 
no.  Los  autores  franceses  consideran  la  diabetes  como  el  factor  principal. 
Los  clínicos  alemanes,  siguiendo  la  opinión  de  Recklinghausen,  creen  que 
la  alteración  primitiva  radica  en  la  sangre.  En  ciertos  casos  se  observan 
epistaxis  y  púrpura.  De  256  diabéticos  observados  durante  dieciséis  años  en 
el  Hospital  John  Hopkini>,  sólo  dos  padecieron  hemacromatosis. 

Prurito  general  sin  iosionos.— El  Dr.  J.  K.  Mitchell  refirió  un  caso  de  pru- 
rito general  en  el  que  fué  imposible  descubrir  causa  alguna  de  las  que  se 
supone  producen  este  síntoma.  No  habla  ictericia  ni  infarto  del  hígado  ni 
del  bazo,  pero  sí  insomnio  rebelde.  La  orina  era  de  color  de  vino  de  Oporto 
y  contenía  urobilina  en  abundancia,  que  se  supuso  no  procedía  de  la  bili- 
rrubina,  sino  directamente  de  la  sangre.  Había  degeneración  granulosa 


114 

especial  de  loe  glóbulos  rojoe,  algo  de  lencocitoeis  y  eosinofili»  marcada. 
El  tratamiento,  qae  faé  eficaz,  consistió  en  baños  de  aire  caliente  Tariaa 
Teces  al  día,  y  en  bafios  de  agaa  caliente  repetidos  con  frecuencia  para  calr 
mar  el  prurito.  Para  aumentar  la  acción  sedante  de  entos  bafioe  se  agregó  al 
agua  salvado  ó  alcalinos.  Aunque  el  enfermo  no  tenia  antecedentes  sifilí- 
ticos, se  emplearon  con  éxito  el  mercurio  y  el  yoduro  potásico. 

Anemia  apiástica.~El  Dr.  R.  S.  Lavenson  narró  el  caso  siguiente.  La  en- 
ferma, de  treinta  y  cinco  años,  había  disfrutado  siempre  buena  salud,  pero 
sin  causa  conocida  fué  atacada  de  una  anemia  profunda  y  rápidamente  fa- 
tal.. Todos  los  elementos  de  la  sangre  estaban  disminuidos  en  cantidad.  No 
había  parásitos  en  los  intestinos  ni  alteración  patológica  de  la  orina.  Poco 
antes  de  la  muerte  de  esta  enferma  la  hemoglobina  qnedó  reducida  al  10 
por  100  y  el  número  de  sus  glóbulos  rojos  excedía  apenas  de  1.000.000.  Al 
hacer  la  antopsia  se  encontró  degeneración  grasicnta  de  todos  los  órganos. 
El  rasgo  característico  era  la  falta  completa  de  modificación  roja  en  la  mé- 
dula ósea,  que  estaba  completamente  blanca.  En  los  cortes  no  se  descubrie- 
ron megaloblastos  ni  los  mieloblastos  normales.  Antes  de  la  muerte  no 
existían  en  la  sangre  megaloblastos.  Hasta  ahora  sólo  se  han  publicado  10 
casos  de  esta  anemia  aplástica.  La  duración  media  de  la  enfermedad  es  de 
tres  meses  por  término  medio. 

El  Dr.  R,  H,  Cahot  dijo  que  existen  diferencias  marcadas  entre  esta  for- 
ma de  anemia  y  la  perniciosa  ordinaria ;  aunque  á  esta  última  se  la  llama 
progresiva,  hay  variaciones  notables  en  su  marcha  é  intermitencias  mar- 
cadas, durante  las  cuales  mejor^  el  estado  del  enfermo.  La  anemia  aplás- 
tica sigue,  por  el  contrario,  una  marcha  progresiva  y  termina  siempre 
por  la  muerte. 

El  Dr.  Warthing  indica  que  en  casi  todos  los  casos  de  la  llamada  anemia 
perniciosa  de  Michigan  no  existen  alteraciones  de  la  médula  'ósea.  Al 
parecer,  esta  anemia  no  es  tan  rara  como  se  cree.  Según  parece ,  existe 
más  bien  hemolisis  que  aplasia,  es  decir,  disolución  de  los  glóbulos  san- 
guíneos y  no  falta  de  formación,  que  es  lo  que  constituye  la  anemia  progre- 
siva. 

El  Dr.  Síengel  dijo  que  en  la  mayor  parte  de  los  casos  quedan  rojas  sólo 
ciertas  áreas  de  la  médula  ósea,  y  es  preciso  gran  cuidado  para  descubrir- 
las. Aunque  falten  dichas  áreas,  esta  modificación  no  puede  considerarse 
como  primitiva. 

El  Dr.  Thayer  manifestó  que  estos  casos  difieren  por  completo  de  los  de 
anemia  perniciosa  ordinaria.  La  sangre  ha  perdido  por  completo  su  facul- 
tad de  regeneraciÓD. 

EU  Dr.  Shattuck  cree  que  sólo  hay  diferencia  en  la  intensidad  del  proceso 
entre  esta  forma  de  anemia  y  la  perniciosa  progresiva ;  así  que  casi  es  inne- 
cesario un  nombre  nuevo.  £U  carácter  fatal  y  fnlmiuante  no  basta  para 
hacer  una  distinción.  La  viruela  ordinaria  y  la  hemorrágica  no  son  en  su 
esencia  distintas,  aunque  sí  bastante  diferentes. 

Rayos  X  y  suero  lettcémico.  — El  Dr.  J,  A.  Capps  refirió  los  estudios  expe- 
rimentales que  ha  hecho,  en  colaboración  con  el  Dr.  J.  F.  Smith,  sobre  el 
suero  de  los  individuos  leucémicos  tratados  por  los  rayos  X.  Inyectando 
suero  altamente  leucolítico  de  individuos  sometidos  á  los  rayos  X,  á  enfer- 


mo6  laocémicoB  sin  tratamiento,  el  resultado  es  la  disminnción  del  número 
de  lencocitos.  A  los  pocos  días  este  efecto  desaparece;  una  nneva  inyección 
no  produce  nn  resultado  tan  marcado,  obteniéndose  de  ordinario  la  cura- 
ción en  poco  tiempo.  Después  de  nuevas  inyecciones  los  enfermos  se  hacen^ 
al  parecer,  inmunes  contra  los  efectos  del  suero.  Guando  este  suero  se  pone 
en  contacto  con  los  leucocitos  humanos,  muy  ínoTibles  y  recién  extraídos, 
produce  un  efecto  paralitico  sobre  ellos.  La  acción  es  electira,  y  afecta 
más  á  los  leucocitos  mononuclear^s  que  á  los  polinucleares. 

El  Dr.  Warthing  dijo  que  las  disminuciones  repentinas  del  número  de 
leucocitos  son  frecuentes  en  la  leucemia.  Pueden  desaparecer,  sin  que 
exista,  al  parecer,  motivo  para  ello,  200.000  leucocitos  ó  más,  y  á  loa  pocos 
dias  existir  la  proporción  primitiva.  Los  leucocitos  en  la  leucemia  son  poco 
estables.  En  la  neumonía,  el  número  de  leucocitos  puede  disminuir  de  va- 
rios cientos  de  millares  á  4.500.  Este  fenómeno  particular  no  influye  sobre 
la  marcha  de  la  enfermedad. 

El  Dr.  Edsall  cree  que  la  acción  principal  de  los  rayos  X  es  la  que  ejer- 
cen sobre  las  fermentaciones  de  los  tejidos. 

La  pmoba  del  nAelos  en  las  oaformodados  panoroátieas.  —  £1  Dr.  Dutton 
Sítele  discutió  el  valor  de  la  prueba  de  A.  Schmidt  para  el  diagnóstico  de  las 
enfermedades  pancreáticas.  Según  los  experimentos  hechos  en  perros, 
cuando  hay  degeneración  completa  del  páncreas,  los  núcleos  de  la  carne 
comida  no  son  digeridos.  El  descubrimiento  de  estos  núcleos  en  las  fibras 
musculares  contei^idas  en  los  excrementos  permite  diagnosticar  la  falta  de 
jugo  pancreático.  El  Dr.  Steele  ha  confirmado  este  hecho,  pero  ha  obser- 
vado que  existe,  no  sólo  en  las  lesiones  pancreáticas,  sino  también  en  cier- 
tos trastornos  del  aparato  digestivo. 

El  Dr.  Mueser  manifestó  que  no  hay  finalidad  en  el  dia  gnóstico  de  la 
enfermedades  del  páncreas  por  la-  orina  é  las  heces.  El  estudio  cuidadoso 
del  caso  y  el  examen  ñsico  detenido  son  los  únicos  medios  que  permiten 
conocer  las  enfermedades  pancreáticas.  La  prueba  de  Oamages  ha  resul- 
tado ser  tan  poco  útil  como  todas  las  aconsejadas  antes. 

El  Dr.  Edsall  dijo  que  la  presencia  de  sulfates  etéreos  en  la  orina  no 
indica  que  exista  una  enfermedad  pancreática.  La  digestión  de  la  grasa 
tampoco  puede  ser  considerada  como  una  prueba.  La  presencia  de  fermen- 
tos pancreáticos  en  la  orina  tampoco  puede  servir  de  base  clínica. 

Actividad  diflostiva  de  la  pepsina  en  el  estómago.^  El  Dr.  Sailer  discutió  los 
métodos  recientes  empleados  para  calcular  la  actividad  pépsica.  Describió 
también  el  efecto  de  varios  medicamentos  sobre  la  digestión  pépsica.  Ha 
observado  en  sus  experimentos  que  el  ácido  bórico  no  suspende  la  activi- 
dad de  la  pepsina.  En  cambio,  el  ácido  benzoico  ejerce  una  acción  inhibi- 
toria enérgica.  Los  salicilatos,  aun  á  pequefias  dosis,  paralizan  por  com- 
pleto la  digestión  pépsica.  El  sulfato  de  Bosa  posee  propiedades  inhibito- 
rias acentuadas.  Las  disoluciones  de  sal  común  dificultan  algo  la  digestión 
pépsica  y  el  alcohol  menos  aún.  Los  productos  de  la  digestión  pépsica  pro- 
ducen después  de  algún  tiempo  un  efecto  paralizante  sobre  dicha  diges- 
tión. 

Fiebre  gangiionar.  —  El  Dr.  A,  Stengtl  narró  el  «asodeun  enfermo  que 
tenia  infartos  ganglionares  generalizados  y  una  serie  de  lesiones  cutáneas 


lié- 

muy  parecidas  á  la  de  la  sifílis  maoalosa  j  papulosa.  El  enfermo,  médico, 
negaba  tenor  antecedentes  sifíliticos.  Se  procnró,  en  vano,  descubrir  el 
Spirochotía  pallida  en  el  saero  y  en  el  liquido  obtenido  de  los  ganglios  ex- 
tirpados. En  los  cultivos  de  la  sangre,  de  los  ganglios  y  de  las  amígdalas 
se  obtuvo  un  estreptococo  análogo  á  otro  que  es  patológico  para  los  caba- 
llos, y  que  produce  la  llamada  fiebre  ganglionar  y  coriza  epidémica  en 
estos  animales.  El  enfermo  mejoró  gradualmente  sin  tratamiento  espe- 
cifico. 

El  Dr.  Welch  dijo  que  es  preciso  proceder  con  gran  precaución  al  consi- 
derar como  nuevos  los  estreptococos  patógenos  puesto  que  estos  microorga- 
nismos presentan  aspectos  muy  diferentes. 

El  Dr.  Koplik  manifestó  que  el  nombre  de  fiebre  ganglionar  es  impropio 
porque  puede  producir  confusión  con  otra  enfermedad :  la  fiebre  ganglionar 
de  los  niños. 

Meningitis  oerobro-espínal.  —  El  Dr.  S.  Flexner  refirió  los  resultados  de 
los  experimentos  que,  en  unión  del  Dr.  Houghton,  había  hecho  en  los  mo- 
nos con  el  microbio  de  la  meningitis  cerebro-espinal.  Es  fácil  producir  en 
estos  animales  lesiones  análogas  á  las  que  se  observan  en  el  hombre.  La 
afección  fué  producida  inyectando  en  el  conducto  espinal  suero  proceden- 
te de  enfermos  que  padecían  meningitis  cerebroespinal.  Guando  los  mo- 
nos eran  muy  susceptibles  ó  las  dosis  elevadas,  los  animales  murieron  en 
veinticuatro  horas.  Si  sobrevivían  más  de  cuarenta  y  ocho  horas  curaban 
de  ordinario.  Los  diplococos  se  encontraron  al  principio  por  fuera  de  las 
células  de  la  médula  y  por  último  en  su  interior.  En  los  casos  crónicos  hubo 
dilatación  de  los  ventrículos  cerebrales.  Las  lesiones  se  localizaron  en  la 
parte  posterior  de  la  médula  y  en  la  base  del  encéfalo,  igual  que  en  la  espe- 
cie humana,  lo  que  demuestra  que  hay  una  acción  electiva.  En  ciertos  ca- 
sos, aunque  la  inoculación  se  hizo  en  la  médula  espinal,  se  encontraron  di- 
plococos en  el  derrame  nasal  de  los  monos,  observándose  también  cierto 
grado  de  inflamación  en  la  parte  superior  de  las  vías  respiratorias.  Este  he- 
cho prueba  que  el  hallazgo  de  los  diplococos  en  la  cavidad  nasal  no  indi- 
ca que  penetren  en  el  organismo  por  esta  vía,  puesto  que  pueden  proceder 
del' encéfalo,  quizá  por  los  conductos  linfáticos  y  localizarse  en  las  fosas  na- 
sales. 

Naturaleza  de  los  espiroquetos.  —El  Dr.  F.  O.  Novy  discutió  la  naturaleza 
de  estos  microorganismos,  que  ha  Tuelto  á  llamar  la  atención,  desde  que  se 
cree  que  el  espirilo  de  Schaudin  es  la  causa  de  la  sífilis.  Se  ha  supuesto  que 
el  espirilo  es  de  carácter  animal,  pero  el  Dr.  Novy,  fundándose  en  sus  estu- 
dios sobre  el  espirilo  de  Obermeier  y  sobre  otros  de  igual  naturaleza,  no 
acepta  esta  opinión.  El  organismo  de  la  tripanosomiasis  es  de  igual  natu- 
raleza, y  aunque  es  transmitido  por  un  insecto^  este  hecho  no  prueba  en 
modo  alguno  que  sea  de  carácter  protozoario.  La  fiebre  amarilla,  por  ejem- 
plo, aunque  transmitida  por  un  mosquito,  puede  ser  debida,  no  á  un  proto- 
zoario, sino  á  una  bacteria.  El  .Dr.  Novy  presentó  varias  preparaciones  en 
las  que  se  ven  los  espirilos  en  vías  de  división  longitudinal,  no  lateral,  como 
sucedería  si  se  tratara  de  un  protozoario.  En  vez  de  varios  flagelos,  como 
suelen  tener  los  bacilos,  los  espirilos  sólo  tienen  urio.  A  vecer  están  unidos 
por  el  entrelazamiento  de  los  flagelos,  lo  que  modifica  su  aspecto. 


W     T^^ 


TrtUimiMto  del  boeit  oxoftálmioo  por  ana  citttoxiaa  upacífiea.  —  Bl  doctor 
y.  Rogen  expuso  los  resaltados  de  su  experiencia  respecto  4  este  méiQdo. 
De  80  enfermos  tratados  oararon  ocao>  en  los  qae  desaparecieron  todos  los 
signos  del  bocio.  Dieciséis  mejoraron  bastante,  y  puede  decirse  que  cura- 
ron subjectivamente,  aunque  persistían  algunos  síntomas,  como  el  temblor 
y  el  exoftalmo.  Bn  seis,  el  tratamiento  fué  completamente  ineficaz.  Las  in- 
yecciones se  hicieron  cada  cuarenta  y  ocho  hpras,  reduciéndose  á  esto  el 
tratamiento.  Bl  suero  fué  menos  eficaz  en  los  casos  de  bocio  antiguo,  duro 
y  fibroso.  En  la  variedad  blanda  bastaron  seis  meses  de  tratamiento.  Nin- 
guno de  loa  otros  sueros  empleados  fueron  tan  eficaces  como  el  obtenido 
primero. 

El  Dr.  S,  P.  Beehe  describió  la  preparación  de  este  suero  especifico.  Para 
obtener  mejores  resultados  se  inyectó  al  animal  la  glándula  tiroides  enfer- 
ma. La  diferencia  entre  el  suero  obtenido  asi  y  el  que  se  obtiene  después 
de  inyectar  la  glándula  tiroides  sana  no  es  esencial,  pero  sin  embargo  es 
muy  posible  que  exista  algún  medio  de  aumentar  las  propiedades  antitó- 
xicas. Bl  Dr.  Beebe  cree  que  la  mejora  obtenida  por  la  administración  de 
este  suero  no  es  debida  á  una  coincidencia  óá  influencias  psíquicas,  sino 
que  se  asemeja  sobre  manera  al  efecto  de  una  antitoxina. 

El  Dr.  Me  Callum  dijo  que  los  resultados  qae  se  indica  haber  obtenido  con 
el  nucTO  suero  son  indudablemente  notables.  No  obstante,  es  difícil  com- 
prender cómo  pueden  mejorar  los  síntomas.  La  enfermedad  de  Graves  es 
debida  al  hipertiroidismo,  y  sin  embargo,  el  suero  no  produce  efecto  espe- 
cífico sobre  la  glándula,  al  menos  en  el  caso  que  ha  observado  el  Dr.  Me 
Callum.  —  {Hew  York  Medical  Journal)»  —  F.  Toledo. 


PERIÓDICOS 


Vámito  pitaitost  homorrágioo.  —  Los  Dres.  A.  Mathieu  y  J.  Oh.  Roux 
refieren  el  caso  de  una  mujer  de  treinta  y  cinco  años,  que  todos  los  días 
vomita  una  á  seis  veces  50  á  80  cm'  de  un  líquido  sanguinolento.  Los  vó- 
mitos van  precedidos  de  grandes  dolores,  sobre  todo  por  la  noche.  Estos 
dolores,  que  radican  sobre  la  parte  interna  del  séptimo  cartílago  costal 
izquierdo,  á  unos  5  cm.  por  encima  y  á  lá  izquierda  del  apéndice  xifoides, 
se  irradian  hacia  la  izquierda  y  atrás  á  nivel  próximamente  de  la  décima 
vértebra  dorsal.  Guando  no  se  arroja  el  líquido,  aumentan  los  dolores  y  la 
regurgitación  ulterior.  Como  síntoma,  también  constante,  se  presenta  un 
hambre  canina  acompañada  de  debilidad  y  de  sudor  frío.  Una  vez  termi- 
nado el  ataque,  cesan  los  síntomas  dispépticos.  Esta  dolencia  tiene  ya  diez 
afios  de  fecha,  y  en  seis  meses  de  tratamiento  en  que  se  han  empleado  los 
medios  más  variados,  incluso  la  sugestión,  no  se  consiguió  modificarla  en 
lo  más  mínimo. 

Las  masas  vomitadas  no  provienen  del  estómago;  están  constituidas  por 
saliva  y  productos  de  la  secreción  de  la  faringe  y  del  esófago,  y  según 


llí 


qne  predominan  anas  ú  otras  secreciones,  asi  el  liqnido  es  más  ó  menos 
glntinoso.  Se  acnmala  en  el  esófago  sobre  el  cardias  cerrado  y  es  arrojado 
al  exterior  por  morimientos  de  vómito  más  ó  menos  violentos.  A  reces 
pasa  nna  peqnefia  cantidad  al  estómago,  pero  rnelve  al  esófago  con  los 
esfuerzos  del  vómito.  Guando  se  llena  de  liquido  el  esófago  y  sobreviene 
el  espasmo  del  cardias,  es  cuando  se  presenta  la  sensación  de  presión  retro- 
esternal.  La  escasa  cantidad  de  líquido  que  se  expulsa  de  cada  vez  ya  in* 
dica  que  no  proviene  del  estómago  y  también  lo  prueban  su  poca  acidez, 
la  falta  de  coagulación  de  la  sangre  expulsada  y  la  mezcla  del  liquido  mu- 
coso  con  restos  alimenticios.  La  sangre  proviene  á  veces  de  las  mismas 
glándulas  salivares,  pero  también  de  la  faringe  y  del  esófago.  8u  mezcla 
íntima  parece  indicar  un  origen  intraglandular. 

Los  autores  proponen  denominar  á  este  síntoma  hemosialomesis,  como 
si  nómino  de  vómito  mucoso  hemorrágico  procedente  del  esófago  en  las 
histéricas,  pues  no  cabe  duda,  por  otra  parte,  de  que  se  trata  de  una  ma- 
nifestación del  histerismo.  —  (Gat.  des  hopitaux),  —  R.  dkl  Vallb. 

Alimentaoién  en  las  enfernedadM  agudas.  —  En  las  enfermedades  agudas, 
dice  el  Dr.  Pitt,  la  alimentación  obra  neutralizando  ó  contrarrestando  el 
veneno,  formando  anticuerpos  ó  codificando  la  alcalinidad  de  los  tejidos. 
Puede  obrar  también,  como  acontece  con  el  alcohol,  estimulando  el  cora- 
zón  y  el  sistema  nervioso.  Las  antitoxinas  son  producidas  por  las  células, 
y  la  capacidad  de  éstas  para  formarlas  depende  en  gran  parte  de  las  subs- 
tancias nutritivas  que  reciben.  La  eliminación  de  venenos  puede  favore- 
cerse administrando  grandes  cantidades  de  líquidos  que  los  diluyen,  á  la 
vez  que  estimulan  la  actividad  de  la  piel  y  de  loe  rifiones.  Las  bebidas  frías 
rebajan  la  fiebre  entre  otros  efectos,  por  estimular  las  funciones  cutáneas. 

En  la  fiebre,  los  labios  y  carrillos  están  apergaminados  y  la  lengua  seca, 
á  causa  de  la  secreción  deficiente  de  la  saliva;  el  enfermo  no  puede  masti- 
car ni  mover  la  lengua,  las  bacterias  se  desarrollan,  por  lo  tanto,  con  rapi- 
.  dez  en  la  cavidad  bucal,  la  que  se  convierte  en  un  foco  de  infección.  La  sed, 
uno  de  los  rasgos  característicos  de  la  fiebre,  es  debida  á  la  sequedad  de  la 
boca  y  al  aumento  del  peso  específico  de  la  sangre,  el  cual  depende  de  la  re- 
tención del  cloruro  sódico  y  de  que  los  tejidos,  á  causa  del  estado  de  intoxi- 
cación en  que  se  encuentran,  snstraen  grandes  cantidades  de  líquido  de  la 
sangre.  La  alimentación  en  los  estados  febriles  debe,  por  lo  tanto,  ser  líqui- 
da, no  sólida.  Además  de  la  sed  hay  anorexia,  debida  al  envenenamiento 
del  sistema  nervioso  y  á  la  digestión  imperfecta.  Gomo  los  movimientos  del 
estómago  y  la  secreción  del  jugo  gástrico  son  deficientes,  los  alimentos  fer^ 
montan  con  gran  facilidad,  por  cuya  razón  las  peptonas  y  albumoeas  son 
preferibles  á  la  carne.  Está  indicado  también  administrar  ácido  dorhídri* 
co  para  suplir  su  deficiencia  y  para  contener  la  fermentación  bactérica.  £n 
la  fiebre,  la  absorción  de  alimentos  por  los  intestinos  es  casi  normal,  por- 
que se  absorbe  el  dO  por  100  de  la  grasa  y  de  la  albúmina;  en  cambio,  loe 
hidratos  de  carbono  son  eliminados  por  las  heces  cuando  se  administran 
con  exceso  ó  hay  mucha  diarrea. 

¿Qué  cantidad  de  alimentos  debe  tomar  un  enfertno  febril?  En  estado 
normal,  un  hombre  activo  necesita  8.000  calorías,  que  pueden  ser  suminia* 


119 

iradas  por  100  gramos  de  albúmina,  100  de  grasa  y  400  de  hidrato  de  car- 
bono. En  la  fiebre,  la  excreción  de  nitrógeno  está  aumentada,  puesto  que 
el  yeneno  desorganiza  las  cólnlas  y  disminuye  la  capacidad  de  éstas  para 
apropiarse  la  albúmina.  La  excreción  de  ácido  carbónico  está  aumentada 
sólo  en  el  20  por  100  ó  menos.  Un  enfermo  que  permanece  en  el  lecho  ne- 
cesita, teóricamente,  2.400  calorías  y  2.700  si  tiene  fiebre.  En  las  afecciones 
febriles  crónicas  se  ha  observado  que  son  suficientes  1.500  calorías,  y  en  las 
agudas  basta  una  alimentación  que  produzca  menos  de  2.000  calorías.  En 
general,  aunque  se  aumente  la  cantidad  de  nitrógeno  en  la  alimentación, 
no  se  consigue  evitar  la  consunción  de  los  tejidos  en  la  fiebre ;  tampoco  se 
consigue  preyenir  esta  pérdida  con  los  antipiréticos,  porque  aunque  la  tem- 
peratura se  haga  normal  persisten  los  efectos  del  veneno  sobre  los  tejidos. 

El  alcohol  no  es  necesario  en  las  enfermedades  agudas  y  su  uso  es  á  ye- 
oes  más  perjudicial  qiie  útil.  Debe  emplearse  después  de  las  crisis,  en  las 
enfermedades  de  larga  duración  y  en  la  convalecencia;  obra  aumentando 
el  apetito  y  favoreciendo  la  absorción  de  los  otros  alimentos.  El  alcohol  es 
un  alimento  y  se  absorbe  con  facilidad.  Es  un  alimento  de  economía  de  los 
hidratos  de  carbono  y  de  las  grasas,  pero  no  de  la  albúmina.  Guando  se  ad- 
ministra en  graa  cantidad,  sus  efectos  tóxicos  superan  á  sus  beneficios. 
Debe  administrarse,  en  las  enfermedades  agudas,  en  los  casos  siguientes : 
1.^,  debilidad  circulatoria  que  se  revela  por  pulso  rápido,  débil,  dícroto  ó 
irregular;  2.<*,  enfermos  débiles  y  extenuados,  sobre  todo  alcohólicos;  8.<*, 
incapacidad  de  tomar  alimento  por  deficiencia  de  la  digestión,  sobre  todo 
cuándo  la  lengua  está  seca;  4.^,  estados  piémicos  persistentes  con  tempe- 
ratura elevada;  5.^,  delirio  bajo  cod  extenuación  é  insomnio;  6.*,  durante 
la  convalecencia  cuando  el  apetito  es  caprichoso. 

Guando  se  administra  como  estimulante  no  debe  estar  muy  diluido,  pero 
sí  cuando  se  emplea  para  abrir  el  apetito.  En  forma  efervescente,  vino  de 
champagne,  es  eficaz  si  hay  inapetencia.  En  las  convalecencias  de  las  en- 
fermedades graves,  sobre  todo  en  los  niños,  nada  más  eficaz  que  el  vino  de 
Jerez  afiejo.  La  cantidad  de  alcohol  que  puede  administrarse  al  día,  es  de 
60  gramos,  rara  vez  más  de  180.  Guando  obra  de  una  manera  benéfica,  la 
lengua  se  humedece,  la  respiración  y  el  pulso  se  normalizan  y  el  estado 
mental  mejora.  8i  se  administra  en  cantidad  demasiado  elevada,  la  lengua 
86  pone  más  seca,  aumenta  el  abatimiento  del  enfermo  y  se  nota  en  el  aire 
expirado  el  olor  del  alcohol.  Estos  resultados  dependen  de  loe  hábitos  del 
enfermo,  tanto  como  de  la  cantidad  tomada  y  de  la  naturaleza  de  la  en- 
fermedad.—(^^  Procítííoner).— F.  Toledo. 

Suministre  de  leche  á  fot  niBot  de  peobo.  —  En  una  de  las  últimas  sesiones 
de  la  Sociedad  vienesa  de  Medicina  interna  y  de  Pediatría,  el  Dr.  Weis 
dio  cuenta  de  la  ort^anización  que  se  ha  establecido  en  el  X  distrito  de  Vie- 
na,  para  suministrar  leche  á  los  niños  de  pecho  que  la  necesiten.  En  dicha 
organización  figuran  todos  los  médicos  prácticos  del  distrito  y  cada  uno  de 
ellos  puede  extender  un  certificado  para  que  se  suministre  leche  gratis. 
El  niño  que  es  presentado  eo  el  Gdnsultorio,  se  pesa  y  allí  mismo  se  le 
encarga  á  la  madre  que  comparezca  con  su  hijo  cada  dos  sem^.naá  en  casa 
del  médico  que  la  ha  recomendado.  La  leche,  preparada  convenientemente 


120 

y  distribuida  en  porciones  se  da  en  invierno  á  las  seia  de  la  tarde  y  en 
yerano  á  las  seis  de  la  mañana.  Un  proveedor  de  leche  en  gran  escala  es  el 
que  la  suministra  al  precio  de  coste.  En  concepto  del  autor  no  debe  darae 
á  las  personas  pudientes,  por  lo  mismo  que  en  Yiena  pueden  proporcionar^ 
se  en  el  mercado  leche  de  excelente  calidad. 

Cada  niño  de  pecho  le  cuesta  al  Consultorio  por  semana  una  corona,  ó  »ea 
84  peniques,  teniendo  que  satisfacer  la  madre  otras  50  blancas,  ó  sea  42  pe- 
niques. 

En  el  X  distrito  de  Yiena  nacen  al  año,  por  término  medio,  5.000  niños;' 
2.000  se  crian  al  pecho;  otros  2.000  son  hijos  de  padres  .bien  acomodados  y 
de  los  1.000  restantes  la  mitad  acuden  al  Consultorio.  La  mortalidad  dé 
estos  niños  asciende  á  un  10  por  100,  que  apenas  corresponde  á  la  mitad 
de  la  mortalidad  infantil  del  distrito.  De  los  datos  estadísticos  recogidos 
durante  todo  el  año,  resulta  que. en  las  familias  de  los  niños  que  están  bajo 
el  patronato  del  Consultorio,  la  mortalidad  de  los  niños  de  pecho  habla 
sido  de  30  á  50  por  100.  Si  se  tiene  en  cuenta  que  al  asilo  no  se  han  enria- 
do hasta  ahora  más  que  niños  enfermos,  se  ye  que  el  resultado  del  primer 
año  es  muy  lisonjero.  El  autor  aboga  porque  se  fupden  Consultorios  ana- 
logos  en  los  demás  distritos. 

Una  novedad  es  la  creación  de  una  caja  ó  Sociedad  de  seguros  de  lactan* 
cia.  Mediante  una  pequeña  cuota  semanal  durante  el  embarazo  asegura  la 
mujer,  en  caso  de  que  pueda  criar,  un  pequeño  capital,  y  si  no  puede  criar, 
se  le  da  gratis,  y  durante  seis  meses  todo  el  alimento  que  necesite  su  hijo; 
si  éste,  en  cambio,  se  muere  al  nacer,  se  le  devuelve  á  la  madre  toda  la 
suma  que  hubiese  impuesto. 

(ZentralhlaU  für  innere  Afedizin).  —  R.  del  Vallb. 

Tratamiento  do  la  hlporolorbidria  gástrioa.— La  atropina  es  uno  de  los  me- 
dicamentos más  útiles  que  pueden  emplearse  contra  las  crisis  dolorosas  de 
la  hiperclorhidria,  porque  no  sólo  combate  el  elemento  dolor,  sino  que  por 
su  efecto  inhibitorio  sobre  las  secreciones  en  general,  disminuye  también 
la  de  jugo  gástrico.  El  Dr.  Rebizzi  ha  hecho  experimentos  en  la  clínica 
del  Dr.  Patella,  de  Siena,  y  deduce  de  ellos  que  en  las  crisis  hiperclorhi- 
drícas  es  preferible  á  la  atropina  una  combinación  de  solanáceas,  aconse- 
jada ya  por  el  profesor  Rummo ;  recomienda  tomar  20  gotas  por  la  maña* 
na  y  20  por  la  tarde  de  la  preparación  siguiente : 

Tintura  de  estrainonio .....<..] 

—  de  belladona ( aa  5  gramoe. 

—  debelefio , \ 

Los  resultados  que  se  obtienen  con  esta  medicación  son  altamente  satis- 
factorios.—({?ar««a  degli  ospedali^  19  agosto  1906).— F.  Tolbiío. 


REVISTA 


DB 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


DATOS  flSlOLOGICOS  Y  TERAPÉUTICOS  ACERCA  DE.  U  TODINA 


DE.  D.   JOSÉ   CODINA  CASTELLVÍ 

Médieo  nttB«nurlo,  por  opotUlóa,  d«l  Hospital  Provincial. 


Según  los  datos  químicos  facilitados  por  el  autor  de  la  yodina,  de 
los  que  ya  se  ha  ocupado  la  prensa  médica^  incluso  esta  Revista» 
con  la  garantizada  ñrma  del  Dr.  Pérez  Noguera,  dicho  cuerpo  es  una 
especie  química  que  se  obtiene  haciendo  actuar  los  vapores  de  yodo 
sobre  la  grasa  de  araehis  previa  y  debidamente  depurada,  con  lo 
cual  se  consiguen  sustituir  las  moléculas  de  hidrógeno  que  se  des- 
prenden por  igual  número  de  moléculas  de  yodo  y  resultando  un  lí- 
quido obscuro-negruzco,  aceitoso,  con  ligero  olor  á  grasa  y  de  un 
sabor  especial,  algo  empalagoso,  pero  no  muy  desagradable,  el  cual, 
según  el  referido  autor,  puede  considerarse  por  su  constitución  quí- 
mica como  el  c  éter  propildiodyoleíco-monoyodaráchico». 

Sabido  es  que  la  principal  idea  que  guía  á  los  químicos  en  la  ob- 
tención de  compuestos  yódicos  orgánicos,  es  la  de  dar  con  un  pro- 
ducto que,  en  la  práctica  médica,  pueda  emplearse  en  lugar  de  los 
yoduros  sin  provocar  los  fenómenos  tan  frecuentes  y  algunas  ve- 
ces tan  alarmantes  del  yodismo.  En  el  extranjero  se  han  dado  á 
conocer  en  estos  últimos  años,  entre  otras,  la  yodipina,  el  yothion 
(diyodhidroxipropano),  y  recientemente  la  sayodina  (ó  sea  la  sal  de 
calcio  del  ácido  behenmonoyódico),  que  acaba  de  ser  experimenta- 
da por  E.  Fischer  y  J.  von  Mering  (Medixinische  Klinik^  núm.  7, 1906). 

Solicitados  por  el  autor  del  producto  para  que  le  ensayáramos,  y 
abierta  como  está  siempre  nuestra  clínica  á  la  investigación  de  todo 
Affo  XXX.  —  Tomo  LXXIII.  -  Núm.  %d  -38  Octubre,  1906.  10 


122 

nuevo  producto  que  represente  un  progreso  en  la  •terapéutica^  en 
bien  de  los  enfermos,  hemos  ensayado  la  yodina  durante  algún 
tiempo  y  los  resultados  obtenidos,  entre  los  que  se  cuentan  algunos 
datos  de  su  acción  fisiológica  y  algunos  efectos  terapéuticos,  son  los 
que  vamos  á  exponer  en  las  siguientes  lineas. 

Hemos  administrado  el  medicamento  á  dieciocho  individuos,  de 
los  cuales  siete  estaban  sanos  y  once  enfermos. 

La  primera  cuestión  que  tratamos  de  dilucidar  fué  la  de  saber  si 
una  vez  administrada  una  dosis  de  yodina  se  eliminaba  yodo  por  la 
saliva  y  por  la  orina,  y,  en  caso  afirmativo,  cuándo  comenzaba  y 
cuándo  terminaba  la  eliminación.  Para  estos  ensayos  nos  valimos 
de  los  siete  individuos  sanos,  entre  los  qué  figuran  mi  ayudante, 
el  Dr.  D.  Antonio  Martin,  mis  compañeros  asistentes  á  la  Clfnica» 
D.  Antonio  Ferratjes  y  D^  Carlos  Torregrosa,  y  los  alumnos,  señores 
Castañs,  González  y  Malberti,  y  de  un  enfermo  de  catarro  bron- 
quial subagudo  que  ocupaba  la  cama  núm.  1  de  la  sala  30. 

La  investigación  cualitativa  del  yodo  se  hizo,  siempre  que  lo  per* 
mitió  la  cantidad  del  líquido  de  ensayo,  por  doble  procedimiento  del 
engrudo  de  almidón  y  ácido  nítrico,  y  por  el  ácido  nítrico  y  cloro- 
formo. Dicha  investigación  se  efectuó  cada  cinco  ó  diez  minutos 
durante  la  hora  subsiguiente  á  la  administración  de  la  yodina  y  des- 
pués cada  veinticuatro  horas.  Los  resultados  obtenidos  han  sido  los 
siguientes : 

Eliminación  del  yodo  por  la  «aZioa.— En  las  observaciones  G.%  7/  y 
8.*  no  se  pudo  descubrir  nunca  la  presencia  del  yodo  en  la  saliva 
después  de  haber  administrado  dos  cápsulas  de  yodina,  con  la  par- 
ticularidad de  que  en  las  observaciones  2,^,  7  *  y  8.*  tampoco  pudo 
descubrirse  después  de  una  dosis  de  cuatro  cápsulas. 

En  las  observaciones  1.*,  3.\  4/  y  5.^  el  yodo  se  descubrió  clara- 
mente en  la  saliva;  en  una  (observación  3.^),  á  los  sesenta  minutos 
de  administrar  cuatro  cápsulas  y  en  las  otras  tres  (observacio- 
nes 1.*,  4/  y  5.*),  después  de  transcurrida  una  hora  de  la  adminis- 
tración  de  dos  cápsulas  en  la  observación  1.^  y  cuatro  cápsulas  «en 
las  observaciones  4.*  y  5.^  En  estas  tres  observaciones  desapareció 
el  yodo  de  la  saliva  al  día  siguiente  y  en  la  observación  3.*  al  se- 
gundo día. 

Eliminación  del  yodo  por  la  orina.— En  todas  las  observaciones  me- 
nos en  una  (observación  7.^),  se  descubrió  fácilmente  la  presencia 
del  yodo  y  apareció  con  toda  claridad  en  los  momentos  que  indican 
las  siguientes  cifras : 


123 


ÜÉBisro  do  Im 
obierTMioMi. 

Ifánoio 
d«  cápffvlM. 

MomMlo  d«  U  aparUlón. 

ObterTMioBM. 

6.* 

2 

10  minntos.. 

4.* 

16        — 

6.* 

16        ^ 

» 

2.* 

80        — 

a* 

80        — 

a* 

60        — 

a» 

«         - 

1/ 

2 

En  el  cnrso  del  primer  día. 

Vertió  varias  yeoes 
la  orina. 

7.* 

2 

No  apareció. 

7.* 

4 

Indicios  á  los  90  minntos. 

Desapareció  el  yodo  de  la  orina  en  los  días  siguientes : 


Ilúmsro  d«  Im  obMrvMioiiM. 

N&Bi«ro  d«  cáptvlM. 

Mom«nio  de  U  doiaparlelÓD. 

a* 

2 

l.e'  día. 

a* 

4 

2.*     — 

4.* 

4 

2.*     - 

6.* 

4 

2.*    — 

a* 

4 

4*    — 

a* 

2 

b-    - 

!.• 

2 

a*  — 

2.* 

4 

9.*    — 

Bs  de  advertir  que  en  la  observación  8.^  la  curva  de  elininación 
del  yodo  fué  intermitente  6  irregular,  es  decir,  que  con  la  adminis- 
tración de  dos  cápsulas  apareció  el  yodo  en  la  orina  á  los  treinta 
minutos  y  después  siguió  una  curva  como  la  que  indica  la  siguiente 
gráfica : 


IBm 

tOa 

3Stm 

Um 

IOm 

ttMi 

Wa 

CJk    u 

.   iJbm 

\am 

XÜm 

c^ 

7 

•^ 

Av 

/ 

V 

\. 

J 

A 

7 

L 

, 

;  Fenámenx^  yódicos  observados.  Cefalalgia.  —  Ligera  pesadez  en  la 
región  frontal  registraron  los  individuos  de  las  observaciones  2.*  y 
3.^ ;  además,  el  de  la  observación  2.^  manifestó  que  sentía  sensación 


124 

de  calor  en  toda  la  cabeza,  sensaciones  que  á  las  veinticuatro  horas 
habían  desaparecido. 

Sequedad  de  boca  y  faringe.— Mxiy  moderada  se  registró  en  las  ob- 
servaciones 2.%  3.^^  y  6.%  la  cual  desapareció  antes  de  las  veinticua- 
tro horas,  excepto  en  la  observación  3.%  que  duró  dos  dfas. 

Sabor  metálico. --Sólo  se  registró  en  una  observación,  en  la  4.%  y 
desapareció  antes  de  las  veinticuatro  horas. 

Deseo  de  eructar.  — Se  manifestó  durante  el  transcurso  del  primer 
día  en  las  observaciones  4.*  y  5.^ 

Deducciones  flaiológicae.  —  De  los  datos  expuestos  parece  que  se 
pueden  consignar  de  un  modo  provisional  tres  principales  deduc- 
ciones :  1.^  el  yodo  de  la  yodina  se  elimina  pocas  veces  por  la  sali- 
va, y- en  caso  afirmativo,  es  muy  efímero  el  tiempo  que  dura  la  eli- 
minación ;  2.%  la  eliminación  por  la  orina  es  bastante  rápida,  pues- 
to que  en  la  mitad  de  las  observaciones  el  yodo  había  desaparecido 
al  segundo  día ;  y  d.%  los  fenómenos  de  yodismo  son  de  una  insigni- 
ñcancia  tal,  que  casi  no  merecen  consignarse,  y  rara  vez  se  ob- 
servan. 

Sin  entrar  ea  consideraciones,  que  nos  llevarían  más  allá  de  los 
límites  que  nos  hemos  impuesto,  llamaremos,  sin  embargo,  la  aten- 
ción acerca  de  lo  que  fué  para  nosotros  una  inesperada  sorpresa ; 
es,  á  saber :  la  falta  de  reacción  yódica  en  Ja  saliva,  ó  cuándo  más, 
la  escasa  duración  de  la  eliminación  del  yodo  por  este  emunctorio, 
hecho  positivo  y  evidente  que  nos  hizo  pensar  en  la  posibilidad  de 
que  exista  una  estrecha  relación  entre  la  eliminación  fácil  y  masiva 
del  yodo  por  la  saliva  y  los  fenómenos  intensos  de  yodismo  de  las 
mucosas  de  las  primeras  vías  y  viceversa,  y  en  consecuencia,  que 
tal  vez  hay  individuos  que  eliminan  con  gran  facilidad  por  dicha 
vía  y  son  los  que  tienen  esa  gran  susceptibilidad  á  los  preparados 
yódicos,  facilidad  de  eliminación  que  probablemente  varía  merced 
á  un  gran  número  de  factores,  entre  los  cuales  tal  vez  ocupe  uno  de 
los  primeros  lugares  la  constitución  química  del  producto  yódico 
administrado. 


De  los  diez  enfermos  que  fueron  tratados  con  la  yodina  á  la  dosis 
diaria  de  1  á  2  gramos,  administrada  en  cápsulas  ó  en  forma  pilu- 
lar,  uniéndola  á  un  polvo  inerte,  en  tres  se  hicieron  algunas  inves- 
tigaciones, cuyos  resultados  vamos  á  exponer.  En  los  tres  se  trataba 
de  reumáticos  crónicos  de  distintas  formas  y  localizaciones. 


125 

Ni  sobre  la  temperatura,  ni  sobre  la  frecuencia  del  pulso  y  de  la 
respiración  se  observaron  modificaciones  que  llamaran  la  atención, 
excepto  esas  ligeras  irregularidades  de  las  gr&ñcas,  que  no  pueden 
atribuirse  con  fundamento  á  la  medicación  administrada  y  la  des- 
aparición de  algunas  décimas  por  encima  de  la  temperatura  nor- 
mal, que  probablemente  también  se  hubiera  conseguido  con  el  sim- 
ple reposo  en  cama. 

Presión  arterial.  -—  Examinando  las  gráficas  respectivas,  se  des- 
cubre que  en  los  tres  enfermos  la  presión  arterial  descendió  durante 
los  ocho  ó  diez  primeros  días  y  después  siguió  un  curso  irregular  de 
aumentos  y  disminuciones,  quedando  al  mes  de  tratamiento  aproxi- 
madamente igual  que  antes  de  tomar  la  medicación,  aunque  casi 
siempre  por  debajo  de  aquélla.  En  la  observación  9*  la  presión  ar- 
terial osciló  en  los  ocho  días  antes  del  tratamiento  entre  12  y  14,  y 
en  los  ocho  días  siguientes  entre  10  y  12 ;  en  la  observación  10  osciló 
primero  entre  14  y  16,  y  después  no  traspasó  la  cifra  de  12,  y  en  la 
observación  11  osciló,  como  en  la  9.%  primero  entre  12  y  14  y  des- 
pués entre  10  y  12.  Vése,  pues,  que  las  diferencias  de  presión  arterial 
no  son  muy  manifiestas,  aunque  desde  luego  los  datos  obtenidos 
autorizan  á  consignar  que  durante  los  primeros  días  de  administrar 
el  medicamento  la  presión  arterial  desciende  sensiblemente. 

Sangre,^^^  hicieron  dos  análisis  de  sangre  en  cada  eaf^rmo,  uno 
antes  de  comenzar  el  tratamiento  y  otro  á  las  tres  semanas  de  ha- 
berlo comenzado.  Los  resultados  obtenidos  fueron  los  siguientes : 


Obtarva 
clone». 


9.» 
10 
U 


BR1TR0G1T08 


Antes  del 
traUntento. 


4.777.000 
5.900.000 
4.936.000 


Deapnis  del 
timUmlento. 


4.425.000 
6.750.000 
4.800.000 


LBUCOGITOB 

HEMOGLOBINA 

E08INÓ 

Antes. 

Deepnét 

Antee. 

Deepnés 

Antee. 

6.000 

8.000 

82  «/o 

74»/o 

10  •/o 

9.000 

8.000 

W/o 

96  «/o 

6% 

7.000 

6.000 

88  % 

85  X 

6X 

Despaje 


6X 

2-/. 


Aunque  partiendo  siempre  de  la  base  evidentísima  del  corto  nú- 
mero de  observaciones  y  de  la  desigualdad  absoluta  que  existe  en 
los  resultados  obtenidos,  no  parece  aventurado  consignar  que  en 
tesis  general  los  glóbulos  rojos,  tanto  por  el  insignificante  descenso 
en  las  observaciones  9.^  y  11,  como  por  la  ganancia  de  cerca  de  un 
millón  en  la  observación  10,  más  bien  tienen  tendencia  á  aumentar 


126 

en  número^  lo  propio  que  parece  aumentar  el  valor  hemoglobínico 
de  cada  uno  de  ellos.  En  cuanto  á  las  diferencias  observadas  en  el 
número  de  leucocitos  en  general  y  en  el  de  eosinófilos  en  particular, 
no  creemos  que  de  ellas  se  pueda  desprender  ninguna  conclusión  ni 
siquiera  provisional,  á  no  ser  la  que  tal  vez  podría  concretarse  di- 
ciendo que  hablan  en  favor  de  una  ligera  influencia  moderadora  de 
la  eosinofilia. 

Orina. — En  uno  de  los  tres  enfermos,  el  cual  padecía  una  poliartri- 
tis deformante  muy  avanzada,  se  hicieron  tres  análisis  de  orina, 
uno  antes  de  someterle  al  tratamiento,  otro  á  los  veinte  días  de  ha- 
berle comenzado  y  otro  diez  días  después,  y  los  datos  obtenidos  figu- 
ran en  el  siguiente  cuadro : 


OBSERVACIÓK  11. 


Densidad 

Beaoción  ••...... 

Materias  fijas 

Urea 

Acido  úrico 

Acido  fosfórico. . . 

Albúmina 

Olncosa 

Haterías  biliares 


ÉPOCA  DEL  TRATAMIENTO 

■■            .                   "■           • 

Atttw. 

AlMSOdÍM. 

A  iM  so  diM. 

1.021 

1.015 

1.022 

Acida. 

Acida. 

Acida. 

47*46 

88*90 

49*72 

20^72 

14*80 

21*70 

0*47 

0*88 

0*42 

2*26 

1*62 

2*10 

No. 

No. 

No. 

No. 

No. 

No. 

No. 

No. 

No. 

Los  tres  análisis  revelan  una  composición  que  oscila  alrededor  de 
las  cifras  normales,  con  un  descenso  de  los  materiales  sólidos  en  el 
segundo  análisis  y  un  ligero  aumento  en  el  tercero  en  relación  con 
el  preliminar,  si  bien  con  la  especial  particularidad  de  que  dicho 
aumento  es  manifiesto  en  la  urea  y  va  acompañado  de  un  descenso 
en  la  cantidad  de  ácidos  úrico  y  fosfórico.  Difícil,  por  aventurado, 
es  deducir  de  estos  datos  que  á  la  sola  intervención  medicamentosa 
se  deben  dichos  cambios  que  parecen  revelar  un  coeficiente  mayor 
de  oxidación  intraorgánica,  y  un  mejor  aprovechamiento  de  los  al- 
buminóideos  acompañado  de  un  menor  desgaste  fosforado. 


Los  diez  enfermos  tratados  por  la  yodina  pueden  reunirse  en  trea 
grupos,  según  la  naturaleza  del  proceso  patológico,  en  reumáticos» 
cardiovasculares  y  sifilíticos. 


127 

Reumáticos.  —  Componen  este  grupo  cinco  enfermos,  cuyo  resu- 
men clínico  es  el  siguiente : 

Observación  9.^{  Reumatismo  crónico  mu^cuto^^ncíenoso.— Jorna- 
lero de  veintiséis  años,  procedente  de  Avila,  ingresa  en  el  núm.  47 
de  la  sala  30,  el  dfa  4  de  abril  de  1906;  la  enfermedad  data  de  dos 
meses  sin  mejorar  ni  empeorar;  &  su  ingreso,  está  infebril  y  se  que- 
ja de  dolores  espontáneos,  que  aumentaban  con  el  movimiento,  en 
las  masas  sacrolumbares,  en  las  dorsales  y  en  la  cara  posterior  de 
los  muslos,  especialmente  en  la  región  poplítea;  la  exploración  per- 
mite descartar  un  proceso  medular  ó  nervioso  periférico;  no  había 
edemas. 

Se  le  administraron  seis  cápsulas  diarias  de  yodina  desde  el  día 
12  de  abril  al  4  de  mayo.  Se  inició  la  mejoría  de  los  dolores,  permi- 
tiéndole sentarse  en  la  cama  el  día  20  de  abril,  y  al  cabo  de  ocho  días 
más  los  movimientos  ya  no  provocaban  dolor  y  sólo  quedaba  poca 
fuerza  dinamométrica  en  los  miembros  superiores.  El  día  5  de  mayo 
fué  dado  de  alta,  curado  por  completo.  No  htibo  fenómenos  de 
yodismo. 

Observación  10  :  Reumatismo  muscular  subagudo.  —  3ovnBL\eTo  de 
cuarenta  y  seis  años,  procedente  de  Lugo,  ingresa  el  día  6  de  marzo 
de  1906  en  el  núm.  42  de  la  sala  30;  su  enfermedad  data  de  un  mes 
y  está  ligeramente  febril,  fiebre  que  desaparece  antes  de  someterlo 
á  tratamiento;  se  queja  de  dolores  espontáneos  que  aumentan  á  la 
presión  y  al  movimiento  en  los  cuatro  miembros  y  en  las  masas  sa- 
crolumbares; la  exploración  permite  descartar  otros  procesos  y  des- 
cubre la  limitación  de  movimientos  y  la  falta  de  edemas. ' 

Se  prescriben  6  cápsulas  de  yodina  el  día  10  de  abril,  en  vista  de 
la  ineficacia  del  tratamiento  tópico  empleado  hasta  entonces,  se 
aumentan  á  8  el  día  18,  y  continuó  el  tratamiento  en  igual  forma  has- 
ta el  5  de  mayo.  El  día  17  manifestó  que  tenía  menos  dolores  y  la 
exploración  demostró  que  los  movimientos  eran  más  fáciles  y  más 
amplios,  mejoría  que  estaba  muy  acentuada  el  día  27,  y  se  le  pudo 
dar  de  alta  el  dfa  5  de  mayo  completamente  curado.  No  hubo  fenó- 
menos de  yodismo. 

Observación  11 :  Poliartritis  deformante,  —  Enfermo  de  cincuen- 
ta y  ocho  años,  ingresa  en  la  clínica  en  noviembre  de  1905;  su  en- 
fermedad data  de  varios  años  y  ha  tenido  marcha  progresiva  en  do- 
lores y  limitación  de  movimientos;  á  su  ingreso  ^e  queja  de  dolores 
repartidos  por  todo  el  cuerpo,  y  la  exploración  descubre  las  clásicas 
desviaciones  externas  de  los  dedos  gordos,  con  grandes  deformacio- 


128 

nes  duras  en  las  articulaciones  de  los  dedos  de  los  piés>  de  las  rodi- 
llas^ y  limitación  de  movimientos  en  las  caderas,  columna  vertebral 
y  hombros. 

Después  de  estar  sometido  sin  resultado  alguno  á  varios  trata- 
mientos, el  dfa  10  de  abril  se  le  prescriben  60  centigramos  de  yodina 
que  se  aumenta  á  1  gramo  el  dia  20,  hasta  el  día  12  de  mayo  en  que 
se  suspende  el  tratamiento  por  no  haberse  obtenido  ni  el  más  ligero 
alivio.  Del  dia  12  al  18  tuvo  un  ligero  catarro  ocular,  que  por  no  ir 
acompañado  de  otros  fenómenos,  es  difícil  imputar  á  la  medicación. 

Observación  12 :  Reumatismo  aubagudo  mono-articular. -— Jorn^i:' 
lero  de  treinta  y  dos  años,  ingresa  en  la  clínica  el  día  15  de  abril  de 
1906;  su  enfermedad  data  de  quince  días,  y  su  comienzo  fué  ligera- 
mente febril  y  su  localización  la  rodilla  izquierda;  ásu  ingreso  esta 
articulación  continúa  siendo  dolorosa  espontáneamente  á  la  pre- 
sión y  al  movimiento,  cuya  amplitud  está  limitada,  y  además,  está 
algo  aumentada  de  volumen. 

El  día  17  se  le  prescribe  1  gramo  de  yodina  y  2  gramos  el  día  20, 
que  continúa  tomando  hasta  el  día  22,  en  que  pide  el  alta  muy  me- 
jorado. No  hubo  fenómenos  de  yodismo. 

Observación  13 :  Reumatismo  infeccioso  y  periostitis  del  extremo 
superior  del  radio, — Jornalero  de  veintiséis  años,  ingresa  el  día  12  de 
abril  de  1906  en  el  núm.  23  de  la  sala  30;  su  enfermedad  comenzó  tres 
semanas  antes,  fué  febril  y  calificada  con  el  genérico  nombre  de  fie- 
bre infecciosa,  y  al  parecer,  se  trató  de  una  gripe ;  en  la  convale- 
cencia, una  semana  antes  de  su  ingreso,  comenzaron  á  molestarle  los 
dolores,  que  han  ido  en  aumento  y  qu'e  en  el  día  de  su  entrada  sen- 
tía principalmente  en  los  miembros  inferiores,  tanto  á  lo  largo  de 
ellos  como  en  las  articulaciones;  además,  en  la  región  del  codo  de- 
recho, se  nota  aumentada  de  volumen  la  extremidad  superior  del 
radio  y  dicha  región  es  muy  dolorosa,  dolor  que  aumenta  á  la  pre- 
sión y  al  movimiento,  que  á  su  vez  es  muy  limitado.  El  enfermo  re- 
fiere que  á  los  nueve  años  tuvo  una  luxación  en  esta  articulación. 

Bl  día  13  de  abril  se  le  prescribió  1  gramo  de  yodina;  el  día  17  un 
gramo  y  medio  con  embrocaciones  de  tintura  de  yodo  en  el  tercio 
superior  del  antebrazo  y  aplicación  de  un  vendaje  compresivo; 
á  primeros  de  mayo  se  suspendió  el  tratamiento  tópico  y  el  día  12  la 
yodina.  Con  alternativas  de  mejoría  y  agravación  en  la  intensidad 
de  los  dolores,  llegaron  éstos  á  desaparecer  y  recobró  la  normalidad 
la  articulación  del  codo,  dando  el  alta  al  enfermo  el  día  15  de  mayo 
completamente  curado.  No  hubo  fenómenos  de  yodismo. 


129 

CardiowueulareB.-^Trea  enfermos  componen  este  grupo ;  he  aquí 
el  resumen  clínico : 

Observación  14  :  Eairechez  de  la  mural  y  miocarditis  esclero^ 
sa.  — Jornalero,  de  cuareta  y  tres  años,  ingresa  en  la  clínica  el  día 
^  de  abril  de  1906  en  el  núm.  4  de  la  sala  30  y  manifiesta  que  desde 
hace  muchos  meses  padece  dolor  en  la  región  epigástrica,  cuyos 
caracteres  no  sufren  modificación  precisa  por  las  comidas,  y  fati» 
ga  al  andar,  sin  tos  ni  expectoración.  Por  haberse  acentuado  estos 
síntomas  ingresa  en  el  hospital :  no  hay  ni  ha  habido  trastornos  di- 
gestivos; la  palpación  es  dolorosa  en  el  hueco  epigástrico,  donde 
se  comunican  violentamente  los  latidos  cardíacos.  Punta  del  cora- 
zón en  el  sexto  espacio  intercostal  por  dentro  de  la  línea  mamilar; 
aumentada  la  zona  maciza  cardíaca  hacia  el  apéndice  xifoides;  no 
hay  soplos;  los  ruidos  cardíacos,  sin  ser  reforzados,  son  fuertes  y 
vibrantes  en  la  punta;  hay  alguna  tardía  intermitencia  y  desigual* 
dad;  pulso  muy  pequeño,  filiforme  y  depresible,  sin  pasar  de  90.  li- 
gera cianosis  cdn  venas  muy  repletas  en  la  piel  del  tórax;  disnea 
inspiratoria  con  depresión,  á  la  inspiración,  de  los  espacios  inter- 
costales, fosas  supraclaviculares  y  algo  el  hueco  epigástrico ;  ester- 
tores crepitantes  en  las  bases;  no  hay  edemas  ni  albúmina  en  la 
orina. 

Tomó  un  gramo  de  yodina  diario  desde  el  día  27  de  abril  al  día  22 
de  mayo,  y  en  vista  de  que  no  se  modificaba  ningún  síntoma  y  en 
esta  última  fecha  había  aumentado  notablemente  la  cianosis  y  la 
disnea,  se  suspendió  la  yodina  y  se  prescribió  una  sangría,  con  lo 
cual  mejoró  con  rapidez  el  enfermo,  que  continuó  en  la  clínica  some- 
tido á  otro  tratamiento.  No  hubo  fenómenos  de  yodismo. 

Observación  15 :  Arterio-escleroais  con  ataques  apoplectiformes  y 
astasia-abasia.  —  Hombre  de  sesenta  y  seis  años,  ingresa  en  el  nú- 
mero 35  de  la  sala  30  el  día  14  de  abril  de  1906.  Refiere  difícilmente 
que  ha  padecido  ataques  con  pérdida  de  conocimiento  desde  algu- 
nos años  á  esta  parte;  responde  con  dificultad  é  incoherencia  á  lo 
que  se  le  pregunta.  Los  fenómenos  salientes  que  demostró  la  explo- 
ración fueron :  imposibilidad  de  tenerse  en  pié  y  de  caminar,  per- 
sistiendo la  fuerza  muscular  y  la  facultad  de  ejecutar  toda  clase  de 
movimientos  activos  con  las  extremidades  estando  acostado;  no 
había  paresias,  parálisis  ni  trastornos  de  la  sensibilidad,  ni  de  los 
esfínteres;  pupilas  dilatadas;  y  arco  senil  muy  marcado;  tempora- 
les y  radiales  duras  y  fiexuosas;  ruidos  cardíacos  apagados;]pola- 
kiuria. 


130 

Se  le  prescribió  an  gramo  de  yodina  el  día  16  de  abril  y  se  suspen- 
dió el  día  12  de  mayo.  El  día  27  de  abril  tenia  la  inteligencia  más 
despejada  y  podía  levantarse  y  caminar  con  ayada  de  un  bastón; 
desde  el  día  5  de  mayo  pudo  caminar  sin  apoyo  alguno  y  vestirse 
solo;  y  el  día  12,  había  recobrado  ya  la  normalidad  de  todas  sus 
funciones  perturbadas,  siguiendo,  como  es  natural,  arterio-esclerósi* 
eo.  No  hubo  fenómenos  de  yodismo. 

Observación  16 :  Aieroma  cerebral.^  Hombre  de  sesenta  y  nueve 
años,  ingresa  en  el  núm.  7  de  la  sala  30  el  día  18  de  abril  de  1906.  Del 
examen  se  desprende :  dificultad  muy  acentuada  de  expresión,  afee* 
tividad  exageradísima;  se  sostiene  difícilmente  en  pié,  sin  tener  pa- 
rálisis limitada  de  ningún  género,  aunque  estuvo  hemíplégico  unos 
años  antes;  sensibilidad  normal;  reflejo  rotuliano  exagerado  en  el 
lado  izquierdo;  incontinencia  de  orina. 

Se  le  prescribe  la  yodina  el  día  21  de  abril  y  se  le  suspende  el  día 
5  de  mayo,  en  que  pidió  el  alta  bastante  mejorado,  puesto  que  habla- 
ba mejor  y  más  acertadamente,  ya  no  se  orinó  en  la  cama  en  los 
dos  últimos  días  y  pudo  caminar,  aunque  con  gran  dificultad,  con 
las  piernas  muy  separadas  y  con  la  ayuda  de  un  bastón.  No  hubo 
fenómenos  de  yodismo. 

SifllUieos,  —  Los  datos  clínicos  de  los  dos  enfermos  de  este  grupo 
pueden  resumirse  del  siguiente  modo : 

Observación  17 :  Hemiplegia  con  afasia  por  hemorragia  cerebral 
ei/llitica.-^CoTíRáoT  de  carnes,  de  treinta  y  un  años,  ingresa  en  el 
núm.  13  de  la  sala  30  en  noviembre  de  1905.  Un  año  antes  tuvo  un 
chancro  sifilítico;  tratamiento  breve  é  inconstante;  hace  dos  meses, 
durante  el  día,  observa  que  le  flaquean  la  pierna  y  brazo  derechos, 
que  pronuncia  difícilmente  las  palabras  y  en  poco  tiempo  queda 
totalmente  hemíplégico  del  lado  derecho  y  afásico,  en  cuyo  estado 
le  encontramos  el  día  de  su  ingreso. 

Se  le  prescriben  inyecciones  de  biyoduro  de  mercurio  en  varias 
series  de  15,  una  diaria,  y  sólo  se  consigue  que  el  miembro  inferior 
derecho  recobre  el  movimiento,  y,  aunque  parésico  y  con  el  reflejo 
rotuliano  muy  exagerado,  pueda  caminar;  el  miembro  superior  del 
mismo  lado  se  queda  en  flexión  (orzada  por  contractura  de  los  fle- 
xores; la  afasia  persiste  en  el  mismo  estado.  En  esta  situación  se  le 
prescibe,  el  día  12  de  abril,  un  gramo  de  yodina,  un  gramo  y  medio 
el  día  17  y  2  gramos  el  día  20,  que  continúa  tomando  hasta  el  día  26 
de  mayo,  en  que  se  sustituye  por  8  gramos  diarios  de  yoduro  potá- 
sico, que  á  los  ocho  días  se  elevan  á  12. 


131 

Ni  con  la  yodina  ni  con  el  yoduro  se  ha  modificado  la  paresia»  del 
miembro  inferior  ni  la  parálisis  y  contractura  del  superior.  Sólo  lia 
mejorado  la  afasia^  pero  seguramente^  no  por  la  medicación^  sino 
por  la  reeducación  de  la  palabra^  á  que  se  le  sometió  desde  el  dia  27 
de  abril.  No  hubo  fenómenos  de  yodismo  ni  con  la  yodina  ni  con  el 
yoduro. 

Observación  18 :  Epilepsia  de  origen  ei/lliiico.  —  Un  empleado  ce- 
sante, de  treinta  y  dos  años,  ingresa  ei  dia  22  de  abril  de  1906  en  el 
número  24  de  la  sala  30,  y  refiere  que  le  dan  ataques  desde  hace  dos 
años,  cada  vez  con  mayor  frecuencia,  hasta  el  punto  de  que  ahora 
es  raro  el  día  en  que  no  tiene  uno  ó  más.  El  ataque  consiste  unas  ve- 
ces en  pérdida  de  conocimiento,  sin  aura,  y  resolución  muscular, 
que  dura  de  tres  á  diez  minutos  y  va  seguido  de  gran  confusión 
mental  y  amnesia  absoluta  de  lo  que  hace  durante  la  media  ho^a  ó 
el  cuarto  de  hora  subsiguiente ;  otras  veces  la  resolución  muscular 
va  seguida  de  convulsiones,  mordedura  de  la  lengua  y  termina  con 
emisión  involuntaria  de  orina,  y  otras  sólo  consiste  en  confusión 
mental  y  amnesia  total  de  lo  que  hace  durante  cinco,  diez,  veinte 
ó  treinta  minutos.  Los  ataques  tienen  preferencia  por  la  noche.  Pa- 
deció á  los  dieciocho  años  enfermedades  venéreas ;  no'  ha  estado  so- 
metido á  tratamiento  especifico,  y  la  exploración  encuentra  en 
amígdalas,  comisuras  labiales,  cuero  cabelludo,  piel,  ganglios  y 
crestas  tibiales,  residuos  imputables  á  un  proceso  sifilítico. 

Se  le  prescriben  las  inyecciones  de  biyoduro  de  mercurio,  y  el  día 
4  de  mayo  comienza  á  tomar  la  yodina,  que  no  suspende  hasta  el 
día  25.  El  efecto  obtenido  sobre  el  número  de  ataques  diarios  puede 
verse  en  la  siguiente  gráfica,  la  cual  parece  demostrar  qué  la  in- 
fluencia de  la  medicación  fué  beneficiosa,  puesto  que  durante  la  ad- 
ministración del  medicamento  tuvo  dos  series  de  días  sin  ataque  al- 
guno, con  la  particularidad  de  que  la  segunda  serie,  de  los  trece  días 
que  comprende,  siete  corresponden  á  los  subsiguientes  al  día  en  que 
se  suspendió  la  medicación.  El  dia  7  de  junio  pidió  el  alta,  no  ha- 
biéndose observado  ningún  fenómeno  de  yodismo. 


Tales  son  los  hechos  clínicos  y  los  resultados  de  nuestras  observa* 
clones  en  forma  bien  descamada  por  cierto.  Y  sin  atrevernos,  por 
falta  de  pruebas  más  numerosas  y  más  decisivas,  á  consignar  una 
conclusión  categórica  y  firme,  tal  vez  no  resulta  ya  tan  aventurado 
indicar  que  la  impresión  general  que  producen  los  resultados  obte- 


132 


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nidos  es  la  de  que«  con  la  yodi- 
na^  se  obtienen  efectos  cuando 
menos  tan  rápidos  y  eficaces 
como  con  los  yoduros  y  otros 
preparados  yódicos  cuando  se 
administra  con  el  objeto  de 
obrar  contra  los  procesos  Ínti- 
mos del  metabolismo  orgánico^ 
como  alterante^  y  en  particular 
contra  la  perversión  nutritiva 
especial  de  los  vasos^  llamada 
arterio-esclerosis^  en  virtud  de 
que  tal  vez  se  opone  ó.  contra- 
rresta la  hipertensión  que  suele 
acompañar  á  estos  procesos,  y 
que,  como  es  bien  sabido,  no  se 
considera  actualmente  como 
un  fenómeno  consecutivo  á  la 
lesión  v€iscular,  sino  como  la 
causa  preliminar  y  provoca- 
dora de  la  lesión. 

Probablemente  las  dosis  han 
sido  pequeñas,  pero  de  todos 
modos,  los  efectos  han  sido 
más  dudosos  en  los  procesos 
sifilíticos  de  los  centros  nervio- 
sos, descartadas  las  dificulta- 
des inherentes  á  una  recta  in- 
terpretación de  la  acción  com- 
pleja desplegada  por  el  trata- 
miento prescrito. 

En  fin,  lo  que  parece  más  in- 
dudable, aunque  no  de  un  mo- 
do absoluto,  puesto  que  falta 
la  investigación  comparativa 
con  otros  preparados  yódicos, 
es  que  la  administración  de  la 
yodina  no  va  seguida  de  los  fe- 
nóipenos,  tan  frecuentes  como 
molestos  y  hasta  algunas  veces 


133 

graves»  del  yodismo,  lo  cual  tal  vez  encuentre  su  explicación,  cuan- 
do menos  en  parte,  en  que  rara  vez  se  descubre  el  yodo  en  las  se- 
creciones de  las  vías  superiores. 


UN  CASO  DE  ESTKEPTOCOCCIA 

DON  JOSÉ  MONTES  8ANAGUBTÍN 

Lle*neUdo  ••  Medieloa  y  Ciniffa» 


Sustituía  yo  al  titular  del  pueblo  de  La  Mata  (Toledo),  en  el  mes 
de  febrero  del  corriente  año,  cuando  tuve  ocasión  de  asistir  un  caso 
clínico  interesante  y  digno  de  conocerse  por  varios  conceptos.      \ 

A.  R.,  casada,  de  veintisiete  años  de  edad,.de  constitución  linfática 
por  alimentación,  como  ocurre  en  gran  parte  de  la  gente  de  campo, 
aunque  dotada  al  parecer  de  robustez;  sus  antecedentes  heredita- 
rios no  hacen  al  caso,  y  de  los  personales  sólo  es  digno  de  mención 
que  haya  padecido  cuatro  años  antes  una  erisipela  de  la  cara,  y  al- 
gún mes  que  otro  congestiones  de  escasa  duración  en  la  misma 
cara,  pero  á  los  que  no  se  podía  calificar  por  sus  caracteres  de  eri- 
sipela de  repetición. 

Trabajaba  á  la  sazón  en  el  blanqueo  de  su  casa,  labor  en  que  uti- 
lizan semanalmente  cal  apagada  en  agua,  cuando  me  llamaron  por 
primera  vez.  Presentaba  un  edema  blanco,  en  forma  de  anteojo  al- 
rededor de  ambos  ojos,  y  se  quejaba  de  un  pequeño  dolor  de  cabeza. 
Parecióme  al  pronto  una  linfangitis  típica  de  aquella  región,  pero 
dada  la  ocupación  de  la  enferma,  desechó  la  idea,  no  me  detuve  á 
interrogar,  y  atribuyendo  el  hecho  á  la  posición  de  bajarse  con  fre* 
cuencia  para  pintar  las  paredes,  determiné  esperar  y  adopté  una 
actitud  espectante. 

Dos  días  después  me  llamaron  de  nuevo,  y  entonces  guardaba 
cama.  El  edema  blanco  que  invadía  los  párpados,  era  francamente 
rojo  y  limitado  como  el  primer  día,  con  algún  punteado  de  vesicu- 
litas  opacas,  y  acusaba  la  enferma  escalofríos  cada  veinticinco  ó 
treinta  minutos,  junto  con  una  cefalalgia  gravativa  frontal. 

El  termómetro  marcó  36^,8.  El  pulso  ascendía  á  96  por  minuto.  Las 
excursiones  respiratorias  eran  algo  más  rápidas,  pero  sin  ser  fran- 
camente disnéicas. 


'    134 

Era  indudable  se  trataba  de  una  infección  exantemática,  cuya 
naturaleza  no  era  tan  fácil  precisar.  Cogf  el  estetóscopo,  y  al  descu- 
brirla el  pecho  me  sorprendió  una  gran  mancha  roja  que  invadía  la 
parte  anterior  del  tórax,  y  otra  gran  mancha  igual  en  el  lado  dere- 
cho del  vientre ;  seguí  inspeccionando  y  vi  manchas  idénticas  en 
ambas  nalgas,  anchas  y  claramente  limitadas  de  la  piel  sana,  per- 
ceptibles por  el  tacto,  y  que  no  desaparecían  á  la  presión.  En  el 
dorso  de  ambas  manos  notábase  un  punteado  vesiculoso,  casi  pus- 
tuloso del  tamaño  de  cabezas  de  alfiler  y  que  á  pesar  de  su  número 
se  veía  asentaban  en  la  glándula  de  cada  folículo  piloso. 

Exploré  el  aparato  digestivo  con  resultados  negativos.  Lo  mismo 
ocurría  con  el  respiratorio.  En  el  corazón  notábase  un  soplo  sistóli- 
co  fino  localizado  en  la  punta  y  un  ligero  arrastre  también  de  pri- 
mer tiempo  en  foco  aórtico.  Pregunté  por  la  orina,  y  me  dijo  que 
hacía  18  horas  no  tenía  ganas  de  orinar.  Hice  que  llenara  esta  fun- 
ción y  expulsó  unos  150  gramos,  que  luego  el  reactivo  de  Esbach  me 
demostró  que  contenía  6  gramos  de  albúmina  por  litro. 

Con  síntomas  tan  alarmantes  de  lesión  orgánica,  pero  con  tan  es- 
cas^  reacción  individual,  había  que  pesar  detenidamente  los  sínto- 
mas para  esclarecer  el  diagnóstico. 

Recordé  una  notable  discusión  habida  en  la  clínica  de  mi  maestro 
el  Dr.  Codina  Castellvf,  hace  dos  años,  cuando  con  notable  sentido 
clínico  diagnosticó  en  una  enferma  la  retropulsión  endocárdica  de 
la  e8carlatina.Pero  en  aquel  caso  había  lafiebre  altísima  y  la  lengua 
de  fresa,  la  angina  ya  desaparecida  y  la  ausencia  de  exantema.  En 
el  que  me  ocupa  no  tenía  de  común  con  las  fiebres  eruptivas  sino 
las  manchas,  pero  le  faltaba  la  fiebre,  la  raquialgia  y  cefalalgia  in- 
tensas de  la  viruela,  los  catarros  compañeros  del  sarampión,  el  con- 
junto tan  bien  estudiado  de  la  escarlatina,  ni  las  náuseas,  vómitos, 
saburra  gástrica,  ni  lengua  intestinal ,  que  aboguen  por  una  auto- 
intoxicación  de  origen  digestivo,  á  lo  que  más  se  podría  acercar  por 
su  acentuada  apirexia  desde  el  principio 

De  todos  estos  análisis  quedaban  en  pié  varios  factores.  Los  ante- 
cedentes de  linfatismo  de  la  enferma,  la  erisipela  que  padeció  con 
todos  los  caracteres  que  se  la  asignan  en  las  obras  clásicas,  las  con- 
gestiones frecuentes  de  la  cara,  que  bien  pudieran  ser  reacciones  pe- 
riódicas de  un  microbismo  latente,ó  para  hablar  con  mayor  propio- 
dad,  de  una  infección  no  destruida  por  completo.  La  circunstancia 
del  trabajo  á  que  se  dedicaba,  que  bien  pudo  motivar  una  irritación 
de  la  piel  de  los  párpados,  localización  en  ella  de  una  linfangiiis 


135 

que  por  su  predilección  á  asentar  en  el  tejido  adenoideo  dérmico 
podríamos  filiar  de  antemano  ya  entre  las  producidas  por  estrepto- 
cocos. Un  proceso  de  generalización  sorda  de  la  infección  que  obra- 
ba sin  gran  aparato  febril^  pero  manifestándose  por  continuados 
escalofríos,  mientras  probablemente  realizaba  emigraciones  pro- 
fundas en  las  visceras,  más  acentuadas  en  los  aparatos  cardiaco  y 
renal;  los  anchos  equimosis  en  sábana  de  la  piel  del  tronco  y  el  pun- 
teado vesiculoso  del  dorso  de  las  manos  y  cuya  extensión  con  pru- 
rito se  iniciaba  también  en  la  cara,  eran  lodos  elementos  que,  á  pe- 
sar de  la  falta  de  un  diagnóstico  bacteriológico,  me  decidieron  á  tra- 
tar la  afección  como  caso  de  estreptococcia,  porque  la  erisipela  no 
era  regional^  sino  total  y  con  cortejo  de  serias  complicaciones. 

Mientras^se  traía  de  Madrid  el  suero  antiestreptocóccico,  que  en- 
cargué lo  buscara  á  un  amigo  mío  y  compañero,  prescribí  una  po- 
ción con  digital  y  cafeína,  que  calmó  algo  la  fatiga  de  la  enferma, 
una  pomada  á  base  de  ictiol  para  la  cara,  y  ordené  dieta  láctea  ab- 
soluta. 

Siguió  en  el  mismo  estado  la  enferma  veinticuatro  horas  después, 
con  escalofríos  menos  frecuentes  y  con  la  misma  curva  del  día  an- 
terior de  pulso  y  temperatura.  Me  trajo  el  compañero  seis  frascos 
de  suero  antiestreptocóccico  Roux,  del  Instituto  Pasteur,  similar 
del  antidiftérico  de  igual  procedencia. 

A  las  doce  de  la  noche  le  practicamos  la  primera  inyección  de  10 
centímetros  del  suero  en  la  región  del  vacío  izquierdo.  Suspendí  la 
poción  y  la  pomada,  y  solamente  siguió  con  la  leche. 

Tres  horas  después  experimentaba  la  enferma  notable  sensación 
de  bienestar.  A  las  ocho  de  la  mañana  del  día  siguiente  orinaba 
más,  ascendiendo  en  las  veinticuatro  horas  la  cantidad  de  orina  á 
1.600  gramos,  y  disminuyendo  la  tasa  de  la  albúmina  en  proporción 
total  con  la  cantidad  expelida;  de  modo  que  alcanzaba  á  un  2  por 
1.000.  El  soplo  mitral  persistía  y  había  menos  prurito  en  la  erupción. 

A  las  ocho  de  la  noche,  ó  sean  veinte  horas  después  de  la  primera, 
inyectamos  igual  cantidad  de  suero  en  el  mismo  sitio.  Doce  horas 
más  tarde  la  mejoría  era  completa.  Desaparición  de  la  endocardi- 
tis, abolición  de  la  albuminuria,  marchitamiento  completo  de  las 
vesículas  en  vías  de  transformación  purulenta  de  manos  y  cara, 
colorido  ligeramente  violado  de  las  manchas  del  tronco  que  sufría 
!a  vulgar  evolución  tan  conocida  de  los  equimosis  producidos  por 
derrame  capilar  confluente,  desaparición  del  rodete  que  limitaba  la 
piel  sana  de  la  enferma  y  un  estado  general  tan  bueno,  que  juzga- 


136 

mos  acertado  el  diagnóstico,  útil  el  tratamiento,  y  hasta  si  se  me 
permite  la  frase,  exclusivo  y  especifico  el  remedio. 

Dejamos  transcurrir  veinticuatro  horas  más  sin  nueva  inyección; 
la  mejoría  se  hizo  estacionaria,  la  albuminuria  hizo  su  reaparición, 
incidente  que  me  obligó  á  interrogar  á  la  enferma  si  seguía  toman- 
do los  tres  litros  diarios  prescritos  de  leche,  y  la  cual  me  dijo  rebajó 
ia  cantidad  ingerida,  porque  la  cansaba,  hasta  litro  y  medio.  Tomó 
de  nuevo  lo  ordenado,  desapareció  la  albúmina,  pero  noté  nueva* 
mente  el  soplo  fino  que  tenía  su  máximum  en  la  punta  del  corazón, 
y  algo  más  de  hinchazón  en  la  cara. 

En  vis^a  de  esto,  y  cuarenta  y  ocho  horas  después  de  suspendidas 
las  inyecciones,  acudí  á  ellas  de  nuevo  á  la  dosis  de  10  cm.'  diaria- 
mente, y  á  la  tercera  aplicación  de  esta  serie,  ó  sea  á  la  quinta  de 
los  frascos  que  recibí,  la  enferma  salía  á  tomar  el  soí  á  la  puerta  de 
su  casa,  sin  rastro  alguno  de  la  erisipela  padecida,  y  lo  que  es  más 
admirable,  sin  descamación  alguna  de  la  piel,  siendo  resultado  del 
tratamiento  el  marchitamiento  total  y  completo  de  exantema  y  ve- 
sículas, al  par  que  curación  radical  de  las  localizaciones  viscerales 
que  tan  seriamente  amenazaron  su  vida. 

Diez  días  después  de  entrar  en  la  vida  habitual  apareció  dos  ma- 
ñanas con  los  párpados  hinchados.  La  dieta  láctea  suprimió  en 
absoluto  este  accidente  de  causa  renal,  y  como  reconstituyente  la 
ordené  durante  un  mes  la  fórmula  siguiente: 

Oaoodilato  sódico 0*60  gramos 

—  de  hierro 0*80       — 

Extracto  de  genciana 2  — 

óxido  magnésico o.  s. 

M.  h.  8.  a.  80  pildoras  ignaies,  tomando  dos  al  día. 

siendo  actualmente  completa  su  curación. 

He  descrito  á  todo  intento  los  hechos  escuetos,  para  procurar  ob- 
tener de  los  mismos  algunas  conclusiones. 

La  estreptococcia  está  perfectamente  demostrada,  si  no  a  priori^ 
por  el  diagnóstico  bacteriológico,  aposterioriñi  por  el  éxito  del  tra- 
tamiento. 

¿Qué  causas  motivaron  su  aparición?  ¿Sería,  como  casi  siempre, 
producida  por  un  microtraumatismo  —  excoriación,  irritación  epi- 
dérmica por  la  cal-su  localización  primitiva  en  los  párpados?  ¿Se- 
rían restos  infecciosos  de  un  proceso  que  no  curó  después  de  cuatro 


137 

años  transcurridos  de  la  primera  erisipela,  haciendo  verosimil  la 
.  opinión  sustentada  por  muchos  bacteriólogos  del  microbísmo  laten- 
te en  esta  afección?  Tal  vez  hayan  intervenido  todos  esos  factores 
para  completar  los  síntomas  observados;  pero  en  mi  humilde  opi- 
nión, el  carácter  atipico  de  la  enfermedad  deb6  buscarse  en  su  re- 
petición, que  aun  haciendo  lesiones  más  intensas  y  extensas,  en- 
cuentra en  el  organismo  reacciones  menos  violentas,  sin  que  por 
eso  deje  de  ser  tan  primitiva  en  su  postrera  irrupción  como  la  pri- 
mera vez  en  que  con  mayor  aparato  febril  y  menos  cortejo  de  sín- 
tomas alarmantes  apareció.  Con  una  razón  más  en  apoyo  de  esto, 
^pues  la  observación  clínica  ha  demostrado  ser  la  menos  inmuniza- 
ble  en  sus  repetidos  ataques  esta  infección. 

¿Es  un  recurso  útil  el  suero  antiestreptocóccico  ?  ¿Podrá  señalár- 
sele la  exclusiva  como  medicación  específica  en  las  manifestaciones 
pro  teiformes  de  la  estreptococcia,  sobre  todo  en  los  casos  graves  de 
la  misma?  ¿Desarrollará  el  suero  propiedades  inmunizadoras  para 
el  porvenir  de  estos  pacientes?  En  el  caso  que  se  estudia,  ¿no  pudo 
ser  el  curso  de  siete  días  lo  suficiente  para  realizar  la  curación  de 
la  dolencia,  ó  se  hubiera  logrado  lo  mismo  con  los  tópicos  habitua- 
les, tónicos  aconsejados,  etc.,  etc.? 

Un  caso  no  puede  inducirnos  á  sentar  criterio  clínico.  Creo,  por 
hoy,  que  el  suero  Roux  y  sus  similares,  á  la  dosis  de  10  cm.>  cada 
veinticuatro  horas,  es  uno  de  los  recursos  heroicos  á  que  se  puede 
ap^ar,  y  con  las  siguieutes  ventajas:  marchitamiento  de  lesiones; 
abolición  de  las  complicaciones  viscerales,  sin  añadir  otras  nuevas; 
acortamiento  de  la  convalecencia,  y  podría  asegurar  que  debe  de« 
secharse  el  temor  ala  albuminuria,  que  suele  imputarse á estos  sue- 
ros, pues  ni  con  el  antidiftérico  lo  observé  en  dos  casos,  completa- 
mente curados  á  las  cuarenta  y  ocho  horas,  ni  en  el  que  me  ocupa 
hubo,  más,  si  se  tiene  la  precaución  de  ser  muy  riguroso  en  la  obser- 
vancia de  la  dieta  láctea,  que  es  la  verdadera  salvaguardia  del 
riñon  cuando  se  tema  la  aparición  de  la  nefritis  albuminúrica. 


11 


138 


BIBLIOGRAFÍA 

ron 

lH>sN  Jt)SÉ  MONMENEU  Y  LÓPEZ  REYN080 

Vtc«y<MÍ<l*Bte de  U  Jnnu  provincial  do  Sanidad,  do  Madrid. 


U4IIV4L  »«  pnioTioA  BAHXTABiAi  diri|rido  j  ftnotado  por  el  Dr.  Enrique 
H.  B«rnet,  Jefe  ejeoativo  del  Departamento  de  Sanidad  de  la  Habana  y 
YooaUSeoretario  de  la  Junta  superior  de  Sanidad. 

Rl  Departamento  de  Sanidad  de  la  Habana  ha  publicado  este  li- 
bro, que  consta  de  más  de  1.100  páginas  en  4.^  y  contiene  numerosos 
grabados.  Obra  oñcial^  está  redactada  por  varios  médicos  y  por  el 
ingeniero  Sr.  Figuerola  Gowan,  pertenecientes  todos  á  la  Sanidad 
de  Cuba.  El  Dr.  Barnet,  que  ha  dirigido  y  uniñcado  el  trabajo  de  los 
colaboradores,  señala  en  el  prólogo  el  objeto  de  su  publicación : 
I  servir  de  alguna  utilidad  á  los  que  en  Cuba,  por  razón  de  sus  car- 
gos oflciales  ó  del  ejercicio  profesional,  están  en  el  deber  de  prestar 
atención  asidua  á  los  asuntos  de  Sanidad ;  extender  los  conocimien- 
tos de  la  moderna  ciencia  sanitaria».  No  tiene  fln  didáctico,  asi  lo 
consigna  el  mismo  prologuista;  sólo  aspira  á  la  propaganda  oficial 
entre  contados  elementos  nacionales. 

Serla,  pues,  impertinente  hacer  la  critica,  si  el  libro  no  contuviera 
enseñanzas  que  pueden  y  deben  ser  aprovechadas  fuera  de  las 
fronteras  cubanas,  y  no  nos  hubiera  parecido  sencillamente  hermoso 
y  digno  de  ser  conocido  por  los  lectores  de  la  Revista  de  Medicina 
Y  Cirugía  prácticas. 

Divídese  en  dos  partes.  La  primera  es  una  serie  de  monografías 
de  las  enfermedades  transmisibles,  de  declaración  obligatoria,  es- 
tudiadas desde  el  punto  de  vista  de  su  profilaxia  especial  ó  indivi- 
dual. La  segunda  comprende  estudios  particulares  de  los  medios 
de  que  dispone  la  higiene  colectiva  para  la  defensa  de  las  enferme- 
dades infecciosas  en  general,  y  singularmente  para  el  saneamiento 
de  las  poblaciones. 

El  ilustre  D.  Carlos  J.  Finlay,  á  cuyas  sabias  investigaciones  se 
deben  los  conocimientos  actuales  de  patogenia  de  la  fiebre  amari- 
lla, las  bases  de  su  profilaxia  y  la  extinción,  por  último,  de  la  en- 
fermedad en  la  joven  República;  y  los  Dres.  Guitercis,  Jacobsen, 
Díaz  Albertini,  Clark,  Vila,  Agrámente,  Santos  Fernández,  Dueñas, 


^  139 

ArÓBtegui,  Aragón,  Albo,  Dávalos,  Várela,  Barnet,  Torralb€is,  San 
Martin  y  Lebredo,  son  los  autores  de  las  monografías.  Todas  están 
ajustadas  al  mismo  pensamiento  :  dar  á  conocer  la  etiología  y  pa- 
togenia de  las  enfermedades  infecciosas,  como  fundamento  de  las 
medidas  proñlácticcis  utilizables  contra  cada  una  de  las  individua  - 
lidades  morbosas.  Complemento  de  este  estudio  es  uno  del  Dr.  Emi- 
lio Martínez,  que  contiene  la  técnica  de  la  recolección  de  muestras 
patológicas  que  han  de  enviarse  al  laboratorio  para  ñjar  el  diag- 
nóstico, y  un  cuadro  sinóptico,  hecho  por  los  Dres.  Dieudonne  y 
Gutiérrez,  de  la  incubación,  etiología  y  profilaxia  de  las  enferme- 
dades transmisibles. 

Los  estudios  que  contiene  la^segunda  parte  del  libro  son  todos  in- 
teresantísimos y  además  de  dar  idea  de  la  notable  labor  sanitaria 
realizada  en  la  Habana,  contiene  noticias  de  mucho  interés.  Allí 
dan  á  conocer  detalladamente  la  organización,  procedimientos  y 
marcha  del  Departamento  de  Sanidad  de  la  Habana,  el  Departamen- 
to de  cuarentenas  y  el  de  inmigración,  el  Laboratorio  de  la  Isla  de 
Cuba  y  otros  centros  sanitarios,  los  Dres.  Lópe;c  del  Valle,  Roberts, 
Menocal  y  Barnet,  y  se  exponen  por  diversos  autores,  entre  los 
cuales  descuella  el  Sr.  Figuerola  por  su  estudio  de  ingeniería  sani- 
taria, las  diversas  medidas  adoptadas  para  el  saneamiento  de  los 
edificios  en  tod€is  sus  aplicaciones,  los  vehículos,  las  aguas  y  cuan- 
to cae  bajo  la  juri&ídicción  de  la  higiene  pública. 

Lo  más  saliente  de  este  Manual  es  el  esmero,  la  prolijidad  con 
que  están  estudiados  iodos  los  detalles  sanitarios,  sin  cuya  severa 
aplicación  no  es  posible  hacer  prácticamente  eficaz  la  defensa  con- 
tra las  enfermedades  infecciosas  y  el  saneamiento  de  las  poblacio- 
nes. Es  un  libro  de  educación  sanitaria  que  enseña  para  qué  sirven, 
por  ejemplo,  la  declaración  obligatoria,  el  aislamiento  y  la  des- 
infección; cómo  han  de  practicarse;  la  responsabilidad  en  que  in- 
curren todos  aquellos  que  por  indolencia  ó  incultura  se  sustraen  á 
tales  preceptos.  En  este  sentido,  es  digno  del  mayor  encomio..  Sin  la 
declaración  obligatoria,  religiosamente  cumplida  por  quienes  á 
ella  están  obligados;  sin  la  práctica  de  las  medidas  que  se  deriven 
del  conocimiento  de  la  existencia  de  un  caso  infeccioso,  resultan 
totalmente  inútiles  las  disposiciones  sanitarias.  De  ahí  la  necesidad 
de  una  perfecta  organización,  de  que  puede  servir  de  modelo  aquella 
á  que  aludimos. 

No  se  necesitan  nuevas  leyes  para  mejorar  la  salubridad  pública. 
La  Isla  de  Cuba  se  sirve,  según  declara  el  Manual,  de  casi  todas  las 


140 

de  España.  Ha  modificado  solamente  lo  que  debía  ser  modificado  por 
razón  de  ios  progresos  científicos,  y  ha  logrado  la  transformacióD 
sanitaria,  porque  emprendió  y  continúa  con  la  perseverancia  del 
convencimiento/ la  obra  altruista  de  redimir  muchas  vidas  por  me- 
dio de  la  extinción  de  las  causas  de  las  enfermedades  infecciosas. 

Lo  que  falta  en  primer  término,  es  la  fe  en  la  utilidad  y  la  tras* 
cendencia  de  las  prácticas  sanitarias.  La  higiene  es  una  palabra  qu& 
está  de  moda  ahora  en  todos  los  labios,  y  que  pocos  tienen  en  el 
corazón.  Por  eso  la  resistencia  de  los  de  abajo  á  someterse  á  su» 
consejos;  la  indiferencia  con  que  los  de  arriba  escuchan  sus  precep» 
tos  y  la  falta  de  energía  para  el  correctivo  á  sus  infracciones. 

El  Manual  de  práctica  sanitaria^  cuya  lectura  recomendamos,  en> 
seña  entre  otras  muchas  cosas  con  qué  facilidad  se  mejora,  cuan- 
do hay  firme  voluntad  de  conseguirlo,  la  salubridad  de  un  pueblo,  y 
cómo  se  extinguen  las  enfermedades  infecciosas  ó  atenúan  sus  es» 
tragos  sin  acudir  á  la  terapéutica,  con  sólo  las  previsiones  de  la 
higiene. 


-^^•vi 


lEVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Un  caso  do  fractura  do  la  bóvoda  del  cráneo  con  herida  del  seno  longitudinal 
superior.  — En  el  Boletín  del  Colegio  de  Médicos  de  Sevilla,  publica  D.  A.  Ló- 
pez Garmona,  el  siguiente  caso  referente  al  nifio  L.  M.  G.,  de  once  afios^ 
lesionado  la  tarde  anterior  por  una  fuerte  contusión  en  la  región  occipito- 
parietal,  y  curado  de  primera  intención. 

Guando  se  recoTioció  el  aposito  estaba  limpio,  el  enfermo  tranquilo,  su 
temperatura  y  pr.'-o  eran  normales,  no  aquejaba  mareos,  ni  dolor  de  ca- 
beza, ni  Yómitoe  >  sólo  hablaba  de  la  herida  que  el  día  anterior  le  hablan 
hecho.  Aquel  día  B'*  dejó  á  dieta,  se  le  puso  como  bebida  usual  agua  azuca- 
rada y  se  le  dejó  «'r  reposo  absoluto  en  cama. 

Ya  la  tarde  del  rimer  día  había  tenido  88'',4,  había  vomitado  una  ves 
y  se  quejaba  de  d<  »r  de  cabeza,  síntomas  que  se  acentuaron  más  el  segun- 
do día,  siendo  los  imites  casi  constantes,  la  temperatura  entre  88  y  89*^ 
fuerte  el  dolor  de  cabeza,  muy  pronunciados  los  mareos,  sobre  todo  al 
cambiar  de  po8Íci<SM«  lento  en  extremo  el  pulso,  y  saburrosa  la  lengua  con 
astricción  de  Tient  e.  Alarmado  con  este  cuadro  de  meníngismo,  levantó 
el  aposito,  aunque  permanecía  limpio,  con  objeto  de  reconocer  la  herida; 


141 

ocupaba  ésta  la  región  occipiioparietal,  tenia  unos  5  centimetroB  de  ex- 
tensión, era  casi  transversal,  sos  bordee  estaban  algo  tumefactos,  había 
«Igún  dolor  al  tacto  en  los  alr.ededores,  poca  sangre  en  los  labios  ni  en  el 
aposito  7  estaba  situada  exactamente  en  la  linea  media.  Separados  ligera- 
mente sus  bordes,  cosa  no  difícil  por  comprender  todo  el  espesor  del  cuero 
'Cabelludo,  y  reconocido  su  fondo  con  una  sonda  acanalada,  fácilmente  se 
notó  que  el  plano  óseo  estaba  fracturado,  que  había  hundimiento,  y  que 
los  fenómenos  de  meningismo  que  presentaba  el  enfermo  serían  debidos^ 
por  lo  menos,  á  la  compresión,  ya  que  no  á  una  verdadera  meningitis.  Bs- 
taba,  pues,  indicado  descubrir  la  fractura  y  ol)rar  en  consecuencia.  Este 
día  siguió  el  enfermo  con  el  mismo  plan,  se  le  administró  un  purgante  sa- 
lino que,  aunque  vomitado  en  parte,  produjo  su  efecto,  y  se  le  lavó,  afeitó 
y  aseó  la  parte  enferma  para  ser  operado  á  la  mañana  siguiente. 

Puesto  el  hueso  al  descubierto  reconoció  una  fractura  estrellada,  situa- 
da en  su  mayor  parte  á  la  izquierda  de  la  línea  media,  bastante  extensa, 
-con  hundimiento  del  plano  óseo,  y  cuya  parte  más  hundida  correspondía  á 
ia  linea  media. 

Vista  la  imposibilidad  de  levantar  los  fragmentos  con  ningán  instru- 
mento apropiado,  procedió  á  aplicar  la  corona  de  trépano  más  pequeña  en 
«1  borde  izquierdo  de  la  fractura,  al  objeto  de  poder  después,  con  el  eleva- 
dor ó  con  la  pinza  gubia,  resecar  todo  el  fragmento  de  hueso  fracturado  que 
oomprimia  las  menioges'y  el  encéfalo.  Aplicada  la  corona  y  vista  la  impo- 
eibilidad  de  extraer  los  fragmentos  con  el  elevador,  procedió  á  resecarlos 
oon  la  pinza  cortante,  trabajo  que  se  hizo  sin  dificultad  y  con  todo  el  cui- 
dado posible,  cuidado  que  se  fué  redoblando  á  medida  que  llegó  ala  línea 
media,  que  de  intento  dejó  para  el  fin. 

Ya  casi  concluida  la  operación,  quedaba  una  laminita  ósea  muy  delgada, 
<ine  parecía  desprendida  de  la  superficie  interna  del  hueso,  que  estaba  al  pa- 
recer suelta,  y  como  flotando  en  el  espacio  epidural :  se  cogió  con  una  pinza 
de  Peam,  y  al  hacer  una  ligera  tracción  para  quedarse  con  ella,  se  vino  una 
terrible  hemorragia  del  seno  longitudinal  superior;  soltó  en  seguida  la  lá- 
mina y  aplicó  el  dedo  al  sitio  durante  un  rato,  pasado  el  cual,  levantó  el 
dedo  y  no  salía  sangre,  pero  la  lámina  ósea  estaba  en  su  sitio;  nuevo  inten- 
to de  tracción  y  nueva  hemorragia  que  se  cohibió  en  el  momento  de  soltáis 
la  y  volver  á  su  sitio,  como  llevada  por  un  resorte.  Guantas  veces  se  in- 
tentó la  extracción,  otras  tantas  ocurrió  lo  propio. 

En  vista  de  esto  decidió  dejarla  y  esperar  los  acontecimientos.  Como  la 
operación  estaba  terminaba,  lavó  la  herida  perfectamente,  se  colocó  en  el 
sitio  de  la  hemorragia  una  compresita  de  gasa  esterilizada,  se  reaplicaron 
los  colgajos  sin  puntos  de  sutura  y  se  colocó  el  aposito  apropiado  ligera- 
mente compresivo. 

Pasadas  las  primeras  molestias  del  cloroformo,  el  resultado  de  la  opera- 
ción no  pudo  ser  mejor;  cesaron  los  vómitos  y  los  mareos,  bajóla  tempera- 
tura á  la  normal,  el  pulso  se  hizo  algo  más  frecuente  y  el  aspecto  del  en- 
fermo era  más  animado;  el  aposito  estaba  limpio,  y,  por  consiguiente,  no 
«e  le  tocó. 

En  este  estado  pasaron  tres  días,  al  cabo  de  los  cuales,  se  levantó  el 
«pósito  con  gran  cuidado,  despegando  las  gasas  muy  poco  á  poco,  y  sin  ha- 


142 

cer  tracciones;  puesta  la  herida  al  descubierto  no  salió  ni  ana  gota  de 
sangre,  no  había  supuración  y  la  superficie  se  iba  mamelonando ;  ya  no  se 
colocó  compresa  de  gasa  sobre  la  herida  deL  seno,  sino  que  se  adaptaron 
los  colgajos,  se  puso  una  cura  simple  al  sublimado  y  una  venda  un  poco 
compresiva. 

Tratándose  de  un  nifio  de  once  afios,  en  el  que  la  adherencia  de  la  dura 
madre  á  las  suturas  es  mayor,  y  tratándose  de  una  lámina  de  hueso  en  la 
sutura  sagital,  formando  parte  de  la  pared  superior  del  seno,  y  asegurada 
su  nutrición  por  el  exuberante  riego  sanguíneo  de  esa  parte,  no  es  eztrafio 
que  se  organizara  y  siguiera  viviendo,  sirviendo  al  mismo  tiempo  de  tapón 
obturador  para  la  curación  de  la  herida  del  seno.  ^ 

El  enfermo  siguió  bien,  no  volvió  á  tener  fiebre,  cesaron  los  mareos,  los 
vómitos  y  los  dolores  de  cabeza.  Cada  dos  ó  tres  días  se  le  renovaba  la  cura ; 
la  herida  siguió  su  curso  normal  y  apenas  si  segregó  unas  gotas  de  pus. 
Empezó  á  comer  con  apetito  al  quinto  día  de  operado,  muy  pronto  aban- 
donó el  lecho,  sin  volver  á  sentir  el  más  ligero  mareo,  y  próximamente  ai 
mes  de  la  operación,  fué  alta  completamente  curado.  —  Sababia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTlFIGAS 

ASOCIACIÓN   FRANCESA    FA&A   £L\  PROGRESO   DE   LAS   CIENCIAS 

XXXViesián  anual  celebrada  en  Lion  del  2  al  9  de  Agoeto  de  1906, 

(OonoliniónT 

'  Datos  para  el  estudio  del  sorodiagnéstieo  de  la  tubercolosis.—  El  Dr.  G.  Fs* 
BR¿:  La  serorreacción  tuberculosa  ha  sido  descubierta  y  utilizada  en  prác- 
tica por  Arloing  y  después  por  Arloing  y  P.  Courmont.  Estos  observadores 
hacen  obrar  el  suro  que  ran  á  ensayar  sobre  cultivos  homogéneos  del  baci- 
lo de  Koch  y  obeervan,  si  la  reacción  es  positiva,  la  aglutinación  de  estoa 
,  últimos.  Se  han  hecho  algunas  variaciones,  se  han  tomado  como  cultivos 
de  ensayo  cultivos  de  bacilos  homogéneos  muertos  y  conservados  por  el  for- 
mol.  Se  han  puesto  en  contacto  con  el  suero  de  los  individuos  sospechosos 
emulsiones  de  bacilos  de  Koch  muertos  y  triturados  (Behring),  emulsiones 
de  bacilos  de  Koch  en  agua  ligeramente  salada  ( Wright),  emulsiones  arti- 
ficiales de  bacilos  muertos  adicionadas  de  antisépticos  ( Jousset  y  Paras- 
keropoulos),  la  pulpa  bacilar  obtenida  filtrando  por  la  bujía  de  Ghamber- 
land,  bacilos  triturados  en  agua  destilada,  bacilos  procedentes  de  cultivos 
desechados,  triturados,  pulverizados  y  diluidos  en  una  disolución  de  ácido 
fénico  al  5  por  100  y  de  sal  común  al  0'85  por  100  (Eoch). 


143 

Estos  diferentes  procedimientos  tienen  por  objeto  observar  y  caicuiat  el 
▼alor  de  la  acción  aglatinante  de  los  sueros  sobre  el  bacilo  tabercoloso. 
Parece  indudable,  a  priori^  qne  esta  aglutinación  se  ejerce  de  preferencia 
sobre  el  bacilo  de  Koch,  que  es  el  más  aglutinable,  ó  mejor  dicho,  puesto 
que  esta  propiedad  varia  bastante,  sobre  el  bacilo  de  Eoch,  que  se  presenta 
en  las  mejores  condiciones  posibles  para  ser  aglutinado.  El  bacilo  homo- 
géneo empleado  por  Arloing  y  P.  Gourmont,  bacilo  aislado,  bacilo  ligera- 
mente movible,  llevado  sin  duda  por  estos  dos  autores  á  este  estado  parti* 
cular  precisamente  á  fin  de  que  sirva  para  calcular  la  aglutinabilidad,  este 
bacilo,  repito,  Ueha  las  condiciones  exigidas  mejor  que  los  bacilos  muer- 
tos, mejor  que  los  bacilos  de  los  cultivos  ordinarios  reunidos  en  masas  más 
ó  menos  voluminosas,  más  ó  menos  contorneados.  El  procedimiento  de  Ar- 
loing y  Oourmont  me  parece  el  más  sensible  de  todos.  Es  el  que  he  adopta- 
do en  mi  laboratorio. 

Obtenido  el  cultivo  homogéneo  bien  aglutinable,  sólo  queda  q.ue  hacer 
el  serodiagnóstico.  Puede  emplearse  el  cultivo  de  diez  ó  de  doce  días,  como 
recomendaban  antes  Arloing  y  P.  Gourmont,  como  seguimos  haciendo  en 
la  creencia  de  que  los  microbios  están  en  él  más  separados,  y  el  cultivo  es 
más  homogéneo.  Puede  también  dejarsé^  envejecer  y  hacerse  más  opaco, 
después  diluirle  con  agua  salada  fisiológica  esterilizada  para  obtener  un 
tinte  lactescente  por  la  agitación.  Se  introducen  en  tubos  pequeños  esteri- 
lisados  mezclas  al  Vs«  Vio  J  Vm  del  suero  que  ha  de  ensayarse  con  estos  cul- 
tivos; se  toman  como  testigos  un  tubo  que  contiene  el  cultivo  puro  y  otro 
que  presenta  una  aglutinación  tipo  hecha  con  suero  de  acción  comprobada. 
8e  juzga,  según  el  orden  de  los  tubos  que  se  aglutinan ,  en  un  tiempo  que 
varia  de  dos  á  seis  horas,  del  grado  de  actividad  del  fenómeno  y,  por  lo 
tanto,  de  la  potencia  aglutinante.  Para  no  proceder  inútilmente,  antes  de 
hacer  las  mezclas  se  examina  en  el  campo  del  microscopio  una  mezcla  gota 
por  gota  de  cultivo  y  de  suero,  comparándolas  con  una  preparación  que 
contenga  sólo  el  cultivo.  Si  no  hay  aglutinación  en  esta  mezcla  á  partes 
iguales,  es  inútil  buscar  la  serorreacción  en  los  tubos,  porque  el  resultado 
es  negativo.  Asi  es  como  se  practica  la  serorreacción. 

Poco  después  de  emplear  Arloing  y  P.  Courmont  su  procedimiento,  que 
tiene  la  grandísima  ventaja  de  no  introducir  en  el  organismo  de  los  enfer- 
mos substancia  alguna  extrafia,  dieron  á  conocer  resultados  interesantí- 
simos. 

El  suero  de  los  tuberculosos  es  con  mucha  frecuencia  aglutinante  (87*9 
por  100),  pero  el  resultado  es  en  ciertos  casos  negativo  (12'1  por  100).  En 
los  enfermos  no  tuberculosos,  según  la  clínica,  se  observa  en  el  84*6  por 
100  de  los  casos  la  serorreacción  positiva,  y  en  el  65*4  por  100  la  negativa. 
En  los  sujetos,  al  parecer  sanos,  la  serorreacción  es  positiva  en  el  26*8  por 
100  de  los  casos  y  negativa  en  el  73*2  por  100.  I 

En  resumen,  aunque  en  la  mayor  parte  de  los  casos  los  tuberculosos  dan 
jana  reacción  positiva,  en  algunos  es  negativa  Además,  en  muchos  indivi- 
duos no  tuberculosos,  según  la  clínica  (84*6  por  100),  y  en  bastantes  sanos  ¡ 
(26*8),  la  reacción  es  positiva.  Aunque  el  método  es,  en  ciertos  casos,  dife-  I 
rente  en  lo  que  se  refiere  á  los  tuberculosos,  permite,  por  el  contrario,  des- 
cubrir la  existencia  de  la  tuberculosis  en  estado  latente  en  muchos  indiv^    ^'                  I 


144 

daos  qne,  según  la  clínica,  no  son  tuberculosos.  Arloing  y  P.  Goarmont 
manifiestan  qne  el  método  es  deficiente,  sobre  todo  caando  el  suero  proce-» 
de  de  animales  que  padecen  tuberculosis  aguda  ó  caquéctica. 

Los  hechos  citados  por  Arloing  y  P.  Oourmont  fueron  comprobados  casi 
inmediatamente  después  de  la  comunicación  de  estos  autores. 

De  las  observaciones  de  serorreacción  que  he  hecho  se  deduce  que  en  el 
tercio  próximamente  de  las  personas  sanas  se  obserya  que  es  positiva.  Bn  la 
tuberculosis  infantil,  igual  que  en  la  de  los  adultos,  las  serorreacciones  son 
menos  elevadas  que  en  los  casos  más  graves.  Los  primeros  resultados  de 
Arloing  y  P.  Oourmont  demostraron  ya  que,  excepto  en  los  casos  agudos 
y  graves  de  la  tuberculosis,  cuando  el  organismo  reacciona  de  una  manera 
enérgica  contra  la  infección,  la  serorreacción  positiva  suministra  indicacio- 
nes de  gran  valor  desde  el  punto  de  vista  del  pronóstico.  Estas  conclusiones 
han  sido  aceptadas  en  general. 

Besan^on,  Qriffon  y  Philibert  han  observado  cuatro  veces  la  serorreac- 
cífSn  positiva  en  diecisiete  individuos  sanos.  En  cambio  fué  negativa  en  tres 
tuberculosos,  dos  de  los  cuales  expulsaban  bacilos  en  los  esputos,  en  uno 
de  cuatro  casos  de  tuberculosis  local  y  en  cuatro  de  cinco  de  lupus. 

Muchos  observadores  han  encontrado  la  serorreacción  positiva  en  otras 
enfermedades  además  de  la  tuberculosis.  Hawthorn  la  ha  observado  tam- 
bién en  personas  tratadas  por  el  mercurio.  Se  objeta  á  la  reacción  positiva 
en  las  personas  sanas  que  es  difícilísimo  diagnosticar  la  tuberculosis. 

Para  afirmar  que  un  individuo  no  es  tuberculoso  deben  haberse  ensa- 
yado la  tuberculina,  el  examen  microscópico  y  la  inoculación  de  sus  secre- 
ciones. 

Guando  se  observan  reacciones  negativas  en  casos  de  tuberculosis  con*- 
fírmada  incipiente,  ¿se  tratará  de  una  exacerbación? 

En  lo  referente  al  valor  positivo  de  la  serorreacción  en  las  enfermedades 
agudas,  el  problema  merece  un  estudio  detenido.  Cuando  se  observa  una 
reacción  positiva  en  ciertos  casos  de  enfermedades  agudas,  porque  induda- 
blemente no  lo  es  en  la  pulmonía,  la  gripe,  etc.,  puede  creerse  que  estos 
enfermos  tienen,  á  la  vez  que  la  afección  aguda  de  que  se  trata,  gérmenes 
de  tuberculosis.  No  llevaré  al  extremo  la  idea  de  la  coexistencia  de  dos 
afecciones ;  pero  sabemos  con  cuánta  frecuencia  se  encuentra  la  tuberculo- 
sis al  practicar  las  autopsias.  Para  explicar  la  existencia  de  una  acción 
aglutinante  en  las  enfermedades  agudas,  ciertos  observadores  (Besan^on, 
Labbe,  etc.),  creen  que  las  aglutininas  enérgicas  formadas  por  el  bacilo  de 
Eberth,  por  el  neumococo,  etc.,  carecen  del  carácter  especifico  absoluto  que 
vuelven  el  bacilo  homogéneo  á  su  estado  primitivo.  El  bacilo  homogéneo 
proviene,  como  sabemos,  del  bacilo  de  Eoch  ordinario.  Sin  embargo,  Ar- 
loing y  P.  Oourmont  han  observado  que  los  sueros  que  aglutinan  el  bacilo 
de  Eberth  no  ejercen  la  misma  acción  sobre  el  de  Koch,  porque  es  posible 
conferir  á  los  conejillos  de  Indias,  á  los  perros,  á  los  carneros,  una  propie* 
dad  aglutinante  enérgica  por  el  bacilo  de  Eberth,  pero  sin  que  el  suero  po; 
sea  dicha  propiedad  respecto  al  de  Koch.  La  cuestión  es  aún  dudosya;  pera 
hasta  que  no  se  resuelva,  es  preciso  abstenerse  en  las  enfermedades  agu- 
das de  interpretar,  a  priori,  los  resaltados  positivos  en  favor  de  la  tuber- 
culosis. Es  necesario,  para  resolver  este  problema,  hacer  nuevas  investiga- 


145 

oiones  é  interpretar  loe  hechos  oon  una  precisión  imposible  de  conseguir 
machas  veces. 

En  résnmen,  los  resultados  obtenidos  por  Arloing  y  P.  Coarmont,  con- 
servan aún  casi  por  completo  bq  valor  primitivo.  £1  valor  positivo  de  la 
serorreacción,  si  es  debida  al  saero  de  individuos  apiréticos,  constituye  una 
presunción  fundada,  una  seguridad  de  tuberculosis  en  la  mayor  parte  de 
los  casos.  La  constancia  de  este  estado  positivo  aumenta  por  la  significa- 
ción. En  los  individuos  sospechosos  de  tuberculosis,  excepto  en  las  afección 
nes  agudas  de  forma  tifoidea,  que  hacen  pensar  en  la  granulia,  la  sero- 
reacción  negativa  es  un  signo  de  verdadero  valor  para  diagnosticar  la  falta 
de  tuberculosis. 

Valor  semeioMgice  de  la  reacciin  aglutinante  en  los  tuberculoset.  Serediág- 
néstiee.  Serepronéttico.— El  Dr.  P.  Godbmomt:  La  propiedad  aglutinante  de 
los  humores  de  los  tuberculosos  es  un  síntoma  de  importancia,  sobre  todo 
si  se  considera  en  todas  sus  variaciones  con  la  edad  del  sujeto,  la  localiza- 
ción,  la  forma,  la  gravedad  de  las  lesiones  y  en  sus  relaciones  con  los  otros 
síntomas  de  infección  ó  de  defensa. 

Para  estudiar  de  buena  manera  la  serorreacción,  debe  hacerse  en  las  con- 
diciones de  técnica  indispensables  referentes  á  la  elección  del  bacilo,  los 
cultivos  y  el  manual  operatorio.  Se  necesitan  cultivos  de  origen  humano, 
homogéneos,  de  un  bacilo  de  Eoch  bien  aglutinable.  Be  le  cultiva  en  caldo 
glicerinado  al  5  por  100  en  matraces  que  se  agitan  todos  los  días.  Se  toman 
cultivos  de  buen  género,  de  cuatro  á  cinco  semanas,  se  les  diluye  50  á  60 
veces  con  agua  salada  al 8  p'or  1.000  y  esterilizada.  Se  conservará  siempre  en 
frío  y  en  la  obscuridad  un  suero  de  muestra  de  mucha  capacidad  agluti- 
nante, en  un  tiempo  dado,  conocida;  servirá  para  comprobat  el  grado  de 
aglutinabilidad  de  los  cultivos  diluidos.  Estos  no  se  emplearán  hasta  que 
den  con  el  suero  de  muestra  el  grado  de  aglutinación  en  un  tiempo  dado, 
generalmente  de  tres  á  cinco  horas.  Para  los  sueros  de  hombre  adulto,  se 
harán  mezcla»  de  éstos  con  el  cultivo  diluido  á  1  por  5,  por  15,  etc.  Sólo  se 
tendrán  en  cuenta  las  reacciones  típicas  y  apreciables  á  simple  vista  de  tres 
á  cinco  horas. 

Hay  algunos  principios  generales  cuyo  olvido  conduce  á  errores  graves 
de  interpretación: 

1.*  La  reacción  aglutinante  no  es  especifica  por  si  propia.  No  es  válida 
para  un  individuo  más  que  á  contar  del  límite  superior  del  poder  agluti- 
nante del  suero  de  los  individuos  normales  de  la  misma  especie  y  edad. 

2.*  La  reacción  aglutinante  no  revela  únicamente  las  infecciones  existen- 
tes, sino  las  que  sobreviven  al  período  de  infección  y  pueden  prolongarse 
bastante  tiempo  después  de  curado  el  enfermo.  En  un  individuo  afectado  de 
estrechez'uretral  ó  de  esclerosis  renal  de  causa  desconocida,  la  existencia 
de  la  propiedad  aglutinante  elevada  y  persistente  de  la  sangre  sobre  el  baci- 
lo de  Koch,  podrá  hacer  sospechar  el  origen  tuberculoso  (impregnación  to- 
zínica)  de  estas  lesiones.  Hemos  observado,  como  el  Dr.  Teissier,  que  la 
gran  frecuencia  del  serodiagnóstico  tuberculoso  positivo  en  los  individuos 
afectados  de  estrechez  mitral  es  un  argumento  más  en  favor  del  origen 
tuberculoso  de  esta  lesión,  dado  que  semejante  frecuencia  no  se  observa  en 
las  otras  afecciones  cardíacas. 


146  / 

b:cc&.  «i.  ^zlibíco  necesita  aquilatar  el  valor  de  este  argnineoto 
¿ft» .  iit  f«iieral«  y  para  una  serie  de  casos  análogos,  la  ezisten- 
^^  «sr  A  ivnirmftcci.^  es  un  argumento  en  favor  de  una  hipótesis  patóge- 
2»  dHTMiAC^Jtfcico  patógeno).  Pero  es  preciso  no  incurrir  en  una  cansa  de 
.•rr*Y  r-ffrxrittai:!!»»,  que  tiene  por  base  el  razonamiento  siguiente:  cTal 
TT.j'-^'.str  ^Tflw  ua  suero  que  aglutina  el  bacilo  de  Eoch ;  por  consiguiente, 
^  ;u ^«íc^al.^üo  T  dene  lesiones  tuberculosas  (en  el  sentido  clásico  j  ana- 
I.  -.;w  i»  jft  palabra)' ;  porque  la  única  conclusión  exacta  es,  en  este  caso, 
j^  '¡«^  «ni3«í:  cPor  lo  tanto,  el  individuo  está  impregnado  de  las  tozinis 
¿fe  »  »>*rvaIoeis». 

1 '  I,^xft  :$i»rorreacción  con  el  suero  sanguíneo  no  sirve  para  hacer  el  diag- 
«^>^vv  i»  localización.  El  serodiagnóstico  local  de  los  derrames  tubercu- 
v:H.n^  « «»I  único  que  da  á  la  vez  la  prueba  de  la  infección  causal  y  de  la 

«.*  La  propiedad  aglutinante  de  loe  humores  es  debida  á  la  reacción  del 
.  r^^ii^jü^nio,  que  se  manifiesta  durante  y  después  de  la  infección;  está  en  razón 
4í  '^*«a  con  la  lucha  de  la  economía  y  llega  al  máximum  en  el  momento  de 
t^  xictoria  de  ésta,  es  decir,  al  fin  del  período  de  estado  y  en  la  convalecen- 
,^4^;  desaparece,  por  el  contrario,  muchas  veces,  ó  se  atenúa  y  hasta  no  se 
tttaui  tiesta  cuando  la  infección  es  muy  intensa  y  produce  la  muerte.  Se 
lk«ula,  por  lo  tanto,  al  parecer,  en  relación  íntima  con  las  reacciones  de- 
t^u;»aras  del  organismo;  puede  calificarse,  en  menos  palabras,  de  reacáón 
ijm defensa;  es  la  teoría  que  defendemos  hace  nueve  afios. 

Desde  1898  hemos  estudiado  la  serorreacción  en  más  de  1.200  sujetos 
adultos,  enfermos  ó  sanos,  al  parecer,  habiendo  obtenido  como  serorresc- 
ciones  positivas: 

1  .**  En  los  tubereulotoB  confinnadoB 80  á  SO  por  100 

2.**  En  enfermos  de  hospital  no  considerados  como 

tuberculosos  desde  el  punto  de  vista  clínico. .  3S  A  40        ^ 

3."  En  individuos  ai  parecer  sanos 30  — 

Estas  oifras  deben  ser  comentadas  según  la  categoría  de  los  sujetos. 

I.  En  los  tuberoaloBOB.  —  Las  variaciones  de  la  aglutinación  deben 
ser  consideradas  según  la  forma,  la  localización,  la  gravedad  de  las  lesio- 
nes y  la  edad  del  sujeto : 

a)  Cuestión  de  la  localización  de  las  lesiones,  —  Las  tuberculosis  muy  locaH- 
gados  (llamadas  quirúrgicas)  suelen  ser  menos  aglutinantes  que  las  otr&s 
(75  por  100  según  la  tesis  de  Clément).  En  el  lupus  ordinario  (25  casos}  ó 
eritematoso  (7  casos)  hemos  observado,  con  Nicolás,  casi  la  misma  propor- 
ción. En  las  tuberculosis  viscerales^  pulmonares,  pleuropulmonares,  serosM 
intestinales  y  peritoneales,  se  observa  con  más  intensidad  la  aglutínación. 

b)  La  aglutinación  según  la  edad,  —  La  sangre  del  recién  nacido,  aunque 
la  madre  sea  tuberculosa,  jamás  se  aglutina  (Romberg,  Deseos).  La  de  los 
nifios  tuberculosos  (de  menos  de  ocho  afios)  no  es  tan  aglutinante  como  U 
del  tuberculoso  adulto;  de  modo  que  la  reacción  aglutinante  es  mássigni* 
ficativa,  con  proporciones  menos  elevadas,  en  el  nifio  (1  por  100,  por  ejem- 
plo). A  medida  que  el  nifio  tiene  más  edad,  el  valor  de  las  aglutinadooes 
elevadas  aumenta.  En  el  adulto  la  proporción  es  la  indicada.  En  el  anciano 


147 

(Froment)  no  se  obserTa  aglatinación  en  laa  tabercaloeis  caradas  hace 
macho  tiempo,  asi  es  qae  la  terorreaoción  es  menos  frecuente  qae  en  el 
adalto ;  en  nn  anciano  que  no  es  tnberoaloso  desde  el  punto  de  rista  clí- 
nico, la  aglatinación  francamente  positira  tiene  grandísimo  Talor  para 
descubrir  nn  foco  de  tubercalosis  latente,  que  en  la  mayor  parte  de  los 
casos  se  halla  todavía  en  actividad. 

Bn  resumen,  la  frecaencia  de  la  aglutinación  varía  según  la  edad;  pi^- 
tiendo  de  que  en  el  recién  nacido  se  eleva  progresivamente  con  los  años, 
llega  al  máximum  en  el  adulto  y  vuelve  á  descender  en  el  anciano,  en  el 
que  la  tuberculosis  es  más  rara. 

c)  Influencia  de  la  gravedad  y  de  la  marcha  de  la  tuberculods  eobre  la  aglu- 
tinación, — En  general  las  tuberculaste  más  gravee^  de  marcha  rápida^  san  las  de 
proporción  mayor  de  serorreacciones  nulas  ó  débiles.  En  el  10  á  15  por  100  pro-» 
zimamentede  los  tuberculosos  confirmados,  no  se  observa  aglutinación; 
son  casi  todos  típicos  avanzados,  caqaéoticos,  y  sobre  todo  enfermos  de  gra- 
nulia,  neumonía  caseosa,  meningitis,  es  decir,  de  afecciones  de  marcha 
grave  y  rápida,  lo  mismo  en  el  niño  que  en  el  anciano.  Es  an  hecho  nota- 
ble qae  el  líquido  seroso  de  las  meningitis  jamás  es  aglutinante ;  lo  mismo 
ocurre  con  el  de  las  pleuresías  granúlicas  ó  hemorragias  graves  ó  serosas 
mortales,  y  en  cambio  el  de  las  pleuresías  benignas  lo  es  en  alto  grado. 
Pleuresías  a  frigore^  tuberculosas,  pleuresías  ó  pericarditis  secas,  enfisemas 
ó  bronqaitis  crónicas  con  lesiones  fibrosas  muy  discretas,  peritonitis  asci- 
ticas,  tuberculosis  localizadas  del  intestino,  tubercalosis  articulares,  gan- 
glionares  benignas,  etc.,  tales  son  las  formas  en  las  qae  la  aglatinación  es 
la  regla,  y  casi  siempre  elevada. 

En  una  tuberculosis  ganglionar,  gravísima  y  extensa,  de  forma  de  adeni- 
tis, no  se  observa  la  serorreacción ;  todo  lo  contrario  ocurre  en  las  formas 
localizadas  de  adenitis  cervicales,  que  curan  casi  siempre.  Además,  se  ve 
con  frecaencia  qae  la  propiedad  aglutinante,  nala  al  principio  de  una  afec- 
ción tuberculosa  (pleuresía),  aumenta  á  medida  que  se  afirma  la  curación, 
y,  recíprocamente,  dicha  propiedad  puede  desaparecer  al  aproximarse  el 
desenlace  fatal. 

Finalmiente,  la  experimentación  en  el  animal,  con  taberculosis  de  dife- 
rentes virulencias,  confirma  cnanto  llevamos  expuesto.  El  desarrollo  del 
principio  aglntinante,  en  los  animales,  se  halla  al  parecer  en  razón  inVersa 
de  la  virulencia  de  la  infección  y  directa  de  la  resistencia  del  sujeto  ó  de  la 
especie  taberculizada.  Es  verdad  qae,  en  práctica,  en  el  hombre  la  aglati- 
nación fuerte  no  presagia  necesariamente  la  curación.  Se  ven  con  frecaen- 
cia sujetos  afectados  gravemente  y  cuya  serorreacción  es  intensa;  pero  son 
por  lo  general  personasqne  resisten  relativamente  bien,óde8de  hace  mucho 
tiempo,  á  ana  infección  muy  virulenta.  La  intensidad  de  la  aglutinación  no 
significa  siempre  «victoria^,  sino  casi  siempre  «resistencia'  del  sujeto,  re- 
sistencia cuya  importancia  puede  compararse  con  la  gravedad  de  la  infec- 
ción, tal  como  la  revelan  los  otros  síntomas.  En  cambio,  la  poca  intensidad 
'ó  la  disminución  de  la  aglutinación  significan,  ó  bien  <i infección  intensa^, 
ó  <  resistencia  débil  >. 

d)  ¿Persiste  la  aglutinación  después  de  curadas  las  lesiones?  La  propiedad 
aglutinante  de  los  humores  persiste  después  de  la  curación,  igual  que  en 


148 

todas  Ias  infeceiones,  ó  al  menos  despaés  de  la  caración  aparente  j  tal 
eomo  Be  obeenra  en  el  hombre.  En  loe  perros,  á  los  qae  hemos  inoculado  en 
la  pleara  cnltÍYos  de  tabercnloeia,  el  principio  aglntinante  ha  persistida 
Tarias  semanas  despaés  de  corar  la  pleuresía,  aunque  al  hacer  la  autopsia 
no  encontramos  rastro  de  lesiones.  A  la  larga  la  propiedad  aglutinante 
desaparece  lo  mismo  en  el  hombre  que  en  el  animal  tuberculisado  j  cura- 
do. La  estadística  de  Frbment  prueba  que  la  serorreacción  es  mis  rara  en 
el  anciano  que  en  el  adulto  á  cansa  de  la  extinción  de  las  lesiones  tubercu- 
losas,  aunque  se  encuentre  un  foco  cicatrizal  al  hacer  la  autopsia.  Hemos 
obserrado  con  frecuencia  pequeñas  cicatrices  fibrosas  de  los  pulmones  sin 
aglutinación  reciente. 

II.  lia  aglutinación  en  los  sujetos  sanos  ó  en  los  enfermos  no 
tnberonlosos  en  aparieDcia.— Nuestra  estadística  de  1900  da  el  27  por 
100  de  serorreacciones  positiyas  en  los  sujetos  sanos  en  apariencia  (de  yeinte  á 
treinta  afios).  Después  hemos  hecho  inrestigaciones  en  102  soldados  robus- 
tos, al  incorporarse  en  filas,  obteniendo  los  resultados  siguientes: 

59  reaceíonet  francameoKe  nagatiTM,  ó  tea 58     por  100. 

Si       "         poátÍTMyÓMa tS'S      — 

11        —  dadoflM,ótea 18'6       — 

A  los  tres  afios  estos  sujetos  fueron  examinados  de  nucTo.  La  morbilidad 
fué  ligera  en  las  tres  categorías ;  de  los  24  en  los  que  la  reacción  fué  poei- 
tÍTa,  8  eran  tuberculosos ;  de  los  19  de  reacción  dudosa,  2  eran  también 
tuberculosos;  de  los  59  de  reacción  negatiya,  2  padecían  tuberculosis,  j  5 
bronquitis  sospechosas.  Sacamos  de  estos  hechos  las  conclusiones  siguien- 
tes, insertas  en  la  tesis  de  Balme : 

c  El  serodiagnóstico  positiyo,  en  personas  de  yeinte  afios,  no  indica  la 
tuberculosis  graye,  sobre  todo  si  no  existen  signos  clínicos.  Desde  el  punto 
de  yista  de  la  tuberculización,  la  reacción  positiya  en  las  personas  sanas 
indica  más  bien  lesiones  insignificantes ,  ó  en  yías  de  curación.  En  los 
adultos  sanos  la  reacción  ppsitiya  no  tiene  al  parecer  importancia  práctica 
más  que  cuando  ya  acompañada  de  algunos  síntomas  sospechosos^. 

En  los  nifios  no  tuberculosos  el  suero  no  posee  la  menor  propiedad  aglu- 
tinante (Deseos)  en  indiyiduos  de  menos  de  ocho  á  diez  afios;  en  los  de  más 
edad  se  obserya  una  propiedad  aglutinante  ligera  (reacción  incompleta  á 
1  por  1  y  1  por  8)  que  aumenta  hasta  llegar  á  la  edad  adulta.  Puede  de- 
cirse, por  lo  tanto,  que  el  yalor  de  la  reacción  aglutinante  en  un  grado  dado 
disminuye  de  un  modo  absoluto  con  la  edad.  En  los  nifios  de  menos  de  ocho 
afios  conyiene  tener  en  cuenta  el  esbozo  más  ligero  de  aglutinación,  al  me- 
nos como  indicación;  en  los  de  ocho  á  diez  afios  la  serorreacción  es  aprecia- 
ble  á  contar  de  1  por  8 ;  finalmente,  en  el  adulto,  sobre  todo  de  los  yeinte  á 
los  treinta  afios,  el  límite  es  más  difícil  de  establecer  á  causa  de  la  fre- 
cuencia de  la  aglutinación  en  los  sujetos  sanos,  pero  no  es  inferior  á 
1  por  5. 

En  los  enfermos  no  considerados  como  tuberculosos  desde  él  punto  de  vista  cU* 
fitco.^La  frecuencia  de  la  serorreacción  positiya  es  mayor  (85  á  40  por  100). 
Esta  frecuencia  es  debida  probablemente  á  la  de  la  tuberculosis  en  los  en- 
fermos de  hospital. 


149 

En  la  fiebre  tifoidea^  la  Berorreacción  tubercalosa  es,  con  mucha  freoaen- 
oia,  poeitiya  (75  por  100  en  nnestra  estadistica  de  más  de  80  casos). 

Al  parecer,  las  enfermedades  agadas,  excepto  la  fiebre  tifoidea,  no  co- 
munican al  suero  ana  propiedad  aglutinante  especial  respecto  al  bacilo  de 
Koch.  En  los  enfermos  crónicos  de  los  hospitales  (nerviosos,  brlghticos,  et- 
cétera), la  serorreacción  tubercalosa  es,  por  el  contrario,  frecuentísima, 
sin  duda,  á  causa  de  la  tuberculización,  tan  fácil  y  común  en  estos  indivi- 
duos. La  frecuencia  de  tuberculosis  latente  es  casi  la  misma  en  los  adultos 
no  tuberculosos,  al  parecer,  á  juzgar  por  los  resaltados  del  serodiagnóstioo 
y  de  la  tuberculina. 

Aplicaciones  diaonóstioas.  —  Deben  hacerse  con  gran  sentido  clínico 
comparando  la  reacción  con  los  otros  signos,  y  no  de  un  modo  ciego  y,  por 
decirlo  asi,  mecánico.  La  serorreacción  no  tiene  importancia  más  que  en 
los  casos  de  sospecha  fundada  de  tuberculosis.  En  estos  casos,  la  sero- 
reacción  positiva  constituye  un  signo  de  gran  valor.  La  serorreacción  ne- 
gativa tiene  menos  importancia  en  sentido  inverso,  igual  que  todos  los  sig- 
nos negativos. 

1.*  Serodiagnóatico  general  (con  la  sangre). — ^No  sirve  para  diagnosticar  la 
localización,  é  indica  por  la  impregnación  del  organismo,  la  tuberculosis 
presente  ó  pasada.  Su  importancia  es  grandísima : 

a)  En  el  niño,  en  el  que  las  tuberculosis,  reveladas  por  la  serorreacción  y 
los  demás  medios  de  diagnóstico,  se  encuentran  casi  siempre  en  actividad ; 

b)  En  el  anciano,  en  el  que  los  focos  antiguos  curados  no  producen  de  or- 
dinario la  curación  y  en  el  que  indica  mejor  los  focos  activos ; 

c)  En  las  tuberculoeis  crónicas  de  marcha  lenta  y,  con  frecuencia,  benigna, 
en  las  que  el  problema  diagnóstico  dura  mucho  tiempo,  siendo  la  resolu- 
ción importantísima  para  la  conducta  terapéutica; 

d)  En  ciertas  tuberculosis  localizadas  (piel,  ganglios,  articulaciones,  intes- 
tino, etc.),  en  las  que  el  problema  se  plantea  entre  diagnósticos  muy  limi- 
tados; 

e)  En  gran  número  de  tuberculosis  latentes  ó  enmascaradas,  cloroanemias 
sintomáticas,  reumatismo  tuberculoso,  etc.  (con  todas  las  reservas  indica- 
das anteriormente). 

En  una  palabra,  mantenemos  la  fórmula  que  defendemos  desde  1898  en 
unión  del  Dr.  Arioing :  «El  serodiagnóstico  positivo,  en  un  caso  sospechoso, 
es  un  signo  de  gran  valor  en  pro  de  la  tuberculosis'. 

2.*  Serodiagnóstico  local.  —  6e  funda  en  la  aglutinación  por  el  liquido  de 
los  derrames  de  las  serosas,  y  permite  hacer  el  diagnóstico  de  localización. 
Los  derrames  meníngeos  jamás  son  aglutinantes. 

En  práctica :  1.^  La  serorreacción  positiva,  á  contar  de  1  por  5  con  un 
líquido  pleurítico,  es  un  signo  importantísimo  en  pro  de  la  naturaleza  tu- 
berculosa de  la  pleuresía.  La  comparación  minuciosa  de  la  serorreacción 
con  la  citología  y  la  inoculación  al  conejillo  de  Indias,  prueban  la  concor- 
dancia completa  de  estos  tres  métodos  para  el  diagnóstico.  El  serodiagnós- 
tico es  en  este  caso  facilísimo  (bastan  unas  cuantas  gotas  de  líquido,  aun- 
que se  hayan  extraído  hace  varios  días)  y  muy  rápido.  2.°  La  serorreacción 
negativa  no  constituye  más  que  una  presunción  contra  el  diagnóstico  de  la 
tuberculosis.  En  estos  enfermos  es  preciso  repetir  el  experimento.  8.®  La 


150 

inyestigación  de  la  propiedad  aglatioante  del  Baero  y, de  su  intensidad  sa* 
ministra  datos  interesantes  qne  pueden  servir  de  término  de  comparación 
con  los  de  la  secÜón  plenritica.  El  serodiagnóstico  general  completa  mu* 
eluuiTeoeB  el  local  y  reciprocamente. 

Loe  liqaidos  de  las  hidrartrosis  y  de  los  hidroceles  son  también  aglati- 
nantes  en  los  casos  de  tuberculosis,  pero  el  valor  de  la  serorreaoción  para 
el  diagnóstico  de  las  hidrartrosis  y  de  los  hidroceles  nos  parece  menos  se- 
guro. Cuanto  á  las  cistitis,  pueden  aplicárselas  nuestras  conclusiones  sobre 
el  serodiagnóstico  de  las  pleuresías. 

8."*  Serodioffnóetico  retrospectivo  ó  patogénico»--  La  propiedad  aglutinante 
de  la  sangre  que  persiste  cierto  tiempo  después  de  la  curación,  ó  al  menoa 
de  la  curación  aparente  de  las  lesiones  tuberculosas,  puede  servir  para 
descubrir  un»  tuberculosis  curada,  ó  contribuye  á  precisar  el  origen  de  una 
lesión  orgánica  post  ó  paratuberculosa. 

Sbbopbonóstioo. — La  propiedad  aglutinante  de  los  humores  en  la  tuber- 
culqsis  se  halla  en  razón  directa  de  la  resistencia  del  sujeto,  é  inversa  de 
la  virulencia  de  la  infección.  La  serorreaoción  falta,  sobre  todo,  en  las 
formas  gravísimas  ó  muy  avanzadas  de  tuberculosis  y  llega  al  máximum 
en  las  formas  en  vías  de  curación;  puede  disminuir  y  desaparecer  al  apro- 
ximarse la  muerte,  y  elevarse  con  las  mejorías  y  la  curación.  A  veces  es 
elevada  en  las  formas  graves,  pero  que  han  sido  precedidas  de  un  largo 
periodo  benigno,  en  las  que  el  enfermo  está  dotado  de  una  gran  resistencia. 
Indica  al  parecer  las  reacciones  de  defensa  y  de  lucha  del  organismo. 

En  la  práctica,  el  estudio  de  la  serorreaoción  y  de  sus  variaciones  pue- 
de servir  en  ciertos  casos  para  el  pronóstico.  Para  las  pleuresías  tuberculo- 
sas en  particular,  el  aumento  de  la  propiedad  aglutinante  de  la  serosidad 
es  de  buen  pronóstico,  y  sobre  todo  la  falta  de  serorreaoción  debe  hacer  te- 
mer,  en  un  plazo  más  ó  menos  remoto,  un  desenlace  fatal. 

El  Dr.  L.  d' Astros:  He  experimentado  la  serorreaoción  en  94  individuos, 
10  niños  sanos,  11  de  algunos  días  de  edad  y  sanos,  aunque  procedían  de 
madre  tuberculosa  y  73  niños  de  dos  á  doce  meses.  De  éstos,  sólo  58  eran  tu- 
berculosos ;  los  20  restantes  padecían  diversas  enfermedades  agudas.  Los 
diagnósticos  dudosos,  desde  el  punto  de  vista  clínico,  fueron  comprobados 
por  distintos  medios  de  laboratorio  ó  por  la  autopsia. 

Hemos  observado  lo  siguiente  : 

1.°  Al  contrario  de  lo  que  ocurre  con  el  adulto,  el  niño  sanojf'atiuw  agluti- 
na el  bacilo  de  Eoch,  sea  cual  fuere  su  proporción. 

2.®  En  el  hijo  de  madre  tuberculolsa  no  se  observa  la  reacción  positiva  al 
nacimiento,  ni  aun  al  1/1. 

3.®  La  reacción  aglutinante  es,  en  general,  menos  intensa  en  el  niño  que 
en  el  adulto. 

4.<>  La  forma  clínica  de  la  tuberculosis  influye  al  parecer  sobre  la  moda- 
lidad de  la  reacción  aglutinante.  La  pleuresía,  la  peritonitis,  la  tubercu- 
losis latente  sin  lesión  extensa  y  sin  más  manifestación  que  ^una  miero- 
poliadenia  generalizada,  producen  de  ordinario  reacciones  típicas  é  intensas 
en  ciertos  casos.  En  la  adenopatía  traqueobronquial  hemos  obtenido  una 
reacción  más  bien  débil  cuando  la  enfermedad  se  hallaba  al  (parecer  limi- 
tada estrictamente  á  los  ganglios  bronquiales.  La  aglutinación  fué  más  in- 


151 

tensa  ouando  existía  otro  foco,  eD  el  palmón  por  ejemplo,  por  minimo  que 
fuera. 

Podemoe  deducir  de  estoe  hechos  que  uua  de  las  condiciones  necesarias 
para  que  se  produzca  la  reacción  fuerte  es  que  el  organismo  se  halle  bien 
impregnado  por  las  toxinas,  condición  que*  realizan  perfectamente  las  for- 
mas indicadas,  exeeptd4a  adenopatia  traqueobronquial,  que  puede  ser  con- 
siderada en  ciertos  casos  como  una  tuberculosis  localizada,  al  menos  du- 
rante algún  tiempo.. Este  hecho  se  ha  sefialado  ya  para  las  tuberculosis 
quirúrgicas.  * 

Las  tuberculosis  de  marcha  rápida,  las  granulias,  las  formas  de  focos 
múltiples,  las  generalizadas,  nos  han  dado,  en  nifios  de  cinco  A  ocho  afios, 
reacciones :  nula  una  Tez,  débil  en  los  demás  casos  y  sin  exceder  de  1  por  5. 
La  miningitis  tuberculosa  merece  figurar  aparte,  á  causa  de  la  poca  ener- 
gía de  la  reacción.  Esta  ha  sido  de  ordinario  nula  con  el  liquido  cefalorra- 
quídeo (excepto  una  Tez)  en  nuestra  obserTación,  y  siempre  débil  ó  nula 
en  el  suero  sanguíneo. 

5.*  En  los  nifios  indemnes  de  tuberculosis,  la  reacción  aglutinante  apa- 
rece bajo  la  influencia  de  enfermedades  agudas;  por  ejemplo,  fiebre  tifoi- 
dea, neumonía,  bronconeumonía,  gripe,  infección  indeterminada  acompa- 
fiada  de  púrpura  hemorrágica  y  seguida  de  curación.  Nos  limitaremos 
á  indicar  las  particularidades  siguientes :' 

a)  Esta  propiedad  aglutinante  sobre  el  bacilo  de  Eocb  ha  sido  á  veces 
elevada  en  nuestros  enfermitos,  sobre  todo  en  la  fiebre  tifoidea,  y  á  pesar 
de  la  poca  edad  del  nifio. 

b)  En  las  infecciones  que  no  son  la  fiebre  tifoidea,  esta  propiedad  aglu- 
tinante desaparece  al  hacerlo  la  enfermedad. 

c)  En  las  infecciones  de  neumococos,  desaparece  con  rapidez  al  disminuir 
la  rirnlencia  de  este  microbio.  En  la  neumonía  no  hemos  conseguido  obte- 
nerla tres  ó  cuatro  días  después  de  la  defervescencia.  En  tres  casos  de 
bronconeumonía  la  hemos  visto  desaparecer  á  los  doce  días  de  enfermedad, 
aunque  la  afección;  que  dura  más  tiempo  y  reviste  la  forma  subaguda,  hace 
temer  la  tuberculosis.  La  curación  confirma  el  resultado  negativo  del  se- 
gundo y  tercer  serodiagnóstico  hechos  en  el  curso  de  la  enfermedad. 

Dedúcese  de  esto  que  es  útil  recurrir  al  serodiagnóstico  y  practicarle  va- 
rias veces  cuando  se  duda  de  la  naturaleza  de  una  bronconeumonía  infan- 
til de  larga  duración. 

El  Dr.  E.  Hawtbobn  :  Con  el  fin  de  hacer  un  estudio  de  comprobación,  he 
tratado  de  la  misma  manera  los  cultivos  homogéneos  y  diversas  emulsiones 
de  bacilos  de  Koch  por  sueros  de  tuberculosos,  y  me  he  convencido  de  que 
estas  emulsiones  tienen  el  triple  inconveniente  de  precipitarse  muy  pronto 
y  de  una  manera  espontánea,  de  abundar  en  aglomeraciones  falsas,  lo  que 
dificulta  la  comprobación  microscópica,  y  de  no  ser  tan  abundantes  en  ma- 
teria aglutinable  como  los  cultivos  homogéneos.  Creo,  por  lo  tanto,  que 
para  estudiar  el  serodiagnóstico  tuberculoso  es  indispensable  seguir  con 
toda  exactitud  la  técnica  de  Arloing  y  Courmont. 

Cnanto  á  las  reacciones  positivas  observadas  en  los  sujetos  que  padecen 
enfermedades  no  tuberculosas,  es  verdad  que  á  veces  dependen  de  una  tu- 
berculosis latente  ó  en  vías  de  desarrollo,  y  que  coexiste  con  la  enfermedad 


162 

que  preocupa  al  clínico.  Es  también  indudable  que  direraaa  enfermedades 
infecciosas  pueden  proTocar,  en  la  sangre  del  hombre,  la  aparición  de  una 
propiedad  aglutinante  típica  con  el  bacilo  de  Eoch.  El  hecho  es  innegable 
para  la  fiebre  tifoidea;  creo  que  está  demostrado  también,  para  muchas 
otras  enfermedades,  escarlatina,*  gripe,  y  sobre  todo  para  las  infecciones  de 
neumococos,  porque  en  dichos  casos,  é  insisto  sobre  este  hecho,  la  aglutina-< 
ción  desaparece  de  ordinario  poco  tiempo  después  de  la  deferrescencia ;  ¿no 
es  la  mejor  prueba  de  que  la  tuberculosis  no  interriene  en  la  génesis  del 
fenómeno? 

En  los  casos  de  esta  naturaleza  la  persistencia  de  la  serorreaoción  duran- 
te ó  después  de  la  convalecencia  constituye,  por  lo  tanto,  un  dato  de  peso 
en  favor  de  la  tuberculosis.  Estas  consideraciones  no  pueden  aplicarse  á  la 
fiebre  tifoidea,  porque  en  todos  los  casos  en  que  el  bacilo  de  Eoch  se  halla 
aglutinado,  dicha  reacción  persiste  meses  enteros  después  de  la  convalecen- 
cia.  No  he  podido  determinar  la  época  de  su  desaparición  por  haber  per- 
dido de  vista  demasiado  pronto  á  los  enfermos. 

En  resumen,  el  valor  diagnóstico  de  la  serorreaoción  tuberculosa  en  los 
estados  agudos  es  una  cuestión  compleja.  Para  saber  si  coexiste  la  tuber- 
culosis latente  ó  crónica  con  la  enfermedad  intercurrente,  es  preciso  inves- 
tigar la  serorreaoción  varias  veces,  antes  y  después  de  la  defervescencia, 
en  los  casos  en  que  el  resultado  es  primero  positivo.  El  resultado  negativo 
en  la  primera  prueba  ep  poco  discutible  y  no  hay  necesidad  de  repetir  el 
experimento. 

Si  se  trata,  por  el  contrario,  de  diagnosticar  la  granulia,  conviene  utili- 
zar los  datos  que  suministra  la  serorreaoción,  porque  de  todos  modos  es  po- 
sible la  confusión,  pues  la  aglutinación  puede  producirse  ó  no,  como  ocu- 
rre en  la  fiebre  tifoidea,  la  grippe,  etc.  En  cambio  en  los  sujetos  apiréticos 
ó  que  no  presentan  signos  de  enfermedad  aguda  extraña  á  la  tuberculosis, 
la  s'erorreacción  positiva  constituye  una  presunción  en  favor  de  la  tuber- 
culosis. 

El  Dr.  L.  GuiNARD :  Deseo  únicamente  indicar  hechos  observados  con 
Rumpf  que  hemos  comprobado  después  varias  veces.  Los  procedimientos  de 
aglutinación  de  las  materias  bacilares  aglutinadas,  según  las  indicaciones 
de  Eoch,  son  de  empleo  más  difícil,  de  observación  más  minuciosa  y  más 
insegura  que  los  cultivos  homogéneos  Arloing-Gourmont.  Con  estos  culti- 
vos, en  los  casos  de  resultados  macroscópicamente  dudosos,  se  tiene  además 
la  ventaja  de  la  comprobación  microscópica  de  la  aglutinación  de  los  baci- 
los. La  sero-aglutinaciÓQ,  conforme  á  lo  que  se  ha  dicho,  nos  ha  parecido 
interesantísima  por  las  modificaciones  y  variaciones  que  presenta  en  las 
diferentes  formas  de  tuberculosis  y  según  la  marcha  de  la  enfermedad,  de 
la  mejoría  y  del  tratamiento.  Hemos  comprobado  que  en  los  enfermos  de 
sanatorio  la  propiedad  aglutinante  aumenta  de  una  manera  notable  en  la 
primera  mitad  de  la  cura  y  disminuye  ó  desaparece  al  fin  de  una  buena 
cura.  Hemos  comprobado  también  desde  1902  que  las  inyecciones  terapéu- 
ticas de  tuberculina,  en  los  casos  que  parecen  favorables,  aumentan  nota- 
blemente la  capacidad  aglutinante  del  suero. 

El  Dr.  Tkissirr  :  Me  ha  sorprendido  la  frecuencia  de  la  serorreacción  en 
dos  afecciones :  1.*,  en  la  estrechez  mitral  tipo  Pptain;  2.*,  en  ciertos  casos 


t^ 


163 

de  albnminaria  infantil,  bien  determinados  desde  el  panto  de  rista  clínico 
y  que  curan  espontáneamente  en  dos  ó  tres  afioe.  He  llegado  á  considerar 
en  estos  casos  de  albaminuría  la  serorreacción  positiva  como  signo  de  buen 
presagio  desde  el  panto  de  vista  del  pronóstico.  No  me  es  posible  dar  ana 
explicación,  pero  someto  á  yaestro  juicio  la  siguiente  hipótesis.  ¿Se  inmu- 
nizan espontáneamente  los  niños  de  familias  de  herencia  tuberculosa  ó  que 
padecen  paratuberculosis?  ¿No  recibirán  toxinas,  puesto  que  los  bacilos  son 
detenidoe  por  la  placenta? 

El  Dr.  Gharrik  :  Hay  desacuerdo  aparente  en  este  asunto,  puesto  que  en  ^ 
loa  conejillos  de  Indias  de  poca  edad  se  observa  la  serorreacción  tuberculo- 
sa, que  no  existe,  en  cambio,  en  los  niños  en  los  primeros  afios  de.  su  exis- 
tencia. 

El  Dr.  Hknbijban:  He  demostrado  en  mi  laboratorio  que  la  placenta  de- 
tiene los  bacilos  y  deja  pasar  las  toxinas.  La  diferencia  de  los  resultados 
que  se  observan  en  el  nifio  y  en  el  conejillo  de  Indias  joven  depende,  al  pa- 
recer, de  que  en  los  animales  sometidos  á  la  experimentación  se  emplean 
dosis  de  tubérculo  mayores  que  las  que  existen  en  nuestros  enfermos. 

El  Dr.  Gharrin:  El  papel  de  detención  de  los  microbios  por  la  placenta,  y 
la  defensa  que  ejerce  este  órgano,  merecen  ser  tenidos  muy  en  cuenta,  pero 
conviene  no  olvidar  la  de  las  materias  minerales  de  la  economía.  Respecto 
á  este  partícular  se  vislumbran  datos  interesantes.  \, 

El  Dr.  Dbkis  :  La  cuestión  capital  consiste  en  saber  cuál  es  el  producto 
que  determina  la  aglutinación.  De  los  estudios  hechos  en  mi  laboratorio 
resulta  que  este  papel  es  desempeñado  por  los  principios  que  quedan  en  el 
cuerpo  del  bacilo.  Por  consiguiente,  si  en  los  recién  nacidos  de  padres  tu- 
berculosos no  existe  la  aglutinación,  es  porque  la  placenta  materna  no  deja 
pasar  los  microbios  y  sus  propiedades  aglutinantes.  Sólo  pasan  las  toxinas. 

El  Dr.  Ghárrin  :  No  me  satisface  esta  explicación,  porque  la  aglutina- 
ción se  observa  en  los  conejillos  de  Indias  cuyos  padres  son  tuberculosos,  y 
en  estos  animales  la  herencia  bacilar,  si  existe,  es  rara. 

El  Dr.  OouRMOHT :  Creo  que  es  preciso  diferenciar  la  substancia  agluti- 
nante del  suero  de  la  madre  y  las  toxinas  del  mismo  suero.  La  substancia 
aglutinante  es  detenida  leu  parte  por  la  placenta  y  no  pasa  al  feto  en  pro- 
porción notable.  Es  indudable  que  entre  las  toxinas  maternas  son  deteni- 
das también  por  la  placenta  las  aglutinógenas,  puesto  que  en  el  feto  no  se 
observa  aglutinuria.  Pero  el  filtro  placentario  puede  ser  deficiente  en  al- 
gún punto  y  dejar  pasar  sin  excepción  la  substancia  aglutinante  ó  las 
substancias  aglutinógenas. 

El  Dr.  Widal:  Guando  la  madre  padece  fiebre  tifoidea,  sólo  en  casos  ra- 
ros se  observa  la  propiedad  aglutinante  en  el  nifio  y  en  estos  casos  el  suero 
materno  es  aglutinante  en  alto  grado.  Quizá  esta  cuestión  de  la  dosis  ma- 
terna exista  también  en  la  tuberculosis. 

El  Dr.  Laoriffoül:  Mi  estadística  comprende  más  de  600  casos.  En  los 
enfermos  tuberculosos,  según  la  clínica,  la  serorreacción  fué  positiva  en  el 
92  por  100  de  los  casos.  Los  resultados  negativos  se  obtuvieron  en  las  for- 
mas graves  (granulia,  neumonía  caseosa,  tuberculosis  con  cavernas).  No 
hay,  por  lo  tanto,  seropronóstico  de  la  tuberculosis.  En  los  sujetos  sanos  en 
apariencia  85  por  100  de  casos  positivos.  En  los  enfermos  no  tuberculosos 

19 


162 

que  preocupa  al  clínico.  Es  también  indudable  que  diveraas  enfermedades 
infeccioeaB  pueden  prorocar,  en  la  sangre  del  hombre,  la  aparición  de  ana 
propiedad  aglutinante  tipica  con  el  bacilo  de  Eoch.  El  hecho  es  inneg^able 
para  la  fiebre  tifoidea;  creo  que  está  demostrado  también,  para  machas 
otras  enfermedades,  escarlatina* gripe,  y  sobre  todo  para  las  infecciones  de 
neumococos,  porque  en  dichos  casos,  é  insisto  sobre  este  hecho,  la  aglutina- 
ción desaparece  de  ordinario  poco  tiempo  después  de  la  deferTcscencia ;  ¿no 
es  la  mejor  prueba  de  que  la  tuberculosis  no  interyiene  en  la  génesis  del 
fenómeno? 

En  los  casos  de  esta  naturaleza  la  persistencia  de  la  serorreaocíón  doran- 
te ó  después  de  la  convalecencia  constituye,  por  lo  tanto,  un  dato  de  peso 
en  faTor  de  la  tuberculosis.  Estas  consideraciones  no  pueden  aplicarse  á  la 
fiebre  tifoidea,  porque  en  todos  los  casos  en  que  el  bacilo  de  Eoch  se  halla 
aglutinado,  dicha  reacción  persiste  meses  enteros  después  de  la  conralecen- 
cia.  No  he  podido  determinar  la  época  de  su  desaparición  por  haber  per- 
dido de  vista  demasiado  pronto  á  los  enfermos. 

En  resumen,  el  valor  diagnóstico  de  la  serorreacción  tuberculosa  en  los 
estados  agudos  es  una  cuestión  compleja.  Para  saber  si  coexiste  la  tuber- 
culosis latente  ó  crónica  con  la  enfermedad  intercurrente,  es  preciso  inves- 
tigar la  serorreacción  varias  veces,  antes  y  después  de  la  defervescencia, 
en  los  casos  en  que  el  resultado  es  primero  positivo.  El  resultado  negativo 
en  la  primera  prueba  ep  poco  discutible  y  no  hay  necesidad  de  repetir  el 
experimento. 

Si  se  trata,  por  el  contrario,  de  diagnosticar  la  granulia,  conviene  utili- 
zar los  datos  que  suministra  la  serorreacción,  porque  de  todos  modos  es  po- 
sible la  confusión,  pues  la  aglutinación  puede  producirse  ó  no,  como  ocu- 
rre en  la  fiebre  tifoidea,  la  grippe,  etc.  En  cambio  en  los  sujetos  apiréticos 
ó  que  no  presentan  signos  de  enfermedad  aguda  extraña  á  la  tuberculosis, 
la  s'erorreacción  positiva  constituye  una  presunción  en  favor  de  la  tuber* 
culosis. 

El  Dr.  L.  GuiKARD :  Deseo  únicamente  indicar  hechos  observados  con 
Rumpf  que  hemos  comprobado  después  varías  veces.  Los  procedimientos  de 
aglutinación  de  las  materias  bacilares  aglutinadas,  según  las  indicaciones 
de  Eoch,  son  de  empleo  más  difícil,  de  observación  más  minuciosa  y  más 
insegura  que  los  cultivos  homogéneos  Arloing-Gourmont.  Con  estos  culti- 
vos, en  los  casos  de  resultados  macroscópicamente  dudosos,  se  tiene  además 
la  ventaja  de  la  comprobación  microscópica  de  la  aglutinación  de  los  baci- 
los. La  sero-aglutinación,  conforme  á  lo  que  se  ha  dicho,  nos  ha  parecido 
interesantísima  por  las  modificaciones  y  variaciones  que  presenta  en  las 
diferentes  formas  de  tuberculosis  y  según  la  marcha  de  la  enfermedad,  de 
la  mejoría  y  del  tratamiento.  Hemos  comprobado  que  en  los  enfermos  de 
sanatorio  la  propiedad  aglutinante  aumenta  de  una  manera  notable  en  la 
primera  mitad  de  la  cura  y  disminuye  ó  desaparece  al  fin  de  una  buena 
cura.  Hemos  comprobado  también  desde  1902  que  las  inyecciones  terapéu* 
ticas  de  tuberculina,  en  los  casos  que  parecen  favorables,  aumentan  nota- 
blemente la  capacidad  aglutinante  del  suero. 

El  Dr.  TsissiBR  :  Me  ha  sorprendido  la  frecuencia  de  la  serorreacción  en 
dos  afecciones :  1.*,  en  la  estrechez  mitral  tipo  Pptain;  2.*,  en  ciertos  casos 


153 

de  albnminaria  infantil,  bien  determinados  deede  el  panto  de  vista  clinico 
y  que  oaran  espontáneamente  en  dos  ó  tres  afios.  He  llegado  á  considerar 
en  estos  casos  de  albuminuria  la  serorreacción  positiva  como  signo  de  buen 
presagio  desde  el  punto  de  vista  del  pronóstico.  No  me  es  posible  dar  una 
explicación,  pero  someto  á  vuestro  juicio  la  siguiente  hipótesis.  ¿Se  inmu- 
nizan espontáneamente  loe  niños  de  familias  de  herencia  tuberculosa  ó  que 
padecen  paratuberculosis?  ¿No  recibirán  toxinas,  puesto  que  los  bacilos  son 
detenidos  por  la  placenta? 

El  Dr.  Ghárbiv  :  Hay  desacuerdo  aparente  en  este  asunto,  puesto  que  en  * 
loa  conejillos  de  Indias  de  poca  edad  se  observa  la  serorreacción  tuberculo- 
sa, que  no  existe,  en  cambio,  en  los  niños  en  los  primeroe  años  de  su  exis- 
tencia. 

El  Dr.  HlBNRiJBAÑ:  He  demostrado  en  mi  laboratorio  que  la  placenta  de- 
tiene los  bacilos  y  deja  pasar  las  toxinas.  La  diferencia  de  los  resultados 
que  se  observan  en  el  niño  y  en  el  conejillo  de  Indias  joven  depende,  al  pa- 
recer, de  que  en  los  animales  sometidos  á  la  experimentación  se  emplean 
dosis  de  tubérculo  mayores  que  las  que  existen  en  nuestros  enfermos. 

El  Dr.  Gharrin:  El  papel  de  detención  de  los  microbios  por  la  placenta,  y 
la  defensa  que  ejerce  este  órgano,  merecen  ser  tenidos  muy  en  cuenta,  pero 
conviene  no  olvidar  la  de  las  materias  minerales  de  la  economía.  Respecto 
á  este  particular  se  vislumbran  datos  interesantes.  \, 

£1  Dr.  Denis  :  La  cuestión  capital  consiste  en  saber  cuál  es  el  producto 
que  determina  la  aglutinación.  De  los  estudios  hechos  en  mi  laboratorio 
resulta  que  este  papel  es  desempeñado  por  los  principios  que  quedan  en  el 
cuerpo  del  bacilo.  Por  consiguiente,  si  en  los  recién  nacidos  de  padres  tu- 
berculosos no  existe  la  aglutinación,  es  porque  la  placenta  materna  no  deja 
pasar  los  microbios  y  sus  propiedades  aglutinantes.  Sólo  pasan  las  toxinas. 

El  Dr.  Oharrin  :  No  me  satisface  esta  explicación,  porque  la  aglutina- 
ción se  observa  en  los  conejillos  de  Indias  cuyos  padres  son  tuberculosos,  y 
en  estos  animales  la  herencia  bacilar,  si  existe,  es  rara. 

El  Dr.  OoüBMOHT :  Creo  que  es  preciso  diferenciar  la  substancia  agluti- 
nante del  suero  de  la  madre  y  las  toxinas  del  mismo  suero.  La  substancia 
aglutinante  es  detenida  en  parte  por  la  placenta  y  no  pasa  al  feto  en  pro- 
porción notable.  Es  indudable  que  entre  las  toxinas  maternas  son  deteni- 
das también  por  la  placenta  las  aglutinógenas,  puesto  que  en  el  feto  no  se 
observa  aglntinuria.  Pero  el  filtro  placentario  puede  ser  deficiente  en  al- 
gún punto  y  dejar  pasar  sin  excepción  la  substancia  aglutinante  ó  las 
substancias  aglutinógenas. 

El  Dr.  Widal:  Guando  la  madre  padece  fiebre  tifoidea,  sólo  en  casos  ra- 
ros se  observa  la  propiedad  aglutinante  en  el  niño  y  en  estos  casos  el  suero 
materno  es  aglutinante  en  alto  grado.  Quizá  esta  cuestión  de  la  dosis  ma- 
terna exista  también  en  la  tuberculosis. 

El  Dr.  Lágriffodl:  Mi  estadística  comprende  más  de  600  casos.  En  los 
enfermos  tuberculosos,  según  la  clínica,  la  serorreacción  fué  positiva  en  el 
92  por  100  de  los  casos.  Los  resultados  negativos  se  obtuvieron  en  las  for- 
mas graves  (granulia,  neumonía  caseosa,  tuberculosis  con  cavernas).  No 
hay,  por  lo  tanto,  seropronóstico  de  la  tuberculosis.  En  los  sujetos  sanos  en 
\  apariencia  85  por  100  de  casos  positivos.  En  los  enfermos  no  tuberculosos 

19 


154 

(en  apftríeneU  ai  menos)  U  aerorreaceión  pnede  ser  posiÜTa.  Merece  men* 
ción  específtl  en  este  sentido  la  fiebre  tifoidea.  En  60  enfermos  de  esta  eia- 
se  he  TÍsto  á  la  serorreaceión  de  Arimng-Ooarmont  producir  resultados  po- 
sitiTos  en  el  90  por  100  de  ios  casos.  Es  imposible,  por  lo  tanto,  distingoir 
la  graonlia  de  la  fiebre  tifoidea  por  medio  de  la  serorreaceión.  Esta  paede 
ser  útil  principalmente  en  las  tnberenlosis  apiréticas. 

En  resumen,  j  como  conclusiones : 

Desde  el  punto  de  rista  general,  el  serodiagnóstico  sirre  para  demostrar 
la  frecnencia  grandísima  de  las  tuberculosis  latentes. 

Desde  el  punto  de  rista  práctico,  los  hechos  pueden  ser  considerados  del 
modo  siguiente:  la  serorreaceión  positiya  indica  un  ataque  por  el  bacilo  de 
Koch.  Este  resultado  puede  ser  debido  á  la  enfermedad  actual,  por  la  que 
se  emplea  el  serodiagnóstico,  pero  no  necesariamente.  Puede  también  re- 
conocer por  causa  un  foco  más  ó  menos  latente  de  tuberculosis  que  no  tie* 
ne  relación  alguna  con  la  enfermedad  actual. 

Para  resoWer  este  problema  se  necesitan  loe  datos  obtenidos  por  la  di* 
nica  ó  los  otros  métodos  de  laboratorio. 

La  serorreaceión  negatira  indica  que  el  organismo  está  indemne  de  tuber- 
culosis  ó  afectado  grayemente  por  el  bacilo  de  Eoeh,  j  en  este  caso  los 
otros  síntomas  permiten  en  general  hacer  el  diagnóstico. 

La  existencia  ó  la  falta  de  serorreaceión  no  permiten  por  si  solas  afirmar 
la  naturaleza  ó  no  naturaleza  tuberculosa  de  la  enfermedad ;  es  sólo  un 
elemento  de  diagnóstico  más  que  viene  á  sumarse  á  los  otros  elementos  su- 
ministrados por  la  clínica  ó  el  laboratorio.  El  clínico  debe  fundar  su  opi- 
nión en  el  conjunto  de  estos  datos  y  no  sólo  en  el  serodiagnóstico. 

El  Dr.  Boissoh:  El  uso  metódico  de  las  pesadas,  que  se  ha  hecho  regla- 
mentario en  el  ejército,  permite  conocer  en  seguida  á  los  indinduos  que 
se  hacen  sospechosos  de  tuberculosis.  En  estos  individuos  las  modificacio- 
nes de  los  ruidos  respiratorios  permiten  hacer  el  diagnóstico  procos  de  la 
tuberculosis,  pero  en  otros  la  tuberculosis  no  suministra  dato  alguno. 

El  Dr.  Arloivo:  Existe  un  hecho  experimental  sencillísimo.  Se  toma  un. 
animal  sano,  un  bórido,  se  le  inyectan  algunos  bacilos  y  se  obtiene  así  suero 
aglutinante.  Este  animal,  si  se  le  sacrifica,  no  presenta  signos  macroscó- 
picos —  y  muchas  Teces  ni  aun  microscópicos  —  de  tuberculosis.  La  aglu- 
tinación es  sencillamente  signo  del  paso  más  ó  menos  lejano  de  un  bacilo 
en  su  organismo.  En  la  práctica,  en  la  clínica,  el  hecho  no  es  tan  sencillo. 
El  clínico  necesita  toda  su  sagacidad  para  interpretarle. 

Sífilis;  estada  actual  de  su  sstudis  experimental.-^El  Dr.  Hbhbubah:  Aun- 
que es  imposible  en  la  actualidad  afirmar  el  papel  patógeno  del  treponema 
pallidum  en  la  etiología  de  la  sífilis,  aunque  nada  pueda  afirmarse  de  una 
manera  absoluta  mientras  que  no  se  consiga  aidlar  el  parásito,  cultivarle 
en  serie  en  estado  de  pureza  y  reproducir  la  sífilis  por  medio  de  estos  culti- 
vos, aunque,  en  una  palabra,  nuestros  conocimientos  presentes  no  bastan 
para  llevar  al  ánimo  la  convicción,  estamos,  sin  embargo,  autorizados  para 
concluir  que  el  papel  del  irepanema  pallidum  en  la  etiología  y  patogenia  de 
la  sífilis  es  muy  verosímil.  La  inoculación  de  la  sífilis  á  los  monos  ha  per- 
mitido estudiar  algunos  puntos  relacionados  con  la  profilaxis  y  la  terapéu- 
tica de  la  infección  sifilítica. 


155 

1.*"  Prkybnoióm. —  Los  Dree.  Metchnikoff  y  Roax  han  demostrado  expe- 
rimeñtalmente  qae  si  una  hora  y  hasta  ana  hora  y  tres  enartos  despnés  de 
hacer  ana  inoonlación  yirnlenta  al  mono  sé  fricciona  con  angaento  merca- 
rial  doble  ó  con  la  pomada  de  calomelanos  la  región  inocnlada,  no  se  pro- 
dace  accidente  alguno  local  y  el  animal  signe  siendo  susceptible  de  con- 
traer la  sifílis  si  se  le  hace  ana  nneva  inocnlación,  lo  que  prueba  que  la 
primera  contaminación  ha  sido  ineficaz  en  absolnto.  Gracias  á  la  fricción 
mercnríal  el  rirus  ha  sido  destruido  in  situ.  Las  lociones  con  la  disolución 
de  sublimado  al  1  por  1.000  han  sido  insuficientes. 

Metchnikoff  y  Rouz  han  observado  también  que,  extirpando  Teinticna- 
tro  horas  despnés  de  la  inoculación  la  parte  inoculada  de  la  oreja  de  un 
macaco,  se  evita  todo  accidente  y  el  animal  queda  susceptible  de  contraer 
la  sífilis  si  se  le  inocula  de  nuevo. 

Sometiendo  el  punto  inoculado  durante  cuarenta  minutos  á  la  tem|>era- 
tnra  de  48*,  lo  que  se  logra  por  medio  de  un  baño,  no  se  consiguió  en  un 
cinocéfalo  impedir  el  desarrollo  del  accidente  local. 

2.^  Inmunización. —  Al  contrario  de  lo  que  se  ha  creído  durante  mucho 
tiempo,  la  experimentación  en  el  hombre  y  en  el  mono  ha  demostrado  que 
la  inmunidad  contra  la  sífilis  no  se  obtiene  ni  con  gran  facilidad  ni  con 
mucha  rapidez.  Metchnikoff  y  Roux  inocularon  un  orangután  y  despnés 
un  chimpancé,  primero  con  virus  sifilítico  procedente  de  monos  itiferiores, 
de  macacos,  virus  que  se  suponía  estaba  atenuado  y  poseía  propiedades  de 
vacuna.  Después  inocularon  virus  humano  al  primero  á  los  diez  días  y  al 
segundo  á  los  dieciocho.  Esta  segunda  inoculación  dio  resultados  positivos 
en  ambos  casos,  lo  que  prueba  que  los  animales  no  estaban  vacunados. 
Queyrat  ha  demostrado  también  que  en  el  hombre  la  auto-inoculación  del 
chancro  sifilítico  es  eficaz  á  veces  hasta  diez  y  doce  días  después  de  apare- 
cer el  primer  chancro,  es  decir,  más  de  tres  ó  cuatro  semanas  después  del 
contagio,  lo  que  prueba  que  Us  tentativas  de  inoculación  del  organismo 
contra  el  virus  sifilítico  no  es  todavía  completa  á  los  diez  días  de  la  apari- 
ción del  chancro. 

Ijas  tentativas  de  inmunización  hechas  con  productos  terciarios,  detritus 
de  un  goma  ó  virus  sometido  durante  treinta  minutos  á  una  temperatura 
de  48^,  han  sido  ineficaces. 

8.*  SxROTXRAFiA. — Dosdc  los  prímcros  trabajos  sobre  la  seroterapia  de  las 
enfermedades  infecciosas  se  ha  intentado  preparar  sueros  antisifilíticos.  Se 
han  inyectado  á  diversos  animales  productos  sifilíticos  con  la  esperanza  de 
comunicar  á  su  suero  propiedades  preventivas  ó  curativas.  Se  ha  ensayado 
también  la  acción  de  la  sangre  (Neisser)  y  del  suero  (Finger  y  Landstei- 
ner)  de  sifilíticos  en  el  período  de  evolución  de  la  enfermedad  ó  curados. 
Todas  estas  tentativas  han  sido  ineficaces. 

La  inoculabilidad  de  la  sífilis  á  los  monos  abrió  una  nueva  vía  en  este 
orden  de  ideas,  y  Metchnikoff  y  Roux  supusieron  que  quizá  los  monos  infe- 
riores que  contraen  con  tanta  facilidad  el  accidente  primario  y  curan  en 
poco  tiempo,  suministrarían  un  suero  más  activo  que  el  obtenido  de  caba- 
llos y  de  otros  animales  domésticos.  Para  convencerse  de  ello  inocularon 
la  sífilis  á  macacos  y  cinocéfalos  y  después  les  inyectaron  debajo  de  la  piel 
sangre  virulenta  de  sifilíticos  en  plena  roseóla.  El  suero  obtenido  de  ani- 


156 

males  tratados  asi  durante  más  de  qaioce  meses,  produjo  resaltados  poco 
satisfactorios,  qae  paeden  resumirse  como  si^e : 

1.^  En  todos  los  eiperímentos  el  tuero  inyectado  debaio  de  la  piel  fué  tnae- 
tivo  contra  el  yiras  introducido  en  el  organismo. 

2.*  La  mezcla  previa  in  vitro  del  suero  y  del  viras  hizo  á  reces  á  éste  in- 
ofensivo, pero  de  una  manera  inconstante. 

3."  Aplicando  sobre  los  pantos  inoculados  el  polvo  del  suero  desecado  se 
contiene,  al  parecer,  en  ciertos  casos  la  evolución  de  los  accidentes. 

Estos  hechos  prueban  que  los  sueros  preparados  de  la  manera  indicada 
poseen  una  actividad  insuficiente,  porque  sus  efectos  no  son  constantes. 
Sin  embargo,  los  resultados  obtenidos  no  carecen  de  interés,  lo  que  animó 
á  Metchnikoff  y  Rouz  á  intentar  obtener  un  suero  mis  enérgico  prepa- 
rando nuevos  monos  por  inyecciones  intravenosas.  Hasta  ahora  se  desco- 
nocen los  resultados. 

Gippolina,de  Qénova,ha  hecho  recientemente,  en  colaboración  con  Risso, 
tentativas  de  seroterapia  en  el  hombre,  empleando  suero  de  un  animal 
inyectado  con  sangre  desfíbrinada  de  sifilíticos  en  el  periodo  secundario, 
suero  adicionado  de  una  cantidad  poquefia  de  glóbulos  rojos  del  mismo 
animal  en  disolución  hemolitica.  Estos  autores  han  obtenido  resultados  fe- 
lices en  lesiones  secundarias,  y  particularmente  en  las  terciarias  en  vias  de 
alceraciód,  sin  contar  la  acción  reconstituyente  sobre  el  organismo  sifi- 
lítico. 

Hoy  podemos  intentar  la  definición  etiológica  de  la  sífilis  y  decir  con 
Metchnikoff  que  es,  al  parecer,  una  esperilosis  crónica  producida  por  el 
epiraehoBte  paluda,  ó  epironema  pallida^  ó  treponema  pallidum^  de  Schaudin, 
patógeno  sobre  todo  para  la  especie  humana,  para  los  antropoides  y  para 
algunas  variedades  de  monos  inferiores. 

Afiadiremoe  que,  si  bien  estos  descubrimientos  que  esclarecen  de  un 
modo  tan  notable  la  sífilis,  enfermedad  infecciosa  y  contagiosa  por  esen- 
cia, nos  permiten  esperar  en  el  porvenir  un  tratamiento  inmunizador,  pre« 
ventivo  ó  curativo,  hasta  ahora  no  hemos  conseguido  resolver  el  problema. 
No  obstante  los  descubrimientos  recientes,  merecen  por  su  gran  interés 
llamar  la  atención  del  mundo  médico  y  científico. 

El  Dr.  Hallo PEAU  (Conclusiones):  1.'  La  producción,  durante  el  desarro- 
llo de  la  sífilis,  de  lesiones  múltiples,  de  caracteres  diferentes,  sólo  puede 
explicarse  por  una  evolución  del  treponema ;  la  influencia  del  medio  que 
podría  invocarse  no  explica  estos  hechos  porque  es  secundaria  á  una  modi- 
ficación en  las  condiciones  de  nutrición  del  parásito;  su  única  interpreta- 
ción posible  es  la  intervención  de  toxinas  diferente»;  si  estos  prbductoese 
modifican,  tienen  que  modificarse  también  por  necesidad  sus  generadores. 

2.*  Conviene  conocer  las  modificaciones  que  experimenta  el  parásito,  no 
sólo  ep  los  diferentes  períodos  del  chancro  duro,  como  han  hecho  Erzyzta- 
lowicz  y  Siedlecki,  sino  también  en  las  manifestacionoB  secundarias  y  ter- 
ciarias de  la  enfermedad. 

8.'  Estas  modificaciones  son  ligeras,  porque  todos  los  sifilomas  inocula- 
dos á  sujetos  sanos  determinan  en  ellos  la  aparición  del  treponema  típico. 

4.*  En  todos  los  sifilomas  hay  proliferación  local  del  treponema;  este 
proceso  merece  el  nombre  de  intra-inoculación ;  domina  toda  la  patogenia 


167 

de  la  enfermedad;  esté  ea  contradicción  completa  con  la  imposibilidad 
obserTada  hasta  ahora  de  reproducir  por  auto*inocnlación  estas  lesiones 
especíñcas;  es  necesario  repetir  las  tentatiyas  de  aato-inocalación  en  el 
hombre  y  en  los  antropomorfos;  si  siguen  dando,  como  ha  ocurrido  en  dos 
de  nuestros  experimentos,  resultados  negatiros,  la  hipótesis  más  yerosimil 
es  qae  las  proliferaciones  locales  están  subordinadas,  en  la  sífilis,  á  la  im- 
pregnación toxinica  del  tejido,  procedente  de  un  depósito  inicial ;  es  fácil 
comprobarla  experimentalmente. 

Ineeiiidad  de  les  polvos  procodontos  do  la  dosooaclón  do-los  esputos  tuborou- 
loooo.  —  El  Dr.  Oadéáo:  Los  polyos  procedentes  de  la  desecación  de  los  , 
esputos  tuberculosos  son  inofensivos  para  las  vías  digestivas  y  para  las 
respiratorias.  Sabemos  que  no  existe  un  solo  hecho  experimental  que  de- 
muestre la  transmisión  de  la  tuberculosis  por  inhalación  de  ios  polvos 
recogidos  en  los  locales  habitados  por  tuberculosos.  Hemos  demostrado 
que  es  casi  impoeible  hacer  que  se  desarrolle  esta  enfermedad  por  la  inha- 
lación de  los  polvos  puros  procedentes  de  los  esputos  tuberculosos  deseca- 
dos en  la  obscuridad.  La  ingestión  de  estos  polvos  á  la  dosis  de  25,  50  y  75 
miligramos  y  hasta  de  1  y  2  centigramos,  es  también  inofensiva  para  los 
conejillos  de  Indias .  Más  de  cien  animale^^  de  esta  especie  han  resistido  la 
absorción  de  polvos  de  este  género  á  dosis  superiAres  á  las  que  son  sus- 
ceptibles de  contaminar  los  alimentos,  las  frutas  y  las  bebidas.  Es  nece- 
sario hacer  ingerir  10  centigramos  de  estos  polvos  para  producir,  y  esto  en 
casos  excepcionales,  lesiones  tuberculosas. 

La  desecación  y  la  conversión  rápida  de  los  esputos  en  polvos  moviliza- 
bles,  son  medios  naturales  de  preservación  contra  la  infección  tubercu- 
losa. 

Tratamloato  olotomátioe  do  la  apondlcitlo  por  el  timol.  —  El  Dr.  Ooiart:  La 
apendicitis  es  casi  siempre  de  origen  parasitario,  y  para  curarla  basta  ad- 
ministrar un  vermífugo.  Es  preferible  el  timol  á  dosis  elevadas,  seguido 
de  un  purgante  salino,  con  cuyo  tratamiento  he  obtenido  siempre  la  cura- 
ción; tiene  la  ventaja  de  ser  aplicable  á  todos  los  casos  de  apendicitis,  sin 
que  sea  necesario  el  examen  previo  de  las  materias  fecales  para  buscar  en 
ellas  loe  huevos  de  los  vermes  intestinales. 

El  timol  debe  administrarse  en  polvo  y  á  dosis  elevadas,  2  á  8  gramos 
por  día,  en  sellos  de  1  gramo,  que  se  toman  en  una  pequeña  cantidad  de 
agua  caliente  y  con  una  hora  de  intervalo.  Se  repite  el  tratamiento  por 
espacio  de  tres  días,  durante  los  cuales  el  enfermo  sólo  beberá  agua. 

El  timol  es  bien  tolerado  por  los  enfermos,  que  pueden  continuar  su  vida 
y  su  alimentación  normales.  Únicamente  se  les  prohibirá  tomar  aceite, 
glicerina,  ácido  acético,  cloroformo,  éter,  y  en  particular  alcohol.  El  timol 
es,  en  efecto,  soluble  en  estos  líquidos,  lo  que  hace  posible  su  absorción  y 
el  envenenamiento. 

La  medicación  timolada  es  aplicable  al  iaratamiento  de  la  apendicitis  y 
de  la  fiebre  tifoidea,  á  la  expulsión  de  los  vermes  intestinales,  de  los  an- 
quilostomas,  de  las  anguilulaa  y  aun  de  las  tenias. 

{Le  Bulletin  Medical),  —  F.  Toledo. 


158 


PERIÓDICOS 


Auteultación  tral  como  procodlmionto  diagnóstico.  —  En  la  clinica  de  Móde- 
na  ha  Uatnaao  el  Dr.  Galvagni  la  atencióo  sobre  la  anscultación  de  los  rai- 
dos respiratorios  practicada  directamente  én  la  boca  del  enfermo,  procedí* 
miento  que  aconseja  principalmente  en  aquellos  casos  en  que  cuesta  ira* 
bajo  distinguir  el  roce  pleuritico  de  los  estertores. 

También  couTiene  este  procedimiento  para  escachar  loe  estertores  que 
se  prodncen  en  las  partes  centrales  del  pulmón. 

En  cambio  los  raidos  pleuríticos,  por  la  distancia  á  que  se  producen  y 
más  que  por  esto,  por  la  dificultad  con  que  son  conducidos  por  los  bron- 
quios, no  se  perciben  ó  se  perciben  muy  mal  por  medio  de  la  ausoultación 
oral.  —  {Riforma  medica),  —  R.  del  Valle. 

Una  operación  ooncllla  contra  las  bomorroidot.— El  Dr.  H.  Randell,  acon- 
seja el  método  siguiente :  Después  de  limpio  el  recto  con  un  enema  se  sien- 
ta al  enfermo  sobre  un^orinal,  lleno  de  agua  caliente,  para  que  salgan  las 
hemorroides  y  después  se  anestesia  al  paciente.  Se  cogen  las  hemorroides 
con  una  pinza  y  se  las  liga  con  catgut  fuerte,  lo  más  cerca  posible  de  la 
base.  8i  el  tumor  es  muy  grueso,  se  hace  la  transfixión  y  se  liga  en  doe 
partes.  Las  hemorroides  se  extirpan  después  con  tigeras  cerca  de  las  liga- 
duras,  se  aplica  an  supositorio  de  morfina  y  se  traslada  el  enfermo  al  lecho. 
Al  dia  siguiente,  se  administra  un  laxante  que  se  repite,  si  es  preciso, 
reinticuatro  horas  después.  El  enfermo  puede  dedicarse  á  sus  ocupaciones 
casi  siempre  antes  de  una  semana. 

La  curación  rápida  es  debida  á  las  causas  siguientes :  la  ligadura  con 
cat^t  fuerte  rompe  la  túnica  interna  de  los  vasos,  asi  que  cuando  se  ex- 
tirpa la  hemorroide  y  se  desprende  la  ligadura  no  hay  hemorragia,  y  que- 
dan heridas  limpias  que  caran  con  rapidez.  El  laxante  expulsa  la  sangre 
contenida  en  el  recto  y  previene  la  hiperemia.  Este  método  es  eficaz,  y  en 
800  casos,  sólo  ha  observado  el  autor  una  hemorragia,  que  se  contuvo  con 
un  tapón  aplicado  al  ano  durante  veinticuatro  horas. 

{Revue.  de  ther.  medico-chirurgicale^  15  julio  1906).— F.  Toledo. 

Tratamiento  do  la  bronqaitio  crónica  con  loo  rayoo  ROntgon.  —  En  el  último 
Congreso  alemán  de  medicina  interna,  el  Dr.  Teodoro  Schilling  refirió 
haber  tratado  varios  casos  de  bronquitis  crónica  con  los  rayos  Rdntgen, 
empleando  casi  siempre  tubos  duros.  En  todos  los  enfermos,  excepto  ano, 
disminuyó  más  ó  menos  la  secreción  bronquial.  Hasta  en  casos  que  ya  te- 
nían varios  meses  de  antigüedad  se  observó,  como  consecuencia  inmediata 
del  tratamiento,  el  alivio,  y  á  veces  de  un  modo  paulatino,  la  supresión 
completa  de  la  expectoración,  sin  que  se  presentara  al  mismo  tiempo  nin- 
gún fenómeno  accesorio  desagradable.  Además,  mejoraron  el  estado  obje- 
tivo, y  sobre  todo,  las  molestias  asmáticas  de  los  pacientes. 

En  la  discusión  promovida  con  motivo  de  esta  comunicación,  el  doctor 


159 

Bteffan  dijo  Iiaber  tratado  cttsos  de  asma  bronqaial  con  los  rayos  X  y  estar 
satisfecho  del  resaltado  obtenido.  En  cambio,  el  Dr.  De  Jaksch  dijo  que  la 
mejoría  que  él  también  observó  en  casos  análogos  fué  pasajera. 

(Zeniralblatt  für  innere  Medizin).  —  R.  del  Valle. 

Empleo  terapéutice  del  acide  protoeetrárioo.  —  El  ácido  protooetrárico  es 
un  derivado  de  la  cetrarina,  obtenida  del  liquen  de  Islandia  (cetraría  islán- 
dica). Fué  descrito  primeramente  por  Enopp  y  Schnedermann  y  estudia- 
do después  por  Hesse.  Sus  efectos  antieméticos  fueron  utilizados  prime- 
ramente en  la  clínica  de  Hachard  por  Brissemoret  y  Degny  {Journal  des 
practieiena,  12  septiembre  1897).  Ghevalier  (Bulletin  general  de  therapeuli^ 
gue^  28  mayo  1906),  ha  llamado  la  atención  sobre  la  utilidad  de  este  medica- 
mentó  contra  el  mareo.  Contiene  las  contracciones  espasmódicas  y  la  irrita- 
bilidad del  estómago  y  ejerce  una  acción  marcada  sobre  el  sistema  nerrio- 
so  central.  A  dosis  elevadas  obra  como  paralizante  bulbomedular;  á  dosis 
terapéuticas  su  acción  no  es  evidente,  pero  es  indudable  que  esiste,  puesto 
que  contiene  los  vómitos  de  la  tabes  y  del  embarazo  que  son  de  origen  cen- 
tral. La  disolución  alcohólica  (0*16  á  1  cent,  cúb.),  puede  emplearse  á  la 
dosis  de  25  á  60  gotas  varias  veces  al  día,  equivalentes  á  5  ó  6  centigramos 
de  ácido  protocetrárico  en  las  veinticuatro  horas.  La  disolución  puede  to- 
marse vertiendo  las  gotas  en  na  terrón  de  azúcar. 

( Medical  News,  !.•  septiembre  1906).—  P.  Toledo. 

La  tensión  arterial  en  el  estada  patalógica.  —  El  Dr.  Torchio  resume  el  re- 
sultado de  sus  investigaciones  acerca  de  la  tensión  arterial  en  loe  siguien- 
tes términos : 

Para  disminuir  la  presión  arterial  muy  elevada,  el  medía  mejor  es  el 
reposo ;  también  son  útiles  la  dieta  láctea  y  el  yodo,  tanto  administrado  al 
interior  como  inyectado  hipodérmicamente  bajo  la  forma  de  yodipina. 

En  los  nefríticos  se  consigue  á  veces  con  an  baño  de  vapor  disminuir  la 
tensión  arterial,  sin  que  se  debilite  al  mismo  tiempo  la  energía  cardiaca. 
En  la  uremia,  la  sangría  hace  bajar  rápida  y  considerablemente  la  presión 
sanguínea,  pero  también  de  un  modo  muy  fugaz.  De  los  medios  que  aumen- 
tan la  presión  sanguínea,  la  digital,  el  estrofanto  y  la  esparteína  dan  re- 
sultados muy  inseguros;  en  cambio,  la  adrenalina  y  la  disolución  fisiológi- 
ca de  sal  común  en  inyección  subcutánea  son  medios  muy  seguros  para 
hacer  subir  la  presión  sanguínea. 

Las  toxinas  tuberculosas  son  principalmente  de  naturaleza  hipotensiva; 
pero  la  hipotensión  de  los  tuberculosos  no  es  constante,  puesto  que  cuando 
el  proceso  tu^berculoso  coincide  con  lesiones  arterio-esclerósicas  ó  renales 
ó  con  anomalías  del  metabolismo  nutritivo,  se  observan  á  veces  elevaciones 
moderadas  de  la  presión  sanguínea. — (Oaxz,  degli  08pedali),^R,  del  Valle. 

Fórmula  para  la  administración  de  la  santonina  on  la  infancia.— Para  evitar 
la  intoxicación  por  la  santonina  aconseja  Kuchenmeister  administrarla  en 
1  os  niños  asociada  al  aceite  de  oliva.  Gomo  esta  mezcla  es  mal  aceptada  por 
los  niños.  J.  Ferreira  prefiere  combinar  la  santonina  con  el  aceite  de  ricino, 
que  tiene  además  la  ventaja  de  expulsar  ios  ascárides.  Para  enmascarar  el 


160 

"^MK^r  de  U  mesóla  U  asooia  con  otras  substancias.  En  loe  nifios  de 
dl«s  afi^  iMreecnbe  la  fdrmula  úgaiente : 

^atvJttiMu 10  eeotígramos. 

^«•««ciM  de  badiana 10  gotas. 

Aml«d*ri«ao. 20  gramos. 

Sdikctlago  de  pióos  Crispos 40       — 

fiirmnla  pnede  emplearse  en  los  nifios  de  cualquier  edad,  variando 
U  d^^  :  la  santonina  se  emplea  á  la  de  I  centigramo  por  año  de  edad,  el 
ac^íti»  de  ricino,  á  la  de  2  gramos  y  la  esencia,  á  la  de  1  gota. 

(La  Prease  Medícale,  15  septiembre  1906).  —  F.  Tolkdo. 

Intoiicicién  con  carne  de  cordero.  —  Refiere  el  Dr.  F.  Zalplachta  que  en 
uu  pueblo  de  Rumania  cayeron  enfermas,  con  síntomas  grares  de  into* 
xtüacjón  seguidos  en  algunos  casos  de  muerte,  unas  yeinte  personas  qne 
habiai»  comido  juntas  carne  de  un  mismo  cordero.  Estas  intozicacicfbes  se 
han  observado  en  Rumania  con  alguna  frecuencia  últimamente,  pero  el 
análisis  químico  y  bacteriológico  no  logró  descubrir  la  causa  en  el  caso 
actuáK  y  por  lo  tanto,  cree  el  autor  que  se  trata  de  una  afección  no  bien 
eoDQCÍtia  del  animal  respectivo,  afección  que  sería  análoga  á  la  observada 
por  investigadores  alemanes  en  vacas  y  en  caballos  (bac.  énteriditis  Gart- 
Der,  bac.  énteriditis  mucosus,  etc.). 

De  tidos  modos  el  hecho  es  interesante  por  cuanto  puede  explicar  qui- 
zá muchos  casos  de  ^estómago  sucio'  de  fiebre  tífica,  etc. 

(Spüalul).  —  R.  DEL  Yallb. 

VaciinBOlén«de  les  angiomat.  —  En  los  casos  de  angioma  aconseja  el  doctor 
Ha  118 en  Hacer  alrededor  y  sobre  los  tumores  escarificaciones  poco  profundas 
y  frotar  encima  linfa  vacuna.  De  este  modo  se  forman  pústulas  de  vacuna 
en  las  iomediaciones  y  sobre  el  angioma  que  es  eliminado,  quedando  en 
su  lugar  ana  cicatriz.  Este  tratamiento  está  indicado  en  los  angiomas  ca- 
tánaoa  y  de  la  piel  del  cráneo,  excepto  la  región  palpebral.  Bi  existen  va- 
rios apgiomas,  se  tratan  todos  á  la  vez. 

(IliP.  de  thier.  Medico- chirurgicale,  15  septiembre  1906).  —  F.  Tolbdo. 

IfiloxÍGtción  eon  el  purgan.  ^  Refiere  el  Dr.  Holz,  que  habiendo  tomado  él 
mistnii  el  purgen,  medicamento  que  se  prepara  con  la  fenolftaleína,  en  can- 
tidad de  17  tabletas  de  diverso  tamaño  y  en  el  espacio  de  seis  semanas,  se 
lo  preBetitaron  fenómenos  irritativos  muy  violentos  de  parte  del  intestino 
con  oclusión  de  éste,  grandes  dolores  de  ríñones  y  presencia  desangre  y 
albámina  en  la  orina.  Otros  autores  refieren  también  haber  observado  sig- 
noe  de  intoxicación  fenicada  en  la  orina  con  el  uso  del  purgen. 

(^Berl,  Klin.  Wochenschr),  —  R.  dbl  Valls. 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


UN  NUEVO  REMEDIO  DEL  MAL  DE  BRiGTH 

roRn 

DR.  D.  EMILIO  PÉREZ  NOQUERA 

Médico  del  Catrpode  Sftoidftd  MiliUr. 


Entre  la  multitud  de  medicamentos  recomendados  en  estos  últimos 
años  contra  las  nefritis  agudas  y  crónicas,  merecen  particular  men- 
ción, por  los  grandes  beneficios  que  algunas  veces  proporcionan  el 
bromuro  de  litio,  la  nitroglicerina,  la  electricidad  bajo  forma  de  co- 
rrientes galvánicas  y  el  azul  de  metileno. 

El  primero  de  dichos  agentes  medicamentosos  ha  sido  empleado 
por  Polakow  en  22  enfermos  de  nefritis  parenquimatosa  aguda 
y  crónica,  consiguiendo  siempre  el  aumento  de  la  diuresis,  la  des- 
aparición de  los  edemas  y  la  disminución  de  la  cantidad  de  albúmi- 
na eliminada  en  veinticuatro  horas.  Este  último  resultado  comienza 
á  manifestarse  á  las  tres  ó  cuatro  semanas  de  tratamiento,  continúa 
acentuándose  cada  vez  más  durante  cierto  plazo  y  permanece  des- 
pués estacionario  por  tiempo  indefinido.  Para  obtener  entonces  una 
nueva  disminución  de  la  cantidad  de  albúmina  urinaria,  se  hace 
preciso  suspender  la  medicación  por  dos  ó  tres  días,  volviéndola  á 
comenzar,  después  de  este  corto  periodo  de  descanso,  á  las  mismas 
dosis  que  se  empleara  anteriormente,  ó  mejor  aún,  en  cantidades  un 
poco  más  elevadas. 

De  las  22  observaciones  recogidas  por  el  autor,  tres  correspondían 
á  nefritis  gravidicas,  y  en  otro  caso  se  trataba  de  una  eclampsia 
puerperal  que  había  resistido  al  empleo  de  los  baños,  de  la  morfina 
y  del  cloroformo.  Los  accesos  convulsivos  desaparecieron,  no  obs- 
tante su  extraordinaria  rebeldía,  á  las  cuarenta  y  ocho  horas  de  tra- 
tamiento por  el  bromuro  de  litina. 

Afio  XXX.  -  Tomo  LXXIII.  —  Núm.  913^—1  Noviembre,  1S08.  18 


162 

Según  manifiesta  el  indicado  Profesor,  la  tolerancia  es  perfecta  en 
la  inmensa  mayoría  de  los  enfermos.  Sin  embargo,  en  uno  produjo 
náuseas  y  vómitos,  y  en  otro,  de  nefritis  aguda,  hubo  necesidad  de 
suspender  el  bromuro  Utico  por  haberse  presentado  algunas  hema- 
turias. 

He  aquí  la  fórmula  recomendada  por  Polakow: 

Bromuro  de  litina 1  gr.  25  cent.  &  2  gramos. 

Bicarbonato  de  sosa 4  gramos. 

Agua  destilada 210     — 

Esencia  de  menta 2  gotas. 

Para  tomar  de  8  &  4  cucharadas  de  las  de  sopa  al  dia. 

La  nitroglicerina  ha  sido  recomendada  por  Mayo  Robson,  después 
de  haberla  empleado  sistemáticamente  durante  todo  un  año  en  mu- 
chísimos casos  de  nefritis  crónica  paren qui matosa. 

Los  resultados  fueron  casi  siempre  muy  satisfactorios.  Un  hombre 
de  cincuenta ^y  seis  años,  con  grandes  edemas,  palidez  de  la  piel  del 
rostro,  pulsQ  duro  y  lento,  arterias  superficiales  duras  y  rígidas,  hi« 
pertrofia  cardíaca,  respiración  difícil,  orina  escasa  (80  centilitros  al 
día)  y  albuminuria  muy  exagerada,  comenzó  é  mejorar,  no  obstan- 
te tratarse  de  una  enfermedad  de  cuatro  años  de  duración,  desde  que 
se  hizo  uso  de  la  solución  de  trinitina  al  centesimo,  en  cantidad  de 
59  milímetros  cúbicos  cada  media  hora. 

Una  vez  iniciada  la  mejoría,  con  gran  aumento  de  la  diuresis  y 
considerable  disminución  de  la  albuminuria,  se  elevó  la  dosis  del 
medicamento  hasta  100  milímetros,  pero  dándolos  tan  sólo  tres  ve- 
ces en  las  veinticuatro  horas,  hasta  conseguir  la  completa  des- 
aparición de  todos  los  síntomas. 

El  autor  refiere  otros  diez  hechos  análogos. 

Por  otra  parte,  Burzhuiski  ha  publicado  una  Memoria  muy  deta- 
llada y  completa  sobre  el  mismo  asunto,  en  la  que  después  de  haber 
consignado  sus  observaciones  personales,  termina  reasumiendo  la 
opinión  que  le  merece  dicho  tratamiento  en  las  conclusiones  si- 
guientes: 

1.*  La  albuminuria  disminuye  siempre  y  en  proporciones  bastan- 
te notables  bajo  la  influencia  del  medicamento  administrado  en  pe- 
queñas dosis.     * 

2.*^  La  nitroglicerina  aumenta  también  la  cantidad  de  orina  eli- 
minada en  veinticuato  horas. 

3.^  El  aumento  gradual  de  las  dosis  de  dicha  droga  influye  en 
sentido  restrictivo  sobre  la  cantidad  de  albúmina  urinaria. 


163 

4/  El  único  síntoma  molesto  producido  por  la  medicación  es  una 
cefalalgia  muy  pasajera. 

Reating  Hart^  después  de  numerosos  ensayos  clínicos  y  de  repeti- 
dos experimentos  en  los  conejos,  deduce  que  el  tratamiento  eléctri- 
co es  un  poderoso  modificador  de  las  lesiones  renales  que  acompa- 
ñan á  la  nefritis  crónica,  obrando  de  dos  maneras:  por  su  acción 
intrínseca  vasodilatadora  y  diurética  y  por  sus  efectos  electrolíticos, 
•ocasionados  por  la  descomposición  del  cloruro  de  sodio  al  nivel  de 
los  polos  de  la  corriente,  con  penetración  de  sus  elementos  en  el 
organismo  á  través  de  la  piel. 

El  modo  de  obrar  de  dichas  aplicaciones  varia  considerablemen- 
te según  la  forma  en  que  se  ejecuten,  pues  mientras  las  fuertes  in- 
tensidades negativas  y  las  débiles  positivas  actúan  como  vasocons* 
tríctoras,  las  fuertes  intensidades  positivas  y  las  débiles  negativas 
Bon  vasodilatadoras.  Además,  las  corrientes  intensas  con  el  polo 
negativo  aplicado  sobre  la  nuca  son  diuréticas,  mientras  que  las 
débiles  sólo  desenvuelven  esta  misma  acción  cuando  es  el  polo  po- 
sitivo el  que  se  aplica  en  el  occipucio. 

En  cuanto  á  la  técnica  operatoria  preferida  por  el  autor,  fué  la 
«iguiente:  polo  positivo  sóbrela  nuca,  inmediatamente  por  debajo 
de  la  apófisis  occipital,  y  polo  negativo  un  poco  por  debajo  de  la 
región  lumbar.  Electrodo  positivo  muy  pequeño ;  electrodo  negativo 
bastante  grande  (9  por  20),  ambos  empapados  en  solución  saturada 
y  caliente  de  cloruro  sódico.  Duración,  media  hora  tres  á  cuatro 
veces  por  semana.  Intensidad  10  á  15  miliamperes. 

Los  baños  de  aire  caliente  ha  sido  otro  de  los  remedios  más  reco- 
mendados contra  las  nefritis  en  estos  últimos  tiempos.  Kuss  los  con- 
Bidera  como  un  procedimiento  de  los  más  infalibles  y  heroicos  en  el 
periodo  agudo  de  la  enfermedad,  y  mantiene  su  opinión  con  el  re- 
iato  de  12  observaciones  de  mal  de  Bright,  bastante  avanzado,  que 
curaron  por  completo  en  pocas  semanas  sin  más  medicación  que 
los  referidos  baños. 

Para  practicarlos,  el  autor  se  sirve  de  un  tonel,  dentro  del  cual 
coloca  al  enfermo,  y  cuya  abertura  superior  se  cubre  con  una 
manta  ajustada  al  cuello  del  paciente,  pues  este  último  debe  perma- 
necer con  la  cabeza  fuera  del  aparato.  En  el  interior  de  la  cuba  se 
colocan  algunas  lamparillas  de  alcohol,  que  son  suficientes  para  ca- 
lentar el  aire.  De  cuando  en  cuando  se  renueva  éste,  dejando  salir 
el  ácido  carbónico  y  vapor  de  agua  acumulado. 

En  cuanto  al  lactato  de  estroncio,  considerado  por  algunos  auto- 


164 

res  como  medicamento  casi  específico  de  la  nefritis  crónica,  no  hft 
tardado  mucho  tiempo  en  desacreditarse.  Bronowski  lo  ha  empleado 
en  diez  casos  (tres  de  forma  parenquimatosa  aguda,  seis  de  forma 
parenquimatosa  crónica  y  uno  de  intersticial),  sin  conseguir  otro 
beneficio  que  un  aumento  más  6  menos  acentuado  He  la  diuresis^ 
pero  sin  modificación  apreciable  en  la  cantidad  de  albúmina  elimi- 
nada en  veinticuatro  horas. 

En  la  variedad  intersticial  acompañada  de  considerable  diuresis,, 
no  pudo  observarse  modificación  de  ningún  género,  cuantitativa  ni 
cualitativa. 

Últimamente,  creyendo  el  Dr.  Netchaeff  (de  Moscou)  que  la  mayor 
parte  de  las  nefritis  están  determinadas  por  la  acción  de  diversas 
bacterias,  capaces  de  producir  profundas  alteraciones  en  los  ele- 
mentos histológicos  del  riñon,  y  teniendo  además  en  cuenta  que  el 
azul  de  metileno,  cuyos  efectos  bactericidas  han  sido  plenamente 
demostrados  por  diversos  experimentadores,  se  elimina  con  gran* 
rapidez  por  las  orinas  sin  sufrir  transformaciones  de  ninguna  clase,, 
hizo  uso  de  la  referida  droga  en  tres  casos  del  indicado  padeci- 
miento, consiguiendo  un  considerable  aumento  de  la  diuresis  acom- 
pañado de  disminución,  también  muy  pronunciada,  de  la  cantidad 
de  albúmina.  Esta  última  llegó  á  desaparecer  por  completo,  así 
como  los  cilindros  urinarios  y  las  células  epiteliales  procedente» 
del  riñon. 

Las  dosis  prescritas  por  el  colega  ruso  fueron  muy  pequeñas  (30 
centigramos  en  tres  fracciones  en  las  veinticuatro  horas,  pero  sola 
un  día  si  y  otro  no). 

Por  si  los  beneficios  obtenidos  dependían  exclusivamente  de  una 
acción  diurética  poco  conocida  del  medicamento,  el  autor  lo  ensa^ 
yó  en  varios  casos  de  hidropesías  cardíacas  y  hepáticas  con  consi- 
derable disminución  de  la  cantidad  de  orina,  sin  conseguir  la  más 
insignificante  mejoría. 

Neustar  ha  hecho  uso  de  la  misma  medicación  en  24  enfermos  de 
nefritis  aguda  (16  de  ellos  á  consecuencia  de  escarlatina),. consi- 
guiendo resultados  excelentes,  pues  desde  los  primeros  días  de  tra- 
tamiento aumentó  la  diuresis,  disminuyó  la  cantidad  de  albúmina,, 
desaparecieron  los  edemas  y  las  hemorragias  y  mejoró  el  estado 
general. 

Semoine  ha  tratado  7  casos  de  nefritis  parenquimatosa  por  medie 
del  azul  de  metileno,  consiguiendo  curar  por  completo  á  3  y  aliviar 
considerablemente  á  todos  los  demás;  Kramer  ha  logrado  la  cesa- 


165 

«ion  de  las  hematurias,  la  desaparición  de  la  albúmina  de  las  orinas 
y  la  rápida  mejoría  del  estado  general  en  4  enfermos  de  nefritis  he- 
tnorrágica,  administrando  el  píoctanino  azul  á  dosis  elevadas;  Del- 
icio y  Einhorn  aseguran  haber  comprobado  los  buenos  efectos  refe- 
ridos por  Netchaff,  y  Guillet  de  Grandumont  refiere  la  historia  de  un 
«ujeto  afectado  de  mal  de  Bright,  con  retinitis  y  gran  cantidad  de 
albúmina,  cuyos  trastornos  desaparecieron  casi  por  completo  á  los 
pocos  días  de  tratamiento  con  la  expresada  droga. 


Por  una  feliz  casualidad  he  podido  conyencerme  de  los  notables 
•efectos  producidos  por  el  pioctanino  azul,  cuando  se  prescribe  como 
tratamiento  de  las  nefritis  parenquimiatosas,  pues  al  emplearlo  en  el 
-caso  que  se  describe  á  continuación,  todavía  no  había  leído  las  ob- 
servaciones de  Netch^eff,  Neustab,  Semoine,  Kramer  y  Guillet. 

He  aquí  la  historia  clínica  de  referencia: 

El  moro  Abdelamalek  Ben  Hamed,  de  la  kábila  de  Capdana,  in« 
:gresó  en  el  Hospital  de  Chafarinas,  el  día  18  de  noviembre,  con  gran 
•derrame  ascítico;  edema  generalizado,  pero  mucho  más  visible  en 
los  párpados  y  en  las  extremidades  inferiores;  oliguria  y  disnea.  Ha- 
<^ia  cuatro  meses  que  se  encontraba  en  el  mismo  estado.  Orina  muy 
•albuminosa  (500  á  300  gramos  al  día,  con  10  gramos  de  albúmina  por 
litro).  La  falta  de  medios  para  llevar  á  cabo  un  examen  microscó» 
pico,  nos  impidió  averiguar  si  había  ó  no  cilindros  granulosos  y  cé- 
lulas epiteliales  procedentes  del  riñon. 

Instituímos  desde  luego  la  dieta  láctea  absoluta,  pero  sin  los  gran- 
des beneficios  que  teníamos  derecho  á  esperar.  Algo  disminuyó  el 
•edema  de  las  extremidades  inferiores  y  algo  aumentó  también  la 
cantidad  de  orina  eliminada  en  veinticuatro  horas;  pero  el  derrame 
escítico  y  la  hinchazón  dé  la  cara*permanecieron  invariables,  y  la 
proporción  de  albúmina  siguió  siendo  la  misma  con  muy  pequeñas 
oscilaciones. 

Sin  suspender  la  dieta  de  leche,  administramos  durante  varios 
días  (cerca  de  dos  semanas),  una  poción  con  yoduro  sódico,  fosfato 
<le  cal  y  acetato  de  potasa.  El  enfermo  continuó  lo  mismo.  Cambia- 
mos entonces  esta  prescripción  por  unos  sellos  que  contenían  lacto- 
sa y  cloruro  de  sodio,  sin  observar  ninguna  mejoría.  Teniendo  en 
•cuenta  los  antecedentes  palúdicos  del  sujeto,  comenzamos  á  admi« 
oistrar  un  gramo  diario  de  quinina  con  un  centigramo  de  ácido  ar- 
senioso; pero  hubo  que  suspender  al  poco  tiempo  dicha  medicación 


156 

males  tratados  asi  darante  más  de  qaioce  meses,  produjo  resaltados  poco 
satisfactorios,  qae  pueden  resumirse  como  sigue : 

1.^  En  todos  los  etperimeutos  el  mero  inyectado  debajo  de  la  piel  fué  inac* 
Hvo  contra  el  yiras  introducido  en  el  organismo. 

2.^  La  meascla  preria  in  vitro  del  suero  y  del  yiras  hizo  á  yeces  á  éste  in« 
ofensiyo,  pero  de  una  manera  inconstante. 

8."*  Aplicando  sobre  los  puntos  inoculados  el  poWo  del  suero  desecado  se 
contiene,  al  parecer,  en  ciertos  casos  la  eyolución  de  los  accidentes.    , 

Estos  hechos  prueban  que  los  sueros  preparados  de  la  manera  indicada 
poseen  una  actiyidad  insuficiente,  porque  sus  efectos  no  son  constantes. 
Sin  embargo,  los  resultados  obtenidos  no  carecen  de  interés,  loque  animó 
á  Metchnikoff  y  Rouz  á  intentar  obtener  un  suero  más  enérgico  prepa- 
rando nueyos  monos  por  inyecciones  intrayenosas.  Hasta  ahora  se  desco- 
nocen los  resaltados. 

Gippolina,de  Génoya,ha  hecho  recientemente,  en  colaboración  con  Risso, 
tentatiyas  de  seroterapia  en  el  hombre,  empleando  suero  de  un  animal 
inyectado  con  sangre  desfíbrinada  de  sifilíticos  en  el  periodo  secundario, 
suero  adicionado  de  una  cantidad  pequeña  de  glóbulos  rojos  del  mismo 
animal  en  disolución  hemolitica.  Estos  autores  han  obtenido  resultados  fe- 
lices en  lesiones  secundarias,  y  particularmente  en  las  terciarias  en  yias  de 
alceraciód,  sin  contar  la  acción  reconstituyente  sobre  el  organismo  sifi- 
lítico. 

Hoy  podemos  intentar  la  definición  etiológica  de  la  sífilis  y  decir  con 
Metchnikoff  que  es,  al  parecer,  una  esperilosis  crónica  producida  por  el 
epirachoBte  pallida,  ó  epironema  palli¿Uij  ó  treponema  pallidum,  de  Schaudin, 
patógeno  sobre  todo  para  la  especie  humana,  para  los  antropoides  y  para 
algunas  yariedades  de  monos  inferiores. 

Afiadiremos  que,  si  bien  estos  descubrimientos  que  esclarecen  de  un 
modo  tan  notable  la  sífilis,  enfermedad  infecciosa  y  contagiosa  por  esen- 
cia, nos  permiten  esperar  en  el  poryenir  un  tratamiento  inmunisador,  pre- 
yentiyo  ó  curatiyo,  hasta  ahora  no  hemos  conseguido  resolyer  el  problema. 
No  obstante  los  descubrimientos  recientes,  merecen  por  su  gran  interés 
llamar  la  atención  del  mundo  médico  y  científico. 

El  Dr.  Hállopbaü  {Condueiones):  l^  La  producción,  darante  el  desarro- 
llo de  la  sífilis,  de  lesiones  mdltiples,  de  caracteres  diferentes,  sólo  puede 
explicarse  por  una  eyolución  del  treponema ;  la  infiuencia  del  medio  que 
podría  inyocarse  no  explica  estos  hechos  porque  es  secundaria  á  una  modi- 
ficación en  las  condiciones  de  nutrición  del  parásito;  su  única  interpreta- 
ción posible  es  la  interyención  de  toxinas  diferentes^;  si  estos  prbductosse 
modifican,  tienen  que  modificarse  también  por  necesidad  sus  generadores. 

2.*  Gonyiene  conocer  las  modificaciones  que  experimenta  el  parásito,  no 
sólo  ep  los  diferentes  períodos  del  chancro  duro,  como  han  hecho  Krsysta- 
lowicz  y  Siedlecki,  sino  también  en  las  manifestaciones  secundarias  y  ter- 
ciarías de  la  enfermedad. 

8.*  Estas  modificaciones  son  ligeras,  porque  todos  los  sifilomas  inocula- 
dos á  sujetos  sanos  determinan  en  ellos  la  aparición  del  treponema  típico. 

4.*  En  todos  los  sifilomas  hay  proliferación  local  del  treponema;  este 
proceso  merece  el  nombre  de  intra-inoculación ;  domina  toda  la  patogenia 


167 

de  U  enfermedad;  está  en  contradicción  completa  con  la  imposibilidad 
obeerrada  hasta  ahora  de  reproducir  por  aato*inocalaoión  estas  lesiones 
especíñcas;  es  necesario  repetir  las  tentatiras  de  anto-inocalación  en  el 
hombre  y  en  los  antropomorfos;  si  signen  dando,  como  ha  ocnrrido  en  dos 
de  nuestros  experimentos,  resaltados  negatiros,  la  hipótesis  mis  verosimil 
es  qne  las  proliferaciones  locales  están  subordinadas,  en  la  sífilis,  á  la  im- 
pregnación tozinica  del  tejido,  procedente  de  un  depósito  inicial ;  es  fácil 
comprobarla  ezperimentalmente. 

Ineeuidad  de  les  polvos  proeedentes  de  la  deteoaoión  de  Jos  esputos  tubercu- 
leses.  —  ElDr.  Gadéao:  Los  polvos  procedentes  de  la  desecación  de  los  , 
esputos  tuberculosos  son  inofensÍTOS  para  las  vías  digestivas  y  para  las 
respiratorias.  Sabemos  que  no  existe  un  solo  hecho  experimental  que  de- 
muestre la  transmisión  de  la  tuberculosis  por  inhalación  de  los  polvos 
recogidos  en  los  locales  habitados  por  tuberculosos.  Hemos  demostrado 
que  es  casi  imposible  hacer  que  se  desarrolle  esta  enfermedad  por  la  inha- 
lación de  los  polvos  puros  procedentes  de  los  esputos  tuberculosos  deseca- 
dos en  la  obscuridad.  La  ingestión  de  estos  polvos  á  la  dosis  de  25,  50  y  75 
miligramos  y  hasta  de  1  y  2  centigramos,  es  también  inofensiva  para  los 
conejillos  de  Indias.  Más  de  cien  animales^ de  esta  especie  han  resistido  la 
absorción  de  polvos  de  este  género  á  dosis  superiAree  á  las  que  son  sus- 
ceptibles de  contaminar  los  alimentos,  las  frutas  y  las  bebidas.  Es  nece- 
sario hacer  ingerir  10  centigramos  de  estos  polvos  para  producir,  y  esto  en 
casos  excepcionales,  lesiones  tuberculosas. 

La  desecación  y  la  conversión  rápida  de  loe  esputos  en  polvos  moviliza* 
bles,  son  medios  naturales  de  preservación  contra  la  infección  tubercu- 
losa. 

Tratamiente  sistemátioe  de  la  apendleitis  por  el  timol.  —  El  Dr.  Güiart:  La 
apendicitis  es  casi  siempre  de  origen  parasitario,  y  para  curarla  basta  ad- 
ministrar un  vermífugo.  Es  preferible  el  timol  á  dosis  elevadas,  seguido 
de  un  purgante  salino,  con  cuyo  tratamiento  he  obtenido  siempre  la  cura- 
ción ;  tiene  la  ventaja  de  ser  aplicable  á  todos  los  casos  de  apendicitis ,  sin 
que  sea  necesario  el  examen  previo  de  las  materias  fecales  para  buscar  en 
ellas  los  huevos  de  los  vermes  intestinales. 

El  timol  debe  administrarse  en  polvo  y  á  dosis  elevadas,  2  á  8  gramos 
por  día,  en  sellos  de  1  gramo,  que  se  toman  en  una  pequeña  cantidad  de 
agua  caliente  y  con  una  hora  de  intervalo.  Se  repite  el  tratamiento  por 
espacio  de  tres  días,  durante  los  cuales  el  enfermo  sólo  beberá  agua. 

El  timol  es  bien  tolerado  por  los  enfermos,  que  pueden  continuar  su  vida 
y  su  alimentación  normales.  Únicamente  se  les  prohibirá  tomar  aceite, 
glicerina,  ácido  acético,  cloroformo,  éter,  y  en  particular  alcohol.  El  timol 
es,  en  efecto,  soluble  en  estos  líquidos,  lo  que  hace  posible  su  absorción  y 
el  envenenamiento. 

La  medicación  timolada  es  aplicable  al  tratamiento  de  la  apendicitis  y 
de  la  fiebre  tifoidea,  á  la  expulsión  de  los  vermes  intestinales,  de  los  an- 
quilostomas,  de  las  anguilulas  y  aun  de  las  tenias. 

{Le  Bulletin  Medical),  —  F.  Tolbdo. 


168 

subjetivos  del  lado  derecho,  ofreciendo  al  mismo  tiempo  un  estado 
vertiginoso  y  dolor  hemicráneo  correspondiente  al  mismo  lado.  En 
este  sujeto,  el  tratamiento  yodurado  acabó  con  la  hemicránea  y  el 
vértigo,  pero  dejó  en  el  mismo  estado  las  parálisis  del  acústico  y  del 
facial. 

De  la  sordera  siñlltica  lenta  ó  rápida,  sin  participación  de  la  pa- 
rálisis del  facial,  tenemos  registrados  gran  número  de  casos,  sobre 
todo  en  lo  que  hace  referencia  á  la  sordera  por  manifestación  sifllf* 
ca  hereditaria  tardfa;  pero  consideramos  que  tales  agrupaciones 
no  son  para  englobadas  en  el  epígrafe  del  Dr.  Lannois. 

Dice  el  autor,  que  semejante  asociación  es  raramente  registrada 
en  la  literatura  y  se  complace  en  citar  las  observaciones  de  Th. 
Barr,  de  Fournier,  de  Bouveret,  de  Binger,  de  parálisis  múltiple  de 
los  nervios  craneales,  de  Brühl  y  de  Rugani,  apoyándose  en  la  es» 
casez  de  observaciones,  para  publicar  cinco  casos  de  su  práctica 
personal,  en  los  que  con  bastante  constancia  se  dan  parecidos  ca* 
racteres  clinicps. 
Del  estudio  realizado,  deduce  las  conclusiones  siguientes : 
1.^  La  sífilis  puede  atacar  aisladamente  el  nervio  acústico  y  el 
facial;  pero  también  puede  interesar  simultáneamente  los  dos  tronc- 
eos nerviosos. 

2.*  Estas  parálisis  pueden  presentarse  en  todas  las  etapas  de  la 
sífilis. 

3.^  Su  patogenia  es  muy  variable,  pudiendo  estar  relacionados 
con  lesiones  terciarias,  como  exostosis  del  conducto  auditivo  inter- 
no, gomasen  el  trayecto  de  Jos  nervios,  meningo-encefalitis  de  la 
base,  debiéndose  más  frecuentemente  á  intoxicación  especial  del 
agente  sifilítico. 

4  '^  El  pronóstico  es  desfavorable  para  el  oído  y  menos  funesto 
para  la  parálisis  del  facial.  ^ 

II.  En  el  último  Congreso  Médico  internacional  ha  presentado 
nuestro  distinguido  amigo  el  Dr.  Tapia  un  trabajo  en^el  que  se  re- 
vela el  noble  afán  del  investigador  ilustrado  que  desea  el  enrique- 
cimiento de  la  ciencia. 

En  esta  publicación,  meritoria  por  el  fino  análisis  clínico,  se  ad- 
mira al  laringólogo  que,  con  ilustración  superior,  quiere  elevarse  á 
ia  noción  etiológica  y  patogénica,  pero  no  se  puede  estar  en  confor- 
midad con  la  conclusión. 

Después  de  hacer  el  autor  la  exposición  de  los  síndromas  de  Ave- 
llis,  de  Schmidt  y  de  Jackson,  estudia  cuatro  observaciones  clínicas 


1 


169 

de  su  práctica  particular,  de  las  que  pretende  sacar  un  sindrooie 
nuevo  con  existencia  autónoma  flsiopatológica. 

Para  que  nuestros  lectores,  no  versados  en  la  materia,  formen  jui- 
cio de  la  cuestión,  les  diremos  que,  el  síndrome  de  Avellis  consiste 
en  la  simultaneidad  de  los  hemiparálisis  laríngea  y  del  velo  palati- 
no; que  el  síndrome  de  Schmidt  estriba,  en  la  unión  de  la  parálisis 
del  estemo-cleido-mastoideo  y  del  trapecio  con  las  hemiparálisis  del 
síndrome  anterior,  y,  finalmente,  el  síndrome  de  Jackson  consiste 
en  la  conjunción  de  la  hemiparálisis  lingual  ó  la  mencionada  de  la 
laringe  y  velo  palatino,  acompañándose  ó  no  de  la  correspondiente 
á  la  rama  externa  del  espinal. 

£1  síndrome  nuevo,  que  el  Dr.  Tapia  pretende  vitalizar,  consisti- 
ría en  la  conjunción  de  las  hemiparálisis  laríngea  y  lingual,  sin  par- 
ticipación del  velo  palatino,  existiendo  ó  no  la  parálisis  de  los  mús- 
culos esterno-cleido-matoideo  y  trapecio,  inervados  por  la  rama  ex- 
terna del  espinal. 

Para  fundamentar  su  conclusión,  expone  cuatro  historias  cllni- 
-cas,  que  dada  la  importancia  del  asunto,  vamos  á  copiar  en  sus 
puntos  esenciales. 

1.^  Un  torero  recibe  una  herida  en  la  parte  lateral  derecha  del 
•cuello  y  presenta  los  fenómenos  linguales  de  hemiparálisis  que,  se- 
gún el  Dr.  Tapia,  demuestran  que  el  hipogloso  ha  sido  seccionado; 
añadiéndose  á  esto  que,  la  cuerda  vocal  del  mismo  lado  se  presenta 
en  posición  cadavérica,  lo  que  al  autor  le  demuestra  que  el  pneu- 
mogástrico  ha  sido  seccionado  por  debajo  de  la  emergencia  del 
faríngeo  superior,  apreciándose  también  la  parálisis  y  reacción  de- 
generativa en  las  zonas  inervadas  por  la  rama  externa  del  espinal. 

2.^  Un  joven,  en  una  operación  practicada  por  el  Dr.  Recluspara 
la  extirpación  de  un  epitelioma  bronquial,  sufre  la  sección  del 
pneumogástrico,  del  hipogloso  y  del  simpático.  Las  consecuencias 
operatorias  son  la  hemiparálisis  laríngea  y  de  la  lengua. 

3.^  Un  sujeto  con  una  tumoración  infraparotidea  del  tamaño  de 
una  mandarina,  es  afectado  de  hemiparálisis  laríngea  y  lingual,  sin 
que,  desgraciadamente,  la  autopsia  pueda  ser  realizada. 

i°  Un  torero  recibe  una  herida  de  10  centímetros  en  el  lado  dere- 
cho del  cuello,  y  el  Dr.  Tapia  supone,  con  fundamento,  que  pudo  ser 
herido  el  recurrente  al  mismo  tiempo  que  el  hipogloso  del  mismo 
lado,  cual  lo  comprueba  la  hemiparálisis  laríngea  y  lingual. 

Apuntado  lo  que  podemos  llamar  el  alcaloide  de  las  observaciones 
del  Dr.  Tapia,  nos  parece  que  no  está  justificada  la  creación  de  un 


170 

nuevo  síndrome.  Para  qae  en  la  clínica  pueda  tener  autonomía  un 
determinado  cuadro  sintomático,  precisa  que  los  elementos  que  lo 
constituyan  sean  engendrados  de  un  modo  sistemático  y  por  un 
modo  ñsiopatológico  siempre  idéntico,  de  tal  manera  que,  al  pre- 
sentarse á  nuestra  observación,  podamos  elevarnos  sin  duda  alguna 
al  concepto  patogénico.  Comprendido  de  otro  modo  el  síndrome,  no 
representa  sino  la  conjunción  accidental  de  varios  signos,  que  puede 
dar  lugar  á  inflnitos  cuadros  sintomáticos. 

En  el  sistema  nervioso  es  donde,  precisamente,  la  sistematización 
físiopatológica  tiene  mayor  oportunidad  de  realización,  pues  obe- 
deciendo su  estructura  á  un  plan  topográfico  sieYnpre  idéntico,  las 
lesiones  de  que  es  afectado  ofrecen  con  frecuencia  una  disposición 
sistemática,  cuyas  manifestaciones  periféricas  constituyen  síndro- 
mes preciosos  para  el  diagnóstico  de  las  alteraciones  centrales. 

La  sintomatología  expuesta  por  el  Dr.  Tapia,  ¿corresponde  á  esta 
idea?  Evidentemente  no;  las  historias  referidas  son  ejemplos  de  las 
varias  lesiones  que  los  traumatismos  pueden  realizar  sin  que  exista 
conexión  alguna  físiopatológica,  imperando  solamente  el  capricho 
de  la  suerte.  Una  herida  del  cuello  lo  mismo  puede  producir  la  hemi* 
parálisis  laríngea  en  conjunción  con  la  del  hipogloso»  que  la  he- 
miparálisis  laríngea  y  la  de  cualquier  sección  del  plexo  braquial»  6 
estar  unida  con  una  lesión  del  simpático  ó  con  una  parálisis  radicu- 
lar cualquiera,  sin  que  esto  pueda  representar  un  síndrome. 

El  capricho  del  traumatismo  es  el  que  impera,  y  en  modo  alguno 
puede  fundamentarse  un  cuadro  sindrómico  que  nos  eleve  á  un 
concepto  patogénico  sistemático. 

El  sujeto  de  la  historia  3.*  del  Dr.  Tapia,  con  una  neoplasia  del 
cuello,  puede  asimilarse  bajo  este  concepto  á  un  traumatismo,  pues 
la  invasión  de  una  neoplasia  maligna  no  reconoce  norma  alguna,  y 
simplemente  por  accidente  interesa  estructuras  que  no  tienen  entre 
sí  conexión  alguna  físiopatológica. 

III.  Los  Dres.  Lermoyez  y  Mahu,  después  de  haber  ensayado  hace 
cuatro  años  las  inyecciones  hipodérmicas  de  tiosinamina  en  solu- 
ción alcohólica  al  15  por  100,  con  objeto  de  procurar  el  reblandeci- 
miento del  tejido  de  cicatriz  que  caracteriza  la  lesión  de  la  otitis 
media  adhesiva,  y  visto  el  fracaso  completo,  han  ensayado  última- 
mente los  baños  cuotidianos  del  oído,  con  la  misma  substancia  apli- 
cada durante  diez  minutos.  De  ocho  enfermos  han  mejorado  seis 
considerablemente,  teniendo  que  deplorar  en  dos  la  reaparición  de 
la  supuración. 


171 

Sin  declararnos  pesimistas  absolutos  en  la  materia,  nos  confesa- 
mos escépticos,  y  sobre  todo  caando  ese  mismo  efecto  lo  hemos 
notado  muchas  veces  en  nuestra  práctica  personal  empleando  la 
glicerina  fenicada,  que  ha  hecho  reaparecer  la  supuración  agotada 
y  ha  procurado  un  aumento  considerable  en  la  audición,  por  un 
efecto  física  fácilmente  comprensible. 

"IV.  Entre  las  múltiples  aplicaciones  que  el  radium  va  adquiriendo 
en  la  terapéutica,  tenemos  que  llamar  la  atención  sobre  las  que  se 
han  ensayado  en  nuestra  especialidad;  encontrándonos  en  este  te- 
rreno con  una  meritoria  publicación  del  Dr.  Botey,  aparecida  en 
Los  Archivos  latinos  de  Laringología,  y  reproducida  en  Les  Annales 
des  maladies  de  Voreille  del  mes  de  agosto. 

Haciendo  constar  el  autor  primeramente  que,  bajo  el  punto  de 
vista  terapéutico,  hay  que  establecer  una  distinción  entre  la  irradia* 
ción  y  la  emanación  de  las  sales  de  radium,  indica  que  en  nuestra 
especialidad  tiene  aplicación  exclusivamente  la  irradiación. 

Con  el  objeto  de  hacer  práctica  su  aplicación  á  los  diferentes  ór- 
ganos, ha  ícleado  una  porción  de  instrumentos,  cuyo  mecanismo  no 
es  comprensible  sino  con  la  exposición  detallada  y  los  grabados 
que  al  trabajo  acompañan,  por  lo  que  tenemos  \que  conformarnos 
con  remitir  al  lector  al  original. 

El  radium  que  se  presta  perfectamente,  empleando  el  instrumen- 
tal adecuado  para  ser  introducido  por  las  primeras  vías,  puede 
compararse  á  una  diminuta  ampolla  de  Róntgen,  que  puede  ser  co- 
locada en  el  interior  de  las  cavidades.  Hasta  la  fecha  parece  com- 
probado que  la  influencia  del  radium  no  se  deja  sentir  sino  en  las 
capas  superñciales  de  los  tejidos. 

Según  el  Dr.  Botey,  los  19, casos  en  que  lo  ha  empleado^  son  lo 
bastante  para  juzgar  de  sus  efectos  en  oto-rino-laringologia.  En  pri- 
mer lugar  la  influencia  favorable  del  radium  sobre  la  cicatrización 
de  ciertas  neoformaciones  malignas  y  tuberculosas  superflciales  y 
poco  extensas,  parece  evidente,  siendo  maravilloso  su  efecto  en  el 
>epitelioma  cutáneo  de  la  nariz.  Idéntico  poder  electivo  ha  mostrado 
para  el  lupus  nasal  ulcerado  poco  extenso  y  no  muy  profundo. 

ÉL  pesar  de  que  el  radium  se  presta  mucho  mejor  que  los  rayos 
Róntgen  para  actuar  en  el  interior  de  las  cavidades,  podemos  con- 
siderar su  efecto  como  nulo  en  todas  las  neoformaciones  que  no 
sean  superñciales. 

Los  efectos  curativos  del  radium  son  completamente  nulos  sobre 
el  acné  rosáceo,  pero  tiene  un  poder  evidente  en  la  curación  de  la 


172 

ieucoplasia  bucal.  El  Dr.  Botej  ha  curado  un  caso  de  acUaomícosis 
6D  el  espacio  de  cuatro  semanas.  Bu  un  caso  ha  podido  comprobar 
el  poder  acelerador  que  posee  sobre  la  epidermización  de  la  caTÍdad 
resultante  en  el  vaciamiento  mastoideo. 

El  radium  puede  ser  aplicado  cotidianamente,  y  empleando  el 
de  500.000  actividades,  no  hay  inconveniente  en  aplicarle  hasta  dos 
y  tres  horas  por  día. 

Aunque  el  radium  dentro  de  nuestra  especialidad  parece  tener 
aplicación  superior  á  la  Rdntgen  terapia,  hay  que  hacer  constar  que 
sólo  algunos  centigramos  de  una  sal  de  radium  de  500.000  activida- 
des cuesta  2.000  francos,  lo  que  &  nuestro  juicio  constituirá  un  obs- 
táculo considerable  para  su  difusión  en  la  práctica. 

V.  Se  han  multiplicado  tanto  las  publicaciones  sobre  la  actinomi- 
cosis,  que  se  comprende  debe  ser  una  enfermedad  de  mayor  frecuen- 
cia de  lo  que  aparenta  y  que  pasa  desapercibida  por  la  incuria  de 
los  observadores.  Asi,  por  ejemplo,  en  nuestro  pala  las  publicado* 
nes sobre  la  materia  son  muy  escasas,  sin  que  podamos  admitir  que 
existan  razones  especiales  de  localidad  que  la  hagan  menos  frecuen- 
te que  en  otros  paises. 

Al  Dr.  Castañeda,  distinguido  y  sabio  especialista,  aurista  y  larin- 
gólogo de  San  Sebastián,  debemos  una  reciente  historia  clínica  que 
ha  visto  la  luz  en  la  Revue  hebdomadaire  de  Laryngologie,  d'OíakH 
gie  et  de  Rinologie^  que  por  su  importancia,  asi  como  por  ser  un  tra- 
bajo nacional,  queremos  transcribir  con  el  mayor  detalle  posible, 
dado  el  carácter  de  nuestras  revistas. 

Un  sujeto  de  cincuenta  y  nueve  años  nota  cierta  dificultad  en  los 
movimientos  del  cuello,  observando  más  tarde  cierta  dureza  en  el 
lado  derecho,  formándose  una  tumoración  que  dificulta  un  tanto  la 
respiración,  poniendo  también  la  voz  velada. 

Consultado  el  Dr.  Castañeda,  notó  tres  tumoraciones :  una  en  la 
región  lateral  derecha,  entre  el  borde  posterior  del  esterno-cleido- 
mastoideo  y  el  trapecio,  por  encima  de  la  clavicula,  presentando  un 
volumen  como  una  medía  naranja,  cubierta  de  piel  normal  y  adhe- 
rente  y  siendo  dura  ó  inmóvil;  otra,  situada  en  la  región  infrahioi- 
dea,  se  ex.tiende  desde  la  parte  superior  del  tiroides  á  la  región  es- 
ternal, donde  forma  un  relieve  muy  prominente,  duro,  inmóvil  y  ad- 
herida á  los  tejidos,  de  tal  modo  que  hacia  imposible  los  movimien- 
tos de  ascensión  de  la  laringe;  y  la  tercera,  más  pequeña  y  del  mis- 
mo aspecto  de  las  anteriores,  situada  en  la  región  lateral  izquierda 
del  cuello. 


173 

Todos  eran  indolentes  y  no  se  notaban  infartos  ganglionareis.  Las 
cuerdas  vocales  estaban  un  poco  rojas,  sin  estenosis  alguna;  de 
modo  que  la  dispnea  que  acusaba  el  paciente  era  atribuíble  á  com- 
presión del  árbol  aéreo  en  una  zona  que  la  laringoscopia  no  podía 
precisar.  ^ 

La  incisión  franca  de  la  induración  anterior  desde  el  hueso  hioi- 
des  hasta  la  orquilla  del  esternón,  descubre  un  tejido  ligeramente 
amarillento  que  infiltra  las  masas  musculares  llegando  hasta  la 
tráquea,  y  deja  escapar  un  liquido  seroso  sanguinolento  con  algu- 
nas partículas  amarillentas. 

El  examen  microscópico  demostró  la  existencia  del  actinomices 
con  todos  sus  caracteres  morfológicos. 

Como  los  fenómenos  estenósicos  no  cedían,  colocó  el  autor  una 
cánula  traqueal,  notando  que  las  paredes  traqueales  estaban  inva- 
didas por  la  infiltración  actinomicósica,  la  que  se  extendía  á  las  ra* 
mificaciones  bronquiales. 

El  caso  expuesto  por  el  Dr.  Castañeda  ofrece  la  particularidad  de 
presentar  una  aparición  primitiva  en  el  cuello  sin  que  la  mandíbula 
y  mucosa  bucal  hayan  tomado  parte  en  el  proceso,  pues  sabido  es 
que  el  origen  maxilar  de  la  actinomicosis  es  la  regla  lo  mismo  en  la 
infección  bovina  que  en  la  humana. 

VI.  La  anquilosis  crico-aritenóidea  es  un  capitulo  poco  manosea- 
do enlos  tratadistas  de  la  especialidad  y  que  la  bibliografía  corrien- 
te registra  con  rareza,  por  lo  que  consideramos  de  interés  llamar  la 
atención  sobre  cualquiera  publicación  sobre  la  materia.  Segura- 
mente que  pocos  laringólogos  habrán  tenido  ocasión  de  observar 
la  artritis  crico-aritenóidea  que  precede  á  la  anquilosas,  pues  en  mi 
práctica  personal,  algo  extensa,  sólo  he  tropezado  con  dos  casos, 
uno  de  los  que  hace  muchos  años  publiqué  en  la  Revista  del  doctor 
Moure,  y  otro  que  actualmente  tengo  en  observación  en  una  enfer- 
ma de  la  sala  de  clínica  médica  del  Dr.  Maríani. 

En  estos  dos  casos  personales,  se  trata  de  la  infección  sifilítica, 
que  los  autores  registran  con  mayor  frecuencia  como  la  causante  de 
artritis  crico-aritenóidea;  sin  ocuparnos  de  otras  artritis  de  orden 
secundario,  ocurridas  en  el  curso  de  la  evolución  de  un  proceso  ul- 
ceroso sifilítico,  tuberculoso  ó  canceroso,  que  por  propagación  llega 
á  interesar  los  tejidos  de  la  articulación,  pues  tal  clase  de  artritis 
es  de  observación  diaria  y  del  conocimiento  de  todos  los  especia- 
listas. 
Pero  sin  duda  alguna  que  la  artritis  reumática  ó  gotosa  con  an- 


/       174 

quilosis  fínal  crico-aritenóidea  68  mucho  más  rara  todavía  y  muy 
pocos  han  tenido  ocasión  de  observarla. 

Ai  hablar  de  artritis  reumática,  no  debemos  confundirla,  con  la 
dificultad  en  la  movilidad  de  una  mitad  laríngea  que  puede  ocurrir 
en  el  transcurso  de  una  simple  laringitis  catarral  y  que  es  atribuible 
á  deficiencia  en  la  acción  muscular  de  los  grupos  crico-aritenóideos, 
pues  tal  manifestación,  que  algunos  publicistas  exagerados  con- 
sideran como  manifestación  articular,  no  representa  sino  un  hecho 
muy  frecuente  en  la  evolución  de  las  lesiones  catarrales. 

El  Dr.  Henry  Perkins  (del  Manhattan, Eye,  Bar  and  Throat  Hos- 
pital) publica  un  trabajo  sobre  la  materia  en  el  New -York  Medical 
Journal  (septiembre  de  1906),  en  el  que  limita  su  atención  á  las  de- 
terminaciones articulares  de  orden  reumático  ó  gotoso,  apoyando 
sus  consideraciones  con  la  exposición  de  un  caso  de  su  práctica 
personal,  que  es  como  sigue: 

Un  individuo  de  veintiséis  años,  descendiente  de  reumáticos,  que 
padece  con  frecuencia  ligeros  dolores  por  enfriamiento  y  estados 
congestivos  faringo-laringeos,  predispuesto  á  la  ronquera  con  los 
esfuerzos  vocales  y  que  queda  afónico  al  menor  enfriamiento,  sufre 
en  abril  de  1905  una  rinitis  aguda,  seguida  bien  pronto  de  completa 
afonía,  demostrando  entonces  el  examen  laringoscópico  ligera  con- 
gestión del  interior  de  la  laringe.  La  cuerda  vocal  izquierda  estaba 
fija  en  la  línea  media,  sin  pérdida  de  tensión  é  inmóvil,  así  en  los 
ensayos  fonatorios  como  en  la  inspiración  profunda.  La  región 
aritenóidea  izquierda  estaba  tumefacta  y  roja.  El  examen  de  su  es- 
tado general  demostró  un  estado  de  normalidad  visceral.  -Visto  el 
enfermo  en  consulta  con  el  Dr.  Bosworth,  se  convino  en  que  se  tra» 
taba  de  una  anquilosis  de  la  articulación  crico-aritenóidea. 

Un  tratamiento  local  apropiado  consigue  la  desaparición  del  esta- 
do catarral  de  la  mucosa  sin  modificarse  la  inmovilidad  del  arite- 
noides.  El  autor  considera  fundamentado  su  diagnóstico  en  las  si- 
guientes razones:  l.\  absoluta  inmovilicíad  de  la  articulación;  en 
los  ensayos  de  fonación,  la  presión  que  el  aritenoides  sano  ejerce 
sobre  el  lado  enfermo  no  conseguía  moverle  de  su  sitio,  como  hubie- 
ra sucedido  si  se  hubiera  tratado  de  una  parálisis  nerviosa;  2.',  la 
apariencia  tumefacta  de  la  articulación  permaneció  invariable  du- 
rante varios  meses;  3.^  la  conservación  de  la  tensión  de  la  cuerda 
es  argumento  en  contra  de  la  existencia  de  una  parálisis;  4.*,  la  fal- 
ta de  todo  padecimiento  en  la  trayectoria  del  nervio  recurrente. 


i        175 

BIBLIOGKAFÍA 

M»  U 

DR.  D.  RAFAEL  DEL  VALLE  Y  ALDABALDE 

Médico,  por  0(»o»lci¿o.  dal  HotplUl  ProvineUl.  Madrid. 


I.  Alturas  sh  las  GiBaci\B  mAdioab  bk  bl  bbiso  El-Ardaluz,  por  el  doc- 
tor D.  Antonio  González  Prats,  y  discurso  de  contestación  por  el  doc- 
tor D.  Luis  Gomenge  Ferrer.  ün  tomo  en  4.^  de  169  páginas.  Barce- 
lona, 1906. 
II.  La  fübbza  dbl  híbito,  bbsobte  db  la  humana  pbbfbctibilldad,  por  el 
Dr.  D.  José  Blanc  y  Benet.  Folleto  en  8."*  de  86  páginas.  Barcelo- 
na, 1906. 

'III.  DOLOBBS'OASTBIOOS.  PbIMBBA  PABTR  :  DIAOBÓ8TICO  B8PBCIAL  T  DITBBBHOIAL, 

por  el  Dr.  D.  R.  Luis  y  Yagüe.  Folleto  en  4.®  de  91  páginas.  Ma- 
drid, 1905. 
IV.  La  Oficina  db  Fabmaoia  bspaAola,  según  Dorvanlt.  Vigésimosezto  su- 
plemento de  la  segunda  serie,  por  D.  Joaquin  Olmedilla  y  Puig  y  don 
Filiberto  Soria  y  Sánchez,  ün  tomo  en  4.^  de  248  páginas.  Madrid. 


En  este  discurso,  que  ha  escrito  el  Catedrático  de  la  Facultad  de 
Medicina  de  Barcelona,  Sr.  González  Prats>  para  su  ingreso  en  la 
Real  Academia  de  Medicina  y  Cirugía  de  dicha  capital,  se  hace  una 
reseña  bastante  extensa  y  muy  detallada,  por  lo  que  á  la  enumera- 
ción personal  se  refiere,  de  los  médicos  que  florecieron  en  el  reino 
El-Andaluz,  desde  la  invasión  de  los  árabes  en  España  hasta  su  ex- 
pulsión. 

Representa  un  trabajo  enorme  de  investigación  histórica  y  muy 
meritoria,  por  otra  parte,  la  labor  del  nuevo  Académico,  no  sólo  por 
lo  que  se  refiere  al  asunto  concreto  de  que  se  trata  en  su  erudito 
discurso,  sino  también  porque  con  él  llama  la  atención  hacia  los  es- 
tudios historicomédicos  en  general,  y  muy  especialmente  á  aquellos 
que  se  relacionan  con  nuestra  patria  y  con  su  cultura  médica. 

Claro  está  que  al  rebuscar  el  autor  las  noticias  históricas  que 
constituyen  el  fondo  de  su  discurso,  habla  de  tropezar  con  afirma- 
ciones algo  contradictorias  acerca  del  valor  relativo  de  las  culturas 
arábiga,  cristiana  y  también  judía;  pero  en  último  término,  cuando 
se  estudia  el  pasado  sin  más  ánimo  preconcebido  que  el  de  descu- 
brir la  verdad,  como  lo  ha  hecho  el  Sr.  González  Prats,  no  se  puede 
hacer  ningún  reproche  por  encontrar  en  los  datos  recogidos  se- 
mejante aparente  contradicción.  Esto  no  obstante,  debo  decir  que 


1T6 

no  aparece  con  bastante  claridad  en  el  diacarao  del  nneTO  Aca- 
démico la  savia  grie^  j  la  alejandrina  qae,  como  dice  el  doctor 
Comenge,  encargado  del  diacorso  de  contestación,  trajo  el  árabe  á. 
nuestra  Penfnsola  caando  ya  dicha  savia  habfa  penetrado  en  ella 
por  sendas  septentrionales. 

En  este  mismo  discurso  de  contestación,  correcto  j  castizo  en  sn 
lenguaje  y  digno  complemento  del  notable  trabajo  del  Dr.  González 
PratB,  hace  constar  el  Dr.  Comenge  que  los  módicos  arábigos  influ- 
yeron también  en  la  cultura  de  la  región  catalana,  pero  no  tanto 
como  en  el  centro  de  la  Península. 

Bastan  estas  indicaciones  para  demostrar  que  ambos  discursos 
prueoan  la  competencia  de  sus  autores  en  lo  que  á  la  historia  médi- 
ca de  nuestra  patria  se  reflere,  y  pueden  servir  de  base  y  orienta- 
ción para  los  que  deseen  dedicarse  á  esta  clase  de  estudios. 

II 

Lo  que  caracteriza  principalmente  á  este  discurso,  leído  en  la  se- 
sión'que  se  celebró  para  inaugurar  el  curso  próximo  pasado  en  la 
Sociedad  de  San  Cosme  y  San  Damián,  es  en  primer  término  la  bon- 
dad de  su  doctrina,  y  en  segundo  la  precisión  de  su  lenguaje,  preci- 
sión que  revela  en  el  autor  una  educación  filosófica  sólidamente 
cimentada,  cualidad  por  desgracia  poco  común  en  los  tiempos  que 
corremos. 

Estudiar  lo  que  es  el  hábito;  en  qué  difiere  éste  del  instinto;  hasta 
qué  punto — tema  tan  discutido  como  interesante — puede  ser  trans- 
mitido por  herencia ;  comparar  el  hábito  en  el  hombre  y  en  los  ani- 
males para  hacer  resaltar  las  analogías  y  diferencias  que  existen 
en  ambas  clases  de  seres;  estudiar  los  efectos  del  hábito,  sus  venta- 
jas é  inconvenientes  y  la  manera  de  dirigirle  y  de  utilizarle  para  el 
perfeccionamiento  de  la  especie  humana  y  del  individuo  en  particu- 
lar, tales  son  los  puntos  que  examina  el  Dr.  Blanc  en  su  bien  medi* 
tado  discurso,  por  el  que  le  doy  mi  más  cordial  enhorabuena. 

Quien  lea  sin  ánimo  prevenido  el  trabajo  del  Dr.  Blanc,  no  podrá 
menos  de  reconocer  cómo  á  la  luz  de  la  antigua  filosofía  escolásti- 
ca,^tan  menospreciada  hoy  por  algunos,  como  mal  conocida,  se 
pueden  dilucidar  los  problemas  que  plantea  la  moderna  psicología 
fisiológica. 

III 

El  dolor  de  estómago,  lo  mismo  que  la  cefalalgia,  puede  tener  sig- 
nificación tan  variada,  que  bien  merece  un  estudio  especial  como  el 


177 

que  ha  hecho  en  el  folleto  á  que  se  dedican  estas  lineas  el  reputado 
gastrólogo  Dr.  Luis  y  Yagüe. 

Después  de  algunas  consideraciones  generales,  estudia  el  autor 
los  caracteres  del  dolor  de  estómago,  ó  sea  su  forma,  momento  de 
aparición,  localización,  intensidad,  duración  y  difusión,  terminando 
esta  primera  parte  con  una  clasificación  de  las  gastropatlas  dolo- 
rosas. 

Seguidamente  pasa  revista,  y  por  cierto  muy  detenida  y  minucio- 
sa, á  las  distintas  afecciones  en  que  se  pueden  presentar  dolores 
•gástricos,  apurando  hasta  el  último  extremo  la  enumeración  de 
los  caracteres  propios  del  dolor  en  cada  una  de  dichas  dolencias 
y  los  diferenciales  que  distinguen  dichos  estados  patológicos  de 
aquellos  con  que  pudiera  confundirse. 

El  estudio  es  tan  completo,  que  si  algún  defecto  pudiera  señalár- 
sele seria  el  de  serlo  con  exceso,  pero  no  hay  motivo  para  ponerle 
tal  tacha.  Es  muy  natural,  y  por  lo  tanto  inevitable,  que  la  compa- 
ración sucesiva  de  cada  entidad  patológica  con  sus  afines  dé  oca- 
sión á  repetidas  referencias.  En  cambio,  esta  particularidad  hace 
más  fácil  el  estudio  diagnóstico  de  cada  afección  dolorosa  del  estó- 
mago en  un  momento  de  dificultad  para  el  práctico;  pues  al  fin,  si 
el  folleto  del  Dr.  Luis  y  Yagüe  es  de  lectura  útil  para  todo  médico, 
lo  ha  de  ser  más  especialmente  para  el  que  se  encuentre  en  presen- 
cia de  alguno  de  esos  casos  de  diagnóstico  difícil,  que  no  son  nada 
infrecuentes  en  la  práctica  médica.  ^ 

IV 

Bn  el  presente  vigésimosexto  suplemento  á  la  Oficina  de  Farmacia 
española,  según  Dorvault,  la  novedad  principal,  porque  la  misma 
naturaleza  de  las  cosas  hace  que  no  pueda  ser  muy  frecuente,  es  el 
extenso  articulo  que  los  Sres.  Olmedilla  y  Soria  dedican  á  la  última 
edición  de  la  Farmacopea  española,  de  cuya  obra  toman  también 
algunas  fórmulas. 

Muy  interesantes  y  á  la  vez  numerosas  son  las  noticias  referentes 
á  ensayos  y  análisis  de  medicamentos  y  venenos;  pero  más  intere- 
santes aún  son  para  el  médico  las  nuevas  fórmulas  que  trae  este 
suplemento  y  el  estudio  que  en  él  se  hace  de  los  perboratos  y  del 
percarbonato  potásico,  con  los  cuales  se  puede  preparar  agua  oxi- 
genada. También  merece  especial  mención  el  capitulo  dedicado  á 
lo^extractos  acéticos. 

Noticias  son  no  menos  dignas  de  ser  consignadas  las  referentes  á 

14 


178 

los  procedimientos  de  que  se  hace  mérito  para  analizar  orinas, 
aguas  y  substancias  alimenticias;  la  descripción  de  un  nue^o  pro- 
cedimiento para  llenar  y  esterilizar  ampollas  con  líquidos  destina- 
dos á  inyecciones  hipodérmicas,  los  detalles  y  noticias  que  se  incla* 
yen  acerca  de  los  opios  artificiales  de  Esmirna,  y  por  último,  la 
descripción  de  un  aparato  automático  que  advierte  la  presencia  del 
óxido  carbónico,  aparato  cuya  utilidad  no  es  necesario  encarecer. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Enteritis  folicular  ó  disenteriforme  y  su  tratamiento.  —  El  Dr.  J.  Aguilar, 
publica  el  siguiente  articulo  en  la  Revista  Valenciana  de  Ciencias  médicas : 

€  Se  caracteriza,  como  todo  el  mundo  sabe,  por  la  frecuencia  y  poca 
abundancia  de  las  deposiciones,  acompañadas  de  tenesmo  y  gritos  que  acu- 
san el  dolor  que  proTOcan.  Las  heces  están  formadas  por  materias  mucosas, 
sanguinolentas  y  basta  puriformes ;  hay  algunas  veces  fiebre,  que  persiste 
algunos  días  y  aun  durante  toda  la  evolución,  con  más  ó  menos  intensidad; 
el  vientre  aparece  más  bien  hundido  que  metereorízado;  los  vómitos,  que 
sólo  se  presentan  al  principio,  desaparecen  pronto;  los  fenómenos  nerviosos 
(estupor  comatoso  ó  convulsiones)  no  son  raros.  Estos  son  los  síntomas  de 
la  colitis  aguda  disenteriforme  en  su  forma  pura  ¡/primitiva^  que  puede  reves- 
tir gravedad  ó  ser  benigna.  Las  formas  benignas  sólo  determinan  una  es- 
casa reacción  febril  y  nerviosa,  y  curan  pronto  cuando  el  tratamiento  se 
instituye  pronto  y  de  manera  conveniente.  Las  formas  graves,  aunque  pne* 
den  curar  también,  se  complican  á  menudo  con  accidentes  de  infección 
general,  de  broncopneumonia,  de  meningitis,  de  nefritis,  de  supuraciones 
cutáneas,  que  pueden  <ier  mortales.  La  autopsia  demuestra  una  congestión 
intensa  del  intestino  grueso  y  tumefacción  de  los  folículos  linfoides,  que  á 
veces  están  ulcerados  (enteritis  folicular);  sin  embargo,  no  se  ven  grandes 
ulceraciones  como  en  la  disentería  verdadera. 

Esta  colitis  aguda  es  rara  en  los  primeros  meses  de  la  vida,  y  muy  ñre- 
cuente  después  de  la  época  del  destete. 

En  esta  afección,  como  en  todas  las  demás  del  aparato  gastro-intestinal 
de  carácter  agudo,  comienza  el  tratamiento  por  la  institución  de  la  dieta 
hidrica^  que  infaliblemente  disminuye  la  intensidad  de  los  fenómenos  morbo- 
sos. Sin  embargo,  no  hay  que  esperar  en  estos  casos  los  excelentes  resulta* 
dos  que  se  obtienen  en  la  gastro-enteritis  aguda  coleriforme  y  sus  simila- 
res, sin  duda  porque  aquí,  en  la  colitis  disenteriforme,  se  trata  menos  de 
una  infección  originaria  del  contenido  intestinal,  que  de  lesiones  radican- 
tes en  la  pared  del  intestino  grueso.  En  cambio,  tenemos  en  la  terapéutica 


179 

de  e0te  proceso  un  remedio  qae  no  dudo  de  calificar  de  heroico :  el  wlfcUo 
de  909a,  Debe  prescribirse  desde  que  se  instituye  la  dieta  hidrica,  á  la  do9Í9 
d^  2  d  4  gramo9  cada  ocho  horcu  durante  do9  diae^  d  lo9  niñoe  desde  uno  y  medio 
á  seie  añoe.  Al  tercer  día  de  tratamiento  se  suspende  el  sulfato  de  sosa  y 
«e  da  la  inftaión  de  ipecacuana^  muy  eficaz  también  á  dosis  débiles  y  frac- 
cionadas; por  ejemplo,  la  fórmula  siguiente : 

Polvo  de  rali  de  ipeca 0*25  eentígnmoB. 

Agaa  hirriendo SOgramot. 

Jarabe  de  cortezas  de  naranjas ; . . . .       20      — 

para  tomar  á  pequefias  cucbaraditas  cada  hora  hasta  terminar.  El  calóme- 
Wno  siempre  ha  sido  ineficaz,  por  lo  menos  en  los  casos  tratados  por  mí. 

Terminada  la  dieta  hidrica,  que  no  debe  prolongarse  más  de  yeinticna- 
Xto  á  treinta  y  seis  horas,  se  recomienza  la  alimentación  con  suma  pruden- 
«la  por  la  leche  y  las  decocciones  de  farináceos  (harina  de  arroz,  trigo  can* 
deal,  fosfatina),  y  sobre  todo  malteados  por  la  adición  después  de  hecha  la 
papilla  de  una  cucharada  de  buen  extracto  de  malta. 

En  los  primeros  periodos  de  la  afección,  cuando  ésta  se  encuentra  en  la 
fase  aguda,  es  decir,  durante  los  tres  ó  cuatro  primeros  días,  jamás  usamos 
de  los  layados  intestinales,  práctica  yulgar  muy  corriente,  que  en  esta 
ocasión  además  de  carecer  de  real  utilidad,  son  sumamente  dolorosos ;  en 
<sambio,  transcurrido  este  primer  período,  aconsejamos  se  practique  uno  ó 
dos  á  lo  sumo,  con  agua  heryida  caliente,  simplemente  salada,  ó  adiciona- 
da de  5  gramos  de  hipoetdfito  dé  sosa,  seguidos  de  una  inyección  rectal  con 
flonda  blanda,  de  la  fórmula  siguiente : 

Agua  oxigenada  á  12  volúmenes 25  gramos. 

Bicarbonato  de  sosa 0*50  centigramos. 

Agna  destilada tOO  gramos. 

Guando  este  tratamiento  se  sigue  con  rigor  y  constancia,  es  raro  que  la 
enfermedad  no  cure,  sin  dejar  como  residuo  más  que  una  tendencia  á  la 
constipación.  En  otros  casos,  sin  embargo,  después  de  cesar  la  fase  aguda, 
queda  una  diarrea  crónica  que  adelgaza  rápidamente  al  nifio  y  que  puede 
terminar  por  la  muerte ;  esta  diarrea  se  debe  á  las  ulceraciones  folicularee. 
Las  heces  son  entonces  glerosas,  mucosanguinolentas  y  puriformes.  En  tales 
períodos  el  sulfato  de  sosa  y  la  ipecacuana  no  son  tan  eficaces  como  en  los 
brotes  agudos,  y  si  bien  entonces  el  snbnitrato  de  bismuto,  el  tanígeno,  la 
tanalbina  y  demás  astringentes  disminuyen  la  diarrea,  no  la  hacen  desapa- 
recer sin  embargo.  La  fórmula  de  Comby  siguiente  me  ha  dado  buenos  re- 
sultados en  algunos  casos ; 

Raíz  de  colombo t  gramo. 

—     ipeca •.• 0'25  centigramos. 

Agna  hirviendo •• 60  gramos. 

Hágase  infusión,  ñltrese  y  añádase : 

Poción  gomosa 30  gramos. 

Subnitrato  de  bismuto 4      -^ 

Una  cucharada  de  cafó  cada  dos  horas. 

De  los  lavados  con  soluciones  de  nitrato  argéntico  nada  puedo  decir. 


180 

Bespecto  de  la  dieta,  en  estos  casos  hay  que  suprimir  la  leche  y  alimen* 
tájaselo  con  decocción  de  farináceos  y  ensayar  el  uso  de  la  carne  cruda,  re- 
gún  las  reglas  propuestas  por  Weisse,  de  San  Peters burgo,  y  antes  por 
Trousseau. 

Rápidamente  las  indicaremos.  Se  toma  un  pedazo  de  fílete  de  ternera  6 
camero,  se  corta  en  trozos  muy  pequeños,  que  en  un  mortero  se  couTÍerte 
en  una  papilla  espesa,  la  que  se  pasa  por  un  tamiz  de  agujeros  finos.  De 
este  modo  sa  recoge  de  la  cara  externa  un  yerdadero  puré  de  carne.  Algu- 
nos niños  lo  toman  sin  repugnancia,  pero  á  otros  hay  que  dárselo  sazonado^ 
con  sal  ó  azúcar,  almíbar,  y  hasta  un  poco  de  chocolate  hecho  con  agua. 
Bespecto  de  la  dosis,  debe  comenzarse  por  unos  15  á  20  gramos  en  dos  6 
tres  veces  en  el  día ;  al  día  siguiente  se  dobla  la  dosis  y  llega  en  yarios  días 
á  100  ó  150  gramos.  No  es  raro  encontrar  en  las  heces  los  primeros  días  al- 
gunos trozos  de  carne  sin  digerir,  lo  cual  no  debe  ser  causa  de  cesar  en  la 
medicación,  á  menos  que  esta  indigestión  ó  la  extremada  fetidez  de  las 
heces  sean  continuas  ^. 

Plés  planos  y  en  valgus.  —  Los  Dres.  Palacios  y  Ríosalido  publican  en  la 
Revista  Ibero' Americana  de  Ciencias  médicas  el  caso  clínico  siguiente : 

cMujer  fuerte,  colorada,  y  como  de  unos  yeintitantos  años,  manifestaba 
unos  pies  excesiyamente  aplanados,  rodados  hacia  adentro  (en  vQlgus\ 
muy  dolorosos  é  inseryibles  para  la  marcha  y  el  sostén  de  la  pobre  enfer- 
ma; manifestaciones  todas  de  pies  planos  en  valgus,  dolorosos,  y  más  acan-^ 
tuadas  en  el  lado  derecho. 

Se  trataba  de  un  caso  en  el  que  no  cabía  más  recurso  que  la  interven» 
ción  cruenta  :  restauración  de  la  bóveda  obrando  sobre  el  elemento  óseo  y 
haciéndola  fija,  y  desaparición  del  valgas  con  la  corrección  forzada. 

El  Dr.  Palacios  encargóse  de  intervenir  sobre  uno  de  los  piós,  y  el  doctor 
Bíosalido  en  otro;  y  como  ambas  operaciones  y  el  curso  post  operatorio  ha 
sido  el  mismo  con  ligeras  variantes,  y  como,  por  fortuna,  el  resultado  has- 
ta ahora  ha  sido  bueno,  haremos  una  descripción  con  la  misma  horma  y  á 
la  medida  de  ambos  pies. 

Todos  los  procedimientos  que  actúan  sobre  el  hueso  para  la  curación  del 
pié  plano  son  mediotarsianos ;  sólo  Trendelemburg,  que  dirige  sus  cortes  al 
cuello  inferior  de  la  tibia  y  peroné,  y  Oleich,  que  secciona  el  calcáneo  en 
sentido  anteroposterior  para  hacer  resbalar  hacia  adelante  el  fragmenta 
más  postero-inferior,  los  demás  cirujanos  han  resecado  una  cufia  que  com- 
prendía todo  el  escafoides,  como  hace  Bird,  ó  todo  el  astrágalo  ( Vogt),  ó  el 
escafoides  entero,  cabeza  del  astrágalo  y- una  viruta  de  los  primeros  cunei- 
formes, según  Lejars,  ya  la  cabeza  y  cuello  del  astrágalo,  práctica  de  Sto- 
kes,  ó,  por  fin,  apuntando  el  procedimiento  de  Ogston,  cufia  tan  ligera  que 
era  exclusivamente  un  refrescamiento  de  la  articulación  astrágalo  eseafói- 
dea.  Nosotros,  siguiendo  el  criterio  de  Schwartz,  que  subordina  el  sitio  y 
la  cantidad  de  cufia  que  se  ha  de  resecar  al  juicio  del  cirujano  y  á  la  mejor 
corrección  de  la  deformidad,  intervenimos  de  este  modo : 

Hecha  una  desinfección  minuciosa  de  todo  el  pié,  y  descansando  éste  so- 
bre el  borde  externo,  se  hizo  sobre  el  interno  una  incisión  á  fondo,  para* 
lela  á  la  planta  del  pié,  de  unos  seis  centímetros  de  larga,  y  que  compren* 


181 

dia  en  aa  panto  medio  la  articnlación  astragalo-escafóidea ;  descnbierta 
^ta,  se  denudaron  de  on  periostio  los  dos  hneaos  que  la  forman,  y  se  pro- 
-cedió  á  resecar  la  cnfia  ósea,  una  yez  que  con  dos  separadores  quedó  per- 
fectamente al  descnbierto  la  articulación.  Dos  cortes  de  escoplo,  uno  que 
atacando  el  escafoides  de  dentro  á  fuera  y  ligeramente  de  delante  á  atrás, 
y  otro  que  haciéndolo  sobre  el  astrágalo  también  hacia  afuera  y  de  atrás  á 
«delante,  fueran  á  reunirse  ambos  en  la  profundidad  del  tarso,  limitaron 
de  este  modo  una  cufia  que  comprendía  dos  tercios  de  escafoides  y  una  del- 
gada lámina  de  astrágalo.  Se  cortaron  algunas  ataduras  ligamentosas  que 
sujetaban  el  trozo  resecado,  y  se  extrajo  éste  con  unas  pinzas. 

Esto  fué  todo;  después  algunos  pequeños  detalles,  cómo  nirelación  de 
«nperfícies,  extirpación  de  restos  de  cartílago,  mayor  refrescamiento  de 

•astrágalo  en  un  pié  más  que  en  otro el  resultado  fué  el  mismo :  en  am* 

bos  quedaron  dos  superficies,  lo  suficientemente  regalares  para  soldarse 
más  tarde  y  formar  una  bÓTcda  fija.  Se  ligaron  algunas  arteriolas,  y  se 
procedió  á  la  colocación  del  rendaje  escayolado,  el  mejor  medio  para  obte- 
aer  la  consolidación  de  las  dos  superficies  refrescadas.  Puesto  el  aposito,  y 
mientras  un  ayudante,  cogiendo  el  pié  por  los  dedos  y  el  talón,  acentuaba 
él  vana  y  aproximaba  el  borde  interno  del  repetido  pié  sobre  él  mismo, 
hasta  forzarlo,  hasta  sentir  el  contacto  de  las  dos  caras  óseas,  otro  colocaba 
«1  rendaje  inamorible  desde  mitad  de  la  pierna  á  la  punta,  de  los  dedos, 
manteniéndolo  después  el  primer  ayudante  en  la  posición  forzada,  hasta 
▼er  la  escayola  completamente  endurecida. 

Más  tarde  se  operó  el  pié  derecho,  y  el  mismo  día,  bajo  la  acción  del  clo- 
Toformo,  se  colocaba  en  el  izquierdo  un  Tendajo  enyesado,  corrigiéndolo  en 
varus  para  facilitar  la  operación  cuando  en  él  se  hiciera. 

Veinte  días  después  se  operaba  el  otro  y  se  levantaba  la  cura  del  prime« 
TO,  Tiendo  que  habla  consolidado,  pero  que  para  mayor  seguridad  Tolrióse 
á  inmovilizar. 

A  las  dos  semanas  se  abrió  una  Tentana  en  el  aposito  enyesado  del  iz- 
quierdo para  tqt  cómo  se  encontraba  la  herida :  también,  por  fortuna,  ha- 
bía cicatrizado,  é  iba  la  soldadura  camino  de  la  consolidación;  cerramos  la 
Tentana,  y  así  quedaron  ambos  pies  dentro  de  sus  vendajes  respectivos  has- 
ta últimos  del  mes  de  abril,  en  que  se  quitaron  definitivamente,  y  fueron 
reemplazados  por  plantillas  de  aluminio  para  sostener  dos  bóvedas  con  dos 
callos  jóvenes. 

A  los  tres  meses  de  su  ingreso  en  la  sala  salía  la  enferma,  sin  haber  te- 
nido durante  su  estancia  en  ella  la  más  ligera  fiebre;  sin  dolores,  con  bó* 
Teda  plantar  y  andando  en  muy  buenas  condiciones».  —  Sababia. 


182 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA   DE   MEDICINA   DE   PARÍS 
8$9ión  del  dia  9  ds  Octubre  dé  1906, 

Li  Sífilis  de  ias  mujeres  honradas.  ~  Al  terminar  mi  comanicación  en  li^ 
sesión  anterior  decía  que  los  hechos  de  contagio  lejano  se  explicaban  por 
nn  dato  recientemente  adquirido :  las  sífilis  secandarias  tardías.  Terciaria 
por  }a  época,  la  sífilis  conserva  algunas  veces  la  fisionomía  secundaria,  ad- 
quiriendo como  expresión  sintomática  tipos  de  modalidad  usual  mente  se- 
cundaria, como  erupciones  erítematosas  ó  pápulo-escamosas  y  sifílides  mu- 
cosas, genitales  ó  bucales,  especialmente  bucales,  absolutamente  idénti- 
cas á  la  placa  mucosa  de  las  primeras  etapas  de  la  sífilis.  Estas  invasiones 
tardías  de  los  tipos  secundarios,  transportadas  de  esta  suerte  á  la  etapa 
terciaria  de  la  enfermedad,  se  verifican  en  épocas  *muy  diversas ;  con  má» 
frecuencia,  es  cierto,  en  los  primeros  años  del  terciarismo,  pero  á  menuda 
también  un  poco  más  tarde,  algunas  veces  mucho  más  tarde,  diez,  doce, 
quince  ó  veinte  años  después  de  la  infección  y  aun  más  allá.  Entre  estos 
accidentes  secundarios  tardíos  figuran  algunas  veces  sintonuu  cofUagiosos^ 
cuya  contagiosidad  no  está  atenuada  ni  agotada  por  su  invasión  tardía.  La 
placa  mucosa,  genital  ó  bucal,  no  es  menos  contagiosa  al  décimo  año  de  la 
enfermedad  que  en  el  primero  ó  en  el  segundo. 

Ya  se  comprenderá  que  estos  contagios  tardíos  llevan  consigo  peligros 
para  el  matrimonio.  Para  la  profilaxia  se  presentan  dos  indicaciones  á 
cumplir:  una  constituye  para  nosotros,  médicos,  un  deber;  es  á  saber:  edw 
car  á  nuestros  enfermos  en  lo  que  se  refiere  á  los  peligros  del  contagio  siñUtico 
tardío.  La  otra  indicación  se  desprende  de  la  que  precede;  hela  aquí:  Creo 
y  hasta  afirmo  que  todo  sujeto  sifilítico  que  vaya  á  casarse  tiene  la  obliga- 
ción moral,  si  es  fumador  y  sobre  todo  gran  fumador,  de  renunciar  al  ta- 
baco. He  aquí  en  qué  me  fundo.  Inútil  es  recordar  que^  de  un  modo  gene- 
ral, el  tabaco  es  un  gran  provocador  de  accidentes  bucales  éf^  la  sífilis.  El 
tabaco  es  el  que  despierta  por  excelencia  las  sifilides  secundarias  que^n- 
vaden  la  boca  en  pleno  período  terciario  y  á  lejanos  plazos.  Sin  temor  á 
equivocarme,  á  él  es  á  quien  incumbe  la  responsabilidad  de  la  extraordina- 
ria frecuencia  de  las  sifilides  bucales  de  forma  secundaria,  mucho  más  allá 
del  período  secundario.  De  mis  observaciones  se  puede  decir  en  cifras  re- 
dondas que  en  las  etapas  avanzadas  de  la  enfermedad,  los  accidentes  que 
conservan  la  modalidad  secundaria  son  casi  cinco  veces  más  frecuentes  en 
la  boca  que  en  los  genitales.  De  donde  se  desprende  que,  en  las  sífilis  anti- 
guas, la  boca  es  más  peligrosa  que  el  pene.  Por  esto  he  dicho  que  el  sujeto 


183 

sifílitioo  qae  se  va  á  casar  tieoe  la  obligación  moral  de  renunciar  al  tabaco, 
lo  caal  es  tan  fácil  de  enunciar  como  cUficil  de  conseguir. 

Otros  dos  rasgos  tiene  loqne  he  llamado  sífilis  de  las  majeres  honradas  y 
ipngnno  de  los  dos  hace  honor  ai  sexo  masculino.  He  aquí  el  primero : 
Toda  mujer  contamincuia  de  sifilis  por  su  nutrida  está  condenada^  salvo  raras 
excepciones^  á  ser  insuficientemente  tratada^  y  queda^  por  esto  mismo,  expuesta  á 
los  peligros  de  las  sífilis  mal  frotadas.  En  efecto,  salyo  raras  excepciones, 
toda  mujer  contaminada  por  su  marido  se  la  trata  con  seguridad,  pero  muy 
sobriamente,  nada  más  que  el  tiempo  necesario  para  pasar  la  esponja,  como 
suele  decirse,  por  los  accidentes  yisi bles  y  asegurar  un  bienestar  provisio*' 
nal,  pero  no  se  la  trata  el  tiempo  necesario  para  constituir  una  seria  ga- 
rantía en  el  porvenir ;  por  esto  el  terciarismo  suele  ser  el  epilogo  de  estos 
tratamientos  incompletos.  El  segundo  se  formula  asi :  Toda  mujer  contami- 
nada por  su  marido  corre  el  riesgo  de  sífilis  ignorada.  ¿Por  qué?  Por  la  sim* 
pie  razón  de  que  su  marido,  para  disimular  el  mal  que  la  ha  contagiado, 
hace  cuanto  es  posible  y  porque  en  esta  obra  de  disimulación  toma  parte 
con  frecuencia  el  médico  como  cómplice.  ¿Podria  el  médico  declinar  la  sin- 
gular situación  de  tratar  una  enferma  con  la  misión  de  disimularle  la  na- 
turaleza de  su  enferiáedad?  Esta  es  una  cuestión  muy  especial  que  no  entra 
en  mis  propósitos  discutir  por  ahora.  Lo  que  en  todo  caso  no  es  discutible 
es  que,  si  el  médico  acepta  dicha  situación,  se  transforma  de  repente  en 
cómplice  del  marido,  tomando  parte  en  una  conspiración  del  silencio  y 
hasta  de  la  mentira  ante  su  dienta,  puesto  que  él  tiene  la  misión  (según 
encargo  del  marido)  no  sólo  de  no  declarar  á  la  enferma  que  ella  padece  la 
sífilis,  sino  que  también  de  persuadirla  de  que  no  la  padece.  Por  lo  tanto, 
si  el  plan  imaginado  por  el  marido  tiene  éxito,  la  mujer  ignorará  su  sífilis 
toda  su  vida,  lo  cual  será  de  una  gravedad  extraordinaria  si  esta  mujer  á 
los  diez,  quince,  veinte  ó  veinticinco  afios  ó  más  tarde  es  victima  de  un  ac- 
cidente terciario  y  no  existen  ni  su  marido  ni  el  médico  de  referencia  para 
diagnosticar  la  especificidad.  Y  se  comprende  que  así  sea,  tanto  porque  la 
enferma  negará  enérgicamente,  si  es  en  este  sentido  interrogada,  puesto 
que  dirá  que  su  médico  anterior  le  aseguró  que  no  padecía  la  sífilis,  como 
por  las  dificultades  que  rodean  el  diagnóstico  de  la  naturaleza  sifilítica  de 
una  lesión  visceral  y  como  por  la  sugestión  moral  del  medio  donde  el  mé- 
dico se  encuentra,  y  á  la  cual  no  escapa,  en  el  seno  de  una  familia  honrada 
y  que  respira  honestidad  y  virtud.  En  todo  caso,  el  error  es  fácil  y  se  come- 
te con  frecuencia,  con  mucha  frecuencia  debiera  decir.  Quién  de  nosotros 
no  podría  citar  casos  de  este  géne'ro,  en  que  el  médico  se  ha  dejado  enga- 
ñar y  sorprender  de  esta  suerte  por  la  sífilis  de  las  mujeres  honradas ;  y  esto 
por  haber  olvidado  un  instante  que  se  trata  de  una  sífilis  de  los  inocentes 
que  representa  un  lazo  incesantemente  tendido  á  los  pies  del  médico. 

En  síntesis;  de  lo  que  acabo  de  decir  se  desprenden  dos  verdades  que  re- 
sumiré así :  I.  Guando  se  tiene  la  sífilis  es  bueno  saberlo  para  tratársela  en 
toda  ocasión  y  para  evitar  contagiarla  á  otro;  es  decir,  que  el  médico  tiene 
el  deber  de  no  engañar  á  su  cliente  en  este  punto,  mientras  sea  posible, 
y  no  consentir  ante  ella  una  reticencia  ó  a  fortiori  una  disimulación  más 
que  en  lo9  casos  en  que  se  está  rigurosamente  obligado.  II.  Es  necesario 
considerar  como  cierto  que  los  errores  abundan  en  la  práctica  relativa- 


184 

mente  á  las  consecuenoiai  terciarías  de  las  sífilis  ignoradas,  las  onaieB, 
como  última  conclasión,  dirá  qae  están  por  todas  partes,  pero  en  ninguna 
son  más  cómanos  qae  en  el  campo  de  las  mnjeres  honradas  qae  han  sido 
contaminadas  por  sas  mandos.  —  Codiva  GastbllyI. 


8O0IBDAD    DB    GIRÜOÍA    DB    PARÍS 
8€Mh  MdiaíOde  Octubre  dé  1906  (1). 

Tres  cases  de  invaginación  intestinal  infantil.  ^  El  Dr.  Lwabs:  Las  tres 
obseryaciones  de  qae  voy  á  ocaparme  han  sido  dirigidas  á  la  Sociedad  por 
el  Dr.  Szczypiorsld.  La  primera  se  refiere  á  nn  nifio  de  caatro  meses  qae 
presentaba  á  la  derecha,  y  algo  por  encima  del  ombligo,  ana  tnmefaceidn 
acompañada  de  fenómenos  de  oclnsión  intestinal.  La  laparotomía  se  pr»e* 
tico  diez  horas  despaés  de  principiar  los  accidentes.  Se  encontró  inyagioA^ 
ción  ileocólica,  qae  faé  redaciUa  sin  difícaltad,  carando  el  enfermo. 

En  el  segando  caso  se  trat^'ba  de  nn  nifio  de  cinco  afios  qae  presentab* 
síntomas  de  oclnsión.  La  laparotomía  no  se  practicó  hasta  loe  doce  diaa. 
La  inyaginaoión  era  considerable  y  estaba  localizada  en  el  colon  trann* 
yerso.  Fué  fácil  redacirla  y  el  nifio  caro.  Estos  casos  tardíos  son,  se^ún 
sabemos,  rarísimos  en  los  adultos. 

£1  tercero,  qae  recayó  también  en  nn  nifio  de  seis  afios,  es  más  bien  un 
ejemplo  de  pseudo-oclasión,  qae  se  manifestó  por  yómitos,  dolor  y  on  ta- 
mor  blando,  sensible  y  del  tamafio  de  nn  haeyo  de  gallina;  ocapaba  el  lado 
derecho  del  ombligo.  Practicada  la  laparotomía,  se  descabrió  hacia  la  ter- 
minación del  íleon  ana  tnmefacción  de  nn  asa  intestinal,  dará  y  en  forma 
de  cilindro  macizo.  Sospechando  el  Dr.  Szczypiorsld  qae  era  de  nataralesa 
tabercalosa,  extrajo  la  tumefacción  y  la  incindió;  el  intestino  estaba  ya- 
ció, pero  sn  mncosa  se  hallaba  sembrada  de  grannlaciones  miliares.  En 
yez  de  extirparla  se  limitó  á  tocarla  con  agna  oxigenada,  reaniendo  des- 
paés ios  labios  de  la  herida  por  medio  de  tres  planos  de  satura.  A  loa 
pocos  días  despareció  la  fiebre  y  el  enfermo  estaba  carado.  Recordaré  qae 
otros  casos  de  este  género  han  curado  sólo  con  la  laparotomía. 

£1  Dr.  Kirmibson:  Felicito  á  nuestro  colega  por  estas  intenrenciones, 
que  son  frecuentísimas  en  Inglaterra,  pero  no  en  Francia,  porque  el  cira- 
jauo  ye  á  los  enfermitos  cuando  es  ya  demasiado  tarde.  El  diagnóstico  debe 
hacerse  pronto  y  es  fácil,  porque  de  100  casos  de  oclusión  intestinal  en  los 
nifioe,  99  yeces  se  trata  de  inyaginación.  Es  un  dato  que  deben  tener  may 
en  cuenta  los  médicos.  Afiadiré  que  en  los  nifios,  lo  mismo  que  en  los  adul- 
tos, se  obserya  también  la  forma  subaguda  y  que,  á  pesar  de  la  operación, 
el  resultado  es  la  muerte.  Esta  es  debida,  no  á  la  peritonitiSt  sino  ala  sep- 
ticemia intestinal. 

El  Dr.  Bbooa:  La  operación  debe  ser  precoz;  sólo  he  yisto  morir  á  los 
enfermos  que  han  tardado  en  ser  operados.  Hace  poco  tiempo,  un  nifio  üe 
mi  clínica  fué  operado  á  las  seis  horas  de  presentar  síntoma  de  oclusión 

(1)  Primera  del  eurto  aoadémioo  actual. 


185 

intestinal;  durante  dos  días  tuvo  40*  de  temperatura.  La  existencia  de 
una  diarrea  yerde  explicó  el  fenómeno.  A  pesar  de  esta  complicación,  el 
enfermo  curó. 

El  diagnóstico  de  las  inyaginaciones  crónicas  es  difícil  en  ciertos  casos. 
He  yisto  en  consulta  con  el  Dr.  Moizard  un  nifio  en  el  que  no  pudimos  pre- 
cisar la  afección  que  padecía.  Guando  le  operé  encontré  el  intestino  en  tal 
grado  de  atonía,  que  creí  conyeniente  resecar  80  Centímetros.  ¿Hubiera 
producido  una  septicemia  intestinal  si  no  tengo  la  precaución  de  resecarle? 
He  obseryado  que  estas  inyaginaciones  crónicas  son  más  frecuentes  en  in- 
dividuos de  menos  de  un  año. 

El  Dr.  Tbhoiv:  Creo  útil  referir  el  caso  siguiente,  aunque  se  trata  de 
una  enferma  adulta.  Tres  semanas  después  del  parto,  la  mujer  objeto  de 
esta  obserración  sintió  en  el  hipocondrio  izquierdo  dolores  fuertes.  Estos 
dolores  se  repitieron  yarias  yeces  en  el  transcurso  de  algunas  semanas;  las 
deposiciones  persistieron  en  los  períodos  de  calma.  Be  sospechó  una  lesión 
renal.  Los  dolores  se  hicieron  continuos,  y  entonces  fui  llamado  para  yer  á 
esta  enferma.  Se  hallaba  caquéctica  y  tenía  una  tumefacción  por  encima 
del  ligamento  de  Poupart.  El  fondo  de  sacoyaginal  izquierdo  estaba  tam- 
bién tenso  y  doloroso.  Creyendo  que  existía  una  salpingitis  supurada,  abrí 
el  yientre  y  encontré  el  intestino  distendido  de  un  modo  colosal;  había 
inyaginación  de  todo  el  intestino  grueso  y  esfacelo  de  la  pared  enyolyente. 
Resequé  casi  todo  el  intestino  grueso,  lo  que  fué  fácil,  pero  la  enferma 
murió  de  septicemia  ,al  día  siguiente. 

El  Dr.  Dklbit:  IBfe  obseryado  un  enfermo  de  dieciocho  afios  cuyo  diag- 
nóstico fué  difícil.  Padecía  desde  mucho  tiempo  antes  crisis  dolorosas  ab- 
dominales, sin  fenómenos  de  oclusión.  Descubrí  una  pequefla  hernia  um- 
bilical, que  sospeché  era  la  causa,  é  hice  la  cura  radical.  Los  dolores  yol- 
rieron  á  presentarse,  y  habiendo  descubierto  una  hernia  inguinal  la  operé 
por  creer  que  era  la  causa  de  los  sufrimientos  del  enfermo.  El  resultado 
tampoco  fué  satisfactorio,  porque  los  dolores  reaparecieron  y  el  enfermo 
enflaqueció  paulatinamente.  Me  decidí  entonces  á  practicar  la  laparoto- 
mía y  encontré  una  inyaginación  del  ciego  que  estaba  rechazado  debajo 
del  hígado,  lo  que  explicaba  no  se  apreciara  nada  á  la  palpación.  No  exis- 
tía lesión  peritoneal,  lo  que  me  hizo  sospechar  si  se  trataría  de  un  inyagi- 
nación intermitente  que  proyocaba  las  crisis.  Para  impedir  que  se  repror 
dujera  la  inyaginación  hice,  por  medio  de  hilos  transyersales,  que  el  intes- 
tino tomara  la  forma  columnar.  Qracias  á  este  medio  la  curación  persiste 
desde  hace  yarios  años.  Afiadiré  que  en  mis  experimentos  practicados  en 
perros  he  obseryado  que  es  imposible  reducir  la  inyaginación  tirando  del 
<sabo  inferior;  para  conseguirlo  es  preciso  rechazar  por  expresión  el  seg- 
mento inyaginado. 

£1  Dr.  Bbooá:  Es  el  único  método  que  suele  emplearse  en  las  clínicas 
de  nifios ;  las  reducciones  se  obtienen  por  expresión  de  abajo  á  arriba. 

Ruptura  de  la  sfnflsls  puliiana.  —  El  Dr.  Lejí^bs:  El  Dr.  Szczypiorski  nos 
ha  Gomuniéado  también  la  obseryación  de  un  niño  de  doce  afios  que  fué 
atropellado  por  un  carruaje,  sufriendo  la  ruptura  de  la  sínfieis  pubiana  y 
de  la  uretra  y  el  hundimiento  de  las  costillas  8.*,  4.%  5.*  y  6.*  Nuestro  co- 
lega buscó  el  extremo  posterior  de  la  uretra,  restablecióla  continuidad  de 


186 

este  conducto  y  esperó  yarios  varios  meses  para  iotervenir  sobre  el  tórax. 
La  interyención  consistió  en  poner  al  descabierto  las  costillas ;  tres  de 
ellas  estaban  fracturadas;  la  ruptura  y  el  hundimiento  desapareció. 

F,  ToucDo. 


80GIBDAD   DE  TEBAPÍüTICA   D£  PABÍS 
SeMÍán  del  dia  10  de  Oc(uhre  de  1906  (1).  | 

Ei  automovilismo  desde  el  punto  do  vista  lilgiénico  y  terapéutico.  — El  Dr.  Lb 
Gkndrb:  En  1898  y  en  1894,  en  los  Congresos  de  la  Asociación  francesa 
para  el  adelanto  de  las  ciencias,  habló  de  los  efectos  de  la  bicicleta  en  la 
salud  de  los  jóvenes,  y  hoy  quisiera  esbozar  un  estadio  análogo  manifes- 
tando las  reflexiones  que  me  ha  sugerido  la  demostración  de  las  miU tiplea 
influencias  del  uso  de  los  automóviles.  El  análisis  de  los  elementos  consti- 
tutivps  del  automovilismo,  tal  como  se  practica  de  ordinario  en  nuestros 
dias,  permite  reconocer  los  siguientes :  la  velocidad  del  vehículo,  su  trepi- 
dación, la  ducha  de  aire  que  percute  incesantemente  el  cuerpo,  el  enfria- 
miento, el  polvo,  la  inmovilidad  prolongada  y  el  estado  psíquico  del  con- 
ductor y  el  de  los  otros  viajeros.  Los  aparatos  y  funciones  que  pueden  ser 
influidos,  en  distintos  grados,  por  las  diversas  condiciones  precedentemente 
enumeradas,  son,  según  mi  observación,  la  piel,  ciertos  órganos  de  los  sen- 
tidos, las  vías  aéreas,  la  circulación  y  la  hematosis,  el  aparato  digestivo, 
el  aparato  locomotor  y  el  sistema  nervioso,  y.  en  consecuencia,  la  nutrición 
general  se  encuentra  necesariamente  modificada. 

En  la  piel  sana,  la  intensidad  de  la  corriente  de  aire,  merced  al  espasma 
de  los  capilares  y  de  las  arteriolas,  produce  una  sensación  generalmente 
agradable  de  fresco,  seguida  de  una  reacción  de  calor  cuando  el  vehícula 
se  detiene,  reacción  que  puede  llegar  hasta  la  picazón  y  el  escozor.  Si  la 
piel,  al  partir,  está  cubierta  de  sudor,  se  pueden  observar  los  estados  pato- 
lógicos consecutivos  á  todos  los  enfriamientos  bruscos  por  evaporación  su- 
doral.  Sabido  es  cuál  es  la  intensidad  de  la  pérdida  de  calórico  por  la  piel 
en  las  carreras  en  automóvil  y  cuánto  importa  ir  muy  abrigado.  Pero  el 
hábito  se  adquiere  fácilmente,  y  cuando  se  es  friolero  por  naturaleza  se 
puede  curar,  por  medio  del  auto,  de  esa  molesta  sensibilidad  al  frío.  Hay 
dermatosis  de  la  cara  y  de  las  manos  y  también  hiperemiae  conjuntivaUs  y 
otras  afecciones  oculares^  por  las  que  es  necesario  temer  la  acción  del  viento- 
y  del  polvo.  He  observado  la  desaparición  en  pocos  dias,  bajo  la  influencia 
de  un  viaje  en  auto,  de  un  prurito  generalizado^  intolerable  y  rebelde,  en  un 
artrítico  y  nenropático.  He  visto  dos  personas  predispuestas  á  la  urticaria 
que  han  tenido  que  renunciar  al  auto  descubierto,  puesto  que  les  recidi- 
vaba el  proceso  después  de  cada  carrera  un  poco  rápida;  en  cambio,  co- 
nozco un  neuro-artrítico  que  le  molesta  menos  dicho  proceso  desde  que  se 
dedica  al  automovilismo;  La  influencia  de  la  corriente  de  aire  no  es  nociva 

(I)  Primera  del  curto  académico  actual. 


i»> 


187 

pftra  las  mueotaa  sanas.  A  los  mfisematqsaa  simpleé^  sin  catarro  broaqiiial, 
les  sienta  de  ordinario  bien  el  anto  mientras  no  usen  más  que  una  veloci- 
dad moderada.  Los  atmáticoé  nerviosos^  beneñciándose  de  la  distracción  j 
de  las  modificaciones  generales  de  la  nntrición  inherentes  á  una  ozigena^- 
ción  más  activa,  pueden  ir  en  anto  y  obtienen  á  menudo  mejorías.  Uno  de 
mis  olientes,  qne  padecía  accesos  asmáticos  de  una  violencia  extraordina- 
ria, curó  de  ellos  por  el  automovilismo.  Desde  luego  se  ha  de  prohibir  el 
auto  á  todos  los  íuberculosoé  /ebridtantes  ó  que  hayan  tenido  hemoptisis  de 
repetición,  y  hasta  á  loe  que  han  tenido  una  sola  hemoptisis  algunos  meses 
antes.  Pero  se  puede  autorizar  á  los  que  tienen  lesiones  discretas  de  primer 
grado  sin  i^ndencia  congestiva.  He  visto  muchos  tuberculosos  antiguos  en 
evolución  silenciosa,  aunque  persistiendo  cierto  grado  de  catarro  muco- 
purulento,  á  quien  ha  sentado  bien  el  uso  moderado  del  auto,  á  condición 
de  ir  protegidos  por  un  cristal  delantero  y  escoger  el  tiempo  más  couve* 
niente. 

Eil  auto  conviene  á  los  anémicos  y  á  los  cloróticos^  con  la  condición  de  que 
el  vehículo  sea  muy  confortable  y  que  no  sufran  una  larga  inmovilización; 
se  limitarán  á  carreras  de  dos  horas,  separadas  por  intervalos  de  reposo. 
Se  autorizará  á  los  cardiacos  cuyas  lesiones  óricas  estén  compensadas;  les 
considero  como  contraindicaciones  las  congestiones  pulmonares  y  hepáti- 
cas, las  primeras  por  la  corriente  de  aire  y  el  polvo  y  las  segundas  por  la 
trepidación.  No  es  necesario  indicar  que  un  cardíaco  no  debe  dirigir  él 
mismo  el  auto,  por  la  fatiga  física  y  la  tensión  nerviosa  que  exige  la  direc- 
ción. Los  enfermos  que  padecen  insuficiencia  aórtica,  los  grandes  ateromato- 
sos,  los  que  padecen  la  dilatación  aórtica  de  Bogdson^  expuestos  muy  parti- 
cularmente á  los  sincopes,  deben  renunciar  á  la  dirección.  Los  aneurismas^ 
en  particular  los  de  la  aorta,  constituyen  desde  luego  una  contraindicación 
absoluta  del  automovilismo. 

En  varias  ocasiones  he  observado  que  los  automovilistas  sentían  altera- 
ciones cardiacas  con  dolores  torácicos  cuando  se  ponían  en  marcha  después 
de  una  comida  muy  copiosa  ó  muy  poco  higiénica.  Una  inhibición  de  la  diges- 
tión gástrica  y  los  reflejos  gastro-cardíacos,  exagerados  por  la  trepidación» 
la  corriente  de  aire  y  la  tensión  nerviosa  de  la  dirección,  pueden  explicar 
perfectamente  dichas  alteraciones.  Yo  me  he  preguntado  si  ciertos  acciden- 
tes no  podrían  explicarse  por  este  género  de  inhibición  gastro-cerebro-car- 
díaca.  Para  las  personas  que  padecen  un  estado  varicoso  muy  acentuado  de 
los  miembros  inferiores,  hay  inconvenientes  en  que  pasen  días  enteros  en 
un  auto,  donde  están  con  las  piernas  inmovilizadas  en  flexión;  á  los  hemo- 
rroidarios  tampoco  les  sienta  bien.  Entre  los  estados  patológicos  del  tubo 
digestivo,  benefician  del  anto  los  siguientes:  la  anoreana,  las  dispepsias  ató- 
nicas  y  ñatulentas  y  ciertas  gastralgias  de  orden- neuropático.  Desde  luego  le 
contraindican  las  gastritis  ulcerosas  que  han  determinado  hematemesis,  lo 
propio  que,  de  entre  las  enteropatias,  las  que  pueden  tener  tendencia  á  la 
hemorragia  ó  que  se  acompañan  de  diarrea  ó  de  dolores  á  la  palpación  y 
que  aumentan  con  la  marcha.  Algunos  extreñidos  me  han  manifestado  que 
sus  deposiciones  eran  más  fáciles  y  regulares  cuando  ejercían  el  auto.  En- 
tre las  numerosas  colopatias  nwcomembranosas  que  hemos  de  tratar,  hay  al- 
gunas que,  por  fuera  de  las  crisis  dolorosas,  benefician  del  auto,  el  cual  les 


1 


188 

proporoiooa  distracción  al  aire  libre.  Las  litiasis  hepática^  rencU  y  vesical  rS' 
cístUssj  acompañadas  de  fenómenos  de  inflamación  ó  de  congestión,  las  cis- 
titis, las  prostatitis  y  las  tnberonlosis  génito-nrinarías,  son  agravadas  por 
la  trepidación  del  anto.  Entre  los  albuminúricos  se  pnede  permitir  á  los  que 
no  tienen  accesos  congestivos  del  rifión.  La  misma  distinción  hago  á  pro- 
pósito de  las  afecciones  genitales  de  la  mujer;  pero  siempre  aconsejo  la  abs  - 
-tención  durante  el  período  menstrnal. 

En  el  grnpo  de  las  enfermedades  de  la  nutrición  admiran  las  grandes 
ventajas  que  proporciona  el  auto.  De  un  modo  general  se  obtiene  un  au- 
men^  de  las  combustiones  por  U  ventilación  más  intensa  del  aparato  res* 
piratorio  y  por  la  acción  ejercida  sobre  el  sistema  nervioso  por  la  ducha  de 
aire  largo  tiempo  prolongada.  Los  gotosos  y  los  otros  artríticos,  en  particu- 
lar los  diabéticos  en  su  período  florido,  me  ha  parecido  que  han  obtenido 
grandes  ventajas  del  automovilismo.  Respecto  del  aparato  locomotor  sólo 
señalaré  las  precauciones  que  han  de  tomar  ciertos  reumáticos^  que  deben 
evitar  con  cuidado  los  eofriamientos,  pero  no  dejaré  de  señalar,  desde  el  pun- 
to de  vista  de  la  higiene  general,  la  tendencia  creciente  y  bastante  natural 
de  muchos  automovilista  á  abstenerse  de  caminar,  lo  cual  representa  un 
inconveniente  serio,  especialmente  para  los  obesoe^  si  no  se  compensa  la  in 
movilidad  de  las  horas  pasadas  en  auto  por  una  suma  suficiente  de  ejercicios 
físicos  activos.  En  cuanto  á  la  influencia  sobre  el  sistema  nervioso,  puede 
asegurarse  que  es  considerable  y  pnede,  en  consecuencia,  ser  útil  ó  nocivo, 
segdn  el  estado  particular  del  individuo.  Según  mis  investigaciones  perso- 
nales, los  neurasténicos  y  los  psicasténicos  obtienen  en  general  buen  resulta- 
do; pero  me  parece,  salvo  error,  que  los  efectos  complexos  del  automovi- 
lismo difieren  enormemente,  según  que  se  trate  del  conductor  ó  del  que  se 
deja  conducir.  Por  lo  tanto,  si  podemos  lógicamente  aconsejar  el  automo- 
vilismo á  los  que  tienen  necesidad  de  olvidar  y  reposo  del  espíritu,  no  debe 
perderse  de  vista  que  existe  una  numerosa  categoría  de  excitados  de  los 
que  se  llaman  c cerebrales',  que  soo  incapaces  de  usar  con  moderación 
todo  lo  que  puede  procurarles  una  variedad  de  embriagues  y  que  en  ciertos 
casos  se  convierten  en  un  peligro  público.  Para  ser  completo,  es  necesario 
decir  algunas  palabras  acerca  de  la  influencia  nociva  que  pueden  ejercer 
en  la  higiene  pública  las  nubes  de  polvo  levantadas  en  los  pueblecitos  y  en 
los  campos  por  el  número  creciente  de  los  autos  sobre  las  carreteras  no 
embreadas  aún,  polvo  capaz  de  diseminar  los  microbios  patógenos  y  al 
cual  no  pueden  escapar  ni  aun  en  los  bosques,  en  otras  épocas  apacibles» 
los  infortunados  ó  no  muy  afortunados  peatones,  obligados  además  i  res- 
pirar los  gases  mal  olientes  de  los  autos  que  queman  mal. 

iBull.  Méd.,  núm.  81).  —  Godiha  GASTBXvf. 


189 

80CIBDAD    DB    OBSTETRICIA    DK  LÓNDRES* 
SMán  dü  día  8  ás  Octubre  d§  1906  {W. 

Tumor  utorine  Intralioamwtise.  —  El  Dr.  Edén  refirió  el  caso  siguiente, 
obeerrftdo  en  unión  del  Dr.  Lionel  ProTÍs:  La  enferma,  de  cincaenta  y 
cinco  afios,  soltera,  ingresó  en  el  hospital  quejándose  de  tumefacción  del 
abdomen  y  de  flujo  rectal  mncoide.  La  menstruación  cesó  á  los  cuarenta  y 
ocho  afios.  Durante  once  meses  tuyo  una  úlcera  en  la  pierna  izquierda.  La 
tumefacción  del  abdomen  apareció  en  1898  y  últimamente  aumentó  con  ra- 
pidez de  volumen.  Al  reconocerla  se  descubrió  en  la  cavidad  abdominal 
un  tumor  voluminoso,  de  consistencia  elástica,  que  se  extendía  casi  hasta 
el  apéndice  xifoides,  de  superficie  lisa  y  en  el  que  podía  apreciarse  el  estre- 
mecimiento catarlo.  Al  tacto  vaginal  se  encontró  el  cuello  uterino  disloca- 
do hacia  arriba  y  oculto  debajo  de  la  sinfisis  del  pubis;  en  el  fondo  vaginal 
izquierdo  y  en  el  seno  de  Douglas,  una  tumefacción  dura  y  de  contorno 
redondo.  Fué  imposible  precisar  la  posición  del  útero.  8e  diagnosticó  quis- 
te ovárico  multilocular,  con  porción  semisólida  en  el  seno  de^Douglas. 

El  14  de  febrero  se  practicó  la  celiotomía.  El  tumor  era  un  fíbromioma 
del  útero  que  se  extendía  hasta  el  ligamento  ancho  izquierdo  y  elevaba  bas- 
tante el  peritoneo  de  la  pared  pelviana  lateral  izquierda  y  las  paredes  del 
abdomen.  EL  tumor  y  el  útero  fueron  extirpados,  practicándose  la  histereo- 
tomia  parcial.  Durante  ocho  días  la  enferma  mejoró;  pero  al  noveno  la 
temperatura  se  elevó  á  88*,  el  número  de  pulsaciones  á  116  y  el  de  movi- 
mientos respiratorios  á  88.  En  el  vérthse  del  corazón  se  oía  un  ruido  de  roce 
pericardiaco.  A  los  dos  días  este  ruido  había  desaparecido  y  la  enferma 
empezó  á  mejorar,  hallándose  convaleciente  veintiséis  días  después  de  ope- 
rada. Al  día  siguiente  empeoró  de  pronto,  tuvo  vómitos  y  la  temperatura 
se  elevó  casi  á  40^  centígrados.  Cuarenta  y  ocho  horas  después  los  vómitos 
cesaron,  pero  la  enferma  quedó  postrada  en  el  lecho,  su  temperatura  mati- 
nal era  de  88^  y  por  las  tardes  se  hacia  casi  normal.  Permaneció  en  este 
estado  una  semana,  durante  la  cual  tuvo  varios  ataques  de  coma,  en  uno 
de  los  cuales  la  temperatura  se  elevó  á  42*,  y  se  oyó  en  la  punta  del  cora* 
zón  un  ruido  sistólico  fuerte ;  los  ruidos  cardíacos  eran  antes  claros.  Al- 
gunos días  después  perdió  de  repente  el  conocimiento  y  quedó  hemiplégioa, 
muriendo  al  otro  día.  Fué  imposible  hacer  la  autopsia. 

La  causa  inmediata  de  la  muerte  fué,  al  parecer,  una  hemorragia  ó  una 
embolia  cerebral;  pero  es  difícil  relacionarla  con  la  operación.  Quizá  la 
úlcera  de  la  pierna  izquierda  produjera  una  endocarditis  ulcerosa  y  ésta, 
secundariamente,  la  embolia  cerebral.  El  tumor  pesaba  más  de  12  kilos,  y 
es  uno  de  los  mayores  de  su  género  que  se  citan.  Estaba  adherido  á  la  parte 
inferior  del  borde  lateral  del  útero  por  un  pedículo  de  25  milímetros  de 
grueso.  El  útero  medía  50  milímetros.  La  superficie  cortada  del  tumor  de- 
mostró se  trataba  de  un  fibroma  quistico  voluminoso  en  vías  de  degenera- 

(t)  Primera  del  eano  aoadémico  actoal. 


190 

ción,  diagnófltico  que  confirmó  el  examen  histológieo.  Lo  extenso  de  U  de* 
generación  qoiBtica  se  explica,  probablemente,  por  el  aumento  rápido  de 
Tolnmen.* 

Toberealitie  prfanitifa  M  Mila  eltfiM.  —  El  Dr.  Erie  Totaig  narró  el  caso 
de  ana  mujer  de  reintieeia  aftoe,  ñn  anteaedentee  pat<dógicoe,  madre  de 
tres  hijos,  el  menor  de  dos  afios  7  medio,  todos  los  cuales  disfrutan  exce- 
lente salad.  Hace  seis  meses  su  menstruación,  que  habia  sido  siempre  re- 
gular, se  transtomó,  perdiendo  más  sangre  que  de  costumbre  7,  por  último, 
hace  cinco  senvtnas  se  presentó  un  flujo  raginal  amarillo  7  fétido,  notando 
á  la  Tez  la  enferma  dolor  persistente  en  la  parte  inferior  del  abdomen  7  en 
la  región  sacra. 

Esta  mujer  es  nerriosa  7  excitable.  Sus  pulmones  están  sanos  7  los  espu- 
tos no  contienen  bacilos.  Practicando  la  palpación  profunda  sentía  la  en- 
ferma algo  de  dolor  en  las  regiones  hipogástrica  ó  ilíaca  izquierda.  No  ha- 
bía infarto  de  los  ganglios  inguinales»  El  cuello  uterino  estaba  endurecido 
7  mu7  aumentado  de  volumen ;  su  superficie  era  desigual,  ulcerada  en  unos 
puntos  7  nodulosa  y  papulosa  en  otros,  pero  no  friable.  El  útero  eraper- 
fectamente  movible. 

La  naturaleza  sospechosa  de  la  enfermedad  obligó  á  practicar  la  histe- 
rectomía  vaginal.  En  la  actualidad,  seis  meses  después  de  la  operación, 
esta  mujer  se  encuentra  en  perfecto  estado.  La  afección  no  se  ha  repro- 
ducido. 

La  lesión  puede  considerarse,  indudablemente,  como  tuberculosis  primi- 
tiva del  cuello  uterino. 

El  Dr.  Rwiih  dijo  que  este  hecho  7  otros  análogos  obligarán  á  los  gine- 
cólogos á  modificar  su  opinión  respecto  á  la  frecuencia  relativa  de  la  tuber- 
culosis primitiva  de  la  trompa  de  Falopio,  comparada  con  la  del  cuello 
uterino. 

El  Dr.  Etywood  Smith  manifestó  que  quizá  se  tratara  de  un  caso  de  hiper- 
plasia  areolar  del  cuello  del  útero. 

El  Dr.  Letvers  indicó  que  este  caso  se  asemeja,  por  ciertos  caracteres,  á 
otro  que  presentó  hace  varios  afios  á  la  Sociedad.  En  este  caso  la  tubercu- 
losis estaba  limitada  exclusivamente  al  cuello  uterino.  Los  casos  de  este 
género  son  rarísimos.  La  histerectomía  vaginal  es  el  mejor  tratamiento. 
Mi  enferma  se  encuentra  bien  desde  hace  varios  afios  que  fné  operada. 

El  Dr.  Gcdabin  dijo  que  es  ma7  difícil  distinguir  en  algunos  afios  el  tu- 
bérculo del  cuello  uterino  del  cáncer.  El  diagnóstico  es  más  difícil  cuando 
el  tubérculo  va  acompañado  de  hemorragia.  Ha  observado  un  caso  de  este 
género  en  el  que  estaba  afectado  todo  el  cuerpo  del  útero.  8e  practicó  la 
histerectomía  con  éxito  completo. 

BjI  Dr.  Ruesell  Andrews  manifestó  que  había  observado  i^n  caso  de  úlcera 
del  cuello  uterino  que  se  asemejaba  por  unos  caracteres  al  tubérculo  7  por 
otros  al  cáncer  7  que  resultó  ser  sifílític^a. 

{British  Med,  Journal).  —  F.  Tolkdo. 


191 

SOCIEDAD   6INSC0LÓ6ICA   AMERICANA 
81.*  «MI dn  on«o2  ctiebrada  «n  Hot  Springn  tH  22,  23  y  24  de  MaifO  de  1906. 

Trtmbetlt  y  embolia  otnt«eotivtt  á  Itt  •peracUnot  abdtmintlot.-- El  doc- 
tor J,  Taber  Johmon  dijo  que  tanto  la  trombosid  como  la  embolia  son  fre* 
cnentes  después  de  la  histerectpmia  saprayagínal  por  miomas.  Se  han  ob- 
seryado,  no  obstante,  después  de  otras  operaciones  abdominales,  en  parti- 
cular á  consecuencia  de  la  suspensión  del  útero.  Son  más  comunes  en  la 
▼ena  femoral  izquierda,  si  bien  pueden  afectarse  sucesivamente  la  de  uno 
y  otro  lado.  Los  síntomas  no  se  presentan  en  ciertos  casos  hasta  dos  ó  tres 
semanas  después  de  practicada  la  operación.  Existen  varias  causas,  incluso 
la  infección  preexistente  y  el  traumatismo  de  los  vasos  inferido  al  operar. 
No  hay,  sin  embargo,  causas  esenciales,  y  hasta  no  pueden,  al  parecer,  te- 
ner reladón  alguna  con  el  acto  operatorio.  La  tromboflebitis  es  la  compli- 
cación piímitiva.  Rara  vez  son  seguidas  de  supuración,  y  la  curación,  aun- 
que lenta  á  veces,  es  el  resultado  ordinario.  La  embolia  es  una  de  las  con- 
secuencias posible.  Puede  ser  pulmonar,  cardiaca  ó  cerebral  y  producir  la 
muerte  fulminante.  La  posibilidad  de  esta  complicación  bastante  después 
de  operadas  las  enfermas,  obliga,  cuando  están  débiles,  á  no  permitirlas 
levantarse  en  mucho  tiempo. 

Embolia  post  tporatoria.  —  El  Dr.  E.  Boise  manifestó  que  esta  complica- 
ción se  observa  las  más  de  las  veces  en  la  arteria  pulmonar  y  sus  ramas. 
La  sangre  normal  no  se  coagula  en  un  vaso  sano,  y  un  émbolo  presupone 
un  trombo,  del  que  se  ha  desprendido.  Para  la  formación  de  un  trombo  se 
necesita  fíbrinógeno  y  sales  de  calcio,  que  existen  enestadonormal  en  la  san- 
gre, y  un  nucleoprotéido,  que  jamás  existe  en  la  sangre  normal,  sino  que  se 
forma  de  las  plaquetas  y  leucocitos  degenerados.  La  anemia,  la  clorosis,  la 
sepsis,  el  exceso  de  sales  de  calcio,  la  lentitud  de  la  corriente  sanguínea,  el 
traumatismo,  la  inflamación  de  las  paredes  vasculares,  la  compresión  y 
otras  varias  cansas  pueden  contribuir  á  la  formación  de  trombos;  las  opera- 
ciones ponen  en  juego  algunas  de  estas  causas.  Los  fíbroides,  por  ejemplo, 
cuya  extirpación  es  seguida  muchas  veces  de  trombosis  y  de  embolia,  puede 
decirse  que  predisponen  á  estas  complicaciones  á  causa  de  su  coincidencia 
frecuente  con  un  exceso  de  sales  de  calcio  en  la  sangre,  la  degeneración  del 
miocardio,  las  contracciones  imperfectas  consiguientes,  la  lentitud  de  la 
circulación  y  la  tendencia  á  los  coágulos  intracardiacos.  Estos  últimos  se 
han  observado  á  menudo  en  las  cavidades  cardíacas  derechas,  y  son  segui- 
dos de  embolia  pulmonar  mortal.  Los  signos  de  la  trombosis  son  debilidad 
del  pulso  y  aumento  del  número  de  pulsaciones  y  de  la  temperatura.  Los 
medios  profilácticos  contra  la  coagulabilidad  anormal  de  la  sangre  son  el 
alcohol  y  el  ácido  cítrico  administrados  en  abundancia,  la  supresión  de  la 
leche  y  la  prevención  de  la  hemorragia  ^l  operar ;  conviene  también  evitar 
cuando  se  practica  la  operación  los  movimientos  y  la  excitación.  Contra  la 
embolia  pulmonar  debe  administrarse  en  abundancia  el  oxigeno. 

El  Dr.  Currier  condenó  la  costun&bre  que  tienen  algunos  cirujanos  de 
.  permitir  levantarse  á  las  enfermas  á  los  dos  ó  tres  días  de  operadas  y  de  dar- 


192 

las  de  alta  antes  de  curar  la  herida.  Si  se  ha  formado  ya  nn  trombo,  es  fá* 
cil  comprender  qne  sobrerenga-la  embolia  por  no  guardarse  la  quietad  ne* 
cesaría  después  de  un  trastorno  tan  grande  del  equilibrio  físico. 

El  Dr.  Watkins  cree  qne  la  trombosis  es  una  prueba  de  infección  y  que 
üo  suele  producirse  en  las  enfermedades  no  infecciosas.  Las  bacterias,  se* 
gún  sabemos,  pueden  penetrar  en  los  tejidos  intactos;  no  es  necesario,  por 
lo  tanto,  para  su  entrada  en  ellos,  que  estén  lesionados. 

El  Dr.  Baldy  dijo  qne  hay  predisposición  á  la  tromboñs  en  las  operacio- 
nes por  mioma,  y  también,  aunque  en  menor  grado,  en  las  que  se  practican 
por  afecciones  inflamatorias.  Aunque  no  cree  couTeniente  dejar  que  las  en- 
fermas se  levanten  poco  después  de  la  operación,  no  ha  observado  que  la 
trombosis  sea  mucho  más  coxnún  en  las  que  se  levantan  á  poco  de  ope- 
radas. 

El  Dr.  Clark  cree  que  existen  varias  ciases  de  trombosis,  por  ejemplo,  el 
traumatismo  de  los  vasos,  la  discrasia  sanguínea,  la  hemorragia,  etc.  No 
considera  la  sepsis  como  una  de  las  causas  frecuentes  y  en  muchos  casos  no 
es  posible  descubrirla; 

El  Dr.  Duhrssen  manifestó  que  estaba  de  acuerdo  con  los  que  consideran 
la  discrasia  sanguínea  como  una  causa  de  trombosis,  pero  no  con  los  que  la 
atribuyen  á  la  sepsis.  No  es  partidario  de  que  las  enfermas  se  levanten  k 
los  dos  ó  tres  días  de  operadas. 

El  Dr.  EdéhohU  dijo  qne  había  observado  diez  casos  de  trombosis  princi- 
palmente después  de  operaciones  sobre  el  riñon ;  esto  pruel>a  que  dicha  com- 
plicación se  obserVa  después  de  otras  intervenciones  operatorias  que  las  que 
se  practican  sobre  los  órganos  pelvianos  y  los  genitales.  No  considera 
la  sepsis  como  una  causa  de  trombosis,  ni  los  casos  qne  ha  observado  pue- 
den atribuirse  á  levan carse  muy  pronto  después  de  la  operación. 

El  Dr.  Neivman  consideró  como  causas  de  la  trombosis  la  susceptibilidad 
del  enfermo  al  traumatismo  y  el  estado  de  la  sangre.  La  infección  en  estos 
casos  es  un  término  relativ<ry  cree  que  la  trombosis  puede  sobrevenir  des- 
pués de  una  operación  completamente  aséptica. 

Dilatación  artificial  del  euelle  aterine.  Indloaolonet  y  métode.— El  Dr.  G.  T. 
Harrison  dijo  que  la  dilatación  artificial  del  cuello  del  útero  se  halla  indi- 
cada en  loe  estados  morbosos  locales,  incluso  la  inflamación  crónica,  la  in- 
duración sifilítica,  el  carcinoma,  la  hipertrofia,  la  eclampsia,  el  prolapso  del 
cordón  umbilical,  la  placenta  previa  parcial,  cuando  el  feto  está  muerto 
y  hay  hiperemia  incipiente,- etc.  Debe  practicarse  también  en  las  presenta- 
ciones viciosas  y  en  la  separación  prematura  de  la  placenta  con  hemorragia 
oculta.  Respecto  á  los  métodos  de  dilatación,  los  manuales  son  útiles  cuan- 
do se  practican  de  buena  manera.  No  debe  recurrirse  al  de  Hicks,  excepto 
cuando  el  orificio  uterino  es  lo  suficientemente  dilatable  para  permitir  la 
introducción  de  la  mano.  Los  dilatadores  hidrostáticos  son  de  ordinario  efi- 
caces-, el  conducto  cervical  suele  desgarrarse  con  todo  método  de  dilatación. 
El  metreurioter  es  un  instrumento  muy  útil,  pero  ineficaz  en  ciertos  easoe. 
El  dilatador  de  Bossi  tiene  el  inconveniente  de  obrar  de  una  manera  antifi* 
siológica  y  suele  producir  desgarros  si,  al  ser  introducido,  no  existe  ya  cier- 
to grado  de  dilatación  del  cuello.  La  misma  objeción  puede  hacerse  al  de 

rris.  Eb  imposible  decir  de  antemano,  en  un  caso  dado,  hasta  qué  punto 


193 

paede  dilatarse  el  conducto  cerrical  sin  desgarrarle.  La  operación  cesárea 
vaginal  es  nn  recurso  eficacísimo  cuando  está  indicado  el  parto  rápido. 

Dilatación  del  útero  durante  el  parte.  —  El  Dr.  P.  A.  Barría  dijo  que  desde 
hace  Tcintidós  años  emplea  la  dilatación  del  útero  parturiente  con  la  mano 
ó  con  un  instrumento  de  su  inyención.  !E1  método  lo  describió  por  Tez  pri- 
mera en  el  Congreso  Médico  Pan^Americano  de  1898.  8u  método  permite 
ejercer  sobre  el  útero  un  esfuerzo  tónico  mayor  que  con  todo  otro  método 
manual  y  con  menos  fatiga  para  el  operador.  La  fuersa  dilatadora  es  ejer- 
eida  por  los  músculos  flexores  de  los  dedos  y  manos.  No  debe  practicarse 
la  dilatación  forzada  cuando  existe  en  el  cuello  del  útero  cáncer  ó  tejido 
cicatrizal  consecutiyo  á  un  parto  anterior  ó  á  una  operación  practicada 
sobre  esta  parte  de  la  matriz.  El  tiempo  medio  para  dilatar  sin  peligro  el 
jconducto  cervical  hasta  que  adquiera  un  diámetro  de  27  á  80  centímetros 
es  de  cuarenta  y  cinco  minutos.  Si  el  cuello  no  está  borrado  se  necesita 
hora  y.  media.  La  mano,  como  agente  dilatador,  no  es  siempre  muy  conve- 
niente, porque  el  tiempo  necesario  para  conseguir  la  dilatación  es  muy  lar- 
go y  expone  á  la  introducción  de  substancias  sépticas  en  la  vagina  y  en  el 
útero.  El  instrumento  que  emplea  se  introduce  con  facilidad  y  dilata  todo 
conducto  cervical  dilatable.  Está  provisto  de  un  dinamómetro  que  registra 
con  seguridad  la  presión  que  se  ejerce,  é  indica  si  el  anillo  cervical  se  di- 
lata. Empleándolo  de  buena  manera  es  imposible  producir  un  desgarro. 

Ventajas  de  la  dilataoión  manual  del  Atere  grávido  é  parturiente.  ^  El  doctor 
J.  Cn  Edgar  dijo  que  ningún  método  de  dilatación  manual  puede  suplantar 
por  completo  al  instrumental  y  á  la  incisión,  aunque  ésta  rara  vez  es  ne- 
cesaria. Los  métodos  de  dilatación  que  se  emplean  hoy  comprenden  el  ta» 
pon  vaginal  y  uterino,  los  dilatadores  duros  é  hidrostáticos,  las  incisiones 
del  cuello  superficiales  y  profundas  y  la  operación  cesárea  vaginal.  Todos 
ellos  son  aplicables  á  casos  especiales.  La  dilatación  por  las  bolsas  hidroe^ 
táticas,  por  los  dedos  de  una  ó  de  las  dos  manos  y  por  los  instrumentos  de 
acero  compuestos  de  varias  ramas,  son  casi  siempre  preferibles  á  las  inci- 
siones. El  mejor  método  de  dilatación  es  el  que  más  imita  á  la  Naturaleza. 
Los  dedos  de  las  dos  manos  son  preferibles  á  los  de  una  sola  para  practicar 
la  dilatación,  y  puede  completarse  con  el  instrumento  de  Bossi.  La  opera- 
ción cesárea  vaginal  es  defectuosa  porque  no  permite  la  dilatación  de  la 
vagina.  El  Dr.  Edgar  prefiere  la  dilatación  bimanual  á  todos  loe  demás 
métodos.  Puede  continuarse  cuando  ha  sido  extraída  ya  una  parte  del  feto. 

Dilataoión  ó  incisión  del  Atere  grávido.  —  El  Dr.  Orandin  dijo  que  las  inci- 
siones no  deben  hacerse  cuando  es  posible  esperar.  La  dilatación  está  indi' 
cada  en  la  estrechez  pelviana,  en  la  toxemia  inminente  y  en  la  mayor  par- 
te de  los  casos  de  placenta  previa.  La  incisión  lo  está  en  la  toxemia  aguda 
y  en  los  casos  urgentes  de  placenta  previa.  La  incisión  abdominal  se  halla 
indicada  en  la  estrechez  pelviana  cuando  no  hay  seguridad  de  que  pueda 
terminar  el  parto  por  dilatación  ó  incisión  vaginal.  Es  preferible  una  mano 
práctica  al  dilatador  de  Bossi.  La  operación  cesárea  vaginal  es  preferible 
á  la  incisión  cervical  en  los  pocos  casos  en  que  son  necesarias  una  ú  otra. 

Operación  cesárea  vaginal.  —  El  Dr.  Dührssen  dijo  que  describió  por  vez 
primera  esta  operación  en  1895.  Be  hace  primero  una  incisión  vaginoperi- 
neal,  cuando  es  necesario,  y  después  se  incinden  las  paredes  anterior  y 

15 


194 

posterior  del  conducto  cerrical,  comprendiendo  en  las  incisiones  el  orifíoio 
interno.  Despnés,  según  las  indicaciones,  se  extrae  el  feto  por  yersión  Ó  con 
el  fórceps.  La  operación  está  indicada  en  los  casos  en  qne  el  conducto  cer- 
yical  es  inexfcensible,  pero  se  necesita  cierta  habilidad  por  parte  del  ope- 
rador. El  obstáculo  al  parto  en  estos  casos  es  absoluto  ó  relatiyo.  La  ope- 
ración se  halla  indicada  en  la  eclampsia,  porque  ésta  es  debida  á  una 
intoxicación  y  conTiene  interyenir  con  rapidez.  La  placenta  previa  es  tam- 
bién una  indicación.  La  operación  no  ya  acompañada  de  hemorragia 
excesiya.  Las  incisiones  ceryicales  pueden  emplearse  en  yez  de  la  opera- 
ción cesárea  en  los  casos  poco  urgentes.  Guando  la  mujer  ha  muerto,  la 
operación  cesárea  yaginal  permite  salyar  la  yida  del  feto.  El  método  de 
dilatación  de  Bossi  es  peligroso,  porque  predispone  á  desgarros  fatales  y 
á  la  infección.  Con  la  operación  cesárea  yaginal  se  consigue  casi  siempre 
salyar  la  yida  de  la  madre  y  del  hijo,  y  está  recomendada  en  los  casos  de 
estrechez  pelyiana  ligera. 

El  Dr.  Reamy  cree  que  la  dilatación  manual  del  conducto  ceryical  es 
eficacísima  empleando  los  dedos  en  forma  de  cufia.  Aconseja  este  método 
desde  1872. 

El  Dr.  Fry  prefiere  la  dilatación  bimanual  y  rechaza  el  uso  de  los  ins- 
•trumentos  de  tipo  idéntico  al  de  Bossi.  La  operación  cesárea  yaginal  es  el 
mejor  procedimiento  operatorio  si  hay  necesidad  de  terminar  el  parto  con 
rapidez,  como  ocurre  en  la  eclampsia  y  en  ciertos  casos  de  placenta  preyia, 
cuando  es  inaplicable,  por  cualquier  causa,  el  método  de  Braxton  Hicks. 
'  El  Dr.  Oordon  dijo  que  se  necesita  más  habilidad  para  la  operación  cesá- 
rea yaginal  que  para  la  abdominal,  y  que  en  la  primera  hay  también  pro- 
babilidades de  que  la  hemorragia  sea  abundante. 

El  Dr.  DavU  manifestó  que  los  métodos  de  dilatación  lenta  son  conye- 
nientes  en  ciertos  casos,  por  ejemplo,  cuando  hay  retención  de  la  placenta 
ó  del  feto  muerto.  Las  dimensiones  de  la  yagina  deben  ser  tenidas  en 
cuenta.  La  sangría,  el  taponamiento,  etc.,  son  medios  auxiliares  de  la  di- 
latación lenta.  No  es  partidario  del  uso  del  dilatador  Bossi  en  la  placenta 
preyia,  y  la  presión  por  las  bolsas  hidrostáticas  no  es  siempre  fayorable.  La 
dilatación  manual  debe  aplicarse  de  acuerdo  con  las  condiciones  en  un  caso 
dado.  No  cree  que  la  operación  cesárea  yaginal  tenga  yentaja  alguna  sobre 
la  abdominal. 

El  Dr.  Norris  dijo  que  el  tratamiento  debe  yariar  en  cada  caso  según 
las  condiciones  de  la  enferma.  La  eclampsia,  según  cree,  no  exige  siempre 
la  dilatación  rápida.  Es  preciso  también  tener  presente,  respecto  á  la  ope- 
ración cesárea,  que  la  mortalidad  puede  ser  eleyada  en  cada  yariedad.  La 
placenta  previa,  aunque  yaya  acompañada  de  rigidez  del  cuello  y  de  h^ 
morragia  profusa,  puede  ser  tratada  eficazmente  por  otros  medios,  además 
de  la  operación  cesárea  yaginal.  Una  de  las  indicaciones  más  claras  de 
esta  operación  es  la  hemorragia  accidental  con  falta  de  dilatación  del  cue- 
llo. Puede  emplearse  el  instrumento  de  Bossi  para  la  dilatación  de  7  á  8 
centimetros,  pero  para  la  dilatación  mayor  prefiere  emplear  bolsas,  termi- 
nando el  parto  con  la  yersión  ó  el  fórceps. 

El  Dr.  Hctrrü  cree  que  con  su  método  de  dilatación  bien  empleado  no  se 
rompen  las  membranas.  En  ciertos  casos  la  operación  cesárea  yaginal  es 


195 

efieacisima.  Las  bolsas  hidroetáticas  no  son  oonTenientes  á  cansa  de  la 
lentitnd  con  que  obran. 

El  Dr.  Ecígar  prefiere  el  dilatador  de  Boesi  al  de  Harris,  porque  éste  es 
más  complicado.  Las  bolsas  tienen  el  inconyeniente  de  poder  romperse  y 
producir  traumatismos  grares. 

El  Dr.  Dührssen  citó  estadísticas  para  demostrar  que  la  mortalidad  de 
la  operación  cesárea  abdominal  es  mayor  que  la  de  la  Taginal.  La  objeción 
de  que  en  la  operación  cesárea  vaginal  no  se  ve  bien  lo  que  se  hace,  es  in- 
fundada siempre  que  se  opere  de  buena  manera ,  y  es  menos  peligrosa. 

Resultados  de  la  seseién  vaginal  y  del  desagOe  en  la  gestación  ectépioa  inoU 
plante.  —  El  Dr.  Ford  refirió  el  caso  de  una  mujer  (^on  gestación  ectópica 
que  tuvo  una  hemorragia  grayisima  consecutiva  á  la  sección  vaginal  y  á  la 
incisión  del  saco.  La  cavidad  se  rellenó  con  gasa  en  la  primera  operación, 
y  cuando  se  extrajo  una  semana  después  sobrevino  otra  nueva  hemorragia. 
La  enferma  curó.  El  Dr.  Ford  ha  practicado  esta  operación  en  otros  doce 
casos,  obteniendo  en  todos  resultados  satisfactorios.  Cree  que. está  indicada 
lo  mismo  en  los  casos  sépticos  que  en  los  no  sépticos.  Conviene' hacer  el 
diagnóstico  precoz  y  extirpar  el  tumor  antes  de  la  ruptura  del  saco. 

El  Dr.  Henrotin  admite  que  este  método  es  útilísimo  en  ciertos  casos, 
pe^o  que  no  conviene  generalizar  su  uso.  Jamás  ha  operado  por  la  via  va- 
ginal un  caso  de  embarazo  tu  bario ;  el  peligro  de  hemorragia  no  es  muy 
grande.  Si  hay  seguridad  de  que  el  feto  ha  muerto,  está  permitida  la  inci- 
sión vaginal. 

El  Dr.  Watkina  cree  que  la  incisión  y  el  desagüe  está  permitido  cuando 
sólo  hay  hematocele  pelviano,  pero  no  si  existe  un  saco  intacto.  El  método 
aconsejado  por  el  Dr.  Ford  es  peligroso  por  exponer  á  la  hemorragia  y  á  la 
sepsis. 

El  Dr.  Sume  piensa  que  es  peligroso  rellenar  la  cavidad  con  gasa,  por- 
que no  se  sabe  qué  hay  detrás. 

El  Dr.  Mann  manifestó  que  el  método  operatorio  descrito  expone  á  he- 
morragias, que  pueden  ser  incoercibles.  Rara  vez  conviene  incindir  á  tra- 
vés de  la  vagina  un  saco  de  gestación  ectópica. 

El  Dr.  Ooffe  cree  que  las  objeciones  que  se  han  hecho  deben  aplicarse  á 
la  incisión  á  través  del  seno  de  Donglas,  pero  no  á  la  que  se  practica  á  tra- 
vés de  la  bóveda  vaginal  anterior.  El  problema  que  necesita  resolverse  es 
si  el  caso  de  que  se  trata  es  ó  no  adecuado  para  el  tratamiento  vaginal.  8i 
el  embarazo  cuenta  menos  de  tres  meses,  conviene  atacarle  por  la  vagina. 
Asi  es  posible  emplear  el  método  conservador  sobre  los  órganos  pelvianos. 

El  Dr.  Noble  acostumbra  á  tratar  el  hematocele  por  la  incisión  á  través  de 
la  parte  posterior  de  la  bóveda  vaginal  posterior,  pero  cree  que  las  más  de 
las  veces  es  necesaria  una  operación  abdominal  complementaria.  La  mor- 
talidad ee  así  casi  nula.  Los  casos  fatales  de  operación  por  embarazo  tuba- 
rio  suelen  ser  los  que  se  tratan  de  mala  manera.  Por  el  método  vaginal  es 
preciso  generalmente  sacrificar  todos  los  órganos  genitales  pelvianos. 

El  Dr.  Dühresen  concuerda  con  el  Dr.  Noble  en  la  conveniencia  de  prac- 
ticar la  incisión  en  la  parte  posterior  de  la  bóveda  vaginal  en  el  hemato- 
cele, reservando  hacerla  en  la  anterior  en  otras  afecciones.  Por  este  méto- 
do, la  trompa  enferma  puede  ser  extirpada  fácilmente  y  sin  peligro  de  he- 


196 

morragia.  Oaando  el  embaraso  data  de  dos  meses  y  medio,  es  preferible  la 
▼ia  abdominal.  Oree  que  en  ningún  caso  debe  tenerse  en  cuenta  la  vida  del 
baeTo;  estos  casos  exigen  el  tratamiento  radical,  lo  mismo  qne  si  se  tratara 
de  ana  afecci^^n  maligna.  8i  el  diagnóstico  es  dudoso,  debe  practicarse  una 
incisión  vaginal  para  esclarecerlo. 

El  Dr.  Newman  no  cree  que  debe  condenarse  en  absoluto  el  tratamiento 
del  embarazo  tubario  por  el  método  vaginal,  porque  en  ciertos  casos  es 
conveniente. 

Bl  Dr.  Ford  dijo  que  el  método  aconsejado  es  también  útil  en  el  hemato- 
cele  infeccioso.  La  mayor  parte  de  los  casos  tratados  eran  de  embaraaos  tu- 
barios  de  fecha  reciente.  El  taponamiento  con  gasa  y  el  desagüe  pueden 
producir  la  infección,  pero  el  hecho  importante  es  que  todas  sus  enfermas 
han  curado. 

Aotrtamiente  de  ios  ligamentts  redendts  en  les  eenduotes  inguinales  á  trates 
de  una  oimple  Ineisión  eiprapnbiana,  transversal  é  lengitudinal  media.— El  doc- 
tor Feterson  dijo  que  la  operación  de  Aiexander  es  satisfactoria  en  la  ma- 
yor parte  de  los  casos.  Rara  vez  ha  visto  que  produzca  dolor  en  la  vejiga  y 
jamás  ha  observado  distocia  consecutiva.  Tiene  la  desventaja  de  ser  eficaz 
sólo  cuando  el  útero  es  movible,  y  como  el  diagnóstico  de  las  adherencias 
uterinas  suele  ser  prácticamente  imposible,  se  desconocen  las  dificultades 
que  pueden  sobrevenir  al  practicar  una  operación  que  se  supone  ha  de  ser 
sencilla.  En  ciertos  casos  es  seguida  de  dolor  y  molestia,  y  á  causa  de  las 
dos  incisiones,  hay  una  doble  probabilidad  de  supuración.  Estos  inconve- 
nientes se  salvan  operando  á  través  de  una  incisión  abdominal,  transversal 
ó  media  de  75  milímetros  de  longitud,  merced  á  la  cual  se  abre  el  abdomen 
y  se  acortan  los  ligamentos  en  los  conductos  inguinales,  donde  quedan  fá- 
cilmente al  descubierto.  Al  abrir  el  abdomen  se  procurará  no  abrir  la  ve* 
jiga.  una  vez  abierto  el  abdomen  del^en  examinarse  los  apéndices  uteri- 
nos, operándoles  si  es  necesario.  Es  preciso  también  poner  al  descubierto 
y  proteger  el  nervio  ileoinguinal,  y  que  un  ayudante  rechace  hacia  atrás  el 
cuello  uterino  con  un  dedo  introducido  en  la  vagina,  para  evitar  la  retro- 
versión  que  resulta  á  veces  de  la  tensión  exagerada  sobre  los  ligamentos 
redondos. 

Se  forma  un  lazo  con  el  ligamento  en  el  conducto,  se  le  sutura  con  cat- 
gut y  la  incisión  abdominal  se  cierra  por  medio  de  suturas  para  evitar  la 
acumulación  de  serosidad  en  la  herida. 

El  Dr.  EdebohU  dijo  que  nada  hay  tan  eficaz  como  la  operación  de 
Aiexander  en  los  casos  de  retroversión  no  complicada  y,  hasta  en  muchosi 
complicada.  Ha  hecho  uso  con  frecuencia  de  una  incisión  transversa  semi- 
circular, en  vez  de  recta;  el  colgajo  lo  diseca  hacia  arriba.  Oree  que  ia  in- 
cisión media  de  la  aponeurosis  es  el  punto  débil  de  la  operación  propuesta 
por  el  Dr.  Peterson.  Introduciendo  el  dedo  en  el  anillo  externo,  puede  se- 
guírsele hasta  el  útero  y  apreciar  el  estado  de  éste.  En  la  operación  de 
Aiexander  no  hay  peligro  de  que  sobrevenga  la  supuración,  siempre  que  se 
practique  de  buena  manera. 

El  Dr,  Watkitu  prefiere  la  incisión  media  longitudinal  para  el  acorta* 
miento  de  los  ligamentos  redondos,  porque  permite  apreciar  el  estado  de 
los  órganos  pelvianos.  Prefiere  también  no  desprender  el  ligamento  de  su 


197 

peritoneo  porque  asi  se  debilita.  Si  hay  prolapso  del  útera  se  corrige  á  la 
▼ez  que  la  retroflezión. 

El  Dr.  Oordan  manifestó  que  ha  abandonado  la  operación  de  Alexander. 
Alexander  mismo  le  ha  dicho  qne  prefiere  la  operación  de  Gilliam,  en  la 
qne  se  practica  una  incisión  longitudinal  y  se  forman  con  los  ligamentos 
lazos. 

El  Br.  Newman  dijo  que  prefiere  la  operación  descrita  por  Bennett,  de 
Chicago,  en  la  qne  se  practica  una  incisión  media  longitudinal  y  los  liga- 
mentos se  dirigen  hacia  arriba  y  fijan  en  la  linea  media. 

El  Dr.  Noble  indicó  que  no  es  propio  comparar  la  operación  de  Alexan- 
der con  aquellas  otras  útiles  en  los  casos  en  que  existen  complicaciones. 
Ojree  couTeniente  emplear  cualquier  variedad  de  operación  siempre  que 
esté  indicada. 

El  Dr.  Aíann  prefiere  la  operación  de  Alexander  en  los  casos  no  compli- 
cados, pero  si  hay  adherencias  abre  el  seno  de  Douglas,  rompe  las  adheren- 
cias y  practica  después  la  operación  de  Alexander. 

El  Dr^  Dükrssen  dijo  que  los  procedimientos  de  Peterson  son  idénticos  á 
Tos  aconsejados  en  Alemania  por  Eüstner  y  Pfannenstiel,  aunque  este  úl- 
timo recomienda  hacer  una  incisión  sólo  á  través  de  la  aponeurosis.  Prefiere 
hacer  una  incisión  vaginal  anterior,  gracias  á  la  cual  puede  tratar,  si  es 
necesario,  cualquier  estado  que  exista  además  de  la  retroflexión. 

Deoapsttiaoión  renal.  —  El  Dr.  Edebohls  refirió  el  caso  de  una  mujer  á  la 
que  operó  poco  después  de  haber  principiado  el  parto.  La  enferma  se  en- 
contraba cloroformizada  y  en  colapso.  Los  rifíones,  que  eran  gruesos,  como 
son  en  la  enfermedad  de  Bright,  fueron  sometidos  á  la  decapsulación. 
Antes  de  la  operación  la  enferma  turo  varias  convulsiones,  una  mientras 
era  operada  y  dos  después.  Recobró  el  conocimiento  á  las  veinticuatro  ho- 
ras, notando  incontinencia  de  orina  y  de  excrementos  que  persistió  cuatro 
días.  Veintitrés  días  después  se  encontraba  completamente  curada.  En  la 
actualidad,  un  afio  después  de  la  operación,  se  encuentra  bien  y  en. el  oc- 
tavo mes  de  un  nuevo  embarazo.  Este  y  otros  casos  análogos  prueban  que 
el  parto  forzado  no  es  el  único  recurso  que  puede  emplearse  en  la  eclamp- 
sia. Cuando  se  presenta  ésta  en  los  primeros  meses  del  embarazo,  se  ob- 
tienen resultados  excelentes  con  la  decapsulación  renal.  Ha  operado  cuatro 
casos  de  este  género  con  éxito  para  las  madres. 

El  Dr.  Edgar  manifestó  que  merece  tenerse  en  cuenta  todo  lo. referente 
al  tratamiento  de  la  eclampsia,  cuya  patogenia  es  tan  obscura.  Hoy  se  re- 
conocen dos  tipos  clínicos  de  eclampsia  propios  del  embarazo,  el  hepático 
y  el  nefrítico.  La  mortalidad  en  el  primero  es  próximamente  de  100  por  100 ; 
en  el  segundo  es  algo  menor.  La  mortalidad  es  más  elevada  en  la  eclamp* 
sia  antipartum,  menos  ^n  la  intrapartum  y  menos  en  la  poetpartum.  Zwei- 
fel  ha  demostrado  por  medio  de  estadísticas  que  cuanto  más  grave  es  la  in- 
tervención durante  la  eclampsia  más  elevada  es  la  cifra  de  mortalidad.  Ri- 
der  ha  sacado  idénticas  conclusiones.  Los  mejores  resultados  se  han  obte- 
nido vaciando  lo  antes  posible  el  útero  y  prestando  la  atención  necesaria  al 
estado  de  los  intestinos,  de  la  piel,  etc. 

El  Dr.  Dührsun  dijo  que  Zweifel  cree  como  él  qne  en  la  eclampsia  están 
indicadas  las  incisiones  cervicales  y  la  operación  cesárea  vaginal. 


198 

HiparMfrtma.  — El  Dr.  Bovée  dijo  qae  los  hipemefromas  saelen  ir  aooiii- 
pafUdoe  de  hematnría,  cilindros  renales  y  pinria.  El  diagnóstico  es  siem- 
pre dudoso.  Deben  distinguirse  de  la  tuberculosis  renal  y  de  la  pionefrosis. 
Desde  que  sabemos  que  el  glucógeno  es  uno  de  los  elementos  químicos  del 
tumor,  su  descubrimiento  permite  distinguir  los  hipemefromas  de  otros 
tumores.  El  pronóstico  es  bueno,  excepto  en  la  Tariedad  maligna  del  tu- 
mor. Todos  los  tumores  renales  deben  ser  e^irpados.  La  tía  extraperito- 
neal  es  preferible  á  la  transperitoneal  para  aproximar  el  tumor,  porque 
exige  menos  manipulaciones  y  no  lesiona  tanto  la  neoplasia  y  los  tejidos 
contiguos. 

El  Dr.  Edébohlé  llamó  la  atención  sobre  la  frecuencia  con  que  se  encuen- 
tra el  tejido  aberrante  en  el  área  suprarrenal. 

El  Dr.  Pclk  aconsejó  practicar  una  incisión  exploradora  lo  antes  posible 
en  las  neoplasias  renales  de  carácter  dudoso.  Recomendó  la  incisión  trans- 
Tersal  como  la  más  útil  para  aproximar  el  rifión. 

El  Dr.  Bovée  dijo  que  muchos  tumores  que  se  creía  antes  procedían  del 
tejido  del  riíLón,  se  sabe  hoy  que  proceden  de  islotes  del  tejido  suprarrenal 
incluidos  en  este  órgano.  Estos  depósitos  de  tejido  renal  son  comunes  en 
las  YÍBñ  génito-urinarias  y,  aunque  benignos,  pueden  experimentar  la  do- 
generación  maligna,  por  cuya  razón  couTÍene  extirparlos  en  cuanto  proda- 
cen  síntomas. — {Ntw  York  Med.  JoumaC^.—Y.  Tolbdo. 


PERIÓDICOS 


Cenilieta  que  debe  ebsenrarse  en  las  eentnsienes  abdominales.-— En  las  con- 
tusiones del  abdomen  el  traumatismo  puede  parecer  benigno,  y  sin  embar- 
go existir  una  lesión  Tisoeral.  El  práctico,  dice  el  Dr.  Y.  Pauchet,  debe 
saber  en  estos  casos: 

1.®  Que  puede  haber  un  desgarro  del  hígado,  del  bazo,  de  un  Taso  me- 
sentérico,  ó  ruptura  ó  mortificación  del  estómago  ó  del  intestino,  lesiones 
casi  siempre  mortales. 

2.*  Que  estas  lesiones  exigen  la  intervención  inmediata.  El  enfermo  pue- 
de morir  en  pocas  horas  por  hemorragia  interna,  ó  en  tres  ó  cuatro  días  por 
peritonitis. 

8.*  Bí  la  peritonitis  se  anuncia  por  rómitos,  meteorismo,  frecuencia  del 
pulso  (cuando  se  espera  treinta  y  seis  horas),  la  i nter Tención  quirúrgica 
rara  vez  es  eficaz. 

Es  preciso  diagnosticar  lo  antes  posible  la  lesión  yisceral  segura  ó  pro- 
bable, y  prepararlo  todo  para  interrenir,  reanimando  en  tanto  al  enfermo 
por  una  inyección  de  cafeína,  calmando  su  angustia  con  la  morfina  y  rigi* 
lando  el  pulso.  Si  á  las  dos  ó  tres  horas  el  colapso  ha  desaparecido  y  el  yien- 
tre  flexible  se  deja  palpar  sin  reaccionar,  si  la  facies  es  buena  y  el  pulso 
lleno  y  lento,  es  inútil  interrenir.  En  cambio  debe  operarse  en  las  cinco  ó 
seis  primeras  horas,  si  se  obserfa  uno  tolo  de  los  síntomas  siguientes: 


199 

A.  Defema  muscular.  —  Palpar  el  yient^e  con  precaución  y  snayidad.  El 
abdomen  se  contrae,  se  defiende  y  se  pone  doro  á  la  presión. 

B.  Pequenez  y  frecuencia  del  puUo.^Qi  el  pulso  se  hace  más  blando,  si  se 
acelera,  es  prueba  de  que  existe  una  hemorragia  interna  ó  una  contusión 
grare  del  intestino. 

O.  Meteoriemo.  ^  No  debe  esperarse  al  abombamiento  que  anuncia,  cua- 
renta y  ocho  horas  después,  la  peritonitis,  sino  á  que  se  inicie  la  tendencia 
á  él.  Ño  hay  más  que  diferencia  de  grado  con  el  estado  normal,  y  esto  basta 
para  temer  una  lesión  grave. 

D.  Macicez  iliaca, —  Si  a}  percutir  superficialmente  se  nota  macicez  ó 
Bubmacicez  en  una  de  las  fosas  ilíacas,  es  prueba  de  que  existe  una  hemo- 
rragia. 

E.  Scfiido  claro  prehepáüco* — Limítese  con  cuidado  la  zona  normal  del 
hígado  y  percútase  ligeramente  sobre  ella.  Bi  el  sonido  macizo  normal  ha 
disminuido  ó  desaparecido  el  intestino  está  roto  y  se  han  repartido  por  la 
serosa  del  abdomen  algunos  gases. 

F.  Anuria. — La  orina  puede  estar  suprimida  ó  disminuida.  Este  fenó- 
meno se  halla  en  relación  con  el  descensa  de  la  tensión  arterial  que  corro^ 
hora  el  estado  del  pulso. 

G.  Faciee, —  El  enfermo  conserra  la  facies  que  el  colapso  produce  poco 
después  del  accidente ;  cara  pálida,  sudores  fríos,  respiración  corta,  mira- 
da angustiosa.  Todos  estos  síntomas  indican  una  lesión  visceral  susceptible 
de  matar  por  infección  ó  por  hemorragia. 

De  todos  estos  síntomas  el  más  fácil  de  descubrir  y  el  más  importante  es 
la  contractura  defensiva  de  la  pared  del  abdomen.  Oada  vez  que  se  observa 
después  de  una  contusión  ó  herida  abdominal,  debe  practicarse  la  laparo- 
tomía de  urgencia,  para  obtener  la  hemostasia  ó  suturar  el  intestino  ó  el 
estómago  lesionados.  —  {La  Clinique,  20  junio  1906).  —  F.  Tolbdo. 

La  aiimontaoién  intof  Icionto  en  les  dispépticos  y  en  los  nerviosos.  •—  Según 
loe  Dres.  Mathieu  y  O.  Roux,  lo0  sujetos  neuropáticos  disminuyen  su  ra- 
ción alimenticia  á  poco  que  sientan  molestias  digestivas,  con  lo  cual  se 
debilita  su  organismo,  y  á  su  vez  se  agrava  de  nuevo  su  estado  general, 
perdiendo  el  apetito,  el  sueño,  etc.  Sobreviene  con  esto  un  estado  de  ina- 
nición relativa.  La  prueba  de  que  la  ingestión  de  alimentos  es  insuficiente, 
nos  la  da  no  sólo  la  demacración  general,  sino  también  la  disminución  de 
volumen  que  se  observa  en  el  hígado. 

En  algunos  de  estos  enfermos  está  muy  debilitada  la  sensación  del  ham« 
bre ;  en  otros  está  tan  exagerada  que  hasta  constituye  una  verdadera  mor- 
tificación, y  sin  embargo  de  esto,  tan  pronto  como  tragan  un  bocado  ó  un 
par  de  sorbos,  se  calma  el  hambre  y  se  presenta  una  sensación  muy  molesta 
de  saciedad  y  de  plenitud.  Hay  casos  en  que  es  dolorosa  la  sensación  del 
hambre,  siendo  entonces  frecuente  que  desaparezca  con  rapidez  para  ser 
reemplazada  por  una  constricción  ó  un  espasmo  igualmente  dolorosos.  En 
todos  estos  casos  el  resultado  final  es  el  mismo :  los  enfermos  reducen  su 
alimentación,  y  con  esta  conducta,  lejos  de  mejorar,  no  hacen  más  que  em« 
peorar  y  agravarse. 

Otras  consecuencias  de  la  inanición  son  la  atonía  gástrica  y  la  lengua 


200 

blanca  y  cargada,  don  nn  régimen  alimenticio  bien  dirigido,  combinado 
8i  es  preciso  con  el  reposo,  se  limpia  la  lengua  y  se  consigue  que  la  capa 
muscular  del  estómago  recobre  su  tono.  La  alimentación  insuficiente  ha* 
bía  agravado  el  estado  nervioso. 

Los  autores  establecen  diferencia  entre  la  simple  neurastenia,  el  histe- 
rismo, la  degeneración  hereditaria  y  las  ideas  fijas;  en  estos  últimos  casos, 
al  reyes  de  lo  que  sucede  en  los  de  neurastenia  y  de  histerismo,  son  mucho 
menores  las  probabilidades  de  alcanzar  *un  buen  resultado. 

•  {Árchiv.  für  Verdaug8rkankh€iten).-^B,.  dbl  Vallb. 

El  aloobol  MI  use  tipies.  *--El  Dr.  Raphael  ha  empleado  con  éxito  el  alco- 
hol en  varios  procesos  infecciosos.  Utiliza  las  aplicaciones  tópicas  de  alco- 
hol de  90  á  d5*,  que  aplica  por  medio  de  una  torta  de  algodón  que  cubre 
con  hule  de  seda  para  evitar  la  evaporación.  Ha  tratado  de  este  modo  ocho 
casos  de  apendicitis,  perdiendo  sólo  un  enfermo.  Los  dolores  desaparecie- 
ron con  rapidez,  modificándose  de  nn  modo  notable  los  síntomas  de  toze- 
mia.  Cuando  se  observa  irritación  de  la  piel  se  suspende  el  uso  tópico  del 
alcohol,  aplicando  en  su  lugar  salicilato  de  bismuto.  Los  flemones,  los  pa- 
nadizos, curan  así  con  rapidez  y  hasta  se  observa  la  regresión  de  las  ade- 
nopatías  cervicales  extensas.  Los  naevus  cutáneos  se  transforman  con  este 
tratamiento  en  un  tejido  cicatrizal  de  coloración  normal.  En  loe  casos  de 
retención  plaoentaria  y  de  fiebre  puerperal  dan  resaltados  excelentes  los 
lavatorios  intrauterinos  con  alcohol  al  45  ó  50  por  100.  Be  inyectan  poco  á 
poco  en  la  cavidad  uterina  200  á  800  cent.  cú.b.  de  esta  mezcla.  Si  es  bien 
tolerada  puede  emplearse  para  las  inyecciones  alcohol  de  90*;  en  este  caso 
se  protegen  los  órganos  genitales  externos  untándolos  con  vaselina.  Des» 
pues  del  lavatorio  se  introduce  y  deja  aplicado  en  la  vagina  un  tapón  em- 
papado en  alcohol.  El  Dr.  Raphael  ha  empleado  tópicamente  el  alcohol  en 
dos  tíficos  con  peritonitis  por  perforación.  Los  dos  enfermos  curaron.  Este 
tratamiento  está  contraindicado  en  los  niños  porque  la  inhalación  de  vapo- 
res alcohólicos  puede  prodncir^rastornos  graves. 

(Rev,  de  ther,  mediccchirurgicale^  1.*  octubre  1906).— F.  Toledo. 

Impertanóia  elínioa  del  grade  de  viseotidad  de  It  sangre.— Délas  investiga- 
ciones hechas  por  el  Dr.  J.  Bence  por  medio  del  aparato  de  Hirsch  y  Beck 
en  enfermos  cianóticos,  resulta  que  la  sangre  de  estos  enfermos  tiene  un 
grado  de  viscosidad  superior  al  normal  en  un  25  á  un  52  por  100.  Este  au- 
mento de  viscosidad  implica 'una  mayor  resistencia  en  la  circulación  de 
la  sangre,  y  mayor  trabajo  para  el  corazón.  Con  las  inhalaciones  de  oxí- 
geno se  consigue  disminuir  dicho  exceso  de  viscosidad,  tanto  que  en  algu  • 
nos  casos  recobra  su  grado  normal. 

(Zeitschrift  für  klin.  MedUin).  —  R.  dkl  Vallb. 


-4^JIPW«- 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


RIÑON    MÓVIL 

BBEVE6  OOireiDEBAOIOKSS  BOBBE  SU  PAT06BNIA  T  TBATAMIENTO 
DBDU0IDA8  DE  31   OB8EBVA0I0NB8 

POR  U  DOCTOR 

D.  MANUEL  BARRAGÁN  Y  BONET 

EapeeUlitU  «n  «nfarm^dadct  de  1m  ▼íaa  urioailM. 


En  el  número  748  de  esta  Revista,  correspondiente  al  21  de  junio 
de  1902,  nos  ocupamos  de  una  enferma  que  ingresó  en  el  Hospital  de 
la  Princesa  en  diciembre  de  1901,  con  síntomas  tan  alarmantes  de 
orden  abdominal  y  de  tal  signiflcación  clínica,  que  nos  obligó  á 
practicar  la  laparotomía  á  las  pocas  horas  de  ingresar  la  enferma 
en  el  establecimiento,  creyendo  que  se  trataba  de  una  apendicitis. 
Resultó  un  riñon  hidronefrósico  situado  en  el  flanco  derecho  abdo- 
minal, precisamente  en  la  linea  transversa  que  une  el  ombligo  con 
la  espina  ilíaca  anterior  y  superior.  Se  trataba,  por  tanto,  de  un 
riñon  flotante  cdn  hidronefrosis  intermitente,  cuya  presencia  en 
plena  región  apendicular,  síntomas  peritoníticos  y  generales,  simu- 
laban perfectamente  el  cuadro  clínico  de  una  apendicitis  de  repeti- 
ción (1); 

En  aquel  articulo  sólo  nos  ocupamos  del  historial  de  la  enferma 
—para  sincerarnos  del  error  cometido-— y  de  las  causas  que  generan 
la  hidronefrosis  intermitente ;  ofreciendo  al  terminar,  dar  cuenta 
más  tarde  del  tratamiento  médico— fajas  contentivas— y  del  quirúr- 
gico de  la  movilidad  anormal  del  riñon— nefropepsia,  nefrotomía, 
ureteroplastia — . 

Con  deliberado  propósiÉ)  aplazamos  lo  ofrecido,  porque  quería- 
mos—antes de  emprender  esta  labor — tener  suficientes  hechos  prác- 

(1)  La  enferma  habla  tenido  yarios  ataqnes  semeJAntes. 

Afio  XXX. -Tome  LXXIII.-Núm.  954.-14  Noviembre,  1906.  16 


202 

ticos  basados  sobre  la  propia  experiencia;  á  ñn  de  que  el  trabajo 
resultará  más  personal  que  prestado  y  más  clínico  que  teórico. 

Hemos  de  advertir,  que  en  estos  últimos  años  vimos  más  enfermas 
con  cambios  de  estática  renal  ó  hicimos  más  fijaciones  de  riñon 
que  en  los  dieciséis  años  que,  dejitro  de  lo  quirúrgico,  hemos  venido 
consagrando  nuestras  aficiones  á  la  especialidad  de  las  vías  urina- 
rias; frecuencia  que  no  extrañará  si  se  tiene  en  cuenta  que,  actual- 
mente, se  diagnostica  mejor,  se  busca  más  el  riñon  y  acuden  mayor 
número  de  enfermos  á  nuestras  consultas ;  unos,  con  el  diagnóstico 
hecho,  otros,  con  el  diagnóstico  probable;  proceder  que  está  funda- 
mentado en  la  suficiente  cultura  urológica  de  la  clase  médica  en 
general,  en  el  conocimiento,  cada  vez  más  preciso,  de  sus  síntomas, 
y  en  los  medios  reglados  de  exploración  manual :  no  sólo  en  lo  que 
respecta  á  la  manera  de  buscar  el  riñon,  sino  en  lo  que  atañe  &  las 
apreciaciones  de  la  sensibilidad  táctil,  para  poder  asegurar  que  lo 
que  se  toca  ó  se  palpa  es  el  riñon  desprendido.  Por  otra  parte,  el  co- 
nocimiento, cada  vez  más  preciso,  de  los  tumores  del  mesent-erío, 
del  intestino  y  del  hígado,  bazo  y  anexiales,  contribuyen  de  una  ma- 
nera positiva  y  cierta  á  sentar  el  diagnóstico  por  exclusión. 


Etíologia  y  patogenia,  ^  Una  causa  aislada  no  se  puede  conside- 
rar como  capaz  para  explicarnos  la  génesis  del  riñon  móvil,  pues  si 
excepcional  mente  un  factor  sólo  —  por  ejemplo,  e\  traumatismo  — 
puede  producir  en  determinadas  circunstancias  el  desplazamiento 
renal,  esa  misma  causa,  actuando  en  otros  individuos,  no  puede 
producirlo.  Tenemos,  por  consiguiente,  que  admitir  en  la  patogenia 
causas  predisponentes  y  causas  ocasionales. 

Excepcional  el  riñon  móvil  en  personas  obesas,  hecho  que  podrá 
tener  su  explicación  en  el  gran  desarrollo  de  la  atmósfera  que  lo  en- 
vuelve—riñon  bien  cubierto — ,  se  observa  ordinariamente  desde  los 
quince  años  á  los  sesenta.  Más  frecuente  en  las  mujeres  que  en  los 
hombres,  en  una  proporción  que  no  bajará  de  9  por  1,  el  riñon  mó- 
vil se  presenta  casi  siempre  á  la  derecha.  Los  embarazos  repetidos, 
los  procesos  anexiales,  los  cambios  de  estática  uterina,  la  influencia 
que  el  período  menstrual  ejerce  sobre  la  circulación  renal,  aumen- 
tándola, la  extirpación  de  voluminosas  neoplasias  intra-abdomina- 
les  y  el  mayor  grado  de  movilidad  renal  fisiológica  en  la  mujer,  son 
datos  bastantes  para  explicarnos  el  por  qué  es  mucho  más  frecuente 
la  nefroptosis  en  la  mujer. 


203 

Conceden  algunos  autores  gran  importancia  al  uso  del  corso  (1). 
No  hemos  de  borrar  en  la  casuística  de  la  ectopia  renal  adquirida 
•este  factor,  pero  sí  tiernos  de  quitarle  importancia  para  concedér- 
sela á  los  iraumatiamos  tanto  directos  como  indirectos  de  la  región 
iumbo  abdominal^  á  cuyo  factor  los  autores  le  conceden  poquísima 
importancia,  tanto  que  algunos  ni  lo  mencionan,  y  otros,  al  hacerlo^ 
indican  á  continuación  que  lo  máis  que  puede  producir  es  una  luxa* 
cidn,  que  por  otra  parte  no  deja  de  ser  el  primer  grado  de  la  topsis 
renal. 

Las  causas  predisponentes  que  actúan  para  que  la  topsis  renal  sea 
casi  siempre  á  la  derecha,  son  de  orden  anatomoñsiológico  (2). 

La  hoja  anterior  de  la  fascia  perirrenal  en  el  lado  izquierdo,  es 
más  resistente  que  en  el  derecho,  como  lo  son  las  adherencias  de  la 
cápsula  suprarrenal  en  el  mismo  lado.  La  vena  suprarrenal  dere- 
cha vierte  su  sangre  directamente  en  la  cava;  la  izquierda  en  la 
vena  renal.  Esta  última  condición  da  por  resultado  mayor  sujeción 
en  la  cápsula  suprarrenal  izquierda  y  riñon  correspondiente;  por 
último,  la  atmósfera  cóiulo-adiposa  es  más  ñrme  en  la  izquierda  que 
en  la  derecha. 

Las  relaciones  del  riñon  derecho  con  el  hígado,  las  congestiones 
y  tumefacciones  de  esta  viscera,  unida  á  la  dilatación  también  muy 
frecuente  del  estómago,  hace  que  el  hígado  ejerza  una  presión  ex- 
céntrica sobre  las  costillas  falsas,  presión  que  encontrando  una  re- 
sistencia hacia  arriba  y  hacia  afuera,  ha  de  manifestar  su  potencia 
sobre  el  riñon  de  arriba  hacia  abajo,  haciéndole  descender  (Bou- 
chard). 

No  hemos  de  discutir  aquí  ni  la  teoría  de  Glenard,  que  considera 
al  riñon  móvil  como  un  episodio  de  la  enteroptosis  ;  ni  la  de  Alba- 
Trán,  como  un  estigma  de  degeneración.  Los  dos  tienen  sus  razones 
fundamentales,  por  cierto  no  despreciables,  y  que  deben  tenerse 
muy  en  cuenta;  porque  no  hay  cosa  más  perniciosa  tanto  en  medi- 
cina como  en  cirugía  que  los  exclusivismos.  Es  cierto  que  el  descen- 
so renal  en  la  mayoría  de  los  casos  es  un  hecho  aislado,  pero  tam- 
bién lo  es  que  en  otros  va  acompañado  de  la  caída  ó  descenso  del 
intestino  y  otras  visceras  abdominales;  y  se  comprende  que  así  sea, 

(1)  Acabo  de  leer  un  trabí^  o  reciente  de  Tockaki,  de  Alejandría,  en  el  cual 
dice  que  ha  encontrado  42  casos  de  riñon  móvil  en  las  mujeres  árabes,  las 
caales,  como  se  sabe,  no  nsan  corsé,  sino  algana  el  ointnrón  hipo^&strico. 

(2)  Boskam:  Le  rein  mobile  et  son  traitement  (Societé  medicin-ehirurgieale 
de  Liégé,  1901). 


?-:^^ 


204 

porque  el  riñon  no  se  ha  de  excluir  de  la  relajación  general  de  los 
ligamentos  viscerales.  Del  mismo  modo  también  es  cierto  que,  en 
algunos  casos  de  enteroptosis,  se  encuentran  estigmas  de  degenera^ 
eión  muy  marcados/  como  hemos  podido  comprobar  en  dos  de  nues- 
tras enfermas  tratadas  con  las  fajas  contentivas;  pero  en  la  mayo- 
ría, por  más  que  hemos  buscado  y  estudiado  bien  los  casos,  no  pu- 
dimos encontrar,  ni  en  el  enfermo  ni  en  sus  ascendientes,  ningúD 
estigma  somático  de  degeneración  (1). 

Sintonías.  —  Nada  más  variable  que  los  síntomas  producidos  por 
la  caída  del  riñon.  Desde  aquellos  casos  en  que  el  descenso  renal  se 
descubre  al  azar  en  el  momento  de  una  exploración  abdominal,  has- 
ta los  que  provocan  crisis  alarmantes  de  verdaderos  sufrimientos; 
hay  una  serie  de  modalidades  distintas,  imputables  al  terreno  donde 
la  enfermedad  evoluciona,  y  á  las  facilidades  de  producirse  la  ocla* 
sión  momentánea  del  uréter  por  acodamientos  y  torsiones  del  mismo. 

Fijo,  ó  más  bien,  casi  fijo  normalmente  el  riñon  á  los  lados  de  la 
columna  vertebral,  para  que  las  vías  conductoras  —  uréteres  — 
cumplan  con  la  función  que  les  está  encomendada  con  arreglo  á  las 
leyes  biológicas  é  hidrodinámicas;  claro  es  que,  cuando  el  riñon 
abandona  su  posición  normal,  cuando  sufre  un  cambio  de  estática» 
no  extrañará  que  puedan  perturbarse  primero  la  excreción,  segun- 
do la  función  secretora,  y  más  tarde,  si  las  cosas  se  repiten  ó  conti* 
núan,  el  parénquima  renal.  Esto  en  lo  que  respecta  á  la  secreción  y 
excreción  de  la  orina;  además  hemos  de  tener  presente  que  el  riñon» 
en  su  excursión  abdominal,  está  expuesto  á  roces,  á  traumatismos,  y 
el  uréter  á  Torsiones  y  acodamientos.  Por  otra  parte,  la  presencia 
del  riñon  en  sitios  ajenos  á  él,  ha  de  provocar  protestas  de  mayor 
ó  menor  intensidad,  según  el  órgano  sorprendido.  Estas  molestias 
distintas  y  en  relación  con  el  órgano  comprimido  ó  rechazado,  ha- 
ciéndole variar  su  directriz  normal,  constituyen  \oh  sintomms  sub^ 
jetioos^  siendo  el  más  alarmante,  el  más  intensivo  y  de  mayor  sig- 
niñcación  clínica,  el  áolor^  producido,  en  nuestro  concepto,  por  la 
compresión  del  plexo  solar.  El  va  unido  á  las  anomalías  funcionales 
de  los  órganos  inervados  por  el  pneumogástrico,  esplánico  y  fréni- 
co-- disnea,  corazón  tumultuoso,  ansiedad  epigástrica,  vómitos,  fe- 
nómenos peritoníticos,  etc.—- para  formar  el  cuadro  clínico  de  las 
crisis  que  observamos  y  nos  refieren  estos  enfermos. 

(1)  Tockaki,  en  el  trabajo  citado,  indica  qne  en  los  42  casos  de  eotopia  re- 
nal adquirida  encontró  estigmas  de  degeneración.  Wash  y  Comby  piensan 
del  mismo  modo  qne  Albarrán. 


205 

Estas  crisis  doiorosas  aisladas^  no  son  siempre  producidas  por  tris- 
pianismo;  ea  algunos  casos  son  provocadas  por  un  ataque  de  kidro* 
nefrosis  intermitente^  más  frecuente  en  los  dos  primeros  grados, 
por  ser  más  fácil  las  acodaduras  entre  la  parte  ñja  y  móvil  del  uré- 
ter. Estos  ataques  de  hidronefrosis,  intermitente,  como  lo  essucau- 
sa,  aparecen  bruscamente  con  vómitos  y  lipotimias,  el  riñon  se 
abulta  y  es  doloroso  á  la  más  dulce  presión;  la  secreción  urinaria 
se  suspende  ó  disminuye  de  una  manera  considerable,  para  termi- 
nar con  una  emisión  abundante;  los  síntomas  subjetivos  desapare- 
cen y  el  enfermo  recobra  su  tranquilidad.  Con  los  síntomas  descri- 
tos y  la  exploración  del  riñon  siguiendo  la  técnica  de  Guyon,  Israel, 
Olenar,  etc.,  haremos  un  diagnóstico  exacto  de  la  ectopia  renal 
accidental. 

«  * 

Tratamiento, ^^2iT9i,  las  nefroptosis,  como  para  las  hernias,  el  úni- 
co procedimiento  radical  es  el  quirúrgico;  sin  embargo,  creemos  que 
ni  todas  las  hernias  deben  operarse,  ni  todos  los  ríñones  desplazados 
reclaman  la  intervención  quirúrgica.  Cuando  la  hernia  se  contiene 
bien  con  un  buen  braguero— y  obsérvese  que  somos  intervencionis- 
tas—cuando éste  se  tolere  y  no  produzca  molestias,  más  que  las  inhe- 
rentes á  la  presión  del  aparato,  no  vemos  la  necesidad  de  la  inter- 
vención. Del  mismo  modo,  cuando  la  ectopia  renal  adquirida  es  si- 
lenciosa, cuando  los  enfermos  la  soportan  bien  y  las  molestias  lige- 
ras ceden  con  una  faja  contentiva  ó  con  los  procedimientos  médicos, 
que  después  hablaremos,  dejarlas,  que  tiempo  tenemos  de  operarlas 
si  las  necesidades  lo  exigieran.  Una  salvedad  tenemos  que  hacer  á 
6Sta  regla.  Los  enfermos,  tanto  de  hernias  como  de  riñon,  que  por  su 
posición  social  se  ven  obligados  á  ganarse  el  sustento  con  el  trabajo 
corporal,  no  vacilaremos  en  la  intervención  quirúrgica,  pues  que  es- 
tos enfermos  están  constantemente  expuestos  á  tener  un  fracaso, 
lleven  ó  no  braguero,  tengan  ó  no  faja  contentiva. 

Tratamiento  médico.  —  Los  procedimientos  internistas  se  redu- 
cen :  á  calmar  el  dolor  en  las  crisis,  al  masaje,  duchas  y  las  fajas 
contentivas.  Compréndese  que  tanto  las  duchas  como  el  masaje  sólo 
son  aplicables  á  los  dos  primeros  grados  del  descenso  renal.  Las  fa- 
ja» y  cinturones  contentivos  los  utilizamos  cualquiera  que  sea  el  gra- 
do de  descenso. 

En  el  momento  de  las  crisis  aconsejaremos  el  reposo  en  la  posición 
horizontal  y  decúbito  dorsal,  la  medicación  calmante  y  reduciremos 
«1  ríñón,  si  es  posible,  á  su  posición  normal. 


206 

El  masaje,  aplicable  principal  mente  á  los  casos  de  relajación  ge« 
neral  de  las  paredes  abdominales  y  ligamentos  viscerales,  y  las  du-- 
chas  en  los  neuropáiieos,  son  recursos  recomendables. 

Cuando  coincide  el  riñon  móvil  con  la  eventración  de  las  paredes 
abdominales,  son  preferibles  las /aya«  re  forzadas,  Bienáo  innecesa- 
ria, por  inútil,  la  pelota,  asi  como  en  los  enfermos  de  paredes  ab-> 
domínales  enormemente  grasosas  y  cuyo  gran  omento  forma  ar- 
monía con  el  desarrollo  general  del  tejido  adiposo. 

Los  cinturones  [con  pelota  contentiva  convexa  y  oval  son  los  más 
asados.  Estos  aparatos  se  construyen  hoy  por  todos  los  ortopédicos 
con  arreglo¡á  los  modelos  de  Gienard,  Tufñer,  etc.,  y  después  de  co- 
locados, el  mismo  enfermo  indica  las  modificaciones  y  variaciones,, 
tanto  de  la  pelota  como  del  cinturón,  que  el  constructor  tiene  <}ue 
rectificar  para  su  buen  resultado  y  tolerancia.  Cuando  á  pesar  de 
poner  en  juego  todos  estos  recursos,  el  riiión  sigue  molestando,  hare- 
mos la  nefropexia  con  la  tranquilidad  de  conciencia  de  no  hacer  las 
cosas  de  un  modo  sistemático. 


Tratamiento  quirúrgico.  Nefropexia.  —  Intervención  sencillísima^ 
tan  sencilla  como  lo  es  el  diagnóstico  en  los  casos  sin  complicación, 
inofensiva  y  de  éxito  casi  (Siempre  seguro;  hecha  por  primera  vez 
por  Halm,  de  Berlín,  en  1881;  muy  bien  estudiada  después,  y  quizás 
demasiado  practicada  en  los  doce  años  últimos;  puede  hacerse  por 
la  vía  intraperitoneal  ó  extraperitoneal. 

La  primera  ó  transperitoneal,  utilizada  por  algunos  en  los  albores 
de  la  nefrorrafia,  ha  sido  con  justicia  abandonada;  sólo  por  excep- 
ción seguiremos  este  camino,  obligados  por  la  necesidad  de  practi- 
car alguna  intervención  ureteral  antes  de  fijar  el  riñon.  La  segunda 
ó  lumbar  es  lá  que  siguen  todos  los  cirujanos,  por  ser  la  más  prácti- 
ca y  segura. 

Antes  de  abordar  el  riñon,  debemos  recordar  las  relaciones  gene- 
rales de  la  cara  posterior  del  mismo,  ó  sea  la  zona  quirúrgica  en 
donde  evolucionan  la  mayoría  de  las  intervenciones  renales,  Imagi- 
nemos  un  cuadrilátero  cuyo  lado  superior  sea  una  línea  transversal 
tangente  á  la  última  costilla;  su  lado  inferior,  por  otra  horizontal  á 
la  cresta  iliaca  y  ligamento  iliolumbar;  su  lado  interno,  por  una 
vertical  que  corresponda  al  borde  externo  de  los  músculos  espinafes, 
y  el  externo  por  otra  en  la  región  lateral  del  abdomen.  En  el  área  de 
este  cuadrilátero  se  encuentran,  de  atrás  á  adelante: 


207 

1.®  Piel,  tejido  celular  subcutáneo  y  aponeurosis  superficial,  pri- 
mer plano, 

2.^  Plano.  Dorsal  ancho  por  dentro  y  oblicuo  mayor  por  fuera. 

3.^  Plano.  Aponeurosis  del  oblicuo  menor  con  su  músculo. 

4.^  Plano.  Transverso  hacia  afuera  y  sus  tres  hojas  aponeuróticas 
hacia  adentro,  las  cuales  limitan  dos  espacios,  uno  posterior  para  los 
músculos  espinales  y  otro  anterior  para  el  cuadrado  lumbar.  Entre 
la  hoja  anterior  del  transverso  ó  aponeurosis  del  cuadrado  de  los  lo- 
mos y  la  atmósfera  grasosa  del  riñon,  se  encuentran  los  nervios 
abdomino-genital  mayor  y  menor,  cuya  dirección  es  oblicua  hacia 
abajo  y  afuera. 

La  incisión  para  la  nefrorrafla,  no  importa  que  sea  oblicua  ó  cur- 
va; cada  uno  hace  la  que  más  le  place:  nosotros  damos  la  preferen- 
cia á  las  incisiones  oblicuas,  porque  dan  más  campo  operatorio  y 
hacen  más  fácil  las  maniobras  de  fijación.  Si  es  curva,  comen- 
zaremos en  el  ángulo  supero-interno  del  cuadrilátero  descrito;  si- 
guiendo su  lado  interno,  haciéndola  curva  antes  de  llegar  al  ángu* 
lo  inferior  y  posterior,  para  hacerla  recta  siguiendo  el  lado  inferior. 
La  oblicua  está  representada  por  la  diagonal,  de  dentro  á  afuera  y 
de  arriba  á  abajo  de  dicho  cuadrilátero.  Curva  ú  oblicua,  después  de 
incindir  el  primer  plano,  á  beneficio  de  otra  incisión  á  fondo,  que 
comprende  el  segundo  y  tercer  plano,  llegamos  al  cuadrado  lumbar, 
músculo  que  nos  servirá  de  guia  para  llegar  con  el  dedo  al  aloja- 
miento renal.  En  estas  maniobras  debemos  tener  cuidado  de  no  sec- 
cionar el  nervio  ab'domino-genital  mayor  y  menor,  para  no  vernos 
sorprendidos  en  el  curso  post  operatorio  por  la  anestesia  de  la  zona 
por  61  inervada,  como  nos  ocurrió  con  la  enferma  de  la  observación 
4.*  La  sección  de  estos  nervios  es  imposible  con  la  incisión  oblicua, 
cuya  dirección  es  paralela  y  por  encima  de  estos  ramos  nerviosos. 

Puesta  al  descubierto  la  grasa  perirrenal,  la  cual  se  reconoce  por 
BU  color  amarillo  pálido  y  gran  movilidad,  antes  de  incindirla,  y  so- 
bre todo  al  hacer  la  resección  de  la  misma,  hemos  de  tener  cuidado 
con  el  peritoneo;  pues  aunque  hoy,  felizmente,  la  herida  de  esta  se- 
rosa no  reviste  gravedad,  no  hay  para  qué  poner  á  la  gran  cavidad 
intraperitonitica  en  comunicación  con  el  exterior,  porque  podria 
por  cualquier  circunstancia  comprometer  el  éxito  post  operatorio. 
Recordaremos,  además,  que  el  peritoneo,  en  casos  excepcionales, 
en  vez  de  cubrir  sólo  la  cara  anterior  del  riñon,  puede  avanzar  y  en- 
volver el  borde  convexo  y  la  cara  posterior,  pudiendo  llegar  á  for- 
mar un  verdadero  me9one/rón^  de  cuya  anomalía  la  literatura  mé- 


208 

dica  registra  algunos  casos.  Nosotros  no  hemos  tenido  ocasión  de 
observarla  entre  los  operados.  En  el  enfermo  de  la  observación  5.\ 
el  peritoneo  avanzaba  á  la  cara  posterior;  pero  estaba  adherido  con 
la  cápsula  adiposa  al  riñón^  y  tuvimos  necesidad  de  desprender  di* 
chas  adherencias  para  pasarlos  hilos  fijadores;  pero  esto  hay  que 
conceptuarlo  como  un  hecho  patológico^  no  anatómico.  Dedúcese  de 
lo  expuesto,  que  antes  de  incindir  la  cápsula  adiposa  es  preciso  re- 
chazar y  contener  el  peritoneo  con  una  valva  corta  al  borde  exter- 
no de  la  incisión;  abriremos  en  seguida  dicha  cápsula  previo  un 
pellizco  con  la  pinza  en  T,  acercándonos  lo  más  posible  al  borde 
cóncavo  del  riñon ;  resecaremos  el  segmento  interno  y  después  el  ex- 
terno sin  escape  de  tijera,  pues  á  pesar  de  la  valva  contentiva,  el 
peritoneo  puede  salir  de  su  prisión  obligado  por  los  movimientos  ins* 
piratorios.  En  la  observación  3.%  contando  con  la  seguridad  de  se- 
paración por  la  valva,  olvidamos  esta  contingencia  y  al  resecar  el 
segmento  externo  de  la  cásula  adiposa,  hubimos  de  incindir  el  peri- 
toneo, que  fué  suturado,  y  no  perturbó  el  éxito  operatorio.  Mas  no 
creemos  que  las  cosas  sucedan  siempre  del  mismo  modo,  porque  de 
todos  es  sabido  que  al  herir  el  peritoneo  existen  dos  muy  fundamen- 
tales motivos  de  inquietud:  uno,  el  herirla  serosa  sin  necesidad,  y  el 
otro,  la  probabilidad  muy  remota,  pero  posible  también,  de  una  in- 
fección. 

Segundo  tiempo, ---Fijación  del  riñon.  No  debemos  de  preocupamos 
mucho  cuando  por  circunstancias  especiales  nos  vemos  obligados  á 
fijar  el  riñon  más  abajo  de  su  posición  normal;  lo  importante  es  con- 
seguir la  inamovilidad,  sea  donde  sea,  un  poco  más  bajo  ó  más  alto, 
sin  trasp^ar  los  limites  de  la  prudencia,  á  fin  de  conservar  la  per- 
meabilidad ureteral ;  pues  como  hemos  dicho,  la  movilidad  anormal 
del  riñon  es  el  primer  eslabón,  generador  fundamental  de  todos  los 
síntomas  alarmantes  que  torturan  al  enfermo.  En  nuestras  nefro- 
rrafias  siempre  hemos  practicado  el  procedimiento  típico,  según  lo 
hace  Guyon,  pero  con  incisión  oblicua;  sólo  en  dos  observaciones 
hemos  utilizado  la  curva.  Elevado  y  empujado  el  riñon,  por  un  ayu- 
dante experto,  hacia  los  bordes  de  la  herida,  se  procede  al  paso  de 
los  hilos  fijadores  que  se  tendrán  preparados,  asi  como  una  gran 
aguja  curva,  con  mango  ó  sin  él,  pero  que  reúna  la  condición  de 
traumatizar  poco  el  parénquima  renal :  las  Hagedor  son  muy  á  pro- 
pósito. El  catgut  (rrueso  del  núm.;4, 5  ó  6,  se  enebra  doble  y  de  ]lon- 
gitud  más  que  suficiente,  35  á  40  centímetros. 

Tres  hilos  son  bastantes  y  cada  uno  debe  comprender  una  buena 


209 

cantidad  de  la  convexidad  de  la  glándula:  el  superior,  el  inferior  y 
el  medio.  Guyon,  á  fin  de  evitar  la  sección  del  parénquima  por  la 
compresión  del  catgut ~ práctica  que  hemos  seguido^ una  vez  pa- 
sado el  hilo  doble,  corta  el  asa  que  forma  de  un  lado  y  anuda  los 
dos  cabos  de  entrada  y  de  salida  muy  cerca  de  ellas.  Quedan  doce 
cabos  libres :  seis  anteriores  y  seis  posteriores.  De  Ids  seis  ante- 
riores, uno  de  los  cabos  del  superior,  se  pasa  por  debajo  y  detrás 
de  la  última  costilla,  teniendo  cuidado  de  que  la  aguja  no  compren- 
da \ñ,pleura^  para  lo  cual,  con  cuidado,  denudaremos  el  periostio 
rasando  la  costilla  con  un  costotomo;  hecho  esto,  se  anuda  con  un 
cabo  gemelo;  de  esta  manera  el  polo  superior  del  riñon  queda  ñjo  á 
la  última  costilla.  El  cabo  doble  superior  y  posterior,  uno  de  sus  hi- 
los se  pasa  por  las  masas  musculares  profundas  todo  lo  más  alto 
posible,  comprendiendo  una  buena  cantidad  de  masa  muscular,  es- 
pecialmente del  cuadrado  de  los  lomos,  anudándose  con  su  compa- 
nero. Lo  propio  se  hace  con  los  cabos  inferiores  y  medios,  anterio- 
res y  posteriores. 

Con  la  sutura  muscular  y  la  de  la  piel,  con  ó  sin  desagüe,  y  el 
aposito  conveniente,  terminamos  el  acto  operatorio  ;  haciendo  ob- 
servar al  que  coloque  el  vendaje  no  olvide  poner  una  buena  pelota 
de  algodón  en  la  parte  anterior  y  lateral  del  riñon  ñjado. 

La  decorticación  de  la  cdpaula  renal^  ó  avivamiento  de  riñon  an- 
tes de  fijarlo,  modificación  hecha  al  procedimiento  típico  por  Lloyd, 
Tuffler  y  Delagenier;  práctica  seguida  por  cirujanos  españoles  de 
reconocida  competencia,  no  la  hicifnos,  ni  creemos  haga  falta,  es- 
tando demostrado  por  la  observación  y  las  necropsias  que  el  riñon 
se  adhiere  bien  y  con  solidez,  sin  necesidad  de  avivar  su  superficie 
posterior  con  la  avulsión  de  su  cápsula  propia;  sin  embargo,  cuan- 
do el  descenso  renal  tiene  complicaciones,  como  sucede  en  aquellos 
casos  en  que  las  repetidas  crisis  de  hidronefrosis  aumentando  la 
presión  intrínseca  renal,  producen  perturbaciones  funcionales  de  la 
glándula  primero,  y  más  tarde  estructurales;  en  estos  casos,Aomo 
la  presión  se  ejerce  casi  toda  en  el  parénquima  por  la  poca  elastici- 
dad de  su  cápsula,  debe  hacerse  la  decorticación  de  la  misma,  de 
igual  modo  que  se  hace  en  las  nefritis  albuminúricas. 

La  prisión  y  fijación  del  riñon  entre  los  labios  de  la  herida  lum- 
bar ó  exonefropexia,  procedimiento  especial  de  Jaboulay,  no  hace- 
mos más  que  mencionarlo  á  fin  de  que  se  tenga  presente,  porqué 
pudiera  sernos  útil  en  alguna  ocasión. 

El  curso  postoperatorio  en  las  nefrorrafias  es  generalmente  apiro- 


210 
tico,  sobre  todo  en  las  nefropexías  paras,  6  sea  sía  lesi6ii  estracta* 
raL  En  el  caso  6.®  hubo  un  pequeño  flem6n  sin  consecuencias,  asi 
como  en;  la  obsenración  7.* 

Después  de  la  operación  aconsejaremos  el  reposo  horizontal  en  Iwl 
cama  durante  un  mes  por  lo  menos.  Sin  embargo,  como  las  sorpre* 
sas,  tanto  en  medicina  como  en  cirugía,  están  siempre  á  la  ordeo 
del  día,  la  enferma  de  la  observación  9.*  se  levantó  al  noveno  día  y 
siguió  levantándose  los  días  consecutivos— claro  es,  que  sin  nuestro 
permiso  y  sin  quitarle  su  buen  vendaje  abdominal — ;  pues  bien,  la 
paciente  curó  y  no  curó  mal;  hecho  comprobado  unas  cuantas  ve* 
ees,  porque  la  enferma  vive  en  Madrid  y  no  la  perdemos  de  vista. 

Los¡resultados  lejanos  de  las  nefropexias  en  las  observaciones 
que  exponemos  fueron  positivos;  aunque  asf  sea,  no  creemos  que  las 
cosas  sucedan  siempre  con  resultandos  tan  lisonjeros  (1).  Según  las 
estadísticas  que  tenemos  presentes,  los  resultados  son  variables,  se* 
gún  los  casos  y  según  los  sujetos,  y  con  tener  esto  presente  nos  bas- 
ta para  no  hacer  promesas  antes  de  la  intervención. 


Hemos  podido  reunir,  consultando  nuestros  apantes,  31  observa- 
ciones de  riñon  móvil,  de  las  cuales  11  fueron  seguidas  de  nefro- 

De  las  í)einte  que  fueron  tratadas  por  los  proeedimienias  médicos 
—todas  mujeres  — encontramos:  cuatro  de  los  quince  á  los  veinte 
años,  dos  de  ellas  doncellas,  con  enieropiosis  y  síntomas  gástricos 
acentuados.  Ocho  de  los  veinte  á  los  cuarenta,  seis  de  ellos  con  des- 
censo  uterino.  Cuatro  de  los  cuarenta  á  los  sesenta,  una  con  eventra^ 
eión  y  otra  á  los  sesenta  y  ocho  años  con  una  neoplasia  maligna 
pilórica.  Todas  han  sido  tratadas  por  el  ciníurón  con  pelota  eonten- 
tioa,  exceptuando  las  enteroptósicas  y  el  caso  de  eventración  que  lo 
fueron  con  la  fm'a  abdominal.  A  la  última  sólo  le  aconsejamos  mu- 
cha iftorflna,  por  conceptuar  el  tumor  inoperable. 

De  estas  veinte  observaciones,  eiete  no  volvimos  á  verlas;  las  res* 
tantos  hemos  continuado  la  observación  y  no  van  mal,  tanto  que 
ninguna  ha  reclamado  la  intervención  quirúrgica,  á  pesar  de  saber 
que  la  operación  no  es  grave  y  de  éxito  seguro  casi  siempre. 

De  los  casos  de  interoeneión  quirúrgica,  diez  mujeres  y  un  hom- 

(1)  Son  pocos  OASofl  para  tentar  conolasionM.    • 

(2)  Machas  más  obtervacionas  padiera  citar,  pero  no  oonaervo  historial 
de  ellae. 


211 

bre;  conservamos  mayor  número  de  datos,  de  los  que  entresacamos 
las  notas  clínicas  siguientes  (1): 

Observación  1.^ —  Deaceñáo  renal^  primer  grado, -^  Joven  de  dieci- 
nueve años^  de  Madrid^  doncella,  dismenorréica,  costurera,  tenien- 
do que  coser  á  máquina  diez  ó  doce  horas  al  día,  ingresó  en  el  hos- 
pital en  abril  de  1897  (sala  de  San  Fernando). 

Cauea  ocasional  probable.  --TreLbs,}o  excesivo  de  máquina. 

Siniomas  de  más  eigniflcaeión  clínica,  —  Dolores  en  la  región  epi- 
gástrica 6  hipocondrio  derecho,  que  se  extienden  á  la  fosa  iliaca  y 
extremidad  correspondiente.  —  Mareos  y  pérdida  del  conocimiento. 
—Capacidad  vesical,  aumentada.— La  cantidad  de  orina  en  relación 
con  su  densidad :  unas  veces  mayor,  otras  menor.^Sedimento  nulo. 

Nefropexia  en  abril  de  18S/7.  —  Hubo  que  levantar  el  aposito  al 
segundo  día,  por  la  gran  cantidad  de  exudados  y  una  pequeña  ele- 
vación térmica.  —  La  herida  bien,  pero  persistía  la  fiebre;  orina  un 
poco  sanguinolenta.-— Un  purgante  seguido  de  irrigación  intestinal. 
Desaparece  la  fiebre.  — Se  levantó  á  los  veinticuatro  días,  previa 
colocación  de  un  vendaje  abdominal.  — Resultado  definitivo  con 
éxito. 

Observación  2.*  —  Riñófi  móvil,  tercer  grado.  —  Mujer  de  cuarenta 
años,  de  Ceclavin  —  Cáceres  —  bastante  desmejorada,  enterocolitis 
repetidas. 

Causa  ocasional.  —  Desconocida^ 

Siniomas  de  más  significación  clínica.  —  Cistitis  y  ureteritis;  esta 
última  comprobada  por  el  tacto  vaginal  y  aumento  del  reflejo  ure- 
teral  del  mismo  lado. 

Ne/rbpeapMi.— Día  31  de  enero  de  1899.  —  Incisión  parabólica,  pro- 
cedimiento típico  de  Guyon. 

Curso  posl  operatorio.  —  Apirético,  hematuria  durante  seis  días.— 
Se  levantó  al  treinta.  —  Resultados  lejanos,  positivos. 

Observación  Z.^-— Riñon  potente.  —  Mujer  de  cuarenta  y  cuatro 
años,  de  Córdoba,  de  mi  clientela  particular;  hacía  dos  años  que 
venia  quejándose  de  su  riñon  izquierdo  y  del  bajo  vientre.  —  Retro- 
versión  uterina  y  anexitis  izquierda,  uretritis  y.  leucorrea. 

Causa  ocasional.  —  Un  esfuerzo  para  levantar  un  saco  de  trigo,  en 
cuyo  momento  sintió  un  dolor  intenso  en  el  lado  derecho. 

Siniomas  de  más  significación  clínica.  —  Crisis  de  dolor  gástrico 

(1)  Para  evitar  exageradas  repeticiones,  suprimiré  en  las  observaciones 
la  comprobación  del  cambio  de  estática  renal  por  la  exploración  manual  ó 
bimannal,  sobre  todo  en  los  casos  de  descenso  sin  complicaciones. 


212 

con  vómitos,  más  frecuentes  y  más  intensos  al  acercarse  el  f>erfodo 
menstrual. 

Nefroperia  en  octubre  de  1901.  —  Al  incindir  la  cápsula  adiposa 
herimos  el  periioneo,  que  fué  suturado  inmediatamente. 

Curso  posi  operatorio, — Apirético.— Resultado  definitivo,  positivo. 

Observación  4.*  —  Deséense  renal  de  tercer  (/ro^ío.— Mujer  de  vein- 
ticuatro años,  natural  de  Mandayona  (Guadalajara),  casada,  meno- 
rréica;  ingresó  en  el  Hospital  de  la  Princesa  en  noviembre  de  1902 
(sala  de  Santa  Águeda). 

Causa  probable y^KiM^ñOB  de  tos  seca  durante  cinco  años. 

Síntomas  de  más  significación  c/intca.— Dolores  lumbo-abdomina- 
les  derechos.  —  Capacidad  vesical,  normal,  «asi  como  la  cantidad  y 
la  calidad  de  la  orina.— La  enferma  se  queja  de  dolores  en  la  región 
espinosa,  á  nivel  de  las  últimas  dorsales  y  primeras  lumbares, 
acompañados  de  hormigueos  en  la  pierna  derecha,  notándose  un 
poco  borrada  la  linea  morfológica  del  vacío  derecho  y  doloroso  á  la 
presión  bimanual. 

Nefropexia  en  9  de  diciembre  de  1902.— Al  llegar  al  borde  extemo 
del  cuadrado  de  los  lomos  é  incindir  su  aponeurosis,  nos  encontra- 
mos con  un  tumor  duro,  resistente,  que  incindido,  dio  salida  á  bas- 
tante cantidad  de  pus  espeso,  dejando  una  cavidad  amplia  cuyo 
límite  superior  lo  formaba  el  diafragma.  —  Flemón  de  la  cápsula 
suprarrenal.  —  Saneada  esta  cavidad,  se  ñjó  el  riñon  sin  sutura 
muscular  ni  de  piel.  —  Relleno  con  gasa.  —  Al  levantar  el  día  13  el 
aposito  con  el  fin  de  renovar  la  gasa  de  relleno,  nos  encontramos 
con  una  zona  anestésica  en  el  flanco  derecho,  por  debajo  de  la  linea 
transversa  umbilical.- Sección  del  nervio  abdóminogenital  mayor. 
—El  día  31  se  le  dio  el  alta  por  curación.  —  Resultado  definitivo  con 
éxito,  aunque  persistiendo  la  anestesia  citada. 

Observación  5/  —  Riñon  móvil  de  segundo  grado  con  hidronefrosis 
intermitente.— Hombre  de  cuarentaydos  años, de  Tribaldos — Cuen- 
ca—,  que  ingresó  en  el  Hospital  (sala  de  San  Isidro)  en  abril  de  1902, 

Causa  ocasional.  —  Desconocida. 

Síntomas  de  más  significación  clínica, — Crisis  frecuentes  de  dolor 
intensísimo  en  el  flanco  derecho  abdominal,  acompañadas  de  vómi- 
tos, abultamiento  de  vientre  y  fiebre.  —  Capacidad  vesical  dismi- 
nuida, así  como  la  densidad  de  la  orina,  albúmina  1/2  por  1.000, 
aumentada  la  cantidad  y  disminuida  la  densidad. 

Nefrotomía  y  nefropexia.  —  Por  la  primera  se  dio  salida  á  unos 
500  gramos  de  orina  aséptica,  primera  particularidad  del  caso.  Otra 


213 

particularidad, el  encontrar  el  peritoneo,  ftucia  perirrenal  y  cápsula 
propia  formando  una  sola  capa,  que  envolvía  casi  por  completo  el 
riñon,  teniendo  necesidad  y  siendo  posible  de  aislar  el  peritoneo 
antes  de  incindir  el  riñon. —  Resultados  definitivos,  positivos. 

Este  caso  se  encuentra  publicado  extensamente  en  esta  Rbvista, 
tomo  Lvi,  página  133. 

Observación  6.*  —  Descenso  renal^  segundo  grado  de  Glenard.  ^Jo- 
ven de  dieciocho  años,  de  nuestra  visita  particular,  de  Madrid,  liníá- 
tíca,  dismenorréica,  de  buena  salud  habitual. 

Causa  oeasionaL-^Caida  de  un  coche,  recibiendo  el  traumatismo  di- 
rectamente sobre  el  lado  derecho. 

Síntomas  de  más  signijleación  clínica.  —  Dolores  vivos  en  los  hi* 
pocondrios,  principalmente  en  el  lado  derecho,  acentuados  en  el 
periodo  menstrual,  en  la  estación  vertical  y  después  de  largos  pa- 
seos. —  Intolerancia  para  el  corsé.  —  Síntomas  de  cistitis,  no  cons* 
tan  tes,  sino  intermitentes. — Orina  clara,  transparente  y  en  gran  can- 
tidad unas  veces;  y  otras  turbias,  sedimentosas  y  en  pequeña  canti- 
dad.— Su  análisis  en  estas  condiciones  dio  por  resultado :  sedimen- 
to, células  del  epitelio  vesical,  primera  capa,  hematíes,  leucocitos 
y  moco  en  gran  cantidad. 

Nefropexia  el  6  de  junio  de  1903. 

Curso  post  operatorio.  —  Pequeño  ñemón  parietal  al  tercer  día.  — 
Seda  mal  esterilizada  de  la  sutura  muscular.— Se  levantó  al  24.^  día, 
colocándole  una  faja  abdominal.— Resultados  deñnitivos,  positivos. 

Observación  1.^  —  Riñon  flotante  con  pielonefritis  supurada  desea» 
mativa. »  Mujer  de  cuarenta  y  ocho  años,  de  Benquerencia— Bada- 
joz—casada,  multípara,  once  partos,  delgada  y  demacrada,  que  in- 
gresó en  el  Hospital  de  la  Princesa  el  5  de  agosto  de  1903  (sala  de 
Santa  Águeda). 

Causa  ocasionaL^Esfuerzos  al  perseguir  la  langosta. 

Síntomas  de  más  significación  clínica,  —  Dolores  por  crisis  en  los 
vacíos,  que  se  calmaban  al  acostarse;  micciones  frecuentes  doloro- 
sas'y  con  hematuria  al  terminar.  —  Riñon  abtRtado  y  exagerada- 
mente doloroso  á  la  presión.— Análisis  de  la  orina. — Cantidad,  1.600 
gramos ;  reacción  alcalina,  turbia,  2  por  1.000  de  albúmina. 

Miero«rd/)(co.— Glóbulos  de  pus,  leucocitos,  hematíes  en  gran  can- 
tidad, células  del  epitelio  renal  y  vesical,  moco  y  cilindros  granulo- 
grasosos,  prueba  con  el  azul  de  metileno,  eliminación  retardada. 

Nefrotomía  y  nefropexia  el  13  de  agosto. 

Curso  post  operatorio.  —  Fiebre  de  39^  durante  seis  días.  —  Orinas 


214 

suciaf?.  sanguinolentas  y  con  fuerte  olor  Amoniacal.—- Flemón  pa- 
rietal.—Curación  el  10  de  octubre.  —  Resultado  definitivo,  positivo. 

ObserDación  S.*-^  Riñon  móoil^  segundo  grado.  —  Mujer  de  veinti- 
siete años,  doncella,  de  Badajoz,  delgada  y  pálida.  Desde  hace  nue- 
ve año^  3e  queja  de  dolores  vivos  en  todo  el  hipocondrio  derecho, 
dolores  que  en  forma  de  crisis  aparecen  actualmente  antes  de  las 
reglaB,  con  fiebre,  pérdida  del  apetito  y  oliguria. 

Causa  probable.  —  Desconocida.  — Capacidad  vesical  disminuida, 
micciones  frecuentes.  —  La  cantidad  de  orina  aumentada  2.200  gra* 
mos,  poliuria  provocada  por  el  riñon  derecho,  dato  comprobado  con 
el  gr'paraílorde  Luys. 

Nefropexia  el  día  24  de  mayo  de  1904.  —  Riñon  muy  friable,  te- 
nienrio  necesidad  de  colocar  cuatro  hilos  de  suspensión. 

Curso  po8Í  operatorio.^OñneL  sanguinolenta  y  sedimentosa. — Re- 
sultfidos  íleBuitivos,  desconocidos. 

Obser&ación  9.'— fíiwí»  flotante.  Hidronefroais  intermitente. --Mm^ 
jer  úB  veintiocho  años,  de  Manzanares,  bien  constituida,  robusta  y 
de  buen  color,  nada  de  eventración. 

Causa  ocasional  probable. — Parto  laborioeisimo  y  transgresiones 
de  régimen  en  el  puerperio. 

Síntomas  de  mds  signi/leación  eliniea.^Crisin  dolorosas  sin  locali- 
zación  en  el  lado  derecho,  sino  difusas,  acompañadas  de  vómitos  y 
péniiiU  <ie[  apetito.— Cistitis  de  cuello  con  hematuria. — La  separa- 
ción déla  orina  con  el  aparato  de  Luys  en  el  momento  de  la  crisis 
dio  por  rr^síultado  una  disminución  de  la  cantidad  en  el  lado  derecho 
con  pequeña  cantidad  del  albúmina.  —  Fuera  de  las  crisis  la  secre- 
ción era  tgual  para  cada  riñon. 

Neíropexia. — Mayo  1905  en  nuestra  clínica  particular. 

CarsQ  post  operatorio.  —  Apirético,  cicatrización  por  primera  in- 
teneiun.  —  Esta  enferma  abandonó  la  clínica  al  décimo  dia,  aconse- 
jándole qne  persistiera  en  la  cama  hasta  los  veintiocho  ó  treinta; 
pero  ni  b^  acostó  ni  se  sentó,  sino  que  hizo  cuanto  le  vino  en  ganas; 
y  á  pesíir  ie  todas  estas  imprudencias,  la  enferma  curó  y  continúa 
con  un  riaón  adherido  al  sitio  donde  se  emplazó. 

Obserc'icíón  lO.^^Descenso  renal,  segundo  yrado.— Mujer  de  vein- 
tiocho años,  de  nuestra  visita  particular,  enjuta  de  carnes,  casada, 
multípara,  bien  reglada,  sin  antecedentes. 

Causa  ocasionaL^Caida  de  una  silla  sobre  el  lado  derecho. 

Sintonías  de  mds  significación  c/Mtea.~Gastralgias  y  vómitos  unas 
Teces,  vértigos  y  lipotimias  otras;  molestias  que  se  atenuaban  y 


215 

llegaban  á  desaparecer  con  el  reposo  horizontal.— Capacidad  vesi- 
cal normal,  orina  emitida  en  las  veinticuatro  horas  1.500  gramos, 
débilmente  acida  y  disminuida  la  urea  y  los  cloruros,  sedimento 
nulo. 

Nefropexia.^ 3 anio  1905  —Resultados  definitivos,  desconocidos. 

Observación  W.^— -Riñon  flotante, -Mixjer  de  cuarenta  y  dos  años, 
dedicada  á  las  faenas  del  campo,  de  Cáceres;  ha  padecido  de  cóli- 
cos nefríticos  frustrados;  sólo  se  queja  de  ligeras  molestias  en  el 
lado  derecho,  indicando  que  algunas  veces  el  dolor  en  dicho  lado  es 
intenso  y  que  al  propio  tiempo  se  ha  tocado  un  bulto  en  el  sitio  del 
dolor.  El  corsé  le  exagera  las  molestias;  no  puede  tolerarlo,  pero 
sólo  á  intervalos. 

Causa  deaeonoeida.^OñnBL  normal,  asi  como  la  capacidad  vesical. 

Nefropexia  ep  julio  de  1906. 

Curso  post  operatorio.— Sin  compromisos.— En  observación. 


-   NOTAS  clínicas  DE  APARATO  DIGESTIVO 


DOCTOR  D.  R.  L.  Y  YA(ÍÜB 

ProfftAr  RQxilUr  del  DUpenaarlo  de  enfarinededee  de  ette  apérelo  ee  e(  Inatitato  Reblo; 
Jefe  del  miamo  en  le  PolieUelee  CerTere,  ate.,  ele. 


SoMÁRio:  Origen  de  la  especialidad.  —  Las  razones  de  in  existencia.  — Di- 
fusión teórica  excesiva  y  difusión  clínica  insnficiente.—  Sns  perjaicios.— 
Motivos  para  el  aumento  de  la  difusión  clínica;  motivo  patolójcioo;  mo- 
tivo clínico.  —  Ventajas  de  las  exposiciones  clínicas.  —  Modesto  fin  y 
anhelo  de  estas  notas. 

Desde  que  Kusmaul,  en  1867,  logró  hacer  entrar  el  lavado  gástrico 
en  la  terapéutica,  y  Ewald  en  1874  y  Leube  en  el  76,  sustituyeron  la 
bomba  gástrica  por  la  sonda  blanda,  y  merced  á  ella  se  estudiaron 
de  manera  reglada  las  afecciones  del  estómago,  cambiaron  por  com- 
pleto las  nociones  fundamentales  sobre  que  descansaba  su  patolo  - 
gía,  y  surgió  un  sinnúmero  de  observadores  que,  aprovechando  los 
datos  susceptibles  de  ser  obtenidos  por  su  aplicación  cuidadosa  al 
estudio  de  la  digestión  normal  y  patológica  con  ayuda  de  comidas 
determinadas  cuya  extracción  se  efectuaba  á  tiempo  fíjo,  fueron 


216 

aportando  constantemente  datos  nuevos,  con  cuyo  conjunto  los  más 
afanosos  crearon  un  cuerpo  nuevo  de  doctrina. 

La  continuidad  de  ésta  era  de  producción  científica  activa,  la  nul- 
tipiicación  de  los  medios  de  exploración  con  técnica  especial  y  el 
abundantísimo  material  de  estudio,  obligaron  á  la  segregación  re- 
lativa del  conocimiento  de  este  grupo  de  afecciones,  del  ejercicio  co- 
mún de  la  Medicina.  Tal  es  la  historia  sucinta  del  origen  de  la  gas* 
tropatologfa  como  especialidad  médica.  Su  aceptación  común  y  su 
arraigo,  dan,  de  otra  parte,  la  razón  social  de  su  existencia,  y  vie- 
nen probando  de  modo  claro  y  decisivo  que  corresponde  á  la  de  una 
necesidad  general,  antes  mal  ó  incompletamente  satisfecha. 

De  entonces  acá  se  han  menudeado  de  tai  modo  las  obras  didácti- 
cas, y  continúa  de  manera  tan  activa  su  publicación,  que  bien  á  las 
claras  se  ve  responde  más  á  difusión  de  conocimientos,  que  á  la  con- 
tinua producción  de  hechos  nuevos  y  renovación  de  las  verdades, 
que  forman  en  la  actualidad  el  cuerpo  de  doctrina  considerado  como 
cierto.  Si  hiciera  falta  probarlo,  bastaría  citar,  desde  la  obra  de 
Ewald^  primer  cuerpo  serio  de  doctrina  científica  después  de  la  épo- 
ca exclusivamente  clínica  en  que  el  tratado  de  enfermedades  del 
estómago  de  Brinton  se  destaca  en  algunos  capítulos  (úlcera  y  cán- 
cer) como  maravilla  de  observación  precisa  y  concienzuda,  y  sin 
pretender  recordarlas  todas,  la  eminente  de  Bouveret,  las  deSanso 
ni,  Mathieu,  Boas,  Robert,  Robin,  Einhorn,  Royo,  Fraenkel,  Hayem, 
Soupauld,  Hartmann,  etc.,  y  las  numerosas  que  en  las  enciclopedias 
han  hecho  personalidades,  casi  siempre  de  segundo  orden,  pero  al- 
gunas muy  afortunadas  en  la  exposición  de  materia. 

Con  poco  esfuerzo  es  dable,  sin  embargo,  observar  que  esla  labor 
copiosísima  ha  tenido  por  campo  casi  absoluto  el  de  la  patología,  y, 
por  excepción,  el  de  la  clínica  particular  y  exclusiva,  tal  y  como  es 
dado  vivirla  á  los  que  con  exclusión  de  las  demáús  la  ejercen.  De  este 
hecho,  tan  sencillo  como  general,  arrancan  ciertas  dificultades  par^i 
que  las  verdades  más  comunes  y  firmes  y  las  prácticas  más  fructí- 
feras, se  generalicen.con  la  rapidez  y  eittensi.ón  necesarias  á  la  tera- 
péutica usual  y  diaria;  impidiendo  que  sea  dable,  siempre  y  á  todos, 
disfrutar  de  los  beneficios  positivos  que  la  gastropatología  ha  apor- 
tado al  diagnóstico  y  tratamiento  de  numerosas  dolencias.  Y  es  que 
de  este  silencio  nacen  pequeñas  y  enojosas  dificultades  para  la  apli- 
cación particular  y  concreta  de  los  medios,  no  indicadas  ni  solven- 
tadas en  las  reglas  generales,  incapaces  de  individualizar  la 
práctica. 


217 

Los  motivos  son  bien  fáciles  de  comprender  y  explicar.  La  patolo- 
gía crea>  con  la  suma  de  síntomas  más  comunes  observados  en  los 
individuos  afectados  de  una  dolencia,  la  representación  de  la  especie 
morbosa»  y  guarneciéndola  de  ios  más  ñnos  detalles,  que  toma  de 
casos  diferentes,  describe  un  tipo  comprensivo  tan  completo,  acaba- 
do  y  perfecto,  que  estudiándolo  parece  tarea  sencillísima  su  cons- 
tante reconocimiento  en  la  clínica,  y  sólo  posibilidad  rara  y  extraor- 
dinaria el  desconocimiento  y  confusión  con  ninguno  de  cuadro  sintó- 
mico  semejante;  pero  jayl  que  estos  patrones  creados  para  la  ense- 
ñanza rara  vez  existen  más  que  en  los  libros,  pues  en  la  práctica  la 
constante  variedad  de  los  organismos,  siempre  diversos  dentro  de 
la  misma  especie,  hace  que  por  sus  condiciones  particulares,  las  de 
la  causa  morbosa  ó  las  del  medio  en  que  viven,  desenvuelvan  de 
modo  distinto  su  dolencia,  revistiéndola  de  mo4alidades  sintomáti- 
cas tan  diferentes,  variadas  ó  incompleta8,[que  si  se  las  compara  con 
el  modelo,  más  parecen  distintas  afecciones  que  variedades  de  una 
misma.  Comprobando  así  lo  que  tantas  veces  y  con  tanta  verdad  se 
ha  dicho:  que  la  patología  enseña  enfermedades,  en  tanto  que  en  la 
clínica  no  existen  más  que  enfermos. 

Cierto  que  cuando  la  práctica  personal  es  numerosa  y  las  condi- 
ciones sociales  del  médico  y  de  los  enfermos  consienten  que  sea  de- 
tenida, es  dable  á  cada  uno  llegar  á  hacer,  con  la  ayuda  de  la 
observación  y  los  libros,  el  conjunto  de  conocimientos  necesarios 
para  constituir  información  y  criterio  suficiente,  con  ayuda  de  los 
cuales  poder  conocer  con  facilidad  cada  especie  morbosa  y  llegar  á 
agrupar  junto  á  ella,  con  seguridad  y  certeza,  sus  variedades  más 
comunes,  y  con  menos  frecuencia  las  raras,  logrando  la  destreza 
obligada  y  precisa  para  el  diagnóstico;  base  sin  la  cual  todo  trata- 
miento carece  de  las  seguridades  racionales  é  indispensables  de  con- 
veniencia y  utilidad.  Mas  por  excepción  acontece  esto,  pues  las  más 
de  las  veces  falta  el  número  suficiente  de  enfermos,  es  tan  excesivo 
ó  debe  ser  atendido  en  condiciones  tales  de  diseminación  de  tiempo 
y  de  lugar,  que  no  consienten  obtener  de  ellos  las  necesarias  ense- 
ñanzas, si  no  viene  en  su  ayuda  el  relato  de  las  variadas  observa- 
ciones ajenas  que,  cuando  no  existen,  son  poco  numerosas  ó  difícil- 
mente accesibles,  dejan  al  práctico  estudioso  en  difícil  y  penoso 
desamparo. 

Acrecen  no  pocas  veces  és^  las  dificultades  para  el  tratamiento. 
En  efecto,  las  materias  médicas  le  describen  el  agente  terapéutico, 
marcan  sus  dosis,  señalan  sus  incompatibilidades  é  indican  las  do- 
lí 


218 

lencias  en  que  puede  ser  empleado  y  las  circunstancias  en  que  no 
está  permitido  su  uso;  datos  que  complementa  la  patología  enume* 
rando  en  el  tratamiento  de  cada  afecto  los  medios  físicos,  fármaco* 
lógicos  6  quirúrgicos  más  adecuados  en  sus  distintas  fases  y  com- 
plicaciones; pero  una  y  otra,  6  señalan  sistemáticamente  limitados 
agentes,  6  los  dejan  á  su  elección  sin  darle  todas  las  indicaciones 
necesarias  para  que  pueda  saber  las  circunstancias  y  el  momento 
más  oportuno  de  su  aplicación,  ni  reglas  exactamente  precisas  para 
conocer  en  qué  casos  unos  son  más  convenientes  que  los  otros,  ca» 
llándole  detalles  con  los  cuales  puede  tropezar  más  adelante,  funda* 
mentaciones  que  le  den  orientación  para  las  asociaciones  más  efica- 
ces y  signos  tan  sencillos,  claros  y  precisos  como  fuese  posible  para 
poder  apercibir  con  rapidez  las  contraindicaciones  particulares. 

De  estas  dos  necesidades  que  á  la  patología  ni  á  la  terapéutica  es 
dable  satisfacer,  arranca  la  de  la  publicación  de  las  observaciones 
Individuales  de  enfermos  con  descripción  exacta  de  lo  visto,  refe- 
rencia detallada  de  cuanto  con  los  mismos  se  ejecutó  y  obtuvo,  y 
deducción  complementaría  de  las  enseñanzas  posibles.  Tal  es  la 
clínica  que,  teniendo  por  sujeto  único  al  enfermo,  le  observa,  lo  es- 
tudia sin  atenerse  para  nada  al  tipo  didáctico,  que  recuerda  sólo 
paraseñalar  cuando  lo  cree  conveniente  las  igualdades  ó  diferen- 
cias, destaca  las  variedades  morbosas  dentro  de  la  misma  especie 
marcando  sus  rasgos  particulares,  aplica  el  remedio  indicando  la 
manera  justa  de  efectuarlo,  las  condiciones  de  oportunidad  de  su 
empleo,  las  reglas  indispensables  para  su  buen  uso,  las  circunstan- 
cias por  qué  y  los  momentos  en  los  cuales  los  unos  deben  ser  prefe- 
ridos á  los  otros,  destacando  los  datos  que  para  ello  y  sus  contrain- 
dicaciones pueden  servirnos  de  guía  y  llevando  á  cabo  con  el  debi- 
do cuidado  el  ensayo  de  cuantos  medios  racionales  van  siendo  pro- 
gresivamente propuestos,  expone  sus  resultados.. 

Sus  descrípciones  son  tan  precisas  que,  al  referir,  retratan  con 
fidelidad  y  exactitud  sólo  lo  existido  y  lo  hecho,  para  que  pueda 
servir  de  guia  seguro,  con  ayuda  del  cual,  hasta  donde  sea  dable, 
sean  evitados,  vencidos  ó  sorteados  los  escollos  del  ejercicio  y  faci- 
litada constantemente  la  práctica,  con  beneficio  del  que  padece,  fin 
único  y  positivo  de  la  medicina.  De  ahí  la  gran  utilidad  de  la  clíni- 
ca, su  necesidad  constante  y  la  conveniencia  de  la  gastropatológica, 
tan  infrecuentemente  publicada. 

No  tienen  ni  pueden  tener  estas  observaciones,  tan  exentas  de 
presunción  como  llenas  de  buen  deseo,  la  pretensión  inaudita  de 


219 

ilenar  este  vacio^  que  con  certeza  quedará  íntegro  después  de  ellas 
para  ser  llenado  por  quien  tenga  el  valor  y  saber  indispensables; 
pero  no  porque,  sin  falsas  modestias,  me  sienta  incapaz  de  realizar- 
lo he  de  renunciar  á  su  relato  sencillo,  puesto  que  han  sido,  son  y 
serán  siempre  el  manantial  más  copioso  de  enseñanza  y  pueden  re- 
flejar algo  de  lo  que  son  susceptibles  de  dar  á  conocer,  transcribien- 
do lo  más  corriente  y  usual  de  la  práctica. 

Pero  como  la  clínica  no  es  ni  ha  sido  nunca  un  conjunto  de  rare- 
zas, sino  un  común  de  enfermos  parecidos,  entre  los  que  surge  de 
tiempo  en  tiempo  alguno  más  desemejante,  ni  el  ejercicio  de  la  medi- 
cina una  sucesión  de  aciertos  brillantes  sin  error  posible,  de  aquí  que 
no  habrán  de  ser  cuidadosa  rebusca  en  que  presentar  sólo  los  que  por 
sus  particularidades  puedan  cautivar  por  lo  exótico  ó  sorprender  por 
lo  extraordinarios,  justamente  los  menos  observables,  sino  la  des- 
cripción casi  constante  de  los  tipos  comunes  con  perfecto  parecido 
en  sus  líneas  sintomáticas  á  los  más  triviales  y  vulgares;  ni  deben 
ser  el  relato  de  las  raras  é  infrecuentes  adivinaciones  afortunadas, 
sinp  más  á  menudo  délos  errores  conocidos  (¡quién  podrá  presumir 
de  saber  todos  los.que  comete!),  porque  fuerza  es  repetirlo:  nada 
enseña  tanto  como  el  error  que  se  conoce. 

Bien  lejos  de  mi  ánimo  tratar  de  enseñar  nada  á  nadie  con  estas 
notas,  su  ñn  es  más  modesto  y  se  reduce  á  exponer  fielmente  lo  vis- 
to, señalar  con  claridad  lo  hecho  y  fijar  de  modo  permanente  lo 
pensado  para  sistematización,  disciplina  y  saneamiento  de  los  pro- 
pios más  que  de  los  ajenos  conocimientos. 

Sólo  en  un  particular  las  anhelo  vivamente  eficacia:  en  el  de  que 
tuvieran  la  fuerza  de  estímulo  suficiente  para  empujar  á  los  maes- 
tros en  la  clínica  española,  tan  comunes  y  valiosos  como  puedan 
serlo  donde  más,  á  arrancarse  á  escribir  los  libros  aún  casi  en 
blanco  de  la  clínica  médica  española  de  las  especialidades. 


-4^«Pm^- 


220 


BIBLIOGRAFÍA 

rom  n 

DOCTOR  D.  JOSÉ  RIBERA  Y  SANS 

Ostcdrátloo  d«  Oliiüw  qiitr«T|lw  7  Dlraelor  dd  Hoivltal  d«l  Hito  J«i«a  d«  IbdiM. 


Teatado  ds  oiRüeíA  olíhioa  t  opseatoeia,  pablioado  bajo  la  direooión  de 
Bergmann,  Bmns,  Miknlios,  eto. 

La  casa  Espasa  ha  tenido  el  buen  acuerdo  de  hacer  traducir  eata 
monumental  obra,  reflejo  del  estado  actual  de  la  cirugía  alemana, 
encargando  la  traducción  al  distinguido  Catedr&tieo  de  Cirugía  de^ 
la  Universidad  de  Barcelona,  Dr.  D.  Gil  Saltor  y  Lavall. 

Es  sumamente  difícil  exponer  en  pocas  líneas  el  juicio  crítico  que 
pueda  merecer  una  obra  de  tal  importancia,  tanto  más  cuanto  que 
se  trata  de  un  Tratado  que  se  puede  calificar  de  verdaderamente 
regional,  digno  continuador,  en  lo  que  &  la  parte  topogr&fica  se  re- 
fiere, de  aquellas  Enciclopedias  de  cirugía  dirigidas  por  Billroth  y 
Pitta  y  por  Billroth  y  Lucke,  de  las  cuales  en  la  parte  especial  no- 
desmerecen  en  nada,  si  bien  en  la  comparación  del  conjunto  tal  vez 
salgan  estas  últimas  con  más  prestigios,  porque  en  ellas  se  abarca- 
ban y  se  discutían  todos  los  problemas  de  la  cirugía  general  y  de 
tejidos  además  de  lo  regional,  y  el  Tratado  que  estamos  analizande 
se  ocupa  únicamente  de  la  cirugía  de  regiones,  sin  que  puedan  com- 
pensar tal  deficiencia  el  Tratado  de  Cirugía  general  de  Lexer,  a! 
cual  no  se  puede  calificar  sino  de  Manual,  á  pesar  de  cuantos  elo» 
gios  hace  de  é)  Bergmann  en  el  prólogo  de  esta  última  obra.  Pero 
esta  objeción  es  sólo  á  lo  que  al  plan  se  refiere,  no  al  contenido  de 
la  cirugía  clínica,  porque  aun  cuando  en  ella  apenas  si  se  da  cabida 
más  que  á  lo  alemán,  hay  que  afirmar  de  una  manera  rotunda  que 
en  la  actualidad  no  hay  ningún  Tratado  de  cirugía  de  regiones  que 
le  iguale,  ni  mucho  menos  que  lo  supere,  y  si  no  fuera  por  la  cos- 
tumbre de  hablar  algo  del  contenido,  aquí  podría  dar  fin  al  juicia 
crítico  que  me  merece  la  obra  de  Cirugía  elíniea  de  Bergmann,  etc. 

La  primera  y  segunda  parte  del  primer  tomo  están  dedicadas  a> 
estudio  de  las  lesiones  y  enfermedades  del  cráneo  y  de  su  conteni- 
do, y  como  es  natural,  gran  parte  de  estos  dos  capítulos  se  deben  & 
Bergmann,  y  digo  es  natural,  porque  no  hay  que  olvidar  los  impor- 
tantes artículos  acerca  de  este  asunto  publicados  en  la  Enciclopedia 


221 

Mzlemana  de  Cirugia  y  debidos  á  Bergmann  cuando  era  Profesor  de 
Cirugía  de  Dopart.  Por  esto  hay  que  llamar  la  atención  acerca  de 
las  fracturas  y  heridas  del  cráneo  y  conmoción  y  compresión  cere- 
bral,  el  capitulo  de  contusión  y  heridas  del  cerebro  de  Kronlein,  los 
-libscesos  cerebrales  por  Bergmann^  el  articulo  modernísimo  de 
Schlatter  acerca  de  la  trombosis  de  los  senos  venosos,  sin  que,  &  mi 
-entender,  lleguen  al  valor  de  los  citados  los  artículos  destinados  & 
la  epilepsia  traumática,  á  las  enfermedades  mentales  consecutivas 
A  las  lesiones  de  cabeza  y  al  tratamiento  quirúrgico  de  los  tumores 
«cerebrales,  debido  tal  vez  á  la  manera  concisa  como  Bergmann  ha 
tratado  de  estos  asuntos  y  en  el  afán  que  se  nota  en  toda  la  obra  de 
prescindir  en  lo  posible  de  literatura  que  no  sea  alemana;  y  no  cabe 
•duda  que  acerca  de  estos  asuntos  por  una  parte  los  cirujanos  mili- 
tares franceses  y  por  otra  la  escuela  de  Ñapóles,  representada  por 
D'Antona,  han  dado  origen  á  trabajos  notabilísimos,  que  cuando 
menos  tal  vez  no  hubiera  estado  demás  que  se  hubieran  tenido  en 
•cuenta ;  como  también,  aun  estando  bien  escrito,  me  parece  muy 
<;onciso  el  artículo  de  Kronleín  acerca  de  la  trepanación  y  la  topo- 
grafía craneocerebral. 

Sigue  después  el  estudio  de  las  deformidades  congénitas,  trauma- 
iismos  y  enfermedades  quirúrgicas  de  la  cara  y  operaciones  plásti- 
-cas,  debido  á  C.  Lexer ;  las  neuralgias  de  la  cabeza,  que,  como  es 
natural,  han  sido  tratadas  magistralmente  por  Krause ;  las  lesiones 
y  enfermedades  de  las  glándulas  salivales,  por  Kuttner,  y  aquí,  y 
«n  lo  que  se  reñere  á  las  operaciones  en  la  parótida,  los  cirujanos 
•españoles  echaremos  algo  de  menos,  que  no  es  nuestra  del  todo  la 
culpa,  si  desde  el  año  32  Argumosa  extirpaba  la  parótida  y  no  he- 
mos conseguido  que  por  ahí  fuera  se  enteraran  de  ello. 

Las  lesiones  y  afecciones  de  los  maxilares  y  de  la  cavidad  bucal 
han  sido  tratadas  por  Partsch,  la  de  la  nariz  y  cavidades  acceso- 
rias por  Kumel,  y  ambos  Profesores  se  han  ocupado  de  las  enfer- 
■medades  y  lesiones  de  la  faringe,  sin  que  sea  posible  entrar  en  de- 
talles que  nos  dieran  idea  de  tales  artículos,  por  no  ser  esto  posible 
-en  una  bibliografía. 

El  segundo  tomo  está  destinado  á  las  lesiones  y  enfermedades  qui- 
rúrgicas del  cuello,  del  tórax  y  de  la  columna  vertebral.  Merecen 
especial  mención  en  las  del  cuello  las  lesiones  traumáticas  de  las 
•arterias,  venas  y  nervios,  por  más  que  en  el  conjunto  no  pueda  uno 
por  menos  de  recordar  la  notable  monografía  acerca  de  las  lesiones 
del  cuello  en  la  Enciclopedia  de  Billroth  y  Lucke  debida  al  profesor 


222 

FJBcher.  Como  punto  de  discusión,  merece  leerse  lo  que  se  refiere  & 
los  tumores  de  los  ganglios  y  á  los  del  cuello. 

El  estudio  de  las  lesiones  y  enfermedades  de  la  laringe  y  de  la  trá- 
quea constituyen  uno  de  los  buenos  capítulos  del  segundo  tomo,  de- 
bido á  los  profesores  Brunsy  Hoffmeister;  Eiselsberg  se  ha  acupado 
de  las  enfermedades  del  cuerpo  tiroides,  y  asi  como  satisface  el  es- 
tudio del  bocio,  en  cambio  se  encuentra  algo,  si  no  de  deficiencia, 
muy  someramente  tratado,  lo  que  al  bocio  exoftálmico  se  refiere ; 
verdad  que  se  puede  discutir  si  es  ó  no  enfermedad  quirúrgica,  pero 
por  esto  mismo  tal  vez  hubiera  sido  conveniente  que  algo  más  se 
hubiera  dicho  acerca  de  tan  curiosa  enfermedad. 

El  estudio  de  las  enfermedades  del  esófago  se  debe  principalmente 
á  V.  Hacker,  y  además  de  lo  que  ya  puede  considerarse  como  clíni- 
co y  admitido  por  todos,  merece  una  mención  especial  cuanto  se 
refiere  á  operaciones,  tanto  en  los  cuerpos  extraños,  como  en  las 
estrecheces  y  en  los  tumores  del  esófago,  asunto  éste  tratado  por 
Lotheissen. 

En  el  capítulo  acerca  de  los  traumatismos  y  enfermedades  qui- 
rúrgicas del  tórax  y  de  su  contenido,  debido  á  Riedinger  y  á  Kum- 
mell,  se  encuentran  una  porción  de  hechos  de  los  que  pudiéramos 
decir  que  caracterizan  en  gran  parte  á  la  cirugía  actual  y  novísi- 
ma; tal  es  lo  que  se  refiere  á  las  heridas  del  pulmón,  pericardio  y 
corazón,  á  las  operaciones  que  pueden  requerir  las  enfermedades 
de  la  pleura,  la  técnica  general  de  las  operaciones  quirúrgicas  en 
el  pulmón  y  el  estudio  bajo  el  aspecto  quirúrgico  de  los  abscesos  del 
pulmón,  gangrena,  bronquiectasia,  tuberculosis^  etc.,  asi  como  las 
operaciones  en  el  pericardio  y  corazón,  asuntos  todos  que  constitu- 
yen uno  de  los  capítulos  más  novísimos  de  la  cirugía  actual.  En  los 
aneurismas  de  la  aorta,  si  no  se  habla  de  arteriorrafia,  la  idea,  teó- 
ricamente, allí  se  encuentra  indicada.         ' 

Sigue  después  el  estudio  de  las  enfermedades  y  lesiones  de  las 
glándulas  mamarias,  el  de  la  médula  y  columna  vertebral,  mención 
especial  de  lo  que  á  la  lammectomía  se  refiere,  á  las  lesiones  trau- 
máticas, tratamiento  del  mal  vertebral  de  Pott,  etc. 

Termina  este  tomo  con  el  estudio  de  las  deformidades,  traumatis- 
mos y  enfermedades  de  la  pelvis,  debido  á  Steinthal. 

El  tomo  tercero  está  dedicado  á  la  cirugía  abdominal.  Si  alguno 
de  los  tomos  de  esta  obra  pudiera  considerarse  como  de  más  interés 
que  otro,  sin  duda  alguna  que  ocuparía  el  primer  lugar  el  tomo  ter- 
cero :  para  demostrarlo,  bastarán  algunos  enunciados  y  el  nombre 


^223 

de  lo8  autores.  Las  enfermedades  quirúrgicas  y  traumatismos  del 
peritoneo  han  sido  descritas  por  Korte,  resultando  magistral  la  des- 
cripción de  la  peritonitis,  y  sin  embargo,  y  aun  cuando  se  mencio- 
nan las  peritonitis  que  van  acompañadas  de  septicemia  generaliza" 
da^  ó  en  Alemania  se  observan  pocos  casos  de  septicemia  peritoneal 
sobreaguda,  que  mata  en  veinticuatro  horas,  ó  falta  la  descripción 
de  esta  forma,  que  no  se  parece  en  nada  á  la  peritonitis  común.  Las 
generalidades  acerca  de  la  laparotomía  se  deben  á  Mikulicz  y 
Kausch,  asi  como  las  lesiones  traumáticas  y  afecciones  quirúrgicas 
del  estómago  y  del  intestino,  incluyendo  en  este  grupo  la  técnica  de 
las  operaciones  del  conducto  gastro-intestinal.  Este  capitulo  es  un 
tratado  completo  y  perfecto  dados  nuestros  conocimientos;  por  des- 
gracia, quedan  muchos  puntos  que  resolver,  y  principiando  por  las 
septicemias  peritonenles  agudísimas,  tampoco  descritas  entre  las 
complicaciones,  siguen  las  complicaciones  broncopulmonares,  alas 
cuales  dedican  los  autores  un  párrafo  ligero,  no  sé  si  porque  allí,  al 
contrario  de  lo  que  ocurre  entre  nosotros,  la  cosa  no  merece  más,  ó 
porque  en  cuaüto  á  génesis  y  causas  del  accidente  están  tan  á  obs- 
curas en  Alemania  como  estamos  nosotros. 

La  oclusión  intestinal  y  las  enfermedades  del  apéndice  son  des- 
critas por  Schlange,  y  con  decir  que  las  enfermedades  quirúrgicas 
del  hígado,  vesícula  biliar,  bazo  y  páncreas  han  sido  descritas  por 
Kehr,  huelga  todo  elogio,  dada  la  competencia  no  discutida  de  di- 
cho autor,  principalmente  en  lo  que  se  reñere  á  las  enfermedades 
de  las  vías  biliares. 

El  profesor  Graser,  de  Erlangen,  ha  escrito  un  verdadero  tratado 
de  las  hernias,  y  con  ellas  termina  el  tercer  tomo. 

El  cuarto  tomo  está  dedicado  al  estudio  de  las  lesiones  traumáti- 
cas y  enfermedades  de  las  extremidades  superiores  é  inferiores ,  las 
del  hombro  y  del  brazo  han  sido  descritas  por  Screiber  y  Hofmeis- 
ter,  debiendo  hacer  mención  especial  de  los  traumatismos  de  los 
nervios  del  hombro,  de  las  lujaciones  del  hombro;  un  buen  capítulo 
de  medicina  operatoria  lo  constituyen  las  operaciones  que  se  prac- 
tican en  dicha  región ;  siguen  después  las  deformidades,  traumatis- 
mos y  enfermedades  del  brazo  y  operaciones  que  en  él  se  ejecutan  ; 
las  del  codo  y  antebrazo,  constituyendo  un  capítulo  muy  interesante 
debido  á  Wilms ;  las  de  la  muñeca  y  mano  escritas  por  Friedreich. 

El  estudio  de  la  patología  quirúrgica  de  la  cadera  y  muslo  ha 
sido  hecho  por  Hoffa ;  de  ahí  que  no  pueda  extrañar  que  el  capítulo 
dedicado  á  la  lujación  congénita  de  la  cadera  sea  uno  de  los  más 


224 

notables  de  este  tomo»  sin  que  esto  signifique  que  desmerezcan  en 
lo  más  mínimo  los  capítulos  destinados  &  las  lujaciones  y  fracturas 
del  fémur.  Detallado  es  cuanto  se  refiere  al  estudio  de  las  enferme- 
dades de  la  cadera ;  sin  embargo,  son  tantas  las  variedades  de  in- 
flamaciones no  tuberculosas  que  describe,  que  no  me  atrevo  á  decir 
si  tal  multiplicidad  y  división  será  ventajosa  para  el  estudio  del 
conjunto  ó  producirá  tal  vez  alguna  confusión.  En  cambio,  hay  que 
buscar  y  rebuscar  mucho  para  encontrar  algo  que  se  refiera  á  la 
llamada  coxalgia  histérica,  que  si  bien  no  es  muy  frecuente,  no  deja 
de  observarse,  y  son  los  casos  de  los  más  interesantes  para  el  diag;- 
nóstico  y  para  el  tratamiento. 

Siguen  los  traumatismos  y  enfermedades  de  la  rodilla  y  pierna, 
asi  como  las  operaciones  que  se  ejecutan  en  estas  regiones,  estudio 
debido  á  Reichel,  terminando  este  tomo  con  los  artículos  de  Nasse 
y  Borchardt,  que  se  refieren  á  las  enfermedades,  lesiones  y  operacio- 
nes que  se  pueden  ejecutar  en  la  articulación  tibiotarsiana  y  en  el 
pié.  Lo  único  que  referente  á  este  tomo  debo  hacer  constar,  es  que 
siendo  todo  un  ejemplo  de  estudio  clínico,  es  relativamente  obscuro 
lo  que  se  refiere  á  la  técnica  operatoria,  tal  vez  debido  á  plan  pre- 
concebido de  no  ocuparse  más  que  de  medios  y  procedimientos  ale* 
manes :  eso  si,  tiene  la  ventaja  de  no  establecer  dudas  en  el  ánimo 
acerca  de  cuál  de  los  procedimientos  es  más  aceptable,  porque  no 
hay  discusión,  y  la  exposición  es,  más  Ziue  de  métodos,  de  procedi- 
mientos determinados.  No  hay  donde  elegir,  lo  cual  supone  que  se 
considera  como  lo  más  perfecto  lo  que  se  describe. 

El  tomo  quinto  y  último  se  ocupa  de  las  enfermedades  del  recto  y 
ano,  de  las  del  aparato  genito>urinario,  y  en  un  apéndice  de  las  del 
oido. 

Las  enfermedades  del  recto  y  del  ano  han  sido  estudiadas  por 
Rotter :  si  bien  todos  los  capítulos  merecen  ser  leídos,  hay  que  lla- 
mar la  atención  acerca  del  dedicado  al  tratamiento  del  cáncer  del 
recto ;  las  lesiones  traumáticas  y  enfermedades  quirúrgicas  de  la 
vejiga  y  de  la  próstata  han  sido  descritas  por  el  profesor  Sonne- 
burg ;  basta  tal  enunciación  para  comprender  que  debe  ser  y  es  uno 
de  los  artículos  más  interesantes  de  toda  la  obra ;  pero  aun  dentro 
del  valor  absoluto,  hay  que  singularizar  principalmente  el  capitulo 
destinado  á  los  vicios  de  conformación  de  la  vejiga  urinaria :  en 
este  punto  me  parece  más  comprensible  el  nombre  de  extrofia  de  la 
vejiga  que  el  de  fisura  vesical  que  le  da  el  traductor. 
A  Schede  se  debe  el  articulo  acerca  de  los  traumatismos  y  enfer- 


225 

medades  quirúrgicas  de  los  ríñones  y  de  los  uréteres :  en  esta  Mo- 
nografía no  sabe  uno  qué  elegir,  porque  todo  se  puede  decir  que  es 
mejor:  hay  que  leerla  toda;  pero  si  se  debe  llamar  la  atención  acer- 
ca de  algunos  capítulos,  bueno  será  recomendar  los  capítulos  en 
que  expone  las  generalidades  sobre  los  métodos  de  recWiocimiento 
de  los  ríñones,  sobre  las  operaciones  del  ríñón  y  de  los  uréteres,  los 
neoplasmas  del  riñon  y  de  la  pelvis  renal,  etc.  Braman  se  ocupa  de 
las  enfermedades  quirúrgicas  de  la  uretra  y  del  pene,  escroto,  tes- 
tículo, etc.,  siendo  su  colaborador  el  Dr.  Rammstadt :  mencionare- 
mos el  capítulo  referente  ai  epispadias  é  hipospadias,  las  estreche- 
ces de  la  uretra,  por  m&s  que  en  conjunto  nada- ha  superado  hasta 
hoy  á  la  Monografía  de  Dittel,  terminando  la  obra  un  estudio  que 
podemos  llamar  quirúrgico  de  las  enfermedades  del  ofdo,  debido  á 
Rummel. 

Tal  es,  expuesto  á  grandes  rasgos,  el  contenido  de  la  Cirugía  elir 
m,ica  dirigida  por  Bergmann,  etc.,  sin  que  por  la  índole  de  estos  tra- 
bajos sea  posible  entrar  en  detalles  que  permitan  al  lector  formar 
por  sí  mismo  un  juicio  acerca  del  valor  de  dicha  obra,  que  sólo  en 
un  estudio  bibliográfico  se  puede  apreciar  en  conjunto ;  mi  manera 
de  pensar  ya  la  he  expuesto :  creo  que  hoy  por  hoy  no  hay  ningún 
libro  que  iguale,  ni  mucho  menos  supere,  al  de  que  me  ocupo  en 
cuanto  se  refiere  &  la  patología  y  clínica  quirúrgica  regional,  es  de- 
cir, es  el  mejor  tratado  de  patología  quirúrgica  que  conozco ;  y  en 
cuanto  &  la  operatoria  quirúrgica,  encuentro  que  el  conjunto  forma 
un  excelente  manual  conciso,  preciso,  pero  limitado,  por  regla  ge- 
neral y  salvo  algunov^apítulos,  á  la  operatoria  nacional,  permíta- 
seme la  frase,  resultando  tal  vez  el  conjunto  de  la  obra  demasiado 
exclusivista,  como  si  los  autores  se  hubieran  propuesto  exclusiva- 
mente exponer  el  estado  actual  de  la  cirugía  alemana ;  pero  como 
hay  que  convenir  que  hoy  marcha  á  la  cabeza,  hay  que  convenir 
también  que  la  casa  Bspasa  ha  prestado  un  excelente  servicio  á  la 
Clase  médica  española  al  ordenar  la  traducción  de  dicha  obra,  que 
debe  servir  de  consulta  átodo  médico  ilustrado. 


-^^^»V#^- 


226 

REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


Tratamiento  de  la  agripnia.— En  El  Criterio  Católico  en  las  Ciendae  Médi- 
cas  pnblica  el  Dr.  D.  Francisco  Carbonell  y  tíolés  lo  sigdente: 

cltefíérome  á  la  forma  peor  de  agripnia:  al  desvelo  ó  pervigilium^  qne 
suele  resistir  á  los  medios  farmacológicos  con  más  tenacidad  qne  la  moda- 
lidad pasiva  constituida  por  el  simple  insomnio. 

El  desvelo  esencial  es  ana  manifestación  irritativa  en  tanto  no  va  á  ter- 
minar en  la  nenrastenia,  y  recae  por  regla  general  en  individuos  cnya  nu- 
trición es  defectuosa:  hipoacidez  urinaria,  fosfaturia  relativa,  hipercloru- 
ría,  etc.  Son  dispépticos,  y  tal  vez  del  tubo  digestivo  tomen  origen  los 
productos  anormales  que  mantienen  luego  en  ejercicio  permanente  á  los 
centros  nerviosos.  El  paciente  no  siente  sueño  ni  deseo  de  dormir,  y  le  es 
imposible  llegarlo  á  conciliar.  Algunos  días,  no  rara  vez  seguidos  sin  inte- 
rrupción, logra,  apenas  acostado,  quedarse  dormido;  masen  vano  se  cree 
curado:  vuelve  de  nuevo  á  pasar  noche  tras  noche  sin  dormir,  mejor  dicho, 
sin  llegar  á  conciliar  el  sueño,  pues  toda  la  dificultad  parece  radicar  en  el 
principio,  en  el  punto  de  transición  de  la  vigilia  al  estado  dormido:  falta 
la  soñolencia. 

En  estos  casos  de  agripnia  simple  surgen  indicantes  diversos  y  complejos 
después  del  interrogatorio  y  examen  del  paciente.  Conviene  ser  prolijo  y 
enterarse  de  la  ocupación  ó  profesión  á  que  se  dedique,  la  clase  de  alimen- 
tos que  tome,  la  rapidez  con  que  los  mastique,  las  emociones  á  que  esté 
sujeto,  etc.,  etc.;  y  desde  luego,  para  la  estabilidad  de  la  curación,  hay 
que  reglamentar  y  corregir  todo  lo  que  pueda  aseipirar  la  potencia  digesti- 
va y  levantar  el  tono  orgánico.  Será,  pues,  de  aconsejar  el  ejercicio  mode- 
rado, la  permanencia  al  aire  libre,  el  uso  de  una  solución  clorhidropépsíca, 
el  cuidado  en  masticar  bien,  el  empleo  de  la  electroterapia  (galvanización 
cerebral,  ó  bien  ducha  electrostática),  de  la  hidroterapia  tónica  bajo  la 
forma  de  dachas  frías,  y  al  principio,  mejor  que  éstas,  se  podrán  aconsejar 
los  baños  tibios  (de  88^  á  85°  centígrados)  prolongados  (veinte  minutos), 
tomados  dos  horas  antes  de  acostarse.  En  cuanto  á  régimen,  es  menester 
poner  vigilancia  en  que  no  peque  por  demasiado  azoado,  pero  es  contrapro- 
ducente también  el  reducirlo  á  la  cocina  vegetariana,  porque  las  condicio- 
nes de  la  nutrición  de  los  pacientes  que  padecen  desvelo  esencial  son,  como 
ya  se  ha  indicado,  bastante  malas,  y  por  lo  mismo  no  se  pueden  equiparar 
en  absoluto  estos  casos  con  aquellos  otros  de  insuficiencia  renal  y  análogos 
en  que  dicho  régimen  ofrece  ventajas  considerables. 

El  plan  higiénico,  el  régimen  alimenticio  y  los  agentes  físicos,  á  pesar 
de  su  eficacia  á  plazo  largo,  son  á  menudo  impotentes  para  romper  el 
circulo  cerrado  del  desvelo  con  la  rapidez  que  el  paciente  reclama.  Es  pre- 
ciso, pues,  echar  mano  de  las  drogas.  En  otras  ocasiones  me  he  ocupado  de 


227 

algunas  de  las  recientemente  introducidas  en  la  farmacología;  en  esta  nota 
citaré  sólo  el  último,  con  el  cual  he  practicado  algunos  ensayos:  el  iaopraL 

Este  hipnótico  es  el  alcohol  triclorisopropilico,  cuerpo  parecido  al  doral, 
cristalizable  bajo  el  tipo  prismático,  sabor  picante  y  olor  á  alcanfor.  Es 
soluble  en  el  agua,  en  el  alcohol  y  el  éter;  fácil  de  absorber,  por  consi- 
guiente, aunque  se  tome  en  tabletas,  como  es  lo  ordinario,  por  ser  la  forma 
que  garantiza  mejor  su  estabilidad,  puesto  que  se  sublima  á  la  tempera- 
tura ordinaria  y  funde  á  menos  de  50^  centígrado. 

Se  elimina  pronto  bajo  la  forma  de  ácido  glicorurónico,  y  resulta  poco 
tóxico,  menos  que  el  doral,  y  macho  más  actiyo  que  éste,  casi  el  doble,  en 
igualdad  de  peso.  El  sueño  que  suscita  es  tranquilo  y  profundo,  siendo  las 
respiraciones  menos  frecuentes,  pero  más  profundas  que  en  lo  normal.  Una 
dosis  algo  fuerte  hace  dormir  un  gato  durante  dos  ó  tres  días.  Para  el 
hombre,  la  dosis  suficiente  para  procurar  el  suefio  durante  'seis  ú  ocho 
horas  es  de  medio  á  un  gramo,  y  ezcepcionalmente  de  dos  gramos. 

8in  duda  el  campo  más  extenso  de  aplicación  del  isopral  está  en  los  ma- 
nicomios, pero  en  la  agripnia  simple  su  empleo  no  parece  haya  de  ser  me- 
nos constante.  6us  ventajas  peculiares  en  el  desTelo  esencial  estriban  en  la 
escasa  toxidad,  eficacia  de  dosis  relativamente  cortas,  y  sobre  todo  la  cir- 
cunstancia de  carecer  de  efectos  colaterales  y  de  no  acumularse  apenas» 
Actúa,  al  parecer,  por  impresión  rápida  dentro  de  la  economía,  y  tal  vez 
por  eso  su  efecto  es  bastante  uniforme,  sin  que  sea  menester  aumentar 
progresivamente  la  dosis  una  vez,  por  tanteo,  se  ha  llegado  en  cada  caso  á 
fijar  la  capaz  para  producir  el  sueño.  Al  contrario,  conforme  la  higiene,  la 
alimentación,  la  electroterapia  y  la  hidroterapia  especial  de  estos  casos 
modifica  el  tono  orgánico  del  paciente,  es  posible  reducir  la  dosis,  ó  pasar 
días  sin  tomarlo,  ya  que  no  es  raro  que  una  sola  toma  asegure  el  sueífo,  no 
sólo  la  misma  noche,  sino  las  dos  ó  tres  siguientes. 

Tocante  al  funcionalismo  renal,  cuyas  modificaciones  es  preciso  conocer 
siempre,  el  isopral,  lo  mismo  que  otros  hipnóticos  modernos,  resulta  algo 
diurético;  pero  esta  cualidad,  y  con  decir  cualidad  huelga  el  decir  qae  no 
ofrece  desventaja  en  la  mayoría  de  casos  clínicos  en  que  haya  indicación 
de  dicho  hipnótico,  no  basta  para  justificar  la  indicación,  que  en  este  con- 
cepto y  con  el  apoyo  de  la  necesidad  de  procurar  deséanso  al  enfermo,  po* 
dría  verse  en  las  afecciones  cardiovasculares,  en  las  cuales  todos  los  hip- 
nóticos á  base  de  cloro  deben  ser  proscritos.  El  isopral  mismo,  pese  á  su 
toxicidad  escasa,  no  deja  de  provocar  algún  descenso  de  la  presión  arterial. 
En  principio,  el  hipnótico  de  elección  para  los  cardiópatas  es  la  morfina  ó 
sus  derivados. 

Gracias,  pues,  al  mecanismo  sencillo  por  virtud  del  cual  actúa  el  isopral, 
que  parece  impresionar  el  organismo  asi  como  de  paso,  sin  dejar  huella  en 
los  órganos  en  estado  normal,  resulta,  aunque  su  poder  hipnótico  sea  más 
suave  que  intenso,  el  preparado  de  elección  en  la  agripnia,  bien  que  no  en 
el  concepto  de  curativo,  sino  de  recurso  inicial  y  transitorio  en  tanto  las 
indicaciones  fundamentales  primeramente  mencionadas  sean  cumplidas  en 
cada  caso  concreto  y  lleguen  á  surtir  su  efecto.  De  lo  contrario,  el  isopral, 
como  los  demás  hipnóticos,  conduciría  al  fracaso^.  —  Barabia. 


228 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

▲  CADBMIA    DB    MEDICINA    DB    PARÍS 
8uián  del  cUa  16  de  Octubre  de  1906, 

Cii#l#ilA  f  profilaxia  actualat  doi  paludismo.  — El  Dr.  Laybrak:  En  la  eo- 
matiitaeiúu  que  hizo  el  Dr.  Kelsch  el  dia  2  del  comente,  se  declara  parti- 
d^li>  conTenoido  de  la  nueva  etiología  del  paludismo,  ó  eea  de  la  transmi- 
»t^a  de  Ift  enfermedad  por  loe  mosqnitoB  del  género  ÁnapkeUs,  pero  estima 
que  U  doctrina  anophéiica  no  puede  explicar  todos  los  hechos  conocidos,  j 
cree  qne  loa  partidarios  de  esta  doctrina  no  tienen  en  cuenta  suficiente* 
mente  las  ensefianzas  de  la  epidemiología.  Luego  la  cuestión  que  se  plan* 
tea  69  U  siguiente:  ¿Los  anopheles  son  siempre  los  agentes  de  transmisión 
del  paludismo,  ó  bien  la  infección  puede  yerifioarse  por  otras  yías?  Ouea- 
tión  ea  ésta  de  las  más  importantes  desde  el  punto  de  Tista  práctico,  pues- 
to que  las  medidas  profilácticas  á  tomar  contra  el  paludismo  deben  derirmr 
de  nuestros  conocimientos  acerca  de  su  modo  de  propagación. 

¿Ea  exacto  que  la  distribución  geográfica  de  los  anopheles  no  correspon- 
de liempre  á  la  del  paludismo  y  que  se  han  encontrado  focos  actiroe  de 
fiebre  donde  no  existían  estos  culicidas?  La  yasta  investigación  que  se  ha 
«mt^endido  en  todos  los  países  ha  dado,  en  general,  resultados  muy  faro- 
rablep  á  ta  doctrina  anophéiica;  todas  las  obseryaciones  que  yo,  por  mi 
parte,  be  reunido  desde  18d9,  yienen  en  apoyo  de  dicha  doctrina.  He  de- 
mostrado la  existencia  de  los  anopheles  en  todas  las  localidades  insalubrea 
que  he  yisítado  y  en  todos  los  lotes  de  culicidas  recogidos  en  país  palustre 
de  los  que  me  han  sido  enviados.  La  eyolueión  anual  de  los  anopheles  tiene 
con  la  de  las  fiebres  palustres  relaciones  indudables.  En  los  países  templa- 
dos j  hasta  en  los  cálidos,  en  que  las  estaciones  son  bien  marcadas,  las  fie- 
brea  palúdicas  de  primera  inyasión^no  se  presentan  hasta  los  comienzos  del 
verano,  precisamente  en  la  época  en  que  los  anopheles  salen  de  su  sueño 
i  uvero  al  j  se  multiplican.  En  los  países  tropicales,  los  anopheles  se  encuen- 
tran en  major  número  en  la  estación  de  las  lluvias  ó  insalubre.  Antes  de 
declarar  que  el  paludismo  reina  en  una  localidad  donde  no  existen  anopbe* 
ÍQBt  es  necesaria  una  detenida  investigación;  con  frecuencia  se  fundan  las 
afirmaciones  en  investigaciones  ligeras  y  datos  vagos  suministrados  por  loe « 
habitantes.  Es  necesario  sentar  que  los  casos  de  paludismo  han  sido  con- 
traídos en  la  localidad  y  no  en  otra,  como  sucede  con  frecuencia  con  los 
obreros  agrícolas  durante  los  trabajos  de  la  vendimia,  con  el  ejército  du- 
rante iaa  marchas,  maniobras,  etc.;  la  investigación  del  Índice  endémico 
eo  loe  ni&oB  pequeños  que  no  han  salido  nunca  de  la  localidad,  presta  en 
este  sentido  grandes  servicios;  por  otra  parte,  también  es  necesario  que  la 
busca  de  loa  culicidas  sea  dirigida  por  una  persona  experimentada  qne  vi- 


atará  los  lugares  apropiados,  y  no  se  pronunciará  sino  después  de  haber 
buscado  los  anopheles  alados  y  sus  larras  en  rarios  puntos  y  en  diferentes 
épocas  del  afio,  principalmente  durante  la  estación  insalubre.  Son  muchos 
los  ejemplos  de  este  género  que  se  podrían  citar,  en  los  que  los  inyestiga- 
dores  últimos  han  encontrado  los  anopheles  en  localidades  palúdicas  donde 
antes  no  se  los  habla  encontrado. 

Los  anopheles  no  son  por  si  mismos  peligrosos,  y  no  lo  son  mientras  no 
se  infecten  chupando  la  sangre  de  los  palúdicos,  siendo  necesario  además 
que  las  eToluciones  climáticas  permitan  la  cTolnción  del  JET.  Malarice  en  el 
cuerpo  de  estos  culícidas.  Es,  pues,  fácil  de  comprender  que  una  región 
pueda  sanearse  á  pesar  de  persistir  los  anopheles;  cuando  una  población 
es  pobre  y  títc  en  malas  condiciones  higiénicas  en  país  palúdico,  los  en- 
fermos son  numerosos,  se  cuidan  mal  y  los  anopheles  se  infectan  fácilmen- 
te; si  las  condiciones  de  higiene  general  se  mejoran,  el  número  de  enfer- 
mos disminuye,  se  consulta  al  médico  desde  que  se  presenta  un  caso  de 
fiebre,  la  quinina  se  distribuye  ampliamente,  y  los  anopheles,  que  no  pue- 
den infectarse,  dejan  de  ser  peligrosos.  Más  difícil  de  explicar  es  cómo  hay 
en  ciertos  países  localidades  bastante  salubres  á  pesar  de  existir  numero- 
sos anopheles;  la  rerdad  es  que  no  todas  las  especies  de  anopheles  son 
igualmente  aptas  para  propagar  el  fl.  Malarioe,  Ninguno  de  estos  hechos 
creo  que  suministren  ni  un  argumento  en  faror  de  la  multiplicidad  de  las 
Tías  de  infección  del  paludismo. 

ün  gran  número  de  obserradores  ha  admitido  que  las  emanaciones  del 
suelo  y  el  polvo  que  invade  la  atmósfera  en  los  grandes  movimientos  de  tie- 
rras, desempefian  un  papel  importante  en  la  etiologia  del  paludismo.  Pero 
esta  es  una  interpretación  de  hechos  que  pueden  explicarse  de  otro  modo. 
La  prueba  de  que  los  obreros  son  infectados,  no  por  los  polvos  que  respiran 
ó  que  ingieren  durante  el  día,  sino  por  los  mosquitos  que  les  pican  por  la 
noche,  la  suministra  el  hecho  de  que  no  contraen  la  fiebre  cuando  se  les  co- 
loca al  abrigo  de  las  picaduras  de  los  mosquitos.  8i  el  polvo  que  invade  la 
atmósfera  pudiera  provocar  la  fiebre,  es  evidente  que  la  protección  de  la 
habitación  por  medio  de  telas  metálicas  serla  ilusoria,  y  es  bien  sabido  que 
un  gran  número  de  hechos  hablan  en  favor  de  su  eficacia  profiláctica.  Por 
lo  que  se  refiere  á  las  epidemias  pequefias  en  sitios  no  palúdicos  concer- 
nientes á  hechos  antiguos,  creo  que  es  muy  difícil  llegar  á  una  exacta  con- 
clusión; una  investigación  retrospectiva  es  imposible;  sólo  loe  hechos  nue- 
vos, sometidos  á  una  investigación  rigurosa,  podrán  demostrar  si  los  movi- 
mientos de  tierras  pueden  provocar  la  explosión  de  epidemias  de  paludismo 
sin  la  intervención  de  los  anopheles.  Si  el  polvo  procedente  del  suelo  es 
capaz  de  producir  el  paludismo,  ¿cómo  explicar  que  se  pueda  sanear  com- 
pletamente una  localidad  destruyendo  los  mosquitos?  Y  en  este  sentido,  la 
experiencia  de  Ismailia  es  bien  demostrativa ;  lo  propio  puede  decirse  de 
la  Habana  y  de  otras  localidades,  donde  aquella  destrucción  ha  ido  seguida 
de  la  desaparición  del  paludismo. 

Respecto  á  que  las  fiebres  palúdicas  debieran  figurar  en  primera  linea 
de  las  enfermedades  contagiosas,  si  los  anopheles  fueran  los  principales 
agentes  de  transmisión,  indicaré  que  varios  casos  de  contagio  han  sido  ci- 
tados por  los  autores,  que  las  pequefias  epidemias  familiares  no  son  raras 


232 

inflaencia  etiológioa.  En  ciertos  caaos  que  he  obserTado  las  extírpaciones 
del  apéndice  no  fueron  segaidas  de  incidente  alguno. 

£1  Dr.  GhnvABD:  Me  ha  sorprendido  oir  afirmar  que  estas  flebitis  post 
apendiculares  son  raras.  Quizá  ocurra  así  en  la  infancia  pero  no  en  la  edad 
adulta,  uno  de  mis  discípulos  ha  reunido  en  su  tesis  gran  número  de  oh* 
servaciones  de  flebitis  anteriores  ó  posteriores  á  la  apendicectomia,  algu* 
ñas  seguidas  de  embolia  y  de  muerte.  Recuerdo  una  operación  de  este  gé- 
nero practicada  en  frió;  el  enfermo  murió  de  repente  á  consecuencia  de 
una  embolia.  Este  caso  debe  incluirse  en  el  grupo  de  las  flebitis  infecciosas 
profundas. 

El  Dr.  Walthkr:  He  obserrado  pocas  reces  estas  flebitis  en  las  grandes 
infecciones  apendiculares.  Pero  en  las  infecciones  ligeras  consecutivas  á  la 
apendicectomia  practicada  en  frío,  son  frecuentes  y  se  manifiestan  por  sin* 
tomas  acentuados,  á  Teces  sin  que  haya.habido  eleyación  de  la  temperatura 
ni  supuración  de  la  herida.  Son  flebitis  subagudas  más  frecuentes  á  la  is- 
qnierda.  No  me  sorprende  que  se  desconozca  muchas  reces  su  existencia. 
He  risto  en  tres  casos  sobrerenir  la  muerte  por  embolia  diez  días  después 
de  la  operación,  cuyas  consecuencias  fueron  apiréticas.  Conozco  otro  caso 
que  terminó  por  la  muerte,  aunque  no  se  practicó  la  apendicectomia. 

El  Dr.  Fblizbt:  En  la  infancia,  la  flebitis  post  apendicalar  es  rarísima. 

El  Dr.  Broca  :  Todos  estamos  de  acuerdo  acerca  de  este  último  punto.  En 
el  único  caso  que  he  obserrado  había  exudación  de  la  herida,  lo  que  hace 
suponer  una  infección.  Cuanto  á  la  etiología,  se  desconoce;  el  hecho  de  que 
las  enfermedades  generales  afectan  de  preferencia  el  lado  izquierdo  y  ha» 
cen  del  hombre  dos  mitades,  hasta  cierto  punto  independientes,  es  inne- 
gable ;  la  hipótesis  de  una  infección  de  la  rena  epigástrica  no  explica  todos 
los  casos. 

Utilidad  de  la  reparsolén  en  des  tiempes  de  los  tranmalismes  del  eendattt 
uretral. — El  Dr.  Lboübu  :  En  las  rupturas  de  la  uretra  se  aconseja  suturar 
el  conducto  uretral.  Es  lo  que  se  hace  siempre.  Ahora  bien,  si  se  analizan 
los  resultados  lejanos  que  se  obtienen  así,  se  obserra  que  son  casi  siempre 
defectuosos.  Lo  he  comprobado  en  un  gran  número  de  casos.  Con  la  inter- 
rención  inmediata  se  obtiene  la  reunión,  por  primera  intención,  de  la  piel, 
y  en  gran  parte  del  conducto  uretral ;  pero  cuando  se  suprime  la  sonda  per- 
manente queda  un  trayecto  fistuloso,  los  tejidos  se  impregnan  de  orina,  y 
á  consecuencia  de  esta  impregnación  se  forman  nudosidades  y  callosidades 
y  una  estrechez  tan  acentuada  del  conducto,  que  á  los  dos  ó  tres  meses  es 
imposible  practicar  el  cateterismo.  Es  la  regla,  según  he  obserrado  muchas 
reces  en  enfermos  que  habían  sufrido  en  rano  rarias  operaciones  reparado- 
ras ó  en  otros  que  ingresaron  en  el  hospital  algunos  meses  después  del  acci- 
dente. 

Para  subsanar  este  inconreniente  puede  hacerse  la  reparación  en  dos 
tiempos:  en  el  primero  se  buscan  los  dos  cabos  de  la  uretra  y  seles  fija  en 
la  piel.  El  posterior  es  á  reces  difícil  de  encontrar,  y  en  este  caso  se  prao* 
tica  el  cateterismo  retrógrado,  que  no  agrara  la  situación,  y  durante  algu- 
nas semanas  se  deja  al  enfermo  orinar  por  la  herida.  Después,  en  un  segun- 
do tiempo,  se  cortan  dos  colgajos  laterales  y  se  forma  un  conducto 
tegumentario  interpuesto  entre  los  dos  extremos  de  la  uretra.  Procediendo 


233 

asi  86  enta  U  infiltración  de  los  tejidoe  y  la  formación  nlterior  de  ana  es* 
trechez.  El  periné  queda  flexible,  sin  induraciones  y. se  asegura  la  curación 
definitira.  Los  resaltados  superficiales  y  profundos  son  excelentes. 

El  Dr.  Bazt:  No  creo  que  esta  conducta  deba  generalizarse^  Aunque  en 
algun9S  casos  no  debe  intentarse,  como  hacemos  todos  hace  mucho  tiempo, 
practicar  la  sutura  inmediata  de  la  uretra,  en  otros  puede  practicarse  sin 
inconreniente.  He  procedido  asi  varias  Teces  y  las  consecuencias  han  sido 
satisfactorias;  lo  mismo  ha  sucedido  con  ciertas  estrecheces  traumáticas. 
Algunas  de  ellas  son  análogas  á  ciertas  estrecheces  blenorrágicas,  que  es 
imposible  curar  por  la  dilatación.  Sabemos,  por  otra  parte,  que  es  posible 
extirpar  varios  centímetros  de  tejido  indurado,  y  obtener,  no  obstante, 
buenos  resultados. 

El  Dr.  Fblizbt:  Todos.sabemos  que  á  veóes  es  difícil  encontrar,  entre 
los  tejidos  inflamados,  el  cabo  posterior  de  la  uretra.  Deseo  preguntar 
al  Dr.  Leguen  cómo  consigue  encontrar  dicho  cabo  y  fljarlo  á  la  piel. 

El  Dr.  Lbodiü:  He  encontrado  siempre  el  cabo  posterior  sin  emplear 
procedimiento  alguno  especial,  excepto  en  un  nifio.  Si  es  imposible  encon- 
trarle, practico  el  cateterismo  retrógrado.  Responderé  al  Dr.  Bazy  que  me 
refiero  principalmente  á  las  rupturas  totales  de  la  uretra  y  á  las  grandes 
pérdidas  de  substancia.  Mis  resultados  han  sido  buenos. 

El  Dr.  FsuzKt:  Sigo  creyendo,  como  consecuencia  de  mis  comprobacio  • 
nes  en  el  cadáver  y  en  el  nifio,  que  no  es  posible  encontrar  el  cabo  poste- 
rior de  la  uretra. 

El  Dr.  Habtmann  :  Acepto  la  opinión  del  Dr.  Broca.  Cuando  hay  ruptura 
de  la  uretra,  la  mayoría  de  los  cirujanos  se  contentan  con  incindir  primero 
el  periné  sin  ocuparse  de  hacer  el  cateterismo  retrógrado.  Es  imposible  en- 
contrar el  extremo  posterior  del  conducto  uretral  en  medio  de  los  coá- 
gulos. 

El  Dr.  Poibibr:  No  soy  partidario  del  cateterismo  retrógrado;  acabo  de 
practicarle  hace  tres  semanas  en  un  caso  de  ruptura  de  la  uretra  y  de  la 
vejiga. 

El  Dr.  Broca:  Este  caso  es  distinto,  porque  nos  ocupamos  ahora  sólo  de 
las  rupturas  de  la  uretra. 

£1  Dr.  Lnouxu :  He  hecho  el  cateterismo  retrógrado  en  un  niño  que  pre- 
sentaré, obteniendo  uno  de  mis  resultados  más  brillantes.— F.  Toledo. 


XIX   CONGRESO   FRANCÉS   DE  CIRUGÍA- 
Celebrado  en  ParU  del  !•  al  6  de  Oetvbre  de  1906. 

Cirugía  de  los  gruesos  troncos  venosos.  —  El  Dr.  Lkjabs  (ponente) :  La  li- 
gadura de  los  gruesos  troncos  renosos  da  resultados  yariables,  según  los 
casos;  asi,  la  de  la  Tena  porta  es  fatalmente  mortal;  en  seis  casos  que  exis- 
ten de  ligadura  de  la  Tena  caTa  inferior,  cuatro  curaron  y  dos  fallecieron 
á  los  pocos  instantes,  por  lo  cual  es  preferible,  siempre  que  se  pueda,  re- 
currir mejor  á  la  sutura  que  á  la  ligadura,  aunque  sea  lateral. 

En  las  ligaduras  de  la  subclaTia,  tronco  braquiocefálico  y  yugular  inter- 

18 


236 

con  adherencias  que  haría  imposible  llerario  á  las  bolsas;  j  siendo  mis 
discutible  si  en  las  retroparietales  se  debe  interrenir,  cosa  qae  no  eree  el 
ponente. 

SvQ$to8  en  que  se  debe  practicar  la  orquidapexia.  -*  Todo  snjeto  qne  tiene 
falta  de  descenso  testicular  sólo  y  la  glándula  se  encuentre  detenida  en  el 
conducto  inguinal,  debe  operarse  y  hacer  la  fijación  cruenta  del  testícolo, 
teniendo  el  máximum  de  indicación  en  la  época  de  la  pubertad  y  debiendo 
hacerse  en  los  adultos  con  objeto  estético. 

Sujetos  que  es  necesario  castrar,  —  Para  esta  operación  es  necesario  tener 
en  cuenta  la  biiateralidad  de  las  lesiones  y  la  edad. 

Guando  el  sujeto  está  en  la  segunda  mitad  de  la  TÍda  no  se  debe  tener 
reparo  en  practicar  la  castración,  pero  en  la  primera  mitad  las  indicacio- 
nes son  las  siguientes :  dificultades  anatómicas,  lesiones  considerables  de 
los  elementos  del  cordón,  sobre  todo  la  atrofia  del  parénquima. 

Orquidopepsia,  Procedimientos,  —  Para  operar  una  ectopia  testicular  es 
necesario  descender  el  testículo  y  fijarlo. 

Encontrado  el  testículo,  su  descenso  debe  ser  el  primer  tiempo  de  toda 
interyención  de  la  ectopia,  siendo  muy  numerosos  y  peligrosos  los  obstáou- 
los  que  se  oponen  á  este  tiempo  operatorio,  porque  si  bien  las  adherencias 
á  la  glándula  y  los  residuos  del  gubemaculum  son  inconyenientes  fáciles  de 
destruir,  no  ocurre  lo  mismo  con  la  cortedad  de  los  vasos  y  el  cordón. 

En  1902,  Mignon  presentó  su  ingenioso  y  audaz  procedimiento,  en  el  qne 
preconizaba  la  sección  completa  de  todos  los  elementos  del  cordón,  excepto 
el  conducto  deferente,  con  lo  que  quitaba  el  obstáculo  vascular  ganando 
varios  centímetros. 

El  alargamiento  del  conducto  deferente  por  los  procedimientos  de  Bid* 
wed  y  Wood  es  menos  aceptable  qne  el  procedimiento  de  Mignon* 

Pasando  revista  á  los  métodos  empleados  para  fijar  el  testículo,  deduce 
que  si  se  fija  á  las  bolsas  los  puntos  de  sutura  pueden  dar  origen  á  la  in-* 
fección  de  la  glándula  y  del  escroto,  y  qne  como  el  punto  perfora  la  albu- 
gínea puede  producir  complicaciones  serias. 

No  cree  debe  fijarse  el  testículo  al  del  otro  lado,  porque  no  se  debe  expo- 
ner la  glándula  Sana  á  complicaciones. 

En  cuanto  á  los  procedimientos  ideados  para  hacer  la  extensión  conti- 
nua, si  bien  son  muy  ingeniosos,  en  la  mayoría  de  los  casos  no  producen 
utilidad  alguna. 

La  fijación  del  cordón  es  un  procedimiento  más  quirúrgico  y  más  digno 
de  confianza,  siendo  el  mejor  el  de  restaurar  el  conducto  inguinal  por  el 
procedimiento  de  Bassini  y  fijar  en  esta  restauración  el  conducto  deferente. 

Para  las  ectopias  anormales  no  hay  procedimientos,  por  ser  atípicos. 
*  Resultados  puncionalbs. — Fenómenos  dolorosos.— Ba}0  este  punto  de  vista 
los  resultados  son  perfectos,  excepto  en  los  casos  excepcionales  en  qne 
después  de  mucho  tiempo  han  reaparecido  los  dolores  obligando  á  la  cas- 
tración. 

Reflejos  genitales  y  virilidad.  —  Para  que  sean  concluyentes  las  observa- 
ciones, deben  serlo  en  ectopias  bilaterales.  Parecen  dar  resultado  las  inter- 
venciones bajo  el  punto  de  vista  del  desarrollo  macroscópico  del  teattoulo 
á  condición  de  que  la  intervención  se  practique  antes  de  la  pubertad. 


2S7 

En  la  mayoría  de  los  casos  paralelamente  al  desenYolyimiento  del  testl- 
cnlo  eyolneiooa  la  yirilidad. 

Fecundación,— TSo  existe  ninguna  obseryación  en  la  que  un  enfermo  es- 
téril antes  de  la  interrención  sea  fecundo  después  de  ella,  y  no  sólo  eso, 
sino  que  analizado  el  semen  no  se  encuentra  en  él  espermatozoides. 

Tratamiento  de  lae  complicacianee.—lokñ  complicaciones  dolorosae  son,  pro- 
piamente hablando, un  síntoma  un  poco  anormal  que  exige  la  intervención, 
siendo  la  orquidopexia  el  tratamiento  de  elección  cuando  se  puede  hacer 
descender  el  testículo,  y  cuando  esto  no  es  posible  hay  que  recurrir  á  la 
castración. 

Estrangulación  de  la  hernia  concomitante, — Las  complicaciones  que  pue- 
den sobrevenir  por  la  hernia  que  acompaña  á  la  ectopia  reclaman  de  ordi- 
nario una  conducta  radical.  En  efecto,  como  ha  hecho  notar  Moliere,  la 
estrangulación  tiene  por  causas  en  estos  casos  múltiples  bridas,  necesitan:^ 
do  una  abertura  amplia  del  conducto  inguinal,  complicando  el  testículo 
ectopiado  las  maniobras  hasta  tal  punto  que  en  la  generalidad  de  los  casos 
es  necesario  la  castración. 

Los  accidentes  por  la  torsión  revisten  de  ordinario  forma  tan  grave,  que 
necesitan  la  castración,  excepto  en  los  casos  en  que  se  puede  intervenir  , 
pronto,  esto  es,  antes  que  el  esfacelo  amenace  la  vitalidad  del  testículo.  En 
las  torsiones  muy  pronunoíadas,  cuando  existen  adherencias  muy  numero- 
sas, se  está  obligado  á  quitar  todo  por  la  doble  razón  de  que  la  disección 
es  muy  difícil  y  la  imposibilidad  de  liberar  el  testículo  para  hacerle  des- 
cender, y  sobre  todo  por  idstar  muy  comprometida  la  vitalidad  de  la 
glándula. 

Si  la  torsión  es  poco  acentuada  y  los  elementos  del  cordón  están  en  es- 
tado de  congestión  sin  esfacelo  alguno,  es  necesario  obrar  como  en  los 
casos  ordinarios. 

Inñamación, —  Las  inflamaciones  del  testículo  en  ectopia  son  en  algunas 
ocasiones  causa  de  accidentes  difíciles  de  precisar  y  que  necesitan  la  ínter- 
vención  quirúrgica. 

En  los  casos  de  orquitis  con  estrangulamiento  testicular,  ai  loe  síntomas 
son  de  gravedad  media,  se  puede  recurrir  á  los  medios  más  sencillos,  re- 
poso, hielo,  cataplasmas,  baños,  sanguijuelas,  etc.,  y  si  no  retroceden  los 
accidentes  rápidamente,  es  necesario  intervenir. 

La  punción  de  la  vaginal  distendida  ha  mejorado  y  curado  algunos  enfer 
mos,  pero  es  necesario  en  general  incindir  la  región  donde  está  alojada  la 
glándula  inflamada,  con  lo  cual  se  podrá  reconocer  si  existen  lesiones  del 
intestino. 

Si  el  testículo  ectopiado  está  acompañado  de  hidroceUy  se  impone  la  in- 
tervención quirúrgica.  No  puede  ser  defendido  el  tratamiento  por  la  pun- 
ción, siendo  necesario  la  cura  radical. 

La  degeneración  del  testículo  ectopiado  es  la  complicación,  en  la  que  está 
más  indicada  la  Castración,  siendo  necesario  operar  lo  más  pronto  y  am- 
pliamente posible. — M.  Arqubllada. 

{Continuará), 


236 

con  adherencia  que  haría  imposible  llevarlo  á  las  bolsas;  y  siendo  mis 
discntible  si  en  las  retroparietales  se  debe  interrenir,  cosa  que  no  cree  el 
ponente. 

SiQetos  en  que  se  debe  practicar  la  orqtUdopexia.  -*  Todo  sujeto  qne  tíene 
falta  de  descenso  testicular  sólo  j  la  glándula  se  encuentre  detenida  en  el 
conducto  inguinal,  debe  operarse  y  hacer  la  fijación  cruenta  del  testículo, 
teniendo  el  máximum  de  indicación  en  la  época  de  la  pubertad  y  debiendo 
hacerse  en  los  adultos  con  objeto  estético. 

Sujetos  que  es  necesario  castrar.  —  Para  esta  operación  es  necesario  tener 
en  cuenta  la  bilateralidad  de  las  lesiones  y  la  edad. 

Guando  el  sujeto  está  en  la  segunda  mitad  de  la  vida  no  se  debe  tener 
reparo  en  practicar  la  castración,  pero  en  la  primera  mitad  las  indicado* 
nes  son  las  siguientes :  dificultades  anatómicas,  lesiones  considerables  de 
los  elementos  del  cordón,  sobre  todo  la  atrofia  del  parénquima. 

Orquidopepsia.  Procedimientos,  —  Para  operar  una  ectopia  teeticular  es 
necesario  descender  el  testículo  y  fijarlo. 

Encontrado  el  testículo,  su  descenso  debe  ser  el  primer  tiempo  de  toda 
interyención  de  la  ectopia,  siendo  muy  numerosos  y  peligrosos  los  obstácu- 
los que  se  oponen  á  este  tiempo  operatorio,  porque  si  bien  las  adherencias 
á  la  glándula  y  los  residuos  del  gubemaculum  son  inconyenientes  fáciles  de 
destruir,  no  ocurre  lo  mismo  con  la  cortedad  de  los  rasos  y  el  cordón. 

En  1902,  Mignon  presentó  su  ingenioso  y  audaz  procedimiento,  en  el  que 
preconizaba  la  sección  completa  de  todos  los  elementos  del  cordón,  excepto 
el  conducto  deferente,  con  lo  que  quitaba  el  obstáculo  rascular  ganando 
varios  centímetros. 

El  alargamiento  del  conducto  deferente  por  los  procedimientos  de  Kd* 
wed  y  Wood  es  menos  aceptable  que  el  procedimiento  de  Mignon. 

Pasando  revista  á  los  métodos  empleados  para  fijar  el  testículo,  deduce 
que  si  se  fija  á  las  bolsas  los  puntos  de  sutura  pueden  dar  origen  á  la  in- 
fección de  la  glándula  y  del  escroto,  y  qne  como  el  punto  perfora  la  albu- 
gínea puede  producir  complicaciones  serias. 

No  cree  debe  fijarse  el  testículo  al  del  otro  lado,  porque  no  se  debe  ezpp- 
ner  la  glándula  sana  á  complicaciones. 

En  cuanto  á  los  procedimientos  ideados  para  hacer  la  extensión  contí* 
nua,  si  bien  son  muy  ingeniosos,  en  la  mayoría  de  ios  casos  no  producen 
utilidad  alguna. 

La  fijación  del  cordón  es  un  procedimiento  más  quirúrgico  y  más  digno 
de  confianza,  siendo  el  mejor  el  de  restaurar  el  conducto  inguinal  por  el 
procedimiento  de  Bassini  y  fijar  en  esta  restauración  el  conducto  deferente. 

Para  las  ectopias  anormales  no  hay  procedimientos,  por  ser  atípleos. 
'^  Bbsültados  Punción  alies. — Fenómenos  dolorosos,^Bñ,]o  este  punto  de  vista 
los  resultados  son  perfectos,  excepto  en  los  casos  excepcionales  en  qne 
después  de  mucho  tiempo  han  reaparecido  los  dolores  obligando  á  la  cas- 
tración. 

Reñejos  genitales  y  virilidad.  —  Para  qne  sean  conduyentes  las  obserra- 
ciones,  deben  serlo  en  ectopias  bilaterales.  Parecen  dar  resultado  las  inter- 
venciones bajo  el  punto  de  vista  del  desarrollo  macroscópico  del  testículo 
á  condición  de  que  la  intervención  se  practique  antes  de  la  pubertad. 


237 

En  U  mayoría  de  loB  caaos  paralelamente  al  deBenvolvimiento  del  teati- 
cnlo  erolnoiODa  la  yirilidad. 

Fecundación,-^  TSo  existe  ninguna  obserración  en  la  que  un  enfermo  es- 
téril antes  de  la  interrención  sea  fecundo  después  de  ella,  y  no  sólo  eso, 
sino  que  analizado  el  semen  no  se  encuentra  en  él  espermatozoides. 

Tratamiento  de  las  comp/icocfotMff.— Las  eomplicaeumes  dolaroeas  son,  pro- 
piamente hablando,  un  síntoma  un  poco  anormal  que  exige  la  intervención, 
siendo  la  orquidopexia  el  tratamiento  de  elección  cuando  se  puede  hacer 
descender  el  testículo,  y  cuando  esto  no  es  posible  hay  que  recurrir  á  la 
castración. 

Estrangulación  dé  la  hernia  concomitante, — Las  complicaciones  que  pue- 
den sobrevenir  por  la  hernia  que  acompaña  á  la  ectopia  reclaman  de  ordi* 
nario  una  conducta  radical.  En  efecto,  como  ha  hecho  notar  Moliere,  la 
estrangulación  tiene  por  causas  en  estos  casos  múltiples  bridas,  necesitan:^ 
do  una  abertura  amplia  del  conducto  inguinal,  complicando  el  testículo 
ectopiado  las  maniobras  hasta  tal  punto  que  en  la  generalidad  de  los  casos 
es  necesario  la  castración. 

Los  accidentes  por  la  toreión  revisten  de  ordinario  forma  tan  grave,  que 
necesitan  la  castración,  excepto  en  loe  casos  en  que  se  puede  intervenir 
pronto,  esto  es,  autos  que  el  esfacelo  amenace  la  vitalidad  del  testículo.  En 
las  torsiones  muy  pronunciadas,  cuando  existen  adherencias  muy  numero- 
sas, se  está  obligado  á  quitar  todo  por  la  doble  razón  de  que  la  disección 
es  muy  difícil  y  la  imposibilidad  de  liberar  el  testículo  para  hacerle  des- 
cender, y  sobre  todo  por  estar  muy  comprometida  la  vitalidad  de  la 
glándula. 

Bi  la  torsión  es  poco  acentuada  y  los  elementos  del  cordón  están  en  es- 
tado de  congestión  sin  esfacelo  alguno,  es  necesario  obrar  como  en  los 
casos  ordinarios. 

Inñamadón.-^loíB  inflamaciones  del  testículo  en  ectopia  son  en  algunas 
ocasiones  causa  de  accidentes  difíciles  de  precisar  y  que  necesitan  la  inter- 
vención quirúrgica. 

En  los  casos  de  orquitis  con  estrangulamiento  testicular,  si  los  síntomas 
son  de  gravedad  media,  se  puede  recurrir  á  los  medios  más  sencillos,  re- 
poso, hielo,  cataplasmas,  bafioe,  sanguijuelas,  etc.,  y  si  no  retroceden  los 
accidentes  rápidamente,  es  necesario  intervenir. 

La  punción  de  la  vaginal  distendida  ha  mejorado  y  curado  algunos  enfer- 
mos, pero  es  necesario  en  general  incindir  la  región  donde  está  alojada  la 
glándula  inflamada,  con  lo  cual  se  podrá  reconocer  si  existen  lesiones  del 
intestino. 

Si  el  testículo  ectopiado  está  acompafiado  de  hidrocele^  se  impone  la  in- 
tervención quirúrgica.  No  puede  ser  defendido  el  tratamiento  por  la  pun- 
ción, siendo  necesario  la  cura  radical. 

La  degeneración  del  teeticulo  ectopiado  es  la  complicación,  en  la  que  está 
más  indicada  la  Castración,  siendo  necesario  operar  lo  más  pronto  y  am- 
pliamente posible. — M.  Abqubllada. 

(Continuará), 


236 

con  adherencias  que  haría  imposible  UeTarloálae  boleas;  y  siendo  más 
diecntible  si  en  las  retroparietales  se  debe  interrenir,  oosa  qne  no  cree  %l 
ponente. 

St^étoa  en  que  ee  debe  practicar  la  orquidopexia»  —  Todo  snjeto  qne  tíene 
falta  de  descenso  testicnlar  sólo  y  la  glándula  se  encnentre  detenida  en  el 
conducto  ingaínal,  debe  operarse  y  hacer  la  fijación  ementa  del  testiciilo, 
teniendo  el  máximum  de  indicación  en  la  época  de  la  pubertad  y  debiendo 
hacerse  en  los  adultos  con  objeto  estético. 

Sujeto»  que  es  necesario  castrar,  —  Para  esta  operación  es  necesario  tener 
en  cuenta  la  bilateralidad  de  las  lesiones  y  la  edad. 

Guando  el  sujeto  está  en  la  segunda  mitad  de  la  TÍda  no  se  debe  tener 
reparo  en  practicar  la  castración,  pero  en  la  primera  mitad  las  indicaeio* 
nes  son  las  siguientes :  dificultades  anatómicas,  lesiones  consideraUee  de 
los  elementos  del  cordón,  sobre  todo  la  atrofia  del  parénqnima. 

Orquidopepsia,  Procedimientos.  —  Para  operar  una  ectopia  taBÜcolar  es 
necesario  descender  el  testículo  y  fijarlo. 

Encontrado  el  testículo,  su  descenso  debe  ser  el  primer  tiempo  de  toda 
interyención  de  la  ectopia,  siendo  muy  numerosos  y  peligrosos  los  obstéen- 
los  que  se  oponen  á  este  tiempo  operatorio,  porque  si  bien  las  adherencias 
á  la  glándula  y  los  residuos  del  gubernaculum  son  inconrenientes  fáciles  de 
destruir,  no  ocurre  lo  mismo  con  la  cortedad  de  los  yasos  y  el  cordón. 

Bu  1902,  Mignon  presentó  su  ingenioso  y  audaz  procedimiento,  en  el  qne 
preconizaba  la  sección  completa  de  todos  los  elementos  del  cordón,  excepto 
el  conducto  deferente,  con  lo  que  quitaba  el  obstáculo  taseular  ganando 
Tarios  centímetros. 

El  alargamiento  del  conducto  deferente  por  los  procedimientos  de  Bíd- 
wed  y  Wood  es  menos  aceptable  que  el  procedimiento  de  Mignon. 

Pasando  rerista  á  los  métodos  empleados  para  fijar  el  testículo,  dednee 
quQ  si  se  fija  á  las  bolsas  los  puntos  de  sutura  pueden  dar  origen  á  la  in- 
fección de  la  glándula  y  del  escroto,  y  qne  como  el  punto  perftva  la  albu- 
gínea puede  producir  complicaciones  serías. 

No  cree  debe  fijarse  el  testículo  al  del  otro  lado,  porque  no  se  debe  ezpch 
ner  la  glándula  sana  á  complicaciones. 

En  cuanto  á  los  procedimientos  ideados  para  hacer  la  extensión  coatí* 
nua,  si  bien  son  muy  ingeniosos,  en  la  mayoría  de  loe  casos  no  producen 
utilidad  alguna. 

La  fijación  del  cordón  es  un  procedimiento  más  quirúrgico  y  más  digno 
de  confianza,  siendo  el  mejor  el  de  restaurar  el  conducto  inguinal  por  el 
procedimiento  de  Bassini  y  fijar  en  esta  restauración  el  conducto  deferente. 

Para  las  ectopias  anormales  no  hay  procedimientos,  por  ser  atipicce. 
*'  Resultados  funcionales. — Fenómenos  dolorosos*— Ba}0  este  punto  de  rísia 
los  resultados  son  perfectos,  excepto  en  los  casos  excepcionales  en  que 
después  de  mucho  tiempo  han  reaparecido  los  dolores  obligando  á  la  cas- 
tración. 

Refinos  genitales  y  virilidad,  —  Para  que  sean  concluyentee  las  obserra* 
clones,  deben  serlo  en  ectopias  bilaterales.  Parecen  dar  resultado  las  intsr- 
▼enciones  bajo  el  punto  de  rista  del  desarrollo  macrosoópioo  del  UMsolo 
á  condición  de  que  la  interyención  se  practique  antes  de  la  pubertad. 


238 


BSAL   SOCIEDAD   MEDIOÓ-QUIBÚBQIOA  DE  IX>NDBB8 
8e»i¿n  da  día  28  de  Oe(tt6r«  de  1906  (1). 

Oilttaelén  d«l  etrazón.  —  El  Dr.  A.  M.  Gossage  dijo  que  la  dilatación  del 
corazón  depende  de  la  pérdida  de  tonicidad  de  bus  fibras  masculares.  La 
contracción  cardiaca  es  de  origen  muscular.  Las  propiedades  del  miocardio 
son  la  excitación  rítmica,  la  excitabilidad,  la  conductibilidad,  la  contrac- 
tilidad y  la  tonicidad,  que  pueden  aumentar  ó  disminuir  por  el  influjo 
nervioso  ó  por  otras  causas  y  afectarse  aisladamente.  La  contracción  prin- 
cipia en  los  grandes  troncos  venosos;  igual  que  la  excitación  puede  produ- 
cirse con  mayor  rapidez  en  este  punto,  pero  es  posible  estudiar  el  ritmo  en 
los  yentriculos,  para  lo  cual  basta  excitarlos  artificialmente  con  la  rapidez 
necesaria.  La  dilatación  cardiaca  es  debida  á  la  disminución  de  tonicidad 
y  está  asociada  con  un  aumento  en  la  energía  de  la  excitación,  de  la  exci- 
tabilidad y  quizá  de  la  contractibilidad.  La  tonicidad  puede  ser  aumen- 
tada por  ciertos  medicamentos,  por  ejemplo,  la  digital.  Este  aumento  es 
seguido  de  disminución  del  grado  de  la  excitación,  de  la  excitabilidad  y, 
en  ciertos  casos,  de  la  contractilidad  y  conductibilidad. 

El  origen  del  ritmo  cardiaco  normal  en  las  grandes  venas  se  explica  por 
la  tonicidad  excesiva  de  los  ventrículos,  que  supera  á  todas  las  demás  pro* 
piedades  del  miocardio,  lo  que  hace  que  la  excitación  se  produzca  con  gran 
lentitud.  Al  perder  la  tonicidad  los  ventrículos  se  hacen  más  excitables 
que  el  resto  del  corazón,  lo  que  origina  los  sístoles  extraventriculares,  y 
con  la  pérdida  excesiva  de  la  tonicidad  la  excitación  puede  producirse  con 
mayor  rapidez  en  loe  ventrículos  y  el  ritmo  nace  en  ellos.  La  idea  de  que 
la  tonicidad  es  mayor  en  los  ventrículos,  se  funda  en  el  trabajo  más  consi- 
derable que  deben  ejecutar  y  en  los  resultados  de  los  experimentos  practi- 
Qados  con  la  antiarina,  la  que  obra  sobre  los  ventrículos  con  mucha  mayor 
energia  que  sobre  el  resto  del  corazón ;  la  antiarina  obra  principalmente 
aumentando  la  tonicidad. 

El  Dr.  A.  Moriaon  cree  que  la  dilatación  cardiaca  es  debida  á  la  pérdida 
de  tonicidad  del  miocardio,  pero  esta  teoría  no  es  nueva.  8u  causa  no  se 
ha  precisado  aún.  En  la  función  de  cada  viscera  interviene  más  de  un 
factor.  La  pérdida  de  la  tonicidad  coincide  siempre  con  trastornos  del 
riego  sanguíneo  y  de  la  inervación.  Los  órganos  de  función  más  rítmica 
son  los  que  mejor  provistos  están  de  elementos  nerviosos.  No  cree  que  la 
contracción  cardíaca  sea  de  origen  miógeno. 

El  Dr.  E.  /.  SpriggB  dijo  que  la  dilatación  cardiaca  es  debida  á  más  de 
un  factor  mecánico. 

El  Dr.  J.  Hay  negó  que  cuando  aumenta  la  tonicidad  disminuyan  las 
demás  funciones.  La  disolución  sódica,  transfundida  á  través  del  corazón, 
se  ha  demostrado  que  aumenta,  no  sólo  la  tonicidad,  sino  también  la  fre- 
cuencia de  las  contracciones  de  este  órgano.  Las  disoluciones  poco  con- 
centradas de  digital,  empleadas  de  la  misma  manera,  hacen  primero  más 

(i)¿Prímera  del  enno  académieo  aotoal. 


239 

leátfts  estas  oontraociones,  después  más  rápidas  j  por  último  más  fuertes. 
La  lentitud  de  las  oontracoiones  se  ha  demostrado  que  es  debida  á  la  acción 
*del  medicamento  sobre  las  terminaciones  cardíacas  terminales  del  neumo- 
gástrico. No  puede  apreciarse  si  la  tonicidad  es  de  igual  naturaleza  que  la 
contractilidad. 

El  Dr.  Wenckebiieh  dijo  que  era  partidario  de  la  teoría  miógena.  ¿Onál 
es  el  excitante  de  la  contracción  cardiaca?  ¿Procede  dé  los  nerrios  ó  del 
miocardio?  Las  propiedades  del  miocardio  pueden  alterarse  independiente- 
mente una  de  otra.  No  se  ha  demostrado  que  la  pérdida  de  tonicidad  sea 
el  término  final  de  toda  acción  cardíaca;  no  es  una  cualidad  bien  definida, 
V  se  desconoce  la  relación  de  la  tonicidad  con  la  contractilidad. 

(Tké  BriHsh  Med.  Joumal)-  —  F.  Tolbdo. 


PERIÓDICOS 


Peligres  de  la  punsióii  de  les  quistes  de  equlnscsees.  —  El  Dr.  Zickelbaeh 
refiere  dos  casos  en  que  la  punción  de  quistes  de  equinococos  fué  seguida 
de  síntomas  graves.  En  el  primero  (equinococo  del  pulmón  derecho)  á  la 
hora  de  haber  practicado  la  punción  sobrevinieron  opresión,  disnea,  náu- 
seas y  debilidad  de  la  función  cardíaca;  al  poco  tiempo  elevación  de  tem- 
peratura 7  sofiolencia,'  y  á  las  nueve  horas  de  la  punción  falleció  el  enfermo. 

En  el  segundo  caso  (equinococo  del  hígado),  la  intervención  quirúrgica 
fué  seguida  más  rápidamente  aún  de  síntomas  todavía  más  graves,  y  aunque 
se  procedió  en  el  acto  á  operar  al  enfermo,  no  sólo  no  se  alivió  éste,  sino  que 
se  agravaron  los  síntomas  y  acarrearon  la  muerte  al  quinto  día. 

En  estos  casos,  los  graves  síntomas  que  se  presentan  deben  reconocer  por 
causa  la  toxicidad  del  líquido  quistico. 

(  Wiener  Klin,  Wochenachrift),  —  R.  dbl  Vallb. 

Tratimlente  de  la  angina  de  pecho.  —  Lo  primero  que  debe  procurarse  en 
estos  casos,  dice  el  Dr.  G.  A.  Oibson,  es  descubrir  la  causa  productora 
para  suprimirla  á  ser  posible.  Entre  las  causas  que  ocasionan  la  angina  de 
pecho 'merecen  citarse  la  distensión  abdominal,  los  trastornos  de  la  circu- 
lación pulmonar  y  la  supresión  de  las  secreciones  cutánea  y  renal,  que  obran 
aumentando  la  presión  sanguínea.  Durante  el  acceso  es  necesario  aliviar  al 
enfermo  lo  antes  posible,  siendo  importantísimos  los  medicamentos  que 
rebajan  la  presión  sanguínea,  por  ejemplo,  los  nitritos  y  los  yoduros.  El 
más  eficaz  de  todos  por  la  rapidez  de  su  acción  es  el  nitrito  de  amilo.  El 
nitrito  de  butilo  y  el  yoduro  de  etilo  en  inhalaciones  á  la  dosis  de  5  go- 
tas, son  también  eficaces.  Tienen  el  inconveniente  de  provocar  cefalalgia 
y  malestar.  El  Dr.  Oibson  recoinienda,  como  medicación  eficaz  contra  el 
ataque  de  angina  de  pecho,  la  asociación  del  yoduro  de  etilo  y  del  clorofor- 
mo ;  pueden  administrarse  en  cápsulas  á  la  dosis  de  5  gotas  del  primero, 
por  10  del  segundo.  Son  útiles  también  los  estimulantes,  alcohol»  acetato 


240 

ftmónioo,  etc.,  y  el  calor  aplicado  sobre  el  pecho«  El  enfermo  se  coloeaié 
de  modo  que  respire  con  comodidad  aire,  lo  m&s  puro  posible. 

£d  los  interyalos  de  los  ataques  se  emplea  qd  régimen  qne  STite  la  fia** 
tnlencia.  £1  enfermo  hará  ejercicio  moderado  (en  caso  de  imposibilidad 
será  sometido  al  amasamiento),  editando  el  trabajo  intele<}taal  excesiyo. 
El  tratamiento  farmacéatico  raría  según  la  causa.  En  las  anginas  de  cau- 
sa orgánica  se  emplean  los  yoduros  asociados  al  arsénico,  para  evitar  el  yo- 
dismo.  Para  rebajar  la  presión  sanguínea  se  usan  loe  yasodilatadores.  La 
nitroglicerina  es  de  gran  utilidad.  6i  se  observan  síntomas  de  debilidad  del 
corazón  se  emplean  los  tónicos  cardiacos,  por  ejemplo,  el  estrofanto  eom*- 
binado  con  la  nuez  TÓmica,  y  se  obliga  al  enfermo  á  permanecer  en  repoao. 

En  la  angina  de  pecho  refleja,  después  de  areriguada  y  suprimida  la 
causa,  cuando  es  posible,  se  administran  los  bromuros,  que  disminuyen  la 
irritabilidad  nerviosa.  6i  la  enfermedad  reviste  la  forma  vasomotora,  los 
medicamentos  más  útiles  son  los  nitritos.  El  Dr.  Oibson  ha  empleado  con 
éxito  el  extracto  tiroideo  en  un  caso  de  angina  de  pecho  que  presentaba 
síntomas  análogos  á  los  de  la  enfermedad  de  Rayoaud. 

{Thé  PraeUtkmer,  septiembre  1906).  —  F.  Toledo. 

Intexieasión  eos  el  erteferme.  —  Refiere  el  Dr.  A.  Schmidtque  en  un  caso 
de  úlcera  de  la  pierna  sumamente  dolorosa,  en  que  se  empleó  el  ortoformo 
como  analgésico  y  antiséptico,  cesaron  los  dolores  á  los  pocos  minutos,  dn* 
raudo  esta  calma  unas  diez  horas.  Habiéndose  continuado  con  este  trata-* 
miento  dos  semanas,  se  desarrolló  uña  erupción  de  pápulas  grandes  y  rojas 
y  de  placas  eritematosas  por  casi  todo  el  cuerpo.  La  úlcera  se  volvió  gan- 
grenosa y  la  piel  circundante  se  puso  amarilla  y  edematosa.  Al  mismo 
tiempo  aumentaron  considerablemente  la  temperatura  y  la  frecuencia  del 
pulso,  y  se  presentó  cefalalgia.  Todos  estos  síntomas  se  aliviaron  tan  pros* 
to  como  se  suprimió  el  ortoformo. 

(Montreal  med.  jaumai).  ^  B.  del  Vallb. 

Tratamiente  abertivs  de  Iss  ffsrúnesles.— El  tratamiento  abortivo  délos 
forúnculos  recomendado  por  el  Dr.  A.  Vikentiev  es  eficacísimo,  según  este 
autor.  Consiste  en  jabonar  enérgicamente  el  forúnculo  con  la  tintura  de 
jabón  potásico;  luego  se  lava  con  alcohol  de  40  á  50  grados  y  se  extiende 
sobre  la  lesión  una  capa,  lo  más  delgada  posible,  de  algodón  hidrófilo  em- 
papado en  el  mismo  alcohol  empleado  para  el  lavatorio.  El  algodón  se  deja 
aplicado  hasta  que  se  evapora  por  completo  el  líquido.  Después  se  jabona  de 
nuevo  el  forúnculo,  pero  esta  vez  se  deja  la  espuma  jabonosa  y  no  se  aplica 
cura  alguna.  En  la  mayor  parte  de  los  casos,  basta  una  intervención  de  eeie 
género  para  que  aborte  el  forúnculo,  si  no  ha  supurado.  Otras  veces  es 
preciso  repetir  el  tratamiento,  que  es  eficaz,  aunque  el  forúnculo  haya  sa- 
purado,  porque  hace  más  breve  el  período  de  supuración. 

(Eev.  di  Ur.  medico- chirurgicaU^  1.®  octubre  1906).— F.  Tolbdo. 


REVISTA, 


MEDICINA  Y  cirugía  PRÁCTICAS 


.    NOTAS  CLÍNICAS 

DOCTOR  D.  RAFAEL  DEL  VALLE  Y  ALDABALDE 

Médico  de  número,  por  opoelelóa,  del  HoepiUl  provineUl  de  Madrid. 


I.  ün  caso  de  erisipela.  —  IL  ün  caso  de  pielitis  del  embarazo» 


N.  N.,  de  diecisiete  años,  natural  y  vecino  de  Madrid,  dependien- 
te de  comercio,  de  constitución  bastante  robusta  y  de  muy  buena  sa- 
lud habitual,  cayó  enfermo  con  una  angina  ligera,  de  forma  al  pa- 
recer catarral,  el  17  de  septiembre  de  1906.  ' 

En  sus  antecedentes  personales  y  en  Ios-de  su  familia,  no  habla 
ningún  dato  que  pudiera  relacionarse  con  el  padecimiento  referido 
ni  tampoco  con  el  que  sobrevino  después:  Pues  es  el  caso  que  á  los 
tres  dfas  de  iniciada  la  angina  se  presentó  un  brote  de  erisipela  en 
el  carrillo  derecho. 

Como  se  trata  de  un  enfermo  que  no  asistí  desde  el  primer  mo- 
mento, no  he  podido  llegar  á  averiguar  si  la  afección  erisipelatosa 
se  debia  considerar  como  consecuencia  ó  propagación  de  la  angina 
ó  como  dolencia  que  por  Casualidad  sobrevino  después  de  esta  últi- 
ma. Me  inclino,  sin  embargo,  á  la  primera  hipótesis,  no  sólo  porque 
es  sabido  que  hay  erisipelas,  y  yo  he  visto  algún  otro  caso  de  éstos, 
que  se  inician  por  una  afeccióp  tonsilar,  sino  también  y  muy  prin- 
cipalmente porque  la  afección  bucofaríngea  persistió  aun  después 
de  iniciada  la  erisipela.  De  todas  suertes,  esta  última  tampoco  pre- 
sentó nada  de  particular  en  todo  su  curso.  Más  aún,  no  obstante  la 
gravedad  que  el  caso  llegó  á  adquirir,  la  afección  cutánea,  ni  por  su 
intebsidad  ni  por  su  duración— unos  ocho  días— ni  por  su  extensión, 
Afio  XXX.— Tomo  LXXIII.-Núm.  0S5.-flI  Noviembre,  1905.  19 


242 

difirió  de  otras  machas  que  eTolacionan  sin  ningún  síntoma  alar- 
mante. Y  hasta  se  ven  casos  de  erisipelas  localmente  de  peor  aspec- 
to y  con  síntomas  generales  mucho  más  benignos  que  los  del  caso 
actual. 

Tratada  la  enfermedad  con  embrocaciones  de  colodión  ictiolado, 
y  para  combatir  la  fiebre,  que  nunca  llegó  á  40^,  con  la  quina  y  la 
quinina,  no  revistió  gravedad  en  los  tres  ó  cuatro  primeros  dias; 
mas  pasado  este  plazo,  el  delirio  alto  y  persistente,  el  estupor  y  el 
aplanamiento  hicieron  temer  por  el  éxito  finaUy  motivaron  de  parte 
de  la  familia  la  reclamación  del  concurso  de  algún  otro  colega  para 
la  asistencia  del  paciente.  Llamado  por  esta  causa,  propuse,  y  fué 
aceptada  mi  propuesta,  el  empleo  del  clora!  para  hacer  dormir  al 
enfermo,  á  fin  de  proporcionar  á  su  sistema  nervioso  siquiera  el  des- 
canso nocturno,  tan  reparador  en  todos  los  estados,  y  más  princi- 
palmente en  los  de  excitación  continua,  sea  la  que  fuere  su  causa. 

Al  proponer  el  hidrato  de  doral,  no  obstante  venir  quedando  un 
poco  relegado  al  olvido  este  medicamento  de  algún  tiempo  á  esta 
parte,  me  indujeron  á  ello  las  consideraciones  siguientes:  Primera- 
mente su  solubilidad,  que  le  hace  más  pronto  y  fácilmente  absorbi- 
ble  que  muchos  de  los  hipnóticos  modernos  insolubles  ó  poco  menos, 
y  en  segundo  término  el  hecho  de  que  esta  misma  cualidad  favorece 
su  administración  en  forma  líquida,  ventaja  no  pequeña  en  los  enfer- 
mos que  se  resisten  á  tomar  toda  clase  de  medicamentos.  Respecto 
al  temor  de  afectar  al  corazón,  temor  que  tiene  mucho  menos  funda- 
mento del  que  se  ha  supuesto,  pues  administrando  el  doral  con  pru- 
dencia no  sobreviene  por  tal  motivo  el  menor  percance,  había  para 
desecharle  en  el  caso  actual  las  circunstancias  favorables  de  tra- 
tarse de  un  joven  sano  y  robusto,  y  muy  principalmente  la  de  que 
la  acción  del  corazón  se  mantenía  enérgica,  pues  el  pulso  no  era 
excesivamente  frecuente  y  se  conservaba  regular  y  lleno. 

Mas  como  quiera  que  á  pesar  de  haberse  logrado,  aunque  nada 
más  que  en  parte,  el  efecto  de  hacer  dormir  al  enfermo,  continuaba 
el  delirio  alto  y  persistente  y  el  estado  adinámico,  se  pensó  en  el  sue- 
ro antiestreptocócico,  y  mientras  éste  se  adquiría,  en  la  hidroíe- 
rapia. 

No  era  muy  alta  la  temperatura,  como  ya  se  ha  dicho,  pero  sí 
muy  sostenida,  pues  aun  por  la  mañana  apenas  bajaba  algún  día 
de  39^  pero  es  sabido  que  los  baños  en  las  enfermedades  febriles  no 
se  usan  tan  sólo  pera  rebajar  el  calor.  Obran  también  manteniendo 
la  función  de  la  piel,  activando  la  diuresis  y  como  tónicos  y  á  la  vez 


243      ^ 

redantes  del  sistema  nervioso;  mo  ti  vos»,  sobre  todo  el  último,  más 
que  suficientes  para  decidirme  á  proponer  un  baño  á  la  caída  de  la 
tarde,  el  primer  dfa  de  30^  centígrados  y  diez  minutos  de  duración, 
y  los  días  siguientes  de  28^  centígrados  y  la  misma  permanencia  en 
•el  agua. 

El  efecto  de  la  balneación  fué  evidente,  pero  poco  duradero.  La 
<salma  que  el  agua  fría  proporcionaba  al  sistema  nervioso  era  bas- 
tante pasajera,  y  una  vez  disipado  el  efecto  benéfico,  la  situación 
•era  la  misma  que  antes,  mejor  dicho,  cada  día  era-  peor  que  el  an- 
terior. ' 

Como  á  todo  esto  no  fué  posible  adquirir  un  suero  estreptocócico 
^e  confianza,  me  resolví  á  emplear  otros  dos  medios :  el  gorro  de 
tiieio  y  las  sanguijuelas  al  ano;  estas  últimas  tan  sólo  una  noche. 
'  Pensar  que  el  delirio  febril  pueda  ser  ocasionado  por  la  conges- 
tión cerebral,  no  se  me  ocurrió  ni  por  un  solo  momento.  Hoy  es  la 
opinión  corriente,  y  á  ella  me  adhiero  sin  restricción  alguna,  la  de 
^ue  el  delirio  en  estos  casos  es  de  origen' tóxico-infeccioso.  Las  to- 
xinas, cuya  existencia  hay  que  admitir  por  lo  que  nos  enseña  la 
experimentación,  m^s  aún  que. por  lo  que  nos  dice  la  clínica,  son, 
«in  duda,  la  causa  fundamental  del  trastorno  nervioso  febril,  asi 
como  de  otros  muchos  de  los  que  sobrevienen  en  el  curso  de  las  pi- 
rexias. La  elevación  de  temperatura  no  debe  ser,  sin  embargo,  aje- 
na á  la  génesis  de  tales  trastornos  y  en  especial  del  delirio,  puesto 
que  lo  mismo  en  el  caso  actual  que  en  otros  muchos  análogos,  basta 
un  descenso  térmico  provocado  por  la  hidroterapia,  y,  aunque  no 
tanto,  por  otros  medios,  para  hacer  desaparecer  el  delirio  ó  dismi- 
nuir por  lo  menos  su  intensidad.  Y  no  es  de  creer  que^bre  el  des- 
censo térmico  neutralizando  toxinas;  por  hoy,  al  menos,  no  hay  ra- 
2ón  suficiente  para  pensar  asi.  Parece  lo  más  natural  suponer  que 
gracias  al  descenso  de  temperatura,  el  cerebro  se  hace  menos  im- 
presionable á  la  acción  de  los  principios  tóxicos  de  origen  infec- 
•cioso. 

Sólo  por  no  ser  incompleto,  no  quiero  dejar  de  decir  que  acaso  se 
haya  tratado  en  este  enfermo  de  un  individuo  de  esos  que  deliran 
■aun  teniendo  poca  fiebre.  Pero  no  hay  que  olvidar  tampoco  que  no 
era  sólo  el  delirio  lo  que  alarmaba,  sino,  sobre  todo,  el  estado  de 
adinamia  que  coincidía  con  él. 

Ahora  bien,  si  interpreto  el  delirio  como  producido  por  la  infec- 
ción y  no  por  la  congestión  cerebral,  ¿por  qué  razón  creí  útiles  las 
emisiones  sanguíneas  á  las  márgenes  del  ano?  Pues  sencillamente 


230 

y  que  los  indiyidaoB  palúdicos  pueden  importar  la  eDÍermedad  á  localida- 
des hasta  entonces  salubres,  si  en  ellas  existen  anopheles  y  las  condiciones 
climáticas  son  favorables.  Los  partidarios  de  la  doctrina  anophélica  no 
tienen  necesidad  de  menospreciar  las  ensefianzas  del  pasado;  al  contrario, 
por  mi  parte,  me  he  esforzado  en  demostrar  que  aquélla  estaba  de  acuerdo 
con  éstas.  La  temperatura  tiene  una  influencia  considerable  sobre  la  evo- 
lución de  la  endemo-epidemia  palúdica,  lo  cual  concuerda  muy  bien  con 
nuestros  conocimientos  actuales  acer/sa  del  papel  de  los  mosquitos  en  la 
propagación  del  paludismo.  La  influencia  bien  conocida  de  las  lluvias 
abundantes  sobre  la  recrudescencia  de  la  endemia  palustre,  se  explica  tam- 
bién porque  dichas  lluvias  multiplican  los  depósitos  de  aguas  estancadas 
propicias  al  desarrollo  de  los  mosquitos.  La  doctrina  anophélica  confirma 
y  explica  por  qué  conviene  huir,  en  los  países  palúdicos,  de  las  hondonadas 
y  establecerse  en  las  alturas;  los  anopheles  prefieren  los  valles  hondos,  don* 
do  el  aire  circula  mal,  y  la  vecindad  de  las  corrientes  de  agua,  y  en  cambio 
huyen  de  las  alturas  bien  ventiladas.  La  seguridad  de  que  se  goza  en  el 
centro  de  las  poblaciones,  mientras  el  paludismo  devasta  los  campos  veci- 
nos, también  se  explica  fácilmente,  puesto  que  se  sabe  que  los  anopheles 
penetran  rara  vez  en  el  centro  de  las  aglomeraciones  urbanas.  De  antiguo 
se  sabe  que  en  pais  palúdico  es  peligroso  salir  de  noche  y,  sobre  todo,  dor- 
mir al  aire  libre,  lo  cual  explica  la  doctrina  anophélica,  puesto  que  estos 
mosquitos  no  pican  más  que  por  la  tarde  ó  durante  la  noche,  y  ios  que 
duermen  están  más  expuestos  á  las  picaduras  de  los  mosquitos  que  ios  que 
están  despiertos,  puesto  que  no  se  defienden  contra  dichos  insectos. 

En  resumen:  ninguna  de  las  objeciones  hechas  á  la  doctrina  anophélica 
es  irrefutable;  ninguno  de  los  hechos  invocados  por  el  Dr.  Kelsch  demues- 
tra la  necesidad  de  admitir,  aparte  de  la  transmisión  por  ios  anopheles, 
otro  medio  de  propagación  del  paludismo.  A  los  experimentos  rigurosísi- 
mos, que  no  permiten  poner  en  duda  el  papel  de  los  anopheles,  los  parti- 
darios de  la  etiología  telúrica  no  oponen  más  que  he^os  poco  precisos  y 
antiguos,  lo  que  hace  toda  investigación  etiológica  imposible.  Esto  no 
quiere  decir  que  nada  quede  que  añadir  á  las  recientes  adquisiciones  de  la 
ciencia ;  sería  muy  presuntuoso  y  muy  imprudente  el  que  declarara  que  las 
'  condiciones  en  las  cuales  se  propaga  el  paludismo  no  retienen  ningún  secre- 
to para  nosotros. —  Godina  Gastkllví. 


SOCIEDAD    DE    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
Séaién  del  dia  16  de  Octubre  dé  1906, 

Invaginación  intestinal  infantil.  — El  Dr.  Eirmisson:  En  prueba  de  que  la 
operación  debe  ser  precoz  en  el  niño,  según  recomendaba  en  la  sesión  an- 
terior, citaré  el  caso  de  una  niña  de  veintiún  meses  que  ingresó  en  mi  clíni- 
ca esta  semana.  La  enfermita  tuvo  enteritis  en  agosto  y  en  septiembre.  El 
6  del  mes  actual  presentó  fiebre,  dolores  abdominales,  y  dos  días  después 
expulsó  sangre  por  el  ano.  Al  día  siguiente  los  accidentes  se  agravaron, 


231 

complicándose  con  vómitos ;  fué  conducida  al  hospital  en  estado  grare.  Se 
practicó  sin  perder  tiempo  la  laparotomía,  descubriéndose  una  inyagina- 
ción  en  el  lado  izquierdo,  la  que  se  corrigió  fácilmente  y  sin  que  hubiera 
esfacelo  intestinal.  8in  embargo,  la  nifia  murió  diez  horas  después  de  la 
operación,  que  se  practicó  á  las  cuarenta  y  cinco  de  principiar  los  acciden- 
tes. Este  retrajo  fué  sin  duda  la  cansa  de  la  muerte. 

Nunca  se  repetirá  bastante  que  es  preciso  operar  sin  perder  tiempo,  como 
se  hace  en  la  hernia  estrangulada  y  las  apendicitis  y  el  éxito  será  así  satis- 
factorio. 

ApendlcscUmli.-^El  Dr.  Broca:  El  profesor  Dieulafoy  n^  ha  comuni« 
cado  la  obserración  de  un  hombre  de  veintitrés  años,  operado  después  del 
tercer  ataque  de  apendicitis.  La  operación  fué  fácil  y  la  herida  curó  sin 
supurar.  A  los  trece  días  de  operado  este  enfermo  el  Dr.  Dieulafoy  observó 
un  ligero  derrame  de  serosidad  san^^uinoienta  en  un  punto  de  la  cicatriz,  y 
descubrió  además  flebitis  del  miembro  inferior  izquierdo.  Estas  flebitis  del 
miembro  inferior  se  han  interpretado  de  distinto  modo.  El  Dr.  Dieulafoy 
cree  que  puede  culparse  á  la  movilidad  relativa  en  que  se  deja  al  miembro 
inferior  izquierdo  durante  las  curas  y  el  periodo  de  reposo.  He  observado 
varias  veces  esta  complicación  después  de  kelotomías  practicadas  en  el 
lado  derecho;  desconozco  el  motivo  y  el  invocado  por  nuestro  colega  es 
discutible. 

El  Dr.  RouTiEB :  El  afio  anterior  operé  una  apendicitis  pasado  el  perio- 
do de  agudeza.  La  operación  duró  sólo  unos  cuantos  minutos,  y  no  hubo 
después  fiebre.  A  los  ocho  días  separé  los  hilos  de  sutura,  y  á  las  pocas  ho- 
ras la  enferma,  una  joven,  presentó  accidentes  graves  de  embolias,  sin  que 
se  hubiera  observado  el  menor  indicio  de  flebitis.  Tres  días  después  hubo 
un  nuevo  ictus  que  se  repitió  á  los  ocho  días;  finalmente  se  presentaron 
signos  de  flebitis,  primero  en  el  lado  izquierdo  y  después  en  el  derecho,  y 
en  cuanto  adquirieron  su  máximum  de  desarrollo  cesaron  las  crisis. 

El  Dr.  Pothbrat:  No  he  observado  más  que  un  caso  de  flebitis  después 
de  la  apendicectomía.  El  enfermo,  de  cuarenta  y  cinco  años,  tenía  un  foco 
purulento  considerable  y  flebitis  doble  que  había  principiado  en  el  lado  iz- 
quierdo. Esté  caso  era  de  origen  infeccioso  indudable. 

El  Dr.  Tdffibr:  Como  la  flebitis  es  manifestación  de  una  enfermedad 
general,  no  debe  sorprender  que  aparezca  en  el  lado  izquierdo,  porque  sa- 
bemos que  en  estas  enfermedades  es  dicho  lado  el  que  se  interesa.  Convie- 
ne manifestar  que  dichas  flebitis  son  de  ordinario  tan  poco  intensas  que  sue- 
le desconocerse  su  existencia. 

El  Dr.  Lbgubu:  Creo  que  es  necesario  distinguir  las  flebitis  que  sobre- 
vienen en  el  curso  de  las  grandes  infecciones,  de  las  que  aparecen  más  ó 
menos  tiempo  después  de  una  apendicectomía  operada  en  frío,  operación 
que  es  en  general  simple  y  no  exige  maniobras  complicadas;  en  estas  con- 
diciones sorprende  la  flebitis.  No  he  observado  más  que  dos  ejemplos.  Res* 
pecto  á  la  etiología  la  desconozco  en  absoluto. 

El  Dr.  Eiumisson:  Esta  complicación  es  rarísima  en  la  infancia;  jamás 
la  he  observado.  A  propósito  de  la  etiología  recuerdo  haber  leído  que  cier- 
to autor  alemán  culpa  á  ana  herida  de  la  vena  epigástrica. 

El  Dr.  Routier:  Es  fácil  invocar  la  infección,  pero  es  difícil  probar  su 


230 

y  que  los  individuos  palúdicos  pueden  importar  la  enfermedad  á  localida- 
des hasta  entonces  salubres,  si  en  ellas  existen  anopheles  y  las  condiciones 
climáticas  son  favorables.  Los  partidarios  de  la  doctrina  anophólica  no 
tienen  necesidad  de  menospreciar  las  enseñanzas  del  pasado;  al  contrario, 
por  mi  parte,  me  he  esforzado  en  demostrar  que  aquélla  estaba  de  acuerdo 
con  éstas.  La  temperatura  tiene  una  influencia  considerable  sobre  la  evo- 
lución de  la  endemo-epidemia  pahídica,  lo  cual  concuerda  muy  bien  con 
nuestros  conocimientos  actuales  acer/sa  del  papel  de  los  mosquitos  en  la 
propagación  del  paludismo.  La  influencia  bien  conocida  de  las  lluvias 
abundantes  sobre  la  recrudescencia  de  la  endemia  palustre,  se  explica  tam- 
bién porque  dichas  lluvias  multiplican  los  depósitos  de  aguas  estancadas 
propicias  al  desarrollo  de  los  mosquitos.  La  doctrina  anophélica  confirma 
y  explica  por  qué  conviene  huir,  en  los  países  palúdicos,  de  las  hondonadas 
y  establecerse  en  las  alturas;  los  anopheles  prefieren  los  valles  hondos,  don- 
do  el  aire  circula  mal,  y  la  vecindad  de  las  corrientes  de  agua,  y  en  cambio 
huyen  de  las  alturas  bien  ventiladas.  La  seguridad  de  que  se  goza  en  el 
centro  de  las  poblaciones,  mientras  el  paludismo  devasta  loe  campos  veci- 
nos, también  se  explica  fácilmente,  puesto  que  se  sabe  que  los  anopheles 
penetran  rara  vez  en  el  centro  de  las  aglomeraciones  urbanas.  De  antiguo 
se  sabe  que  en  país  palúdico  es  peligroso  salir  de  noche  y,  sobre  todo,  dor- 
mir al  aire  libre,  lo  cual  explica  la  doctrina  anophélica,  puesto  que  estos 
mosquitos  no  pican  más  que  por  la  tarde  ó  durante  la  noche,  y  los  que 
duermen  están  más  expuestos  á  las  picaduras  de  los  mosquitos  que  los  que 
están  despiertos,  puesto  que  no  se  defienden  contra  dichos  insectos. 

En  resumen:  ninguna  de  las  objeciones  hechas  á  la  doctrina  anophélica 
es  irrefutable;  ninguno  de  los  hechos  invocados  por  el  Dr.  Kelsch  demues* 
tra  la  necesidad  de  admitir,  aparte  de  la  transmisión  por  loe  anopheles, 
otro  medio  de  propagación  del  paludismo.  A  los  experimentos  rigurosísi- 
mos, que  no  permiten  poner  en  duda  el  papel  de  los  anopheles,  los  parti- 
darios de  la  etiología  telúrica  no  oponen  más  que  he<?hos  poco  precisos  y 
antiguos,  lo  que  hace  toda  investigación  etiológica  imposible.  Esto  no 
quiere  decir  que  nada  quede  que  añadir  á  las  recientes  adquisiciones  de  la 
ciencia ;  sería  muy  presuntuoso  y  muy  imprudente  el  que  declarara  que  las 
'  condiciones  en  las  cuales  se  propaga  el  paludismo  no  retienen  ningún  secre- 
to para  nosotros. —  Godina  Gastkllví. 


SOCIEDAD    DE    CIRÜQÍA    DE    PARÍS 
S€»%ón  del  día  16  de  Octubre  dé  1906. 

Invaginación  intestinal  infantil.  — El  Dr.  Eibmisson:  En  prueba  de  que  la 
operación  debe  ser  precoz  en  el  niño,  según  recomendaba  en  la  sesión  an- 
terior, citaré  el  caso  de  una  niña  de  veintiún  meses  que  ingresó  en  mi  clíni- 
ca esta  semana.  La  enfermita  tuvo  enteritis  en  agosto  y  en  septiembre.  El 
6  del  mes  actual  presentó  fiebre,  dolores  abdominales,  y  dos  días  despaés 
expulsó  sangre  por  el  ano.  Al  día  siguiente  los  accidentes  se  agravaron, 


231 

oomplicándose  con  vómitos ;  fué  conducida  al  hospital  en  estado  grare.  Se 
practicó  sin  perder  tiempo  la  laparotomía,  descubriéndose  una  inyagina- 
ción  en  el  lado  izquierdo,  la  que  se  corrigió  fácilmente  y  sin  que  hubiera 
esfacelo  intestinal.  8in  embargo,  la  nifia  murió  diez  horas  después  de  la 
operación,  que  se  practicó  á  las  cuarenta  y  cinco  de  principiar  los  acciden- 
tes. Este  retrajo  fué  sin  duda  la  causa  de  la  muerte. 

Nunca  se  repetirá  bastante  que  es  preciso  operar  sin  perder  tiempo, como 
se  hace  en  la  hernia  estrangulada  y  las  apendicitis  y  «1  éxito  será  asi  satis- 
factorio. 

Apendieeotsmii.— El  Dr.  Bbooa:  El  profesor  Dieuiafoy  n^  ha  comuni« 
cado  la  obseryación  de  un  hombre  de  veintitrés  años,  operado  después  del 
tercer  ataque  de  apendicitis.  La  operación  fué  fácil  y  la  herida  curó  sin 
supurar.  A  los  trece  dias  de  operado  este  enfermo  el  Dr.  Dieuiafoy  observó 
un  ligero  derrame  de  serosidad  san^^uinolenta  en  un  punto  de  la  cicatriz,  y 
descubrió  además  flebitis  del  miembro  inferior  izquierdo.  Estas  flebitis  del 
miembro  inferior  se  han  interpretado  de  distinto  modo.  El  Dr.  Dieuiafoy 
cree  que  puede  culparse  á  la  movilidad  relativa  en  que  se  deja  al  miembro 
inferior  izquierdo  durante  las  curas  y  el  periodo  de  reposo.  He  observado 
varias  veces  esta  complicación  después  de  kelotomias  practicadas  en  el 
lado  derecho;  desconozco  el  motivo  y  el  invocado  por  nuestro  colega  es 
discutible. 

El  Dr.  RouTiEB :  El  afio  anterior  operé  una  apendicitis  pasado  el  perío- 
do de  agudeza.  La  operación  duró  sólo  unos  cuantos  minutos,  y  no  hubo 
después  fiebre.  A  los  ocho  días  separé  los  hilos  de  sutura,  y  á  las  pocas  ho- 
ras la  enferma,  una  joven,  presentó  accidentes  graves  de  embolias,  sin  que 
se  hubiera  observado  el  menor  indicio  de  flebitis.  Tres  días  después  hubo 
un  nuevo  ictus  que  se  repitió  á  los  ocho  dias;  finalmente  se  presentaron 
signos  de  flebitis,  primero  en  el  lado  izquierdo  y  después  en  el  derecho,  y 
en  cnanto  adquirieron  su  máximum  de  desarrollo  cesaron  las  crisis. 

El  Dr.  Potbbrat:  No  he  observado  más  que  un  caso  de  flebitis  después 
de  la  apendicectomía.  El  enfermo,  de  cuarenta  y  cinco  años,  tenía  un  foco 
purulento  considerable  y  flebitis  doble  que  había  principiado  en  el  lado  iz- 
quierdo. Esté  caso  era  de  origen  infeccioso  indudable. 

El  Dr.  Toffibr:  Como  la  flebitis  es  manifestación  de  una  enfermedad 
general,  no  debe  sorprender  que  aparezca  en  el  lado  izquierdo,  porque  sa- 
bemos que  en  estas  enfermedades  es  dicho  lado  el  que  se  interesa.  Convie- 
ne manifestar  que  dichas  flebitis  son  de  ordinario  tan  poco  intensas  que  sue* 
le  desconocerse  su  existencia. 

El  Dr.  Lbgubu  :  Creo  que  es  necesario  distinguir  las  flebitis  que  sobre- 
vienen en  el  curso  de  las  grandes  infecciones,  de  las  que  aparecen  más  ó 
menos  tiempo  después  de  una  apendicectomía  operada  en  frío,  operación 
que  es  en  general  simple  y  no  exige  maniobras  complicadas;  en  estas  con- 
diciones sorprende  la  flebitis.  No  he  observado  más  que  dos  ejemplos.  Res- 
pecto á  la  etiología  la  desconozco  en  absoluto. 

El  Dr.  KiitMiSBOK:  Esta  complicación  es  rarísima  en  la  infancia;  jamás 
la  he  observado.  A  propósito  de  la  etiología  recuerdo  haber  leido  que  cier- 
to autor  alemán  culpa  á  ana  herida  de  la  vena  epigástrica. 

El  Dr.  RouTiflK:  Es  fácil  invocar  la  infección,  pero  es  difícil  probar  su 


232 

influencia  etiológica.  En  ciertos  casos  que  he  obserrado  las  extirpaciones 
del  apéndice  no  faeron  seguidas  de  incidente  alguno. 

ElDr.  GHtihabd:  Me  ha  sorprendido  oir  afirmar  que  estas  flebitis  post 
apendicnlares  son  raras.  Quizá  ocurra  asi  en  la  infancia  pero  no  en  la  edad 
adulta,  uno  de  mis  discípulos  ha  reunido  en  su  tesis  gran  número  de  ob- 
servaciones de  flebitis  anteriores  ó  posteriores  á  la  apendicectomia,  algu- 
nas seguidas  de  embolia  y  de  muerte.  Recuerdo  una  operación  de  este  gé- 
nero practicada  en  frió;  el  enfermo  murió  de  repente  á  consecuencia  de 
una  embolia.  Este  caso  debe  incluirse  en  el  grupo  de  las  flebitis  infecciosas 
profundas. 

El  Dr.  Walthkr:  He  observado  pocas  reces  estas  flebitis  en  las  grandes 
infecciones  apendicnlares.  Pero  en  las  infecciones  ligeras  consecutivas  á  la 
apendicectomia  practicada  en  frió,  son  frecuentes  y  se  manifiestan  por  sín- 
tomas acentuados,  á  veces  sin  que  haya.habidó  elevación  de  la  temperatura 
ni  supuración  de  la  herida.  Son  flebitis  subagudas  más  frecuentes  á  la  iz- 
quierda. No  me  sorprende  que  se  desconozca  muchas  veces  su  existencia. 
He  visto  en  tres  casos  sobrevenir  la  muerte  por  embolia  diez  días  después 
de  la  operación,  cuyas  consecuencias  fueron  apiréticas.  Conozco  otro  caso 
que  terminó  por  la  muerte,  aunque  no  se  practicó  la  apendicectomia. 

El  Dr.  Fblizbt:  En  la  infancia,  la  flebitis  post  apendicnlar  es  rarísima. 

El  Dr.  Broca  :  Todos  estamos  de  acuerdo  acerca  de  este  último  punto.  En 
el  único  caso  que  he  observado  había  exudación  de  la  herida,  lo  que  hace 
suponer  una  infección.  Cuanto  á  la  etiología,  se  desconoce ;  el  hecho  de  que 
las  enfermedades  generales  afectan  de  preferencia  el  lado  izquierdo  y  ha- 
cen del  hombre  dos  mitades,  hasta  cierto  panto  independientes,  es  inne- 
gable ;  la  hipótesis  de  una  infección  de  la  vena  epigástrica  no  explica  todos 
los  casos. 

Utilidad  de  la  reparacién  en  des  tiempes  de  les  traumatismes  del  candiste 
uretral. — El  Dr.  Lbgubü  :  En  las  rupturas  de  la  uretra  se  aconseja  suturar 
el  conducto  uretral.  Es  lo  que  se  hace  siempre.  Ahora  bien,  si  se  analizan 
los  resultados  lejanos  que  se  obtienen  así,  se  observa  que  son  casi  siempre 
defectuosos.  Lo  he  comprobado  en  un  gran  número  de  casos.  Con  la  inter- 
vención inmediata  se  obtiene  la  reunión,  por  primera  intención,  de  la  piel, 
y  en  gran  parte  del  conducto  uretral ;  pero  cuando  se  suprime  la  sonda  per- 
manente queda  un  trayecto  fistuloso,  los  tejidos  se  impregnan  de  orina,  y 
á  consecuencia  de  esta  impregnación  se  forman  nudosidades  y  callosidades 
y  una  estrechez  tan  acentuada  del  conducto,  que  á  los  dos  ó  tres  meses  es 
imposible  practicar  el  cateterismo.  Es  la  regla,  según  he  observado  muchas 
veces  en  enfermos  que  habían  sufrido  en  vano  varias  operaciones  reparado- 
ras ó  en  otros  que  ingresaron  en  el  hospital  algunos  meses  después  del  acci- 
dente. 

Para  subsanar  este  inconveniente  puede  hacerse  la  reparación  en  dos 
tiempos:  en  el  primero  se  buscan  los  dos  cabos  de  la  uretra  y  seles  fija  en 
la  piel.  El  posterior  es  á  veces  difícil  de  encontrar,  y  en  este  caso  se  prac- 
tica el  cateterismo  retrógrado,  que  no  agrava  la  situación,  y  durante  algu- 
nas semanas  se  deja  al  enfermo  orinar  por  la  herida.  Después,  en  un  segun- 
do tiempo,  se  cortan  dos  colgajos  laterales  y  se  forma  un  conducto 
tegumentario  interpuesto  entre  los  dos  extremos  de  la  uretra.  Procediendo 


233 

Mi  Be  enU  U  infiltración  de  loe  tejidos  y  la  formación  nlterior  de  una  es* 
trechez.  El  periné  queda  flexible,  sin  induraciones  y. se  asegura  la  ouración 
defínitir^.  Los  resultados  ^superficiales  y  profundos  son  excelentes. 

El  Dr.  Bazt:  No  creo  que  esta  conducta  deba  generalizarse^  Aunque  en 
algun9S  casos  no  debe  intentarse,  como  hacemos  todos  hace  mucho  tiempo, 
practicar  la  sutura  inmediata  de  la  uretra,  en  otros  puede  practicarse  sin 
inconreniente.  He  procedido  asi  Tarias  veces  y  las  consecuencias  han  sido 
satisfactorias;  lo  mismo  ha  sucedido  con  ciertas  estrecheces  traumáticas. 
Algunas  de  ellas  son  análogas  á  ciertas  estrecheces  blenorrágicas,  que  es 
imposible  curar  por  la  dilatación.  Sabemos,  por  otra  parte,  que  es  posible 
extirpar  yarios  centímetros  de  tejido  indurado,  y  obtener,  no  obstante, 
buenos  resultados. 

El  Dr.  Fklizbt:  Todossabemos  que  á  reces  es  difícil  encontrar,  entre 
los  tejidos  inflamados,  el  cabo  posterior  de  la  uretra.  Deseo  preguntar 
al  Dr.  Leguen  cómo  consigue  encontrar  dicho  cabo  y  fijarlo  á  la  piel. 

El  Dr.  Liousü:  He  encontrado  siempre  el  cabo  posterior  sin  emplear 
procedimiento  alguno  especial,  excepto  en  un  nifio.  Si  es  imposible  encon- 
trarle, practico  el  cateterismo  retrógrado.  Responderé  al  Dr.  Bazy  que  me 
refiero  principalmente  á  las  rupturas  totales  de  la  uretra  y  á  las  grandes 
pérdidas  de  substancia.  Mis  resultados  han  sido  buenos. 

El  Dr.  Fblizk^:  tíigo  creyendo,  como  consecuencia  de  mis  comprobado  • 
nes  en  el  cadáver  y  en  el  niño,  que  no  es  posible  encontrar  el  cabo  poste- 
rior de  la  uretra. 

El  Dr.  Hartmakn  :  Acepto  la  opinión  del  Dr.  Broca.  Guando  hay  ruptura 
de  la  uretra,  la  mayoría  de  ios  cirujanos  se  contentan  con  incindir  primero 
el  periné  sin  ocuparse  de  hacer  el  cateterismo  retrógrado.  Es  imposible  en- 
contrar el  extremo  posterior  del  conducto  uretral  en  medio  de  loe  coá- 
gulos. 

El  Dr.  PomiSR:  No  soy  partidario  del  cateterismo  retrógrado;  acabo  de 
practicarle  hace  tres  semanas  en  un  caso  de  ruptura  de  la  uretra  y  de  la 
vejiga. 

El  Dr.  Brooa:  Este  oaso  es  distinto,  porque  nos  ocupamos  ahora  sólo  de 
las  rupturas  de  la  uretra. 

El  Dr.  Laauxu :  He  hecho  el  cateterismo  retrógrado  en  un  niño  que  pre- 
sentaré,  obteniendo  uno  de  mis  resultados  más  brillantes.-— F.  Toledo. 


XIX   CONGRESO   FRANCAS   DE  CIRUGÍA' 
Celebrado  en  Parie  del  L'^  al  6  de  Octubre  de  1906, 

Cirugía  do  les  gruesos  troncos  venosos.  —  El  Dr.  Lbjars  (ponente) :  La  li- 
gadura de  los  gruesos  troncos  renosos  da  resultados  rariables,  según  los 
casos;  así,  la  de  la  Tena  porta  es  fatalmente  mortal;  en  seis  casos  que  exis- 
ten de  ligadura  de  la  yena  cava  inferior,  cuatro  curaron  y  dos  fallecieron 
á  los  pocos  instantes,  por  lo  cual  es  preferible,  siempre  que  se  pueda,  re- 
currir mejor  á  la  sutura  que  á  la  ligadura,  aunque  sea  lateral. 

En  las  ligaduras  de  la  subclaria,  tronco  braquiocefálico  y  yugular  inter- 

18 


250 

A  los  niños  se  les  asegura  en  el  Orfelinato :  alojamiento  sano,  vida 
al  aire  libre,  toda  vez  que  se  les  dedica  á  la  agricultura,  alimenta* 
ción  higiénica  y  abundante,  limpieza^  trabajo  reglamentado  y  mo- 
derado.  A  los  trece  años  dejan  de  ir  á  la  escuela  y  se  les  destina,  se- 
gún sus  aptitudes,  á  jardinería,  viticultura  ó  agricultura.  El  valor 
de  la  estancia,  incluyendo  íq¿Lo  gasto,  no  pasa  de  1'25  francos. 

Los  resultados  de  esta  vida  han  sido  patentes.  La  tuberculosis  es 
casi  desconocida  en  San  Martín;  sólo  han  muerto  en  tan  largo  pe- 
ríodo cinco  niños,  tres  de  ellos  tuberculosos;  uno  ingresó  estando 
enfermo,  y  otro  estaba  ya  contaminado.  Hoy,  ante  raros  accidentes, 
no  se  permite  la  entrada  á  los  enfermos.  Aparte  de  este  efecto  in- 
mediato, la  acción  lejana,  que  es  la  más  interesante,  se  ha  revelado 
favorablemente :  de  los  niños  salidos,  sólo  dos  no  han  sido  aprecia- 
dos  luego;  de  los  demás,  únicamente  dos  sucumbieron  á  la  tubercu- 
losis. Esta  estadística,  que  abraza  un  largo  período,  quita  importan- 
cia á  la  heredopredisposicíón  y  autoriza  para  afirmar  que  las  hijos 
de  tuberculosos^  educados  en  condiciones  higiénicas  convenientes^ 
ofrecen  una  probabilidad  de  supervivencia  igual  á  97  :  100. 

De  los  25  niños  que  había  en  el  Orfelinato  al  hacerse  el  estudio,  20 
son  de  origen  tuberculoso,  y  sus  hermanos,  verdaderos  testigos,  han 
sucumbido  á  la  tuberculosis. 

Estos  datos,  reveladores  de  una  verdadera  experimentación,  son 
en  extremo  elocuentes  y  confirman  lo  dicho  por  Grancher:  cpara 
combatir  victoriosamente  la  tuberculosis  en  el  obrero  hay  que  ade- 
lantarse á  ella,  no  seguirla ». 

Las  colonias  agrícolas  son  un  medio  tan  eficaz  como  económico. 
Añado  que  por  su  buena  educación  moral  y  profesional  son  solicita- 
dos como  obreros  agrícolas. 

IL  La  infección  puerperal  es  causada  ordinariamente  por  estrep- 
tococos y  contra  ella  hay  hoy  medios  suficientes;  siendo  raros  los 
casos  mortales,  pero  la  producida  por  estafilococos,  por  fortuna  in- 
frecuentísima, es  por  regla  general  muy  grave  y  contra  ella  esta- 
mos  casi  desarmados.  Un  buen  caso  clínico  de  esta  última  variedad, 
terminado  en  la  muerte,  ha  sido  narrado  por  el  Dr.  Lop,  de  Marse- 
lla {Gaz.  des  hóp,^  1906);  una  de  sus  características  es  la  intensidad 
y  precocidad  (horas)  de  la  infección. 

Con  este  motivo  reúne  todas  las  publicadas,  quince,  de  las  cuales 
siete  acabaron  mal,  ignorándose  cómo  terminaron  cuatro  de  las 
ocho  restantes.  Por  fortuna,  si  la  terapéutica  es  casi  inútil,  la  pro- 
filaxis, bien  empleada,  puede  evitar  infección  tan  sería. 


251 

III.  La  diversidad  de  formas  clínicas,  la  distinta  evolución  y  gra» 
vedad  de  la  anemia  anquilostomiásica,  la  falta  de  relación  entre  el 
número  de  anquilostomas  y  el  grado  de  la  anemia  y  el  prestigio  de 
que  gozan  hoy  las  intoxicaciones  en  toda  suerte  de  padecimientos 
infectivos,  han  traído  al  campo  científico  la  hipótesis  tóxica  de  la 
anquilostomiasis.  Bsta  hipótesis  fué  iniciada  desde  poco  después  del 
descubrimiento  del  parásito  y  ha  sido  objeto  de  numerosos  estudios. 
Si,  como  acto  vital,  vierte  el  anquilostoma  una  substancia  tóxica 
en  el  intestino,  ésta  puede  obrar  directamente  sobre  la  sangre,  des- 
truyendo los  hematíes,  y  sobre  los  órganos  hematopoiéticos,  inhi- 
biéndolos y  perturbando  su  función  hasta  el  punto  de.hacerlos  insu- 
ficientes para  reparar  las  hemorragias,  si  es  que  no  obra  también 
sobre  el  quimismo  digestivo  y  produce  una  mala  asimilación. 

Los  experimentos  sobre  la  toxicidad  de  la  orina  y  suero  de  los  an- 
quilostomiásicos;  las  investigaciones  sobre  los  cambios  nutritivos» 
el  poder  hemolítico  del  suero,  del  jugo  glandular  de  los  enfermos 
(Alessandrini)  ó  del  cuerpo  mismo  del  parásito,  confirmaron,  en  prin- 
cipio, la  hipótesis,  si  bien  divergieron  en  cuanto  al  modo  de  expli- 
car la  acción  tóxica,  admitida  sencillamente  por  unos,  tenida  por 
otros  como  hemolltica  (Qabbi  y  Vadalá,  Alessandrini,  etc.)«  por  al- 
gunos como  inhibidora  de  la  hematopoiesis  (Schupfer  y  De  Rossi); 
sólo  unos  pocos  niegan  la  influencia  de  la  hemorragia,  que  es  para 
Liefmann  la  única  causa  de  la  anemia. 

Desde  otro  punto  de  vista,  experimentando  con  otros  helmintos, 
Weiland  observó  que  el  jugo  de  tenia  entorpecía  la  acción  de  algu- 
nos fermentos  digestivos;  pero  este  hecho  no  ha  sido  demostrado 
para  el  anquilostoma. 

Por  último,  ciertos  fenómenos  morbosos  que  aparecen  en  la  hel- 
mintiasis  (enteritis  por  irritación  mecánica  con  todas  sus  consecuen- 
cias :  trastornos  digestivos  y  de  absorción,  aumento  de  procesos 
fermentativos,  etc.,  Allaria)  son  los  causantes  de  los  hechos.  Ade- 
más, Cao,  Naab  y  otros  no  admiten  la  toxicidad  de  los  helmintos. 

En  vista  de  tantas  discrepancias,  C.  Poggio  (Anchiloaiomiasi  e  an- 
ehüosiomoanemia.^Il  Tomnuui^  1906),  aprovechando  seis  enfermos, 
sin  tara  alguna,  ha  emprendido  investigaciones  biológicas  y  ex- 
perimentales muy  bien  hechas.  Narra  muy  detenidamente  cada  uno 
de  estos  casos  clínicos,  en  todos  los  cuales  ha  estudiado  muy  bien 
la  sangre  y  las  materias  fecales  en  todos  conceptos,  así  como  los 
resultados  de  sus  experimentos  en  otros  enfermos  y  en  anímales. 
De  su  hermoso  estudio  deduce : 


252 

cLa  anemia  puede  existir  sin  enteritis,  sin  enfermedades  concomio 
tantes,  en  individuos  que  antes  de  la  invasión  estaban  en  condicio- 
nes completamente  normales;  no  hay  más  que  dos  íatores  que  exis- 
tan indudable  y  constantemente  én  la  anquilostomiasis :  la  hemo- 
rragia y  la  intoxicaeión. 

>A  ellos  hay  que  añadir  con  frecuencia  la  cooperación  de  varios 
factores  puramente  individuales,  que  por  su  constancia^  por  la  fa- 
cilidad con  que  se  prestan  á  explicar  los  varios  casos  y  síntomas 
clínicos,  deben  ser  considerados  en  su  conjunto  como  la  causa  prin- 
cipal del  proceso  anémico.  Admitiendo  tal  mecanismo,  se  explica 
cómo  la  anemia  no  es  con  frecuencia  proporcional  al  número  de 
anquilostomas  y  cómo  presenta  ora  el  tipo  escuetamente  clorótico, 
ora  el  de  la  anemia  secundaria,  ora,  en  ñn,  el  de  la  anemia  grave 
esencial. 

«Tales  variedades  dependerán  de  que  prevalezca  una  ú  otra  de 
estas  causas.  ^ 

•  Por  ahora  no  puede  establecerse  de  qué  modo  la  toxina  desarro- 
lla su  acción  :  hay  muchos  hechos  que  permiten  aceptar  su  existen- 
cia,.pero  la  prueba  directa  de  su  acción  hemoiítica,  admitida  por 
varios  autores,  no  existe  todavía». 

IV.  Entre  otros  riesgos,  los  establecimientos  que  albergaiísaiños  y 
las  escuelas  de  toda  categoría  son  fuente  de  propagación  de  enfer- 
medades infecciosas,  siendo  las  oculares  las  que  deben  ocupar  la 
primera  ñla.  G.  Gérard  trata  de  esta  importante  materia  {Les  affet* 
tions  oculairea  coniagieusea  dans  les  créches  et  les  ¿coles  publi* 
ques.  Projei  de  créaiton  dHnJírméries  scolairee.  ^  V Echo  méd,  du 
Nord,  1906). 

Divide  dichos  establecimientos  en  dos  grupos :  1.^  liceos,  colegios 
y  otros  superiores,  que  son  los  mejores  atendidos,  sea  por  los  padres, 
sea  por  los  directores,  siendo  raro  que  se  conviertan  en  foco  de  in- 
fección, pues  de  ordinario  el  primer  caso  es  aislado  en  la  casa  del 
alumno  ó  en  la  enfermería,  ya  que  casi  todos  los  niños  ó  jóvenes 
son  de  la  clase  media;  2.°,  casas-cunas,  asilos,  escuelas  maternales^ 
'  escuelas  primarias,  etc.,  que  reciben  obligatoriamente  los  niños  de  i 

las  clases  más  pobres,  los  huérfanos  y  abandonados,  etc.  En  las  | 


cascie-cunas  son  endémicas  las  afecciones  conjuntivales,  hay  siem-  - 
pre  conjuntivilie  aguda  contagiosa  (el  autor  se  reñere  á  la  casa-cuna 
del  hospicio  general  de  Lille),  de  cuando  en  cuando  epidémica,  y 
no  es  rara  la  oftalmía  purulenta.En  Ibs  escuelas  primarias  y  mater^ 
nales,  no  son  infrecuentes  estos  dos  padecimientos,  así  como  la  con^ 


I 


253 

juniioitis  granulosa,  la  pneumoeóciea  y  la  diftérica;  pero  la  vigilan- 
cia médica  suele  evitar  malas  consecuencias. 

Ante  estos  riesgos,  propone  el  autor,  adem&s  de  la  más  severa  vi- 
gilancia módica,  no  siempre  secundada  por  los  directores^  que  los 
niños  enfermos,  cuyos  padres  no  siempre  los  atienden  bien  y  que  de 
ordinario  pasan  el  día  én  la  calle  diseminando  el  estado  infectivo, 
los  dos  medios  siguientes  :]1.^«  que  los  maestros  eduquen  teórica  y 
prácticamente  á  los  alumnos  en  cuanto  se  refiere  á  profilaxis  y  lim- 
pieza; 2,^,  que  se  creen  enfermerías  escolares  á  donde  vayi^n  diaria- 
^  mente  los  niños  á  ser  curados  y  en  donde  puedan  permanecer  todo 
el  día  hasta  su  curación, 

V.  Behring  opina  que  es  tal  la  predisposición  de  los  niños  de  pe- 
cho para  la  tuberculosis,  que  por  regla  general  entonces  es  cuando 
la  adquieren  y  tras  largo  tiempo  de  latencia  puede  aparecer  con  sus 
manifestaciones  características. 

Se  ha  procurado  robustecer  esta  opinión  con  investigaciones  ana- 
tómicas y  métodos  biológicos.  Aquéllos  han  de  limitarse  al  cadáver 
y  no  valen  nada  de  ser  negativas,  habiendo  demostrado  Weichsel- 
baum  y  Bartel  que  puede  un  organismo  estar  hace  años  infecto  por 
los  bacilos  tuberculosos  y  no  encontrarse  en  la  autopsia  lesiones 
características.  Bstoshan  sido  ensayados  por  Beitzke,  quien  busca- 
ba el  bacilo  en  la  sangre,  pero  las  cantidades  que  manejara  eran 
muy  pequeñas  y  sus  resultados  negativos  no  deben  ser  tenidos  en 
cuenta*  y  por  Schlossmann,  quien  se  valía  de  la  peligrosa  tuber» 
culina. 

Salge  {Jahrb,  f.  Kinder.,  1906),  ha  recurrido  á  la  aglutinación  tal 
como  la  practica  Koch.  De  ella  se  ha  dicho  que  puede  faltar  en  ca- 
sos no  dudosos  de  tuberculosis  y  que  puede  existir  sin  que  la  autop- 
sia confirme  la  infección.  Ha  estudiado,  no  un  suero  sólo,  sino  va- 
rios simultáneamente  para  diferenciarlos  mejor.  En  80  niños,  sólo  9 
^  mayores  de  un  año,  ha  encontrado  la  reacción  en  20  casos,  pero  no 
siempre  la  tuberculosis  al  hacer  la  autopsia,  hecho  que  indica  que 
al  principio  de  la  lucha  sólo  hay  la  aglutinación.  Deduce  que  la  in- 
fección tuberculosa  es  frecuente  en  el  niño  durante  la  lactancia, 
que  no  siempre  produce  lesiones  anatómicas  y  que  la  opinión  de 
Behring  no  es  confirmada  en  todos  los  casos  con  la  autopsia, 

VI.  El  Dr.  H.  Ferré  estudia  en  su  tesis  (París,  1906)  un  importante 
y  embrollado  asunto  {De  ceriaines  infeciions  aecondaires  d*origine 
buccale),  formulando  estas  conclusiones  : 

1.*  En  todas  las  estomatitis  se  encuentra*  no  una  especie  micro* 


254 

tñana  espeeiñea,  sino  ana  aaociacíóD  de  microbíoe  eaprófitos.  Los 
unos,  aanqae  constantes  (asociación  f oso-espírílar  de  Vincent),  no 
parecen  susceptíbles  de  generalizarse ;  los  otros  (pnenmococo,  es- 
treptococo, enterococo,  etc.)  son  capaces  de  difundirse  por  e!  orga- 
nismo. Sólo  la  estomatitis  aítosa  (fiebre  aítosa  de  los  bÓTÍdos)  es  ana 
estomatitis  especifica  debida  al  microbio  invisible  de  Lóffler  y 
Uhlenhat. 

2.*  La  estomatitis  ulceromembranosa  es  la  forma  anatómica  qoe 
resnme  la  infección  bucal  j  comprende  todas  las  estomatitis  (esto- 
matitis mercurial,  estomatitis  llamadas  tóxicas:  plomo,  bismuto, 
fósforo),  gingivitis,  artritis  aWeolodentaria,  accidentes  infecciosoa 
de  la  muela  del  juicio.  Es  inoculable  y  contagiosa. 

3.*  Las  supuraciones  peribucales  (osteítis,  adenitis,  flemones  del 
suelo  de  la  boca),  ciertas  sinusitis,  ciertas  meningitis,  son  debidas  á. 
una  estomatitis. 

4/  La  pulmonía,  las  broncopneumonfas,  algunos  casos  de  gan- 
grena pulmonar,  algunas  dispepsias  crónicas,  algunas  enteritis,  son 
causadas  por  una  exageración  de  la  virulencia  de  uno  ó  de  varios 
gérmenes  saprofitos  de  la  boca. 

5.*  El  reumatismo  articular  agudo  parece  ser  una  infección  por 
microbios  saprofitos,  cuya  puerta  de  entrada  es  bucal,  tal  como  de- 
muestran recientes  investigaciones  bacteriológicas,  epidemiológi- 
cas y  hematoiógicas. 

6.*  La  diabetes,  que  parece  ser  en  algunos  casos  de  origen  infec- 
cioso, no  es  contagiosa  por  sí  misma,  pero  la  piorrea  alieoloden ta- 
na, causa  frecuente  de  la  diabetes,  sí  es  contagiosa. 

7/  La  albuminuria  puede  ser  producida  exclusivamente  por  la 
piorrea  alveolodentaria. 

8.*  En  ciertos  casos  las  manifestaciones  de  la  artritis  pueden  tener 
como  causa  primitiva  una  infección  de  origen  bucal. 

9.*  La  profilaxis  de  todas  las  infecciones  consiste  esencialmente 
en  la  asepsis  rigorosa  de  la  cavidad  bucal,  tanto  en  el  niño  como  en 
el  adulto. 

VIL  Un  hecho  clínico,  muy  bien  estudiado  por  el  Dr.  Féré,  con- 
tribuye á  demostrar  que  la  precocidad,  preludio  frecuente  de  una 
evolución  anormal,  puede  ir  seguida  de  una  impotencia  sexual  pre- 
matura. 

Trata,  además,  de  la  influencia  del  estado  de  los  padres  en  el  acto 
del  coito  sobre  los  hijos,  no  siendo  raro  ver  que,  sin  herencia,  hay 
una  neuropatía  ó  una  psicopatía  con  tara  somática,  que  debe  atri- 


255 

buirse  á  una  convalecencia,  al  cansancio,  ¿kreaíizar  el  acto  más  por 
deber  que  por  deseo. 

Un  padre,  robusto,  tiene  cuatro  hijos  sanos  y  un  quinto  imbécil ; 
no  hubo  herencia  infecciosa,  pero  si  un  estado  de  agotamiento  del 
padre  por  infidelidad  conyugal. 

Un  matrimonio  de  veintidós  años  de  fecha  (cincuenta  y  uno  el  pa- 
dre y  treinta  y  ocho  la  madre),  sin  antecedentes  nerviosos  ni  tara 
alguna,  permanece  doce  años  infecundo.  En  jpos  de  un  accidente 
yendo  en  coche,  que  produce  conmoción  violenta,  queda  el  marido 
impotente.  A  los  diez  años,  después  de  inútiles  tentativas,  una  serie 
de  sortilegios  y  otros  procedimientos  análogos  producen  erección  y 
fecunda  ásu  esposa;  el  embars^o  y  parto  normalell,  no  hubo  más 
coito  después  de  este  relámpago^  el  niño  nació  sano  y  siguió  una 
evolución  normal  hasta  que,  transcurridos  varios  años,  sufrió  una 
detención  física  é  intelectual,  apareciendo  algunos  signos  de  idiocia. 

Este  último  caso  despierta  una  duda  :  ¿se  deberla  el  retardo  más 
que  á  esa  cópula,  provocada  con  tanto  artificio,  á  la  edad  del  padre? 
Y  esta  duda  motiva  una  pregunta  :  ¿  hasta  qué  edad  la  fecundación 
puede  dar  un  producto  normal?  Esta  edad  no  parece  tener  límite  de- 
terminado. Féré  ha  visto  hijos  nt^rmales  de  padres  de  setenta'y  dos 
y  setenta  y  cinco  años,  que  podían  cumplir  sin  esfuerzo  el  acto  del 
coito ;  en  cambio,  hay  jóvenes,  hombres  de  cuarenta  años,  que  ne- 
cesitan estímulos  para  poder  realizarlo. 

Sea  como  sea,  á  la  fecundación  no  debe  irse  agotado,  y  menos 
bajo  la  acción  de  toda  suerte  de  afrodisiacos.  (Anuales  des  maladies 
des  organes  génito-urinaires^  1906). 

Ylll.  La  epidemia  de  meningitis  cerebro  espinal  sufrida  por  Sile- 
sia ha  motivado  investigaciones  que  confirman  la  idea  del  origen 
faríngeo  de  la  meningitis  meningocócica. 

A.  Ostermann  (Deuts.  med,  Wochens.^  1906)  ha  estudiado  el  hecho 
en  seis  familias,  en  todas  las  cuales  hubo  enfermos.  En  los  indivi- 
duos que  se  libraron  de  la  infección,  ha  tomado  una  pequeña  canti- 
dad de  moco  nasofaríngeo  y  ha  hecho  siembras,  comprobando  en 
varios  de  ellos  la  presencia  de  los  meningococos,  sin  género  alguno 
de  duda.  En  algunos  había  á  la  sazón\;atarro  nasofaríngeo,  en  otros 
había  existido,  en  otros  no  se  notó  ni  antes  ni  después. 

Continuando  sus  investigaciones,  ha  podido  demostrar  que  los 
portadores  de  meningococos  con  rinitis  han  contaminado  á  sus  com- 
pañeros de  taller  ó  de  escuela,  constituyendo  el  punto  de  partida  de 
focos  epidémicos  en  puntos  hasta  entonces  libres  de  meningitis.  Ex- 


256 

perímentos  en  extremo  ingeniosos  han  demostrado  que  estos  indiyi- 
duos^  tosiendo,  estornudando  y  hasta  hablando,  pueden  proyectar 
microbios  hasta  medio  metro  de  distancia  y  motivar  el  desarrollo 
de  colonias  típicas  de  meningococo  en  cajas  de  agar-ascitís,  coloca- 
das á  esta  distancia  de  la  boca. 

Varías  tentativas  hechas  han  demostrado  que  no  hay  medio  de 
hacer  desaparecer  el  meningococo,  pudiendo  este  microbio  perma- 
necer largo  tiempo  en  la  cavidad  nasofaríngea  sin  que  sea  dable 
desalojarlo  de  ella. 

El  autor,  en  vista  de  sus  estudios,  acepta  sin  titubear  que  esta  me- 
ningitis es  una  localización  secundaría  por  vía  de  circulación  gene- 
ral, y  establece  en  consonancia*  los  preceptos  higiénicos  que  estima 
convenientes. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


PERIÓDICOS 


La  batldna.  —  El  Dr.  D.  Emilio* Pérez  Noguera  publica  en  Los  Nuevos 
Remedios  el  articulo  siguiente: 

cEs  una  combinacióii  muy  BoAible  de  cafeína  y  quinina,  ideada  por 
Kreidmann,  con  objeto  de  poder  administrar  grandes  dosis  del  segundo  de 
dichos  alcaloides  en  inyecciones  bipodérmicas,  pues  si  bien  la  quinopirína 
j[  el  clorhidrato  carbamidado  de  quinina  reunían  las  condiciones  necesarias 
de  solubilidad  para  responder  á  dicho  objeto,  la  primera  desarrollaba  una 
acción  bastante  peligrosa  sobre  el  corazón,  y  la  segunda,  enteramente  des- 
provista de  tales  inconvenientes,  desenvolvía  efectos  medicinales  muy  poco 
activos. 

El  producto  que  estudiamos  contiene  dos  partes  de  quinina  y  una  de  ca« 
feína,  se  disuelve  en  todas  las  proporciones  de  agua,  y  sus  soluciones,  que 
se  conservan  indefinidamente  sin  praoipitar,  presentan  un  color  amaríllen* 
to.  Los  álcalis  y  los  ácidos  las  descon^ponen. 

Pero  lo  más  interesante  de  dicho  compuesto  es  la  propiedad  que  posee  de 
admitir  en  disolución  muchos  alcaloides  activos,  tales  como^  la  atropina, 
hiosciamina,  pilocarpina,  eserina  y  estricnina  en  cantidad  necesaria  para 
llenar  todo  género  de  indicaciones  terapéuticas,  adquiriendo  propiedades 
unas  veces  muy  semejantes  á  las  de  las  antitoxinas  y  otras  análogas  á  los 
medicamentos  del  grupo  de  la  digital  ó  de  los  opiáceos. 

Por  otra  parte,  combinada  con  la  berberina,  el  cornezuelo  de  centeno,  la 
zarzaparrilla,  el  hierro,  el  arsénico  y  los  extractos  narcóticos,  desarrolla 


267 

efectos  de  carácter  especiñco  en  gran  número  de  enfermedades  crónicas. 

Dichas  combinaciones  de  basicina  pneden  administrarse  por  la.  boca  en 
inyecciones  hipodérmicas  ó  bajo  forma  de  fricciones  sobre  la  piel. 

He  aquí  algunas  fórmulas  publicadas  por  el  autor  en  el  Deutsche  Medi- 
ciniecke  Wochefuchrifi: 

Solfato  de  atropina i  centigramo. 

Basicina • •••! 

AguadertilMl. |d.e.c.lOgrM»ot. 

Atropina 25  millgramoa 

Basicina 5  gramos. 

Agua  destilada 10       — 

Para  inyecciones  hipodérmicas  contra  la  difteria  de  los  nifioe. 

Nitrato  de  eatricnina 6  oentlgramot. 

Basicina ) 

Agnadestilada I  ^- ^^*-    ^  »^^^' 

Para  inyecciones  hipodérmicas. 

Clorhidrato  de  püocarpina. 10  centigramos. 

Basicina |   ,  ^.^ 

AgnadestUada  M' *•  ^-    7*50  gramos. 

Para  muchos  enfermos  estas  soluciones  resultan  demasiado  concentra- 
das, y  para  evitar  este  inconreniente  Kreidmann  prepara  una  solución  de 
reserva  á  partes  iguales,  con  la  que  puede  obtener,  según  las  necesidades, 
solutos  medicamentosos  en  diversos  gradeas  de  concentración  desde  1  á  8. 

Para  fricciones  recomienda  la  preparación  siguiente : 

Basicina 5      gramos. 

Cloroformo • , 37*50     — 

Alcohol 12»50     — 

Aceite  de  olivas 45         — 

En  las  enfermedades  agudas  se  practicarán  de  tres  á  cuatro  fricciones 
diarias,  y  una  sola  cada  veinticuatro  horas  en  las  enfermedades  crónicas. 

Hastia  ahora  se  ha  recomendado  el  citado  producto  en  la  tuberculosis, 
enfermedades  mentales,  procesos  febriles,  neuralgias,  insomnio,  paludismo 
y  reumatismo  agudo;  pero,  según  el  autor,  existen  otras  muchas  indica* 
clones  que  se  propone  demostrar  más  adelante. 

^  Una  sola  inyección  de  Vt  gramo  de  basicina  al  día  basta  para  hacer  des- 
aparecer temperaturas  hipertérmicas  de  40*.  La  solución  de  atropina  en 
basicina  posee  una  acción  narcótica  tan  enérgica  como  la  morfina  y  mucho 
menos  peligrosa  que  la  de  esta  última. 

El  nuevo  remedio  que  nos  ocupa  parece  resultar  inofensivo,  aun  cuando 
se  prolongue  su  uso  durante  largo  tiempo.  £1  autor  asegura  viene  toman- 
do, desde  hace  diecisiete  años,  de  Vt  á  1  gramo  de  basicina  por  día,  sin 
experimentar  el  menor  trastorno,  á  pesar  de  haber  ingerido  durante  este 
tiempo  unos  6  kilogramos,  por  lo  menos,  de  la  expresada  droga. 

SO 


258 


No  ha  podido  fijar  la  doeia  tóxica  en  el  hombre;  pero 
ctiyidad  terapéutica  se  manifieeta  entre  Vt  ^  1  gramo  en 


considera  qne  bu 
actividad  terapéutica  se  manifiesta  entre  Vt  ^  1  gramo  en  las  yeinticnatro 
horas. 

La  administración  de  la  quinina  j  la  cafeína  libres  no  producen  loe  mis- 
mos resultados  que  la  basicina,  pues  se  trata  de  una  combinación  química 
especial  que  se  diferencia  de  loe  alcaloides  que  la  constituyen  por  su  punto 
de  fusión  y  por  su  modo  de  obrar  en  el  organismo. 

En  cuanto  á  la  intensidad  de  sus  efectos,  60  centigramos  equiralen  á  1 
gramo  de  quinina  y  20  centigramos  á  80  de  oafeina.  Tampoco  desenvuelve 
ninguno  de  los  fenómenos  de  intolerancia  característicos  de  dichos  alca- 
loides. 

Creemos  debe  esperarse  la  aparición  de  nuevos  trabajos  experimentales 
que  confirmen  las  maravillas  relatadas  por  el  autor;  pero  aun  prescindien- 
do de  cuantas  exageraciones  pudiera  haber  en  las  apreciaciones  antes  ex- 
puestas, siempre  resultará  que  la  basicina  es  una  preparación  muy  soluble 
de  quinina,  de  efectos  terapéuticos  mucho  más  constantes  y  acentuados,  y 
cuyo  empleo  puede  sernos  muy  útil  en  calidad  de  antitérmico  y  antipalú- 
dico, sobre  todo  cuando  se  trate  de  formas  graves  ó  perniciosas  de  la  ma- 
laria^. 

Hldrocele.  Rslura  espontánea  de  fa  albugínea.  — El  Dr.  Camps  y  Mercadal, 
médico  en  8an  Cristóbal,  de  Menorca,  publica  en  El  Criterio  Católico  en 
las  Ciencias  médicae^  el  siguiente  caso,  interesantísimo  por  su  rareza  : 

eA  primeros  del  pasado  septiembre  se  me  presentó  Vamo  Biel ,  de  Fe- 

rrerlas,  de  unos  cincuenta  y  cinco  afios  de  edad,  labrador,  robusto,  casado, 
y  que  creí  sin  tara  ninguna  apreciable,  hasta  que  me  exhibió  un  hidrocele 
de  gran  tamafio.  Venía  para  que  le  practicase  la  punción ;  le  recomendé 
intentar  la  cura  radical,  ejecutada  cuanto  antes;  convino  eñ  ello,  y  me  citó 
para  uno  de  aquellos  días,  diciéndomó  al  despedirse :  —El  afio  pasado  por 
estas  fechas  estaba  como  ahora  el  tumor,  qne  me  había  empezado  con  el 
afio,  y  á  consecuencia  de  un  esfuerzo  que  hice  durante  el  coito,  ae  me  fun- 
dió. Los  médicos  que  consulté  cinco  meses  más  tarde,  para  que  me  lo  pnn- 
clonaran,  pues  se  volvió  á  llenar,  no  quisieron  creerme. — Bien,  os  oreo  yo, 
le  dije;  pero  no  es  de  esperar  se  repita  el  fenómeno.  ^ 

Y  efectivamente,  para  ensefiarme  de  pronósticos,  el  fenómeno  se  repitió 
casi  en  el  mismo  día  aniversario  del  primero  y  con  el  mismo  esfuerzo.  Creía 
se  le  había  roto  la  cinta  del  suspensorio.  Se  me  presentó  el  hombre,  y  en  el 
sitio  del  hidrocele  encontré  algo  de  ingurgitación  serosa,  muy  notable  en 
el  pene,  que  pinché  con  la  cánula  de  la  jeringuilla  de  Pravas ;  pero  nada 

de  hidrocele  :  se  había  fundido^  como  decía  Vamo  Biel La  extravasación 

hidroserosa  le  causó  unos  días  de  vago  malestar,  tuvo  sudores  abundan- 
tes y  abundante  diuresis,  y  á  los  pocos  días  quedó  el  escroto  como  si  le 
hubiesen  practicado  punción  y  vaciado  bien  hechos. 

¿Se  volverá  á  llenar  la  albugínea?....  Claro  que  sí.  ¿Se  volverá  á  rom- 
per?  No  seré  yo  quien  lo  niegue  en  redondo :  con  un  pronóetko  que  no 

se  cumplió,  me  basta  >.  -^Sababu. 


269 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIBDADBS  CIENTlnCAS 

80GIBDAD    DB    OIBUOÍA    DB    PABÍ8 
S$Mn  del  dia  24  dé  Octtábré  dé  1906. 

hivaglnadón  Intestinal  recidivante. — El  Dr.  Maüolaxbb  :  He  observado  dos 
isasoB  de  inyaginación  ÍDteetiDal  recidiyante.  El  primero  recayó  en  un  nifio 
de  dos  afi.08  que  padecía  inyaginación  coloiliaca.  Practiqué  la  laparotomía 
7  desinyaginé  el  intestino  sin  dificultad  alguna.  A  los  dieciocho  días  se  re- 
produjo de  nueyo  la  iuTaginacióo.  VoM  á  operarle  con  idea  de  practicar 
una  colopexia  ó  una  mesopexia  para  eyitar  una  nueya  recidiya,  pero  el  mal 
-estado  en  qtie  encontré  el  intestino  me  obligó  á .  practicar  su  resección.  El 
enfermito  murió  al  poco  tiempo.  En  el  segundo  caso  se  trataba  de  una  jo- 
ven de  quince  afios  que  padeció  dieciocho  meses  antes  inyaginación  intes- 
tinal, la  que  curó  espontáneamente.  Los  fenómenos  de  inyaginación  se  re- 
produjeron, y  á  los  ocho  días  de  presentarse  ful  llamado  para  yer  á  la  en- 
ferma. La  inyaginación  estaba  localizada  en  la  última  parte  del  intestino 
•delgado  y  se  complicaba  con  peritonitis  generalizada.  A  causa  del  mal  es* 
tado  del  intestino,  tu  ye  que  practicar  la  resección  intestinal  con  anastomo- 
sis laterolateraL  La  enferma  murió  al  dia  siguiente. 

Apendicitla  y  flebitis  de  las  extremidades  lofariorot.— El  Dr.  Toussaint:  Oreo 
interesante  citar  un  hecho  que  acabo  de  obseryar.  El  enfermo  era  un  mili- 
tar joyen.  Padeció  apendicitis,  que  fué  tratada  porJos  medios  médicos.  A 
las  seis  semanas,  y  cuando  estaba  ya  casi  curado,  se  presentaron  los  signos 
•clásicos  de  una  flebitis  del  miembro  inferior  izquierdo,  contra  la  cual  se 
emplearon  los  medios  que  se  recomiendan  en  tales  casos.  Cuarenta  días 
después,  cuando  la  flebitis  se  había  propagado  hasta  el  triángulo  de^Scar- 
pa,  se  presentaron  de  repente  síntomas  grayes  de  embolia  pulmonar,  re- 
produciéndose los  síntomas  de  apendicitis.  La  orina  era  albuminosa.  Prac- 
tiqué la  laparotomía  y  encontré  un  absceso  peri-apendicular,  del  que  salie- 
ron 250  gramos  de  pus.  No  pude  descubrir  el  apéndice  y  me  limité  á  hacer 
•el  desagüe,  con  lo  que  curó  mi  enfermo.  Deduzco  de  este  hecho  que  cuando 
existe  un  foco  infeccioso  capaz  de  producir  la  trombosis  de  las  Tenas  inme* 
•diatas,  debe  interyenirse  sin  perder  tiempo. 

Tubereulama  (ieocecal  hipertrófico.— El  Dr.  Hartmank  :  El  Dr.  Michon  ha 
remitido  á  la  Sociedad  la  obseryación  siguiente,  única  en  su  género.  La  en- 
ferma, de  yeintiséis  años,  sintió  de  repente,  ocho  días  antes  de  ingresar  en 
el  hospital,  dolores  agudos  en  la  fosa  ilíaca  derecha,  dolores  que  iban  acom- 
pafiadoe  de  yómitos  y  reacción  típica  de  defensa  muscular  cerca  del  punto 
de  Mac  Burney.  Esta  crisis  duró  cuarenta  y  ocho  horas  y  cedió  á  beneficio 
del  tratamiento  clásico,  persistiendo  sólo  algo  de  dolor.  Algunas  semanas 


260 

deepnés,  creyendo  qne  el  periodo  de  agudeza  de  esta  apendicitis,  pnee  eomo 
tal  Be  diagnosticó,  había  pasado,  practicó  la  laparotomía  con  idea  de  ex- 
tirpar el  apéndice,  pero  rió  qae  no  se  trataba  de  apendicitÍB,  sino  de  un  ta- 
mor  que  interesaba  los  últimos  5  centímetros  del  íleon.  Resecó  esta  parte 
del  intestino  y  restableció  la  continuidad  intestinal  por  medio  de  la  entero- 
anastomosis.  El  examen  del  tumor  demostró  que  se  trataba  de  un  tnber- 
enloma  hipertrófico  de  la  terminación  del  íleon.  El  ciego  estaba  completa* 
mente  sano,  pero  los  ganglios  retroceoales  se  hallaban  hipertrofiados.  La. 
estenosis  no  era  muy  acentuada.  Toda  la  pared  del  íleon,  pero  sobre  toda 
la  túnica  submucosa,  se  hallaba  sembrada  de  tubérculos  típicos  que  conte- 
nía en  abundancia'  bacilos  de  Eoch.  La  mucosa  no  estaba  ulcerada  y  so 
aspecto  era  casi  normal.  Este  caso  es  interesante  por  yarios  conceptos :  pri- 
mero porque  hasta  ahora  semejante  forma  de  tuberculoma  hipertrófico  es- 
tenosante  sólo  se  ha  obsenrado  en  el  colon  ó  en  el  ciego;  segundo  porque  Im^ 
enferma  en  cuestión  carecía  de  antecedentes  que  hicieran  sospechar  la  tu- 
berculosis; y  tercero  porque  los  síntomas  fueron  tan  confusos  que  hideroi» 
sospechar  se  trataba  de  una  apendicitis. 

El  Dr.  Routikr:  He  observado  un  caFo  análogo  al  del  Dr.  Michon.  L» 
enferma  presentaba  los  mismos  síntomas.  Practiqué  la  laparatomía  y  en- 
contré un  tuberculoma  del  Íleon  propagado  hasta  el  recto,  que  traté  por  la^ 
resección  ileocecal.  La  enferma  se  encontró  bien  por  el  pronto,  pero  á  laa 
pocas  semanas  se  formó  en  la  cicatriz  un  absceso,  que  fué  necesario  abrir; 
quedó  una  fístula,  que  no  he  conseguido  curar. 

El  Dr.  Bbrokb:  He  observado  también  un  tuberculoma  del  íleon  hiper- 
trófico y  estenofiante.  Gomo  era  imposible  extirparle  á  cansa  de  su  volu- 
men, me  limité  á  practicar  la  anastomosis  ileocólica.  El  enfermo  mejora 
durante  un  afio,  pero  sucumbió  al  fin  á  consecuencia  de  la  generalización 
de  las  lesiones  por  todo  el  abdomen. 

Cuatrs  casos  de  geslaeióo  extrauterina  sin  ruptura.— El  Dr.  J.  L.  Faubb: 
El  Dr.  Lapeyre,  de  Tolosa,  ha  observado  cuatro  casos  de  este  género.  En 
el  primero  se  trataba  de  un  embarazo  tubario.  A  los  dos  meses  y  medio  la 
enferma  expulsó  una  caduca.  A  los  cinco  meses  sintió  dolores  abdominales 
y  hemorragias  uterinas,  y  hubo  necesidad  de  intervenir;  la  bolsa  fetal  fué 
extirpada  en  bloque,  curando  la  enferma.  La  segunda  mujer  tenía  un  em- 
barazo peritoneal,  que  produjo  accidentes  graves  hacia  el  séptimo  mes. 
Practicada  la  laparotomía  se  encontró  un  feto  de  seis  meses,  muerto  hacia 
algún  tiempo.  Se  extirpó  el  feto  y  la  placenta,  marsupializándose  la  bolsa 
fetal,  con  lo  qne  se  obtuvo  la  curación.  El  tercer  caso  era  de  embarazo  tu- 
bario, que  llegó  casi  á  su  término  sin  que  fuera  posible  hacer  el  diagnós- 
tico exacto.  Como  la  enferma  tenia  vómitos  incoercibles,  consultó  con  uu 
tocólogo,  que  intentó  en  vano  provocar  el  parto.  El  Dr-  Lapeyre  tuvo  que 
operar  de  urgencia  á  esta  enferma,  y  al  hacerlo  necesitó  incindir  la  pla- 
centa, lo  que  produjo  una  hemorragia  abundante;  el  feto  fué  extraído  vivo, 
pero  murió  al  poco  tiempo.  La  enferma  curó  después  de  haber  presentada 
accidentes  post  operatorios  gravísimos,  entre  ellos  parálisis  de  los  cuatro 
miembros.  La  cuarta  enferma  era  una  mujer  de  veintisiete  años ;  á  las  seis 
semanas  de  ingresar  en  el  hospital  tuvo  un  parto  natural.  Ingresó  en  el 
hospital  á  causa  de  un  tumor  de  la  fosa  ilíaca  derecha,  que  se  diagnosticó 


261 

de  qabte  del  OTario.  Alganas  semanaB  despaés  del  parto  se  practicó  la  la- 
paratomia,  encontrándose  un  qniste,  que  ee  extirpó  entre  dos  ligadnras. 
Abierto  el  quiste,  se  vio  que  contenía  un  feto  de  cuatro  meses,  muerto 
hacia  algún  tiempo.  ^ 

Cree  el  Dr.  Lapeyre  que  en  este  último  caso  se  trataba  de  un  embarazo 
normal,  que  sobrevino  después  de  otro  tu  bario,  contenido  en  su  marcha 
por  la  muerte  del  feto,  ó  á  un  embarazo  normal  que  sobrevino  en  el  curso 
de  otro  tubario  en  plena  evolución  (superfetación),  y  cuyo  feto  murió  des- 
pués. Creo  que  se  trata  de  un  embarazo  gemelo,  y  que  ambos  fetos  se  des- 
jirrollaron  á  la  vez,  en  la  trompa  uno  y  en  el  útero  otro. 

Quiste  hidatídics  hepático  abierto  en  las  vías  biliares.— El  Dr.  Tbrbibb:  La 
«uferma  objeto  de  esta  observación  padecía  dolores,  que  simulaban  có* 
lieos  hepáticos,  é  ingresó  en  el  hospital  con  ictericia  y  tumefacción  en  el 
hipocondrio  derecho.  Practicada  la  laparatomia,  se  encontró  la  vesioul» 
biliar  distendida,  y  al  punzarla  salió  abundante  líquido  bilioso  y  purulen- 
to. El  cateterismo  de  las  vías  biliares  permitió  extraer  lodo  biUar  y  mem- 
branas hidatídioas.  6e  colocó  un  tubo  de  desagüe  en  el  colédoco  y  se  ta- 
ponó la  herida.  La  enferma  murió  en  la  mesa  de  operaciones.  Al  practicar 
la  autopsia  se  encontró  en  el  interior  del  hígado  una  gran  cavidad  quística 
^ue  comunicaba  con  la  rama  izquierda  del  conducto  hepático,  en  la  que  se 
«bren  casi  siempre  dichos  quistes. 

.  Sarooma  ciáties  recidivante.  —  El  Dr.  Walthbr:  El  sarcoma  voluminoso 
del  nervio  ciático  que  presento  me  ha  obligado  á  practicar  ayer  mismo  la 
desarticulación  de  la  cadera.  Esta  enferma  fué  operada  hace  siete  meses 
por  el  Dr.  Potherat,  quien  extirpó  el  tumor  disociando  las  fibras  del  ner- 
yio.  —  F.  Toledo. 


XIX   CONGRESO   FRANCÉS   DE  CIRUGÍA 

Celebrado  én  Parit  del  i.«  al  6  de  Octubre  de  1906. 

(Conoluaión) 

Afecoisnes  quirúrgleas  del  abdomen.— El  Sr.  iin/ray  ha  intervenido  en  siete 
«asos  de  heridas  del  estómago,  habiebdo  obtenido  cuatro  curaciones  y  tres 
muertes.  Insiste  principalmente  en  la  necesidad  de  crear  una  amplia  aber- 
tura en  el  epiplón  gastrocólico,  siendo én^muchos  casos  insuficiente  para  ex- 
plorar la  pared  posterior  del  estómago,  y  para  lo  cual  es  necesario  practi- 
car la  gastrotomia,  á  pesar  de  que  esta  maniobra  agrava  el  pronóstico  de 
la  intervención. 

El  8r.  Saramand  cree  que  la  mejor  vía  para  llegar  á  la  cara  posterior  del 
^tómago,  es  la  transcondrocostal,  que  es  la  vía  de  acceso  al  hipocondrio  iz- 
quierdo. 

£1  6r.  Zawaski  (de  Varsovia)  dice  que  en  20  casos  en  que  ha  interveni- 
do por  herida  gástrica,  en  todos  ha  podido  explorar  la  pared  posterior  por 
Tía  transepiplóica. 

El  Sr.  Leguen  refiere  tres  observaciones  de  herida  del  hígado  por  armas 


^ítl 


étmérm  ¿se  tMrrmUwm  •%«%  3*0  pars¿0  'mw\f9  ú  j»  «vcaa.  ári» 
e>m3f  I— IBCK  41  f^vrítfe  Ixíeem^  ^et  flutaenL.^  ¿«^  caá»  2m&:  dk  tsa  fnn 

IM  l>>ff#  >>0  4Úer«¿r>f«s  por  delKás  iie  la  Ta¿;íaa^ 

B  -^^  i.np€frt  t^^m^.j^  rmmnu  á  la  i'ufffniwtiwi  mb¿  in'—'c— d 
Hw^  M  fi'l^  icríV/  «■  d  c«»>  de  cxscrpaé^  ie  imitJig»  flBcñk 

La  ]Hti^^>|>«p«ía  praetíeada  wuyif  fete  da  maa  pem*3aixMÍáa  pa 
ia^  «IM  i«  ^í«4d4  ea  ñz'»  covplHar  eoa  d  dmaje  de  Dcwgiaa. 

B  ^.  Fffr7m€  f4rÍ4sre  d»  olaerraeioaef  de  carríafii  pnKGTodel  ( 
rf//  e//a  f/>nii«€J<Pa«e  e^irkr«pitelíalea,  qae  diaicaaMake  et  caiaeicmn 
•a*  mÉ\'\%uMUA  tfm  graa  npÁdez  á  la  raddira  y  gna  tra<iffia  á  la  f 

El  Hr.  fjmberti  ha  obeerrado  n  eaw  iatetoaate  de 
maíf/rUáM\tA'm  tranerereo*  qaa  trató  por  la  i7riieipwe¿írtíM—'e, 

El  m%ítffmf9  fftUhm  oraj  delgado,  can  raqultíeo,  preeeataado  i 
de  eirefjlad//o  íot«eiioal,  demoetrando  el  examen  la  ezisteaeia  de  dos  í 
mc9U,  el  oiy>  T<>lQmÍDoe^/,  al  DÍrel  del  eoloo  traaereno,  j  el  otro,  «áe  ] 
qoefl//,  •'^/re  el  eiego.  Hiendo  impoeiUe  la  extirpación,  ee  biso  naa  i 
nufUUdrmi/i^  tfm  exclneión  nnilateral  del  ínteetino;  tree  i 
deeepareeteroo  loe  iomoree  j  el  enfermo  ee  reetaUeeió  en  poeo  < 

El  Hr.  Bii/mín  (de  Bardeoe)  refiere  un  caeo  de  embarazo  abdaadmai  oaa 
riiituH/m  fital  (U  veintiún  añas.  8e  trata  de  una  majer  que  ya  habla  tenido 
nii  nifto  á  loe  diedooere  afioe  j  un  aborto  á  loe  Teinticnatro,  y  rotfió  á  que- 
dar emberaseda  á  loe  treinta  y  tree.  En  el  tercer  mee  de  en  embaraño  pra- 
eentó  eeeldentee  graree  de  hematocelee,  qne  se  repitieron,  atenuadas,  al 
enarto  mee;  el  embarazo  eontinnó,  eintiéodoee  los  movimientos  del  nifio  j 
loe  latidos  del  corazón ;  al  noreno  mes  falso  trabajo  de  reinticoatro  horas  y 


263         :  .  .      .       " 

mnerte  del  feto,  qne  estaro  yeintiún  afloe  en  la  caridad  abdominal,  deter* 
minando  traatornoe  insignifioantes;  pero  al  cabo  de  tres  meses  determinó 
dolores  muy  yíyos,  etc.;  qne  obligaron  á  practicar  la  laparotomía,  la  cual 
permitió  extraer  nn  feto  muy  adherido,  muriendo  la  madre  tres  meses  des- 
paés  de  oclusión  intestinal. 

El  Sr.  JayU  llama  la  atención  sobre  algonas  estenosis  6  atrepsia  espontánea 
del  cuello  uterino  ó  del  conducto  oeryical,  sobreyenida  en  las  mujeres  que  han 
tenido  uno  ó  yarioe  niños,  pero  que  no  han  sufrido  cauterización  on  el 
cuello  del  útero. 

£1  Sr.  Delangre  (de  Tournai)  aconseja  la  resección  del  cordón  en  la  cura 
radical  de  algunas  hernias  inguinales  yoluminosas.  La  rejiroducción  des- 
pues  de  la  cura  radical  es  debida  al  hecho  de  que  las  risceras  empujan 
contra  la  pared  que  se  encuentra  distendida,  porque  el  cordón  está  sobre- 
cargado de  grasa,  dejando  una  yia  rirtual  que,  oonyertida  en  real,  da  sali- 
da al  intestino  ó  al  epiplón.  En  esto  se  funda  el  efecto  útil  de  la  resección 
del  cordón  para  asegurar  la  oclusión  completa  de  la  brecha  inguinal.  Cita 
tres  casos  en  apoyo  de  su  manera  de  pensar. 

El  6r.  Prisenteaü  (de  Burichauz)  ha  obseryado  cinco  casos  y  operado  tres 
de  hernia  epigástrica  en  d  niño.  Estas  hernias  son  debidas  á  un  defecto  de 
desenyolyimienco  de  alguna  de  las  inserciones  internas  de  los  músculos 
rectos.  Como  técnica  aconseja  la  sutura  en  acabalgamiento  de  los  labios  del 
orificio  para  las  hernias  pequefias;.  para  las  grandes  utiliza  un  colgajo  apo- 
neurótico,  con  el  cual  cierra  el  orificio. 

El  Sr.  Bandet  da  á  conocer  un  procedimiento  para  curar  las  amplias 
eyentracciones  abdominales,  que  consiste  en  rolyer  á  reponer,  por  medio 
de  suturas,  las  aponeurosis  de  inserción  de  loe  dos  músculos  oblicuos 
mayores. 

Breneoesofageteepla.  —El  Sr.  Ouisoz  da  á  conocer  sus  últimos  casos  de 
broncoesofagoscopia,  siendo  la  sexta  yez  que  ha  podido  extraer  cuerpos 
extraños  de  los  bronquios  por  hroncoscopia. 

Presenta  además  un  joren  de  dieciseis  años,  al  que,  por  medio  del  esofa- 
goscopio,  ha  operado  un  estrechamiento  yalyular  congénito  del  esófago. 

Tralainioiilo  de  las  gibtsidadts  péttieas.  — £1  Sr.  P.  Redará  presenta  la 
estadística  de  ocho  años,  indicando  los  resultados  obtenidos  por  el  método 
de  enderezamiento  forzado  en  el  tratamiento  de  las  gibosidades  pótticas. 
Este  enderezamiento  forzado  da  excelentes  resultados  cuando  la  deforma- 
ción es  al  principio  reductible.  Está  contraindicada  en  las  gibosidades 
antiguas  y  en  las  anquilosis.  Aplicadas  con  su  técnica,  están  exentas  de 
todo  peligro  empleando,  ó  el  et^lerezamiento  fozado^  ó  la  posición  del  rostas 
en  hiperesfensión. 

El  enderezamiento  forzado  se  obtiene  con  su  aparato  de  extensión,  que 
actúa  sobre  las  extremidades  del  sujeto  colocado  en  posición  yentral  sobre 
una  tabla  horizontal,  fijando  en  nn  yendaje  enyesado  la  corrección  obte- 
nida. 

La  hiperestensión  en  las  lordosis  se  realiza  por  medio  de  un  aparato  muy 
sencillo  constituido  por  dos  arcos  metálicos  que  se  fijan  por  sus  extremos 
en  diferentes  puntos  de  la  mesa  y  por  medio  de  loe  cuales  con  gran  facili- 
dad se  modifica  la  lordosis. 


f^^*M«i|/>  4»  «ikv  4^  «rf."/*  <í  •»:.!'>  «mc^jc, «aanw¿^  Iris  1 

Vm^.  ffíH^Ar,  ^,  émpntmeí^/m  ^  »aj  tvX  ea  los  i 

H«  ^\0^,  hmiur  «1  ftáflMTo  d«  \fm  tircnUm  wtotogm  aiáaali 


f^<|n4  4rxí jC^  su*  fr*»  cmntíáMá  ée  p««l.  j  fe  debes  de  raeal 
d^z  fr*f*  /|04  p^rmíUñ  U  i^MnV/D  de  lee  enerdee  de  U  i 

dregíe  M  l4rex.^Kl  Hr.  Fi>iila9t  Cde  Tol^)  eree  o^  perm  Uecar  al  c^»- 
d//  d«  U  e^^a  ie  debe  tallar  oa  eoig^je  eoaUi  de  baae  extena  j  maMar  d 
eeter  o//a,  p^/r'^in^  de  eeta  maBera  ee  obtiene  na  graa  campo  qmt  pefiu 
íaehmr  tfmitm  lae  benrv/rra^iae  de  la  regíóa.  Coa  lelaciÓB  á  la  dragia  dd 
f/nw/Jm^  áiM  haber  poblíeado  reaoltadof  íeüeea,  y  aeoaaeía  para  llegar  á 
la  retrí^/O  an  e^/if^ajo  paraettemal  izquierdo  de  baae  externa,  que  uiMptaa 
da  la  ter/;era«  coarta  j  qoiota  eoetillae. 

Eo  1 15  ean^M  qoe  ha  operado  de  afeedocee  del  hígado,  ha  ^pleado  la 
ría  t^/ráeiea  eo  W, 

Kl  Hr,  JUficktl  (de  Eftraeborgo)  preeooiza  para  laa  pUmrtMúu  crámicn  pa- 
ruUntwi^  ampliae  refeeeiooee  de  la  pared  torácica,  praciicaáiaa  en  dietiataa 
•effionee* 

El  i^.  I)ej/ag4  ee  partidario  de  la  poiicióa  veotral  para  las  iaterreacioiiea 
ifitrat^/rácieaii  porque  facilita  la  aneeteaia,  la  reepiradóa  y  A  deeagñe 
püiierifir. 

El  Hr.  tSfftmlif  (de  Nantee)  ee  partidario  de  laa  amplias  reeeecioaeB  eoeia- 
let  60  lae  pleiiretíae  poroleotas,  ineietiendo  en  la  necesidad  de  dejar  poco 
fragmeoto  costal  posterior. 


265 

8egún  Delageniire^  las  dos  cnestioneB  que  dominan  U  cirngia  plenro- 
pulmonar  son  la  del  neamotórax  y  la  infección  de  la  cayidad  pleural.  El 
primero  puede  ser  combatido  por  una  abertura  pequefia  de  la  pleura  y  la 
introducción  lenta  del  aire  en  su  interior,  seguido  de  la  aspiración,  como 
lo  ha  demostrado  el  autor;  también  se  puede  recurrir  á  los  complicados 
aparatos  de  Sauerbruk  ó  Braner,  padiéndose  considerar  como  dominado 
quirúrgicamente  el  neumotorax  en  la  actualidad ;  no  asi  la  infección  de  la 
pleura,  y  con  relación  á  la  que  cree  poder  sacar  las  siguientes  conclusiones 
de  los  46  casos  por  él  operados. 

1.^  Para  hacer  un  desagüe  perfecto  debe  corresponder  al  fondo  costo- 
diafragmático.  2.^  Este  desagüe  debe  hacerse  por  medio  de  dos  tubos,  lo 
bastante  largos  para  que  lleguen  al  fondo  de  la  cavidad  que  se  ya  á  des- 
aguar. 8/  Para  eyitar  la  formación  de  fístulas  es  indispensable  resecar  las 
costillas  alrededor  del  fondo  de  saco  costodiafragmático.  4.*  Es  necesario 
resecar  las  costillas  desde  el  ángulo  posterior  hasta  su  extremidad  ante- 
rior, y  deben  ser  la  octaya,  la  séptima  y  la  sexta,  y  en  algunos  casos  la 
quinta  y  la  noyena.  5.^  En  el  espacio  ocupado  por  la  octava  costilla  es  el 
punto  donde  se  debe  abrir  la  pleura,  debiendo  permitir  la  introducción  de 
la  mano  y  el  brazo  para  facilitar  la  exploración  completa  del  pulmón  y 
descubrir  las  lesiones.  6.^  Si  una  lesión  pulmonar  necesita  otra  abertura 
de  la  pared,  esta  abertura  debe  hacerse  de  manera  que  pueda  fijarse  el 
pulmón  á  la  pared  y  ser  accesible  á  las  curas.  Y  7/  Es  necesario  en  todos 
los  casos  asegurarse  del  buen  desagüe  de  la  pleura. 

£1  Sr.  Villar  adopta  para  las  afecciones  del  mediastino  anterior  la  vía 
anterior  con  amplia  resección  del  esternón. 

EU  Sr.  Faure  da  la  preferencia,  para  intervenir  en  el  esófago  torácico,  á 
la  vía  transmediastlnica  posterior  con  resección  de  la  primera  costilla,  es- 
tando indicada  solamente  la  via  transpleural  para  la  extracción  de  cuerpos 
extraños. 

EctopiA  teslíeular  y  sns  complicaeionss.  — -  El  Dr.  Kirmísson  ha  operado  80 
casos  de  ectopia  testicular  desde  el  año  1898.^n  los  casos  en  que  siendo  el 
testículo  pequeño  é  imposible  de  bajar,  no  ha  insistido. 

La  fijación  del  testículo  al  escroto  no  tiene  ningún  valor,  siendo  necesa- 
rio hacer  una  sutura  muy  exacta  de  todos  los  elementos  del  cordón,  desde 
el  testículo  hasta  el  orificio  inguinal. 

Treinta  y  cinco  veces  ha  podido  volver  á  ver  á  sus  operados,  y  de  estos 
35,  en  15  el  testículo  estaba  en  buen  sitio,  en  10  había  ascendido  hasta  la 
raíz  del  pene,  y  en  los  otros  10  estaba  en  el  conducto  inguinal,  habiéndose 
descubierto  por  completo  sólo  en  tres  casos,  y  en  dos  casos  desapareció  por 
completo. 

£1  Sr.  CHrae  (de  Berna)  cree  que  es  preciso  operar  temprano,  porque  en- 
tonces se  coloca  el  testículo  en  condiciones  de  poder  desarrollar  con  más 
facilidad  su  función  espermatógena. 

Fija  el  testículo  á  su  compañero  por  medio  de  un  amplio  colgajo  de  la 
albugínea. 

El  Sr.  Forgue  insiste  en  que  la  movilización  completa  del  testículo  ecto- 
piado  es  la  condición  de  su  fijeza  en  las  bolsas.  Las  adherencias  que  fijan 
loe  elementos  del  cordón  al  conducto  vaginoperitoneal  en  la  mayoría  de  los 


•"■v 


266 

caaos,  retienen  el  testieolo,  y  por  io  tanto  U  téeniea  operatoiiA  eonaiatir4 
en  h«eer  la  operación  como  ana  cara  radical  de  hernia. 

El  8r.  Depage  ha  tratado  20  caaos  de  ectopía,  existiendo  én  la  generali- 
dad ana  hernia;  el  método  aplicado  es  cara  radical  de  la  hernia,  liberación 
de  loa  elementoa  del  cordón  y  colocar  en  aa  aítio  el  teaticaio  en  el  interior 
de  ana  yaginal,  y  fijación  en  el  lado  de  laa  boleas. 

De  10  enfermos  qae  ha  listo  despaés  de  operados,  ea  7  estaba  el  testícn* 
lo  en  baena  posición  y  en  apariencia  normal,  y  en  8  el  resaltado  íaé  in- 
completo. Bajo  el  panto  de  TÍsta  de  la  TitaHdad  del  testieolo,  está  el  sí- 
gaiente  carioso  y  raro  caso:  Habiendo  tenido  necesidad  de  quitar  en  an 
caso  la  glándala  al  terminar  la  cara  radical  de  la  hernia,  colocó  en  sa  sitia 
el  testicalo  qae  había  estado  sobre  an  platillo,  siendo  éí  resaltado  exce- 
lente bajo  el  panto  de  rista  moraL 

El  Sr.  Bausqu€t  fórmala  las  condoaiones  sigaientes: 

1.^  En  presencia  de  an  sajetocoa  ectopia  hay  necesidad  de  interrenir  lo 
más  pronto  posible,  porqae  la  operación  hace  cesar  las  crisis  d<^orosas,  fai- 
Toreciendo  el  desarrdlo  del  órgano  y  sobre  todo  el  del  aojeto. 

2.*  Laa  operacionea,  aon  laa  mejor  conclnidaa,  no  dan  todaa  las  satisíae- 
ciones  necesarias  bajo  el  panto  de  rista  estético.  De  ordinario  el  testieala 
asciende  cerca  del  pabis,  pero  i  pesar  de  esto  se  obserya  ana  mejoría  real 
en  la  salad  del  sajeto. 

El  8r.  Watther  ha  podido  obtener  siempre  el  descenso  del  testicalo  di- 
secando el  cordón  hasta  el  interior  del  abdomen. 

Oree  indispensable  la  cara  radical  de  la  hernia,  qae  contribaye  en  anik 
gran  parte  á  la  fijación  del  cordón.  Para  fijar  las  glándalaa,  hace  ana  in- 
ciaión  en  el  tabique  de  las  bolsea,  y  á  trarée  de  la  abertnra  pasa  el  testica- 
lo i  la  otra  bolsa,  manteniendo  el  órgano  en  esta  sitaación  y  fijo  solamen- 
te el  cordón,  con  lo  coal  obtiene  excelentes  resaltados. 

El  Sr.  Tailkefer  emplea  para  el  tratamiento  de  la  ectopia  ana  técnica 
naera,  qae  consiste  en  continaar  la  estractara  de  la  pared  del  condacto 
inguinal  hasta  el  fondo  de  la  bolsa  escrotal,  obteniendo  con  esta  técnica 
an  excelente  resoltado  definitivo  en  an  nifio  de  dos  años,  qae  teoía  ana 
ectopia  inguinal  doble. 

Oree  que  la  edad  en  que  se  debe  empezar  á  operar  los  niños  con  ectopia 
es  á  los  dos  afios.  —  M.  Abqubllada. 


SOCIEDAD   FBANCSSA   D£  ESTUDIOS   CIENTÍFICOS 
DE   LA   TUBERCULOSIS 

TrttaMiente  de  It  Hiberealeaia  per  la  reetletfietsiés,  segas  el  Méletfe  M  det- 
ter  P.  Ferrisr.  -El  Dr.  L.  RAnon:  El  Dr.  P.  Ferrier  dio  á  conocer  el  afio 
último  en  el  Congreso  de  la  tuberculosis  ua  método  de  tratamiento  de  esta 
enfermedad  por  la  recalcificación. 

Administrar  cal  á  los  tuberculosos  no  es  una  noredad,  porqnedesde  hace 
mucho  tiempo  los  fosfatos  y  los  glicerofosfatos  forman  parte  del  tratamien* 
to  clásico  de  las  afecciones  hacilares,  y  el  Dr.  A.  Bobin  ha  insistido  con 


261 

justo  motivo  sobre  la  deamineralizaoióD  y  remineralizaoión  de  los  taberca* 
lóeos.  «• 

El  Dr.  Ferrier  indica  como  base  de  esta  medicación  el  examen  del  estado 
de  los  dientes,  porque,  según  él,  existe  una  relación  Íntima  entre  la  incrus- 
tación calcárea  del  esqueleto  y  la  de  los  dientes,  cuya  calidad  es  fácil  de- 
terminar. El  estado  de  los  dientes  suministra  datos,  no  sólo  sobre  la  calci* 
fícación  del  esqueleto,  sino  sobre  la  marcha  progresiya  ó  retrógrada  de  la 
calcificación  general. 

Ha  obserrado,  además,  el  Dr.  Ferrier,  una  relación  innegable  entre  la 
tuberculosis  y  la  pérdida  de  sales  calcáreas,  porque  los  tuberculosos  cura- 
dos tienen  dientes  de  buena  calidad,  y  los  que  tardan  poco  en  morir  los  tie- 
nen en  mal  estado.  8u  esqueleto  contiene  tan  pocas  sales  calcáreas  como 
sus  dienten,  y,  según  ha  demostrado  el  Dr.  Oalippe,  el  peso  especifico  de  los 
dientes  concuerda  con  su  proporción  de  cal.  El  Dr.  Ferrier,  para  probar  la 
decalcificación  averigua  el  peso  específico  de  los  huesos.  Elte  es,  para  él, 
idéntico  á  la  densidad  del  cuerpo,  y  para  demostrarlo  emplea  la  prueba  del 
agua.  Las  personas  cuyos  dientes  son  de  mala  calidad  no  se  sumergen  en 
el. agua,  nadan  sin  trabajo,  notan  la  sensación  de  ser  rechazados  hacia  arri* 
ba  si  quieren  nadar  entre  dos  aguas  y  á  veces  hasta  no  pueden  sumergirse 
en  el  fondo  de  una  bafiera.  Los  individuos  cuyos  dientes  son  de  buena  cali- 
dad se  hunden,  por  el  contrario,  en  el  agua.  En  los  individuos  cuya  decal- 
cificación es  demostrada  por  este  medio,  ha  visto  el  Dr.  Ferrier  coincidir 
los  brotes  de  tubérculos  con  la  caries  dentaria  y  los  periodos  de  pérdida  de 
sales  calcáreas,  y  mejorar,  en  cambio,  la  tuberculosis  administrando  dichas 
sales. 

La  pérdida  de  sales  calcáreas  se  produce  bajo  la  influencia  de  los  ácidos 
introducidos  en  el  organismo.  La  acción  de  los  ácidos  minerales,  el  sulfúri* 
co,  el  clorhídrico  y  el  fosfórico  es  innegable.  Hacen  soluble  el  fosfato  tri- 
calcico  del  esqueleto,  apoderándose  de  una  ó  de  dos  moléculas  de  cal,  y 
forman  fosfato  bi  ó  monocálcico.  Loe  ácidos  orgánicos,  por  ejemplo,  los  de 
las  frutas,  ácidos  cítrico,  málico,  etc.,  producen  la  decalcificación  probable- 
mente por  el  ácido  carbónico,  puesto  que  este  ácido  y  el  agua  son  los  últi- 
mos términos  de  sus  transformaciones;  pueden  convertirse  también  en  áci- 
do láctico  dotado  de  la  misma  acción  sobre  el  fosfato  trícálcico.  La  decaloi- 
ficaoión  es  á  veces  innegable  sobre  los  dientes  (producción  de  caries  aguda) 
á  consecuencia  del  consumo  de  ensaladas,  de  naranjas,  de  sidra  acida.  Las 
sales  acidas,  snlfatos  y  fosfatos  ejercen  una  acción  idéntica;  el  agua  sulfa- 
tada calcica  posee  propiedades  decalcificantes  enérgicas.  Es  necesario  cul- 
par también  á  las  fermentaciones  gástricas,  porque  dejan  en  libertad  en  el 
estómagoácidos,  por  ejemplo,  el  láctico,  el  butírico;  se  producen,  sobretodo, 
en  los  tuberculosos,  á  causa  del  abuso  irracional  de  la  sobrealimentación. 

Apoyándose  en  estos  datos,  manifiesta  el  Dr.  Ferrier  que  las  malas  den- 
taduras se  encuentran  en  las  regiones  privadas  normalmente  de  saUs  cal 
careas  y  en  las  que  se  bebe  sidra  acida,  que  concurre  á  la  decalcificación; 
en  las  regiones  calcáreas  no  sucede  así,  si  no  existen  otras  causas  adiciona- 
les, por  ejemplo,  las  malas  digestiones. 

El  método  de  tratamiento  de  la  tuberculosis  recomendado  por  el  doctor 
Ferrier  se  funda  en  datos  interesantes  y  consiste  en  su  esencia  en  prescri- 


268 

|pír  mIcs  de  cal,  iasoblet  ó  K^nUei,  j  «b  aozOúr  al  mi^iaii—i  paxmi 
▼aríai. 

üe  Tacia  d  estomago  media  hora  aatea  de  cada  eonida,  ] 
aleafennooo  vaao  de  agua  bicarboaaladacileica  fuerte  (Povgvet  ó  Saial- 
Craiflúer  >  (1).  Deap«éi,  á  aiítad  ó  al  fio  de  la  comida,  se  iooia  mmo  de  loa 
aeikM  «craientes : 

CtfboaalD  4e  cal f       . 

Fovbteletnbááflodecal .: «** 

Cloraf  o  de  sodM Sgr.Se 

Viwiátm  €n  10  seliof. 

tti  la  feerectóo  elorhidríea  ea  iaaaficieiite,  se  administra  además,  dnfaota 
las  comidas,  an  WMao  de  on  agua  mineral  de  las  antes  citadas,  ó  una  cocha- 
radita  de  la  preparación  sigaieote: 


Clorofo  «fe  eakío S| 

Ago»  «feüUsda. IOS       — 

La  alimeataciÓB  se  ordenará  con  toda  severidad,  no  permitiéndose  comer 
más  de  tres  reces  al  día,  y  prohibiendo  por  completo  el  Tino,  sidra,  cerré* 
za,  alcohol,  manteca  de  Tacas,  grasas,  aceites  j  todos  les  ácidos  orgánicos 
7  minerales.  El  azúcar  y  Iss  pastas  deben  permitirse  en  poca  cantidad;  no 
se  permitirá  más  qne  dOO  gramos  de  pan  por  día.  Todos  los  demás  alimen- 
tos están  permitidos. 

Tal  es  U  medicación  qne  aconseja  el  Dr.  Ferrier.  En  apoyo  de  sn  eficacia 
en  la  tabercniofis,  cita  el  autor  nna  coincidencia  curiosa:  la  presencia  del 
bicarbonato  de  cal  en  las  aguas  de  las  estaciones  reputadas  para  la  cura  de 
la  tuberculosis  por  el  aire,  hace  que  esta  cura  sea  Terdaderameute  hidro- 
mineral,  no  sospechada  hasta  ahora.  En  apoyo  de  este  método  pueden  citar- 
se los  hechos  curiosos  de  inmunización  de  los  obreros  de  los  hornos  de  cal 
y  de  cemento,  que  he  referido  en  la  Sociedad  Médica  de  lo9  katpitaUs  de  Pa- 
rís,  y  que  han  sido  obserTados  también  por  otros  médicos. 

Pueden  hacerse  dos  objeciones  al  tratamiento  del  Dr.  Ferrier.  La  prime- 
ra eo  que  todos  los  tuberculosos  no  pierden  sales  calcáreas,  y,  por  lo  tanto, 
no  es  necesario  administrárselas.  Para  responder  á  esta  objeción  es  nece- 
sario examinar  un  gran  número  de  enfermos,  sTeriguar  por  el  estado  de 
sus  dientes  y  de  su  peso  especifico,  por  el  procedimiento  del  agua  (no  exis- 
ten otros),  si  verdaderamente  coincide  la  decalcifícación  con  la  tuberculo- 
sis;  en  estos  enfermos  está  indicada  la  administración  de  sales  caleáreas. 
La  segunda  objeción  es  el  empleo  de  sales  de  cal  insolubles  que  puedan 
atravesar  el  aparato  digestí  to  sin  ser  absorbidas.  El  Dr.  Ferrier  ha  demos- 
trado que  los  experimentos  de  Weiske  y  los  de  Lehmann,  citados  por  Cha- 
brié  en  su  tesis  (Fenámenoe  quimicoe  de  la  osificación^  1895),  prueban  la  gran 
importancia  del  carbonato  de  cal  en  el  desarrollo  y  la  composición  de  Ips 
huesos.  Pnede  citarse  en  favor  de  la  utilidad  del  fosfaoto  de  cal,  la  predi- 
lección de  los  carnívoros  por  los  huesos  frescos ;  los  dientes  de  estos  anima- 
les son  atacados  de  caries  cuando  se  suprimen  los  huesos  en  su  alimenta- 

(1)  En  Kapafla  puadeo  emplearte  Uw  de  Alhama  de  Aragón,  de  Qranadaóde  Marfia,. 
^  Ut  de  AIzoIb,  NanoUref  de  Ooa,  Sierra  Alamina  ó  Alange. 


269 

oión;  el  foefato  de  cal  existe  además  en  la  leche,  do  en  forma  soluble,  sino 
#eegún  indica  el  Dr.  Boarquelot,  cómo  fosfato  insolable  en  pequeñas  masas 
amorfas,  que  se  mantienen  en  suspensión  gracias  á  la  caseína. 

El  Br.  Ferrier  ha  empleado  su  método  en  gran  niimero  de  tuberculosoSt 
y  los  resultados  obtenidos  merecen  ser  citados  porque  ha  yisto,  bajo  la  in- 
fluencia del  tratamiento  calcico,  desaparecer  los  fenómenos  congestivos,, 
normalizarse  el  apetito  y  mejorar  los  enfermos  de  nn  modo  notable.  El  doc- 
tor E.  Sergent  cita  casos  análogos  que  datan  de  dieciocho  meses.  He  ob- 
servado en  mi  clínica,  en  algunos  enfermos  elegidos  y  tratados  por  el  doc- 
tor Ferrier,  resultados  idénticos;  á  pesar  de  lo  difícil  que  es  hacer  se- 
guir á  los  enfermos  de  hospital  un  régimen  severo  de  alimentación.  En  el 
periodo  de  vacaciones,  durante  el  cnal  la  medicación  fué  suspendida,  esto» 
tuberculosos  perdieron  con  rapidez  los  beneficios  de  la  calcifícación,  y 
cuando  volvió  á  emplearse  el  tratamiento,  su  estado  mejoró  de  una  mane- 
ra notable.  En  un  enfermo  de  la  clientela  privada  el  resultado  fué  notabi- 
lísimo á  los  dos  meses  de  tratamiento.  Consideré  el  caso  como  desesperado,, 
pero  hoy  este  enfermo  se  halla  en  plena  vía  de  curación. 

Los  experimentos  del  Dr.  Ferrier  deben  ser  enfiayados  de  una  manera- 
metódica  y  durante  mucho  tiempo;  creo  que  su  método  merece  ser  conoci- 
do, porque  es  completamente  inofensivo  y  se  funda  en  hechos  interesantí- 
simos de  observación.  El  porvenir  dirá  si  resiste  á  la  prueba  del  tiempo, 
única  piedra  de  toque  de  las  medicaciones  antitubercnlosas. 

El  Dr.  A.  RoBiK :  La  teoría  del  Dr.  Ferrier  está  en  contradicción  com- 
pleta con  algunos  puntos  perfectamente  comprobados  de  la  fisiología  pato- 
lógica dé  los  tuberculosos.  Me  ocuparé  de  estas  contradicciones,  porque  de- 
muestran que  la  teoría  del  Dr.  Ferrier  es  cuando  menos  muy  atrevida. 

1.®  Esta  teoría  se  funda  esencialmente  en  la  frecuencia  de  la  fosfaturia 
en  los  tuberculosos.  Ahora  bien,  la  fosfatnria  en  estos  enfermos  es  un 
mito,  en  el  que  he  creído,  pero  que  no  tiene  base  fundada.  He  coleccionad(^ 
850  casos  de  tuberculosis  pulmonar,  en  todos  los  grados  de  la  enfermedad v 
he  hecho  más  de  1.200  análisis  de  orina,  y  á  pesar  del  gran  número  de  ob- 
servaciones, jamás  he  encontrado  foetaturia  en  estos  enfermos. 

El  ácido  fosfórico  se  elimina  en  los  tuberculosos  del  modo  siguiente :  En 
el  período  pretuberculoso  la  eliminación  de  este  ácido  (representando  él 
término  medio  efectivo  de  50  casos  análogos)  fué  de  20^,2,  de  ello» 

0'56  de  ácido  fosfórico  combinado  con  bases  terreas  y  la  relación     j^  ^^^. 

fné  de  20*4.  Estas  cifras  demuestran  que  el  pretuberculoso  no  es  en  gene«^ 
ral  fosfatúrico.     . 
En  la  tisis  confirmada  he  encontrado  los  valores  siguientes: 


Primer  f  rado. 

Secando  frado. 

Tercer  grado. 

PiO»  total f . . 

2*30 
0«76 

.       16*20 

1*38 
0'50 

11*05 

1*27 

pto»  combinado  con  sales  terreas 

P*0B 

0'S3 
12'60 

Nloul 

210 

8e  Te  que,  se«  eiisl  faere  U  BuaerB  como  m  eoosderen  estos  ci€nfl  de 
snálielí,  DO  hftj,  en  úngán  período  de  la  iaberenlons,  ai  d¡eaiÍBVCí¿B  ex- 
eesire  del  ácido  foefóríeo,  ni  fosíeiariA  totol,  ni  foefatonn  térran,  ni  fos^- 
iarÍA  relatíTft  (en  relaeión  eon  U  elimineeite  de  nitrógeno). 

2/  Coniideremoe  ebors  U  eliminación  de  la  eal  y  de  la  magnesia  en  loe 
diferentes  periodos  de  la  tabercnlosís. 

He  estodiado  los  cambios  nrínaríos  de  cuatro  tabercnlosos,  todos  los 
cuales  padecieron  tiñs  pocos  afios  deqmés;  en  tres  la  tíos  signió  nna  mar- 
eba  rápida.  Los  análisis  de  orina  se  hicieron  en  nna  época  en  la  qne  la  ia* 
bercnlosis  polmonar  no  existiaf  al  perecer;  los  enfermos  eran  tratados 
como  si  padecieran  anemia,  cansancio,  nenrsstonia.  El  estndio  de  las  rela- 
ciones de  los  cambies  en  estos  pretnbercnlosos  me  rereló  desmineralización 
calcica  y  sobre  todo  magnésica;  el  exceso  de  cal  y  de  magnesia  elinünadas 
no  procedia  de  la  alimentación;  los  pretnbercnlosos  snstraian  de  sus  pías- 
mas  j  de  sns  tejidos  0*'',0008  de  cal  y  0*^,0023  de  magnesia  por  reinti- 
cnatro  boras,  por  kilogramo  de  peso  riro. 

En  el  primer  periodo  de  la  tisis  be  Tisto,  en  dos  enfermos,  persistir  la 
desmineralizacióo  y  basto  aameotar,  pero  esto  rea  la  desmineralixa- 
ción  calcica  superaba  á  la  magnésica;  los  enfermos  snstraian  de  sns  te- 
jidos 0^,002  de  cal  y  0^,002  de  magnesia  por  kilogramo  de  peso. 

En  el  segnodo  grado  de  la  tisis  la  desmineralización  aumento  sobre  todo 
en  lo  referente  á  la  cal.  Según  lo  que  be  obserrado  en  tres  enfermos.  He* 
ga  á  O^'-fOO?  de  cal  y  á  0^',0Q2S  de  magnesia  por  kilogramo  de  peso. 

Finalmente,  en  el  torcer  período  de  la  tisis  no  se  obserra  desminersUza- 
ciÓD  á  causa  de  que  el  enfermo  ha  perdido  en  los  períodos  precedentes  de 
la  tabercnlosis  todas  Iss  sales  terreas  que  podía  perder. 

La  desmineraliaaeión  es,  por  lo  tonto,  según  rengo  sostoniend!5  bace 
mucho  tiempo,  un  elemento  fundamental  del  torreno  tuberculoso;  sin  em- 
bargo, no  acepto  la  hipótesis  del  Dr.  Ferrier,  para  quien  la  pérdida  de  sa- 
les calcáreas  es  debida  á  la  acción  de  los  ácidos  ingeridos  ó  formados  en  el 
estómago;  he  obserrado,  en  efecto,  que  los  tuberculosos  pierden  sales  cal- 
cáreas, aunque  no  padezcan  el  menor  trastorno  gástrico. 

Por  otra  parto,  no  debe  toneri<e  en  cuenta  sólo  la  desmineralizadón  calci- 
ca, porque  la  magnésica  desempeña  un  papel  ton  importanto  ó  más  que  el  de 
aquélla;  la  tomperatura  debe  toner  muy  en  cuenta  esto  hecho,  con  tanto 
más  motiro  cuanto  que  el  organismo  carece  de  reserras  de  magnesia;  todo 
el  mundo  conoce,  por  el  contrario,  la  importancia  de  las  reserras  calcicas 
de  los  huesos;  la  remineralización  magnésica  debe  procurarse  á  la  rea  que 
la  calcica;  es  una  indicación  de  la  que  no  se  ocupa  el  Dr.  Ferrier. 

8.*  Además  no  es  posible  creer  que  se  consiga  remineralizar  á  un  enfer- 
mo haciéndole  tomar  sales  de  cal  y  de  magnesia;  los  ensayos  numerosísi- 
moB  que  he  hecho  me  han  demostrado  cuan  dificil  es  conseguir  se  fijen  en 
el  organismo  las  sales  terreas  que  se  administran ;  es  una  ley  general  apli- 
cable no  sólo  á  los  tuberculosos,  sino  á  todos  los  sujetos  desmineraliaados 
y  en  particular  á  los  osteomalácicos.  El  problema  terapéutico  comprende 
dos  indicaciones:  suministrar  al  enfermo  el  medio  de  que  no  pierda  su  oal 
y  permitirle  fijar  la  que  se  le  administra. 

En  la  ostoomalacia  he  obtonido  buenos  resultados  gracias  á  un  trato- 


271 

miento  recalcifícante  combinado  con  la  medicación  arsenical;  esta  terapéu- 
tica puede  también  ser  útil  en  la  tuberculoeis;  creo  que  el  arsénico  obra,  no 
sólo  como  medicamento  de  ahorro,  sino  también  fayoreciendo  la  fijación  de 
las  sales  terreas. 

El  Dr.  F.  Bbsah^ok  :  No  puedo  referir  caso  alguno  para  probar  la  acción 
de  las  salea  de  cal  en  la  terapéutica  de  la  tuberculosis,  pero  he  obBerTad.0 
que  la  administración  del  cloruro  de  calcio  á  dosis  eleyada  puede  modifi- 
car, en  ciertas  condiciones,  la  crasis  sanguínea;  asisto  desde  hace  mucho 
tiempo  á  un  enfermo  de  púrpura  periódica  que  eyolncionaba  por  ciclos  de 
eeis  meses;  la  medicación  calcica  ha  roto  el  ciclo;  desde  que  se  administra 
el  cloruro  de  calcio,  los  accidentes  hemorrágicos  no  han  yuelto  i  reproducir* 
ae,  7  creo  que  el  desarrollo  óseo  de  este  indiyiduo,  sujeto  joren,  es  mejor. 

El  Dr.  G.  Kuss :  El  Dr.  Ferrier  admite  que  la  tubeculoeis  cura  espontá- 
neamente por  incrustación  calcárea  de  la  lesión  y  cree  que  un  organismo 
«uyos  tejidos  contienen  en  abundancia  sales  de  cal  resiste  yietoriosamente 
la  tuberculosis,  á  causa  de  esta  buena  calcificación. 

Estas  afirmaciones  son  al  parecer  difíciles  de  aceptar;  en  la  mayor  parte 
de  los  casos  los  tubérculos  que  curan  están  esclerosadoe,  no  calcificados; 
en  cambio  en  los  bóyidos  y  en  el  cerdo,  las  formas  grayes  y  progresiyas  da 
la  tuberculosis  suelen  ir  acompafiadas  de  infiltración  calcárea  acentuada  de 
los  tubérculos,  infiltración  calcárea  que  no  es  en  modo  alguno  indicio  de 
un  proceso  fayorable  ni  de  la  tendencia  á  la  curación. 

Por  otra  parte,  el  Dr.  Ferrier  no  ha  probado  que  en  el  hombre  los  tubér- 
culos de  eyolución  desfayorable  yayan  siempre  acompañados  de  pérdida 
grande  de  sales  calcáreas,  ni  que  un  organismo  priyado  de  estas  sales  sea 
incapaz  de  resistir  á  la  tuberculosis.  Hasta  que  estos  puntos  esenciales  no 
sean  demostrados  por  la  experimentación  ó  por  obseryaciones  numerosas, 
su  teoría  no  pasará  de  ser  una  pura  hipótesis. 

.  No  obstante,  creemos  que  será  conyeniente  para  los  médico»  que  tratan 
tuberculosos  tener  en  cuenta  los  hechos  interesantísimos  citadoá  por  el  doc- 
tor Ferrier;  estos  hechos,  bien  estudiados  por  un  obseryador  de  conciencia, 
son  completamente  nueyos  para  los  tisiólogos.  Demuestran  que  en  condi- 
ciones especiales,  mal  conocidas  aún,  existe  una  relación  íntima  entre 
ciertos  brotes  tuberculosos  y  los  signos  exteriores  de  decalcificación ;  que 
en  estos  casos,  un  tratamiento  dirigido  contra  la  decalcificación  ejerce  una 
influencia  fayorable  sobre  la  marcha  de  la  tuberculosis. 

El  hecho  merece  ser  consignado  sin  pretender  explicarlo  por  una  teoría. 
Se  admite  desde  hace  mucho  tiempo  la  importancia  de  una  buena  diges- 
tión en  ios  tuberculosos.  El  Dr.  Ferrier  nos  ensefia  que  las  fermentaciones 
digestiyas,  además  de  todos  sus  inconyenientes  ya  conocidos,  ejercen  una 
acción  decalcificante  muy  desfayorable ;  este  hecho  merece  ser  tenido  en 
cuenta;  es,  para  nosotros,  un  motiyo  más  para  averiguar  el  estado  de  la 
digestión  en  nuestros  enfermos ;  si  la  digestión  es  mala  y  no  mejora  bajo 
la  influencia  de  la  cura  de  aire  y  del  reposo,  está  indicado  eyitar  la  so- 
brealimentación é  impedir  que  los  alimentos  se  estanquen  en  el  estóma- 
go. Los  medios  que  el  Dr.  Ferrier  aconseja  son  excelentes  desde  este  punto 
de  yista;  afirma  que  se  recalcifican  los  dientes  y  el  organismo  suministran- 
do sales  de  cal  á  los  enfermos  sometidos  á  su  método  de  tratamiento;  estoy 


2t2 

persuadido  de  la  ezactitad  de  esta  opinión.  Hace  ya  algunos  afios  que  em- 
pleo contra  la  dispepsia  hiperáoida  nna  mezcla  de  sales  de  cal  y  de  mag- 
nesia. Este  procedimiento  tiene  ante  todo  la  ventaja  de  mejorar  de  un 
modo  manifiesto  la  digestión,  según  ha  demostrado  el  Dr.  A.  Robín,  pero 
además  permite  recalcificar  i  sujetos  que  han  perdido  en  abundancia  salee 
calcáreas. 

En  otras  palabras,  si  bien  la  teoría  del  Dr.  Ferrier  no  es  al  pktecer  apli* 
cable  á  los  tuberculosos  en  general,  suministra  cuando  menos  indicacionee 
utilisimas  para  el  tratamiento  de  los  tuberculosos  que  padecen  trastornee 
gástricos  y  sobre  todo  dispepsias  acidas;  merece,  por  lo  tanto,  ser  conocida 
y  ensayada  siempre  que  se  observen  en  un  enfermo  hiperclorhidria  ó  fer- 
mentaciones digestirás  ó  signos  de  decalcifícación  que  se  revelan  por  caries 
ó  blandura  de  los  dientes. 

El  Dr.  A.  RoniN :  Puede  admitirse  que  los  hiperclorhidricos  pierden  salee 
calcicas  y  magnésicas  por  formación  de  ácidos  en  el  estómago,  y  que,  en 
estos  casos  la  saturación  gástrica  produce  buenos  resultados;  pero  en  loe 
tuberculosos  no  sucede  asi:  la  desmineralización  se  revela  en  ellos  por  un 
trastorno  profundo  de  la  nutrición  y  no  por  fermentaciones  gástricas;  \m 
administración  de  cal  y  de  magnesia  no  corrige  este  trastorno  nutritivo;  en 
un  enfermo  las  sales  terreas  ingeridas  son  eliminadas  sin  fijarse  en  el  or- 
ganismo. Añadiré  que  no  se  ha  demostrado  que  la  composición  qulmiea  de 
los  dientes  experimente  variaciones  paralelas  á  las  de  los  huesos,  como  cree 
el  Dr.  Perrier.  « 

El  Dr.  Villbmin:  La  hipótesis  del  Dr.  Ferrier  no  se  comprueba  en  loe 
niños  de  poca  edad ;  en  efecto,  en  los  raquíticos,  á  pesar  de  existir  altera- 
ciones óseas  considerables,  los  dientes  apenas  se  modifican. 

El  Dr.  Barbirr:  Es  indudable  que  los  tuberculosos  no  curan,  de  ordi- 
nario, por  calcificación,  sino  por  esclerosis.  Otro  argumento  que  puede  opo- 
nerse á  la  teoría  del  Dr.  Ferrier,  es  la  cantidad  insignificante  dé  cal  que 
contienen  los  alimentos  que,  como  los  huevos  ó  la  carne  cruda,  producen 
en  general  resultados  excelentes,  cuando  forman  parte  de  la  ración  ali- 
menticia de  un  tuberculoso;  si  se  sustituyen  estos  alimentos  por  una  can- 
tidad equivalente  de  leche,  no  se  observan  los  mismos  efectos  favorables, 
aunque  la  leche  contiene  una  proporción  mucho  mayor  de  sales  calcáreas; 
en  los  sujetos  desmineralizados  conviene,  por  lo  tanto,  ante  todo,  restituir  al 
organismo  las  albúminas  necesarias  para  retener  las  substancias  minerales. 

He  leido  con  gran  interés  la  obra  del  Dr.  Ferrier,  y  me  ha  sorprendido 
una  observación  muy  justa  que  hace  el  autor:  c Abandonemos  francamen- 
te, dice,  el  principio  de  la  continuidad  de  la  fosfaturia;  ésta  existe  en  cier- 
tos momentos  y  durante  un  tiempo  variable,  y  si  se  la  busca  entonces  se 
la  encuentra;  pero  hay  periodos  de  mejoria  en  los  que  no  se  observa  la  foe- 
faturia  ni  aun  en  un  sujeto  osteomalácico».  Acepto  en  absoluto  esta  opi- 
nión :  observando  tuberculosos  durante  mucho  tiempo  y  estudiando  de  una 
manera  continuada  suf  orina  suele  observarse  que  la  fosfaturia  desaparece 
en  ciertos  períodos,  durante  los  cuales  la  composición  de  la  orina  es  normal. 

El  Dr.  O.  Kuss:  La  observación  hecha  por  los  Dres.  Ferrier  y  Barbier 
explica,  sin  duda,  por  qué  ciertos  autores  no  han  conseguido  descubrir  la 
desmineralización  calcica  de  los  tuberculosos,  sacando  conclusiones  contrm- 


_  273  l 

rías  en  absoluto  á  las  del  Dr.  A.  Bobin.  Ott  ha  estudiado  detenidamente  la 
eliminación  de  la  cal,  dosificándola  en  todas  las  ingesta  y  excreta  de  varíos 
taberculosos  en  diferentes  periodos  de  la  enfermedad,  despnés  de  haberles 
colocado  fin  estado  de  equilibrio  azoado.  Ha  yisto  que  estos  enfermos  ex- 
cretan la  misma  cantidad  de  cal  que  ingieren.  Gomo  estos  experimentos, 
muy  difíciles  y  muy  laboriosos,  po  duran  más  que  algunos  dias,  puede  creer- 
se que  la  desmineralización  calcica  liaya  existido  en  estos  enfermos  en 
otros  momentos. 

El  Dr.  A.  Robín  :  Dada  la  cantidad  mínima  de  cal  eliminada  cotidiana- 
mente, es  casi  imposible  hacer  el  balance  nutritívo  sobre  ella ;  es  fácil  que 
escapen  del  análisis  algunos  miligramos,  y  esta  pérdida  prolongada  duran- 
te un  largo  periodo  constituye  una  causa  importante  de  decalcifícación. 
Creo,  por  consiguiente,  que  no  puede  sacarse  conclusión  exacta  de  un  ex- 
perimento como  el  del  Dr.  Ott.  ¡ 

El  Dr.  L.  Guiñabd:  En  1904  el  Dr.  Ferrier  examinó  ante  mí  la  dentición 
de  Tarios  tuberculosos,  y  hizo  pronósticos  fundados  en  el  estado  aparente 
de  calcificación  de  los  dientes.  Confieso  que  tales  pronósticos  no  fueron  con- 
fitmados  por  la  cTolución  ulterior  de  la  tuberculosis  en  estos  enfermos. 

Patogenia  de  la  tuberealosis.  — El  Dr.  Vallée  presentó  las  piezas  anatómi- 
cas recogidas  al  practicarla  autopsia  de  las  terneras  sometidas  durante 
más  de  tres  meses  al  contagio  tuberculoso  por  ingestión  cotidiana  de  leche 
yacunlfera,  después  de  haber  sido  destetadas.  Se  las  sacrificó  á  las  cuatro 
semanas  del  destete;  tenían  lesiones  tuberculosas  de  los  ganglios  del  me- 
diastino, sin  alteracioDCS  aparentes  de  los  ganglios  mesentéricos  ni  del  in« 
testino.  En  las  piezas  presentadas  por  el  Dr.  Vallée  se  ve,  en  efecto,  que  el 
aspecto  macroscópico  de  loe  ganglios  mesentéricos  es  normal  por  completo. 
En  cambio  los  ganglios  escalonados  á  lo  largo  del  mediastino  están  au  • 
mentados  de  volumen  y  presentan  lesiones  caseocretáceas  muy  acentuadas. 
Cuanto  á  los  pulmones,  unos  están  indemnes  y  otros  contienen  como  lesión 
única  un  nodulo  miliar  su bpleurítico  más  reciente  que  las  alteraciones 
ganglionares. 

Insistió  también  el  Dr.  Vallée  sobre  el  hecho  de  que  la  contaminación 
por  las  Tías  digestivas  se  produce  en  los  bóvidos  con  grandísima  facilidad, 
lo  que  contrasta  notablemente  con  los  resultados  negativos  de  los  experi- 
mentos de  inhalación  de  polvos  bacilíferos,  secos  ó  húmedos,  cuando  se  in- 
troducen los  bacilos  directamente  en  las  vías  respiratorias  después  de  la 
traqueotOQiía. 

Los  experimentos  como  los  de  Nocard  y  Bossignol,  en  los  que  las  pulve- 
rizaciones de  bacilos  han  hecho  contraer  la  tuberculosis  á  los  animales, 
deben  interpretarse  en  el  sentido  de  la  contaminación  por  las  vías  digesti- 
vas, porque  en  estas  condiciones  experimentales  los  animales  degluten  gran 
número  de  microbios. 

El  Dr.  G.  Peta  dijo  que  con  los  experimentos  de  inhalaciones  de  cultivoe 
bacilares  que  ha  practicado  en  perros  el  Dr.  Leudet,  no  se  ha  conseguido 
tuberculizar  á  estos  animales,  á  pesar  de  emplearse  gran  cantidad  de  baci- 
los pulverizados;  estos  experimentos  demuestran  con  cuánta  eficacia  se 
defienden  los  animales  contra  la  inhalación  de  bacilos  virulentoe. 
El  Dr.  F.  Besangon  manifestó  que  el  experimento  del  Dr.  O.  Petit  no 

SI 


—^V-írr^ 


274 

pnede  interpreimree  en  este  sentido ;  si  los  bacilos  faeran  TerdaderansBie 
yirnlentoa  para  los  animales  sometidos  á  la  experimentación,  no  se  eom- 
prende  por  qa¿  éstos  no  hablan  de  contraer  la  taberonlosis  por  iogestíón. 

El  Dr.  Lttulle  llamó  la  atención  sobre  la  frecuencia  de  la  integridad  per- 
fecta de  las  Tias  digestivas  en  los  tisicos;  es  un  hecho  importante  que  con* 
▼iene  tener  muy  en  cuenta;  sea  cual  fuese  la  explicación  que  se  dé,  con- 
cuerda mal  con  la  hipótesis  del  Dr.  Oalmette,  que  atribuye  los  brotes  de 
tuberculosis  de  los  tisicos  á  los  bacilos  deglutidos,  que  penetran  por  el  in* 
testino  al  sistema  linfático  y  pasan,  por  último,  al  torrente  circulatoria 

£1  Dr.  O,  At2«^  manifestó  que  las  lesiones  del  mediastino  en  los  ani- 
males sometidos  á  la  experimentación  por  el  Dr.  Vallée,  no  están  super- 
puestas á  las  lesiones  de  los  ganglios  bronquiíilee  y  pulmonares,  que  soa 
generalmente  la  primera  localiaación  aparente  de  la  tuberculosis  en  el  nifto 
de  poca  edad. 

El  Dr.  F.  BssAN^ON :  He  seguido  con  tanto  más  interés  los  experimen- 
tos de  los  Dres.  Yallée,  Oalmette  y  sus  discípulos,  cuanto  que  deede  hace 
muchos  años  estoy  conyencido  del  origen  hematógeno  de  un  gran  número 
de  afeccioDCS  pulmonares,  en  particular  la  tuberculosis  y  la  pulmonía;  eo 
un  articulo  publicado  en  1899  sobre  las  determinaciones  articularee  del 
neumococo  en  el  curso  de  las  infecciones  generales,  después  de  demostrar 
que,  para  las  articulaciones,  lo  que  constituye  la  localización  del  germen 
no  es  su  puerta  de  entrada,  sino  su  grado  dé  Tirulencia  ó  el  de  receptíbili- 
dad  del  sujeto,  decía  que  lo  mismo  ocurre  con  el  pulmón,  donde  se  fija  el 
bacilo  de  Eoch,  sea  cual  fuere  su  puerta  de  entrada,  cuando  el  animal  ata- 
cado pertenece  á  ciertas  especies  relatÍTamente  resistentes,  por  ejemplo,  el 
conejo.  Lo  mismo  acontece  con  la  neumoniaf  que  se  ha  atribuido  sin  moti- 
To  á  la  emigración  canalicular  descendente  del  neumococo  saliyal,  y  que  al 
contrario  de  las  bronconeumonias,  es  una  afección  puramente  pulmonar, 
una  alveolitis  localizada  en  un  segmento  perfectamente  limitado  del  pul- 
món, sin  lesiones  concomitantes  del  árbol  bronquial. 

El  Dr.  Cornil  dijo  que  esta  integridad  de  las  Yias  respiratorias  por  fuera 
del  bloque  neumónico  no  es  constante ;  en  muchos  casos  de  neumonía  lo- 
bular franca  se  observa  un  proceso  más  ó  menos  extenso  de  bronquitis  di- 
fusa en  otras  zonas  del  pulmón,  además  de  la  hepatieada. 

El  Dr.  F,  Btsangon  indicó  la  exactitud  de  la  existencia  de  estas  lesiones 
bronquiales,  pero  son  sobreañadidas,  secundarias  y  no  dominan  la  locali- 
zación pulmonar  como  en  las  bronconeumonias. 

{Lé  BulL  Medical).  —  F.  Toumo. 


275 

OfPXBIAL  T  BXAX  8O0ISDAD   DIB  LOS  M^DIOOB  DIB  YIBNA 
8€9ián  éUldiaiBde  Oci^br$  de  1906  (1). 

NMrMéfalo,  otplnt  bffMt  y  •IffíUt  •OBoéfeHa.— ffl  Dr.  (ktrloi  Bochihger 
presento  una  nifia  de  nneve  meees  que  tiene  un  hidrócéíklo  enorme,  espina 
bífída  en  la  región  lambosacra  y  condiiomas  sifíiltioos  en  la  región  ano- 
genital.  La  nifia  nació  eon  la  oabesa  normal  j  con  nna  coriza  de  secreción 
pnralenta  que  dnró  seis  semanas.  Bn  la  región  sacra  había  un  tnmor  como 
un  pnAo,  que  se  abrió  espontáneamente  á  la  tercera  semana,  dando  salida 
á  nn  liquido  acuoso  y  cerrándose  á  fines  del  tercer  mes.  Desde  el  cuarto 
mes  em(>ezó  á  crecer  el  tamaño  de  la  cabeza  más  de  lo  regular,  pero  más 
especialmente  en  los  últímos  dos  meses.  Existen  además  síntomas  de  con* 
tractura  y  de  parálisis,  originados  por  el  hidroeéfalo  y  por  la  espina  bífída. 

La  hidrocefalia  debe  considerarse  en  este  caso  como  una  afección  gennl- 
namente  sifilítica,  resultado  de  una  ependimitis  y  de  una  meningitis  serosa 
de  la  misma  naturaleza:  La  espina  bífída  hay  que  interpretarla  como  nna 
perturbación  de  desarrollo  de  naturaleza  paraheredosifílitica. 

El  Dr.  Julio  Zappert  dice  que  el  hidroeéfalo  tiene  el  tipo  del  sifilítico, 
pero  que  no  hay  que  olvidar  lo  frecuente  que  es  la  coexistencia  del  hidro- 
eéfalo y  de  la  espina  bífída,  y  también  la  frecuencia  con  que  la  oclusión, 
espontánea  ó  proToeada,  de  esta  última,  da  origen  al  desarrollo  de  la  hi- 
drocefalia. Podría  tratarse  de  la  aparición  casual  de  ambas  afecciones  en 
una  nifia  sifilítica,  pero  cabe  también  dudar  de  la  existencia  de  la  sífilis  y 
atribuir  el  desarrollo  de  los  condiiomas  á  la  parálisis  de  los  esfínteres  y  á 
la  anestesia  cutánea,  ocasionadas  por  la  espina  bífida,  y  que  con  mucha 
'  firecuencia  son  causa  de  la  presentación  de  úlceras  cutáneas  TCgetantes, 
muy  parecidas  á  los  condiiomas. 

El  Dr.  Guülermo  KnopeUnaeher  refiere  haber  tratado  recientemente  un 
caso  de  hidroeéfalo  crónico  tan  roluminoeo  como  el  actual  por  medio  de  la 
punción  lumbar,  que  ha  practicado  dos  Teces.  Se  atrere  á  considerarlo 
como  curado,  puesto  que  han  desaparecido  por  completo  los  síntomas  de 
compresión  cerebral,  se  han  cerrado  las  suturas  y  de  un  afio  acá  no  ha  au- 
mentado el  volumen  de  la  cabeza  más  que  en  un  centímetro. 

Gangrena  del  pié:  diainéstiee  del  sitio  ds  la  ebslrnecién  arterial.— El  doctor 
Luis  Maszkomcz  presenta  dos  enfermos  para  dar  á  conocer  el  procedimiento 
que  emplea  con  objeto  de  descubrir  el  sitio  de  la  obstrucción  arterial  en 
los  casos  de  gangrena  del  pié. 

Un  enfermo,  de  cincuenta  y  tres  afioe,  padece  desde  hace  uno  de  claudi- 
cación intermitente,  la  cual  reconoce  como  causa  una  estrechez  del  calibre 
de  las  arterias  respeetivas,  producida  por  endoarteritis  obliterante  ó  por 
organización  de  trombns.  El  otro  enfermo,  de  treinta  y  siete  afios,  perdió 
hace  cuatro  los  dedos  cuarto  y  quinto  del  pié  izquierdo  á  consecuencia  de 
gangrena  y  padece  ahora  de  dolores  en  las  extremidades  inferiores.  8u 
afección  pertenece  al  grupo  del  mal  de  Raynaud. 

(J)  Primera  del  curso  actual. 


276 

Después  de  mantener  eleyada  U  extremidad  por  nn  poco  de  tiempo,  se 
aprieta  el  muelo  con  una  renda  de  goma,  de  tal  modo  qae  se  obtenga  ana 
anemia  completa  del  miembro.  A  los  cinco  minutos  se  quita  la  renda,  ob- 
serrándoee  entonces  que  en  vez  de  restablecerse  rápidamente  la  circula* 
ción  no  16  hace  así  en  la  zona  correspondiente  al  raso  ó  rasos  obstruidos. 
£1  síutonia  es  tan  claro,  que  puede  serrir  para  precisar  el  nirel  á  que  debe 
de  hacerse  la  amputación ;  sólo  cabe  la  duda  de  si  la  circulación  de  los  te- 
jidos profundos  se  efectúa  de  un  modo  paralelo  á  la  de  la  pieL 

El  Dr.  Alfredo  Fucha  cree  que  el  procedimiento  del  exponente  es  útil 
también  para  los  casos  dudosos  de  oclusión  rascular  relatira. 

El  Dr.  Antonio  de  Eüadlferg  refiere  un  caso  de  gangrena  del  pié,  ooneeca- 
tira  á  arterio-esderosis,  én  el  que  la  aplicación  del  nuero  procedimiento 
demostró  la  necesidad  de  amputar  la  pierna,  encontrándose,  en  efecto, 
obstruida  la  arteria  principal  en  un  punto  muy  alta 

£1  Dr.  Julio  SchnitzUr  dice  que  además  del  reparo  que  ya  ha  hecho 
el  mismo  Mqszkowicz,  fundado  en  que  puede  haber  diferencias  entre  la  cir- 
culación cutánea  y  la  profunda,  hay  que  recordar  que  la  hiperhemia  linfaa* 
gltica  que  se  observa  á  menudo  en  los  casos  de  gangrena  senil  llega  hasta 
el  mismo  borde  del  tejido  gangrenado,  ó  sea  á  una  aona  en  que,  según  en- 
sefia  la  experiencia,  no  se  puede  operar. 

El  Dr.  Hermann  Teleky  dice  que  en  los  casos  de  claudicación  intermiten- 
te consecutiva  á  oclusión  ó  estrechez  rascular  se  obserra,  á  diferencia  de 
lo  que  sucede  en  los  que  reconocen  otra  causa,  una  sensación  muy  penosa 
de  frió  en  la  extremidad  respectiva,  acompaflada  de  un  descenso  real  de  la 
temperatura  en  la  misma. 

El  Dr.  Emilio  Schwart  hace  notar  que  algunos  casos  de  claudicación  inter- 
mitente tienen  por  causa  la  esclerosis  de  las  arterias,  que  no  les  permite  la 
dilatación  que  exige  todo  esfuerzo  muscular.  De  aqui  el  espasmo  de  los  va-  • 
sos  musculares,  que  sobreviene  con  la  contracción  muscular,  con  lo  cual  te 
nresenta  el  dolor  espasmódico  á  la  manera  de  la  angina  de  pecho,  que  se 
observa  en  loe  casos  de  esclerosis  coronaria.  En  estos  periodos  no  daría  re* 
saltado  positivo  el  experimento  de  Moszkowicz,  y  por  lo  tanto,  serviría  mny 
poco  para  el  diagnóstico. 

El  Dr.  Luis  Moszkowicz  dice  que  entre  la  gangrena  y  la  elaudioaeión  in* 
termitente  existen,  sin  duda,  grandes  relaciones,  puesto  que  en  algunos  sa- 
jetos  que  presentaban  dicha  claudicación  se  observó  el  obstáculo  á  la  hi- 
perhemia de  un  modo  muy  marcado. 

Autoplastla  eraneal  doble.— El  Dr.  Pablo  Clairmont  presenta  un  hombre  de 
diecinueve  años,  que  el  6  de  junio  último  se  cayó  de  una  altura  de  16  me- 
tros, produciéndose  á  causa  de  esto  una  fractura  complicada  del  cráneo. 
Guando  ingresó  en  el  hospital  se  le  extrajeron  las  esquirlas  correspondiea- 
tes  á  dos  fracturas  por  impresión.  Después  de  tres  días  recobró  el  enfermo 
el  conocimiento,  pero  con  parálisis  de  la  extremidad  superior  derecha, 
alexia,  agrafía,  parafasia  y  amnesia.  A  los  dos  meses  estaban  cerradas  las 
heridas  de  las  partes  blandas.  En  septiembre  existian  aún  dos  defectos  per- 
forantes  en  la  caja  craneana:  uno  en  la  zona  del  parietal  isquierdo  y  otro 
en  la  mitad  izquierda  de  la  escama  del  occipital.  En  ambos  defectos  htbía 
hundimiento,  pulsación,  oscilaciones  respiratorias,  etc.  Al  indinane  el  pa- 


«7 

oieiite  hacia  adelante  eentia  rértígos:  habia,  además,  paresia  ligera  de  la 
porción  bncal  del  facial  en  el  lado  derecho.  El  paciente  conocía  laa  letras, 
pero  leía  mal  las  palabras. 

El  22  de  septiembre  procedió  el  antor  á  la  operación.  Bn  ánimo  era  on- 
brir  un  defecto  con  hueso  del  mismo  cráneo  y  el  otro  con  un  trocito  de  ti- 
bia, pero  el  paciente  no  se  prestó  á  esto  último.  Despn^  de  escindidos  la 
cicatriz  cutánea  y  el  tejido  cicatrizal  snprayacente  á  la  dura  madre,  se  re- 
frescó el  defecto  óseo.  Hecho  esto,  se  talló  un  colgajo  osteoperióstico,  por 
él  método  de  Hacker- Durante,  á  espensas  de  las  partes  prósimas,  para  lo 
cual  se  empezó  tallando  un  colgajo  de  partes  blandas  por  medio  de  una  in* 
cisión  arqueada  y  disecándolo  hacia  adelante  y  afuera.  £1  periostio  vuelto 
hacia  afuera  se  fijó  por  medio  de  algunos  puntos  de  catgut  al  periostio  del 
defecto,  y  la  piel  se  unió  esactamente  por  encima.  El  segundo  defecto  se 
cubrió  con  una  placa  dé  celuloide,  según  el  método  de  Alejandro  Fránkel, 
empezando  por  perforar  la  placa  en  rarios  puntos  y  ajuetándola  después 
con  el  mayor  cuidado.  La  piel  snprayacente  se  unió  por  medio  de  sutura 
abotonada.  Las  dos  autoplastias  se  lograron  bien,  no  percibiéndose  pulsación 
en  ningún  punto.  El  paciente  dice  que  cuando  se  inclina  hacia  adelante  le 
parece  que  se  leranta  la  placa  de  celuloide,  pero  la  palpación  hacia  yer  que 
no  sucede  nada  de  esto. 

Saturnismo  en  anudadoras  de  ftooos. — £1  Dr.  Luis  Tdeky  presenta  dos  anu- 
.  dadoras  de  flecos  que  padecen  de  saturnismo  crónico. 

£1  Dr.  Julio  Zappert  dice  que  hace  algunos  años  presentó  el  hijo  de  una 
anudadora  de  flecos  que  padecía  de  parálisis  saturnina  de  las  estremidades 
inferiores.  Estas  intosicaciones  son  debidas  á  que  la  seda  negra  con  que  se 
anudan  los  flecos  está  cargada  de  acetato  de  plomo,  y  como  esta  clase  d^ 
obreras  trabajan  en  su  casa,  de  aquí  la  posibilidadde  que  también  sein- 
tosiquen  personas  de  su  familia.  , 

Lesión  ocasionada  por  la  oloetrleldad.— El  Dr.  Luis  Teleky  presenta  foto- 
mafias  relativas  á  una  lesión  producida  por  la  corriente  eléctrica.  El  80  de 
agosto,  un  obrero  que  mantenía  con  la  mano  una  barra  de  hierro  que  estaba 
en  conexión  con  la  tierra,  tocó  con  el  dorso  del  dedo  pequeño  la  parte  de  una 
máquina  por  donde  pasaba  la  corriente  eléctrica.  A  pesar  de  tratarse  de  una 
corriente  continua  de  110  voltios,  se  produjo  en  el  punto  de  entrada  (dorso 
del  dedo  meñique)  una  herida  del  tamaño  de  un  céntimo  y  en  el  de  salida 
(lado  de  flexión  del  dedo  meñique)  una  herida  de  1  centímetro  de  largo  y  2 
milímetros  de  ancho.  Fellinek  insiste  mucho  en  que  las  lesiones  ocasionadas 
por  la  corriente  eléctrica  suelen  ser  más  profundas  de  lo  que  parece,  y  se 
curan  con  mucha  lentitud.  Así  ha  sucedido  en  el  caso  actual.  A  los  diecio- 
cho días  de  ocurrido  el  accidente,  las  heridas,  sobre  todo  la  del  lado  de  la 
flexión,  son  un  poco  mayores  que  al  día  siguiente  del  percance. 

(  Wiener  Klinische  Rundschau). ^B..  dbl  Valle. 


278 
PEBIÓDICOS 


El  alcohol  eoino  allmonto.  —  £1  Dr.  Jorge  Booenfeld,  de  BreslaTÍa,  dednee 
de  BOB  experimentos  que  el  alcohol  no  ejerce  ninguna  influencia  perjudicial 
demostrable  sobre  el  metabolismo  uutritiyo  y  que  economiza  la  albdminA 
un  poco  mejor  que  igi^al  cantidad  de  azúcar.  En  un  organismo  en  el  que  no 
ha  obrado  como  tóxico  sobre  el  cambio  nutritiyo  y  en  el  que  tampoco  ht 
producido  síntomas  de  embriaguez  bien  ostensibles,  menoscaba  en  un  25 
por  100  determinados  actos  de  la  inteligencia,  disminuye  próximamente 
en  igual  proporción  la  fuerza  muscular  bruta  y  afecta  grayemente  al  cora- 
zón, aumentando  sn  excitabilidad  y  perjudicando  i  su  capacidad  de  restau- 
ración funcional.  *-  (Zentralblatt  Jür  innere  Medizin).  —  R.  dbl  Valls. 

Tratamiento  do  la  dispepsia  hiporooténlea  eon  farmootaeionos  áoidao.  ^  En 
esta  forma  de  dispepsia,  dice  ei  Dr.  A.  Robin,  conyiene  emplear  el  trata- 
miento sedante.  Consiste  en  la  alimentación  apropiada  compuesta  orind- 
pálmente  de  leche  y  yegetales,  y  en  el  uso  de  medicamentos  sedantes  y  de 
polyos  absorbentes  destinados  á  suturar  el  exceso  de  ácidos.  Pueden  co- 
merse patatas,  legumbres  secas,  ensaladas  cocidas,  pescados  de  carne  blan- 
ca y  hueyos,  pero  sin  abusar  de  éstos,  porque  son  á  Teces  excitantes.  El 
pan  debe  tomarse  en  poca  cantidad  y  tostado.  La  mejor  bebida  es  el  agua 
pura.  Después  de  comer  debe  tomarse  una  tacita  de  infusión  aromátíca 
muy  caliente  (anis,  menta,  manzanilla),  para  calmar  la  excitación  gástrica 
y  fayorecer  la  eyacuación  del  contenido  del  estómago.  , 

Los  medicamentos  tienen  por  objeto  disminuir  la  acción  estimulante  que 
ejerce  la  masa  alimenticia  sobre  el  estómago  y  moderar  la  excitabilidad  de 
este  órgano.  Se  consiguen  estos  resultados  tomando  en  un  poco  de  agua, 
cinco  minutos  antes  de  las  comidas,  cuatro  á  siete  gotas  de  la  mixtura  ai- 
giüente :  •  * 

Tintara  de  belafto ,  \ 

^     tebaioa jaaO  gramot. 

—     de  belladona / 

El  estómago  segrega  en  exceso  y  el  contacto  de  los  alimentos  aumenta 
esta  secreción,  asi  que  al  fin  de  la  comida  el  contenido  gástrico  es  muy  ácido 
y  es  preciso  saturarle  para  impedir  ó  moderar  el  espasmo  de  las  fibras  mos- 
culares  del  píloro.  Se  consigue  haciendo  tomar  en  una  pequeña  cantidad  de 
agua  el  contenido  de  uno  de  los  papeles  siguientes : 

Magnolia  hidratada I 

Bioarbonatodetofa. |aa  4  gramos. 

Azúoar  blanoa 


Carbonato  de  oal  precipitado i  ^ 

Oleoeacaruro  de  anís .  • t      — 

Divídate  en  12  papeles. 

A  las  cuatro  horas  de  la  comida,  los  dolores  suelen  presentarse  de  nuoTO 
y  adquirir  su  máximum  de  intensidad.  Es  preciso  entonoeo  tomar  en  un 


279 

poco  de  agua  la  preparaeión  siguiente,  repitíéodola  inedia  hora  deepaés,  n 
el  dolor  no  se  mitiga : 

Magneóa  hidratada 16  decigramos. 

Bicarbonato  de  «osa \ j  ^  «ramo 

Aiücar  blanca S 

Oodelna • 5  mUigramoe. 

Carbonato  de  cal  precipitado... *  ' ' "  U  8  dedgramoe. 

Subnitrato  de  bismuto •  I  ^' 

Oleosacaruro  de  menta. . .  • , 5  oentígramos. 

Méielese.  *  ^ 

Estas  fórmalas  son  complejas,  pero  cada  nno  de  loe  medicamentos  de  qne 
se  componen  tienen  su  razón  de  ser  y  sn  atilidad.  La  magnesia  hidratada 
fo^ma  con  loe  ácidos  clorhídrico  y  láctico,  cloruro  y  lactato  de  magnesia, 
qne  estimolan  las  fibras  musculares  y  que,  en  el  intestino,  ejercen  una  ac- 
ción laxante,  corrigiendo  la  atonía  muscular.  El  azúcar  sirre  para  enmas- 
carar el  mal  sabor  de  las  preparaciones  alcalinas.  El  bicai^bonato  de  soea 
produce  una  sensación  de  alivio  más  rápida  que  todos  los  demás  alcalino- 
térreoe.  El  subnitrato  de  bismuto  ejerce  una  acción  moderadora  sobre  la* 
secreción  gástrica  y  compensa  el  efecto  purgante,  exagerado  á  reces,  de  la 
magnesia.  El  carbonato  de  cal  precipitado  obra  saturando  los  ácidos  gás- 
tricos. La  codeina  calma  la  sensibilidad  gástrica  y  modera  la  excitabilidad 
del  plexo  solar. 

Si  persiste  el  estreñimiento  se  combate  por  medio  de  un  enema  ó  de  las 
pildoras  siguientes  : 

Aloes  del  Cabo.... 7  centigramos. 

Qoma  guta 3  — 

Turbith  vegetal. 2  -* 

Extracto  de  belladona í 

-      <]«bele&o |aa5ni.Ug«mo.. 

Jabón  medicinal.... c.  s. 

Para  una  pildora.  8e  toma  una  al  acostarse,  aumentando  la  dosis  si  es  ne- 
cesario. —  (BulL  gen.  de  therapeutique^  15  octubre  1906).  —  F.  Tolbdo. 

'Bstttlismo.  —  Refiere  el  Dr.  Collat^  qne  en  el  año  pasado  enfermaron  en 
Darmstadt  veinte  personas  por  haber  consumido  una  ensalada  de  judias, 
habiendo  fallecido  diez  de  los  atacados.  El  examen  bacteriológico  compro- 
bó la  existencia  del  bacillns  botulinus  en  la  ensalada,  siendo  asi  que  hasta 
ahora  solóse  habla  encontrado  en  intoxicaciones  con  embutidos.  El  autor 
•asistió  á  cuatro  de  las  personas  atacadas :  una  de  ellas  lo  fué  muy  levemen- 
te por  haber  comido  poca  ensalada;  dos  llegaron  á  estar  muy  graves  y  la 
cuarta,  que  es  la  que  habla  comido  más  del  manjar  susodicho,  se  murió. 

Después  dcslntomas  leves  por  parte  del  estómago  y  del  intestino  acom- 
pañados de  malestar  de  cabeza  y  vértigos,  se  presentaban  fenómenos  muy 
alarmantes  por  parte  del  sistema  nervioso,  paresia  bul  bar  y  oftalmoplegia 
extema  é  interna.  También  se  presentaron  síntomas  irritativos  en  la  esfe- 
ra de  la  sensibilidad  y  parálisis  de  un  brazo.  En  vista  de  que  el  tratamien- 
to sintomático  en  que  entraban  la  estricnina,  la  digital  y  el  estrofanto  no 


280 

daba  ningún  resaltado,  se  decidió  el  antor  en  los  dos  casos  de  graredad  me- 
dia á  emplear  nn  tratamiento  especifico  cuando  se  presentaron  los  sintonías 
alarmantes.  A  la  enferma  menos  grare,  y  que  ya  estaba  en  conyalecencia, 
le  extrajo  por  medio  de  la  sangría,  80  gramos  de  sangre  y  después  inyectó 
el  suero  de  ésta  á  las  otras  dos  pacientes. 

Con  este  tratamiento  empezó  á  mejorar  en  el  acto  el  estado  general  y 
pasado  cierto  tiempo  ireapareció  el  sueño.  A  partir  de  este  momento  se  foé 
acentuando  la  mejoría  y  después  de  una  conTalecencia  muy  lenta  se  resta- 
blecieron las  enfermas.  A  los  cuatro  meses  no  quedaba  de  los  síntomas 
paralíticos  más  restigio  que  una  ligera  debilidad  enla  acomodación. 
iBerlimr  Klin.  Woeheruchri/t).  —  R.  db  Yallb^ 

Trstsniisttts  ds  les  bubss^  taparadss.  —  El  Dr.  B.  Tan  Oroensu  reco- 
mienda un  tratamiento  que,  según  su  autor,  es  más  eficaz  que  todos  los 
empleados  hasta  ahora.  Consiste  en  aplicar  sobre  los  chancros,  con  objeto 
de  destruir  el  bacilo  de  Ducrey,  una  disolución  de  agua  oxigenada  al  tf  por 
100,  á  la  que  se  adiciona  ácido  clorhídrico  en  la  proporción  de  5  por  1.000. 
^  Después  de  incindido  el  bubón  y  extraído  el  pus,  se  introduce  en  lacayidad 
una  lincha  de  gasa  empapada  en  esta  disolución.  Encima  se  aplica  una 
cura  ordinaria. — (Rev,  prat.  des  mcUadieé  eutanées,  mayo  1906).— F.  Tolbdo. 

Msrtslldad  hstpitalarla  ds  la  fiebre  tifsidss.  — El  Dr.  M.  F.  Barjou  ha 
recogido  los  datos  estadísticos  relatiyos  á  los  casos  de  fiebre  tifoidea  tra- 
tados en  el  flóiel-Dieu,  de  Lyon,  durante  los  años  1894  á  1900,  ambos  in- 
cIusítc,  y  ha  comparado  esta  estadística  con  la  de  cinco  afios,  á  partir  del 
1860,  y  con  la  de  nueye  afios,  á  partir  del  1880^ 

En  los  afios  1860  y  siguientes  la  mortalidad  fué  en  el  hospital  menciona- 
do de  26*2;  en  los  afios  1880  y  siguientes,  en  que  se  introdujo  el  método  de 
Brand  y  en  que  se  puso  en  práctica  con  gran  celo  y  esmero,  tanto  por  los 
médicos  como  por  el  personal  subalterno,  la  mortalidad  de  la  fiebre  tifoi- 
dea fué  de  7  á  8  por  100;  por  último,  fué  de  U  por  100  en  la  época  de  1894 
ál900. 

El  autor  explica  tales  diferencias  por  el  hecho  de  que  las  probabilidades 
de  curación  eran  peores  antes  de  plantear  el  método  de  Brand;  en  cambio, 
cuando  éste  estaba  en  su  auge  el  adiestramiento  del  personal  y  el  esmero 
y  cuidado  que  se  ponían  en  la  administración  de  los  bafios,  casi  siempre  de 
temperatura  bastante  baja,  redundaron  en  beneficio  de  los  enfermos.  El 
aumento  de  la  mortalidad  en  estos  últimos,  afios  se  debe  á  que  se  ha  aban- 
donado^algo  la  balneoterapia  y  también  á  que  por  un  falso  sentimiento  de 
humanidad  se  ha  aumentado  la  temperatura  de  los  bafios. 

iLyon  medicáC),  —  R.  dbl  Yallb. 


REVISTA 

DB 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS. 


ÜN  CASO  DE  EPISPADIAS  EN  LA  MUJER 


D.  SERAFÍN  HUDEB 

Médico  d«  la  BeaefieencU  Manlelpal  de  Pamplona. 


Diversas  consideraciones  hacen  interesante  el  caso  que  motiva 
estas  lineas  y  justifican  plenamente  su  publicación.  En  primer  lu- 
gar, la  afección  que  las  ocupa  es  rarísima;  desde  que  en  1882  publicó 
Núñez  el  primer  caso,  son  contadisimas  las  observaciones  publica- 
das, y  todas  ellas  en  el  extranjero.  En  España  no  tengo  noticia  de 
que  se  haya  publicado  ningún  caso,  y  este  es  un  motivo  que  por  sí 
sólo  exige  que  el  observado  por  mf  vea  la  luz  pública. 

Por  otra  parte,  son  poquísimas  las  obras  de  Medicina  ni  de  Ciru- 
gía  que  hablan  de  ella,  y  no  conozco  ninguna  que  detalle  su  trata- 
miento, es  decir,  que  describa  la  operación  que  se  debe  practicar 
para  corregir  tan  grave  defecto.  Así  es  que,  cuando  yo  traté  de  ope- 
rar á  mi  enferma,  me  vi  perplejo  y  confuso,  no  sabiendo  cómo  ha- 
cerlo; acudí  á  distintos  cirujanos  de  gran  valer  científico,  casi  todos 
de  Madrid,  incluso  un  sabio  Catedrático  de  Patología  quirúrgica, 
pidiéndoles  un  consejo,  una  indicación,  un  plan  que  me  guiase  para 
este  caso,  pero  no  lo  obtuve,  y  no  fué  por  falta  de  buena  voluntad, 
sino  por  lo  desconocido  de  la  afección.  Desde  luego  me  declararon 
todos  ellos  que  no  habían  visto  en  su  clientela  particular  ni  hospita- 
laria ningún  caso. 

En  vista  de  esto  y  de  que  el  estado  de  la  enferma  exigía  que  se  in- 
tentase algo,  me  decidí  á  operarla  confiando  solamente  á  mis  pro- 
pias iniciativas  el  modo  de  hacerlo,  y  pueden  comprender  mis  lec- 
tores las  poquísimas  esperanzas  que  abrigaba  de  salir  airoso  de  la 
empresa.  Pero  me  equivoqué,  el  éxito  de  la  operación  fué  completo, 
Afio  XXX.-Tomo  LXXIII.-Núm.  «36.-98  Noviembre,  1906.  « 


282 

y  no  quiero  dejar  pasar  en  silencio  el  modocómolo  obtave^  por  si  al- 
gún lector  se  encuentra  en  parecidas  circunstancias  y  le  puede  ser- 
vir de  algo  mi  ejemplo. 

En  el  Consultorio  módico  que  en  esta  ciudad  tenemos  establecido 
mi  distinguido  compañero  D.  Eduardo  Martínez  de  Ubago  y  yo, 
presentóse  á  nuestra  observación  Eduarda  Machiñena;de  veintisie- 
te años  de  edad,  soltera  y  natural  de  Lizaso  (Navarra),  el  5  de  oc- 
tubre de  1905.  Acude  á  nosotros,  porque  desde  su  nacimiento  tiene 
una  incontinencia  absoluta  de  orina,  acerca  de  la  cual  no  ha  con- 
sultado nunca  con  ningún  médico,  y  dicho  se  está  que  tampoco  ha 
hecho  tentativa  alguna  de  curación. 

Igual  de  día  que  de  noche,  y  un  poco  menos  en  la  posición  ho- 
rizontal que  en  la  vertical,  se  le  escapa  la  orina  continuamente  y 
babeando,  sin  que  en  toda  su  vida  haya  experimentado  ganas  de 
orinar.  Reconocida  la  región,  se  encuentra  el  clftoris  dividido  en 
dos  mitades,  entre  las  cuales  hay  un  canal  que  en  la  parte  supe- 
rior llega  hasta  la  comisura  vulvar  anterior,  que  no  existe,  por- 
que los  labios  mayores  y  menores,  atronados,  no  se  reúnen  para 
formarla.  Inferiormente,  este  canal,  que  ya  es  conducto  en  esta 
parte,  llega  hasta  la  pared  vesical  anterior,  que  está  intacta.  La 
pared  inferior  de  este  conducto,  que,  como  se  habrá  comprendido 
ya,  es  la  uretra,  estaba  formada  por  una  lámina  ó  brida  que  unfa 
las  dos  mitades  del  clltoris  á  modo  de  puente.  Pero  como  estas  dos 
mitades  no  eran  iguales,  sino  que  la  derecha  era  más  corta  que  la 
izquierda,  resultaba  que  la  lámina  ésta  se  insertaba  más  inferior- 
mente  en  el  lado  derecho  que  en  el  izquierdo,  asimetría  que,  como 
se  verá  más  adelante,  tuvo  importancia  en  el  momento  de  la  ope- 
ración, y  más  todavía  para  el  resultado  de  ella. 

Constituida  así  la  uretra,  se  ve  que  carecía  de  pared  superior,  y 
que  merced  á  ello  su  luz  era  grande,  tanto  que  permitía  introducir 
holgadamente  el  dedo  meñique  hasta  la  pared  anterior  de  la  vejiga. 
La  piel  de  la  pared  interna  de  ambos  muslos  estaba  cubierta  de  le- 
siones irritativas  é  infecciosas,  producidas  por  el  constante  contac- 
to de  la  orina  y  rascaduras  consecutivas. 

Ante  sintomatología  tan  clara,  diagnosticamos  fácilmente  un 
cepispadias  retrosinñsario»,  y  propusimos  la  intervención  quirúr- 
gica, que  fué  aceptada  con  gusto  por  la  enferma  y  su  familia,  á  pe- 
sar de  que  nada  prometimos  como  resultado  de  la  operación.  El 
triste  estado  en  que  se  hallaba  la  enferma,  justifica  el  que  obrasen 
de  este  modo. 


283 

Decidido,  como  más  arriba  indico,  á  hacer  la  que  mi  pobre  inge* 
nio  quirúrgico  me  sugiriese  en  el  momento  de  la  operación  (aunque» 
como  se  comprenderá  perfectamente,  bajo  un  plan  detallado  y  tra- 
zado con  anterioridad  entre  mi  compañero  y  yo),  practicamos  la 
operación  el  23  de  abril  del  presente  año. 

Anestesiada  por  el  cloroformo  la  enferma  y  desinfectada  todo  lo 
más  cuidadosamente  posible  la  región,  practiqué  dos  incisiones  pa- 
ralelas, aunque  á  distinto  nivel  por  la  asimétrica  inserción  de  la  lá- 
mina ó  brida  que  formaba  la  pared  inferior  de  la  uretra,  que  par- 

£SQU£MA  DE  CNA  OPERACIÓN  DE  EPI8PADIAS  EN  LA  MUJER 


1, 1,  Mitades  del  olitoris.— 2,  Fondo  del  canal  uretral.— 8.  Brida  que  forma- 
ba la  pared  inferior  de  la  nretra.~a,d,c,c2,o,  Trazado  ae  las  incisiones.— 
I»  {,  {,  t,  Líneas  que  indican  los  pantos  de  sutura. 

tiendo  del  fondo  de  este  conducto  en  las  proximidades  de  la  vejiga 
urinaria,  y  á  lo  largo  de  su  pared  inferior  en  los  puntos  de  su  inser- 
<ción  en  las  dos  porciones  clitoridianas,  venían  á  terminar  en  los  pun- 
tos a-b,  en  dirección  perpendicular  á  la  superficie  cutánea.  De  estas 
incisiones  no  va  representado  en  el  esquema  adjunto  más  que  su  ter- 
minación, porque,  dada  su  dirección,  es  imposible  hacerlo,  como  lo 
comprenderá  perfectamente  el  lector.  Empezando  en  los  mismos 
puntos  a- 6,  tracé  otras  dos  incisiones  también  paralelas,  pero  per- 
pendiculares á  las  dos  anteriores  y  formando  ángulo  recto  con  ellas, 
que  siguiendo  á  lo  largo  de  la  cara  interna  de  ambas  porciones  cli- 
toridianas l-l,  fueron  á  terminar  en  los  puntos  cyd.YÁ  partir  de  los 
dos  extremos  anteriores  de  estas  últimas  incisiones,  tracé  otras 
dos,  C'O  y  ¿-0,  que  fueron  á  reunirse  en  ángulo  agudo  en  la  parte 


284 
inedia  y  superior  del  canal  uretral.  Todas  estas  incisiones  interesa- 
ban solamente  la  mucosa  y  limitaban  toda  la  que  recubría  lo  que 
debía  ser  pared  inferior  de  la  uretra. 

Empezando  de  estas  incisiones  y  marchando  de  la  periferia  al  cen* 
tro«  disequé  toda  la  mucosa  comprendida  entre  ellas  hasta  los  Ifmí* 
tes  de  la  pared  vesical  anterior,  y  cuando  estuvo  hecho  esto,  de  un 
tijeretazo  separé  la  porción  disecada  todo  lo  más  profundamente 
posible. 

Procedí  en  seguida  á  la  sutura  de  la  superficie  cruenta,  de  la  ma- 
nera siguiente:  paralelamente  en  todo  á  las  dos  incisiones  primera- 
mente descritas,  di  un  punto  de  sutura  entrecortada,  con  seda,  como- 
todos  los  demás,  y  con  aguja  de  Reverdin,  que,  interesando  toda  la 
mayor  cantidad  de  tejido  blando  que  se  pudo  para  llegar  al  fondo- 
de  la  uretra,  la  cerró  por  su  parte  superior  al  anudarlo,  i«constru- 
yendo  la  pared  que  faltaba  y  dejando  constituida  la  uretra  por  un 
estrechísimo  conducto.  Paralelamente  á  este  punto  de  sutura,  pase- 
otros  tres  en  la  misma  forma,  pero  á  menos  profundidad  cada  vez; 
las  líneas  ¿-/  de  la  figura  los  representan.  Anudados  todos,  quedó  re- 
construida la  uretra  y  convertida  la  superficie  cruenta  en  una  línea 
de  sutura,  con  las  paredes  perfectamente  adosadas  por  la  profundi- 
dad de  los  hilos.  La  reconstrucción  del  clítoris  no  resultó  tan  perfec- 
ta, porque  como  la  incisión  b^d  era  más  larga  que  la  a^c,  no  pude 
evitar  que  quedase  alguna  bolsa,  que  impidió  la  unión  exacta  de  las 
dos  porciones  en  que  se  hallaba  dividido.  En  el  conducto  uretral  co- 
loqué una  sonda  de  Nélaton,  del  número  12,  con  el  carácter  de  per- 
manente, y  cubrí  finalmente  la  herida  con  un  aposito  aséptico. 

Toda  la  operación  resultó  bastante  molesta,  porque  la  especia) 
sensibilidad  de  la  región  hizo  que,  á  pesar  de  la  profunda  anestesia 
á  que  se  sometió  á  la  enferma,  ésta  la  sintiese  y  se  movía  constante- 
mente. No  hubo  que  ligar  más  que  una  pequeña  arteriola;  pero  la 
hemorragia  capilar  fué  bastante  abundante.  Lo  más  difícil  de  eje- 
cutar fué  la  aplicación  del  primer  punto  de  sutura,  en  el  cual  cifra- 
ba yo  todo  el  resultado  de  la  operación.  Quería  que  cogiese  todos  lo» 
tejidos  blandos  comprendidos  entre  la  superficie  cutánea  y  la  pared 
vesical  anterior,  para  que,  adosándolos  perfectamente,  impidiese 
que  la  orina  se  introdujera  á  su  salida  en  algún  orificio  ó  receso  que 
quedase  abierto  por  descuido  y  destruyese  ó  impidiese  la  reunión  de 
la  herida  por  primera  intención,  dejando  abierto  otra  vez  el  canal 
uretral  anteriormente  existente,  y  destruyendo  al  mismo  tiempo  la 
pared  uretral  superior  de  nueva  formación.  Afortunadamente  no  su- 


285 

cedió  así,  á  pesar  de  lo  difícil  que  fué  la  xsolooación  de  los  hilos  en  la 
aguja  de  Reverdin^  por  lo  estrecho  y  profundo  déla  uretra.  Para  fa- 
<2ilitar  esta  maniobra  con  un  separador  de  Farabeuf,  que  cabía  per- 
fectamente, sostenía  y  deprimía  el  ayudante  la  pared  uretral  infe- 
rior; si  no,  no  hubiera  sido  posible  el  conseguir  lo  que  me  proponía^ 

De  esta  manera  quedaron  cumplidas  las  dos  indicaciones  que  hay 
<l  ue  llenar  en  el  tratamiento  del  epispadias,  que  son :  rehacer  la  ure- 
tra y  devolver  su  aspecto  normal  al  aparato  genital  externo,  si  bien 
'esto  último  ya  hemos  dicho  por  qué  razón  no  se  logró  tan  bien  como 
hubiera  deseado. 

Durante  tres  días  estuvo  la  enferma  con  sonda  permanente,  y  al 
<^abo  de  ellos  ya  se  vio  que  retenía  muy  bien  la  orina,  hasta  que  se 
la  sondaba  cada  cuatro  horas.  Ya  desde  este  momento  empezó  á  ex- 
perimentar ganas  de  orinar  cuando  se  llenábala  vejiga,  y  á  los  diez 
<lías  se  suprimió  todo  sondaje.  La  cicatrización  se  hizo  por  primera 
intención  y  el  resultado  ulterior  de  la  operación  ha  sido  inmejora- 
'ble.  La  enferma  orina  actualmente  con  absoluta  normalidad,  rete* 
niendo  la  orina  durante  muehas  horas,  hasta  que  las  ganas  de  ori- 
nar la  obligan  á  expelerla  voluntariamente.  Se  dedica  á  llevar  la 
<5orrespondencia  entre  los  pueblos  del  valle  tnontañoso  en  que  vive, 
y  á  pesar  de  las  grandes  marchas  que  efectúa  retiene  perfectamente 
3a  orina. 


«EFIEMES  ACERCA  BE  ÜN  CASO  DE  DERMATITIS  VACINIFORME  INFANTIL 


DR.  D.  ANTONIO  LEDO 

Dínetor  de  U  ConsalU  dermatolófl^lea  del  HotplUl  de  Naestre  Seftora  de  Etf  oara 
(Valledolid). 

La  observación  que  necesariamente  nos  impone  nuestra  labor 
fiospitalaria,  me  permite  presentar  un  caso  por  todos  conceptos  ins- 
tructivo, que  difiere  del  eritema  papuloso  post-erosioo,  con  el  cual 
tiene  semejanzas  estrechas,  y  que  fué  objeto  de  estudio  por  mí  en 
-esta  Revista  (1). 

El  examen  de  ambos  casos  nos  pone  de  manifiesto  la  necesidad  de 
proceder  con  calma  antes  de  establecer  un  diagnóstico  serio,  pues 

<1)  Número  860,  noviembre,  1904. 


286 

fácilmente  nos  llevaría  á  interpretaciones  erróneas»  por  eso  au<^ 
menta  mi  creencia,  se  hace  preciso  una  vez  m&s,  establecer  el  pa- 
ralelo entre  afecciones  de  identidad  tan  marcada  como  la  dermatí" 
tis  üacinifbrmé  infantil;  el  eritema  papuloso  post- erosivo;  el  eetima 
infantil  ulceroso  del  recién  nacido^  y  la  sifilide  eritemato-papulou^ 
y  pápulo^erosita. 

Hoy  me  es  factible  presentar  la  observación  recogida  en  un  niño 
de  cinco  meses,  nacido  á  término,  lactado  por  su  madre,  de  excelen- 
te salud  hasta  el  presente,  aunque  de  nutrición  deficiente,  y  que  lo» 
antecedentes  patológicos  de  los  padres  nada  específico  aportan. 

La  madre  nos  refiere  que  la  aparición  de  las  lesiones  actuales  tie- 
nen mes  y  medio  de  fecha,  y  que  unos  días  antes  se  presentó  una 
diarrea  verde,  deduciendo  además,  por  el  interrogatorio,  que  el  niño 
permanecía  largo  tiempo  sin  que  se  cambiasen  las  ropas  humede- 
cidas por  la  orina. 

El  examen  objetivo  de  las  lesiones  nos  revela  como  elementoa 
iniciales  pequeñas  manchas  de  eritema  ó  nudosidades,  del  tamaño 
de  una  lenteja  ó  dos  reales,  que  bien  permanecen  aisladas  ó  se  con- 
funden con  otras,  teniendo  como  carácter  especial  el  presentarse  en 
seríes  lineales  y  paralelas,  y  en  el  fondo  y  bordes  de  los  pliegues  de 
flexión,  ofreciendo  en  el  centro  de  aquéllas  la  existencia  de  una 
vesiculíta,  que  se  rompe  y  deprime  en  su  centro,  dando  lugar  á  una 
ligera  exudación,  y  más  tarde  á  una  exulceración  de  una  coloración 
marcadamente  plateada  y  circundada  por  un  borde  rosado. 

Las  lesiones  se  localizan  en  las  ingles,  región  pubiana,  bolsas  es- 
crotales,  surco  interglAteo  y  regiones  poplíteas  y  en  aquellas  super- 
ficies en  que  hay  contacto  en  la  piel  de  los  muslos,  debiendo  hacer 
notar  la  existencia  de  algunos  elementos  reparados  que  se  hacían 
obstensibles,  tan  sólo  por  sus  manchas  morenuzcas,  pero  sin  huella 
cicatricial  alguna. 

La  presencia  de  fisuras  comisurales,  invadiendo  la  mucosa,  y  que 
se  hicieron  sanguinolentas  al  ser  entreabierta  por  la  madre  la  boca 
del  niño,  y  con  ellas,  la  existencia  de  lesiones  que  á  primera  vista 
parecían  propias  á  la  sifilide,  eritemato-papulosay  pápulo-erosiva« 
pudieron  fácilmente  inducirnos  á  reputarlas  como  sintomáticas  de 
una  sífilis  hereditaria  precoz,  pero  la  ausencia  del  pénflgo,  coriza» 
placas  mucosas,  facies  y  sarcocele  sifilítico,  predominio  de  sus  ma- 
nifestaciones cutáneas  en  las  nalgas,  coloración  de  jamón,  subsis- 
tiendo á  la  presión,  son  hechos  negativos  que  confirman  la  no  espe- 
cificidad del  proceso  objeto  de  nuestro  estudio,  avalorándolo  más  la 


287 
rapidez  de  su  curación  sin  tratamiento  especf  ñco,  el  carácter  obje- 
tivo de  las  lesiones^  con  su  disposición  lineal,  su  superficialidad, 
umbilicación  y  coloración  plateada  de  los  elementos  propios  al  eri- 
tema  vaeini forme  infantil^  y  que  difieren  del  eritema  papuloso  post- 
erosivo  (como  ya  apunté  al  historiar  este  caso),  en  el  cual  su  locali- 
zación  se  hace  en  las  nalgas  y  parte  posterosuperior  de  los  muslos, 
siendo  las  pápulas  redondeadas  de  coloración  roja,  húmedas  al  tac- 
to, dejando  observar  en  su  periferia,  un  fino  plegado  del  epidermis 
en  forma  radiada,  y  además  en  que  la  papulación  que  se  establece 
por  la  irritación  y  reacción  del  dermis  puesto  al  descubierto,  se  hace 
con  posterioridad  á  la  aparición  de  las  vesículas  y  erosiones. 

Establecida  la  diferencia  que  entre  sí  tienen  afecciones  al  parecer 
tan  afines,  réstanos  señalar  la  necesidad  de  distinguirlas  del  ectima 
infantil  ulceroso  del  recién  nacido,  que  como  aquéllas  goza  del  pri- 
vilegio de  afectar  á  los  niños  en  los  primeros  meses  de  la  vida,  de 
manifestarse  con  localizaciones  análogas,  siendo  las  lesiones  de 
forma  ulcerosa,  y  reconociendo  la  acción  irritante  de  la  orina  á 
más  de  la  parasitaria,  como  factor  etiológico  determinante,  pero  un 
estudio  atento  con  tales  elementos  de  juicio,  nos  permitirá  señalar 
que  en  el  ectima  las  lesiones  tienen  su  asiento  en  las  partes  salientes 
y  no  en  los  pliegues,  como  en  el  eritema  laciniforme,  que  en  éste  no 
se  estiman  la  limpieza  de  los  bordes  de  las  úlceras  talladas  á  pico, 
ni  ganan  en  profundidad  las  superficies  ulceradas,  ni  dejan  como 
reliquia  cicatrices  indelebles,  ni  es  tan  perezoso  en  su  curación  como 
aquél. 

Como  término  á  nuestro  trabajo,  haré  constar  que  el  enfermo  his- 
toriado fué  dado  de  alta  por  curación  á  los  doce  días,  limitándose 
el  tratamiento  á  simples  lavados  con  agua  hervida,  barnizamientos 
con  una  pomada  á  base  de  ictiol,  ácido  salicílico,  lanolina,  y  vaseli- 
na, espolvoreando  las  regiones  afectadas  con  el  polvo  de  talco,  ácido 
bórico  y  subnitrato  de  bismuto,  haciendo  el  encargo  especial  á  la 
madre,  tuviera  una  vigilancia  estrecha  para  renovarlas  curas,  tan 
pronto  las  viera  humedecidas,  y  evitar  el  contacto  de  las  superficies 
ulceradas  mediante  la  aplicación  de  tiras  de  gasa  hidrófila. 

Y  como  complemento  al  estudio  analítico  hecho,  presentaré  el 
cuadro  comparativo  adjunto,  que  hará  factible  á  primera  vista  la 
posibilidad  de  establecer  un  diagnóstico  diferencial  de  las  afeccio- 
nes apuntadas. 


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289 

REVISTA  DE  UROLOGÍA 


DOCTOR  DON  ÁNGEL  PULIDO  Y  MARTIN 

Prohior  •oxiliar  de  U  Faealtad  de  Madlelna  d«  Madild. 


I.  Tratamiento  quirúrgico  de  la  epididimxtis  blenorrágioa  agada.— IL  De- 
mostración en  el  vivo  de  tres  aréteres  é  infección  gonocócioa  de  ano  de 
ellos. — III.  Cólicos  nefríticos  artificiales  como  medi6  de  diagnóstico  — 
lY.  Los  ríñones  dorante  el  embaraso. 

I.  Datan  de  larga  fecha  las  ínterveDciones  quirúgicas  sobre  la 
glándula  genital  masculina  en  casos  de  blenorragia  aguda.  Piro- 
goff,  en  1852«  puncionaba  el  testículo  con  orquitis.  Vidal  de  Cassis 
abría  la  túnica  albugínea,  conducta  sancionada  por  Ricord,  y,  por 
último,  H.  Smith,  animado  por  los  felices  resultados  de  una  opera- 
ción análoga  que  llevó  á  cabo  en  un  enfermo  en  quien  sospechó 
erróneamente  un  absceso  del  testículo,  refería  en  The  Lancei  (1864) 
haberla  repetido  en  mil  casos  (I).  Watson,  fundándose  en  analogías 
anatómicas  entre  el  ojo  y  el  testículo  y  en  los  buenos  efectos  de  la 
iridectomía  y  punción  de  la  esclerótica,  recomendaba  la. punción  de 
la  albugínea.  Spencer  Watson  (1867)  reconoce  que  la  punción  de  la 
vaginal  parece  más  provechosa  que  la  de  la  túnica  albugínea. 

W.  T.  Belñeld,  citado  por  F.  R.  Hagner,  de  Washington,  en  un  cu- 
rioso artículo  publicado  sobre  este  tema  en  el  Medical  Record^  afir- 
ma que  ha  visto  en  muchos  casos  de  epididimitis  blenorrágica  una 
exudación  en  la  vaginal  y  edema  de  la  piel,  pus  en  el  epidídimo. 
Hagner  ha  encontrado  también  pus  con  muchos  gonococos  en  un 
enfermo  con  ligero  hidrocele  y  sin  edema  cutáneo.  Baerman  deduce 
de  28  casos  de  epididimitis :  1.^  No  son  raros  los  abscesos  en  el  epidí- 
dimo. 2.®  Suelen  ir  seguidos  de  hidrocele.  3.^  En  los  focos  del  epidídi- 
mo se  encuentran  gonococos  aun  después  de  pasados  varios  años 
desde  la  infección  uretral.  4.°  La  punción  temprana  puede  evitar  la 
oclusión  del  conducto  deferente.  5.^  Debe  puncionarse  el  hidrocele 
para  favorecer  la  circulación.  6.^  Debiera  ser  más  frecuente  la  inci- 
sión y  el  desagüe  del  epidídimo  infectado. 

Hagner  admite  que  la  mayor  parte  de  los  casos  curan  sólo  con  tra- 
tamiento médico,  pero  fundándose  en  seis  observaciones  persona- 
les, cree  que  el  restablecimiento  en  los  casos  graves  es  más  rápido 
y  completo  con  la  operación,  á  la  que  fué  inducido  por  la  analogía 


290 

entre  la  epididimitis  y  las  artritis  blenorrágicas^  y  los  resultados  ob- 
tenidos éh  éstas  con  la  apertura  seguida  de  irrigación.  He  aquf  la 
técnica  de  Hagner. 

Se  prepara  el  enfermo  como  para  una  operación  importante  y  me 
le  anestesia.  No  debe  emplearse  la  cocaína  por  el  dolor  que  provo- 
can las  maniobras  preliminares  del  acto  quirúrgico.  Hace  en  el  es- 
croto, sobre  la  unión  del  testículo  y  del  epidfdimo,  una  incisión  de  6 
á  10  centímetros  de  larga,  según  la  inflamación,  y  penetra  hasta  la 
▼aginal,  que  es  abierta  en  dicho  límite  epidídimotesticular.  Se  eva* 
cua  todo  el  fluido  existente  en  aquella  serosa,  y  el  epidídimo,  unido 
al  testículo,  se  saca  de  la  vaginal,  envolviéndolo  en  paños  calientee. 
Entonces  se  examina  el  epididimo;  á  través  de  su  cubierta  fibrosa 
se  hacen  múltiples  punciones  con  un  tenotomo,  sobre  todo  en.  los 
sitios  donde  es  mayor  la  tumefacción.  El  tenotomo  debe  penetrar 
bastante  para  que  llegue  hasta  el  tejido  conjuntivo  infiltrado,  lo  que 
se  conoce  porque  disminuirá  la  resistencia  de  la  cápsula  fibrosa.  Si 
sale  pus  por  alguno  de  los  orificios  de  las  punciones,  se  agrandan 
éstas  con  una  sonda  dirigida  en  la  dirección  del  pus;  asi  cree  Hag- 
ner corren  los  tubos  del  epididimo  menos  peligro  de  ser  lesionados. 
Se  completa  la  evacuación  del  pus  con  ligero  masaje  de  la  región 
del  absceso,  que  se  lava  con  una  disolución  de  sublimado  corrosivo 
al  1  por  1.000,  seguido  de  otra  fisiológica  de  sal,  inyectadas  con  una 
jeringuilla  de  punta  delgada.  Se  vuelve  á  colocar  entonces  el  testí- 
culo en  su  posición  normal,  se  lava  la  vaginal  con  la  disolución  de 
bicloruro,  seguida  de  la  disolución  normal  de  sal,  y  se  cierra  esta 
serosa  con  una  sutura  continua  de  catgut,  dejando  sobre  la  incisión 
un  desagüe  de  gasa  del  tamaño  de  un  cigarrillo.  Un  alambre  de 
plata  sirve  para  la  sutura  subcutánea  del  escroto,  dejando  en  la  ex- 
tremidad inferior  de  la  herida  paso  para  el  desagüe.  Encimase  apli- 
ca un  papel  de  plata  y  el  aposito  esterilizado,  soportando  el  total  con 
una  venda  en  T. 

En  todos  los  casos  operados  por  Hagner  había  líquido  en  la  túnica 
vaginal  (desde  algunos  gramos  hasta  dos  onzas);  cuanto  mayor  era 
la  tumefacción  más  líquido.  Este  liquido  se  parece  al  de  las  artritis 
blenorrágicas,  ligeramente  sanguinolento  y  con  cantidad  variable 
de  fibrina  y  leucocitos.  La  túnica  parietal  de  la  vaginal  aparece  con- 
gestionada; la  congestión  es  mayor  aún  en  la  parte  que  envuelve  el 
epididimo,  donde  parece  han  tenido  lugar  hemorragias  puntiformes. 
En  un  caso,  todo  el  epididimo  estaba  recubierto  por  una  falsa  mem- 
brana semejante  á  las  diftéricas;  su  desprendimiento  ocasionó  una 


291 
hemorragia.  Esta  membrana  estaba  formada  de  fibrina,  pocos  leu- 
cocitos y  restos  de  células;  en  la  membrana  no  se  encontraron  go- 
nococos, pero  si  en  el  pus  obtenido  con  las  punciones  del  epididimo. 
No  iiubo  pus  en  tres  de  los  seis  casos  operados,  pero  en  la  túnica  va- 
gina) de  uno  de  aquéllos  se  encontraron  gonococos;  también  se  en- 
contraron estos  microbios  en  dos  de  ios  otros  tres  casos  con  pus. 

El  epididimo  es  muciio  más  grueso  á  la  palpación,  sobre  todo  en  la 
región  de  la  cola,  donde  tiene  una  dureza  pétrea. 

La  punción  determina  allí  de  ordinario  la  salida  de  sangre  de  co- 
lor obscuro.  El  sitio  más  invadido  después  de  la  cola,  es  la  cabeza, 
donde  Hagner  ha  encontrado  en  dos  casos  el  pus  con  gonococos. 

La  mejoría  después  de  la  operación  parece  tan  grande  cuando  hay 
pus  como  cuando  no  lo  hay,  indudablemente  por  la  disminución  de 
tensión  que  determinan  las  punciones  del  epididimo,  la  evacuación 
del  liquido  de  la  vaginal  y  el  desagüe.  Los  casos  operados  eran  gra- 
ves, con  vivísimos  dolores  que  desaparecieron  inmediatamente  des- 
pués de  operados.  Al  segundo  día,  si  hay  exudación,  se  cambia  el 
desagüe  y  se  muda  el  aposito.  Se  quita  el  desagüe  á  los  cuatro  ó  seis 
días,  y  á  los  ocho  ha  curado  la  herida  y  el  enfermo  se  entrega  á  sus 
ocupaciones  ordinarias.  Es  notable  la  rapidez  con  que  desaparece  la 
induración,  no  sólo  del  epididimo,  sino  del  conducto  deferente. 

El  número  de  leucocitos  disminuyó  en  un  caso  durantQ.  cuarenta 
y  ocho  horas  desde  18.600  hasta  9.000,  y  al  mismo  tiempo  se  norma- 
lizaron la  temperatura  y  el  pulso.  No  hubo  infección  consecutiva  ai 
acto  quirúrgico,  recidiva,  atrofia  del  testículo,  ni  ninguna  otra  com- 
plicación ó  consecuencia  desagradable. 

Practicar  la  operación  encases  de  epididimitis  blenorrágica,.es, 
según  Hagner,  seguir  una  conducta  racional  en  consonancia  con  la 
ciencia  patológica.  La  operación  puede  ser  ejecutada  con  poco  ries- 
go para  el  enfermo.  La  infiltración  del  epididimo  desaparece  más 
rápidamente  con  el  tratamiento  operatorio  que  con  cualquier  otro. 
Disminuye  el  peligro  de  lesión  permanente  del  testículo  y  del  epidi- 
dimo. Cuando  los  enfermos  despiertan  de  la  anestesiarse  encuentran 
absolutamente  libres  de  dolor.  El  tratamiento  médico  es  de  ordina- 
rio seguido  de  mejoría  relativa  y  acaso  no  de  curación  permamen- 
te,  porque  quedan  los  agentes  infecciosos;  el  camino  más  racional 
para  expulsarlos  es  la  incisión  seguida  de  irrigación  y  desagüe. 

II.  De  la  importancia  práctica  de  las  anomalías  uretéricas  nos 
convence  el  curiosísimo  artículo  publicado  por  Bransford  Lewis,  de 
San  Luis,  en  el  Medical  Record^  de  Nueva  York,  el  6  de  octubre  del 


292 
presente  año,  trabajo  que  demuestra  la  necesidad  en  que  el  especia- 
lista se  encuentra  de  poseer  todos  los  recursos  de  exploración. 

Era  el  caso  observado  un  enfermo  de  veinticuatro  años  de  edad, 
que  desde  1900  padecía  de  repetidos  ataques  de  uretrítis  blenorr&gi- 
ca,  contra  los  que  se  habían  agotado,  en  vano,  todos  los  recursos  te- 
rapéuticos pertinentes.  A  cada  mes  que  pasaba,  el  enfermo  vela  re* 
producirse,  sin  nuevo  contacto  sexual,  el  flujo  de  la  uretra,  que  con- 
tenía abundantes  gonococos.  Durante  los  repetidos  análisis  hechos 
por  los  ayudantes  de  Lewis  en  el  transcurso  de  las  dos  primeras  se- 
manas de  tratamiento,  dedicadas  á  la  desinfección  de  las  vías  uri- 
narias inferiores,  se  observó  que  los  gonococos  existentes  en  el  flujo 
uretral  ó  en  el  expulsado  de  la  próstata,  eran  menos  numerosos  que 
los  encontrados  en  el  sedimento  de  la  orina.  La  cistoscopia  demos- 
tró dos  desembocaduras  uretéricas  en  el  lado  izquierdo,  en  la  línea 
interuretérica,  separadas  entre  sí  Vie  ^^  pulgada,  y  un  solo  orificio 
uretérico  en  el  lado  derecho.  Se  supuso  que  las  dos  aberturas  del 
lado  izquierdo  eran  las  de  un  uréter  duplicado  ó  bifurcado,  pero  el 
cateterismo  de  ambos  uréteres  del  mismo  lado,  llegando  hasta  una 
profundidad  que  dejaba  suponer  se  había  alcanzado  el  riñon,  no 
permitió  la  sensación  de  contacto  entre  ambas  sondas.  Se  dejó  para 
más  adelante  el  sondeo  del  lado  derecho.  Por  el  desagüe  de  los  dos 
uréteres  izquierdos,  se  vio  que  el  que  estaba  á  la  extrema  izquierda 
funcionaba  con  más  actividad.  Las  orinas  que  salían  por  las  dos 
sondas  no  parecían  tener  entre  sí  la  menor  relación.  Bi  ritmo  de  sa- 
lida del  líquido  era  distinto ;  la  periodicidad  en  la  expulsión  de  orina  . 
diferente;  mientras  por  el  extremo  izquierdo  evacuaba  tres  veces, 
el  otro,  que  pudiéramos  llamar  el  del  medio,  sólo  una;  el  peso  espe- 
cíñco  de  la  orina  del  extremo  izquierdo  era  de  1.005,  y  el  de  la  del 
medio  1.010;  la  del  primero  era  mucho  menos  coloreada,  turbia,  con 
copos;  la  segunda  parecía  más  normal.  BI  examen  microscópico 
de  la  orina  del  uréter  izquierdo  descubría  mucho  pus  y  epitelios,  al- 
gunos glóbulos  rojos,  y  en  muchas  de  las  células  del  pus,  colonias 
de  un  diplococo  análogo  al  gonococo,  que  teñía  el  azul  de  metileno 
y  decoloraba  el  Gram.  En  la  orina  del  uréter  mediano  ni  pus  ni  mi- 
croorganismos. 

Después  de  obtenida  la  cantidad  de  orina  necesaria  para  practi- 
car las  investigaciones  dichas,  se  inyectó  por  el  catéter  del  lado 
izquierdo  una  disolución  coloreada  de  plata;  la  pelvis  renal  recibió 
tres  dracmas  de  líquido,  sin  que  el  enfermo  acusase  la  menor  mo- 
lestia; mientras  tanto,  el  catéter,  que  sondaba  el  meato  central. 


293 

seguía  como  antes  dejando  salir  orina,  que  no  estaba  teñida  con  el 
color  de  la  disolución  argéntica,  ni  presentaba  alterado  su  ritma 
de  expulsión,  lo  que  constituía  nueva  prueba  de  la  independencia 
de  ambas  fuentes  de  orina.  Cuando  se  inyectó  la  disolución  de 
plata  por  el  catéter  del  orificio  medio,  bastaron  15  mínimas  para 
provocar  un  dolor  cólico  en  la  región  renal  izquierda,  demostrando 
que  la  capacidad  de  esta  pelvis  renal  era  mucho  menor  que  la  del 
otro  uréter. 

Dos  días  después  se  hizo  la  investigación  del  uréter  del  lado  dere* 
cho,  juntamente  con  un  nuevo  sondeo  del  uréter  infectado  (extremo 
izquierdo).  Bn  la  orina  del  lado  derecho  no  había  ni  pus  ni  organis- 
mos patógenos;  la  secreción  de  orina  era  más  activa  que  en  el  lado 
izquierdo  y  mejor  su  calidad  (peso  especifico,  1.010).  La  cantidad  de 
pus  que  salió  del  uréter  izquierdo  durante  su  segundo  sondeo  fué 
menor,  y,  lo  que  es  más  importante,  tampoco  se  encontraron  en  él 
gonococos.  Se  lavó  de  nuevo  la  pelvis  con  la  disolución  de  plata. 

Tres  días  después  se  hizo  una  radiografía  de  los  tres  uréteres  por 
el  procedimiento  de  Kolischer  y  Schmidt,  pasando  por  el  catéter, 
que  sondaba  cada  uno,  un  mandril  de  plomo  para  obtener  la  opaci- 
dad en  la  línea  del  uréter.  La  radiografía  demostraba  que  el  uréter 
del  lado  derecho  era  en  absoluto  independiente.  La  dirección  gene- 
ral de  los  uréteres  del  lado  izquierdo  era  la  del  uréter  normal,  pero 
se  cruzaban  al  nivel  del  estrecho  superior  de  la  pelvis,  terminando 
como  consecuencia  el  uréter  que  empezaba  en  el  extremo  izquierdo 
de  la  vejiga,  más  próximo  á  la  línea  media  que  el  que  tenía  meato 
central;  aquél  era  el  infectado  con  gonococos. 

Así  se  explicaba  la  repetición  de  blenorragias  durante  cinco  años, 
sin  que  el  enfermo  se  hubiera  expuesto  á  nuevas  infecciones. 

Las  irrigaciones  de  la  pelvis  renal  con  la  disolución  argéntica  hi- 
cieron desaparecer  todo  vestigio  de  infección.  El  enfermo  marchó  á 
su  casa,  pasada  una  semana,  con  la  orina  clara,  y  sin  que  después, 
durante  siete  meses  transcurridos,  se  hayan  vuelto  á  presentar  las 
molestias. 

'  Es  notable  en  este  caso,  muy  bien  descrito  por  Lewis  y  aclarado 
por  curiosos  grabados,  el  diagnóstico,  durante  la  vida,  de  la  exis? 
tencia  de  tres  uréteres  y  la  infección  de  uno  de  ellos  quedando  libre 
el  inmediato.  Los  experimentos  hechos  demuestran  la  independen- 
cia absoluta  de  las  dos  pelvis  renales  del  mismo  lado,  pero  el  térmi- 
no feHz  de  la  infección  nos  deja  en  la  duda  de  si  se  trataba  de  un 
solo  riñon  con  dos  pelvis  distintas,  caso  relativamente  frecuente,  se- 


S94 

gún  he  podido  comprobar  por  el  gran  número  de  ejemplares  que  he 
estudiado  en  varios  Museos  de  Anatomía  patológica»  6  de  dos  ríño- 
nes independientes  con  sus  pelvis  y  uréteres  propios. 

III.  Es  sabido  que  la  distensión  artificial  de  la  pelvis  del  riñon  de- 
termina dolores  vivísimos,  según  comprobaron  los  alumnos  de  la 
Facultad  de  Medicina,  en  cuya  presencia  hice,  el  curso  pasado,  al- 
gunos lavados  de  pelvis  renal.  La  distensión  de  esta  cavidad  hasta 
provocar  doler  se  emplea  ordinariamente  para  medir  su  capacidad, 
y  su  uso  corrietite  ha  permitido  reconocer  la  frecuencia,  no  sospe- 
chada antes,  de  dilataciones  pélvicas.  Henri  T.  Hutchins  aprovecha 
también  el  dato  dolor  provocado  con  fin  diagnóstico,  y  en  The  Ame- 
rican Journal  of  Obsteírics  expone  una  serie  de  100  casos  de  provo- 
cación de  cólicos  nefríticos.  Prepara  al  enfermo  para  un  examen 
cistoscópico,  según  el  método  de  Kelly,  diciéndole  que  van  á  verle 
la  vejiga,  pero  no  que  le  provocarán  dolor  renal  alguno  durante  el 
examen. 

Colocada  la  paciente  en  la  posición  genutorácica  se  le  intro- 
duce en  la  vejiga  un  cistoscopio  de  Kelly  (que  pertenece  al  tipo  de 
los  de  aire)  y  enfocada  la  desembocadura  del  uréter  se  cateteriza 
este  conducto,  introduciendo  la  sonda  por  el  meato  uretérico  y  em- 
pujándole con  lentitud  y  atención.  Es  necesario  que  el  orificio  inter- 
no de  la  sonda  llegue  á  penetraren  la  pelvis  renal.  Entonces  saca 
el  cistoscopio  y  permite  á  la  enferma  adoptar  postura  más  cómoda 
acostada  sobre  el  dorso  ó  sobre  un  lado.  Un  catéter  de  cristal  intro- 
ducido en  la  vejiga,  da  salida  al  aire  que  penetró  durante  la  eistos- 
copia,  y  permitirá  luego  comprobar  si  entre  la  sonda  uretérica  y 
este  conducto  escapa  el  líquido  que  se  inyecte  por  aquélla,  que,  na- 
turalmente, irá  á  la  vejiga.  Las  disoluciones  que  se  empleen  pueden 
estar  teñidas  para  mayor  evidencia.  Se  hace  penetrar  con  mucho 
cuidado  el  líquido  en  la  pelvis  del  riñon  hasta  que  la  paciente  em- 
piece á  sentir  dolor;  Cuando  éste  toma  un  carácter  definido,  se  deja 
escapar  la  inyección  y  la  enferma  experimenta  una  mejoría  instan* 
tánea. 

El  dolor  producido  es  tan  característico,  que  los  enfermos,  en 
un  98  por  100  de  los  casos,  afirmaban  con  seguridad  si  era  ó  no  el 
mismo  dolor  que  padecían  de  ordinario.  Hutchins  divide  los  cien 
casos  estudiados  en  cuatro  grupos :  t.^  Dolor  provocado  en  un  riñon 
normal :  no  es  el  mismo  que  molesta  al  enfermo  en  otras  ocasiones; 
se  pueden  excluir  enfermedades  renales.  2.®  El  dolor  provocado  es 
el  mismo  que  el  que  aqueja  el  enfermo;  se  confirma  el  diagnóstico 


295 

de  enfermedad  renal  6  uretéríca.  3.**  Dilatación  de  la  pelvis  renal^ 
estrechez  del  uréter.  4.®  Casos  dudosos  y  equivocaciones. 

El  grupo  primero  comprende  23  casos;  en  todos  ellos  la  inyección 
de  líquido  en  la  pelvis  renal  provocó  un  cólico  renal  típico.  El  dolor 
tenía  una  localización  definida  en  el  triángulo  lumbar  superior.  En 
ninguno  de  los  casos,  sin  embargo,  el  dolor  provocado  tenía  la  me- 
ñor  semejanza  con  el  dolor  que  antes  habla  atormentado  al  enfer- 
tno,  y  quedaba  eliminada  del  diagnóstico  toda  enfermedad  que  pu- 
diera producir  una  dilatación  permanente  ó  intermitente  de  la  pel- 
vis renal.  El  diagnóstico  fué  confirmado  en  la  operación.  El  segun- 
do grupo  incluye  50  casos.  En  todos  estos  casos  se  reprodujo  el  cóli- 
co renal  típico  ó  un  dolor  referible  al  riñon,  que  el  enfermo  recono- 
cía  ser  el  que  aquejaba  de  ordinario  y  el  que  determinó  su  ingreso 
en  la  clínica.  En  35  casos,  25  del  lado  derecho  y  10  del  izquierdo,  el  ri« 
ñon  era  móvil  y  se  le  sujetó.  En  ocho  casos,  cuatro  de  cada  lado,  era 
la  causa  el  riñon  móvil,  pero  se  rechazó  la  operación.  En  dos  casos, 
uno  de  cada  lado,  se  empleó  el  tratamiento  con  cinturónes.  En  tres 
casos  se  practicó  la  nefrotomía,  que  hizo  desaparecer  los  síntomas. 
En  un  caso  se  fijó  el  útero  y  en  el  otro  se  extrrpó  el  apéndice,  sin  que 
ninguna  de  estas  operaciones  calmara  el  dolor.  El  grupo  tercero 
abarca  17  casos;  en  10  no  se  operó;  el  embarazo  fué  la  contraindi- 
cación de  un  caso,  la  enfermedad  era  bilateral  en  otro,  y  en  un  ter- 
cero, el  enfermo  expulsó  espontáneamente  un  cálculo.  Siete  enfer- 
mos rechazaron  la  operación.  De  los  siete  casos  restantes,  se  fijó  el 
riñon  y  plegó  la  pelvis  en  uno,  se  fijaron  el  estómago,  el  hígado  y  el 
riñon  en  otro,  se  extrajeron  cálculos  uretéricos  en  dos,  se  trans- 
plantó  el  uréter  en  la  vejiga  en  un  caso;  á  un  caso  le  liberaron  el 
uréter  y  se  quitó  el  riñon  en  otro.  El  grupo  cuarto  cuenta  10  casos, 
que  son  los  que  indican  las  limitaciones  dé  este  método  diagnóstico. 
En  seis  casos,  eran  tan  vagas,  tan  indefinidas  las  respuestas  de  los 
enfermos,  sobre  localización  del  dolor,  que  no  se  pudo  llegar  á  un 
diagnóstico  positivo.  En  tres  casos  se  reprodujo  el  dolor  del  enfermo; 
su  localización  era  precisa  y  los  enfermos  padecían,  uno,  adheren- 
cias del  omento;  otro,  cálculos  hepáticos,  y  en  el  tercero  no  se  vio 
enfermedad  del  riñon.  Estos  tres  casos  son  considerados  como  erro- 
res. Tres  de  los  enfermos  habían  sufrido  antes,  sin  resultado,  opera- 
ciones para  suprimir  el  dolor.  En  un  caso  había  en  el  costado  dere- 
cho un  tumor  abollonado,  que  se  suponía  sarcoma  del  riñon ;  la  au- 
topsia demostró  que  era  de  origen  hepático,  pero  íntimamente  unido 
al  riñon.  El  enfermo  refería  al  tumor  su  dolor. 


296 

Hatchins  termina  asegurando  qae  la  capacidad  de  reproducir  ar- 
tíflcialmente  el  dolor  que  atormenta  á  un  enfermo,  ea  siempre  un^ 
gran  auxiliar  diagnóaiico.  La  distennta  forzada  de  la  peWia  del  ri- 
ñon con  un  liquido  suave  provoca  siempre  un  dolor  renal  (cólico  re- 
nal)  claro,  típico. 

En  la  inmensa  mayoría  de  los  casos,  los  enfermos  pueden  diferen- 
ciar el  dolor  causado  por  el  método  de  la  inyección,  del  que  tiene 
otras  causas.  Este  método  permite  con  frecuencia  hacer  diagnósti- 
cos en  muchos  casos  de  sintomatologfa  obscura,  antes  no  diferen* 
ciados  por  los  médicos.  Eéte  método  permite  también  medir  la  ca- 
pacidad de  la  pelvis  renal  y  obtener  los  datos  interesantes  que  tal 
medida  lleva  consigo. 

IV.  Riñan  del  embarazo.  Así  se  expresa  el  conjunto  de  modifica- 
ciones que  experimentan  aquel  órgano  y  su  función  como  efecto  de 
los  diversos  factores  que  actúan  sobre  tal  glándula  durante  la  pre- 
ñez. En  el  embarazo,  el  riñon  sufre  una  congestión  activa  porei  au- 
mento de  trabajo  que  debe  realizar:  congestión  fisiológica.  Además, 
la  matriz,  al  crecer,  ejerce  presión  sobre  la  vena  cava  y  renales, 
produciendo  una  congestión  renal  pasiva,  más  acentuada  en  los  dos 
primeros  embarazos.  Consecuencia  de  estas  congestiones  es  la  de- 
generación del  epitelio  renal,  que  va  acompañada  de  una  disminu- 
ción del  poder  eliminador,  causa  del  mayor  acumulo  de  substancias 
tóxicas  en  el  cuerpo  de  la  madre.  Los  productos  del  catabolismo  fe- 
tal y  materno  al  atravesar  el  epitelio  renal  en  las  condiciones  ya 
expuestas  de  menor  resistencia,  actuarán  como  irritantes.  Según 
Williams  funa  función  anormal  de  los  ríñones,  que  seria  de  poca  im- 
portancia en  circunstancias  ordinarias,  puede  ser  seguida  de  graves 
consecuencias  durante  el  embarazo». 

El  capitulo  del  riñon  del  embarazo  es  muy  extenso  y  distinto  del 
que  discute  las  relaciones  entre  la  enfermedad  de  Bright  y  la  preñez; 
tampoco  incluye  la  eclampsia,  toxihemia  que  puede  ser  la  última 
etapa  del  riñon  del  embarazo,  pero  que  en  ocasiones  existe  sin  que 
parezca  interesado  este  órgano.  Prentiss,  de  Washington,  en  el  New^ 
York  Medical  Journal,  divide  los  casos  de  riñon  del  embarazo  en  tren 
grupos,  en  consonancia  con  la  gravedad  de  las  lesiones,  aunque  se 
recuerde  que  aqui,  como  en  todas  las  clasificaciones  patológicas, 
hay  casos  intermedios.  Primer  grupo:  Riñon  fisiológico  del  embara- 
zo,  ó  ligera  congestión  pasiva.  Segundo  grupo:  Gran  congestión  pa- 
siva con  degeneración  turbia.  Y  tercer  grupo:  Nefritis parenqui ma- 
tosa avanzada. 


297 

1.^  Riñon  Jlsiológieo  del  em6araK0.— Ligera  congestión  pasiva  con 
pocos  cambios  en  la  estructura  de  las  célalas  epiteliales  y  en  su  ac- 
tividad. Rara  vez  hay  albúmina  en  la  orina  y  no  0e  encuentran  ci-' 
lindros.  Los  fenómenos  nerviosos  de  los  primeros  meses  del  emba- 
razo acaso  sean  debidos,  en  parte,  á  la  disminución  en  la  eliminación 
•de  los  productos  del  organismo.  Algo  más  del  50  por  100  de  todas  las 
«embarazadas  no  presentan  otros  cambios;  los  únicos  síntomas  que 
•ofrecen  son  los  usuales  del  embarazo,  mareo  por  la  mañana,  per- 
versiones del  apetito,  etc. 

2.^  Oran  congestión  con  degeneración  turbia.  — En  la  orina  se  des- 
•cubren  indicios  de  albúmina  y  algunos  cilindros  hialinos;  la  evolu- 
<sión  de  la  degeneración  turbia  conduce  á  la  adiposa  y  la  orina  re- 
vela un  aumento  en  la  cantidad  de  albúmina  y  de  elementos  orga- 
nizados; células  epiteliales  con  granulaciones  y  cilindros  hialinos  y. 
■granulosos.  Al  lado  de  los  cambios  descritos  en  ia  orina,  hay  sínto- 
mas claros  de  insuficiencia  renal  que  afortudamente  no  son  graves, 
pero  tienen  graq  valor  porque  dan  al  médico  la  señal  de  alarma;  los 
más  pronunciados  son:  ligero  dolor  de  cabeza,  cansancio,  edema  de 
la  cara  y  de  las  extremidades,  disminución  de  la  secreción  urinaria; 
•en  algunas  enfermas  aumenta  ligeramente  la  presión  sanguínea. 
Los  casos  de  este  grupo  se  manifiestan  como  tales  hacia  la  mitad  del 
•embarazo.  El  85  por  100,  sobre  poco  más  ó  menos,  permanece  esta- 
cionario hasta  el  parto,  y  una  vez  desaparecida  la  causa,  curan  rá- 
pidamente. El  15  por  100  empeoran  y  constituyen  el  grupo  tercerc^El 
pronóstico  es  grave,  pero  suele  haber  restablecimiento. 

3.^  Nefritis  parenguimatosa  avanzada,— ^o  se  diferencia  de  la 
producida  por  otras  causas.  La  orina  contiene  en  gran  cantidad  al- 
iDúmina,  cilindros  de  varias  clases,  epitelio  granular  y  adiposo,  y  con 
frecuencia  sangre.  Los  síntomas  son :  gran  dolor  de  cabeza,  trastor- 
nos  oculares,  edema  evidente,  muy  disminuidas  la  cantidad  de  orina 
y  de  urea  excretadas,  alteraciones  nerviosas  y  mentales,  como  in- 
-somnio,  delirio,  coma,  sacudidas  musculares,  convulsiones;  en  una 
palabra,  uremia.  La  presión  sanguínea  es  siempre  superior  á  la  nor- 
mal y  llega  á  ser  muy  alta  cuando  se  desarrollan  los  síntomas  uré- 
micos.  Este  grupo  comprende  un  6  por  100  de  los  embarazos.  Algu- 
nos de  estos  casos  terminan  en  eclampsia. 

Sólo  el  examen  de  la  orina  hace  posible  el  diagnóstico  al  princi- 
pio. En  todo  caso  de  embarazo  debe  analizarse  la  orina  en  el  mo- 
mento en  que  la  mujer  se  presenta  al  médico,  y  después  con  inter- 
valos regulares.  Debe  decirse  á  las  embarazadas  que  notifiquen  al 


298 

médico  la  presencia  de  edemas,  de  dolor  de  cabeza,  de  dísmiDaeiói» 
.  de  visión,  etc.  Bi  esfigmomanómetro  es  un  gran  auxiliar  del  clfnieo. 
T.  C.  Janewaj  resomienda  se  averigüe  la  presión  sanguínea  duran- 
te el  embarazo,  ai  mismo  tiempo  que  se  hace  el  análisis  de  la  orina. 
Preciso  es  reconocer,  sin  embargo,  que  no  hay,  ni  mucho  menos, 
unanimidad  de  opiniones  sobre  el  dato  de  presión  sanguínea  du- 
rante el  embarazo,  según  el  Dr.  Prentiss.  T.  C.  Janeway  dice:  «En- 
contramos á  Quirrel  y  Raynaud  asegurando  que  existe  la  hiperten- 
sión, y  va  aumentando  durante  todo  el  embarazo  hasta  el  parto; 
Wiessner  afirma  que  el  aumento  de  presión  sanguínea  ocurre  duran- 
te los  últimos  meses,  mientras  Vaquez  y  Millet,  GoJdwater,  y  Cook  y 
Briggs  no  encontraron  nunca  una  presión  de  la  sangre  mayor  de  la 
normal  hasta  que  empezaron  las  contracciones  uterinas».  Prentiss, 
que  ha  determinado  la  presión  sanguínea  en  varias  embarazadas 
en  distintos  períodos  de  su  gestación,  la  vió  aumentada  sólo  en  dos 
casos,  que  al  mismo  tiempo  presentaban  considerable  cantidad  de 
albúmina  y  otros  signos  de  insuficiencia  renal.  Es  sabido  que  &  las 
variaciones  de  la  presión  sanguínea  acompaña  los  cambios  de  pa^ 
rénquima  renal,  aumentando  paralelamente  á  sus  alteraciones.  Hoy 
se  puede  afirmar  (Prentiss)  que  en  los  embarazos  normales  no  es 
mayor  esa  presión. 

Si  en  todos  los  casos  de  embarazo  se  hiciera  el  detenido  examen 
recomendado  por  Prentiss  en  su  artículo,  disminuiría  mucho  la 
morbilidad  y  mortalidad  por  uremia  y  eclampsia;  toda  grávida 
debe  observar  las  prescripciones  higiénicas  propias  de  su  estado; 
tan  pronto  aparezca  albúmina  en  la  orina,  haya  dolor  de  cabeza 
persistente  ó  aumento  de  presión  8anguínea,^eberá  la  mujer  dismi- 
nuir ei  ejercicio  y  tomar  alimentación  sencilla  con  poca  carne.  Se 
mantendrá  libre  la  función  de  la  piel  y  la  de  los  intestinos.  Si  á  pe- 
sar de  este  tratamiento  permanece  estacionario  el  estado  de  la  en- 
ferma, ó  empeora,  se  acudirá  á  procedimientos  más  enérgicos:  des- 
canso absoluto  en  la  cama,  dieta  de  leche  descremada,  purgantes  y 
sudoríficos;  y  si  no  mejora  la  paciente,  los  síntomas  son  graves  y  el 
niño  es  viable,  está  indicada  la  provocación  del  parto  prematuro. 
Esto  último  es  lo  que  hizo  el  autor  en  un  caso  que,  según  él,  empezó 
por  congestión  pasiva,  seguida  de  degeneración  turbia  y  luego  de 
nefritis  parenquimatosa.  Después  del  parto,  provocado  en  el  octavo 
mes,  desaparecieron  todos  los  síntomas  de  la  madre,  y  el  niño,  que 
al  principio  no  crecía,  pronto  se  repuso.  Dados  los  progresos  que 
hizo  la  enfermedad  durante  los  ocho  meses,  se  puede  suponer  quede 


299 

continuar  el  embarazo  hubiera  aumentado  en  gravedad,  y  tal  vez 
86  hubiese  presentado  la  uremia  ó  la  eclampsia;  los  peligros  para 
el  niño  eran  también  mayores  á  medida  que  pasaba  el  tiempo. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENTÍFIGAS 

ACADEMIA   MEDICO-QUIBÚBGICA   BSPAÍ^OLA 
Serian  inaugural  del  dia  13  de  Octubre  dé  1906. 

Manifottaeiones  ecuiaros  del  histerismo.— El  Preaideot6,Dr.  D.  Sivforiaito 
García  Massilla  :  El  histerismo,  trastorno  fnncional  del  sistema  nerTÍo- 
80,  que  carece  de  lesión  ó  nos  es  desconocida,  no  podía  dejar  de  presentar 
maqif estación  es  en  nn  aparato  como  el  de  la  visión,  compuesto  de  tantos 
órganos  y  tejidos  encargados  de  ejecutar  multitud  de  actos  que  contribu- 
yen á  realizar  la  función  risual.^ 

Las  manifestaciones  que  el  histerismo  determina  en  el  aparato  visual 
pueden  acompañar  á  otras  de  las  diversas  regiones  orgánicas,  ó  alternar 
con  ellas,  por  lo  cual  su  estudio  es  de  gran  utilidad,  no  sólo  para  el  oftal- 
mólogo, sino  también  para  el  neurólogo. 

Las  manifestaciones  del  histerismo  en  el  aparato  visual,  no  sólo  afectan 
al  globo  ocular,  sino  también  á  sus  anexos,  y  lo  mismo  pueden  referirse  á 
la  motilidad  que  á  la  sensibilidad  ó  que  á  la  función  visual. 

De  ahí  que  para  el  estudio  metódico  de  las  manifestaciones  oculares  del 
histerismo  las  dividamos  en  cuatro  grupos  :  1.^,  las  que  afectan  á  ia  esfera 
motora  del  aparato  de  la  visión ;  2.*,  las  que  interesan  á  la  sensibilidad  ge- 
neral; 8.^,  las  que  modifican  las  secreciones,  y  4.*,  las  que  se  refieren  á  la 
esfera  visual. 

Después  haremos  algunas  consideraciones  sobre  la  etiología,  fisiología, 
patología  y  tratamiento  de  las  manifestaciones  oculares  del  histerismo. 

1."  MaNIFBSTaOIOKSS  motoras  del  HISTBRISMO  BN  KL  APARATO  DB  LA  VISIÓN. 

— Todos  los  músculos  que  forman  parte  del  aparato  de  la  visión  pueden  ser 
afectados  por  el  histerismo,  lo  mismo  el  elevador  del  párpado  superior  y  el 
orbicular,  que  los  extrínsecos  é  intrínsecos  del  globo  ocular. 

Orbicular  dk  los  párpados. — Este  músculo  es  atacado  con  frecuencia  de 
e9paBmo  en  el  histerismo,  pudiendo  ser  clónico  ó  tónico. 

El  espcísmo  clónico  consiste  en  un  temblor  fibrilar  de  los  párpados,  que  se 
manifiesta  principalmente  durante  la  contracción  de  éstos  y  en  el  sueño 
hipnótico. 

El  espasmo  tónico  del  orbicular  de  los  párpados,  llamado  también  blefa- 
rospasmo,  es  generalmente  unilateral,  y  del  lado  de  la  anestesia  cutánea. 


300 

cnando  coexiste  con  esta  manifeetación  histérica  y  cuando  es  doble,  es  más 
manifiesto  del  tado  de  aquélla. 

Si  el  blefarospasmo  es  muy  intenso,  impide  al  paciente  abrir  los  ojos, 
constituyéndose  un  ptosis,  llamado  pseudoparalitico  por  Parinaud. 

El  blefarospasmo  histérico  presenta  exacerbaciones  que  pueden  ser  pro- 
rocadas  por  la  excitación  de  las  zonas  histerógenas  y  suprimidas  por  la 
presión  sobre  las  zonas  moderadoras.  Puede  ó  no  ser  doloroso;  en  cd  pri- 
mer caso,  existe  una  zona  de  hiperestesia  que  rodea  á  la  órbita;  en  el  se- 
gundo, dicha  zona  es  anestésica.  La  ceja  correspondiente  al  lado  del  ble- 
farospasmo está  más  baja.  A  Teces  se  asocia  al  blefarospasmo  la  ambliopfa 
histérica,  y  otras  los  trastornos  dé  los  músculos  motores  del  ojo. 

Elbyadob  dkl  pIrpado  superior. — El  espasmo  histérico  de  este  músculo 
no  se  menciona  por  todos  los  autores,  no  obstante  que  ya  fué  descrito  por 
Dalrinple  y  modernamente  por  Berger,  que  ha  observado  un  caso  muy  ca- 
racterístico. 

Durante  el  espasmo  del  elevador  del  párpado  superior  el  ojo  está  fuerte- 
mente abierto,  presentando  el  mismo  aspecto  que  en  el  bocio  exoftálmico 
en  su  período  inicial. 

Dicho  espasmo  es  pasajero  ^  cede  con  facilidad  por  medio  de  la  suges- 
tión. 

Músculos  bxtbínssoos  ubl  ojo. — El  histerismo  presenta  manifestaciones 
en  los  músculos  que  mueven  el  globo  ocular.  .    ^ 

El  espasmo  de  éstos  provoca  la  diplopia  y  con  frecuencia  precede  á  los 
ataques  convulsiros.  Se  ha  observado  durante  los  ataques  la  desviación 
conjugada  espasmódica  de  los  ojos,  que  puede,  como  los  otros  espasmos  de 
los  músculos  motores  del  ojo,  persistir  después  de  dichos  ataques. 

El  espasmo  del  recto  interno  es  el  que  se  observa  con  más  frecuencia  y 
aparece  cuando  se  fija  la  mirada  para  un  objeto  próximo. 

Además  de  los  espasmos,  se  observan,  aunque  con  menos  frecuencia  que 
éstos,  las  parálisis  de  los  músculos  extrínsecos.  Asi  se  ha  observado  la  pa- 
rálisis ilel  recto  externo,  la  del  recto  inferior,  la  del  oblicuo  menor  y  la 
del  recto  superior,  asociadas  á  veces  á  la  del  elevador  del  párpado  superior. 

En  ocasiones  no  se  ha  hecho  un  diagnóstico  preciso  entre. el  espasmo  de 
los  músculos  extrínsecos  y  la  parálisis  de  sus  antagonistas,  por  lo  cual  al- 
gunos de  los  casos  publicados  como  parálisis  histéricas,  no  son,  sin  duda 
alguna,  más  que  de  espasmo,  hecho  que  ha  sido  comprobado  por  Borel. 

Hay  casos  en  los  que  existiendo  una  parálisis  de  algunos  de  los  movi- 
mientos voluntarios  de  los  ojos,  se  conservan,  sin  embargo,  los  movimien- 
tos reflejos  de  estos  mismos  músculos. 

Entre  las  parálisis  histéricas  la  más  frecuente  es  el  ptoeis  y  la  parálisis 
del  recto  externo,  aunque  es  difícil  diferenciar  ésta  del  espasmo  de  su  an- 
tagonista. 

El  ptosis  puede  depender  de  parálisis  del  elevador  ó  de  espasmo  del  ot- 
bicular.  En  el  primer  caso,  el  ptosis  es  casi  siempre  unilateral  y  en  el  se. 
gundo  bilateral.  Además,  según  Charcot,  se  distinguen  una  y  otra  afección 
por  el  síntoma  llamado  de  la  ceja.  Si  del  lado  del  ojo  cerrado  hay  descen- 
so de  la  ceja,  se  trata  de  un  espasmo»  y  si  aquélla  se  encuentra  elevada,  se 
trata  de  un  ptosis  paralítico.  ' 


801 

La  oftalmoplegia  extrinsica  completa,  de  naiaraleza  histérica,  se  ha  des» 
crito  por  Bdder,  pero  su  enfermo  presentaba  con  freenencia  ana  contracción 
de  todos  los  músculos  del  ojo  que  producía  su  inmoyilidad. 

La  oftalmoplegia  extrinsica  completa^  de  naturaleza  histérica,  se  carac-  * 
teriza  por  la  abolición  de  los  moyimientos  voluntarios  de  todos  los  múscu- 
los motores  del  ojo  y  la  conservación  de  los  inconscientes. 

Los  movimientos  del  globo  son  imposibles  cuando  los  solicita  la  volun- 
tad, pero  á  causa  de  un  ruido,  una  impresión  luminosa,  etc.,  se  presentan 
por  acción  refleja.  La  oftalmoplegia  es  debida  á  parálisis  de  los  centros 
corticales  psico-n^otores  de  los  músculos  del  ojo. 

El  estrabismo  espástico  histérico  es  muy  raro  fuera  de  los  ataques; 
existen,  sin  embargo,  casos  publicados  por  Borel,  Lapersonne,  etc.  Casi 
siempre  interesa  al  recto  interno,  pero  otras  al  recto  superior,  al  oblicuo 
menor,  etc. 

Todos  los  trastornos  musculares  del  histerismo  pqeden  provocarse  por  la 
sugestión.  Asi  Borel  provocó  el  ptosis,  el  estrabismo,  etc.,  si  bien  en  estas 
experiencias  es  menester  ser  muy  prudentes,  pues  estos  trastornos  pueden 
hacerse  permanentes. 

La  insuficiencia  de  los  rectos  internos  ó  una  parálisis  de  la  convergencia 
se  observa  con  frecuencia  en  los  histéricos. 

El  nistagmua  puede  preceder  al  espasmo  de  la  convergencia  y  existir  du- 
rante un  ataque  de  histerismo,  pero  es  fenómeno  pasajero;  el  nistagmus 
verdadero  no  es  dependiente  del  histerismo. 

La  pérdida  del  sentido  muscular  de  los  músculos  motores  del  ojo,  ha  sido 
demostrada  por  Borel.  Los  enfermos  no  saben  darse  cuenta  de  la  posición 
de  sus  ojos  cuando  se  les  hace  mirar  por  un  tubo.  En  estos  experimentos 
conviene  que  el  individuo  no  mire  á  objetos  conocidos  por  cuya  situación 
pueda  formarse  idea  de  la  posición  de  sus  ojos. 

Iris. — En  este  músculo  se  presentan  con  frecuencia  manifestaciones  del 
histerismo.  Las  modificaciones  del  diámetro  y  forma  de  la  pupila  son  las  que 
generalmente  se  observan.  Las  alteraciones  espasmódicas  (  miosis  y  midria- 
sis  espasmódicas)  se  observan  con  más  frecuencia  que  las  paralíticas  (mió 
sis  y  midriasis  paralíticas)  y  casi  siempre  son  unilaterales. 

Aunque  en  las  histéricas  la  pupila  conserva  generalmente  su  diámetro 
normal,  así  como  las  reacciones  luminosa  y  consensual,  estas  reacciones  se 
manifiestan  por  contracciones  pasajeras  y  repetidas,  análogas  al  signo  de 
Gowers.  El  hippus  se  observa  á  veces  en  el  histerismo. 

La  pupila  se  contrae  durante  el  primer  período  del  ataque  de  histerismo 
y  se  dilata  después,  y  durante  este  segundo  período  la  reacción  á  la  luz  es 
poco  manifiesta.  A  veces  se  observa  la  inmovilidad  pupilar  durante  el  acce- 
so, si  bien  es  inconstante  en  los  diversos  ataques  convulsivos. 

En  general,  se  observa  la  rigidez  de  la  pupila  durante  el  periodo  de  con- 
tracciones de  los  ataques  y  puede  precederlos  y  aun  seguirlos.  Dicha  rigi- 
dez se  acompaña  de  dilatación  pupilar,  si  bien  el  diámetro  de  las  pupilas 
puede  ser  normal  y  aun  estar  reducido. 

Midriasia. — La  midriasis  se  presenta  en  los  histéricos  acompaftando  á  la 
ambliopía,  aunque  no  existe  relación  entre  ambos  síntomas,  y  puede  exis- 
tir con  agudeza  visual  normal.  Respecto  á  la  midriasis  histérica,  esmenes- 


302 

ter  tener  en  cuenta  la  poeibilidad  dé  qne  paeda  ser  simalada  por  la  insti- 
lación de  algún  midriásico.       ^ 

La  midriasis  histérica  se  obseira  más  que  la  miosis.  Es  de  natimdesa  es- 
pasmódica  y  se  debe  al  espasmo  del  máscalo  radiado  del  iris  inerrado 
por  el  gran  simpático;  así  qne  la  eserina  no  produce  efecto  alguno  sobre  la 
pupila. 

En  los  casos  observados  de  midriasis  histérica  sin  ambliopía,  la  acomp*- 
fiaban  la  reducción  del  campo  risual  y  la  discromatopsia. 

En  la  midriasis  histérica  la  papila  es  sensible  á  la  acción  de  la  lux  y  de 
la  acomodación,  pero  en  menor  grado  que  en  estado  normal. 
La  parálisis  histérica  del  esfinter  del  iris  es  excepcional. 
Mion». — Es  más  rara  la  miosis  histérica  que  la  midriasis.  La  papila 
aparece  pequeña  y  apenas  se  dilata  en  la  obscuridad;  se  presenta  en  la 
ambliopía  histérica  y  va  acompañada  de  contractura  del  músculo  acornó* 
dador. 

Anisocoria, — También  puede  obseryarse  en  el  histerismo  la  anisocoria  ó 
desigualdad  pupilar,  la  cual  puede  ser  fija  ó  varia  ble.  Existe  una  yariedad 
de  anisocoria  en  que  ésta  cambia  de  sentido,  pues  la  pupila  dilatada  prece- 
dentemente se  estrecha  y  la  reducida  se  dilata.  Estos  hechos  de  anisocoria 
han  sido  estudiados  en  Alemania  con  el  nombre  de  Springende  Mydriasis^  y 
por  Frenkel,  de  Tolouse,  con  el  de  midriasis  á  báscula^  si  bien  ya  fueron  se- 
ñalados por  Orteffe  en  1857. 

En  la  histeria,  Bchaumann  ha  observado  tres  veces  la  midriasis  á  báscu- 
la y  Biswange  una,  pero  se  trata  siempre  de  un  síntoma  excepcional  en  di- 
cha neurosis. 

Músculo  acomodador. — EiSte  músculo  también  puede  presentar  mani- 
festaciones del  histerismo,  ya  aisladamente,  ya  acompañadas  de  manifesta- 
ciones papilares.  Puede  ser  atacado  de  paresia  ó  de  parálisis,  y  en  uno  y 
otro  caso  ser  uni  ó  bilateral. 

Tanto  éstas  como  la  miosis  ó,  midriasis  que  las  acompañan,  son  de  carác- 
ter transitarlo.  La  paresia  de  la  acomodación  suele  asociarse  á  la  parálisis 
de  la  convergencia. 

El  músculo  acomodador  sufre  también  espasmos,  que  se  presentan  en  el 
momento  de  la  fijación  de  un  objeto  próximo,  al  mismo  tiempo  que  tiene 
lugar  el  espasmo  del  recto  interno. 

Según  Berger,  dicho  espasmo  complica  á  veces  á  la  ambliopía  histériea 
unilateral,  y  cuando  es  doble  es  más  acentuado  del  lado  en  que  el  campo 
periférico  está  más  reducido. 

El  espasmo  del  músculo  acomodador  ocasiona  una  miopía  transitoria  que 
obliga  al  uso  de  lentes  cóncavas  para  la  visión  lejana.  Scha1i>el  ha  compro- 
bado en  algunos  niños  que  disminuyendo  poco  á  poco  la  fuerza  de  los  vi- 
drios cóncavos  necesarios  para  la  visión  lejana,  puede  conseguirse  que  el 
individuo  vea  toda  la  escala  de  Snellen  con  lentes  planas.  Según  este  autor, 
esta  observación  prueba  que  se  trata  de  niños  histéricos.  En  éstos  es  á  ve- 
ces tan  intenso  el  espasmo  del  acomodador,  que  Loeser  cita  un  niño  histé- 
rico de  catorce  años  que  llegó  á  25  dioptrías. 

Los  trastornos  de  la  acomodación  en  los  histéricos  explican  los  fenóme- 
nos de  micropsia  y  megalopsia  que  se  presentan  en  ellos.  Como  el  tamaño 


303 

de  Io8  objetos  qae  Temos  se  aprecia  segán  su  distancia  al  ojo,  y  ésta  según 
«1  esfaerzo  de  aoomodación  necesario  para  fijarlos,  en  el  espasmo  del  más- 
calo acomodador,  dicho  esfnerso  es  menor  que  en  la  paresia  ó  paráüais. 
Las  histéricas  estiman  que  los  objetos  son  más  peqnefios  cnando  están  más 
lejanos  que  el  panto  para  el  caal  creen  haber  hecho  la  acomodación ;  por 
•el  contrario,  les  parecen  mayores  caando  los  objetos  están  más  próximos 
qae  el  panto  aparente  para  el  qae  han  hecho  sa  esfaerzo  acomodatiyo. 

La  poliopia  monocnlar  es  también  nn  síntoma  qae  acasan  las  histéricas. 
Este  síntoma,  si  bien  depende  en  ocasiones  de^trastornos  cerebrales,  como 
yeremoe  más  adelante,  paede  en  otras  explicarse  por  ana  falsa  acomoda- 
•ción  del  ojo. 

La  poliopia  monocnlar  es  de  gran  importancia  para  el  «diagnóstico  del 
iiisterismo,  siempre  qae  paedan  exclairse  las  lesiones  de  la.  córnea  del  iris 
j  del  cristalino,  qae  por  an  mecanismo  paramente  físico  paeden  ocasio- 
narla.    ^ 

Con  el  nombre  de  kapiopia  histérica  ha  sido  descrito  por  Fcsrster  an  esta- 
do en  qae  las  histéricas  acasan  nn  conjnnto  de  sensaciones  di  Tersas  darán- 
te  la  yisión  de  cerca,  y  qae  se  parecen  jk  las  de  la  astenópia  acomodativa. 
Oonsisten  en  dolores  en  la  frente  y  regiones  inerradas  por  el  trigémino, 
sensación  de  qnemadara  en  el  globo  ocnlar,  dolores  y  tirantez  de  los  ojos 
«n  la  órbita,  sensibilidad  á  la  laz  artificial,  etc. 

Gomo  estos  fenómenos  son  paramente  snbjetivos,  la  exploración  no  des- 
•cabré  alteración  algnna.  Por  lo  demás,  todos  ellos  desaparecen  dnrante  la 
noche  y  siempre  están  en  relación  con  el  estado  general  de  los  pacientes. 

La  kopiopia  histérica  se  atribaye  por  FoBrster  á  ana  hiperestesia  refleja 
de  los  nervios  óptico  y  trigémino  conseoativa  á  ana  excitación  de  los  ple- 
xos nerviosos  peri-nterinos.  Dicha  afección  no  desaparece  sino  con  loe  afioe 
y  debe  tratarse  cnidando  del  estado  general,  evitando  la  laz  viva  y  la  vi- 
sión de  cerca.  ^ 

2.*  Manifbstaoionbs  sensitivas  del  uistbbismo  bn  el  aparato  de  la  vi- 
sión. —  La  sensibilidad  de  la  conjantiva  y  de  la  córnea  se  encaentra  con 
írecnencia  modificada  en  las  histéricas. 

La  anestesia  se  observa  en  la  conjantiva  balbar  y  en  la  tarsiana  inferior, 
j  en  ocasiones  se  extiende  á  la  córnea.  La  anestesia  de  la  piel  de  los  pár- 
pados es  rara  en  el  histerismo,  pero  may  frecaente  en  la  tabes  dorsalis. 

También  se  presenta  en  la  conjantiva  y  en  los  párpados  la  hiperestesia^  y 
6obre  todo  las  parestesias ,  por  lo  caal  las  histéricas  se  quejan  de  sensacio- 
nes de  calor,  frío,  quemadura  y  cuerpos  extraños  en  los  ojos.  Igualmente 
presentan  á  veces  neuralgias  del  trigémino. 

En  la  conjantiva  y  en  las  vías  lagrimales  pueden  existir  zonas  histeróge- 
-nos,  EjS  suficiente  en  algunas  histéricas  introducir  una  sonda  en  las  vías 
lagrimales  para  producir  un  ataque  convulsivo,  que  se  reproduce  cuantas 
veces  se  practica  la  misma  operación. 

Otro  síntoma  del  histerismo  en  la  esfera  sensitiva,  señalado  por  Babins- 
ky,  es  la  jaqueca  oftálmica.  Bn  ocasiones,  los  accesos  convulsivos  de  la  his- 
teria son  precedidos  de  un  ataque  de  jaqueca  oftálmica,  y  á  veces  ésta  sus- 
tituye á  aquéllos.  La  pr^ión  sobre  los  ovarios  puede,  además,  provocar  la 
hemicránea,  la  cual  paede  acompañarse  de  bola  histérica. 


304 

Por  medio  de  hipnotismo,  Babinskj  proroca  ó  hace  cesar  an  ataque  d» 
jaqueca  oftálmica. 

Ciertos  casos  de  hemiauopsia  homónina  pasajeros^escritos  por  Roaen* 
thal  j  otros,  no  son  otra  cosa  que  jaquecas  oftálmicas  con  escotomaa  cen- 
telleantes, de  una  mitad  de  los  campos  yisuales  homónimos. 

8.*  MaNIFKSTAOIONKS  SBORBTOBIAS  DBL  HISTBBIBMO  SK  BL  APABaTO  DE  LA  TI- 

siÓN.  —  Bien  conocidas  son  las  manifestaciones  que  el  histerismo  imprime- 
en  las  secreciones  orgánicas,  aumentándolas,  disminuyéndolas  ó  supri- 
miéndolas. 

La  secreción  lagrimal,  que  tanto  se  modifica  en  todos  los  estados  emo* 
clónales,  no  podia  dejar  de  modificarse  en  los  histéricos,  cuya  impresiona- 
bilidad es  tan  exagerada,  que  con  gran  facilidad  y  por  la  más  insignifican- 
te causa,  pasan  de  la  alegría  á  la  tristeza,  de  la  simpatía  ó  cariño  más  exa- 
gerado á  la  antipatía  ó  al  odio  más  intenso. 

Se  observa  en  los  histéricos  con  alguna  frecuencia  la  tpifofra  ¿'lagrimeo^ 
que  casi  siempre  es  unilateral,  y  cuando  es  bilateral  es  más  intensa  del  ladO' 
de  la  hemianestesia.  Dicha  epiforá,  que  es  muy  molesta,  depende  de  la  hi- 
persecreción  lagrimal  y  se  presenta  lo  mismo  en  la  histeria  grave  que  en  la 
le?e,  y  suele  acompañarse  de  anestesia  de  la  conjuntiva  y  de  blefarospas^ 
mo  tónico,  conservándose  permeables  las  vías  de  excreción  lagrimal. 

En  la  actualidad  tratamos  una  señora  con  espasmos  histéricos  del  recio^ 
externo,  que  presenta  abundante  lagrimee  del  mismo  lado,  estando  inte- 
gras las  vías  lagriipales. 

Importa  mucho  establecer  el  diagnóstico  para  no  emplear  sondas  ó  in- 
yecciones que  pudieran  utilizarse  en  el  caso  de  atribuir  la  epifora  á  una 
obstrucción  de  los  conductos  excretores. 

Por  lo  demás,  en  una  histérica  puede  existir  lagrimeo  dependiente  d» 
una  afección  de  estas  vías  de  excreción,  sin  que  tenga  nada  qne  ver  oon  el 
histerismo. 

La  epifora  histérica  se  manifiesta,  ya  en  forma  de  grandes  crisis  de  da* 
criorrea,  ya  en  forma  de  un  pequeño  pero  continuo  lagrimeo;  pero,  en  am- 
bos casos,  la  secreción  lagrimal  no  aumenta  con  la  acción  del  frío,  del 
viento,  del  humo,  etc. ,  como  sucede  con  la  epifora  dependiente  de  una  obs* 
trucción  de  las  vías  lagrimales.  El  lagrimeo  que  alterna  con  la  sequedad  de 
la  conjuntiva  es  de  naturaleza  histérica. 

La  disminución  de  la  secreción  lagrimal  es  también  una  alteración  secreto- 
ria que  se  observa  en  las  histéricas.  Las  pacientes  se  quejan  de  sequedad 
en  los  ojos,  síntoma  muy  molesto  y  que  acompaña  con  frecuencia  á  la  ko* 
piopia  histérica.  La  sequedad  ocular,  en  el  histerismo,  nunca  llega  á  oca- 
sionar la  queratomalacia,  es  más  intensa  por  la  noche,  pues  cuando  la  en- 
ferma pretende  leer  ó  escribir,  el  calor  del  foco  luminoso  aumenta  la  eva- 
poración de  la  lágrima  y  la  sequedad  de  la  conjuntiva  es  más  acentuada. 

Para  terminar  los  transtornos  secretorios  que  se  han  observado  en  el 
histerismo,  señalaremos  el  fenómeno  llamado  cromidrosis  ó  sea  la  formación 
de  sudor  de  color  azul  en  la  piel  de  los  párpados.  Dicha  coloración  se  atri- 
buye á  la  presencia  de  indican  en  el  liquido  segregado. 

4.*  Altbbaoionbs  visualkcs  en  el  histerismo. — La  histeria  tiene  una  pre* 
dilección  especial  por  la  función  visual,  ocasionando  con  frecuencia  rnani* 


305 

feataeionea,  en  este  sentido,  mucho  más  importantes  que  l«s  de  U  motili- 
dad,  sensibilidad  general  y  secreciones  qae  acabamos  de  exponer. 

Dichas  manifestaciones  se  refieren:  A^  al  campo  periférico  de  la  risión; 
j8,  al  sentido  cromático;  C,  á  la  agudeza  visual ;  D,  á  la  hiperestesia  reti- 
niana,  y  ^,  á  las  alucinaciones  visuales. 

A.  Campo  períféric&'de  la  visión, — En  el  histerismo,  el  campo  periférico 
de  la  Tisión  está  reducido,  tanto  para  el  blanco  como  para  los  colores. 

Dicha  reducción  es  concéntrica,  y  la  demostración  de  su  existencia  es  im* 
portantísima  para  el  diagnóstico  del  histerismo. 

La  reducción  es  más  acentuada  en  el  ojo  ambliope  que  en  el  que  conser* 
ya  la  agudeza  normal ;  además,  puede  ser  solamente  para  el  blanco,  para, 
el  blanco  y  los  colores  ó  sólo  para  los  colores.  Según  Parínaud,  la  reducción 
del  campo  periférico  es  precedida  de  una  ambliopía  de  las  regiones  perifé- 
ricas de  la  retina. 

Guando  el  campo  periférico  de  la  risión  es  poco  marcado,  el  individuo  no 
tiene  conciencia  de  él,  sobre  todo  si  es  monocular. 

El  campo  periférico  de  la  yisión  puede  ensancharse  por  ptiedio  de  la  su- 
gestión ó  por  una  Tiya  atención  del  paciente ;  por  el  contrario,  la  fatiga, 
puede  ocasionar  una  considerable  reducción. 

También  se  reduce  el  éampo  periférico  de  la  yisión  durante  el  eiamen 
campimétrico,  de  tal  modo  que,  si  se  unen  por  una  línea  las  extremidadea 
de  los  diversos  meridianos,  no  se  observa  un  circulo,  sino  una  espiral.  Este 
fenómeno  se  explica  por  el  rápido  agotamiento  de  la  retina  ó  de  los  centroa 
cerebrales  durante  la  observación. 

Entre  el  estrechamiento  del  campo  visual  en  el  histerismo  y  el  que  oca- 
sionan las  lesiones  orgánicas,  hay  una  diferencia  esencial.  El  histérico  no 
tiene  conciencia  de  la  reducción  de  su  campo  visual,  y,  aun  en  los  casos  en 
-que  está  muy  acentuada,  puede  conducirse  perfectamente,  lo  que  implica 
la  percepción,  sea  ó  no  consciente,  de  mucho  mayor  espacio  que  el  marcado 
por  el  perímetro. 

Durante  el  examen  con  este  aparato  se  coloca  al  individuo  en  condicio' 
nes  artificiales,  en  las  que  de  un  lado  la  fijación  del  ojo  y  de  otro  la  aten- 
ción que  debe  prestar,  determinan  el  agotamiento  nervioso,  que  se  mani* 
fiesta  por  una  reducción  del  campo  periférico,  mayor  de  la  que  existe  en 
condiciones  ordinarias. 

En  las  reducciones  del  campo  visual  dependientes  de  causas  orgánicas, 
la  pérdida  de  la  facultad  de  orientarse  está  en  relación  con  el  grado  de  es- 
trechez que  marca  el  perímetro. 

El  escotoma  central  ha  sido  observado  rara  vez  en  la  histeria.  Es  menester 
excluir  del  histerismo  aquellos  casos  de  escotoma  que  se  desarrollan  en  la 
convalecencia  de  las  enfermedades  microbianas  y  los  que  producen  la  into- 
xicación por  el  alcohol  y  por  el  tabaco.  Según  Berger,  el  puntum  coecum  en 
el  histerismo  es  normal. 

El  campo  periférico  de  la  visión  se  reduce  á  veces  en  el  histerismo  en 

forma  de  hemianopsia  homónima,  si  bien  en  grado  diferente  en  los  doa 

ojos;  la  reducción  es  más  notable  en  el  lado  de  la  anestesia.  Al  paso  de 

una  corriente  eléctrica,  los  enfermos  ven  aparecer  en  obscuro  su  escotoma. 

La  hemianopsia  puede  ser  absoluta  y  el  enfermo  no  ve  nada  en  las  dos 


306 

mitades  del  campo  yisnal  ó  relatiya  y  percibe  los  objetos,  en  las  dos  mita- 
des homónimas,  como  á  trarés  die  una  gasa  6  nnbe,  es  decir,  qne  se  trata 
de  la  hemi-ambliopia. 

En  todos  los  casos  de  hemianopsia  histérica,  la  gndeza  yisnal  está  dis- 
minnida. 

Guando  los  ataqnes  de  hemianopsia  histérica  se  repiten,  se  presenta,  du- 
rante el  acceso,  la  acromatopsia  en  la  mitad  heminópsica,  y  la  discrom»- 
topsia  en  la  otra  mitad. 

Gomo  dato  que  importa  tener  en  cuenta  relatiyo  al  asiento  de  la  histeria, 
citaremos  el  hecho  obseryado  por  Ramos,  de  Méjico,  relatiyo  á  un  caso  de 
hemianopsia  histérica  sin  la  rigidez  pupilar  hemianópsica  de  Wernike,  lo 
que  indica  que  la  causa  de  la  rigidez  pupilar  está  en  los  centros  corticales 
y  no  en  los  centros  ópticos  ni  en  los  centros  primarios. 

La  hemianopsia  histérica  se  diferencia  de  la  debida  á  una  lesión  de  la 
cinta  óptica  por  la  insensibilidad  de  la  conjuntiya  en  la  primera,  cuyo  sín- 
toma falta  en  la  segunda. 

La  extensión  del  campo  yisnal  para  los  colores  se  reduce  muchas  yeces 
en  el  histerismo.  Los  limites  del  azul,  que  en  estado  normal  están  fuera 
del  rojo,  pasan  por  dentro  de  este  color,  siendo  esta  reducción  un  signo  de 
gran  yalor  para  el  diagnóstico  del  histerismo. 

La  reducción  del  campo  periférico  lo  mismo  se  obserya  en  la  histeria 
traumática,  que  en  las  tóxicas,  ó  en  las  de  cualquier  otro  origen  y  sea  cua* 
lesqniera  el  sexo  de  la  persona  que  la  padezca. 

La  reducción  del  campo  periférico,  aunque  persistente  en  el  histerismo, 
ofrece  una  moyilidad  notable  en  su  intensidad  de  un  día  á  otro  y  aun  en 
diyersas  obseryaciones  del  mismo  dia ;  toda  yez  que  las  emociones  morales, 
la  fatiga,  etc.,  influyen  en  la  extensión  del  campo  yisnal. 

B.  Sentido  cromático.^En  el  estado  normal,  no  todas  las  partes  del  cam- 
po yisual  tienen  la  misma  aptitud  para  percibir  los  colores.  Hay  unos  para 
los  que  el  campo  yisual  fisiológico  es  más  extenso  que  para  otros,  y  estas 
diferencias  se  reproducen  en  todos  los  sujetos,  según  cierto  orden.  Asi  el 
azul  tiene  el  campo  periférico  más  extenso ;  sigue  á  éste  el  amarillo,  luego 
el  anaranjado,  el  rojo,  el  yerde,  y  por  último,  el  yioleta,  que  es  de  campo 
más  circunscrito,  pues  sólo  es  percibido  por  las  partes  más  centrales  de  la 
retina. 

En  el  histerismo,  estos  caracteres  del  estado  normal  sufren  grandes  ya* 
riaciones ;  asi,  los  diversos  circuios  que  en  la  exploración  corresponden  á 
los  límites  del  campo  visual  para  cada  color,  se  reducen  de  una  manení 
concéntrica,  siguiendo  cierto  orden  en  relación  con  el  estado  fisiológico. 

El  circulo  del  violeta,  color  central  por  excelencia,  se  reduce  tanto  que 
llega  hasta  desaparecer,  aunque  el  paciente  distinga  todos  los  otros  colo- 
res. Después  desaparece  el  yerde,  color  también  central;  más  tarde  el  rojo, 
el  amarillo,  y  por  último,  el  azul,  que  son  colores  periféricos. 

Los  colores  dejan,  por  lo  tanto,  de  verse  en  el  siguiente  orden  :  violeta, 
amarillo,  rojo  y  azul.  En  este  orden  de  desaparición  es  inyerso  á  como  tiene 
lugar  en  la  tabes  dorsalis. 

Hay,  sin  embargo,  excepciones  á  estas  reglas,  encontrándose  histéricos 
que  siguen  yiendo  el  rojo  aunque  hayan  dejado  de^percibir  el  azul  y  el  na- 


307 

ranjado.  Pero  en  general  puede  decirse  que  los  colores  centrales,  yioleta  y 
verde,  dejan  de  [>ercibírse  antea  que  desaparezca  la  noción  del  encamado 
y  de  loB  otros  colores. 

En  los  grados  elevados  de  ambliopia  histérica  pueden  dejar  de  percibir- 
se los  colores,  viéndose  todos  loe  objetos  con  su  forma  propia,  pero  como 
nna  acuarela  á  la  sepia.  Esta  acromatopsia  total  es  muy  rara  en  el  histe- 
rismo. 

Las  alteraciones  cromáticas  se  observan  primeramente  en  el  ojo  del  lado 
de  la  anestesia,  y  aunque  en  el  otro  ojo  también  está  reducido  el  campo 
visual  para  I09  colores,  es  en  menor  grado. 

Así,  hay  histéricos  que  con  el  ojo  izquierdo,  por  ejemplo,  correspondien- 
te al  lado  de  la.  hemianestesia,  sólo  perciben  el  azul  y  el  rojo  (colores  pe- 
riféricos)  y  con  el  derecho  los  perciben  todos,  excepto  el  violeta  (color 
central). 

Las  alteraciones  cromáticas  tienen  la  misma  movilidad  que  todas  las 
manifestaciones  del  histerismo;  aparecen  y  desaparecen  repentinamente  y 
pueden  hacerse  permanentes.  Asi,  una  discromatopsia  puede  desaparecer 
después  de  un  ataque  ó  convertirse  en  acromatopsia. 

Aplicando  un  imán  ó  una  placa  de  metal  (oro,  cobre,  estaño)  sobre  la 
frente,  vuelven  á  ser  percibidos  los  colores,  pero  en  un  orden  inverso  á 
como  habían  desaparecido. 

Segdn  Charcot,  en  la  eDCrucijada  sensitiva  (parte  posterior  de  la  cápsu- 
la interna)  punto  en  que  las  lesiones  orgánicas  producen  anestesia  senso- 
rial y  sensitiva,  debe  estar  el  asiento  de  las  lesiones  dinámicas  del  histeris- 
mo, pues  las  lesiones  en  foco  de  dicha  encrucijada  producen,  en  el  lado 
opuesto,  la  misma  disminución  de  campo  periférico  de  la  visión  y  discro- 
matopsia que  en  el  histerismo. 

La  agudeza  visual  en  la  acromatopsia  suele  estar  disminuida,  una  fuer* 
te  excitación  de  los  nervios  ópticos  por  medio  de  vidrios  rojos,  á  través  de 
los  cuales  se  hace  mirar  al  paciente,  puede,  según  Feré,  hacer  normal  la 
agudeza  visual  y  la  percepción  de  los  colores;  en  cambio,  una  excitación 
muy  prolongada  puede  disminuirla. 

La  percepción  de  los  colores  disminuye  en  razón  del  grado  de  ambliopia 
y  de  la  reducción  del  campo  periférico  y  puede  estar  completamente  aboli- 
da en  los  casos  graves  de  ambliopia. 

Por  medio  de  un  disco  giratorio,  semejante  al  de  Newton,  Charcot  y 
otros  autores  han  comprobado  en  las  histéricas  ciertos  hechos  paradógicos 
de  difícil  explicación.  Dicho  disco  presenta  sectores  altcruativamente  ro- 
jos y  verdes,  que,  como  es  sabido,  son  colores  complementarios.  Después  de 
asegurarse 'de  que  la  enferma  no  aprecia  el  verde,  que  le  cree  gris,  se  hace 
girar  rápidamente  el  disco,  y  en  contra  de  lo  que  pudiera  creerse,  la  enfer- 
ma, afecta  de  discromatopsia  por  el  verde,  hace  la  síntesis  de  este  color  y 
del  rojo,  y  declara  que  ve  blanquecino  el  disco  giratorio. 

Mostrando  á  la  misma  paciente  dos  discos,,  uno  con  sectores  rojos  y  ver- 
des y  otro  con  sectores  rojos  y  blancos,  no  encuentra  entre  ellos  diferencia 
apreciable,  puesto  que  es  ciega  para  el  verde;  pero  baciéndolos  girar  rápi- 
damente ve  blanquecino  el  primero  y  rojo  pálido  el  segundo,  cual  corres- 
ponde á  una  apreciación  normal  de  los  colores. 


308 

8i  i  ana  histérica  cod  discromatopaia  para  el  rojo  se  le  hace  mirar  aten- 
tamente nn  cuadro  rojo  sobre  fondo  blanco,  lo  ye  grí?;  pero  después  de 
corto  tiempo  de  mirar  atentamente  empieza  á  percibir  la  imagen  conseou- 
tiya  en  forma  de  un  cuadrado  de  iguales  dimensiones,  pero  de  color  yerde, 
es  decir,  del  color  complementario  del  que  no  yeia. 

Si  se  examina  separadamente  la  facultad  cromática  de  cada  ojo,  se  ob- 
serya  en  ciertas  histéricas  que  son  ciegas  para  un  color  determinado,  por 
ejemplo,  para  el  yioleta,  y  sin  embargo  puede  suceder  que  este  color  e» 
aprecie  perfectamente  cuando  se  emplee  la  ñsión  binocular.  Este  hecho  hik 
sido  obseryado  por  Parinaud  y  comprobado  por  Ramos,  de  Méjico. 

iConcluirá), 


PERIÓDICOS 


Recidiva  de  cáncer  del  labia  curada  een  les  rayes  RSotfen.— En  la  RctMa 
de  Medicina  y  Cirugía  de  Barcelona  publican  loe  Dres.  O.  Gomas  y  A.  Pri6 
el  siguiente  caso: 

«Jaime  M.,  de  cuarenta  y  tres  afioe  de  edad,  casado,  jornalero,  de  buenik 
salud  y  constitución,  sin  antecedentes  patológicos  personales  de  importan- 
cia; ofrece  en  su  anamnesis  hereditaria  el  hecho  de  que  su  madre  murió 
de  un  cáncer  de  la  mama.  Según  manifestación  del  paciente,  á  mediados 
del  afio  1902  se  le  formó  una  pequeña  úlcera  en  el  lado  derecho  y  borde 
interno  del  labio  inferior,  que  fué  tratada  con  yarios  tópicos  medicamen- 
tosos, y  también  cauteriza,  sin  obtenerse  el  más  pequeño  resultado.  La  le* 
sión  tomó  incremento  y  fué  indicada  muy  pronto  al  paciente  la  necesidad 
de  proceder  á  una  interyención  quirúrgica  radical  con  la  mayor  premurik 
posible,  ün  tratamiento  antiaiñlitico  intensiyo,  empleado  por  yia  de 
prueba  (faltaban  e^  absoluto  antecedentes  de  esta  naturaleza)  no  modifi- 
có en  lo  máS" mínimo  el  curso  de  la  enfermedad.  Ingresó  el  indiyiduo  en  el 
Hospital  de  la  Santa  Gruz  con  el  cuadro  clínico  característico  de  un  cán- 
cer del  labio;  á  pesar  de  no  haberse  practicado  el  examen  histológico  no 
podía  dudarse  de  la  naturaleza  del  proceso,  abonada  además  por  el'anteoe- 
dente  hereditario  ya  apuntado,  por  la  edad  del  paciente  y  por  la  ausencia 
de  toda  enfermedad  que  pudiera  hacer  dudar  del  diagnóstico.  El  proceso 
había  eyolucionado,  en  su  último  período,  con  rapidez  y  malignidad,  pre- 
sentándose infartos  ganglionares  en  las  regiones  submaxilar,  ceryical  y 
supraolayicular  derechas,  habiendo  decaído,  por  otra  parte,  de  una  mane- 
ra alarmante,  el  estado  general  del  enfermo. 

El  día  1.'  dé  septiembre  de  1908  fué  operado  por  el  Dr.  A.  Rayentóe^ 
quien  extirpó  ampliamente  el  foco  neoplásico  y  persiguió  á  los  ganglios  in- 
fartados hasta  sus  más  apartadas  ramificaciones ;  pero  á  pesar  de  la  escru- 
pulosidad empleada  no  se  pudo  eyitar  la  reproducción  de  la  neoplana,  la 
que  no  se  hizo  esperar,  reyistiendo  un  carácter  yerdaderamente  graye.  Los 
bordes  de  la  herida  operatoria  no  llegaron  á  cicatrizar  por  completo,  infil- 


309 

trándoae  y  ponióndose  edematosoB  hasla  el  panto  de  que  parecían  querer 
«altar  algunos  de  Iob  puntos  de  sutura  que  todavía  quedaban;  los  tejidos 
más  próximos  se  presentaban  tnmefactos,  fofos  y  amoratados  y  se  despren- 
día de  la  herida  un  pus  sanioso  y  fétido.  A  últimos  de  septiembre  la  re- 
producción era  evidente  y  en  eirtremo  alarmante.  En  estas  condiciones  nos 
fué  dirigido  el  paciente  con  objeto  de  intentar,  con  la  rdntgenoterapia,  ob- 
tener una  moderación  ó  paliatíro,  en  lo  posible,  de  la  inyasión  cancerosa. 
Desconfiamos  en  el  primer  momento  de  obtener  otro  resaltado,  tan  grave 
nos  pareció  el  caso,  dudando  hasta  de  alcanzar  algún  beneficio  en  el  sen- 
tido indicado. 

La  primera  irradiación  fué  practicada  el  dia  5  de  octubre  de  1908,  en  la 
forma  que  ordinariamente  acostumbramos  á  emplear,  protegiendo  las  par- 
tes inmediatas  á  las  que  debían  ser  irradiadas  con  planchas  de  plomo  y 
yerifícando  sesiones  en  días  alternos.  En  las  primeras  sesiones  se  empleó 
un  tubo  Oundelach  y  en  las  últimas  un  tubo  MüUer,  accionados  por  el 
carrete  de  inducción  de  50  centímetros  de  chispa.  La  distancia  del  tubo  á 
la  piel  varió  entre  10  y  12  centímetros,  con  intensidad  de  la  corriente  de  4 
á  5  amperes  y  exposición  de  10  á  15  minutos.  Una  sola  irradiación  se  prac- 
ticó con  tubo  Coflsor. 

Del  día  5  de  octubre  al  día  19  del  mismo  se  practicaron  ocho  nuevas  se- 
siones, irradiando  toda  la  región  enferma.  Después  de  la  séptima  sesión 
aparecieron  los  primeros  fenómenos  reactivos,  adquiriendo  ya  entonces  los 
tejidos  mejor  aspecto  y  disminuyendo  la  infiltración  de  los  mismos.  En  19 
de  octubre  se  observaba  claramente  el  eritema  reactivo  (más  visible  toda- 
vía con  la  iluminación  azul  cobalto),  con  desecación  de  la  superficie  y  li- 
gera sensación  de  tirantez.  Suspendióse  entonces  el  tratamiento,  quedando 
el  enfermo  en  observación.  La  reacción  se  acentuó  en  los  días  sucesivos, 
€on  marcada  sensación  de  escozor,  no  presentándose  otros  fenómenos  que 
los  antes  indicados,  permaneciendo  luego  el  eritema  y  el  escozor  estaciona- 
narios  (Tarante  algunos  días,  para  decrecer  luego  con  bastante  rapidez, 
hasta  el  punto  de  apenas  existir  á  últimos  de  noviembre  y  haber  desapare- 
cido por  completo  en  los  primeros  días  de  diciembre,  época  en  que  pudo  re- 
anudarse el  tratamiento.  La  herida  operatoria  se  presentaba  en  esta  últi* 
ma  fecha  completamente  cicatrizada,  sin  la  menor  infiltración  de  los  tejidos 
próximos  y  habiendo  adquirido  éstos  un  color  sonrosado  de  excelente  y 
agradable  aspecto.  El  día  9  de  dicieo^^bre  se  practicó  la  novena  irradiación, 
pero  limitándola  á  las  regiones  cervical  y  supraclavicular  de  la  cicatriz, 
siguiéndola  una  serie  de  otras  cinco  irradiaciones,  verificadas  los  días  11, 
14,  16,  29  y  81  del  mismo  mes;  en  los  intervalos  de  estas  sesiones  se  prac- 
ticaron tres  que  comprendieron  toda  la  región  enferma  (días  18,  21  y  24  de 
diciembre).  La  reacción  se  hizo  notar  primero  en  la  región  cervical,  mar- 
cándose más  especialmente  en  su  parte  superior,  que  había  quedado  más 
próxima  al  foco  anticatódico.  El  día  11  de  enero  de  1904  la  reacción  era 
bastante  viva,  con  eritema,  escozor  y  depilación  de  toda  la  parte  irra- 
diada. 

Suspendidas  las  irradiaciones,  se  tuvo  al  paciente  en  observación  hasta 
el  día  30  de  marzo.  En  26  de  enero  los  fenómenos  reactivos  empezaron  á 
declinar,  y  en  10  de  febrero  apenas  se  notaban. 


310 

A  últimos  de  marzo  no  qnedaba  el  más  peqnelj^o  rastro  de  la  reaeción.  El 
Dr.  A.  Rayentós  pudo  practicar  fácilmente  ana  interyención  plástica, 
encaminada  á  agrandar  en  lo  poeiUa  la  abertura  de  la  boca,  que  había 
quedado  reducida  á  poco  menos  de  la  mitad.  Después  de  esta  segunda  in- 
teryención se  yerífíearon  tres  irradiaciones  más,  loa  días  7,  9  y  12  de  abril, 
con  carácter  preyentiyo  (una  de  ellas  con  tubo  Gossor),  j  limitándolas  ex- 
dusiyamente  á  la  comisura  derecha  operada. 

La  reacción  sólo  se  manifestó  por  una  acentuada  desecación  de  la  ^arte 
irradiada,  la  que  cicatrizó  rápidamente,  quedando  muy  pronto  en  perfecta 
estado. 

En  el  mes  de,  mayo  del  mismo  afio  fué  presentado  el  paciente  á  la  Real 
Academia  de  Medicina  y  Oirugla  (sesión  del  dia  16)  y  á  la  Academia  y 
Laboratorio  de  Ciencias  Médicas  de  Oatalufia  (sesión  del  día  18),  comple- 
tamente curado.  Se  habían  practicado,  en  conjunto,  20  irradiaciones. 

Hemos  continuado  obseryando  y  vigilando  al  paciente  hasta  la  fecha  da 
la  publicación  del  presente  artículo,  sin  que  se  haya  presentado  la  menor 
sefial  de  recidiya  en  todo  este  tiempo,  ó  sea  en  los  dos  afios  que  han  trans- 
currido desde  la  última  irradiación.  Oreemos,  pues,  que  puede  darse  el 
caso  como  completa  y  definitiyamente  resuelto. 

Accidentalmente,  durante  el  curso  del  tratamiento,  apareció  un  eczema 
en  la  pared  anterior  del  tórax,  que  fué  tratado  también  con  las  irradiacio* 
nes  Rr>ntgen,  y  que  desapareció  por  completo  después  de  tres  seaionee, 
practicadas  con  tubo  MüUer,  blando.  El  prurito  que  acompañó  al  eczema 
desapareció  en  absoluto  después  de  la  primera  irradiación^. — Bababia. 


KEVISTA  EXTKANJERA 


SOGIRDADES  CIENTÍFICAS 

AOADEMIA    DE    MEDICINA    DE    PARÍS 
8éMn  M  dia  28  de  Octubre  de  i906. 

El  sudor  miliar  y  la  rata  de  campo.  —  Los  Dres.  Chavtbmbssb,  Marchoux 
y  Haurt  :  La  región  inyadida  por  el  sudor  miliar  es  precisamente  la  que 
ha  sido  deyastada,  dos  afios  antes,  por  loa  aryicolas.  Aunque  el  número 
de  estos  roedores  hubiese  disminuido  mucho  desde  1904,  se  han  yisto  en 
muchas  localidades  ratas  de  campo  numerosas  en  el  curso  del  pasado  in* 
yierno  y  primayera,  especialmente  en  Vaux,  Royillac  y  en  Matha.  Un  pro- 
pietario, en  Genac,  labrando  su  campo  ha  descubierto  tres  ó  cuatro  nidos 
por  surco  ;  en  Voecharte  ha  ocurrido  un  hecho  análogo,  hasta  el  punto  que 
los  cultiyadores  han  temido  sembrar,  temerosos  de  perder  la  semilla.  Pues 
estos  roedores,  que  tan  numerosos  eran  en  inyierno  y  en  el  mes  de  abril. 


311 

han  desaparecido  tan  de  repente  y  por  completo  qne,  á  pesar  de  todas 
nuestras  pesquisas  y  todos  los  esfnerzoj'del  alcalde  de  Matha,  nos  ha  sido 
imposible  capturar  ni  ano  solo  en  el  mes  de  janio,  y  por  lo  tanto  no  hemos 
podido  obtener  la  prueba  directa  de  que  eran  Tictimas  de  una  epidemia. 

Visitando  las  casas  de  Genac,  doq^e  habitaban  los  primaros  que  enfer* 
marón  del  sudor,  hemos  visto  que  sobredi  cuerpo  de  ellos  abundaban  de 
un  modo  extraordinario  las  picaduras  de  pulga,  de  lo  cual  se  preocupaban 
bien  poco,  y  no  derla  extraño  que  suq,  casas  hubiesen  sido  invadidas  por 
pulgas  infectadas,  sin  que  Üe  ello  se  dieran  cuenta,  aunque  muchos  se  ha- 
bían fijado  en  su  exageración,  atribuyéndola  á  la  invasión  de  sus  casas  por 
las  ratas  de  agua  que  escapaban  á  la  inundación.  En  efecto,  los  inmuebles 
que  han  dado  los  casos  más  graves  están  levantados  á  lo  largo  de  un  arroyo 
que  atraviesa  el  pueblo  de  Genac.  Bajo  la  influencia  de  las  lluvias  abun- 
dantes del  invierno  pasado,  el  nivel  del  arroyo  se  elevó  á  fines  de  abril,  al 
mismo  tiempo  que  la  c¡|pa  subterránea  se  abría  en  la  superficie  en  muchos 
puntos. 

Estos  datos  permiten  suponer:  los  arvícolas,  expulsados  por  el  agua  de 
sus  madrigueras,  han  penetrado  en  el  pueblo  y  se  han  metido  en  las  casas. 
Si  este  año  padecían  dichos  animales  una  epidemia  especial,  han  podido 
contaminar  las  pulgas  de  las  casas  ó  dejar  en  ellas  algún  insecto  capaz  de 
picar  al  hombre;  la  enfermedad  se  ha  extendido  entre  estos  roedores,  como 
sucede  ordinariamente  con  las  ratas,  y  huyendo  del  contagio  los  animales 
enfermos  han  llevado  el  virus  á  los  terrenos  vecinos.  Ante  esta  hipótesis, 
ocurre  pensar:  si  esta  suposición  fuera  exacta,  los  sitios  más  frecuentados 
por  los  arvícolas  tendrían  que  haber  sido  los  más  castigados,  y  esto  es  pre- 
cisamente lo  que  nosotros  hemos  observado,  por  ejemplo,  eu  Vaux,  Rou- 
villao,  Matha,  Yoecharte,  etc. 

Los  pueblos  situados  en  las  regiones  bajas  y  húmedas  de  los  bordes  del 
Oharente  no  han  sido  invadidos  sino  después  de  las  aglomeraciones  en  los 
puntos  elevados,  es  decir,  á  fines  de  mayo  y  en  el  mes  de  junio,  en  el  mo- 
mento en  que  la  sequía  había  colocado  las  zonas  declives  en  condiciones 
'más  favorables  para  albergar  los  arvícolas.  Los  pueblos  qne  se  han  libra- 
do de  la  epidemia  son  los  mismos  que  en  1904  no  sufrieron  la  invasión  de 
los  arvícolas.  Las  razones  qne  les  han  protegido  contra  estos  roedores  ¿no 
serían  las  mismas  que  les  han  garantido  este  afio  contra  el  sudor?  Taled  son 
los  argumentos  que  hemos  querido  exponer  referentes  á  la  etiología  del  su* 
dor  miliar,  aunque  para  la  tesis  que  sostenemos  no  valen  lo  qne  una  prue- 
ba experimental ;  sin  embargó,  los  damos  á  conocer  para  llamar  la  atención 
de  los  investigadores,  puesto  que  las  epidemias  de  esta  enfermedad  tienen 
una  marcha  tan  rápida  que  será  necesario  no  perder  la  ocasión  de  su  co- 
mienzo para  comprobar  nuestra  hipótesis. 

Transformación  del  canear  en  te]ldo  conjuntivo  bajo  la  Inftueneia  de  la  can- 
croína. — El  Dr.  Adamkibwicz  :  Las  células  cancerosas,  muertas  por  la  can- 
croína,  son  eliminadas  por  el  organismo  como  si  se  tratara  de  cuerpos  ex- 
traños. Macroscópicamente  se  observa  una  disminución  de  volnmen  ó  una 
completa  desaparición  de  la  neoplasia,  ó  una  transformación  purulenta,  se- 
gún qne  el  proceso  eliminatorio  es  activado  más  ó  menos  mecánicamente  ó 
por  los  fagocitos.  Microecópicamente  el  proceso  sigue  tres  fases:  1.*,  las  cé- 


312 

InUfl  esDceroMS  desspareeen  y  dejao  Isguoas  qne  en  IO0  cortea  dsn  al  teji- 
do el  aapeeto  de  an  tamiz ;  2/,  estas  lagañas  se  llenan  de  elementos  plis- 
ticos,  es  decir,  se  dejan  infiltrar  por  peqnefUs  célalas;  j  8.\  este  tejido  de 
infiltración  se  transforma  en  an  tejido  conjantiyo  qae  se  posesiona  del  sitio 
del  cáncer,  terminando  de  este  modo^l  proceso  anaiómieo  de  cnradón. 

El  Dr.  LanoBBSAUx :  £ara  nosotros  no  es  ana  prneba  de  la  cnración  del 
cáncer  la  desaparición  de  las  célalas  epiteliales,  paes  ya  Blllrotb  habla  dl- 
«ho  qae  ciertas  enfermas  de  cáncer  de  la  mama  sncombian  cnando  el  tu- 
mor no  tenia  más  qae  tejido  conjanlíTO. 

El  Dr.  RacLüs :  ¿Podria  decimos  nnestro  colega  caál  es  su  estadística 
actoal  referente  á  lofl  resaltados  del  tratamiento  según  los  órganos  afectos? 

El  Dr.  Adamkikwics  :  May  difícil  me  seria,  por  no  decir  imposible,  ex- 
poner la  estadística  qae  se  me  pide.  Lo  único  qae  paedo  afirmar  es  qae  be 
tratado  con  éxito  an  gran  número  de  cánceres  de  casi  todos  los  órganos. 

CODIHA   GaSTELLTÍ^ 


SOCIEDAD   DE   CIRUGÍA   DE   PARÍS 
Suión  da  día  81  dé  Octubre  dé  1906. 

Heridas  intestinales  per  arma  ds  fue|0.—  El  Dr.  Ricard:  El  Dr.  Sejonr  nos 
ba  comunicado  la  obserración  de  an  joTen  de  quince  afíos,  al  qae  necesitó 
bacer  la  laparotomía  á  causa  de  una  berida  por  arma  de  fuego.  El  proyec- 
til, bala  de  reTólrer,  penetró  en  el  yientre  á  la  izquierda  de  la  línea 
media.  La  familia  no  consintió  que  el  berído  fuera  operado,  basta  que  á 
las  dieciocbo  boras  se  presentaron  síntomas  de  peritonitis.  EL  Dr.  Sejour 
encontró  cinco  perforaciones  intestinales  que  suturó. Las  consecuencias  post 
operatorias  fueron  benignas,  pero  á  los  ocbo  días,  al  separarse  las  saturas 
cutáneas,  se  produjo  una  eventración  á  consecuencia  de  an  golpe  de  tos,  y 
los  intestinos  formaron  bernia  á  través  de  la  berida.  Se  introdujeron  de 
nuevo  en  la  cavidad  abdominal,  y  se  cerró  la  abertura  por  medio  de  tres 
saturas  con  alambre  de  plata.  No  hubo  más  complicaciones. 

Oreo  conveniente  añadir  á  esta  observación  algunas  palabras  á  propósito 
de  los  diversos  modos  de  sutura.  La  vez  primera  se  babía  becbo  una  sutu- 
ra en  tres  planos,  lo  que  no  impidió  producirse  la  desunión;  la  segunda  se 
bizo  en  un  solo  plano,  y  se  mantuvo  perfectamente.  Es  una  nueva  prueba 
de  la  eficacia  de  esta  última  sutura. 

El  Dr.  Guinard:  Sólo  be  observado  un  caso  de  eventración  en  un  enfer- 
mo, al  que  separé  las  suturas  al  séptimo  día.  Desde  entonces  acostumbro  á 
no  separarlas  basta  loe  diez  días.  Respecto  á  los  modos  de  sutura  son  indi* 
ferentes,  porque  se  obtienen  buenos  resultados  lo  mismo  cuando  se  baceo 
en  uno  que  en  tres  planos. 

El  Dr.  PoiRiKB :  He  empleado  ambos  modos  de  sutura,  pero  boy  sólo  uti- 
lizo la  reunión  en  tres  planos ;  recuerdo,  sin  embargo,  que  el  Dr.  Duplay 
bacía  suturas  en  un  plano  con  alambre  de  plata.  La  reunión  era  siempre 
sólida  á  los  ocbo  días  y  jamás  sobrevino  un  caso  de  eventración. 


313 

El  Dr.  QuÉNc:  A  propósito  de  las  erentraciones  oonviene  distinguir  las 
que  se  producen  inmediatamente  de  las  tardías.  Respecto  á  las  primeras 
es  difícil  fijar  una  fecha  para  la  separación  de  las  su  taras ;  éstas  deben  per- 
manecer aplicadas  más  tiempo  en  los  sujetos  mal  nutridos;  en  estos  casos 
he  visto  no  obtenerse  la  reunión  en  catorce  días.  Me  sorprende  que  se  pre- 
fiera la  sutura  en  un  plaoo.  La  he  empleado,  y  comparados  los  resultados 
obtenidos  por  este  método  con  los  que  obtengo  con  la  sutura  en  tres  planos, 
no  puedo  menos  de  afirmar  que  esta  última  es  preferible;  sin  embargo, 
.  para  que  la  coaptación  sea  buena  es  preciso  suturar  bien  los  músculos. 
El  Dr.  Routibr:  Después  de  haber  hecho  la  reunión  plano  por  plano,  he 
vuelto  á  la  sutura  en  un  plano  empleando  alambre  de  aluminio.  Creo  que 
es  excelente.  He  observado  antes  sólo  dos  eventraciones ;  en  general,  son 
benignas.  Para  las  eventraciones  consecutivas  creo  que  debe  invooarse^nte 
todo  el  estado  de  los  enfermos. 

El  Dr.  MovoD :  Al  hacer  la  sutura-en  un  plano,  tenía  la  precaución  de 
abrir  la  vaina  de  los  músculos  rectos  y  de  resecar  la  línea  alta.  A  pesar  de 
esto  be  tenido  una  eventración;  asi  que  he  abandonado  dicho  método  y 
empleo  la  reunión  capa  por  capa. 

El  Dr.  ^ijFFiBR :  En  los  casos  de  reunión  incompleta  debe  tenerse  en 
cuenta  un  factor,  la  infección,  por  ligera  que  sea.  Practico  de  ordinario  la 
sutura  en  tres  planos,  lo  más  cuidadosamente  posible.  He  observado  algu- 
nas eventracioQes,  pero  las  consecuencias  fueron  siempre  benignas. 

El  Dr.  Rkyhibr:  He  observado  varias  veces  eventración  con  suturas  en 
uno  y  en  tres  planos.  En  la  actualidad  sólo  empleo  la  sutura  en  un  plano, 
que  tiene  la  ventaja  de  exponer  menos  á  los  hematomas  intersticiales,  ex- 
cepto en  los  sujetos  obesos,  en  los  que  es  preferible  reunir  por  separado 
peritoneo,  músculos  y  piel,  apretando  bien  los  hilos  de  catgut,  porque  á 
veces  se  aflojan  los  nudos.  Entre  las  causas  de  fracaso  de  la  reunión,  ade- 
más de  la  infección,  que  creo  innegable,  añadiré  las  adherencias  epiplói- 
cas.  He  observado  un  ejemplo  en  un  caso  de  histerectomia  vaginal  practi- 
cada por  uno  de  nuestros  colegas.  Se  obtuvo  la  reunión  vaginal,  pero  una 
noche,  durante  el  coito,  la  herida  se  abrió  y  el  epiplón  apareció  en  la  va- 
gina. Hice  la  laparotomía  y  resequé  una  porción  de  epiplón  que  estaba  ad- 
herido á  la  pared  vaginal. 

EL  Dr.  Ghapdt:  He  observado  con  frecuencia  eventraciones  en  el  perro, 
y  creo  que  en  las  mujeres  las  hernias  epiplóicas  contribuyen  á  su  forma- 
ción. Para  las  suturas  empleo  todos  los  hilos;  creo  preferible  el  catgut  á 
condición  de  reunir  el  peritoneo,  la  vaina  de  los  músculos  separadamente 
y  de  colocar  un  tubo  subcutáneo  de  desagüe. 

El  Dr.  Walther:  Jamás  he  observado  eventraciones  primitivas  infra- 
umbilicales,  cuyas  causas  más  importantes  son  la  infección  y  el  estado 
caquéctico  de  los  enfermos;  pero  he  visto  sobrevenir  algunas  supra  umbi- 
licales á  consecuencia  de  las  gastrostomías.  Cuando  se  hacía  la  sutura  en 
un  plano  sin  abrir  la  vaina  de  los  músculos,  se  ven  sobrevenir  eventracio- 
nes; no  se  observan  hoy,  que  se  abre  la  vaina  muscular  antes  de  hacer  la 
sutura.  No  obstante,  prefiero  la  sutura  en  tres  tiempos,  que  es  más  flexi- 
ble ;  la  practico  con  catgut  después  de  seccionar  las  vainas  de  los  mús- 
culos. 


314 

Bi  Dr.  HABTMAm:  Oreo  que  U  canas  de  que  no  se  renna  la  herida  del 
abdomen  no  ee  la  infección,  sino  mis  bien  la  eaqnexia.  He  ofaeerrado  sólo 
do0  casoe  de  eyentración:  nno  después  del  empleo  de  alambcs  de  plata  j 
otro  en  un  diabético,  después  de  la  sutura  en  tres  planos. 
*  El  Dr.  Sbqovd:  Es  preciso  diferenciar  las  eyentraciones  inmediatas  de 
las  tardías.  He  obseryado  tres  ejemplos  de  las  primeras:  dos  recayeron  en 
enfymas  en  las  que  se  habia  practicado  la  castración  cuando  este  trata- 
miento se  recomendaba  tanto  contra  los  fibromas  uterinos;  el  tercero  se 
refiere  á  una  mujer  á  la  que  no  conseguí  curar.  Oreo  que  no  se  debe  ser  • 
exclusirista  en  demasía  respecto  al  mejor  modo  de  sutura.  Aunque  parti- 
dario de  la  sutura  en  un  tiempo,  comprendiendo  poca  piel,  bastantes 
músculos  y  poco  peritoneo,  me  parece  que  en  ciertos  casos  es  preferible  la 
otra. 

El  Dr.  Rioard:  De  esta  discusión,  ó  mejor  dicho,  de  esta  enumeración 
de  las  diferentes  prácticas,  puede  deducirse  que  loe  dos  modos  de  sutura 
son  buenos,  siempre  que  se  apliquen  bien.  A  pesar  de  esto,  hay  enfermos 
en  los  que  la  reunión  fracasa,  hágase  lo  que  se  haga. 

Prostateetomia  transveéical.  —  El  Dr.  SAyARiAun :  En  un  tcabajo  ante- 
rior, el  Dr.  Legueu  se  ocupó  de  esta  interyención,  que  he  pradlicado  dos 
yeces  recientemente,  uno  de  mis  enfermos  tenía  hematuria  é  infección 
yesical ;  el  cateterismo  era  imposible.  Inciüdi  la  yejiga,  en  la  que  sobresa- 
lía el  lóculo  de  la  próstata ;  en  yano  intenté  la  enucleación  después  de  in« 
cindida  la  mucosa,  y  tnye  que  recurrir  á  la  fragmentación.  Después  saturé 
y  desagüé  la  yejiga.  Las  consecuencias  operatorias  fueron  buenas,  aunque 
la  cicatrización  fué  lenta.  En  el  segundo  enfermo  la  yejiga  estaba  también 
infectada  y  el  cateterismo  era  doloroso.  Practiqué  la  incisión  transyeaical 
y  enucleé  sin  dificultad  la  próstata.  Aunque  no  condeno  la  ablación  con 
tijeras,  creo  que  empleando  este  método  pueden  pasar  inadyertidos  peque- 
ños adenomas,  que  se  descubren  perfectamente  por  la  palpación  bimanual. 
Es  uno  de  los  motiyos  qué  me  hacen  preferir  la  enucleación  digital,  más 
segura,  más  rápida  y  más  quirúrgica.  Oreo  necesario  un  buen  desagüe  y 
una  sonda  permanente.  La  incontinencia  pasajera  de  orina  la  he  obseryado 
pocas  yeces,  y  jamás  he  yisto  formarse  fístulas  persistentes.  —  F.  Tolsdo. 


SOCIEDAD   DE    PEDIATRÍA   DE    PA&fS 
8e9ión  del  dia  í€  de  Octubre  de  1906  (1). 

Amlotrofla  espinal  difusa.  —  El  Dr.  A.  Dbullb  :  He  practicado  la  autopsia 
de  un  niño  con  amiotrofia  progresiya  que  inyadió  los  cuatro  miembros,  el 
tronco,  y  por  último  los  músculos  respiratorios,  dejando  á  saWo  sólo  la 
cara;  el  nifio  sucumbió  después  de  crisis  repetidas  de  asfixia.  Al  hacer  la 
autopsia  se  encontraron  atrofiadas  todas  las  células  estrelladas  de  las  astas 
anteriores  de  la  médula ;  las  de  las  astas  posteriores  se  hallaban  intactas, 
igual  que  las  del  cordón  de  Glarke,  Los  músculos  estaban  muy  atrofiados; 

(1)  Primera  del  curso  académico  aotuaK 


315 

loB  hacecillos  prímitÍTOs,  annqae  conseryaban  su  forma  estriada,  se  halla- 
baD  muy  redacídos  de  volumen.  Había  degeneración  de  los  nervios  intra- 
mnscalares,  pero  no  de  los  cutáneos.  Estas  lesiones  prueban  que  se  trata- 
ba de  una  atrofia  muscular  anterior  progresiva. 

Ní^tagmus  familiar.  —  El  Dr.  Apbrt  :  Presento  en  mi' nombre  y  en  el  del 
Dr.  Dudóse,  una  familia  compuesta  de  la  madre  y  de  cinco  hijos,  todos  los 
cuales  padecen  nistagmus  que  puede  incluirse  en  el  tipo  descripto  por  Le- 
noble  y  Aubineau,  como  mioclonia  de  los  músculos  del  ojo  y  que  designan 
con  el  nombre  de  nistagmus  mioclónico.  Otros  cinco  hijos  no  padecen  esta 
afección,  pero  tres  de  ellos,  que  murieron  de  pocos  meses,  quizá  la  hubie- 
ran padecido.  La  afección  no  es  congénita,  sino  que  se  desarrolló  á  los  po- 
cos afios  á  consecuencia  de  una  enfermedad  aguda.  En  algunos  de  estos 
enfermos  están  exagerados  los  reflejos  rotulianoS,  sobre  todo  en  el  lado  de- 
recho. Ninguno  de  ellos  tiene  temblor  de  la  cabeza  ó  de  los  miembros, 
ni  sacudidas  fíbrilares  ó  eléctricas,  fenómenos  observados  por  Lenoble  y 
Aubineau  en  varios  de  sus  enfermos.  Estos  autores  han  recogido  sus  obser- 
vaciones en  Bretaña  y  consideran  la  afección  como  propia  de  la  raza  bre- 
tona, regla  que  confirma  nuestra  observación,  porque  la  enferma  es  de 
,  dicho  pais. 

Enfermedid  de  Littie.  —  El  Dr.  Ausset  :  Se  describen  con  el  nombre  de 
enfermedad  de  Littie,  casos  de  naturaleza  compleja  que  sólo  tienen  de  co- 
mún la  rigidez  espasmódica  de  los  miembros  inferiores  que  sobrevienen 
desde  la  más  tierna  edad.  Al  lado  de  los  tipos  más  comunes  de  la  enferme- 
dad pueden  agruparse  casos  parecidos  que  difieren  de  los  clásicos  por  pre- 
sentar además  síntomas  anormales.  He  observado  un  niño  con  contractura 
de  los  miembros  inferiores  que  databa  desde  los  primeros  años  de  la  yida; 
lai  rodillas  estaban  inmóviles  en  semiflexión  y  los  pies  contraidos  afecta- 
baiQ  la  forma  de  una  Z.  Los  miembros  superiores  se  hallaban  también 
afectados  de  espasmo.  La  inteligencia  de  este  niño  estaba  poco  desarrolla- 
da, lo  que  prueba  que  la  lesión  cerebral  era  en  él  más  extensa  que  en  los 
casos  clásicos  de  enfermedad  de  Littie.  El  hecho  de  estar  afectados  los 
miembros  superiores  permite  incluir  este  caso  en^re  las  diplegias  espasmó- 
dicas ;  el  poco  desarrollo  de  la  inteligencia  hace  más  complicada  la  sintoma- 
tología. 

Anasarca  eomo  complicación  del  impéti|o.  —  El  Dr.  GmNON :  He  observado, 
en  unión  del  Dr.  Pater,  tres  niños  de  pecho  con  eczema  impetiginoso,  el 
cual  se  complicó  con  nefritis,  albuminuria  y  anasarca.  Es  indudable  que 
eu  estos  casos  las  lesiones  eczematosas  de  la  piel  fueron  la  puerta  de  entra- 
da de  los  gérmenes  patógenos,  que  al  localizarse  en  el  riñon  ocasionaron  la 
nefritis. 

Dos  casos  de  diienterfa  grave  tratada  por  el  suero  antidisentérico.  —  El  doc- 
tor OuiNON :  He  tratado  recientemente  por  el  suero  antidisentérico  dos 
enfermos  procedentes  de  Rusia,  y  que  habían  sufrido  grandes  privaciones 
durante  su  viaje.  No  pudieron  tolerar  el  Kha  Sam,  que  devolvieron  en  se- 
guida. Inyecté  á  cada  uno  de  ellos  280  cent.  cúb.  de  suero  antidisentérico, 
dosis  que  á  pesar  de  ser  elevada  no  produjo  accidente  seroterápico  alguno. 
Uno  de  los  enfermos  curó,  pero  el  otro  murió  á  consecuencia  de  una  bronco* 
neumonía,  cuando  la  afección  intestinal  estaba  ya  casi  corregida. 


316 


) m la InaiiMciéfl  iiHiiinL— El Dr.  Tbaü :  He < 
do  de  inregíiiAciÓD  inteetínal  á  un  oifio  de  cineo  meeet.  La  ioTa^ueciós 
ee  reprodajo  á  Ue  yeiotíBeifl  horas  j  tare  qae  operar  de  iiiieTo  al  eoferviOL 
EneoDtré  el  intetiiao  eo  coatraeeíón  é  ioragioado  eo  ciertoa  ñtioo.  B  nük» 
mnríó,  j  al  practicar  la  aatopsia  se  tío  qae  el  espasmo  ioiestiiial  habia 
desaparecido,  siendo  Dormal  el  calibre  del  ioiestíoo.  Es  pasible  qae  el  es- 
pasmo desempefte  an  papel  importante  en  la  inraginación  7  qae  la  parte 
del  iniestíno  retraída  se  inragine  en  la  dilatada.  Este  mecanisioo  sólo  pae- 
de  ¡DToearse  en  el  tito,  lo  qae  expliea  por  qaé  no  se  ha  obserrado  harta 
ahora  dicha  forma  de  invaginaeión.  —  F.  Toledo. 


SOCIEDAD   DB  MEDICIHA   DB   BERLÍN 
SétUn  dd24dé  Octubre  ds  ¡906  (1). 

SaretMt  pliMesUrls  iMnerráfles  f  MéNipIs.  —  El  Dr.  ii.  Sehlminger  pre- 
senta nn  hombre  qae  padece  la  afección  consi^nAda  en  el  epigrafe.  Con- 
siste en  la  aparición  en  la  piel  de  papólas  múltiples  hemorrigieas  7  en 
algunos  pantos  pigmentadas.  En  el  caso  actual,  además  de  ana  pápala 
aislada  en  la  mocosa  del  labio  inferior,  existen  alganas  en  las  eztremida* 
des  inferiores.  Pero  en  otros  casos  están  diseminadas  por  todo  el  caerpo  7 
hasta  existen  en  los  órganos  interiores.  Las  pápalas  no  tienen  ningana 
tendencia  á  la  destrocción,  sino  más  bien  á  la  regresión,  7  tampoco  dan 
origen  á  infartos  ganglionares.  Estos  hechos  no  revelan,  clínicamente,  un 
carácter  maligno.  En  cambio,  anatómicamente  pertenecen  á  los  sarcomas. 
En  estos  casos  es  notable  el  gran  desarrollo  de  la  arterio- esclerosis,  que  á 
veces  se  limita  taír  sólo  á  las  extremidades  enfermas,  7  qae  qaizá  00  deje 
de  tener  su  importancia  en  la  producción  de  las  hemorragias  múltiples. 

Como  tratamiento,  puede  pensarse  todo  lo  más  en  el  arsénico;  pero  en 
el  caso  presente  no  ha  dado  todavía  ningún  resaltado. 

El  Dr.  Ledermann  dice  haber  obtenido  beneficio  en  an  caso  con  el  aso 
del  arsénico,  continuado  por  mucho  tiempo. 

Cuerpo  extrañe  en  un  brenqule.  —  El  Dr.  Lehr  refiere  el  caso  de  un  hom- 
bre de  sesenta  y  un  afios  que  aspiró  un  trocito  de  hueso.  A  los  cinco  dias, 
cuando  la  expectoración  era  fétida,  acudió  al  orador.  Este  practicó  la  bron- 
coscopia  7  consiguió  qué  se  colocara  en  el  tubo  el  cuerpo  extrafio,  que  es- 
taba alojado  en  el  bronquio  del  lóbulo  inferior  derecho.  Sin  embargo  de 
esto,  no  se  pudo  verificar  la  extracción,  porque  el  hueso  estaba  encajado,  7 
al  tratar  de  desprenderlo  salió  sant^re  do  la  mucosa  hinchada  7  sobrevine 
nn  golpe  de  tos  que  impidió  proseguir  con  la  broncoscopia.  Se  introdujo  de 
nuevo  el  tubo,  se  logró  que  se  deshinchara  la  mucosa  en  la  proximidad 
del  trocito  de  hueso,  gracias  á  la  adrenalina,  7  entonces  fué  expulsado  el 
cuerpo  extraño  con  un  golpe  de  tos. 

En  vista  de  lo  ocurrido  en  este  caso,  aconseja  el  autor  acudir  á  la  bron- 

(I)  Primera  del  eurso  actual. 


317 

ooecopia  siempre  que  se  sospeche  la  existencia  de  no  cuerpo  extrafio  en  un 
bronqnio,  y  aunqae  no  la  revelen  los  rayos  R5nigeD. 

Rlnoescleroma.  —  El  Dr.  Edmundo  Meyer  presenta  an  machacho  qne  ya 
hÍ20  comparecer  el  afio  1902.  La  enfermedad  habla  progresado  macho 
desde  dicha  época;  en  la  nariz,  en  el  paladar,  en  las  fauces  y  en  el  labio 
superior  se  hablan  presentado  tumores  grandes  y  en  vias  de  descomposi- 
ción. Oon  un  tratamiento  enérgico  y  muy  prolongado  con  los  rayos  Rünt- 
gen  — 182  -sesiones  hasta  el  dia  de  la  fecha  —  se  ha  logrado  una  mejoría 
muy  notable. 

Erltrscitosis  (pellehomia  rejí  meialoatpfiniea).  —  El  Dr.  Sénator  hace  una 
breve  descripción  de  esta  enfermedad,  que  dio  á  conocer  por  primera  vez 
Vaquez,  de  París.  Lo  esencial  de  la  misma  se  consigna  en  su  propio  nom* 
bre.  Sus  signos  visibles  son  una  coloración  rojo*obscura  de  la  piel  y  de  las 
mucosas.  Los  enfermos  padecen  de  vértigos,  de  debilidad  progresiva,  de 
epistaxis  y  de  hemoptisis;  los  dos  enfermos  observados  por  el  autor  tenían, 
además,  hipertrofia  cardíaca  y  albuminnria. 

Como  quiera  que  el  autor  ha  podido  realizar  en  sus  dos  casos  análisis  de 
la  sangre  y  estudios  del  metabolismo  nutritivo,  cree  conveniente  comuni- 
car los  resultados  de  dichas  investigaciones. 

Lo  esencial  en  los  caracteres  de  la  sangre  es  el  aumento  en  el  número  de 
glóbulos  rojos  en  la  unidad  de  volumen.  La  cifra  llega  hasta  10  millones 
por  milímetro  cúbico  y  «u  forma  no  presenta  ninguna  alteración  esencial. 
La  proporción  de  hemoglobina  corresponde  al  aumento  en  el  número  de 
eritrocitos.  f"^ 

La  cifra  de  leucocitos  no  está  muy  alterada,  los  linfocitos  son  un  poco 
más  escasos  qu§  normalmente,  y  en  cambio  es  algo  mayor  la  proporción  de 
eosinófílos  y  de  células  cebadas.  Gomo  elementos  anormales ,  se'  han  en- 
contrado mielocitos. 

El  peso  específico  de  la  sangre  es  el  normal,  y  lo  mismo  acontece  con  ia 
concentración  molecular. 

La  presión  sanguínea  está  aumentada  en  ambos  casos  (hipertrofia  car- 
díaca). < 

El  residuo  seco  del  suero  sanguíneo  és  el  normal,  pero  la  proporción  de 
albúmina  de  la  sangre  está  un  poco  aumentada. 

El  metabolismo  del  nitrógeno  no  presenta  anomalía  en  ninguno  de  los 
dos  casos.  En  cambio,  las  investigaciones  que  ha  hecho  A.  Loewy  del  cam- 
bio gaseoso  siempre  revelaron  un  aumento  del  volumen  de  aire  respirado. 
Las  cantidades  de  O  absorbido  y  de  GO*  eliminado  alcanzaron,  por  lo  me- 
nos, el  límite  máximo  de  la  cifra  normal,  y  generalmente  sobrepasaron 
dicho  límite. 

La  causa  de  la  enfermedad  puede  consistir  en  un  menor  consumo  ó  en 
una  mayor  producción  de  glóbulos  rojos. 

La  proporción  de  urobilina  de  la  orina,  que  se  suele  considerar  como 
producto  de  destrucción  de  la  hemoglobina,  está  disminnída;  pero  este 
hecho  no  es  suficiente  para  sentar  ninguna  conclusión,  por  cuanto  son 
muy  escasos  todavía  nuestros  conocimientos  acerca  del  origen  de  la  urpbi- 
lina.  Es  mucho  más  probable  que  se  trate  de  una  producción  exagerada  de 
glóbulos  rojos.  Así  parece  demostrarlo  la  hiperplasia  de  la  médula  que  se 


318     ^ 

encontró  en  U  autopsia  en  tres  casos,  la  aparición  de  mielocitos  en  la  san- 
gre  y  el  aumento  en  la  proporción  de  eosinófílos  y  de  células  cebadas.  La 
causa  hay  que  buscarla  quizá  en  un  infarto  del  bazo. 

El  tratamiento  de  estos  casos  es  bastante  precario.  Se  deben  ensayar 
las  inhalaciones  de  oxigeno  y  la  dieta  vegetal. 

Es  muy  posible  que  esta  enfermedad  venga  á  rehabilitar  el  concepto  de 
la  plétora  verdadera,  aunque  en  forma  científicamente  mejor  fundada  que 
en  otros  tiempos,  concepto  que,  como  el  de  la  sangría,  que  á  él  iba  ligado, 
se  creyó  que  se  debía  abandonar  en  vista  del  resultado  de  investigaciones 
experimentales  conducidas  con  todo  rigor  (Oonheim). 

iDeustche  Medieinal-Zeitwig),  — R.  dbl  Yallb. 


PERIÓDICOS 


Un  nuevo  ei|no  do  anourioma  de  li  aorta.  —  El  Dr.  G.  Wilson  ha  observa- 
do el  signo  estetoscópico  siguiente  en.  varios  casos  de  aneurisma  del  cayado 
aórtico  y  de  dilatación  aneurismática  de  la  aorta  con  insuficiencia  aórtica. 
Se  aplica  el  estetoscopio  en  el  primer  espacio  intercostal  derecho,  lo  más 
lejos  posible  del  esternón,  y  mientras  habla  el  enfermo,  se  aproxima  poco  á 
poco  el  instrumento  al  borde  esternal ;  cuando  se  llega  á  unos  12  milíme- 
tros del  esternón  se  nota  una  modificación  brusca  del  timbre  de  la  voz*  que 
llega  al  oído  del  observador  con  más  claridad,  de  timbre  más  elevado  y 
algo  gangosa.  En  los  casos  de  aneurisma  propiamente  dicho,  estas  modifi- 
caciones de  la  voz  se  notan  con  toda  claridad  en  una  zona  de  5  centímetros 
á  cada  lado  de  la  línea  media  en  los  primóos  espacios  intercostales. 
{La  Freeae  MedicaU,  26  septiembre  1906).  —  F.  Tolbdo. 

Raqaitlsmo  tardío.— El  Dr.  H.  Ourschmann,  de  Heidelberg,  refiere  el  caso 
de  una  muchacha  que,  siendo  de  familia  en  que  había  raquitismo,  y  sin 
haber  presentado  nunca  síntomas  de  raquitismo  precoz,  cesó  de  crecer  á 
los  catorce  afios.  Tres  afios  después  se  presentaron  en  el  curso  de  un  trimes- 
tre y  con  dolores  al  andar,  abultamiento  de  las  epífisis  en  las  costillas,  de- 
formación raquítica  de  la  pelvis,  abultamiento  de  las  epífisis  de  las  extremi- 
dades superiores  é  inferiores,  sobre  todo  de  las  periféricas  y  corvadura  más  ó 
menos  acentuada  de  los  grandes  huesos  largos,  y  en  particular  de  las  tibias* 
Con  el  reposo  en  la  cama,  el  aceite  de  hígado  de  bacalao  fosforado  y  los 
bafios  salados  se  logró  detener  la  marcha  del  mal  al  cabo  de  unos  dos  ó 
tres  meses  y  hacer  retrogradar  algunos  transtornos,  pero  sobre  todo  qne 
mejorara  de  un  modo  considerable  el  estado  general. 

Guando  en  la  edad  de  la  pubertad  se  presentan  trastornos  en  la  marcha 
no  explicables  se  debe  pensar  siempre  en  el  raquitismo  tardío. 

El  autor  ha  observado  además  otro  caso  que  confirma  la  opinión  de  lií- 
kulicz  de  que  el  genuvalgum  de  los  adolescentes,  qne  parece  ser  una  afee- 
eión  monosintomática  es,  sin  embargo,  manifestación  parcial  de  an  raqui- 


319 

tísmo  tardío,  cayos  demás  síntomas  son  menos  acentuados  qne  en  los  casos 
típicos  de  raquitismo  precoz  j  generalizado.  En  los  casos  de  genu-valgum 
7  rarum  de  los  adolescentes  nunca  se  debe  omitir  el  tratamiento  interno 
especifico  del  raquitismo,  que  consiste  en  el  reposo  en  la  cama,  el  fósforo, 
el  aceite  de  hígado  de  bacalao  y  en  algunos  casos  la  hidroterapia.  Se  em- 
pleará tal  tratamiento  muy  especialmente  en  el  periodo  inicial,  constitu- 
yendo en  los  casos  más  leyes,  que  exigen  corrección  ortopédica  y  no  opera- 
toria, por  lo  menos  un  medio  auxiliar  muy  importante  del  tratamiento 
quirúrgico. 

{Mituitkngin  au8  den  GrenzgehUten  der  Med,  u.  Chir). — R.  dbl  Valli. 

Accién  teripéutlea  de  les  yodaros.— Él  Dr.  /.  Bumett  cree  que  los  yoduros 
llenan  las  siguientes  indicaciones  terapéuticas:  Aneurisma.  Bl  efecto  bené- 
fico de  los  yoduros  es  debido  probablemente  á  su  propiedad  de  farorecer  la 
coagulación  de  la  sangre.  El  saco  aneurismático  se  retrae  al  formarse  un 
coágulo  duro.  La  administración  de  los  yoduros  por  la  boca  no  produce 
efecto  alguno  sobre  el  número  de  pulsaciones  ni  sobre  la  presión  sanguínea 
arterial.  Lo  mismo  ocurre  cuando  se  administran  en  inyección  hipodérmica. 
Los  efectos  benéficos  de  estos  medicamentos  son  debidos  tambtlSn  á  que 
favorecen  la  eliminación  de  los  venenos  que  producen  la  degeneración  arte- 
rial y  de  las  substancias  patológicas  que  se  depositan  en  las  túnicas  vas- 
culares durante  la  enfermedad.  De  .este  modo,  las  paredes  de  los  vasos  re- 
cobran su  elasticidad,  y  el  saco  aneurismático  puede  retraerse.  Árterioescle* 
roste.  Los  yoduros  obran  en  la  arterioesclerosis  por  su  acción  eliminadora, 
que  permite  á  la  sangre  expulsar  las  substancias  irritantes  y  los  productos 
de  consunción,  facilitando  de  este  modo  la  circulación  por  los  vasos  escie- 
rosados.  Tienden  también  á  disminuir  la  excreción  de  ácido  úrico.  Angina 
de  pecho.  Es  debida  probablemente  al  espasmo  de  ios  vasillos  del  corazón, 
lo  que  produce  anemia  y  dolor.  Los  yoduros  ejercen  una  acción  antiespas- 
módica  específica.  Sus  buenos  efectos  en  el  asma  y  en  la  bronquitis  crónica 
son  debidos  también  á  la  misma  acción  antiespasmódica.  Sífilis.  Los  yodu- 
ros son  más  útiles  cuando  existen  lesiones  sifilíticas  de  las  mucosas,  de  los 
huesos  y  del  sistema  nervioso.  Deben  administrarse  á  grandes  dosis  en  to- 
das las  afecciones  de  origen  sifilítico,  sobre  todo  en  la  atatia  locomotriz. 
En  el  reumatismo  crónico  son  eficaces  por  su  efecto  sobre  la  excreción  de 
ácido  úrico.  En  los  casos  de  derrame  y  en  todas  las  infiamacionee  cróni- 
cas debe  utilizarse  la  acción  eliminadora  de  estos  medicamentos.  En  el  bo- 
cio exoftálmico  obran  favorablemente  por  sus  efectos  directos  sobre  la 
glándula.  {The  Lancet,  8  septiembre  1906).  —  F.'' Toledo. 

El  yoduro  do  arsénico  en  la  osorof uloolo  y  en  la  oocréf ulotuborculooio.  —  El 

Dr.  Rousseau  St  Fhilippe  refiere  haber  empleado  con  éxito  el  yoduro  de 
arsénico  (As  P)  en  más  de  200  casos  de  escrofulosis  y  de  escrófulotuber- 
culosis. 

Es  medicamento  difícil  de  preparar  y  que  én  el  comercio  suele  ir  acom- 
pañado de  impurezas.  El  mejor  método  para  prepararlo  es  el  siguiente, 
propuesto  por  Bamberger  y  Philipp;  á  una  disolución  clorhídrica  de  hidra- 
to de  arsénico  se  afiade  en  caliente  otra  disolución  acuosa  de  yoduro  pota- 


320 

sico;  el  cloruro  potásico  que  se  precipita  al  mismo  tiempo,  se  /Mpara  dei 
yoduro  de  arsénico  mediante  disolnción  en  snlfíiro  de  carbono. 

El  autor  da  el  medicamento  en  disolución  al  1  por  100,  comenzando  por 
una  gota  por  la  mafiana  y  otra  por  la  tarde,  y  aumentando  la  dosis  hasta 
llegar  á  40  gotas  de  cada  yez.  £1  yoduro  de  arsénico  no  sólo  da  buenos  re* 
sultados  en  las  afecciones  escrofulosas  de  todo  género,  en  los  nodulos  lin- 
fáticos infartados  y  supurados  y  en  las  inflamaciones  crónicas  de  loe  oidos, 
de  los  ojos  y  de  la  piel,  sino  que  además  es  útil  en  la  tuberculosis  de  los 
huesos  y  hasta  en  la  tuberculosis  pulmonar  incipiente. 

(Journal  de  tned,  de  Bordeaux).  —  B.  del  Vallb. 

Dlainéstico  diferencial  entre  la  ilbuminurli  ertottática  y  la  nelrftiea.— En  el 

Congreso  que  acaban  de  celebrar  en  Berlín  los  médicos  de  las  Oompafiias 
de  Seguros  sobre  la  yida,  el  Dr.  Hingston  Fox,  de  Londres,  ha  dado  á  co- 
nocer un  procedimiento  que  permite  distinguir  con  seguridad  la  albuminn* 
ría  benigna,  hematógena,  llamada  también  ortostática  y  fisiológica,  de  la 
renal,  que  es  siempre  graye.  Consiste  en  hacer  ingerir  lactato  de  cal,  el  qne 
en  la  albuminuria  ortostática  debida  á  la  disminución  de  la  coagnlabilidad 
de  la  sangre,  hace  desaparecer  con  rapidez  la  albúmina  de  la  orina,  aanqne 
el  enfermo  no  sea  sometido  al  reposo  en  el  lecho  ni  al  régimen  lácteo;  este 
medicamento  es  completamente  inútil  en  la  albuminuria  debida  á  una 
nefritis.  —  (L«  Btdl.  Medical,  29  septiembre  1906).  —  F.  Tolbdo. 

La  Qélatini  Ifqnidí  oeme  intidiarrélce  y  estemiquice.— El  Dr.  E.  Oohn  pre- 
para en  el  aparato  de  esterilización,  y  por  medio  de  la  calefacción  sosteni- 
da durante  seis  horas,  una  gelatina  que  sólo  se  coagula  en  la  heladora. 
Esta  gelatina  presta  muy  buen  serricio  para  combatir  las  diarreas  de  los 
niños  y  también  las  de  los  adultos.  Además  es  un  buen  estomáquioo. 

Se  puede  preparar  de  la  manera  siguiente : 

Gelatina 10  gramos. 

Cuezase  durante  seis  horas  con  agua  destilada  para  que  se  conserye  li- 
quida y  qae  queden  80  gramos. 
Fíltrese  en  frío  y  afiádase : 

Acido  dtríoo 1  grano. 

Jarabe  da  cortesa  de  naranja  hasta  oompletar 100  gramos. 

Media  cucharada  cada  dos  horas  (para  un  nifio),  ó  bien 

Gelatina 20gramo«. 

Cuezase  durante  seis  horas  con  agua  destilada  para  que  se  conserye  lí* 
quida  hasta  que  qu^en  180  gramos. 
Fíltrase  en  frío  y  afiádase ; 

Acido  cítrico 2  gramos. 

Una  á  dos  cucharadas  cada  dos  horas  (para  un  adultoX 

(Therapie.  der  Oegenwart).  —  R.  dbl  Vallb. 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


EL  REUMATISMO  ARTICULAR  CRÓNICO  PRIMITIVO 

Y  SU  TRATAMIENTO 

DOCTOR  PH.  HAUSER 


El  reumatismo  articular  crónico  primitivo  es,  con^o  su  nombre  in- 
dica, aquel  que  se  presenta  desde  el  primer  momento  de  su  apari- 
ción con  los  caracteres  de  cronicidad,  en  oposición  al  reumatismo 
articular,  que  pasa  al  estado  crónico  después  de  haber  evoluciona- 
do bajo  la  forma  aguda,  con  ñebre  alta  y  complicaciones  viscerales 
eventuales. 

'  Aunque  aquel  fué  conocido  ya  por  Sydenham  como  una  entidad 
morbosa  distinta  del  reumatismo  articular  agudo  y  que  además 
fué  descrito  magistralmente  con  todos  sus  detalles  por  los  gran- 
des maestros  en  Medicina  del  siglo  xix,  pertenece  al  grupo  espe- 
cial de  dolencias  del  vasto  campo  de  la  patología  que  queda  todavía 
por  explorar,  pues  á  pesar  de  los  grandes  progresos  realizados  en 
las  ciencias  médicas  durante  los  últimos  cincuenta  años,  uo  se  ha 
llegado  todavía  &  un  acuerdo  completo  entre  los  patólogos  más  no- 
tables de  los  distintos  países,  respecto  á  la  naturaleza  del  reuma- 
tismo articular  crónico  primitivo. 

Basta  recorrer  los  trabajos  de  los  numerosos  autores  que  se  han 
ocupado  de  esta  enfermedad  en  el  transcurso  del  pasado  siglo,  para 
convencerse  de  que  nuestros  conocimientos  relativos  á  su  patogenia 
y  á  su  naturaleza,  no  han  alcanzado  la  precisión  y  la  claridad  ne- 
cesarias para  poder  establecer  un  tratamiento  racional  y  eficaz. 

Sydenham,  el  primero  que  lo  ha  descrito,  dice:  «Muchas  veces 
se  lo  ha  confundido  con  la  gota,  porque  lo  mismo  que  ésta,  se  pre- 
senta sin  fiebre  y  poco  tiempo  después  de  su  invasión,  se  desarrollan 
Affo  XXX.-Tomo  LXXIlI.-Núm.  OSH.-I  Diciembre,  1906.  95 


322 

nodasidadeSj  sobre  todo  del  lado  interior  de  ios  dedos;  las  articula- 
ciones  parecen  muchas  veces  dislocadas;  persiste  generalmente 
durante  meses,  y  unas  veces  muchos  añps,  y  no  rara  vez  durante 
toda  la  vida;  vuelve  &  aparecer,  después  de  intervalos  más  ó  me- 
nos largos  de  descanso,  por  nuevos  accesos  que  agravan  el  es- 
tado anterior  de  las  articulaciones;  los  dolores  articulares  son 
muy  intensos,  y  aunque  suelen  cesar  por  si  mismos,  dejan  las  partes 
afectadas  privadas  de  movimiento,  que  rara  vez  vuelven  al  estado 
normal». 

La  primera  monografía  relativa  á  esta  enfermedad  apareció  en 
el  año  1799.  Fué  Landré-Beauvais  (1),  interno  de  Pinei-en  La  Salpé- 
triére,  quien  hizo  de  ella  un  estudio  anatomopatológico  en  su.tesis  de 
^  doctorado  en  1800,  con  el  titulo  :  ¿  Debe  admitirse  una  nueva  especie 
de  gota  con  el  nombre  de  gota  asténica  primitioal  En  este  trabajo  in- 
siste el  autor  sobre  el  carácter  crónico  de  esta  enfermedad  y  su  ma* 
yor  frecuencia  en  la  mujer,  llegada  á  la  edad  critica.  También  afir- 
ma que  termina  muchas  veces  por  la  deformación  de  las  articula- 
ciones y  por  la  destrucción  de  los  cartílagos.  El  trabajo  de  Beauvais 
no  tardó  de  encontrar  eco  en  Inglaterra,  pues  en  1804,  Heberden  (2) 
publicó  un  escrito  con  el  nombre  de  Digitorum  Nodi^  donde  describe 
una  enfermedad  crónica  de  las  articulaciones  que  se  caracteriza  por 
nodosidades  de  los  dedos,  que  no  empieza  por  el  dedo  gordo  como 
la  gota,  y  que  se  distingue  también  del  reumatismo  por  el  hecho  de 
suprimir  de  una  manera  más  completa  las  funciones  de  los  miem- 
bros. En  1805,  Haygarth  (3)  publicó  un  trabajo  análogo  con  el  nom- 
bre de  Nodosity  of  ihe  Joints,  donde  expone  de  una  manera  ciara  y 
precisa  la  naturaleza  de  las  nodosidades  propias  del  reumatismo 
articular  crónico,  distintas  de  las  de  la  gota. 

Posteriormente  á  estos  trabajos,  no  se  publicó  ningún  escrito  im- 
portante sobre  esta  materia  hasta  el  año  1833,  cuando  Lobstein  (4) 
catedrático  de  Anatomía  patológica  en  Estrasburgo,  describió  el 
reumatismo  crónico  desde  el  punto  de  vista  anatomopatológico,  se- 
ñalando particularmente  las  lesiones  y  las  vegetaciones  de  las  arti- 
culaciones óseas  que  distinguen  esta  forma  de  reumatismo.  Llamó 
también  la  atención  sobre  el  estado  ebúrneo  de  las  superficies  ar- 
ticulares, que  presentan  á  veces  la  dureza  del  esmalte.  Dice,  haber 

(D  Landré-Beaavaís :  Goatte  aathéniqae  primitive.  Théae  de  JParis,  1800. 

(2)  Heberden  :  Gommentaries,  1804. 

(8)  Hay^at  th  s  Glinical  History  of  Diseasea,  1805. 

(4)  Lobstein :  Traite  d'Anatomie  pothoiogique,  page,848, 1883. 


323 

'encontrado  esta  alteración  en  la  cabeza  y  en  los  cóndilos  del  fémur, 
de  la  tibia  y  de  los  huesos  del  metacarpo. 

En  1839  aparecieron  en  Inglaterra  trabajos  muy  notables  de  Co- 
lles  (1)  y  Adams  (2),  que  confirman  la  opinión  de  I^obstein,  demos- 
trando además  por  medio  de  grabados  anatomopatológicos,  que  en 
la  evolución  de  este  mal  obran  simultáneamente  dos  procesos  mor- 
bosos distintos,  el  uno,  de  absorción  del  hueso  antiguo  y  de  su  car- 
tílago, y  el  otro,  de  formación  de  un  hueso  nuevo.  En  los  años  1843, 
1849  y  1852,  se  publicaron  en  Inglaterra  nuevos  estudios  sobre  el 
reumatismo  crónico  por  Todd  (3),  Redfern  (4)  y  FuUer  (5),  que  des- 
pués de  ampliar  con  hechos  nuevos  la  opinión  de  los  médicos  del 
continente,  confirman  que  esta  enfermedad,  en  su  aspecto  clínico, 
•presenta  síntomas  propios,  tanto  de  la  gota  como  del  reumatismo. 

En  resumen,  todos  los  autores  que  se  ocuparon  del  reumatismo 
crónico  en  la  primera  mitad  del  siglo  pasado,  están  conformes  en 
que  se  trata  de  una  enfermedad  que  en  la  .mayoría  de  los  casos  se 
presenta  bajo  la  forma  apiréticá  y  crónica  desde  el  primer  mo- 
mento. 

El  primer  estudio  clínico  basado  al  mismo  tiempo  sobre  numero- 
sas observaciones  de  anatomía  patológica,  se  debe  á  Charcot  (6), 
-quien,  habiendo  estado  algunos  años  interno  en  las  salas  de  La  Sal- 
pétriére,  aprovechó  las  numerosas  autopsias  hechas  por  él  en  enfer- 
mos de  las  salas  de  incurables,  donde  abundan  los  que  sufren  de 
reumatismo  articular  crónico,  para  un  estudio  muy  concienzudo 
que  publicó  en  su  tesis  inaugural  en  el  año  1853,  En  ésta  describe  el 
reumatismo  crónico  con  mano  maestra,  tanto  desde  el  punto  de  vista 
^natomopatológico,  como  clínico,  y  para  dar  mayor  realce  á  su  te- 
sis, la  acompañó  de  láminas  demostrativas,  probando  que  los  dolo- 
res de  los  enfermos  son  debidos  generalmente  á  la  alteración  si- 
«nultánea  de  la  sinovial,  de  los  cartílagos  y  de  las  epífisis. 

Casi  al  mismo  tiempo  se  publicó  otra  tesis  por  Trastour,  con  el 
nombre  de  Reumatismo  goioso^  que  se  inspiró  en  el  mismo  criterio 
<iue  Charcot,  reconociendo  una  causa  diatésica  en  la  patogenia  de 
-esta  enfermedad. 


(1)  Oolles :  Gyclop.  of.  Anat,  and  Phya.,  1888. 

(2)  Adams :  A.  Treat  on  Bamat.  Gout.,  1856. 

(8)  Todd  :  Chronic  BhenmatÍBm  of  the  Joints,  1848. 
Í4)  Bedfern :  Edin.  Monthly  Jonrnal,  1849. 
(5)  Faller  :  Bhenmatio  Goat.,  18S2. 
<6)  Charcot :  Thése  de  Paria,  1858. 


324 

Trousseaa^  en  sus  Lecciones  clínicas  de  1865,  dedicó  á  esta  enfér* 
medad  un  capítulo  entero  con  el '  nombre  de  Reumatismo  nodoto, 
pues  dice :  « Son  las  nodosídadee  de  las  articulaciones  qne  caracte- 
rizan la  enfermedad »«  y  añade  que  las  nodosidades  no  son  debidas 
en  todo  á  la  tumefacción  de  los  huesos^sino  también  al  relajamiento, 
adelgazamiento  de  los  ligamentos  y  á  la  salida  de  las  cabezas  óseas 
deformadas  en  parte  por  pequeños  osteofitos. 

Merece  también  mencionar  los  trabajos  de  Broca  sobre  la  artritis 
seca,  en  el  año  1850,  que  describe  como  una  forma  del  reumatismo* 
crónico,  con  la  particularidad  que  afecta  una  articulación  sola. 
Esta  forma  es  también  conocida  con  el  nombre  de  artritis  senil. 

Garrod  publicó,  en  1863,  un  trabajo  muy  notable  sobre  la  natura- 
leza y  el  tratamiento  de  la  gota  y  del  reumatismo  gotoso,  y  después 
de  entrar  en  consideraciones  muy  fundadas  sobre  la  patogenia  del 
reumatismo  crónico,  se  inclina  en  favor  de  la  denominación  de  ar- 
iritis  reumaioides^  en  vez  de  reumatismo  gotoso. 

Charcot,  en  sus  Lecciones  clinicas  sobre  enfermedades  de  los  viejos 
y  enfermedades  crónicas^  publicadas  en  1874,  ha  vuelto  á  ocuparse 
del  mismo  asunto,  consagrando  varias  lecciones  al  estudio  del  reu- 
matismo crónico.  En  éste  admite  tres  tipos  fundamentales : 

í°  El  reumatismo  articular  crónico  progresivo^  llamado  también 
reumatismo  nodoso; 

2P  El  reumatismo  articular  crónico  parcial; 

3/*  El  reumatismo  de  Heberden  (1). 

Cada  uno  de  estos  tres  tipos  tiene  caracteres  distintos  en  su  evo» 
lución. 

Reumatismo  articular  crónico  progresivo. — Este  invade  con  prefe- 
rencia las  pequeñas  coyunturas  y  las  de  las  manos  en  particular. 
Desde  el  principio,  se  presenta  con  los  síntomas  característicos :  ru- 
bicundez, tumefacción,  calor  y  dolor.  Algún  tiempo  después  se  le 
agrega  otro  fenómeno,  el  de  la  retracción  espasmódica  de  los  múscu- 
los, que  producen  una  actitud  singular  y  es  la  deformación  del  miem- 
bro afectado.  En  el  segundo  período  los  desórdenes  nutritivos  se  ha- 
cen más  pronunciados  y  toman  progresivamente  mayor  desarrollo; 
la  tumefacción  se  extiende  á  los  tejidos  fibrosos  y  serosos,  producien- 
do, ya  hidrartrosis,  ya  engrosamiento  de  la  sinovial  y  del  tejido  sub- 
seroso.  A  veces  afecta  las  partes  duras,  produciendo  crestas  hueso- 
sas, hiperostosis  y  erosiones  de  los  cartílagos  que  deforman  la  cabe- 

(1)  Heberden  :  Commentariea,  1804,  cap.  iztiii. 


325 

za  de  los  huesos,  y«  ñnalmente,  subiuxaciones  articulares.  Se  obser- 
va á  veces  crujidos  en  los  movimientos  articulares,  lo  que  es  debido 
•á  la  eburnificación  de  las  superficies  huesosas;  otras  veces  se  esta- 
blece la  rigidez  de  los  miembros,  producida  por  la  anquilosis  com- 
pleta ó  incompleta  de  las  superficies  articulares  y  de  la  retracción 
de  los  tejidos  fibrosos  y  los  ligamentos  hipertrofiados.  Generalmente 
4K>n  las  pequeñas  articulaciones  de  las  manos  y  de  los  pies,  que  son 
las  primeras  invadidas  y  que  están  más  deformadas,  presentando  al 
•exterior  tuberosidades  redondeadas.  También  son,  por  lo  general, 
las  extremidades  superiores  donde  se  inicia  la  enfermedad.  Hay  otro 
ienómeno  que  distingue  el  reumatismo  nodoso :  es  la  simetría  en  la 
marcha  de  la  invasión;  pues,  generalmente,  son  dos  extremidades 
homologas  que  son  cogidas  á  la  vez,  lo  contrario  de  lo  que  ocurre 
^n  la  gota,  que  se  localiza  generalmente  en  una  extremidad  sola. 
Además,  en  ésta  es  el  dedo  gordo  del  pié,  en  la  gran  mayoría  de  los 
casos,  donde  se  inicia  la  enfermedad,  mientras  que  en  el  reumatis- 
mo nodoso  son  las  articulaciones  metacarpofalangianas  del  dedo 
Índice  y  del  mediano,  que  son  las  primeras  invadidas,  y  eso  en  los 
dos  lados  á  la  vez,  aunque  ocurre  alguna  vez  que  ya  en  el  primer 
ataque,  el  mal  se  localiza  en  una  gran  articulación,  tal  como  la  ca- 
bera, la  rodilla  y  el  codo,  pero  este  fenómeno  es  todavía  más  raro 
•en  la  gota.  Todavía  hay  otro  fenómeno  distintivo  de  esta  enfer- 
medad; la  gota  busca  sus  víctimas  entre  los  hombres  que  han  lle- 
vado una  vida  activa  y  que  eran  aficionados  á  la  buena  comida, 
mientras  que  el  reumatismo  n<^doso  tiene  su  predilección  para  el 
isexo  femenino,  que  se  encuentra  agotado,  ya  por  el  exceso  de  tra< 
bajo  físico  ó  mental,  ya  por  los  partos  ó  por  las  complicaciones  con- 
-comitantes  de  la  edad  critica. 

Una  vez  que  la  enfermedad  ha  entrado  en  el  estado  crónico,  se 
observan  alteraciones  nutritivas  permanentes  de  los  tejidos,  que 
son :  la  atrofia  muscular,  la  atrofia  de  los  huesos,  que  tienen  por 
^consecuencia  la  paresia  de  los  miembros  respectivos.  Algunos  mé- 
•dicos  consideran  la  producción  de  las  desviaciones  como  el  resulta- 
do de  la  posición  viciosa  tomada  instintivamente  pQr  los  enfermos, 
mientras  que  Charcot  es  de  opinión  contraria;  en  la  mayoría  de  los 
<ca60s,  dice,  estas  deformaciones  son  la  consecuencia  natural  de  las 
^contracciones  musculares  espasmódicas,  ó  mejor  dicho,  convulsi- 
vas, que  se  producen  por  una  especie  de  acción  refleja,  cuyo  punto 
de  partida  se  halla  en  las  articulaciones  enfermas. 

Charcot,  con  el  objeto  de  darse  mejor  cuenta  de  la  relación  de 


326 
esta  enfermedad  con  la  gota,  ha  sometido  un  gran  número  de  su» 
enfermos  á  un  análisis  químico  de  la  sangre  y  de  las  orinas,  y  jama» 
ha  logrado  descubrir,  ni  en  la  una  ni  en  la  otra,  un  exceso  de  ácido 
úrico.  En  cambio,  cita  algunos  análisis  hechos  por  Boeker,  que  han. 
arrojado  una  disminución  notable  de  fosfato  de  cal  en  la  orina  y  un 
aumento  cuadruplo  de  esta  substancia  en  la  sangre. 

Charcot  admite  además  dos  formas  distintas  dentro  del  mismo- 
tipo  del  reumatismo  articulad  crónico,  una  de  evolución  rápida  y 
otra  de  evolución  lenta.  La  primera  se  presenta  generalmente  en 
sujetos  jóvenes  de  dieciséis  á  treinta  años  de  edad,  y  en  mujeres  du- 
rante el  embarazo  ó  el  puerperio.  En  estos  casos,  se'  observa  que  la. 
invasión  afecta  un  número  mayor  de  coyunturas  á  la  vez,  que  las- 
retracciones  musculares  son  más  acentuadas,  que  los  dolores  son. 
más  intensos,  que  la  rubicundez  y  la  tumefacción  son  más  vivas,  y 
que  la  reacción  está  acompañada  por  una  elevación  de  temperatu- 
ra; en  una  palabra,  este  tipo  inviste  la  forma  del  reumatismo  ar- 
ticular agudo,  el  cual  pasa  gradualmente  al  estado  crónico,  presen- 
tando todas  las  deformaciones  propias  del  reumatismo  nodoso. 
Estos  casos,  bastante  raros,  retroceden  después  de  algún  tiempo  y 
concluyen  generalmente  por  una  curación  completa.  En  cambio,  el 
reumatismo  crónico  de  evolución  lenta  ocurre  en  individuos  de  edad 
avanzada,  de  cincuenta  á  sesenta  años,  coincidiendo,  en  general,  en 
las  mujeres,  con  la  época  de  la  menopausia.  En  estos  casos,  las  arti- 
culaciones son  invadidas  sucesivamente,  la  reacción  es  menos  viva,, 
hay  menos  rubicundez,  menos  dolor  y  menos  tumefacción ;  en  cam- 
bio, las  deformaciones  se  hallan  más  pronunciadas. 

Reumatismo  articular  crónico  parcial,^  É»ie  afecta  generalmen- 
te una  articulación  y  de  preferencia  la  cadera.  Fué  denomina* 
do  distintamente,  según  los  autores.  Cuando  se  localiza  en  la  ca- 
dera, le  llaman  Morbos  coxoe  senilis,  y  cuando  afecta  otra  articu- 
lación, le  dan  el  nombre  de  artritis  senil  ó  artritis  seca;  también 
le  llaman  artritis  deformante  á  causa  de  las  deformidades  muy 
características  que  presenta.  Esta  enfermedad,  hallándose  locali* 
zada  en  una  sola  articulación,  presenta  muchas  veces  grandes  difí* 
cultades  para  el  diagnóstico;  puede  simular  una  luxación,  una  frac- 
tura y  muchas  veces  un  tumor  blanco,  y  por  esta  razón  ha  sido 
estudiada  más  bajo  el  punto  de  vista  de  patología  externa.  No  obs- 
tante, no  se  puede  negar  que  es  la  expresión  de  un  estado  diatésico; 
pues  se  presenta  algunas  veces  en  sujetos  que  han  padecido  ante- 
'«ente  de  reumatismo  articular  agudo.  Aunque  en  el  primer 


327  ,      ' 

tiempo  de  su  aparición  es  insidioso  en  su  marcha,  una  vez  bien  des- 
arrollado, reviste  el  carácter  del  tumor  blanco  ó  de  la  artritis  de- 
formante. Otras  veces,  la  artritis  deformante  parcial  reviste  en  sus 
comienzos  la  forma  aguda,  pero  durante  su  desarrollo  revela  el  tipo 
de  la  artritis  seca,  y  su  diagnóstico  da  á  veces  lugar  á  dudas  du- 
rante largo  tiempo,  hasta  el  momento  en  que  se  presentan  dolores 
simétricos  en  ambas  manos  que  evolucionan  con  los  caracteres  del 
reumatismo  nodoso.  En  otros  términos,  una  vez  se  presenta  bajo 
la  forma  parcial  localizada  en  una  articulación  y  termina  por  ge- 
neralizarse, y  otras  veces  se  presenta  á  raiz  de  un  reumatismo  poli- 
articular  agudo.  ^ 

Reumatismo  de  Heberden.^Eñiei  forma  especial  de  reumatismo 
crónico,  conocida  bajo  el  nombre  de  nodosidades  de  Heberden,  fué 
confundido  por  muchos  autores  con  la  gota.  No  obstante,  Heberden 
mismo,  en  sus  «Comentarios»,  dice:  «¿Cuál  es  la  naturaleza  de  esos 
pequeños  nodulos  del  tamaño  de  un  guisante  que  se  encuentran  fre- 
cuentemente en  los  dedos,  sobre  todo  un  poco  encima  de  sus  extre- 
mos, cerca  de  la  coyuntura?  Estos  no  tienen  ninguna  conexión  con 
la  gota».  Estas  pequeñas  nodosidades  tienen  su  asiento  al  nivel  de 
las  articulaciones  de  las  falangetas.  En  general,  la  extremidad  digi- 
tal está  poco  desviada,  ya  á  derecha,  ya  á  izquierda.  Existen  dos  no- 
dulos al  nivel  de  la  coyuntura  que  parece  algo  más  ancha;  presenta 
algunas  veces  rigidez,  pero  nunca  crujidos.  Se  observa  á  veces  en 
los  individuos  afectados  de  este  mal,  accesos  de  tumefacción  de  las 
partes  blandas,  acompañada  de  rubicundez  y  de  calor.  Charcot, 
quien  ha  hecho  numerosas  autopsias  de  estos  enfermos  en  La  Sal- 
pétriére,  encontró:  1.®,  que  los  tumores  pisiformes  descritos  por  He- 
berden no  son  más  que  los  tubérculos  huesosos  que  se  hallan  normal- 
mente en  la  extremidad  inferior  de  la  segunda  falanje  en  la  parte 
dorsal,  hallándose  considerablemente  aumentados  de  volumen  á 
causa  de  la  formación  de  nuevas  capas  huesosas ;  2.^,  que  no  presen- 
tan ni  huellas  de  urato  de  sosa  ni  en  los  cartílagos  ni  en  las  partes 
blandas  de  las  articulaciones;  3.*,  que  los  cartílagos  presentan  la  al- 
teración de  la  artritis  seca  y  las  superficies  articulares  se  hallan  cu- 
biertas de  una  concha  huesosa  ebúrnea.  Estas  nodosidades  son,  sin 
duda,  según  Charcot,  la  expresión  de  un  estado  constitucional  que 
es  la  diátesis  reumática ;  es  una  enfermedad  hereditaria,  pudiendo 
manifestarse  entre  varios  miembros  de  una  misma  familia.  A  veces 
se  encuentra  que  los  unos  prefli|ntan  el  reumatismo  de  Heberden, 
los  otros  el  reumatismo  crónico  generalizado  y  los  otros  el  reuma- 


328 
tísmo  cr6nico  parcial,  lo  que  es  una  prueba  evidente  del  parentesco 
que  existe  entre  las  tres  formas  del  reumatismo  crónico. 


De  lo  que  precede  resulta: 

1.^  Que  las  distintas  formas  del  reumatismo  articular  crónico  pre- 
sentan al  mismo  tiempo  unos  síntomas  semejantes  á  los  de  la  gota 
y  otros  comunes  al  del  reumatismo  poliarticular  agudo,  con  la  dife- 
rencia que  éste  se  inicia  por  un  proceso  inflamatorio  agudo  y  una 
alteración  nutritiva  rápida  de  los  tejidos  sólidos  y  blandos  de  las 
articulaciones,  que  vuelven  generalmente  á  su  estado  normal  des- 
pués de  haberse  extinguido  la  inflamación,  mientras  que  aquél  se 
distingue  por  un  proceso  destructor  lento  y  progresivo  de  los  tejidos 
articulares,  que  rara  vez  vuelven  á  su  integridad  anatómica  y  fisio- 
lógica. 

2.°  Que  ambos  obedecen  á  una  causa  constitucional,  llamada  por 
Charcot  y  otros  autores,  diátesis  reumática.  Los  autores  ingleses, 
guiados  por  Garrod,  no  estando  conformes  con  la  opinión  que  atri- 
buye al  reumatismo  crónico  progresivo  el  mismo  origen  diatésico 
.  que  al  reumatismo  poliarticular  agudo,  le  han  denominado  artritis 
reumatoideSf  con  el  cual  quieren  expresar  que  no  tiene  más  que  la 
apariencia  del  reumatismo.  Los  autores  alemanes  han  ido  todavía 
más  lejos,  pues  han  suprimido  completamente  el  término  reumatis- 
mo y  han  adoptado  con  preferencia  el  nombre  de  artritis  de  forman* 
te^  reservando  el  término  de  reumatismo  articular  crónico  á  aquel 
que  es  consecuencia  del  reumatismo  articular  subagudo  que  se  pre- 
senta por  brotes  sucesivos  y  obedece  á  la  misma  causa  que  el  reu- 
matismo'agudo,  siendo  sólo  más  lento  en  su  evolución.  Aunque  no 
se  puede  desconocer  que  todas  las  afecciones  articulares  crónicas, 
de  distinto  origen  y  de  distinta  naturaleza,  tales  como  la  artri- 
tis blenorrágica,  sifilítica  y  tuberculosa,  suelen  conducir  con  al 
tiempo  á  la  deformación,  los  procesos  deformantes  de  \di  artritis  no- 
dosa  son  tan  característicos  que  hay  que  reconocer  su  entidad  mór- 
bida independiente,  conservándola  el  calificativo  de  deformante. 

ETIOLOGÍA  T  PATOGENIA  DEL  REUMATISMO   ARTICULAR  CRÓNICO 

En  todos  los  tiempos,  desde  Hipócrates  acá,  se  ha  considerado  el 

frío  húmedo  como  causa  patogénica  del  reumatismo  articular  agu- 

.  No  obstante,  la  estadística  colonial  del  ejército  inglés  arroja  da- 


tos  contl*ario8  á  esta  opinión»  pues  bajo  el  clima  riguroso,  húmedo  y 
irlo  de  la  Nueva  Bscocia,  la  cifra  de  los  atacados  de  reumatismo  no 
llega  más  que  &  30  por  1.000  enfermos,  mientras  que  en  el  Cabo  de 
Buena  Esperanza,  la  patria  de  los  geranios,  alcanza  57  por  1.000.  Por 
otro  lado,  la  experiencia  diaria  confirma  la  opinión  que  admite  la 
influencia  nociva  de  una  estancia  prolongada  en  una  habitación 
húmeda.  Miles  de  historias  clinicas  demuestran  que  las  viviendas  en 
piso  bajo,  los  cuartos  húmedos  y  obscuros,  las  habitaciones  subte- 
rráneas, las  casas  recientemente  construidas  no  habiendo  recibido 
una  insolación  suficiente  durante  el  tiempo  de  su  construcción,  y  en 
particular  los  cuartos  de  estas  casas  con  exposición  al  Norte,  son 
acusados  siempre  por  los  enfermos  de  ser  causa  patógena  del  reu- 
matismo articular,  tanto  agudo  como  crónico.  Para  armonizar  es- 
tos dos  hechos  aparentemente  opuestos,  hay  que  admitir  forzosa- 
mente que  no  es  el  clima  frío  húmedo  la  causa  patógena  del  reuma- 
tismo, sino  más  bien  el  aire  confinado  de  las  habitaciones  húmedas 
privadas  de  sol  y  de  una  buena  ventilación.  Su  influencia  es  tanto 
más  nociva,  en  cuanto  los  que  las  habitan  son  individuos  mal  ali- 
mentados y  que  viven  en  condiciones  biológicas  poco  favorables  á  la 
conservación  de  la  salud,  es  decir,  sujetos  dotados  de  una  resistencia 
vital  mediana  para  poder  luchar  con  ventaja  contra  las  circunstan- 
cias hostiles  á  la  existencia  humana.  En  efecto,  todas  las  causas  de- 
primentes de  la  resistencia  vital  pueden  constituir  una  causa  pató- 
gena predisponente  al  reumatismo  articular,  tanto  agudo  como 
crónico,  y  con  mucha  más  razón  cuando  se  trata  de  sujetos  con 
predisposición  individual  hereditaria  ó  adquirida.  Asi  se  explica 
por  qué  la  clorosis  forma  un  terreno  favorable  al  desarrollo  del  reu- 
matismo articular  crónico  progresivo,  llamado  nodoso,  y  por  qué 
ciertas  mujeres,  durante  el  embarazo,  puerperio  y  el  periodo  de  la 
menopausia,  se  hallan  expuestas  á  contraer  la  misma  enfermedad, 
pues  es  sabido  que  en  la  edad  critica,  con  la  cesación  del  período 
menstrual,  la  hematosis  se  verifica  de  un  modo  imperfecto  y  expone 
á  la  mujer  que  no  vive  en  las  condiciones  biológicas  normales  á  su- 
frir de  la  clorosis  lo  mismo  que  durante  el  periodo  de  la  pubertad. 
Igual  influencia  ejerce  el  embarazo  en  la  mujer  que  presenta  una 
predisposición  hereditaria;  pues  no  rara  vez  se  ven  mujeres  emba- 
razadas invadidas  por  inflamaciones  articulares  leves  que  desapa- 
recen con  pequeños  cuidados  para  hacer  explosión  de  nuevo  des- 
pués del  parto  bajo  la  forma  de  reumatismo  articular  crónico  de- 
formante. 


330 

En  corroboración  de  esta  tesis,  ▼amos  á  citar  el  hecho  sigaiente: 

Uno  de  nuestros  enfermos,  hombre  de  cuarenta  y  cinco  años  de 
edad,  de  estatura  alta,  de  apariencia  muy  robusta,  habiendo  disfru- 
tado siempre  de  buena  salud,  ha  sufrido,  á  consecuencia  de  gran- 
des contrariedades  de  fortuna  y  disgustos  de  familia,  congestiones 
hepáticas  acompañadas  de  inapetencia;  y  apenas  habla  mejorado 
de  los  trastornos  digestivos,  cogi6  un  enfriamiento  que  empezó  por 
unas  anginas  tonsilares  sencillas  y  terminó  por  un  reumatismo  ar- 
ticular agudo  muy  intenso,  acompañado  de  fiebre  muy  alta  y  de 
sudores  muy  copiosos. 

Después  de  un  mes  de  tratamiento  desaparecieron  las  calenturas 
y  los  sudores,  pero  las  articulaciones  de  los  pies  quedaron  tan  tume- 
factas y  edematosas,  que  presentaban  el  aspecto  de  elefantiasis.  Bl 
enfermo  atribuyó  su  acceso  de  reumatismo  á  la  circunstancia  de 
habitar  una  casa  de  campo  situada  cerca  de  un  rio,  y,  por  consi- 
guiente, húmeda.  Con  este  motivo  se  trasladó  á  una  casa  seca  den- 
tro de  la  ciudad.  En  efecto,  después  de  un  mes  de  tratamiento  apro- 
piado logró  curar.  Su  estado  general  se  había  mejorado  considera- 
blemente por  el  uso  del  yoduro  de  hierro  y  las  corrientes  eléctricas. 
Una  vez  restablecido  de  sus  dolencias  y  entrado  en  su  estado  nor- 
mal, el  enfermo  volvió  á  su  casa  de  campo,  volviendo  á  ocupar  las 
mismas  habitaciones  de  antes.  No  obstante,  no  ha  vuelto  á  resentir- 
se de  su  reumatismo  desde  hace  más  de  tres  años,  lo  que  prueba  de 
una  manera  evidente  que  no  es  la  humedad  por  sf  sola,  sino  auxi- 
liada por  la  influencia  psíquica  deprimente,  que  había  predispuesto 
el  enfermo  al  primer  acceso  de  reumatismo;  pues  desde  los  célebres 
experimentos  de  Pasteur  transmitiendo  el  carbunco  á  las  aves  des- 
pués de  haberlas  sumergido  en  agua  de  35^  de  temperatura,  es  ad- 
mitido, en  patología,  que  todas  las  causas  deprimentes,  debilitan- 
do la  resistencia  vital,  predisponen  el  organismo  para  toda  clase  de 
gérmenes  infecciosos  y  al  desarrollo  de  una  diátesis  latente.  Inspi- 
rados en  este  criterio,  los  patólogos  más  autorizados  consideran  el 
reumatismo  articular  agudo  como  una  enfermedad  infecciosa,  in- 
vocando en  apoyo  de  esta  opinión  los  hechos  siguientes': 

1.^  Numerosas  enfermedades  infecciosas,  tales  como  la  escarla- 
tina, la  difteria,  la  erisipela,  la  piohemia,  la  fiebre  puerperal,  la 
blenorragia  y  la  sífilis,  suelen  complicarse  de  inflamaciones  arti- 
culares, presentando  síntomas  análogos  al  reumatismo  articular 
agudo; 

2.^  Los  síntomas  clínicos  propios  del  reumatismo  articular,  revis- 


331 

ten  el  carácter  de  una  enfermedad  infecciosa,  tales  como  la  tempe-- 
ratura  elevada  acompañada  de  sudores  copiosos,  las  complicacio- 
nes inflamatorias  de  las  cavidades  serosas  que  lo  acompañan  mu- 
chas veces,  y  finalmente,  la  acción  especifica  eficaz  de  un  antisépti- 
co tan  poderoso  como  el  ácido  salicllico ; 

3.®  El  hecho  que  la  angina  tonsilar  precede  con  frecuencia  á  la 
invasión  del  proceso  reumático,  parece  ser  una  demostración  de  que 
las  tonsilas  son  la  puerta  de  entrada  del  germen  infeccioso,  sirvien- 
do al  mismo  tiempo  de  foco  de  proliferación  á  las  bacterias. 

Es  verdad  que  no  se  ha  logrado  aún  hacer  la  demostración  direc- 
ta de  la  existencia  de  bacterias  especificas  en  las  articulaciones  y 
las  cavidades  serosas  enfermas.  A  esto,  los  defensores  de  la  doctrina 
parasitaria  contestan  que  los  resultados  negativos  en  la  explora- 
ción del  contenido  articular,  no  están  en  oposición  con  la  teoría  de 
la  existencia  de  toxinas  en  la  sangre  segregadas  por  las  bacterias 

en  el  foco  de  su  colonización. 

(Continuará), 


REVISTA  DE  OFTALMOLOGÍA 

rOft   ML  DOCTOR 

D.  8INF0R1AN0  GARCÍA  MAN8ILLA 

OevlUU  do)  Hofpttel  Gmoral  y  Hooplelo.  Profotor  «lo  Oflolmolo^ía  do  la  FaovlUd 
do  Modletu  do  Madrid. 


SuMABio  s  I.  La  parálisis  del  molor  ocular  externo  en  el  curso  de  las  otitis. 
— II.  Afecciones  oculares  dependientes  de  los  trastornos  dentarios.— III. 
Empleo  del  argirol  en  oftalmología.  *  IV.  El  tatasje  en  oftalmología.— 
y.  La  tabercalosis  ocular  en  el  nifto. 

I.  Los  Dres.  Tersen  (de  Toulouse)  y  A.  Terson  (de  París)  han  he- 
cho una  comunicación  á  la  Sociedad  francesa  de  Oftalmología  sobre 
la  parálisis  del  motor  ocular  externo  en  el  curso  de  las  otitis. 

Es  sorprendente  ver  aparecer  en  el  curso  de  una  otitis,  y  sobre 
todo  en  un  niño,  una  parálisis  total  de  un  músculo  del  ojo.  Se  su- 
pone la  aparición  de  una  tromboflebitis  ó  una  meningitis.  Sin  em- 
bargo, aislada  ó  acompañada  de  neuritis  óptica,  la  parálisis  cura 
ordinariamente  con  la  otitis.  El  sexto  par  es  atacado  con  más  fre- 
cuencia que  los  otros  nervios  oculomotores. 

Los  Dres.  Terson  han  comunicado  dos  observaciones  de  esta  clase. 


332 

Las  dos  se  refieren  á  niños  que  en  el  curso  de  una  otitis  media  supu- 
rada han  sido  atacados  de  parálisis  total  del  motor  ocular  extemo 
del  mismo  lado.  Bsta  parálisis  no  ha  sido  acompañada  de  complica- 
ciones intraoculares  y  ha  curado  con  la  otitis. 

Se  encuentran  en  la  literatura  oftalmológica  hechos  análogos, 
aunque  raros,  debidos  á  Gervaes,  Bettmann,  Keller,  Styx  y  Schu- 
bert ;  la  parálisis  tuvo  lugar  en  el  mismo  lado  de  la  otitis,  con  ó  sin 
neuritis  óptica  uni  ó  bilateral. 

La  hipótesis  de  una  parálisis  refleja  debe  ser  desechada.  La  evo- 
lución de  la  parálisis»  su  origen,  su  manera  de  iniciarse,  su  duración, 
la  coexistencia  frecuente  de  una  neuritis  óptica,  son  causas  para 
no  aceptarla. 

Lo  que  hay  necesidad  de  discutir  es  la  manera  cómo  la  infección 
de  la  caja  del  tímpano  llega  al  sexto  par. 

En  general,  no  se  trata  de  una  meningitis  consecutiva  á  una  ne- 
crosis ósea  ó  á  un  absceso  cerebral :  este  mecanismo  es  excepcional. 
Una  fijación  de  toxinas  sobre  los  nervios  es  pdsible,  pero  es  más 
probable  que  una  disposición  anatómica  especial  del  sexto  par  fa- 
vorezca en  estos  casos  su  parálisis.  Los  trabajos  de  Van  Troltsch, 
Grubert,  Styx  y  Meier  han  demostrado  la  posibilidad  de  una  infec- 
ción intracraneana  por  el  canal  carotídeo  á  consecuencia  de  una 
otitis.  La  caja  del  tímpano  está  ligada  por  muchas  venas,  linf áticos 
y  filetes  nerviosos  á  un  plexo  venoso  que  rodea  la  vaina  de  la  caró- 
tida en  el  canal  carotídeo.  Estos  órganos  anastomóticos  pasan  por 
los  conductos  carotideosimpáticos  y  por  ellos  se  propaga  la  infla- 
mación de  capa  en  capa.  Pero  en  el  seno  cavernoso  el  sexto  pares 
el  único  nervio  directamente  adosado  á  la  carótida. 

Hay,  por  lo  tanto,  hechos  anatómicos  de  gran  importancia  para 
explicar  la  parálisis  del  sexto  par  en  el  curso  de  las  otitis  y  su  ma- 
yor frecuencia  que  la  de  los  otros  nervios  oculomotores. 

El  pronóstico  y  la  patogenia  de  esta  complicación  de  las  otitis  me- 
recen, pues>  Ifií  atención  de  los  oftalmólogos,  otólogos  y  médicos. 
(La  Clinique  ophtalmologigue^  núm.  12, 1906). 

II.  En  ciertas  cataratas  idiopáticas  el  Dr.  Wibo  ha  observado  la 
relación  bastante  frecuente  que  parece  establecerse  entre  el  princi- 
pio de  la  opacidad  y  ciertas  neuralgias  de  origen  dentario  anterio- 
res á  dicho  principio.  El  autor  recuerda  las  íntimas  relaciones  ana- 
tómicas, fisiológicas  y  patológicas  que  unen  el  aparato  visual  y  b\ 
dentario. 

El  refiejo  oculodentario  puede  hacerse  por  vía  trigémina  refleja  6 


333 

por  vía  infecciosa ;  en  este  último  caso,  la  infección  se  propaga  por 
vía  yenbsa  ó  por  contigüidad  (periostio^  hueso,  senos).  Porotra  par- 
tease han.  descrito  trastornos  oculares  determinados  por  las  afec- 
ciones de  la  nariz,  del  oído  y  de  la  piel  circundante,  y  experimen- 
talmente  se  ha  comprobado  que  la  excitación  de  un  punto  cualquie- 
ra del  trigémino  produce  una  acción  vasodilatadora  sobre  el  globo 
ocular,  al  mismo  tiempo  que  la  pupila  se  contrae  y  que  la  sensibili- 
dad del  ojo  aumenta. 

Además,  los  hechos  patológicos  y  también  las  deducciones  tera- 
péuticas que  de  ellos  se  desprenden,  vienen  en  apoyo  de  estas  añr» 
maciones ;  el  autor  pasa  revista  á  cierto  número  de  síntomas  y  de 
trastornos  oculares  en  relación  más  ó  menos  demostrada  con  le* 
sionés  dentarias. 

Apoyándose  en  la  teoría  de  Jacquet  sobre  la  pelada,  recuerda  que 
los  reflejos  oculares  morbosos  señalados  juntamente  con  las  áreas 
peládicas  pueden  presentarse  igualmente  con  las  afecciones  gingi- 
vodentarias ;  los  trastornos  ocularefa  observados  á  continuación  de 
la  alopecia  en  áreas  no  deben  ser  atribuidos  á  ésta,  y  los  dos  órde- 
nes de  manifestaciones  peladas  y  manifestaciones  oculares  encon- 
trarían una  patogenia  común  en  la  irritación  dentaria. 

En  suma,  las  múltiples  vias  de  comunicación,  y  principalmente 
las  vias  de  conducción  nerviosa/ determinan  relaciones  importantes 
entre  los  aparatos  visual  y  dentario :  de  aquí  resulta  una  repercu- 
sión frecuente  de  éste  sobre  las  membranas  del  ojo.  Según  el  autor, 
el  reflejismo  puede  ser  más  intenso  y  modificar  la  textura  del  cris- 
talino ;  publica  varias  observaciones  que  tienden  á  probar  con  he- 
chos que  la  catarata  de  origen  dentario  es  una  realidad,  pues  nin- 
gún otro  factor  etiológico  parece  haber  podido  intervenir  en  su 
desarrollo,  y  la  intensidad  de  la  irritación  inicial  y  las  relaciones 
cronológicas  permiten  semejante  deducción.  {Archivos  de  Medicina 
y  Cirugía  especiales^  núm.  1, 1906). 

III.  Bl  argirol  presenta  sobre  las  otras  sales  de  plata  la  ventaja  de 
DO  ser  irritante  aun  empleado  en  soluciones  de  20  á  30  por  100. 

La  sola  precaución  que  hay  que  tener  es  la  de  proteger  la  disolu- 
ción de  la  acción  química  de  la  luz,  porque  la  experiencia  ha  de- 
mostrado que  entonces  esta  sal  de  plata  es  irritante,  sin  que  por  eso 
pierda  sus  propiedades  bactericidas.  Su  empleo  en  terapéutica  ocu- 
lar merece,  pues,  ser  generalizado. 

^1  autor  no  está,  sin  embargo,  conforme  con  la  aplicación  del  ar- 
girol en  la  conjuntivitis  purulenta  de  los  recién  nacidos,  pues  le  pa- 


3á4 

rece  temerario  renunciar  al  nitrato  de  plata  sin  que  haya  otro  me- 
dicamento que  le  pueda  sustituir. 

Las  otras  indicaciones  del  argirol  son  las  siguientes  : 

El  argirol  está  indicado  en  la  conjuntivitis  bajo  todas  sus  formas^ 
en  las  úlceras  de  la  córnea,  la  blefaritis  y  las  afecciones  de  las  vías 
lagrimales. 

En  la  conjuntivitis,  la  fuerza  de  la  solución  y  la  frecuencia  de  las 
aplicaciones  debe  ser  diferente  según  la  gravedad  de  los  casocu 

En  la  conjuntivitis  catarral  benigna  de  poca  intensidad  ae  insti- 
larán en  el  saco  conjuntival  ires  ó  cuatro  veces  poír  dia  algunas  go- 
tas de  la  disolución  al  10  por  100. 

En  la  conjuntivitis  granulosa  es  menester  instilar  el  colirio  al  20 
por  100  dos,  tres  ó  cuatro  veces  por  día,  según  la  abundancia  de  la 
secreción.  Cuando  ésta  es  abundante,  se  invierten  los  párpados  y  se 
bañan  una  vez  al  día  con  el  colirio  al  30  por  100,  brochando  bien  la 
superficie  conjuntival.  En  los  casos  de  menor  intensidad  y  cuando 
la  secreción  es  mínima,  no  es  necesario  barnizar,  siendo  suficiente 
instilar  un  colirio  al  20  por  100. 

El  argirol  será  tanto  más  útil  en  la  conjuntivitis  granulosa  cuanta 
más  secreción  haya,  pero  cuando  ésta  cesa,  es  menester  recurrir  á 
los  toques  con  el  sulfato  de  cobre. 

Instilando  gotas  de  un  colirio  al  20  por  100  se  disminuye  rápida- 
mente la  secreción  purulenta,  y  esto  sin  ninguna  irritación  para  el 
ojo.  En  los  casos  graves  se  Karán  instilaciones  de  este  colirio  al  20 
por  100  cada  hora,  pero  de  ordinario  cada  dos,  tres  ó  cuatro  horas 
es  suficiente.  Antes  de  instilar  el  argirol  debe  hacerse  un  abundante 
lavado  de  la  conjuntiva  con  ácido  bórico  para  separar  todas  las 
secreciones. 

Para  las  úlceras  infecciosas  de  la  córnea  puede  usarse  la  siguien- 
te pomada : 

Argirol..... jí^*50 gramos. 

Holocaína 0*05       — 

Salfato  de  atropina OK)a       — 

Vaselina 8        .  — 

Un  poco  de  pomada  en  el  saco  conjnntival  dos  ó  tres  veces  por  día* 

La  pomada  al  disolverse  se  extiende  sobre  la  superficie  de  la  cór- 
nea y  obra  sobre  la  úlcera.  La  holocalna  calma  el  dolor  y  además 
es  bactericida.  La  combinación  del  argirol,  la  holocalna  y  la  atro- 
pina tiene  un  poderoso  efecto  bactericida,  analgésico  y  sedante. 


335 
En  todas  las  formas  de  blefaritis^  juiciosamente  empleado^  el  ar- 
giról  es  favorable.  Para  ello  se  emplea  un  pincel  de  crin  corto  y 
fuerte,  con  el  que  se  hace  el  brochado  de  los  párpados  con  un  coli- 
rio al  30  por  100.  Es  menester  brochai^  hasta  que  el  borde  ciliar  sea 
bien  impregnado,  teniendo  cuidado  de  separar  antes  todas  las  cos- 
tras. En  los  casos  graves  se  hace  el  brochado  mañana  y  tarde,  des- 
pués una  vez  al  día  y  al  ñn  en  dias  alternos. 

En  las  afecciones  de  las  vías  lagrimales  el  argirol  es  un  precioso 
agente  terapéutico. 

Instilado  en  el  saco  conjuntival,  la  solución  pasa  al  saco,  al  con- 
ducto nasal  y  á  la  nariz  de  tal  modo,  que  cuando  el  enfermo  se  sue- 
na, mancha  el  pañuelo,  lo  que  les  asusta  si  de  ello  no  están  preve- 
nidos. 

Cuando  el  conducto  nasal  no  está  obstruido,  se  puede  emplear 
también  el  argirol. 

Se  ha  pretendido  que  el  argirol  no  teñía  la  conjuntiva ;  la  expe- 
riencia no  conñrroa  esta  pretensión.  El  uso  prolongado  del  argirol 
produce  en  ciertos  casos  la  coloración  de  la  conjuntiva.  Se  la  ha 
observado  después  del  tratamiento  durante  seis  á  doce  meses.  Sin 
embargo,  esta  tendencia  á  teñir  la  conjuntiva  es  menor  que  para 
otras  sales  de  plata.  Esto  se  observa  rara  vez,  pero  es  menester  te- 
nerlo presente.  {Le  Medicin  praticien^  núm.  14, 1906). 

IV.  Los  Dres.  Salas  y  Ribas  han  publicado  en  la  Revista  Médica^ 
de  Sevilla,  núm.  5,  1906,  un  trabajo  sobre  el  tatuaje  en  oftalmo- 
logía. 

Sabido  es  que  esta  sencilla  operación  tiene  por  objeto  disimular 
las  manchas  blancas  ó  blanco-amarillentas  que  constituyen  los  al« 
bugos,  nefelium  y  leucomas,  los  estañlomas,  queratoconos  y  catara- 
tas complicadas.  Es,  pues,  un  efecto  estético  buscado  por  el  práctico 
para  ocultar  una  mancha  visible.  En  muchos  casos  el  tatuaje  puede 
mejorar  el  efecto  de  una  iridectomia  óptica  haciendo  impermeable 
la  mancha  corneal  á  los  rayos  luminosos,  evitando  la  formación  de 
círculos  de  difusión  y,  por  último^  haciendo  que  las  imágenes  for- 
madas por  las  porciones  transparentes  de  la  córnea  sean  más  claras. 
Las  substancias  que  se  emplean  para  tatuar  son  :  tinta  de  China, 
negro  de  humo,  azul  de  Ultramar,  tanato  de  cobalto,  grafito,  tierra 
de  Siena,  polvos  japoneses  negros,  azul  marino,  amarillo  obscuro  ó 
rojo,  según  el  color  que  deseemos  imitar. 

Los  instrumentos  que  empleamos  son  una  aguja  de  Bowmann  ó 
cuatro  agujas  fijas  colocadas  en  un  estuchito,  paralelas  en  un  mis- 


336 

mo  plano,  separadas  por  espacios  de  menos  de  un  milímetro,  y  en 
ñn,  podemos  emplear  la  aguja  hueca  de  Wecker. 

El  manual  operatorio  es  el  siguiente :  Anestesiado  el  ojo  con  una 
solución  al  3  por  100  de  holocaína,  que  tiene  la  ventaja  sobre  la  co- 
caína de  no  destruir  el  epitelio  comeano,  y  hecha  la  asáfisía  rigu- 
rosa del  campo  operatorio,  aplicamos  el  blefarostato  y  hacemos  una 
serie  de  rayitas  perpendiculares  entre  sf,  6  bien  un  punteado  más  6 
menos  extenso,  cuyas  rayas  6  puntos  no  deben  profundizar  más 
que  el  tejido  propio  de  la  córnea.  Hecho  este  primer  tiempo  de  la 
operación,  si  la  substancia  colorante  está  en  disolución,  instilamos 
una  gota  sobre  los  surcos  ó  puntos,  extendiéndola  con  la  cucharilla 
de  Crichett  y  haciendo  ligeras  presiones  para  que  se  infiltre.  El  ojo 
debe  dejarse  abierto,  mediante  el  blefarostato,  durante  quince  mi- 
nutos. En  ñn,  se  aplica  un  vendaje  contentivo,  que  se  quita  al  tercer 
día.  La  operación  puede  repetirse  á  la  siguiente  semana. 

Armaignac  se  sirve  de  un  embudito  ancho,  que  tiene  en  la  perife- 
ria de  la  abertura  menor  tres  puntas  agudas  para  fijarle  sólidamen- 
te. El  embudo  tiene  un  mango  que  sirve  para  sostenerlo  con  la 
mano,  y  practica  el  tatuaje  haciendo  un  punteado  oblicuo  á  la  pe- 
riferia corneal,  sirviéndole  de  apoyo  el  borde  y  paredes  del  embudo, 
en  el  que  deposita  una  gota  de  tinta  china. 

Iballh  se  vale  del  negro  de  humo  para  dibujar  la  pupila  y  el  azul 
de  Ultramar  ó  el  tanato  de  cobalto  si  pretende  figurar  el  iris. 

Cofler  practica  el  tatuaje  cromático,  que  tiene  por  objeto  simular 
el  iris  y  la  pupila  en  aquellos  sujetos  afectados  de  extenso  leucoma, 
usando  diferentes  mezclas,  según  el  color  que  se  propone  imitar. 
Además,  practica  el  tatuaje  del  borde  palpebral  cuando  faltan  las 
pestañas.  Lo  sencillo  de  la  operación  no  la  excluye  de  serias  compli- 
caciones. En  efecto,  el  tatuaje  no  debe  practicarse  más  que  en  leu* 
comas  antiguos,  para  evitar  nuevos  procesos  flógisticos. 

La  curación  perfecta  de  la  úlcera  es  condición  indispensable  eo 
toda  intervención  de  esta  índole. 

Tersen  señala  el  término  medio  de  un  año  para  operar  en  un  ojo 
que  ha  estado  inflamado. 

Las  afecciones  de  las  vías  lagrimales,  las  de  la  conjuntiva,  las  de 
los  párpados,  la  existencia  de  inyección  periquerática  y  la  hiper- 
tensión del  ojo,  contraindican  la  intervención. 

Las  pinzas  de  diente  de  ratón,  dislacerando  la  conjuntiva,  produ- 
cirían un  tatuaje  irremediable,  por  lo  cual  se  aconseja  el  empleo  de 
pinzas  de  bordes  romos  y  recubiertas  de  cautchouc. 


337 

A  ña  dé  evitar  la  iridociclitis  y  aun  la  oftalmía  simpática  (Panas), 
no  se  tatuarán  los  leucomas  muy  adherentes,  ó  á  lo  menos  la  parte 
de  iris  enclavada  en  la  cicatriz,  siendo  conveniente  en  estos. casos 
practicar  previamente  una  iridectomla  antiglaucomatosa. 

V.  El  Dr.  Herbert  Parsons  (de  Londres)  ha  publicado  en  la  Clini" 
que  Ophtalmologique^  núm.  8, 1906,  un  trabajo  sobre  la  tuberculosis 
ocular  en  el  niño,  estudiando  el  modo  de  presentarse  en  las  diversas 
partes  que  integran  el  globo  ocular. 

Cony unhoa.^ La  tuberculosis  de  la  conjuntiva  es  rara;  por  térmi- 
no medio  se  observa  un  caso  por  2.700  enfermos  áp  ojos. 

Se  presenta  bajo  diversas  formas :  l.V  pequefias  ulceraciones  mi- 
liares, que  en  general  sufren  la  degeneración  caseosa  y  puede  unirse 
formando  una  extensa  ulceración.  Se  presenta  generalmente  sobre 
la  conjuntiva  palpebral;  2.*,  nodulos  subconjuntivales,  grises  ó 
amarillos,  que  tienen  apariencias  de  granulaciones  tracomatosas ; 
3.\  excrecencias,  que  tienen  la  fornut  de  crestas  de  gallo,  situadas 
en  el  fondo  de  saco  conjuntí val,  y  se  acompañan  de  tumefacción  de 
la  parótida  y  del  ganglio  preauricular ;  4.*,  tumores  polipoides,  for- 
ma rara ;  5.^  en  fin,  la  ulceración  tuberculosa,  que  puede  ser  la 
consecuencia  de  un  lupus. 

Cdrnea.— La  tuberculosis  primitiva  de  la  córnea  es  sumamente 
rara. 

/rú.— La  tuberculosis  del  iris  se  presenta  bajo  tres  formas :  1.%  la 
tuberculosis  miliar;  los  nodulos  están  diseminados  sobre  toda  la 
superficie  de  la  membrana,  pero  sobre  todo  á  nivel  del  pequeño 
circulo  arterial  y  del  borde  ciliar.  Pueden  desaparecer  ó  aumentar 
en  tal  número,  que  el  Iris  quede  transformado  en  una  masa  granu- 
losa. En  este  caso  la  córnea  es  invadida  y  se  produce  una  perfora- 
ción del  limbo ;  2.*,  tubérculo  confluente.  Se  observa  un  tumor  ama- 
rillo, bien  distintQ  del  iris,  frecuentemente  acompañado  de  tumores 
más  pequeños ;  Z.^,  iritis  tuberculosa. 

En  la  mayoría  de  los  casos  el  tumor  del  iris  es  secundario,  y  por 
consiguiente,  endógeno. 

Cuerpo  ciliar.-^hB,  tuberculosis  del  cuerpo  ciliar  es  en  general  una 
extensión  de  la  tuberculosis  del  iris  ó  de  la  coroides. 

Coroides.  —  La  tuberculosis  de  la  coroides  puede  ser  aguda  ó  cró- 
nica. Cohnheim  la  ha  observado  frecuentemente  en  enfermos  ata- 
cados de  tuberculosis  miliar  del  pulmón.  Se  desarrolla  poco  tiempo 
antes  de  la  muerte.  Su  número  es  muy  variable.  Los  dos  ojos  pue- 
den estar  afectados  al  mismo  tiempo  y  los  nodulos  pueden  situarse 

96 


338 

sobre  una  región  cualquiera  de  la  coroideB.  Su  Tolumen  Taria  desde 
el  tamaño  de  una  cabeza  de  alfiler  á  2  mili  metros  de  diámetro.  For- 
man prominencia  en  general  hacia  la  retina  y  algunas  veces  hacia 
la  esclerótica. 

La  tuberculosis  crónica  de  la  coroides  reviste  generalmente  dos 
formas :  1.*,  una  inflamación  difusa  que  afecta  la  coroides  en  parte 
ó  en  totalidad  y  caracterizada  por  el  desarrollo  de  tejido  granuloso; 
2.V  la  presencia  de  una  masa  circunscrita,  que  tiene  el  aspecto  de 
un  giioma.  La  tuberculosis  crónica  de  la  coroides  progresa  lenta- 
mente, puede  invadir  sucesivamente  las  otras  membranas  del  ojo  y 
provocar  la  perforación  y  pérdida  del  órgano. 

Reiinm.  —  En  la  mayoría  de  los  casos,  la  tuberculosis  de  la  retina 
es  secundaria  á  una  afección  del  tractus  uveal  ó  del  nervio  óptico. 

Nervio  dptoo.  — La  tuberculosis  primitiva  del  nervio  óptico  es  su- 
mamente rara.  Puede  ser  secundaria  á  una  tuberculosis  de  la  coroi- 
des ó  desarrollarse  á  continuaeión  de  una  meningitis  tuberculosa. 
En  este  último  caso  se  encuentran  tubérculos  miliares  en  las  vainas 
y  en  el  septum  del  nervio. 

REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA   M£DIC0-QUIRT}R0ICA   ESPAlfOLA 
Stnán  inaugural  del  día  12  de  Octubre  de  1906. 

MtnifetttoltBM  tcttltret  del  hitlsrirat  (C(meluMn).^C.  Agudeza  vimtal.— 
La  agudeza  visual  se  modifica  considerablemente  en  el  histerismo,  ya  dia- 
miiinyéndose  lo  que  constituye  la  ambliopía,  ya  suprimiéndose  por  com- 
pleto, dando  lugar  á  la  amaurosis. 

Ambliopia  histérica.  —  La  disminución  de  visión  puede  ser  en  un  sólo  ojo 
ó  en  ambos,  y  en  este  caso  puede  ser  desigual,  siendo  más  acentuada  en  el 
lado  correspondiente  á  la  hemianestesia. 

La  ambliopía  histérica  es  susceptible  de  muchas  variaciones,  ya  aumen* 
tando,  ya  disminuyendo  ó  desapareciendo  bruscamente. 

La  alteración  del  sentido  cromático  acompafia  casi  siempre  á  la  amblio- 
pia  histérica.  La  percepción  del  azul  es  la  que  más  se  altera,  y  la  del  rojo 
la  que  menos.  Loe  enfermos  confunden  cuando  se  practica  el  examen,  se- 
gún el  método  de  Buli,  el  azul  y  el  verde. 


339 

OiertaB  histéricas,  aunque  tengan  yisión  binocular,  no  pueden  apreciar 
^  relieve  de  los  objetos,  del  mismo  modo  que  aunque  por  medio  del  senti- 
do del  tacto  aprecian  la  aspereza  ó  suavidad  de  los  cuerpos  que  tienen  en 
la  mano,  son  incapaces  de  determinar  su  forma. 

En  ciertas  histéricas  no  existe  la  visión  estereoscópica.  Es  difícil  en  mu- 
chos casos  precisar  si  una  histérica  ha  abandonado  la  visión  binocular  por- 
que un  ojo  es  ambliope,  ó  si  por  el  contrario  un  ojo  se  ha  hecho  ambliope 
porque  no  servía  para  la  visión  binocular.  Esta  puede  existir  á  pesar  de  la 
pérdida  de  la  visión  estereoscópica  (apreciación  del  relieve);  asi,  en  un 
•caso  publicado  por  Antonelli  existia  la  visión  binocular  para  la  lectura, 
pero  faltaba  para  las  figuras  de  relieve. 

En  la  ambliopia  histérica  no  existe  lesión  alguna  de  fondo  de  ojo;  loe 
Teflejos  pupilares  se  conservan  íntegros  y  el  campo  periférico  de  la  visión 
-suele  estar  reducido.  Aparece  la  ambliopia  histérica  en  ocasiones  de  un 
modo  brusco,  después  de  una  impresión  violenta  ó  de  un  traumatismo,  y 
(puede  curar  espontáneamente  por  medio  de  la  sugestión. 

Cuando  es  unilateral  pueden  los  enfermos  ignorar  su  existencia. 

Amaurosis  histérica,  —  Es  sin  duda  la  manifestación  más  importante  del 
bisterísmo  en  el  aparato  de  la  visión.  Es  más  rara  que  la  ambliopia,  puede 
fier  uni  ó  bilateral  y  es  más  frecuente  la  de  un  ojo  que  la  d^  loe  dos. 

La  amaurosis  bilateral  (ceguera  histérica)  puede  aparecer  bruscamente 
y  desaparecer  de  un  modo  repentino,  pero  también  puede  sobrevenir  de  un 
modo  lento  en  el  curso  de  los  días  ó  de  algunas  horas. 

Durante  la  amaurosis,  la  pupila  conserva  su  reacción  á  la  luz  y  á  la  obs- 
curidad. Por  medio  de  la  compresión  del  ojo  amaurótico  pueden  provocar- 
-se  á  veces  fosfenos,  pero  otras  faltan  estos  fenómenos. 

La  amaurosis  histérica  puede  durar  algunos  minutos,  horas  ó  algunos 
•días,  pero  hay  casos  en  los  cuales  la  duración  fué  de  algunos  meses.  Dieu- 
lafoy  cita  un  caso  de  diez  meses  de  duración  y  Openheim  otro  de  dieciocho. 

Hay  casos  de  amaurosis  histérica  unilateral  en  que  la  afección  sólo  ezis- 
te  cuando  el  otro  ojo  está  cerrado;  el  examen  por  medio  del  estereóscopo 
prueba  que  existe  la  visión  binocular.  En  otros  casos  la  amaurosis  unilate- 
Tal  existe  aunque  el  otro  ojo  esté  abierto. 

La  ceguera  histérica  puede  observarse  en  sujetos  que  ya  han  tenido  otras 
manifestaciones  claras  de  histerismo,  entre  ellas  ataques  convulsivos,  pero 
también  puede  presentarse  en  personas  que  no  han  tenido  ninguna  otra 
manifestación  de  dicha  neurosis.  En  este  caso  se  trata  de  una  histeria  mo- 
nosintomática  que  ocasiona  grandes  dudas  para  el  diagnóstico. 

Para  establecerle  debe  tenerse  en  cuenta  lo  que  Dieulafoy  llama  triada 
sintomática  de  la  ceguera  histérica. 

Esta  triada  la  constituyen  los  tres  síntomas  fundamentales  de  la  amau- 
rosis histérica:  ceguera  absoluta  de  principio  brusco,  conservación  de  re- 
cejos pupilares  é  integridad  del  fondo  del  ojo.   - 

La  ceguera  histérica  puede  ser  precedida  de  cefalea  y  de  otros  síntomas 
•de  histerismo,  pero  otras  veces  no  va  precedida  de  trastorno  alguno,  y  la 
pérdida  de  la  visión  se  verifica  de  un  modo  brusco  ó  de  una  manera  lenta. 

En  todo  caso  la  amaurosis  es  absoluta,  los  enfermos  no  perciben  la  cla- 
ddad  ni  la  obscuridad. 


340 

Lft  pa|ñU  paeda  etUr  eoo  el  diámetro  Bonnel,  en  Biidrusii  ó  en  bíobs, 
pero  el  Bintoaui  f  andAineiiial  es  el  de  cooflerraree  los  reflejos  aoraeleiv  tas- 
to par»  U  luz  natural  eomo  para  U  artifieíal,  asi  eomo  peisiatii  d  lefleio 
eoosensoal. 

El  examen  oftalmoscópico  demnestn  U  perfecta  integridad  del  fondo 
del  ojo. 

A  U  amaurosis  bistéríea  snelen  aeompafiar  otros  síntomas  oenlares  de  la 
esfera  motora,  eontraetnrm  de  los  orbienlares  y  de  ios  snperdliares,  con* 
traetora  del  reeto  interno,  etc. 

La  amaarosís  histérica  rara  res  reeidÍTa,  sí  bien  Chnchet  cita  el  caso  de 
nn  indiTÍdno  en  qne  se  presentaron  nnere  ataques  de  ceguera  en  pocos 
meses,  y  Bonrlier  otro  de  dos  en  cinco  meses^  Cuando  hay  rarios  accesos, 
los  siguientes  son  de  menor  duraeián  que  el  primero. 

El  pronóstico  de  la  ceguera  histérica  es  siempre  íaTorable,  pero  no  pue- 
de precitarse  nunca  la  duración  del  padecimiento,  por  lo  cual  se  debe  ser 
siempre  muy  reserrado  respecto  á  determinar  la  época  en  que  ha  de  resta- 
Uecerse  la  risión. 

Esta  se  recobra  en  general  de  la  misma  manera  que  se  perdió,  y  por  lo 
común  se  cumplen  ciertas  reglas  generales  que  ha  establecido  Keneis. 
Dichas  reglas  son : 

1/  8i  la  ceguera  apareció  repentinamente,  desaparece  de  U  misma 


2/  Si  la  amaurosis  aparece  después  de  una  crisis  nerriosa,  desaparece 
después  de  una  nucTs  crisis. 

8.*  8i  la  pérdida  de  la  tíbíóu  se  establece  con  lentítnd,  Tuelre  á  apare- 
cer gradualmente. 

Estas  reglas  tienen  algunas  excepciones.  Asi,  una  amaurosis  de  princi- 
pio brusco  puede  desaparecer  lentamente ;  otra  qne  se  estableció  al  mismo 
tiempo  en  los  dos  ojos,  puede  desaparecer  primero  del  uno  y  mis  tarde  del 
otro.  Eo  suma,  la  amaurosis  histérica  está  sujeta  á  las  mismas  leyes  de 
erolución  que  se  obsermn  en  cuanto  á  la  aparición  y  desaparición  de  todos 
los  accidentes  histéricos. 

Diagnóstico.  —  La  amaurosis  histérica  qne  empieza  bruscamente  en  un 
indiridno  qne  hasta  entonces  no  hubiese  tenido  síntoma  alguno  de  histe- 
rismo, pudiera  confundirse  con  la  anopsia  cortical  dependiente  de  una  le- 
sión de  ambos  lóbulos  occipitales  ó  con  la  ceguera  urémica. 

Sin  embargo,  se  establecerá  el  diagnóstico  teniendo  en  cuenta  que  en  la 
lesión  de  los  lóbulos  occipitales,  afección  descrita  por  Ghauffard,  la  cegue- 
ra se  establece  en  dos  tiempos :  primero  hemianopsia  unilateral,  y  después 
en  un  segundo  ictns  sobreyiene  otra  hemianopsia  del  otro  medio  lado.  Esta 
hemianopsia  bilateral  proTOca  la  ceguera  con  conseryación  de  reflejos  pu- 
pilares  é  integridad  del  fondo  del  ojo. 

Pero  esta  ceguera  por  lesión  de  los  lóbulos  occipitales  se  diferencia  de  la 
histérica,  porque  en  aquella  afección  se  trata  de  viejos  con  parálisis  gene- 
rales, con  hemiplegias  orgánicas,  afasia,  y  en  una  palabra,  con  afecciones 
dirersas,  dependientes  de  focos  hemorrágicos  ó  de  reblandecimientos. 

La  ceguera  por  intoxicación  urémica  puede  también  confundirse  con  la 
histérica,  porque  también  se  presenta  de  repente,  se  conserran  los  reflejas 


341 

papilares  j  existe  integridad  del  fondo  del  ojo,  pero  se  establecerá  el  díag- 
nóstioo  teniendo  en  cnenta  qae  la  cegnera  urémica  forma  parte  (como  dice 
Dienlafoy)  de  un  complexas  grare  ó  mortal,  se  presenta  en  indiridaos  qae 
ya  tienen  edemas,  albúmina  en  la  orina,  eleración  de  la  tensión  arterial, 
sensación  de  dedo  maerto  y  demás  fenómenos  qae  corresponden  á  ana  afec- 
ción renal,  en  tanto  qae  la  ceguera  histérica  se  presenta  en  indiridaos  qae 
carecen  de  trastornos  de  esta  Índole. 

En  los  casos  en  qae  la  cegaera  arómica  está  prodacida  por  la  retinitis 
albaminúrica,  el  oftalmoscopio  establece  el  diagnóstico  sin  posibilidad  de 
confasión  con  la  amaurosis  histérica. 

La  cegaera  histérica  es  una  afección  bastante  rara.  Eerneis,  en  sa  te- 
sis, resumió  todos  los  casos  publicados,  desde  el  primero,  que  fué  de  Gor- 
«i  de  Mongeron  en  1747,  hasta  él,  y  reunió  88,  y  añadió  uno  más,  con  lo 
que  el  número  de  casos  conocidos  se  elevó  á  84;  de  éstos,  dos  tercios  reca- 
yeron en  mujeres. 

Después  de  esta  lista  de  casos  de  amaurosis  histérica  se  han  publicado 
otros  por  Le  Roux  de  Caen,  Addison,  Krom,  Yetter,  Lqcornu,  Luengo, 
etcétera,  y  Dienlafoy,  que  observó  dos  casos,  con  lo  cual  el  número  total  de 
casos  publicados  hasta  el  dia  se  eleva  á  59,  según  la  última  publicación  de 
•este-  autor.  De  estos  59  casos  sólo  5  son  monosintomáticos. 

Es  de  notar  en  esta  lista  de  casos  publicados  de  ceguera  histérica,  la 
circunstancia  de  que  existiendo  algunos  de  casi  todos  los  países  del  mundo, 
sólo  uno  se  haya  publicado  en  España.  Este  lo  ha  publicado  el  Dr.  Luengo, 
médico  de  Navalmoral  de  la  Mata,  á  quien  yo  felicito  por  su  trabajo,'ci- 
tado  por  varios  autores  extranjeros. 

Después  de  estos  casos  se  ha  publicado  uno  por  Barraquer,  de  Barcelona, 
perteneciente  á  los  de  naturaleza  traumática,  y  corresponde  al  60  de  la 
lista. 

Y  no  es  que  eo  España  no  se  hayan  observado  casos  de  amaurosis  histé- 
ricas, sino  que  en  general  no  se  dan  á  la  publicidad; 

Casi  todos  los  neurólogos  y  los  oculistas  hemos  observados  varios  casos 
de  amaurosis  histéricas  de  un  ojo,  y  algunos,  aunque  más  raros,  de  amau- 
rosis doble  (cegaera  histérica). 

Nosotros  hemos  observado  tres  casos  de  esta  rara  enfermedad,  que  cree- 
mos conveniente  darlos  á  conocer  en  esta  solemnidad  científica,  con  lo  cual 
la  cifra  de  los  publicados  hasta  hoy  de  ceguera  histérica  se  elevará  á  63. 

Primer  caso.  —  Señora  de  veintinueve  años,  que  había  tenido  convulsio- 
nes, bola  histérica,  neuralgias,  etc.,  y  que  lactaba  á  sn  hijo  de  diez  meses 
de  edad.  Después  de  un  disgusto  perdió  repentinamente  la  visión  en  el  ojo 
derecho  y  en  el  izquierdo,  la  perdió  igualmente  en  el  transcurso  de  cuatro 
horas,  durante  las  cuales  experimentó  la  sensación  de  un  velo  obscuro  que 
descendía  hasta  ocultar  completamente  la  visión.  Examinamos  á  la  pacien- 
te á  las  tres  horas  de  estar  amaurótica,  y  comprobamos  la  integridad  del 
fondo  del  ojo  y  la  persistencia  de  los  reflejos  papilares.  La  cegaera  era  tan 
completa  que  no  habia  percepción  alguna  de  luz. 

El  marido  de  la  enferma  nos  manifestó  que  ésta  tenía  gran  empeño  en 
criar  á  su  hijo,  lo  que  verificaba  no  obstante  tener  una  constitución  en* 
deble. 


342 

CoD  el  fin  de  rer  m  U  eagestión  en  eeUdo  de  TÍgilu  prodacU  á  U  i 
VUL  Ift  ennción,  la  mmnifesUmos  qae  emplemrfftmoe  dos  medicamentoe  boj 
setÍTOS,  eon  los  caaiee  reeobrarÍA  U  TÍmón,  y  en  caso  de  qae  éstos  fiUsmrm 
tendría  qae  dejar  de  criar. 

La  dúiHuimoe  agoa  de  azahar,  indicándola  qne  tomase  ana  cochamda. 
cada  seis  horas,  en  la  aegaridad  de  qae  á  la  segunda  empesaria  á  Ter  del 
ojo  derecho,  y  qae  reeobraría  totalmente  la  risia  de  éste  á  los  dos  dias. 

La  paciente  asó  dicho  medicamento  y  recobró  la  Tista  del  ojo  derecho  ca 
la  misma  forma  qae  la  habíamos  sugestionado  que  ocurriría. 

Como  persistía  la  amaurosis  del  ojo  izquierdo,  la  dispusimos  unas  pfldo- 
ras  de  miga  de  pan,  manifestándola  que  era  el  único  medicamento  con  que 
la  ciencia  contaba  para  que  recobrase  la  Tista  de  dicho  ojo  izquierdo,  y  d» 
no  conseguirlo  tenía  que  dejar  de  lactar  á  su  hijo.  De  dichas  pildoras 
tenía  que  usar  una  á  cada  comida  y  á  los  tres  ó  cuatro  dias  recobrarla  su 
Tista. 

Así  tuTo  lugar  y  la  enferma  se  presentó  nncTamente  en  nuestra  consulta, 
con  buena  tísíóu  en  ambos  ojos.  Comprobamos  entonces  la  reduccióa  del 
campo  periférico  de  la  tísíód  y  que  los  círculos  del  azul  y  del  rojo  so  super- 
ponían en  Tez  de  ser  círculos  diferentes. 

El  éxito  conseguido  en  este  caso  de  amaurosis  histérica  fué  debido  á  la. 
sugestión  que  ejercimos  sobre  la  enferma  ante  el  temor  de  tener  que  entre- 
gar su  hijo  á  una  nodriza. 

Segundo  caso.  —  Sefiora  de  cuarenta  afios,  con  multitud  de  manifestacio- 
nes histéricas,  fuertes  ataques  conTulsiTos,  neuralgias,  fiebre  histérica^ 
gonsación  de  bola,  anestesia,  etc.  Una  tarde,  después  de  una  discusión  tío- 
lenta,  quedó  repentinamente  ciega,  sin  que  distinguiese  siquiera  la  clari- 
dad de  la  obscuridad. 

A  las  dos  horas  de  sobrcTenir  la  ceguera  Timos  á  la  enferma,  com- 
probando que  las  pupilas  estaban  ligeramente  dilatadas,  pero  reaccio- 
naban á  la  acción  de  la  luz,  y  en  el  fondo  del  ojo  no  existía  trastorna 
alguno. 

Tranquilicé  á  la  paciente  y  á  la  familia,  asegurándoles  que  recobraría  la 
Tista  y  la  dispuse  el  bromuro  potásico. 

A  las  seis  horas  de  iniciarse  la  amaurosis  la  enferma  recobró  su  Tista  tan 
bruscamente  como  la  había  perdido,  manifestando  que  cuando  la  recobró 
sintió  la  misma  sensación  que  si  se  hubiese  descorrido  un  Telo  negro  que 
tuTiese  delante  de  los  ojos. 

Tercer  eaeo.^Joron  de  diecinueTe  afios,  fuerte,  robusto  y  con  perfecta 
salud,  alumno  de  una  Academia  militar,  que  estudiaba  muchas  horas  se- 
guidas y  dormía  poco  en  los  dias  que  precedían  á  un  examen.  Una  tarde,, 
después  de  comer,  quedó  completamente  ciego,  sin  percibir  siquiera  la  da- 
ridad.  ' 

El  padre  del  enfermo  es  muy  cerTÍoso  y  ha  padecido  Tértigos;  el  paden- 
te  tuTo  hace  un  afio  un  ataque  nernoso  con  pérdida  de  conocimiento,  que 
duró  media  hora,  en  el  momento  de  estarse  examinando  en  la  misma  Aca- 
demia militar.  Con  frecuencia  padece  blefarospasmos  que  le  impiden  abrir 
los  ojos,  sobre  todo  por  la  mafiana.  En  ocasiones  padece  moscas  Tolantss  y 
Tértigos. 


343 

Desde  hace  dos  meses  TenU  obserrando,  cuando  estaba  en  clase  oyendo 
atentamente  las  lecciones  de  sn  profesor,  qne  con  el  ojo  derecho  reía  los 
objetos  de  color  Tcrde,  en  tanto  que  con  el  ieqoierdo  los  percibía  con  sn  rer- 
dadero  color. 

£1  examen  oftalmoscópico,  practicado  á  la  reinticaatro  horas  de  iniciar- 
se la  amaurosis,  comprobó  la  integridad  del  fondo  de  ambos  ojos,  la  persis- 
tencia del  reflejo  pupilar  á  la  acción  <de  la  luz  y  la  absoluta  ceguera,  pues 
el  paciente  no  distinguía  la  claridad,  no  obstante  la  iluminación  fuerte  de 
la  pupila  mediante  la  lente  biconyeza.  La  luz  le  produce  cosquilleo  y  picor 
en  los  párpados,  cuyas  conjuntívas  están  inyectadas. 

El  examen  de  la  sensibilidad  cutánea  comprueba  la  existencia  de  algu- 
nas zonas  en  que  está  disminuida,  así  como  el  reflejo  faríngeo  que  está 
abolido.  Suele  padecer  palpitaciones.  Diagnostiqué  este  caso  de  amaurosis 
hist^Kca  bilateral,  estableciendo  un  pronóstico  benigno,  si  bien 'no  podía 
precisar  la  fecha  en  que  la  visión  se  restablecería. 

Dispusimos  el  bromuro  potásico,  procurando  que  el  paciente  adquiriese 
gran  confianza  y  seguridad  de  que  recobraría  su  visión ;  como  pasaron  va- 
rios días  sin  modificación  alguna  y  el  paciente  insistía  en  saber  cuándo 
saldría  de  la  absoluta  obscuridad  en  que  estaba  sumido,  le  manifestó  que 
probablemente  en  la  segunda  semana  recobraría  la  visión,  encargando  á  la 
familia  que  le  hiciese  también  concebir  estas  esperanzas. 

Efectivamente,  al  noveno  día  del  padecimiento,  al  poco  tiempo  de  haber 
despertado  por  la  mafiana,  la  visión  se  restableció  en  su  totalidad  de  la  ma- 
nera repentina  con  que  había  desaparecido.  Durante  los  nueve  días  de  ce- 
guera no  hubo  más  fenómeno  digno  de  sefialarse  que  la  cefalalgia,  que  se 
extendía  hasta  los  ojos  y  que  se  presentaba  algunas  tardes. 

Aunque  ha  transcurrido  un  año  de  este  ataque  de  ceguera  histérica,  no 
se  ha  reproducido  ni  se  ha  presentado  síntoma  alguno  de  histeria  en  el  pa- 
ciente. 

Fué,  por  tanto,  un  caso  de  ceguera  histérica  notable  por  tratarse  de  un 
hombre,  no  haber  presentado  anteriormente  otras  manifestaciones  consi- 
deradas como  histéricas,  y  cuya  génesis  debe  encontrarse  en  loe  grandes 
trabajos  de  lectura  y  escritura  qne  hace  este  alumno  (quince  horas  por  día) 
en  los  días  que  precedían  á  los  exámenes. 

D.  Hiperestetna  retiniana. — Se  observa  frecuentemente  en  la  histeria  una 
hiperestesia  retiniana  asociada  á  la  fotofobia,  á  la  miodesopsia  y  á  las  ob- 
nubilaciones. Los  enfermos  ven  numerosas  manchas  que  desaparecen  rápi- 
damente. Sí  después  de  dirigir  la  mirada  á  objetos  bien  iluminados  la  diri- 
gen á  otros  que  lo  estén  menos  ó  cierran  los  ojos,  ven  círculos  rojos  y  glo- 
bos enrojecidos  y  hasta  objetos  qne  giran,  con  la  circunstancia  de  que  estos 
fenómenos  de  hiperestesia  retiniana  aparecen  hasta  en  ojos  ambliopes.  Du- 
rante la  lectura  los  caracteres  se  mueven  primero  y  después  desaparecen 
completamente. 

También  se  quejan  los  histéricos  de  cromopsias,  eritropsia,  xantopsia, 
etcétera.  A  veces  ven  los  objetos  coloreados  de  verde,  otras  tienen  verda- 
deras alucinaciones  visuales  perfectamente  conscientes. 

La  eritropsia  y  otras  sensaciones  coloreadas  pueden  preceder  al  ataque 
histérico,  constituyendo  la  llamada  áurea  coloreada. 


344 

En  ciertas  histéricaB  ae  obserra  una  arersión  especial  para  la  TÍaión  de 
algún  color,  como,  por  ejemplo,  el  rojo,  en  tanto  que  la  percepción  da  otros, 
eomo  el  aznl,  les  es  sumamente  agradable. 

En  la  retina  de  los  histéricos  se  obserran  en  ocasiones  zonas  histeróge- 
ñas,  cuya  excitación  puede  ser  causa  de  accesos  convulsiyos.  ^ 

Berger  cita  un  enfermo  que,  después  de  estar  leyendo  cinco  minutos, 
sentía  dolores  en  el  ojo  izquierdo,  que  se  irradiaban  á  todo  el  trigémino, 
después  se  presentaba  cefalalgia,  tic  doloroso,  y  por  último  una  sensación 
de  bola  que,  naciendo  en  el  epigastrio,  subia  basta  la  laringe  y  determina- 
ba sensación  de  estrangulación  y  sofocación.  Cuando  dicho  enfermo  tenia 
la  precaución  de  rendarse  el  ojo  izquierdo,  no  se  presentaba  dicho  «taque 
de  histerismo,  cuya  causa  era  la  excitación  de  la  retina  de  este  ojo.  En  di- 
cho enfermo  existía  además  anestesia  conjuntiyal,  palpebral  y  estrechez 
del  campo  yiWal. 

Gilíes  de  la  Tonrette  observó  dos  enfermas  en  que  la  presión  sobre  el 
globo  ocular  determinaba  ataques  de  histerismo. 

En  todos  estos  casos  se  admite  que  ée  ponen  en  acción  las  zonas  hlsteró- 
genas,  que  si  hasta  hace  pocos  afios  se  creía  que  solamente  estaban  situa- 
das en  la  córnea,  en  la  conjuntira  y  en  las  rías  lagrimales,  Berger  h»  de* 
mostrado  que  también  pueden  observarse  en  la  retina.  Así  observó  un  nifio 
histérico,  en  el  que  se  presentaban  las  crisis  histéricas  siempre  que  se  pa- 
seaba á  las  orillas  del  lago  de  Zurich,  á  causa  de  la  excitación  que  produ- 
cía en' su  retina  la  reververación  de  la  luz  solar  sobre  la  superficie  tran- 
quila del  agua  de  dicho  lago.      ,  ^ 

Para  terminar  lo  relativo  á  la  hiperestesia  retiniana,  diremos  que  iss  un 
fenómeno  característico  de  la  histeria  la  rapidez  con  que  la  retina  se  fati- 
ga, lo  que  constituye  la  anestesia  retiniana  ó  astenopia  neuropática  de 
Nüel. 

E.  Alucinaeionea  visuales.  —  Las  alucinaciones  de  la  visión,  tanto  de  los 
objetos  como  de  los  colores,  se  observan  con  bastante  frecuencia  en  el  his- 
terismo, no  solamente  durante  el  delirio  y  después  de  éste,  sino  también 
fuera  de  todo  trastorno  intelectual. 

Hay  histéricas  que  encontrándose  en  sus  ocupaciones  habituales,  se  le- 
vantan asustadas,  viendo  á  su  lado  ratones,  gatos,  leones,  etc.,  que  corren 
por  las  paredes,  lo  que  las  hacen  lanzar  gritos  de  terror. 

Dichos  animales  imaginarios  son  grises,  negros  ó  rojos,  y  aparecen  siem- 
pre de  un  solo  lado,  que  es  el  de  la  hemianestesia,  y  desaparecen  en  cuanto 
la  enferma  dirige  su  mirada  al  sitio  en  que  se  suponía  se  encontraban. 

Dentro  de  las  alucinaciones  visuales  es  menester  comprender  ciertas  for- 
mas de  diplopia  y  poliopia  monoculares,  bien  estudiadas  hace  pocos  afios 
por  Lagrange. 

La  diplopia  y  poliopia  monoculares  son  anomalías  de  la  visión,  que  con- 
sisten en  ver  con  un  solo  ojo  dos  ó  más  imágenes. 

Dicho  síntoma  puede  engendrarse  por  dos  circunstancias  diferentes:  1.% 
por  defectos  del  aparato  dióptrico  del  ojo  ó  por  sus  alteraciones  dinámicas; 
y  2.*,  por  trastornos  de  los  centros  nerviosos  capaces  de  alterar  en  el  encé- 
falo la  formación  de  las  imágenes.  ^ 

Los  vicios  de  conformación  de  la  córnea,  del  iris  ó  del  cristalino  (opaci- 


345 

dades,  policoria,  catarata,  eto.)t  pueden  ocasionaír  diplopia  por  la  dirisión 
qoe  producen  en  el  haz  Inm^noeo  que  atrarieea  dichos  órganos.  Del  mismo 
modo  la  miopía,  la  hipermetropia  y  el  astigmatismo  paeden  producirla 
caando  el  objeto  qae  se  mira  está  fuera  de  Ids  limites  de  la  risión  distinta, 
pero  estas  especies  de  diplopia  están  fuera  de  nuestro  objeto,  y  de  ellas  no 
nos  Tamos  á  ocupar. 

En  el  histerismo  se  produce  la  diplopia  monocular  de  dos  maneras  dife- 
rentes. Unas  veces  depende  de  la  contractura  del  músculo  de  la  acomoda- 
ción sin  miosis  (Parinaud),  en  virtud  de  la  cual  el  ojo  está  acomodado  para 
ver  los  objetos  que  están  situados  á  una  distancia  determinada,  y  todos  los 
que  se  colocan  delante  ó  detrás  de  ésta  ocasionan  la  diplopia,  y  este  caso 
ya  le  examinamos  entre  los  trastornos  motores  del  histerismo. 

Pero  además  de  esta  diplopia  monocular  histórica  hay  casos  que  no  de- 
penden de  ninguna  lesión  física  del  ojo,  ni  de  trastorno  alguno  de  la  aco- 
modación, sino  que  son  fenómenos  que  pasan  solamente  en  el  cerebro;  en 
una  palabra,  que  son  verdaderas  alucinaciones  histéricas. 

Asi  Lagrange  cita  el  caso  de  una  niña  con  diplopia  monocular  histérica, 
sin  alteración  orgánica  ni  dinámica  del  ojo,  que  curó  por  medio  de  la  su- 
gestión producida  por  la  cauterización  superficial  de  la  conjuntiva  con  el 
termocauterio. 

Estas  diplopias  monoculares  tienen  analogía  con  las  diplopias  monocu- 
lares por  lesión  cerebral  (sin  lesión  dinámica  ni  funcional  del  ojo),  citad 
por  Fon  tan  y  Brunschwig. 

Entre  las  alucinaciones  de  los  colores  se  observa  con  frecuencia  la  eri- 
tropsia.  Berger  observó  una  vieja  histérica  que  durante  la  noche  y  con  ab* 
soluta  obscuridad  veía  un  globo  de  fuqgo,  y  preguntaba  si  á  su  alrededor 
habla  algún  punto  en  ignición; 

En  fin,  entre  las  alucinaciones  que  pueden  sufrir  las  iiistéricas  se  en* 
cuentran  la  micropslajr  la  megalopsia,  inseparables  de  la  poliopia. 

E)noLOGÍA  DEL  HisTBBiSMO  ooüLAB. — Las  causas  del  histerismo  ocular  son 
las  tan  variadas  y  de  diversa  Índole,  que  pueden  ocasionar  esta  neurosis. 
Sin  embargo,  hay  ciertas  causas  que  pueden  motivar  que  esta  neurosis  de- 
termine manifestaciones  localizadas  exclusivamente  sobre  el  aparato  de  la 
visión  ó  asociadas  á  los  de  otros  órganos. 

Entre  estas  causas^son  dignas  de  mención  los  traumatismos  sobre  el 
globo  ocular,  los  contornos  de  la  órbita  ó  en  una  región  lejana.  Una  contu- 
sión ligera,  una  simple  conmoción,  puede  ser  causa  de  alguna  manifesta- 
ción ocular  del  histerismo,  incluso  la  ambliopia  y  la  amaurosis. 

Como  quiera  que  estos  accidentes  pueden  presentarse  inmediatamente 
después  del  traumatismo  ó  transcurrir  algunos  días  después  de  éste,  al  pa* 
recer  sin  relación  alguna  con  él,  se  comprenderá  la  importancia  que  tiene 
el  estudio  de  los  histerotraumáticos  en  general,  y  especialmente  el  histe- 
rotraumatismo  ocular,  en  todos  los  casos  en  que  tiene  que  aplicarse  la  ley 
que  concede  indemnización  por  accidentes  del  trabajo. 

Discusiones  violentas  se  entablan  entre  los  que  defícienden  al  patrón  y 
los  que  defienden  al  obrero  lesionado,  sobre  todo  caando  se  trata  de  la 
amaurosis  histérica  traumática  que  recae  en  un  individuo  indemne  de  his- 
terismo hasta  el  momento  de  sufrir  un  accidente  del  trabajo. 


34« 

En  todos  los  casos  de  amaurosis  histérica  traumática  es  necesario  admi- 
tir la  responsabilidad  del  patrón  y  obligarle  á  la  indemnización,  aanqne  la 
afección  se  presente  después  de  las  cuarenta  y  ocho  horas  de  ocurrir  el  ac- 
cidente y  aunque  el  traumatismo  haya  recaído  lejoe  del  aparato  da  la 
Tisión.  * 

La  bibliografía  oftalmológica  está  llena  de  casos  de  histerotraamatís- 
mos  oculares  á  consecuencia  de  la  contusión  del  muslo,  de  una  herida  de 
pierna,  etc. 

Además  de  loa  traumatismos,  las  manifestaciones  oculares  del  histeris- 
mo pueden  producirse  por  las  causas  que  producen  otras  manifestaeiones 
en  otros  órganos.  Las  impresiones  morales  violentas,  tanto  de  alegría  como 
de  pesar,  los  sustos,  etc.,  pueden  ocasionar,  lo  mismo  una  ambliopia  que 
un  blefarospasmo,  lo  mismo  una  amaurosis  que  un  espasmo  del  músculo 
recto  interno. 

Los  trabajos  exagerados* de  lectura,  escritura,  grabado,  dibujo,  borda- 
dos, etc.,  suelen  ser  causa,  en  personas  histéricos,  de  la  kopiopia,  del  estra- 
bismo, de  la  ambliopia,  etc.,  sobre  todo  cuando  dichos  trabajos  son  ejecu- 
tados con  escasa  luz. 

Cuanto  al  sexo,  se  obserra  que  el  femenino  es  más  atacado  que  el  mas- 
culino de  manifestaciones  oculares  del  histerismo,  en  relación  á  la  mayor 
frecuencia  con  que  padece  esta  neurosis.  Sin  embargo,  los  histerotranma- 
tismos  oculures  se  observan  con  más  frecuencia  en  el  hombre,  dada  la  ma- 
yor exposición  en  que  se  encuentra  pera  sufrir  accidentes  del  trabajo. 

En  la  génesis  del  histerismo  ocular  tienen  gran  influencia  las  intoxica- 
ciones, las  afecciones  microbianas  y  ciertas  afecciones  del  sistema  ner- 
vioso. 

Entre  las  intoxicaciones  es  el  alcoholismo  la  principal,  pues  dada  la  fre- 
cuencia con  que  ésta  determina  fenómenos  visuales,  suele  además  ser  mo- 
tivo ocasional  para  que  se  presenten  también  síntomas  oculares  del  histe- 
rismo, y,  en  este  caso  se  observan  en  el  aparato  de  la  visión  fenómenos 
que  dependen  de  la  neurosis  y  de  la  intoxicación  alcohólica. 

Las  afecciones  microbianas,  sobre  todo  la  gripe,  la  difteria,  la  fiebre  ti- 
foidea, la  sifílis.  etc.,  dejan  al  organismo  en  un  estado  de  escasa  resisten- 
cia, que  favorece  la  aparición  de  manifestaciones  oculares  del  histerismo, 
cuando  se  ejecutan  trabajos  exagerados  de  visión. 

Algunas  lesiones  del  sistema  nervioso,  como  la  tabes,  la  esclerosis  en 
placa,  que  presentan  síntomas  en  el  aparato  de  la  visión,  suelen  estar 
acompañadas  de  otras  dependientes  del  histerismo,  pues  dichas  afecciones 
orgánicas  pueden  hacer  que  estalle  esta  neurosis.  Esta  asociación  de  sínto- 
mas en  el  aparato  de  la  visión,  dependientes  unos  de  las  tabes  y  otros  del 
histerismo,  deben  ser  separados  con  gran  esmero. 

La  ceguera  histérica,  que  es  la  manifestación  más  importante  que  deter* 
mina  esta  neurosis  en  el  aparato  de  la  visión,  se  presenta  por  las  mismas 
cansas  qne  los  otros  trastornos  del  histerismo.  Unas  veces  empieza  por  nn 
sólo  ojo  para  después  hacerse  doble,  y  otras  en  los  dos  ojos  al  mismo  tiem- 
po. También  puede  empezar  por  una  ambliopia,  que  después  pasa  á  amao- 
rosis. 

Un  trastorno  tan  profundo  del  sistema  nervioso,  como  es  el  histerismo, 


347 

no  puede  menos  de  influir  sobre  U  nulnrición  general  del  organismo,  sobre 
los  cambios  nutritiros  que  tienen  lugar  en  la  intimidad  de  todas  las  céla- 
las orgánicas  y  sobre  la  eliminación  de  productos  tóxicos  que  tienen  que 
Tarificar  los  órganos  secretores,  que  siendo  con  frecuencia  insuficientes,  ea 
causa  de  la  acumulación  de  dichos  productos. tóxicos  y  de  una  rerdadera 
aatointoxicación  en  el  organismo.  Ciertas  alteraciones  visuales  histéricas, 
como  el  escotoma  central,  ciertos, trastornos  de  acomodación  del  ojo,  son 
debidos  á  dicha  insuficiente  eliminación. 

Fisiología  patológica.  —  La  fisiología  patológica  de  los  trastornos  ocu- 
lares de  la  histeria  no  pueden  basarse  en  la  anatomía  patológica,  que  has- 
ta  ahora  no  ha  podido  encontrar  lesión  alguna  que  pueda  atribuirse  4 
aquella  neurosis. 

Según  los  autores,  los  diferentes  síntomas  de  la  histeria  se  refieren  á  al- 
teraciones funcionales  de  la  corteza  cerebral  y  son  debidos  á  trastornos  de 
las  acci<Hied  recíprocas  que  los  diferentes  centros  nerriosos  ejercen  unos 
sobre  otros.  Asi  se  observa  en  personas  no  histéricas  que,  á  consecuencia 
del  predominio  de  un  centro  cortical  sobre  los  otros,  aparecen  fenómenos 
que  se  parecen  al  histerismo.  El  miorógrafo,  cuya  atención  se  concentra 
en  la  imagen  que  aparece  en  la  platina  de  su  microscopio,  abandona  la 
imagen  que  se  forma  en  el  otro  ojo.  Lo  mismo  sucede  al  oftalmólogo  que 
fija  su  atención  en  el  examen  del  fondo  del  ojo  de  un  enfermo,  no  re  lo 
que  pasa  á  su  alrededor,  aunque  tiene  abierto  el  ojo  que  no  está  aplicado 
al  espejo. 

La  hiperexcitación  de  un  centro  cortical  actúa  produciendo  una  inhibi- 
ción de  otra  parte  de  la  corteza  cerebral  ó  de  los  centros  su bcort leales.  So- 
lamente la  estabilidad  de  estos  fenómenos  de  inhibición  y  la  facilidad  con 
que  se  producen,  es  lo  característico  de  la  histeria. 
Como  dice  Lepine,  hay  interrupción  de  la  transmisión  interneurónica. 
Si  difícil  es  explicar  las  variadas  manifestaciones  que  el  histerismo  pre- 
senta en  las  diversas  partes  del  organismo,  las  dificultades  son  mucho  ma- 
yores cuando  se  trata  de  las  perturbaciones  visuales  en  sus  modalidades, 
agudeza  visual,  sentido  cromático  y  campo  periférico. 

Se  admite  actualmente  que  en  la  histeria  existen  perturbaciones  funcio- 
nales ó  polares  de  las  neuronas  correspondientes  á  los  altos  centros  cerebra- 
les que  presiden  á  la  percepción  de  los  actos  más  elevados  del  juicio  y  del 
yo  consciente.  Así  una  histérica  que  sufre  de  ceguera  para  el  verde,  cuan- 
do la  vibración  luminosa  que  produce  este  color  llega  al  centro  cerebral 
perceptivo,  no  es  juzgada,  porque  dicho  centro  se  encuentra  como  embota- 
do ó  adormecido. 

Pitres  cree  que  los  centros  de  percepción  encefálica  de  las  imágenes  vi- 
suales no  son  los  mismos  para  la  visión  mono  ó  binocular,  pudiendo  estar 
unos  en  función  y  otros  paralizados. 

fiernheim  dice  que  la  histérica  neutraliza  inconscientemente  con  su  ima- 
ginación la  imagen  visual  percibida. 
'  Según  Feré,  la  amaurosis  histerotraumática  es  una  parálisis  debida  á 
una  excitación  por  agotamiento. 

Cuanto  á  las  alteraciones  del  campo  periférico  de  la  visión,  así  como  las 
anestesias  histéricas,  se  parecen  á  las  distracciones.  Entre  la  percepción 


•   348 

eabconeciente  y  la  consciente  hay  ana  diferencia  riscal.  La  primera  está 
encomendada  á  centros  sabcorticaies  inferiores  que  forman  el  polígooo  de 
Orases,  y  nada  tiene  qne  rer  con  la  conciencia  indiWdaal;  la  seganda,  re- 
gida por  neuronas  superiores,  supone  un  psiquismo  eleyado,  un  acto  de 
síntesis  personal. 

En  los  fenómenos  de  distracción,  los  dos  centros  están  disociados.  El  cen- 
tro del  psiquismo  está  independiente  de  los  otros  cuatro  centros  inferiores 
de  sensación  subconsciente. 

En  la  histeria  las  impresiones  llegan  hasta  los  centros  poligonales  sub- 
conscientes y  pueden  despertar  reflejos  y  morimientos  asociados ;  aunque 
,  el  campo  de  la  conciencia  está  estrechado,  la  actiyidad  subconsciente  ó  po- 
ligonal persiste. 

Si  se  tiene  en  cuenta  el  hecho  descubierto  por  Cajal  relatívo  á  las  rela- 
ciones de  contigüidad  qne  afectan  entre  sus  extremidades  las  prolongacio- 
nes de  las  neuronas,  y  se  admite  con  Yidersheim  los  movimientos  amiboi- 
deos de  las  células  nerviosas,  es  fácil  comprender  que  las  conexiones  entre 
estos  elementos  pueden  estar  interrumpidas  por  retracción  de  las  prolonga- 
ciones nerviosas  celulares,  quedando  independientes  las  células  corticales 
superiores. 

De  ahi  que  Janet  considera  á  la  histeria  como  una  psicosis  perteneciente 
al  grupo  de  las  enfermedades  mentales  por  insuficiencia  cerebral  y  caracte- 
rizada sobre  todo  por  síntomas  movibles,  siendo  el  principal  la  disminu- 
ción de  la  facultad  de  síntesis  cerebral. 

Tratamiento. —El  tratamiento  de  las  manifestaciones  oculares  del  his- 
terismo varia  poco  del  que  corresponde  á  las  otras  manifestaciones  de  estas 
neurosis  en  los  demás  aparatos  orgánicos,  siendo  muy  pocas  las  indicacio- 
nes que  hay  que  llenar  de  parte  del  aparato  de  la  visión. 

La  astenopia  histérica  por  alteración  de  la  acomodación  debe  tratarse, 
en  los  grados  débiles,  con  lentes  convexas,  y  en  los  fuertes  por  medio  de  las 
instilaciones  de  midriásicos. 

En  la  insuficiencia  de  la  convergencia  por  parexia  de  los  rectos  internos 
ó  por  espasmo  de  los  rectos  externos,  los  prismas  de  2  ó  8  grados  de  forma 
oval  sirven  para  combatir  la  diplopia  y  el  estado  vertiginoso,  que  es  su 
consecuencia. 

Para  combatir  la  amaurosis  histérica  se  emplean  las  inyecciones  de  es- 
tricnina á  la  región  temporal,  las  corrientes  continuas,  la  metaloterapia, 
los  electro-imanes,  etc. 

Pero  el  tratamiento  más  eficaz  para  combatir  las  manifestaciones  ocula- 
res del  histerismo  consiste  en  procurar  inspirar  confianza  al  enfermo,  ejer- 
cer sobre  él  una  influencia  sugestiva  que,  aun  en  estado  de  vigilia,  es  más 
eficaz  para  su  curación  que  los  agentes  farmacológicos  más  preconizadas 
para  combatir  las  neurosis. 

Cuanto  á  la  sugestión  durante  el  sueño,  la  consideramos  todavía  de  mis 
eficacia  que  la  ejercida  durante  la  vigilia  para  combatir  toda  clase  de  ma- 
nifestaciones histéricas.  El  Dr.  Bono,  de  Palermo,  que  ha  hecho  un  esta- 
dio concienzudo  sobre  la  terapéutica  sugestiva  en  las  afecciones  histéricas 
de  los  ojos,  ha  conseguido  muchas  curaciones  por  medio  de  la  sugestión  do- 
rante el  sueño  hipnótico.  ,  , 


349 

La  buena  dirección  intelectual  de  los  histéricos,  j  cuantos  medios  se  des- 
tinan á  su  educación  j  á  elevar  su  personalidad,  producen  excelentes  re- 
sultados para  combatir  la  neurosis  histórica  y  farorecen  también  la  desapa- 
rición de  las  manifestaciones  oculares. 


PERIÓDICOS 


Clruila  vasottlar.— En  el  Siglo  Médico  publica  el  Dr.  D«  José  Ooyanes  un 
interesantísimo  caso,  del  cual  damos  cuenta  por  la  importancia  que  hoy 
tiene  esta  nuera  manifestación  de  la  cirugía. 

cSe  refiere  al  paciente  José  L.,  de  cuarenta  y  un  años,  confitero,  natural 
de  Lugo,  que  padeció  á  los  dieciocho  años  un  chancro  sifilítico  con  infartos 
inguinales  y  erupciones  especificas.  Su  madre  murió  de  una  afección  car- 
díaca. No  ha  tenido  hijos.  Bía  abusado  algo  de  las  bebidas  alcohólicas.  Pa- 
deció las  enfermedades  propias  de  la  infancia.  Tuvo  dolores  reumáticos 
(¿sifilíticos?).  Hace  dos  afios  comenzó  á  notar  molestias  en  el  hueco  poplíteo 
del  lado  izquierdo,  atribuyéndolas  al  reuma,  pero  sin  percibir  tumoración. 
A  principios  de  abril  del  año  corriente  comenzó  á  notar  un  tumor  en  la 
corTa,|qae  se  desarrolló  con  vivísimos  dolores,  propagados  hacia  la  pierna 
y  el  pié  ;  estas  molestias  le  indujeron  á  venir  á  Madrid. 

Estado  actual. — Enfermo  pálido  y  enjuto,  anémico,  con  órganos  torácicos 
y  abdominales  sin  nada  especial.  Arterías  temporales  y  radiales  algo  ate- 
romatosas.  La  auscultación  cardíaca  no  revela  ruidos  patológicos. 

Lemán,  —  Tumoración  alargada  y  difusa  en  el  hueco  poplíteo  izquierdo, 
que  ocupa  totalmente,  con  pulsación  visible  y  palpable  y  expansiva ;  su 
límite  superior  accesible  se  halla  en  el  ángulo  superior  del  hueco  poplíteo ; 
el  inferior  entre  el  origen  de  los  gemelos,  con  mayor  prominencia  hacia  el 
lado  extemo.  Es  rednctible,  pero  no  completamente.  La  compresión  de  la 
arteria  femoral  suprime  el  latido  y  reduce  el  volumen  del  tumor.  Existe 
retardo  manifiesto  en  las  pulsaciones  de  la  pedia  y  tibial  posterior,  que  son 
bastante  débiles  y  en  número  de  88  por  minuto,  y  falta  de  isocronismo  en- 
tre la  pulsación  de  estos  vasos  y  la  de  los  homónimos  del  lado  derecho,  que 
son  de  mucha  mayor  intensidad.  La  temperatura  del  pié  izquierdo  es  algo 
menor  que  la  del  derecho,  sobre  todo  en  los  dedos.  En  la  auscultación  se 
percibe  un  ruido  de  soplo  isócrono  con  el  pulso. 

Diagnóstico, — Aneurisma  de  la  arteria  poplítea  izquierda,  probablemente 
fusiforme  y  extenso,  en  un  paciente  arterio-esclerósico  por  infección  sifilí- 
tica é  intoxica.ción  alcohólica. 

Operación,  —  Ligadura  doble  de  la  arteria  por  encima  y  debajo  del  saco 
aneurismático  (exclusión  circulatoria  del  aneurisma)  y  arterioplastia  ve- 
nosa mediante  doble  anastomosis  arteriovenosa  terminal. 

Fué  practicada  la  operación  el  día  12  de  junio  de  1906,  con  anestesia  do- 
rofórmica  y  con  la  colaboración  del  Dr.  Bravo ;  se  había  practicado  pocos 
días  antes,  camo  tratamiento  local  del  aneurisma,  una  inyección  de  gela- 


350 

tíns,  qae  dio  origen  á  una  ligera  reacción  inflamatoria,  pero  no  pfodajo 
efecto  farorable  osteneible  sobre  el  tnmor  anenrismático. 

una  incisión  amplia  en  toda  la  extensión  del  hneco  poplíteo  sobre  el  tu- 
mor, permitió  llegar  al  saco  despnés  de  seccionar  la  piel  y  la  aponenrosis. 
8e  aisló  despnés  la  rena  safena  externa  qne  circnlabá  sobre  el  mismo  saco 
anenrismáiico  y  sobre  él  también,  y  bacia  la  parte  extema  se  descubrió  la 
Tena  poplítea,  adberida  á  la  pared  aneorismática,  pero  perfectamente  per- 
meable, y  el  nerrio  ciático  poplíteo  extemo  (adherencias  cansantes  de  los 
dolores).  Aislado  el  tnmor  rascnlar,  se  rió  con  claridad  qne  era  fnmforme; 
se  obserró  también  qne  sn  limite  superior  se  aplicaba  al  anillo  de  los 
adductores  y  el  inferior  continuaba  con  un  segmento  de  arteria  poplítea 
de  unos  2  centímetros,  pasando  la  rena  paralelamente  á  este  segmento. 

Preparados  loe  rasos  por  debajo  del  aneurisma  y  cerrada  la  herida  pro- 
TÍsionalmente,  se  tíAtíó  al  enfermo*  y  con  la  técnica  ordinaria  para  la  li- 
gadura de  la  femoral  en  el  conducto  de  Hunter,  se  pusieron  al  descubierto 
los  rasos  femorales,  muy  cerca  del  anillo  de  los  adductores.  Ahora  proce- 
dimos á  la  anastomosis  arteriorenosa  superior,  para  lo  cual  se  aplicó  una 
pinza  hemostática  prorista  de  gomas  á  la  arteria  femoral  y  otra  más  abajo 
á  la  Tena  (el  Dr.  D.  Ambrosio  Rodríguez  turo  la  amabilidad  de  comprimir 
la  femoral  en  el  triángulo  de  8carpa  durante  la  operación).  Se  secci<HiarQn 
los  rasos,  la  arteria  un  poco  más  abajo  qne  la  rena  y  se  ligaron  el  cabo  pe- 
riférico de  la  arteria  y  el  central  de  la  rena  Qa  extremidad  se  puso  enton- 
ces algo  cianósica).  Ahora  se  procedió  á  suturar  el  cabo  central  arterial  cod 
el  periférico  r añoso,  colocando  con  aguja  cilindrica  y  seda  fina  tres  puntos 
perforantes  á  trarés  de  todo  el  espesor  de  las  paredes  rasculares,  pasando 
la  aguja  desde  la  adrenticia  á  la  endotelial  de  la  arteria  (de  fuera  adentro) 
y  desde  la  endotelial  á  la  adrenticia  de  la  rena  (de  dentro  afuera)  para  in- 
rertir  loe  bordes  rasculares  y  lograr  la  coaptación  endotelial  (sutura  en  ü 
de  Brieau  y  Jaboulay).  Anudados  los  tres  puntos  equidistantes  en  la  dr- 
cnnferencia  anastomósica  y  puestos  tensos,  el  calibre  del  raso  se  manturo, 
conrirtiéndose  su  forma  cilindrica  en  prismática  (según  la  técnica  de  Ca- 
rrol), practicando  después  una  sutura  continua  tamláéa  perforante  y  con 
coaptación  eodotélica  entre  cada  dos  puntos  angulares  para  anudar  loe  hi- 
los al  nirel  de  estos  últimos. 

Terminada  la  anastomosis  arteriorenosa  superior,  rolrimos  á  la  región 
poplítea,  y  después  de  seccionar  los  rasos  por  debajo  del  aneurisma,  pro- 
cedimos también  con  isquemia,  y  después  de  ligar  el  cabo  central  de  la  ar- 
teria (con  lo  cual  quedó  excluido  el  aneurisma)  y  el  periférico  de  la  rena 
á  la  anastomosis  arteriorenosa  snbanenrismática,  siguiendo  la  misma  tée- 
,  nica,  pero  con  mayores  dificultades  por  la  esclerosis  de  la  pared  arterial, 
que  produjo  la  rasgadura  del  primer  punto  angular. 

Practicada  esta  anastomosis,  se  pudo  obserrar  que  el  tumor  aneurisma- 
tico  no  latía.  Ahora  se  soltaron  las  pinzas  isquemizaotes  inferiores,  y  mel- 
to  el  enfermo  y  soltando  las  pinzas  de  la  anastomosis  saperior  y  abandona- 
da la  compresión  de  la  femoral,  se  pudo  obserrar  qne  la  corriente  se  pre- 
cipitaba con  energía  á  trarés  de  la  anastomosis  superior,  por  encima  de  la 
cual  salió  un  finísimo  hilo  hemorrágico  (una  pequefia  punción  hecha  acci- 
dentalmente en  la  arteria  por  encima  de  la  anastomosis  con  la  punta  del 


351 

bisturí),  qne  se  cobibió  con  nn  panto  de  satnrft.  La  Tena  poplítea  cambió 
su  color  en  rojo  arterial,  latía  enérgicamente  en  todo  sa  trayecto  j  basta 
transmitía  la  corriente  por  la  vena  safena  extema,  qne  latía  á  su  rez.  La 
arteria  poplítea  por  debajo  de  la  anastomosis  latía  también  claramente, 
ftunqne  con  menos  energía  qne  la  vena  poplítea  aplicada  al  ñsho  anenris* 
mátioo.  Las  arterias  pedía  y  tibial  posterior,  sin  pulsación  durante  el  acto 
operatorio,  comienzan  abora  á  latir  clara,  pero  débilmente.  Quedó,  pues, 
demostrada  la  permeabilidad  inmediata  de  amjbas  anastomosis  y  la  persis- 
tencia de  la  circulación  en  la  pierna  y  el  pié^  El  color  de  la  extremidad 
cambió  de  cianósico  en  rosado,  después  de  soltar  las  pinzas  isqnemizantes. 
Todos  estos  datos  pudieron  comprobarse,  y  se  comprobaron  por  cuantos 
presenciaban  la  operación. 

Se  terminó  el  acto  operatorio  con  la  sutura  de  las  dos  incisiones,  y  la  co- 
locación del  aposito,  fijando  el  miembro  en  ligera  flexión  de  la  rodilla. 

Purao. — Por  la  tarde  del  día  12  el  enfermo  babla  reaccionado  del  clero- 
formo,  el  color  y  el  calor  del  pié  eran  normales,  se  percibían  latidos  débiles 
,en  la  pedia  y  tibial  posterior ;  la  temperatura  axilar  era  de  87*,8.  Por  la 
noche  tu  yo  el  enfermo  dolores  traumáticos ;  se  le  aplicó  una  inyección  de 
morfina. 

Dia  18.~PersÍRten  los  latidos  débiles  en  los  Tasos  pedio  y  tibial  poste- 
rior ;  color  y  calor  del  pié  normales ;  temperatura  87*,1. 

Düt  14. — Lo  mismo  que  el  anterior ;  los  dos  dedos  del  pié  izquierdo  están 
algo  más  fríos  que  los  del  pié  derecho ;  se  le  aplican  saquitos  de  arena  ca- 
liente. 

Dia  18.— Pulso,  112 ;  temperatura,  88^,5 ;  ligero  edema  inflamatorio  de 
la  pierna.  Se  levanta  la  cura  y  se  encuentra  reunida  la  herida  del  muslo ; 
la  de  la  corTa,  en  cambio,  exuda  algo  de  pus  fétido  (infección  de  la  gela- 
tina subcutánea  inyectada) ;  se  desagua  con  tubo  de  ridrio.  Por  lo  demás, 
persisten  los  latidos  de  la  pedia  y  tibial  posterior. 

La  supuración  persistió  bastantes  días,  pero  va  ya  dominada ;  puede 
atribuirse  seguramente  (por  su  carácter  de  infección  tardía,  por  el  olor 
fétido  del  pus  y  por  producir  fiebre  de  absorción,  pero  no  de  reacción  fio- 
gística)  á  la  infección  de  la  gelatina  inyectada  antes  de  la  operación. 

El  paciente,  aunque  de  estado  general  algo  débil,  conserra  la  circulación 
arterial  en  el  miembro,  que  goza  de  color  y  calor  normales,  y  la  tumoración 
aneurismática  está  ya  muy  retraída. 

Los  resultados  conseguidos  en  el  caso  expuesto  justifican  las  siguientes 
conclusiones :  ^ 

1.*  La  anastomosis  arteriorenosa  doble  puede  aplicarse  al  tratamiento 
de  los  aneurismas,  en  el  cual  le  está,  quizá,  reseryado  un  brillante  ponre- 
nir,  y  constituye  un  nuero  método  operatorio  ideado  por  el  Sr.  San  Martín 
y  practicado  por  nosotros  por  rez  primera  en  experimentos  en  los  animales 
y  en  el  caso  expuesto  anteriormente. 

2.*  La  anastomosis  doble  arteriorenosa  puede  asociarse  á  la  ligadura 
doble  del  Taso  arterial  (exclusión  aneurismática)  y  á  la  extirpación  del 
saco  según  el  método  de  Pnrmann.  Lo  primero  es  preferible  cuando  la 
Tena  está  íntimamente  unida  á  las  paredes  del  saco  y  peligre  su  integridad 
si  se  UcTara  á  cabo  la  extirpación. 


352 

8/  La  anastomosis  doble  arterioyenosa  permite  el  restablecimiento  in- 
mediato de  la  circulación  arterial  en  el  miembro  operado  j  sa  ulterior  per- 
sistencia. 

4/  No  ha  dado  origen  en  nnestro  caso  á  hemorragias  secundarias  ni  pro- 
bablemente á  trombosis  obturante. 

5/  La  circulación  de  retomo  queda  suficientemente  asegurada  para  la 
región  poplítea  por  el  sistema  de  la  yena  safena  interna.  Para  los  demás 
yasos  falta  experiencia  ^pero  de  todos  modos,  la  ligadura  yenosa  es  una  le- 
sión menos  graye  que  la  arterial'. 

Completan  este  trabajo  interesantes  datos  sobre  técnica  de  cirugía 
cular  é  historia  del  asunto.  —  Sababia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTlnCAS 

ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    PARÍS 
«  Séiián  del  dia  30  de  Octubre  dé  1906. 

Del  cáncer  de  la  lengua.  —  El  Dr.  Poiribr:  La  cuestión  del  cáncer  está 
siempre  ala  orden  del  dia  en  todas  las  Sociedades  científicas.  Experimen- 
tos y  experimentaciones  han  demostrado  lo  ilusorio  de  las  esperanzas  fun- 
dadas tan  pponto  en  los  rayos  como  en  los  sueros.  En  realidad  todavía  no 
existe  el  remedio  contra  el  cáncer,  aunque,  en  yerdad,  es  con  frecuencia 
curable  por  una  operación  amplia,  precoz  y  hecha  siguiendo  las  rías  ana- 
tómicas de  propagación,  puesto  que  el  cáncer  es  más  ó  tnenos  tiempo  local, 
según  su  rariedad  y  la  naturaleza  del  terreno  del  indiriduo.  Durante  eate 
tiempo  es  cuando  puede  curar  por  una  amplia  exéresis.  Estos  hechos  son 
conocidos  de  todos,  y  en  la  última  reunión  de  la  Sociedad  alemana  de  es- 
tudios contra  el  cáncer  se  ha  presentado  una  estadística  que  da  de  20  á  40 
por  100  de  caraciones  después  de  una  interyención  operatoria.  Desgracia- 
damente existen  cánceres  yiscerales  contra  los  que  la  operación  es  impo- 
tente, puesto  que  se  hace  siempre  muy  tarde,  en  razón  de  las  dificultades 
del  diagnóstico  al  principio.  En  los  casos  inoperables,  algunas  reces  loe 
sueros  han  dado,  al  parecer,  un  éxito  relatiyo,  prolongando  de  algún  modo 
el  periodo  de  estado;  por  otra  parte,  los  rayos  X  con  frecaencia  han  dado 
buenos  resultados  en  las  afecciones  superficiales.  Mientras  que  en  loe  de- 
más países  se  han  fundado  Sociedades  que  agrupan  todos  los  elementos  de 
la  lucha  contra  el  cáncer,  en  el  nuestro  no  existe  nada  de  esto,  lo  cual  es 
muy  sensible. 

En  el  cáncer  de  la  lengua,  siguiendo  mi  método  de  exéresis,  con  el  que 
se  consigue  la  ablación  bilateral  de  los  territorios  linfáticos  de  dicho  órga- 


353 

no,  he  obtenido  loB  sigaientes  resaltados:  siete  muertes  inmediatas;  nn 
mnerto  al  décimo  dia  post  operatorio,  después  de  una  inyección  de  adrena- 
lina hecha  por  el  interno  para  detener  una  hemorragia;  once  recidÍTas 
muy  rápidas  y  cinco  de  éstas  han  dado  lugar  á  otra  operación ;  dos  enfer- 
mos de  estos  últimos  parecen  curados;  ocho  han  curado,  datando  la  cura- 
ción de  cinco  afios  á  uno.  Para  juzgar  bien  esta  estadística,  es  necesario 
pensar  que  no  se  trata  más  que  de  enfermos  muy  grares  que  habían  sido 
considerados  en  su  mayoría,  por  los  cirujanos,  como  no  operables.  Todos  es- 
tos enfermos  habían  perdido  un  tiempo  precioso,  y  sobre  todo  en  el  cáncer  de 
la  lengua  es  necesario  hacer  un  diagnóstico  precoz.  En  lugar  de  esto,  como 
que  rte  trata  casi  siempre  de  antiguos  sifilíticos,  se  les  prescribe  el  mercu** 
rio  y  algunas  reces  el  yoduro  de  potasio,  y  muy  pronto  la  estomatitis  mer- 
curial viene  á  complicar  la  situación.  Otras  veces,  para  afirmar  el  diag- 
nóstico, se  espera  demostrar  la  presencia  de  ganglios;  pero  en  este  momen- 
to el  padecimiento  está  ya  muy  avanzado  y  la  operación  se  efectúa  en  ma- 
las condiciones.  Lo  que  conviene  hacer  es  extirpar  un  fragmento  de  la  in- 
duración de  la  ulceración  y  el  examen  histológico.  Hecha  en  esta  época  la 
operación  es  generalmente  inofensiva  y  va  seguida  de  curación.  Operar  á 
tiempo  el  cáncer  es,  pues,  de  gran  importancia,  pero  preverlo  y  prevenirlo 
es  aún  más  importante.  Para  esto  es  necesario  recordar  que  esta  enferme- 
dad es  frecuente  en  los  sifilíticos  ó  los  fumadores  y  que  la  reunión  de  estos 
dos  factores  predispone  mucho  más  á  padecerla ;  no  se  ha  de  titubear,  pues, 
en  extirpar  las  lesiones  precancerosas :  las  glositis  parciales  y  la  lenco - 
plasia. 

Patoieaia  y  profilaxis  del  paludismo.  —  El  Dr.  Eblsoh:  Creó  haber  justifi- 
cado suficientemente  las  reservas  que  he  manifestado  acerca  del  abso- 
lutismo de  la  doctrina  anofélica,  las  cuales  no  se  inspiran  solaiiiente  en 
las  reminiscencias  que  nos  transportan  á  épocas  lejanas  de  la  historia  del 
paludismo,  sino  que  se  apoyan  en  las  investigaciones  más  recientes  y  lle- 
vadas á  cabo  con  objeto  de  comprobar  esta  misma  doctrina.  En  realidad 
no  hay  divergencia  entre  el  Dr.  Laveran  y  yo  acerca  de  los  deberes  que  in- 
cumben á  la  práctica,  referentes  á  las  medidas  profilácticas  que  se  han 
de  oponer  al  paludismo  y  hasta  oreo  que  estamos  muy  cerca  de  entender- 
nos respecto  al  mismo  principio  patogénico.  A  pesar  de  todos  los  argumen- 
tos contradictorios  estoy  plenamente  convencido  de  que  la  nueva  doctrina 
patogénica  es  impotente  para  explicar  todos  los  hechos  registrados  por  la 
observación  y  que  sólo  se  llenarán  estas  lagunas  con  investigaciones  ulte- 
riores. —  GODINA  CaSTBLLVÍ. 


SOCIEDAD    DE    GIBüaÍA    DE    PARÍS 
Senón  cUl  dia  7  de  Noviembre  dé  í$06. 

Heridas  intestinales  por  arma  de  fuego.  —El  Dr.  Pothbrat:  La  observa- 
ción siguiente  puede  compararse  con  las  referidas  por  el  Dr.  Bioard.  Se 
trata  de  un  joven  herido  por  una  perdigonada  en  el  flanco  derecho.  Cua- 

91 


354 

rentft  y  ocho  horas  después  del  accidente,  y  en  plena  perítonitis,  fui  lla- 
mado para  intervenir.  Hice  una  incisión  en  la  herida  y  encontré  el  perit<»Keo 
hafiado  por  un  liquido  sacio,  las  asas  intestinales  Tascnlarízadas  y  con 
ocho  perforaciones,  qne  sutaré,  haciendo,  por  último,  el  desagüe  á  la  lü- 
knlicz.  A  los  dos  días  los  accidentes  peritoneales  estahan  conjurados,  pero 
al  otro  día  se  encontró  la  cura  bafiada  en  liquido  lactescente.  Era,  en 
efecto,  leche  que  había  salido  por  una  perforación  del  estómago.  Estaba 
indicada  una  nueya  intervención,  pero  el  enfermo  se  opuso  en  absoluto  á 
ser  operado  de  nuevo  y  murió  á  ios  dicisiete  días.  Este  caso  es  un  ejemplo 
en  favor  de  las  intervenciones,  aun  tardías. 

Respecto  al  modo  de  sutura  de  la  pared  abdominal,  sólo  diré  algunas 
palabras.  Empleo  siempre  la  sutura  en  tres  planos,  que  creo  la  más  lógica, 
porque  confronta  tejidos  de  igual  naturaleza.  Con  hilos  perfectamente 
asépticos  y  resistentes  es  muy  sólida  y,  en  teoría,  la  mejor  de  todas.  Por 
desgracia,  algunas  veces  los  hilos  están  mal  preparados,  y  en  este  easo 
pueden  producirse  ligeras  infecciones,  y  á  consecuencia  de  ellas  la  supura* 
ción  y  la  eventración.  Creo  que  ésta  puede  ser  favorecida  también  por  la 
flacidez  de  la  pared  abdominal. 

Amputaciones  oconémieas  del  pié.  ^  El  Dr.  Hioard:  El  Dr.  Souligoax  nos 
ha  comunicado  diez  observaciones  de  amputación  del  pié.  En  ellas  se  ha 
atenido  á  la  regla  que  exige  conservar  lo  más  posible  de  los  tejidos.  En 
tres  casos  recurrió  á  los  procedimientos  de  Lisfranc  y  de  Ohopart,  y  en  los 
siete  restantes  empleó  el  método  que  recomiendo  desde  hace  varios  afios, 
y  que  recordaré  en  pocas  palabras:  se  principia  por  hacer  la  amputación 
tibiotarsiana,  después  se  pasa  por  debajo  del  astrágalo,  extirpando  este 
hueso  y  el  pié,  y  por  último,  se  reseca  una  parte  del  calcáneo,  si  es  nece- 
sario, y  se  suturan  los  tendones  plantares  con  los  dorsales  y  los  dos  colga- 
jos cutáneos  entre  sí.  Queda  un  muflón  perfecto,  algo  movible,  sobre  el 
que  puede  apoyarse  el  enfermo,  y  ai  que  se  aplica  perfectamente  un  zapa- 
to ordinario. 

El  Dr.  Roohard:  He  empleado  cuatro  reces  este  procedimiento  en  los 
tumores  blancos,  obteniendo  resultados  excelentes. 

El  Dr.  Championni¿rb  :  Aplaudo  este  procedimiento,  muy  parecido  al 
que  empleo  en  los  pies  zambos.  Desearía  ver  algunos  de  los  operados  por 
dicho  método. 

Rupturas  uretrales.  —  El  Dr.  Lxgübü:  En  la  comunicación  del  doctor 
Savariand  se  citan  tres  casos  de  este  género;  el  autor  discute  en  ella  la 
cuestión  de  la  sutura  secundaria.  Hago  caso  omiso  de  unade  ellas,  porque 
no  se  refiere  más  que  indirectamente  á  las  consecuencias  tardías,  y  sólo 
me  ocuparé  de  las  otras  dos.  En  una  de  ellas  el  residtado  fué  excelente  y 
en  la  otra  dudoso. 

En  el  primer  caso  la  ruptura  fué  parcial,  así  que  no  debe  extrafiar  el 
resultado,  que  se  comprobó  á  los  tres  años;  en  este  enfermo  la  mucosa  fué 
respetada.  No  me  he  referido  á  las  rupturas  parciales,  sino  únicamente  á 
las  completas,  y  en  estas  últimas  aconsejo  primero  la  sutura  de  los  extre- 
mos uretrales  y  después  la  autoplasia.  El  resultado  es  excelente  aun  en 
las  rupturas  completas. 

No  ocurrió  así  en  el  segundo  enfermo  del  Dr.  Savariand,  afectado  de 


355 

ruptura  completa.  Después  de  la  incÍBÍón  del  periné,  nuestro  colega  bizo 
desembocar  en  la  piel  los  dos  extremos  de  la  uretra,  pero  se  preocupó 
más  que  nada  de  unirlos  uno  con  otro,  á  la  manera  del  cafión  de  una  esco- 
peta, j  colocó  una  sonda  permanente.  La  sutura  á  la  piel  cedió,  los  extre- 
mos  de  la  uretra  se  retrajeron  y  la  berida  tardó  varios  meses  en  cicatrizar; 
boy  hay  estrecbez  uretral.  Para  curarla  se  necesita  una  resección  extensa 
7  la  autoplasia. 

Boeloe  aberrantes  y  apltaliamat  branquiales.  —  El  Dr.  RsvinER:  £1  origen 
de  estos  dirersos  tumores  se  ba  interpretado  de  distinta  manera,  y  no  es 
aún  bien  conocido.  Creo,  por  lo  tanto,  útil  referir  las  dos  obserraciones 
siguientes. 

En  la  primera  se  trataba  de  una  mujer  de  cincuenta  y  tres  afios  que  pa- 
decía taquicardia,  exoltalmia  y  un  tumor  lateral  del  cuello  más  grueso  que 
el  pufio;  debajo  de  este  tumor,  en  el  triángulo  supraclayicular,  babia  un 
tumorcillo  duro,  en  forma  de  castafia,  y  cuya  aparición  databa  de  treinta 
afios.  Extirpé  el  tumor  grueso,  costándome  algún  trabajo  aislarle  de  los 
gruesos  vasos  de  la  región.  La  berida  cicatrizó  por  primera  intención.  No 
extirpé  en  la  misma  sesión  el  tumor  más  pequefio  porque  me  olvidé  de  él. 
Tuve  que  extirparle  después,  porque  principió  á  aumentar  de  volumen. 
Después  de  esta  última  intervención  la  enferma  tuvo  una  crisis  de  taqui- 
cardia y  una  agitación  particular  que  jamás  he  observado  en  los  casos  de 
tiroidectomia.  Estos  accidentes  sólo  duraron  cuarenta  y  ocho  horas.  El 
examen  histológico  demostró  que  los  tumores  extirpados  se  hablan  desarro- 
llado á  expensas  de  células  tiroideas. 

Mi  segunda  observación  se  refiere  á  una  mujer  de  treinta  y  cinco  afios, 
verdadero  tipo  de  semicretina.  Tenia  desde  su  infancia  un  tumor  que  so- 
bresalía en  el  suelo  de  la  boca  y  se  extendía  basta  la  región  suprabioidea. 
Era  de  consistencia  tan  blanduja,  que  se  creyó  se  trataba  de  una  ránula. 
Al  extirparle  observé  que  tenía  adherencias  fuertes  con  el  bioidee.  El  exa- 
men histológico  demostró  que  se  trataba  de  un  adenoma  quistico  tiroideo. 
Las  dos  enfermas  curaron. — F.  Tolbdo. 


SOCIEDAD    DJS    MEDICINA    DE    BERLÍN 
Seiión  del  dia  81  de  Octubre  de  Í906. 

Efeates  de  la  eenpresKn  del  vientre.— £1  Dr.  Stabel  presenta  un  joven  que 
sufrió  hace  veintisiete  días  una  compresión  del  vientre  muy  fuerte  estando 
trabajando.  Inmediatamente  después  se  apreció  la  existencia  de  un  equi- 
mosis conjuntival,  cuyos  restos  aún  se  ven.  También  se  produjeron  equi- 
mosis subcutáneos  en  la  frente,  mejilla  y  cuello. 

Autoplastla  del  pulgar  á  expensas  del  dedo  gordo  del  pié.—  El  Dr.  F.  Krause 
presenta  un  joven,  comerciante,  quien,  cuando  tenía  cuatro  afios,  perdió 
parte  del  pulgar  por  haber  sido  seccionado  éste  por  una  máquina  de  cortar 
paja,  no  habiéndole  quedado  más  que  un  mufión  de  unos  15  milímetros  de 
largo.  Semejante  mutilación  perjudicaba  mucho  al  paciente,  por  lo  cual  el 


356 

aator  trató  de  repararla  reearriendo,  no  como  lo  ha  propuesto  KeoIadoiii« 
al  segando  dedo  del  pié,  qne  en  el  caso  actual  estaba  muy  poco  deearralla- 
do,  j  era,  por  lo  tanto,  inútil  para  el  caso,  sino  al  dedo  gordo.  Respetando 
todo  lo  posible  la  cicatriz  ósea,  disecó  y  separó  la  piel  del  mnfión  del  p«il- 
gar ;  á  nivel  de  la  articulación  interfalángica  hiao  un  corte  tranSTcrsal  qne 
interesaba  el  lado  dorsal  del  dedo  gordo  del  pió;  para  proporcionar  espacio 
suficiente,  resecó  un  troeo  del  extremo  periférico  de  la  primera  falange  del 
dedo  gordo,  cosió  la  piel  y  los  tendones  extensores  del  mnfión  del  polgar  eon 
los  puntos  correspondientes  de  la  falange  final  del  dedo  gordo,  y  por  medio 
de  un  yendaje  enyesado  fijó  el  enfermo  en  esta  posición  durante  diedoiete 
días.  Los  dolores  que  al  principio  se  produjeron  en  la  rodilla,  se  combatie- 
ron por  medio  de  la  morfina.  Después  toleró  muy  bien  el  paciente  sa  tío- 
lenta  postura;  lo  único  que  le  hizo  sufrir  mucho  fué  el  calor  (era  en  julio). 
Pasados  ios  diecisiete  dias  se  cortó  al  trarée  el  lado  plantar  del  dedo  gordo 
y  se  fijó  al  lado  palmar  del  dedo  pulgar.  El  resultado  ha  sido  excelente.  E3 
sujeto  tiene  hoy  un  dedo  pulgar  útil,  movible  y  con  el  que  puede  coger  y 
sostenei^  los  objetos  con  fuerza. 

Sareesia  de  ta  sarix.  —  £1  Dr.  de  Bergmatm  presenta  un  hombre  al  que  se 
le  han  extirpado  hace  diez  afios  algunos  tumorcitos  de  las  fosas  nasales  en 
rarias  sesiones.  Hace  cinco  afios  se  le  ha  hecho  una  operación  mayor,  al 
parecer  una  resección  del  maxilar  superior.  En  la  actualidad  tiene  un  tu- 
mor muy  Yoluminoso,  y  que  le  desfigura,  en  la  frente  y  en  el  dorso  de  la  na- 
riz ;  este  tumor  ha  hecho  que  se  aparten  los  dos  ojos  y  es  indudablemente 
un  sarcoma.  En  los  casos  de  tumores  retrofaringeos,  cree  el  autor  que  es 
indispensable  hacer  la  operación  en  las  condiciones  más  perfectas  que  se 
pueda  de  despejo  del  campo  operatorio,  tanto  que  no  teme  en  tales  casos 
practicar  la  resección  osteoplástica  de  ambas  mandíbulas,  y  además  de  esto 
invertir  hacia  arriba  la  nariz,  á  fin  de  obtener  asi  un  acceso  bien  franco  al 
espacio  nasofaríngeo. 

El  Dr.  Oluck  dice  haber  operado  al  enfermo  hace  cinco  afios,  habiéndele 
practicado  por  entonces  una  resección  del  maxilar  superior.  El  paciente 
permaneció  sin  recidiva  dos  afios;  pero  cuando  se  presentó  dicha  recidiva 
no  consintió  en  operarse  hasta  que  se  desarrollaron  tumores  como  los  qne 
ahora  se  ven. 

Cerrientes  en  la  sanara  anterler  del  sis.— El  Dr.  Türk  comienza  recordan- 
do experimentos  de  Ehrlich,  quien,  inyectando  fluoresoina  en  la  cámara 
anterior  del  ojo  del  conejo  ha  demostrado  que  en  el  humor  acuoso  existo 
una  corriente  qne  hasta  ahora  no  se  había  conocido;  á  causado  ella  se 
orientan  las  estrías  verdes  en  líneas  bien  determinadas.  Gomo  causa  de  di- 
cha corriente  se  inclina  á  admitir  diferencias  de  temperatura  entre  la  pared 
anterior  de  la  cámara  y  la  posterior.  Detrás  están  el  cristalino  y  el  cuerpo 
vitreo,  que  le  sigue,  los  cuales  tienen  la  temperatura  del  cuerpo;  delante, 
la  córnea,  que  se  está  enfriando  constantemente  por  la  evaporación  hacia 
afuera. 

El  autor  ha  hecho  un  modelo  de  vidrio :  un  cristal  de  reloj  se  fijó  her- 
méticamente por  su  borde  sobre  un  disco  de  vidrio  plano  y  paralelo.  Ls 
cavidad,  formada  de  este  modo,  se  llena  de  agua,  en  la  que  se  ha  suspen- 
dido un  poco  de  fluorescina,  y  hecho  esto  se  calienta  la  pared  posterior. 


357 

Entonces  se  re  claramente  aparecer  una  corriente,  cnya  fígnra  recuerda 
la  encontrada  por  Ehrlich  en  el  ojo  del  conejo. 

Infiere  de  esto  el  autor  que  la  corriente  del  humor  acuoso  debe  ser  oca- 
sionada por  influencias  físicas;  y  como  quiera  que  éstas  son  en  el  ojo  de  los 
demás  animales  y  en  el  del  hombro  las  mismas  que  en  el  del  conejo,  ó  sea 
la  diferencia  de  temperatura  de  sus  paredes,  tanto  en  uno  como  en  otro 
caso  debe  de  producirse  una  corriente. 

La  acción  de  esta  corriente  sólo  se  manifiesta  en  partículas  de  muy  poco 
peso;  las  más  pesadas,  como  los  glóbulos  de  pus,  etc.,  descienden  sencilla- 
mente al  punto  más  bajo  de  la  cámara  anterior.  Hay  que  atribuir  á  la  co- 
rriente mencionada  los  conocidos  sedimentos  ó  depósitos  de  forma  triangu- 
lar que  quedan  como  residuos  típicos  de  una  iritis  serosa. 

El  Dr.  Wesaely  refiere  haber  construido  un  modelo  para  observar  las 
particolaridades  de  la  corriente  en  cuestión,  el  cual  está  constituido  por 
dos  cámaras  separadas  por  una  membrana  de  pergamino;  una  de  ellas  se 
llena  con  un  liquido  claro;  la  otra  con  una  disolución  devfluorescina.  En 
este  modelo,  y  sin  necesidad  de  calentar  una  de  las  paredes,  se  rerifíca  un 
cambio  entre  ambas  disoluciones,  formándose  al  mismo  tiempo  corrientes 
cuya  dirección  es  análoga  á  la  de  las  corrientes  observadas  por  Ehrlich  por 
primera  yez.  Verdad  es  que  el  dibujo  trazado  por  dichas  corrientes  se  hace 
mucho  más  marcado  cuando  se  calienta  una  de  las  cámaras. 

El  Dr.  Hamhurger  dice  que,  habiendo  suspendido  en  agua  un  intestino 
de  ratón,  lleno  de  una  disolución  de  fluorescina,  tío  igualmente  aparecer 
corrientes  en  dirección  determinada.  Es  indudable  que  la  diferencia  de 
temperatura  no  deja  de  tener  su  influencia  en  las  corrientes  que  aparecen 
en  el  humor  acuoso,  pero  también  lo  es  que  no  es  la  única  causa  de  tales 
corrientes.  —  {Deuische  Meditinál  Zátung).  —  R.  nsb  Vallb. 


QfPEBIAL   Y   BJBAL   80CISDAD   DE  LOS  ICÍDIOOB  DE  YIENA 
8e$ián  del  día  Í9  de  Octubre  de  Í906. 

Taberealtsis  colánea  tlfllítloa.— El  Dr.  Salomón  Ehrmann  presenta  un  en- 
fermo con  ateromatosis  de  la  aorta  y  forma  tardía  y  girata  de  tuberculosis 
cutánea  sifilítica.  Llaman  la  atención  las  arborizaciones  y  tintes  jaspeados 
que  presenta  la  piel  en  la  región  pelviana,  entremezcladas  con  tubérculos 
cutáneos  sifilíticos.  También  las  hay  en  el  pecho  y  en  el  vientre  y  en  las 
extremidades  superiores;  pero  aquí  ó  no  hay  tubérculos  ó  están  del  todo  al 
lado  de  las  estrías  marmóreas. 

Esta  afección  es  poco  conocida.  El  autor  conoce  hasta  ahara  cuatro  casos 
complicados  todos  con  ateromatosis  de  la  aorta  y  de  los  grandes  vasos.  El 
microscopio  demuestra  que  se  trata  de  una  esclerosis  de  las  arterias  más 
pequefias  que  radican  en  la  misma  piel.  E^ta  esclerosis  de  las  paredes  ar- 
teriales es  causa  de  que,  al  cesar  el  sístole  del  ventrículo  izquierdo,  falte 
la  fuerza  elástica  é  impulsiva  de  las  túnicas  arteriales  que  normalmente  se 
encarga,  durante  el  diástole,  de  continuar  el  movimiento  de  la  sangre  ha- 


358 

eÍA  lo0  cspiUrafl,  por  lo  caal  qnedui  nempr»  lleiios  por  una  eolamBa  Ban- 
gninea  que  Be  maere  con  lentítad.  8í  en  este  estado  firotamoe  la  piel,  pode* 
moe»  empajar  mecánicamente  la  columna  sanguínea^  pero  no  proToeamot 
nna  contracción  de  loe  capilares  y  de  las  arterias  rígidas.  La  hiperliemia 
reaparece  en  el  acto,  porque  con  el  nnero  sistole  melTe  la  estancación.  El 
origen  de  esta  forma  de  arterio-esclerosis  sólo  se  puede  explicar  por  la  tran- 
sición de  un  cutis  marmóreo  en  nn  exantema  de  grandes  placas.  8e  obser- 
va, en  efecto,  en  el  periodo  de  erupción  de  una  aifilide  maculosa  que  lis 
eflorescencias  se  presentan  preferentemente  en  las  partes  lÍTÍdas  de  U  piel, 
destacando  por  su  color  más  rojo  cobrizo,  j  que  entonces  se  interrumpe  U 
red  lirida,  apareciendo  el  cuadro  de  la  sifilide  de  grandes  placas.  Excin- 
diendo  una  de  tales  eflorescencias  y  tifiándola  por  el  mátodo  de  Ijeraditi, 
se  Ten  los  espirocetes  pálidos  en  la  pared  Tascular  y  en  sus  inmediacionM 
más  próximas.  Hay  que  sospecbar  que  persisten  aqui  en  alguna  forma  (opi- 
nión que  es  la  que  tiene  rassón  de  ser  si  queremos  explicar  las  reeídirtfi 
regionales)  y  que  más  tarde  conducen  á  la  esclerosis  de  las  arterias  peque* 
fias,  de  lo  cual  depende  la  analogía  que  existe,  hasta  cierto  punto,  con  U 
piel  jaspeada  ó  marmórea. 

Pitiriasis  liqnensids  trésiea. » El  Dr.  Ehrmann  presenta  una  nifia  da 
trece  afios  con  esta  afección,  caracterizada  por  papulitas  brillantes  que  re* 
cuerdan  el  liquen  ruber,  las  cuales,  con  el  tiempo,  se  conyierten  en  eflores- 
cencias mayores  blanquecinas,  escamosas,  del  tamafio  de  una  lenteja,  que 
asemejan  el  psoriasis,  y  cuya  cubierta  toma  entonces  un  tinte  anaranjado- 
obscuro.  Los  remedios  que  se  usan  en  el  psoriasis,  incluso  el  arsénico,  son 
de  eficacia  todo  lo  más  transitoria ;  la  etiología  del  mal  es  desconocida. 

Ulesra  gástrica;  perfsraeián;  speraslán;  euraelés.— El  Dr.  Jylio  Sckniuler 
presenta  dos  casos  de  úlcera  gástrica  perforada,  los  cuales  se  curarcm  por 
medio  de  la  operación,  uno  de  ellos  tiene,  además,  la  particularidad  de  que 
ya  ha  sufrido  por  dos  veces  la  perforación  de  una  úlcera  gástrica  en  la  ca- 
ridad abdominal.  Este  caso,  además  de  demostrarnos  la  utilidad  de  la  ci- 
rugía en  la  úlcera  gástrica,  presenta  de  notable  que  la  segunda  perforación 
sobrerino  al  afio  de  la  gastroenterostomía  que  se  le  había  practicado  á 
causa  de  la  úlcera.  Las  recidivas  de  ésta  después  de  la  gastroenterostomls, 
sea  cualquiera  el  procedimiento  operatorio  empleado,  son  tan  frecuente! 
relatiyamente,  que  se  hace  preciso  abandonar  la  idea  de  que  la  gastroen- 
terostomía es  un  tratamiento  causal  de  la  úlcera  del  estómago.  Esinduda* 
ble  que  la  operación  está  justificada  y  hasta  es  necesaria  cuando  existe  es- 
treches ;  pero  en  ios  casos  de  úlcera  abierta  sin  perturbaciones  mecánicss, 
no  parece  estar  indicada  la  operación  más  que  en  aquellos  enfermos  en 
quienes  ha  fracasado  el  tratamiento  médico  continuado  con  mucha  cons- 
tancia. 

El  Dr.  Antonio  de  EUeUherg  manifiesta  que  él  tampoco  opera  ningún 
caso  de  úlcera  hasta  haberse  convencido  de  la  inutilidad  del  tratamiento 
interno.  Llama  además  la  atención  sobre  el  valor  de  la  yeyunostomís,  J 
aconseja  este  procedimiento  en  los  casos  en  que  el  paciente  está  muy  débil 
y  en  que  la  perforación  ha  quebrantado  mucho  su  estado  general. 

Adsnsma  ssbásss  ds  Pringls.  —  El  Dr.  Gustavo  Riehl  presenta  cinco  essoí 
de  esta  enfermedad,  que  no  es  ni  un  adenoma  ni  una  afeoción  de  las  glán* 


359 

dulas  aebáo6ft8.  Dos  d0  los  enfermos  presentados  son  dos  hermanas  geme- 
las. En  la  majoria  de  los  casos  la  afección  se  presenta  en  la  infancia;  en 
otros  al  principio  de  la  pubertad  ó  después  de  una  enfermedad  infecciosa 
aguda.  En  los  otros  tres  casos  se  trata  de  dos  muchachas  y  su  padre,  y  hay 
otros  varios  casos  en  la  misma  familia.  La  coexistencia  de  otras  deforma- 
ciones, y,  en  dos  de  los  casos  presentados,  de  defectos  de  inteligencia,  nos 
hacen  comprender  que  se  trata  de  una  afección  congénita  ó  de  origen  coii'^ 
génito,  y  que,  en  este  último  caso,  no  se  hace  manifiesta  hasta  cierta  época 
de  la  yida,  confirmándose  en  este  caso  la  teoría  de  Gonheim. 

Sebre  iat  Imágenes  recordables.—  El  Dr.  Víctor  ürbantschUsch  habla  pri- 
meramente de  las  imágenes  ópticas  recordables;  insiste  en  la  diferencia 
entre  el  simple  recuerdo  de  un  objeto  yisible  y  la  imagen  recordable  é  in- 
tuí tiy  a  del  mismo  objeto,  y  explica  el  modo  peculiar  de  ser  de  cada  una 
de  ambas  clases  de  imágenes  recordables.  Trata  después  de  la  localización 
subjetiva  de  las  imágenes  recordables  y  de  la  trasmutación  ó  traspaso  de  la 
imagen  recordable  de  un  lado  al  opuesto,  con  lo  cual  puede  suceder  que  se 
reúnan  dos  imágenes  recordables  diferentes,  de  las  cuales  una  se  encuen- 
tra en  el  lado  derecho  y  la  otra  en  el  izquierdo.  La  imagen  recordable  no 
es  raro  que  reyele  yariantes  de  la  impresión  yisual  precedente.  Así  se  oh- 
serya  á  menudo  que  cifras  ó  letras  de  una  palabra  que  estaban  sobrepues- 
tas yerticalmente,  se  coloquen  en  dirección  horizontal;  que  imágenes,  pa- 
labras ó  números  que  se  hablan  presentado  en  forma  anómala,  aparezcan 
en  disposición  correcta  en  la  imagen  recordable,  y  que  letras  revueltas  y 
confundidas  de  dos  palabras  diferentes  aparezcan  separadas  y  unidas  des- 
pués, de  modo  que  forman  las  palabras  respectivas.  Partes  de  varias  imá- 
genes que  en  el  objeto  presentado  estaban  colocadas  en  su  sitio,  correspon- 
diente, es  muy  común  que  aparezcan  donde  deben  en  la  imagen  recorda- 
ble, y  también  sucede  lo  mismo  con  partes  mal  colocadas  de  una  imagen; 
palabras  escritas  con  equivocaciones,  puede  ocurrir  que  aparezcan  sin  ellas 
en  la  imagen  recordada.  Por  último,  trata  el  autor  de  la  aparición  de  im- 
presiones visuales  inconscientes  en  la  imagen  recordada,  en  aquellos  casos 
en  que  cada  una  de  las  partes  del  objeto  presentado  no  llegan  á  percibirse 
aunque  se  dirija  después  la  atención  hacia  ellas. 

(  Wiener  Klinische  Wochenschrift).  —  R.  db  Valle. 


PERIÓDICOS 


Signifieaeión  diagnástloa  de  la  acetona  en  las  afoecionos  ginoeolégleat.— Re- 
fieren los  Dres.  Baumgarten  y  Popper  que  en  todos  los  casos  de  embarazo 
extrauterino  con  hemorragias  en  la  cavidad  abdominal,  se  encontró  una 
gran  proporción  de  acetona  y  sus  derivados  en  la  orina,  y  que  en  cambio 
en  algunos  casos  en  que  tanto  la  anamnesia  como  los  demás  datos  clínicos 
hacían  sospechar  la  existencia  de  un  hematocele  (existencia  de  calostros 
y  de  un  tumor  blando,  elástico  y  fluctuante,  situado  detrás  del  útero  y  que 


360 

sobresalía  en  el  espacio  de  Douglas),  la  falta  constante  de  acetona  7  de 
ácido  diacético,  deponían  en  contra  de  dicho  diagnóstico;  7  en  efecto,  te 
confirmó  no  tratarse  de  un  hematoceie  al  practicar  la  interTcnción  qairár- 
gica.  —  (  Wiener  Klin,  Wochenscherift),  —  Rr^DiL  Valub. 

Beri-beri.  —  £1  Dr.  M.  Herzog  ha  publicado  en  el  Philippine  Joumal  oí 
Science  (septiembre  1906),  un  interesantísimo  trabajo  sobre  el  beri-beri«  cu- 
yas conclusiones  son  las  siguientes : 

1/  El  beri'beri,  Eakke,  tpolineuritia  endémica  (Baelz),  endémica  (Scheu- 
be),  neuritis  múltiple^  es  una  enfermedad  aguda,  subaguda  ó  crónica,  que 
en  general  predomina  sólo  en  ciertas  comarcas.  Se  caracteriza  clínicamen- 
te, por  trastornos  circulatorios,  motores  7  sensitiyos. 

2/  Sus  lesiones  anatómicas  más  acentuadas  son :  primero,  hipertrofia  7 
degeneración  del  miocardio,  y  degeneración  de  los  másenlos  periféricos  7 
de  los  músculos  esqueléticos;  7  segundo,  edema  localizado  ó  más  ó  níenoB 
general,  degeneración  parenqnimatosa  de  los  ríñones  7  del  hígado,  7  hepa- 
titis intersticial. 

8/  El  beri-beri  no  es  prímitivamente  un  trastorno  primitiyo  ni  una  in- 
toxicación simple  como  las  producidas  por  el  plomo,  el  alcohol,  el  arséni- 
co, etc.,  que  yan  acompañadas  de  neuritis  periféricas  múltiples,  sino  una 
enfermedad  infecciosa. 

4.*  Los  experimentos  hechos  en  los  animales  7  los  análisis  de  la  aangre 
indican,  al  parecer,  no  ser  cierto  el  descubrimiento  de  un  microorganismo 
especifico  de  la  enfermedad. 

5.*  Aunque  á  falta  de  una  prueba  positiya,  es  quizá  peligroso  ayenturar 
una  hipótesis,  me  arriesgo  á  expresar  la  creencia  de  que  el  beri-beri  es 
debido  á  un  organismo  que  penetra  en  el  cuerpo  humano  directamente  ó 
por  el  intermedio  de  los  alimentos,  el  cual,  una  yez  en  la  economía,  produ- 
ce una  toxina  de  carácter  7  efectos  idénticos  á  la  de  la  difteria  ó  á  la  del  té- 
tanos, 7  que  por  su  acción  acumulada  determina  las  lesiones  anatómicas  é 
histológicas  propias  del  beri-beri.—  F.  Tolbdo. 

¿Se  debe  estimuiar  ta  expulsión  de  los  eáicules  biliares?— Así  como  en  otro 
tiempo  había  gran  empeño  en  estimular  la  expulsión  de  los  cálculos  bilia- 
res, aunque  esta  expulsión  produjera  cólicos,  en  la  actualidad  no  se  pro- 
yoca  la  ealida  de  los  cálculos,  7  en  cambio  se  combate  la  infección  de  Isa 
yías  biliares. 

Ahora  bien,  en  concepto  del  Dr.  Linossier,  en  los  enfermos  que  en  sos 
cólicos  expulsan  siempre  cálculos  pequeños  blandos  7  mu7  iguales  7,  en 
aquellos  que  no  presentan  síntomas  de  infección  7  en  que  hay  motiyo  á 
pensar  por  la  persistencia  de  la  ictericia,  que  tienen  cálculos  en  el  conduc- 
to colédoco,  se  debe  aún  ho7  en  día  proyocar  la  expulsión  de  la  piedra  por 
medio  de  un  tratamiento  que  determine  la  aparición  de  un  cólico. 

(  Bev,  de  ther.  medieo-chirurgicale),  —  R.  del  Vallx« 


-♦*t^V^-^- 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


EL  REUMATISMO  ARTICULAR  CROlICO  PRIMITIVO 

Y  su  TRATAMIENTO  ^ 

DOCTOR  PH.  HAÜ8ER 
(Coneluiián). 

De  todos  modos^  aunque  el  origen  parasitario  del  reumatismo  ar- 
ticular agudo  no  est&  demostrado  de  un  modo  directo  y  positivo,  no 
sólo  la  mayor  parte  de  los  patólogos  modernos  se  inclinan  á  consi- 
derarlo como  una  enfermedad  infecciosa,  sino  también  á  medida 
que  aumentaba  el  número  de  adeptos  de  la  doctrina  parasitaria  del 
reumatismo  articular  agudo,  se  ha  querido  hacer  ósta  extensiva  al 
reumatismo  articular  crónico  progresivo.  Con  este  fln,  la  cuestión 
fué  llevada  para  ser  discutida  al  XV  Congreso  alemán  de  Medicina 
interna  celebrado  en  Berlín  en  el  mes  de  junio  de  1897.  Los  ponentes 
de  este  tema  fueron  los  Dres.  Baümler,  de  Friburgo,  y  Ott,  de  Praga. 
Estos  se  han  limitado  en  sus  informes  á  exponer  el  estado  actual  de 
la  cuestión,  tanto  bajo  el  punto  de  vista  anatomopatológico  y  clí- 
nico, como  bajo  el  del  tratamiento,  sin  añadir  nada  de  nuevo,  mien* 
tras  que  el  Dr.  SchüUer,  distinguido  cirujano  de  Berlín,  quien  to- 
maba parte  en  la  discusión,  después  de  haber  hecho  un  cuadro  som* 
brío  de  la  suerte  de  estos  enfermos,  declaró  que,  después  de  haber 
ensayado  sin  resultado  diversos  medios  de  tratamiento  contra  algu- 
nos casos  de  artritis  deformante,  juzgó  oportuno  intervenir  quirúr- 
gicamente. En  todos  estos  casoq  pudo  comprobar:  1.^,  que  la  sino- 
vial  estaba  engrosada  y  cubierta  de  enormes  vegetaciones  flácidas; 
2.®,  que  en  el  examen  bacteriológico  hecho  en  las  piezas  proceden- 
tes de  las  artrotomías  encontró  un  pequeño  bacilo;  además  ha  visto 
montones  de  micrococos  en  los  líquidos  extraídos  de  las  articulacio- 
Afio  XXX.-Tomo  LXXIII.-Núm.  9S8  -14  Diciembre,  IMW.  » 


362 

nes  de  los  enfermos,  y  la  inoculación  de  estos  líquidos  en  la  rodilla 
de  conejos,  ha  producido  una  artritis  semejante  á  aquella  del  rea- 
matismo  crónico,  sin  alteración  de  los  cartílagos  ni  de  los  huesos. 
Añade  que  las  inyecciones  intra-articuiares  de  yodoformo  en  forma 
de  emulsión  adicionada  de  guayacol,  han  producido  la  desaparición 
de  las  enormes  tumefacciones,  pero  este  tratamiento  es  muy  dolo- 
roso y  largo,  necesitando  repetidas  inyecciones.  Bn  cambio,  el  doctor 
Chvosteck,  de  Viená,  contestando  al  Dr.  Schüller,  se  niega  á  admi- 
tir la  existencia  de  un  microorganismo  patógeno  del  reumatismo 
articular,  tanto  agudo  como  crónico,  pues  él  lo  había  buscado  en 
balde  en  33  enfermos,  en  los  cuales  17  punciones  articulares  han 
dado  un  resultado  negativo  y  16  veces  la  sangre  fué  encontrada  es- 
tóril.  En  cambio,  después  de  la  muerte,  encontró  diversas  bacterias 
en  las  coyunturas,  lo  mismo  en  aquellos  casos  que  han  dado  un  re- 
sultado negativo  durante  la  vida,  lo  que  ha  inducido  al  Or.  Chvos- 
teck á  creer  que  el  resultado  positivo  anunciado  por  ciertos  autores 
se  refiere  k  casos  de  pseudoreumatismos  infecciosos,  ó  bien  que  las 
bacterias  encontradas  en  las  articulaciones  provenían  de  metásta- 
sis de  un  foco  infeccioso  distante;  tampoco  niega  que  en  aquellos 
casos  que  han  arrojado  en  el  examen  un  resultado  negativo^  podía 
haber  existido  en  alguna  parte  del  organismo  (anginas  tonsilares, 
pleuresías,  etc.)  bacterias  patógenas  cuyos  productos  tóxicos  hayan 
sido  llevados  á  las  articulaciones  de  los  individuos  predispuestos, 
produciendo  la  artritis  deformante.  El  Dr.  Michaelis,  de  Berlín, 
basándose  en  numerosas  observaciones  bacteriológicas  hechas  en 
individuos  procedentes  de  la  clínica  del  Dr.  Leyden,  añrma  igual- 
mente no  haber  encontrado  jamás  bacilos  en  las  articulaciones  ni 
en  la  sangre  de  los  enfermos  afectados  de  reumatismo  articular  cró- 
nico. En  vista  de  las  afirmaciones  contradictorias  por  personas  cuy* 
competencia  y  autoridad  en  la  materia  están  generalmente  recono- 
cidas, no  es  permitido  establecer  un  juicio  definitivo;  no  obstante, 
fijándose  en  el  estado  actual  de  la  Medicina,  que  piensa  y  que  obra 
bajo  el  imperio  sugestivo  de  la  bacteriología,  es  muy  lógico  de  atri- 
buir la  génesis  del  reumatismo  articular  agudo  á  un  origen  parasi- 
tario, lo  mismo  que  á  la  de  la  pulmonía,  con  la  cual  se  había  encon- 
trado ya  alguna  analogía  en  la  época  en  que  la  patología  se  hallaba 
bajo  el  dominio  de  la  escuela  química  biológica  que  estableció  uds 
base  química  para  diferentes  enfermedades.  Entonces  fué  el  análi- 
sis químico  de  la  sangre  que  sirvió  de  oráculo,  como  hoy  día  el  mi- 
croscopio, al  cual  se  consultaba  cuando  se  trataba  de  aclarar  uoa 


363 

cuestión  obscura  en  la  Medicina.  Asi  se  recurrió  ai  análisis  químico 
para  demostrar  que  la  causa  patógena  de  la  pulmonía  y  del  reuma- 
tismo articular  agudo  era  el  exceso  de  fibrina  en  la  sangre,  y  tam- 
bién á  este  concepto  correspondía  el  mótodo  terapéutico  de  la  san- 
arla en  ambas  enfermedades,  que  quedó  tanto  tiempo  en  boga. 

Indudablemente,  el  reumatismo  articular  agudo  presenta  en  la 
manera  de  su  invasión,  como  en  el  curso  de  su  evolución,  el  sello 
característico  de  una  enfermedad  infecciosa.  En  primer  lugar^  se 
inicia  por  un  calofrío  y  fiebre  intensa,  seguida  de  sudores  copiosos; 
-en  segundo  tugar ^  su  tendencia  á  propagarse  por  brotes  sucesivos; 
•en  tercer  lugar^  su  tendencili  á  recidivar  después  de  un  lapso  de 
tiempo  más  ó  menos  prolongado;  en  cuarto  lugar ^bm  tendencia  á 
presentarse  á  veces  en  forma  endémica;  en  quinto  lugar^  la  orina  es- 
casa, concentrada,  acida  y  con  sedimentos  de  uratos;  en  sexto  lugar^ 
su  tendencia  á  localizarse  en  el  pericardio  y  en  las  cavidades  sero* 
«as,  un  conjunto  de  razones  poderosas  que  vienen  en  apoyo  de  la  te- 
m  que  admite  la  acción  directa  de  una  substancia  tóxica  en  la  san- 
gre. Por  otra  parte,  hay  un  gran  número  de  enfermedades  infeccío- 
-sas  que  van  alguna  vez  acompañadas  de  reumatismo  articular,  tales 
como  la  blenorragia,  la  escarlatina,  la  erisipela,  la  tuberculosis,  la 
«ífilis,  etc.  Aunque  todos  estos  casos  son  pseudoreumatismos  y  son 
denominados  hoy  día  artritis  blenorrdgica^  esearlatinosa,  erisipela- 
tosa^ tuberculosa^  sifilítica^  etc.,  no  deja  de  ser  un  hecho  demostra- 
tivo que  hay  un  gran  número  de  enfermedades  infecciosas  que  tienen 
una  predilección  para  una  localización  articular. 

Pero  precisamente  estos  argumentos  que  establecen  numerosas 
analogías  entre  el  reumatismo  articular  y  las  enfermedades  infec- 
ciosas,  hablan  en  contra  del  origen  parasitario  del  reumatismo  ar- 
ticular crónico,  pues  éste  difiere  bajo  diferentes  puntos  de  vista  del 
tipo  de  las  enfermedades  infecciosas  y  carece  de  los  síntomas  carac- 
terísticos de  éstas. 

En  primer  lugar,  toda  enfermedad  infecciosa  se  caracteriza  por 
un  período  de  incubación  y  por  un  acceso  febril  más  ó  menos  intenso 
que  indica  la  reacción  del  organismo  contra  la  invasión  del  germen 
patógeno,  síntoma  que  falta  en  el  reumatismo  articular  crónico, 
pues  éste  se  halla  raramente  acompañado  de  fiebre  y  en  este  caso  el 
movimiento  febril  no  es  intenso,  hasta  el  punto  que  esta  clase  de 
enfermos  se  encuentra  rara  vez  en  los  hospitales  ordinarios,  sino 
más  bien  en  los  hospicios  de  incurables,  y  con  razón  Charcot  le  ha 
calificado  de  una  afección  esencialmente  nosocomial. 


364 

En  segundo  lugar^  el  reumatiemo  articular  crónico  progresivo  do 
tiene  afinidad  para  las  serosas  no  articulares;  nunca  se  le  ha  visto 
acompañado  de  endopericarditis  ni  de  peritonitís  ni  de  meningitís, 
cosa  muy  frecuente  en  el  reumatismo  agudo. 

En  tercer  lugar ^  el  reumatismo  articular  crónico  ataca  en  su  gran 
mayoría  á  las  mujeres  debilitadas  por  el  sobrecansancio  físico  6 
moral>  sea  durante  el  embarazo  ó  sea  en  el  período  de  la  meno- 
pausia.  ^ 

El  Dr.  Fierre  Mane,  en  sus  Lecciones  de  clínica  módica  dadas  en 
el  Hótel-Dieu  en  el  año  1894-d5,  dedica  la  primera  lección  al  reuma- 
tismo crónico.  En  ésta  el  autor  pretende  que  el  reumatismo  crónico 
no  es  una  entidad  i  morbosa  autónoma,  sino  más  bien  una  expre- 
sión sintomática  derivada  de  afecciones  muy  diferentes  unas  de 
otras». 

Conforme  á  este  concepto,  estudia  esta  enfermedad,  tanto  desde 
el  punto  de  vista  etiológico  y  evolutivo,  como  de  su  tratamiento.  Ad- 
mite dos  grandes  formas :  el  reumatismo  crónico  diatósico  y  el  reu- 
matismo crónico  infeccioso.  El  primero,  dice,  es  de  origen  heredita- 
rio, hallándose  frecuente  entre  los  distintos  miembros  de  una  misma 
familia;  ataca  sobre  todo  y  primitivamente  los  huesos  y  los  cartíla- 
gos, y  cuando  Hega  á  invadir  las  serosas,  es  sólo  después  de  muchos 
años  de  sufrimiento.  El  segundo,  al  contrario,  como  todas  las  en- 
fermedades infecciosas,  manifiesta  en  el  momento  de  la  invasión  una 
'  predilección  particular  para  las  serosas  articulares  y  periarticula- 
res,  y  de  allí  resulta  mayor  gravedad  de  las  leieijones  que  ocasiona; 
los  movimientos  son  mucho  más  limitados  y  más  dolorosos,  y  á  cau- 
sa de  la  destrucción  de  las  serosas  y  ulceración  del  cartílago,  la  an- 
quilosis  es  más  completa  y  los  músculos,  tanto  por  falta  de  movi- 
miento, como  á  causa  de  la  neuritis  que  la  acompaña,  sufren  una 
atrofia  más  pronunciada.  Esta  forma  se  distingue  además  por  la 
circunstancia  de  haber  sido  precedido  muchas  veces  de  un  estado 
infeccioso  catarral,  tal  como  una  amigdalitis  flegmonosa  ó  una  ble* 
norragia  ó  un  estado  puerperal.  En  efecto,  el  Dr.  Charrin,  en  la 
Asociación  francesa  para  el  adelanto  de  las  ciencias,  en  agosto  de 
18M,  presentó  un  caso  de  reumatismo  crónico  deformante  que  se  des- 
arrolló durante  la  convalecencia  de  una  amigdalitis. 

Algunos  eminentes  patólogos,  tanto  en  Alemania  como  en  Ingla- 
terra, tales  como  Remak,  Senator,  Ord,  Sir  Oyce  Duckworth,6n 
oposición  con  los  autores  anteriores,  teniendo  en  cuenta  el  hecho  de 
la  fijeza  del  reumatismo  crónico  en  las  articulaciones  invadidas,  su 


365 

carácter  aBtónico  y  su  tendencia  progresiva,  admitieron  la  existen- 
cia de  una  alteración  nutritiva  de  los  centros  nerviosos,  dando  lugar 
á  lesiones  tróficas  de  las  articulaciones,  tanto  de  los  tejidos  blandos 
como  sólidos,  y  á  exudaciones  plásticas  intra  y  extra-articulares  con 
todas  sus  consecuencias. 

Bl  Dr.  G.  A.  Bannatyne,  en  su  libro  Rheumaioid  arihriiié  (1),  ha 
hecho  serias  objeciones  á  esta  teoría,  pues  las  lesiones  del  sistema 
nervioso  tienen  que  ser  una  de  estas  tres  formas:  central,  perifé- 
rica ó  refleja.  En  el  primer  caso,  es  decir,  tratándose  de  una  lesión 
de  los  centros  nerviosos,  ésta  no  puede  ser  otra  que  una  alteración 
medular,  sea  de  la  substancia  gris  ó  de  los  cuernos  posteriores  de  la 
misma  substancia;  pero  hasta  ahora  no  se  ha  descubierto  ninguna 
alteración  nutritiva  sensible  de  los  centros  medulares  en  las  autop- 
sias practicadas  en  los  hospitales  con,  este  objeto.  En  el  segundo 
caso,  una  lesión  de  los  nervios  periféricos  no  puede  ser  otra  que  la 
consecuencia  de  una  neuritis.  En  efecto,  ésta  se  encuentra  frecuen- 
temente en  toda  clase  de  artropatías,  y  sobre  todo  en  la  artritis 
deformante,  pero  en  este  caso  la  neuritis  es  más  bien  la  consecuen- 
cia del  proceso  inflamatorio  articular  que  la  causa.  Pitres  y  Vail- 
iiard  (2)  han  confirmado  la  existencia  de  una  neuritis  muy  pro- 
nunciada en  varios  casos  de  reumatismo  articular  crónico,  y  consi- 
deran muy  probable  que  hay  una  relación  entre  la  neuritis  y  el 
desarrollo  de  los  trastornos  tróficos.  Por  otra  parte,  Dupley  y 
Cazin  (3)  han  encontrado  igualmente  síntomas  inflamatorios  en  los 
nervios  que  animan  las  articulaciones. 

Pero  ahora  falta  por  determinar  la  naturaleza  del  agente  pató- 
geno que  produce  lesiones  tróficas  tan  extensas  y  tan  variadas  en 
el  sistema  nervioso  periférico. 

El  Dr.  Ord  (4)  opina  que  los  trastornos  tróficos  articulares  no  son 
debidos  á  una  lesión  central,  sino  que  son  producidos  por  una  acción 
refleja;  el  punto  de  partida,  según  él,  seria  algún  padecimiento 
visceral,  y  particularmente  el  aparato  genital.  Este  autor  admite 
que  la  irritación  de  este  órgano  se  refleja  sobre  los  centros  nervio- 
sos medulares,  cuyo  impulso  irradia  á  su  vez  sobre  los  nervios  peri- 
féricos de  las  articulaciones. 

Desgraciadamente,  esta  teoría  no  se  funda  ni  en  una  ley  fisioló- 

(1)  Gibert  A.  Bannatyne:  Bhenmatoid  artkritis.  Londres,  190á,  pág.  72. 

(2)  Pitres  7  VailUard:  Bwue  dé  Médéciné^  núm.  6, 1887. 
<6)  Dapley  y  Cazin  t  Aroh.  gónóralea,  janyier,  1891. 

(4)  Ord:  Brit.  Méd.  Journal^  vol.  ii,  1884,  pág.  268. 


366 

gica  ni  en  un  hecho  clínico,  pues  si  bien  es  verdad  que  una  lesión 
de  los  centros  nerviosos  puede  dar  lugar  á  lesiones  tróficas  de  la» 
articulaciones,  tales  como  se  encuentran  en  la  tabes,  siringomielia,. 
etcétera,  y  que  una  lesión  visceral  puede  ocasionar  por  vía  reflqa 
trastornos  funcionales  en  otro  órgano,  no  existen  hechos  que  de- 
muestren que  una  acción  refleja  puede  engendrar  alteraciones  tro- 
Jleas  del  sistema  nervioso  periférico.  La  etiología  neurotróñca  del 
reumatismo  encontraría  sólo  una  explicación  lógica,  basada  en  he- 
chos clínicos,  si  se  admite  al  mismo  tiempo  otro  factor  auxiliar,  tal 
como  la  acción  provocadora  de  una  toxina  preexistente  en  el  orga- 
nismo, la  cual  constituiría  el  agente  patógeno  que  influye  directa* 
mente  sobre  la  nutrición  del  sistema  nervioso  periférico;  pero  tal  to- 
xina no  puede  ser  de  origen  parasitario,  ó  sea  infeccioso,  por  las  ra- 
zones ya  expuestas  en  las  páginas  que  anteceden,  y  tiene  forzosa- 
mente  que  ser  uno  de  los  numerosos  productos  tóxicos  formados  en 
el  intestino  del  organismo  mismo,  ó  sea  una  substancia  nociva  en- 
gendrada por  insuflciencia  de  una  de  las  secreciones  internas  que 
constituyen  los  principios  de  defensa  del  organismo.  En  efecto,  en  la 
reunión  general  de  los  médicos  suizos,  celebrada  en  mayo  de  189S 
en  Lausanne,  el  profesor  Revillod,  de  Ginebra,  emitió  la  opinión  que 
ciertas  formas  de  reumatismo  son  debidas  á  las  distrofias  glandula- 
res. En  el  año  1905,  basándose  en  este  mismo  criterio,  el  Dr.  Parhon,. 
médico  del  hospital  de  Bukarest,  publicó  un  artículo  en  la  Preses 
Médicale  relatando  dos  casos  de  reumatismo  crónico  deformante» 
tratados  con  éxito  por  el  extracto  tiroideo,  de  lo  que  resulta  que  la 
hipofunción  tiroidea  puede  crear  condiciones  especiales,  propicias 
al  desarrollo  del  reumatismo  articular  crónico  ó  deformante. 

No  se  puede  negar  la  relación  que  existe  entre  esta  enfermedad  y 
la  supresión  de  las  funciones  de  las  glándulas  genitales,  pues  sa 
aparición  frecuente  en  la  mujer  en  la  época  de  la  menopausia  es  un 
hecho  indiscutible.  Por  otra  parte,  resulta  de  algunos  hechos  publi* 
cados  por  Hertoghe  y  Gautier,  que  existen  relaciones  antagonistas 
entre  los  ovarios  y  el  cuerpo  tiroideo.  Cuando  aquéllos  dejan  de 
funcionar  ó  sus  secreciones  disminuyen,  éste  les  suple,  funcionando 
en  demasía,  y  viceversa,  sólo  ocurre  que  después  que  la  glándula 
tiroidea  ha  funcionado  durante  algún  tiempo  con  exceso,  su  facul- 
tad secretoria  va  disminuyendo  gradualmente  hasta  llegar  á  la  hi- 
pofunción. Los  experimentos  de  hipertiroidización  de  animales» 
practicadas  por  los  Dres.  Ballet  y  Enriquez,  han  puesto  este  hecho 
en  evidencia. 


367 

Mucho  tiempo  antes  que  los  estudios  experiméntales  de  Brown- 
Sequard  y  las  observaciones  clínicas  demostraran  que  las  glán* 
dulas  de  secreción  interna,  tales  como  el  cuerpo  tiroideo»  las  glán- 
dulas suprarrenales  constituyen  un  sistema  de  defensa  del  organis- 
mo, M.  Bouchard  (1),  en  sus  lecciones  clínicas  sobre  las  auto-intoxi- 
caciones en  las  enfermedades,  estableció,  por  medio  de  numerosos 
experimentos,  que  una  de  las  más  importantes  funciones  del  hígado 
consiste  en  destruir  las  numerosas  toxinas  formadas  en  el  intes-. 
tino. 

Por  consiguiente,  cuando  por  una  causa  cualquiera  ésta  glándula 
de  secreción  interna  llega  á  ser  incapaz  de  cumplir  debidamente  sus 
funciones,  las  toxinas  se  acumulan  en  la  sarigre  y  ejercen  una  ac- 
ción tóxica  sobre  el  organismo.  En  este  caso,  son  los  ríñones  llama* 
dos  á  venir  en  auxilio  del  organismo,  eliminando  las  toxinas  por 
la  orína,  y  en  el  caso  de  que  los  ríñones  se  hallen  igualmente  insufi- 
cientes, las  toxinas  quedan  retenidas  en  la  sangre,  dando  lugar  á 
trastornos  de  la  nutríción.  Por  lo  tanto,  una  insuficiencia  de  la  cé- 
lula hepática  favorece  la  acumulación  de  toxinas  en  la  sanare,  que 
á  su  vez  ejercen  una  acción  nociva  sobre  los  nervios  tróficas  de  las 
articulaciones,  dando  lugar  al  desarrollo  del  reumatismo  articular 
deformante  en  individuos  con  predisposición  hereditaria,  lo  queocu- 
rre  muchas  veces  durante  el  período  de  la  menopausia,  sobre  todo 
en  las  mujeres  que  se  hallan  agotadas  por  padecimientos  físicos  ó 
morales,  habitando  además  pisos  bajos,  húmedos  y  mal  ventilados. 

En  corroboración  de  esta  tesis,  basta  fijarse  en  los  hechos  si- 
guientes: 

1.^  Casi  todos  los  enfermos  que  padecen  de  reumatismo  articular 
deformante,  presentan  síntomas  de  insuficiencia  hepática:  atonía 
gastro-intestinal  con  tendencia  al  estreñimiento,  insuficiencia  renal 
con  alteración  de  cantidad  y  de  calidad  de  la  orína  y  su  saturación 
con  sedimentos  de  uratos.  Además,  aquéllos  arrojan  frecuentemen- 
te en  sus  evacuaciones  alvinas  cantidades  considerables  de  mucosi- 
dades,  presentando  algunas  veces  todos  los  síntomas  de  la  colitis 
mucomembranácea  con  hiperestesia  rectal. 

2.^  Estos  enfermos,  cuando  se  hallan  sometidos  durante  algún 
tiempo  á  un  régimen  lactovegetal,  siguiendo  al  mismo  tiempo  una 
medicación  encaminada  á  restablecer  las  funciones  gastrohepáti- 
cas,  no  tardan  en  experimentar  una  mejoría  considerable,  tanto 

(1)  BoQokard:  Le9on8  sur  les  anto-intoxications,  1E87, 


368 

respecto  á  los  dolores  como  á  la  tumefacción  de  las  artícuiaciones  y 
á  los  movimientos  de  los  miembros. 

3.^  La  mejoría  en  el  estado  general  y  local  de  estos  enfermos  coin- 
cide siempre  con  un  aumento  de  la  secreción  urinaria  y  elimina- 
ción de  fosfato  de  cal. 

Estos  hechos  indiscutibles  autorizan  á  admitir  que  el  reumatismo 
articular  crónico  es  una  enfermedad  de  la  nutrición  que  tiene  su  ori^ 
gen  en  una  desviación  del  organismo  de  las  condiciones  biológicas  de 
la  hematosis,  debido  probablemente  á  una  oxidación  incompleta  de  las 
peptonas  y  aun  metabolismo  anómalo  que  engendra  las  toxinas^  cuya 
propiedad  fíociva  se  manifiesta  por  su  acción  inhibitoria  sobre  los  ner- 
üios  tróficos  del  sistema  articular.  Mirado  bajo  este  punto  de  vista, 
el  reumatismo  articular  crónico  tiene  más  parentesco  con  la  gota 
que  con  el  reumatismo  articular  agudo,  con  la  diferencia  que  en  la 
gota  la  materia  pecante  que  perturba  la  nutrición  es  conocida  por 
la  acumulación  de  ácido  úrico  en  la  sangre,  mientras  que  en  el  reu- 
matismo crónico  el  exceso  de  uratos  y  la  falta  de  fosfatos  que  se  ob- 
servan muchas  veces  en  la  orina  es  más  bien  consecuencia  que  cau- 
sa de  la  nutrición  viciada. 

Considerando  las  circunstancias  que  acompañan  la  génesis  del 
reumatismo  articular  crónico,  las  analogías  que  presentan  otras  en- 
fermedades de  la  nutrición,  las  diferencias  que  existen  entre  la  ma- 
nera de  su  evolución  y  la  de  las  enfermedades  infecciosas,  además 
su  tendencia  á  recidivas  y  su  marcha  progresiva,  nos  es  forzoso  de 
admitir  la  doctrina  del  Hepatismo  de  Glónard  como  la  más  lógica  y 
la  que  se  ajusta  más  á  los  hechos  inherentes  á  la  evolución  de  esta 
enfermedad,  colocándola  en  el  grupo  de  enfermedades  de  la  nu« 
trición,  cuya  patogenia  es  debida  á  un  funcionamiento  vicioso  de 
la  célula  hepática. 

En  resumen,  la  patogenia  del  reumatismo  articular  crónico  de- 
formante está  lejos  de  ser  demostrada.  Por  consiguiente,  tenemos 
que  limitarnos  á  la  enseñanza  de  los  hechos  clínicos^  cuyo  con- 
junto demuestra  que  existe  un  concurso  de  factores,  de  los  cuales 
unos  predisponen  y  otros  determinan  el  desarrollo  de  esta  enfer- 
medad: 

1.^  La  constitución  individual  y  ios  antecedentes  hereditarios  reu- 
máticos. 

2.*  Insuficiencia  hepática  y  asimilación  defectuosa  de  las  materias 
azoadas, 
3.^  Los  distintos  periodos  de  evolución  de  la  vida  genital  de  la 


369 
mujer,  tales  como  el  embarazo,  el  puerperio,  la  lactancia  y  ia  me- 
nopausia. 

4.®  Sobrecansancio  físico  y  moral. 

5.®  Malas  condióiones  higiénicas  de  la  habitación,  sobre  todo  el 
frío  húmedo. 

TRATAMIENTO 

Dada  le  obscuridad  que  reina  en  el  campo  de  la  patología  sobre  ia 
naturaleza  y  la  patogenia  del  reumatismo  articular  crónico  defor- 
mante, el  tratamiento,  no  pudiendo  ser  uniforme  ni  ser  dirigido 
contra  una  causa  patógena  determinada,  tiene  forzosamente  que 
corresponder  al  ci^iterío  que  el  médico^  llamado  á  tratar  uno  de  es- 
tos casos,  se  haya  formado  de  la  naturaleza  del  padecimiento.  Char- 
cot  (1),  que  habla  consagrado  muchos  años  de  estudio  á  esta  cuestión 
en  las  salas  clínicas  de  La  Salpétríére,  considera  qué  existe  una  rela- 
ción entre  esta  forma  de  reumatismo  y  la  diátesis  reumática ;  y  par- 
tiendo de  este  principio,  preconizó  los  alcalinos  á  altas  dosis,  pero 
asociándolos  á  la  quinina.  tHe  prescrito  muchas  veces,  dice,  de  30  á 
40  gramos  de  bicarbonato  de  sosa  diarios  durante  muchas  semanas 
con  resultados  favorables.  Jamás  he  visto  producirse  losslntomasde 
nuAdíaolución  de  la  sangre^  según  la  opinión  generalmente  acredita- 
da sobre  este  particular;  al  contrario,  los  enfermos  me  han  parecido 
muchas  veces  tener  una  tendencia  á  engordar.  Con  este  tratamiento 
se  logra,  lo  menos,  procurar  gran  alivio  al  enfermo  durante  las 
exacerbaciones  del  mal». 

Laségue  y  Trousseau,  que  consideran  igualmente  el  reumatis- 
mo articular  nodoso  como  una  enfermedad  diatósica,  preconizan 
el  empleo  de  la  tintura  de  yodo  frescamente  preparada.  Dicen  haber 
obtenido  efectos  muy  ventajosos  con  este  medicamento  contra  la  tu- 
mefacción dolorosa  de  las  articulacibnes.  Han  empezado  con  10  go- 
tas de  la  tintura  en  una  cepita  de  agua  azucarada,  dos  veces  al  día, 
acabado  de  Qpmer,  y  han  aumentado  progresivamente  la  dosis  has- 
ta llegar  á  5  y  6  gramos  por  día,  sin  que  los  enfermos  hayan  senti- 
do ninguna  molestia  en  el  estómago.  Pretenden  aún  haber  obser- 
vado que  la  digestión  estomacal  ha  sido  más  activa.  No  obstante, 
admiten  que  no  todos  los  enfermos  pueden  soportar  una  dosis  tan 
grande.  En  efecto,  si  juzgamos  por  nuestra  propia  experiencia,  nin- 
gún enfermo  ha  podido  llegar  á  60  gotas  sin  quejarse  del  estómago. 

(1)  Oharcots  Lepons  cliniques  sur  les  maladiea  dea  yieillards.  Parla,  1874, 
2*  édition,  p.  246. 


370 

Trousseau  recomienda  igualmente»  como  medida  eficaz  y  calmante, 
baños  de  arena  calientes,  cuya  temperatura  debe  alcanzar  has- 
ta 60^.  Añade  que«  para  estar  seguro  del  éxito^  hay  que  prolongar 
estos  baños,  durante  una  á  dos  horas,  dos  veces  al  día.  Además  es 
necesario  mantener  la  temperatura  todo  el  tiempo  al  mismo  grado. 

Autores  más  modernos  recomiendan  el  yoduro  potásico  en  dosis 
progresivas  de  1  á  3  gramos  diarios.  Charcot,  entre  las  numerosas 
medicaciones  ensayadas  contra  esta  enfermedad  tan  tenaz,  habla 
de  la  tintura  amoniacal  de  guayaco^  que  le  ha  dado  en  muchos  ca- 
sos buen  resultado.  Aunque  al  principio  parecía  que  los  acciden- 
tes locales  se  habían  exasperado,  poco  tiempo  después  los  enfer- 
mos notaban  un  alivio  muy  grande,  y  tanto  la  hinchazón  como  la 
movilidad  de  las  coyunturas  experimentaron  un  cambio  favora- 
ble. Los  médicos  ingleses,  tales  como  Bradsley,  Fuller  y  Garrod,  lo 
mismo  que  algunos  médicos  franceses,  tales  como  Beau  y  Guéneau 
de  Mussy,  pretenden  haber  empleado  con  éxito  el  arsénico  contra 
el  reumatismo  articular  deformante.  Charcot,  que  ha  recurrido 
igualmente  á  esta  medicación  en  numerosos  enfermos  de  La  Salpé- 
triére,  dice  que  en  cierto  número  de  casos  obtuvo  resultados  muy 
satisfactorios,  mientras  que  en  otros  lo^  resultados  fueron  nulos,  y 
en  algunos  casos  inveterados  el  efecto  fué  contraproducente,  pues 
los  dolores,  que  habían  quedado  dormidos,  desde  algún  tiempo,  se 
han  despertado  de  nuevo,  y  en  algunos  otros  ha  visto,  bajo  su  in- 
fluencia, presentarse  brotes  nuevos. 

Aquellos  patólogos  que  consideraban  el  reumatismo  articular 
crónico  como  una  enfermedad  infecciosa,  preconizan  con  mucho 
calor  los  medicamentos  antisépticos,  tales  como  la  creosota,  el  car- 
bonato de  guayacol,  el  benzol  y  sobre  todo  el  salol.  Según  ellos,  es* 
tos  medicamentos  contribuyen  á  favorecer  al  mismo  tiempo  el  esta- 
do general  que  local. 

En  cuanto  al  tratamiento  del  estado  local,  se  han  empleado  toda 
clase  de  revulsivos,  las  cantáridas,  la  tintura  de  yodo,  los  botones 
de  fuego,  etc.,  todos  con  resultado  poco  satisfactorio,  más  bien  ne- 
gativo. 

Es  muy  natural  que  los  médicos,  después  de  haber  agotado  todos 
los  recursos  del  arle  de  curar,  hayan  pensado  en  las  aguas  terma- 
les. En  efecto,  no  hay  agua  termal  desde  las  llamadas  indiferentes 
hasta  las  más  hipertermalizadas,  tanto  salinas  como  sulfurosas,  que 
no  haya  sido  ensayada  contra  el  reumatismo  articular  crónico,  pero 
generalmente  con  poco  éxito.  Fueron,  sobre  todo,  las  aguas  suifu- 


371 

rosas  que  se  han  señalado  como  inútiles  y  muchas  veces  nocivas* 
Las  únicas  que  se  distinguen  particularmente  por  su  eficacia  son 
las  de  La  Bourboule  y  Bourbon  Lancy,  en  Francia;  las  primeras 
son,  además  de  clorurosódicas,  arsenicales.  |A  qué  será  debida  la 
acción  terapéutica  favorable  de  estas  aguas?  |Es  á  su  mineraliza- 
ción  especial,  á  su  alta  termalidad,  ó  á  su  radio- actividad?  El  es- 
tado actual  de  la  ciencia  no  permite  todavía  dar  ufna  contestación 
categórica  y  satisfactoria  sobre  la  razón  de  la  acción  curativa  de 
las  aguas  minerales.  Lo  único  que  parece  racional  admitir  es  que 
la  acción  salutífera  de  estas  aguas  en  baños  se  ejerce  sobre  los 
puntos  terminales  del  sistema  nervioso  cutáneo,  despertando  las 
fuerzas  latentes  del  organismo,  y  mejorando  las  condiciones  gene- 
rales de  la  nutrición,  y  las  del  sistema  nervioso  en  particular.  Cier- 
tamente esta  virtud  la  posee  sólo  cierta  clase  de  aguas  termales 
que  la  experiencia  ha  puesto  en  evidencia.  Hay  que  esperar  que  el 
progreso  de  las  ciencias  fisicoquímicas  dará  en  un  tiempo  no  muy 
lejano  la  razón  científica  de  este  hecho. 


De  lo  que  precede,  resulta  que  no  existe  un  medicamento  de  acción 
específica  contra  el  reumatismo  articular  crónico  progresivo,  y  sólo 
el  conjunto  de  medidas  higiénicas  y  dietéticas  y  una  medicación 
apropiada,  teniendo  por  objeto  de  mejorar  la  circulación  y  las  con- 
diciones generales  de  la  nutrición,  son  capaces  de  atenuar  ó  de  im- 
pedir la  marcha  progresiva  de  la  enfermedad.  Garrod  preconiza 
mucho  las  preparaciones  ferruginosas  y  el  aceite  de  hígado  de  ba- 
calao. Desgraciadamente,  la  experiencia  ha  demostrado  que  estos 
enfermos,  condenados  á  la  inmovilidad,  no  pudiendo  disfrutar  del 
aire  libre,  sobre  todo  en  el  invierno,  padecen  muchas  veces  de  ina- 
petencia y  sus  órganos  digestivos  no  tienen  aptitud  para  digerir  y 
asimilar  una  gran  cantidad  de  alimentos  y  mucho  menos  aceite  de 
hígado  de  bacalao  y  los  preparados  ferruginosos. 

Hay  una  medicación  externa,  la  cual  bien  aplicada,  ha  dado  re- 
sultados muy  satisfactorios,  tanto  respecto  á  las  condiciones  gene- 
rales de  la  nutrición  como  al  estado  local  de  las  articulaciones:  es 
la  electroterapia.  El  primero  que  llamó  la  atención  sobre  el  empleo 
de  las  corrientes  continuas  contra  las  artropatlas,  fué  Remak  en 
,  1860,  en  su  notable  obra  sobre  la  Galvanoterapia.  Después  fué  el 
Dr.  Chéron,  quien  publicó  en  la  Gazzete  des  fíópitaux^  en  1869,  una 
serie  de  observaciones  de  casos  de  reumatismo  crónico  tratados  por 


372 

corrientes  contipuas  con  un  éxito  sorprendente.  Poeteriormente  ú. 
esta  fecha,  la  electroterapia  foé  ensayada  con  buenos  resaltados  en 
un  gran  número  de  casos  por  los  médicos  de  los  distintos  países, 
aunque  no  se  puede  negar  que  hay  casos  que  son  rebeldes  á  todo 
tratamieoto,  y  también  á  la  electricidad,  sobre  todo  cuando  las  le- 
siones son  muy  antiguas  y  profundas. 

Hemos  tenido  ocasión  de  emplear  en  unos  diez  caaos  la  galvanote- 
rapia y  siempre  con  buen  éxito  durante  los  primeros  dos  años,  pero 
á  medida  que  la  enfermedad  iba  progresando  desde  los  tejidos  ex- 
temos hacia  los  internos,  es  decir,  extendiéndose  desde  el  periostio, 
los  ligamentos  y  los  cartílagos  hasta  la  sinovia,  la  electroterapia 
ejercía  un  efecto  más  favorable  sobre  el  estado  general  que  sobre 
el  estado  local,  y  eso  se  explica  fácilmente;  pues  en  caso  de  sinovi- 
tis  crónica,  con  ulceración  de  los  cartílagos,  es  necesario  aplicar 
corrientes  fuertes  de  20  hasta  30  milliamperes  para  que  modifiquen 
la  nutrición  de  los  tejidos  profundos,  y  generalmente  estos  enfermos 
presentan  una  sensibilidad  cutánea  muy  grande  que  impide  la  apU- 
cación  de  corrientes  tan  fuertes,  aunque  interponiendo  capas  muy 
gruesas  de  algodón  en  rama.  De  todos  modos,  hay  que  reconocer 
que  si  bien  es  unánime  la  opinión  en  favor  de  las  corrientes  galvá- 
nicas en  el  reumatismo  articular  crónico,  para  que  el  resultado  ob- 
tenido con  ellas  sea  duradero,  es  necesario  que  su  aplicación  se  pro» 
lODgue  durante  muchos  meses,  hasta  un  año,  tres  veces  por  semana,, 
con  intervalo  de  quince  días  cada  dos  meses,  y  hay  pocos  enfermos 
que  se  someten  á  un  tratamiento  tan  largo. 

En  estos  últimos  tiempos,  se  ha  puesto  en  boga  otro  procedimíen* 
to  terapéutico  extemo,  el  cual,  habiendo  sido  empleado  por  médicos 
de  gran  autoridad  en  Alemania  y  en  Inglaterra,  ha  dado  resultados 
muy  satisfactorios:  es  el  tratamiento  local  por  el  aire  caliente,  es 
decir,  calentado  á  110  grados  y  aplicado  exclusivamente  á  la  parte 
enferma  por  medio  de  un  aparato  ad  hoc.  Este  tratamiento  fué  pues- 
to en  práctica  por  primera  vez  por  el  profesor  Bier,  de  Bonn,  quien 
se  ha  hecho  tan  célebre  por  sus  curaciones  rápidas  de  artritis  tuber- 
culosa por  medio  de  la  hiperemia  venosa  artificial. 

De  tiempo  inmemorial  se  conoció  la  aplicación  del  calor  como 
medio  curativo  de  tejidos  y  órganos  enfermos  y  dolorosos,  y  algunos 
balnearios  alemanes,  tales  como  Carisbad,  Marienbad  y  Franzens* 
bad,  se  distinguen  por  la  aplicación  de  un  fango  especial  calenta- 
do  á  alta  temperatura.  Se  ha  atribuido  generalmente  su  acción  tera> 
péutica  á  la  dilatación  de  los  capilares  de  los  tegumentos  externos. 


373 

que  86  manifíesta  por  la  rubicundez  de  la  piel,  facilitando  asi  la  cir- 
culación en  la  superficie  y  descongestionando  de  este  modo  los  teji- 
dos profundos  enfermos.  En  una  palabra^se  ha  considerado  la  acción 
del  calor  como  un  medio  revulsivo,  obrando  como  estimulante  de  los 
nervios  cutáneos  vasomotores ;  pero  los  numerosos  experimentos 
hechos  por  Bier,  tanto  en  animales  como  en  hombres,  han  puerto  en 
evidencia  que  lejos  de  descongestionar  los  tejidos  internos,  el  aire 
caliente  los  pone  en  estado  de  hiperemia,  pero  no  una  hiperemia 
pasiva,  sino  arterial,  con  aceleración  de  la  circulación.  Donde  este 
fenómeno  salta  más  á  la  vista,  es  con  el  aire  calentado  de  100  á  114®. 
A  primera  vista  parece  increíble  que  una  parte  del  cuerpo  humano 
pueda  ser  sometido  á  tan  alta  temperatura  sin  sufrir  una  alteración 
nutritiva;  sin  embargo,  no  deja  de  ser  un  hecho  puesto  en  eviden- 
,cia  en  innumerables  casos.  Esto  tiene  su  explicación  en  que  la  cir- 
culación rápida  de  la  sangre,  á  través  de  los  capilares,  sirve  de  me- 
dio  refrigerante  y  protectivo  contra  la  quemazón.  Además,  los  capi- 
lares dilatados  por  el  calor,  al  mismo  tiempo  que  facilitan  el  paso 
de  una  cantidad  mayor  de  sangre  arterial  en  un  tiempo  dado,  favo- 
recen la  traspiración,  asi  como  la  evaporación  por  la  piel.  Asi  se 
explica  que  la  piel  tolere  un  aire  seco  calentado  á  114®  sin  perjuicio 
y  sin  sensación  desagradable  durante  una  hora  y  más,  mientras  que 
no  puede  sufrir  una  temperatura  de  50®  de  calor  húmedo  sin  sentir 
la  impresión  de  la  quemazón  y  los  efectos  de  una  verdadera  infla- 
mación. Basados  en  este  principio,  los  Dres.  Bier  (1),  Mendelsohn  (2), 
Krause  (3)  y  Schreiber  (4),  en  Alemania,  Walsh  (5)  y  Tallerman,  en 
Inglaterra,  fian  empleado  con  éxito  en  numerosos  casos  de  reuma- 
tismo articular  crónico  el  aire  sobrecalentado  por  medio  de  apara- 
tos construidos  ad  hoc.  Entre  éstos  hay  algunos  muy  ingeniosos,  más 
ó  menos  complicados,  sirviéndose  como  fuente  de  calor,  unos  del 
gas,  otros  del  alcohol  y  otros  de  la  electricidad;  el  aparato  más  sen- 
cillo es  el  del  Dr.  Bier,  pero  todos  están  provistos  de  termómetro  y 

(1)  Bier !  Die  Behandlung  des  chronischen  Gelenkrhenmatismns  darch 
Heisslaftapparate.  Münch  med.  W.  1896. 

(2)  MendeUohn :  üebei  die  therapentische  Verwendnng  sehr  hober  Tem- 
perataren  Verh.  d.  16.  Kongreeses  für  innere  Med.,  1096. 

(8)  Krause  I  Erfahrangen  über  therapeutisohe  Verwendag  tLberhitzter 
Luft.  Yerh.  d.  deutschen  Gessellsohaft  für  Ghirnrgie,  1899, 18  Kongres  II. 
8.280. 

(4)  Schreiber:  über  Heissluftapparate  and  Heisslaftbehandlang,  Zeitsoh- 
rift  f&r  di&tetisohe.  a.  physikalisohe  Therapie  Y  Band,  2  Heft. 

(5)  Walsh  I  Hot  air  treatment  of  eosematoos  goaty,  rheamatio  and  other 
affections.  TAt  Limett^  1900. 8. 481. 


374 

de  UD  mecanismo  qae  facilita  la  circulación  igual  del  aire  dentro 
del  espacio  del  cajón,  que  previene  el  peligro  de  quemar  la  piel  y 
que  absorbe  el  sudor  del  miembro  encerrado  en  el  cajón. 

Todos  los, que  han  utilizado  los  aparatos  de  aire  caliente  son  ua& 
nimes  en  que  éste  ejerce  una  acción  muy  favorable  en  numerosas 
formas  de  artritis  crónica,  tanto  contra  la  hidrartrosis,  como  contra 
la  rigidez  de  los  miembros  y  de  las  articulaciones,  particularpiente 
en  los  casos  que  son  de  origen  traumático.  El  Dr.  Bier  pretende  que 
ha  conseguido  iguales  resultados  favorables  contra  el  renmaUsmo 
crónico  poliarticular  deformante.  Añade  que  le  bastaba  muchas  ve- 
ces sometec  una  articulación  sola  al  procedimiento  del  aire  caliente 
para  obtener  simultáneamente  una  mejoría  en  las  otras.  Además^ 
reconoce  que  no  es  conveniente  para  ciertos  enfermos  someter  va- 
rías articulaciones  en  el  mismo  dia  á  este  tratamiento,  por  ser  de- 
bilitante para  aquellos  que  han  perdido  mucha  fuerza  á  causa  de  la 
duración  larga  de  la  enfermedad  y  de  la  inmovilidad  forzosa  que 
les  impide  respirar  al  aire  libre.  Por  el  mismo  motivo  recomienda 
para  los  enfermos  debilitados  con  preferencia  la  aplicación  de  la 
hiperemia  venosa  por  medio  de  compresión  con  una  venda  dé  goma 
ó  aparato  de  aspiración,  la  cual,  aunque  sus  efectos  curativos  tarden 
mucho  más  en  manifestarse  que  por  el  procedimiento  del  aire  ca- 
liente, no  ejerce  ninguna  acción  debilitante  sobre  el  enfermo,  sien- 
do  su  acción  más  local  que  general. 


Bn  resumen,  de  lo  que  precede  resulta  que  la  naturaleza  y  la  pa- 
togenia del  reumatismo  crónico  descrito  por  los  autores  del  si- 
glo XVIII,  bajo  el  nombre  de  reumatismo  gotoso,  y  por  los  del  si- 
glo X4X,  bajo  el  nombre  de  reumatismo  nodoso  ó  deformante,  cons- 
tituyen un  problema  muy  complejo  cuya  solución  deflnitiva  está  re- 
servada á  los  médicos  del  siglo  xx.  La  única  cosa  en  que  todos  están 
de  acuerdo  es  que  es  una  enfermedad  distrófica  que  afecta  sobre 
todo  los  sujetos  debilitados  y  con  predisposición  hereditaria  á  la  diá- 
tesis úrica  ó  reumática,  bien  que  presente  desemejanzas  muy  pro- 
nunciadas con  la  gota  y  el  reumatismo.  Guéneau  de  Mussy  la  ha 
calificado,  con  mucha  razón,  de  metis  patológica,  á  cuya  produc- 
ción concurren  varios  factores  que  son  elementos  morbosos  consti- 
tucionales. Según  él,  son  las  constituciones  mórbidas  individuales 
que  hacen  variar  sus  formas,  presentando  una  modalidad  constitu- 
cional distinta,  según  los  antecedentes  de  los  individuos.  Asi  se  ven 


375 

jóvenes  de  padres  linfáticos  debilitados,  ya  por  enfermedades  ante- 
riores, ya  por  excesos,  ya  por  privaciones,  emociones,  contraer  el 
reumatismo  crónico  deformante  bajo  una  forma  completamente  dis- 
tinta de  aquella  que  se  encuentra  en  los  sujetos  descendientes  de 
familias  gotosas,  agotados  igualmente  por  causas  patógenas  diver- 
sas. Mientras  que  en  aquéllos  la  artritis  se  localiza  más  en  los  teji- 
dos óseos  y  en  la  sinovia,  tomando  muchas  veces  un  carácter  fun- 
goso, en  éstos  se  limita  más  á  las  partes  externas  y  blandas  de  la 
articulación.  Reviste  igualmente  una  forma  distinta  en  el  enfermo 
que  desciende  de  padres  de  los  cuales  uno  padece  de  la  diátesis  go- 
tosa y  el  otro  está  tachado  de  linf antismo ;  en  este  caso  se  ve  con 
frecuencia  que  el  reumatismo  articular  está  acompañado,  en  unos, 
de  bronquitis  y  de  una  alteración  profunda  de  la  nutVición  general 
del  individuo  y  que  suele  terminar  por  la  tuberculosis  pulmonar,  y 
en  otros,  las  articulaciones  sufren  un  proceso  hiperplásico  lento  y 
progresivo,  dando  lugar  á  dolores  muy  intensos,  terminando  por  una 
deformación  completa,  muchas  veces  irreparable.  En  cambio,  el  reu- 
matismo articular  crónico  en  las  personas  avanzadas  de  edad  se  dis- 
tingue por  su  localización  mono-articular  y  por  ausencia  de  derrame 
sinovial,  y  de  ahí  su  nombre  de  artritis  seca  senil,  que  se  caracteriza 
por  crujidos  muy  dolorosos  en  los  movimientos  articulares.  Esta  for- 
ma de  artritis  conduce  algunas  veces  á  la  destrucción  completa  de 
los  cartílagos  con  eburnificación  de  las  superficies  óseas  y  á  la  for* 
mación  de  estalactitas  óseas  y  de  osteides  alrededor  ó  en  el  interior 
de  la  cavidad  articular. 

En  cuanto  á  la  marcha  de  esta  enfermedad,  aunque  alguna  vez 
se  presente  después  de  un  largo  intervalo  en  un  individuo  que  ha 
sufrido  un  ataque  de  reumatismo  articular  agudo,  generalmente  re- 
viste la  forma  crónica  desde  la  primera  vez  de  su  aparición,  pues  se 
halla  constituido  por  una  cadena  larga  de  accesos  que  se  presentan 
en  intervalos  más  ó  menos  largos,  acompañados  de  reacciones  fe- 
briles ligeras,  localizándose  al  principio  en  articulaciones  pequeñas 
y  extendiéndose,  á  medida  que  progresa,  á  las  articulaciones  mayo- 
res, sobre  todo  á  los  codos  y  á  las  rodillas. 

Aunque  el  acuerdo  no  existe  aún  entre  los  patólogos  respecto  al 
parentesco  entre  esta  enfermedad  y  el  reumatismo  articular  agudo, 
todos  están  conformes  en  que  se  halla  constituido  por  un  proceso 
inflamatorio  lento  y  progresivo,  subordinado  á  una  predisposición 
constitucional  propicia  al  agotamiento  de  la  inervación  del  sistema 
articular,  y  conduciendo  progresivamente^á  una  alteración  de  los 


376 

nervios  tróficos  que  animan  los  tejidos  fibrosos  y  serosos  de  todo  el 
aparato  articular. 

Tocante  al  tratamiento  de  esta  enfermedad  que  se  caracteriza 
por  su  marcha  lenta  y  progresiva,  según  el  estado  actual  de  la  cien- 
cia y  los  conocimientos  adquiridos  por  las  observaciones  clínicas, 
no  es  posible  establecer  una  medicación  uniforme  para  todos  los 
casos;  pues  el  carácter  de  esta  enfermedad  varia  según  la  constitu- 
ción individual  y  los  antecedentes  de  los  enfermos.  No  obstante, 
aunque  no  exista  un  remedio  ó  una  medicación  especifica  contra  la 
enfermedad  misma,  la  experiencia  que  hemos  adquirido  sobre  esta 
enfermedad  en  el  transcurso  de  los  últimos  treinta  años,  nos  permi- 
te de  fijar  algunas  indicaciones  precisas  que  hay  que  llenar  para 
modificar  el  terreno  en  que  ha  nacido.  Estas  indicaciones  responden 
á  dos  estados  patológicos  precisos  siempre  presentes  en  el  reumatis- 
mo articular  crónico  progresivo,  que  son:  1.^,  la  insuficiencia  hepá* 
tica  asociada  á  un  aflojamiento  de  la  circulación  en  la  red  de  la 
vena  porta,  dando  lugar  á  una  alteración  del  metabolismo  celular; 
2.^  la  debilidad  del  sistema  nervioso  en  general  y  especialmente  la 
de  la  inervación  del  aparato  articular.  Partiendo  de  esta  base,  so- 
metemos el  enfermo  á  un  régimen  alimenticio  lactovegetal  y  á  la 
acción  alterante  de  las  sales  neutras  ó  mejor  de  las  sales  de  Caris- 
badt,  durante  quince  á  veinte  días,  hasta  haber  conseguido  de  me- 
jorar las  funciones  digestivas  al  mismo  tiempo  que  una  diuresis 
abundante.  Una  vez  logrado  este  objeto,  procuramos  tonificar  el 
sistema  nervioso  por  medio  de  preparaciones  fosfatadas  y  de  ar- 
seniatos,  alternando  alguna  vez  con  preparaciones  de  yodo  ó  de 
yoduros  en  el  caso  de  que  el  estómago  los  tolere. 

Al  mismo  tiempo,  recurrimos  á  la  aplicación  de  las  corrientes  gal* 
vánicas,  tanto  de  la  columna  vertebral  como  de  las  articulaciones 
mismas,  y  cuando  liega  la  estación  del  verano,  la  aprovechamos 
para  enviar  los  enfermos  á  las  aguas  termales  de  La  Bourboule. 

Entre  los  ocho  enfermos  que  hemos  tenido  la  ocasión  de  tratar  du- 
rante los  últimos  años,  hay  dos  que  merecen  fijar  la  atención. 

Primereado.— :Sra.  D.^  P...,  veinticinco  años  de  edad,  tempera- 
mento linfático,  ha  disfrutado  siempre  de  buena  salud,  no  ha  su- 
frido jamás  de  enfermedad  grave,  excepto  una  fiebre  tifoidea  á  los 
ocho  años  de  edad  y  algunas  fiebres  eruptivas  propias  de  la  in- 
fancia. Se  casó  á  la  edad  de  veintitrés  años,  quedó  en  cinta  seis  ma- 
ses después;  vomitó  con  frecuencia  durante  los  primeros  tres  fue- 
ses del  embarazo,  después  mejoró  gradualmente  recobrando  el  ape- 


377 

tito.  No  obstante,  á  causa  de  los  grandes  calores  propios  al  Medio- 
día de  España,  donde  habitaba,  prefería  ocupar  el  piso  bajo  por 
ser  más  fresco,  pero  también  era  más  húmedo.  Al  llegar  al  mes  de 
septiembre,  contrajo  un  reumatismo  articular  acompañado  de  ac- 
cesos febriles  ligeros  que  no  tardaron  en  desaparecer;  su  apeti- 
to mejoró  también.  Su  embarazo  llegó  á  término  en  condiciones 
completamente  normales.  Pero,  poco  tiempo  después  del  parto,  se 
encontró  bastante  endeble  á  consecuencia  de  pérdidas  sanguíneas 
prolongadas  durante  el  puerperio,  y  volvió  á  quejarse  de  dolores 
agudos  en  las  articulaciones  de  los  codos  y  de  las  muñecas,  que 
fueron  seguidas  de  hinchazón  articular  y  de  rigidez  muscular.  Este 
estado  se  prolongó  algunos  meses,  cuando  la  enferma  fué  enviada 
á  las  aguas  sulfurosas  de  Archena.  pero  volvió  ásu  casa  en  el  mis- 
mo estado  de  sufrimiento  y  tan  endeble  como  antes.  Fué  el  mes  de 
marzo  del  año  siguiente  cuando  vimos  por  la  primera  vez  la  enfer- 
ma. El  estado  en  que  la  encontramos  era  el  siguiente:  sujeto  linfa" 
tico,  temperamento  bilioso,  de  aspecto  cloro-anémico,  hígado  con- 
gestionado, orinas  escasas,  saturadas  de  uratos,  corazón  normal, 
atonía  gastro-intestinal  con  tendencia  al  estreñimiento,  menstrua- 
ción irregular.  Además,  las  articulaciones  de  los  codos  y  de  las 
muñecas  tumefactas  y  muy  dolorosas  y  las  articulaciones  tibiofe- 
morales  igualmente  hinchadas  y  muy  sensibles  al  tacto.  Dos  perso- 
nas eran  necesarias  para  hacer  cambiar  de  posición  á  la  enferma 
en  su  cama. 

El  tratamiento  que  hemos  adoptado  consistió,  primero,  en  mejorar 
las  funciones  digestivas  y  en  levantar  las  fuerzas  orgánicas.  Des- 
pués de  haber  conseguido  éste  fin,  aplicamos  corrientes  galvánicas 
en  la  columna  vertebral  y  en  las  articulaciones  enfermas.  Después 
de  tres  meses  de  tratamiento,  las  hinchazones  de  las  articulaciones, 
así  como  los  dolores,  habían  desaparecido;  sólo  los  ligamentos  han 
quedado  en  estado  de  relajamiento,  de  modo  que  la  enferma  se  en- 
contró con  aptitud  de  andar,  pero  sus  movimientos  no  eran  comple- 
tamente libres,  andaba  como  los  patos.  Al  llegar  el  verano,  fué  á  un 
puerto  de  mar,  donde  tomó  baños  de  mar  calientes,  que  contribuye- 
ron mucho  á  mejorar  su  estado  general  y  local,  al  punto  que  se  halló 
dispuesta  de  ocuparse  de  los  asuntos  de  su  casa  sin  resentirse  en 
nada  de  su  padecimiento  anterior.  No  obstante,  al  invierno  siguien- 
te, habiendo  sido  muy  lluvioso,  la  enferma  no  pudo  disfrutar  de  aire 
libre,  y  en  consecuencia  empezó  á  resentirse  de  dolores  articulares 
que  fueron  seguidos  de  nuevos  brotes  inflamatorios  que  la  obligaron 

99 


378 

á  guardar  cama  algdn  tiempo  y  qaedar  clavada  en  un  sillón  darán- 
te  el  resto  del  invierno.  Afortunadamente,  gracias  á  un  tratamiento 
enérgico,  la  enferma  volvió  á  restablecerse  y  encontrarse  con  apti- 
tud de  salir  á  la  calle;  pero  el  resultado  no  fué  tan  brillante  como  el 
año  anterior,  pues  los  movimientos  no  eran  completamente  libres 
para  poder  quedarse  largo  tiempo  de  pié  ó  hacer  paseos  largos.  Al 
llegar  el  verano,  por  temor  que  el  invierno  empeore  su  situación,  la 
aconsejamos  una  cura  termal  en  La  Bourboule.  A  causa  de  circuns- 
tancias particulares,  la  enferma  no  pudo  ponerse  en  camino  antee 
de  fines  de  agosto,  y  llegó  á  La  Bourboule  los  primeros  días  de  sep- 
tiembre, encontrando  un  tiempo  muy  lluvioso  y  frío.  No  obstante, 
pudo  seguir  la  cura  completa  todo  el  mes.  Regresó  á  su  casa  en  oc- 
tubre. Cuando  hemos  vuelto  á  verla,  la  enferma  pretendía  no  haber 
conseguido  grandes  ventajas.  Fué  sólo  á  fin  de  octubre  cuando  se 
empezó  á  acentuar  una  mejoría  muy  sensible,  que  siguió  progresan- 
do, al  punto  que  á  mitad  de  noviembre  la  enferma  sintió  un  bienes- 
tar tan  grande  que  se  creyó  completamente  curada.  En  efecto»  al 
reconocerla  hemos  podido  confirmar  que  las  hinchazones  articula- 
res habían  completamente  desaparecido,  y  que  los  movimientos  de 
sus  miembros  habían  recobrado  casi  toda  su  integridad  funcional. 

La  historia  clínica  de  esta  enferma  es  muy  interesante,  tanto  bajo 
el  punto  de  vista  de  la  evolución  del  reumatismo  articular  crónico 
como  bajo  el  de  su  tratamiento. 

En  primer  lugar,  se  trata  de  una  mujer  todavía  joven  que  habla 
gozado  antes  de  buena  salud.  El  único  antecedente  en  su  familia  es 
que  un  hermano  suyo  murió  de  una  enfermedad  del  hígado,  y  otra 
hermana  de  la  enfermedad  de  Bright.  La  causa  predisponente  en  ella 
era  únicamente  un  embarazo  acompañado  de  tres  meses  de  vómitos 
y  la  causa  determinante  de  haber  dormido  en  un  cuarto  húmedo  en 
el  piso  bajo.  No  obstante,  á  medida  que  se  mejoraron  sus  funciones 
digestivas,  durante  los  meses  del  embarazo,  mejoró  también  de  su 
reumatismo.  Este  ha  vuelto  á  aparecer  algunas  semanas  después 
del  parto,  á  consecuencia  de  las  pérdidas  sanguíneas  y  loquiales 
abundantes  que  debilitaron  la  resistencia  vital  de  la  enferma. 

En  segundo  lugar,  la  falta  de  acción  terapéutica  de  las  aguas  ter- 
males sulfurosas  contra  el  reumatismo  articular  crónico  es  demos- 
trado por  la  ineficacia  de  las  aguas  de  Archena  en  este  caeo, 
puesto  que  su  eficacia  está  demostrada  en  las  formas  crónicas  del 
reumatismo  articular  agudo. 

En  tercer  lugar,  el  éxito  del  tratamiento,  encaminado  á  mejorar 


379 

las  condiciones  generales  de  la  nutrición  y  de  estimular  los  nervios 
tróficos  de  las  articulaciones  por  medio  de  la  electricidad,  demues- 
tra que  la  debilitación  del  organismo  y  la  disminución  de  la  resis- 
tencia vital  del  individuo  constituyen  la  verdadera  causa  predispo* 
nente  del  reumatismo  articular  crónico,  y  que  la  humedad  de  la 
habitación  obra  sólo  como  agente  provocador. 

En  cuarto  lugar,  el  hecho  de  la  curación  completa  de  todas  las 
manifestaciones  articulares,  que  se  manifestó  un  mes  después  de  la 
cura  termal  en  las  aguas  de  La  Bourboule,  es  una  demostración  elo- 
cuente en  favor  de  la  eficacia  de  estas  aguas  termales  contra  el 
reumatismo  articular  crónico,  en  el  sentido  que  modifican  las  con- 
diciones generales  de  la  nutrición,  al  mismo  tiempo  que  neutralizan 
la  causa  patógena  de  esta  enfermedad. 

Segundo  caso.  —  Señora  R ,  de  cincuenta  y  seis  años  de  edad, 

ha  disfrutado  siempre  de  buena  salud  y  ha  llevado  una  vida  muy 
activa  hasta  la  edad  de  cincuenta  años,  época  de  la  menopausia, 
•cuando  empezó  á  sufrir  de  las  primeras  manifestaciones  de  reuma- 
tismo articular  en  los  hombros,  codos  y  muñecas,  que  fueron  inva- 
<iido8  sucesivamente,  sin  haber  sido  jamás  acompañadas  de  accesos 
febriles  fuertes.  No  obstante,  cada  ataque,  aunque  haya  sido  de 
üoriB,  duración,  dejaba  á  la  enferma  siempre  con  una  torpeza  mayor 
^e  los  miembros.  El  tratamiento  que  había  seguido,  lo  mismo  que 
ias  aguas  termales  distintas  á  que  habla  recurrido  durante  el  ve-  ' 
rano,  no  hicieron  más  que  mitigar  sus  dolencias,  sin  haber  impedido 
nuevos  brotes  durante  el  otoño,  lo  que  la  ha  decidido  á  ensayar  los 
baños  de  fango  de  Dax ;  pero,  desgraciadamente,  éstos,  lejos  de  pro- 
curar algún  beneficio  á  la  enferma,  han  provocado  nuevos  brotes  en 
las  extremidades  inferiores.  Se  le  hincharon  las  rodillas,  y  las  vér- 
tebras cervicales  han  quedado  muy  doloridas  á  cada  movimiento, 
al  punto  que  la  enferma  perdió  no  sólo  el  apetito,  pero  también  el 
sueño  se  interrumpió  con  mucha  frecuencia  á  causa  de  los  dolores 
que  sentía  á  cada  cambio  de  posición,  lo  que  dio  por  resultado  un 
sacudimiento  muy  grande  de  todo  el  sistema  nervioso,  dando  lugar 
á  accesos  neurálgicos  faciales  y  occipitales,  que  fueron  acompaña- 
dos de  movimientos  febriles  vespertinos.  Tal  era  la  situación  de  la 
enferma  cuando  la  visitamos  por  primera  vez,  en  enero  de  1904.  En 
el  reconocimiento  que  hicimos  encontramos  el  hígado  muy  con- 
gestionado y  muy  sensible  al  tacto;  además,  la  función  renal  era 
insuficiente,  la  cantidad  de  orina  secretada  en  veinticuatro  horas 
alcanzaba  apenas  700  gramos,  contenía  además  copiosos  precipita- 


380 

dos  de  aratoB  al  enfriarse.  La  enferma  presentaba  también  tenden* 
cia  á  un  estreñimiento  tenaz,  y  en  cada  defecación  arrojaba  canti- 
dades considerables  de  mxicosidadefl,  cuya  expulsión  producía  un 
espasmo  muy  doloroso  en  el  recto. 

El  tratamiento  que  hemos  adoptado  en  este  caso  consistía  en  so- 
meter  la  paciente  á  un  régimen  lácteo  durante  diez  días,  haciéndole 
tomar  al  mismo  tiempo  todas  las  mañanas  dos  cucharaditas  de 
sales  de  Carlsbad.  Después  de  haberse  normalizado  las  funcione» 
intestinales  y  renales,  la  hemos  sometido  á  ur  régimen  alimen- 
ticio toníñcante  y  á  una  medicación  de  fosfatos  asociados  al  arse- 
niato  de  sosa.  Al  mismo  tiempo  le  hemos  aplicado  corrientes  eléc* 
tricas. 

Este  tratamiento  dio  por  resultado  que  la  enferma  ha  adquirida 
mayor  libertad  en  sus  movimientos,  al  punto  de  poder  hacer  pa- 
seos cortos  al  aire  libre.  El  verano  siguiente  fué  á  las  termas  de  La 
Bourboule,  donde  siguió  un  tratamiento  termal  durante  tres  sema- 
nas. A  su  regreso  á  Madrid  se  encontraba  tan  aliviada,  que  el  mes 
de  noviembre  pudo  hacer  un  viaje  á  París  por  asuntos  que  exigie- 
ron  un  gasto  considerable  de  fuerzas  físicas.  No  obstante,  no  se  re- 
sintió de  sus  dolencias  antiguas,  y  pasó  el  invierno  bastante  bien,  á. 
pesar  de  los  cambios  de  temperatura  y  de  lluvias  copiosas  de  la  pri- 
mavera, y  durante  el  verano  ha  vuelto  á  las  termas  de  La  Bour- 
boule,  que  produjeron  igualmente  un  resultado  muy  satisfactorio. 
Desgraciadamente,  la  enferma,  á  su  regreso  á  su  casa,  fué  acome- 
tida de  un  acceso  gripal  muy  fuerte,  cuya  prolongación  la  debilit6 
bastante,  y  en  su  consecuencia  se  recrudeció  el  antiguo  padeci- 
miento, produciéndose  nuevos  brotes  en  las  articulaciones  tibio- 
femorales,  dando  lugar  á  exudaciones  sinoviales  de  consideración. 

Al  mismo  tiempo  fué  invadida  por  distintas  neuralgias;  primero 
una  ciática  doble  en  ambas  piernas,  y  al  mitigarse  ésta,  por  una 
neuralgia  intercostal  derecha  acompañada  de  una  zona,  que  le  pro- 
dujeron molestias  grandes  durante  tres  meses  de  invierno.  Al  llegar 
la  primavera,  su  estado  había  mejorado  suficientemente  para  poder 
trasladarse  en  julio  á  las  aguas  de  La  Bourboule;  pero  esta  vez,  sea 
por  el  cansancio  del  viaje,  ó  sea  4>or  otro  motivo,  al  llegar  á  la  ea* 
tación  balnearia  sufrió  un  gran  recrudecimiento  en  las  articula* 
clones  tibiofem orales,  que  había  empeorado  todavía  con  los  prime- 
ros baños. 

La  enferma,  aterrorizada  de  hallarse  en  tal  estado  fueradesu  casa» 
se  decidió  de  suspender  el  tratamiento  y  volver  á  España  para  rea- 


381 

oirse  con  su  familia.  Pasó.prímeramente  una  temporada  á  las  ori- 
llas del  mar^  y  regresó  á  primeros  de  septiembre  á  su  casa,  en  un  es* 
tado  peor  del  que  se  fué,  pues  no  sólo  las  articulaciones  tibiofemo- 
rales,  sino  también  las  coxofemorales  fueron  igualmente  afectadas. 
Además,  poco  tiempo  después  sufrió  un  cólico  hepático  muy  inten- 
so, debido  á  una  congestión  del  hígado  con  obstrucción  de  las  vías 
biliares. 

La  medicación  empleada  con  objeto  de  combatir  la  afección  hepá- 
tica ejerció  una  acción  muy  favorable  sobre  las  artropatias,  ha- 
biendo desaparecido  por  completo  los  síntomas  inflamatorios  de  las 
articulaciones  coxofemorales,  y  disminuido  considerablemente  la 
•exudación  sinovial  en  las  tibiofemorales,  al  punto  de  que  cualquier 
movimiento  de  los  miembros  producía  crujidos  bastante  dolorosos 
•cuando  la  enferma  se  ponía  de  pié,  es  decir,  revistió  el  carácter  de 
la  artritis  seca.  En  cuanto  al  estado  general,  ha  mejorado  conside- 
rablemente,  pues  duerme  bastante  bien, sin  molestias,  come  con  más 
apetito  y  digiere  bastante  bien  lo  que  come,  y  hay  que  esperar  que 
•cuando  sus  fuerzas  digestivas  permitan  someterla  á  un  tratamiento 
toniñcante,  mejorará  también  el  estado  local,  para  lo  cual  nos  pro- 
ponemos recurrir  á  la  cura  del  aire  calentado  á  114^. 

Este  caso  diflere  completamente  del  primero,  pues  se  trata  de  una 
señora  que  ha  llegado  á  la  edad  de  la  menopausia,  sin  que  hubiera 
«ufrido  antes  ninguna  manifestación  reumática.  Aunque  había  vi- 
vido en  condiciones  muy  favorables  de  bienestar,  por  causa  de 
exigencias  profesionales  se  ha  visto  obligada  de  habitar  un  piso  bajo, 
el  cual,  sin  estar  húmedo,  era  mal  ventilado.  Bastaba  el  sobrecan- 
«ancio  del  oñcio  para  que  la  supresión  de  la  función  menstrual 
haya  provocado  los  primeros  accesos  de  reumatismo  crónico  de- 
formante. 

Se  distingue  además  en  que  la  exacerbación  del  estado  local  ha 
«ido  acompañado,  en  las  distintas  etapas  de  su  evolución,  de  con- 
gestiones hepáticas  muy  pronunciadas,  manifestándose  por  cólicos 
intensos  seguidos  de  orinas  escasas,  concentradas  y  de  color  aza- 
franado, y  que  la  mejoría  de  las  artropatías  ha  coincidido  igualmen* 
te  con  la  desaparición  de  la  ínsuflciencia  hepática  y  renal. 

Encierra  también  otra  enseñanza,  y  es  que,  mientras  los  brotes 
de  los  primeros  años  eran  debidos  á  un  origen  endógeno,  ó  sea  dia- 
tésico,  obedecieron  al  tratamiento  termal  y  electrogalvánico,  pero 
cuando  se  asoció  á  la  causa  patógena  primitiva  otra  secundaria 
«xógena,  es  decir,  un  agente  infeccioso  de  fuera,  tal  como  la  gripe. 


382 

la  acción  terapéutica  de  la  electricidad  y  de  las  aguas  termalfss 
quedaron  sin  efecto,  lo  que  llegaría  á  confirmar  el  criterio  del  doc- 
tor Fierre  Maríe,  que  distingue  dos  causas  patógenas  en  el  reuma- 
tismo crónico,  la  una  diatésica  y.  la  otra  infecciosa. 


BIBLIOGRAFÍA 

POB    Mí 

DOCTOR  DON  JERÓNIMO  PÉREZ  ORTIZ 

M éáleo  d«l  Cacrpo  de  SaaUlad  «UiUr.  Madrid. 


EvBSOL.  Tesis  presentada  &  la  Facultad  de  Medicina  y  Farmacia  de  Lyon^ 
por  el  Dr.  Loáis  Loqnin.  Lyon,  190S. 

La  aplicación  subcutánea  del  mercurio  fué  ensayada  por  primera, 
vez  por  Hebra,  pero  en  realidad  no  se  introdujo  en  la  práctica  cb- 
rriente  hasta  después  de  las  publicaciones  de  Scarenzio,  de  Pavía 
(1864)  y  Lewin^  de  Berlín  (1867).  El  número  de  combinaciones  mer- 
curiales que  se  han  recomendado  para  las  inyecciones  hipodérmi- 
cas  es  muy  considerable,  tanto  de  los  preparados  de  sales  solubles» 
como  las  insolubles,  y  desde  ia  antigua  fórmula  de  Lang  (aceite  gris» 
1886)  y  la  de  Lewin  (bicloruro),  la  química  moderna  está  realizando 
cada  vez  más  progresos  en  el  estudio  y  experimentación  de  nuevo» 
preparados  farmacéuticos,  entre  ellos  el  que  ha  sido  últimamente 
estudiado  y  objeto  de  una  tesis  del  Dr.  Loquín,  antiguo  interno  del 
Hospital  General  de  Dijon,  que  le  bautiza  con  el  nombre  de  enesot 
(de  tvEaic,  inyección).  El  enesol  es  un  compuesto  mercurial  inyecta» 
ble,  obtenido  tratando  el  salícilato  básico  de  mercurio  en  suspensión 
en  el  alcohol  por  el  ácido  methylarsínico  y  que  resulta  un  salicylar» 
sinato  de  mercurio.  La  eliminación  de  esta  sal  se  efectúa  por  la 
orina,  empezando  su  eliminación  dos  horas  después  de  la  inyección 
y  continuando  durante  las  treinta  y  seis  á  sesenta  y  cuatro  horas 
siguientes.  Aun  administrado  á  dosis  algo  elevadas,  no  produce  nin- 
guna alteración  renal.  Las  inyecciones  son  intramusculares,  bien 
en  el  punto  indicado  por  Smirnoff  (foseta  retrotocanteriana),  ó  en 
las  masas  musculares  de  la  región  lumbar.  De  una  manera  general, 
dice  el  autor  de  la  tesis,  estas  inyecciones  (después  de  haberlas  prac- 
ticado)  no  hemos  observado  que  sean  dolorosas,  y  hechas  en  condi- 
clones  de  asepsia,  no  hay  inflamación  cutánea  ni  formación  de  abe- 


383 

cesos,  el  enfermo  siente  algunas  veces  un  ligero  nodulo  debajo  de  la 
piel  que  desaparece  durante  tres  días,  bien  espontáneamente»  bien 
haciendo  uso  de  compresas  calientes.  Desde  el  punto  de  vista  de  to- 
lerancia del  organismo,  no  sólo  el  Or.  Loquin,  sino  Bretón,  Golds- 
tein  y  Coignet,  han  observado  rara  vez  la  gingivitis  j  nunca  los 
trastornos  gastro  intestinales. 

La  dosis  por  inyección  pu^de  variar  de  0^,03  á  0^,06.  La  dosis  co- 
rriente es  de  Or'fOS  por  cent.  cúb.  Del  estudio  clínico  y  terapéutico 
del  enesol,  basándose  el  autor  en  40  observaciones  clínicas,  persona- 
les unas,  y  otras  recogidas,  la  mayor  parte  en  el  servicio  del  doctor 
Bretón,  y  el  resto  por  comunicaciones  directas  hechas  por  Prunae 
(Montpellier),  Gailleton,  Habrieh,  Tremontani  (Milán),  Lannois 
(Lyon),  Bloch  (Berlín)  y  Goldstein,  puede  decirse  que  la  acción  del 
enesol  es  constante  en  los  efectos  curativos  de  la  síñlis,  inyectando 
cada  cinco  días  0^,06  de  la  expresada  sal  mercurial,  tanto  en  los  ac- 
cidentes primarios  como  en  los  terciarios.  El  enesol,  sin  embargo, 
parece  que  tiene  una  acción  electiva  sobre  los  elementos  nerviosos, 
modificando  los  accidentes  cerebrales  de  origen  sifilítico,  la  tabes, 
la  parálisis  general,  tanto  por  su  acción  especifica  como  tónica,  por 
la  asociación  del  arsénico  con  el  mercurio;  por  otro  lado,  el  no  pro- 
ducir dolor  las  inyecciones,  es  un  buen  preparado,  según  Tremon- 
tani, en  la  clínica  infantil  y  constituye  un  medicamento  de  primer 
orden  en  pediatría. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

80CIBDAD  GINEOOLÓOICA   ESPAÑOLA 
SéHón  cieiUifiea  celebrada  él  día  23  de  Mayo  de  190$  (1). 

Un  cato  de  fístula  vetieovaglnal.—  El  Dr.  Castillo:  Se  trata  de  una  en- 
ferma que  hace  catorce  años  faé  operada  por  el  Dr.  Latorre,  y  con  éxito, 
de  una  fístula  yesicoTaginal,  y  hace  unos  enantes  meses  ha  dado  á  luz 
naevamente  y  ha  sufrido  otra  fistala.  La  yagina  es  infnndibuliforme,  no 

(t)  El  aeta  de  esta  sesión  se  publica  con  retraso  por  ser  la  ultima  celebrada  por  la  So- 
ciedad antes  de  las  vacaciones  de  verano  y  ser  precisa  su  aprobación  en  la  primera  cele- 
brada en  el  mes  de  noviembre  del  afto  corriente. 


384 

se  encontraba  el  útero  ni  se  vela  la  fístula.  Ante  estos  inconrenientes  Un 
grandes  para  la  satura,  practicó  la  colpocleisis. 

A  las  cuarenta  y  ocho  horas  de  operada,  la  vejiga  sufrió  una  irritación 
tan  grande,  á  pesar  de  cuidadosos  lavados  y  de  haber  dejado  una  sonda  de 
Petser,  que  la  enferma  toItíó  á  orinar  por  la  vagina;  ante  esta  situación, 
opina  el  disertante  que  debe  practicársele  un  meato  hipogástrico. 

El  Dr.  Garda  Arias  pide  detalles  que  se  refieran  á  la  situación  y  rela- 
ciones con  el  útero. 

El  Dr.  Castillo  dice  que  la  vagina  era  un  cono,  cuyo  vértice  corresponde 
atrás,  sus  dimensiones  eran  de  2  á  8  centímetros,  que  detrás  del  cono  se 
encontraba  la  matriz  pequefia,  y  supone  que  aun  detrás  del  vórtice  habla 
algo  de  vagina.  Se  trata,  pues,  de  un  caso  de  vagina  cónica,  y  no  le  cree 
muy  á  propósito  para  hacer  incisiones. 

El  Dr.  García  Arias  critica  la  operación  y  sostiene  que  con  una  vagina 
de  esas  dimensiones,  debió  desbridarse  y  procurar  poner  al  descubierto  el 
útero  y  aun  separar  la  vejiga  sin  tener  miedo  al  tejido  retráctil,  pues  él  ha 
operado  en  pleno  tejido  retráctil  y  ha  practicado  suturas  con  buen  éxito. 

El  Dr.  Castillo  dice  que  las  ideas  expuestas  demuestran  su  opinión  de 
hace  algún  tiempo.  Dice  que  ha  practicado  la  colpocleisis,  aunque  üo  es 
muy  partidario  de  ella,  por  creer  que  no  se  pudiera  hacer  otra  coea  mejor. 

El  Dr.  Sánchez  dice  que  el  caso  de  colpocleisis  presentado  por  el  Dr.  Cas- 
tillo, demuestra  lo  que  hace  tiempo  dijo  el  Dr.  Abascal,  y  es  que  esta  ope- 
ración debe  reservarse  para  aquellos  casos  en  que  por  falta  de  pared  vagi- 
nal anterior  y  hasta  de  uretra  no  son  susceptibles  de  otras  operaciones  de 
más  éxito,  pues  la  colpocleisis,  aun  saliendo  bien,  es  un  desdoro  para  la 
ginecología,  porque  coloca  á  la  mujer  en  condiciones  sociales  detestables, 
y  además  no  debe  hacerse  sin  el  permiso  del  esposo  y  de  la  enferma,  y  ex* 
ponerles  claramente  que  su  vida  genésica  queda  anulada.  £1  Dr.  Abascal 
tuvo  una  enferma  que  á  los  cuatro  años  de  hecha  con  éxito  la  colpocleisis, 
volvió  con  su  marido  á  que  la  reabrieran  el  conducto  vaginal. 

El  caso  del  Dr.  Castillo  tenía  vagina,  y  él  mismo  ha  podido  hacer  otra 
cosa  mejor  en  beneficio  de  la  enferma,  antes  que  la  colpocleisis,  que  nata* 
raímente  no  ha  unido,  porque  detrás  de  la  uretra  quedaba  un  gran  reman- 
so de  orina  que  se  ha  abierto  paso. 

Nueve  méteile  de  sutura  en  las  fístulas  vesieevaginales.^El  Dr.  Garda 
Arias  dice  que  aprovecha  el  momento  de  que  se  habla  de  flsculas  vesieo- 
Vaginales  para  exponer  un  método  de  sutura  que  emplea  desde  hace  al- 
gún tiempo,  y  hasta  la  fecha,  con  resultados  tan  satisfactorios,  que  acon- 
seja su  empleo. 

Consiste  el  primer  tiempo  en  hacer  el  desdoblamiento  por  el  método  de 
Ricard  y  Quenu;  en  el  segundo  hace  una  sutura  entrecortada,  con  hilo  de 
plata,  de  la  mucosa  vesical  de  idéntica  manera  que  la  practica  Jonnesoo 
en  el  vientre,  retorciendo  los  hilos  á  cinco  ó  seis  centimetroe  por  encima 
del  corte  dado  para  verificar  el  desdoblamiento  de  ambas  mucosas,  y  en  el 
tercer  tiempo  hace  sutura  continua  con  seda  de  la  herida  correspondiente 
de  la  vagina. 


385 
PERIÓDICOS 


MoDodt  detonidt  sn  el  sséftgo.  —  El  Dr.  A.  G.  Tapia  publica  en  El  Siglo 
Médico  el  caso  presente,  que  hace  el  número  5  de  sus  obseryaciones  de 
caer  pos  extraños  del  esófago  en  las  cuales  ha  teuido  ocasión  de  emplear  la 
esofagoecopia  directa,  y  le  da  ocasión  para  hacer  algunas  consideraciones 
á  propósito  de  la  técDÍca  especial  j  de  la  conducta  más  adecuada  que  se 
debe  seguir  en  la  extracción  de  los  cuerpos  extraños  por  medio  del  esofa- 
goecopio. 

N.  N.,  de  dos  afios  y  medio.  El  dia  14  de  judío  tragó  una  moneda  de 
•cinco  céntimos  que  tenia  jugando  en  la  boca;  en  los  primeros  momentos  le 
produjo  difíóttltad  respiratoria,  que  pasó  rápidamente;  pero  desde  enton- 
ces no  pudo  ingerir  otra  cosa  que  líquidos,  y  aun  asi  la  deglución  era  do- 
lorosa. 

Una  radiografía  demostró  la  existencia  del  cuerpo  extraño  en  el  esófago, 
á  la  entrada  de  la  abertura  torácica,  y  por  el  radiograma  se  Teía  claramen- 
te la  situación  de  la  moneda. 

Hallábase  ésta  detenida,  como  ocurre  generalmente,  en  el  origen  del 
segmento  torácico  del  esófago.  En  este  caso  ocultaba  la  última  vértebra 
cerTical,  la  primera  dorsal  y  el  principio  de  la  segunda. 

Al  día  siguiente  se  llevó  á  cabo  la  extracción.  Se  cloroformizó  el  enfer- 
mo y  se  colocó  en  decúbito  supino  y  la  cabeza  colgando  fuera  de  la  mesa. 

Introducción  de  un  tubo  de  20  centímetros  de  largo  por  9  milímetros  de 
diámetro,  armado  con  su  correspondiente  mandrín. 

Al  llegar  al  cartílago  cricoide  alejó  el  mandrín,  continuando  la  intro- 
ducción bajo  la  dirección  de  la  vista;  en  el  sitio  donde  la  moneda  radicaba, 
á  unos  15  centímetros  de  la  linea  dentaria  superior,  el  esofagoscopio  se 
detuvo;  entonces  pudo  veria  moneda  en  medio  de  un  campo  constituido 
de  este  modo:  por  delante  y  por  los  lados,  por  una  elevación  tumefacta  de 
la  pared  del  esófago,  de  color  rojo  intenso,  inflamada;  por  detrás,  por  un 
pliegue  más  pálido  que  octiltaba  el  borde  superior  de  la  moneda ;  de  ésta 
sólo  se  veía  una  faja  transversal  de  su  parte  media.  Indudablemente,  en- 
tre el  tercio  superior  de  la  moneda  y  el  extremo  del  esofagoscopio,  habíase 
pellizcado  un  pliegue  de  la  mucosa  de  la  pared  posterior  del  esófago.  Re* 
tiró  algo  el  esofagoscopio,  y  al  volver  á  empujarle  el  pliegue  fué  pellizcado 
de  nuevo.  Quiso  introducir  un  esofagoscopio  dilatador;  pero  su  diámetro, 
de  18  milímetros,  propio  para  adultos,  no  pudo  ser  introducido  á  este  niño 
de  dos  años  y  medio.  Introdujo  de  nuevo  el  tubo  de  9  milímetros,  y  con 
mucha  paciencia,  y  después  de  algunos  movimientos  de  alejamiento  y  de 
introducción,  conseguió  poner  á  la  vista  el  borde  superior  de  la  moneda, 
logrando  extraerla  inmediatamente. 

Los  resultados  post  operatorios  fueron  excelentes.  No  volvió  á  sentir  la 
menor  molestia  al  efectuar  la  deglución. 

La  coincidencia  de  este  caso,  en  el  que  se  ha  patentizado  una  vez  más 
el  resultado  admirable  de  la  esofagoecopia  en  los  cuerpos  extraños,  con 


386 

otro  caso  faDestiBÍmo,  le  obligan  á  insistir  en  que  debe  desterrarse  en  ab- 
soluto la  extracción  ciega. 

¿Puede  la  esofagoscopia  averiguar  siempre  la  ezistenoin  del  cuerpo  ex* 
traño?  ETÍdentemente ;  todo  en  la  esofagoscopia  es  cuestión  de  tiempo,  de 
paciencia  y  de  Tista  penetrante. 

A  yeces  ocurre  que  el  tubo  se  desusa  entre  el  cuerpo  extrafio  y  la  pared 
anterior  del  esófago,  llegando  hasta  el  cardias  sin  apercibirle;  pero  al  ex* 
traer  lentamente  el  esofagoscopio,  puede  yerse  con  facilidad  el  caerpo 
extrafio.  Para  eyitar  esto,  que  sólo  puede  ocurrir  en  los  cuerpos  extrafios 
situados  en  el  comienzo  del  esófago,  debe  introducirse  el  esofagoecopio 
hasta  la  estrechez  cricoidea,  y  en  este  preciso  momento,  fácil  de  percibir 
por  la  especial  sensación  de  resistencia  yencida,  se  retira  el  mandrín  y  se 
ya  introduciendo  el  tubo  bajo  la  dirección  constante  de  la  yista.  De  este 
modo  y  ése  el  esófago  desde  su  origen,  y  procurando  centrar  bien  la  luz  del 
tubo,  el  cuerpo  extrafio  no  se  escapará  á  nuestra  exploración. 

También  ha  fallado  la  esofagoscopia  por  dificultades  que  imposibilitaron 
la  introducción  del  tubo.  No  deben  existir  tales  dificultades.  cTodoe  los 
indiyiduos  de  conformación  normal  son  esofagoscopizables'.  Por  mi  parte, 
dice  el  Dr.  Tapia,  en  cerca  de  treinta  casos  en  que  hasta  hoy  he  tenido  oca* 
sión  de  explorar  el  esófago  por  este  medio,  he  podido  conseguir  la  intro- 
ducción del  tubo  con  gran  facilidad;  sólo  en  un  caso  de  estenosis  cicatri- 
cial  muy  pronunciada,  situada  á  la  entrada  de  este  conducto,  la  introduc- 
ción del  tubo  no  fué  posible;  pero  la  dificultad  estriba  en  que  el  obstáculo 
patológico  era  inyencible;  por  tanto,  este  caso  no  inyalida  la  afirmación 
de  Müller. 

Si  el  cuerpo  extrafio  radica  en  la  estrechez  cricoidea,  es  decir,  en  el  co- 
roienzo  del  esófago,  y  la  introducción  del  tubo  encuéntrase  dificultada  por 
la  imposibilidad  de  utilizar  el  mandrín,  entonces  se  utilizará  con  Tentaja 
la  espátula  tubular  de  Eillian. 

Fuera  de  estos  casos,  afirma  Kirstein  qu£  hay  uu  dato  para  saber  de  an- 
temano si  un  sujeto  es  fácilmente,  difícilmente  ó  no  es  esofagoscopizable; 
según  él,  el  grado  de  esofagoscopizabilidad  está  en  relación  con  el  grado 
de  autoecopizabilidad.  El  Dr.  Tapia  ha  tenido  ocasión,  sin  embargo,  de 
eeoíagoscopizar  fácilmente  sujetos  á  quienes  no  pudo  hacer  la  auiosco* 
pia  (1).  Para  saber  si  él  indiyiduo  á  quien  yamos  á  examinar  es  fácilmente 
esofagoscopizable,  se  sirye  de  un  procedimiento  muy  sencillo :  después  de 
anestesiada  la  faringe  y  la  base  de  la  lengua,  hace  que  el  enfermo  coloque 
la  cabeza  en  extensión  forzada,  y  con  un  estilete  porta-algodón  de  alambre, 
recto,  de  2  milímetros  de  diámetro  por  25  centímetros  de  largo*  proeede  á 
anestesiar  la  entrada  del  esófago,  y  entonces  ye  si  penetra  bien  el  estilete 
y  por  dónde  mejor,  si  por  la  linea  media  ó  por  los  ángulos  de  la  boca.  De 
donde  dedoce,  no  sólo  la  introducibilidad  del  tubo,  sino  el  sitio  por  donde 
debe  introducirle,  ó  sea  si  debe  hacer  esofagoscopia  media  ó  lateral. 

Esto  tiene,  además,  la  yentaja  de  que  el  enfermo  se  habitúa,  y  no  le 
hace  tan  mal  efecto  pensar  en  que  se  le  ya  á  introducir  el  esofagoscopio. 

(1)  Atttofioopia  de  la  laringe  e«  el  examen  directo  de  eato  órgano.  Como  ae  Te,  la  ét' 
nominación  es  ian  impropia  que  exige  eita  nota  como  aclaración. 


387 

También  puede  ocurrir,  como  ocarrió  en  el  coso  motÍTo  de  este  mriicalo, 
que  se  arrastre,  entre  el  extremo  del  eeofagoscopio  j  el  cnerpo  extraño,  un 
pliegne  del  esófago,  que  ademis  de  difícnltar  la  extracción,  puede  pelliz- 
carse 7  traumatizarse;  para  estos  casos,  el  efagoscopio  dilatador  de  las 
paredes  del  esófago  puede  ser  útil  desplegando  el  pliegue  pellizcado,  ó  si 
no,  sencillamente  se  hará  retroceder  el  tubo  y  el  pliegue  desaparecerá. 

Cuanto  á  los  aparatos  de  iluminación,  termina  diciendo  el  Dr.  Tapia, 
nos  servimos  indistintamente  del  mango  de  Casper  ó  de  la  lámpara  de 
Eirstein ;  cuando  hay  exceso  de  saliva  ó  de  muco  en  el  esófago,  que  exige 
la  introducción  constante  de  estiletes  algodonados,  ó  cuando  las  maniobras 
de  extracción  requieren  el  manejo  de  instrumental  complicado,  asas,  etc., 
preferimos  la  lámpara  de  Kirstein.  Y  como  fuente  de  luz  utilizamos  la  co- 
rriente urbana,  disminuyendo  los  voltios  necesarios  por  medio  del  reostato 
que  tuvo  el  honor  de  presentar  al  XIII  Congreso  Internacional  de  Medi- 
cina. 

El  instrumental  accesorio,  pinzas,  ganchos,  etc.,  que  utilizamos,  es  el 
mismo  que  emplea  Killian.  Como  anestésico  local  utilizamos  la  estovaina. 

Sababia. 

REVISTA  EXTRANJERA 


SOaEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA   DE    MEDICINA    DE   PARÍS 
SeMn  del  diaSdé  Noviembre  de  190$. 

La  tubsrsulotis  gangliopulmonar  sn  las  eseuolas  de  París.  —  El  Dr.  Oran- 
^HBR  (1) :  Si  la  tuberculosis  gangliopulmonar  del  nifio  es  curable,  lo  cuál 
creemoé  nosotros  firmemenis^  es  necesario  para  curarla,  segán  se  desprende  de 
^nuestras investigaciones  en  las  escuelas  parisienses,  lo  siguiente:  1.^  Re- 
conocerla desde  el  comienzo  del  principio  por  un  examen  que  permita,  di- 
sociando  los  signos  fisicos,  diagnosticar  la  primera,  segunda  y  tercera  etapa 
que  preceden  al  primer  periodo  clásico.  En  esta  fase  de  germinación  es 
cuando  la  tuberculosis  ofrece  más  garantías  de  curación.  2.<^  Hay  que  des- 
cartar el  tratamiento  hecho  en  la  escuela  por  la  adición  de  una  comida  re* 
glamentaria,  puesto  que  apenas  mejora  la  situación  de  algunos  niños,  deja 
en  estado  estaciouario  á  la  mayoría  y  no  impide  que  algunos  empeoren. 
3.*  Se  ha  de  hacer  un  esfuerzo  más  serio  y  más  prolongado,  que  sus  padres 
son  incapaces  de  llenar  con  sus  propios  recursos;  por  lo  tanto,  conviene 
acudir  en  su  ayuda  si  se  quiere  combatir  la  tuberculosis  en  sn  origen  y  en 
el  nifio,  lo  cual  sólo  puede  hacerlo  útilmente  el  Municipio. 

(t)  En  colaboración  eon  varioi  médicos  de  Parto. 


388 

Dos  métodos  son  los  que  paede  elegir :  1.^  Colocar  los  niños  que  padecen 
tuberculosis  ligera  y  cerrada  en  familias  del  campo,  que  serian  preTenidas 
acerca  de  que  el  niño  está  enfermo,  aunque  no  es  contagioso,  y  que  recibi- 
rían una  mensualidad  suficiente  para  asegurar  el  tratamiento  hi^énico 
dietético,  la  aereación  continua  y  la  sobrealimentación.  El  niño  se^airia 
los  cursos  de  la  escuela  municipal  y  los  ejercicios  de  esta  escuela  en  la  me- 
dida que  permitiera  el  médico  encargado  de  su  vigilancia,  lo  cual  debiera 
ejercerse  sobre  todo  con  objeto  de  prever  el  momento  en  que  el  bacilo, 
puesto  en  libertad,  convirtiera  al  niño  en  contagioso.  Y  en  efecto,  cooTeo  - 
dria  prevenir  este  momento  para  no  contaminar  la  familia  que  le  hospeda* 
ra.  El  peligro  de  contaminación  es  la  gran  objeción  á  este  método  de  dis- 
tribución familiar,  objeción  capital,  puesto  que  casi  es  imposible,  hasta 
para  un  médico  muy  experto,  puntualizar  el  momento  en  que  serán  elimi- 
nados los  bacilos ;  en  este  sentido  pueden  tenerse  sorpresas  que  invaliden 
todos  los  pronósticos.  2.^'  Por  este  motivo  y  también  para  asegurar  ttn  tra- 
tamiento mejor,  mis  colaboradores  y  yo  preferimos  el  segundo  método,  que 
se  podría  ensayar  durante  algunos  años  en  un  pequeño  núníero  de  nifios, 
para  ampliarlo  en  seguida  si  los  resultados  fueran  favorables.  Los  nifios 
reconocidos  enfermos  serían  enviados  al  ci^mpo  en  un  sanatorio-escaela, 
donde  continuarían  sus  estudios,  bajo  la  estrecha  vigilancia  de  un  médico, 
el  cual,  verdadero  médico  de  sanatorio,  reglamentaria,  no  sólo  la  aereación 
y  la  alimentación  necesarias  á  la  cura,  sino  que  también  las  horas  de  tra- 
bajo, recreo,  gimnástica,  etc.  En  dos  ó  tres  años  sabríamos  á  qué  atener noa 
respecto  á  los  efectos  obtenidos.  Dos  escuelas  suburbanas,  una  de  niftaa  y 
otra  de  nifios,  bastarían  para  este  ensayo.  Se  las  podría  llamar,  si  se  qni- 
siera,  iscíielas  al  aire  libre  y  serían  un  internado  de  cura  para  los  nifios  ba* 
cilíferos. 

Al  Municipio  de  París  corresponde  mirar  por  la  salud  de  los  nifioe  enfer- 
mos de  nuestras  escuelas,  semillero  inagotable  de  tuberculosos  adultos, 
incurables.  Esta  asistencia  preventiva  de  la  infancia,  además  de  representar 
la  forma  más  apropiada  de  emplear  los  fondos  de  nuestro  erario,  ahorrarla 
muchas  vidas  humanas.—  Godina  CastkllvI. 


REAL   800IEDAD   MEDIOO-QUIBtfBGICA  D£  LONDBBB 
Séiión  del  dia  13  de  Noviembre  de  190$, 

Tratamiento  operatorio  de  la  úlcera  gástrica.— El  Dr.  W,  Hale  WhUs  dijo 
que  cuando  ocurre  la  perforación  de  la  úlcera  gástrica  es  preciso  operar  sin 
retraso.  La  operación  es  también  necesaria  en  casi  todos  los  estados  qne 
pueden  confundirse  con  la  úlcera  perforada,  excepto  la  pancreatitis  hemo- 
rrágica  aguda  y  el  histerismo ;  asi  que  conviene  operar  aunque  el  diagnós- 
tico sea  erróneo.  Se  ha  dicho  que  no  debe  operarse  durante  un  ataque  de 
hemorragia  gástrica  grave  annque  lasangre  proceda  indudablemente  de  una 
úlcera.  En  la  hemorragia  gástrica  abundantísima  que  procede  de  una  exu- 
dación sanguínea  general,  y  no  de  una  úlcera,  la  hemorragia  se  contiene 


389 

casi  siempre  con  el  tratamieDto  médico.  La  mnerte  ha  seguido  con  fre- 
ouencia  á  la  operación  annqae  se  haya  contenido  la  pérdida  de  sangnre.  Las 
adherencias  coosecatiyas  á  la  úlcera  gástrica  y  que  unen  el  estómago  con 
loB  órganos  inmediatos,  son  nna  cansa  frecuente  de  dolores  abdominales 
que  se  corrigen  casi  siempre  con  la  operación.  Según  toda  probabilidad  las 
adherencias  que  unen  el  estómago  con  el  intestino  son  las  que  producen 
más  dolor,  á  veces  de  carácter  parozistico. 

IjOS  casos  en  que  las  hemorragias  repetidas  con  ó  sin  dolor  y  dispepsia, 
quebrantan  de  tal  modo  el  estado  general  que  ponen  en  peligro  la  vida,  de- 
ben ser  operados  si  el  tratamiento  médico  ha  sido  ineficaz.  A  veces  la  ali- 
mentación rectal  se  prolonga  indebidamente  en  estos  casos;  es  siempre  una 
alimentación  de  inedia.  La  alimentación  subcutánea,  como  auxiliar  de  la 
rectal,  no  suele  emplearse  lo  que  debiera. 

La  dilatación  excesiva  del  estómago  cuando  no  depende  del  cáncer,  es 
debida  casi  siempre  á  una  úlcera  situada  cerca  del  piloro.  En  estos  casos 
el  tratamiento  médico  suele  Ser  ineficaz,  obteniéndose  en  cambio  algün  re*- 
sultado  con  la  gastroyeyunostomía.  Las  dilataciones  menos  acentuadas  que 
no  dependan  de  una  ulceración,  se  corrigen  casi  siempre *con  el  tratamien- 
to médico. 

Respecto  á  las  operaciones  en  general  no  hay  una  sola  que  no  exponga  á 
algún  peligro.  Unas  veces  la  operación  va  seguida  de  alivio  y  otras  hay 
después  de  la  gastroyeyunostomía,  vómitos  por  regurgitación.  El  trata- 
miento operatorio  está  más  indicado  cuando  sé  trata  de  un  enfermo  de  más 
de  treinta  años,  que  presenta  síntomas  evidentes  de  úlcera.  Las  operacio- 
nes sobre  el  estómago  por  síntomas  independientes  de  úlcera  ó  de  neopla* 
sia  no  son  eficaces,  y  á  veces  hasta  empeoran  el  estado  del  enfermo. 

El  Dr.  Mayo  Robaon  manifestó  que  había  practicado  más  de  600  opera- 
ciones gástricas  y  que  se  ocuparía  de  las  indicaciones,  limitaciones  y  re- 
sultados ulteriores  de  la  operación,  en  la  úlcera  del  estómago,  y  en  doe  ó 
tres  de  sus  complicaciones  principales. 

La  úlcera  gástrica  es  una  enfermedad  mucho  más  grave  de  lo  que  suele 
suponerse  y  se  cree  más  de  lo  debido  en  la  eficacia  del  tratamiento  médico. 

Leu  be  dice  que  la  mitad  ó  las  tres  cuartas  partes  de  los  casos  de  este  gé- 
nero curan  en  cuatro  ó  cinco  semanas  de  tratamiento;  pero  si  no  curan  en 
este  tiempo,  no  son  susceptibles  de  curar  por  el  tratamiento  médico  sólo. 
Esta  afirmación  ha  sido  refutada  por  Bulstrode,  quien  en  500  casos  de  úl  - 
cera  observados  en  el  London  Hospital  desde  1897  á  1902,  ha  visto  morir  el 
18  por  loó  de  loe  enfermos  sometidos  al  tratamiento  médico.  En  esta  esta- 
dística no  se  incluyen  los  casos  de  úlcera  con  complicaciones  graves,  este- 
nosis pilórica,  etc.  Del  82  por  100  de  los  casos  curados,  calcula  Bulstrode 
que  en  las  doá  quintas  partes  suele  haber  recidiva,  porque  de  los  500  enfer- 
mos tratados,  211  cuando  menos  volvieron  á  padecer  úlcera  una  á  cuatro 
veces.  Las  observaciones  más  modernas  hechas  por  Paterson  y  Rhodes  en 
el  London  Temperance  Hospital  en  150  enferúios  de  las  clínicas  de  Soltau 
y  Fenwick,  son  más  convincentes,  porque  prueban  que  la  proporción  de  cu- 
raciones verdaderas  en  los  casos  de  úlcera  gástrica,  aun  después  del  trata- 
miento prolongado  por  la  alimentación  y  la  quietud  en  el  hospital,  es  i  ufe* 
rior  al  25  por  100. 


390 

Desde  el  punto  de  rista  del  tratamiento,  las  úlceras  gástricas  te  diridea 
en  agudas  y  crónicas.  En  las  primeras  el  tratamiento  debe  ser  ^  principio 
médico;  pero  si  después  de  cuatro  ó  seis  semanas  de  dieta  láctea,  seguido  de 
un  período  de  dos  ó  tres  meses  de  alimentación  moderada,  no  cura  el  en- 
fermo, d^be  pensarse  en  la  interTención  quirúrgica.  En  la  úlcera  crónica  ó 
recidivante,  si  el  tratamiento  médico  es  ineficaz  ó  hay  recidiva  despaéa  de 
una  ligera  mejoría,  debe  recurrirse  líos  medioe  quirúrgicos. 

El  tratamiento  quirúrgico  de  la  úlcera  gástrica  puede  ser  directo  ó  inde- 
recto.  El  primero  comprende  la  extirpación  de  la  úlcera  ó  de  la  zona  ul* 
corada.  Por  tratamiento  indirecto  se  comprende  la  gastroenteroetomia  ó  sus 
modificaciones,  operaciones  destinadas  á  corregir  la  obstrucción  y  á  mante- 
ner en  quietud  fisiológica  el  estómago. 

La  operación  directa  fué  practicada  primeramente  en  1881  por  Bydigier. 
En  9  operaciones  de'ezcisión  de  la  úlcera  practicadas  por  el  Dr.  MayoRob- 
son.  obtuvo  la  curación  inmediata,  pero  en  2  hubo  recidiva  y  en  1  se  ignora 
el  resultado. 

Mansell  Moullin,  Keetty  y  Sinclair  White  citan  también  recidivas  des* 
pues  de  esta  operkción. 

Cree  Mayo  Robson  que  la  extirpación  de  la  zona  ulcerada  se  practicará 
más  cada  vez,  porque  según  manifestó  en  su  Brad»haw  Lecturt^  en  el 
59^S  por  100  de  sus  casos  de  cáncer  del  estómago  había  antecedentes  de  úl- 
cera crónica.  Graham  dice  que  se  han  descubierto  antecedentes  de  úlcera 
en  el  86  por  100  de  los  casos  de  cáncer  gástrico  operados  en  la  clínica  Bo- 
chester,  y  pruebas  evidentes  de  cáncer  desarrollado  sobre  una  úlcera  en  el 
80  por  100  de  las  últimas  40  gastrectomías  parciales.  Es  un  argumento  de 
gran  peso  en  favor  de  la  operación  radical. 

La  piloroplastia  inventada  en  1886  por  Heinecke  y  perfeccionada  pdr  Hí> 
kulicz  en  1887,  aunque  excelente  en  principio  y  satisfactoria  y  sencilla  en 
la  práctica,  suele  ser  seguida  de  recidiva  en  bastantes  casos.  Mayo  Robson 
ha  practicado  28  piloroplastias  con  éxito  inmediato  en  27;  1  enfermo  murió 
á  los  quince  días.  El  resultado  sólo  fué  perfecto  en  16;  8  tuvieron  (|ue  ser 
operados  de  nuevo;  1  recayó  y  murió  de  tetania  aguda,  y  2  padecieron  cán- 
cer gástrico.  De  21  de  W.  J.  Mayo,  7  exigieron  una  nueva  operación.  Ru* 
therford  Morison  ha  observado  4  recidivas  en  28  casos. 

La  modificación  de  la  piloroplastia  inventada  por  Finney  y  mejorada  por 
Gould,  de  Boston,  por  la  que  se  obtiene  una  abertura  mayor  del  estómago 
en  el  duodeno,  está  aún  en  ensayo;  es,  al  parecer,  una  operación  grate 
cuando  existen  grandes  adherencias  entre  el  piloro  y  el  duodeno.  En  58 
casoe  operados  por  W.  J.  y  G.  Mayo,  la  mortalidad  fué  de  7  por  100,  y  de 
9  por  100  en  112  casos  coleccionados  por  Finney,  Mayo  Robson  no  tiene  ex- 
periencia personal  respecto  á  la  operación  de  Finney,  puesto  que  prefiere 
la  gastroenterostomía;  pero  Munro,  de  Boston,  la  ha  abandonado  por  inefi- 
caz, y  W.  J.  Mayo  dice  que  sólo  es  útil  en  ciertos  casos. 

La  gastroenterostomía  practicada  primero  en  1881  por  Wdfler  á  ioatsa- 
eia  de  Nicoladini,  en  un  caso  de  obstrucción  cancerosa  del  piloro,  ñié  en* 
picada  primeramente  por  Doyen  en  1898  en  el  tratamiento  de  la  úlcera,  y 
por  Taima  en  el  mismo  afio;  ambos  cirujanos  sacaron,  independientemeoi^ 

^  de  otro,  la  conclusión  de  que  la  estenosis  espasmódica  del  piloro  es  el 


391 

factor  principal  que  mantiene  la  hiperacidez  y  la  falta  de  quietud  que  im- 
piden la  curación  de  las  dlcerae  gástricas. 

Los  resultados  ulteriores  de  la  operación  en  la  úlcera  del  estómago  y  del 
duodeno,  son  notables.  El  dolor  desaparece,  los  alimentos  son  retenidos  en 
el  estómago,  los  vómitos  cesan  y  el  estado  general  tarda  poco  en  mejorar. 
Los  resultados  desfavorables  que,  según  se  dice,  sobrevienen  después  de  la 
operación,  pueden  evitarse  empleando  una  técnica  correcta.  La  muerte  por 
astenia  es  imposible,  porque  puede  principiarse  á  alimentar  al  enfermo 
inmediatamente  después  de  operado.  El  peligro  de  la  hemorragia  primitiva 
se  evita  completamente  por  las  suturas  continuas  que  rodean  los  bordes  de 
la  abertura  entre  las  dos  visceras.  La  hemorragia  secundaria  por  úlceras 
preexistentes  no  es  posible  siempre  evitarla.  La  única  complicación  quizá 
inevitable,  pero,  por  fortuna,  rarísima,  es  la  úlcera  pépsica  del  yeyuno, 
debida,  al  parecer,  al  jugo  gástrico  excesivamente  ácido  que  pasa  directa- 
mente al  yeyuno.  Mayo  Robson  sólo  ha  observado  un  caso  de  úlcera  pepsi- 
ea  duodenal  en  200  gastroenterostomias  posteriores,  lo  que  prueba  que  este 
peligro  es  muy  remoto.  A  su  juicio,  puede  evitarse  haciendo  la  abertura 
suficientemente  amplia  para  evitar  la  estancación  de  los  alimentos  en  el 
estómago,  administrando  substancias  alimenticias  adecuadas  y  empleando 
después  de  la  operación  el  tratamiento  de  la  hiperclorhidria. 

Las  complicaciones  son  más  frecuentes  después  de  la  gastroenterosto- 
mia  anterior  que  de  la  posterior,  porque  en  el  primer  caso  el  asa  del  yeyu- 
no es  más  larga.  Respecto  á  la  técnica,  no  cree  Mayo  Robson  que  la  incisión 
debe  ser  elíptica;  basta  que  tenga  5  centímetros  de  diámetro  y  que  esté  lo 
más  cerca  posible  del  borde  inferior  del  estómago.  Tampoco  es  preciso  ex- 
tirpar la  mucosa,  pero  si  que  la  del  estómago  y  la  del  yeyuno  se  pongan  en 
contacto  íntimo  por  medio  de  una  sutura  marginal  continua  que,  con  fines 
hemostáticos,  debe  comprender  todas  las  túnicas. 

Para  calcular  la  mortalidad  de  la  gastroenterostomia  en  la  úlcera  sim- 
ple, cree  Mayo  Rohson  conveniente  separar  los  casos  de  úlcera  complicada 
con  hemorragia  ó  estómago  bilobulado.  La  estadística  siguiente  comprende 
los  resultados  de  la  gastroenterostomia  por  úlcera  y  sus  complicaciones 
(excluyendo  la  peritonitis  por  perforación),  según  el  plan  seguido,  en  el  In- 
forme del  Hospital  de  Santa  María,  Rochester,  Minnesota. 

W.  J.  Mayo  ha  practicado  807  gastroyeyunostomías  por  úlcera  simple, 
con  una  mortalidad  de  6  por  100;  en  las  últimas  81  operaciones  de  la  serie, 
sólo  perdió  un  enfermo.  En  el  Informe  del  Hospital  de  Santa  María  (1905), 
en  100  gastroyeyunostomías  por  úlcera,  la  mortalidad  fué  de  1  por  100. 

En  la  British  Medical  Association  (1905),  Moynihan  expuso  los  resultados 
de  su  experiencia  hasta  dicha  fecha.  En  171  gastroyeyunostomías  por  úl- 
cera crónica  tuvo  2  muertes;  en  27  casos  en  los  que  la  hemorragia  fué  el 
síntoma  predominante  hubo  4  muertes:  en  8  casos  de  estómago  bilobulado, 
en  los  que  practicó  la  gastroyeyunostomía,  murieron  3  enfermos.  En  total, 
206  casos  de  úlcera  complicada  con  9  muertes,  ó  sea  el  4*^  por  100.  Res- 
pecto al  resultado  final,  hubo  82  por  100  de  curaciones  y  el  14  por  100  de 
alivios.  Hartmann  cita  en  su  práctica  el  6  por  100  de  muertes  y  el  90  por 
100  de  curaciones.  Yon  Eiselberg  ha  obtenido  el  90  por  100  de  curaciones; 
Kotgans,  de  Amsterdam,  indica  como  peligro  inmediato  de  la  operación. 


392 

en  BU  prictica,  el  5  por  100,  y  de  curación  permanente  el  80  por  100.  Majo 
Robson  ha  practicado  la  gastroenterotftomia  posterior  en  210  caeos,  de  los 
que  curaron  202,  loque  da  una  mortalidad  operatoria  de  8*8  por  100.  Ochs- 
ner,  Murpliy,  Deaver,  Eocher,  Munro,  Brewer,  Littlwood,  Montprofit  y 
otros  cirnjanos,  han  obtenido  también  resultados  excelentes. 

Mayo  Robson  cree  que  las  únicas  complicaciones  de  la  úlcera  en  las  que 
merece  discutirse  el  tratamiento  operatorio  son :  la  perforación,  la  hemo- 
rragia, la  contracción  del  estómago  en  forma  de  reloj  de  arena,  la  dilata* 
ción  debida  á  la  estenosis  pilórica,  la  tetania  y  la  perigastritis. 

Según  algunos  autores,  la  perforación  ocurre  en  el  12  á  23  por  100  de  los 
casos  de  úlcera  gástrica,  y  es  fatal  el  95  por  100  de  las  Teces  si  no  se  em- 
plean los  medios  quirúrgicos.  En  los  casos  operados  en  las  doce  horas  des- 
pués del  accidente,  la  mortalidad  es  de  25  á  28  por  100,  de  68  por  100  en 
los  que  se  operan  de  las  doce  á  las  yeinticuatro  horas,  de  86  por  100  en  los 
operados  en  las  veinticuatro  á  treinta  y  seis  horas,  y  de  95  i  100  por  100  en 
los  que  se  operan  después;  el  tratamiento  puramente  médico  da  las  mis- 
mas probabilidades  de  curación.  En  11  casos  operados  el  afio  último  á  poco 
del  accidente,  el  Dr.  Tk.  Sinclair-Eir  no  perdió  un  solo  enfermo. 

No  cree  Mayo  Robson  que  sea  preciso  extirpar  la  úlcera  al  operar.  Basta 
doblar  bien  loe  borde?  de  la  ruptura,  confrontarlos  perfectamente  por  me- 
dio de  una  sutura  serosa  continua,  y  si  es  posible  aplicar  encima  un  inger- 
to de  epiplón.  La  cavidad  del  peritoneo  la  lara  con  una  disolución  salina 
normal  caliente,  y  hace  el  desagüe  suprapubiano.  Como  en  una  tercera 
parte  de  los  casos  fatales  se  encontró  más  de  una  úlcera,  y  en  el  20  por  100 
de  las  úlceras  perforadas  las  perforaciones  eran  múltiples  (Finney)  y  mu- 
chos casos  que  curan  de  la  operación  padecen  después  síntomas  gástri- 
cos y  hasta  una  nueva  perforación,  merece  pensarse  la  conveniencia  de 
practicar  á  la  vez  la  gastroenterostomia.  Los  casos  en  que  Re  ha  practicado 
esta  operación  son  poco  numerosos,  pero  los  resultados  no  han  podido  ser 
más  satisfactorios.  La  úlcera  gástrica  simple  se  complica  con  hemorragia 
en  el  50  á  80  por  100  de  los  casos,  y  ésta  es  fatal  en  el  8  al  11  por  100.  Desde 
el  punto  de  vista  del  tratamiento,  conviene  dividir  los  casos  en  dos  clases: 

1.*  Los  ataqaes  agudos,  siempre  alarmantes,  y  á  veces,  aunque  raros, 
fatales,  que  sobrevienen  sin  síntomas  prodrómicos  de  la  úlcera ;  cuando 
recaen  en  mujeres  anémicas  jóvenes,  suelen  cesar  espontáneamente  ó  á 
beneficio  del  tratamiento  y  no  tiepden  á  la  recidiva. 

2.*  Los  ataques  asociados  ó  precedidos  de  síntomas  evidentes  de  úlcera, 
que  pueden  ser :  a)  agudos  rápidamente  mortales;  b)  agidos  que  desapare* 
cen  temporalmente  y  se  reproducen  á  las  pocas  horas  ó  días  ó  después  de 
periodos  más  largos;  c)  hemorragias  crónicas,  á  veces  poco  abundantes, 
pero  que  conducen  á  la  anemia  por  su  repetición. 

El  tratamiento  quirúrgico  de  la  hematemesis  puede  ser  directo  ó  indirec- 
to. Se  entiende  por  tratamiento  directo :  a)  la  excisión  de  la  úlcera  ó  de  la 
zona  ulcerada;  b)  la  contención  de  la  hemorragia  por  ligadura  de  los  vasos 
que  dan  sangre,  por  cauterización  de  la  úlcera  ó  por  ligadura  de  la  mucosa 
en  masa.  El  método  indirecto  es  la  gastroenterostomia. 

En  estos  casos  deben  tenerse  en  cuenta  las  reglas  siguientes  de  trata** 
miento : 


393 

1.*  Bu  caso  de  hematemesiB  agada  por  úlcera  ó  eroeión  cuando  el  prin- 
cipio de  la  hemorragia  es  repentino  y  no  hay  antecedentes  de  úlcera,  de- 
ben ensayarse  loe  medios  médicos  y  generales,  y  si  la  pérdida  de  sangre  se 
contiene  á  consecnencia  de  la  quietud  y  del  tratamiento  general,  no  deben 
emplearse  los  medios  quirúrgicos,  pero  si  continuar  el  tratamiento  hasta  la 
curación  ^de  la  úlcera. 

2/  Guando  la  hemorragia  recidiya  ó  persiste  á  pesar  del  tratamiento»  es- 
tán indicados  los  medios  quirúrgicos. 

8.*  En  la  hemorragia  abundante  ó  no  por  úlcera  crónica,  está  indicado 
el  tratamiento  quirúrgico,  tanto  para  contener  la  pérdida  de  sangre,  como 
para  curar  la  úlcera. 

4.*  Gomo  el  peligro  de  la  operación  es  menor  en  los  intervalos  que  du- 
rante la  hemorragia,  conviene  contener  ésta  antes  de  operar;  pero  si  la 
pérdida  de  sangre  es  persistente,  no  debe  diferirse  la  operación  porque 
puede  hacerse  imposible  d  se  retrasa. 

Ha  operado  cuatro  casos  durante  la  hemorragia,  curando  los  cuatro,  y 
22  en  los  intervalos;  de  los  22  enfermos  murió  uno  por  extenuación  á  la  se- 
mana de  operado. 

En  la  estenosis  pilórica  y  dilatación  gástrica  consecutiva,  cuando  los  sín- 
tomas son  ligeros,  se  obtiene  algún  alivio  con  la  alimentación  semilíquida 
y  el  lavado  del  estómago,  pero  en  cuanto  los  síntomas  se  acentúan,  es  per- 
der el  tiempo  perseverar  en  el  empleo  de  estos  medios,  excepto  cuando  la 
estenosis  es  consecutiva  á  una  úlcera  sifilítica  ó  á  un  goma,  que  tardan  poco 
en  curar  por  el  tratamiento  especifico.  El  tratamiento  quirúrgico  es  el 
único  eficaz  porque  suprime  la  causa  de  la  estenosis  ó  forma  un  nuevo  con- 
ducto por  el  que  el  contenido  del  estómago  pasa  al  intestino. 

Es  posible  en  ciertos  casos  suprimir  la  causa  de  la  estenosis  dividiendo 
las  bridas  ó  adherencias  peritoneales  ó  extirpando  un  tumor  que  obstruye 
el  plloro,  pero  las  más  de  las  veces  es  preciso  ensanchar  el  orificio  pilórico 
estrechado  ó  practicar  la  gastroenterostomla. 

Las  operaciones  más  eficaces  son :  1.^,  la  pilorodiosis  ó  dilatación  forzada 
del  plloro;  2.%  la  piloroplastia ;  8.",  la  operación  de  Finney;  4.%  la  gastro- 
duodenostomla  de  Eocher;  5.*,  la  pilorectomia;  6/,  la  gastroyeyunostomia. 

La  mayoría  de  los  cirujanos  concuerdan  en  que  la  gastroyeyunostomia  es 
el  procedimiento  preferible  en  estos  casos,  no  sólo  por  ser  menos  peligrosa, 
sino  por  los  resultados  satisfactorios  que  se  obtienen  con  ella,  porque  la 
mortalidad  es  inferior  al  8  por  100  y  los  casos  aliviados  ó  curados  se  elevan 
al  90  por  100. 

Aunque  la  pilorectomia  ó  gastrectomia  parcial  es  una  operación  mucho 
más  grave  que  la  gastroenterostomla,  hay,  no  obstante,  cierta  clase  de  ca- 
sos de  estenosis  pilórica  complicada  con  tumor  en  los  que  no  puede  decirse 
si  éste  es  ó  no  canceroso.  Guando  la  obstrucción  del  plloro  coincide  con  un 
tumor,  debido  á  una  enfermedad  inflamatoria,  es  casi  seguro  que  ha  con- 
traído adherencias  con  la  cara  inferior  del  hígado  ó  el  páncreas,  y  entonces 
la  pilorectomia  es  dificilísima  y  arriesgada.  En  estos  casos  es  preferible  la 
gastroenterostomla  en  la  esperanza  de  que  con  la  quietud  se  obtenga  la  re- 
solución del  tumor. 

Respecto  á  la  pilorodiosis,  aunque  recomendada  y  practicada  por  Loreta 

80 


394 

en  algunos  cmob  de  estrechez  eicatrízal  del  pfloro,  es  un  procedÍBdenkoqiie 
no  debe  recomendarse,  pues  si  bien  ha  prodacido  bnenoe  resaltados  en  Ti- 
rios espasmos  pilóneos  simples,  es  más  peligrosa  qne  la  gasiroenteroslomift 
7  que  la  piloroplastia.  Mayo  Robson  cree  qae  la  operación  de  Lweia  sólo 
está  indicada  en  la  estenosis  congénita  del  plloro. 

El  tratamiento  dto  la  tetania  gástrica,  nombre  que  aplicó  el  Dr.  líayo 
Robson  á  todos  los  casos  de  tetania  j  de  espasmos  tetanóideo8«  dependien- 
tes de  enfermedades  del  estómago,  es  esencialmente  quirúrgica,  según  d^ 
mostró  por  yez  primera  dicho  cirujano  en  un  articulo  publicado  en  7%é 
Lancet  (26  noyiembre  1898).  La  tetania  gástrica,  tratada  por  los  medioe 
médicos,  es  casi  siempre  fatal,  fin  cambio  los  medios  quirúrgicos  corrigen 
siempre  la  enfermedad,  permitiendo  al  estómago  raciar  su  contenido.  Para 
corregir  la  obstrucción  son  necesarios  los  medios  quirúrgicos.  En  los  easoe 
sencillos  son  preferibles  la  piloroplastia  ó  la  gastroenterostomia;  en  los 
malignos  debe  practicarse  la  gastrectomia  parcial  ó  la  gastroenterostomia, 
según  las  circunstancias. 

El  estómago  bilobulado  debe  su  origen  á  una  enfermedad  orgánica — ^úl* 
cera  gástrica  crónica,  cáncer  ó  perigastritis, — ^pero  en  la  mayor  parte  de  loe 
casos  es  debido  á  la  retracción  cicatrizal  consecutiya  á  una  úlcera.  Puede 
ser  también  congénito,  pero  Mayo  Robson  no  ha  obserrado  un  caso  de  este 
género  en  más  do  1.000  operaciones  que  ha  practicado  en  la  parte  superior 
del  abdomen,  en  las  que  pudo  Terse  el  estómago. 

El  tratamiento  quirúrgico  es  el  único  eficaz  en  esta  enfermedad.  Pueden 
practicarse :  1.*",  la  gastroplasia ;  2.<*,  la  gastroenterostomia;  8.*,  la  gaeiro- 
lisis;  4.*,  la  gastrogastrotomia;  5.*,  la  extirpación  del  área  ulcerada  ó  la 
gastrectomia  parcial;  6.**,  la  dirulsión  de  la  estrechez;  y  7.*,  la  yeyunoe- 
tomia. 

Como  esta  enfermedad  suele  estar  asociada  á  una  ulceración  aetira  en 
el  centro  del  estómago,  la  operación,  para  que  sea  eficaz,  necesita  asegurar 
el  desagüe  de  las  dos  bolsas  gástricas,  á  fin  de  que  puedan  curar  las  úlce- 
ras. Mayo  Robson  ha  practicado  la  gastroenterostomia  posterior  en  siete 
casos  de  estómago  bilobulado,  curando  todos  los  enfermos.  La  gastroplasia 
la  ha  practicado  en  diez  enfermos.  Todos  ellos  curaron  de  la  operación. 
Seis  disfrutan  excelente  salud  tres  á  seis  años  después  de  operados;  en  uno 
se  desconoce  el  resultado;  uno  tuyo  que  ser  operado  de  nuero  de  gasiroen* 
terostomia  á  los  dos  aftos ;  uno  disfrutó  buena  salud  por  espacio  de  cuatro 
afios,  pero  se  reprodujo  la  ulceración  y  murió  de  hematemesis;  uno  padece 
de  cuando  en  cuando  gastralgias,  si  bien  no  necesita  asistencia  médica. 

Puesto  que  la  gastroplasia  ha  sido  seguida  del  25  por  100  de  recidiyas  y 
la  gastrotomia  del  80  por  100,  mientras  que  la  gastroenterostomia  sola  da 
mejores  resultados  y  la  combinación  de  las  dos  primeras  operaciones  con  la 
gastroenterostomia  es  siempre  eficaz,  es  indudable  que,  sea  cual  fuere  el 
procedimiento  que  se  adopte  para  abrir  una  comunicación  entre  las  dos 
cayidades  gástricas,  la  gastroenterostomia  debe  formar  siempre  parte  de 
la  operación,  para  que  la  úlcera,  que  origina  la  enfermedad,  pueda  curar. 

La  perigastritis  es  una  de  las  complicaciones  más  importantes  de  la  úl- 
cera, á  causa  de  las  adherencias  que  origina.  Las  adherencias  deben  des* 
truirse,  pero  suelen  yolyer  á  formarse,  excepto  cuanda  los  superficies 


395 

ementas  se  eabren  de  un  ingerto  de  epiplón  ó  de  peritoneo.  La  gastrolisís 
simple,  ó  rotura  de  las  adherencias,  es  inofensiva,  y  en  machos  casos  pro- 
duce resultados  excelentes ;  en  los  casos  grayes  suele  ser  seguida  de  recidi* 
ya,  7  entonces  la  gastroenterostomia  posterior  es  útilísima;  cuando  las 
adherencias  son  muy  extensas  é  interesan  la  pared  posterior,  la  operación 
de  Ronx,  anterior,  es  el  procedimiento  preferible. 

El  Dr.  Dyce  Duckworth  dijo  que  en  la  hemorragia  gástrica  de  las  muje- 
res jóvenes  casi  nunca  es  necesaria  la  intervención  operatoria.  Es  raro  que 
esta  hemorragia  sea  fatal,  como  ocurre  con  la  hemoptisis.  La  pérdida  de 
sangre  se  contiene  con  el  tratamiento  ordinario.  Procede  más  veces  de 
una  erosión  que  de  fisuras  ó  puntos  hemorrágicos  de  la  mucosa  gástrica.  La 
gastroenterostomia  es  un  buen  recurso  en  muchos  padecimientos  gástri- 
cos, incluso  la  úlcera  crónica,  la  dilatación,  etc.  No  cree  que  la  alimenta- 
ción rectal  sea  deficiente  y  conduzca  á  la  inedia.  El  tratamiento  de  la 
úlcera  gástrica  debe  prolongarse  mucho  más  de  lo  que  suele  hacerse. 

El  Dr.  Moynihan  presentó  una  estadística  de  los  casos  de  úlcera  simple 
del  estómago  que  ha  operado  hasta  septiembre  de  1906.  La  forman  un  total 
de  884  operaciones.  Tuvo  27  casos  de  úlcera  perforada;  de  los  18  primeros 
murieron  7  enfermos  y  de  los  14  últimos  2.  Llamó  la  atención  sobre  el 
hecho  de  que  cuando  ocurre  la  perforación,  aunque  el  dolor  sea  excesivo 
no  hay  colapso,  el  número  de  pulsaciones  no  se  eleva,  ó  se  eleva  ligera- 
mente, y  no  se  observa  rigidez  abdominal.  Estos  síntomas  no  se  presentas 
•  hasta  dos  horas  ó  más  después  del  accidente.  El  diagnóstico  debe  hacerse 
por  los  antecedentes  de  la  úlcera:  aparición  repentina  y  persistencia  de  un 
dolor  intolerable,  limitación  de  Jos  movimientos  abdominales  al  respirar, 
sensibilidad  de  la  piel  del  abdomen  y  resistencia  á  la  palpación  profunda. 
En  la  mayor  parte  de  los  casos  es  preciso  apreciar  con  exactitud  el  sitio  de 
la  ulceración  y  hacerse  la  incisión  á  la  derecha  ó  á  la  izquierda,  según  sea 
mejor  para  poner  la  úlcera  al  descubierto. 

La  gastroenterostomia,  además  de  la  oclusión  de  la  úlcera,  es  necesaria 
siempre  en  la  perforación  duodenal  y  en  los  casos  en  que  la  oclusión  de  la 
úlcera  produce  estrechez  del  estómago,  pero  no  en  las  demás  circunstan- 
cias. Sólo  ha  practicado  seis  veces  la  gastroenterostomia,  curando  cinco 
enfermos. 

La  hemorragia  hace  precisa  la  operación  inmediata  únicamente  en  los 
casos  en  que  recidiva  á  intervalos  cada  vez  más  cortos  y  en  mayor  abun- 
dancia. La  gastroenterostomia  ha  bastado  en  muchos  casos  para  contener 
la  pérdida  de  sangre;  á  ser  posible,  debe  extirparse  la  úlcera,  y  mejor  aún 
reuniría  como  si  estuviera  perforada.  Sus  operaciones  de  esta  serie  com- 
prenden 88  casos  con  seis  muertes. 

En  la  úlcera  crónica  del  estómago  sólo  ha  empleado  de  ordinario  la  gas-, 
troenterostomia,  de  preferencia  la  posterior.  Bi  la  úlcera  está  situada  en 
ó  cerca  del  piloro  y  produce  obstrucción,  la  gastroenterostomia  da  resul- 
tados excelentes.  Todas  las  úlceras  del  duodeno  y  las  del  estómago  próxi- 
mas al  pilero  deben  plegarse.  Las  de  la  curva  menor  deben  plegarse  ó  ex- 
oindirse. 

La  gastrolisís  es  una  operación  poco  útil ;  si  las  adherencias  dificultan 
los  movimientos  del  estómago  son  preferibles  otras  operaciones,  y  si  no  los 


j 


396 

diticaltan,  la  gastrolisis  es  innecesaria.  Jamás  ha  practicado  la  piloroplaa- 
tía.  Esta  serie  comprende  248  operaciones  con  dos  mnertes,  ó  sea  el  0^8 
por  100  de  mortalidad.  En  las  últimas  151  operaciones  no  ha  perdido  üd 
solo  enfermo.  De  estos  248  enfermos  operados  curaron  234,  el  resultado  fáé 
indiferente  en  10  y  nulo  en  4.  Ha  operado  26  yeces  enfermos  con  estómago 
bilobnlado,  lo  que  prueba  que  esta  complicación  es  más  coman  de  lo  qae 
se  cree,  aunque  es  una  de  las  que  pueden  y  deben  ser  eyitadas. 

(Thé  BritUh  Med.  Journal),— ¥.  Toledo. 


800IBDAD   DB  MEDICINA   DB   BBSLÍN 
8€tián  del  7  de  Novimnbré  de  Í906. 

Cáleulo  vesical  do  origen  externo.— El  Dr.  Roihéchild  presenta  un  joyen  de 
yeintiún  afios,  el  cual  solicitó  su  asistencia  hace  algunas  semanas,  porque 
yenla  padeciendo  de  dolores  muy  yiolentos  en  la  región  del  periné  y  de  la 
rai£  del  pene,  que  hablan  quebrantado  mucho  su  estado  general  y  de  in- 
continencia continua  de  orina.  Esta  contenia  pus  y  sangre,  y  también  saliA 
algo  de  sangre  por  el  ano.  La  sonda  de  Nelaton  penetró  sin  dificultad,  pero 
en  la  yejiga  no  cabían  80  centímetros  cúbicos  de  líquido.  Con  el  empleo  de 
los  narcóticos  y  los  layados  yesicales  se  aclaró  la  orina  y  aumentó  la  capa- 
cidad de  la  yejiga;  pero  á  todo  esto  seguían  los  dolores  y  alguna  que  otra 
yez  aún  salía  por  el  periné  un  poco  de  sangre.  Entonces  fué  cuando  confe- 
só el  paciente  al  fin  que  hacia  mucho  tiempo  se  había  introducido  en  la 
uretra  un  tubo  blando  lleno  de  cera,  habiendo  quedado  dentro  esta  última 
al  sacar  el  tubo.  Con  el  examen  radiográfico  se  comprobó  la  existencia  de 
una  concreción.  El  autor  practicó  la  talla  hipogástríca,  extrajo  el  cálculo 
y  cosió  la  yejiga.  El  éxito  fué  completo  y  el  paciente  está  curado  del  todo. 

Estreciioz  do  la  uretra  y  rotoneián  nrlnaria.— El  Dr.  B^rgmann  da  cuenta 
de  un  caso  de  estrechez  uretral,  en  el  que  después  de  la  dilatación  gradual 
de  la  misma  descubrió  por  casualidad  un  cálculo,  cuyo  origen  había  que 
atribuirlo  á  parafina  que  había  penetrado  en  la  yejiga. 

En  Bruselas  había  tratado  una  mujer  de  combatirla  estreches  por  medio 
de  la  inyección  de  parafina. 

Qneratitls  paronquimatosa.^El  Dr.  4%Ad/«r 'presenta  una  enferma  oon 
queratitis  parenqui matosa  curada.  La  afección  no  es  de  origen  sifilítico  y 
se  la  teme  mucho  por  su  rebeldía.  En  el  caso  presente  se  hizo  pasar  una 
corriente  galyánica  á  trayés  de  la  opacidad;  dos  agujas  de  catarata,  cuyas 
puntas  fueron  sumergidas,  la  una  en  mercurio  y  la  otra  en  tintura  de  yodoi 
sinrieron  como  electrodos.  La  corriente  tenía  la  intensidad  de  dos  miliam- 
perios.  Muy  'pronto  empezó  á  aclararse  la  opacidad,  y  á  los  catorce  días  la 
enferma  estaba  completamente  curada. 

Lesión  traumática  eolootiva  ocasionada  por  loo  rayos  eléotrlcos.— El  doctor 
CrMitzer  refiere  el  hecho  siguiente:  En  una  fábrica  se  hacían  soldaduras 
por  medio  de  la  electricidad,  utilizando  para  ello  corrientes  eléctricas  mvLf 
fuertes.  Para  ello  se  hacía  pasar  á  trayés  de  una  gran  pieza  de  hierro  in- 


397 

tereaUda  en  el  circaito,  un  arco  yoltáico  muy  intenso  y  muy  caliente,  que 
partía  de  nn  Táatag^o  de  carbón.  Estos  trabajos  se  ejecutaban  ai  aire  libre 
en  un  ángulo  del  patio  de  la  fábrica.  A  nnos  cinco  metros  de  dicho  sitio 
pasa  él  camino  que  conduce  al  retrete.  De  los  obreros  que  hablan  pasado 
como  transeúntes  por  dicho  camino,  no  de  los  que  se  habían  ocupado  en  la 
mencionada  tarea,  enfermaron  12  en  la  noche  siguiente  con  violentos  dolo- 
res de  ojos.  A  la  mafiana  siguiente  se  presentaron  dichos  obreros  al  autor, 
quejándose  todos  ellos  de  dolores  muy  intensos,  fotofobia,  lagrimeo,  hin- 
chazón de  la  conjuntiva  y  de  los  párpados  y  además  de  una  muy  ligera  opa- 
cidad de  la  córnea;  los  medios  refringentes  estaban  intactos  y  el  fondo  del 
ojo  un  poco  rubicundo.  Se  trataba  en  todos  los  obreros  del  cuadro  clínico 
bien  conocido  de  la  oftalmía  eléctrica,  afección  que  retrogradó  á  los  po- 
008  días. 

Se  deduce  de  este  sucedido  que  en  fábricas  como  la  mencionada  hay  qu6 
poner  loe  medios  necesarios  para  resguardar  de  tales  accidentes,  no  sólo  á 
loe  obreros  que  se  ocupan  en  semejantes  tareas,  sino  además  á  los  que  tie- 
nen que  pasar  no  muy  lejos  de  la  aona  peligrosa. 

La  prueba  mejor  de  que  en  los  casos  referidos  la  oftalmía  no  ha  sido  pro* 
Yocada  por  loe  rayos  caloríficos,  la  tenemos  en  que  se  presentó,  no  en  los 
obreros  que  estaban  muy  cerca  del  sitio  donde  se  trabajaba,  sino  en  aque* 
líos  que  pasaban  á  alguna  distancia  del  mismo.  Hay  que  pensar  más  bien 
en  loe  rayos  químicos  ultravioletas  y  á  ello  nos  induce  también  la  circuns- 
tancia de  que  en  ninguno  de  los  casos  observados  se  presentaron  imágenes 
consecutivas. 

Bl  Dr.  Hirschberg  dice  que  en  su  concepto  todos  los  rayos  pueden  afectar 
al  ojo  de  un  modo  perjudicial  y  que  en  las  profesiones  que  son  peligrosas 
por  la  causa  mencioDada,  se  deben  emplear  mecanismos  protectores. 

Tamor  dol  lóbulo  occipital;  oporacián;  curtoián.— El  Dr.  H,  Oppenheim  na- 
rra el  caso  siguiente :  Ün  comerciante  de  treinta  y  cinco  años  enfermó  en 
marzo  del  año  corriente,  con  dolores  en  la  cabeza  y  más  especialmente  ^n 
el  occipucio,  nuca  y  dorso.  Guando  le  vio  el  autor  por  primera  vez  el  25  de 
abril,  el  resultado  de  la  exploración  del  sistema  nervioso  fué  negatiyo.  El 
8  de  mayo  se  descubrió  una  hemorragia  retiniana  en  el  ojo  izquierdo ;  al- ' 
gunoe  días  después  neuritis  óptica  en  el  mismo  ojo  y  durante  el  ataque  un 
retardo  evidente  del  pulso.  Se  presentaron  además  vómitos,  estancación  en 
ambas  papilas,  hemianopsia  izquierda,  alucinaciones  visuales,  alexia  y 
agrafía.  En  vista  de  todo  esto,  diagnosticó  el  autor  una  afección  del  lóbulo 
occipital,  y  como  quiera  que  no  dieron  ningún  resultado  el  mercurio  y  el 
yoduro,  se  inclinó  á  la  idea  de  un  tumor  y  propuso  la  operación,  que  fué 
ejecutada  por  F.  Eranse.  En  efecto,  se  encontró  un  tumor  del  lóbulo  occi- 
pital posterior,  tumor  que  se  disecó  con  instrumento  romo.  Después  de  la 
operación  se  acentuaron  por  de  pronto  las  alucinaciones  ópticas;  pero  no 
tardaron  en  irse  debilitando;  poco  á  poco  fueron  retrogradando  todos  los 
síntomas,  incluso  el  de  la  hemianopsia,  y  por  fin  se  consiguió  una  curación 
tan  completa  que  puede  calificarse  de  ideal. 

El  Dr.  F.  Krauae  hace  ver  por  medio  del  aparato  de  proyecciones  la  mar- 
cha de  la  operación,  que  realizó  en  dos  tiempos  con  intervalo  de  catorce 
días  de  uno  al  otro.  E^  tumor  es  un  sarcoma  fusocelular  enquistado,  del 


398 

tamafio  de  nn  hneyo  de  paloma;  radicaba  en  la  i>arte  intona  del  lóbolo  oe> 
eipiUl  izquierdo  y  se  extendía  hasta  la  cafia.  8a  disección  y  aialandento, 
con  instramento  romo,  se  efectuaron  sin  nada  de  hemorragia.  Deapaés  de 
la  operación  sobreTino  ana  eleración  térmica  mny  marcada,  qae  do  agni* 
ficaba  fiebre,  sino  tan  sólo  la  consecaencia  de  qne  la  operación  se  b«bfa 
hecho  en  la  inmediata  proximidad  de  la  médnla  oblongada.  El  cuno  poai 
operatorio  no  preeeotó  el  menor  incidente. 

Transmiflién  de  tumores  malignos  ea  la  espaeio  caokia  por  medio  do  las  rali- 
ciónos  sexnalos.  —  El  Dr.  Siieker  comienza  recordando  obsenraciones  i 
gidas  por  antigaos  obserradores  acerca  de  la  transmisibüidad  del  < 
ma  en  el  hombre  y  también  sns  propios  experimentos,  en  los  qne  llegó  4 
conseguir  la  transmisión  de  sarcomas  de  perro  á  perro.  Ahora  ha  obsenra* 
do  esta  misma  transmisión  de  sarcomas  en  la  especie  canina,  pero  no  como 
resaltado  de  inocalacióo,  sino  en  circanstancias  fisiológicas.  A  ana  perra 
qae  padecía  de  sarcoma  (en  yia  de  destracción)  de  la  vagina,  la  ha  hecho 
cabrir  en  diferentes  épocas  por  caatro  perros,  y  en  dos  de  éstos  se  desarro- 
lló, en  efecto,  un  sarcoma  del  pene. 

(  Deutsche  Medizinal  Zeiiung  ).  ^  R.  dkl  Yalui. 


IMPEBIAL   Y   BEAL   80CIBDAD   DE  LOB   KlÍDIOOa   1>M  TUNA 
Señan  del  día  26  de  Oetuhre  de  1906. 

Cirnffa  do  la  Aleora  gástrica.— El  Dr.  Julio  Hochenegg  presenta  an  IndÍTÍ- 
dao  qae  ha  sido  operado  dos  Teces  á  caasa  de  ana  afección  gástrica. 

Con  este  motiro  hace  constar  el  antor  qae  discrepa  de  Hehnitaler,  y  eatá, 
en  cambio,  de  acaerdo  con  Mikalicz,  acerca  de  qae,  en  sa  opinión,  no  se 
debe  demorar  macho  la  operación  en  los  casos  de  úlcera  gástrica.  En  sa 
concepto,  se  debe  operar  caando  nn  tratamiento  interno  bien  condacidono 
da  resaltado  ó  sólo  lo  da  transitorio,  y,  por  otra  parte,  el  enfermo  llera  una 
Tida  may  penosa  ó  se  le  hace  casi  imposible  el  trabajo  i  cansa  de  las  mo- 
lestias qae  safre,  de  los  dolores,  de  los  vómitos  y  de  la  dispepsia. 

Las  condosiones  del  aator  son  las  sigaieates:  1.*  En  la  úlcera  gásMca  y 
en  sns  consecnencias  (aparición  may  repetida  de  hemorragias,  accesos  de 
dolor,  Yómitos),  es  conyeniente  la  operación.  2.*  Como  tal  fignra,  en  pri- 
mer término,  la  gastroenterostomia,  pnesto  qae  hace  desaparecer  las  con- 
secaencias  de  la  estrechez,  ejerce  ana  acción  salada  ble  sobre  la  úlcera  flo- 
rida, impide  casi  siempre  la  hemorragia  y,  caando  hay  perforación,  crea 
Condiciones  qae  acarrean  su  caración  sin  necesidad  de  más  interTcnciones. 
8.^  Como  método  de  gastroenterostomia  aconseja  el  qae  él  ha  indicado 
por  primera  vez,  y  qne  publicó  más  tarde  Petersen,  pnesto  qae  da  baenos 
resaltados  y  parece  preyenir  la  formación  del  círcnlo  yicioso  y  de  la  úlcera 
pépsica. 

El  Dr.  Julio  SchniUler  dice  que  la  gastroenterostomia  está  indicada  de  nn 
modo  absoluto  en  los  casos  de  úlcera  gástrica  en  qne  hay  estrechez  pilórica, 
pero  que  ya  no  sucede  lo  mismo  en  los  casos  de  gastrorragia,  pueoto  qae 


399 

cuando  ésta  poae  desde  luego  en  peligro  la  yida,  ios  resaltados  de  laopera^ 
eión  son  may  malos.  Ya  son  más  satisfactorios  en  ios  casos  de  hemorragias 
pequefias  y  may  repetidas,  pero  tampoco  e0  ninguna  rareza  que  aparezcan 
nueyas  hemorragias  después  de  la  gastroenterostomia.  Bespecto  i  la  técni- 
ca de  ésta,  dice  el  autor  que  tampoco  el  método  de  Hooheaegg  garantiza 
contra  la  eyentualidad  del  circulo  yicioso  y  de  la  úlcera  pépsica.  Hasta 
hace  un  afio  no  había  yisto  Sohlesinger  ninguna  recidiya  entre  loe  enfei^ 
mos  operados  por  el  autor  á  causa  de  úlcera  gástrica  (gastroenterostomia); 
pero  en  el  último  afio  no  se  consiguió  con  la  operación  ningún  resultado 
persistente  en  cinco  casos.  Asi  que  el  autor  se  ha  hecho  mucho  más  escép- 
tico  acerca  del  éxito  del  tratamiento  quirúrgico  en  ios  casos  de  úlcera  gás- 
trica. 

£1  Dr.  Hermann  SchUsinger  dice  que  ya  á  hablar  desde  el  punto  de  yista 
de  la  medicina  interna.  La  operación  es  indispensable  en  los  casos  de  per- 
foración de  la  úlcera  en  la  oayidad  abdominal  y  también  en  los  de  yómitos 
que  estenúan  y  acarrean  la  inanición.  Es  igualmente  precisa  d^  todo  punto 
cuando  existe  una  estrechez  pilórica.  En  cambio  no  opina  como  Hoche- 
negg  de  que  la  operación  debe  de  hacerse  en  todo  caso  de  úlcera  cuando 
ésta  ya  acompañada  de  hemorragias  pequefias  y  recidiyantes,  puesto  que 
el  mismo  Hochenegg  confiesa  que  ia  mortalidad  en  sus  operados  ha  sido  de 
un  5  á  un  7  por  100,  de  tal  suerte  qae  el  riesgo  de  la  operación  es  mucho 
mayor  que  el  del  tratamiento  expectante.  No  hay  que  pWidar  además  que 
á  pesar  de  la  gastroenterostomia  es  frecaente  observar  recidiyas  y  el  des- 
arrollo de  un  carcinoma  sobre  el  fondo  de  la  úlcera. 

En  resumen,  el  orador  es  de  opinión  de  que  en  todos  los  casos  en  los  que 
no  exista  una  indicación  yitai  de  la  operación,  se  debe  aplazar  ésta  todo  lo 
posible. 

El  Dr.  Bóchenegg  contesta  que  los  casos  operados  por  él  han  sido  precisa- 
mente loe  más  grayes,  aquellos  que  hablan  sido  tratados  por  mucho  tiempo 
médicamente ;  en  cambio,  las  estadísticas  de  los  internistas  comprenden 
también  los  casos  leyes.  Tampoco  se  elige  para  la  operación  la  época  más 
oportuna;  de  lo  eontrario,  no  sucedería  que  algunos  de  los  enfermos  que 
acuden  ai  cirujano  están  sumamente  decaídos  y  casi  en  los  huesos.  El  car- 
cinoma es  una  afección  tan  frecuente  que  no  debe  sorprendernos  que  al- 
guna yez  se  observe  en  sujetos  que  han  sufrido  la  gastroenterostomia,  pero 
el  autor  tiene  la  convicción  de  que  gracias  á  esta  operación  se  ha  evitado 
en  muchos  casos  que  la  úlcera  se  convirtiera  en  cáncer. 

El  Dr.  Hermann  Teleky  rechaza  el  cargo  de  que  en  los  médicos  es  frecuen- 
te que  enyíen  demasiado  tarde  los  casos  de  úlcera  á  los  cirujanos. 

(  Wiener  Klinieche  Rundechatt).—B,.  dbl  Valle. 


400 


PERIÓDICOS 


U  atropina  y  la  aanidrina  an  las  afa^aaas  laatra-iafattlaalaa.—  fl  doctor 
fiftgeo,  partiendo  de  loe  experimentoe  hechos  por  Jacoby  y  Magnna,  de 
loB  cuales  resalta  que  la  atropina  á  dosis  pequeñas  estimula  los  morimien- 
tos  peristálticos  del  intestino,  interpreta  en  el  mismo  sentido  los  resulta- 
dos  faTorables  que  ha  obtenido  en  diversas  afecciones  intestínales  con  di* 
cho  alcaloide  y  con  la  eumidrina,  de  acción  análoga.  Ambos  medicamentos 
rencen  las  formas  más  yariadas  de  alteraciones  del  peristaltismo  j  resta- 
blecen la  normalidad  de  estos  moyimientos. 

£1  autor  ha  obtenido  muy  buenos  resultados  en  el  íleo,  en  el  Tómito 
pertinaz,  en  la  colelitiasis  y  en  la  peritiflitis  con  la  eumidrina  á  la  dosis  de 
un  miligramo  y  hasta  cree  que  gracias  á  este  tratamiento  se  puede  evitar 
en  muchos  casos  la  operación. 

(Deutschea  Arehw.fúr  ¡din.  Medizin).  —  R.  dbl  Valle. 

Tratamianta  i»  la  naananfa  agada  par  al  snHura  da  earfcana.— El  Dr.  Mas- 

ciangioUi  ha  ensayado  con  éxito  feliz  el  sulfuro  de  carbono  en  cuatro  casos 
de  neumonía  aguda,  uno  de  ellos  gravísimo.  El  medicamento  lo  administró 
en  poción,  haciendo  tomar  al  enfermo,  de  hora  en  hora,  una  cucharada  de 
la  fórmula  siguiente,  diluida  en  un  poco  de  agua: 


Sulfuro  de  carbono • t 

Agoa 100     — 

Eienoia  de  menU  piperita S  gotas. 

En  todos  estos  casos  sobrevino  la  crisis  del  tercero  al  cuarto  día.  Oree  el 
Dr.  MasciangioUi  que  el  sulfuro  de  carbono  se  elimina  en  su  mayor  parte 
por  la  mucosa  de  las  ylas  respiratorias  y  que  ejerce  una  acción  baeterieida 
enérgica  sobre  los  neumococos,  impidiendo  su  desarrollo. 

{La  Eiforma  Medica,  núm.  87, 1906).—  F.  Tolbdo. 

Tratamlaata  dal  mal  da  Basadaw  eon  laa  rayaa  X.  —  De  la  observación  de 
tres  casos  tratados  por  el  Dr.  Stegmann  deduce  éste,  que  sometiendo  la 
glándula  tiroides  á  la  acción  de  los  rayos  X  se  modifica  muy  favorablemen- 
te el  mal  de  Basedow  y  hasta  llega  á  curarse.  El  autor  atribuye  dicho  re- 
sultado á  una  modificación  del  epitelio  glandular  del  cuerpo  tiroides,  mo- 
dificación que  á  su  vez  altera  en  cantidad  y  calidad  la  secreción  del  órgano. 
{Wientr.  Klin,  Woc1*enschrif't).  —  R.  dbl  Vallb). 


»^»;Vf -•r^ 


REVISTA 


MEDICINA  Y  CIRUGÍA  PRÁCTICAS 


HERIDA  DEL  ESTÓMAGO 

UPAROTOaU  A  US  nEGBEU  HOBAS  DESPDB8  DEL  AGCOiBlITB.— CDRAOOH 


D.  ANTONIO  MORALES  PÉREZ 

Catedrático  de  !•  Feealted  de  Medicine  de  BeicelOM. 


Por  el  mucho  interés  que  presenta  esta  historia  clínica,  y  aunque 
sea  en  breves  lineas,  deseat>a  publicarla,  para  demostrar  que  vale 
más  operar  corriendo  peligros,  por  graves  que  éstos  sean,  pues  el 
éxito  corona  felizmente  la  empresa  en  algunos  casos,  que  no  seguir 
una  expeciacittn^  que  lleva  al  herido  á  una  muerte  casi  segura»  por 
no  decir  con  toda  seguridad  ¡  que  quizás  sea  lo  más  cierto  I 

En  la  mañana  del  dfa  10  de  junio  pasado,  en  tanto  que  pasaba  vi- 
sita en  la  Casa  de  Salud  de  Nuestra  Señora  del  Pilar,  recibo  una 
carta  de  uno  de  los  médicos  de  Vilasar  de  Mar,  en  la  que  me  mani- 
festaba que  marchase  lo  más  pronto  posible  á  dicho  pueblo,  con  todo 
lo  necesario  para  practicar  una  laparotomía,  indicada  por  una  he- 
rida gravísima  de  vientre. 

Mi  hijo,  ayudante  de  la  Clínica,  preparó  todo  lo  necesario,  y  or- 
dené al  individuo  que  trajo  la  carta,  que  marchase  inmediatamente 
á  Vilasar,  para  que  todo  estuviese  convenientemente  preparado  al 
objeto  de  no  perder  tiempo  para  la  operación.  Hay  que  tener  en 
cuenta  que  en  Vilasar  hay  profesores  muy  prácticos  y  poseen  un 
magníñco  laboratorio,  en  el  que  las  esterilizaciones  y  preparaciones 
de  suero  se  hacen  con  toda  pericia  y  extremado  escrúpulo. 

Llegamos  mi  hijo  y  yo,  y  en  efecto,  estaba  todo  preparado,  aunque 
había  tenido  que  fumigarse  con  especial  cuidado  una  habitación,  en 
donde  estaba  el  herido  y  había  que  operarlo  en  la  misma  por  no  ha- 
ber otra  disponible,  contigua  á  una  saleta  anterior,  en  donde  había 
pasado  la  flebre  sarampiosa  una  niña.  Esta  habitación  también  se 
fumigó  con  especial  cuidado.  Los  profesores  de  Vilasar,  doctores 
Afio  XXX.- Tomo  LXXIII.-Núm.  950  -SI  Diciembre,  1908.  U 


402 

Martin  Forteza,  Masriera,  Chia  y  Sellas—éste  último  de  Llavaneras, 
pueblo  de  donde  era  natural  el  herido — sirvieron  admirablemente 
en  el  acto  operatorio,  en  términos  que  á.  sus  cuidados  asépticos  se 
debe  indudablemente  la  mayor  parte  del  éxito.  Un  sentimiento  de 
justicia  me  oblign  á  esta  declaración,  que  con  gusto  hago.  Teniendo 
siempre  en  cuenta  que  para  operar  ó  ser  ayudantes  en  una  opera- 
ción es  necesario  practicar  la  rigurosa  asepsis^  estando  plenamente 
convencidos  de  la  virtud  de  la  misma,  que  no  practicarla  con  indi- 
ferencia y  por  el  solo  empuje  de  la  rutina. 

Tuvimos  una  consulta  previa  y  los  médicos  me  explicaron  que  á 
las  once  de  la  ñocha  anterior  venia  Juan  Oalmau,  de  veintisiete 
años  de  edad,  natural  de  San  Andrés  de  Llavaneras,  guiando  un 
carro  de  su  propiedad,  que  conducía  frutas  al  mercado  de  Barcelo- 
na, al  objeto  de  llegar  por  la  mañana  temprano  á  su  destino.  AI  pa- 
sar por  la  riera  de  Argén  tona—entre  Mataré  y  Vilasar— le  salieron 
al  encuentro  dos  ladrones,  los  que  le  robaron  dos  duros;  y  viendo 
seguramente  la  poca  cantidad^  uno  de  los  bandidos,  además  de  insul- 
tarle, con  un  cuchillo  le  infirió  una  terrible  puñalada  en  el  vientre, 
huyendo  después  de  tan  repugnante  hazaña. 

Media  hora  después  del  accidente  fué  recogido  p8r  unos  indivi- 
duos que  pasaron  por  dicha  carretera,  conduciéndolo  en  gravísimo 
estado  al  pueblo  de  Vilasar. 

La  descripción  que  me  hicieron  los  médicos  fué  la  siguiente,  que 
transcribo  casi  de  una  manera  literal :  las  ropas  empapadas  en  san- 
gre, muy  pálido,  angustioso,  anhelante,  cubierto  de  sudor  frío  y  pe- 
gajoso, con  mucha  dificultad  para  hablar  y  pulso  sumamente  pe- 
queño. En  la  primera  visita  tuvo  un  gran  vómito  de  sangre  y  de 
alimentos;  los  que  se  repitieron  con  bastante  sangre  coagulada. 

Reconocido  el  vientre,  se  le  observó  una  herida  incisa  de  tres  cen- 
tímetros, á  cinco  del  ombligo,  hacia  el  lado  derecho,  en  línea  hori- 
zontal. Había  una  gran  hernia  epiplóica  con  bastante  hemorragia. 

Se  lavó  la  herida  con  una  solución  de  sublimado,  se  anudó  la  her- 
nia epiplóica,  y  se  fijó  con  puntos  de  sutura  provisionales,  aplican- 
do un  aposito  protector  y  aséptico,  en  tanto  que  se  determina  la  fa- 
milia por  la  laparotomía,  indicada  por  los  profesores,  en  vista  déla 
lesión  de  las  visceras.  La  familia  duda  y  vacila  y  deja  pasar  el  tiem- 
po lastimosamente.  Estas  vacilaciones  se  vinieron  repitiendo,  pues 
el  emisario  que  vino  á  Barcelona  me  dijo  textualmente  lo  que  sigue: 
¡Si  el  enfermo  se  ha  de  morir  á  qué  operarlo ;  venga  usted  nada  más 
que  para  una  consulta !  No  sé  si  el  enfermo  vivirá  ó  se  morirá,  si  se 


403 

opera,  le  dije,  lo  que  se  puede  asegurar  es  que  si  no  se  opera  la 
muerte  es  segura;  y  respecto  de  ir  á  ver  al  enfermo  para  no  operar- 
lo, y  ser  testigo  de  su  triste  estado,  sin  acudir  al  recurso  que  la  cien- 
cia quirúrgica  aconseja,  no  voy.  Busque  á.  otro  que  sea  prudente  y 
de  los  que  dicen  que  los  cirujanos  del  dia  todo  lo  quieren  operar. 

Al  cabo  de  tres  horas  volvió  el  emisario,  dejando  libre  toda  mi 
iniciativa.  Nos  trasladamos  mi  bijo  y  yo  á  Vilasar  y  todo  estaba 
preparado. 

El  estado  en  que  me  encontré  al  herido  era  en  extremo  deplora- 
ble :  una  profunda  sideración  de  fuerzas,  pulso  pequeñísimo  y  en 
una  situación  verdaderamente  lamentable.  Muchos  vecinos  estaban 
•en  las  puertas  de  sus  casas,  esperando  recibir  la  noticia  de  la  muer- 
te del  herido  ante  una  operación  tan  arriesgada,  y  en  extremis; 
•como  después  pude  enterarme. 

Olvidaba  anotar:  que  viendo  los  médicos  de  Vilasar  el  estado 
gravísimo  del  herido,  ordenaron  inyecciones  de  éter  y  de  suero,  así 
•como  la  Extremaunción,  en  la  primera  visita  que  le  hicieron. 

Procedió  mi  hijo  á.  la  termo-eterización,  poniendo  el  aparato  á.  40*, 
•con  lo  que  se  pudo  reanimar  algo  al  moribundo.  Se  practicó  una 
minuciosa  limpieza  en  las  paredes  del  vientre,  y  se  le  aplicaron  sá* 
bañas  perfectamente  esterilizadas,  sobre  un  catre  con  tablas,  que 
me  sirvió  de  mesa  operatoria.  Separé  los  puntos  de  sutura  y  salió 
un  pedazo  de  epiplón  ensangrentado  y  hemorrágíco  con  grandes 
coágulos  adheridos. 

Por  la  disposición  de  la  herida  creí  que  había  —  adem&s  de  la  le- 
gión de  estómago  diagnosticada— heridas  intestinales.  Saqué  casi 
todo  el  intestino  delgado,  y  colocado  sobre  compresas  asépticas, 
practiqué  un  minucioso  reconocimiento,  viendo  que  estaba  íntegro, 
así  como  el  colon  ascendente  y  parte  del  transverso;  dilaté  amplia- 
mente las  paredes  abdominales  y  busqué  el  estómago,  pudiendo  en- 
contrar la  herida,  de  unos  tres  centímetros,  en  la  cara  anterior,  por 
donde  salían  gases  con  bastante  ruido  y  sangre  de  sus  bordes,  es- 
tando la  mucosa  gástrica  evertida,  como  si  fuese  un  grueso  rodete. 
Invertí  la  mucosa  y  practiqué  tres  planos  de  sutura  con  los  puntos 
utrás^  quedando  lineal  y  sin  fruncimientos.   , 

Hice  una  toilette  en  el  vientre  con  el  mayor  escrúpulo  posible,  re- 
sequé una  gran  parte  del  epiplón  y  suturé  el  vientre  en  tres  planos. 

Aplicado  un  aposito  conveniente  se  trasladó  el  herido  á  su  cama, 
y  por  efecto  de  la  termo-eterización,  el  operado  reaccionó  en  muy 
buenas  condiciones.  Acto  continuo  se  le  inyectó  un  litro  de  suero. 


4M 

D«pcrt6  el  ñnmemmáo^  ga  wómamjmm  mñlrmmr.PmA^wKi^ 
t— ta ale  b-íea,  darauesdo  á  ratcML 

Ai  dídi  ff^okste  de  Im  operaeí6ii«  6  am  el  11  de  jsaáo,  fia  par  la 
flMaaaa  t3^  p'-ilsaeíooea  j  S^3  de  teatperamnL  Bv  la  cavie  O^ 
y  ^17*^.  Eo  todo  el  día  no  tooió  más  qae  pedaciloa  de  hseio  y  par  la 
soche  «e  le  aplicó  una  ínyeeeíóD  de  ■afro  de  2^>J  j 


ÍlUftua ue. J5-,7. 
rmrém 140 WTfi. 
JSoch» 190. JBTA. 

Por  haber  tenido  algún  dolor  y  haber  pasado  la  aoche  iatruiqai» 

la,  se  le  aplicó  ona  inyección  de  nxirfina  y  atropina,  eoyo  empleo  a» 

acordó  en  la  consulta  post  operatoria. 


^^^^'— (Kochs 108 STA^ 

Por  la  mañana  se  le  cambia  por  primera  vez  el  apóetlo.  «loon- 
trando  la  herida  en  muy  buen  estado.  El  manón  epiplóieo  sojeto  ú. 
la  herida  empieza  á  momificarse.  No  hay  timpaniamo  ni  dolor  eo 
todo  el  Tienire.  Empieza  á  tomar  pequeñas  eantidadea  de  leche  he- 
lada, que  tolera  muy  bien. 

llUlUns 101 ST. 

^'^ '*•"•<  Nochs 108 87*. 

Tiene  el  operado  una  deposición  con  sangre  negra  y  coagulada. 

iMsftans lOi srx 

Tiene  otra  deposición  de  la  misma  naturaleza. 

iMaftans. 108 ,.    87*^ 

-^•^^••"í Noche 112 87*A 

Se  levanta  el  aposito  y  se  encuentra  la  herida  en  muy  buenas  con* 

diciones. 

jlísftsns 100 87*. 

^^"•'^  ••  ÍNoche 108 88»,8. 

Hace  una  deposición  normal.  Sigue  tomando  la  leche  en  las  mis- 
mas condiciones. 

{Msflsns 98 87*. 

^''^*-- -I Noche 102 88*. 

Toma  una  tapioca. 

iMaftana 100 87»,6. 

^*^^--  -(Noche UO 87»^. 

Toma  una  sémola. 

Z^ia  i?0....  Palsaciones...    90.  Temperatura.   87*. 
Se  le  cura  de  nuevo,  hallándose  la  herida  en  buenas  condiciones. 


405 

Desde  el  20  en  adelante  se  le  cura  en  días  alternos,  porque  el  des- 
prendimiento del  muñón  epiplóico  lo  exige;  éste  se  desprendió,  que- 
dando  una  granulación  de  buen  aspecto.  Como  tópico  se  empleó  el 
^lutolf  cuyo  medicamento  me  ha  dado  siempre  muy  buenos  resulta- 
dos como  antiséptico  y  cicatrizante. 

Al  día  siguiente— ó  sea  el  21  de  junio—  se  presenta  una  parotiditis 
«n  el  lado  izquierdo,  que  supuró,  ocasionándole  muchas  molestias  y 
deprimiendo  mucho  el  estado  moral  del  paciente.  Esta  complicación 
se  pudo  combatir  al  cabo  de  algunos  días. 

En  el  día  7  de  julio  se  trasladó  á  su  domicilio  de  Llavaneras,  es- 
tando la  herida  casi  cicatrizada.  El  día  21  del  mismo  mes  se  le  da  de 
4ilta  completamente  curado. 


A  muchos  comentarios  y  reflexiones  clínicas  se  presta  esta  histo- 
ría,  pero  me  voy  á  limitar  á  la  diferente  conducta  que  debe  seguir 
«1  cirujano  en  las  heridas  del  estómago,  cuando  éstas  son  incisas  ó 
por  armas  de  fuego.  En  las  primeras  basta  una  sutura  doble  ó  de 
tres  planos  á.  pocos  milímetros  de  los  bordes,  porque  éstos  no  han  de 
<esfacelarse  y  son  aptos  para  una  buena  cicatrización.  En  cambio, 
•en  las  heridas  por  armas  de  fuego  no  se  deben  aplicar  los  puntos  de 
sutura  cerca  de  los  bordes,  sino  muy  lejos  y  fuera  de  la  zona  proba- 
ble de  esfacelo,  para  que  cuando  éste  se  efectúe  queden  ya  cicatri- 
zadas las  paredes  serosas,  y  la  sacara  ó  los  detritus  caigan  dentro 
del  estómago  y  no  en  la  cavidad  peritoneal,  cuyo  accidente  produce 
ia  muerte  rápida  y  de  una  manera  fatal. 

En  el  Boletín  elinieo  de  la  Casa  de  Salud  de  Nuestra  Señora  del 
Pilar^  me  ocupé  de  la  muerte  del  Presidente  Mac-Kinley.  Este  reci- 
bió un  balazo  que  le  perforó  el  estómago.  Le  practican  la  laparoto- 
mía; hacen  la  sutura.  El  operado  parecía  que  iba  en  buenas  condi- 
ciones hacia  la  cicatrización.  Al  octavo  día,  por  la  mañana,  los 
partes  telegráficos  manifestaban  ^que  el  herido  estaba  fuera  de  peli- 
gro y  que  iba  á  tomar  una  sopa,  y  aquella  misma  tarde  muere  en 
muy  pocas  horas.  > 

No  se  explica  la  muerte  de  otro  modo,  ni  su  estado  satisfactorio 
uparenie^  sino  por  haber  ocluido  la  sutura  los  bordes  de  la  herida  en 
los  primeros  días,  y  caer  la  escara,  al  desprenderse  la  parte  morti- 
ficada por  el  proyectil,  en  la  cavidad  peritoneal  y  producir  las  fata- 
les consecuencias  que  esto  trae  consigo. 


406 


DN  CASO  MÁS  DE  TABES  DORSAL  ESPASlODIGA  KO  HEREDITARIA 

¿  ESGLEROSB  UTCUL  IMWLB 
DON  RICARDO  GONZALO 

Médico  d«l  Cuerpo  de  Saaidad  alliUr. 


S.  G.,  de  veintiún  años  de  edad,  soltero,  natural  de  Riaño  (León> 
j  de  oficio  labrador. 

No  refiere  antecedente  alguno  familiar  digno  de  mencionarse,, 
salvo  el  parentesco  de  sus  padres  (primos  carnales) ;  y  respecto  á  \t» 
suyos,  manifiesta  haber  padecido  dos  pulmonías  á  la  edad  de  ocha 
años  y  una  infección  tifoidea  á  la  de  catorce,  á  más  de  dolores  ren* 
mátícos  en  las  articulaciones  de  rodillas  y  hombros  principalmente»^ 

Su  enfermedad  actual  comenzó  hace  próximamente  quince  me- 
ses, siendo  los  primeros  trastornos  que  fijaron  su  atención  una  graa 
debilidad  y  pesadez  en  ambas  piernas,  que  le  dificultaba  notable* 
mente  la  progresión  por  su  cansancio,  y  dolores,  si  bien  no  muy  in- 
tensos,  á  lo  largo  de  los  dos  miembros  inferiores. 

Acentuóse  gradualmente  la  debilidad,  y  las  dificultades  á  la  pro» 
gresión  fueron  creciendo,  mas  nunca  llegaron  al  extremo  de  que  el 
enfermo  tuviese  que  servirse  de  muletas  para  caminar.  Manifiesta 
asimismo  la  sensación  de  tirantez  que,  cada  vez  con  mayor  inten- 
sidad, experimenta  en  los  momentos  de  la  progresión  y  la  dificultad 
notable  para  verificar  ésta  al  presente  sin  algún  medio  que  le  sirva 
de  apoyo. 

En  este  mismo  estado  que  ól  refiere,  sin  nuevo  trastorno  que  fije 
su  atención,  permanece  hasta  el  9  de  agosto  del  año  pasado,  fecha 
en  que  tuve  ocasión  de  verle  por  vez  primera. 

Tratábase  de  un  joven  bien  constituido,  en  un  buen  estado  de  nu- 
trición, de  buena  musculatura  y  talla  media. 

A  la  simple  inspección,  lo  que  primeramente  llamaba  la  atención 
de  quien  le  observaba,  era  una  serie  de  ligeras  sacudidas  de  los 
músculos  de  ambas  piernas,  más  perceptible  en  los  que  constituyen 
los  muslos,  y  que  aumentaban  progresivamente  de  intensidad,  has- 
ta el  extremo  de  convertirse  en  verdaderos  espasmos  clónicos»  4 
medida  que  el  enfermo  fijaba  su  atención  en  ellos  ó  trataba  de  ha« 
cer  algún  movimiento  intencionado  ó  comunicado. 


407 

Al  pretender  el  enfermo  levantarse  del  lecho,  no  podía  efectuarlo 
sino  apoyándose  fuertemente  en  sus  brazos  y  de  este  modo  conse- 
guía incorporar  el  tronco,  pero  al  mismo  tiempo  que  levantando 
ambas  piernas  del  plano  de  la  cama,  cosa  que  no  podía  lograr,  si  se 
le  mantenían  sujetas.  Puesto  de  pié,  se  notaba  que  los  espasmos 
musculares  eran  mayores,  las  piernas  adquirían  cierta  rigidez, 
marcándose  con  bastante  claridad  bajo  la  piel,  los  relieves  muscu- 
lares y  el  dedo  gordo  de  ambos  pies,  separábase  notablemente  de 
los  otros  hacia  adentro  y  arriba. 

Al  intentar  marchar,  poníanse  aún  más  de  relieve  los  fenómenos 
notados  á  la  inspección.  En  efecto^  antes  de  levantar  el  enfermo  del 
suelo  una  de  ambas  piernas,  para  dar  el  primer  paso  de  locomoción, 
comenzaba  por  inclinar  el  tronco  un  poco  hacia  adelante  y  al  lado 
opuesto  de  la  pierna  que  trataba  de  mover;  levantaba  ésta  con  difi- 
cultad y  ayudado  por  un  movimiento  de  cadera  hacia  adelante  y 
volvía  á  verificar  idénticos  movimientos  en  sentido  inverso,  para 
adelantar  la  pierna  opuesta.  Ya  comenzada  la  marcha,  con  los  de- 
talles que  la  acabo  de  describir,  se  veía  cómo  los  muslos  se  encon- 
traban en  una  ligera  adducción,  próximas  por  tanto  ambas  rodillas 
y  formando  ambas  piernas  un  ligero  ángulo  abierto  hacia  abajo. 

Su  manera  de  andar,  notablemente  espasmódica  y  contractural, 
hacía  que  la  punta  del  pié  suspendido  fuese  arrastrada  sobre  el  suelo 
en  los  momentos  de  avance  perezoso,  percibiéndose  claramente  al 
final  de  unos  cuantos  pasos  las  notables  contracciones  clónicas  de 
todos  los  músculos  de  ambos  miembros  abdominales. 

Ninguna  otra  particularidad  otrecía  á  la  inspección  y  exploración 
de  los  demás  aparatos. 

Respecto  al  nervioso,  pude  comprobar  un  exageradísimo  aumento 
de  todos  los  reflejos  tendinosos  de  ambas  piernas;  bastaba  un  sim- 
ple contacto  para  hacer  contraerse  todos  los  músculos,  no  sólo  del 
miembro  tocado,  sino  hasta  los  del  opuesto;  igualmente  se  hallaban 
exagerados  los  cutáneos,  musculares  y  cremasteriano.  Nada  anor- 
mal en  lo  que  á  las  distintas  clases  de  sensibilidades  se  refiere. 

A  la  palpación  de  ambos  miembros  abdominales  notábase  la  ten- 
sión y  contractura  de  todos  sus  músculos,  pero  más  particularmen- 
te de  los  que  constituyen  ambos  muslos;  contractura  y  tensión  que 
no  desapareciendo  durante  el  sueño  normal  ni  el  cloroformice,  se 
traducía  en  lo  subjetivo,  como  dije  al  principio,  por  una  sensación 
de  debilidad  dolorosa  y  contractural  que  el  enfermo  aquejaba,  pau- 
latinamente creciente  desde  el  comienzo  de  su  enfermedad. 


408 

De  todo  lo  expuesto  se  deduce :  que  por  sus  marcadas  contracta- 
ras  permanentes^  por  su  marcha  espasmódica,  sus  contracciones 
(ibrilares,  su  exageración  de  reflejos  y  demás  síntomas  señalados, 
asi  como  por  la  ausencia  de  aquellos  otros  que,  cual  la  atrofia  mus- 
cular, los  trastornos  de  vejiga  y  recto  ó  cerebrales,  pudieran  hacer 
pensar  en  procesos  distintos  ó  combinados  con  el  que  presentaba,  de 
la  misma  manera  que  por  la  falta  absoluta  de  antecedentes  claros 
y  precisos  de  intoxicaciones,  únicos  capaces  de  hacer  pensar  en 
mielitis  tóxicas,  á  más  de  su  estado  estacionario  durante  quince 
meses,  más  bien  progresivo,  el  sujeto  cuya  historia  acabo  de  expo- 
ner padece  una  tabes  dorsal  espasmódica  no  hereditaria;  cuadro 
clínico  cuya  lesión  anatómica  se  halla  representada,  como  general- 
mente se  admite,  por  la  esclerosis  ó  degeneración  de  ambas  vías  pira- 
midales» 

Tai  fué  el  diagnóstico  que  emiti,  y  á  continuación  expongo  las 
reflexiones  médicas  que  el  caso  presente  me  sugiere. 

Creo  que,  dada  la  claridad  con  que  en  este  enfermo  se  nos  ofrece 
el  cuadro  clínico  de  la  tabes  dorsal  espasmódica,  asi  como  el  es- 
caso interés  terapéutico  que  nos  ofrece  al  objeto  que  me  propongo, 
son  razones  que  me  dispensan  el  haber  suprimido  en  su  historia  su 
diagnóstico  diferencial,  su  pronóstico  y  su  tratamiento. 

De  más  utilidad  considero  el  explicar  ciertos  detalles  de  la  histo- 
ria de  este  enfermo,  que  servirán  para  hacer  comprender  con  cla- 
ridad aquello  que  pudiera  separarle  de  los  demás  enfermos  de  tabes 
dorsal  espasmódica,  y  ello  es  lo  que  voy  á  exponer. 

En  efecto,  no  es  la  edad  de  este  Snfermo  aquella  en  la  que  gene- 
ralmente se  nos  ofrecen  esta  clase  de  padecimientos.  Figurando» 
como  figuran,  en  la  etiología  de  esta  enfermedad  causas  tóxico- 
infecciosas  que,  obrando  larga  y  constantemente  sobre  el  organis- 
mo, llegan  á  determinar  hondas  lesiones  nerviosas,  como  las  que 
caracterizan  esta  dolencia,  era  necesario  que  los  años,  sucediéndo- 
se  en  larga  serie,  viniesen,  por  la  acumulación  de  los  múltiples  epi- 
sodios de  la  vida,  á  hacer  la  lesión  profunda,  nerviosa,  de  esta  clase 
de  padecimientos;  y  en  nuestro  enfermo  vemos,  por  el  contrario, 
que  aun  en  edad  relativamente  temprana  se  ha  originado  la  lesión, 
habiendo,  por  lo  tanto,  una  desproporción  entre  la  edad  del  enfer- 
mo y  la  intensidad  de  la  lesión. 

No  posee  tampoco,  entre  sus  antecedentes,  los  de  aquellas  infec- 
ciones é  intoxicaciones  que,  cual  la  sífilis,  el  alcoholismo  y  el  taba- 
quismo, por  ejemplo,  aisladas  ó  juntas,  hacen  en  mucho  ó  poco 


409 

tiempo  reapectivamente  lesiones  hondas^  de  cuya  cuantía  nos  da- 
rían claro  testimonio. 

Pero  no  obstante  esta  aparente  discrepancia  etiológica^  no  por 
eso  deja  de  comprenderse  bien  este  enfermo  y  explicarse  suflciente- 
mente  y  á  satisfacción  el  por  qué  de  su  enfermedad,  si  considera- 
mos :  por  un  lado,  el  parentesco  de  sus  progenitores,  que  ya  de  al- 
gún modo  pudo  dejarse  sentir,  quizá,  creándose  en  él,  ya  que  no  una 
aplasia  general,  al  menos  algún  aparato  m&s  débil  y  de  construc- 
ción más  endeble  que  los  otros,  y  ninguno  más  susceptible  para  ello 
que  el  nervioso,  dada  su  delicadeza  estructural;  y  de  otro,  aquellas 
infecciones,  acaso  pneumocócicas  (dos  pulmonías)  de  bacilo  de 
Eberth  y  reumáticas,  que  si  cada.una  de  por  si  no  es  bastante  para 
hacer  una  lesión  profunda  de  sistema  nervioso,  las  tres  juntas  y 
padecidas  en  temprana  edad  como  nuestro  historiado,  y  con  sus 
posibles  huellas  nerviosas  heredadas,  son  más  que  suficientes  para 
darnos  sobrada  razón  de  los  motivos  que  tuvo  para  enfermar  y  para 
enfermar  de  tan  grave  lesión  en  edad  tan  temprana. 

No  existen  iguales  claridades  en  lo  que  á  su  patogenia  se  refiere, 
pues  asi  como  fácilmente  se  comprende  y  se  explica  la  degeneración 
descendente  de  un  solo  manojo  piramidal,  en  la  compresión  de  di- 
cho manojo  en  cualquier  punto  de  su  trayecto  (hemorragia  de  cáp- 
sula interna,  mielitis  transversa,  etc.)«  asi  es  igualmente  difícil 
comprender  en  nuestro  enfermo  la  clase  especial  de  lesión  que  de 
una  manera  tan  escueta  y  exclusiva  ha  lesionado  ambos  manojos 
piramidales,  pues  dado  su  cuadro  clínico  tan  claro  y  preciso,  es  de 
suponer  tal  lesión. 

No  existen  síntomas  cerebrales  que  nos  hagan  pensar  en  lesión 
encefálica,  asi  como  tampoco  de  compresión  medular  que  pudieran 
haber  originado  degeneración  descendente  de  manojos  motores  y 
ascendente  de  sensitivos,  y  será  por  tanto  necesario  pensar  para 
comprender  su  patogenia  lesional  y  al  mismo  tiempo  fundamentar 
el  diagnóstico,  en  la  posible  unión  y  combinación  de  las  causas  etio- 
lógicas  que  hemos  señalado. 

Consideradas  como  causas  originales  de  la  enfermedad,  ya  vimos 
que  eran  más  que  suficientes  para  darnos  razón  de  los  motivos  de 
la  misma,  asi  como  de  sus  especiales  condiciones,  edad  del  enfermo 
é  importancia  de  la  lesión.  Pues  bien,  consideradas  ahora  como 
causas  del  mecanismo  patogénico,  sirven  también  para  hacerlo 
comprensible;  pues  no  es  forzoso  el  suponer  que  si  la  consanguini- 
dad de  sus  padres  influyó  sobre  la  construcción  de  su  sistema  ner- 


410 

vioso  príneipalmente,  lo  hiciese  quizá  con  intensidad  distinta  en  ios 
diferentes  sistemas  de  Abrás  medulares,  para  que  luego  las  causas 
tóxico-infecciosas  que  sobre  él  obraron,  dejaran  sentir  sus  electos 
con  mayor  intensidad  en  unos  que  en  otros  sistemas.  Sólo  asi  puede 
concebirse  en  este  enfermo  esa  especial  predilección  que  los  agentes 
tóxico-infecciosos  tuvieron  para  lesionar  exdusiTamente  y  con 
tanta  precisión  ambos  manojos  piramidales. 

Ahora  bien,  ¿el  presente  caso  puede  figurar  como  un  apoyo  mAs 
en  favor  de  la  autonomía  morbosa  de  la  tabes  dorsal  espasmódicaf 
Tal  creo  y  como  tal  le  presento,  á  pesar  de  no  poder  ir  acompañado 
de  autopsia,  como  los  dos  últimamente  presentados  por  Strampell  y 
Dejerine  y  Sottas,  si  bien  el  primero  de  ellos  no  presentaba  el  coa- 
dro clínico  de  la  tabes  dorsal  con  la  claridad  y  precisión  que  leofre* 
cía  este  enfermo. 

Partidario  soy  de  la  autonomía-morbosa  de  tal  proceso;  como  tai 
creo  que  debe  ser  considerado  por  poseer  un  cuadro  clínico  bien  de- 
'  terminado,  como  lo  demuestra  éste  y  otros  enfermos,  su  lesión  tí- 
pica y  su  concordancia  con  la  fisiología  patológica  medular,  pero 
me  llevaría  muy  lejos  de  mis  propósitos  el  razonar  suficientemente 
tal  manera  de  considerar  esta  lesión  y  por  esta  razón  termino  la  pre- 
sente historia  clínica,  en  la  que  únicamente  me  proponía  aportar 
Un  ea90  mds  de  tabes  dorsal  espasmádtea  no  hereditaria  ó  esclerosis 
lateral  doble. 

KEVISTA  DE  HIGIENE 

DOCTOR  DON  RAFAEL  RODRÍGUEZ  MÉNDEZ 

Catedrático  d«  Hl^ene  d«  U  FÉColtad  de  M«dkUift  d«  BwMloaa. 


Sumario  :  I.  Las  ideas  modernas  sobre  la  etiología  y  epidemioloicia  de  la 
fiebre  tifoidea.  —  II.  Limpieza  y  desinfecoión  de  la  boca ;  inoonveiiientes 
del  salo!.— III.  Trastornos  psíqnioos  debidos  á  la  insolación.— IV.  Miasis 
en  el  hombre.  —  V.  Las  cigarreras  y  sus  partos  y  prole.  —  VI.  Preceptos 
higiénicos  para  después  del  parto. 

I.  Las  ideas  sobre  la  etiología  y  epidemiología  de  la  fiebre  tifoidea 
han  cambiado  por  modo  notorio  en  estos  últimos  tiempos.  La  hipó* 
tesis  de  Pettenkofer,  relativa  al  papel  del  suelo  y  del  agua  telúrica, 
está  hoy  abandonada  con  razón.  La  acción  del  agua  como  vehículo 


411 

«8  indudable,  pero  no  representa  ella  toda  la  etiología ;  y  ei  es  ver* 
dad  que  el  mejoramiento  del  servicio  de  aguas  potables  ha  dismi-^ 
nuido  las  epidemias,  no  lo  es  menos  que  las  hay  tqdavfa  indepen- 
dientemente del  origen  hidrico  ó  de  otro  alimento  cualquiera,  sobre 
todo  en  los  países  rurales.  En  cambio,  ganan  terreno  el  contagio  di^ 
recto  por  el  enfermo  mismo  y  el  contagio  indirecto  por  las  evacua- 
ciones 6  los  objetos  infectados  por  éstas. 

Los  individuos  atacados  de  fiebre  tifoidea  ligera,  muy  ligera  en 
ocasiones,  que  no  son  tratados  ni  guardan  cama,  y  en  los  cuales 
^6\o  es  posible  el  diagnóstico  mediante  el  examen  bacteriológico, 
son  de  lo  más  temible:  Este,  cuando  ha  sido  hecho,  ha  revelado  el 
punto  de  partida  de  varias  epidemias  graves.  En  los  niños  es  fre- 
cuente la  fiebre  tifoidea  ambulatoria. 

Mas  cuando  aparecen  casos,  por  decirlo  así,  autóctonos,  cuesta 
trabajo  explicar  esas  larguísimas  incubaciones,  y  se  ha  pensado  en 
que  el  bacilo  goza  en  el  suelo  ó  en  el  agua  de  una  gran  resistencia 
á  partir  del  día  en  que  fué  depositado  por  esos  enfermos  ambulan-» 
tes ;  pero  esta  hipótesis  deja  mucho  que  desear  y  no  explica  todos 
los  hechos. 

Frosch,  al  iniciarse  las  investigaciones  para  combatir  la  epidemia 
del  ^  O.  de  Alemania,  notó  que  había  easas^  grupos  de  caaos  de  fle^ 
hre  tifoidea^  en  que  sólo  eran  atacados  los  nuevos  moradores,  que- 
dando indemnes  los  antiguos,  y  dio  á  este  hecho  el  nombre  de  «in- 
munidad regional  contra  la  fiebre  tifoidea».  Supone  que  los  bacilos 
tifoideos  siguen  viviendo  como  saprofitos  en  los  individuos  antes 
atacados  y  que  las  materias  fecales  y  la  orina  de  éstos  puede  pro- 
ducir nuevos  focos  de  infección.  Cuando  formuló  esta  hipótesis,  las 
observaciones  que  podían  apoyarla  eran  escasas  (Drigalski  había 
visto  el  bacilo  en  las  materias  fecales  de  un  hombre  sano  hacía  cua- 
tro meses,  y  Dónitz  en  la  orina  de  una  mujer  curada  hacía  siete). 

Una  vez  llamada  la  atención  sobre  este  punto,  las  investigaciones 
han  sido  probatorias,  especialmente  en  los  puntos  en  que  reina  la 
fiebre  tifoidea.  Lentz,  en  siete  de  estas  zonas,  halló,  hasta  el  31  de 
enero  de  1905,  98  individuos  bacilíferos  crónicos  persistentes,  ó  sea 
un  4  por  100  de  los  individuos  examinados,  sin  que  le  fuera  dable 
averiguar  en  casi  ninguno  de  ellos  que  hubieran  tenido  fiebre  tifoi- 
dea. El  calificativo  de  baciliferos  crónicos  sólo  se  emplea  después  de 
la  décima  semana  de  acabados  todos  los  trastornos  de  la  fiebre  ti- 
foidea ó  de  la  recaída  si  la  hubo.  Dura  la  salida  de  bacilos  de  tres  á 
cuatro  años,  por  término  medio,  pero  la  notó  en  un  individuo  nada 


412 

menos  que  á  los  cuarenta  y  dos  años  de  curado.  Los  Ji>aciIo8  salen 
en  gran  cantidad,  alguna  vez  en  estado  de  cultivo  puro,  siendo  de 
notar  que  hay  pocos  ó  no  hay  colibacilos ;  tienen  todos  los  caracte- 
res físicos,  químicos  y  biológicos  de  los  bacilos  tifoideos;  gozan  de 
virulencia,  y  si  los  individuos  que  los  albergan  no  recaen  de  conti- 
nuo, tal  vez  se  deba  á.  cierta  inmunidad  hija  del  primer  ataque  y  á 
que  los  tejidos  en  que  se  alberga  el  germen  poseen  inmunidad  local^ 
entendida  ésta  en  el  sentido  que  le  dan  Wassermann  y  Citrón,  ó  á. 
que  no  llegan  á.  su  residencia  los  denominados  anticuerpos.  Por  úl- 
timo, son  más  frecuentes  en  las  mujeres  que  en  los  hombres  (16  por 
22),  no  poseemos  medios  para  desembarazar  al  organismo  de  estos 
microbios,  pues  el  que  más  es  de  acción  pasajera,  y  deben  residir 
en  algún  punto  que  los  haga  inaccesibles  á  los  medicamentos. 

Así  las  cosas  y  habida  cuenta  de  que  la  vesícula  biliar  suele  con- 
tener el  bacilo  tifoideo  hasta  años  después  de  la  infección,  se  han 
hecho  investigaciones  en  este  sentido  y  se  ha  visto  que  con  frecuen- 
cia existe  en  aquélla  en  estado  de  cultivo  puro,  que  lo  hay  en  los 
cálculos  biliares  (operados)  hasta  sin  haber  antecedente  alguno  de 
fiebre  tifoidea  y  que  no  es  raro  en  la  colecistitis  (Lenz,  Forster, 
Kayser).  Por  otra  parte,  la  experimentación  en  los  animales  (ino- 
culación sanguínea),  hecha  por  estos  autores  y  por  Dórr,  demuestra 
que  los  bacilos  quedan  retenidos  en  la  vesícula  durante  cuatro  y 
más  meses,  en  la  que  suelen  producir  colecistitis,  y  que  en  ella  do 
tardan  en  instalarse.  Aun  cuando,  por  ser  la  fiebre  tifoidea  un  pa- 
decimiento exclusivamente  humano,  estos  experimentos  no  tienen 
valor  absoluto,  dada  su  concordancia  con  los  otro»  hechos,  contri- 
buyen á  pensar  que  es  la  vesícula  un  depósito  de  bacilos  que  van 
saliendo  con  las  deposiciones.  De  este  modo  se  explica  que  sean  más 
frecuentes  en  la  mujer  que  en  el  hombre,  pues  también  son  más  fre- 
cuentes en  ella  las  afecciones  de  la  vesícula  biliar,  así  como  que 
salgan  los  bacilos  ya  continua,  ya  intermitentemente,  pues  la  cole- 
cistitis tifoidea  es  crónica  unas  veces  y  con  recidivas  otras. 

Es,  pues,  el  hombre,  el  bacUifero  crónico^  la  fuente  incesante  de 
toda  infección  nueva,  directa  ó  indirectamente  (agua,  suelo,  alimen- 
tos). Asi  se  concibe  los  casos  cuya  etiología  pasaba  inadvertida,  y 
adquiere  importancia  la  infección  por  contacto ;  se  concibe  también 
que  cerrando  pozos  ó  prohibiendo  tomas  de  agua  sospechosa  se  ha- 
cia algo,  pero  no»se  atacaba  la  causa  de  las  epidemias,  sobre  todo 
en  las  comarcas  rurales. 

Llamada  la  atención  hacia  este  punto  en  virtud  de  las  investiga* 


413 

clones  hechas  para  combatir  la  epidemia  del  S.  O.  de  Alemania^  lu- 
cha entablada  según  los  planes  de  Koch,  éstas  revelaron  ante  todo 
el  concepto  de  que  es  la  fiebre  tifoidea  una  de  las  infecciones  más 
contagiosas  (1).  Hay  individuos  que  permanecen  indemnes  á  pesar 
de  haber  usado  el  agua^  leche,  suelo,  etc.,  que  usaron  los  enfermos. 
El  papel  principa]  en  el  contagio  corresponde  á.  éstos :  excreta,  ro- 
pas,  objetos  que  emplearon,  etc.,  y  sobre  todo  á  las  manos,  que  se 
impurifican  con  cantidades  mínimas  de  materias  fecales,  de  orina, 
de  esputos,  etc.  (por  eso  es  tan  frecuente  la  fiebre  tifoidea  en  los 
niños). 

Conocidos  estos  hechos,  la  profilaxis  debe  consistir :  en  aislar  al 
enfermo,  destruir  inmediatamente  todos  los  excreta,  desinfectar  ro- 
pas, ajuar,  camas,  etc.,  desinfección  esmerada  de  las  manos  en  los 
que  cuidan  del  infeclo,  examen  de  las  personas  invadidas  pero  to- 
davía no  enfermas  y  de  los  bacilíferos  crónicos,  cuyas  deposiciones 
deben  ser  desinfectadas,  y  á  quienes  se  les  ha  de  prohibir  toda  in- 
tervención en  el  comercio  de  la  leche.  Esto,  hecho  con  constancia, 
y  las  medidas  generales  de  higiene,  reducirán  mucho  la  morbosidad 
por  fiebre  tifoidea,  ya  que  no  es  fácil  acabar  con  ella.  (Berlín.  Klin. 
TTocAciw.,  1906). 

II.  El  salol,  tan  usado  en  la  antisepsis  de  la  boca  y  de  la  piel,  pre- 
senta graves  inconvenientes  (Brocq),  hecho  confirmado  por  Carie  y 
Point  (Lyon  medical^  1906),  quienes  reúnen  un  buen  número  de  ob- 
servaciones muy  decisivas  Hay  entre  ellas  las  de  cinco  individuos 
de  una  familia,  afectos  de  herpes  labial  hacía  muchos  meses,  que 
curaron  pronto  suprimiendo  un  dentífrico  en  que  entraba  el  salol. 
Por  tanto,  siempre  que  se  trate  de  un  herpes  labial  ha  de  investigar- 
se si  anda  de  por  medio  el  salol.  Igual  es  la  opinión  de  Besnier  y  la 
de  Thibierge,  para  quienes  este  cuerpo  es  una  substancia  eczemató- 
gena  en  alto  grado.  La  erupción  comienza,  por  regla  general,  en  la 
comisura,  se  acantona  en  ella  más  ó  menos  tiempo  y  al  fin  se  ex- 
tiende á  los  labios  y  en  algunos  individuos  á  las  mejillas.  Persiste 
mientras  dura  la  causa. 

Otros. antisépticos  tienen  el  mismo  inconveniente:  fenol,  subli- 
mado, etc. 

(1)  La  epidemia  empieza  siempre  por  un  caso  de  orÍA:eii  conocido  ó  no ;  á 
las  dos  ó  tres  semanas  (período  de  incnbaoión)  son  invadidas  las  personas 
qoe  estay ieron  en  contacto  con  el  enfermo ;  signen  laego  los  de  la  misma 
casa,  los  de  las  vecinas  y,  en  fin,  los  alejadoB,  hasta  que  se  extingue  la  epi- 
demia ó  se  pierde  el  rastro. 


414 

La  antisepsis  de  la  boca  tiene  mucho  de  ilusoria  y  el  empleo  de 
desinfectantes  es  inútil,  cuando  no  peligroso.  Bn  ciertas  afecciones 
los  lavados  antisépticos  de  la  boca  son  provechosos,  pero  en  la  prác- 
tica  ordinaria  la  adición  de  un  antiséptico  es  supérflua  y  de  ordina- 
rio es  irritante. 

Un  buen  dentífrico  debe  ser  sobre  todo  de  acción  mecánica,  y  la 
limpieza  de  los  dientes  es  cuestión  de  cepillo.  El  mejor  dentífrico  es 
el  más  sencillo ;  por  ejemplo : 

Carbonato  de  ma^esia 10  f^amoi. 

~        de  oaloio 10       — 

Eflencia  de  menta XX  ffotas. 

Se  carga  el  cepillo  con  bastante  polvo  y  se  empieza  por  las  caras 
triturantes  de  todos  los  dientes,  y  luego  las  laterales  de  arriba  abajo 
para  los  superiores  y  de  abajo  arriba  para  los  inferiores ;  asf  se  lim* 
pia  también  los  intersticios  y  no  se  empuja  los  cuerpos  extraños 
bajo  el  cuello.  La  limpieza  debe  extenderse  á  las  encías  y  dorso  de 
la  lengua. 

La  operación  ha  de  hacerse  después  de  cada  comida,  cuando  me- 
nos mañana  y  noche,  sobre  todo  de  noche,  pues  durante  ésta  la  sa* 
liva  es  menos  abundante,  hay  escasos  movimientos  y  las  fermenta- 
ciones son  más  fáciles  que  de  día.  A  la  falta  de  limpieza  nocturna 
hay  que  atribuir  las  gingivitis  y  las  caries  dentarias.  Rose,  de  Mu- 
nich, ha  dicho  :  •  No  te  olvides,  sobre  todo,  de  limpiarte  la  boca  de 
noche.  El  que  no  se  lava  la  boca  más  que  por  la  mañana,  se  parece 
á  aquel  que  cierra  la  puerta  del  establo  cuando  ya  ha  salido  la 
cabra». 

III.  La  insolación  prolongada  é  intensa,  cual  la  de  la  zona  tórrida 
y  la  que  sufren  en  nuestras  comarcas  meridionales  los  agricultores 
y  los  soldados,  determina  varios  trastornos  psíquicos :  insomnio, 
cefalalgia,  ataques  epileptíformes,  torpeza  intelectual,  etc.  Meiguié 
{Théae  de  Bordeaux^  1906)  llama  la  atención  sobre  otro :  la  amnetia. 

Esta  amnesia,  variable  en  sus  formas  y  más  ó  menos  absoluta,  la 
hay  en  todos  los  casos  y  de  ordinario  es  intensa.  Sólo  existe  tan 
completa  en  la  eclampsia  y  en  la  polineuritis.  Puede  ser  retro jrada^ 
con  sus  dos  variedades  lacunar  y  difusa  (ó  crepuBcular)  y  anierógra- 
da,  ya  de  fijación^  ya  actual.  En  unos  casos  la  insolación  es  la  única 
causa,  en  otros  va  unida  á  otro  factor :  al  alcoholismo,  paludismo, 
sífilis,  etc. 

IV.  Los  casos  de  miasis,  ó  desarrollo  de  larvas  procedentes  de 
dípteros,  son  raros  en  el  hombre  (más  comunes  en  las  comarcas  tó- 


415 

rrídas  que  en  las  nuestras),  pero  se  les  debe  tener  presentes  para 
explicarse  ciertos  hechos,  cuyo  génesis  puede  pasar  inadvertido. 
Dequen  (tesis  de  París,  1906)  ha  estudiado  este  capitulo. 

Las  larvas  de  las  moscajs  han  sido  observadas  en  todos  los  puntos 
accesibles  á  estos  insectos  y  hasta  en  algunos  que  no  era  de  prever: 
piel  y  tejido  celular  subcutáneo  de  la  piel  del  cráneo,  frente,  pecho, 
miembros,  espalda,  conducto  auditivo  externo,  fosas  nasales,  ojos, 
conductos  lagrimales,  ombligo,  ano,  senos  frontales  y  maxilares, 
encías,  dentro  de  las  mejillas  (Hope),  faringe  (Heysham),  estómago 
(Hope,  Yule,  Kirby,  Thompson,  Reeve,  Kellie,  etc.),  intestinos  (Ho- 
pe, White,  Brera,  etc.),  vejiga  de  una  miíjer  (Ziegler),  uretra  de  un 
hombre  (Tumer,  Breyset),  vagina  (Lallemand).  En  unos  casos  en- 
tran las  larvas  con  los  alimentos  (frutos  averiados,  carne  pasada, 
queso,  etc.);  en  otros  son  depositadas  insidiosamente  y  durante  el 
sueño. 

Dequen  se  ocupa  especialmente  en  las  larvas  caoicolaSj  en  las  que 
entran  en  las  cavidades  nasales,  oculares,  auriculares,  senos  fron- 
tales y  maxilares.  Casi  todos  los  casos  se  refieren  á  los  múscidos  y 
algunos,  dudosos,  á  los  éstridos,  y  todqs  recaen  en  individuos  de 
una  suciedad  repugnante,  en  borrachos,  bulimicos,  ozénicos  y  ulce- 
rosos de  toda  jerarquía.  Las  larvas  más  frecuentes  de  la  familia  de 
los  múscidos  han  sido  en  América  el  género  LucilUa^  y  en  Europa 
el  Sarcophila  (Rusia)  y  el  Sarcophaga  (Francia).  Las  alteraciones 
oscilan  entre  el  picor,  cosquilleo,  etc.,  del  principio  hasta  la  muerte. 
Hay  que  desembarazarse  de  ellas  á  toda  costa,  incluso  el  empleo  de 
Ja  trepanación.  En  Rumania  y  en  Inglaterra  se  usa  por  el  vulgo  el 
beleño,  fumigando  é  inhalando  con  hojas  secas  y  frutos  ó  rociando 
con  el  agua. 

V.  Es  sabida  la  mala  inñuencia  de  la  intoxicación  nicotínica  so- 
bre el  embarazo.  El  Dr.  J.  Livon  da'á  conocer  (Marseüle  medical^ 
1906)  sus  observaciones. 

Una  mujer  con  14  embarazos :  7,  antes  de  entrar  en  la  fábrica, 
acaban  bien,  y  7  mal  desde  que  entró.  Otra  :  10  embarazos ;  todos 
terminaron  en  aborto.  Otra :  8  embarazos,  de  los  cuales  sólo  con- 
cluyeron bien  los  dos  últimos  por  haber  salido  de  la  fábrica. 

No  menos  evidente  es  la  acción  nociva  del  tabaco  sobre  los  hijos 
que  nacen  con  vida,  más  pequeños,  enclenques,  de  mala  dentición 
y  poco  residientes  (Oelaunay,  Quinquaud,  Goyard).  En  el  Havre,  de 
376  nacidos,  murieron  223  (Piasecki) ;  en  Yglau^  de  453,  hubo  sólo  11 
muertos  al  nacer,  pero  luego  sucumbieron  206,  de  ellos  101  de  enfer- 


416 

med&des  cerebrales  y  medulares  con  convulsiones,  9  de  meningitis 
y  3  de  hidrocefalia  crónica  (Kostíal).  En  otra  estadística  hay  110 
muertos  en  los  tres  primeros  meses,  160  en  los  seis  siguientes  y  181 
varios  meses  después. 

Los  fallecimientos  ocurren  en  su  mayoría  del  segundo  al  caario 
mes,  época  en  que  la  madre  vuelve  á  su  trabajo  y  da  á  su  hijo  leche 
«nicotizada»  (Vinay),  de  olor  de  tabaco.  La  única  manera  de  salvar 
estos  niños  es  abandonar  la  lactancia  materna. 

VI.  Beuttner  establece  las  siguientes  reglas  para  la  higiene  des- 
pués del  parto  (Soc.  d'Obstét.  et  de  Gynéc.  de  la  Suisse  romande^  1906), 
después  de  hacer  la  crítica  de  las  divergentes  opiniones  que  hay  so- 
bre la  materia  : 

1^  Lavado  de  los  órganos  genitales  extemos,  una  vez  hecha  la 
toilette  consecutiva  al  parto,  mediante  un  simple  riego  de  la  valva, 
mañana  y  noche,  con  una  solución  antiséptica  ligera  ó  simplemente 
agua  esterilizada. 

2.*  Abstención  de  las  inyecciones  vaginales,  más  nocivas  qoe 
útiles. 

3.*  Usar  la  escupidera  de  cama,  mejor  la  prolongada  que  la  re- 
donda, caletándola  antes  y  desinfectando  ios  bordes. 

4.*  Comprobación  del  estado  del  útero,  hecha  por  el  mismo  médi- 
co, una  ó  dos  horas  después  del  parto. 

5/  Permanencia  en  cama  durante  un  tiempo  que.  ha  de  variar 
según  la  constitución,  posición,  etc.,  de  la  mujer.  En  los  caaos 
completamente  normales  se  puede  permitir  se  levante  al  noveno 
6  décimo  día.  Debe  permanecer  en  decúbito  supino  los  dos  prime- 
ros dias;  á  partir  del  tercero,  se  le  puede  conceder  permanezca  de 
lado. 

6.^  La  habitación  debe  ser  espaciosa,  fácil  de  ventilar  y  de  lim- 
piar y  á  una  temperatura  de  18^  á  19^. 

7.*  La  cama  ha  de  ser  accesible  por  todos  lados. 

8.*  La  ropa  de  cuerpo  será  amplia,  blanda  y  apta  para  absorber 
la  transpiración. 

9.*  La  alimentación  consistirá,  en  los  dos  primeros  df as,  en  leche, 
huevos  y  caldo,  reservándose  la  más  substancial  para  después  del 
tercero  ó  cuarto,  una  vez  evacuados  los  intestinos. 

10.  La  parida  debe  orinar  cada  tres  horas ;  si  hay  retepeión,  ma- 
saje del  bajo  vientre,  riego  de  la  vulva  con  agua  caliente  y  hasta 
levantar  á  la  puérpera  especialmente  mediante  almohadas  puestas 
en  la  espalda.  Si  todo  esto  fracasa,  hay  que  sondar. 


417 

11.  Se  procurará  vaciar  el  intestino  al  tercer  dia,  pero  no  se  usará 
las  aguas  minerales  en  las  mujeres  que  lactan. 

12.  Se  tomará  la  temperatura  y  el  pulso  mañana  y  noche,  y  más 
veces  si  es  menester. 

13.  Para  el  tratamiento  de  las  paredes  abdominales  se  usará  una 
faja  especial,  aplicada  seis  horas  después  del  parto. 

14.  Hay  que  recomendar  la  lactancia  materna. 

15.  Las  mamas  serán  cubiertas  con  una  tela  muy  flna  y  limpia, 
lavada  con  agua  bórica,  antes  y  después  de  cada  tetada. 

16.  Ergotina,  si  no  hay  contracciones  del  útero ;  si  son  dolorosas, 
un  ^nema  laudanizado  ó  la  aspirina  recomendada  por  von  Herff. 

En  la  discusión  consecutiva  dijeron : 

Bourcart :  Que  para  restablecer  el  equilibrio  abdominal,  roto  por 
la  expulsión  y  revelado  por  la  flaxidez  del  regulador' (saco  abdomi- 
nal muscular  y  uterino)  y  por  el  éxtasis  venoso  del  vientre,  hay  que 
activar  la  circulación  con  un  masaje  centrípeto,  excitar  los  centros 
vasomotores  del  simpático  y  sostener  los  músculos  con  uña  faja 
elástica  circular. 

Rossier :  Que,  con  arreglo  á  lo  que  se  hace  en  Alemania,  autoriza 
en  los  casos  normales  á  que  se  levante  la  parida  á  los  cinco  ó  seis 
días,  previo  un  examen  de  la  vagina  hecho  con  guantes.  No  ha  no- 
tado inconveniente  alguno.  Además,  no  purga  sistemáticamente  al 
tercer  día. 

Hastian :  Que  antes  del  parto  ordena  inyecciones  con  lisoformo, 
pero  no  después  del  parto.  Prescribe  aceite  de  ricino  en  los  dos  dfas 
primeros. 

Muret :  Que  pone  á  las  puérperas  de  lado  desde  el  tercer  día,  épo- 
ca en  que  está  el  útero  contrafdo  deñnitivamente  ;  que  para  favore- 
cer la  regresión  de  los  músculos  abdominales  se  ha  de  poner  una 
faja  bien  apretada,  usar  los  purgantes  en  abundancia,  no  dar  una 
alimentación  abundosa  y  ejercitar  los  músculos  haciendo  sentar  á 
la  parida  desde  la  primera  semana.  Para  robustecer  el  suelo  de  la 
pelvis  usa  inyecciones  vaginales  astringentes  de  alumbre  ó  de  ace- 
tato alumfnico ;  si  hay  tendencia  al  prolapso  ó  á  la  retroflexión,  co- 
loca torundas  empapadas  en  glicerina  y  acetato  de  plomo.  Cree  que 
no  debe  durar  más  de  quince  dfas  la  permanencia  en  cama, 

Bétrix  :  Que  se  ha  de  individualizar  en  estos  casos,  debiendo  ser 
de  veinte  dias  como  máximum  y  de  doce  á  quince  como  mínimum 
la  permanencia  en  cama ;  añade  que  la  práctica  alemana  (Küstner) 
ha  sido  impugnada  por  Olshausen.  Respecto  á  la  evacuación  intes- 

a 


418 

tínal,  emplea  un  ligero  purgante  después  del  parto,  críe  ó  no  crie  la 
mujer.  No  recurre  á  la  sonda  sino  en  caso  extremo,  pues  el  catete- 
rismo repetido  produce  cistitis. 

Beuttner  interviene  de  nuevo :  la  dilatación  uretral  es  preferible 
al  cateterismo ;  cuando  recurre  á  éste  emplea  el  helmitol. 

Roux  echa  mano  del  clorato  potásico  en  caso  de  tener  que  son- 
dar, y  añade  que  la  orina  es  tanto  más  antiséptica  cuanto  más  acida. 

Muret,  por  último,  procura  que  sus  paridas  ú  operadas  aprendan 
á  orinar  estando  acostadas.  Purga  desde  el  segundo  día. 


REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA   MEDIGO-QÜIRIÍROIOA   ESPAÑOLA 
Sesián  del  dia  19  de  Nooiembre  dé  1906. 

Cirugía  conservadora  del  tettíoulo.— El  Dr.  Goyanee,  después  de  hacer  una 
brere  reseña  histórica  de  esta  naciente  cuestión,  expone  el  interesante  caso 
siguiente :  ün  joven  de  treinta  y  dos  afíos  presentaba  en  la  parte  superior 
externa  del  lado  izquierdo  del  escroto  un  trayecto  fístuloso  por  donde  salim 
exudado  seropurulento;  el  testicalo  estaba  algo  indurado,  el  epididimo  en- 
grosado y  duro. 

Tratábase  de  una  tuberculosis  localizada  al  epididimo,  y  habiendo  leído 
en  los  Archivos  de  Langenheck  una  operación  aplicada  á  otros  casos  seme- 
jantes, encaminada  á  conserrar  la  función  testicular,  se  decidió  á practicar- 
la en  el  presente  caso.  Circunscribió  la  fístula  con  dos  incisiones,  abrió  la 
vaginal,  desprendió  el  epididimo  que  estaba  duplicado  de  vdumen  y  lo  ex* 
tirpó,  respetando  la  arteria  espermática  para  evitar  la  necrosis  del  dídimo; 
extirpó  un  trozo  del  vas  deferens  y  anastomosó  el  conducto  deferente  con  la 
rete  testis.  Para  ello  hizo  una  incisión  profunda  en  el  comienzo  del  cono 
vasculoso  de  Haller;  luego  seccionó  longitudinalmente  el  vaso  deferente  j 
suturó  con  catgut  los  bordes  á  los  de  la  incisión  del  cono  vasculoso,  cubrién- 
dolo después  con  la  túnica  albugínea. 

El  resultado  fué  brillante ;  el  vaso  deferente  quedó  normal  y  firmemente 
fijado  al  testículo;  np  se  puede  saber  si  la  función  se  ha  restablecido,  por- 
que conserva  el  otro  testículo.  Pero  piensa  repetir  la  operación  en  otro  en. 
fermo  con  tuberculosis  de  ambos  epididimos,  en  el  cual  será  interesantísi- 
ma, porque  en  él  se  podrá  aclarar  este  punto. 

Malgaigne  ya  había  extirpado  el  epididimo  aisladamente  para  conservar 
el  testículo,  glándula  de  secreción  interna  muy  importante.  Bardenhaaer 


419 

•establecía  la  continuidad  á  expensas  de  la  cápsula  del  epididimo,  colocando 
iiebras  de  catgut  entre  el  testículo  j  la  sección  del  conducto  deferente  y 
enturando  la  cápsula  epididímica  por  encima  de  las  mismas. 

Un  autor  italiano,  Scaduto  (de  la  Clínica  de  Durante,  de  Roma),  ideó 
practicar  en  los  animales  la  anastomosis  del  Tas  deferens  con  la  red  de 
Haller  (resección  total  del  epididimo)  y  con  la  cabeza  del  epididimo  (resec* 
-oión  parcial  del  mismo),  obserrando  que  la  continuidad  se  establecía  y  so 
conserraba  la  función  sexual. 

Rasumowski,  en  los  Archivos  de  Langenheck^  1902,  comunicó  cuatro 
K)peraciones  de  cirugía  oonserradora,  dos  de  resección  total  del  epididimo 
7  dos  de  resección  parcial.  También  fueron  casos  unilaterales,  y  por  eso  no 
pudo  saberse  si  la  función  quedó  couseryada. 

En  los  casos  de  resección  de  la  cola  del  epididimo,  Scaduto  anastomosó 
por  enchufe  el  conducto  deferente,  haciendo  una  especie  de  túnel  en  la  ca- 
beza del  epididimo.  Esto  tiene  su  razón  de  ser,  puesto  que  la  naturaleza 
tiene  tendencia  á  restablecer  la  conducción  del  líquido  espermático,  y  con  la 
anastomosis  por  enchufe  se  facilita,  se  ayuda  esta  tendencia  conserradora. 

La  última  operación  conseryadora  será  la  resección  del  yas  deferens.  En 
•estos  asuntos  hay  muy  poco  hecho,  y  sólo  cinco  obseryaciones  que  Goyanes 
lia  recogido  no  autorizan  para  sentar  conclusiones  defínitiras. 

El  Dr.  Barragán^  después  de  felicitar  al  J)r.  Goyanes  y  aplaudir  sus  ten- 
dencias conseryadoras,  cita  cinco  casos  personales  de  extirpación  del  epi* 
•dídimo  conseryaodo  la  glándula  testicular;  pero,  en  yerdad,  sin  hacer  la 
•operación  citada  por  Gbyanes. 

El  Dr.  Cifuentee  muéstrase  también  partidario  de  la  cirugía  conseryado- 
ra de  la  función  testicular,  y  más  tratándose  de  sujetos  jóyenes.  Real- 
mente, el  ideal  en  estos  casos  es  la  operación  citada  y  hecha  por  el  Dr.  Gk>- 
janes. 

Refiere  un  caso  de  extirpación  del  epididimo,  en  el  cual  practicó  la  ope- 
ración á  lo  Bardenhauer;  en  él  la  anastomosis  hubiera  sido  imposible, 
porque  el  yaso  deferente  estaba  lesionado  y  hubo  que  extirpar  un  gran 
trozo,  imposibilitándose  la  aproximación  al  testículo. 

El  Dr.  Ooyanes  ye  con  agrado  que  las  tendencias  conservadoras  son  acep- 
tadas por  sus  colegas. 

Sobre  la  epidemia  actual  de  fiebre  tifoidea.  —  El  Dr.  Vallk  t  Aldabaldb: 
» Desde  primeros  de  octubre  de  este  afio  yienen  siendo  tan  frecuentes  en  Ma- 
•drid  los  casos  de  fiebre  tifoidea,  que  puede  decirse  sin  exageración  que  se 
trata  de  una  epidemia.  La  aparición  simultánea  de  casos  en  puntos  muy 
.distaaies  de  la  población,  induce  á  pensar  en  una  causa  general,  tal  como 
la  contaminación  de  las  aguas  del  Lozoya.  Verdad  es  que  hay  endemias  y* 
epidemias  de  fiebre  tifoidea  que  se  ha  demostrado  no  son  debidas  al  agua, 
sino  al  suelo,  y  yo  mismo  conozco  alguna  comarca  minera  de  Asturias  don- 
de esta  última  hipótesis  es  la  más  racional,  puesto  que  se  trata  de  personas 
^ue  consumen  el  agua  potable  de  fuentes  muy  distintas  y  apartadas,  y,  por 
otra  parte,  Ueyan  entre  sí  tan  poca  relación,  que  no  cabe  pensar  en  un  con- 
tagio directo ;  pero  en  Madrid  no  me  atrevería  á  afirmar  que  el  origen 
de  la  infección  es  telúrico  y  no  hídrico,  mientras  inyestigaciones  muy  de- 
tenidas no  diluciden  este  punto. 


420 

Tampoco  he  obeervado  en  la  epidemia  actual  los  llamados  focos  domésii* 
eos  ó  epidemias  de  casa,  que  he  risto  en  algana  otra  epidemia  de  esta  mis- 
ma capital. 

Las  formas  qne  he  tenido  y  estoy  teniendo  ocasión  de  tratar,  tanto  en  el 
hospital  como  en  la  población,  son  leyes,  y  sin  duda  por  eso  la  epidemia  no 
ha  preocupado  á  la  opinión,  á  pesar  de  su  existencia  indudable. 

Presentan  las  fiebres  actuales  algunas  particularidades  que  han  sido  el 
motiro  principal  de  mi  comunicación. 

Una  de  ellas  es  la  frecuencia  de  la  roseóla,  y  sobre  todo,  su  intensidad^ 
y  en  algunos  su  difusión,  habiendo  habido  más  de  un  enfermo  en  que  lle- 
gué á  dudar  si  se  trataría  del  tifus  exantemático,  á  pesar  de  que  el  haberse 
iniciado  el  exantema  por  el  tí  entre,  no  haberse  conrertido  en  petequial,  y, 
sobre  todo,  los  demás  síntomas,  me  inclinaron  el  ánimo  al  diagnóstico  del 
tifus  abdominal. 

En  cambio,  el  infarto  del  bazo  es  en  la  epidemia  actual  poco  común  y 
poco  acentuado.  Tampoco  es  muy  frecuente  la  diarrea,  sobre  todo  de  lo» 
casos  no  tratados  con  purgantes.  Excusado  es  decir  que  por  lo  mismo  que 
se  trata  de  formas  leves,  la  cifra  térmica  asciende  poco,  y  los  fenómenos 
nerviosos  apenas  se  ponen  de  manifiesto.  Tampoco  han  sido  frecuentes  las 
epistaxis,  pero  en  un  caso  llegaron  á  adquirir  bastante  intensidad. 

Por  lo  mismo  que  muchos  de  los  casos  eran  tan  borrosos  en  su  síntoma- 
tología,  apelé  en  el  hospital  al  suero  diagnóstico  de  Ficker,  habiéndose  en* 
cargado  de  este  examen  uno  de  mis  alumnos,  el  Sr.  Marañen.  Ahora  bien; 
en  todos  los  casos,  menos  en  uno,  pero  en  cambio  también  en  el  de  exante- 
ma abundante  y  generalizado,  se  presentó  la  suerorreacción  con  carácter 
positivo,  y,  por  el  contrario,  dio  resultado  negativo  con  el  paratifus  B  en 
uno  de  los  casos  en  que  se  hizo  este  examen  de  comprobación.  También  fué 
positivo  el  resultado  del  examen  hecho  por  el  Sr.  Marañón  en  otros  casos 
de  otras  salas  del  Hospital  provincial,  y  en  alguno  del  Asilo  de  las  Merce-  ' 

des,  en  que  se  recurrió  á  este  medio  de  exploración.  I 

Un  síntoma  que  creo  puede  tener  alguna  importancia,  no  obstante  la  I 

que  base  dicho  en  contrario,  es  el  gorgoteo  en  la  fosa  iliaca  derecha,  sobre 
todo  si  se  confirma  que  también  se  presenta,  como  yo  he  abservado  en  al-  ¡I 

gunos  casos,  sin  existir  diarrea,  y  no  como  se  ha  dicho,  sólo  cuando  se  pre- 
senta este  último  síntoma. 

He  comprobado  en  algunos  casos  el  síntoma  de  Bernard,  ó  sea  la  presen- 
cia, apreciada  por  la  palpación,  de  tumorcitos  como  almendras,  de  la  foss 
ilíaca  derecha,  que  no  deben  ser  otra  cosa  que  los  infartos  ganglionares  que 
sabemos  se  producen  en  el  tifus  abdominal.  Claro  está  que  la  exploración 
necesaria  para  descubrir  este  signo  ha  de  hacerse  con  cuidado  si  recorda- 
mos que  hacia  dicha  zona  caen  las  asas  de  intestino  donde  más  abundan 
las  lesiones  propias  de  la  tifoidea. 

Del  tratamiento  poco  he  de  decir.  Tratándose  de  casos  leves,  casi  basta 
con  la  simple  expectación,  sin  necesidad  de  acudir  á  los  baños,  ó  todo  lo 
más  uno  á  la  caída  de  la  tarde,  más  que  como  defervescente,  para  estimu- 
lar las  funciones  de  la  piel  y  del  riñon,  como  medida  de  limpieza  y  con  el 
objeto  de  favorecer  el  descanso  nocturno. 

En  estos  últimos  tiempos  se  ha  vuelto  á  hablar  de  la  quinina  en  la  fiebre 


421 

tifoidea.  No  la  creo  neceearia,  y  todo  lo  más  entiendo  que  se  puede  usar 
oomo'medio  auxiliar  de  la  hidroterapia,  pero  nunca  por  mucho  tiempo  Be- 
bido. 

Sólo  he  tenido  un  caso  de  recaída,  y  como  ha  sido  precisamente  un  en- 
fermo en  el  que  anduTe  un  poco  más  de  prisa  que  de  costumbre  en  permi* 
tir  alimentación  sólida  y  el  abandono  del  lecho,  creo  que  la  recaída  fué  de- 
bida á  tales  circunstancias  y  que  este  hecho  nos  ensefia  una  vez  más  la  oir- 
'Cunspeoción  con  que  se  debe  proceder  en  el  alimento  y  en  el  abandono  de 
la  cama,  aunque  se  trate  de  formas  leres  de  tifus  abdominal. 


PERIÓDICOS 


Placenta  previa.— En  El  Confidente  de  las  Cienciae  Médicas^  de  Jerez  de  la 
Frontera,  publica  el  Dr.  D.  Rodolfo  del  Oastillo  y  Ruiz  el  caso  clínico  re- 
ferente á  M.  R.,  de  cuarenta  años  de  edad,  casada,  natural  de  Toledo,  cuya 
primera  regla  tuvo  lugar  á  los  quince  afios,  siendo  de^de  esta  fecha  sus 
menstruaciones  perfectamente  regulares,  solamente  suspendidas  durante 
•cuatro  embarazos  Uerados  felizmente  á  término  y  en  los  que  los  partos  y 
puerperios  evolucionaron  de  una  manera  fisiológica,  el  último  de  los  cuales 
databa  de  cuatro  años  fecha.  EU  año  próximo  pasado  se  sintió  de  nuevo 
embarazada  y  todo  marchó  á  pedir  de  boca  hasta  el  mes  séptimo  de  su 
nueva  gestación  (septiembre),  en  que  un  día  al  levantarse  y  sin  haber  no- 
tado molestia  alguna,  se  encontró  manchadas  las  ropas  de  sangre,  proce- 
dente de  una  hemorragia  genital  no  nada  escasa ;  guardó  absoluto  reposo 
y  á  ios  cuatro  días  pudo  abandonar  el  lecho  completamente  restablecida; 
poco  duró  este  estado,  pues  la  hemorragia  reapareció  al  poco  tiempo  con 
más  intensidad,  siendo  combatida  con  reposo  y  un  taponamiento  que  le 
hizo  el  profesor  que  la  asistía;  desde  esta  fecha  las  pérdidas  sanguíneas  tan 
pronto  aparecían  como  cesaban,  siendo  este  motivo  suficiente  para  que  su 
médico  le  aconsejase  la  conveniencia  de  ser  examinada  por  un  especialista, 
y  en  tal  situación  tuvo  ocasión  de  explorar  á  esta  señora,  precisamente  al 
mes  de  haber  tenido  su  primera  metrorragia.  El  estado  general  de  la  pa- 
ciente era  bastante  bueno,  sin  que  las  pérdidas  sanguíneas  que  padeciera 
hubieran  hecho  mella  en  su  organismo  suficientemente  robusto;  se  trataba 
de  una  embarazada  en  el  octavo  mes,  presentando  todos  los  signos  propios 
de  la  gestación  en  esa  época ;  el  feto,  cuyos  latidos  cardiacos  no  acusaban 
sufrimiento  alguno,  aún  no  estaba  encajado;  el  tacto  vaginal  denunciaba 
un  reblandecimiento  muy  marcado  del  cuello,  que  estaba  ligeramente  di- 
latado, acompañado  de  un  engrosamiento  bastante  manifiesto  del  segmen- 
to inferior  del  útero,  apreciable  principalmente  en  el  fondo  del  saco  vaginal 
izquierdo  y  mitad  izquierda  de  los  fondos  anterior  y  posterior,  lo  que  unido 
A  la  falta  de  encajamiento  del  feto  hacían  difícil  la  percepción  del  peloteo 
vaginal.  Piensa  el  Dr.  Castillo  en  una  inserción  baja  de  la  placenta,  y  dado 
«1  buen  estado  general  de  la  embarazada,  la  ausencia  de  fenómenos  de 


422 

parto  7  la  relativa  escasez  de  la  hemorragia,  se  limitó  á  prescribirle  re* 
poso  absoluto,  irrigaciones  yaginales  calientes  y  enemas  laudanizados,  md- 
yirtiéndole  que  si  la  hemorragia  reaparecía  con  intensidad  ó  si  su  estado 
general  se  alteraba,  avisara  inmediatanxente. 

Cesaron  aquéllas,  hasta  el  19  de  noviembre  que  fué  llamado  con  urgen- 
cia por  haber  reaparecido  el  flujo  sanguíneo  con  caracteres  alarmantee,. 
acompañado  de  contracciones  uterinas  dolorosas.  Encontró  á  la  enferma, 
con  una  abundante  metrorragia,  efecto  de  la  cual  su  estado  general  había 
decaído  de  un  modo  considerable ;  la  vagina,  por  la  que  salía  sangre  mes- 
dada  con  coágulos,  estaba  llena  de  éstos ;  el  cuello  uterino  dilatado,  con 
nn  diámetro  próximamente  equivalente  al  de  una  moneda  de  dos  pesetas^ 
á  través  del  cual  se  apreciaban  las  membranas  completamente  intactas  y 
cotiledones  placentarios  en  el  hemicirculo  izquierdo,  el  feto  se  presentaba, 
de  vértice  en  posición  Olí  A. ;  las  contracciones  uterinas  se  producían  cada 
diez,  cada  cinco  minutos.  El  parto,  pues,  había  comenzado ;  el  diagnóstico* 
de  placenta  previa  no  ofrecía  duda. 

Siguiendo  la  práctica  de  Pinard,  desinfectó  vulva  y  vagina  y  rompió  laa 
membranas  extensamente  con  objeto  de  evitar  nuevos  desprendimientos- 
placentarios  y  ver  si  conseguía  que  el  ovoide  cefálico  se  encajase  y  actuan- 
do de  tapón  contuviera  la  hemorragia;  por  el  momento  ésta  pareció  eeear^ 
mas  volviendo  á  reaparecer  casi  en  seguida,  se  decidió  á  vaciar  el  útero^ 
practicando  al  efecto  la  versión  podálica  por  maniobras  internas,  consi- 
guiendo extraer  un  feto  muerto,  é  inmediatamente  hizo  el  alumbramiento 
artificial. 

La  operación  resultó  fácil  por  tratarse  de  un  cuello  perfectamente  dila- 
table; seguidamente  se  le  practicó  un  lavado  intrauterino  con  agua  este- 
rilizada á  88""  centígrados  y  se  le  inyectaron  800  cent.  cúb.  de  suero  Hayea 
en  el  tejido  celular  de  la  región  infradavicular,  con  el  fin  de  provocar  ana. 
pronta  reacción,  pues  encontrábase  la  operada  en  un  estado  sincopa!  gra- 
ve; fué  rodeada  asimismo  de  calentadores,  teniendo  la  suerte  de  ver  al  poco 
tiempo  iniciarse  la  reacción,  que  fué  en  aumento  progresivo  hasta  comple- 
tarse. El  curso  post  operatorio,  así  como  el  puerperio,  fueron  excelentes  t 
todo  hubiera  marchado  perfectamente  á  no  ser  por  una  ligera  flegmasía. 
alba  dolens  de  la  pierna  izquierda,  que  se  presentó  al  dozavo  día  de  la  ope* 
ración  y  que  eficazmente  combatida  mediante  el  reposo  absoluto  del  miem» 
bro  afecto,  tuvimos  la  satisfacción  de  dar  de  alta  á  nuestra  puérpera  com- 
pletamente restablecida  á  los  veintiocho  días  de  operada. 

A  propósito  del  caso,  dice  el  Dr.  Castillo  :  En  los  últimos  tres  meses  del 
embarazo  y  como  resultante  de  las  contracciones  uterinas  indoloras  qae 
normalmente  se  producen  (Pinard)  y  de  la  mayor  amplificación  del  seg- 
mento inferior  del  útero  (Auvard),  se  desprenden  las  membranas  ovalares 
de  la  pared  uterina,  á  mayor  ó  menor  distancia  y  á  partir  del  orificio  in- 
terno, desprendimiento  que  se  continúa  durante  el  parto  y  termina  en  el 
alumbramiento;  pues  bien,  si  la  placenta  está  inserta  en  el  sitio  donde  este 
desprendimiento  se  efectúa,  sucederá,  ó  que  la  placenta  se  desinserte,  dan- 
do lugar  á  hemorragias  más  ó  menos  intensas,  según  la  zona  de  despega- 
miento, ó  que  la  inserción  placentaria  resista  y  el  córion  atirantado  ceda 
y  se  rasgue,  dando  por  resultado  la  rotura  de  las  membranas,  mas  no  se 


423 

limitan  á  esto  las  cosas,  síqo  qae  tanto  uno  ú  otro  fenómeno  al  producirse 
pueden  dar  origen  á  la  expulsión  prematura  del  huevo  y  de  aquí  la  fre- 
cuencia del  parto  prematuro  en  la  placenta  preria ;  finalmente,  ocupando 
la  placenta  una  parte  del  segmento  inferior  del  útero,  impide  el  encaja- 
miento de  la  parte  fetal  y  en  su  consecuencia  es  motiro  frecuente  de  pre- 
sentaciones viciosas  del  feto. 

A  estos  cuatro  fenómenos  queda  reducida  la  sintomatología  de  la  inser- 
ción baja,  aparte  de  los  signos  físicos  de  todos  conocidos,  síntomas  que  se- 
gún  su  presentación  y  su  intensidad  serán  el  punto  de  partida  y  base  del 
tratamiento  que  se  debe  de  poner  en  práctica.  Sin  embargo,  el  más  temi- 
ble de  todos  los  accidentes  es  la  hemorragia,  y  puede  decirse  de  ella  qile 
absorbe  por  completo  la  terapéutica  de  la  placenta  previa. 

8i  la  hemorragia  no  es  muy  intensa,  no  altera  el  estado  general  de  la 
embarazada,  el  feto  no  acusa  sufrimiento  y  el  cuello  está  cerrado  y  no  es 
dilatable,  máxime  si  esto  acontece  en  época  temprana  del  embarazo,  la 
conducta  del  tocólogo  debe  de  limitarse  á  una  expectación  armada;  se 
prescribirán  las  irrigaciones  calientes,  el  reposo  absoluto  y  los  enemas  lau- 
danizados. 

Si,  por  el  cpntrario,  la  hemorragia  es  intensa,  cosa  que  generalmente 
ocurre  cuando  el  cuello  comienza  á  desaparecer  y  á  dilatarse,  puesto  que 
la  hemorragia  es  producto  de  desprendimientos  placentarios  consecutivos 
á  la  mayor  amplificación  del.  segmento  inferior,  que  determina  una  falta 
de  paralelismo  entre  la  torta  placentaria  y  dicho  segmento  inferior  de  la 
matriz;  si  la  dilatación  es  grande,  la  hemorragia  será  intensa,  y  si  peque - 
fia,  las  pérdidas  hemáticas  no  serán  grandes,  puesto  que  su  intensidad  está 
en  relación  directa  con  la  extensión  de  los  desprendimientos  ( excepción 
hecha  de  las  inserciones  centrales  ó  parciales,  afortunadamente  raras  y  en 
las  que  la  hemorragia  es  gravísima),  en  esos  casos  se  debe  emplear  una  te- 
rapéutica activa  para  salvar  la  vida  de  la  madre  y  la  del  feto,  aunque  éste 
en  la  mayoría  de  los  casos  es  asunto  perdido. 

Conocida,  pues,  la  génesis  de  las  hemorragias,  se  rasgará  ampliamente 
las  membranas,  con  el  fin  de  precipitar  el  parto  y  evitar  nuevos  despren- 
dimientos, pues  entonces  las  contracciones  uterinas  dejan  de  actuar  sobre 
las  envolturas  fetales,  las  cuales  se  repliegan  dejando  de  efectuar  traccio- 
nes de  la  placenta  y  el  feto  se  encajará,  verificándose  el  parto  espontánea- 
mente, cuando  la  presentación  es  de  vértice. 

Con  este  tratamiento  se  ha  obtenido  excelentes  resultados.  Sin  embar- 
go, este  procedimiento,  sólo  aplicable  á  las  presentaciones  de  vértice,  falla 
algunas  veces,  como  en  este  caso  ocurrió,  y  en  presencia  de  lo  cual  el  mé- 
todo de  Braxton-Hikcs  es  el  mejor,  puesto  que  con  una  dilatación  que  per- 
mita la  introducción  de  uno  ó  dos  dedos  y,  dándose  la  coincidencia  de  acon- 
tecer esto  Qu  enfermas  con  cuello  dilatable,  se  puede  introducir  la  mano, 
hacer  la  versión  podálica,  sacar  un  pié  y  dejar  que  el  parto  se  efectúe  es- 
pontáneamente, sin  que  con  este  proceder  se  produzcan  las  grandes  rasga- 
duras del  cuello  que  son  tributarias  del  parto  forzado  y  que  jamás  debe  de 
emplearse.  Si  se  tropieza  con  una  enferma  en  que  el  cuello  está  dilatado 
suficientemente  ó  es  fácilmente  dilatable,  complétese  la  versión  haciendo 
la  extracción  rápida  del  feto;  pero,  entiéndase  bien,  siempre  que  el  cuello 


424 

sea  perfectamente  dilatable  y  qae  con  naestra  Interrención  no  prodosea* 
mos  graves  rasgaduras  uterinas. 

Finalmente,  cuando  la  inserción  es  central  ó  parcial,  el  remedio  más  efi- 
caz, m¿8  científico  y  racional  es  la  operación  cesárea  coneerradora,  pro- 
puesta por  el  Dr.  Candela  en  el  XIY  Congreso  internacional  de  Medicina 
celebrado  en  Madrid.  —  Sababia. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA    DE    MEDICINA    DE    PARÍS 
Suián  del  dia  i3  dé  Noviemhre  de  190$*        , 

Disentería  baoilar  mortal;  contagio  probable  per  tejidos  de  origen  exMieo.  — 
Los  Dres.  F.  Widal  y  H.  Martin  :  En  una  familia  qne  habita  en  uno  de 
los  distritos  más  sanos  de  París,  hemos  observado  dos  casos  de  disenteria 
bacilar  mortal,  desarrollados  con  algunos  días  de  distancia  en  un  padre  y 
en  sn  hijo,  que  vivían  en  condiciones  higiénicas  irreprochables.  El  nifio,  de 
tres  años,  tuvo  deposiciones  mucosas  y  sanguinolentas  y  murió  en  cnatro 
días  de  disentería  fulminante.  Diez  días  después  el  padre  tuvo  síntomas 
análogos;  la  temperatura  se  elevó  inmediatamente,  y  al  mismo  tiempo  qae 
las  deposiciones  eran  mucosas  y  sanguinolentas,  evacuaba  colgajos  de  ma- 
cosa  intestinal  esfacelada;  el  enfermo  murió  al  cabo  de  treinta  y  un  días. 

El  examen  de  las  deposiciones,  practicado  por  Dopter  al  octavo  día,  h* 
permitido  aislar  un  bacilo  que  tiene  los  caracteres  del  que  uno  de  nosotros 
ha  descrito  aquí  mismo  por  primera  vez,  con  Ohantemesse,  en  la  disente- 
ría, y  cuya  muestra  respondía  al  tipo  aislado  después  por  Shiga  en  las  epi- 
demias japonesas.  He  aqui,  pues,  dos  casos  de  disentería  cuyo  diagnóstico 
clínico  no  se  prestaba  á  ninguna  duda,  y  cuya  naturaleza  bacilar  ha  sido 
demostrada  por  el  examen  de  las  deposiciones.  La  enfermedad  ha  tenido 
la  gravedad  de  las  disenterías  bacilares  de  los  países  cálidos  y  ha  evolu- 
cionado según  el  tipo  gangrenoso. 

El  hecho  de  haberse  sucedido  estos  dos  casos  graves  en  París,  en  ana 
época  en  que  la  enfermedad  no  existía,  llama  desde  luego  la  atención. 
Nuestros  enfermos  no  habían  salido  de  París  desde  hacía  mucho  tiempo,  y 
vivían  en  condiciones  muy  confortables  de  dietética  y  de  s^alubridad  qae 
no  dejaban  nada  que  desear.  El  agua  de  bebida  no  podía  ser  incriminada, 
como  en  el  curso  de  las  epidemias  que  devastan  toda  una  población  ó  una 
comarca.  Un  foco  aislado  no  puede  nacer  espontáneamente  en  medio  de 
una  población  indemne ;  la  razón  de  que  apareciera  debe  buscarse  en  el 
contagio,  cuyo  papel,  como  se  sabe,  ha  sido  revelado  por  Eelsch  y  Eaener. 


425 

La  m¿8  mÍDnoioM  inveistigacióii  no  ha  permitido  encontrar  otro  contacto 
que  el  siguiente.  Ocho  días  antes  de  que  el  niño  hubiese  tenido  los  prime- 
ros síntomas  de  su  padecimiento,  el  padre  habla  comprado  á  un  Tendedor 
ambulante  tejidos  que  hablan  llegado  del  Japón  y  con  los  cuales  habla 
jugado  el  nifio. 

La  disenteria  puede  considerarse  actualmente  como  una  de  las  más 
transmisibles  de  las  enfermedades  infecciosas;  si  la  propagación  es  más  á 
menudo  directa,  conviene  ne  perder  de  vista  que  los  objetos  que  se  han 
manchado  pueden  también  propagar  de  un  modo  indirecto  la  enfermedad 
al  cabo  de  mucho  tiempo.  En  la  investigación  que  se  haga,  pues,  para 
buscar  la  filiación  etiológica  de  un  foco  disentérico  aparecido  inopinada- 
mente en  nuestras  regiones,  nunca  se  debe  olvidar  el  averiguar  si  ha  habi- 
do ó  no  relación  sospechosa  con  personas  ú  objetos  de  lejana  procedencia, 
ün  contacto  con  tejidos  venidos  del  Japón  es  lo  único  que  nosotros  hemos 
podido  encontrar  en  la  etiología  de  nuestros  enfermos,  y  nos  ha  parecido 
interesante  de  poner  este  hecho  en  relación  con  la  aparición  de  este  foco 
de  disenteria  familiar,  desarrollado  en  pleno  París,  en  las  condiciones 
anormales  que  hemos  descrito. 

El  foco  se  extinguió  en  el  mismo  punto  que  naciera;  pero  si  en  lugar  de 
aparecer  en  el  seno  de  una  familia  aseada  se  hubiese  presentado  en  un 
medio  miserable,  habría  podido  ser  el  origen  de  una  generalización  epidé- 
mica. Por  lo  tanto,  no  estarla  de  más  que  nadie  dejara  dfe  hacer  desinfec- 
tar esos  tejidos  que  hayan  pasado  por  medios  cuyo  estado  sanitario  es  des- 
conocido, dado  que  no  se  pueda  pedir  á  los  poderes  públicos  que  asi  lo 
hagan. 

Tratamionto  del  oáncar.  —  El  Dr.  Bbrgsr  :  La  intervención  quirúrgica  en 
el  cáncer  de  la  lengua  es  de  las  operaciones  más  graves  de  la  cirugía,  pero 
hemos  de  confesar  qne  sólo  la  operación  produce  curaciones  duraderas.  De 
cuatro  cánceres,  algunos  muy  extensos  y  sometidos  al  análisis  histológico, 
en  los  que  obtuve  la  curación,  ésta  data  de  seis,  ocho,  diez,  y  más  de  didto 
años.  Por  la  operación,  pues,  puede  obtenerse  la  curación  de  los  cánceres 
de  la  lengua;  también  es  necesario  operar  muy  ampliamente  los  casos  en 
que  el  cáncer  es  aún  limitado.  Las  contraindicaciones  se  desprenden  de  la 
propagación  del  cáncer  alrededor  de  la  epiglotis,  de  la  invasión  de  los  pila- 
res, del  velo  del  paladar  y  de  la  amígdala,  de  la  adherencia  al  maxilar  in- 
ferior ,  de  la  invasión  de  los  dos  lados  de  la  lengua,  más  allá  de  su  mitad 
anterior  y  de  los  infartos  ganglionares,  inflamatorios  y  difusos.  Para  el  acto 
operatorio  sigo  con  corta  diferencia  las  mismas  reglas  que  el  Dr.  Poirier, 
aunque  sólo  extirpo  los  ganglios  del  lado  enfermo  y  no  toda  la  cadena 
ganglionar  subyacente  al  esternomastoideo,  aunque  sí  los  situados  en  la 
bifurcación  de  la  carótida,  hacia  el  cuerno  mayor  del  hioides.  Como  vía  de 
acceso  prefiero  la  incisión  de  la  comisura  bucal,  á  la  sección  del  maxilar. 
Oreo  que  la  medicación  interna  y  la  seroterapia  son  ineficaces  y  la  acción 
dfe  la  radioterapia  queda  limitada  á  los  casos  superficiales.  Pero  si  la  ope- 
ración permite  obtener  la  curación  de  ciertos  casos  de  cáncer,  ella  no  es 
un  método  de  curación  de  esta  neoplasia  para  encontrar  el  verdadero  me- 
dio de  su  tratamiento,  creo  que  debe  llevarse  á  la  práctica  la  idea,  emi- 
tida por  el  Dr.  Poirier,  de  nombrar  un  Oomité  científico  para  el  estudio 


426 

del  cáncer,  que  centralizarla  en  Francia  todas  laa  inyestigaciones  y  proYo- 
caria  la  ejecución  de  trabajos  acerca  de  este  asunto. 

De  la  disentsrfa.— El  Dr.  Vaillard  :  La  etiología  inrocada  por  el  Dr.  Wl- 
dal  en  esta  pequeña  epidemia,  me  parece  demostrada;  hechos  similares 
registra  la  literatura  médica.  La  disenteria  es  más  frecuente  en  nuestro 
país  de  lo  que  se  cree,  y  esto  ocurre  porque  se  la  desconoce,  y  se  la  deseo- 
noce  porque  no  siempre  se  presenta  con  sus  caracteres  clásicos;  al  contra- 
rio, los  casos  incompletos  con  diarrea  simplemente  serosa  son  muy  frecuen- 
tes. La  disentería  es  muy  común  en  los  nifios,  y  no  sólo  en  rerano,  sino 
también  en  inyierno,  en  forma  de  una  simple  diarrea.  Esta  noción  de  la 
continuidad  de  la  disenteria  en  los  nifios>  permite  encontrar  el  por  qué  de 
la  reaparición  anual  de  la  enfermedad  en  los  adultos  y  en  el  rerano,  puesto 
que  aquellas  disenterías  inyernales  de  los  nifios  son  las  que  sostienen  la 
yirulencia  del  germen  por  pasos  sucesiyos  á  trayés  de  sus  organismos.  Por 
lo  tanto,  en  las  inyestigaciones  á  que  dan  lugar  las  epidemias  de  disente- 
ría, se  debe  desde  luego  pensar  en  la  eyentualidad  de  un  origen  local. 

Ck>DIKA  GASTKLLyí. 


SOCIEDAD   DE  CIRUGÍA   DE   PABÍd 
Setián  del  dia  14  de  Noffiembre  dé  i906. 

Prestatsctsmía  transvasical.— El  Dr.  Leguen  dijo  que  para  descortesar  la 
próstata  es  necesario  emplear  el  dedo,  por  ser  el  único  capaz  de  hacerlo 
bien.  No  cree,  en  cambio,  que  sea  indispensable  la  introducción  de  un  dedo 
en  el  recto.  Respecto  á  la  reparación  de  la  cayidad  que  queda  despaés  de 
extirpada  la  próstata,  cree  conyeniente  en  ciertos  casos  cubrir  con  mucosa 
las  superficies  cruentas. 

La  práctica  recomendada  por  el  Dr.  Dnyal  es  díñcil.  El  Dr.  Leguen  pro- 
pone, por  el  contrario,  conseryar  la  porción  prostática  de  la  uretra  para  cu- 
brir la  cayidad  prostática  cruenta.  Ha  practicado  esta  operación  en  uno  de 
sus  enfermos;  cortó  en  la  parte  prostática  dos  grandes  colgajos  mucosos 
que  aplicó  sobre  las  paredes  de  la  cayidad.  una  yes  asegurada  así  la  hemo- 
rragia cerró  completamente  la  yejiga  sin  desagüe.  El  enfermo  curó  en  bue- 
nas condiciones  y  antes  que  los  tratados  por  el  método  clásico.  La  sonda  se 
suprimió  á  los  doce  días;  la  micción  fué  normal.  Esta  práctica,  por  intere- 
sante que  sea,  no  debe  generalizarse,  porque  la  mayoría  de  los  enfermos  es- 
tán infectados  y  es  necesario  el  desagüe.  Además,  el  taponamiento  de  la 
cayidad  prostática  es  útilísimo  y  disminuye  bastanteel  peligro  dé  la  hemo- 
rragia. 

Invaginación  intostinal.— El  Dr.  Tuffier  leyó  un  informe  acerca  del  caso 
siguiente,  comunicado  por  el  Dr.  Letouz. 

8e  trata  de  un  niño  de  un  mes,  en  el  que  la  ligadura  y  el  desprendinuen- 
to  del  cordón  nada  tuyieron  de  particular;  pero  á  los  quince  días  se  formó 
en  el  ombligo  un  tumorcillo  rojizo  del  yolnmen  de  una  cereza,  tumor  que 
aumentó  poco  á  poco  hasta  adquirir  el  tamafio  de  un  hueyo  de  gallina.  Un 


427 

día  salieroQ  por  el  tamor  materiaB  fecales,  fancionando  desde  entonces 
como  nn  ano  contranatural.  Examinando  dé  cerca  eltnmor  ambilical,  se 
Tió  que  tenia  dos  orificios,  uno  situado  á  la  izquierda,  por  el  que  sallan  los 
excrementos,  y  otro  á  la  derecha,  muy  estrecho,  y  por  el  que  apenas  podía 
introducirse  una  candelilla  delgada,  ün  dia,  este  ano  artificial  dejó  de 
funcionar  repentinamente  y  el  enfermito  presentó  todos  loe  signos  de  una 
oclusión  intestinal  completa.  Todas  las  tentatiras  de  reducción  y  de  cate<- 
terismo  del  ombligo  fracasaron,  y  el  Dr.  Letoux  se  decidió  á  practicar  la 
laparotomía^  Quedó  al  descubierto  un  asa  de  intestino  delgado  introducida 
en  un  dirertículo  intestinal  implantado  en  el  rértice  de  este  asa,  que  se 
abría  en  el  ombligo.  Esta  invaginación  se  complicó  con  estrangulación  del 
intestino  invaginado,  y  el  Dr.  Letoux  necesitó  desbridar  el  anillo  umbili- 
cal para  corregirlo.  El  nifio  murió  á  los  pocos  dias. 

Al  practicar  la  autopsia  se  obserró  que  la  reducción  persistía^  pero  que 
el  asa  había  quedado  adherida  al  ombligo  por  un  pedículo  fistuloso,  que  el 
Dr.  Letoux  cree  era  un  dirertículo  de  Meckel.  Funda  su  opinión  en  el  sitio 
del  pedículo,  que  ocupaba  la  porción  terminal  de  íleon,  y  en  su  longitud, 
que  era  de  algunos  centímetros.  Desecha  la  hipótesis  de  una  fístula  intes- 
tinal yerdadera  consecutiva  á  una  necrosis  por  pellizcamiento  lateral  de  la 
pared  del  intestino  al  ser  ligado  el  cordón. 

Después  refirió  el  Dr.  Tuffíer  otro  caso  análogo  al  anterior,  observado 
por  el  Dr.  Hue  (de  Roñen).  En  este  caso  se  trataba  de  un  nifio  de  catorce 
días,  que  tenía  en  el  ombligo  un  tumor  formado  por  la  mucosa  intestinal 
invertida.  A  los  pocos  días,  el  enfermo  presentó  fenómenos  análogos  á  los 
de  la  hernia  estrangulada.  Fué  inútil  cuanto  se  hizo  para  reducir  el  tu' 
mor.  El  Dr.  Hue  no  se  atrevió  á  practicar  la  laparotomía  á  causa  del  esta- 
do gravísimo  del  nifio,  el  cual  tardó  poco  en  morir.  Al  hacer  la  autopsia  se 
encontraron  las  mismas  lesiones  que  en  el  enfermo  del  Dr.  Letoux. 

Tratamiento  quirúrgico  de  las  nefritis  hematúrlcas.^El  Dr.  Fousson  narró 
los  tres  casos  siguientes:  El  primero  se  refiere  á  una  mujer  que  padecía 
hemorragias  renales  abundantísimas.  El  Dr.  Pousson  practicó  la  nefrecto- 
mía  en  1898,  y  desde  entonces  esta  mujer  se  encuentra  completamente  cu- 
rada. El  segundo  enfermo  tuvo  de  repente,  encontrándose  en  perfecta  sa- 
lud, una  hematuria  abundante  que  duró  varias  semanas.  El  Dr.  Pousson 
practicó  la  nefrotomía  á  loa  dos  meses  de  ocurrir  el  accidente,  obteniendo 
la  curación  cfompleta  y  definitiva.  En  el  tercer  caso,  las  hematurias  siguie* 
ron  una  marcha  rara;  se  presentaban  con  regularidad  cada  dos  ó  tres  me-  j 

ses;  eran  precedidas  durante  dos  ó  tres  dias  de  dolores  localizados  en  la  re-  i 

gión  renal  derecha  y  duraban  bastante  tiempo.  Se  practicó  la  nefrectomía 
por  encontrarse  un  rifión  quístico  voluminoso,  en  el  que  el  paréoquima  que 
separaba  los  quistes  se  hallaba  al  parecer  completamente  degenerado.  Este  | 

hombre,  operado  hace  nueve  meses,  sigue  bien.  ' 

En  estos  tres  enfermos  el  Dr.  Pousson  ha  practicado  dos  veces  la  nefrec-  j 

tomía  y  una  la  nefrotomía.  Esto  no  quiere  decir  que  considere  la  nefrecto- 
mía como  la  operación  indicada  con  más  frecuencia  contra  las  nefritis  he- 
matúricas;  todo  lo  contrarío.  Practicó  la  nefrectomía;  en  su  primer  caso, 
porque  desconocía,  esto  ocurrió  hace  ocho  años,  el  valor  de  la  nefrotomía 
en  esta  afección,  y  en  el  segundo  porque  el  rifión  parecía  muy  enfermo.  En 


428 

realidad,  la  neirotomia  conBtituye  la  operación  electira  en  las  nefritis  he- 
matúricas;  suprime  la  tensión  renal  mucho  mejor  que  la  decapsnlación  re- 
nal ó  la  nefrolisis.  Es  la  conclusión  que  saca  del  estudio  de  82  interreacio- 
nes  operatorias  por  nefritis  hematúricas  que  se  han  publicado.  Estos  S2  ca- 
sos comprenden  11  nefrectomias,  15  nefrotomias  completadas  ó  no  por  la 
decapsnlación  ó  la  nefrolisis  y  6  decapsulaciones. 

Los  resultados  de  estas  operaciones  fueron  los  siguientes :  la  nefreeto- 
míaS  muertes  (1  operatoria,  2  tardías);  la  nefrotomia  sólo  1  muerte 
operatoria,  y  la  decapeulación  O  muertes.  De  los  nefrectomixados  que  so- 
breriyieron,  sólo  1  ha  visto  reproducirse  las  hematurias  en  el  rífión  res- 
tante ;  de  los  nefrotomizados  5  han  tenido  también  recidiras  de  sus  hema- 
turias, pero  de  todos  estos  casos  sólo  en  uno  la  hemorragia  procadia  del  ri- 
ñon no  operado;  cuanto  á  las  decapsulaciones,  son  muy  recientes  para 
poder  apreciar  sus  resultados.  8e  deduce,  por  lo  tanto,  de  estas  cifras,  que 
la  nefrotomia  es,  desde  el  punto  de  vista  operatorio,  menos  grare,  j  desde 
el  terapéutico,  tan  eficaz  como  la  nefrectomia  contra  las  hematnrias  de  las 
nefritis ;  tiene  sobre  la  decapsnlación  y  la  nefrolisis  la  doble  reniaja  de 
descongestionar  mejor  el  rifión  y  de  permitir  explorar  el  interior  del  órgano. 

El  Dr.  Reynier  apoyó  las  conclusiones  del  Dr.  Poussod  y  citó  en  £ayor  de 
ellas  el  caso  siguiente  observado  en  su  clínica.  Practicó  la  decapsulaeióo 
á  un  enfermo  que  padecía  hematuria;  fué  preciso  practicar  después  la 
nefrectomia,  la  que  demostró  que  las  hematurias  eran  cansadas  por  lesio- 
nes bacilares  del  rifión.  Si  se  hubiera  practicado  la  nefrotomia,  se  hubiese 
descubierto  el  sitio  de  esta  lesión.  Por  este  motivo  el  Dr.  Reynier  prefiere 
á  la  decapsnlación  la  nefrotomia,  que  permite  muchas  veces  reconocer  j 
suprimir  la  causa  verdadera  de  las  hematurias. 

El  Dr.  Leguen  manifestó  que  la  nefrotomia  es  el  tratamiento  preferible 
de  las  nefritis  hematúricas.  La  nefrectomia  debe  desecharse  por  completo 
eu  tal  caso,  porque  estas  hematurias  son  transitorias  por  esencia  y  curan 
por  la  nefrotomia  ó  la  decapsnlación.  El  resultado  no  es  siempre  inmedia- 
to y  algunas  veces  la  curación  tarda  bastante  en  obtenerse,  en  uno  de  sus 
casos  un  año.  El  Dr.  Leg.aeu  completa  siempre  la  nefrotomia  que  ejerce 
una  acción  descongesiionante  inmediata  con  la  decapsnlación  que  tarda 
más  en  ejercerla. 

El  Dr.  Routier  dijo  que  no  se  explicaba  la  acción  hemostática  de  una  ne- 
frotomia al  afio;  ¿no  será  debida  la  supresión  de  la  hemorragia  á  la  evda- 
ción  natural  de  la  nefritis? 

El  Dr.  Tuffier  cree  que  es  preciso  acoger  con  cierta  reserva  loe  resulta- 
dos obtenidos  por  la  intervención  quirúrgica  en  el  tratamiento  de  las  ne- 
fritis hematúricas.  En  dos  de  sus  enfermos  la  nefrotomia  sólo  produjo  «n- 
presión  temporal  de  la  hematuria  que  recidivó  en  un  caso  al  afio  y  en  el 
otro  al  poco  tiempo.  Este  enfermo  tardó  poco  en  morir  de  uremia.  En  otros 
dos  enfermos  el  Dr.  Tuffier  ha  visto  hematurias  repetidas  y  abundantes 
contenerse  espontánea  y  definitivamente  sin  la  menor  intervención.  &ta 
curación  espontánea  y  durable  es  probablemente  la  que  ocurrió  en  el  caso 
del  Dr.  Leguen,  porque  no  se  explica  bien  que  la  nefrotomia  tardara  en 
obrar  un  afio.  Además,  las  nefritis  hematúricas  son  mal  conocidas  y  su  tra- 
tamiento es  empírico  por  completo. 


429 

Eil  Dr.  Carlier  dijo  que  habla  practicado  dos  veces  la  nefrotomia  por  he- 
maturías  independientes  de  cálenlos  y  de  tuberculosis  del  riñon ;  en  uno 
de  estos  casos  la  operación  corrigió  la  hematnria  y  los  dolores;  en  el  otro 
la  hematnria  persistió,  pero  con  menos  abundancia,  y  fué  preciso  practicar 
la  nefrectomla  secundaria.  El  enfermo  siguió  sangrando  del  rifión  que  le 
quedaba,  pero  la  hemorragia  se  contuvo  espontáneamente  á  loe  ocho  días. 
El  Dr.  Carlier  deduce  de  esta  observación  que  es  difícil  apreciar  el  valor 
de  la  nefrotomia  aplicada  al  tratamiento  de  las  hematurias  módicas;  cree 
que  esta  operación  es  preferible  á  la  nefrectomla. 

El  Dr.  Delbet  manifestó  que  la  cuestión  de  las  hematurias  renales  esen- 
ciales sigue  siendo  muy  obscura.  Ha  observado  dos  casos  de  este  género. 
El  primero  lo  diagnosticó  de  tuberculosis  renal,  á  causa  de  la  abundancia 
de  la  hematnria,  y  practicó  la  nefrectomla,  curando  el  enfermo;  al  hacer 
el  examen  histológico  no  se  descubrió  en  el  rifión  extirpado  lesión  alguna  de 
tuberculosis.  En  el  otro  caso  se  limitó  á  tener  el  enfermo  en  observación ; 
las  hemorragias  se  contuvieron  espontáneamente  y  no  han  vuelto  á  pre- 
sentarse desde  hace  varios  meses.  Este  último  caso  prueba  con  toda  clari- 
dad que  hay  hematurias  llamadas  esenciales  susceptibles  de  curar  espon- 
táneamente. Es  muy  probable  que  ocurriera  así  en  el  caso  del  Dr.  Leguen, 
en  el  que  la  nefrotomia  para  nada  influyó  al  parecer  en  la  curación. 

El  Dr.  Fousson  indicó  que  no  abriga  las  dudas  que  los  Dres.  Tuffíer  y 
Delbet  respecto  al  valor  de  la  nefrotomia  en  las  nefritis  médicas.  8u  acción  . 
se  explica  perfectamente.  Conviene  advertir  ante  todo  que  no  son  las  ne- 
fritis de  la  enfermedad  de  Bright  las  que  producen  las  hematurias  persis- 
tentes y  abundantes,  sino  las  nefritis  discretas,  que  interesan  sólo  algunos 
glomérulos.  La  nefrotomia  obra  no  sólo  corrigiendo  la  congestión  hemo- 
rrágica,  sino  que  al  permitir  á  las  lesiones  discretas  organizarse  en  masa 
ñbrosa,  contiene  definitivamente  las  nefrorragias. 

El  Dr.  Tuffier  manifestó  que  las  nefritis  discretas  de  que  habla  el  doctor 
Pousson  se  observan  en  los  arterioesclerosos  y  en  los  ancianos,  mientras 
que  la  mayor  parte  de  las  observaciones  de  nefritis  hematúrica  se  refieren 
á  niños  y  á  jóvenes.  En  realidad,  la  patogenia  de  esta  última  variedad  de 
nefritis  queda  obscura  y  la  eficacia  de  la  nefrotomia  no  se  explica  :  es  pre- 
ciso, por  lo  tanto,  no  admitir  más  que  con  ciertas  salvedades  sus  resultados 
terapéuticos. 

Pronóstico  de  las  fracturas  bimaloolares.  —  El  Dr.  Chapul  dijo  que  había 
observado  dos  casos  de  fracturas  bimaleolares  que  se  encontraban  en  buen 
estado  al  suprimirse  el  aposito  y  que  se  desviaron  después.  Los  Dres.  Ber- 
ger  yRoutier  han  referido  casos  análogos.  El  Dr.  Chaput  ha  examinado  12 
fracturas  bimaleolares  antiguas  (accidentes  del  trabajo) :  en  6  habla  des- 
viación del  pié  (5  veces  hacia  afuera  y  1  hacia  adentro)  y  defecto  fun- 
cional; de  las  6  restantes,  en  5  había  flexión  defectuosa  y  dolores  agudos ; 
el  otro  enfermo  curó  perfectamente.  La  incapacidad  de  estos  heridos  varia 
del  15  al  40  por  100. 

Presentó  también  el  Dr.  Chaput  tres  radiografías  de  fracturas  antiguas 
mal  consolidadas.  En  otros  tres  casos,  las  fracturas  inmovilizadas  en  bue- 
na actitud  en  un  aposito  de  escayola  no  se  redujeron  bien,  según  prueba 
la  radiografía. 


430 

El  pronóstico  da  estas  íractaras  se  agrava  cuando  la  desriación  primiií- 
ya  es  considerable  y  cuando  hay  diástasis  peroneotibial  anterior.  Las  frac- 
turas por  addnoción  suelen  ir  acompafiadas  de  arrancamiento  de  la  epífisis 
y  basta  de  lesión  de  la  diáfisis  que  comprometen  las  funciones  articulares. 
La  fractura  supramaleolar  tibial,  oblicua  hacia  abajo  y  adentro,  es  irreda- 
cible  en  absoluto.  Las  fracturas  marginales  posteriores  comprometen  t«m* 
bien  las  funciones  articulares.  Las  fracturas  consolidadas  en  buena  posi* 
ción,  pueden  ir  acompafiadas  de  dolores  y  de  flexión  defectuosa. 

El  Dr.  Tuffier  manifestó  que  las  variedades  anatómicas  de  las  fraetaras 
bimaleolares  son  numerosas,  y  se  caracterizan  todas  por  irreduotibilidad 
casi  constante.  Guando  se  consigue  reducirlas,  la  confrontación  de  los  fra^ 
montos  es  siempre  muy  imperfecta.  Las  desviaciones  primitivas  más  ó  manos 
acentuadas  del  pié,  consecutiyas  á  las  fracturas  bimaleolares,  son,  par  lo 
tanto,  frecuentísimas.  Las  desviaciones  secundarias  indicadas  por  el  dootor 
Ohaput,  es  decir,  las  que  se  producen  después  de  la  consolidación  compro- 
bada clínicamente,  tampoco  son  raras.  El  Dr.  Tuffier  ha  observado  bastan- 
tes casos.  Son  graves,  porque  son  irreducibles  por  completo.  Es  preciso,  por 
lo  tanto,  prevenirlas,  y  para  ello  inmovilizar  á  estos  fracturados  más  tiempo 
del  qae  suele  hacerse. 

El  Dr.  Monod  cree  que  mejorarían  bastante  los  resultados  de  estas  €rao- 
turas  reduciéndolas  siempre,  como  lo  hace,  estando  el  enfermo  cloroformi- 
zado. , 

El  Dr.  Delhet  dijo  que  de  las  fracturas  del  tercio  inferior  de  la  tibia  no 
se  reducen  bien  más  que  las  francamente  transversales,  aunque  se  cloro- 
formice al  enfermo.  La  cloroformización  puede  ser  perjudicial,  por  ejem- 
plo, en  los  alcohólicos,  los  que  durante  el  periodo  de  agitación  de  la  aneste- 
sia pueden  lesionarse  el  foco  de  la  fractura,  motivo  por  el  cual  el  doetor 
Delbet  prefiere  la  raquiestovainización  á  la  cloroformización. 

Cnanto  á  las  fracturas  de  Dnpuytren — fracturas  bimaleolares  por  abdnc* 
ción  —  son  graves,  difíciles  de  tratar,  y  es  raro  obtener  en  ellas  un  resnl* 
tado  perfecto.  El  Dr.  Delbet  Ua  observado  con  frecuencia  en  estas  fractu- 
ras desviaciones  secundarías.  Las  explica  por  el  hecho  de  que  el  callo  que  se 
forma  en  estas  fracturas  suele  ser  fibrocartilaginoso  (á  la  radiografía  apa- 
rece transparente),  igual  que  en  las  de  la  rótula,  y  carece,  por  lo  tanto,  de 
la  resistencia  necesaria  cuando  el  enfermo  principia  á  andar,  así  que  con- 
viene prolongar  mucho  más  tiempo  la  inmovilidad  del  lesionado.  El  doctor 
Delbet  mantiene  aplicado  el  aposito  inamovible  cuarenta  días,  y  obliga  al 
enfermo  á  permanecer  en  el  lecho  quince  días  más. 

Respecto  á  la  limitación  de  los  movimientos  de  flexión  seflalada  por  el 
Dr.  Chaput,  á  consecaencia  de  las  fracturas  de  Dapuytren,  cree  el  doctor 
Delbet  que  es  debida  á  dos  causas  :  1.%  á  que  muchas  veces  no  se  corrige 
la  dislocación  hacia  atrás;  en  estas  condiciones  el  astrágalo  no  recobra  sus 
relaciones  normales  con  la  extremidad  inferior  de  la  tibia,  y  la  flexión  que- 
da limitada ;  2.*,  á  las  hiperostosis  que  se  desarrollan  en  la  cresta  libial 
antero-inferíor.  El  Dr.  Delbet  ha  observado  tres  casos  de  este  género :  uno 
fué  tratado  por  la  resección,  y  en  los  otros  dos  las  hiperostosis  se  descu- 
brieron al  practicar  la  radiografía. — {La  Presse  Medicalé),--V.  Tolbdo. 


431 

SOCIEDAD    DE    TERAPlSUTICA    DE    PABÍS 
8éMn  dd  dia  24  dé  Oeíubré  dé  1906. 

Emplee  de  la  novoeeeaíoa  e»  cirugía.— El  Dr.  R.Blondsl:  Hace  ocho  ma- 
868  que  empleo  la  novooocaina  en  todas  las  intenrencionea  quirúrgicas  que 
no  requieren  la  anestesia  general,  las  cuales  ascienden  i  21,  y  se  refieren  á 
}0  raspados,  8  interTeneiones  vaginales  y  perineales,  4  operaciones  vesica* 
les  y  4  operaciones  de  pequefia  cirugía  general  (dos  extirpaciones  de  quis- 
tes sebáceos,  una  extirpación  de  quiste  sinovial  del  pié  y  una  rectificación 
de  eioatriz  viciosa).  Lo  que  desde  luego  me  ha  llamado  la  atención  es  la 
falta  total  de  accidentes  generales  y  la  duración  prolongada  de  la  anestesia, 
duración  que  me  ha  parecido  mucho  mayor  que  la  obtenida  con  la  cocaína 
y  la  estovaína.  A  los  veinte  minutos  y  hasta  á  los  veinticinco,  he  podido  co- 
locar puntos  de  sutura  sin  que  los  pinchazos  de  la  piel  fueran  dolorosos, 
aunque  en  el  periné  persiste  un  poco  de  sensibilidad ;  pero  todos  los  que 
poseen  la  práctica  de  las  períneorrafías  saben  que  ningún  anestésico,  inclu- 
so el  cloroformo,  suprime  con  seguridad  y  sin  excepción  y  de  un  modo  com- 
pleto la  sensibilidad  de  esta  región. 

Para  el  raspado  he  procedido  como  de  ordinario  procedo,  dejando  en  la  ca- 
vidad uterina,  durante  los  diez  minutos  antes  de  la  intervención,  una  me- 
eha  impregnada  de  una  solución  de  novococaína  al  5  por  100.  Todos  los  casos 
que  he  visto  pertenecían  á  metritis  hemorrágicas,  es  decir,  con  desgarro  de 
la  mucosa,  y  por  la'  tanto,  con  facilidad  de  absorber  el  anestésico.  La  sen- 
sibilidad al  raspado  me  ha  parecido  ser  la  misma  que  con  la  cocaína,  es  de- 
cir, que  nunca  es  absolutamente  completa.  La  novococaína  atenúa  consi- 
derablemente la  sensibilidad,  pero  los  cortes  profundos  de  la  cuchara  aún 
pueden  ser  muy  dolorosos,  lo  propio  que  con  la  cocaína  y  la  estovaína,  y  es 
imposible  que  ocurra  de  otro  modo,  puesto  que  el  músculo  uterino  tiene  su 
sensibilidad  especial  á  la  presión,  que  sólo  hace  desaparecer  la  anestesia 
general.  Esta  casi  anestesia  no  me  parece  menos  ventajosa,  puesto  que  per- 
mite evitar  los  riesgos  del  cloroformo  en  una  intervención  tan  corta  como 
simple. 

Para  la  extirpación  laboriosa  de  dos  quistes  del  cuero  cabelludo  y  de  un 
quiste  sinovial  de  la  articulación  del  dedo  gordo,  fui  agradablemente  sor- 
prendido al  ver  que,  al  cabo  de  veinte  ó  veinticinco  minutos,  como  he  dicho, 
podía  terminar  mi  intervención,  hacer  mis  suturas  y  rectificar  finalmente 
las  superficies  de  sección  con  las  pinzas,  sin  despertar  ninguna  sensibilidad. 
La  pérdida  sanguínea  en  el  curso  de  la  intervención  me  ha  parecido  muy 
moderada.  Me  he  servido  de  soluciones  al  2  por  100  á  la  dosis  de  1  á  2  cen- 
tímetros cúbicos,  por  pinchazos  intradérmicos  en  la  línea  que  ha  de  seguir 
la  incisión,  como  lo  recomienda  Bedus. 

{Le  BulL  Aíed,^  núm.  86).— Codina  Castbllví. 


432 

SOCIEDAD    BB    OBSTETRICIA    DE  LONDRES 
Sétión  del  día  7  dé  Noviembre  dé  t$0$. 

Miemoetoinfa  durante  el  embaraze.  —  El  Dr.  Alba  Doran  dijo  qae  la  mío- 
mectomia  se  ha  practicado  varias  veces  durante  el  embarazo  con  resulta- 
dos satisfactorios.  La  gestación  no  se  interrumpe  por  regla  general  y  el 
útero  apenas  pierde  su  fuerza  expulsiva,  aunque  la  herida  de  esta  viscera 
sea  extensa,  larga  y  profunda.  Ha  practicado  con  éxito  feliz  dicha  opera- 
ción en  una  mujer  de  treinta  y  tres  años,  embarazada  por  vez  primera,  á  la 
que  extirpó  un  fíbromioma  uterino  calcificado. 

Las  primíparas  de  alguna  edad  toleran  perfectamente  la  miomectomia. 
Thring,  de  Sidney,  ha  extirpado  con  éxito  feliz  un  fibroide  necrósico  inters- 
ticial de  la  pared  anterior  del  útero,  i  una  primípara  de  treinta  y  ocho 
años,  qae  se  hallaba  en  el  sexto  mes  de  la  gestación.  J.  Stewart,  de  Leed, 
ha  operado  con  éxito  completo  un  gran  fibroide  uterino  sexil,  á  una  pri- 
mípara de  treinta  y  cinco  años,  que  había  llegado  al  sexto  mes  de  au  em- 
barazo. Las  dos  enfermas  dieron  i  luz  con  toda  felicidad. 

El  Dr.  Lewera  refirió  un  caso  en  el  que  practicó  la  miomectomia  en  el 
quinto  mes  del  embarazo,  á  causa  de  un  fibroide  subperitonealdel  iamafio 
de  una  naranja.  La  gestación  siguió  su^curso  y  la  enferma  dio  á  lúa  con 
toda  felicidad  un  niño  de  término.  Operó  i  esta  mujer  creyendo  que  pade- 
cía un  quiste  dermoide  del  ovario. 

El  Dr.  Doran  dijo  que  no  siendo  en  circunstancias  excepcionales,  no  re- 
comienda extirpar  durante  el  embarazo  los  fibroides  del  fondo  ó  de  cual- 
quier otra  parte  del  útero,  por  encima  del  estrecho  superior  de  la  pelvis. 
Versién  externa.  —  El  Dr.  Riverg  Follock  manifestó  que  lo  esenoiid  para 
practicar  la  versión  externa,  es  suspender  á  la  mujer  por  \w  pies  y  colocarla 
en  posición  vertical.  De  este  modo  se  desencajan  las  nalgas  del  feto  del  es- 
trecho superior.  Para  evitar  que  vuelvan  i  descender,  se  las  comprime  con 
la  mano.  Después  se  coloca  i  la  parturiente  en  decúbito  dorsal  y  se  termi- 
na la  operación  de  la  manera  ordinaria. 

El  Dr.  Champneys  dijo  que  el  método  recomendado  por  el  Dr.  Pollock,  le 
parece  que  exige  alguna  explicación  y  debe  ser  comparado  con  otros.  Cree 
que  no  es  esencial  la  posición  de  las  piernas ;  lo  necesario  es  colocar  el  troo* 
co  y  sobre  todo  la  pelvis  en  la  debida  posición.  Bastando  la  mujer  en  pié  el 
estrecho  superior  de  la  pelvis  forma  con  el  horizonte  un  ángulo  de  60*.  Co- 
locándola cabeza  abajo,  este  ángulo  es  aun  más  inclinado.  En  la  posición 
genupectoral,  el  estrecho  superior  de  la  pelvis  mira  directamente  hacit 
abajo.  Convendría  saber  qué  ventajas  tiene  la  posición  invertida — suspen- 
sión por  las  piernas— sobre  la  genupectoral. 

El  Dr.  Hermán  preguntó  al  Dr.  Pollock  en  cuántos  casos  ha  empleado  sin 
éxito  la  posición  de  Trendelenhurg  y  qué  le  ha  inducido  á  suspender  á  It 
parturiente  por  los  talones.  Cree  que  en  la  posición  de  Trendelenburg  el 
eje  mayor  del  útero  es  horizontal  y  puede  realizarse  asi  lo  que  el  Dr.  Po- 
llok  espera  de  la  posición  invertida. 
El  Dr.  H,  Speneer  dijo  que  se  ha  ocupado  siempre  con  interés  de  la  ver 


433 

8ión  cefálica,  en  loe  casoe  de  presentación  de  nalgas.  Hace  cinco  afioe  pu- 
blicó un  trabajo  recomendando  practicar  esta  operación  hacia  el  fin  del  em- 
baraaOf  y  en  particular,  hacia  los  siete  meses  y  medio.  La  operación  en  este 
periodo  suele  ser  fácil  y  á  Teces  se  practica  en  pocos  segundos,  estando  la 
enferma  en  decúbito  dorsal.  Después  de  esta  fecha,  sobre  todo  en  las  pri- 
míparas, la  operación  es  mucho  más  difícil  y  se  hace  imposible  al  término 
del  embáraao  ó  durante  el  parto.  La  elevación  de  la  pelvis  facilita,  al  pa- 
recer, la  Torsión  externa,  pero  ninguna  de  las  mujeres  en  quienes  ha  em- 
pleado el  Dr.  Pollock  este  método  habían  llegado  al  término  del  embara- 
zo. ¿Se  obtendría  el  mismo  resultado  favorable  en  el  embarazo  de  término 
ó  durante  el  parto,  que  es  cuando  se  tropieza  con  la  verdadera  dificultad? 
No  cree  que  este  método  sea  completamente  nuevo.  La  elevación  de  la  pel- 
vis y  de  las  piernas  y  la  versión  cefálica  durante  el  parto,  fueron  recomen- 
dadas por  Hipócrates,  y  en  el  siglo  xvi  aconsejaron  varios  autores  colocar  á 
la  parturiente  en  dicha  posición  é  imprimir  al  feto  movimientos  de  sacudi- 
da ó  giratorios. 

El  Dr.  WüliamBon  manifestó  que  ha  empleado  el  método  pero  en  forma 
modificada.  Hace  pocas  semanas  vio  á  una  primípara  que  había  llegado 
casi  al  término  del  embarazo.  La  presentación  era  de  nalgas.  Colocó  á  la 
mujer  en  decúbito  dorsal  é  intentó  practicar  la  versión  externa;  las  tenta- 
tivas para  lograrlo  fueron  ineficaces.  En  vista  del  resultado  negativo,  co- 
locó á  la  mujer  en  la  posición  de  Trendelenburg,  sobre  el  respaldo  de  una 
p^la  y  consiguió  practicar  sin  dificultad  la  versión.  Qaince  días  después 
dio  á  luz  esta  individua;  el  feto  nació  en  presentación  de  vértice. 

Bl  Dr.  Nepean  Langridge  dijo  que  había  practicado  la  versión  externa  en 
numerosos  casos  de  presentación  de  nalgas  en  las  primíparas,  empleando 
en  tres  ocasiones  la  posición  de  Trendelenburg.  Guando  se  ha  roto  la  bolsa 
de  las  aguas  y  derramado  el  líquido  amnióticó,  ¿permitirá  la  posición  reco- 
mendada por  el  Dr.  Pollock  introducir  en  el  útero  líquido  amnióticó  arti- 
ficial que  facilite  la  versión? 

El  Dr.  Pollock  manifestó  que  por  consejo  del  Dr.  Ghampneys  había  ensa- 
yado la  posición  genupectoral  en  uno  de  sus  casos  sin  conseguir  que  se  mo- 
viera el  polo  inferior  del  feto.  En  esta  posición  es  más  difícil  rechazar  el 
feto  hacia  el  fondo  del  útero.  En  los  15  casos  en  que  empleó  este  método, 
no  se  observó  tendencia  en  el  feto  á  recobrar  la  presentación  de  nalgas. 
{The  Britísh  Med.  Journal).-—^*  Tolbi>o. 


SOCIEDAD    DE    MEDICINA    DE    BERLÍN 
Setión  déldiaUdé  Notnembré  d0  Í906. 

Cáneer  prlnHhro  del  apéodloe  veraHerne.  —  El  Dr.  Th.  Landau  toma  por 
base  de  su  comunicación  un  caso  que  ha  observado  recientemente  y  en  el 
que  con  motivo  de  una  operación  de  mioma,  al  revisar  de  paso  el  apéndice 
vermiforme,  se  encontró  con  que  éste  tenía  un  engroeamiento  en  su  punta. 
En  vista  de  esto  extirpó  el  apéndice,  y  al  examinarle,  resultó  que  se  tra- 

88 


434 

taba  de  un  earoinoma.  Bl  curso  ulterior  no  prosentó  nada  de  p«riiealir. 

El  autor  ba  conseguido  encontrar  en  toda  la  literatura  58  caeos  de  cán- 
cer del  apéndice ;  la  cuarta  parte  próximamente  de  dichos  casos  fueron  ha- 
llazgos casuales  de  autopsia.  De  los  operados,  sólo  en  un  caso  se  había  he- 
cho el  diagnóstico  antes  de  la  operación. 

El  cáncer  del  apéndice  puede  ser  nodular,  insular  ó  anular.  No  siempre 
Ya  acompafiado  de  periapendicitis,  pero  si  se  ha  encontrado  siempre  endo- 
apendicitis  concomitante.  En  más  del  50  por  100  de  los  casos  radicaba  el 
cáncer  en  la  punta  del  apéndice ;  en  muchos  de  ellos  habla  fístulas  qae 
iban  á  parar  á  órganos  inmediatos ;  en  dos  comunicaban  estas  fístulas  cod 
el  exterior ;  en  cinco  casos  se  encontraron  metástasis  en  dÍTersoe  puntos. 

Predominan  los  casos  del  sexo  femenino,  pero  esto  se  explica  bien  por  It 
mayor  frecuencia  con  que  se  practica  la  laparotomía  en  la  mujer,  raxóa 
por  la  cual  son  también  más  frecuentes  las  ocasiones  de  tropezar  eon  el 
apéndice. 

La  edad  de  los  pacientes  osciló  entre  los  ocho  afios  j  los  ochenta  j  uno. 

No  puede  hablarse  en  realidad  de  una  sintomatologla  pecaliar  de  esta 
afección,  puesto  que  el  apéndice  no  tiene  función  conocida.  Las  consecuen- 
cias del  carcinoma  son,  generalmente,  adherencias,  y  ésta  es  la  causa  de 
que  si  llega  á  ser  operado  el  carcinoma,  lo  es  porque  se  ha  creído  habérse- 
las con  un  caso  de  apendicitis. 

Dolores  frecuentes  en  la  región  cecal,  que  no  se  modifican  en  lo  más  mí- 
nimo con  el  reposo  ni  tampoco  con  el  calor,  y  que  al  parecer  se  hacen  más 
intensos  por  la  noche,  deben  hacer  sospechar  la  existencia  de  un  carcinoou. 

La  operación  no  ha  tropezado  con  grandes  dificultades ;  sólo  en  algunos 
casos  fué  necesario  resecar  un  trozo  de  ciego  ó  de  íleon.  De  estos  casos  ma- 
rieron  cuatro. 

Excepto  uno,  en  ninguno  de  los  operados  se  presentó  reoidiya. 

Guando  nos  hallemos  en  presencia  de  un  caso  en  que  quepa  la  duda  de 
que  se  trata  de  una  afección  ginecológica,  debe  tranquilizamos  la  reflexión 
de  que  de  todas  suertes  no  puede  ser  perjudicial  una  interrención  actira. 
Dada  la  gran  frecuencia  de  las  enfermedades  del  apéndice  y  la  facilidad 
con  que  puede  extirparse  una  rez  abierto  el  abdomen  por  otro  motiro,  el 
autor  ha  adoptado  como  regla  de  conducta,  en  todo  caso  en  que  la  anam- 
nesia ó  el  estado  del  apéndice  permitan  sospechar  alguna  lesión  del  mismo, 
asociar  á  la  operación  fundamental  la  extirpación  del  apéndice.  No  ha  sido 
éste  uno  de  los  motiros  menos  importantes  que  ha  tenido  el  autor  pan 
abandonar  la  Yía  vaginal  y  decidirse  por  la  abdominal.  En  ningún  eaflo 
debemos  de  contentamos  con  el  simple  desprendimiento  de  las  adhereo- 
cias,  como  han  propuesto  algunos  autores. 

La  aeokanthsra  sehlnperi  sn  las  afoeoíenes  earáfasas.  —  El  Dr.  Z,  Ltiá» 
refiere  que  en  los  estudios  que  yiene  haciendo  desde  hace  muchos  años 
acerca  de  los  renenos  de  las  flechas,  los  cuales,  como  ya  se  sabe  desde  haM 
mucho  tiempo,  ejercen  una  acción  muy  enérgica  sobre  el  corazón,  ha  cod- 
seguido  preparar  un  glucósido  que  tanto  en  lo  químico  como  en  lo  toxico- 
lógico,  es  completamente  igual  á  la  ouabaína  que  en  forma  cristdina  his 
aislado  otros  autores.  La  única  diferencia  es  precisamente  el  carácter  amor 
fo  de  dicho  glucósido,  por  lo  que  el  autor  lo  denomina  ouabaína  amof  ft. 


435 

8e  encuentra  en  U  madera  de  la  aeokanthera  Bohimperi,  vegetal  qne  aban* 
da  en  toda  la  eoetb  oriental  del  África,  y  es  uno  de  loe  origenee  máa  impor- 
tantes y  más  oopiosoe  de  loa  renenos  de  las  flechas. 

La  ouabaína  retarda  el  número  de  pnlsaoiones,  refuerza  el  impulso  sis- 
tólico,  y  de  este  modo  aumenta  la  presión  sanguínea. 

{Deutsche  Afediánal  Zeitung),^R.  dsl  Vallb. 


IMPBSBIAL  T  BSAL  800IBDAD  DS  L08  Mlf  DIOOB  DB  TIBMA 
8é9um4$  dé  la$ diaa 2y9dé  NonUmhre  dé Í906. 

Sffilif  terekiria.— El  Dr.  ScUomón  Ehrmatm  presenta  un  caso  de  sífilis  ter- 
ciaria de  forma  intensa.  El  cuero  cabelludo  está  sembrado  todo  él  de  úlce- 
ras  circunscritas  sinuosas,  que  penetran  profundamente  hasta  llegar  al  pe- 
riostio, radican  sobre  una  base  sumamente  infiltrada  y  socavada  en  mu« 
chos  puntos  y  aparecen  con  un  fondo  cubierto  por  una  capa  lardácea.  6u' 
propagación  serpiginosa,  su  limitación  en  forma  de  guirnalda  y  los  bordes 
gruesos  y  constituidos  por  una  infiltración  de  color  moreno,  demuestran 
que  se  trata,  no  de  abscesos  escrofulosos,  sino  de  gomas.  Es  una  forma  no 
sometida  á  tratamiento  y  sumamente  avanzada  de  sífilis  terciaria,  como  se 
observa  principalmente  en  comarcas  que  están  muy  alejadas  de  la  civiliza- 
ción europea. 

El  Dr.  Eduardo  Lang  hace  notar  que  estos  procesos  suelen  terminar  fa- 
vorablemente en  la  mayor  parte  de  loe  casos,  y  refiere  uno  de  una  mujer  á 
la  que  le  extirpó  un  trozo  necroeado  de  la  bóveda  craneana,  cuya  extensión 
era  mayor  que  la  palma  de  la  mano ;  la  necrosis  sifilítica  había  invadido 
también  la  lámina  vitrea,  de  tal  suerte  que  en  toda  la  extensión  de  la  le- 
sión se  apreciaba  la  pulsación  del  cerebro.  Para  proteger  éste  ha  dispuesto 
el  orador  que  la  enferma  lleve,  un  casquete  de  aluminio  del  tamafio  corres- 
pondiente. 

El  Dr.  Franz  Mracek  cree  que  los  casos  de  sífilis  no  tratada  que  se  han 
presentado  á  la  Sociedad,  pueden  servir  para  llamar  la  atención  sobre  la 
necesidad  de  una  profilaxia  rígarosa. 

Dlagnóstiee  diferencial  entre  la  apendleltif  y  la  prelez  extrauterina.— El  doc- 
tor José  Fabrieius  presenta  preparaciones  que  ofrecen  particularidades  in- 
teresantes por  más  de  un  concepto,  dado  que  e|  diagnóstico  diferencial  en- 
tre la  prefiez  extrauterina  y  la  apendicitis  es  causa  frecuente  de  equivoca- 
ciones. En  un  caso  existían  un  mioma,  una  prefiez  extrauterina  del  lado 
derecho,  y  cólico  apendicnlar.  En  otro  caso  no  había  más  que  una  prefiez 
extrauterina  del  lado  derecho:  pero  en  cambio  el  apéndice  vermiforme  es- 
taba situado  en  el  seno  de  Donglas,  como  suspendido,  y  se  hallaba  tan  sol- 
dado por  medio  de  adherencias  múltiples  á  la  trompa  que  contenía  el  feto 
y  que  había  reventado,  que  venia  á  formar  un  todo  único  con  dicha  trom- 
pa. Tratábase  en  el  tercer  caso  de  una  apendicitis  complicada  con  una 
prefiez  de  seis  semanas;  en  este  caso  había  varios  síntomas,  y  además  de 
esto  sobrevino  una  hemorragia,  que  indujeron  á  sospechar  equivocadamen- 


436 

te  U  exÍBiencia  de  un  émbaraaso  extrantenno.  Por  fin,  la  última  pfrepara* 
ción  Be  refiere  á  nna  prefiez  eztraaterina,  en  la  que  la  caridad  se  habift  roio 
TÍoleniamente;  lo  notable  de  este  caso  consiste  en  qne  demneetra  edmo  qd 
hneyo  muy  peqneflo  es  suficiente  para  provocar  semejante  rotara. 

La  radiografía  en  las  afeeeieMs  del  eerobre  y  dd  eráate.  —  El  Dr.  Jforú 
Benedikt  presenta  varias  radiografías  referentes  á  casoe  de  afeceionea  cra- 
neales j  cerebrales. 

Tres  casos  se  refieren  á  perturbaciones  frontales  del  equilibrio.  Loe  en- 
fermos pierden  de  pronto  la  facultad  de  tenerse  de  pié  y  se  caen  general* 
mente  hacia  un  lado  ó  se  echan  rápidamente  sobre  el  suelo.  El  foco  morbo- 
BO  causa  de  esta  perturbación  nos  es  desconocido  hasta  la  fecha;  ni  aiquierm 
sabemos  si  se  trata  de  una  afección  cortical  ó  subcortical.  De  todas  suertes, 
radica  por  delante  de  la  zona  llamada  psicomotora.  En  el  primer  oaeo,  la 
exploración  radiográfica  pone  de  manifiesto,  como  se  re  en  las  püieas  res- 
pectiyas,  cómo  en  el  corte  frontal  de  la  región  de  loe  senos  fí^ontales  apa- 
rece sumamente  engrosado  el  hueso;  en  un  lado  con  una  ligera  apariencia 
de  un  seno  frontal,  que  en  el  otro  lado  ha  desaparecido  por  completo.  En 
ulteriores  radiografías  faltaban  loe  senos  frontales  en  ambos  lados.  Al  mis- 
mo tiempo,  el  hueso  era  muy  poco  transparente,  y  esta  ebumeación  afec- 
taba también  á  las  partes  laterales  del  cráneo.  No  hay  que  pensar  en  un 
depósito  óseo  debido  al  embarazo,  y  tampoco  hay  ningún  motivo  para  sos- 
pechar la  sífilis.  Esto,  no  obstante,  con  la  administración  del  yodo  y  del 
mercurio  se  consiguió  una  notable  mejoria,  porque  se  hicieron  menos  fre- 
cuentes los  ataques  frontales  de  perturbación  del  equilibrio. 

Oon  motivo  de  la  presentación  de  estos  casos,  insiste  el  autor  en  que, 
por  lo  general,  la  lámina  externa  de  los  huesos  planos  del  cráneo  es  mucho 
más  transparente  que  la  interna.  En  muchos  casos,  y  muy  especialmente 
en  loe  de  traumatismos  del  cráneo,  la  lámina  externa  se  hace  t«n  poco 
transparente  como  la  interna.  Este  hecho  parece  tener  una  significadón 
patológica  absoluta.  Otro  hecho  que  merece  consignarse,  es  el  de  que  la 
substancia  esponjosa  aparece  claramente  como  una  cinta  bien  marcada. 
Para  confirmar  su  opinión,  presenta  el  autor  la  placa  radiográfica  tomada 
de  un  hombre,  que  á  la  edad  de  dos  afios  habla  recibido  un  golpe  en  el 
sincipucio;  en  dicha  placa  se  ven  claramente,  y  á  modo  de  cintas,  las  subs- 
tancias esponjosas  de  loe  huesos  frontal  y  parietal. 

En  el  segando  caso  de  perturbación  frontal  del  equilibrio  se  ven  en  It 
placa  radiográfica,  además  de  una  cinta  bien  manifiesta  de  substancia  es- 
ponjosa, un  foco  pequefio,  no  transparente  y  que  se  continúa  con  el  hueso; 
dicho  foco  está  situado  por  delante  de  la  región  psicomotora,  y  acaso  esie 
dato  pueda  utilizarse  para  localizar  el  centro  qne  se  busca. 

En  el  tercer  caso,  se  percibía  por  el  tacto,  una  depresión  del  cráneo  in- 
mediatamente por  detrás  de  la  región  de  la  fontanela  anterior;  como  es  na- 
tural, dicha  depresión  aparece  también  en  la  placa  radiográfica.  Ademái 
de  esto,  en  el  frontal  no  se  ve  más  que  una  cinta  bien  manifiesta  de  sabs- 
tancia  esponjosa. 

Presenta  igualmente  el  orador  placas  radiográficas  correspondientes  i 
casos  de  afecciones  occipitales.  En  una  de  ellas  se  ve  la  imagen  caraeteris- 
tioa  de  un  neoplasma  del  cerebelo,  y  en  efecto,  en  la  autopsia  se  eneon- 


437 

tro  un  tumor  en  la  sabstancia  blanca  del  órgano  mencionado.  Dicho  tnmor 
cblando»,  aparece  también  en  la  imagen  radiográfica.  En  otro  caeo  se  ve 
nn  foco  que  ha  invadido  toda  la  superficie  del  cerebelo  y  del  lóbulo  pos- 
terior. 

Termina  el  autor  diciendo  que  eólo  por  defectos  técnicos  de  las  placas, 
no  resulta  posible  diferenciar  entre  sí  los  exudados,  los  abscesos  y  loe  neo- 
plasmas. 

El  Dr.  Arturo  SehülUr  dice  que,  reservándose  para  otra  ocasión  trktar  de 
los  hechos  que  ha  dado  á  conocer  el  Dr.  Benedikt,  sólo  se  limita  hoy  á  ma- 
nifestar que  no  le  parecen  justificados  los  reparos  que  ha  hecho  Benedikt 
al  procedimiento  de  reproducción  radiográfica.  Bespecto  á  las  indicaciones 
de  la  exploración  con  los  rayos  X  en  los  casos  de  enfermedades  cefálicas, 
se  pueden  establecer  los  grupos  siguientes :  a,  traumatismos  del  cráneo 
producidos  por  cuerpos  extraños,  proyectiles,  etc.  Hay  que  incluir,  ade- 
más, las  fisuras,  impresiones,  depresiones,  etc.,  del  cráneo;  5,  procesos  des- 
tructores del  cráneo;  c,  alteraciones  hipertróficas  del  cráneo  que  se  reve- 
lan como  procesos  locales  ó  difusos. 

El  Dr.  Miguel  Qroéamann  da  cuenta' de  un  caso  de  su  práctica,  en  el  que 
gracias  tan  sólo  á  la  exploración  con  los  rayos  Rdntgen,  se  pudo  establecer 
un  diagnóstico  seguro;  opina  que  tampoco  en  el  diagnóstico  rinológico  se 
puede  ya  casi  prescindir  del  método  radiográfico  de  exploración,  método 
que  posee  la  cualidad  de  aclarar  por  completo  el  diagnóstico  en  casos  su- 
mamente obscuros. — (JVimtr  KlinUche  Rundschau).  —  R.  db  Yalls. 


PERIÓDICOS 


Trataniente  del  reúna  articular  aguda  sin  sallellates.  —  El  Dr.  Hauffe  re- 
fiere que  en  cinco  afios  y  medio  han  sido  tratados  en  el  hospital  Gross- 
Lichterfilde  (Dr.  Schweninger)  233  casos  de  reumatismo  articular  agudo 
(138  hombres  y  100  mujeres)  con  bafios  calientes  y  movimientos  de  las  ar- 
ticulaciones enfermas,  sin  recurrir  á  los  salicilatos.  Los  baños  tienen  una 
temperatura  de  38*42  á  45<»  d.  Su  temperatura  se  va  aumentando  poco  á 
poco  dejando  correr  agua  caliente.  El  resentimiento  doloroso  de  las  arti- 
culaciones disminuye  en  el  acto  en  el  bafio.  Después  de  esto  se  abriga  muy 
bien  el  sujeto,  pero  no  por  más  de  una  hora,  y  se  rodean  las  articulaciones 
doloridas  con  un  fomento  de  gutapercha  y  aceite,  que  es  un  medio  excelen- 
te para  provocar  la  hiperhemia.  Tan  pronto  como  se  puede  se  sustituyen 
los  bafios  generales  por  bafios  locales  ligeros.  Las  complicaciones  no  con- 
traindican los  bafios.  Tan  pronto  como  se  ha  calmado  el  resentimiento  do- 
loroso agudo  en  las  articulaciones  durante  unas  veinticuatro  horas,  se  em- 
pieza con  los  movimientos  pasivos,  que  se  practican  en  el  mismo  bafio  ó 
poco  después,  porque  es  cuando  provocan  menos  dolor.  La  postura  en  la 
cama  conviene  que  se  cambie  á  menudo'  y  los  enfermos  habrán  de  levan- 
tarse lo  más  pronto  posible.  En  este  periodo  puede  sustituirse  el  vendaje 


438 

da  gutapercha  y  aceita  en  los  hombros,  caderas  y  pacho«  por  al  de  ira- 
mentina  y  gutapercha. 

Una  Tez  desaparecida  la  fiebre  y  cuando  no  quedan  más  que  dificuiiad 
en  los  morimientos,  procede  apelar  al  chorro  frío  y  á  la  ducha  de  llaria  áñ 
temperatura  rariable.  También  oonyiene  en  este  caso  provocar  ana  gran 
rubicundez  cutánea.  Loe  individuos  que,  padeciendo  de  reuma  artieolar, 
no  guardan  cama,  se  suspenden  en  el  bafio  de  aire. 

Los  resultados  de  este  tratamiento  son  muy  satisfaotorioa.  Los  cmaoa  de 
reumatismo  blenorrágico  se  tratan  lo  mismo  y  á  ninguno  de  ellos  (28)  le 
ha  quedado  la  menor  rigidez  articular. 

(Therapié  der  Oegenioart). —  R.  dsl  Vaixs. 

Tratanienta  de  la  tubartulasia  gangllanar.-— El  Dr.  A.  Robin,  reeomienda 
el  tratamiento  siguiente,  en  la  tuberculosis  ganglionar  del  cuello.  En  in- 
vierno, y  sólo  cuando  es  bien  tolerado,  se  administran  2  á  4  cucharadas 
de  aceite  de  hígado  de  bacalao  con  una  gota  de  tintura  de  yodo. 

En  estío,  el  aceite  de  hígado  de  bacalao  se  sustituye  por  al  jarabe  yodo* 
tánico. 

Si  el  estómago  funciona  mal  los  arsenicales  se  administran  en  inyeedón 
hipodérmica,  empleando  el  cacodilato  de  sosa  á  la  dosis  de  5  centigramos; 
la  inyección  se  practica  durante  ocho  días  y  se  suspende  por  espacio  de 
otros  ocho.  8i  no  hay  trastornos  gástricos  se  administra  el  arsénico  por  la 
boca: 

Acido  arsenioso -• 1  miligramo. 

Bicloruro  de  qainina... 5  oentígramos. 

Nuez  vómica  en  polTO t         -» 

Extracto  blando  de  qaina 5        — 

Para  ana  pildora. 

Se  toman  4  ó  5  en  las  veinticuatro  horas,  dosis  máxima,  durante  quiaee 
días.  Se  suspenden  por  espacio  de  diez  días  y  se  vuelven  á  tomar  duraste 
otra  quincena.  El  periodo  de  eliminación  del  arsénico,  que  varía  áe  ocho  á 
doce  días,  regula  estos  intervalos. 

Si  el  ácido  arsenioso  es  mal  tolerado,  lo  que  acontece  coa  frecuencia,  se 
emplea  el  licor  de  Fowler  en  combinación  con  la  tintura  de  Marta  tarta- 
rizada  : 

Licor  de  Fowler i   .  .  „•*««. 

«,.           ,    m.  jaaogramo». 

Tintura  de  Marte  tartanzada f 

Cinco  gotas  dos  veces  por  día,  dosis  que  se  eleva  progresivamente  hasta 
25  gotas. 
Los  arseniales  son  mejor  tolerados  cuando  se  combinan  con  los  amargos: 

Licor  de  Fowler 5  graaios. 

Tintura  de  ruibarbo 2      «- 

Tres  á  cuatro  gotas,  tres  veces  por  día.  La  dosis  máxima  en  las  veiati- 
cuatro  horas  es  de  15  gotas.  El  tratamiento  local  consista  an  ampl  autos. 


439 

pomadaSf  inyecciones  Bnbontáneas  de  licor  de  Fowler  y  en  las  aplicaciones 
radioteirápicas. 

El  emplasto  de  Vigo  es  inútil.  Paede  emplearse,  para  contentar  á  la  fa- 
milia, una  pomada  resolntira : 

Yoduro  de  bario 20  eenUgramoa. 

— •     potáaieo 2  gramos. 

Manteca ! *....  SO      — 

Para  la  inyección  del  Ucor  de  Fowler,  se  emplea  la  fórmnla  siguiente  : 

Se  inyectan  dos  gotas  en  el  espesor  de  la  masa  ganglionar,  adoptando 
todas  las  precauciones  asépticas  necesarias.  A  los  ocho  días  se  inyectan  cua- 
tro gotas.  Este  medio  sólo  es  eficaz  en  loe  casos  en  que  no  hay  tendencia  al 
reblandecimiento  ó  á  la  degeneración  caseosa. 

Es  preferible  la  radioterapia.  Se  trata  de  que  se  absorba  la  mayor  can- 
tidad posible  de  rayos,  conseryando  la  integridad  de  la  piel.  Para  evitar 
la  radiodermitis,  es  preciso  que  entre  la  primera  sesión  de  radioterapia  y  la 
segunda  medie  un  intervalo  de  ocho  días;  este  intervalo  será  de  doce  á 
quince  días  en  las  sesiones  siguientes.  Bajo  la  influencia  de  esta  medica- 
ción, los  ganglios  se  aislan  y  disminuyen  de  volumen,  al  formarse  tejido 
cicatrizal  fibroso.  El  tratamiento  por  los  rayos  X  dura  de  siete  á  ocho  se- 
manas ;  si  pasado  este  tiempo  no  se  observa  mejoría*  debe  suspenderse  la 
radioterapia  y  emplear  las  inyecciones  arsenicales.  £1  estado  general  me- 
jora además. 

El  Húmero  de  glóbulos  rojos  y  de  los  grandes  mononúdeares  disminuye. 
Pueden  sobrevenir  accidentes:  eritema,  pigmentación  de  la  piel,  caída  de 
la  barba  y  del  cabello,  inconvenientes  que  se  evitan  alejando  la  ampolla, 
aumentando  el  intervalo  entre  las  sesiones,  protegiendo  las  partes  cubier- 
tas de  pelo,  etc. 

Se  evitarán,  por  último,  las  infecciones  bucales,  que  pueden  influir  sobre 
el  sistema  ganglionar.  Para  obtener  la  antisepsia  de  la  boca,  se  emplea  el 
colutorio  siguiente  : 

Naftol  p • 20  centígramoB. 

Perborato  de  aosa 15  gramoi. 

Aguademento 200      — 

—    hervida ^ c.  s.  para  formar  an  litro. 

Antes  de  emplear  esta  preparación  debe  calentarse  al  bafio  maría.  La 
antisepsia  del  oido  y  de  la  nariz  se  obtiene  con  la  misma  preparación. 

La  antisepsia  de  las  vías  respiratorias  se  obtiene  haciendo  dos  á  tres  ve- 
ces por  día,  pulverizaciones  con  el  líquido  siguiente,  teniendo  la  precau- 
ción de  colocar  el  aparato  á  cierta  distancia  de  la  boca  y  de  la  nariz : 

Yoduro  de  alilo 1  gramo. 

Aeido  hidroflaoeilicioo 2      — 

Qomenol 10     — 

Gooimiento  de  liquen  Carragahen e.  i.  para  un  litro. 

Si  es  posible,  los  enfermos  irán  en  marzo  al  Mediodía  á  tomar  baños  (un 


440 

kilogramo  de  Bal  por  100  litros  de  agua).  £d  e^iio  harán  en  la  Bourbonle 
la  cara  arsenical  (agaa  en  bafioe  y  en  bebida),  y  en  septiembre  TolTerán  á 
la  costa. ^Zm  Nauveaux  Remédea^  8  octnbre  1906).— F.  Tcímdo. 

La  sooreterapia  e«  la  palneiifa.  — Bl  Dr.  De  Renzi  dipe  qne  lleva  más  de 
diez  afios  empleando  con  éxito  el  snero  antipnenmocócioo  de  Pane.  En  una 
ocasión  trató  nn  ^upo  de  pneamónieoe,  el  más  grare  con  el  snero,  y  el 
otro  con  la  terapéutica  corriente,  habiendo  sido  más  fayorable  el  resnltado 
obtenido  en  el  primer  grnpo  qne  el  alcanzado  en  el  segnndo. 

Técnica :  se  inyectan  sabcntáneamente  40  centímetros  cúbicos  del  ene- 
ro, la  mitad  por  la  mafiana  y  lá  otra  mitad  por  la  tarde.  Con  esta  dosis,  por 
violenta  que  sea  la  pulmonía,  se  cura  el  enfermo  si  antes  estaba  en  baena 
salud  y  si  se  empieza  el  tratamiento  al  tercer  ó  todo  lo  más  al  cnaito  din 
de  enfermedad. 

A  laa  yeinticnatro  horas  se  revela  el  efecto  en  el  estado  general  y  en  la 
fiebre,  y  en  menor  grado  en  el  proceso  local.  La  mejoría  más  bien  se  vmfi- 
ca  por  lisie  que  por  crisis. — {Rifarma  medica,) — R.  dkl  Yallb. 

Una  modifieación  de  la  gastrestemfa.  — Tavel  aconseja  modificar  del  modo 
siguiente  la  técnica  de  la  gastrostomla :  8e  hace  una  incisión  de  10  centí- 
metros de  longitud,  de  modo  que  Vs  de  ella  se  halle  por  encima  del  ombligo 
y  otro  tercio  por  debajo.  Abierto  el  abdomen,  se  elige  un  asa  intestinal 
muy  vascularizada  y  provista  de  epiplón  lo  más  largo  posible;  se  reseca  nn 
trozo  de  este  asa,  de  15  centímetros  de  largo,  se  envuelve  en  gasa  y  se 
unen  los  dos  cabos  inteetinales  cortados.  Se  punzan  el  mesocolon  y  el  epi- 
plón, y  se  introduce  el  asa  intestinal  á  travái  de  esta  abertura,  lo  mismo 
que  se  hace  en  la  gastroenterostomía  retrocólica.  El  cabo  anal  del  trono 
libre  del  intestino  se  une  á  una  abertura  practicada  en  la  pared  anterior 
del  estómago,  y  el  otro  cabo  se  une  á  otra  abertura  practicada  en  la  parad 
abdominal.  De  este  modo  puede  alimentarse  al  enfermo  sin  manchar  la  he- 
rida operatoria,  porque  se  forma  asi  un  nuevo  esófago  qne  ejecuta  movi- 
mientos peristálticos  en  dirección  al  estómago,  el  cual  retiene  perfecta- 
mente loa  alimentos  que  se  introducen  en  él.  Bl  Dr.  Tavel  ha  practicado 
esta  operación  con  éxito  feliz,  primero  en  dos  perros  y,  por  último,  en  nn 
hombre.  Bn  uno  de  estos  caaos  hubo  vómitos. 

iThe  IkerapetUic-Oazette,  15  octubre  1906).— F.  Tolbdo. 

Adninlstraeión  del  mercarlo  per  la  vía  reetal.  —  El  Dr.  G.  Andry  aconseja, 
para  administrar  el  mercurio  por  la  vía  rectal,  hacerlo  bajo  la  forma  de  sn* 
positorios,  cada  uno  de  los  cuales  contiene  aceite  gris  en  tal  proporeióii, 
que  la  de  mercurio  venga  á  ser  de  2  á  4  centigramos. 

{Ann,  de  dimuU,).  —  R.  dkl  Vallb. 


-^^^^»^^ 


REVISTA 


MEDICINA  Y  cirugía  PRÁCTICAS 


NOTAS  CLÍNICAS 

DOCTOR  D.  JOSÉ   RIBERA  Y  8AN8 

Catedritieo  en  U  Facoltad  de  Hadielna  d«  Madrid. 


I.  Ooieoisto-enteroftomia  en  caso  de  fistala  biliar  consecativa  &  nna  colé- 
oistostomiat  cnraoión.^II.  Exclasión  de  todo  el  yeyuno  en  un  caso  de  neo- 
plasma (probablemente  epitelioma)  del  intestino  delgado  y  del  mesente- 
rio  s  onración. 


M.  J.  F.,  viuda^  de  sesenta  y  cinco  años  de  edad,  natural  de  La  Roda 
(Albacete)  ingresa  en  la  Clínica  quirúrgica,  primer  curso,  el  día  19 
de  febrero  de  1904. 

Es  de  buena  constitución,  y  los  antecedentes  patológicos  no  tienen 
el  menor  interés  ni  se  relacionan  con  la  enfermedad  que  la  obliga  á 
ingresar  en  la  Clínica. 

La  enfermedad  actual  se  inició  hace  cinco  años;  sin  causa  para 
ella  apreciable  y  sin  hechos  precursores,  dice  la  enferma  que  se  puso 
completamente  amarilla,  sin  que  tal  hecho  se  acompañara  de  mo- 
lestias muy  intensas  y  sí  tan  sólo  de  algunos  ligeros  trastornos  di- 
gestivos y  algún  dolor  que  la  obligaron  &  permanecer  en  cama  du- 
rante quince  días,  ai  cabo  de  los  cuales  recuperó  aparentemente  la 
salud,  si  bien  persistieron  algunos  trastornos  digestivos,  que  se 
acentuaron  dos  años  después,  notando  la  enferma  que  el  vientre 
se  le  abultaba  después  de  las  comidas.  Trasladóse  de  su  pueblo  á 
Madrid  en  1903,  y  desde  entonces  empezó  &  tener  frecuentes  vómi- 
tos, dolor  bastante  intenso  en  el  hipocondrio  derecho,  que  se  irra- 
diaba, dando  lugar,  según  expresión  de  la  enferma,  á  cólicos  que, 
si  al  principio  eran  poco  intensos,  fueron  acentuándose,  y  en  di- 
ciembre tuvo  uno  ya  de  relativa  intensidad,  acompañado  de  vómitos, 
ASo  XXX«-Tomo  LXXIII.-Ntim.  900. -»  Diciembre,  1906.  84 


442 

dolor  intenso  en  el  hipocondrio  derecho  con  irradiaciones  al  brazo  y 
hombro  derecho^  cólico  que  le  duró  cerca  de  dos  horas.  El  8  de  fe- 
brero tuvo  otro  cólico,  pero  mucho  más  intenso  y  duradero  qae  el 
anterior,  acompañado  de  abundantes  vómitos  biliosos,  quedando 
después  un  dolor  sordo  y  continuo  en  el  cinturón  epigástrico.  Por 
entonces,  el  médico  que  la  asistía  notó  la  existencia  de  un  pequeño 
tumor  por  encima  y  á  la  derecha  del  ombligo,  por  cuya  razón  y 
habiéndole  aconsejado  la  operación,  ingresó  en  mi  Clínica  en  la  fe- 
cha citada. 

La  enferma  está  regularmente  nutrida,  con  cambio  ligero  en  la 
coloración  de  la  piel,  más  bien  terrea  que  amarilla;  está  inapetente 
y  hay  estreñimiento;  dolor  fijo  y  bastante  intenso  en  el  hipocondrio 
derecho,  con  irradiaciones  en  la  espalda  y  en  el  epigastrio. 

Examinando  el  vientre,  se  advierte  un  ligero  aumento  de  volumen 
por  encima  y  á  la  derecha  del  ombligo,  palpándose  un  tumor  del  ta- 
maño de  una  naranja  pequeña;  doloroso  á  la  presión ;  fijo  y  al  nivel 
del  borde  del  hígado,  macizo  continuándose  su  macidez  con  la  del 
hígado. 

Se  hace  el  diagnóstico  de  litiasis  biliar  y  la  falta  de  ictencia  nos 
induce  á  admitir  que  los  cálculos  están  en  la  vejiga  biliar. 

Operé  esta  enferma  el  día  23  de  febrero  de  1904:  incisión  lateral  su- 
pra- umbilical;  incindido  el  peritoneo  quedó  al  descubierto  la  vejiga 
biliar,  que  se  encontrarla  muy  distendida,  y,  por  lo  tanto,  muy  tensa. 
Punción  aspiradora  con  la  jeringa  de  Pravaz;  salida  de  líquido  obs- 
curo é  incisión  amplia  de  la  vejiga,  protegiendo  con  compresas  asép- 
ticas el  pampo  operatorio.  Salió  una  cantidad  regular  de  un  líquido 
amarillo,  y  juntamente  con  él  unos  cuantos  cálculos  pequeños;  in- 
troduciendo el  dedo  por  la  abertura  de  la  vejiga  y  ayudado  con  las 
pinzas,  se  dio  salida  á  otros  cálculos,  en  total  21,  el  mayor  del  tama* 
ño  de  una  avellana  y  los  otros  del  tamaño  aproximado  de  un  gui- 
sante. Se  hizo  una  irrigación  con  ácido  bórico  tibio;  con  la  sonda  se 
comprobó  que  el  cístico  y  el  colédoco  estaban  permeables.  La  vejiga 
presentaba  extensas  adherencias  con  la  cara  inferior  del  hígado  y 
juzgué  oportuno  respetarlas. 

La  existencia  del  líquido  turbio  dentro  de  la  vejiga  me  señaló  el 
camino  más  conveniente  que  debía  seguirse;  achicar  con  la  sutura 
la  herida  abdominal;  reunir  los  bordes  de  la  herida  de  la  vejiga  con 
los  de  la  pared  abdominal;  desagüe  de  la  cavidad  vesical  por  medio 
de  una  tira  de  gasa  y  aposito  aséptico,  es  decir,  renuncié  á  la  colé- 
cistostomia  ideal  optando  por  la  colecistostomia. 


443 

'  El  curso  post  operatorio  no  ofreció  nada  de  partiéular;  según  los 
<dato8  recogidos  por  el  historiador  Sr.  Balda«  la  noche  de  la  opera- 
<;ión  tuvo  algunos  vómitos;  el  primero  y  segundo  hubo  alguna  ele- 
vación de  temperatura^  siendo  la  máxima  el  segundo  día  por  la  tar- 
óle, que  alcanzó  &  38^,5;  la  fiebre  desapareció  por  completo  al  tercer 
•día.  Se4evantó  el  primer  aposito  á  los  doce  días;  ia  incisión  abdo- 
minal estaba  cicatrizada,  y  por  el  orificio  de  desagüe  salió  una  pe- 
•quena  cantidad  de  líquido  análogo  al  que  llenaba  la  vejiga  al  ser 
operada;  cinco  días  después  se  suprimía  el  desagüe,  y  el  día  24  de 
marzo  salió  la  enferma  de  la  Clínica,  al  parecer  completamente 
«curada. 

Pero  la  curación,  comd  después  se  vio,  no  era  más  que  aparente ; 
<lurante  el  verano  de  1904,  y  cuando  ya  se  creía  curada,  empezaron 
de  nuevo  los  cólicos,  sin  ir  acompañados  de  ictericia,  y  advirtió  en 
•el  vientre  un  tumor  más  grande  y  más  blando  que  el  anterior;  al 
poco  se  abrió  la  herida  operatoria,  dando  salida  á  una  gran  canti- 
dad de  bilis,  cesando  los  cólicos,  pero  quedando  constituida  una  fís- 
tula biliar  muy  abundante.  Esto  la  obligó  á  reclamar  de  nuevo 
nuestra  asistencia,  acudiendo  á  la  consulta  pública  á  principios  del 
curso  de  1904  á  1905. 

Al  examinarla  nos  encontramos  con  una  fístula  por  la  cual  fluye 
la  bilis  en  bastante  cantidad,  y  situada  en  la  parte  alta  de  la  cica* 
triz  resultante  de  la  laparatomia  hecha  anteriormente,  y  una  hernia 
^n  la  parte  baja  de  dicha  cicatriz. 

No  dando  resultado,  por  una  parte,  el  empleo  de  una  serie  de  in- 
jecciones  que  suelen  aconsejarse  en  tales  casos,  ni  el  uso  de  una 
faja  que  contuviera  la  hernia,  juzgué  de  necesidad  una  nueva  ope- 
ración con  el  fin  de  procurar  la  curación  de  la  fístula  biliar  y  de  la 
•hernia  ventral. 

Operación,  el  25  de  febrero  de  1905.  Hice  una  incisión  que  bordea- 
ba por  el  lado  derecho  la  cicatriz  anterior,  con  el  fin  de  examinar 
las  relaciones  que  presentaba  la  vejiga  biliar  con  dicha  cicatriz, 
penetrando  con  dicha  incisión  en  la  cavidad  abdominal,  viendo  en- 
tonces que  la  vejiga,  presentaba  extensas  adherencias  con  dicha 
cicatriz,  además  del  punto  en  donde  estaba  la  fístula  biliar;  otra 
incisión,  que  bordeaba  el  lado  izquierdo,  permitió  la  extirpación  de 
la  cicatriz  antigua,  excepto  en  el  punto  en  donde  estaba  la  fístula, 
pero  de  esta  manera  quedaba  ya  libre  la  vejiga  de  la  cicatriz  de  las 
paredes  y  además  quedaban  extirpados  los  bordes  del  anillo  de  la 
hernia,  que  ocupaba  la  parte  inferior  de  dicha  cicatriz.  Por  medio 


444 

de  un  punto  de  sutura  cerré  provisionalmente  la  abertura  fistulosa 
de  la  vejiga,  y  con  el  asa  de  hilo,  usándolo  como  fiador,  mantenía 
dicha  abertura  fuera  de  los  bordes  de  la  herida  /abdominal.  Pude 
observar  que  la  vejiga  de  la  bilis  estaba  adherida,  por  sus  caras 
principalmente,  á  la  cara  inferior  de4  hígado  y  órganos  próximos,  j 
que  sólo  quedaballibre  una  porción  de  vejiga,  alargada  indudable* 
mente  por  las  tracciones,  y  comprendida  entre  el  borde  libre  de) 
hígado  y  el  punto  de  unión  de  la  vejiga  con  las  paredes  abdomina- 
les; pero  dicha  porción,  sumamente  friable,  no  se  podía  pensar  en 
utilizar  del  todo,  quedando  apenas  unos  dos  centímetros  útiles.  Bra 
preciso  extirpar  todo  lo  friable,  como  así  lo  hice,  y  de  esta  manera 
quedaba  una  porción  de  vejiga  libre,  aunque  corta,  presentando  en 
su  centro  una  abertura  de  más  de  dos  centímetros  de  extensión.  Las 
fuertes  adherencias  no  me  permiten  hacer  la  extirpación  total  de  la 
vejiga;  dadas  las  condiciones  de  contenido  y  de  paredes,  no  me  pa- 
recía prudente  cerrar  del  todo  la  vejiga,  así  es  que  juzgué  que  lo 
mejor  sería  anastomosar  la  vejiga  á  un  asa  intestinal,  á  pesar  de 
las  dificultades  que  eran  de  esperar  dado  lo  corto  del  manguito 
(pase  la  expresión)  que  constituía  la  porción  libre  de  la  vejiga,Bas> 
qué  el  principio  del  yeyuno,  y  atrayendo  á  la  herida  la  porción  de 
asa  más  próxima  á  dicho  punto,  hice  una  anastomosis  de  la  vejiga 
con  dicha  asa;  el  borde  posterior  de  la  sección  de  la  vejiga,  cosido 
por  una  sutura  serosa,  á  la  serosa  del  intestino  colocado  en  direc- 
ción transversal;  abertura  del  intestino  en  el  borde  libre,  ó  sea 
opuesto  á  la  inserción  del  mesenterio  en  la  extensión  de  la  abertura 
vesical;  sutura  muco-muscular  posterior  y  después  del  borde  ante* 
rior,  y  una  vez  anudados  los  cabos,  terminación  de  la  sutura  sero- 
sa; es  decir,  hice  una  colecistoenterostomía  que,  en  honor  de  la  ver^ 
dad,  no  presentó  gran^des  dificultades.  Reducción  de  los  órganos 
anastomosados  y  sutura  del  abdomen  por  medio  de  una  sene  de 
puntos  entrecortados  que  comprendían  toda  ht  pared,  y  una  sutura 
superficial  para  adaptar  bien  los  bordes  cutáneos. 

Los  datos  recogidos  por  el  alumno  historiador  Sr.  Estrada  son  los 
siguientes:  algunos  vómitos,  que  cesaron  con  el  uso  del  agua  Ae 
Seltz;  la  temperatura  osciló  entre  37^  y  38^,  y  sólo  una  tarde  el  ter- 
mómetra  marcó  SO"".  La  administración  de  un  purgante  bastó  para 
que  la  temperatura  descendiera  á  la  normal. 

No  ocurrió  otro  accidente  alguno,  y  parecía  que  todo  seguía  ana 
marcha  regular,  puesto  que  ya  la  enferma  empezó  á  hacer  uso  de 
una  alimentación  variada,  cuando  el  día  8  de  marzo,  al  examinar- 


445 

la,  y  cuando  ya  se  hablan  quitado  todos  los  puntos  de  sutura,  nos 
encontramos  desagradablemente  sorprendidos  al  ver  el  vendaje 
manchado  de  bilis  y  de  substancias  alimenticias:  al  nivel  de  uno  de 
los  puntos  de  sutura  profundos  se  había  constituido  una  fístula  bi- 
liar y  excrementicia.  Por  fortuna,  y  como  ocurre  á  veces  con  los 
trayectos  fistulosos,  en  vez  de  ir  en  aumento  se  vio  á  los  pocos  días 
•que  tenia  tendencia  á  disminuir,  y  las  curas  repetidas  y  la  limpieza 
bastaron  para  que  se  corrigiera  dicho  accidente,  y  la  enferma  salió 
de  la  Clínica  el  día  26  de  abril  curada  de  su  fístula  biliar.     * 

La  observacTión,  como  se  ve,  no  tiene  nada  de  excepcional,  por 
más  que  tampoco  se  la  puede  considerar  como  de  práctica  corrien- 
te,  y  mucho  menos  entre  nosotros,  puesto  que  las  observaciones  re- 
ferentes á  la  cirugía  de  las  vías  biliares,  por  unas  razones  ó  por 
otras  que  no  son  del  caso  especificar,  se  pueden  considerar  casi  como 
excepcionales ;  por  lo  menos  así  debo  expresarme  por  lo  que  á  mí  se 
refiere,  y  sin  gran  temor  de  equivocarme  lo  mismo  se  puede  decir 
les  ocurre  á  la  mayoría  de  los  cirujanos  españoles,  de  lo  cual  resulta 
<|ue  observaciones  que  serían  corrientes  en  otros  puntos,  aquí  son 
raras;  y  si  esto  ocurre  con  lo  que  pudiera  llamarse  cirugía  corriente 
de  las  vías  biliares,  con  más  razón  se  puede  decir  de  la  colecisto- 
•enterostomía,  que  no  es  de  los  hechos  que  se  repiten  con  más  fre- 
<;uencia.  Y  esta  es  la  razón,  y  teniendo  en  cuenta  que  en  la  actuali- 
dad la  cirugía  intra-abdominal  se  caracteriza  principalmente  por 
las  anastomosis  y  las  exclusiones,  esta  es  la  razón,  repito,  que  me 
faa  inducido  á  exponer  este  caso  de  anastomosis,  como  razones  aná- 
logas me  inducen  á  exponer  el  siguiente  caso  de  exclusión. 

n 

Trátase  también  de  una  mujer,  M.  R.,  de  treinta  y  dos  años  de 
edad,  casada,  natural  de  Lopera  (Jaén),  que  ingresa  en  la  Clínica 
quirúrgica,  segundo  curso,  el  día  20  de  abril  de  1905. 

No  tiene  antecedentes  hereditarios  ni  patológicos  dignos  de  men- 
-ción. 

La  enfermedad  que  le  obliga  á  ingresar  en  la  Clínica  data  del  mes 
de  junio  de  1904,  en  cuya  fecha,  y  estando  un  día  en  el  campo,  em- 
pezó repentinamente  asentir  dolores  intensos  de  vientre  en  ta  re- 
gión umbilical.  Este  dolor  persistió,  si  bien  mitigado,  pero  presen- 
tando exacerbaciones  y  acompañado  de  trastornos  digestivos;  di- 
gestiones difíciles,  vómitos  frecuentes  al  poco  tiempo  de  comer,  vo- 
mitando por  lo  general  los  alimentos  que  ingería,  estreñimiento,  y 


446 

una  Tez  tavo  una  hematemeais  abondante.  También  le  parecía  á.  I& 
enferma  notar  la  existencia  de  un  tumor  pequeño,  movible  en  la» 
proximidades  de  la  región  umbilical.  La  enferma  se  desmejoró  ma- 
cho á  consecuencia  de  estos  trastornos. 

A  su  ingreso  en  la  Clínica,  á  más  de  persistir  los  síntomas  citados» 
se  aprecia  en  la  región  umbilical  un  tumor  movible  y  poco  doloroso» 
sin  que  á  simple  vista  se  advierta  aumento  de  volumen  en  el  vien- 
tre. Se  la  somete  al  régimen  lácteo,  que  tolera  bastante  bien  la  en- 
ferma, pues  con  él  cesan  los  vómitos  y  disminuye  bastante  el  dolor 
abdominal. 

A  los  pocos  días,  un  nuevo  reconocimiento  hace  dudar  de  la  exis- 
tencia del  tumor,  porque  no  se  percibe  á  la  palpación,  y  sólo  parece 
advertirse  la  existencia  de  una  induración  profunda  en  la  región 
epigástrica,  que  se  propaga  hacia  la  región  hepática. 

Con  estos  datos  era  difícil  hacer  un  diagnóstico  ;  sin  embargo,  la 
existencia  indudable  de  trastornos  digestivos,  por  más  que  tolerara 
relativamente  el  régimen  lácteo;  y  la  existencia  de  un  tumor,  aun 
cuando  no  se  encontrara  en  todas  las  exploraciones,  inducían  A 
admitir  la  existencia  de  un  neoplasma  del  estómago,  dando  origen 
á  fenómenos  no  muy  intensos  de  estenosis  pilórica,  puesto  que  tole* 
raba  el  régimen  lácteo.  De  todos  modos,  para  mí  no  admitía  duda  la 
necesidad  de  una  operación. 

Operación,  el  día  29  de  abril  de  1905.  Laparotomía  media  supra- 
umbilical.  El  estómago  apareció  normal;  en  el  prejuicio  de  encon- 
trar algo,  dudaba  de  si  había  en  el  píloro  una  cicatriz  que  produjera 
algo  de  estenosis;  si  la  cabeza  del  páncreas  estaba  más  dura  y  au- 
mentada de  volumen  comprimiendo  el  píloro,  ó  si  no  existía  en  el 
estómago  nada  anormal;  pero  como  los  trastornos  funcionales  y  loa 
dolores  existían,  juzgué  que,  á  pesar  de  todas  mis  dudas,  estaba  in- 
dicada una  gastroenterostomía.  Sin  embargo,  antes  de  ello  juzgué 
preciso  un  reconocimiento  detenido  de  todo  el  paquete  intestinal, 
por  cuya  razón,  colocando  el  estómago  en  su  sitio,  introduje  la 
m^no  en  el  vientre  para  explorar  el  intestino,  y  entonces,  y  no  sin 
alguna  sorpresa,  encontré  un  tumor  voluminoso  que,  atraído  al  ex- 
teriot^  resultó  constituido  por  un  conglomerado  de  asas  intestinales 
del  intestino  delgado  y  por  el  mesenterio,  formando  nodulos  con  to- 
dos los  caracteres  que  se  observan  en  los  epiteliomas;  sembrado  el 
mesenterio  de  ganglios  y  constituyendo  el  conjunto  una  masa  tumo- 
ral  enorme,  que  empezaba  en  el  yeyuno,  á  muy  poca  distancia  del 
duodeno,  que  comprendía  todo  el  yeyuno  y  se  extendía  hasta  el  íleon; 


447 

*  advirtiendo  desde  el  primer  momento  que  había  un  estrechamiento 
muy  marcado  intestinal  en  el  punto  en  donde  principiaba  el  tumor, 
y  en  cambio,  el  cabo  duodenal  estaba  enormemente  dilatado,  y  su 
exploración  daba  á  reconocer  la  existencia  de  cuerpos  extraños  de- 
tenidos alli,  sin  duda,  por  la  estrechez  intestinal  debida  á  la  masa 
neoplásica. 

¿Qué  camino  seguir,  dada  la  existencia  de  un  tumor  tan  grande  y 
de  tan  extensas  lesiones  intestinales^  De  no  estar  tan  invadido  el 
mesenterio  y  tan  inflltrados  los  ganglios  mesentéricos,  hubiera  opta- 
do por  la  extirpación,  que  debía  haber  comprendido  lá  mayor  parte 
del  intestino  delgado;  pero  como  aun  con  ella  no  era  posible  extir- 
par todo  lo  enfermo,  me  pareció  que  lo  único  razonable  y  factible 
era  hacer  una  enteroanastomosis,  excluyendo  toda  la  porción  de 
intestino  delgado  enfermo,  es  decir,  restablecer  la  circulación  de 
las  substancias  alimenticias,  dejando  en  reposo  todo  lo  enfermo. 
Así  lo  hice,  procediendo  del  siguiente  modo:  se  colocó  una  pinza  que 
comprimiera  el  intestino  por  encima  del  tumor,  y  en  tanto  que  un 
ayudante  con  sus  dedos  comprimía  la  porción  duodenal;  sección  del 
intestino  por  encima  de  la  pinza,  y  entonces  se  pudo  ver  que  la  por- 
ción enormemente  dilatada  del  duodeno  contenía  una  porción  de 
huesos  de  aceituna,  de  los  cuales  pudieron  recogerse  36,  siendo  in- 
dudable que  quedaron  muchos  todavía  en  el  duodeno,  porque  enr  las 
maniobras  que  se  hacían  para  extraerlos  retrocedían  á  las  porcio- 
nes primeras  de  dicho  intestino.  Limpio  en  lo  posible  el  cabo  supe- 
rior, procedí  á  anastomosarle  con  el  íleon  por  debajo  del  conglome- 
rado de  masas  intestinales  y  tumor,  haciendo  una  anastomosis  la- 
teral en  el  borde  libre  del  intestino  y  siguiendo  la  técnica  común  y 
corriente,  y  que,  por  lo  tanto,  no  hay  necesidad  de  describir.  Quitan- 
do la  pinza  que  se  había  puesto  por  encima  del  tumor,  se  comprobó 
la  existencia  de  una  estenosis  pronunciadísima  en  dicho  punto,  lo 
cual  explicaba  la  dilatación  superior  del  intestino  y  que  en  la  dicha 
porción  duodenal  dilatada  se  habían  almacenado  los  huesos  de  acei- 
tuna, quedado  su  tamaño,  no  podían  pasar.  Sutura  en  bolsa  de  la 
sección  periférica  del  intestino  y  reducción  en  el  abdomen  del  pa- 
quete intestinal.  De  esta  manera  quedaba  en  comunicación  directa 
la  tercera  porción  del  duodeno  con  el  íleon,  y  todo  el  yeyuno  excluí- 
do  en  la  forma  de  exclusión  unilateral. 

El  curso  post  operatorio  no  ofreció  nada  de  particular;  según  las 
notas  recogidas  por  el  alumno  historiador  Sr.  Isla,  la  enferma  reac- 
cionó bien,  teniendo  la  tarde  del  día  de  la  operación  37®  y  112  pulsa- 


448 

ciones;  el  día  30  sigue  bien,  sin  dolores;  la  temperatura  de  la  maña- 
na era  37^,2  y  el  pulso  96;  por  la  tarde,  temperatura  37*,4^  pulto  110. 
Principia  á  tomar  leche  el  día  1.^;  el  dia  2  hace  espontáneamente  la 
primera  defecación  post  operatoria,  sin  molestia  alguna  ni  dolor,  y 
la  temperatura  y  el  pulso  son  normales.  El  día  9  de  mayo  se  levantó 
el  aposito,  encontrándose  la  herida  cicatrizada. 

Siguió  alimentándose  de  una  manera  paulatina,  y  cuando  aaüó  de 
la  Clínica,  el  dia  16  de  mayo,  el  estado  general  era  muy  aatísíacto- 
rio  y  soportaba  toda  clase  de  alimentos. 

El  análisis  de  uno  de  los  ganglios  extirpados  no  dio  resultado  po- 
sitivo alguno,  asi  es  que  no  pudo  resolver  las  dudas  que  haber  pudie- 
ra acerca  de  la  naturaleza  de  la  masa  neopládca,  que  englobaba  in- 
testinos y  mesenterio,  por  más  que  por  todos  los  caracteres  macros- 
c  ópicos  pudiera  creerse  se  trataba  de  un  epitelioma. 

Como  se  ve,  también  este  caso,  sin  ser  excepcional,  no  es  de  los  de 
la  cirugía  diaria,  y  esto  y  el  estar  estos  asuntos  á  la  orden  del  dfa« 
son  los  que  me  inducen  á  publicarle  sin  entrar  en  más  detalles  ni 
en  las  consideraciones  pertinentes  á  las  ventajas  de  la  exclusión, 
porque  sólo  me  he  propuesto,  hoy  por  hoy,  referir  un  caso  más,  de- 
jando para  otras  ocasiones  hacer  un  estudio  de  lo  que  se  refiere  á  la 
exclusión  de  partes  del  tubo  digestivo. 

CASO  CLÍNICO  NOTABLE  DE  TRAUMATISMO 

D.  ANTONIO  MARTÍNEZ  LÓPEZ 

Médico  titaUr  d«  GcadalU  d«  U  Sierra  (Madrid). 


Se  trata  de  un  joven  de  diecisiete  años  de  edad,  natural  de  Nava- 
lafuente,  de  esta  provincia,  bien  constituido  y  con  un  desarrollo  qae 
está  en  relación  con  la  edad  que  tiene. 

En  el  mes  de  julio  del  pasado  año,  yendo  montado  en  una  caba- 
llería mayor  y  á  galope  tendido,  viniendo  de  las  faenas  de  la  trilla, 
propias  de  la  estación,  sufre  una  caída  del  caballo,  que  según  él 
mismo  refíere,  fué  en  decúbito  lateral  derecho,  recibiendo  el  traa- 
matismo  principalmente  en  la  fosa  ilíaca  derecha.  Inmediatamente 
de  la  caída  se  levantó  por  su  pié,  terminando  de  llenar  la  misióii 


449 

que  iba  á  desempeñar,  marchándose  andando  á  su  casa,  que  dista- 
rla unos  200  metros,  sin  que  al  parecer  notara  nada  de.  particular. 
Por  el  momento  no  acusaba  más  dolor  que  el  de  la  fosa  iliaca  dere- 
cha, pero  transcurridas  que  fueron  unas  tres  horas  (cuatro  de  la 
tarde),  tuvo  que  meterse  en  cama,  porque  las  piernas  no  le  tenían 
y  sentía  malestar  general,  que  según  frase  del  mismo,  no  sabía  qué 
le  pasaba,  pues  se  encontraba  muy  mal. 

Solicitado  el  auxilio  médico,  me  personé  en  casa  del  paciente,  que 
dista  cuatro  kilómetros  de  mi  residencia,  y  reconocido  detenida- 
mente, no  pude  apreciar  cosa  de  particular  alguna,  nada  más  que 
un  trisplanismo  grande,  escasa  elevación  de  temperatura  (37^,4)  y  el 
dolor  grande  en  la  fosa  iliaca  derecha. 

Mis  investigaciones  fueron  dirigidas  principalmente  á  ver  si  al- 
guna viscera  ú  órgano  importante  había  sufrido  rotura  ó  despren- 
dimiento de  alguna  especie,  haciendo  las  preguntas  consiguientes 
de  si  había  habido  hemorragia  por  boca,  nariz,  oídos,  uretra,  recto, 
etcétera,  siendo  la  respuesta  negativa,  apreciando  también  al  mis- 
mo tiempo  que  el  dolor,  la  fosa  ilíaca  derecha  más  dura  y  abultada 
que  la  izquierda. 

Salí  de  casa  del  enfermo  no  muy  bien  impresionado  por  el  estado 
de  conmoción  visceral  en  que  se  hallaba,  y  haciendo  saber  á  la  fa- 
milia mis  temores  de  que  pudieran  presentarse  fenómenos  de  impor- 
tancia que  comprometieran  la  vida  del  jovenzuelo. 

Le  dispuse  fomentos  constantes  y  calientes  con  la  disolución  de  su- 
blimado corrosivo  al  1  por  1.000,  locus  dolenti^  y  el  plan  correspon- 
diente al  estado  general,  y  con  encargo  especial  de  que  me  avisaran 
en  cuanto  notaran  la  cosa  más  insignificante. 

A  las  dos  de  Ja  madrugada  del  siguiente  dfa  vienen  á  buscarme 
con  premura,  pues  el  enfermo  seguía  cada  vez  peor,  alarmándoles 
el  que  al  verificar  la  micción,  que  no  habla  hecho  desde  el  trauma- 
tismo, saliera  una  abundante  cantidad  de  sangre  mezclada  con  la 
orina,  y  además  les  parecía  tenia  más  calentura. 

Personado  lo  más  pronto  posible  en  la  casa,  y  en  vista  de  la  he- 
maturia,  investigué  la  causa  de  la  misma  con  resultado  negativo; 
pues  ni  en  ríñones,  vejiga,  uretra  anterior  y  posterior,  presentaba 
síntomas  de  rotura,  ni  siquiera  de  inflamación.  El  dolor  en  la  fosa 
ilíaca  derecha  seguía  siendo  lo  mismo,  constante,  permanente  y  má« 
fuerte  á  la  presión,  existiendo  cierto  meteorismo  que  se  extendía  á 
la  fosa  ilíaca  del  lado  opuesto  "y  hasta  el  epigastrio.  La  fiebre  ya  se 
había  elevado  algunas  décimas  más,  pues  el  termómetro  marca- 


450 

ba  38^,  todo  esto  acompañado  de  algunos  vómitos  y  el  estado  gene- 
ral no  era  nada  satisfactorio.  A  la  percusión  abdominal  daba  el  so- 
nido timpánico  en  toda  la  mitad  izquierda  y  en  el  derecho,  región 
traumatizada,  sonido  macizo  completo. 

Mandé  suspender  ios  fomentos  constantes  y  calientes  de  sublima- 
do que  tenía  dispuestos  desde  el  primer  momento,  y  prescribí  el  plan 
correspondiente  al  estado  general,  y  en  cuanto  al  local,  fricciones 
repetidas  con  la  pomada  de  belladona  y  mercurial  doble^  alternan- 
do con  una  mezcla  de  aceite  de  manzanilla  alcanforado,  éter  acéti- 
co y  bálsamo  tranquilo  y  además  cuatro  irrigaciones  intestinales, 
todo  esto  con  el  objeto  de  ver  si  lograba  hacer  desaparecer  ó  dísmi- 
nuir  el  gran  meteorismo  que  ponía  en  peligro  la  vida  del  paciente, 
prometiendo  volver  por  la  tarde,  aunque  mediaba  la  distancia  ja 
dicha,  lo  primero  porque  me  inspiraba  serios  temores  el  enfermo  y 
lo  segundo  por  el  caso  tan  curioso  que  se  me  presentaba  en  mi  prác- 
tica profesional. 

Por  la  tarde  aún  le  encontré  peor,  pues  habían  aparecido  nuevos 
síntomas  que  comprometían  más  su  vida :  uno,  que  á  las  dos  horas 
de  marcharme  los  vómitos  tomaron  el  carácter  de  íecalóideos^  eva- 
cuó el  intestino  y  salió  mezclada  con  la  deposición  cierta  cantidad 
de  sangre  negra;  la  fiebre  había  ascendido  á  40^2  y  el  meteorismo 
aún  mayor,  pues  ya  comprendía  todo  el  abdomen.  Dos  ó  tres  veces 
que  volvió  á  orinar,  la  segunda  era  clara  y  en  cambio  la  última 
mezclada  otra  vez  con  sangre  obscura,  y  todo  esto  sin  aquejar  do* 
lor  en  el  estómago,  cabeza,  recto,  uretra,  etc.,  salvo  la  fosa  iliaca 
traumatizada. 

Llamaba  mi  atención  la  postura  que  adoptaba  en  la  cama;  dec6- 
bito  lateral  izquierdo,  con  el  miembro  abdominal  dereQho  en  adduc- 
ción,  tropezando  el  muslo  con  el  abdomen,  formando  ángpilo  con  la 
pierna,  sin  duda  para  relajarlas  fibras  musculares  y  atenuar  un 
tanto  el  dolor  de  la  fosa  iliaca.  Esta  posición,  unida  á  los  síntomas 
mencionados,  me  hizo  pensar  en  una  peritonitis  agudja  ó  en  apen- 
dicitis,  ambas  producidas  por  el  traumatismo,  y  para  cerciorarme 
más  de  la  apendicitis,  busqué  lalinea|de  Mac-Burney,  pero  inútil, 
porque  cada  vez  que  intentaba  hacerlo,  el  enfermo  reforzaba  sus 
ayes  de  dolor  y  era  imposible  por  completo  descubrir  la  línea  dolo- 
rosa,  dada  la  sensibilidad  tan  exagerada  de  todo  su  abdomen  y  es- 
pecialmente en  la  tan  mencionada  fosa. 

También  llamaba  mi  atención  el  que  deslizando  la  mano  suave- 
mente en  sentido  vertical  por  todo  el  abdomen  hasta  el  hipogastrio. 


451 

86  percibía  un  gorgoteo,  más  acentuado  aún  en  el  lado  derecho,  pero 
no  gorgoteo  como  se  observa  en  la  fosa  ilíaca  derecha  cuando  se 
trata  de  una  infección  intestinal,  sino  que  hasta  me  parecía  percibir 
líquidos  mezclados  con  gases  en  los  movimientos  de  deslizamien- 
to de  la  mano,  que  por  percusión  en  cambio  no  se  apreciaba  líquido 
alguno,  y  como  si  estos  líquidos  y  ga^es  estuvieran  entre  el  perito- 
neo y  capas  musculares.  Me  retiré  muy  mal  impresionado,  hacien- 
dó  á  la  familia  un  .pronóstico  fatal. 

Al  día  siguiente,  tercero  de  enfermedad,  y  en  la  visita  de  la  ma- 
ñana, me  dijo  la  familia  que  había  pasado  una  noche  malísima,  que 
hubo  momentos  que  estuvo  luchando  entre  la  vida  y  la  muerte,  lle- 
gando hasta  el  extremo  de  sufrir  colapso,  pero  cuál  no  seria  mi  sor- 
presa al  encontrarme  con  una  remisión  notable  de  todos  los  sínto- 
mas, incluso  la  ñebre,  37^,3  y  el  estado  general  más  satisfactorio  que 
el  día  anterior. 

Los  vómitos  no  habían  vuelto  á  presentarse,  la  orina  era  ya 
completamente  clara  y  las  deposiciones  muy  fétidas,  pero  sin  pre- 
sentar el  aspecto  obscuro  de  sangre  digerida  de  la  primera  que  ve- 
rificó después  del  traumatismo. 

Por  la  tarde  no  me  satisfizo  del  todo,  pues  tuvo  su  correspondien 
te  acceso  de  fiebre,  presentando  los  mismos  síif  tomas  que  el  día  an- 
terior, pero  no  con  tanta  intensidad. 

Al  día  siguiente  por  la  mañana  le  encontré  |mejor  y  por  la  tarde 
también  tuvo  el  acceso  de  fiebre,  pero  menos  que  el  día  anterior,  y 
en  esta  situación  estuvo  tres  días  más,  remitiendo  considerablemen- 
te los  síntomas,  hasta  que  desapareció  por  completo  la  fiebre,  em- 
pezando á  tomar  fuerzas,  dedicándose  á  los  doce  días  á  las  faenas 
propias  del  verano. 

Caso  es  este  que  se  presta  á  consideraciones  y  reflexiones  de  im- 
portancia, porque  entre  el  cortejo  de  síntomas  presentados  hay  al« 
gunos  de  ellos  que  no  tienen  explicación  satisfactoria,  como  son:  la 
hematuria,  melena,  vómitos,  meteorismo,  gorgoteo. 

¿Cuál  ha  sido  su  patogenia  no  existiendo  síntomas  de  rotura  de 
^6JigA#  uretra,  herida  del  pene,  lesión  del  riñon,  estómago,  ni  otra 
viscera  importante,  asa  intestinal,  etc.? 

Por  fuerte,  por  intensa  que  sea  la  congestión,  ¿puede  producir  he- 
morragia suficiente  para  salir  al  exterior  en  cantidad  no  desprecia- 
ble, como  en  este  caso  ha  ocurrido,  sin  que  los  órganos  congestiona- 
dos sufriesen  otras  alteraciones  de  mayor  importancia  que  las  refe- 
ridas? Y  esta  es,  á  mi  juicio,  la  explicación  más  satisfactoria  que 


452 

puede  admitirse.  Congestión  intensa  de  las  mucosas  gástrica,  intes- 
tinal, vesical  ó  rotura  de  algún  capilar  con  pequeño  derrame  sao- 
guineo,  que  por  algún  sitio  tenia  que  salir  y  natural  fuese  por  don- 
de habla  comunicación  con  el  exterior. 

¿Puede  producirse  rotura  intestinal,  por  grande,  por  intenso  que 
sea  el  traumatismo,  no  habiendo  herida  ai  exterior,  gozando  de  una 
movilidad  tan  exagerada  como  tienen  las  asas  intestinales* 

¿Por  qué  se  presentaron  en  este  caso  los  vómitos  que  pudiéramos 
llamar  fecalóideos,  el  meteorismo  tan  exagerado  y  el  gorgoteo  que 
se  percibía  como  si  fuera  mezcla  de  líquidos  y  gases  entre  el  peri- 
toneo y  capas  musculares,  percibiéndolo  sólo  en  los  movimientos  de 
deslizamiento  en  sentido  vertical  y  no  á  la  percusión,  en  las  regio- 
nes y  a  dichas?  Y  sin  embargo,  no  había  rotura  intestinal  en  este  caso, 
porque  entonces  fatalmente  hubiera  terminado  por  la  muerte  y  no 
por  la  curación  completa,  pues  se  hubiera  presentado  la  peritonitis 
aguda,  consecuencia  inmediata  de  la  rotura,  y  no  obstante  creo  fir- 
memente que  en  el  caso  presente  han  aparecido  síntomas  de  la 
misma. 

Puntos  son  estos  que  dejo  y  someto  á  la  ilustrada  consideración 
de  mis  dignísimos  compañeros. 


bibliografía' 


DOCTOR  DON  JESÚS   SARABIA  Y  PARDO 

ProÍMor  Ú0  •ofaraiedadeB  d«  loe  Nifioi  en  el  lottltato  R«Mo* 


I.  Mortalidad  infantil  y  bstadística  dimocibafioa  samitabia  dsi.  dbcsvio 
DB  1895 1 1904,  por  D.  León  PalaoioB  Car  reno.  Almería,  1906. 

II.   iBSTBUCOIOBBa    HIOXÉNICA8    AOBBCA  DB    LA  LIMPIBZA,    pOF  el  Dr.  OarlOB  Fe- 

rrand  y  López.  Palenoia,  1906. 

III,   TbATAMIBBTO   DB   LA   TDBBBCÜLOBIB   POB  LOB   PBODÜGTOB   BAOXLABBS,  pOr   Sl 

Dr.  D.  Jobo  Verdes  Montenegro.  Madrid,  1908. 

I 

Con  remitir  al  lector  al  prólogo  de  esta  obra,  escrito  por  el  doctor 
D.  Modesto  Lapuente  con  gran  acierto  respecto  del  juicio  total  de 
este  trabajo  y  expresión  de  su  mérito  y  de  las  cuestiones  en  ella 
planteadas,  quedaba  satisfecha  esta  nota  bibliográfica.  Pero  con* 


453 

viene  saber  que  las  materias  desarrolladas  son  las  oportunas  y  de- 
ductivas del  estudio  perfecto  de  la  estadística  demográfica  sanitaria 
de  un  decenio  en  Almería  y  las  que  es  preciso  remover  para  tratar 
el  problema  importantísimo  de  la  tiaortalidad  infantil. 

Las  causas  radican  en  el  medio  social  y  en  las  condiciones  de  hi- 
giene y  cultura  de  la  madre  y  del  hijo,  y  á  base  de  esto  el  Dr.  Pala- 
cios propone  medios  adecuados,  razonados  con  ciencia  y  acierto,  al 
objeto  de  alcanzar  el  efecto  que  se  busca.  Como  dice  el  Dr.  Lapuen- 
te,  la  obra  del  Dr.  Palacios  cabarca  y  razona  casi  todos  los  proble- 
mas que  guardan  estrecha  relación  con  la  higiene  pública  en  su  tri- 
ple aspecto  científico,  filosófico  y  social». 

Este  trabajo,  premiado  en  certamen  científico  literario,  merece 
todo  el  aplauso  que  se  dedica  á  lo  bueno  y  útil ;  por  eso  nos  compla« 
cemos  en  felicitar  al  Dr.  Palacios  Carreño  con  el  mayor  gusto,  de- 
seándole nuevos  triunfos,  pues  con  ellos  ha  de  reportar  grandes  be- 
neficios á  la  sociedad  y  á  la  Clase  médica. 

n 

Es  verdaderamente  curiosa  esta  cartilla,  en  la  cual  el  Dr.  Ferrand 
y  López  demuestra  conocer  á  fondo  la  cuestión  higiénica  que  en- 
traña la  limpieza. 

Este  hábito,  necesario  al  hombre  en  cuanto  influye  en  su  bien- 
estar y  salud,  es  de  los  que  se  hallan  aún  bastante  descuidados,  y 
es  preciso  educar  en  esta  forma  de  propaganda  para  que  por  la  cul- 
tura se  imponga  el  uso  de  la  limpieza  corporal,  tan  necesaria  en 
los  pueblos  que,  faltos  de  condiciones  higiénicas  de  otra  índole,  ne- 
cesitan la  ayuda  individual  para  abordar  el  problema  higiénico  de 
todos  los  tiempos,  que  es  la  profilaxis  de  las  infecciones. 

La  limpieza  en  la  casa  y  en  el  individuo  son  los  extremos  sobre 
que  giran  los  muy  atinados  consejos  consignados  en  esta  cartilla, 
que  resulta  científica,  sencilla  y,  por  lo  tanto,  de  gran  utilidad. 

III 

Son  ya  muchos  los  trabajos  publicados  por  el  Dr.  Verdes  Monte- 
negro acerca  de  estos  asuntos,  y  en  éste,  como  en  aquéllos,  queda 
demostrada  su  competencia. 

Basta  relatar  el  índice  de  los  capítulos  contenidos  en  él  para  com- 
prender lo  completo  de  su  publicación.  La  técnica  de  la  preparación 
de  dichos  productos;  la  técnica  de  administración  de  la  tuberculina 
en  su  comienzo,  en  el  curso  del  tratamiento;  la  susceptibilidad 


454 

ndÍTÍdoal  á  la  tabercalina,  es  tratado  con  el  juicio  clínico  tan 
▼ero  de  su  autor. 

De  loe  numerosos  enfermos  tratados  en  el  Oispennaiio  haee  i 
dio  para  analizar  lo  que  es  la  resistencia  org4nica  y  lo  que  iígniflca 
la  fiebre,  j  da  cuenta,  como  síntesis,  de  los  resultados  obtenidoa  en 
la  expectoración,  sadores,  fiebre,  etc. 

Nos  parece  el  trabajo  altamente  científico  y  digno  de  que  sea  ecH 
nocido  por  la  Clase  médica  para  que  juzgue  de  la  Terdad  de  < 
asunto* 

REVISTA  ESPAÑOLA 


SOCIEDADES  CIENUFICAS 

▲CADEKIA  MSDIOO-QUI&XtBQIGA   ESPAÑOLA 
80dón  déldiaSSéU  Noviembre  de  1906. 

Flskrs  tlftldtt  iContÍ7maci¿n).^Eí  Dr.  Saku  Vaca  celebra  1*  oportunidad 
del  Dr.  Valle,  y  aportando  al  asnnto  loe  resultados  de  su  práctica  hospita- 
laria y  particular,  entieade  que  la  fiebre  tifoidea,  siendo  endéndca  en  Ma- 
drid, sufre  agudizaciones  á  temporadas,  y  que  en  la  actualidad  se  encuen- 
tran los  casos  muy  esparcidos,  como  lo  prueba  el  tener  á  su  cargo  la  asisten- 
cia de  enfermos  en  los  puntos  más  opuestos  de  la  población;  la  clientela  de 
hospital,  es  un  fiel  reflejo  de  lo  que  ocurre  fuera,  y  es  prueba  de  ello,  que 
casi  con  simultaneidad  se.  ha  empezado  á  notar  el  ingreso  de  esta  dase  de 
enfermos,  con  la  necesidad  de  su  asistencia  domiciliaría. 

Eü  la  actual  epidemia  no  se  Te  clara  la  etiología  hídríca,  afectando  ba- 
rrios y  zonas  de  población,  pero  no  puede  negarse  ser  éste  el  medio  más 
frecuente  de  transmisión. 

En  los  caracteres  clínicos  por  los  que  se  manifiesta  el  proceso,  hay  una 
dÍTersidad  de  tipos,  que  aun  siendo  análogos  en  lo  fundamental  de  su  se- 
meiótica,  difieren,  mucho  de  los  cuadros  clásicos  asignados  á  los  procesos 
eberthianos.  Todos  sabemos  cuánta  importancia  se  daba  á  la  curra  tér- 
mica, á  las  manifestaciones  intestinales,  á  la  postración  nenriosa,  á  la  de- 
presión y  demás  fenómenos  que  caracterizaban  los  procesos  tifosos;  pues 
bien,  desde  hace  tiempo,  y  casi  entiende  que  desde  que  pudimos  obserrar 
la  epidemia  de  tifus  exantemático,  la  confusión  en  los  cuadros  Tenia  en  tal 
manera,  que  si  se  olrida  lo  clásico  de  las  descripciones,  para  estudiar  en  la 
clínica,  la  duda  subsiste  durante  los  primeros  periodos  y  hasta  en  la  mar- 
cha de  los  procesos  que  menciona;  nada  hay  más  claro  en  su  apoyo  que  el 
gran  número  de  fiebres  tifoideas  de  principio  brusco,  de  hipertermia  y  de 
formas  hipertóxicas.  Los  cuadros  anómalos  por  su  benignidad,  por  la  irre- 


455 

gnlarídad  de  la  carra  térmica  y  por  la  falta  de  los  síntomas  de  postración 
que  caracteriza  las  enfermedades  tíficas  son  frecnentes  también,  como  lo 
demuestran  los  enfermos  á  quienes  se  refieren  las  gráficas  que  presenta,  en 
los  que,  su  indiscutible  naturaleza  tifoidea,  eyolncionó  con  tales  caracteres 
de  atipia  y  benignidad/  que  sólo  por  la  sueromaeción  pudo  afirmarse  la  na- 
turaleza del  proceso. 

Al  hablar  de  este  elemento  de  diagnóstico,  muy  necesario,  y  por  él  cons- 
tantemente empleado,  dice  que  teniendo  gran  ralor  cuando  es  positiro, 
nada  dice  cuando  por  no  ser  tifoidea  el  caso  en  cuestión,  ó  cuando  siéndolo 
el  enfermo  no  tiene  aún  creadas  las  aglutininas  que  producen  el  fenómeno 
aglutinante,  falta  éste,  quedándonos  con  la  duda,  que  sólo  desaparecerá  en 
análisis  sucesivos. 

No  debe  olvidarse — afirma — que  la  aglutinación  que  responde  á  un 
fenómeno  biológico  y  de  energía  defensiva,  no  tiene  todo  el  valor  que  al- 
gunos suponen,  pues  siendo  muchos  los  gérmenes  de  caracteres  biológicos 
y  patogénicos  parecidos  al  bacilus  de  Eberth  (paratíficoe),  la  reacción  aglu- 
tinante en  ellos  ha  de  producirse,  teniendo  necesidad  de  diferenciar  en 
todo  caso  la  aglutinación  de  grupo  y  la  de  especie;  siendo,  por  tanto,  el 
fenómeno  un  signo  positivo  en  relación  con  la  proporción  del  poder  agluti- 
nante del  suero  del  enfermo. 

Hace  elogio  del  Dr.  Duran,  á  quien  debe  estas  ensefianzas,  haciendo 
mención  del  diplococus  por  él  encontrado  en  los  enfermos  de  tifus,  y  al  que 
se  debe  muchas  formas  de  infección  atlpica  estudiadas  por  el  disertante 
en  enfermos  cuyo  análisis  é  historia  clínica  figuran  entre  las  observaciones 
de  las  infecciones  de  estos  últimos  tiempos. 

Siendo  relativamente  benigno  el  pronóstico,  llega  ai  tratamiento,  recor- 
dando algunos  de  los  medios  de  uso  corriente,  pero  declarándose  partidario 
de  una  sueroterapia  en  estudio,  y  recordando  que  en  casos  tales,  si  de 
otro  suero  no  puede  disponerse,  es  práctico  el  empleo  de  sueros  normales 
(caballo,  cabra),  que  sólo  por  su  condición  de  aléxicos  estimulan  activida- 
des orgánicas  é  integran  defensas  normales. 

El  Dr.  O.  Sánchez  Calvo:  De  la  diversidad  de  opiniones  emitida?  p9r  los 
afamados  clínicos  que  han  intervenido  en  esta  disensión,  deduce  que  no 
existe  aún  acuerdo  ni  en  lo  que  á  la  etiología  se  refiere  (él  es  partidario 
del  contagio  por  el  aire),  ni  en  lo  que  afecta  al  diagnóstico  y  tratamiento 
de  ese  grupo  ó  familia  eberthiana,  que  á  juzgar  por  la  diversidad  de  sus 
formas  y  manifestacioDCS,  parece  una  familia  muy  mal  avenida. 

El  Dr.  González  Campo  dice  que  actualmente  se  padecen  fiebres  tifoideas 
y  tifus  exantemático  que  no  deben  confundirse  por  ser  entidades  patológi- 
cas absolutamente  distintas,  y  no  tienen  de  común  sino  el  nombre  de  tifus 
con  que  indebidamente  se  conoce  á  ambas;  los  casos  que  no  corresponden 
al  tifus  cree  que  son  verdaderas  tifoideas,  que  no  se  presentan  siempre  con 
todos  sus  earacteres  clásicos  intensos,  sino  en  forma  atenuada,  que  hace 
I  dudar  á  veces  del  diagnóstico.  ^ 

Gomo  Boas  dice  que  cen  la  actualidad  sólo  tiene  interés  histórico  el  gor- 
I  goteo  íleocecal  de  la  tifoidea,  acerca  de  cuya  completa  falta  de  significación 

reina  acuerdo  unánime  entre  los  médicos  ilustrados»,  y  esto  lo  ha  traduci- 
do el  Dr.  Valle  en  el  Tratado  de  Enfermedades  del  intestino^  pregunta  á  este 


456 

sefior  sa  opinión  sobre  el  particular,  ya  ^ae  citaba  el  gorgoteo  entre  loe  sin* 
tomas  de  sus  enfermos.  El  gorgoteo  pnede  producirse  normalmente. 

Ha  TÍsto  en  esta  epidemia  tifoideos  con  epistaxis  y  sin  ella,  con  y  sin 
fiebre  alta,  con  y  sin  síntomas  nerviosos,  y  caeos  tan  grayes  como  uno  en 
qne  sobreyino  la  mnerte  por  peritonitis  consecntiya  á  perforación  intesti- 
nal. Bl  bazo  es  palpable  en  anos  casos  y  en  otros  no,  pareciendo  existir 
relación,  como  se  ha  dicho,  entre  su  yolnmen  y  la  gravedad  de  la  infección. 
En  general,  sí  parece  realmente  ser  la  actual  epidemia  relatiyamente  be* 
nigna,  pero  hay  que  tener  presente  qne  la  enfermedad,  sea  por  condiciones 
del  agente  infeotiyo,  sea  por  beneficios  del  tratamiento,  es  en  nuestra  épo- 
oa,  en  la  mayoría  de  los  casos,  menos  graye  que  la  de  tiempos  «nterioree. 
Muéstrase  partidario  de  la  teoría  hídrica. 

Existen  bacilos  qne  parecen  ser  eslabones  de  la  cadena  rota  entre  el  de 
Eberth  y  el  coli :  son  los  paratífícos  il  y  ^.  Se  necesita  para  diferenciarlos 
atender  á  sus  caracteres  biológicos,  por  no  ten ec  características  diferencia- 
les morfológicas. 

El  mejor  medio  de  diagnóstico  de  la  tifoidea  está  en  la  sueroagiutina- 
ción  facilitada  por  la  casa  Merk,  qne  prepara  el  estuche  de  Ficker,  utilia»* 
ble  sin  laboratorio,  y  conyirtiendo  así  en  clínico  el  procedimiento.  Pero  b* 
de  tenerse  en  cuenta  que  los  bacilos  paratífioos  son  aglutinados  por  el  sue- 
ro tífico,  aunque  más  débilmente  que  el  de  Eberth,  como  también  agluti- 
nan el  suero  paratifíco  y  el  tífico,  si  bien  éste  menos  que  aquél.  De  suerte 
que  si  se  duda  si  lo  que  padece  el  enfermo  es  tifoidea  y  el  suero  no  aglntine 
ó  aglutina  poco  el  Eberth,  se  inyestigará  si  aglutina  ó  aglutina  más  un 
cultivo  paratífioo. 

El  bacilo  Á  es  vecino  del  de  Eberth,  el  B  del  coít,  y  éste  es  el  más  fre- 
cuente. Según  Widal,  estos  bacilos  son  paracoli bacilos.  . 

Respecto  al  tratamiento,  cree  peijudicial  la  quinina,  sin  que  los  benefi- 
cios de  la  baja  temperatura  que,  si  se  logran,  es  con  dosis  grandes,  com- 
pense los  inconvenientes  de  su  acción  tópica  en  una  mucosa  enferma,  hipe- 
remiada  y  con  ulceraciones.  En  cambio,  según  parece,  el  piramidón  no 
perjudica  y  casi  con  seguridad  baja  la  fiebre. 

Los  enemas,  en  su  concepto,  obran  como  antisépticos  mecánicamente, 
que  es  el  único  modo  posible  de  obrar  estos  medios;  y  no  es  razón  el  qne  el 
organismo  esté  ya  infectado  para  no  emplearlos  con  tal  objeto,  porque  con 
su  uso  se  evitará  la  entrada  de  nuevas  bacterias  y  la  absorción  de  sus  toxi- 
nas, por  lo  cual  se  hallan  indicados  siempre,  no  en  forma  de  enemas,  bibo 
de  irrigación  intestinal. 

La  hidroterapia  estimula  el  sistema  nervioso,  favoreciendo  el  metab<4ÍB- 
mo  nutritivo,  levantando  la  tensión  arterial,  favoreciendo  la  respiración  y 
la  diuresis  y  rebajando  la  temperatura. 

No  debe  dejarse  levantar  al  enfermo  hasta  bien  avanaada  la  convalecen- 
cia, días  después  que  haya  empezado  á  comer,  porque  loe  movimientos  son 
peligrosos  en  enfermedad  que  puede  originar  perforaciones  del  intestino. 
La  alimentación  habrá  de  ser  líquida,  mientras  pase  la  temperatura  de 
ST  á  cualquier  hora,  no  creyendo  conveniente  que  estos  enfermos  coman 
antes,  por  benigna  qne  parezca  la  infección. 

El  Dr.  Yaoüb  :  La  oportunidad  y  el  acierto  de  la  comunicación  del  doc- 


467 

tor  Valle  son  grandes,  por  lo  debatido  del  proceso  y  lo  Dumerosos  qae  ao- 
tnalmente  son  estos  enfermos. 

Los  motÍTOS  de  confusión  arrancan  en  partioolar  de  lo  borroso  de  los 
cnadros  clínicos,  bien  lejanos  de  los  clásicos  y  precisos  con  que  era  dable 
obserTar  la  fiebre  tifoidea  hace  reinte  afios,  y  menos  Teces  en  algunas  lo* 
calidades. 

De  los  enfermos  que  nos  ha  sido  dable  ver,  hemos  podido  deducir  que  se 
les  puede  reunir  en  tres  grupos :  uno,  el  más  numeroso,  afectados  de  fiebre 
tifoidea,  con  formas  ragas,  mal  definidas  y  algunas  veces  tan  lentas,  que 
se  hacen  penosísimas  para  enfermo  y  médico ;  otro,  formado  por  menor  nú- 
mero, de  tifus  exantemático,  las  más  de  las  veces  bien  caracterizable  y  al- 
gunas de  síntomas  menos  precisos ;  y  un  tercero,  de  raros  casos  de  fiebre 
de  Malta,  comprobable  por  las  necesarias  investigaciones  de  laboratorio ; 
y  aunque  en  estos  grupos  las  formas  bien  definidas  y  delimitables  fueran 
las  menos,  forzoso  asimilar  á  ellas  las  menos  precisas  y  considerar  como  ti- 
foideas, puesto  que  sobre  todo  lo  contraprueba  la  anatomía  patológica,  las 
formas  menos  caracterizadas. 

En  cuanto  á  tratamiento,  casi  más  que  lo  que  hay  que  hacer,  es  necesa- 
rio saber  de  lo  que  hay  que  abstenerse.  8in  valor  positivo  los  antisépticos, 
sólo  pueden  considerarse  como  útiles  los  purgantes  empleados  con  modera- 
ción, al  comienzo  y  en  relación  con  los  particulares  de  cada  caso,  y  las  irri- 
gaciones intestinales  con  sonda  y  escasa  presión.  De  los  medicamentos,  la 
quinina,  á  dosis  tónica,  puede  ser  quizás,  no  sostenida,  la  más  conveniente- 

Considera  indispensable  insistir  en  el  reposo  y  la  alimentación  sólida 
tardía  después  de  la  cesación  completa  de  la  fiebre,  por  temor  á  la  perfo- 
ración y  la  recaída,  casi  constante  cuando  no  se  extreman  los  cuidados  en 
la  gradación  alimenticia. 

El  Dr.  Bbmítbz:  El  cuadro  clínico  de  la  dotienenteria,tan  distinto  en  las 
diversas  formas,  acarrea  dificultades  diagnósticas  á  veces  insuperables. 

Muchos  son  los  casos  en  que,  desde  el  punto  de  vista  clínico,  sólo  por  la 
curva  térmica  y  por  exclusión  pueden  clasificarse  de  fiebre  tifoidea.  El  se- 
rodiagnóstico  nos  da  á  conocer  la  fiebre  tifoidea  producida  por  el  bacilo  de 
Eberth,  la  colibacilar  y  las  intermedias  ó  paratíficas  A  y  B^  cuyos  causan- 
tes parecen  ser  respectivamente  los  bacilos  Brion  y  Eayser  y  de  Schoftmu- 
Uer.  Estas  fiebres  serodi  agnóstica  bles  por  dar  aglutininas  semejantes  y  va- 
riables según  el  grupo  á  que  pertenece  el  bacilo  correspondiente  y  con  ti- 
tulaciones de  sueros  ya  estudiados,  tienen  también  un  curso  clínico  seme- 
jante, aun  dentro  de  la  variabilidad  dependiente  de  su  duración  y  gravedad. 
Pero  frente  á  estas  fiebres  parece  ser  que  desde  hace  algo  más  de  dos  afios 
se  padece  otra  afección  febril  que  clínicamente  puede  diferenciarse  de  aqué- 
llas por  aparecer  súbitamente,  con  fiebre  elevada,  y  algunas  veces,  y  du- 
rante algunos  días,  con  intermitencias  tan  exageradas  que  se  asemejan  á 
los  accesos  de  origen  palúdico;  por  la  hiperemia  conjuntival,  neuralgias 
periféricas  diversas  y  en  repetidos  casos  erupciones  roseólicas  más  ó  menos 
extensas  ó  tardías  y  en  ocasiones  hemorragias.  El  curso  febril  durante  el 
período  estacionario  so  parece  al  de  la  fiebre  tifoidea.  Faltan  los  síntomas 
importantes  de  origen  abdominal,  hasta  el  punto  que  los  enfermos  no 
aquejan  á  la  presión  una  sensibilidad  mayor  que  la  normal  en  la  fosa  ilíaca 

85 


458 

derecha,  ni  saele  percibirse  machas  Teces  infarto  del  bazo,  ni  tampoco  la 
diarrea  es  frecuente.  El  estado  general,  satisfactorio  nnas  reces  y  otras 
graye,  da  al  enfermo  en  la  mayoría  de  los  casos  una  fisonomía  especial  de 
afecto  infeccioso.  Yo  he  tenido  ocasión  de  asistir  enfermos  de  éstoe  diag^ 
noeticados  por  otros  clínicos  de  fiebre  tifoidea  ó  de  paratifus,  y  como  en  al- 
gunos se  hizo  por  el  Dr.  Duran  la  investigación  de  la  sangre,  de  la  orina  y 
de  las  heces  fecales,  comprobándose  la  existencia  del  diplococo  dado  á  co- 
nocer por  él,  creo  poder  deducir  que  además  de  la  fiebre  tifoidea  y  de  loe 
diferentes  paratifus  existe,  confundiéndose  muchas  Teces  con  éstas,  otra 
afección  completamente  distinta ;  clínicamente,  por  su  modo  de  inradir  el 
organismo,  por  su  síntoma tologla,  por  su  patocronia  y  por  su  modo  de  ter- 
minar; y  bacteriológicamente  por  no  dar  la  franca  aglutinación  que  corree- 
ponde  á  las  fiebres  con  quienes  pndiera  confundírsela,  ni  encontrarse  aque- 
llos bacilos,  sino  el  referido  diplococo  patógeno,  no  asociado,  en  las  heces 
fecales,  en  la  orina  y  con  abundancia  en  la  sangre. 

Partidario  de  los  tratamientos  farmacológicos  sencillos  y  de  la  balne»- 
ción,  considera  la  seroterapia  como  el  recurso  más  racional  y  científico  con- 
tra la  fiebre  tifoidea,  y  á  este  propósito  cita  también  el  suero  obtenido  por 
los  Dres.  Salazar  y  Duran  para  combatir  la  enfermedad,  en  la  que,  lejos 
de  encontrarse  el  bacilo  Eberth,  ó  el  coli,  ó  lo9  paratlficos,  se  encuentra  en 
la  sangre,  en  las  heces  y  en  la  orina  el  repetido  diplococo  patógeno. 

En  cuanto  á  la  etiología,  dice  que  habiendo  obserTado  con  rara  excep- 
ción casos  de  las  enfermedades  de  que  acabo  de  hablar,  en  los  que  sistemá- 
ticamente hacen  uso  del  agua  filtrada,  creo  se  debe  aconsejar  esta  medida 
profiláctica. 


PERIÓDICOS 


El  auttn:  detinfeocién  por  el  tldehfdf  fórmico.—  Bl  Dr.  Carbonell  ha  pn- 
blicado  en  los  Archivos  de  Ginecopatia,  Obatetrida  y  Pediatria^  un  articnlo 
ponderando  las  excelencias  de  este  nucTO  desinfectante.  De  tan  interesante 
trabajo  entresacamos  los  siguientes  párrafos : 

cEl  óxido  de  metileno,  conocido  con  el  nombre  de  aldehido  fórmico,  es 
un  gas  cuya  molécula  está  constituida  por  cuatro  átomos:  uno  de  carbón, 
otro  de  oxígeno  y  dos  de  hidrógeno;  y  cuando  su  solución  acuosa  (la  del 
comercio,  ó  formol,  es  al  40  por  100)  es  UcTada  más  allá  del  punto  de  sata- 
ración,  la  composición  de  la  molécula  cambia,  constando  de  doce  átomos: 
tres  de  carbón,  tres  de  oxígeno  y  seis  de  hidrógeno,  y  toma  la  forma  crista- 
lina, que  es  el  producto  conocido  con  la  denominación  de  paraformo. 

La  desinfección  por  medio  de  las  soluciones  de  aldehido  fórmico  es  actí- 
Tisima;  los  gérmenes  fáciles  de  destruir  lo  son  por  las  soluciones  atenua- 
das hasta  el  1  por  100.000,  y  los  de  más  resistencia  son  esterilizados  por  la 
solución  al  1  por  1.000,  cuya  acción  de  contacto  sobre  la  piel  de  las  manos 
es  nulo  aun  siendo  prolongado. 

Se  ha  de  tener  presente  que,  siendo  el  autan  una  preparación  de  aldehi- 


469 

I 

<lo  fórmi€0  que  deja  á  éste  en  libertad  al  reaccionar  con  el  agua,  es  pre- 
ciso qae  esté  bien  conseryado.  Esta  circunstancia  de  desprender  el  autan 
aldehido  fórmico  lentamente  oon  el  contacto  de  la  humedad  del  aire,  per^ 
mite  aproyecharlo  para  mantener  una  atmósfera  germinicida  alrededor  de 
loe  enfermos  de  infecciones  que  puedan  ser  influidas  fayorablemente  por  el 
formaldehldo,  ó  en  todo  caso,  como  desodorante  y  con  objeto  profiláctico 
para  loa  que  cuidan  ó  se  acercan  al  paciente.  En  consonancia  coif  esto,  si 
la  cantidad  de  agua  que  se  epplee  para  mezclar  con  el  autan  es  insufícien* 
ie,  la  reacción  es  también  menos  yira  y  más  durable,  pudiéndose  así  aco^ 
modar  la  rapidez  del  desprendimiento  al  fin  que  se  persiga. 

La  cantidad  necesaria  de  autan  por  metro  cúbico  es  de  85  gramos;  pero 
ei  se  trata  de  aposentos  de  gran  capacidad  puede  reducirse  á  80  y  aun  á  25 
gramos  por  metro  cúbico,  porque  no  es  la  capacidad  absoluta,  sino  las  su- 
perficies las  que  se  han  de  desinfectar.  Dicha  cantidad  de  autan  produce 
V4  de  miligramo  de  aldehido  fórmico  por  litro  de  aire  á  los  veinte  minutos 
de  la  reacción ;  y  para  lograr  igual  resultado  precisa  emplear  15  gramos  de 
4ddehído  fórmico  en  lugar  del  autau. 

t  Los  experimentos  de  laboratorio  con  el  autan  confirman  una  yez  más  la 
sorprendente  eficacia  germinicida  del  aldehido  fórmico ;  los  algodones  hi- 
drófilos impregnados  de  pus  y  de  excreciones  de  enfermos  infectivos  resul- 
tan estériles;  los  estafilococos  secados  en  papel  de  filtro  y  metido»  en  ua 
eobre  de  carta  cerrado,  son  igualmente  destruidos.  Cualquiera  puede  com- 
probar esa  actividad  destructora  de  los  microbios,  aun  con  pequefias  canti- 
dades de  autan,  operando  en  espacios  reducidos  y  sin  más  aparatos  que  un 
<saldo  estéril  y  un  cultivo  de  una  bacteria  que  no  sea  exigente  en  tempera- 
tura alta  y  constante  para  su  desarrollo,  como,  v.  gr.,  el  diplococo  de  la 
pneumonía,  y  aun  el  bacilo  de  la  fiebre  tifoidea  mientras  se  haga  el  ensayo 
«n  verano,  en  que  la  temperatura  no  baja  de  18  á  20*  O. 

Por  consiguiente,  dada  la  sencillez  del  procedimiento  del  autan^  y  la 
perfección  de  las  condiciones  que  precisa  reúnan  todos  los  procedimientos 
de  desinfección  por  el  aldehido  fórmico,  creemos  que  será  fácil  y  definitiva 
la  generalización  del  método  de  Eichengrün». 

Tuberculosis  estM-artlcular.  —  El  ilustre  profesor  de  la  Facultad  de  Me- 
dicina de  Sevilla,  Dr.  D.  Manuel  Panizo,  ha  publicado  un  notable  trabajo 
-en  la  Gaceta  Médica  de  aquella  capital,  acerca  de  este  asunto,  el  cual  resu- 
me en  las  siguientes  conclusiones : 

el.*  El  estudio  de  la  tuberculosis  de  los  huesos  y  articulaciones  consti- 
tuye hoy  uno  de  los  problemas  más  interesantes  que  el  médico  tiene  que 
resolver,  porque  estos  procesos  tuberculosos  diezman  á  la  humanidad,  y  de 
la  localización  del  tubérculo  en  un  hueso  ó  en  una  articulación  se  pasa  á 
la  infección  visceral,  siendo  la  tuberculosis  del  pulmón  la  forma  más  fre- 
cuente. 

2.*  La  patogenia  de  la  tuberculosis,  lo  mismo  la  de  los  huesos  y  articu- 
laciones que  la  visceral,  es  única,  encontrándose  el  bacilo  de  Koch  en  to. 
das  ellas,  y  aunque  se  admiten  formas  pseudotuberculosas  confundidas 
con  la  escrófula,  éstas  constituyen  la  excepción. 

3.*  En  la  potogenia  de  las  tuberculosis  articulares,  admitimos  las  formas 


460 

microbianas,  las  puras  y  las  mixtas  ó  asociadas,  asi  como  sn  mayor  ó  ms- 
ñor  grado  de  yirnlencia  y  por  tanto  su  más  ó  menos  malignidad. 

4/  La  etiología  de  las  osteo-artritis  tuberculosas  es  la  misma  qne  la  de 
todas  las  lesiones  tnbercnlosas  en  general.  La  herencia,  el  conjkagio,  el  gé- 
nero de  rida,  la  alimentación,  aireación  y  los  medios  sociales  en  qne  ee 
desarrolle  y  yíto  el  indiyidao,  contri  boyen  mnchq  cuando  éstos  son  anti- 
higiénicos al  desarrollo  de  la  tuberculosis. 

5.*  Contribuye  también  al  desarrollo  de  la  tuberculosis  en  los  huesos, 
como  causa  predisponente  local  la  estructura  de  ciertas  epífisis  de  los  hue- 
sos largoSt  como  el  tejido  esponjoso,  originándose  yerdaderoe  nidos  de  tien 
ósea,  que  luego  se  propagan  á  la  articulación  y  á  las  diáfísis. 

6.*  Respecto  á  la  transmisión  de  la  tuberculosis  y  su  entrada  en  el  orga- 
nismo, está  demostrado  que  el  bacilo  se  encuentra  en  todas  partes,  en  todo 
cuanto  nos  rodea,  en  el  aire,  en  los  esputos  desecados,  en  la  leche,  etc.,  y 
las  Tías  de  introducción  especialmente  son  las  respiratorias  y  digestiyas,  la 
piel,  etc.,  siendo  más  frecuente  por  las  primeras. 

7.*  Siendo  uno  el  proceso  tuberculoso,  si  llamamos  tuberculosis  quirúr- 
gica á  la  de  los  huesos  y  articulaciones,  es  porque  son  del  dominio  de  la 
terapéutica  operatoria,  al  paso  que  la  tuberculosis  pulmonar  es  del  domi- 
nio del  médico,  por  más  que  se  hayan  ^echo  tentatiyas  operatorias  en  esas 
yísceras,  que  no  han  dado  resultado. 

8/  La  tuberculosis  de  los  huesos  es  más  frecuente  en  las  epífisis  de  éstos 
en  los  niños,  al  paso  que  la  diafísaria  es  más  común  en  los  adultos. 

En  la  epífisis  aquellas  que  tienen  más  tejido  areolar  y  menos  compacto 
son  las  más  inyadidas. 

8.*  En  la  sintomatología  de  las  osteo-artritis  tuberculosas  encontramo' 
tres  períodos,  el  primero  que  es  insidioso,  el  segundo  de  supuración  y  el 
tercero  de  fístulas  y  de  infecciones  asociadas. 

10.*  En  el  último  período  de  las  artritis  tuberculosas  obeeryamos  no  sólo 
las  fístulas,  sino  el  acortamiento  del  miembro,  las  luxaciones  patológicas 
y  las  actitudes  viciosas. 

11.*  La  marcha,  duración  y  terminación  de  estos  procesos  suele  ser  len- 
ta, insidiosa  y  crónica,  no  siendo  raras  las  recidiyas,  la  infección  general  á 
las  yísceras,  la  tuberculosis  pulmonar  consecutiya,  y  á  yeces  consistente 
ya  con  la  lesión  ósea  ó  articular.  Por  lo  general  las  artritis  tienen  una  evo* 
lución  más  lenta  qne  las  lesiones  óseas,  y  terminan  por  la  curación,  ó  per 
quedar  anquilosado  un  miembro. 

12.*  En  el  diagnóstico  de  estos  procesos  no  basta  con  fijarnos  en  el  pe- 
ríodo en  que  se  encuentra  la  lesión,  sino  en  el  conmemoratiyo  y  en  el  esta- 
do general  del  enfermo  la  edad,  su  profesión,  etc.,  así  como  el  periodo  de 
eyolución  del  proceso,  su  marcha,  etc.,  para  no  confundir  ciertas  neopU- 
sias  discrásicas  con  el  proceso  tuberculoso. 

18.*  El  pronóstico  de  las  osteo-artritis  tuberculosas  depende  de  la  forva 
anatómica,  de  la  forma  microbiana  y  de  sus  yariedades  clínicas. 

14.*  El  tratamiento  puede  ser  médico  ó  farmacológico,  higiénico  y  sotos 
todo  quirúrgico.  Los  medios  higiénicos  deben  ser  los  primeros  porque  mu* 
chas  yeces,  acudiendo  á  éstos,  no  necesitamos  ni  ^os  farmacológicos  ai  los 
quirúrgicos. 


461 

15/  Entre  Iob  medioB  externos  qne  empleamos  para  la  tuberculosis  os- 
teo' articular  merecen  ser  adoptados  el  masige,  los  baflos  salinos  y  sulfu- 
rosos, además  de  la  cura  al  aire  libre  en  el  campo,  en  las  playas,  etc. 

16/  El  tratamiento  quirúrgico  comprende  los  métodos  no  cruentos  y  los 
cruentos  ú  operatorios.  Los  primeros  y  á  los  que  se  les  da  la  preferencia 
son  la  inmovilización,  la  compresión,  la  reyulsión,  las  inyecciones  intersti- 
ciales y  la  electrólisis. 

17.'  Los  métodos  cruentos  están  representados  por  el  raspado  ó  curetaje 
y  por  }a  excisión  de  las  parte  enfermas.  En  las  lesiones  tuberculosas  de  los 
huesos  el  raspado  y  la  cauterización  con  el  termo,  los  layados  con  el  cloru- 
ro de  zinc  al  10.®  y  el  relleno  con  la  gasa  yodofórmica  merecen  la  prefe- 
rencia. 

18.*  En  las  artritis  tuberculosas,  cuando  fracasan  los  medios  incruentos, 
debe  darse  la  preferencia  á  la  artrotomla  para  iuYestigar  el  estado  de  la 
articulación,  y  si  las  alteraciones  que  encontramos  son  de  tal  naturaleza 
que  no  baste  con  la  artrotomla  y  el  layado  de  la  articulación,  se  impone  la 
artrectomía  ó  extirpación  de  la  sinoyial  y  demás  tejidos  de  la  articulación, 
respetando  las  partes  sanas. 

19.*  Las  resecciones  deben  dejarse  para  los  casos  en  que  las  lesiones  óseas 
sean  de  tal  naturaleza  que  no  bastando  el  raspado  ó  estando  las  epífisis 
muy  destruidas,  se  haga  precisa  la  resección,  pero  hemos  de  ser  muy  reser- 
yados,  sobre  todo  en  los  nifios. 

20.*  La  amputación  debe  dejarse  para  aquellos  casos  en  que  el  miembro 
se  encuentre  afectado  de  una  osteomielitis  tuberculosa,  primitiya  ó  conse- 
cutira  á  la  lesión  articular,  el  estado  general  se  agraye  por  los  progresos 
de  la  infección  y  sea  necesario  sacrificar  un  miembro  para  saWar  la  yida^. 

Sababu. 


REVISTA  EXTRANJERA 


SOCIEDADES  CIENTÍFICAS 

ACADEMIA   DE   MEDICINA    DE   PAKI8 
8eMn  deldiaSOdé  NovUmbre  de  190$. 

.Da  la  ditantsrfa  bacilar.— El  Dr.  Ghantsmbssk:  Es  indudable  que  la  di- 
senteria de  los  ejércitos  en  campaña  y  la  disentería  epidémica  de  los  países 
europeos,  sólo  proyoca  muy  rara  yez  los  abscesos  del  higado,  mientras  que 
estos  abscesos  son  muy  frecuentes  en  la  disentería  de  ciertos  países  cálidos 
y  además  tienen  un  aspecto  anatómico  particular.  Se  sabe  hoy  que  esta  úl- 
tima dase  de  disenteria  es  debida  á  una  yariedad  especial  de  amibos,  y  que 
la  sangre  de  dichos  pacienties  no  aglutina  el  bacilo  disentéiico.  La  otra  ya- 
riedad,  la  de  nuestros  países,  también  existe  en  ciertos  países  cálidos;  por 


462 

lo  tantOf  la  división  de  las  disenterías  en  epidémicas,  endémicas  y  de  los 
países  cálidos,  no  significa  nada.  Es  necesario  abstenerse  de  esas  palabra» 
ragas  y  hacer  entrar  en  la  definición  la  etiología  bacteriológica.  Al  lado  d* 
la  disentería  de  amibos,  hay  la  disentería  bacilar.  Esta  se  propaga  á  menu* 
do  en  forma  epidémica,  y  la  sangre  de  los  enfermos  qne  la  padecen  aglati* 
na  el  bacilo  disentérico. 

Como  ha  dicho  el  Dr.  Lancereanx,  esta  disenteria  de  nnestroe  paiae» 
también  alguna  rez,  aunque  rara,  provoca  abscesos  del  hígado,  como  la 
prueban  estas  piezas  anatómicas  que  os  presento.  En  un  enfermo  C09  ulce- 
raciones disentéricas  del  colon  se  desarrollaron  adherencias  entre  el  ángulo- 
derecho  del  colon  y  la  cara  inferior  del  hígado;  la  ulceración  disentérica  se 
propagó  por  contigüidad  á  la  glándula  hepática,  y  el  enfermo  sucumbió  á. 
una  supuración  del  hígado.  El  microbio  que  encontramos  era  semejante  «I 
que  había  aislado  con  Widal  en  1888,  y  que  habíamos  presentado  á  la  Aca- 
demia como  el  germen  específico  de  la  disentería  epidémica. 

Del  cáncer.  —-El  Dr.  Cornil:  El  cáncer,  que  en  clínica  se  le  reconoce  por 
BU  extensión,  por  su  propagación  á  los  ganglios  y  por  las  metástasis  leja- 
nas, está  constituido,  desde  el  punto  de  vista  anat'omopatológico,  por  una 
serie  de  variedades  definidas,  que  cada  una  tiene  su  gravedad  propia,  la 
cual  es,  por  lo  demás,  variable  según  el  tejido  y  el  órgano  en  que  se  des- 
arrolla. 6i  se  trata  de  graduar,  teniendo  en  cuenta  cada  variedad  anatomo- 
patológica,  su  malignidad  especial,  es  necesario,  pues,,  tener  en  cuenta, 
también  su  localización.  Los  sarcomas,  por  ejemplo,  muy  graves  en  loa 
miembros,  en  los  huesos  y  en  el  periostio,  lo  son  mucho  menos  en  el  der- 
mis; el  sarcoma  de  mieloplaxos  puede  no  redicivar  después  de  la  ablación. 
El  sarcoma  tiene  muchas  afinidades  con  el  fibroma,  y  un  tumor  de  la  pared 
abdominal  extirpado  y  que  presenta  los  caracteres  del  fibroma  podrá  reci* 
divar  en  forma  histológica  de  sarcoma.  Esta  variedad  puede  complicarse 
de  un  verdadero  epitelioma  ó  de  un  condroma.  El  epitelioma  tubulado 
y  glandular  es  la  forma  más  grave,  y,  sin  embargo,  cuando  se  presenta 
como  un  escirro  atrófico  de  la  mama,  puede,  aunque  sea  rara  vez,  ser  com- 
patible con  una  supervivencia  de  diez,  quince  ó  veinte  afios,  haya  ó  no 
haya  sido  operado.  El  epitelioma  tubulado  ó  lobulado  con  células  de  Mal- 
pighio,  tan  temible  en  la  lengua,  en  el  labio  y  en  el  ano,  no  tiene,  al  con- 
trario, peligros  grandes  en  la  piel  de  la  mejilla,  de  la  nariz  y  de  la  frente.. 
El  epitelioma  con  células  cilindricas,  tan  rápido  en  su  evolución,  fatal  en 
el  estómago  y  en  el  recto,  es  casi  benigno  en  la  mama. 

Los  quistes  del  ovario  (epitelioma  mucoso  papilar)  que  no  recidivan  des- 
pués de  la  ablación,  se  generalizan  algunas  veces  al  peritoneo  y  van  segni* 
dos  de  muerte.  El  condroma,  de  ordinario  benigno  en  las  glándulas  saliva- 
res, puede  dar  metástasis  lejanas,  pulmonares,  cuando  está  localizado  en 
la  raíz  de  los  miembros. 

Es  necesario,  pues,  qne  todo  tumor  sea  examinado  con  cuidado  y  ésta 
será  la  primera  condición  de  un  Instituto  anticanceroso  para  dirigir  la  asta* 
dística  completa,  por  la  observación  de  los  enfermos  pasados  tres,  cinco  6 
más  años  si  sobreviven.  El  laboratorio  de  un  Instituto  de  esta  clase  deberá 
examinar  y  determinar  el  género  y  la  variedad  de  cada  neoplasia,que  le  será 
enviada  y  debe  ser  impersonal  y  abierto  para  todos,  contando,  al  lado  de 


463 

un  departamento  de  estadística,  con  nn  laboratorio  de  investigaciones  bac. 
teriológicas  y  experimentales. 

£1  Dr.  Hallopbad:  Sobre  todo  importa  prevenir  el  desarrollo  de  las  lea- 
ooplasias,  en  las  que  se  ingerta  el  cáncer  de  la  lengua,  puesto  que  se  trata 
de  deuteropatías  sifilíticas,  es  decir,  alteraciones  qae  se  producen  bajo  la 
influencia  de  la  sífilis  para  evolucionar  después  independientemente  de  su 
causa  provocadora.  El  tratamiento  especifico  debe  ser  impotente  necesa- 
riamente contra  estas  leucoplasias  una  vez  desarrolladas,  mientras  que  es 
eficaz  contra  los  sifilomas  linguales  que  representan  el  punto  de  partida  y 
pueden  recidivar  durante  muchos  a&os.  Es  necesario  destruir  en  su  co- 
mienzo á  cada  una  de  estas  localizaciones,  lo  cual  se  consigue  con  un  tra- 
tamiento principalmente  local  y  que  consiste  en  cauterizaciones  con  el  ni- 
trato ácido  de  mercurio,  ó  en  la  ingestión  de  15  á  20  pastillas  dé  un  mili- 
gramo de  sublimado  que  se  disuelven  sucesivamente  en  la  boca,  con  lo  cual 
se  consigue  una  especie  de  bafio  prolongado  de  la  lengua  en  una  solución 
de  esta  sal  y  constituye  un  poderoso  medio  de  acción  á  la  vez  local  y  ge- 
neral. 

Desgraciadamente  estas  medidas  profilácticas  serán  omitidas  por  la  ma- 
yoría de  los  interesados,  como  lo  son  diariamente  los  simples  medios  de  no 
contraer  la  sífilis.  Por  lo  tanto,  el  peligro  señalado  por  el  Dr.  Poirier  es  in- 
xninente  y  de  gran  necesidad  la  creación  de  su  liga  anticancerosa. 

GODIMA  CaSTKLLVÍ. 


SOCIEDAD    D£    CIRUGÍA    DE    PARÍS 
Setión  del  dia  21  dé  Noviembre  de  1906, 

Fraetttras  bf maleolares.  — El  Dr.  Luccu-Chcmpionmere  dijo  que  estaba  de 
acuerdo  con  el  Dr.  Delbet  respecto  á  la  imposibilidad  de  la  reducción  per- 
fecta dfi  estas  fracturas,  pero  no  en  lo  que  se  refiere  á  la  cloroformización. 
Ha  obtenido  siempre  buenos  resultados  á  condición  de  adoptar  todas  las 
precauciones  necesarias  para  prevenir  los  accidentes  que  puede  producirla 
agitación  preauestésica,  en  los  alcohólicos,  por  ejemplo;  basta  mantener  á 
estos  heridos  bajo  la  acción  suficientemente  prolongada  de  la  morfina. 

Otro  punto  sobre  el  que  el  Dr.  Ghampionniére  no  está  de  acuerdo  con 
el  Dr.  Delbet,  es  el  del  sitio  en  que  debe  hacerse  la  operación  rectificadora 
en  los  casos  de  deformidad  de  la  pierna  consecutiva  á  estas  fracturas. 
El  Dr.  Delbet  cree  que  debe  pasar  por  el  foco  de  la  fractura.  El  Dr.  Gham- 
pionniére cree,  por  el  contrario,  que  debe  practicarse  por  encima  de  este 
foco.  Dicho  método  ha  producido  siempre  los  mejores  resultados. 

Difiere  también  de  la  opinión  del  Dr.  Delbet  respecto  á  la'  patogenia  de 
estas  deformaciones  secundarias  de  la  pierna,  de  las  que  ha  observado  va- 
rios casos,  y  que  sobrevienen  aun  después  de  reducciones  ejecutadas  con  la 
mayor  corrección  posible  y  después  de  un  tratamiento  suficientemente  pro- 
longado, y  aun  cuando  al  andar  el  enfermo  la  consolidación  de  la  fractura 
parecía  perfecta.  El  Dr.  Ghampionniére  cree  que  estas  desviaciones  son 


464 

debidas  á  U  insuficiencia  del  callo  por  defecto  de  nutrición  del  hueso  in- 
moyilizado  durante  mucho  tiempo  en  un  aposito.  Para  remediar  la  defi^ 
ciencia  de  la  nutrición  es  necesario  emplear  lo  antes  posible  el  amasamien- 
to y  la  movilización  pasira,  y  aun  así  no  puede  afirmarse  que  np  sobreTon- 
ga  al  fin  una  desyiación  secundaria. 

El  Dr.  Sehwartz  cree  que  para  eritar  en  lo  posible  las  desyiaeiones  se- 
cundarias del  pié  á  consecuencia  de  las  fracturas  bimaleolares,  es  preciso 
observar  las  siguientes  reglas  de  tratamiento: 

1.*  Reducirlas  lo  Antes  posible,  si  es  necesario  cloroformizando  al  enfer- 
mo. Guando  hay  inflamación,  aplicar  el  aposito  de  férulas  y  almohadilla  de 
Dupuytren  y  dejarle  aplicado  hasta  que  la  inflamación  haya  desaparecido 
casi  por  completo,  y  sustituirle  después  por  un  aposito  fuerte  de  escayola. 

2.'  Dejar  aplicado  este  último  aposito  durante  cuarenta  ó  cincuenta  dias, 
vigilando  su  adaptación  exacta. 

8.*  Tratar  al  herido  por  la  movilización  y  el  amasamiento  sólo  cuando  la 
consolidación  sea  completa  y  vigilarle  en  las  primeras  semanas  que  se  le 
permita  andar,  previniéndole  la  posibilidad  de  las  desviaciones  secan- 
darias. 

Fraetura  de  Malsennauve.— El  Dr.  Quena  presentó  una  radiografía  de  esta 
variedad  rara  de  fractura  que  ha  tenido  ocasión  de  observar  recientemen- 
te. Esta  lesión  consiste  en  una  fractura  del  peroné,  localizada  más  ó  me- 
nos, por  debajo  de  la  cabeza  del  hueso  y  producida  por  la  simple  diástsais, 
sin  fractura  de  los  maleólos. 

El  Dr.  Routier  dijo  que  hace  algunos  años  publicó  dos  casos  de  fractura 
del  peroné  de  este  género,  es  decir,  por  diástasis  peroneotibial  anterior. 

El  Dr.  Potherat  manifestó  que  habla  observado  un  caso  tipleo  que  coró 
por  la  aplicación  de  un  aposito  simple  de  escayola. 

El  Dr.  Sieur  dijo  que  había  observado  también  dos  casos  que  curaron 
perfectamente  por  los  baños,  el  amasamiento  y  la  contención  de  la  ariioii- 
laoión  tibiotarsiana.  Sólo  se  hizo  en  uno  de  ellos  la  radiografié,  que  de- 
mostró la  integridad  de  los  maleólos. 

TratamísDts  del  cáncer  del  caells  uterius  per  la  blstsrsetsmfa  abdeaietl. — 
El  Dr.  J,  L.  Faure  expuso  los  resultados  ulteriores  de  la  histerectomia  ab> 
dominal  en  los  casos  de  cáncer  del  cuello  uterino. 

Desde  el  5  de  agosto  de  1896,  fecha  de  su  primera  operación,  ha  practi- 
cado 40  histerectomias  abdominales  por  cáncer.  La  técnica  operatoria  ve- 
rió  en  los  distintos  casos.  Esta  técnica  ha  pasado  por  tres  periodos:  en  ei 
primero,  que  comprende  hasta  fines  de  1901,  la  técnica  fué  insegura  j 
el  Dr.  Faure  practicó  operaciones  irregulares  de  tanteo;  á  principios  de 
1902  comenzó  á  emplear  la  técnica  de  Wertheim,  y  desde  los  primeros  me- 
ses del  afio  actual  ha  ejecutado  cierto  número  de  histerectomias  por  el  mé- 
todo vagino-abdominal. 

Durante  estos  tres  periodos  sucesivos,  la  gravedad  de  la  intervención 
operatoria  ha  ido  disminuyendo  sin  cesar.  La  primera  serie  comprende 
15  casos  con  9  muertes  (60  por  100  de  mortalidad);  la  segunda,  13  casos 
con  6  muertes  (S8  por  100  de  mortalidad);  la  última,  7  casos  con  una  sola 
muerte  (14  por  100  de  mortalidad).  La  gravedad  operatoria  considerable 
de  las  dos  primeras  series  de  operaciones  se  debe  principalmente,  según 


465 

cree  el  Dr.  Faure,  á  que  i>pet6  enfermas  con  lesiones  demasiado  extensas 
que  exigieron  grandes  destrozos  y  disecciones  largas  y  molestas.  Todas  las 
mnertes,  excepto  nna,  fueron  consecutivas  á  la  hemorragia  ó  á  los  acciden- 
tes septicémicos. 

De  las  24  enfermas  que  sobreriyieron  á  la  operación  deben  eliminarse 
las  seis  últimas  operadas,  la  que  más  hace  seis  meses,  fecha  muy  reciente 
para  sacar  deducciones :  dos  de  ellas,  que  tenían  lesiones  grayisimas  y  que 
fueron  sometidas  á  una  operación  incompleta,  se  hallan  en  plena  recidiva; 
las  otras  cuatro  disfrutan  excelente  salud.»  Las  18  operadas  restantes  per- 
tenecen seis  4  la  primera  serie  y  12  á  la  segunda.  Las  seis  primeras  com- 
prenden: una  enferma  perdida  de  vista ;  tres  recidivas  rápidas ;  una  re- 
cidiva á  los  seis  años  (esta  enferma,  que  fué  operada  por  vez  primera  hace 
ocho  afios  y  dos  meses,  vive  aún);  una  curación  que  data  de  siete  años  y 
siete  meses.  Las  12  de  la  segunda  serie  comprenden:  una  perdida  de  vista; 
una  recidiva  rápida;  una  recidiva  seguida  de  muerte  á  los  veintitrés  me- 
ses ;  nueve  curaciones  (una  desde  hace  un  año  y  dos  meses;  una  desde  hace 
un  afio  y  cuatro  meses;  una  desde  hace  dos  años  y  cuatro  meses;  una  desde 
hace  dos  afios  y  diez  meses ;  una  desde  hace  dos  afios  y  cuatro  meses;  una 
desde  hace  tres  afios  y  seis  meses;  una  desde  hace  cuatro  afios;  una  desde 
hace  cuatro  afios  y  cinco  meses;  una  desde  hace  cuatro  afios  y  seis  meses). 

Por  consiguiente,  aun  contando  las  dos  enfermas  desaparecidas  como 
muertes  por  recidiva,  se  ve  que  de  18  hay  10,  ó  sea  el  bb  por  100  que  ha  so- 
brevivido bastante  tiempo  á  la  operación  y  muchas  con  curaciones  que  pa- 
recen durables.  Considerando  sólo  las  enfermas  operadas  por  el  método  de 
Wertheim,  se  ve  que  de  12  que  han  sobrevivido  á  la  operación,  en  nueve  no 
se  ha  presentado  la  recidiva  en  un  periodo  que  varía  de  un  afio  y  dos  me- 
ses á  cuatro  afios  y  seis  meses.  La  operación  de  Wertheim  es  larga,  difícil, 
molesta,  pero  el  resultado  que  permite  obtener  prueba  que  recompensa  con 
creces  al  cirujano  el  trabajo  que  da.  Las  enfermas  sometidas  á  esta  opera- 
ción tenían  todas  lesiones  avanzadas  y  dos  ó  tres  podían  considerarse  casi 
como  inoperables. 

Si  á  pesar  de  esto  se  han  obtenido  en  dichos  casos  buenos  resultados,  hay 
motivo  para  creer  que  operando  pronto  y  con  buena  técnica,  se  obtendrán 
éxitos  más  brillantes  aún,  como  ocurre  en  el  cáncer  mamario.  Es  necesario 
que  se  convenzan  de  ello  los  médicos,  que  son  los  primeros  que  ven  los  cán- 
ceres del  útero. 

Hipertrofia  mamaria  funelonal  anormal.— El  Dr.  Chapul  presentó  una  joven 
parida  hace  cinco  meses  y  cuyas  dos  mamas  aumentadas  anormalmente  de 
volumen  tienen  además  una  consistencia  lefiosa,  con  abolsamientoe  y  ulce- 
raciones que  podrían  hacer  creer  á  primera  vista  que  se  trataba  de  una 
neoplasia  maligna  bilateral.  Había  infartó  ganglionar  en  ambas  axilas.  En 
!  realidad,  según  el  Dr.  Ghaput,  no  se  trataba  en  este  caso  más  que  de  una 

I  simple  hipertrofia  funcional  exagerada  de  las  glándulas  mamarias.  Las  tu- 

mefacciones aparecieron  en  los  últimos  meses  del  embarazo  y  después  del 
parto  han  disminuido  considerablemente  de  volumen  bajo  la  acción  de  un 
vendaje  compresivo. 

Hidropesía  da  ia  vesícula  billar.  —  El  Dr.  Routier  presentó  una  vesícula  bi- 
liar extirpada  por  colecistectomía.  Estaba  muy  distendida  á  causa  de  la 


466 

hidropesía  debida  á  cálculos  biliares  enclarados  en  el  cnello  del  órgano.  El 
resto  de  las  vías  biliares  era  permeable.  Este  caso  de  vesicola  biliar  dia- 
tendida por  líquidos  ineoloros  á  consecuencia  de  una  simple  obstrucción 
calculosa  de  su  cuello,  es  una  excepción  manifiesta  i  la  ley  de  CourTuisier- 
Terrier. 

El  Dr.  ffartmann  cree  que  la  dilatación  de  la  vesícula  no  debe  hacer  pen* 
sar  en  una  neoplasia  del  páncreas  más  que  cuando  va  acompañada  de  icte- 
ricia. Ha  observado  y  operado  varios  casos  de  mucocele  de  la  vesícula. 

(La  FrMe  ^dedicóle).  —  F.  Toledo. 


SOCIEDAD    DE    PEDIATRÍA    DE    PABÍ8 
Setián  del  dia  SO  dé  Noviembre  de  Í906, 

Competición  químiea  de  la  leelie  de  mujor.  —  Los  Dres.  Barbikr  y  Boihot  : 
6e  observan  grandes  variaciones  en  la  composición  química  de  la  leche  de 
mujer,  y  es  imposible^formar  una  escala  por  ser  múltiples  las  influencias 
que  originan  estas  variaciones.  Sólo  puede  decirse  aproximadamente  que  la 
leche  contiene  menos  caseína  y  manteca  al  fin  de  la  lactancia  que  en  loe 
pñmeroe  meses.  La  leche  de  ciertas  mujeres  contiene,  aun  después  de  ocho 
y  diez  meses  de  lactancia,  proporciones  enormes  de  caseína  y  de  manteca, 
y  al  contrario. 

La  leche  de  una  misma  mujer  experimenta  en  el  mismo  día  variaciones 
grandísimas  que  interesan  la  manteca  y  la  caseína  y  en  menor  grado  la 
lactosa.  En  un  caso  la  proporción  de  manteca  varió,  de  14  gramos  á  las  seis 
de  la  mafiana,  á  72  gramos  á  las  tres  de  la  tarde.  Generalmente  la  cantidad 
de  manteca  es  mínima  en  las  mamadas  de  la  mafiana,  y  máxima  hacia  las 
cuatro  ó  las  cinco  de  la  tarde ;  la  caseína  varía  en  el  mismo  sentido,  pero 
eu  menor  proporción.  Durante  una  misma  mamada  la  primera  leche  es  más 
clara  que  la  última. 

Hemos  estudiado  la  influencia  de  la  alimentación,  sustituyendo  al  régi- 
men ordinario  unas  veces  un  régimen  vegetariano  hidrocarbonado,  otras 
una  sobrealimentación  azoada,  aumentando  á  la  ración  ordinaria  un  suple- 
mento de  carne.  Con  el  régimen  hidrocarbonado  la  manteca  aumenta  en 
general,  la  caseína  disminuye  y  la  lactosa  queda  sensiblemente  estaciona- 
ria. Con  la  sobrealimentación  azoada,  la  manteca  aumenta  algo  y  la  oasei- 
na  mucho  más.  Una  mujer  que  tenía  leche  en  abundancia  amamantaba  á 
su  hijo  de  ocho  meses,  tan  poco  desarrollado  que  parecía  tener  cuatro,  aun- 
que la  lactancia  estaba  perfectamente  ordenada;  el  análisis  demostró  que 
la  leche  contenia  caseína  en  abundancia.  Elsta  mujer  fué  sometida  al  régi- 
men vegetariano  y  crió  perfectamente  á  su  hijo. 

Las  variaciones  grandísimas  de  la  leche  durante  un  mismo  día  y  aun  du- 
rante una  mamada,  demuestran  que  el  análisis  de  una  leche,  si  ésta  no  se 
recoge  metódicameote,  nada  prueba.  Los  Dres.  Budin  y  Michel  habían  de- 
mostrado ya  este  hecho  y  recomendado  hacer  el  análisis  sobre  una  mezcla 
de  10  centímetros  cúbicos  de  leche  recogidos  al  principio  de  la  mamada  de 


467 

la  mañana,  otros  10  extraídos  á  mitad  de  la  mamada  del  medio  día,  j  otros 
10  al  fin  de  la  última  mamada.  De  este  modo  se  tiene  ana  leche  sensible- 
mente media.  Oreo  preferible  hacer  dos  análisis :  uno  de  la  leche  de  la  pri- 
mera mamada,  qne  indica  la  cantidad  mínima  de  caseína  y  de  manteca  de 
la  leche,  y  otro  de  la  leche  de  las  cnatro  de  la  tarde,  ^ne  indica  la  cantidad 
máxima. 

El  Dt.  Mért  :  Estamos  todavía  en  pleno  empirismo  respecto  á  las  reglas 
de  la  lactancia.  En  ciertos  casos  parece  qne  las  dispepsias  de  los  nifios  de 
pecho  son  debidas  á  un  exceso  de  manteca  más  qne  de  caseína. 

X  El  Dr.  .Yariot  :  He  hecho  machas  Teces  analizar  la  leche  de  las  mujeres 
cuyos  hijos  Tomitaban.  Jamás  he  encontrado  relación  constante  entre  la 
proporción  de  manteca  y  de  caseína  de  la  leche  y  el  estado  didpépsico  de 
loe  nifios  de  pecho.  Muchos  de  estos  nifios  tenían  vómitos,  aunque  la  com- 
posición de  la  leche  de  su  madre  no  difería  sensiblemente  de  la  normal. 

En  cambio  ocurre  qne,  niños  bien  reglamentados,  se  crían  perfectamen- 
te aunque  la  leche  de  la  madre  contiene  proporciones  extravagantes  de 
manteca  ó  de  caseína.  Lo  mismo  sucede  con  el  eczema,  que  se  supone  es 
debido  á  una  alimentación  abundante  en  manteca;  esto  no  es  exacto  siem- 
pre. El  análisis  químico  de  la  leche  nada  indica  acerca  de  su  proporción  en 
fermentos  ó  en  toxinas,  ni  sobre  la  forma  clínica  de  las  materias  albumi- 
nóideas  que  contiene.  Lo  que  no  analizamos  en  la  leche  es,  sin  duda,  más 
importante  que  lo  que  analizamos.  Sólo  así  puede  explicarse  que  algunas 
leches  de  composición  normal  sean  mal  toleradas,  mientras  que  otras  cuya 
proporción  en  manteca  y  caseína  varían  bastante,  no  producen  trastorno 
alguno. 

El  Dr.  Babbibr  :  No  he  dicho  que  la  composición  química  de  la  leche  de 
la  madre  explique  todas  las  dispepsias  de  los  niños  de  pecho.  He  dicho  úni« 
camente  que  basta  á  veces  cambiar  la  alimentación  de  la  nodriza  para  mo- 
dificar la  composición  de  su  leche  y  corregir  los  trastornos  digestivos  del 
nifio.  Es  necesario,  por  lo  demás,  saber  antes  sacar  partido  de  los  análisis 
químicos,  si  la  leche  ha  sido  recogida  en  las  condiciones  que  he  indicado 
para  eliminar  las  variaciones  fisiológicas  tan  grandes. 

La  aspirina  en  el  reumatismo  sscarlatinoso.  —  Los  Dres.  HallA  y  Wbil- 
Hallb  :  En  486  escarlatinosos  tratados  el  año  último  en  el  pabellón  del 
Hospital  de  Nifios  Enfermos,  14  padecieron  reumatismo.  Los  tres  primeros 
fueron  tratados  por  el  salicilato  de  sosa  á  dosis  de  8  á  4  gramos  diarios;  el 
resultado  no  fué  satisfactorio.  En  los  otros  11  se  empleó  la  aspirina  á  la 
dosis  de  1  gramo  por  día.  Influyó  al  parecer  de  un  modo  eficaz  sobre  los 
fenómenos  pseudprreumáticos  activando  su  curación. 

El  Dr.  Gdinon  :  Creo  que  la  aspirina  está  indicada  principalmente  en 
los  pseudorreumáticos  infecciosos,  y  en  general  en  todas  las  manifestado* 
nes  dolorosas  de  las  infecciones,  incluso  el  dolor  local  de  las  anginas. 

El  Dr.  RioHABDi¿aB :  He  obtenido  con  la  aspirina  resultados  excelentes 
en  las  artralgias  seropáticas. 

Vómitos  acetonómicos  y  enterocolitis.  —  El  Dr.  Ausesr :  He  observado  174 
nifios  con  enterocolitis  y  17  que  tuvieron  vómitos  cíclicos ;  en  12  de  estos 
últimos  los  vómitos  coincidieron  con  enterocolitis.  Mi  opinión  sobre  el  pa- 
rentesco entre  las  dos  afecciones  no  se  funda  sólo  en  esta  estadística,  sino  en 


468 

el  estadio  sintomático  de  ellas.  No  es  cierto  que  loe  Tómitos  acetonémicos 
aparezcan  bruscamente  en  plena  salad.  Las  crisis  son  casi  siempre,  igaal  qae 
las  de  colitis,  precedidas  de  an  periodo  de  eaefio  agitado,  de  llanto,  de  estre- 
fiimiento;  la  lengaa  está  sacia,  la  piel  algo  amarilla  y  el  aliento  es  ya  ace- 
tonémioo ;  se  observan  eritemas,  éirophulus;  he  risto,  con  frecaenoia,  á  ma- 
dres observadoras  preveer  asi  la  aparición  de  ana  crisis  y  he  podido  anan- 
ciarla  con  veinticnatro  horas  de  anticipación.  En  an  caso  la  orina  contenia 
ya  acetona. 

He  analizado  once  reces  la  orina  de  estos  enfermos  en  plena  crisis  de 
vómitos;  la  reacción  de  lieben  fné  positiva  once  veces.  He  hecho  41  ana* 
lisis  de  la  orina  durante  la  crisis  de  enterocolitis,  encontrando  siempre  ace- 
tona en  el  llqaido  urinario;  en  cinco  de  estos  enfermos  y  en  ano  de  vómi- 
tos acetonémicos,  se  presentaron  síntomas  apendiculares.  He  observado 
también  que  la  enterocolitis  suelen  padecerla  á  la  vez  varios  nifios  de  una 
misma  familia. 

Tanto  en  la  enterocolitis  como  en  ios  vómitos  acetonémicos,  el  estrefii- 
miento  y  la  intoxicación  esteroorácea  desempeñan,  al  parecer,  un  papel 
predominante,  pero  sólo  cuando  encuentran  un  terreno  neuro*artrltíco.  E3 
tratamiento  en  los  períodos  de  calma  debe  tener  por  objeto  la  desinfeccite 
intestinal.  He  obtenido  así  resultados  satisfactorios.    • 

Tótanes  durante  los  sabaftones  uleerados.— El  Dr.  A.  Delülereñiió  un  caso 
de  tétanos  que  sobrevino  en  un  nifio  con  sabafiones  ulcerados,  en  loe  que 
se  encontró  el  bacilo  de  Nicola'ier. 

El  Dr.  Ouinon  narró  un  caso  observado  en  unión  del  Dr.  Yiellard.  Se 
trata  de  un  nifio  que  padeció  tétanos  consecativo  á  una  herida  del  pié  pro- 
ducida por  un  clavo.  La  forma  de  contractura  de  los  miembros  inferiores 
simuló  la  tetania,  de  forma  de  pseudotétanos  de  Escherich.  8e  hizo  usa  in- 
yección epidural  de  suero  antitetánico  y  el  nifio  curó. 

Nueve  signe  de  insufieioneia  aértiea.  •— El  Dr.  Varíot  presentó  un  nifio 
afectado  de  insuficiencia  aórtica.  Este  enfermo  presentaba  una  ampliación 
rítmica  de  la  pierna  sincrónica  con  el  pubo  y  fácil  de  apreciar  cogiendo  la 
pantorrilla  del  enfermo  con  la  mano.  Este  signo  es  tanto  más  perceptible 
cuanto  menos  edad  tiene  el  nifio. 

Fenémenes  nervleses  eenseeutlves  á  la  ingastién  do  liníts.  —  El  Dr.  Ouitum 
comunicó,  en  nombre  del  Dr.  Dufour  (4e  Fécamp),  dos  observaciones  de 
este  género  en  las  que  los  fenómenos  nerviosos,  que  se  presentaron  de  re- 
pente después  de  una  comida,  desaparecieron  con  gran  rapidez  al  expulsar 
con  las  deposiciones  una  especie  de  oruga^  viva  en  el  primer  caso,  muerta 
en  el  segundo.  En  la  primera  observación  se  trataba  de  una  nifia  de  seis 
afios,  linfática,  pero  de  buena  salud  habitual,  la  que  después  de  una  cola- 
ción hecha  sobre  la  hierba,  deglutió,  á  la  vez  que  un  trozo  de  chocolate, 
algo  anormal  que  no  tuvo  tiempo  de  reconocer.  A  los  pocos  momentos  faé 
acometida  de  convulsiones,  rechinamiento  de  dientes,  extravismo  y  con* 
tracturas  diversas.  Se  puso  un  enema  á  la  enferma  y  expulsó  una  especie 
de  oruga  de  4  centímetros  de  longitud  y  viva.  Los  accidentes  nerviosos 
desaparecieron  por  completo. 

En  la  segunda  observación,  el  enfermo,  nifio  de  cinco  afios,  fué  aoome* 
ido  en  condiciones  análogas,  es  decir,  inmediatamente  después  de  anaco- 


469 

midft,  de  fenómenos  conynlsiYOB  brascos  Begoidos  de  un  estado  semicoma* 
toso.  8e  administró  al  pnnto  un  enema  que  produjo  ana  evacuación  intes- 
tinal; entre  los  excrementos  se  encontró  muerta  una  oruga  de  cabesa  obs- 
cura. El  enfermo  curó. 

Cree  el  Dr.  Dufour  que  los  accidentes  nerviosos  observados  en  estos  dos 
nifios,  que  curaron  al  ser  expulsada  la  larva  deglutida  hacía  poco  tiempo, 
deben  ser  considerados  como  reflejos  provocados  por  la  presenciare  ^n 
cuerpo  extraño  en  el  intestino,  sea  cual  cual  fuere  su  naturaleza. 

El  Ür.  Variot  comparó  estos  accidentes  con  los  producidos  por  la  presen» 
eia  de  los  helmintos,  ascárides  en  particular,  en  el  aparato  digestivo  y  re- 
cordó los  trastornos  morbosos  diversos  que  puede  provocar  en  los  herbívo* 
ros  la  absorción  de  animalillos  ingeridos  á  la  ves  que  los  vegetales  que  les 
sirven  de  alimento. 

Deformación  ctrdfaca.— El  Dr.  Víeillard  presentó  un  corazón  interesantí- 
simo. Hay  transposición  de  la  aorta  y  de  la  arteria  pulmonar.  La  aorta, 
muy  voluminosa,  recibe  las  coronarias  y  nace  del  ventrículo  derecho.  La 
arteria  pulmonar,  delgada,  nace  del  ventrículo  izquierdo.  No  hay  conducto 
arterial.  El  tabique  interventricular  está  perforado  por  dos  orificios  grue- 
sos. El  mayor,  de  forma  oval,  so  halla  limitado  por  bordes  carnosos  grue- 
sos; el  otro  es  más  pequefio  y  sus  bordes  son  fibrosos  y  están  provistos  de 
cordones  tendinosos  que  unen  las  válvulas  tricúspide  y  mitral. 

P.  Toledo. 


REAL   SOCIEDAD   MEDIOO-QUIRÚBGJCA  DE   LONDBE8 
8uián  del  27  de  Noviembre  de  1906, 

Tratamisnte  eperaterio  de  la  úlcera  gástrica.  —  El  Dr.  Norman- Af core  dijo 
que  lo  que  debía  discutirse  es  si  la  operación  constituye  el  mejor  método 
de  tratamiento  de  la  úlcera  gástrica.  La  respuesta  varía  según  la  clase  de 
úlcera.  Durante  los  diez  años  últimos  ingresaron  en  el  Hospital  de  San 
Bartolomé  de  Londres  828  enfermos  de  menos  de  treinta  afios  que  padecían 
úlcera  gástrica;  de  éstos  murieron  6,  y  28  de  188  enfermos  del  mismo  géne- 
ro que  tenían  más  de  treinta  afios.  De  los  enfermos  de  menos  de  treinta 
años,  808  eran  mujeres  y  117  de  los  de  más  de  treinta  afios.  Estos  casos  pue- 
den dividirse  en  los  siguientes  grupos:  los  que  recayeron  en  mujeres  pálidas 
y  jóvenes,  los  consecutivos  á  la  ingestión  de  substancias  corrosivas,  las  ul- 
ceraciones tuberculosas  y  las  asociadas  á  una  degeneración  vascular.  Las 
adherencias  pilóricas  son  raras,  excepto  las  consecutivas  á  una  úlcera*  y 
á  otras  enfermedades.  De  2.038  autopsias,  sólo  en  dos  había  adherencias 
(excluyendo  el  cáncer,  la  tuberculosis  y  la  peritonitis  general),  indepen- 
dientes de  úlcera  gástrica.  En  15  casos  con  adherencias  había  úlcera.  La 
sangre,que  al  practicar  la  autopsia  se  encuentra  en  el  estómago  procede  de 
la  úlcera  gástrica,  de  la  cirrosis  hepática  ó  del  pulmón.  En  el  primer  grupo 
de  casos,  casi  nunca  es  necesario  operar ;  es  preciso  emplear  por  espacio  de 
diez  días  la  alimentación  rectal  y  mantener  á  la  enferma  en  reposo  duran- 


470 

te  largo  tiempo,  TÍgilaado  U  acción  oardiAC».  En  la  ingestión  de  Bubetan* 
cías  corroeiYafl  está  indicada  la  gastroyeynnostomia.  En  las  úlceraa  por 
degeneración  rascnlar,  empleando  el  tratamiento  médico  preoos  se  erita 
mnohas  veces  recurrir  á  los  medios  qniriirgicos. 

El  Dr.  H.  J.  Fatérwm  dijo  qne  había  visto  con  agrado  que  el  Dr.  Mayo 
Bobson  aceptara  su  hipótesis,  expuesta  en  las  Lecciones  Buntenamu^  de  qne 
la  úlcera  gástrica  es  nna  complicación  susceptible  de  eyitarse  y  debida  al 
tamafio  insuficiente  de  la  gastroyeyunostomla.  Hizo  un  análisis  dalos  casos 
de  úlcera  gástrica  que  ha  coleccionado;  esta  estadística  prueba  que  la  pro- 
porción de  curaciones  verdaderas  no  excede  del  25  por  100. 

La  úlcera  aguda,  excepto  sus  complicaciones,  rara  vez  exige  la  interven- 
ción quirúrgica.  Respecto  á  la  úlcera  crónica,  las  indicaciones  para  la  ope- 
ración, expuestas  en  las  lecciones  referidas,  son  las  siguientes:  cSi  después 
de  seis  semanas  de  reposo  absoluto  y  de  dieta  láctea,  seguidas  de  otro  pe- 
riodo de  seis  semanas  de  dieta  láctea  y  de  reposo  relativo,  al  que  debe  se- 
guir un  nuevo  periodo  de  tres  meses  de  alimentación  cuidadosa,  no  desapa- 
recen los  síntomas  característicos,  ó  si  después  de  la  curación  aparente  hay 
una  recidiva,  la  operación  es,  según  toda  probabilidad,  el  mejor  tratamien- 
to que  puede  emplearse».  Respecto  á  la  extirpación  de  la  superficie  ulcera- 
da para  prevenir  el  desarrollo  futuro  del  cáncer^  cree  que  se  necentan 
pruebas  nuevas  antes  de  someter  los  enfermos  al  nuevo  peligro  de  la 
excisión. 

La  mortalidad  por  hemorragia  gástrica  no  excede  probablemente  del 
5  por  100,  mientras  que  la  operatoria,  durante  la  hemorragia,  fluctúa  entre 
66  y  70  por  100.  Aan  en  los  casos  felices  cabe  preguntar  cuál  hubiera  úáo 
la  suerte  de  los  enfermos  no  operándolos.  Los  hechos  observados  le  hacen 
dudar  de  la  eficacia  de  la  operación  durante  la  hemorragia  gástrica.  Llamó 
la  atención  sobre  el  hecho  de  que  en  la  úlcera  aguda  suele  producirse  una 
segunda  hemorragia  de  reacción  ó  recidivante,  debida  á  la  separación  del 
coágulo  por  administrar  demasiado  pronto  estimulantes  ó  someter  al 
enfermo  á  movimientos  intempestivos.  En  estos  cados  suele  haber  una  ó  más 
probabilidades  de  curación  por  los  medios  naturales,  sin  necesidad  de 
recurrir  á  la  operación.  En  la  úlcera  crónica  la  recidiva  de  la  hemorragia 
es  debida,  no  al  desprendimiento  mecánico  del  coágulo,  sino  á  su  desorga- 
nización séptica,  y  es  probable,  por  lo  tanto,  que  la  hemorragia  se  repro- 
duzca. Si  esta  segunda  hemorragia  es  abundante,  está  indicada  la  opera- 
ción para  evitar  el  resultado,  probablemente  fatal,  de  una  nueva  pérdida 
de  sangre.  En  las  hemorragias  que,  aunque  ligeras,  se  repiten  con  fre- 
cuencia, la  operación  está  indicada  antes  que  el  enfermo  se  quede  anémico 
en  demasía. 
I  Respecto  á  la  perforación,  es  dudoso  que  una  operación  precoz  influya 

¡  sobre  la  mortalidad  en  el  grado  que  se  supone.  Aunque  la  operación  eslá 

muy  indicada,  deben  tenerse  en  cuenta  otros  factores  importantes,  por 
ejemplo,  abundancia  y  naturaleza  del  derrame,  existencia  de  otras  úlcersi 
y  perfección  del  acto  operatorio.  Cree  que  se  obtendrán  resultados jnás  ss- 
tisfactorios  cuando  se  coasidere  la  gastroyeyunostomia  como  parte  del  tra- 
tamiento ordinario  de  la  perforación.  Esta  afirmación  se  funda  en  las  ra- 
zones siguientes : 


471 

La  gastroyeynnostomia  disminaye  el  peligro  en  loe  casos  en  que  se  des* 
conoce  la  existencia  de  nna  segunda  perforación,  el  de  la  perforación  de 
una  segunda  úlcera,  y  el  de  la  hematemesis  después  de  la  operación,  faro- 
rece  la  curación  más  rápida  de  la  linea  de  sutura,  disminuyendo  asi  el  pe* 
ligro  de  arrugamiento,  permite  alimentar  antes  al  enfermo  y  administrar 
UD  purgante  cuya  acción  fayorece,  asegurando  de  este  modo  el  derrame  más 
eficaz  de  la  cavidad  peritoneal.  La  muerte  no  suele  ser  debida  al  colapso, 
sino  á  las  complicaciones  torácicas  y  á  la  peritonitis;  de  aquí  la  importancia 
de  obtener  cuanto  antes  las  deposiciones  intestinales. 

Respecto  á  los  resultados  ulteriores  de  la  gastroyeyunostomia,  ha  obser- 
vado en  143  enfermos  que  el  éxito  ha  sido  completo  en  el  82  por  100  de  los 
casos.  La  operación  es  tan  eficaz  que  corre  peligro  de  ponerse  de  moda. 
Espera  que  uno  de  los  resultados  de  esta  discusión  sea  contener  la  marea 
ascendente  de  la  gastroyeyunostomia,  definiendo  con  más  claridad  sus  usos 
y  las  limitaciones  de  la  operación.  No  es  una  panacea  contra  todos  los  pa- 
decimientos gástricos,  y  cuando  se  practica  en  afecciones  del  estómago  que 
no  van  acompañadas  de  síntomas  clínicos  definidos  y  de  signos  químicos, 
puede  caer  en  el  descrédito,  mientras  que  en  los  casos  adecuados  es  una 
operación  con  la  que  se  obtienen  éxitos  brillantes. 

El  Dr.  H,  P,  Hawhina  citó  una  estadística  de  556  casos  de  úlcera  gástri- 
ca y  de  sus  consecuencias,  observados  en  el  Hospital  de  Santo  Tomás,  de 
Londres.  El  95  por  100  de  los  casos  se  dieron  de  alta  como  curados,  pero  el 
25  por  100  de  estos  individuos  volvieron  con  úlcera  recidivante  y  las.  muer- 
tes recayeron  en  dichos  enfermos.  En  los  casos  que  no  curan  por  completo 
con  el  tratamiento  médico  prolongado  durante  seis  meses  y  cuando  hay  re- 
cidiva, debe  recomendarse  la  gastroenterostomía.  La  muerte  por  hemorra- 
gia en  estos  556  casos  no  llegó  al  4  por  100,  por  cuyo  motivo  la  operación 
no  está  indicada  mientras  existe  aquélla.  La  peritonitis  localizada  suele  cu- 
rar practicando  la  gastroyeyunostomia.  La  operación  contra  las  adheren- 
cias no  es  muy  satisfactoria. 

El  Dr.  S.  H.  Habershon  indicó  que  la  operación  está  indicada  en  los  ca- 
sos crónicos.  Los  síntomas  que  hacen  necesaria  la  operación  son  los  vómi- 
tos abundantes,  el  dolor,  la  hemorragia  recurrente,  la  dilatación  gástrica 
con  sus  síntomas  concomitantes,  la  formación  de  un  absceso  localizado  ó 
subdiafragmático  consecutivo  á  la  perforación  de  una  úlcera  y  el  espasmo 
pilórico.  Este  espasmo  se  considera  como  una  indicación  de  la  gastroye* 
yunostomía  posterior.  Los  vómitos  recurrentes  pueden  tratarse  por  la  dúo- 
denoenterostomía. 

El  Dr.  C.  Aíaruell  Moullin  expuso  estadísticas  del  Hospital  de  Londres 
formadas  por  casos  anteriores  y  posteriores  á  la  adopción  del  tratamiento 
quirúrgico  en  la  úlcera  gástrica.  En  500  casos  anteriores  á  este  tratamien- 
to, hubo  una  mortalidad  de  18  por  100,  pero  de  éstos  en  el  42  por  100  se  tra- 
taba de  recidivas.  Todos  los  casos  agudos  deben  ser  sometidos  al  tratamien- 
to médico  prolongado.  La  operación  rara  vez  está  indicada  en  la  hemorragia 
aguda.  En  todos  los  casos  en  los  que  el  tratamiento  médico  es  inútil  ó  poco 
eficaz,  debe  practicarse  una  operación  exploradora.  La  operación  ideal  es 
la  excisión;  pero  ésta  rara  vez  es  practicable,  por  cuyo  motivo  debe  recu* 
rrirse  á  la  gastroenterostomía  posterior  con  anastomosis  lateral  inferior  al 


472 

laso.  La  mayor  parte  de  los  casos  de  úlcera  crónica  no  curan  sin  opera* 
ción.  La  cuestión  es  de  diagnóstico  y  el  mejor  modo  de  hacerle  es  practi- 
car, sin  perder  tiempo,  una  incisión  exploradora. 

(The  BriHsh  Mid.  Jaumal),  —  F.  Tolbdo. 


SOCIEDAD    D£    MEDICINA    DE    BERLÍN 
8ui6n  del  día  28  dé  I^otnewthre  dé  Í90€, 

Dos  casos  raros. — El  Dr.  De  Bergmann  presenta  loados  casos  siguientes: 
I/,  una  sefiora  con  muy  vistosas  patillas  que  no  aparecieron  hasta  des- 
pués de  haber  dado  á  luz  ol  primer  hijo,  y  2.**,  un  enano  muy  bien  propor- 
cionado y  en  el  que  á  pesar  de  haberse  detenido  el  crecimiento  á  la  edad  de 
catorce  afios,  se  yen  los  cartílagos  epifísarios  en  la  imagen  r6ntgenográfica. 

Litiasis  sn  ambos  riBones  :  doble  oporaelóD.  —  El  Dr.  P.  Roeenstein  refiere 
que  en  una  muchacha  á  la  que  hubo  de  extirparla  el  rifión  derecho  á  cau- 
sa de  litiasis  del  mismo,  encontró  también  cálculos  en  el  izquierdo.  Como 
la  joyen  solicitaba  una  segunda  operación,  el  autor,  aunque  con  repug- 
nancia, se  decidió  á  complacerla.  Después  de  poner  al  descubierto  el  ri- 
fión izquierdo,  trazó  una  incisión  de  autopsia  en  éste,  previa  su  anemia, 
y  extrajo  85  cálculos  de  cistina.  Cosa  rara ;  el  rifión  apenas  estaba  aumen- 
tado de  volumen  y  en  cambio  el  parénqaima  estaba  muy  adelgazado.  Cosió 
la  incisón  renal,  estableció  el  desagüe  de  la  pelvis  y  cerró  la  herida,  excep- 
to en  el  punto  correspondiente  al  tubo  de  desagüe.  En  los  dos  primeros 
días  no  salió  ni  una  gota  de  orina,  el  corazón  estaba  muy  débil  y  la  enfer- 
ma muy  excitada.  A  partir  del  tercer  dia  se  restableció  la  secreción  uri- 
naria. La  enferma  sanó,  y  hoy  por  hoy,  puede  considerarse  como  salvada. 
En  los  tres  meses  siguientes  á  la  operación  se  ha  restablecido  por  comple- 
to y,  en  la  actualidad,  la  secreción  urinaria  es  normal,  cuantitativa  y  cua- 
litativamente. 

Rinoplastia.  —  El  Dr.  Joaeph  presenta  tres  casos  de  rinoplastia,  á  saber  : 
uno  de  empequefiecimiento  de  una  nariz  hipertrofiada,  mediante  la  exci-» 
sión  de  un  gran  trozo  del  tabique  nasal  cartilaginoso;  otro  caso  de  nariz 
en  forma  de  silla  de  montar,  corregido  por  ingerto  endonasal  de  un  trono 
osteoperióstico  tomado  de  la  tibia;  y  un  tercer  caso  de  la  misma  deformi- 
dad, corregido  por  ingerto  endonasal  de  trozos  cartilaginosos  tomados  de 
las  alas  de  la  nariz  hipertrofiadas. 

Chancro  dei  pezón  y  del  labio  inforior.—El  Dr.  H,  /moc  presenta  una  joven 
que  tiene  dos  chancros  sifilíticos,  uno  en  el  pezón  y  otro  en  el  labio  infe- 
rior. La  aparición  de  una  roseóla  confirma  la  naturaleza  sifilítica  de  la  afec- 
ción. El  autor  cree  que  el  número  de  casos  de  contagio  extragenital  de  la 
sífilis  ha  aa mentado  muchísimo  en  estos  últimos  afios,  y  que  convendría 
hacer  una  investigación  colectiva  para  comprobar  este  hecho. 

La  acokantbora  tchimpori  en  las  enfermedades  cardíacas.  —  El  Dr.  Stad^- 
mann  ha  hecho  ensayos  con  el  nuevo  medicamento  por  indicación  de  L.  Le- 
win.  Primeramente  usó  una  infusión-decocción  del  lefio  en  la  proporción 


473 

de  0*5  por  150,  pero  se  tío  deapaés  qae  esta  doeis  es  demasiado  baja.  La 
maeeración  y  otras  preparaciones  resultaron  ineficaces.  Tanteando  con  las 
precanciones  necesarias  en  si  mismo  y  en  algnnos  enfermos,  ha  llegado  por 
fin  á  dar  con  la  dosis  conyeniente  y  con  la  fórmula  más  adecuada,  que  es  la 
siguiente : 

Infasión  de  aookanthera 1  gramo  por  160 

Jarabe  simple 30     — 

Agua  de  menta  piperita 10     — 

Bajo  esta  forma  se  toma  muy  bien  el  medicamento,  cuyo  sabor  es  un  poce 
amargo,  y  casi  siempre  lo  tolera  bien  el  estómago. 

De  la  fórmula  se  hace  tomar  una  cucharada  cada  dos  horas,  y  en  con- 
junto, de  4  á  5  botellas.  Si  aun  asi  no  se  obtiene  ningún  resultado,  no  hay 
que  insistir  en  el  uso  del  medicamento.  Sin  embargo,  hay  casoe  en  que  no 
se  apreciaron  sus  efectos  hasta  que  ya  se  hablan  consumido  rarias  botellas. 

El  autor  ha  tratado  con  la  nuera  droga  29  casos,  entre  los  cuales  los  ha- 
bla de  las  formas  más  dirersas  de  enfermedades  cardiacas,  con  y  sin  ne- 
fritis. 

En  unos  casos  no  se  modificaron  nada  el  pulso  y  la  presión  sanguínea;  en 
otros,  de  un  modo  muy  considerable,  lo  mismo  que  acontece  con  la  digital. 
*  La  secreción  urinaria  aumentó  mucho  en  algunos  casoe  y  también  es  fre- 
cuente que  mejore  mucho  el  estado  general. 

En  suma,  la  acokanthera  es  un  buen  sucedáneo  de  la  digital  y  del  digale- 
no, cuya  eficacia  sobrepuja  en  unos  casos  y  no  alcanza,  en  cambio,  en  otros. 
Tiene  sobre  la  digital  la  ventaja  de  que  la  proporción  de  substancia  activa 
no  Taría  aunque  esté  la  droga  guardada  por  mucho  tiempo. 

Antes  de  entregar  el  medicamento  al  mercado,  deben  hacerse  más  en- 
sayos en  las  clínicas. 

El  autor  ha  empleado  también  las  inyecciones  de  disolución  de  ouabaina 
0'004  por  lO'O,  que  no  ocasionan  ninguna  molestia  ó  muy  pocas:  una  jerin- 
guilla, tres  ó  cuatro  veces  al  día.  El  resultado  parece  ser  muy  hermoso, 
pero  hasta  ahora  las  observaciones  recogidas  son  poco  numerosas.  Si  se 
confirma  la  eficacia  del  medicamento  seria  una  gran  adquisición,  porque 
obra  con  rapidez  y  no  produce  los  grandes  dolores  que  han  obligado  á  aban- 
donar las  inyecciones  de  digaleno. 

El  Dr.  Briiger  refiere  haber  extraído  de  los  venenos  de  flecha  una  subs- 
tancia cristalizada  de  acción  triple  de  enérgica.  Duda  de  la  pureza  quími- 
ca de  la  ouabaina  amorfa  preparada  por  Lewin,  y  opina  que  en  Medicioa 
nunca  debieran  usarse  más  que  cuerpos  químicamente  puros.  Ahora  bien, 
sólo  nos  da  garantía  de  pureza  química  una  substancia  cristalizada,  y  to- 
dos nuestros  esfuerzos  deben  tender  á  obtenerla  y  prepararla.  Oon  el  nom- 
bre de  ouabaina  se  obtienen  hoy  en  día  varios  cuerpos  que  no  son  idénti- 
cos entre  sí.  También  circulan  en  el  comercio  diversas  variedades  de  aco- 
kanthera. 

El  Dr.  Bicktl  evoca  el  recuerdo  de  sus  investigaciones  relativas  á  loe  ve- 
nenos de  flecha. 

El  Dr.  Franz  MülWr  pregunta  si  se  han  hecho  investigaciones  con  el  fin 

8S 


474 

de  dilucidar  si  la  ouabaína  tiene,  á  diferencia  de  la  estrofantina,  may  poca 
acción  sobre  la  pared  de  los  rasos  y  si  se  acnmnlan  sos  efectos. 
El  Dr.  L.  Lemn,  en  sn  rectificación,  insiste  en  sus  primeras  afirmaciones. 
{DeutBche  Medizinal  Zn/un^).— R.  del  Yalle. 


'imperial  t  beal  sociedad  de  los  k^dioos  de  yiena 

Suián  del  dia  16  de  Noviembre  de  190$. 

Movimientos  voluntarios  do  otráoter  axeopeienal.  —  El  Dr.  Eans  de  Haberm- 
presenta  un  hombre  de  treinta  y  dos  afios,  que  gracias  á  la  inerración  enór^ 
gioa  de  la  porción  muscular  de  la  pared  del  vientre  en  su  mitad  superior, 
pttede  dislocar  el  intestino  delgado  hacia  arriba;  como  además  puede  ele- 
var mucho  el  diafragma,  llega  á  colocar  el  intestino  en  la  cavidad  torácica. 
Con  el  mecanismo  inverso  consigue  empujar  el  intestino  hacia  la  pelvis, 
con  lo  cual  adopta  el  vientre  la  misma  configuración  que  tiene  con  el  úte* 
ro  grávido  en  los  últimos  meses  de  embarazo.  También  es  capaz  de  hacer 
sobresalir  el  músculo  oblicuo  externo  y  de  establecer  un  movimiento  onda- 
latorio  continuo  en  su  pared  abdominal  anterior,  mediante  contracciones 
que  se  suceden  rápidamente  en  dicha  pared.  Contrayendo  la  porción  medís 
del  diafragma  atrae  hacia  dentro  la  porción  inferior  del  esternón,  proda- 
ciendo  asi  artificialmente  el  llamado  pecho  de  zapatero.  Con  las  contraccio- 
nes de  los  músculos  del  dorso  consigue  este  sujeto  producir  diversas  formas 
de  escoliosis,  etc.,  que  se  mantienen  aun  después  de  ejecutados  movimientos 
con  el  tronco.  También  puede,  gracias  á  la  inervación  de  los  músculos  es- 
ternotiroideos  y  esternohioideos,  hacer  que  descienda'  mucho  la  laringe. 
Otras  habilidades  que  tiene  este  hombre,  tales  como  la  de  dislocar  el  co- 
razón, dilatar  la  pupila  y  comprimir  la  arteria  subclavia  hasta  hacer  cesar 
el  pulso  radial,  no  se  pueden  demostrar  á  distancia. 

Esolorodema.  ^  El  Dr.  Rodolfo  Neurath  presenta  un  nifio  de  seis  semanas 
con  escleredema  muy  pronunciado.  La  tumefacción  se  inició  á  fines  de  Is 
primera  semana  de  la  vida.  Existe  un  edema  extenso  y  turgente  que  com- 
prende la  mitad  inferior  del  cuerpo  y  cuyo  limite  superior,  bastante  mar- 
cado, casi  coincide  con  el  nivel  del  ombligo.  No  interesa  el  pecho  y  muy 
poco  á  las  partes  periféricas  de  las  extremidades  superiores,  que  ha  invadi- 
do hace  muy  pocos  días.  También  desde  la  misma  fecha  parece  que  está  la 
cara  algo  abotagada.  Las  partes  edematosas  están  muy  engrosadas,  trans- 
lúcidas como  la  porcelana,  más  bien  pálidas  ó  amarillo-rojizas  que  cianósi- 
cas,  frías,  y  no  prestándose  á  formar  pliegueR.  Aunque  se  haga  con  el  dedo 
una  compresión  muy  enérgica,  queda  una  huella  poco  profunda.  Las  partes 
más  interesadas  por  el  escleredema  son  el  dorso  del  pié,  la  pantorrilla,  el 
pene  y  el  escroto. 

Enfermodad  de  Barlow.  —  El  Dr.  Teodoro  Escherich  presenta  dos  casos  de 
esta  enfermedad,  llamada  también  escorbuto  infantil.  En  ambos  la  afec- 
ción no  está  más  que  en  sus  comienzos,  entre  los  cuales  la  hematuria  tiene 
una  gran  significación  diagnóstica.  Lo  interesante  de  ambos  casos  conainie 


475 

«n  que  en  eiloe  se  ha  iratado  indudablemente  de  nna  calimentación  dafio- 
aa>,  pero  no  por  en  cantidad  ni  por  ñu  calidad,  sino  por  sa  monotonía  ex- 
-oesiya.  Las  manifestaciones  clÍAÍcas  de  este  trastorno  de  la  nutrición  se 
asemejan  á  las  del  raquitismo,  pero  difieren  de  las  de  éste  en  qae  afectan 
preferentemente  á  las  partes  del  esqueleto  donde  es  más  actiVo  el  crecimien- 
to y  en  que  van  acompañadas  de  una  alteración  de  la  sangre  parecida  i  la 
•que  se  presenta  en  el  escorbuto  del  adulto,  por  lo  cual  Escherich  ha  llama- 
do á  esta  enfermedad  escorbuto  infantil.  Oon  un  cambio  oportuno  en  el  ré- 
gimen alimenticio  se  obtuvo  muy  pronto  una  mejoría  muy  notable. 

Dtfenüidades  oengénitas.  —El  Dr.  Alfredo  Eaener  presenta  un  nifio  de 
^inoo  días  con  fisura  media  del  labio  superior ;  levantando  éste,  se  ve  que 
de  la  fisura  parte  un  frenillo  para  cada  lado.  También  está  hendido  el  ma* 
xilar  superior  en  la  linea  media,  donde  cae  la  linea  de  unión  de  los  dos  hue* 
aos  intermazilares.  Presenta  también  este  nifio  nariz  de  perro  dogo  y  un 
quiste  en  la  lengua,  que  puede  llamarse  cefalocele  esfenofaringeo.  El  caso 
es  único  en  su  género. 

Parálisis  saturnina.  — El  Dr.  Pdlak  presenta  un  caso  que  por  su  etiolo- 
^a  puede  hacer  pendant  con  los  que  ha  presentado  Teleky  hace  un  mes,  y 
cuya  parálisis  afectaba  la  misma  región.  El  caso  es  notable  por  haber  trans- 
currido muy  poco  tiempo  entre  la  intervención  de  la  causa  y  la  aparición 
de  graves  síntomas  de  intoxicación  (tres  afios),  puesto  que  lo  general  es 
•que  para  presentarse  tales  síntomas  transcurran  de  trece  á  catorce  afios. 

Disnea  parsxístloa  per  lensién  excesiva.— El  Dr.  Jacoho  Pal  distingue  dos 
formas  de  disnea  paroxística  por  tensión  excesiva,  una  de  naturaleza  car- 
díaca, idéntica  á  ciertas  formas  de  asma  cardíaco,  y  otra  de  naturaleza  ce- 
rebral (síntomas  de  compresión  cerebral).  Ambas  formas  de  disnea  se  disi- 
pan cuando  baja  la  presión  arterial,  con  la  diferencia  de  que,  mientras  la 
disnea  cardiaca  por  alta  tensión  cesa  en  el  acto,  la  cerebral  se  va  aliviando 
poco  á  poco. 

Ostssmalacia.  —  El  Dr.  Carlos  Katholiekp,  de  Brünn,  presenta  fotogra- 
fías, rdntgenografias  y  preparaciones  en  alcohol  y  macroscópicas  de  un  caso 
raro  de  osteomalacia  de  Paget.  Oon  el  examen  de  las  preparaciones  óseas 
no  se  puede  resolver  si  se  trata  de  un  caso  típico  de  osteomalacia  deforman- 
te crónica  é  hipertrófica  de  Paget  ó  de  una  forma  intermedia  entre  esta 
afección  y  la  osteítis  deformante  fibrosa  de  Recklinghausen. 

El  Dr.  Alejandro  Kqliako  hace  notar  que  la  diferencia  entre  el  proceso  en 
cuestión  y  la  osteomalacia  común,  consiste  principalmente  en  la  adición  de 
lesiones  inflamatorias,  con  lo  cual  se  producen  engrosamientos  hiperoetó- 
sicos  muy  considerables. 

El  Dr.  Ouillermo  LaUko  opina  que  para  juzgar  de  las  lesiones  patológi- 
cas de  loe  huesos  no  basta  con  el  examen  morfológico  de  las  mismas,  sino 
que  hace  falta  considerar  su  etiología  anatómica.  Así  que  por  mucho  que 
se  asemejen  la  osteítis  deformante  de  Paget  y  la  osteítis  deformante  con 
formación  tamoral  de  Recklinghausen,  no  por  eso  deja  de  tratarse  de 
dos  procesos  diferentes.  Así  en  uno  de  dos  casos  observados  por  el  autor, 
existía  un  carcinoma  de  células  gigantes ;  en  el  otro,  de  una  enfermedad 
muy  afine  á  la  osteomalacia  genuína,  aunque  á  primera  vista  se  asemejara 
á  la  osteítis  deformante  de  Recklinghausen.  El  caso  presentado  por  Eatho- 


476 

lieky  parece  más  bien  pertenecer  á  este  grapo  de  las  enfermedadee  oatao- 
malácicas. . 

El  Dr.  Carlo$  Sternberg^  que  ha  hecho  el  examen  histológico  del  caso  de 
Eatholicky,  no  ha  encontrado  nada  de  formación  sarcomatosa. 

El  Dr.  Kolisko  recuerda  qne  el  cáncer  de  eélnlas  gigantes  ocupa  nn  lu- 
gar poco  definido  entre  los  tumores  y  hasta  puede  curar  espontáneamente. 

El  Dr.  BcmB  de  Haherer  confirma  esto  mismo  en  yista  de  un  caso  en  el 
que  el  examen  histológico  demostró  que  los  tumores  que  habla  en  las  ca- 
ridades quisticas  eran  sarcomas  de  células  gigantes. 

lavaginaeión  Intestinal.  ~  El  Dr.  Federico  de  Friediander  presenta  tres  pre- 
paraciones de  inyaginaciótt  intestinal,  obtenidas  por  medio  de  resección. 

El  Dr.  Bans  Lorent  hace  observar  que  hace  ya  cerca  de  dos  años  ha  ex- 
presado  la  opinión  de  que  la  mayor  parte  de  las  iuTaginaciones  ileoeecale» 
en  las  que  no  se  encuentra  ninguna  causa  anatómica  apreciable,  tal  como 
un  pólipo  ó  cosa  análoga,  reconocen  por  causa,  sobre  todo  en  la  infancia, 
una  inYSginación  primitiva  del  ciego  en  el  colon  ascendente,  no  fijado  como 
es  lo  normal  sino  completamente  libre,  y  que  por  lo  tanto,  en  la  mayor  par- 
te de  los  casos  no  es  la  abertura  ileocecal  la  que  avanza  en  la  punta  de  la 
invaginación,  como  se  admite  generalmente,  sino  el  ciego  invertido,  por  lo 
cual  esta  forma  merece  en  la  mayoría  de  los  casos  el  nombre  de  invagina- 
ción cecocólica.  La  exactitud  de  esta  opinión  la  ha  confirmado  posterior* 
mente  en  algunos  casos  que  ha  tenido  ocasión  de  operar  después  de  dicha 
fecha.— (ÍFí«i«*  KlinUche  i?t/iu2«cAau).  —  R.  dkl  Valle. 


SOCIEDAD   M1£dICA   DE   FILADELFIA 
Señan  del  dia  ÍO  dé  Octubre  de  1906  (1). 

Tratamiente  de  la  esteemlelitie  per  el  rellene  osee  een  yedefernie.  —  El  doo- 
tor  O.  M.  Dcrrance  indicó  las  desventajas  de  los  métodos  usuales  del  trata- 
miento de  la  osteomielitis,  y  describió  el  método  de  relleno  con  el  yodo- 
formo,  empleado  primeramente  por  Moorhof.  Las  ventajas  atribuidas  á 
este  método,  son  que  el  yodoformo  no  obra  como  cuerpo  extrafio,  se  obtie- 
nen con  él  todos  sus  efectos  medicinales,  sin  producir  síntomas  tóxicos,  as 
absorbido  gradualmente  y  sustituido  por  granulaciones,  y  á  loe  tres  ó  cua- 
tro meses  por  tejido  óseo  nuevo.  £1  Dr.  Dorrance  ha  empleado  con  éxito 
este  tratamiento  en  casos  de  osteomielitis  tuberculosa  crónica  de  la  tibia, 
de  osteomielitis  séptica  del  cubito,  consecutiva  á  una  fractura  complicada 
y  de  osteomielitis  tifoidea  de  la  sexta  costilla  y  del  maxilar  inferior.  En 
algunos  de  estos  enfermos  se  habian  empleado  sin  éxito  otros  procedimien* 
tos  quirúrgicos.  El  Dr.  Dorrance  cree  que  el  tratamiento  de  la  osteomieli- 
tis  por  el  relleno  con  yodoformo,  constituye  un  verdadero  progreso  en  la 
terapéutica  de  esta  afección. 

(I)  Primera  del  corto  actual. 


477 

lUtaHailo  del  oíanan  do  Itt  sjti  de  lee  ettudiotoi  en  la  UoivereMid  de  Pea- 
sOvaeto.  —  El  Dr.  R.  Tai  Me  Kentie,  director  del  Departamento  de  exa- 
men físioo  de  la  Universidad  de  Peneilvania,  leyó  nn  trabajo  éacrito  en  co- 
laboración con  el  Dr.  W.  Campbell.  Eete  trabajo  se  fnnda  en  el  examen  de 
^88  alumnos  de  dicha  Universidad. 'El  examen  ocular  fné  complemento  de 
estndio  perfecto  del  estado  físico  general  de  cada  individuo.  Desde  que  se 
corrigieron  ios  errores  de  refracción,  ha  habido  pocas  faltas  por  enferme- 
dad j  menos  interrupciones  de  loe  estudios.  Se  ha  demostrado  que  el  au- 
mento de  la  pérdida  visual  puede  prevenirse  cuidando  debidamente  loe 
ojos.  De  los  estudiantes  reconocidos  el  80'84  por  100  tenían  defectoe  de  la 
visión  en  uno  ó  en  los  dos  ojos.  De  los  888  reconocidos  el  1470  por  100  eran 
miopes  7  el  resto  hipermétropes  ó  emmétropes.  En  el  estudio  comparativo 
hecho  acerca  de  la  influencia  de  la  edad  y  del  estudio  sobre  la  refracción, 
ee  observó  que  entre  68S  estudiantes  de  las  dos  clases  inferiores  el  87'25  por 
100  eran  hipermétropee  y  el  1275  por  100  miopes,  mientras  que  de  261  de 
las  clases  superiores  el  80'25  por  100  eran  hipermétropes  y  el  1975  por  100 
miopes. 

De  loe  888  estudiantes  reconocidos,  609  tenían  la  agudeza  visual  comple- 
ja en  loe  dos  ojos,  94  sólo  eo  un  ojo,  y  en  180  era  deficiente  en  ambos  ojos. 
De  loe  que  padecían  cefalalgia,  en  el  7'59  por  100  la  visión  era  deficiente, 
mientras  que  en  el  98*41  por  100  restante,  la  agudeza  visual  era  normal. 
La  escoliosis  existía  en  el  6*68  por  100  y  entre  ellos  la  visión  de  un  ojo  era 
manifiestamente  inferior  á  la  de  sus  compafieros  en  el  1879  por  100.  Estas 
cifras  prueban  la  importancia  de  incluir  el  examen  minucioso  del  ojo  en  el 
reconocimiento  de  todos  los  estudiantes. 

Fótfere  ergánice  en  el  tratamiente  de  varias  enfermedades  oenrlosas.  —  El 
Dr.  A.  Oordon  leyó  un  trabajo  sobre  este  asunto.  La  proporción  de  fósforo 
del  organismo  depende  de  la  cantidad  de  alimentos  ingeridos.  Los  descu- 
brimientos de  Grobley  y  Liebreich  respecto  á  la  existencia  de  combinaciones 
orgánicas  de  fósforo  en  el  cerebro  ó  en  el  resto  del  sistema  nervioso  y  la 
eliminación  de  combinaciones  inorgánicas  de  fósforo  por  las  heces  fecales 
y  la  orina  se  considera  como  pruebas  de  que  los  compuestos  fosforados 
orgánicos  son  descompuestos  en  los  tejidos.  En  esta  destrucción  el  sistema 
nervioso  toma,  según  se  dice,  una  parte  importantísima.  La  nueva  forma- 
ción del  fósforo  orgánico  es  una  verdadera  necesidad  en  los  padecimientos 
consecutivos  del  sistema  nervioso.  Gomo  el  organismo  sólo  utiliza  los  com- 
puestos orgánicos  de  fósforo,  el  Dr.  Gordon  ha  practicado  una  serie  de  in- 
vestigaciones en  56  casos  de  enfermedades  nerviosas,  en  las  que  ha  admi- 
nistrado fósforo  orgánico  con  resultados  completamente  satisfatorios. 

Efeetes  de  las  substancias  eenservaderae  de  lee  alimentes  sebre  la  digestiéo 
pépsiea.  —  El  Dr.  </.  Sailer  expuso  los  resultados  de  una  serie  de  experi- 
mentos practicados  por  el  método  de  Mett  para  determinar  hasta  qué  punto 
modifican  la  digestión  pépsiea  las  substancias  empleadas  para  conservar  ios 
alimentos.  De  estas  substancias  el  ácido  bórico  y  el  bórax  no  ejercen  ac- 
ción modificadora  alguna.  El  formaldehído  sólo  la  ejerce  en  disoluciones 
más  concentradas  que  al  1  por  100.  El  alcohol  obra  en  disolución  al  20  por 
100  ó  más.  En  disoluciones  más  débiles  es  inactivo.  El  ácido  salicílico  y  el 
flalicilato  de  sosa,  no  empleando  disoluciones  muy  débiles,  ejercen  un  efec-. 


478 

to  moderador  enérgico;  lo  mismo  puede  decirse  del  ácido  bemsóieo,  del 
benzoato  de  sosa  y  del  snlfito  sódico.  Este  último  produce  la  inlúbieión 
total  en  disoluciones  al  1  por  100.  La  resorcina  ejerce  un  efecto  moderador 
ligero  y  el  carbonato  de  guayacol  nulo.  La  creosota  en  disoluciones  fuerte» 
produce  una  acción  inhibitoria  enérgica. 

Estos  resultados  sólo  son  verdaderos  con  las  disoluciones  de  dichas  subs- 
tancias en  el  jugo  gástrico  artificial.  Se  ha  obsenrado  que  si  los  tubos  da^ 
Mett  se  someten  á  la  acción  de  las  disoluciones  preservatiyas  y  se  les  su- 
merge después  en  el  jugo  gástrico  artificial,  los  resultados  son  distintos. 
Bn  estas  circunstancias  el  efecto  de  la'formalina  es  enérgico,  pero  el  del 
ácido  salicilico,  snlfito  sódico  y  benzoato  de  sosa  son,  en  cambio,  enégioos^ 
{New,  York  Med.  Journal).  —  F.  Toledo. 


PEBIÓDICOS 


La  eaffefoa  en  la  pulmenfa.  —  Para  combatir  el  colapso  en  la  pulmonía, 
aconseja  A.  Fraeukel,  con  preferencia  á  la  digital,  las  inyecciones  hipo- 
dérmicas  de  una  disolución  de  cafeína  al  10  por  100,  cada  dos  ó  tres  h(nrs0> 
ó  más  á  menudo.  Su  acción  es  más  rápida  que  la  de  la  digital,  no  se  aeu* 
muía  y  combate  mejor  la  parálisis  de  los  vasomotores.  A  veces  hay  que  sus- 
pender la  cafeína  porque  produce  una  gran  excitación  cerebral.  Tampoc<> 
es  útil  cuando  la  frecuencia  del  pulso  pasa  de  180. 

(  Therapie  der  Gegenwart).  —  R.  dsl  Valle. 

Cisteoele  y  su  tratamients  quirArgics.  —  El  Dr.  G.  O.  Child  ha  leído  en  la. 
Sociedad  fíe  Obstetricia  de  Nueva  York  (sesión  del  24  de  mayo  último),  un 
trabajo  sobre  los  diversos  procedimientos  operatorios  empleados  en  los  úl- 
timos cien  afios  contra  el  cistocele.  A  principio  de  1800,  Jobert  recomendé 
cauterizar  la  membrana  mucosa  y  coser  después  los  bordes  de  la  herida» 
La  primera  operación  por  denudación  de  la  pared  vaginal  anterior  fué 
practicada  en  1828  por  Geranrdin,  quien  extirpó  un  trozo  longitudinal  de 
mucosa.  Fué  seguido  por  Dieffenbach,  Hemming,  Velpeau  y  Hall,  quie- 
nes practicaron  denudaciones  de  diversas  formas.  Todas  estas  operaciones 
fueron  abandonadas,  hasta  que  volvió  á  ponerlas  en  práctica  Marión  Sima 
en  1858.  En  este  intermedio,  Lightfoot,  de  Inglaterra,  denudó  y  cosió  todo 
el  aparato  vaginal,  dejando  un  peqnefio  orificio  para  mantener  abierto  el 
conducto.  Baker  Brown,  en  1858,  recomendó  también  una  operación  en  1» 
que  se  extirpa  un  trozo  longitudinal  posterior  de  mucosa  y  dos  anteriores, 
exactamente  por  dentro  del  orificio  de  la  vagina,  formando  así  un  puente 
de  tejido,  sobre  el  que  descansa  el  cistocele.  La  operación  primitiva  de 
Sims  fué  una  denudación  en  forma  de  herradura,  la  que  modificó  Emmet. 
Stoltz  aconsejó  por  aquella  época  la  operación  que  lleva  su  nombre. 

A  principio  de  1887,  las  operaciones  en  las  que  la  vejiga  se  separa  del 
cuello  uterino  fueron  propuestas  primero  por  Hadra,  quien  después  de  se- 


479 

parar  completamente  loB  doB  órganos,  cosía  la  vejiga  á  la  cara  anterior  del 
útero.  En  1892,  Skene  aconsejó  separar  la  vejiga  y  el  cuello  uterino  á  través 
de  una  peqnefia  abertura  practicada  en  la  pared  anterior,  en  la  unión  de 
la  vejiga  y  de  la  uretra.  La  pared  vaginal  se  reunía  después,  quedando  así 
un  borde  de  mucosa  que  servia  para  sostener  la  vejiga. 

Se  han  aconsejado  diversos  procedimientos  para  separar  y  tratar  la  ve- 
jiga. Oersuny,  por  ejemplo,  arruga  la  vejiga  por  medio  de  una  sutura  con- 
tinua, y  Martin  por  varias  líneas  de  sutura  interrumpida.  Watkins  abre  la 
cavidad  peritoneal,  y  después  de  elevar  la  vejiga  dirige  el  útero  hacia  ade- 
lante  y  cose  los  pliegues  vaginales  al  fondo  uterino  y  á  los  ligamentos  an- 
chos. Reynolds  extirpa  las  porción  A  superfinas  de  la  pared  vaginal. 

En  1902,  Dudley  aconsejó  un  procedimiento  algo  diferente.  En  1904,  Gof- 
fe  recomendó  abrir  la  cavidad  del  peritoneo  por' medio  de  una  incisión  lon- 
gitudinal practicada  en  1»  pared  anterior  de  la  vagina  y  después  elevar  la 
▼ejiga,  suturándola  al  útero  y  á  los  ligamentos  anchos.  Byford,  Lawson 
Tait,  Tnffier,  Demorest  y  Laroyenne  trataron  también  al  cistocele  por  la 
Via  abdominal.  Byford  hizo  la  transfísión  del  sulcus  vaginal  por  medio  de 
suturas  que  atravesaban  los  conductos  inguinales.  Demoret  y  Laroyenne 
practicaron  la  fijación  eztraperitoneal,  y  Tuffier  aconsejó  la  vía  intraperi- 
toneal.  Lawson,  en  1898,  acortó  el  uraco  y  los  cordones  hipogástricos,  pero 
á  causa  de  su  inseguridad  anatómica  aplicó  un  colgajo  peritoneal  á  lá  re- 
flexión de  la  vejiga,  suturándole  á  la  vaina  común  del  recto.  Finalmente, 
en  1908,  Dickinson  practicó  la  suspensión  y  la  fijación  ventral  en  el  pro- 
lapso del  útero  y  de  la  vejiga,  utilizando  para  ello  una  incisión  abdominal 
media.  —  {New-  York  Med.  Journal,  20  octubre  1906).  —  F.  Toledo. 

Estreebsi  del  píioro  tratada  con.  la  tleslDimlna.  —  El  Dr.  Oaudvell  refiere 
el  caso  siguiente :  Una  mujer  de  treinta  y  cinco  aflos,  padecía  de  hipertro- 
fia del  píioro  con  estrechez.  A  consecuencia  de  la  imposibilidad  de  alimen- 
tarse bien  y  del  vómito  frecuente  se  había  demacrado  en  muy  poco  tiempo. 
Antes  de  resolverse  por  la  operación  se  practicaron  inyecciones  de  tiosina- 
mina  al  10  por  100,  á  la  dosis  de  diez  gotas  diarias  primeramente,  después 
en  días  alternos,  y  por  último,  dos  veces  por  semana.  Al  cabo  de  un  mes 
la  mejoría  era  evidente,  puesto  que  habían  desaparecido  el  dolor,  las  náu- 
seas y  los  vómitos.  A  los  tres  meses  la  enferma  había  recobrado  su  peso 
normal  y  estaba  completamente  restablecida. 

{BriU  Med.  Journal).  —  R.  del  Valle. 

U  loche  como  bomottátieo.  — El  Dr.  Solt  ha  observado  el  caso  de  una  jo- 
ven de  quince  afios,  extenuada  por  metrorragias  repetidas,  refractarias  á 
todo  tratamiento;  para  combatir  el  estado  de  adinamia,  puso  á  esta  enfer- 
ma un  enema  de  leche  ligeramente  salada.  La  metrorragia  cesó  como  por 
encanto.  Sorprendido  por  este  éxito,  ha  empleado  los  enemas  de  leche  en 
otras  hemorragias  (pulmonares,  gástricas  y  uterinas),  y  siempre  con  resul- 
tados satisfactorios.  La  leche  debe  inyectarse,  no  importa  á  qné  tempera- 
tura, pero  á  la  dosis  de  un  litro  cuando  menos.  El  enfermo  debe  adoptar  el 
decúbito  lateral  y,  si  por  haber  perdido  el  conocimiento,  no  puede  retener 
la  leche  inyectada,  se  evita  su  salida  comprimiendo  el  orificio  anal.  Para 


480 

lainjección  es  preferible  el  clÍBobomba  al  book,  porqoe  al  parecer,  m  efee- 
to  mecánioo  fayoreoe  la  exGitación  de  los  reflejos.  EaUsinyecoia&es  no  pro- 
dacen  más  efecto  molesto  qae  en  ciertos  casos  algo  de  meteorismo.  Bl 
efecto  hemostático  no  se  obtiene  más  qae  administrando  la  leche  por  la 
Tía,  rectal ;  en  el  estómago  es  digerida  y  la  digestión  la  hace  perder  sns  pro* 
piedades  hemostáticas  especiales,  debidas,  según  el  Dr.  Solt,  á  la  gran  can* 
tidad  de  sales  de  cal  qne  contiene. 

(Riwte.  de  iher.  medico-chirurgicale^  l.*noTÍembre  1906).— F.  Tolxdo. 

TraUnleoto  do  la  fieliro  tifoidea  oso  el  plranidéD.— Según  el  Dr.  H.  Sabar- 
thez,  el  piramidón  es  el  mejor  medicamento  para  tratar  la  fiebre  tifoidea: 
del  todo  inofensivo,  sin  níngnna  contraindicación,  antipirético  j  elimina- 
dor en  alto  grado,  su  acción  es  macho  más  enérgica  qne  la  de  todos  los  de- 
más febrifagos,  y  con  sa  empleo  en  85  casos  no  ha  habido  más  qne  ana  de- 
fanción  por  hemorragia  intestinal. 

Modo  de  administración:  an  gramo  diario  en  caatro  papeles,  para  tomar 
ano  cada  seis  horas.— (JircA.  genérales  de  méd),  — B.  del  Vallb. 

Modo  de  aeoión  y  eiIninaeiéD  del  ácido  oalicfiloe.— Bl  Dr.  Ralph  Btorkman, 
profesor  de  Materia  médica  en  la  universidad  de  Glasgow,  ha  hecho  inves- 
tigaciones interesantes  respecto  á  este  asante.  Jamás  ha  encontrado  indi- 
cios de  salicilato  de  sosa  en  la  saliva,  y  sólo  á  veces  cantidades  mínimas  en 
el  sador ;  le  ha  encontrado,  en  canAio,  en  el  liquido  articalar,  en  la  serosi- 
dad de  los  vejigatorios,  en  el  moco  bronqaial  y  en  los  derrames  plenréticos 
cuando  se  administra  dicho  medicamento  á  las  dosis  ordinarias.  Para 
determinar  si  el  ácido  saiicilico  ejerce  sa  efecto  terapéatico  después  de 
convertido  en  ácido  salicilúrico,  ha  administrado  éste  en  casos  en  qoe 
estaban  indicados  los  salicilatos,  y  ha  visto  que  dicho  ácido  es  una  subs- 
tancia poco  enérgica.  La  disolución  de  ácido  saiicilico  impide  la  fermenta* 
ción  del  azúcar  por  la  levadura  de  cerveza  cuando  se  emplea  una  disolución 
del  referido  ácido  al  1  por  2.000;  el  ácido  salicilúrico  sólo  contiene  por  poeo 
tiempo  la  fermentación,  empleado  en  disolución  al  1  por  600;  al  1  por  1.000 
es  ineficaz.  Administrado  á  grandes  dosis  á  los  animales  no  produce  los 
síntomas  que  los  salicilatos  y  se  encuentra  sin  modificar  en  la  orina.  Le  ha 
empleado  á  la  dosis  de  4  gramos  y  medio  en  un  caso  de  reumatismo  agudot 
ain  producir  el  efecto  más  ligero;  el  enfermo  curó  con  rapidez  á  beneficio 
del  salicilato  sódico  administrado  á  la  misma  dosis.  Los  salicilatos  obran 
en  el  organismo  de  dos  maneras.  En  el  reumatismo  articular  agudo  ejer- 
ciendo probablemente  un  efecto  nocivo  sobre  el  microorganismo  productor 
de  la  enfermedad,  y  en  el  reumatismo  crónico  y  estados  gotosos  diatésicoa 
influyendo  sobre  el  metabolismo  orccánico. 

{The  Therapeutie  OaieUe,  15  noviembre  190S).— F.  Tounm. 


'4^•^W^ 


índice  del  tomo  Lxxia 


Abdomen  (Afeociones  quirúr* 
gioasdel) 261 

Acetona  ea  iae  afecciones  gi- 
necológicas (Significación 
diagnóstica  dé  la; 859 

Acido  protocetráñco  (Empleo 

terapéutico  del) 159 

—  saiicilato  (modo  de  usar- 

lo y  eliminación  del).    480 
Acokanthera  schimperi  en  las 

afecc."  cardiacas  (La)..  484,    472 
Acortamiento  de  loe  tegumen- 
tos redondos 196 

Actinomicosia  primitiva  del 
cuello  con  propagación  rápi- 
da traqueobronquial 172 

Adenoma  sebáceo  de  Pringle.    858 
Afecciones  oculares  depen- 
dientes de  los  trastornos  den- 
tarios      882 

Afusiones  frías  en  el  delirium 

tremene  (Las) 80 

Agripnia  (TraUmiento  de  la).    226 
Albuminuria  ortostática  y  la 
nefrítica  (Diagnóstico  entre 

la) 820 

Alcohol  como  alimento  (El) . .    278 

—  en  uso  tópico  (El) 200 

Alimentación  en  las  enferme- 
dades agudas 118 

—  insuficiente  en  los  dis- 

pépticos  y  nerviosos 

(La) 199 

Altura  de  las  ciencias  médicas 

en  el  reino  El  Andaluz 175 

Ambliopia  química 79 

Amiotrofia  espinal  difusa. . . .    814 
Amputación  plasticocinétíca 

(Un  nueyo  método  de) 264 

Amputaciones  económicas  del 

pié 854 

Anasarca  como  complicación 

del  impétigo 815 

Anemia  aplástica 114 

—  perniciosa   (Insuficien- 

cia tricúspide  en  la).      76 


Aneurisma  de  la  aorta  (ün 
nuevo  signo  de) 818 

Angina  de  pecho  (Tratamien- 
todela) 28f 

Ang^omas  (Vacunación  de 
los) 160 

Anqnilosis  cricoaritenóidea 

de  origen  reumático..    178 

—  espontáneas  y  en  parti- 

cular de  las  vertebra- 
les (Patogenia  de  las).      68 
Anquilostoma  duodenal  (Un 

nuevo  remedio  del) 19 

An^uilostomas  (Sobre  la  ac- 
ción tóxica  de  los) 251 

Aorta  (Un  nuevo  signo  de 

aneurisma  de  la) 818 

Apéndice  vermiforme  (Cáncer 

primitivo  del) 488 

Apendicectomia 281 

Apendicitis  por  el  timol  (Tra- 
tanuento  sistemático 
déla) 157 

—  y  flebitis  de  las  extre- 

midades inferiores. . .    259 

—  y  la  preñez  extrauteri- 

na (Diagnóstico  dife- 
rencial entre  la) 485 

Argiról  en  oftalmología  (Em- 

pleodel) 888 

Arma  de  tuego  (Heridas  intes- 
tinales por). 812 

Arterioesclerosis  y  nicotina. . .      75 
Asociación  de  médicos  ameri- 
canos  72,    111 

—  Asociación  francesa  pa- 

ra el  progreso  de  las 
ciencias.  22,  58,102,    142 

Aspirina  en  el  reumatismo  es- 
carlatinoso  (La) 467 

Atropina  y  la  eumidrina  en  las 
afecciones  gastro-intestina- 
les(La) 400 

Auscultación  oral  como  proce- 
dimiento diagnóstico 158 

Autan(El) 458 


482 


Aatomonlifimo  desde  el  punto 
de  Tisis  higiénico  t  terapéa- 
tico(Bl) 186 

Antoplastia  craneal  doble 276 

—  del  pulgar 8&5 

Ayances  nrológicoe 98 

Azul  de  metileno  en  la  taber- 

culosis  quirúrgica  (Empleo 

del) 16 

Basicina  (La) 256 

Beri-beri 860 

Boca  (Limpieza  y  desinfección 

déla) 418 

Bocio  exoftálmico  por  una  ci- 
totoxina  espeolnca  (Trata- 
miento del) 117 

Bocios  aberrantes  y  epitelio- 
mas  branquiales 855 

Bolutismo 279 

Bronco-esofagosoopia 268 

Bronquio  (Ouerpo  extrafio  en 

un). 816 

Bronquitis  crónica  con  los  ra- 

Jos  Róntgen  (Tratamiento 
ela) 158 

Bubones  supurados  (Trata- 
miento de  los) 280 

Cafeína  en  la  pnlmonia 478 

Cálculo  Tesical  de  origen  ex- 
terno      896 

Cálculos  biliares?  (¿Se  debe 
estimular  la  expulsión  de 
los) 860 

Cáncer(Del) 462 

—  del  cuello  uterino  por  la 

histerectomía  abdo- 
minal (Tratamiento 
del) 464 

—  del  labio  curada  con  los 

rayos  R(5ntgen  (Reci- 
divade) 808 

—  de  la  lengua  (Del).....     852 

—  en  tejido  conjuntivo 

bajo  la  influencia  de 
la  cancroina  (Trans- 
formación del) 811 

—  primitÍTo  del  apéndice 

rermiforme ...     488 

—  (TraUmiento  den 425 

—  uterino  inoperable  (La 

desinfección  en  el). . .  79 
Cancroina  (Transformación  del 
cáncer  en  tejido  coníuntiyo 
bajo  la  influencia  de  la) ... .  811 
Cardiacas  (Lá  acokanthera 
schimperi  en  las  afeccio- 
nes)  484,    472 

Casos  clínicos  (Dos) 55 

Cerebro  (La  radiografía  en  las 
afecciones  del) 486 


Chancro  del  pesón  y  del  labio 
inferior 472 

Cigarreras  y  sus  partos  y  prole 
CLas) ; 415 

Cirugía   clínica   y  operatoria 

(Tratado  de) 220 

—  vascular 849 

Cistocele  y  su  tratamiento  qui- 
rúrgico      478 

Cloruro  de  calcio  en  el  trata- 
miento de  las  úlceras  (Valor 
del) 40 

Cólicos  nefríticos  artificiales 
como  medio  de  diagnóstico .    294 

Compf^ión  del  vientre  (Efec- 
tos de  la) 856 

Conducto  uretral  (Utilidad  de 
la  reparación  en  dqs  tiempos 
de  los  traumatismos  del) ...    S82 

Congreso  francés  de  Caru- 
gUi 288,    261 

Contusiones  abdominales 
(Conducta  que  debe  obser- 
varse en  las) 196 

Corazón  (Dilatación  del) 288 

Cordero  (Intoxicación  por  la 
carne  de) 160 

Corea  aguda  (Trastornos  men- 
tales en  la) 112 

Cráneo  (La  radiografía  en  las 

afecciones  del) 436 

—  (Un  caso  de  fractura  de 

la  bóveda  del) 140 

Cuello  uterino  (Dilatación  ar-     4 
tificialdel) 192 

—  —    por  la  bistereetomía 

abdominal  (Tra- 
tamiento del  can- 
cerdel) 464 

—  —    (Tuberculosis  pri- 

mitiva del) 190 

Chierpo  extrafio  en  un  bron- 
quio     816 

Decapsulación  renal 197 

Deformación  cardíaca 460 

Deformidades  congénitas 475 

Deliríum  tromens  (Las  afusio- 
nes frías  en  el) 80 

Dermatitis  vaciniforme  infan- 
til (Reflexiones  acerca  de  un 

caso  de) 28^ 

Desinfección  en  el  cáncer  ute- 
rino inoperable  (La) 79 

Diabetes  sacarina  y  hemacro- 

matosis 11^ 

Diagnóstico  diferencial  entre 
la  apendicitis  y  la  prefies  ex- 

trauterina 4» 

Difteria  grave  tratada  por  el 
suero  antidisentérico  (Dos 


483 


eñBOñ  de) 815 

Digestión  pépsica  (Bfeotos  de 
las  aabstancias  conservado- 
ras  de  los  aiímeotos  sobre  la)    477 
Dilatación  artificial  del  cuello 

uterino 192 

-7-    del  útero  darante  el  par- 
to       198 

V  —  man  nal  del  útero  gráyi- 
do  ó  parturiente  (Ven- 
tajasdela) 198 

—  ó  incisión  del  útero  grá- 

vido     198 

Disentería 426 

—  bacilar  (Déla) 461 

—  —    mortal 424 

—  —    (Una  epidemia  de).      94 
Disnea  paroxistica  por  tensión 

ezcesiTa 475 

Dispepsia  hiperestónica  con 
fermentaciones  acidas  (Tra- 
tamiento de  la) 278 

Dolores  gástricos 176 

Dos  casos  raros 472 

Bctopia  testicular  y  sus  com- 
plicaciones  285,    265 

Edema   pulmonar   recurrente 

agudo 72 

Electricidad  (Lesión  ocasiona- 
da por  la) 277 

Embarazo  (Miomectomia  du- 
rante el) 482 

—  (Los  rifiones  durante  el)    296 

Embolia  post  operatoria 191 

Enesol 882 

Enfermedad  de  Barlow 474 

—  deLittle 815 

Enfermedades  p  a  n  c  r  e  á  ti  c  as 

(La  prueba  del  núcleo  en 

las) 115 

Enterocolitis  folicular  ó  disen- 

teriforme  7  su  tratamiento.     178 
Epididimitis  blenorrágica  a^u- 
da  (Tratamiento  quirúrgico 

déla) 289 

Epispadias  en  la  mujer  (ün 

caso  de) 281 

Equinococos  (Peligros  de  la 
punción  de  loe  quistes  de).  •    289 

Erisipela  (Un  caso  de) .    241 

Eritrocitosis 817 

Escarlatina  á  recidivas 84 

Escleredema 474 

Esclerosis  diseminada 111 

Escrofulosis  (El  yoduro  de  ar- 
sénico en  la) 819 

Escrofulotuberculosis  (El  yo- 
duro de  arsénico  en  la). ... .     819 
Escuelas  (Las  afecciones  ocu- 
lares contagiosas  en  las) ... .    252 


Esófago  (Moneda  detenida  en 
el) 885 

Espiroquetos  (Naturaleza  de 
los) 116 

Esputos  tuberculosos  (Inocui- 
dad de  los  polvos  proceden- 
tes de  la  desecación  de  los).     157 

Estómago  (Actividad  digesti- 
va jde  la  pepsina  en 
el) 115 

—  (Heridadel) 401 

Estrechez  de  la  uretra  y  reten- 
ción urinaria 896 

Estreptococia  (Un  caso  de). . .    188 
Eumidrina  y  la  atropina  en 
las  afecciones  gastro-intes- 

tiuales(La) 400 

Extremidades  inferiores 

(Apendicitis  yflebitis  de  las)  259 
Farmacología  (Kevista  de). . .  12 
Fiebre  ganglionar 115 

—  tifoidea... 454 

—  —    con  el  piramidón 

(Tratamiento  de 

la) 480 

—  —    (Las  ideas  moder- 

nas sobre  la  etio- 
logía y  epidemio- 
logía de  la) 410 

—  —    (Mortalidad  hospi- 

talaria de  la)....    280 

—  —    (Sobre  la  epidemia 

actual  de) 419 

Fístula  vésico  vaginal  (Un  ca- 
so de) 888 

Fístulas  vésicovaginales 
(Nuevo  método  de  sutura 

enlas) 884 

Formicina 18 

Forúnculos  (Tratamiento  abor- 
tivo de  los) 240 

Fósforo  orgánico  en  el  trata 
miento  de  varias  enfermeda- 
des nerviosas 477 

Fractura  de  la  bóveda  del  crá- 
neo (Un  caso  de) .  .^. .     140 

—  de  Maisonnen  ve .....'..  464 
Fracturas  bimaleolares 468 

—  —  (Pronóstico  de  las).  429 
Gastro^entiñtis  infantiles  (La 

levadura  de  cerveza  en  las).      79 

Gastro  intestinales  (La  atro- 
pina y  la  erimidrina  en  las 
afecciones) 400 

Gastroptosis  (Tratamiento  de 
la) •. 87,      88 

Gastrostomia  (Una  modifica- 
ción de  la) 440 

Gelatina  líquida  como  antidia- 
rréico  y  estomáquico  (La) . .    820 


484 


OestAoióo  eciópica  (ReBoltodoB 
de  la  Bección  yaginal 
7  del  desagüe  en  la).    195 

—  eztraaterina  sin  rapta- 

ra (Oaatro  casos  de).     260 
Oibosidades  pótticas  (Trata- 
miento de  las) 268 

GK>ta  con  los  rayos  Rfíntgen 

(Tratamiento  de  la) 40 

Hábito  (La  faerza  del) 176 

Hemacromatosis  y  diabetes  sa- 
carina      118 

Hemoptisis   (Tratamiento  de 

la) 89 

Hemorragia  cerebral  (Relacio- 
nes entre  la  metereologia  y  la)      88 
Hemorroides  (Una  operación 

sencilla  contra  las) 158 

Herida  del  estómago 401 

Heridas  intestinales  por  arma 

defaego 812,    858 

Hidrato  de  doral  y  el  tóta- 

nos(El) 89 

Hidrocéfalo,  espina  bifída  y  si- 
filis  congénita 275 

Hidrocele 258 

Hidropesía  de  layesicala  biliar    465 
Higiene  (Revista  de).  88,249,    410 
Hiperclorhidria  gástrica  (Tra- 
tamiento de  la) 120 

Hipernefroma 198 

Hipertensión  arterial  crónica.      76 
Hipertrofia  mamaria  fancional 

anormal 465 

Histerectomia  abdominal  (Tra- 
tamiento del  cáncer  del  sae- 

lio  uterino  por  la) 464 

Histerismo    ( Manifestaciones 

ocnlaresdel)....  299,    888 
^    simalando  el  mal  de 

Pott 20 

Imágenes  recordables  (Sobre 

las).. 859 

Impétigo (Anasarca  como  com- 
plicación del) 315 

Impotencia  sexual  y  los  pro- 
ductos de  la  concepción  (La).    254 
Infección   puerperal   causada 

por  estafilococos 250 

Infecciones  secundarias  de  ori- 
gen bucal 258 

Inmunización  antituberculosa.      82 
Insuficiencia  mitral  (Presión 

sanguínea  en  la) 74 

—  tricúspide  en  la  anemia 

perniciosa. . « 76 

Intestino  grueso  (Tuberculosis 

del); 22 

Intoxicación  con  el  purgen. . . .    160 

— -    por  la  carne  de  cordero.     160 


Inraginación intestinal..  426,    476 

—  —     infanta 184,    280 

—  —    (Papel  del  espasmo 

enla) 816 

— -    —    recidivante 259 

Insolación  (Trastornos  psíqui- 
cos debidos  á  la) 414 

Laringología  (Revista  de). . . .     167 

Larvas  (renómenoe  nerviosos 
consecutivos  á  la  ingestión 
de) 468 

Leche  á  los  niños  de  pecho  (Su- 
ministro de) 119 

—  como  hemostático  (La).     479 

—  de  mujer  (Composición 

anímica  de  la) 466 
3el  cáncer  de  la) ... .     852 
Levadura  de  cerveza  en   las 
gastro  enteritis  infantiles 

(La) 79 

Ligamentos  redondos  (Acorta- 
miento de  los) 196 

Limpieza  (Instrucciones  higié- 
nicas acerca  de  la) 458 

lisol  como  anti-anémico  y  ape« 

ritivo(El) 40 

Lóbulo  occipital  (Tumor  del).     897 
Mal  de  Basedow  con   los  ra- 
yos X  (Tratamiento 
del) 400 

—  de  Bri  jfht  (Un  nuevo  re- 

medio del) 161 

^    de  Pott  (Histerismo si- 

mulanao  el) 2i 

Masaje  y  la  gimnasia  médica 
en  el  tratamiento  de  la  pará- 
lisis espinal  infantil  (Ea). . .      49 
Medicina  clínica  y  terapéutica 

(Tratado  de) 58 

Meningitis  cerebro-espinal ....    116 

—  —    epidémica  (Origen 

nasofaríngeo  de 

la) 266 

Mercurio  por  la  vía  rectal  (Ad- 
ministración del) 440 

Miasis  en  el  hombre 414 

Miomectomfa  durante  el  em- 
barazo      482 

Moneda  detenida  en  el  esófago.    886 

Mortalidad  infantil  en  Alme-. 
ría 469 

Motor  ocular  externo  (La  pa- 
rálisisdel) ., 881 

Movimientos  voluntarios  de 
carácter  excepcional 474 

Muérdago  como  medicamento 
hemostático  (El) 16 

Nariz  (Sarcoma  de  la) 9^ 

Nefritis  hematúricas  Cl^rata- 
miento  quirúrgico  de  las). . .    4S7 


485 


Nefropezia  (Un  nueyo  prooa- 
dimiento  de) 41 

Neumonía  agnda  por  el  salfnro 
de  carbono  (Tratamiento  de 
la) 400 

Nicotina  y  arterioesclerosie. . .      75 

NifiOB  de  pecho  (La  tnbercolo- 

eisen  ios) 258 

—  —    (Sa ministro  de  le- 

che á  los) 119 

—  ~    (Sobre  las  horas  de 

snefíode  los)....      89 

Nistagmns  familiar 8l5 

Notas  clínicas * 441 

—  —    del  aparato  diges- 

tiro 215 

NoTOcaína  en  cirngia  (Empleo 

déla) 481 

Oficina  de  Farmacia  (La) ....     177 
Oftalmología  (Empleo  del  ar- 

írirol  en) 888 

—  (El  tatnage  en) 885 

^    (Revista  de) 881 

Ojo  (Corrientes  en  la  cámara 
anterior  del). . .  .^ 856 

Ojos  de  los  estudiantes  en  la 
üniyersidad  de  Pensil rania 
(Resultado  del  examen  de 
los) 477 

Operación  cesárea  vaginal. . . .     198 

Operaciones  abdominales 
(Trombosis  y  embolia  conse- 
cntivas  á  las) 191 

Orfelinato  agrícola  de  San 
Martín 249 

Ortoformo  (Intoxicación  por 
el) 240 

Osteomalacia 475 

Osteomielitis  por  el  relleno 
óseo  con  yndoformo  (Trata- 
miento de  la) 476 

Otitis  (La  parálisis  del  motor 
ocular  externo  en  el 
curso  de  las) 881 

—  media  adhesiva  (ün  en- 

sayo en  el  tratamien- 
to de  la) 170 

Otología  (Revista  de) 167 

Paludismo  (Etiología  y  profi- 
laxia actuales  del). . .     228 

—  (Patogenia  y  profilaxis 

del) 858 

Parálisis  del  motor  ocular  ex- 
terno en  el  curso  de 
las  otitis  (La) 881 

—  espinal  infantil  (El  ma- 

saje y  la  gimnasia  mé- 
dica en  el  tratamiento 
déla) 49 

—  saturnina 475 


Parálisis  simultánea  del  facial 

Ír  del  acústico  de  origen  sifi- 
ítico 167 

Parásitoto  (Generalidades  so- 
bre)       98 

Parto  (Dilatación  del  útero  da- 

rante  el) 198 

—  (Preceptos  higiénicos 

para  después  del) ....    416 
Pié  (Amputaciones  económi- 

casdel) 854 

Pielitis  del  embarazo  (ün  caso 

de) 245 

Píloro  con  la  tiosinamina  (Es- 
trechez del  píloro  tratado  con 

la) 479 

Piramidón  (Tratamiento  de  la 

fiebre  tifoidea  con  el) 480 

Penetrómetro  de  Benoist  mo- 
dificado        87 

Pepsina  en  el  estómago  (Acti- 
vidad digestiva  de  la) 115 

Perborato  de  sosa  (El) 12 

Perforación  intestinal  sin  do- 
lor (ün  caso  de) 81 

Peristalsis  gástrica  é  intesti- 
nal      118 

Pescadores  de  esponjas  (La  en- 

feí^medad  de  los) 90 

Pies  planos  y  en  valgus 180 

Pitiriasis  liquenoide  crónica. .    858 

Placenta  previa 421 

Práctica  sanitaria (Mannal  de)    188 
Prefiez   extrauterina   (Diag- 
nóstico diferencial  entre  la 

apendicitis  y  la) 485 

Prostatectomía  transvesi- 

cal 814,    426 

Presión  sanguínea  én  la  insu- 
ficiencia mitral 74 

—  venosa  y  arterial 74 

Prurito  general  sin  lesiones. .  118 
Pulgar  (Autoplastia  del) 855 

—  (La  sneroterapia  en  la).    440 

Pulmonía  (Cafeína  en  la) 478 

Pnrgen  (Intoxicación  con  el).  160 
Queratitis  parenquimatosa.  • .  896 
Quiste   hidatidico  hepático 

abierto  en  las  vías  biliares.    261 
Radiografía  en  las  afecciones 

del  cerebro  y  del  cráneo  (La)    486 
Radium  en  otorino laringolo- 
gía (El) 171 

Raquitismo  tardío 818 

Rayos  eléctricos  (Lesión  trau- 
mática colectiva  oca- 
sionada por  los) 896 

—  Rdntgen  (Recidiva  de 

cáncer  del  labio  cura- 
da con  los) 808 


486 


Rayos  Bóntgen  (Tratamiento 
de  la  bronqnitÍB 
crónica  con  loa).     158 

—  —    (Tratamiento  del 

reuma  Y  de  la  gota 
conloe) 46 

—  "X    (Tratamiento  de  las 

enfermedades  de 
loB  órganos  hema* 
topo 7 éticos  por 
los). 102 

—  —    (Tratamiento  del 

mal  de  Basedow 
con  los) 400 

—  —    y  suero  leucémico. .     114 
Reacción  agí  atinante  en  los  tu- 
berculosos (Valor  semeioló- 
ffico  de  la)  145 

Relleno  óseo  con  yodoformo 
(Tratamiento  de  la  osteomie- 
litis por  el) 476 

Reuma  articular  agudo  sin  sa- 

licilatos  (Tratamiento  del).  487 
Reumatismo  articular  agudo 
(Significación  de 
loe  soplos  cardia- 
cos que  se  oyen  en 
el  curso  deí) 80 

—  —    crónico  prímitiyo 

y  su  tratamiento 

S21,    861 

—  escarlatinoso  (La  aspiri- 

na en  el) 467 

Reuma  y  de  la  gota  con  los  ra- 
yos Rontgen  (Tratamiento 

del) 40 

Revista  de  Farmacología 12 

—  de  Higiene. ...  88,  249,    410 

—  de  Laringología 167 

—  de  Oftalmología 887 

—  de  Otología 167 

—  de  Rinología 167 

—  de  Terapéutica 12 

—  de  Urología 289 

Rinoescleroraa 817 

Rinología  (Revista  de) 167 

Rinoplastia 472 

Rifión  móvil 201 

Riñon  es  durante  el  embarazo 

(Los) : 296 

Ruptura  de  la  sínfísis  pubia- 

na 185 

Rupturas  uretrales 854 

Sabañones  ulcerados  (Tétanos 

durante  los) 468 

Salicilatos  (Tratamiento  del 

reuma  articular  agudo  sin).  487 
Salicilarseniato  de  mercurio  en 

el  tratamiento  de  la  sífilis 

(El) 79 


Sangre  (Importancia  clínica 
del  grado  de  viscosidad  de 
la).....  200 

Santonina  en  la  infancia  (Fór- 
mula para  la  administración 
déla) 169 

Sarcoma  ciático  recidivante. .    261 

—  de  la  nariz 856 

—  pigmentario,  hemorri- 

gico  y  múltiple 816 

Saturnismo  en  anudadoreade 

flecos 277 

Sepsis  puerperal  (Tí  pos  de). . .      80 
Serodiagnóstícode  la  tubercu- 
losis (  Datos  para  el  estudio 

del) 142 

Sífilis  de  las  mujeres  bonradas 

(La) 100,    1» 

—  (El  salicilarseniato  de 

mercurio  en  el  trata- 
miento de  la) 79 

—  estado  actual  de  su  es- 

tudio expetimental. .     154 

—  terciaria 485 

Síndrome  nuevo?  (¿Un) 168 

Sínfisis  pubiana  (Ruptura  de 

la).... 186 

Sociedad  francesa  de  estudios 
científicos  déla  tuber- 
culosis     266 

—  Ginecológica  americana    191 

Solurol 16 

Soplos  cardíacos  que  se  oyen  en 

el  curso  del  reumatismo  ar- 
ticular agudo  (Significación 
délos) 80 

Sudor  miliar  y  la  rata  de  cam- 
po(El) «O 

Suefio  de  los  niños  (Sobre  las 
horasde) 89 

Suero  disentérico  (Dos  casos  de 
disentería  grave  tra- 
tados por  el) 815 

—  leucémicoy  rayosX. . ..  114 
Suerotcrapia  en  la  pulmonía 

(;La) 440 

Sulfuro  de  carbono  (Trata- 
miento de  la  neumonía  agu- 

daporel) 400 

Tabes  dorsal  e^pasmódica  no 

bereditaria  (  CTn  caso  de  ) . .  •  406 
Tatuaje  en  oftalmología  (El).  885 
Tensión  arterial  en  el  estado 

patológico  (La) 159 

Terapéutica  (Revieta  de) 12 

Testículo  (Cirugía  conservado- 
ra del) 418 

Tétanos  durante  loe  sabañones 

ulcerados 468 

—  é  bidrato  de  doral  (£1).      89 


487 


Timol  (Tratamiento  Bistemáti- 
■  I co  de  la  apendicitis  por  el). . 
Timpánica  (Rara  taberculo6Í8 

^de  la  membrana) 

Toracentesis  (Peligros  de  la) . . 
Tórax  bajo  el  pnnto  de  vista 
operatorio(y las  y  me- 
dios de  acceso  al). . . . 

—  (Ciragíadel) 

Traqneotomía  in  extremis. . .  • 
Traumatismo  (Caso  clinicono* 

tablede) 

Trombosis  y  embolia  oonseca- 

Jltiyas  á  las  operaciones  abdo- 
minales  

Tabercnloma  íleocecal  biper* 
trófico 

Tubercnlosis  catánea  sifilítica . 

—  (Datos  para  el  estndio 

del  serodiagnóstico  de 
U) 

—  de  la  membrana  timpá- 

nica   

—  del  intestino  gmeso 

—  en  los   nifios  de  pecho 

(La) 

—  ganglionar  (Tratamien- 

to de  la) 

—  gangliopnlmonar  en  las 

escuelas  de  París  (La) 

—  (La  terapéutica  especi* 

ficade  la) 

—  ocular  en  el  ni  fio  (La). . 
-*-    osteo-articnlar 

—  (Patogenia  de  la) 

—  por  loe  productos  baci- 

lares (Tratamiento  de 
!•) 

—  por  la  recalcifícación 

(Tramiento  de  la). . . . 

—  primitiva  del  cuello  ute- 

rino   

—  quirúrgica  (Empleo  del 

azul  de  metileno  en 

la) 

Tuberculosos  (Valor  semeio- 
lógico  de  la  reacción  agluti- 
tinan te  on  los) 


167 

5 
76 


284 

264 

99 

448 


191 

259 
857 


142 

5 
22 

258 

489 

887 

58 
887 
459 
278 


458 

266 
190 


16 


145 


469 
898 


40 


Tumor  del  lóbulo  occipital. . .     897 

—  uterino  intraligamen- 

toso 189 

Tumores  malignos  en  la  espe- 
cie canina  por  medio  de  las 
relaciones  sexuales  (Trans- 
misión de) 898 

Ulcera  gástrica 858 

—  —    (Tratamiento  ope- 

ratorio de  la)  888, 

—  —    (Cirugía  de  la). . . . 
Ulceras  (Valor  del  cloruro  de 

calcio  en  el  tratamiento  de 

las) 

Uréteres  (Demostración  en  el 

títo  de  tres) 291 

Uretra  (  Estrechez  de  la) 896 

Urología  (Revista  de) 289 

Útero  grávido  (Dilatación  ó  in- 
cisión del) 198 

—  —    ó  parturieote  (Ven- 

tajas de  la  dilata- 
ción manual  del). 

Vacunación  de  los  annomas.  • 

Venosos  (Cirugía  de  los  grue- 
sos troncos) 288 

Vesícula  biliar  (Hidropesía  de 
la) 

Vía  rectal  (Administración 
del  mercurio  por  la) 

Vías  biliares  (Quiste  hidatí- 
dico  hepático  abierto  en 
las) 

Vientre  (Efectos  de  la  com- 
presión del) 855 

Vómito  pituitoso  hemorrágíco.    117 

Vómitos  acetonémicos  y  ente- 
rocolitis      467 

Yodina  (Datos  fisiológicos  y  te-    . 
rapéuticoe  acerca  de  la). . .  •    121 

Todoformo  (Tratamiento  de  la 
osteomielitis  por  el  relleno 
óseo  con) 476 

Yoduro  de  arsénico  en  la  es- 
crofalosís  y  en  la  escrófulo- 
tuberculosis  (El) 819 

Yoduros  (Acción  terapéutica 
délos) 819 


198 

160 


465 
440 


261 


488 


uuqM  k  ln  couMUNin  m  ui  muuN  nnuosn  b  rbbr  im 


B«m^áD  7  Bonet  (D.  lianael),  Es* 
pecialisto  de  enfermedmáet  de  las 
Tias  nrioarias.  Madrid. 

Oodina  Oastellrl  (D.  José),  Médico, 
por  oposición,  del  Hospital  Pro- 
TÍDCÍal  de  Madrid. 

Oarcia  MaDsilla  (D.  Stnforíano}, 
Oculista  del  Hospital  y  Hospicio 
Proyincial  de  Madrid. 

Gonzalo  Martines  (D.  Ricardo), 
Médico  del  Cuerpo  de  Sanidad 
Militar. 

Qoyanes  (D.  José),  Cirujano  de  nú- 
mero, por  oposición,  del  Hospital 
Prorincial  de  Madrid. 

Haaser  (D.  Felipe),  Doctor  en  Me- 
dicina. Madrid. 

Hader  (D.  Bersfin),  Médico  de  la 
Beneficencia  Municipal  de  Pam- 
plona. 

L^o  (D.  Antonio),  Director  de  la 
consulta  dermatológica  del  Hos- 
pital de  Nuestra  Señora  de  Es- 
güera,  Valladolid. 

Madinareitia  (D,  Jnan),  Médico  de 
número,  por  oposición,  del  Hospi- 
tal Provincial  de  Madrid.     " 

Martin  Arguellada  (D.  Ani.^^o), 
Profesor  de  número,  por  oposición, 
de  la  Beneficencia  Municipal  de 
Madrid. 

Martin  Menéndez(D.  Antonio),  Ex- 
médico del  Hospital  Militar  de 
Mahón. 

Martínez  López  (D.  Antonio),  Mé- 
dico titular  de  Ouadalix  de  la 
Sierra  (Madrid). 


Monmenen  (D.  José),  Vicepresidaa- 
te  de  la  Junta  ProTÍncI*l  de  Sa- 
nidad, Madrid. 

Montes  San  Agustín  (D.  José),  Mé- 
dico en  Cebolla  (Toledo). 

Morales  Pérez  (D.  Antonio),  Cate- 
drático de  la  Facultad  de  Medi- 
cina de  Barcelona. 

Pérez  Noguera  (D.  Emilio),  Mé- 
dico del  Cuerpo  de  Sanidad  Mi- 
litar. 

Pérez  Ortiz  (D.  Jerónimo),  Médico 
del  Cuerpo  de  Sanidad  Militar. 

Pulido  7  Martin  <D.  Ángel),  Profe- 
sor auxiliar  de  la  Facultad  de 
Medicina  de  Madrid. 

Ribera  y  Sans  (D.  José).  Catedráti- 
co de  la  Facultad  de  Medicina  de 
Madrid. 

Rodríguez  Méndez  (D.  Rafael),  Ca- 
tedrático de  la  Facultad  de  Medi- 
cina de  Barcelona. 

Rueda  (D.  Francisco^  Director  de 
la  Consulta  oto  riño  laringdógiea 
del  Hospital  de  la  Princesa.  Ma- 
drid. 

Sarabia  (D.  Jesús),  Profesor  dsl 
Instituto  Rubio.  Madrid. 

Toledo  (D.  Federico),  Idceneiado 
en  Medicina  y  Cirugía.  Madrid. 

Tripels-Dentzkof  (D.  Enrique), 
Masajista,  Madrid. 

Valle  (D.  Rafael  del).  Médico,  por 
oposición,  del  Hospital  Prorinmal 
de  Madrid. 

Yagüe  (D  Ramón  Luis),  Profesor 
del  Instituto  Rubio.  Madrid. 


GRABADOS  PUBLICADOS  EN  ESTE  TOMO 


Gráficas  de  eliminación  de  la  yodina,  páginas 128.    1S2 

Esquema  de  una  operación  de  epispadias  en  la  mujer,  página 288 


1 

1906           oitugia  pratlocLS.     3381^^^^^^^^^^ 

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